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| author | Roger Frank <rfrank@pglaf.org> | 2025-10-15 01:47:04 -0700 |
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You may copy it, give it away or +re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included +with this eBook or online at www.gutenberg.org + + +Title: Pasarse de listo + +Author: Juan Valera + +Release Date: July 17, 2007 [EBook #22092] + +Language: Spanish + +Character set encoding: ISO-8859-1 + +*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PASARSE DE LISTO *** + + + + +Produced by Chuck Greif + + + + + + + + +JUAN VALERA + +PASARSE DE LISTO + +NOVELA + + + + +I + + +Toda persona elegante que se respeta debe ir a veranear. Es una +ordinariez quedarse en Madrid el verano. + +Lo más tónico es ir a algunas aguas en Alemania o Francia; pasar luego +una temporadita a la orilla del mar en Biarritz, en Trouville o en +Brighton, y acabar el verano, antes de volver a esta villa y corte, en +algún magnífico _château_ o cosa por el estilo, que debemos poseer, si +es posible, en tierra extraña, y cuando no, aunque esto es menos +_comm'il faut_, en nuestra propia tierra española. + +Tal es el supremo ideal aristocrático a que aspiramos todos en lo +tocante a veraneo. Para realizarle totalmente se ofrecen no pocos +obstáculos. Lo más común es no tener _château_, ni algo que remotamente +se le asemeje, ni en la Península ni en la vasta extensión del +continente europeo; pero esta falta se suple o se disimula si poseemos +una casa de campo, una casería o un cortijo, lo cual, hablando en +francés, puede calificarse de _château_, sin gran escrúpulo de +conciencia. + +Todavía, sin embargo, ocurre muy a menudo que la familia elegante, o con +humos de elegante, carece de hogar de donde los humos procedan; esto es, +no tiene ni siquiera cortijo. Si le tiene algún amigo o pariente, la +familia puede aprovecharse de la amistad o del parentesco. Si de ningún +modo hay ni cortijo, se suprime la parte meramente rústica y se limita +el veraneo a la parte hidropática, dulce, salada o ambas cosas. Quiere +esto significar que, no habiendo _château_ ni cortijo donde pasar un +mes, se emplea todo el tiempo en los baños, aunque nadie de la familia +se bañe nunca. Basta tomar las aguas por inhalación, respirando, pongo +por caso, las brisas del Atlántico en el mencionado Biarritz, en San +Juan de Luz, en San Sebastián, en Santander o en Deva. + +Por último, si el afán de eclipsarse en estos meses de calor atribula +demasiado, y la bolsa se halla tan escurrida, que no hay ni para ir a +bañarse o a ver la mar en Motrico, se va el elegante, o la familia +elegante, a cualquier lugar de la Mancha, donde a veces lo llano y +escueto, y sin árboles ni matas del terreno, imita la mar, y los +cigarrones, los cangrejos y peces, y allí se está tomando el fresco a +todo su sabor, hasta que ya es la época y sazón oportuna de volver a +Madrid sin infringir las leyes y liturgias del buen tono. + +Hay familias, pero yo apenas lo quiero creer, de quienes se asegura que, +por no infringir dichas leyes y liturgias, hacen como que se van de +viaje, y con discreto y económico disimulo se quedan aquí, en reclusión +severísima, sufriendo este linaje de martirio, para tener propicia a la +deidad a quien rinden culto, que es la Moda. + +Sea como sea, ya de veras, ya valiéndose de tretas y de recursos algo +sofísticos, ello es el caso que en los meses de julio, agosto y +septiembre apenas queda en Madrid persona conocida. + +Las personas que quedan, se dice en estilo culto, que no son conocidas, +para dar a entender que no son de la crema de la sociedad; de la flor y +la nata. Por lo demás, harto conocidas suelen ser de los que se han ido, +no pocos de los cuales, cabe en los límites de lo verosímil, y a veces +de lo probable, que les deban el dinero con que se fueron, o el calzado +o la vestidura con que se engalanarán en los baños. + +Tranquilicémonos, no obstante, y no compadezcamos a las personas _no +conocidas_ que fiaron o prestaron. Ya lo cobrarán, como es justo, +incluyendo en el cobro todo lucro cesante y todo daño emergente. + +En suma, y sin meternos en más averiguaciones ni en honduras económicas +o crematísticas, Madrid en verano se queda sin su aristocracia; se queda +como acéfalo; se queda como jardín sin sus más bellas flores; se queda +como haza segada: parece un barbecho de distinción y de finura. + +Yo lo siento y lo extraño. Madrid, desde que vino el Lozoya, ha ganado +mucho, y no merece este abandono general cuando no es verdaderamente +necesario tomar aguas o visitar la heredad o hacienda propia, o cuando +no se posee bastante dinero para viajar por esos mundos como un nababo. + +Aquí, en verano, digan lo que quieran los que no piensan como nosotros, +no hace más calor que en Biarritz o en San Sebastián; aquí, en verano, +hay no pocas diversiones, más o menos inocentes, y no se emplea mal la +vida. + +Arderíus y sus bufos son baratos y entretenidos. ¿En qué aguas se +encontrará un teatro como el de Arderíus? Es cierto que, desde hace +poco, nos ha entrado un furor de moralidad, un púdico rubor, que todo lo +condena y de todo se solevanta. Críticos y moralistas han levantado una +cruzada contra los bufos. Pero los bufos seguirán triunfantes, a pesar +de todas las disertaciones morales que contra ellos se fulminen. Les +sucederá lo mismo que a los toros. Hasta se puede sostener que los bufos +son más invencibles. Las razones que contra ellos se aducen son +infinitamente menos fundadas. + +Sublime espectáculo, sin duda, es ver a un mozo gallardo, sin más +defensa ni escudo que flotante velo rojo, vestido de seda, más aderezado +para fiesta o baile que para brava y terrible lucha, ponerse delante de +irritada y poderosa fiera, llamarla a sí y darle muerte pronta, cayendo +sobre ella con el agudo acero. Si, por desgracia, fuere el lidiador +quien en aquel instante muriese, su muerte, ya que no moral, tendrá no +poco de hermosa, y la compasión y el terror que causare estarán +purificados por la belleza, de acuerdo con las reglas de la tragedia, +escritas por el gran filósofo griego. Lo malo es que para llegar a este +trance de la muerte tenemos que presenciar antes el brutal, largo y rudo +suplicio del noble animal destinado a morir; tenemos que ver acribillada +su piel con pinchos y garfios, que se quedan colgando, si no se los +arrancan con las túrdigas del pellejo; y tenemos que contemplar asimismo +la inmunda crueldad con que son tratados los infelices jamelgos. Ellos +sirven de diversión en las convulsiones y estertores de la agonía; +derraman por la arena su sangre y sus entrañas; se pisan al andar el +redaño y los sueltos intestinos, y andan, no obstante, a fuerza de los +espolazos del picador y en virtud de los palos que sacude en sus +descarnados lomos un fiero ganapán, quien innoble y grotescamente va por +detrás dando aquella paliza, a fin de aumentar el dolor y sacar del +dolor un resto de movimiento y de energía en un ser moribundo, que, si +no tiene pensamiento, tiene nervios y siente como nosotros. Con escenas +tales no debiera haber tan duro corazón que a piedad no se moviese, ni +sujeto de gusto artístico y de alguna elegancia de costumbres que no las +repugnase por lo groseras y villanas, ni estómago de bronce que no +sintiese todos los efectos del mareo. + +En resolución: la muerte del toro es bella, si el matador atina y no +pasa de dar dos o tres estocadas; pero, francamente (hablo con +sinceridad; yo no soy declamador ni aficionado a sentimentalismos), lo +que precede es abominable por cualquier lado que se mire. + +Repetimos, a pesar de todo, que los toros seguirán. Nosotros mismos no +nos atrevemos a pedir que se supriman, porque hay en ellos algo de +poético y de nacional, que nos agrada. Nos contentaríamos con ciertas +reformas, si fueran posibles. Casi nos contentaríamos con que no +muriesen caballos de tan desastrada y fea muerte. + +En cuanto a los bufos, que, según hemos dicho, tienen hoy más enemigos +que los toros, ni reforma ni nada pedimos. Nos parecen bien como son. +Casi no comprendemos la causa de la censura que de ellos se hace. + +En primer lugar, los bufos son los bufos, y no son el sermón o el +jubileo. La madre que anhele conservar el tesoro de candor que hay en el +alma de su hija, y hasta acrecentarle, llévela a cualquiera de las +muchas iglesias que contiene Madrid, y no la lleve a oír las zarzuelas. +Vayan sólo a los bufos, si tan malos son, los hombres curados de +espanto, y aquellas mujeres, que no faltan, curtidas ya en todo género +de malicias, o bien las que son tan inocentes, que, si alguna malicia +llegan a oír, no aciertan a entenderla. + +Por otra parte, yo me atrevo a sostener que en la más desvergonzada +zarzuela bufa no hay la quinta parte de los chistes primaverales o +verdosos que en muchas comedias de Tirso, que en muchos sainetes de don +Ramón de la Cruz y que en muchas otras producciones dramáticas de +nuestro gran teatro clásico. + +El principal motivo de la censura contra los bufos procede de una +curiosa manía que, desde hace pocos años, se ha apoderado de las +inteligencias más sentenciosas. Los bufos vinieron de París; en los +bufos suele bailarse el cancán; los bufos gustan en Francia; Francia ha +sido vencida por Alemania en la última guerra; luego los bufos, +enervando y corrompiendo a la nación, han tenido la culpa de la derrota. +Esto se ha dicho ya en todos los tonos, y sobre esto se han escrito +profundas disertaciones. A nadie, con todo, se le ha ocurrido declarar +que en Alemania agradan los bufos más aún que en Francia; que en +Alemania se pirran los hombres por el cancán, y que los que han vencido +a los franceses no salían de zurrarse con unas disciplinas, sino de ver +bailar el cancán o de bailarle cuando los vencieron. + +En cuanto a que los bufos corrompen o tiran a corromper el buen gusto +literario, aún es más infundada la acusación. Pues qué, ¿la música, mala +o buena, es incompatible con la discreción, con el sentido común, con el +ingenio, con la gracia urbana y con otros requisitos y excelencias de +que va o pudiera ir adornada una fábula dramática? Si alguna fábula +dramática, de estas ligeras, regocijadas o bufas, carece de tales +prendas, cúlpese singularmente al autor y a su obra, y no al género todo +y a todos los autores. ¿Tiene más el público que silbarla? Y si el +público no la silba, sino que la aplaude, y la zarzuela es tonta, esto +probará la bondad del público. Denle algo menos tonto y lo aplaudirá +más. + +Y cuando no se da algo menos tonto, crean los críticos que es porque no +hay nada menos tonto. Si lo hubiera, se daría. + +Lo que acabamos de decir parece una perogrullada; pero reflexiónese bien +y se verá que no lo es. El autor de zarzuelas es siempre autor +dramático. Si escribe malas zarzuelas, peores dramas escribirá. El +discurso del crítico que condena la zarzuela, despojado de tiquismiquis, +es éste: «Tu zarzuela es tonta y chabacana: escribe dramas y no escribas +zarzuelas.» A lo que modestamente pudiera contestar el autor: «Si +escribiendo zarzuelas, que son más fáciles y tienen menos pretensiones, +lo hago mal, ¿qué haré si me pongo a escribir dramas?» + +La zarzuela, además, es una cosa, y otra cosa es un buen drama o una +buena comedia, y no se opone el que se escriban zarzuelas a que salgan a +relucir nuevos Lopes y Calderones que escriban dramas magníficos. + +Veo que me voy muy lejos con mi digresión. Volvamos al asunto de que +quiero tratar aquí. + +Decía yo que, en verano, aunque se van de Madrid las personas más +elegantes, Madrid queda bastante animado y divertido. + +El centro de la animación, el principal hechizo de Madrid en verano, +está en los Jardines del Buen Retiro, de nueve a doce de la noche. + +La historia que voy a referir empezó allí, hoy hace justamente cuatro +años, a 9 de agosto de 1873. + + + + +II + + +Era noche de grande entrada. Allí estaban casi todos los jóvenes +periodistas, empleados y poetas; cuanta _cursi_ hay en Madrid, esto es, +todas las señoras y señoritas de poquísimo dinero que aspiran a ser +notadas o conocidas en la buena sociedad, o dígase en la sociedad de más +dinero, por mala que sea; muchas familias honradas de la clase media, +sin otras aspiraciones que las de aspirar el aire fresco y distraerse un +poco oyendo la música; las _suripantas_ o _hetairas_ de todos los grados +y categorías, con tal de haberse encontrado poseedoras de una peseta a +la hora de entrar; multitud de hombres políticos notables de los quince +o veinte partidos que hay en España; un centenar de generales; no pocos +diputados, senadores y ministros, y, por último, aquella parte del _beau +monde_ que aun no había salido a veranear, que prometía salir, o que se +hallaba tan segura de su crédito de pudiente, que no temía comprometerle +pasando en Madrid un verano. + +Todo este público, o estaba sentado en sillas y bancos, formando corros, +murmurando, politiqueando, coqueteando o enamorándose, o giraba en torno +del quiosco, desde donde sonaba la música, dando vueltas y vueltas, +aunque sea pérfida comparación, como mulos de noria. + +El jardín, como nadie ignora, es muy bonito, y por la noche, iluminado +con luces de gas veladas por globos de cristal blanco y opaco, parece +mayor. Aquella iluminación presta a los árboles y a la verde hierba y a +las flores cierta vaguedad y hermosura. La animación y el bullicio dan +al conjunto superior agrado. + +Las mujeres, cuando no las ciega la vanidad o el prurito de +distinguirse, van por lo común bien vestidas. De cada veinte se puede +afirmar que una, a lo más, y no es mucho, suele encomendarse al diablo +para que la vista y la peine, por donde aparece en los Jardines hecha +una tarasca; pero las otras diez y nueve van como Dios manda; unas de +mantilla, otras de sombrero, y no pocas son muy guapas, sea como sea lo +que lleven. + +Lo único que, en general, pudiera censurarse aquella noche, y puede +censurarse aún en el traje de las mujeres, es lo largo de las colas. +Para ir a pie a los Jardines, y, aunque se vaya en coche, para pasear +luego a pie, es feísimo y sucio todo aquel aditamento de enagua blanca y +de vestido que va arrastrando, llenándose de polvo, levantándole y +esparciéndole en el aire, y barriendo, por último, cuanta inmundicia +encuentra al paso. La cola no está bien sino para andar sobre limpias y +mullidas alfombras, o sobre mármol bruñido y lustroso, o sobre preciosas +y pulidas maderas, incrustadas en forma de primoroso mosaico. Para andar +por las calles o por el campo, donde suele haber lodo y quién sabe +cuántas cosas peores, toda mujer de gusto debe prescindir de la cola. +Algunas, aunque son las menos, prescinden ya. + +En la noche a que nos referimos iba declamando contra las colas un +caballerito, como de veintiocho años, recién llegado de Alemania y de +Francia, y de lo más elegante, atrevido y alegre que puede imaginarse. +Rodeábanle, e involuntariamente le admiraban y le reían las gracias, +otros cinco jóvenes de lo más atildado y encopetado de Madrid. + +Nuestro declamador había venido tan extemporáneamente para un negocio de +su casa. Pensaba pasar en Madrid tres o cuatro semanas a lo más e irse a +Biarritz en septiembre. + +Tenía fama de calavera, pero no de los calaveras víctimas y explotados, +ni tampoco de los verdugos y explotadores. Aunque generoso, no solía +prestar a los que se llaman amigos ni había tomado prestado de los +usureros, y sabía contenerse cuando jugaba y perdía, y no se dejaba +saquear de sus administradores, y llevaba en la memoria todas sus +fincas, rentas y productos, y miraba por todo, y cuando daba era con su +cuenta y razón, y sin cegarse nunca por vanidad o por afecto. + +Este caballerito poseía más de 15.000 duros al año; era soltero, +andaluz, no tenía una sola deuda, y llevaba el título de Conde de +Alhedín el Alto. + +Jamás había querido estudiar ni seguir carrera ninguna. Era, sin +embargo, curioso y despejado; había leído muchas novelas y libros +populares y amenos de toda clase de ciencias; y con esto, y con el trato +del mundo, y los viajes por lo mejor de Europa, había llegado a tener un +espíritu bastante cultivado y que lo comprendía todo, si bien +someramente. + +Detestaba la política. Abominaba de los periódicos. Jamás tomaba uno en +la mano sino para leer anuncios. Los acontecimientos públicos +contemporáneos le fastidiaban, y no quería enterarse de ellos. Hallaba +mil veces más poéticas las historias antiguas que las modernas, y le +interesaba mucho más la caída de Sardanápalo que la de Napoleón III, y +las fabulosas conquistas de Osiris que las del primer Napoleón. + +No había querido decidir consigo mismo si era realista o republicano, +liberal o no liberal, partidario de esta Constitución o de aquella. + +En religión y en filosofía era menos perezoso; pero, si en política era +indiferente, en esto otro era vacilante. En aquéllo, poco le importaba +no resolverse; en ésto, a pesar suyo, no se resolvía. + +Por lo demás, en cuanto tenía que hacer con lo práctico de su vida y de +su conducta, el Conde de Alhedín tenía una filosofía propia, una +doctrina determinada, una colección de principios que le servían de +pauta y de norma para su conducta. + +Réstame decir que este héroe, que pongo en campaña, era de mediana +estatura, airoso, fuerte y ágil. Tiraba al florete como pocos, y con una +pistola en la mano casi nadie se le adelantaba. Gran jinete y buen +cazador, jamás había presumido de torero. A lo que sí tuvo afición, +durante dos o tres años de su juventud más temprana, fué a imitar a +Leotard, y con tan buen éxito, que volaba por los aires, en los +combinados trapecios, como si fuera brujo. No lo era, sin embargo, sino +un lindo muchacho, moreno, con hermosos ojos, pelinegro y de retorcidos +bigotes y bien peinada y reluciente barba. + +Después de haber disertado contra las colas refirió una serie de +anécdotas ocurridas a él o a algún conocido suyo, en las tierras +extrañas de donde venía. Algunas de estas anécdotas eran de caza o de +equitación; las más fueron de amores, hallando medio de divulgar sus +triunfos y conquistas, que aparentaron creer o creyeron sus +interlocutores, o mejor dicho, su auditorio, pues el Conde era de +aquellos que, si bien hablan primorosamente, fatigan y ofenden a los +menos sufridos, monopolizando el uso de la palabra y no consintiendo, +como vulgarmente se dice, que nadie meta baza o cucharada sino ellos. + +A pesar de este monopolio no se ha de negar que el Conde era divertido +en su conversación. Hablando, encantaba o deslumbraba. Narraba como +pocos, y con tal arte, que él mismo se creía la historia, aunque fuese +mentira, y el auditorio solía creérsela también. Se diría que la +imaginación y la memoria eran en el Conde una sola y única facultad del +alma. + +Era petulante, pero con petulancia graciosa, jovial y dulce, que a nadie +ofendía. Sus finos modales y su simpática figura contribuían mucho a +producir tan buen efecto. + +Aquella noche le había dado por denigrarlo todo. Recordando a las +princesas rusas, a las ladies inglesas, a las condesas alemanas, a las +francesas del Faubourg Saint-Germain, y hasta a las griegas fanariotas, +que había tratado con la mayor intimidad, iba sosteniendo que no valían +un bledo todas las mujeres que se paseaban en aquel momento en los +jardines. + +«Apenas--decía--si de toda esta desdichada muchedumbre se podrá +entresacar media docena que merezca una declaración de amor.» + +Los amigos impugnaban tan cruel censura, y el Conde, para defenderse, +sostenía su opinión con gracia y desenfado. + +Conforme iba así disputando y paseando, advirtió de pronto que delante +de él paseaban dos mujeres, pequeñitas ambas, esbeltas, jóvenes al +parecer, aunque sólo de espaldas las veía, y que algo habían oído y +seguían oyendo de su diatriba y de la disputa, porque de vez en cuando +cuchicheaban y se reían, como si hicieran comentarios a la conversación +de los que venían detrás. + +No había visto el Conde la cara de ninguna de aquellas dos mujeres. El +traje de ellas nada tenía de notable para ojos vulgares y profanos. La +una vestía de ligera seda negra y la otra un traje obscuro de pobre +percal; las dos iban de mantilla. Había, no obstante, tal pulcritud y +aseo en todo el ser y hasta en el ambiente que circundaba y envolvía a +aquellas mujeres, que, sin atinar con la explicación, el Conde creyó +sentir como una corriente magnética, y se dió a imaginar que aquellas +dos mujeres iban impugnando su aserto, y que cualquiera de ellas se +consideraba, con sobrada razón, un argumento vivo, fortísimo e +irresistible, contra sus fatuas afirmaciones. + +Advirtió el Conde además que ambas tenían bonito cuerpo y movimientos +airosos sin afectación, y que llevaban la falda bastante recogida para +que no se manchase o empolvase torpemente en la arena y para que se +pudiesen columbrar de vez en cuando sus pies menudos, afilados, altos de +torso y calzados con esmero de graciosos botincillos. + +El deseo de verles la cara se hizo sentir en seguida en el ánimo del +Conde; pero ellas, quizá sospechando aquel deseo, no volvían la cara, +puede que a fin de contrariarle y de hacerle más vivo. + +El Conde tuvo que caminar más de prisa y pasar delante de ellas para +mirarlas. Entonces vió con grato asombro que ambas eran lindísimas. En +el rostro iban declarando que eran hermanas. Se parecían con ese +parecido que llamamos aire de familia, y eran, con todo, muy diferentes. +La mayor de edad y menor de estatura, la del traje de seda, era +trigueña, con ojos y pelo negros, labios colorados como una guinda y +blanquísimos dientes, que mostraba riendo. La menor, la del vestido de +percal, era más alta; parecía tener cuatro o cinco años menos que la +otra, diez y ocho a lo más; era blanca y rubia, y con ojos azules, y +propiamente semejaba un ángel. No reía tanto como la mayor, y se +mostraba más seria y menos desenvuelta. Tenía singular expresión de +dulzura, serenidad y apacible contentamiento. + +Bien conoció el Conde que las para él desconocidas, ni eran de lo que +llaman _la sociedad_, ni podían tampoco colocarse en ninguno de los +grados de la jerarquía del _heterismo_. + +Su mirada penetrante y experimentada conoció en seguida que eran ambas +de la clase media, o pobres, o muy modestas; que la morena debía de +estar casada y que era soltera la rubia. Vió que nadie las acompañaba, y +creyó notar que estaban apuradas y como arrepentidas de haber venido +solas y que, si por un lado les lisonjeaba el amor propio haber llamado +la atención de tan desdeñoso galán, por otro andaban recelosas, casi +consternadas de aquel pequeño triunfo. + +Entre los amigos del Conde los había que se jactaban de conocer a todo +Madrid, alto, bajo y mediano, con tal que perteneciesen las personas al +sexo femenino. El Conde les preguntó quiénes eran aquellas muchachas. +Todos las miraron, y todos dijeron que no las conocían. + +--Serán forasteras--añadió uno. + +--Serán recién llegadas a Madrid--dijo otro. + +--Deben de ser o malagueñas o sevillanas--exclamó un tercero. + +--Sevillanas son--repuso el Conde--. No me cabe la menor duda. + +Entonces hizo un pomposo elogio de las sevillanas en general con claras +alusiones a las dos que iban delante y que por tales tenía, y habló en +voz mucho más alta que la que había empleado en la diatriba, a fin de +que le oyesen ellas y sirviese su discurso como función de desagravios. + +Pero las damas parecían temer los encomios y no las sátiras. No bien se +oyeron encomiar apretaron el paso, y aprovechando un momento de +confusión y bullicio, trataron de escabullirse. + +El Conde tenía fija la vista en ellas. Siguió aquel movimiento; vió que +se iban del jardín, y aprovechándose él también del bullicio, se separó +de sus amigos, como si por acaso los perdiese, y tomó la misma calle de +árboles por donde vió que las dos jóvenes se habían precipitado buscando +la puerta del jardín. + +Ridículo le parecía que hombre tan corrido como él corriese entonces +desalado en pos de dos pobres chicas. No se juzgó conde aristocrático y +soberbio, sino estudiantillo novato o alférez recién salido de la +escuela. Mas, a pesar de sus juiciosas reflexiones, el Conde fué en pos +de aquellas mujeres, y hasta formó el propósito de hablarles en cuanto +saliesen del jardín, a fin de que, en el caso de un sofión, que harto le +merecía por su vulgar mala crianza, no le viesen sujetos que lo pudieran +contar. + +Al salir del jardín vió el Conde a su lacayo, que iba a llamar al +cochero para que se acercase con la victoria. + +--¡Ramón!--dijo el Conde--. Id a aguardarme a la puerta del Veloz-Club. + +A poco la victoria partió. + +El Conde siguió a pie a las dos mujeres. + +Dos o tres veces se acercó a ellas y quiso hablarlas. Las miró, se +encaró con ellas, casi las detuvo; pero hallaba tan feo, tan plebeyo, +tan de mala educación, abusar así de que iban solas dos mujeres, y +perseguirlas y querer hablar con ellas, que se contuvo y no les habló. + +En medio de estas vacilaciones, las dos mujeres vieron pasar un coche +vacío. Se apoderaron de él rápidamente, dieron la dirección al cochero, +le pagaron adelantado y doble para que picase, y salieron como +escapadas, subiendo por la calle de Alcalá y entrando luego por la del +Turco. + +El Conde quiso seguirlas, pero su coche había ido a parar al Veloz, y +coches de alquiler no parecían. + +Quedóse, pues, nuestro héroe parado como un bobo a la altura de la +fuente de la Cibeles y burlándose de sí propio por la serie de tonterías +y chiquilladas que acababa de hacer. + +¿Quién sabe si serían algunas costurerillas, algunas profesoras de +primera enseñanza que habían venido a oposiciones, o algo no menos +_cursi_, aquellas dos que le habían hecho hacer lo que no hizo jamás ni +por reinas y emperatrices? + + + + +III + + +El Conde de Alhedín se guardó muy bien de contar en el Veloz-Club su +conato frustrado de persecución y el desdén con que le habían tratado +las dos desconocidas. + +«Ya volverán a los Jardines del Buen Retiro--decía para sí--; ya las +encontraré por ahí mañana o pasado. Ellas volverán. No despertemos la +codicia de los amigos con desmedidas alabanzas. Dios sabe cuántos se +empeñarían en la conquista, y me serían estorbo, aunque no me vencieran. +Yo no estoy enamorado de ninguna de las dos. Jamás he creído en pasiones +repentinas. Pero mi curiosidad es extraordinaria. Cada una por su estilo +es hermosa y está llena de no aprendida elegancia. No sé por cuál +decidirme, si por la rubia o por la morena. Esta misma indecisión +aumenta mi deseo de volver a verlas. Lo que observe en la nueva vista me +decidirá o por la una o por la otra. Verdad es que en esta predilección +sólo entra por algo el tiempo. Quiero pasar mi tiempo con ambas; pero +es menester empezar por hacerme querer de una. Si no fuesen hermanas, si +no anduviesen juntas, bien podría yo acometer a la vez las dos +conquistas; pero estando como están, conviene ir por su orden.» + +Este soliloquio, hecho y repetido de mil formas, aunque en substancia el +mismo siempre, ocupó el pensamiento del Conde por espacio de dos días y +dos noches. + +Hallábanle distraído sus compañeros. El se disculpaba, sin declarar el +verdadero motivo de su distracción. + +Entre tanto, ni en las calles, ni en los Jardines de noche, ni en parte +alguna, volvió el Conde a ver a las dos beldades, por más que las +buscaba. Y eso que tenía vista de lince y siempre iba con cuidado para +que si pasaban cerca de él no se le escapasen. + +El Conde se creía dotado de prodigiosa sagacidad para averiguar +misterios; para conocer las calidades de las personas sólo por la pista +o el rastro. Se juzgaba tan curtido y experto en lo que atañe a la +sociedad humana, como los antiguos sabios solitarios del Oriente se dice +que lo eran en lo que depende de la madre naturaleza. Zadig había +comprendido y descrito todas las condiciones y circunstancias del +caballo del Rey y de la perrita de la Reina con sólo ver sus huellas +estampadas en el suelo. El Conde, en su arte, no era menos que Zadig, y +daba por seguro que él sabría decir quiénes eran las dos desconocidas +por el mero hecho de haberlas visto un instante; pero no quería +reflexionar, no quería interrogarse sobre este punto. Otra vanidad mayor +que la vanidad de ser tan experto se lo impedía. La vanidad de creerse +sobrado interesante para que aquellas mujeres, que le habían visto y que +habían notado su persecución, volviesen al cabo a buscarle, o +arrepentidas del desvío primero, o no arrepentidas, sino siguiendo en +los mismos propósitos, ya que la fuga, según el Conde, había estado muy +en su lugar, so pena de haberse humillado ellas a pasar por harto +fáciles y livianas, prestándose desde el primer momento a dejarse +acompañar por quien no conocían ni de nombre, sólo porque habían +reparado, sin duda, que era rico, titulado y tenía coche. + +El Condesito no quiso, pues, molestarse ni con el pensamiento en buscar +a sus dos beldades, porque estaba casi seguro de que ellas volverían a +buscarle. + +Como no volvieron ni la siguiente noche ni la noche después, el +Condesito se sintió picado y hasta ofendido. + +En su fatuidad forjó aún varias hipótesis para explicarse, como +involuntaria y muy a pesar de las desconocidas, su ausencia de los +Jardines. + +«¿Quién sabe?--pensaba el Conde--. Quizá el marido no las deje salir. +Quizá tenga la casada algún chiquillo con sarampión.» + +En fin, todo lo suponía por no suponer que por su libérrima voluntad +dejaban de acudir las muchachas a una cita que, implícita, pero +claramente, él, tan guapo, tan distinguido, tan ilustre, tan rico y tan +seductor, les había dado para los Jardines, no pudiendo entenderse ni +ponerse desde luego en relaciones con ellas por no faltar a los respetos +y consideraciones sociales. + +Con tan consoladores discursos el Conde dominó a duras penas su +impaciencia; acudió otras dos noches más a los Jardines, y tampoco vió a +las damas. + +Ya entonces resolvió emplear su sagacidad y su actividad para buscarlas. + +«Si huyen, si se ocultan--dijo--, es porque me temen. Yo las buscaré. Yo +las encontraré.» + +Justificado así el trabajo que en discurrir iba a tomarse, el Condesito +discurrió lo que en resumen vamos a exponer. + +Las desconocidas eran sevillanas. No podían ser malagueñas, como +presumió aquel ignorante. Confundir a una sevillana con una malagueña es +un error tan craso en un galanteador andaluz, que debe saber de mujeres, +como en un cazador confundir una codorniz con una tórtola. Era también +evidente que una era casada; entre otras razones, porque, de ser +solteras ambas, no irían solas. La casada era la morena. En esto tampoco +cabía duda. Se conocía en tener más edad y en otros indicios que, juntos +todos, llegaban a la más completa certidumbre. ¿Con quién estaba casada +la morena? Ambas eran forasteras: recién llegadas a Madrid, ya que nadie +las conocía. No era probable que hubiesen venido a Madrid a divertirse, +porque entonces el marido, labrador, hacendado, mercader o algo así, de +alguna población de Andalucía o de Sevilla misma, las hubiera +acompañado, y él también se divertiría y curiosearía. El marido debía +ser un hombre ocupado. ¿Y qué ocupación podía tener el marido en Madrid, +sino la de un empleo del Gobierno? El Conde decidió, pues, que el marido +era un empleado. Calculó, por último, por el aire algo misterioso que +tenían las desconocidas, por cierta inquietud que había creído notar en +ellas, que la noche que estuvieron en los Jardines habían venido sin +previa licencia del marido, improvisando aquella excursión en un momento +en que él faltaba de casa, salva la prudente lealtad de decírselo luego +para que aprobase y legitimase el hecho consumado. Si toda esta +suposición era exacta, el marido trabajaba a veces de noche, lejos del +hogar doméstico. De noche se trabaja en muchas oficinas; pero en ninguna +son tan frecuentes las largas veladas como en Gobernación o en Hacienda. +El marido estaba, por lo tanto, empleado en uno de estos dos +Ministerios. + +Descubierto ya el enigma hasta dicho punto, faltaba saber el nombre del +marido y dónde vivía; pero esto era muy fácil. + +Antes de proceder a las convenientes investigaciones, ya que el nombre +de una persona y el número y calle de una casa no pueden adivinarse por +mero discurso, aunque se tenga un entendimiento agudísimo, el Conde, +aficionado a ejercitar el suyo, pensó también lo que sigue. + +La sociedad elegante es más fácil, más abierta en Madrid que en ninguna +otra capital de Europa, hasta para las mujeres. Aquí no se le pregunta a +nadie, antes de dejarle entrar, si es más o menos noble de nacimiento, +más o menos rico. La dama más encopetada no desdeña por amiga, ni se +avergüenza de ir acompañada de las hijas o de la mujer de un empleadillo +cualquiera, con tal de que por sus modales y facha no sean +impresentables. La pobreza del vestido se perdona también, como no se +haga notar por presumida extravagancia o por abominable mal gusto. No +hay señora principal ni semi-principal que no acoja bien a la más +modesta provinciana, que conoció en el campo o en algunos baños o en +alguna ciudad de provincia, y que no la llame prima y la trate como a +pariente, si por acaso lo es. + +«En Madrid--pensaba el Conde--falta ahora mucha gente por el verano, +pero Madrid no se ha quedado desierto. Mis niñas--que así las llamaba +ya--son un primor de bonitas: son natural e ingénitamente distinguidas. +¿Cómo es que no tienen amigas o parientes entre las personas que yo +trato? ¿Cómo es que, habiendo en Madrid tanta gente de Sevilla, o que ha +estado en Sevilla, mis niñas no conocen a nadie? En ninguna casa las he +visto. ¿Por qué viven tan aisladas? En la misma Sevilla han de haber +vivido en el mayor aislamiento.» + +De aquí infería el Conde que sus desconocidas, aunque sevillanas, habían +vivido lejos del mundo, o por carácter tímido, o por excesiva pobreza, o +por extravagancia del marido. + +Pasando luego del pensamiento a la acción, abandonando el método +especulativo y apelando al estudio y averiguación de los hechos, el +Conde, que tenía en todas partes buenas relaciones, fué al jefe del +personal del Ministerio de Hacienda y le preguntó por los nombres de los +más recientes empleados que en todas aquellas dependencias había. La +lista era larga, porque no hacía mucho tiempo que había habido cambios, +renovación y trasiego de empleados; pero no faltaba un oficial en el +personal que tuviese algunas noticias biográficas de todos los nuevos. + +«Don Anacleto Pérez», decía, por ejemplo, la lista.--¿De dónde ha venido +éste?--preguntaba el Conde.--De la Coruña--contestaba el oficial.--¿Es +casado?--Es soltero.--Pues adelante--replicaba el Conde. + +Así fué el oficial indicando varios nombres, hasta que dijo:--Don +Braulio González.--¿De dónde ha venido?--preguntó el Conde.--De +Sevilla--contestó el oficial.--¿Es casado?--volvió a preguntar el +Conde.--Es más que casado--dijo el oficial--: podemos calificarle de +bígamo, porque, a más de su mujer, que es muy guapa, tiene consigo a su +cuñada, más guapa aún, si cabe, y rubia como unas candelas.--Ese es el +que yo busco--dijo el Conde. Luego recomendó de nuevo, pues ya antes lo +había hecho al jefe del personal, el sigilo respecto a su investigación. + +Por el oficial supo el Conde asimismo que don Braulio no hacía más que +un mes que estaba en Madrid; que disfrutaba un sueldo de 3.000 pesetas, +menos el descuento; que tenía fama de excelente empleado; que la iba +justificando con trabajos que el mismo Ministro le encomendaba; que era +un hombre de cuarenta y cinco a cincuenta años de edad, aunque parecía +más viejo, porque estaba bastante calvo y muy achacoso; que sólo llevaba +tres años de matrimonio; que no tenía hijos; que su mujer, doña Beatriz, +y la hermana de su mujer, llamada Inesita, eran de un lugar de la +provincia de Córdoba, donde él había estado de Administrador de Rentas; +que poco después de la boda le habían trasladado a Sevilla con ascenso; +que en Sevilla él y su familia habían vivido muy apartados del trato de +las gentes; que ahora vivían en la calle del Olivo, en el piso tercero +de una casa cuyo número también le dió, y que eran todos tan hurones, +que apenas se trataban en Madrid con alma viviente. + +Enterado el Conde de todo, volvió a sus meditaciones y cálculos. Había +dado el primer paso; pero era menester dar el segundo. Sabía ya con +quién tenía que habérselas; pero esto de nada servía si no lograba con +tino ponerse en comunicación con don Braulio y su familia. + +El Conde distaba infinito de ser un atolondrado. Si bien no le arredraba +ningún peligro; si bien no le dolía tener que aventurar la piel, temía +siempre dar un golpe en vago, hacer alguna cosa que pudiera ponerle en +situación desairada y ridícula. De esto tenía más miedo, no ya que de +una espada desnuda, sino que de quince ametralladoras que fuesen a +dispararse contra él. + +Dada esta su natural condición, las dificultades no eran pequeñas. + +¿Cómo hacerse presentar en una casa donde nadie de su clase, y quizá +nadie tampoco de otra clase cualquiera, entraba de visita? ¿Qué pretexto +alegar para encajarse de patitas en la morada de aquella pobre gente? + +La presentación es el medio más correcto de conocer y tratar a las +personas; pero el Conde no se sentía con la desvergüenza suficiente para +ser allí presentado. + +¿Escribiría un billete amoroso a fin de entrar en relaciones? + +Sobre cartas de este género, su uso, utilidad, inconvenientes y +ventajas, el Conde, que, según hemos dicho ya, era muy circunspecto y +arreglado, tenía formuladas sus leyes y hechas sus consideraciones, a +las que procuraba ajustar siempre su conducta. + +Escribir de amor a las mujeres le parecía un excelente recurso. Casi +todas dan más solemnidad e importancia a lo que se les escribe que a lo +que se les habla. Muchas cosas, de que se ofenden o sonrojan si las +oyen, las pesan y las meditan, y se deleitan en ellas con amorosa +delectación cuando las leen. Si contestan de palabra a un galán que de +palabra las pretende, les es fácil esquivar las cuestiones graves, +tomándolo todo a risa. Lo escrito infunde o impone, por el contrario, +casi inevitable seriedad. Contestar de palabra, dejar entrever de +palabra algún átomo, rayo o vislumbre de esperanza, apenas compromete. +La palabra es vaga, punto menos que espiritual; pasa por el aire y +penetra en el oído sin dejar el menor rastro. Hasta en la memoria se +borra y queda confusa. Tal vez su mayor valer, su más substancial +significado no está en ella misma, sino en el acento con que se +pronunció, en el gesto fugitivo de que fué acompañada, en el mirar suave +y rápido, en un relámpago instantáneo de los ojos, cuando la palabra +brotó de los labios. + +En lo escrito no hay nada de esto. En lo escrito, ni el gesto, ni la +mirada, ni la voz pueden modificar palabra alguna y darle un valor +momentáneo que en sí no tenga. Aunque no sea mas que por esto, escribir +es comprometidísimo para las mujeres. La manía de escribir es, con todo, +epidémica en el día, y, como son raras las mujeres que escriben para el +público, cuando presumen de discretas o lo son y alguien les escribe, +sienten las más un invencible prurito de contestar, aunque sólo sea para +lucirse. Una vez puestas en este resbaladero es muy factible que se +deslicen. El mismo sujeto a quien contestan se magnifica y hermosea en +la imaginación, por poco que en realidad se le estime, gracias a que no +se halla presente. El temor del peligro es mayor escribiendo que +hablando; pero también el rubor, la timidez, el recato ceden a veces con +más facilidad estando a solas y cara a cara con el papel que cara a cara +con un hombre, y quizá rodeada la mujer de personas curiosas y que se +supone que serán maldicientes. Así escriben muchas; sueltan prendas que +permanecen, y se ven al cabo comprometidas. Si hubiera estadística de +los enredos amorosos, tal vez más de la mitad de ellos se vería que +habían nacido del prurito de escribir que tienen las mujeres. + +Todo esto lo sabía y pensaba el Conde; pero pensaba asimismo que un +hombre prudente y discreto, que no quiere hacer una cadetada, se +compromete en cierto modo y se expone a burlas, risas y desaires si se +adelanta a escribir antes de que llegue cierto período; antes de que se +presente la ocasión oportuna; antes de haber pasado por ciertos +trámites; antes de tener, por lo menos, ciertos indicios racionales de +que será bien recibida la primera carta. Y como ni la casada ni la +soltera, ni con sonrisas, ni con miradas, ni recibiendo de dulce modo +indescriptible, aunque inequívoco, las miradas y las sonrisas de él, +habían dado motivo a que él considerase que la una o la otra, o ambas, +estaban ya, predispuestas a recibir la carta, creía una absurda +temeridad escribirles: lo miraba como un acto de delirio estudiantil, +como un arrebato de hortera o de mozo de café, que en un Conde tan +discreto, atildado y hábil como él; que en un hombre de mundo, conocido +en todos los salones de Europa, casi no tenía perdón ni disculpa. + +Por lo pronto, sin embargo, no se le ocurría otra más ingeniosa manera +de entrar en comunicación con las de don Braulio González. + +Pero ¿a cuál de ellas escribiría? ¿A la señora o a la señorita? + +Una y otra resolución estaban erizadas de gravísimos inconvenientes. + +Ninguna de las dos mujeres, valiéndonos de una expresión vulgar, le +había dado pie para nada. Ni le habían excitado, ni le habían animado +mirándole, ni le habían sonreído, ni se habían mostrado enojadas cuando +las siguió, cuando casi las detuvo, cuando descaradamente se quedó +mirándolas. La más glacial indiferencia había aparecido en ambas +mujeres. Habían estado tan dignas, tan severas, tan naturales, tan sin +espantos o alharacas de hembra vulgar que es honrada o presume de serlo, +como si hubieran sido dos duquesas o princesas que hubieran tenido el +capricho de salir de noche a recorrer las calles y se hubiesen visto +perseguidas, durante algunos minutos, por un lacayo mal criado y +bastante vano para creerse seductor. + +El Conde, a pesar de todo, quizá porque así fuese, quizá porque el amor +propio le engañaba, había creído notar, en gestos imperceptibles, en el +ademán, en algo que apenas se había podido ver y que apenas se podía +apreciar ni evaluar sino por un entendimiento tan sutil como el suyo y +tan perito en las aventuras amorosas, que la casada se le había mostrado +menos indiferente y más propicia; que se adivinaba en su cara el +contentamiento, la vanidad satisfecha de verse seguida por un joven tan +principal y tan gallardo, y hasta que le miró una o dos veces de soslayo +y con disimulo, con curiosa simpatía. + +¿Escribiría, pues, a la casada? Pero ¿qué derecho tenía para ello? ¿Qué +le iba a decir? ¿Y si el marido era celoso y cogía la carta? ¿No se +exponía desde el principio a imposibilitar o dificultar así grandemente +para lo futuro el buen éxito de su aventura? + +El Conde desistió, por consiguiente, de escribir a la casada. + +La soltera le parecía más bonita y más distinguida; pero estaba +enojadísimo contra ella. Allí sí que no se forjaba ilusiones: allí sí +que no le cabía la menor duda. Inesita no había hecho más caso de él que +de un perro callejero. No acertando a explicarse aquella serenidad +olímpica, aquel suave endiosamiento, que por extraña contraposición se +conciliaba con la humildad y la modestia, el Conde se daba a sospechar +si Inesita sería idiota; pero recordaba sus ojos, su airoso modo de +andar y la expresión inteligente de su hermosa cara, y tenía que +confesarse que, o él no sabía lo que eran mujeres, o Inesita era de lo +más discreto que había nacido de madre. + +¿Cómo, pues, escribir a Inesita? Esto era más difícil que escribir a +doña Beatriz. + +No incurramos aquí en la necia hipocresía de suponer, cuando se escribe +una historia, que la sociedad tiene una moral muy superior a la que +realmente tiene. Digamos las cosas como son. + +Es singular, es poco lógico, es absurdo, pero ocurre lo siguiente. Está +tan en los usos y costumbres que cualquier caballero diga su atrevido +pensamiento a una mujer casada, que ésta se ofenderá rara vez. Por +virtuosa que sea, se limitará a rechazar o a desengañar con dulzura al +pretendiente. No se dará por ofendida, cuando en realidad le han +propuesto la infracción de una ley moral, civil y religiosa, su deshonra +y la de su casa, y tal vez la vileza de un hurto de bienes materiales, +si llega a tener un hijo. En cambio, apenas habrá soltera, como no esté +completamente perdida, que no se considere injuriada si le piden amor +sin presuponer matrimonio de un modo explícito o implícito; y, en +realidad, la falta a que entonces se induciría a la soltera sería mucho +menor que la que se pretendía de la casada. La soltera, libre, no +engañaría a su marido, no faltaría a ninguna promesa, no se expondría a +dar a nadie por heredero legítimo a aquel que no debiese serlo. + +Esto es exacto. No hay argumento que pueda valer en contra. Y con todo, +apenas habrá seductor, por brutal, irreverente y desaforado que sea, que +ose pretender a una soltera, sin proponer _la buena fin_: y apenas hay +Tenorio, por enclenque, canijo y fehuelo que Dios o el diablo le hayan +hecho, que no tiente el vado, se declare con desenfadada audacia y se +atreva a pretenderlo todo de una mujer casada. + +Nuestro héroe, sin meterse en filosofar sobre lo dicho, lo tenía más que +sabido. Así es que, por esta consideración, aunque no atendiese a otras, +hallaba más difícil escribir a Inesita que a doña Beatriz. Escribir a +doña Beatriz, como casada, el uso, la práctica, la jurisprudencia +establecida, lo consentía sin que pasase por injuria. Escribir a +Inesita, en cambio, no podía ser sin menospreciarla y vejarla +cruelmente, como el Conde no dijera o diese lugar a que se +sobreentendiera que aspiraba a casarse con ella. + +Ahora bien; el Conde ni estaba enamorado, ni pensaba en casarse con +nadie, ni mucho menos con Inesita: sólo aspiraba a pasar el rato; pero +el Conde tenía también su moral, y no había rato, por bueno que fuese, +que mereciera que él se rebajase hasta mentir y engañar a una pobre +chica, haciéndola creer que podría casarse con ella. + +Así, pues, el Conde desistió de escribir a doña Beatriz por razones de +prudencia y estrategia amatoria, y desistió de escribir a Inesita por +más delicadas consideraciones. Mas no por eso desistió de conocerlas y +tratarlas a las dos. Dejémosle cavilando y discurriendo el medio más +atinado de lograrlo, y adelantémonos nosotros, penetrando invisibles en +casa de nuestras heroínas y conociéndolas antes que el Conde. + + + + +IV + + +El crítico más hábil y atinado, quizá, entre cuantos hay en España me ha +hecho ya dos o tres veces, al juzgar otras novelas mías, un favor y un +disfavor que no creo merecer; pero si los merezco, esta vez, lejos de +enmendarme, incurro más de lleno que nunca en su censura, que por otra +parte me lisonjea. Supone el crítico que mis personajes todos son yo, +con lo cual hace de mí un Proteo, pues harto diversos caracteres he +retratado; y supone además que todos hablan, como yo en igual situación +hablaría, con erudición, discretas sutilezas y espíritu filosófico +impropios de su condición humilde y hasta de su sexo, ya que a menudo +_mis mujeres se pasan de listas_. + +En la presente historia, donde, según el título lo indica, los más +importantes personajes, cada uno por su estilo, van a pasarse de listos, +pecaré, sin poderlo remediar, contra lo que el crítico quiere. La culpa, +si la hay, porque me resisto a declararme culpado, está en la elección +del asunto. Ya elegido, no tengo más recurso que hacer a mis héroes, +conservando a cada uno su índole, sus pasiones y su singular fisonomía, +todo lo más discretos, sutiles y listos que yo sepa y pueda, porque tal +ha de ser el defecto mayor de todos ellos, y sobre todos ellos, del +protagonista de la historia. + +Hago aquí esta declaración para que doña Beatriz, a quien pronto oirán +hablar mis lectores, no los coja desprevenidos. Doña Beatriz era +listísima. + +No recuerdo en qué libro, tratado o epístola del Antiguo o del Nuevo +Testamento, se dice que _el espíritu sopla donde quiere_: sentencia con +la cual basta y sobra para justificar la verosimilitud de que el +espíritu, ora sea divino, ora sea diabólico, hubiese soplado y penetrado +en el ser de una muchacha de veintidós años, que no tenía más doña +Beatriz, nacida y criada en un lugar de la provincia de Córdoba. Hay +también otra sentencia macarrónica, llena de verdad, que reza de este +modo: _Quod natura non dat, Salamanca non proestad_, de la cual puede +inferirse, según buena lógica, que la madre naturaleza no ha menester de +Salamanca, o dígase de hondos estudios y largo trato de mundo, para +hacer muy sutiles y entendidos a aquellos a quienes gusta de favorecer, +aun cuando sean mujeres, y mujeres de lugar. + +En este número se contaba doña Beatriz, la cual, sobre su innato +despejo, si bien no había cursado en ninguna universidad, tenía cierto +saber adquirido en la conversación frecuente de su marido don Braulio, +quien gozaba fama de sujeto muy ilustrado, aunque sólo tuviese 3.000 +pesetas anuales de sueldo. + +Doña Beatriz e Inesita, huérfanas de padre y madre desde la niñez, +habían estado bajo la tutela y criadas en casa del cura del pueblo. No +eran enteramente pobres. Tenían algunas finquillas, que venían a +producir, bien administradas, unos 4.000 reales de renta para cada una. +Con esto era difícil que en el pueblo, a no infundir una violenta +pasión, se casase ninguna de ellas con los hidalgos o señores ricos; y +como ambas eran muchachas finas, señoritas verdaderas, no era probable +que se hubieran querido casar con ningún arriero palurdo o con ningún +labrador rústico e ignorante. + +El padre cura receló, aunque tarde, que había educado a sus pupilas mal +de puro bien, y que, de resultas de su esmerada educación, iban a +quedarse para vestir imágenes. Por fortuna no sucedió así. El +Administrador de Rentas, don Braulio, trató a doña Beatriz, y la halló +tan bonita y discreta que se enamoró de ella. Ella pensó haber hallado +en don Braulio un hombre que, aunque viejo, podía enamorar por su +talento y por otras nobles prendas del alma, y enamorados, o persuadidos +de que lo estaban, se casaron, después de un noviazgo corto. + +El cura tutor, que era muy anciano, murió pocos meses después de este +casamiento. + +Nada absolutamente dejó a sus pupilas. + +De una hermana suya, viuda, tenía el cura un sobrino, de edad de +veintiocho años, llamado Paco Ramírez. Este fué el universal heredero de +su tío, consistiendo el activo de la herencia en la casa con los muebles +y libros, que valdría todo 40.000 reales, y el pasivo en varias deudas, +que pasaban, también en reales, de 30.000. + +Paco Ramírez era un mozo muy guapo, y tan morigerado, económico, activo +y fecundo en recursos, que con 50.000 reales que su padre le había +dejado en dinero, empleando en cebada y en trigo, comprando mosto barato +en tiempo de vendimia, haciéndole vino potable en unas cuantas pipas que +tenía, vendiéndole luego por cargas a los arrieros, y, en suma, +trapicheando de otras mil maneras, si bien todas lícitas, no sólo +mantenía con holgura a su madre, sino que se vestía él hasta con majeza +y elegancia, al uso del pueblo, e iba, poco a poco, aumentando el +capital. + +Muchas veces había pensado el cura en que su sobrino podría ser un buen +marido para cualquiera de sus dos pupilas; pero, como no era un buen +partido, calló el cura su pensamiento y propósito, y jamás hizo nada por +realizarle. + +Paco, Beatriz e Inesita se querían como hermanos. Paco, que tenía seis +años más que la mayor de ellas, y diez más que la segunda, lo cual en la +primera edad parece enorme diferencia, les tenía un cariño que él +calificaba de paternal. Ellas eran hijas del caballero más ilustre del +pueblo, por más que hubiesen venido a tanta pobreza, y él, plebeyo, y +archiplebeyo por todos cuatro costados, y con menos bienes de fortuna +que las pupilas de su tío, ¿cómo había de atreverse ni siquiera a +imaginar que podría casarse con ninguna de las dos? + +Así las cosas, se casó don Braulio con doña Beatriz, y a poco, como ya +hemos dicho, murió el cura, que era excelente sujeto. + +Inesita, según era natural, se fue a vivir con su hermana y cuñado; los +siguió a Sevilla, y después los siguió a esta alegre capital de las +Españas. + +Desde que salieron del lugar dejaron encomendada a Paco la +administración de los bienes que en él tenían, con la seguridad de que +nadie había de administrarlos mejor. Paco, en efecto, respondió a +aquella confianza. Así es que en la época en que comienza nuestra +historia, cuando aparecen en el Buen Retiro nuestras dos heroínas, +tenían entre ambas algo más de 8.000 reales al año, que juntos a los +12.000 mal contados de don Braulio, sumaban una taleguita anual muy +corrida y larga de talle. + +Aunque hacían vida retirada, como todo está caro, y se trataban bien, y +se vestían con cierto lujo para su clase, renta y sueldo se consumían +completamente, y gracias si no se hallaban a veces en apuros. + +Para salir de ellos, vivir con esplendidez y elevarse a mayor posición +en la jerarquía social, se presentaban dos caminos, iluminados por la +esperanza, a la aguda consideración de doña Beatriz, la cual cavilaba +mucho sobre estas cosas desde que había salido del lugar, ya casada. + +Doña Beatriz tenía el concepto más elevado de la inteligencia y del +saber de su marido. Atribuía su poco éxito en el mundo a descuido, +desprecio o desdén que don Braulio tenía de todo lo práctico, a cierta +falta de estímulo que notaba en su alma, y se inclinaba a creer que si +ella estimulaba y aguijoneaba el alma de su marido, apartándola de vagos +ensueños y de teóricas distracciones, que a nada conducían, aun era +posible que le viese de Ministro de Hacienda, o por lo menos de Director +de Rentas Estancadas. + +El otro punto, que era como cimiento o piedra angular sobre la cual +levantaba doña Beatriz el alcázar de sus esperanzas ambiciosas, era la +hermosura, el garbo y la distinción de su hermana Inesita. + +Doña Beatriz, casada ya con un hombre a quien veneraba y quería, y a +quien era deudora de haber salido del lugar, donde se ahogaba, y de +espaciarse por grandes ciudades, limitaba su misión para lograr el +engrandecimiento a servir como de espuela a la reacia voluntad de su +marido; pero en Inesita, soltera y libre y llena de atractivos, que ella +sabría completar y hacer valer con su prudencia, veía doña Beatriz un +filón intacto aún, un minero riquísimo de todos los bienes, +encumbramientos y prosperidades. + +Importa declarar, en honor de doña Beatriz, que al trazar en su +imaginación el proceso ascendente de uno y otro plan de ventura, ora +valiéndose de don Braulio, ora de Inesita, jamás se le ocurría poner en +la composición de su cuadro el menor toque pecaminoso. Nada de +fullerías. Doña Beatriz quería jugar limpio. Don Braulio había de ser +personaje de primera magnitud sin mancharse las uñas, e Inesita había de +ser condesa, marquesa, y quién sabe si duquesa, sin la menor liviandad y +con todos los requisitos eclesiásticos y civiles. + +El orgullo de doña Beatriz, su decoro aristocrático, que le tenía, +aunque nacida en pobres pañales, y sus creencias cristianas, vivas y +fervorosas como de persona educada por un sacerdote de ejemplarísima +virtud, repugnaban todo recurso que pudiera mancillar; pero su afán de +elevarse y de elevar a su familia le sugería, a su ver, medios decentes +y honrados por donde lograr riqueza, dignidades y distinciones, con +facilidad y sin desdoro ni culpa. + +Doña Beatriz no descubría por completo sus planes y sus esperanzas a don +Braulio y a Inesita. Temía asustarlos y que del susto saliesen la +contradicción y la oposición. Cauta y astuta, soñaba con atraer +diestramente al uno y a la otra por los caminos que ella juzgaba +conducentes al término a que aspiraba, y ya comprometidos y metidos en +él, y cuando fuese muy difícil volver atrás, declarar ella su propósito +y mostrarles el término, si no le veían. + +Con Inesita, sobre todo, que era sobrado poética e inexperta, procedía +doña Beatriz con superior cautela y disimulo. + +Desde la noche que habían ido al Buen Retiro le había hablado varias +veces del gentil caballero que las había seguido, pero sin descubrir +jamás todo su pensamiento. + +Doña Beatriz, por las frases que había oído al Conde de Alhedín y a sus +compañeros, por el coche que había visto y por algunas noticias que +después había recogido con habilidad, sabía que el Conde era soltero, +muy rico, muy noble, huérfano de padre, y con una madre que no tenía más +voluntad que la suya. Ahora bien; ¿qué imposibilidad habría en que el +Conde se enamorase resueltamente de Inesita y se casase con ella? Más +desiguales casamientos se han visto y se ven todos los días. + +Con un poco de fortuna y con la rara discreción de que doña Beatriz se +juzgaba dotada, bien podría casar a Inesita con el Conde. Inesita era, +como ya se ha dicho, una criatura adorable. Hasta su indiferencia, hasta +su espíritu, dormido a toda ambición, podría contribuir al triunfo. Nada +suele perjudicar tanto a otras muchachas, en esto de atrapar un buen +casamiento, como el afán cándido y mal encubierto de atraparle. + +Así, pues, doña Beatriz dejaba dormir a su hermana y no procuraba +despertar su ambición. Aquel sueño indiferente y sublime era un arma +poderosa de que no convenía desprenderse. Ella, sin decírselo hasta que +llegase la ocasión oportuna, guiaría a su hermana sin sacarla del +poético sonambulismo. + +Sonámbula y todo, importaba, no obstante, que Inesita por sí misma se +moviese; y para ello doña Beatriz había ya tocado, y aun pensaba tocar, +cualquiera otro resorte de su alma menos el de la ambición y la codicia. + +Con estos planes e intenciones, la noche del día en que el Conde supo en +el Ministerio de Hacienda quiénes eran sus desconocidas, hablaban éstas +a solas en su pobre casa, mientras aguardaban a don Braulio, que estaba +trabajando en la Secretaría. + +--No te entiendo, Inesita--decía doña Beatriz, sentada en una butaca +enfrente de su hermana--. Que yo no rabie, nada tiene de particular. +Quiero bien a mi marido; mi deber y el fin de mi vida estriban en +hacerle dichoso, y así nada tengo que buscar fuera de casa. Puedo vivir +encerrada entre cuatro paredes sin desesperarme. ¿Qué voy a hacer yo, a +qué puedo aspirar yo fuera de aquí? Pero tú, soltera, joven y tan +bonita, es un prodigio que te resignes a este retiro y aislamiento en +que vivimos. Braulio es muy bueno; sería un santo si fuera mejor +cristiano; pero es un hurón y tiene sus caprichos. No quiere que +volvamos solas a los Jardines. Y eso que ignora la persecución de aquel +Condesito. Yo deseo llevarte a los Jardines a ver si te distraes, porque +me pareces melancólica; pero, ¿qué le hemos de hacer? Solas no podemos +ir con licencia de Braulio, ni menos aún a escondidas. Dios me libre de +oponerme a lo que él ordena. Además sería fácil que lo supiese todo. No +hay, pues, más recurso que aguardar a que Braulio quiera y pueda +acompañarnos. Pronto acabará su tarea extraordinaria y no tendrá que ir +de noche al Ministerio. Entre tanto no irá mañana, que es domingo. +Mañana nos llevará. Yo lo conseguiré. ¿Te acomoda? + +--Yo no tengo impaciencia ninguna ni afán de divertirme--respondió +Inesita--. Comprendo bien que Braulio no quiera que vayamos solas. +¡Somos tan muchachas ambas!... Casi pareces tú más joven que yo. Nos +exponemos a mil sustos... a que nos persigan... a que nos falten al +respeto... como el libertino de la otra noche. + +--Tú exageras... el Conde de Alhedín no nos faltó al respeto. El pobre +nos siguió como un tonto... tuvo sus tentaciones de hablarnos, pero al +cabo no se atrevió, e hizo bien. Hubiera sido una botaratada +imperdonable en persona de tantas campanillas y tan corrido. La verdad +es que se entusiasmó demasiado para jactarse de tan hastiado, desdeñoso +e invulnerable. Hija mía, le diste flechazo. + +--Hermana--replicó Inesita con la mayor sencillez y naturalidad--, no +trates de lisonjear mi amor propio. No te creo. En todo caso fuiste tú, +y no yo, quien flechó al Condesito: aunque, dejándonos de bromas, lo que +debemos creer es que ni tú ni yo le flechamos. Excitamos su curiosidad +por lo mismo que nadie nos conoce. Como es un vago, quiso seguirnos para +pasar el tiempo. Tal vez la causa de que nos siguiese no fué para +nosotras lisonjera, sino ofensiva; tal vez, al vernos solas y tan +jóvenes, formó de nosotras una idea... + +--Es posible... quizá al principio nos juzgó mal; pero, no lo dudes, +juicio tan aventurado y poco favorable fué pasajero. No se sigue a quien +no se estima, como nos siguió el Conde. Aquellas vacilaciones, aquellos +miramientos, aquella timidez en persona tan desenfadada y atrevida, +nacen de respeto, y no de menosprecio. Además, un hombre de mundo, +entendido como es él, no podía caer sino por un breve instante en tan +absurda alucinación. Mírate en aquel espejo--y doña Beatriz señalaba uno +que estaba colgado enfrente, adornando la sala--; sería menester ser un +estúpido para no comprender quién eres tú; para pensar mal de ti al ver +esa cara. + +Doña Beatriz dió en ella a su hermana una docena de sonoros besos, +alzándose de su asiento y abrazándola. + +--¡Qué buena y qué loca eres!--dijo Inesita. + +En seguida añadió: + +--Vamos, quiero dar por cierto que el Conde nos siguió con entusiasmo; +pero el entusiasmo ¿por qué había de ser yo, y no tú, quien le +inspirase? ¿Crees tú que el Conde adivinó que estás casada? + +--Indudable. No pudo creer de mí otra cosa, al verme sola contigo y al +tenernos por mujeres honradas. + +--Pero yo he oído decir que los libertinos persiguen más a las casadas +que a las solteras--prosiguió Inesita con la terrible franqueza de su +inocencia casi infantil. + +--No es regla general. Voy, sin embargo, a conceder que lo es. Todavía +afirmo que no hay regla sin excepción, y que en este caso el Conde ha +perseguido a la soltera. + +--¿Y por qué lo afirmas? + +--Porque lo he visto. + +--Yo no vi nada, porque no miraba. + +--Apruebo que no mirases. Ese recato, esa indiferencia tuya, picaron al +Conde. Si llegas a mirarle te hubiera seguido, aunque más audaz, con +menos empeño. + +--Entonces tú, que le miraste, ya que observaste tantas cosas, ¿cómo no +le hiciste formar ruín concepto de ti? + +--Porque las casadas, cuando no somos muy tontas, usamos diversos +estilos de mirar, y yo le miré como debía. + +Inesita abrió los ojos y la boca, como espantada, al oír que había +diversos estilos de mirar. + +Doña Beatriz, sin desistir de su idea de que el candor de su hermana le +daba más precio, empezó a reflexionar que, si este candor rayaba en +ceguera, podía perjudicar a sus planes. Algo le pareció que convenía ya, +cuando no desatar la venda, aflojarla un poquito. Era tiempo de iniciar +a Inesita en los más sencillos misterios de este pícaro mundo. Movida +por este pensamiento, añadió doña Beatriz: + +--Sí, hija mía, hay diversos estilos de mirar. + +--Está bien, hermana, ya me lo explico--contestó Inesita--. Aunque soy +bastante boba e ignorante de todo, porque en el pueblo me he pasado la +vida cosiendo, jugando a las muñecas, cuidando a nuestro anciano tutor y +arreglando el altarito donde estaba San Antonio con el Niño Dios en los +brazos, mientras que tú leías, estudiabas y conversabas, todavía se me +alcanza que se mira de distintos modos: por ejemplo, con afecto y con +indiferencia. + +--Así es. + +--Lo que no comprendo es por qué las casadas saben de eso, y no saben de +eso las solteras. + +--Porque las solteras no deben saberlo; porque si lo saben, deben +aparentar que lo ignoran, y porque pierden mucho si miran con arte, a no +ser tan maravilloso el arte con que miren, que ni el más ladino le note. + +--Y dime, hermana, ¿no pudiera ser que, sin reflexionarlo, y en virtud +de ese instinto, más inspirado y menos falible que la reflexión, mirase +a veces una soltera boba tan bien o mejor que las más hábiles casadas? + +--Todo es posible. El ingenio lo puede todo. Voy, no obstante, a +indicarte los tres principales escollos en que puedes tropezar si te +pones a mirar a los hombres. Primer escollo: que se te vayan los ojos +tras de aquel a quien mires, lo cual es rendirte, entregarte como atada +de pies y manos, hacer que se entibie el amor si ya le inspiras, o que +burlen y profanen y escarnezcan tu amor si no te corresponden. Segundo +escollo: que por timidez o desconfianza mires como asombrada y arisca, +exponiéndote a pasar por boba o por sosa no siéndolo. Y tercer escollo: +que, poseedora de la ciencia del mirar y de las otras ciencias que la +del mirar presupone, no atines a disimular y velar esta sabiduría, y te +acusen y zahieran de lagarta, de licurga, de desenvuelta y libre, y de +harto sabida para soltera. + +--Me parece, Beatriz, que para evitar esos escollos lo mejor es dejarse +llevar del impulso. + +--¡Ay, hija mía! No hay frase más vacía de sentido. Según Braulio, que +lee muchos librotes en los ratos de ocio, lo menos lleva ya el género +humano doce mil años de civilización. ¿Dónde habrá ido a parar el +legítimo y puro natural impulso, después de tanto jaleo de creencias, +leyes, doctrinas, costumbres, usos, modas y convenciones sociales? +Échale un galgo a tu natural impulso. Hazte salvaje, o búscale entre los +salvajes si quieres tenerlo. Además, que el natural impulso, el impulso +meramente natural, es vicioso y malo. Extraño mucho que una joven, tan +buena cristiana como tú eres, se fíe del natural impulso. Pues buena +quedó la naturaleza después del pecado original, para que de ella nos +fiemos. + +--Mujer, me equivoqué, me expliqué mal. Lo que yo quería decir era que +debía dejarme llevar, para mirar, como para todo, de mis sentimientos +cristianos, de ese natural impulso mío, modificado y depurado por la +educación moral y religiosa que, a Dios gracias, he recibido. + +--¡Pero ven acá, inocente! ¿Qué trae la doctrina del Padre Ripalda sobre +esos interesantísimos pormenores? No los previó y te dejó a obscuras. +Nuestro tutor, en los largos sermones que nos echaba, jamás tocó este +punto. ¿Cómo habían de calcular el Padre Ripalda ni nuestro tutor que +ibas a pasearte en el Buen Retiro, y que ibas a ser perseguida por un +Condesito, buen mozo, elegante, ilustre, con coche y con más de 15.000 +duros de renta? En este caso complicado intervienen mil elementos ajenos +a la teología moral. Y lo que es el coche, la elegancia, el condado, la +renta de los 15.000, los conciertos del Buen Retiro y otra infinidad de +circunstancias, nada tienen que ver con la naturaleza; están por cima de +ella; pueden y deben calificarse de _sobrenaturales_, ya que van +añadidas y como sobrepuestas a lo natural por la cultura del siglo. + +La risa y el buen humor con que doña Beatriz decía todo esto +desconcertaron un poco a Inesita. No sabía si echarlo también a broma o +replicar seriamente. Resolvióse al fin por lo segundo, y dijo: + +--Hermana, sean naturales o _sobrenaturales_ las circunstancias, +persisto en creer más seguro que cualquier artificio y estudio esto que +yo llamo mi impulso natural. La sinceridad y la franqueza son siempre lo +que más cuenta nos trae hasta por el lado práctico y útil. Niego esa +ciencia o ese arte de mirar. Para nada le necesito. Una doncella honrada +y modesta debe mirar a todo galán como la buena crianza le aconseja, +para no aparecer grosera, con el afecto general que siente o debe sentir +por todo prójimo, y con la debida circunspección, para que el galán no +interprete mal su benevolencia y se las prometa felices. Si el galán +pasa de galán indiferente a galán amado, ya el amor inspirará a la +doncella el conveniente modo de mirar a quien le enamora, sin que se +canse en aprenderlo por arte. + +--Oye, Inesita--dijo doña Beatriz--; no te hablo de broma, sino con gran +seriedad en el fondo. Tú tendrías razón en lo que dices si no hubiese +período de transición entre el estar enamorada y no estarlo. Tú misma lo +has dicho. _Si el galán pasa de indiferente a amado_. Pues bien; para +este paso son las reglas y el arte. A quien te ame y sea correspondido +de veras, mírale como quieras. El amor mismo te enseñará el modo de +mirarle; pero, hija mía, no se trata de eso; se trata de aquel a quien +no amas aún y que aún no te ama. + +--A ése le miraré como a prójimo. + +--Ahí está tu error, Inesita. Tú no pones término medio entre el desamor +y el amor. Ese salto sí que es antinatural, peligroso e inverosímil. +Nadie pasa, por fortuna, de la indiferencia al amor sin grados, trámites +y términos medios. ¡Pues no faltaba más! Hija, el amor viene poquito +apoco. Desde la indiferencia, o mejor dicho, desde el afecto general a +todo prójimo hasta ese exclusivo sentimiento que se llama amor, hay una +escala gradual, que se va subiendo punto por punto, y que constituye el +período del coqueteo. Sin tal coqueteo, sin irse encaramando por los +grados o escalones de la precitada escala, nadie llega jamás hasta el +templo del verdadero amor, ni alcanza su gloria y sus favores regalados. + +--¿Cómo es eso? ¿Conque yo no podré amar ni ser amada nunca sin +coquetear antes? + +--No te niego la posibilidad; pero sería difícil, extraordinario. En +novelas, en poesía sólo, se ve, por ejemplo, a un señor que ve pasar por +la calle a una dama, y pataplum..., de repente..., cátale muerto de amor +por ella. Ella también le mira..., y adiós reposo y juicio; sin saber si +es un tunante o un hombre de bien, un tonto o un sabio, un rico o un +pobre, ya la tenemos enamorada. Lo racional no es esto; lo racional es +que las personas se traten, se hablen, se conozcan, se estimen, vayan +aficionándose una a otra, hasta que al cabo se amen. Todo este período +es lo que yo he llamado el coqueteo. Mira tú si el coqueteo es necesario +y útil. Sin él no hay amor. Y si no ponte con una cara que despida +huéspedes, no hagas caso de nadie, no mires a nadie sino como a prójimo +mientras no sientas amor, y el amor ni acudirá jamás a tu alma ni tú le +infundirás jamás en otra alma humana. El coqueteo es, pues, un rito, un +culto, una plegaria, una evocación del amor para que venga. Digo todo +esto a fin de que te dejes de gazmoñerías y vayas siendo algo coqueta. Y +como yo deseo que lo seas con distinción y suavidad, sin desafuero de +ninguna clase, con la compostura y modestia que se requieren, y +conservando ese maravilloso candor, ese aspecto de inocencia purísima +que Dios ha puesto en tu ademán y en tu semblante, por eso te recomiendo +el arte divino. + +--Y con ese arte, ¿qué ganaré? + +--Ganarás que te amen. Vamos a un caso particular. Hablemos del +Condesito de la otra noche. Bien sé que no le amas. Demos gracias a Dios +de que no te ha hecho tan inflamable que te pongas a amar a un hombre +sólo con verle de pasada. No es de presumir tampoco que él esté +perdidamente enamorado de ti. Tampoco los hombres se enamoran de súbito. +Lo que sí es probable, casi seguro, es que el Condesito te ha encontrado +bella, airosa y elegante; ha imaginado que eres buena y que estás bien +educada, en lo cual no se equivoca, y te admira y le atraen hacia ti +curiosidad, simpatía y otros vagos deseos y pensamientos. Te concedo, +además, que el Condesito, con su petulancia, que es mucha, se promete +triunfos y victorias que no te hacen favor. Pues bien; todo esto es el +fundamento de un coqueteo. Importa no espantar esas simpatías nacientes +poniendo cara de baqueta; importa refrenar las esperanzas infundadas y +atrevidas; es menester domar con el debido respeto todo irreverente +propósito; y se debe, por último, atraer al Condesito, a ver si te ama y +tú le amas. + +--Pero si yo no le amo. + +--Ya sé que no le amas. ¿No lo he dicho? Ni él te ama tampoco. Pero ¿te +amará nadie nunca ni tú amarás a nadie si sigues así? ¿Cómo ha de acudir +a ti el amor si le oseas cual si fuese pájaro de mal agüero? + +Inesita casi se sintió vencida. Su hermana siguió haciendo tan sabias y +profundas reflexiones, que la chica vino a alucinarse y a imaginar que +el coqueteo, dentro de ciertos límites, era un deber, al que estaba +faltando. Inesita prometió, pues, seguir los consejos de su hermana +hasta donde, sin violentarse, le fuera posible, y ser un poquito +coqueta, con dignidad y con el arte que iría aprendiendo. + +Doña Beatriz dió por cierto que a la noche siguiente, en el Buen Retiro, +hallarían al Condesito, serían perseguidas por él y habría ocasión de +que Inesita mostrase su aptitud, no probada aún, para la coquetería. + +Según doña Beatriz, todo el papel de Inesita en la noche siguiente debía +limitarse a decir con los ojos, por estilo vago y claro sin embargo, con +tal arte que pareciese la frase irreflexiva y espontánea, con impecable +pureza y sencillez de intención y sin prometer nada que pasase de +amistad: «Me es usted simpático, aunque deploro que sea usted un tanto +cuanto fatuo. Me alegraré de tratar a usted, mas para ello quiero que +sea usted menos presumido y más comedido, y que se haga presentar como +la buena sociedad exige y de modo que no choque.» + +Inesita sostenía que con los ojos era imposible enjaretar tan larga +perorata. Doña Beatriz, por el contrario, aseguraba que con los ojos se +decía todo sin dificultad alguna. + +En esta cuestión estaban, cuando llamó a la puerta don Braulio, y entró +luego en el cuarto, interrumpiendo a las dos hermanas. + +El hombre era según se le habían descrito al Conde de Alhedín: flaco, +calvo, pequeño de cuerpo, nada bonito; y, aunque sólo tenía cuarenta y +cinco años, parecía tener diez más, porque el trabajo, los cuidados y +los disgustos le habían envejecido. Estaba vestido con limpieza y +sencillez. Su rostro moreno tenía admirable expresión de bondad y de +inteligencia. Sus ojos negros, única cosa bella que había en él, +brillaban a cada mirada con luz viva y penetrante. Sus mejillas, +hundidas, estaban surcadas de arrugas; pero en su boca, más bien grande +que pequeña, había firmeza y brío, y sus labios delgados se plegaban con +gracia, prestando animación a toda la fisonomía y dejando ver dos +hileras de dientes blancos, sanos y bien puestos. La nariz de don +Braulio, aunque no deforme, era un si es no es acaballada o de pico de +loro. + +Don Braulio venía muy fatigado, y a las pocas palabras que habló con las +mujeres pensaron todos en retirarse a dormir. + +La primera que salió de la sala fué doña Beatriz. + +Don Braulio quedó un momento solo con Inesita. Acercóse entonces a ella +y le dijo en voz baja: + +--Inés, tengo que cumplir con una comisión que para ti me han dado. Toma +esta carta, guárdala y léela con detención y reposo. El que la escribe +exige que no hables con nadie de la carta, sino conmigo si quieres. +Hasta para tu hermana ha de ser un secreto. ¿Lo entiendes? Hay además +otra condición extraña. La contestación que has de dar no se te admite +hasta dentro de un mes, y se te suplica al mismo tiempo que no retardes +el darla más de cuatro meses. + +Don Braulio, dicho esto, puso la carta en manos de Inesita, y se fué por +donde su mujer había ido, sin aguardar a que Inesita leyese la carta o +le hiciese alguna pregunta sobre ella. Parecía que don Braulio deseaba +también que Inesita meditase con sosiego, antes de hablarle del +importante negocio de que sin duda la carta trataba. + + + + +V + + +Apenas Inesita se quedó sola miró el sobrescrito de la carta, y, sin +emoción, casi sin curiosidad, al menos perceptible, iba a abrirla y a +leerla, cuando apareció en escena un nuevo personaje, que hizo que la +muchacha se guardase precipitadamente la carta en el bolsillo. + +Este nuevo personaje era el ama Teresa. Llamábanla ama no porque jamás +lo hubiera sido de cría, sino porque había sido ama de gobierno del +señor Cura. Estaba ya más cerca de los sesenta que de los cincuenta +años, y había cuidado con grande esmero y cariño de Beatriz y de Inés +desde que ellas habían quedado huérfanas. A las dos las quería mucho; +pero, como había cuidado a Inesita desde más niña, y como Inesita seguía +soltera, tenía con ella mayor familiaridad y confianza. + +Por extraña alucinación, más frecuente de lo que se piensa, el ama, como +si los años hubieran pasado en balde o no hubieran pasado, no veía en +Inesita a la mujer ya formada, sino a la niña pequeñuela que había +mimado tanto. + +Seguía, pues, mimándola y tratándola como si Inesita tuviera cinco o +seis años. Sus acciones con relación a Inesita se resentían de dicha +alucinación; pero en sus discursos, cuando hablaba con ella, había una +combinación graciosa de los mimos e inocentadas con que se habla a las +criaturitas, y de los esfuerzos de ingenio y de estudiada discreción con +que las personas ignorantes y rudas procuran nivelarse con aquellas de +cuyo saber e inteligencia han formado el concepto más ventajoso. + +En cuanto tenía o creía tener por experiencia alguna superioridad, el +ama hablaba a Inesita con dulce imperio, mientras que en negocios de más +alta trascendencia, en lo que iba más allá de lo material y presuponía +cierta cultura del espíritu, el ama se dirigía a Inesita con respeto +profundo y con el afán de ponerse a su altura. Por lo demás, el ama se +complacía en discretear con Inesita, en contarle sus impresiones y en +buscar modo de poder decir que discurría como ella; que su espíritu y el +de Inesita estaban en completa consonancia. + +--Vamos--dijo el ama--, ¿qué haces aquí tonteando? Ven a acostarte. Nada +es más dañino para la salud que esta picara usanza de Madrid de hacer +del día noche y de la noche día. + +--Ya voy--contestó Inés. + +Y siguió al ama, que la acompañaba siempre, la ayudaba a desnudarse, +como a vestirse, y nunca se apartaba de ella por la noche hasta dejarla +en la cama. + +El cuarto de dormir de Inés estaba puesto con singular esmero y +limpieza. Sobre la cómoda, en una urna de vidrio, se veía un San Antonio +de Padua, de bulto, hecho de barro cocido y pintado por no vulgar +artista. El joven Santo, gloria de Lisboa, era muy lindo de cara, tenía +buenos colores, como si la vida penitente no le hiciese mella por la +gracia de Dios, y se mostraba alegre y extasiado mirando al Niño Jesús, +el cual estaba en sus brazos y le prodigaba mil regalados favores. + +La pobre cama de Inesita, las tres sillas que tenía y un pequeño +velador, sobre el cual había recado de escribir, eran la pulcritud +misma. Completaba el mueblaje un armario de pino con puertas vidrieras, +dentro del cual había varios libros y no pocas curiosidades y primores +de casi ningún valor, pero que allí estaban custodiados como si fueran +los más portentosos objetos de arte. Allí aparecían, colocados en buen +orden, los reyes magos y algunos pastores y zagalas de un antiguo +nacimiento, un ángel, dos muñecas vestidas con mucho aseo, y varias +cajitas y otros juguetillos que daban testimonio de lo cuidadosa y +guardadora que era su hermoso dueño. + +La ropa blanca de Inesita estaba en la cómoda, y los vestidos y demás +galas se conservaban en un cuartucho obscuro, inmediato a la alcoba, +donde había perchas, y donde los cubrían algunas colchas viejas de +indiana y de coco. + +Lo primero que hizo Inesita fue esconder la carta con el mayor disimulo +entre la almohada de su cama y la funda. Luego dejó reposadamente que el +ama la ayudara a desnudarse, lo cual fué obra de pocos minutos. Y quedó +al fin en la cama, con el pelo no recogido en red ni en cofia, sino +suelto en rica y adorada madeja. + +Dijo Inesita que no tenía ganas de dormir, y rogó al ama que la dejase +luz para leer en un libro devoto durante media hora siquiera. El ama, +aunque a regañadientes, tuvo que aproximar a la cama el veladorcito y +dejar en él encendida una vela. + +Durante todo esto no estaba ociosa la lengua del ama. Inesita casi +respondía siempre por monosílabos, deseosa de que terminase la charla y +de quedarse sola; pero el ama estaba en vena aquella noche y no acababa +con sus reflexiones y discursos. + +Entre otras cosas decía: + +--Hija, no se me alcanza el gusto que puedan tener tu hermana y su +marido en vivir en este laberinto de la corte. ¡Cuánto mejor estábamos +en nuestro pueblo! Verdad es que allí el sueldo era más ruin; pero... si +allí con una peseta se hace más que aquí con un duro... Yo, lo confieso, +me ahogo en estos tabuquillos y chiribitiles en que vivimos. ¡Cuánto +echo de menos aquellos patios, aquellos corralones de mi tierra! ¡En la +cocina del señor Cura cabía toda esta habitación y sobraba sitio! ¡Y +luego... vivir tan altos... tan encaramados! ¡Vaya si hay escalones +hasta llegar aquí! Y no es esto lo peor. Lo peor es el poco o ningún +caso que le hacen aquí a una. Todavía no tengo en Madrid persona con +quien hablar. Allá en el pueblo, ¡qué delicia! Salía yo a la calle y no +había perro ni gato que no me dijese: «Dios guarde a su merced; adiós, +ama Teresa. ¿Cómo lo pasa usted, señora?», y otras cosas por el estilo. +Aquí no hay un alma que me dirija la palabra y me dé los buenos días. +Luego todo está carísimo; se come oro: o es menester ponerse a dieta, o +gastar en comer cuanto dinero hay. Dentro de poco empezarán los +zorzales, y en nuestra tierra llegan a ponerse hasta a cinco cuartos el +par. Vé tu a comerte aquí dos zorzales tan gordos como aquéllos. Ya, +ya..., trabajo te mando... Sobre que no los hay... Y toma... Si los +hubiera, costarían un ojo de la cara. ¡Pues a fe que te gustaban a ti +poco los zorzales! ¿Y las anguilas? ¿Y las ancas de rana? Nada de esto +está por aquí a nuestros alcances sino cuando repican recio. + +--No seas golosa, ama; no seas golosa; no te acuerdes tanto de las ollas +de Egipto, como decía el señor Cura, quien te solía reprender por ese +vicio de la gula--dijo Inesita riendo. + +--No es gula, ingrata. Yo me lamento por ti, y no por mí. A mí me basta +con un plato de alboronía o con un gazpacho. Por otra parte, yo no me +duelo sólo de la comida, sino también de otras cosas. Y me duelo con +razón. Y si no, seamos francas... ¿Crees tú que es tan fácil que en +Madrid te salte un buen novio? + +--Déjalo..., que no me salte. Si yo no estoy impaciente por tener novio. + +--Pues ¿qué quieres tener? ¿Qué diablos han de tener las muchachas? + +--Nada, mujer, nada... + +--No, señorita; es menester que salte un buen novio y casarse. Tu +hermana es excelente, tu cuñado es un santo; pero no has de vivir toda +la vida con ellos y medio a expensas de ellos. + +Inesita exhaló un suspiro, y el ama prosiguió: + +--En el pueblo, para ti, que eres una real moza, ¿cómo había de faltar +algún rico hacendado, algún propietario o labrador con el riñón bien +cubierto, que aspirase a tu mano? Pero aquí me parece difícil. Los ricos +andan embaucados con las marquesas y con las duquesas, o con mil +tunantas de mala ralea, que los explotan. ¿Qué es lo que queda para +señoritas pobres como tú? Nada..., el apodo de cursis que suelen +prodigaros..., y algún Don Líquido degollante, con más hambre que +vergüenza y con más trampas que medios de ganarse la vida. + +--¿Quién sabe, ama?