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+The Project Gutenberg EBook of Pasarse de listo, by Juan Valera
+
+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
+almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
+re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
+with this eBook or online at www.gutenberg.org
+
+
+Title: Pasarse de listo
+
+Author: Juan Valera
+
+Release Date: July 17, 2007 [EBook #22092]
+
+Language: Spanish
+
+Character set encoding: ISO-8859-1
+
+*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PASARSE DE LISTO ***
+
+
+
+
+Produced by Chuck Greif
+
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+
+JUAN VALERA
+
+PASARSE DE LISTO
+
+NOVELA
+
+
+
+
+I
+
+
+Toda persona elegante que se respeta debe ir a veranear. Es una
+ordinariez quedarse en Madrid el verano.
+
+Lo más tónico es ir a algunas aguas en Alemania o Francia; pasar luego
+una temporadita a la orilla del mar en Biarritz, en Trouville o en
+Brighton, y acabar el verano, antes de volver a esta villa y corte, en
+algún magnífico _château_ o cosa por el estilo, que debemos poseer, si
+es posible, en tierra extraña, y cuando no, aunque esto es menos
+_comm'il faut_, en nuestra propia tierra española.
+
+Tal es el supremo ideal aristocrático a que aspiramos todos en lo
+tocante a veraneo. Para realizarle totalmente se ofrecen no pocos
+obstáculos. Lo más común es no tener _château_, ni algo que remotamente
+se le asemeje, ni en la Península ni en la vasta extensión del
+continente europeo; pero esta falta se suple o se disimula si poseemos
+una casa de campo, una casería o un cortijo, lo cual, hablando en
+francés, puede calificarse de _château_, sin gran escrúpulo de
+conciencia.
+
+Todavía, sin embargo, ocurre muy a menudo que la familia elegante, o con
+humos de elegante, carece de hogar de donde los humos procedan; esto es,
+no tiene ni siquiera cortijo. Si le tiene algún amigo o pariente, la
+familia puede aprovecharse de la amistad o del parentesco. Si de ningún
+modo hay ni cortijo, se suprime la parte meramente rústica y se limita
+el veraneo a la parte hidropática, dulce, salada o ambas cosas. Quiere
+esto significar que, no habiendo _château_ ni cortijo donde pasar un
+mes, se emplea todo el tiempo en los baños, aunque nadie de la familia
+se bañe nunca. Basta tomar las aguas por inhalación, respirando, pongo
+por caso, las brisas del Atlántico en el mencionado Biarritz, en San
+Juan de Luz, en San Sebastián, en Santander o en Deva.
+
+Por último, si el afán de eclipsarse en estos meses de calor atribula
+demasiado, y la bolsa se halla tan escurrida, que no hay ni para ir a
+bañarse o a ver la mar en Motrico, se va el elegante, o la familia
+elegante, a cualquier lugar de la Mancha, donde a veces lo llano y
+escueto, y sin árboles ni matas del terreno, imita la mar, y los
+cigarrones, los cangrejos y peces, y allí se está tomando el fresco a
+todo su sabor, hasta que ya es la época y sazón oportuna de volver a
+Madrid sin infringir las leyes y liturgias del buen tono.
+
+Hay familias, pero yo apenas lo quiero creer, de quienes se asegura que,
+por no infringir dichas leyes y liturgias, hacen como que se van de
+viaje, y con discreto y económico disimulo se quedan aquí, en reclusión
+severísima, sufriendo este linaje de martirio, para tener propicia a la
+deidad a quien rinden culto, que es la Moda.
+
+Sea como sea, ya de veras, ya valiéndose de tretas y de recursos algo
+sofísticos, ello es el caso que en los meses de julio, agosto y
+septiembre apenas queda en Madrid persona conocida.
+
+Las personas que quedan, se dice en estilo culto, que no son conocidas,
+para dar a entender que no son de la crema de la sociedad; de la flor y
+la nata. Por lo demás, harto conocidas suelen ser de los que se han ido,
+no pocos de los cuales, cabe en los límites de lo verosímil, y a veces
+de lo probable, que les deban el dinero con que se fueron, o el calzado
+o la vestidura con que se engalanarán en los baños.
+
+Tranquilicémonos, no obstante, y no compadezcamos a las personas _no
+conocidas_ que fiaron o prestaron. Ya lo cobrarán, como es justo,
+incluyendo en el cobro todo lucro cesante y todo daño emergente.
+
+En suma, y sin meternos en más averiguaciones ni en honduras económicas
+o crematísticas, Madrid en verano se queda sin su aristocracia; se queda
+como acéfalo; se queda como jardín sin sus más bellas flores; se queda
+como haza segada: parece un barbecho de distinción y de finura.
+
+Yo lo siento y lo extraño. Madrid, desde que vino el Lozoya, ha ganado
+mucho, y no merece este abandono general cuando no es verdaderamente
+necesario tomar aguas o visitar la heredad o hacienda propia, o cuando
+no se posee bastante dinero para viajar por esos mundos como un nababo.
+
+Aquí, en verano, digan lo que quieran los que no piensan como nosotros,
+no hace más calor que en Biarritz o en San Sebastián; aquí, en verano,
+hay no pocas diversiones, más o menos inocentes, y no se emplea mal la
+vida.
+
+Arderíus y sus bufos son baratos y entretenidos. ¿En qué aguas se
+encontrará un teatro como el de Arderíus? Es cierto que, desde hace
+poco, nos ha entrado un furor de moralidad, un púdico rubor, que todo lo
+condena y de todo se solevanta. Críticos y moralistas han levantado una
+cruzada contra los bufos. Pero los bufos seguirán triunfantes, a pesar
+de todas las disertaciones morales que contra ellos se fulminen. Les
+sucederá lo mismo que a los toros. Hasta se puede sostener que los bufos
+son más invencibles. Las razones que contra ellos se aducen son
+infinitamente menos fundadas.
+
+Sublime espectáculo, sin duda, es ver a un mozo gallardo, sin más
+defensa ni escudo que flotante velo rojo, vestido de seda, más aderezado
+para fiesta o baile que para brava y terrible lucha, ponerse delante de
+irritada y poderosa fiera, llamarla a sí y darle muerte pronta, cayendo
+sobre ella con el agudo acero. Si, por desgracia, fuere el lidiador
+quien en aquel instante muriese, su muerte, ya que no moral, tendrá no
+poco de hermosa, y la compasión y el terror que causare estarán
+purificados por la belleza, de acuerdo con las reglas de la tragedia,
+escritas por el gran filósofo griego. Lo malo es que para llegar a este
+trance de la muerte tenemos que presenciar antes el brutal, largo y rudo
+suplicio del noble animal destinado a morir; tenemos que ver acribillada
+su piel con pinchos y garfios, que se quedan colgando, si no se los
+arrancan con las túrdigas del pellejo; y tenemos que contemplar asimismo
+la inmunda crueldad con que son tratados los infelices jamelgos. Ellos
+sirven de diversión en las convulsiones y estertores de la agonía;
+derraman por la arena su sangre y sus entrañas; se pisan al andar el
+redaño y los sueltos intestinos, y andan, no obstante, a fuerza de los
+espolazos del picador y en virtud de los palos que sacude en sus
+descarnados lomos un fiero ganapán, quien innoble y grotescamente va por
+detrás dando aquella paliza, a fin de aumentar el dolor y sacar del
+dolor un resto de movimiento y de energía en un ser moribundo, que, si
+no tiene pensamiento, tiene nervios y siente como nosotros. Con escenas
+tales no debiera haber tan duro corazón que a piedad no se moviese, ni
+sujeto de gusto artístico y de alguna elegancia de costumbres que no las
+repugnase por lo groseras y villanas, ni estómago de bronce que no
+sintiese todos los efectos del mareo.
+
+En resolución: la muerte del toro es bella, si el matador atina y no
+pasa de dar dos o tres estocadas; pero, francamente (hablo con
+sinceridad; yo no soy declamador ni aficionado a sentimentalismos), lo
+que precede es abominable por cualquier lado que se mire.
+
+Repetimos, a pesar de todo, que los toros seguirán. Nosotros mismos no
+nos atrevemos a pedir que se supriman, porque hay en ellos algo de
+poético y de nacional, que nos agrada. Nos contentaríamos con ciertas
+reformas, si fueran posibles. Casi nos contentaríamos con que no
+muriesen caballos de tan desastrada y fea muerte.
+
+En cuanto a los bufos, que, según hemos dicho, tienen hoy más enemigos
+que los toros, ni reforma ni nada pedimos. Nos parecen bien como son.
+Casi no comprendemos la causa de la censura que de ellos se hace.
+
+En primer lugar, los bufos son los bufos, y no son el sermón o el
+jubileo. La madre que anhele conservar el tesoro de candor que hay en el
+alma de su hija, y hasta acrecentarle, llévela a cualquiera de las
+muchas iglesias que contiene Madrid, y no la lleve a oír las zarzuelas.
+Vayan sólo a los bufos, si tan malos son, los hombres curados de
+espanto, y aquellas mujeres, que no faltan, curtidas ya en todo género
+de malicias, o bien las que son tan inocentes, que, si alguna malicia
+llegan a oír, no aciertan a entenderla.
+
+Por otra parte, yo me atrevo a sostener que en la más desvergonzada
+zarzuela bufa no hay la quinta parte de los chistes primaverales o
+verdosos que en muchas comedias de Tirso, que en muchos sainetes de don
+Ramón de la Cruz y que en muchas otras producciones dramáticas de
+nuestro gran teatro clásico.
+
+El principal motivo de la censura contra los bufos procede de una
+curiosa manía que, desde hace pocos años, se ha apoderado de las
+inteligencias más sentenciosas. Los bufos vinieron de París; en los
+bufos suele bailarse el cancán; los bufos gustan en Francia; Francia ha
+sido vencida por Alemania en la última guerra; luego los bufos,
+enervando y corrompiendo a la nación, han tenido la culpa de la derrota.
+Esto se ha dicho ya en todos los tonos, y sobre esto se han escrito
+profundas disertaciones. A nadie, con todo, se le ha ocurrido declarar
+que en Alemania agradan los bufos más aún que en Francia; que en
+Alemania se pirran los hombres por el cancán, y que los que han vencido
+a los franceses no salían de zurrarse con unas disciplinas, sino de ver
+bailar el cancán o de bailarle cuando los vencieron.
+
+En cuanto a que los bufos corrompen o tiran a corromper el buen gusto
+literario, aún es más infundada la acusación. Pues qué, ¿la música, mala
+o buena, es incompatible con la discreción, con el sentido común, con el
+ingenio, con la gracia urbana y con otros requisitos y excelencias de
+que va o pudiera ir adornada una fábula dramática? Si alguna fábula
+dramática, de estas ligeras, regocijadas o bufas, carece de tales
+prendas, cúlpese singularmente al autor y a su obra, y no al género todo
+y a todos los autores. ¿Tiene más el público que silbarla? Y si el
+público no la silba, sino que la aplaude, y la zarzuela es tonta, esto
+probará la bondad del público. Denle algo menos tonto y lo aplaudirá
+más.
+
+Y cuando no se da algo menos tonto, crean los críticos que es porque no
+hay nada menos tonto. Si lo hubiera, se daría.
+
+Lo que acabamos de decir parece una perogrullada; pero reflexiónese bien
+y se verá que no lo es. El autor de zarzuelas es siempre autor
+dramático. Si escribe malas zarzuelas, peores dramas escribirá. El
+discurso del crítico que condena la zarzuela, despojado de tiquismiquis,
+es éste: «Tu zarzuela es tonta y chabacana: escribe dramas y no escribas
+zarzuelas.» A lo que modestamente pudiera contestar el autor: «Si
+escribiendo zarzuelas, que son más fáciles y tienen menos pretensiones,
+lo hago mal, ¿qué haré si me pongo a escribir dramas?»
+
+La zarzuela, además, es una cosa, y otra cosa es un buen drama o una
+buena comedia, y no se opone el que se escriban zarzuelas a que salgan a
+relucir nuevos Lopes y Calderones que escriban dramas magníficos.
+
+Veo que me voy muy lejos con mi digresión. Volvamos al asunto de que
+quiero tratar aquí.
+
+Decía yo que, en verano, aunque se van de Madrid las personas más
+elegantes, Madrid queda bastante animado y divertido.
+
+El centro de la animación, el principal hechizo de Madrid en verano,
+está en los Jardines del Buen Retiro, de nueve a doce de la noche.
+
+La historia que voy a referir empezó allí, hoy hace justamente cuatro
+años, a 9 de agosto de 1873.
+
+
+
+
+II
+
+
+Era noche de grande entrada. Allí estaban casi todos los jóvenes
+periodistas, empleados y poetas; cuanta _cursi_ hay en Madrid, esto es,
+todas las señoras y señoritas de poquísimo dinero que aspiran a ser
+notadas o conocidas en la buena sociedad, o dígase en la sociedad de más
+dinero, por mala que sea; muchas familias honradas de la clase media,
+sin otras aspiraciones que las de aspirar el aire fresco y distraerse un
+poco oyendo la música; las _suripantas_ o _hetairas_ de todos los grados
+y categorías, con tal de haberse encontrado poseedoras de una peseta a
+la hora de entrar; multitud de hombres políticos notables de los quince
+o veinte partidos que hay en España; un centenar de generales; no pocos
+diputados, senadores y ministros, y, por último, aquella parte del _beau
+monde_ que aun no había salido a veranear, que prometía salir, o que se
+hallaba tan segura de su crédito de pudiente, que no temía comprometerle
+pasando en Madrid un verano.
+
+Todo este público, o estaba sentado en sillas y bancos, formando corros,
+murmurando, politiqueando, coqueteando o enamorándose, o giraba en torno
+del quiosco, desde donde sonaba la música, dando vueltas y vueltas,
+aunque sea pérfida comparación, como mulos de noria.
+
+El jardín, como nadie ignora, es muy bonito, y por la noche, iluminado
+con luces de gas veladas por globos de cristal blanco y opaco, parece
+mayor. Aquella iluminación presta a los árboles y a la verde hierba y a
+las flores cierta vaguedad y hermosura. La animación y el bullicio dan
+al conjunto superior agrado.
+
+Las mujeres, cuando no las ciega la vanidad o el prurito de
+distinguirse, van por lo común bien vestidas. De cada veinte se puede
+afirmar que una, a lo más, y no es mucho, suele encomendarse al diablo
+para que la vista y la peine, por donde aparece en los Jardines hecha
+una tarasca; pero las otras diez y nueve van como Dios manda; unas de
+mantilla, otras de sombrero, y no pocas son muy guapas, sea como sea lo
+que lleven.
+
+Lo único que, en general, pudiera censurarse aquella noche, y puede
+censurarse aún en el traje de las mujeres, es lo largo de las colas.
+Para ir a pie a los Jardines, y, aunque se vaya en coche, para pasear
+luego a pie, es feísimo y sucio todo aquel aditamento de enagua blanca y
+de vestido que va arrastrando, llenándose de polvo, levantándole y
+esparciéndole en el aire, y barriendo, por último, cuanta inmundicia
+encuentra al paso. La cola no está bien sino para andar sobre limpias y
+mullidas alfombras, o sobre mármol bruñido y lustroso, o sobre preciosas
+y pulidas maderas, incrustadas en forma de primoroso mosaico. Para andar
+por las calles o por el campo, donde suele haber lodo y quién sabe
+cuántas cosas peores, toda mujer de gusto debe prescindir de la cola.
+Algunas, aunque son las menos, prescinden ya.
+
+En la noche a que nos referimos iba declamando contra las colas un
+caballerito, como de veintiocho años, recién llegado de Alemania y de
+Francia, y de lo más elegante, atrevido y alegre que puede imaginarse.
+Rodeábanle, e involuntariamente le admiraban y le reían las gracias,
+otros cinco jóvenes de lo más atildado y encopetado de Madrid.
+
+Nuestro declamador había venido tan extemporáneamente para un negocio de
+su casa. Pensaba pasar en Madrid tres o cuatro semanas a lo más e irse a
+Biarritz en septiembre.
+
+Tenía fama de calavera, pero no de los calaveras víctimas y explotados,
+ni tampoco de los verdugos y explotadores. Aunque generoso, no solía
+prestar a los que se llaman amigos ni había tomado prestado de los
+usureros, y sabía contenerse cuando jugaba y perdía, y no se dejaba
+saquear de sus administradores, y llevaba en la memoria todas sus
+fincas, rentas y productos, y miraba por todo, y cuando daba era con su
+cuenta y razón, y sin cegarse nunca por vanidad o por afecto.
+
+Este caballerito poseía más de 15.000 duros al año; era soltero,
+andaluz, no tenía una sola deuda, y llevaba el título de Conde de
+Alhedín el Alto.
+
+Jamás había querido estudiar ni seguir carrera ninguna. Era, sin
+embargo, curioso y despejado; había leído muchas novelas y libros
+populares y amenos de toda clase de ciencias; y con esto, y con el trato
+del mundo, y los viajes por lo mejor de Europa, había llegado a tener un
+espíritu bastante cultivado y que lo comprendía todo, si bien
+someramente.
+
+Detestaba la política. Abominaba de los periódicos. Jamás tomaba uno en
+la mano sino para leer anuncios. Los acontecimientos públicos
+contemporáneos le fastidiaban, y no quería enterarse de ellos. Hallaba
+mil veces más poéticas las historias antiguas que las modernas, y le
+interesaba mucho más la caída de Sardanápalo que la de Napoleón III, y
+las fabulosas conquistas de Osiris que las del primer Napoleón.
+
+No había querido decidir consigo mismo si era realista o republicano,
+liberal o no liberal, partidario de esta Constitución o de aquella.
+
+En religión y en filosofía era menos perezoso; pero, si en política era
+indiferente, en esto otro era vacilante. En aquéllo, poco le importaba
+no resolverse; en ésto, a pesar suyo, no se resolvía.
+
+Por lo demás, en cuanto tenía que hacer con lo práctico de su vida y de
+su conducta, el Conde de Alhedín tenía una filosofía propia, una
+doctrina determinada, una colección de principios que le servían de
+pauta y de norma para su conducta.
+
+Réstame decir que este héroe, que pongo en campaña, era de mediana
+estatura, airoso, fuerte y ágil. Tiraba al florete como pocos, y con una
+pistola en la mano casi nadie se le adelantaba. Gran jinete y buen
+cazador, jamás había presumido de torero. A lo que sí tuvo afición,
+durante dos o tres años de su juventud más temprana, fué a imitar a
+Leotard, y con tan buen éxito, que volaba por los aires, en los
+combinados trapecios, como si fuera brujo. No lo era, sin embargo, sino
+un lindo muchacho, moreno, con hermosos ojos, pelinegro y de retorcidos
+bigotes y bien peinada y reluciente barba.
+
+Después de haber disertado contra las colas refirió una serie de
+anécdotas ocurridas a él o a algún conocido suyo, en las tierras
+extrañas de donde venía. Algunas de estas anécdotas eran de caza o de
+equitación; las más fueron de amores, hallando medio de divulgar sus
+triunfos y conquistas, que aparentaron creer o creyeron sus
+interlocutores, o mejor dicho, su auditorio, pues el Conde era de
+aquellos que, si bien hablan primorosamente, fatigan y ofenden a los
+menos sufridos, monopolizando el uso de la palabra y no consintiendo,
+como vulgarmente se dice, que nadie meta baza o cucharada sino ellos.
+
+A pesar de este monopolio no se ha de negar que el Conde era divertido
+en su conversación. Hablando, encantaba o deslumbraba. Narraba como
+pocos, y con tal arte, que él mismo se creía la historia, aunque fuese
+mentira, y el auditorio solía creérsela también. Se diría que la
+imaginación y la memoria eran en el Conde una sola y única facultad del
+alma.
+
+Era petulante, pero con petulancia graciosa, jovial y dulce, que a nadie
+ofendía. Sus finos modales y su simpática figura contribuían mucho a
+producir tan buen efecto.
+
+Aquella noche le había dado por denigrarlo todo. Recordando a las
+princesas rusas, a las ladies inglesas, a las condesas alemanas, a las
+francesas del Faubourg Saint-Germain, y hasta a las griegas fanariotas,
+que había tratado con la mayor intimidad, iba sosteniendo que no valían
+un bledo todas las mujeres que se paseaban en aquel momento en los
+jardines.
+
+«Apenas--decía--si de toda esta desdichada muchedumbre se podrá
+entresacar media docena que merezca una declaración de amor.»
+
+Los amigos impugnaban tan cruel censura, y el Conde, para defenderse,
+sostenía su opinión con gracia y desenfado.
+
+Conforme iba así disputando y paseando, advirtió de pronto que delante
+de él paseaban dos mujeres, pequeñitas ambas, esbeltas, jóvenes al
+parecer, aunque sólo de espaldas las veía, y que algo habían oído y
+seguían oyendo de su diatriba y de la disputa, porque de vez en cuando
+cuchicheaban y se reían, como si hicieran comentarios a la conversación
+de los que venían detrás.
+
+No había visto el Conde la cara de ninguna de aquellas dos mujeres. El
+traje de ellas nada tenía de notable para ojos vulgares y profanos. La
+una vestía de ligera seda negra y la otra un traje obscuro de pobre
+percal; las dos iban de mantilla. Había, no obstante, tal pulcritud y
+aseo en todo el ser y hasta en el ambiente que circundaba y envolvía a
+aquellas mujeres, que, sin atinar con la explicación, el Conde creyó
+sentir como una corriente magnética, y se dió a imaginar que aquellas
+dos mujeres iban impugnando su aserto, y que cualquiera de ellas se
+consideraba, con sobrada razón, un argumento vivo, fortísimo e
+irresistible, contra sus fatuas afirmaciones.
+
+Advirtió el Conde además que ambas tenían bonito cuerpo y movimientos
+airosos sin afectación, y que llevaban la falda bastante recogida para
+que no se manchase o empolvase torpemente en la arena y para que se
+pudiesen columbrar de vez en cuando sus pies menudos, afilados, altos de
+torso y calzados con esmero de graciosos botincillos.
+
+El deseo de verles la cara se hizo sentir en seguida en el ánimo del
+Conde; pero ellas, quizá sospechando aquel deseo, no volvían la cara,
+puede que a fin de contrariarle y de hacerle más vivo.
+
+El Conde tuvo que caminar más de prisa y pasar delante de ellas para
+mirarlas. Entonces vió con grato asombro que ambas eran lindísimas. En
+el rostro iban declarando que eran hermanas. Se parecían con ese
+parecido que llamamos aire de familia, y eran, con todo, muy diferentes.
+La mayor de edad y menor de estatura, la del traje de seda, era
+trigueña, con ojos y pelo negros, labios colorados como una guinda y
+blanquísimos dientes, que mostraba riendo. La menor, la del vestido de
+percal, era más alta; parecía tener cuatro o cinco años menos que la
+otra, diez y ocho a lo más; era blanca y rubia, y con ojos azules, y
+propiamente semejaba un ángel. No reía tanto como la mayor, y se
+mostraba más seria y menos desenvuelta. Tenía singular expresión de
+dulzura, serenidad y apacible contentamiento.
+
+Bien conoció el Conde que las para él desconocidas, ni eran de lo que
+llaman _la sociedad_, ni podían tampoco colocarse en ninguno de los
+grados de la jerarquía del _heterismo_.
+
+Su mirada penetrante y experimentada conoció en seguida que eran ambas
+de la clase media, o pobres, o muy modestas; que la morena debía de
+estar casada y que era soltera la rubia. Vió que nadie las acompañaba, y
+creyó notar que estaban apuradas y como arrepentidas de haber venido
+solas y que, si por un lado les lisonjeaba el amor propio haber llamado
+la atención de tan desdeñoso galán, por otro andaban recelosas, casi
+consternadas de aquel pequeño triunfo.
+
+Entre los amigos del Conde los había que se jactaban de conocer a todo
+Madrid, alto, bajo y mediano, con tal que perteneciesen las personas al
+sexo femenino. El Conde les preguntó quiénes eran aquellas muchachas.
+Todos las miraron, y todos dijeron que no las conocían.
+
+--Serán forasteras--añadió uno.
+
+--Serán recién llegadas a Madrid--dijo otro.
+
+--Deben de ser o malagueñas o sevillanas--exclamó un tercero.
+
+--Sevillanas son--repuso el Conde--. No me cabe la menor duda.
+
+Entonces hizo un pomposo elogio de las sevillanas en general con claras
+alusiones a las dos que iban delante y que por tales tenía, y habló en
+voz mucho más alta que la que había empleado en la diatriba, a fin de
+que le oyesen ellas y sirviese su discurso como función de desagravios.
+
+Pero las damas parecían temer los encomios y no las sátiras. No bien se
+oyeron encomiar apretaron el paso, y aprovechando un momento de
+confusión y bullicio, trataron de escabullirse.
+
+El Conde tenía fija la vista en ellas. Siguió aquel movimiento; vió que
+se iban del jardín, y aprovechándose él también del bullicio, se separó
+de sus amigos, como si por acaso los perdiese, y tomó la misma calle de
+árboles por donde vió que las dos jóvenes se habían precipitado buscando
+la puerta del jardín.
+
+Ridículo le parecía que hombre tan corrido como él corriese entonces
+desalado en pos de dos pobres chicas. No se juzgó conde aristocrático y
+soberbio, sino estudiantillo novato o alférez recién salido de la
+escuela. Mas, a pesar de sus juiciosas reflexiones, el Conde fué en pos
+de aquellas mujeres, y hasta formó el propósito de hablarles en cuanto
+saliesen del jardín, a fin de que, en el caso de un sofión, que harto le
+merecía por su vulgar mala crianza, no le viesen sujetos que lo pudieran
+contar.
+
+Al salir del jardín vió el Conde a su lacayo, que iba a llamar al
+cochero para que se acercase con la victoria.
+
+--¡Ramón!--dijo el Conde--. Id a aguardarme a la puerta del Veloz-Club.
+
+A poco la victoria partió.
+
+El Conde siguió a pie a las dos mujeres.
+
+Dos o tres veces se acercó a ellas y quiso hablarlas. Las miró, se
+encaró con ellas, casi las detuvo; pero hallaba tan feo, tan plebeyo,
+tan de mala educación, abusar así de que iban solas dos mujeres, y
+perseguirlas y querer hablar con ellas, que se contuvo y no les habló.
+
+En medio de estas vacilaciones, las dos mujeres vieron pasar un coche
+vacío. Se apoderaron de él rápidamente, dieron la dirección al cochero,
+le pagaron adelantado y doble para que picase, y salieron como
+escapadas, subiendo por la calle de Alcalá y entrando luego por la del
+Turco.
+
+El Conde quiso seguirlas, pero su coche había ido a parar al Veloz, y
+coches de alquiler no parecían.
+
+Quedóse, pues, nuestro héroe parado como un bobo a la altura de la
+fuente de la Cibeles y burlándose de sí propio por la serie de tonterías
+y chiquilladas que acababa de hacer.
+
+¿Quién sabe si serían algunas costurerillas, algunas profesoras de
+primera enseñanza que habían venido a oposiciones, o algo no menos
+_cursi_, aquellas dos que le habían hecho hacer lo que no hizo jamás ni
+por reinas y emperatrices?
+
+
+
+
+III
+
+
+El Conde de Alhedín se guardó muy bien de contar en el Veloz-Club su
+conato frustrado de persecución y el desdén con que le habían tratado
+las dos desconocidas.
+
+«Ya volverán a los Jardines del Buen Retiro--decía para sí--; ya las
+encontraré por ahí mañana o pasado. Ellas volverán. No despertemos la
+codicia de los amigos con desmedidas alabanzas. Dios sabe cuántos se
+empeñarían en la conquista, y me serían estorbo, aunque no me vencieran.
+Yo no estoy enamorado de ninguna de las dos. Jamás he creído en pasiones
+repentinas. Pero mi curiosidad es extraordinaria. Cada una por su estilo
+es hermosa y está llena de no aprendida elegancia. No sé por cuál
+decidirme, si por la rubia o por la morena. Esta misma indecisión
+aumenta mi deseo de volver a verlas. Lo que observe en la nueva vista me
+decidirá o por la una o por la otra. Verdad es que en esta predilección
+sólo entra por algo el tiempo. Quiero pasar mi tiempo con ambas; pero
+es menester empezar por hacerme querer de una. Si no fuesen hermanas, si
+no anduviesen juntas, bien podría yo acometer a la vez las dos
+conquistas; pero estando como están, conviene ir por su orden.»
+
+Este soliloquio, hecho y repetido de mil formas, aunque en substancia el
+mismo siempre, ocupó el pensamiento del Conde por espacio de dos días y
+dos noches.
+
+Hallábanle distraído sus compañeros. El se disculpaba, sin declarar el
+verdadero motivo de su distracción.
+
+Entre tanto, ni en las calles, ni en los Jardines de noche, ni en parte
+alguna, volvió el Conde a ver a las dos beldades, por más que las
+buscaba. Y eso que tenía vista de lince y siempre iba con cuidado para
+que si pasaban cerca de él no se le escapasen.
+
+El Conde se creía dotado de prodigiosa sagacidad para averiguar
+misterios; para conocer las calidades de las personas sólo por la pista
+o el rastro. Se juzgaba tan curtido y experto en lo que atañe a la
+sociedad humana, como los antiguos sabios solitarios del Oriente se dice
+que lo eran en lo que depende de la madre naturaleza. Zadig había
+comprendido y descrito todas las condiciones y circunstancias del
+caballo del Rey y de la perrita de la Reina con sólo ver sus huellas
+estampadas en el suelo. El Conde, en su arte, no era menos que Zadig, y
+daba por seguro que él sabría decir quiénes eran las dos desconocidas
+por el mero hecho de haberlas visto un instante; pero no quería
+reflexionar, no quería interrogarse sobre este punto. Otra vanidad mayor
+que la vanidad de ser tan experto se lo impedía. La vanidad de creerse
+sobrado interesante para que aquellas mujeres, que le habían visto y que
+habían notado su persecución, volviesen al cabo a buscarle, o
+arrepentidas del desvío primero, o no arrepentidas, sino siguiendo en
+los mismos propósitos, ya que la fuga, según el Conde, había estado muy
+en su lugar, so pena de haberse humillado ellas a pasar por harto
+fáciles y livianas, prestándose desde el primer momento a dejarse
+acompañar por quien no conocían ni de nombre, sólo porque habían
+reparado, sin duda, que era rico, titulado y tenía coche.
+
+El Condesito no quiso, pues, molestarse ni con el pensamiento en buscar
+a sus dos beldades, porque estaba casi seguro de que ellas volverían a
+buscarle.
+
+Como no volvieron ni la siguiente noche ni la noche después, el
+Condesito se sintió picado y hasta ofendido.
+
+En su fatuidad forjó aún varias hipótesis para explicarse, como
+involuntaria y muy a pesar de las desconocidas, su ausencia de los
+Jardines.
+
+«¿Quién sabe?--pensaba el Conde--. Quizá el marido no las deje salir.
+Quizá tenga la casada algún chiquillo con sarampión.»
+
+En fin, todo lo suponía por no suponer que por su libérrima voluntad
+dejaban de acudir las muchachas a una cita que, implícita, pero
+claramente, él, tan guapo, tan distinguido, tan ilustre, tan rico y tan
+seductor, les había dado para los Jardines, no pudiendo entenderse ni
+ponerse desde luego en relaciones con ellas por no faltar a los respetos
+y consideraciones sociales.
+
+Con tan consoladores discursos el Conde dominó a duras penas su
+impaciencia; acudió otras dos noches más a los Jardines, y tampoco vió a
+las damas.
+
+Ya entonces resolvió emplear su sagacidad y su actividad para buscarlas.
+
+«Si huyen, si se ocultan--dijo--, es porque me temen. Yo las buscaré. Yo
+las encontraré.»
+
+Justificado así el trabajo que en discurrir iba a tomarse, el Condesito
+discurrió lo que en resumen vamos a exponer.
+
+Las desconocidas eran sevillanas. No podían ser malagueñas, como
+presumió aquel ignorante. Confundir a una sevillana con una malagueña es
+un error tan craso en un galanteador andaluz, que debe saber de mujeres,
+como en un cazador confundir una codorniz con una tórtola. Era también
+evidente que una era casada; entre otras razones, porque, de ser
+solteras ambas, no irían solas. La casada era la morena. En esto tampoco
+cabía duda. Se conocía en tener más edad y en otros indicios que, juntos
+todos, llegaban a la más completa certidumbre. ¿Con quién estaba casada
+la morena? Ambas eran forasteras: recién llegadas a Madrid, ya que nadie
+las conocía. No era probable que hubiesen venido a Madrid a divertirse,
+porque entonces el marido, labrador, hacendado, mercader o algo así, de
+alguna población de Andalucía o de Sevilla misma, las hubiera
+acompañado, y él también se divertiría y curiosearía. El marido debía
+ser un hombre ocupado. ¿Y qué ocupación podía tener el marido en Madrid,
+sino la de un empleo del Gobierno? El Conde decidió, pues, que el marido
+era un empleado. Calculó, por último, por el aire algo misterioso que
+tenían las desconocidas, por cierta inquietud que había creído notar en
+ellas, que la noche que estuvieron en los Jardines habían venido sin
+previa licencia del marido, improvisando aquella excursión en un momento
+en que él faltaba de casa, salva la prudente lealtad de decírselo luego
+para que aprobase y legitimase el hecho consumado. Si toda esta
+suposición era exacta, el marido trabajaba a veces de noche, lejos del
+hogar doméstico. De noche se trabaja en muchas oficinas; pero en ninguna
+son tan frecuentes las largas veladas como en Gobernación o en Hacienda.
+El marido estaba, por lo tanto, empleado en uno de estos dos
+Ministerios.
+
+Descubierto ya el enigma hasta dicho punto, faltaba saber el nombre del
+marido y dónde vivía; pero esto era muy fácil.
+
+Antes de proceder a las convenientes investigaciones, ya que el nombre
+de una persona y el número y calle de una casa no pueden adivinarse por
+mero discurso, aunque se tenga un entendimiento agudísimo, el Conde,
+aficionado a ejercitar el suyo, pensó también lo que sigue.
+
+La sociedad elegante es más fácil, más abierta en Madrid que en ninguna
+otra capital de Europa, hasta para las mujeres. Aquí no se le pregunta a
+nadie, antes de dejarle entrar, si es más o menos noble de nacimiento,
+más o menos rico. La dama más encopetada no desdeña por amiga, ni se
+avergüenza de ir acompañada de las hijas o de la mujer de un empleadillo
+cualquiera, con tal de que por sus modales y facha no sean
+impresentables. La pobreza del vestido se perdona también, como no se
+haga notar por presumida extravagancia o por abominable mal gusto. No
+hay señora principal ni semi-principal que no acoja bien a la más
+modesta provinciana, que conoció en el campo o en algunos baños o en
+alguna ciudad de provincia, y que no la llame prima y la trate como a
+pariente, si por acaso lo es.
+
+«En Madrid--pensaba el Conde--falta ahora mucha gente por el verano,
+pero Madrid no se ha quedado desierto. Mis niñas--que así las llamaba
+ya--son un primor de bonitas: son natural e ingénitamente distinguidas.
+¿Cómo es que no tienen amigas o parientes entre las personas que yo
+trato? ¿Cómo es que, habiendo en Madrid tanta gente de Sevilla, o que ha
+estado en Sevilla, mis niñas no conocen a nadie? En ninguna casa las he
+visto. ¿Por qué viven tan aisladas? En la misma Sevilla han de haber
+vivido en el mayor aislamiento.»
+
+De aquí infería el Conde que sus desconocidas, aunque sevillanas, habían
+vivido lejos del mundo, o por carácter tímido, o por excesiva pobreza, o
+por extravagancia del marido.
+
+Pasando luego del pensamiento a la acción, abandonando el método
+especulativo y apelando al estudio y averiguación de los hechos, el
+Conde, que tenía en todas partes buenas relaciones, fué al jefe del
+personal del Ministerio de Hacienda y le preguntó por los nombres de los
+más recientes empleados que en todas aquellas dependencias había. La
+lista era larga, porque no hacía mucho tiempo que había habido cambios,
+renovación y trasiego de empleados; pero no faltaba un oficial en el
+personal que tuviese algunas noticias biográficas de todos los nuevos.
+
+«Don Anacleto Pérez», decía, por ejemplo, la lista.--¿De dónde ha venido
+éste?--preguntaba el Conde.--De la Coruña--contestaba el oficial.--¿Es
+casado?--Es soltero.--Pues adelante--replicaba el Conde.
+
+Así fué el oficial indicando varios nombres, hasta que dijo:--Don
+Braulio González.--¿De dónde ha venido?--preguntó el Conde.--De
+Sevilla--contestó el oficial.--¿Es casado?--volvió a preguntar el
+Conde.--Es más que casado--dijo el oficial--: podemos calificarle de
+bígamo, porque, a más de su mujer, que es muy guapa, tiene consigo a su
+cuñada, más guapa aún, si cabe, y rubia como unas candelas.--Ese es el
+que yo busco--dijo el Conde. Luego recomendó de nuevo, pues ya antes lo
+había hecho al jefe del personal, el sigilo respecto a su investigación.
+
+Por el oficial supo el Conde asimismo que don Braulio no hacía más que
+un mes que estaba en Madrid; que disfrutaba un sueldo de 3.000 pesetas,
+menos el descuento; que tenía fama de excelente empleado; que la iba
+justificando con trabajos que el mismo Ministro le encomendaba; que era
+un hombre de cuarenta y cinco a cincuenta años de edad, aunque parecía
+más viejo, porque estaba bastante calvo y muy achacoso; que sólo llevaba
+tres años de matrimonio; que no tenía hijos; que su mujer, doña Beatriz,
+y la hermana de su mujer, llamada Inesita, eran de un lugar de la
+provincia de Córdoba, donde él había estado de Administrador de Rentas;
+que poco después de la boda le habían trasladado a Sevilla con ascenso;
+que en Sevilla él y su familia habían vivido muy apartados del trato de
+las gentes; que ahora vivían en la calle del Olivo, en el piso tercero
+de una casa cuyo número también le dió, y que eran todos tan hurones,
+que apenas se trataban en Madrid con alma viviente.
+
+Enterado el Conde de todo, volvió a sus meditaciones y cálculos. Había
+dado el primer paso; pero era menester dar el segundo. Sabía ya con
+quién tenía que habérselas; pero esto de nada servía si no lograba con
+tino ponerse en comunicación con don Braulio y su familia.
+
+El Conde distaba infinito de ser un atolondrado. Si bien no le arredraba
+ningún peligro; si bien no le dolía tener que aventurar la piel, temía
+siempre dar un golpe en vago, hacer alguna cosa que pudiera ponerle en
+situación desairada y ridícula. De esto tenía más miedo, no ya que de
+una espada desnuda, sino que de quince ametralladoras que fuesen a
+dispararse contra él.
+
+Dada esta su natural condición, las dificultades no eran pequeñas.
+
+¿Cómo hacerse presentar en una casa donde nadie de su clase, y quizá
+nadie tampoco de otra clase cualquiera, entraba de visita? ¿Qué pretexto
+alegar para encajarse de patitas en la morada de aquella pobre gente?
+
+La presentación es el medio más correcto de conocer y tratar a las
+personas; pero el Conde no se sentía con la desvergüenza suficiente para
+ser allí presentado.
+
+¿Escribiría un billete amoroso a fin de entrar en relaciones?
+
+Sobre cartas de este género, su uso, utilidad, inconvenientes y
+ventajas, el Conde, que, según hemos dicho ya, era muy circunspecto y
+arreglado, tenía formuladas sus leyes y hechas sus consideraciones, a
+las que procuraba ajustar siempre su conducta.
+
+Escribir de amor a las mujeres le parecía un excelente recurso. Casi
+todas dan más solemnidad e importancia a lo que se les escribe que a lo
+que se les habla. Muchas cosas, de que se ofenden o sonrojan si las
+oyen, las pesan y las meditan, y se deleitan en ellas con amorosa
+delectación cuando las leen. Si contestan de palabra a un galán que de
+palabra las pretende, les es fácil esquivar las cuestiones graves,
+tomándolo todo a risa. Lo escrito infunde o impone, por el contrario,
+casi inevitable seriedad. Contestar de palabra, dejar entrever de
+palabra algún átomo, rayo o vislumbre de esperanza, apenas compromete.
+La palabra es vaga, punto menos que espiritual; pasa por el aire y
+penetra en el oído sin dejar el menor rastro. Hasta en la memoria se
+borra y queda confusa. Tal vez su mayor valer, su más substancial
+significado no está en ella misma, sino en el acento con que se
+pronunció, en el gesto fugitivo de que fué acompañada, en el mirar suave
+y rápido, en un relámpago instantáneo de los ojos, cuando la palabra
+brotó de los labios.
+
+En lo escrito no hay nada de esto. En lo escrito, ni el gesto, ni la
+mirada, ni la voz pueden modificar palabra alguna y darle un valor
+momentáneo que en sí no tenga. Aunque no sea mas que por esto, escribir
+es comprometidísimo para las mujeres. La manía de escribir es, con todo,
+epidémica en el día, y, como son raras las mujeres que escriben para el
+público, cuando presumen de discretas o lo son y alguien les escribe,
+sienten las más un invencible prurito de contestar, aunque sólo sea para
+lucirse. Una vez puestas en este resbaladero es muy factible que se
+deslicen. El mismo sujeto a quien contestan se magnifica y hermosea en
+la imaginación, por poco que en realidad se le estime, gracias a que no
+se halla presente. El temor del peligro es mayor escribiendo que
+hablando; pero también el rubor, la timidez, el recato ceden a veces con
+más facilidad estando a solas y cara a cara con el papel que cara a cara
+con un hombre, y quizá rodeada la mujer de personas curiosas y que se
+supone que serán maldicientes. Así escriben muchas; sueltan prendas que
+permanecen, y se ven al cabo comprometidas. Si hubiera estadística de
+los enredos amorosos, tal vez más de la mitad de ellos se vería que
+habían nacido del prurito de escribir que tienen las mujeres.
+
+Todo esto lo sabía y pensaba el Conde; pero pensaba asimismo que un
+hombre prudente y discreto, que no quiere hacer una cadetada, se
+compromete en cierto modo y se expone a burlas, risas y desaires si se
+adelanta a escribir antes de que llegue cierto período; antes de que se
+presente la ocasión oportuna; antes de haber pasado por ciertos
+trámites; antes de tener, por lo menos, ciertos indicios racionales de
+que será bien recibida la primera carta. Y como ni la casada ni la
+soltera, ni con sonrisas, ni con miradas, ni recibiendo de dulce modo
+indescriptible, aunque inequívoco, las miradas y las sonrisas de él,
+habían dado motivo a que él considerase que la una o la otra, o ambas,
+estaban ya, predispuestas a recibir la carta, creía una absurda
+temeridad escribirles: lo miraba como un acto de delirio estudiantil,
+como un arrebato de hortera o de mozo de café, que en un Conde tan
+discreto, atildado y hábil como él; que en un hombre de mundo, conocido
+en todos los salones de Europa, casi no tenía perdón ni disculpa.
+
+Por lo pronto, sin embargo, no se le ocurría otra más ingeniosa manera
+de entrar en comunicación con las de don Braulio González.
+
+Pero ¿a cuál de ellas escribiría? ¿A la señora o a la señorita?
+
+Una y otra resolución estaban erizadas de gravísimos inconvenientes.
+
+Ninguna de las dos mujeres, valiéndonos de una expresión vulgar, le
+había dado pie para nada. Ni le habían excitado, ni le habían animado
+mirándole, ni le habían sonreído, ni se habían mostrado enojadas cuando
+las siguió, cuando casi las detuvo, cuando descaradamente se quedó
+mirándolas. La más glacial indiferencia había aparecido en ambas
+mujeres. Habían estado tan dignas, tan severas, tan naturales, tan sin
+espantos o alharacas de hembra vulgar que es honrada o presume de serlo,
+como si hubieran sido dos duquesas o princesas que hubieran tenido el
+capricho de salir de noche a recorrer las calles y se hubiesen visto
+perseguidas, durante algunos minutos, por un lacayo mal criado y
+bastante vano para creerse seductor.
+
+El Conde, a pesar de todo, quizá porque así fuese, quizá porque el amor
+propio le engañaba, había creído notar, en gestos imperceptibles, en el
+ademán, en algo que apenas se había podido ver y que apenas se podía
+apreciar ni evaluar sino por un entendimiento tan sutil como el suyo y
+tan perito en las aventuras amorosas, que la casada se le había mostrado
+menos indiferente y más propicia; que se adivinaba en su cara el
+contentamiento, la vanidad satisfecha de verse seguida por un joven tan
+principal y tan gallardo, y hasta que le miró una o dos veces de soslayo
+y con disimulo, con curiosa simpatía.
+
+¿Escribiría, pues, a la casada? Pero ¿qué derecho tenía para ello? ¿Qué
+le iba a decir? ¿Y si el marido era celoso y cogía la carta? ¿No se
+exponía desde el principio a imposibilitar o dificultar así grandemente
+para lo futuro el buen éxito de su aventura?
+
+El Conde desistió, por consiguiente, de escribir a la casada.
+
+La soltera le parecía más bonita y más distinguida; pero estaba
+enojadísimo contra ella. Allí sí que no se forjaba ilusiones: allí sí
+que no le cabía la menor duda. Inesita no había hecho más caso de él que
+de un perro callejero. No acertando a explicarse aquella serenidad
+olímpica, aquel suave endiosamiento, que por extraña contraposición se
+conciliaba con la humildad y la modestia, el Conde se daba a sospechar
+si Inesita sería idiota; pero recordaba sus ojos, su airoso modo de
+andar y la expresión inteligente de su hermosa cara, y tenía que
+confesarse que, o él no sabía lo que eran mujeres, o Inesita era de lo
+más discreto que había nacido de madre.
+
+¿Cómo, pues, escribir a Inesita? Esto era más difícil que escribir a
+doña Beatriz.
+
+No incurramos aquí en la necia hipocresía de suponer, cuando se escribe
+una historia, que la sociedad tiene una moral muy superior a la que
+realmente tiene. Digamos las cosas como son.
+
+Es singular, es poco lógico, es absurdo, pero ocurre lo siguiente. Está
+tan en los usos y costumbres que cualquier caballero diga su atrevido
+pensamiento a una mujer casada, que ésta se ofenderá rara vez. Por
+virtuosa que sea, se limitará a rechazar o a desengañar con dulzura al
+pretendiente. No se dará por ofendida, cuando en realidad le han
+propuesto la infracción de una ley moral, civil y religiosa, su deshonra
+y la de su casa, y tal vez la vileza de un hurto de bienes materiales,
+si llega a tener un hijo. En cambio, apenas habrá soltera, como no esté
+completamente perdida, que no se considere injuriada si le piden amor
+sin presuponer matrimonio de un modo explícito o implícito; y, en
+realidad, la falta a que entonces se induciría a la soltera sería mucho
+menor que la que se pretendía de la casada. La soltera, libre, no
+engañaría a su marido, no faltaría a ninguna promesa, no se expondría a
+dar a nadie por heredero legítimo a aquel que no debiese serlo.
+
+Esto es exacto. No hay argumento que pueda valer en contra. Y con todo,
+apenas habrá seductor, por brutal, irreverente y desaforado que sea, que
+ose pretender a una soltera, sin proponer _la buena fin_: y apenas hay
+Tenorio, por enclenque, canijo y fehuelo que Dios o el diablo le hayan
+hecho, que no tiente el vado, se declare con desenfadada audacia y se
+atreva a pretenderlo todo de una mujer casada.
+
+Nuestro héroe, sin meterse en filosofar sobre lo dicho, lo tenía más que
+sabido. Así es que, por esta consideración, aunque no atendiese a otras,
+hallaba más difícil escribir a Inesita que a doña Beatriz. Escribir a
+doña Beatriz, como casada, el uso, la práctica, la jurisprudencia
+establecida, lo consentía sin que pasase por injuria. Escribir a
+Inesita, en cambio, no podía ser sin menospreciarla y vejarla
+cruelmente, como el Conde no dijera o diese lugar a que se
+sobreentendiera que aspiraba a casarse con ella.
+
+Ahora bien; el Conde ni estaba enamorado, ni pensaba en casarse con
+nadie, ni mucho menos con Inesita: sólo aspiraba a pasar el rato; pero
+el Conde tenía también su moral, y no había rato, por bueno que fuese,
+que mereciera que él se rebajase hasta mentir y engañar a una pobre
+chica, haciéndola creer que podría casarse con ella.
+
+Así, pues, el Conde desistió de escribir a doña Beatriz por razones de
+prudencia y estrategia amatoria, y desistió de escribir a Inesita por
+más delicadas consideraciones. Mas no por eso desistió de conocerlas y
+tratarlas a las dos. Dejémosle cavilando y discurriendo el medio más
+atinado de lograrlo, y adelantémonos nosotros, penetrando invisibles en
+casa de nuestras heroínas y conociéndolas antes que el Conde.
+
+
+
+
+IV
+
+
+El crítico más hábil y atinado, quizá, entre cuantos hay en España me ha
+hecho ya dos o tres veces, al juzgar otras novelas mías, un favor y un
+disfavor que no creo merecer; pero si los merezco, esta vez, lejos de
+enmendarme, incurro más de lleno que nunca en su censura, que por otra
+parte me lisonjea. Supone el crítico que mis personajes todos son yo,
+con lo cual hace de mí un Proteo, pues harto diversos caracteres he
+retratado; y supone además que todos hablan, como yo en igual situación
+hablaría, con erudición, discretas sutilezas y espíritu filosófico
+impropios de su condición humilde y hasta de su sexo, ya que a menudo
+_mis mujeres se pasan de listas_.
+
+En la presente historia, donde, según el título lo indica, los más
+importantes personajes, cada uno por su estilo, van a pasarse de listos,
+pecaré, sin poderlo remediar, contra lo que el crítico quiere. La culpa,
+si la hay, porque me resisto a declararme culpado, está en la elección
+del asunto. Ya elegido, no tengo más recurso que hacer a mis héroes,
+conservando a cada uno su índole, sus pasiones y su singular fisonomía,
+todo lo más discretos, sutiles y listos que yo sepa y pueda, porque tal
+ha de ser el defecto mayor de todos ellos, y sobre todos ellos, del
+protagonista de la historia.
+
+Hago aquí esta declaración para que doña Beatriz, a quien pronto oirán
+hablar mis lectores, no los coja desprevenidos. Doña Beatriz era
+listísima.
+
+No recuerdo en qué libro, tratado o epístola del Antiguo o del Nuevo
+Testamento, se dice que _el espíritu sopla donde quiere_: sentencia con
+la cual basta y sobra para justificar la verosimilitud de que el
+espíritu, ora sea divino, ora sea diabólico, hubiese soplado y penetrado
+en el ser de una muchacha de veintidós años, que no tenía más doña
+Beatriz, nacida y criada en un lugar de la provincia de Córdoba. Hay
+también otra sentencia macarrónica, llena de verdad, que reza de este
+modo: _Quod natura non dat, Salamanca non proestad_, de la cual puede
+inferirse, según buena lógica, que la madre naturaleza no ha menester de
+Salamanca, o dígase de hondos estudios y largo trato de mundo, para
+hacer muy sutiles y entendidos a aquellos a quienes gusta de favorecer,
+aun cuando sean mujeres, y mujeres de lugar.
+
+En este número se contaba doña Beatriz, la cual, sobre su innato
+despejo, si bien no había cursado en ninguna universidad, tenía cierto
+saber adquirido en la conversación frecuente de su marido don Braulio,
+quien gozaba fama de sujeto muy ilustrado, aunque sólo tuviese 3.000
+pesetas anuales de sueldo.
+
+Doña Beatriz e Inesita, huérfanas de padre y madre desde la niñez,
+habían estado bajo la tutela y criadas en casa del cura del pueblo. No
+eran enteramente pobres. Tenían algunas finquillas, que venían a
+producir, bien administradas, unos 4.000 reales de renta para cada una.
+Con esto era difícil que en el pueblo, a no infundir una violenta
+pasión, se casase ninguna de ellas con los hidalgos o señores ricos; y
+como ambas eran muchachas finas, señoritas verdaderas, no era probable
+que se hubieran querido casar con ningún arriero palurdo o con ningún
+labrador rústico e ignorante.
+
+El padre cura receló, aunque tarde, que había educado a sus pupilas mal
+de puro bien, y que, de resultas de su esmerada educación, iban a
+quedarse para vestir imágenes. Por fortuna no sucedió así. El
+Administrador de Rentas, don Braulio, trató a doña Beatriz, y la halló
+tan bonita y discreta que se enamoró de ella. Ella pensó haber hallado
+en don Braulio un hombre que, aunque viejo, podía enamorar por su
+talento y por otras nobles prendas del alma, y enamorados, o persuadidos
+de que lo estaban, se casaron, después de un noviazgo corto.
+
+El cura tutor, que era muy anciano, murió pocos meses después de este
+casamiento.
+
+Nada absolutamente dejó a sus pupilas.
+
+De una hermana suya, viuda, tenía el cura un sobrino, de edad de
+veintiocho años, llamado Paco Ramírez. Este fué el universal heredero de
+su tío, consistiendo el activo de la herencia en la casa con los muebles
+y libros, que valdría todo 40.000 reales, y el pasivo en varias deudas,
+que pasaban, también en reales, de 30.000.
+
+Paco Ramírez era un mozo muy guapo, y tan morigerado, económico, activo
+y fecundo en recursos, que con 50.000 reales que su padre le había
+dejado en dinero, empleando en cebada y en trigo, comprando mosto barato
+en tiempo de vendimia, haciéndole vino potable en unas cuantas pipas que
+tenía, vendiéndole luego por cargas a los arrieros, y, en suma,
+trapicheando de otras mil maneras, si bien todas lícitas, no sólo
+mantenía con holgura a su madre, sino que se vestía él hasta con majeza
+y elegancia, al uso del pueblo, e iba, poco a poco, aumentando el
+capital.
+
+Muchas veces había pensado el cura en que su sobrino podría ser un buen
+marido para cualquiera de sus dos pupilas; pero, como no era un buen
+partido, calló el cura su pensamiento y propósito, y jamás hizo nada por
+realizarle.
+
+Paco, Beatriz e Inesita se querían como hermanos. Paco, que tenía seis
+años más que la mayor de ellas, y diez más que la segunda, lo cual en la
+primera edad parece enorme diferencia, les tenía un cariño que él
+calificaba de paternal. Ellas eran hijas del caballero más ilustre del
+pueblo, por más que hubiesen venido a tanta pobreza, y él, plebeyo, y
+archiplebeyo por todos cuatro costados, y con menos bienes de fortuna
+que las pupilas de su tío, ¿cómo había de atreverse ni siquiera a
+imaginar que podría casarse con ninguna de las dos?
+
+Así las cosas, se casó don Braulio con doña Beatriz, y a poco, como ya
+hemos dicho, murió el cura, que era excelente sujeto.
+
+Inesita, según era natural, se fue a vivir con su hermana y cuñado; los
+siguió a Sevilla, y después los siguió a esta alegre capital de las
+Españas.
+
+Desde que salieron del lugar dejaron encomendada a Paco la
+administración de los bienes que en él tenían, con la seguridad de que
+nadie había de administrarlos mejor. Paco, en efecto, respondió a
+aquella confianza. Así es que en la época en que comienza nuestra
+historia, cuando aparecen en el Buen Retiro nuestras dos heroínas,
+tenían entre ambas algo más de 8.000 reales al año, que juntos a los
+12.000 mal contados de don Braulio, sumaban una taleguita anual muy
+corrida y larga de talle.
+
+Aunque hacían vida retirada, como todo está caro, y se trataban bien, y
+se vestían con cierto lujo para su clase, renta y sueldo se consumían
+completamente, y gracias si no se hallaban a veces en apuros.
+
+Para salir de ellos, vivir con esplendidez y elevarse a mayor posición
+en la jerarquía social, se presentaban dos caminos, iluminados por la
+esperanza, a la aguda consideración de doña Beatriz, la cual cavilaba
+mucho sobre estas cosas desde que había salido del lugar, ya casada.
+
+Doña Beatriz tenía el concepto más elevado de la inteligencia y del
+saber de su marido. Atribuía su poco éxito en el mundo a descuido,
+desprecio o desdén que don Braulio tenía de todo lo práctico, a cierta
+falta de estímulo que notaba en su alma, y se inclinaba a creer que si
+ella estimulaba y aguijoneaba el alma de su marido, apartándola de vagos
+ensueños y de teóricas distracciones, que a nada conducían, aun era
+posible que le viese de Ministro de Hacienda, o por lo menos de Director
+de Rentas Estancadas.
+
+El otro punto, que era como cimiento o piedra angular sobre la cual
+levantaba doña Beatriz el alcázar de sus esperanzas ambiciosas, era la
+hermosura, el garbo y la distinción de su hermana Inesita.
+
+Doña Beatriz, casada ya con un hombre a quien veneraba y quería, y a
+quien era deudora de haber salido del lugar, donde se ahogaba, y de
+espaciarse por grandes ciudades, limitaba su misión para lograr el
+engrandecimiento a servir como de espuela a la reacia voluntad de su
+marido; pero en Inesita, soltera y libre y llena de atractivos, que ella
+sabría completar y hacer valer con su prudencia, veía doña Beatriz un
+filón intacto aún, un minero riquísimo de todos los bienes,
+encumbramientos y prosperidades.
+
+Importa declarar, en honor de doña Beatriz, que al trazar en su
+imaginación el proceso ascendente de uno y otro plan de ventura, ora
+valiéndose de don Braulio, ora de Inesita, jamás se le ocurría poner en
+la composición de su cuadro el menor toque pecaminoso. Nada de
+fullerías. Doña Beatriz quería jugar limpio. Don Braulio había de ser
+personaje de primera magnitud sin mancharse las uñas, e Inesita había de
+ser condesa, marquesa, y quién sabe si duquesa, sin la menor liviandad y
+con todos los requisitos eclesiásticos y civiles.
+
+El orgullo de doña Beatriz, su decoro aristocrático, que le tenía,
+aunque nacida en pobres pañales, y sus creencias cristianas, vivas y
+fervorosas como de persona educada por un sacerdote de ejemplarísima
+virtud, repugnaban todo recurso que pudiera mancillar; pero su afán de
+elevarse y de elevar a su familia le sugería, a su ver, medios decentes
+y honrados por donde lograr riqueza, dignidades y distinciones, con
+facilidad y sin desdoro ni culpa.
+
+Doña Beatriz no descubría por completo sus planes y sus esperanzas a don
+Braulio y a Inesita. Temía asustarlos y que del susto saliesen la
+contradicción y la oposición. Cauta y astuta, soñaba con atraer
+diestramente al uno y a la otra por los caminos que ella juzgaba
+conducentes al término a que aspiraba, y ya comprometidos y metidos en
+él, y cuando fuese muy difícil volver atrás, declarar ella su propósito
+y mostrarles el término, si no le veían.
+
+Con Inesita, sobre todo, que era sobrado poética e inexperta, procedía
+doña Beatriz con superior cautela y disimulo.
+
+Desde la noche que habían ido al Buen Retiro le había hablado varias
+veces del gentil caballero que las había seguido, pero sin descubrir
+jamás todo su pensamiento.
+
+Doña Beatriz, por las frases que había oído al Conde de Alhedín y a sus
+compañeros, por el coche que había visto y por algunas noticias que
+después había recogido con habilidad, sabía que el Conde era soltero,
+muy rico, muy noble, huérfano de padre, y con una madre que no tenía más
+voluntad que la suya. Ahora bien; ¿qué imposibilidad habría en que el
+Conde se enamorase resueltamente de Inesita y se casase con ella? Más
+desiguales casamientos se han visto y se ven todos los días.
+
+Con un poco de fortuna y con la rara discreción de que doña Beatriz se
+juzgaba dotada, bien podría casar a Inesita con el Conde. Inesita era,
+como ya se ha dicho, una criatura adorable. Hasta su indiferencia, hasta
+su espíritu, dormido a toda ambición, podría contribuir al triunfo. Nada
+suele perjudicar tanto a otras muchachas, en esto de atrapar un buen
+casamiento, como el afán cándido y mal encubierto de atraparle.
+
+Así, pues, doña Beatriz dejaba dormir a su hermana y no procuraba
+despertar su ambición. Aquel sueño indiferente y sublime era un arma
+poderosa de que no convenía desprenderse. Ella, sin decírselo hasta que
+llegase la ocasión oportuna, guiaría a su hermana sin sacarla del
+poético sonambulismo.
+
+Sonámbula y todo, importaba, no obstante, que Inesita por sí misma se
+moviese; y para ello doña Beatriz había ya tocado, y aun pensaba tocar,
+cualquiera otro resorte de su alma menos el de la ambición y la codicia.
+
+Con estos planes e intenciones, la noche del día en que el Conde supo en
+el Ministerio de Hacienda quiénes eran sus desconocidas, hablaban éstas
+a solas en su pobre casa, mientras aguardaban a don Braulio, que estaba
+trabajando en la Secretaría.
+
+--No te entiendo, Inesita--decía doña Beatriz, sentada en una butaca
+enfrente de su hermana--. Que yo no rabie, nada tiene de particular.
+Quiero bien a mi marido; mi deber y el fin de mi vida estriban en
+hacerle dichoso, y así nada tengo que buscar fuera de casa. Puedo vivir
+encerrada entre cuatro paredes sin desesperarme. ¿Qué voy a hacer yo, a
+qué puedo aspirar yo fuera de aquí? Pero tú, soltera, joven y tan
+bonita, es un prodigio que te resignes a este retiro y aislamiento en
+que vivimos. Braulio es muy bueno; sería un santo si fuera mejor
+cristiano; pero es un hurón y tiene sus caprichos. No quiere que
+volvamos solas a los Jardines. Y eso que ignora la persecución de aquel
+Condesito. Yo deseo llevarte a los Jardines a ver si te distraes, porque
+me pareces melancólica; pero, ¿qué le hemos de hacer? Solas no podemos
+ir con licencia de Braulio, ni menos aún a escondidas. Dios me libre de
+oponerme a lo que él ordena. Además sería fácil que lo supiese todo. No
+hay, pues, más recurso que aguardar a que Braulio quiera y pueda
+acompañarnos. Pronto acabará su tarea extraordinaria y no tendrá que ir
+de noche al Ministerio. Entre tanto no irá mañana, que es domingo.
+Mañana nos llevará. Yo lo conseguiré. ¿Te acomoda?
+
+--Yo no tengo impaciencia ninguna ni afán de divertirme--respondió
+Inesita--. Comprendo bien que Braulio no quiera que vayamos solas.
+¡Somos tan muchachas ambas!... Casi pareces tú más joven que yo. Nos
+exponemos a mil sustos... a que nos persigan... a que nos falten al
+respeto... como el libertino de la otra noche.
+
+--Tú exageras... el Conde de Alhedín no nos faltó al respeto. El pobre
+nos siguió como un tonto... tuvo sus tentaciones de hablarnos, pero al
+cabo no se atrevió, e hizo bien. Hubiera sido una botaratada
+imperdonable en persona de tantas campanillas y tan corrido. La verdad
+es que se entusiasmó demasiado para jactarse de tan hastiado, desdeñoso
+e invulnerable. Hija mía, le diste flechazo.
+
+--Hermana--replicó Inesita con la mayor sencillez y naturalidad--, no
+trates de lisonjear mi amor propio. No te creo. En todo caso fuiste tú,
+y no yo, quien flechó al Condesito: aunque, dejándonos de bromas, lo que
+debemos creer es que ni tú ni yo le flechamos. Excitamos su curiosidad
+por lo mismo que nadie nos conoce. Como es un vago, quiso seguirnos para
+pasar el tiempo. Tal vez la causa de que nos siguiese no fué para
+nosotras lisonjera, sino ofensiva; tal vez, al vernos solas y tan
+jóvenes, formó de nosotras una idea...
+
+--Es posible... quizá al principio nos juzgó mal; pero, no lo dudes,
+juicio tan aventurado y poco favorable fué pasajero. No se sigue a quien
+no se estima, como nos siguió el Conde. Aquellas vacilaciones, aquellos
+miramientos, aquella timidez en persona tan desenfadada y atrevida,
+nacen de respeto, y no de menosprecio. Además, un hombre de mundo,
+entendido como es él, no podía caer sino por un breve instante en tan
+absurda alucinación. Mírate en aquel espejo--y doña Beatriz señalaba uno
+que estaba colgado enfrente, adornando la sala--; sería menester ser un
+estúpido para no comprender quién eres tú; para pensar mal de ti al ver
+esa cara.
+
+Doña Beatriz dió en ella a su hermana una docena de sonoros besos,
+alzándose de su asiento y abrazándola.
+
+--¡Qué buena y qué loca eres!--dijo Inesita.
+
+En seguida añadió:
+
+--Vamos, quiero dar por cierto que el Conde nos siguió con entusiasmo;
+pero el entusiasmo ¿por qué había de ser yo, y no tú, quien le
+inspirase? ¿Crees tú que el Conde adivinó que estás casada?
+
+--Indudable. No pudo creer de mí otra cosa, al verme sola contigo y al
+tenernos por mujeres honradas.
+
+--Pero yo he oído decir que los libertinos persiguen más a las casadas
+que a las solteras--prosiguió Inesita con la terrible franqueza de su
+inocencia casi infantil.
+
+--No es regla general. Voy, sin embargo, a conceder que lo es. Todavía
+afirmo que no hay regla sin excepción, y que en este caso el Conde ha
+perseguido a la soltera.
+
+--¿Y por qué lo afirmas?
+
+--Porque lo he visto.
+
+--Yo no vi nada, porque no miraba.
+
+--Apruebo que no mirases. Ese recato, esa indiferencia tuya, picaron al
+Conde. Si llegas a mirarle te hubiera seguido, aunque más audaz, con
+menos empeño.
+
+--Entonces tú, que le miraste, ya que observaste tantas cosas, ¿cómo no
+le hiciste formar ruín concepto de ti?
+
+--Porque las casadas, cuando no somos muy tontas, usamos diversos
+estilos de mirar, y yo le miré como debía.
+
+Inesita abrió los ojos y la boca, como espantada, al oír que había
+diversos estilos de mirar.
+
+Doña Beatriz, sin desistir de su idea de que el candor de su hermana le
+daba más precio, empezó a reflexionar que, si este candor rayaba en
+ceguera, podía perjudicar a sus planes. Algo le pareció que convenía ya,
+cuando no desatar la venda, aflojarla un poquito. Era tiempo de iniciar
+a Inesita en los más sencillos misterios de este pícaro mundo. Movida
+por este pensamiento, añadió doña Beatriz:
+
+--Sí, hija mía, hay diversos estilos de mirar.
+
+--Está bien, hermana, ya me lo explico--contestó Inesita--. Aunque soy
+bastante boba e ignorante de todo, porque en el pueblo me he pasado la
+vida cosiendo, jugando a las muñecas, cuidando a nuestro anciano tutor y
+arreglando el altarito donde estaba San Antonio con el Niño Dios en los
+brazos, mientras que tú leías, estudiabas y conversabas, todavía se me
+alcanza que se mira de distintos modos: por ejemplo, con afecto y con
+indiferencia.
+
+--Así es.
+
+--Lo que no comprendo es por qué las casadas saben de eso, y no saben de
+eso las solteras.
+
+--Porque las solteras no deben saberlo; porque si lo saben, deben
+aparentar que lo ignoran, y porque pierden mucho si miran con arte, a no
+ser tan maravilloso el arte con que miren, que ni el más ladino le note.
+
+--Y dime, hermana, ¿no pudiera ser que, sin reflexionarlo, y en virtud
+de ese instinto, más inspirado y menos falible que la reflexión, mirase
+a veces una soltera boba tan bien o mejor que las más hábiles casadas?
+
+--Todo es posible. El ingenio lo puede todo. Voy, no obstante, a
+indicarte los tres principales escollos en que puedes tropezar si te
+pones a mirar a los hombres. Primer escollo: que se te vayan los ojos
+tras de aquel a quien mires, lo cual es rendirte, entregarte como atada
+de pies y manos, hacer que se entibie el amor si ya le inspiras, o que
+burlen y profanen y escarnezcan tu amor si no te corresponden. Segundo
+escollo: que por timidez o desconfianza mires como asombrada y arisca,
+exponiéndote a pasar por boba o por sosa no siéndolo. Y tercer escollo:
+que, poseedora de la ciencia del mirar y de las otras ciencias que la
+del mirar presupone, no atines a disimular y velar esta sabiduría, y te
+acusen y zahieran de lagarta, de licurga, de desenvuelta y libre, y de
+harto sabida para soltera.
+
+--Me parece, Beatriz, que para evitar esos escollos lo mejor es dejarse
+llevar del impulso.
+
+--¡Ay, hija mía! No hay frase más vacía de sentido. Según Braulio, que
+lee muchos librotes en los ratos de ocio, lo menos lleva ya el género
+humano doce mil años de civilización. ¿Dónde habrá ido a parar el
+legítimo y puro natural impulso, después de tanto jaleo de creencias,
+leyes, doctrinas, costumbres, usos, modas y convenciones sociales?
+Échale un galgo a tu natural impulso. Hazte salvaje, o búscale entre los
+salvajes si quieres tenerlo. Además, que el natural impulso, el impulso
+meramente natural, es vicioso y malo. Extraño mucho que una joven, tan
+buena cristiana como tú eres, se fíe del natural impulso. Pues buena
+quedó la naturaleza después del pecado original, para que de ella nos
+fiemos.
+
+--Mujer, me equivoqué, me expliqué mal. Lo que yo quería decir era que
+debía dejarme llevar, para mirar, como para todo, de mis sentimientos
+cristianos, de ese natural impulso mío, modificado y depurado por la
+educación moral y religiosa que, a Dios gracias, he recibido.
+
+--¡Pero ven acá, inocente! ¿Qué trae la doctrina del Padre Ripalda sobre
+esos interesantísimos pormenores? No los previó y te dejó a obscuras.
+Nuestro tutor, en los largos sermones que nos echaba, jamás tocó este
+punto. ¿Cómo habían de calcular el Padre Ripalda ni nuestro tutor que
+ibas a pasearte en el Buen Retiro, y que ibas a ser perseguida por un
+Condesito, buen mozo, elegante, ilustre, con coche y con más de 15.000
+duros de renta? En este caso complicado intervienen mil elementos ajenos
+a la teología moral. Y lo que es el coche, la elegancia, el condado, la
+renta de los 15.000, los conciertos del Buen Retiro y otra infinidad de
+circunstancias, nada tienen que ver con la naturaleza; están por cima de
+ella; pueden y deben calificarse de _sobrenaturales_, ya que van
+añadidas y como sobrepuestas a lo natural por la cultura del siglo.
+
+La risa y el buen humor con que doña Beatriz decía todo esto
+desconcertaron un poco a Inesita. No sabía si echarlo también a broma o
+replicar seriamente. Resolvióse al fin por lo segundo, y dijo:
+
+--Hermana, sean naturales o _sobrenaturales_ las circunstancias,
+persisto en creer más seguro que cualquier artificio y estudio esto que
+yo llamo mi impulso natural. La sinceridad y la franqueza son siempre lo
+que más cuenta nos trae hasta por el lado práctico y útil. Niego esa
+ciencia o ese arte de mirar. Para nada le necesito. Una doncella honrada
+y modesta debe mirar a todo galán como la buena crianza le aconseja,
+para no aparecer grosera, con el afecto general que siente o debe sentir
+por todo prójimo, y con la debida circunspección, para que el galán no
+interprete mal su benevolencia y se las prometa felices. Si el galán
+pasa de galán indiferente a galán amado, ya el amor inspirará a la
+doncella el conveniente modo de mirar a quien le enamora, sin que se
+canse en aprenderlo por arte.
+
+--Oye, Inesita--dijo doña Beatriz--; no te hablo de broma, sino con gran
+seriedad en el fondo. Tú tendrías razón en lo que dices si no hubiese
+período de transición entre el estar enamorada y no estarlo. Tú misma lo
+has dicho. _Si el galán pasa de indiferente a amado_. Pues bien; para
+este paso son las reglas y el arte. A quien te ame y sea correspondido
+de veras, mírale como quieras. El amor mismo te enseñará el modo de
+mirarle; pero, hija mía, no se trata de eso; se trata de aquel a quien
+no amas aún y que aún no te ama.
+
+--A ése le miraré como a prójimo.
+
+--Ahí está tu error, Inesita. Tú no pones término medio entre el desamor
+y el amor. Ese salto sí que es antinatural, peligroso e inverosímil.
+Nadie pasa, por fortuna, de la indiferencia al amor sin grados, trámites
+y términos medios. ¡Pues no faltaba más! Hija, el amor viene poquito
+apoco. Desde la indiferencia, o mejor dicho, desde el afecto general a
+todo prójimo hasta ese exclusivo sentimiento que se llama amor, hay una
+escala gradual, que se va subiendo punto por punto, y que constituye el
+período del coqueteo. Sin tal coqueteo, sin irse encaramando por los
+grados o escalones de la precitada escala, nadie llega jamás hasta el
+templo del verdadero amor, ni alcanza su gloria y sus favores regalados.
+
+--¿Cómo es eso? ¿Conque yo no podré amar ni ser amada nunca sin
+coquetear antes?
+
+--No te niego la posibilidad; pero sería difícil, extraordinario. En
+novelas, en poesía sólo, se ve, por ejemplo, a un señor que ve pasar por
+la calle a una dama, y pataplum..., de repente..., cátale muerto de amor
+por ella. Ella también le mira..., y adiós reposo y juicio; sin saber si
+es un tunante o un hombre de bien, un tonto o un sabio, un rico o un
+pobre, ya la tenemos enamorada. Lo racional no es esto; lo racional es
+que las personas se traten, se hablen, se conozcan, se estimen, vayan
+aficionándose una a otra, hasta que al cabo se amen. Todo este período
+es lo que yo he llamado el coqueteo. Mira tú si el coqueteo es necesario
+y útil. Sin él no hay amor. Y si no ponte con una cara que despida
+huéspedes, no hagas caso de nadie, no mires a nadie sino como a prójimo
+mientras no sientas amor, y el amor ni acudirá jamás a tu alma ni tú le
+infundirás jamás en otra alma humana. El coqueteo es, pues, un rito, un
+culto, una plegaria, una evocación del amor para que venga. Digo todo
+esto a fin de que te dejes de gazmoñerías y vayas siendo algo coqueta. Y
+como yo deseo que lo seas con distinción y suavidad, sin desafuero de
+ninguna clase, con la compostura y modestia que se requieren, y
+conservando ese maravilloso candor, ese aspecto de inocencia purísima
+que Dios ha puesto en tu ademán y en tu semblante, por eso te recomiendo
+el arte divino.
+
+--Y con ese arte, ¿qué ganaré?
+
+--Ganarás que te amen. Vamos a un caso particular. Hablemos del
+Condesito de la otra noche. Bien sé que no le amas. Demos gracias a Dios
+de que no te ha hecho tan inflamable que te pongas a amar a un hombre
+sólo con verle de pasada. No es de presumir tampoco que él esté
+perdidamente enamorado de ti. Tampoco los hombres se enamoran de súbito.
+Lo que sí es probable, casi seguro, es que el Condesito te ha encontrado
+bella, airosa y elegante; ha imaginado que eres buena y que estás bien
+educada, en lo cual no se equivoca, y te admira y le atraen hacia ti
+curiosidad, simpatía y otros vagos deseos y pensamientos. Te concedo,
+además, que el Condesito, con su petulancia, que es mucha, se promete
+triunfos y victorias que no te hacen favor. Pues bien; todo esto es el
+fundamento de un coqueteo. Importa no espantar esas simpatías nacientes
+poniendo cara de baqueta; importa refrenar las esperanzas infundadas y
+atrevidas; es menester domar con el debido respeto todo irreverente
+propósito; y se debe, por último, atraer al Condesito, a ver si te ama y
+tú le amas.
+
+--Pero si yo no le amo.
+
+--Ya sé que no le amas. ¿No lo he dicho? Ni él te ama tampoco. Pero ¿te
+amará nadie nunca ni tú amarás a nadie si sigues así? ¿Cómo ha de acudir
+a ti el amor si le oseas cual si fuese pájaro de mal agüero?
+
+Inesita casi se sintió vencida. Su hermana siguió haciendo tan sabias y
+profundas reflexiones, que la chica vino a alucinarse y a imaginar que
+el coqueteo, dentro de ciertos límites, era un deber, al que estaba
+faltando. Inesita prometió, pues, seguir los consejos de su hermana
+hasta donde, sin violentarse, le fuera posible, y ser un poquito
+coqueta, con dignidad y con el arte que iría aprendiendo.
+
+Doña Beatriz dió por cierto que a la noche siguiente, en el Buen Retiro,
+hallarían al Condesito, serían perseguidas por él y habría ocasión de
+que Inesita mostrase su aptitud, no probada aún, para la coquetería.
+
+Según doña Beatriz, todo el papel de Inesita en la noche siguiente debía
+limitarse a decir con los ojos, por estilo vago y claro sin embargo, con
+tal arte que pareciese la frase irreflexiva y espontánea, con impecable
+pureza y sencillez de intención y sin prometer nada que pasase de
+amistad: «Me es usted simpático, aunque deploro que sea usted un tanto
+cuanto fatuo. Me alegraré de tratar a usted, mas para ello quiero que
+sea usted menos presumido y más comedido, y que se haga presentar como
+la buena sociedad exige y de modo que no choque.»
+
+Inesita sostenía que con los ojos era imposible enjaretar tan larga
+perorata. Doña Beatriz, por el contrario, aseguraba que con los ojos se
+decía todo sin dificultad alguna.
+
+En esta cuestión estaban, cuando llamó a la puerta don Braulio, y entró
+luego en el cuarto, interrumpiendo a las dos hermanas.
+
+El hombre era según se le habían descrito al Conde de Alhedín: flaco,
+calvo, pequeño de cuerpo, nada bonito; y, aunque sólo tenía cuarenta y
+cinco años, parecía tener diez más, porque el trabajo, los cuidados y
+los disgustos le habían envejecido. Estaba vestido con limpieza y
+sencillez. Su rostro moreno tenía admirable expresión de bondad y de
+inteligencia. Sus ojos negros, única cosa bella que había en él,
+brillaban a cada mirada con luz viva y penetrante. Sus mejillas,
+hundidas, estaban surcadas de arrugas; pero en su boca, más bien grande
+que pequeña, había firmeza y brío, y sus labios delgados se plegaban con
+gracia, prestando animación a toda la fisonomía y dejando ver dos
+hileras de dientes blancos, sanos y bien puestos. La nariz de don
+Braulio, aunque no deforme, era un si es no es acaballada o de pico de
+loro.
+
+Don Braulio venía muy fatigado, y a las pocas palabras que habló con las
+mujeres pensaron todos en retirarse a dormir.
+
+La primera que salió de la sala fué doña Beatriz.
+
+Don Braulio quedó un momento solo con Inesita. Acercóse entonces a ella
+y le dijo en voz baja:
+
+--Inés, tengo que cumplir con una comisión que para ti me han dado. Toma
+esta carta, guárdala y léela con detención y reposo. El que la escribe
+exige que no hables con nadie de la carta, sino conmigo si quieres.
+Hasta para tu hermana ha de ser un secreto. ¿Lo entiendes? Hay además
+otra condición extraña. La contestación que has de dar no se te admite
+hasta dentro de un mes, y se te suplica al mismo tiempo que no retardes
+el darla más de cuatro meses.
+
+Don Braulio, dicho esto, puso la carta en manos de Inesita, y se fué por
+donde su mujer había ido, sin aguardar a que Inesita leyese la carta o
+le hiciese alguna pregunta sobre ella. Parecía que don Braulio deseaba
+también que Inesita meditase con sosiego, antes de hablarle del
+importante negocio de que sin duda la carta trataba.
+
+
+
+
+V
+
+
+Apenas Inesita se quedó sola miró el sobrescrito de la carta, y, sin
+emoción, casi sin curiosidad, al menos perceptible, iba a abrirla y a
+leerla, cuando apareció en escena un nuevo personaje, que hizo que la
+muchacha se guardase precipitadamente la carta en el bolsillo.
+
+Este nuevo personaje era el ama Teresa. Llamábanla ama no porque jamás
+lo hubiera sido de cría, sino porque había sido ama de gobierno del
+señor Cura. Estaba ya más cerca de los sesenta que de los cincuenta
+años, y había cuidado con grande esmero y cariño de Beatriz y de Inés
+desde que ellas habían quedado huérfanas. A las dos las quería mucho;
+pero, como había cuidado a Inesita desde más niña, y como Inesita seguía
+soltera, tenía con ella mayor familiaridad y confianza.
+
+Por extraña alucinación, más frecuente de lo que se piensa, el ama, como
+si los años hubieran pasado en balde o no hubieran pasado, no veía en
+Inesita a la mujer ya formada, sino a la niña pequeñuela que había
+mimado tanto.
+
+Seguía, pues, mimándola y tratándola como si Inesita tuviera cinco o
+seis años. Sus acciones con relación a Inesita se resentían de dicha
+alucinación; pero en sus discursos, cuando hablaba con ella, había una
+combinación graciosa de los mimos e inocentadas con que se habla a las
+criaturitas, y de los esfuerzos de ingenio y de estudiada discreción con
+que las personas ignorantes y rudas procuran nivelarse con aquellas de
+cuyo saber e inteligencia han formado el concepto más ventajoso.
+
+En cuanto tenía o creía tener por experiencia alguna superioridad, el
+ama hablaba a Inesita con dulce imperio, mientras que en negocios de más
+alta trascendencia, en lo que iba más allá de lo material y presuponía
+cierta cultura del espíritu, el ama se dirigía a Inesita con respeto
+profundo y con el afán de ponerse a su altura. Por lo demás, el ama se
+complacía en discretear con Inesita, en contarle sus impresiones y en
+buscar modo de poder decir que discurría como ella; que su espíritu y el
+de Inesita estaban en completa consonancia.
+
+--Vamos--dijo el ama--, ¿qué haces aquí tonteando? Ven a acostarte. Nada
+es más dañino para la salud que esta picara usanza de Madrid de hacer
+del día noche y de la noche día.
+
+--Ya voy--contestó Inés.
+
+Y siguió al ama, que la acompañaba siempre, la ayudaba a desnudarse,
+como a vestirse, y nunca se apartaba de ella por la noche hasta dejarla
+en la cama.
+
+El cuarto de dormir de Inés estaba puesto con singular esmero y
+limpieza. Sobre la cómoda, en una urna de vidrio, se veía un San Antonio
+de Padua, de bulto, hecho de barro cocido y pintado por no vulgar
+artista. El joven Santo, gloria de Lisboa, era muy lindo de cara, tenía
+buenos colores, como si la vida penitente no le hiciese mella por la
+gracia de Dios, y se mostraba alegre y extasiado mirando al Niño Jesús,
+el cual estaba en sus brazos y le prodigaba mil regalados favores.
+
+La pobre cama de Inesita, las tres sillas que tenía y un pequeño
+velador, sobre el cual había recado de escribir, eran la pulcritud
+misma. Completaba el mueblaje un armario de pino con puertas vidrieras,
+dentro del cual había varios libros y no pocas curiosidades y primores
+de casi ningún valor, pero que allí estaban custodiados como si fueran
+los más portentosos objetos de arte. Allí aparecían, colocados en buen
+orden, los reyes magos y algunos pastores y zagalas de un antiguo
+nacimiento, un ángel, dos muñecas vestidas con mucho aseo, y varias
+cajitas y otros juguetillos que daban testimonio de lo cuidadosa y
+guardadora que era su hermoso dueño.
+
+La ropa blanca de Inesita estaba en la cómoda, y los vestidos y demás
+galas se conservaban en un cuartucho obscuro, inmediato a la alcoba,
+donde había perchas, y donde los cubrían algunas colchas viejas de
+indiana y de coco.
+
+Lo primero que hizo Inesita fue esconder la carta con el mayor disimulo
+entre la almohada de su cama y la funda. Luego dejó reposadamente que el
+ama la ayudara a desnudarse, lo cual fué obra de pocos minutos. Y quedó
+al fin en la cama, con el pelo no recogido en red ni en cofia, sino
+suelto en rica y adorada madeja.
+
+Dijo Inesita que no tenía ganas de dormir, y rogó al ama que la dejase
+luz para leer en un libro devoto durante media hora siquiera. El ama,
+aunque a regañadientes, tuvo que aproximar a la cama el veladorcito y
+dejar en él encendida una vela.
+
+Durante todo esto no estaba ociosa la lengua del ama. Inesita casi
+respondía siempre por monosílabos, deseosa de que terminase la charla y
+de quedarse sola; pero el ama estaba en vena aquella noche y no acababa
+con sus reflexiones y discursos.
+
+Entre otras cosas decía:
+
+--Hija, no se me alcanza el gusto que puedan tener tu hermana y su
+marido en vivir en este laberinto de la corte. ¡Cuánto mejor estábamos
+en nuestro pueblo! Verdad es que allí el sueldo era más ruin; pero... si
+allí con una peseta se hace más que aquí con un duro... Yo, lo confieso,
+me ahogo en estos tabuquillos y chiribitiles en que vivimos. ¡Cuánto
+echo de menos aquellos patios, aquellos corralones de mi tierra! ¡En la
+cocina del señor Cura cabía toda esta habitación y sobraba sitio! ¡Y
+luego... vivir tan altos... tan encaramados! ¡Vaya si hay escalones
+hasta llegar aquí! Y no es esto lo peor. Lo peor es el poco o ningún
+caso que le hacen aquí a una. Todavía no tengo en Madrid persona con
+quien hablar. Allá en el pueblo, ¡qué delicia! Salía yo a la calle y no
+había perro ni gato que no me dijese: «Dios guarde a su merced; adiós,
+ama Teresa. ¿Cómo lo pasa usted, señora?», y otras cosas por el estilo.
+Aquí no hay un alma que me dirija la palabra y me dé los buenos días.
+Luego todo está carísimo; se come oro: o es menester ponerse a dieta, o
+gastar en comer cuanto dinero hay. Dentro de poco empezarán los
+zorzales, y en nuestra tierra llegan a ponerse hasta a cinco cuartos el
+par. Vé tu a comerte aquí dos zorzales tan gordos como aquéllos. Ya,
+ya..., trabajo te mando... Sobre que no los hay... Y toma... Si los
+hubiera, costarían un ojo de la cara. ¡Pues a fe que te gustaban a ti
+poco los zorzales! ¿Y las anguilas? ¿Y las ancas de rana? Nada de esto
+está por aquí a nuestros alcances sino cuando repican recio.
+
+--No seas golosa, ama; no seas golosa; no te acuerdes tanto de las ollas
+de Egipto, como decía el señor Cura, quien te solía reprender por ese
+vicio de la gula--dijo Inesita riendo.
+
+--No es gula, ingrata. Yo me lamento por ti, y no por mí. A mí me basta
+con un plato de alboronía o con un gazpacho. Por otra parte, yo no me
+duelo sólo de la comida, sino también de otras cosas. Y me duelo con
+razón. Y si no, seamos francas... ¿Crees tú que es tan fácil que en
+Madrid te salte un buen novio?
+
+--Déjalo..., que no me salte. Si yo no estoy impaciente por tener novio.
+
+--Pues ¿qué quieres tener? ¿Qué diablos han de tener las muchachas?
+
+--Nada, mujer, nada...
+
+--No, señorita; es menester que salte un buen novio y casarse. Tu
+hermana es excelente, tu cuñado es un santo; pero no has de vivir toda
+la vida con ellos y medio a expensas de ellos.
+
+Inesita exhaló un suspiro, y el ama prosiguió:
+
+--En el pueblo, para ti, que eres una real moza, ¿cómo había de faltar
+algún rico hacendado, algún propietario o labrador con el riñón bien
+cubierto, que aspirase a tu mano? Pero aquí me parece difícil. Los ricos
+andan embaucados con las marquesas y con las duquesas, o con mil
+tunantas de mala ralea, que los explotan. ¿Qué es lo que queda para
+señoritas pobres como tú? Nada..., el apodo de cursis que suelen
+prodigaros..., y algún Don Líquido degollante, con más hambre que
+vergüenza y con más trampas que medios de ganarse la vida.
+
+--¿Quién sabe, ama?--contestó Inesita--. No te apures tanto por mí. Dios
+proveerá. Adiós, y déjame ya sola.
+
+El ama no tuvo más remedio que irse. Besó a su niña, y recomendándole
+que apagase pronto la luz y se durmiese, se salió del cuarto, cerrando
+cuidadosamente la puerta.
+
+No bien quedó Inesita en la soledad, sacó del escondite la carta y leyó
+lo siguiente:
+
+«Mi apreciable señorita y querida amiga: A pesar del respeto con que
+siempre he tratado a usted, no dejará usted de haber notado el cariño
+más que fraternal que desde que era usted niña le profeso. La diferencia
+de clase que hay entre usted y yo, y la escasez de mis bienes de
+fortuna, no me dieron nunca ánimo, mientras estuvo usted aquí, ni para
+soñar siquiera que podría yo pretender a usted a fin de que hiciese mi
+dicha, aceptando mi mano. Desde que usted falta de este pueblo Dios me
+ha favorecido, bendiciendo mi trabajo y desvelo, y cuento ya con rentas
+y medios para vivir aquí con familia, casi tan bien como los más
+pudientes. Este cambio o mejora en mi posición y la consideración de que
+su hermana de usted tomó por marido a un hombre honrado y pobre, y de
+que usted no ha de ser ni más ambiciosa ni más exigente que ella, me dan
+al cabo el atrevimiento que me ha faltado hasta el día, y me llevan a
+declararle que la quiero de amor y que sería yo el más dichoso de los
+hombres si usted me correspondiese.
+
+»Conozco la nobleza y generosidad del corazón de usted, y sé que jamás
+se casará usted por mero cálculo; pero no soy tampoco tan
+irreflexivamente entusiasta que no entienda que, al dar paso tan
+importante como el de ligarse para siempre y formar una familia, no
+deban consultarse, pesarse y medirse las dificultades que ofrece la
+vida, y los recursos que hay para vencerlas. Por esto último, digo a
+usted con franqueza, sin creer que en ello la ofendo, que tengo hoy
+bastantes bienes. De lo que poseo podrá informar a usted
+circunstanciadamente su cuñado y amigo mío don Braulio.
+
+»En cuanto a mi persona, usted me conoce y decidirá. Sé que no la
+merezco a usted; pero el amor me hace atrevido, y de él imploro que me
+preste los merecimientos que me faltan.
+
+»No quiero que usted se decida de repente, sino después de examen muy
+detenido, a fin de que no tenga que arrepentirse de una ligereza. La
+vida de Madrid debe tener extraordinarios atractivos para las jóvenes.
+Quiero que vea usted a Madrid, y que conozca y aprecie todos esos
+atractivos, a fin de que renuncie a ellos, sabiendo lo que renuncia,
+cuando me dé un sí, si por dicha me le da. Si usted uniese su suerte a
+la mía, sería aquí respetada y amada; la rodearía yo de todo aquello que
+pudiera serle grato, hasta donde el bienestar y la cultura de estos
+lugares lo consienten; pero tendría usted que desistir de toda idea de
+volver, como no fuese de paso, a las grandes ciudades. Mi ambición y
+todos los planes de mi vida están cifrados en cuidar de mi caudal y en
+hacerlo mayor en este pueblo, donde quiero que vivan también mis hijos,
+si Dios me los concede. Por esto pongo un plazo a la contestación que
+deseo, y suplico a usted que no me la dé precipitada. Mi impaciencia es
+grande, pero sé refrenar mi impaciencia cuando se trata de mi felicidad
+de toda la vida, y, sobre todo, de la de usted, que me es mil veces más
+cara.
+
+»Tengo un capricho, y le llamo capricho porque sería prolijo exponer
+aquí las razones en que se funda: tengo el capricho de que usted, con
+plena libertad, sin que nadie influya con sus consejos en favor o en
+contra, decida de mi suerte, desdeñándome o favoreciéndome.
