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diff --git a/.gitattributes b/.gitattributes new file mode 100644 index 0000000..6833f05 --- /dev/null +++ b/.gitattributes @@ -0,0 +1,3 @@ +* text=auto +*.txt text +*.md text diff --git a/26506-8.txt b/26506-8.txt new file mode 100644 index 0000000..b0d5695 --- /dev/null +++ b/26506-8.txt @@ -0,0 +1,3721 @@ +The Project Gutenberg eBook, Lázaro, by Jacinto Octavio Picón + + +This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with +almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or +re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included +with this eBook or online at www.gutenberg.org + + + + + +Title: Lázaro + casi novela + + +Author: Jacinto Octavio Picón + + + +Release Date: September 1, 2008 [eBook #26506] + +Language: Spanish + +Character set encoding: ISO-8859-1 + + +***START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK LáZARO*** + + +E-text prepared by Chuck Greif and the Project Gutenberg Online +Distributed Proofreading Team at DP Europe (http://dp.rastko.net) + + + +LÁZARO + +CASI NOVELA + +por + +JACINTO OCTAVIO PICÓN + + + + + + + +MADRID + +LIBRERÍA DE FERNANDO FE + +Carrera de S. Jerónimo, 2 + +SEVILLA + +LIBRERÍA DE HIJOS DE FE + +Sierpes, núm. 104 + +1882 + +MADRID: 1882.--Imp. de D.A.P. Dubrull, Flor Baja, 22 + +_Porque es necesario que esto corruptible +se vista de incorruptibilidad: y esto +que es mortal se vista de inmortalidad._ + +(SAN PABLO: Epist. I. I. a los corintios, +cap. XV, vers. 53.) + + + + +LÁZARO. + + + + +I. + + +A mediados del siglo pasado, en una plaza de Madrid, formando rinconada +con un convento, claveteada la puerta, fornido el balconaje y severo el +aspecto de la fachada, se alzaba una casa con honores de palacio, a +cuyos umbrales dormitaban continuamente media docena de criados y un +enjambre de mendigos que, contrastando con la altivez del edificio, +ostentaban al sol todo el mugriento repertorio de sus harapos. Algunos +años después, un piadoso testamento legó la finca a la comunidad vecina, +y en nuestro siglo descreído y rapaz, la desamortización incluyó en los +bienes nacionales aquella adquisición que los pobres frailes debían a +las legítimas gestiones de un confesor o al tardío arrepentimiento de un +moribundo. Un radical de entonces, que luego se hizo, como es costumbre, +hombre conservador y de orden, la compró por un pedazo de pan; y tras +servir sucesivamente como depósito de leñas, mesón de arrieros, colegio +de niños, café cantante y _club_ revolucionario, vino a albergar una +sociedad de baile en la planta baja, una oficina en el principal, y no +sé cuántas habitaciones de pago dominguero en el interior de ambos +pisos. + +Aquella era la casa de los Tumbagas de Almendrilla. Nada queda de las +grandezas de tan ilustre raza, y aun se teme que por falta de +puntualidad en satisfacer derechos de lanzas y medias anatas, haya +caducado el título que ostentaron, y cuyo origen se pierde en la noche +de los tiempos. + +Como el de griegos y romanos, es incierto el origen de los Tumbagas de +Almendrilla; pero eso mismo realza la antigüedad de su ralea, pues las +cosas, las instituciones y los hombres parece que adquieren importancia +con andar su nacimiento envuelto entre dudas y perplejidades de erudito. +Dicho sea de paso, ninguno se ha propuesto poner en claro cuál fue la +cuna de tan ilustres varones; pero si tal hubiese sucedido, nada habría +sacado en limpio, pues, llegando la indagación a ciertas épocas, se para +como ante muro de piedra o cortadura de monte, sin que se pueda +averiguar lo que hay de cierto sobre que el primer Tumbaga fuese uno de +los que acompañaron a Túbal en su venida a España. + +Fundándose en raíces de palabras, cuyos tallos nadie conoce, dicen +algunos que el origen de la raza no va más allá de la primera colonia +fenicia, y hay quien afirma que lo de Almendrilla viene de un enorme +peñón, así llamado, que sobre la cabeza de los moros dejó caer un +Tumbaga desde las fragosidades en que D. Pelayo rechazó a los hijos del +África. Ello es que en la época de los godos y al empezar la +reconquista, había ya Tumbagas de Almendrilla, y los habrá siempre, a no +ser que en las páginas de este relato muera el solo individuo que queda +de tan nobilísima estirpe. + +En vano se ha querido manchar el blasón de aquella ilustre casa. No es +cierto que en tiempos del apocado Mauregato fuese un Tumbaga quien +intervino en el famoso tributo de las cien doncellas. No está probado +tampoco que cuando Sancho el Bravo se sublevó contra su padre, por +creerle chiflado y a manera de espiritista, fuese un Tumbaga quien le +alentó en la criminal rebelión. Son, en cambio, innumerables, y se +convencerá de ello el que pueda, los beneficios, hazañas, hechos +gloriosos o útiles que los Tumbagas de Almendrilla han realizado en pro +de la patria española, dando pruebas de valor, tacto, arrojo y otras mil +cosas escritas en caracteres ilegibles, almacenadas para solaz de +ratones y pesadumbre de tablas de biblioteca. + +Reinando Isabel I, un Tumbaga ideó poner cruces en las torres de la +Alhambra. Bajo Carlos de Gante, cuando la nobleza castellana se hizo de +turbulenta cortesana y de independiente palaciega, trocando hierros y +armaduras por rasos y brocados, un Tumbaga fue el primero que se +presentó en la corte llevando sobre los guantes de gamuza las armas de +su escudo bordadas con sedas de colores. En los tiempos del prudente y +piadosísimo Felipe II, no hubo auto de fe que achicharrara maldecidos y +perniciosos herejes a que no asistiera cerca del monarca un Tumbaga. Y +mientras Felipe III ocupó el trono, para mayor gloria de nuestro nombre +y terror de nuestros enemigos, otro Tumbaga ilustró su apellido +sirviendo los amorosos caprichos de Uceda, que era entonces como servir +al Rey mismo. Felipe IV y la Calderona no tuvieron confidente más fiel +que Pedro de Tumbaga; y los bosquecillos del Pardo, las enramadas del +Retiro, conservan todavía añosos troncos bajo los cuales el orgulloso +magnate esperó, calado por el agua del cielo, a que el autor de _La vida +por su dama_ cortase la sabrosa plática que en los camarines de aquellos +palacios tenía con la famosa comedianta. + +En reinados posteriores, los Tumbagas ocuparon puestos donde bien +pudieran haber sido útiles a la Religión o al Rey: uno mandaba en las +procesiones el piquete de honor; acompañaba otro, espada en mano, al +Santísimo Sacramento; daba éste la guardia al Santo Sepulcro; +encargábase aquél, durante el verano, del mando de las falúas de paseo +en los estanques de los Sitios Reales. Todos dejaron escrito en la +historia de su casa algún rasgo notable de tan azarosa, pero gloriosa +vida. Ni Carlos III hubiese podido ajustar el patriótico Pacto de +familia, ni las fiestas reales de tiempo de Carlos IV hubieran tenido +tanto lustre, a no mediar en las negociaciones y toreos un Tumbaga. +Durante el cautiverio de Fernando el Deseado, mientras el populacho, +inconsciente y salvaje, preparaba motines como el _Dos de Mayo_, los +Tumbagas rodeaban al Rey, dispuestos a perder la vida en su servicio, +aunque contenidos por la tradición, que les imponía antes el sacrificio +del patriotismo que el de la propia lealtad. + +El escudo de aquellos ínclitos varones es honroso jeroglífico, vivo +recuerdo