--contestó Inesita--. No te apures tanto por mí. Dios +proveerá. Adiós, y déjame ya sola. + +El ama no tuvo más remedio que irse. Besó a su niña, y recomendándole +que apagase pronto la luz y se durmiese, se salió del cuarto, cerrando +cuidadosamente la puerta. + +No bien quedó Inesita en la soledad, sacó del escondite la carta y leyó +lo siguiente: + +«Mi apreciable señorita y querida amiga: A pesar del respeto con que +siempre he tratado a usted, no dejará usted de haber notado el cariño +más que fraternal que desde que era usted niña le profeso. La diferencia +de clase que hay entre usted y yo, y la escasez de mis bienes de +fortuna, no me dieron nunca ánimo, mientras estuvo usted aquí, ni para +soñar siquiera que podría yo pretender a usted a fin de que hiciese mi +dicha, aceptando mi mano. Desde que usted falta de este pueblo Dios me +ha favorecido, bendiciendo mi trabajo y desvelo, y cuento ya con rentas +y medios para vivir aquí con familia, casi tan bien como los más +pudientes. Este cambio o mejora en mi posición y la consideración de que +su hermana de usted tomó por marido a un hombre honrado y pobre, y de +que usted no ha de ser ni más ambiciosa ni más exigente que ella, me dan +al cabo el atrevimiento que me ha faltado hasta el día, y me llevan a +declararle que la quiero de amor y que sería yo el más dichoso de los +hombres si usted me correspondiese. + +»Conozco la nobleza y generosidad del corazón de usted, y sé que jamás +se casará usted por mero cálculo; pero no soy tampoco tan +irreflexivamente entusiasta que no entienda que, al dar paso tan +importante como el de ligarse para siempre y formar una familia, no +deban consultarse, pesarse y medirse las dificultades que ofrece la +vida, y los recursos que hay para vencerlas. Por esto último, digo a +usted con franqueza, sin creer que en ello la ofendo, que tengo hoy +bastantes bienes. De lo que poseo podrá informar a usted +circunstanciadamente su cuñado y amigo mío don Braulio. + +»En cuanto a mi persona, usted me conoce y decidirá. Sé que no la +merezco a usted; pero el amor me hace atrevido, y de él imploro que me +preste los merecimientos que me faltan. + +»No quiero que usted se decida de repente, sino después de examen muy +detenido, a fin de que no tenga que arrepentirse de una ligereza. La +vida de Madrid debe tener extraordinarios atractivos para las jóvenes. +Quiero que vea usted a Madrid, y que conozca y aprecie todos esos +atractivos, a fin de que renuncie a ellos, sabiendo lo que renuncia, +cuando me dé un sí, si por dicha me le da. Si usted uniese su suerte a +la mía, sería aquí respetada y amada; la rodearía yo de todo aquello que +pudiera serle grato, hasta donde el bienestar y la cultura de estos +lugares lo consienten; pero tendría usted que desistir de toda idea de +volver, como no fuese de paso, a las grandes ciudades. Mi ambición y +todos los planes de mi vida están cifrados en cuidar de mi caudal y en +hacerlo mayor en este pueblo, donde quiero que vivan también mis hijos, +si Dios me los concede. Por esto pongo un plazo a la contestación que +deseo, y suplico a usted que no me la dé precipitada. Mi impaciencia es +grande, pero sé refrenar mi impaciencia cuando se trata de mi felicidad +de toda la vida, y, sobre todo, de la de usted, que me es mil veces más +cara. + +»Tengo un capricho, y le llamo capricho porque sería prolijo exponer +aquí las razones en que se funda: tengo el capricho de que usted, con +plena libertad, sin que nadie influya con sus consejos en favor o en +contra, decida de mi suerte, desdeñándome o favoreciéndome. + +»Así, pues, esta declaración mía es un secreto para todos, incluso para +su señora hermana de usted, doña Beatriz. Sólo don Braulio sabe el paso +que doy; pero don Braulio me ha prometido no abogar por mí, y se +limitará a dar a usted los informes que usted pida. + +»Aguardaré hasta dentro de un mes, lo menos. No atribuya usted a +frialdad de mi alma este largo aguardar que yo mismo impongo. Atribúyalo +a la idea tan alta que tengo de la solemnidad y consecuencia del +compromiso que induzco a usted a contraer. + +»De usted depende mi dicha; pero no dude usted de que, aun desdeñado, +seguirá siempre admirándola y amándola su afectísimo, PACO RAMÍREZ.» + +Inesita leyó esta carta con muy viva satisfacción, mostrándola en el +carmín que animaba y encendía su rostro. Nadie, sin embargo, que la +hubiese observado en aquel instante, a no poseer facultades +sobrenaturales para leer en las almas, hubiera descubierto si la +satisfacción era sólo de vanidad por verse querida, o también de amor +hacia la persona que se empeñaba en enamorarla. + +Leída la carta, Inesita se levantó de la cama, abrió el cajón de arriba +de la cómoda y guardó la carta en él bajo llave. + +Luego volvió a acostarse, apagó la luz y se colocó cómodamente para +meditar quizá sobre el contenido del mencionado documento, y para dormir +al fin. + + + + +VI + + +A la mañana siguiente Inesita y don Braulio, mientras que doña Beatriz, +menos madrugadora que ellos, estaba aún en cama, tuvieron una larga +conversación acerca sin duda de la carta de Paco Ramírez. + +Después fueron juntas a misa las dos hermanas; después almorzaron todos, +y, por último, don Braulio, no sin prometer antes que aquella noche +llevaría a las dos muchachas a los Jardines del Buen Retiro, se fué al +Ministerio de Hacienda. Aunque domingo, don Braulio motivó su ida, o dió +pretexto a ella, suponiendo que tenía ocupaciones extraordinarias. + +Ya en su despacho, donde nadie había acudido más que él, don Braulio, en +vez de estudiar expedientes, estuvo largo tiempo sentado, con los codos +sobre su bufete y las manos en las mejillas, estudiándose a sí mismo. +Este estudio no debió de dar muy satisfactorio resultado. Don Braulio +suspiró varias veces; frunció las cejas; mostró cierta cólera dando +algunos puñetazos, y acabó por enternecerse y derramar dos lágrimas, que +lentamente le surcaron el rostro. + +Entonces, como por vía de desahogo y consuelo, escribió a Paco Ramírez +la siguiente carta: + +«Querido Paco: Anoche cumplí tu encargo con todos los requisitos y +precauciones que me encomendabas. Beatriz ignora y seguirá ignorando el +paso que has dado. Inés es muy sigilosa. En cuanto al efecto que la +lectura de tu carta pueda haber producido en su ánimo, yo no sé qué +decirte. Hoy de mañana he hablado con Inés; pero el corazón de una +doncella es impenetrable, insondable como un abismo. El pudor, la +candidez, la inocencia, todas esas prendas, que los hombres estimamos +mucho, forman no ya un velo tupido, sino una muralla alta y gruesa, que +sirve de reparo al corazón para que no se descubra ni se lea lo que en +él importa leer. De aquí el engaño que padecen con frecuencia los +hombres más despejados; engaño que no ven sino cuando ya no tiene +remedio: después que se casan. + +»Inesita parece, y yo creo que es, candorosa, buena, franca, todo lo que +tú te imaginas; pero no deja descubrir no ya si te quiere o no, sino si +tu carta la ha lisonjeado o no la ha lisonjeado. Eso sí: ella se ha +mostrado muy agradecida al cariño y confianza que te infunde. De cuanto +me ha dicho infiero además otra cosa muy importante. Si Inés +reflexivamente hubiera pensado esta otra cosa, sería algo de censurar +tanta reflexión; pero yo creo que ella la siente de un modo instintivo, +sin darse cuenta completa, y atinando, sin embargo, con lo justo. En +suma, Inés no calcula ni reflexiona, sino siente y percibe que tu plan +es malo y ocasionado a error. Tú le propones que se decida en un mes o +por los placeres de esta capital, por los triunfos de amor propio que +aquí pueda tener y por las esperanzas ambiciosas que puedan nacer en su +alma, o por tu persona, tu amor y tu mano. Esto sería discreto si no +hubiese una circunstancia que lo echa a perder y que ha descubierto ella +en seguida. + +»Es esta circunstancia tu ausencia. Ausente tú, y presentes todos esos +bienes, aparentes o reales, que ha de abandonar por ti, la partida no es +igual. No eres tú quien lucha, sino tu recuerdo, el cual, si por un lado +vale menos que la persona misma, por otro lado puede valer mucho más si +la poesía le hermosea. En resolución: Inesita no va a abandonar esto por +ti, dado que te prefiera, sino por el recuerdo que tiene de ti, a quien +no ve hace tres años. El recuerdo además tiene que ser confuso, +incompleto, de diversa suerte, y ella tendrá que completarle y +transformarle con la fantasía. Ella no te puede recordar como una mujer +recuerda a un hombre, como una novia recuerda a su novio, sino como una +niña recuerda a su hermano mayor. Tiene, pues, que añadir +imaginariamente la cualidad de amante y pensar en ti de otra manera que +hasta ahora ha pensado. + +»Todo esto, y más, que tú comprenderás sin que yo lo diga, se agita en +la mente de Inés. Yo interpreto, acaso me equivoque, pero se me antoja +que ella se pregunta: «¿Me gustaba Paco, cuando le veía en el pueblo, +como debe gustar un novio a su novia? ¿Me gustaba sólo como hermanito? Y +si me gustaba ya como novio, ¿era porque él se lo merece o porque en el +pueblo no había yo visto a otros hombres que se lo mereciesen más? ¿No +podrá acontecer que ahora poetice yo a Paco en mi recuerdo, y que le +halle, cuando le vea, muy por bajo del recuerdo mismo? En su propia +alma, ¿no puede darse un fenómeno semejante? Sea por lo que sea, +explíquelo él como quiera explicarlo, es lo cierto que nada me dijo de +que me amaba cuando vivíamos juntos, y ahora, que no me ve hace tres +años, me declara su amor y quiere casarse conmigo. ¿En qué consiste +esto?» Inés no responde a tales preguntas. No resuelve ninguna de las +dudas que la asaltan. Entiendo, pues, que lo que desea, aunque no se +atrevió a decírmelo, es que tú vengas por aquí; único modo para ella de +verlo claro todo; de convencerse de que la quieres, y de comprender si +ella te quiere a ti, prefiriéndote a todos los encantos madrileños, los +cuales, a la verdad, son mil veces menores de lo que tú piensas, para +los pobres como nosotros. + +»Inesita no ha expresado, repito, el deseo de que vengas. Yo soy quien +creo adivinar en ella este deseo, que tiene razón para sentir y no +expresar. Ella no puede decir: «Venga usted a ver si me gusta y luego +hablaremos: luego le diré que sí o le daré calabazas.» Esto, sin +embargo, es lo razonable. + +»Por lo demás, yo nada tengo que censurar en tus planes, sino mucho que +aplaudir. Si te casas, debes quedarte ahí, donde eres uno de los +primeros, y no venir a grandes poblaciones, donde tendrás que ser de los +últimos. + +»Para hombre de cierta clase y casado con mujer de ciertas condiciones +es terrible esta vida. + +»A ti sólo, que eres mi amigo más íntimo y leal, puedo decírtelo; y a ti +no puedo menos de decírtelo, a fin de aliviar el peso de mi angustiado +corazón: soy muy desdichado. + +»Beatriz se casó conmigo por amor. A pesar de la gran diferencia de +edad, me quiso, no hallándome inferior a cuantos ahí había visto. Creo +que Beatriz sigue queriéndome; pero el temor de que me pierda el cariño, +la sospecha de que el alto concepto que de mí formó vaya rebajándose de +continuo, me tiene constantemente sobresaltado. + +»El menosprecio es contagioso. A fuerza de mirar mi mujer el pobre papel +que hago, lo desdeñado que estoy, la humilde posición que ocupo, ¿no +acabará por desdeñarme también? ¿No acabará por odiarme, si considera +que la hago víctima de mi mala ventura? Ahí, aunque pobre, era una +señorita de las primeras. Aquí es la mujer de un obscuro y miserable +empleadillo, de quien nadie hace caso. + +»Yo tengo mi teoría, con que me consuelo de mi mala ventura y saco a +salvo mi orgullo. Pero ¿cómo convertir a mi mujer y hacerla creyente de +mi teoría? ¿No le parecerá falsa? + +»Mi teoría es como sigue. Yo creo que el entendimiento es uno, y me +figuro un instrumento para medirle semejante al termómetro. Pongamos en +él 100 grados, que es número redondo, y con 20, en mi sentir, bastará +para todo lo práctico de la vida, si la fortuna sopla y las +circunstancias son favorables. Con los 20 grados se llega a ser ministro +celebradísimo, príncipe de gran mérito, presidente de república, +banquero poderoso y hasta cardenal y papa. Para hacer todos estos +papeles medianamente basta con la mitad de los grados; basta con 10. +Seamos, no obstante, pródigos y concedamos 20 a las más altas +notabilidades de la vida social y política. Todos los grados de +entendimiento que tengas por cima de los 20 no sólo te serán inútiles, +sino nocivos; te distraerán de lo que importa a tu interés; te harán +pensar en multitud de asuntos inútiles, en que no piensan los tontos; te +concitarán el odio de los demás hombres, o harán que te miren como a un +bicho raro y estrafalario, y de nada podrán servirte si no llegan a los +100, que son ya los grados del _genio_. Podrán también perjudicarte +excitando tu amor propio y haciéndote pensar que eres _genio_ o estás +cerca de serlo, con lo cual es probable que te pongas en ridículo. Para +ser _genio_ se requieren los 100 grados bien cubiertos, y aun así, el +_genio_ suele quedar latente si el hado propicio no le saca a relucir. +Entonces aparecen Cervantes, Newton, Shakespeare, Hegel y otros tales. +Mientras esto no aparece no hay ser más deplorable y cómico que el +hombre que tiene, en nuestro siglo, más de los 20 grados de +entendimiento, necesarios para llegar a lo más sublime de la vida +práctica, en el medio o ambiente de civilización que nos circunda. Claro +está que, según progrese el género humano, subirá el nivel y serán +menester más grados para lo práctico, así como, en antiguas edades, se +requerían menos. En el estado salvaje, pongo por caso, bastaban dos o +tres grados. No se requería para cazar y pescar, para estratagemas +guerreras, etc., sino cierta astucia, cierto instinto poco superior al +de las bestias feroces. Todos los grados de entendimiento que sobre esto +tenía entonces un hombre eran don funestísimo y absurdo lujo. Ahora, +como ya se han aplicado a la guerra las matemáticas y otras ciencias, y +se caza y se pesca en la Bolsa, en los Congresos, en Sociedades +mercantiles e industriales, no disparando flechazos, sino creando +valores, acciones, obligaciones y otros proyectiles más complicados, los +grados que se necesitan son 20. Repito que, como el mundo va de prisa, +dentro de un par de siglos se necesitarán 40; mas por lo pronto, ya está +aviado el que pasa de los 20. ¡Qué estorbo tan horrible en los grados +que le sobran! El sentido más hondo, más filosófico, más trascendental +de la frase _pasarse de listo_ consiste en esta superioridad lastimosa. +Todos los tiros que se disparan se escapan por cima del blanco. La +crítica asesina precede además a toda inspiración y te la mata. No haces +mil cosas porque te parecen tonterías; otro las hace, y medra. En +cambio, lo que tú haces por parecerte discreto, o mal comprendido, o +juzgado sólo por el éxito, que suele ser deplorable, parece tonto a todo +el mundo. + +»Tal es, en resumen, mi teoría. Con ella trato en balde de consolarme de +mi corta ventura, teniendo la inocente vanidad de creerme con más de los +20 grados y de _pasarme de listo_ en el sentido más profundo y +filosófico de la frase. + +»Esta triste satisfacción que yo me doy es por demás alambicada para que +le valga a mi mujer. Ella no mira sino que va a pie, que vive en pobre +casa, que nadie la atiende, y que el respeto, la consideración y la +lisonja de que anhela verse rodeada le faltan por mengua mía. + +»Yo noto, mido, calculo instante por instante el rápido progreso que +hace este mal en el corazón de ella. En esto también me paso de listo. +Soy listo para atormentarme. Me comparo al médico cuando advierte los +progresos de la tisis en una persona querida, prevé los estragos que va +a hacer y no sabe ni evitarlos ni remediarlos. + +»De sobra veo patente el desprecio de mí que poco a poco va entrando en +el corazón de Beatriz y devorando el afecto que me tiene. Pero ¿cómo +impedir esto? ¿Cómo probarle que valgo más que los dichosos y +encumbrados y ricos? Cuanto discurso haga contra ellos parecerá sugerido +por la envidia y me hará más despreciable a sus ojos. + +»Si yo fuera joven, hermoso y robusto, me quedaría la esperanza de que +por ello siguiese Beatriz amándome, aunque dejase de tener elevada +opinión de mis prendas intelectuales; pero estoy viejo y achacoso, y soy +enclenque y feo como el demonio. Me aplico, pues, con amargura aquella +pregunta del poeta: + + ¿Qué le queda al demonio, ¡vive Cristo!, + Si se le quita la opinión de listo? + +»Y sin vacilar respondo: Nada. Pronto no quedará nada para mí en el +corazón de ella, sino ofensiva compasión, si no gasta toda la que tiene +en compadecerse a sí misma. Y más vale que no me compadezca. Bien dice +nuestro inmortal novelista: «Y sobre todo, el cielo te guarde de que +nadie te tenga lástima.» + +»Yo estallaría, me ahogaría si no comunicase con alguien mis penas. Por +eso te las confío. Beatriz no advierte nada. ¿Cómo, de qué, por cuál +motivo quejarme con ella y de ella? + +»Yo la amo con toda mi alma, y necesito para ser feliz que ella me ame +y me respete. Pero aquello de que el amor impone el amor es una mentira. +Y tampoco quiero yo que me ame y me respete para cumplir una obligación: +en virtud de un contrato. + +»Veo, pues, que voy perdiéndolo todo en el alma, de Beatriz, y no le doy +a conocer que lo veo. Percibo claramente el abismo en que voy a caer, y +sigo caminando hacia él, sin que me sea posible torcer por otro camino o +cegar el abismo. + +»Esta es mi horrible situación. A nadie, ni a ti mismo, debiera +confiarla; pero necesito depositar en alguien mi secreto dolor. Ven por +aquí a consolarme. Ven también por Inesita. Acaso te ame. Es buena y +cariñosa como Beatriz, y no tiene ambición como Beatriz. Además, tú eres +joven y buen mozo... ¡Qué desatino hice en casarme! Pero ¿qué había de +hacer, si estaba enamorado? ¿Quién me quitará la gloria de haber sido +amado de ella? Ella me ha amado; ella me ama todavía. ¿De qué voy a +arrepentirme? ¿Quién, por temor de perder el bien, se lamenta de haberle +logrado?» + +Tal era la carta que escribió don Braulio, que cerró cuidadosamente y +que certificó para que no se perdiera, antes de confiarla al correo. + +Hechas ya sus delicadas y lastimosas confidencias se sintió algo más +aliviado y sereno, y se dispuso resignado a cumplir la promesa de llevar +aquella noche a Beatriz y a Inesita a los Jardines del Buen Retiro. + + + + +VII + + +Los poetas dramáticos tienen que hacer hablar a sus personajes según el +carácter, condición y pasiones que representan, sin que en tan estrecho +cuadro, como es el de un drama, haya fácil modo de poner correctivo a +las malas doctrinas o sentencias inmorales que dichos personajes puedan +emitir. Así es que los pobres poetas dramáticos fluctúan entre dos +escollos. O bien convierten a sus héroes en enojosos y pesados +predicadores, o bien, si les dejan hablar lo que la pasión naturalmente +les inspira, se comprometen a responder ante la posteridad, y si sus +obras no llegan tan lejos, ante sus contemporáneos, de todos los +extravíos, delirios y ensueños que ponen por fuerza en boca de los hijos +de su fantasía, acalorados y vehementes. Así, para ilustre ejemplo de lo +dicho, citaremos a Eurípides, a quien, desde muy antiguo, han acusado de +corruptor. Sabido es que César, a fin de justificar todas las +insolencias y maldades de que se valió para apoderarse de la dictadura, +repetía con frecuencia ciertos versos del trágico mencionado. + +Yo, en general, soy muy opuesto a enseñar nada en obras de amena +literatura, y mil veces más opuesto si la enseñanza es de máximas +pecaminosas. Por esto escribo novelas, y no dramas. En la novela caben +todas las explicaciones: en pos del veneno se administra la triaca. El +autor puede tomar la palabra en medio de la narración y contradecir a +sus personajes, mitigando o ahogando en seguida el mal efecto que las +opiniones de cualquiera de ellos hayan producido. + +Prevaliéndome de este permiso, y para aquietar mi conciencia, harto +escrupulosa, tengo que hablar ahora de don Braulio y de su carta, la +cual contiene proposiciones aventuradas sin duda, y que, creídas por el +cándido lector, pudieran pervertirle con una de las más feas +perversiones que se conocen: la de considerarse _genio_ no comprendido, +ser superior desatendido injustamente. + +Don Braulio trabajaba como un negro en su oficina, pasaba por un +empleado probo e inteligente y no descubría sus humos de _genio_ o +_semigenio_ sino con el mayor sigilo y a su amigo más íntimo. + +Su teoría orgullosa le servía de consuelo, o al menos de alivio, en +ciertas amarguras y sospechas, que le atormentaban cruelmente, sin que +sepamos aún hasta qué punto doña Beatriz había dado motivo para ello. + +Don Braulio, por último, si se juzgaba víctima, no culpaba a la sociedad +en su conjunto, ni a ningún individuo singularmente, sino suponía que +todo emanaba, por manera fatal e inevitable, de la misma naturaleza de +las cosas. + +En suma, don Braulio, melancólico por temperamento, poco favorecido de +la fortuna, y enamorado y celoso sin saber de quién, deliraba acaso +forjando teorías; pero no dejaba que dichas teorías trascendiesen a la +práctica, y parecía, a la vista del más lince, como un empleado modesto, +que sabía todo cuanto importaba saber y hacía cuanto importaba hacer +para ganar el sueldo en conciencia y no estafar al Tesoro público o +tomar las oficinas por hospicios destinados a gente de levita o a +mendigos de privilegio. + +En cuanto a la teoría en ella misma, no hay poco que decir en contra; +pero aquí no vamos a filosofar, sino a narrar. Diré, con todo, que aun +suponiendo que en cada grado de cultura a que va llegando la sociedad se +requieren sólo ciertos grados de entendimiento para lo práctico y +diario, y que los demás grados son del todo superfluos, inútiles y hasta +nocivos, salvo en casos excepcionales, todavía habrá que conceder que el +entendimiento no es la única potencia del alma que vale al hombre para +lograrse; la voluntad, el carácter, entran también por mucho. + +Por otra parte, el entendimiento, en su esencia, es semejante a Dios; +nadie le ve, nadie le conoce, nadie le reverencia y acata sino en sus +obras. Así es que don Braulio, o cualquiera otro, podría tener más de +los 20 grados de entendimiento que, en su sentir, eran necesarios o +convenientes para lo práctico; pero cuando este plus, cuando esta sobra +intelectual no se manifiesta en nada, sino en echar a perder el +entendimiento que está en uso, no hay razón para quejarse de que el +mundo no aplauda ni se pasme de lo invisible y recóndito que no puede +sondear, ni penetrar, ni desentrañar. ¿Quién sabe si el amor propio +engaña y hace creer a muchos que poseen ese entendimiento excesivo y +superfluo, y tal vez no poseen sino una dosis superlativa de fatuidad? Y +si no engaña el amor propio, si en realidad tenemos ese superior +entendimiento, y no llegan las circunstancias favorables en que se +muestre, lo mejor es callarse, resignarse y vivir como viven los hombres +menos despejados, sin presumir de genios, sino trabajando humildemente +para ganarse la vida, tratando de igual a igual con los seres vulgares, +y reservando el superior entendimiento para hablar con Dios o con seres +sobrenaturales, o para conversación interior con uno mismo, si no cree +en nada el semigenio, o si, a pesar de su categoría mental, no se dignan +los ángeles ni los númenes bajar del cielo o del Olimpo a fin de tener +con él un rato de palique. + +Voy a poner por caso la vida de Spinoza. Esto explicará mejor mi idea. +Figurémonos que aquel sabio no hubiese escrito sus obras filosóficas; +que por cualquier motivo se hubiese llevado al sepulcro el secreto de su +admirable, aunque extraviada, aptitud para las más profundas +especulaciones metafísicas. Claro está que, abrumado dicho hombre +extraordinario por sus sublimes y extraños pensamientos, no hubiera sido +en la vida práctica ni rico fabricante, ni mercader dichoso, ni hábil +hombre político, ni nada por este orden; pero hubiera trabajado en pulir +vidrios para lentes o en hacer zapatos, o en cualquiera otro oficio o +menester mecánico, y no hubiera tomado por pretexto lo de sentirse genio +para ser un vago sin oficio ni beneficio, y lo que es peor, no un vago +divertido y alegre, sino un vago quejumbroso y llorón o maldicente, +mordaz y ponzoñoso como las víboras. + +Disculpemos, pues, o al menos seamos indulgentes con nuestro don +Braulio, cuyo orgullo se quedaba escondido en el centro del alma, +revelándose sólo al más íntimo de sus amigos en el momento en que se +mostraban también las heridas más profundas de su corazón. + +Don Braulio había sentido la necesidad de confiar sus penas a un amigo, +a fin de no ahogarse; pero, salvo esta confidencia, si pecaba por algo +era por reconcentrado y lleno de disimulo. + +Su mujer no había advertido aquel disgusto, aquella sospecha que le +atosigaba el alma. + +Su mujer parecía que le amaba; sin embargo, su carácter alegre y su +temprana juventud la excitaban al regocijo y la impulsaban a que +tratara de distraerse y divertirse. + +No era doña Beatriz despilfarrada, sino ordenadísima y económica. Era, +sí, ambiciosa y amiga del lujo y de las galas; y si bien no la +atormentaban la envidia ni el despecho al ver a otras mujeres, menos +bonitas y menos distinguidas por naturaleza, lucir joyas, sedas y +encajes, ir en coche y circundarse de la resplandeciente aureola que +ofrece el lujo a la hermosura, anhelaba gozar de todo esto, y no +acertaba a ocultarlo a su marido. + +De aquí el dolor y el punto de partida de las sospechas de don Braulio. + +Si don Braulio no hubiera amado a su mujer; si hubiera creído este +anhelo un capricho irracional, quizá le hubiera importado poco de todo; +pero don Braulio la amaba, y además, según su modo de considerar las +cosas de la vida, doña Beatriz tenía razón de sobra para ambicionar. Su +anhelo, aunque la llevase hasta el extremo más lastimoso para él, era, +según él, fundado, y sobre fundado, involuntario, fatal, preciso. + +Don Braulio se culpaba a sí mismo, y no culpaba a doña Beatriz. ¿Por qué +doña Beatriz le había amado? ¿Por qué se había casado con él? No era por +lo lindo, ni por lo joven, ni por lo galán, ni por lo rico, ni por lo +glorioso; era sólo por el entendimiento superior, que la había seducido. +Si este entendimiento se evaporaba, si no servía para nada, si doña +Beatriz dudaba de él, y quizá con razón, ¿qué fundamento le quedaba para +seguir amando a don Braulio? Antes tenía fundamento para aborrecerle. +Aunque sea mala comparación, nadie, que no esté demente, compra un rico +vaso de china, un artístico jarrón de porcelana de Sevres para ponerle +en el corral y echar en él afrecho que coman las gallinas. Para esto +basta y sobra con un lebrillo o con un tinajón de Lucena. El vaso +artístico requiere un bello salón donde colocarle: pide flores +peregrinas que luzcan en él. Así, una mujer como doña Beatriz estaba +pidiendo lujo, regalo, elegancia, adoración, incienso; pasear en coche, +y no a pie; vivir en un palacio, y no en un piso tercero; no ocultarse +entre el vulgo, sino resplandecer en la sociedad más elevada. + +Al pensar don Braulio en esto decía siempre para sí: «¿Por qué me casé +con ella?» Y él mismo se contestaba lo que ya decía en la carta a Paco +Ramírez: «Yo la amaba, y esto lo explica todo; ella me ha amado, quizá +me ama todavía; su amor, aunque hubiera sido sólo de un día, compensa +todos los males que presiento y que en adelante pueden sobrevenirme.» + +Con tales sentimientos ocultos en el seno, don Braulio, aparentemente +gustoso y hasta regocijado, llevó a su mujer y a su cuñada a los +Jardines a eso de las nueve de la noche. + +Ambas iban de mantilla, con vestidos de seda obscuros, sin nada chillón +ni disonante en colores ni adornos; con una innata elegancia, que se +exhalaba como perfume de la misma sencillez y modestia de sus trajes. + +Don Braulio era en el suyo, aunque limpio, harto descuidado. Su levita y +su sombrero tenían la forma en moda hacía ocho o diez años. Su corbata +negra estaba algo raída, y el cuello de la camisa, recto y sobrado +grande, le llegaba casi hasta las orejas. + +Beatriz se había medio peleado con su marido para obligarle a llevar más +bajos los cuellos y a comprar nuevo sombrero y nueva levita. No había +podido conseguirlo. «¿Qué quieres?--decía don Braulio--. Manías del +señor mayor. Así iba yo cuando muchacho, y no quiero variar. Así te +enamoré; así me quisiste; así te casaste conmigo.» + +Doña Beatriz no sabía al cabo qué responder; se callaba, y dejaba ir a +don Braulio como le daba la gana. + +Aquella noche, pues, no hizo la menor observación sobre el traje de don +Braulio; pero no por eso dejó de anudarle con gracia el lazo de la +corbata, ni de alisarle el pelo, ponerle pomada y peinarle lo mejor que +supo. + +Los tres tomaron un cochecito con bigotera y se fueron a los Jardines. +En el camino decía don Braulio: + +--Me parece, y lo siento, que se van ustedes a fastidiar. No tenemos +amigos. Ni siquiera tenemos conocidos. En medio de aquel bullicio vamos +a estar como en un desierto. ¿Quién ha de hablarnos? ¿Quién ha de +acercarse a nosotros? + +--Hombre, no te apures por tan poco--respondía doña Beatriz--. Si no +conocemos a nadie, si nadie nos habla, a bien que ni tú ni yo nos +sabemos aún de memoria. Hablaremos; nos diremos cosas nuevas, nos +haremos la tertulia entre los tres, oiremos la música y tomaremos el +fresco. + +--Para tomar el fresco--replicó don Braulio--lo mismo es ir allí que al +Prado. + +--Y aun se ahorraría el dinero de las entradas--dijo doña Beatriz. + +Inesita iba silenciosa, y dejaba que siguiese el diálogo entre marido y +mujer. + +--No lo digo por la miseria del gasto, Beatriz. Ya sabes tú que no soy +mezquino, aunque soy pobre. + +--Lo sé. No creas que sospeche yo que te duela gastar el dinero en +obsequiarnos. Lo digo sin ironía. Lo digo sólo para que comprendas que, +vistas las cosas como tú las ves, es una tontería ir a los Jardines; +pero yo, y sin duda Inés más que yo, las vemos a través de otro prisma. +Gustamos de ver gentes, aunque no reparen en nosotras. La animación, la +alegría, el espectáculo del lujo nos recrean. Aunque no nos forjemos la +ilusión, ni esperemos, ni deseemos siquiera ser vistas y admiradas, +queremos ver y admirar la gala, la hermosura y la elegancia de los +otros. + +--Tienes razón, hija mía, tienes razón. Yo me olvido de que eres una +muchacha. Tus gustos son como de muchacha. Mal hiciste en casarte con un +viejo... y con un viejo pobre y obscuro. ¿Querrías tú ser conocida y +celebrada por ti, quedando tu marido en su obscuridad y en su pobreza? +¿Querrías tú que llegase yo a ser conocido como el marido de doña +Beatriz? + +--No lo quiero, ni eso es posible. Todo el que me conozca habrá de +conocerte a ti; y, conociéndote, no podrá menos de estimarte por lo que +tú vales, que es mucho, y no porque seas mi marido. Los que son sólo +conocidos como maridos es porque de otro modo no merecen serlo. Nadie se +acordaría de ellos a no ser por sus mujeres. En cuanto a tu vejez, a tu +obscuridad y a tu pobreza, me enamoran más, bien lo sabes, que la +juventud, la brillantez y la riqueza en cualquiera otro. Si algo vale mi +cariño, baña en él tu alma y te sentirás remozado. ¿No me hablas a veces +de la dulce luz de mis ojos? Pues ilumina con esa luz tu obscuridad. ¿No +afirmas que mi cariño es un tesoro? Pues ¿cómo te atreves, ingrato, a +sostener que eres pobre? + +Don Braulio, que iba sentado en la bigotera, al oír tan cariñosas frases +en tan linda boca no pudo contener la emoción; se le saltaron las +lágrimas y, tomando la mano de su mujer, la besó fervorosamente. + +Doña Beatriz sintió en su mano una lágrima, que cayó sobre ella al dar +el beso don Braulio. + +Entonces dijo doña Beatriz: + +--Vamos, vamos..., dejémonos de niñerías. No me pruebes ahora no ya que +eres viejo, sino que eres mucho más niño que yo. Alegrémonos, +serenémonos y vamos a divertirnos hasta donde sea posible. Apliquemos al +caso presente aquel refrán que dice: «En casa del pobre más vale +reventar que no que sobre.» Es menester sacarle bien el jugo a las +pesetillas que vamos a gastar. ¡Pues no faltaba más! Sería un +despilfarro hacer el gasto y no divertirse luego. + +Don Braulio se serenó siguiendo los consejos de su mujer: procuró reír y +mostrarse contento, y hasta excitó a su mujer y a Inesita a que se +divirtieran. + +De esta suerte llegaron a los Jardines, tomaron billetes y entraron. + + + + +VIII + + +Aquella noche había en los Jardines más gente que de costumbre. + +Unos estaban sentados en sillas formando grupos, corros o pequeñas +tertulias; otros iban girando por el paseo circular, en cuyo centro está +el quiosco de la orquesta. Esta tocaba, con bastante maestría, el rondó +final de la _Cenerentola_. + +Nuestro don Braulio y sus niñas no vieron una sola cara conocida. + +En vez de sentarse se pusieron a girar por medio de aquella +concurrencia. + +Pronto notó don Braulio que, aunque no conociera a nadie, no era lo +mismo pasear solo que acompañado por mujeres tan guapas. Aquello distaba +mucho de parecer un desierto. + +Con frecuencia, sobre todo al pasar grupos de hombres, llegaban a los +oídos de don Braulio vagos murmullos lisonjeros, y de vez en cuando +palabras y hasta frases enteras de admiración y de encomio. + +En España, no me meteré a moralizar sobre esto ni a decidir si está bien +o mal, pero los hombres, sin creer que ofenden, suelen requebrar al paso +a las damas, en particular cuando van solas. + +En esta ocasión, o por no fijarse en don Braulio, o por dar poca +importancia a su persona, o por juzgarle distraído y que no oiría, +Beatriz e Inés recogieron buena cosecha de piropos. + +Ambas hicieron la recolección tan impasibles y con tan fría dignidad, +que pronto, como si hubiese corrido la voz de que aquellas criaturas no +pedían guerra, los piropos terminaron, aunque no terminó el abrir calle +cuando pasaban ellas. Siguieron asimismo los murmullos de entusiasmo y +simpatía. + +Habían dado ya tres vueltas nuestras muchachas, cuando en un grupo de +jóvenes elegantes divisaron las dos a la vez al Conde de Alhedín. +Inesita conservó su serenidad olímpica, doña Beatriz se puso muy +colorada. + +--¿Viste al Condesito?--dijo a Inesita al oído. + +--¡Ay, ay, qué colorada te has puesto! + +Otra nueva onda de roja sangre subió entonces al rostro de doña Beatriz, +que se puso más colorada. + +--Estás como una amapola--dijo Inesita. + +El grupo en que habían visto al Conde venía hacia ellas de frente. El +Conde iba sin duda a pasar al lado. ¿Quién sabe si les hablaría? ¿Quién +sabe si les diría alguna palabra atrevida, que don Braulio oyese? Por +este recelo quizá se había puesto tan colorada doña Beatriz. + +Lo singular fué que el Conde desapareció de pronto del grupo, el cual, +al encontrarse con nuestras heroínas, se abrió para dejarlas paso, +oyéndose por ambos lados murmullos lisonjeros y respetuosos, semejantes +a los que de otras personas habían ellas oído ya. + +Inesita dijo al paño a su hermana: + +--¿Dónde se habrá escabullido el Condesito? + +--¿Quién sabe?--contestó doña Beatriz. + +--Pues así, hermana, no es posible que yo le diga con los ojos todo +aquello que me recomendabas anoche que le dijese. + +No habían andado mucho trecho después de este breve diálogo, cuando +vieron que de un corro, donde había sentada mucha gente, se levantó y +destacó una señora elegantísima, aunque ya algo jamona. No había +engruesado, y conservaba su esbeltez y gran parte de su hermosura, a +pesar de los años. Estaba sin galas, impropias de aquel sitio público; +pero todo lo que llevaba puesto era de exquisito gusto; rico sin ser +vistoso. + +En vez de la mantilla tenía sombrero. Su rostro era gracioso. Su tez +sonrosada, aunque algo morena. Tenía en la cara dos lindos lunares, que +parecían dos matas de bambú en un prado de flores. Sus ojos, grandes y +fulmíneos, relampagueaban más merced al cerco obscuro con que había ella +pintado los párpados. Su talle era majestuoso a par que ligero y +flexible. En resolución, todo el porte y el aspecto de aquella dama +denotaban que era una _lionne_, una verdadera notabilidad de la corte. + +¡Cuál fué el asombro de Inés y de Beatriz cuando advirtieron que la +notabilidad venía flechada a ellas! Un caballerete de veinticinco a +treinta años, cargado con un abrigo y con una cajita, la seguía como si +fuese un lacayuelo. + +Apenas llegó la dama, se puso delante de Beatriz, la miró con ternura y +exclamando: «¡Querida mía!» le echó al cuello los brazos y la besó en +ambas mejillas. + +Beatriz se quedó por un momento mirando a quien así la acariciaba. +Reconociéndola al fin, dijo: «¡Rosita!», y le pagó sus besos con otros. + +Tal vez el curioso y paciente lector que conozca y recuerde la historia +del doctor Faustino haya caído ya en quién era Rosita. Era la famosa +Rosita Gutiérrez, hija del escribano de Villabermeja, que tan principal +papel hace en la mencionada historia.[*] + +[*: Véanse _Las ilusiones del Doctor Faustino_, novela.] + +Rosita parecía inmortal, según se conservaba. Lejos de perder con la +edad, podíase asegurar que había ganado. + +Poquito a poco se había ido amoldando y ajustando por tal arte a los +usos de lo más elegante de Madrid, que ya no se atrevía casi nadie a +llamarla la «Reina de las cursis», que era el dictado que al principio +le daban. + +Su marido había atinado en los negocios, y se había enriquecido más aún. +Ambos esposos se habían hecho muy aristócratas, religiosos y +conservadores. Idolatraban a Pío IX, y tenían un título romano. Eran +Condes de San Teódulo. Habían ido en devota peregrinación a Lourdes y a +Roma, y de allí habían traído varias reliquias del referido Santo, el +cual había sido uno de los seis mil mártires de la legión Tebana; y por +dicha, resultaba probado con evidencia que fué natural del pueblo más +importante del distrito por donde el marido de Rosita solía salir +diputado. Con las reliquias trajeron los peregrinos la efigie del dicho +San Teódulo, y todo lo llevaron al pueblo, donde hubo un júbilo inmenso +y fiestas estrepitosas. Nada más natural, después de esto, que el que +Rosita y su marido llegasen a ser Condes de San Teódulo. + +Sin embargo, no contentos ellos con ser Condes por Roma, anhelaban ser +Marqueses en Castilla, y hacía tiempo que lo pretendían con ahinco. +Entre tanto, cumpliendo con el refrán de «Niño no tenemos, y nombre le +ponemos», habían cavilado mucho y disputado más los Condes sobre el +nombre que había de tener el marquesado. Convenían los dos en que el +nombre había de ser el de alguna finca rústica que ellos poseyesen; +pero, por desgracia, los de las fincas del marido de Rosita eran +imposibles. Se llamaban: _La Biznaga_, _El Hinojal_ y _La Macuca_. No +era prudente titular con títulos tan feos. Habían resuelto, pues, que +titularían sobre un cortijo de Rosita llamado _Camarena_; y ya soñaban +con ser Marqueses de Camarena, conformándose por lo pronto con el +condado de San Teódulo, mártir tebano y andaluz a la vez, lo cual, +entendido como aquí debe entenderse, no implica contradicción. + +Titulada Rosita, y más rica y boyante que nunca, sintió desenvolverse en +su alma el amor más puro hacia las letras y las artes. Llamó a sus +salones a los artistas y poetas, y se hizo una a modo de Lorenza la +Magnífica o de Mécenas hembra. + +En cuanto a la antigua _cursería_, hemos dicho que apenas osaba ya nadie +acusarla de este defecto; defecto, por otra parte, tan vago e +indefinible, que depende casi siempre del criterio de las personas el +hallarle o no hallarle en otras. Lo que sí ocurre, por lo común, es que +las acusaciones son mutuas. No se da apenas sujeto que, al calificar a +alguien de _cursi_, haga más que pagarle, porque es seguro que los +calificados por él le califican a boca llena de lo mismo. + +¿Será esto porque la cursería es una cualidad indeterminada y confusa? +Yo creo que no, pues he notado que sucede lo propio con otras cualidades +harto determinadas. Siempre que he oído a una mujer hablar de las +intrigas galantes, de los enredos y travesuras de las otras, he visto +que de ella decían las otras mil veces más. Y en los labios de todo +aquel de quien me han referido mil horrores por su conducta poco limpia +en los empleos públicos, he oído también las diatribas más enérgicas +acusando a los otros del mismo pecadillo. + +Ora por bondad natural, aunque no ingénita, sino adquirida con los años +y la experiencia, ora por desdeñar un arma embotada y mellada a fuerza +de que todos la usen, la Condesa de San Teódulo no tenía mala lengua. +¡Cosa rara! No hablaba mal de sus amigos. Sólo hablaba mal de sus +enemigos declarados y acérrimos. Entonces se esmeraba y lo hacía con +mucho chiste. De vez en cuando, aunque su prosa hablada era exquisita, +solía apelar al verso, y mandaba a su poeta favorito que escribiese +aleluyas contra la persona a quien quería ella ridiculizar. + +Apartada tiempo hacía de la amistad del general Pérez, la Condesa no +intervenía en la política; no disertaba sobre estrategia, poliorcética y +castrametación. Ahora consagraba todo su ingenio a las musas. Y además, +desde su viaje a Roma, donde había estado tres semanas, había adquirido +profundas nociones en el dibujo, pintura y artes plásticas, y se había +hecho una arqueóloga más que razonable. + +Tal, en resumen, era la amiga que, sin esperarlo, se encontraron en los +Jardines Inesita y Beatriz. + +Rosita, hacía ya ocho años, había estado en la feria del pueblo de +ambas, no lejos del pueblo de ella, y había sido hospedada en la casa +del señor Cura, amigo de su padre. Pero ¿cómo no se la habían olvidado +aquellas mujeres, que eran niñas cuando ellas las conoció, y que debían +de haber cambiado bastante? ¿Cómo acudía a ellas con tanta llaneza y +bondad? ¿Por qué se las llevaba, como se las llevó, a su corro, +sentándolas a su lado? + +De todo esto don Braulio estaba tan pasmado o más pasmado que nosotros. +La diferencia está en que nosotros sabremos la causa en el capítulo +siguiente y don Braulio se quedará a obscuras y cavilando. + + + + +IX + + +Todas las presentaciones se hicieron con las ceremonias debidas, según +la liturgia de la sociedad elegante. Doña Beatriz presentó a su marido a +la Condesa, y la Condesa presentó a los caballeros que formaban el +corro, primero a doña Beatriz y después a Inesita y a don Braulio. De +esta suerte los tres se vieron lanzados en el gran mundo en un +periquete, en un abrir y cerrar de ojos. + +No estaba allí el Conde de San Teódulo ni había más señora que la +Condesa. A ésta, como a casi todas las señoras de alto fuste y suprema +elegancia, no le gustaba el trato con las mujeres sino en raros casos. +Tanto más de agradecer y de estimar, por consiguiente, la extraña +excepción que había hecho de Beatriz y de Inesita. + +Sentados todos de nuevo en el corro, el poeta favorito de la Condesa, a +quien llamaremos Arturo, dió conversación a Inesita, sin que dejasen de +hablar también con ella otros galanes. + +Don Braulio, si bien sobresaltado ya y receloso de empezar a hacerse +célebre por su mujer, habló con los señores más serios y machuchos. + +Doña Beatriz y la Condesa de San Teódulo hablaron largo rato entre sí y +en voz baja, recordando su amistad antigua. + +A los pocos minutos la Condesa había exigido de doña Beatriz que se +volviesen a apear el tratamiento, que se volviesen a tutear como ella +recordaba que allá en el pueblo se habían tuteado. + +¿Por qué negarse a tamaña amabilidad? Las dos amigas se tutearon en +efecto. Ya recordará el lector lo campechana que era Rosita de lugareña. +De Condesa seguía lo mismo con quien lo merecía. + +--No acabo de comprender--decía Beatriz--cómo has podido conocerme entre +tanta gente y después de tantos años. + +--Hija mía--contestaba la Condesa--, yo tendré corto entendimiento; pero +tengo mucha memoria y, sobre todo, mucha y buena voluntad para aquellos +a quienes estimo. Te hubiera reconocido entre cien mil personas, sin +antecedentes, sin estar prevenida, sin aviso de que estuvieses tú entre +ellas. Además, ¿qué mérito hay en mí? Quien te ve una vez no es posible +que te olvide. + +--Gracias, gracias; me confundes con tus elogios indulgentes y +generosos. + +--Digo la verdad. Y luego tú no has cambiado en la cara. Tu cuerpo es +otro; te has desenvuelto, te has embarnecido algo, estás hecha una +hermosa mujer. Praxíteles te hubiera tomado por modelo. Estas prendas, +sin duda, son hoy otras en ti. Cuando nos tratamos en el lugar eras una +niña. Yo vi entonces el fresco y tierno capullo; ahora veo la rosa, que +ha desplegado todo el lujo exuberante de su aromática corola. Pero +repito que la cara, la expresión, el mirar..., nada de esto ha cambiado. +Cuando hablas pareces una mujer casada...; pero en silencio... pareces +una niña, más cándida..., más inocente que tu hermanita, que también es +muy mona. + +--De todos modos... es singular..., sin antecedentes..., sin saber que +yo estuviese en Madrid... + +--No; eso no. Yo no gusto de jactarme de lo que no debo. Yo he sabido +hace poco que estabas en Madrid. Si antes lo hubiera sabido hubiera ido +a verte a tu casa. + +--¿Y quién me conoce? ¿Quién ha podido hablarte de mí? Mi marido es un +pobre empleado... + +--Será lo que dices; pero su inteligencia y su laboriosidad tienen +encantado al Ministro y lleno de envidia a todo el personal de la +Secretaría. El Ministro no hace más que hablar de tu marido. Y lo que es +de ti, aunque vives tan retirada, hablan ya muchos desde que, pocas +noches ha, te vieron en estos Jardines. + +--¡Es posible, mujer! ¿Quieres burlarte de mí? + +--Harto sabes tú que no me burlo. + +--No te burlarás porque eres buena, pero querrás embromarme. Es cierto +que vine aquí pocas noches ha, mas nadie me conocía. + +--Entonces te conocieron y te admiraron. Alguien que se precia de +hastiado, de descontentadizo, de difícil, quedó tan hechizado que os +siguió. + +Doña Beatriz se puso colorada otra vez. + +--¿Cómo sabes eso?--dijo. + +--El me lo ha dicho. + +--¿Quién? + +--¿Quieres que te regale el oído? El Conde de Alhedín, la flor de los +elegantes, el más guapo de nuestros pollos. + +--Sería por mi hermana. + +--De eso no me ha dicho el Conde palabra. Se ha limitado a decirme que +os siguió, y me ha hecho de vosotras el más brillante encomio. Asegura +que jamás ha visto dos mujeres más bellas y más aristocráticas por +naturaleza. Antes de llegar hasta mí había el Conde tomado informes, y +yo no sé cómo diablos se las había compuesto que, a pesar de vuestra +fuga precipitada en un pesetero, sabía ya cómo os llamabais, dónde +vivíais, quiénes erais, quién era tu marido y mil cosas más. Claro está +que al decírmelas caí en la cuenta de que erais las niñas que tanto +había yo querido en el lugar, y entré en deseo de volver a veros. Si he +de hablarte con franqueza, sólo he venido esta noche por aquí a ver si +os hallaba. En casa tengo gente: un círculo de amigos. Allá me aguardan, +y mi marido está con ellos. En fin, gracias a Dios que os he encontrado. +Bien suponía yo que habíais de venir por ser noche de domingo, en que tu +marido no tendría quehaceres. La otra noche fué una locura lo que +hicisteis, creyendo que nadie lo notaría. ¡Venir solas... dos niñas... +exponiéndose a la persecución de cualquier majadero mal educado!... No +todos son la crema de la cortesía. No todos son como el Conde de +Alhedín, que sabe distinguir a escape con quién ha de habérselas. + +--Tienes razón--dijo Beatriz--; fué un disparate, fué una imprudencia lo +que hicimos la otra noche. No lo volveremos a hacer. + +--De aquí en adelante sería imposible. Os desentonaríais. Ya a estas +horas os conoce todo Madrid; esto es, la sociedad. Debéis venir, o con +tu marido... o conmigo. Os traeré en mi coche si os divierten los +Jardines. Mi poeta y algún otro nos escoltarán. Es menester darse tono. +No es cosa de venir aquí dos muchachas como dos aventureras. + +--Mucho tengo que agradecerte--exclamó doña Beatriz. + +--No, niña mía, no me agradezcas nada. Lo hago por egoísmo. Aquí para +entre nosotras, la vanidad no me ciega; voy siendo ya cotorrona. No +tengo amores, ni celos, ni aspiro a nada, y necesito la amistad y la +compañía de mujeres jóvenes como vosotras. Mi casa es un casino, del +cual soy presidente con faldas; pero me voy cansando de hacer este +papel. ¿Quieres compartirlo conmigo? ¿Quieres ayudarme a presidir mi +tertulia? + +--Ignoro si Braulio querrá y podrá... + +--¿Cómo no ha de querer? Parece afable, alegre, buen señor y discreto. +Ya reconocerá que su mujer no ha de estar siempre metida en casa. Cuando +se casó con una criatura como tú, se haría cargo de todo esto. No le +cogerá de susto. + +--Sí..., es verdad...--dijo doña Beatriz--; pero Braulio tiene razones +poderosas. ¿Por qué he de avergonzarme de decírtelas? Somos pobres... +¿Cómo gastar en trajes?... + +--¿Y para qué esos trajes? En mi casa... estamos de toda confianza... +Puedes ir como estás ahora..., menos lujosa aún... y hasta puedes +llevarte allí la labor... Ya verás cómo te distraes allí por las noches. +Tu hermanita se distraerá también, porque van a casa pollos +proporcionados a su edad e irán más cuando sepan que va ella. En cuanto +a tu marido..., no es un requisito indispensable que te acompañe +siempre. Esto sería ridículo por varios motivos; porque haría sospechar +que era un celoso desconfiado, lo cual redundaría en menosprecio tuyo, o +porque haría presumir que era un hombre incapaz, baldío, que no tenía +negocios en qué emplearse; pero, en fin, aun cuando tu marido fuera a +menudo a mi casa, doy por cierto que, lejos de pesarle, se alegraría. +Allí van no pocos sujetos de su posición. Se daría a conocer, ganaría +amigos y hablaría de política, de hacienda, de ciencias, de todo, +luciendo lo mucho que dicen que sabe... y que hasta lo presente, dicho +sea en paz y sin que te enojes, no le ha servido de nada. Tú lo +confiesas..., no estáis muy lucidos. + +--Estamos contentos... y no deseamos más. + +--Esa es una virtud..., pero infecunda. Cuando no se aspira no se +alcanza. Es menester aspirar a todo... Mira tú mi marido... Ya te le +presentaré... No vale la vigésima parte de tu don Braulio. Y, sin +embargo..., ¡cómo sabe ingeniarse!... Es un gerifalte... Yo hablo +contigo con el corazón en la mano. Es menester que saquemos a tu marido +del limbo en que vive. Tiene elementos... ¿Por qué no ha de +aprovecharlos? Para filósofo, menospreciador del mundo y de sus pompas +vanas, hubiera hecho mejor en no casarse con un pimpollo como tú. + +--¿Qué quieres? ¡Me amaba tanto! + +--¡Lástima fuera que no te amase! ¿A quién no infundirás amor? Tú, sin +embargo, agradecida... + +--No sólo agradecida..., enamorada también... + +--Conque, ¿le amabas mucho? + +--Y le amo todavía. + +--Su claro talento te sedujo: doble motivo para que le emplee en hacerte +feliz, para que se deje de vagas meditaciones y acuda a lo que importa. +No sé qué agudo escritor ha comparado al filósofo especulativo con un +mulo que da vueltas a una noria, atado a ella por el diablo de la +metafísica, sacando agua que no bebe, y sin comer la abundante hierba y +lozana hortaliza que por todas partes le rodea. Pues peor es aún cuando +el filósofo o el mulo, siguiendo la pícara comparación, tiene una +compañera y la lleva de reata, y no la deja pacer tampoco. + +--Mi obligación y mi gusto es seguir a mi marido por dondequiera que +vaya; así me lleve a un desierto estéril como a la tierra de promisión. +Por dicha, no creo que esté tan hundido en inútiles ensueños, que +desconozca la realidad de la vida. + +--Mejor es así. Me alegro. Sin lisonja: me va siendo muy simpático tu +marido. Tiene buena facha. Se conoce que es pájaro de cuenta. Lo único +que debiera reformar es el sombrero y los picos del cuello de la camisa. +Son enormes. ¿Por qué no haces que se los recorten un poco? + +--Es un capricho. Insiste en llevarlos así; pero no es terco en asuntos +de más importancia. + +--Entonces... bueno va. Con picos y todo me parece bien..., muy +curiosito..., muy pulcro... Hasta la enormidad descomunal de los picos +se me antoja ya que le da cierto carácter original y grave. Pero, señor, +¿dónde se habrá escondido el Conde? + +--¿Qué Conde?--preguntó Beatriz. + +--Tu más fervoroso admirador. Apenas te vió vino a decirme que habías +llegado. Lo singular es el miedo que te tiene. Es absurdo en hombre tan +corrido y tan atrevido. Nada..., le da vergüenza de que le presente a ti +y se ha escapado. Está retardando lo que más desea... ¡Gracias a Dios! +Ya viene por allí. + +Beatriz dirigió la mirada hacia donde indicaba su interlocutora, y vió +que se acercaba al corro el lindo y elegante Conde de Alhedín. + +--¿No es verdad que es muy gentil?--preguntó la Condesa. + +Beatriz hizo un gesto gracioso que nada significaba. + +--Y luego--añadió la Condesa--, ¡si vieras qué bueno es, y qué sencillo +y qué caballero! + +Nada dijo Beatriz tampoco para corroborar estas alabanzas. + +Llegó en esto el Conde, y la de San Teódulo le presentó sucesivamente a +Beatriz, a su hermana y a don Braulio. + +No era el Conde de la reciente escuela y última cría, que hace gala de +gastar pocos miramientos con las mujeres, o si lo era, sabía distinguir +ocasiones y personas, y conociendo que no ganaría con abatirse intrépida +y bruscamente sobre su presa, estuvo hasta cortado y tímido en los +primeros instantes. Se limitó a decir algunas palabras corteses a cada +una de las dos hermanas, sin acercarse demasiado a ellas, y sobre todo, +sin incurrir en la insolente ordinariez, en que ahora incurren con +frecuencia los hombres, de alargar la mano a las señoras apenas las +conocen, obligándolas a que los desairen o a venir de buenas a primeras +a términos de amistosa confianza. + +Después buscó el modo más natural de entablar conversación con don +Braulio, y como si fuese un señor tan formal y de peso como él, le +entretuvo más de media hora sobre materias importantes. Hizo más aún. +Hizo algo que parecía imposible, dado lo parlanchín que era: supo +callarse, escuchar con atención y obligar a don Braulio a que hablara, +de lo cual don Braulio salió encantado. + +Por último, haciendo la conversación general, soltó el Conde la rienda a +su buen humor, ensartó mil chistosos desatinos, dentro siempre de los +límites no ya sólo de la decencia, sino de la más delicada urbanidad, y +divirtió y regocijó a la reunión, logrando hacerse simpático a todos. + +Preparados así los ánimos, cuando acababan de dar las once, la Condesa +propuso abandonar ya los Jardines e ir todos a su casa a tomar el te. +Don Braulio, a pesar de que había reído las gracias del Conde y estaba +contento de que le hubiese escuchado discretear, se escamaba de tanto +obsequio y sentía no poco sobresalto de ver cómo se iba metiendo en los +trotes del gran mundo; pero no supo resistirse. La Condesa le iba a +llevar hasta la casa de ella en su coche. Después, desde la casa de la +Condesa a la de don Braulio había pocos pasos que andar. Allanadas así +las dificultades, hubiera sido una grosería no aceptar el convite. + +Don Braulio aceptó, pues, y en compañía de su mujer y de Inesita, los +cuatro en el mismo landó abierto, fué aquella noche a la tertulia íntima +y diaria de la Condesa de San Teódulo. + + + + +X + + +Por lo general, no hay tertulia o reunión para divertirse donde no se +baile o se juegue a los naipes. Sin tresillo para los viejos y sin +polkas y valses para los jóvenes, todos por lo común se aburren. Es de +admirar, por lo tanto, una tertulia, como la de nuestra Condesa, donde +sólo con charlar se divertía la gente. La mujer que logra tener una +tertulia así puede jactarse de haber puesto una pica en Flandes. Cuantos +sepan de estos negocios mundanos tendrán que reconocer en la mujer que +presida tal tertulia no comunes dotes de entendimiento. + +Otras singulares virtudes resplandecían también en Rosita. Era tan buena +para amiga como mala para enemiga. A su marido le quería, le cuidaba y +le mimaba como la consorte más fiel y más amante. No había impedido esto +que hubiese estimado después y querido de otra manera y con otros tonos +y matices de cariño. + +Las mujeres, por lo común, no entienden que haya más que un solo cariño, +que dan por completo a alguien o que reparten de este modo o del otro. +Rosita no era así. Rosita entendía y sentía varios cariños, que no se +destruían entre sí y que se armonizaban lindamente. Al Conde de San +Teódulo le quería de un modo, a su poeta le quería de otro, y sobre +estos afectos, propios y exclusivos de la mujer, surgían otros que +parecían arrancar del fondo esencial del espíritu, donde ya no hay +diferencia de mujer y hombre: del principio neutro, antes de que +adquiera determinación sexual. Quiero decir con esto que Rosita amaba a +muchos de sus tertulianos con una amistad parecida a la que un hombre +puede sentir por otro hombre, con más cierta dulzura inefable que ella, +por ser mujer, y mujer bonita aún, atinaba a poner en esta amistad, +completamente ajena a todo sentir amoroso. + +El primero de estos amigos de Rosita era el Conde de Alhedín. Entre +Rosita y el Conde no había secretos. Todo se lo confiaban. El Conde +buscaba en su amiga consolación para sus disgustos y consejos para sus +dificultades. Rosita admiraba el talento del Condesito: le reía todos +los chistes, hallaba que nadie era más discreto que él; ni su poeta ni +su marido valían un pitoche al lado del Conde, y por él hubiera hecho +Rosita cualquier sacrificio. Nunca, sin embargo, ni el Conde había +pensado en enamorar a Rosita ni ésta en enamorar al Conde. + +Fundadas tan poéticas relaciones en la estimación mutua, para Rosita era +el Conde de Alhedín como un oráculo, sobre todo cuando se trataba de una +ciencia que nos atreveremos a llamar _Estética social_; esto es, de +calificar a las personas, y a las acciones y a las cosas, de elegantes, +de distinguidas y de bellas. Una sentencia del Conde de Alhedín sobre +feo o bonito, sobre buen tono o mal tono, sobre distinción o falta de +distinción, era inapelable para Rosita. + +De este modo se comprenderá su entusiasmo súbito por sus antiguas amigas +del lugar. El Conde se las había descrito como dos portentos, y Rosita +había dado por cierto que lo eran. + +Deseosa entonces de lucirlas en su tertulia, alegre de ver que el +entusiasmo de juez tan competente como el Conde recaía en sus casi +paisanas, y anhelando que el Conde las conociera y tratara, buscó y +halló, como hemos visto, a Beatriz y a Inés. + +El Conde mismo, en cuanto las vió, había ido a avisar que venían, por +donde fué harto fácil a Rosita reconocerlas. + +Por lo demás, ni en esto hubo plan pecaminoso, ni propósito +maquiavélico, ni concierto alguno entre el Conde de Alhedín y su +confidente. Nada se había tramado ni contra la virtud de Beatriz, ni +contra la inocencia de Inés, ni contra el honrado reposo de don Braulio. + +Rosita buscó con alegría y orgullo a sus semi-paisanas, fiada en los +encomios del Conde. Cuando las halló, o sea porque estuviese bien +predispuesta, o sea porque ellas lo merecían todo, le parecieron mejor +aún, cada una por su estilo, que lo que había dicho el Conde. Y como +Rosita no era envidiosa, cuando no había celos ni emulación de por +medio, deseó todo bien a sus amigas, y fué sincera en cuanto con Beatriz +había hablado. Le pasó por la cabeza que en su casa podría hallar +Inesita un buen novio; consideró posible que en su casa saliese don +Braulio de su obscuridad, y como le juzgaba pájaro de cuenta, vino a +fingírsele en breve tiempo o Director general o Ministro, haciendo mil +negocios útiles a la patria, y sobre todo a su marido; y no le pareció +tampoco inverosímil que en su casa Beatriz y el Conde de Alhedín +llegasen a enamorarse perdidamente el uno del otro; pero en esto no +atinaba a ver Rosita, dado que ocurriese, y que ocurriese con la debida +circunspección, nada de trágico, ni siquiera de desagradable para don +Braulio, quien, según ella misma había declarado, le era simpático de +veras, y de quien ya formaba elevadísimo concepto. + +Con tales ideas respecto a sus nuevas, o mejor dicho, renovadas amigas, +la Condesa de San Teódulo se deshizo en amabilidades. + +Beatriz estuvo en la tertulia encantada y encantadora. Satisfecha de +verse atendida y mimada por todos, desechó la cortedad y _tomó la +tierra_, como si hiciera ya años que asistiese en aquellos salones. +Todos, hasta los más difíciles, admiraron su ingenio a par de su +belleza, y celebraron la natural sencillez de su trato, su no aprendida, +sino ingénita elegancia, y su espontánea gracia andaluza. Aunque con la +embriaguez del éxito propendía Beatriz a hablar demasiado, sabía +contenerse y templarse para no pasar por desenvuelta y parlanchina. +Merced a su reflexiva prudencia estuvo, pues, inmejorable. + +Inesita, por su estilo, estuvo asimismo muy bien. Su serenidad olímpica, +su calma divina, no la abandonó ni un instante. En medio del lujo y los +esplendores de aquella casa, antes desconocidos para ella, no sintió, +como su hermana, que le subía a la cabeza algo semejante a los vapores +del _champagne_; y sin la indiferencia selvática del rústico, y sin el +afectado desdén del vano y orgulloso, no se maravilló de nada, dejando +ver que lo comprendía y lo estimaba todo, aunque no lo hallaba extraño a +su condición. En suma: Inesita estuvo en la tertulia como pudiera haber +estado una princesa real, para quien todas aquellas magnificencias eran +elemento propio, o más bien, quedaban por debajo del elemento que ella +respiraba y en que su alma vivía. + +Esta serenidad de Inés hubiera podido pasar por orgullo si no estuviese +suavizada por una mansedumbre angelical; tal vez se hubiera confundido +con la necia apatía, si en la luz de sus pupilas, claras y profundas a +la vez, no destellase la inteligencia. Quien fijaba su mirada en la de +ella creía penetrar a través de mágicos cristales en el seno de un +encantado palacio lleno de misterios, o imaginaba hundirse hacia el +fondo de transparente lago, poblado de hermosas y vagas creaciones, +cuyos divinos contornos no atinaba a comprender con fijeza, porque el +más leve suspiro del aura rizaba las puras ondas, y éstas, sin perder ni +en claridad ni en pureza, desvanecían y esfumaban toda imagen. + +En cuanto a don Braulio, menester es confesar que estuvo bastante +encogido y fuera de su centro en la tal tertulia. + +Ya sabemos que era muy _escamón_, como dicen en su tierra. Así es que, +si bien disimulaba con habilidad, andaba con la barba sobre el hombro y +le parecían los dedos huéspedes. Era listo, pero presumía de ladino, y +llegaba a ser sobrado malicioso. Formó, pues, de la tertulia un concepto +muy diferente del que doña Beatriz había formado. + +Aunque don Braulio había vivido casi siempre en lugares y pequeñas +ciudades de provincia, y aunque en Sevilla, durante los primeros años de +su matrimonio, había estado retiradísimo, sin tratar nunca con lo que +llaman el gran mundo, él le concebía y le comprendía más bello de lo que +ahora se le presentaba. Dudó, por consiguiente, que aquél fuese el gran +mundo puro, sino un remedo falso de él, como el similor es remedo del +oro. Y ya en este camino, fué más allá de lo razonable e hizo juicios +aventurados, entendiéndolo todo grotescamente y trabucando las cosas. + +Los Condes de San Teódulo le parecieron un si es no es Condes de pega, y +aunque en la tertulia había sujetos de verdadero valer y clase, el +concepto un poco turbio que tenía don Braulio de los amos de la casa +hubo de proyectar cierta sombra obscura sobre los que a la casa +asistían. De casi nadie pensó bien. ¡Extraña condición de los seres +humanos! Uno sólo se ganó desde luego su confianza; uno sólo le pareció +elegante, distinguido, noble por completo, discretísimo, ilustre, ameno, +dulce y leal: el Conde de Alhedín. + +Viéndole cuchichear a menudo con Rosita y estar en la casa con más +desenfado que los otros, don Braulio, pasándose de listo en esta +ocasión, hizo un arreglo allá en su mente, y decidió que el Conde de +Alhedín representaba en aquella casa el papel que en realidad +representaba el poeta Arturo. + +Allá en su interior don Braulio perdonó benignamente al Conde este +extravío, y considerando sus excelentes prendas, y sin recelo de nada +por este lado, casi intimó con él. + +En cambio, al poeta, que era muy entrometido, que desde luego trató con +la mayor confianza a las dos hermanas, que se acercaba muchísimo para +hablar con ellas, así por mala educación como por ser algo corto de +vista, y que echó a Beatriz en verso y en prosa una infinidad de +piropos, don Braulio le tomó tirria y le miró como a un Don Juan Tenorio +menesteroso y de tercera o cuarta clase. + +De todos modos, a don Braulio no le encantó la tertulia; pero don +Braulio tenía una pauta para su conducta, de la que había decidido no +apartarse. + +Tal como está la sociedad, y fuese cual fuese el ideal que él tenía del +gran mundo, lo cierto era que la casa de los Condes de San Teódulo era +una casa respetable, donde cualquiera otro, en su posición, se hubiera +quedado contentísimo de ser admitido. Don Braulio podía pensar lo que se +le antojase de Rosita y de su marido; podía denigrar, allá en el fondo +de su severa conciencia, la tertulia con sus tertulianos; pero ante el +mundo, dentro de las condiciones de esta vida que vivimos, no podía +oponerse, sin pasar por hurón, por celoso y por tirano, a que su mujer +siguiese yendo a dicha tertulia. + +Don Braulio no quería, además, contener a su mujer con sermones, ni con +severidad, ni con mandatos. Quería sólo de ella amor por amor. Su plan +estaba trazado. No podía ni debía oponerse a que Beatriz tratase a +Rosita ni a que estrechase lazos de amistad con ella. Conveníale, por +último, dar aviso a su mujer acerca del valor moral de Rosita, a fin de +que no se engañase; pero disimular luego su disgusto si su mujer seguía +tratándola. Y esto hizo don Braulio. + +Habrá quien crea que don Braulio hizo mal y que era débil de