+
+»Así, pues, esta declaración mía es un secreto para todos, incluso para
+su señora hermana de usted, doña Beatriz. Sólo don Braulio sabe el paso
+que doy; pero don Braulio me ha prometido no abogar por mí, y se
+limitará a dar a usted los informes que usted pida.
+
+»Aguardaré hasta dentro de un mes, lo menos. No atribuya usted a
+frialdad de mi alma este largo aguardar que yo mismo impongo. Atribúyalo
+a la idea tan alta que tengo de la solemnidad y consecuencia del
+compromiso que induzco a usted a contraer.
+
+»De usted depende mi dicha; pero no dude usted de que, aun desdeñado,
+seguirá siempre admirándola y amándola su afectísimo, PACO RAMÍREZ.»
+
+Inesita leyó esta carta con muy viva satisfacción, mostrándola en el
+carmín que animaba y encendía su rostro. Nadie, sin embargo, que la
+hubiese observado en aquel instante, a no poseer facultades
+sobrenaturales para leer en las almas, hubiera descubierto si la
+satisfacción era sólo de vanidad por verse querida, o también de amor
+hacia la persona que se empeñaba en enamorarla.
+
+Leída la carta, Inesita se levantó de la cama, abrió el cajón de arriba
+de la cómoda y guardó la carta en él bajo llave.
+
+Luego volvió a acostarse, apagó la luz y se colocó cómodamente para
+meditar quizá sobre el contenido del mencionado documento, y para dormir
+al fin.
+
+
+
+
+VI
+
+
+A la mañana siguiente Inesita y don Braulio, mientras que doña Beatriz,
+menos madrugadora que ellos, estaba aún en cama, tuvieron una larga
+conversación acerca sin duda de la carta de Paco Ramírez.
+
+Después fueron juntas a misa las dos hermanas; después almorzaron todos,
+y, por último, don Braulio, no sin prometer antes que aquella noche
+llevaría a las dos muchachas a los Jardines del Buen Retiro, se fué al
+Ministerio de Hacienda. Aunque domingo, don Braulio motivó su ida, o dió
+pretexto a ella, suponiendo que tenía ocupaciones extraordinarias.
+
+Ya en su despacho, donde nadie había acudido más que él, don Braulio, en
+vez de estudiar expedientes, estuvo largo tiempo sentado, con los codos
+sobre su bufete y las manos en las mejillas, estudiándose a sí mismo.
+Este estudio no debió de dar muy satisfactorio resultado. Don Braulio
+suspiró varias veces; frunció las cejas; mostró cierta cólera dando
+algunos puñetazos, y acabó por enternecerse y derramar dos lágrimas, que
+lentamente le surcaron el rostro.
+
+Entonces, como por vía de desahogo y consuelo, escribió a Paco Ramírez
+la siguiente carta:
+
+«Querido Paco: Anoche cumplí tu encargo con todos los requisitos y
+precauciones que me encomendabas. Beatriz ignora y seguirá ignorando el
+paso que has dado. Inés es muy sigilosa. En cuanto al efecto que la
+lectura de tu carta pueda haber producido en su ánimo, yo no sé qué
+decirte. Hoy de mañana he hablado con Inés; pero el corazón de una
+doncella es impenetrable, insondable como un abismo. El pudor, la
+candidez, la inocencia, todas esas prendas, que los hombres estimamos
+mucho, forman no ya un velo tupido, sino una muralla alta y gruesa, que
+sirve de reparo al corazón para que no se descubra ni se lea lo que en
+él importa leer. De aquí el engaño que padecen con frecuencia los
+hombres más despejados; engaño que no ven sino cuando ya no tiene
+remedio: después que se casan.
+
+»Inesita parece, y yo creo que es, candorosa, buena, franca, todo lo que
+tú te imaginas; pero no deja descubrir no ya si te quiere o no, sino si
+tu carta la ha lisonjeado o no la ha lisonjeado. Eso sí: ella se ha
+mostrado muy agradecida al cariño y confianza que te infunde. De cuanto
+me ha dicho infiero además otra cosa muy importante. Si Inés
+reflexivamente hubiera pensado esta otra cosa, sería algo de censurar
+tanta reflexión; pero yo creo que ella la siente de un modo instintivo,
+sin darse cuenta completa, y atinando, sin embargo, con lo justo. En
+suma, Inés no calcula ni reflexiona, sino siente y percibe que tu plan
+es malo y ocasionado a error. Tú le propones que se decida en un mes o
+por los placeres de esta capital, por los triunfos de amor propio que
+aquí pueda tener y por las esperanzas ambiciosas que puedan nacer en su
+alma, o por tu persona, tu amor y tu mano. Esto sería discreto si no
+hubiese una circunstancia que lo echa a perder y que ha descubierto ella
+en seguida.
+
+»Es esta circunstancia tu ausencia. Ausente tú, y presentes todos esos
+bienes, aparentes o reales, que ha de abandonar por ti, la partida no es
+igual. No eres tú quien lucha, sino tu recuerdo, el cual, si por un lado
+vale menos que la persona misma, por otro lado puede valer mucho más si
+la poesía le hermosea. En resolución: Inesita no va a abandonar esto por
+ti, dado que te prefiera, sino por el recuerdo que tiene de ti, a quien
+no ve hace tres años. El recuerdo además tiene que ser confuso,
+incompleto, de diversa suerte, y ella tendrá que completarle y
+transformarle con la fantasía. Ella no te puede recordar como una mujer
+recuerda a un hombre, como una novia recuerda a su novio, sino como una
+niña recuerda a su hermano mayor. Tiene, pues, que añadir
+imaginariamente la cualidad de amante y pensar en ti de otra manera que
+hasta ahora ha pensado.
+
+»Todo esto, y más, que tú comprenderás sin que yo lo diga, se agita en
+la mente de Inés. Yo interpreto, acaso me equivoque, pero se me antoja
+que ella se pregunta: «¿Me gustaba Paco, cuando le veía en el pueblo,
+como debe gustar un novio a su novia? ¿Me gustaba sólo como hermanito? Y
+si me gustaba ya como novio, ¿era porque él se lo merece o porque en el
+pueblo no había yo visto a otros hombres que se lo mereciesen más? ¿No
+podrá acontecer que ahora poetice yo a Paco en mi recuerdo, y que le
+halle, cuando le vea, muy por bajo del recuerdo mismo? En su propia
+alma, ¿no puede darse un fenómeno semejante? Sea por lo que sea,
+explíquelo él como quiera explicarlo, es lo cierto que nada me dijo de
+que me amaba cuando vivíamos juntos, y ahora, que no me ve hace tres
+años, me declara su amor y quiere casarse conmigo. ¿En qué consiste
+esto?» Inés no responde a tales preguntas. No resuelve ninguna de las
+dudas que la asaltan. Entiendo, pues, que lo que desea, aunque no se
+atrevió a decírmelo, es que tú vengas por aquí; único modo para ella de
+verlo claro todo; de convencerse de que la quieres, y de comprender si
+ella te quiere a ti, prefiriéndote a todos los encantos madrileños, los
+cuales, a la verdad, son mil veces menores de lo que tú piensas, para
+los pobres como nosotros.
+
+»Inesita no ha expresado, repito, el deseo de que vengas. Yo soy quien
+creo adivinar en ella este deseo, que tiene razón para sentir y no
+expresar. Ella no puede decir: «Venga usted a ver si me gusta y luego
+hablaremos: luego le diré que sí o le daré calabazas.» Esto, sin
+embargo, es lo razonable.
+
+»Por lo demás, yo nada tengo que censurar en tus planes, sino mucho que
+aplaudir. Si te casas, debes quedarte ahí, donde eres uno de los
+primeros, y no venir a grandes poblaciones, donde tendrás que ser de los
+últimos.
+
+»Para hombre de cierta clase y casado con mujer de ciertas condiciones
+es terrible esta vida.
+
+»A ti sólo, que eres mi amigo más íntimo y leal, puedo decírtelo; y a ti
+no puedo menos de decírtelo, a fin de aliviar el peso de mi angustiado
+corazón: soy muy desdichado.
+
+»Beatriz se casó conmigo por amor. A pesar de la gran diferencia de
+edad, me quiso, no hallándome inferior a cuantos ahí había visto. Creo
+que Beatriz sigue queriéndome; pero el temor de que me pierda el cariño,
+la sospecha de que el alto concepto que de mí formó vaya rebajándose de
+continuo, me tiene constantemente sobresaltado.
+
+»El menosprecio es contagioso. A fuerza de mirar mi mujer el pobre papel
+que hago, lo desdeñado que estoy, la humilde posición que ocupo, ¿no
+acabará por desdeñarme también? ¿No acabará por odiarme, si considera
+que la hago víctima de mi mala ventura? Ahí, aunque pobre, era una
+señorita de las primeras. Aquí es la mujer de un obscuro y miserable
+empleadillo, de quien nadie hace caso.
+
+»Yo tengo mi teoría, con que me consuelo de mi mala ventura y saco a
+salvo mi orgullo. Pero ¿cómo convertir a mi mujer y hacerla creyente de
+mi teoría? ¿No le parecerá falsa?
+
+»Mi teoría es como sigue. Yo creo que el entendimiento es uno, y me
+figuro un instrumento para medirle semejante al termómetro. Pongamos en
+él 100 grados, que es número redondo, y con 20, en mi sentir, bastará
+para todo lo práctico de la vida, si la fortuna sopla y las
+circunstancias son favorables. Con los 20 grados se llega a ser ministro
+celebradísimo, príncipe de gran mérito, presidente de república,
+banquero poderoso y hasta cardenal y papa. Para hacer todos estos
+papeles medianamente basta con la mitad de los grados; basta con 10.
+Seamos, no obstante, pródigos y concedamos 20 a las más altas
+notabilidades de la vida social y política. Todos los grados de
+entendimiento que tengas por cima de los 20 no sólo te serán inútiles,
+sino nocivos; te distraerán de lo que importa a tu interés; te harán
+pensar en multitud de asuntos inútiles, en que no piensan los tontos; te
+concitarán el odio de los demás hombres, o harán que te miren como a un
+bicho raro y estrafalario, y de nada podrán servirte si no llegan a los
+100, que son ya los grados del _genio_. Podrán también perjudicarte
+excitando tu amor propio y haciéndote pensar que eres _genio_ o estás
+cerca de serlo, con lo cual es probable que te pongas en ridículo. Para
+ser _genio_ se requieren los 100 grados bien cubiertos, y aun así, el
+_genio_ suele quedar latente si el hado propicio no le saca a relucir.
+Entonces aparecen Cervantes, Newton, Shakespeare, Hegel y otros tales.
+Mientras esto no aparece no hay ser más deplorable y cómico que el
+hombre que tiene, en nuestro siglo, más de los 20 grados de
+entendimiento, necesarios para llegar a lo más sublime de la vida
+práctica, en el medio o ambiente de civilización que nos circunda. Claro
+está que, según progrese el género humano, subirá el nivel y serán
+menester más grados para lo práctico, así como, en antiguas edades, se
+requerían menos. En el estado salvaje, pongo por caso, bastaban dos o
+tres grados. No se requería para cazar y pescar, para estratagemas
+guerreras, etc., sino cierta astucia, cierto instinto poco superior al
+de las bestias feroces. Todos los grados de entendimiento que sobre esto
+tenía entonces un hombre eran don funestísimo y absurdo lujo. Ahora,
+como ya se han aplicado a la guerra las matemáticas y otras ciencias, y
+se caza y se pesca en la Bolsa, en los Congresos, en Sociedades
+mercantiles e industriales, no disparando flechazos, sino creando
+valores, acciones, obligaciones y otros proyectiles más complicados, los
+grados que se necesitan son 20. Repito que, como el mundo va de prisa,
+dentro de un par de siglos se necesitarán 40; mas por lo pronto, ya está
+aviado el que pasa de los 20. ¡Qué estorbo tan horrible en los grados
+que le sobran! El sentido más hondo, más filosófico, más trascendental
+de la frase _pasarse de listo_ consiste en esta superioridad lastimosa.
+Todos los tiros que se disparan se escapan por cima del blanco. La
+crítica asesina precede además a toda inspiración y te la mata. No haces
+mil cosas porque te parecen tonterías; otro las hace, y medra. En
+cambio, lo que tú haces por parecerte discreto, o mal comprendido, o
+juzgado sólo por el éxito, que suele ser deplorable, parece tonto a todo
+el mundo.
+
+»Tal es, en resumen, mi teoría. Con ella trato en balde de consolarme de
+mi corta ventura, teniendo la inocente vanidad de creerme con más de los
+20 grados y de _pasarme de listo_ en el sentido más profundo y
+filosófico de la frase.
+
+»Esta triste satisfacción que yo me doy es por demás alambicada para que
+le valga a mi mujer. Ella no mira sino que va a pie, que vive en pobre
+casa, que nadie la atiende, y que el respeto, la consideración y la
+lisonja de que anhela verse rodeada le faltan por mengua mía.
+
+»Yo noto, mido, calculo instante por instante el rápido progreso que
+hace este mal en el corazón de ella. En esto también me paso de listo.
+Soy listo para atormentarme. Me comparo al médico cuando advierte los
+progresos de la tisis en una persona querida, prevé los estragos que va
+a hacer y no sabe ni evitarlos ni remediarlos.
+
+»De sobra veo patente el desprecio de mí que poco a poco va entrando en
+el corazón de Beatriz y devorando el afecto que me tiene. Pero ¿cómo
+impedir esto? ¿Cómo probarle que valgo más que los dichosos y
+encumbrados y ricos? Cuanto discurso haga contra ellos parecerá sugerido
+por la envidia y me hará más despreciable a sus ojos.
+
+»Si yo fuera joven, hermoso y robusto, me quedaría la esperanza de que
+por ello siguiese Beatriz amándome, aunque dejase de tener elevada
+opinión de mis prendas intelectuales; pero estoy viejo y achacoso, y soy
+enclenque y feo como el demonio. Me aplico, pues, con amargura aquella
+pregunta del poeta:
+
+ ¿Qué le queda al demonio, ¡vive Cristo!,
+ Si se le quita la opinión de listo?
+
+»Y sin vacilar respondo: Nada. Pronto no quedará nada para mí en el
+corazón de ella, sino ofensiva compasión, si no gasta toda la que tiene
+en compadecerse a sí misma. Y más vale que no me compadezca. Bien dice
+nuestro inmortal novelista: «Y sobre todo, el cielo te guarde de que
+nadie te tenga lástima.»
+
+»Yo estallaría, me ahogaría si no comunicase con alguien mis penas. Por
+eso te las confío. Beatriz no advierte nada. ¿Cómo, de qué, por cuál
+motivo quejarme con ella y de ella?
+
+»Yo la amo con toda mi alma, y necesito para ser feliz que ella me ame
+y me respete. Pero aquello de que el amor impone el amor es una mentira.
+Y tampoco quiero yo que me ame y me respete para cumplir una obligación:
+en virtud de un contrato.
+
+»Veo, pues, que voy perdiéndolo todo en el alma, de Beatriz, y no le doy
+a conocer que lo veo. Percibo claramente el abismo en que voy a caer, y
+sigo caminando hacia él, sin que me sea posible torcer por otro camino o
+cegar el abismo.
+
+»Esta es mi horrible situación. A nadie, ni a ti mismo, debiera
+confiarla; pero necesito depositar en alguien mi secreto dolor. Ven por
+aquí a consolarme. Ven también por Inesita. Acaso te ame. Es buena y
+cariñosa como Beatriz, y no tiene ambición como Beatriz. Además, tú eres
+joven y buen mozo... ¡Qué desatino hice en casarme! Pero ¿qué había de
+hacer, si estaba enamorado? ¿Quién me quitará la gloria de haber sido
+amado de ella? Ella me ha amado; ella me ama todavía. ¿De qué voy a
+arrepentirme? ¿Quién, por temor de perder el bien, se lamenta de haberle
+logrado?»
+
+Tal era la carta que escribió don Braulio, que cerró cuidadosamente y
+que certificó para que no se perdiera, antes de confiarla al correo.
+
+Hechas ya sus delicadas y lastimosas confidencias se sintió algo más
+aliviado y sereno, y se dispuso resignado a cumplir la promesa de llevar
+aquella noche a Beatriz y a Inesita a los Jardines del Buen Retiro.
+
+
+
+
+VII
+
+
+Los poetas dramáticos tienen que hacer hablar a sus personajes según el
+carácter, condición y pasiones que representan, sin que en tan estrecho
+cuadro, como es el de un drama, haya fácil modo de poner correctivo a
+las malas doctrinas o sentencias inmorales que dichos personajes puedan
+emitir. Así es que los pobres poetas dramáticos fluctúan entre dos
+escollos. O bien convierten a sus héroes en enojosos y pesados
+predicadores, o bien, si les dejan hablar lo que la pasión naturalmente
+les inspira, se comprometen a responder ante la posteridad, y si sus
+obras no llegan tan lejos, ante sus contemporáneos, de todos los
+extravíos, delirios y ensueños que ponen por fuerza en boca de los hijos
+de su fantasía, acalorados y vehementes. Así, para ilustre ejemplo de lo
+dicho, citaremos a Eurípides, a quien, desde muy antiguo, han acusado de
+corruptor. Sabido es que César, a fin de justificar todas las
+insolencias y maldades de que se valió para apoderarse de la dictadura,
+repetía con frecuencia ciertos versos del trágico mencionado.
+
+Yo, en general, soy muy opuesto a enseñar nada en obras de amena
+literatura, y mil veces más opuesto si la enseñanza es de máximas
+pecaminosas. Por esto escribo novelas, y no dramas. En la novela caben
+todas las explicaciones: en pos del veneno se administra la triaca. El
+autor puede tomar la palabra en medio de la narración y contradecir a
+sus personajes, mitigando o ahogando en seguida el mal efecto que las
+opiniones de cualquiera de ellos hayan producido.
+
+Prevaliéndome de este permiso, y para aquietar mi conciencia, harto
+escrupulosa, tengo que hablar ahora de don Braulio y de su carta, la
+cual contiene proposiciones aventuradas sin duda, y que, creídas por el
+cándido lector, pudieran pervertirle con una de las más feas
+perversiones que se conocen: la de considerarse _genio_ no comprendido,
+ser superior desatendido injustamente.
+
+Don Braulio trabajaba como un negro en su oficina, pasaba por un
+empleado probo e inteligente y no descubría sus humos de _genio_ o
+_semigenio_ sino con el mayor sigilo y a su amigo más íntimo.
+
+Su teoría orgullosa le servía de consuelo, o al menos de alivio, en
+ciertas amarguras y sospechas, que le atormentaban cruelmente, sin que
+sepamos aún hasta qué punto doña Beatriz había dado motivo para ello.
+
+Don Braulio, por último, si se juzgaba víctima, no culpaba a la sociedad
+en su conjunto, ni a ningún individuo singularmente, sino suponía que
+todo emanaba, por manera fatal e inevitable, de la misma naturaleza de
+las cosas.
+
+En suma, don Braulio, melancólico por temperamento, poco favorecido de
+la fortuna, y enamorado y celoso sin saber de quién, deliraba acaso
+forjando teorías; pero no dejaba que dichas teorías trascendiesen a la
+práctica, y parecía, a la vista del más lince, como un empleado modesto,
+que sabía todo cuanto importaba saber y hacía cuanto importaba hacer
+para ganar el sueldo en conciencia y no estafar al Tesoro público o
+tomar las oficinas por hospicios destinados a gente de levita o a
+mendigos de privilegio.
+
+En cuanto a la teoría en ella misma, no hay poco que decir en contra;
+pero aquí no vamos a filosofar, sino a narrar. Diré, con todo, que aun
+suponiendo que en cada grado de cultura a que va llegando la sociedad se
+requieren sólo ciertos grados de entendimiento para lo práctico y
+diario, y que los demás grados son del todo superfluos, inútiles y hasta
+nocivos, salvo en casos excepcionales, todavía habrá que conceder que el
+entendimiento no es la única potencia del alma que vale al hombre para
+lograrse; la voluntad, el carácter, entran también por mucho.
+
+Por otra parte, el entendimiento, en su esencia, es semejante a Dios;
+nadie le ve, nadie le conoce, nadie le reverencia y acata sino en sus
+obras. Así es que don Braulio, o cualquiera otro, podría tener más de
+los 20 grados de entendimiento que, en su sentir, eran necesarios o
+convenientes para lo práctico; pero cuando este plus, cuando esta sobra
+intelectual no se manifiesta en nada, sino en echar a perder el
+entendimiento que está en uso, no hay razón para quejarse de que el
+mundo no aplauda ni se pasme de lo invisible y recóndito que no puede
+sondear, ni penetrar, ni desentrañar. ¿Quién sabe si el amor propio
+engaña y hace creer a muchos que poseen ese entendimiento excesivo y
+superfluo, y tal vez no poseen sino una dosis superlativa de fatuidad? Y
+si no engaña el amor propio, si en realidad tenemos ese superior
+entendimiento, y no llegan las circunstancias favorables en que se
+muestre, lo mejor es callarse, resignarse y vivir como viven los hombres
+menos despejados, sin presumir de genios, sino trabajando humildemente
+para ganarse la vida, tratando de igual a igual con los seres vulgares,
+y reservando el superior entendimiento para hablar con Dios o con seres
+sobrenaturales, o para conversación interior con uno mismo, si no cree
+en nada el semigenio, o si, a pesar de su categoría mental, no se dignan
+los ángeles ni los númenes bajar del cielo o del Olimpo a fin de tener
+con él un rato de palique.
+
+Voy a poner por caso la vida de Spinoza. Esto explicará mejor mi idea.
+Figurémonos que aquel sabio no hubiese escrito sus obras filosóficas;
+que por cualquier motivo se hubiese llevado al sepulcro el secreto de su
+admirable, aunque extraviada, aptitud para las más profundas
+especulaciones metafísicas. Claro está que, abrumado dicho hombre
+extraordinario por sus sublimes y extraños pensamientos, no hubiera sido
+en la vida práctica ni rico fabricante, ni mercader dichoso, ni hábil
+hombre político, ni nada por este orden; pero hubiera trabajado en pulir
+vidrios para lentes o en hacer zapatos, o en cualquiera otro oficio o
+menester mecánico, y no hubiera tomado por pretexto lo de sentirse genio
+para ser un vago sin oficio ni beneficio, y lo que es peor, no un vago
+divertido y alegre, sino un vago quejumbroso y llorón o maldicente,
+mordaz y ponzoñoso como las víboras.
+
+Disculpemos, pues, o al menos seamos indulgentes con nuestro don
+Braulio, cuyo orgullo se quedaba escondido en el centro del alma,
+revelándose sólo al más íntimo de sus amigos en el momento en que se
+mostraban también las heridas más profundas de su corazón.
+
+Don Braulio había sentido la necesidad de confiar sus penas a un amigo,
+a fin de no ahogarse; pero, salvo esta confidencia, si pecaba por algo
+era por reconcentrado y lleno de disimulo.
+
+Su mujer no había advertido aquel disgusto, aquella sospecha que le
+atosigaba el alma.
+
+Su mujer parecía que le amaba; sin embargo, su carácter alegre y su
+temprana juventud la excitaban al regocijo y la impulsaban a que
+tratara de distraerse y divertirse.
+
+No era doña Beatriz despilfarrada, sino ordenadísima y económica. Era,
+sí, ambiciosa y amiga del lujo y de las galas; y si bien no la
+atormentaban la envidia ni el despecho al ver a otras mujeres, menos
+bonitas y menos distinguidas por naturaleza, lucir joyas, sedas y
+encajes, ir en coche y circundarse de la resplandeciente aureola que
+ofrece el lujo a la hermosura, anhelaba gozar de todo esto, y no
+acertaba a ocultarlo a su marido.
+
+De aquí el dolor y el punto de partida de las sospechas de don Braulio.
+
+Si don Braulio no hubiera amado a su mujer; si hubiera creído este
+anhelo un capricho irracional, quizá le hubiera importado poco de todo;
+pero don Braulio la amaba, y además, según su modo de considerar las
+cosas de la vida, doña Beatriz tenía razón de sobra para ambicionar. Su
+anhelo, aunque la llevase hasta el extremo más lastimoso para él, era,
+según él, fundado, y sobre fundado, involuntario, fatal, preciso.
+
+Don Braulio se culpaba a sí mismo, y no culpaba a doña Beatriz. ¿Por qué
+doña Beatriz le había amado? ¿Por qué se había casado con él? No era por
+lo lindo, ni por lo joven, ni por lo galán, ni por lo rico, ni por lo
+glorioso; era sólo por el entendimiento superior, que la había seducido.
+Si este entendimiento se evaporaba, si no servía para nada, si doña
+Beatriz dudaba de él, y quizá con razón, ¿qué fundamento le quedaba para
+seguir amando a don Braulio? Antes tenía fundamento para aborrecerle.
+Aunque sea mala comparación, nadie, que no esté demente, compra un rico
+vaso de china, un artístico jarrón de porcelana de Sevres para ponerle
+en el corral y echar en él afrecho que coman las gallinas. Para esto
+basta y sobra con un lebrillo o con un tinajón de Lucena. El vaso
+artístico requiere un bello salón donde colocarle: pide flores
+peregrinas que luzcan en él. Así, una mujer como doña Beatriz estaba
+pidiendo lujo, regalo, elegancia, adoración, incienso; pasear en coche,
+y no a pie; vivir en un palacio, y no en un piso tercero; no ocultarse
+entre el vulgo, sino resplandecer en la sociedad más elevada.
+
+Al pensar don Braulio en esto decía siempre para sí: «¿Por qué me casé
+con ella?» Y él mismo se contestaba lo que ya decía en la carta a Paco
+Ramírez: «Yo la amaba, y esto lo explica todo; ella me ha amado, quizá
+me ama todavía; su amor, aunque hubiera sido sólo de un día, compensa
+todos los males que presiento y que en adelante pueden sobrevenirme.»
+
+Con tales sentimientos ocultos en el seno, don Braulio, aparentemente
+gustoso y hasta regocijado, llevó a su mujer y a su cuñada a los
+Jardines a eso de las nueve de la noche.
+
+Ambas iban de mantilla, con vestidos de seda obscuros, sin nada chillón
+ni disonante en colores ni adornos; con una innata elegancia, que se
+exhalaba como perfume de la misma sencillez y modestia de sus trajes.
+
+Don Braulio era en el suyo, aunque limpio, harto descuidado. Su levita y
+su sombrero tenían la forma en moda hacía ocho o diez años. Su corbata
+negra estaba algo raída, y el cuello de la camisa, recto y sobrado
+grande, le llegaba casi hasta las orejas.
+
+Beatriz se había medio peleado con su marido para obligarle a llevar más
+bajos los cuellos y a comprar nuevo sombrero y nueva levita. No había
+podido conseguirlo. «¿Qué quieres?--decía don Braulio--. Manías del
+señor mayor. Así iba yo cuando muchacho, y no quiero variar. Así te
+enamoré; así me quisiste; así te casaste conmigo.»
+
+Doña Beatriz no sabía al cabo qué responder; se callaba, y dejaba ir a
+don Braulio como le daba la gana.
+
+Aquella noche, pues, no hizo la menor observación sobre el traje de don
+Braulio; pero no por eso dejó de anudarle con gracia el lazo de la
+corbata, ni de alisarle el pelo, ponerle pomada y peinarle lo mejor que
+supo.
+
+Los tres tomaron un cochecito con bigotera y se fueron a los Jardines.
+En el camino decía don Braulio:
+
+--Me parece, y lo siento, que se van ustedes a fastidiar. No tenemos
+amigos. Ni siquiera tenemos conocidos. En medio de aquel bullicio vamos
+a estar como en un desierto. ¿Quién ha de hablarnos? ¿Quién ha de
+acercarse a nosotros?
+
+--Hombre, no te apures por tan poco--respondía doña Beatriz--. Si no
+conocemos a nadie, si nadie nos habla, a bien que ni tú ni yo nos
+sabemos aún de memoria. Hablaremos; nos diremos cosas nuevas, nos
+haremos la tertulia entre los tres, oiremos la música y tomaremos el
+fresco.
+
+--Para tomar el fresco--replicó don Braulio--lo mismo es ir allí que al
+Prado.
+
+--Y aun se ahorraría el dinero de las entradas--dijo doña Beatriz.
+
+Inesita iba silenciosa, y dejaba que siguiese el diálogo entre marido y
+mujer.
+
+--No lo digo por la miseria del gasto, Beatriz. Ya sabes tú que no soy
+mezquino, aunque soy pobre.
+
+--Lo sé. No creas que sospeche yo que te duela gastar el dinero en
+obsequiarnos. Lo digo sin ironía. Lo digo sólo para que comprendas que,
+vistas las cosas como tú las ves, es una tontería ir a los Jardines;
+pero yo, y sin duda Inés más que yo, las vemos a través de otro prisma.
+Gustamos de ver gentes, aunque no reparen en nosotras. La animación, la
+alegría, el espectáculo del lujo nos recrean. Aunque no nos forjemos la
+ilusión, ni esperemos, ni deseemos siquiera ser vistas y admiradas,
+queremos ver y admirar la gala, la hermosura y la elegancia de los
+otros.
+
+--Tienes razón, hija mía, tienes razón. Yo me olvido de que eres una
+muchacha. Tus gustos son como de muchacha. Mal hiciste en casarte con un
+viejo... y con un viejo pobre y obscuro. ¿Querrías tú ser conocida y
+celebrada por ti, quedando tu marido en su obscuridad y en su pobreza?
+¿Querrías tú que llegase yo a ser conocido como el marido de doña
+Beatriz?
+
+--No lo quiero, ni eso es posible. Todo el que me conozca habrá de
+conocerte a ti; y, conociéndote, no podrá menos de estimarte por lo que
+tú vales, que es mucho, y no porque seas mi marido. Los que son sólo
+conocidos como maridos es porque de otro modo no merecen serlo. Nadie se
+acordaría de ellos a no ser por sus mujeres. En cuanto a tu vejez, a tu
+obscuridad y a tu pobreza, me enamoran más, bien lo sabes, que la
+juventud, la brillantez y la riqueza en cualquiera otro. Si algo vale mi
+cariño, baña en él tu alma y te sentirás remozado. ¿No me hablas a veces
+de la dulce luz de mis ojos? Pues ilumina con esa luz tu obscuridad. ¿No
+afirmas que mi cariño es un tesoro? Pues ¿cómo te atreves, ingrato, a
+sostener que eres pobre?
+
+Don Braulio, que iba sentado en la bigotera, al oír tan cariñosas frases
+en tan linda boca no pudo contener la emoción; se le saltaron las
+lágrimas y, tomando la mano de su mujer, la besó fervorosamente.
+
+Doña Beatriz sintió en su mano una lágrima, que cayó sobre ella al dar
+el beso don Braulio.
+
+Entonces dijo doña Beatriz:
+
+--Vamos, vamos..., dejémonos de niñerías. No me pruebes ahora no ya que
+eres viejo, sino que eres mucho más niño que yo. Alegrémonos,
+serenémonos y vamos a divertirnos hasta donde sea posible. Apliquemos al
+caso presente aquel refrán que dice: «En casa del pobre más vale
+reventar que no que sobre.» Es menester sacarle bien el jugo a las
+pesetillas que vamos a gastar. ¡Pues no faltaba más! Sería un
+despilfarro hacer el gasto y no divertirse luego.
+
+Don Braulio se serenó siguiendo los consejos de su mujer: procuró reír y
+mostrarse contento, y hasta excitó a su mujer y a Inesita a que se
+divirtieran.
+
+De esta suerte llegaron a los Jardines, tomaron billetes y entraron.
+
+
+
+
+VIII
+
+
+Aquella noche había en los Jardines más gente que de costumbre.
+
+Unos estaban sentados en sillas formando grupos, corros o pequeñas
+tertulias; otros iban girando por el paseo circular, en cuyo centro está
+el quiosco de la orquesta. Esta tocaba, con bastante maestría, el rondó
+final de la _Cenerentola_.
+
+Nuestro don Braulio y sus niñas no vieron una sola cara conocida.
+
+En vez de sentarse se pusieron a girar por medio de aquella
+concurrencia.
+
+Pronto notó don Braulio que, aunque no conociera a nadie, no era lo
+mismo pasear solo que acompañado por mujeres tan guapas. Aquello distaba
+mucho de parecer un desierto.
+
+Con frecuencia, sobre todo al pasar grupos de hombres, llegaban a los
+oídos de don Braulio vagos murmullos lisonjeros, y de vez en cuando
+palabras y hasta frases enteras de admiración y de encomio.
+
+En España, no me meteré a moralizar sobre esto ni a decidir si está bien
+o mal, pero los hombres, sin creer que ofenden, suelen requebrar al paso
+a las damas, en particular cuando van solas.
+
+En esta ocasión, o por no fijarse en don Braulio, o por dar poca
+importancia a su persona, o por juzgarle distraído y que no oiría,
+Beatriz e Inés recogieron buena cosecha de piropos.
+
+Ambas hicieron la recolección tan impasibles y con tan fría dignidad,
+que pronto, como si hubiese corrido la voz de que aquellas criaturas no
+pedían guerra, los piropos terminaron, aunque no terminó el abrir calle
+cuando pasaban ellas. Siguieron asimismo los murmullos de entusiasmo y
+simpatía.
+
+Habían dado ya tres vueltas nuestras muchachas, cuando en un grupo de
+jóvenes elegantes divisaron las dos a la vez al Conde de Alhedín.
+Inesita conservó su serenidad olímpica, doña Beatriz se puso muy
+colorada.
+
+--¿Viste al Condesito?--dijo a Inesita al oído.
+
+--¡Ay, ay, qué colorada te has puesto!
+
+Otra nueva onda de roja sangre subió entonces al rostro de doña Beatriz,
+que se puso más colorada.
+
+--Estás como una amapola--dijo Inesita.
+
+El grupo en que habían visto al Conde venía hacia ellas de frente. El
+Conde iba sin duda a pasar al lado. ¿Quién sabe si les hablaría? ¿Quién
+sabe si les diría alguna palabra atrevida, que don Braulio oyese? Por
+este recelo quizá se había puesto tan colorada doña Beatriz.
+
+Lo singular fué que el Conde desapareció de pronto del grupo, el cual,
+al encontrarse con nuestras heroínas, se abrió para dejarlas paso,
+oyéndose por ambos lados murmullos lisonjeros y respetuosos, semejantes
+a los que de otras personas habían ellas oído ya.
+
+Inesita dijo al paño a su hermana:
+
+--¿Dónde se habrá escabullido el Condesito?
+
+--¿Quién sabe?--contestó doña Beatriz.
+
+--Pues así, hermana, no es posible que yo le diga con los ojos todo
+aquello que me recomendabas anoche que le dijese.
+
+No habían andado mucho trecho después de este breve diálogo, cuando
+vieron que de un corro, donde había sentada mucha gente, se levantó y
+destacó una señora elegantísima, aunque ya algo jamona. No había
+engruesado, y conservaba su esbeltez y gran parte de su hermosura, a
+pesar de los años. Estaba sin galas, impropias de aquel sitio público;
+pero todo lo que llevaba puesto era de exquisito gusto; rico sin ser
+vistoso.
+
+En vez de la mantilla tenía sombrero. Su rostro era gracioso. Su tez
+sonrosada, aunque algo morena. Tenía en la cara dos lindos lunares, que
+parecían dos matas de bambú en un prado de flores. Sus ojos, grandes y
+fulmíneos, relampagueaban más merced al cerco obscuro con que había ella
+pintado los párpados. Su talle era majestuoso a par que ligero y
+flexible. En resolución, todo el porte y el aspecto de aquella dama
+denotaban que era una _lionne_, una verdadera notabilidad de la corte.
+
+¡Cuál fué el asombro de Inés y de Beatriz cuando advirtieron que la
+notabilidad venía flechada a ellas! Un caballerete de veinticinco a
+treinta años, cargado con un abrigo y con una cajita, la seguía como si
+fuese un lacayuelo.
+
+Apenas llegó la dama, se puso delante de Beatriz, la miró con ternura y
+exclamando: «¡Querida mía!» le echó al cuello los brazos y la besó en
+ambas mejillas.
+
+Beatriz se quedó por un momento mirando a quien así la acariciaba.
+Reconociéndola al fin, dijo: «¡Rosita!», y le pagó sus besos con otros.
+
+Tal vez el curioso y paciente lector que conozca y recuerde la historia
+del doctor Faustino haya caído ya en quién era Rosita. Era la famosa
+Rosita Gutiérrez, hija del escribano de Villabermeja, que tan principal
+papel hace en la mencionada historia.[*]
+
+[*: Véanse _Las ilusiones del Doctor Faustino_, novela.]
+
+Rosita parecía inmortal, según se conservaba. Lejos de perder con la
+edad, podíase asegurar que había ganado.
+
+Poquito a poco se había ido amoldando y ajustando por tal arte a los
+usos de lo más elegante de Madrid, que ya no se atrevía casi nadie a
+llamarla la «Reina de las cursis», que era el dictado que al principio
+le daban.
+
+Su marido había atinado en los negocios, y se había enriquecido más aún.
+Ambos esposos se habían hecho muy aristócratas, religiosos y
+conservadores. Idolatraban a Pío IX, y tenían un título romano. Eran
+Condes de San Teódulo. Habían ido en devota peregrinación a Lourdes y a
+Roma, y de allí habían traído varias reliquias del referido Santo, el
+cual había sido uno de los seis mil mártires de la legión Tebana; y por
+dicha, resultaba probado con evidencia que fué natural del pueblo más
+importante del distrito por donde el marido de Rosita solía salir
+diputado. Con las reliquias trajeron los peregrinos la efigie del dicho
+San Teódulo, y todo lo llevaron al pueblo, donde hubo un júbilo inmenso
+y fiestas estrepitosas. Nada más natural, después de esto, que el que
+Rosita y su marido llegasen a ser Condes de San Teódulo.
+
+Sin embargo, no contentos ellos con ser Condes por Roma, anhelaban ser
+Marqueses en Castilla, y hacía tiempo que lo pretendían con ahinco.
+Entre tanto, cumpliendo con el refrán de «Niño no tenemos, y nombre le
+ponemos», habían cavilado mucho y disputado más los Condes sobre el
+nombre que había de tener el marquesado. Convenían los dos en que el
+nombre había de ser el de alguna finca rústica que ellos poseyesen;
+pero, por desgracia, los de las fincas del marido de Rosita eran
+imposibles. Se llamaban: _La Biznaga_, _El Hinojal_ y _La Macuca_. No
+era prudente titular con títulos tan feos. Habían resuelto, pues, que
+titularían sobre un cortijo de Rosita llamado _Camarena_; y ya soñaban
+con ser Marqueses de Camarena, conformándose por lo pronto con el
+condado de San Teódulo, mártir tebano y andaluz a la vez, lo cual,
+entendido como aquí debe entenderse, no implica contradicción.
+
+Titulada Rosita, y más rica y boyante que nunca, sintió desenvolverse en
+su alma el amor más puro hacia las letras y las artes. Llamó a sus
+salones a los artistas y poetas, y se hizo una a modo de Lorenza la
+Magnífica o de Mécenas hembra.
+
+En cuanto a la antigua _cursería_, hemos dicho que apenas osaba ya nadie
+acusarla de este defecto; defecto, por otra parte, tan vago e
+indefinible, que depende casi siempre del criterio de las personas el
+hallarle o no hallarle en otras. Lo que sí ocurre, por lo común, es que
+las acusaciones son mutuas. No se da apenas sujeto que, al calificar a
+alguien de _cursi_, haga más que pagarle, porque es seguro que los
+calificados por él le califican a boca llena de lo mismo.
+
+¿Será esto porque la cursería es una cualidad indeterminada y confusa?
+Yo creo que no, pues he notado que sucede lo propio con otras cualidades
+harto determinadas. Siempre que he oído a una mujer hablar de las
+intrigas galantes, de los enredos y travesuras de las otras, he visto
+que de ella decían las otras mil veces más. Y en los labios de todo
+aquel de quien me han referido mil horrores por su conducta poco limpia
+en los empleos públicos, he oído también las diatribas más enérgicas
+acusando a los otros del mismo pecadillo.
+
+Ora por bondad natural, aunque no ingénita, sino adquirida con los años
+y la experiencia, ora por desdeñar un arma embotada y mellada a fuerza
+de que todos la usen, la Condesa de San Teódulo no tenía mala lengua.
+¡Cosa rara! No hablaba mal de sus amigos. Sólo hablaba mal de sus
+enemigos declarados y acérrimos. Entonces se esmeraba y lo hacía con
+mucho chiste. De vez en cuando, aunque su prosa hablada era exquisita,
+solía apelar al verso, y mandaba a su poeta favorito que escribiese
+aleluyas contra la persona a quien quería ella ridiculizar.
+
+Apartada tiempo hacía de la amistad del general Pérez, la Condesa no
+intervenía en la política; no disertaba sobre estrategia, poliorcética y
+castrametación. Ahora consagraba todo su ingenio a las musas. Y además,
+desde su viaje a Roma, donde había estado tres semanas, había adquirido
+profundas nociones en el dibujo, pintura y artes plásticas, y se había
+hecho una arqueóloga más que razonable.
+
+Tal, en resumen, era la amiga que, sin esperarlo, se encontraron en los
+Jardines Inesita y Beatriz.
+
+Rosita, hacía ya ocho años, había estado en la feria del pueblo de
+ambas, no lejos del pueblo de ella, y había sido hospedada en la casa
+del señor Cura, amigo de su padre. Pero ¿cómo no se la habían olvidado
+aquellas mujeres, que eran niñas cuando ellas las conoció, y que debían
+de haber cambiado bastante? ¿Cómo acudía a ellas con tanta llaneza y
+bondad? ¿Por qué se las llevaba, como se las llevó, a su corro,
+sentándolas a su lado?
+
+De todo esto don Braulio estaba tan pasmado o más pasmado que nosotros.
+La diferencia está en que nosotros sabremos la causa en el capítulo
+siguiente y don Braulio se quedará a obscuras y cavilando.
+
+
+
+
+IX
+
+
+Todas las presentaciones se hicieron con las ceremonias debidas, según
+la liturgia de la sociedad elegante. Doña Beatriz presentó a su marido a
+la Condesa, y la Condesa presentó a los caballeros que formaban el
+corro, primero a doña Beatriz y después a Inesita y a don Braulio. De
+esta suerte los tres se vieron lanzados en el gran mundo en un
+periquete, en un abrir y cerrar de ojos.
+
+No estaba allí el Conde de San Teódulo ni había más señora que la
+Condesa. A ésta, como a casi todas las señoras de alto fuste y suprema
+elegancia, no le gustaba el trato con las mujeres sino en raros casos.
+Tanto más de agradecer y de estimar, por consiguiente, la extraña
+excepción que había hecho de Beatriz y de Inesita.
+
+Sentados todos de nuevo en el corro, el poeta favorito de la Condesa, a
+quien llamaremos Arturo, dió conversación a Inesita, sin que dejasen de
+hablar también con ella otros galanes.
+
+Don Braulio, si bien sobresaltado ya y receloso de empezar a hacerse
+célebre por su mujer, habló con los señores más serios y machuchos.
+
+Doña Beatriz y la Condesa de San Teódulo hablaron largo rato entre sí y
+en voz baja, recordando su amistad antigua.
+
+A los pocos minutos la Condesa había exigido de doña Beatriz que se
+volviesen a apear el tratamiento, que se volviesen a tutear como ella
+recordaba que allá en el pueblo se habían tuteado.
+
+¿Por qué negarse a tamaña amabilidad? Las dos amigas se tutearon en
+efecto. Ya recordará el lector lo campechana que era Rosita de lugareña.
+De Condesa seguía lo mismo con quien lo merecía.
+
+--No acabo de comprender--decía Beatriz--cómo has podido conocerme entre
+tanta gente y después de tantos años.
+
+--Hija mía--contestaba la Condesa--, yo tendré corto entendimiento; pero
+tengo mucha memoria y, sobre todo, mucha y buena voluntad para aquellos
+a quienes estimo. Te hubiera reconocido entre cien mil personas, sin
+antecedentes, sin estar prevenida, sin aviso de que estuvieses tú entre
+ellas. Además, ¿qué mérito hay en mí? Quien te ve una vez no es posible
+que te olvide.
+
+--Gracias, gracias; me confundes con tus elogios indulgentes y
+generosos.
+
+--Digo la verdad. Y luego tú no has cambiado en la cara. Tu cuerpo es
+otro; te has desenvuelto, te has embarnecido algo, estás hecha una
+hermosa mujer. Praxíteles te hubiera tomado por modelo. Estas prendas,
+sin duda, son hoy otras en ti. Cuando nos tratamos en el lugar eras una
+niña. Yo vi entonces el fresco y tierno capullo; ahora veo la rosa, que
+ha desplegado todo el lujo exuberante de su aromática corola. Pero
+repito que la cara, la expresión, el mirar..., nada de esto ha cambiado.
+Cuando hablas pareces una mujer casada...; pero en silencio... pareces
+una niña, más cándida..., más inocente que tu hermanita, que también es
+muy mona.
+
+--De todos modos... es singular..., sin antecedentes..., sin saber que
+yo estuviese en Madrid...
+
+--No; eso no. Yo no gusto de jactarme de lo que no debo. Yo he sabido
+hace poco que estabas en Madrid. Si antes lo hubiera sabido hubiera ido
+a verte a tu casa.
+
+--¿Y quién me conoce? ¿Quién ha podido hablarte de mí? Mi marido es un
+pobre empleado...
+
+--Será lo que dices; pero su inteligencia y su laboriosidad tienen
+encantado al Ministro y lleno de envidia a todo el personal de la
+Secretaría. El Ministro no hace más que hablar de tu marido. Y lo que es
+de ti, aunque vives tan retirada, hablan ya muchos desde que, pocas
+noches ha, te vieron en estos Jardines.
+
+--¡Es posible, mujer! ¿Quieres burlarte de mí?
+
+--Harto sabes tú que no me burlo.
+
+--No te burlarás porque eres buena, pero querrás embromarme. Es cierto
+que vine aquí pocas noches ha, mas nadie me conocía.
+
+--Entonces te conocieron y te admiraron. Alguien que se precia de
+hastiado, de descontentadizo, de difícil, quedó tan hechizado que os
+siguió.
+
+Doña Beatriz se puso colorada otra vez.
+
+--¿Cómo sabes eso?--dijo.
+
+--El me lo ha dicho.
+
+--¿Quién?
+
+--¿Quieres que te regale el oído? El Conde de Alhedín, la flor de los
+elegantes, el más guapo de nuestros pollos.
+
+--Sería por mi hermana.
+
+--De eso no me ha dicho el Conde palabra. Se ha limitado a decirme que
+os siguió, y me ha hecho de vosotras el más brillante encomio. Asegura
+que jamás ha visto dos mujeres más bellas y más aristocráticas por
+naturaleza. Antes de llegar hasta mí había el Conde tomado informes, y
+yo no sé cómo diablos se las había compuesto que, a pesar de vuestra
+fuga precipitada en un pesetero, sabía ya cómo os llamabais, dónde
+vivíais, quiénes erais, quién era tu marido y mil cosas más. Claro está
+que al decírmelas caí en la cuenta de que erais las niñas que tanto
+había yo querido en el lugar, y entré en deseo de volver a veros. Si he
+de hablarte con franqueza, sólo he venido esta noche por aquí a ver si
+os hallaba. En casa tengo gente: un círculo de amigos. Allá me aguardan,
+y mi marido está con ellos. En fin, gracias a Dios que os he encontrado.
+Bien suponía yo que habíais de venir por ser noche de domingo, en que tu
+marido no tendría quehaceres. La otra noche fué una locura lo que
+hicisteis, creyendo que nadie lo notaría. ¡Venir solas... dos niñas...
+exponiéndose a la persecución de cualquier majadero mal educado!... No
+todos son la crema de la cortesía. No todos son como el Conde de
+Alhedín, que sabe distinguir a escape con quién ha de habérselas.
+
+--Tienes razón--dijo Beatriz--; fué un disparate, fué una imprudencia lo
+que hicimos la otra noche. No lo volveremos a hacer.
+
+--De aquí en adelante sería imposible. Os desentonaríais. Ya a estas
+horas os conoce todo Madrid; esto es, la sociedad. Debéis venir, o con
+tu marido... o conmigo. Os traeré en mi coche si os divierten los
+Jardines. Mi poeta y algún otro nos escoltarán. Es menester darse tono.
+No es cosa de venir aquí dos muchachas como dos aventureras.
+
+--Mucho tengo que agradecerte--exclamó doña Beatriz.
+
+--No, niña mía, no me agradezcas nada. Lo hago por egoísmo. Aquí para
+entre nosotras, la vanidad no me ciega; voy siendo ya cotorrona. No
+tengo amores, ni celos, ni aspiro a nada, y necesito la amistad y la
+compañía de mujeres jóvenes como vosotras. Mi casa es un casino, del
+cual soy presidente con faldas; pero me voy cansando de hacer este
+papel. ¿Quieres compartirlo conmigo? ¿Quieres ayudarme a presidir mi
+tertulia?
+
+--Ignoro si Braulio querrá y podrá...
+
+--¿Cómo no ha de querer? Parece afable, alegre, buen señor y discreto.
+Ya reconocerá que su mujer no ha de estar siempre metida en casa. Cuando
+se casó con una criatura como tú, se haría cargo de todo esto. No le
+cogerá de susto.
+
+--Sí..., es verdad...--dijo doña Beatriz--; pero Braulio tiene razones
+poderosas. ¿Por qué he de avergonzarme de decírtelas? Somos pobres...
+¿Cómo gastar en trajes?...
+
+--¿Y para qué esos trajes? En mi casa... estamos de toda confianza...
+Puedes ir como estás ahora..., menos lujosa aún... y hasta puedes
+llevarte allí la labor... Ya verás cómo te distraes allí por las noches.
+Tu hermanita se distraerá también, porque van a casa pollos
+proporcionados a su edad e irán más cuando sepan que va ella. En cuanto
+a tu marido..., no es un requisito indispensable que te acompañe
+siempre. Esto sería ridículo por varios motivos; porque haría sospechar
+que era un celoso desconfiado, lo cual redundaría en menosprecio tuyo, o
+porque haría presumir que era un hombre incapaz, baldío, que no tenía
+negocios en qué emplearse; pero, en fin, aun cuando tu marido fuera a
+menudo a mi casa, doy por cierto que, lejos de pesarle, se alegraría.
+Allí van no pocos sujetos de su posición. Se daría a conocer, ganaría
+amigos y hablaría de política, de hacienda, de ciencias, de todo,
+luciendo lo mucho que dicen que sabe... y que hasta lo presente, dicho
+sea en paz y sin que te enojes, no le ha servido de nada. Tú lo
+confiesas..., no estáis muy lucidos.
+
+--Estamos contentos... y no deseamos más.
+
+--Esa es una virtud..., pero infecunda. Cuando no se aspira no se
+alcanza. Es menester aspirar a todo... Mira tú mi marido... Ya te le
+presentaré... No vale la vigésima parte de tu don Braulio. Y, sin
+embargo..., ¡cómo sabe ingeniarse!... Es un gerifalte... Yo hablo
+contigo con el corazón en la mano. Es menester que saquemos a tu marido
+del limbo en que vive. Tiene elementos... ¿Por qué no ha de
+aprovecharlos? Para filósofo, menospreciador del mundo y de sus pompas
+vanas, hubiera hecho mejor en no casarse con un pimpollo como tú.
+
+--¿Qué quieres? ¡Me amaba tanto!
+
+--¡Lástima fuera que no te amase! ¿A quién no infundirás amor? Tú, sin
+embargo, agradecida...
+
+--No sólo agradecida..., enamorada también...
+
+--Conque, ¿le amabas mucho?
+
+--Y le amo todavía.
+
+--Su claro talento te sedujo: doble motivo para que le emplee en hacerte
+feliz, para que se deje de vagas meditaciones y acuda a lo que importa.
+No sé qué agudo escritor ha comparado al filósofo especulativo con un
+mulo que da vueltas a una noria, atado a ella por el diablo de la
+metafísica, sacando agua que no bebe, y sin comer la abundante hierba y
+lozana hortaliza que por todas partes le rodea. Pues peor es aún cuando
+el filósofo o el mulo, siguiendo la pícara comparación, tiene una
+compañera y la lleva de reata, y no la deja pacer tampoco.
+
+--Mi obligación y mi gusto es seguir a mi marido por dondequiera que
+vaya; así me lleve a un desierto estéril como a la tierra de promisión.
+Por dicha, no creo que esté tan hundido en inútiles ensueños, que
+desconozca la realidad de la vida.
+
+--Mejor es así. Me alegro. Sin lisonja: me va siendo muy simpático tu
+marido. Tiene buena facha. Se conoce que es pájaro de cuenta. Lo único
+que debiera reformar es el sombrero y los picos del cuello de la camisa.
+Son enormes. ¿Por qué no haces que se los recorten un poco?
+
+--Es un capricho. Insiste en llevarlos así; pero no es terco en asuntos
+de más importancia.
+
+--Entonces... bueno va. Con picos y todo me parece bien..., muy
+curiosito..., muy pulcro... Hasta la enormidad descomunal de los picos
+se me antoja ya que le da cierto carácter original y grave. Pero, señor,
+¿dónde se habrá escondido el Conde?
+
+--¿Qué Conde?--preguntó Beatriz.
+
+--Tu más fervoroso admirador. Apenas te vió vino a decirme que habías
+llegado. Lo singular es el miedo que te tiene. Es absurdo en hombre tan
+corrido y tan atrevido. Nada..., le da vergüenza de que le presente a ti
+y se ha escapado. Está retardando lo que más desea... ¡Gracias a Dios!
+Ya viene por allí.
+
+Beatriz dirigió la mirada hacia donde indicaba su interlocutora, y vió
+que se acercaba al corro el lindo y elegante Conde de Alhedín.
+
+--¿No es verdad que es muy gentil?--preguntó la Condesa.
+
+Beatriz hizo un gesto gracioso que nada significaba.
+
+--Y luego--añadió la Condesa--, ¡si vieras qué bueno es, y qué sencillo
+y qué caballero!
+
+Nada dijo Beatriz tampoco para corroborar estas alabanzas.
+
+Llegó en esto el Conde, y la de San Teódulo le presentó sucesivamente a
+Beatriz, a su hermana y a don Braulio.
+
+No era el Conde de la reciente escuela y última cría, que hace gala de
+gastar pocos miramientos con las mujeres, o si lo era, sabía distinguir
+ocasiones y personas, y conociendo que no ganaría con abatirse intrépida
+y bruscamente sobre su presa, estuvo hasta cortado y tímido en los
+primeros instantes. Se limitó a decir algunas palabras corteses a cada
+una de las dos hermanas, sin acercarse demasiado a ellas, y sobre todo,
+sin incurrir en la insolente ordinariez, en que ahora incurren con
+frecuencia los hombres, de alargar la mano a las señoras apenas las
+conocen, obligándolas a que los desairen o a venir de buenas a primeras
+a términos de amistosa confianza.
+
+Después buscó el modo más natural de entablar conversación con don
+Braulio, y como si fuese un señor tan formal y de peso como él, le
+entretuvo más de media hora sobre materias importantes. Hizo más aún.
+Hizo algo que parecía imposible, dado lo parlanchín que era: supo
+callarse, escuchar con atención y obligar a don Braulio a que hablara,
+de lo cual don Braulio salió encantado.
+
+Por último, haciendo la conversación general, soltó el Conde la rienda a
+su buen humor, ensartó mil chistosos desatinos, dentro siempre de los
+límites no ya sólo de la decencia, sino de la más delicada urbanidad, y
+divirtió y regocijó a la reunión, logrando hacerse simpático a todos.
+
+Preparados así los ánimos, cuando acababan de dar las once, la Condesa
+propuso abandonar ya los Jardines e ir todos a su casa a tomar el te.
+Don Braulio, a pesar de que había reído las gracias del Conde y estaba
+contento de que le hubiese escuchado discretear, se escamaba de tanto
+obsequio y sentía no poco sobresalto de ver cómo se iba metiendo en los
+trotes del gran mundo; pero no supo resistirse. La Condesa le iba a
+llevar hasta la casa de ella en su coche. Después, desde la casa de la
+Condesa a la de don Braulio había pocos pasos que andar. Allanadas así
+las dificultades, hubiera sido una grosería no aceptar el convite.
+
+Don Braulio aceptó, pues, y en compañía de su mujer y de Inesita, los
+cuatro en el mismo landó abierto, fué aquella noche a la tertulia íntima
+y diaria de la Condesa de San Teódulo.
+
+
+
+
+X
+
+
+Por lo general, no hay tertulia o reunión para divertirse donde no se
+baile o se juegue a los naipes. Sin tresillo para los viejos y sin
+polkas y valses para los jóvenes, todos por lo común se aburren. Es de
+admirar, por lo tanto, una tertulia, como la de nuestra Condesa, donde
+sólo con charlar se divertía la gente. La mujer que logra tener una
+tertulia así puede jactarse de haber puesto una pica en Flandes. Cuantos
+sepan de estos negocios mundanos tendrán que reconocer en la mujer que
+presida tal tertulia no comunes dotes de entendimiento.
+
+Otras singulares virtudes resplandecían también en Rosita. Era tan buena
+para amiga como mala para enemiga. A su marido le quería, le cuidaba y
+le mimaba como la consorte más fiel y más amante. No había impedido esto
+que hubiese estimado después y querido de otra manera y con otros tonos
+y matices de cariño.
+
+Las mujeres, por lo común, no entienden que haya más que un solo cariño,
+que dan por completo a alguien o que reparten de este modo o del otro.
+Rosita no era así. Rosita entendía y sentía varios cariños, que no se
+destruían entre sí y que se armonizaban lindamente. Al Conde de San
+Teódulo le quería de un modo, a su poeta le quería de otro, y sobre
+estos afectos, propios y exclusivos de la mujer, surgían otros que
+parecían arrancar del fondo esencial del espíritu, donde ya no hay
+diferencia de mujer y hombre: del principio neutro, antes de que
+adquiera determinación sexual. Quiero decir con esto que Rosita amaba a
+muchos de sus tertulianos con una amistad parecida a la que un hombre
+puede sentir por otro hombre, con más cierta dulzura inefable que ella,
+por ser mujer, y mujer bonita aún, atinaba a poner en esta amistad,
+completamente ajena a todo sentir amoroso.
+
+El primero de estos amigos de Rosita era el Conde de Alhedín. Entre
+Rosita y el Conde no había secretos. Todo se lo confiaban. El Conde
+buscaba en su amiga consolación para sus disgustos y consejos para sus
+dificultades. Rosita admiraba el talento del Condesito: le reía todos
+los chistes, hallaba que nadie era más discreto que él; ni su poeta ni
+su marido valían un pitoche al lado del Conde, y por él hubiera hecho
+Rosita cualquier sacrificio. Nunca, sin embargo, ni el Conde había
+pensado en enamorar a Rosita ni ésta en enamorar al Conde.
+
+Fundadas tan poéticas relaciones en la estimación mutua, para Rosita era
+el Conde de Alhedín como un oráculo, sobre todo cuando se trataba de una
+ciencia que nos atreveremos a llamar _Estética social_; esto es, de
+calificar a las personas, y a las acciones y a las cosas, de elegantes,
+de distinguidas y de bellas. Una sentencia del Conde de Alhedín sobre
+feo o bonito, sobre buen tono o mal tono, sobre distinción o falta de
+distinción, era inapelable para Rosita.
+
+De este modo se comprenderá su entusiasmo súbito por sus antiguas amigas
+del lugar. El Conde se las había descrito como dos portentos, y Rosita
+había dado por cierto que lo eran.
+
+Deseosa entonces de lucirlas en su tertulia, alegre de ver que el
+entusiasmo de juez tan competente como el Conde recaía en sus casi
+paisanas, y anhelando que el Conde las conociera y tratara, buscó y
+halló, como hemos visto, a Beatriz y a Inés.
+
+El Conde mismo, en cuanto las vió, había ido a avisar que venían, por
+donde fué harto fácil a Rosita reconocerlas.
+
+Por lo demás, ni en esto hubo plan pecaminoso, ni propósito
+maquiavélico, ni concierto alguno entre el Conde de Alhedín y su
+confidente. Nada se había tramado ni contra la virtud de Beatriz, ni
+contra la inocencia de Inés, ni contra el honrado reposo de don Braulio.
+
+Rosita buscó con alegría y orgullo a sus semi-paisanas, fiada en los
+encomios del Conde. Cuando las halló, o sea porque estuviese bien
+predispuesta, o sea porque ellas lo merecían todo, le parecieron mejor
+aún, cada una por su estilo, que lo que había dicho el Conde. Y como
+Rosita no era envidiosa, cuando no había celos ni emulación de por
+medio, deseó todo bien a sus amigas, y fué sincera en cuanto con Beatriz
+había hablado. Le pasó por la cabeza que en su casa podría hallar
+Inesita un buen novio; consideró posible que en su casa saliese don
+Braulio de su obscuridad, y como le juzgaba pájaro de cuenta, vino a
+fingírsele en breve tiempo o Director general o Ministro, haciendo mil
+negocios útiles a la patria, y sobre todo a su marido; y no le pareció
+tampoco inverosímil que en su casa Beatriz y el Conde de Alhedín
+llegasen a enamorarse perdidamente el uno del otro; pero en esto no
+atinaba a ver Rosita, dado que ocurriese, y que ocurriese con la debida
+circunspección, nada de trágico, ni siquiera de desagradable para don
+Braulio, quien, según ella misma había declarado, le era simpático de
+veras, y de quien ya formaba elevadísimo concepto.
+
+Con tales ideas respecto a sus nuevas, o mejor dicho, renovadas amigas,
+la Condesa de San Teódulo se deshizo en amabilidades.
+
+Beatriz estuvo en la tertulia encantada y encantadora. Satisfecha de
+verse atendida y mimada por todos, desechó la cortedad y _tomó la
+tierra_, como si hiciera ya años que asistiese en aquellos salones.
+Todos, hasta los más difíciles, admiraron su ingenio a par de su
+belleza, y celebraron la natural sencillez de su trato, su no aprendida,
+sino ingénita elegancia, y su espontánea gracia andaluza. Aunque con la
+embriaguez del éxito propendía Beatriz a hablar demasiado, sabía
+contenerse y templarse para no pasar por desenvuelta y parlanchina.
+Merced a su reflexiva prudencia estuvo, pues, inmejorable.
+
+Inesita, por su estilo, estuvo asimismo muy bien. Su serenidad olímpica,
+su calma divina, no la abandonó ni un instante. En medio del lujo y los
+esplendores de aquella casa, antes desconocidos para ella, no sintió,
+como su hermana, que le subía a la cabeza algo semejante a los vapores
+del _champagne_; y sin la indiferencia selvática del rústico, y sin el
+afectado desdén del vano y orgulloso, no se maravilló de nada, dejando
+ver que lo comprendía y lo estimaba todo, aunque no lo hallaba extraño a
+su condición. En suma: Inesita estuvo en la tertulia como pudiera haber
+estado una princesa real, para quien todas aquellas magnificencias eran
+elemento propio, o más bien, quedaban por debajo del elemento que ella
+respiraba y en que su alma vivía.
+
+Esta serenidad de Inés hubiera podido pasar por orgullo si no estuviese
+suavizada por una mansedumbre angelical; tal vez se hubiera confundido
+con la necia apatía, si en la luz de sus pupilas, claras y profundas a
+la vez, no destellase la inteligencia. Quien fijaba su mirada en la de
+ella creía penetrar a través de mágicos cristales en el seno de un
+encantado palacio lleno de misterios, o imaginaba hundirse hacia el
+fondo de transparente lago, poblado de hermosas y vagas creaciones,
+cuyos divinos contornos no atinaba a comprender con fijeza, porque el
+más leve suspiro del aura rizaba las puras ondas, y éstas, sin perder ni
+en claridad ni en pureza, desvanecían y esfumaban toda imagen.
+
+En cuanto a don Braulio, menester es confesar que estuvo bastante
+encogido y fuera de su centro en la tal tertulia.
+
+Ya sabemos que era muy _escamón_, como dicen en su tierra. Así es que,
+si bien disimulaba con habilidad, andaba con la barba sobre el hombro y
+le parecían los dedos huéspedes. Era listo, pero presumía de ladino, y
+llegaba a ser sobrado malicioso. Formó, pues, de la tertulia un concepto
+muy diferente del que doña Beatriz había formado.
+
+Aunque don Braulio había vivido casi siempre en lugares y pequeñas
+ciudades de provincia, y aunque en Sevilla, durante los primeros años de
+su matrimonio, había estado retiradísimo, sin tratar nunca con lo que
+llaman el gran mundo, él le concebía y le comprendía más bello de lo que
+ahora se le presentaba. Dudó, por consiguiente, que aquél fuese el gran
+mundo puro, sino un remedo falso de él, como el similor es remedo del
+oro. Y ya en este camino, fué más allá de lo razonable e hizo juicios
+aventurados, entendiéndolo todo grotescamente y trabucando las cosas.
+
+Los Condes de San Teódulo le parecieron un si es no es Condes de pega, y
+aunque en la tertulia había sujetos de verdadero valer y clase, el
+concepto un poco turbio que tenía don Braulio de los amos de la casa
+hubo de proyectar cierta sombra obscura sobre los que a la casa
+asistían. De casi nadie pensó bien. ¡Extraña condición de los seres
+humanos! Uno sólo se ganó desde luego su confianza; uno sólo le pareció
+elegante, distinguido, noble por completo, discretísimo, ilustre, ameno,
+dulce y leal: el Conde de Alhedín.
+
+Viéndole cuchichear a menudo con Rosita y estar en la casa con más
+desenfado que los otros, don Braulio, pasándose de listo en esta
+ocasión, hizo un arreglo allá en su mente, y decidió que el Conde de
+Alhedín representaba en aquella casa el papel que en realidad
+representaba el poeta Arturo.
+
+Allá en su interior don Braulio perdonó benignamente al Conde este
+extravío, y considerando sus excelentes prendas, y sin recelo de nada
+por este lado, casi intimó con él.
+
+En cambio, al poeta, que era muy entrometido, que desde luego trató con
+la mayor confianza a las dos hermanas, que se acercaba muchísimo para
+hablar con ellas, así por mala educación como por ser algo corto de
+vista, y que echó a Beatriz en verso y en prosa una infinidad de
+piropos, don Braulio le tomó tirria y le miró como a un Don Juan Tenorio
+menesteroso y de tercera o cuarta clase.
+
+De todos modos, a don Braulio no le encantó la tertulia; pero don
+Braulio tenía una pauta para su conducta, de la que había decidido no
+apartarse.
+
+Tal como está la sociedad, y fuese cual fuese el ideal que él tenía del
+gran mundo, lo cierto era que la casa de los Condes de San Teódulo era
+una casa respetable, donde cualquiera otro, en su posición, se hubiera
+quedado contentísimo de ser admitido. Don Braulio podía pensar lo que se
+le antojase de Rosita y de su marido; podía denigrar, allá en el fondo
+de su severa conciencia, la tertulia con sus tertulianos; pero ante el
+mundo, dentro de las condiciones de esta vida que vivimos, no podía
+oponerse, sin pasar por hurón, por celoso y por tirano, a que su mujer
+siguiese yendo a dicha tertulia.
+
+Don Braulio no quería, además, contener a su mujer con sermones, ni con
+severidad, ni con mandatos. Quería sólo de ella amor por amor. Su plan
+estaba trazado. No podía ni debía oponerse a que Beatriz tratase a
+Rosita ni a que estrechase lazos de amistad con ella. Conveníale, por
+último, dar aviso a su mujer acerca del valor moral de Rosita, a fin de
+que no se engañase; pero disimular luego su disgusto si su mujer seguía
+tratándola. Y esto hizo don Braulio.
+
+Habrá quien crea que don Braulio hizo mal y que era débil de carácter.
+Aquí no le damos como dechado de fortaleza. Le pintamos tal como es.
+
+Diremos, no obstante, en su abono, que son muy raros los Catones. Todos
+se informan de la conducta de los criados que van a recibir en casa, y
+nadie de las de aquellas personas con quien tratan e intiman su mujer y
+sus hijas, siempre que dichas personas salven las apariencias y no estén
+mal vistas en el mundo.
+
+En suma: ya con la tolerancia, ya con el beneplácito de don Braulio,
+doña Beatriz e Inesita, desde aquella noche en adelante, siguieron yendo
+con frecuencia a la tertulia de la Condesa de San Teódulo y siendo su
+más preciado ornato y atractivo.
+
+Rosita, además, las llevaba a veces en su compañía, ya al teatro, ya a
+los Jardines, ya al paseo, ya a comer en su casa.
+
+Don Braulio, según sus quehaceres o su humor, iba o no iba con su mujer
+y su cuñada a estas diversiones y fiestas, a las que Rosita tenía buen
+cuidado de convidarle siempre.
+
+
+
+
+XI
+
+
+Pasaron meses desde la noche en que por vez primera habían aparecido en
+la tertulia de la Condesa don Braulio, su mujer y su cuñada.
+
+Todas las prudentes reflexiones de don Braulio a su mujer habían sido
+inútiles. Beatriz gustaba de brillar en sociedad, y ante esta
+consideración daba poca importancia a los consejos de su marido.
+Parecíanle tal vez exageradas cavilaciones de un hombre ya anciano. No
+desconocía ella que en el fondo don Braulio tenía alguna razón al
+sostener que la tertulia de los de San Teódulo no era el verdadero gran
+mundo, no era el legítimo buen tono; pero ¿podía su marido llevarla a
+ese gran mundo? Sin duda que no. ¿Había, pues, de desistir ella de ir a
+parte alguna; había de seguir encerrada entre cuatro paredes en la flor
+de su juventud, y condenar a Inesita al mismo suplicio porque no
+hallaba una sociedad perfecta, por todos estilos, donde poder
+presentarse?
+
+En varias discusiones que tuvo Beatriz con su marido acerca de este
+negocio, siempre le hizo callar y salió victoriosa.
+
+Sus argumentos eran, en verdad, difíciles de rebatir. Para todo tenía
+respuesta.
+
+--La Condesa de San Teódulo tiene mala reputación--decía don Braulio.
+
+--Será una calumnia--contestaba Beatriz.
+
+--¿Y si lo que se dice contra ella es fundado?
+
+--Entonces... ¿qué se le ha de hacer? A bien que no es enfermedad
+contagiosa.
+
+--Quiero conceder que no se dé el contagio cuando no hay predisposición
+para ello; pero al menos tú me concederás que la mala fama trasciende;
+que la maledicencia no sólo se ceba en quien lo merece, sino en las
+personas que rodean a quien lo merece, aun cuando no sean cómplices
+suyos.
+
+--Eso quizá será verdad; pero, a fuerza de querer probar mucho, no
+prueba nada. Si toda mujer virtuosa, con sólo tratarse con otra que no
+lo es se expone a que confundan e igualen su conducta con la de su
+amiga, lo mejor es no tratarse con nadie, vivir como en el sepulcro.
+¿Qué quieres? ¿Voy a pedir un certificado de virtud a las mujeres con
+quien hable? Dices tú que la de San Teódulo no es del gran mundo
+verdadero. ¿Habrá más virtud en las mujeres del verdadero gran mundo?
+¿No se habla de ellas como se habla de mi amiga? Pues, si descendemos,
+si pretendes que me trate con la mujer del escribiente, del portero o
+del empleadillo, ¿de dónde infieres tú que he de hallar en ellas toda la
+severidad de Lucrecia? ¿Está acaso vinculada la virtud en la gente
+humilde? ¿Es la honestidad privilegio exclusivo de las hembras
+menesterosas? Desengáñate, Braulio; lo que tú quieres es que vivamos
+aquí tan aisladamente como en Sevilla, hechos unos hurones, sin
+tratarnos con un alma. Yo por mí me resignaría... por darte gusto,
+aunque bien conoces que es muy duro... Soy joven aún... Tú, ocupado en
+tu Secretaría y en tus estudios, apenas me acompañas. ¿He de vivir en
+eterno soliloquio? Y luego, la pobre Inesita..., que no tiene, como yo,
+un marido a quien complacer a y quien amar, ¿por qué ha de ser víctima
+de ese antojo tuyo?
+
+Tales razonamientos ejercían un poder invencible en el alma de don
+Braulio. Nada hallaba que contestar a ellos, y se callaba.
+
+Beatriz, al verle callado y casi rendido, le dirigía una mirada amorosa,
+le sonreía dulcemente, le hacía un cariño, y don Braulio acababa de
+someterse. No sólo no era capaz entonces de prohibirle que fuese a la
+tertulia de la de San Teódulo, sino que no hubiera acertado a oponerse a
+cualquiera locura que ocurriese a su mujer.
+
+Allá, en lo interior de su alma, don Braulio le daba razón en todo, no
+ya meramente por el afecto que le profesaba, sino por la hechura de su
+entendimiento y por la condición y carácter de sus ideas.
+
+«¿Qué derecho tengo yo--decía entre sí--para que esta hermosa mujer, tan
+discreta, tan graciosa, tan a propósito para ser el encanto y la
+admiración de quien la trate, se sepulte en vida en castigo de haberme
+amado y de haberme tomado por marido? ¿Qué derecho tengo yo para imponer
+además la misma pena a su linda hermana, más joven aún y no menos a
+propósito para lucir en el mundo? Hasta es ridículo mi antojo de que sea
+virtuosa la sociedad que frecuenten. ¿Dónde voy a hallar eso? La
+sociedad no es virtuosa ni viciosa. Lo son las personas que la componen.
+Y el vicio es más común que la virtud.»
+
+Otras veces pensaba don Braulio:
+
+«Si yo prohibiese a mi mujer que fuese a acompañar a la Rosita, todos
+los que lo supiesen o presumiesen se burlarían de mí..., y con razón.
+Daría yo muestras de una desconfianza que no me honraría ni honraría a
+la compañera de mi vida. Haría creer que la sospechaba de liviana o de
+fácil. Ejercería contra mi mujer un acto tiránico, que tendría, además,
+algo de infamatorio. Ella tendría entonces razón para dejar de
+amarme..., para odiarme..., quizá para despreciarme.»
+
+La sola suposición de que su mujer viniese a no amarle, a odiarle o a
+despreciarle..., agitaba los nervios del infeliz. Se sentía convulso,
+como si el cielo fuese a caérsele encima, y sólo se serenaba, sólo
+pasaba aquella tempestad de su alma, cuando acudían las lágrimas a sus
+ojos y desahogaba con ellas el sentimiento del corazón.
+
+Beatriz e Inesita quedaron, pues, en libertad completa de ir con Rosita
+a todas partes, y no dejaron de aprovecharla. Don Braulio se hacía
+cómplice de esto, acompañándolas no pocas veces. Entonces solía sentir
+las más opuestas emociones. Unas eran agradables, otras muy
+desagradables; pero todas hábilmente disimuladas por él.
+
+Las emociones desagradables de don Braulio nacían de la desconfianza de
+sí mismo, que le atormentaba. Se reconocía fatigado, melancólico, viejo,
+poco ameno, mal vestido, nada elegante, y a cada paso veía hombres cuyas
+prendas de entendimiento, cuyo valer moral, cuya alma, en suma, le
+parecían muy inferiores a lo que en su ser propio notaba y estimaba;
+pero que eran, al mismo tiempo, tan superiores a él en todo lo que más
+fácilmente se nota y se estima, como, por ejemplo, distinción y soltura
+en los modales, juventud, hermosura física, salud y brío, amenidad y
+alegría en el trato, ligereza y gracia en la conversación, que miraba
+como prodigio inexplicable que su mujer no gustase, más que de él, de
+cualquiera de dichos hombres.
+
+Corroboraba en su mente tan triste persuasión el pensamiento de ciertas
+habilidades que él veía en otros hombres, y de las cuales se juzgaba
+incapaz. El vals era su desesperación. Se admiraba de un hombre que
+valsase bien; le parecía precioso, encantador valsando, y decía para sí:
+«¿Qué pensará mi mujer de mí, que no valso?» Más aún se admiraba de los
+jóvenes que cazan, que tiran a la pistola y al florete, que patinan, que
+montan bien a caballo, y que son ágiles y fuertes para todo esto. Hasta
+los que lidian becerros o van airosos en velocípedo le causaban envidia.
+Allá en su conciencia, con todo secreto, se declaraba a sí propio
+nuestro don Braulio que, de ser mujer, estaría él muy a punto de
+enamorarse de un guapo mozo que tuviese dichas habilidades. Así es que
+se daba el infeliz al diablo, y de fijo hubiera hecho pacto con él,
+entregándole su alma, si de la noche a la mañana le hubiese transformado
+de torpe en ágil y de enclenque en robusto, concediéndole la virtud de
+patinar, valsar, cabalgar, esgrimir, torear, cazar y _velocipedear_.
+
+Apenas quería creer don Braulio en el espiritualismo de las mujeres
+cuando suelen preferir a las susodichas habilidades otras virtudes
+varoniles; pero aun siendo así, ¿qué pruebas había dado él de estas
+otras virtudes? ¿Qué batalla campal había ganado? ¿Qué poema había
+escrito? ¿Qué discurso había pronunciado en las Cortes? ¿Qué sumas había
+ganado en la Bolsa, en el juego o en los negocios? ¿Qué cuadro había
+pintado? ¿Qué estatua había esculpido? ¿Qué flamante sistema de
+filosofía había creado en su mente? ¿Qué nueva máquina o artificio
+había dado a la industria humana?
+
+Don Braulio se abismaba en tales meditaciones, y salía de ellas tan
+mezquino y ruin a sus propios ojos, que se infundía lástima. Se sentía
+amilanado y postrado.
+
+Miraba a su mujer, que en realidad era hermosa, elegante, discreta. Se
+le aparecía digna de un trono, digna de ir en magníficos carruajes; de
+pisar alcatifas de Persia, de vestir blondas y sedas riquísimas; de
+recibir adoraciones de sabios y de valerosos y de ricos; de premiar el
+mérito, la destreza, la poesía, la ciencia y la audacia con una dulce
+mirada de amor. Y como don Braulio no había hecho nada para obtener el
+premio, casi se persuadía de que le estaba usurpando, de que era un
+detentador miserable.
+
+Doña Beatriz, en tanto, tenía encantados a todos los hombres de la
+tertulia de su amiga. Su alegría era comunicativa; su charla, deleitosa.
+Decía mil chistes, sutilezas y discreciones, que se aplaudían y gustaban
+más aún por el acento sevillano con que los decía, por la expresión de
+su rostro, por la viveza de sus ojos y por los frescos y colorados
+labios, y blancos, iguales y apretados dientes, por entre los cuales
+brotaba suave, argentina y simpática su fácil y espontánea palabra.
+Sabía ella además infundir amor y respeto. Los mismos que codiciaban su
+hermosura la cercaban reverentes. Hasta el poeta Arturo dejó de
+acercarse demasiado y se contentó con doblar los lentes para verla
+mejor.
+
+De contemplar esto nacían las emociones agradables de don Braulio.
+Aquella mujer tan admirada y codiciada era suya. La que, tal vez, o de
+seguro y sin tal vez, inspiraba amor a muchos hombres de valía; la que
+con una mirada, con un ligero favor, los hubiera podido llenar de
+orgullo y de dicha, le amaba a él sólo, y para él sólo guardaba toda la
+ternura de su corazón, y todo aquel tesoro de belleza, tan deseado y
+encomiado.
+
+Don Braulio, no obstante, era una de aquellas criaturas en quienes toda
+emoción grata dura poco, a quien acude súbito la idea triste que
+envenena dicha emoción.
+
+«Mas ¿por qué--se decía--soy yo el que ella ama, el único dichoso, el
+dueño del tesoro, el que tiene la llave de su corazón? Por una
+casualidad, primero: por haberla hallado en un lugar donde nadie había
+que compitiese conmigo. Y después, por un contrato consagrado por la
+religión: por un deber moral, legal y religioso, que le impulsa a amarme
+de un modo exclusivo. Si éste, aquél o el otro fuese su marido, en vez
+de serlo yo, ¿no le querría como a mí me quiere? ¿Quién sabe? Quizá le
+querría más.»
+
+Entonces recordaba don Braulio y analizaba en su mente toda caricia,
+toda palabra de amor, toda señal de simpatía, y pugnaba por descubrir en
+ello lo que sólo procedía de amor, apartando lo que del deber, unido a
+la bondad y hasta a la compasión, acaso procedía. Casi siempre sacaba de
+este análisis que todo se evaporaba en bondad, en cumplimiento de una
+obligación, en deseo de no afligir, en agradecimiento, y que nada
+quedaba para el amor en el fondo de la retorta, donde su impía crítica
+había puesto a alambicar las muestras todas de cariño que doña Beatriz
+le había dado desde que se casaron.
+
+Fingíase, por último, a doña Beatriz casada con un hombre joven, hermoso
+y brillante, con un hombre a quien ella pudiese amar y amase con toda la
+energía del alma juvenil; y entonces imaginaba don Braulio coloquios,
+éxtasis, arrobos, ternuras inefables, deleites infinitos, glorias
+divinas de amor, ocultas aún en el fondo del alma de doña Beatriz; todo
+un cielo de bienaventuranza allí sumido, y que él no había jamás hecho
+surgir y aparecer con sus débiles conjuros. Considerábase como dueño de
+un arca misteriosa, fabricada por los genios; arca de cuya exterior y
+somera beldad gozaba él sólo a todo su sabor y talante, mientras que
+ocultaba en su seno la joya más rica, la felicidad más cabal en este
+mundo, un trasunto del Olimpo, del Edén y de cuantos Paraísos y Campos
+Elíseos soñaron los poetas y los videntes antiguos; la visión beatífica,
+la unión esencial del alma con el objeto condigno de su anhelo
+insaciable; pero arca que no mostraba todo esto a quien no tocase el
+resorte que había de hacerlo aparecer, y que él no tenía ni fuerza, ni
+maña, ni merecimiento para tocar. Don Braulio se desesperaba,
+perdiéndose en tan crueles meditaciones, de las que no quería confiar
+nada a su mujer, ni tal vez hubiera acertado a confiarle algo aunque
+hubiera querido.
+
+
+
+
+XII
+
+
+Mientras que andaba don Braulio agitado, allá en el fondo de su alma, de
+tan varios afectos, de los cuales salía siempre por consecuencia, la
+precisión en que se creía de dar a su mujer y a su cuñada libertad
+completa para ir a casa de la Condesa y acompañarla a teatros y paseos,
+Beatriz, aprovechándose de dicha libertad, vino a ser casi tertuliana
+diaria de la San Teódulo, ora la siguiese sólo Inesita, ora la siguiese
+también su marido.
+
+Cuando iba éste, la natural simpatía le impulsaba siempre a hablar con
+el Conde de Alhedín más que con otro alguno. El Conde hablaba con
+formalidad, con sumo acierto y con sano juicio, de las cuestiones más
+graves, y hasta cuando estaba de broma todos sus chistes parecían a don
+Braulio no groseros y vulgares, sino delicados e ingeniosos, por donde
+era el primero que los reía.
+
+El Conde, hecho así muy amigo de don Braulio, hubo de acompañar algunas
+noches a las dos hermanas hasta la casa de ellas; y como doña Beatriz se
+la ofreció, él pudo visitarlas y las visitó del modo más correcto.
+
+Nada de esto hacía recelar a don Braulio. El no tenía celos de persona
+alguna determinada, y en todo caso, por la especie de admiración que
+profesaba al Conde, tenía más confianza en él que en otro cualquiera.
+Imaginaba que el Conde le comprendía, le respetaba y no abusaría de su
+amistad aunque pudiese. De esta suerte, por lo mismo que reconocía en el
+Conde más capacidad de seducir que en todos los otros, temía menos la
+seducción por parte del Conde.
+
+No eran de igual parecer los de la tertulia de Rosita. Sin odio, sin
+deseo de dañar, por pura ligereza y alegre malicia, suponían cuanto hay
+que suponer, fundándose en los siguientes datos.
+
+El Conde, que debía haber ido a Biarritz, había desistido de su
+expedición y se había pasado en Madrid todo el verano.
+
+Con mucha frecuencia hablaba con Beatriz en largos apartes.
+
+Se sabía que la visitaba en su casa.
+
+El Conde estaba sin amores conocidos, la crónica escandalosa no
+designaba, ni en la sociedad elegante, ni entre la gente de la clase
+media, ni entre las bailarinas y actrices, ninguna que le tuviese
+cautivo en sus redes.
+
+En sujeto de tanto valer, tan gallardo y afortunado siempre con las
+mujeres, era inexplicable esta soledad amorosa, si no se suponía alguna
+pasión oculta.
+
+La pasión, por consiguiente, se supuso. Y una vez supuesta, se supuso
+también que no podía menos de ser correspondida.
+
+La falta de pruebas que había, el enojo del Conde cuando empezaron a
+embromarle con doña Beatriz, sus negaciones rotundas y el respeto y
+consideración ceremoniosa con que trataba en público a aquella mujer,
+todo ello sirvió sólo para que se pasmasen los amigos del maravilloso
+disimulo, de la hidalga prudencia y del noble sigilo de aquel dichoso
+mortal.
+
+Rosita, a quien el Conde se lo confiaba todo, quiso no pocas veces
+averiguar, en secreto y para ella sola, la verdad del caso.
+
+El Conde negó a Rosita que hubiese caso alguno que redundase en daño de
+don Braulio, y mostró enojo de que ella creyese que le había, y le
+suplicó, y hasta le exigió, que disipase tan absurdos rumores.
+
+Por desgracia, no valió esto sino para que Rosita dejase de hablar al
+Conde de sus relaciones con doña Beatriz, y hasta para que afirmase con
+frecuencia en alta voz que no había tales relaciones; pero, en voz baja
+y al oído, Rosita solía hacer estupendos elogios de la caballerosidad de
+su amigo, que ni siquiera a ella le confiaba su triunfo. Este callar era
+heroico, este disimular demostraba a gritos la vehemencia y sublimidad
+de un generoso afecto.
+
+--Llega a tal extremo el Conde--decía Rosita--, que será capaz de tener
+un desafío con quien divulgue por ahí que Beatriz le ama.
+
+--_E pur si muove_--añadía el poeta Arturo, si por acaso se hallaba
+allí.
+
+El rumor, la suposición, la calumnia, si era calumnia; la hablilla, en
+fin, si así queremos llamarla, se movió en efecto con rapidez
+portentosa.
+
+Apenas quedó en la coronada villa hombre ni mujer, iniciados en la
+historia anecdótica de los salones, en aquella historia que Asmodeo y
+sus imitadores no pueden ni deben revelar por impreso, si bien tiene mil
+cronistas orales y clandestinos, que no diese ya por cierto, firme y
+apretado, el lazo que unía el corazón de Beatriz y el de Ricardo, que
+así llamaban al Conde de Alhedín sus íntimos o los que por tales querían
+pasar para darse tono.
+
+Don Braulio era quizá el único que ignoraba todo aquello, y la gente se
+pasmaba de su ignorancia.
+
+Los sujetos más benévolos decían:
+
+--No es extraño. El buen señor está en Babia siempre. ¡Es tan distraído!
+Vaya: más vale así.
+
+Otros exclamaban:
+
+--Bien se conoce que el hombre es un verdadero filósofo.
+
+Otros:
+
+--¿Quién sabe? Estos varones severos no incurren casi nunca en la
+torpeza de averiguar lo que no les conviene. La distracción, el andar
+siempre por los espacios imaginarios suele traer muchos provechos.
+
+Otros, por último:
+
+--Ya verán ustedes cómo el pobrecito don Braulio adelanta en su carrera
+y llega a ser personaje. Su mujer hará que suba.
+
+El respeto y hasta el temor que inspiraba el Conde de Alhedín, poco
+sufrido con nadie, pronto para el enojo, y diestro y feliz en lances y
+pendencias, no consentían que los hombres se insinuasen con doña
+Beatriz, hablándole de sus amores con el Conde.
+
+Beatriz no trataba con mujeres de la sociedad, que no hubieran respetado
+al Conde y que se hubieran insinuado con ella.
+
+Y Rosita quería tanto al Conde, que por nada del mundo le hubiera
+causado el pesar de darse por entendida con Beatriz de que sospechaba o
+sabía lo que, a su ver, pasaba.
+
+Doña Beatriz, por consiguiente, podía imaginar, o imaginaba sin duda,
+que nadie sospechaba de ella.
+
+Los rendimientos y las deferencias de que era objeto los podía atribuir
+a su mérito propio, y el que los galanes no se le acercasen en son de
+guerra y de conquista, a que su buena reputación los tenía a raya.
+
+Durante, pues, todo el verano y hasta el principio del mes de octubre,
+momento en que ocurrieron casos importantes, que pronto hemos de
+referir, pudo muy bien doña Beatriz, nada experimentada ni escarmentada
+aún de la maledicencia de los madrileños, vivir tranquila y persuadida
+de que nadie la acusaba de ser la enamorada del Conde, y de que don
+Braulio no estaba en ridículo de resultas de haber sido tan bueno y tan
+complaciente con ella.
+
+Al llegar a este punto siento yo cierto prurito de declamar y de
+moralizar, a fin de que mi historia merezca contarse entre las
+ejemplares. No atino, sin embargo; no me decido siquiera a señalar el
+blanco contra el cual he de dirigirme.
+
+¿Declamaré contra la sociedad murmuradora? No me atrevo, sin
+considerarme como injusto. ¿Quién sabe aún lo que en realidad pasaba?
+Pero las apariencias estaban en contra de doña Beatriz.
+
+¿Declamaré contra ésta? ¿Y si era inocente? ¿Y si las apariencias eran
+engañosas? ¿Y si ella, ignorante aún de la vida, no notaba que, sin
+querer, quizá sin merecerlo, daba pábulo a la maledicencia?
+
+Sería, por último, harto cruel que yo me estrellase contra el bueno de
+don Braulio, que era tan honrado, tan noble, tan excelente, y cuya única
+falta, si falta había, se originaba del amor entrañable y de la
+indulgencia bien meditada con que miraba a su mujer.
+
+Lo mejor, por lo tanto, es que nos abstengamos de declamar y de
+moralizar, aguardando a ver qué sale en claro de todo esto.
+
+Por lo pronto, lo que podemos asegurar es que la reputación de doña
+Beatriz estaba perdida; gravísimo mal, aunque no del todo irremediable,
+dado que fuese una calumnia lo que se recelaba o afirmaba: dado que la
+suposición no tuviese fundamento alguno.
+
+Verdad es que para poner remedio a aquel mal era ya menester que los
+pacientes lo supiesen primero, condición terrible para el enamorado don
+Braulio, quien, atormentado por sus vagas y melancólicas imaginaciones,
+no advertía nada de lo que en realidad estaba pasando en torno suyo, y
+cuyo corazón, que tanto se angustiaba sólo con presentir la pérdida del
+cariño de Beatriz, parecía que no había de tener resistencia bastante
+para sufrir el rudo golpe de la certidumbre y la realización de su
+presentimiento.
+
+
+
+
+XIII
+
+
+Confieso, con la ingenuidad que me es característica, que he tenido
+tentaciones de pintar al Conde de Alhedín como a un seductor perverso,
+endemoniado y profundo en sus ardides y planes de guerra. «De esta
+suerte--me decía yo cuando iban ocurriendo estas cosas y yo mismo no
+estaba aún en el secreto--, si doña Beatriz ha sido en efecto seducida,
+su caída tendrá cierta disculpa, y, si no lo ha sido, su triunfo será
+más glorioso y memorable.»
+
+No hay nada, sin embargo, que me repugne más que la mentira. Ni siquiera
+gusto de apelar a ella para escribir un cuento. Y como el Conde de
+Alhedín existe en realidad y yo le conozco y trato, se me hace cargo de
+conciencia presentarle diverso de lo que es, aunque sea envolviéndole en
+el velo del seudónimo.