de triunfos, honores, distinciones y victorias. Tres cabezas de +moro en campo verde no recuerdan, como algunos pretenden, la salvaje +hazaña de haber vencido a tres sectarios de Mahoma, sino la graciosa +broma de un Tumbaga que en cierto baile de trajes se presentó vestido de +berberisco con dos amigos. Un gallo, desplegadas las alas y apoyado en +sola una pata, recuerda que quien primero puso en su casa veleta de esta +clase fue un Tumbaga; y el mote de la cinta que dice _Yo solo_, no +indica que algún Tumbaga hiciese algo que merezca ser tenido por +gloriosamente egoísta, sino que uno de tan envidiable estirpe fue quien +intervino en las diferencias que separaron a Fernando VII de Pepa la +Naranjera. + +La familia no se ha extinguido, y muy lejos de la corte, entre las +sinuosidades de un valle que en vano pugnan por fecundar riachuelos +exhaustos de agua en el verano, y ricos en todo el año de guijarros, hay +una casa de labranza, donde viven los últimos Tumbagas, ignorados del +mundo y casi ignorantes de lo que su nombre fue en otro tiempo. Los +olivos de áspero y dislocado tronco, los naranjos sobre cuyo verde +oscuro resaltan las encendidas notas de sus frutos, y las robustas +encinas que asientan como garras gigantescas sus raíces desnudas en la +seca tierra, pueblan las vertientes de los cerros coronados de calvos y +cenicientos peñascos. A largas distancias, como escondiéndose en las +desigualdades del campo, se alzan cortijos y granjas, cercadas por +tapias de cascote; el viento mueve blandamente la alta copa de alguna +palmera que parece centinela avanzado de otros climas, y en el oscuro +centro de los bosquecillos de adelfas y granados entonan los ruiseñores +sus cantos de amor y sus gorjeos de alegría. + +De tales encantos rodeada se alza la casa del tío Tumbaga, labriego +querido y respetado en la comarca, como pudiera serlo cualquiera de sus +antepasados cuando se cubría ante el Rey, y a quien más que el olivar o +las tierras de pan llevar que constituyen su hacienda, envidian las +mozas el hijo que Dios y su mujer, de común acuerdo, le dieron, a los +nueve meses justos de matrimonio, allá por el año de mil ochocientos +cincuenta y tantos. + +No más que diez y siete primaveras tenía el mozo, y ya traía revueltas +las faldas del lugar, sin que él hiciera nada por atraerse el cariño de +las chicas. Decían unos que si ellas le miraban con buenos ojos, era por +la esperanza de ser algún día dueñas de las riquezas de su padre, y +alguien añadía que la brillante perspectiva de ser sobrina de Su +Ilustrísima era lo que volvía locas a las beldades de las cercanías, +pues Su Ilustrísima, es decir, el Obispo de la diócesis, era hermano del +Tumbaga, y, por tanto, tío de Lázaro. + +La causa de que dos hijos de un mismo padre tuvieran tan distinta +suerte, que hizo al uno ser sucesor de todo el Apostolado y al otro +humilde campesino, es por demás sencilla. Cuando el padre murió, sin +dejarles más herencia que aquellos pocos terrones y algunas onzas de oro +ocultas en un puchero enterrado en el huerto, tuvieron Diego y Antolín +una conferencia, en la cual convinieron que debía uno de ellos procurar +hacer carrera y conseguir medro, continuando otro al frente de las +tierras a que habían quedado reducidos los antiguos estados de la +nobilísima familia. De este modo, si la fortuna ayudaba al primero, +podría luego proteger al segundo; y, en caso contrario, éste tendría +siempre refugio que ofrecer al que intentaba restaurar el brillo de su +casa y el renombre de su estirpe. Hiciéronlo así, y años después de la +separación supo Diego que Antolín cantaba en una iglesia de Sevilla su +primera misa. La protección de quien quiso dispensársela, y su buena +fortuna, le empujaron de tal suene, que a los cincuenta años llegó +Acolín a canónigo de una basílica, y veinticuatro meses después era +preconizado obispo, con gran regocijo suyo y de su ama de gobierno. +Llegó la nueva a conocimiento de Diego, que, exento de envidia, tuvo con +ella mucha alegría, y pasados algunos días, llegó también la siguiente +carta, primera que Antolín escribía con timbre del obispado: + +«Querido y nunca olvidado hermano: + +»Por la ayuda de Dios Nuestro Señor, más que por mi propio esfuerzo, y +también por favor de Su Santidad y del Rey (Q. D. G.), me he sentado +hace una semana en la silla episcopal de esta diócesis, por cuyos +fieles pido en mis oraciones. Ya ves cómo ha llegado para nosotros a +lucir la fortuna, y qué bien hicimos en disponer las cosas de manera que +han venido a dar este resultado. Excuso decirte que cuanto soy y valgo +pongo a tu servicio; mas como no se trata de vanos ofrecimientos, sino +de firmes y leales propósitos, bueno será que empecemos luego a disponer +lo que mejores frutos pueda dar en el porvenir. Por tus pocas y tardías, +pero extensas cartas, he venido haciéndome cargo de que tu hijo Lázaro +es listo como él solo. Tratemos, pues, de sacarle de entre esas breñas, +démosle educación conveniente, instruyéndole en las buenas doctrinas del +santo temor de Dios, y hagamos cuanto en nuestra mano esté para que, +como yo he llegado a ser pastor de los rebaños de Cristo, alcance él +mayores honras. Me encargo de todo. Envíamele sin cuidarte de más, y +decídete a hacer el sacrificio de la separación en obsequio a su +felicidad. Adiós, Diego; recibe para tí y los tuyos, con mi bendición de +Prelado, mi abrazo de cariñosísimo hermano. + +«ANTOLÍN.» + +Leer el pobre viejo esta carta, sentir sus ojos húmedos por el llanto y +temblarle los labios de emoción, todo fue uno. Restregose los párpados +con el curtido revés de la encallecida mano, llamó al mozo, leyole la +carta, y sin titubear un punto, le dijo: + +--Dentro de dos días te vas del pueblo. + +¡Pobre padre! Con la mejor intención del mundo y la mayor abnegación, +pensando que cuanto su hermano proponía era lo más conveniente, decidió +quedarse solo, añadiendo a su viudez la orfandad en que la partida del +muchacho había de dejarle. No paró mientes en lo terrible de aquella +soledad; no consideró que para custodiar las trojes, vigilar a los +segadores y cuidar de la aceituna, le faltaría en lo sucesivo su activo +celo. Atendió solamente al porvenir de Lázaro, y de grado o por fuerza, +hízole montar en una mula, y salir en ella, no a correr mundo como sus +antepasados a Flandes en busca de aventuras o a Italia persiguiendo +honores, sino a presentarse al bueno del obispo, para que éste modelara, +cual si fuera de arcilla, aquella alma que aún no había despertado a la +vida. + +¡Qué largas y qué tristes iban a ser las veladas de invierno pasadas +junto al hogar en que él atizaba el fuego, manteniendo con su donaire la +conversación! ¡Qué monótonas habían de parecerle las noches de verano! +¡Qué callado el silencio cuando no se oyera resonar junto al fresco +brocal del pozo, ni bajo el emparrado de la puerta, el rasguear de +aquella guitarra que parecía tener alma y quejarse cuando él la tocaba! + +Todo lo pensó y midió el pobre campesino; pero poniendo antes los +razonamientos del interés que los del cariño egoísta, vio que sería +torpeza dejar pasar de largo a la fortuna cuando cruzaba ante el umbral +de la casa. + +Hiciéronse los preparativos, y una mañana partió a la capital de la +provincia, prometiendo a su padre tenerle al