carácter. +Aquí no le damos como dechado de fortaleza. Le pintamos tal como es. + +Diremos, no obstante, en su abono, que son muy raros los Catones. Todos +se informan de la conducta de los criados que van a recibir en casa, y +nadie de las de aquellas personas con quien tratan e intiman su mujer y +sus hijas, siempre que dichas personas salven las apariencias y no estén +mal vistas en el mundo. + +En suma: ya con la tolerancia, ya con el beneplácito de don Braulio, +doña Beatriz e Inesita, desde aquella noche en adelante, siguieron yendo +con frecuencia a la tertulia de la Condesa de San Teódulo y siendo su +más preciado ornato y atractivo. + +Rosita, además, las llevaba a veces en su compañía, ya al teatro, ya a +los Jardines, ya al paseo, ya a comer en su casa. + +Don Braulio, según sus quehaceres o su humor, iba o no iba con su mujer +y su cuñada a estas diversiones y fiestas, a las que Rosita tenía buen +cuidado de convidarle siempre. + + + + +XI + + +Pasaron meses desde la noche en que por vez primera habían aparecido en +la tertulia de la Condesa don Braulio, su mujer y su cuñada. + +Todas las prudentes reflexiones de don Braulio a su mujer habían sido +inútiles. Beatriz gustaba de brillar en sociedad, y ante esta +consideración daba poca importancia a los consejos de su marido. +Parecíanle tal vez exageradas cavilaciones de un hombre ya anciano. No +desconocía ella que en el fondo don Braulio tenía alguna razón al +sostener que la tertulia de los de San Teódulo no era el verdadero gran +mundo, no era el legítimo buen tono; pero ¿podía su marido llevarla a +ese gran mundo? Sin duda que no. ¿Había, pues, de desistir ella de ir a +parte alguna; había de seguir encerrada entre cuatro paredes en la flor +de su juventud, y condenar a Inesita al mismo suplicio porque no +hallaba una sociedad perfecta, por todos estilos, donde poder +presentarse? + +En varias discusiones que tuvo Beatriz con su marido acerca de este +negocio, siempre le hizo callar y salió victoriosa. + +Sus argumentos eran, en verdad, difíciles de rebatir. Para todo tenía +respuesta. + +--La Condesa de San Teódulo tiene mala reputación--decía don Braulio. + +--Será una calumnia--contestaba Beatriz. + +--¿Y si lo que se dice contra ella es fundado? + +--Entonces... ¿qué se le ha de hacer? A bien que no es enfermedad +contagiosa. + +--Quiero conceder que no se dé el contagio cuando no hay predisposición +para ello; pero al menos tú me concederás que la mala fama trasciende; +que la maledicencia no sólo se ceba en quien lo merece, sino en las +personas que rodean a quien lo merece, aun cuando no sean cómplices +suyos. + +--Eso quizá será verdad; pero, a fuerza de querer probar mucho, no +prueba nada. Si toda mujer virtuosa, con sólo tratarse con otra que no +lo es se expone a que confundan e igualen su conducta con la de su +amiga, lo mejor es no tratarse con nadie, vivir como en el sepulcro. +¿Qué quieres? ¿Voy a pedir un certificado de virtud a las mujeres con +quien hable? Dices tú que la de San Teódulo no es del gran mundo +verdadero. ¿Habrá más virtud en las mujeres del verdadero gran mundo? +¿No se habla de ellas como se habla de mi amiga? Pues, si descendemos, +si pretendes que me trate con la mujer del escribiente, del portero o +del empleadillo, ¿de dónde infieres tú que he de hallar en ellas toda la +severidad de Lucrecia? ¿Está acaso vinculada la virtud en la gente +humilde? ¿Es la honestidad privilegio exclusivo de las hembras +menesterosas? Desengáñate, Braulio; lo que tú quieres es que vivamos +aquí tan aisladamente como en Sevilla, hechos unos hurones, sin +tratarnos con un alma. Yo por mí me resignaría... por darte gusto, +aunque bien conoces que es muy duro... Soy joven aún... Tú, ocupado en +tu Secretaría y en tus estudios, apenas me acompañas. ¿He de vivir en +eterno soliloquio? Y luego, la pobre Inesita..., que no tiene, como yo, +un marido a quien complacer a y quien amar, ¿por qué ha de ser víctima +de ese antojo tuyo? + +Tales razonamientos ejercían un poder invencible en el alma de don +Braulio. Nada hallaba que contestar a ellos, y se callaba. + +Beatriz, al verle callado y casi rendido, le dirigía una mirada amorosa, +le sonreía dulcemente, le hacía un cariño, y don Braulio acababa de +someterse. No sólo no era capaz entonces de prohibirle que fuese a la +tertulia de la de San Teódulo, sino que no hubiera acertado a oponerse a +cualquiera locura que ocurriese a su mujer. + +Allá, en lo interior de su alma, don Braulio le daba razón en todo, no +ya meramente por el afecto que le profesaba, sino por la hechura de su +entendimiento y por la condición y carácter de sus ideas. + +«¿Qué derecho tengo yo--decía entre sí--para que esta hermosa mujer, tan +discreta, tan graciosa, tan a propósito para ser el encanto y la +admiración de quien la trate, se sepulte en vida en castigo de haberme +amado y de haberme tomado por marido? ¿Qué derecho tengo yo para imponer +además la misma pena a su linda hermana, más joven aún y no menos a +propósito para lucir en el mundo? Hasta es ridículo mi antojo de que sea +virtuosa la sociedad que frecuenten. ¿Dónde voy a hallar eso? La +sociedad no es virtuosa ni viciosa. Lo son las personas que la componen. +Y el vicio es más común que la virtud.» + +Otras veces pensaba don Braulio: + +«Si yo prohibiese a mi mujer que fuese a acompañar a la Rosita, todos +los que lo supiesen o presumiesen se burlarían de mí..., y con razón. +Daría yo muestras de una desconfianza que no me honraría ni honraría a +la compañera de mi vida. Haría creer que la sospechaba de liviana o de +fácil. Ejercería contra mi mujer un acto tiránico, que tendría, además, +algo de infamatorio. Ella tendría entonces razón para dejar de +amarme..., para odiarme..., quizá para despreciarme.» + +La sola suposición de que su mujer viniese a no amarle, a odiarle o a +despreciarle..., agitaba los nervios del infeliz. Se sentía convulso, +como si el cielo fuese a caérsele encima, y sólo se serenaba, sólo +pasaba aquella tempestad de su alma, cuando acudían las lágrimas a sus +ojos y desahogaba con ellas el sentimiento del corazón. + +Beatriz e Inesita quedaron, pues, en libertad completa de ir con Rosita +a todas partes, y no dejaron de aprovecharla. Don Braulio se hacía +cómplice de esto, acompañándolas no pocas veces. Entonces solía sentir +las más opuestas emociones. Unas eran agradables, otras muy +desagradables; pero todas hábilmente disimuladas por él. + +Las emociones desagradables de don Braulio nacían de la desconfianza de +sí mismo, que le atormentaba. Se reconocía fatigado, melancólico, viejo, +poco ameno, mal vestido, nada elegante, y a cada paso veía hombres cuyas +prendas de entendimiento, cuyo valer moral, cuya alma, en suma, le +parecían muy inferiores a lo que en su ser propio notaba y estimaba; +pero que eran, al mismo tiempo, tan superiores a él en todo lo que más +fácilmente se nota y se estima, como, por ejemplo, distinción y soltura +en los modales, juventud, hermosura física, salud y brío, amenidad y +alegría en el trato, ligereza y gracia en la conversación, que miraba +como prodigio inexplicable que su mujer no gustase, más que de él, de +cualquiera de dichos hombres. + +Corroboraba en su mente tan triste persuasión el pensamiento de ciertas +habilidades que él veía en otros hombres, y de las cuales se juzgaba +incapaz. El vals era su desesperación. Se admiraba de un hombre que +valsase bien; le parecía precioso, encantador valsando, y decía para sí: +«¿Qué pensará mi mujer de mí, que no valso?» Más aún se admiraba de los +jóvenes que cazan, que tiran a la pistola y al florete, que patinan, que +montan bien a caballo, y que son ágiles y fuertes para todo esto. Hasta +los que lidian becerros o van airosos en velocípedo le causaban envidia. +Allá en su conciencia, con todo secreto, se declaraba a sí propio +nuestro don Braulio que, de ser mujer, estaría él muy a punto de +enamorarse de un guapo mozo que tuviese dichas habilidades. Así es que +se daba el infeliz al diablo, y de fijo hubiera hecho pacto con él, +entregándole su alma, si de la noche a la mañana le hubiese transformado +de torpe en ágil y de enclenque en robusto, concediéndole la virtud de +patinar, valsar, cabalgar, esgrimir, torear, cazar y _velocipedear_. + +Apenas quería creer don Braulio en el espiritualismo de las mujeres +cuando suelen preferir a las susodichas habilidades otras virtudes +varoniles; pero aun siendo así, ¿qué pruebas había dado él de estas +otras virtudes? ¿Qué batalla campal había ganado? ¿Qué poema había +escrito? ¿Qué discurso había pronunciado en las Cortes? ¿Qué sumas había +ganado en la Bolsa, en el juego o en los negocios? ¿Qué cuadro había +pintado? ¿Qué estatua había esculpido? ¿Qué flamante sistema de +filosofía había creado en su mente? ¿Qué nueva máquina o artificio +había dado a la industria humana? + +Don Braulio se abismaba en tales meditaciones, y salía de ellas tan +mezquino y ruin a sus propios ojos, que se infundía lástima. Se sentía +amilanado y postrado. + +Miraba a su mujer, que en realidad era hermosa, elegante, discreta. Se +le aparecía digna de un trono, digna de ir en magníficos carruajes; de +pisar alcatifas de Persia, de vestir blondas y sedas riquísimas; de +recibir adoraciones de sabios y de valerosos y de ricos; de premiar el +mérito, la destreza, la poesía, la ciencia y la audacia con una dulce +mirada de amor. Y como don Braulio no había hecho nada para obtener el +premio, casi se persuadía de que le estaba usurpando, de que era un +detentador miserable. + +Doña Beatriz, en tanto, tenía encantados a todos los hombres de la +tertulia de su amiga. Su alegría era comunicativa; su charla, deleitosa. +Decía mil chistes, sutilezas y discreciones, que se aplaudían y gustaban +más aún por el acento sevillano con que los decía, por la expresión de +su rostro, por la viveza de sus ojos y por los frescos y colorados +labios, y blancos, iguales y apretados dientes, por entre los cuales +brotaba suave, argentina y simpática su fácil y espontánea palabra. +Sabía ella además infundir amor y respeto. Los mismos que codiciaban su +hermosura la cercaban reverentes. Hasta el poeta Arturo dejó de +acercarse demasiado y se contentó con doblar los lentes para verla +mejor. + +De contemplar esto nacían las emociones agradables de don Braulio. +Aquella mujer tan admirada y codiciada era suya. La que, tal vez, o de +seguro y sin tal vez, inspiraba amor a muchos hombres de valía; la que +con una mirada, con un ligero favor, los hubiera podido llenar de +orgullo y de dicha, le amaba a él sólo, y para él sólo guardaba toda la +ternura de su corazón, y todo aquel tesoro de belleza, tan deseado y +encomiado. + +Don Braulio, no obstante, era una de aquellas criaturas en quienes toda +emoción grata dura poco, a quien acude súbito la idea triste que +envenena dicha emoción. + +«Mas ¿por qué--se decía--soy yo el que ella ama, el único dichoso, el +dueño del tesoro, el que tiene la llave de su corazón? Por una +casualidad, primero: por haberla hallado en un lugar donde nadie había +que compitiese conmigo. Y después, por un contrato consagrado por la +religión: por un deber moral, legal y religioso, que le impulsa a amarme +de un modo exclusivo. Si éste, aquél o el otro fuese su marido, en vez +de serlo yo, ¿no le querría como a mí me quiere? ¿Quién sabe? Quizá le +querría más.» + +Entonces recordaba don Braulio y analizaba en su mente toda caricia, +toda palabra de amor, toda señal de simpatía, y pugnaba por descubrir en +ello lo que sólo procedía de amor, apartando lo que del deber, unido a +la bondad y hasta a la compasión, acaso procedía. Casi siempre sacaba de +este análisis que todo se evaporaba en bondad, en cumplimiento de una +obligación, en deseo de no afligir, en agradecimiento, y que nada +quedaba para el amor en el fondo de la retorta, donde su impía crítica +había puesto a alambicar las muestras todas de cariño que doña Beatriz +le había dado desde que se casaron. + +Fingíase, por último, a doña Beatriz casada con un hombre joven, hermoso +y brillante, con un hombre a quien ella pudiese amar y amase con toda la +energía del alma juvenil; y entonces imaginaba don Braulio coloquios, +éxtasis, arrobos, ternuras inefables, deleites infinitos, glorias +divinas de amor, ocultas aún en el fondo del alma de doña Beatriz; todo +un cielo de bienaventuranza allí sumido, y que él no había jamás hecho +surgir y aparecer con sus débiles conjuros. Considerábase como dueño de +un arca misteriosa, fabricada por los genios; arca de cuya exterior y +somera beldad gozaba él sólo a todo su sabor y talante, mientras que +ocultaba en su seno la joya más rica, la felicidad más cabal en este +mundo, un trasunto del Olimpo, del Edén y de cuantos Paraísos y Campos +Elíseos soñaron los poetas y los videntes antiguos; la visión beatífica, +la unión esencial del alma con el objeto condigno de su anhelo +insaciable; pero arca que no mostraba todo esto a quien no tocase el +resorte que había de hacerlo aparecer, y que él no tenía ni fuerza, ni +maña, ni merecimiento para tocar. Don Braulio se desesperaba, +perdiéndose en tan crueles meditaciones, de las que no quería confiar +nada a su mujer, ni tal vez hubiera acertado a confiarle algo aunque +hubiera querido. + + + + +XII + + +Mientras que andaba don Braulio agitado, allá en el fondo de su alma, de +tan varios afectos, de los cuales salía siempre por consecuencia, la +precisión en que se creía de dar a su mujer y a su cuñada libertad +completa para ir a casa de la Condesa y acompañarla a teatros y paseos, +Beatriz, aprovechándose de dicha libertad, vino a ser casi tertuliana +diaria de la San Teódulo, ora la siguiese sólo Inesita, ora la siguiese +también su marido. + +Cuando iba éste, la natural simpatía le impulsaba siempre a hablar con +el Conde de Alhedín más que con otro alguno. El Conde hablaba con +formalidad, con sumo acierto y con sano juicio, de las cuestiones más +graves, y hasta cuando estaba de broma todos sus chistes parecían a don +Braulio no groseros y vulgares, sino delicados e ingeniosos, por donde +era el primero que los reía. + +El Conde, hecho así muy amigo de don Braulio, hubo de acompañar algunas +noches a las dos hermanas hasta la casa de ellas; y como doña Beatriz se +la ofreció, él pudo visitarlas y las visitó del modo más correcto. + +Nada de esto hacía recelar a don Braulio. El no tenía celos de persona +alguna determinada, y en todo caso, por la especie de admiración que +profesaba al Conde, tenía más confianza en él que en otro cualquiera. +Imaginaba que el Conde le comprendía, le respetaba y no abusaría de su +amistad aunque pudiese. De esta suerte, por lo mismo que reconocía en el +Conde más capacidad de seducir que en todos los otros, temía menos la +seducción por parte del Conde. + +No eran de igual parecer los de la tertulia de Rosita. Sin odio, sin +deseo de dañar, por pura ligereza y alegre malicia, suponían cuanto hay +que suponer, fundándose en los siguientes datos. + +El Conde, que debía haber ido a Biarritz, había desistido de su +expedición y se había pasado en Madrid todo el verano. + +Con mucha frecuencia hablaba con Beatriz en largos apartes. + +Se sabía que la visitaba en su casa. + +El Conde estaba sin amores conocidos, la crónica escandalosa no +designaba, ni en la sociedad elegante, ni entre la gente de la clase +media, ni entre las bailarinas y actrices, ninguna que le tuviese +cautivo en sus redes. + +En sujeto de tanto valer, tan gallardo y afortunado siempre con las +mujeres, era inexplicable esta soledad amorosa, si no se suponía alguna +pasión oculta. + +La pasión, por consiguiente, se supuso. Y una vez supuesta, se supuso +también que no podía menos de ser correspondida. + +La falta de pruebas que había, el enojo del Conde cuando empezaron a +embromarle con doña Beatriz, sus negaciones rotundas y el respeto y +consideración ceremoniosa con que trataba en público a aquella mujer, +todo ello sirvió sólo para que se pasmasen los amigos del maravilloso +disimulo, de la hidalga prudencia y del noble sigilo de aquel dichoso +mortal. + +Rosita, a quien el Conde se lo confiaba todo, quiso no pocas veces +averiguar, en secreto y para ella sola, la verdad del caso. + +El Conde negó a Rosita que hubiese caso alguno que redundase en daño de +don Braulio, y mostró enojo de que ella creyese que le había, y le +suplicó, y hasta le exigió, que disipase tan absurdos rumores. + +Por desgracia, no valió esto sino para que Rosita dejase de hablar al +Conde de sus relaciones con doña Beatriz, y hasta para que afirmase con +frecuencia en alta voz que no había tales relaciones; pero, en voz baja +y al oído, Rosita solía hacer estupendos elogios de la caballerosidad de +su amigo, que ni siquiera a ella le confiaba su triunfo. Este callar era +heroico, este disimular demostraba a gritos la vehemencia y sublimidad +de un generoso afecto. + +--Llega a tal extremo el Conde--decía Rosita--, que será capaz de tener +un desafío con quien divulgue por ahí que Beatriz le ama. + +--_E pur si muove_--añadía el poeta Arturo, si por acaso se hallaba +allí. + +El rumor, la suposición, la calumnia, si era calumnia; la hablilla, en +fin, si así queremos llamarla, se movió en efecto con rapidez +portentosa. + +Apenas quedó en la coronada villa hombre ni mujer, iniciados en la +historia anecdótica de los salones, en aquella historia que Asmodeo y +sus imitadores no pueden ni deben revelar por impreso, si bien tiene mil +cronistas orales y clandestinos, que no diese ya por cierto, firme y +apretado, el lazo que unía el corazón de Beatriz y el de Ricardo, que +así llamaban al Conde de Alhedín sus íntimos o los que por tales querían +pasar para darse tono. + +Don Braulio era quizá el único que ignoraba todo aquello, y la gente se +pasmaba de su ignorancia. + +Los sujetos más benévolos decían: + +--No es extraño. El buen señor está en Babia siempre. ¡Es tan distraído! +Vaya: más vale así. + +Otros exclamaban: + +--Bien se conoce que el hombre es un verdadero filósofo. + +Otros: + +--¿Quién sabe? Estos varones severos no incurren casi nunca en la +torpeza de averiguar lo que no les conviene. La distracción, el andar +siempre por los espacios imaginarios suele traer muchos provechos. + +Otros, por último: + +--Ya verán ustedes cómo el pobrecito don Braulio adelanta en su carrera +y llega a ser personaje. Su mujer hará que suba. + +El respeto y hasta el temor que inspiraba el Conde de Alhedín, poco +sufrido con nadie, pronto para el enojo, y diestro y feliz en lances y +pendencias, no consentían que los hombres se insinuasen con doña +Beatriz, hablándole de sus amores con el Conde. + +Beatriz no trataba con mujeres de la sociedad, que no hubieran respetado +al Conde y que se hubieran insinuado con ella. + +Y Rosita quería tanto al Conde, que por nada del mundo le hubiera +causado el pesar de darse por entendida con Beatriz de que sospechaba o +sabía lo que, a su ver, pasaba. + +Doña Beatriz, por consiguiente, podía imaginar, o imaginaba sin duda, +que nadie sospechaba de ella. + +Los rendimientos y las deferencias de que era objeto los podía atribuir +a su mérito propio, y el que los galanes no se le acercasen en son de +guerra y de conquista, a que su buena reputación los tenía a raya. + +Durante, pues, todo el verano y hasta el principio del mes de octubre, +momento en que ocurrieron casos importantes, que pronto hemos de +referir, pudo muy bien doña Beatriz, nada experimentada ni escarmentada +aún de la maledicencia de los madrileños, vivir tranquila y persuadida +de que nadie la acusaba de ser la enamorada del Conde, y de que don +Braulio no estaba en ridículo de resultas de haber sido tan bueno y tan +complaciente con ella. + +Al llegar a este punto siento yo cierto prurito de declamar y de +moralizar, a fin de que mi historia merezca contarse entre las +ejemplares. No atino, sin embargo; no me decido siquiera a señalar el +blanco contra el cual he de dirigirme. + +¿Declamaré contra la sociedad murmuradora? No me atrevo, sin +considerarme como injusto. ¿Quién sabe aún lo que en realidad pasaba? +Pero las apariencias estaban en contra de doña Beatriz. + +¿Declamaré contra ésta? ¿Y si era inocente? ¿Y si las apariencias eran +engañosas? ¿Y si ella, ignorante aún de la vida, no notaba que, sin +querer, quizá sin merecerlo, daba pábulo a la maledicencia? + +Sería, por último, harto cruel que yo me estrellase contra el bueno de +don Braulio, que era tan honrado, tan noble, tan excelente, y cuya única +falta, si falta había, se originaba del amor entrañable y de la +indulgencia bien meditada con que miraba a su mujer. + +Lo mejor, por lo tanto, es que nos abstengamos de declamar y de +moralizar, aguardando a ver qué sale en claro de todo esto. + +Por lo pronto, lo que podemos asegurar es que la reputación de doña +Beatriz estaba perdida; gravísimo mal, aunque no del todo irremediable, +dado que fuese una calumnia lo que se recelaba o afirmaba: dado que la +suposición no tuviese fundamento alguno. + +Verdad es que para poner remedio a aquel mal era ya menester que los +pacientes lo supiesen primero, condición terrible para el enamorado don +Braulio, quien, atormentado por sus vagas y melancólicas imaginaciones, +no advertía nada de lo que en realidad estaba pasando en torno suyo, y +cuyo corazón, que tanto se angustiaba sólo con presentir la pérdida del +cariño de Beatriz, parecía que no había de tener resistencia bastante +para sufrir el rudo golpe de la certidumbre y la realización de su +presentimiento. + + + + +XIII + + +Confieso, con la ingenuidad que me es característica, que he tenido +tentaciones de pintar al Conde de Alhedín como a un seductor perverso, +endemoniado y profundo en sus ardides y planes de guerra. «De esta +suerte--me decía yo cuando iban ocurriendo estas cosas y yo mismo no +estaba aún en el secreto--, si doña Beatriz ha sido en efecto seducida, +su caída tendrá cierta disculpa, y, si no lo ha sido, su triunfo será +más glorioso y memorable.» + +No hay nada, sin embargo, que me repugne más que la mentira. Ni siquiera +gusto de apelar a ella para escribir un cuento. Y como el Conde de +Alhedín existe en realidad y yo le conozco y trato, se me hace cargo de +conciencia presentarle diverso de lo que es, aunque sea envolviéndole en +el velo del seudónimo. + +El Conde de Alhedín, dicho sea en honor de la verdad, no pasa de ser un +buen muchacho, si hemos de juzgarle con el relajado criterio que en el +mundo se usa. + +El Conde de Alhedín dista tanto de ser un Don Juan Tenorio como dista el +cielo de la tierra. Jamás ha empleado engaño ni violencia contra soltera +ni casada. + +Doy además por seguro que, si hacía examen de conciencia, por muy severo +y escrupuloso que fuese antes de la época de nuestra historia, no +llegaría jamás a persuadirse de que él hubiese seducido a mujer alguna. + +Hallando fácil y abundante cosecha de laureles entre las seductoras y ya +seducidas, no tuvo el Conde la mala idea de extraviar a ninguna cándida +e inocente doncella, o de turbar la santa paz de algún matrimonio modelo +por lo bien avenido, ejemplar y amoroso. + +Si en algunos casos reconocía el Conde que la seducción había sido +mutua, en los más, con notable consolación de su ánimo y con no corto +menoscabo de su vanidad, el Conde no veía en su propia persona sino a la +que padece, esto es, a la verdaderamente seducida. + +Ni una sola de sus conquistas había tenido hasta entonces asomos de +carácter trágico. No se acusaba al Conde de haber arrancado de frente +alguna el luminoso nimbo de la santidad y de la pureza. No había mujer +que hubiese descendido por él de un pedestal sagrado donde hubiera +estado antes, sin que jamás la tocase el lodo de la tierra, sin que se +empañase en lo más mínimo la nítida blancura de la fimbria de su veste. +O bien había sido el Conde uno de tantos, y no primero en una serie más +o menos larga y variada, o bien, si por dicha había sido el primero, el +mismo diablo había allanado antes los caminos tan suave y aviesamente, +que harto se podía dar ya por perdido lo que había que perder, y al +Condesito sólo le remordía la conciencia, como al joven filósofo de la +fábula, por haber cedido con fragilidad al capcioso argumento que estos +versos expresan: + +Tómelo por su vida, y considere +Que otro lo comerá si no lo quiere. + +Cuando me paro a meditar acerca de la virtud en grado heroico se me +ocurre un pensamiento que me apesadumbra bastante. + +Verdad que hay aún, y seguirá habiendo de seguro, guerras civiles e +internacionales, revoluciones violentas, pestes, enfermedades y otra +multitud de plagas con que Dios quiere y puede probar y ejercitar +nuestra paciencia. Verdad que todos estamos condenados a morir, y no es +chico mal la muerte, sobre todo cuando se la contempla desde la cumbre +de la vida, en el pleno goce de la mocedad y del brío sano de nuestra +primavera; pero en circunstancias normales, en la vida burguesa, +ordenada y política que hoy se vive, es difícil, cuando no imposible, +que aparezca o se dé en cualquier sujeto un caso de heroísmo, de +sufrimiento extraordinario, de entereza sublime o de otra virtud magna y +pasmosa, sin que aparezca o se dé, como motivo u ocasión, en otro sujeto +o en varios, un caso de vicio o de maldad o de fiereza no menos fuera de +todo término razonable. Para que haya un Régulo es menester que haya +cartagineses; para que haya un sabio que beba tranquilo la cicuta es +menester que haya jueces inicuos que por odio a sus discreciones y +sabidurías le condenen a beberla, y para que haya mártires que se dejen +desollar o que se dejen asar a fuego lento en unas parrillas es menester +que haya tiranos tan empedernidos y atroces, que los manden desollar o +asar porque no se prestan a adorar los ídolos o por otra tontería por el +estilo. + +Ahora bien; no sé si por fortuna o por desgracia, pero es lo cierto que +malvados y pícaros en grado tan superlativo y extremoso van siendo más +raros cada día, y, por consiguiente, la áspera senda de la virtud se va +allanando y macadamizando, sin que aquellos que tienen virtud en dicho +grado logren casi nunca ocasión propicia para lucirla, viéndose +obligados a conservarla en estado latente allá en el fondo de sus +corazones. + +No quiero, pues, alterar la verdad de mi historia e ir contra esta ley +del progreso humano, convirtiendo en un monstruo al Conde de Alhedín. +Atengámonos a la verdad. + +El Condesito, según he declarado ya, era un excelente chico, ligero, +amigo de divertirse, muy tentado de la risa, pero mejor que el pan. + +Su madre, la Condesa viuda, le idolatraba y le había mimado siempre; +pero los mimos, lejos de pervertir las buenas naturalezas, las hacen +mejores y más dulces; convierten la hiel en almíbar. + +Para el Condesito era fácil ser bueno. Nada envidiaba. Todo le sonreía. +Ya hemos dicho que poseía quince mil duros de renta, que era de buena +familia y que gozaba de perfecta salud. No había ejercicio corporal en +que no brillase: gran jinete, certero tirador de pistola, ágil y diestro +en la esgrima y valsador airoso y gallardo. Sus chistes eran reídos, sus +discreteos celebrados. Todos le creían capaz de los negocios más serios +si llegaba algún día a emplear en ellos su tiempo y sus facultades. + +Vivía el Conde con su madre, pero en un enorme caserón, donde gozaba de +completa independencia. Así es que recibía amigos y visitas de varias +clases sin que su madre, ni por acaso, tuviese que tropezar con ellas ni +darse por entendida de nada. + +La Condesa, sin embargo, no ignoraba la vida frívola y harto disipada de +su hijo. La Condesa ansiaba que la abandonase, que se casase ya, y que, +hecho todo un padre de familia, se mezclase en la política de su país y +fuese un hombre de Estado. + +La Condesa era una gran señora en toda la extensión de la palabra y muy +al gusto antiguo. Estaba más cerca de los cincuenta que de los cuarenta +años, si bien conservando no pocos restos de su en otro tiempo admirada +hermosura. Se vestía con severa elegancia y notable sencillez. Era +religiosa sin afectación ni fanatismo. Y no estaba muy en contra de esto +que llaman el espíritu del siglo, aunque lamentaba que la aristocracia +española careciese de espíritu de clase, y fuese, por lo tanto, incapaz +de ser contada como un elemento político, por más que, considerados +aisladamente, no valgan menos bastantes individuos de los que a ella +pertenecen que muchos de aquellos que se encaraman a las más altas +posiciones y mandan y gobiernan, partiendo desde los más humildes puntos +de la esfera social. + +Ni por esto andaba desavenida la Condesa con la época en que vivimos, +porque percibía claramente que la invasión y encumbramiento de plebeyos +astutos venía de muy atrás y no era cosa del día. La aristocracia, creía +ella, que dormitaba siglos hacía en dorada servidumbre, y que, contenta +o resignada con vanas distinciones áulicas, dejaba el influjo y el mando +a los Cisneros, los Pérez y los Vázquez, habiendo sido España una +democracia frailuna, y ganando ahora con ser algo parecido a una +mesocracia seglar. + +La Condesa, al menos, sin que nosotros salgamos responsables de sus +juicios, se explicaba así, de un modo sintético, la historia de su +patria. Resultaba de aquí que, de puro aristocrática y por odio a la +democracia antigua, casi era la Condesa liberal y progresista. Prefería +al dominio de un valido prepotente, a quien el Monarca sacaba de la +nada, el mando de esto que llaman clases conservadoras, en las cuales +entraba por algo la suya, aunque mezclada con el instable remedo de la +aristocracia de buena ley y con el furioso aluvión de injustificadas e +improvisadas notabilidades. + +En suma, y sea de ello lo que se quiera, la Condesa deseaba que su hijo +no consumiese la mocedad toda en galanteos y diversiones, sino que se +hiciese hombre formal y de pro, y añadiese a la nobleza heredada nuevo +lustre y blasones con la adquirida por su talento y demás prendas +personales. + +Ya sabemos que el Conde había pasado el verano sin salir de Madrid. La +Condesa no había salido tampoco. + +Estamos en el mes de octubre. + +Casi todas las damas elegantes que habían ido a Biarritz, a Spa y a +otros puntos, y que habían hecho una visita a París, estaban ya de +vuelta de la expedición veraniega. Venían, como era natural, cargadas de +galas y primores de Worth, de la Ferrière, de Alexandre y de otros +artistas; galas que se disponían a lucir durante el invierno. + +Entre estas damas expedicionarias y ya reinstaladas cerca de sus lares +se contaba la linda Adela, prima del Condesito. Era la bondad +personificada, sin frisar en tonta, y era además heredera única, con +esperanzas de ser más rica que su primo cuando heredase. La Condesa +viuda quería casar con ella a su hijo. + +Ya varias veces había procurado inducirle a que la pretendiera. Siempre +había sido en balde. + +Ahora, a los tres o cuatro días de haber llegado Adela, la Condesa llamó +una mañana a su hijo a su cuarto, entre once y media y una, antes del +almuerzo, y tuvo con él la siguiente importantísima conferencia. + + + + +XIV + + +Después de los cariñosos saludos de costumbre y de un breve preámbulo +sobre asuntos insignificantes, sentados madre e hijo en cómodos sillones +y enfrente ella de él, la Condesa entró en materia de este modo: + +--Bien conoces tú, Ricardo mío, que yo me he pasado contigo de +indulgente. Así he perdido toda fuerza moral, y apenas si me siento con +autoridad y valor para darte un consejo. + +--La bondad de usted para conmigo no puede ni debe disminuir el respeto +y la veneración con que yo miro a usted, madre mía--respondió Ricardo--. +No ya para aconsejarme, para mandarme tiene usted autoridad, y debe +tener valor. Yo obedeceré a usted si está en mi mano obedecerla. + +--No pretendo que me obedezcas, sino que me escuches y que te dejes +persuadir por mis razones. Es una lástima que pierdas tu tiempo como +cualquier mozalbete casquivano, sin dedicarte a nada serio. Hasta +cierta edad es perdonable ese modo de vivir; pero ya eres mayor y +debieras servir a tu patria y mostrar que vales... ¿Por qué no te haces +elegir diputado? ¿Por qué no te interrogas sobre tus propias opiniones, +te forjas tu credo político, te trazas tu línea de conducta, y entras en +la vida pública? ¿Vas a llegar a viejo, + + En cínica e infame soltería, + +como dijo, quizá harto duramente, el austero y satírico poeta, sin hacer +más que cortejar a mujeres livianas? ¿Por qué no te casas con una mujer +honrada, de tu clase, y te formas una familia? + +A esta lluvia de preguntas contestó con mucho reposo el Condesito: + +--Todas las excitaciones de usted, querida madre, son tan buenas, que yo +las seguiría sin vacilar si de mí dependiera seguirlas. Por desgracia, +no depende esto de mí. Para ser diputado, importa proponerse algo con +serlo, y yo nada me propongo. Usted misma lo declara: importa tener un +credo político y trazarse una línea de conducta. Pero en balde me +interrogo: yo no sé lo que quiero ni lo que creo. Casi todos los +partidos me parecen bien y me parecen mal. No sé a cuál afiliarme. ¿He +de inventar yo un partido nuevo, cuando ya hay tantos? Además, que no es +tan fácil inventar ese partido. Para su credo, apenas se me ocurre otro +artículo de fe que aquella sentencia constitucional del año de 1812: que +todos los españoles sean justos y benéficos. Lo demás me es +indiferente. Yo amo la libertad como un medio, y el progreso como un +fin; pero los amo de una manera vaga y encumbrada y comprensiva, que se +presta en la práctica a mil interpretaciones. Así es que por un lado me +amoldaría a casi todos los partidos medios, aceptando sus principios, y +por otro lado sería rebelde o indisciplinado en todos los partidos, +porque sus prohombres no me satisfacen. En resolución: yo noto que me +falta vocación para la política. Soy más a propósito para la +contemplación que para la acción. Créame usted, yo lo haría +detestablemente; me desluciría si me metiese a repúblico. ¿Por qué hemos +de ser todos actores en tan pesado drama, que dura siempre sin que se +llegue jamás al desenlace? ¿No basta que esté uno condenado a ser +espectador? Mire usted, madre, yo me canso de asistir a ese drama, que +no termina nunca, que siempre es lo mismo, donde hay enredos sobre +enredos, cambios de decoraciones, y entrada y salida de personas, que +casi todas lo hacen mal, y en cuyo argumento no hay principio ni fin, ni +término ni pensamiento. Imagine usted, pues, si me canso de ser mero +espectador, y mero espectador poco atento y distraído, cuánto me +cansaría si reclamase también un papel y tratase de representarle. +Desengáñese usted: la política es un oficio fastidioso, que sólo deben +ejercer los que no tienen dinero ni posición, y necesitan adquirirlos +ejerciéndole; pero yo, que tengo mi caudal, puedo y debo ser más útil a +mi patria y a mí mismo cuidando ese caudal, mejorándole y aumentando así +la riqueza pública, que no añadiendo un individuo más al número ya +desmedido de los que se disputan las carteras, las plenipotencias y las +direcciones generales. Soy tan escéptico, que no atino a creer en las +creencias de los otros. Se me figura que los más consecuentes suelen ser +los menos sinceros; que son consecuentes a fuerza de ser testarudos. +Adoptan una opinión, como pudieran haber adoptado otra, sin fe ni +caridad; y ya la siguen siempre, para que se diga que hacen bien su +papel, y porque al fin es más fácil representar un papel que diga +siempre lo mismo, sean las que sean las circunstancias, que no otro +papel donde se digan muchas y diversas cosas, según importe quizá en +cada momento no sólo al bien particular o singular, sino al bien +público. Con esta reflexión me siento inclinado a perdonar las +apostasías; pero, como mi espíritu es una perpetua contradicción, +reflexiono en seguida otra cosa y condeno duramente a los apóstatas y +volubles. Los sospecho de interesados y de tunantes. Recelo que no +cambian de buena fe, sino porque quieren estar encima y hacer su agosto. +En fin, ¿para qué hablar más? Soy incapaz para la política. Más fácil me +sería echarme a filósofo, a naturalista o a poeta. ¿No es mejor, sin +embargo, que cuide de mi hacienda en santa paz, y procure ser un buen +ciudadano, un miembro útil y activo del cuerpo social, y un caballero +agradable y entretenido? Ahora, que apenas hay majadero o galopín que no +se meta a sabio o a gobernador del pueblo o a personaje importante; +ahora, que todos los hombres se pasan la vida echando discursos en las +sociedades científicas, en los clubs, en las asambleas y en otros focos +de luz, ¿no es conveniente que haya algunos que se vayan a los salones +para que las pobres mujeres no se queden solas, sin nadie que les hable +y las entretenga un poco? Ya ve usted si tengo razón en seguir apartado +de la política. En cuanto al otro consejo capital de usted, nada tengo +que objetar. En efecto, debo casarme; pero yo no quiero casarme por +casarme. Para contraer esa temerosa unión, que sólo la muerte rompe, +quiero hallar mujer en quien confíe y a quien ame, y cuyo espíritu se +abra al mío y me muestre que puede estar en duradera, firme, santa e +íntima comunión con él. Deje usted que halle esa mujer y al punto me +verá casado. + +--Perdona que te diga, Ricardo--replicó la Condesa--, que todo cuanto +estás diciendo es un cúmulo de sofisterías y de extravagancias. Si doy +por cierto, y no lo doy por cierto, que la política es sólo un medio de +medrar en la mayoría de cuantos a ella se dedican, culparé más aún a los +egoístas que no quieren intervenir en la política porque ya están +medrados. Todavía se debe presumir que el que busca materialmente su +medro personal busca también el aplauso, la gloria, y se siente movido +por el deseo de hacer el bien de todos, que al cabo no es incompatible +con el bien singular suyo; pero del perezoso, del frío de corazón, del +descreído, que por no molestarse y porque no necesita medro, porque ya +le tiene, no interviene en nada, y no sabe más que censurarlo todo, y +señala mil males y no pone remedio a uno solo, de éste, digo, no hay +alma, por generosa y benévola que sea, que se preste a suponer nada +bueno. Este último es peor y más ruin que el más interesado buscavidas +de los políticos activos. Buscándosela, trabaja al fin, y sirve de algo, +y tal vez hace el bien general, o procura hacerlo, a costa de fatigas y +peligros, cuando procura asimismo, como es lícito y natural, su propio +encumbramiento y provecho. ¿Qué héroe antiguo, qué guerrero, qué gran +político de los que ensalza la historia ha sido tan absurdamente +desinteresado como sería menester serlo para estar libre de tus +invectivas? Esto en cuanto a la política. En cuanto a tu casamiento, no +debo negarte que tienes razón en desear para mujer propia una que tenga +las prendas de que me hablas; pero ¿por qué no la buscas? ¿Ha de pasar +ella casualmente delante de tus ojos? ¿Ha de abrir su espíritu al tuyo y +ha de mostrarte que merece entrar en íntima comunión con él, sin que te +tomes siquiera el trabajo de llamar a la puerta? ¿Vas a buscar acaso ese +tesoro que necesitas entre las aventureras, entre las damas galantes, +entre las mal casadas a quien enamoras? + +--Madre, yo no enamoro ni pretendo ahora a ninguna aventurera, a ninguna +dama galante, a ninguna mal casada. Si tiene usted noticias tales, está +usted mal informada. + +--Pues entonces, ¿por qué no te dedicas a tu prima Adela? Se diría que +el cielo la destina para ti. ¡Es tan buena, es tan discreta en medio de +su inocencia! Y hablando en confianza..., la creo muy propensa a +prendarse de ti. Estoy segura de que te adoraría. + +--El amor de madre acaso ciegue a usted; pero, aunque ella propendiese a +amarme, ¿cómo he de mandar yo a mi corazón que la ame? No la amo, y sin +amor no me casaré con mujer alguna. + +--Tú amas, lo sé, a la que no puede ser tu mujer, porque lo es de +otro--dijo al fin la Condesa, no pudiendo sufrir más las rebeldías de su +hijo. + +--Ya he dicho a usted que no amo ahora a ninguna mujer casada. + +--Me han dicho que estás en relaciones con la mujer de un empleadillo en +Hacienda, con una aventurera que va a casa de la Condesa de San Teódulo. + +--Madre, los que tal han dicho mienten. Ni yo estoy en relaciones con +esa mujer, ni esa mujer es una aventurera. Caro le costaría a cualquier +hombre que se atreviese a calificarla de tal en mi presencia. + +--Tú mismo te delatas. Esa vehemencia con que la defiendes me prueba más +aún que la amas. Tal vez esa mujer te ha hechizado. La cosa es peor de +lo que yo presumía. No es un capricho, es una verdadera pasión. + +--Si la estimación y la amistad son pasiones, estoy apasionado de ella, +lo confieso. Por lo mismo, madre mía, suplico a usted que desmienta mis +relaciones amorosas con esa mujer, y que no contribuya a difamarla y +hacer acaso la infelicidad de su marido, que es un hombre excelente. Si +el infeliz llegase a saber lo que, tan a pesar mío y tan sin fundamento, +dice de nosotros la maledicencia, se moriría de dolor. ¡No lo permita +nunca el cielo! + +La Condesa no se atrevió a continuar la conversación, al ver lo exaltado +que su hijo se ponía, y la vehemencia con que hablaba en pro de doña +Beatriz. + +Allá, en el fondo de su alma, la Condesa se afligió mucho, imaginando +que su hijo no tenía unas relaciones vulgares, un pasatiempo inmoral, +pero sin consecuencias, sino una pasión vivísima. Pensó, además, que la +ocasión era menos favorable que nunca para inducir a su hijo a que se +dedicase a la política y a su prima Adela, y, muy contrariada, dió otro +giro a la conversación, esperando mejores días. + + + + +XV + + +La conversación que tuvo con su madre puso al Conde de Alhedín de muy +mal humor contra los deslenguados, chismosos e insolentes que iban +propalando por todas partes sus amores con doña Beatriz; pero no por eso +procuró en lo sucesivo ser más cauto y mirado a fin de no dar ocasión y +fundamentos a aquellas habladurías. + +El Condesito había adquirido tal costumbre de ir todas las noches a la +tertulia de los de San Teódulo, que a cualquiera cosa faltaría antes de +dejar de ir. La misma costumbre había adquirido doña Beatriz. De esta +suerte se veían de diario y en presencia de muchos hombres maliciosos, +amigos de burlas y muy propensos a explicarlo todo por el lado más feo. + +Sostenía el Condesito que doña Beatriz era la discreción personificada, +que su conversación tenía un atractivo irresistible, y que su honra y su +castidad estaban por encima de toda sospecha. Así era que él no se +tomaba trabajo alguno para disimular, y hablaba con doña Beatriz +aparte, y horas enteras, en casa de Rosita. + +El Conde, y la misma doña Beatriz, en quien al cabo era esto más +disculpable por su falta de mundo, se habían empeñado sin duda en que +las gentes los tuviesen por superiores a toda crítica; en que juzgasen +sus coloquios santos, puros y sublimes, como los que tuvo allá en la +antigüedad Numa con la ninfa Egeria, o como aquellos que en la cumbre +del Purgatorio, y después entre los esplendores del Paraíso, tuvo Dante +con la tocaya de nuestra heroína. + +Las gentes, sin embargo, no estaban de este parecer. Apenas si, por lo +común, son capaces de alcanzar tales sublimidades y de prestar crédito a +lo que llaman sutilezas o tiquismiquis amorosos. Creen siempre en algo +menos etéreo, sobresubstancial y trascendente. La amistad de los +espíritus, el platonismo, la adoración desinteresada a una mujer, aunque +se mire como grosero el símil, les parece a manera de salsa picante; +pero entienden que no es plato de gusto aquel donde no hay más que la +salsa. El misticismo es un condimento sin el cual el amor sería +desabrido para los paladares delicados; mas nunca pasa, para las gentes +vulgares, de ser un condimento; es como la sal, la mostaza, la pimienta +y otras exóticas especierías. + +Lastimoso, abominable es que las gentes piensen así; pero ello es que +así piensan. Lo que es en la tertulia de Rosita, todos eran bastante +cultos y hasta refinados para no desdeñar la parte mística del amor, y +ninguno era bastante metafísico para conceder a esta parte mística un +carácter _substantivo_, como dicen ahora los filósofos. Del misticismo, +por mucho que le pusiese en prensa allá en la mente, no sacaba ningún +tertuliano el amor, sino un adjetivo, un epíteto, un atributo del amor. +Amor con misticismo era para el más espiritualista de los tertulianos +como miel sobre hojuelas; pero con una diferencia, a saber: que si en +las hojuelas con miel quitamos las hojuelas, la miel subsiste, mientras +que en el amor con misticismo, si se quita el amor... la del humo. + +Con este modo de mirar las cosas no es extraño que todos tuviesen por +pretensión exorbitante y por capricho absurdo el afán del Condesito en +querer pasar por un amigo devoto o por un adorador petrarquista de doña +Beatriz. + +Alguna disculpa había, fuerza es confesarlo, para tan bellaca +incredulidad. Los antecedentes del Conde y su carácter y posición +militaban en contra de lo que deseaba; no se avenían con el papel que +anhelaba representar. + +El Conde de Alhedín tenía fama de conquistador punto menos que +irresistible. Y por otra parte, nadie dejaba de notar que los adoradores +perpetuos, los amantes de eterno suspiro han sido siempre de abajo +arriba, y no al revés. Jamás el rey se enamoró platónicamente de la +pastora, ni el rico de la pobre, ni el duque de la costurera. Lo +general es que en este linaje de amores vea siempre el amante a su amada +como en andas, como sobre un altar, o allá en el cielo, muerta ya, como +Dante la veía. De esta suerte han suspirado los trovadores de humilde +cuna y de bolsa vacía por la gran señora feudal que los recibió benigna +en su castillo; los cortesanos, por alguna linda reina de las que ha +habido virtuosas y ariscas, aunque aficionadas a que suspiren por ellas, +y muchos Gerineldos de mayor o menor jerarquía, por la hermosa dama a +quien sirvieron. Todos estos casos de amor platónico son verosímiles. Lo +es también el de algún colegial o novicio que viene de provincias a la +capital, y cae bajo el poder de cualquiera _lionne_ experimentada, +curtida, deseosa de adoración, y que se aparece como divinidad a los +ojos del inexperto y tímido mancebo. + +Lo que no era verosímil, lo que no cabía en la cabeza de nadie era que +el dichoso, que el hastiado, que el rico y noble Conde de Alhedín, +delicia de la corte, suspirase no por emperatriz, reina o gran duquesa +siquiera, sino por una muchacha obscura, pedestre, venida de un lugar y +casada con un casi escribiente feo y viejo. + +El Conde, sin embargo, se empeñaba en que esto se había de creer, o más +bien algo más extraordinario aún. Ni el suspiro en balde quería él que +se creyese. El Conde no suspiraba, porque no se suspira por lo +inasequible; no anhelaba, porque no se anhela lo que no se puede +alcanzar, y no deseaba, porque el deseo presupone esperanza, por remota +y leve que sea. El suspiro, además, el anhelo y el deseo, aunque nunca +se logren, implican algo de ofensivo para la mujer deseada: son la +infracción de un mandamiento cuando esa mujer es de otro. Y con doña +Beatriz--tal era el respeto y consideración que quería se le tuviese--el +Conde se enojaba de que alguien pudiera imaginar que él se atrevía a +desearla. + +El Conde quería, pues, aparecer como amigo finísimo, como admirador +constante y como el que se deleita en hablar, en ver, en comunicar +pensamientos, sin el menor interés ni propósito que no sea limpio como +el cristal y el oro. Para esto no había necesidad de disimular que +hablaba largos ratos al oído con doña Beatriz. No era el secreto a fin +de ocultar lo pecaminoso, sino a fin de no contaminar lo santo. No era +el misterio en que se envuelve el delincuente con respecto a las +personas honradas, sino el misterio del iniciado con relación al profano +vulgo. + +Por desgracia, el profano vulgo no se conformaba con creer en la +santidad del misterio, y se le explicaba de un modo harto poco +edificante. + +Casi todas las noches doña Beatriz y el Condesito tenían un dúo +larguísimo, inaudito para todos, salvo para ellos. + +Delante de don Braulio tenía lugar el dúo misterioso lo mismo que cuando +don Braulio estaba ausente. Ni ellos se recataban, ni don Braulio se +inquietaba. Se diría que los tres vivían convencidos por igual de la +inmaculada inocencia de todo aquello, si bien se diría asimismo que la +convicción se había consumido por completo en ellos tres, no quedando +nada para el resto del mundo. + +Todos los tertulianos murmuraban por lo bajo de la impostura y de la +desvergüenza, que por tal la tomaban, del Conde, de doña Beatriz y hasta +del excelente don Braulio, en quien, merced a la fama que iba +adquiriendo de pasarse de listo, no había persona que supusiese candidez +e ignorancia, sino notorio y ruin disimulo. + +Quien más extremaba y propagaba esta mala opinión era Arturo, el poeta. +En sus versos era casi siempre religioso y moral; ya ascético, ya +místico, sin mezcla de molinosismos; pero en prosa, como si ya en los +versos hubiese gastado toda la poesía de su alma, era de lo más prosaico +y _realista_ que puede imaginarse. De esta disonancia entre su palabra +rítmica y su palabra desatada del ritmo resultaba una extraña +contradicción. El metro y los consonantes parecían el imperativo +categórico de su conciencia. Recitaba sus poesías, y los oyentes se +inclinaban a considerarle como a un santo padre, doctor iluminado y +bendito siervo de Dios. Hablaba sin número y sin rima, y daba miedo +oírle; era un desenfrenado galopín, sin creencias y sin respeto a cosa +alguna. + +La noche que siguió a la mañana en que tuvo lugar la conferencia entre +el Conde y su madre, el Conde, por lo mismo que estaba de mal humor, se +mezcló poquísimo en la conversación general de la tertulia de Rosita. +Habló cuatro palabras con ella; habló un momento con Inesita, que +también estaba allí; saludó a los tertulianos, y se fué a hacer su +aparte con doña Beatriz, el cual fué más prolongado y en apariencia más +íntimo que nunca. + +Aquella noche vino don Braulio y vió el aparte con la serenidad de +costumbre. + +La tertulia duraba de ordinario hasta cerca de las dos; pero don Braulio +y sus damas solían irse antes de la una. Así lo hicieron aquella noche. + +El Conde de Alhedín, aunque no tenía gana de más tertulia, no se atrevió +a irse cuando se fué doña Beatriz, ni inmediatamente después. Se quedó, +entrando en el corro general de los que estaban allí hasta última hora. + +No hablaba el Conde, sin embargo, porque estaba ensimismado e +imaginativo. + +El poeta, por lo regular era quien hacía el mayor gasto de palabras +cuando no hablaba el Conde. Aquella noche el poeta estaba en vena. +Charlaba mucho, decía mil jocosidades, se las reían, y él era de los que +se embriagaban con hablar y con ser aplaudidos, más que bebiendo vinos y +licores. Arturo, quizá sin haber llevado una copa a sus labios, estaba +borracho. + +Viendo, pues, al Conde silencioso, empezó a estimularle para que +hablara, lanzando algunas mal encubiertas pullas sobre las pasiones +meramente espirituales; sobre lo felices y tranquilos que deben de vivir +los maridos cuyas mujeres tales pasiones inspiran, y sobre los coloquios +semi-divinos que deben de tener los que así aman. + +--Dios--decía el poeta--les desanuda la lengua y les infunde por fuerza +un idioma más rico y perfecto que todos los conocidos entre los míseros +mortales. Los primores que tienen ellos que decirse no hallan adecuada +expresión en esta jerga en que nosotros nos entendemos. ¿Cómo es posible +que con el habla misma con que pedimos nosotros de comer, de beber y +otros menesteres mecánicos, se pida lo que tales amantes pedirán y +obtendrán? Hasta la idea de lo que piden y obtienen apenas se percibe +por los profanos sino de un modo confuso, allá en lo más recóndito y +tenebroso del alma, allá en los abismos insondables del sentir con el +sentido del espíritu, abstrayéndose de los otros sentidos. + +Siempre que Arturo hacía algunas frases pomposas e irónicamente elevadas +por el estilo las terminaba exclamando: + +--¿Qué tal? ¿Me explico? ¿Entiendo o no entiendo la metafísica de amor? + +El Conde reprimía su disgusto: no se daba por aludido cuando podía, y si +decía alguna palabra era con gravedad, sin seguir la broma. + +--Hay multitud de amores--continuaba el poeta--, hijos todos de las +ninfas: Amores terrenales que son los que nosotros por lo común +conocemos; pero hay además un solo y único Amor, hijo de Venus Urania, +el cual, según refiere el fabulista Esopo, y después han repetido muchos +otros poetas y fabulistas, vive casi siempre en el cielo. Los dioses +inmortales no pueden vivir sin él. La presencia de este Amor constituye +la bienaventuranza de los dioses. Sin embargo, este amor es tan bueno y +tan piadoso, que, lastimado de la miseria y bajeza de los hombres, pide +de vez en cuando licencia a Júpiter para descender a la tierra y +traernos consolación y cierto reflejo de la luz de la gloria. Con +dificultad concede Júpiter esta licencia: a él y a los demás inmortales +les es en extremo penosa la ausencia de Amor; pero cuando concede la +licencia, que es de siglo en siglo a lo más, y por breve plazo, Amor +desciende entre nosotros, y dejando siempre que sus hermanitos menores +le remeden, hiriendo a las almas vulgares, emplea sus flechas de oro en +atravesar pocas almas encumbradas y divinas. De estas almas, así +heridas, brota entonces un raudal de ideas puras, de sentimientos +sobrehumanos y de conceptos cercanos de la perfección, que vienen a ser +como faros luminosos colocados de trecho en trecho en la historia, en el +obscuro y áspero camino que sigue la humanidad errante. ¡Gran noticia, +señores, gran noticia! _La Correspondencia_ no la ha publicado aún, pero +ténganla ustedes por cierta. Este Amor celeste ha venido recientemente +entre nosotros. Por más que se oculte por modestia, hemos llegado a +verle. Está lleno de gracia y de verdad. Su gloria nos deslumbra, mas no +nos ciega. + +Tampoco a esta parodia de la más bella fábula de Esopo ponía el Conde el +menor comentario. + +El poeta prosiguió más excitado: + +--El Amor del cielo va hiriendo, como he dicho, algunas almas _di primo +cartello_; pero al cabo, mientras que vive por acá, en la tierra, no +anda siempre errante y sin hogar. Elige el alma más noble, más pura y +más bella, y allí hace su morada. Esta alma suele ser la de una mujer, +con frecuencia, casada. Imagínense ustedes, ¡qué honra, qué distinción +para el marido! En el caso presente, en la venida de Amor, en nuestra +descreída y viciosa edad de hierro, la mansión de Amor, su cuartel +general, como si dijéramos, es el alma de una mujer casada. ¿Estará +hueco y ufano su marido? + +Ya aquí el Conde no pudo contener y disimular su enojo. Reprimió, no +obstante, la lengua, porque en plena tertulia le parecía ridículo y de +mal gusto desatarse en injurias contra el procaz Arturo. Sus ojos sólo +denotaban su furor. Miraba al poeta como si quisiera devorarle con el +fuego de su mirada. + +Rosita, por ligereza de carácter, por irreflexión, se había dejado +llevar de la charla del poeta y le había reído los chistes. Arturo había +estado muy cómico, dando un énfasis chusco a sus expresiones y +acompañándolas con el debido manoteo. Pero Rosita volvió en sí, +advirtió cuán airado estaba el Conde y, aunque tarde, impuso silencio al +poeta. + +Cuando los hombres salieron juntos de la tertulia y se dieron en la +calle, ya el Conde no acertó a refrenar su enojo. Olvidó todo respeto, +echó a rodar toda la prudencia, no previó consecuencia alguna, y, +llegándose a Arturo, le dijo, si en voz baja, no tanto que alguno de los +otros tertulianos no le pudiese oír: + +--Sábelo para tu gobierno. Ni con fábulas de Esopo, ni con citas de +Platón, ni de manera alguna, por indirecta que sea, consentiré en +adelante que, estando yo presente, y aun cuando no esté yo presente, +pongas en solfa mi amistad con doña Beatriz. Si llego a saber que hablas +otra vez de ella, que aludes a ella, que te burlas de su marido, lo +sentiré mucho, pero te romperé la crisma. + +Pronunció el Conde estas frases con tanta seriedad y energía, que Arturo +no pudo escurrirse tomándolas a risa. Era necesario contestar por lo +serio. Y para contestar por lo serio, siendo hombre que se respetaba, no +le quedó más recurso que contestar como contestó: + +--También yo lo sentiré muchísimo--dijo--; pero como me conozco, y sé +que he de seguir poniendo en solfa tu amistad con doña Beatriz y he de +seguir burlándome de la credulidad o socarronería de don Braulio cada +vez que se me antoje, es excusada esa tregua o espera que me concedes. +Rompámonos la crisma en el acto, ya que así lo deseas. + +Pocas más palabras mediaron entre ambos. De los mismos tertulianos allí +presentes eligieron uno y otro los padrinos, quienes arreglaron un duelo +a sable para el día siguiente por la mañana. + +Los padrinos, como personas de juicio, hicieron esfuerzos +extraordinarios para cortar el lance amistosamente, convirtiendo en +súplica cortés la amenaza del Conde, y en promesa generosa y no +arrancada por conminación la del poeta, de no hablar mal del Amor del +cielo; pero Conde y poeta estaban tan acalorados, que ni el primero se +allanaba a hacer el papel de suplicante, ni el segundo, aunque se lo +suplicasen de rodillas, decía que se sentía capaz de callarse y de no +ser maldiciente y burlón, siempre y cuando estuviese de humor para ello, +que era a menudo. No hubo, por consiguiente, más remedio que reñir. + +Ya sobre el terreno, percibió el Conde toda la serie de imprudencias que +había cometido para llegar a aquel término, en el cual no podía +retroceder, y del cual todo éxito era malo. Malo y deslucido si por +acaso Arturo, que en la vida había tomado un sable en la mano, le hería +o le descalabraba; malo y cruel si él, que iba todos los días a la sala +de armas, acuchillaba a su sabor al pobre poeta, y malo y remalo, ora +saliese vencedor, ora vencido, porque de todos modos el lance iba a ser +contraproducente. El lance era para que no se murmurase de doña +Beatriz, y con el lance iba el Conde a lograr que resonase el nombre de +ella en las diez mil trompetas de la Fama. + +Mas, sobre todo esto hubiera importado pensar a tiempo y no entonces. +Entonces no quedaba otro arbitrio que darse de sablazos. + +Los sablazos se dieron, y, como era de prever, los recibió Arturo. Por +dicha, ninguna herida fué de cuidado. Un mes de cama bastó al poeta para +curarse. + +También se cumplió, como no podía menos, la otra previsión. No quedó en +Madrid perro ni gato que no hablase del frenético amor del Conde por la +mujer de un empleadillo en Hacienda; de su loca pretensión de hacerla +respetar como criatura angélica, semi-divina, y fuera del orden y +condición que naturalmente se usan; y de su afecto singular hacia el +esposo sufrido, de cuyo sufrimiento tenía el Conde el imposible empeño +de que nadie se percatase ni se riese. + +Como el Conde no había de desafiar y matar a todo Madrid, +particularmente a las mujeres, la historia de sus amores con doña +Beatriz, imaginada o real, pero bordada y comentada por todos estilos, +circuló por tertulias, cafés, casinos y teatros. + +La reputación de doña Beatriz quedó así más lastimada que el cuerpo de +Arturo, de resulta del lance que tuvo con él el caballeroso Conde de +Alhedín, inhábil, por la persuasión y por la violencia, para convencer a +nadie de su platonismo. + + + + +XVI + + +Entre las muchísimas faltas que me ponen los críticos, nada me aflige +tanto como que me acusen de pintar siempre mujeres algo levantiscas y +desaforadas. «¿Con quién se trata el autor?--dicen--. ¿No ha conocido +sino mujeres livianas? ¿Por qué no nos presenta en sus historias a las +honradas y puras, a las que cumplen siempre con su deber, a las que +pueden y deben servir de modelo?» «Este autor--añaden--odia a las +mujeres o tiene malísima opinión de ellas.» + +En contra de tan injusta acusación me toca decir que ni Clara, ni Lucía, +en _El Comendador Mendoza_, ni menos aún Irene, en _El Doctor Faustino_, +carecen de todas aquellas prendas y requisitos que pueden y deben hacer +de la mujer una criatura angelical. No negaré, en cambio, que doña +Blanca había pecado, y que la ferocidad de su penitencia era peor que +el pecado mismo; que Pepita Jiménez fué demasiado coqueta y más +apasionada de lo razonable, y que una vez enamorada no sabía contenerse, +y se disparaba como una pistola al pelo; que María, la inmortal amiga, +se abandonó a su pasión como si no hubiese tenido libre albedrío, como +si hubiese sido impulsada por una fuerza irresistible; que Constancita +era interesada, calculadora y caprichosa, y que Rosita no reconocía más +ley divina o humana que la de su antojo; pero en todas estas +mujeres--nadie sostendrá lo contrario--se advierten, en medio de sus +mayores extravíos, tal anhelo de infinito amor, tan dulce ternura y tan +fervoroso ahinco de hacer el papel de salvadoras y redentoras, de +proporcionar la bienaventuranza o un asomo de bienaventuranza para el +hombre querido, aun a costa de la propia condenación, que las perdonamos +sin esfuerzo y nos parecen simpáticas. + +Por otra parte, lo tengo que repetir aquí, aunque peque de cansado: de +una virtud completa no se puede sacar acción que interese y que tenga +algo dramático, a no imaginar monstruos horrendos, perseguidores de +dicha virtud. + +Como también me acusan, y sin duda con más motivo, de pobreza de +imaginación, no debe de extrañarse que yo no haya tenido hasta ahora el +suficiente brío para inventar esos monstruos. + +Importa, por último, tener en cuenta que, en estas historias profanas +que llaman novelas, no conviene que sean los personajes como alegorías +de virtudes o de vicios, sino que se tomen de la vida real, donde, por +lo común, se advierte en ellos cierta mezcla de buenas y de malas +cualidades, de vicios y de virtudes, de arranques sublimes y de +flaquezas lastimosas, que es lo que constituye la verdad de los +caracteres y lo que da a los personajes fingidos, si el estilo del autor +es poderoso para tanto, más viva y persistente realidad que a los +personajes históricos. + +En una narración poética, que tal es cualquiera novela, aunque en prosa +esté escrita, una mujer inmaculada, una santa, un ángel, no puede +mezclarse en la acción sino a costa de los otros personajes; lo mejor es +que aparezca, sin llegar con el extremo de su vestidura al lodo de la +tierra, y acabe por esfumarse en el éter o por subir al empíreo. Sus +pies apenas si deben tocar al suelo. + +En suma: sea como sea de todo lo dicho, pues no aspiro a dar reglas +estéticas para escribir novelas, es lo cierto que yo, no porque opine +mal de las mujeres, sino por falta de imaginación y por el infortunio de +no haber hallado con frecuencia a santas--ni a santos tampoco--en este +mundo sublunar, me he de permitir introducir en esta historia, verdadera +y sencilla, un nuevo personaje, mujer también, que dista más que ninguna +otra de mis heroínas de ser un dechado de perfección; pero que +interviene poderosamente en los sucesos que debo referir. + +Esta mujer es una Marquesa. Su título no es menester decirle. La +llamaremos por su nombre de bautismo, como si tuviésemos con ella la +mayor intimidad. La llamaremos Elisa. + +Hacía cerca de tres años que se había quedado viuda. No llegaba aún a +los treinta de edad. No tenía hijos. Era riquísima y muy elegante. Ni +sus más acérrimas enemigas negaban que era discreta, ingeniosa, +divertida y alegre. Ni sus más decididos adoradores se atrevían a +llamarla hermosa, ni sus detractores se propasaban jamás a calificarla +de fea. Todos, por unanimidad, la declaraban _distinguida_ en grado +eminente. Pero ¿en qué y por qué se distinguía? No era ni muy alta ni +muy baja, ni muy blanca ni muy morena, ni pelinegra ni rubia. En ninguna +de sus facciones había nada de extraordinario ni de marcado. Su nariz no +era larga ni chata, ni muy regular ni muy irregular; su boca no era ni +grande ni chica; contra sus dientes no podía lanzar nadie un epigrama, +pero tampoco, sin hipérbole, podía compararlos con las perlas. En +resolución: desmenuzadas y analizadas todas las visibles y corporales +prendas de Elisa, como, por ejemplo, manos, talle, pies, brazos, +garganta y frente, nada había que llamase la atención ni por bueno ni +por malo. La simétrica disposición o el orden de todas estas partes nada +tenía tampoco de singular. Lo singular de Elisa estaba en el conjunto, +pero de un modo extraño. La expresión de su fisonomía era sin duda lo +que la hacía notable, lo que, más que notable, la hacía inolvidable para +quien la había visto una vez sola. + +Se diría que su aparición tenía para todas las almas una fuerza +semejante a la de la prensa que estampa en el bronce o en el oro, con +indeleble y firme dibujo, la imagen que lleva en sí el troquel. Y Elisa +además hacía de suerte que, cediendo a todas las exigencias de la moda +voluble, adoptando todas sus mudanzas en vestido y peinado, conservaba +siempre inalterable, inmutable, la traza material de su persona, como la +figura que en el troquel de acero está grabada. El tiempo mismo parecía +haberse parado para ella desde hacía ocho años. Al menos se requería +contemplar a Elisa muy de cerca a fin de advertir sobre su rostro alguna +levísima huella del tiempo que había pasado. + +Contábanse tales prodigios acerca del poder seductor de Elisa, que hasta +los hombres más fatuos y más preciados de invulnerables temían +enamorarse si llegaban a tratarla mucho. Se suponía que había inspirado +pasiones frenéticas, tercas, profundas y duraderas, y que ella, o había +permanecido insensible, o había cedido por un instante a una efímera +simpatía, a una alucinación momentánea que antes de dominar su corazón +se había desvanecido como sueño. Si había levantado algún ídolo en el +altar de su mente, le había derrocado en seguida. + +El Marqués, marido de Elisa, había sido un señor insignificante y muy +_comm'il faut_. Su matrimonio, hecho por razón de estado y de hacienda, +ni había procedido de amor, ni le había creado después. La completa +vanidad, el vacío perfecto de todo cariño, de toda estimación y de toda +confianza, desde el día de la boda hasta el día de la muerte, se había +ocultado primorosamente bajo las formas corteses de la consideración +mutua, del frío respeto y de la más delicada galantería. + +Por lo demás, Elisa siempre había pasado por recatada y prudente. No se +citaba, durante su matrimonio, un solo triunfo que el amor hubiese +alcanzado sobre ella. Había sabido infundir, o sin saberlo ni +pretenderlo ella, había infundido esperanzas que no llegaban a +cumplirse. + +Hasta ya viuda, Elisa no había tratado con frecuencia al Conde de +Alhedín. + +Verle y desear enamorarle fué en ella todo uno. Ella era un genio para +lo que procederíamos rudamente en llamar coquetería, porque su +coquetería era tan sutil, tan aérea y tan refinada, que necesitaba de un +nombre más peregrino y más nuevo. Así es que, según lo que yo he llegado +a averiguar, por causa de Elisa hubo de introducirse en el dialecto +elegante y aristocrático de Madrid el vocablo inglés _flirtation_, que +ya empieza a divulgarse y hasta a avillanarse. Hace algunos años era un +vocablo que no se pronunciaba sino en los salones más elegantes, y +apenas si se aplicaba a otra mujer que no fuese Elisa. + +Elisa empezó, pues, a _flirtear_ con el Condesito. + +Pronto logró enamorarle un poco; pero no era el Condesito de los que se +rinden y se esclavizan con facilidad. + +La _flirtation_ no deja rastro, ni huella, ni señal de la herida, y +puede no obstante penetrar en lo profundo del alma y herirla de muerte. +El más esencial primor de la _flirtation_ consiste, a lo que me han +asegurado, en disparar dardos tan invisibles, que la persona que los +dispara pueda darse por desentendida; en augurar favores sin que se +atine jamás ni con el fundamento ni con el testimonio del agüero, y en +evocar esperanzas en virtud de conjuros tan misteriosos que no los +perciba quien los pronuncie. La duda de que una mujer ha hecho algo para +alentarnos, debe quedar en pie. Sobre esta duda debe aparecer otra no +menos importante, a saber: dado que la mujer haya hecho algo en el +mencionado sentido, ¿lo ha hecho con voluntad reflexiva o arrebatada? +¿Hubo premeditación o fué todo inspiración inconsciente? + +Justo es advertir que esta teoría acerca de la _flirtation_ me la ha +explicado una señora de mucho talento y muy docta en tales estudios. De +lo que yo no respondo, es de que el vocablo inglés tenga el mismo +significado por dondequiera. Tal vez _flirtation_ y _coquetería_ sean en +la Gran Bretaña perfectos sinónimos. Pero aquí no tratamos de filología. +Importa poco el valor etimológico y genuino de la palabra. Lo que nos +importa resolver es que la palabra _flirtation_, en los salones +elegantes de España, tiene un valor muy distinto; significa un +refinamiento, un alambicamiento de coquetería, y no la coquetería llana +y sencilla que por lo común se estila. + +Desgraciadamente para nuestra Marquesa, el Conde de Alhedín no era +hombre contra quien pudiesen valer artes tan sutiles. El Conde quizá +gustaba de reposarse tranquilamente en la duda cuando se trataba de +otras materias; pero en negocios de amor, gustaba de salir de la duda +cuanto antes. + +Los coqueteos de Elisa no tuvieron, pues, el éxito que con otros hombres +habían tenido. + +El Conde planteó el problema de tal suerte, que fué menester que la +incógnita se despejase. Elisa escamoteó, negó todos sus coqueteos, y el +Conde se apartó serena y hasta fríamente de su pretensión amorosa. +Volvieron los coqueteos; se renovaron las exigencias; ella negó de +nuevo, y el Condesito, sin darse por ofendido, desistió por completo de +hacer la corte a Elisa. Todo coqueteo ulterior fué trabajo perdido. El +Condesito ni siquiera dió a Elisa una satisfacción de amor propio, +dejando ver su enojo o exhalando una queja. + +El último coqueteo, la última _flirtation_ a que el Conde se había +mostrado sensible, había sido en París, durante la primavera. En París +sobrevino también la firme decisión del Conde de no mostrarse sensible +nuevamente. Y el Conde supo cumplir su firme decisión. Conquistas más +fáciles le consolaron y distrajeron de aquel ligerísimo contratiempo. + +Mil veces más mortificado quedó en esto el orgullo de Elisa que el del +Conde. Poco acostumbrada Elisa a que los galanes desistieran tan pronto +de pretenderla y se retirasen además con tan glacial reposo, se sintió +algo picada, si bien disimuló el pique. + +El Condesito y ella quedaron, en apariencia, al menos, muy amigos. + +Tuvo él que venir a Madrid para negocios, y prometió a Elisa ir a +Biarritz a pasar el verano. + +Ocurrió, estando en Madrid el Conde, la aparición de doña Beatriz y de +Inés en los Jardines del Buen Retiro; el empeño del Conde en conocerlas +y tratarlas, y cuanto a la larga hemos ya referido. + +El Conde no fué a Biarritz a cumplir su promesa amistosa. + +Elisa, al principio, distraída con otros coqueteos, circundada de +adoraciones y triunfante como nunca, no echó de menos la falta del +Conde. Supuso que sus negocios duraban aún y le retenían en Madrid. + +Más tarde, cuando llegó a los oídos de ella que al Conde le retenían en +Madrid nuevos amores, Elisa se sintió un tanto cuanto contrariada; pero +no bien averiguó que los nuevos amores no eran con ninguna gran señora, +con ninguna dama encopetada y célebre, sino con una lugareña, mujer de +un escribiente o cosa por el estilo, le entró una terrible gana de reír +y de burlarse del Condesito, y olvidó sus brillantes victorias pasadas, +considerándole como un infeliz parapoco, que se refugiaba entre las +_cursis_, o por no lograr nada en esferas superiores, o por tener ánimo +abatido, o gusto estragado, ruin y plebeyo. + +Volvió Elisa a Madrid. Vió al Conde en teatros, paseos y tertulias, y +halló en él tanta cordialidad y tan amistoso afecto, que tuvo por más +cierta que nunca su indiferencia para con ella en punto a los amores. La +indiferencia no podía ser afectada o fingida de aquella manera. + +Esto empezó a herir la vanidad de Elisa. No nos atrevemos a asegurar que +hiriese también alguna otra fibra de su corazón, menos mezquina que +aquella que a la vanidad corresponde. + +Se apoderó asimismo del ánimo de Elisa la más viva curiosidad de conocer +a la mujer del empleadillo, de quien todos afirmaban ya que el Conde +andaba enamorado. + +Pero doña Beatriz no había penetrado en más salones que en los de la +Condesa de San Teódulo; no iba a paseo en coche, por la sencilla razón +de que no le tenía, y a misa iba a otras iglesias y a otras horas que +las de Elisa. + +Sea como sea, se pasaron meses sin que Elisa llegase a ver a doña +Beatriz. Bien es verdad que, si Elisa andaba curiosa, andaba también +temerosa de verla. Tenía miedo de hallarla hermosa y naturalmente +distinguida. Se deleitaba con fingírsela vulgar y ordinaria. + +Entre tanto, vino a noticia de Elisa algo que hubo de mortificarla más +que nada: el empeño del Conde en hacer creer que sus relaciones con doña +Beatriz eran el propio petrarquismo. Fuese esto verdad o mentira, +implicaba una consideración, un respeto, una atención tan delicada hacia +la mujer del empleadillo, que Elisa se llenaba de ira y hasta de envidia +cuando en ello cavilaba. Mientras más esfuerzos hacía por no cavilar, +más frecuentes eran las cavilaciones. + +Todavía se conformaba Elisa con explicárselo todo por cierta cobardía, +desidia o pobreza de espíritu, que retraía al Conde de lo difícil y le +inclinaba a lo fácil; que le inducía a apartarse de los caminos ásperos +y de escarpada subida para seguir los senderos trillados y llanos. Lo +que no podía sufrir con paciencia era que el Conde se complaciese y aun +se gloriase de ir subiendo por mayores asperezas, y de estar luchando +con dificultades más rudas que las que ella le había excitado en balde a +subir y a vencer. + +A pesar de su empeño en fingirse todo lo contrario, Elisa insistió +entonces en formar gran idea del mérito de doña Beatriz. + +--Debe de ser--decía para sí--una mujer diabólica, hermosa, discreta, +poseedora de infernales recursos, cuando ha logrado hechizar y embobar +al Conde, que no es ningún chico inexperto ni ningún majadero. + +Con estas y otras parecidas reflexiones la Marquesa se atormentaba casi +de continuo. + +La nueva, por último, del duelo del Conde con el poeta Arturo por +defender la inmaculada pureza de la mujer del empleadillo, estalló como +una bomba en el corazón de Elisa. + +--La quiere, la adora con frenesí--decía Elisa en el