+
+El Conde de Alhedín, dicho sea en honor de la verdad, no pasa de ser un
+buen muchacho, si hemos de juzgarle con el relajado criterio que en el
+mundo se usa.
+
+El Conde de Alhedín dista tanto de ser un Don Juan Tenorio como dista el
+cielo de la tierra. Jamás ha empleado engaño ni violencia contra soltera
+ni casada.
+
+Doy además por seguro que, si hacía examen de conciencia, por muy severo
+y escrupuloso que fuese antes de la época de nuestra historia, no
+llegaría jamás a persuadirse de que él hubiese seducido a mujer alguna.
+
+Hallando fácil y abundante cosecha de laureles entre las seductoras y ya
+seducidas, no tuvo el Conde la mala idea de extraviar a ninguna cándida
+e inocente doncella, o de turbar la santa paz de algún matrimonio modelo
+por lo bien avenido, ejemplar y amoroso.
+
+Si en algunos casos reconocía el Conde que la seducción había sido
+mutua, en los más, con notable consolación de su ánimo y con no corto
+menoscabo de su vanidad, el Conde no veía en su propia persona sino a la
+que padece, esto es, a la verdaderamente seducida.
+
+Ni una sola de sus conquistas había tenido hasta entonces asomos de
+carácter trágico. No se acusaba al Conde de haber arrancado de frente
+alguna el luminoso nimbo de la santidad y de la pureza. No había mujer
+que hubiese descendido por él de un pedestal sagrado donde hubiera
+estado antes, sin que jamás la tocase el lodo de la tierra, sin que se
+empañase en lo más mínimo la nítida blancura de la fimbria de su veste.
+O bien había sido el Conde uno de tantos, y no primero en una serie más
+o menos larga y variada, o bien, si por dicha había sido el primero, el
+mismo diablo había allanado antes los caminos tan suave y aviesamente,
+que harto se podía dar ya por perdido lo que había que perder, y al
+Condesito sólo le remordía la conciencia, como al joven filósofo de la
+fábula, por haber cedido con fragilidad al capcioso argumento que estos
+versos expresan:
+
+Tómelo por su vida, y considere
+Que otro lo comerá si no lo quiere.
+
+Cuando me paro a meditar acerca de la virtud en grado heroico se me
+ocurre un pensamiento que me apesadumbra bastante.
+
+Verdad que hay aún, y seguirá habiendo de seguro, guerras civiles e
+internacionales, revoluciones violentas, pestes, enfermedades y otra
+multitud de plagas con que Dios quiere y puede probar y ejercitar
+nuestra paciencia. Verdad que todos estamos condenados a morir, y no es
+chico mal la muerte, sobre todo cuando se la contempla desde la cumbre
+de la vida, en el pleno goce de la mocedad y del brío sano de nuestra
+primavera; pero en circunstancias normales, en la vida burguesa,
+ordenada y política que hoy se vive, es difícil, cuando no imposible,
+que aparezca o se dé en cualquier sujeto un caso de heroísmo, de
+sufrimiento extraordinario, de entereza sublime o de otra virtud magna y
+pasmosa, sin que aparezca o se dé, como motivo u ocasión, en otro sujeto
+o en varios, un caso de vicio o de maldad o de fiereza no menos fuera de
+todo término razonable. Para que haya un Régulo es menester que haya
+cartagineses; para que haya un sabio que beba tranquilo la cicuta es
+menester que haya jueces inicuos que por odio a sus discreciones y
+sabidurías le condenen a beberla, y para que haya mártires que se dejen
+desollar o que se dejen asar a fuego lento en unas parrillas es menester
+que haya tiranos tan empedernidos y atroces, que los manden desollar o
+asar porque no se prestan a adorar los ídolos o por otra tontería por el
+estilo.
+
+Ahora bien; no sé si por fortuna o por desgracia, pero es lo cierto que
+malvados y pícaros en grado tan superlativo y extremoso van siendo más
+raros cada día, y, por consiguiente, la áspera senda de la virtud se va
+allanando y macadamizando, sin que aquellos que tienen virtud en dicho
+grado logren casi nunca ocasión propicia para lucirla, viéndose
+obligados a conservarla en estado latente allá en el fondo de sus
+corazones.
+
+No quiero, pues, alterar la verdad de mi historia e ir contra esta ley
+del progreso humano, convirtiendo en un monstruo al Conde de Alhedín.
+Atengámonos a la verdad.
+
+El Condesito, según he declarado ya, era un excelente chico, ligero,
+amigo de divertirse, muy tentado de la risa, pero mejor que el pan.
+
+Su madre, la Condesa viuda, le idolatraba y le había mimado siempre;
+pero los mimos, lejos de pervertir las buenas naturalezas, las hacen
+mejores y más dulces; convierten la hiel en almíbar.
+
+Para el Condesito era fácil ser bueno. Nada envidiaba. Todo le sonreía.
+Ya hemos dicho que poseía quince mil duros de renta, que era de buena
+familia y que gozaba de perfecta salud. No había ejercicio corporal en
+que no brillase: gran jinete, certero tirador de pistola, ágil y diestro
+en la esgrima y valsador airoso y gallardo. Sus chistes eran reídos, sus
+discreteos celebrados. Todos le creían capaz de los negocios más serios
+si llegaba algún día a emplear en ellos su tiempo y sus facultades.
+
+Vivía el Conde con su madre, pero en un enorme caserón, donde gozaba de
+completa independencia. Así es que recibía amigos y visitas de varias
+clases sin que su madre, ni por acaso, tuviese que tropezar con ellas ni
+darse por entendida de nada.
+
+La Condesa, sin embargo, no ignoraba la vida frívola y harto disipada de
+su hijo. La Condesa ansiaba que la abandonase, que se casase ya, y que,
+hecho todo un padre de familia, se mezclase en la política de su país y
+fuese un hombre de Estado.
+
+La Condesa era una gran señora en toda la extensión de la palabra y muy
+al gusto antiguo. Estaba más cerca de los cincuenta que de los cuarenta
+años, si bien conservando no pocos restos de su en otro tiempo admirada
+hermosura. Se vestía con severa elegancia y notable sencillez. Era
+religiosa sin afectación ni fanatismo. Y no estaba muy en contra de esto
+que llaman el espíritu del siglo, aunque lamentaba que la aristocracia
+española careciese de espíritu de clase, y fuese, por lo tanto, incapaz
+de ser contada como un elemento político, por más que, considerados
+aisladamente, no valgan menos bastantes individuos de los que a ella
+pertenecen que muchos de aquellos que se encaraman a las más altas
+posiciones y mandan y gobiernan, partiendo desde los más humildes puntos
+de la esfera social.
+
+Ni por esto andaba desavenida la Condesa con la época en que vivimos,
+porque percibía claramente que la invasión y encumbramiento de plebeyos
+astutos venía de muy atrás y no era cosa del día. La aristocracia, creía
+ella, que dormitaba siglos hacía en dorada servidumbre, y que, contenta
+o resignada con vanas distinciones áulicas, dejaba el influjo y el mando
+a los Cisneros, los Pérez y los Vázquez, habiendo sido España una
+democracia frailuna, y ganando ahora con ser algo parecido a una
+mesocracia seglar.
+
+La Condesa, al menos, sin que nosotros salgamos responsables de sus
+juicios, se explicaba así, de un modo sintético, la historia de su
+patria. Resultaba de aquí que, de puro aristocrática y por odio a la
+democracia antigua, casi era la Condesa liberal y progresista. Prefería
+al dominio de un valido prepotente, a quien el Monarca sacaba de la
+nada, el mando de esto que llaman clases conservadoras, en las cuales
+entraba por algo la suya, aunque mezclada con el instable remedo de la
+aristocracia de buena ley y con el furioso aluvión de injustificadas e
+improvisadas notabilidades.
+
+En suma, y sea de ello lo que se quiera, la Condesa deseaba que su hijo
+no consumiese la mocedad toda en galanteos y diversiones, sino que se
+hiciese hombre formal y de pro, y añadiese a la nobleza heredada nuevo
+lustre y blasones con la adquirida por su talento y demás prendas
+personales.
+
+Ya sabemos que el Conde había pasado el verano sin salir de Madrid. La
+Condesa no había salido tampoco.
+
+Estamos en el mes de octubre.
+
+Casi todas las damas elegantes que habían ido a Biarritz, a Spa y a
+otros puntos, y que habían hecho una visita a París, estaban ya de
+vuelta de la expedición veraniega. Venían, como era natural, cargadas de
+galas y primores de Worth, de la Ferrière, de Alexandre y de otros
+artistas; galas que se disponían a lucir durante el invierno.
+
+Entre estas damas expedicionarias y ya reinstaladas cerca de sus lares
+se contaba la linda Adela, prima del Condesito. Era la bondad
+personificada, sin frisar en tonta, y era además heredera única, con
+esperanzas de ser más rica que su primo cuando heredase. La Condesa
+viuda quería casar con ella a su hijo.
+
+Ya varias veces había procurado inducirle a que la pretendiera. Siempre
+había sido en balde.
+
+Ahora, a los tres o cuatro días de haber llegado Adela, la Condesa llamó
+una mañana a su hijo a su cuarto, entre once y media y una, antes del
+almuerzo, y tuvo con él la siguiente importantísima conferencia.
+
+
+
+
+XIV
+
+
+Después de los cariñosos saludos de costumbre y de un breve preámbulo
+sobre asuntos insignificantes, sentados madre e hijo en cómodos sillones
+y enfrente ella de él, la Condesa entró en materia de este modo:
+
+--Bien conoces tú, Ricardo mío, que yo me he pasado contigo de
+indulgente. Así he perdido toda fuerza moral, y apenas si me siento con
+autoridad y valor para darte un consejo.
+
+--La bondad de usted para conmigo no puede ni debe disminuir el respeto
+y la veneración con que yo miro a usted, madre mía--respondió Ricardo--.
+No ya para aconsejarme, para mandarme tiene usted autoridad, y debe
+tener valor. Yo obedeceré a usted si está en mi mano obedecerla.
+
+--No pretendo que me obedezcas, sino que me escuches y que te dejes
+persuadir por mis razones. Es una lástima que pierdas tu tiempo como
+cualquier mozalbete casquivano, sin dedicarte a nada serio. Hasta
+cierta edad es perdonable ese modo de vivir; pero ya eres mayor y
+debieras servir a tu patria y mostrar que vales... ¿Por qué no te haces
+elegir diputado? ¿Por qué no te interrogas sobre tus propias opiniones,
+te forjas tu credo político, te trazas tu línea de conducta, y entras en
+la vida pública? ¿Vas a llegar a viejo,
+
+ En cínica e infame soltería,
+
+como dijo, quizá harto duramente, el austero y satírico poeta, sin hacer
+más que cortejar a mujeres livianas? ¿Por qué no te casas con una mujer
+honrada, de tu clase, y te formas una familia?
+
+A esta lluvia de preguntas contestó con mucho reposo el Condesito:
+
+--Todas las excitaciones de usted, querida madre, son tan buenas, que yo
+las seguiría sin vacilar si de mí dependiera seguirlas. Por desgracia,
+no depende esto de mí. Para ser diputado, importa proponerse algo con
+serlo, y yo nada me propongo. Usted misma lo declara: importa tener un
+credo político y trazarse una línea de conducta. Pero en balde me
+interrogo: yo no sé lo que quiero ni lo que creo. Casi todos los
+partidos me parecen bien y me parecen mal. No sé a cuál afiliarme. ¿He
+de inventar yo un partido nuevo, cuando ya hay tantos? Además, que no es
+tan fácil inventar ese partido. Para su credo, apenas se me ocurre otro
+artículo de fe que aquella sentencia constitucional del año de 1812: que
+todos los españoles sean justos y benéficos. Lo demás me es
+indiferente. Yo amo la libertad como un medio, y el progreso como un
+fin; pero los amo de una manera vaga y encumbrada y comprensiva, que se
+presta en la práctica a mil interpretaciones. Así es que por un lado me
+amoldaría a casi todos los partidos medios, aceptando sus principios, y
+por otro lado sería rebelde o indisciplinado en todos los partidos,
+porque sus prohombres no me satisfacen. En resolución: yo noto que me
+falta vocación para la política. Soy más a propósito para la
+contemplación que para la acción. Créame usted, yo lo haría
+detestablemente; me desluciría si me metiese a repúblico. ¿Por qué hemos
+de ser todos actores en tan pesado drama, que dura siempre sin que se
+llegue jamás al desenlace? ¿No basta que esté uno condenado a ser
+espectador? Mire usted, madre, yo me canso de asistir a ese drama, que
+no termina nunca, que siempre es lo mismo, donde hay enredos sobre
+enredos, cambios de decoraciones, y entrada y salida de personas, que
+casi todas lo hacen mal, y en cuyo argumento no hay principio ni fin, ni
+término ni pensamiento. Imagine usted, pues, si me canso de ser mero
+espectador, y mero espectador poco atento y distraído, cuánto me
+cansaría si reclamase también un papel y tratase de representarle.
+Desengáñese usted: la política es un oficio fastidioso, que sólo deben
+ejercer los que no tienen dinero ni posición, y necesitan adquirirlos
+ejerciéndole; pero yo, que tengo mi caudal, puedo y debo ser más útil a
+mi patria y a mí mismo cuidando ese caudal, mejorándole y aumentando así
+la riqueza pública, que no añadiendo un individuo más al número ya
+desmedido de los que se disputan las carteras, las plenipotencias y las
+direcciones generales. Soy tan escéptico, que no atino a creer en las
+creencias de los otros. Se me figura que los más consecuentes suelen ser
+los menos sinceros; que son consecuentes a fuerza de ser testarudos.
+Adoptan una opinión, como pudieran haber adoptado otra, sin fe ni
+caridad; y ya la siguen siempre, para que se diga que hacen bien su
+papel, y porque al fin es más fácil representar un papel que diga
+siempre lo mismo, sean las que sean las circunstancias, que no otro
+papel donde se digan muchas y diversas cosas, según importe quizá en
+cada momento no sólo al bien particular o singular, sino al bien
+público. Con esta reflexión me siento inclinado a perdonar las
+apostasías; pero, como mi espíritu es una perpetua contradicción,
+reflexiono en seguida otra cosa y condeno duramente a los apóstatas y
+volubles. Los sospecho de interesados y de tunantes. Recelo que no
+cambian de buena fe, sino porque quieren estar encima y hacer su agosto.
+En fin, ¿para qué hablar más? Soy incapaz para la política. Más fácil me
+sería echarme a filósofo, a naturalista o a poeta. ¿No es mejor, sin
+embargo, que cuide de mi hacienda en santa paz, y procure ser un buen
+ciudadano, un miembro útil y activo del cuerpo social, y un caballero
+agradable y entretenido? Ahora, que apenas hay majadero o galopín que no
+se meta a sabio o a gobernador del pueblo o a personaje importante;
+ahora, que todos los hombres se pasan la vida echando discursos en las
+sociedades científicas, en los clubs, en las asambleas y en otros focos
+de luz, ¿no es conveniente que haya algunos que se vayan a los salones
+para que las pobres mujeres no se queden solas, sin nadie que les hable
+y las entretenga un poco? Ya ve usted si tengo razón en seguir apartado
+de la política. En cuanto al otro consejo capital de usted, nada tengo
+que objetar. En efecto, debo casarme; pero yo no quiero casarme por
+casarme. Para contraer esa temerosa unión, que sólo la muerte rompe,
+quiero hallar mujer en quien confíe y a quien ame, y cuyo espíritu se
+abra al mío y me muestre que puede estar en duradera, firme, santa e
+íntima comunión con él. Deje usted que halle esa mujer y al punto me
+verá casado.
+
+--Perdona que te diga, Ricardo--replicó la Condesa--, que todo cuanto
+estás diciendo es un cúmulo de sofisterías y de extravagancias. Si doy
+por cierto, y no lo doy por cierto, que la política es sólo un medio de
+medrar en la mayoría de cuantos a ella se dedican, culparé más aún a los
+egoístas que no quieren intervenir en la política porque ya están
+medrados. Todavía se debe presumir que el que busca materialmente su
+medro personal busca también el aplauso, la gloria, y se siente movido
+por el deseo de hacer el bien de todos, que al cabo no es incompatible
+con el bien singular suyo; pero del perezoso, del frío de corazón, del
+descreído, que por no molestarse y porque no necesita medro, porque ya
+le tiene, no interviene en nada, y no sabe más que censurarlo todo, y
+señala mil males y no pone remedio a uno solo, de éste, digo, no hay
+alma, por generosa y benévola que sea, que se preste a suponer nada
+bueno. Este último es peor y más ruin que el más interesado buscavidas
+de los políticos activos. Buscándosela, trabaja al fin, y sirve de algo,
+y tal vez hace el bien general, o procura hacerlo, a costa de fatigas y
+peligros, cuando procura asimismo, como es lícito y natural, su propio
+encumbramiento y provecho. ¿Qué héroe antiguo, qué guerrero, qué gran
+político de los que ensalza la historia ha sido tan absurdamente
+desinteresado como sería menester serlo para estar libre de tus
+invectivas? Esto en cuanto a la política. En cuanto a tu casamiento, no
+debo negarte que tienes razón en desear para mujer propia una que tenga
+las prendas de que me hablas; pero ¿por qué no la buscas? ¿Ha de pasar
+ella casualmente delante de tus ojos? ¿Ha de abrir su espíritu al tuyo y
+ha de mostrarte que merece entrar en íntima comunión con él, sin que te
+tomes siquiera el trabajo de llamar a la puerta? ¿Vas a buscar acaso ese
+tesoro que necesitas entre las aventureras, entre las damas galantes,
+entre las mal casadas a quien enamoras?
+
+--Madre, yo no enamoro ni pretendo ahora a ninguna aventurera, a ninguna
+dama galante, a ninguna mal casada. Si tiene usted noticias tales, está
+usted mal informada.
+
+--Pues entonces, ¿por qué no te dedicas a tu prima Adela? Se diría que
+el cielo la destina para ti. ¡Es tan buena, es tan discreta en medio de
+su inocencia! Y hablando en confianza..., la creo muy propensa a
+prendarse de ti. Estoy segura de que te adoraría.
+
+--El amor de madre acaso ciegue a usted; pero, aunque ella propendiese a
+amarme, ¿cómo he de mandar yo a mi corazón que la ame? No la amo, y sin
+amor no me casaré con mujer alguna.
+
+--Tú amas, lo sé, a la que no puede ser tu mujer, porque lo es de
+otro--dijo al fin la Condesa, no pudiendo sufrir más las rebeldías de su
+hijo.
+
+--Ya he dicho a usted que no amo ahora a ninguna mujer casada.
+
+--Me han dicho que estás en relaciones con la mujer de un empleadillo en
+Hacienda, con una aventurera que va a casa de la Condesa de San Teódulo.
+
+--Madre, los que tal han dicho mienten. Ni yo estoy en relaciones con
+esa mujer, ni esa mujer es una aventurera. Caro le costaría a cualquier
+hombre que se atreviese a calificarla de tal en mi presencia.
+
+--Tú mismo te delatas. Esa vehemencia con que la defiendes me prueba más
+aún que la amas. Tal vez esa mujer te ha hechizado. La cosa es peor de
+lo que yo presumía. No es un capricho, es una verdadera pasión.
+
+--Si la estimación y la amistad son pasiones, estoy apasionado de ella,
+lo confieso. Por lo mismo, madre mía, suplico a usted que desmienta mis
+relaciones amorosas con esa mujer, y que no contribuya a difamarla y
+hacer acaso la infelicidad de su marido, que es un hombre excelente. Si
+el infeliz llegase a saber lo que, tan a pesar mío y tan sin fundamento,
+dice de nosotros la maledicencia, se moriría de dolor. ¡No lo permita
+nunca el cielo!
+
+La Condesa no se atrevió a continuar la conversación, al ver lo exaltado
+que su hijo se ponía, y la vehemencia con que hablaba en pro de doña
+Beatriz.
+
+Allá, en el fondo de su alma, la Condesa se afligió mucho, imaginando
+que su hijo no tenía unas relaciones vulgares, un pasatiempo inmoral,
+pero sin consecuencias, sino una pasión vivísima. Pensó, además, que la
+ocasión era menos favorable que nunca para inducir a su hijo a que se
+dedicase a la política y a su prima Adela, y, muy contrariada, dió otro
+giro a la conversación, esperando mejores días.
+
+
+
+
+XV
+
+
+La conversación que tuvo con su madre puso al Conde de Alhedín de muy
+mal humor contra los deslenguados, chismosos e insolentes que iban
+propalando por todas partes sus amores con doña Beatriz; pero no por eso
+procuró en lo sucesivo ser más cauto y mirado a fin de no dar ocasión y
+fundamentos a aquellas habladurías.
+
+El Condesito había adquirido tal costumbre de ir todas las noches a la
+tertulia de los de San Teódulo, que a cualquiera cosa faltaría antes de
+dejar de ir. La misma costumbre había adquirido doña Beatriz. De esta
+suerte se veían de diario y en presencia de muchos hombres maliciosos,
+amigos de burlas y muy propensos a explicarlo todo por el lado más feo.
+
+Sostenía el Condesito que doña Beatriz era la discreción personificada,
+que su conversación tenía un atractivo irresistible, y que su honra y su
+castidad estaban por encima de toda sospecha. Así era que él no se
+tomaba trabajo alguno para disimular, y hablaba con doña Beatriz
+aparte, y horas enteras, en casa de Rosita.
+
+El Conde, y la misma doña Beatriz, en quien al cabo era esto más
+disculpable por su falta de mundo, se habían empeñado sin duda en que
+las gentes los tuviesen por superiores a toda crítica; en que juzgasen
+sus coloquios santos, puros y sublimes, como los que tuvo allá en la
+antigüedad Numa con la ninfa Egeria, o como aquellos que en la cumbre
+del Purgatorio, y después entre los esplendores del Paraíso, tuvo Dante
+con la tocaya de nuestra heroína.
+
+Las gentes, sin embargo, no estaban de este parecer. Apenas si, por lo
+común, son capaces de alcanzar tales sublimidades y de prestar crédito a
+lo que llaman sutilezas o tiquismiquis amorosos. Creen siempre en algo
+menos etéreo, sobresubstancial y trascendente. La amistad de los
+espíritus, el platonismo, la adoración desinteresada a una mujer, aunque
+se mire como grosero el símil, les parece a manera de salsa picante;
+pero entienden que no es plato de gusto aquel donde no hay más que la
+salsa. El misticismo es un condimento sin el cual el amor sería
+desabrido para los paladares delicados; mas nunca pasa, para las gentes
+vulgares, de ser un condimento; es como la sal, la mostaza, la pimienta
+y otras exóticas especierías.
+
+Lastimoso, abominable es que las gentes piensen así; pero ello es que
+así piensan. Lo que es en la tertulia de Rosita, todos eran bastante
+cultos y hasta refinados para no desdeñar la parte mística del amor, y
+ninguno era bastante metafísico para conceder a esta parte mística un
+carácter _substantivo_, como dicen ahora los filósofos. Del misticismo,
+por mucho que le pusiese en prensa allá en la mente, no sacaba ningún
+tertuliano el amor, sino un adjetivo, un epíteto, un atributo del amor.
+Amor con misticismo era para el más espiritualista de los tertulianos
+como miel sobre hojuelas; pero con una diferencia, a saber: que si en
+las hojuelas con miel quitamos las hojuelas, la miel subsiste, mientras
+que en el amor con misticismo, si se quita el amor... la del humo.
+
+Con este modo de mirar las cosas no es extraño que todos tuviesen por
+pretensión exorbitante y por capricho absurdo el afán del Condesito en
+querer pasar por un amigo devoto o por un adorador petrarquista de doña
+Beatriz.
+
+Alguna disculpa había, fuerza es confesarlo, para tan bellaca
+incredulidad. Los antecedentes del Conde y su carácter y posición
+militaban en contra de lo que deseaba; no se avenían con el papel que
+anhelaba representar.
+
+El Conde de Alhedín tenía fama de conquistador punto menos que
+irresistible. Y por otra parte, nadie dejaba de notar que los adoradores
+perpetuos, los amantes de eterno suspiro han sido siempre de abajo
+arriba, y no al revés. Jamás el rey se enamoró platónicamente de la
+pastora, ni el rico de la pobre, ni el duque de la costurera. Lo
+general es que en este linaje de amores vea siempre el amante a su amada
+como en andas, como sobre un altar, o allá en el cielo, muerta ya, como
+Dante la veía. De esta suerte han suspirado los trovadores de humilde
+cuna y de bolsa vacía por la gran señora feudal que los recibió benigna
+en su castillo; los cortesanos, por alguna linda reina de las que ha
+habido virtuosas y ariscas, aunque aficionadas a que suspiren por ellas,
+y muchos Gerineldos de mayor o menor jerarquía, por la hermosa dama a
+quien sirvieron. Todos estos casos de amor platónico son verosímiles. Lo
+es también el de algún colegial o novicio que viene de provincias a la
+capital, y cae bajo el poder de cualquiera _lionne_ experimentada,
+curtida, deseosa de adoración, y que se aparece como divinidad a los
+ojos del inexperto y tímido mancebo.
+
+Lo que no era verosímil, lo que no cabía en la cabeza de nadie era que
+el dichoso, que el hastiado, que el rico y noble Conde de Alhedín,
+delicia de la corte, suspirase no por emperatriz, reina o gran duquesa
+siquiera, sino por una muchacha obscura, pedestre, venida de un lugar y
+casada con un casi escribiente feo y viejo.
+
+El Conde, sin embargo, se empeñaba en que esto se había de creer, o más
+bien algo más extraordinario aún. Ni el suspiro en balde quería él que
+se creyese. El Conde no suspiraba, porque no se suspira por lo
+inasequible; no anhelaba, porque no se anhela lo que no se puede
+alcanzar, y no deseaba, porque el deseo presupone esperanza, por remota
+y leve que sea. El suspiro, además, el anhelo y el deseo, aunque nunca
+se logren, implican algo de ofensivo para la mujer deseada: son la
+infracción de un mandamiento cuando esa mujer es de otro. Y con doña
+Beatriz--tal era el respeto y consideración que quería se le tuviese--el
+Conde se enojaba de que alguien pudiera imaginar que él se atrevía a
+desearla.
+
+El Conde quería, pues, aparecer como amigo finísimo, como admirador
+constante y como el que se deleita en hablar, en ver, en comunicar
+pensamientos, sin el menor interés ni propósito que no sea limpio como
+el cristal y el oro. Para esto no había necesidad de disimular que
+hablaba largos ratos al oído con doña Beatriz. No era el secreto a fin
+de ocultar lo pecaminoso, sino a fin de no contaminar lo santo. No era
+el misterio en que se envuelve el delincuente con respecto a las
+personas honradas, sino el misterio del iniciado con relación al profano
+vulgo.
+
+Por desgracia, el profano vulgo no se conformaba con creer en la
+santidad del misterio, y se le explicaba de un modo harto poco
+edificante.
+
+Casi todas las noches doña Beatriz y el Condesito tenían un dúo
+larguísimo, inaudito para todos, salvo para ellos.
+
+Delante de don Braulio tenía lugar el dúo misterioso lo mismo que cuando
+don Braulio estaba ausente. Ni ellos se recataban, ni don Braulio se
+inquietaba. Se diría que los tres vivían convencidos por igual de la
+inmaculada inocencia de todo aquello, si bien se diría asimismo que la
+convicción se había consumido por completo en ellos tres, no quedando
+nada para el resto del mundo.
+
+Todos los tertulianos murmuraban por lo bajo de la impostura y de la
+desvergüenza, que por tal la tomaban, del Conde, de doña Beatriz y hasta
+del excelente don Braulio, en quien, merced a la fama que iba
+adquiriendo de pasarse de listo, no había persona que supusiese candidez
+e ignorancia, sino notorio y ruin disimulo.
+
+Quien más extremaba y propagaba esta mala opinión era Arturo, el poeta.
+En sus versos era casi siempre religioso y moral; ya ascético, ya
+místico, sin mezcla de molinosismos; pero en prosa, como si ya en los
+versos hubiese gastado toda la poesía de su alma, era de lo más prosaico
+y _realista_ que puede imaginarse. De esta disonancia entre su palabra
+rítmica y su palabra desatada del ritmo resultaba una extraña
+contradicción. El metro y los consonantes parecían el imperativo
+categórico de su conciencia. Recitaba sus poesías, y los oyentes se
+inclinaban a considerarle como a un santo padre, doctor iluminado y
+bendito siervo de Dios. Hablaba sin número y sin rima, y daba miedo
+oírle; era un desenfrenado galopín, sin creencias y sin respeto a cosa
+alguna.
+
+La noche que siguió a la mañana en que tuvo lugar la conferencia entre
+el Conde y su madre, el Conde, por lo mismo que estaba de mal humor, se
+mezcló poquísimo en la conversación general de la tertulia de Rosita.
+Habló cuatro palabras con ella; habló un momento con Inesita, que
+también estaba allí; saludó a los tertulianos, y se fué a hacer su
+aparte con doña Beatriz, el cual fué más prolongado y en apariencia más
+íntimo que nunca.
+
+Aquella noche vino don Braulio y vió el aparte con la serenidad de
+costumbre.
+
+La tertulia duraba de ordinario hasta cerca de las dos; pero don Braulio
+y sus damas solían irse antes de la una. Así lo hicieron aquella noche.
+
+El Conde de Alhedín, aunque no tenía gana de más tertulia, no se atrevió
+a irse cuando se fué doña Beatriz, ni inmediatamente después. Se quedó,
+entrando en el corro general de los que estaban allí hasta última hora.
+
+No hablaba el Conde, sin embargo, porque estaba ensimismado e
+imaginativo.
+
+El poeta, por lo regular era quien hacía el mayor gasto de palabras
+cuando no hablaba el Conde. Aquella noche el poeta estaba en vena.
+Charlaba mucho, decía mil jocosidades, se las reían, y él era de los que
+se embriagaban con hablar y con ser aplaudidos, más que bebiendo vinos y
+licores. Arturo, quizá sin haber llevado una copa a sus labios, estaba
+borracho.
+
+Viendo, pues, al Conde silencioso, empezó a estimularle para que
+hablara, lanzando algunas mal encubiertas pullas sobre las pasiones
+meramente espirituales; sobre lo felices y tranquilos que deben de vivir
+los maridos cuyas mujeres tales pasiones inspiran, y sobre los coloquios
+semi-divinos que deben de tener los que así aman.
+
+--Dios--decía el poeta--les desanuda la lengua y les infunde por fuerza
+un idioma más rico y perfecto que todos los conocidos entre los míseros
+mortales. Los primores que tienen ellos que decirse no hallan adecuada
+expresión en esta jerga en que nosotros nos entendemos. ¿Cómo es posible
+que con el habla misma con que pedimos nosotros de comer, de beber y
+otros menesteres mecánicos, se pida lo que tales amantes pedirán y
+obtendrán? Hasta la idea de lo que piden y obtienen apenas se percibe
+por los profanos sino de un modo confuso, allá en lo más recóndito y
+tenebroso del alma, allá en los abismos insondables del sentir con el
+sentido del espíritu, abstrayéndose de los otros sentidos.
+
+Siempre que Arturo hacía algunas frases pomposas e irónicamente elevadas
+por el estilo las terminaba exclamando:
+
+--¿Qué tal? ¿Me explico? ¿Entiendo o no entiendo la metafísica de amor?
+
+El Conde reprimía su disgusto: no se daba por aludido cuando podía, y si
+decía alguna palabra era con gravedad, sin seguir la broma.
+
+--Hay multitud de amores--continuaba el poeta--, hijos todos de las
+ninfas: Amores terrenales que son los que nosotros por lo común
+conocemos; pero hay además un solo y único Amor, hijo de Venus Urania,
+el cual, según refiere el fabulista Esopo, y después han repetido muchos
+otros poetas y fabulistas, vive casi siempre en el cielo. Los dioses
+inmortales no pueden vivir sin él. La presencia de este Amor constituye
+la bienaventuranza de los dioses. Sin embargo, este amor es tan bueno y
+tan piadoso, que, lastimado de la miseria y bajeza de los hombres, pide
+de vez en cuando licencia a Júpiter para descender a la tierra y
+traernos consolación y cierto reflejo de la luz de la gloria. Con
+dificultad concede Júpiter esta licencia: a él y a los demás inmortales
+les es en extremo penosa la ausencia de Amor; pero cuando concede la
+licencia, que es de siglo en siglo a lo más, y por breve plazo, Amor
+desciende entre nosotros, y dejando siempre que sus hermanitos menores
+le remeden, hiriendo a las almas vulgares, emplea sus flechas de oro en
+atravesar pocas almas encumbradas y divinas. De estas almas, así
+heridas, brota entonces un raudal de ideas puras, de sentimientos
+sobrehumanos y de conceptos cercanos de la perfección, que vienen a ser
+como faros luminosos colocados de trecho en trecho en la historia, en el
+obscuro y áspero camino que sigue la humanidad errante. ¡Gran noticia,
+señores, gran noticia! _La Correspondencia_ no la ha publicado aún, pero
+ténganla ustedes por cierta. Este Amor celeste ha venido recientemente
+entre nosotros. Por más que se oculte por modestia, hemos llegado a
+verle. Está lleno de gracia y de verdad. Su gloria nos deslumbra, mas no
+nos ciega.
+
+Tampoco a esta parodia de la más bella fábula de Esopo ponía el Conde el
+menor comentario.
+
+El poeta prosiguió más excitado:
+
+--El Amor del cielo va hiriendo, como he dicho, algunas almas _di primo
+cartello_; pero al cabo, mientras que vive por acá, en la tierra, no
+anda siempre errante y sin hogar. Elige el alma más noble, más pura y
+más bella, y allí hace su morada. Esta alma suele ser la de una mujer,
+con frecuencia, casada. Imagínense ustedes, ¡qué honra, qué distinción
+para el marido! En el caso presente, en la venida de Amor, en nuestra
+descreída y viciosa edad de hierro, la mansión de Amor, su cuartel
+general, como si dijéramos, es el alma de una mujer casada. ¿Estará
+hueco y ufano su marido?
+
+Ya aquí el Conde no pudo contener y disimular su enojo. Reprimió, no
+obstante, la lengua, porque en plena tertulia le parecía ridículo y de
+mal gusto desatarse en injurias contra el procaz Arturo. Sus ojos sólo
+denotaban su furor. Miraba al poeta como si quisiera devorarle con el
+fuego de su mirada.
+
+Rosita, por ligereza de carácter, por irreflexión, se había dejado
+llevar de la charla del poeta y le había reído los chistes. Arturo había
+estado muy cómico, dando un énfasis chusco a sus expresiones y
+acompañándolas con el debido manoteo. Pero Rosita volvió en sí,
+advirtió cuán airado estaba el Conde y, aunque tarde, impuso silencio al
+poeta.
+
+Cuando los hombres salieron juntos de la tertulia y se dieron en la
+calle, ya el Conde no acertó a refrenar su enojo. Olvidó todo respeto,
+echó a rodar toda la prudencia, no previó consecuencia alguna, y,
+llegándose a Arturo, le dijo, si en voz baja, no tanto que alguno de los
+otros tertulianos no le pudiese oír:
+
+--Sábelo para tu gobierno. Ni con fábulas de Esopo, ni con citas de
+Platón, ni de manera alguna, por indirecta que sea, consentiré en
+adelante que, estando yo presente, y aun cuando no esté yo presente,
+pongas en solfa mi amistad con doña Beatriz. Si llego a saber que hablas
+otra vez de ella, que aludes a ella, que te burlas de su marido, lo
+sentiré mucho, pero te romperé la crisma.
+
+Pronunció el Conde estas frases con tanta seriedad y energía, que Arturo
+no pudo escurrirse tomándolas a risa. Era necesario contestar por lo
+serio. Y para contestar por lo serio, siendo hombre que se respetaba, no
+le quedó más recurso que contestar como contestó:
+
+--También yo lo sentiré muchísimo--dijo--; pero como me conozco, y sé
+que he de seguir poniendo en solfa tu amistad con doña Beatriz y he de
+seguir burlándome de la credulidad o socarronería de don Braulio cada
+vez que se me antoje, es excusada esa tregua o espera que me concedes.
+Rompámonos la crisma en el acto, ya que así lo deseas.
+
+Pocas más palabras mediaron entre ambos. De los mismos tertulianos allí
+presentes eligieron uno y otro los padrinos, quienes arreglaron un duelo
+a sable para el día siguiente por la mañana.
+
+Los padrinos, como personas de juicio, hicieron esfuerzos
+extraordinarios para cortar el lance amistosamente, convirtiendo en
+súplica cortés la amenaza del Conde, y en promesa generosa y no
+arrancada por conminación la del poeta, de no hablar mal del Amor del
+cielo; pero Conde y poeta estaban tan acalorados, que ni el primero se
+allanaba a hacer el papel de suplicante, ni el segundo, aunque se lo
+suplicasen de rodillas, decía que se sentía capaz de callarse y de no
+ser maldiciente y burlón, siempre y cuando estuviese de humor para ello,
+que era a menudo. No hubo, por consiguiente, más remedio que reñir.
+
+Ya sobre el terreno, percibió el Conde toda la serie de imprudencias que
+había cometido para llegar a aquel término, en el cual no podía
+retroceder, y del cual todo éxito era malo. Malo y deslucido si por
+acaso Arturo, que en la vida había tomado un sable en la mano, le hería
+o le descalabraba; malo y cruel si él, que iba todos los días a la sala
+de armas, acuchillaba a su sabor al pobre poeta, y malo y remalo, ora
+saliese vencedor, ora vencido, porque de todos modos el lance iba a ser
+contraproducente. El lance era para que no se murmurase de doña
+Beatriz, y con el lance iba el Conde a lograr que resonase el nombre de
+ella en las diez mil trompetas de la Fama.
+
+Mas, sobre todo esto hubiera importado pensar a tiempo y no entonces.
+Entonces no quedaba otro arbitrio que darse de sablazos.
+
+Los sablazos se dieron, y, como era de prever, los recibió Arturo. Por
+dicha, ninguna herida fué de cuidado. Un mes de cama bastó al poeta para
+curarse.
+
+También se cumplió, como no podía menos, la otra previsión. No quedó en
+Madrid perro ni gato que no hablase del frenético amor del Conde por la
+mujer de un empleadillo en Hacienda; de su loca pretensión de hacerla
+respetar como criatura angélica, semi-divina, y fuera del orden y
+condición que naturalmente se usan; y de su afecto singular hacia el
+esposo sufrido, de cuyo sufrimiento tenía el Conde el imposible empeño
+de que nadie se percatase ni se riese.
+
+Como el Conde no había de desafiar y matar a todo Madrid,
+particularmente a las mujeres, la historia de sus amores con doña
+Beatriz, imaginada o real, pero bordada y comentada por todos estilos,
+circuló por tertulias, cafés, casinos y teatros.
+
+La reputación de doña Beatriz quedó así más lastimada que el cuerpo de
+Arturo, de resulta del lance que tuvo con él el caballeroso Conde de
+Alhedín, inhábil, por la persuasión y por la violencia, para convencer a
+nadie de su platonismo.
+
+
+
+
+XVI
+
+
+Entre las muchísimas faltas que me ponen los críticos, nada me aflige
+tanto como que me acusen de pintar siempre mujeres algo levantiscas y
+desaforadas. «¿Con quién se trata el autor?--dicen--. ¿No ha conocido
+sino mujeres livianas? ¿Por qué no nos presenta en sus historias a las
+honradas y puras, a las que cumplen siempre con su deber, a las que
+pueden y deben servir de modelo?» «Este autor--añaden--odia a las
+mujeres o tiene malísima opinión de ellas.»
+
+En contra de tan injusta acusación me toca decir que ni Clara, ni Lucía,
+en _El Comendador Mendoza_, ni menos aún Irene, en _El Doctor Faustino_,
+carecen de todas aquellas prendas y requisitos que pueden y deben hacer
+de la mujer una criatura angelical. No negaré, en cambio, que doña
+Blanca había pecado, y que la ferocidad de su penitencia era peor que
+el pecado mismo; que Pepita Jiménez fué demasiado coqueta y más
+apasionada de lo razonable, y que una vez enamorada no sabía contenerse,
+y se disparaba como una pistola al pelo; que María, la inmortal amiga,
+se abandonó a su pasión como si no hubiese tenido libre albedrío, como
+si hubiese sido impulsada por una fuerza irresistible; que Constancita
+era interesada, calculadora y caprichosa, y que Rosita no reconocía más
+ley divina o humana que la de su antojo; pero en todas estas
+mujeres--nadie sostendrá lo contrario--se advierten, en medio de sus
+mayores extravíos, tal anhelo de infinito amor, tan dulce ternura y tan
+fervoroso ahinco de hacer el papel de salvadoras y redentoras, de
+proporcionar la bienaventuranza o un asomo de bienaventuranza para el
+hombre querido, aun a costa de la propia condenación, que las perdonamos
+sin esfuerzo y nos parecen simpáticas.
+
+Por otra parte, lo tengo que repetir aquí, aunque peque de cansado: de
+una virtud completa no se puede sacar acción que interese y que tenga
+algo dramático, a no imaginar monstruos horrendos, perseguidores de
+dicha virtud.
+
+Como también me acusan, y sin duda con más motivo, de pobreza de
+imaginación, no debe de extrañarse que yo no haya tenido hasta ahora el
+suficiente brío para inventar esos monstruos.
+
+Importa, por último, tener en cuenta que, en estas historias profanas
+que llaman novelas, no conviene que sean los personajes como alegorías
+de virtudes o de vicios, sino que se tomen de la vida real, donde, por
+lo común, se advierte en ellos cierta mezcla de buenas y de malas
+cualidades, de vicios y de virtudes, de arranques sublimes y de
+flaquezas lastimosas, que es lo que constituye la verdad de los
+caracteres y lo que da a los personajes fingidos, si el estilo del autor
+es poderoso para tanto, más viva y persistente realidad que a los
+personajes históricos.
+
+En una narración poética, que tal es cualquiera novela, aunque en prosa
+esté escrita, una mujer inmaculada, una santa, un ángel, no puede
+mezclarse en la acción sino a costa de los otros personajes; lo mejor es
+que aparezca, sin llegar con el extremo de su vestidura al lodo de la
+tierra, y acabe por esfumarse en el éter o por subir al empíreo. Sus
+pies apenas si deben tocar al suelo.
+
+En suma: sea como sea de todo lo dicho, pues no aspiro a dar reglas
+estéticas para escribir novelas, es lo cierto que yo, no porque opine
+mal de las mujeres, sino por falta de imaginación y por el infortunio de
+no haber hallado con frecuencia a santas--ni a santos tampoco--en este
+mundo sublunar, me he de permitir introducir en esta historia, verdadera
+y sencilla, un nuevo personaje, mujer también, que dista más que ninguna
+otra de mis heroínas de ser un dechado de perfección; pero que
+interviene poderosamente en los sucesos que debo referir.
+
+Esta mujer es una Marquesa. Su título no es menester decirle. La
+llamaremos por su nombre de bautismo, como si tuviésemos con ella la
+mayor intimidad. La llamaremos Elisa.
+
+Hacía cerca de tres años que se había quedado viuda. No llegaba aún a
+los treinta de edad. No tenía hijos. Era riquísima y muy elegante. Ni
+sus más acérrimas enemigas negaban que era discreta, ingeniosa,
+divertida y alegre. Ni sus más decididos adoradores se atrevían a
+llamarla hermosa, ni sus detractores se propasaban jamás a calificarla
+de fea. Todos, por unanimidad, la declaraban _distinguida_ en grado
+eminente. Pero ¿en qué y por qué se distinguía? No era ni muy alta ni
+muy baja, ni muy blanca ni muy morena, ni pelinegra ni rubia. En ninguna
+de sus facciones había nada de extraordinario ni de marcado. Su nariz no
+era larga ni chata, ni muy regular ni muy irregular; su boca no era ni
+grande ni chica; contra sus dientes no podía lanzar nadie un epigrama,
+pero tampoco, sin hipérbole, podía compararlos con las perlas. En
+resolución: desmenuzadas y analizadas todas las visibles y corporales
+prendas de Elisa, como, por ejemplo, manos, talle, pies, brazos,
+garganta y frente, nada había que llamase la atención ni por bueno ni
+por malo. La simétrica disposición o el orden de todas estas partes nada
+tenía tampoco de singular. Lo singular de Elisa estaba en el conjunto,
+pero de un modo extraño. La expresión de su fisonomía era sin duda lo
+que la hacía notable, lo que, más que notable, la hacía inolvidable para
+quien la había visto una vez sola.
+
+Se diría que su aparición tenía para todas las almas una fuerza
+semejante a la de la prensa que estampa en el bronce o en el oro, con
+indeleble y firme dibujo, la imagen que lleva en sí el troquel. Y Elisa
+además hacía de suerte que, cediendo a todas las exigencias de la moda
+voluble, adoptando todas sus mudanzas en vestido y peinado, conservaba
+siempre inalterable, inmutable, la traza material de su persona, como la
+figura que en el troquel de acero está grabada. El tiempo mismo parecía
+haberse parado para ella desde hacía ocho años. Al menos se requería
+contemplar a Elisa muy de cerca a fin de advertir sobre su rostro alguna
+levísima huella del tiempo que había pasado.
+
+Contábanse tales prodigios acerca del poder seductor de Elisa, que hasta
+los hombres más fatuos y más preciados de invulnerables temían
+enamorarse si llegaban a tratarla mucho. Se suponía que había inspirado
+pasiones frenéticas, tercas, profundas y duraderas, y que ella, o había
+permanecido insensible, o había cedido por un instante a una efímera
+simpatía, a una alucinación momentánea que antes de dominar su corazón
+se había desvanecido como sueño. Si había levantado algún ídolo en el
+altar de su mente, le había derrocado en seguida.
+
+El Marqués, marido de Elisa, había sido un señor insignificante y muy
+_comm'il faut_. Su matrimonio, hecho por razón de estado y de hacienda,
+ni había procedido de amor, ni le había creado después. La completa
+vanidad, el vacío perfecto de todo cariño, de toda estimación y de toda
+confianza, desde el día de la boda hasta el día de la muerte, se había
+ocultado primorosamente bajo las formas corteses de la consideración
+mutua, del frío respeto y de la más delicada galantería.
+
+Por lo demás, Elisa siempre había pasado por recatada y prudente. No se
+citaba, durante su matrimonio, un solo triunfo que el amor hubiese
+alcanzado sobre ella. Había sabido infundir, o sin saberlo ni
+pretenderlo ella, había infundido esperanzas que no llegaban a
+cumplirse.
+
+Hasta ya viuda, Elisa no había tratado con frecuencia al Conde de
+Alhedín.
+
+Verle y desear enamorarle fué en ella todo uno. Ella era un genio para
+lo que procederíamos rudamente en llamar coquetería, porque su
+coquetería era tan sutil, tan aérea y tan refinada, que necesitaba de un
+nombre más peregrino y más nuevo. Así es que, según lo que yo he llegado
+a averiguar, por causa de Elisa hubo de introducirse en el dialecto
+elegante y aristocrático de Madrid el vocablo inglés _flirtation_, que
+ya empieza a divulgarse y hasta a avillanarse. Hace algunos años era un
+vocablo que no se pronunciaba sino en los salones más elegantes, y
+apenas si se aplicaba a otra mujer que no fuese Elisa.
+
+Elisa empezó, pues, a _flirtear_ con el Condesito.
+
+Pronto logró enamorarle un poco; pero no era el Condesito de los que se
+rinden y se esclavizan con facilidad.
+
+La _flirtation_ no deja rastro, ni huella, ni señal de la herida, y
+puede no obstante penetrar en lo profundo del alma y herirla de muerte.
+El más esencial primor de la _flirtation_ consiste, a lo que me han
+asegurado, en disparar dardos tan invisibles, que la persona que los
+dispara pueda darse por desentendida; en augurar favores sin que se
+atine jamás ni con el fundamento ni con el testimonio del agüero, y en
+evocar esperanzas en virtud de conjuros tan misteriosos que no los
+perciba quien los pronuncie. La duda de que una mujer ha hecho algo para
+alentarnos, debe quedar en pie. Sobre esta duda debe aparecer otra no
+menos importante, a saber: dado que la mujer haya hecho algo en el
+mencionado sentido, ¿lo ha hecho con voluntad reflexiva o arrebatada?
+¿Hubo premeditación o fué todo inspiración inconsciente?
+
+Justo es advertir que esta teoría acerca de la _flirtation_ me la ha
+explicado una señora de mucho talento y muy docta en tales estudios. De
+lo que yo no respondo, es de que el vocablo inglés tenga el mismo
+significado por dondequiera. Tal vez _flirtation_ y _coquetería_ sean en
+la Gran Bretaña perfectos sinónimos. Pero aquí no tratamos de filología.
+Importa poco el valor etimológico y genuino de la palabra. Lo que nos
+importa resolver es que la palabra _flirtation_, en los salones
+elegantes de España, tiene un valor muy distinto; significa un
+refinamiento, un alambicamiento de coquetería, y no la coquetería llana
+y sencilla que por lo común se estila.
+
+Desgraciadamente para nuestra Marquesa, el Conde de Alhedín no era
+hombre contra quien pudiesen valer artes tan sutiles. El Conde quizá
+gustaba de reposarse tranquilamente en la duda cuando se trataba de
+otras materias; pero en negocios de amor, gustaba de salir de la duda
+cuanto antes.
+
+Los coqueteos de Elisa no tuvieron, pues, el éxito que con otros hombres
+habían tenido.
+
+El Conde planteó el problema de tal suerte, que fué menester que la
+incógnita se despejase. Elisa escamoteó, negó todos sus coqueteos, y el
+Conde se apartó serena y hasta fríamente de su pretensión amorosa.
+Volvieron los coqueteos; se renovaron las exigencias; ella negó de
+nuevo, y el Condesito, sin darse por ofendido, desistió por completo de
+hacer la corte a Elisa. Todo coqueteo ulterior fué trabajo perdido. El
+Condesito ni siquiera dió a Elisa una satisfacción de amor propio,
+dejando ver su enojo o exhalando una queja.
+
+El último coqueteo, la última _flirtation_ a que el Conde se había
+mostrado sensible, había sido en París, durante la primavera. En París
+sobrevino también la firme decisión del Conde de no mostrarse sensible
+nuevamente. Y el Conde supo cumplir su firme decisión. Conquistas más
+fáciles le consolaron y distrajeron de aquel ligerísimo contratiempo.
+
+Mil veces más mortificado quedó en esto el orgullo de Elisa que el del
+Conde. Poco acostumbrada Elisa a que los galanes desistieran tan pronto
+de pretenderla y se retirasen además con tan glacial reposo, se sintió
+algo picada, si bien disimuló el pique.
+
+El Condesito y ella quedaron, en apariencia, al menos, muy amigos.
+
+Tuvo él que venir a Madrid para negocios, y prometió a Elisa ir a
+Biarritz a pasar el verano.
+
+Ocurrió, estando en Madrid el Conde, la aparición de doña Beatriz y de
+Inés en los Jardines del Buen Retiro; el empeño del Conde en conocerlas
+y tratarlas, y cuanto a la larga hemos ya referido.
+
+El Conde no fué a Biarritz a cumplir su promesa amistosa.
+
+Elisa, al principio, distraída con otros coqueteos, circundada de
+adoraciones y triunfante como nunca, no echó de menos la falta del
+Conde. Supuso que sus negocios duraban aún y le retenían en Madrid.
+
+Más tarde, cuando llegó a los oídos de ella que al Conde le retenían en
+Madrid nuevos amores, Elisa se sintió un tanto cuanto contrariada; pero
+no bien averiguó que los nuevos amores no eran con ninguna gran señora,
+con ninguna dama encopetada y célebre, sino con una lugareña, mujer de
+un escribiente o cosa por el estilo, le entró una terrible gana de reír
+y de burlarse del Condesito, y olvidó sus brillantes victorias pasadas,
+considerándole como un infeliz parapoco, que se refugiaba entre las
+_cursis_, o por no lograr nada en esferas superiores, o por tener ánimo
+abatido, o gusto estragado, ruin y plebeyo.
+
+Volvió Elisa a Madrid. Vió al Conde en teatros, paseos y tertulias, y
+halló en él tanta cordialidad y tan amistoso afecto, que tuvo por más
+cierta que nunca su indiferencia para con ella en punto a los amores. La
+indiferencia no podía ser afectada o fingida de aquella manera.
+
+Esto empezó a herir la vanidad de Elisa. No nos atrevemos a asegurar que
+hiriese también alguna otra fibra de su corazón, menos mezquina que
+aquella que a la vanidad corresponde.
+
+Se apoderó asimismo del ánimo de Elisa la más viva curiosidad de conocer
+a la mujer del empleadillo, de quien todos afirmaban ya que el Conde
+andaba enamorado.
+
+Pero doña Beatriz no había penetrado en más salones que en los de la
+Condesa de San Teódulo; no iba a paseo en coche, por la sencilla razón
+de que no le tenía, y a misa iba a otras iglesias y a otras horas que
+las de Elisa.
+
+Sea como sea, se pasaron meses sin que Elisa llegase a ver a doña
+Beatriz. Bien es verdad que, si Elisa andaba curiosa, andaba también
+temerosa de verla. Tenía miedo de hallarla hermosa y naturalmente
+distinguida. Se deleitaba con fingírsela vulgar y ordinaria.
+
+Entre tanto, vino a noticia de Elisa algo que hubo de mortificarla más
+que nada: el empeño del Conde en hacer creer que sus relaciones con doña
+Beatriz eran el propio petrarquismo. Fuese esto verdad o mentira,
+implicaba una consideración, un respeto, una atención tan delicada hacia
+la mujer del empleadillo, que Elisa se llenaba de ira y hasta de envidia
+cuando en ello cavilaba. Mientras más esfuerzos hacía por no cavilar,
+más frecuentes eran las cavilaciones.
+
+Todavía se conformaba Elisa con explicárselo todo por cierta cobardía,
+desidia o pobreza de espíritu, que retraía al Conde de lo difícil y le
+inclinaba a lo fácil; que le inducía a apartarse de los caminos ásperos
+y de escarpada subida para seguir los senderos trillados y llanos. Lo
+que no podía sufrir con paciencia era que el Conde se complaciese y aun
+se gloriase de ir subiendo por mayores asperezas, y de estar luchando
+con dificultades más rudas que las que ella le había excitado en balde a
+subir y a vencer.
+
+A pesar de su empeño en fingirse todo lo contrario, Elisa insistió
+entonces en formar gran idea del mérito de doña Beatriz.
+
+--Debe de ser--decía para sí--una mujer diabólica, hermosa, discreta,
+poseedora de infernales recursos, cuando ha logrado hechizar y embobar
+al Conde, que no es ningún chico inexperto ni ningún majadero.
+
+Con estas y otras parecidas reflexiones la Marquesa se atormentaba casi
+de continuo.
+
+La nueva, por último, del duelo del Conde con el poeta Arturo por
+defender la inmaculada pureza de la mujer del empleadillo, estalló como
+una bomba en el corazón de Elisa.
+
+--La quiere, la adora con frenesí--decía Elisa en el fondo del alma--.
+¿Qué habrá hecho ese demonio para cautivar aquellos libres pensamientos,
+para turbar aquella mente despejada y serena, para mover una tempestad
+de pasiones en aquel espíritu tan calmoso?
+
+Nada de fijo se contestaba Elisa a tales preguntas; pero vagamente se
+fingía ya a doña Beatriz tan bella, tan discreta y tan elegante como lo
+era en realidad, y suponía asimismo en doña Beatriz un arte no
+aprendido, una sabiduría infusa tal y tan extraordinaria, que todas las
+_flirtations_ que ella solía emplear eran burdas, pueriles o necias, en
+comparación de las de aquella obscura y venturosa provinciana.
+
+En esta situación de ánimo ocurrió un día la maldita casualidad de que,
+yendo Elisa a paseo en landó, al pasar por la Puerta del Sol a eso de
+las cuatro de la tarde, se interpusiesen unas mujeres distraídas y
+estuviesen a punto de ser atropelladas. El hombre que las acompañaba las
+libró del peligro agitando su bastón delante de los caballos, los
+cuales, espantados, se alzaron de manos, y encabritándose y manoteando
+estremecieron el landó y asustaron a su vez a Elisa.
+
+¡Cuán sorprendida no quedaría ésta al reconocer en el hombre que le
+acababa de dar el susto al propio Conde de Alhedín, quien la saludaba
+cortésmente y le pedía por señas humilde perdón de aquella
+imprescindible irreverencia!
+
+No hubo tiempo para que el Conde hablase a Elisa, cuyos caballos,
+apartado el Conde que les estorbaba el paso, arrancaron con furia, a
+pesar del brío con que los retenía el cochero.
+
+Elisa tuvo tiempo, no obstante, para mirar, para examinar a ambas
+mujeres. Al punto adivinó quiénes eran.
+
+Cruel fué el resultado de su examen. Absorbida su atención en Beatriz,
+apenas se fijó en Inesita; pero a Beatriz la vió, la contempló, la
+estudió con una intensidad tan honda, que compensó de sobra lo breve del
+tiempo que duró el estudio.
+
+En lo más íntimo de su conciencia, en aquel abismo adonde no llega el
+amor propio por grande que viva en nosotros, y hasta donde el
+entendimiento penetra rara vez ofuscado, Elisa se reconoció por un
+instante muy inferior en todo a doña Beatriz.
+
+Pronto, sin embargo, volvió su ánimo de la postración; se recobró del
+amilanamiento, del desmayo en que había caído.
+
+La reacción del orgullo herido fué violentísima y poderosa.
+
+Entonces, corriendo en su coche por la calle de Alcalá abajo, Elisa juró
+guerra a muerte a doña Beatriz, la cual estaba muy ajena de que se
+alzaba contra ella tan temible enemiga.
+
+En nombre del orgullo, en nombre del amor, que con el orgullo nació de
+súbito en su alma, si bien con bastardo e impuro nacimiento, Elisa se
+resolvió a luchar, a aventurarlo todo por atraer de nuevo al Conde y por
+quitárselo a doña Beatriz y tomarle ella.
+
+Marido o amante, todo le era igual en aquel momento de ira: lo que le
+importaba era rendir al Conde, conseguir que no fuese de doña Beatriz,
+lograr que aquella mujer se viese abandonada.
+
+
+
+
+XVII
+
+
+A pesar de su culto a doña Beatriz, el Condesito seguía yendo a teatros,
+paseos y reuniones aristocráticas. En dichos puntos siempre encontraba a
+Elisa.
+
+Esta volvió a emplear para cautivarle cuantos medios había antes
+empleado; pero el Condesito, firme y frío como una roca, no se mostraba
+sensible ni aun se daba por entendido.
+
+Elisa no perdió por eso la esperanza: esforzó sus artes y llegó más allá
+del término hasta donde en toda su vida había llevado la _flirtation_.
+Tampoco así consiguió que el Conde diera la menor señal de que se
+inclinara a rendirse.
+
+Elisa se esmeró entonces en su vestido y peinado; lució nuevas y ricas
+galas; aguzó el ingenio para que en las tertulias tuviese mayor hechizo
+su conversación; atrajo en torno suyo a cuantos hombres valían más por
+cualquier estilo; se rodeó de más brillante y numerosa corte que nunca,
+y ni aun así pudo vencer la indiferencia del Conde.
+
+Dióle las muestras más patentes y lisonjeras de su predilección; dejó
+mil veces plantado a todo un círculo de admiradores, y rompiéndole, en
+los bailes, fué a asirse del brazo del desdeñoso. Para él fueron las más
+dulces miradas, las más afectuosas sonrisas; todos aquellos signos, en
+suma, que suelen augurar favor y revelar amor, sin traspasar los límites
+de la modestia y del decoro.
+
+El Conde no respondía con desvío. Esto hubiera sino menos cruel. El
+Conde respondía con gratitud, con cortesanía extremada y con tan glacial
+acatamiento, que ponía fuera de sí a la pobre Marquesa.
+
+Imaginó, por último, Elisa, que le iba sucediendo con el Conde lo que al
+pastorcillo embustero de la fábula, que gritaba: «¡Al lobo! ¡Al lobo!»
+cuando el lobo no venía, y que una vez que el lobo vino, no le valió
+gritar «¡Al lobo!» porque los que podían socorrerle no dieron crédito a
+sus gritos. Elisa calculó que el Conde no acudía al reclamo, temeroso de
+nueva burla. Era, pues, indispensable darle pruebas de completa
+sinceridad.
+
+Mucho se violentó antes de resolverse. Su orgullo se resistía. Sus
+costumbres, tan contrarias a la humilde franqueza, ponían dique a su
+deseo. Elisa sabía prometer, alentar, dar esperanzas de un modo tan
+aéreo y confuso, que se pudiese negar hasta ella misma que había
+prometido y alentado. Su amor, o más bien el fantasma, la apariencia de
+amor que ella creaba y alimentaba en su alma, era tan sutil y vaporoso,
+que se deslizaba hasta el seno de los más empedernidos, despertando a
+veces tempestades, y no dejaba huella ni rastro de su paso. Se
+desvanecía como sombra; era ilusorio, vano como silfo, y tenía la fuerza
+de un gigante para destrozar corazones.
+
+Pero este fantasma de amor no le valía ya con el Conde. Verdadero amor,
+aunque nacido de envidia y celos, no le valía tampoco. El Conde,
+escarmentado ya del amor falso, tomaba por falso el verdadero. Era
+indispensable que el amor mostrase su verdad y su realidad, sin que
+ofreciese la más pequeña duda. Elisa ansiaba robar a doña Beatriz el
+corazón del Conde, costase lo que costase.
+
+En esta disposición de ánimo, Elisa estaba determinada a todo lo que
+pudiese asegurarle la victoria. Pero, en medio de sus más violentas
+pasiones, la prudencia no la abandonaba. Calculaba con serenidad, como
+si estuviese en calma.
+
+Calculó, pues, en esta ocasión, que rendirse sin condiciones no era
+triunfo, sino derrota; que podría suceder que el Conde, verdadero
+triunfador, volviese a doña Beatriz, ocultándole una infidelidad efímera
+o pidiéndole perdón de su culpa. Sólo con pensarlo temblaba Elisa de
+despecho.
+
+Su primera idea de que el Conde fuese, si dejaba a doña Beatriz, o su
+marido o su amante, se limitó a uno solo de los dos términos del dilema.
+La Marquesa, tan libre hasta allí, decidió sujetarse al dominio de
+aquel hombre. Era rica; a pesar de sus vanos coqueteos, su reputación se
+había conservado sin mancha; era de una familia no menos ilustre que el
+Conde; era para el Conde un excelente partido; ¿por qué no habían de
+casarse los dos? Era el único medio seguro que tenía Elisa de triunfar
+de doña Beatriz.
+
+En mujer tan orgullosa como Elisa no cabía una insinuación directa con
+el Conde: no cabía que ella se le declarase. Decidióse, pues, a dar un
+paso, que no comprometía su buena fama, que la dejaba ilesa, aunque
+pudiese mortificar su vanidad.
+
+Llamó a su casa a un anciano tío suyo que le inspiraba la mayor
+confianza; hizo con él confesión general de sus coqueteos con el Conde
+de Alhedín; reconoció que con el amor no hay burlas; declaró que,
+burlando ella con el amor, era ya la burlada, la cautiva y la enamorada;
+y suplicó al prudente tío que viese a la madre del Condesito, y que,
+como cosa suya, si bien dando a entender que le constaba que la Marquesa
+estaba propicia, propusiese a dicha señora tan brillante matrimonio para
+su hijo.
+
+El tío cumplió con discreción y habilidad el delicado encargo. La
+Condesa viuda de Alhedín halló que su hijo no podía soñar con mejor
+boda, y se puso enteramente de parte de la Marquesa, cuya decidida
+voluntad en favor del Conde la lisonjeaba en extremo.
+
+No hay que decir que esta negociación se llevó con el mayor sigilo.
+
+La Condesa de Alhedín tuvo con su hijo una larga conversación: le habló
+de la boda propuesta como de una gran dicha para su casa; como de un
+fausto suceso que merecería toda su aprobación, y trató de apartarle de
+los enredos galantes que le suponía, pintándole las delicias del hogar
+doméstico y repitiendo lo que otras veces había manifestado, de que ya
+era tiempo de que tuviese una familia, adquiriese otra gravedad y
+respetabilidad y emplease su vida y las altas prendas que Dios le había
+dado en asuntos serios, que redundasen en pro y mayor lustre de su
+nombre y en bien de su patria.
+
+El Condesito volvió a negar a su madre que él tuviese relaciones con
+doña Beatriz, y le confesó que había estado prendadísimo de la Marquesa;
+pero añadió que su coquetería sin entrañas le había curado de aquel
+principio de amor, y que tan radicalmente le había curado, que le era ya
+imposible amar a la Marquesa, y por consiguiente casarse con ella, si
+bien reconocía que era merecedora de llevar el nombre de él y de ser su
+compañera de toda la vida.
+
+En resolución, aunque de un modo indirecto, y con el más profundo
+sigilo, y suavizando el golpe los dos medios por quien pasó, a saber:
+primero, la Condesa, al hablar con el tío, y el tío luego al hablar con
+la sobrina; ésta, como dura lección y como castigo de sus _flirtations_,
+recibió lo que vulgarmente llamamos unas terribles calabazas.
+
+La soberbia de Elisa, ofendida y humillada en lo más vivo, pedía
+venganza desde el fondo de su corazón.
+
+Jamás Elisa había previsto, ni en sus sueños más negros y desesperados,
+que un hombre se había de resistir a sus atractivos poderosos y a la
+magia de sus coqueteos; que este hombre la había de enamorar cuando era
+ella la que solía enamorar a todos los hombres, y que al fin la había de
+impulsar hasta el punto de tomar la iniciativa y de mendigar su mano, y
+de recibir de él una repulsa insolente y desapiadada.
+
+La causa de todos estos males era doña Beatriz. Por culpa de doña
+Beatriz creía Elisa que se había enamorado del Conde; por culpa de doña
+Beatriz creía que el Conde la desdeñaba.
+
+La cólera se apoderó de su alma; la cólera arrojó de allí todo
+sentimiento generoso, todo escrúpulo, toda consideración que se opusiera
+a la venganza.
+
+Con tal de vengarse no le arredraba ya ni el delito; no le sonrojaba
+meditar en los medios más viles y llegar a valerse de ellos.
+
+
+
+
+XVIII
+
+
+Dos días después del cruel desengaño de Elisa, don Braulio González, al
+ir a sentarse en la mesa de su despacho en el Ministerio, vió sobre el
+pupitre una carta que le iba dirigida. La abrió y leyó lo que sigue:
+
+«Señor don Braulio: La fama va esparciendo por todas partes que es usted
+listísimo. Yo le he tomado a usted afición y no quiero creerlo. En la
+situación de usted, llamarle listo es hacerle la mayor injuria.
+Verdaderamente usted no puede ser listo dentro de lo justo. O usted no
+es listo, o usted se pasa de listo. Prefiero creer y decir que usted es
+tonto. ¡Sería tan infame saber y disimular! No; usted ignora lo que en
+Madrid sabe todo bicho viviente. Usted no disimula. No se disimula con
+tanta habilidad. Discreto es el Conde de Alhedín, discreta es doña
+Beatriz, y sin embargo no han disimulado.»
+
+Así terminaba la infame carta. Ni una palabra más. No tenía firma. La
+letra parecía contrahecha.
+
+Don Braulio leyó la carta una, dos, hasta tres veces, como quien no se
+entera bien, como quien no da crédito al testimonio de sus sentidos,
+como quien duda aún de si es realidad o si es una pesadilla o un delirio
+lo que percibe.
+
+Sin alterarse luego, hizo con pausa mil añicos de la carta, incluso del
+sobre; después estuvo a punto de echar los añicos en el cesto que tenía
+al lado para los papeles rotos; y al cabo, como reflexionándolo mejor, y
+como temiendo que la carta destrozada pudiera juntarse y recomponerse,
+se alzó don Braulio de su asiento, se dirigió a la chimenea que ardía en
+un lado de la sala, y arrojó con cuidado en la llama todos aquellos
+pedacitos de papel.
+
+Volvió entonces a su mesa para empezar sus trabajos del día; pero, no
+bien dió tres o cuatro pasos, no acertó a tenerse en pie, y cayó
+desplomado sobre la estera del suelo que cubría la estancia.
+
+Los compañeros y escribientes que allí se hallaban corrieron a
+levantarle.
+
+--¿Qué es esto, señor don Braulio?--dijo uno.
+
+--¡Amigo González!--exclamó otro.
+
+Don Braulio no respondió.
+
+--Es un ataque de apoplejía.
+
+--¡Qué demonio de accidente!
+
+--¿Qué apoplejía?--dijo otro--. Buena facha de apoplético tiene este
+señor, más seco que un bacalao.
+
+--Más bien será un desmayo de debilidad--exclamó un cuarto
+interlocutor, que despuntaba por lo gracioso--. Su mujer lo gastará todo
+en moños, y comerá poco en su casa.
+
+En fin, aunque no eran muy caritativos los compañeros, atendieron a don
+Braulio, quien no tardó en volver en sí.
+
+Su primer cuidado fué suplicar a los allí presentes que no dijeran nada
+de lo ocurrido, a fin de que en su casa al saberlo no se asustasen.
+
+Todos le prometieron callar.
+
+Don Braulio aseguró entonces que se hallaba enteramente repuesto, y
+volvió a su asiento y se puso a trabajar como si nada hubiera pasado.
+
+No salió aquel día de la oficina ni medio minuto antes de la hora de
+costumbre.
+
+Cuando volvió a su casa, nadie hubiera notado en su rostro la menor
+huella de dolor.
+
+Dijo tranquilamente a su mujer que Paco Ramírez le llamaba al lugar; que
+tenía que arreglar allí un negocio importante, y que aquella misma noche
+iba a tomar el tren de Andalucía.
+
+Alguna extrañeza causó a doña Beatriz el repentino viaje de don Braulio;
+pero éste afirmó con serenidad que no era negocio que debiese inspirar
+cuidado, y así desvaneció todo recelo, tanto de la mente de su mujer,
+cuanto de la mente de Inesita, la cual se mostró también algo
+maravillada al principio.
+
+Don Braulio mismo preparó su maleta auxiliado por su mujer.
+
+Durante la comida apareció alegre y hasta más hablador que de costumbre.
+
+En un momento en que doña Beatriz dejó solo a don Braulio con Inesita,
+don Braulio dijo a ésta que cuando él volviese del lugar le traería a
+Paco a vistas, y que esperaba que se habían de gustar y se habían de
+casar a escape.
+
+Paco no había venido aún, por más que lo deseaba, porque quería dejar
+arregladas todas sus cosas y allegar muchos fondos para comprar dijes y
+primores que regalar a su futura.
+
+En una palabra; don Braulio lo hizo tan perfectamente que no despertó en
+el ánimo de doña Beatriz ni de su linda hermanita la menor sospecha de
+que su inesperada y súbita determinación pudiese tener por causa un
+pesar acerbo, ni por móvil y propósito nada de siniestro ni de trágico.
+
+Ambas hermanas pugnaron por acompañar a don Braulio a la estación; pero
+don Braulio se opuso, sosteniendo que era una incomodidad inútil la que
+querían tomarse. Así, aunque a duras penas, las persuadió a que se
+quedaran y no fueran a despedirle.
+
+Cuando llegó la hora de la partida, don Braulio hizo venir un cochecillo
+por medio del portero, quien bajó la maleta y la colocó en él.
+
+Doña Beatriz abrazó y besó cariñosamente a su marido, y él correspondió
+con no menor cariño.
+
+--Cuídate mucho, Braulio, y vuelve cuanto antes--dijo doña Beatriz.
+
+--Adiós, querida mía. Pronto estaré de vuelta--contestó don Braulio.
+
+En seguida bajó la escalera, viéndole bajar ambas hermanas, que hasta la
+puerta, al menos, le habían acompañado.
+
+A poco se oyó rodar el coche en que don Braulio iba.
+
+Beatriz e Inés volvieron a entrar en la habitación y se sentaron junto
+al brasero, una enfrente de otra.
+
+--¡Qué precipitación de viaje!--dijo doña Beatriz sencillamente.
+
+--¿Estará enfermo Paco?--exclamó Inesita--. Tal vez llame porque esté
+enfermo y Braulio no nos lo haya querido decir.
+
+--No lo creas, Inés--contestó doña Beatriz--. Braulio no sabe ocultarme
+nada. Va para negocios del caudal, que ni tú ni yo entendemos. Yo tengo
+tal confianza en Braulio, que no he querido cansarle en que me explique
+de qué naturaleza son esos negocios que tamaña prisa requieren. Bástame
+con que me haya dado completa seguridad de que no ocurre nada aflictivo.
+¿Cómo, además, había él de ir tan alegre y tranquilo como va si hubiese
+que lamentar una desgracia?
+
+De este modo siguieron hablando ambas hermanas hasta que sonaron las
+diez, hora en que solían acudir a la tertulia de los de San Teódulo.
+
+Beatriz dijo que como tenía, a pesar de todo, cierta pena por la partida
+de su marido, no quería ir a la tertulia aquella noche; pero Inesita la
+animó, sostuvo que no había razón para no hacer lo que todas las otras
+noches, y al cabo logró de su hermana que fuese como de ordinario.
+
+La anciana ama del cura era quien las acompañaba cuando iban solas y a
+pie a la tertulia sin que don Braulio las acompañase. Aquella noche el
+ama las acompañó también. Cuando llegaron a la tertulia, ya estaba en
+ella el Conde de Alhedín, quien de día en día iba descuidando más sus
+otras tertulias y diversiones, y acudiendo más temprano y sin faltar una
+sola noche en casa de Rosita.
+
+
+
+
+XIX
+
+
+Al tercer día después de la partida de don Braulio, recibió Paco Ramírez
+una carta de Madrid. La vista del sobrescrito, cuya letra reconoció al
+punto, le llenó de contento, mezclado con alguna inquietud y extrañeza.
+
+La carta era de doña Beatriz, la cual, no por falta de cariño, sino por
+desidia, no le había escrito jamás desde que del lugar se había
+ausentado. Don Braulio era quien siempre escribía a Paco y le daba
+nuevas de la salud de todos.
+
+--¿Qué habrá ocurrido? ¿Qué novedad será ésta?--pensó Paco--. ¿Estará
+enfermo Braulio? ¿Por qué me escribe Beatriz?
+
+Sobresaltado con tales ideas, abrió corriendo la carta y leyó lo que
+sigue:
+
+«Querido Paco: Aunque me tienes enojada porque llamas a Braulio con
+tanto misterio, arrancándole del lado mío, todo te lo perdonaré si me le
+despachas pronto y le dejas libre para que se vuelva con su mujercita,
+que no vive a gusto sin él.
+
+»Sobre el perdón, podrás contar con mi gratitud, si, a más de devolverme
+cuanto antes el bien que me quitas, me le mimas y regalas como él se
+merece, todo el tiempo que ahí permanezca.
+
+»Mira que Braulio está muy delicado de salud. No le fatigues llevándole
+a cazar. Procura que se cuide, porque es muy descuidado.
+
+»Nosotras, Inesita y yo, estamos en Madrid divertidísimas. Todas las
+noches vamos de tertulia en casa de Rosita, la hija del escribano de
+Villabermeja, que es ahora condesa, y una de las mayores _elegantas_ de
+la corte. A su casa no van, por lo común, más señoras que nosotras; pero
+en cambio van muchos hombres de los más distinguidos en letras, armas y
+política. Hay allí la mayor cordialidad. Parecen todos amigos íntimos y
+cariñosos. Sin embargo, pocos días ha, dos de los tertulianos tuvieron
+un duelo, y uno de ellos salió herido. Por fortuna, la herida fué muy
+ligera. No he podido averiguar la causa de este duelo. Todos me han
+afirmado que ha sido por una niñería. Yo lo he sentido mucho, porque el
+duelo fué entre mis dos tertulianos favoritos. Es el uno un poeta, cuyos
+versos sonoros, religiosos y sentimentales, me conmueven y divierten
+poquísimo; pero que en prosa es un truhán bastante ameno y buen chico en
+el fondo. El otro es la flor de los caballeros principales: discreto,
+galante, gracioso y con un pico de oro para entretener a las mujeres y a
+todo el mundo cuando está de humor y se pone a charlar. El tal
+Condesito, porque es un Condesito, me tiene enamorada. El me quiere
+bien, me adula; eso sí, es un adulador y un embustero de primera fuerza;
+pero yo, si bien reconozco sus traidoras lisonjas y sus embustes, me
+dejo cautivar por ellos. Así es que somos excelentes amigos.
+
+»Inesita está siempre en Babia, soñadora y distraída, aunque bien de
+salud.
+
+»En suma; no lo pasamos mal a pesar de lo poco que tenemos para vivir en
+Madrid, donde todo es carísimo.
+
+»Ahora es cuando siento el primer disgusto desde que estoy aquí. No sé
+por qué estoy inquieta y desazonada. Será una tontería. ¿Qué quieres? La
+partida repentina de Braulio me trae cavilosa. Al principio, hasta
+después de haberse ido, todo me pareció natural y sencillo. Hoy me pongo
+a reflexionar, echo a volar la imaginación y me finjo vagamente mil
+absurdos. Por esto también quiero que me devuelvas a Braulio cuanto
+antes. Vente tú con él a pasar una temporadita en esta corte. Verás lo
+que te diviertes en el teatro Real y en los Bufos y la Zarzuela. Nuestra
+casa en un chiribitil y no tenemos cuarto que ofrecerte; pero comerás
+con nosotras de diario. Adiós. No quiero que digas a Braulio que te he
+escrito. No quiero que se engría del cuidado que por él me tomo, o que
+se fastidie de que no le dejo un instante de libertad. Cuídale tú mucho,
+sin que él sepa que yo te lo encargo. Es muy aprensivo y se afligiría
+imaginando que yo le tengo por enfermizo, cuando, siendo tan perezosa
+como soy, me muevo a escribirte sólo para encargarte que me le cuides.
+Adiós, repito, y quiéreme como a tu buena hermana.
+
+»BEATRIZ.»
+
+Esta carta, que, por venir de quien venía, encantaba a Paco Ramírez, no
+pudo menos de llenarle al mismo tiempo de zozobra. Paco veía y calculaba
+claramente que su amigo Braulio debía de haber llegado al lugar
+veinticuatro horas antes que la carta. ¿Dónde se había metido? ¿Dónde
+había ido a parar? Paco hizo las más extrañas y alarmantes suposiciones.
+¿Si habrá enfermado en el camino y se habrá quedado en alguna estación?
+¿Si merced a esa cordialidad de la tertulia de Rosita, el pobre Braulio,
+que es enclenque y nada ágil, habrá tenido también que andar a tiros o a
+sablazos y le habrán enviado cordialmente al otro mundo? Era evidente
+que Braulio había engañado a su mujer diciéndole que Paco le llamaba.
+¿La habría engañado también diciéndole que iba al lugar y yéndose a otra
+parte o quedándose de oculto en Madrid? ¿Con qué propósito, Braulio, que
+era veraz, aunque muy reconcentrado o metido en sí, habría forjado tales
+mentiras?
+
+Devanándose los sesos para explicarse la causa de la tardanza de
+Braulio, pasó Paco dos días mortales. Braulio no parecía y los temores
+de Paco se acrecentaban. No sabía qué determinación tomar. Escribir a
+doña Beatriz diciéndole la no aparición de su marido, era infundirle el
+mismo pesar que tenía él y tal vez descubrir además un secreto de
+Braulio: algo que le importaba mucho que su mujer no supiese.
+
+Paco aguardó con impaciencia, pero aguardó.
+
+La estación del ferrocarril estaba a cuatro leguas del lugar. Un
+carricoche traía a los pasajeros desde el punto por donde el ferrocarril
+pasaba.
+
+Paco salió a caballo dos veces a una legua de la población a recibir a
+su amigo. Este no llegó ni la vez primera ni la segunda.
+
+A poco de volver a su casa la segunda vez sin traer consigo a Braulio,
+Paco recibió una carta certificada.
+
+Si la de doña Beatriz le sorprendió con sólo ver su letra en el
+sobrescrito, más le sorprendió esta nueva carta, así por la letra, que
+era la de don Braulio, como también por el certificado.
+
+La abrió Paco con profunda emoción y leyó lo siguiente:
+
+«Querido Paco: No acierto a entenderme directamente con Dios ni a
+desahogar con él mis penas. Le busco en el abismo de mi alma; pero mi
+pensamiento se cansa y se asusta atravesando soledades infinitas sin
+llegar nunca a donde él reside. Si yo no hubiese dejado de ser creyente,
+tendría mi confesor, quien lo sabría todo. No necesito consejo. El
+consuelo es imposible. Sin embargo, este peso que me oprime el corazón
+se aligeraría comunicando con Dios por medio de un ser humano. Hay
+cosas que se avergüenza uno de confesarse a sí mismo; y esas cosas, por
+extraña contradicción, fatigan y matan si con alguien no se confiesan.
+Por eso voy a decírtelo todo. No seas severo conmigo. No me condenes por
+miserable y falto de pudor si te lo digo todo: si te descubro lo que a
+mí mismo debiera yo ocultarme.
+
+»Harto conoces mis ideas. Yo no quiero que Beatriz me ame por caridad,
+ni por gratitud, ni por miedo de castigo o de venganza, por parte mía o
+por parte del cielo. No quiero que me ame ni en cumplimiento de un deber
+moral, ni por consideración a leyes dictadas por los hombres. Quiero que
+me ame por amor, como yo la amo.
+
+»Esto era imposible. Mi vanidad me engañó y por eso me casé con Beatriz;
+feo yo y ella hermosa; viejo, y ella joven; pobre, y ella con todos los
+instintos y las inclinaciones a la elegancia, al lujo y a brillar en el
+mundo.
+
+»¿Qué había en mí que pudiera hacerme amable a sus ojos? ¿Un corazón
+noble? ¿Una inteligencia elevada? ¿En qué obra mía se advierte la
+nobleza de mi corazón? ¿Dónde se hace patente la elevación de mi
+inteligencia? Me atribuyo sin motivo estas prendas superiores. Soy un
+necio vanidoso.
+
+»¿Qué hombre hay, por incapaz que sea, que no halle razones para estar
+contento de sí mismo? El feo se halla agraciado; el cobarde, humano y
+benigno; el tonto, lleno de candor y de inocencia; el afeminado, culto;
+el brutal e intratable, brioso y leal; el insolente, franco; el bajo y
+adulador, afable y bueno. Así también yo me engañaba.
+
+»A veces entreveía yo mi engaño, y me atormentaba la sospecha de mi
+indignidad. Y no me atormentaba por amor a mí mismo, por menospreciarme,
+por sentir que valía yo menos. Me atormentaba porque desaparecía a mis
+ojos todo razonable y fundado motivo de que Beatriz me amase.
+
+»Con todo, yo estaba ciego. Dependía mi felicidad hasta tal punto del
+amor de Beatriz, que, destruído ya por mi crítica impía todo fundamento
+en que mi amor pudiera apoyarse, cerraba yo los ojos de mi alma para no
+ver que aquel amor se derrumbaba, se perdía para siempre, cuando yo
+necesitaba que fuese eterno.
+
+»De aquí mi absurda, mi inverosímil ceguedad, siendo yo por lo común tan
+suspicaz y receloso.
+
+»Todo Madrid lo sabe y sin duda lo dice. Yo seguiría ignorándolo, si una
+delación anónima no hubiese venido a dar luz a mi entendimiento.
+
+»Era una deshonra. Pasaba yo por un marido sufrido y consentido. Y sin
+embargo (me humilla mi flaqueza), me duele que me hayan desengañado. Me
+alegraría de seguir en el engaño y de ser el ludibrio de las gentes con
+tal de no perder la fe en ella, con tal de creer que me ama todavía.
+
+»La carta delatora me ha hecho ver lo que yo no quería ver, sin advertir
+que era yo quien no quería ver.
+
+»Es evidente mi infortunio.
+
+»He querido, no obstante, negármele aún. He querido persuadirme de que
+era la carta una calumnia. Nuevas pruebas me dicen que no.
+
+»El vínculo indisoluble que ata mi existencia a la de Beatriz no es el
+de la religión; no es el de las leyes. Esos los rompería yo en seguida
+al verla culpada. El vínculo indisoluble es el de mi amor, que su culpa
+no extingue ni ahoga.
+
+»¿Cómo separarme para siempre de ella si mi corazón queda con ella para
+siempre?
+
+»Nada le he dicho. No le he dado la menor queja. ¿Cómo quejarme sin
+matarla? ¿Cómo matarla amándola tanto?
+
+»Toda explicación con ella, toda palabra sobre su falta me parecería
+fea. Un diálogo entre ambos sobre tan infame asunto sería monstruoso.
+Valdría más matarla sin hablarle de la razón que para matarla tengo.
+
+»He huído de casa suponiendo que tú me llamabas. Ella me cree en ese
+lugar. En casa no sé qué hubiera yo hecho. Quizá alguna acción indigna.
+Quizá hubiera llorado y me hubiera quejado como vil. Quizá la hubiera
+maltratado como verdugo.
+
+»Pero no... yo no hubiera podido maltratarla. Mi corazón es todo
+ternura... todo vileza para con ella. No soy un hombre... soy un niño...
+un esclavo.
+
+»Es menester que lo sepas todo. Quiero que te compadezcas de mí; hasta
+de lo ridículo que en mí hay. Ríete también... soy digno de compasión y
+de risa.
+
+»Aquella noche de mi simulada partida entré en casa misteriosamente. Me
+deslicé por la escalera arriba ya tarde. Tengo las llaves, y abrí; entré
+y me escondí en mi cuarto. Aun no habían vuelto ellas de la tertulia
+donde van todas las noches; donde va también el hombre que me mata. Las
+oí llegar, las oí reír, celebrando los chistes de ese hombre. Para
+distraer las penas que por mi ausencia pudiera suponerse que tenía mi
+mujer, él había estado más parlanchín y chistoso que de costumbre.
+
+»Tuve calma para aguardar que se acostaran, y aun para aguardar que
+Beatriz se durmiera. Durante algún tiempo hubo en mí cierta energía de
+que ahora me estremezco. Pensé en matar a Beatriz a puñaladas mientras
+dormía.
+
+»Te aseguro que penetré en su alcoba con este propósito tremendo. Ríete
+ahora. Es muy cómico, es jocoso lo que te voy a decir. Yo no uso armas,
+no tengo más que una gumía que me trajo de presente un oficial amigo,
+que fué de los que entraron en Tetuán. Con dicha gumía quería yo
+matarla. La llevaba yo desnuda en la mano derecha; en la mano izquierda
+llevaba la palmatoria.
+
+»Sin verme en ningún espejo, me veía yo en mi imaginación, y yo mismo me
+daba grima, no por lo criminal, sino por lo grotesco. Tan chiquituelo,
+tan feo, tan valetudinario y tan canijo; empleadillo de última clase...
+¿qué derecho tenía yo a las grandes pasiones? Yo era un Otelo de
+sainete.
+
+»Iba conteniendo la respiración... de puntillas... lleno de miedo de que
+mi mujer despertase. Me parecía que si despertaba y me veía iba a soltar
+una carcajada.
+
+»Así llegué junto a ella. Ella no se despertó. Dormía con la boca
+entreabierta, mostrando sus dientes blanquísimos e iguales. ¡Qué
+frescura y qué rojo carmín en sus húmedos labios! ¡Qué largas pestañas
+unidas! ¡Qué sonrisa apacible! ¡Qué frente serena! Si Desdémona hubiera
+sido como Beatriz, Otelo no le hubiera dado muerte. No comprendí
+entonces que pudiera caber monstruosidad semejante en ser humano por
+bárbaro que fuese. Mi cólera cedió paso al enternecimiento. Un diluvio
+de lágrimas bañó mis mejillas. Puse la gumía sobre la mesa de noche. La
+puse allí con mucho tiento y temblando de que mi mujer se despertase.
+Volví a mirar a Beatriz. La miré como quien mira el tesoro que ha
+perdido. Todo su valer, toda su belleza, todo su hechizo fulguró ante
+mis ojos con más brillo que nunca. ¿Qué bastarda dulzura, qué amor sin
+honra y sin vergüenza, qué afecto villano me emponzoñó en aquel instante
+el corazón y corrió por mis venas con mi perversa sangre? Ello es que
+enjugué mis lágrimas, bajé la cabeza con lentitud y suavidad, y sin
+rozar apenas con los labios, besé sus mejillas sonrosadas.
+
+»Por fortuna se realizó en mí la reacción. El ultraje recibido se
+ofreció a mi espíritu. Me llené de rubor. Tuve vergüenza; tuve asco de
+mi flaqueza.
+
+»La idea de matar a Beatriz me solicitó de nuevo la voluntad indecisa.
+Empuñé el hierro nuevamente. Nuevamente retrocedí espantado.
+
+»Huí del cuarto; huí de la casa como un ladrón. Abrí ambas puertas con
+las llaves que había guardado, cerrando luego cuidadosamente. Me
+encontré en la calle.
+
+»¿Qué hacer? Yo me veía ridículo. No podía sufrirme. En mitad de la
+calle me dió un ataque de risa nerviosa. Si alguien me oyó debió tomarme
+por loco.
+
+»Multitud de pensamientos encontrados, y todos tristísimos, cruzaban por
+mi mente; pasaban y volvían con persistencia cruel.
+
+»Por un breve momento insistí en imaginar aún que podría ser calumnia la
+delación anónima, pero pronto huyó de mí esta idea consoladora. Es la
+única que no ha vuelto.
+
+»¿Qué solución tenía la crisis en que me hallaba? ¿Acaso había yo de
+asesinar a mi mujer? ¿Acaso había yo de asesinar a su amante?
+
+»No; no era debilidad mía: yo me sentía con ánimos para matar a alguien
+que hubiera venido en aquel punto a robarme el reloj o los pocos reales
+que en el bolsillo llevaba; pero quizá por una perversión moral, no
+podía yo considerar de ladrón al que me robaba la dicha, el amor de mi
+mujer y la limpia honra de mi casa. El reloj y el dinero son mi
+propiedad, no tienen libre albedrío; no se van con el ladrón y me dejan
+porque le prefieren, mientras Beatriz se iba con otro y me dejaba porque
+le prefería. El hacía bien en llevársela. ¿Por qué había yo de
+asesinarle por esto? ¿Qué me debe él a mí para respetar mi felicidad y
+desatender la suya?
+
+»Deseché, pues, de mi alma el pensamiento de asesinar a mi rival.
+Juzgándole en el tribunal de mi conciencia, yo no le absolvía, pero
+reconocía la incompetencia del tribunal. Yo no le absolvía por ser yo el
+agraviado. Si el agraviado hubiera sido un indiferente, le hubiera
+absuelto. Podía, pues, matarle, no como justicia, sino como venganza.
+
+»Entonces pensé en el duelo; pero ¿cómo pelear ni con espadas ni con
+pistolas que en la vida he tomado en las manos? Me repugnaba además la
+idea de darme antes por ofendido; de reclamar igualdad de condiciones y
+de probabilidades para vengar mi agravio; de confesar mi torpeza en las
+armas y mi incapacidad; de apelar a no sé qué medios para forzar a un
+rival dichoso a que se pusiera de suerte enfrente de mí, que yo, flaco,
+viejo y enfermizo pudiera matarle, siendo él joven, ágil y robusto.
+
+»Ni el asesinato ni el duelo eran posibles. Otro hombre que no fuese yo
+se separaría para siempre de su mujer. No había partido más conforme a
+la razón. Yo, sin embargo, no podía seguirle. Yo no viviré lejos de
+ella. Es horrible, es estúpido, es monstruoso, pero yo la amo; seguiré
+amándola siempre. Sin su amor, el mundo será un desierto para mí; la
+vida, soledad medrosa; mi corazón, un vacío que con nada se llenará.