corriente de cuanto le +acaeciera. + +Dejando atrás montes y llanos, cortijos y caseríos, viajando hoy en +compañía de arrieros, durmiendo mañana sobre los arcones de la paja en +las ventas, llegó Lázaro a su destino más cansado de cuerpo que +esperanzado de ánimo. + +Eran las ocho de una mañana luminosa y alegre, cuando se apeaba nuestro +héroe en el zaguán de la casa, llamada pomposamente Palacio Episcopal. +Recibiéronle criados y familiares; hízosele esperar a que Su +Ilustrísima terminara la misa que cotidianamente rezaba, y entráronle, +atravesando pasillos y corredores, en una habitación cuyo aspecto +parecía pedir señores de casacón y damas con faldas de medio paso. +Cuanto había en ella olía a siglo pasado. En los muros, tapizados de un +verde oscuro rameado de otro más claro, veíanse algunas cornucopias +enormes con figurillas grabadas en el cristal. Un par de cuadros +religiosos, de dudoso dibujo, ocupaban el testero principal, y bajo +ellos, rodeado de taburetes cojos, había un sofá raído y destrozado por +el roce continuo con pedigüeños impacientes o canónigos de gran peso. +Sobre una mesa de ébano, con señales de haber tenido en otro tiempo +incrustaciones, había un crucifijo de marfil rajado y amarillento, con +sus gotas de sangre abermellonada y sus clavos de plata. Un San +Cristóbal gigantesco, mal trazado y de peor color que dibujo, guardaba +la puerta de entrada, en cuyo dintel dormitaba con la mayor vigilancia +un familiar dispuesto a troncharse el espinazo cada vez que Su +Ilustrísima pasaba por allí. Sobre el hueco de un balcón había un +cuadro, acaso del Españoleto, que representaba a Santa María Egipciaca +tendida en las arenas del desierto, enteramente desnuda, muy hermosa y +más incitante de lo que fuera oportuno en sitio frecuentado por gentes +de Iglesia. A un extremo, ante una mesita cubierta de expedientes y +cartas, escribía con pluma de ganso y tintero de loza, un clérigo flaco +y apergaminado, como si viviera en perpetua cuaresma. Y, finalmente, de +una percha pendían varios manteos, raídos y apolillados unos, de nuevo y +luciente paño otros. + +En aquella estancia dejaron solo a Lázaro. Ni él reparó en los clérigos, +ni ellos se dieron cuenta de la presencia del labriego. Pasó un cuarto +de hora abstraído el chico en sus cavilaciones, dormitando el guardián, +y raspando borrones el que escribía, hasta que, tras ruido de puertas +que se abrieron y cerraron, entró en la habitación el obispo. + +Era alto, seco, nervioso, de mirada inteligente y dura, y de tez morena +oscurecida por el paño de la mal rapada barba. Vestía una sotana morada, +ya deslucida por el uso. Llevaba en el pecho una cruz y en el dedo un +anillo de gruesas amatistas. Le seguían, como doble sombra negra, otros +dos eclesiásticos, y era al mismo tiempo, sin que una cualidad dominara +a la otra, antipático y respetable. + +Acogió a Lázaro con benignidad, queriendo dar a sus facciones esa +afabilidad de semblante con que pretende hacerse simpático quien sabe +que no lo es, y echándole el brazo derecho sobre los hombros, le llevó +hasta su cuarto, diciendo a los que le rodeaban:--Llamaré cuando os +necesite. + +Pasaron de aquella sala a otra, donde lo severo de la ornamentación no +excluía la comodidad y el regalo, y allí, arrellanado el tío en un +sillón de cuero, sentado apenas el chico en el borde de una silla, +miráronse mutuamente algunos segundos, tratando cada cual de explorar +las intenciones del otro. + +--Tu padre y yo--dijo al fin el Prelado--hemos convenido en sacarte del +pueblo, y procurar, por cuantos medios haya a nuestro alcance, darte una +educación que pueda labrarte un porvenir que compense nuestros +sacrificios al par que tus esfuerzos. La posición en que, a Dios +gracias, me encuentro, ha de servirnos de mucho, y si te aplicas, creo +que podremos salir adelante. Listo eres, según me dicen; sé además +trabajador, y el resto lo obtendrás con exceso. Aquí te quedas +preparándote para entrar en el Seminario. Nada ha de faltarte; ni +maestros, ni consejos, ni ejemplos. ¡Quiera el Señor que seas un día +Príncipe de la Iglesia! Otros de más humilde origen han llegado a tan +alta jerarquía, y no habrá milagro en que les iguales. Está preparado tu +alojamiento, y yo cuidaré de que nada te falte. + + + + +II. + + +Desde aquel día disfrutó Lázaro cuantas comodidades podían gozarse en el +Palacio Episcopal, siendo tratado como convenía a su parentesco con el +reverendo prelado. Diéronle un cuarto que, aunque no bueno, era de lo +mejor que había en el edificio; tenía unas cuatro varas en cuadro, +blanqueados los muros, la cama hecha con colchones de vieja y +apelotonada lana, y las sábanas más ásperas que cutis de setentona. Le +pusieron a la cabecera del lecho la imagen de un santo difícil de +identificar, pero santo al fin, y al lado de una gran ventana, que se +abría sobre el ancho panorama del campo, colocaron una mesa cargada de +libros, y un tintero de cobre. Por deferencia a Su Ilustrísima, le +sirvieron de maestros los más instruidos canónigos del cabildo. Puso él +de su parte cuanto pudo; ayudó en gran manera su clara inteligencia, y +pocos meses después empezaba su imaginación a adivinar nuevos +horizontes, llenos de promesas gloriosas, en la senda a que se le +destinaba. Los libros que leía, las lecciones que escuchaba, dejaban en +su espíritu profunda huella; y el pobre muchacho, traído del campo hasta +la morada del obispo, trasladado de pronto desde la libre existencia de +los prados y montes al severo recinto por donde vagaban, como espectros +atezados, los familiares de su tío; obligado a cambiar de género de +vida, rodeado siempre de rostros en que parecía delito la sonrisa, sin +nadie a quien poder trasmitir las primeras impresiones que, como bandada +de pájaros no avezados al vuelo, se alzaban en su alma, fue poco a poco +haciéndose reservado y triste; sintió anublado su espíritu por las +sombras que la soledad engendra, y sólo halló para sus cavilaciones +puerto de refugio en la esperanza del porvenir. Aquellos libros que le +obligaban a estudiar, y aquellos hombres que había de tratar por fuerza, +le pintaban el mundo como una sola jornada de la vida humana, como una +prueba para el temple del alma; la tierra como valle de lágrimas, en que +son mentira los aromas del campo y las alegrías del corazón.