fondo del alma--. +¿Qué habrá hecho ese demonio para cautivar aquellos libres pensamientos, +para turbar aquella mente despejada y serena, para mover una tempestad +de pasiones en aquel espíritu tan calmoso? + +Nada de fijo se contestaba Elisa a tales preguntas; pero vagamente se +fingía ya a doña Beatriz tan bella, tan discreta y tan elegante como lo +era en realidad, y suponía asimismo en doña Beatriz un arte no +aprendido, una sabiduría infusa tal y tan extraordinaria, que todas las +_flirtations_ que ella solía emplear eran burdas, pueriles o necias, en +comparación de las de aquella obscura y venturosa provinciana. + +En esta situación de ánimo ocurrió un día la maldita casualidad de que, +yendo Elisa a paseo en landó, al pasar por la Puerta del Sol a eso de +las cuatro de la tarde, se interpusiesen unas mujeres distraídas y +estuviesen a punto de ser atropelladas. El hombre que las acompañaba las +libró del peligro agitando su bastón delante de los caballos, los +cuales, espantados, se alzaron de manos, y encabritándose y manoteando +estremecieron el landó y asustaron a su vez a Elisa. + +¡Cuán sorprendida no quedaría ésta al reconocer en el hombre que le +acababa de dar el susto al propio Conde de Alhedín, quien la saludaba +cortésmente y le pedía por señas humilde perdón de aquella +imprescindible irreverencia! + +No hubo tiempo para que el Conde hablase a Elisa, cuyos caballos, +apartado el Conde que les estorbaba el paso, arrancaron con furia, a +pesar del brío con que los retenía el cochero. + +Elisa tuvo tiempo, no obstante, para mirar, para examinar a ambas +mujeres. Al punto adivinó quiénes eran. + +Cruel fué el resultado de su examen. Absorbida su atención en Beatriz, +apenas se fijó en Inesita; pero a Beatriz la vió, la contempló, la +estudió con una intensidad tan honda, que compensó de sobra lo breve del +tiempo que duró el estudio. + +En lo más íntimo de su conciencia, en aquel abismo adonde no llega el +amor propio por grande que viva en nosotros, y hasta donde el +entendimiento penetra rara vez ofuscado, Elisa se reconoció por un +instante muy inferior en todo a doña Beatriz. + +Pronto, sin embargo, volvió su ánimo de la postración; se recobró del +amilanamiento, del desmayo en que había caído. + +La reacción del orgullo herido fué violentísima y poderosa. + +Entonces, corriendo en su coche por la calle de Alcalá abajo, Elisa juró +guerra a muerte a doña Beatriz, la cual estaba muy ajena de que se +alzaba contra ella tan temible enemiga. + +En nombre del orgullo, en nombre del amor, que con el orgullo nació de +súbito en su alma, si bien con bastardo e impuro nacimiento, Elisa se +resolvió a luchar, a aventurarlo todo por atraer de nuevo al Conde y por +quitárselo a doña Beatriz y tomarle ella. + +Marido o amante, todo le era igual en aquel momento de ira: lo que le +importaba era rendir al Conde, conseguir que no fuese de doña Beatriz, +lograr que aquella mujer se viese abandonada. + + + + +XVII + + +A pesar de su culto a doña Beatriz, el Condesito seguía yendo a teatros, +paseos y reuniones aristocráticas. En dichos puntos siempre encontraba a +Elisa. + +Esta volvió a emplear para cautivarle cuantos medios había antes +empleado; pero el Condesito, firme y frío como una roca, no se mostraba +sensible ni aun se daba por entendido. + +Elisa no perdió por eso la esperanza: esforzó sus artes y llegó más allá +del término hasta donde en toda su vida había llevado la _flirtation_. +Tampoco así consiguió que el Conde diera la menor señal de que se +inclinara a rendirse. + +Elisa se esmeró entonces en su vestido y peinado; lució nuevas y ricas +galas; aguzó el ingenio para que en las tertulias tuviese mayor hechizo +su conversación; atrajo en torno suyo a cuantos hombres valían más por +cualquier estilo; se rodeó de más brillante y numerosa corte que nunca, +y ni aun así pudo vencer la indiferencia del Conde. + +Dióle las muestras más patentes y lisonjeras de su predilección; dejó +mil veces plantado a todo un círculo de admiradores, y rompiéndole, en +los bailes, fué a asirse del brazo del desdeñoso. Para él fueron las más +dulces miradas, las más afectuosas sonrisas; todos aquellos signos, en +suma, que suelen augurar favor y revelar amor, sin traspasar los límites +de la modestia y del decoro. + +El Conde no respondía con desvío. Esto hubiera sino menos cruel. El +Conde respondía con gratitud, con cortesanía extremada y con tan glacial +acatamiento, que ponía fuera de sí a la pobre Marquesa. + +Imaginó, por último, Elisa, que le iba sucediendo con el Conde lo que al +pastorcillo embustero de la fábula, que gritaba: «¡Al lobo! ¡Al lobo!» +cuando el lobo no venía, y que una vez que el lobo vino, no le valió +gritar «¡Al lobo!» porque los que podían socorrerle no dieron crédito a +sus gritos. Elisa calculó que el Conde no acudía al reclamo, temeroso de +nueva burla. Era, pues, indispensable darle pruebas de completa +sinceridad. + +Mucho se violentó antes de resolverse. Su orgullo se resistía. Sus +costumbres, tan contrarias a la humilde franqueza, ponían dique a su +deseo. Elisa sabía prometer, alentar, dar esperanzas de un modo tan +aéreo y confuso, que se pudiese negar hasta ella misma que había +prometido y alentado. Su amor, o más bien el fantasma, la apariencia de +amor que ella creaba y alimentaba en su alma, era tan sutil y vaporoso, +que se deslizaba hasta el seno de los más empedernidos, despertando a +veces tempestades, y no dejaba huella ni rastro de su paso. Se +desvanecía como sombra; era ilusorio, vano como silfo, y tenía la fuerza +de un gigante para destrozar corazones. + +Pero este fantasma de amor no le valía ya con el Conde. Verdadero amor, +aunque nacido de envidia y celos, no le valía tampoco. El Conde, +escarmentado ya del amor falso, tomaba por falso el verdadero. Era +indispensable que el amor mostrase su verdad y su realidad, sin que +ofreciese la más pequeña duda. Elisa ansiaba robar a doña Beatriz el +corazón del Conde, costase lo que costase. + +En esta disposición de ánimo, Elisa estaba determinada a todo lo que +pudiese asegurarle la victoria. Pero, en medio de sus más violentas +pasiones, la prudencia no la abandonaba. Calculaba con serenidad, como +si estuviese en calma. + +Calculó, pues, en esta ocasión, que rendirse sin condiciones no era +triunfo, sino derrota; que podría suceder que el Conde, verdadero +triunfador, volviese a doña Beatriz, ocultándole una infidelidad efímera +o pidiéndole perdón de su culpa. Sólo con pensarlo temblaba Elisa de +despecho. + +Su primera idea de que el Conde fuese, si dejaba a doña Beatriz, o su +marido o su amante, se limitó a uno solo de los dos términos del dilema. +La Marquesa, tan libre hasta allí, decidió sujetarse al dominio de +aquel hombre. Era rica; a pesar de sus vanos coqueteos, su reputación se +había conservado sin mancha; era de una familia no menos ilustre que el +Conde; era para el Conde un excelente partido; ¿por qué no habían de +casarse los dos? Era el único medio seguro que tenía Elisa de triunfar +de doña Beatriz. + +En mujer tan orgullosa como Elisa no cabía una insinuación directa con +el Conde: no cabía que ella se le declarase. Decidióse, pues, a dar un +paso, que no comprometía su buena fama, que la dejaba ilesa, aunque +pudiese mortificar su vanidad. + +Llamó a su casa a un anciano tío suyo que le inspiraba la mayor +confianza; hizo con él confesión general de sus coqueteos con el Conde +de Alhedín; reconoció que con el amor no hay burlas; declaró que, +burlando ella con el amor, era ya la burlada, la cautiva y la enamorada; +y suplicó al prudente tío que viese a la madre del Condesito, y que, +como cosa suya, si bien dando a entender que le constaba que la Marquesa +estaba propicia, propusiese a dicha señora tan brillante matrimonio para +su hijo. + +El tío cumplió con discreción y habilidad el delicado encargo. La +Condesa viuda de Alhedín halló que su hijo no podía soñar con mejor +boda, y se puso enteramente de parte de la Marquesa, cuya decidida +voluntad en favor del Conde la lisonjeaba en extremo. + +No hay que decir que esta negociación se llevó con el mayor sigilo. + +La Condesa de Alhedín tuvo con su hijo una larga conversación: le habló +de la boda propuesta como de una gran dicha para su casa; como de un +fausto suceso que merecería toda su aprobación, y trató de apartarle de +los enredos galantes que le suponía, pintándole las delicias del hogar +doméstico y repitiendo lo que otras veces había manifestado, de que ya +era tiempo de que tuviese una familia, adquiriese otra gravedad y +respetabilidad y emplease su vida y las altas prendas que Dios le había +dado en asuntos serios, que redundasen en pro y mayor lustre de su +nombre y en bien de su patria. + +El Condesito volvió a negar a su madre que él tuviese relaciones con +doña Beatriz, y le confesó que había estado prendadísimo de la Marquesa; +pero añadió que su coquetería sin entrañas le había curado de aquel +principio de amor, y que tan radicalmente le había curado, que le era ya +imposible amar a la Marquesa, y por consiguiente casarse con ella, si +bien reconocía que era merecedora de llevar el nombre de él y de ser su +compañera de toda la vida. + +En resolución, aunque de un modo indirecto, y con el más profundo +sigilo, y suavizando el golpe los dos medios por quien pasó, a saber: +primero, la Condesa, al hablar con el tío, y el tío luego al hablar con +la sobrina; ésta, como dura lección y como castigo de sus _flirtations_, +recibió lo que vulgarmente llamamos unas terribles calabazas. + +La soberbia de Elisa, ofendida y humillada en lo más vivo, pedía +venganza desde el fondo de su corazón. + +Jamás Elisa había previsto, ni en sus sueños más negros y desesperados, +que un hombre se había de resistir a sus atractivos poderosos y a la +magia de sus coqueteos; que este hombre la había de enamorar cuando era +ella la que solía enamorar a todos los hombres, y que al fin la había de +impulsar hasta el punto de tomar la iniciativa y de mendigar su mano, y +de recibir de él una repulsa insolente y desapiadada. + +La causa de todos estos males era doña Beatriz. Por culpa de doña +Beatriz creía Elisa que se había enamorado del Conde; por culpa de doña +Beatriz creía que el Conde la desdeñaba. + +La cólera se apoderó de su alma; la cólera arrojó de allí todo +sentimiento generoso, todo escrúpulo, toda consideración que se opusiera +a la venganza. + +Con tal de vengarse no le arredraba ya ni el delito; no le sonrojaba +meditar en los medios más viles y llegar a valerse de ellos. + + + + +XVIII + + +Dos días después del cruel desengaño de Elisa, don Braulio González, al +ir a sentarse en la mesa de su despacho en el Ministerio, vió sobre el +pupitre una carta que le iba dirigida. La abrió y leyó lo que sigue: + +«Señor don Braulio: La fama va esparciendo por todas partes que es usted +listísimo. Yo le he tomado a usted afición y no quiero creerlo. En la +situación de usted, llamarle listo es hacerle la mayor injuria. +Verdaderamente usted no puede ser listo dentro de lo justo. O usted no +es listo, o usted se pasa de listo. Prefiero creer y decir que usted es +tonto. ¡Sería tan infame saber y disimular! No; usted ignora lo que en +Madrid sabe todo bicho viviente. Usted no disimula. No se disimula con +tanta habilidad. Discreto es el Conde de Alhedín, discreta es doña +Beatriz, y sin embargo no han disimulado.» + +Así terminaba la infame carta. Ni una palabra más. No tenía firma. La +letra parecía contrahecha. + +Don Braulio leyó la carta una, dos, hasta tres veces, como quien no se +entera bien, como quien no da crédito al testimonio de sus sentidos, +como quien duda aún de si es realidad o si es una pesadilla o un delirio +lo que percibe. + +Sin alterarse luego, hizo con pausa mil añicos de la carta, incluso del +sobre; después estuvo a punto de echar los añicos en el cesto que tenía +al lado para los papeles rotos; y al cabo, como reflexionándolo mejor, y +como temiendo que la carta destrozada pudiera juntarse y recomponerse, +se alzó don Braulio de su asiento, se dirigió a la chimenea que ardía en +un lado de la sala, y arrojó con cuidado en la llama todos aquellos +pedacitos de papel. + +Volvió entonces a su mesa para empezar sus trabajos del día; pero, no +bien dió tres o cuatro pasos, no acertó a tenerse en pie, y cayó +desplomado sobre la estera del suelo que cubría la estancia. + +Los compañeros y escribientes que allí se hallaban corrieron a +levantarle. + +--¿Qué es esto, señor don Braulio?--dijo uno. + +--¡Amigo González!--exclamó otro. + +Don Braulio no respondió. + +--Es un ataque de apoplejía. + +--¡Qué demonio de accidente! + +--¿Qué apoplejía?--dijo otro--. Buena facha de apoplético tiene este +señor, más seco que un bacalao. + +--Más bien será un desmayo de debilidad--exclamó un cuarto +interlocutor, que despuntaba por lo gracioso--. Su mujer lo gastará todo +en moños, y comerá poco en su casa. + +En fin, aunque no eran muy caritativos los compañeros, atendieron a don +Braulio, quien no tardó en volver en sí. + +Su primer cuidado fué suplicar a los allí presentes que no dijeran nada +de lo ocurrido, a fin de que en su casa al saberlo no se asustasen. + +Todos le prometieron callar. + +Don Braulio aseguró entonces que se hallaba enteramente repuesto, y +volvió a su asiento y se puso a trabajar como si nada hubiera pasado. + +No salió aquel día de la oficina ni medio minuto antes de la hora de +costumbre. + +Cuando volvió a su casa, nadie hubiera notado en su rostro la menor +huella de dolor. + +Dijo tranquilamente a su mujer que Paco Ramírez le llamaba al lugar; que +tenía que arreglar allí un negocio importante, y que aquella misma noche +iba a tomar el tren de Andalucía. + +Alguna extrañeza causó a doña Beatriz el repentino viaje de don Braulio; +pero éste afirmó con serenidad que no era negocio que debiese inspirar +cuidado, y así desvaneció todo recelo, tanto de la mente de su mujer, +cuanto de la mente de Inesita, la cual se mostró también algo +maravillada al principio. + +Don Braulio mismo preparó su maleta auxiliado por su mujer. + +Durante la comida apareció alegre y hasta más hablador que de costumbre. + +En un momento en que doña Beatriz dejó solo a don Braulio con Inesita, +don Braulio dijo a ésta que cuando él volviese del lugar le traería a +Paco a vistas, y que esperaba que se habían de gustar y se habían de +casar a escape. + +Paco no había venido aún, por más que lo deseaba, porque quería dejar +arregladas todas sus cosas y allegar muchos fondos para comprar dijes y +primores que regalar a su futura. + +En una palabra; don Braulio lo hizo tan perfectamente que no despertó en +el ánimo de doña Beatriz ni de su linda hermanita la menor sospecha de +que su inesperada y súbita determinación pudiese tener por causa un +pesar acerbo, ni por móvil y propósito nada de siniestro ni de trágico. + +Ambas hermanas pugnaron por acompañar a don Braulio a la estación; pero +don Braulio se opuso, sosteniendo que era una incomodidad inútil la que +querían tomarse. Así, aunque a duras penas, las persuadió a que se +quedaran y no fueran a despedirle. + +Cuando llegó la hora de la partida, don Braulio hizo venir un cochecillo +por medio del portero, quien bajó la maleta y la colocó en él. + +Doña Beatriz abrazó y besó cariñosamente a su marido, y él correspondió +con no menor cariño. + +--Cuídate mucho, Braulio, y vuelve cuanto antes--dijo doña Beatriz. + +--Adiós, querida mía. Pronto estaré de vuelta--contestó don Braulio. + +En seguida bajó la escalera, viéndole bajar ambas hermanas, que hasta la +puerta, al menos, le habían acompañado. + +A poco se oyó rodar el coche en que don Braulio iba. + +Beatriz e Inés volvieron a entrar en la habitación y se sentaron junto +al brasero, una enfrente de otra. + +--¡Qué precipitación de viaje!--dijo doña Beatriz sencillamente. + +--¿Estará enfermo Paco?--exclamó Inesita--. Tal vez llame porque esté +enfermo y Braulio no nos lo haya querido decir. + +--No lo creas, Inés--contestó doña Beatriz--. Braulio no sabe ocultarme +nada. Va para negocios del caudal, que ni tú ni yo entendemos. Yo tengo +tal confianza en Braulio, que no he querido cansarle en que me explique +de qué naturaleza son esos negocios que tamaña prisa requieren. Bástame +con que me haya dado completa seguridad de que no ocurre nada aflictivo. +¿Cómo, además, había él de ir tan alegre y tranquilo como va si hubiese +que lamentar una desgracia? + +De este modo siguieron hablando ambas hermanas hasta que sonaron las +diez, hora en que solían acudir a la tertulia de los de San Teódulo. + +Beatriz dijo que como tenía, a pesar de todo, cierta pena por la partida +de su marido, no quería ir a la tertulia aquella noche; pero Inesita la +animó, sostuvo que no había razón para no hacer lo que todas las otras +noches, y al cabo logró de su hermana que fuese como de ordinario. + +La anciana ama del cura era quien las acompañaba cuando iban solas y a +pie a la tertulia sin que don Braulio las acompañase. Aquella noche el +ama las acompañó también. Cuando llegaron a la tertulia, ya estaba en +ella el Conde de Alhedín, quien de día en día iba descuidando más sus +otras tertulias y diversiones, y acudiendo más temprano y sin faltar una +sola noche en casa de Rosita. + + + + +XIX + + +Al tercer día después de la partida de don Braulio, recibió Paco Ramírez +una carta de Madrid. La vista del sobrescrito, cuya letra reconoció al +punto, le llenó de contento, mezclado con alguna inquietud y extrañeza. + +La carta era de doña Beatriz, la cual, no por falta de cariño, sino por +desidia, no le había escrito jamás desde que del lugar se había +ausentado. Don Braulio era quien siempre escribía a Paco y le daba +nuevas de la salud de todos. + +--¿Qué habrá ocurrido? ¿Qué novedad será ésta?--pensó Paco--. ¿Estará +enfermo Braulio? ¿Por qué me escribe Beatriz? + +Sobresaltado con tales ideas, abrió corriendo la carta y leyó lo que +sigue: + +«Querido Paco: Aunque me tienes enojada porque llamas a Braulio con +tanto misterio, arrancándole del lado mío, todo te lo perdonaré si me le +despachas pronto y le dejas libre para que se vuelva con su mujercita, +que no vive a gusto sin él. + +»Sobre el perdón, podrás contar con mi gratitud, si, a más de devolverme +cuanto antes el bien que me quitas, me le mimas y regalas como él se +merece, todo el tiempo que ahí permanezca. + +»Mira que Braulio está muy delicado de salud. No le fatigues llevándole +a cazar. Procura que se cuide, porque es muy descuidado. + +»Nosotras, Inesita y yo, estamos en Madrid divertidísimas. Todas las +noches vamos de tertulia en casa de Rosita, la hija del escribano de +Villabermeja, que es ahora condesa, y una de las mayores _elegantas_ de +la corte. A su casa no van, por lo común, más señoras que nosotras; pero +en cambio van muchos hombres de los más distinguidos en letras, armas y +política. Hay allí la mayor cordialidad. Parecen todos amigos íntimos y +cariñosos. Sin embargo, pocos días ha, dos de los tertulianos tuvieron +un duelo, y uno de ellos salió herido. Por fortuna, la herida fué muy +ligera. No he podido averiguar la causa de este duelo. Todos me han +afirmado que ha sido por una niñería. Yo lo he sentido mucho, porque el +duelo fué entre mis dos tertulianos favoritos. Es el uno un poeta, cuyos +versos sonoros, religiosos y sentimentales, me conmueven y divierten +poquísimo; pero que en prosa es un truhán bastante ameno y buen chico en +el fondo. El otro es la flor de los caballeros principales: discreto, +galante, gracioso y con un pico de oro para entretener a las mujeres y a +todo el mundo cuando está de humor y se pone a charlar. El tal +Condesito, porque es un Condesito, me tiene enamorada. El me quiere +bien, me adula; eso sí, es un adulador y un embustero de primera fuerza; +pero yo, si bien reconozco sus traidoras lisonjas y sus embustes, me +dejo cautivar por ellos. Así es que somos excelentes amigos. + +»Inesita está siempre en Babia, soñadora y distraída, aunque bien de +salud. + +»En suma; no lo pasamos mal a pesar de lo poco que tenemos para vivir en +Madrid, donde todo es carísimo. + +»Ahora es cuando siento el primer disgusto desde que estoy aquí. No sé +por qué estoy inquieta y desazonada. Será una tontería. ¿Qué quieres? La +partida repentina de Braulio me trae cavilosa. Al principio, hasta +después de haberse ido, todo me pareció natural y sencillo. Hoy me pongo +a reflexionar, echo a volar la imaginación y me finjo vagamente mil +absurdos. Por esto también quiero que me devuelvas a Braulio cuanto +antes. Vente tú con él a pasar una temporadita en esta corte. Verás lo +que te diviertes en el teatro Real y en los Bufos y la Zarzuela. Nuestra +casa en un chiribitil y no tenemos cuarto que ofrecerte; pero comerás +con nosotras de diario. Adiós. No quiero que digas a Braulio que te he +escrito. No quiero que se engría del cuidado que por él me tomo, o que +se fastidie de que no le dejo un instante de libertad. Cuídale tú mucho, +sin que él sepa que yo te lo encargo. Es muy aprensivo y se afligiría +imaginando que yo le tengo por enfermizo, cuando, siendo tan perezosa +como soy, me muevo a escribirte sólo para encargarte que me le cuides. +Adiós, repito, y quiéreme como a tu buena hermana. + +»BEATRIZ.» + +Esta carta, que, por venir de quien venía, encantaba a Paco Ramírez, no +pudo menos de llenarle al mismo tiempo de zozobra. Paco veía y calculaba +claramente que su amigo Braulio debía de haber llegado al lugar +veinticuatro horas antes que la carta. ¿Dónde se había metido? ¿Dónde +había ido a parar? Paco hizo las más extrañas y alarmantes suposiciones. +¿Si habrá enfermado en el camino y se habrá quedado en alguna estación? +¿Si merced a esa cordialidad de la tertulia de Rosita, el pobre Braulio, +que es enclenque y nada ágil, habrá tenido también que andar a tiros o a +sablazos y le habrán enviado cordialmente al otro mundo? Era evidente +que Braulio había engañado a su mujer diciéndole que Paco le llamaba. +¿La habría engañado también diciéndole que iba al lugar y yéndose a otra +parte o quedándose de oculto en Madrid? ¿Con qué propósito, Braulio, que +era veraz, aunque muy reconcentrado o metido en sí, habría forjado tales +mentiras? + +Devanándose los sesos para explicarse la causa de la tardanza de +Braulio, pasó Paco dos días mortales. Braulio no parecía y los temores +de Paco se acrecentaban. No sabía qué determinación tomar. Escribir a +doña Beatriz diciéndole la no aparición de su marido, era infundirle el +mismo pesar que tenía él y tal vez descubrir además un secreto de +Braulio: algo que le importaba mucho que su mujer no supiese. + +Paco aguardó con impaciencia, pero aguardó. + +La estación del ferrocarril estaba a cuatro leguas del lugar. Un +carricoche traía a los pasajeros desde el punto por donde el ferrocarril +pasaba. + +Paco salió a caballo dos veces a una legua de la población a recibir a +su amigo. Este no llegó ni la vez primera ni la segunda. + +A poco de volver a su casa la segunda vez sin traer consigo a Braulio, +Paco recibió una carta certificada. + +Si la de doña Beatriz le sorprendió con sólo ver su letra en el +sobrescrito, más le sorprendió esta nueva carta, así por la letra, que +era la de don Braulio, como también por el certificado. + +La abrió Paco con profunda emoción y leyó lo siguiente: + +«Querido Paco: No acierto a entenderme directamente con Dios ni a +desahogar con él mis penas. Le busco en el abismo de mi alma; pero mi +pensamiento se cansa y se asusta atravesando soledades infinitas sin +llegar nunca a donde él reside. Si yo no hubiese dejado de ser creyente, +tendría mi confesor, quien lo sabría todo. No necesito consejo. El +consuelo es imposible. Sin embargo, este peso que me oprime el corazón +se aligeraría comunicando con Dios por medio de un ser humano. Hay +cosas que se avergüenza uno de confesarse a sí mismo; y esas cosas, por +extraña contradicción, fatigan y matan si con alguien no se confiesan. +Por eso voy a decírtelo todo. No seas severo conmigo. No me condenes por +miserable y falto de pudor si te lo digo todo: si te descubro lo que a +mí mismo debiera yo ocultarme. + +»Harto conoces mis ideas. Yo no quiero que Beatriz me ame por caridad, +ni por gratitud, ni por miedo de castigo o de venganza, por parte mía o +por parte del cielo. No quiero que me ame ni en cumplimiento de un deber +moral, ni por consideración a leyes dictadas por los hombres. Quiero que +me ame por amor, como yo la amo. + +»Esto era imposible. Mi vanidad me engañó y por eso me casé con Beatriz; +feo yo y ella hermosa; viejo, y ella joven; pobre, y ella con todos los +instintos y las inclinaciones a la elegancia, al lujo y a brillar en el +mundo. + +»¿Qué había en mí que pudiera hacerme amable a sus ojos? ¿Un corazón +noble? ¿Una inteligencia elevada? ¿En qué obra mía se advierte la +nobleza de mi corazón? ¿Dónde se hace patente la elevación de mi +inteligencia? Me atribuyo sin motivo estas prendas superiores. Soy un +necio vanidoso. + +»¿Qué hombre hay, por incapaz que sea, que no halle razones para estar +contento de sí mismo? El feo se halla agraciado; el cobarde, humano y +benigno; el tonto, lleno de candor y de inocencia; el afeminado, culto; +el brutal e intratable, brioso y leal; el insolente, franco; el bajo y +adulador, afable y bueno. Así también yo me engañaba. + +»A veces entreveía yo mi engaño, y me atormentaba la sospecha de mi +indignidad. Y no me atormentaba por amor a mí mismo, por menospreciarme, +por sentir que valía yo menos. Me atormentaba porque desaparecía a mis +ojos todo razonable y fundado motivo de que Beatriz me amase. + +»Con todo, yo estaba ciego. Dependía mi felicidad hasta tal punto del +amor de Beatriz, que, destruído ya por mi crítica impía todo fundamento +en que mi amor pudiera apoyarse, cerraba yo los ojos de mi alma para no +ver que aquel amor se derrumbaba, se perdía para siempre, cuando yo +necesitaba que fuese eterno. + +»De aquí mi absurda, mi inverosímil ceguedad, siendo yo por lo común tan +suspicaz y receloso. + +»Todo Madrid lo sabe y sin duda lo dice. Yo seguiría ignorándolo, si una +delación anónima no hubiese venido a dar luz a mi entendimiento. + +»Era una deshonra. Pasaba yo por un marido sufrido y consentido. Y sin +embargo (me humilla mi flaqueza), me duele que me hayan desengañado. Me +alegraría de seguir en el engaño y de ser el ludibrio de las gentes con +tal de no perder la fe en ella, con tal de creer que me ama todavía. + +»La carta delatora me ha hecho ver lo que yo no quería ver, sin advertir +que era yo quien no quería ver. + +»Es evidente mi infortunio. + +»He querido, no obstante, negármele aún. He querido persuadirme de que +era la carta una calumnia. Nuevas pruebas me dicen que no. + +»El vínculo indisoluble que ata mi existencia a la de Beatriz no es el +de la religión; no es el de las leyes. Esos los rompería yo en seguida +al verla culpada. El vínculo indisoluble es el de mi amor, que su culpa +no extingue ni ahoga. + +»¿Cómo separarme para siempre de ella si mi corazón queda con ella para +siempre? + +»Nada le he dicho. No le he dado la menor queja. ¿Cómo quejarme sin +matarla? ¿Cómo matarla amándola tanto? + +»Toda explicación con ella, toda palabra sobre su falta me parecería +fea. Un diálogo entre ambos sobre tan infame asunto sería monstruoso. +Valdría más matarla sin hablarle de la razón que para matarla tengo. + +»He huído de casa suponiendo que tú me llamabas. Ella me cree en ese +lugar. En casa no sé qué hubiera yo hecho. Quizá alguna acción indigna. +Quizá hubiera llorado y me hubiera quejado como vil. Quizá la hubiera +maltratado como verdugo. + +»Pero no... yo no hubiera podido maltratarla. Mi corazón es todo +ternura... todo vileza para con ella. No soy un hombre... soy un niño... +un esclavo. + +»Es menester que lo sepas todo. Quiero que te compadezcas de mí; hasta +de lo ridículo que en mí hay. Ríete también... soy digno de compasión y +de risa. + +»Aquella noche de mi simulada partida entré en casa misteriosamente. Me +deslicé por la escalera arriba ya tarde. Tengo las llaves, y abrí; entré +y me escondí en mi cuarto. Aun no habían vuelto ellas de la tertulia +donde van todas las noches; donde va también el hombre que me mata. Las +oí llegar, las oí reír, celebrando los chistes de ese hombre. Para +distraer las penas que por mi ausencia pudiera suponerse que tenía mi +mujer, él había estado más parlanchín y chistoso que de costumbre. + +»Tuve calma para aguardar que se acostaran, y aun para aguardar que +Beatriz se durmiera. Durante algún tiempo hubo en mí cierta energía de +que ahora me estremezco. Pensé en matar a Beatriz a puñaladas mientras +dormía. + +»Te aseguro que penetré en su alcoba con este propósito tremendo. Ríete +ahora. Es muy cómico, es jocoso lo que te voy a decir. Yo no uso armas, +no tengo más que una gumía que me trajo de presente un oficial amigo, +que fué de los que entraron en Tetuán. Con dicha gumía quería yo +matarla. La llevaba yo desnuda en la mano derecha; en la mano izquierda +llevaba la palmatoria. + +»Sin verme en ningún espejo, me veía yo en mi imaginación, y yo mismo me +daba grima, no por lo criminal, sino por lo grotesco. Tan chiquituelo, +tan feo, tan valetudinario y tan canijo; empleadillo de última clase... +¿qué derecho tenía yo a las grandes pasiones? Yo era un Otelo de +sainete. + +»Iba conteniendo la respiración... de puntillas... lleno de miedo de que +mi mujer despertase. Me parecía que si despertaba y me veía iba a soltar +una carcajada. + +»Así llegué junto a ella. Ella no se despertó. Dormía con la boca +entreabierta, mostrando sus dientes blanquísimos e iguales. ¡Qué +frescura y qué rojo carmín en sus húmedos labios! ¡Qué largas pestañas +unidas! ¡Qué sonrisa apacible! ¡Qué frente serena! Si Desdémona hubiera +sido como Beatriz, Otelo no le hubiera dado muerte. No comprendí +entonces que pudiera caber monstruosidad semejante en ser humano por +bárbaro que fuese. Mi cólera cedió paso al enternecimiento. Un diluvio +de lágrimas bañó mis mejillas. Puse la gumía sobre la mesa de noche. La +puse allí con mucho tiento y temblando de que mi mujer se despertase. +Volví a mirar a Beatriz. La miré como quien mira el tesoro que ha +perdido. Todo su valer, toda su belleza, todo su hechizo fulguró ante +mis ojos con más brillo que nunca. ¿Qué bastarda dulzura, qué amor sin +honra y sin vergüenza, qué afecto villano me emponzoñó en aquel instante +el corazón y corrió por mis venas con mi perversa sangre? Ello es que +enjugué mis lágrimas, bajé la cabeza con lentitud y suavidad, y sin +rozar apenas con los labios, besé sus mejillas sonrosadas. + +»Por fortuna se realizó en mí la reacción. El ultraje recibido se +ofreció a mi espíritu. Me llené de rubor. Tuve vergüenza; tuve asco de +mi flaqueza. + +»La idea de matar a Beatriz me solicitó de nuevo la voluntad indecisa. +Empuñé el hierro nuevamente. Nuevamente retrocedí espantado. + +»Huí del cuarto; huí de la casa como un ladrón. Abrí ambas puertas con +las llaves que había guardado, cerrando luego cuidadosamente. Me +encontré en la calle. + +»¿Qué hacer? Yo me veía ridículo. No podía sufrirme. En mitad de la +calle me dió un ataque de risa nerviosa. Si alguien me oyó debió tomarme +por loco. + +»Multitud de pensamientos encontrados, y todos tristísimos, cruzaban por +mi mente; pasaban y volvían con persistencia cruel. + +»Por un breve momento insistí en imaginar aún que podría ser calumnia la +delación anónima, pero pronto huyó de mí esta idea consoladora. Es la +única que no ha vuelto. + +»¿Qué solución tenía la crisis en que me hallaba? ¿Acaso había yo de +asesinar a mi mujer? ¿Acaso había yo de asesinar a su amante? + +»No; no era debilidad mía: yo me sentía con ánimos para matar a alguien +que hubiera venido en aquel punto a robarme el reloj o los pocos reales +que en el bolsillo llevaba; pero quizá por una perversión moral, no +podía yo considerar de ladrón al que me robaba la dicha, el amor de mi +mujer y la limpia honra de mi casa. El reloj y el dinero son mi +propiedad, no tienen libre albedrío; no se van con el ladrón y me dejan +porque le prefieren, mientras Beatriz se iba con otro y me dejaba porque +le prefería. El hacía bien en llevársela. ¿Por qué había yo de +asesinarle por esto? ¿Qué me debe él a mí para respetar mi felicidad y +desatender la suya? + +»Deseché, pues, de mi alma el pensamiento de asesinar a mi rival. +Juzgándole en el tribunal de mi conciencia, yo no le absolvía, pero +reconocía la incompetencia del tribunal. Yo no le absolvía por ser yo el +agraviado. Si el agraviado hubiera sido un indiferente, le hubiera +absuelto. Podía, pues, matarle, no como justicia, sino como venganza. + +»Entonces pensé en el duelo; pero ¿cómo pelear ni con espadas ni con +pistolas que en la vida he tomado en las manos? Me repugnaba además la +idea de darme antes por ofendido; de reclamar igualdad de condiciones y +de probabilidades para vengar mi agravio; de confesar mi torpeza en las +armas y mi incapacidad; de apelar a no sé qué medios para forzar a un +rival dichoso a que se pusiera de suerte enfrente de mí, que yo, flaco, +viejo y enfermizo pudiera matarle, siendo él joven, ágil y robusto. + +»Ni el asesinato ni el duelo eran posibles. Otro hombre que no fuese yo +se separaría para siempre de su mujer. No había partido más conforme a +la razón. Yo, sin embargo, no podía seguirle. Yo no viviré lejos de +ella. Es horrible, es estúpido, es monstruoso, pero yo la amo; seguiré +amándola siempre. Sin su amor, el mundo será un desierto para mí; la +vida, soledad medrosa; mi corazón, un vacío que con nada se llenará. + +»El alma humana necesita amar, adorar, creer. El cielo ha castigado la +soberbia de mi alma. De ella han sido arrojados ídolos, altares, todo +ser digno de adoración y de amor. En cambio, puse mi adoración, mi amor, +mi fe y mi esperanza en Beatriz. Ella era... es mi idolatría. + +»El amor del descreído es inmenso. El descreído consagra a un objeto +despreciable toda la fuerza de amor con que procura el creyente elevarse +a su ideal divino. + +»En fin, ¿para qué cansarte? He vagado como una fiera mansa que lleva +clavado en el pecho un dardo envenenado. De noche he vagado; de día he +estado oculto. Tengo vergüenza de que la gente me vea. Se me antoja que +todos conocen la burla de que soy víctima, mi paciencia, mi amor mal +pagado, y que van a reír al verme o van a escupirme a la cara. + +»Anoche llegó mi ridiculez a último extremo. + +»Ya no cabe la menor duda. Yo andaba en torno de mi casa, y cerca de las +cuatro de la mañana vi que salía un hombre... misteriosamente... de +allí. Tengo ojos de lince... le vi... era él. Llevaba yo un _revólver_ +en el bolsillo. ¿Para qué? Si hubiera disparado los seis tiros que +tiene, ninguno hubiera dado a mi enemigo. No sé tirar, y además me +temblaba la mano. Todo yo estaba convulso. + +»Además, ¿por qué no confesarlo? Creo que yo no sería capaz de matarle, +aunque le hallase dormido y pudiese poner a mansalva el cañón del +_revólver_ en una de sus sienes. + +»No comprendo ya más que una cosa. No puedo sufrir mi amor +inextinguible. No puedo sufrir la ridiculez que en mí noto. Hasta la +poesía de un gran dolor no es dable en mí, porque me río yo mismo de mi +dolor y le hallo cómico. + +»No me queda más recurso, si no muero buenamente, que buscar modo de +morir cuanto antes. + +»Perdona este largo desahogo. Perdona esta prolija carta. Será la +última. Adiós.» + +Paco Ramírez era un hombre de cierta ilustración y de claro +entendimiento; pero le tenía aún más sano que claro; le tenía tan sano +como su cuerpo, que era el de un atleta. Paco amaba a don Braulio, +aunque era quien más le había siempre echado en cara que se pasase de +listo, que tuviese maneras de pensar que él calificaba de tortuosas y +que se hiciese víctima de los más alambicados y singulares sentimientos. + +Apenas leyó la carta, creyó que Braulio estaba loco. No podía creer la +falta de doña Beatriz: tan buena opinión tenía de ella. Imaginó al punto +que la persona de quien andaba celoso Braulio era el Conde, de quien +Beatriz le hablaba en su carta. Fuese como fuese, Paco temió una +catástrofe. Pensó en que Braulio, o se iba a morir, o se iba a matar, o +se iba a Leganés. A fin de evitarlo, si era tiempo, se puso +inmediatamente en camino para Madrid. Braulio no le había dado señas, +pero él le hallaría. Si no llegaba a salvarle, llegaría a vengarle. Paco +no se andaba con metafísicas ni discreteos. No pensaba ni en asesinatos +a traición ni en duelos de toda ceremonia. Sólo pensaba en sacar el amor +y hasta el alma del Condesito de su gallardo cuerpo a mojicones y +patadas. + +Con tan buenos propósitos, ansioso además de ver a su Inesita, y con +esperanzas de enamorarla y de traérsela al lugar, a las treinta y dos +horas no cabales de haber recibido y leído la lamentable carta de su +desesperado amigo, llegó Paco a esta heroica y coronada villa, y sin +sacudir siquiera el polvo del camino, después de dejar la maletilla en +una casa de huéspedes, y de instalarse, tomando cuarto en ella, se +dirigió a la vivienda de las dos lindas hermanas. + + + + +XX + + +Conforme iba Paco Ramírez hacia dicha vivienda, aunque muy +apresuradamente, se ofrecían a su imaginación con mayor viveza todas las +dificultades de la entrevista que debía tener. + +En la carta de don Braulio recordaba los párrafos más siniestros y +ominosos, y preveía alguna desgracia. Hasta una contradicción que había +notado en la carta le daba entonces mucho que sospechar. Don Braulio +confesaba al principio, como era cierto, que jamás usaba ni llevaba +armas, y hacia el fin de la carta hablaba de un _revólver_ que tenía en +el bolsillo. Paco Ramírez veía claro que don Braulio le había comprado o +le había adquirido en aquellos días, después de la noche que estuvo de +oculto en su casa. ¿Para qué esta adquisición? ¿Qué pensaba hacer su +desventurado amigo? + +Paco estaba cierto de que don Braulio no mataría ni a su mujer ni a su +rival, pero tenía miedo de que atentase a su propia vida, y ya pensaba +en vengarle matando al Condesito. + +Era Paco tan fuerte, tan sereno, y estaba tan seguro de sí, que nada le +parecía más fácil. + +En cuanto a doña Beatriz, Paco la amaba como a una hermana y la +respetaba como a un ser superior, por donde, aunque le afligiese mucho +el creerla culpada, como ya la creía, estaba dispuesto a perdonarle la +culpa. En este punto comprendía y aplaudía y hasta bendecía la debilidad +o la ternura de don Braulio. Lo que no se explicaba es que don Braulio +no tratase de vengarse del Condesito de cualquier modo que fuese. + +Entre tanto, ¿qué iba él a hacer, qué iba a decir en casa de doña +Beatriz? Después de reflexionarlo, formar varios planes y componer +mentalmente varios discursos, determinó dejarse guiar de la inspiración +del momento e improvisarlo todo. + +Así llegó a casa de don Braulio. Subió los escalones de dos en dos y +tiró del cordón de la campanilla. Eran las nueve de la mañana. + +En seguida le abrieron, con aquella franqueza y prontitud con que suelen +abrir los pobres. + +Apenas tuvo tiempo de ver quién le abría. Se encontró ceñido por unos +brazos que le estrechaban y abrumado por una boca que cubría sus +mejillas de un diluvio de sonoros besos. + +--¡Válgame Dios, hombre!--dijo al cabo el ama Teresa, que era quien le +besaba--. ¡Cómo has embarnecido en estos tres años! Da gloria verte: +estás hecho un real mozo. Pero díme, ¿y don Braulio? ¿Viene contigo? +¿Qué ha hecho en el lugar? ¿Por qué no escribe? Beatriz está con el alma +en un hilo. + +--Quiero verla. ¿Puedo verla?--dijo Paco. + +--Ahora mismo. Entra. ¿Traes noticias de don Braulio? + +--Sí. + +--Pues entra. + +--¿Está Inés con su hermana? + +--Inés no se ha levantado aún. + +--Mejor--dijo Paco--. Necesito ver a Beatriz a solas--añadió entre +dientes. + +Antes de que acabara de murmurar esta frase, antes de que entrara en el +saloncito de doña Beatriz, apareció ésta en la antesala, y asiendo +cordial y apretadamente las manos de Paco entre las suyas, exclamó: + +--¿Qué es esto? ¿Y Braulio? ¿Dónde está? ¿Cómo no viene contigo? Estoy +llena de zozobra. ¿Qué sucede, Dios mío? ¿Qué sucede? + +Hablando así, entraron ambos en el salón. El ama Teresa fué tras ellos. + +--Déjanos, Teresa. Luego vendrás. Tengo que hablar con Beatriz--dijo +Paco. + +Este misterio pareció aumentar el sobresalto de la linda muchacha. + +El ama Teresa salió de la sala regañando. + +Ya solos Paco y Beatriz, dijo ésta: + +--¿Qué misterios son los tuyos? ¿Qué me vas a decir? Habla. Todo es +mejor que la ansiedad, que la duda en que me tienes. Mi mal no será más +horrible, mi desventura no será más honda en realidad que lo que me +finge ya la fantasía. Habla. ¿Dónde está mi marido? ¿Qué hiciste de él? +¿Por qué no viene en tu compañía? + +--Tu marido no ha ido al lugar. Mal puede venir conmigo. Tu marido no ha +salido de Madrid. Aquí está. Aquí vengo a buscarle. + +--Es imposible. Braulio no miente nunca. Braulio me dijo que iba a +verte. Le habrá ocurrido alguna desgracia en el camino. Estará enfermo, +muerto quizá en algún pueblo del trayecto. Braulio fué a verte. Braulio +no me ha engañado. + +Paco Ramírez, que no era hombre muy dado a perífrasis y rodeos, y que +además creía que era urgente e indispensable una pronta explicación, +dijo entonces: + +--Braulio te ha engañado porque creía que tú le engañabas. + +--No puede ser--respondió Beatriz, subiendo la roja sangre a sus +mejillas--. ¿Quién ha inventado esa infamia? ¿Quién ha dicho esa locura? + +--El mismo Braulio. + +--¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde le has visto? + +--No le he visto. He recibido carta suya. + +--Dámela. Quiero leerla. + +--¿Tendrás valor para leerla? + +--Dios me dará valor para todo. Dame tú la carta. + +Paco vacilaba aún. + +--Dame la carta--volvió a decir doña Beatriz. + +--Te la daré--contestó Paco--; pero antes exijo de ti una cosa. + +--Dí, pide pronto. + +--Vas a responder con sinceridad a lo que te pregunte: vas a declararme +la verdad desnuda: no como si respondieses a tu hermano, sino como si +respondieses a tu propia conciencia; como si estuvieses ante el tribunal +del Eterno y fuese El quien te interrogase. + +--Pregunta. No receles. No manchará mis labios la mentira. + +--¿Amas a Braulio? + +--Con todo mi corazón. + +--Braulio es feo y tú hermosa. Braulio es viejo... ¿Le amas de amor? + +--El alma de Braulio es hermosa; el alma de Braulio es inmortalmente +joven. Sí; le amo de amor. + +--¿No has amado nunca a otro hombre? + +--Nunca. + +--Mira bien en el fondo de tu alma. Beatriz, ¿no has amado nunca a otro +hombre? + +--Apenas comprendo lo que me quieres decir; pero no ha de quedarme el +menor escrúpulo. Voy a escudriñar en el abismo más hondo de mi mente; +voy a buscar allí y a hacerte patentes mis más ocultos pensamientos; las +ideas vagas y confusas de que yo misma no me he dado cuenta hasta +ahora. + +--Dí, Beatriz. + +--Digo que nunca amé de amor sino a mi marido; que no creo haberle +faltado una sola vez, ni con el más fugaz pensamiento, ni con el más +efímero deseo mal nacido. + +--¿Es cierto lo que dices? ¿No te acusa la conciencia de la menor falta? + +--¿Cómo he de declararme impecable? Paco, sí; la conciencia me acusa, +pero no me atormenta; dame la carta: acabemos. ¡Qué interrogatorio! ¡Qué +dilaciones crueles! ¿Has venido a matarme? + +--No, Beatriz. Díme, sin embargo, ¿de qué te acusa la conciencia? + +--Soy vanidosa, lo confieso. Ahora que presiento una desventura, veo que +es pecado lo que yo no creía que lo fuese. Yo misma me examino, me juzgo +y me condeno. Mira, Paco: yo he creído que un hombre me amaba, y, aunque +no pagaba su amor, me complacía y me enorgullecía de que me amase. Su +amor estaba de tal suerte refrenado por el respeto, que jamás se mostró +en palabras. Yo le adivinaba; no le veía. Y yo le adivinaba, no como +pasión que tuviese en sí la menor impureza, sino como sentimiento +etéreo, inmaculado, que no es amor, ni es amistad; que no ha de tener +nombre; que es inefable en todo lenguaje de la tierra; que si tiene +nombre ha de ser en el cielo. ¿Qué quieres? Vanidad de mujer. Novelas +ridículas que nosotras nos forjamos en la imaginación y que, sin duda, +no tienen realidad alguna. El hombre que así me acata, el hombre que así +me considera y admira, es el más discreto, el más elegante de la +aristocracia de Madrid; es celebrado por su gentil presencia, por su +gracia, por su valentía y hasta por sus conquistas amorosas. Al verle +tan rendido conmigo, al notar lo que se deleitaba en oírme hablar, lo +que celebraba mi talento, lo que se afanaba por agradarme y porque yo +tuviese de él el mejor concepto, no lo niego, mi orgullo de mujer estaba +muy lisonjeado. Juzgaba yo valer más, cuando había inspirado tan noble +afecto a aquel hombre. Mi propia vanidad me movía a formar a mi vez un +concepto, quizá exagerado, de todas sus prendas personales. Aquel +hombre, que también, en mi sentir, me comprendía, valía mucho más a mis +ojos. La gratitud hacia aquel hombre en mis momentos de modestia, cuando +yo creía que yo no se lo debía todo a mi propio mérito, llenaba mi +corazón. Jamás, sin embargo, le he amado. Todas las noches, desde hace +meses, hablo con él más de una hora en voz baja. Me elogia, me dice mil +corteses rendimientos; pero de amor no me habla. Entre él y yo existen +tácitamente estas extraordinarias relaciones. ¿Es esto pecado? ¡Ah! Yo +creo que sí. Ahora creo que sí. Me lo dice el corazón. Braulio está +celoso. Pero, Dios mío, ¿por qué no me lo ha dicho? ¿Por qué no se ha +quejado? Yo le hubiera pedido perdón. Yo le hubiera repetido mil veces +que le amaba. Yo le hubiera renovado mis juramentos. Yo hubiera puesto +término a la insana poesía, a la soñada historia que sólo a mi vanidad +satisfacía. Pero no: Braulio tiene razón, Braulio es delicado. Un marido +no debe tener celos. No debe decir a su mujer que sospecha de ella. +Sería una indignidad, una vergüenza de que él no es capaz. Y yo, necia, +ciega, que no he comprendido hasta hoy lo peligroso y absurdo de mi +conducta. ¿Quién sabe? Tal vez los maldicientes lo han entendido todo de +la peor manera. Tal vez han mancillado mi honra y la de mi marido. Tal +vez han tenido al cabo la crueldad de acusarme. Vamos, Paco; ya lo sabes +todo. No me mates. Dame la carta. ¡Pronto! Dame la carta. + +Paco, sin responder palabra, sin saber qué pensar de todo aquello, no +atreviéndose a creer que Beatriz mentía, no atinando a explicarse cómo +se mintiese tan bien, y recordando, no obstante, que en la carta de +Braulio había pruebas casi evidentes de que Beatriz era culpada, le +entregó por último la carta. + +Beatriz la desdobló con ansia, y no la leyó, la devoró. + +No interrumpió la lectura, ni con un suspiro, ni con una exclamación, ni +con una queja. Se puso alternativamente colorada y pálida. Mortal +palidez prevaleció al cabo. Gruesas lágrimas brotaron de los hermosos y +negros ojos de Beatriz y se deslizaron por sus mejillas. + +El silencio era completo. Se podían contar los latidos violentos del +corazón de Beatriz y del corazón de Paco. + +Otra mujer, culpada o no culpada, hubiera fingido un desmayo, se hubiera +desmayado de veras o hubiera hecho extremos con sollozos, con gemidos y +aun con gritos tal vez. + +Beatriz, leída la carta, conocido ya todo el infortunio de su marido y +el suyo, si es que a su marido estimaba, contuvo toda explosión +vehemente de dolor, y dijo a Paco de esta manera: + +--Reconozco mi delito. Reniego de mi estúpido engreimiento, de mi afán +de lucir, de mi deseo liviano de ser admirada; pero no basta todo ello +para explicar esta desventura. Soy víctima de una trama infernal; de una +serie de coincidencias fatales. ¿Quién sabe, Dios mío? ¿Quién sabe? Pero +es muy duro, es tremendo, es cruel el castigo que cae sobre mi cabeza. +¿Por qué no me mató? ¿Por qué tuvo compasión de mí? Yo hubiera +despertado al sentirme herida. Yo le hubiera perdonado. ¿Qué digo... le +hubiera perdonado? Yo le hubiera pedido perdón y hubiera sido dichosa +muriendo en sus brazos. ¡Cuánto me ama! Este amor sí que vale. En este +amor sí que debiera yo haber cifrado siempre mi orgullo. ¿Por qué le he +descuidado, hasta perderle tal vez, desvanecida yo, loca, atolondrada +por una vanidad mezquina? Y él me besó mientras yo dormía, en vez de +matarme, como yo merecía de veras. Vino a darme de puñaladas y me dió +besos de amor, y lloró de ternura, y me halló hermosa y me contempló +extasiado. Paco, hermano mío; corre, ve al Ministerio, ve a todas +partes, búscale; díle que le amo; tráele vivo a mis brazos; devuélvemele +para que me perdone. ¿Qué haré, Jesús mío? ¿Qué haré? Estoy por salir a +buscarle yo misma, como loca. Sólo me detiene el temor de que sean +mayores el escándalo y la vergüenza. Hermano mío, por piedad, corre; +busca a Braulio. Temo, tiemblo por su vida. ¡Qué horror! El no me ha +dado muerte: él me ha besado, creyéndose mortalmente ofendido. Y, en +pago de tanto amor, yo le mato. + +Paco estaba mudo, extático, lleno de asombro, con la boca abierta, y sin +saber qué pensar ni qué decir. + +Beatriz, con más agitación, contrariada, impaciente por la inmovilidad +de Paco, prosiguió de esta suerte: + +--No te detengas: vuela, busca a Braulio. Se va a matar si te tardas. +Díle pronto que le amo, que le idolatro; que su beso vale más que todas +las satisfacciones y vanaglorias; que su amor me enamora; que la belleza +divina de su alma excede para mí a toda la belleza de las demás +criaturas de Dios. ¡Que yo le vuelva a ver, cielos santos! ¡Que yo me +arroje a sus plantas y le pida mil veces perdón! ¡Que yo le pague el +beso que me dió dormida, exhalando mi alma, infundiéndola en la suya con +un beso eterno... infinito! + +Mientras Beatriz hablaba, iba empujando a Paco fuera del saloncito; le +iba echando a empellones de la casa. + +Ya en la antesala, Beatriz añadió: + +--Ve al Ministerio; acude a la policía; busca a Braulio por todos los +medios, no te detengas. + +Paco salió al fin de su mutismo, y contestó: + +--Sosiégate, Beatriz, yo le encontraré. Pronto estaré aquí de vuelta. No +lo dudes: le traeré conmigo. Ten confianza en la bondad de Dios. + +Dicho esto, abrió la puerta, salió de la habitación y bajó +precipitadamente la escalera. + +Doña Beatriz volvió vacilando y tropezando hasta la sala. No podía ya +sostenerse. Cayó desplomada en el sofá. + +Después de un instante de calma y de silencio, rompió en gemidos y +sollozos y vertió un mar de lágrimas. + +Acudió entonces el ama Teresa. + +--¿Qué te pasa, hija? ¿Por qué lloras? + +--Déjame, ama, déjame--contestó doña Beatriz--. Soy la más desventurada +de las mujeres. + +El ama Teresa insistió en vano en idénticas o semejantes preguntas. + +Beatriz no le contestaba sino rogándole que la dejase. + +Cansada, pues, y hasta algo picada de aquel sigilo con que de ella se +recataba Beatriz, el ama Teresa se salió de la sala y se fué al cuarto +de Inesita. + +--Niña--dijo--, ¿no te levantas hoy? + +Inesita, medio dormida aún, si bien tenía abiertas ya las maderas de la +ventana, y el sol inundaba su cuarto, se incorporó un poco y contestó: + +--Pues ¿qué hora es? + +--Las nueve y media; cerca de las diez. De sobra es hora de que te +levantes. Además es menester que te levantes. Hay grandes novedades. +Paco Ramírez ha venido. + +--¿Con mi cuñado?--preguntó Inés. + +--Sin tu cuñado--dijo el ama. + +--¿Y dónde está? ¿Se quedó en el lugar? ¿Por qué no viene? + +--Lo ignoro. Sólo sé que tu hermana está llorando como jamás la he visto +llorar. Sin duda ha ocurrido alguna gran desgracia. Beatriz nada ha +querido decirme; pero algo ocurre de muy grave y lastimoso. Levántate, +hija. Ve a consolar a tu hermana y a saber la causa de su dolor. + +Inesita saltó de la cama llena de sobresalto. Se puso una bata, sin +atender a más cuidado, por la precipitación, y corrió al saloncito, +donde Beatriz se hallaba. + + + + +XXI + + +--¿Qué tienes, hermana? ¿Por qué lloras?--preguntó Inesita con mucho +cariño apenas entró en el saloncito y vió a Beatriz tan afligida. + +Como Beatriz no le contestase y siguiese llorando, Inesita se inclinó +sobre el sofá en que estaba echada Beatriz, y volvió a hacerle las +mismas preguntas, acompañadas de besos y caricias. + +Beatriz no pudo ya resistirse; sentía además necesidad de desahogar su +corazón, e incorporándose y teniendo a Inés a su lado, dijo con un +suspiro: + +--¡Qué desgraciada soy, Inés! + +--¿Qué sucede?--interrumpió ésta. + +--Que por mi culpa Braulio está celoso y se ha ido de casa y puede que +no vuelva más. + +--¿Y de quién tiene celos? + +--Tiene celos del Conde de Alhedín. + +--¡Vaya un desatino!--dijo Inesita--. Pues qué, ¿no ve claro que el +Conde no tiene por ti mas que mera amistad? + +--Eso no--dijo candorosamente Beatriz, la cual, en medio de todo, amando +a don Braulio, llena de sobresalto por él, y arrepentida de su intimidad +con el Conde, no podía conformarse con que el Conde no estuviese +enamorado de ella. + +--Eso no; yo creo que el Conde me ama; pero yo no le he amado nunca. + +--Singular idea tienes del Conde, hermana. Créeme, hombres como él no +aman sin ser amados. El Conde te distingue, te aprecia, te halla linda y +agradable y discreta, y por eso habla contigo. Como es muy galante, te +hace doscientos mil elogios; pero de ahí al amor hay una distancia +infinita. + +--¿Y quién te asegura que no ha salvado él esa distancia?--preguntó +Beatriz. + +--Nadie me lo asegura--contestó Inés--; pero yo lo supongo. En todo +caso, lo mejor es que no te ame. ¿Habías tú de amarle? + +--No. + +--Pues entonces, ¿para qué querías esa víctima? + +--Yo no quería... ni dejaba de querer... no se trataba aquí de lo que yo +quería, sino de lo que era. El Conde estaba asiduo conmigo, y yo, lo +confieso, me complacía en sus asiduidades. No le amaba; pero sentía una +satisfacción de amor propio en creerme amada por él. Esto me ha perdido. + +--Vamos, hermana, tranquilízate. Nadie se pierde por tan poco. Si tu +marido tiene celos, con explicarle que no hay motivo para que los tenga, +estará todo terminado. + +--¿Y cómo se lo explico? ¿Dónde podré verle? ¿No te he dicho que se fué +y no volverá más? Quizá se mate. + +--Tales cosas me dices que empiezas a ponerme en cuidado, aunque no soy +de las que se ahogan en poca agua. Braulio es suspicaz y caviloso; +Braulio te adora; Braulio tiene de sí mismo, allá en el fondo del alma, +la noble estimación que debe tener; pero de sus prendas exteriores no +tiene buena idea. Su modestia en este punto traspasa los límites de la +humildad y raya en desconfianza. Aunque te adora, aunque ha creído +siempre en tu amor, opina en general poco favorablemente de las mujeres; +cree que el lujo, la brillantez, la elegancia y la alta posición nos +deslumbran. + +--Y no cree mal. A mí me han deslumbrado, no para dejar de amar a +Braulio y amar a otro, sino para complacerme en otro amor sin pagarle. + +--Mira, hermana, no es tiempo de recriminaciones. Si hiciste mal en +complacerte en ese supuesto amor, ya el arrepentimiento es tardío y +estéril. Busquemos remedio a tu ligereza. ¿Ha ido Paco a buscar a +Braulio? + +--Ha ido. + +--¿Y el Conde? El Conde es menester que también le busque. El Conde +puede y debe explicárselo todo, y negocio concluído. + +--¿Y qué es lo que el Conde tiene que explicarle? + +--Que te respeta, que te quiere muchísimo, que se deleita en hablar +contigo; pero que no te ama de amor, ni en ello ha pensado nunca. + +--¿Y no mentiría el Conde al decir eso? + +--No, hermana, ya es tiempo de declarártelo todo--. Aquí, Inesita, a +pesar de su serenidad, que varias veces hemos calificado de olímpica, se +puso roja como la grana--. Ya es tiempo de declarártelo todo--repitió--; +el Conde tiene relaciones conmigo. + +Estas palabras cayeron y estallaron como una bomba dentro del corazón de +Beatriz. Malo y horrible era haber lastimado el alma de don Braulio por +la satisfacción de verse idolatrada, según ella suponía; pero era peor y +más horrible el haber motivado la tragedia por una vanidad sin +fundamento; por haberse engañado ella a sí misma, creando en su fantasía +una adoración y un amor que eran para otra mujer y no para ella. + +Beatriz se mordió los labios de vergüenza y de despecho. Calló por un +momento; pero las palabras acudían a su boca pugnando por salir y no +pudo menos de exclamar al cabo: + +--¡Has estado cruel y has sido traidora! He servido de pantalla. Me +habéis hecho el blanco de la maledicencia. Os habéis conducido de suerte +que todo Madrid me calumnia, que mi marido recibe anónimos delatándome, +y que tal vez muera de dolor o se mate. Debéis estar satisfechos de +vuestra obra. + +--Bien sabe Dios--dijo Inés--que me duele en el alma de todo lo que te +pasa; pero ni el Conde ni yo tenemos la culpa. Tú y Braulio sois muy +extraños, cada cual a su manera; ambos os quebráis de sutiles, os pasáis +de listos y os excedéis en el imaginar. Aquí no ha habido propósito +deliberado de mi parte, ni de parte del Conde. Todo ha sido sencillo, +natural, impremeditado. Acuérdate bien de todo. Vimos al Conde en los +Jardines del Buen Retiro, y me excitaste a coquetear con él. ¿Es esto +cierto? + +--Lo es. + +--¿Es cierto que hasta me diste lecciones de coqueteo, con el fin... +pásame lo grosero de la expresión... más grosera es la idea... con el +fin de ver si lograba pescarle para marido? + +--También es cierto; no lo puedo negar. + +--¿No te respondí yo entonces que el Conde estaba prendado de ti y no de +mí, y no replicaste tú que la conquista debía hacerla yo y no tú? + +--Todo es como dices. + +--Pues bien, yo coqueteé siguiendo tu consejo, y todo te lo hubiera +confesado, si no hubiera advertido en seguida que iba a darte un +disgusto; si no hubiera advertido que, sin amar al Conde, te deleitabas +en verle o en creerle rendido a tus pies. En un principio había hasta un +motivo de delicadeza para no revelarte nada. Decirte que yo empezaba a +coquetear con el Conde hubiera sido excitarte a que desistieses de la +diversión de tenerle o de creer que le tenías enamorado y cautivo. + +--Eso debiste hacer si hubieras sido franca y leal--dijo Beatriz. + +--Difícil era hacerlo en un principio. Más tarde fué imposible. El mismo +Conde (¿qué quieres?, los hombres son fatuos) llegó a presumir que tú le +amabas, que tu amor era etéreo, purísimo, que estimabas a tu marido y +que jamás le ofenderías; pero, en fin, que angélica o seráficamente le +amabas. ¿Cómo desengañarte? Creyéndote él y yo en aquella disposición de +espíritu, nos movimos más al disimulo, el cual, te lo confieso, ha sido +extraordinario. Nos hablábamos poco, y nos escribíamos mucho. No +podíamos suponer que nuestro amor tuviese las consecuencias +desagradables que ha tenido. El Conde estimaba a Braulio. Braulio estaba +tan encantado del Conde, que no recelaba de él, y que no vivía sin él. +Braulio, que ha sido siempre tan hurón, buscaba al Conde y charlaba con +él y jamás tenía celos de que hablase contigo. ¿Quién hubiera podido +imaginar que los celos viniesen de repente, a deshora y cuando menos se +temían? + +--Inés, Inés, tu falsía ha sido espantosa, y sólo comparable con tu +liviandad. + +--Toda injuria que me dirijas ahora la llevaré con paciencia. Soy +culpada, muy culpada: pero te juro que jamás preví que pudieran haber +tenido mis culpas tan fatales consecuencias para ti. Quisiera yo +volverte la paz a costa de mi sangre. Quisiera morir para que tú y +Braulio fueseis dichosos. La maldad, el pecado de que me motejas, le +reconozco, le confieso, y estoy pronta a recibir por él el merecido +castigo. No voy, pues, a disculparme, sino a explicar mi conducta. Así +me comprenderás, aunque no me perdones. Seguí tu consejo y coqueteé con +el Conde, porque el Conde me enamoró. Fríamente, por cálculo, jamás +hubiera coqueteado con él. Indigna he sido; pero, según mi conciencia, +hubiera sido más indigna haciendo otra cosa que el mundo no reprueba, +sino aplaude; atrayendo con astucia al Conde, con persistencia +reflexiva, sin más pasión que el deseo de colocarme; esto es, de lograr +un título, quince mil duros de renta al año y una brillante posición. +Seré todo lo perversa que quieras, pero eso jamás lo hubiera yo hecho, y +eso era lo que, siguiendo la prudencia social, me aconsejabas tú. Pobre, +huérfana de un hidalgo lugareño arruinado, y cuñada de un triste +empleadillo en Hacienda, que casi me mantiene, mi orgullo se rebelaba +contra la idea de conquistar dinero, nombre preclaro y consideración en +el mundo, negociando con mi hermosura, por más que el matrimonio viniese +como a santificar luego mis cálculos, ruines. Te repito, pues, que seguí +tu consejo de coquetear, no por reflexión, sino por instinto; no con +estudio y cautela, sino ciegamente y poniendo en ello todo mi ser y toda +mi alma. Todavía, si el Conde hubiera sido pobre como yo, obscuro como +yo, menesteroso como yo, yo le hubiera dicho: cásate conmigo; pero +siendo quien es, me repugnaba decírselo. Decírselo, era como decirle: +porque te amo, dame diamantes y perlas, llévame en coche, haz que habite +en un hermoso hotel, coloca una corona de condesa sobre mi frente, +cómprame muebles bonitos, cuadros y estatuas; tenme criados que me +sirvan al pensamiento; proporcióname, en suma, cuantas elegancias y +comodidades trae el dinero consigo, y después obtendrás el goce y la +posesión de mi alma y de este amor vehemente que te profeso, por más que +esté refrenado y domesticado por la circunspección más severa. Yo no +quise, ni pude decir esto al Conde, y esto hubiera sido menester +decirle, aunque atenuado con rodeos y primores de estilo. Por no decirle +esto, porque me repugnaba decírselo, y porque le amaba, me he rendido +sin condiciones, le he abandonado mi alma y mi vida. Lo justo, lo +honrado, hubiera sido no coquetear con él, no atraerle, ni para +conquistar su mano con calculadora frialdad, ni para faltar como he +faltado. + +--¡Desdichada!--exclamó Beatriz--. Aún no sabes las consecuencias +tremendas de tu falta. Braulio, por esa falta tuya, cree tener una +prueba evidente de la falta que en mí supone: ha visto al Conde, tres +noches ha... + +--¡Dios mío!--dijo Inesita. + +Toda su serenidad olímpica desapareció entonces al fin. Se cubrió el +rostro con las manos y rompió a llorar como una Magdalena. + + + + +XXII + + +Paco Ramírez, entre tanto, había buscado inútilmente a don Braulio por +mil partes y de mil modos. + +Luego discurrió ir a casa del Conde de Alhedín. + +El criado que le abrió la puerta le dijo que el Conde dormía con +tranquilidad, que aquélla no era hora de visitas, que él no le pasaba +recado y que se exponía a que le tirase a la cabeza los libros, el vaso +de agua y cuanto tenía sobre la mesita de noche. + +Paco insistió, sin embargo, con tal brío, hablando de lo importante, +urgente y sagrado del asunto que le traía a hablar con el Conde, que el +criado, que dió la casualidad de que era su ayuda de cámara, se decidió +al fin a llamar al Conde. + +Bien advirtió Paco que la palabra mágica que le abría la puerta de aquel +encantado recinto era el nombre de la señora de don Braulio González, +por quien dijo que venía enviado. + +Fuese como fuese, le hicieron entrar en el despacho, donde aguardó más +de media hora bramando de cólera y de impaciencia. + +El Conde, no obstante, había hecho prodigios inusitados de prontitud +para vestirse. + +Al cabo apareció. + +Paco, que venía muy fosco contra él, se quedó pasmado de la afabilidad, +llaneza y dulzura de aquel elegante, cuyo igual o parecido no había +visto jamás en su lugar; pero cuando subió de punto su pasmo fué cuando, +después de referir precipitadamente lo ocurrido, notó el vivo interés y +la emoción profunda que agitaban el alma del Conde y que se retrataban +en su bello rostro. + +--Vamos a buscar a don Braulio por todas partes--dijo--; Dios querrá que +demos con él. Doña Beatriz le quiere: es incapaz de faltarle. Yo le +convenceré de la inocencia de doña Beatriz. ¿Quién será el autor del +infame anónimo? Alguna malvada mujer. ¡Dios mío! ¡Qué horror! No me lo +perdonaré nunca si ocurre alguna desgracia. + +Dicho esto, el Conde dió órdenes a sus criados, escribió a los jefes de +la policía, tomó, por último, el sombrero, y ya se disponía a salir él +también en compañía de Paco a buscar al desesperado marido de doña +Beatriz, cuando le anunció su ayuda de cámara que un dependiente de uno +de los juzgados de Madrid traía para él una carta que debía entregarle +en propia mano. + +El dependiente entró en el despacho y entregó la carta al Conde. + +Estaba cerrada y sellada con lacre. + +En el sobrescrito reconoció el Conde con asombro la letra de don +Braulio. + +Abrió el Conde la carta, no sin bastante zozobra, y temblándole las +manos y con la cara demudada, leyó lo siguiente: + +«Señor Conde: Yo no podía servir en el mundo sino de estorbo. Cuando +reciba usted estos renglones el estorbo no existirá ya. Que la propia +conciencia perdone a los que me han hecho padecer, como yo los perdono.» + +--¿Dónde se ha hallado esta carta?--preguntó el Conde. + +El portador de ella contestó: + +--En el bolsillo de un hombre que hace media hora se arrojó de cabeza +por el viaducto de la calle de Segovia. No sabemos quién es. Usted, +señor Conde, nos dirá el nombre del difunto. + +--Don Braulio González--dijo el Conde de Alhedín. + +Cuando supo Beatriz la muerte de su marido, su dolor tocó en los límites +de la desesperación; mas no le resucitó por eso. + +Inesita estuvo también punto menos que desesperada. + +El Conde, compungido por todas aquellas lástimas, se esforzó por +consolar a Inés: todo le parecía poco para consolarla. Venció la +oposición de su madre, que no gustaba de casamiento tan desigual, e +Inés, al año de muerto don Braulio, fué Condesa de Alhedín. + +Paco, que había quedado burlado en sus esperanzas, decía con este +motivo: + +--Inesita, por no ser fríamente calculadora, ha conseguido lo que con el +cálculo frío no hubiera conseguido acaso: bien es verdad que, para +conseguirlo, ha sido menester que don Braulio se mate. + +Más de dos años vivió Beatriz, de viuda, con el más profundo y sincero +duelo en el alma. + +Se retiró al lugar de su nacimiento, donde hizo vida ejemplar y propia +de una santa. + +A la memoria de don Braulio rendía verdadero culto. + +Aquel beso, que estando él celoso y dormida ella, le dió don Braulio, en +vez de matarla, como pensaba, le sentía ella en lo íntimo del corazón y +difundía en su espíritu suave y pura melancolía. + +La modestia y el recogimiento de doña Beatriz hacían que gastase +poquísimo en su persona, así es que le sobraba mucho, en proporción de +su corta hacienda, y todo lo consumía en obras de caridad. + +Paco Ramírez, testigo de todo esto, y única persona que veía a doña +Beatriz en su soledad, acabó por enamorarse de ella perdidamente. + +Ya hemos visto lo sensible que era doña Beatriz a que de ella se +enamorasen. Primero, agradeció. Después luchó contra el recuerdo de don +Braulio una naciente inclinación. Por último, la pobre doña Beatriz no +era de bronce; pasados más de los dos años, el amor nuevo venció los +recuerdos del amor antiguo. + +Paco y Beatriz se casaron: y Paco borró con besos, que dió a Beatriz +despierta, la impresión al parecer indeleble de aquel beso tan poético +que ella había recibido dormida. + +Paco, algo recelosillo, como buen lugareño, se guardó bien de llevar a +Madrid a Beatriz, no hiciera el diablo que se le antojase de nuevo que +el Condesito estaba enamorado de ella seráficamente. + +Este y su mujer siguieron siempre en la corte siendo dechados de +elegancia. + +Inesita, luego que pasó tiempo, filosofó con serenidad acerca de don +Braulio y explicó su muerte de un modo satisfactorio para ella. + +Don Braulio se había suicidado porque era tétrico de carácter; porque +tenía menos religión que un caballo; porque estaba desesperado de ser +feo y enclenque; porque había cometido la imprudencia de haberse casado +con mujer joven y hermosa; porque tenía el ridículo empeño de ser +adorado; y porque el amor, que no tenía, por carencia de fe, para las +cosas del cielo, le había puesto en algo de mundanal y finito que no lo +merecía, empeñándose en revestir a este ídolo de calidades y excelencias +que sólo a los seres sobrenaturales convienen. + +En suma, Inesita daba por evidente que lo mejor que don Braulio podía +haber hecho era matarse. + +No creemos que Inesita tuviese gran erudición clásica; pero si la +hubiera tenido, hubiera repetido, a propósito de don Braulio, cierto +verso, nos parece que de Homero, que dicen que declamó Scipión al saber +la muerte de Cayo Graco, su sobrino, y que en mal romance y peor prosa +se interpreta así: _Perezca como él quien imitare su ejemplo._ + + +FIN + + + + + +End of the Project Gutenberg EBook of Pasarse de listo, by Juan Valera + +*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PASARSE DE LISTO *** + +***** This file should be named 22092-8.txt or 22092-8.zip ***** +This and all associated files of various formats will be found in: + http://www.gutenberg.org/2/2/0/9/22092/ + +Produced by Chuck Greif + +Updated editions will replace the previous one--the old editions +will be renamed. + +Creating the works from public domain print editions means that no +one owns a United States copyright in these works, so the Foundation +(and you!) can copy and distribute it in the United States without +permission and without paying copyright royalties. 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You may copy it, give it away or +re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included +with this eBook or online at www.gutenberg.org + + +Title: Pasarse de listo + +Author: Juan Valera + +Release Date: July 17, 2007 [EBook #22092] + +Language: Spanish + +Character set encoding: ISO-8859-1 + +*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PASARSE DE LISTO *** + + + + +Produced by Chuck Greif + + + + + +</pre> + + +<hr /> +<h3>JUAN VALERA</h3> + +<h1>PASARSE DE LISTO</h1> + +<p class="c"><a name="toc" id="toc"></a>NOVELA</p> + +<table summary="toc"> +<tr><td>Capítulos: +<a href="#I"><b>I, </b></a> +<a href="#II"><b>II, </b></a> +<a href="#III"><b>III, </b></a> +<a href="#IV"><b>IV, </b></a> +<a href="#V"><b>V, </b></a> +<a href="#VI"><b>VI, </b></a> +<a href="#VII"><b>VII, </b></a> +<a href="#VIII"><b>VIII, </b></a> +<a href="#IX"><b>IX, </b></a> +<a href="#X"><b>X, </b></a> +<a href="#XI"><b>XI, </b></a> +<a href="#XII"><b>XII, </b></a> +<a href="#XIII"><b>XIII, </b></a> +<a href="#XIV"><b>XIV, </b></a> +<a href="#XV"><b>XV, </b></a> +<a href="#XVI"><b>XVI, </b></a> +<a href="#XVII"><b>XVII, </b></a> +<a href="#XVIII"><b>XVIII, </b></a> +<a href="#XIX"><b>XIX, </b></a> +<a href="#XX"><b>XX, </b></a> +<a href="#XXI"><b>XXI, </b></a> +<a href="#XXII"><b>XXII</b></a> +</td></tr> +</table> + +<h2><a name="I" id="I"></a><a href="#toc">I</a></h2> + + +<p>Toda persona elegante que se respeta debe ir a veranear. Es una +ordinariez quedarse en Madrid el verano.</p> + +<p>Lo más tónico es ir a algunas aguas en Alemania o Francia; pasar luego +una temporadita a la orilla del mar en Biarritz, en Trouville o en +Brighton, y acabar el verano, antes de volver a esta villa y corte, en +algún magnífico <i>château</i> o cosa por el estilo, que debemos poseer, si +es posible, en tierra extraña, y cuando no, aunque esto es menos +<i>comm'il faut</i>, en nuestra propia tierra española.</p> + +<p>Tal es el supremo ideal aristocrático a que aspiramos todos en lo +tocante a veraneo. Para realizarle totalmente se ofrecen no pocos +obstáculos. Lo más común es no tener <i>château</i>, ni algo que remotamente +se le asemeje, ni en la Península ni en la vasta extensión del +continente europeo; pero esta falta se suple o se disimula si poseemos +una casa de campo, una casería o un cortijo, lo cual, hablando en +francés, puede calificarse de <i>château</i>, sin gran escrúpulo de +conciencia.</p> + +<p>Todavía, sin embargo, ocurre muy a menudo que la familia elegante, o con +humos de elegante, carece de hogar de donde los humos procedan; esto es, +no tiene ni siquiera cortijo. Si le tiene algún amigo o pariente, la +familia puede aprovecharse de la amistad o del parentesco. Si de ningún +modo hay ni cortijo, se suprime la parte meramente rústica y se limita +el veraneo a la parte hidropática, dulce, salada o ambas cosas. Quiere +esto significar que, no habiendo <i>château</i> ni cortijo donde pasar un +mes, se emplea todo el tiempo en los baños, aunque nadie de la familia +se bañe nunca. Basta tomar las aguas por inhalación, respirando, pongo +por caso, las brisas del Atlántico en el mencionado Biarritz, en San +Juan de Luz, en San Sebastián, en Santander o en Deva.</p> + +<p>Por último, si el afán de eclipsarse en estos meses de calor atribula +demasiado, y la bolsa se halla tan escurrida, que no hay ni para ir a +bañarse o a ver la mar en Motrico, se va el elegante, o la familia +elegante, a cualquier lugar de la Mancha, donde a veces lo llano y +escueto, y sin árboles ni matas del terreno, imita la mar, y los +cigarrones, los cangrejos y peces, y allí se está tomando el fresco a +todo su sabor, hasta que ya es la época y sazón oportuna de volver a +Madrid sin infringir las leyes y liturgias del buen tono.</p> + +<p>Hay familias, pero yo apenas lo quiero creer, de quienes se asegura que, +por no infringir dichas leyes y liturgias, hacen como que se van de +viaje, y con discreto y económico disimulo se quedan aquí, en reclusión +severísima, sufriendo este linaje de martirio, para tener propicia a la +deidad a quien rinden culto, que es la Moda.</p> + +<p>Sea como sea, ya de veras, ya valiéndose de tretas y de recursos algo +sofísticos, ello es el caso que en los meses de julio, agosto y +septiembre apenas queda en Madrid persona conocida.</p> + +<p>Las personas que quedan, se dice en estilo culto, que no son conocidas, +para dar a entender que no son de la crema de la sociedad; de la flor y +la nata. Por lo demás, harto conocidas suelen ser de los que se han ido, +no pocos de los cuales, cabe en los límites de lo verosímil, y a veces +de lo probable, que les deban el dinero con que se fueron, o el calzado +o la vestidura con que se engalanarán en los baños.</p> + +<p>Tranquilicémonos, no obstante, y no compadezcamos a las personas <i>no +conocidas</i> que fiaron o prestaron. Ya lo cobrarán, como es justo, +incluyendo en el cobro todo lucro cesante y todo daño emergente.</p> + +<p>En suma, y sin meternos en más averiguaciones ni en honduras económicas +o crematísticas, Madrid en verano se queda sin su aristocracia; se queda +como acéfalo; se queda como jardín sin sus más bellas flores; se queda +como haza segada: parece un barbecho de distinción y de finura.