+
+»El alma humana necesita amar, adorar, creer. El cielo ha castigado la
+soberbia de mi alma. De ella han sido arrojados ídolos, altares, todo
+ser digno de adoración y de amor. En cambio, puse mi adoración, mi amor,
+mi fe y mi esperanza en Beatriz. Ella era... es mi idolatría.
+
+»El amor del descreído es inmenso. El descreído consagra a un objeto
+despreciable toda la fuerza de amor con que procura el creyente elevarse
+a su ideal divino.
+
+»En fin, ¿para qué cansarte? He vagado como una fiera mansa que lleva
+clavado en el pecho un dardo envenenado. De noche he vagado; de día he
+estado oculto. Tengo vergüenza de que la gente me vea. Se me antoja que
+todos conocen la burla de que soy víctima, mi paciencia, mi amor mal
+pagado, y que van a reír al verme o van a escupirme a la cara.
+
+»Anoche llegó mi ridiculez a último extremo.
+
+»Ya no cabe la menor duda. Yo andaba en torno de mi casa, y cerca de las
+cuatro de la mañana vi que salía un hombre... misteriosamente... de
+allí. Tengo ojos de lince... le vi... era él. Llevaba yo un _revólver_
+en el bolsillo. ¿Para qué? Si hubiera disparado los seis tiros que
+tiene, ninguno hubiera dado a mi enemigo. No sé tirar, y además me
+temblaba la mano. Todo yo estaba convulso.
+
+»Además, ¿por qué no confesarlo? Creo que yo no sería capaz de matarle,
+aunque le hallase dormido y pudiese poner a mansalva el cañón del
+_revólver_ en una de sus sienes.
+
+»No comprendo ya más que una cosa. No puedo sufrir mi amor
+inextinguible. No puedo sufrir la ridiculez que en mí noto. Hasta la
+poesía de un gran dolor no es dable en mí, porque me río yo mismo de mi
+dolor y le hallo cómico.
+
+»No me queda más recurso, si no muero buenamente, que buscar modo de
+morir cuanto antes.
+
+»Perdona este largo desahogo. Perdona esta prolija carta. Será la
+última. Adiós.»
+
+Paco Ramírez era un hombre de cierta ilustración y de claro
+entendimiento; pero le tenía aún más sano que claro; le tenía tan sano
+como su cuerpo, que era el de un atleta. Paco amaba a don Braulio,
+aunque era quien más le había siempre echado en cara que se pasase de
+listo, que tuviese maneras de pensar que él calificaba de tortuosas y
+que se hiciese víctima de los más alambicados y singulares sentimientos.
+
+Apenas leyó la carta, creyó que Braulio estaba loco. No podía creer la
+falta de doña Beatriz: tan buena opinión tenía de ella. Imaginó al punto
+que la persona de quien andaba celoso Braulio era el Conde, de quien
+Beatriz le hablaba en su carta. Fuese como fuese, Paco temió una
+catástrofe. Pensó en que Braulio, o se iba a morir, o se iba a matar, o
+se iba a Leganés. A fin de evitarlo, si era tiempo, se puso
+inmediatamente en camino para Madrid. Braulio no le había dado señas,
+pero él le hallaría. Si no llegaba a salvarle, llegaría a vengarle. Paco
+no se andaba con metafísicas ni discreteos. No pensaba ni en asesinatos
+a traición ni en duelos de toda ceremonia. Sólo pensaba en sacar el amor
+y hasta el alma del Condesito de su gallardo cuerpo a mojicones y
+patadas.
+
+Con tan buenos propósitos, ansioso además de ver a su Inesita, y con
+esperanzas de enamorarla y de traérsela al lugar, a las treinta y dos
+horas no cabales de haber recibido y leído la lamentable carta de su
+desesperado amigo, llegó Paco a esta heroica y coronada villa, y sin
+sacudir siquiera el polvo del camino, después de dejar la maletilla en
+una casa de huéspedes, y de instalarse, tomando cuarto en ella, se
+dirigió a la vivienda de las dos lindas hermanas.
+
+
+
+
+XX
+
+
+Conforme iba Paco Ramírez hacia dicha vivienda, aunque muy
+apresuradamente, se ofrecían a su imaginación con mayor viveza todas las
+dificultades de la entrevista que debía tener.
+
+En la carta de don Braulio recordaba los párrafos más siniestros y
+ominosos, y preveía alguna desgracia. Hasta una contradicción que había
+notado en la carta le daba entonces mucho que sospechar. Don Braulio
+confesaba al principio, como era cierto, que jamás usaba ni llevaba
+armas, y hacia el fin de la carta hablaba de un _revólver_ que tenía en
+el bolsillo. Paco Ramírez veía claro que don Braulio le había comprado o
+le había adquirido en aquellos días, después de la noche que estuvo de
+oculto en su casa. ¿Para qué esta adquisición? ¿Qué pensaba hacer su
+desventurado amigo?
+
+Paco estaba cierto de que don Braulio no mataría ni a su mujer ni a su
+rival, pero tenía miedo de que atentase a su propia vida, y ya pensaba
+en vengarle matando al Condesito.
+
+Era Paco tan fuerte, tan sereno, y estaba tan seguro de sí, que nada le
+parecía más fácil.
+
+En cuanto a doña Beatriz, Paco la amaba como a una hermana y la
+respetaba como a un ser superior, por donde, aunque le afligiese mucho
+el creerla culpada, como ya la creía, estaba dispuesto a perdonarle la
+culpa. En este punto comprendía y aplaudía y hasta bendecía la debilidad
+o la ternura de don Braulio. Lo que no se explicaba es que don Braulio
+no tratase de vengarse del Condesito de cualquier modo que fuese.
+
+Entre tanto, ¿qué iba él a hacer, qué iba a decir en casa de doña
+Beatriz? Después de reflexionarlo, formar varios planes y componer
+mentalmente varios discursos, determinó dejarse guiar de la inspiración
+del momento e improvisarlo todo.
+
+Así llegó a casa de don Braulio. Subió los escalones de dos en dos y
+tiró del cordón de la campanilla. Eran las nueve de la mañana.
+
+En seguida le abrieron, con aquella franqueza y prontitud con que suelen
+abrir los pobres.
+
+Apenas tuvo tiempo de ver quién le abría. Se encontró ceñido por unos
+brazos que le estrechaban y abrumado por una boca que cubría sus
+mejillas de un diluvio de sonoros besos.
+
+--¡Válgame Dios, hombre!--dijo al cabo el ama Teresa, que era quien le
+besaba--. ¡Cómo has embarnecido en estos tres años! Da gloria verte:
+estás hecho un real mozo. Pero díme, ¿y don Braulio? ¿Viene contigo?
+¿Qué ha hecho en el lugar? ¿Por qué no escribe? Beatriz está con el alma
+en un hilo.
+
+--Quiero verla. ¿Puedo verla?--dijo Paco.
+
+--Ahora mismo. Entra. ¿Traes noticias de don Braulio?
+
+--Sí.
+
+--Pues entra.
+
+--¿Está Inés con su hermana?
+
+--Inés no se ha levantado aún.
+
+--Mejor--dijo Paco--. Necesito ver a Beatriz a solas--añadió entre
+dientes.
+
+Antes de que acabara de murmurar esta frase, antes de que entrara en el
+saloncito de doña Beatriz, apareció ésta en la antesala, y asiendo
+cordial y apretadamente las manos de Paco entre las suyas, exclamó:
+
+--¿Qué es esto? ¿Y Braulio? ¿Dónde está? ¿Cómo no viene contigo? Estoy
+llena de zozobra. ¿Qué sucede, Dios mío? ¿Qué sucede?
+
+Hablando así, entraron ambos en el salón. El ama Teresa fué tras ellos.
+
+--Déjanos, Teresa. Luego vendrás. Tengo que hablar con Beatriz--dijo
+Paco.
+
+Este misterio pareció aumentar el sobresalto de la linda muchacha.
+
+El ama Teresa salió de la sala regañando.
+
+Ya solos Paco y Beatriz, dijo ésta:
+
+--¿Qué misterios son los tuyos? ¿Qué me vas a decir? Habla. Todo es
+mejor que la ansiedad, que la duda en que me tienes. Mi mal no será más
+horrible, mi desventura no será más honda en realidad que lo que me
+finge ya la fantasía. Habla. ¿Dónde está mi marido? ¿Qué hiciste de él?
+¿Por qué no viene en tu compañía?
+
+--Tu marido no ha ido al lugar. Mal puede venir conmigo. Tu marido no ha
+salido de Madrid. Aquí está. Aquí vengo a buscarle.
+
+--Es imposible. Braulio no miente nunca. Braulio me dijo que iba a
+verte. Le habrá ocurrido alguna desgracia en el camino. Estará enfermo,
+muerto quizá en algún pueblo del trayecto. Braulio fué a verte. Braulio
+no me ha engañado.
+
+Paco Ramírez, que no era hombre muy dado a perífrasis y rodeos, y que
+además creía que era urgente e indispensable una pronta explicación,
+dijo entonces:
+
+--Braulio te ha engañado porque creía que tú le engañabas.
+
+--No puede ser--respondió Beatriz, subiendo la roja sangre a sus
+mejillas--. ¿Quién ha inventado esa infamia? ¿Quién ha dicho esa locura?
+
+--El mismo Braulio.
+
+--¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde le has visto?
+
+--No le he visto. He recibido carta suya.
+
+--Dámela. Quiero leerla.
+
+--¿Tendrás valor para leerla?
+
+--Dios me dará valor para todo. Dame tú la carta.
+
+Paco vacilaba aún.
+
+--Dame la carta--volvió a decir doña Beatriz.
+
+--Te la daré--contestó Paco--; pero antes exijo de ti una cosa.
+
+--Dí, pide pronto.
+
+--Vas a responder con sinceridad a lo que te pregunte: vas a declararme
+la verdad desnuda: no como si respondieses a tu hermano, sino como si
+respondieses a tu propia conciencia; como si estuvieses ante el tribunal
+del Eterno y fuese El quien te interrogase.
+
+--Pregunta. No receles. No manchará mis labios la mentira.
+
+--¿Amas a Braulio?
+
+--Con todo mi corazón.
+
+--Braulio es feo y tú hermosa. Braulio es viejo... ¿Le amas de amor?
+
+--El alma de Braulio es hermosa; el alma de Braulio es inmortalmente
+joven. Sí; le amo de amor.
+
+--¿No has amado nunca a otro hombre?
+
+--Nunca.
+
+--Mira bien en el fondo de tu alma. Beatriz, ¿no has amado nunca a otro
+hombre?
+
+--Apenas comprendo lo que me quieres decir; pero no ha de quedarme el
+menor escrúpulo. Voy a escudriñar en el abismo más hondo de mi mente;
+voy a buscar allí y a hacerte patentes mis más ocultos pensamientos; las
+ideas vagas y confusas de que yo misma no me he dado cuenta hasta
+ahora.
+
+--Dí, Beatriz.
+
+--Digo que nunca amé de amor sino a mi marido; que no creo haberle
+faltado una sola vez, ni con el más fugaz pensamiento, ni con el más
+efímero deseo mal nacido.
+
+--¿Es cierto lo que dices? ¿No te acusa la conciencia de la menor falta?
+
+--¿Cómo he de declararme impecable? Paco, sí; la conciencia me acusa,
+pero no me atormenta; dame la carta: acabemos. ¡Qué interrogatorio! ¡Qué
+dilaciones crueles! ¿Has venido a matarme?
+
+--No, Beatriz. Díme, sin embargo, ¿de qué te acusa la conciencia?
+
+--Soy vanidosa, lo confieso. Ahora que presiento una desventura, veo que
+es pecado lo que yo no creía que lo fuese. Yo misma me examino, me juzgo
+y me condeno. Mira, Paco: yo he creído que un hombre me amaba, y, aunque
+no pagaba su amor, me complacía y me enorgullecía de que me amase. Su
+amor estaba de tal suerte refrenado por el respeto, que jamás se mostró
+en palabras. Yo le adivinaba; no le veía. Y yo le adivinaba, no como
+pasión que tuviese en sí la menor impureza, sino como sentimiento
+etéreo, inmaculado, que no es amor, ni es amistad; que no ha de tener
+nombre; que es inefable en todo lenguaje de la tierra; que si tiene
+nombre ha de ser en el cielo. ¿Qué quieres? Vanidad de mujer. Novelas
+ridículas que nosotras nos forjamos en la imaginación y que, sin duda,
+no tienen realidad alguna. El hombre que así me acata, el hombre que así
+me considera y admira, es el más discreto, el más elegante de la
+aristocracia de Madrid; es celebrado por su gentil presencia, por su
+gracia, por su valentía y hasta por sus conquistas amorosas. Al verle
+tan rendido conmigo, al notar lo que se deleitaba en oírme hablar, lo
+que celebraba mi talento, lo que se afanaba por agradarme y porque yo
+tuviese de él el mejor concepto, no lo niego, mi orgullo de mujer estaba
+muy lisonjeado. Juzgaba yo valer más, cuando había inspirado tan noble
+afecto a aquel hombre. Mi propia vanidad me movía a formar a mi vez un
+concepto, quizá exagerado, de todas sus prendas personales. Aquel
+hombre, que también, en mi sentir, me comprendía, valía mucho más a mis
+ojos. La gratitud hacia aquel hombre en mis momentos de modestia, cuando
+yo creía que yo no se lo debía todo a mi propio mérito, llenaba mi
+corazón. Jamás, sin embargo, le he amado. Todas las noches, desde hace
+meses, hablo con él más de una hora en voz baja. Me elogia, me dice mil
+corteses rendimientos; pero de amor no me habla. Entre él y yo existen
+tácitamente estas extraordinarias relaciones. ¿Es esto pecado? ¡Ah! Yo
+creo que sí. Ahora creo que sí. Me lo dice el corazón. Braulio está
+celoso. Pero, Dios mío, ¿por qué no me lo ha dicho? ¿Por qué no se ha
+quejado? Yo le hubiera pedido perdón. Yo le hubiera repetido mil veces
+que le amaba. Yo le hubiera renovado mis juramentos. Yo hubiera puesto
+término a la insana poesía, a la soñada historia que sólo a mi vanidad
+satisfacía. Pero no: Braulio tiene razón, Braulio es delicado. Un marido
+no debe tener celos. No debe decir a su mujer que sospecha de ella.
+Sería una indignidad, una vergüenza de que él no es capaz. Y yo, necia,
+ciega, que no he comprendido hasta hoy lo peligroso y absurdo de mi
+conducta. ¿Quién sabe? Tal vez los maldicientes lo han entendido todo de
+la peor manera. Tal vez han mancillado mi honra y la de mi marido. Tal
+vez han tenido al cabo la crueldad de acusarme. Vamos, Paco; ya lo sabes
+todo. No me mates. Dame la carta. ¡Pronto! Dame la carta.
+
+Paco, sin responder palabra, sin saber qué pensar de todo aquello, no
+atreviéndose a creer que Beatriz mentía, no atinando a explicarse cómo
+se mintiese tan bien, y recordando, no obstante, que en la carta de
+Braulio había pruebas casi evidentes de que Beatriz era culpada, le
+entregó por último la carta.
+
+Beatriz la desdobló con ansia, y no la leyó, la devoró.
+
+No interrumpió la lectura, ni con un suspiro, ni con una exclamación, ni
+con una queja. Se puso alternativamente colorada y pálida. Mortal
+palidez prevaleció al cabo. Gruesas lágrimas brotaron de los hermosos y
+negros ojos de Beatriz y se deslizaron por sus mejillas.
+
+El silencio era completo. Se podían contar los latidos violentos del
+corazón de Beatriz y del corazón de Paco.
+
+Otra mujer, culpada o no culpada, hubiera fingido un desmayo, se hubiera
+desmayado de veras o hubiera hecho extremos con sollozos, con gemidos y
+aun con gritos tal vez.
+
+Beatriz, leída la carta, conocido ya todo el infortunio de su marido y
+el suyo, si es que a su marido estimaba, contuvo toda explosión
+vehemente de dolor, y dijo a Paco de esta manera:
+
+--Reconozco mi delito. Reniego de mi estúpido engreimiento, de mi afán
+de lucir, de mi deseo liviano de ser admirada; pero no basta todo ello
+para explicar esta desventura. Soy víctima de una trama infernal; de una
+serie de coincidencias fatales. ¿Quién sabe, Dios mío? ¿Quién sabe? Pero
+es muy duro, es tremendo, es cruel el castigo que cae sobre mi cabeza.
+¿Por qué no me mató? ¿Por qué tuvo compasión de mí? Yo hubiera
+despertado al sentirme herida. Yo le hubiera perdonado. ¿Qué digo... le
+hubiera perdonado? Yo le hubiera pedido perdón y hubiera sido dichosa
+muriendo en sus brazos. ¡Cuánto me ama! Este amor sí que vale. En este
+amor sí que debiera yo haber cifrado siempre mi orgullo. ¿Por qué le he
+descuidado, hasta perderle tal vez, desvanecida yo, loca, atolondrada
+por una vanidad mezquina? Y él me besó mientras yo dormía, en vez de
+matarme, como yo merecía de veras. Vino a darme de puñaladas y me dió
+besos de amor, y lloró de ternura, y me halló hermosa y me contempló
+extasiado. Paco, hermano mío; corre, ve al Ministerio, ve a todas
+partes, búscale; díle que le amo; tráele vivo a mis brazos; devuélvemele
+para que me perdone. ¿Qué haré, Jesús mío? ¿Qué haré? Estoy por salir a
+buscarle yo misma, como loca. Sólo me detiene el temor de que sean
+mayores el escándalo y la vergüenza. Hermano mío, por piedad, corre;
+busca a Braulio. Temo, tiemblo por su vida. ¡Qué horror! El no me ha
+dado muerte: él me ha besado, creyéndose mortalmente ofendido. Y, en
+pago de tanto amor, yo le mato.
+
+Paco estaba mudo, extático, lleno de asombro, con la boca abierta, y sin
+saber qué pensar ni qué decir.
+
+Beatriz, con más agitación, contrariada, impaciente por la inmovilidad
+de Paco, prosiguió de esta suerte:
+
+--No te detengas: vuela, busca a Braulio. Se va a matar si te tardas.
+Díle pronto que le amo, que le idolatro; que su beso vale más que todas
+las satisfacciones y vanaglorias; que su amor me enamora; que la belleza
+divina de su alma excede para mí a toda la belleza de las demás
+criaturas de Dios. ¡Que yo le vuelva a ver, cielos santos! ¡Que yo me
+arroje a sus plantas y le pida mil veces perdón! ¡Que yo le pague el
+beso que me dió dormida, exhalando mi alma, infundiéndola en la suya con
+un beso eterno... infinito!
+
+Mientras Beatriz hablaba, iba empujando a Paco fuera del saloncito; le
+iba echando a empellones de la casa.
+
+Ya en la antesala, Beatriz añadió:
+
+--Ve al Ministerio; acude a la policía; busca a Braulio por todos los
+medios, no te detengas.
+
+Paco salió al fin de su mutismo, y contestó:
+
+--Sosiégate, Beatriz, yo le encontraré. Pronto estaré aquí de vuelta. No
+lo dudes: le traeré conmigo. Ten confianza en la bondad de Dios.
+
+Dicho esto, abrió la puerta, salió de la habitación y bajó
+precipitadamente la escalera.
+
+Doña Beatriz volvió vacilando y tropezando hasta la sala. No podía ya
+sostenerse. Cayó desplomada en el sofá.
+
+Después de un instante de calma y de silencio, rompió en gemidos y
+sollozos y vertió un mar de lágrimas.
+
+Acudió entonces el ama Teresa.
+
+--¿Qué te pasa, hija? ¿Por qué lloras?
+
+--Déjame, ama, déjame--contestó doña Beatriz--. Soy la más desventurada
+de las mujeres.
+
+El ama Teresa insistió en vano en idénticas o semejantes preguntas.
+
+Beatriz no le contestaba sino rogándole que la dejase.
+
+Cansada, pues, y hasta algo picada de aquel sigilo con que de ella se
+recataba Beatriz, el ama Teresa se salió de la sala y se fué al cuarto
+de Inesita.
+
+--Niña--dijo--, ¿no te levantas hoy?
+
+Inesita, medio dormida aún, si bien tenía abiertas ya las maderas de la
+ventana, y el sol inundaba su cuarto, se incorporó un poco y contestó:
+
+--Pues ¿qué hora es?
+
+--Las nueve y media; cerca de las diez. De sobra es hora de que te
+levantes. Además es menester que te levantes. Hay grandes novedades.
+Paco Ramírez ha venido.
+
+--¿Con mi cuñado?--preguntó Inés.
+
+--Sin tu cuñado--dijo el ama.
+
+--¿Y dónde está? ¿Se quedó en el lugar? ¿Por qué no viene?
+
+--Lo ignoro. Sólo sé que tu hermana está llorando como jamás la he visto
+llorar. Sin duda ha ocurrido alguna gran desgracia. Beatriz nada ha
+querido decirme; pero algo ocurre de muy grave y lastimoso. Levántate,
+hija. Ve a consolar a tu hermana y a saber la causa de su dolor.
+
+Inesita saltó de la cama llena de sobresalto. Se puso una bata, sin
+atender a más cuidado, por la precipitación, y corrió al saloncito,
+donde Beatriz se hallaba.
+
+
+
+
+XXI
+
+
+--¿Qué tienes, hermana? ¿Por qué lloras?--preguntó Inesita con mucho
+cariño apenas entró en el saloncito y vió a Beatriz tan afligida.
+
+Como Beatriz no le contestase y siguiese llorando, Inesita se inclinó
+sobre el sofá en que estaba echada Beatriz, y volvió a hacerle las
+mismas preguntas, acompañadas de besos y caricias.
+
+Beatriz no pudo ya resistirse; sentía además necesidad de desahogar su
+corazón, e incorporándose y teniendo a Inés a su lado, dijo con un
+suspiro:
+
+--¡Qué desgraciada soy, Inés!
+
+--¿Qué sucede?--interrumpió ésta.
+
+--Que por mi culpa Braulio está celoso y se ha ido de casa y puede que
+no vuelva más.
+
+--¿Y de quién tiene celos?
+
+--Tiene celos del Conde de Alhedín.
+
+--¡Vaya un desatino!--dijo Inesita--. Pues qué, ¿no ve claro que el
+Conde no tiene por ti mas que mera amistad?
+
+--Eso no--dijo candorosamente Beatriz, la cual, en medio de todo, amando
+a don Braulio, llena de sobresalto por él, y arrepentida de su intimidad
+con el Conde, no podía conformarse con que el Conde no estuviese
+enamorado de ella.
+
+--Eso no; yo creo que el Conde me ama; pero yo no le he amado nunca.
+
+--Singular idea tienes del Conde, hermana. Créeme, hombres como él no
+aman sin ser amados. El Conde te distingue, te aprecia, te halla linda y
+agradable y discreta, y por eso habla contigo. Como es muy galante, te
+hace doscientos mil elogios; pero de ahí al amor hay una distancia
+infinita.
+
+--¿Y quién te asegura que no ha salvado él esa distancia?--preguntó
+Beatriz.
+
+--Nadie me lo asegura--contestó Inés--; pero yo lo supongo. En todo
+caso, lo mejor es que no te ame. ¿Habías tú de amarle?
+
+--No.
+
+--Pues entonces, ¿para qué querías esa víctima?
+
+--Yo no quería... ni dejaba de querer... no se trataba aquí de lo que yo
+quería, sino de lo que era. El Conde estaba asiduo conmigo, y yo, lo
+confieso, me complacía en sus asiduidades. No le amaba; pero sentía una
+satisfacción de amor propio en creerme amada por él. Esto me ha perdido.
+
+--Vamos, hermana, tranquilízate. Nadie se pierde por tan poco. Si tu
+marido tiene celos, con explicarle que no hay motivo para que los tenga,
+estará todo terminado.
+
+--¿Y cómo se lo explico? ¿Dónde podré verle? ¿No te he dicho que se fué
+y no volverá más? Quizá se mate.
+
+--Tales cosas me dices que empiezas a ponerme en cuidado, aunque no soy
+de las que se ahogan en poca agua. Braulio es suspicaz y caviloso;
+Braulio te adora; Braulio tiene de sí mismo, allá en el fondo del alma,
+la noble estimación que debe tener; pero de sus prendas exteriores no
+tiene buena idea. Su modestia en este punto traspasa los límites de la
+humildad y raya en desconfianza. Aunque te adora, aunque ha creído
+siempre en tu amor, opina en general poco favorablemente de las mujeres;
+cree que el lujo, la brillantez, la elegancia y la alta posición nos
+deslumbran.
+
+--Y no cree mal. A mí me han deslumbrado, no para dejar de amar a
+Braulio y amar a otro, sino para complacerme en otro amor sin pagarle.
+
+--Mira, hermana, no es tiempo de recriminaciones. Si hiciste mal en
+complacerte en ese supuesto amor, ya el arrepentimiento es tardío y
+estéril. Busquemos remedio a tu ligereza. ¿Ha ido Paco a buscar a
+Braulio?
+
+--Ha ido.
+
+--¿Y el Conde? El Conde es menester que también le busque. El Conde
+puede y debe explicárselo todo, y negocio concluído.
+
+--¿Y qué es lo que el Conde tiene que explicarle?
+
+--Que te respeta, que te quiere muchísimo, que se deleita en hablar
+contigo; pero que no te ama de amor, ni en ello ha pensado nunca.
+
+--¿Y no mentiría el Conde al decir eso?
+
+--No, hermana, ya es tiempo de declarártelo todo--. Aquí, Inesita, a
+pesar de su serenidad, que varias veces hemos calificado de olímpica, se
+puso roja como la grana--. Ya es tiempo de declarártelo todo--repitió--;
+el Conde tiene relaciones conmigo.
+
+Estas palabras cayeron y estallaron como una bomba dentro del corazón de
+Beatriz. Malo y horrible era haber lastimado el alma de don Braulio por
+la satisfacción de verse idolatrada, según ella suponía; pero era peor y
+más horrible el haber motivado la tragedia por una vanidad sin
+fundamento; por haberse engañado ella a sí misma, creando en su fantasía
+una adoración y un amor que eran para otra mujer y no para ella.
+
+Beatriz se mordió los labios de vergüenza y de despecho. Calló por un
+momento; pero las palabras acudían a su boca pugnando por salir y no
+pudo menos de exclamar al cabo:
+
+--¡Has estado cruel y has sido traidora! He servido de pantalla. Me
+habéis hecho el blanco de la maledicencia. Os habéis conducido de suerte
+que todo Madrid me calumnia, que mi marido recibe anónimos delatándome,
+y que tal vez muera de dolor o se mate. Debéis estar satisfechos de
+vuestra obra.
+
+--Bien sabe Dios--dijo Inés--que me duele en el alma de todo lo que te
+pasa; pero ni el Conde ni yo tenemos la culpa. Tú y Braulio sois muy
+extraños, cada cual a su manera; ambos os quebráis de sutiles, os pasáis
+de listos y os excedéis en el imaginar. Aquí no ha habido propósito
+deliberado de mi parte, ni de parte del Conde. Todo ha sido sencillo,
+natural, impremeditado. Acuérdate bien de todo. Vimos al Conde en los
+Jardines del Buen Retiro, y me excitaste a coquetear con él. ¿Es esto
+cierto?
+
+--Lo es.
+
+--¿Es cierto que hasta me diste lecciones de coqueteo, con el fin...
+pásame lo grosero de la expresión... más grosera es la idea... con el
+fin de ver si lograba pescarle para marido?
+
+--También es cierto; no lo puedo negar.
+
+--¿No te respondí yo entonces que el Conde estaba prendado de ti y no de
+mí, y no replicaste tú que la conquista debía hacerla yo y no tú?
+
+--Todo es como dices.
+
+--Pues bien, yo coqueteé siguiendo tu consejo, y todo te lo hubiera
+confesado, si no hubiera advertido en seguida que iba a darte un
+disgusto; si no hubiera advertido que, sin amar al Conde, te deleitabas
+en verle o en creerle rendido a tus pies. En un principio había hasta un
+motivo de delicadeza para no revelarte nada. Decirte que yo empezaba a
+coquetear con el Conde hubiera sido excitarte a que desistieses de la
+diversión de tenerle o de creer que le tenías enamorado y cautivo.
+
+--Eso debiste hacer si hubieras sido franca y leal--dijo Beatriz.
+
+--Difícil era hacerlo en un principio. Más tarde fué imposible. El mismo
+Conde (¿qué quieres?, los hombres son fatuos) llegó a presumir que tú le
+amabas, que tu amor era etéreo, purísimo, que estimabas a tu marido y
+que jamás le ofenderías; pero, en fin, que angélica o seráficamente le
+amabas. ¿Cómo desengañarte? Creyéndote él y yo en aquella disposición de
+espíritu, nos movimos más al disimulo, el cual, te lo confieso, ha sido
+extraordinario. Nos hablábamos poco, y nos escribíamos mucho. No
+podíamos suponer que nuestro amor tuviese las consecuencias
+desagradables que ha tenido. El Conde estimaba a Braulio. Braulio estaba
+tan encantado del Conde, que no recelaba de él, y que no vivía sin él.
+Braulio, que ha sido siempre tan hurón, buscaba al Conde y charlaba con
+él y jamás tenía celos de que hablase contigo. ¿Quién hubiera podido
+imaginar que los celos viniesen de repente, a deshora y cuando menos se
+temían?
+
+--Inés, Inés, tu falsía ha sido espantosa, y sólo comparable con tu
+liviandad.
+
+--Toda injuria que me dirijas ahora la llevaré con paciencia. Soy
+culpada, muy culpada: pero te juro que jamás preví que pudieran haber
+tenido mis culpas tan fatales consecuencias para ti. Quisiera yo
+volverte la paz a costa de mi sangre. Quisiera morir para que tú y
+Braulio fueseis dichosos. La maldad, el pecado de que me motejas, le
+reconozco, le confieso, y estoy pronta a recibir por él el merecido
+castigo. No voy, pues, a disculparme, sino a explicar mi conducta. Así
+me comprenderás, aunque no me perdones. Seguí tu consejo y coqueteé con
+el Conde, porque el Conde me enamoró. Fríamente, por cálculo, jamás
+hubiera coqueteado con él. Indigna he sido; pero, según mi conciencia,
+hubiera sido más indigna haciendo otra cosa que el mundo no reprueba,
+sino aplaude; atrayendo con astucia al Conde, con persistencia
+reflexiva, sin más pasión que el deseo de colocarme; esto es, de lograr
+un título, quince mil duros de renta al año y una brillante posición.
+Seré todo lo perversa que quieras, pero eso jamás lo hubiera yo hecho, y
+eso era lo que, siguiendo la prudencia social, me aconsejabas tú. Pobre,
+huérfana de un hidalgo lugareño arruinado, y cuñada de un triste
+empleadillo en Hacienda, que casi me mantiene, mi orgullo se rebelaba
+contra la idea de conquistar dinero, nombre preclaro y consideración en
+el mundo, negociando con mi hermosura, por más que el matrimonio viniese
+como a santificar luego mis cálculos, ruines. Te repito, pues, que seguí
+tu consejo de coquetear, no por reflexión, sino por instinto; no con
+estudio y cautela, sino ciegamente y poniendo en ello todo mi ser y toda
+mi alma. Todavía, si el Conde hubiera sido pobre como yo, obscuro como
+yo, menesteroso como yo, yo le hubiera dicho: cásate conmigo; pero
+siendo quien es, me repugnaba decírselo. Decírselo, era como decirle:
+porque te amo, dame diamantes y perlas, llévame en coche, haz que habite
+en un hermoso hotel, coloca una corona de condesa sobre mi frente,
+cómprame muebles bonitos, cuadros y estatuas; tenme criados que me
+sirvan al pensamiento; proporcióname, en suma, cuantas elegancias y
+comodidades trae el dinero consigo, y después obtendrás el goce y la
+posesión de mi alma y de este amor vehemente que te profeso, por más que
+esté refrenado y domesticado por la circunspección más severa. Yo no
+quise, ni pude decir esto al Conde, y esto hubiera sido menester
+decirle, aunque atenuado con rodeos y primores de estilo. Por no decirle
+esto, porque me repugnaba decírselo, y porque le amaba, me he rendido
+sin condiciones, le he abandonado mi alma y mi vida. Lo justo, lo
+honrado, hubiera sido no coquetear con él, no atraerle, ni para
+conquistar su mano con calculadora frialdad, ni para faltar como he
+faltado.
+
+--¡Desdichada!--exclamó Beatriz--. Aún no sabes las consecuencias
+tremendas de tu falta. Braulio, por esa falta tuya, cree tener una
+prueba evidente de la falta que en mí supone: ha visto al Conde, tres
+noches ha...
+
+--¡Dios mío!--dijo Inesita.
+
+Toda su serenidad olímpica desapareció entonces al fin. Se cubrió el
+rostro con las manos y rompió a llorar como una Magdalena.
+
+
+
+
+XXII
+
+
+Paco Ramírez, entre tanto, había buscado inútilmente a don Braulio por
+mil partes y de mil modos.
+
+Luego discurrió ir a casa del Conde de Alhedín.
+
+El criado que le abrió la puerta le dijo que el Conde dormía con
+tranquilidad, que aquélla no era hora de visitas, que él no le pasaba
+recado y que se exponía a que le tirase a la cabeza los libros, el vaso
+de agua y cuanto tenía sobre la mesita de noche.
+
+Paco insistió, sin embargo, con tal brío, hablando de lo importante,
+urgente y sagrado del asunto que le traía a hablar con el Conde, que el
+criado, que dió la casualidad de que era su ayuda de cámara, se decidió
+al fin a llamar al Conde.
+
+Bien advirtió Paco que la palabra mágica que le abría la puerta de aquel
+encantado recinto era el nombre de la señora de don Braulio González,
+por quien dijo que venía enviado.
+
+Fuese como fuese, le hicieron entrar en el despacho, donde aguardó más
+de media hora bramando de cólera y de impaciencia.
+
+El Conde, no obstante, había hecho prodigios inusitados de prontitud
+para vestirse.
+
+Al cabo apareció.
+
+Paco, que venía muy fosco contra él, se quedó pasmado de la afabilidad,
+llaneza y dulzura de aquel elegante, cuyo igual o parecido no había
+visto jamás en su lugar; pero cuando subió de punto su pasmo fué cuando,
+después de referir precipitadamente lo ocurrido, notó el vivo interés y
+la emoción profunda que agitaban el alma del Conde y que se retrataban
+en su bello rostro.
+
+--Vamos a buscar a don Braulio por todas partes--dijo--; Dios querrá que
+demos con él. Doña Beatriz le quiere: es incapaz de faltarle. Yo le
+convenceré de la inocencia de doña Beatriz. ¿Quién será el autor del
+infame anónimo? Alguna malvada mujer. ¡Dios mío! ¡Qué horror! No me lo
+perdonaré nunca si ocurre alguna desgracia.
+
+Dicho esto, el Conde dió órdenes a sus criados, escribió a los jefes de
+la policía, tomó, por último, el sombrero, y ya se disponía a salir él
+también en compañía de Paco a buscar al desesperado marido de doña
+Beatriz, cuando le anunció su ayuda de cámara que un dependiente de uno
+de los juzgados de Madrid traía para él una carta que debía entregarle
+en propia mano.
+
+El dependiente entró en el despacho y entregó la carta al Conde.
+
+Estaba cerrada y sellada con lacre.
+
+En el sobrescrito reconoció el Conde con asombro la letra de don
+Braulio.
+
+Abrió el Conde la carta, no sin bastante zozobra, y temblándole las
+manos y con la cara demudada, leyó lo siguiente:
+
+«Señor Conde: Yo no podía servir en el mundo sino de estorbo. Cuando
+reciba usted estos renglones el estorbo no existirá ya. Que la propia
+conciencia perdone a los que me han hecho padecer, como yo los perdono.»
+
+--¿Dónde se ha hallado esta carta?--preguntó el Conde.
+
+El portador de ella contestó:
+
+--En el bolsillo de un hombre que hace media hora se arrojó de cabeza
+por el viaducto de la calle de Segovia. No sabemos quién es. Usted,
+señor Conde, nos dirá el nombre del difunto.
+
+--Don Braulio González--dijo el Conde de Alhedín.
+
+Cuando supo Beatriz la muerte de su marido, su dolor tocó en los límites
+de la desesperación; mas no le resucitó por eso.
+
+Inesita estuvo también punto menos que desesperada.
+
+El Conde, compungido por todas aquellas lástimas, se esforzó por
+consolar a Inés: todo le parecía poco para consolarla. Venció la
+oposición de su madre, que no gustaba de casamiento tan desigual, e
+Inés, al año de muerto don Braulio, fué Condesa de Alhedín.
+
+Paco, que había quedado burlado en sus esperanzas, decía con este
+motivo:
+
+--Inesita, por no ser fríamente calculadora, ha conseguido lo que con el
+cálculo frío no hubiera conseguido acaso: bien es verdad que, para
+conseguirlo, ha sido menester que don Braulio se mate.
+
+Más de dos años vivió Beatriz, de viuda, con el más profundo y sincero
+duelo en el alma.
+
+Se retiró al lugar de su nacimiento, donde hizo vida ejemplar y propia
+de una santa.
+
+A la memoria de don Braulio rendía verdadero culto.
+
+Aquel beso, que estando él celoso y dormida ella, le dió don Braulio, en
+vez de matarla, como pensaba, le sentía ella en lo íntimo del corazón y
+difundía en su espíritu suave y pura melancolía.
+
+La modestia y el recogimiento de doña Beatriz hacían que gastase
+poquísimo en su persona, así es que le sobraba mucho, en proporción de
+su corta hacienda, y todo lo consumía en obras de caridad.
+
+Paco Ramírez, testigo de todo esto, y única persona que veía a doña
+Beatriz en su soledad, acabó por enamorarse de ella perdidamente.
+
+Ya hemos visto lo sensible que era doña Beatriz a que de ella se
+enamorasen. Primero, agradeció. Después luchó contra el recuerdo de don
+Braulio una naciente inclinación. Por último, la pobre doña Beatriz no
+era de bronce; pasados más de los dos años, el amor nuevo venció los
+recuerdos del amor antiguo.
+
+Paco y Beatriz se casaron: y Paco borró con besos, que dió a Beatriz
+despierta, la impresión al parecer indeleble de aquel beso tan poético
+que ella había recibido dormida.
+
+Paco, algo recelosillo, como buen lugareño, se guardó bien de llevar a
+Madrid a Beatriz, no hiciera el diablo que se le antojase de nuevo que
+el Condesito estaba enamorado de ella seráficamente.
+
+Este y su mujer siguieron siempre en la corte siendo dechados de
+elegancia.
+
+Inesita, luego que pasó tiempo, filosofó con serenidad acerca de don
+Braulio y explicó su muerte de un modo satisfactorio para ella.
+
+Don Braulio se había suicidado porque era tétrico de carácter; porque
+tenía menos religión que un caballo; porque estaba desesperado de ser
+feo y enclenque; porque había cometido la imprudencia de haberse casado
+con mujer joven y hermosa; porque tenía el ridículo empeño de ser
+adorado; y porque el amor, que no tenía, por carencia de fe, para las
+cosas del cielo, le había puesto en algo de mundanal y finito que no lo
+merecía, empeñándose en revestir a este ídolo de calidades y excelencias
+que sólo a los seres sobrenaturales convienen.
+
+En suma, Inesita daba por evidente que lo mejor que don Braulio podía
+haber hecho era matarse.
+
+No creemos que Inesita tuviese gran erudición clásica; pero si la
+hubiera tenido, hubiera repetido, a propósito de don Braulio, cierto
+verso, nos parece que de Homero, que dicen que declamó Scipión al saber
+la muerte de Cayo Graco, su sobrino, y que en mal romance y peor prosa
+se interpreta así: _Perezca como él quien imitare su ejemplo._
+
+
+FIN
+
+
+
+
+
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+
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+
+1.E.7. Do not charge a fee for access to, viewing, displaying,
+performing, copying or distributing any Project Gutenberg-tm works
+unless you comply with paragraph 1.E.8 or 1.E.9.
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+access to or distributing Project Gutenberg-tm electronic works provided
+that
+
+- You pay a royalty fee of 20% of the gross profits you derive from
+ the use of Project Gutenberg-tm works calculated using the method
+ you already use to calculate your applicable taxes. The fee is
+ owed to the owner of the Project Gutenberg-tm trademark, but he
+ has agreed to donate royalties under this paragraph to the
+ Project Gutenberg Literary Archive Foundation. Royalty payments
+ must be paid within 60 days following each date on which you
+ prepare (or are legally required to prepare) your periodic tax
+ returns. Royalty payments should be clearly marked as such and
+ sent to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation at the
+ address specified in Section 4, "Information about donations to
+ the Project Gutenberg Literary Archive Foundation."
+
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+ you in writing (or by e-mail) within 30 days of receipt that s/he
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+ and discontinue all use of and all access to other copies of
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+ money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the
+ electronic work is discovered and reported to you within 90 days
+ of receipt of the work.
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+
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+in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS' WITH NO OTHER
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+1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the
+trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone
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+or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm
+work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
+Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause.
+
+
+Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm
+
+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
+electronic works in formats readable by the widest variety of computers
+including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
+because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
+people in all walks of life.
+
+Volunteers and financial support to provide volunteers with the
+assistance they need, is critical to reaching Project Gutenberg-tm's
+goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
+remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
+and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at http://www.pglaf.org.
+
+
+Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
+number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
+http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
+permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
+
+The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
+Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
+throughout numerous locations. Its business office is located at
+809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
+business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
+information can be found at the Foundation's web site and official
+page at http://pglaf.org
+
+For additional contact information:
+ Dr. Gregory B. Newby
+ Chief Executive and Director
+ gbnewby@pglaf.org
+
+
+Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation
+
+Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
+spread public support and donations to carry out its mission of
+increasing the number of public domain and licensed works that can be
+freely distributed in machine readable form accessible by the widest
+array of equipment including outdated equipment. Many small donations
+($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
+status with the IRS.
+
+The Foundation is committed to complying with the laws regulating
+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
+considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
+with these requirements. We do not solicit donations in locations
+where we have not received written confirmation of compliance. To
+SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
+particular state visit http://pglaf.org
+
+While we cannot and do not solicit contributions from states where we
+have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
+against accepting unsolicited donations from donors in such states who
+approach us with offers to donate.
+
+International donations are gratefully accepted, but we cannot make
+any statements concerning tax treatment of donations received from
+outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.
+
+Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
+methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
+ways including checks, online payments and credit card donations.
+To donate, please visit: http://pglaf.org/donate
+
+
+Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
+works.
+
+Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
+concept of a library of electronic works that could be freely shared
+with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
+Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.
+
+
+Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
+editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
+unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
+keep eBooks in compliance with any particular paper edition.
+
+
+Most people start at our Web site which has the main PG search facility:
+
+ http://www.gutenberg.org
+
+This Web site includes information about Project Gutenberg-tm,
+including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
+Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
+subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.
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+The Project Gutenberg EBook of Pasarse de listo, by Juan Valera
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+Title: Pasarse de listo
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+Author: Juan Valera
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+Release Date: July 17, 2007 [EBook #22092]
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+*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PASARSE DE LISTO ***
+
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+
+Produced by Chuck Greif
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+
+
+<hr />
+<h3>JUAN VALERA</h3>
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+<h1>PASARSE DE LISTO</h1>
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+<p class="c"><a name="toc" id="toc"></a>NOVELA</p>
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+<tr><td>Cap&iacute;tulos:
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+<a href="#III"><b>III, </b></a>
+<a href="#IV"><b>IV, </b></a>
+<a href="#V"><b>V, </b></a>
+<a href="#VI"><b>VI, </b></a>
+<a href="#VII"><b>VII, </b></a>
+<a href="#VIII"><b>VIII, </b></a>
+<a href="#IX"><b>IX, </b></a>
+<a href="#X"><b>X, </b></a>
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+<a href="#XII"><b>XII, </b></a>
+<a href="#XIII"><b>XIII, </b></a>
+<a href="#XIV"><b>XIV, </b></a>
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+<a href="#XVI"><b>XVI, </b></a>
+<a href="#XVII"><b>XVII, </b></a>
+<a href="#XVIII"><b>XVIII, </b></a>
+<a href="#XIX"><b>XIX, </b></a>
+<a href="#XX"><b>XX, </b></a>
+<a href="#XXI"><b>XXI, </b></a>
+<a href="#XXII"><b>XXII</b></a>
+</td></tr>
+</table>
+
+<h2><a name="I" id="I"></a><a href="#toc">I</a></h2>
+
+
+<p>Toda persona elegante que se respeta debe ir a veranear. Es una
+ordinariez quedarse en Madrid el verano.</p>
+
+<p>Lo m&aacute;s t&oacute;nico es ir a algunas aguas en Alemania o Francia; pasar luego
+una temporadita a la orilla del mar en Biarritz, en Trouville o en
+Brighton, y acabar el verano, antes de volver a esta villa y corte, en
+alg&uacute;n magn&iacute;fico <i>ch&acirc;teau</i> o cosa por el estilo, que debemos poseer, si
+es posible, en tierra extra&ntilde;a, y cuando no, aunque esto es menos
+<i>comm'il faut</i>, en nuestra propia tierra espa&ntilde;ola.</p>
+
+<p>Tal es el supremo ideal aristocr&aacute;tico a que aspiramos todos en lo
+tocante a veraneo. Para realizarle totalmente se ofrecen no pocos
+obst&aacute;culos. Lo m&aacute;s com&uacute;n es no tener <i>ch&acirc;teau</i>, ni algo que remotamente
+se le asemeje, ni en la Pen&iacute;nsula ni en la vasta extensi&oacute;n del
+continente europeo; pero esta falta se suple o se disimula si poseemos
+una casa de campo, una caser&iacute;a o un cortijo, lo cual, hablando en
+franc&eacute;s, puede calificarse de <i>ch&acirc;teau</i>, sin gran escr&uacute;pulo de
+conciencia.</p>
+
+<p>Todav&iacute;a, sin embargo, ocurre muy a menudo que la familia elegante, o con
+humos de elegante, carece de hogar de donde los humos procedan; esto es,
+no tiene ni siquiera cortijo. Si le tiene alg&uacute;n amigo o pariente, la
+familia puede aprovecharse de la amistad o del parentesco. Si de ning&uacute;n
+modo hay ni cortijo, se suprime la parte meramente r&uacute;stica y se limita
+el veraneo a la parte hidrop&aacute;tica, dulce, salada o ambas cosas. Quiere
+esto significar que, no habiendo <i>ch&acirc;teau</i> ni cortijo donde pasar un
+mes, se emplea todo el tiempo en los ba&ntilde;os, aunque nadie de la familia
+se ba&ntilde;e nunca. Basta tomar las aguas por inhalaci&oacute;n, respirando, pongo
+por caso, las brisas del Atl&aacute;ntico en el mencionado Biarritz, en San
+Juan de Luz, en San Sebasti&aacute;n, en Santander o en Deva.</p>
+
+<p>Por &uacute;ltimo, si el af&aacute;n de eclipsarse en estos meses de calor atribula
+demasiado, y la bolsa se halla tan escurrida, que no hay ni para ir a
+ba&ntilde;arse o a ver la mar en Motrico, se va el elegante, o la familia
+elegante, a cualquier lugar de la Mancha, donde a veces lo llano y
+escueto, y sin &aacute;rboles ni matas del terreno, imita la mar, y los
+cigarrones, los cangrejos y peces, y all&iacute; se est&aacute; tomando el fresco a
+todo su sabor, hasta que ya es la &eacute;poca y saz&oacute;n oportuna de volver a
+Madrid sin infringir las leyes y liturgias del buen tono.</p>
+
+<p>Hay familias, pero yo apenas lo quiero creer, de quienes se asegura que,
+por no infringir dichas leyes y liturgias, hacen como que se van de
+viaje, y con discreto y econ&oacute;mico disimulo se quedan aqu&iacute;, en reclusi&oacute;n
+sever&iacute;sima, sufriendo este linaje de martirio, para tener propicia a la
+deidad a quien rinden culto, que es la Moda.</p>
+
+<p>Sea como sea, ya de veras, ya vali&eacute;ndose de tretas y de recursos algo
+sof&iacute;sticos, ello es el caso que en los meses de julio, agosto y
+septiembre apenas queda en Madrid persona conocida.</p>
+
+<p>Las personas que quedan, se dice en estilo culto, que no son conocidas,
+para dar a entender que no son de la crema de la sociedad; de la flor y
+la nata. Por lo dem&aacute;s, harto conocidas suelen ser de los que se han ido,
+no pocos de los cuales, cabe en los l&iacute;mites de lo veros&iacute;mil, y a veces
+de lo probable, que les deban el dinero con que se fueron, o el calzado
+o la vestidura con que se engalanar&aacute;n en los ba&ntilde;os.</p>
+
+<p>Tranquilic&eacute;monos, no obstante, y no compadezcamos a las personas <i>no
+conocidas</i> que fiaron o prestaron. Ya lo cobrar&aacute;n, como es justo,
+incluyendo en el cobro todo lucro cesante y todo da&ntilde;o emergente.</p>
+
+<p>En suma, y sin meternos en m&aacute;s averiguaciones ni en honduras econ&oacute;micas
+o cremat&iacute;sticas, Madrid en verano se queda sin su aristocracia; se queda
+como ac&eacute;falo; se queda como jard&iacute;n sin sus m&aacute;s bellas flores; se queda
+como haza segada: parece un barbecho de distinci&oacute;n y de finura.</p>
+
+<p>Yo lo siento y lo extra&ntilde;o. Madrid, desde que vino el Lozoya, ha ganado
+mucho, y no merece este abandono general cuando no es verdaderamente
+necesario tomar aguas o visitar la heredad o hacienda propia, o cuando
+no se posee bastante dinero para viajar por esos mundos como un nababo.</p>
+
+<p>Aqu&iacute;, en verano, digan lo que quieran los que no piensan como nosotros,
+no hace m&aacute;s calor que en Biarritz o en San Sebasti&aacute;n; aqu&iacute;, en verano,
+hay no pocas diversiones, m&aacute;s o menos inocentes, y no se emplea mal la
+vida.</p>
+
+<p>Arder&iacute;us y sus bufos son baratos y entretenidos. &iquest;En qu&eacute; aguas se
+encontrar&aacute; un teatro como el de Arder&iacute;us? Es cierto que, desde hace
+poco, nos ha entrado un furor de moralidad, un p&uacute;dico rubor, que todo lo
+condena y de todo se solevanta. Cr&iacute;ticos y moralistas han levantado una
+cruzada contra los bufos. Pero los bufos seguir&aacute;n triunfantes, a pesar
+de todas las disertaciones morales que contra ellos se fulminen. Les
+suceder&aacute; lo mismo que a los toros. Hasta se puede sostener que los bufos
+son m&aacute;s invencibles. Las razones que contra ellos se aducen son
+infinitamente menos fundadas.</p>
+
+<p>Sublime espect&aacute;culo, sin duda, es ver a un mozo gallardo, sin m&aacute;s
+defensa ni escudo que flotante velo rojo, vestido de seda, m&aacute;s aderezado
+para fiesta o baile que para brava y terrible lucha, ponerse delante de
+irritada y poderosa fiera, llamarla a s&iacute; y darle muerte pronta, cayendo
+sobre ella con el agudo acero. Si, por desgracia, fuere el lidiador
+quien en aquel instante muriese, su muerte, ya que no moral, tendr&aacute; no
+poco de hermosa, y la compasi&oacute;n y el terror que causare estar&aacute;n
+purificados por la belleza, de acuerdo con las reglas de la tragedia,
+escritas por el gran fil&oacute;sofo griego. Lo malo es que para llegar a este
+trance de la muerte tenemos que presenciar antes el brutal, largo y rudo
+suplicio del noble animal destinado a morir; tenemos que ver acribillada
+su piel con pinchos y garfios, que se quedan colgando, si no se los
+arrancan con las t&uacute;rdigas del pellejo; y tenemos que contemplar asimismo
+la inmunda crueldad con que son tratados los infelices jamelgos. Ellos
+sirven de diversi&oacute;n en las convulsiones y estertores de la agon&iacute;a;
+derraman por la arena su sangre y sus entra&ntilde;as; se pisan al andar el
+reda&ntilde;o y los sueltos intestinos, y andan, no obstante, a fuerza de los
+espolazos del picador y en virtud de los palos que sacude en sus
+descarnados lomos un fiero ganap&aacute;n, quien innoble y grotescamente va por
+detr&aacute;s dando aquella paliza, a fin de aumentar el dolor y sacar del
+dolor un resto de movimiento y de energ&iacute;a en un ser moribundo, que, si
+no tiene pensamiento, tiene nervios y siente como nosotros. Con escenas
+tales no debiera haber tan duro coraz&oacute;n que a piedad no se moviese, ni
+sujeto de gusto art&iacute;stico y de alguna elegancia de costumbres que no las
+repugnase por lo groseras y villanas, ni est&oacute;mago de bronce que no
+sintiese todos los efectos del mareo.</p>
+
+<p>En resoluci&oacute;n: la muerte del toro es bella, si el matador atina y no
+pasa de dar dos o tres estocadas; pero, francamente (hablo con
+sinceridad; yo no soy declamador ni aficionado a sentimentalismos), lo
+que precede es abominable por cualquier lado que se mire.</p>
+
+<p>Repetimos, a pesar de todo, que los toros seguir&aacute;n. Nosotros mismos no
+nos atrevemos a pedir que se supriman, porque hay en ellos algo de
+po&eacute;tico y de nacional, que nos agrada. Nos contentar&iacute;amos con ciertas
+reformas, si fueran posibles. Casi nos contentar&iacute;amos con que no
+muriesen caballos de tan desastrada y fea muerte.</p>
+
+<p>En cuanto a los bufos, que, seg&uacute;n hemos dicho, tienen hoy m&aacute;s enemigos
+que los toros, ni reforma ni nada pedimos. Nos parecen bien como son.
+Casi no comprendemos la causa de la censura que de ellos se hace.</p>
+
+<p>En primer lugar, los bufos son los bufos, y no son el serm&oacute;n o el
+jubileo. La madre que anhele conservar el tesoro de candor que hay en el
+alma de su hija, y hasta acrecentarle, ll&eacute;vela a cualquiera de las
+muchas iglesias que contiene Madrid, y no la lleve a o&iacute;r las zarzuelas.
+Vayan s&oacute;lo a los bufos, si tan malos son, los hombres curados de
+espanto, y aquellas mujeres, que no faltan, curtidas ya en todo g&eacute;nero
+de malicias, o bien las que son tan inocentes, que, si alguna malicia
+llegan a o&iacute;r, no aciertan a entenderla.</p>
+
+<p>Por otra parte, yo me atrevo a sostener que en la m&aacute;s desvergonzada
+zarzuela bufa no hay la quinta parte de los chistes primaverales o
+verdosos que en muchas comedias de Tirso, que en muchos sainetes de don
+Ram&oacute;n de la Cruz y que en muchas otras producciones dram&aacute;ticas de
+nuestro gran teatro cl&aacute;sico.</p>
+
+<p>El principal motivo de la censura contra los bufos procede de una
+curiosa man&iacute;a que, desde hace pocos a&ntilde;os, se ha apoderado de las
+inteligencias m&aacute;s sentenciosas. Los bufos vinieron de Par&iacute;s; en los
+bufos suele bailarse el canc&aacute;n; los bufos gustan en Francia; Francia ha
+sido vencida por Alemania en la &uacute;ltima guerra; luego los bufos,
+enervando y corrompiendo a la naci&oacute;n, han tenido la culpa de la derrota.
+Esto se ha dicho ya en todos los tonos, y sobre esto se han escrito
+profundas disertaciones. A nadie, con todo, se le ha ocurrido declarar
+que en Alemania agradan los bufos m&aacute;s a&uacute;n que en Francia; que en
+Alemania se pirran los hombres por el canc&aacute;n, y que los que han vencido
+a los franceses no sal&iacute;an de zurrarse con unas disciplinas, sino de ver
+bailar el canc&aacute;n o de bailarle cuando los vencieron.</p>
+
+<p>En cuanto a que los bufos corrompen o tiran a corromper el buen gusto
+literario, a&uacute;n es m&aacute;s infundada la acusaci&oacute;n. Pues qu&eacute;, &iquest;la m&uacute;sica, mala
+o buena, es incompatible con la discreci&oacute;n, con el sentido com&uacute;n, con el
+ingenio, con la gracia urbana y con otros requisitos y excelencias de
+que va o pudiera ir adornada una f&aacute;bula dram&aacute;tica? Si alguna f&aacute;bula
+dram&aacute;tica, de estas ligeras, regocijadas o bufas, carece de tales
+prendas, c&uacute;lpese singularmente al autor y a su obra, y no al g&eacute;nero todo
+y a todos los autores. &iquest;Tiene m&aacute;s el p&uacute;blico que silbarla? Y si el
+p&uacute;blico no la silba, sino que la aplaude, y la zarzuela es tonta, esto
+probar&aacute; la bondad del p&uacute;blico. Denle algo menos tonto y lo aplaudir&aacute;
+m&aacute;s.</p>
+
+<p>Y cuando no se da algo menos tonto, crean los cr&iacute;ticos que es porque no
+hay nada menos tonto. Si lo hubiera, se dar&iacute;a.</p>
+
+<p>Lo que acabamos de decir parece una perogrullada; pero reflexi&oacute;nese bien
+y se ver&aacute; que no lo es. El autor de zarzuelas es siempre autor
+dram&aacute;tico. Si escribe malas zarzuelas, peores dramas escribir&aacute;. El
+discurso del cr&iacute;tico que condena la zarzuela, despojado de tiquismiquis,
+es &eacute;ste: &laquo;Tu zarzuela es tonta y chabacana: escribe dramas y no escribas
+zarzuelas.&raquo; A lo que modestamente pudiera contestar el autor: &laquo;Si
+escribiendo zarzuelas, que son m&aacute;s f&aacute;ciles y tienen menos pretensiones,
+lo hago mal, &iquest;qu&eacute; har&eacute; si me pongo a escribir dramas?&raquo;</p>
+
+<p>La zarzuela, adem&aacute;s, es una cosa, y otra cosa es un buen drama o una
+buena comedia, y no se opone el que se escriban zarzuelas a que salgan a
+relucir nuevos Lopes y Calderones que escriban dramas magn&iacute;ficos.</p>
+
+<p>Veo que me voy muy lejos con mi digresi&oacute;n. Volvamos al asunto de que
+quiero tratar aqu&iacute;.</p>
+
+<p>Dec&iacute;a yo que, en verano, aunque se van de Madrid las personas m&aacute;s
+elegantes, Madrid queda bastante animado y divertido.</p>
+
+<p>El centro de la animaci&oacute;n, el principal hechizo de Madrid en verano,
+est&aacute; en los Jardines del Buen Retiro, de nueve a doce de la noche.</p>
+
+<p>La historia que voy a referir empez&oacute; all&iacute;, hoy hace justamente cuatro
+a&ntilde;os, a 9 de agosto de 1873.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="II" id="II"></a><a href="#toc">II</a></h2>
+
+
+<p>Era noche de grande entrada. All&iacute; estaban casi todos los j&oacute;venes
+periodistas, empleados y poetas; cuanta <i>cursi</i> hay en Madrid, esto es,
+todas las se&ntilde;oras y se&ntilde;oritas de poqu&iacute;simo dinero que aspiran a ser
+notadas o conocidas en la buena sociedad, o d&iacute;gase en la sociedad de m&aacute;s
+dinero, por mala que sea; muchas familias honradas de la clase media,
+sin otras aspiraciones que las de aspirar el aire fresco y distraerse un
+poco oyendo la m&uacute;sica; las <i>suripantas</i> o <i>hetairas</i> de todos los grados
+y categor&iacute;as, con tal de haberse encontrado poseedoras de una peseta a
+la hora de entrar; multitud de hombres pol&iacute;ticos notables de los quince
+o veinte partidos que hay en Espa&ntilde;a; un centenar de generales; no pocos
+diputados, senadores y ministros, y, por &uacute;ltimo, aquella parte del <i>beau
+monde</i> que aun no hab&iacute;a salido a veranear, que promet&iacute;a salir, o que se
+hallaba tan segura de su cr&eacute;dito de pudiente, que no tem&iacute;a comprometerle
+pasando en Madrid un verano.</p>
+
+<p>Todo este p&uacute;blico, o estaba sentado en sillas y bancos, formando corros,
+murmurando, politiqueando, coqueteando o enamor&aacute;ndose, o giraba en torno
+del quiosco, desde donde sonaba la m&uacute;sica, dando vueltas y vueltas,
+aunque sea p&eacute;rfida comparaci&oacute;n, como mulos de noria.</p>
+
+<p>El jard&iacute;n, como nadie ignora, es muy bonito, y por la noche, iluminado
+con luces de gas veladas por globos de cristal blanco y opaco, parece
+mayor. Aquella iluminaci&oacute;n presta a los &aacute;rboles y a la verde hierba y a
+las flores cierta vaguedad y hermosura. La animaci&oacute;n y el bullicio dan
+al conjunto superior agrado.</p>
+
+<p>Las mujeres, cuando no las ciega la vanidad o el prurito de
+distinguirse, van por lo com&uacute;n bien vestidas. De cada veinte se puede
+afirmar que una, a lo m&aacute;s, y no es mucho, suele encomendarse al diablo
+para que la vista y la peine, por donde aparece en los Jardines hecha
+una tarasca; pero las otras diez y nueve van como Dios manda; unas de
+mantilla, otras de sombrero, y no pocas son muy guapas, sea como sea lo
+que lleven.</p>
+
+<p>Lo &uacute;nico que, en general, pudiera censurarse aquella noche, y puede
+censurarse a&uacute;n en el traje de las mujeres, es lo largo de las colas.
+Para ir a pie a los Jardines, y, aunque se vaya en coche, para pasear
+luego a pie, es fe&iacute;simo y sucio todo aquel aditamento de enagua blanca y
+de vestido que va arrastrando, llen&aacute;ndose de polvo, levant&aacute;ndole y
+esparci&eacute;ndole en el aire, y barriendo, por &uacute;ltimo, cuanta inmundicia
+encuentra al paso. La cola no est&aacute; bien sino para andar sobre limpias y
+mullidas alfombras, o sobre m&aacute;rmol bru&ntilde;ido y lustroso, o sobre preciosas
+y pulidas maderas, incrustadas en forma de primoroso mosaico. Para andar
+por las calles o por el campo, donde suele haber lodo y qui&eacute;n sabe
+cu&aacute;ntas cosas peores, toda mujer de gusto debe prescindir de la cola.
+Algunas, aunque son las menos, prescinden ya.</p>
+
+<p>En la noche a que nos referimos iba declamando contra las colas un
+caballerito, como de veintiocho a&ntilde;os, reci&eacute;n llegado de Alemania y de
+Francia, y de lo m&aacute;s elegante, atrevido y alegre que puede imaginarse.
+Rode&aacute;banle, e involuntariamente le admiraban y le re&iacute;an las gracias,
+otros cinco j&oacute;venes de lo m&aacute;s atildado y encopetado de Madrid.</p>
+
+<p>Nuestro declamador hab&iacute;a venido tan extempor&aacute;neamente para un negocio de
+su casa. Pensaba pasar en Madrid tres o cuatro semanas a lo m&aacute;s e irse a
+Biarritz en septiembre.</p>
+
+<p>Ten&iacute;a fama de calavera, pero no de los calaveras v&iacute;ctimas y explotados,
+ni tampoco de los verdugos y explotadores. Aunque generoso, no sol&iacute;a
+prestar a los que se llaman amigos ni hab&iacute;a tomado prestado de los
+usureros, y sab&iacute;a contenerse cuando jugaba y perd&iacute;a, y no se dejaba
+saquear de sus administradores, y llevaba en la memoria todas sus
+fincas, rentas y productos, y miraba por todo, y cuando daba era con su
+cuenta y raz&oacute;n, y sin cegarse nunca por vanidad o por afecto.</p>
+
+<p>Este caballerito pose&iacute;a m&aacute;s de 15.000 duros al a&ntilde;o; era soltero,
+andaluz, no ten&iacute;a una sola deuda, y llevaba el t&iacute;tulo de Conde de
+Alhed&iacute;n el Alto.</p>
+
+<p>Jam&aacute;s hab&iacute;a querido estudiar ni seguir carrera ninguna. Era, sin
+embargo, curioso y despejado; hab&iacute;a le&iacute;do muchas novelas y libros
+populares y amenos de toda clase de ciencias; y con esto, y con el trato
+del mundo, y los viajes por lo mejor de Europa, hab&iacute;a llegado a tener un
+esp&iacute;ritu bastante cultivado y que lo comprend&iacute;a todo, si bien
+someramente.</p>
+
+<p>Detestaba la pol&iacute;tica. Abominaba de los peri&oacute;dicos. Jam&aacute;s tomaba uno en
+la mano sino para leer anuncios. Los acontecimientos p&uacute;blicos
+contempor&aacute;neos le fastidiaban, y no quer&iacute;a enterarse de ellos. Hallaba
+mil veces m&aacute;s po&eacute;ticas las historias antiguas que las modernas, y le
+interesaba mucho m&aacute;s la ca&iacute;da de Sardan&aacute;palo que la de Napole&oacute;n III, y
+las fabulosas conquistas de Osiris que las del primer Napole&oacute;n.</p>
+
+<p>No hab&iacute;a querido decidir consigo mismo si era realista o republicano,
+liberal o no liberal, partidario de esta Constituci&oacute;n o de aquella.</p>
+
+<p>En religi&oacute;n y en filosof&iacute;a era menos perezoso; pero, si en pol&iacute;tica era
+indiferente, en esto otro era vacilante. En aqu&eacute;llo, poco le importaba
+no resolverse; en &eacute;sto, a pesar suyo, no se resolv&iacute;a.</p>
+
+<p>Por lo dem&aacute;s, en cuanto ten&iacute;a que hacer con lo pr&aacute;ctico de su vida y de
+su conducta, el Conde de Alhed&iacute;n ten&iacute;a una filosof&iacute;a propia, una
+doctrina determinada, una colecci&oacute;n de principios que le serv&iacute;an de
+pauta y de norma para su conducta.</p>
+
+<p>R&eacute;stame decir que este h&eacute;roe, que pongo en campa&ntilde;a, era de mediana
+estatura, airoso, fuerte y &aacute;gil. Tiraba al florete como pocos, y con una
+pistola en la mano casi nadie se le adelantaba. Gran jinete y buen
+cazador, jam&aacute;s hab&iacute;a presumido de torero. A lo que s&iacute; tuvo afici&oacute;n,
+durante dos o tres a&ntilde;os de su juventud m&aacute;s temprana, fu&eacute; a imitar a
+Leotard, y con tan buen &eacute;xito, que volaba por los aires, en los
+combinados trapecios, como si fuera brujo. No lo era, sin embargo, sino
+un lindo muchacho, moreno, con hermosos ojos, pelinegro y de retorcidos
+bigotes y bien peinada y reluciente barba.</p>
+
+<p>Despu&eacute;s de haber disertado contra las colas refiri&oacute; una serie de
+an&eacute;cdotas ocurridas a &eacute;l o a alg&uacute;n conocido suyo, en las tierras
+extra&ntilde;as de donde ven&iacute;a. Algunas de estas an&eacute;cdotas eran de caza o de
+equitaci&oacute;n; las m&aacute;s fueron de amores, hallando medio de divulgar sus
+triunfos y conquistas, que aparentaron creer o creyeron sus
+interlocutores, o mejor dicho, su auditorio, pues el Conde era de
+aquellos que, si bien hablan primorosamente, fatigan y ofenden a los
+menos sufridos, monopolizando el uso de la palabra y no consintiendo,
+como vulgarmente se dice, que nadie meta baza o cucharada sino ellos.</p>
+
+<p>A pesar de este monopolio no se ha de negar que el Conde era divertido
+en su conversaci&oacute;n. Hablando, encantaba o deslumbraba. Narraba como
+pocos, y con tal arte, que &eacute;l mismo se cre&iacute;a la historia, aunque fuese
+mentira, y el auditorio sol&iacute;a cre&eacute;rsela tambi&eacute;n. Se dir&iacute;a que la
+imaginaci&oacute;n y la memoria eran en el Conde una sola y &uacute;nica facultad del
+alma.</p>
+
+<p>Era petulante, pero con petulancia graciosa, jovial y dulce, que a nadie
+ofend&iacute;a. Sus finos modales y su simp&aacute;tica figura contribu&iacute;an mucho a
+producir tan buen efecto.</p>
+
+<p>Aquella noche le hab&iacute;a dado por denigrarlo todo. Recordando a las
+princesas rusas, a las ladies inglesas, a las condesas alemanas, a las
+francesas del Faubourg Saint-Germain, y hasta a las griegas fanariotas,
+que hab&iacute;a tratado con la mayor intimidad, iba sosteniendo que no val&iacute;an
+un bledo todas las mujeres que se paseaban en aquel momento en los
+jardines.</p>
+
+<p>&laquo;Apenas&mdash;dec&iacute;a&mdash;si de toda esta desdichada muchedumbre se podr&aacute;
+entresacar media docena que merezca una declaraci&oacute;n de amor.&raquo;</p>
+
+<p>Los amigos impugnaban tan cruel censura, y el Conde, para defenderse,
+sosten&iacute;a su opini&oacute;n con gracia y desenfado.</p>
+
+<p>Conforme iba as&iacute; disputando y paseando, advirti&oacute; de pronto que delante
+de &eacute;l paseaban dos mujeres, peque&ntilde;itas ambas, esbeltas, j&oacute;venes al
+parecer, aunque s&oacute;lo de espaldas las ve&iacute;a, y que algo hab&iacute;an o&iacute;do y
+segu&iacute;an oyendo de su diatriba y de la disputa, porque de vez en cuando
+cuchicheaban y se re&iacute;an, como si hicieran comentarios a la conversaci&oacute;n
+de los que ven&iacute;an detr&aacute;s.</p>
+
+<p>No hab&iacute;a visto el Conde la cara de ninguna de aquellas dos mujeres. El
+traje de ellas nada ten&iacute;a de notable para ojos vulgares y profanos. La
+una vest&iacute;a de ligera seda negra y la otra un traje obscuro de pobre
+percal; las dos iban de mantilla. Hab&iacute;a, no obstante, tal pulcritud y
+aseo en todo el ser y hasta en el ambiente que circundaba y envolv&iacute;a a
+aquellas mujeres, que, sin atinar con la explicaci&oacute;n, el Conde crey&oacute;
+sentir como una corriente magn&eacute;tica, y se di&oacute; a imaginar que aquellas
+dos mujeres iban impugnando su aserto, y que cualquiera de ellas se
+consideraba, con sobrada raz&oacute;n, un argumento vivo, fort&iacute;simo e
+irresistible, contra sus fatuas afirmaciones.</p>
+
+<p>Advirti&oacute; el Conde adem&aacute;s que ambas ten&iacute;an bonito cuerpo y movimientos
+airosos sin afectaci&oacute;n, y que llevaban la falda bastante recogida para
+que no se manchase o empolvase torpemente en la arena y para que se
+pudiesen columbrar de vez en cuando sus pies menudos, afilados, altos de
+torso y calzados con esmero de graciosos botincillos.</p>
+
+<p>El deseo de verles la cara se hizo sentir en seguida en el &aacute;nimo del
+Conde; pero ellas, quiz&aacute; sospechando aquel deseo, no volv&iacute;an la cara,
+puede que a fin de contrariarle y de hacerle m&aacute;s vivo.</p>
+
+<p>El Conde tuvo que caminar m&aacute;s de prisa y pasar delante de ellas para
+mirarlas. Entonces vi&oacute; con grato asombro que ambas eran lind&iacute;simas. En
+el rostro iban declarando que eran hermanas. Se parec&iacute;an con ese
+parecido que llamamos aire de familia, y eran, con todo, muy diferentes.
+La mayor de edad y menor de estatura, la del traje de seda, era
+trigue&ntilde;a, con ojos y pelo negros, labios colorados como una guinda y
+blanqu&iacute;simos dientes, que mostraba riendo. La menor, la del vestido de
+percal, era m&aacute;s alta; parec&iacute;a tener cuatro o cinco a&ntilde;os menos que la
+otra, diez y ocho a lo m&aacute;s; era blanca y rubia, y con ojos azules, y
+propiamente semejaba un &aacute;ngel. No re&iacute;a tanto como la mayor, y se
+mostraba m&aacute;s seria y menos desenvuelta. Ten&iacute;a singular expresi&oacute;n de
+dulzura, serenidad y apacible contentamiento.</p>
+
+<p>Bien conoci&oacute; el Conde que las para &eacute;l desconocidas, ni eran de lo que
+llaman <i>la sociedad</i>, ni pod&iacute;an tampoco colocarse en ninguno de los
+grados de la jerarqu&iacute;a del <i>heterismo</i>.</p>
+
+<p>Su mirada penetrante y experimentada conoci&oacute; en seguida que eran ambas
+de la clase media, o pobres, o muy modestas; que la morena deb&iacute;a de
+estar casada y que era soltera la rubia. Vi&oacute; que nadie las acompa&ntilde;aba, y
+crey&oacute; notar que estaban apuradas y como arrepentidas de haber venido
+solas y que, si por un lado les lisonjeaba el amor propio haber llamado
+la atenci&oacute;n de tan desde&ntilde;oso gal&aacute;n, por otro andaban recelosas, casi
+consternadas de aquel peque&ntilde;o triunfo.</p>
+
+<p>Entre los amigos del Conde los hab&iacute;a que se jactaban de conocer a todo
+Madrid, alto, bajo y mediano, con tal que perteneciesen las personas al
+sexo femenino. El Conde les pregunt&oacute; qui&eacute;nes eran aquellas muchachas.
+Todos las miraron, y todos dijeron que no las conoc&iacute;an.</p>
+
+<p>&mdash;Ser&aacute;n forasteras&mdash;a&ntilde;adi&oacute; uno.</p>
+
+<p>&mdash;Ser&aacute;n reci&eacute;n llegadas a Madrid&mdash;dijo otro.</p>
+
+<p>&mdash;Deben de ser o malague&ntilde;as o sevillanas&mdash;exclam&oacute; un tercero.</p>
+
+<p>&mdash;Sevillanas son&mdash;repuso el Conde&mdash;. No me cabe la menor duda.</p>
+
+<p>Entonces hizo un pomposo elogio de las sevillanas en general con claras
+alusiones a las dos que iban delante y que por tales ten&iacute;a, y habl&oacute; en
+voz mucho m&aacute;s alta que la que hab&iacute;a empleado en la diatriba, a fin de
+que le oyesen ellas y sirviese su discurso como funci&oacute;n de desagravios.</p>
+
+<p>Pero las damas parec&iacute;an temer los encomios y no las s&aacute;tiras. No bien se
+oyeron encomiar apretaron el paso, y aprovechando un momento de
+confusi&oacute;n y bullicio, trataron de escabullirse.</p>
+
+<p>El Conde ten&iacute;a fija la vista en ellas. Sigui&oacute; aquel movimiento; vi&oacute; que
+se iban del jard&iacute;n, y aprovech&aacute;ndose &eacute;l tambi&eacute;n del bullicio, se separ&oacute;
+de sus amigos, como si por acaso los perdiese, y tom&oacute; la misma calle de
+&aacute;rboles por donde vi&oacute; que las dos j&oacute;venes se hab&iacute;an precipitado buscando
+la puerta del jard&iacute;n.</p>
+
+<p>Rid&iacute;culo le parec&iacute;a que hombre tan corrido como &eacute;l corriese entonces
+desalado en pos de dos pobres chicas. No se juzg&oacute; conde aristocr&aacute;tico y
+soberbio, sino estudiantillo novato o alf&eacute;rez reci&eacute;n salido de la
+escuela. Mas, a pesar de sus juiciosas reflexiones, el Conde fu&eacute; en pos
+de aquellas mujeres, y hasta form&oacute; el prop&oacute;sito de hablarles en cuanto
+saliesen del jard&iacute;n, a fin de que, en el caso de un sofi&oacute;n, que harto le
+merec&iacute;a por su vulgar mala crianza, no le viesen sujetos que lo pudieran
+contar.</p>
+
+<p>Al salir del jard&iacute;n vi&oacute; el Conde a su lacayo, que iba a llamar al
+cochero para que se acercase con la victoria.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Ram&oacute;n!&mdash;dijo el Conde&mdash;. Id a aguardarme a la puerta del Veloz-Club.</p>
+
+<p>A poco la victoria parti&oacute;.</p>
+
+<p>El Conde sigui&oacute; a pie a las dos mujeres.</p>
+
+<p>Dos o tres veces se acerc&oacute; a ellas y quiso hablarlas. Las mir&oacute;, se
+encar&oacute; con ellas, casi las detuvo; pero hallaba tan feo, tan plebeyo,
+tan de mala educaci&oacute;n, abusar as&iacute; de que iban solas dos mujeres, y
+perseguirlas y querer hablar con ellas, que se contuvo y no les habl&oacute;.</p>
+
+<p>En medio de estas vacilaciones, las dos mujeres vieron pasar un coche
+vac&iacute;o. Se apoderaron de &eacute;l r&aacute;pidamente, dieron la direcci&oacute;n al cochero,
+le pagaron adelantado y doble para que picase, y salieron como
+escapadas, subiendo por la calle de Alcal&aacute; y entrando luego por la del
+Turco.</p>
+
+<p>El Conde quiso seguirlas, pero su coche hab&iacute;a ido a parar al Veloz, y
+coches de alquiler no parec&iacute;an.</p>
+
+<p>Qued&oacute;se, pues, nuestro h&eacute;roe parado como un bobo a la altura de la
+fuente de la Cibeles y burl&aacute;ndose de s&iacute; propio por la serie de tonter&iacute;as
+y chiquilladas que acababa de hacer.</p>
+
+<p>&iquest;Qui&eacute;n sabe si ser&iacute;an algunas costurerillas, algunas profesoras de
+primera ense&ntilde;anza que hab&iacute;an venido a oposiciones, o algo no menos
+<i>cursi</i>, aquellas dos que le hab&iacute;an hecho hacer lo que no hizo jam&aacute;s ni
+por reinas y emperatrices?</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="III" id="III"></a><a href="#toc">III</a></h2>
+
+
+<p>El Conde de Alhed&iacute;n se guard&oacute; muy bien de contar en el Veloz-Club su
+conato frustrado de persecuci&oacute;n y el desd&eacute;n con que le hab&iacute;an tratado
+las dos desconocidas.</p>
+
+<p>&laquo;Ya volver&aacute;n a los Jardines del Buen Retiro&mdash;dec&iacute;a para s&iacute;&mdash;; ya las
+encontrar&eacute; por ah&iacute; ma&ntilde;ana o pasado. Ellas volver&aacute;n. No despertemos la
+codicia de los amigos con desmedidas alabanzas. Dios sabe cu&aacute;ntos se
+empe&ntilde;ar&iacute;an en la conquista, y me ser&iacute;an estorbo, aunque no me vencieran.
+Yo no estoy enamorado de ninguna de las dos. Jam&aacute;s he cre&iacute;do en pasiones
+repentinas. Pero mi curiosidad es extraordinaria. Cada una por su estilo
+es hermosa y est&aacute; llena de no aprendida elegancia. No s&eacute; por cu&aacute;l
+decidirme, si por la rubia o por la morena. Esta misma indecisi&oacute;n
+aumenta mi deseo de volver a verlas. Lo que observe en la nueva vista me
+decidir&aacute; o por la una o por la otra. Verdad es que en esta predilecci&oacute;n
+s&oacute;lo entra por algo el tiempo. Quiero pasar mi tiempo con ambas; pero
+es menester empezar por hacerme querer de una. Si no fuesen hermanas, si
+no anduviesen juntas, bien podr&iacute;a yo acometer a la vez las dos
+conquistas; pero estando como est&aacute;n, conviene ir por su orden.&raquo;</p>
+
+<p>Este soliloquio, hecho y repetido de mil formas, aunque en substancia el
+mismo siempre, ocup&oacute; el pensamiento del Conde por espacio de dos d&iacute;as y
+dos noches.</p>
+
+<p>Hall&aacute;banle distra&iacute;do sus compa&ntilde;eros. El se disculpaba, sin declarar el
+verdadero motivo de su distracci&oacute;n.</p>
+
+<p>Entre tanto, ni en las calles, ni en los Jardines de noche, ni en parte
+alguna, volvi&oacute; el Conde a ver a las dos beldades, por m&aacute;s que las
+buscaba. Y eso que ten&iacute;a vista de lince y siempre iba con cuidado para
+que si pasaban cerca de &eacute;l no se le escapasen.</p>
+
+<p>El Conde se cre&iacute;a dotado de prodigiosa sagacidad para averiguar
+misterios; para conocer las calidades de las personas s&oacute;lo por la pista
+o el rastro. Se juzgaba tan curtido y experto en lo que ata&ntilde;e a la
+sociedad humana, como los antiguos sabios solitarios del Oriente se dice
+que lo eran en lo que depende de la madre naturaleza. Zadig hab&iacute;a
+comprendido y descrito todas las condiciones y circunstancias del
+caballo del Rey y de la perrita de la Reina con s&oacute;lo ver sus huellas
+estampadas en el suelo. El Conde, en su arte, no era menos que Zadig, y
+daba por seguro que &eacute;l sabr&iacute;a decir qui&eacute;nes eran las dos desconocidas
+por el mero hecho de haberlas visto un instante; pero no quer&iacute;a
+reflexionar, no quer&iacute;a interrogarse sobre este punto. Otra vanidad mayor
+que la vanidad de ser tan experto se lo imped&iacute;a. La vanidad de creerse
+sobrado interesante para que aquellas mujeres, que le hab&iacute;an visto y que
+hab&iacute;an notado su persecuci&oacute;n, volviesen al cabo a buscarle, o
+arrepentidas del desv&iacute;o primero, o no arrepentidas, sino siguiendo en
+los mismos prop&oacute;sitos, ya que la fuga, seg&uacute;n el Conde, hab&iacute;a estado muy
+en su lugar, so pena de haberse humillado ellas a pasar por harto
+f&aacute;ciles y livianas, prest&aacute;ndose desde el primer momento a dejarse
+acompa&ntilde;ar por quien no conoc&iacute;an ni de nombre, s&oacute;lo porque hab&iacute;an
+reparado, sin duda, que era rico, titulado y ten&iacute;a coche.</p>
+
+<p>El Condesito no quiso, pues, molestarse ni con el pensamiento en buscar
+a sus dos beldades, porque estaba casi seguro de que ellas volver&iacute;an a
+buscarle.</p>
+
+<p>Como no volvieron ni la siguiente noche ni la noche despu&eacute;s, el
+Condesito se sinti&oacute; picado y hasta ofendido.</p>
+
+<p>En su fatuidad forj&oacute; a&uacute;n varias hip&oacute;tesis para explicarse, como
+involuntaria y muy a pesar de las desconocidas, su ausencia de los
+Jardines.</p>
+
+<p>&laquo;&iquest;Qui&eacute;n sabe?&mdash;pensaba el Conde&mdash;. Quiz&aacute; el marido no las deje salir.
+Quiz&aacute; tenga la casada alg&uacute;n chiquillo con sarampi&oacute;n.&raquo;</p>
+
+<p>En fin, todo lo supon&iacute;a por no suponer que por su lib&eacute;rrima voluntad
+dejaban de acudir las muchachas a una cita que, impl&iacute;cita, pero
+claramente, &eacute;l, tan guapo, tan distinguido, tan ilustre, tan rico y tan
+seductor, les hab&iacute;a dado para los Jardines, no pudiendo entenderse ni
+ponerse desde luego en relaciones con ellas por no faltar a los respetos
+y consideraciones sociales.</p>
+
+<p>Con tan consoladores discursos el Conde domin&oacute; a duras penas su
+impaciencia; acudi&oacute; otras dos noches m&aacute;s a los Jardines, y tampoco vi&oacute; a
+las damas.</p>
+
+<p>Ya entonces resolvi&oacute; emplear su sagacidad y su actividad para buscarlas.</p>
+
+<p>&laquo;Si huyen, si se ocultan&mdash;dijo&mdash;, es porque me temen. Yo las buscar&eacute;. Yo
+las encontrar&eacute;.&raquo;</p>
+
+<p>Justificado as&iacute; el trabajo que en discurrir iba a tomarse, el Condesito
+discurri&oacute; lo que en resumen vamos a exponer.</p>
+
+<p>Las desconocidas eran sevillanas. No pod&iacute;an ser malague&ntilde;as, como
+presumi&oacute; aquel ignorante. Confundir a una sevillana con una malague&ntilde;a es
+un error tan craso en un galanteador andaluz, que debe saber de mujeres,
+como en un cazador confundir una codorniz con una t&oacute;rtola. Era tambi&eacute;n
+evidente que una era casada; entre otras razones, porque, de ser
+solteras ambas, no ir&iacute;an solas. La casada era la morena. En esto tampoco
+cab&iacute;a duda. Se conoc&iacute;a en tener m&aacute;s edad y en otros indicios que, juntos
+todos, llegaban a la m&aacute;s completa certidumbre. &iquest;Con qui&eacute;n estaba casada
+la morena? Ambas eran forasteras: reci&eacute;n llegadas a Madrid, ya que nadie
+las conoc&iacute;a. No era probable que hubiesen venido a Madrid a divertirse,
+porque entonces el marido, labrador, hacendado, mercader o algo as&iacute;, de
+alguna poblaci&oacute;n de Andaluc&iacute;a o de Sevilla misma, las hubiera
+acompa&ntilde;ado, y &eacute;l tambi&eacute;n se divertir&iacute;a y curiosear&iacute;a. El marido deb&iacute;a
+ser un hombre ocupado. &iquest;Y qu&eacute; ocupaci&oacute;n pod&iacute;a tener el marido en Madrid,
+sino la de un empleo del Gobierno? El Conde decidi&oacute;, pues, que el marido
+era un empleado. Calcul&oacute;, por &uacute;ltimo, por el aire algo misterioso que
+ten&iacute;an las desconocidas, por cierta inquietud que hab&iacute;a cre&iacute;do notar en
+ellas, que la noche que estuvieron en los Jardines hab&iacute;an venido sin
+previa licencia del marido, improvisando aquella excursi&oacute;n en un momento
+en que &eacute;l faltaba de casa, salva la prudente lealtad de dec&iacute;rselo luego
+para que aprobase y legitimase el hecho consumado. Si toda esta
+suposici&oacute;n era exacta, el marido trabajaba a veces de noche, lejos del
+hogar dom&eacute;stico. De noche se trabaja en muchas oficinas; pero en ninguna
+son tan frecuentes las largas veladas como en Gobernaci&oacute;n o en Hacienda.
+El marido estaba, por lo tanto, empleado en uno de estos dos
+Ministerios.</p>
+
+<p>Descubierto ya el enigma hasta dicho punto, faltaba saber el nombre del
+marido y d&oacute;nde viv&iacute;a; pero esto era muy f&aacute;cil.</p>
+
+<p>Antes de proceder a las convenientes investigaciones, ya que el nombre
+de una persona y el n&uacute;mero y calle de una casa no pueden adivinarse por
+mero discurso, aunque se tenga un entendimiento agud&iacute;simo, el Conde,
+aficionado a ejercitar el suyo, pens&oacute; tambi&eacute;n lo que sigue.</p>
+
+<p>La sociedad elegante es m&aacute;s f&aacute;cil, m&aacute;s abierta en Madrid que en ninguna
+otra capital de Europa, hasta para las mujeres. Aqu&iacute; no se le pregunta a
+nadie, antes de dejarle entrar, si es m&aacute;s o menos noble de nacimiento,
+m&aacute;s o menos rico. La dama m&aacute;s encopetada no desde&ntilde;a por amiga, ni se
+averg&uuml;enza de ir acompa&ntilde;ada de las hijas o de la mujer de un empleadillo
+cualquiera, con tal de que por sus modales y facha no sean
+impresentables. La pobreza del vestido se perdona tambi&eacute;n, como no se
+haga notar por presumida extravagancia o por abominable mal gusto. No
+hay se&ntilde;ora principal ni semi-principal que no acoja bien a la m&aacute;s
+modesta provinciana, que conoci&oacute; en el campo o en algunos ba&ntilde;os o en
+alguna ciudad de provincia, y que no la llame prima y la trate como a
+pariente, si por acaso lo es.</p>
+
+<p>&laquo;En Madrid&mdash;pensaba el Conde&mdash;falta ahora mucha gente por el verano,
+pero Madrid no se ha quedado desierto. Mis ni&ntilde;as&mdash;que as&iacute; las llamaba
+ya&mdash;son un primor de bonitas: son natural e ing&eacute;nitamente distinguidas.