--Aquí +abajo--le dijeron--todo es falso, impuro y deleznable. Las dichas +terrenales son cantos de sirena, que arrastran al mal; cuanto se sufre y +se padece son méritos que en el mundo se hacen para que sean premiados +arriba, y en este breve tránsito, donde los pies se hieren en los +guijarros de todos los caminos, debe la esperanza refugiarse en los +cielos, que allí aguardan al alma la inmortalidad y a la virtud el +premio de sus luchas. Pero fuera de esa esperanza y de lo que ha de +hacerse por mirarla cumplida, en el mundo no hay nada; fuera del mal, la +tentación y el error, todo es mentira. El desprecio de la Naturaleza y +del hombre es la ley suprema de la conciencia; la contemplación de lo +divino el solo cuidado del entendimiento; la fe en Dios o la confianza +en los que le representan, la única luz que alumbra la pasajera pero +densa tiniebla de la vida. + +De esa idea del mal difundido en el mundo como el aire en los espacios, +y de esa esperanza del bien puesto tras la existencia como la luz del +día tras la oscuridad de la noche, nacían el horror a lo terrenal y +humano, brotando la conmiseración y la piedad hacia los que sufren y +padecen. De ahí toda la vida de la religión, toda la esencia de sus +doctrinas, toda la fuerza de sus dogmas, toda su idea del universo +mundo. + +Sobre cuanto existe, Dios, fuente inagotable de dulzuras eternas, fuerza +en constante trabajo, que jamás disminuye ni merma, causa insondable, +secreto impenetrable; misterio tanto más grande, cuanto mayor sea la +inteligencia humana. Luego, en la tierra, colocado entre las amargas +olas de los mares y las punzantes malezas de los campos, el hombre, +sintiendo siempre sobre la cabeza el perdurable martirio de la duda, y +bajo sus pies un erial rebelde al trabajo, manchado y envilecido por el +primer pecado. Pero entre Dios y el hombre, como eslabón que une el bien +al mal teniéndolos distantes, la religión, manto de la deidad suprema en +cuyos pliegues se cobija la humanidad, al modo que entre las anchas +ramas de la encina se guarecen los gusanillos de la selva. Y, por fin, +como última consecuencia de este sistema, postrer hijuela de esta +concepción del universo, el hombre de Dios, el sacerdote que tiene por +misión tender la mano al que vacila, sostener al que cae, infundir fe al +que duda, perdonar al que peca, defender al que sufre, sojuzgar al +altivo, y abriendo a todos los brazos con amor, decir cómo el Hijo del +Hombre: «Amáoslos unos a los otros; practicad la virtud, y lo demás os +será dado con exceso.» + +Esto enseñaban a Lázaro, y así lo admitía él. + +--Sí,--se decía;--Dios y el hombre.... El cielo y la tierra.... El bien +y el mal.... Entre ambos la religión, el sacerdote, el soldado de las +grandes peleas, el profeta que anuncia la aurora del porvenir, el eterno +apóstol que, repitiendo la frase de San Pablo, dice a todos los pueblos +de la tierra: «Hermanos, sois llamados a la libertad.» + +Como el áspero mármol que la mano del artista desbasta, esculpe y modela +haciendo surgir de la brutal materia la forma encantadora, fue Lázaro +trasformándose por el estudio, abriendo cada día con mayor avidez los +ojos a la luz de la fe, sintiendo penetrar dulcemente en su alma un algo +indefinible que caía sobre su corazón como el rocío del cielo sobre el +brote de la planta. + +Bien veía o creía ver algunas veces cierta disparidad entre lo que +sentía y lo que le rodeaba; pero no se paraba a aquilatar las cosas muy +despacio, embebecida su inteligencia en las novedades que a su +entendimiento se ofrecían. La transición de las costumbres campesinas al +refinamiento mental de su presente vida, era demasiado inopinada y +brusca para que dejara de parar mientes en ella. + +Además pronto se dio cuenta de que no eran pocos los sagrados textos que +parecían olvidados en derredor de Su Ilustrísima. Preceptos más sanos +que aire de monte quedaban sin cumplimiento, o se obedecían por pura +fórmula a veces y otras había manifiesta oposición entre lo mandado por +autoridades de continuo invocadas, y lo que en la morada episcopal se +practicaba. + +Por de pronto, el Rdo. Antolín, si no era rico, no daba muestras de +aborrecer la riqueza: su pobreza tenía algo de problemática. Sin contar +las mesadas que del Estado cobraba, las ricas vestiduras de que estaban +atestados sus cajones, y los vaso y alhajas de metales preciosos, las +gentes señalaban en los alrededores de la ciudad alguna finca, escondida +entre macizos de árboles, donde Su Ilustrísima podía, como en cosa +propia, hacer lo que mejor le pareciese. + +Lázaro observaba que la caridad cristiana aparece en los Evangelios muy +diferente, de la que se ejercía en torno suyo, que no eran siempre la +humildad y la mansedumbre los móviles de los amigos íntimos del obispo, +y que algunas veces se vela asomar cobardemente a los labios de los +familiares cierta sonrisa reveladora de hipocresía y envidia. + +La facilidad con que se recibía en aquella santa morada cuanto dinero +daban para limosnas los caritativos fieles, se trocaba en formalidades y +retrasos cuando las monedas habían de pasar a la faltriquera de los +pobres, pareciendo aquello despacho de banquero donde se toma sin +vacilar el oro ajeno y en donde todo son al devolverlo garantías, +molestias y dilaciones. Nada oyó el futuro sacerdote en desdoro de su +tío; pero, con frecuencia, las gentes que cruzaban las antesalas y +corredores del palacio no parecían salir completamente satisfechas de la +entrevista con el Prelado: y era lo extraño que si nunca se retiraban +descontentos la dama encopetada o el canónigo influyente, solía verse +descorazonado y abatido al pobre párroco de aldea o al cura de misa y +olla cuyos grasientos y raídos manteos pregonaban descaradamente la +miseria. Jamás notó Lázaro cosa que disonara en el tranquilo concierto +de aquella existencia casi monacal, donde todo estaba dispuesto y +regulado de antemano, como en ceremonia palaciega; pero semejante al +sordo ruido de vientos lejanos, creyó escuchar algunos días el rumor de +murmuraciones engendradas en las porterías, robustecidas en las +antecámaras y detenidas por el miedo ante las puertas del despacho +donde trabajaba el bueno del obispo. + +Levantábase Lázaro a la hora del alba, oía una misa, tomaba chocolate, y +ayudaba en algo a su anciano tío. No tenía otra cosa que hacer hasta la +comida, que se hacía siempre a la una, con puntualidad cronométrica. + +Lázaro se quedó ensimismado y pensativo en más de una ocasión, +reflexionando lo distintas que eran las privaciones que imaginó sufrir y +la regalada vida que le daban. Todo aquello de comer como los anacoretas +yerbas salvajes o salta-montes del campo, era, por lo visto, pura +fábula, tradición olvidada. Al presente, y gracias a un cocinero lleno +de buenas cualidades, en la mesa de Su Ilustrísima hubiera podido darse +por alegre y satisfecho el más descontentadizo; en todo lo que a la +culinaria se refiere, era el obispo ardiente partidario del progreso. +Tratábase a cuerpo de rey constitucional; los mejores caldos de la +cosecha, los más preciados sólidos del mercado iban a sus despensas, ya +por encargo propio o por atención ajena; el pavo mejor cebado y el +gazapillo más tierno eran para él; las frutas que se le presentaban +parecían regalos para las aras de la antigua Ceres, y era raro el día en +que la piadosa mano de alguna devota no preparase para Su Ilustrísima un +platito de dulce espolvoreado de canela, aroma a que, como buen andaluz, +era muy aficionado. Una reparadora siesta era el epílogo de la oración +con que a Dios se daban gracias por tantos beneficios. Se trabajaba otro +poco por la tarde, se cenaba concienzudamente tras el rosario, y un +sueño tranquilo reinaba a las once en todos los ámbitos del edificio, +donde la calma de este género de vida no se veía turbada sino en las +vísperas de las grandes festividades de la Iglesia. + +Lázaro notaba que todo esto no eran mortificaciones ni martirios, pero +también se decía que aquello no era vivir en el mundo y sus luchas, y +que siendo buenas cuantas gentes le rodeaban, no podía ser detestable la +vida. ¡Cuan diferente se le ofrecía el espectáculo del mundo que +empezaba un paso más allá de aquellos respetados muros! Cierto que de +puertas adentro todo era reposo