</p> + +<p>Yo lo siento y lo extraño. Madrid, desde que vino el Lozoya, ha ganado +mucho, y no merece este abandono general cuando no es verdaderamente +necesario tomar aguas o visitar la heredad o hacienda propia, o cuando +no se posee bastante dinero para viajar por esos mundos como un nababo.</p> + +<p>Aquí, en verano, digan lo que quieran los que no piensan como nosotros, +no hace más calor que en Biarritz o en San Sebastián; aquí, en verano, +hay no pocas diversiones, más o menos inocentes, y no se emplea mal la +vida.</p> + +<p>Arderíus y sus bufos son baratos y entretenidos. ¿En qué aguas se +encontrará un teatro como el de Arderíus? Es cierto que, desde hace +poco, nos ha entrado un furor de moralidad, un púdico rubor, que todo lo +condena y de todo se solevanta. Críticos y moralistas han levantado una +cruzada contra los bufos. Pero los bufos seguirán triunfantes, a pesar +de todas las disertaciones morales que contra ellos se fulminen. Les +sucederá lo mismo que a los toros. Hasta se puede sostener que los bufos +son más invencibles. Las razones que contra ellos se aducen son +infinitamente menos fundadas.</p> + +<p>Sublime espectáculo, sin duda, es ver a un mozo gallardo, sin más +defensa ni escudo que flotante velo rojo, vestido de seda, más aderezado +para fiesta o baile que para brava y terrible lucha, ponerse delante de +irritada y poderosa fiera, llamarla a sí y darle muerte pronta, cayendo +sobre ella con el agudo acero. Si, por desgracia, fuere el lidiador +quien en aquel instante muriese, su muerte, ya que no moral, tendrá no +poco de hermosa, y la compasión y el terror que causare estarán +purificados por la belleza, de acuerdo con las reglas de la tragedia, +escritas por el gran filósofo griego. Lo malo es que para llegar a este +trance de la muerte tenemos que presenciar antes el brutal, largo y rudo +suplicio del noble animal destinado a morir; tenemos que ver acribillada +su piel con pinchos y garfios, que se quedan colgando, si no se los +arrancan con las túrdigas del pellejo; y tenemos que contemplar asimismo +la inmunda crueldad con que son tratados los infelices jamelgos. Ellos +sirven de diversión en las convulsiones y estertores de la agonía; +derraman por la arena su sangre y sus entrañas; se pisan al andar el +redaño y los sueltos intestinos, y andan, no obstante, a fuerza de los +espolazos del picador y en virtud de los palos que sacude en sus +descarnados lomos un fiero ganapán, quien innoble y grotescamente va por +detrás dando aquella paliza, a fin de aumentar el dolor y sacar del +dolor un resto de movimiento y de energía en un ser moribundo, que, si +no tiene pensamiento, tiene nervios y siente como nosotros. Con escenas +tales no debiera haber tan duro corazón que a piedad no se moviese, ni +sujeto de gusto artístico y de alguna elegancia de costumbres que no las +repugnase por lo groseras y villanas, ni estómago de bronce que no +sintiese todos los efectos del mareo.</p> + +<p>En resolución: la muerte del toro es bella, si el matador atina y no +pasa de dar dos o tres estocadas; pero, francamente (hablo con +sinceridad; yo no soy declamador ni aficionado a sentimentalismos), lo +que precede es abominable por cualquier lado que se mire.</p> + +<p>Repetimos, a pesar de todo, que los toros seguirán. Nosotros mismos no +nos atrevemos a pedir que se supriman, porque hay en ellos algo de +poético y de nacional, que nos agrada. Nos contentaríamos con ciertas +reformas, si fueran posibles. Casi nos contentaríamos con que no +muriesen caballos de tan desastrada y fea muerte.</p> + +<p>En cuanto a los bufos, que, según hemos dicho, tienen hoy más enemigos +que los toros, ni reforma ni nada pedimos. Nos parecen bien como son. +Casi no comprendemos la causa de la censura que de ellos se hace.</p> + +<p>En primer lugar, los bufos son los bufos, y no son el sermón o el +jubileo. La madre que anhele conservar el tesoro de candor que hay en el +alma de su hija, y hasta acrecentarle, llévela a cualquiera de las +muchas iglesias que contiene Madrid, y no la lleve a oír las zarzuelas. +Vayan sólo a los bufos, si tan malos son, los hombres curados de +espanto, y aquellas mujeres, que no faltan, curtidas ya en todo género +de malicias, o bien las que son tan inocentes, que, si alguna malicia +llegan a oír, no aciertan a entenderla.</p> + +<p>Por otra parte, yo me atrevo a sostener que en la más desvergonzada +zarzuela bufa no hay la quinta parte de los chistes primaverales o +verdosos que en muchas comedias de Tirso, que en muchos sainetes de don +Ramón de la Cruz y que en muchas otras producciones dramáticas de +nuestro gran teatro clásico.</p> + +<p>El principal motivo de la censura contra los bufos procede de una +curiosa manía que, desde hace pocos años, se ha apoderado de las +inteligencias más sentenciosas. Los bufos vinieron de París; en los +bufos suele bailarse el cancán; los bufos gustan en Francia; Francia ha +sido vencida por Alemania en la última guerra; luego los bufos, +enervando y corrompiendo a la nación, han tenido la culpa de la derrota. +Esto se ha dicho ya en todos los tonos, y sobre esto se han escrito +profundas disertaciones. A nadie, con todo, se le ha ocurrido declarar +que en Alemania agradan los bufos más aún que en Francia; que en +Alemania se pirran los hombres por el cancán, y que los que han vencido +a los franceses no salían de zurrarse con unas disciplinas, sino de ver +bailar el cancán o de bailarle cuando los vencieron.</p> + +<p>En cuanto a que los bufos corrompen o tiran a corromper el buen gusto +literario, aún es más infundada la acusación. Pues qué, ¿la música, mala +o buena, es incompatible con la discreción, con el sentido común, con el +ingenio, con la gracia urbana y con otros requisitos y excelencias de +que va o pudiera ir adornada una fábula dramática? Si alguna fábula +dramática, de estas ligeras, regocijadas o bufas, carece de tales +prendas, cúlpese singularmente al autor y a su obra, y no al género todo +y a todos los autores. ¿Tiene más el público que silbarla? Y si el +público no la silba, sino que la aplaude, y la zarzuela es tonta, esto +probará la bondad del público. Denle algo menos tonto y lo aplaudirá +más.</p> + +<p>Y cuando no se da algo menos tonto, crean los críticos que es porque no +hay nada menos tonto. Si lo hubiera, se daría.</p> + +<p>Lo que acabamos de decir parece una perogrullada; pero reflexiónese bien +y se verá que no lo es. El autor de zarzuelas es siempre autor +dramático. Si escribe malas zarzuelas, peores dramas escribirá. El +discurso del crítico que condena la zarzuela, despojado de tiquismiquis, +es éste: «Tu zarzuela es tonta y chabacana: escribe dramas y no escribas +zarzuelas.» A lo que modestamente pudiera contestar el autor: «Si +escribiendo zarzuelas, que son más fáciles y tienen menos pretensiones, +lo hago mal, ¿qué haré si me pongo a escribir dramas?»</p> + +<p>La zarzuela, además, es una cosa, y otra cosa es un buen drama o una +buena comedia, y no se opone el que se escriban zarzuelas a que salgan a +relucir nuevos Lopes y Calderones que escriban dramas magníficos.</p> + +<p>Veo que me voy muy lejos con mi digresión. Volvamos al asunto de que +quiero tratar aquí.</p> + +<p>Decía yo que, en verano, aunque se van de Madrid las personas más +elegantes, Madrid queda bastante animado y divertido.</p> + +<p>El centro de la animación, el principal hechizo de Madrid en verano, +está en los Jardines del Buen Retiro, de nueve a doce de la noche.</p> + +<p>La historia que voy a referir empezó allí, hoy hace justamente cuatro +años, a 9 de agosto de 1873.</p> + + + + +<h2><a name="II" id="II"></a><a href="#toc">II</a></h2> + + +<p>Era noche de grande entrada. Allí estaban casi todos los jóvenes +periodistas, empleados y poetas; cuanta <i>cursi</i> hay en Madrid, esto es, +todas las señoras y señoritas de poquísimo dinero que aspiran a ser +notadas o conocidas en la buena sociedad, o dígase en la sociedad de más +dinero, por mala que sea; muchas familias honradas de la clase media, +sin otras aspiraciones que las de aspirar el aire fresco y distraerse un +poco oyendo la música; las <i>suripantas</i> o <i>hetairas</i> de todos los grados +y categorías, con tal de haberse encontrado poseedoras de una peseta a +la hora de entrar; multitud de hombres políticos notables de los quince +o veinte partidos que hay en España; un centenar de generales; no pocos +diputados, senadores y ministros, y, por último, aquella parte del <i>beau +monde</i> que aun no había salido a veranear, que prometía salir, o que se +hallaba tan segura de su crédito de pudiente, que no temía comprometerle +pasando en Madrid un verano.</p> + +<p>Todo este público, o estaba sentado en sillas y bancos, formando corros, +murmurando, politiqueando, coqueteando o enamorándose, o giraba en torno +del quiosco, desde donde sonaba la música, dando vueltas y vueltas, +aunque sea pérfida comparación, como mulos de noria.</p> + +<p>El jardín, como nadie ignora, es muy bonito, y por la noche, iluminado +con luces de gas veladas por globos de cristal blanco y opaco, parece +mayor. Aquella iluminación presta a los árboles y a la verde hierba y a +las flores cierta vaguedad y hermosura. La animación y el bullicio dan +al conjunto superior agrado.</p> + +<p>Las mujeres, cuando no las ciega la vanidad o el prurito de +distinguirse, van por lo común bien vestidas. De cada veinte se puede +afirmar que una, a lo más, y no es mucho, suele encomendarse al diablo +para que la vista y la peine, por donde aparece en los Jardines hecha +una tarasca; pero las otras diez y nueve van como Dios manda; unas de +mantilla, otras de sombrero, y no pocas son muy guapas, sea como sea lo +que lleven.</p> + +<p>Lo único que, en general, pudiera censurarse aquella noche, y puede +censurarse aún en el traje de las mujeres, es lo largo de las colas. +Para ir a pie a los Jardines, y, aunque se vaya en coche, para pasear +luego a pie, es feísimo y sucio todo aquel aditamento de enagua blanca y +de vestido que va arrastrando, llenándose de polvo, levantándole y +esparciéndole en el aire, y barriendo, por último, cuanta inmundicia +encuentra al paso. La cola no está bien sino para andar sobre limpias y +mullidas alfombras, o sobre mármol bruñido y lustroso, o sobre preciosas +y pulidas maderas, incrustadas en forma de primoroso mosaico. Para andar +por las calles o por el campo, donde suele haber lodo y quién sabe +cuántas cosas peores, toda mujer de gusto debe prescindir de la cola. +Algunas, aunque son las menos, prescinden ya.</p> + +<p>En la noche a que nos referimos iba declamando contra las colas un +caballerito, como de veintiocho años, recién llegado de Alemania y de +Francia, y de lo más elegante, atrevido y alegre que puede imaginarse. +Rodeábanle, e involuntariamente le admiraban y le reían las gracias, +otros cinco jóvenes de lo más atildado y encopetado de Madrid.</p> + +<p>Nuestro declamador había venido tan extemporáneamente para un negocio de +su casa. Pensaba pasar en Madrid tres o cuatro semanas a lo más e irse a +Biarritz en septiembre.</p> + +<p>Tenía fama de calavera, pero no de los calaveras víctimas y explotados, +ni tampoco de los verdugos y explotadores. Aunque generoso, no solía +prestar a los que se llaman amigos ni había tomado prestado de los +usureros, y sabía contenerse cuando jugaba y perdía, y no se dejaba +saquear de sus administradores, y llevaba en la memoria todas sus +fincas, rentas y productos, y miraba por todo, y cuando daba era con su +cuenta y razón, y sin cegarse nunca por vanidad o por afecto.</p> + +<p>Este caballerito poseía más de 15.000 duros al año; era soltero, +andaluz, no tenía una sola deuda, y llevaba el título de Conde de +Alhedín el Alto.</p> + +<p>Jamás había querido estudiar ni seguir carrera ninguna. Era, sin +embargo, curioso y despejado; había leído muchas novelas y libros +populares y amenos de toda clase de ciencias; y con esto, y con el trato +del mundo, y los viajes por lo mejor de Europa, había llegado a tener un +espíritu bastante cultivado y que lo comprendía todo, si bien +someramente.</p> + +<p>Detestaba la política. Abominaba de los periódicos. Jamás tomaba uno en +la mano sino para leer anuncios. Los acontecimientos públicos +contemporáneos le fastidiaban, y no quería enterarse de ellos. Hallaba +mil veces más poéticas las historias antiguas que las modernas, y le +interesaba mucho más la caída de Sardanápalo que la de Napoleón III, y +las fabulosas conquistas de Osiris que las del primer Napoleón.</p> + +<p>No había querido decidir consigo mismo si era realista o republicano, +liberal o no liberal, partidario de esta Constitución o de aquella.</p> + +<p>En religión y en filosofía era menos perezoso; pero, si en política era +indiferente, en esto otro era vacilante. En aquéllo, poco le importaba +no resolverse; en ésto, a pesar suyo, no se resolvía.</p> + +<p>Por lo demás, en cuanto tenía que hacer con lo práctico de su vida y de +su conducta, el Conde de Alhedín tenía una filosofía propia, una +doctrina determinada, una colección de principios que le servían de +pauta y de norma para su conducta.</p> + +<p>Réstame decir que este héroe, que pongo en campaña, era de mediana +estatura, airoso, fuerte y ágil. Tiraba al florete como pocos, y con una +pistola en la mano casi nadie se le adelantaba. Gran jinete y buen +cazador, jamás había presumido de torero. A lo que sí tuvo afición, +durante dos o tres años de su juventud más temprana, fué a imitar a +Leotard, y con tan buen éxito, que volaba por los aires, en los +combinados trapecios, como si fuera brujo. No lo era, sin embargo, sino +un lindo muchacho, moreno, con hermosos ojos, pelinegro y de retorcidos +bigotes y bien peinada y reluciente barba.</p> + +<p>Después de haber disertado contra las colas refirió una serie de +anécdotas ocurridas a él o a algún conocido suyo, en las tierras +extrañas de donde venía. Algunas de estas anécdotas eran de caza o de +equitación; las más fueron de amores, hallando medio de divulgar sus +triunfos y conquistas, que aparentaron creer o creyeron sus +interlocutores, o mejor dicho, su auditorio, pues el Conde era de +aquellos que, si bien hablan primorosamente, fatigan y ofenden a los +menos sufridos, monopolizando el uso de la palabra y no consintiendo, +como vulgarmente se dice, que nadie meta baza o cucharada sino ellos.</p> + +<p>A pesar de este monopolio no se ha de negar que el Conde era divertido +en su conversación. Hablando, encantaba o deslumbraba. Narraba como +pocos, y con tal arte, que él mismo se creía la historia, aunque fuese +mentira, y el auditorio solía creérsela también. Se diría que la +imaginación y la memoria eran en el Conde una sola y única facultad del +alma.</p> + +<p>Era petulante, pero con petulancia graciosa, jovial y dulce, que a nadie +ofendía. Sus finos modales y su simpática figura contribuían mucho a +producir tan buen efecto.</p> + +<p>Aquella noche le había dado por denigrarlo todo. Recordando a las +princesas rusas, a las ladies inglesas, a las condesas alemanas, a las +francesas del Faubourg Saint-Germain, y hasta a las griegas fanariotas, +que había tratado con la mayor intimidad, iba sosteniendo que no valían +un bledo todas las mujeres que se paseaban en aquel momento en los +jardines.</p> + +<p>«Apenas—decía—si de toda esta desdichada muchedumbre se podrá +entresacar media docena que merezca una declaración de amor.»</p> + +<p>Los amigos impugnaban tan cruel censura, y el Conde, para defenderse, +sostenía su opinión con gracia y desenfado.</p> + +<p>Conforme iba así disputando y paseando, advirtió de pronto que delante +de él paseaban dos mujeres, pequeñitas ambas, esbeltas, jóvenes al +parecer, aunque sólo de espaldas las veía, y que algo habían oído y +seguían oyendo de su diatriba y de la disputa, porque de vez en cuando +cuchicheaban y se reían, como si hicieran comentarios a la conversación +de los que venían detrás.</p> + +<p>No había visto el Conde la cara de ninguna de aquellas dos mujeres. El +traje de ellas nada tenía de notable para ojos vulgares y profanos. La +una vestía de ligera seda negra y la otra un traje obscuro de pobre +percal; las dos iban de mantilla. Había, no obstante, tal pulcritud y +aseo en todo el ser y hasta en el ambiente que circundaba y envolvía a +aquellas mujeres, que, sin atinar con la explicación, el Conde creyó +sentir como una corriente magnética, y se dió a imaginar que aquellas +dos mujeres iban impugnando su aserto, y que cualquiera de ellas se +consideraba, con sobrada razón, un argumento vivo, fortísimo e +irresistible, contra sus fatuas afirmaciones.</p> + +<p>Advirtió el Conde además que ambas tenían bonito cuerpo y movimientos +airosos sin afectación, y que llevaban la falda bastante recogida para +que no se manchase o empolvase torpemente en la arena y para que se +pudiesen columbrar de vez en cuando sus pies menudos, afilados, altos de +torso y calzados con esmero de graciosos botincillos.</p> + +<p>El deseo de verles la cara se hizo sentir en seguida en el ánimo del +Conde; pero ellas, quizá sospechando aquel deseo, no volvían la cara, +puede que a fin de contrariarle y de hacerle más vivo.</p> + +<p>El Conde tuvo que caminar más de prisa y pasar delante de ellas para +mirarlas. Entonces vió con grato asombro que ambas eran lindísimas. En +el rostro iban declarando que eran hermanas. Se parecían con ese +parecido que llamamos aire de familia, y eran, con todo, muy diferentes. +La mayor de edad y menor de estatura, la del traje de seda, era +trigueña, con ojos y pelo negros, labios colorados como una guinda y +blanquísimos dientes, que mostraba riendo. La menor, la del vestido de +percal, era más alta; parecía tener cuatro o cinco años menos que la +otra, diez y ocho a lo más; era blanca y rubia, y con ojos azules, y +propiamente semejaba un ángel. No reía tanto como la mayor, y se +mostraba más seria y menos desenvuelta. Tenía singular expresión de +dulzura, serenidad y apacible contentamiento.</p> + +<p>Bien conoció el Conde que las para él desconocidas, ni eran de lo que +llaman <i>la sociedad</i>, ni podían tampoco colocarse en ninguno de los +grados de la jerarquía del <i>heterismo</i>.</p> + +<p>Su mirada penetrante y experimentada conoció en seguida que eran ambas +de la clase media, o pobres, o muy modestas; que la morena debía de +estar casada y que era soltera la rubia. Vió que nadie las acompañaba, y +creyó notar que estaban apuradas y como arrepentidas de haber venido +solas y que, si por un lado les lisonjeaba el amor propio haber llamado +la atención de tan desdeñoso galán, por otro andaban recelosas, casi +consternadas de aquel pequeño triunfo.</p> + +<p>Entre los amigos del Conde los había que se jactaban de conocer a todo +Madrid, alto, bajo y mediano, con tal que perteneciesen las personas al +sexo femenino. El Conde les preguntó quiénes eran aquellas muchachas. +Todos las miraron, y todos dijeron que no las conocían.</p> + +<p>—Serán forasteras—añadió uno.</p> + +<p>—Serán recién llegadas a Madrid—dijo otro.</p> + +<p>—Deben de ser o malagueñas o sevillanas—exclamó un tercero.</p> + +<p>—Sevillanas son—repuso el Conde—. No me cabe la menor duda.</p> + +<p>Entonces hizo un pomposo elogio de las sevillanas en general con claras +alusiones a las dos que iban delante y que por tales tenía, y habló en +voz mucho más alta que la que había empleado en la diatriba, a fin de +que le oyesen ellas y sirviese su discurso como función de desagravios.</p> + +<p>Pero las damas parecían temer los encomios y no las sátiras. No bien se +oyeron encomiar apretaron el paso, y aprovechando un momento de +confusión y bullicio, trataron de escabullirse.</p> + +<p>El Conde tenía fija la vista en ellas. Siguió aquel movimiento; vió que +se iban del jardín, y aprovechándose él también del bullicio, se separó +de sus amigos, como si por acaso los perdiese, y tomó la misma calle de +árboles por donde vió que las dos jóvenes se habían precipitado buscando +la puerta del jardín.</p> + +<p>Ridículo le parecía que hombre tan corrido como él corriese entonces +desalado en pos de dos pobres chicas. No se juzgó conde aristocrático y +soberbio, sino estudiantillo novato o alférez recién salido de la +escuela. Mas, a pesar de sus juiciosas reflexiones, el Conde fué en pos +de aquellas mujeres, y hasta formó el propósito de hablarles en cuanto +saliesen del jardín, a fin de que, en el caso de un sofión, que harto le +merecía por su vulgar mala crianza, no le viesen sujetos que lo pudieran +contar.</p> + +<p>Al salir del jardín vió el Conde a su lacayo, que iba a llamar al +cochero para que se acercase con la victoria.</p> + +<p>—¡Ramón!—dijo el Conde—. Id a aguardarme a la puerta del Veloz-Club.</p> + +<p>A poco la victoria partió.</p> + +<p>El Conde siguió a pie a las dos mujeres.</p> + +<p>Dos o tres veces se acercó a ellas y quiso hablarlas. Las miró, se +encaró con ellas, casi las detuvo; pero hallaba tan feo, tan plebeyo, +tan de mala educación, abusar así de que iban solas dos mujeres, y +perseguirlas y querer hablar con ellas, que se contuvo y no les habló.</p> + +<p>En medio de estas vacilaciones, las dos mujeres vieron pasar un coche +vacío. Se apoderaron de él rápidamente, dieron la dirección al cochero, +le pagaron adelantado y doble para que picase, y salieron como +escapadas, subiendo por la calle de Alcalá y entrando luego por la del +Turco.</p> + +<p>El Conde quiso seguirlas, pero su coche había ido a parar al Veloz, y +coches de alquiler no parecían.</p> + +<p>Quedóse, pues, nuestro héroe parado como un bobo a la altura de la +fuente de la Cibeles y burlándose de sí propio por la serie de tonterías +y chiquilladas que acababa de hacer.</p> + +<p>¿Quién sabe si serían algunas costurerillas, algunas profesoras de +primera enseñanza que habían venido a oposiciones, o algo no menos +<i>cursi</i>, aquellas dos que le habían hecho hacer lo que no hizo jamás ni +por reinas y emperatrices?</p> + + + + +<h2><a name="III" id="III"></a><a href="#toc">III</a></h2> + + +<p>El Conde de Alhedín se guardó muy bien de contar en el Veloz-Club su +conato frustrado de persecución y el desdén con que le habían tratado +las dos desconocidas.</p> + +<p>«Ya volverán a los Jardines del Buen Retiro—decía para sí—; ya las +encontraré por ahí mañana o pasado. Ellas volverán. No despertemos la +codicia de los amigos con desmedidas alabanzas. Dios sabe cuántos se +empeñarían en la conquista, y me serían estorbo, aunque no me vencieran. +Yo no estoy enamorado de ninguna de las dos. Jamás he creído en pasiones +repentinas. Pero mi curiosidad es extraordinaria. Cada una por su estilo +es hermosa y está llena de no aprendida elegancia. No sé por cuál +decidirme, si por la rubia o por la morena. Esta misma indecisión +aumenta mi deseo de volver a verlas. Lo que observe en la nueva vista me +decidirá o por la una o por la otra. Verdad es que en esta predilección +sólo entra por algo el tiempo. Quiero pasar mi tiempo con ambas; pero +es menester empezar por hacerme querer de una. Si no fuesen hermanas, si +no anduviesen juntas, bien podría yo acometer a la vez las dos +conquistas; pero estando como están, conviene ir por su orden.»</p> + +<p>Este soliloquio, hecho y repetido de mil formas, aunque en substancia el +mismo siempre, ocupó el pensamiento del Conde por espacio de dos días y +dos noches.</p> + +<p>Hallábanle distraído sus compañeros. El se disculpaba, sin declarar el +verdadero motivo de su distracción.</p> + +<p>Entre tanto, ni en las calles, ni en los Jardines de noche, ni en parte +alguna, volvió el Conde a ver a las dos beldades, por más que las +buscaba. Y eso que tenía vista de lince y siempre iba con cuidado para +que si pasaban cerca de él no se le escapasen.</p> + +<p>El Conde se creía dotado de prodigiosa sagacidad para averiguar +misterios; para conocer las calidades de las personas sólo por la pista +o el rastro. Se juzgaba tan curtido y experto en lo que atañe a la +sociedad humana, como los antiguos sabios solitarios del Oriente se dice +que lo eran en lo que depende de la madre naturaleza. Zadig había +comprendido y descrito todas las condiciones y circunstancias del +caballo del Rey y de la perrita de la Reina con sólo ver sus huellas +estampadas en el suelo. El Conde, en su arte, no era menos que Zadig, y +daba por seguro que él sabría decir quiénes eran las dos desconocidas +por el mero hecho de haberlas visto un instante; pero no quería +reflexionar, no quería interrogarse sobre este punto. Otra vanidad mayor +que la vanidad de ser tan experto se lo impedía. La vanidad de creerse +sobrado interesante para que aquellas mujeres, que le habían visto y que +habían notado su persecución, volviesen al cabo a buscarle, o +arrepentidas del desvío primero, o no arrepentidas, sino siguiendo en +los mismos propósitos, ya que la fuga, según el Conde, había estado muy +en su lugar, so pena de haberse humillado ellas a pasar por harto +fáciles y livianas, prestándose desde el primer momento a dejarse +acompañar por quien no conocían ni de nombre, sólo porque habían +reparado, sin duda, que era rico, titulado y tenía coche.</p> + +<p>El Condesito no quiso, pues, molestarse ni con el pensamiento en buscar +a sus dos beldades, porque estaba casi seguro de que ellas volverían a +buscarle.</p> + +<p>Como no volvieron ni la siguiente noche ni la noche después, el +Condesito se sintió picado y hasta ofendido.</p> + +<p>En su fatuidad forjó aún varias hipótesis para explicarse, como +involuntaria y muy a pesar de las desconocidas, su ausencia de los +Jardines.</p> + +<p>«¿Quién sabe?—pensaba el Conde—. Quizá el marido no las deje salir. +Quizá tenga la casada algún chiquillo con sarampión.»</p> + +<p>En fin, todo lo suponía por no suponer que por su libérrima voluntad +dejaban de acudir las muchachas a una cita que, implícita, pero +claramente, él, tan guapo, tan distinguido, tan ilustre, tan rico y tan +seductor, les había dado para los Jardines, no pudiendo entenderse ni +ponerse desde luego en relaciones con ellas por no faltar a los respetos +y consideraciones sociales.</p> + +<p>Con tan consoladores discursos el Conde dominó a duras penas su +impaciencia; acudió otras dos noches más a los Jardines, y tampoco vió a +las damas.</p> + +<p>Ya entonces resolvió emplear su sagacidad y su actividad para buscarlas.</p> + +<p>«Si huyen, si se ocultan—dijo—, es porque me temen. Yo las buscaré. Yo +las encontraré.»</p> + +<p>Justificado así el trabajo que en discurrir iba a tomarse, el Condesito +discurrió lo que en resumen vamos a exponer.</p> + +<p>Las desconocidas eran sevillanas. No podían ser malagueñas, como +presumió aquel ignorante. Confundir a una sevillana con una malagueña es +un error tan craso en un galanteador andaluz, que debe saber de mujeres, +como en un cazador confundir una codorniz con una tórtola. Era también +evidente que una era casada; entre otras razones, porque, de ser +solteras ambas, no irían solas. La casada era la morena. En esto tampoco +cabía duda. Se conocía en tener más edad y en otros indicios que, juntos +todos, llegaban a la más completa certidumbre. ¿Con quién estaba casada +la morena? Ambas eran forasteras: recién llegadas a Madrid, ya que nadie +las conocía. No era probable que hubiesen venido a Madrid a divertirse, +porque entonces el marido, labrador, hacendado, mercader o algo así, de +alguna población de Andalucía o de Sevilla misma, las hubiera +acompañado, y él también se divertiría y curiosearía. El marido debía +ser un hombre ocupado. ¿Y qué ocupación podía tener el marido en Madrid, +sino la de un empleo del Gobierno? El Conde decidió, pues, que el marido +era un empleado. Calculó, por último, por el aire algo misterioso que +tenían las desconocidas, por cierta inquietud que había creído notar en +ellas, que la noche que estuvieron en los Jardines habían venido sin +previa licencia del marido, improvisando aquella excursión en un momento +en que él faltaba de casa, salva la prudente lealtad de decírselo luego +para que aprobase y legitimase el hecho consumado. Si toda esta +suposición era exacta, el marido trabajaba a veces de noche, lejos del +hogar doméstico. De noche se trabaja en muchas oficinas; pero en ninguna +son tan frecuentes las largas veladas como en Gobernación o en Hacienda. +El marido estaba, por lo tanto, empleado en uno de estos dos +Ministerios.</p> + +<p>Descubierto ya el enigma hasta dicho punto, faltaba saber el nombre del +marido y dónde vivía; pero esto era muy fácil.</p> + +<p>Antes de proceder a las convenientes investigaciones, ya que el nombre +de una persona y el número y calle de una casa no pueden adivinarse por +mero discurso, aunque se tenga un entendimiento agudísimo, el Conde, +aficionado a ejercitar el suyo, pensó también lo que sigue.</p> + +<p>La sociedad elegante es más fácil, más abierta en Madrid que en ninguna +otra capital de Europa, hasta para las mujeres. Aquí no se le pregunta a +nadie, antes de dejarle entrar, si es más o menos noble de nacimiento, +más o menos rico. La dama más encopetada no desdeña por amiga, ni se +avergüenza de ir acompañada de las hijas o de la mujer de un empleadillo +cualquiera, con tal de que por sus modales y facha no sean +impresentables. La pobreza del vestido se perdona también, como no se +haga notar por presumida extravagancia o por abominable mal gusto. No +hay señora principal ni semi-principal que no acoja bien a la más +modesta provinciana, que conoció en el campo o en algunos baños o en +alguna ciudad de provincia, y que no la llame prima y la trate como a +pariente, si por acaso lo es.</p> + +<p>«En Madrid—pensaba el Conde—falta ahora mucha gente por el verano, +pero Madrid no se ha quedado desierto. Mis niñas—que así las llamaba +ya—son un primor de bonitas: son natural e ingénitamente distinguidas. +¿Cómo es que no tienen amigas o parientes entre las personas que yo +trato? ¿Cómo es que, habiendo en Madrid tanta gente de Sevilla, o que ha +estado en Sevilla, mis niñas no conocen a nadie? En ninguna casa las he +visto. ¿Por qué viven tan aisladas? En la misma Sevilla han de haber +vivido en el mayor aislamiento.»</p> + +<p>De aquí infería el Conde que sus desconocidas, aunque sevillanas, habían +vivido lejos del mundo, o por carácter tímido, o por excesiva pobreza, o +por extravagancia del marido.</p> + +<p>Pasando luego del pensamiento a la acción, abandonando el método +especulativo y apelando al estudio y averiguación de los hechos, el +Conde, que tenía en todas partes buenas relaciones, fué al jefe del +personal del Ministerio de Hacienda y le preguntó por los nombres de los +más recientes empleados que en todas aquellas dependencias había. La +lista era larga, porque no hacía mucho tiempo que había habido cambios, +renovación y trasiego de empleados; pero no faltaba un oficial en el +personal que tuviese algunas noticias biográficas de todos los nuevos.</p> + +<p>«Don Anacleto Pérez», decía, por ejemplo, la lista.—¿De dónde ha venido +éste?—preguntaba el Conde.—De la Coruña—contestaba el oficial.—¿Es +casado?—Es soltero.—Pues adelante—replicaba el Conde.</p> + +<p>Así fué el oficial indicando varios nombres, hasta que dijo:—Don +Braulio González.—¿De dónde ha venido?—preguntó el Conde.—De +Sevilla—contestó el oficial.—¿Es casado?—volvió a preguntar el +Conde.—Es más que casado—dijo el oficial—: podemos calificarle de +bígamo, porque, a más de su mujer, que es muy guapa, tiene consigo a su +cuñada, más guapa aún, si cabe, y rubia como unas candelas.—Ese es el +que yo busco—dijo el Conde. Luego recomendó de nuevo, pues ya antes lo +había hecho al jefe del personal, el sigilo respecto a su investigación.</p> + +<p>Por el oficial supo el Conde asimismo que don Braulio no hacía más que +un mes que estaba en Madrid; que disfrutaba un sueldo de 3.000 pesetas, +menos el descuento; que tenía fama de excelente empleado; que la iba +justificando con trabajos que el mismo Ministro le encomendaba; que era +un hombre de cuarenta y cinco a cincuenta años de edad, aunque parecía +más viejo, porque estaba bastante calvo y muy achacoso; que sólo llevaba +tres años de matrimonio; que no tenía hijos; que su mujer, doña Beatriz, +y la hermana de su mujer, llamada Inesita, eran de un lugar de la +provincia de Córdoba, donde él había estado de Administrador de Rentas; +que poco después de la boda le habían trasladado a Sevilla con ascenso; +que en Sevilla él y su familia habían vivido muy apartados del trato de +las gentes; que ahora vivían en la calle del Olivo, en el piso tercero +de una casa cuyo número también le dió, y que eran todos tan hurones, +que apenas se trataban en Madrid con alma viviente.</p> + +<p>Enterado el Conde de todo, volvió a sus meditaciones y cálculos. Había +dado el primer paso; pero era menester dar el segundo. Sabía ya con +quién tenía que habérselas; pero esto de nada servía si no lograba con +tino ponerse en comunicación con don Braulio y su familia.</p> + +<p>El Conde distaba infinito de ser un atolondrado. Si bien no le arredraba +ningún peligro; si bien no le dolía tener que aventurar la piel, temía +siempre dar un golpe en vago, hacer alguna cosa que pudiera ponerle en +situación desairada y ridícula. De esto tenía más miedo, no ya que de +una espada desnuda, sino que de quince ametralladoras que fuesen a +dispararse contra él.</p> + +<p>Dada esta su natural condición, las dificultades no eran pequeñas.</p> + +<p>¿Cómo hacerse presentar en una casa donde nadie de su clase, y quizá +nadie tampoco de otra clase cualquiera, entraba de visita? ¿Qué pretexto +alegar para encajarse de patitas en la morada de aquella pobre gente?</p> + +<p>La presentación es el medio más correcto de conocer y tratar a las +personas; pero el Conde no se sentía con la desvergüenza suficiente para +ser allí presentado.</p> + +<p>¿Escribiría un billete amoroso a fin de entrar en relaciones?</p> + +<p>Sobre cartas de este género, su uso, utilidad, inconvenientes y +ventajas, el Conde, que, según hemos dicho ya, era muy circunspecto y +arreglado, tenía formuladas sus leyes y hechas sus consideraciones, a +las que procuraba ajustar siempre su conducta.</p> + +<p>Escribir de amor a las mujeres le parecía un excelente recurso. Casi +todas dan más solemnidad e importancia a lo que se les escribe que a lo +que se les habla. Muchas cosas, de que se ofenden o sonrojan si las +oyen, las pesan y las meditan, y se deleitan en ellas con amorosa +delectación cuando las leen. Si contestan de palabra a un galán que de +palabra las pretende, les es fácil esquivar las cuestiones graves, +tomándolo todo a risa. Lo escrito infunde o impone, por el contrario, +casi inevitable seriedad. Contestar de palabra, dejar entrever de +palabra algún átomo, rayo o vislumbre de esperanza, apenas compromete. +La palabra es vaga, punto menos que espiritual; pasa por el aire y +penetra en el oído sin dejar el menor rastro. Hasta en la memoria se +borra y queda confusa. Tal vez su mayor valer, su más substancial +significado no está en ella misma, sino en el acento con que se +pronunció, en el gesto fugitivo de que fué acompañada, en el mirar suave +y rápido, en un relámpago instantáneo de los ojos, cuando la palabra +brotó de los labios.</p> + +<p>En lo escrito no hay nada de esto. En lo escrito, ni el gesto, ni la +mirada, ni la voz pueden modificar palabra alguna y darle un valor +momentáneo que en sí no tenga. Aunque no sea mas que por esto, escribir +es comprometidísimo para las mujeres. La manía de escribir es, con todo, +epidémica en el día, y, como son raras las mujeres que escriben para el +público, cuando presumen de discretas o lo son y alguien les escribe, +sienten las más un invencible prurito de contestar, aunque sólo sea para +lucirse. Una vez puestas en este resbaladero es muy factible que se +deslicen. El mismo sujeto a quien contestan se magnifica y hermosea en +la imaginación, por poco que en realidad se le estime, gracias a que no +se halla presente. El temor del peligro es mayor escribiendo que +hablando; pero también el rubor, la timidez, el recato ceden a veces con +más facilidad estando a solas y cara a cara con el papel que cara a cara +con un hombre, y quizá rodeada la mujer de personas curiosas y que se +supone que serán maldicientes. Así escriben muchas; sueltan prendas que +permanecen, y se ven al cabo comprometidas. Si hubiera estadística de +los enredos amorosos, tal vez más de la mitad de ellos se vería que +habían nacido del prurito de escribir que tienen las mujeres.</p> + +<p>Todo esto lo sabía y pensaba el Conde; pero pensaba asimismo que un +hombre prudente y discreto, que no quiere hacer una cadetada, se +compromete en cierto modo y se expone a burlas, risas y desaires si se +adelanta a escribir antes de que llegue cierto período; antes de que se +presente la ocasión oportuna; antes de haber pasado por ciertos +trámites; antes de tener, por lo menos, ciertos indicios racionales de +que será bien recibida la primera carta. Y como ni la casada ni la +soltera, ni con sonrisas, ni con miradas, ni recibiendo de dulce modo +indescriptible, aunque inequívoco, las miradas y las sonrisas de él, +habían dado motivo a que él considerase que la una o la otra, o ambas, +estaban ya, predispuestas a recibir la carta, creía una absurda +temeridad escribirles: lo miraba como un acto de delirio estudiantil, +como un arrebato de hortera o de mozo de café, que en un Conde tan +discreto, atildado y hábil como él; que en un hombre de mundo, conocido +en todos los salones de Europa, casi no tenía perdón ni disculpa.</p> + +<p>Por lo pronto, sin embargo, no se le ocurría otra más ingeniosa manera +de entrar en comunicación con las de don Braulio González.</p> + +<p>Pero ¿a cuál de ellas escribiría? ¿A la señora o a la señorita?</p> + +<p>Una y otra resolución estaban erizadas de gravísimos inconvenientes.</p> + +<p>Ninguna de las dos mujeres, valiéndonos de una expresión vulgar, le +había dado pie para nada. Ni le habían excitado, ni le habían animado +mirándole, ni le habían sonreído, ni se habían mostrado enojadas cuando +las siguió, cuando casi las detuvo, cuando descaradamente se quedó +mirándolas. La más glacial indiferencia había aparecido en ambas +mujeres. Habían estado tan dignas, tan severas, tan naturales, tan sin +espantos o alharacas de hembra vulgar que es honrada o presume de serlo, +como si hubieran sido dos duquesas o princesas que hubieran tenido el +capricho de salir de noche a recorrer las calles y se hubiesen visto +perseguidas, durante algunos minutos, por un lacayo mal criado y +bastante vano para creerse seductor.</p> + +<p>El Conde, a pesar de todo, quizá porque así fuese, quizá porque el amor +propio le engañaba, había creído notar, en gestos imperceptibles, en el +ademán, en algo que apenas se había podido ver y que apenas se podía +apreciar ni evaluar sino por un entendimiento tan sutil como el suyo y +tan perito en las aventuras amorosas, que la casada se le había mostrado +menos indiferente y más propicia; que se adivinaba en su cara el +contentamiento, la vanidad satisfecha de verse seguida por un joven tan +principal y tan gallardo, y hasta que le miró una o dos veces de soslayo +y con disimulo, con curiosa simpatía.</p> + +<p>¿Escribiría, pues, a la casada? Pero ¿qué derecho tenía para ello? ¿Qué +le iba a decir? ¿Y si el marido era celoso y cogía la carta? ¿No se +exponía desde el principio a imposibilitar o dificultar así grandemente +para lo futuro el buen éxito de su aventura?</p> + +<p>El Conde desistió, por consiguiente, de escribir a la casada.</p> + +<p>La soltera le parecía más bonita y más distinguida; pero estaba +enojadísimo contra ella. Allí sí que no se forjaba ilusiones: allí sí +que no le cabía la menor duda. Inesita no había hecho más caso de él que +de un perro callejero. No acertando a explicarse aquella serenidad +olímpica, aquel suave endiosamiento, que por extraña contraposición se +conciliaba con la humildad y la modestia, el Conde se daba a sospechar +si Inesita sería idiota; pero recordaba sus ojos, su airoso modo de +andar y la expresión inteligente de su hermosa cara, y tenía que +confesarse que, o él no sabía lo que eran mujeres, o Inesita era de lo +más discreto que había nacido de madre.</p> + +<p>¿Cómo, pues, escribir a Inesita? Esto era más difícil que escribir a +doña Beatriz.</p> + +<p>No incurramos aquí en la necia hipocresía de suponer, cuando se escribe +una historia, que la sociedad tiene una moral muy superior a la que +realmente tiene. Digamos las cosas como son.</p> + +<p>Es singular, es poco lógico, es absurdo, pero ocurre lo siguiente. Está +tan en los usos y costumbres que cualquier caballero diga su atrevido +pensamiento a una mujer casada, que ésta se ofenderá rara vez. Por +virtuosa que sea, se limitará a rechazar o a desengañar con dulzura al +pretendiente. No se dará por ofendida, cuando en realidad le han +propuesto la infracción de una ley moral, civil y religiosa, su deshonra +y la de su casa, y tal vez la vileza de un hurto de bienes materiales, +si llega a tener un hijo. En cambio, apenas habrá soltera, como no esté +completamente perdida, que no se considere injuriada si le piden amor +sin presuponer matrimonio de un modo explícito o implícito; y, en +realidad, la falta a que entonces se induciría a la soltera sería mucho +menor que la que se pretendía de la casada. La soltera, libre, no +engañaría a su marido, no faltaría a ninguna promesa, no se expondría a +dar a nadie por heredero legítimo a aquel que no debiese serlo.</p> + +<p>Esto es exacto. No hay argumento que pueda valer en contra. Y con todo, +apenas habrá seductor, por brutal, irreverente y desaforado que sea, que +ose pretender a una soltera, sin proponer <i>la buena fin</i>: y apenas hay +Tenorio, por enclenque, canijo y fehuelo que Dios o el diablo le hayan +hecho, que no tiente el vado, se declare con desenfadada audacia y se +atreva a pretenderlo todo de una mujer casada.</p> + +<p>Nuestro héroe, sin meterse en filosofar sobre lo dicho, lo tenía más que +sabido. Así es que, por esta consideración, aunque no atendiese a otras, +hallaba más difícil escribir a Inesita que a doña Beatriz. Escribir a +doña Beatriz, como casada, el uso, la práctica, la jurisprudencia +establecida, lo consentía sin que pasase por injuria. Escribir a +Inesita, en cambio, no podía ser sin menospreciarla y vejarla +cruelmente, como el Conde no dijera o diese lugar a que se +sobreentendiera que aspiraba a casarse con ella.</p> + +<p>Ahora bien; el Conde ni estaba enamorado, ni pensaba en casarse con +nadie, ni mucho menos con Inesita: sólo aspiraba a pasar el rato; pero +el Conde tenía también su moral, y no había rato, por bueno que fuese, +que mereciera que él se rebajase hasta mentir y engañar a una pobre +chica, haciéndola creer que podría casarse con ella.</p> + +<p>Así, pues, el Conde desistió de escribir a doña Beatriz por razones de +prudencia y estrategia amatoria, y desistió de escribir a Inesita por +más delicadas consideraciones. Mas no por eso desistió de conocerlas y +tratarlas a las dos. Dejémosle cavilando y discurriendo el medio más +atinado de lograrlo, y adelantémonos nosotros, penetrando invisibles en +casa de nuestras heroínas y conociéndolas antes que el Conde.</p> + + + + +<h2><a name="IV" id="IV"></a><a href="#toc">IV</a></h2> + + +<p>El crítico más hábil y atinado, quizá, entre cuantos hay en España me ha +hecho ya dos o tres veces, al juzgar otras novelas mías, un favor y un +disfavor que no creo merecer; pero si los merezco, esta vez, lejos de +enmendarme, incurro más de lleno que nunca en su censura, que por otra +parte me lisonjea. Supone el crítico que mis personajes todos son yo, +con lo cual hace de mí un Proteo, pues harto diversos caracteres he +retratado; y supone además que todos hablan, como yo en igual situación +hablaría, con erudición, discretas sutilezas y espíritu filosófico +impropios de su condición humilde y hasta de su sexo, ya que a menudo +<i>mis mujeres se pasan de listas</i>.</p> + +<p>En la presente historia, donde, según el título lo indica, los más +importantes personajes, cada uno por su estilo, van a pasarse de listos, +pecaré, sin poderlo remediar, contra lo que el crítico quiere. La culpa, +si la hay, porque me resisto a declararme culpado, está en la elección +del asunto. Ya elegido, no tengo más recurso que hacer a mis héroes, +conservando a cada uno su índole, sus pasiones y su singular fisonomía, +todo lo más discretos, sutiles y listos que yo sepa y pueda, porque tal +ha de ser el defecto mayor de todos ellos, y sobre todos ellos, del +protagonista de la historia.</p> + +<p>Hago aquí esta declaración para que doña Beatriz, a quien pronto oirán +hablar mis lectores, no los coja desprevenidos. Doña Beatriz era +listísima.</p> + +<p>No recuerdo en qué libro, tratado o epístola del Antiguo o del Nuevo +Testamento, se dice que <i>el espíritu sopla donde quiere</i>: sentencia con +la cual basta y sobra para justificar la verosimilitud de que el +espíritu, ora sea divino, ora sea diabólico, hubiese soplado y penetrado +en el ser de una muchacha de veintidós años, que no tenía más doña +Beatriz, nacida y criada en un lugar de la provincia de Córdoba. Hay +también otra sentencia macarrónica, llena de verdad, que reza de este +modo: <i>Quod natura non dat, Salamanca non proestad</i>, de la cual puede +inferirse, según buena lógica, que la madre naturaleza no ha menester de +Salamanca, o dígase de hondos estudios y largo trato de mundo, para +hacer muy sutiles y entendidos a aquellos a quienes gusta de favorecer, +aun cuando sean mujeres, y mujeres de lugar.</p> + +<p>En este número se contaba doña Beatriz, la cual, sobre su innato +despejo, si bien no había cursado en ninguna universidad, tenía cierto +saber adquirido en la conversación frecuente de su marido don Braulio, +quien gozaba fama de sujeto muy ilustrado, aunque sólo tuviese 3.000 +pesetas anuales de sueldo.</p> + +<p>Doña Beatriz e Inesita, huérfanas de padre y madre desde la niñez, +habían estado bajo la tutela y criadas en casa del cura del pueblo. No +eran enteramente pobres. Tenían algunas finquillas, que venían a +producir, bien administradas, unos 4.000 reales de renta para cada una. +Con esto era difícil que en el pueblo, a no infundir una violenta +pasión, se casase ninguna de ellas con los hidalgos o señores ricos; y +como ambas eran muchachas finas, señoritas verdaderas, no era probable +que se hubieran querido casar con ningún arriero palurdo o con ningún +labrador rústico e ignorante.</p> + +<p>El padre cura receló, aunque tarde, que había educado a sus pupilas mal +de puro bien, y que, de resultas de su esmerada educación, iban a +quedarse para vestir imágenes. Por fortuna no sucedió así. El +Administrador de Rentas, don Braulio, trató a doña Beatriz, y la halló +tan bonita y discreta que se enamoró de ella. Ella pensó haber hallado +en don Braulio un hombre que, aunque viejo, podía enamorar por su +talento y por otras nobles prendas del alma, y enamorados, o persuadidos +de que lo estaban, se casaron, después de un noviazgo corto.</p> + +<p>El cura tutor, que era muy anciano, murió pocos meses después de este +casamiento.</p> + +<p>Nada absolutamente dejó a sus pupilas.</p> + +<p>De una hermana suya, viuda, tenía el cura un sobrino, de edad de +veintiocho años, llamado Paco Ramírez. Este fué el universal heredero de +su tío, consistiendo el activo de la herencia en la casa con los muebles +y libros, que valdría todo 40.000 reales, y el pasivo en varias deudas, +que pasaban, también en reales, de 30.000.</p> + +<p>Paco Ramírez era un mozo muy guapo, y tan morigerado, económico, activo +y fecundo en recursos, que con 50.000 reales que su padre le había +dejado en dinero, empleando en cebada y en trigo, comprando mosto barato +en tiempo de vendimia, haciéndole vino potable en unas cuantas pipas que +tenía, vendiéndole luego por cargas a los arrieros, y, en suma, +trapicheando de otras mil maneras, si bien todas lícitas, no sólo +mantenía con holgura a su madre, sino que se vestía él hasta con majeza +y elegancia, al uso del pueblo, e iba, poco a poco, aumentando el +capital.</p> + +<p>Muchas veces había pensado el cura en que su sobrino podría ser un buen +marido para cualquiera de sus dos pupilas; pero, como no era un buen +partido, calló el cura su pensamiento y propósito, y jamás hizo nada por +realizarle.</p> + +<p>Paco, Beatriz e Inesita se querían como hermanos. Paco, que tenía seis +años más que la mayor de ellas, y diez más que la segunda, lo cual en la +primera edad parece enorme diferencia, les tenía un cariño que él +calificaba de paternal. Ellas eran hijas del caballero más ilustre del +pueblo, por más que hubiesen venido a tanta pobreza, y él, plebeyo, y +archiplebeyo por todos cuatro costados, y con menos bienes de fortuna +que las pupilas de su tío, ¿cómo había de atreverse ni siquiera a +imaginar que podría casarse con ninguna de las dos?</p> + +<p>Así las cosas, se casó don Braulio con doña Beatriz, y a poco, como ya +hemos dicho, murió el cura, que era excelente sujeto.</p> + +<p>Inesita, según era natural, se fue a vivir con su hermana y cuñado; los +siguió a Sevilla, y después los siguió a esta alegre capital de las +Españas.</p> + +<p>Desde que salieron del lugar dejaron encomendada a Paco la +administración de los bienes que en él tenían, con la seguridad de que +nadie había de administrarlos mejor. Paco, en efecto, respondió a +aquella confianza. Así es que en la época en que comienza nuestra +historia, cuando aparecen en el Buen Retiro nuestras dos heroínas, +tenían entre ambas algo más de 8.000 reales al año, que juntos a los +12.000 mal contados de don Braulio, sumaban una taleguita anual muy +corrida y larga de talle.</p> + +<p>Aunque hacían vida retirada, como todo está caro, y se trataban bien, y +se vestían con cierto lujo para su clase, renta y sueldo se consumían +completamente, y gracias si no se hallaban a veces en apuros.</p> + +<p>Para salir de ellos, vivir con esplendidez y elevarse a mayor posición +en la jerarquía social, se presentaban dos caminos, iluminados por la +esperanza, a la aguda consideración de doña Beatriz, la cual cavilaba +mucho sobre estas cosas desde que había salido del lugar, ya casada.</p> + +<p>Doña Beatriz tenía el concepto más elevado de la inteligencia y del +saber de su marido. Atribuía su poco éxito en el mundo a descuido, +desprecio o desdén que don Braulio tenía de todo lo práctico, a cierta +falta de estímulo que notaba en su alma, y se inclinaba a creer que si +ella estimulaba y aguijoneaba el alma de su marido, apartándola de vagos +ensueños y de teóricas distracciones, que a nada conducían, aun era +posible que le viese de Ministro de Hacienda, o por lo menos de Director +de Rentas Estancadas.</p> + +<p>El otro punto, que era como cimiento o piedra angular sobre la cual +levantaba doña Beatriz el alcázar de sus esperanzas ambiciosas, era la +hermosura, el garbo y la distinción de su hermana Inesita.</p> + +<p>Doña Beatriz, casada ya con un hombre a quien veneraba y quería, y a +quien era deudora de haber salido del lugar, donde se ahogaba, y de +espaciarse por grandes ciudades, limitaba su misión para lograr el +engrandecimiento a servir como de espuela a la reacia voluntad de su +marido; pero en Inesita, soltera y libre y llena de atractivos, que ella +sabría completar y hacer valer con su prudencia, veía doña Beatriz un +filón intacto aún, un minero riquísimo de todos los bienes, +encumbramientos y prosperidades.</p> + +<p>Importa declarar, en honor de doña Beatriz, que al trazar en su +imaginación el proceso ascendente de uno y otro plan de ventura, ora +valiéndose de don Braulio, ora de Inesita, jamás se le ocurría poner en +la composición de su cuadro el menor toque pecaminoso. Nada de +fullerías. Doña Beatriz quería jugar limpio. Don Braulio había de ser +personaje de primera magnitud sin mancharse las uñas, e Inesita había de +ser condesa, marquesa, y quién sabe si duquesa, sin la menor liviandad y +con todos los requisitos eclesiásticos y civiles.</p> + +<p>El orgullo de doña Beatriz, su decoro aristocrático, que le tenía, +aunque nacida en pobres pañales, y sus creencias cristianas, vivas y +fervorosas como de persona educada por un sacerdote de ejemplarísima +virtud, repugnaban todo recurso que pudiera mancillar; pero su afán de +elevarse y de elevar a su familia le sugería, a su ver, medios decentes +y honrados por donde lograr riqueza, dignidades y distinciones, con +facilidad y sin desdoro ni culpa.</p> + +<p>Doña Beatriz no descubría por completo sus planes y sus esperanzas a don +Braulio y a Inesita. Temía asustarlos y que del susto saliesen la +contradicción y la oposición. Cauta y astuta, soñaba con atraer +diestramente al uno y a la otra por los caminos que ella juzgaba +conducentes al término a que aspiraba, y ya comprometidos y metidos en +él, y cuando fuese muy difícil volver atrás, declarar ella su propósito +y mostrarles el término, si no le veían.</p> + +<p>Con Inesita, sobre todo, que era sobrado poética e inexperta, procedía +doña Beatriz con superior cautela y disimulo.</p> + +<p>Desde la noche que habían ido al Buen Retiro le había hablado varias +veces del gentil caballero que las había seguido, pero sin descubrir +jamás todo su pensamiento.</p> + +<p>Doña Beatriz, por las frases que había oído al Conde de Alhedín y a sus +compañeros, por el coche que había visto y por algunas noticias que +después había recogido con habilidad, sabía que el Conde era soltero, +muy rico, muy noble, huérfano de padre, y con una madre que no tenía más +voluntad que la suya. Ahora bien; ¿qué imposibilidad habría en que el +Conde se enamorase resueltamente de Inesita y se casase con ella? Más +desiguales casamientos se han visto y se ven todos los días.</p> + +<p>Con un poco de fortuna y con la rara discreción de que doña Beatriz se +juzgaba dotada, bien podría casar a Inesita con el Conde. Inesita era, +como ya se ha dicho, una criatura adorable. Hasta su indiferencia, hasta +su espíritu, dormido a toda ambición, podría contribuir al triunfo. Nada +suele perjudicar tanto a otras muchachas, en esto de atrapar un buen +casamiento, como el afán cándido y mal encubierto de atraparle.</p> + +<p>Así, pues, doña Beatriz dejaba dormir a su hermana y no procuraba +despertar su ambición. Aquel sueño indiferente y sublime era un arma +poderosa de que no convenía desprenderse. Ella, sin decírselo hasta que +llegase la ocasión oportuna, guiaría a su hermana sin sacarla del +poético sonambulismo.</p> + +<p>Sonámbula y todo, importaba, no obstante, que Inesita por sí misma se +moviese; y para ello doña Beatriz había ya tocado, y aun pensaba tocar, +cualquiera otro resorte de su alma menos el de la ambición y la codicia.</p> + +<p>Con estos planes e intenciones, la noche del día en que el Conde supo en +el Ministerio de Hacienda quiénes eran sus desconocidas, hablaban éstas +a solas en su pobre casa, mientras aguardaban a don Braulio, que estaba +trabajando en la Secretaría.</p> + +<p>—No te entiendo, Inesita—decía doña Beatriz, sentada en una butaca +enfrente de su hermana—. Que yo no rabie, nada tiene de particular. +Quiero bien a mi marido; mi deber y el fin de mi vida estriban en +hacerle dichoso, y así nada tengo que buscar fuera de casa. Puedo vivir +encerrada entre cuatro paredes sin desesperarme. ¿Qué voy a hacer yo, a +qué puedo aspirar yo fuera de aquí? Pero tú, soltera, joven y tan +bonita, es un prodigio que te resignes a este retiro y aislamiento en +que vivimos. Braulio es muy bueno; sería un santo si fuera mejor +cristiano; pero es un hurón y tiene sus caprichos. No quiere que +volvamos solas a los Jardines. Y eso que ignora la persecución de aquel +Condesito. Yo deseo llevarte a los Jardines a ver si te distraes, porque +me pareces melancólica; pero, ¿qué le hemos de hacer? Solas no podemos +ir con licencia de Braulio, ni menos aún a escondidas. Dios me libre de +oponerme a lo que él ordena. Además sería fácil que lo supiese todo. No +hay, pues, más recurso que aguardar a que Braulio quiera y pueda +acompañarnos. Pronto acabará su tarea extraordinaria y no tendrá que ir +de noche al Ministerio. Entre tanto no irá mañana, que es domingo. +Mañana nos llevará. Yo lo conseguiré. ¿Te acomoda?</p> + +<p>—Yo no tengo impaciencia ninguna ni afán de divertirme—respondió +Inesita—. Comprendo bien que Braulio no quiera que vayamos solas. +¡Somos tan muchachas ambas!... Casi pareces tú más joven que yo. Nos +exponemos a mil sustos... a que nos persigan... a que nos falten al +respeto... como el libertino de la otra noche.</p> + +<p>—Tú exageras... el Conde de Alhedín no nos faltó al respeto. El pobre +nos siguió como un tonto... tuvo sus tentaciones de hablarnos, pero al +cabo no se atrevió, e hizo bien. Hubiera sido una botaratada +imperdonable en persona de tantas campanillas y tan corrido. La verdad +es que se entusiasmó demasiado para jactarse de tan hastiado, desdeñoso +e invulnerable. Hija mía, le diste flechazo.</p> + +<p>—Hermana—replicó Inesita con la mayor sencillez y naturalidad—, no +trates de lisonjear mi amor propio. No te creo. En todo caso fuiste tú, +y no yo, quien flechó al Condesito: aunque, dejándonos de bromas, lo que +debemos creer es que ni tú ni yo le flechamos. Excitamos su curiosidad +por lo mismo que nadie nos conoce. Como es un vago, quiso seguirnos para +pasar el tiempo. Tal vez la causa de que nos siguiese no fué para +nosotras lisonjera, sino ofensiva; tal vez, al vernos solas y tan +jóvenes, formó de nosotras una idea...</p> + +<p>—Es posible... quizá al principio nos juzgó mal; pero, no lo dudes, +juicio tan aventurado y poco favorable fué pasajero. No se sigue a quien +no se estima, como nos siguió el Conde. Aquellas vacilaciones, aquellos +miramientos, aquella timidez en persona tan desenfadada y atrevida, +nacen de respeto, y no de menosprecio. Además, un hombre de mundo, +entendido como es él, no podía caer sino por un breve instante en tan +absurda alucinación. Mírate en aquel espejo—y doña Beatriz señalaba uno +que estaba colgado enfrente, adornando la sala—; sería menester ser un +estúpido para no comprender quién eres tú; para pensar mal de ti al ver +esa cara.</p> + +<p>Doña Beatriz dió en ella a su hermana una docena de sonoros besos, +alzándose de su asiento y abrazándola.</p> + +<p>—¡Qué buena y qué loca eres!—dijo Inesita.</p> + +<p>En seguida añadió:</p> + +<p>—Vamos, quiero dar por cierto que el Conde nos siguió con entusiasmo; +pero el entusiasmo ¿por qué había de ser yo, y no tú, quien le +inspirase? ¿Crees tú que el Conde adivinó que estás casada?</p> + +<p>—Indudable. No pudo creer de mí otra cosa, al verme sola contigo y al +tenernos por mujeres honradas.</p> + +<p>—Pero yo he oído decir que los libertinos persiguen más a las casadas +que a las solteras—prosiguió Inesita con la terrible franqueza de su +inocencia casi infantil.</p> + +<p>—No es regla general. Voy, sin embargo, a conceder que lo es. Todavía +afirmo que no hay regla sin excepción, y que en este caso el Conde ha +perseguido a la soltera.</p> + +<p>—¿Y por qué lo afirmas?</p> + +<p>—Porque lo he visto.</p> + +<p>—Yo no vi nada, porque no miraba.</p> + +<p>—Apruebo que no mirases. Ese recato, esa indiferencia tuya, picaron al +Conde. Si llegas a mirarle te hubiera seguido, aunque más audaz, con +menos empeño.</p> + +<p>—Entonces tú, que le miraste, ya que observaste tantas cosas, ¿cómo no +le hiciste formar ruín concepto de ti?</p> + +<p>—Porque las casadas, cuando no somos muy tontas, usamos diversos +estilos de mirar, y yo le miré como debía.</p> + +<p>Inesita abrió los ojos y la boca, como espantada, al oír que había +diversos estilos de mirar.</p> + +<p>Doña Beatriz, sin desistir de su idea de que el candor de su hermana le +daba más precio, empezó a reflexionar que, si este candor rayaba en +ceguera, podía perjudicar a sus planes. Algo le pareció que convenía ya, +cuando no desatar la venda, aflojarla un poquito. Era tiempo de iniciar +a Inesita en los más sencillos misterios de este pícaro mundo. Movida +por este pensamiento, añadió doña Beatriz:</p> + +<p>—Sí, hija mía, hay diversos estilos de mirar.</p> + +<p>—Está bien, hermana, ya me lo explico—contestó Inesita—. Aunque soy +bastante boba e ignorante de todo, porque en el pueblo me he pasado la +vida cosiendo, jugando a las muñecas, cuidando a nuestro anciano tutor y +arreglando el altarito donde estaba San Antonio con el Niño Dios en los +brazos, mientras que tú leías, estudiabas y conversabas, todavía se me +alcanza que se mira de distintos modos: por ejemplo, con afecto y con +indiferencia.</p> + +<p>—Así es.</p> + +<p>—Lo que no comprendo es por qué las casadas saben de eso, y no saben de +eso las solteras.</p> + +<p>—Porque las solteras no deben saberlo; porque si lo saben, deben +aparentar que lo ignoran, y porque pierden mucho si miran con arte, a no +ser tan maravilloso el arte con que miren, que ni el más ladino le note.</p> + +<p>—Y dime, hermana, ¿no pudiera ser que, sin reflexionarlo, y en virtud +de ese instinto, más inspirado y menos falible que la reflexión, mirase +a veces una soltera boba tan bien o mejor que las más hábiles casadas?</p> + +<p>—Todo es posible. El ingenio lo puede todo. Voy, no obstante, a +indicarte los tres principales escollos en que puedes tropezar si te +pones a mirar a los hombres. Primer escollo: que se te vayan los ojos +tras de aquel a quien mires, lo cual es rendirte, entregarte como atada +de pies y manos, hacer que se entibie el amor si ya le inspiras, o que +burlen y profanen y escarnezcan tu amor si no te corresponden. Segundo +escollo: que por timidez o desconfianza mires como asombrada y arisca, +exponiéndote a pasar por boba o por sosa no siéndolo. Y tercer escollo: +que, poseedora de la ciencia del mirar y de las otras ciencias que la +del mirar presupone, no atines a disimular y velar esta sabiduría, y te +acusen y zahieran de lagarta, de licurga, de desenvuelta y libre, y de +harto sabida para soltera.</p> + +<p>—Me parece, Beatriz, que para evitar esos escollos lo mejor es dejarse +llevar del impulso.</p> + +<p>—¡Ay, hija mía! No hay frase más vacía de sentido. Según Braulio, que +lee muchos librotes en los ratos de ocio, lo menos lleva ya el género +humano doce mil años de civilización. ¿Dónde habrá ido a parar el +legítimo y puro natural impulso, después de tanto jaleo de creencias, +leyes, doctrinas, costumbres, usos, modas y convenciones sociales? +Échale un galgo a tu natural impulso. Hazte salvaje, o búscale entre los +salvajes si quieres tenerlo. Además, que el natural impulso, el impulso +meramente natural, es vicioso y malo. Extraño mucho que una joven, tan +buena cristiana como tú eres, se fíe del natural impulso. Pues buena +quedó la naturaleza después del pecado original, para que de ella nos +fiemos.</p> + +<p>—Mujer, me equivoqué, me expliqué mal. Lo que yo quería decir era que +debía dejarme llevar, para mirar, como para todo, de mis sentimientos +cristianos, de ese natural impulso mío, modificado y depurado por la +educación moral y religiosa que, a Dios gracias, he recibido.</p> + +<p>—¡Pero ven acá, inocente! ¿Qué trae la doctrina del Padre Ripalda sobre +esos interesantísimos pormenores? No los previó y te dejó a obscuras. +Nuestro tutor, en los largos sermones que nos echaba, jamás tocó este +punto. ¿Cómo habían de calcular el Padre Ripalda ni nuestro tutor que +ibas a pasearte en el Buen Retiro, y que ibas a ser perseguida por un +Condesito, buen mozo, elegante, ilustre, con coche y con más de 15.000 +duros de renta? En este caso complicado intervienen mil elementos ajenos +a la teología moral. Y lo que es el coche, la elegancia, el condado, la +renta de los 15.000, los conciertos del Buen Retiro y otra infinidad de +circunstancias, nada tienen que ver con la naturaleza; están por cima de +ella; pueden y deben calificarse de <i>sobrenaturales</i>, ya que van +añadidas y como sobrepuestas a lo natural por la cultura del siglo.</p> + +<p>La risa y el buen humor con que doña Beatriz decía todo esto +desconcertaron un poco a Inesita. No sabía si echarlo también a broma o +replicar seriamente. Resolvióse al fin por lo segundo, y dijo:</p> + +<p>—Hermana, sean naturales o <i>sobrenaturales</i> las circunstancias, +persisto en creer más seguro que cualquier artificio y estudio esto que +yo llamo mi impulso natural. La sinceridad y la franqueza son siempre lo +que más cuenta nos trae hasta por el lado práctico y útil. Niego esa +ciencia o ese arte de mirar. Para nada le necesito. Una doncella honrada +y modesta debe mirar a todo galán como la buena crianza le aconseja, +para no aparecer grosera, con el afecto general que siente o debe sentir +por todo prójimo, y con la debida circunspección, para que el galán no +interprete mal su benevolencia y se las prometa felices. Si el galán +pasa de galán indiferente a galán amado, ya el amor inspirará a la +doncella el conveniente modo de mirar a quien le enamora, sin que se +canse en aprenderlo por arte.</p> + +<p>—Oye, Inesita—dijo doña Beatriz—; no te hablo de broma, sino con gran +seriedad en el fondo. Tú tendrías razón en lo que dices si no hubiese +período de transición entre el estar enamorada y no estarlo. Tú misma lo +has dicho. <i>Si el galán pasa de indiferente a amado</i>. Pues bien; para +este paso son las reglas y el arte. A quien te ame y sea correspondido +de veras, mírale como quieras. El amor mismo te enseñará el modo de +mirarle; pero, hija mía, no se trata de eso; se trata de aquel a quien +no amas aún y que aún no te ama.</p> + +<p>—A ése le miraré como a prójimo.</p> + +<p>—Ahí está tu error, Inesita. Tú no pones término medio entre el desamor +y el amor. Ese salto sí que es antinatural, peligroso e inverosímil. +Nadie pasa, por fortuna, de la indiferencia al amor sin grados, trámites +y términos medios. ¡Pues no faltaba más! Hija, el amor viene poquito +apoco. Desde la indiferencia, o mejor dicho, desde el afecto general a +todo prójimo hasta ese exclusivo sentimiento que se llama amor, hay una +escala gradual, que se va subiendo punto por punto, y que constituye el +período del coqueteo. Sin tal coqueteo, sin irse encaramando por los +grados o escalones de la precitada escala, nadie llega jamás hasta el +templo del verdadero amor, ni alcanza su gloria y sus favores regalados.</p> + +<p>—¿Cómo es eso? ¿Conque yo no podré amar ni ser amada nunca sin +coquetear antes?</p> + +<p>—No te niego la posibilidad; pero sería difícil, extraordinario. En +novelas, en poesía sólo, se ve, por ejemplo, a un señor que ve pasar por +la calle a una dama, y pataplum..., de repente..., cátale muerto de amor +por ella. Ella también le mira..., y adiós reposo y juicio; sin saber si +es un tunante o un hombre de bien, un tonto o un sabio, un rico o un +pobre, ya la tenemos enamorada. Lo racional no es esto; lo racional es +que las personas se traten, se hablen, se conozcan, se estimen, vayan +aficionándose una a otra, hasta que al cabo se amen. Todo este período +es lo que yo he llamado el coqueteo. Mira tú si el coqueteo es necesario +y útil. Sin él no hay amor. Y si no ponte con una cara que despida +huéspedes, no hagas caso de nadie, no mires a nadie sino como a prójimo +mientras no sientas amor, y el amor ni acudirá jamás a tu alma ni tú le +infundirás jamás en otra alma humana. El coqueteo es, pues, un rito, un +culto, una plegaria, una evocación del amor para que venga. Digo todo +esto a fin de que te dejes de gazmoñerías y vayas siendo algo coqueta. Y +como yo deseo que lo seas con distinción y suavidad, sin desafuero de +ninguna clase, con la compostura y modestia que se requieren, y +conservando ese maravilloso candor, ese aspecto de inocencia purísima +que Dios ha puesto en tu ademán y en tu semblante, por eso te recomiendo +el arte divino.</p> + +<p>—Y con ese arte, ¿qué ganaré?</p> + +<p>—Ganarás que te amen. Vamos a un caso particular. Hablemos del +Condesito de la otra noche. Bien sé que no le amas. Demos gracias a Dios +de que no te ha hecho tan inflamable que te pongas a amar a un hombre +sólo con verle de pasada. No es de presumir tampoco que él esté +perdidamente enamorado de ti. Tampoco los hombres se enamoran de súbito. +Lo que sí es probable, casi seguro, es que el Condesito te ha encontrado +bella, airosa y elegante; ha imaginado que eres buena y que estás bien +educada, en lo cual no se equivoca, y te admira y le atraen hacia ti +curiosidad, simpatía y otros vagos deseos y pensamientos. Te concedo, +además, que el Condesito, con su petulancia, que es mucha, se promete +triunfos y victorias que no te hacen favor. Pues bien; todo esto es el +fundamento de un coqueteo. Importa no espantar esas simpatías nacientes +poniendo cara de baqueta; importa refrenar las esperanzas infundadas y +atrevidas; es menester domar con el debido respeto todo irreverente +propósito; y se debe, por último, atraer al Condesito, a ver si te ama y +tú le amas.</p> + +<p>—Pero si yo no le amo.</p> + +<p>—Ya sé que no le amas. ¿No lo he dicho? Ni él te ama tampoco. Pero ¿te +amará nadie nunca ni tú amarás a nadie si sigues así? ¿Cómo ha de acudir +a ti el amor si le oseas cual si fuese pájaro de mal agüero?</p> + +<p>Inesita casi se sintió vencida. Su hermana siguió haciendo tan sabias y +profundas reflexiones, que la chica vino a alucinarse y a imaginar que +el coqueteo, dentro de ciertos límites, era un deber, al que estaba +faltando. Inesita prometió, pues, seguir los consejos de su hermana +hasta donde, sin violentarse, le fuera posible, y ser un poquito +coqueta, con dignidad y con el arte que iría aprendiendo.</p> + +<p>Doña Beatriz dió por cierto que a la noche siguiente, en el Buen Retiro, +hallarían al Condesito, serían perseguidas por él y habría ocasión de +que Inesita mostrase su aptitud, no probada aún, para la coquetería.</p> + +<p>Según doña Beatriz, todo el papel de Inesita en la noche siguiente debía +limitarse a decir con los ojos, por estilo vago y claro sin embargo, con +tal arte que pareciese la frase irreflexiva y espontánea, con impecable +pureza y sencillez de intención y sin prometer nada que pasase de +amistad: «Me es usted simpático, aunque deploro que sea usted un tanto +cuanto fatuo. Me alegraré de tratar a usted, mas para ello quiero que +sea usted menos presumido y más comedido, y que se haga presentar como +la buena sociedad exige y de modo que no choque.»</p> + +<p>Inesita sostenía que con los ojos era imposible enjaretar tan larga +perorata. Doña Beatriz, por el contrario, aseguraba que con los ojos se +decía todo sin dificultad alguna.</p> + +<p>En esta cuestión estaban, cuando llamó a la puerta don Braulio, y entró +luego en el cuarto, interrumpiendo a las dos hermanas.</p> + +<p>El hombre era según se le habían descrito al Conde de Alhedín: flaco, +calvo, pequeño de cuerpo, nada bonito; y, aunque sólo tenía cuarenta y +cinco años, parecía tener diez más, porque el trabajo, los cuidados y +los disgustos le habían envejecido. Estaba vestido con limpieza y +sencillez. Su rostro moreno tenía admirable expresión de bondad y de +inteligencia. Sus ojos negros, única cosa bella que había en él, +brillaban a cada mirada con luz viva y penetrante. Sus mejillas, +hundidas, estaban surcadas de arrugas; pero en su boca, más bien grande +que pequeña, había firmeza y brío, y sus labios delgados se plegaban con +gracia, prestando animación a toda la fisonomía y dejando ver dos +hileras de dientes blancos, sanos y bien puestos. La nariz de don +Braulio, aunque no deforme, era un si es no es acaballada o de pico de +loro.</p> + +<p>Don Braulio venía muy fatigado, y a las pocas palabras que habló con las +mujeres pensaron todos en retirarse a dormir.</p> + +<p>La primera que salió de la sala fué doña Beatriz.</p> + +<p>Don Braulio quedó un momento solo con Inesita. Acercóse entonces a ella +y le dijo en voz baja:</p> + +<p>—Inés, tengo que cumplir con una comisión que para ti me han dado. Toma +esta carta, guárdala y léela con detención y reposo. El que la escribe +exige que no hables con nadie de la carta, sino conmigo si quieres. +Hasta para tu hermana ha de ser un secreto. ¿Lo entiendes? Hay además +otra condición extraña. La contestación que has de dar no se te admite +hasta dentro de un mes, y se te suplica al mismo tiempo que no retardes +el darla más de cuatro meses.</p> + +<p>Don Braulio, dicho esto, puso la carta en manos de Inesita, y se fué por +donde su mujer había ido, sin aguardar a que Inesita leyese la carta o +le hiciese alguna pregunta sobre ella. Parecía que don Braulio deseaba +también que Inesita meditase con sosiego, antes de hablarle del +importante negocio de que sin duda la carta trataba.</p> + + + + +<h2><a name="V" id="V"></a><a href="#toc">V</a></h2> + + +<p>Apenas Inesita se quedó sola miró el sobrescrito de la carta, y, sin +emoción, casi sin curiosidad, al menos perceptible, iba a abrirla y a +leerla, cuando apareció en escena un nuevo personaje, que hizo que la +muchacha se guardase precipitadamente la carta en el bolsillo.</p> + +<p>Este nuevo personaje era el ama Teresa. Llamábanla ama no porque jamás +lo hubiera sido de cría, sino porque había sido ama de gobierno del +señor Cura. Estaba ya más cerca de los sesenta que de los cincuenta +años, y había cuidado con grande esmero y cariño de Beatriz y de Inés +desde que ellas habían quedado huérfanas. A las dos las quería mucho; +pero, como había cuidado a Inesita desde más niña, y como Inesita seguía +soltera, tenía con ella mayor familiaridad y confianza.</p> + +<p>Por extraña alucinación, más frecuente de lo que se piensa, el ama, como +si los años hubieran pasado en balde o no hubieran pasado, no veía en +Inesita a la mujer ya formada, sino a la niña pequeñuela que había +mimado tanto.</p> + +<p>Seguía, pues, mimándola y tratándola como si Inesita tuviera cinco o +seis años. Sus acciones con relación a Inesita se resentían de dicha +alucinación; pero en sus discursos, cuando hablaba con ella, había una +combinación graciosa de los mimos e inocentadas con que se habla a las +criaturitas, y de los esfuerzos de ingenio y de estudiada discreción con +que las personas ignorantes y rudas procuran nivelarse con aquellas de +cuyo saber e inteligencia han formado el concepto más ventajoso.</p> + +<p>En cuanto tenía o creía tener por experiencia alguna superioridad, el +ama hablaba a Inesita con dulce imperio, mientras que en negocios de más +alta trascendencia, en lo que iba más allá de lo material y presuponía +cierta cultura del espíritu, el ama se dirigía a Inesita con respeto +profundo y con el afán de ponerse a su altura. Por lo demás, el ama se +complacía en discretear con Inesita, en contarle sus impresiones y en +buscar modo de poder decir que discurría como ella; que su espíritu y el +de Inesita estaban en completa consonancia.