+&iquest;C&oacute;mo es que no tienen amigas o parientes entre las personas que yo
+trato? &iquest;C&oacute;mo es que, habiendo en Madrid tanta gente de Sevilla, o que ha
+estado en Sevilla, mis ni&ntilde;as no conocen a nadie? En ninguna casa las he
+visto. &iquest;Por qu&eacute; viven tan aisladas? En la misma Sevilla han de haber
+vivido en el mayor aislamiento.&raquo;</p>
+
+<p>De aqu&iacute; infer&iacute;a el Conde que sus desconocidas, aunque sevillanas, hab&iacute;an
+vivido lejos del mundo, o por car&aacute;cter t&iacute;mido, o por excesiva pobreza, o
+por extravagancia del marido.</p>
+
+<p>Pasando luego del pensamiento a la acci&oacute;n, abandonando el m&eacute;todo
+especulativo y apelando al estudio y averiguaci&oacute;n de los hechos, el
+Conde, que ten&iacute;a en todas partes buenas relaciones, fu&eacute; al jefe del
+personal del Ministerio de Hacienda y le pregunt&oacute; por los nombres de los
+m&aacute;s recientes empleados que en todas aquellas dependencias hab&iacute;a. La
+lista era larga, porque no hac&iacute;a mucho tiempo que hab&iacute;a habido cambios,
+renovaci&oacute;n y trasiego de empleados; pero no faltaba un oficial en el
+personal que tuviese algunas noticias biogr&aacute;ficas de todos los nuevos.</p>
+
+<p>&laquo;Don Anacleto P&eacute;rez&raquo;, dec&iacute;a, por ejemplo, la lista.&mdash;&iquest;De d&oacute;nde ha venido
+&eacute;ste?&mdash;preguntaba el Conde.&mdash;De la Coru&ntilde;a&mdash;contestaba el oficial.&mdash;&iquest;Es
+casado?&mdash;Es soltero.&mdash;Pues adelante&mdash;replicaba el Conde.</p>
+
+<p>As&iacute; fu&eacute; el oficial indicando varios nombres, hasta que dijo:&mdash;Don
+Braulio Gonz&aacute;lez.&mdash;&iquest;De d&oacute;nde ha venido?&mdash;pregunt&oacute; el Conde.&mdash;De
+Sevilla&mdash;contest&oacute; el oficial.&mdash;&iquest;Es casado?&mdash;volvi&oacute; a preguntar el
+Conde.&mdash;Es m&aacute;s que casado&mdash;dijo el oficial&mdash;: podemos calificarle de
+b&iacute;gamo, porque, a m&aacute;s de su mujer, que es muy guapa, tiene consigo a su
+cu&ntilde;ada, m&aacute;s guapa a&uacute;n, si cabe, y rubia como unas candelas.&mdash;Ese es el
+que yo busco&mdash;dijo el Conde. Luego recomend&oacute; de nuevo, pues ya antes lo
+hab&iacute;a hecho al jefe del personal, el sigilo respecto a su investigaci&oacute;n.</p>
+
+<p>Por el oficial supo el Conde asimismo que don Braulio no hac&iacute;a m&aacute;s que
+un mes que estaba en Madrid; que disfrutaba un sueldo de 3.000 pesetas,
+menos el descuento; que ten&iacute;a fama de excelente empleado; que la iba
+justificando con trabajos que el mismo Ministro le encomendaba; que era
+un hombre de cuarenta y cinco a cincuenta a&ntilde;os de edad, aunque parec&iacute;a
+m&aacute;s viejo, porque estaba bastante calvo y muy achacoso; que s&oacute;lo llevaba
+tres a&ntilde;os de matrimonio; que no ten&iacute;a hijos; que su mujer, do&ntilde;a Beatriz,
+y la hermana de su mujer, llamada Inesita, eran de un lugar de la
+provincia de C&oacute;rdoba, donde &eacute;l hab&iacute;a estado de Administrador de Rentas;
+que poco despu&eacute;s de la boda le hab&iacute;an trasladado a Sevilla con ascenso;
+que en Sevilla &eacute;l y su familia hab&iacute;an vivido muy apartados del trato de
+las gentes; que ahora viv&iacute;an en la calle del Olivo, en el piso tercero
+de una casa cuyo n&uacute;mero tambi&eacute;n le di&oacute;, y que eran todos tan hurones,
+que apenas se trataban en Madrid con alma viviente.</p>
+
+<p>Enterado el Conde de todo, volvi&oacute; a sus meditaciones y c&aacute;lculos. Hab&iacute;a
+dado el primer paso; pero era menester dar el segundo. Sab&iacute;a ya con
+qui&eacute;n ten&iacute;a que hab&eacute;rselas; pero esto de nada serv&iacute;a si no lograba con
+tino ponerse en comunicaci&oacute;n con don Braulio y su familia.</p>
+
+<p>El Conde distaba infinito de ser un atolondrado. Si bien no le arredraba
+ning&uacute;n peligro; si bien no le dol&iacute;a tener que aventurar la piel, tem&iacute;a
+siempre dar un golpe en vago, hacer alguna cosa que pudiera ponerle en
+situaci&oacute;n desairada y rid&iacute;cula. De esto ten&iacute;a m&aacute;s miedo, no ya que de
+una espada desnuda, sino que de quince ametralladoras que fuesen a
+dispararse contra &eacute;l.</p>
+
+<p>Dada esta su natural condici&oacute;n, las dificultades no eran peque&ntilde;as.</p>
+
+<p>&iquest;C&oacute;mo hacerse presentar en una casa donde nadie de su clase, y quiz&aacute;
+nadie tampoco de otra clase cualquiera, entraba de visita? &iquest;Qu&eacute; pretexto
+alegar para encajarse de patitas en la morada de aquella pobre gente?</p>
+
+<p>La presentaci&oacute;n es el medio m&aacute;s correcto de conocer y tratar a las
+personas; pero el Conde no se sent&iacute;a con la desverg&uuml;enza suficiente para
+ser all&iacute; presentado.</p>
+
+<p>&iquest;Escribir&iacute;a un billete amoroso a fin de entrar en relaciones?</p>
+
+<p>Sobre cartas de este g&eacute;nero, su uso, utilidad, inconvenientes y
+ventajas, el Conde, que, seg&uacute;n hemos dicho ya, era muy circunspecto y
+arreglado, ten&iacute;a formuladas sus leyes y hechas sus consideraciones, a
+las que procuraba ajustar siempre su conducta.</p>
+
+<p>Escribir de amor a las mujeres le parec&iacute;a un excelente recurso. Casi
+todas dan m&aacute;s solemnidad e importancia a lo que se les escribe que a lo
+que se les habla. Muchas cosas, de que se ofenden o sonrojan si las
+oyen, las pesan y las meditan, y se deleitan en ellas con amorosa
+delectaci&oacute;n cuando las leen. Si contestan de palabra a un gal&aacute;n que de
+palabra las pretende, les es f&aacute;cil esquivar las cuestiones graves,
+tom&aacute;ndolo todo a risa. Lo escrito infunde o impone, por el contrario,
+casi inevitable seriedad. Contestar de palabra, dejar entrever de
+palabra alg&uacute;n &aacute;tomo, rayo o vislumbre de esperanza, apenas compromete.
+La palabra es vaga, punto menos que espiritual; pasa por el aire y
+penetra en el o&iacute;do sin dejar el menor rastro. Hasta en la memoria se
+borra y queda confusa. Tal vez su mayor valer, su m&aacute;s substancial
+significado no est&aacute; en ella misma, sino en el acento con que se
+pronunci&oacute;, en el gesto fugitivo de que fu&eacute; acompa&ntilde;ada, en el mirar suave
+y r&aacute;pido, en un rel&aacute;mpago instant&aacute;neo de los ojos, cuando la palabra
+brot&oacute; de los labios.</p>
+
+<p>En lo escrito no hay nada de esto. En lo escrito, ni el gesto, ni la
+mirada, ni la voz pueden modificar palabra alguna y darle un valor
+moment&aacute;neo que en s&iacute; no tenga. Aunque no sea mas que por esto, escribir
+es comprometid&iacute;simo para las mujeres. La man&iacute;a de escribir es, con todo,
+epid&eacute;mica en el d&iacute;a, y, como son raras las mujeres que escriben para el
+p&uacute;blico, cuando presumen de discretas o lo son y alguien les escribe,
+sienten las m&aacute;s un invencible prurito de contestar, aunque s&oacute;lo sea para
+lucirse. Una vez puestas en este resbaladero es muy factible que se
+deslicen. El mismo sujeto a quien contestan se magnifica y hermosea en
+la imaginaci&oacute;n, por poco que en realidad se le estime, gracias a que no
+se halla presente. El temor del peligro es mayor escribiendo que
+hablando; pero tambi&eacute;n el rubor, la timidez, el recato ceden a veces con
+m&aacute;s facilidad estando a solas y cara a cara con el papel que cara a cara
+con un hombre, y quiz&aacute; rodeada la mujer de personas curiosas y que se
+supone que ser&aacute;n maldicientes. As&iacute; escriben muchas; sueltan prendas que
+permanecen, y se ven al cabo comprometidas. Si hubiera estad&iacute;stica de
+los enredos amorosos, tal vez m&aacute;s de la mitad de ellos se ver&iacute;a que
+hab&iacute;an nacido del prurito de escribir que tienen las mujeres.</p>
+
+<p>Todo esto lo sab&iacute;a y pensaba el Conde; pero pensaba asimismo que un
+hombre prudente y discreto, que no quiere hacer una cadetada, se
+compromete en cierto modo y se expone a burlas, risas y desaires si se
+adelanta a escribir antes de que llegue cierto per&iacute;odo; antes de que se
+presente la ocasi&oacute;n oportuna; antes de haber pasado por ciertos
+tr&aacute;mites; antes de tener, por lo menos, ciertos indicios racionales de
+que ser&aacute; bien recibida la primera carta. Y como ni la casada ni la
+soltera, ni con sonrisas, ni con miradas, ni recibiendo de dulce modo
+indescriptible, aunque inequ&iacute;voco, las miradas y las sonrisas de &eacute;l,
+hab&iacute;an dado motivo a que &eacute;l considerase que la una o la otra, o ambas,
+estaban ya, predispuestas a recibir la carta, cre&iacute;a una absurda
+temeridad escribirles: lo miraba como un acto de delirio estudiantil,
+como un arrebato de hortera o de mozo de caf&eacute;, que en un Conde tan
+discreto, atildado y h&aacute;bil como &eacute;l; que en un hombre de mundo, conocido
+en todos los salones de Europa, casi no ten&iacute;a perd&oacute;n ni disculpa.</p>
+
+<p>Por lo pronto, sin embargo, no se le ocurr&iacute;a otra m&aacute;s ingeniosa manera
+de entrar en comunicaci&oacute;n con las de don Braulio Gonz&aacute;lez.</p>
+
+<p>Pero &iquest;a cu&aacute;l de ellas escribir&iacute;a? &iquest;A la se&ntilde;ora o a la se&ntilde;orita?</p>
+
+<p>Una y otra resoluci&oacute;n estaban erizadas de grav&iacute;simos inconvenientes.</p>
+
+<p>Ninguna de las dos mujeres, vali&eacute;ndonos de una expresi&oacute;n vulgar, le
+hab&iacute;a dado pie para nada. Ni le hab&iacute;an excitado, ni le hab&iacute;an animado
+mir&aacute;ndole, ni le hab&iacute;an sonre&iacute;do, ni se hab&iacute;an mostrado enojadas cuando
+las sigui&oacute;, cuando casi las detuvo, cuando descaradamente se qued&oacute;
+mir&aacute;ndolas. La m&aacute;s glacial indiferencia hab&iacute;a aparecido en ambas
+mujeres. Hab&iacute;an estado tan dignas, tan severas, tan naturales, tan sin
+espantos o alharacas de hembra vulgar que es honrada o presume de serlo,
+como si hubieran sido dos duquesas o princesas que hubieran tenido el
+capricho de salir de noche a recorrer las calles y se hubiesen visto
+perseguidas, durante algunos minutos, por un lacayo mal criado y
+bastante vano para creerse seductor.</p>
+
+<p>El Conde, a pesar de todo, quiz&aacute; porque as&iacute; fuese, quiz&aacute; porque el amor
+propio le enga&ntilde;aba, hab&iacute;a cre&iacute;do notar, en gestos imperceptibles, en el
+adem&aacute;n, en algo que apenas se hab&iacute;a podido ver y que apenas se pod&iacute;a
+apreciar ni evaluar sino por un entendimiento tan sutil como el suyo y
+tan perito en las aventuras amorosas, que la casada se le hab&iacute;a mostrado
+menos indiferente y m&aacute;s propicia; que se adivinaba en su cara el
+contentamiento, la vanidad satisfecha de verse seguida por un joven tan
+principal y tan gallardo, y hasta que le mir&oacute; una o dos veces de soslayo
+y con disimulo, con curiosa simpat&iacute;a.</p>
+
+<p>&iquest;Escribir&iacute;a, pues, a la casada? Pero &iquest;qu&eacute; derecho ten&iacute;a para ello? &iquest;Qu&eacute;
+le iba a decir? &iquest;Y si el marido era celoso y cog&iacute;a la carta? &iquest;No se
+expon&iacute;a desde el principio a imposibilitar o dificultar as&iacute; grandemente
+para lo futuro el buen &eacute;xito de su aventura?</p>
+
+<p>El Conde desisti&oacute;, por consiguiente, de escribir a la casada.</p>
+
+<p>La soltera le parec&iacute;a m&aacute;s bonita y m&aacute;s distinguida; pero estaba
+enojad&iacute;simo contra ella. All&iacute; s&iacute; que no se forjaba ilusiones: all&iacute; s&iacute;
+que no le cab&iacute;a la menor duda. Inesita no hab&iacute;a hecho m&aacute;s caso de &eacute;l que
+de un perro callejero. No acertando a explicarse aquella serenidad
+ol&iacute;mpica, aquel suave endiosamiento, que por extra&ntilde;a contraposici&oacute;n se
+conciliaba con la humildad y la modestia, el Conde se daba a sospechar
+si Inesita ser&iacute;a idiota; pero recordaba sus ojos, su airoso modo de
+andar y la expresi&oacute;n inteligente de su hermosa cara, y ten&iacute;a que
+confesarse que, o &eacute;l no sab&iacute;a lo que eran mujeres, o Inesita era de lo
+m&aacute;s discreto que hab&iacute;a nacido de madre.</p>
+
+<p>&iquest;C&oacute;mo, pues, escribir a Inesita? Esto era m&aacute;s dif&iacute;cil que escribir a
+do&ntilde;a Beatriz.</p>
+
+<p>No incurramos aqu&iacute; en la necia hipocres&iacute;a de suponer, cuando se escribe
+una historia, que la sociedad tiene una moral muy superior a la que
+realmente tiene. Digamos las cosas como son.</p>
+
+<p>Es singular, es poco l&oacute;gico, es absurdo, pero ocurre lo siguiente. Est&aacute;
+tan en los usos y costumbres que cualquier caballero diga su atrevido
+pensamiento a una mujer casada, que &eacute;sta se ofender&aacute; rara vez. Por
+virtuosa que sea, se limitar&aacute; a rechazar o a desenga&ntilde;ar con dulzura al
+pretendiente. No se dar&aacute; por ofendida, cuando en realidad le han
+propuesto la infracci&oacute;n de una ley moral, civil y religiosa, su deshonra
+y la de su casa, y tal vez la vileza de un hurto de bienes materiales,
+si llega a tener un hijo. En cambio, apenas habr&aacute; soltera, como no est&eacute;
+completamente perdida, que no se considere injuriada si le piden amor
+sin presuponer matrimonio de un modo expl&iacute;cito o impl&iacute;cito; y, en
+realidad, la falta a que entonces se inducir&iacute;a a la soltera ser&iacute;a mucho
+menor que la que se pretend&iacute;a de la casada. La soltera, libre, no
+enga&ntilde;ar&iacute;a a su marido, no faltar&iacute;a a ninguna promesa, no se expondr&iacute;a a
+dar a nadie por heredero leg&iacute;timo a aquel que no debiese serlo.</p>
+
+<p>Esto es exacto. No hay argumento que pueda valer en contra. Y con todo,
+apenas habr&aacute; seductor, por brutal, irreverente y desaforado que sea, que
+ose pretender a una soltera, sin proponer <i>la buena fin</i>: y apenas hay
+Tenorio, por enclenque, canijo y fehuelo que Dios o el diablo le hayan
+hecho, que no tiente el vado, se declare con desenfadada audacia y se
+atreva a pretenderlo todo de una mujer casada.</p>
+
+<p>Nuestro h&eacute;roe, sin meterse en filosofar sobre lo dicho, lo ten&iacute;a m&aacute;s que
+sabido. As&iacute; es que, por esta consideraci&oacute;n, aunque no atendiese a otras,
+hallaba m&aacute;s dif&iacute;cil escribir a Inesita que a do&ntilde;a Beatriz. Escribir a
+do&ntilde;a Beatriz, como casada, el uso, la pr&aacute;ctica, la jurisprudencia
+establecida, lo consent&iacute;a sin que pasase por injuria. Escribir a
+Inesita, en cambio, no pod&iacute;a ser sin menospreciarla y vejarla
+cruelmente, como el Conde no dijera o diese lugar a que se
+sobreentendiera que aspiraba a casarse con ella.</p>
+
+<p>Ahora bien; el Conde ni estaba enamorado, ni pensaba en casarse con
+nadie, ni mucho menos con Inesita: s&oacute;lo aspiraba a pasar el rato; pero
+el Conde ten&iacute;a tambi&eacute;n su moral, y no hab&iacute;a rato, por bueno que fuese,
+que mereciera que &eacute;l se rebajase hasta mentir y enga&ntilde;ar a una pobre
+chica, haci&eacute;ndola creer que podr&iacute;a casarse con ella.</p>
+
+<p>As&iacute;, pues, el Conde desisti&oacute; de escribir a do&ntilde;a Beatriz por razones de
+prudencia y estrategia amatoria, y desisti&oacute; de escribir a Inesita por
+m&aacute;s delicadas consideraciones. Mas no por eso desisti&oacute; de conocerlas y
+tratarlas a las dos. Dej&eacute;mosle cavilando y discurriendo el medio m&aacute;s
+atinado de lograrlo, y adelant&eacute;monos nosotros, penetrando invisibles en
+casa de nuestras hero&iacute;nas y conoci&eacute;ndolas antes que el Conde.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="IV" id="IV"></a><a href="#toc">IV</a></h2>
+
+
+<p>El cr&iacute;tico m&aacute;s h&aacute;bil y atinado, quiz&aacute;, entre cuantos hay en Espa&ntilde;a me ha
+hecho ya dos o tres veces, al juzgar otras novelas m&iacute;as, un favor y un
+disfavor que no creo merecer; pero si los merezco, esta vez, lejos de
+enmendarme, incurro m&aacute;s de lleno que nunca en su censura, que por otra
+parte me lisonjea. Supone el cr&iacute;tico que mis personajes todos son yo,
+con lo cual hace de m&iacute; un Proteo, pues harto diversos caracteres he
+retratado; y supone adem&aacute;s que todos hablan, como yo en igual situaci&oacute;n
+hablar&iacute;a, con erudici&oacute;n, discretas sutilezas y esp&iacute;ritu filos&oacute;fico
+impropios de su condici&oacute;n humilde y hasta de su sexo, ya que a menudo
+<i>mis mujeres se pasan de listas</i>.</p>
+
+<p>En la presente historia, donde, seg&uacute;n el t&iacute;tulo lo indica, los m&aacute;s
+importantes personajes, cada uno por su estilo, van a pasarse de listos,
+pecar&eacute;, sin poderlo remediar, contra lo que el cr&iacute;tico quiere. La culpa,
+si la hay, porque me resisto a declararme culpado, est&aacute; en la elecci&oacute;n
+del asunto. Ya elegido, no tengo m&aacute;s recurso que hacer a mis h&eacute;roes,
+conservando a cada uno su &iacute;ndole, sus pasiones y su singular fisonom&iacute;a,
+todo lo m&aacute;s discretos, sutiles y listos que yo sepa y pueda, porque tal
+ha de ser el defecto mayor de todos ellos, y sobre todos ellos, del
+protagonista de la historia.</p>
+
+<p>Hago aqu&iacute; esta declaraci&oacute;n para que do&ntilde;a Beatriz, a quien pronto oir&aacute;n
+hablar mis lectores, no los coja desprevenidos. Do&ntilde;a Beatriz era
+list&iacute;sima.</p>
+
+<p>No recuerdo en qu&eacute; libro, tratado o ep&iacute;stola del Antiguo o del Nuevo
+Testamento, se dice que <i>el esp&iacute;ritu sopla donde quiere</i>: sentencia con
+la cual basta y sobra para justificar la verosimilitud de que el
+esp&iacute;ritu, ora sea divino, ora sea diab&oacute;lico, hubiese soplado y penetrado
+en el ser de una muchacha de veintid&oacute;s a&ntilde;os, que no ten&iacute;a m&aacute;s do&ntilde;a
+Beatriz, nacida y criada en un lugar de la provincia de C&oacute;rdoba. Hay
+tambi&eacute;n otra sentencia macarr&oacute;nica, llena de verdad, que reza de este
+modo: <i>Quod natura non dat, Salamanca non proestad</i>, de la cual puede
+inferirse, seg&uacute;n buena l&oacute;gica, que la madre naturaleza no ha menester de
+Salamanca, o d&iacute;gase de hondos estudios y largo trato de mundo, para
+hacer muy sutiles y entendidos a aquellos a quienes gusta de favorecer,
+aun cuando sean mujeres, y mujeres de lugar.</p>
+
+<p>En este n&uacute;mero se contaba do&ntilde;a Beatriz, la cual, sobre su innato
+despejo, si bien no hab&iacute;a cursado en ninguna universidad, ten&iacute;a cierto
+saber adquirido en la conversaci&oacute;n frecuente de su marido don Braulio,
+quien gozaba fama de sujeto muy ilustrado, aunque s&oacute;lo tuviese 3.000
+pesetas anuales de sueldo.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz e Inesita, hu&eacute;rfanas de padre y madre desde la ni&ntilde;ez,
+hab&iacute;an estado bajo la tutela y criadas en casa del cura del pueblo. No
+eran enteramente pobres. Ten&iacute;an algunas finquillas, que ven&iacute;an a
+producir, bien administradas, unos 4.000 reales de renta para cada una.
+Con esto era dif&iacute;cil que en el pueblo, a no infundir una violenta
+pasi&oacute;n, se casase ninguna de ellas con los hidalgos o se&ntilde;ores ricos; y
+como ambas eran muchachas finas, se&ntilde;oritas verdaderas, no era probable
+que se hubieran querido casar con ning&uacute;n arriero palurdo o con ning&uacute;n
+labrador r&uacute;stico e ignorante.</p>
+
+<p>El padre cura recel&oacute;, aunque tarde, que hab&iacute;a educado a sus pupilas mal
+de puro bien, y que, de resultas de su esmerada educaci&oacute;n, iban a
+quedarse para vestir im&aacute;genes. Por fortuna no sucedi&oacute; as&iacute;. El
+Administrador de Rentas, don Braulio, trat&oacute; a do&ntilde;a Beatriz, y la hall&oacute;
+tan bonita y discreta que se enamor&oacute; de ella. Ella pens&oacute; haber hallado
+en don Braulio un hombre que, aunque viejo, pod&iacute;a enamorar por su
+talento y por otras nobles prendas del alma, y enamorados, o persuadidos
+de que lo estaban, se casaron, despu&eacute;s de un noviazgo corto.</p>
+
+<p>El cura tutor, que era muy anciano, muri&oacute; pocos meses despu&eacute;s de este
+casamiento.</p>
+
+<p>Nada absolutamente dej&oacute; a sus pupilas.</p>
+
+<p>De una hermana suya, viuda, ten&iacute;a el cura un sobrino, de edad de
+veintiocho a&ntilde;os, llamado Paco Ram&iacute;rez. Este fu&eacute; el universal heredero de
+su t&iacute;o, consistiendo el activo de la herencia en la casa con los muebles
+y libros, que valdr&iacute;a todo 40.000 reales, y el pasivo en varias deudas,
+que pasaban, tambi&eacute;n en reales, de 30.000.</p>
+
+<p>Paco Ram&iacute;rez era un mozo muy guapo, y tan morigerado, econ&oacute;mico, activo
+y fecundo en recursos, que con 50.000 reales que su padre le hab&iacute;a
+dejado en dinero, empleando en cebada y en trigo, comprando mosto barato
+en tiempo de vendimia, haci&eacute;ndole vino potable en unas cuantas pipas que
+ten&iacute;a, vendi&eacute;ndole luego por cargas a los arrieros, y, en suma,
+trapicheando de otras mil maneras, si bien todas l&iacute;citas, no s&oacute;lo
+manten&iacute;a con holgura a su madre, sino que se vest&iacute;a &eacute;l hasta con majeza
+y elegancia, al uso del pueblo, e iba, poco a poco, aumentando el
+capital.</p>
+
+<p>Muchas veces hab&iacute;a pensado el cura en que su sobrino podr&iacute;a ser un buen
+marido para cualquiera de sus dos pupilas; pero, como no era un buen
+partido, call&oacute; el cura su pensamiento y prop&oacute;sito, y jam&aacute;s hizo nada por
+realizarle.</p>
+
+<p>Paco, Beatriz e Inesita se quer&iacute;an como hermanos. Paco, que ten&iacute;a seis
+a&ntilde;os m&aacute;s que la mayor de ellas, y diez m&aacute;s que la segunda, lo cual en la
+primera edad parece enorme diferencia, les ten&iacute;a un cari&ntilde;o que &eacute;l
+calificaba de paternal. Ellas eran hijas del caballero m&aacute;s ilustre del
+pueblo, por m&aacute;s que hubiesen venido a tanta pobreza, y &eacute;l, plebeyo, y
+archiplebeyo por todos cuatro costados, y con menos bienes de fortuna
+que las pupilas de su t&iacute;o, &iquest;c&oacute;mo hab&iacute;a de atreverse ni siquiera a
+imaginar que podr&iacute;a casarse con ninguna de las dos?</p>
+
+<p>As&iacute; las cosas, se cas&oacute; don Braulio con do&ntilde;a Beatriz, y a poco, como ya
+hemos dicho, muri&oacute; el cura, que era excelente sujeto.</p>
+
+<p>Inesita, seg&uacute;n era natural, se fue a vivir con su hermana y cu&ntilde;ado; los
+sigui&oacute; a Sevilla, y despu&eacute;s los sigui&oacute; a esta alegre capital de las
+Espa&ntilde;as.</p>
+
+<p>Desde que salieron del lugar dejaron encomendada a Paco la
+administraci&oacute;n de los bienes que en &eacute;l ten&iacute;an, con la seguridad de que
+nadie hab&iacute;a de administrarlos mejor. Paco, en efecto, respondi&oacute; a
+aquella confianza. As&iacute; es que en la &eacute;poca en que comienza nuestra
+historia, cuando aparecen en el Buen Retiro nuestras dos hero&iacute;nas,
+ten&iacute;an entre ambas algo m&aacute;s de 8.000 reales al a&ntilde;o, que juntos a los
+12.000 mal contados de don Braulio, sumaban una taleguita anual muy
+corrida y larga de talle.</p>
+
+<p>Aunque hac&iacute;an vida retirada, como todo est&aacute; caro, y se trataban bien, y
+se vest&iacute;an con cierto lujo para su clase, renta y sueldo se consum&iacute;an
+completamente, y gracias si no se hallaban a veces en apuros.</p>
+
+<p>Para salir de ellos, vivir con esplendidez y elevarse a mayor posici&oacute;n
+en la jerarqu&iacute;a social, se presentaban dos caminos, iluminados por la
+esperanza, a la aguda consideraci&oacute;n de do&ntilde;a Beatriz, la cual cavilaba
+mucho sobre estas cosas desde que hab&iacute;a salido del lugar, ya casada.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz ten&iacute;a el concepto m&aacute;s elevado de la inteligencia y del
+saber de su marido. Atribu&iacute;a su poco &eacute;xito en el mundo a descuido,
+desprecio o desd&eacute;n que don Braulio ten&iacute;a de todo lo pr&aacute;ctico, a cierta
+falta de est&iacute;mulo que notaba en su alma, y se inclinaba a creer que si
+ella estimulaba y aguijoneaba el alma de su marido, apart&aacute;ndola de vagos
+ensue&ntilde;os y de te&oacute;ricas distracciones, que a nada conduc&iacute;an, aun era
+posible que le viese de Ministro de Hacienda, o por lo menos de Director
+de Rentas Estancadas.</p>
+
+<p>El otro punto, que era como cimiento o piedra angular sobre la cual
+levantaba do&ntilde;a Beatriz el alc&aacute;zar de sus esperanzas ambiciosas, era la
+hermosura, el garbo y la distinci&oacute;n de su hermana Inesita.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz, casada ya con un hombre a quien veneraba y quer&iacute;a, y a
+quien era deudora de haber salido del lugar, donde se ahogaba, y de
+espaciarse por grandes ciudades, limitaba su misi&oacute;n para lograr el
+engrandecimiento a servir como de espuela a la reacia voluntad de su
+marido; pero en Inesita, soltera y libre y llena de atractivos, que ella
+sabr&iacute;a completar y hacer valer con su prudencia, ve&iacute;a do&ntilde;a Beatriz un
+fil&oacute;n intacto a&uacute;n, un minero riqu&iacute;simo de todos los bienes,
+encumbramientos y prosperidades.</p>
+
+<p>Importa declarar, en honor de do&ntilde;a Beatriz, que al trazar en su
+imaginaci&oacute;n el proceso ascendente de uno y otro plan de ventura, ora
+vali&eacute;ndose de don Braulio, ora de Inesita, jam&aacute;s se le ocurr&iacute;a poner en
+la composici&oacute;n de su cuadro el menor toque pecaminoso. Nada de
+fuller&iacute;as. Do&ntilde;a Beatriz quer&iacute;a jugar limpio. Don Braulio hab&iacute;a de ser
+personaje de primera magnitud sin mancharse las u&ntilde;as, e Inesita hab&iacute;a de
+ser condesa, marquesa, y qui&eacute;n sabe si duquesa, sin la menor liviandad y
+con todos los requisitos eclesi&aacute;sticos y civiles.</p>
+
+<p>El orgullo de do&ntilde;a Beatriz, su decoro aristocr&aacute;tico, que le ten&iacute;a,
+aunque nacida en pobres pa&ntilde;ales, y sus creencias cristianas, vivas y
+fervorosas como de persona educada por un sacerdote de ejemplar&iacute;sima
+virtud, repugnaban todo recurso que pudiera mancillar; pero su af&aacute;n de
+elevarse y de elevar a su familia le suger&iacute;a, a su ver, medios decentes
+y honrados por donde lograr riqueza, dignidades y distinciones, con
+facilidad y sin desdoro ni culpa.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz no descubr&iacute;a por completo sus planes y sus esperanzas a don
+Braulio y a Inesita. Tem&iacute;a asustarlos y que del susto saliesen la
+contradicci&oacute;n y la oposici&oacute;n. Cauta y astuta, so&ntilde;aba con atraer
+diestramente al uno y a la otra por los caminos que ella juzgaba
+conducentes al t&eacute;rmino a que aspiraba, y ya comprometidos y metidos en
+&eacute;l, y cuando fuese muy dif&iacute;cil volver atr&aacute;s, declarar ella su prop&oacute;sito
+y mostrarles el t&eacute;rmino, si no le ve&iacute;an.</p>
+
+<p>Con Inesita, sobre todo, que era sobrado po&eacute;tica e inexperta, proced&iacute;a
+do&ntilde;a Beatriz con superior cautela y disimulo.</p>
+
+<p>Desde la noche que hab&iacute;an ido al Buen Retiro le hab&iacute;a hablado varias
+veces del gentil caballero que las hab&iacute;a seguido, pero sin descubrir
+jam&aacute;s todo su pensamiento.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz, por las frases que hab&iacute;a o&iacute;do al Conde de Alhed&iacute;n y a sus
+compa&ntilde;eros, por el coche que hab&iacute;a visto y por algunas noticias que
+despu&eacute;s hab&iacute;a recogido con habilidad, sab&iacute;a que el Conde era soltero,
+muy rico, muy noble, hu&eacute;rfano de padre, y con una madre que no ten&iacute;a m&aacute;s
+voluntad que la suya. Ahora bien; &iquest;qu&eacute; imposibilidad habr&iacute;a en que el
+Conde se enamorase resueltamente de Inesita y se casase con ella? M&aacute;s
+desiguales casamientos se han visto y se ven todos los d&iacute;as.</p>
+
+<p>Con un poco de fortuna y con la rara discreci&oacute;n de que do&ntilde;a Beatriz se
+juzgaba dotada, bien podr&iacute;a casar a Inesita con el Conde. Inesita era,
+como ya se ha dicho, una criatura adorable. Hasta su indiferencia, hasta
+su esp&iacute;ritu, dormido a toda ambici&oacute;n, podr&iacute;a contribuir al triunfo. Nada
+suele perjudicar tanto a otras muchachas, en esto de atrapar un buen
+casamiento, como el af&aacute;n c&aacute;ndido y mal encubierto de atraparle.</p>
+
+<p>As&iacute;, pues, do&ntilde;a Beatriz dejaba dormir a su hermana y no procuraba
+despertar su ambici&oacute;n. Aquel sue&ntilde;o indiferente y sublime era un arma
+poderosa de que no conven&iacute;a desprenderse. Ella, sin dec&iacute;rselo hasta que
+llegase la ocasi&oacute;n oportuna, guiar&iacute;a a su hermana sin sacarla del
+po&eacute;tico sonambulismo.</p>
+
+<p>Son&aacute;mbula y todo, importaba, no obstante, que Inesita por s&iacute; misma se
+moviese; y para ello do&ntilde;a Beatriz hab&iacute;a ya tocado, y aun pensaba tocar,
+cualquiera otro resorte de su alma menos el de la ambici&oacute;n y la codicia.</p>
+
+<p>Con estos planes e intenciones, la noche del d&iacute;a en que el Conde supo en
+el Ministerio de Hacienda qui&eacute;nes eran sus desconocidas, hablaban &eacute;stas
+a solas en su pobre casa, mientras aguardaban a don Braulio, que estaba
+trabajando en la Secretar&iacute;a.</p>
+
+<p>&mdash;No te entiendo, Inesita&mdash;dec&iacute;a do&ntilde;a Beatriz, sentada en una butaca
+enfrente de su hermana&mdash;. Que yo no rabie, nada tiene de particular.
+Quiero bien a mi marido; mi deber y el fin de mi vida estriban en
+hacerle dichoso, y as&iacute; nada tengo que buscar fuera de casa. Puedo vivir
+encerrada entre cuatro paredes sin desesperarme. &iquest;Qu&eacute; voy a hacer yo, a
+qu&eacute; puedo aspirar yo fuera de aqu&iacute;? Pero t&uacute;, soltera, joven y tan
+bonita, es un prodigio que te resignes a este retiro y aislamiento en
+que vivimos. Braulio es muy bueno; ser&iacute;a un santo si fuera mejor
+cristiano; pero es un hur&oacute;n y tiene sus caprichos. No quiere que
+volvamos solas a los Jardines. Y eso que ignora la persecuci&oacute;n de aquel
+Condesito. Yo deseo llevarte a los Jardines a ver si te distraes, porque
+me pareces melanc&oacute;lica; pero, &iquest;qu&eacute; le hemos de hacer? Solas no podemos
+ir con licencia de Braulio, ni menos a&uacute;n a escondidas. Dios me libre de
+oponerme a lo que &eacute;l ordena. Adem&aacute;s ser&iacute;a f&aacute;cil que lo supiese todo. No
+hay, pues, m&aacute;s recurso que aguardar a que Braulio quiera y pueda
+acompa&ntilde;arnos. Pronto acabar&aacute; su tarea extraordinaria y no tendr&aacute; que ir
+de noche al Ministerio. Entre tanto no ir&aacute; ma&ntilde;ana, que es domingo.
+Ma&ntilde;ana nos llevar&aacute;. Yo lo conseguir&eacute;. &iquest;Te acomoda?</p>
+
+<p>&mdash;Yo no tengo impaciencia ninguna ni af&aacute;n de divertirme&mdash;respondi&oacute;
+Inesita&mdash;. Comprendo bien que Braulio no quiera que vayamos solas.
+&iexcl;Somos tan muchachas ambas!... Casi pareces t&uacute; m&aacute;s joven que yo. Nos
+exponemos a mil sustos... a que nos persigan... a que nos falten al
+respeto... como el libertino de la otra noche.</p>
+
+<p>&mdash;T&uacute; exageras... el Conde de Alhed&iacute;n no nos falt&oacute; al respeto. El pobre
+nos sigui&oacute; como un tonto... tuvo sus tentaciones de hablarnos, pero al
+cabo no se atrevi&oacute;, e hizo bien. Hubiera sido una botaratada
+imperdonable en persona de tantas campanillas y tan corrido. La verdad
+es que se entusiasm&oacute; demasiado para jactarse de tan hastiado, desde&ntilde;oso
+e invulnerable. Hija m&iacute;a, le diste flechazo.</p>
+
+<p>&mdash;Hermana&mdash;replic&oacute; Inesita con la mayor sencillez y naturalidad&mdash;, no
+trates de lisonjear mi amor propio. No te creo. En todo caso fuiste t&uacute;,
+y no yo, quien flech&oacute; al Condesito: aunque, dej&aacute;ndonos de bromas, lo que
+debemos creer es que ni t&uacute; ni yo le flechamos. Excitamos su curiosidad
+por lo mismo que nadie nos conoce. Como es un vago, quiso seguirnos para
+pasar el tiempo. Tal vez la causa de que nos siguiese no fu&eacute; para
+nosotras lisonjera, sino ofensiva; tal vez, al vernos solas y tan
+j&oacute;venes, form&oacute; de nosotras una idea...</p>
+
+<p>&mdash;Es posible... quiz&aacute; al principio nos juzg&oacute; mal; pero, no lo dudes,
+juicio tan aventurado y poco favorable fu&eacute; pasajero. No se sigue a quien
+no se estima, como nos sigui&oacute; el Conde. Aquellas vacilaciones, aquellos
+miramientos, aquella timidez en persona tan desenfadada y atrevida,
+nacen de respeto, y no de menosprecio. Adem&aacute;s, un hombre de mundo,
+entendido como es &eacute;l, no pod&iacute;a caer sino por un breve instante en tan
+absurda alucinaci&oacute;n. M&iacute;rate en aquel espejo&mdash;y do&ntilde;a Beatriz se&ntilde;alaba uno
+que estaba colgado enfrente, adornando la sala&mdash;; ser&iacute;a menester ser un
+est&uacute;pido para no comprender qui&eacute;n eres t&uacute;; para pensar mal de ti al ver
+esa cara.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz di&oacute; en ella a su hermana una docena de sonoros besos,
+alz&aacute;ndose de su asiento y abraz&aacute;ndola.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Qu&eacute; buena y qu&eacute; loca eres!&mdash;dijo Inesita.</p>
+
+<p>En seguida a&ntilde;adi&oacute;:</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, quiero dar por cierto que el Conde nos sigui&oacute; con entusiasmo;
+pero el entusiasmo &iquest;por qu&eacute; hab&iacute;a de ser yo, y no t&uacute;, quien le
+inspirase? &iquest;Crees t&uacute; que el Conde adivin&oacute; que est&aacute;s casada?</p>
+
+<p>&mdash;Indudable. No pudo creer de m&iacute; otra cosa, al verme sola contigo y al
+tenernos por mujeres honradas.</p>
+
+<p>&mdash;Pero yo he o&iacute;do decir que los libertinos persiguen m&aacute;s a las casadas
+que a las solteras&mdash;prosigui&oacute; Inesita con la terrible franqueza de su
+inocencia casi infantil.</p>
+
+<p>&mdash;No es regla general. Voy, sin embargo, a conceder que lo es. Todav&iacute;a
+afirmo que no hay regla sin excepci&oacute;n, y que en este caso el Conde ha
+perseguido a la soltera.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y por qu&eacute; lo afirmas?</p>
+
+<p>&mdash;Porque lo he visto.</p>
+
+<p>&mdash;Yo no vi nada, porque no miraba.</p>
+
+<p>&mdash;Apruebo que no mirases. Ese recato, esa indiferencia tuya, picaron al
+Conde. Si llegas a mirarle te hubiera seguido, aunque m&aacute;s audaz, con
+menos empe&ntilde;o.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces t&uacute;, que le miraste, ya que observaste tantas cosas, &iquest;c&oacute;mo no
+le hiciste formar ru&iacute;n concepto de ti?</p>
+
+<p>&mdash;Porque las casadas, cuando no somos muy tontas, usamos diversos
+estilos de mirar, y yo le mir&eacute; como deb&iacute;a.</p>
+
+<p>Inesita abri&oacute; los ojos y la boca, como espantada, al o&iacute;r que hab&iacute;a
+diversos estilos de mirar.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz, sin desistir de su idea de que el candor de su hermana le
+daba m&aacute;s precio, empez&oacute; a reflexionar que, si este candor rayaba en
+ceguera, pod&iacute;a perjudicar a sus planes. Algo le pareci&oacute; que conven&iacute;a ya,
+cuando no desatar la venda, aflojarla un poquito. Era tiempo de iniciar
+a Inesita en los m&aacute;s sencillos misterios de este p&iacute;caro mundo. Movida
+por este pensamiento, a&ntilde;adi&oacute; do&ntilde;a Beatriz:</p>
+
+<p>&mdash;S&iacute;, hija m&iacute;a, hay diversos estilos de mirar.</p>
+
+<p>&mdash;Est&aacute; bien, hermana, ya me lo explico&mdash;contest&oacute; Inesita&mdash;. Aunque soy
+bastante boba e ignorante de todo, porque en el pueblo me he pasado la
+vida cosiendo, jugando a las mu&ntilde;ecas, cuidando a nuestro anciano tutor y
+arreglando el altarito donde estaba San Antonio con el Ni&ntilde;o Dios en los
+brazos, mientras que t&uacute; le&iacute;as, estudiabas y conversabas, todav&iacute;a se me
+alcanza que se mira de distintos modos: por ejemplo, con afecto y con
+indiferencia.</p>
+
+<p>&mdash;As&iacute; es.</p>
+
+<p>&mdash;Lo que no comprendo es por qu&eacute; las casadas saben de eso, y no saben de
+eso las solteras.</p>
+
+<p>&mdash;Porque las solteras no deben saberlo; porque si lo saben, deben
+aparentar que lo ignoran, y porque pierden mucho si miran con arte, a no
+ser tan maravilloso el arte con que miren, que ni el m&aacute;s ladino le note.</p>
+
+<p>&mdash;Y dime, hermana, &iquest;no pudiera ser que, sin reflexionarlo, y en virtud
+de ese instinto, m&aacute;s inspirado y menos falible que la reflexi&oacute;n, mirase
+a veces una soltera boba tan bien o mejor que las m&aacute;s h&aacute;biles casadas?</p>
+
+<p>&mdash;Todo es posible. El ingenio lo puede todo. Voy, no obstante, a
+indicarte los tres principales escollos en que puedes tropezar si te
+pones a mirar a los hombres. Primer escollo: que se te vayan los ojos
+tras de aquel a quien mires, lo cual es rendirte, entregarte como atada
+de pies y manos, hacer que se entibie el amor si ya le inspiras, o que
+burlen y profanen y escarnezcan tu amor si no te corresponden. Segundo
+escollo: que por timidez o desconfianza mires como asombrada y arisca,
+exponi&eacute;ndote a pasar por boba o por sosa no si&eacute;ndolo. Y tercer escollo:
+que, poseedora de la ciencia del mirar y de las otras ciencias que la
+del mirar presupone, no atines a disimular y velar esta sabidur&iacute;a, y te
+acusen y zahieran de lagarta, de licurga, de desenvuelta y libre, y de
+harto sabida para soltera.</p>
+
+<p>&mdash;Me parece, Beatriz, que para evitar esos escollos lo mejor es dejarse
+llevar del impulso.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Ay, hija m&iacute;a! No hay frase m&aacute;s vac&iacute;a de sentido. Seg&uacute;n Braulio, que
+lee muchos librotes en los ratos de ocio, lo menos lleva ya el g&eacute;nero
+humano doce mil a&ntilde;os de civilizaci&oacute;n. &iquest;D&oacute;nde habr&aacute; ido a parar el
+leg&iacute;timo y puro natural impulso, despu&eacute;s de tanto jaleo de creencias,
+leyes, doctrinas, costumbres, usos, modas y convenciones sociales?
+&Eacute;chale un galgo a tu natural impulso. Hazte salvaje, o b&uacute;scale entre los
+salvajes si quieres tenerlo. Adem&aacute;s, que el natural impulso, el impulso
+meramente natural, es vicioso y malo. Extra&ntilde;o mucho que una joven, tan
+buena cristiana como t&uacute; eres, se f&iacute;e del natural impulso. Pues buena
+qued&oacute; la naturaleza despu&eacute;s del pecado original, para que de ella nos
+fiemos.</p>
+
+<p>&mdash;Mujer, me equivoqu&eacute;, me expliqu&eacute; mal. Lo que yo quer&iacute;a decir era que
+deb&iacute;a dejarme llevar, para mirar, como para todo, de mis sentimientos
+cristianos, de ese natural impulso m&iacute;o, modificado y depurado por la
+educaci&oacute;n moral y religiosa que, a Dios gracias, he recibido.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Pero ven ac&aacute;, inocente! &iquest;Qu&eacute; trae la doctrina del Padre Ripalda sobre
+esos interesant&iacute;simos pormenores? No los previ&oacute; y te dej&oacute; a obscuras.
+Nuestro tutor, en los largos sermones que nos echaba, jam&aacute;s toc&oacute; este
+punto. &iquest;C&oacute;mo hab&iacute;an de calcular el Padre Ripalda ni nuestro tutor que
+ibas a pasearte en el Buen Retiro, y que ibas a ser perseguida por un
+Condesito, buen mozo, elegante, ilustre, con coche y con m&aacute;s de 15.000
+duros de renta? En este caso complicado intervienen mil elementos ajenos
+a la teolog&iacute;a moral. Y lo que es el coche, la elegancia, el condado, la
+renta de los 15.000, los conciertos del Buen Retiro y otra infinidad de
+circunstancias, nada tienen que ver con la naturaleza; est&aacute;n por cima de
+ella; pueden y deben calificarse de <i>sobrenaturales</i>, ya que van
+a&ntilde;adidas y como sobrepuestas a lo natural por la cultura del siglo.</p>
+
+<p>La risa y el buen humor con que do&ntilde;a Beatriz dec&iacute;a todo esto
+desconcertaron un poco a Inesita. No sab&iacute;a si echarlo tambi&eacute;n a broma o
+replicar seriamente. Resolvi&oacute;se al fin por lo segundo, y dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Hermana, sean naturales o <i>sobrenaturales</i> las circunstancias,
+persisto en creer m&aacute;s seguro que cualquier artificio y estudio esto que
+yo llamo mi impulso natural. La sinceridad y la franqueza son siempre lo
+que m&aacute;s cuenta nos trae hasta por el lado pr&aacute;ctico y &uacute;til. Niego esa
+ciencia o ese arte de mirar. Para nada le necesito. Una doncella honrada
+y modesta debe mirar a todo gal&aacute;n como la buena crianza le aconseja,
+para no aparecer grosera, con el afecto general que siente o debe sentir
+por todo pr&oacute;jimo, y con la debida circunspecci&oacute;n, para que el gal&aacute;n no
+interprete mal su benevolencia y se las prometa felices. Si el gal&aacute;n
+pasa de gal&aacute;n indiferente a gal&aacute;n amado, ya el amor inspirar&aacute; a la
+doncella el conveniente modo de mirar a quien le enamora, sin que se
+canse en aprenderlo por arte.</p>
+
+<p>&mdash;Oye, Inesita&mdash;dijo do&ntilde;a Beatriz&mdash;; no te hablo de broma, sino con gran
+seriedad en el fondo. T&uacute; tendr&iacute;as raz&oacute;n en lo que dices si no hubiese
+per&iacute;odo de transici&oacute;n entre el estar enamorada y no estarlo. T&uacute; misma lo
+has dicho. <i>Si el gal&aacute;n pasa de indiferente a amado</i>. Pues bien; para
+este paso son las reglas y el arte. A quien te ame y sea correspondido
+de veras, m&iacute;rale como quieras. El amor mismo te ense&ntilde;ar&aacute; el modo de
+mirarle; pero, hija m&iacute;a, no se trata de eso; se trata de aquel a quien
+no amas a&uacute;n y que a&uacute;n no te ama.</p>
+
+<p>&mdash;A &eacute;se le mirar&eacute; como a pr&oacute;jimo.</p>
+
+<p>&mdash;Ah&iacute; est&aacute; tu error, Inesita. T&uacute; no pones t&eacute;rmino medio entre el desamor
+y el amor. Ese salto s&iacute; que es antinatural, peligroso e inveros&iacute;mil.
+Nadie pasa, por fortuna, de la indiferencia al amor sin grados, tr&aacute;mites
+y t&eacute;rminos medios. &iexcl;Pues no faltaba m&aacute;s! Hija, el amor viene poquito
+apoco. Desde la indiferencia, o mejor dicho, desde el afecto general a
+todo pr&oacute;jimo hasta ese exclusivo sentimiento que se llama amor, hay una
+escala gradual, que se va subiendo punto por punto, y que constituye el
+per&iacute;odo del coqueteo. Sin tal coqueteo, sin irse encaramando por los
+grados o escalones de la precitada escala, nadie llega jam&aacute;s hasta el
+templo del verdadero amor, ni alcanza su gloria y sus favores regalados.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;C&oacute;mo es eso? &iquest;Conque yo no podr&eacute; amar ni ser amada nunca sin
+coquetear antes?</p>
+
+<p>&mdash;No te niego la posibilidad; pero ser&iacute;a dif&iacute;cil, extraordinario. En
+novelas, en poes&iacute;a s&oacute;lo, se ve, por ejemplo, a un se&ntilde;or que ve pasar por
+la calle a una dama, y pataplum..., de repente..., c&aacute;tale muerto de amor
+por ella. Ella tambi&eacute;n le mira..., y adi&oacute;s reposo y juicio; sin saber si
+es un tunante o un hombre de bien, un tonto o un sabio, un rico o un
+pobre, ya la tenemos enamorada. Lo racional no es esto; lo racional es
+que las personas se traten, se hablen, se conozcan, se estimen, vayan
+aficion&aacute;ndose una a otra, hasta que al cabo se amen. Todo este per&iacute;odo
+es lo que yo he llamado el coqueteo. Mira t&uacute; si el coqueteo es necesario
+y &uacute;til. Sin &eacute;l no hay amor. Y si no ponte con una cara que despida
+hu&eacute;spedes, no hagas caso de nadie, no mires a nadie sino como a pr&oacute;jimo
+mientras no sientas amor, y el amor ni acudir&aacute; jam&aacute;s a tu alma ni t&uacute; le
+infundir&aacute;s jam&aacute;s en otra alma humana. El coqueteo es, pues, un rito, un
+culto, una plegaria, una evocaci&oacute;n del amor para que venga. Digo todo
+esto a fin de que te dejes de gazmo&ntilde;er&iacute;as y vayas siendo algo coqueta. Y
+como yo deseo que lo seas con distinci&oacute;n y suavidad, sin desafuero de
+ninguna clase, con la compostura y modestia que se requieren, y
+conservando ese maravilloso candor, ese aspecto de inocencia pur&iacute;sima
+que Dios ha puesto en tu adem&aacute;n y en tu semblante, por eso te recomiendo
+el arte divino.</p>
+
+<p>&mdash;Y con ese arte, &iquest;qu&eacute; ganar&eacute;?</p>
+
+<p>&mdash;Ganar&aacute;s que te amen. Vamos a un caso particular. Hablemos del
+Condesito de la otra noche. Bien s&eacute; que no le amas. Demos gracias a Dios
+de que no te ha hecho tan inflamable que te pongas a amar a un hombre
+s&oacute;lo con verle de pasada. No es de presumir tampoco que &eacute;l est&eacute;
+perdidamente enamorado de ti. Tampoco los hombres se enamoran de s&uacute;bito.
+Lo que s&iacute; es probable, casi seguro, es que el Condesito te ha encontrado
+bella, airosa y elegante; ha imaginado que eres buena y que est&aacute;s bien
+educada, en lo cual no se equivoca, y te admira y le atraen hacia ti
+curiosidad, simpat&iacute;a y otros vagos deseos y pensamientos. Te concedo,
+adem&aacute;s, que el Condesito, con su petulancia, que es mucha, se promete
+triunfos y victorias que no te hacen favor. Pues bien; todo esto es el
+fundamento de un coqueteo. Importa no espantar esas simpat&iacute;as nacientes
+poniendo cara de baqueta; importa refrenar las esperanzas infundadas y
+atrevidas; es menester domar con el debido respeto todo irreverente
+prop&oacute;sito; y se debe, por &uacute;ltimo, atraer al Condesito, a ver si te ama y
+t&uacute; le amas.</p>
+
+<p>&mdash;Pero si yo no le amo.</p>
+
+<p>&mdash;Ya s&eacute; que no le amas. &iquest;No lo he dicho? Ni &eacute;l te ama tampoco. Pero &iquest;te
+amar&aacute; nadie nunca ni t&uacute; amar&aacute;s a nadie si sigues as&iacute;? &iquest;C&oacute;mo ha de acudir
+a ti el amor si le oseas cual si fuese p&aacute;jaro de mal ag&uuml;ero?</p>
+
+<p>Inesita casi se sinti&oacute; vencida. Su hermana sigui&oacute; haciendo tan sabias y
+profundas reflexiones, que la chica vino a alucinarse y a imaginar que
+el coqueteo, dentro de ciertos l&iacute;mites, era un deber, al que estaba
+faltando. Inesita prometi&oacute;, pues, seguir los consejos de su hermana
+hasta donde, sin violentarse, le fuera posible, y ser un poquito
+coqueta, con dignidad y con el arte que ir&iacute;a aprendiendo.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz di&oacute; por cierto que a la noche siguiente, en el Buen Retiro,
+hallar&iacute;an al Condesito, ser&iacute;an perseguidas por &eacute;l y habr&iacute;a ocasi&oacute;n de
+que Inesita mostrase su aptitud, no probada a&uacute;n, para la coqueter&iacute;a.</p>
+
+<p>Seg&uacute;n do&ntilde;a Beatriz, todo el papel de Inesita en la noche siguiente deb&iacute;a
+limitarse a decir con los ojos, por estilo vago y claro sin embargo, con
+tal arte que pareciese la frase irreflexiva y espont&aacute;nea, con impecable
+pureza y sencillez de intenci&oacute;n y sin prometer nada que pasase de
+amistad: &laquo;Me es usted simp&aacute;tico, aunque deploro que sea usted un tanto
+cuanto fatuo. Me alegrar&eacute; de tratar a usted, mas para ello quiero que
+sea usted menos presumido y m&aacute;s comedido, y que se haga presentar como
+la buena sociedad exige y de modo que no choque.&raquo;</p>
+
+<p>Inesita sosten&iacute;a que con los ojos era imposible enjaretar tan larga
+perorata. Do&ntilde;a Beatriz, por el contrario, aseguraba que con los ojos se
+dec&iacute;a todo sin dificultad alguna.</p>
+
+<p>En esta cuesti&oacute;n estaban, cuando llam&oacute; a la puerta don Braulio, y entr&oacute;
+luego en el cuarto, interrumpiendo a las dos hermanas.</p>
+
+<p>El hombre era seg&uacute;n se le hab&iacute;an descrito al Conde de Alhed&iacute;n: flaco,
+calvo, peque&ntilde;o de cuerpo, nada bonito; y, aunque s&oacute;lo ten&iacute;a cuarenta y
+cinco a&ntilde;os, parec&iacute;a tener diez m&aacute;s, porque el trabajo, los cuidados y
+los disgustos le hab&iacute;an envejecido. Estaba vestido con limpieza y
+sencillez. Su rostro moreno ten&iacute;a admirable expresi&oacute;n de bondad y de
+inteligencia. Sus ojos negros, &uacute;nica cosa bella que hab&iacute;a en &eacute;l,
+brillaban a cada mirada con luz viva y penetrante. Sus mejillas,
+hundidas, estaban surcadas de arrugas; pero en su boca, m&aacute;s bien grande
+que peque&ntilde;a, hab&iacute;a firmeza y br&iacute;o, y sus labios delgados se plegaban con
+gracia, prestando animaci&oacute;n a toda la fisonom&iacute;a y dejando ver dos
+hileras de dientes blancos, sanos y bien puestos. La nariz de don
+Braulio, aunque no deforme, era un si es no es acaballada o de pico de
+loro.</p>
+
+<p>Don Braulio ven&iacute;a muy fatigado, y a las pocas palabras que habl&oacute; con las
+mujeres pensaron todos en retirarse a dormir.</p>
+
+<p>La primera que sali&oacute; de la sala fu&eacute; do&ntilde;a Beatriz.</p>
+
+<p>Don Braulio qued&oacute; un momento solo con Inesita. Acerc&oacute;se entonces a ella
+y le dijo en voz baja:</p>
+
+<p>&mdash;In&eacute;s, tengo que cumplir con una comisi&oacute;n que para ti me han dado. Toma
+esta carta, gu&aacute;rdala y l&eacute;ela con detenci&oacute;n y reposo. El que la escribe
+exige que no hables con nadie de la carta, sino conmigo si quieres.
+Hasta para tu hermana ha de ser un secreto. &iquest;Lo entiendes? Hay adem&aacute;s
+otra condici&oacute;n extra&ntilde;a. La contestaci&oacute;n que has de dar no se te admite
+hasta dentro de un mes, y se te suplica al mismo tiempo que no retardes
+el darla m&aacute;s de cuatro meses.</p>
+
+<p>Don Braulio, dicho esto, puso la carta en manos de Inesita, y se fu&eacute; por
+donde su mujer hab&iacute;a ido, sin aguardar a que Inesita leyese la carta o
+le hiciese alguna pregunta sobre ella. Parec&iacute;a que don Braulio deseaba
+tambi&eacute;n que Inesita meditase con sosiego, antes de hablarle del
+importante negocio de que sin duda la carta trataba.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="V" id="V"></a><a href="#toc">V</a></h2>
+
+
+<p>Apenas Inesita se qued&oacute; sola mir&oacute; el sobrescrito de la carta, y, sin
+emoci&oacute;n, casi sin curiosidad, al menos perceptible, iba a abrirla y a
+leerla, cuando apareci&oacute; en escena un nuevo personaje, que hizo que la
+muchacha se guardase precipitadamente la carta en el bolsillo.</p>
+
+<p>Este nuevo personaje era el ama Teresa. Llam&aacute;banla ama no porque jam&aacute;s
+lo hubiera sido de cr&iacute;a, sino porque hab&iacute;a sido ama de gobierno del
+se&ntilde;or Cura. Estaba ya m&aacute;s cerca de los sesenta que de los cincuenta
+a&ntilde;os, y hab&iacute;a cuidado con grande esmero y cari&ntilde;o de Beatriz y de In&eacute;s
+desde que ellas hab&iacute;an quedado hu&eacute;rfanas. A las dos las quer&iacute;a mucho;
+pero, como hab&iacute;a cuidado a Inesita desde m&aacute;s ni&ntilde;a, y como Inesita segu&iacute;a
+soltera, ten&iacute;a con ella mayor familiaridad y confianza.</p>
+
+<p>Por extra&ntilde;a alucinaci&oacute;n, m&aacute;s frecuente de lo que se piensa, el ama, como
+si los a&ntilde;os hubieran pasado en balde o no hubieran pasado, no ve&iacute;a en
+Inesita a la mujer ya formada, sino a la ni&ntilde;a peque&ntilde;uela que hab&iacute;a
+mimado tanto.</p>
+
+<p>Segu&iacute;a, pues, mim&aacute;ndola y trat&aacute;ndola como si Inesita tuviera cinco o
+seis a&ntilde;os. Sus acciones con relaci&oacute;n a Inesita se resent&iacute;an de dicha
+alucinaci&oacute;n; pero en sus discursos, cuando hablaba con ella, hab&iacute;a una
+combinaci&oacute;n graciosa de los mimos e inocentadas con que se habla a las
+criaturitas, y de los esfuerzos de ingenio y de estudiada discreci&oacute;n con
+que las personas ignorantes y rudas procuran nivelarse con aquellas de
+cuyo saber e inteligencia han formado el concepto m&aacute;s ventajoso.</p>
+
+<p>En cuanto ten&iacute;a o cre&iacute;a tener por experiencia alguna superioridad, el
+ama hablaba a Inesita con dulce imperio, mientras que en negocios de m&aacute;s
+alta trascendencia, en lo que iba m&aacute;s all&aacute; de lo material y presupon&iacute;a
+cierta cultura del esp&iacute;ritu, el ama se dirig&iacute;a a Inesita con respeto
+profundo y con el af&aacute;n de ponerse a su altura. Por lo dem&aacute;s, el ama se
+complac&iacute;a en discretear con Inesita, en contarle sus impresiones y en
+buscar modo de poder decir que discurr&iacute;a como ella; que su esp&iacute;ritu y el
+de Inesita estaban en completa consonancia.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos&mdash;dijo el ama&mdash;, &iquest;qu&eacute; haces aqu&iacute; tonteando? Ven a acostarte. Nada
+es m&aacute;s da&ntilde;ino para la salud que esta picara usanza de Madrid de hacer
+del d&iacute;a noche y de la noche d&iacute;a.</p>
+
+<p>&mdash;Ya voy&mdash;contest&oacute; In&eacute;s.</p>
+
+<p>Y sigui&oacute; al ama, que la acompa&ntilde;aba siempre, la ayudaba a desnudarse,
+como a vestirse, y nunca se apartaba de ella por la noche hasta dejarla
+en la cama.</p>
+
+<p>El cuarto de dormir de In&eacute;s estaba puesto con singular esmero y
+limpieza. Sobre la c&oacute;moda, en una urna de vidrio, se ve&iacute;a un San Antonio
+de Padua, de bulto, hecho de barro cocido y pintado por no vulgar
+artista. El joven Santo, gloria de Lisboa, era muy lindo de cara, ten&iacute;a
+buenos colores, como si la vida penitente no le hiciese mella por la
+gracia de Dios, y se mostraba alegre y extasiado mirando al Ni&ntilde;o Jes&uacute;s,
+el cual estaba en sus brazos y le prodigaba mil regalados favores.</p>
+
+<p>La pobre cama de Inesita, las tres sillas que ten&iacute;a y un peque&ntilde;o
+velador, sobre el cual hab&iacute;a recado de escribir, eran la pulcritud
+misma. Completaba el mueblaje un armario de pino con puertas vidrieras,
+dentro del cual hab&iacute;a varios libros y no pocas curiosidades y primores
+de casi ning&uacute;n valor, pero que all&iacute; estaban custodiados como si fueran
+los m&aacute;s portentosos objetos de arte. All&iacute; aparec&iacute;an, colocados en buen
+orden, los reyes magos y algunos pastores y zagalas de un antiguo
+nacimiento, un &aacute;ngel, dos mu&ntilde;ecas vestidas con mucho aseo, y varias
+cajitas y otros juguetillos que daban testimonio de lo cuidadosa y
+guardadora que era su hermoso due&ntilde;o.</p>
+
+<p>La ropa blanca de Inesita estaba en la c&oacute;moda, y los vestidos y dem&aacute;s
+galas se conservaban en un cuartucho obscuro, inmediato a la alcoba,
+donde hab&iacute;a perchas, y donde los cubr&iacute;an algunas colchas viejas de
+indiana y de coco.</p>
+
+<p>Lo primero que hizo Inesita fue esconder la carta con el mayor disimulo
+entre la almohada de su cama y la funda. Luego dej&oacute; reposadamente que el
+ama la ayudara a desnudarse, lo cual fu&eacute; obra de pocos minutos. Y qued&oacute;
+al fin en la cama, con el pelo no recogido en red ni en cofia, sino
+suelto en rica y adorada madeja.</p>
+
+<p>Dijo Inesita que no ten&iacute;a ganas de dormir, y rog&oacute; al ama que la dejase
+luz para leer en un libro devoto durante media hora siquiera. El ama,
+aunque a rega&ntilde;adientes, tuvo que aproximar a la cama el veladorcito y
+dejar en &eacute;l encendida una vela.</p>
+
+<p>Durante todo esto no estaba ociosa la lengua del ama. Inesita casi
+respond&iacute;a siempre por monos&iacute;labos, deseosa de que terminase la charla y
+de quedarse sola; pero el ama estaba en vena aquella noche y no acababa
+con sus reflexiones y discursos.</p>
+
+<p>Entre otras cosas dec&iacute;a:</p>
+
+<p>&mdash;Hija, no se me alcanza el gusto que puedan tener tu hermana y su
+marido en vivir en este laberinto de la corte. &iexcl;Cu&aacute;nto mejor est&aacute;bamos
+en nuestro pueblo! Verdad es que all&iacute; el sueldo era m&aacute;s ruin; pero... si
+all&iacute; con una peseta se hace m&aacute;s que aqu&iacute; con un duro... Yo, lo confieso,
+me ahogo en estos tabuquillos y chiribitiles en que vivimos. &iexcl;Cu&aacute;nto
+echo de menos aquellos patios, aquellos corralones de mi tierra! &iexcl;En la
+cocina del se&ntilde;or Cura cab&iacute;a toda esta habitaci&oacute;n y sobraba sitio! &iexcl;Y
+luego... vivir tan altos... tan encaramados! &iexcl;Vaya si hay escalones
+hasta llegar aqu&iacute;! Y no es esto lo peor. Lo peor es el poco o ning&uacute;n
+caso que le hacen aqu&iacute; a una. Todav&iacute;a no tengo en Madrid persona con
+quien hablar. All&aacute; en el pueblo, &iexcl;qu&eacute; delicia! Sal&iacute;a yo a la calle y no
+hab&iacute;a perro ni gato que no me dijese: &laquo;Dios guarde a su merced; adi&oacute;s,
+ama Teresa. &iquest;C&oacute;mo lo pasa usted, se&ntilde;ora?&raquo;, y otras cosas por el estilo.
+Aqu&iacute; no hay un alma que me dirija la palabra y me d&eacute; los buenos d&iacute;as.
+Luego todo est&aacute; car&iacute;simo; se come oro: o es menester ponerse a dieta, o
+gastar en comer cuanto dinero hay. Dentro de poco empezar&aacute;n los
+zorzales, y en nuestra tierra llegan a ponerse hasta a cinco cuartos el
+par. V&eacute; tu a comerte aqu&iacute; dos zorzales tan gordos como aqu&eacute;llos. Ya,
+ya..., trabajo te mando... Sobre que no los hay... Y toma... Si los
+hubiera, costar&iacute;an un ojo de la cara. &iexcl;Pues a fe que te gustaban a ti
+poco los zorzales! &iquest;Y las anguilas? &iquest;Y las ancas de rana? Nada de esto
+est&aacute; por aqu&iacute; a nuestros alcances sino cuando repican recio.</p>
+
+<p>&mdash;No seas golosa, ama; no seas golosa; no te acuerdes tanto de las ollas
+de Egipto, como dec&iacute;a el se&ntilde;or Cura, quien te sol&iacute;a reprender por ese
+vicio de la gula&mdash;dijo Inesita riendo.</p>
+
+<p>&mdash;No es gula, ingrata. Yo me lamento por ti, y no por m&iacute;. A m&iacute; me basta
+con un plato de alboron&iacute;a o con un gazpacho. Por otra parte, yo no me
+duelo s&oacute;lo de la comida, sino tambi&eacute;n de otras cosas. Y me duelo con
+raz&oacute;n. Y si no, seamos francas... &iquest;Crees t&uacute; que es tan f&aacute;cil que en
+Madrid te salte un buen novio?</p>
+
+<p>&mdash;D&eacute;jalo..., que no me salte. Si yo no estoy impaciente por tener novio.</p>
+
+<p>&mdash;Pues &iquest;qu&eacute; quieres tener? &iquest;Qu&eacute; diablos han de tener las muchachas?</p>
+
+<p>&mdash;Nada, mujer, nada...</p>
+
+<p>&mdash;No, se&ntilde;orita; es menester que salte un buen novio y casarse. Tu
+hermana es excelente, tu cu&ntilde;ado es un santo; pero no has de vivir toda
+la vida con ellos y medio a expensas de ellos.</p>
+
+<p>Inesita exhal&oacute; un suspiro, y el ama prosigui&oacute;:</p>
+
+<p>&mdash;En el pueblo, para ti, que eres una real moza, &iquest;c&oacute;mo hab&iacute;a de faltar
+alg&uacute;n rico hacendado, alg&uacute;n propietario o labrador con el ri&ntilde;&oacute;n bien
+cubierto, que aspirase a tu mano? Pero aqu&iacute; me parece dif&iacute;cil. Los ricos
+andan embaucados con las marquesas y con las duquesas, o con mil
+tunantas de mala ralea, que los explotan. &iquest;Qu&eacute; es lo que queda para
+se&ntilde;oritas pobres como t&uacute;? Nada..., el apodo de cursis que suelen
+prodigaros..., y alg&uacute;n Don L&iacute;quido degollante, con m&aacute;s hambre que
+verg&uuml;enza y con m&aacute;s trampas que medios de ganarse la vida.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qui&eacute;n sabe, ama?&mdash;contest&oacute; Inesita&mdash;. No te apures tanto por m&iacute;. Dios
+proveer&aacute;. Adi&oacute;s, y d&eacute;jame ya sola.</p>
+
+<p>El ama no tuvo m&aacute;s remedio que irse. Bes&oacute; a su ni&ntilde;a, y recomend&aacute;ndole
+que apagase pronto la luz y se durmiese, se sali&oacute; del cuarto, cerrando
+cuidadosamente la puerta.</p>
+
+<p>No bien qued&oacute; Inesita en la soledad, sac&oacute; del escondite la carta y ley&oacute;
+lo siguiente:</p>
+
+<p>&laquo;Mi apreciable se&ntilde;orita y querida amiga: A pesar del respeto con que
+siempre he tratado a usted, no dejar&aacute; usted de haber notado el cari&ntilde;o
+m&aacute;s que fraternal que desde que era usted ni&ntilde;a le profeso. La diferencia
+de clase que hay entre usted y yo, y la escasez de mis bienes de
+fortuna, no me dieron nunca &aacute;nimo, mientras estuvo usted aqu&iacute;, ni para
+so&ntilde;ar siquiera que podr&iacute;a yo pretender a usted a fin de que hiciese mi
+dicha, aceptando mi mano. Desde que usted falta de este pueblo Dios me
+ha favorecido, bendiciendo mi trabajo y desvelo, y cuento ya con rentas
+y medios para vivir aqu&iacute; con familia, casi tan bien como los m&aacute;s
+pudientes. Este cambio o mejora en mi posici&oacute;n y la consideraci&oacute;n de que
+su hermana de usted tom&oacute; por marido a un hombre honrado y pobre, y de
+que usted no ha de ser ni m&aacute;s ambiciosa ni m&aacute;s exigente que ella, me dan
+al cabo el atrevimiento que me ha faltado hasta el d&iacute;a, y me llevan a
+declararle que la quiero de amor y que ser&iacute;a yo el m&aacute;s dichoso de los
+hombres si usted me correspondiese.</p>
+
+<p>&raquo;Conozco la nobleza y generosidad del coraz&oacute;n de usted, y s&eacute; que jam&aacute;s
+se casar&aacute; usted por mero c&aacute;lculo; pero no soy tampoco tan
+irreflexivamente entusiasta que no entienda que, al dar paso tan
+importante como el de ligarse para siempre y formar una familia, no
+deban consultarse, pesarse y medirse las dificultades que ofrece la
+vida, y los recursos que hay para vencerlas. Por esto &uacute;ltimo, digo a
+usted con franqueza, sin creer que en ello la ofendo, que tengo hoy
+bastantes bienes. De lo que poseo podr&aacute; informar a usted
+circunstanciadamente su cu&ntilde;ado y amigo m&iacute;o don Braulio.</p>
+
+<p>&raquo;En cuanto a mi persona, usted me conoce y decidir&aacute;. S&eacute; que no la
+merezco a usted; pero el amor me hace atrevido, y de &eacute;l imploro que me
+preste los merecimientos que me faltan.</p>
+
+<p>&raquo;No quiero que usted se decida de repente, sino despu&eacute;s de examen muy
+detenido, a fin de que no tenga que arrepentirse de una ligereza. La
+vida de Madrid debe tener extraordinarios atractivos para las j&oacute;venes.
+Quiero que vea usted a Madrid, y que conozca y aprecie todos esos
+atractivos, a fin de que renuncie a ellos, sabiendo lo que renuncia,
+cuando me d&eacute; un s&iacute;, si por dicha me le da. Si usted uniese su suerte a
+la m&iacute;a, ser&iacute;a aqu&iacute; respetada y amada; la rodear&iacute;a yo de todo aquello que
+pudiera serle grato, hasta donde el bienestar y la cultura de estos
+lugares lo consienten; pero tendr&iacute;a usted que desistir de toda idea de
+volver, como no fuese de paso, a las grandes ciudades. Mi ambici&oacute;n y
+todos los planes de mi vida est&aacute;n cifrados en cuidar de mi caudal y en
+hacerlo mayor en este pueblo, donde quiero que vivan tambi&eacute;n mis hijos,
+si Dios me los concede. Por esto pongo un plazo a la contestaci&oacute;n que
+deseo, y suplico a usted que no me la d&eacute; precipitada. Mi impaciencia es
+grande, pero s&eacute; refrenar mi impaciencia cuando se trata de mi felicidad
+de toda la vida, y, sobre todo, de la de usted, que me es mil veces m&aacute;s
+cara.</p>
+
+<p>&raquo;Tengo un capricho, y le llamo capricho porque ser&iacute;a prolijo exponer
+aqu&iacute; las razones en que se funda: tengo el capricho de que usted, con
+plena libertad, sin que nadie influya con sus consejos en favor o en
+contra, decida de mi suerte, desde&ntilde;&aacute;ndome o favoreci&eacute;ndome.</p>
+
+<p>&raquo;As&iacute;, pues, esta declaraci&oacute;n m&iacute;a es un secreto para todos, incluso para
+su se&ntilde;ora hermana de usted, do&ntilde;a Beatriz. S&oacute;lo don Braulio sabe el paso
+que doy; pero don Braulio me ha prometido no abogar por m&iacute;, y se
+limitar&aacute; a dar a usted los informes que usted pida.</p>
+
+<p>&raquo;Aguardar&eacute; hasta dentro de un mes, lo menos. No atribuya usted a
+frialdad de mi alma este largo aguardar que yo mismo impongo. Atrib&uacute;yalo
+a la idea tan alta que tengo de la solemnidad y consecuencia del
+compromiso que induzco a usted a contraer.</p>
+
+<p>&raquo;De usted depende mi dicha; pero no dude usted de que, aun desde&ntilde;ado,
+seguir&aacute; siempre admir&aacute;ndola y am&aacute;ndola su afect&iacute;simo, <span class="smcap">Paco Ram&iacute;rez</span>.&raquo;</p>
+
+<p>Inesita ley&oacute; esta carta con muy viva satisfacci&oacute;n, mostr&aacute;ndola en el
+carm&iacute;n que animaba y encend&iacute;a su rostro. Nadie, sin embargo, que la
+hubiese observado en aquel instante, a no poseer facultades
+sobrenaturales para leer en las almas, hubiera descubierto si la
+satisfacci&oacute;n era s&oacute;lo de vanidad por verse querida, o tambi&eacute;n de amor
+hacia la persona que se empe&ntilde;aba en enamorarla.</p>
+
+<p>Le&iacute;da la carta, Inesita se levant&oacute; de la cama, abri&oacute; el caj&oacute;n de arriba
+de la c&oacute;moda y guard&oacute; la carta en &eacute;l bajo llave.</p>
+
+<p>Luego volvi&oacute; a acostarse, apag&oacute; la luz y se coloc&oacute; c&oacute;modamente para
+meditar quiz&aacute; sobre el contenido del mencionado documento, y para dormir
+al fin.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="VI" id="VI"></a><a href="#toc">VI</a></h2>
+
+
+<p>A la ma&ntilde;ana siguiente Inesita y don Braulio, mientras que do&ntilde;a Beatriz,
+menos madrugadora que ellos, estaba a&uacute;n en cama, tuvieron una larga
+conversaci&oacute;n acerca sin duda de la carta de Paco Ram&iacute;rez.</p>
+
+<p>Despu&eacute;s fueron juntas a misa las dos hermanas; despu&eacute;s almorzaron todos,
+y, por &uacute;ltimo, don Braulio, no sin prometer antes que aquella noche
+llevar&iacute;a a las dos muchachas a los Jardines del Buen Retiro, se fu&eacute; al
+Ministerio de Hacienda. Aunque domingo, don Braulio motiv&oacute; su ida, o di&oacute;
+pretexto a ella, suponiendo que ten&iacute;a ocupaciones extraordinarias.</p>
+
+<p>Ya en su despacho, donde nadie hab&iacute;a acudido m&aacute;s que &eacute;l, don Braulio, en
+vez de estudiar expedientes, estuvo largo tiempo sentado, con los codos
+sobre su bufete y las manos en las mejillas, estudi&aacute;ndose a s&iacute; mismo.
+Este estudio no debi&oacute; de dar muy satisfactorio resultado. Don Braulio
+suspir&oacute; varias veces; frunci&oacute; las cejas; mostr&oacute; cierta c&oacute;lera dando
+algunos pu&ntilde;etazos, y acab&oacute; por enternecerse y derramar dos l&aacute;grimas, que
+lentamente le surcaron el rostro.</p>
+
+<p>Entonces, como por v&iacute;a de desahogo y consuelo, escribi&oacute; a Paco Ram&iacute;rez
+la siguiente carta:</p>
+
+<p>&laquo;Querido Paco: Anoche cumpl&iacute; tu encargo con todos los requisitos y
+precauciones que me encomendabas. Beatriz ignora y seguir&aacute; ignorando el
+paso que has dado. In&eacute;s es muy sigilosa. En cuanto al efecto que la
+lectura de tu carta pueda haber producido en su &aacute;nimo, yo no s&eacute; qu&eacute;
+decirte. Hoy de ma&ntilde;ana he hablado con In&eacute;s; pero el coraz&oacute;n de una
+doncella es impenetrable, insondable como un abismo. El pudor, la
+candidez, la inocencia, todas esas prendas, que los hombres estimamos
+mucho, forman no ya un velo tupido, sino una muralla alta y gruesa, que
+sirve de reparo al coraz&oacute;n para que no se descubra ni se lea lo que en
+&eacute;l importa leer. De aqu&iacute; el enga&ntilde;o que padecen con frecuencia los
+hombres m&aacute;s despejados; enga&ntilde;o que no ven sino cuando ya no tiene
+remedio: despu&eacute;s que se casan.</p>
+
+<p>&raquo;Inesita parece, y yo creo que es, candorosa, buena, franca, todo lo que
+t&uacute; te imaginas; pero no deja descubrir no ya si te quiere o no, sino si
+tu carta la ha lisonjeado o no la ha lisonjeado. Eso s&iacute;: ella se ha
+mostrado muy agradecida al cari&ntilde;o y confianza que te infunde. De cuanto
+me ha dicho infiero adem&aacute;s otra cosa muy importante. Si In&eacute;s
+reflexivamente hubiera pensado esta otra cosa, ser&iacute;a algo de censurar
+tanta reflexi&oacute;n; pero yo creo que ella la siente de un modo instintivo,
+sin darse cuenta completa, y atinando, sin embargo, con lo justo. En
+suma, In&eacute;s no calcula ni reflexiona, sino siente y percibe que tu plan
+es malo y ocasionado a error. T&uacute; le propones que se decida en un mes o
+por los placeres de esta capital, por los triunfos de amor propio que
+aqu&iacute; pueda tener y por las esperanzas ambiciosas que puedan nacer en su
+alma, o por tu persona, tu amor y tu mano. Esto ser&iacute;a discreto si no
+hubiese una circunstancia que lo echa a perder y que ha descubierto ella
+en seguida.</p>
+
+<p>&raquo;Es esta circunstancia tu ausencia. Ausente t&uacute;, y presentes todos esos
+bienes, aparentes o reales, que ha de abandonar por ti, la partida no es
+igual. No eres t&uacute; quien lucha, sino tu recuerdo, el cual, si por un lado
+vale menos que la persona misma, por otro lado puede valer mucho m&aacute;s si
+la poes&iacute;a le hermosea. En resoluci&oacute;n: Inesita no va a abandonar esto por
+ti, dado que te prefiera, sino por el recuerdo que tiene de ti, a quien
+no ve hace tres a&ntilde;os. El recuerdo adem&aacute;s tiene que ser confuso,
+incompleto, de diversa suerte, y ella tendr&aacute; que completarle y
+transformarle con la fantas&iacute;a. Ella no te puede recordar como una mujer
+recuerda a un hombre, como una novia recuerda a su novio, sino como una
+ni&ntilde;a recuerda a su hermano mayor. Tiene, pues, que a&ntilde;adir
+imaginariamente la cualidad de amante y pensar en ti de otra manera que
+hasta ahora ha pensado.</p>
+
+<p>&raquo;Todo esto, y m&aacute;s, que t&uacute; comprender&aacute;s sin que yo lo diga, se agita en
+la mente de In&eacute;s. Yo interpreto, acaso me equivoque, pero se me antoja
+que ella se pregunta: &laquo;&iquest;Me gustaba Paco, cuando le ve&iacute;a en el pueblo,
+como debe gustar un novio a su novia? &iquest;Me gustaba s&oacute;lo como hermanito? Y
+si me gustaba ya como novio, &iquest;era porque &eacute;l se lo merece o porque en el
+pueblo no hab&iacute;a yo visto a otros hombres que se lo mereciesen m&aacute;s? &iquest;No
+podr&aacute; acontecer que ahora poetice yo a Paco en mi recuerdo, y que le
+halle, cuando le vea, muy por bajo del recuerdo mismo? En su propia
+alma, &iquest;no puede darse un fen&oacute;meno semejante? Sea por lo que sea,
+expl&iacute;quelo &eacute;l como quiera explicarlo, es lo cierto que nada me dijo de
+que me amaba cuando viv&iacute;amos juntos, y ahora, que no me ve hace tres
+a&ntilde;os, me declara su amor y quiere casarse conmigo. &iquest;En qu&eacute; consiste
+esto?&raquo; In&eacute;s no responde a tales preguntas. No resuelve ninguna de las
+dudas que la asaltan. Entiendo, pues, que lo que desea, aunque no se
+atrevi&oacute; a dec&iacute;rmelo, es que t&uacute; vengas por aqu&iacute;; &uacute;nico modo para ella de
+verlo claro todo; de convencerse de que la quieres, y de comprender si
+ella te quiere a ti, prefiri&eacute;ndote a todos los encantos madrile&ntilde;os, los
+cuales, a la verdad, son mil veces menores de lo que t&uacute; piensas, para
+los pobres como nosotros.</p>
+
+<p>&raquo;Inesita no ha expresado, repito, el deseo de que vengas. Yo soy quien
+creo adivinar en ella este deseo, que tiene raz&oacute;n para sentir y no
+expresar. Ella no puede decir: &laquo;Venga usted a ver si me gusta y luego
+hablaremos: luego le dir&eacute; que s&iacute; o le dar&eacute; calabazas.&raquo; Esto, sin
+embargo, es lo razonable.</p>
+
+<p>&raquo;Por lo dem&aacute;s, yo nada tengo que censurar en tus planes, sino mucho que
+aplaudir. Si te casas, debes quedarte ah&iacute;, donde eres uno de los
+primeros, y no venir a grandes poblaciones, donde tendr&aacute;s que ser de los
+&uacute;ltimos.</p>
+
+<p>&raquo;Para hombre de cierta clase y casado con mujer de ciertas condiciones
+es terrible esta vida.</p>
+
+<p>&raquo;A ti s&oacute;lo, que eres mi amigo m&aacute;s &iacute;ntimo y leal, puedo dec&iacute;rtelo; y a ti
+no puedo menos de dec&iacute;rtelo, a fin de aliviar el peso de mi angustiado
+coraz&oacute;n: soy muy desdichado.</p>
+
+<p>&raquo;Beatriz se cas&oacute; conmigo por amor. A pesar de la gran diferencia de
+edad, me quiso, no hall&aacute;ndome inferior a cuantos ah&iacute; hab&iacute;a visto. Creo
+que Beatriz sigue queri&eacute;ndome; pero el temor de que me pierda el cari&ntilde;o,
+la sospecha de que el alto concepto que de m&iacute; form&oacute; vaya rebaj&aacute;ndose de
+continuo, me tiene constantemente sobresaltado.</p>
+
+<p>&raquo;El menosprecio es contagioso. A fuerza de mirar mi mujer el pobre papel
+que hago, lo desde&ntilde;ado que estoy, la humilde posici&oacute;n que ocupo, &iquest;no
+acabar&aacute; por desde&ntilde;arme tambi&eacute;n? &iquest;No acabar&aacute; por odiarme, si considera
+que la hago v&iacute;ctima de mi mala ventura? Ah&iacute;, aunque pobre, era una
+se&ntilde;orita de las primeras. Aqu&iacute; es la mujer de un obscuro y miserable
+empleadillo, de quien nadie hace caso.</p>
+
+<p>&raquo;Yo tengo mi teor&iacute;a, con que me consuelo de mi mala ventura y saco a
+salvo mi orgullo. Pero &iquest;c&oacute;mo convertir a mi mujer y hacerla creyente de
+mi teor&iacute;a? &iquest;No le parecer&aacute; falsa?</p>
+
+<p>&raquo;Mi teor&iacute;a es como sigue. Yo creo que el entendimiento es uno, y me
+figuro un instrumento para medirle semejante al term&oacute;metro. Pongamos en
+&eacute;l 100 grados, que es n&uacute;mero redondo, y con 20, en mi sentir, bastar&aacute;
+para todo lo pr&aacute;ctico de la vida, si la fortuna sopla y las
+circunstancias son favorables. Con los 20 grados se llega a ser ministro
+celebrad&iacute;simo, pr&iacute;ncipe de gran m&eacute;rito, presidente de rep&uacute;blica,
+banquero poderoso y hasta cardenal y papa. Para hacer todos estos
+papeles medianamente basta con la mitad de los grados; basta con 10.
+Seamos, no obstante, pr&oacute;digos y concedamos 20 a las m&aacute;s altas
+notabilidades de la vida social y pol&iacute;tica. Todos los grados de
+entendimiento que tengas por cima de los 20 no s&oacute;lo te ser&aacute;n in&uacute;tiles,
+sino nocivos; te distraer&aacute;n de lo que importa a tu inter&eacute;s; te har&aacute;n
+pensar en multitud de asuntos in&uacute;tiles, en que no piensan los tontos; te
+concitar&aacute;n el odio de los dem&aacute;s hombres, o har&aacute;n que te miren como a un
+bicho raro y estrafalario, y de nada podr&aacute;n servirte si no llegan a los
+100, que son ya los grados del <i>genio</i>. Podr&aacute;n tambi&eacute;n perjudicarte
+excitando tu amor propio y haci&eacute;ndote pensar que eres <i>genio</i> o est&aacute;s
+cerca de serlo, con lo cual es probable que te pongas en rid&iacute;culo. Para
+ser <i>genio</i> se requieren los 100 grados bien cubiertos, y aun as&iacute;, el
+<i>genio</i> suele quedar latente si el hado propicio no le saca a relucir.
+Entonces aparecen Cervantes, Newton, Shakespeare, Hegel y otros tales.
+Mientras esto no aparece no hay ser m&aacute;s deplorable y c&oacute;mico que el
+hombre que tiene, en nuestro siglo, m&aacute;s de los 20 grados de
+entendimiento, necesarios para llegar a lo m&aacute;s sublime de la vida
+pr&aacute;ctica, en el medio o ambiente de civilizaci&oacute;n que nos circunda. Claro
+est&aacute; que, seg&uacute;n progrese el g&eacute;nero humano, subir&aacute; el nivel y ser&aacute;n
+menester m&aacute;s grados para lo pr&aacute;ctico, as&iacute; como, en antiguas edades, se
+requer&iacute;an menos. En el estado salvaje, pongo por caso, bastaban dos o
+tres grados. No se requer&iacute;a para cazar y pescar, para estratagemas
+guerreras, etc., sino cierta astucia, cierto instinto poco superior al
+de las bestias feroces. Todos los grados de entendimiento que sobre esto
+ten&iacute;a entonces un hombre eran don funest&iacute;simo y absurdo lujo. Ahora,
+como ya se han aplicado a la guerra las matem&aacute;ticas y otras ciencias, y
+se caza y se pesca en la Bolsa, en los Congresos, en Sociedades
+mercantiles e industriales, no disparando flechazos, sino creando
+valores, acciones, obligaciones y otros proyectiles m&aacute;s complicados, los
+grados que se necesitan son 20. Repito que, como el mundo va de prisa,
+dentro de un par de siglos se necesitar&aacute;n 40; mas por lo pronto, ya est&aacute;
+aviado el que pasa de los 20. &iexcl;Qu&eacute; estorbo tan horrible en los grados
+que le sobran! El sentido m&aacute;s hondo, m&aacute;s filos&oacute;fico, m&aacute;s trascendental
+de la frase <i>pasarse de listo</i> consiste en esta superioridad lastimosa.
+Todos los tiros que se disparan se escapan por cima del blanco. La
+cr&iacute;tica asesina precede adem&aacute;s a toda inspiraci&oacute;n y te la mata. No haces
+mil cosas porque te parecen tonter&iacute;as; otro las hace, y medra. En
+cambio, lo que t&uacute; haces por parecerte discreto, o mal comprendido, o
+juzgado s&oacute;lo por el &eacute;xito, que suele ser deplorable, parece tonto a todo
+el mundo.</p>
+
+<p>&raquo;Tal es, en resumen, mi teor&iacute;a. Con ella trato en balde de consolarme de
+mi corta ventura, teniendo la inocente vanidad de creerme con m&aacute;s de los
+20 grados y de <i>pasarme de listo</i> en el sentido m&aacute;s profundo y
+filos&oacute;fico de la frase.</p>
+
+<p>&raquo;Esta triste satisfacci&oacute;n que yo me doy es por dem&aacute;s alambicada para que
+le valga a mi mujer. Ella no mira sino que va a pie, que vive en pobre
+casa, que nadie la atiende, y que el respeto, la consideraci&oacute;n y la
+lisonja de que anhela verse rodeada le faltan por mengua m&iacute;a.</p>
+
+<p>&raquo;Yo noto, mido, calculo instante por instante el r&aacute;pido progreso que
+hace este mal en el coraz&oacute;n de ella. En esto tambi&eacute;n me paso de listo.
+Soy listo para atormentarme. Me comparo al m&eacute;dico cuando advierte los
+progresos de la tisis en una persona querida, prev&eacute; los estragos que va
+a hacer y no sabe ni evitarlos ni remediarlos.</p>
+
+<p>&raquo;De sobra veo patente el desprecio de m&iacute; que poco a poco va entrando en
+el coraz&oacute;n de Beatriz y devorando el afecto que me tiene. Pero &iquest;c&oacute;mo
+impedir esto? &iquest;C&oacute;mo probarle que valgo m&aacute;s que los dichosos y
+encumbrados y ricos? Cuanto discurso haga contra ellos parecer&aacute; sugerido
+por la envidia y me har&aacute; m&aacute;s despreciable a sus ojos.</p>
+
+<p>&raquo;Si yo fuera joven, hermoso y robusto, me quedar&iacute;a la esperanza de que
+por ello siguiese Beatriz am&aacute;ndome, aunque dejase de tener elevada
+opini&oacute;n de mis prendas intelectuales; pero estoy viejo y achacoso, y soy
+enclenque y feo como el demonio. Me aplico, pues, con amargura aquella
+pregunta del poeta:</p>
+
+<p><br />
+<span style="margin-left: 15%;">&iquest;Qu&eacute; le queda al demonio, &iexcl;vive Cristo!,</span><br />
+<span style="margin-left: 15%;">Si se le quita la opini&oacute;n de listo?</span><br />
+</p>
+
+<p>&raquo;Y sin vacilar respondo: Nada. Pronto no quedar&aacute; nada para m&iacute; en el
+coraz&oacute;n de ella, sino ofensiva compasi&oacute;n, si no gasta toda la que tiene
+en compadecerse a s&iacute; misma. Y m&aacute;s vale que no me compadezca. Bien dice
+nuestro inmortal novelista: &laquo;Y sobre todo, el cielo te guarde de que
+nadie te tenga l&aacute;stima.&raquo;</p>
+
+<p>&raquo;Yo estallar&iacute;a, me ahogar&iacute;a si no comunicase con alguien mis penas. Por
+eso te las conf&iacute;o. Beatriz no advierte nada. &iquest;C&oacute;mo, de qu&eacute;, por cu&aacute;l
+motivo quejarme con ella y de ella?</p>
+
+<p>&raquo;Yo la amo con toda mi alma, y necesito para ser feliz que ella me ame
+y me respete. Pero aquello de que el amor impone el amor es una mentira.