y santidad; pero ¡cuántos horrores y +amarguras le esperaban al poner la planta en esa sociedad donde cada día +es un combate y cada hora una herida! Hacía el pobre chico proyectos +para el porvenir, y juzgando la vida tal cual se la habían pintado, +pensando que todo era males, tristezas y desdichas, se preparaba a +entrar en ella inquieto, temeroso, como soldado bisoño pronto a escuchar +el primer paso de ataque tocado por las cornetas de su batallón. + +Tratábale su tío afablemente; por respeto o adulación al Prelado, +hacían lo mismo cuantos le rodeaban, y merced a su protección entraba +Lázaro en la carrera a que le habían destinado, escudado contra las +privaciones, con el porvenir preñado de fortunas, y el alma llena de +presentimientos. Le habían pintado su misión de suerte que, impresionada +la imaginación, veía en el sacerdocio el apostolado de toda idea +generosa. Pero, a pesar de esto, cuando solo, con su libro de horas bajo +el brazo, se le veía cruzar los anchos corredores o sentarse bajo las +umbrías del huerto, parecía que dentro de su alma bullían y a sus +miradas se asomaban vagos temores por su vida futura y dudas sobre la +suerte que le estaba reservada. La santa casa que habitaba era, a su +parecer, un puerto de refugio contra el oleaje infernal de la malicia +humana. Por todo aquello que sus libros devotos le aconsejaban huir, +venía en conocimiento de cuan ciertas deben ser las palabras con que se +le avisaban los peligros mundanales, y por la interminable y fatigosa +excitación a la virtud, podía apreciar cuan hondas y frecuentes son las +simas del pecado. A medida que iba considerando las tentaciones que +podrían rodearle, los riesgos que tendría que prever y males que evitar, +su inteligencia miraba con deleite la perspectiva de días de horrible +pero santa y gloriosa lucha, preparación a la inmortalidad. + +Considerado por cuantos cerca de él andaban como la persona más allegada +a Su Ilustrísima, los sacerdotes y demás gente de Iglesia que tenía +ocasión de frecuentar, guardaban buen cuidado de no dejarle ver cosa que +pudiera enojar al obispo. Todo era ante él virtud, resignación y +humildad; de modo que teniendo constantemente ante los ojos la divina +palabra de los libros y el mejor ejemplo en los hechos de los hombres, +pensó que en contra de la agitación del mundo estaba aquella santa +tranquilidad, que el torpe bullir de las pasiones se contrabalanceaba +por un santo estoicismo religioso, y que nada podía haber tan digno ni +respetable para la humanidad como la voz de esos hombres que con la +imagen de Cristo en una mano y señalando con la otra al cielo, dicen al +desgraciado: «Cree y espera.» Su poética melancolía era el +presentimiento de los dolores de la lucha. Parecía que su alma adivinaba +las heridas que habría de sufrir más tarde, y sólo en la fe, ingénita en +su espíritu, fomentada luego por cuanto le rodeaba, era donde el pobre +Lázaro podía hallar reposo a la misteriosa agitación de sus ideas. +Nacido en una aldea donde la hermosa y virginal Naturaleza le decía +continuamente:--«Admira,»--sin escuchar más voz que la del cura que de +continuo repetía: «Cree;» con el sano ejemplo de la honrada vida de su +padre, y sin haber sufrido las desgracias que pervierten al hombre, +Lázaro iba allegando fuerzas y atesorando virtudes para verterlas luego +como un maná divino sobre el rebaño de fieles que Dios le deparase. Si +alguna vez caían sobre su turbada pupila los fatigados párpados, como +deslumbrada la vista que admiraba de continuo el panorama espléndido de +una vida toda virtud y caridad, al hundir la mirada en los abismos de su +alma, encontraba, semejante a un resplandor en el fondo de una sima, la +luz que le guiaba a sus destinos. + +Dos épocas distintas puede decirse que atravesó Lázaro mientras estuvo +en casa de su tío. + +Durante la primera le dominaron los recuerdos confusos del pueblo con +sus faenas y labores; acordábase de las conversaciones en que la tierra +era la preocupación de todo el año, y empeñándose mentalmente en +resucitar sus impresiones, se esforzaba en reconstruir, con +reminiscencias vagas y sensaciones olvidadas, aquellos días que no +habían de volver jamás; las lluvias primaverales que hacían entrever los +carros repletos de doradas gavillas; el estío con las llanuras serpeadas +por surcos que parecían encender el aire en la irradiación de sus +terruños abrasados; el otoño con sus frutas mal sujetas a la cargada +rama, convidando al paladar a refrescarse con su azucarado jugo; las +tardes con sus vientecillos impregnados de perfumes, y las calladas +noches envueltas en misterios, poblaban su pensamiento de ensueños +indecisos. Lejos, muy lejos de él estaba cuanto podía recordarle tiempos +pasados, y como tales más dichosos; el hogar ennegrecido por el humo de +los troncos a cuya sombra jugueteó de pequeñuelo; la fuente donde las +mozas, entretenidas en mirarle, dejaban rebosar en sus cántaros el +agua; y en un altillo del cementerio, con su cruz de piedra que dora +cada tarde el último rayo de la luz solar, la tumba de su madre. + +En la segunda fase de aquella etapa de su vida, todo era esperanzas: +habíanle trazado con sombrías tintas el plano de la revuelta arena del +mundo.--«Aquí abajo no hay, le dijeron, sino males y perfidias; pero tú +serás de los que tienen por misión encadenar el dolor a la esperanza de +la dicha.» A pesar de no considerar completos los ejemplos que se le +ofrecían, todo lo que aprendía, sus vigilias y desvelos, cuanto +intelectualmente se asimilaba, venía a compendiarse en una palabra de +amor divino, que le hubiera hecho fijar los labios en la escrófula del +enfermo, si esto bastara para curarla, entusiasmo capaz de llevarle a +los campos de la guerra para acallar con su rezo la maldición del +desgraciado y dar alas al alma del creyente moribundo. + +Sentado algunas veces junto a la fuente de la huerta, que desde una +eminencia dominábala ciudad, viendo a lo lejos tejados y azoteas, +escuchando el bullir y los ruidos que como provocación constante le +traían los aires, Lázaro pensaba que aquellas eran las guaridas del mal. +Sólo las cruces puestas en lo alto de las torres eran signos de +redención o amparo. Si su memoria, protestando de aquel falso sistema +del mundo, le recordaba que no todo era malo en la tierra, que él había +visto a su padre dar trigo a los labriegos pobres o socorrer a los +necesitados, que en la tierra existían cariño, afabilidad y amor, que él +mismo había llevado hasta los apartados caseríos consejos de paz y de +justicia, todo se desvanecía ante la influencia maléfica del _pulvis +eris_ que le habían inculcado en el alma. + +Fue Lázaro después al seminario; tuvo su celda estrecha y triste; +aprendió mal latín y peor griego, no para admirar el genio de los +grandes poetas paganos, sino para embotar su inteligencia en casuismos +teológicos; se apacentó dócilmente con filosofía escolástica; le dieron +los libros de los Padres de la Iglesia; le dijeron el criterio que había +de seguir para que no cayera en la peligrosa pendiente de pensar; +marcaron a su entendimiento las lindes que no debía traspasar, y como si +el pensamiento del hombre fuese ave cuyo Vuelo depende de voluntad +ajena, le impusieron la idea, el dogma y el sentido de cuanto debía +creer y