</p> + +<p>—Vamos—dijo el ama—, ¿qué haces aquí tonteando? Ven a acostarte. Nada +es más dañino para la salud que esta picara usanza de Madrid de hacer +del día noche y de la noche día.</p> + +<p>—Ya voy—contestó Inés.</p> + +<p>Y siguió al ama, que la acompañaba siempre, la ayudaba a desnudarse, +como a vestirse, y nunca se apartaba de ella por la noche hasta dejarla +en la cama.</p> + +<p>El cuarto de dormir de Inés estaba puesto con singular esmero y +limpieza. Sobre la cómoda, en una urna de vidrio, se veía un San Antonio +de Padua, de bulto, hecho de barro cocido y pintado por no vulgar +artista. El joven Santo, gloria de Lisboa, era muy lindo de cara, tenía +buenos colores, como si la vida penitente no le hiciese mella por la +gracia de Dios, y se mostraba alegre y extasiado mirando al Niño Jesús, +el cual estaba en sus brazos y le prodigaba mil regalados favores.</p> + +<p>La pobre cama de Inesita, las tres sillas que tenía y un pequeño +velador, sobre el cual había recado de escribir, eran la pulcritud +misma. Completaba el mueblaje un armario de pino con puertas vidrieras, +dentro del cual había varios libros y no pocas curiosidades y primores +de casi ningún valor, pero que allí estaban custodiados como si fueran +los más portentosos objetos de arte. Allí aparecían, colocados en buen +orden, los reyes magos y algunos pastores y zagalas de un antiguo +nacimiento, un ángel, dos muñecas vestidas con mucho aseo, y varias +cajitas y otros juguetillos que daban testimonio de lo cuidadosa y +guardadora que era su hermoso dueño.</p> + +<p>La ropa blanca de Inesita estaba en la cómoda, y los vestidos y demás +galas se conservaban en un cuartucho obscuro, inmediato a la alcoba, +donde había perchas, y donde los cubrían algunas colchas viejas de +indiana y de coco.</p> + +<p>Lo primero que hizo Inesita fue esconder la carta con el mayor disimulo +entre la almohada de su cama y la funda. Luego dejó reposadamente que el +ama la ayudara a desnudarse, lo cual fué obra de pocos minutos. Y quedó +al fin en la cama, con el pelo no recogido en red ni en cofia, sino +suelto en rica y adorada madeja.</p> + +<p>Dijo Inesita que no tenía ganas de dormir, y rogó al ama que la dejase +luz para leer en un libro devoto durante media hora siquiera. El ama, +aunque a regañadientes, tuvo que aproximar a la cama el veladorcito y +dejar en él encendida una vela.</p> + +<p>Durante todo esto no estaba ociosa la lengua del ama. Inesita casi +respondía siempre por monosílabos, deseosa de que terminase la charla y +de quedarse sola; pero el ama estaba en vena aquella noche y no acababa +con sus reflexiones y discursos.</p> + +<p>Entre otras cosas decía:</p> + +<p>—Hija, no se me alcanza el gusto que puedan tener tu hermana y su +marido en vivir en este laberinto de la corte. ¡Cuánto mejor estábamos +en nuestro pueblo! Verdad es que allí el sueldo era más ruin; pero... si +allí con una peseta se hace más que aquí con un duro... Yo, lo confieso, +me ahogo en estos tabuquillos y chiribitiles en que vivimos. ¡Cuánto +echo de menos aquellos patios, aquellos corralones de mi tierra! ¡En la +cocina del señor Cura cabía toda esta habitación y sobraba sitio! ¡Y +luego... vivir tan altos... tan encaramados! ¡Vaya si hay escalones +hasta llegar aquí! Y no es esto lo peor. Lo peor es el poco o ningún +caso que le hacen aquí a una. Todavía no tengo en Madrid persona con +quien hablar. Allá en el pueblo, ¡qué delicia! Salía yo a la calle y no +había perro ni gato que no me dijese: «Dios guarde a su merced; adiós, +ama Teresa. ¿Cómo lo pasa usted, señora?», y otras cosas por el estilo. +Aquí no hay un alma que me dirija la palabra y me dé los buenos días. +Luego todo está carísimo; se come oro: o es menester ponerse a dieta, o +gastar en comer cuanto dinero hay. Dentro de poco empezarán los +zorzales, y en nuestra tierra llegan a ponerse hasta a cinco cuartos el +par. Vé tu a comerte aquí dos zorzales tan gordos como aquéllos. Ya, +ya..., trabajo te mando... Sobre que no los hay... Y toma... Si los +hubiera, costarían un ojo de la cara. ¡Pues a fe que te gustaban a ti +poco los zorzales! ¿Y las anguilas? ¿Y las ancas de rana? Nada de esto +está por aquí a nuestros alcances sino cuando repican recio.</p> + +<p>—No seas golosa, ama; no seas golosa; no te acuerdes tanto de las ollas +de Egipto, como decía el señor Cura, quien te solía reprender por ese +vicio de la gula—dijo Inesita riendo.</p> + +<p>—No es gula, ingrata. Yo me lamento por ti, y no por mí. A mí me basta +con un plato de alboronía o con un gazpacho. Por otra parte, yo no me +duelo sólo de la comida, sino también de otras cosas. Y me duelo con +razón. Y si no, seamos francas... ¿Crees tú que es tan fácil que en +Madrid te salte un buen novio?</p> + +<p>—Déjalo..., que no me salte. Si yo no estoy impaciente por tener novio.</p> + +<p>—Pues ¿qué quieres tener? ¿Qué diablos han de tener las muchachas?</p> + +<p>—Nada, mujer, nada...</p> + +<p>—No, señorita; es menester que salte un buen novio y casarse. Tu +hermana es excelente, tu cuñado es un santo; pero no has de vivir toda +la vida con ellos y medio a expensas de ellos.</p> + +<p>Inesita exhaló un suspiro, y el ama prosiguió:</p> + +<p>—En el pueblo, para ti, que eres una real moza, ¿cómo había de faltar +algún rico hacendado, algún propietario o labrador con el riñón bien +cubierto, que aspirase a tu mano? Pero aquí me parece difícil. Los ricos +andan embaucados con las marquesas y con las duquesas, o con mil +tunantas de mala ralea, que los explotan. ¿Qué es lo que queda para +señoritas pobres como tú? Nada..., el apodo de cursis que suelen +prodigaros..., y algún Don Líquido degollante, con más hambre que +vergüenza y con más trampas que medios de ganarse la vida.</p> + +<p>—¿Quién sabe, ama?—contestó Inesita—. No te apures tanto por mí. Dios +proveerá. Adiós, y déjame ya sola.</p> + +<p>El ama no tuvo más remedio que irse. Besó a su niña, y recomendándole +que apagase pronto la luz y se durmiese, se salió del cuarto, cerrando +cuidadosamente la puerta.</p> + +<p>No bien quedó Inesita en la soledad, sacó del escondite la carta y leyó +lo siguiente:</p> + +<p>«Mi apreciable señorita y querida amiga: A pesar del respeto con que +siempre he tratado a usted, no dejará usted de haber notado el cariño +más que fraternal que desde que era usted niña le profeso. La diferencia +de clase que hay entre usted y yo, y la escasez de mis bienes de +fortuna, no me dieron nunca ánimo, mientras estuvo usted aquí, ni para +soñar siquiera que podría yo pretender a usted a fin de que hiciese mi +dicha, aceptando mi mano. Desde que usted falta de este pueblo Dios me +ha favorecido, bendiciendo mi trabajo y desvelo, y cuento ya con rentas +y medios para vivir aquí con familia, casi tan bien como los más +pudientes. Este cambio o mejora en mi posición y la consideración de que +su hermana de usted tomó por marido a un hombre honrado y pobre, y de +que usted no ha de ser ni más ambiciosa ni más exigente que ella, me dan +al cabo el atrevimiento que me ha faltado hasta el día, y me llevan a +declararle que la quiero de amor y que sería yo el más dichoso de los +hombres si usted me correspondiese.</p> + +<p>»Conozco la nobleza y generosidad del corazón de usted, y sé que jamás +se casará usted por mero cálculo; pero no soy tampoco tan +irreflexivamente entusiasta que no entienda que, al dar paso tan +importante como el de ligarse para siempre y formar una familia, no +deban consultarse, pesarse y medirse las dificultades que ofrece la +vida, y los recursos que hay para vencerlas. Por esto último, digo a +usted con franqueza, sin creer que en ello la ofendo, que tengo hoy +bastantes bienes. De lo que poseo podrá informar a usted +circunstanciadamente su cuñado y amigo mío don Braulio.</p> + +<p>»En cuanto a mi persona, usted me conoce y decidirá. Sé que no la +merezco a usted; pero el amor me hace atrevido, y de él imploro que me +preste los merecimientos que me faltan.</p> + +<p>»No quiero que usted se decida de repente, sino después de examen muy +detenido, a fin de que no tenga que arrepentirse de una ligereza. La +vida de Madrid debe tener extraordinarios atractivos para las jóvenes. +Quiero que vea usted a Madrid, y que conozca y aprecie todos esos +atractivos, a fin de que renuncie a ellos, sabiendo lo que renuncia, +cuando me dé un sí, si por dicha me le da. Si usted uniese su suerte a +la mía, sería aquí respetada y amada; la rodearía yo de todo aquello que +pudiera serle grato, hasta donde el bienestar y la cultura de estos +lugares lo consienten; pero tendría usted que desistir de toda idea de +volver, como no fuese de paso, a las grandes ciudades. Mi ambición y +todos los planes de mi vida están cifrados en cuidar de mi caudal y en +hacerlo mayor en este pueblo, donde quiero que vivan también mis hijos, +si Dios me los concede. Por esto pongo un plazo a la contestación que +deseo, y suplico a usted que no me la dé precipitada. Mi impaciencia es +grande, pero sé refrenar mi impaciencia cuando se trata de mi felicidad +de toda la vida, y, sobre todo, de la de usted, que me es mil veces más +cara.</p> + +<p>»Tengo un capricho, y le llamo capricho porque sería prolijo exponer +aquí las razones en que se funda: tengo el capricho de que usted, con +plena libertad, sin que nadie influya con sus consejos en favor o en +contra, decida de mi suerte, desdeñándome o favoreciéndome.</p> + +<p>»Así, pues, esta declaración mía es un secreto para todos, incluso para +su señora hermana de usted, doña Beatriz. Sólo don Braulio sabe el paso +que doy; pero don Braulio me ha prometido no abogar por mí, y se +limitará a dar a usted los informes que usted pida.</p> + +<p>»Aguardaré hasta dentro de un mes, lo menos. No atribuya usted a +frialdad de mi alma este largo aguardar que yo mismo impongo. Atribúyalo +a la idea tan alta que tengo de la solemnidad y consecuencia del +compromiso que induzco a usted a contraer.</p> + +<p>»De usted depende mi dicha; pero no dude usted de que, aun desdeñado, +seguirá siempre admirándola y amándola su afectísimo, <span class="smcap">Paco Ramírez</span>.»</p> + +<p>Inesita leyó esta carta con muy viva satisfacción, mostrándola en el +carmín que animaba y encendía su rostro. Nadie, sin embargo, que la +hubiese observado en aquel instante, a no poseer facultades +sobrenaturales para leer en las almas, hubiera descubierto si la +satisfacción era sólo de vanidad por verse querida, o también de amor +hacia la persona que se empeñaba en enamorarla.</p> + +<p>Leída la carta, Inesita se levantó de la cama, abrió el cajón de arriba +de la cómoda y guardó la carta en él bajo llave.</p> + +<p>Luego volvió a acostarse, apagó la luz y se colocó cómodamente para +meditar quizá sobre el contenido del mencionado documento, y para dormir +al fin.</p> + + + + +<h2><a name="VI" id="VI"></a><a href="#toc">VI</a></h2> + + +<p>A la mañana siguiente Inesita y don Braulio, mientras que doña Beatriz, +menos madrugadora que ellos, estaba aún en cama, tuvieron una larga +conversación acerca sin duda de la carta de Paco Ramírez.</p> + +<p>Después fueron juntas a misa las dos hermanas; después almorzaron todos, +y, por último, don Braulio, no sin prometer antes que aquella noche +llevaría a las dos muchachas a los Jardines del Buen Retiro, se fué al +Ministerio de Hacienda. Aunque domingo, don Braulio motivó su ida, o dió +pretexto a ella, suponiendo que tenía ocupaciones extraordinarias.</p> + +<p>Ya en su despacho, donde nadie había acudido más que él, don Braulio, en +vez de estudiar expedientes, estuvo largo tiempo sentado, con los codos +sobre su bufete y las manos en las mejillas, estudiándose a sí mismo. +Este estudio no debió de dar muy satisfactorio resultado. Don Braulio +suspiró varias veces; frunció las cejas; mostró cierta cólera dando +algunos puñetazos, y acabó por enternecerse y derramar dos lágrimas, que +lentamente le surcaron el rostro.</p> + +<p>Entonces, como por vía de desahogo y consuelo, escribió a Paco Ramírez +la siguiente carta:</p> + +<p>«Querido Paco: Anoche cumplí tu encargo con todos los requisitos y +precauciones que me encomendabas. Beatriz ignora y seguirá ignorando el +paso que has dado. Inés es muy sigilosa. En cuanto al efecto que la +lectura de tu carta pueda haber producido en su ánimo, yo no sé qué +decirte. Hoy de mañana he hablado con Inés; pero el corazón de una +doncella es impenetrable, insondable como un abismo. El pudor, la +candidez, la inocencia, todas esas prendas, que los hombres estimamos +mucho, forman no ya un velo tupido, sino una muralla alta y gruesa, que +sirve de reparo al corazón para que no se descubra ni se lea lo que en +él importa leer. De aquí el engaño que padecen con frecuencia los +hombres más despejados; engaño que no ven sino cuando ya no tiene +remedio: después que se casan.</p> + +<p>»Inesita parece, y yo creo que es, candorosa, buena, franca, todo lo que +tú te imaginas; pero no deja descubrir no ya si te quiere o no, sino si +tu carta la ha lisonjeado o no la ha lisonjeado. Eso sí: ella se ha +mostrado muy agradecida al cariño y confianza que te infunde. De cuanto +me ha dicho infiero además otra cosa muy importante. Si Inés +reflexivamente hubiera pensado esta otra cosa, sería algo de censurar +tanta reflexión; pero yo creo que ella la siente de un modo instintivo, +sin darse cuenta completa, y atinando, sin embargo, con lo justo. En +suma, Inés no calcula ni reflexiona, sino siente y percibe que tu plan +es malo y ocasionado a error. Tú le propones que se decida en un mes o +por los placeres de esta capital, por los triunfos de amor propio que +aquí pueda tener y por las esperanzas ambiciosas que puedan nacer en su +alma, o por tu persona, tu amor y tu mano. Esto sería discreto si no +hubiese una circunstancia que lo echa a perder y que ha descubierto ella +en seguida.</p> + +<p>»Es esta circunstancia tu ausencia. Ausente tú, y presentes todos esos +bienes, aparentes o reales, que ha de abandonar por ti, la partida no es +igual. No eres tú quien lucha, sino tu recuerdo, el cual, si por un lado +vale menos que la persona misma, por otro lado puede valer mucho más si +la poesía le hermosea. En resolución: Inesita no va a abandonar esto por +ti, dado que te prefiera, sino por el recuerdo que tiene de ti, a quien +no ve hace tres años. El recuerdo además tiene que ser confuso, +incompleto, de diversa suerte, y ella tendrá que completarle y +transformarle con la fantasía. Ella no te puede recordar como una mujer +recuerda a un hombre, como una novia recuerda a su novio, sino como una +niña recuerda a su hermano mayor. Tiene, pues, que añadir +imaginariamente la cualidad de amante y pensar en ti de otra manera que +hasta ahora ha pensado.</p> + +<p>»Todo esto, y más, que tú comprenderás sin que yo lo diga, se agita en +la mente de Inés. Yo interpreto, acaso me equivoque, pero se me antoja +que ella se pregunta: «¿Me gustaba Paco, cuando le veía en el pueblo, +como debe gustar un novio a su novia? ¿Me gustaba sólo como hermanito? Y +si me gustaba ya como novio, ¿era porque él se lo merece o porque en el +pueblo no había yo visto a otros hombres que se lo mereciesen más? ¿No +podrá acontecer que ahora poetice yo a Paco en mi recuerdo, y que le +halle, cuando le vea, muy por bajo del recuerdo mismo? En su propia +alma, ¿no puede darse un fenómeno semejante? Sea por lo que sea, +explíquelo él como quiera explicarlo, es lo cierto que nada me dijo de +que me amaba cuando vivíamos juntos, y ahora, que no me ve hace tres +años, me declara su amor y quiere casarse conmigo. ¿En qué consiste +esto?» Inés no responde a tales preguntas. No resuelve ninguna de las +dudas que la asaltan. Entiendo, pues, que lo que desea, aunque no se +atrevió a decírmelo, es que tú vengas por aquí; único modo para ella de +verlo claro todo; de convencerse de que la quieres, y de comprender si +ella te quiere a ti, prefiriéndote a todos los encantos madrileños, los +cuales, a la verdad, son mil veces menores de lo que tú piensas, para +los pobres como nosotros.</p> + +<p>»Inesita no ha expresado, repito, el deseo de que vengas. Yo soy quien +creo adivinar en ella este deseo, que tiene razón para sentir y no +expresar. Ella no puede decir: «Venga usted a ver si me gusta y luego +hablaremos: luego le diré que sí o le daré calabazas.» Esto, sin +embargo, es lo razonable.</p> + +<p>»Por lo demás, yo nada tengo que censurar en tus planes, sino mucho que +aplaudir. Si te casas, debes quedarte ahí, donde eres uno de los +primeros, y no venir a grandes poblaciones, donde tendrás que ser de los +últimos.</p> + +<p>»Para hombre de cierta clase y casado con mujer de ciertas condiciones +es terrible esta vida.</p> + +<p>»A ti sólo, que eres mi amigo más íntimo y leal, puedo decírtelo; y a ti +no puedo menos de decírtelo, a fin de aliviar el peso de mi angustiado +corazón: soy muy desdichado.</p> + +<p>»Beatriz se casó conmigo por amor. A pesar de la gran diferencia de +edad, me quiso, no hallándome inferior a cuantos ahí había visto. Creo +que Beatriz sigue queriéndome; pero el temor de que me pierda el cariño, +la sospecha de que el alto concepto que de mí formó vaya rebajándose de +continuo, me tiene constantemente sobresaltado.</p> + +<p>»El menosprecio es contagioso. A fuerza de mirar mi mujer el pobre papel +que hago, lo desdeñado que estoy, la humilde posición que ocupo, ¿no +acabará por desdeñarme también? ¿No acabará por odiarme, si considera +que la hago víctima de mi mala ventura? Ahí, aunque pobre, era una +señorita de las primeras. Aquí es la mujer de un obscuro y miserable +empleadillo, de quien nadie hace caso.</p> + +<p>»Yo tengo mi teoría, con que me consuelo de mi mala ventura y saco a +salvo mi orgullo. Pero ¿cómo convertir a mi mujer y hacerla creyente de +mi teoría? ¿No le parecerá falsa?</p> + +<p>»Mi teoría es como sigue. Yo creo que el entendimiento es uno, y me +figuro un instrumento para medirle semejante al termómetro. Pongamos en +él 100 grados, que es número redondo, y con 20, en mi sentir, bastará +para todo lo práctico de la vida, si la fortuna sopla y las +circunstancias son favorables. Con los 20 grados se llega a ser ministro +celebradísimo, príncipe de gran mérito, presidente de república, +banquero poderoso y hasta cardenal y papa. Para hacer todos estos +papeles medianamente basta con la mitad de los grados; basta con 10. +Seamos, no obstante, pródigos y concedamos 20 a las más altas +notabilidades de la vida social y política. Todos los grados de +entendimiento que tengas por cima de los 20 no sólo te serán inútiles, +sino nocivos; te distraerán de lo que importa a tu interés; te harán +pensar en multitud de asuntos inútiles, en que no piensan los tontos; te +concitarán el odio de los demás hombres, o harán que te miren como a un +bicho raro y estrafalario, y de nada podrán servirte si no llegan a los +100, que son ya los grados del <i>genio</i>. Podrán también perjudicarte +excitando tu amor propio y haciéndote pensar que eres <i>genio</i> o estás +cerca de serlo, con lo cual es probable que te pongas en ridículo. Para +ser <i>genio</i> se requieren los 100 grados bien cubiertos, y aun así, el +<i>genio</i> suele quedar latente si el hado propicio no le saca a relucir. +Entonces aparecen Cervantes, Newton, Shakespeare, Hegel y otros tales. +Mientras esto no aparece no hay ser más deplorable y cómico que el +hombre que tiene, en nuestro siglo, más de los 20 grados de +entendimiento, necesarios para llegar a lo más sublime de la vida +práctica, en el medio o ambiente de civilización que nos circunda. Claro +está que, según progrese el género humano, subirá el nivel y serán +menester más grados para lo práctico, así como, en antiguas edades, se +requerían menos. En el estado salvaje, pongo por caso, bastaban dos o +tres grados. No se requería para cazar y pescar, para estratagemas +guerreras, etc., sino cierta astucia, cierto instinto poco superior al +de las bestias feroces. Todos los grados de entendimiento que sobre esto +tenía entonces un hombre eran don funestísimo y absurdo lujo. Ahora, +como ya se han aplicado a la guerra las matemáticas y otras ciencias, y +se caza y se pesca en la Bolsa, en los Congresos, en Sociedades +mercantiles e industriales, no disparando flechazos, sino creando +valores, acciones, obligaciones y otros proyectiles más complicados, los +grados que se necesitan son 20. Repito que, como el mundo va de prisa, +dentro de un par de siglos se necesitarán 40; mas por lo pronto, ya está +aviado el que pasa de los 20. ¡Qué estorbo tan horrible en los grados +que le sobran! El sentido más hondo, más filosófico, más trascendental +de la frase <i>pasarse de listo</i> consiste en esta superioridad lastimosa. +Todos los tiros que se disparan se escapan por cima del blanco. La +crítica asesina precede además a toda inspiración y te la mata. No haces +mil cosas porque te parecen tonterías; otro las hace, y medra. En +cambio, lo que tú haces por parecerte discreto, o mal comprendido, o +juzgado sólo por el éxito, que suele ser deplorable, parece tonto a todo +el mundo.</p> + +<p>»Tal es, en resumen, mi teoría. Con ella trato en balde de consolarme de +mi corta ventura, teniendo la inocente vanidad de creerme con más de los +20 grados y de <i>pasarme de listo</i> en el sentido más profundo y +filosófico de la frase.</p> + +<p>»Esta triste satisfacción que yo me doy es por demás alambicada para que +le valga a mi mujer. Ella no mira sino que va a pie, que vive en pobre +casa, que nadie la atiende, y que el respeto, la consideración y la +lisonja de que anhela verse rodeada le faltan por mengua mía.</p> + +<p>»Yo noto, mido, calculo instante por instante el rápido progreso que +hace este mal en el corazón de ella. En esto también me paso de listo. +Soy listo para atormentarme. Me comparo al médico cuando advierte los +progresos de la tisis en una persona querida, prevé los estragos que va +a hacer y no sabe ni evitarlos ni remediarlos.</p> + +<p>»De sobra veo patente el desprecio de mí que poco a poco va entrando en +el corazón de Beatriz y devorando el afecto que me tiene. Pero ¿cómo +impedir esto? ¿Cómo probarle que valgo más que los dichosos y +encumbrados y ricos? Cuanto discurso haga contra ellos parecerá sugerido +por la envidia y me hará más despreciable a sus ojos.</p> + +<p>»Si yo fuera joven, hermoso y robusto, me quedaría la esperanza de que +por ello siguiese Beatriz amándome, aunque dejase de tener elevada +opinión de mis prendas intelectuales; pero estoy viejo y achacoso, y soy +enclenque y feo como el demonio. Me aplico, pues, con amargura aquella +pregunta del poeta:</p> + +<p><br /> +<span style="margin-left: 15%;">¿Qué le queda al demonio, ¡vive Cristo!,</span><br /> +<span style="margin-left: 15%;">Si se le quita la opinión de listo?</span><br /> +</p> + +<p>»Y sin vacilar respondo: Nada. Pronto no quedará nada para mí en el +corazón de ella, sino ofensiva compasión, si no gasta toda la que tiene +en compadecerse a sí misma. Y más vale que no me compadezca. Bien dice +nuestro inmortal novelista: «Y sobre todo, el cielo te guarde de que +nadie te tenga lástima.»</p> + +<p>»Yo estallaría, me ahogaría si no comunicase con alguien mis penas. Por +eso te las confío. Beatriz no advierte nada. ¿Cómo, de qué, por cuál +motivo quejarme con ella y de ella?</p> + +<p>»Yo la amo con toda mi alma, y necesito para ser feliz que ella me ame +y me respete. Pero aquello de que el amor impone el amor es una mentira. +Y tampoco quiero yo que me ame y me respete para cumplir una obligación: +en virtud de un contrato.</p> + +<p>»Veo, pues, que voy perdiéndolo todo en el alma, de Beatriz, y no le doy +a conocer que lo veo. Percibo claramente el abismo en que voy a caer, y +sigo caminando hacia él, sin que me sea posible torcer por otro camino o +cegar el abismo.</p> + +<p>»Esta es mi horrible situación. A nadie, ni a ti mismo, debiera +confiarla; pero necesito depositar en alguien mi secreto dolor. Ven por +aquí a consolarme. Ven también por Inesita. Acaso te ame. Es buena y +cariñosa como Beatriz, y no tiene ambición como Beatriz. Además, tú eres +joven y buen mozo... ¡Qué desatino hice en casarme! Pero ¿qué había de +hacer, si estaba enamorado? ¿Quién me quitará la gloria de haber sido +amado de ella? Ella me ha amado; ella me ama todavía. ¿De qué voy a +arrepentirme? ¿Quién, por temor de perder el bien, se lamenta de haberle +logrado?»</p> + +<p>Tal era la carta que escribió don Braulio, que cerró cuidadosamente y +que certificó para que no se perdiera, antes de confiarla al correo.</p> + +<p>Hechas ya sus delicadas y lastimosas confidencias se sintió algo más +aliviado y sereno, y se dispuso resignado a cumplir la promesa de llevar +aquella noche a Beatriz y a Inesita a los Jardines del Buen Retiro.</p> + + + + +<h2><a name="VII" id="VII"></a><a href="#toc">VII</a></h2> + + +<p>Los poetas dramáticos tienen que hacer hablar a sus personajes según el +carácter, condición y pasiones que representan, sin que en tan estrecho +cuadro, como es el de un drama, haya fácil modo de poner correctivo a +las malas doctrinas o sentencias inmorales que dichos personajes puedan +emitir. Así es que los pobres poetas dramáticos fluctúan entre dos +escollos. O bien convierten a sus héroes en enojosos y pesados +predicadores, o bien, si les dejan hablar lo que la pasión naturalmente +les inspira, se comprometen a responder ante la posteridad, y si sus +obras no llegan tan lejos, ante sus contemporáneos, de todos los +extravíos, delirios y ensueños que ponen por fuerza en boca de los hijos +de su fantasía, acalorados y vehementes. Así, para ilustre ejemplo de lo +dicho, citaremos a Eurípides, a quien, desde muy antiguo, han acusado de +corruptor. Sabido es que César, a fin de justificar todas las +insolencias y maldades de que se valió para apoderarse de la dictadura, +repetía con frecuencia ciertos versos del trágico mencionado.</p> + +<p>Yo, en general, soy muy opuesto a enseñar nada en obras de amena +literatura, y mil veces más opuesto si la enseñanza es de máximas +pecaminosas. Por esto escribo novelas, y no dramas. En la novela caben +todas las explicaciones: en pos del veneno se administra la triaca. El +autor puede tomar la palabra en medio de la narración y contradecir a +sus personajes, mitigando o ahogando en seguida el mal efecto que las +opiniones de cualquiera de ellos hayan producido.</p> + +<p>Prevaliéndome de este permiso, y para aquietar mi conciencia, harto +escrupulosa, tengo que hablar ahora de don Braulio y de su carta, la +cual contiene proposiciones aventuradas sin duda, y que, creídas por el +cándido lector, pudieran pervertirle con una de las más feas +perversiones que se conocen: la de considerarse <i>genio</i> no comprendido, +ser superior desatendido injustamente.</p> + +<p>Don Braulio trabajaba como un negro en su oficina, pasaba por un +empleado probo e inteligente y no descubría sus humos de <i>genio</i> o +<i>semigenio</i> sino con el mayor sigilo y a su amigo más íntimo.</p> + +<p>Su teoría orgullosa le servía de consuelo, o al menos de alivio, en +ciertas amarguras y sospechas, que le atormentaban cruelmente, sin que +sepamos aún hasta qué punto doña Beatriz había dado motivo para ello.</p> + +<p>Don Braulio, por último, si se juzgaba víctima, no culpaba a la sociedad +en su conjunto, ni a ningún individuo singularmente, sino suponía que +todo emanaba, por manera fatal e inevitable, de la misma naturaleza de +las cosas.</p> + +<p>En suma, don Braulio, melancólico por temperamento, poco favorecido de +la fortuna, y enamorado y celoso sin saber de quién, deliraba acaso +forjando teorías; pero no dejaba que dichas teorías trascendiesen a la +práctica, y parecía, a la vista del más lince, como un empleado modesto, +que sabía todo cuanto importaba saber y hacía cuanto importaba hacer +para ganar el sueldo en conciencia y no estafar al Tesoro público o +tomar las oficinas por hospicios destinados a gente de levita o a +mendigos de privilegio.</p> + +<p>En cuanto a la teoría en ella misma, no hay poco que decir en contra; +pero aquí no vamos a filosofar, sino a narrar. Diré, con todo, que aun +suponiendo que en cada grado de cultura a que va llegando la sociedad se +requieren sólo ciertos grados de entendimiento para lo práctico y +diario, y que los demás grados son del todo superfluos, inútiles y hasta +nocivos, salvo en casos excepcionales, todavía habrá que conceder que el +entendimiento no es la única potencia del alma que vale al hombre para +lograrse; la voluntad, el carácter, entran también por mucho.</p> + +<p>Por otra parte, el entendimiento, en su esencia, es semejante a Dios; +nadie le ve, nadie le conoce, nadie le reverencia y acata sino en sus +obras. Así es que don Braulio, o cualquiera otro, podría tener más de +los 20 grados de entendimiento que, en su sentir, eran necesarios o +convenientes para lo práctico; pero cuando este plus, cuando esta sobra +intelectual no se manifiesta en nada, sino en echar a perder el +entendimiento que está en uso, no hay razón para quejarse de que el +mundo no aplauda ni se pasme de lo invisible y recóndito que no puede +sondear, ni penetrar, ni desentrañar. ¿Quién sabe si el amor propio +engaña y hace creer a muchos que poseen ese entendimiento excesivo y +superfluo, y tal vez no poseen sino una dosis superlativa de fatuidad? Y +si no engaña el amor propio, si en realidad tenemos ese superior +entendimiento, y no llegan las circunstancias favorables en que se +muestre, lo mejor es callarse, resignarse y vivir como viven los hombres +menos despejados, sin presumir de genios, sino trabajando humildemente +para ganarse la vida, tratando de igual a igual con los seres vulgares, +y reservando el superior entendimiento para hablar con Dios o con seres +sobrenaturales, o para conversación interior con uno mismo, si no cree +en nada el semigenio, o si, a pesar de su categoría mental, no se dignan +los ángeles ni los númenes bajar del cielo o del Olimpo a fin de tener +con él un rato de palique.</p> + +<p>Voy a poner por caso la vida de Spinoza. Esto explicará mejor mi idea. +Figurémonos que aquel sabio no hubiese escrito sus obras filosóficas; +que por cualquier motivo se hubiese llevado al sepulcro el secreto de su +admirable, aunque extraviada, aptitud para las más profundas +especulaciones metafísicas. Claro está que, abrumado dicho hombre +extraordinario por sus sublimes y extraños pensamientos, no hubiera sido +en la vida práctica ni rico fabricante, ni mercader dichoso, ni hábil +hombre político, ni nada por este orden; pero hubiera trabajado en pulir +vidrios para lentes o en hacer zapatos, o en cualquiera otro oficio o +menester mecánico, y no hubiera tomado por pretexto lo de sentirse genio +para ser un vago sin oficio ni beneficio, y lo que es peor, no un vago +divertido y alegre, sino un vago quejumbroso y llorón o maldicente, +mordaz y ponzoñoso como las víboras.</p> + +<p>Disculpemos, pues, o al menos seamos indulgentes con nuestro don +Braulio, cuyo orgullo se quedaba escondido en el centro del alma, +revelándose sólo al más íntimo de sus amigos en el momento en que se +mostraban también las heridas más profundas de su corazón.</p> + +<p>Don Braulio había sentido la necesidad de confiar sus penas a un amigo, +a fin de no ahogarse; pero, salvo esta confidencia, si pecaba por algo +era por reconcentrado y lleno de disimulo.</p> + +<p>Su mujer no había advertido aquel disgusto, aquella sospecha que le +atosigaba el alma.</p> + +<p>Su mujer parecía que le amaba; sin embargo, su carácter alegre y su +temprana juventud la excitaban al regocijo y la impulsaban a que +tratara de distraerse y divertirse.</p> + +<p>No era doña Beatriz despilfarrada, sino ordenadísima y económica. Era, +sí, ambiciosa y amiga del lujo y de las galas; y si bien no la +atormentaban la envidia ni el despecho al ver a otras mujeres, menos +bonitas y menos distinguidas por naturaleza, lucir joyas, sedas y +encajes, ir en coche y circundarse de la resplandeciente aureola que +ofrece el lujo a la hermosura, anhelaba gozar de todo esto, y no +acertaba a ocultarlo a su marido.</p> + +<p>De aquí el dolor y el punto de partida de las sospechas de don Braulio.</p> + +<p>Si don Braulio no hubiera amado a su mujer; si hubiera creído este +anhelo un capricho irracional, quizá le hubiera importado poco de todo; +pero don Braulio la amaba, y además, según su modo de considerar las +cosas de la vida, doña Beatriz tenía razón de sobra para ambicionar. Su +anhelo, aunque la llevase hasta el extremo más lastimoso para él, era, +según él, fundado, y sobre fundado, involuntario, fatal, preciso.</p> + +<p>Don Braulio se culpaba a sí mismo, y no culpaba a doña Beatriz. ¿Por qué +doña Beatriz le había amado? ¿Por qué se había casado con él? No era por +lo lindo, ni por lo joven, ni por lo galán, ni por lo rico, ni por lo +glorioso; era sólo por el entendimiento superior, que la había seducido. +Si este entendimiento se evaporaba, si no servía para nada, si doña +Beatriz dudaba de él, y quizá con razón, ¿qué fundamento le quedaba para +seguir amando a don Braulio? Antes tenía fundamento para aborrecerle. +Aunque sea mala comparación, nadie, que no esté demente, compra un rico +vaso de china, un artístico jarrón de porcelana de Sevres para ponerle +en el corral y echar en él afrecho que coman las gallinas. Para esto +basta y sobra con un lebrillo o con un tinajón de Lucena. El vaso +artístico requiere un bello salón donde colocarle: pide flores +peregrinas que luzcan en él. Así, una mujer como doña Beatriz estaba +pidiendo lujo, regalo, elegancia, adoración, incienso; pasear en coche, +y no a pie; vivir en un palacio, y no en un piso tercero; no ocultarse +entre el vulgo, sino resplandecer en la sociedad más elevada.</p> + +<p>Al pensar don Braulio en esto decía siempre para sí: «¿Por qué me casé +con ella?» Y él mismo se contestaba lo que ya decía en la carta a Paco +Ramírez: «Yo la amaba, y esto lo explica todo; ella me ha amado, quizá +me ama todavía; su amor, aunque hubiera sido sólo de un día, compensa +todos los males que presiento y que en adelante pueden sobrevenirme.»</p> + +<p>Con tales sentimientos ocultos en el seno, don Braulio, aparentemente +gustoso y hasta regocijado, llevó a su mujer y a su cuñada a los +Jardines a eso de las nueve de la noche.</p> + +<p>Ambas iban de mantilla, con vestidos de seda obscuros, sin nada chillón +ni disonante en colores ni adornos; con una innata elegancia, que se +exhalaba como perfume de la misma sencillez y modestia de sus trajes.</p> + +<p>Don Braulio era en el suyo, aunque limpio, harto descuidado. Su levita y +su sombrero tenían la forma en moda hacía ocho o diez años. Su corbata +negra estaba algo raída, y el cuello de la camisa, recto y sobrado +grande, le llegaba casi hasta las orejas.</p> + +<p>Beatriz se había medio peleado con su marido para obligarle a llevar más +bajos los cuellos y a comprar nuevo sombrero y nueva levita. No había +podido conseguirlo. «¿Qué quieres?—decía don Braulio—. Manías del +señor mayor. Así iba yo cuando muchacho, y no quiero variar. Así te +enamoré; así me quisiste; así te casaste conmigo.»</p> + +<p>Doña Beatriz no sabía al cabo qué responder; se callaba, y dejaba ir a +don Braulio como le daba la gana.</p> + +<p>Aquella noche, pues, no hizo la menor observación sobre el traje de don +Braulio; pero no por eso dejó de anudarle con gracia el lazo de la +corbata, ni de alisarle el pelo, ponerle pomada y peinarle lo mejor que +supo.</p> + +<p>Los tres tomaron un cochecito con bigotera y se fueron a los Jardines. +En el camino decía don Braulio:</p> + +<p>—Me parece, y lo siento, que se van ustedes a fastidiar. No tenemos +amigos. Ni siquiera tenemos conocidos. En medio de aquel bullicio vamos +a estar como en un desierto. ¿Quién ha de hablarnos? ¿Quién ha de +acercarse a nosotros?</p> + +<p>—Hombre, no te apures por tan poco—respondía doña Beatriz—. Si no +conocemos a nadie, si nadie nos habla, a bien que ni tú ni yo nos +sabemos aún de memoria. Hablaremos; nos diremos cosas nuevas, nos +haremos la tertulia entre los tres, oiremos la música y tomaremos el +fresco.</p> + +<p>—Para tomar el fresco—replicó don Braulio—lo mismo es ir allí que al +Prado.</p> + +<p>—Y aun se ahorraría el dinero de las entradas—dijo doña Beatriz.</p> + +<p>Inesita iba silenciosa, y dejaba que siguiese el diálogo entre marido y +mujer.</p> + +<p>—No lo digo por la miseria del gasto, Beatriz. Ya sabes tú que no soy +mezquino, aunque soy pobre.</p> + +<p>—Lo sé. No creas que sospeche yo que te duela gastar el dinero en +obsequiarnos. Lo digo sin ironía. Lo digo sólo para que comprendas que, +vistas las cosas como tú las ves, es una tontería ir a los Jardines; +pero yo, y sin duda Inés más que yo, las vemos a través de otro prisma. +Gustamos de ver gentes, aunque no reparen en nosotras. La animación, la +alegría, el espectáculo del lujo nos recrean. Aunque no nos forjemos la +ilusión, ni esperemos, ni deseemos siquiera ser vistas y admiradas, +queremos ver y admirar la gala, la hermosura y la elegancia de los +otros.</p> + +<p>—Tienes razón, hija mía, tienes razón. Yo me olvido de que eres una +muchacha. Tus gustos son como de muchacha. Mal hiciste en casarte con un +viejo... y con un viejo pobre y obscuro. ¿Querrías tú ser conocida y +celebrada por ti, quedando tu marido en su obscuridad y en su pobreza? +¿Querrías tú que llegase yo a ser conocido como el marido de doña +Beatriz?</p> + +<p>—No lo quiero, ni eso es posible. Todo el que me conozca habrá de +conocerte a ti; y, conociéndote, no podrá menos de estimarte por lo que +tú vales, que es mucho, y no porque seas mi marido. Los que son sólo +conocidos como maridos es porque de otro modo no merecen serlo. Nadie se +acordaría de ellos a no ser por sus mujeres. En cuanto a tu vejez, a tu +obscuridad y a tu pobreza, me enamoran más, bien lo sabes, que la +juventud, la brillantez y la riqueza en cualquiera otro. Si algo vale mi +cariño, baña en él tu alma y te sentirás remozado. ¿No me hablas a veces +de la dulce luz de mis ojos? Pues ilumina con esa luz tu obscuridad. ¿No +afirmas que mi cariño es un tesoro? Pues ¿cómo te atreves, ingrato, a +sostener que eres pobre?</p> + +<p>Don Braulio, que iba sentado en la bigotera, al oír tan cariñosas frases +en tan linda boca no pudo contener la emoción; se le saltaron las +lágrimas y, tomando la mano de su mujer, la besó fervorosamente.</p> + +<p>Doña Beatriz sintió en su mano una lágrima, que cayó sobre ella al dar +el beso don Braulio.</p> + +<p>Entonces dijo doña Beatriz:</p> + +<p>—Vamos, vamos..., dejémonos de niñerías. No me pruebes ahora no ya que +eres viejo, sino que eres mucho más niño que yo. Alegrémonos, +serenémonos y vamos a divertirnos hasta donde sea posible. Apliquemos al +caso presente aquel refrán que dice: «En casa del pobre más vale +reventar que no que sobre.» Es menester sacarle bien el jugo a las +pesetillas que vamos a gastar. ¡Pues no faltaba más! Sería un +despilfarro hacer el gasto y no divertirse luego.</p> + +<p>Don Braulio se serenó siguiendo los consejos de su mujer: procuró reír y +mostrarse contento, y hasta excitó a su mujer y a Inesita a que se +divirtieran.</p> + +<p>De esta suerte llegaron a los Jardines, tomaron billetes y entraron.</p> + + + + +<h2><a name="VIII" id="VIII"></a><a href="#toc">VIII</a></h2> + + +<p>Aquella noche había en los Jardines más gente que de costumbre.</p> + +<p>Unos estaban sentados en sillas formando grupos, corros o pequeñas +tertulias; otros iban girando por el paseo circular, en cuyo centro está +el quiosco de la orquesta. Esta tocaba, con bastante maestría, el rondó +final de la <i>Cenerentola</i>.</p> + +<p>Nuestro don Braulio y sus niñas no vieron una sola cara conocida.</p> + +<p>En vez de sentarse se pusieron a girar por medio de aquella +concurrencia.</p> + +<p>Pronto notó don Braulio que, aunque no conociera a nadie, no era lo +mismo pasear solo que acompañado por mujeres tan guapas. Aquello distaba +mucho de parecer un desierto.</p> + +<p>Con frecuencia, sobre todo al pasar grupos de hombres, llegaban a los +oídos de don Braulio vagos murmullos lisonjeros, y de vez en cuando +palabras y hasta frases enteras de admiración y de encomio.</p> + +<p>En España, no me meteré a moralizar sobre esto ni a decidir si está bien +o mal, pero los hombres, sin creer que ofenden, suelen requebrar al paso +a las damas, en particular cuando van solas.</p> + +<p>En esta ocasión, o por no fijarse en don Braulio, o por dar poca +importancia a su persona, o por juzgarle distraído y que no oiría, +Beatriz e Inés recogieron buena cosecha de piropos.</p> + +<p>Ambas hicieron la recolección tan impasibles y con tan fría dignidad, +que pronto, como si hubiese corrido la voz de que aquellas criaturas no +pedían guerra, los piropos terminaron, aunque no terminó el abrir calle +cuando pasaban ellas. Siguieron asimismo los murmullos de entusiasmo y +simpatía.</p> + +<p>Habían dado ya tres vueltas nuestras muchachas, cuando en un grupo de +jóvenes elegantes divisaron las dos a la vez al Conde de Alhedín. +Inesita conservó su serenidad olímpica, doña Beatriz se puso muy +colorada.</p> + +<p>—¿Viste al Condesito?—dijo a Inesita al oído.</p> + +<p>—¡Ay, ay, qué colorada te has puesto!</p> + +<p>Otra nueva onda de roja sangre subió entonces al rostro de doña Beatriz, +que se puso más colorada.</p> + +<p>—Estás como una amapola—dijo Inesita.</p> + +<p>El grupo en que habían visto al Conde venía hacia ellas de frente. El +Conde iba sin duda a pasar al lado. ¿Quién sabe si les hablaría? ¿Quién +sabe si les diría alguna palabra atrevida, que don Braulio oyese? Por +este recelo quizá se había puesto tan colorada doña Beatriz.</p> + +<p>Lo singular fué que el Conde desapareció de pronto del grupo, el cual, +al encontrarse con nuestras heroínas, se abrió para dejarlas paso, +oyéndose por ambos lados murmullos lisonjeros y respetuosos, semejantes +a los que de otras personas habían ellas oído ya.</p> + +<p>Inesita dijo al paño a su hermana:</p> + +<p>—¿Dónde se habrá escabullido el Condesito?</p> + +<p>—¿Quién sabe?—contestó doña Beatriz.</p> + +<p>—Pues así, hermana, no es posible que yo le diga con los ojos todo +aquello que me recomendabas anoche que le dijese.</p> + +<p>No habían andado mucho trecho después de este breve diálogo, cuando +vieron que de un corro, donde había sentada mucha gente, se levantó y +destacó una señora elegantísima, aunque ya algo jamona. No había +engruesado, y conservaba su esbeltez y gran parte de su hermosura, a +pesar de los años. Estaba sin galas, impropias de aquel sitio público; +pero todo lo que llevaba puesto era de exquisito gusto; rico sin ser +vistoso.</p> + +<p>En vez de la mantilla tenía sombrero. Su rostro era gracioso. Su tez +sonrosada, aunque algo morena. Tenía en la cara dos lindos lunares, que +parecían dos matas de bambú en un prado de flores. Sus ojos, grandes y +fulmíneos, relampagueaban más merced al cerco obscuro con que había ella +pintado los párpados. Su talle era majestuoso a par que ligero y +flexible. En resolución, todo el porte y el aspecto de aquella dama +denotaban que era una <i>lionne</i>, una verdadera notabilidad de la corte.</p> + +<p>¡Cuál fué el asombro de Inés y de Beatriz cuando advirtieron que la +notabilidad venía flechada a ellas! Un caballerete de veinticinco a +treinta años, cargado con un abrigo y con una cajita, la seguía como si +fuese un lacayuelo.</p> + +<p>Apenas llegó la dama, se puso delante de Beatriz, la miró con ternura y +exclamando: «¡Querida mía!» le echó al cuello los brazos y la besó en +ambas mejillas.</p> + +<p>Beatriz se quedó por un momento mirando a quien así la acariciaba. +Reconociéndola al fin, dijo: «¡Rosita!», y le pagó sus besos con otros.</p> + +<p>Tal vez el curioso y paciente lector que conozca y recuerde la historia +del doctor Faustino haya caído ya en quién era Rosita. Era la famosa +Rosita Gutiérrez, hija del escribano de Villabermeja, que tan principal +papel hace en la mencionada historia.[* Véanse <i>Las ilusiones del Doctor Faustino</i>, novela.]</p> + +<p>Rosita parecía inmortal, según se conservaba. Lejos de perder con la +edad, podíase asegurar que había ganado.</p> + +<p>Poquito a poco se había ido amoldando y ajustando por tal arte a los +usos de lo más elegante de Madrid, que ya no se atrevía casi nadie a +llamarla la «Reina de las cursis», que era el dictado que al principio +le daban.</p> + +<p>Su marido +abía atinado en los negocios, y se había enriquecido más aún. +Ambos esposos se habían hecho muy aristócratas, religiosos y +conservadores. Idolatraban a Pío IX, y tenían un título romano. Eran +Condes de San Teódulo. Habían ido en devota peregrinación a Lourdes y a +Roma, y de allí habían traído varias reliquias del referido Santo, el +cual había sido uno de los seis mil mártires de la legión Tebana; y por +dicha, resultaba probado con evidencia que fué natural del pueblo más +importante del distrito por donde el marido de Rosita solía salir +diputado. Con las reliquias trajeron los peregrinos la efigie del dicho +San Teódulo, y todo lo llevaron al pueblo, donde hubo un júbilo inmenso +y fiestas estrepitosas. Nada más natural, después de esto, que el que +Rosita y su marido llegasen a ser Condes de San Teódulo.</p> + +<p>Sin embargo, no contentos ellos con ser Condes por Roma, anhelaban ser +Marqueses en Castilla, y hacía tiempo que lo pretendían con ahinco. +Entre tanto, cumpliendo con el refrán de «Niño no tenemos, y nombre le +ponemos», habían cavilado mucho y disputado más los Condes sobre el +nombre que había de tener el marquesado. Convenían los dos en que el +nombre había de ser el de alguna finca rústica que ellos poseyesen; +pero, por desgracia, los de las fincas del marido de Rosita eran +imposibles. Se llamaban: <i>La Biznaga</i>, <i>El Hinojal</i> y <i>La Macuca</i>. No +era prudente titular con títulos tan feos. Habían resuelto, pues, que +titularían sobre un cortijo de Rosita llamado <i>Camarena</i>; y ya soñaban +con ser Marqueses de Camarena, conformándose por lo pronto con el +condado de San Teódulo, mártir tebano y andaluz a la vez, lo cual, +entendido como aquí debe entenderse, no implica contradicción.</p> + +<p>Titulada Rosita, y más rica y boyante que nunca, sintió desenvolverse en +su alma el amor más puro hacia las letras y las artes. Llamó a sus +salones a los artistas y poetas, y se hizo una a modo de Lorenza la +Magnífica o de Mécenas hembra.</p> + +<p>En cuanto a la antigua <i>cursería</i>, hemos dicho que apenas osaba ya nadie +acusarla de este defecto; defecto, por otra parte, tan vago e +indefinible, que depende casi siempre del criterio de las personas el +hallarle o no hallarle en otras. Lo que sí ocurre, por lo común, es que +las acusaciones son mutuas. No se da apenas sujeto que, al calificar a +alguien de <i>cursi</i>, haga más que pagarle, porque es seguro que los +calificados por él le califican a boca llena de lo mismo.</p> + +<p>¿Será esto porque la cursería es una cualidad indeterminada y confusa? +Yo creo que no, pues he notado que sucede lo propio con otras cualidades +harto determinadas. Siempre que he oído a una mujer hablar de las +intrigas galantes, de los enredos y travesuras de las otras, he visto +que de ella decían las otras mil veces más. Y en los labios de todo +aquel de quien me han referido mil horrores por su conducta poco limpia +en los empleos públicos, he oído también las diatribas más enérgicas +acusando a los otros del mismo pecadillo.</p> + +<p>Ora por bondad natural, aunque no ingénita, sino adquirida con los años +y la experiencia, ora por desdeñar un arma embotada y mellada a fuerza +de que todos la usen, la Condesa de San Teódulo no tenía mala lengua. +¡Cosa rara! No hablaba mal de sus amigos. Sólo hablaba mal de sus +enemigos declarados y acérrimos. Entonces se esmeraba y lo hacía con +mucho chiste. De vez en cuando, aunque su prosa hablada era exquisita, +solía apelar al verso, y mandaba a su poeta favorito que escribiese +aleluyas contra la persona a quien quería ella ridiculizar.</p> + +<p>Apartada tiempo hacía de la amistad del general Pérez, la Condesa no +intervenía en la política; no disertaba sobre estrategia, poliorcética y +castrametación. Ahora consagraba todo su ingenio a las musas. Y además, +desde su viaje a Roma, donde había estado tres semanas, había adquirido +profundas nociones en el dibujo, pintura y artes plásticas, y se había +hecho una arqueóloga más que razonable.</p> + +<p>Tal, en resumen, era la amiga que, sin esperarlo, se encontraron en los +Jardines Inesita y Beatriz.</p> + +<p>Rosita, hacía ya ocho años, había estado en la feria del pueblo de +ambas, no lejos del pueblo de ella, y había sido hospedada en la casa +del señor Cura, amigo de su padre. Pero ¿cómo no se la habían olvidado +aquellas mujeres, que eran niñas cuando ellas las conoció, y que debían +de haber cambiado bastante? ¿Cómo acudía a ellas con tanta llaneza y +bondad? ¿Por qué se las llevaba, como se las llevó, a su corro, +sentándolas a su lado?</p> + +<p>De todo esto don Braulio estaba tan pasmado o más pasmado que nosotros. +La diferencia está en que nosotros sabremos la causa en el capítulo +siguiente y don Braulio se quedará a obscuras y cavilando.</p> + + + + +<h2><a name="IX" id="IX"></a><a href="#toc">IX</a></h2> + + +<p>Todas las presentaciones se hicieron con las ceremonias debidas, según +la liturgia de la sociedad elegante. Doña Beatriz presentó a su marido a +la Condesa, y la Condesa presentó a los caballeros que formaban el +corro, primero a doña Beatriz y después a Inesita y a don Braulio. De +esta suerte los tres se vieron lanzados en el gran mundo en un +periquete, en un abrir y cerrar de ojos.</p> + +<p>No estaba allí el Conde de San Teódulo ni había más señora que la +Condesa. A ésta, como a casi todas las señoras de alto fuste y suprema +elegancia, no le gustaba el trato con las mujeres sino en raros casos. +Tanto más de agradecer y de estimar, por consiguiente, la extraña +excepción que había hecho de Beatriz y de Inesita.</p> + +<p>Sentados todos de nuevo en el corro, el poeta favorito de la Condesa, a +quien llamaremos Arturo, dió conversación a Inesita, sin que dejasen de +hablar también con ella otros galanes.</p> + +<p>Don Braulio, si bien sobresaltado ya y receloso de empezar a hacerse +célebre por su mujer, habló con los señores más serios y machuchos.</p> + +<p>Doña Beatriz y la Condesa de San Teódulo hablaron largo rato entre sí y +en voz baja, recordando su amistad antigua.</p> + +<p>A los pocos minutos la Condesa había exigido de doña Beatriz que se +volviesen a apear el tratamiento, que se volviesen a tutear como ella +recordaba que allá en el pueblo se habían tuteado.</p> + +<p>¿Por qué negarse a tamaña amabilidad? Las dos amigas se tutearon en +efecto. Ya recordará el lector lo campechana que era Rosita de lugareña. +De Condesa seguía lo mismo con quien lo merecía.</p> + +<p>—No acabo de comprender—decía Beatriz—cómo has podido conocerme entre +tanta gente y después de tantos años.</p> + +<p>—Hija mía—contestaba la Condesa—, yo tendré corto entendimiento; pero +tengo mucha memoria y, sobre todo, mucha y buena voluntad para aquellos +a quienes estimo. Te hubiera reconocido entre cien mil personas, sin +antecedentes, sin estar prevenida, sin aviso de que estuvieses tú entre +ellas. Además, ¿qué mérito hay en mí? Quien te ve una vez no es posible +que te olvide.</p> + +<p>—Gracias, gracias; me confundes con tus elogios indulgentes y +generosos.</p> + +<p>—Digo la verdad. Y luego tú no has cambiado en la cara. Tu cuerpo es +otro; te has desenvuelto, te has embarnecido algo, estás hecha una +hermosa mujer. Praxíteles te hubiera tomado por modelo. Estas prendas, +sin duda, son hoy otras en ti. Cuando nos tratamos en el lugar eras una +niña. Yo vi entonces el fresco y tierno capullo; ahora veo la rosa, que +ha desplegado todo el lujo exuberante de su aromática corola. Pero +repito que la cara, la expresión, el mirar..., nada de esto ha cambiado. +Cuando hablas pareces una mujer casada...; pero en silencio... pareces +una niña, más cándida..., más inocente que tu hermanita, que también es +muy mona.</p> + +<p>—De todos modos... es singular..., sin antecedentes..., sin saber que +yo estuviese en Madrid...</p> + +<p>—No; eso no. Yo no gusto de jactarme de lo que no debo. Yo he sabido +hace poco que estabas en Madrid. Si antes lo hubiera sabido hubiera ido +a verte a tu casa.</p> + +<p>—¿Y quién me conoce? ¿Quién ha podido hablarte de mí? Mi marido es un +pobre empleado...</p> + +<p>—Será lo que dices; pero su inteligencia y su laboriosidad tienen +encantado al Ministro y lleno de envidia a todo el personal de la +Secretaría. El Ministro no hace más que hablar de tu marido. Y lo que es +de ti, aunque vives tan retirada, hablan ya muchos desde que, pocas +noches ha, te vieron en estos Jardines.</p> + +<p>—¡Es posible, mujer! ¿Quieres burlarte de mí?</p> + +<p>—Harto sabes tú que no me burlo.</p> + +<p>—No te burlarás porque eres buena, pero querrás embromarme. Es cierto +que vine aquí pocas noches ha, mas nadie me conocía.</p> + +<p>—Entonces te conocieron y te admiraron. Alguien que se precia de +hastiado, de descontentadizo, de difícil, quedó tan hechizado que os +siguió.</p> + +<p>Doña Beatriz se puso colorada otra vez.</p> + +<p>—¿Cómo sabes eso?—dijo.</p> + +<p>—El me lo ha dicho.</p> + +<p>—¿Quién?</p> + +<p>—¿Quieres que te regale el oído? El Conde de Alhedín, la flor de los +elegantes, el más guapo de nuestros pollos.</p> + +<p>—Sería por mi hermana.</p> + +<p>—De eso no me ha dicho el Conde palabra. Se ha limitado a decirme que +os siguió, y me ha hecho de vosotras el más brillante encomio. Asegura +que jamás ha visto dos mujeres más bellas y más aristocráticas por +naturaleza. Antes de llegar hasta mí había el Conde tomado informes, y +yo no sé cómo diablos se las había compuesto que, a pesar de vuestra +fuga precipitada en un pesetero, sabía ya cómo os llamabais, dónde +vivíais, quiénes erais, quién era tu marido y mil cosas más. Claro está +que al decírmelas caí en la cuenta de que erais las niñas que tanto +había yo querido en el lugar, y entré en deseo de volver a veros. Si he +de hablarte con franqueza, sólo he venido esta noche por aquí a ver si +os hallaba. En casa tengo gente: un círculo de amigos. Allá me aguardan, +y mi marido está con ellos. En fin, gracias a Dios que os he encontrado. +Bien suponía yo que habíais de venir por ser noche de domingo, en que tu +marido no tendría quehaceres. La otra noche fué una locura lo que +hicisteis, creyendo que nadie lo notaría. ¡Venir solas... dos niñas... +exponiéndose a la persecución de cualquier majadero mal educado!... No +todos son la crema de la cortesía. No todos son como el Conde de +Alhedín, que sabe distinguir a escape con quién ha de habérselas.</p> + +<p>—Tienes razón—dijo Beatriz—; fué un disparate, fué una imprudencia lo +que hicimos la otra noche. No lo volveremos a hacer.</p> + +<p>—De aquí en adelante sería imposible. Os desentonaríais. Ya a estas +horas os conoce todo Madrid; esto es, la sociedad. Debéis venir, o con +tu marido... o conmigo. Os traeré en mi coche si os divierten los +Jardines. Mi poeta y algún otro nos escoltarán. Es menester darse tono. +No es cosa de venir aquí dos muchachas como dos aventureras.</p> + +<p>—Mucho tengo que agradecerte—exclamó doña Beatriz.</p> + +<p>—No, niña mía, no me agradezcas nada. Lo hago por egoísmo. Aquí para +entre nosotras, la vanidad no me ciega; voy siendo ya cotorrona. No +tengo amores, ni celos, ni aspiro a nada, y necesito la amistad y la +compañía de mujeres jóvenes como vosotras. Mi casa es un casino, del +cual soy presidente con faldas; pero me voy cansando de hacer este +papel. ¿Quieres compartirlo conmigo? ¿Quieres ayudarme a presidir mi +tertulia?</p> + +<p>—Ignoro si Braulio querrá y podrá...</p> + +<p>—¿Cómo no ha de querer? Parece afable, alegre, buen señor y discreto. +Ya reconocerá que su mujer no ha de estar siempre metida en casa. Cuando +se casó con una criatura como tú, se haría cargo de todo esto. No le +cogerá de susto.</p> + +<p>—Sí..., es verdad...—dijo doña Beatriz—; pero Braulio tiene razones +poderosas. ¿Por qué he de avergonzarme de decírtelas? Somos pobres... +¿Cómo gastar en trajes?...</p> + +<p>—¿Y para qué esos trajes? En mi casa... estamos de toda confianza... +Puedes ir como estás ahora..., menos lujosa aún... y hasta puedes +llevarte allí la labor... Ya verás cómo te distraes allí por las noches. +Tu hermanita se distraerá también, porque van a casa pollos +proporcionados a su edad e irán más cuando sepan que va ella. En cuanto +a tu marido..., no es un requisito indispensable que te acompañe +siempre. Esto sería ridículo por varios motivos; porque haría sospechar +que era un celoso desconfiado, lo cual redundaría en menosprecio tuyo, o +porque haría presumir que era un hombre incapaz, baldío, que no tenía +negocios en qué emplearse; pero, en fin, aun cuando tu marido fuera a +menudo a mi casa, doy por cierto que, lejos de pesarle, se alegraría. +Allí van no pocos sujetos de su posición. Se daría a conocer, ganaría +amigos y hablaría de política, de hacienda, de ciencias, de todo, +luciendo lo mucho que dicen que sabe... y que hasta lo presente, dicho +sea en paz y sin que te enojes, no le ha servido de nada. Tú lo +confiesas..., no estáis muy lucidos.</p> + +<p>—Estamos contentos... y no deseamos más.</p> + +<p>—Esa es una virtud..., pero infecunda. Cuando no se aspira no se +alcanza. Es menester aspirar a todo... Mira tú mi marido... Ya te le +presentaré... No vale la vigésima parte de tu don Braulio. Y, sin +embargo..., ¡cómo sabe ingeniarse!... Es un gerifalte... Yo hablo +contigo con el corazón en la mano. Es menester que saquemos a tu marido +del limbo en que vive. Tiene elementos... ¿Por qué no ha de +aprovecharlos? Para filósofo, menospreciador del mundo y de sus pompas +vanas, hubiera hecho mejor en no casarse con un pimpollo como tú.</p> + +<p>—¿Qué quieres? ¡Me amaba tanto!</p> + +<p>—¡Lástima fuera que no te amase! ¿A quién no infundirás amor? Tú, sin +embargo, agradecida...</p> + +<p>—No sólo agradecida..., enamorada también...</p> + +<p>—Conque, ¿le amabas mucho?</p> + +<p>—Y le amo todavía.</p> + +<p>—Su claro talento te sedujo: doble motivo para que le emplee en hacerte +feliz, para que se deje de vagas meditaciones y acuda a lo que importa. +No sé qué agudo escritor ha comparado al filósofo especulativo con un +mulo que da vueltas a una noria, atado a ella por el diablo de la +metafísica, sacando agua que no bebe, y sin comer la abundante hierba y +lozana hortaliza que por todas partes le rodea. Pues peor es aún cuando +el filósofo o el mulo, siguiendo la pícara comparación, tiene una +compañera y la lleva de reata, y no la deja pacer tampoco.</p> + +<p>—Mi obligación y mi gusto es seguir a mi marido por dondequiera que +vaya; así me lleve a un desierto estéril como a la tierra de promisión. +Por dicha, no creo que esté tan hundido en inútiles ensueños, que +desconozca la realidad de la vida.</p> + +<p>—Mejor es así. Me alegro. Sin lisonja: me va siendo muy simpático tu +marido. Tiene buena facha. Se conoce que es pájaro de cuenta. Lo único +que debiera reformar es el sombrero y los picos del cuello de la camisa. +Son enormes. ¿Por qué no haces que se los recorten un poco?</p> + +<p>—Es un capricho. Insiste en llevarlos así; pero no es terco en asuntos +de más importancia.</p> + +<p>—Entonces... bueno va. Con picos y todo me parece bien..., muy +curiosito..., muy pulcro... Hasta la enormidad descomunal de los picos +se me antoja ya que le da cierto carácter original y grave. Pero, señor, +¿dónde se habrá escondido el Conde?</p> + +<p>—¿Qué Conde?—preguntó Beatriz.</p> + +<p>—Tu más fervoroso admirador. Apenas te vió vino a decirme que habías +llegado. Lo singular es el miedo que te tiene. Es absurdo en hombre tan +corrido y tan atrevido. Nada..., le da vergüenza de que le presente a ti +y se ha escapado. Está retardando lo que más desea... ¡Gracias a Dios! +Ya viene por allí.</p> + +<p>Beatriz dirigió la mirada hacia donde indicaba su interlocutora, y vió +que se acercaba al corro el lindo y elegante Conde de Alhedín.</p> + +<p>—¿No es verdad que es muy gentil?—preguntó la Condesa.</p> + +<p>Beatriz hizo un gesto gracioso que nada significaba.</p> + +<p>—Y luego—añadió la Condesa—, ¡si vieras qué bueno es, y qué sencillo +y qué caballero!</p> + +<p>Nada dijo Beatriz tampoco para corroborar estas alabanzas.</p> + +<p>Llegó en esto el Conde, y la de San Teódulo le presentó sucesivamente a +Beatriz, a su hermana y a don Braulio.</p> + +<p>No era el Conde de la reciente escuela y última cría, que hace gala de +gastar pocos miramientos con las mujeres, o si lo era, sabía distinguir +ocasiones y personas, y conociendo que no ganaría con abatirse intrépida +y bruscamente sobre su presa, estuvo hasta cortado y tímido en los +primeros instantes. Se limitó a decir algunas palabras corteses a cada +una de las dos hermanas, sin acercarse demasiado a ellas, y sobre todo, +sin incurrir en la insolente ordinariez, en que ahora incurren con +frecuencia los hombres, de alargar la mano a las señoras apenas las +conocen, obligándolas a que los desairen o a venir de buenas a primeras +a términos de amistosa confianza.</p> + +<p>Después buscó el modo más natural de entablar conversación con don +Braulio, y como si fuese un señor tan formal y de peso como él, le +entretuvo más de media hora sobre materias importantes. Hizo más aún. +Hizo algo que parecía imposible, dado lo parlanchín que era: supo +callarse, escuchar con atención y obligar a don Braulio a que hablara, +de lo cual don Braulio salió encantado.</p> + +<p>Por último, haciendo la conversación general, soltó el Conde la rienda a +su buen humor, ensartó mil chistosos desatinos, dentro siempre de los +límites no ya sólo de la decencia, sino de la más delicada urbanidad, y +divirtió y regocijó a la reunión, logrando hacerse simpático a todos.</p> + +<p>Preparados así los ánimos, cuando acababan de dar las once, la Condesa +propuso abandonar ya los Jardines e ir todos a su casa a tomar el te. +Don Braulio, a pesar de que había reído las gracias del Conde y estaba +contento de que le hubiese escuchado discretear, se escamaba de tanto +obsequio y sentía no poco sobresalto de ver cómo se iba metiendo en los +trotes del gran mundo; pero no supo resistirse. La Condesa le iba a +llevar hasta la casa de ella en su coche. Después, desde la casa de la +Condesa a la de don Braulio había pocos pasos que andar. Allanadas así +las dificultades, hubiera sido una grosería no aceptar el convite.</p> + +<p>Don Braulio aceptó, pues, y en compañía de su mujer y de Inesita, los +cuatro en el mismo landó abierto, fué aquella noche a la tertulia íntima +y diaria de la Condesa de San Teódulo.</p> + + + + +<h2><a name="X" id="X"></a><a href="#toc">X</a></h2> + + +<p>Por lo general, no hay tertulia o reunión para divertirse donde no se +baile o se juegue a los naipes. Sin tresillo para los viejos y sin +polkas y valses para los jóvenes, todos por lo común se aburren. Es de +admirar, por lo tanto, una tertulia, como la de nuestra Condesa, donde +sólo con charlar se divertía la gente. La mujer que logra tener una +tertulia así puede jactarse de haber puesto una pica en Flandes. Cuantos +sepan de estos negocios mundanos tendrán que reconocer en la mujer que +presida tal tertulia no comunes dotes de entendimiento.</p> + +<p>Otras singulares virtudes resplandecían también en Rosita. Era tan buena +para amiga como mala para enemiga. A su marido le quería, le cuidaba y +le mimaba como la consorte más fiel y más amante. No había impedido esto +que hubiese estimado después y querido de otra manera y con otros tonos +y matices de cariño.</p> + +<p>Las mujeres, por lo común, no entienden que haya más que un solo cariño, +que dan por completo a alguien o que reparten de este modo o del otro. +Rosita no era así. Rosita entendía y sentía varios cariños, que no se +destruían entre sí y que se armonizaban lindamente. Al Conde de San +Teódulo le quería de un modo, a su poeta le quería de otro, y sobre +estos afectos, propios y exclusivos de la mujer, surgían otros que +parecían arrancar del fondo esencial del espíritu, donde ya no hay +diferencia de mujer y hombre: del principio neutro, antes de que +adquiera determinación sexual. Quiero decir con esto que Rosita amaba a +muchos de sus tertulianos con una amistad parecida a la que un hombre +puede sentir por otro hombre, con más cierta dulzura inefable que ella, +por ser mujer, y mujer bonita aún, atinaba a poner en esta amistad, +completamente ajena a todo sentir amoroso.</p> + +<p>El primero de estos amigos de Rosita era el Conde de Alhedín. Entre +Rosita y el Conde no había secretos. Todo se lo confiaban. El Conde +buscaba en su amiga consolación para sus disgustos y consejos para sus +dificultades. Rosita admiraba el talento del Condesito: le reía todos +los chistes, hallaba que nadie era más discreto que él; ni su poeta ni +su marido valían un pitoche al lado del Conde, y por él hubiera hecho +Rosita cualquier sacrificio. Nunca, sin embargo, ni el Conde había +pensado en enamorar a Rosita ni ésta en enamorar al Conde.</p> + +<p>Fundadas tan poéticas relaciones en la estimación mutua, para Rosita era +el Conde de Alhedín como un oráculo, sobre todo cuando se trataba de una +ciencia que nos atreveremos a llamar <i>Estética social</i>; esto es, de +calificar a las personas, y a las acciones y a las cosas, de elegantes, +de distinguidas y de bellas. Una sentencia del Conde de Alhedín sobre +feo o bonito, sobre buen tono o mal tono, sobre distinción o falta de +distinción, era inapelable para Rosita.</p> + +<p>De este modo se comprenderá su entusiasmo súbito por sus antiguas amigas +del lugar. El Conde se las había descrito como dos portentos, y Rosita +había dado por cierto que lo eran.</p> + +<p>Deseosa entonces de lucirlas en su tertulia, alegre de ver que el +entusiasmo de juez tan competente como el Conde recaía en sus casi +paisanas, y anhelando que el Conde las conociera y tratara, buscó y +halló, como hemos visto, a Beatriz y a Inés.</p> + +<p>El Conde mismo, en cuanto las vió, había ido a avisar que venían, por +donde fué harto fácil a Rosita reconocerlas.</p> + +<p>Por lo demás, ni en esto hubo plan pecaminoso, ni propósito +maquiavélico, ni concierto alguno entre el Conde de Alhedín y su +confidente. Nada se había tramado ni contra la virtud de Beatriz, ni +contra la inocencia de Inés, ni contra el honrado reposo de don Braulio.</p> + +<p>Rosita buscó con alegría y orgullo a sus semi-paisanas, fiada en los +encomios del Conde. Cuando las halló, o sea porque estuviese bien +predispuesta, o sea porque ellas lo merecían todo, le parecieron mejor +aún, cada una por su estilo, que lo que había dicho el Conde. Y como +Rosita no era envidiosa, cuando no había celos ni emulación de por +medio, deseó todo bien a sus amigas, y fué sincera en cuanto con Beatriz +había hablado. Le pasó por la cabeza que en su casa podría hallar +Inesita un buen novio; consideró posible que en su casa saliese don +Braulio de su obscuridad, y como le juzgaba pájaro de cuenta, vino a +fingírsele en breve tiempo o Director general o Ministro, haciendo mil +negocios útiles a la patria, y sobre todo a su marido; y no le pareció +tampoco inverosímil que en su casa Beatriz y el Conde de Alhedín +llegasen a enamorarse perdidamente el uno del otro; pero en esto no +atinaba a ver Rosita, dado que ocurriese, y que ocurriese con la debida +circunspección, nada de trágico, ni siquiera de desagradable para don +Braulio, quien, según ella misma había declarado, le era simpático de +veras, y de quien ya formaba elevadísimo concepto.</p> + +<p>Con tales ideas respecto a sus nuevas, o mejor dicho, renovadas amigas, +la Condesa de San Teódulo se deshizo en amabilidades.</p> + +<p>Beatriz estuvo en la tertulia encantada y encantadora. Satisfecha de +verse atendida y mimada por todos, desechó la cortedad y <i>tomó la +tierra</i>, como si hiciera ya años que asistiese en aquellos salones. +Todos, hasta los más difíciles, admiraron su ingenio a par de su +belleza, y celebraron la natural sencillez de su trato, su no aprendida, +sino ingénita elegancia, y su espontánea gracia andaluza. Aunque con la +embriaguez del éxito propendía Beatriz a hablar demasiado, sabía +contenerse y templarse para no pasar por desenvuelta y parlanchina. +Merced a su reflexiva prudencia estuvo, pues, inmejorable.</p> + +<p>Inesita, por su estilo, estuvo asimismo muy bien. Su serenidad olímpica, +su calma divina, no la abandonó ni un instante. En medio del lujo y los +esplendores de aquella casa, antes desconocidos para ella, no sintió, +como su hermana, que le subía a la cabeza algo semejante a los vapores +del <i>champagne</i>; y sin la indiferencia selvática del rústico, y sin el +afectado desdén del vano y orgulloso, no se maravilló de nada, dejando +ver que lo comprendía y lo estimaba todo, aunque no lo hallaba extraño a +su condición. En suma: Inesita estuvo en la tertulia como pudiera haber +estado una princesa real, para quien todas aquellas magnificencias eran +elemento propio, o más bien, quedaban por debajo del elemento que ella +respiraba y en que su alma vivía.</p> + +<p>Esta serenidad de Inés hubiera podido pasar por orgullo si no estuviese +suavizada por una mansedumbre angelical; tal vez se hubiera confundido +con la necia apatía, si en la luz de sus pupilas, claras y profundas a +la vez, no destellase la inteligencia. Quien fijaba su mirada en la de +ella creía penetrar a través de mágicos cristales en el seno de un +encantado palacio lleno de misterios, o imaginaba hundirse hacia el +fondo de transparente lago, poblado de hermosas y vagas creaciones, +cuyos divinos contornos no atinaba a comprender con fijeza, porque el +más leve suspiro del aura rizaba las puras ondas, y éstas, sin perder ni +en claridad ni en pureza, desvanecían y esfumaban toda imagen.</p> + +<p>En cuanto a don Braulio, menester es confesar que estuvo bastante +encogido y fuera de su centro en la tal tertulia.</p> + +<p>Ya sabemos que era muy <i>escamón</i>, como dicen en su tierra. Así es que, +si bien disimulaba con habilidad, andaba con la barba sobre el hombro y +le parecían los dedos huéspedes. Era listo, pero presumía de ladino, y +llegaba a ser sobrado malicioso. Formó, pues, de la tertulia un concepto +muy diferente del que doña Beatriz había formado.</p> + +<p>Aunque don Braulio había vivido casi siempre en lugares y pequeñas +ciudades de provincia, y aunque en Sevilla, durante los primeros años de +su matrimonio, había estado retiradísimo, sin tratar nunca con lo que +llaman el gran mundo, él le concebía y le comprendía más bello de lo que +ahora se le presentaba. Dudó, por consiguiente, que aquél fuese el gran +mundo puro, sino un remedo falso de él, como el similor es remedo del +oro. Y ya en este camino, fué más allá de lo razonable e hizo juicios +aventurados, entendiéndolo todo grotescamente y trabucando las cosas.</p> + +<p>Los Condes de San Teódulo le parecieron un si es no es Condes de pega, y +aunque en la tertulia había sujetos de verdadero valer y clase, el +concepto un poco turbio que tenía don Braulio de los amos de la casa +hubo de proyectar cierta sombra obscura sobre los que a la casa +asistían. De casi nadie pensó bien. ¡Extraña condición de los seres +humanos! Uno sólo se ganó desde luego su confianza; uno sólo le pareció +elegante, distinguido, noble por completo, discretísimo, ilustre, ameno, +dulce y leal: el Conde de Alhedín.</p> + +<p>Viéndole cuchichear a menudo con Rosita y estar en la casa con más +desenfado que los otros, don Braulio, pasándose de listo en esta +ocasión, hizo un arreglo allá en su mente, y decidió que el Conde de +Alhedín representaba en aquella casa el papel que en realidad +representaba el poeta Arturo.</p> + +<p>Allá en su interior don Braulio perdonó benignamente al Conde este +extravío, y considerando sus excelentes prendas, y sin recelo de nada +por este lado, casi intimó con él.</p> + +<p>En cambio, al poeta, que era muy entrometido, que desde luego trató con +la mayor confianza a las dos hermanas, que se acercaba muchísimo para +hablar con ellas, así por mala educación como por ser algo corto de +vista, y que echó a Beatriz en verso y en prosa una infinidad de +piropos, don Braulio le tomó tirria y le miró como a un Don Juan Tenorio +menesteroso y de tercera o cuarta clase.</p> + +<p>De todos modos, a don Braulio no le encantó la tertulia; pero don +Braulio tenía una pauta para su conducta, de la que había decidido no +apartarse.</p> + +<p>Tal como está la sociedad, y fuese cual fuese el ideal que él tenía del +gran mundo, lo cierto era que la casa de los Condes de San Teódulo era +una casa respetable, donde cualquiera otro, en su posición, se hubiera +quedado contentísimo de ser admitido. Don Braulio podía pensar lo que se +le antojase de Rosita y de su marido; podía denigrar, allá en el fondo +de su severa conciencia, la tertulia con sus tertulianos; pero ante el +mundo, dentro de las condiciones de esta vida que vivimos, no podía +oponerse, sin pasar por hurón, por celoso y por tirano, a que su mujer +siguiese yendo a dicha tertulia.</p> + +<p>Don Braulio no quería, además, contener a su mujer con sermones, ni con +severidad, ni con mandatos. Quería sólo de ella amor por amor. Su plan +estaba trazado. No podía ni debía oponerse a que Beatriz tratase a +Rosita ni a que estrechase lazos de amistad con ella. Conveníale, por +último, dar aviso a su mujer acerca del valor moral de Rosita, a fin de +que no se engañase; pero disimular luego su disgusto si su mujer seguía +tratándola. Y esto hizo don Braulio.</p> + +<p>Habrá quien crea que don Braulio hizo mal y que era débil de carácter. +Aquí no le damos como dechado de fortaleza. Le pintamos tal como es.</p> + +<p>Diremos, no obstante, en su abono, que son muy raros los Catones. Todos +se informan de la conducta de los criados que van a recibir en casa, y +nadie de las de aquellas personas con quien tratan e intiman su mujer y +sus hijas, siempre que dichas personas salven las apariencias y no estén +mal vistas en el mundo.</p> + +<p>En suma: ya con la tolerancia, ya con el beneplácito de don Braulio, +doña Beatriz e Inesita, desde aquella noche en adelante, siguieron yendo +con frecuencia a la tertulia de la Condesa de San Teódulo y siendo su +más preciado ornato y atractivo.</p> + +<p>Rosita, además, las llevaba a veces en su compañía, ya al teatro, ya a +los Jardines, ya al paseo, ya a comer en su casa.