+Y tampoco quiero yo que me ame y me respete para cumplir una obligaci&oacute;n:
+en virtud de un contrato.</p>
+
+<p>&raquo;Veo, pues, que voy perdi&eacute;ndolo todo en el alma, de Beatriz, y no le doy
+a conocer que lo veo. Percibo claramente el abismo en que voy a caer, y
+sigo caminando hacia &eacute;l, sin que me sea posible torcer por otro camino o
+cegar el abismo.</p>
+
+<p>&raquo;Esta es mi horrible situaci&oacute;n. A nadie, ni a ti mismo, debiera
+confiarla; pero necesito depositar en alguien mi secreto dolor. Ven por
+aqu&iacute; a consolarme. Ven tambi&eacute;n por Inesita. Acaso te ame. Es buena y
+cari&ntilde;osa como Beatriz, y no tiene ambici&oacute;n como Beatriz. Adem&aacute;s, t&uacute; eres
+joven y buen mozo... &iexcl;Qu&eacute; desatino hice en casarme! Pero &iquest;qu&eacute; hab&iacute;a de
+hacer, si estaba enamorado? &iquest;Qui&eacute;n me quitar&aacute; la gloria de haber sido
+amado de ella? Ella me ha amado; ella me ama todav&iacute;a. &iquest;De qu&eacute; voy a
+arrepentirme? &iquest;Qui&eacute;n, por temor de perder el bien, se lamenta de haberle
+logrado?&raquo;</p>
+
+<p>Tal era la carta que escribi&oacute; don Braulio, que cerr&oacute; cuidadosamente y
+que certific&oacute; para que no se perdiera, antes de confiarla al correo.</p>
+
+<p>Hechas ya sus delicadas y lastimosas confidencias se sinti&oacute; algo m&aacute;s
+aliviado y sereno, y se dispuso resignado a cumplir la promesa de llevar
+aquella noche a Beatriz y a Inesita a los Jardines del Buen Retiro.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="VII" id="VII"></a><a href="#toc">VII</a></h2>
+
+
+<p>Los poetas dram&aacute;ticos tienen que hacer hablar a sus personajes seg&uacute;n el
+car&aacute;cter, condici&oacute;n y pasiones que representan, sin que en tan estrecho
+cuadro, como es el de un drama, haya f&aacute;cil modo de poner correctivo a
+las malas doctrinas o sentencias inmorales que dichos personajes puedan
+emitir. As&iacute; es que los pobres poetas dram&aacute;ticos fluct&uacute;an entre dos
+escollos. O bien convierten a sus h&eacute;roes en enojosos y pesados
+predicadores, o bien, si les dejan hablar lo que la pasi&oacute;n naturalmente
+les inspira, se comprometen a responder ante la posteridad, y si sus
+obras no llegan tan lejos, ante sus contempor&aacute;neos, de todos los
+extrav&iacute;os, delirios y ensue&ntilde;os que ponen por fuerza en boca de los hijos
+de su fantas&iacute;a, acalorados y vehementes. As&iacute;, para ilustre ejemplo de lo
+dicho, citaremos a Eur&iacute;pides, a quien, desde muy antiguo, han acusado de
+corruptor. Sabido es que C&eacute;sar, a fin de justificar todas las
+insolencias y maldades de que se vali&oacute; para apoderarse de la dictadura,
+repet&iacute;a con frecuencia ciertos versos del tr&aacute;gico mencionado.</p>
+
+<p>Yo, en general, soy muy opuesto a ense&ntilde;ar nada en obras de amena
+literatura, y mil veces m&aacute;s opuesto si la ense&ntilde;anza es de m&aacute;ximas
+pecaminosas. Por esto escribo novelas, y no dramas. En la novela caben
+todas las explicaciones: en pos del veneno se administra la triaca. El
+autor puede tomar la palabra en medio de la narraci&oacute;n y contradecir a
+sus personajes, mitigando o ahogando en seguida el mal efecto que las
+opiniones de cualquiera de ellos hayan producido.</p>
+
+<p>Prevali&eacute;ndome de este permiso, y para aquietar mi conciencia, harto
+escrupulosa, tengo que hablar ahora de don Braulio y de su carta, la
+cual contiene proposiciones aventuradas sin duda, y que, cre&iacute;das por el
+c&aacute;ndido lector, pudieran pervertirle con una de las m&aacute;s feas
+perversiones que se conocen: la de considerarse <i>genio</i> no comprendido,
+ser superior desatendido injustamente.</p>
+
+<p>Don Braulio trabajaba como un negro en su oficina, pasaba por un
+empleado probo e inteligente y no descubr&iacute;a sus humos de <i>genio</i> o
+<i>semigenio</i> sino con el mayor sigilo y a su amigo m&aacute;s &iacute;ntimo.</p>
+
+<p>Su teor&iacute;a orgullosa le serv&iacute;a de consuelo, o al menos de alivio, en
+ciertas amarguras y sospechas, que le atormentaban cruelmente, sin que
+sepamos a&uacute;n hasta qu&eacute; punto do&ntilde;a Beatriz hab&iacute;a dado motivo para ello.</p>
+
+<p>Don Braulio, por &uacute;ltimo, si se juzgaba v&iacute;ctima, no culpaba a la sociedad
+en su conjunto, ni a ning&uacute;n individuo singularmente, sino supon&iacute;a que
+todo emanaba, por manera fatal e inevitable, de la misma naturaleza de
+las cosas.</p>
+
+<p>En suma, don Braulio, melanc&oacute;lico por temperamento, poco favorecido de
+la fortuna, y enamorado y celoso sin saber de qui&eacute;n, deliraba acaso
+forjando teor&iacute;as; pero no dejaba que dichas teor&iacute;as trascendiesen a la
+pr&aacute;ctica, y parec&iacute;a, a la vista del m&aacute;s lince, como un empleado modesto,
+que sab&iacute;a todo cuanto importaba saber y hac&iacute;a cuanto importaba hacer
+para ganar el sueldo en conciencia y no estafar al Tesoro p&uacute;blico o
+tomar las oficinas por hospicios destinados a gente de levita o a
+mendigos de privilegio.</p>
+
+<p>En cuanto a la teor&iacute;a en ella misma, no hay poco que decir en contra;
+pero aqu&iacute; no vamos a filosofar, sino a narrar. Dir&eacute;, con todo, que aun
+suponiendo que en cada grado de cultura a que va llegando la sociedad se
+requieren s&oacute;lo ciertos grados de entendimiento para lo pr&aacute;ctico y
+diario, y que los dem&aacute;s grados son del todo superfluos, in&uacute;tiles y hasta
+nocivos, salvo en casos excepcionales, todav&iacute;a habr&aacute; que conceder que el
+entendimiento no es la &uacute;nica potencia del alma que vale al hombre para
+lograrse; la voluntad, el car&aacute;cter, entran tambi&eacute;n por mucho.</p>
+
+<p>Por otra parte, el entendimiento, en su esencia, es semejante a Dios;
+nadie le ve, nadie le conoce, nadie le reverencia y acata sino en sus
+obras. As&iacute; es que don Braulio, o cualquiera otro, podr&iacute;a tener m&aacute;s de
+los 20 grados de entendimiento que, en su sentir, eran necesarios o
+convenientes para lo pr&aacute;ctico; pero cuando este plus, cuando esta sobra
+intelectual no se manifiesta en nada, sino en echar a perder el
+entendimiento que est&aacute; en uso, no hay raz&oacute;n para quejarse de que el
+mundo no aplauda ni se pasme de lo invisible y rec&oacute;ndito que no puede
+sondear, ni penetrar, ni desentra&ntilde;ar. &iquest;Qui&eacute;n sabe si el amor propio
+enga&ntilde;a y hace creer a muchos que poseen ese entendimiento excesivo y
+superfluo, y tal vez no poseen sino una dosis superlativa de fatuidad? Y
+si no enga&ntilde;a el amor propio, si en realidad tenemos ese superior
+entendimiento, y no llegan las circunstancias favorables en que se
+muestre, lo mejor es callarse, resignarse y vivir como viven los hombres
+menos despejados, sin presumir de genios, sino trabajando humildemente
+para ganarse la vida, tratando de igual a igual con los seres vulgares,
+y reservando el superior entendimiento para hablar con Dios o con seres
+sobrenaturales, o para conversaci&oacute;n interior con uno mismo, si no cree
+en nada el semigenio, o si, a pesar de su categor&iacute;a mental, no se dignan
+los &aacute;ngeles ni los n&uacute;menes bajar del cielo o del Olimpo a fin de tener
+con &eacute;l un rato de palique.</p>
+
+<p>Voy a poner por caso la vida de Spinoza. Esto explicar&aacute; mejor mi idea.
+Figur&eacute;monos que aquel sabio no hubiese escrito sus obras filos&oacute;ficas;
+que por cualquier motivo se hubiese llevado al sepulcro el secreto de su
+admirable, aunque extraviada, aptitud para las m&aacute;s profundas
+especulaciones metaf&iacute;sicas. Claro est&aacute; que, abrumado dicho hombre
+extraordinario por sus sublimes y extra&ntilde;os pensamientos, no hubiera sido
+en la vida pr&aacute;ctica ni rico fabricante, ni mercader dichoso, ni h&aacute;bil
+hombre pol&iacute;tico, ni nada por este orden; pero hubiera trabajado en pulir
+vidrios para lentes o en hacer zapatos, o en cualquiera otro oficio o
+menester mec&aacute;nico, y no hubiera tomado por pretexto lo de sentirse genio
+para ser un vago sin oficio ni beneficio, y lo que es peor, no un vago
+divertido y alegre, sino un vago quejumbroso y llor&oacute;n o maldicente,
+mordaz y ponzo&ntilde;oso como las v&iacute;boras.</p>
+
+<p>Disculpemos, pues, o al menos seamos indulgentes con nuestro don
+Braulio, cuyo orgullo se quedaba escondido en el centro del alma,
+revel&aacute;ndose s&oacute;lo al m&aacute;s &iacute;ntimo de sus amigos en el momento en que se
+mostraban tambi&eacute;n las heridas m&aacute;s profundas de su coraz&oacute;n.</p>
+
+<p>Don Braulio hab&iacute;a sentido la necesidad de confiar sus penas a un amigo,
+a fin de no ahogarse; pero, salvo esta confidencia, si pecaba por algo
+era por reconcentrado y lleno de disimulo.</p>
+
+<p>Su mujer no hab&iacute;a advertido aquel disgusto, aquella sospecha que le
+atosigaba el alma.</p>
+
+<p>Su mujer parec&iacute;a que le amaba; sin embargo, su car&aacute;cter alegre y su
+temprana juventud la excitaban al regocijo y la impulsaban a que
+tratara de distraerse y divertirse.</p>
+
+<p>No era do&ntilde;a Beatriz despilfarrada, sino ordenad&iacute;sima y econ&oacute;mica. Era,
+s&iacute;, ambiciosa y amiga del lujo y de las galas; y si bien no la
+atormentaban la envidia ni el despecho al ver a otras mujeres, menos
+bonitas y menos distinguidas por naturaleza, lucir joyas, sedas y
+encajes, ir en coche y circundarse de la resplandeciente aureola que
+ofrece el lujo a la hermosura, anhelaba gozar de todo esto, y no
+acertaba a ocultarlo a su marido.</p>
+
+<p>De aqu&iacute; el dolor y el punto de partida de las sospechas de don Braulio.</p>
+
+<p>Si don Braulio no hubiera amado a su mujer; si hubiera cre&iacute;do este
+anhelo un capricho irracional, quiz&aacute; le hubiera importado poco de todo;
+pero don Braulio la amaba, y adem&aacute;s, seg&uacute;n su modo de considerar las
+cosas de la vida, do&ntilde;a Beatriz ten&iacute;a raz&oacute;n de sobra para ambicionar. Su
+anhelo, aunque la llevase hasta el extremo m&aacute;s lastimoso para &eacute;l, era,
+seg&uacute;n &eacute;l, fundado, y sobre fundado, involuntario, fatal, preciso.</p>
+
+<p>Don Braulio se culpaba a s&iacute; mismo, y no culpaba a do&ntilde;a Beatriz. &iquest;Por qu&eacute;
+do&ntilde;a Beatriz le hab&iacute;a amado? &iquest;Por qu&eacute; se hab&iacute;a casado con &eacute;l? No era por
+lo lindo, ni por lo joven, ni por lo gal&aacute;n, ni por lo rico, ni por lo
+glorioso; era s&oacute;lo por el entendimiento superior, que la hab&iacute;a seducido.
+Si este entendimiento se evaporaba, si no serv&iacute;a para nada, si do&ntilde;a
+Beatriz dudaba de &eacute;l, y quiz&aacute; con raz&oacute;n, &iquest;qu&eacute; fundamento le quedaba para
+seguir amando a don Braulio? Antes ten&iacute;a fundamento para aborrecerle.
+Aunque sea mala comparaci&oacute;n, nadie, que no est&eacute; demente, compra un rico
+vaso de china, un art&iacute;stico jarr&oacute;n de porcelana de Sevres para ponerle
+en el corral y echar en &eacute;l afrecho que coman las gallinas. Para esto
+basta y sobra con un lebrillo o con un tinaj&oacute;n de Lucena. El vaso
+art&iacute;stico requiere un bello sal&oacute;n donde colocarle: pide flores
+peregrinas que luzcan en &eacute;l. As&iacute;, una mujer como do&ntilde;a Beatriz estaba
+pidiendo lujo, regalo, elegancia, adoraci&oacute;n, incienso; pasear en coche,
+y no a pie; vivir en un palacio, y no en un piso tercero; no ocultarse
+entre el vulgo, sino resplandecer en la sociedad m&aacute;s elevada.</p>
+
+<p>Al pensar don Braulio en esto dec&iacute;a siempre para s&iacute;: &laquo;&iquest;Por qu&eacute; me cas&eacute;
+con ella?&raquo; Y &eacute;l mismo se contestaba lo que ya dec&iacute;a en la carta a Paco
+Ram&iacute;rez: &laquo;Yo la amaba, y esto lo explica todo; ella me ha amado, quiz&aacute;
+me ama todav&iacute;a; su amor, aunque hubiera sido s&oacute;lo de un d&iacute;a, compensa
+todos los males que presiento y que en adelante pueden sobrevenirme.&raquo;</p>
+
+<p>Con tales sentimientos ocultos en el seno, don Braulio, aparentemente
+gustoso y hasta regocijado, llev&oacute; a su mujer y a su cu&ntilde;ada a los
+Jardines a eso de las nueve de la noche.</p>
+
+<p>Ambas iban de mantilla, con vestidos de seda obscuros, sin nada chill&oacute;n
+ni disonante en colores ni adornos; con una innata elegancia, que se
+exhalaba como perfume de la misma sencillez y modestia de sus trajes.</p>
+
+<p>Don Braulio era en el suyo, aunque limpio, harto descuidado. Su levita y
+su sombrero ten&iacute;an la forma en moda hac&iacute;a ocho o diez a&ntilde;os. Su corbata
+negra estaba algo ra&iacute;da, y el cuello de la camisa, recto y sobrado
+grande, le llegaba casi hasta las orejas.</p>
+
+<p>Beatriz se hab&iacute;a medio peleado con su marido para obligarle a llevar m&aacute;s
+bajos los cuellos y a comprar nuevo sombrero y nueva levita. No hab&iacute;a
+podido conseguirlo. &laquo;&iquest;Qu&eacute; quieres?&mdash;dec&iacute;a don Braulio&mdash;. Man&iacute;as del
+se&ntilde;or mayor. As&iacute; iba yo cuando muchacho, y no quiero variar. As&iacute; te
+enamor&eacute;; as&iacute; me quisiste; as&iacute; te casaste conmigo.&raquo;</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz no sab&iacute;a al cabo qu&eacute; responder; se callaba, y dejaba ir a
+don Braulio como le daba la gana.</p>
+
+<p>Aquella noche, pues, no hizo la menor observaci&oacute;n sobre el traje de don
+Braulio; pero no por eso dej&oacute; de anudarle con gracia el lazo de la
+corbata, ni de alisarle el pelo, ponerle pomada y peinarle lo mejor que
+supo.</p>
+
+<p>Los tres tomaron un cochecito con bigotera y se fueron a los Jardines.
+En el camino dec&iacute;a don Braulio:</p>
+
+<p>&mdash;Me parece, y lo siento, que se van ustedes a fastidiar. No tenemos
+amigos. Ni siquiera tenemos conocidos. En medio de aquel bullicio vamos
+a estar como en un desierto. &iquest;Qui&eacute;n ha de hablarnos? &iquest;Qui&eacute;n ha de
+acercarse a nosotros?</p>
+
+<p>&mdash;Hombre, no te apures por tan poco&mdash;respond&iacute;a do&ntilde;a Beatriz&mdash;. Si no
+conocemos a nadie, si nadie nos habla, a bien que ni t&uacute; ni yo nos
+sabemos a&uacute;n de memoria. Hablaremos; nos diremos cosas nuevas, nos
+haremos la tertulia entre los tres, oiremos la m&uacute;sica y tomaremos el
+fresco.</p>
+
+<p>&mdash;Para tomar el fresco&mdash;replic&oacute; don Braulio&mdash;lo mismo es ir all&iacute; que al
+Prado.</p>
+
+<p>&mdash;Y aun se ahorrar&iacute;a el dinero de las entradas&mdash;dijo do&ntilde;a Beatriz.</p>
+
+<p>Inesita iba silenciosa, y dejaba que siguiese el di&aacute;logo entre marido y
+mujer.</p>
+
+<p>&mdash;No lo digo por la miseria del gasto, Beatriz. Ya sabes t&uacute; que no soy
+mezquino, aunque soy pobre.</p>
+
+<p>&mdash;Lo s&eacute;. No creas que sospeche yo que te duela gastar el dinero en
+obsequiarnos. Lo digo sin iron&iacute;a. Lo digo s&oacute;lo para que comprendas que,
+vistas las cosas como t&uacute; las ves, es una tonter&iacute;a ir a los Jardines;
+pero yo, y sin duda In&eacute;s m&aacute;s que yo, las vemos a trav&eacute;s de otro prisma.
+Gustamos de ver gentes, aunque no reparen en nosotras. La animaci&oacute;n, la
+alegr&iacute;a, el espect&aacute;culo del lujo nos recrean. Aunque no nos forjemos la
+ilusi&oacute;n, ni esperemos, ni deseemos siquiera ser vistas y admiradas,
+queremos ver y admirar la gala, la hermosura y la elegancia de los
+otros.</p>
+
+<p>&mdash;Tienes raz&oacute;n, hija m&iacute;a, tienes raz&oacute;n. Yo me olvido de que eres una
+muchacha. Tus gustos son como de muchacha. Mal hiciste en casarte con un
+viejo... y con un viejo pobre y obscuro. &iquest;Querr&iacute;as t&uacute; ser conocida y
+celebrada por ti, quedando tu marido en su obscuridad y en su pobreza?
+&iquest;Querr&iacute;as t&uacute; que llegase yo a ser conocido como el marido de do&ntilde;a
+Beatriz?</p>
+
+<p>&mdash;No lo quiero, ni eso es posible. Todo el que me conozca habr&aacute; de
+conocerte a ti; y, conoci&eacute;ndote, no podr&aacute; menos de estimarte por lo que
+t&uacute; vales, que es mucho, y no porque seas mi marido. Los que son s&oacute;lo
+conocidos como maridos es porque de otro modo no merecen serlo. Nadie se
+acordar&iacute;a de ellos a no ser por sus mujeres. En cuanto a tu vejez, a tu
+obscuridad y a tu pobreza, me enamoran m&aacute;s, bien lo sabes, que la
+juventud, la brillantez y la riqueza en cualquiera otro. Si algo vale mi
+cari&ntilde;o, ba&ntilde;a en &eacute;l tu alma y te sentir&aacute;s remozado. &iquest;No me hablas a veces
+de la dulce luz de mis ojos? Pues ilumina con esa luz tu obscuridad. &iquest;No
+afirmas que mi cari&ntilde;o es un tesoro? Pues &iquest;c&oacute;mo te atreves, ingrato, a
+sostener que eres pobre?</p>
+
+<p>Don Braulio, que iba sentado en la bigotera, al o&iacute;r tan cari&ntilde;osas frases
+en tan linda boca no pudo contener la emoci&oacute;n; se le saltaron las
+l&aacute;grimas y, tomando la mano de su mujer, la bes&oacute; fervorosamente.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz sinti&oacute; en su mano una l&aacute;grima, que cay&oacute; sobre ella al dar
+el beso don Braulio.</p>
+
+<p>Entonces dijo do&ntilde;a Beatriz:</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, vamos..., dej&eacute;monos de ni&ntilde;er&iacute;as. No me pruebes ahora no ya que
+eres viejo, sino que eres mucho m&aacute;s ni&ntilde;o que yo. Alegr&eacute;monos,
+seren&eacute;monos y vamos a divertirnos hasta donde sea posible. Apliquemos al
+caso presente aquel refr&aacute;n que dice: &laquo;En casa del pobre m&aacute;s vale
+reventar que no que sobre.&raquo; Es menester sacarle bien el jugo a las
+pesetillas que vamos a gastar. &iexcl;Pues no faltaba m&aacute;s! Ser&iacute;a un
+despilfarro hacer el gasto y no divertirse luego.</p>
+
+<p>Don Braulio se seren&oacute; siguiendo los consejos de su mujer: procur&oacute; re&iacute;r y
+mostrarse contento, y hasta excit&oacute; a su mujer y a Inesita a que se
+divirtieran.</p>
+
+<p>De esta suerte llegaron a los Jardines, tomaron billetes y entraron.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="VIII" id="VIII"></a><a href="#toc">VIII</a></h2>
+
+
+<p>Aquella noche hab&iacute;a en los Jardines m&aacute;s gente que de costumbre.</p>
+
+<p>Unos estaban sentados en sillas formando grupos, corros o peque&ntilde;as
+tertulias; otros iban girando por el paseo circular, en cuyo centro est&aacute;
+el quiosco de la orquesta. Esta tocaba, con bastante maestr&iacute;a, el rond&oacute;
+final de la <i>Cenerentola</i>.</p>
+
+<p>Nuestro don Braulio y sus ni&ntilde;as no vieron una sola cara conocida.</p>
+
+<p>En vez de sentarse se pusieron a girar por medio de aquella
+concurrencia.</p>
+
+<p>Pronto not&oacute; don Braulio que, aunque no conociera a nadie, no era lo
+mismo pasear solo que acompa&ntilde;ado por mujeres tan guapas. Aquello distaba
+mucho de parecer un desierto.</p>
+
+<p>Con frecuencia, sobre todo al pasar grupos de hombres, llegaban a los
+o&iacute;dos de don Braulio vagos murmullos lisonjeros, y de vez en cuando
+palabras y hasta frases enteras de admiraci&oacute;n y de encomio.</p>
+
+<p>En Espa&ntilde;a, no me meter&eacute; a moralizar sobre esto ni a decidir si est&aacute; bien
+o mal, pero los hombres, sin creer que ofenden, suelen requebrar al paso
+a las damas, en particular cuando van solas.</p>
+
+<p>En esta ocasi&oacute;n, o por no fijarse en don Braulio, o por dar poca
+importancia a su persona, o por juzgarle distra&iacute;do y que no oir&iacute;a,
+Beatriz e In&eacute;s recogieron buena cosecha de piropos.</p>
+
+<p>Ambas hicieron la recolecci&oacute;n tan impasibles y con tan fr&iacute;a dignidad,
+que pronto, como si hubiese corrido la voz de que aquellas criaturas no
+ped&iacute;an guerra, los piropos terminaron, aunque no termin&oacute; el abrir calle
+cuando pasaban ellas. Siguieron asimismo los murmullos de entusiasmo y
+simpat&iacute;a.</p>
+
+<p>Hab&iacute;an dado ya tres vueltas nuestras muchachas, cuando en un grupo de
+j&oacute;venes elegantes divisaron las dos a la vez al Conde de Alhed&iacute;n.
+Inesita conserv&oacute; su serenidad ol&iacute;mpica, do&ntilde;a Beatriz se puso muy
+colorada.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Viste al Condesito?&mdash;dijo a Inesita al o&iacute;do.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Ay, ay, qu&eacute; colorada te has puesto!</p>
+
+<p>Otra nueva onda de roja sangre subi&oacute; entonces al rostro de do&ntilde;a Beatriz,
+que se puso m&aacute;s colorada.</p>
+
+<p>&mdash;Est&aacute;s como una amapola&mdash;dijo Inesita.</p>
+
+<p>El grupo en que hab&iacute;an visto al Conde ven&iacute;a hacia ellas de frente. El
+Conde iba sin duda a pasar al lado. &iquest;Qui&eacute;n sabe si les hablar&iacute;a? &iquest;Qui&eacute;n
+sabe si les dir&iacute;a alguna palabra atrevida, que don Braulio oyese? Por
+este recelo quiz&aacute; se hab&iacute;a puesto tan colorada do&ntilde;a Beatriz.</p>
+
+<p>Lo singular fu&eacute; que el Conde desapareci&oacute; de pronto del grupo, el cual,
+al encontrarse con nuestras hero&iacute;nas, se abri&oacute; para dejarlas paso,
+oy&eacute;ndose por ambos lados murmullos lisonjeros y respetuosos, semejantes
+a los que de otras personas hab&iacute;an ellas o&iacute;do ya.</p>
+
+<p>Inesita dijo al pa&ntilde;o a su hermana:</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;D&oacute;nde se habr&aacute; escabullido el Condesito?</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qui&eacute;n sabe?&mdash;contest&oacute; do&ntilde;a Beatriz.</p>
+
+<p>&mdash;Pues as&iacute;, hermana, no es posible que yo le diga con los ojos todo
+aquello que me recomendabas anoche que le dijese.</p>
+
+<p>No hab&iacute;an andado mucho trecho despu&eacute;s de este breve di&aacute;logo, cuando
+vieron que de un corro, donde hab&iacute;a sentada mucha gente, se levant&oacute; y
+destac&oacute; una se&ntilde;ora elegant&iacute;sima, aunque ya algo jamona. No hab&iacute;a
+engruesado, y conservaba su esbeltez y gran parte de su hermosura, a
+pesar de los a&ntilde;os. Estaba sin galas, impropias de aquel sitio p&uacute;blico;
+pero todo lo que llevaba puesto era de exquisito gusto; rico sin ser
+vistoso.</p>
+
+<p>En vez de la mantilla ten&iacute;a sombrero. Su rostro era gracioso. Su tez
+sonrosada, aunque algo morena. Ten&iacute;a en la cara dos lindos lunares, que
+parec&iacute;an dos matas de bamb&uacute; en un prado de flores. Sus ojos, grandes y
+fulm&iacute;neos, relampagueaban m&aacute;s merced al cerco obscuro con que hab&iacute;a ella
+pintado los p&aacute;rpados. Su talle era majestuoso a par que ligero y
+flexible. En resoluci&oacute;n, todo el porte y el aspecto de aquella dama
+denotaban que era una <i>lionne</i>, una verdadera notabilidad de la corte.</p>
+
+<p>&iexcl;Cu&aacute;l fu&eacute; el asombro de In&eacute;s y de Beatriz cuando advirtieron que la
+notabilidad ven&iacute;a flechada a ellas! Un caballerete de veinticinco a
+treinta a&ntilde;os, cargado con un abrigo y con una cajita, la segu&iacute;a como si
+fuese un lacayuelo.</p>
+
+<p>Apenas lleg&oacute; la dama, se puso delante de Beatriz, la mir&oacute; con ternura y
+exclamando: &laquo;&iexcl;Querida m&iacute;a!&raquo; le ech&oacute; al cuello los brazos y la bes&oacute; en
+ambas mejillas.</p>
+
+<p>Beatriz se qued&oacute; por un momento mirando a quien as&iacute; la acariciaba.
+Reconoci&eacute;ndola al fin, dijo: &laquo;&iexcl;Rosita!&raquo;, y le pag&oacute; sus besos con otros.</p>
+
+<p>Tal vez el curioso y paciente lector que conozca y recuerde la historia
+del doctor Faustino haya ca&iacute;do ya en qui&eacute;n era Rosita. Era la famosa
+Rosita Guti&eacute;rrez, hija del escribano de Villabermeja, que tan principal
+papel hace en la mencionada historia.[* V&eacute;anse <i>Las ilusiones del Doctor Faustino</i>, novela.]</p>
+
+<p>Rosita parec&iacute;a inmortal, seg&uacute;n se conservaba. Lejos de perder con la
+edad, pod&iacute;ase asegurar que hab&iacute;a ganado.</p>
+
+<p>Poquito a poco se hab&iacute;a ido amoldando y ajustando por tal arte a los
+usos de lo m&aacute;s elegante de Madrid, que ya no se atrev&iacute;a casi nadie a
+llamarla la &laquo;Reina de las cursis&raquo;, que era el dictado que al principio
+le daban.</p>
+
+<p>Su marido
+ab&iacute;a atinado en los negocios, y se hab&iacute;a enriquecido m&aacute;s a&uacute;n.
+Ambos esposos se hab&iacute;an hecho muy arist&oacute;cratas, religiosos y
+conservadores. Idolatraban a P&iacute;o IX, y ten&iacute;an un t&iacute;tulo romano. Eran
+Condes de San Te&oacute;dulo. Hab&iacute;an ido en devota peregrinaci&oacute;n a Lourdes y a
+Roma, y de all&iacute; hab&iacute;an tra&iacute;do varias reliquias del referido Santo, el
+cual hab&iacute;a sido uno de los seis mil m&aacute;rtires de la legi&oacute;n Tebana; y por
+dicha, resultaba probado con evidencia que fu&eacute; natural del pueblo m&aacute;s
+importante del distrito por donde el marido de Rosita sol&iacute;a salir
+diputado. Con las reliquias trajeron los peregrinos la efigie del dicho
+San Te&oacute;dulo, y todo lo llevaron al pueblo, donde hubo un j&uacute;bilo inmenso
+y fiestas estrepitosas. Nada m&aacute;s natural, despu&eacute;s de esto, que el que
+Rosita y su marido llegasen a ser Condes de San Te&oacute;dulo.</p>
+
+<p>Sin embargo, no contentos ellos con ser Condes por Roma, anhelaban ser
+Marqueses en Castilla, y hac&iacute;a tiempo que lo pretend&iacute;an con ahinco.
+Entre tanto, cumpliendo con el refr&aacute;n de &laquo;Ni&ntilde;o no tenemos, y nombre le
+ponemos&raquo;, hab&iacute;an cavilado mucho y disputado m&aacute;s los Condes sobre el
+nombre que hab&iacute;a de tener el marquesado. Conven&iacute;an los dos en que el
+nombre hab&iacute;a de ser el de alguna finca r&uacute;stica que ellos poseyesen;
+pero, por desgracia, los de las fincas del marido de Rosita eran
+imposibles. Se llamaban: <i>La Biznaga</i>, <i>El Hinojal</i> y <i>La Macuca</i>. No
+era prudente titular con t&iacute;tulos tan feos. Hab&iacute;an resuelto, pues, que
+titular&iacute;an sobre un cortijo de Rosita llamado <i>Camarena</i>; y ya so&ntilde;aban
+con ser Marqueses de Camarena, conform&aacute;ndose por lo pronto con el
+condado de San Te&oacute;dulo, m&aacute;rtir tebano y andaluz a la vez, lo cual,
+entendido como aqu&iacute; debe entenderse, no implica contradicci&oacute;n.</p>
+
+<p>Titulada Rosita, y m&aacute;s rica y boyante que nunca, sinti&oacute; desenvolverse en
+su alma el amor m&aacute;s puro hacia las letras y las artes. Llam&oacute; a sus
+salones a los artistas y poetas, y se hizo una a modo de Lorenza la
+Magn&iacute;fica o de M&eacute;cenas hembra.</p>
+
+<p>En cuanto a la antigua <i>curser&iacute;a</i>, hemos dicho que apenas osaba ya nadie
+acusarla de este defecto; defecto, por otra parte, tan vago e
+indefinible, que depende casi siempre del criterio de las personas el
+hallarle o no hallarle en otras. Lo que s&iacute; ocurre, por lo com&uacute;n, es que
+las acusaciones son mutuas. No se da apenas sujeto que, al calificar a
+alguien de <i>cursi</i>, haga m&aacute;s que pagarle, porque es seguro que los
+calificados por &eacute;l le califican a boca llena de lo mismo.</p>
+
+<p>&iquest;Ser&aacute; esto porque la curser&iacute;a es una cualidad indeterminada y confusa?
+Yo creo que no, pues he notado que sucede lo propio con otras cualidades
+harto determinadas. Siempre que he o&iacute;do a una mujer hablar de las
+intrigas galantes, de los enredos y travesuras de las otras, he visto
+que de ella dec&iacute;an las otras mil veces m&aacute;s. Y en los labios de todo
+aquel de quien me han referido mil horrores por su conducta poco limpia
+en los empleos p&uacute;blicos, he o&iacute;do tambi&eacute;n las diatribas m&aacute;s en&eacute;rgicas
+acusando a los otros del mismo pecadillo.</p>
+
+<p>Ora por bondad natural, aunque no ing&eacute;nita, sino adquirida con los a&ntilde;os
+y la experiencia, ora por desde&ntilde;ar un arma embotada y mellada a fuerza
+de que todos la usen, la Condesa de San Te&oacute;dulo no ten&iacute;a mala lengua.
+&iexcl;Cosa rara! No hablaba mal de sus amigos. S&oacute;lo hablaba mal de sus
+enemigos declarados y ac&eacute;rrimos. Entonces se esmeraba y lo hac&iacute;a con
+mucho chiste. De vez en cuando, aunque su prosa hablada era exquisita,
+sol&iacute;a apelar al verso, y mandaba a su poeta favorito que escribiese
+aleluyas contra la persona a quien quer&iacute;a ella ridiculizar.</p>
+
+<p>Apartada tiempo hac&iacute;a de la amistad del general P&eacute;rez, la Condesa no
+interven&iacute;a en la pol&iacute;tica; no disertaba sobre estrategia, poliorc&eacute;tica y
+castrametaci&oacute;n. Ahora consagraba todo su ingenio a las musas. Y adem&aacute;s,
+desde su viaje a Roma, donde hab&iacute;a estado tres semanas, hab&iacute;a adquirido
+profundas nociones en el dibujo, pintura y artes pl&aacute;sticas, y se hab&iacute;a
+hecho una arque&oacute;loga m&aacute;s que razonable.</p>
+
+<p>Tal, en resumen, era la amiga que, sin esperarlo, se encontraron en los
+Jardines Inesita y Beatriz.</p>
+
+<p>Rosita, hac&iacute;a ya ocho a&ntilde;os, hab&iacute;a estado en la feria del pueblo de
+ambas, no lejos del pueblo de ella, y hab&iacute;a sido hospedada en la casa
+del se&ntilde;or Cura, amigo de su padre. Pero &iquest;c&oacute;mo no se la hab&iacute;an olvidado
+aquellas mujeres, que eran ni&ntilde;as cuando ellas las conoci&oacute;, y que deb&iacute;an
+de haber cambiado bastante? &iquest;C&oacute;mo acud&iacute;a a ellas con tanta llaneza y
+bondad? &iquest;Por qu&eacute; se las llevaba, como se las llev&oacute;, a su corro,
+sent&aacute;ndolas a su lado?</p>
+
+<p>De todo esto don Braulio estaba tan pasmado o m&aacute;s pasmado que nosotros.
+La diferencia est&aacute; en que nosotros sabremos la causa en el cap&iacute;tulo
+siguiente y don Braulio se quedar&aacute; a obscuras y cavilando.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="IX" id="IX"></a><a href="#toc">IX</a></h2>
+
+
+<p>Todas las presentaciones se hicieron con las ceremonias debidas, seg&uacute;n
+la liturgia de la sociedad elegante. Do&ntilde;a Beatriz present&oacute; a su marido a
+la Condesa, y la Condesa present&oacute; a los caballeros que formaban el
+corro, primero a do&ntilde;a Beatriz y despu&eacute;s a Inesita y a don Braulio. De
+esta suerte los tres se vieron lanzados en el gran mundo en un
+periquete, en un abrir y cerrar de ojos.</p>
+
+<p>No estaba all&iacute; el Conde de San Te&oacute;dulo ni hab&iacute;a m&aacute;s se&ntilde;ora que la
+Condesa. A &eacute;sta, como a casi todas las se&ntilde;oras de alto fuste y suprema
+elegancia, no le gustaba el trato con las mujeres sino en raros casos.
+Tanto m&aacute;s de agradecer y de estimar, por consiguiente, la extra&ntilde;a
+excepci&oacute;n que hab&iacute;a hecho de Beatriz y de Inesita.</p>
+
+<p>Sentados todos de nuevo en el corro, el poeta favorito de la Condesa, a
+quien llamaremos Arturo, di&oacute; conversaci&oacute;n a Inesita, sin que dejasen de
+hablar tambi&eacute;n con ella otros galanes.</p>
+
+<p>Don Braulio, si bien sobresaltado ya y receloso de empezar a hacerse
+c&eacute;lebre por su mujer, habl&oacute; con los se&ntilde;ores m&aacute;s serios y machuchos.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz y la Condesa de San Te&oacute;dulo hablaron largo rato entre s&iacute; y
+en voz baja, recordando su amistad antigua.</p>
+
+<p>A los pocos minutos la Condesa hab&iacute;a exigido de do&ntilde;a Beatriz que se
+volviesen a apear el tratamiento, que se volviesen a tutear como ella
+recordaba que all&aacute; en el pueblo se hab&iacute;an tuteado.</p>
+
+<p>&iquest;Por qu&eacute; negarse a tama&ntilde;a amabilidad? Las dos amigas se tutearon en
+efecto. Ya recordar&aacute; el lector lo campechana que era Rosita de lugare&ntilde;a.
+De Condesa segu&iacute;a lo mismo con quien lo merec&iacute;a.</p>
+
+<p>&mdash;No acabo de comprender&mdash;dec&iacute;a Beatriz&mdash;c&oacute;mo has podido conocerme entre
+tanta gente y despu&eacute;s de tantos a&ntilde;os.</p>
+
+<p>&mdash;Hija m&iacute;a&mdash;contestaba la Condesa&mdash;, yo tendr&eacute; corto entendimiento; pero
+tengo mucha memoria y, sobre todo, mucha y buena voluntad para aquellos
+a quienes estimo. Te hubiera reconocido entre cien mil personas, sin
+antecedentes, sin estar prevenida, sin aviso de que estuvieses t&uacute; entre
+ellas. Adem&aacute;s, &iquest;qu&eacute; m&eacute;rito hay en m&iacute;? Quien te ve una vez no es posible
+que te olvide.</p>
+
+<p>&mdash;Gracias, gracias; me confundes con tus elogios indulgentes y
+generosos.</p>
+
+<p>&mdash;Digo la verdad. Y luego t&uacute; no has cambiado en la cara. Tu cuerpo es
+otro; te has desenvuelto, te has embarnecido algo, est&aacute;s hecha una
+hermosa mujer. Prax&iacute;teles te hubiera tomado por modelo. Estas prendas,
+sin duda, son hoy otras en ti. Cuando nos tratamos en el lugar eras una
+ni&ntilde;a. Yo vi entonces el fresco y tierno capullo; ahora veo la rosa, que
+ha desplegado todo el lujo exuberante de su arom&aacute;tica corola. Pero
+repito que la cara, la expresi&oacute;n, el mirar..., nada de esto ha cambiado.
+Cuando hablas pareces una mujer casada...; pero en silencio... pareces
+una ni&ntilde;a, m&aacute;s c&aacute;ndida..., m&aacute;s inocente que tu hermanita, que tambi&eacute;n es
+muy mona.</p>
+
+<p>&mdash;De todos modos... es singular..., sin antecedentes..., sin saber que
+yo estuviese en Madrid...</p>
+
+<p>&mdash;No; eso no. Yo no gusto de jactarme de lo que no debo. Yo he sabido
+hace poco que estabas en Madrid. Si antes lo hubiera sabido hubiera ido
+a verte a tu casa.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y qui&eacute;n me conoce? &iquest;Qui&eacute;n ha podido hablarte de m&iacute;? Mi marido es un
+pobre empleado...</p>
+
+<p>&mdash;Ser&aacute; lo que dices; pero su inteligencia y su laboriosidad tienen
+encantado al Ministro y lleno de envidia a todo el personal de la
+Secretar&iacute;a. El Ministro no hace m&aacute;s que hablar de tu marido. Y lo que es
+de ti, aunque vives tan retirada, hablan ya muchos desde que, pocas
+noches ha, te vieron en estos Jardines.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Es posible, mujer! &iquest;Quieres burlarte de m&iacute;?</p>
+
+<p>&mdash;Harto sabes t&uacute; que no me burlo.</p>
+
+<p>&mdash;No te burlar&aacute;s porque eres buena, pero querr&aacute;s embromarme. Es cierto
+que vine aqu&iacute; pocas noches ha, mas nadie me conoc&iacute;a.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces te conocieron y te admiraron. Alguien que se precia de
+hastiado, de descontentadizo, de dif&iacute;cil, qued&oacute; tan hechizado que os
+sigui&oacute;.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz se puso colorada otra vez.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;C&oacute;mo sabes eso?&mdash;dijo.</p>
+
+<p>&mdash;El me lo ha dicho.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qui&eacute;n?</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Quieres que te regale el o&iacute;do? El Conde de Alhed&iacute;n, la flor de los
+elegantes, el m&aacute;s guapo de nuestros pollos.</p>
+
+<p>&mdash;Ser&iacute;a por mi hermana.</p>
+
+<p>&mdash;De eso no me ha dicho el Conde palabra. Se ha limitado a decirme que
+os sigui&oacute;, y me ha hecho de vosotras el m&aacute;s brillante encomio. Asegura
+que jam&aacute;s ha visto dos mujeres m&aacute;s bellas y m&aacute;s aristocr&aacute;ticas por
+naturaleza. Antes de llegar hasta m&iacute; hab&iacute;a el Conde tomado informes, y
+yo no s&eacute; c&oacute;mo diablos se las hab&iacute;a compuesto que, a pesar de vuestra
+fuga precipitada en un pesetero, sab&iacute;a ya c&oacute;mo os llamabais, d&oacute;nde
+viv&iacute;ais, qui&eacute;nes erais, qui&eacute;n era tu marido y mil cosas m&aacute;s. Claro est&aacute;
+que al dec&iacute;rmelas ca&iacute; en la cuenta de que erais las ni&ntilde;as que tanto
+hab&iacute;a yo querido en el lugar, y entr&eacute; en deseo de volver a veros. Si he
+de hablarte con franqueza, s&oacute;lo he venido esta noche por aqu&iacute; a ver si
+os hallaba. En casa tengo gente: un c&iacute;rculo de amigos. All&aacute; me aguardan,
+y mi marido est&aacute; con ellos. En fin, gracias a Dios que os he encontrado.
+Bien supon&iacute;a yo que hab&iacute;ais de venir por ser noche de domingo, en que tu
+marido no tendr&iacute;a quehaceres. La otra noche fu&eacute; una locura lo que
+hicisteis, creyendo que nadie lo notar&iacute;a. &iexcl;Venir solas... dos ni&ntilde;as...
+exponi&eacute;ndose a la persecuci&oacute;n de cualquier majadero mal educado!... No
+todos son la crema de la cortes&iacute;a. No todos son como el Conde de
+Alhed&iacute;n, que sabe distinguir a escape con qui&eacute;n ha de hab&eacute;rselas.</p>
+
+<p>&mdash;Tienes raz&oacute;n&mdash;dijo Beatriz&mdash;; fu&eacute; un disparate, fu&eacute; una imprudencia lo
+que hicimos la otra noche. No lo volveremos a hacer.</p>
+
+<p>&mdash;De aqu&iacute; en adelante ser&iacute;a imposible. Os desentonar&iacute;ais. Ya a estas
+horas os conoce todo Madrid; esto es, la sociedad. Deb&eacute;is venir, o con
+tu marido... o conmigo. Os traer&eacute; en mi coche si os divierten los
+Jardines. Mi poeta y alg&uacute;n otro nos escoltar&aacute;n. Es menester darse tono.
+No es cosa de venir aqu&iacute; dos muchachas como dos aventureras.</p>
+
+<p>&mdash;Mucho tengo que agradecerte&mdash;exclam&oacute; do&ntilde;a Beatriz.</p>
+
+<p>&mdash;No, ni&ntilde;a m&iacute;a, no me agradezcas nada. Lo hago por ego&iacute;smo. Aqu&iacute; para
+entre nosotras, la vanidad no me ciega; voy siendo ya cotorrona. No
+tengo amores, ni celos, ni aspiro a nada, y necesito la amistad y la
+compa&ntilde;&iacute;a de mujeres j&oacute;venes como vosotras. Mi casa es un casino, del
+cual soy presidente con faldas; pero me voy cansando de hacer este
+papel. &iquest;Quieres compartirlo conmigo? &iquest;Quieres ayudarme a presidir mi
+tertulia?</p>
+
+<p>&mdash;Ignoro si Braulio querr&aacute; y podr&aacute;...</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;C&oacute;mo no ha de querer? Parece afable, alegre, buen se&ntilde;or y discreto.
+Ya reconocer&aacute; que su mujer no ha de estar siempre metida en casa. Cuando
+se cas&oacute; con una criatura como t&uacute;, se har&iacute;a cargo de todo esto. No le
+coger&aacute; de susto.</p>
+
+<p>&mdash;S&iacute;..., es verdad...&mdash;dijo do&ntilde;a Beatriz&mdash;; pero Braulio tiene razones
+poderosas. &iquest;Por qu&eacute; he de avergonzarme de dec&iacute;rtelas? Somos pobres...
+&iquest;C&oacute;mo gastar en trajes?...</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y para qu&eacute; esos trajes? En mi casa... estamos de toda confianza...
+Puedes ir como est&aacute;s ahora..., menos lujosa a&uacute;n... y hasta puedes
+llevarte all&iacute; la labor... Ya ver&aacute;s c&oacute;mo te distraes all&iacute; por las noches.
+Tu hermanita se distraer&aacute; tambi&eacute;n, porque van a casa pollos
+proporcionados a su edad e ir&aacute;n m&aacute;s cuando sepan que va ella. En cuanto
+a tu marido..., no es un requisito indispensable que te acompa&ntilde;e
+siempre. Esto ser&iacute;a rid&iacute;culo por varios motivos; porque har&iacute;a sospechar
+que era un celoso desconfiado, lo cual redundar&iacute;a en menosprecio tuyo, o
+porque har&iacute;a presumir que era un hombre incapaz, bald&iacute;o, que no ten&iacute;a
+negocios en qu&eacute; emplearse; pero, en fin, aun cuando tu marido fuera a
+menudo a mi casa, doy por cierto que, lejos de pesarle, se alegrar&iacute;a.
+All&iacute; van no pocos sujetos de su posici&oacute;n. Se dar&iacute;a a conocer, ganar&iacute;a
+amigos y hablar&iacute;a de pol&iacute;tica, de hacienda, de ciencias, de todo,
+luciendo lo mucho que dicen que sabe... y que hasta lo presente, dicho
+sea en paz y sin que te enojes, no le ha servido de nada. T&uacute; lo
+confiesas..., no est&aacute;is muy lucidos.</p>
+
+<p>&mdash;Estamos contentos... y no deseamos m&aacute;s.</p>
+
+<p>&mdash;Esa es una virtud..., pero infecunda. Cuando no se aspira no se
+alcanza. Es menester aspirar a todo... Mira t&uacute; mi marido... Ya te le
+presentar&eacute;... No vale la vig&eacute;sima parte de tu don Braulio. Y, sin
+embargo..., &iexcl;c&oacute;mo sabe ingeniarse!... Es un gerifalte... Yo hablo
+contigo con el coraz&oacute;n en la mano. Es menester que saquemos a tu marido
+del limbo en que vive. Tiene elementos... &iquest;Por qu&eacute; no ha de
+aprovecharlos? Para fil&oacute;sofo, menospreciador del mundo y de sus pompas
+vanas, hubiera hecho mejor en no casarse con un pimpollo como t&uacute;.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; quieres? &iexcl;Me amaba tanto!</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;L&aacute;stima fuera que no te amase! &iquest;A qui&eacute;n no infundir&aacute;s amor? T&uacute;, sin
+embargo, agradecida...</p>
+
+<p>&mdash;No s&oacute;lo agradecida..., enamorada tambi&eacute;n...</p>
+
+<p>&mdash;Conque, &iquest;le amabas mucho?</p>
+
+<p>&mdash;Y le amo todav&iacute;a.</p>
+
+<p>&mdash;Su claro talento te sedujo: doble motivo para que le emplee en hacerte
+feliz, para que se deje de vagas meditaciones y acuda a lo que importa.
+No s&eacute; qu&eacute; agudo escritor ha comparado al fil&oacute;sofo especulativo con un
+mulo que da vueltas a una noria, atado a ella por el diablo de la
+metaf&iacute;sica, sacando agua que no bebe, y sin comer la abundante hierba y
+lozana hortaliza que por todas partes le rodea. Pues peor es a&uacute;n cuando
+el fil&oacute;sofo o el mulo, siguiendo la p&iacute;cara comparaci&oacute;n, tiene una
+compa&ntilde;era y la lleva de reata, y no la deja pacer tampoco.</p>
+
+<p>&mdash;Mi obligaci&oacute;n y mi gusto es seguir a mi marido por dondequiera que
+vaya; as&iacute; me lleve a un desierto est&eacute;ril como a la tierra de promisi&oacute;n.
+Por dicha, no creo que est&eacute; tan hundido en in&uacute;tiles ensue&ntilde;os, que
+desconozca la realidad de la vida.</p>
+
+<p>&mdash;Mejor es as&iacute;. Me alegro. Sin lisonja: me va siendo muy simp&aacute;tico tu
+marido. Tiene buena facha. Se conoce que es p&aacute;jaro de cuenta. Lo &uacute;nico
+que debiera reformar es el sombrero y los picos del cuello de la camisa.
+Son enormes. &iquest;Por qu&eacute; no haces que se los recorten un poco?</p>
+
+<p>&mdash;Es un capricho. Insiste en llevarlos as&iacute;; pero no es terco en asuntos
+de m&aacute;s importancia.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces... bueno va. Con picos y todo me parece bien..., muy
+curiosito..., muy pulcro... Hasta la enormidad descomunal de los picos
+se me antoja ya que le da cierto car&aacute;cter original y grave. Pero, se&ntilde;or,
+&iquest;d&oacute;nde se habr&aacute; escondido el Conde?</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; Conde?&mdash;pregunt&oacute; Beatriz.</p>
+
+<p>&mdash;Tu m&aacute;s fervoroso admirador. Apenas te vi&oacute; vino a decirme que hab&iacute;as
+llegado. Lo singular es el miedo que te tiene. Es absurdo en hombre tan
+corrido y tan atrevido. Nada..., le da verg&uuml;enza de que le presente a ti
+y se ha escapado. Est&aacute; retardando lo que m&aacute;s desea... &iexcl;Gracias a Dios!
+Ya viene por all&iacute;.</p>
+
+<p>Beatriz dirigi&oacute; la mirada hacia donde indicaba su interlocutora, y vi&oacute;
+que se acercaba al corro el lindo y elegante Conde de Alhed&iacute;n.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;No es verdad que es muy gentil?&mdash;pregunt&oacute; la Condesa.</p>
+
+<p>Beatriz hizo un gesto gracioso que nada significaba.</p>
+
+<p>&mdash;Y luego&mdash;a&ntilde;adi&oacute; la Condesa&mdash;, &iexcl;si vieras qu&eacute; bueno es, y qu&eacute; sencillo
+y qu&eacute; caballero!</p>
+
+<p>Nada dijo Beatriz tampoco para corroborar estas alabanzas.</p>
+
+<p>Lleg&oacute; en esto el Conde, y la de San Te&oacute;dulo le present&oacute; sucesivamente a
+Beatriz, a su hermana y a don Braulio.</p>
+
+<p>No era el Conde de la reciente escuela y &uacute;ltima cr&iacute;a, que hace gala de
+gastar pocos miramientos con las mujeres, o si lo era, sab&iacute;a distinguir
+ocasiones y personas, y conociendo que no ganar&iacute;a con abatirse intr&eacute;pida
+y bruscamente sobre su presa, estuvo hasta cortado y t&iacute;mido en los
+primeros instantes. Se limit&oacute; a decir algunas palabras corteses a cada
+una de las dos hermanas, sin acercarse demasiado a ellas, y sobre todo,
+sin incurrir en la insolente ordinariez, en que ahora incurren con
+frecuencia los hombres, de alargar la mano a las se&ntilde;oras apenas las
+conocen, oblig&aacute;ndolas a que los desairen o a venir de buenas a primeras
+a t&eacute;rminos de amistosa confianza.</p>
+
+<p>Despu&eacute;s busc&oacute; el modo m&aacute;s natural de entablar conversaci&oacute;n con don
+Braulio, y como si fuese un se&ntilde;or tan formal y de peso como &eacute;l, le
+entretuvo m&aacute;s de media hora sobre materias importantes. Hizo m&aacute;s a&uacute;n.
+Hizo algo que parec&iacute;a imposible, dado lo parlanch&iacute;n que era: supo
+callarse, escuchar con atenci&oacute;n y obligar a don Braulio a que hablara,
+de lo cual don Braulio sali&oacute; encantado.</p>
+
+<p>Por &uacute;ltimo, haciendo la conversaci&oacute;n general, solt&oacute; el Conde la rienda a
+su buen humor, ensart&oacute; mil chistosos desatinos, dentro siempre de los
+l&iacute;mites no ya s&oacute;lo de la decencia, sino de la m&aacute;s delicada urbanidad, y
+divirti&oacute; y regocij&oacute; a la reuni&oacute;n, logrando hacerse simp&aacute;tico a todos.</p>
+
+<p>Preparados as&iacute; los &aacute;nimos, cuando acababan de dar las once, la Condesa
+propuso abandonar ya los Jardines e ir todos a su casa a tomar el te.
+Don Braulio, a pesar de que hab&iacute;a re&iacute;do las gracias del Conde y estaba
+contento de que le hubiese escuchado discretear, se escamaba de tanto
+obsequio y sent&iacute;a no poco sobresalto de ver c&oacute;mo se iba metiendo en los
+trotes del gran mundo; pero no supo resistirse. La Condesa le iba a
+llevar hasta la casa de ella en su coche. Despu&eacute;s, desde la casa de la
+Condesa a la de don Braulio hab&iacute;a pocos pasos que andar. Allanadas as&iacute;
+las dificultades, hubiera sido una groser&iacute;a no aceptar el convite.</p>
+
+<p>Don Braulio acept&oacute;, pues, y en compa&ntilde;&iacute;a de su mujer y de Inesita, los
+cuatro en el mismo land&oacute; abierto, fu&eacute; aquella noche a la tertulia &iacute;ntima
+y diaria de la Condesa de San Te&oacute;dulo.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="X" id="X"></a><a href="#toc">X</a></h2>
+
+
+<p>Por lo general, no hay tertulia o reuni&oacute;n para divertirse donde no se
+baile o se juegue a los naipes. Sin tresillo para los viejos y sin
+polkas y valses para los j&oacute;venes, todos por lo com&uacute;n se aburren. Es de
+admirar, por lo tanto, una tertulia, como la de nuestra Condesa, donde
+s&oacute;lo con charlar se divert&iacute;a la gente. La mujer que logra tener una
+tertulia as&iacute; puede jactarse de haber puesto una pica en Flandes. Cuantos
+sepan de estos negocios mundanos tendr&aacute;n que reconocer en la mujer que
+presida tal tertulia no comunes dotes de entendimiento.</p>
+
+<p>Otras singulares virtudes resplandec&iacute;an tambi&eacute;n en Rosita. Era tan buena
+para amiga como mala para enemiga. A su marido le quer&iacute;a, le cuidaba y
+le mimaba como la consorte m&aacute;s fiel y m&aacute;s amante. No hab&iacute;a impedido esto
+que hubiese estimado despu&eacute;s y querido de otra manera y con otros tonos
+y matices de cari&ntilde;o.</p>
+
+<p>Las mujeres, por lo com&uacute;n, no entienden que haya m&aacute;s que un solo cari&ntilde;o,
+que dan por completo a alguien o que reparten de este modo o del otro.
+Rosita no era as&iacute;. Rosita entend&iacute;a y sent&iacute;a varios cari&ntilde;os, que no se
+destru&iacute;an entre s&iacute; y que se armonizaban lindamente. Al Conde de San
+Te&oacute;dulo le quer&iacute;a de un modo, a su poeta le quer&iacute;a de otro, y sobre
+estos afectos, propios y exclusivos de la mujer, surg&iacute;an otros que
+parec&iacute;an arrancar del fondo esencial del esp&iacute;ritu, donde ya no hay
+diferencia de mujer y hombre: del principio neutro, antes de que
+adquiera determinaci&oacute;n sexual. Quiero decir con esto que Rosita amaba a
+muchos de sus tertulianos con una amistad parecida a la que un hombre
+puede sentir por otro hombre, con m&aacute;s cierta dulzura inefable que ella,
+por ser mujer, y mujer bonita a&uacute;n, atinaba a poner en esta amistad,
+completamente ajena a todo sentir amoroso.</p>
+
+<p>El primero de estos amigos de Rosita era el Conde de Alhed&iacute;n. Entre
+Rosita y el Conde no hab&iacute;a secretos. Todo se lo confiaban. El Conde
+buscaba en su amiga consolaci&oacute;n para sus disgustos y consejos para sus
+dificultades. Rosita admiraba el talento del Condesito: le re&iacute;a todos
+los chistes, hallaba que nadie era m&aacute;s discreto que &eacute;l; ni su poeta ni
+su marido val&iacute;an un pitoche al lado del Conde, y por &eacute;l hubiera hecho
+Rosita cualquier sacrificio. Nunca, sin embargo, ni el Conde hab&iacute;a
+pensado en enamorar a Rosita ni &eacute;sta en enamorar al Conde.</p>
+
+<p>Fundadas tan po&eacute;ticas relaciones en la estimaci&oacute;n mutua, para Rosita era
+el Conde de Alhed&iacute;n como un or&aacute;culo, sobre todo cuando se trataba de una
+ciencia que nos atreveremos a llamar <i>Est&eacute;tica social</i>; esto es, de
+calificar a las personas, y a las acciones y a las cosas, de elegantes,
+de distinguidas y de bellas. Una sentencia del Conde de Alhed&iacute;n sobre
+feo o bonito, sobre buen tono o mal tono, sobre distinci&oacute;n o falta de
+distinci&oacute;n, era inapelable para Rosita.</p>
+
+<p>De este modo se comprender&aacute; su entusiasmo s&uacute;bito por sus antiguas amigas
+del lugar. El Conde se las hab&iacute;a descrito como dos portentos, y Rosita
+hab&iacute;a dado por cierto que lo eran.</p>
+
+<p>Deseosa entonces de lucirlas en su tertulia, alegre de ver que el
+entusiasmo de juez tan competente como el Conde reca&iacute;a en sus casi
+paisanas, y anhelando que el Conde las conociera y tratara, busc&oacute; y
+hall&oacute;, como hemos visto, a Beatriz y a In&eacute;s.</p>
+
+<p>El Conde mismo, en cuanto las vi&oacute;, hab&iacute;a ido a avisar que ven&iacute;an, por
+donde fu&eacute; harto f&aacute;cil a Rosita reconocerlas.</p>
+
+<p>Por lo dem&aacute;s, ni en esto hubo plan pecaminoso, ni prop&oacute;sito
+maquiav&eacute;lico, ni concierto alguno entre el Conde de Alhed&iacute;n y su
+confidente. Nada se hab&iacute;a tramado ni contra la virtud de Beatriz, ni
+contra la inocencia de In&eacute;s, ni contra el honrado reposo de don Braulio.</p>
+
+<p>Rosita busc&oacute; con alegr&iacute;a y orgullo a sus semi-paisanas, fiada en los
+encomios del Conde. Cuando las hall&oacute;, o sea porque estuviese bien
+predispuesta, o sea porque ellas lo merec&iacute;an todo, le parecieron mejor
+a&uacute;n, cada una por su estilo, que lo que hab&iacute;a dicho el Conde. Y como
+Rosita no era envidiosa, cuando no hab&iacute;a celos ni emulaci&oacute;n de por
+medio, dese&oacute; todo bien a sus amigas, y fu&eacute; sincera en cuanto con Beatriz
+hab&iacute;a hablado. Le pas&oacute; por la cabeza que en su casa podr&iacute;a hallar
+Inesita un buen novio; consider&oacute; posible que en su casa saliese don
+Braulio de su obscuridad, y como le juzgaba p&aacute;jaro de cuenta, vino a
+fing&iacute;rsele en breve tiempo o Director general o Ministro, haciendo mil
+negocios &uacute;tiles a la patria, y sobre todo a su marido; y no le pareci&oacute;
+tampoco inveros&iacute;mil que en su casa Beatriz y el Conde de Alhed&iacute;n
+llegasen a enamorarse perdidamente el uno del otro; pero en esto no
+atinaba a ver Rosita, dado que ocurriese, y que ocurriese con la debida
+circunspecci&oacute;n, nada de tr&aacute;gico, ni siquiera de desagradable para don
+Braulio, quien, seg&uacute;n ella misma hab&iacute;a declarado, le era simp&aacute;tico de
+veras, y de quien ya formaba elevad&iacute;simo concepto.</p>
+
+<p>Con tales ideas respecto a sus nuevas, o mejor dicho, renovadas amigas,
+la Condesa de San Te&oacute;dulo se deshizo en amabilidades.</p>
+
+<p>Beatriz estuvo en la tertulia encantada y encantadora. Satisfecha de
+verse atendida y mimada por todos, desech&oacute; la cortedad y <i>tom&oacute; la
+tierra</i>, como si hiciera ya a&ntilde;os que asistiese en aquellos salones.
+Todos, hasta los m&aacute;s dif&iacute;ciles, admiraron su ingenio a par de su
+belleza, y celebraron la natural sencillez de su trato, su no aprendida,
+sino ing&eacute;nita elegancia, y su espont&aacute;nea gracia andaluza. Aunque con la
+embriaguez del &eacute;xito propend&iacute;a Beatriz a hablar demasiado, sab&iacute;a
+contenerse y templarse para no pasar por desenvuelta y parlanchina.
+Merced a su reflexiva prudencia estuvo, pues, inmejorable.</p>
+
+<p>Inesita, por su estilo, estuvo asimismo muy bien. Su serenidad ol&iacute;mpica,
+su calma divina, no la abandon&oacute; ni un instante. En medio del lujo y los
+esplendores de aquella casa, antes desconocidos para ella, no sinti&oacute;,
+como su hermana, que le sub&iacute;a a la cabeza algo semejante a los vapores
+del <i>champagne</i>; y sin la indiferencia selv&aacute;tica del r&uacute;stico, y sin el
+afectado desd&eacute;n del vano y orgulloso, no se maravill&oacute; de nada, dejando
+ver que lo comprend&iacute;a y lo estimaba todo, aunque no lo hallaba extra&ntilde;o a
+su condici&oacute;n. En suma: Inesita estuvo en la tertulia como pudiera haber
+estado una princesa real, para quien todas aquellas magnificencias eran
+elemento propio, o m&aacute;s bien, quedaban por debajo del elemento que ella
+respiraba y en que su alma viv&iacute;a.</p>
+
+<p>Esta serenidad de In&eacute;s hubiera podido pasar por orgullo si no estuviese
+suavizada por una mansedumbre angelical; tal vez se hubiera confundido
+con la necia apat&iacute;a, si en la luz de sus pupilas, claras y profundas a
+la vez, no destellase la inteligencia. Quien fijaba su mirada en la de
+ella cre&iacute;a penetrar a trav&eacute;s de m&aacute;gicos cristales en el seno de un
+encantado palacio lleno de misterios, o imaginaba hundirse hacia el
+fondo de transparente lago, poblado de hermosas y vagas creaciones,
+cuyos divinos contornos no atinaba a comprender con fijeza, porque el
+m&aacute;s leve suspiro del aura rizaba las puras ondas, y &eacute;stas, sin perder ni
+en claridad ni en pureza, desvanec&iacute;an y esfumaban toda imagen.</p>
+
+<p>En cuanto a don Braulio, menester es confesar que estuvo bastante
+encogido y fuera de su centro en la tal tertulia.</p>
+
+<p>Ya sabemos que era muy <i>escam&oacute;n</i>, como dicen en su tierra. As&iacute; es que,
+si bien disimulaba con habilidad, andaba con la barba sobre el hombro y
+le parec&iacute;an los dedos hu&eacute;spedes. Era listo, pero presum&iacute;a de ladino, y
+llegaba a ser sobrado malicioso. Form&oacute;, pues, de la tertulia un concepto
+muy diferente del que do&ntilde;a Beatriz hab&iacute;a formado.</p>
+
+<p>Aunque don Braulio hab&iacute;a vivido casi siempre en lugares y peque&ntilde;as
+ciudades de provincia, y aunque en Sevilla, durante los primeros a&ntilde;os de
+su matrimonio, hab&iacute;a estado retirad&iacute;simo, sin tratar nunca con lo que
+llaman el gran mundo, &eacute;l le conceb&iacute;a y le comprend&iacute;a m&aacute;s bello de lo que
+ahora se le presentaba. Dud&oacute;, por consiguiente, que aqu&eacute;l fuese el gran
+mundo puro, sino un remedo falso de &eacute;l, como el similor es remedo del
+oro. Y ya en este camino, fu&eacute; m&aacute;s all&aacute; de lo razonable e hizo juicios
+aventurados, entendi&eacute;ndolo todo grotescamente y trabucando las cosas.</p>
+
+<p>Los Condes de San Te&oacute;dulo le parecieron un si es no es Condes de pega, y
+aunque en la tertulia hab&iacute;a sujetos de verdadero valer y clase, el
+concepto un poco turbio que ten&iacute;a don Braulio de los amos de la casa
+hubo de proyectar cierta sombra obscura sobre los que a la casa
+asist&iacute;an. De casi nadie pens&oacute; bien. &iexcl;Extra&ntilde;a condici&oacute;n de los seres
+humanos! Uno s&oacute;lo se gan&oacute; desde luego su confianza; uno s&oacute;lo le pareci&oacute;
+elegante, distinguido, noble por completo, discret&iacute;simo, ilustre, ameno,
+dulce y leal: el Conde de Alhed&iacute;n.</p>
+
+<p>Vi&eacute;ndole cuchichear a menudo con Rosita y estar en la casa con m&aacute;s
+desenfado que los otros, don Braulio, pas&aacute;ndose de listo en esta
+ocasi&oacute;n, hizo un arreglo all&aacute; en su mente, y decidi&oacute; que el Conde de
+Alhed&iacute;n representaba en aquella casa el papel que en realidad
+representaba el poeta Arturo.</p>
+
+<p>All&aacute; en su interior don Braulio perdon&oacute; benignamente al Conde este
+extrav&iacute;o, y considerando sus excelentes prendas, y sin recelo de nada
+por este lado, casi intim&oacute; con &eacute;l.</p>
+
+<p>En cambio, al poeta, que era muy entrometido, que desde luego trat&oacute; con
+la mayor confianza a las dos hermanas, que se acercaba much&iacute;simo para
+hablar con ellas, as&iacute; por mala educaci&oacute;n como por ser algo corto de
+vista, y que ech&oacute; a Beatriz en verso y en prosa una infinidad de
+piropos, don Braulio le tom&oacute; tirria y le mir&oacute; como a un Don Juan Tenorio
+menesteroso y de tercera o cuarta clase.</p>
+
+<p>De todos modos, a don Braulio no le encant&oacute; la tertulia; pero don
+Braulio ten&iacute;a una pauta para su conducta, de la que hab&iacute;a decidido no
+apartarse.</p>
+
+<p>Tal como est&aacute; la sociedad, y fuese cual fuese el ideal que &eacute;l ten&iacute;a del
+gran mundo, lo cierto era que la casa de los Condes de San Te&oacute;dulo era
+una casa respetable, donde cualquiera otro, en su posici&oacute;n, se hubiera
+quedado content&iacute;simo de ser admitido. Don Braulio pod&iacute;a pensar lo que se
+le antojase de Rosita y de su marido; pod&iacute;a denigrar, all&aacute; en el fondo
+de su severa conciencia, la tertulia con sus tertulianos; pero ante el
+mundo, dentro de las condiciones de esta vida que vivimos, no pod&iacute;a
+oponerse, sin pasar por hur&oacute;n, por celoso y por tirano, a que su mujer
+siguiese yendo a dicha tertulia.</p>
+
+<p>Don Braulio no quer&iacute;a, adem&aacute;s, contener a su mujer con sermones, ni con
+severidad, ni con mandatos. Quer&iacute;a s&oacute;lo de ella amor por amor. Su plan
+estaba trazado. No pod&iacute;a ni deb&iacute;a oponerse a que Beatriz tratase a
+Rosita ni a que estrechase lazos de amistad con ella. Conven&iacute;ale, por
+&uacute;ltimo, dar aviso a su mujer acerca del valor moral de Rosita, a fin de
+que no se enga&ntilde;ase; pero disimular luego su disgusto si su mujer segu&iacute;a
+trat&aacute;ndola. Y esto hizo don Braulio.</p>
+
+<p>Habr&aacute; quien crea que don Braulio hizo mal y que era d&eacute;bil de car&aacute;cter.
+Aqu&iacute; no le damos como dechado de fortaleza. Le pintamos tal como es.</p>
+
+<p>Diremos, no obstante, en su abono, que son muy raros los Catones. Todos
+se informan de la conducta de los criados que van a recibir en casa, y
+nadie de las de aquellas personas con quien tratan e intiman su mujer y
+sus hijas, siempre que dichas personas salven las apariencias y no est&eacute;n
+mal vistas en el mundo.</p>
+
+<p>En suma: ya con la tolerancia, ya con el benepl&aacute;cito de don Braulio,
+do&ntilde;a Beatriz e Inesita, desde aquella noche en adelante, siguieron yendo
+con frecuencia a la tertulia de la Condesa de San Te&oacute;dulo y siendo su
+m&aacute;s preciado ornato y atractivo.</p>
+
+<p>Rosita, adem&aacute;s, las llevaba a veces en su compa&ntilde;&iacute;a, ya al teatro, ya a
+los Jardines, ya al paseo, ya a comer en su casa.</p>
+
+<p>Don Braulio, seg&uacute;n sus quehaceres o su humor, iba o no iba con su mujer
+y su cu&ntilde;ada a estas diversiones y fiestas, a las que Rosita ten&iacute;a buen
+cuidado de convidarle siempre.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="XI" id="XI"></a><a href="#toc">XI</a></h2>
+
+
+<p>Pasaron meses desde la noche en que por vez primera hab&iacute;an aparecido en
+la tertulia de la Condesa don Braulio, su mujer y su cu&ntilde;ada.</p>
+
+<p>Todas las prudentes reflexiones de don Braulio a su mujer hab&iacute;an sido
+in&uacute;tiles. Beatriz gustaba de brillar en sociedad, y ante esta
+consideraci&oacute;n daba poca importancia a los consejos de su marido.
+Parec&iacute;anle tal vez exageradas cavilaciones de un hombre ya anciano. No
+desconoc&iacute;a ella que en el fondo don Braulio ten&iacute;a alguna raz&oacute;n al
+sostener que la tertulia de los de San Te&oacute;dulo no era el verdadero gran
+mundo, no era el leg&iacute;timo buen tono; pero &iquest;pod&iacute;a su marido llevarla a
+ese gran mundo? Sin duda que no. &iquest;Hab&iacute;a, pues, de desistir ella de ir a
+parte alguna; hab&iacute;a de seguir encerrada entre cuatro paredes en la flor
+de su juventud, y condenar a Inesita al mismo suplicio porque no
+hallaba una sociedad perfecta, por todos estilos, donde poder
+presentarse?</p>
+
+<p>En varias discusiones que tuvo Beatriz con su marido acerca de este
+negocio, siempre le hizo callar y sali&oacute; victoriosa.</p>
+
+<p>Sus argumentos eran, en verdad, dif&iacute;ciles de rebatir. Para todo ten&iacute;a
+respuesta.</p>
+
+<p>&mdash;La Condesa de San Te&oacute;dulo tiene mala reputaci&oacute;n&mdash;dec&iacute;a don Braulio.</p>
+
+<p>&mdash;Ser&aacute; una calumnia&mdash;contestaba Beatriz.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y si lo que se dice contra ella es fundado?</p>
+
+<p>&mdash;Entonces... &iquest;qu&eacute; se le ha de hacer? A bien que no es enfermedad
+contagiosa.</p>
+
+<p>&mdash;Quiero conceder que no se d&eacute; el contagio cuando no hay predisposici&oacute;n
+para ello; pero al menos t&uacute; me conceder&aacute;s que la mala fama trasciende;
+que la maledicencia no s&oacute;lo se ceba en quien lo merece, sino en las
+personas que rodean a quien lo merece, aun cuando no sean c&oacute;mplices
+suyos.</p>
+
+<p>&mdash;Eso quiz&aacute; ser&aacute; verdad; pero, a fuerza de querer probar mucho, no
+prueba nada. Si toda mujer virtuosa, con s&oacute;lo tratarse con otra que no
+lo es se expone a que confundan e igualen su conducta con la de su
+amiga, lo mejor es no tratarse con nadie, vivir como en el sepulcro.
+&iquest;Qu&eacute; quieres? &iquest;Voy a pedir un certificado de virtud a las mujeres con
+quien hable? Dices t&uacute; que la de San Te&oacute;dulo no es del gran mundo
+verdadero. &iquest;Habr&aacute; m&aacute;s virtud en las mujeres del verdadero gran mundo?
+&iquest;No se habla de ellas como se habla de mi amiga? Pues, si descendemos,
+si pretendes que me trate con la mujer del escribiente, del portero o
+del empleadillo, &iquest;de d&oacute;nde infieres t&uacute; que he de hallar en ellas toda la
+severidad de Lucrecia? &iquest;Est&aacute; acaso vinculada la virtud en la gente
+humilde? &iquest;Es la honestidad privilegio exclusivo de las hembras
+menesterosas? Deseng&aacute;&ntilde;ate, Braulio; lo que t&uacute; quieres es que vivamos
+aqu&iacute; tan aisladamente como en Sevilla, hechos unos hurones, sin
+tratarnos con un alma. Yo por m&iacute; me resignar&iacute;a... por darte gusto,
+aunque bien conoces que es muy duro... Soy joven a&uacute;n... T&uacute;, ocupado en
+tu Secretar&iacute;a y en tus estudios, apenas me acompa&ntilde;as. &iquest;He de vivir en
+eterno soliloquio? Y luego, la pobre Inesita..., que no tiene, como yo,
+un marido a quien complacer a y quien amar, &iquest;por qu&eacute; ha de ser v&iacute;ctima
+de ese antojo tuyo?</p>
+
+<p>Tales razonamientos ejerc&iacute;an un poder invencible en el alma de don
+Braulio. Nada hallaba que contestar a ellos, y se callaba.</p>
+
+<p>Beatriz, al verle callado y casi rendido, le dirig&iacute;a una mirada amorosa,
+le sonre&iacute;a dulcemente, le hac&iacute;a un cari&ntilde;o, y don Braulio acababa de
+someterse. No s&oacute;lo no era capaz entonces de prohibirle que fuese a la
+tertulia de la de San Te&oacute;dulo, sino que no hubiera acertado a oponerse a
+cualquiera locura que ocurriese a su mujer.</p>
+
+<p>All&aacute;, en lo interior de su alma, don Braulio le daba raz&oacute;n en todo, no
+ya meramente por el afecto que le profesaba, sino por la hechura de su
+entendimiento y por la condici&oacute;n y car&aacute;cter de sus ideas.</p>
+
+<p>&laquo;&iquest;Qu&eacute; derecho tengo yo&mdash;dec&iacute;a entre s&iacute;&mdash;para que esta hermosa mujer, tan
+discreta, tan graciosa, tan a prop&oacute;sito para ser el encanto y la
+admiraci&oacute;n de quien la trate, se sepulte en vida en castigo de haberme
+amado y de haberme tomado por marido? &iquest;Qu&eacute; derecho tengo yo para imponer
+adem&aacute;s la misma pena a su linda hermana, m&aacute;s joven a&uacute;n y no menos a
+prop&oacute;sito para lucir en el mundo? Hasta es rid&iacute;culo mi antojo de que sea
+virtuosa la sociedad que frecuenten. &iquest;D&oacute;nde voy a hallar eso? La
+sociedad no es virtuosa ni viciosa. Lo son las personas que la componen.
+Y el vicio es m&aacute;s com&uacute;n que la virtud.&raquo;</p>
+
+<p>Otras veces pensaba don Braulio:</p>
+
+<p>&laquo;Si yo prohibiese a mi mujer que fuese a acompa&ntilde;ar a la Rosita, todos
+los que lo supiesen o presumiesen se burlar&iacute;an de m&iacute;..., y con raz&oacute;n.
+Dar&iacute;a yo muestras de una desconfianza que no me honrar&iacute;a ni honrar&iacute;a a
+la compa&ntilde;era de mi vida. Har&iacute;a creer que la sospechaba de liviana o de
+f&aacute;cil. Ejercer&iacute;a contra mi mujer un acto tir&aacute;nico, que tendr&iacute;a, adem&aacute;s,
+algo de infamatorio. Ella tendr&iacute;a entonces raz&oacute;n para dejar de
+amarme..., para odiarme..., quiz&aacute; para despreciarme.&raquo;</p>
+
+<p>La sola suposici&oacute;n de que su mujer viniese a no amarle, a odiarle o a
+despreciarle..., agitaba los nervios del infeliz. Se sent&iacute;a convulso,
+como si el cielo fuese a ca&eacute;rsele encima, y s&oacute;lo se serenaba, s&oacute;lo
+pasaba aquella tempestad de su alma, cuando acud&iacute;an las l&aacute;grimas a sus
+ojos y desahogaba con ellas el sentimiento del coraz&oacute;n.</p>
+
+<p>Beatriz e Inesita quedaron, pues, en libertad completa de ir con Rosita
+a todas partes, y no dejaron de aprovecharla. Don Braulio se hac&iacute;a
+c&oacute;mplice de esto, acompa&ntilde;&aacute;ndolas no pocas veces. Entonces sol&iacute;a sentir
+las m&aacute;s opuestas emociones. Unas eran agradables, otras muy
+desagradables; pero todas h&aacute;bilmente disimuladas por &eacute;l.</p>
+
+<p>Las emociones desagradables de don Braulio nac&iacute;an de la desconfianza de
+s&iacute; mismo, que le atormentaba. Se reconoc&iacute;a fatigado, melanc&oacute;lico, viejo,
+poco ameno, mal vestido, nada elegante, y a cada paso ve&iacute;a hombres cuyas
+prendas de entendimiento, cuyo valer moral, cuya alma, en suma, le
+parec&iacute;an muy inferiores a lo que en su ser propio notaba y estimaba;
+pero que eran, al mismo tiempo, tan superiores a &eacute;l en todo lo que m&aacute;s
+f&aacute;cilmente se nota y se estima, como, por ejemplo, distinci&oacute;n y soltura
+en los modales, juventud, hermosura f&iacute;sica, salud y br&iacute;o, amenidad y
+alegr&iacute;a en el trato, ligereza y gracia en la conversaci&oacute;n, que miraba
+como prodigio inexplicable que su mujer no gustase, m&aacute;s que de &eacute;l, de
+cualquiera de dichos hombres.</p>
+
+<p>Corroboraba en su mente tan triste persuasi&oacute;n el pensamiento de ciertas
+habilidades que &eacute;l ve&iacute;a en otros hombres, y de las cuales se juzgaba
+incapaz. El vals era su desesperaci&oacute;n. Se admiraba de un hombre que
+valsase bien; le parec&iacute;a precioso, encantador valsando, y dec&iacute;a para s&iacute;:
+&laquo;&iquest;Qu&eacute; pensar&aacute; mi mujer de m&iacute;, que no valso?&raquo; M&aacute;s a&uacute;n se admiraba de los
+j&oacute;venes que cazan, que tiran a la pistola y al florete, que patinan, que
+montan bien a caballo, y que son &aacute;giles y fuertes para todo esto. Hasta
+los que lidian becerros o van airosos en veloc&iacute;pedo le causaban envidia.
+All&aacute; en su conciencia, con todo secreto, se declaraba a s&iacute; propio
+nuestro don Braulio que, de ser mujer, estar&iacute;a &eacute;l muy a punto de
+enamorarse de un guapo mozo que tuviese dichas habilidades. As&iacute; es que
+se daba el infeliz al diablo, y de fijo hubiera hecho pacto con &eacute;l,
+entreg&aacute;ndole su alma, si de la noche a la ma&ntilde;ana le hubiese transformado
+de torpe en &aacute;gil y de enclenque en robusto, concedi&eacute;ndole la virtud de
+patinar, valsar, cabalgar, esgrimir, torear, cazar y <i>velocipedear</i>.</p>
+
+<p>Apenas quer&iacute;a creer don Braulio en el espiritualismo de las mujeres
+cuando suelen preferir a las susodichas habilidades otras virtudes
+varoniles; pero aun siendo as&iacute;, &iquest;qu&eacute; pruebas hab&iacute;a dado &eacute;l de estas
+otras virtudes? &iquest;Qu&eacute; batalla campal hab&iacute;a ganado? &iquest;Qu&eacute; poema hab&iacute;a
+escrito? &iquest;Qu&eacute; discurso hab&iacute;a pronunciado en las Cortes? &iquest;Qu&eacute; sumas hab&iacute;a
+ganado en la Bolsa, en el juego o en los negocios? &iquest;Qu&eacute; cuadro hab&iacute;a
+pintado? &iquest;Qu&eacute; estatua hab&iacute;a esculpido? &iquest;Qu&eacute; flamante sistema de
+filosof&iacute;a hab&iacute;a creado en su mente? &iquest;Qu&eacute; nueva m&aacute;quina o artificio
+hab&iacute;a dado a la industria humana?</p>
+
+<p>Don Braulio se abismaba en tales meditaciones, y sal&iacute;a de ellas tan
+mezquino y ruin a sus propios ojos, que se infund&iacute;a l&aacute;stima. Se sent&iacute;a
+amilanado y postrado.</p>
+
+<p>Miraba a su mujer, que en realidad era hermosa, elegante, discreta. Se
+le aparec&iacute;a digna de un trono, digna de ir en magn&iacute;ficos carruajes; de
+pisar alcatifas de Persia, de vestir blondas y sedas riqu&iacute;simas; de
+recibir adoraciones de sabios y de valerosos y de ricos; de premiar el
+m&eacute;rito, la destreza, la poes&iacute;a, la ciencia y la audacia con una dulce
+mirada de amor. Y como don Braulio no hab&iacute;a hecho nada para obtener el
+premio, casi se persuad&iacute;a de que le estaba usurpando, de que era un
+detentador miserable.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz, en tanto, ten&iacute;a encantados a todos los hombres de la
+tertulia de su amiga. Su alegr&iacute;a era comunicativa; su charla, deleitosa.
+Dec&iacute;a mil chistes, sutilezas y discreciones, que se aplaud&iacute;an y gustaban
+m&aacute;s a&uacute;n por el acento sevillano con que los dec&iacute;a, por la expresi&oacute;n de
+su rostro, por la viveza de sus ojos y por los frescos y colorados
+labios, y blancos, iguales y apretados dientes, por entre los cuales
+brotaba suave, argentina y simp&aacute;tica su f&aacute;cil y espont&aacute;nea palabra.
+Sab&iacute;a ella adem&aacute;s infundir amor y respeto. Los mismos que codiciaban su
+hermosura la cercaban reverentes. Hasta el poeta Arturo dej&oacute; de
+acercarse demasiado y se content&oacute; con doblar los lentes para verla
+mejor.</p>
+
+<p>De contemplar esto nac&iacute;an las emociones agradables de don Braulio.
+Aquella mujer tan admirada y codiciada era suya. La que, tal vez, o de
+seguro y sin tal vez, inspiraba amor a muchos hombres de val&iacute;a; la que
+con una mirada, con un ligero favor, los hubiera podido llenar de
+orgullo y de dicha, le amaba a &eacute;l s&oacute;lo, y para &eacute;l s&oacute;lo guardaba toda la
+ternura de su coraz&oacute;n, y todo aquel tesoro de belleza, tan deseado y
+encomiado.</p>
+
+<p>Don Braulio, no obstante, era una de aquellas criaturas en quienes toda
+emoci&oacute;n grata dura poco, a quien acude s&uacute;bito la idea triste que
+envenena dicha emoci&oacute;n.</p>
+
+<p>&laquo;Mas &iquest;por qu&eacute;&mdash;se dec&iacute;a&mdash;soy yo el que ella ama, el &uacute;nico dichoso, el
+due&ntilde;o del tesoro, el que tiene la llave de su coraz&oacute;n? Por una
+casualidad, primero: por haberla hallado en un lugar donde nadie hab&iacute;a
+que compitiese conmigo. Y despu&eacute;s, por un contrato consagrado por la
+religi&oacute;n: por un deber moral, legal y religioso, que le impulsa a amarme
+de un modo exclusivo. Si &eacute;ste, aqu&eacute;l o el otro fuese su marido, en vez
+de serlo yo, &iquest;no le querr&iacute;a como a m&iacute; me quiere? &iquest;Qui&eacute;n sabe? Quiz&aacute; le
+querr&iacute;a m&aacute;s.&raquo;</p>
+
+<p>Entonces recordaba don Braulio y analizaba en su mente toda caricia,
+toda palabra de amor, toda se&ntilde;al de simpat&iacute;a, y pugnaba por descubrir en
+ello lo que s&oacute;lo proced&iacute;a de amor, apartando lo que del deber, unido a
+la bondad y hasta a la compasi&oacute;n, acaso proced&iacute;a. Casi siempre sacaba de
+este an&aacute;lisis que todo se evaporaba en bondad, en cumplimiento de una
+obligaci&oacute;n, en deseo de no afligir, en agradecimiento, y que nada
+quedaba para el amor en el fondo de la retorta, donde su imp&iacute;a cr&iacute;tica
+hab&iacute;a puesto a alambicar las muestras todas de cari&ntilde;o que do&ntilde;a Beatriz
+le hab&iacute;a dado desde que se casaron.</p>
+
+<p>Fing&iacute;ase, por &uacute;ltimo, a do&ntilde;a Beatriz casada con un hombre joven, hermoso
+y brillante, con un hombre a quien ella pudiese amar y amase con toda la
+energ&iacute;a del alma juvenil; y entonces imaginaba don Braulio coloquios,
+&eacute;xtasis, arrobos, ternuras inefables, deleites infinitos, glorias
+divinas de amor, ocultas a&uacute;n en el fondo del alma de do&ntilde;a Beatriz; todo
+un cielo de bienaventuranza all&iacute; sumido, y que &eacute;l no hab&iacute;a jam&aacute;s hecho
+surgir y aparecer con sus d&eacute;biles conjuros. Consider&aacute;base como due&ntilde;o de
+un arca misteriosa, fabricada por los genios; arca de cuya exterior y
+somera beldad gozaba &eacute;l s&oacute;lo a todo su sabor y talante, mientras que
+ocultaba en su seno la joya m&aacute;s rica, la felicidad m&aacute;s cabal en este
+mundo, un trasunto del Olimpo, del Ed&eacute;n y de cuantos Para&iacute;sos y Campos
+El&iacute;seos so&ntilde;aron los poetas y los videntes antiguos; la visi&oacute;n beat&iacute;fica,
+la uni&oacute;n esencial del alma con el objeto condigno de su anhelo
+insaciable; pero arca que no mostraba todo esto a quien no tocase el
+resorte que hab&iacute;a de hacerlo aparecer, y que &eacute;l no ten&iacute;a ni fuerza, ni
+ma&ntilde;a, ni merecimiento para tocar. Don Braulio se desesperaba,
+perdi&eacute;ndose en tan crueles meditaciones, de las que no quer&iacute;a confiar
+nada a su mujer, ni tal vez hubiera acertado a confiarle algo aunque
+hubiera querido.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="XII" id="XII"></a><a href="#toc">XII</a></h2>
+
+
+<p>Mientras que andaba don Braulio agitado, all&aacute; en el fondo de su alma, de
+tan varios afectos, de los cuales sal&iacute;a siempre por consecuencia, la
+precisi&oacute;n en que se cre&iacute;a de dar a su mujer y a su cu&ntilde;ada libertad
+completa para ir a casa de la Condesa y acompa&ntilde;arla a teatros y paseos,
+Beatriz, aprovech&aacute;ndose de dicha libertad, vino a ser casi tertuliana
+diaria de la San Te&oacute;dulo, ora la siguiese s&oacute;lo Inesita, ora la siguiese
+tambi&eacute;n su marido.</p>
+
+<p>Cuando iba &eacute;ste, la natural simpat&iacute;a le impulsaba siempre a hablar con
+el Conde de Alhed&iacute;n m&aacute;s que con otro alguno. El Conde hablaba con
+formalidad, con sumo acierto y con sano juicio, de las cuestiones m&aacute;s
+graves, y hasta cuando estaba de broma todos sus chistes parec&iacute;an a don
+Braulio no groseros y vulgares, sino delicados e ingeniosos, por donde
+era el primero que los re&iacute;a.</p>
+
+<p>El Conde, hecho as&iacute; muy amigo de don Braulio, hubo de acompa&ntilde;ar algunas
+noches a las dos hermanas hasta la casa de ellas; y como do&ntilde;a Beatriz se
+la ofreci&oacute;, &eacute;l pudo visitarlas y las visit&oacute; del modo m&aacute;s correcto.</p>
+
+<p>Nada de esto hac&iacute;a recelar a don Braulio. El no ten&iacute;a celos de persona
+alguna determinada, y en todo caso, por la especie de admiraci&oacute;n que
+profesaba al Conde, ten&iacute;a m&aacute;s confianza en &eacute;l que en otro cualquiera.
+Imaginaba que el Conde le comprend&iacute;a, le respetaba y no abusar&iacute;a de su
+amistad aunque pudiese. De esta suerte, por lo mismo que reconoc&iacute;a en el
+Conde m&aacute;s capacidad de seducir que en todos los otros, tem&iacute;a menos la
+seducci&oacute;n por parte del Conde.</p>
+
+<p>No eran de igual parecer los de la tertulia de Rosita. Sin odio, sin
+deseo de da&ntilde;ar, por pura ligereza y alegre malicia, supon&iacute;an cuanto hay
+que suponer, fund&aacute;ndose en los siguientes datos.</p>
+
+<p>El Conde, que deb&iacute;a haber ido a Biarritz, hab&iacute;a desistido de su
+expedici&oacute;n y se hab&iacute;a pasado en Madrid todo el verano.</p>
+
+<p>Con mucha frecuencia hablaba con Beatriz en largos apartes.</p>
+
+<p>Se sab&iacute;a que la visitaba en su casa.</p>
+
+<p>El Conde estaba sin amores conocidos, la cr&oacute;nica escandalosa no
+designaba, ni en la sociedad elegante, ni entre la gente de la clase
+media, ni entre las bailarinas y actrices, ninguna que le tuviese
+cautivo en sus redes.</p>
+
+<p>En sujeto de tanto valer, tan gallardo y afortunado siempre con las
+mujeres, era inexplicable esta soledad amorosa, si no se supon&iacute;a alguna
+pasi&oacute;n oculta.</p>
+
+<p>La pasi&oacute;n, por consiguiente, se supuso. Y una vez supuesta, se supuso
+tambi&eacute;n que no pod&iacute;a menos de ser correspondida.</p>
+
+<p>La falta de pruebas que hab&iacute;a, el enojo del Conde cuando empezaron a
+embromarle con do&ntilde;a Beatriz, sus negaciones rotundas y el respeto y
+consideraci&oacute;n ceremoniosa con que trataba en p&uacute;blico a aquella mujer,
+todo ello sirvi&oacute; s&oacute;lo para que se pasmasen los amigos del maravilloso
+disimulo, de la hidalga prudencia y del noble sigilo de aquel dichoso
+mortal.</p>
+
+<p>Rosita, a quien el Conde se lo confiaba todo, quiso no pocas veces
+averiguar, en secreto y para ella sola, la verdad del caso.</p>
+
+<p>El Conde neg&oacute; a Rosita que hubiese caso alguno que redundase en da&ntilde;o de
+don Braulio, y mostr&oacute; enojo de que ella creyese que le hab&iacute;a, y le
+suplic&oacute;, y hasta le exigi&oacute;, que disipase tan absurdos rumores.</p>
+
+<p>Por desgracia, no vali&oacute; esto sino para que Rosita dejase de hablar al
+Conde de sus relaciones con do&ntilde;a Beatriz, y hasta para que afirmase con
+frecuencia en alta voz que no hab&iacute;a tales relaciones; pero, en voz baja
+y al o&iacute;do, Rosita sol&iacute;a hacer estupendos elogios de la caballerosidad de
+su amigo, que ni siquiera a ella le confiaba su triunfo. Este callar era
+heroico, este disimular demostraba a gritos la vehemencia y sublimidad
+de un generoso afecto.</p>
+
+<p>&mdash;Llega a tal extremo el Conde&mdash;dec&iacute;a Rosita&mdash;, que ser&aacute; capaz de tener
+un desaf&iacute;o con quien divulgue por ah&iacute; que Beatriz le ama.</p>
+
+<p>&mdash;<i>E pur si muove</i>&mdash;a&ntilde;ad&iacute;a el poeta Arturo, si por acaso se hallaba
+all&iacute;.</p>
+
+<p>El rumor, la suposici&oacute;n, la calumnia, si era calumnia; la hablilla, en
+fin, si as&iacute; queremos llamarla, se movi&oacute; en efecto con rapidez
+portentosa.</p>
+
+<p>Apenas qued&oacute; en la coronada villa hombre ni mujer, iniciados en la
+historia anecd&oacute;tica de los salones, en aquella historia que Asmodeo y
+sus imitadores no pueden ni deben revelar por impreso, si bien tiene mil
+cronistas orales y clandestinos, que no diese ya por cierto, firme y
+apretado, el lazo que un&iacute;a el coraz&oacute;n de Beatriz y el de Ricardo, que
+as&iacute; llamaban al Conde de Alhed&iacute;n sus &iacute;ntimos o los que por tales quer&iacute;an
+pasar para darse tono.</p>
+
+<p>Don Braulio era quiz&aacute; el &uacute;nico que ignoraba todo aquello, y la gente se
+pasmaba de su ignorancia.</p>
+
+<p>Los sujetos m&aacute;s ben&eacute;volos dec&iacute;an:</p>
+
+<p>&mdash;No es extra&ntilde;o. El buen se&ntilde;or est&aacute; en Babia siempre. &iexcl;Es tan distra&iacute;do!