proclamar. En su cerebro había de dar cabida, le repugnase o no, +a lo que otros concibieron; su esfuerzo tenía que hacerse mantenedor de +proposiciones que apenas le era dado examinar; debía admitir la verdad +sin examinarla, creerla sin que le fuese demostrada. «_Node sólo pan +vive el hombre, sino también de la palabra de Dios_,» le dijeron; y la +palabra de Dios era un enigma, todo lo más una promesa. Le fue negada la +interpretación o el examen de los libros sagrados; y para colmo de +absurdo, sostuviéronle que en aquel misterio impenetrable que constituye +la esencia de todo lo dogmático, están la imposible demostración de la +verdad y el encanto de su divina poesía, porque _la fe es substancia de +las cosas que se esperan, argumento de las cosas que no aparecen[1]._ + +Entonces, falta de apoyo su inteligencia, sin que pudiera todavía +discernir lo bueno de lo malo, ni estimar como nulo lo falso e +inapreciable lo cierto, fue desfilando ante su mirada por las páginas de +sus manoseados infolios, la interminable procesión de ideas, teorías y +concepciones que se le daban como infalibles certezas. Fue viendo que +el hombre, envilecido desde su nacimiento por una culpa ajena, no puede +redimirse de ella; supo que el alma, capaz del crimen, está hecha a +semejanza de Dios; leyó que la misericordia celeste puede ser también +cruel, haciendo eternos los castigos, y que la voluntad divina es capaz +de trastornar las leyes eternas de la materia y la energía. + +Contraria pero simultáneamente a la frase «Eres polvo,» le dijeron que +el hombre es el rey de la tierra; las aguas de los mares y las arenas +del desierto son llanuras francas a su actividad y su valor; las fieras +de brutal poder, esclavas de su inteligencia; los metales, que como +venas de fuerza y riqueza serpean por las entrañas de los montes, +tesoros escondidos para que el trabajo los descubra y el sudor los +fecunde; y hasta la mujer, arcilla divinamente modelada con los rasgos +de la amante y la madre, es suya también, _carne de su carne, hueso de +su hueso_. Pero con todo, y a pesar de ello, le afirmaron que él ideal +de la vida no es la existencia en el seno de la Naturaleza, ni la +fecunda guerra del trabajo ni la pasión de la verdad o del arte, sino la +muda y estática contemplación de lo divino, el celibato estéril, el +claustro, la pobreza, el ayuno, el desprecio de sí mismo y el ansia de +llegar a la muerte como a puerta mágica desde cuyo umbral se perciben +los eternos albores del paraíso de los justos. + +Sobre este conjunto de ideas, por cima de toda consideración superior a +cuanto le rodeaba, estaban para Lázaro la santidad y grandeza de la +misión aceptada, sin que llegara a alzarse un punto en su espíritu la +idea de que el bien fuese independiente y extraño de la fe. Así llegó a +cumplir los veinticinco años. Su inteligencia, como vaso forjado según +las concepciones de los que dirigieron su educación, fue molde en que +se vaciaron ideales ajenos. Cuanto en sí encierran las tendencias de los +pasados siglos, cuanto en lo antiguo sirvió de turquesa para dar forma y +ser a la sociedad, echó en su inteligencia hondas raíces. Educado para +las batallas del presente, tuvo por armas las convicciones de antaño, +fuertes por lo sinceras, pero quebradizas por lo viejas. + +Llegada la época de abandonar el Seminario, el obispo le llamó a su +despacho, y le habló de esta, suerte: + +«Vamos a separarnos. Cuando escribí a mi hermano encargándome de tu +porvenir, no creí que fuese tan fácil poner a un hombre en camino de +hacerse artífice de su propia fortuna; pero tu aplicación, e ingenio han +llevado las cosas de modo que aquí, de hoy en adelante, no harás más que +perder tiempo. Si con nosotros te quedaras; no pasarías de pobre cura de +pueblo; tal vez llegases algún día a predicar en nuestra catedral; pero +nada más. Yéndote a la corte, como deseo, tus méritos darán a tu carrera +continuación tan lisonjera como halagüeños han sido los comienzos. Poco +me agrada separarme de tí; pero dos consideraciones hago: que aquí te +traje, no para satisfacción mía, sino por conveniencia tuya; y que en +las luchas de la tierra, en la revuelta marejada de encontrados +intereses, donde has de intervenir, puedes ser en alto grado útil a la +santa causa de la Iglesia. + +»Vas a cambiar de género de vida, de hábitos y costumbres, hasta de +ambiente respirable, que no son iguales las auras puras de estos campos +cercanos, al aire viciado de la ciudad. Aquí, por más que haya doblez y +engaño, no son la maldad tan refinada ni la hipocresía tan astuta; allí +la cortesanía hace el daño más hondo y más disimulada la torpeza. +Vivirás entre hombres que antes aprenden a averiguar el pensamiento +ajeno que a expresar el propio, rozándote con gentes que procuran hacer +a la mentira hurón de la verdad, y que tratarán de adquirir tu confianza +engañando a otros, como luego te engañarán a ti para provecho de +tercero. Anda en todo pecho la falsía, en todo cerebro la comedia: +muchos la representan de tal suerte, que toman en serio su papel, y ni +aun la muerte da fin a la farsa, pues otros fingen que les han creído, y +la lisonja llega hasta el epitafio, manchando hasta los mármoles. +Desconfía de cuanto te rodee y mantente en guardia casi más que contra +las maldades ajenas, contra tus propias debilidades. Dios ha puesto en +ti fe y razón; aquélla, como faro eterno a que caminas y te alumbra; +ésta, como apoyo y sostén para cuando dudes; mas ten cuenta que si tu fe +vacila, antes te será causa de desdicha que de consuelo y esperanza. +Lee los libros que te en las manos sin cuidarte de profundizar en sus +páginas más de lo que ellas te descubran; que el libro, como el vino, +fortalece si no se abusa de él, embriaga si se prodiga. La ciencia es a +la paz del alma lo que el agua a la semilla; con poca se fecunda y con +sobrada se anega. Tu misión hasta hoy ha sido aprender la que habías de +huir mañana: desde ahora vivirás entre el mal, evitando que logre +corromperte. La tarea de tu vida es consolar al que sufre, alentar al +que espera, perdonar al que yerra, labrar en tu corazón puerto donde +busquen amparo los náufragos del mundo. No hay en la tierra misión más +noble, que la nuestra. Si la virtud pudiera ser orgullosa, nos sería +dado envanecernos; pero hemos, de unir a la bondad la mansedumbre, y por +altivo nos está vedado el orgullo, como por pueril la vanidad. + +»Ya ves, Lázaro, qué hermosa perspectiva se te ofrece a la vista.