</p> + +<p>Don Braulio, según sus quehaceres o su humor, iba o no iba con su mujer +y su cuñada a estas diversiones y fiestas, a las que Rosita tenía buen +cuidado de convidarle siempre.</p> + + + + +<h2><a name="XI" id="XI"></a><a href="#toc">XI</a></h2> + + +<p>Pasaron meses desde la noche en que por vez primera habían aparecido en +la tertulia de la Condesa don Braulio, su mujer y su cuñada.</p> + +<p>Todas las prudentes reflexiones de don Braulio a su mujer habían sido +inútiles. Beatriz gustaba de brillar en sociedad, y ante esta +consideración daba poca importancia a los consejos de su marido. +Parecíanle tal vez exageradas cavilaciones de un hombre ya anciano. No +desconocía ella que en el fondo don Braulio tenía alguna razón al +sostener que la tertulia de los de San Teódulo no era el verdadero gran +mundo, no era el legítimo buen tono; pero ¿podía su marido llevarla a +ese gran mundo? Sin duda que no. ¿Había, pues, de desistir ella de ir a +parte alguna; había de seguir encerrada entre cuatro paredes en la flor +de su juventud, y condenar a Inesita al mismo suplicio porque no +hallaba una sociedad perfecta, por todos estilos, donde poder +presentarse?</p> + +<p>En varias discusiones que tuvo Beatriz con su marido acerca de este +negocio, siempre le hizo callar y salió victoriosa.</p> + +<p>Sus argumentos eran, en verdad, difíciles de rebatir. Para todo tenía +respuesta.</p> + +<p>—La Condesa de San Teódulo tiene mala reputación—decía don Braulio.</p> + +<p>—Será una calumnia—contestaba Beatriz.</p> + +<p>—¿Y si lo que se dice contra ella es fundado?</p> + +<p>—Entonces... ¿qué se le ha de hacer? A bien que no es enfermedad +contagiosa.</p> + +<p>—Quiero conceder que no se dé el contagio cuando no hay predisposición +para ello; pero al menos tú me concederás que la mala fama trasciende; +que la maledicencia no sólo se ceba en quien lo merece, sino en las +personas que rodean a quien lo merece, aun cuando no sean cómplices +suyos.</p> + +<p>—Eso quizá será verdad; pero, a fuerza de querer probar mucho, no +prueba nada. Si toda mujer virtuosa, con sólo tratarse con otra que no +lo es se expone a que confundan e igualen su conducta con la de su +amiga, lo mejor es no tratarse con nadie, vivir como en el sepulcro. +¿Qué quieres? ¿Voy a pedir un certificado de virtud a las mujeres con +quien hable? Dices tú que la de San Teódulo no es del gran mundo +verdadero. ¿Habrá más virtud en las mujeres del verdadero gran mundo? +¿No se habla de ellas como se habla de mi amiga? Pues, si descendemos, +si pretendes que me trate con la mujer del escribiente, del portero o +del empleadillo, ¿de dónde infieres tú que he de hallar en ellas toda la +severidad de Lucrecia? ¿Está acaso vinculada la virtud en la gente +humilde? ¿Es la honestidad privilegio exclusivo de las hembras +menesterosas? Desengáñate, Braulio; lo que tú quieres es que vivamos +aquí tan aisladamente como en Sevilla, hechos unos hurones, sin +tratarnos con un alma. Yo por mí me resignaría... por darte gusto, +aunque bien conoces que es muy duro... Soy joven aún... Tú, ocupado en +tu Secretaría y en tus estudios, apenas me acompañas. ¿He de vivir en +eterno soliloquio? Y luego, la pobre Inesita..., que no tiene, como yo, +un marido a quien complacer a y quien amar, ¿por qué ha de ser víctima +de ese antojo tuyo?</p> + +<p>Tales razonamientos ejercían un poder invencible en el alma de don +Braulio. Nada hallaba que contestar a ellos, y se callaba.</p> + +<p>Beatriz, al verle callado y casi rendido, le dirigía una mirada amorosa, +le sonreía dulcemente, le hacía un cariño, y don Braulio acababa de +someterse. No sólo no era capaz entonces de prohibirle que fuese a la +tertulia de la de San Teódulo, sino que no hubiera acertado a oponerse a +cualquiera locura que ocurriese a su mujer.</p> + +<p>Allá, en lo interior de su alma, don Braulio le daba razón en todo, no +ya meramente por el afecto que le profesaba, sino por la hechura de su +entendimiento y por la condición y carácter de sus ideas.</p> + +<p>«¿Qué derecho tengo yo—decía entre sí—para que esta hermosa mujer, tan +discreta, tan graciosa, tan a propósito para ser el encanto y la +admiración de quien la trate, se sepulte en vida en castigo de haberme +amado y de haberme tomado por marido? ¿Qué derecho tengo yo para imponer +además la misma pena a su linda hermana, más joven aún y no menos a +propósito para lucir en el mundo? Hasta es ridículo mi antojo de que sea +virtuosa la sociedad que frecuenten. ¿Dónde voy a hallar eso? La +sociedad no es virtuosa ni viciosa. Lo son las personas que la componen. +Y el vicio es más común que la virtud.»</p> + +<p>Otras veces pensaba don Braulio:</p> + +<p>«Si yo prohibiese a mi mujer que fuese a acompañar a la Rosita, todos +los que lo supiesen o presumiesen se burlarían de mí..., y con razón. +Daría yo muestras de una desconfianza que no me honraría ni honraría a +la compañera de mi vida. Haría creer que la sospechaba de liviana o de +fácil. Ejercería contra mi mujer un acto tiránico, que tendría, además, +algo de infamatorio. Ella tendría entonces razón para dejar de +amarme..., para odiarme..., quizá para despreciarme.»</p> + +<p>La sola suposición de que su mujer viniese a no amarle, a odiarle o a +despreciarle..., agitaba los nervios del infeliz. Se sentía convulso, +como si el cielo fuese a caérsele encima, y sólo se serenaba, sólo +pasaba aquella tempestad de su alma, cuando acudían las lágrimas a sus +ojos y desahogaba con ellas el sentimiento del corazón.</p> + +<p>Beatriz e Inesita quedaron, pues, en libertad completa de ir con Rosita +a todas partes, y no dejaron de aprovecharla. Don Braulio se hacía +cómplice de esto, acompañándolas no pocas veces. Entonces solía sentir +las más opuestas emociones. Unas eran agradables, otras muy +desagradables; pero todas hábilmente disimuladas por él.</p> + +<p>Las emociones desagradables de don Braulio nacían de la desconfianza de +sí mismo, que le atormentaba. Se reconocía fatigado, melancólico, viejo, +poco ameno, mal vestido, nada elegante, y a cada paso veía hombres cuyas +prendas de entendimiento, cuyo valer moral, cuya alma, en suma, le +parecían muy inferiores a lo que en su ser propio notaba y estimaba; +pero que eran, al mismo tiempo, tan superiores a él en todo lo que más +fácilmente se nota y se estima, como, por ejemplo, distinción y soltura +en los modales, juventud, hermosura física, salud y brío, amenidad y +alegría en el trato, ligereza y gracia en la conversación, que miraba +como prodigio inexplicable que su mujer no gustase, más que de él, de +cualquiera de dichos hombres.</p> + +<p>Corroboraba en su mente tan triste persuasión el pensamiento de ciertas +habilidades que él veía en otros hombres, y de las cuales se juzgaba +incapaz. El vals era su desesperación. Se admiraba de un hombre que +valsase bien; le parecía precioso, encantador valsando, y decía para sí: +«¿Qué pensará mi mujer de mí, que no valso?» Más aún se admiraba de los +jóvenes que cazan, que tiran a la pistola y al florete, que patinan, que +montan bien a caballo, y que son ágiles y fuertes para todo esto. Hasta +los que lidian becerros o van airosos en velocípedo le causaban envidia. +Allá en su conciencia, con todo secreto, se declaraba a sí propio +nuestro don Braulio que, de ser mujer, estaría él muy a punto de +enamorarse de un guapo mozo que tuviese dichas habilidades. Así es que +se daba el infeliz al diablo, y de fijo hubiera hecho pacto con él, +entregándole su alma, si de la noche a la mañana le hubiese transformado +de torpe en ágil y de enclenque en robusto, concediéndole la virtud de +patinar, valsar, cabalgar, esgrimir, torear, cazar y <i>velocipedear</i>.</p> + +<p>Apenas quería creer don Braulio en el espiritualismo de las mujeres +cuando suelen preferir a las susodichas habilidades otras virtudes +varoniles; pero aun siendo así, ¿qué pruebas había dado él de estas +otras virtudes? ¿Qué batalla campal había ganado? ¿Qué poema había +escrito? ¿Qué discurso había pronunciado en las Cortes? ¿Qué sumas había +ganado en la Bolsa, en el juego o en los negocios? ¿Qué cuadro había +pintado? ¿Qué estatua había esculpido? ¿Qué flamante sistema de +filosofía había creado en su mente? ¿Qué nueva máquina o artificio +había dado a la industria humana?</p> + +<p>Don Braulio se abismaba en tales meditaciones, y salía de ellas tan +mezquino y ruin a sus propios ojos, que se infundía lástima. Se sentía +amilanado y postrado.</p> + +<p>Miraba a su mujer, que en realidad era hermosa, elegante, discreta. Se +le aparecía digna de un trono, digna de ir en magníficos carruajes; de +pisar alcatifas de Persia, de vestir blondas y sedas riquísimas; de +recibir adoraciones de sabios y de valerosos y de ricos; de premiar el +mérito, la destreza, la poesía, la ciencia y la audacia con una dulce +mirada de amor. Y como don Braulio no había hecho nada para obtener el +premio, casi se persuadía de que le estaba usurpando, de que era un +detentador miserable.</p> + +<p>Doña Beatriz, en tanto, tenía encantados a todos los hombres de la +tertulia de su amiga. Su alegría era comunicativa; su charla, deleitosa. +Decía mil chistes, sutilezas y discreciones, que se aplaudían y gustaban +más aún por el acento sevillano con que los decía, por la expresión de +su rostro, por la viveza de sus ojos y por los frescos y colorados +labios, y blancos, iguales y apretados dientes, por entre los cuales +brotaba suave, argentina y simpática su fácil y espontánea palabra. +Sabía ella además infundir amor y respeto. Los mismos que codiciaban su +hermosura la cercaban reverentes. Hasta el poeta Arturo dejó de +acercarse demasiado y se contentó con doblar los lentes para verla +mejor.</p> + +<p>De contemplar esto nacían las emociones agradables de don Braulio. +Aquella mujer tan admirada y codiciada era suya. La que, tal vez, o de +seguro y sin tal vez, inspiraba amor a muchos hombres de valía; la que +con una mirada, con un ligero favor, los hubiera podido llenar de +orgullo y de dicha, le amaba a él sólo, y para él sólo guardaba toda la +ternura de su corazón, y todo aquel tesoro de belleza, tan deseado y +encomiado.</p> + +<p>Don Braulio, no obstante, era una de aquellas criaturas en quienes toda +emoción grata dura poco, a quien acude súbito la idea triste que +envenena dicha emoción.</p> + +<p>«Mas ¿por qué—se decía—soy yo el que ella ama, el único dichoso, el +dueño del tesoro, el que tiene la llave de su corazón? Por una +casualidad, primero: por haberla hallado en un lugar donde nadie había +que compitiese conmigo. Y después, por un contrato consagrado por la +religión: por un deber moral, legal y religioso, que le impulsa a amarme +de un modo exclusivo. Si éste, aquél o el otro fuese su marido, en vez +de serlo yo, ¿no le querría como a mí me quiere? ¿Quién sabe? Quizá le +querría más.»</p> + +<p>Entonces recordaba don Braulio y analizaba en su mente toda caricia, +toda palabra de amor, toda señal de simpatía, y pugnaba por descubrir en +ello lo que sólo procedía de amor, apartando lo que del deber, unido a +la bondad y hasta a la compasión, acaso procedía. Casi siempre sacaba de +este análisis que todo se evaporaba en bondad, en cumplimiento de una +obligación, en deseo de no afligir, en agradecimiento, y que nada +quedaba para el amor en el fondo de la retorta, donde su impía crítica +había puesto a alambicar las muestras todas de cariño que doña Beatriz +le había dado desde que se casaron.</p> + +<p>Fingíase, por último, a doña Beatriz casada con un hombre joven, hermoso +y brillante, con un hombre a quien ella pudiese amar y amase con toda la +energía del alma juvenil; y entonces imaginaba don Braulio coloquios, +éxtasis, arrobos, ternuras inefables, deleites infinitos, glorias +divinas de amor, ocultas aún en el fondo del alma de doña Beatriz; todo +un cielo de bienaventuranza allí sumido, y que él no había jamás hecho +surgir y aparecer con sus débiles conjuros. Considerábase como dueño de +un arca misteriosa, fabricada por los genios; arca de cuya exterior y +somera beldad gozaba él sólo a todo su sabor y talante, mientras que +ocultaba en su seno la joya más rica, la felicidad más cabal en este +mundo, un trasunto del Olimpo, del Edén y de cuantos Paraísos y Campos +Elíseos soñaron los poetas y los videntes antiguos; la visión beatífica, +la unión esencial del alma con el objeto condigno de su anhelo +insaciable; pero arca que no mostraba todo esto a quien no tocase el +resorte que había de hacerlo aparecer, y que él no tenía ni fuerza, ni +maña, ni merecimiento para tocar. Don Braulio se desesperaba, +perdiéndose en tan crueles meditaciones, de las que no quería confiar +nada a su mujer, ni tal vez hubiera acertado a confiarle algo aunque +hubiera querido.</p> + + + + +<h2><a name="XII" id="XII"></a><a href="#toc">XII</a></h2> + + +<p>Mientras que andaba don Braulio agitado, allá en el fondo de su alma, de +tan varios afectos, de los cuales salía siempre por consecuencia, la +precisión en que se creía de dar a su mujer y a su cuñada libertad +completa para ir a casa de la Condesa y acompañarla a teatros y paseos, +Beatriz, aprovechándose de dicha libertad, vino a ser casi tertuliana +diaria de la San Teódulo, ora la siguiese sólo Inesita, ora la siguiese +también su marido.</p> + +<p>Cuando iba éste, la natural simpatía le impulsaba siempre a hablar con +el Conde de Alhedín más que con otro alguno. El Conde hablaba con +formalidad, con sumo acierto y con sano juicio, de las cuestiones más +graves, y hasta cuando estaba de broma todos sus chistes parecían a don +Braulio no groseros y vulgares, sino delicados e ingeniosos, por donde +era el primero que los reía.</p> + +<p>El Conde, hecho así muy amigo de don Braulio, hubo de acompañar algunas +noches a las dos hermanas hasta la casa de ellas; y como doña Beatriz se +la ofreció, él pudo visitarlas y las visitó del modo más correcto.</p> + +<p>Nada de esto hacía recelar a don Braulio. El no tenía celos de persona +alguna determinada, y en todo caso, por la especie de admiración que +profesaba al Conde, tenía más confianza en él que en otro cualquiera. +Imaginaba que el Conde le comprendía, le respetaba y no abusaría de su +amistad aunque pudiese. De esta suerte, por lo mismo que reconocía en el +Conde más capacidad de seducir que en todos los otros, temía menos la +seducción por parte del Conde.</p> + +<p>No eran de igual parecer los de la tertulia de Rosita. Sin odio, sin +deseo de dañar, por pura ligereza y alegre malicia, suponían cuanto hay +que suponer, fundándose en los siguientes datos.</p> + +<p>El Conde, que debía haber ido a Biarritz, había desistido de su +expedición y se había pasado en Madrid todo el verano.</p> + +<p>Con mucha frecuencia hablaba con Beatriz en largos apartes.</p> + +<p>Se sabía que la visitaba en su casa.</p> + +<p>El Conde estaba sin amores conocidos, la crónica escandalosa no +designaba, ni en la sociedad elegante, ni entre la gente de la clase +media, ni entre las bailarinas y actrices, ninguna que le tuviese +cautivo en sus redes.</p> + +<p>En sujeto de tanto valer, tan gallardo y afortunado siempre con las +mujeres, era inexplicable esta soledad amorosa, si no se suponía alguna +pasión oculta.</p> + +<p>La pasión, por consiguiente, se supuso. Y una vez supuesta, se supuso +también que no podía menos de ser correspondida.</p> + +<p>La falta de pruebas que había, el enojo del Conde cuando empezaron a +embromarle con doña Beatriz, sus negaciones rotundas y el respeto y +consideración ceremoniosa con que trataba en público a aquella mujer, +todo ello sirvió sólo para que se pasmasen los amigos del maravilloso +disimulo, de la hidalga prudencia y del noble sigilo de aquel dichoso +mortal.</p> + +<p>Rosita, a quien el Conde se lo confiaba todo, quiso no pocas veces +averiguar, en secreto y para ella sola, la verdad del caso.</p> + +<p>El Conde negó a Rosita que hubiese caso alguno que redundase en daño de +don Braulio, y mostró enojo de que ella creyese que le había, y le +suplicó, y hasta le exigió, que disipase tan absurdos rumores.</p> + +<p>Por desgracia, no valió esto sino para que Rosita dejase de hablar al +Conde de sus relaciones con doña Beatriz, y hasta para que afirmase con +frecuencia en alta voz que no había tales relaciones; pero, en voz baja +y al oído, Rosita solía hacer estupendos elogios de la caballerosidad de +su amigo, que ni siquiera a ella le confiaba su triunfo. Este callar era +heroico, este disimular demostraba a gritos la vehemencia y sublimidad +de un generoso afecto.</p> + +<p>—Llega a tal extremo el Conde—decía Rosita—, que será capaz de tener +un desafío con quien divulgue por ahí que Beatriz le ama.</p> + +<p>—<i>E pur si muove</i>—añadía el poeta Arturo, si por acaso se hallaba +allí.</p> + +<p>El rumor, la suposición, la calumnia, si era calumnia; la hablilla, en +fin, si así queremos llamarla, se movió en efecto con rapidez +portentosa.</p> + +<p>Apenas quedó en la coronada villa hombre ni mujer, iniciados en la +historia anecdótica de los salones, en aquella historia que Asmodeo y +sus imitadores no pueden ni deben revelar por impreso, si bien tiene mil +cronistas orales y clandestinos, que no diese ya por cierto, firme y +apretado, el lazo que unía el corazón de Beatriz y el de Ricardo, que +así llamaban al Conde de Alhedín sus íntimos o los que por tales querían +pasar para darse tono.</p> + +<p>Don Braulio era quizá el único que ignoraba todo aquello, y la gente se +pasmaba de su ignorancia.</p> + +<p>Los sujetos más benévolos decían:</p> + +<p>—No es extraño. El buen señor está en Babia siempre. ¡Es tan distraído! +Vaya: más vale así.</p> + +<p>Otros exclamaban:</p> + +<p>—Bien se conoce que el hombre es un verdadero filósofo.</p> + +<p>Otros:</p> + +<p>—¿Quién sabe? Estos varones severos no incurren casi nunca en la +torpeza de averiguar lo que no les conviene. La distracción, el andar +siempre por los espacios imaginarios suele traer muchos provechos.</p> + +<p>Otros, por último:</p> + +<p>—Ya verán ustedes cómo el pobrecito don Braulio adelanta en su carrera +y llega a ser personaje. Su mujer hará que suba.</p> + +<p>El respeto y hasta el temor que inspiraba el Conde de Alhedín, poco +sufrido con nadie, pronto para el enojo, y diestro y feliz en lances y +pendencias, no consentían que los hombres se insinuasen con doña +Beatriz, hablándole de sus amores con el Conde.</p> + +<p>Beatriz no trataba con mujeres de la sociedad, que no hubieran respetado +al Conde y que se hubieran insinuado con ella.</p> + +<p>Y Rosita quería tanto al Conde, que por nada del mundo le hubiera +causado el pesar de darse por entendida con Beatriz de que sospechaba o +sabía lo que, a su ver, pasaba.</p> + +<p>Doña Beatriz, por consiguiente, podía imaginar, o imaginaba sin duda, +que nadie sospechaba de ella.</p> + +<p>Los rendimientos y las deferencias de que era objeto los podía atribuir +a su mérito propio, y el que los galanes no se le acercasen en son de +guerra y de conquista, a que su buena reputación los tenía a raya.</p> + +<p>Durante, pues, todo el verano y hasta el principio del mes de octubre, +momento en que ocurrieron casos importantes, que pronto hemos de +referir, pudo muy bien doña Beatriz, nada experimentada ni escarmentada +aún de la maledicencia de los madrileños, vivir tranquila y persuadida +de que nadie la acusaba de ser la enamorada del Conde, y de que don +Braulio no estaba en ridículo de resultas de haber sido tan bueno y tan +complaciente con ella.</p> + +<p>Al llegar a este punto siento yo cierto prurito de declamar y de +moralizar, a fin de que mi historia merezca contarse entre las +ejemplares. No atino, sin embargo; no me decido siquiera a señalar el +blanco contra el cual he de dirigirme.</p> + +<p>¿Declamaré contra la sociedad murmuradora? No me atrevo, sin +considerarme como injusto. ¿Quién sabe aún lo que en realidad pasaba? +Pero las apariencias estaban en contra de doña Beatriz.</p> + +<p>¿Declamaré contra ésta? ¿Y si era inocente? ¿Y si las apariencias eran +engañosas? ¿Y si ella, ignorante aún de la vida, no notaba que, sin +querer, quizá sin merecerlo, daba pábulo a la maledicencia?</p> + +<p>Sería, por último, harto cruel que yo me estrellase contra el bueno de +don Braulio, que era tan honrado, tan noble, tan excelente, y cuya única +falta, si falta había, se originaba del amor entrañable y de la +indulgencia bien meditada con que miraba a su mujer.</p> + +<p>Lo mejor, por lo tanto, es que nos abstengamos de declamar y de +moralizar, aguardando a ver qué sale en claro de todo esto.</p> + +<p>Por lo pronto, lo que podemos asegurar es que la reputación de doña +Beatriz estaba perdida; gravísimo mal, aunque no del todo irremediable, +dado que fuese una calumnia lo que se recelaba o afirmaba: dado que la +suposición no tuviese fundamento alguno.</p> + +<p>Verdad es que para poner remedio a aquel mal era ya menester que los +pacientes lo supiesen primero, condición terrible para el enamorado don +Braulio, quien, atormentado por sus vagas y melancólicas imaginaciones, +no advertía nada de lo que en realidad estaba pasando en torno suyo, y +cuyo corazón, que tanto se angustiaba sólo con presentir la pérdida del +cariño de Beatriz, parecía que no había de tener resistencia bastante +para sufrir el rudo golpe de la certidumbre y la realización de su +presentimiento.</p> + + + + +<h2><a name="XIII" id="XIII"></a><a href="#toc">XIII</a></h2> + + +<p>Confieso, con la ingenuidad que me es característica, que he tenido +tentaciones de pintar al Conde de Alhedín como a un seductor perverso, +endemoniado y profundo en sus ardides y planes de guerra. «De esta +suerte—me decía yo cuando iban ocurriendo estas cosas y yo mismo no +estaba aún en el secreto—, si doña Beatriz ha sido en efecto seducida, +su caída tendrá cierta disculpa, y, si no lo ha sido, su triunfo será +más glorioso y memorable.»</p> + +<p>No hay nada, sin embargo, que me repugne más que la mentira. Ni siquiera +gusto de apelar a ella para escribir un cuento. Y como el Conde de +Alhedín existe en realidad y yo le conozco y trato, se me hace cargo de +conciencia presentarle diverso de lo que es, aunque sea envolviéndole en +el velo del seudónimo.</p> + +<p>El Conde de Alhedín, dicho sea en honor de la verdad, no pasa de ser un +buen muchacho, si hemos de juzgarle con el relajado criterio que en el +mundo se usa.</p> + +<p>El Conde de Alhedín dista tanto de ser un Don Juan Tenorio como dista el +cielo de la tierra. Jamás ha empleado engaño ni violencia contra soltera +ni casada.</p> + +<p>Doy además por seguro que, si hacía examen de conciencia, por muy severo +y escrupuloso que fuese antes de la época de nuestra historia, no +llegaría jamás a persuadirse de que él hubiese seducido a mujer alguna.</p> + +<p>Hallando fácil y abundante cosecha de laureles entre las seductoras y ya +seducidas, no tuvo el Conde la mala idea de extraviar a ninguna cándida +e inocente doncella, o de turbar la santa paz de algún matrimonio modelo +por lo bien avenido, ejemplar y amoroso.</p> + +<p>Si en algunos casos reconocía el Conde que la seducción había sido +mutua, en los más, con notable consolación de su ánimo y con no corto +menoscabo de su vanidad, el Conde no veía en su propia persona sino a la +que padece, esto es, a la verdaderamente seducida.</p> + +<p>Ni una sola de sus conquistas había tenido hasta entonces asomos de +carácter trágico. No se acusaba al Conde de haber arrancado de frente +alguna el luminoso nimbo de la santidad y de la pureza. No había mujer +que hubiese descendido por él de un pedestal sagrado donde hubiera +estado antes, sin que jamás la tocase el lodo de la tierra, sin que se +empañase en lo más mínimo la nítida blancura de la fimbria de su veste. +O bien había sido el Conde uno de tantos, y no primero en una serie más +o menos larga y variada, o bien, si por dicha había sido el primero, el +mismo diablo había allanado antes los caminos tan suave y aviesamente, +que harto se podía dar ya por perdido lo que había que perder, y al +Condesito sólo le remordía la conciencia, como al joven filósofo de la +fábula, por haber cedido con fragilidad al capcioso argumento que estos +versos expresan:</p> + +<p><br /> +<span style="margin-left: 15%;">Tómelo por su vida, y considere</span><br /> +<span style="margin-left: 15%;">Que otro lo comerá si no lo quiere.</span><br /> +</p> + +<p>Cuando me paro a meditar acerca de la virtud en grado heroico se me +ocurre un pensamiento que me apesadumbra bastante.</p> + +<p>Verdad que hay aún, y seguirá habiendo de seguro, guerras civiles e +internacionales, revoluciones violentas, pestes, enfermedades y otra +multitud de plagas con que Dios quiere y puede probar y ejercitar +nuestra paciencia. Verdad que todos estamos condenados a morir, y no es +chico mal la muerte, sobre todo cuando se la contempla desde la cumbre +de la vida, en el pleno goce de la mocedad y del brío sano de nuestra +primavera; pero en circunstancias normales, en la vida burguesa, +ordenada y política que hoy se vive, es difícil, cuando no imposible, +que aparezca o se dé en cualquier sujeto un caso de heroísmo, de +sufrimiento extraordinario, de entereza sublime o de otra virtud magna y +pasmosa, sin que aparezca o se dé, como motivo u ocasión, en otro sujeto +o en varios, un caso de vicio o de maldad o de fiereza no menos fuera de +todo término razonable. Para que haya un Régulo es menester que haya +cartagineses; para que haya un sabio que beba tranquilo la cicuta es +menester que haya jueces inicuos que por odio a sus discreciones y +sabidurías le condenen a beberla, y para que haya mártires que se dejen +desollar o que se dejen asar a fuego lento en unas parrillas es menester +que haya tiranos tan empedernidos y atroces, que los manden desollar o +asar porque no se prestan a adorar los ídolos o por otra tontería por el +estilo.</p> + +<p>Ahora bien; no sé si por fortuna o por desgracia, pero es lo cierto que +malvados y pícaros en grado tan superlativo y extremoso van siendo más +raros cada día, y, por consiguiente, la áspera senda de la virtud se va +allanando y macadamizando, sin que aquellos que tienen virtud en dicho +grado logren casi nunca ocasión propicia para lucirla, viéndose +obligados a conservarla en estado latente allá en el fondo de sus +corazones.</p> + +<p>No quiero, pues, alterar la verdad de mi historia e ir contra esta ley +del progreso humano, convirtiendo en un monstruo al Conde de Alhedín. +Atengámonos a la verdad.</p> + +<p>El Condesito, según he declarado ya, era un excelente chico, ligero, +amigo de divertirse, muy tentado de la risa, pero mejor que el pan.</p> + +<p>Su madre, la Condesa viuda, le idolatraba y le había mimado siempre; +pero los mimos, lejos de pervertir las buenas naturalezas, las hacen +mejores y más dulces; convierten la hiel en almíbar.</p> + +<p>Para el Condesito era fácil ser bueno. Nada envidiaba. Todo le sonreía. +Ya hemos dicho que poseía quince mil duros de renta, que era de buena +familia y que gozaba de perfecta salud. No había ejercicio corporal en +que no brillase: gran jinete, certero tirador de pistola, ágil y diestro +en la esgrima y valsador airoso y gallardo. Sus chistes eran reídos, sus +discreteos celebrados. Todos le creían capaz de los negocios más serios +si llegaba algún día a emplear en ellos su tiempo y sus facultades.</p> + +<p>Vivía el Conde con su madre, pero en un enorme caserón, donde gozaba de +completa independencia. Así es que recibía amigos y visitas de varias +clases sin que su madre, ni por acaso, tuviese que tropezar con ellas ni +darse por entendida de nada.</p> + +<p>La Condesa, sin embargo, no ignoraba la vida frívola y harto disipada de +su hijo. La Condesa ansiaba que la abandonase, que se casase ya, y que, +hecho todo un padre de familia, se mezclase en la política de su país y +fuese un hombre de Estado.</p> + +<p>La Condesa era una gran señora en toda la extensión de la palabra y muy +al gusto antiguo. Estaba más cerca de los cincuenta que de los cuarenta +años, si bien conservando no pocos restos de su en otro tiempo admirada +hermosura. Se vestía con severa elegancia y notable sencillez. Era +religiosa sin afectación ni fanatismo. Y no estaba muy en contra de esto +que llaman el espíritu del siglo, aunque lamentaba que la aristocracia +española careciese de espíritu de clase, y fuese, por lo tanto, incapaz +de ser contada como un elemento político, por más que, considerados +aisladamente, no valgan menos bastantes individuos de los que a ella +pertenecen que muchos de aquellos que se encaraman a las más altas +posiciones y mandan y gobiernan, partiendo desde los más humildes puntos +de la esfera social.</p> + +<p>Ni por esto andaba desavenida la Condesa con la época en que vivimos, +porque percibía claramente que la invasión y encumbramiento de plebeyos +astutos venía de muy atrás y no era cosa del día. La aristocracia, creía +ella, que dormitaba siglos hacía en dorada servidumbre, y que, contenta +o resignada con vanas distinciones áulicas, dejaba el influjo y el mando +a los Cisneros, los Pérez y los Vázquez, habiendo sido España una +democracia frailuna, y ganando ahora con ser algo parecido a una +mesocracia seglar.</p> + +<p>La Condesa, al menos, sin que nosotros salgamos responsables de sus +juicios, se explicaba así, de un modo sintético, la historia de su +patria. Resultaba de aquí que, de puro aristocrática y por odio a la +democracia antigua, casi era la Condesa liberal y progresista. Prefería +al dominio de un valido prepotente, a quien el Monarca sacaba de la +nada, el mando de esto que llaman clases conservadoras, en las cuales +entraba por algo la suya, aunque mezclada con el instable remedo de la +aristocracia de buena ley y con el furioso aluvión de injustificadas e +improvisadas notabilidades.</p> + +<p>En suma, y sea de ello lo que se quiera, la Condesa deseaba que su hijo +no consumiese la mocedad toda en galanteos y diversiones, sino que se +hiciese hombre formal y de pro, y añadiese a la nobleza heredada nuevo +lustre y blasones con la adquirida por su talento y demás prendas +personales.</p> + +<p>Ya sabemos que el Conde había pasado el verano sin salir de Madrid. La +Condesa no había salido tampoco.</p> + +<p>Estamos en el mes de octubre.</p> + +<p>Casi todas las damas elegantes que habían ido a Biarritz, a Spa y a +otros puntos, y que habían hecho una visita a París, estaban ya de +vuelta de la expedición veraniega. Venían, como era natural, cargadas de +galas y primores de Worth, de la Ferrière, de Alexandre y de otros +artistas; galas que se disponían a lucir durante el invierno.</p> + +<p>Entre estas damas expedicionarias y ya reinstaladas cerca de sus lares +se contaba la linda Adela, prima del Condesito. Era la bondad +personificada, sin frisar en tonta, y era además heredera única, con +esperanzas de ser más rica que su primo cuando heredase. La Condesa +viuda quería casar con ella a su hijo.</p> + +<p>Ya varias veces había procurado inducirle a que la pretendiera. Siempre +había sido en balde.</p> + +<p>Ahora, a los tres o cuatro días de haber llegado Adela, la Condesa llamó +una mañana a su hijo a su cuarto, entre once y media y una, antes del +almuerzo, y tuvo con él la siguiente importantísima conferencia.</p> + + + + +<h2><a name="XIV" id="XIV"></a><a href="#toc">XIV</a></h2> + + +<p>Después de los cariñosos saludos de costumbre y de un breve preámbulo +sobre asuntos insignificantes, sentados madre e hijo en cómodos sillones +y enfrente ella de él, la Condesa entró en materia de este modo:</p> + +<p>—Bien conoces tú, Ricardo mío, que yo me he pasado contigo de +indulgente. Así he perdido toda fuerza moral, y apenas si me siento con +autoridad y valor para darte un consejo.</p> + +<p>—La bondad de usted para conmigo no puede ni debe disminuir el respeto +y la veneración con que yo miro a usted, madre mía—respondió Ricardo—. +No ya para aconsejarme, para mandarme tiene usted autoridad, y debe +tener valor. Yo obedeceré a usted si está en mi mano obedecerla.</p> + +<p>—No pretendo que me obedezcas, sino que me escuches y que te dejes +persuadir por mis razones. Es una lástima que pierdas tu tiempo como +cualquier mozalbete casquivano, sin dedicarte a nada serio. Hasta +cierta edad es perdonable ese modo de vivir; pero ya eres mayor y +debieras servir a tu patria y mostrar que vales... ¿Por qué no te haces +elegir diputado? ¿Por qué no te interrogas sobre tus propias opiniones, +te forjas tu credo político, te trazas tu línea de conducta, y entras en +la vida pública? ¿Vas a llegar a viejo,</p> + +<p><br /> +<span style="margin-left: 15%;">En cínica e infame soltería,</span><br /> +</p> + +<p>como dijo, quizá harto duramente, el austero y satírico poeta, sin hacer +más que cortejar a mujeres livianas? ¿Por qué no te casas con una mujer +honrada, de tu clase, y te formas una familia?</p> + +<p>A esta lluvia de preguntas contestó con mucho reposo el Condesito:</p> + +<p>—Todas las excitaciones de usted, querida madre, son tan buenas, que yo +las seguiría sin vacilar si de mí dependiera seguirlas. Por desgracia, +no depende esto de mí. Para ser diputado, importa proponerse algo con +serlo, y yo nada me propongo. Usted misma lo declara: importa tener un +credo político y trazarse una línea de conducta. Pero en balde me +interrogo: yo no sé lo que quiero ni lo que creo. Casi todos los +partidos me parecen bien y me parecen mal. No sé a cuál afiliarme. ¿He +de inventar yo un partido nuevo, cuando ya hay tantos? Además, que no es +tan fácil inventar ese partido. Para su credo, apenas se me ocurre otro +artículo de fe que aquella sentencia constitucional del año de 1812: que +todos los españoles sean justos y benéficos. Lo demás me es +indiferente. Yo amo la libertad como un medio, y el progreso como un +fin; pero los amo de una manera vaga y encumbrada y comprensiva, que se +presta en la práctica a mil interpretaciones. Así es que por un lado me +amoldaría a casi todos los partidos medios, aceptando sus principios, y +por otro lado sería rebelde o indisciplinado en todos los partidos, +porque sus prohombres no me satisfacen. En resolución: yo noto que me +falta vocación para la política. Soy más a propósito para la +contemplación que para la acción. Créame usted, yo lo haría +detestablemente; me desluciría si me metiese a repúblico. ¿Por qué hemos +de ser todos actores en tan pesado drama, que dura siempre sin que se +llegue jamás al desenlace? ¿No basta que esté uno condenado a ser +espectador? Mire usted, madre, yo me canso de asistir a ese drama, que +no termina nunca, que siempre es lo mismo, donde hay enredos sobre +enredos, cambios de decoraciones, y entrada y salida de personas, que +casi todas lo hacen mal, y en cuyo argumento no hay principio ni fin, ni +término ni pensamiento. Imagine usted, pues, si me canso de ser mero +espectador, y mero espectador poco atento y distraído, cuánto me +cansaría si reclamase también un papel y tratase de representarle. +Desengáñese usted: la política es un oficio fastidioso, que sólo deben +ejercer los que no tienen dinero ni posición, y necesitan adquirirlos +ejerciéndole; pero yo, que tengo mi caudal, puedo y debo ser más útil a +mi patria y a mí mismo cuidando ese caudal, mejorándole y aumentando así +la riqueza pública, que no añadiendo un individuo más al número ya +desmedido de los que se disputan las carteras, las plenipotencias y las +direcciones generales. Soy tan escéptico, que no atino a creer en las +creencias de los otros. Se me figura que los más consecuentes suelen ser +los menos sinceros; que son consecuentes a fuerza de ser testarudos. +Adoptan una opinión, como pudieran haber adoptado otra, sin fe ni +caridad; y ya la siguen siempre, para que se diga que hacen bien su +papel, y porque al fin es más fácil representar un papel que diga +siempre lo mismo, sean las que sean las circunstancias, que no otro +papel donde se digan muchas y diversas cosas, según importe quizá en +cada momento no sólo al bien particular o singular, sino al bien +público. Con esta reflexión me siento inclinado a perdonar las +apostasías; pero, como mi espíritu es una perpetua contradicción, +reflexiono en seguida otra cosa y condeno duramente a los apóstatas y +volubles. Los sospecho de interesados y de tunantes. Recelo que no +cambian de buena fe, sino porque quieren estar encima y hacer su agosto. +En fin, ¿para qué hablar más? Soy incapaz para la política. Más fácil me +sería echarme a filósofo, a naturalista o a poeta. ¿No es mejor, sin +embargo, que cuide de mi hacienda en santa paz, y procure ser un buen +ciudadano, un miembro útil y activo del cuerpo social, y un caballero +agradable y entretenido? Ahora, que apenas hay majadero o galopín que no +se meta a sabio o a gobernador del pueblo o a personaje importante; +ahora, que todos los hombres se pasan la vida echando discursos en las +sociedades científicas, en los clubs, en las asambleas y en otros focos +de luz, ¿no es conveniente que haya algunos que se vayan a los salones +para que las pobres mujeres no se queden solas, sin nadie que les hable +y las entretenga un poco? Ya ve usted si tengo razón en seguir apartado +de la política. En cuanto al otro consejo capital de usted, nada tengo +que objetar. En efecto, debo casarme; pero yo no quiero casarme por +casarme. Para contraer esa temerosa unión, que sólo la muerte rompe, +quiero hallar mujer en quien confíe y a quien ame, y cuyo espíritu se +abra al mío y me muestre que puede estar en duradera, firme, santa e +íntima comunión con él. Deje usted que halle esa mujer y al punto me +verá casado.</p> + +<p>—Perdona que te diga, Ricardo—replicó la Condesa—, que todo cuanto +estás diciendo es un cúmulo de sofisterías y de extravagancias. Si doy +por cierto, y no lo doy por cierto, que la política es sólo un medio de +medrar en la mayoría de cuantos a ella se dedican, culparé más aún a los +egoístas que no quieren intervenir en la política porque ya están +medrados. Todavía se debe presumir que el que busca materialmente su +medro personal busca también el aplauso, la gloria, y se siente movido +por el deseo de hacer el bien de todos, que al cabo no es incompatible +con el bien singular suyo; pero del perezoso, del frío de corazón, del +descreído, que por no molestarse y porque no necesita medro, porque ya +le tiene, no interviene en nada, y no sabe más que censurarlo todo, y +señala mil males y no pone remedio a uno solo, de éste, digo, no hay +alma, por generosa y benévola que sea, que se preste a suponer nada +bueno. Este último es peor y más ruin que el más interesado buscavidas +de los políticos activos. Buscándosela, trabaja al fin, y sirve de algo, +y tal vez hace el bien general, o procura hacerlo, a costa de fatigas y +peligros, cuando procura asimismo, como es lícito y natural, su propio +encumbramiento y provecho. ¿Qué héroe antiguo, qué guerrero, qué gran +político de los que ensalza la historia ha sido tan absurdamente +desinteresado como sería menester serlo para estar libre de tus +invectivas? Esto en cuanto a la política. En cuanto a tu casamiento, no +debo negarte que tienes razón en desear para mujer propia una que tenga +las prendas de que me hablas; pero ¿por qué no la buscas? ¿Ha de pasar +ella casualmente delante de tus ojos? ¿Ha de abrir su espíritu al tuyo y +ha de mostrarte que merece entrar en íntima comunión con él, sin que te +tomes siquiera el trabajo de llamar a la puerta? ¿Vas a buscar acaso ese +tesoro que necesitas entre las aventureras, entre las damas galantes, +entre las mal casadas a quien enamoras?</p> + +<p>—Madre, yo no enamoro ni pretendo ahora a ninguna aventurera, a ninguna +dama galante, a ninguna mal casada. Si tiene usted noticias tales, está +usted mal informada.</p> + +<p>—Pues entonces, ¿por qué no te dedicas a tu prima Adela? Se diría que +el cielo la destina para ti. ¡Es tan buena, es tan discreta en medio de +su inocencia! Y hablando en confianza..., la creo muy propensa a +prendarse de ti. Estoy segura de que te adoraría.</p> + +<p>—El amor de madre acaso ciegue a usted; pero, aunque ella propendiese a +amarme, ¿cómo he de mandar yo a mi corazón que la ame? No la amo, y sin +amor no me casaré con mujer alguna.</p> + +<p>—Tú amas, lo sé, a la que no puede ser tu mujer, porque lo es de +otro—dijo al fin la Condesa, no pudiendo sufrir más las rebeldías de su +hijo.</p> + +<p>—Ya he dicho a usted que no amo ahora a ninguna mujer casada.</p> + +<p>—Me han dicho que estás en relaciones con la mujer de un empleadillo en +Hacienda, con una aventurera que va a casa de la Condesa de San Teódulo.</p> + +<p>—Madre, los que tal han dicho mienten. Ni yo estoy en relaciones con +esa mujer, ni esa mujer es una aventurera. Caro le costaría a cualquier +hombre que se atreviese a calificarla de tal en mi presencia.</p> + +<p>—Tú mismo te delatas. Esa vehemencia con que la defiendes me prueba más +aún que la amas. Tal vez esa mujer te ha hechizado. La cosa es peor de +lo que yo presumía. No es un capricho, es una verdadera pasión.</p> + +<p>—Si la estimación y la amistad son pasiones, estoy apasionado de ella, +lo confieso. Por lo mismo, madre mía, suplico a usted que desmienta mis +relaciones amorosas con esa mujer, y que no contribuya a difamarla y +hacer acaso la infelicidad de su marido, que es un hombre excelente. Si +el infeliz llegase a saber lo que, tan a pesar mío y tan sin fundamento, +dice de nosotros la maledicencia, se moriría de dolor. ¡No lo permita +nunca el cielo!</p> + +<p>La Condesa no se atrevió a continuar la conversación, al ver lo exaltado +que su hijo se ponía, y la vehemencia con que hablaba en pro de doña +Beatriz.</p> + +<p>Allá, en el fondo de su alma, la Condesa se afligió mucho, imaginando +que su hijo no tenía unas relaciones vulgares, un pasatiempo inmoral, +pero sin consecuencias, sino una pasión vivísima. Pensó, además, que la +ocasión era menos favorable que nunca para inducir a su hijo a que se +dedicase a la política y a su prima Adela, y, muy contrariada, dió otro +giro a la conversación, esperando mejores días.</p> + + + + +<h2><a name="XV" id="XV"></a><a href="#toc">XV</a></h2> + + +<p>La conversación que tuvo con su madre puso al Conde de Alhedín de muy +mal humor contra los deslenguados, chismosos e insolentes que iban +propalando por todas partes sus amores con doña Beatriz; pero no por eso +procuró en lo sucesivo ser más cauto y mirado a fin de no dar ocasión y +fundamentos a aquellas habladurías.</p> + +<p>El Condesito había adquirido tal costumbre de ir todas las noches a la +tertulia de los de San Teódulo, que a cualquiera cosa faltaría antes de +dejar de ir. La misma costumbre había adquirido doña Beatriz. De esta +suerte se veían de diario y en presencia de muchos hombres maliciosos, +amigos de burlas y muy propensos a explicarlo todo por el lado más feo.</p> + +<p>Sostenía el Condesito que doña Beatriz era la discreción personificada, +que su conversación tenía un atractivo irresistible, y que su honra y su +castidad estaban por encima de toda sospecha. Así era que él no se +tomaba trabajo alguno para disimular, y hablaba con doña Beatriz +aparte, y horas enteras, en casa de Rosita.</p> + +<p>El Conde, y la misma doña Beatriz, en quien al cabo era esto más +disculpable por su falta de mundo, se habían empeñado sin duda en que +las gentes los tuviesen por superiores a toda crítica; en que juzgasen +sus coloquios santos, puros y sublimes, como los que tuvo allá en la +antigüedad Numa con la ninfa Egeria, o como aquellos que en la cumbre +del Purgatorio, y después entre los esplendores del Paraíso, tuvo Dante +con la tocaya de nuestra heroína.</p> + +<p>Las gentes, sin embargo, no estaban de este parecer. Apenas si, por lo +común, son capaces de alcanzar tales sublimidades y de prestar crédito a +lo que llaman sutilezas o tiquismiquis amorosos. Creen siempre en algo +menos etéreo, sobresubstancial y trascendente. La amistad de los +espíritus, el platonismo, la adoración desinteresada a una mujer, aunque +se mire como grosero el símil, les parece a manera de salsa picante; +pero entienden que no es plato de gusto aquel donde no hay más que la +salsa. El misticismo es un condimento sin el cual el amor sería +desabrido para los paladares delicados; mas nunca pasa, para las gentes +vulgares, de ser un condimento; es como la sal, la mostaza, la pimienta +y otras exóticas especierías.</p> + +<p>Lastimoso, abominable es que las gentes piensen así; pero ello es que +así piensan. Lo que es en la tertulia de Rosita, todos eran bastante +cultos y hasta refinados para no desdeñar la parte mística del amor, y +ninguno era bastante metafísico para conceder a esta parte mística un +carácter <i>substantivo</i>, como dicen ahora los filósofos. Del misticismo, +por mucho que le pusiese en prensa allá en la mente, no sacaba ningún +tertuliano el amor, sino un adjetivo, un epíteto, un atributo del amor. +Amor con misticismo era para el más espiritualista de los tertulianos +como miel sobre hojuelas; pero con una diferencia, a saber: que si en +las hojuelas con miel quitamos las hojuelas, la miel subsiste, mientras +que en el amor con misticismo, si se quita el amor... la del humo.</p> + +<p>Con este modo de mirar las cosas no es extraño que todos tuviesen por +pretensión exorbitante y por capricho absurdo el afán del Condesito en +querer pasar por un amigo devoto o por un adorador petrarquista de doña +Beatriz.</p> + +<p>Alguna disculpa había, fuerza es confesarlo, para tan bellaca +incredulidad. Los antecedentes del Conde y su carácter y posición +militaban en contra de lo que deseaba; no se avenían con el papel que +anhelaba representar.</p> + +<p>El Conde de Alhedín tenía fama de conquistador punto menos que +irresistible. Y por otra parte, nadie dejaba de notar que los adoradores +perpetuos, los amantes de eterno suspiro han sido siempre de abajo +arriba, y no al revés. Jamás el rey se enamoró platónicamente de la +pastora, ni el rico de la pobre, ni el duque de la costurera. Lo +general es que en este linaje de amores vea siempre el amante a su amada +como en andas, como sobre un altar, o allá en el cielo, muerta ya, como +Dante la veía. De esta suerte han suspirado los trovadores de humilde +cuna y de bolsa vacía por la gran señora feudal que los recibió benigna +en su castillo; los cortesanos, por alguna linda reina de las que ha +habido virtuosas y ariscas, aunque aficionadas a que suspiren por ellas, +y muchos Gerineldos de mayor o menor jerarquía, por la hermosa dama a +quien sirvieron. Todos estos casos de amor platónico son verosímiles. Lo +es también el de algún colegial o novicio que viene de provincias a la +capital, y cae bajo el poder de cualquiera <i>lionne</i> experimentada, +curtida, deseosa de adoración, y que se aparece como divinidad a los +ojos del inexperto y tímido mancebo.</p> + +<p>Lo que no era verosímil, lo que no cabía en la cabeza de nadie era que +el dichoso, que el hastiado, que el rico y noble Conde de Alhedín, +delicia de la corte, suspirase no por emperatriz, reina o gran duquesa +siquiera, sino por una muchacha obscura, pedestre, venida de un lugar y +casada con un casi escribiente feo y viejo.</p> + +<p>El Conde, sin embargo, se empeñaba en que esto se había de creer, o más +bien algo más extraordinario aún. Ni el suspiro en balde quería él que +se creyese. El Conde no suspiraba, porque no se suspira por lo +inasequible; no anhelaba, porque no se anhela lo que no se puede +alcanzar, y no deseaba, porque el deseo presupone esperanza, por remota +y leve que sea. El suspiro, además, el anhelo y el deseo, aunque nunca +se logren, implican algo de ofensivo para la mujer deseada: son la +infracción de un mandamiento cuando esa mujer es de otro. Y con doña +Beatriz—tal era el respeto y consideración que quería se le tuviese—el +Conde se enojaba de que alguien pudiera imaginar que él se atrevía a +desearla.</p> + +<p>El Conde quería, pues, aparecer como amigo finísimo, como admirador +constante y como el que se deleita en hablar, en ver, en comunicar +pensamientos, sin el menor interés ni propósito que no sea limpio como +el cristal y el oro. Para esto no había necesidad de disimular que +hablaba largos ratos al oído con doña Beatriz. No era el secreto a fin +de ocultar lo pecaminoso, sino a fin de no contaminar lo santo. No era +el misterio en que se envuelve el delincuente con respecto a las +personas honradas, sino el misterio del iniciado con relación al profano +vulgo.</p> + +<p>Por desgracia, el profano vulgo no se conformaba con creer en la +santidad del misterio, y se le explicaba de un modo harto poco +edificante.</p> + +<p>Casi todas las noches doña Beatriz y el Condesito tenían un dúo +larguísimo, inaudito para todos, salvo para ellos.</p> + +<p>Delante de don Braulio tenía lugar el dúo misterioso lo mismo que cuando +don Braulio estaba ausente. Ni ellos se recataban, ni don Braulio se +inquietaba. Se diría que los tres vivían convencidos por igual de la +inmaculada inocencia de todo aquello, si bien se diría asimismo que la +convicción se había consumido por completo en ellos tres, no quedando +nada para el resto del mundo.</p> + +<p>Todos los tertulianos murmuraban por lo bajo de la impostura y de la +desvergüenza, que por tal la tomaban, del Conde, de doña Beatriz y hasta +del excelente don Braulio, en quien, merced a la fama que iba +adquiriendo de pasarse de listo, no había persona que supusiese candidez +e ignorancia, sino notorio y ruin disimulo.</p> + +<p>Quien más extremaba y propagaba esta mala opinión era Arturo, el poeta. +En sus versos era casi siempre religioso y moral; ya ascético, ya +místico, sin mezcla de molinosismos; pero en prosa, como si ya en los +versos hubiese gastado toda la poesía de su alma, era de lo más prosaico +y <i>realista</i> que puede imaginarse. De esta disonancia entre su palabra +rítmica y su palabra desatada del ritmo resultaba una extraña +contradicción. El metro y los consonantes parecían el imperativo +categórico de su conciencia. Recitaba sus poesías, y los oyentes se +inclinaban a considerarle como a un santo padre, doctor iluminado y +bendito siervo de Dios. Hablaba sin número y sin rima, y daba miedo +oírle; era un desenfrenado galopín, sin creencias y sin respeto a cosa +alguna.</p> + +<p>La noche que siguió a la mañana en que tuvo lugar la conferencia entre +el Conde y su madre, el Conde, por lo mismo que estaba de mal humor, se +mezcló poquísimo en la conversación general de la tertulia de Rosita. +Habló cuatro palabras con ella; habló un momento con Inesita, que +también estaba allí; saludó a los tertulianos, y se fué a hacer su +aparte con doña Beatriz, el cual fué más prolongado y en apariencia más +íntimo que nunca.</p> + +<p>Aquella noche vino don Braulio y vió el aparte con la serenidad de +costumbre.</p> + +<p>La tertulia duraba de ordinario hasta cerca de las dos; pero don Braulio +y sus damas solían irse antes de la una. Así lo hicieron aquella noche.</p> + +<p>El Conde de Alhedín, aunque no tenía gana de más tertulia, no se atrevió +a irse cuando se fué doña Beatriz, ni inmediatamente después. Se quedó, +entrando en el corro general de los que estaban allí hasta última hora.</p> + +<p>No hablaba el Conde, sin embargo, porque estaba ensimismado e +imaginativo.</p> + +<p>El poeta, por lo regular era quien hacía el mayor gasto de palabras +cuando no hablaba el Conde. Aquella noche el poeta estaba en vena. +Charlaba mucho, decía mil jocosidades, se las reían, y él era de los que +se embriagaban con hablar y con ser aplaudidos, más que bebiendo vinos y +licores. Arturo, quizá sin haber llevado una copa a sus labios, estaba +borracho.</p> + +<p>Viendo, pues, al Conde silencioso, empezó a estimularle para que +hablara, lanzando algunas mal encubiertas pullas sobre las pasiones +meramente espirituales; sobre lo felices y tranquilos que deben de vivir +los maridos cuyas mujeres tales pasiones inspiran, y sobre los coloquios +semi-divinos que deben de tener los que así aman.</p> + +<p>—Dios—decía el poeta—les desanuda la lengua y les infunde por fuerza +un idioma más rico y perfecto que todos los conocidos entre los míseros +mortales. Los primores que tienen ellos que decirse no hallan adecuada +expresión en esta jerga en que nosotros nos entendemos. ¿Cómo es posible +que con el habla misma con que pedimos nosotros de comer, de beber y +otros menesteres mecánicos, se pida lo que tales amantes pedirán y +obtendrán? Hasta la idea de lo que piden y obtienen apenas se percibe +por los profanos sino de un modo confuso, allá en lo más recóndito y +tenebroso del alma, allá en los abismos insondables del sentir con el +sentido del espíritu, abstrayéndose de los otros sentidos.</p> + +<p>Siempre que Arturo hacía algunas frases pomposas e irónicamente elevadas +por el estilo las terminaba exclamando:</p> + +<p>—¿Qué tal? ¿Me explico? ¿Entiendo o no entiendo la metafísica de amor?</p> + +<p>El Conde reprimía su disgusto: no se daba por aludido cuando podía, y si +decía alguna palabra era con gravedad, sin seguir la broma.</p> + +<p>—Hay multitud de amores—continuaba el poeta—, hijos todos de las +ninfas: Amores terrenales que son los que nosotros por lo común +conocemos; pero hay además un solo y único Amor, hijo de Venus Urania, +el cual, según refiere el fabulista Esopo, y después han repetido muchos +otros poetas y fabulistas, vive casi siempre en el cielo. Los dioses +inmortales no pueden vivir sin él. La presencia de este Amor constituye +la bienaventuranza de los dioses. Sin embargo, este amor es tan bueno y +tan piadoso, que, lastimado de la miseria y bajeza de los hombres, pide +de vez en cuando licencia a Júpiter para descender a la tierra y +traernos consolación y cierto reflejo de la luz de la gloria. Con +dificultad concede Júpiter esta licencia: a él y a los demás inmortales +les es en extremo penosa la ausencia de Amor; pero cuando concede la +licencia, que es de siglo en siglo a lo más, y por breve plazo, Amor +desciende entre nosotros, y dejando siempre que sus hermanitos menores +le remeden, hiriendo a las almas vulgares, emplea sus flechas de oro en +atravesar pocas almas encumbradas y divinas. De estas almas, así +heridas, brota entonces un raudal de ideas puras, de sentimientos +sobrehumanos y de conceptos cercanos de la perfección, que vienen a ser +como faros luminosos colocados de trecho en trecho en la historia, en el +obscuro y áspero camino que sigue la humanidad errante. ¡Gran noticia, +señores, gran noticia! <i>La Correspondencia</i> no la ha publicado aún, pero +ténganla ustedes por cierta. Este Amor celeste ha venido recientemente +entre nosotros. Por más que se oculte por modestia, hemos llegado a +verle. Está lleno de gracia y de verdad. Su gloria nos deslumbra, mas no +nos ciega.</p> + +<p>Tampoco a esta parodia de la más bella fábula de Esopo ponía el Conde el +menor comentario.</p> + +<p>El poeta prosiguió más excitado:</p> + +<p>—El Amor del cielo va hiriendo, como he dicho, algunas almas <i>di primo +cartello</i>; pero al cabo, mientras que vive por acá, en la tierra, no +anda siempre errante y sin hogar. Elige el alma más noble, más pura y +más bella, y allí hace su morada. Esta alma suele ser la de una mujer, +con frecuencia, casada. Imagínense ustedes, ¡qué honra, qué distinción +para el marido! En el caso presente, en la venida de Amor, en nuestra +descreída y viciosa edad de hierro, la mansión de Amor, su cuartel +general, como si dijéramos, es el alma de una mujer casada. ¿Estará +hueco y ufano su marido?</p> + +<p>Ya aquí el Conde no pudo contener y disimular su enojo. Reprimió, no +obstante, la lengua, porque en plena tertulia le parecía ridículo y de +mal gusto desatarse en injurias contra el procaz Arturo. Sus ojos sólo +denotaban su furor. Miraba al poeta como si quisiera devorarle con el +fuego de su mirada.</p> + +<p>Rosita, por ligereza de carácter, por irreflexión, se había dejado +llevar de la charla del poeta y le había reído los chistes. Arturo había +estado muy cómico, dando un énfasis chusco a sus expresiones y +acompañándolas con el debido manoteo. Pero Rosita volvió en sí, +advirtió cuán airado estaba el Conde y, aunque tarde, impuso silencio al +poeta.</p> + +<p>Cuando los hombres salieron juntos de la tertulia y se dieron en la +calle, ya el Conde no acertó a refrenar su enojo. Olvidó todo respeto, +echó a rodar toda la prudencia, no previó consecuencia alguna, y, +llegándose a Arturo, le dijo, si en voz baja, no tanto que alguno de los +otros tertulianos no le pudiese oír:</p> + +<p>—Sábelo para tu gobierno. Ni con fábulas de Esopo, ni con citas de +Platón, ni de manera alguna, por indirecta que sea, consentiré en +adelante que, estando yo presente, y aun cuando no esté yo presente, +pongas en solfa mi amistad con doña Beatriz. Si llego a saber que hablas +otra vez de ella, que aludes a ella, que te burlas de su marido, lo +sentiré mucho, pero te romperé la crisma.</p> + +<p>Pronunció el Conde estas frases con tanta seriedad y energía, que Arturo +no pudo escurrirse tomándolas a risa. Era necesario contestar por lo +serio. Y para contestar por lo serio, siendo hombre que se respetaba, no +le quedó más recurso que contestar como contestó:</p> + +<p>—También yo lo sentiré muchísimo—dijo—; pero como me conozco, y sé +que he de seguir poniendo en solfa tu amistad con doña Beatriz y he de +seguir burlándome de la credulidad o socarronería de don Braulio cada +vez que se me antoje, es excusada esa tregua o espera que me concedes. +Rompámonos la crisma en el acto, ya que así lo deseas.</p> + +<p>Pocas más palabras mediaron entre ambos. De los mismos tertulianos allí +presentes eligieron uno y otro los padrinos, quienes arreglaron un duelo +a sable para el día siguiente por la mañana.</p> + +<p>Los padrinos, como personas de juicio, hicieron esfuerzos +extraordinarios para cortar el lance amistosamente, convirtiendo en +súplica cortés la amenaza del Conde, y en promesa generosa y no +arrancada por conminación la del poeta, de no hablar mal del Amor del +cielo; pero Conde y poeta estaban tan acalorados, que ni el primero se +allanaba a hacer el papel de suplicante, ni el segundo, aunque se lo +suplicasen de rodillas, decía que se sentía capaz de callarse y de no +ser maldiciente y burlón, siempre y cuando estuviese de humor para ello, +que era a menudo. No hubo, por consiguiente, más remedio que reñir.</p> + +<p>Ya sobre el terreno, percibió el Conde toda la serie de imprudencias que +había cometido para llegar a aquel término, en el cual no podía +retroceder, y del cual todo éxito era malo. Malo y deslucido si por +acaso Arturo, que en la vida había tomado un sable en la mano, le hería +o le descalabraba; malo y cruel si él, que iba todos los días a la sala +de armas, acuchillaba a su sabor al pobre poeta, y malo y remalo, ora +saliese vencedor, ora vencido, porque de todos modos el lance iba a ser +contraproducente. El lance era para que no se murmurase de doña +Beatriz, y con el lance iba el Conde a lograr que resonase el nombre de +ella en las diez mil trompetas de la Fama.</p> + +<p>Mas, sobre todo esto hubiera importado pensar a tiempo y no entonces. +Entonces no quedaba otro arbitrio que darse de sablazos.</p> + +<p>Los sablazos se dieron, y, como era de prever, los recibió Arturo. Por +dicha, ninguna herida fué de cuidado. Un mes de cama bastó al poeta para +curarse.</p> + +<p>También se cumplió, como no podía menos, la otra previsión. No quedó en +Madrid perro ni gato que no hablase del frenético amor del Conde por la +mujer de un empleadillo en Hacienda; de su loca pretensión de hacerla +respetar como criatura angélica, semi-divina, y fuera del orden y +condición que naturalmente se usan; y de su afecto singular hacia el +esposo sufrido, de cuyo sufrimiento tenía el Conde el imposible empeño +de que nadie se percatase ni se riese.</p> + +<p>Como el Conde no había de desafiar y matar a todo Madrid, +particularmente a las mujeres, la historia de sus amores con doña +Beatriz, imaginada o real, pero bordada y comentada por todos estilos, +circuló por tertulias, cafés, casinos y teatros.</p> + +<p>La reputación de doña Beatriz quedó así más lastimada que el cuerpo de +Arturo, de resulta del lance que tuvo con él el caballeroso Conde de +Alhedín, inhábil, por la persuasión y por la violencia, para convencer a +nadie de su platonismo.</p> + + + + +<h2><a name="XVI" id="XVI"></a><a href="#toc">XVI</a></h2> + + +<p>Entre las muchísimas faltas que me ponen los críticos, nada me aflige +tanto como que me acusen de pintar siempre mujeres algo levantiscas y +desaforadas. «¿Con quién se trata el autor?—dicen—. ¿No ha conocido +sino mujeres livianas? ¿Por qué no nos presenta en sus historias a las +honradas y puras, a las que cumplen siempre con su deber, a las que +pueden y deben servir de modelo?» «Este autor—añaden—odia a las +mujeres o tiene malísima opinión de ellas.»</p> + +<p>En contra de tan injusta acusación me toca decir que ni Clara, ni Lucía, +en <i>El Comendador Mendoza</i>, ni menos aún Irene, en <i>El Doctor Faustino</i>, +carecen de todas aquellas prendas y requisitos que pueden y deben hacer +de la mujer una criatura angelical. No negaré, en cambio, que doña +Blanca había pecado, y que la ferocidad de su penitencia era peor que +el pecado mismo; que Pepita Jiménez fué demasiado coqueta y más +apasionada de lo razonable, y que una vez enamorada no sabía contenerse, +y se disparaba como una pistola al pelo; que María, la inmortal amiga, +se abandonó a su pasión como si no hubiese tenido libre albedrío, como +si hubiese sido impulsada por una fuerza irresistible; que Constancita +era interesada, calculadora y caprichosa, y que Rosita no reconocía más +ley divina o humana que la de su antojo; pero en todas estas +mujeres—nadie sostendrá lo contrario—se advierten, en medio de sus +mayores extravíos, tal anhelo de infinito amor, tan dulce ternura y tan +fervoroso ahinco de hacer el papel de salvadoras y redentoras, de +proporcionar la bienaventuranza o un asomo de bienaventuranza para el +hombre querido, aun a costa de la propia condenación, que las perdonamos +sin esfuerzo y nos parecen simpáticas.</p> + +<p>Por otra parte, lo tengo que repetir aquí, aunque peque de cansado: de +una virtud completa no se puede sacar acción que interese y que tenga +algo dramático, a no imaginar monstruos horrendos, perseguidores de +dicha virtud.</p> + +<p>Como también me acusan, y sin duda con más motivo, de pobreza de +imaginación, no debe de extrañarse que yo no haya tenido hasta ahora el +suficiente brío para inventar esos monstruos.</p> + +<p>Importa, por último, tener en cuenta que, en estas historias profanas +que llaman novelas, no conviene que sean los personajes como alegorías +de virtudes o de vicios, sino que se tomen de la vida real, donde, por +lo común, se advierte en ellos cierta mezcla de buenas y de malas +cualidades, de vicios y de virtudes, de arranques sublimes y de +flaquezas lastimosas, que es lo que constituye la verdad de los +caracteres y lo que da a los personajes fingidos, si el estilo del autor +es poderoso para tanto, más viva y persistente realidad que a los +personajes históricos.</p> + +<p>En una narración poética, que tal es cualquiera novela, aunque en prosa +esté escrita, una mujer inmaculada, una santa, un ángel, no puede +mezclarse en la acción sino a costa de los otros personajes; lo mejor es +que aparezca, sin llegar con el extremo de su vestidura al lodo de la +tierra, y acabe por esfumarse en el éter o por subir al empíreo. Sus +pies apenas si deben tocar al suelo.</p> + +<p>En suma: sea como sea de todo lo dicho, pues no aspiro a dar reglas +estéticas para escribir novelas, es lo cierto que yo, no porque opine +mal de las mujeres, sino por falta de imaginación y por el infortunio de +no haber hallado con frecuencia a santas—ni a santos tampoco—en este +mundo sublunar, me he de permitir introducir en esta historia, verdadera +y sencilla, un nuevo personaje, mujer también, que dista más que ninguna +otra de mis heroínas de ser un dechado de perfección; pero que +interviene poderosamente en los sucesos que debo referir.</p> + +<p>Esta mujer es una Marquesa. Su título no es menester decirle. La +llamaremos por su nombre de bautismo, como si tuviésemos con ella la +mayor intimidad. La llamaremos Elisa.</p> + +<p>Hacía cerca de tres años que se había quedado viuda. No llegaba aún a +los treinta de edad. No tenía hijos. Era riquísima y muy elegante. Ni +sus más acérrimas enemigas negaban que era discreta, ingeniosa, +divertida y alegre. Ni sus más decididos adoradores se atrevían a +llamarla hermosa, ni sus detractores se propasaban jamás a calificarla +de fea. Todos, por unanimidad, la declaraban <i>distinguida</i> en grado +eminente. Pero ¿en qué y por qué se distinguía? No era ni muy alta ni +muy baja, ni muy blanca ni muy morena, ni pelinegra ni rubia. En ninguna +de sus facciones había nada de extraordinario ni de marcado. Su nariz no +era larga ni chata, ni muy regular ni muy irregular; su boca no era ni +grande ni chica; contra sus dientes no podía lanzar nadie un epigrama, +pero tampoco, sin hipérbole, podía compararlos con las perlas. En +resolución: desmenuzadas y analizadas todas las visibles y corporales +prendas de Elisa, como, por ejemplo, manos, talle, pies, brazos, +garganta y frente, nada había que llamase la atención ni por bueno ni +por malo. La simétrica disposición o el orden de todas estas partes nada +tenía tampoco de singular. Lo singular de Elisa estaba en el conjunto, +pero de un modo extraño. La expresión de su fisonomía era sin duda lo +que la hacía notable, lo que, más que notable, la hacía inolvidable para +quien la había visto una vez sola.</p> + +<p>Se diría que su aparición tenía para todas las almas una fuerza +semejante a la de la prensa que estampa en el bronce o en el oro, con +indeleble y firme dibujo, la imagen que lleva en sí el troquel. Y Elisa +además hacía de suerte que, cediendo a todas las exigencias de la moda +voluble, adoptando todas sus mudanzas en vestido y peinado, conservaba +siempre inalterable, inmutable, la traza material de su persona, como la +figura que en el troquel de acero está grabada. El tiempo mismo parecía +haberse parado para ella desde hacía ocho años. Al menos se requería +contemplar a Elisa muy de cerca a fin de advertir sobre su rostro alguna +levísima huella del tiempo que había pasado.</p> + +<p>Contábanse tales prodigios acerca del poder seductor de Elisa, que hasta +los hombres más fatuos y más preciados de invulnerables temían +enamorarse si llegaban a tratarla mucho. Se suponía que había inspirado +pasiones frenéticas, tercas, profundas y duraderas, y que ella, o había +permanecido insensible, o había cedido por un instante a una efímera +simpatía, a una alucinación momentánea que antes de dominar su corazón +se había desvanecido como sueño. Si había levantado algún ídolo en el +altar de su mente, le había derrocado en seguida.</p> + +<p>El Marqués, marido de Elisa, había sido un señor insignificante y muy +<i>comm'il faut</i>. Su matrimonio, hecho por razón de estado y de hacienda, +ni había procedido de amor, ni le había creado después. La completa +vanidad, el vacío perfecto de todo cariño, de toda estimación y de toda +confianza, desde el día de la boda hasta el día de la muerte, se había +ocultado primorosamente bajo las formas corteses de la consideración +mutua, del frío respeto y de la más delicada galantería.</p> + +<p>Por lo demás, Elisa siempre había pasado por recatada y prudente. No se +citaba, durante su matrimonio, un solo triunfo que el amor hubiese +alcanzado sobre ella. Había sabido infundir, o sin saberlo ni +pretenderlo ella, había infundido esperanzas que no llegaban a +cumplirse.</p> + +<p>Hasta ya viuda, Elisa no había tratado con frecuencia al Conde de +Alhedín.</p> + +<p>Verle y desear enamorarle fué en ella todo uno. Ella era un genio para +lo que procederíamos rudamente en llamar coquetería, porque su +coquetería era tan sutil, tan aérea y tan refinada, que necesitaba de un +nombre más peregrino y más nuevo. Así es que, según lo que yo he llegado +a averiguar, por causa de Elisa hubo de introducirse en el dialecto +elegante y aristocrático de Madrid el vocablo inglés <i>flirtation</i>, que +ya empieza a divulgarse y hasta a avillanarse. Hace algunos años era un +vocablo que no se pronunciaba sino en los salones más elegantes, y +apenas si se aplicaba a otra mujer que no fuese Elisa.</p> + +<p>Elisa empezó, pues, a <i>flirtear</i> con el Condesito.</p> + +<p>Pronto logró enamorarle un poco; pero no era el Condesito de los que se +rinden y se esclavizan con facilidad.</p> + +<p>La <i>flirtation</i> no deja rastro, ni huella, ni señal de la herida, y +puede no obstante penetrar en lo profundo del alma y herirla de muerte. +El más esencial primor de la <i>flirtation</i> consiste, a lo que me han +asegurado, en disparar dardos tan invisibles, que la persona que los +dispara pueda darse por desentendida; en augurar favores sin que se +atine jamás ni con el fundamento ni con el testimonio del agüero, y en +evocar esperanzas en virtud de conjuros tan misteriosos que no los +perciba quien los pronuncie. La duda de que una mujer ha hecho algo para +alentarnos, debe quedar en pie. Sobre esta duda debe aparecer otra no +menos importante, a saber: dado que la mujer haya hecho algo en el +mencionado sentido, ¿lo ha hecho con voluntad reflexiva o arrebatada? +¿Hubo premeditación o fué todo inspiración inconsciente?</p> + +<p>Justo es advertir que esta teoría acerca de la <i>flirtation</i> me la ha +explicado una señora de mucho talento y muy docta en tales estudios. De +lo que yo no respondo, es de que el vocablo inglés tenga el mismo +significado por dondequiera. Tal vez <i>flirtation</i> y <i>coquetería</i> sean en +la Gran Bretaña perfectos sinónimos. Pero aquí no tratamos de filología. +Importa poco el valor etimológico y genuino de la palabra. Lo que nos +importa resolver es que la palabra <i>flirtation</i>, en los salones +elegantes de España, tiene un valor muy distinto; significa un +refinamiento, un alambicamiento de coquetería, y no la coquetería llana +y sencilla que por lo común se estila.</p> + +<p>Desgraciadamente para nuestra Marquesa, el Conde de Alhedín no era +hombre contra quien pudiesen valer artes tan sutiles. El Conde quizá +gustaba de reposarse tranquilamente en la duda cuando se trataba de +otras materias; pero en negocios de amor, gustaba de salir de la duda +cuanto antes.</p> + +<p>Los coqueteos de Elisa no tuvieron, pues, el éxito que con otros hombres +habían tenido.</p> + +<p>El Conde planteó el problema de tal suerte, que fué menester que la +incógnita se despejase. Elisa escamoteó, negó todos sus coqueteos, y el +Conde se apartó serena y hasta fríamente de su pretensión amorosa. +Volvieron los coqueteos; se renovaron las exigencias; ella negó de +nuevo, y el Condesito, sin darse por ofendido, desistió por completo de +hacer la corte a Elisa. Todo coqueteo ulterior fué trabajo perdido. El +Condesito ni siquiera dió a Elisa una satisfacción de amor propio, +dejando ver su enojo o exhalando una queja.</p> + +<p>El último coqueteo, la última <i>flirtation</i> a que el Conde se había +mostrado sensible, había sido en París, durante la primavera. En París +sobrevino también la firme decisión del Conde de no mostrarse sensible +nuevamente. Y el Conde supo cumplir su firme decisión. Conquistas más +fáciles le consolaron y distrajeron de aquel ligerísimo contratiempo.</p> + +<p>Mil veces más mortificado quedó en esto el orgullo de Elisa que el del +Conde. Poco acostumbrada Elisa a que los galanes desistieran tan pronto +de pretenderla y se retirasen además con tan glacial reposo, se sintió +algo picada, si bien disimuló el pique.</p> + +<p>El Condesito y ella quedaron, en apariencia, al menos, muy amigos.</p> + +<p>Tuvo él que venir a Madrid para negocios, y prometió a Elisa ir a +Biarritz a pasar el verano.</p> + +<p>Ocurrió, estando en Madrid el Conde, la aparición de doña Beatriz y de +Inés en los Jardines del Buen Retiro; el empeño del Conde en conocerlas +y tratarlas, y cuanto a la larga hemos ya referido.</p> + +<p>El Conde no fué a Biarritz a cumplir su promesa amistosa.</p> + +<p>Elisa, al principio, distraída con otros coqueteos, circundada de +adoraciones y triunfante como nunca, no echó de menos la falta del +Conde. Supuso que sus negocios duraban aún y le retenían en Madrid.</p> + +<p>Más tarde, cuando llegó a los oídos de ella que al Conde le retenían en +Madrid nuevos amores, Elisa se sintió un tanto cuanto contrariada; pero +no bien averiguó que los nuevos amores no eran con ninguna gran señora, +con ninguna dama encopetada y célebre, sino con una lugareña, mujer de +un escribiente o cosa por el estilo, le entró una terrible gana de reír +y de burlarse del Condesito, y olvidó sus brillantes victorias pasadas, +considerándole como un infeliz parapoco, que se refugiaba entre las +<i>cursis</i>, o por no lograr nada en esferas superiores, o por tener ánimo +abatido, o gusto estragado, ruin y plebeyo.</p> + +<p>Volvió Elisa a Madrid. Vió al Conde en teatros, paseos y tertulias, y +halló en él tanta cordialidad y tan amistoso afecto, que tuvo por más +cierta que nunca su indiferencia para con ella en punto a los amores. La +indiferencia no podía ser afectada o fingida de aquella manera.</p> + +<p>Esto empezó a herir la vanidad de Elisa. No nos atrevemos a asegurar que +hiriese también alguna otra fibra de su corazón, menos mezquina que +aquella que a la vanidad corresponde.</p> + +<p>Se apoderó asimismo del ánimo de Elisa la más viva curiosidad de conocer +a la mujer del empleadillo, de quien todos afirmaban ya que el Conde +andaba enamorado.</p> + +<p>Pero doña Beatriz no había penetrado en más salones que en los de la +Condesa de San Teódulo; no iba a paseo en coche, por la sencilla razón +de que no le tenía, y a misa iba a otras iglesias y a otras horas que +las de Elisa.</p> + +<p>Sea como sea, se pasaron meses sin que Elisa llegase a ver a doña +Beatriz. Bien es verdad que, si Elisa andaba curiosa, andaba también +temerosa de verla. Tenía miedo de hallarla hermosa y naturalmente +distinguida. Se deleitaba con fingírsela vulgar y ordinaria.</p> + +<p>Entre tanto, vino a noticia de Elisa algo que hubo de mortificarla más +que nada: el empeño del Conde en hacer creer que sus relaciones con doña +Beatriz eran el propio petrarquismo. Fuese esto verdad o mentira, +implicaba una consideración, un respeto, una atención tan delicada hacia +la mujer del empleadillo, que Elisa se llenaba de ira y hasta de envidia +cuando en ello cavilaba. Mientras más esfuerzos hacía por no cavilar, +más frecuentes eran las cavilaciones.