+Vaya: m&aacute;s vale as&iacute;.</p>
+
+<p>Otros exclamaban:</p>
+
+<p>&mdash;Bien se conoce que el hombre es un verdadero fil&oacute;sofo.</p>
+
+<p>Otros:</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qui&eacute;n sabe? Estos varones severos no incurren casi nunca en la
+torpeza de averiguar lo que no les conviene. La distracci&oacute;n, el andar
+siempre por los espacios imaginarios suele traer muchos provechos.</p>
+
+<p>Otros, por &uacute;ltimo:</p>
+
+<p>&mdash;Ya ver&aacute;n ustedes c&oacute;mo el pobrecito don Braulio adelanta en su carrera
+y llega a ser personaje. Su mujer har&aacute; que suba.</p>
+
+<p>El respeto y hasta el temor que inspiraba el Conde de Alhed&iacute;n, poco
+sufrido con nadie, pronto para el enojo, y diestro y feliz en lances y
+pendencias, no consent&iacute;an que los hombres se insinuasen con do&ntilde;a
+Beatriz, habl&aacute;ndole de sus amores con el Conde.</p>
+
+<p>Beatriz no trataba con mujeres de la sociedad, que no hubieran respetado
+al Conde y que se hubieran insinuado con ella.</p>
+
+<p>Y Rosita quer&iacute;a tanto al Conde, que por nada del mundo le hubiera
+causado el pesar de darse por entendida con Beatriz de que sospechaba o
+sab&iacute;a lo que, a su ver, pasaba.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz, por consiguiente, pod&iacute;a imaginar, o imaginaba sin duda,
+que nadie sospechaba de ella.</p>
+
+<p>Los rendimientos y las deferencias de que era objeto los pod&iacute;a atribuir
+a su m&eacute;rito propio, y el que los galanes no se le acercasen en son de
+guerra y de conquista, a que su buena reputaci&oacute;n los ten&iacute;a a raya.</p>
+
+<p>Durante, pues, todo el verano y hasta el principio del mes de octubre,
+momento en que ocurrieron casos importantes, que pronto hemos de
+referir, pudo muy bien do&ntilde;a Beatriz, nada experimentada ni escarmentada
+a&uacute;n de la maledicencia de los madrile&ntilde;os, vivir tranquila y persuadida
+de que nadie la acusaba de ser la enamorada del Conde, y de que don
+Braulio no estaba en rid&iacute;culo de resultas de haber sido tan bueno y tan
+complaciente con ella.</p>
+
+<p>Al llegar a este punto siento yo cierto prurito de declamar y de
+moralizar, a fin de que mi historia merezca contarse entre las
+ejemplares. No atino, sin embargo; no me decido siquiera a se&ntilde;alar el
+blanco contra el cual he de dirigirme.</p>
+
+<p>&iquest;Declamar&eacute; contra la sociedad murmuradora? No me atrevo, sin
+considerarme como injusto. &iquest;Qui&eacute;n sabe a&uacute;n lo que en realidad pasaba?
+Pero las apariencias estaban en contra de do&ntilde;a Beatriz.</p>
+
+<p>&iquest;Declamar&eacute; contra &eacute;sta? &iquest;Y si era inocente? &iquest;Y si las apariencias eran
+enga&ntilde;osas? &iquest;Y si ella, ignorante a&uacute;n de la vida, no notaba que, sin
+querer, quiz&aacute; sin merecerlo, daba p&aacute;bulo a la maledicencia?</p>
+
+<p>Ser&iacute;a, por &uacute;ltimo, harto cruel que yo me estrellase contra el bueno de
+don Braulio, que era tan honrado, tan noble, tan excelente, y cuya &uacute;nica
+falta, si falta hab&iacute;a, se originaba del amor entra&ntilde;able y de la
+indulgencia bien meditada con que miraba a su mujer.</p>
+
+<p>Lo mejor, por lo tanto, es que nos abstengamos de declamar y de
+moralizar, aguardando a ver qu&eacute; sale en claro de todo esto.</p>
+
+<p>Por lo pronto, lo que podemos asegurar es que la reputaci&oacute;n de do&ntilde;a
+Beatriz estaba perdida; grav&iacute;simo mal, aunque no del todo irremediable,
+dado que fuese una calumnia lo que se recelaba o afirmaba: dado que la
+suposici&oacute;n no tuviese fundamento alguno.</p>
+
+<p>Verdad es que para poner remedio a aquel mal era ya menester que los
+pacientes lo supiesen primero, condici&oacute;n terrible para el enamorado don
+Braulio, quien, atormentado por sus vagas y melanc&oacute;licas imaginaciones,
+no advert&iacute;a nada de lo que en realidad estaba pasando en torno suyo, y
+cuyo coraz&oacute;n, que tanto se angustiaba s&oacute;lo con presentir la p&eacute;rdida del
+cari&ntilde;o de Beatriz, parec&iacute;a que no hab&iacute;a de tener resistencia bastante
+para sufrir el rudo golpe de la certidumbre y la realizaci&oacute;n de su
+presentimiento.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="XIII" id="XIII"></a><a href="#toc">XIII</a></h2>
+
+
+<p>Confieso, con la ingenuidad que me es caracter&iacute;stica, que he tenido
+tentaciones de pintar al Conde de Alhed&iacute;n como a un seductor perverso,
+endemoniado y profundo en sus ardides y planes de guerra. &laquo;De esta
+suerte&mdash;me dec&iacute;a yo cuando iban ocurriendo estas cosas y yo mismo no
+estaba a&uacute;n en el secreto&mdash;, si do&ntilde;a Beatriz ha sido en efecto seducida,
+su ca&iacute;da tendr&aacute; cierta disculpa, y, si no lo ha sido, su triunfo ser&aacute;
+m&aacute;s glorioso y memorable.&raquo;</p>
+
+<p>No hay nada, sin embargo, que me repugne m&aacute;s que la mentira. Ni siquiera
+gusto de apelar a ella para escribir un cuento. Y como el Conde de
+Alhed&iacute;n existe en realidad y yo le conozco y trato, se me hace cargo de
+conciencia presentarle diverso de lo que es, aunque sea envolvi&eacute;ndole en
+el velo del seud&oacute;nimo.</p>
+
+<p>El Conde de Alhed&iacute;n, dicho sea en honor de la verdad, no pasa de ser un
+buen muchacho, si hemos de juzgarle con el relajado criterio que en el
+mundo se usa.</p>
+
+<p>El Conde de Alhed&iacute;n dista tanto de ser un Don Juan Tenorio como dista el
+cielo de la tierra. Jam&aacute;s ha empleado enga&ntilde;o ni violencia contra soltera
+ni casada.</p>
+
+<p>Doy adem&aacute;s por seguro que, si hac&iacute;a examen de conciencia, por muy severo
+y escrupuloso que fuese antes de la &eacute;poca de nuestra historia, no
+llegar&iacute;a jam&aacute;s a persuadirse de que &eacute;l hubiese seducido a mujer alguna.</p>
+
+<p>Hallando f&aacute;cil y abundante cosecha de laureles entre las seductoras y ya
+seducidas, no tuvo el Conde la mala idea de extraviar a ninguna c&aacute;ndida
+e inocente doncella, o de turbar la santa paz de alg&uacute;n matrimonio modelo
+por lo bien avenido, ejemplar y amoroso.</p>
+
+<p>Si en algunos casos reconoc&iacute;a el Conde que la seducci&oacute;n hab&iacute;a sido
+mutua, en los m&aacute;s, con notable consolaci&oacute;n de su &aacute;nimo y con no corto
+menoscabo de su vanidad, el Conde no ve&iacute;a en su propia persona sino a la
+que padece, esto es, a la verdaderamente seducida.</p>
+
+<p>Ni una sola de sus conquistas hab&iacute;a tenido hasta entonces asomos de
+car&aacute;cter tr&aacute;gico. No se acusaba al Conde de haber arrancado de frente
+alguna el luminoso nimbo de la santidad y de la pureza. No hab&iacute;a mujer
+que hubiese descendido por &eacute;l de un pedestal sagrado donde hubiera
+estado antes, sin que jam&aacute;s la tocase el lodo de la tierra, sin que se
+empa&ntilde;ase en lo m&aacute;s m&iacute;nimo la n&iacute;tida blancura de la fimbria de su veste.
+O bien hab&iacute;a sido el Conde uno de tantos, y no primero en una serie m&aacute;s
+o menos larga y variada, o bien, si por dicha hab&iacute;a sido el primero, el
+mismo diablo hab&iacute;a allanado antes los caminos tan suave y aviesamente,
+que harto se pod&iacute;a dar ya por perdido lo que hab&iacute;a que perder, y al
+Condesito s&oacute;lo le remord&iacute;a la conciencia, como al joven fil&oacute;sofo de la
+f&aacute;bula, por haber cedido con fragilidad al capcioso argumento que estos
+versos expresan:</p>
+
+<p><br />
+<span style="margin-left: 15%;">T&oacute;melo por su vida, y considere</span><br />
+<span style="margin-left: 15%;">Que otro lo comer&aacute; si no lo quiere.</span><br />
+</p>
+
+<p>Cuando me paro a meditar acerca de la virtud en grado heroico se me
+ocurre un pensamiento que me apesadumbra bastante.</p>
+
+<p>Verdad que hay a&uacute;n, y seguir&aacute; habiendo de seguro, guerras civiles e
+internacionales, revoluciones violentas, pestes, enfermedades y otra
+multitud de plagas con que Dios quiere y puede probar y ejercitar
+nuestra paciencia. Verdad que todos estamos condenados a morir, y no es
+chico mal la muerte, sobre todo cuando se la contempla desde la cumbre
+de la vida, en el pleno goce de la mocedad y del br&iacute;o sano de nuestra
+primavera; pero en circunstancias normales, en la vida burguesa,
+ordenada y pol&iacute;tica que hoy se vive, es dif&iacute;cil, cuando no imposible,
+que aparezca o se d&eacute; en cualquier sujeto un caso de hero&iacute;smo, de
+sufrimiento extraordinario, de entereza sublime o de otra virtud magna y
+pasmosa, sin que aparezca o se d&eacute;, como motivo u ocasi&oacute;n, en otro sujeto
+o en varios, un caso de vicio o de maldad o de fiereza no menos fuera de
+todo t&eacute;rmino razonable. Para que haya un R&eacute;gulo es menester que haya
+cartagineses; para que haya un sabio que beba tranquilo la cicuta es
+menester que haya jueces inicuos que por odio a sus discreciones y
+sabidur&iacute;as le condenen a beberla, y para que haya m&aacute;rtires que se dejen
+desollar o que se dejen asar a fuego lento en unas parrillas es menester
+que haya tiranos tan empedernidos y atroces, que los manden desollar o
+asar porque no se prestan a adorar los &iacute;dolos o por otra tonter&iacute;a por el
+estilo.</p>
+
+<p>Ahora bien; no s&eacute; si por fortuna o por desgracia, pero es lo cierto que
+malvados y p&iacute;caros en grado tan superlativo y extremoso van siendo m&aacute;s
+raros cada d&iacute;a, y, por consiguiente, la &aacute;spera senda de la virtud se va
+allanando y macadamizando, sin que aquellos que tienen virtud en dicho
+grado logren casi nunca ocasi&oacute;n propicia para lucirla, vi&eacute;ndose
+obligados a conservarla en estado latente all&aacute; en el fondo de sus
+corazones.</p>
+
+<p>No quiero, pues, alterar la verdad de mi historia e ir contra esta ley
+del progreso humano, convirtiendo en un monstruo al Conde de Alhed&iacute;n.
+Ateng&aacute;monos a la verdad.</p>
+
+<p>El Condesito, seg&uacute;n he declarado ya, era un excelente chico, ligero,
+amigo de divertirse, muy tentado de la risa, pero mejor que el pan.</p>
+
+<p>Su madre, la Condesa viuda, le idolatraba y le hab&iacute;a mimado siempre;
+pero los mimos, lejos de pervertir las buenas naturalezas, las hacen
+mejores y m&aacute;s dulces; convierten la hiel en alm&iacute;bar.</p>
+
+<p>Para el Condesito era f&aacute;cil ser bueno. Nada envidiaba. Todo le sonre&iacute;a.
+Ya hemos dicho que pose&iacute;a quince mil duros de renta, que era de buena
+familia y que gozaba de perfecta salud. No hab&iacute;a ejercicio corporal en
+que no brillase: gran jinete, certero tirador de pistola, &aacute;gil y diestro
+en la esgrima y valsador airoso y gallardo. Sus chistes eran re&iacute;dos, sus
+discreteos celebrados. Todos le cre&iacute;an capaz de los negocios m&aacute;s serios
+si llegaba alg&uacute;n d&iacute;a a emplear en ellos su tiempo y sus facultades.</p>
+
+<p>Viv&iacute;a el Conde con su madre, pero en un enorme caser&oacute;n, donde gozaba de
+completa independencia. As&iacute; es que recib&iacute;a amigos y visitas de varias
+clases sin que su madre, ni por acaso, tuviese que tropezar con ellas ni
+darse por entendida de nada.</p>
+
+<p>La Condesa, sin embargo, no ignoraba la vida fr&iacute;vola y harto disipada de
+su hijo. La Condesa ansiaba que la abandonase, que se casase ya, y que,
+hecho todo un padre de familia, se mezclase en la pol&iacute;tica de su pa&iacute;s y
+fuese un hombre de Estado.</p>
+
+<p>La Condesa era una gran se&ntilde;ora en toda la extensi&oacute;n de la palabra y muy
+al gusto antiguo. Estaba m&aacute;s cerca de los cincuenta que de los cuarenta
+a&ntilde;os, si bien conservando no pocos restos de su en otro tiempo admirada
+hermosura. Se vest&iacute;a con severa elegancia y notable sencillez. Era
+religiosa sin afectaci&oacute;n ni fanatismo. Y no estaba muy en contra de esto
+que llaman el esp&iacute;ritu del siglo, aunque lamentaba que la aristocracia
+espa&ntilde;ola careciese de esp&iacute;ritu de clase, y fuese, por lo tanto, incapaz
+de ser contada como un elemento pol&iacute;tico, por m&aacute;s que, considerados
+aisladamente, no valgan menos bastantes individuos de los que a ella
+pertenecen que muchos de aquellos que se encaraman a las m&aacute;s altas
+posiciones y mandan y gobiernan, partiendo desde los m&aacute;s humildes puntos
+de la esfera social.</p>
+
+<p>Ni por esto andaba desavenida la Condesa con la &eacute;poca en que vivimos,
+porque percib&iacute;a claramente que la invasi&oacute;n y encumbramiento de plebeyos
+astutos ven&iacute;a de muy atr&aacute;s y no era cosa del d&iacute;a. La aristocracia, cre&iacute;a
+ella, que dormitaba siglos hac&iacute;a en dorada servidumbre, y que, contenta
+o resignada con vanas distinciones &aacute;ulicas, dejaba el influjo y el mando
+a los Cisneros, los P&eacute;rez y los V&aacute;zquez, habiendo sido Espa&ntilde;a una
+democracia frailuna, y ganando ahora con ser algo parecido a una
+mesocracia seglar.</p>
+
+<p>La Condesa, al menos, sin que nosotros salgamos responsables de sus
+juicios, se explicaba as&iacute;, de un modo sint&eacute;tico, la historia de su
+patria. Resultaba de aqu&iacute; que, de puro aristocr&aacute;tica y por odio a la
+democracia antigua, casi era la Condesa liberal y progresista. Prefer&iacute;a
+al dominio de un valido prepotente, a quien el Monarca sacaba de la
+nada, el mando de esto que llaman clases conservadoras, en las cuales
+entraba por algo la suya, aunque mezclada con el instable remedo de la
+aristocracia de buena ley y con el furioso aluvi&oacute;n de injustificadas e
+improvisadas notabilidades.</p>
+
+<p>En suma, y sea de ello lo que se quiera, la Condesa deseaba que su hijo
+no consumiese la mocedad toda en galanteos y diversiones, sino que se
+hiciese hombre formal y de pro, y a&ntilde;adiese a la nobleza heredada nuevo
+lustre y blasones con la adquirida por su talento y dem&aacute;s prendas
+personales.</p>
+
+<p>Ya sabemos que el Conde hab&iacute;a pasado el verano sin salir de Madrid. La
+Condesa no hab&iacute;a salido tampoco.</p>
+
+<p>Estamos en el mes de octubre.</p>
+
+<p>Casi todas las damas elegantes que hab&iacute;an ido a Biarritz, a Spa y a
+otros puntos, y que hab&iacute;an hecho una visita a Par&iacute;s, estaban ya de
+vuelta de la expedici&oacute;n veraniega. Ven&iacute;an, como era natural, cargadas de
+galas y primores de Worth, de la Ferri&egrave;re, de Alexandre y de otros
+artistas; galas que se dispon&iacute;an a lucir durante el invierno.</p>
+
+<p>Entre estas damas expedicionarias y ya reinstaladas cerca de sus lares
+se contaba la linda Adela, prima del Condesito. Era la bondad
+personificada, sin frisar en tonta, y era adem&aacute;s heredera &uacute;nica, con
+esperanzas de ser m&aacute;s rica que su primo cuando heredase. La Condesa
+viuda quer&iacute;a casar con ella a su hijo.</p>
+
+<p>Ya varias veces hab&iacute;a procurado inducirle a que la pretendiera. Siempre
+hab&iacute;a sido en balde.</p>
+
+<p>Ahora, a los tres o cuatro d&iacute;as de haber llegado Adela, la Condesa llam&oacute;
+una ma&ntilde;ana a su hijo a su cuarto, entre once y media y una, antes del
+almuerzo, y tuvo con &eacute;l la siguiente important&iacute;sima conferencia.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="XIV" id="XIV"></a><a href="#toc">XIV</a></h2>
+
+
+<p>Despu&eacute;s de los cari&ntilde;osos saludos de costumbre y de un breve pre&aacute;mbulo
+sobre asuntos insignificantes, sentados madre e hijo en c&oacute;modos sillones
+y enfrente ella de &eacute;l, la Condesa entr&oacute; en materia de este modo:</p>
+
+<p>&mdash;Bien conoces t&uacute;, Ricardo m&iacute;o, que yo me he pasado contigo de
+indulgente. As&iacute; he perdido toda fuerza moral, y apenas si me siento con
+autoridad y valor para darte un consejo.</p>
+
+<p>&mdash;La bondad de usted para conmigo no puede ni debe disminuir el respeto
+y la veneraci&oacute;n con que yo miro a usted, madre m&iacute;a&mdash;respondi&oacute; Ricardo&mdash;.
+No ya para aconsejarme, para mandarme tiene usted autoridad, y debe
+tener valor. Yo obedecer&eacute; a usted si est&aacute; en mi mano obedecerla.</p>
+
+<p>&mdash;No pretendo que me obedezcas, sino que me escuches y que te dejes
+persuadir por mis razones. Es una l&aacute;stima que pierdas tu tiempo como
+cualquier mozalbete casquivano, sin dedicarte a nada serio. Hasta
+cierta edad es perdonable ese modo de vivir; pero ya eres mayor y
+debieras servir a tu patria y mostrar que vales... &iquest;Por qu&eacute; no te haces
+elegir diputado? &iquest;Por qu&eacute; no te interrogas sobre tus propias opiniones,
+te forjas tu credo pol&iacute;tico, te trazas tu l&iacute;nea de conducta, y entras en
+la vida p&uacute;blica? &iquest;Vas a llegar a viejo,</p>
+
+<p><br />
+<span style="margin-left: 15%;">En c&iacute;nica e infame solter&iacute;a,</span><br />
+</p>
+
+<p>como dijo, quiz&aacute; harto duramente, el austero y sat&iacute;rico poeta, sin hacer
+m&aacute;s que cortejar a mujeres livianas? &iquest;Por qu&eacute; no te casas con una mujer
+honrada, de tu clase, y te formas una familia?</p>
+
+<p>A esta lluvia de preguntas contest&oacute; con mucho reposo el Condesito:</p>
+
+<p>&mdash;Todas las excitaciones de usted, querida madre, son tan buenas, que yo
+las seguir&iacute;a sin vacilar si de m&iacute; dependiera seguirlas. Por desgracia,
+no depende esto de m&iacute;. Para ser diputado, importa proponerse algo con
+serlo, y yo nada me propongo. Usted misma lo declara: importa tener un
+credo pol&iacute;tico y trazarse una l&iacute;nea de conducta. Pero en balde me
+interrogo: yo no s&eacute; lo que quiero ni lo que creo. Casi todos los
+partidos me parecen bien y me parecen mal. No s&eacute; a cu&aacute;l afiliarme. &iquest;He
+de inventar yo un partido nuevo, cuando ya hay tantos? Adem&aacute;s, que no es
+tan f&aacute;cil inventar ese partido. Para su credo, apenas se me ocurre otro
+art&iacute;culo de fe que aquella sentencia constitucional del a&ntilde;o de 1812: que
+todos los espa&ntilde;oles sean justos y ben&eacute;ficos. Lo dem&aacute;s me es
+indiferente. Yo amo la libertad como un medio, y el progreso como un
+fin; pero los amo de una manera vaga y encumbrada y comprensiva, que se
+presta en la pr&aacute;ctica a mil interpretaciones. As&iacute; es que por un lado me
+amoldar&iacute;a a casi todos los partidos medios, aceptando sus principios, y
+por otro lado ser&iacute;a rebelde o indisciplinado en todos los partidos,
+porque sus prohombres no me satisfacen. En resoluci&oacute;n: yo noto que me
+falta vocaci&oacute;n para la pol&iacute;tica. Soy m&aacute;s a prop&oacute;sito para la
+contemplaci&oacute;n que para la acci&oacute;n. Cr&eacute;ame usted, yo lo har&iacute;a
+detestablemente; me deslucir&iacute;a si me metiese a rep&uacute;blico. &iquest;Por qu&eacute; hemos
+de ser todos actores en tan pesado drama, que dura siempre sin que se
+llegue jam&aacute;s al desenlace? &iquest;No basta que est&eacute; uno condenado a ser
+espectador? Mire usted, madre, yo me canso de asistir a ese drama, que
+no termina nunca, que siempre es lo mismo, donde hay enredos sobre
+enredos, cambios de decoraciones, y entrada y salida de personas, que
+casi todas lo hacen mal, y en cuyo argumento no hay principio ni fin, ni
+t&eacute;rmino ni pensamiento. Imagine usted, pues, si me canso de ser mero
+espectador, y mero espectador poco atento y distra&iacute;do, cu&aacute;nto me
+cansar&iacute;a si reclamase tambi&eacute;n un papel y tratase de representarle.
+Deseng&aacute;&ntilde;ese usted: la pol&iacute;tica es un oficio fastidioso, que s&oacute;lo deben
+ejercer los que no tienen dinero ni posici&oacute;n, y necesitan adquirirlos
+ejerci&eacute;ndole; pero yo, que tengo mi caudal, puedo y debo ser m&aacute;s &uacute;til a
+mi patria y a m&iacute; mismo cuidando ese caudal, mejor&aacute;ndole y aumentando as&iacute;
+la riqueza p&uacute;blica, que no a&ntilde;adiendo un individuo m&aacute;s al n&uacute;mero ya
+desmedido de los que se disputan las carteras, las plenipotencias y las
+direcciones generales. Soy tan esc&eacute;ptico, que no atino a creer en las
+creencias de los otros. Se me figura que los m&aacute;s consecuentes suelen ser
+los menos sinceros; que son consecuentes a fuerza de ser testarudos.
+Adoptan una opini&oacute;n, como pudieran haber adoptado otra, sin fe ni
+caridad; y ya la siguen siempre, para que se diga que hacen bien su
+papel, y porque al fin es m&aacute;s f&aacute;cil representar un papel que diga
+siempre lo mismo, sean las que sean las circunstancias, que no otro
+papel donde se digan muchas y diversas cosas, seg&uacute;n importe quiz&aacute; en
+cada momento no s&oacute;lo al bien particular o singular, sino al bien
+p&uacute;blico. Con esta reflexi&oacute;n me siento inclinado a perdonar las
+apostas&iacute;as; pero, como mi esp&iacute;ritu es una perpetua contradicci&oacute;n,
+reflexiono en seguida otra cosa y condeno duramente a los ap&oacute;statas y
+volubles. Los sospecho de interesados y de tunantes. Recelo que no
+cambian de buena fe, sino porque quieren estar encima y hacer su agosto.
+En fin, &iquest;para qu&eacute; hablar m&aacute;s? Soy incapaz para la pol&iacute;tica. M&aacute;s f&aacute;cil me
+ser&iacute;a echarme a fil&oacute;sofo, a naturalista o a poeta. &iquest;No es mejor, sin
+embargo, que cuide de mi hacienda en santa paz, y procure ser un buen
+ciudadano, un miembro &uacute;til y activo del cuerpo social, y un caballero
+agradable y entretenido? Ahora, que apenas hay majadero o galop&iacute;n que no
+se meta a sabio o a gobernador del pueblo o a personaje importante;
+ahora, que todos los hombres se pasan la vida echando discursos en las
+sociedades cient&iacute;ficas, en los clubs, en las asambleas y en otros focos
+de luz, &iquest;no es conveniente que haya algunos que se vayan a los salones
+para que las pobres mujeres no se queden solas, sin nadie que les hable
+y las entretenga un poco? Ya ve usted si tengo raz&oacute;n en seguir apartado
+de la pol&iacute;tica. En cuanto al otro consejo capital de usted, nada tengo
+que objetar. En efecto, debo casarme; pero yo no quiero casarme por
+casarme. Para contraer esa temerosa uni&oacute;n, que s&oacute;lo la muerte rompe,
+quiero hallar mujer en quien conf&iacute;e y a quien ame, y cuyo esp&iacute;ritu se
+abra al m&iacute;o y me muestre que puede estar en duradera, firme, santa e
+&iacute;ntima comuni&oacute;n con &eacute;l. Deje usted que halle esa mujer y al punto me
+ver&aacute; casado.</p>
+
+<p>&mdash;Perdona que te diga, Ricardo&mdash;replic&oacute; la Condesa&mdash;, que todo cuanto
+est&aacute;s diciendo es un c&uacute;mulo de sofister&iacute;as y de extravagancias. Si doy
+por cierto, y no lo doy por cierto, que la pol&iacute;tica es s&oacute;lo un medio de
+medrar en la mayor&iacute;a de cuantos a ella se dedican, culpar&eacute; m&aacute;s a&uacute;n a los
+ego&iacute;stas que no quieren intervenir en la pol&iacute;tica porque ya est&aacute;n
+medrados. Todav&iacute;a se debe presumir que el que busca materialmente su
+medro personal busca tambi&eacute;n el aplauso, la gloria, y se siente movido
+por el deseo de hacer el bien de todos, que al cabo no es incompatible
+con el bien singular suyo; pero del perezoso, del fr&iacute;o de coraz&oacute;n, del
+descre&iacute;do, que por no molestarse y porque no necesita medro, porque ya
+le tiene, no interviene en nada, y no sabe m&aacute;s que censurarlo todo, y
+se&ntilde;ala mil males y no pone remedio a uno solo, de &eacute;ste, digo, no hay
+alma, por generosa y ben&eacute;vola que sea, que se preste a suponer nada
+bueno. Este &uacute;ltimo es peor y m&aacute;s ruin que el m&aacute;s interesado buscavidas
+de los pol&iacute;ticos activos. Busc&aacute;ndosela, trabaja al fin, y sirve de algo,
+y tal vez hace el bien general, o procura hacerlo, a costa de fatigas y
+peligros, cuando procura asimismo, como es l&iacute;cito y natural, su propio
+encumbramiento y provecho. &iquest;Qu&eacute; h&eacute;roe antiguo, qu&eacute; guerrero, qu&eacute; gran
+pol&iacute;tico de los que ensalza la historia ha sido tan absurdamente
+desinteresado como ser&iacute;a menester serlo para estar libre de tus
+invectivas? Esto en cuanto a la pol&iacute;tica. En cuanto a tu casamiento, no
+debo negarte que tienes raz&oacute;n en desear para mujer propia una que tenga
+las prendas de que me hablas; pero &iquest;por qu&eacute; no la buscas? &iquest;Ha de pasar
+ella casualmente delante de tus ojos? &iquest;Ha de abrir su esp&iacute;ritu al tuyo y
+ha de mostrarte que merece entrar en &iacute;ntima comuni&oacute;n con &eacute;l, sin que te
+tomes siquiera el trabajo de llamar a la puerta? &iquest;Vas a buscar acaso ese
+tesoro que necesitas entre las aventureras, entre las damas galantes,
+entre las mal casadas a quien enamoras?</p>
+
+<p>&mdash;Madre, yo no enamoro ni pretendo ahora a ninguna aventurera, a ninguna
+dama galante, a ninguna mal casada. Si tiene usted noticias tales, est&aacute;
+usted mal informada.</p>
+
+<p>&mdash;Pues entonces, &iquest;por qu&eacute; no te dedicas a tu prima Adela? Se dir&iacute;a que
+el cielo la destina para ti. &iexcl;Es tan buena, es tan discreta en medio de
+su inocencia! Y hablando en confianza..., la creo muy propensa a
+prendarse de ti. Estoy segura de que te adorar&iacute;a.</p>
+
+<p>&mdash;El amor de madre acaso ciegue a usted; pero, aunque ella propendiese a
+amarme, &iquest;c&oacute;mo he de mandar yo a mi coraz&oacute;n que la ame? No la amo, y sin
+amor no me casar&eacute; con mujer alguna.</p>
+
+<p>&mdash;T&uacute; amas, lo s&eacute;, a la que no puede ser tu mujer, porque lo es de
+otro&mdash;dijo al fin la Condesa, no pudiendo sufrir m&aacute;s las rebeld&iacute;as de su
+hijo.</p>
+
+<p>&mdash;Ya he dicho a usted que no amo ahora a ninguna mujer casada.</p>
+
+<p>&mdash;Me han dicho que est&aacute;s en relaciones con la mujer de un empleadillo en
+Hacienda, con una aventurera que va a casa de la Condesa de San Te&oacute;dulo.</p>
+
+<p>&mdash;Madre, los que tal han dicho mienten. Ni yo estoy en relaciones con
+esa mujer, ni esa mujer es una aventurera. Caro le costar&iacute;a a cualquier
+hombre que se atreviese a calificarla de tal en mi presencia.</p>
+
+<p>&mdash;T&uacute; mismo te delatas. Esa vehemencia con que la defiendes me prueba m&aacute;s
+a&uacute;n que la amas. Tal vez esa mujer te ha hechizado. La cosa es peor de
+lo que yo presum&iacute;a. No es un capricho, es una verdadera pasi&oacute;n.</p>
+
+<p>&mdash;Si la estimaci&oacute;n y la amistad son pasiones, estoy apasionado de ella,
+lo confieso. Por lo mismo, madre m&iacute;a, suplico a usted que desmienta mis
+relaciones amorosas con esa mujer, y que no contribuya a difamarla y
+hacer acaso la infelicidad de su marido, que es un hombre excelente. Si
+el infeliz llegase a saber lo que, tan a pesar m&iacute;o y tan sin fundamento,
+dice de nosotros la maledicencia, se morir&iacute;a de dolor. &iexcl;No lo permita
+nunca el cielo!</p>
+
+<p>La Condesa no se atrevi&oacute; a continuar la conversaci&oacute;n, al ver lo exaltado
+que su hijo se pon&iacute;a, y la vehemencia con que hablaba en pro de do&ntilde;a
+Beatriz.</p>
+
+<p>All&aacute;, en el fondo de su alma, la Condesa se afligi&oacute; mucho, imaginando
+que su hijo no ten&iacute;a unas relaciones vulgares, un pasatiempo inmoral,
+pero sin consecuencias, sino una pasi&oacute;n viv&iacute;sima. Pens&oacute;, adem&aacute;s, que la
+ocasi&oacute;n era menos favorable que nunca para inducir a su hijo a que se
+dedicase a la pol&iacute;tica y a su prima Adela, y, muy contrariada, di&oacute; otro
+giro a la conversaci&oacute;n, esperando mejores d&iacute;as.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="XV" id="XV"></a><a href="#toc">XV</a></h2>
+
+
+<p>La conversaci&oacute;n que tuvo con su madre puso al Conde de Alhed&iacute;n de muy
+mal humor contra los deslenguados, chismosos e insolentes que iban
+propalando por todas partes sus amores con do&ntilde;a Beatriz; pero no por eso
+procur&oacute; en lo sucesivo ser m&aacute;s cauto y mirado a fin de no dar ocasi&oacute;n y
+fundamentos a aquellas habladur&iacute;as.</p>
+
+<p>El Condesito hab&iacute;a adquirido tal costumbre de ir todas las noches a la
+tertulia de los de San Te&oacute;dulo, que a cualquiera cosa faltar&iacute;a antes de
+dejar de ir. La misma costumbre hab&iacute;a adquirido do&ntilde;a Beatriz. De esta
+suerte se ve&iacute;an de diario y en presencia de muchos hombres maliciosos,
+amigos de burlas y muy propensos a explicarlo todo por el lado m&aacute;s feo.</p>
+
+<p>Sosten&iacute;a el Condesito que do&ntilde;a Beatriz era la discreci&oacute;n personificada,
+que su conversaci&oacute;n ten&iacute;a un atractivo irresistible, y que su honra y su
+castidad estaban por encima de toda sospecha. As&iacute; era que &eacute;l no se
+tomaba trabajo alguno para disimular, y hablaba con do&ntilde;a Beatriz
+aparte, y horas enteras, en casa de Rosita.</p>
+
+<p>El Conde, y la misma do&ntilde;a Beatriz, en quien al cabo era esto m&aacute;s
+disculpable por su falta de mundo, se hab&iacute;an empe&ntilde;ado sin duda en que
+las gentes los tuviesen por superiores a toda cr&iacute;tica; en que juzgasen
+sus coloquios santos, puros y sublimes, como los que tuvo all&aacute; en la
+antig&uuml;edad Numa con la ninfa Egeria, o como aquellos que en la cumbre
+del Purgatorio, y despu&eacute;s entre los esplendores del Para&iacute;so, tuvo Dante
+con la tocaya de nuestra hero&iacute;na.</p>
+
+<p>Las gentes, sin embargo, no estaban de este parecer. Apenas si, por lo
+com&uacute;n, son capaces de alcanzar tales sublimidades y de prestar cr&eacute;dito a
+lo que llaman sutilezas o tiquismiquis amorosos. Creen siempre en algo
+menos et&eacute;reo, sobresubstancial y trascendente. La amistad de los
+esp&iacute;ritus, el platonismo, la adoraci&oacute;n desinteresada a una mujer, aunque
+se mire como grosero el s&iacute;mil, les parece a manera de salsa picante;
+pero entienden que no es plato de gusto aquel donde no hay m&aacute;s que la
+salsa. El misticismo es un condimento sin el cual el amor ser&iacute;a
+desabrido para los paladares delicados; mas nunca pasa, para las gentes
+vulgares, de ser un condimento; es como la sal, la mostaza, la pimienta
+y otras ex&oacute;ticas especier&iacute;as.</p>
+
+<p>Lastimoso, abominable es que las gentes piensen as&iacute;; pero ello es que
+as&iacute; piensan. Lo que es en la tertulia de Rosita, todos eran bastante
+cultos y hasta refinados para no desde&ntilde;ar la parte m&iacute;stica del amor, y
+ninguno era bastante metaf&iacute;sico para conceder a esta parte m&iacute;stica un
+car&aacute;cter <i>substantivo</i>, como dicen ahora los fil&oacute;sofos. Del misticismo,
+por mucho que le pusiese en prensa all&aacute; en la mente, no sacaba ning&uacute;n
+tertuliano el amor, sino un adjetivo, un ep&iacute;teto, un atributo del amor.
+Amor con misticismo era para el m&aacute;s espiritualista de los tertulianos
+como miel sobre hojuelas; pero con una diferencia, a saber: que si en
+las hojuelas con miel quitamos las hojuelas, la miel subsiste, mientras
+que en el amor con misticismo, si se quita el amor... la del humo.</p>
+
+<p>Con este modo de mirar las cosas no es extra&ntilde;o que todos tuviesen por
+pretensi&oacute;n exorbitante y por capricho absurdo el af&aacute;n del Condesito en
+querer pasar por un amigo devoto o por un adorador petrarquista de do&ntilde;a
+Beatriz.</p>
+
+<p>Alguna disculpa hab&iacute;a, fuerza es confesarlo, para tan bellaca
+incredulidad. Los antecedentes del Conde y su car&aacute;cter y posici&oacute;n
+militaban en contra de lo que deseaba; no se aven&iacute;an con el papel que
+anhelaba representar.</p>
+
+<p>El Conde de Alhed&iacute;n ten&iacute;a fama de conquistador punto menos que
+irresistible. Y por otra parte, nadie dejaba de notar que los adoradores
+perpetuos, los amantes de eterno suspiro han sido siempre de abajo
+arriba, y no al rev&eacute;s. Jam&aacute;s el rey se enamor&oacute; plat&oacute;nicamente de la
+pastora, ni el rico de la pobre, ni el duque de la costurera. Lo
+general es que en este linaje de amores vea siempre el amante a su amada
+como en andas, como sobre un altar, o all&aacute; en el cielo, muerta ya, como
+Dante la ve&iacute;a. De esta suerte han suspirado los trovadores de humilde
+cuna y de bolsa vac&iacute;a por la gran se&ntilde;ora feudal que los recibi&oacute; benigna
+en su castillo; los cortesanos, por alguna linda reina de las que ha
+habido virtuosas y ariscas, aunque aficionadas a que suspiren por ellas,
+y muchos Gerineldos de mayor o menor jerarqu&iacute;a, por la hermosa dama a
+quien sirvieron. Todos estos casos de amor plat&oacute;nico son veros&iacute;miles. Lo
+es tambi&eacute;n el de alg&uacute;n colegial o novicio que viene de provincias a la
+capital, y cae bajo el poder de cualquiera <i>lionne</i> experimentada,
+curtida, deseosa de adoraci&oacute;n, y que se aparece como divinidad a los
+ojos del inexperto y t&iacute;mido mancebo.</p>
+
+<p>Lo que no era veros&iacute;mil, lo que no cab&iacute;a en la cabeza de nadie era que
+el dichoso, que el hastiado, que el rico y noble Conde de Alhed&iacute;n,
+delicia de la corte, suspirase no por emperatriz, reina o gran duquesa
+siquiera, sino por una muchacha obscura, pedestre, venida de un lugar y
+casada con un casi escribiente feo y viejo.</p>
+
+<p>El Conde, sin embargo, se empe&ntilde;aba en que esto se hab&iacute;a de creer, o m&aacute;s
+bien algo m&aacute;s extraordinario a&uacute;n. Ni el suspiro en balde quer&iacute;a &eacute;l que
+se creyese. El Conde no suspiraba, porque no se suspira por lo
+inasequible; no anhelaba, porque no se anhela lo que no se puede
+alcanzar, y no deseaba, porque el deseo presupone esperanza, por remota
+y leve que sea. El suspiro, adem&aacute;s, el anhelo y el deseo, aunque nunca
+se logren, implican algo de ofensivo para la mujer deseada: son la
+infracci&oacute;n de un mandamiento cuando esa mujer es de otro. Y con do&ntilde;a
+Beatriz&mdash;tal era el respeto y consideraci&oacute;n que quer&iacute;a se le tuviese&mdash;el
+Conde se enojaba de que alguien pudiera imaginar que &eacute;l se atrev&iacute;a a
+desearla.</p>
+
+<p>El Conde quer&iacute;a, pues, aparecer como amigo fin&iacute;simo, como admirador
+constante y como el que se deleita en hablar, en ver, en comunicar
+pensamientos, sin el menor inter&eacute;s ni prop&oacute;sito que no sea limpio como
+el cristal y el oro. Para esto no hab&iacute;a necesidad de disimular que
+hablaba largos ratos al o&iacute;do con do&ntilde;a Beatriz. No era el secreto a fin
+de ocultar lo pecaminoso, sino a fin de no contaminar lo santo. No era
+el misterio en que se envuelve el delincuente con respecto a las
+personas honradas, sino el misterio del iniciado con relaci&oacute;n al profano
+vulgo.</p>
+
+<p>Por desgracia, el profano vulgo no se conformaba con creer en la
+santidad del misterio, y se le explicaba de un modo harto poco
+edificante.</p>
+
+<p>Casi todas las noches do&ntilde;a Beatriz y el Condesito ten&iacute;an un d&uacute;o
+largu&iacute;simo, inaudito para todos, salvo para ellos.</p>
+
+<p>Delante de don Braulio ten&iacute;a lugar el d&uacute;o misterioso lo mismo que cuando
+don Braulio estaba ausente. Ni ellos se recataban, ni don Braulio se
+inquietaba. Se dir&iacute;a que los tres viv&iacute;an convencidos por igual de la
+inmaculada inocencia de todo aquello, si bien se dir&iacute;a asimismo que la
+convicci&oacute;n se hab&iacute;a consumido por completo en ellos tres, no quedando
+nada para el resto del mundo.</p>
+
+<p>Todos los tertulianos murmuraban por lo bajo de la impostura y de la
+desverg&uuml;enza, que por tal la tomaban, del Conde, de do&ntilde;a Beatriz y hasta
+del excelente don Braulio, en quien, merced a la fama que iba
+adquiriendo de pasarse de listo, no hab&iacute;a persona que supusiese candidez
+e ignorancia, sino notorio y ruin disimulo.</p>
+
+<p>Quien m&aacute;s extremaba y propagaba esta mala opini&oacute;n era Arturo, el poeta.
+En sus versos era casi siempre religioso y moral; ya asc&eacute;tico, ya
+m&iacute;stico, sin mezcla de molinosismos; pero en prosa, como si ya en los
+versos hubiese gastado toda la poes&iacute;a de su alma, era de lo m&aacute;s prosaico
+y <i>realista</i> que puede imaginarse. De esta disonancia entre su palabra
+r&iacute;tmica y su palabra desatada del ritmo resultaba una extra&ntilde;a
+contradicci&oacute;n. El metro y los consonantes parec&iacute;an el imperativo
+categ&oacute;rico de su conciencia. Recitaba sus poes&iacute;as, y los oyentes se
+inclinaban a considerarle como a un santo padre, doctor iluminado y
+bendito siervo de Dios. Hablaba sin n&uacute;mero y sin rima, y daba miedo
+o&iacute;rle; era un desenfrenado galop&iacute;n, sin creencias y sin respeto a cosa
+alguna.</p>
+
+<p>La noche que sigui&oacute; a la ma&ntilde;ana en que tuvo lugar la conferencia entre
+el Conde y su madre, el Conde, por lo mismo que estaba de mal humor, se
+mezcl&oacute; poqu&iacute;simo en la conversaci&oacute;n general de la tertulia de Rosita.
+Habl&oacute; cuatro palabras con ella; habl&oacute; un momento con Inesita, que
+tambi&eacute;n estaba all&iacute;; salud&oacute; a los tertulianos, y se fu&eacute; a hacer su
+aparte con do&ntilde;a Beatriz, el cual fu&eacute; m&aacute;s prolongado y en apariencia m&aacute;s
+&iacute;ntimo que nunca.</p>
+
+<p>Aquella noche vino don Braulio y vi&oacute; el aparte con la serenidad de
+costumbre.</p>
+
+<p>La tertulia duraba de ordinario hasta cerca de las dos; pero don Braulio
+y sus damas sol&iacute;an irse antes de la una. As&iacute; lo hicieron aquella noche.</p>
+
+<p>El Conde de Alhed&iacute;n, aunque no ten&iacute;a gana de m&aacute;s tertulia, no se atrevi&oacute;
+a irse cuando se fu&eacute; do&ntilde;a Beatriz, ni inmediatamente despu&eacute;s. Se qued&oacute;,
+entrando en el corro general de los que estaban all&iacute; hasta &uacute;ltima hora.</p>
+
+<p>No hablaba el Conde, sin embargo, porque estaba ensimismado e
+imaginativo.</p>
+
+<p>El poeta, por lo regular era quien hac&iacute;a el mayor gasto de palabras
+cuando no hablaba el Conde. Aquella noche el poeta estaba en vena.
+Charlaba mucho, dec&iacute;a mil jocosidades, se las re&iacute;an, y &eacute;l era de los que
+se embriagaban con hablar y con ser aplaudidos, m&aacute;s que bebiendo vinos y
+licores. Arturo, quiz&aacute; sin haber llevado una copa a sus labios, estaba
+borracho.</p>
+
+<p>Viendo, pues, al Conde silencioso, empez&oacute; a estimularle para que
+hablara, lanzando algunas mal encubiertas pullas sobre las pasiones
+meramente espirituales; sobre lo felices y tranquilos que deben de vivir
+los maridos cuyas mujeres tales pasiones inspiran, y sobre los coloquios
+semi-divinos que deben de tener los que as&iacute; aman.</p>
+
+<p>&mdash;Dios&mdash;dec&iacute;a el poeta&mdash;les desanuda la lengua y les infunde por fuerza
+un idioma m&aacute;s rico y perfecto que todos los conocidos entre los m&iacute;seros
+mortales. Los primores que tienen ellos que decirse no hallan adecuada
+expresi&oacute;n en esta jerga en que nosotros nos entendemos. &iquest;C&oacute;mo es posible
+que con el habla misma con que pedimos nosotros de comer, de beber y
+otros menesteres mec&aacute;nicos, se pida lo que tales amantes pedir&aacute;n y
+obtendr&aacute;n? Hasta la idea de lo que piden y obtienen apenas se percibe
+por los profanos sino de un modo confuso, all&aacute; en lo m&aacute;s rec&oacute;ndito y
+tenebroso del alma, all&aacute; en los abismos insondables del sentir con el
+sentido del esp&iacute;ritu, abstray&eacute;ndose de los otros sentidos.</p>
+
+<p>Siempre que Arturo hac&iacute;a algunas frases pomposas e ir&oacute;nicamente elevadas
+por el estilo las terminaba exclamando:</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; tal? &iquest;Me explico? &iquest;Entiendo o no entiendo la metaf&iacute;sica de amor?</p>
+
+<p>El Conde reprim&iacute;a su disgusto: no se daba por aludido cuando pod&iacute;a, y si
+dec&iacute;a alguna palabra era con gravedad, sin seguir la broma.</p>
+
+<p>&mdash;Hay multitud de amores&mdash;continuaba el poeta&mdash;, hijos todos de las
+ninfas: Amores terrenales que son los que nosotros por lo com&uacute;n
+conocemos; pero hay adem&aacute;s un solo y &uacute;nico Amor, hijo de Venus Urania,
+el cual, seg&uacute;n refiere el fabulista Esopo, y despu&eacute;s han repetido muchos
+otros poetas y fabulistas, vive casi siempre en el cielo. Los dioses
+inmortales no pueden vivir sin &eacute;l. La presencia de este Amor constituye
+la bienaventuranza de los dioses. Sin embargo, este amor es tan bueno y
+tan piadoso, que, lastimado de la miseria y bajeza de los hombres, pide
+de vez en cuando licencia a J&uacute;piter para descender a la tierra y
+traernos consolaci&oacute;n y cierto reflejo de la luz de la gloria. Con
+dificultad concede J&uacute;piter esta licencia: a &eacute;l y a los dem&aacute;s inmortales
+les es en extremo penosa la ausencia de Amor; pero cuando concede la
+licencia, que es de siglo en siglo a lo m&aacute;s, y por breve plazo, Amor
+desciende entre nosotros, y dejando siempre que sus hermanitos menores
+le remeden, hiriendo a las almas vulgares, emplea sus flechas de oro en
+atravesar pocas almas encumbradas y divinas. De estas almas, as&iacute;
+heridas, brota entonces un raudal de ideas puras, de sentimientos
+sobrehumanos y de conceptos cercanos de la perfecci&oacute;n, que vienen a ser
+como faros luminosos colocados de trecho en trecho en la historia, en el
+obscuro y &aacute;spero camino que sigue la humanidad errante. &iexcl;Gran noticia,
+se&ntilde;ores, gran noticia! <i>La Correspondencia</i> no la ha publicado a&uacute;n, pero
+t&eacute;nganla ustedes por cierta. Este Amor celeste ha venido recientemente
+entre nosotros. Por m&aacute;s que se oculte por modestia, hemos llegado a
+verle. Est&aacute; lleno de gracia y de verdad. Su gloria nos deslumbra, mas no
+nos ciega.</p>
+
+<p>Tampoco a esta parodia de la m&aacute;s bella f&aacute;bula de Esopo pon&iacute;a el Conde el
+menor comentario.</p>
+
+<p>El poeta prosigui&oacute; m&aacute;s excitado:</p>
+
+<p>&mdash;El Amor del cielo va hiriendo, como he dicho, algunas almas <i>di primo
+cartello</i>; pero al cabo, mientras que vive por ac&aacute;, en la tierra, no
+anda siempre errante y sin hogar. Elige el alma m&aacute;s noble, m&aacute;s pura y
+m&aacute;s bella, y all&iacute; hace su morada. Esta alma suele ser la de una mujer,
+con frecuencia, casada. Imag&iacute;nense ustedes, &iexcl;qu&eacute; honra, qu&eacute; distinci&oacute;n
+para el marido! En el caso presente, en la venida de Amor, en nuestra
+descre&iacute;da y viciosa edad de hierro, la mansi&oacute;n de Amor, su cuartel
+general, como si dij&eacute;ramos, es el alma de una mujer casada. &iquest;Estar&aacute;
+hueco y ufano su marido?</p>
+
+<p>Ya aqu&iacute; el Conde no pudo contener y disimular su enojo. Reprimi&oacute;, no
+obstante, la lengua, porque en plena tertulia le parec&iacute;a rid&iacute;culo y de
+mal gusto desatarse en injurias contra el procaz Arturo. Sus ojos s&oacute;lo
+denotaban su furor. Miraba al poeta como si quisiera devorarle con el
+fuego de su mirada.</p>
+
+<p>Rosita, por ligereza de car&aacute;cter, por irreflexi&oacute;n, se hab&iacute;a dejado
+llevar de la charla del poeta y le hab&iacute;a re&iacute;do los chistes. Arturo hab&iacute;a
+estado muy c&oacute;mico, dando un &eacute;nfasis chusco a sus expresiones y
+acompa&ntilde;&aacute;ndolas con el debido manoteo. Pero Rosita volvi&oacute; en s&iacute;,
+advirti&oacute; cu&aacute;n airado estaba el Conde y, aunque tarde, impuso silencio al
+poeta.</p>
+
+<p>Cuando los hombres salieron juntos de la tertulia y se dieron en la
+calle, ya el Conde no acert&oacute; a refrenar su enojo. Olvid&oacute; todo respeto,
+ech&oacute; a rodar toda la prudencia, no previ&oacute; consecuencia alguna, y,
+lleg&aacute;ndose a Arturo, le dijo, si en voz baja, no tanto que alguno de los
+otros tertulianos no le pudiese o&iacute;r:</p>
+
+<p>&mdash;S&aacute;belo para tu gobierno. Ni con f&aacute;bulas de Esopo, ni con citas de
+Plat&oacute;n, ni de manera alguna, por indirecta que sea, consentir&eacute; en
+adelante que, estando yo presente, y aun cuando no est&eacute; yo presente,
+pongas en solfa mi amistad con do&ntilde;a Beatriz. Si llego a saber que hablas
+otra vez de ella, que aludes a ella, que te burlas de su marido, lo
+sentir&eacute; mucho, pero te romper&eacute; la crisma.</p>
+
+<p>Pronunci&oacute; el Conde estas frases con tanta seriedad y energ&iacute;a, que Arturo
+no pudo escurrirse tom&aacute;ndolas a risa. Era necesario contestar por lo
+serio. Y para contestar por lo serio, siendo hombre que se respetaba, no
+le qued&oacute; m&aacute;s recurso que contestar como contest&oacute;:</p>
+
+<p>&mdash;Tambi&eacute;n yo lo sentir&eacute; much&iacute;simo&mdash;dijo&mdash;; pero como me conozco, y s&eacute;
+que he de seguir poniendo en solfa tu amistad con do&ntilde;a Beatriz y he de
+seguir burl&aacute;ndome de la credulidad o socarroner&iacute;a de don Braulio cada
+vez que se me antoje, es excusada esa tregua o espera que me concedes.
+Romp&aacute;monos la crisma en el acto, ya que as&iacute; lo deseas.</p>
+
+<p>Pocas m&aacute;s palabras mediaron entre ambos. De los mismos tertulianos all&iacute;
+presentes eligieron uno y otro los padrinos, quienes arreglaron un duelo
+a sable para el d&iacute;a siguiente por la ma&ntilde;ana.</p>
+
+<p>Los padrinos, como personas de juicio, hicieron esfuerzos
+extraordinarios para cortar el lance amistosamente, convirtiendo en
+s&uacute;plica cort&eacute;s la amenaza del Conde, y en promesa generosa y no
+arrancada por conminaci&oacute;n la del poeta, de no hablar mal del Amor del
+cielo; pero Conde y poeta estaban tan acalorados, que ni el primero se
+allanaba a hacer el papel de suplicante, ni el segundo, aunque se lo
+suplicasen de rodillas, dec&iacute;a que se sent&iacute;a capaz de callarse y de no
+ser maldiciente y burl&oacute;n, siempre y cuando estuviese de humor para ello,
+que era a menudo. No hubo, por consiguiente, m&aacute;s remedio que re&ntilde;ir.</p>
+
+<p>Ya sobre el terreno, percibi&oacute; el Conde toda la serie de imprudencias que
+hab&iacute;a cometido para llegar a aquel t&eacute;rmino, en el cual no pod&iacute;a
+retroceder, y del cual todo &eacute;xito era malo. Malo y deslucido si por
+acaso Arturo, que en la vida hab&iacute;a tomado un sable en la mano, le her&iacute;a
+o le descalabraba; malo y cruel si &eacute;l, que iba todos los d&iacute;as a la sala
+de armas, acuchillaba a su sabor al pobre poeta, y malo y remalo, ora
+saliese vencedor, ora vencido, porque de todos modos el lance iba a ser
+contraproducente. El lance era para que no se murmurase de do&ntilde;a
+Beatriz, y con el lance iba el Conde a lograr que resonase el nombre de
+ella en las diez mil trompetas de la Fama.</p>
+
+<p>Mas, sobre todo esto hubiera importado pensar a tiempo y no entonces.
+Entonces no quedaba otro arbitrio que darse de sablazos.</p>
+
+<p>Los sablazos se dieron, y, como era de prever, los recibi&oacute; Arturo. Por
+dicha, ninguna herida fu&eacute; de cuidado. Un mes de cama bast&oacute; al poeta para
+curarse.</p>
+
+<p>Tambi&eacute;n se cumpli&oacute;, como no pod&iacute;a menos, la otra previsi&oacute;n. No qued&oacute; en
+Madrid perro ni gato que no hablase del fren&eacute;tico amor del Conde por la
+mujer de un empleadillo en Hacienda; de su loca pretensi&oacute;n de hacerla
+respetar como criatura ang&eacute;lica, semi-divina, y fuera del orden y
+condici&oacute;n que naturalmente se usan; y de su afecto singular hacia el
+esposo sufrido, de cuyo sufrimiento ten&iacute;a el Conde el imposible empe&ntilde;o
+de que nadie se percatase ni se riese.</p>
+
+<p>Como el Conde no hab&iacute;a de desafiar y matar a todo Madrid,
+particularmente a las mujeres, la historia de sus amores con do&ntilde;a
+Beatriz, imaginada o real, pero bordada y comentada por todos estilos,
+circul&oacute; por tertulias, caf&eacute;s, casinos y teatros.</p>
+
+<p>La reputaci&oacute;n de do&ntilde;a Beatriz qued&oacute; as&iacute; m&aacute;s lastimada que el cuerpo de
+Arturo, de resulta del lance que tuvo con &eacute;l el caballeroso Conde de
+Alhed&iacute;n, inh&aacute;bil, por la persuasi&oacute;n y por la violencia, para convencer a
+nadie de su platonismo.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="XVI" id="XVI"></a><a href="#toc">XVI</a></h2>
+
+
+<p>Entre las much&iacute;simas faltas que me ponen los cr&iacute;ticos, nada me aflige
+tanto como que me acusen de pintar siempre mujeres algo levantiscas y
+desaforadas. &laquo;&iquest;Con qui&eacute;n se trata el autor?&mdash;dicen&mdash;. &iquest;No ha conocido
+sino mujeres livianas? &iquest;Por qu&eacute; no nos presenta en sus historias a las
+honradas y puras, a las que cumplen siempre con su deber, a las que
+pueden y deben servir de modelo?&raquo; &laquo;Este autor&mdash;a&ntilde;aden&mdash;odia a las
+mujeres o tiene mal&iacute;sima opini&oacute;n de ellas.&raquo;</p>
+
+<p>En contra de tan injusta acusaci&oacute;n me toca decir que ni Clara, ni Luc&iacute;a,
+en <i>El Comendador Mendoza</i>, ni menos a&uacute;n Irene, en <i>El Doctor Faustino</i>,
+carecen de todas aquellas prendas y requisitos que pueden y deben hacer
+de la mujer una criatura angelical. No negar&eacute;, en cambio, que do&ntilde;a
+Blanca hab&iacute;a pecado, y que la ferocidad de su penitencia era peor que
+el pecado mismo; que Pepita Jim&eacute;nez fu&eacute; demasiado coqueta y m&aacute;s
+apasionada de lo razonable, y que una vez enamorada no sab&iacute;a contenerse,
+y se disparaba como una pistola al pelo; que Mar&iacute;a, la inmortal amiga,
+se abandon&oacute; a su pasi&oacute;n como si no hubiese tenido libre albedr&iacute;o, como
+si hubiese sido impulsada por una fuerza irresistible; que Constancita
+era interesada, calculadora y caprichosa, y que Rosita no reconoc&iacute;a m&aacute;s
+ley divina o humana que la de su antojo; pero en todas estas
+mujeres&mdash;nadie sostendr&aacute; lo contrario&mdash;se advierten, en medio de sus
+mayores extrav&iacute;os, tal anhelo de infinito amor, tan dulce ternura y tan
+fervoroso ahinco de hacer el papel de salvadoras y redentoras, de
+proporcionar la bienaventuranza o un asomo de bienaventuranza para el
+hombre querido, aun a costa de la propia condenaci&oacute;n, que las perdonamos
+sin esfuerzo y nos parecen simp&aacute;ticas.</p>
+
+<p>Por otra parte, lo tengo que repetir aqu&iacute;, aunque peque de cansado: de
+una virtud completa no se puede sacar acci&oacute;n que interese y que tenga
+algo dram&aacute;tico, a no imaginar monstruos horrendos, perseguidores de
+dicha virtud.</p>
+
+<p>Como tambi&eacute;n me acusan, y sin duda con m&aacute;s motivo, de pobreza de
+imaginaci&oacute;n, no debe de extra&ntilde;arse que yo no haya tenido hasta ahora el
+suficiente br&iacute;o para inventar esos monstruos.</p>
+
+<p>Importa, por &uacute;ltimo, tener en cuenta que, en estas historias profanas
+que llaman novelas, no conviene que sean los personajes como alegor&iacute;as
+de virtudes o de vicios, sino que se tomen de la vida real, donde, por
+lo com&uacute;n, se advierte en ellos cierta mezcla de buenas y de malas
+cualidades, de vicios y de virtudes, de arranques sublimes y de
+flaquezas lastimosas, que es lo que constituye la verdad de los
+caracteres y lo que da a los personajes fingidos, si el estilo del autor
+es poderoso para tanto, m&aacute;s viva y persistente realidad que a los
+personajes hist&oacute;ricos.</p>
+
+<p>En una narraci&oacute;n po&eacute;tica, que tal es cualquiera novela, aunque en prosa
+est&eacute; escrita, una mujer inmaculada, una santa, un &aacute;ngel, no puede
+mezclarse en la acci&oacute;n sino a costa de los otros personajes; lo mejor es
+que aparezca, sin llegar con el extremo de su vestidura al lodo de la
+tierra, y acabe por esfumarse en el &eacute;ter o por subir al emp&iacute;reo. Sus
+pies apenas si deben tocar al suelo.</p>
+
+<p>En suma: sea como sea de todo lo dicho, pues no aspiro a dar reglas
+est&eacute;ticas para escribir novelas, es lo cierto que yo, no porque opine
+mal de las mujeres, sino por falta de imaginaci&oacute;n y por el infortunio de
+no haber hallado con frecuencia a santas&mdash;ni a santos tampoco&mdash;en este
+mundo sublunar, me he de permitir introducir en esta historia, verdadera
+y sencilla, un nuevo personaje, mujer tambi&eacute;n, que dista m&aacute;s que ninguna
+otra de mis hero&iacute;nas de ser un dechado de perfecci&oacute;n; pero que
+interviene poderosamente en los sucesos que debo referir.</p>
+
+<p>Esta mujer es una Marquesa. Su t&iacute;tulo no es menester decirle. La
+llamaremos por su nombre de bautismo, como si tuvi&eacute;semos con ella la
+mayor intimidad. La llamaremos Elisa.</p>
+
+<p>Hac&iacute;a cerca de tres a&ntilde;os que se hab&iacute;a quedado viuda. No llegaba a&uacute;n a
+los treinta de edad. No ten&iacute;a hijos. Era riqu&iacute;sima y muy elegante. Ni
+sus m&aacute;s ac&eacute;rrimas enemigas negaban que era discreta, ingeniosa,
+divertida y alegre. Ni sus m&aacute;s decididos adoradores se atrev&iacute;an a
+llamarla hermosa, ni sus detractores se propasaban jam&aacute;s a calificarla
+de fea. Todos, por unanimidad, la declaraban <i>distinguida</i> en grado
+eminente. Pero &iquest;en qu&eacute; y por qu&eacute; se distingu&iacute;a? No era ni muy alta ni
+muy baja, ni muy blanca ni muy morena, ni pelinegra ni rubia. En ninguna
+de sus facciones hab&iacute;a nada de extraordinario ni de marcado. Su nariz no
+era larga ni chata, ni muy regular ni muy irregular; su boca no era ni
+grande ni chica; contra sus dientes no pod&iacute;a lanzar nadie un epigrama,
+pero tampoco, sin hip&eacute;rbole, pod&iacute;a compararlos con las perlas. En
+resoluci&oacute;n: desmenuzadas y analizadas todas las visibles y corporales
+prendas de Elisa, como, por ejemplo, manos, talle, pies, brazos,
+garganta y frente, nada hab&iacute;a que llamase la atenci&oacute;n ni por bueno ni
+por malo. La sim&eacute;trica disposici&oacute;n o el orden de todas estas partes nada
+ten&iacute;a tampoco de singular. Lo singular de Elisa estaba en el conjunto,
+pero de un modo extra&ntilde;o. La expresi&oacute;n de su fisonom&iacute;a era sin duda lo
+que la hac&iacute;a notable, lo que, m&aacute;s que notable, la hac&iacute;a inolvidable para
+quien la hab&iacute;a visto una vez sola.</p>
+
+<p>Se dir&iacute;a que su aparici&oacute;n ten&iacute;a para todas las almas una fuerza
+semejante a la de la prensa que estampa en el bronce o en el oro, con
+indeleble y firme dibujo, la imagen que lleva en s&iacute; el troquel. Y Elisa
+adem&aacute;s hac&iacute;a de suerte que, cediendo a todas las exigencias de la moda
+voluble, adoptando todas sus mudanzas en vestido y peinado, conservaba
+siempre inalterable, inmutable, la traza material de su persona, como la
+figura que en el troquel de acero est&aacute; grabada. El tiempo mismo parec&iacute;a
+haberse parado para ella desde hac&iacute;a ocho a&ntilde;os. Al menos se requer&iacute;a
+contemplar a Elisa muy de cerca a fin de advertir sobre su rostro alguna
+lev&iacute;sima huella del tiempo que hab&iacute;a pasado.</p>
+
+<p>Cont&aacute;banse tales prodigios acerca del poder seductor de Elisa, que hasta
+los hombres m&aacute;s fatuos y m&aacute;s preciados de invulnerables tem&iacute;an
+enamorarse si llegaban a tratarla mucho. Se supon&iacute;a que hab&iacute;a inspirado
+pasiones fren&eacute;ticas, tercas, profundas y duraderas, y que ella, o hab&iacute;a
+permanecido insensible, o hab&iacute;a cedido por un instante a una ef&iacute;mera
+simpat&iacute;a, a una alucinaci&oacute;n moment&aacute;nea que antes de dominar su coraz&oacute;n
+se hab&iacute;a desvanecido como sue&ntilde;o. Si hab&iacute;a levantado alg&uacute;n &iacute;dolo en el
+altar de su mente, le hab&iacute;a derrocado en seguida.</p>
+
+<p>El Marqu&eacute;s, marido de Elisa, hab&iacute;a sido un se&ntilde;or insignificante y muy
+<i>comm'il faut</i>. Su matrimonio, hecho por raz&oacute;n de estado y de hacienda,
+ni hab&iacute;a procedido de amor, ni le hab&iacute;a creado despu&eacute;s. La completa
+vanidad, el vac&iacute;o perfecto de todo cari&ntilde;o, de toda estimaci&oacute;n y de toda
+confianza, desde el d&iacute;a de la boda hasta el d&iacute;a de la muerte, se hab&iacute;a
+ocultado primorosamente bajo las formas corteses de la consideraci&oacute;n
+mutua, del fr&iacute;o respeto y de la m&aacute;s delicada galanter&iacute;a.</p>
+
+<p>Por lo dem&aacute;s, Elisa siempre hab&iacute;a pasado por recatada y prudente. No se
+citaba, durante su matrimonio, un solo triunfo que el amor hubiese
+alcanzado sobre ella. Hab&iacute;a sabido infundir, o sin saberlo ni
+pretenderlo ella, hab&iacute;a infundido esperanzas que no llegaban a
+cumplirse.</p>
+
+<p>Hasta ya viuda, Elisa no hab&iacute;a tratado con frecuencia al Conde de
+Alhed&iacute;n.</p>
+
+<p>Verle y desear enamorarle fu&eacute; en ella todo uno. Ella era un genio para
+lo que proceder&iacute;amos rudamente en llamar coqueter&iacute;a, porque su
+coqueter&iacute;a era tan sutil, tan a&eacute;rea y tan refinada, que necesitaba de un
+nombre m&aacute;s peregrino y m&aacute;s nuevo. As&iacute; es que, seg&uacute;n lo que yo he llegado
+a averiguar, por causa de Elisa hubo de introducirse en el dialecto
+elegante y aristocr&aacute;tico de Madrid el vocablo ingl&eacute;s <i>flirtation</i>, que
+ya empieza a divulgarse y hasta a avillanarse. Hace algunos a&ntilde;os era un
+vocablo que no se pronunciaba sino en los salones m&aacute;s elegantes, y
+apenas si se aplicaba a otra mujer que no fuese Elisa.</p>
+
+<p>Elisa empez&oacute;, pues, a <i>flirtear</i> con el Condesito.</p>
+
+<p>Pronto logr&oacute; enamorarle un poco; pero no era el Condesito de los que se
+rinden y se esclavizan con facilidad.</p>
+
+<p>La <i>flirtation</i> no deja rastro, ni huella, ni se&ntilde;al de la herida, y
+puede no obstante penetrar en lo profundo del alma y herirla de muerte.
+El m&aacute;s esencial primor de la <i>flirtation</i> consiste, a lo que me han
+asegurado, en disparar dardos tan invisibles, que la persona que los
+dispara pueda darse por desentendida; en augurar favores sin que se
+atine jam&aacute;s ni con el fundamento ni con el testimonio del ag&uuml;ero, y en
+evocar esperanzas en virtud de conjuros tan misteriosos que no los
+perciba quien los pronuncie. La duda de que una mujer ha hecho algo para
+alentarnos, debe quedar en pie. Sobre esta duda debe aparecer otra no
+menos importante, a saber: dado que la mujer haya hecho algo en el
+mencionado sentido, &iquest;lo ha hecho con voluntad reflexiva o arrebatada?
+&iquest;Hubo premeditaci&oacute;n o fu&eacute; todo inspiraci&oacute;n inconsciente?</p>
+
+<p>Justo es advertir que esta teor&iacute;a acerca de la <i>flirtation</i> me la ha
+explicado una se&ntilde;ora de mucho talento y muy docta en tales estudios. De
+lo que yo no respondo, es de que el vocablo ingl&eacute;s tenga el mismo
+significado por dondequiera. Tal vez <i>flirtation</i> y <i>coqueter&iacute;a</i> sean en
+la Gran Breta&ntilde;a perfectos sin&oacute;nimos. Pero aqu&iacute; no tratamos de filolog&iacute;a.
+Importa poco el valor etimol&oacute;gico y genuino de la palabra. Lo que nos
+importa resolver es que la palabra <i>flirtation</i>, en los salones
+elegantes de Espa&ntilde;a, tiene un valor muy distinto; significa un
+refinamiento, un alambicamiento de coqueter&iacute;a, y no la coqueter&iacute;a llana
+y sencilla que por lo com&uacute;n se estila.</p>
+
+<p>Desgraciadamente para nuestra Marquesa, el Conde de Alhed&iacute;n no era
+hombre contra quien pudiesen valer artes tan sutiles. El Conde quiz&aacute;
+gustaba de reposarse tranquilamente en la duda cuando se trataba de
+otras materias; pero en negocios de amor, gustaba de salir de la duda
+cuanto antes.</p>
+
+<p>Los coqueteos de Elisa no tuvieron, pues, el &eacute;xito que con otros hombres
+hab&iacute;an tenido.</p>
+
+<p>El Conde plante&oacute; el problema de tal suerte, que fu&eacute; menester que la
+inc&oacute;gnita se despejase. Elisa escamote&oacute;, neg&oacute; todos sus coqueteos, y el
+Conde se apart&oacute; serena y hasta fr&iacute;amente de su pretensi&oacute;n amorosa.
+Volvieron los coqueteos; se renovaron las exigencias; ella neg&oacute; de
+nuevo, y el Condesito, sin darse por ofendido, desisti&oacute; por completo de
+hacer la corte a Elisa. Todo coqueteo ulterior fu&eacute; trabajo perdido. El
+Condesito ni siquiera di&oacute; a Elisa una satisfacci&oacute;n de amor propio,
+dejando ver su enojo o exhalando una queja.</p>
+
+<p>El &uacute;ltimo coqueteo, la &uacute;ltima <i>flirtation</i> a que el Conde se hab&iacute;a
+mostrado sensible, hab&iacute;a sido en Par&iacute;s, durante la primavera. En Par&iacute;s
+sobrevino tambi&eacute;n la firme decisi&oacute;n del Conde de no mostrarse sensible
+nuevamente. Y el Conde supo cumplir su firme decisi&oacute;n. Conquistas m&aacute;s
+f&aacute;ciles le consolaron y distrajeron de aquel liger&iacute;simo contratiempo.</p>
+
+<p>Mil veces m&aacute;s mortificado qued&oacute; en esto el orgullo de Elisa que el del
+Conde. Poco acostumbrada Elisa a que los galanes desistieran tan pronto
+de pretenderla y se retirasen adem&aacute;s con tan glacial reposo, se sinti&oacute;
+algo picada, si bien disimul&oacute; el pique.</p>
+
+<p>El Condesito y ella quedaron, en apariencia, al menos, muy amigos.</p>
+
+<p>Tuvo &eacute;l que venir a Madrid para negocios, y prometi&oacute; a Elisa ir a
+Biarritz a pasar el verano.</p>
+
+<p>Ocurri&oacute;, estando en Madrid el Conde, la aparici&oacute;n de do&ntilde;a Beatriz y de
+In&eacute;s en los Jardines del Buen Retiro; el empe&ntilde;o del Conde en conocerlas
+y tratarlas, y cuanto a la larga hemos ya referido.</p>
+
+<p>El Conde no fu&eacute; a Biarritz a cumplir su promesa amistosa.</p>
+
+<p>Elisa, al principio, distra&iacute;da con otros coqueteos, circundada de
+adoraciones y triunfante como nunca, no ech&oacute; de menos la falta del
+Conde. Supuso que sus negocios duraban a&uacute;n y le reten&iacute;an en Madrid.</p>
+
+<p>M&aacute;s tarde, cuando lleg&oacute; a los o&iacute;dos de ella que al Conde le reten&iacute;an en
+Madrid nuevos amores, Elisa se sinti&oacute; un tanto cuanto contrariada; pero
+no bien averigu&oacute; que los nuevos amores no eran con ninguna gran se&ntilde;ora,
+con ninguna dama encopetada y c&eacute;lebre, sino con una lugare&ntilde;a, mujer de
+un escribiente o cosa por el estilo, le entr&oacute; una terrible gana de re&iacute;r
+y de burlarse del Condesito, y olvid&oacute; sus brillantes victorias pasadas,
+consider&aacute;ndole como un infeliz parapoco, que se refugiaba entre las
+<i>cursis</i>, o por no lograr nada en esferas superiores, o por tener &aacute;nimo
+abatido, o gusto estragado, ruin y plebeyo.</p>
+
+<p>Volvi&oacute; Elisa a Madrid. Vi&oacute; al Conde en teatros, paseos y tertulias, y
+hall&oacute; en &eacute;l tanta cordialidad y tan amistoso afecto, que tuvo por m&aacute;s
+cierta que nunca su indiferencia para con ella en punto a los amores. La
+indiferencia no pod&iacute;a ser afectada o fingida de aquella manera.</p>
+
+<p>Esto empez&oacute; a herir la vanidad de Elisa. No nos atrevemos a asegurar que
+hiriese tambi&eacute;n alguna otra fibra de su coraz&oacute;n, menos mezquina que
+aquella que a la vanidad corresponde.</p>
+
+<p>Se apoder&oacute; asimismo del &aacute;nimo de Elisa la m&aacute;s viva curiosidad de conocer
+a la mujer del empleadillo, de quien todos afirmaban ya que el Conde
+andaba enamorado.</p>
+
+<p>Pero do&ntilde;a Beatriz no hab&iacute;a penetrado en m&aacute;s salones que en los de la
+Condesa de San Te&oacute;dulo; no iba a paseo en coche, por la sencilla raz&oacute;n
+de que no le ten&iacute;a, y a misa iba a otras iglesias y a otras horas que
+las de Elisa.</p>
+
+<p>Sea como sea, se pasaron meses sin que Elisa llegase a ver a do&ntilde;a
+Beatriz. Bien es verdad que, si Elisa andaba curiosa, andaba tambi&eacute;n
+temerosa de verla. Ten&iacute;a miedo de hallarla hermosa y naturalmente
+distinguida. Se deleitaba con fing&iacute;rsela vulgar y ordinaria.</p>
+
+<p>Entre tanto, vino a noticia de Elisa algo que hubo de mortificarla m&aacute;s
+que nada: el empe&ntilde;o del Conde en hacer creer que sus relaciones con do&ntilde;a
+Beatriz eran el propio petrarquismo. Fuese esto verdad o mentira,
+implicaba una consideraci&oacute;n, un respeto, una atenci&oacute;n tan delicada hacia
+la mujer del empleadillo, que Elisa se llenaba de ira y hasta de envidia
+cuando en ello cavilaba. Mientras m&aacute;s esfuerzos hac&iacute;a por no cavilar,
+m&aacute;s frecuentes eran las cavilaciones.</p>
+
+<p>Todav&iacute;a se conformaba Elisa con explic&aacute;rselo todo por cierta cobard&iacute;a,
+desidia o pobreza de esp&iacute;ritu, que retra&iacute;a al Conde de lo dif&iacute;cil y le
+inclinaba a lo f&aacute;cil; que le induc&iacute;a a apartarse de los caminos &aacute;speros
+y de escarpada subida para seguir los senderos trillados y llanos. Lo
+que no pod&iacute;a sufrir con paciencia era que el Conde se complaciese y aun
+se gloriase de ir subiendo por mayores asperezas, y de estar luchando
+con dificultades m&aacute;s rudas que las que ella le hab&iacute;a excitado en balde a
+subir y a vencer.</p>
+
+<p>A pesar de su empe&ntilde;o en fingirse todo lo contrario, Elisa insisti&oacute;
+entonces en formar gran idea del m&eacute;rito de do&ntilde;a Beatriz.</p>
+
+<p>&mdash;Debe de ser&mdash;dec&iacute;a para s&iacute;&mdash;una mujer diab&oacute;lica, hermosa, discreta,
+poseedora de infernales recursos, cuando ha logrado hechizar y embobar
+al Conde, que no es ning&uacute;n chico inexperto ni ning&uacute;n majadero.</p>
+
+<p>Con estas y otras parecidas reflexiones la Marquesa se atormentaba casi
+de continuo.</p>
+
+<p>La nueva, por &uacute;ltimo, del duelo del Conde con el poeta Arturo por
+defender la inmaculada pureza de la mujer del empleadillo, estall&oacute; como
+una bomba en el coraz&oacute;n de Elisa.</p>
+
+<p>&mdash;La quiere, la adora con frenes&iacute;&mdash;dec&iacute;a Elisa en el fondo del alma&mdash;.
+&iquest;Qu&eacute; habr&aacute; hecho ese demonio para cautivar aquellos libres pensamientos,
+para turbar aquella mente despejada y serena, para mover una tempestad
+de pasiones en aquel esp&iacute;ritu tan calmoso?</p>
+
+<p>Nada de fijo se contestaba Elisa a tales preguntas; pero vagamente se
+fing&iacute;a ya a do&ntilde;a Beatriz tan bella, tan discreta y tan elegante como lo
+era en realidad, y supon&iacute;a asimismo en do&ntilde;a Beatriz un arte no
+aprendido, una sabidur&iacute;a infusa tal y tan extraordinaria, que todas las
+<i>flirtations</i> que ella sol&iacute;a emplear eran burdas, pueriles o necias, en
+comparaci&oacute;n de las de aquella obscura y venturosa provinciana.</p>
+
+<p>En esta situaci&oacute;n de &aacute;nimo ocurri&oacute; un d&iacute;a la maldita casualidad de que,
+yendo Elisa a paseo en land&oacute;, al pasar por la Puerta del Sol a eso de
+las cuatro de la tarde, se interpusiesen unas mujeres distra&iacute;das y
+estuviesen a punto de ser atropelladas. El hombre que las acompa&ntilde;aba las
+libr&oacute; del peligro agitando su bast&oacute;n delante de los caballos, los
+cuales, espantados, se alzaron de manos, y encabrit&aacute;ndose y manoteando
+estremecieron el land&oacute; y asustaron a su vez a Elisa.</p>
+
+<p>&iexcl;Cu&aacute;n sorprendida no quedar&iacute;a &eacute;sta al reconocer en el hombre que le
+acababa de dar el susto al propio Conde de Alhed&iacute;n, quien la saludaba
+cort&eacute;smente y le ped&iacute;a por se&ntilde;as humilde perd&oacute;n de aquella
+imprescindible irreverencia!</p>
+
+<p>No hubo tiempo para que el Conde hablase a Elisa, cuyos caballos,
+apartado el Conde que les estorbaba el paso, arrancaron con furia, a
+pesar del br&iacute;o con que los reten&iacute;a el cochero.</p>
+
+<p>Elisa tuvo tiempo, no obstante, para mirar, para examinar a ambas
+mujeres. Al punto adivin&oacute; qui&eacute;nes eran.</p>
+
+<p>Cruel fu&eacute; el resultado de su examen. Absorbida su atenci&oacute;n en Beatriz,
+apenas se fij&oacute; en Inesita; pero a Beatriz la vi&oacute;, la contempl&oacute;, la
+estudi&oacute; con una intensidad tan honda, que compens&oacute; de sobra lo breve del
+tiempo que dur&oacute; el estudio.</p>
+
+<p>En lo m&aacute;s &iacute;ntimo de su conciencia, en aquel abismo adonde no llega el
+amor propio por grande que viva en nosotros, y hasta donde el
+entendimiento penetra rara vez ofuscado, Elisa se reconoci&oacute; por un
+instante muy inferior en todo a do&ntilde;a Beatriz.</p>
+
+<p>Pronto, sin embargo, volvi&oacute; su &aacute;nimo de la postraci&oacute;n; se recobr&oacute; del
+amilanamiento, del desmayo en que hab&iacute;a ca&iacute;do.</p>
+
+<p>La reacci&oacute;n del orgullo herido fu&eacute; violent&iacute;sima y poderosa.</p>
+
+<p>Entonces, corriendo en su coche por la calle de Alcal&aacute; abajo, Elisa jur&oacute;
+guerra a muerte a do&ntilde;a Beatriz, la cual estaba muy ajena de que se
+alzaba contra ella tan temible enemiga.</p>
+
+<p>En nombre del orgullo, en nombre del amor, que con el orgullo naci&oacute; de
+s&uacute;bito en su alma, si bien con bastardo e impuro nacimiento, Elisa se
+resolvi&oacute; a luchar, a aventurarlo todo por atraer de nuevo al Conde y por
+quit&aacute;rselo a do&ntilde;a Beatriz y tomarle ella.</p>
+
+<p>Marido o amante, todo le era igual en aquel momento de ira: lo que le
+importaba era rendir al Conde, conseguir que no fuese de do&ntilde;a Beatriz,
+lograr que aquella mujer se viese abandonada.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="XVII" id="XVII"></a><a href="#toc">XVII</a></h2>
+
+
+<p>A pesar de su culto a do&ntilde;a Beatriz, el Condesito segu&iacute;a yendo a teatros,
+paseos y reuniones aristocr&aacute;ticas. En dichos puntos siempre encontraba a
+Elisa.</p>
+
+<p>Esta volvi&oacute; a emplear para cautivarle cuantos medios hab&iacute;a antes
+empleado; pero el Condesito, firme y fr&iacute;o como una roca, no se mostraba
+sensible ni aun se daba por entendido.</p>
+
+<p>Elisa no perdi&oacute; por eso la esperanza: esforz&oacute; sus artes y lleg&oacute; m&aacute;s all&aacute;
+del t&eacute;rmino hasta donde en toda su vida hab&iacute;a llevado la <i>flirtation</i>.
+Tampoco as&iacute; consigui&oacute; que el Conde diera la menor se&ntilde;al de que se
+inclinara a rendirse.</p>
+
+<p>Elisa se esmer&oacute; entonces en su vestido y peinado; luci&oacute; nuevas y ricas
+galas; aguz&oacute; el ingenio para que en las tertulias tuviese mayor hechizo
+su conversaci&oacute;n; atrajo en torno suyo a cuantos hombres val&iacute;an m&aacute;s por
+cualquier estilo; se rode&oacute; de m&aacute;s brillante y numerosa corte que nunca,
+y ni aun as&iacute; pudo vencer la indiferencia del Conde.</p>
+
+<p>Di&oacute;le las muestras m&aacute;s patentes y lisonjeras de su predilecci&oacute;n; dej&oacute;
+mil veces plantado a todo un c&iacute;rculo de admiradores, y rompi&eacute;ndole, en
+los bailes, fu&eacute; a asirse del brazo del desde&ntilde;oso. Para &eacute;l fueron las m&aacute;s
+dulces miradas, las m&aacute;s afectuosas sonrisas; todos aquellos signos, en
+suma, que suelen augurar favor y revelar amor, sin traspasar los l&iacute;mites
+de la modestia y del decoro.</p>
+
+<p>El Conde no respond&iacute;a con desv&iacute;o. Esto hubiera sino menos cruel. El
+Conde respond&iacute;a con gratitud, con cortesan&iacute;a extremada y con tan glacial
+acatamiento, que pon&iacute;a fuera de s&iacute; a la pobre Marquesa.</p>
+
+<p>Imagin&oacute;, por &uacute;ltimo, Elisa, que le iba sucediendo con el Conde lo que al
+pastorcillo embustero de la f&aacute;bula, que gritaba: &laquo;&iexcl;Al lobo! &iexcl;Al lobo!&raquo;
+cuando el lobo no ven&iacute;a, y que una vez que el lobo vino, no le vali&oacute;
+gritar &laquo;&iexcl;Al lobo!&raquo; porque los que pod&iacute;an socorrerle no dieron cr&eacute;dito a
+sus gritos. Elisa calcul&oacute; que el Conde no acud&iacute;a al reclamo, temeroso de
+nueva burla. Era, pues, indispensable darle pruebas de completa
+sinceridad.</p>
+
+<p>Mucho se violent&oacute; antes de resolverse. Su orgullo se resist&iacute;a. Sus
+costumbres, tan contrarias a la humilde franqueza, pon&iacute;an dique a su
+deseo. Elisa sab&iacute;a prometer, alentar, dar esperanzas de un modo tan
+a&eacute;reo y confuso, que se pudiese negar hasta ella misma que hab&iacute;a
+prometido y alentado. Su amor, o m&aacute;s bien el fantasma, la apariencia de
+amor que ella creaba y alimentaba en su alma, era tan sutil y vaporoso,
+que se deslizaba hasta el seno de los m&aacute;s empedernidos, despertando a
+veces tempestades, y no dejaba huella ni rastro de su paso. Se
+desvanec&iacute;a como sombra; era ilusorio, vano como silfo, y ten&iacute;a la fuerza
+de un gigante para destrozar corazones.</p>
+
+<p>Pero este fantasma de amor no le val&iacute;a ya con el Conde. Verdadero amor,
+aunque nacido de envidia y celos, no le val&iacute;a tampoco. El Conde,
+escarmentado ya del amor falso, tomaba por falso el verdadero. Era
+indispensable que el amor mostrase su verdad y su realidad, sin que
+ofreciese la m&aacute;s peque&ntilde;a duda. Elisa ansiaba robar a do&ntilde;a Beatriz el
+coraz&oacute;n del Conde, costase lo que costase.</p>
+
+<p>En esta disposici&oacute;n de &aacute;nimo, Elisa estaba determinada a todo lo que
+pudiese asegurarle la victoria. Pero, en medio de sus m&aacute;s violentas
+pasiones, la prudencia no la abandonaba. Calculaba con serenidad, como
+si estuviese en calma.</p>
+
+<p>Calcul&oacute;, pues, en esta ocasi&oacute;n, que rendirse sin condiciones no era
+triunfo, sino derrota; que podr&iacute;a suceder que el Conde, verdadero
+triunfador, volviese a do&ntilde;a Beatriz, ocult&aacute;ndole una infidelidad ef&iacute;mera
+o pidi&eacute;ndole perd&oacute;n de su culpa. S&oacute;lo con pensarlo temblaba Elisa de
+despecho.</p>
+
+<p>Su primera idea de que el Conde fuese, si dejaba a do&ntilde;a Beatriz, o su
+marido o su amante, se limit&oacute; a uno solo de los dos t&eacute;rminos del dilema.
+La Marquesa, tan libre hasta all&iacute;, decidi&oacute; sujetarse al dominio de
+aquel hombre. Era rica; a pesar de sus vanos coqueteos, su reputaci&oacute;n se
+hab&iacute;a conservado sin mancha; era de una familia no menos ilustre que el
+Conde; era para el Conde un excelente partido; &iquest;por qu&eacute; no hab&iacute;an de
+casarse los dos? Era el &uacute;nico medio seguro que ten&iacute;a Elisa de triunfar
+de do&ntilde;a Beatriz.</p>
+
+<p>En mujer tan orgullosa como Elisa no cab&iacute;a una insinuaci&oacute;n directa con
+el Conde: no cab&iacute;a que ella se le declarase. Decidi&oacute;se, pues, a dar un
+paso, que no compromet&iacute;a su buena fama, que la dejaba ilesa, aunque
+pudiese mortificar su vanidad.</p>
+
+<p>Llam&oacute; a su casa a un anciano t&iacute;o suyo que le inspiraba la mayor
+confianza; hizo con &eacute;l confesi&oacute;n general de sus coqueteos con el Conde
+de Alhed&iacute;n; reconoci&oacute; que con el amor no hay burlas; declar&oacute; que,
+burlando ella con el amor, era ya la burlada, la cautiva y la enamorada;
+y suplic&oacute; al prudente t&iacute;o que viese a la madre del Condesito, y que,
+como cosa suya, si bien dando a entender que le constaba que la Marquesa
+estaba propicia, propusiese a dicha se&ntilde;ora tan brillante matrimonio para
+su hijo.</p>
+
+<p>El t&iacute;o cumpli&oacute; con discreci&oacute;n y habilidad el delicado encargo. La
+Condesa viuda de Alhed&iacute;n hall&oacute; que su hijo no pod&iacute;a so&ntilde;ar con mejor
+boda, y se puso enteramente de parte de la Marquesa, cuya decidida
+voluntad en favor del Conde la lisonjeaba en extremo.</p>
+
+<p>No hay que decir que esta negociaci&oacute;n se llev&oacute; con el mayor sigilo.</p>
+
+<p>La Condesa de Alhed&iacute;n tuvo con su hijo una larga conversaci&oacute;n: le habl&oacute;
+de la boda propuesta como de una gran dicha para su casa; como de un
+fausto suceso que merecer&iacute;a toda su aprobaci&oacute;n, y trat&oacute; de apartarle de
+los enredos galantes que le supon&iacute;a, pint&aacute;ndole las delicias del hogar
+dom&eacute;stico y repitiendo lo que otras veces hab&iacute;a manifestado, de que ya
+era tiempo de que tuviese una familia, adquiriese otra gravedad y
+respetabilidad y emplease su vida y las altas prendas que Dios le hab&iacute;a
+dado en asuntos serios, que redundasen en pro y mayor lustre de su
+nombre y en bien de su patria.</p>
+
+<p>El Condesito volvi&oacute; a negar a su madre que &eacute;l tuviese relaciones con
+do&ntilde;a Beatriz, y le confes&oacute; que hab&iacute;a estado prendad&iacute;simo de la Marquesa;
+pero a&ntilde;adi&oacute; que su coqueter&iacute;a sin entra&ntilde;as le hab&iacute;a curado de aquel
+principio de amor, y que tan radicalmente le hab&iacute;a curado, que le era ya
+imposible amar a la Marquesa, y por consiguiente casarse con ella, si
+bien reconoc&iacute;a que era merecedora de llevar el nombre de &eacute;l y de ser su
+compa&ntilde;era de toda la vida.</p>
+
+<p>En resoluci&oacute;n, aunque de un modo indirecto, y con el m&aacute;s profundo
+sigilo, y suavizando el golpe los dos medios por quien pas&oacute;, a saber:
+primero, la Condesa, al hablar con el t&iacute;o, y el t&iacute;o luego al hablar con
+la sobrina; &eacute;sta, como dura lecci&oacute;n y como castigo de sus <i>flirtations</i>,
+recibi&oacute; lo que vulgarmente llamamos unas terribles calabazas.</p>
+
+<p>La soberbia de Elisa, ofendida y humillada en lo m&aacute;s vivo, ped&iacute;a
+venganza desde el fondo de su coraz&oacute;n.</p>
+
+<p>Jam&aacute;s Elisa hab&iacute;a previsto, ni en sus sue&ntilde;os m&aacute;s negros y desesperados,
+que un hombre se hab&iacute;a de resistir a sus atractivos poderosos y a la
+magia de sus coqueteos; que este hombre la hab&iacute;a de enamorar cuando era
+ella la que sol&iacute;a enamorar a todos los hombres, y que al fin la hab&iacute;a de
+impulsar hasta el punto de tomar la iniciativa y de mendigar su mano, y
+de recibir de &eacute;l una repulsa insolente y desapiadada.</p>
+
+<p>La causa de todos estos males era do&ntilde;a Beatriz. Por culpa de do&ntilde;a
+Beatriz cre&iacute;a Elisa que se hab&iacute;a enamorado del Conde; por culpa de do&ntilde;a
+Beatriz cre&iacute;a que el Conde la desde&ntilde;aba.</p>
+
+<p>La c&oacute;lera se apoder&oacute; de su alma; la c&oacute;lera arroj&oacute; de all&iacute; todo
+sentimiento generoso, todo escr&uacute;pulo, toda consideraci&oacute;n que se opusiera
+a la venganza.</p>
+
+<p>Con tal de vengarse no le arredraba ya ni el delito; no le sonrojaba
+meditar en los medios m&aacute;s viles y llegar a valerse de ellos.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="XVIII" id="XVIII"></a><a href="#toc">XVIII</a></h2>
+
+
+<p>Dos d&iacute;as despu&eacute;s del cruel desenga&ntilde;o de Elisa, don Braulio Gonz&aacute;lez, al
+ir a sentarse en la mesa de su despacho en el Ministerio, vi&oacute; sobre el
+pupitre una carta que le iba dirigida. La abri&oacute; y ley&oacute; lo que sigue:</p>
+
+<p>&laquo;Se&ntilde;or don Braulio: La fama va esparciendo por todas partes que es usted
+list&iacute;simo. Yo le he tomado a usted afici&oacute;n y no quiero creerlo. En la
+situaci&oacute;n de usted, llamarle listo es hacerle la mayor injuria.