--La +vida es combate de pasiones, que unas a otras se hieren y lastiman: tú +serás de esos hombres que por vocación de caridad se mezclan en la +pelea, llevando en su alma la mina inagotable de la piedad y en sus +labios el manantial perenne de la esperanza. Así como unos curan las +dolencias del cuerpo, otros cuidan de la pureza del espíritu: serás, de +ellos, y mientras el tuyo permanezca incólume, jamás te faltarán +palabras con que infundir a tus hermanos la fe que te aliente. Cree y te +creerán, que nunca inspiró la sinceridad desconfianza. Si la misión es +difícil, no ha de ocultársete que la tentación es temible: ya lo irás +viendo; pero si algo divino y fuerte hay en el hombre, es la voluntad. A +todo has de sobreponerte, temiendo más la propia indulgencia: que la +ajena censura. Sé hasta rencoroso contigo por tus culpas, débil hasta +la exageración con las del prójimo; que el hombre debe ser tan avaro de +virtudes como pródigo de perdones. Si la persecución te maltrata o la +ironía te hostiga, recibe a la primera con mansedumbre y a la segunda +con piedad; pues si la maldad debe hallarnos pacientes, el sarcasmo ha +de inspirarnos lástima. Merézcate siempre más conmiseración quien se +burle de lo bueno que quien practique lo malo. Por las funciones de +nuestro ministerio habrás de hablar al oído de la esposa, y en el tuyo +depositará la virgen sus secretos: di a aquélla que lo sacrifique todo a +la paz de la casa, y a ésta que todo lo posponga a la paz del alma. Al +hereje responderás con la palabra de la verdad, tratándole como amigo +perdido que hay que reconquistar, no como enemigo que es preciso vencer, +y rezarás por la salvación de quien persista en el error, pues ya que la +religión no sea patrimonio de todos, séalo al menos la piedad. No +mortifiques al moribundo con el recuerdo de sus delitos aquí abajo; +habíale de sus esperanzas allá arriba. Fe, perdón, mansedumbre: tal es +tu lema; el corazón tu escudo, tu premio el reino de los cielos. Si de +la violencia que te hicieren hubieses de morir, muere con valor, mas no +con aquella calma que puede ser cinismo, sino con esa serenidad que +reflejando el tranquilo fondo del alma, sirve a los demás de un ejemplo +que equivale a un consuelo. + +»Mas no fuera bueno que te marchases sin tener seguro puerto de llegada. +He arreglado todo de manera que entrarás en la corte por tal puerta, que +muchos desearían tu posición como término a sus ambiciones. Vas de +capellán a casa de los duques de Algalia, señores tan poderosos como +buenos. De tus deberes para con ellos nada te digo, que la humildad de +sacerdote no ha de echar en olvido la dignidad de hombre, y tengo por +cierto que antes de poco no sabrán qué mirar con más cariño: si su +venerable eclesiástico o su discreto y leal amigo. Partirás en breve, y +sabe Dios hasta cuándo. Acuérdate alguna vez de mí, y siempre de lo que +te debes a ti mismo. Recibe mi bendición, y ojalá te dé ella todos los +bienes que la voluntad te desea.» + + * * * * * + +De allí a pocos días partió Lázaro, y aunque alentado por sus esperanzas +no dejó de darle mucho en qué pensar la visible contradicción existente +entre los discretos consejos que acababa de escuchar y, la vida no muy +austera de su tío, sin que acertase a comprender cómo siendo bueno lo +que aconsejaba, no era completamente idéntico lo que practicaba. + + + + +III. + + +Ere por aquel tiempo en la corte la casa de los duques de Algalia una de +las más ricas y afamadas por aristocráticas. Su blasón no se había +desdorado aún por completo con el roce de las costumbres modernas; sus +estados no eran todavía presa de ninguna junta de acreedores, y hubiesen +podido añadirse al escudo nobiliario algunos rehiletes gallardamente +puestos en atrevida becerrada. + +Cuanto esplendoroso puede dar la vida contemporánea, cuanto grande son +susceptibles de engendrar el refinamiento del gusto y la sobra del oro, +se reflejaba en la morada de los duques de Algalia. + +Cada uno de sus salones era una pequeña capilla consagrada a la +elegancia; el palacio entero un suntuoso templo del buen gusto y la +moda, enriquecido con detalles dignos de un museo, en que andaban +revueltos lo antiguo y lo nuevo, formando ese consorcio extraño, pero +armónico, que ofrece la reunión de lo bueno, por distintos que sean los +caracteres que revista. No había pieza mal alhajada ni rinconcillo +descuidado. Aparte el esmero con que se había atendido al regalo +material del cuerpo, la ornamentación indicaba por doquiera el destino +de las habitaciones: el gran salón de recepciones estaba decorado con el +fastuoso gusto del monarca de Versalles; el comedor de ceremonia +cubierto de tapices flamencos; el de familia, con grandes bodegones +firmados por manos maestras; el despacho del duque, todo de ébano +incrustado de bronce; los aposentos de la hija, tapizados de alegres y +sencillas pero valiosas telas; y los de la duquesa exornados con tal +gusto y riqueza, que ni el gabinete de raso negro con flecos de +multicolores sedas, ni la sala de baño con jaspe y ónix argelinos, ni el +tocador de azulados cortinajes, hubieran sido mejores si los eligiese el +arte para albergar a la belleza. Al verlos parecía que para aquellos +pavimentos y muebles era indispensable una gran dama en quien fuese aún +mayor la distinción que la hermosura; que pisase con menudos pies, como +ligera sombra, las aterciopeladas alfombras y se recostase en los +divanes casi sin que los flexibles muelles cediesen al suave peso de su +cuerpo. + +Y así era en efecto: que ni en la nobleza toda, ni en toda la alta +banca, había dama más digna de disfrutar aquellas grandezas que la +duquesa Margarita, noble hasta las puntas de sus larguísimas pestañas +negras, y elegante hasta el claro fondo de sus ojos azules. Era una +figura airosa, pero de movimientos lánguidos, como de gata friolera, y +actitudes sobriamente voluptuosas, como de estatua griega; el traje más +modesto realzaba mejor su hermosura, y con un vestido completamente +negro, un grueso ramo de amarillentas rosas en el entreabierto escote, +sencillamente recogido el pelo, libres de pendientes las diminutas +orejas, y sin guantes las aristocráticas manos, no había hombre capaz de +contemplarla un segundo sin darse la enhorabuena por haber nacido. Resta +añadir, para mayor encanto de golosos, que Margarita de Oropendia, +duquesa de Algalia, aunque tuviese más, sólo representaba treinta años, +y era relativamente virtuosa. + +El duque, algo apabullado por los excesos de la buena vida, un tanto +muerta la mirada por el mucho trasnochar o la afición a los naipes, era +todavía un hombre bien plantado, elegante, de educación británicamente +escrupulosa en lo que a la etiqueta se refiere, y hasta instruido. No +ignoraba, por ejemplo, que Luis XVI fue decapitado, y murió de resultas, +ni que Carlos I de Inglaterra tuvo parecida suerte, hechos que con +frecuencia citaba para probar lo temibles que son las muchedumbres +cuando, según su frase, se desbocan. Lo que mejor caracterizaba al duque +era el ardiente deseo de ver satisfecha una aspiración constante de su +vida, una exigencia de su imaginación que participaba de la seriedad de +la ambición y la ridiculez del capricho: ser senador. La senaduría era a +sus ojos el complemento de su nobleza; sería una ocupación, un pretexto +para darse importancia, una satisfacción de su vanidad. Y si además de +ser senador pudiera serlo de por vida... ¡Senador vitalicio! Soñaba con +sentarse por derecho propio en los escaños rojos de la Alta Cámara, ir +en coche hasta la plaza de los Ministerios, apearse lejos del zaguán +para cruzar entre filas de curiosos, que murmurasen, «ese es el duque de +Algalia;» entrar luego en el salón de conferencias, andar solo por los +rincones como quien medita un plan, estrechar la mano a los ministros, +acoger las peticiones de los pretendientes, diciendo «veremos,» o «haré +lo que pueda;» y salir después de una votación exclamando: «¡Los deberes +políticos!» «Mi conciencia!» «¡El partido!» «¡Las instituciones!...» + +Esto basta para apreciar que el duque tenía todavía fijas en el magín +raíces de ideas