</p> + +<p>Todavía se conformaba Elisa con explicárselo todo por cierta cobardía, +desidia o pobreza de espíritu, que retraía al Conde de lo difícil y le +inclinaba a lo fácil; que le inducía a apartarse de los caminos ásperos +y de escarpada subida para seguir los senderos trillados y llanos. Lo +que no podía sufrir con paciencia era que el Conde se complaciese y aun +se gloriase de ir subiendo por mayores asperezas, y de estar luchando +con dificultades más rudas que las que ella le había excitado en balde a +subir y a vencer.</p> + +<p>A pesar de su empeño en fingirse todo lo contrario, Elisa insistió +entonces en formar gran idea del mérito de doña Beatriz.</p> + +<p>—Debe de ser—decía para sí—una mujer diabólica, hermosa, discreta, +poseedora de infernales recursos, cuando ha logrado hechizar y embobar +al Conde, que no es ningún chico inexperto ni ningún majadero.</p> + +<p>Con estas y otras parecidas reflexiones la Marquesa se atormentaba casi +de continuo.</p> + +<p>La nueva, por último, del duelo del Conde con el poeta Arturo por +defender la inmaculada pureza de la mujer del empleadillo, estalló como +una bomba en el corazón de Elisa.</p> + +<p>—La quiere, la adora con frenesí—decía Elisa en el fondo del alma—. +¿Qué habrá hecho ese demonio para cautivar aquellos libres pensamientos, +para turbar aquella mente despejada y serena, para mover una tempestad +de pasiones en aquel espíritu tan calmoso?</p> + +<p>Nada de fijo se contestaba Elisa a tales preguntas; pero vagamente se +fingía ya a doña Beatriz tan bella, tan discreta y tan elegante como lo +era en realidad, y suponía asimismo en doña Beatriz un arte no +aprendido, una sabiduría infusa tal y tan extraordinaria, que todas las +<i>flirtations</i> que ella solía emplear eran burdas, pueriles o necias, en +comparación de las de aquella obscura y venturosa provinciana.</p> + +<p>En esta situación de ánimo ocurrió un día la maldita casualidad de que, +yendo Elisa a paseo en landó, al pasar por la Puerta del Sol a eso de +las cuatro de la tarde, se interpusiesen unas mujeres distraídas y +estuviesen a punto de ser atropelladas. El hombre que las acompañaba las +libró del peligro agitando su bastón delante de los caballos, los +cuales, espantados, se alzaron de manos, y encabritándose y manoteando +estremecieron el landó y asustaron a su vez a Elisa.</p> + +<p>¡Cuán sorprendida no quedaría ésta al reconocer en el hombre que le +acababa de dar el susto al propio Conde de Alhedín, quien la saludaba +cortésmente y le pedía por señas humilde perdón de aquella +imprescindible irreverencia!</p> + +<p>No hubo tiempo para que el Conde hablase a Elisa, cuyos caballos, +apartado el Conde que les estorbaba el paso, arrancaron con furia, a +pesar del brío con que los retenía el cochero.</p> + +<p>Elisa tuvo tiempo, no obstante, para mirar, para examinar a ambas +mujeres. Al punto adivinó quiénes eran.</p> + +<p>Cruel fué el resultado de su examen. Absorbida su atención en Beatriz, +apenas se fijó en Inesita; pero a Beatriz la vió, la contempló, la +estudió con una intensidad tan honda, que compensó de sobra lo breve del +tiempo que duró el estudio.</p> + +<p>En lo más íntimo de su conciencia, en aquel abismo adonde no llega el +amor propio por grande que viva en nosotros, y hasta donde el +entendimiento penetra rara vez ofuscado, Elisa se reconoció por un +instante muy inferior en todo a doña Beatriz.</p> + +<p>Pronto, sin embargo, volvió su ánimo de la postración; se recobró del +amilanamiento, del desmayo en que había caído.</p> + +<p>La reacción del orgullo herido fué violentísima y poderosa.</p> + +<p>Entonces, corriendo en su coche por la calle de Alcalá abajo, Elisa juró +guerra a muerte a doña Beatriz, la cual estaba muy ajena de que se +alzaba contra ella tan temible enemiga.</p> + +<p>En nombre del orgullo, en nombre del amor, que con el orgullo nació de +súbito en su alma, si bien con bastardo e impuro nacimiento, Elisa se +resolvió a luchar, a aventurarlo todo por atraer de nuevo al Conde y por +quitárselo a doña Beatriz y tomarle ella.</p> + +<p>Marido o amante, todo le era igual en aquel momento de ira: lo que le +importaba era rendir al Conde, conseguir que no fuese de doña Beatriz, +lograr que aquella mujer se viese abandonada.</p> + + + + +<h2><a name="XVII" id="XVII"></a><a href="#toc">XVII</a></h2> + + +<p>A pesar de su culto a doña Beatriz, el Condesito seguía yendo a teatros, +paseos y reuniones aristocráticas. En dichos puntos siempre encontraba a +Elisa.</p> + +<p>Esta volvió a emplear para cautivarle cuantos medios había antes +empleado; pero el Condesito, firme y frío como una roca, no se mostraba +sensible ni aun se daba por entendido.</p> + +<p>Elisa no perdió por eso la esperanza: esforzó sus artes y llegó más allá +del término hasta donde en toda su vida había llevado la <i>flirtation</i>. +Tampoco así consiguió que el Conde diera la menor señal de que se +inclinara a rendirse.</p> + +<p>Elisa se esmeró entonces en su vestido y peinado; lució nuevas y ricas +galas; aguzó el ingenio para que en las tertulias tuviese mayor hechizo +su conversación; atrajo en torno suyo a cuantos hombres valían más por +cualquier estilo; se rodeó de más brillante y numerosa corte que nunca, +y ni aun así pudo vencer la indiferencia del Conde.</p> + +<p>Dióle las muestras más patentes y lisonjeras de su predilección; dejó +mil veces plantado a todo un círculo de admiradores, y rompiéndole, en +los bailes, fué a asirse del brazo del desdeñoso. Para él fueron las más +dulces miradas, las más afectuosas sonrisas; todos aquellos signos, en +suma, que suelen augurar favor y revelar amor, sin traspasar los límites +de la modestia y del decoro.</p> + +<p>El Conde no respondía con desvío. Esto hubiera sino menos cruel. El +Conde respondía con gratitud, con cortesanía extremada y con tan glacial +acatamiento, que ponía fuera de sí a la pobre Marquesa.</p> + +<p>Imaginó, por último, Elisa, que le iba sucediendo con el Conde lo que al +pastorcillo embustero de la fábula, que gritaba: «¡Al lobo! ¡Al lobo!» +cuando el lobo no venía, y que una vez que el lobo vino, no le valió +gritar «¡Al lobo!» porque los que podían socorrerle no dieron crédito a +sus gritos. Elisa calculó que el Conde no acudía al reclamo, temeroso de +nueva burla. Era, pues, indispensable darle pruebas de completa +sinceridad.</p> + +<p>Mucho se violentó antes de resolverse. Su orgullo se resistía. Sus +costumbres, tan contrarias a la humilde franqueza, ponían dique a su +deseo. Elisa sabía prometer, alentar, dar esperanzas de un modo tan +aéreo y confuso, que se pudiese negar hasta ella misma que había +prometido y alentado. Su amor, o más bien el fantasma, la apariencia de +amor que ella creaba y alimentaba en su alma, era tan sutil y vaporoso, +que se deslizaba hasta el seno de los más empedernidos, despertando a +veces tempestades, y no dejaba huella ni rastro de su paso. Se +desvanecía como sombra; era ilusorio, vano como silfo, y tenía la fuerza +de un gigante para destrozar corazones.</p> + +<p>Pero este fantasma de amor no le valía ya con el Conde. Verdadero amor, +aunque nacido de envidia y celos, no le valía tampoco. El Conde, +escarmentado ya del amor falso, tomaba por falso el verdadero. Era +indispensable que el amor mostrase su verdad y su realidad, sin que +ofreciese la más pequeña duda. Elisa ansiaba robar a doña Beatriz el +corazón del Conde, costase lo que costase.</p> + +<p>En esta disposición de ánimo, Elisa estaba determinada a todo lo que +pudiese asegurarle la victoria. Pero, en medio de sus más violentas +pasiones, la prudencia no la abandonaba. Calculaba con serenidad, como +si estuviese en calma.</p> + +<p>Calculó, pues, en esta ocasión, que rendirse sin condiciones no era +triunfo, sino derrota; que podría suceder que el Conde, verdadero +triunfador, volviese a doña Beatriz, ocultándole una infidelidad efímera +o pidiéndole perdón de su culpa. Sólo con pensarlo temblaba Elisa de +despecho.</p> + +<p>Su primera idea de que el Conde fuese, si dejaba a doña Beatriz, o su +marido o su amante, se limitó a uno solo de los dos términos del dilema. +La Marquesa, tan libre hasta allí, decidió sujetarse al dominio de +aquel hombre. Era rica; a pesar de sus vanos coqueteos, su reputación se +había conservado sin mancha; era de una familia no menos ilustre que el +Conde; era para el Conde un excelente partido; ¿por qué no habían de +casarse los dos? Era el único medio seguro que tenía Elisa de triunfar +de doña Beatriz.</p> + +<p>En mujer tan orgullosa como Elisa no cabía una insinuación directa con +el Conde: no cabía que ella se le declarase. Decidióse, pues, a dar un +paso, que no comprometía su buena fama, que la dejaba ilesa, aunque +pudiese mortificar su vanidad.</p> + +<p>Llamó a su casa a un anciano tío suyo que le inspiraba la mayor +confianza; hizo con él confesión general de sus coqueteos con el Conde +de Alhedín; reconoció que con el amor no hay burlas; declaró que, +burlando ella con el amor, era ya la burlada, la cautiva y la enamorada; +y suplicó al prudente tío que viese a la madre del Condesito, y que, +como cosa suya, si bien dando a entender que le constaba que la Marquesa +estaba propicia, propusiese a dicha señora tan brillante matrimonio para +su hijo.</p> + +<p>El tío cumplió con discreción y habilidad el delicado encargo. La +Condesa viuda de Alhedín halló que su hijo no podía soñar con mejor +boda, y se puso enteramente de parte de la Marquesa, cuya decidida +voluntad en favor del Conde la lisonjeaba en extremo.</p> + +<p>No hay que decir que esta negociación se llevó con el mayor sigilo.</p> + +<p>La Condesa de Alhedín tuvo con su hijo una larga conversación: le habló +de la boda propuesta como de una gran dicha para su casa; como de un +fausto suceso que merecería toda su aprobación, y trató de apartarle de +los enredos galantes que le suponía, pintándole las delicias del hogar +doméstico y repitiendo lo que otras veces había manifestado, de que ya +era tiempo de que tuviese una familia, adquiriese otra gravedad y +respetabilidad y emplease su vida y las altas prendas que Dios le había +dado en asuntos serios, que redundasen en pro y mayor lustre de su +nombre y en bien de su patria.</p> + +<p>El Condesito volvió a negar a su madre que él tuviese relaciones con +doña Beatriz, y le confesó que había estado prendadísimo de la Marquesa; +pero añadió que su coquetería sin entrañas le había curado de aquel +principio de amor, y que tan radicalmente le había curado, que le era ya +imposible amar a la Marquesa, y por consiguiente casarse con ella, si +bien reconocía que era merecedora de llevar el nombre de él y de ser su +compañera de toda la vida.</p> + +<p>En resolución, aunque de un modo indirecto, y con el más profundo +sigilo, y suavizando el golpe los dos medios por quien pasó, a saber: +primero, la Condesa, al hablar con el tío, y el tío luego al hablar con +la sobrina; ésta, como dura lección y como castigo de sus <i>flirtations</i>, +recibió lo que vulgarmente llamamos unas terribles calabazas.</p> + +<p>La soberbia de Elisa, ofendida y humillada en lo más vivo, pedía +venganza desde el fondo de su corazón.</p> + +<p>Jamás Elisa había previsto, ni en sus sueños más negros y desesperados, +que un hombre se había de resistir a sus atractivos poderosos y a la +magia de sus coqueteos; que este hombre la había de enamorar cuando era +ella la que solía enamorar a todos los hombres, y que al fin la había de +impulsar hasta el punto de tomar la iniciativa y de mendigar su mano, y +de recibir de él una repulsa insolente y desapiadada.</p> + +<p>La causa de todos estos males era doña Beatriz. Por culpa de doña +Beatriz creía Elisa que se había enamorado del Conde; por culpa de doña +Beatriz creía que el Conde la desdeñaba.</p> + +<p>La cólera se apoderó de su alma; la cólera arrojó de allí todo +sentimiento generoso, todo escrúpulo, toda consideración que se opusiera +a la venganza.</p> + +<p>Con tal de vengarse no le arredraba ya ni el delito; no le sonrojaba +meditar en los medios más viles y llegar a valerse de ellos.</p> + + + + +<h2><a name="XVIII" id="XVIII"></a><a href="#toc">XVIII</a></h2> + + +<p>Dos días después del cruel desengaño de Elisa, don Braulio González, al +ir a sentarse en la mesa de su despacho en el Ministerio, vió sobre el +pupitre una carta que le iba dirigida. La abrió y leyó lo que sigue:</p> + +<p>«Señor don Braulio: La fama va esparciendo por todas partes que es usted +listísimo. Yo le he tomado a usted afición y no quiero creerlo. En la +situación de usted, llamarle listo es hacerle la mayor injuria. +Verdaderamente usted no puede ser listo dentro de lo justo. O usted no +es listo, o usted se pasa de listo. Prefiero creer y decir que usted es +tonto. ¡Sería tan infame saber y disimular! No; usted ignora lo que en +Madrid sabe todo bicho viviente. Usted no disimula. No se disimula con +tanta habilidad. Discreto es el Conde de Alhedín, discreta es doña +Beatriz, y sin embargo no han disimulado.»</p> + +<p>Así terminaba la infame carta. Ni una palabra más. No tenía firma. La +letra parecía contrahecha.</p> + +<p>Don Braulio leyó la carta una, dos, hasta tres veces, como quien no se +entera bien, como quien no da crédito al testimonio de sus sentidos, +como quien duda aún de si es realidad o si es una pesadilla o un delirio +lo que percibe.</p> + +<p>Sin alterarse luego, hizo con pausa mil añicos de la carta, incluso del +sobre; después estuvo a punto de echar los añicos en el cesto que tenía +al lado para los papeles rotos; y al cabo, como reflexionándolo mejor, y +como temiendo que la carta destrozada pudiera juntarse y recomponerse, +se alzó don Braulio de su asiento, se dirigió a la chimenea que ardía en +un lado de la sala, y arrojó con cuidado en la llama todos aquellos +pedacitos de papel.</p> + +<p>Volvió entonces a su mesa para empezar sus trabajos del día; pero, no +bien dió tres o cuatro pasos, no acertó a tenerse en pie, y cayó +desplomado sobre la estera del suelo que cubría la estancia.</p> + +<p>Los compañeros y escribientes que allí se hallaban corrieron a +levantarle.</p> + +<p>—¿Qué es esto, señor don Braulio?—dijo uno.</p> + +<p>—¡Amigo González!—exclamó otro.</p> + +<p>Don Braulio no respondió.</p> + +<p>—Es un ataque de apoplejía.</p> + +<p>—¡Qué demonio de accidente!</p> + +<p>—¿Qué apoplejía?—dijo otro—. Buena facha de apoplético tiene este +señor, más seco que un bacalao.</p> + +<p>—Más bien será un desmayo de debilidad—exclamó un cuarto +interlocutor, que despuntaba por lo gracioso—. Su mujer lo gastará todo +en moños, y comerá poco en su casa.</p> + +<p>En fin, aunque no eran muy caritativos los compañeros, atendieron a don +Braulio, quien no tardó en volver en sí.</p> + +<p>Su primer cuidado fué suplicar a los allí presentes que no dijeran nada +de lo ocurrido, a fin de que en su casa al saberlo no se asustasen.</p> + +<p>Todos le prometieron callar.</p> + +<p>Don Braulio aseguró entonces que se hallaba enteramente repuesto, y +volvió a su asiento y se puso a trabajar como si nada hubiera pasado.</p> + +<p>No salió aquel día de la oficina ni medio minuto antes de la hora de +costumbre.</p> + +<p>Cuando volvió a su casa, nadie hubiera notado en su rostro la menor +huella de dolor.</p> + +<p>Dijo tranquilamente a su mujer que Paco Ramírez le llamaba al lugar; que +tenía que arreglar allí un negocio importante, y que aquella misma noche +iba a tomar el tren de Andalucía.</p> + +<p>Alguna extrañeza causó a doña Beatriz el repentino viaje de don Braulio; +pero éste afirmó con serenidad que no era negocio que debiese inspirar +cuidado, y así desvaneció todo recelo, tanto de la mente de su mujer, +cuanto de la mente de Inesita, la cual se mostró también algo +maravillada al principio.</p> + +<p>Don Braulio mismo preparó su maleta auxiliado por su mujer.</p> + +<p>Durante la comida apareció alegre y hasta más hablador que de costumbre.</p> + +<p>En un momento en que doña Beatriz dejó solo a don Braulio con Inesita, +don Braulio dijo a ésta que cuando él volviese del lugar le traería a +Paco a vistas, y que esperaba que se habían de gustar y se habían de +casar a escape.</p> + +<p>Paco no había venido aún, por más que lo deseaba, porque quería dejar +arregladas todas sus cosas y allegar muchos fondos para comprar dijes y +primores que regalar a su futura.</p> + +<p>En una palabra; don Braulio lo hizo tan perfectamente que no despertó en +el ánimo de doña Beatriz ni de su linda hermanita la menor sospecha de +que su inesperada y súbita determinación pudiese tener por causa un +pesar acerbo, ni por móvil y propósito nada de siniestro ni de trágico.</p> + +<p>Ambas hermanas pugnaron por acompañar a don Braulio a la estación; pero +don Braulio se opuso, sosteniendo que era una incomodidad inútil la que +querían tomarse. Así, aunque a duras penas, las persuadió a que se +quedaran y no fueran a despedirle.</p> + +<p>Cuando llegó la hora de la partida, don Braulio hizo venir un cochecillo +por medio del portero, quien bajó la maleta y la colocó en él.</p> + +<p>Doña Beatriz abrazó y besó cariñosamente a su marido, y él correspondió +con no menor cariño.</p> + +<p>—Cuídate mucho, Braulio, y vuelve cuanto antes—dijo doña Beatriz.</p> + +<p>—Adiós, querida mía. Pronto estaré de vuelta—contestó don Braulio.</p> + +<p>En seguida bajó la escalera, viéndole bajar ambas hermanas, que hasta la +puerta, al menos, le habían acompañado.</p> + +<p>A poco se oyó rodar el coche en que don Braulio iba.</p> + +<p>Beatriz e Inés volvieron a entrar en la habitación y se sentaron junto +al brasero, una enfrente de otra.</p> + +<p>—¡Qué precipitación de viaje!—dijo doña Beatriz sencillamente.</p> + +<p>—¿Estará enfermo Paco?—exclamó Inesita—. Tal vez llame porque esté +enfermo y Braulio no nos lo haya querido decir.</p> + +<p>—No lo creas, Inés—contestó doña Beatriz—. Braulio no sabe ocultarme +nada. Va para negocios del caudal, que ni tú ni yo entendemos. Yo tengo +tal confianza en Braulio, que no he querido cansarle en que me explique +de qué naturaleza son esos negocios que tamaña prisa requieren. Bástame +con que me haya dado completa seguridad de que no ocurre nada aflictivo. +¿Cómo, además, había él de ir tan alegre y tranquilo como va si hubiese +que lamentar una desgracia?</p> + +<p>De este modo siguieron hablando ambas hermanas hasta que sonaron las +diez, hora en que solían acudir a la tertulia de los de San Teódulo.</p> + +<p>Beatriz dijo que como tenía, a pesar de todo, cierta pena por la partida +de su marido, no quería ir a la tertulia aquella noche; pero Inesita la +animó, sostuvo que no había razón para no hacer lo que todas las otras +noches, y al cabo logró de su hermana que fuese como de ordinario.</p> + +<p>La anciana ama del cura era quien las acompañaba cuando iban solas y a +pie a la tertulia sin que don Braulio las acompañase. Aquella noche el +ama las acompañó también. Cuando llegaron a la tertulia, ya estaba en +ella el Conde de Alhedín, quien de día en día iba descuidando más sus +otras tertulias y diversiones, y acudiendo más temprano y sin faltar una +sola noche en casa de Rosita.</p> + + + + +<h2><a name="XIX" id="XIX"></a><a href="#toc">XIX</a></h2> + + +<p>Al tercer día después de la partida de don Braulio, recibió Paco Ramírez +una carta de Madrid. La vista del sobrescrito, cuya letra reconoció al +punto, le llenó de contento, mezclado con alguna inquietud y extrañeza.</p> + +<p>La carta era de doña Beatriz, la cual, no por falta de cariño, sino por +desidia, no le había escrito jamás desde que del lugar se había +ausentado. Don Braulio era quien siempre escribía a Paco y le daba +nuevas de la salud de todos.</p> + +<p>—¿Qué habrá ocurrido? ¿Qué novedad será ésta?—pensó Paco—. ¿Estará +enfermo Braulio? ¿Por qué me escribe Beatriz?</p> + +<p>Sobresaltado con tales ideas, abrió corriendo la carta y leyó lo que +sigue:</p> + +<p>«Querido Paco: Aunque me tienes enojada porque llamas a Braulio con +tanto misterio, arrancándole del lado mío, todo te lo perdonaré si me le +despachas pronto y le dejas libre para que se vuelva con su mujercita, +que no vive a gusto sin él.</p> + +<p>»Sobre el perdón, podrás contar con mi gratitud, si, a más de devolverme +cuanto antes el bien que me quitas, me le mimas y regalas como él se +merece, todo el tiempo que ahí permanezca.</p> + +<p>»Mira que Braulio está muy delicado de salud. No le fatigues llevándole +a cazar. Procura que se cuide, porque es muy descuidado.</p> + +<p>»Nosotras, Inesita y yo, estamos en Madrid divertidísimas. Todas las +noches vamos de tertulia en casa de Rosita, la hija del escribano de +Villabermeja, que es ahora condesa, y una de las mayores <i>elegantas</i> de +la corte. A su casa no van, por lo común, más señoras que nosotras; pero +en cambio van muchos hombres de los más distinguidos en letras, armas y +política. Hay allí la mayor cordialidad. Parecen todos amigos íntimos y +cariñosos. Sin embargo, pocos días ha, dos de los tertulianos tuvieron +un duelo, y uno de ellos salió herido. Por fortuna, la herida fué muy +ligera. No he podido averiguar la causa de este duelo. Todos me han +afirmado que ha sido por una niñería. Yo lo he sentido mucho, porque el +duelo fué entre mis dos tertulianos favoritos. Es el uno un poeta, cuyos +versos sonoros, religiosos y sentimentales, me conmueven y divierten +poquísimo; pero que en prosa es un truhán bastante ameno y buen chico en +el fondo. El otro es la flor de los caballeros principales: discreto, +galante, gracioso y con un pico de oro para entretener a las mujeres y a +todo el mundo cuando está de humor y se pone a charlar. El tal +Condesito, porque es un Condesito, me tiene enamorada. El me quiere +bien, me adula; eso sí, es un adulador y un embustero de primera fuerza; +pero yo, si bien reconozco sus traidoras lisonjas y sus embustes, me +dejo cautivar por ellos. Así es que somos excelentes amigos.</p> + +<p>»Inesita está siempre en Babia, soñadora y distraída, aunque bien de +salud.</p> + +<p>»En suma; no lo pasamos mal a pesar de lo poco que tenemos para vivir en +Madrid, donde todo es carísimo.</p> + +<p>»Ahora es cuando siento el primer disgusto desde que estoy aquí. No sé +por qué estoy inquieta y desazonada. Será una tontería. ¿Qué quieres? La +partida repentina de Braulio me trae cavilosa. Al principio, hasta +después de haberse ido, todo me pareció natural y sencillo. Hoy me pongo +a reflexionar, echo a volar la imaginación y me finjo vagamente mil +absurdos. Por esto también quiero que me devuelvas a Braulio cuanto +antes. Vente tú con él a pasar una temporadita en esta corte. Verás lo +que te diviertes en el teatro Real y en los Bufos y la Zarzuela. Nuestra +casa en un chiribitil y no tenemos cuarto que ofrecerte; pero comerás +con nosotras de diario. Adiós. No quiero que digas a Braulio que te he +escrito. No quiero que se engría del cuidado que por él me tomo, o que +se fastidie de que no le dejo un instante de libertad. Cuídale tú mucho, +sin que él sepa que yo te lo encargo. Es muy aprensivo y se afligiría +imaginando que yo le tengo por enfermizo, cuando, siendo tan perezosa +como soy, me muevo a escribirte sólo para encargarte que me le cuides. +Adiós, repito, y quiéreme como a tu buena hermana.</p> + +<p> +<span style="margin-left: 40%;"><span class="smcap">»Beatriz.»</span></span><br /> +</p> + +<p class="e">Esta carta, que, por venir de quien venía, encantaba a Paco Ramírez, no +pudo menos de llenarle al mismo tiempo de zozobra. Paco veía y calculaba +claramente que su amigo Braulio debía de haber llegado al lugar +veinticuatro horas antes que la carta. ¿Dónde se había metido? ¿Dónde +había ido a parar? Paco hizo las más extrañas y alarmantes suposiciones. +¿Si habrá enfermado en el camino y se habrá quedado en alguna estación? +¿Si merced a esa cordialidad de la tertulia de Rosita, el pobre Braulio, +que es enclenque y nada ágil, habrá tenido también que andar a tiros o a +sablazos y le habrán enviado cordialmente al otro mundo? Era evidente +que Braulio había engañado a su mujer diciéndole que Paco le llamaba. +¿La habría engañado también diciéndole que iba al lugar y yéndose a otra +parte o quedándose de oculto en Madrid? ¿Con qué propósito, Braulio, que +era veraz, aunque muy reconcentrado o metido en sí, habría forjado tales +mentiras?</p> + +<p>Devanándose los sesos para explicarse la causa de la tardanza de +Braulio, pasó Paco dos días mortales. Braulio no parecía y los temores +de Paco se acrecentaban. No sabía qué determinación tomar. Escribir a +doña Beatriz diciéndole la no aparición de su marido, era infundirle el +mismo pesar que tenía él y tal vez descubrir además un secreto de +Braulio: algo que le importaba mucho que su mujer no supiese.</p> + +<p>Paco aguardó con impaciencia, pero aguardó.</p> + +<p>La estación del ferrocarril estaba a cuatro leguas del lugar. Un +carricoche traía a los pasajeros desde el punto por donde el ferrocarril +pasaba.</p> + +<p>Paco salió a caballo dos veces a una legua de la población a recibir a +su amigo. Este no llegó ni la vez primera ni la segunda.</p> + +<p>A poco de volver a su casa la segunda vez sin traer consigo a Braulio, +Paco recibió una carta certificada.</p> + +<p>Si la de doña Beatriz le sorprendió con sólo ver su letra en el +sobrescrito, más le sorprendió esta nueva carta, así por la letra, que +era la de don Braulio, como también por el certificado.</p> + +<p>La abrió Paco con profunda emoción y leyó lo siguiente:</p> + +<p>«Querido Paco: No acierto a entenderme directamente con Dios ni a +desahogar con él mis penas. Le busco en el abismo de mi alma; pero mi +pensamiento se cansa y se asusta atravesando soledades infinitas sin +llegar nunca a donde él reside. Si yo no hubiese dejado de ser creyente, +tendría mi confesor, quien lo sabría todo. No necesito consejo. El +consuelo es imposible. Sin embargo, este peso que me oprime el corazón +se aligeraría comunicando con Dios por medio de un ser humano. Hay +cosas que se avergüenza uno de confesarse a sí mismo; y esas cosas, por +extraña contradicción, fatigan y matan si con alguien no se confiesan. +Por eso voy a decírtelo todo. No seas severo conmigo. No me condenes por +miserable y falto de pudor si te lo digo todo: si te descubro lo que a +mí mismo debiera yo ocultarme.</p> + +<p>»Harto conoces mis ideas. Yo no quiero que Beatriz me ame por caridad, +ni por gratitud, ni por miedo de castigo o de venganza, por parte mía o +por parte del cielo. No quiero que me ame ni en cumplimiento de un deber +moral, ni por consideración a leyes dictadas por los hombres. Quiero que +me ame por amor, como yo la amo.</p> + +<p>»Esto era imposible. Mi vanidad me engañó y por eso me casé con Beatriz; +feo yo y ella hermosa; viejo, y ella joven; pobre, y ella con todos los +instintos y las inclinaciones a la elegancia, al lujo y a brillar en el +mundo.</p> + +<p>»¿Qué había en mí que pudiera hacerme amable a sus ojos? ¿Un corazón +noble? ¿Una inteligencia elevada? ¿En qué obra mía se advierte la +nobleza de mi corazón? ¿Dónde se hace patente la elevación de mi +inteligencia? Me atribuyo sin motivo estas prendas superiores. Soy un +necio vanidoso.</p> + +<p>»¿Qué hombre hay, por incapaz que sea, que no halle razones para estar +contento de sí mismo? El feo se halla agraciado; el cobarde, humano y +benigno; el tonto, lleno de candor y de inocencia; el afeminado, culto; +el brutal e intratable, brioso y leal; el insolente, franco; el bajo y +adulador, afable y bueno. Así también yo me engañaba.</p> + +<p>»A veces entreveía yo mi engaño, y me atormentaba la sospecha de mi +indignidad. Y no me atormentaba por amor a mí mismo, por menospreciarme, +por sentir que valía yo menos. Me atormentaba porque desaparecía a mis +ojos todo razonable y fundado motivo de que Beatriz me amase.</p> + +<p>»Con todo, yo estaba ciego. Dependía mi felicidad hasta tal punto del +amor de Beatriz, que, destruído ya por mi crítica impía todo fundamento +en que mi amor pudiera apoyarse, cerraba yo los ojos de mi alma para no +ver que aquel amor se derrumbaba, se perdía para siempre, cuando yo +necesitaba que fuese eterno.</p> + +<p>»De aquí mi absurda, mi inverosímil ceguedad, siendo yo por lo común tan +suspicaz y receloso.</p> + +<p>»Todo Madrid lo sabe y sin duda lo dice. Yo seguiría ignorándolo, si una +delación anónima no hubiese venido a dar luz a mi entendimiento.</p> + +<p>»Era una deshonra. Pasaba yo por un marido sufrido y consentido. Y sin +embargo (me humilla mi flaqueza), me duele que me hayan desengañado. Me +alegraría de seguir en el engaño y de ser el ludibrio de las gentes con +tal de no perder la fe en ella, con tal de creer que me ama todavía.</p> + +<p>»La carta delatora me ha hecho ver lo que yo no quería ver, sin advertir +que era yo quien no quería ver.</p> + +<p>»Es evidente mi infortunio.</p> + +<p>»He querido, no obstante, negármele aún. He querido persuadirme de que +era la carta una calumnia. Nuevas pruebas me dicen que no.</p> + +<p>»El vínculo indisoluble que ata mi existencia a la de Beatriz no es el +de la religión; no es el de las leyes. Esos los rompería yo en seguida +al verla culpada. El vínculo indisoluble es el de mi amor, que su culpa +no extingue ni ahoga.</p> + +<p>»¿Cómo separarme para siempre de ella si mi corazón queda con ella para +siempre?</p> + +<p>»Nada le he dicho. No le he dado la menor queja. ¿Cómo quejarme sin +matarla? ¿Cómo matarla amándola tanto?</p> + +<p>»Toda explicación con ella, toda palabra sobre su falta me parecería +fea. Un diálogo entre ambos sobre tan infame asunto sería monstruoso. +Valdría más matarla sin hablarle de la razón que para matarla tengo.</p> + +<p>»He huído de casa suponiendo que tú me llamabas. Ella me cree en ese +lugar. En casa no sé qué hubiera yo hecho. Quizá alguna acción indigna. +Quizá hubiera llorado y me hubiera quejado como vil. Quizá la hubiera +maltratado como verdugo.</p> + +<p>»Pero no... yo no hubiera podido maltratarla. Mi corazón es todo +ternura... todo vileza para con ella. No soy un hombre... soy un niño... +un esclavo.</p> + +<p>»Es menester que lo sepas todo. Quiero que te compadezcas de mí; hasta +de lo ridículo que en mí hay. Ríete también... soy digno de compasión y +de risa.</p> + +<p>»Aquella noche de mi simulada partida entré en casa misteriosamente. Me +deslicé por la escalera arriba ya tarde. Tengo las llaves, y abrí; entré +y me escondí en mi cuarto. Aun no habían vuelto ellas de la tertulia +donde van todas las noches; donde va también el hombre que me mata. Las +oí llegar, las oí reír, celebrando los chistes de ese hombre. Para +distraer las penas que por mi ausencia pudiera suponerse que tenía mi +mujer, él había estado más parlanchín y chistoso que de costumbre.</p> + +<p>»Tuve calma para aguardar que se acostaran, y aun para aguardar que +Beatriz se durmiera. Durante algún tiempo hubo en mí cierta energía de +que ahora me estremezco. Pensé en matar a Beatriz a puñaladas mientras +dormía.</p> + +<p>»Te aseguro que penetré en su alcoba con este propósito tremendo. Ríete +ahora. Es muy cómico, es jocoso lo que te voy a decir. Yo no uso armas, +no tengo más que una gumía que me trajo de presente un oficial amigo, +que fué de los que entraron en Tetuán. Con dicha gumía quería yo +matarla. La llevaba yo desnuda en la mano derecha; en la mano izquierda +llevaba la palmatoria.</p> + +<p>»Sin verme en ningún espejo, me veía yo en mi imaginación, y yo mismo me +daba grima, no por lo criminal, sino por lo grotesco. Tan chiquituelo, +tan feo, tan valetudinario y tan canijo; empleadillo de última clase... +¿qué derecho tenía yo a las grandes pasiones? Yo era un Otelo de +sainete.</p> + +<p>»Iba conteniendo la respiración... de puntillas... lleno de miedo de que +mi mujer despertase. Me parecía que si despertaba y me veía iba a soltar +una carcajada.</p> + +<p>»Así llegué junto a ella. Ella no se despertó. Dormía con la boca +entreabierta, mostrando sus dientes blanquísimos e iguales. ¡Qué +frescura y qué rojo carmín en sus húmedos labios! ¡Qué largas pestañas +unidas! ¡Qué sonrisa apacible! ¡Qué frente serena! Si Desdémona hubiera +sido como Beatriz, Otelo no le hubiera dado muerte. No comprendí +entonces que pudiera caber monstruosidad semejante en ser humano por +bárbaro que fuese. Mi cólera cedió paso al enternecimiento. Un diluvio +de lágrimas bañó mis mejillas. Puse la gumía sobre la mesa de noche. La +puse allí con mucho tiento y temblando de que mi mujer se despertase. +Volví a mirar a Beatriz. La miré como quien mira el tesoro que ha +perdido. Todo su valer, toda su belleza, todo su hechizo fulguró ante +mis ojos con más brillo que nunca. ¿Qué bastarda dulzura, qué amor sin +honra y sin vergüenza, qué afecto villano me emponzoñó en aquel instante +el corazón y corrió por mis venas con mi perversa sangre? Ello es que +enjugué mis lágrimas, bajé la cabeza con lentitud y suavidad, y sin +rozar apenas con los labios, besé sus mejillas sonrosadas.</p> + +<p>»Por fortuna se realizó en mí la reacción. El ultraje recibido se +ofreció a mi espíritu. Me llené de rubor. Tuve vergüenza; tuve asco de +mi flaqueza.</p> + +<p>»La idea de matar a Beatriz me solicitó de nuevo la voluntad indecisa. +Empuñé el hierro nuevamente. Nuevamente retrocedí espantado.</p> + +<p>»Huí del cuarto; huí de la casa como un ladrón. Abrí ambas puertas con +las llaves que había guardado, cerrando luego cuidadosamente. Me +encontré en la calle.</p> + +<p>»¿Qué hacer? Yo me veía ridículo. No podía sufrirme. En mitad de la +calle me dió un ataque de risa nerviosa. Si alguien me oyó debió tomarme +por loco.</p> + +<p>»Multitud de pensamientos encontrados, y todos tristísimos, cruzaban por +mi mente; pasaban y volvían con persistencia cruel.</p> + +<p>»Por un breve momento insistí en imaginar aún que podría ser calumnia la +delación anónima, pero pronto huyó de mí esta idea consoladora. Es la +única que no ha vuelto.</p> + +<p>»¿Qué solución tenía la crisis en que me hallaba? ¿Acaso había yo de +asesinar a mi mujer? ¿Acaso había yo de asesinar a su amante?</p> + +<p>»No; no era debilidad mía: yo me sentía con ánimos para matar a alguien +que hubiera venido en aquel punto a robarme el reloj o los pocos reales +que en el bolsillo llevaba; pero quizá por una perversión moral, no +podía yo considerar de ladrón al que me robaba la dicha, el amor de mi +mujer y la limpia honra de mi casa. El reloj y el dinero son mi +propiedad, no tienen libre albedrío; no se van con el ladrón y me dejan +porque le prefieren, mientras Beatriz se iba con otro y me dejaba porque +le prefería. El hacía bien en llevársela. ¿Por qué había yo de +asesinarle por esto? ¿Qué me debe él a mí para respetar mi felicidad y +desatender la suya?</p> + +<p>»Deseché, pues, de mi alma el pensamiento de asesinar a mi rival. +Juzgándole en el tribunal de mi conciencia, yo no le absolvía, pero +reconocía la incompetencia del tribunal. Yo no le absolvía por ser yo el +agraviado. Si el agraviado hubiera sido un indiferente, le hubiera +absuelto. Podía, pues, matarle, no como justicia, sino como venganza.</p> + +<p>»Entonces pensé en el duelo; pero ¿cómo pelear ni con espadas ni con +pistolas que en la vida he tomado en las manos? Me repugnaba además la +idea de darme antes por ofendido; de reclamar igualdad de condiciones y +de probabilidades para vengar mi agravio; de confesar mi torpeza en las +armas y mi incapacidad; de apelar a no sé qué medios para forzar a un +rival dichoso a que se pusiera de suerte enfrente de mí, que yo, flaco, +viejo y enfermizo pudiera matarle, siendo él joven, ágil y robusto.</p> + +<p>»Ni el asesinato ni el duelo eran posibles. Otro hombre que no fuese yo +se separaría para siempre de su mujer. No había partido más conforme a +la razón. Yo, sin embargo, no podía seguirle. Yo no viviré lejos de +ella. Es horrible, es estúpido, es monstruoso, pero yo la amo; seguiré +amándola siempre. Sin su amor, el mundo será un desierto para mí; la +vida, soledad medrosa; mi corazón, un vacío que con nada se llenará.</p> + +<p>»El alma humana necesita amar, adorar, creer. El cielo ha castigado la +soberbia de mi alma. De ella han sido arrojados ídolos, altares, todo +ser digno de adoración y de amor. En cambio, puse mi adoración, mi amor, +mi fe y mi esperanza en Beatriz. Ella era... es mi idolatría.</p> + +<p>»El amor del descreído es inmenso. El descreído consagra a un objeto +despreciable toda la fuerza de amor con que procura el creyente elevarse +a su ideal divino.</p> + +<p>»En fin, ¿para qué cansarte? He vagado como una fiera mansa que lleva +clavado en el pecho un dardo envenenado. De noche he vagado; de día he +estado oculto. Tengo vergüenza de que la gente me vea. Se me antoja que +todos conocen la burla de que soy víctima, mi paciencia, mi amor mal +pagado, y que van a reír al verme o van a escupirme a la cara.</p> + +<p>»Anoche llegó mi ridiculez a último extremo.</p> + +<p>»Ya no cabe la menor duda. Yo andaba en torno de mi casa, y cerca de las +cuatro de la mañana vi que salía un hombre... misteriosamente... de +allí. Tengo ojos de lince... le vi... era él. Llevaba yo un <i>revólver</i> +en el bolsillo. ¿Para qué? Si hubiera disparado los seis tiros que +tiene, ninguno hubiera dado a mi enemigo. No sé tirar, y además me +temblaba la mano. Todo yo estaba convulso.</p> + +<p>»Además, ¿por qué no confesarlo? Creo que yo no sería capaz de matarle, +aunque le hallase dormido y pudiese poner a mansalva el cañón del +<i>revólver</i> en una de sus sienes.</p> + +<p>»No comprendo ya más que una cosa. No puedo sufrir mi amor +inextinguible. No puedo sufrir la ridiculez que en mí noto. Hasta la +poesía de un gran dolor no es dable en mí, porque me río yo mismo de mi +dolor y le hallo cómico.</p> + +<p>»No me queda más recurso, si no muero buenamente, que buscar modo de +morir cuanto antes.</p> + +<p>»Perdona este largo desahogo. Perdona esta prolija carta. Será la +última. Adiós.»</p> + +<p>Paco Ramírez era un hombre de cierta ilustración y de claro +entendimiento; pero le tenía aún más sano que claro; le tenía tan sano +como su cuerpo, que era el de un atleta. Paco amaba a don Braulio, +aunque era quien más le había siempre echado en cara que se pasase de +listo, que tuviese maneras de pensar que él calificaba de tortuosas y +que se hiciese víctima de los más alambicados y singulares sentimientos.</p> + +<p>Apenas leyó la carta, creyó que Braulio estaba loco. No podía creer la +falta de doña Beatriz: tan buena opinión tenía de ella. Imaginó al punto +que la persona de quien andaba celoso Braulio era el Conde, de quien +Beatriz le hablaba en su carta. Fuese como fuese, Paco temió una +catástrofe. Pensó en que Braulio, o se iba a morir, o se iba a matar, o +se iba a Leganés. A fin de evitarlo, si era tiempo, se puso +inmediatamente en camino para Madrid. Braulio no le había dado señas, +pero él le hallaría. Si no llegaba a salvarle, llegaría a vengarle. Paco +no se andaba con metafísicas ni discreteos. No pensaba ni en asesinatos +a traición ni en duelos de toda ceremonia. Sólo pensaba en sacar el amor +y hasta el alma del Condesito de su gallardo cuerpo a mojicones y +patadas.</p> + +<p>Con tan buenos propósitos, ansioso además de ver a su Inesita, y con +esperanzas de enamorarla y de traérsela al lugar, a las treinta y dos +horas no cabales de haber recibido y leído la lamentable carta de su +desesperado amigo, llegó Paco a esta heroica y coronada villa, y sin +sacudir siquiera el polvo del camino, después de dejar la maletilla en +una casa de huéspedes, y de instalarse, tomando cuarto en ella, se +dirigió a la vivienda de las dos lindas hermanas.</p> + + + + +<h2><a name="XX" id="XX"></a><a href="#toc">XX</a></h2> + + +<p>Conforme iba Paco Ramírez hacia dicha vivienda, aunque muy +apresuradamente, se ofrecían a su imaginación con mayor viveza todas las +dificultades de la entrevista que debía tener.</p> + +<p>En la carta de don Braulio recordaba los párrafos más siniestros y +ominosos, y preveía alguna desgracia. Hasta una contradicción que había +notado en la carta le daba entonces mucho que sospechar. Don Braulio +confesaba al principio, como era cierto, que jamás usaba ni llevaba +armas, y hacia el fin de la carta hablaba de un <i>revólver</i> que tenía en +el bolsillo. Paco Ramírez veía claro que don Braulio le había comprado o +le había adquirido en aquellos días, después de la noche que estuvo de +oculto en su casa. ¿Para qué esta adquisición? ¿Qué pensaba hacer su +desventurado amigo?</p> + +<p>Paco estaba cierto de que don Braulio no mataría ni a su mujer ni a su +rival, pero tenía miedo de que atentase a su propia vida, y ya pensaba +en vengarle matando al Condesito.</p> + +<p>Era Paco tan fuerte, tan sereno, y estaba tan seguro de sí, que nada le +parecía más fácil.</p> + +<p>En cuanto a doña Beatriz, Paco la amaba como a una hermana y la +respetaba como a un ser superior, por donde, aunque le afligiese mucho +el creerla culpada, como ya la creía, estaba dispuesto a perdonarle la +culpa. En este punto comprendía y aplaudía y hasta bendecía la debilidad +o la ternura de don Braulio. Lo que no se explicaba es que don Braulio +no tratase de vengarse del Condesito de cualquier modo que fuese.</p> + +<p>Entre tanto, ¿qué iba él a hacer, qué iba a decir en casa de doña +Beatriz? Después de reflexionarlo, formar varios planes y componer +mentalmente varios discursos, determinó dejarse guiar de la inspiración +del momento e improvisarlo todo.</p> + +<p>Así llegó a casa de don Braulio. Subió los escalones de dos en dos y +tiró del cordón de la campanilla. Eran las nueve de la mañana.</p> + +<p>En seguida le abrieron, con aquella franqueza y prontitud con que suelen +abrir los pobres.</p> + +<p>Apenas tuvo tiempo de ver quién le abría. Se encontró ceñido por unos +brazos que le estrechaban y abrumado por una boca que cubría sus +mejillas de un diluvio de sonoros besos.</p> + +<p>—¡Válgame Dios, hombre!—dijo al cabo el ama Teresa, que era quien le +besaba—. ¡Cómo has embarnecido en estos tres años! Da gloria verte: +estás hecho un real mozo. Pero díme, ¿y don Braulio? ¿Viene contigo? +¿Qué ha hecho en el lugar? ¿Por qué no escribe? Beatriz está con el alma +en un hilo.</p> + +<p>—Quiero verla. ¿Puedo verla?—dijo Paco.</p> + +<p>—Ahora mismo. Entra. ¿Traes noticias de don Braulio?</p> + +<p>—Sí.</p> + +<p>—Pues entra.</p> + +<p>—¿Está Inés con su hermana?</p> + +<p>—Inés no se ha levantado aún.</p> + +<p>—Mejor—dijo Paco—. Necesito ver a Beatriz a solas—añadió entre +dientes.</p> + +<p>Antes de que acabara de murmurar esta frase, antes de que entrara en el +saloncito de doña Beatriz, apareció ésta en la antesala, y asiendo +cordial y apretadamente las manos de Paco entre las suyas, exclamó:</p> + +<p>—¿Qué es esto? ¿Y Braulio? ¿Dónde está? ¿Cómo no viene contigo? Estoy +llena de zozobra. ¿Qué sucede, Dios mío? ¿Qué sucede?</p> + +<p>Hablando así, entraron ambos en el salón. El ama Teresa fué tras ellos.</p> + +<p>—Déjanos, Teresa. Luego vendrás. Tengo que hablar con Beatriz—dijo +Paco.</p> + +<p>Este misterio pareció aumentar el sobresalto de la linda muchacha.</p> + +<p>El ama Teresa salió de la sala regañando.</p> + +<p>Ya solos Paco y Beatriz, dijo ésta:</p> + +<p>—¿Qué misterios son los tuyos? ¿Qué me vas a decir? Habla. Todo es +mejor que la ansiedad, que la duda en que me tienes. Mi mal no será más +horrible, mi desventura no será más honda en realidad que lo que me +finge ya la fantasía. Habla. ¿Dónde está mi marido? ¿Qué hiciste de él? +¿Por qué no viene en tu compañía?</p> + +<p>—Tu marido no ha ido al lugar. Mal puede venir conmigo. Tu marido no ha +salido de Madrid. Aquí está. Aquí vengo a buscarle.</p> + +<p>—Es imposible. Braulio no miente nunca. Braulio me dijo que iba a +verte. Le habrá ocurrido alguna desgracia en el camino. Estará enfermo, +muerto quizá en algún pueblo del trayecto. Braulio fué a verte. Braulio +no me ha engañado.</p> + +<p>Paco Ramírez, que no era hombre muy dado a perífrasis y rodeos, y que +además creía que era urgente e indispensable una pronta explicación, +dijo entonces:</p> + +<p>—Braulio te ha engañado porque creía que tú le engañabas.</p> + +<p>—No puede ser—respondió Beatriz, subiendo la roja sangre a sus +mejillas—. ¿Quién ha inventado esa infamia? ¿Quién ha dicho esa locura?</p> + +<p>—El mismo Braulio.</p> + +<p>—¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde le has visto?</p> + +<p>—No le he visto. He recibido carta suya.</p> + +<p>—Dámela. Quiero leerla.</p> + +<p>—¿Tendrás valor para leerla?</p> + +<p>—Dios me dará valor para todo. Dame tú la carta.</p> + +<p>Paco vacilaba aún.</p> + +<p>—Dame la carta—volvió a decir doña Beatriz.</p> + +<p>—Te la daré—contestó Paco—; pero antes exijo de ti una cosa.</p> + +<p>—Dí, pide pronto.</p> + +<p>—Vas a responder con sinceridad a lo que te pregunte: vas a declararme +la verdad desnuda: no como si respondieses a tu hermano, sino como si +respondieses a tu propia conciencia; como si estuvieses ante el tribunal +del Eterno y fuese El quien te interrogase.</p> + +<p>—Pregunta. No receles. No manchará mis labios la mentira.</p> + +<p>—¿Amas a Braulio?</p> + +<p>—Con todo mi corazón.</p> + +<p>—Braulio es feo y tú hermosa. Braulio es viejo... ¿Le amas de amor?</p> + +<p>—El alma de Braulio es hermosa; el alma de Braulio es inmortalmente +joven. Sí; le amo de amor.</p> + +<p>—¿No has amado nunca a otro hombre?</p> + +<p>—Nunca.</p> + +<p>—Mira bien en el fondo de tu alma. Beatriz, ¿no has amado nunca a otro +hombre?</p> + +<p>—Apenas comprendo lo que me quieres decir; pero no ha de quedarme el +menor escrúpulo. Voy a escudriñar en el abismo más hondo de mi mente; +voy a buscar allí y a hacerte patentes mis más ocultos pensamientos; las +ideas vagas y confusas de que yo misma no me he dado cuenta hasta +ahora.</p> + +<p>—Dí, Beatriz.</p> + +<p>—Digo que nunca amé de amor sino a mi marido; que no creo haberle +faltado una sola vez, ni con el más fugaz pensamiento, ni con el más +efímero deseo mal nacido.</p> + +<p>—¿Es cierto lo que dices? ¿No te acusa la conciencia de la menor falta?</p> + +<p>—¿Cómo he de declararme impecable? Paco, sí; la conciencia me acusa, +pero no me atormenta; dame la carta: acabemos. ¡Qué interrogatorio! ¡Qué +dilaciones crueles! ¿Has venido a matarme?</p> + +<p>—No, Beatriz. Díme, sin embargo, ¿de qué te acusa la conciencia?</p> + +<p>—Soy vanidosa, lo confieso. Ahora que presiento una desventura, veo que +es pecado lo que yo no creía que lo fuese. Yo misma me examino, me juzgo +y me condeno. Mira, Paco: yo he creído que un hombre me amaba, y, aunque +no pagaba su amor, me complacía y me enorgullecía de que me amase. Su +amor estaba de tal suerte refrenado por el respeto, que jamás se mostró +en palabras. Yo le adivinaba; no le veía. Y yo le adivinaba, no como +pasión que tuviese en sí la menor impureza, sino como sentimiento +etéreo, inmaculado, que no es amor, ni es amistad; que no ha de tener +nombre; que es inefable en todo lenguaje de la tierra; que si tiene +nombre ha de ser en el cielo. ¿Qué quieres? Vanidad de mujer. Novelas +ridículas que nosotras nos forjamos en la imaginación y que, sin duda, +no tienen realidad alguna. El hombre que así me acata, el hombre que así +me considera y admira, es el más discreto, el más elegante de la +aristocracia de Madrid; es celebrado por su gentil presencia, por su +gracia, por su valentía y hasta por sus conquistas amorosas. Al verle +tan rendido conmigo, al notar lo que se deleitaba en oírme hablar, lo +que celebraba mi talento, lo que se afanaba por agradarme y porque yo +tuviese de él el mejor concepto, no lo niego, mi orgullo de mujer estaba +muy lisonjeado. Juzgaba yo valer más, cuando había inspirado tan noble +afecto a aquel hombre. Mi propia vanidad me movía a formar a mi vez un +concepto, quizá exagerado, de todas sus prendas personales. Aquel +hombre, que también, en mi sentir, me comprendía, valía mucho más a mis +ojos. La gratitud hacia aquel hombre en mis momentos de modestia, cuando +yo creía que yo no se lo debía todo a mi propio mérito, llenaba mi +corazón. Jamás, sin embargo, le he amado. Todas las noches, desde hace +meses, hablo con él más de una hora en voz baja. Me elogia, me dice mil +corteses rendimientos; pero de amor no me habla. Entre él y yo existen +tácitamente estas extraordinarias relaciones. ¿Es esto pecado? ¡Ah! Yo +creo que sí. Ahora creo que sí. Me lo dice el corazón. Braulio está +celoso. Pero, Dios mío, ¿por qué no me lo ha dicho? ¿Por qué no se ha +quejado? Yo le hubiera pedido perdón. Yo le hubiera repetido mil veces +que le amaba. Yo le hubiera renovado mis juramentos. Yo hubiera puesto +término a la insana poesía, a la soñada historia que sólo a mi vanidad +satisfacía. Pero no: Braulio tiene razón, Braulio es delicado. Un marido +no debe tener celos. No debe decir a su mujer que sospecha de ella. +Sería una indignidad, una vergüenza de que él no es capaz. Y yo, necia, +ciega, que no he comprendido hasta hoy lo peligroso y absurdo de mi +conducta. ¿Quién sabe? Tal vez los maldicientes lo han entendido todo de +la peor manera. Tal vez han mancillado mi honra y la de mi marido. Tal +vez han tenido al cabo la crueldad de acusarme. Vamos, Paco; ya lo sabes +todo. No me mates. Dame la carta. ¡Pronto! Dame la carta.</p> + +<p>Paco, sin responder palabra, sin saber qué pensar de todo aquello, no +atreviéndose a creer que Beatriz mentía, no atinando a explicarse cómo +se mintiese tan bien, y recordando, no obstante, que en la carta de +Braulio había pruebas casi evidentes de que Beatriz era culpada, le +entregó por último la carta.</p> + +<p>Beatriz la desdobló con ansia, y no la leyó, la devoró.</p> + +<p>No interrumpió la lectura, ni con un suspiro, ni con una exclamación, ni +con una queja. Se puso alternativamente colorada y pálida. Mortal +palidez prevaleció al cabo. Gruesas lágrimas brotaron de los hermosos y +negros ojos de Beatriz y se deslizaron por sus mejillas.</p> + +<p>El silencio era completo. Se podían contar los latidos violentos del +corazón de Beatriz y del corazón de Paco.</p> + +<p>Otra mujer, culpada o no culpada, hubiera fingido un desmayo, se hubiera +desmayado de veras o hubiera hecho extremos con sollozos, con gemidos y +aun con gritos tal vez.</p> + +<p>Beatriz, leída la carta, conocido ya todo el infortunio de su marido y +el suyo, si es que a su marido estimaba, contuvo toda explosión +vehemente de dolor, y dijo a Paco de esta manera:</p> + +<p>—Reconozco mi delito. Reniego de mi estúpido engreimiento, de mi afán +de lucir, de mi deseo liviano de ser admirada; pero no basta todo ello +para explicar esta desventura. Soy víctima de una trama infernal; de una +serie de coincidencias fatales. ¿Quién sabe, Dios mío? ¿Quién sabe? Pero +es muy duro, es tremendo, es cruel el castigo que cae sobre mi cabeza. +¿Por qué no me mató? ¿Por qué tuvo compasión de mí? Yo hubiera +despertado al sentirme herida. Yo le hubiera perdonado. ¿Qué digo... le +hubiera perdonado? Yo le hubiera pedido perdón y hubiera sido dichosa +muriendo en sus brazos. ¡Cuánto me ama! Este amor sí que vale. En este +amor sí que debiera yo haber cifrado siempre mi orgullo. ¿Por qué le he +descuidado, hasta perderle tal vez, desvanecida yo, loca, atolondrada +por una vanidad mezquina? Y él me besó mientras yo dormía, en vez de +matarme, como yo merecía de veras. Vino a darme de puñaladas y me dió +besos de amor, y lloró de ternura, y me halló hermosa y me contempló +extasiado. Paco, hermano mío; corre, ve al Ministerio, ve a todas +partes, búscale; díle que le amo; tráele vivo a mis brazos; devuélvemele +para que me perdone. ¿Qué haré, Jesús mío? ¿Qué haré? Estoy por salir a +buscarle yo misma, como loca. Sólo me detiene el temor de que sean +mayores el escándalo y la vergüenza. Hermano mío, por piedad, corre; +busca a Braulio. Temo, tiemblo por su vida. ¡Qué horror! El no me ha +dado muerte: él me ha besado, creyéndose mortalmente ofendido. Y, en +pago de tanto amor, yo le mato.</p> + +<p>Paco estaba mudo, extático, lleno de asombro, con la boca abierta, y sin +saber qué pensar ni qué decir.</p> + +<p>Beatriz, con más agitación, contrariada, impaciente por la inmovilidad +de Paco, prosiguió de esta suerte:</p> + +<p>—No te detengas: vuela, busca a Braulio. Se va a matar si te tardas. +Díle pronto que le amo, que le idolatro; que su beso vale más que todas +las satisfacciones y vanaglorias; que su amor me enamora; que la belleza +divina de su alma excede para mí a toda la belleza de las demás +criaturas de Dios. ¡Que yo le vuelva a ver, cielos santos! ¡Que yo me +arroje a sus plantas y le pida mil veces perdón! ¡Que yo le pague el +beso que me dió dormida, exhalando mi alma, infundiéndola en la suya con +un beso eterno... infinito!</p> + +<p>Mientras Beatriz hablaba, iba empujando a Paco fuera del saloncito; le +iba echando a empellones de la casa.</p> + +<p>Ya en la antesala, Beatriz añadió:</p> + +<p>—Ve al Ministerio; acude a la policía; busca a Braulio por todos los +medios, no te detengas.</p> + +<p>Paco salió al fin de su mutismo, y contestó:</p> + +<p>—Sosiégate, Beatriz, yo le encontraré. Pronto estaré aquí de vuelta. No +lo dudes: le traeré conmigo. Ten confianza en la bondad de Dios.</p> + +<p>Dicho esto, abrió la puerta, salió de la habitación y bajó +precipitadamente la escalera.</p> + +<p>Doña Beatriz volvió vacilando y tropezando hasta la sala. No podía ya +sostenerse. Cayó desplomada en el sofá.</p> + +<p>Después de un instante de calma y de silencio, rompió en gemidos y +sollozos y vertió un mar de lágrimas.</p> + +<p>Acudió entonces el ama Teresa.</p> + +<p>—¿Qué te pasa, hija? ¿Por qué lloras?</p> + +<p>—Déjame, ama, déjame—contestó doña Beatriz—. Soy la más desventurada +de las mujeres.</p> + +<p>El ama Teresa insistió en vano en idénticas o semejantes preguntas.</p> + +<p>Beatriz no le contestaba sino rogándole que la dejase.</p> + +<p>Cansada, pues, y hasta algo picada de aquel sigilo con que de ella se +recataba Beatriz, el ama Teresa se salió de la sala y se fué al cuarto +de Inesita.</p> + +<p>—Niña—dijo—, ¿no te levantas hoy?</p> + +<p>Inesita, medio dormida aún, si bien tenía abiertas ya las maderas de la +ventana, y el sol inundaba su cuarto, se incorporó un poco y contestó:</p> + +<p>—Pues ¿qué hora es?</p> + +<p>—Las nueve y media; cerca de las diez. De sobra es hora de que te +levantes. Además es menester que te levantes. Hay grandes novedades. +Paco Ramírez ha venido.</p> + +<p>—¿Con mi cuñado?—preguntó Inés.</p> + +<p>—Sin tu cuñado—dijo el ama.</p> + +<p>—¿Y dónde está? ¿Se quedó en el lugar? ¿Por qué no viene?</p> + +<p>—Lo ignoro. Sólo sé que tu hermana está llorando como jamás la he visto +llorar. Sin duda ha ocurrido alguna gran desgracia. Beatriz nada ha +querido decirme; pero algo ocurre de muy grave y lastimoso. Levántate, +hija. Ve a consolar a tu hermana y a saber la causa de su dolor.</p> + +<p>Inesita saltó de la cama llena de sobresalto. Se puso una bata, sin +atender a más cuidado, por la precipitación, y corrió al saloncito, +donde Beatriz se hallaba.</p> + + + + +<h2><a name="XXI" id="XXI"></a><a href="#toc">XXI</a></h2> + + +<p>—¿Qué tienes, hermana? ¿Por qué lloras?—preguntó Inesita con mucho +cariño apenas entró en el saloncito y vió a Beatriz tan afligida.</p> + +<p>Como Beatriz no le contestase y siguiese llorando, Inesita se inclinó +sobre el sofá en que estaba echada Beatriz, y volvió a hacerle las +mismas preguntas, acompañadas de besos y caricias.</p> + +<p>Beatriz no pudo ya resistirse; sentía además necesidad de desahogar su +corazón, e incorporándose y teniendo a Inés a su lado, dijo con un +suspiro:</p> + +<p>—¡Qué desgraciada soy, Inés!</p> + +<p>—¿Qué sucede?—interrumpió ésta.</p> + +<p>—Que por mi culpa Braulio está celoso y se ha ido de casa y puede que +no vuelva más.</p> + +<p>—¿Y de quién tiene celos?</p> + +<p>—Tiene celos del Conde de Alhedín.</p> + +<p>—¡Vaya un desatino!—dijo Inesita—. Pues qué, ¿no ve claro que el +Conde no tiene por ti mas que mera amistad?</p> + +<p>—Eso no—dijo candorosamente Beatriz, la cual, en medio de todo, amando +a don Braulio, llena de sobresalto por él, y arrepentida de su intimidad +con el Conde, no podía conformarse con que el Conde no estuviese +enamorado de ella.</p> + +<p>—Eso no; yo creo que el Conde me ama; pero yo no le he amado nunca.</p> + +<p>—Singular idea tienes del Conde, hermana. Créeme, hombres como él no +aman sin ser amados. El Conde te distingue, te aprecia, te halla linda y +agradable y discreta, y por eso habla contigo. Como es muy galante, te +hace doscientos mil elogios; pero de ahí al amor hay una distancia +infinita.</p> + +<p>—¿Y quién te asegura que no ha salvado él esa distancia?—preguntó +Beatriz.</p> + +<p>—Nadie me lo asegura—contestó Inés—; pero yo lo supongo. En todo +caso, lo mejor es que no te ame. ¿Habías tú de amarle?</p> + +<p>—No.</p> + +<p>—Pues entonces, ¿para qué querías esa víctima?</p> + +<p>—Yo no quería... ni dejaba de querer... no se trataba aquí de lo que yo +quería, sino de lo que era. El Conde estaba asiduo conmigo, y yo, lo +confieso, me complacía en sus asiduidades. No le amaba; pero sentía una +satisfacción de amor propio en creerme amada por él. Esto me ha perdido.</p> + +<p>—Vamos, hermana, tranquilízate. Nadie se pierde por tan poco. Si tu +marido tiene celos, con explicarle que no hay motivo para que los tenga, +estará todo terminado.</p> + +<p>—¿Y cómo se lo explico? ¿Dónde podré verle? ¿No te he dicho que se fué +y no volverá más? Quizá se mate.</p> + +<p>—Tales cosas me dices que empiezas a ponerme en cuidado, aunque no soy +de las que se ahogan en poca agua. Braulio es suspicaz y caviloso; +Braulio te adora; Braulio tiene de sí mismo, allá en el fondo del alma, +la noble estimación que debe tener; pero de sus prendas exteriores no +tiene buena idea. Su modestia en este punto traspasa los límites de la +humildad y raya en desconfianza. Aunque te adora, aunque ha creído +siempre en tu amor, opina en general poco favorablemente de las mujeres; +cree que el lujo, la brillantez, la elegancia y la alta posición nos +deslumbran.</p> + +<p>—Y no cree mal. A mí me han deslumbrado, no para dejar de amar a +Braulio y amar a otro, sino para complacerme en otro amor sin pagarle.</p> + +<p>—Mira, hermana, no es tiempo de recriminaciones. Si hiciste mal en +complacerte en ese supuesto amor, ya el arrepentimiento es tardío y +estéril. Busquemos remedio a tu ligereza. ¿Ha ido Paco a buscar a +Braulio?</p> + +<p>—Ha ido.</p> + +<p>—¿Y el Conde? El Conde es menester que también le busque. El Conde +puede y debe explicárselo todo, y negocio concluído.</p> + +<p>—¿Y qué es lo que el Conde tiene que explicarle?</p> + +<p>—Que te respeta, que te quiere muchísimo, que se deleita en hablar +contigo; pero que no te ama de amor, ni en ello ha pensado nunca.</p> + +<p>—¿Y no mentiría el Conde al decir eso?</p> + +<p>—No, hermana, ya es tiempo de declarártelo todo—. Aquí, Inesita, a +pesar de su serenidad, que varias veces hemos calificado de olímpica, se +puso roja como la grana—. Ya es tiempo de declarártelo todo—repitió—; +el Conde tiene relaciones conmigo.</p> + +<p>Estas palabras cayeron y estallaron como una bomba dentro del corazón de +Beatriz. Malo y horrible era haber lastimado el alma de don Braulio por +la satisfacción de verse idolatrada, según ella suponía; pero era peor y +más horrible el haber motivado la tragedia por una vanidad sin +fundamento; por haberse engañado ella a sí misma, creando en su fantasía +una adoración y un amor que eran para otra mujer y no para ella.</p> + +<p>Beatriz se mordió los labios de vergüenza y de despecho. Calló por un +momento; pero las palabras acudían a su boca pugnando por salir y no +pudo menos de exclamar al cabo:</p> + +<p>—¡Has estado cruel y has sido traidora! He servido de pantalla. Me +habéis hecho el blanco de la maledicencia. Os habéis conducido de suerte +que todo Madrid me calumnia, que mi marido recibe anónimos delatándome, +y que tal vez muera de dolor o se mate. Debéis estar satisfechos de +vuestra obra.</p> + +<p>—Bien sabe Dios—dijo Inés—que me duele en el alma de todo lo que te +pasa; pero ni el Conde ni yo tenemos la culpa. Tú y Braulio sois muy +extraños, cada cual a su manera; ambos os quebráis de sutiles, os pasáis +de listos y os excedéis en el imaginar. Aquí no ha habido propósito +deliberado de mi parte, ni de parte del Conde. Todo ha sido sencillo, +natural, impremeditado. Acuérdate bien de todo. Vimos al Conde en los +Jardines del Buen Retiro, y me excitaste a coquetear con él. ¿Es esto +cierto?</p> + +<p>—Lo es.</p> + +<p>—¿Es cierto que hasta me diste lecciones de coqueteo, con el fin... +pásame lo grosero de la expresión... más grosera es la idea... con el +fin de ver si lograba pescarle para marido?</p> + +<p>—También es cierto; no lo puedo negar.</p> + +<p>—¿No te respondí yo entonces que el Conde estaba prendado de ti y no de +mí, y no replicaste tú que la conquista debía hacerla yo y no tú?</p> + +<p>—Todo es como dices.</p> + +<p>—Pues bien, yo coqueteé siguiendo tu consejo, y todo te lo hubiera +confesado, si no hubiera advertido en seguida que iba a darte un +disgusto; si no hubiera advertido que, sin amar al Conde, te deleitabas +en verle o en creerle rendido a tus pies. En un principio había hasta un +motivo de delicadeza para no revelarte nada. Decirte que yo empezaba a +coquetear con el Conde hubiera sido excitarte a que desistieses de la +diversión de tenerle o de creer que le tenías enamorado y cautivo.</p> + +<p>—Eso debiste hacer si hubieras sido franca y leal—dijo Beatriz.</p> + +<p>—Difícil era hacerlo en un principio. Más tarde fué imposible. El mismo +Conde (¿qué quieres?, los hombres son fatuos) llegó a presumir que tú le +amabas, que tu amor era etéreo, purísimo, que estimabas a tu marido y +que jamás le ofenderías; pero, en fin, que angélica o seráficamente le +amabas. ¿Cómo desengañarte? Creyéndote él y yo en aquella disposición de +espíritu, nos movimos más al disimulo, el cual, te lo confieso, ha sido +extraordinario. Nos hablábamos poco, y nos escribíamos mucho. No +podíamos suponer que nuestro amor tuviese las consecuencias +desagradables que ha tenido. El Conde estimaba a Braulio. Braulio estaba +tan encantado del Conde, que no recelaba de él, y que no vivía sin él. +Braulio, que ha sido siempre tan hurón, buscaba al Conde y charlaba con +él y jamás tenía celos de que hablase contigo. ¿Quién hubiera podido +imaginar que los celos viniesen de repente, a deshora y cuando menos se +temían?</p> + +<p>—Inés, Inés, tu falsía ha sido espantosa, y sólo comparable con tu +liviandad.</p> + +<p>—Toda injuria que me dirijas ahora la llevaré con paciencia. Soy +culpada, muy culpada: pero te juro que jamás preví que pudieran haber +tenido mis culpas tan fatales consecuencias para ti. Quisiera yo +volverte la paz a costa de mi sangre. Quisiera morir para que tú y +Braulio fueseis dichosos. La maldad, el pecado de que me motejas, le +reconozco, le confieso, y estoy pronta a recibir por él el merecido +castigo. No voy, pues, a disculparme, sino a explicar mi conducta. Así +me comprenderás, aunque no me perdones. Seguí tu consejo y coqueteé con +el Conde, porque el Conde me enamoró. Fríamente, por cálculo, jamás +hubiera coqueteado con él. Indigna he sido; pero, según mi conciencia, +hubiera sido más indigna haciendo otra cosa que el mundo no reprueba, +sino aplaude; atrayendo con astucia al Conde, con persistencia +reflexiva, sin más pasión que el deseo de colocarme; esto es, de lograr +un título, quince mil duros de renta al año y una brillante posición. +Seré todo lo perversa que quieras, pero eso jamás lo hubiera yo hecho, y +eso era lo que, siguiendo la prudencia social, me aconsejabas tú. Pobre, +huérfana de un hidalgo lugareño arruinado, y cuñada de un triste +empleadillo en Hacienda, que casi me mantiene, mi orgullo se rebelaba +contra la idea de conquistar dinero, nombre preclaro y consideración en +el mundo, negociando con mi hermosura, por más que el matrimonio viniese +como a santificar luego mis cálculos, ruines. Te repito, pues, que seguí +tu consejo de coquetear, no por reflexión, sino por instinto; no con +estudio y cautela, sino ciegamente y poniendo en ello todo mi ser y toda +mi alma. Todavía, si el Conde hubiera sido pobre como yo, obscuro como +yo, menesteroso como yo, yo le hubiera dicho: cásate conmigo; pero +siendo quien es, me repugnaba decírselo. Decírselo, era como decirle: +porque te amo, dame diamantes y perlas, llévame en coche, haz que habite +en un hermoso hotel, coloca una corona de condesa sobre mi frente, +cómprame muebles bonitos, cuadros y estatuas; tenme criados que me +sirvan al pensamiento; proporcióname, en suma, cuantas elegancias y +comodidades trae el dinero consigo, y después obtendrás el goce y la +posesión de mi alma y de este amor vehemente que te profeso, por más que +esté refrenado y domesticado por la circunspección más severa. Yo no +quise, ni pude decir esto al Conde, y esto hubiera sido menester +decirle, aunque atenuado con rodeos y primores de estilo. Por no decirle +esto, porque me repugnaba decírselo, y porque le amaba, me he rendido +sin condiciones, le he abandonado mi alma y mi vida. Lo justo, lo +honrado, hubiera sido no coquetear con él, no atraerle, ni para +conquistar su mano con calculadora frialdad, ni para faltar como he +faltado.</p> + +<p>—¡Desdichada!—exclamó Beatriz—. Aún no sabes las consecuencias +tremendas de tu falta. Braulio, por esa falta tuya, cree tener una +prueba evidente de la falta que en mí supone: ha visto al Conde, tres +noches ha...</p> + +<p>—¡Dios mío!—dijo Inesita.</p> + +<p>Toda su serenidad olímpica desapareció entonces al fin. Se cubrió el +rostro con las manos y rompió a llorar como una Magdalena.</p> + + + + +<h2><a name="XXII" id="XXII"></a><a href="#toc">XXII</a></h2> + + +<p>Paco Ramírez, entre tanto, había buscado inútilmente a don Braulio por +mil partes y de mil modos.</p> + +<p>Luego discurrió ir a casa del Conde de Alhedín.</p> + +<p>El criado que le abrió la puerta le dijo que el Conde dormía con +tranquilidad, que aquélla no era hora de visitas, que él no le pasaba +recado y que se exponía a que le tirase a la cabeza los libros, el vaso +de agua y cuanto tenía sobre la mesita de noche.</p> + +<p>Paco insistió, sin embargo, con tal brío, hablando de lo importante, +urgente y sagrado del asunto que le traía a hablar con el Conde, que el +criado, que dió la casualidad de que era su ayuda de cámara, se decidió +al fin a llamar al Conde.</p> + +<p>Bien advirtió Paco que la palabra mágica que le abría la puerta de aquel +encantado recinto era el nombre de la señora de don Braulio González, +por quien dijo que venía enviado.</p> + +<p>Fuese como fuese, le hicieron entrar en el despacho, donde aguardó más +de media hora bramando de cólera y de impaciencia.</p> + +<p>El Conde, no obstante, había hecho prodigios inusitados de prontitud +para vestirse.</p> + +<p>Al cabo apareció.</p> + +<p>Paco, que venía muy fosco contra él, se quedó pasmado de la afabilidad, +llaneza y dulzura de aquel elegante, cuyo igual o parecido no había +visto jamás en su lugar; pero cuando subió de punto su pasmo fué cuando, +después de referir precipitadamente lo ocurrido, notó el vivo interés y +la emoción profunda que agitaban el alma del Conde y que se retrataban +en su bello rostro.</p> + +<p>—Vamos a buscar a don Braulio por todas partes—dijo—; Dios querrá que +demos con él. Doña Beatriz le quiere: es incapaz de faltarle. Yo le +convenceré de la inocencia de doña Beatriz. ¿Quién será el autor del +infame anónimo? Alguna malvada mujer. ¡Dios mío! ¡Qué horror! No me lo +perdonaré nunca si ocurre alguna desgracia.</p> + +<p>Dicho esto, el Conde dió órdenes a sus criados, escribió a los jefes de +la policía, tomó, por último, el sombrero, y ya se disponía a salir él +también en compañía de Paco a buscar al desesperado marido de doña +Beatriz, cuando le anunció su ayuda de cámara que un dependiente de uno +de los juzgados de Madrid traía para él una carta que debía entregarle +en propia mano.</p> + +<p>El dependiente entró en el despacho y entregó la carta al Conde.</p> + +<p>Estaba cerrada y sellada con lacre.</p> + +<p>En el sobrescrito reconoció el Conde con asombro la letra de don +Braulio.</p> + +<p>Abrió el Conde la carta, no sin bastante zozobra, y temblándole las +manos y con la cara demudada, leyó lo siguiente:</p> + +<p>«Señor Conde: Yo no podía servir en el mundo sino de estorbo. Cuando +reciba usted estos renglones el estorbo no existirá ya. Que la propia +conciencia perdone a los que me han hecho padecer, como yo los perdono.»</p> + +<p>—¿Dónde se ha hallado esta carta?—preguntó el Conde.</p> + +<p>El portador de ella contestó:</p> + +<p>—En el bolsillo de un hombre que hace media hora se arrojó de cabeza +por el viaducto de la calle de Segovia. No sabemos quién es. Usted, +señor Conde, nos dirá el nombre del difunto.</p> + +<p>—Don Braulio González—dijo el Conde de Alhedín.</p> + +<p>Cuando supo Beatriz la muerte de su marido, su dolor tocó en los límites +de la desesperación; mas no le resucitó por eso.</p> + +<p>Inesita estuvo también punto menos que desesperada.</p> + +<p>El Conde, compungido por todas aquellas lástimas, se esforzó por +consolar a Inés: todo le parecía poco para consolarla. Venció la +oposición de su madre, que no gustaba de casamiento tan desigual, e +Inés, al año de muerto don Braulio, fué Condesa de Alhedín.</p> + +<p>Paco, que había quedado burlado en sus esperanzas, decía con este +motivo:</p> + +<p>—Inesita, por no ser fríamente calculadora, ha conseguido lo que con el +cálculo frío no hubiera conseguido acaso: bien es verdad que, para +conseguirlo, ha sido menester que don Braulio se mate.</p> + +<p>Más de dos años vivió Beatriz, de viuda, con el más profundo y sincero +duelo en el alma.</p> + +<p>Se retiró al lugar de su nacimiento, donde hizo vida ejemplar y propia +de una santa.</p> + +<p>A la memoria de don Braulio rendía verdadero culto.</p> + +<p>Aquel beso, que estando él celoso y dormida ella, le dió don Braulio, en +vez de matarla, como pensaba, le sentía ella en lo íntimo del corazón y +difundía en su espíritu suave y pura melancolía.</p> + +<p>La modestia y el recogimiento de doña Beatriz hacían que gastase +poquísimo en su persona, así es que le sobraba mucho, en proporción de +su corta hacienda, y todo lo consumía en obras de caridad.</p> + +<p>Paco Ramírez, testigo de todo esto, y única persona que veía a doña +Beatriz en su soledad, acabó por enamorarse de ella perdidamente.</p> + +<p>Ya hemos visto lo sensible que era doña Beatriz a que de ella se +enamorasen. Primero, agradeció. Después luchó contra el recuerdo de don +Braulio una naciente inclinación. Por último, la pobre doña Beatriz no +era de bronce; pasados más de los dos años, el amor nuevo venció los +recuerdos del amor antiguo.</p> + +<p>Paco y Beatriz se casaron: y Paco borró con besos, que dió a Beatriz +despierta, la impresión al parecer indeleble de aquel beso tan poético +que ella había recibido dormida.</p> + +<p>Paco, algo recelosillo, como buen lugareño, se guardó bien de llevar a +Madrid a Beatriz, no hiciera el diablo que se le antojase de nuevo que +el Condesito estaba enamorado de ella seráficamente.</p> + +<p>Este y su mujer siguieron siempre en la corte siendo dechados de +elegancia.</p> + +<p>Inesita, luego que pasó tiempo, filosofó con serenidad acerca de don +Braulio y explicó su muerte de un modo satisfactorio para ella.</p> + +<p>Don Braulio se había suicidado porque era tétrico de carácter; porque +tenía menos religión que un caballo; porque estaba desesperado de ser +feo y enclenque; porque había cometido la imprudencia de haberse casado +con mujer joven y hermosa; porque tenía el ridículo empeño de ser +adorado; y porque el amor, que no tenía, por carencia de fe, para las +cosas del cielo, le había puesto en algo de mundanal y finito que no lo +merecía, empeñándose en revestir a este ídolo de calidades y excelencias +que sólo a los seres sobrenaturales convienen.</p> + +<p>En suma, Inesita daba por evidente que lo mejor que don Braulio podía +haber hecho era matarse.</p> + +<p>No creemos que Inesita tuviese gran erudición clásica; pero si la +hubiera tenido, hubiera repetido, a propósito de don Braulio, cierto +verso, nos parece que de Homero, que dicen que declamó Scipión al saber +la muerte de Cayo Graco, su sobrino, y que en mal romance y peor prosa +se interpreta así: <i>Perezca como él quien imitare su ejemplo.</i></p> + + +<p class="c">FIN</p> +<hr /> + + + + + + + +<pre> + + + + + +End of the Project Gutenberg EBook of Pasarse de listo, by Juan Valera + +*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PASARSE DE LISTO *** + +***** This file should be named 22092-h.htm or 22092-h.zip ***** +This and all associated files of various formats will be found in: + http://www.gutenberg.org/2/2/0/9/22092/ + +Produced by Chuck Greif + +Updated editions will replace the previous one--the old editions +will be renamed. + +Creating the works from public domain print editions means that no +one owns a United States copyright in these works, so the Foundation +(and you!) can copy and distribute it in the United States without +permission and without paying copyright royalties. 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It exists +because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from +people in all walks of life. + +Volunteers and financial support to provide volunteers with the +assistance they need, is critical to reaching Project Gutenberg-tm's +goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will +remain freely available for generations to come. In 2001, the Project +Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure +and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations. +To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation +and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 +and the Foundation web page at http://www.pglaf.org. + + +Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive +Foundation + +The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit +501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the +state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal +Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification +number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at +http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg +Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent +permitted by U.S. federal laws and your state's laws. + +The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S. +Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered +throughout numerous locations. Its business office is located at +809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email +business@pglaf.org. 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