+Verdaderamente usted no puede ser listo dentro de lo justo. O usted no
+es listo, o usted se pasa de listo. Prefiero creer y decir que usted es
+tonto. &iexcl;Ser&iacute;a tan infame saber y disimular! No; usted ignora lo que en
+Madrid sabe todo bicho viviente. Usted no disimula. No se disimula con
+tanta habilidad. Discreto es el Conde de Alhed&iacute;n, discreta es do&ntilde;a
+Beatriz, y sin embargo no han disimulado.&raquo;</p>
+
+<p>As&iacute; terminaba la infame carta. Ni una palabra m&aacute;s. No ten&iacute;a firma. La
+letra parec&iacute;a contrahecha.</p>
+
+<p>Don Braulio ley&oacute; la carta una, dos, hasta tres veces, como quien no se
+entera bien, como quien no da cr&eacute;dito al testimonio de sus sentidos,
+como quien duda a&uacute;n de si es realidad o si es una pesadilla o un delirio
+lo que percibe.</p>
+
+<p>Sin alterarse luego, hizo con pausa mil a&ntilde;icos de la carta, incluso del
+sobre; despu&eacute;s estuvo a punto de echar los a&ntilde;icos en el cesto que ten&iacute;a
+al lado para los papeles rotos; y al cabo, como reflexion&aacute;ndolo mejor, y
+como temiendo que la carta destrozada pudiera juntarse y recomponerse,
+se alz&oacute; don Braulio de su asiento, se dirigi&oacute; a la chimenea que ard&iacute;a en
+un lado de la sala, y arroj&oacute; con cuidado en la llama todos aquellos
+pedacitos de papel.</p>
+
+<p>Volvi&oacute; entonces a su mesa para empezar sus trabajos del d&iacute;a; pero, no
+bien di&oacute; tres o cuatro pasos, no acert&oacute; a tenerse en pie, y cay&oacute;
+desplomado sobre la estera del suelo que cubr&iacute;a la estancia.</p>
+
+<p>Los compa&ntilde;eros y escribientes que all&iacute; se hallaban corrieron a
+levantarle.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; es esto, se&ntilde;or don Braulio?&mdash;dijo uno.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Amigo Gonz&aacute;lez!&mdash;exclam&oacute; otro.</p>
+
+<p>Don Braulio no respondi&oacute;.</p>
+
+<p>&mdash;Es un ataque de apoplej&iacute;a.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Qu&eacute; demonio de accidente!</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; apoplej&iacute;a?&mdash;dijo otro&mdash;. Buena facha de apopl&eacute;tico tiene este
+se&ntilde;or, m&aacute;s seco que un bacalao.</p>
+
+<p>&mdash;M&aacute;s bien ser&aacute; un desmayo de debilidad&mdash;exclam&oacute; un cuarto
+interlocutor, que despuntaba por lo gracioso&mdash;. Su mujer lo gastar&aacute; todo
+en mo&ntilde;os, y comer&aacute; poco en su casa.</p>
+
+<p>En fin, aunque no eran muy caritativos los compa&ntilde;eros, atendieron a don
+Braulio, quien no tard&oacute; en volver en s&iacute;.</p>
+
+<p>Su primer cuidado fu&eacute; suplicar a los all&iacute; presentes que no dijeran nada
+de lo ocurrido, a fin de que en su casa al saberlo no se asustasen.</p>
+
+<p>Todos le prometieron callar.</p>
+
+<p>Don Braulio asegur&oacute; entonces que se hallaba enteramente repuesto, y
+volvi&oacute; a su asiento y se puso a trabajar como si nada hubiera pasado.</p>
+
+<p>No sali&oacute; aquel d&iacute;a de la oficina ni medio minuto antes de la hora de
+costumbre.</p>
+
+<p>Cuando volvi&oacute; a su casa, nadie hubiera notado en su rostro la menor
+huella de dolor.</p>
+
+<p>Dijo tranquilamente a su mujer que Paco Ram&iacute;rez le llamaba al lugar; que
+ten&iacute;a que arreglar all&iacute; un negocio importante, y que aquella misma noche
+iba a tomar el tren de Andaluc&iacute;a.</p>
+
+<p>Alguna extra&ntilde;eza caus&oacute; a do&ntilde;a Beatriz el repentino viaje de don Braulio;
+pero &eacute;ste afirm&oacute; con serenidad que no era negocio que debiese inspirar
+cuidado, y as&iacute; desvaneci&oacute; todo recelo, tanto de la mente de su mujer,
+cuanto de la mente de Inesita, la cual se mostr&oacute; tambi&eacute;n algo
+maravillada al principio.</p>
+
+<p>Don Braulio mismo prepar&oacute; su maleta auxiliado por su mujer.</p>
+
+<p>Durante la comida apareci&oacute; alegre y hasta m&aacute;s hablador que de costumbre.</p>
+
+<p>En un momento en que do&ntilde;a Beatriz dej&oacute; solo a don Braulio con Inesita,
+don Braulio dijo a &eacute;sta que cuando &eacute;l volviese del lugar le traer&iacute;a a
+Paco a vistas, y que esperaba que se hab&iacute;an de gustar y se hab&iacute;an de
+casar a escape.</p>
+
+<p>Paco no hab&iacute;a venido a&uacute;n, por m&aacute;s que lo deseaba, porque quer&iacute;a dejar
+arregladas todas sus cosas y allegar muchos fondos para comprar dijes y
+primores que regalar a su futura.</p>
+
+<p>En una palabra; don Braulio lo hizo tan perfectamente que no despert&oacute; en
+el &aacute;nimo de do&ntilde;a Beatriz ni de su linda hermanita la menor sospecha de
+que su inesperada y s&uacute;bita determinaci&oacute;n pudiese tener por causa un
+pesar acerbo, ni por m&oacute;vil y prop&oacute;sito nada de siniestro ni de tr&aacute;gico.</p>
+
+<p>Ambas hermanas pugnaron por acompa&ntilde;ar a don Braulio a la estaci&oacute;n; pero
+don Braulio se opuso, sosteniendo que era una incomodidad in&uacute;til la que
+quer&iacute;an tomarse. As&iacute;, aunque a duras penas, las persuadi&oacute; a que se
+quedaran y no fueran a despedirle.</p>
+
+<p>Cuando lleg&oacute; la hora de la partida, don Braulio hizo venir un cochecillo
+por medio del portero, quien baj&oacute; la maleta y la coloc&oacute; en &eacute;l.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz abraz&oacute; y bes&oacute; cari&ntilde;osamente a su marido, y &eacute;l correspondi&oacute;
+con no menor cari&ntilde;o.</p>
+
+<p>&mdash;Cu&iacute;date mucho, Braulio, y vuelve cuanto antes&mdash;dijo do&ntilde;a Beatriz.</p>
+
+<p>&mdash;Adi&oacute;s, querida m&iacute;a. Pronto estar&eacute; de vuelta&mdash;contest&oacute; don Braulio.</p>
+
+<p>En seguida baj&oacute; la escalera, vi&eacute;ndole bajar ambas hermanas, que hasta la
+puerta, al menos, le hab&iacute;an acompa&ntilde;ado.</p>
+
+<p>A poco se oy&oacute; rodar el coche en que don Braulio iba.</p>
+
+<p>Beatriz e In&eacute;s volvieron a entrar en la habitaci&oacute;n y se sentaron junto
+al brasero, una enfrente de otra.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Qu&eacute; precipitaci&oacute;n de viaje!&mdash;dijo do&ntilde;a Beatriz sencillamente.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Estar&aacute; enfermo Paco?&mdash;exclam&oacute; Inesita&mdash;. Tal vez llame porque est&eacute;
+enfermo y Braulio no nos lo haya querido decir.</p>
+
+<p>&mdash;No lo creas, In&eacute;s&mdash;contest&oacute; do&ntilde;a Beatriz&mdash;. Braulio no sabe ocultarme
+nada. Va para negocios del caudal, que ni t&uacute; ni yo entendemos. Yo tengo
+tal confianza en Braulio, que no he querido cansarle en que me explique
+de qu&eacute; naturaleza son esos negocios que tama&ntilde;a prisa requieren. B&aacute;stame
+con que me haya dado completa seguridad de que no ocurre nada aflictivo.
+&iquest;C&oacute;mo, adem&aacute;s, hab&iacute;a &eacute;l de ir tan alegre y tranquilo como va si hubiese
+que lamentar una desgracia?</p>
+
+<p>De este modo siguieron hablando ambas hermanas hasta que sonaron las
+diez, hora en que sol&iacute;an acudir a la tertulia de los de San Te&oacute;dulo.</p>
+
+<p>Beatriz dijo que como ten&iacute;a, a pesar de todo, cierta pena por la partida
+de su marido, no quer&iacute;a ir a la tertulia aquella noche; pero Inesita la
+anim&oacute;, sostuvo que no hab&iacute;a raz&oacute;n para no hacer lo que todas las otras
+noches, y al cabo logr&oacute; de su hermana que fuese como de ordinario.</p>
+
+<p>La anciana ama del cura era quien las acompa&ntilde;aba cuando iban solas y a
+pie a la tertulia sin que don Braulio las acompa&ntilde;ase. Aquella noche el
+ama las acompa&ntilde;&oacute; tambi&eacute;n. Cuando llegaron a la tertulia, ya estaba en
+ella el Conde de Alhed&iacute;n, quien de d&iacute;a en d&iacute;a iba descuidando m&aacute;s sus
+otras tertulias y diversiones, y acudiendo m&aacute;s temprano y sin faltar una
+sola noche en casa de Rosita.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="XIX" id="XIX"></a><a href="#toc">XIX</a></h2>
+
+
+<p>Al tercer d&iacute;a despu&eacute;s de la partida de don Braulio, recibi&oacute; Paco Ram&iacute;rez
+una carta de Madrid. La vista del sobrescrito, cuya letra reconoci&oacute; al
+punto, le llen&oacute; de contento, mezclado con alguna inquietud y extra&ntilde;eza.</p>
+
+<p>La carta era de do&ntilde;a Beatriz, la cual, no por falta de cari&ntilde;o, sino por
+desidia, no le hab&iacute;a escrito jam&aacute;s desde que del lugar se hab&iacute;a
+ausentado. Don Braulio era quien siempre escrib&iacute;a a Paco y le daba
+nuevas de la salud de todos.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; habr&aacute; ocurrido? &iquest;Qu&eacute; novedad ser&aacute; &eacute;sta?&mdash;pens&oacute; Paco&mdash;. &iquest;Estar&aacute;
+enfermo Braulio? &iquest;Por qu&eacute; me escribe Beatriz?</p>
+
+<p>Sobresaltado con tales ideas, abri&oacute; corriendo la carta y ley&oacute; lo que
+sigue:</p>
+
+<p>&laquo;Querido Paco: Aunque me tienes enojada porque llamas a Braulio con
+tanto misterio, arranc&aacute;ndole del lado m&iacute;o, todo te lo perdonar&eacute; si me le
+despachas pronto y le dejas libre para que se vuelva con su mujercita,
+que no vive a gusto sin &eacute;l.</p>
+
+<p>&raquo;Sobre el perd&oacute;n, podr&aacute;s contar con mi gratitud, si, a m&aacute;s de devolverme
+cuanto antes el bien que me quitas, me le mimas y regalas como &eacute;l se
+merece, todo el tiempo que ah&iacute; permanezca.</p>
+
+<p>&raquo;Mira que Braulio est&aacute; muy delicado de salud. No le fatigues llev&aacute;ndole
+a cazar. Procura que se cuide, porque es muy descuidado.</p>
+
+<p>&raquo;Nosotras, Inesita y yo, estamos en Madrid divertid&iacute;simas. Todas las
+noches vamos de tertulia en casa de Rosita, la hija del escribano de
+Villabermeja, que es ahora condesa, y una de las mayores <i>elegantas</i> de
+la corte. A su casa no van, por lo com&uacute;n, m&aacute;s se&ntilde;oras que nosotras; pero
+en cambio van muchos hombres de los m&aacute;s distinguidos en letras, armas y
+pol&iacute;tica. Hay all&iacute; la mayor cordialidad. Parecen todos amigos &iacute;ntimos y
+cari&ntilde;osos. Sin embargo, pocos d&iacute;as ha, dos de los tertulianos tuvieron
+un duelo, y uno de ellos sali&oacute; herido. Por fortuna, la herida fu&eacute; muy
+ligera. No he podido averiguar la causa de este duelo. Todos me han
+afirmado que ha sido por una ni&ntilde;er&iacute;a. Yo lo he sentido mucho, porque el
+duelo fu&eacute; entre mis dos tertulianos favoritos. Es el uno un poeta, cuyos
+versos sonoros, religiosos y sentimentales, me conmueven y divierten
+poqu&iacute;simo; pero que en prosa es un truh&aacute;n bastante ameno y buen chico en
+el fondo. El otro es la flor de los caballeros principales: discreto,
+galante, gracioso y con un pico de oro para entretener a las mujeres y a
+todo el mundo cuando est&aacute; de humor y se pone a charlar. El tal
+Condesito, porque es un Condesito, me tiene enamorada. El me quiere
+bien, me adula; eso s&iacute;, es un adulador y un embustero de primera fuerza;
+pero yo, si bien reconozco sus traidoras lisonjas y sus embustes, me
+dejo cautivar por ellos. As&iacute; es que somos excelentes amigos.</p>
+
+<p>&raquo;Inesita est&aacute; siempre en Babia, so&ntilde;adora y distra&iacute;da, aunque bien de
+salud.</p>
+
+<p>&raquo;En suma; no lo pasamos mal a pesar de lo poco que tenemos para vivir en
+Madrid, donde todo es car&iacute;simo.</p>
+
+<p>&raquo;Ahora es cuando siento el primer disgusto desde que estoy aqu&iacute;. No s&eacute;
+por qu&eacute; estoy inquieta y desazonada. Ser&aacute; una tonter&iacute;a. &iquest;Qu&eacute; quieres? La
+partida repentina de Braulio me trae cavilosa. Al principio, hasta
+despu&eacute;s de haberse ido, todo me pareci&oacute; natural y sencillo. Hoy me pongo
+a reflexionar, echo a volar la imaginaci&oacute;n y me finjo vagamente mil
+absurdos. Por esto tambi&eacute;n quiero que me devuelvas a Braulio cuanto
+antes. Vente t&uacute; con &eacute;l a pasar una temporadita en esta corte. Ver&aacute;s lo
+que te diviertes en el teatro Real y en los Bufos y la Zarzuela. Nuestra
+casa en un chiribitil y no tenemos cuarto que ofrecerte; pero comer&aacute;s
+con nosotras de diario. Adi&oacute;s. No quiero que digas a Braulio que te he
+escrito. No quiero que se engr&iacute;a del cuidado que por &eacute;l me tomo, o que
+se fastidie de que no le dejo un instante de libertad. Cu&iacute;dale t&uacute; mucho,
+sin que &eacute;l sepa que yo te lo encargo. Es muy aprensivo y se afligir&iacute;a
+imaginando que yo le tengo por enfermizo, cuando, siendo tan perezosa
+como soy, me muevo a escribirte s&oacute;lo para encargarte que me le cuides.
+Adi&oacute;s, repito, y qui&eacute;reme como a tu buena hermana.</p>
+
+<p>
+<span style="margin-left: 40%;"><span class="smcap">&raquo;Beatriz.&raquo;</span></span><br />
+</p>
+
+<p class="e">Esta carta, que, por venir de quien ven&iacute;a, encantaba a Paco Ram&iacute;rez, no
+pudo menos de llenarle al mismo tiempo de zozobra. Paco ve&iacute;a y calculaba
+claramente que su amigo Braulio deb&iacute;a de haber llegado al lugar
+veinticuatro horas antes que la carta. &iquest;D&oacute;nde se hab&iacute;a metido? &iquest;D&oacute;nde
+hab&iacute;a ido a parar? Paco hizo las m&aacute;s extra&ntilde;as y alarmantes suposiciones.
+&iquest;Si habr&aacute; enfermado en el camino y se habr&aacute; quedado en alguna estaci&oacute;n?
+&iquest;Si merced a esa cordialidad de la tertulia de Rosita, el pobre Braulio,
+que es enclenque y nada &aacute;gil, habr&aacute; tenido tambi&eacute;n que andar a tiros o a
+sablazos y le habr&aacute;n enviado cordialmente al otro mundo? Era evidente
+que Braulio hab&iacute;a enga&ntilde;ado a su mujer dici&eacute;ndole que Paco le llamaba.
+&iquest;La habr&iacute;a enga&ntilde;ado tambi&eacute;n dici&eacute;ndole que iba al lugar y y&eacute;ndose a otra
+parte o qued&aacute;ndose de oculto en Madrid? &iquest;Con qu&eacute; prop&oacute;sito, Braulio, que
+era veraz, aunque muy reconcentrado o metido en s&iacute;, habr&iacute;a forjado tales
+mentiras?</p>
+
+<p>Devan&aacute;ndose los sesos para explicarse la causa de la tardanza de
+Braulio, pas&oacute; Paco dos d&iacute;as mortales. Braulio no parec&iacute;a y los temores
+de Paco se acrecentaban. No sab&iacute;a qu&eacute; determinaci&oacute;n tomar. Escribir a
+do&ntilde;a Beatriz dici&eacute;ndole la no aparici&oacute;n de su marido, era infundirle el
+mismo pesar que ten&iacute;a &eacute;l y tal vez descubrir adem&aacute;s un secreto de
+Braulio: algo que le importaba mucho que su mujer no supiese.</p>
+
+<p>Paco aguard&oacute; con impaciencia, pero aguard&oacute;.</p>
+
+<p>La estaci&oacute;n del ferrocarril estaba a cuatro leguas del lugar. Un
+carricoche tra&iacute;a a los pasajeros desde el punto por donde el ferrocarril
+pasaba.</p>
+
+<p>Paco sali&oacute; a caballo dos veces a una legua de la poblaci&oacute;n a recibir a
+su amigo. Este no lleg&oacute; ni la vez primera ni la segunda.</p>
+
+<p>A poco de volver a su casa la segunda vez sin traer consigo a Braulio,
+Paco recibi&oacute; una carta certificada.</p>
+
+<p>Si la de do&ntilde;a Beatriz le sorprendi&oacute; con s&oacute;lo ver su letra en el
+sobrescrito, m&aacute;s le sorprendi&oacute; esta nueva carta, as&iacute; por la letra, que
+era la de don Braulio, como tambi&eacute;n por el certificado.</p>
+
+<p>La abri&oacute; Paco con profunda emoci&oacute;n y ley&oacute; lo siguiente:</p>
+
+<p>&laquo;Querido Paco: No acierto a entenderme directamente con Dios ni a
+desahogar con &eacute;l mis penas. Le busco en el abismo de mi alma; pero mi
+pensamiento se cansa y se asusta atravesando soledades infinitas sin
+llegar nunca a donde &eacute;l reside. Si yo no hubiese dejado de ser creyente,
+tendr&iacute;a mi confesor, quien lo sabr&iacute;a todo. No necesito consejo. El
+consuelo es imposible. Sin embargo, este peso que me oprime el coraz&oacute;n
+se aligerar&iacute;a comunicando con Dios por medio de un ser humano. Hay
+cosas que se averg&uuml;enza uno de confesarse a s&iacute; mismo; y esas cosas, por
+extra&ntilde;a contradicci&oacute;n, fatigan y matan si con alguien no se confiesan.
+Por eso voy a dec&iacute;rtelo todo. No seas severo conmigo. No me condenes por
+miserable y falto de pudor si te lo digo todo: si te descubro lo que a
+m&iacute; mismo debiera yo ocultarme.</p>
+
+<p>&raquo;Harto conoces mis ideas. Yo no quiero que Beatriz me ame por caridad,
+ni por gratitud, ni por miedo de castigo o de venganza, por parte m&iacute;a o
+por parte del cielo. No quiero que me ame ni en cumplimiento de un deber
+moral, ni por consideraci&oacute;n a leyes dictadas por los hombres. Quiero que
+me ame por amor, como yo la amo.</p>
+
+<p>&raquo;Esto era imposible. Mi vanidad me enga&ntilde;&oacute; y por eso me cas&eacute; con Beatriz;
+feo yo y ella hermosa; viejo, y ella joven; pobre, y ella con todos los
+instintos y las inclinaciones a la elegancia, al lujo y a brillar en el
+mundo.</p>
+
+<p>&raquo;&iquest;Qu&eacute; hab&iacute;a en m&iacute; que pudiera hacerme amable a sus ojos? &iquest;Un coraz&oacute;n
+noble? &iquest;Una inteligencia elevada? &iquest;En qu&eacute; obra m&iacute;a se advierte la
+nobleza de mi coraz&oacute;n? &iquest;D&oacute;nde se hace patente la elevaci&oacute;n de mi
+inteligencia? Me atribuyo sin motivo estas prendas superiores. Soy un
+necio vanidoso.</p>
+
+<p>&raquo;&iquest;Qu&eacute; hombre hay, por incapaz que sea, que no halle razones para estar
+contento de s&iacute; mismo? El feo se halla agraciado; el cobarde, humano y
+benigno; el tonto, lleno de candor y de inocencia; el afeminado, culto;
+el brutal e intratable, brioso y leal; el insolente, franco; el bajo y
+adulador, afable y bueno. As&iacute; tambi&eacute;n yo me enga&ntilde;aba.</p>
+
+<p>&raquo;A veces entreve&iacute;a yo mi enga&ntilde;o, y me atormentaba la sospecha de mi
+indignidad. Y no me atormentaba por amor a m&iacute; mismo, por menospreciarme,
+por sentir que val&iacute;a yo menos. Me atormentaba porque desaparec&iacute;a a mis
+ojos todo razonable y fundado motivo de que Beatriz me amase.</p>
+
+<p>&raquo;Con todo, yo estaba ciego. Depend&iacute;a mi felicidad hasta tal punto del
+amor de Beatriz, que, destru&iacute;do ya por mi cr&iacute;tica imp&iacute;a todo fundamento
+en que mi amor pudiera apoyarse, cerraba yo los ojos de mi alma para no
+ver que aquel amor se derrumbaba, se perd&iacute;a para siempre, cuando yo
+necesitaba que fuese eterno.</p>
+
+<p>&raquo;De aqu&iacute; mi absurda, mi inveros&iacute;mil ceguedad, siendo yo por lo com&uacute;n tan
+suspicaz y receloso.</p>
+
+<p>&raquo;Todo Madrid lo sabe y sin duda lo dice. Yo seguir&iacute;a ignor&aacute;ndolo, si una
+delaci&oacute;n an&oacute;nima no hubiese venido a dar luz a mi entendimiento.</p>
+
+<p>&raquo;Era una deshonra. Pasaba yo por un marido sufrido y consentido. Y sin
+embargo (me humilla mi flaqueza), me duele que me hayan desenga&ntilde;ado. Me
+alegrar&iacute;a de seguir en el enga&ntilde;o y de ser el ludibrio de las gentes con
+tal de no perder la fe en ella, con tal de creer que me ama todav&iacute;a.</p>
+
+<p>&raquo;La carta delatora me ha hecho ver lo que yo no quer&iacute;a ver, sin advertir
+que era yo quien no quer&iacute;a ver.</p>
+
+<p>&raquo;Es evidente mi infortunio.</p>
+
+<p>&raquo;He querido, no obstante, neg&aacute;rmele a&uacute;n. He querido persuadirme de que
+era la carta una calumnia. Nuevas pruebas me dicen que no.</p>
+
+<p>&raquo;El v&iacute;nculo indisoluble que ata mi existencia a la de Beatriz no es el
+de la religi&oacute;n; no es el de las leyes. Esos los romper&iacute;a yo en seguida
+al verla culpada. El v&iacute;nculo indisoluble es el de mi amor, que su culpa
+no extingue ni ahoga.</p>
+
+<p>&raquo;&iquest;C&oacute;mo separarme para siempre de ella si mi coraz&oacute;n queda con ella para
+siempre?</p>
+
+<p>&raquo;Nada le he dicho. No le he dado la menor queja. &iquest;C&oacute;mo quejarme sin
+matarla? &iquest;C&oacute;mo matarla am&aacute;ndola tanto?</p>
+
+<p>&raquo;Toda explicaci&oacute;n con ella, toda palabra sobre su falta me parecer&iacute;a
+fea. Un di&aacute;logo entre ambos sobre tan infame asunto ser&iacute;a monstruoso.
+Valdr&iacute;a m&aacute;s matarla sin hablarle de la raz&oacute;n que para matarla tengo.</p>
+
+<p>&raquo;He hu&iacute;do de casa suponiendo que t&uacute; me llamabas. Ella me cree en ese
+lugar. En casa no s&eacute; qu&eacute; hubiera yo hecho. Quiz&aacute; alguna acci&oacute;n indigna.
+Quiz&aacute; hubiera llorado y me hubiera quejado como vil. Quiz&aacute; la hubiera
+maltratado como verdugo.</p>
+
+<p>&raquo;Pero no... yo no hubiera podido maltratarla. Mi coraz&oacute;n es todo
+ternura... todo vileza para con ella. No soy un hombre... soy un ni&ntilde;o...
+un esclavo.</p>
+
+<p>&raquo;Es menester que lo sepas todo. Quiero que te compadezcas de m&iacute;; hasta
+de lo rid&iacute;culo que en m&iacute; hay. R&iacute;ete tambi&eacute;n... soy digno de compasi&oacute;n y
+de risa.</p>
+
+<p>&raquo;Aquella noche de mi simulada partida entr&eacute; en casa misteriosamente. Me
+deslic&eacute; por la escalera arriba ya tarde. Tengo las llaves, y abr&iacute;; entr&eacute;
+y me escond&iacute; en mi cuarto. Aun no hab&iacute;an vuelto ellas de la tertulia
+donde van todas las noches; donde va tambi&eacute;n el hombre que me mata. Las
+o&iacute; llegar, las o&iacute; re&iacute;r, celebrando los chistes de ese hombre. Para
+distraer las penas que por mi ausencia pudiera suponerse que ten&iacute;a mi
+mujer, &eacute;l hab&iacute;a estado m&aacute;s parlanch&iacute;n y chistoso que de costumbre.</p>
+
+<p>&raquo;Tuve calma para aguardar que se acostaran, y aun para aguardar que
+Beatriz se durmiera. Durante alg&uacute;n tiempo hubo en m&iacute; cierta energ&iacute;a de
+que ahora me estremezco. Pens&eacute; en matar a Beatriz a pu&ntilde;aladas mientras
+dorm&iacute;a.</p>
+
+<p>&raquo;Te aseguro que penetr&eacute; en su alcoba con este prop&oacute;sito tremendo. R&iacute;ete
+ahora. Es muy c&oacute;mico, es jocoso lo que te voy a decir. Yo no uso armas,
+no tengo m&aacute;s que una gum&iacute;a que me trajo de presente un oficial amigo,
+que fu&eacute; de los que entraron en Tetu&aacute;n. Con dicha gum&iacute;a quer&iacute;a yo
+matarla. La llevaba yo desnuda en la mano derecha; en la mano izquierda
+llevaba la palmatoria.</p>
+
+<p>&raquo;Sin verme en ning&uacute;n espejo, me ve&iacute;a yo en mi imaginaci&oacute;n, y yo mismo me
+daba grima, no por lo criminal, sino por lo grotesco. Tan chiquituelo,
+tan feo, tan valetudinario y tan canijo; empleadillo de &uacute;ltima clase...
+&iquest;qu&eacute; derecho ten&iacute;a yo a las grandes pasiones? Yo era un Otelo de
+sainete.</p>
+
+<p>&raquo;Iba conteniendo la respiraci&oacute;n... de puntillas... lleno de miedo de que
+mi mujer despertase. Me parec&iacute;a que si despertaba y me ve&iacute;a iba a soltar
+una carcajada.</p>
+
+<p>&raquo;As&iacute; llegu&eacute; junto a ella. Ella no se despert&oacute;. Dorm&iacute;a con la boca
+entreabierta, mostrando sus dientes blanqu&iacute;simos e iguales. &iexcl;Qu&eacute;
+frescura y qu&eacute; rojo carm&iacute;n en sus h&uacute;medos labios! &iexcl;Qu&eacute; largas pesta&ntilde;as
+unidas! &iexcl;Qu&eacute; sonrisa apacible! &iexcl;Qu&eacute; frente serena! Si Desd&eacute;mona hubiera
+sido como Beatriz, Otelo no le hubiera dado muerte. No comprend&iacute;
+entonces que pudiera caber monstruosidad semejante en ser humano por
+b&aacute;rbaro que fuese. Mi c&oacute;lera cedi&oacute; paso al enternecimiento. Un diluvio
+de l&aacute;grimas ba&ntilde;&oacute; mis mejillas. Puse la gum&iacute;a sobre la mesa de noche. La
+puse all&iacute; con mucho tiento y temblando de que mi mujer se despertase.
+Volv&iacute; a mirar a Beatriz. La mir&eacute; como quien mira el tesoro que ha
+perdido. Todo su valer, toda su belleza, todo su hechizo fulgur&oacute; ante
+mis ojos con m&aacute;s brillo que nunca. &iquest;Qu&eacute; bastarda dulzura, qu&eacute; amor sin
+honra y sin verg&uuml;enza, qu&eacute; afecto villano me emponzo&ntilde;&oacute; en aquel instante
+el coraz&oacute;n y corri&oacute; por mis venas con mi perversa sangre? Ello es que
+enjugu&eacute; mis l&aacute;grimas, baj&eacute; la cabeza con lentitud y suavidad, y sin
+rozar apenas con los labios, bes&eacute; sus mejillas sonrosadas.</p>
+
+<p>&raquo;Por fortuna se realiz&oacute; en m&iacute; la reacci&oacute;n. El ultraje recibido se
+ofreci&oacute; a mi esp&iacute;ritu. Me llen&eacute; de rubor. Tuve verg&uuml;enza; tuve asco de
+mi flaqueza.</p>
+
+<p>&raquo;La idea de matar a Beatriz me solicit&oacute; de nuevo la voluntad indecisa.
+Empu&ntilde;&eacute; el hierro nuevamente. Nuevamente retroced&iacute; espantado.</p>
+
+<p>&raquo;Hu&iacute; del cuarto; hu&iacute; de la casa como un ladr&oacute;n. Abr&iacute; ambas puertas con
+las llaves que hab&iacute;a guardado, cerrando luego cuidadosamente. Me
+encontr&eacute; en la calle.</p>
+
+<p>&raquo;&iquest;Qu&eacute; hacer? Yo me ve&iacute;a rid&iacute;culo. No pod&iacute;a sufrirme. En mitad de la
+calle me di&oacute; un ataque de risa nerviosa. Si alguien me oy&oacute; debi&oacute; tomarme
+por loco.</p>
+
+<p>&raquo;Multitud de pensamientos encontrados, y todos trist&iacute;simos, cruzaban por
+mi mente; pasaban y volv&iacute;an con persistencia cruel.</p>
+
+<p>&raquo;Por un breve momento insist&iacute; en imaginar a&uacute;n que podr&iacute;a ser calumnia la
+delaci&oacute;n an&oacute;nima, pero pronto huy&oacute; de m&iacute; esta idea consoladora. Es la
+&uacute;nica que no ha vuelto.</p>
+
+<p>&raquo;&iquest;Qu&eacute; soluci&oacute;n ten&iacute;a la crisis en que me hallaba? &iquest;Acaso hab&iacute;a yo de
+asesinar a mi mujer? &iquest;Acaso hab&iacute;a yo de asesinar a su amante?</p>
+
+<p>&raquo;No; no era debilidad m&iacute;a: yo me sent&iacute;a con &aacute;nimos para matar a alguien
+que hubiera venido en aquel punto a robarme el reloj o los pocos reales
+que en el bolsillo llevaba; pero quiz&aacute; por una perversi&oacute;n moral, no
+pod&iacute;a yo considerar de ladr&oacute;n al que me robaba la dicha, el amor de mi
+mujer y la limpia honra de mi casa. El reloj y el dinero son mi
+propiedad, no tienen libre albedr&iacute;o; no se van con el ladr&oacute;n y me dejan
+porque le prefieren, mientras Beatriz se iba con otro y me dejaba porque
+le prefer&iacute;a. El hac&iacute;a bien en llev&aacute;rsela. &iquest;Por qu&eacute; hab&iacute;a yo de
+asesinarle por esto? &iquest;Qu&eacute; me debe &eacute;l a m&iacute; para respetar mi felicidad y
+desatender la suya?</p>
+
+<p>&raquo;Desech&eacute;, pues, de mi alma el pensamiento de asesinar a mi rival.
+Juzg&aacute;ndole en el tribunal de mi conciencia, yo no le absolv&iacute;a, pero
+reconoc&iacute;a la incompetencia del tribunal. Yo no le absolv&iacute;a por ser yo el
+agraviado. Si el agraviado hubiera sido un indiferente, le hubiera
+absuelto. Pod&iacute;a, pues, matarle, no como justicia, sino como venganza.</p>
+
+<p>&raquo;Entonces pens&eacute; en el duelo; pero &iquest;c&oacute;mo pelear ni con espadas ni con
+pistolas que en la vida he tomado en las manos? Me repugnaba adem&aacute;s la
+idea de darme antes por ofendido; de reclamar igualdad de condiciones y
+de probabilidades para vengar mi agravio; de confesar mi torpeza en las
+armas y mi incapacidad; de apelar a no s&eacute; qu&eacute; medios para forzar a un
+rival dichoso a que se pusiera de suerte enfrente de m&iacute;, que yo, flaco,
+viejo y enfermizo pudiera matarle, siendo &eacute;l joven, &aacute;gil y robusto.</p>
+
+<p>&raquo;Ni el asesinato ni el duelo eran posibles. Otro hombre que no fuese yo
+se separar&iacute;a para siempre de su mujer. No hab&iacute;a partido m&aacute;s conforme a
+la raz&oacute;n. Yo, sin embargo, no pod&iacute;a seguirle. Yo no vivir&eacute; lejos de
+ella. Es horrible, es est&uacute;pido, es monstruoso, pero yo la amo; seguir&eacute;
+am&aacute;ndola siempre. Sin su amor, el mundo ser&aacute; un desierto para m&iacute;; la
+vida, soledad medrosa; mi coraz&oacute;n, un vac&iacute;o que con nada se llenar&aacute;.</p>
+
+<p>&raquo;El alma humana necesita amar, adorar, creer. El cielo ha castigado la
+soberbia de mi alma. De ella han sido arrojados &iacute;dolos, altares, todo
+ser digno de adoraci&oacute;n y de amor. En cambio, puse mi adoraci&oacute;n, mi amor,
+mi fe y mi esperanza en Beatriz. Ella era... es mi idolatr&iacute;a.</p>
+
+<p>&raquo;El amor del descre&iacute;do es inmenso. El descre&iacute;do consagra a un objeto
+despreciable toda la fuerza de amor con que procura el creyente elevarse
+a su ideal divino.</p>
+
+<p>&raquo;En fin, &iquest;para qu&eacute; cansarte? He vagado como una fiera mansa que lleva
+clavado en el pecho un dardo envenenado. De noche he vagado; de d&iacute;a he
+estado oculto. Tengo verg&uuml;enza de que la gente me vea. Se me antoja que
+todos conocen la burla de que soy v&iacute;ctima, mi paciencia, mi amor mal
+pagado, y que van a re&iacute;r al verme o van a escupirme a la cara.</p>
+
+<p>&raquo;Anoche lleg&oacute; mi ridiculez a &uacute;ltimo extremo.</p>
+
+<p>&raquo;Ya no cabe la menor duda. Yo andaba en torno de mi casa, y cerca de las
+cuatro de la ma&ntilde;ana vi que sal&iacute;a un hombre... misteriosamente... de
+all&iacute;. Tengo ojos de lince... le vi... era &eacute;l. Llevaba yo un <i>rev&oacute;lver</i>
+en el bolsillo. &iquest;Para qu&eacute;? Si hubiera disparado los seis tiros que
+tiene, ninguno hubiera dado a mi enemigo. No s&eacute; tirar, y adem&aacute;s me
+temblaba la mano. Todo yo estaba convulso.</p>
+
+<p>&raquo;Adem&aacute;s, &iquest;por qu&eacute; no confesarlo? Creo que yo no ser&iacute;a capaz de matarle,
+aunque le hallase dormido y pudiese poner a mansalva el ca&ntilde;&oacute;n del
+<i>rev&oacute;lver</i> en una de sus sienes.</p>
+
+<p>&raquo;No comprendo ya m&aacute;s que una cosa. No puedo sufrir mi amor
+inextinguible. No puedo sufrir la ridiculez que en m&iacute; noto. Hasta la
+poes&iacute;a de un gran dolor no es dable en m&iacute;, porque me r&iacute;o yo mismo de mi
+dolor y le hallo c&oacute;mico.</p>
+
+<p>&raquo;No me queda m&aacute;s recurso, si no muero buenamente, que buscar modo de
+morir cuanto antes.</p>
+
+<p>&raquo;Perdona este largo desahogo. Perdona esta prolija carta. Ser&aacute; la
+&uacute;ltima. Adi&oacute;s.&raquo;</p>
+
+<p>Paco Ram&iacute;rez era un hombre de cierta ilustraci&oacute;n y de claro
+entendimiento; pero le ten&iacute;a a&uacute;n m&aacute;s sano que claro; le ten&iacute;a tan sano
+como su cuerpo, que era el de un atleta. Paco amaba a don Braulio,
+aunque era quien m&aacute;s le hab&iacute;a siempre echado en cara que se pasase de
+listo, que tuviese maneras de pensar que &eacute;l calificaba de tortuosas y
+que se hiciese v&iacute;ctima de los m&aacute;s alambicados y singulares sentimientos.</p>
+
+<p>Apenas ley&oacute; la carta, crey&oacute; que Braulio estaba loco. No pod&iacute;a creer la
+falta de do&ntilde;a Beatriz: tan buena opini&oacute;n ten&iacute;a de ella. Imagin&oacute; al punto
+que la persona de quien andaba celoso Braulio era el Conde, de quien
+Beatriz le hablaba en su carta. Fuese como fuese, Paco temi&oacute; una
+cat&aacute;strofe. Pens&oacute; en que Braulio, o se iba a morir, o se iba a matar, o
+se iba a Legan&eacute;s. A fin de evitarlo, si era tiempo, se puso
+inmediatamente en camino para Madrid. Braulio no le hab&iacute;a dado se&ntilde;as,
+pero &eacute;l le hallar&iacute;a. Si no llegaba a salvarle, llegar&iacute;a a vengarle. Paco
+no se andaba con metaf&iacute;sicas ni discreteos. No pensaba ni en asesinatos
+a traici&oacute;n ni en duelos de toda ceremonia. S&oacute;lo pensaba en sacar el amor
+y hasta el alma del Condesito de su gallardo cuerpo a mojicones y
+patadas.</p>
+
+<p>Con tan buenos prop&oacute;sitos, ansioso adem&aacute;s de ver a su Inesita, y con
+esperanzas de enamorarla y de tra&eacute;rsela al lugar, a las treinta y dos
+horas no cabales de haber recibido y le&iacute;do la lamentable carta de su
+desesperado amigo, lleg&oacute; Paco a esta heroica y coronada villa, y sin
+sacudir siquiera el polvo del camino, despu&eacute;s de dejar la maletilla en
+una casa de hu&eacute;spedes, y de instalarse, tomando cuarto en ella, se
+dirigi&oacute; a la vivienda de las dos lindas hermanas.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="XX" id="XX"></a><a href="#toc">XX</a></h2>
+
+
+<p>Conforme iba Paco Ram&iacute;rez hacia dicha vivienda, aunque muy
+apresuradamente, se ofrec&iacute;an a su imaginaci&oacute;n con mayor viveza todas las
+dificultades de la entrevista que deb&iacute;a tener.</p>
+
+<p>En la carta de don Braulio recordaba los p&aacute;rrafos m&aacute;s siniestros y
+ominosos, y preve&iacute;a alguna desgracia. Hasta una contradicci&oacute;n que hab&iacute;a
+notado en la carta le daba entonces mucho que sospechar. Don Braulio
+confesaba al principio, como era cierto, que jam&aacute;s usaba ni llevaba
+armas, y hacia el fin de la carta hablaba de un <i>rev&oacute;lver</i> que ten&iacute;a en
+el bolsillo. Paco Ram&iacute;rez ve&iacute;a claro que don Braulio le hab&iacute;a comprado o
+le hab&iacute;a adquirido en aquellos d&iacute;as, despu&eacute;s de la noche que estuvo de
+oculto en su casa. &iquest;Para qu&eacute; esta adquisici&oacute;n? &iquest;Qu&eacute; pensaba hacer su
+desventurado amigo?</p>
+
+<p>Paco estaba cierto de que don Braulio no matar&iacute;a ni a su mujer ni a su
+rival, pero ten&iacute;a miedo de que atentase a su propia vida, y ya pensaba
+en vengarle matando al Condesito.</p>
+
+<p>Era Paco tan fuerte, tan sereno, y estaba tan seguro de s&iacute;, que nada le
+parec&iacute;a m&aacute;s f&aacute;cil.</p>
+
+<p>En cuanto a do&ntilde;a Beatriz, Paco la amaba como a una hermana y la
+respetaba como a un ser superior, por donde, aunque le afligiese mucho
+el creerla culpada, como ya la cre&iacute;a, estaba dispuesto a perdonarle la
+culpa. En este punto comprend&iacute;a y aplaud&iacute;a y hasta bendec&iacute;a la debilidad
+o la ternura de don Braulio. Lo que no se explicaba es que don Braulio
+no tratase de vengarse del Condesito de cualquier modo que fuese.</p>
+
+<p>Entre tanto, &iquest;qu&eacute; iba &eacute;l a hacer, qu&eacute; iba a decir en casa de do&ntilde;a
+Beatriz? Despu&eacute;s de reflexionarlo, formar varios planes y componer
+mentalmente varios discursos, determin&oacute; dejarse guiar de la inspiraci&oacute;n
+del momento e improvisarlo todo.</p>
+
+<p>As&iacute; lleg&oacute; a casa de don Braulio. Subi&oacute; los escalones de dos en dos y
+tir&oacute; del cord&oacute;n de la campanilla. Eran las nueve de la ma&ntilde;ana.</p>
+
+<p>En seguida le abrieron, con aquella franqueza y prontitud con que suelen
+abrir los pobres.</p>
+
+<p>Apenas tuvo tiempo de ver qui&eacute;n le abr&iacute;a. Se encontr&oacute; ce&ntilde;ido por unos
+brazos que le estrechaban y abrumado por una boca que cubr&iacute;a sus
+mejillas de un diluvio de sonoros besos.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;V&aacute;lgame Dios, hombre!&mdash;dijo al cabo el ama Teresa, que era quien le
+besaba&mdash;. &iexcl;C&oacute;mo has embarnecido en estos tres a&ntilde;os! Da gloria verte:
+est&aacute;s hecho un real mozo. Pero d&iacute;me, &iquest;y don Braulio? &iquest;Viene contigo?
+&iquest;Qu&eacute; ha hecho en el lugar? &iquest;Por qu&eacute; no escribe? Beatriz est&aacute; con el alma
+en un hilo.</p>
+
+<p>&mdash;Quiero verla. &iquest;Puedo verla?&mdash;dijo Paco.</p>
+
+<p>&mdash;Ahora mismo. Entra. &iquest;Traes noticias de don Braulio?</p>
+
+<p>&mdash;S&iacute;.</p>
+
+<p>&mdash;Pues entra.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Est&aacute; In&eacute;s con su hermana?</p>
+
+<p>&mdash;In&eacute;s no se ha levantado a&uacute;n.</p>
+
+<p>&mdash;Mejor&mdash;dijo Paco&mdash;. Necesito ver a Beatriz a solas&mdash;a&ntilde;adi&oacute; entre
+dientes.</p>
+
+<p>Antes de que acabara de murmurar esta frase, antes de que entrara en el
+saloncito de do&ntilde;a Beatriz, apareci&oacute; &eacute;sta en la antesala, y asiendo
+cordial y apretadamente las manos de Paco entre las suyas, exclam&oacute;:</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; es esto? &iquest;Y Braulio? &iquest;D&oacute;nde est&aacute;? &iquest;C&oacute;mo no viene contigo? Estoy
+llena de zozobra. &iquest;Qu&eacute; sucede, Dios m&iacute;o? &iquest;Qu&eacute; sucede?</p>
+
+<p>Hablando as&iacute;, entraron ambos en el sal&oacute;n. El ama Teresa fu&eacute; tras ellos.</p>
+
+<p>&mdash;D&eacute;janos, Teresa. Luego vendr&aacute;s. Tengo que hablar con Beatriz&mdash;dijo
+Paco.</p>
+
+<p>Este misterio pareci&oacute; aumentar el sobresalto de la linda muchacha.</p>
+
+<p>El ama Teresa sali&oacute; de la sala rega&ntilde;ando.</p>
+
+<p>Ya solos Paco y Beatriz, dijo &eacute;sta:</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; misterios son los tuyos? &iquest;Qu&eacute; me vas a decir? Habla. Todo es
+mejor que la ansiedad, que la duda en que me tienes. Mi mal no ser&aacute; m&aacute;s
+horrible, mi desventura no ser&aacute; m&aacute;s honda en realidad que lo que me
+finge ya la fantas&iacute;a. Habla. &iquest;D&oacute;nde est&aacute; mi marido? &iquest;Qu&eacute; hiciste de &eacute;l?
+&iquest;Por qu&eacute; no viene en tu compa&ntilde;&iacute;a?</p>
+
+<p>&mdash;Tu marido no ha ido al lugar. Mal puede venir conmigo. Tu marido no ha
+salido de Madrid. Aqu&iacute; est&aacute;. Aqu&iacute; vengo a buscarle.</p>
+
+<p>&mdash;Es imposible. Braulio no miente nunca. Braulio me dijo que iba a
+verte. Le habr&aacute; ocurrido alguna desgracia en el camino. Estar&aacute; enfermo,
+muerto quiz&aacute; en alg&uacute;n pueblo del trayecto. Braulio fu&eacute; a verte. Braulio
+no me ha enga&ntilde;ado.</p>
+
+<p>Paco Ram&iacute;rez, que no era hombre muy dado a per&iacute;frasis y rodeos, y que
+adem&aacute;s cre&iacute;a que era urgente e indispensable una pronta explicaci&oacute;n,
+dijo entonces:</p>
+
+<p>&mdash;Braulio te ha enga&ntilde;ado porque cre&iacute;a que t&uacute; le enga&ntilde;abas.</p>
+
+<p>&mdash;No puede ser&mdash;respondi&oacute; Beatriz, subiendo la roja sangre a sus
+mejillas&mdash;. &iquest;Qui&eacute;n ha inventado esa infamia? &iquest;Qui&eacute;n ha dicho esa locura?</p>
+
+<p>&mdash;El mismo Braulio.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;C&oacute;mo? &iquest;Cu&aacute;ndo? &iquest;D&oacute;nde le has visto?</p>
+
+<p>&mdash;No le he visto. He recibido carta suya.</p>
+
+<p>&mdash;D&aacute;mela. Quiero leerla.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Tendr&aacute;s valor para leerla?</p>
+
+<p>&mdash;Dios me dar&aacute; valor para todo. Dame t&uacute; la carta.</p>
+
+<p>Paco vacilaba a&uacute;n.</p>
+
+<p>&mdash;Dame la carta&mdash;volvi&oacute; a decir do&ntilde;a Beatriz.</p>
+
+<p>&mdash;Te la dar&eacute;&mdash;contest&oacute; Paco&mdash;; pero antes exijo de ti una cosa.</p>
+
+<p>&mdash;D&iacute;, pide pronto.</p>
+
+<p>&mdash;Vas a responder con sinceridad a lo que te pregunte: vas a declararme
+la verdad desnuda: no como si respondieses a tu hermano, sino como si
+respondieses a tu propia conciencia; como si estuvieses ante el tribunal
+del Eterno y fuese El quien te interrogase.</p>
+
+<p>&mdash;Pregunta. No receles. No manchar&aacute; mis labios la mentira.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Amas a Braulio?</p>
+
+<p>&mdash;Con todo mi coraz&oacute;n.</p>
+
+<p>&mdash;Braulio es feo y t&uacute; hermosa. Braulio es viejo... &iquest;Le amas de amor?</p>
+
+<p>&mdash;El alma de Braulio es hermosa; el alma de Braulio es inmortalmente
+joven. S&iacute;; le amo de amor.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;No has amado nunca a otro hombre?</p>
+
+<p>&mdash;Nunca.</p>
+
+<p>&mdash;Mira bien en el fondo de tu alma. Beatriz, &iquest;no has amado nunca a otro
+hombre?</p>
+
+<p>&mdash;Apenas comprendo lo que me quieres decir; pero no ha de quedarme el
+menor escr&uacute;pulo. Voy a escudri&ntilde;ar en el abismo m&aacute;s hondo de mi mente;
+voy a buscar all&iacute; y a hacerte patentes mis m&aacute;s ocultos pensamientos; las
+ideas vagas y confusas de que yo misma no me he dado cuenta hasta
+ahora.</p>
+
+<p>&mdash;D&iacute;, Beatriz.</p>
+
+<p>&mdash;Digo que nunca am&eacute; de amor sino a mi marido; que no creo haberle
+faltado una sola vez, ni con el m&aacute;s fugaz pensamiento, ni con el m&aacute;s
+ef&iacute;mero deseo mal nacido.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Es cierto lo que dices? &iquest;No te acusa la conciencia de la menor falta?</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;C&oacute;mo he de declararme impecable? Paco, s&iacute;; la conciencia me acusa,
+pero no me atormenta; dame la carta: acabemos. &iexcl;Qu&eacute; interrogatorio! &iexcl;Qu&eacute;
+dilaciones crueles! &iquest;Has venido a matarme?</p>
+
+<p>&mdash;No, Beatriz. D&iacute;me, sin embargo, &iquest;de qu&eacute; te acusa la conciencia?</p>
+
+<p>&mdash;Soy vanidosa, lo confieso. Ahora que presiento una desventura, veo que
+es pecado lo que yo no cre&iacute;a que lo fuese. Yo misma me examino, me juzgo
+y me condeno. Mira, Paco: yo he cre&iacute;do que un hombre me amaba, y, aunque
+no pagaba su amor, me complac&iacute;a y me enorgullec&iacute;a de que me amase. Su
+amor estaba de tal suerte refrenado por el respeto, que jam&aacute;s se mostr&oacute;
+en palabras. Yo le adivinaba; no le ve&iacute;a. Y yo le adivinaba, no como
+pasi&oacute;n que tuviese en s&iacute; la menor impureza, sino como sentimiento
+et&eacute;reo, inmaculado, que no es amor, ni es amistad; que no ha de tener
+nombre; que es inefable en todo lenguaje de la tierra; que si tiene
+nombre ha de ser en el cielo. &iquest;Qu&eacute; quieres? Vanidad de mujer. Novelas
+rid&iacute;culas que nosotras nos forjamos en la imaginaci&oacute;n y que, sin duda,
+no tienen realidad alguna. El hombre que as&iacute; me acata, el hombre que as&iacute;
+me considera y admira, es el m&aacute;s discreto, el m&aacute;s elegante de la
+aristocracia de Madrid; es celebrado por su gentil presencia, por su
+gracia, por su valent&iacute;a y hasta por sus conquistas amorosas. Al verle
+tan rendido conmigo, al notar lo que se deleitaba en o&iacute;rme hablar, lo
+que celebraba mi talento, lo que se afanaba por agradarme y porque yo
+tuviese de &eacute;l el mejor concepto, no lo niego, mi orgullo de mujer estaba
+muy lisonjeado. Juzgaba yo valer m&aacute;s, cuando hab&iacute;a inspirado tan noble
+afecto a aquel hombre. Mi propia vanidad me mov&iacute;a a formar a mi vez un
+concepto, quiz&aacute; exagerado, de todas sus prendas personales. Aquel
+hombre, que tambi&eacute;n, en mi sentir, me comprend&iacute;a, val&iacute;a mucho m&aacute;s a mis
+ojos. La gratitud hacia aquel hombre en mis momentos de modestia, cuando
+yo cre&iacute;a que yo no se lo deb&iacute;a todo a mi propio m&eacute;rito, llenaba mi
+coraz&oacute;n. Jam&aacute;s, sin embargo, le he amado. Todas las noches, desde hace
+meses, hablo con &eacute;l m&aacute;s de una hora en voz baja. Me elogia, me dice mil
+corteses rendimientos; pero de amor no me habla. Entre &eacute;l y yo existen
+t&aacute;citamente estas extraordinarias relaciones. &iquest;Es esto pecado? &iexcl;Ah! Yo
+creo que s&iacute;. Ahora creo que s&iacute;. Me lo dice el coraz&oacute;n. Braulio est&aacute;
+celoso. Pero, Dios m&iacute;o, &iquest;por qu&eacute; no me lo ha dicho? &iquest;Por qu&eacute; no se ha
+quejado? Yo le hubiera pedido perd&oacute;n. Yo le hubiera repetido mil veces
+que le amaba. Yo le hubiera renovado mis juramentos. Yo hubiera puesto
+t&eacute;rmino a la insana poes&iacute;a, a la so&ntilde;ada historia que s&oacute;lo a mi vanidad
+satisfac&iacute;a. Pero no: Braulio tiene raz&oacute;n, Braulio es delicado. Un marido
+no debe tener celos. No debe decir a su mujer que sospecha de ella.
+Ser&iacute;a una indignidad, una verg&uuml;enza de que &eacute;l no es capaz. Y yo, necia,
+ciega, que no he comprendido hasta hoy lo peligroso y absurdo de mi
+conducta. &iquest;Qui&eacute;n sabe? Tal vez los maldicientes lo han entendido todo de
+la peor manera. Tal vez han mancillado mi honra y la de mi marido. Tal
+vez han tenido al cabo la crueldad de acusarme. Vamos, Paco; ya lo sabes
+todo. No me mates. Dame la carta. &iexcl;Pronto! Dame la carta.</p>
+
+<p>Paco, sin responder palabra, sin saber qu&eacute; pensar de todo aquello, no
+atrevi&eacute;ndose a creer que Beatriz ment&iacute;a, no atinando a explicarse c&oacute;mo
+se mintiese tan bien, y recordando, no obstante, que en la carta de
+Braulio hab&iacute;a pruebas casi evidentes de que Beatriz era culpada, le
+entreg&oacute; por &uacute;ltimo la carta.</p>
+
+<p>Beatriz la desdobl&oacute; con ansia, y no la ley&oacute;, la devor&oacute;.</p>
+
+<p>No interrumpi&oacute; la lectura, ni con un suspiro, ni con una exclamaci&oacute;n, ni
+con una queja. Se puso alternativamente colorada y p&aacute;lida. Mortal
+palidez prevaleci&oacute; al cabo. Gruesas l&aacute;grimas brotaron de los hermosos y
+negros ojos de Beatriz y se deslizaron por sus mejillas.</p>
+
+<p>El silencio era completo. Se pod&iacute;an contar los latidos violentos del
+coraz&oacute;n de Beatriz y del coraz&oacute;n de Paco.</p>
+
+<p>Otra mujer, culpada o no culpada, hubiera fingido un desmayo, se hubiera
+desmayado de veras o hubiera hecho extremos con sollozos, con gemidos y
+aun con gritos tal vez.</p>
+
+<p>Beatriz, le&iacute;da la carta, conocido ya todo el infortunio de su marido y
+el suyo, si es que a su marido estimaba, contuvo toda explosi&oacute;n
+vehemente de dolor, y dijo a Paco de esta manera:</p>
+
+<p>&mdash;Reconozco mi delito. Reniego de mi est&uacute;pido engreimiento, de mi af&aacute;n
+de lucir, de mi deseo liviano de ser admirada; pero no basta todo ello
+para explicar esta desventura. Soy v&iacute;ctima de una trama infernal; de una
+serie de coincidencias fatales. &iquest;Qui&eacute;n sabe, Dios m&iacute;o? &iquest;Qui&eacute;n sabe? Pero
+es muy duro, es tremendo, es cruel el castigo que cae sobre mi cabeza.
+&iquest;Por qu&eacute; no me mat&oacute;? &iquest;Por qu&eacute; tuvo compasi&oacute;n de m&iacute;? Yo hubiera
+despertado al sentirme herida. Yo le hubiera perdonado. &iquest;Qu&eacute; digo... le
+hubiera perdonado? Yo le hubiera pedido perd&oacute;n y hubiera sido dichosa
+muriendo en sus brazos. &iexcl;Cu&aacute;nto me ama! Este amor s&iacute; que vale. En este
+amor s&iacute; que debiera yo haber cifrado siempre mi orgullo. &iquest;Por qu&eacute; le he
+descuidado, hasta perderle tal vez, desvanecida yo, loca, atolondrada
+por una vanidad mezquina? Y &eacute;l me bes&oacute; mientras yo dorm&iacute;a, en vez de
+matarme, como yo merec&iacute;a de veras. Vino a darme de pu&ntilde;aladas y me di&oacute;
+besos de amor, y llor&oacute; de ternura, y me hall&oacute; hermosa y me contempl&oacute;
+extasiado. Paco, hermano m&iacute;o; corre, ve al Ministerio, ve a todas
+partes, b&uacute;scale; d&iacute;le que le amo; tr&aacute;ele vivo a mis brazos; devu&eacute;lvemele
+para que me perdone. &iquest;Qu&eacute; har&eacute;, Jes&uacute;s m&iacute;o? &iquest;Qu&eacute; har&eacute;? Estoy por salir a
+buscarle yo misma, como loca. S&oacute;lo me detiene el temor de que sean
+mayores el esc&aacute;ndalo y la verg&uuml;enza. Hermano m&iacute;o, por piedad, corre;
+busca a Braulio. Temo, tiemblo por su vida. &iexcl;Qu&eacute; horror! El no me ha
+dado muerte: &eacute;l me ha besado, crey&eacute;ndose mortalmente ofendido. Y, en
+pago de tanto amor, yo le mato.</p>
+
+<p>Paco estaba mudo, ext&aacute;tico, lleno de asombro, con la boca abierta, y sin
+saber qu&eacute; pensar ni qu&eacute; decir.</p>
+
+<p>Beatriz, con m&aacute;s agitaci&oacute;n, contrariada, impaciente por la inmovilidad
+de Paco, prosigui&oacute; de esta suerte:</p>
+
+<p>&mdash;No te detengas: vuela, busca a Braulio. Se va a matar si te tardas.
+D&iacute;le pronto que le amo, que le idolatro; que su beso vale m&aacute;s que todas
+las satisfacciones y vanaglorias; que su amor me enamora; que la belleza
+divina de su alma excede para m&iacute; a toda la belleza de las dem&aacute;s
+criaturas de Dios. &iexcl;Que yo le vuelva a ver, cielos santos! &iexcl;Que yo me
+arroje a sus plantas y le pida mil veces perd&oacute;n! &iexcl;Que yo le pague el
+beso que me di&oacute; dormida, exhalando mi alma, infundi&eacute;ndola en la suya con
+un beso eterno... infinito!</p>
+
+<p>Mientras Beatriz hablaba, iba empujando a Paco fuera del saloncito; le
+iba echando a empellones de la casa.</p>
+
+<p>Ya en la antesala, Beatriz a&ntilde;adi&oacute;:</p>
+
+<p>&mdash;Ve al Ministerio; acude a la polic&iacute;a; busca a Braulio por todos los
+medios, no te detengas.</p>
+
+<p>Paco sali&oacute; al fin de su mutismo, y contest&oacute;:</p>
+
+<p>&mdash;Sosi&eacute;gate, Beatriz, yo le encontrar&eacute;. Pronto estar&eacute; aqu&iacute; de vuelta. No
+lo dudes: le traer&eacute; conmigo. Ten confianza en la bondad de Dios.</p>
+
+<p>Dicho esto, abri&oacute; la puerta, sali&oacute; de la habitaci&oacute;n y baj&oacute;
+precipitadamente la escalera.</p>
+
+<p>Do&ntilde;a Beatriz volvi&oacute; vacilando y tropezando hasta la sala. No pod&iacute;a ya
+sostenerse. Cay&oacute; desplomada en el sof&aacute;.</p>
+
+<p>Despu&eacute;s de un instante de calma y de silencio, rompi&oacute; en gemidos y
+sollozos y verti&oacute; un mar de l&aacute;grimas.</p>
+
+<p>Acudi&oacute; entonces el ama Teresa.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; te pasa, hija? &iquest;Por qu&eacute; lloras?</p>
+
+<p>&mdash;D&eacute;jame, ama, d&eacute;jame&mdash;contest&oacute; do&ntilde;a Beatriz&mdash;. Soy la m&aacute;s desventurada
+de las mujeres.</p>
+
+<p>El ama Teresa insisti&oacute; en vano en id&eacute;nticas o semejantes preguntas.</p>
+
+<p>Beatriz no le contestaba sino rog&aacute;ndole que la dejase.</p>
+
+<p>Cansada, pues, y hasta algo picada de aquel sigilo con que de ella se
+recataba Beatriz, el ama Teresa se sali&oacute; de la sala y se fu&eacute; al cuarto
+de Inesita.</p>
+
+<p>&mdash;Ni&ntilde;a&mdash;dijo&mdash;, &iquest;no te levantas hoy?</p>
+
+<p>Inesita, medio dormida a&uacute;n, si bien ten&iacute;a abiertas ya las maderas de la
+ventana, y el sol inundaba su cuarto, se incorpor&oacute; un poco y contest&oacute;:</p>
+
+<p>&mdash;Pues &iquest;qu&eacute; hora es?</p>
+
+<p>&mdash;Las nueve y media; cerca de las diez. De sobra es hora de que te
+levantes. Adem&aacute;s es menester que te levantes. Hay grandes novedades.
+Paco Ram&iacute;rez ha venido.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Con mi cu&ntilde;ado?&mdash;pregunt&oacute; In&eacute;s.</p>
+
+<p>&mdash;Sin tu cu&ntilde;ado&mdash;dijo el ama.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y d&oacute;nde est&aacute;? &iquest;Se qued&oacute; en el lugar? &iquest;Por qu&eacute; no viene?</p>
+
+<p>&mdash;Lo ignoro. S&oacute;lo s&eacute; que tu hermana est&aacute; llorando como jam&aacute;s la he visto
+llorar. Sin duda ha ocurrido alguna gran desgracia. Beatriz nada ha
+querido decirme; pero algo ocurre de muy grave y lastimoso. Lev&aacute;ntate,
+hija. Ve a consolar a tu hermana y a saber la causa de su dolor.</p>
+
+<p>Inesita salt&oacute; de la cama llena de sobresalto. Se puso una bata, sin
+atender a m&aacute;s cuidado, por la precipitaci&oacute;n, y corri&oacute; al saloncito,
+donde Beatriz se hallaba.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="XXI" id="XXI"></a><a href="#toc">XXI</a></h2>
+
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; tienes, hermana? &iquest;Por qu&eacute; lloras?&mdash;pregunt&oacute; Inesita con mucho
+cari&ntilde;o apenas entr&oacute; en el saloncito y vi&oacute; a Beatriz tan afligida.</p>
+
+<p>Como Beatriz no le contestase y siguiese llorando, Inesita se inclin&oacute;
+sobre el sof&aacute; en que estaba echada Beatriz, y volvi&oacute; a hacerle las
+mismas preguntas, acompa&ntilde;adas de besos y caricias.</p>
+
+<p>Beatriz no pudo ya resistirse; sent&iacute;a adem&aacute;s necesidad de desahogar su
+coraz&oacute;n, e incorpor&aacute;ndose y teniendo a In&eacute;s a su lado, dijo con un
+suspiro:</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Qu&eacute; desgraciada soy, In&eacute;s!</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; sucede?&mdash;interrumpi&oacute; &eacute;sta.</p>
+
+<p>&mdash;Que por mi culpa Braulio est&aacute; celoso y se ha ido de casa y puede que
+no vuelva m&aacute;s.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y de qui&eacute;n tiene celos?</p>
+
+<p>&mdash;Tiene celos del Conde de Alhed&iacute;n.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Vaya un desatino!&mdash;dijo Inesita&mdash;. Pues qu&eacute;, &iquest;no ve claro que el
+Conde no tiene por ti mas que mera amistad?</p>
+
+<p>&mdash;Eso no&mdash;dijo candorosamente Beatriz, la cual, en medio de todo, amando
+a don Braulio, llena de sobresalto por &eacute;l, y arrepentida de su intimidad
+con el Conde, no pod&iacute;a conformarse con que el Conde no estuviese
+enamorado de ella.</p>
+
+<p>&mdash;Eso no; yo creo que el Conde me ama; pero yo no le he amado nunca.</p>
+
+<p>&mdash;Singular idea tienes del Conde, hermana. Cr&eacute;eme, hombres como &eacute;l no
+aman sin ser amados. El Conde te distingue, te aprecia, te halla linda y
+agradable y discreta, y por eso habla contigo. Como es muy galante, te
+hace doscientos mil elogios; pero de ah&iacute; al amor hay una distancia
+infinita.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y qui&eacute;n te asegura que no ha salvado &eacute;l esa distancia?&mdash;pregunt&oacute;
+Beatriz.</p>
+
+<p>&mdash;Nadie me lo asegura&mdash;contest&oacute; In&eacute;s&mdash;; pero yo lo supongo. En todo
+caso, lo mejor es que no te ame. &iquest;Hab&iacute;as t&uacute; de amarle?</p>
+
+<p>&mdash;No.</p>
+
+<p>&mdash;Pues entonces, &iquest;para qu&eacute; quer&iacute;as esa v&iacute;ctima?</p>
+
+<p>&mdash;Yo no quer&iacute;a... ni dejaba de querer... no se trataba aqu&iacute; de lo que yo
+quer&iacute;a, sino de lo que era. El Conde estaba asiduo conmigo, y yo, lo
+confieso, me complac&iacute;a en sus asiduidades. No le amaba; pero sent&iacute;a una
+satisfacci&oacute;n de amor propio en creerme amada por &eacute;l. Esto me ha perdido.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, hermana, tranquil&iacute;zate. Nadie se pierde por tan poco. Si tu
+marido tiene celos, con explicarle que no hay motivo para que los tenga,
+estar&aacute; todo terminado.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y c&oacute;mo se lo explico? &iquest;D&oacute;nde podr&eacute; verle? &iquest;No te he dicho que se fu&eacute;
+y no volver&aacute; m&aacute;s? Quiz&aacute; se mate.</p>
+
+<p>&mdash;Tales cosas me dices que empiezas a ponerme en cuidado, aunque no soy
+de las que se ahogan en poca agua. Braulio es suspicaz y caviloso;
+Braulio te adora; Braulio tiene de s&iacute; mismo, all&aacute; en el fondo del alma,
+la noble estimaci&oacute;n que debe tener; pero de sus prendas exteriores no
+tiene buena idea. Su modestia en este punto traspasa los l&iacute;mites de la
+humildad y raya en desconfianza. Aunque te adora, aunque ha cre&iacute;do
+siempre en tu amor, opina en general poco favorablemente de las mujeres;
+cree que el lujo, la brillantez, la elegancia y la alta posici&oacute;n nos
+deslumbran.</p>
+
+<p>&mdash;Y no cree mal. A m&iacute; me han deslumbrado, no para dejar de amar a
+Braulio y amar a otro, sino para complacerme en otro amor sin pagarle.</p>
+
+<p>&mdash;Mira, hermana, no es tiempo de recriminaciones. Si hiciste mal en
+complacerte en ese supuesto amor, ya el arrepentimiento es tard&iacute;o y
+est&eacute;ril. Busquemos remedio a tu ligereza. &iquest;Ha ido Paco a buscar a
+Braulio?</p>
+
+<p>&mdash;Ha ido.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y el Conde? El Conde es menester que tambi&eacute;n le busque. El Conde
+puede y debe explic&aacute;rselo todo, y negocio conclu&iacute;do.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y qu&eacute; es lo que el Conde tiene que explicarle?</p>
+
+<p>&mdash;Que te respeta, que te quiere much&iacute;simo, que se deleita en hablar
+contigo; pero que no te ama de amor, ni en ello ha pensado nunca.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y no mentir&iacute;a el Conde al decir eso?</p>
+
+<p>&mdash;No, hermana, ya es tiempo de declar&aacute;rtelo todo&mdash;. Aqu&iacute;, Inesita, a
+pesar de su serenidad, que varias veces hemos calificado de ol&iacute;mpica, se
+puso roja como la grana&mdash;. Ya es tiempo de declar&aacute;rtelo todo&mdash;repiti&oacute;&mdash;;
+el Conde tiene relaciones conmigo.</p>
+
+<p>Estas palabras cayeron y estallaron como una bomba dentro del coraz&oacute;n de
+Beatriz. Malo y horrible era haber lastimado el alma de don Braulio por
+la satisfacci&oacute;n de verse idolatrada, seg&uacute;n ella supon&iacute;a; pero era peor y
+m&aacute;s horrible el haber motivado la tragedia por una vanidad sin
+fundamento; por haberse enga&ntilde;ado ella a s&iacute; misma, creando en su fantas&iacute;a
+una adoraci&oacute;n y un amor que eran para otra mujer y no para ella.</p>
+
+<p>Beatriz se mordi&oacute; los labios de verg&uuml;enza y de despecho. Call&oacute; por un
+momento; pero las palabras acud&iacute;an a su boca pugnando por salir y no
+pudo menos de exclamar al cabo:</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Has estado cruel y has sido traidora! He servido de pantalla. Me
+hab&eacute;is hecho el blanco de la maledicencia. Os hab&eacute;is conducido de suerte
+que todo Madrid me calumnia, que mi marido recibe an&oacute;nimos delat&aacute;ndome,
+y que tal vez muera de dolor o se mate. Deb&eacute;is estar satisfechos de
+vuestra obra.</p>
+
+<p>&mdash;Bien sabe Dios&mdash;dijo In&eacute;s&mdash;que me duele en el alma de todo lo que te
+pasa; pero ni el Conde ni yo tenemos la culpa. T&uacute; y Braulio sois muy
+extra&ntilde;os, cada cual a su manera; ambos os quebr&aacute;is de sutiles, os pas&aacute;is
+de listos y os exced&eacute;is en el imaginar. Aqu&iacute; no ha habido prop&oacute;sito
+deliberado de mi parte, ni de parte del Conde. Todo ha sido sencillo,
+natural, impremeditado. Acu&eacute;rdate bien de todo. Vimos al Conde en los
+Jardines del Buen Retiro, y me excitaste a coquetear con &eacute;l. &iquest;Es esto
+cierto?</p>
+
+<p>&mdash;Lo es.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Es cierto que hasta me diste lecciones de coqueteo, con el fin...
+p&aacute;same lo grosero de la expresi&oacute;n... m&aacute;s grosera es la idea... con el
+fin de ver si lograba pescarle para marido?</p>
+
+<p>&mdash;Tambi&eacute;n es cierto; no lo puedo negar.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;No te respond&iacute; yo entonces que el Conde estaba prendado de ti y no de
+m&iacute;, y no replicaste t&uacute; que la conquista deb&iacute;a hacerla yo y no t&uacute;?</p>
+
+<p>&mdash;Todo es como dices.</p>
+
+<p>&mdash;Pues bien, yo coquete&eacute; siguiendo tu consejo, y todo te lo hubiera
+confesado, si no hubiera advertido en seguida que iba a darte un
+disgusto; si no hubiera advertido que, sin amar al Conde, te deleitabas
+en verle o en creerle rendido a tus pies. En un principio hab&iacute;a hasta un
+motivo de delicadeza para no revelarte nada. Decirte que yo empezaba a
+coquetear con el Conde hubiera sido excitarte a que desistieses de la
+diversi&oacute;n de tenerle o de creer que le ten&iacute;as enamorado y cautivo.</p>
+
+<p>&mdash;Eso debiste hacer si hubieras sido franca y leal&mdash;dijo Beatriz.</p>
+
+<p>&mdash;Dif&iacute;cil era hacerlo en un principio. M&aacute;s tarde fu&eacute; imposible. El mismo
+Conde (&iquest;qu&eacute; quieres?, los hombres son fatuos) lleg&oacute; a presumir que t&uacute; le
+amabas, que tu amor era et&eacute;reo, pur&iacute;simo, que estimabas a tu marido y
+que jam&aacute;s le ofender&iacute;as; pero, en fin, que ang&eacute;lica o ser&aacute;ficamente le
+amabas. &iquest;C&oacute;mo desenga&ntilde;arte? Crey&eacute;ndote &eacute;l y yo en aquella disposici&oacute;n de
+esp&iacute;ritu, nos movimos m&aacute;s al disimulo, el cual, te lo confieso, ha sido
+extraordinario. Nos habl&aacute;bamos poco, y nos escrib&iacute;amos mucho. No
+pod&iacute;amos suponer que nuestro amor tuviese las consecuencias
+desagradables que ha tenido. El Conde estimaba a Braulio. Braulio estaba
+tan encantado del Conde, que no recelaba de &eacute;l, y que no viv&iacute;a sin &eacute;l.
+Braulio, que ha sido siempre tan hur&oacute;n, buscaba al Conde y charlaba con
+&eacute;l y jam&aacute;s ten&iacute;a celos de que hablase contigo. &iquest;Qui&eacute;n hubiera podido
+imaginar que los celos viniesen de repente, a deshora y cuando menos se
+tem&iacute;an?</p>
+
+<p>&mdash;In&eacute;s, In&eacute;s, tu fals&iacute;a ha sido espantosa, y s&oacute;lo comparable con tu
+liviandad.</p>
+
+<p>&mdash;Toda injuria que me dirijas ahora la llevar&eacute; con paciencia. Soy
+culpada, muy culpada: pero te juro que jam&aacute;s prev&iacute; que pudieran haber
+tenido mis culpas tan fatales consecuencias para ti. Quisiera yo
+volverte la paz a costa de mi sangre. Quisiera morir para que t&uacute; y
+Braulio fueseis dichosos. La maldad, el pecado de que me motejas, le
+reconozco, le confieso, y estoy pronta a recibir por &eacute;l el merecido
+castigo. No voy, pues, a disculparme, sino a explicar mi conducta. As&iacute;
+me comprender&aacute;s, aunque no me perdones. Segu&iacute; tu consejo y coquete&eacute; con
+el Conde, porque el Conde me enamor&oacute;. Fr&iacute;amente, por c&aacute;lculo, jam&aacute;s
+hubiera coqueteado con &eacute;l. Indigna he sido; pero, seg&uacute;n mi conciencia,
+hubiera sido m&aacute;s indigna haciendo otra cosa que el mundo no reprueba,
+sino aplaude; atrayendo con astucia al Conde, con persistencia
+reflexiva, sin m&aacute;s pasi&oacute;n que el deseo de colocarme; esto es, de lograr
+un t&iacute;tulo, quince mil duros de renta al a&ntilde;o y una brillante posici&oacute;n.
+Ser&eacute; todo lo perversa que quieras, pero eso jam&aacute;s lo hubiera yo hecho, y
+eso era lo que, siguiendo la prudencia social, me aconsejabas t&uacute;. Pobre,
+hu&eacute;rfana de un hidalgo lugare&ntilde;o arruinado, y cu&ntilde;ada de un triste
+empleadillo en Hacienda, que casi me mantiene, mi orgullo se rebelaba
+contra la idea de conquistar dinero, nombre preclaro y consideraci&oacute;n en
+el mundo, negociando con mi hermosura, por m&aacute;s que el matrimonio viniese
+como a santificar luego mis c&aacute;lculos, ruines. Te repito, pues, que segu&iacute;
+tu consejo de coquetear, no por reflexi&oacute;n, sino por instinto; no con
+estudio y cautela, sino ciegamente y poniendo en ello todo mi ser y toda
+mi alma. Todav&iacute;a, si el Conde hubiera sido pobre como yo, obscuro como
+yo, menesteroso como yo, yo le hubiera dicho: c&aacute;sate conmigo; pero
+siendo quien es, me repugnaba dec&iacute;rselo. Dec&iacute;rselo, era como decirle:
+porque te amo, dame diamantes y perlas, ll&eacute;vame en coche, haz que habite
+en un hermoso hotel, coloca una corona de condesa sobre mi frente,
+c&oacute;mprame muebles bonitos, cuadros y estatuas; tenme criados que me
+sirvan al pensamiento; proporci&oacute;name, en suma, cuantas elegancias y
+comodidades trae el dinero consigo, y despu&eacute;s obtendr&aacute;s el goce y la
+posesi&oacute;n de mi alma y de este amor vehemente que te profeso, por m&aacute;s que
+est&eacute; refrenado y domesticado por la circunspecci&oacute;n m&aacute;s severa. Yo no
+quise, ni pude decir esto al Conde, y esto hubiera sido menester
+decirle, aunque atenuado con rodeos y primores de estilo. Por no decirle
+esto, porque me repugnaba dec&iacute;rselo, y porque le amaba, me he rendido
+sin condiciones, le he abandonado mi alma y mi vida. Lo justo, lo
+honrado, hubiera sido no coquetear con &eacute;l, no atraerle, ni para
+conquistar su mano con calculadora frialdad, ni para faltar como he
+faltado.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Desdichada!&mdash;exclam&oacute; Beatriz&mdash;. A&uacute;n no sabes las consecuencias
+tremendas de tu falta. Braulio, por esa falta tuya, cree tener una
+prueba evidente de la falta que en m&iacute; supone: ha visto al Conde, tres
+noches ha...</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Dios m&iacute;o!&mdash;dijo Inesita.</p>
+
+<p>Toda su serenidad ol&iacute;mpica desapareci&oacute; entonces al fin. Se cubri&oacute; el
+rostro con las manos y rompi&oacute; a llorar como una Magdalena.</p>
+
+
+
+
+<h2><a name="XXII" id="XXII"></a><a href="#toc">XXII</a></h2>
+
+
+<p>Paco Ram&iacute;rez, entre tanto, hab&iacute;a buscado in&uacute;tilmente a don Braulio por
+mil partes y de mil modos.</p>
+
+<p>Luego discurri&oacute; ir a casa del Conde de Alhed&iacute;n.</p>
+
+<p>El criado que le abri&oacute; la puerta le dijo que el Conde dorm&iacute;a con
+tranquilidad, que aqu&eacute;lla no era hora de visitas, que &eacute;l no le pasaba
+recado y que se expon&iacute;a a que le tirase a la cabeza los libros, el vaso
+de agua y cuanto ten&iacute;a sobre la mesita de noche.</p>
+
+<p>Paco insisti&oacute;, sin embargo, con tal br&iacute;o, hablando de lo importante,
+urgente y sagrado del asunto que le tra&iacute;a a hablar con el Conde, que el
+criado, que di&oacute; la casualidad de que era su ayuda de c&aacute;mara, se decidi&oacute;
+al fin a llamar al Conde.</p>
+
+<p>Bien advirti&oacute; Paco que la palabra m&aacute;gica que le abr&iacute;a la puerta de aquel
+encantado recinto era el nombre de la se&ntilde;ora de don Braulio Gonz&aacute;lez,
+por quien dijo que ven&iacute;a enviado.</p>
+
+<p>Fuese como fuese, le hicieron entrar en el despacho, donde aguard&oacute; m&aacute;s
+de media hora bramando de c&oacute;lera y de impaciencia.</p>
+
+<p>El Conde, no obstante, hab&iacute;a hecho prodigios inusitados de prontitud
+para vestirse.</p>
+
+<p>Al cabo apareci&oacute;.</p>
+
+<p>Paco, que ven&iacute;a muy fosco contra &eacute;l, se qued&oacute; pasmado de la afabilidad,
+llaneza y dulzura de aquel elegante, cuyo igual o parecido no hab&iacute;a
+visto jam&aacute;s en su lugar; pero cuando subi&oacute; de punto su pasmo fu&eacute; cuando,
+despu&eacute;s de referir precipitadamente lo ocurrido, not&oacute; el vivo inter&eacute;s y
+la emoci&oacute;n profunda que agitaban el alma del Conde y que se retrataban
+en su bello rostro.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos a buscar a don Braulio por todas partes&mdash;dijo&mdash;; Dios querr&aacute; que
+demos con &eacute;l. Do&ntilde;a Beatriz le quiere: es incapaz de faltarle. Yo le
+convencer&eacute; de la inocencia de do&ntilde;a Beatriz. &iquest;Qui&eacute;n ser&aacute; el autor del
+infame an&oacute;nimo? Alguna malvada mujer. &iexcl;Dios m&iacute;o! &iexcl;Qu&eacute; horror! No me lo
+perdonar&eacute; nunca si ocurre alguna desgracia.</p>
+
+<p>Dicho esto, el Conde di&oacute; &oacute;rdenes a sus criados, escribi&oacute; a los jefes de
+la polic&iacute;a, tom&oacute;, por &uacute;ltimo, el sombrero, y ya se dispon&iacute;a a salir &eacute;l
+tambi&eacute;n en compa&ntilde;&iacute;a de Paco a buscar al desesperado marido de do&ntilde;a
+Beatriz, cuando le anunci&oacute; su ayuda de c&aacute;mara que un dependiente de uno
+de los juzgados de Madrid tra&iacute;a para &eacute;l una carta que deb&iacute;a entregarle
+en propia mano.</p>
+
+<p>El dependiente entr&oacute; en el despacho y entreg&oacute; la carta al Conde.</p>
+
+<p>Estaba cerrada y sellada con lacre.</p>
+
+<p>En el sobrescrito reconoci&oacute; el Conde con asombro la letra de don
+Braulio.</p>
+
+<p>Abri&oacute; el Conde la carta, no sin bastante zozobra, y tembl&aacute;ndole las
+manos y con la cara demudada, ley&oacute; lo siguiente:</p>
+
+<p>&laquo;Se&ntilde;or Conde: Yo no pod&iacute;a servir en el mundo sino de estorbo. Cuando
+reciba usted estos renglones el estorbo no existir&aacute; ya. Que la propia
+conciencia perdone a los que me han hecho padecer, como yo los perdono.&raquo;</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;D&oacute;nde se ha hallado esta carta?&mdash;pregunt&oacute; el Conde.</p>
+
+<p>El portador de ella contest&oacute;:</p>
+
+<p>&mdash;En el bolsillo de un hombre que hace media hora se arroj&oacute; de cabeza
+por el viaducto de la calle de Segovia. No sabemos qui&eacute;n es. Usted,
+se&ntilde;or Conde, nos dir&aacute; el nombre del difunto.</p>
+
+<p>&mdash;Don Braulio Gonz&aacute;lez&mdash;dijo el Conde de Alhed&iacute;n.</p>
+
+<p>Cuando supo Beatriz la muerte de su marido, su dolor toc&oacute; en los l&iacute;mites
+de la desesperaci&oacute;n; mas no le resucit&oacute; por eso.</p>
+
+<p>Inesita estuvo tambi&eacute;n punto menos que desesperada.</p>
+
+<p>El Conde, compungido por todas aquellas l&aacute;stimas, se esforz&oacute; por
+consolar a In&eacute;s: todo le parec&iacute;a poco para consolarla. Venci&oacute; la
+oposici&oacute;n de su madre, que no gustaba de casamiento tan desigual, e
+In&eacute;s, al a&ntilde;o de muerto don Braulio, fu&eacute; Condesa de Alhed&iacute;n.</p>
+
+<p>Paco, que hab&iacute;a quedado burlado en sus esperanzas, dec&iacute;a con este
+motivo:</p>
+
+<p>&mdash;Inesita, por no ser fr&iacute;amente calculadora, ha conseguido lo que con el
+c&aacute;lculo fr&iacute;o no hubiera conseguido acaso: bien es verdad que, para
+conseguirlo, ha sido menester que don Braulio se mate.</p>
+
+<p>M&aacute;s de dos a&ntilde;os vivi&oacute; Beatriz, de viuda, con el m&aacute;s profundo y sincero
+duelo en el alma.</p>
+
+<p>Se retir&oacute; al lugar de su nacimiento, donde hizo vida ejemplar y propia
+de una santa.</p>
+
+<p>A la memoria de don Braulio rend&iacute;a verdadero culto.</p>
+
+<p>Aquel beso, que estando &eacute;l celoso y dormida ella, le di&oacute; don Braulio, en
+vez de matarla, como pensaba, le sent&iacute;a ella en lo &iacute;ntimo del coraz&oacute;n y
+difund&iacute;a en su esp&iacute;ritu suave y pura melancol&iacute;a.</p>
+
+<p>La modestia y el recogimiento de do&ntilde;a Beatriz hac&iacute;an que gastase
+poqu&iacute;simo en su persona, as&iacute; es que le sobraba mucho, en proporci&oacute;n de
+su corta hacienda, y todo lo consum&iacute;a en obras de caridad.</p>
+
+<p>Paco Ram&iacute;rez, testigo de todo esto, y &uacute;nica persona que ve&iacute;a a do&ntilde;a
+Beatriz en su soledad, acab&oacute; por enamorarse de ella perdidamente.</p>
+
+<p>Ya hemos visto lo sensible que era do&ntilde;a Beatriz a que de ella se
+enamorasen. Primero, agradeci&oacute;. Despu&eacute;s luch&oacute; contra el recuerdo de don
+Braulio una naciente inclinaci&oacute;n. Por &uacute;ltimo, la pobre do&ntilde;a Beatriz no
+era de bronce; pasados m&aacute;s de los dos a&ntilde;os, el amor nuevo venci&oacute; los
+recuerdos del amor antiguo.</p>
+
+<p>Paco y Beatriz se casaron: y Paco borr&oacute; con besos, que di&oacute; a Beatriz
+despierta, la impresi&oacute;n al parecer indeleble de aquel beso tan po&eacute;tico
+que ella hab&iacute;a recibido dormida.</p>
+
+<p>Paco, algo recelosillo, como buen lugare&ntilde;o, se guard&oacute; bien de llevar a
+Madrid a Beatriz, no hiciera el diablo que se le antojase de nuevo que
+el Condesito estaba enamorado de ella ser&aacute;ficamente.</p>
+
+<p>Este y su mujer siguieron siempre en la corte siendo dechados de
+elegancia.</p>
+
+<p>Inesita, luego que pas&oacute; tiempo, filosof&oacute; con serenidad acerca de don
+Braulio y explic&oacute; su muerte de un modo satisfactorio para ella.</p>
+
+<p>Don Braulio se hab&iacute;a suicidado porque era t&eacute;trico de car&aacute;cter; porque
+ten&iacute;a menos religi&oacute;n que un caballo; porque estaba desesperado de ser
+feo y enclenque; porque hab&iacute;a cometido la imprudencia de haberse casado
+con mujer joven y hermosa; porque ten&iacute;a el rid&iacute;culo empe&ntilde;o de ser
+adorado; y porque el amor, que no ten&iacute;a, por carencia de fe, para las
+cosas del cielo, le hab&iacute;a puesto en algo de mundanal y finito que no lo
+merec&iacute;a, empe&ntilde;&aacute;ndose en revestir a este &iacute;dolo de calidades y excelencias
+que s&oacute;lo a los seres sobrenaturales convienen.</p>
+
+<p>En suma, Inesita daba por evidente que lo mejor que don Braulio pod&iacute;a
+haber hecho era matarse.</p>
+
+<p>No creemos que Inesita tuviese gran erudici&oacute;n cl&aacute;sica; pero si la
+hubiera tenido, hubiera repetido, a prop&oacute;sito de don Braulio, cierto
+verso, nos parece que de Homero, que dicen que declam&oacute; Scipi&oacute;n al saber
+la muerte de Cayo Graco, su sobrino, y que en mal romance y peor prosa
+se interpreta as&iacute;: <i>Perezca como &eacute;l quien imitare su ejemplo.</i></p>
+
+
+<p class="c">FIN</p>
+<hr />
+
+
+
+
+
+
+
+<pre>
+
+
+
+
+
+End of the Project Gutenberg EBook of Pasarse de listo, by Juan Valera
+
+*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PASARSE DE LISTO ***
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+harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees,
+that arise directly or indirectly from any of the following which you do
+or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm
+work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
+Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause.
+
+
+Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm
+
+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
+electronic works in formats readable by the widest variety of computers
+including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
+because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
+people in all walks of life.
+
+Volunteers and financial support to provide volunteers with the
+assistance they need, is critical to reaching Project Gutenberg-tm's
+goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
+remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
+and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at http://www.pglaf.org.
+
+
+Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
+number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
+http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
+permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
+
+The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
+Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
+throughout numerous locations. Its business office is located at
+809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
+business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
+information can be found at the Foundation's web site and official
+page at http://pglaf.org
+
+For additional contact information:
+ Dr. Gregory B. Newby
+ Chief Executive and Director
+ gbnewby@pglaf.org
+
+
+Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation
+
+Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
+spread public support and donations to carry out its mission of
+increasing the number of public domain and licensed works that can be
+freely distributed in machine readable form accessible by the widest
+array of equipment including outdated equipment. Many small donations
+($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
+status with the IRS.
+
+The Foundation is committed to complying with the laws regulating
+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
+considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
+with these requirements. We do not solicit donations in locations
+where we have not received written confirmation of compliance. To
+SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
+particular state visit http://pglaf.org
+
+While we cannot and do not solicit contributions from states where we
+have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
+against accepting unsolicited donations from donors in such states who
+approach us with offers to donate.
+
+International donations are gratefully accepted, but we cannot make
+any statements concerning tax treatment of donations received from
+outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.
+
+Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
+methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
+ways including checks, online payments and credit card donations.
+To donate, please visit: http://pglaf.org/donate
+
+
+Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
+works.
+
+Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
+concept of a library of electronic works that could be freely shared
+with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
+Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.
+
+
+Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
+editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
+unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
+keep eBooks in compliance with any particular paper edition.
+
+
+Most people start at our Web site which has the main PG search facility:
+
+ http://www.gutenberg.org
+
+This Web site includes information about Project Gutenberg-tm,
+including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
+Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
+subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.
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