viejas; pero, a pesar de todo, podía considerársele como +demagogo comparado con su hechicera consorte. + +La duquesa era el prototipo de la dama aristocrática, que sólo en las +cuestiones del amor y de la moda transige con el progreso. Religiosa por +superstición, devota por fe heredada, hipócrita por el qué dirán, e +intransigente por decoro, adoraba la misa en que estrenaba un traje, la +Semana Santa en que, tan guapa como el año anterior, pedía para los +pobres, o la novena que autorizaba una cita. Cuando rezaba se complacía +en bajar y subir la expresiva mirada, como jugueteando con los párpados, +gozándose en dar alternativamente luz y sombra a los que la rodeaban. En +sus relaciones con el gran mundo, tenía ese tacto supremo que sabe +mortificar sin ofender, que consiste en admirar a las gentes virtuosas +sin comprometerse a imitarlas ni indisponerse jamás con los que pecan. +Vivía entre el _beau monde_, formaba parte integrante de la _high life_; +el pueblo la atacaba los nervios; huía de la multitud por miedo al mal +olor, y si en otros tiempos la hubiesen llamado _ciudadana_, habríase +muerto del susto. La palabra _Revolución_ no evocaba a sus ojos más +figura que la de María Antonieta prisionera en la Conserjería, y en la +más sencilla agitación política veía carreras, tiros, desaguisados y +atropellos. Para ella, ser de origen humilde no era una falta, pero sí +una mancha, y trabajar le parecía muy honrado, pero loca la pretensión +de querer elevarse encalleciéndose las manos. + +El duque transigía, en cierto modo, con el espíritu moderno: había +comprado bienes nacionales, lo cual le hacía relativamente liberal; era +individuo de varios consejos de administración de sociedades de crédito; +viajaba con billetes de libre circulación; defendía las instituciones; +hablaba del turno pacífico, y se llamaba conservador. No admitiría nunca +que un artista pudiese ser su igual; pero él, por benevolencia, protegía +las artes cuando no le salía muy caro. Daba al trabajo mucha +importancia, no hacía nunca nada, admitía las concesiones al talento, y +se explicaba el otorgamiento de un título a quien supiera enriquecerse +en la Bolsa o en los altos negocios del Estado. + +La hija de este matrimonio era un progreso vivo sobre sus padres: entre +un rico tonto, apergaminado, achacoso, y un advenedizo de buena estampa, +pero pobre, plebeyo y listo, prefería bailar con el segundo, y en sus +ambiciones de muchacha optaba por vivir acompañada de un hombre a quien +quisiera, antes que por la boda con un heredero escrofuloso de +respetabilísima alcurnia. Tales ideas hicieron, sin duda, que ella no se +enojase cuando empezó a mirarla amorosamente cierto individuo, que por +aquellos días atrajo a sí los elogios del país entero: un joven que en +una reunión política había, con un discurso de extrema izquierda, +conmovido la opinión y entusiasmado a las gentes, hasta tal punto, que, +corriendo su nombre de boca en boca, hizo el duque que se le +presentaran, no por rendir tributo al mérito, sino por tener en sus +salones al hombre puesto en moda. De esta suerte, sin que ninguno de +entrambos lo buscara, llegaron a conocerse y tratarse Félix Aldea y +Josefina de Algalia. + +Así estaban las cosas cuando, en pleno invierno, es decir, en la época +de más fiestas, bailes y recepciones, el mayordomo de los duques fue una +mañana, por orden de sus amos, a la estación del camino de hierro a +esperar al nuevo capellán que había de sustituir al anciano sacerdote +muerte pocas semanas antes. Adivinole por los hábitos al bajar de un +wagón, y acercándose a él, previos saludos y frases que puede figurarse +quien desee más detalles, le llevó al palacio en un simón, y presentole +a los señores. Recibido por éstos como exigía la hidalguía en tan +grandes personas, y en él lo respetable de su ministerio, le acompañaron +hasta la habitación que le estaba destinada, le enseñaron la capilla, +encargaron al mayordomo y al administrador que le respetasen y +sirviesen, y sin más conversación quedó instalado Lázaro en casa de los +duques de Algalia. + +Al separarse estos del joven sacerdote, preguntó la mujer al +marido:--¿Qué te parece?-- + +--Muy joven,--contestó el duque;--pero no habíamos de estar más tiempo +sin capellán, y cuando el obispo le recomienda, bueno será.-- + +¡Capellán! Este era el puesto que había de desempeñar. Nadie le había +dicho todavía que era como un criado más en la cocina o un caballo nuevo +en las cuadras, un simple artículo de lujo. Debía decir la misa los días +que la duquesa no quisiese salir de casa. No se hace especial mención +del duque, porque éste era de los católicos que no practican. + +Tan poca y breve ocupación dejaba a Lázaro todo el día libre; de modo +que siendo grande su curiosidad por conocer el nuevo centro en que +vivía, y fáciles los medios de satisfacerla, pronto empezó a observar y +pensar sobre cuanto veía, desentrañándolo y analizándolo todo. + +Al cambiar de medio social, al sentirse sacado de su esfera, al verse +solo de repente en el torbellino del mundo, cada mirada produjo en él +una observación y cada observación un juicio que, chocando +frecuentemente con sus propias ideas, las destruía o alteraba. Creyente +sincero y de entendimiento poderoso, fue estudiando, fijándose en todo, +y apoyado como en fuerte palanca en su ideal, comparó y juzgó las cosas +de la vida. + +Traía en su alma esa profunda fe que, a semejanza de ciertas piedras +preciosas, va siendo más rara cada día. Sus preocupaciones tenían por lo +ingenuas algo de sagradas, y libre de toda mira interesada, venía a +nueva existencia, trayendo para examinarla, aunque con el espíritu de +otros siglos, la más recta imparcialidad. Tranquilo, puesto el ánimo en +Dios y la esperanza en el deseo de saber, tendió la vista en torno suyo; +pero como ave obligada a volar demasiado alto, sus ojos se deslumbraron, +sintió el vértigo que da la altura, y le faltó aire para sus pulmones +oprimidos. + +Como llegan tardía y débilmente al oído los ecos de la tormenta lejana +que va aproximándose por instantes, sintió Lázaro ir llegando a su alma +vagos presentimientos de dudas y temores, misteriosos anuncios de un +porvenir preñado de lágrimas e insomnios. + +¿Qué era aquello? ¿Qué sombras comenzaban a turbarle? ¿Qué temores iban +girando en derredor de su imaginación como fieras que se pasean en torno +de su presa? ¿Era que empezaba a aspirar el hedor de los pantanosos +lodazales de la tierra, o acaso que, sintiendo el yugo opresor de la +materia, tenía ya su espíritu la nostalgia de la inmortalidad? + +Era que cuanto había aprendido y creía, estaba en contradicción con la +realidad. Llevaba dentro de sí una llama que no podía brillar en aquel +nuevo ambiente. Sus estudios fueron ancha base a tantas cavilaciones; el +espectáculo del mundo, cebo que incesantemente las provocaba. + +Cada día le trajo una lección, cada hora el agrio fruto de un anticipado +desengaño. + +El tiempo fue pasando por él como la onda sobre el lecho del río, +haciendo la superficie más tranquila, pero agitando el fondo y +profundizando el cauce. Es imposible pintar la invasión lenta y gradual +que hicieron en su alma las cosas y los errores mundanos. Sería más +fácil penetrar en las entrañas de la piedra y sentir la secreta +atracción de la cohesión y la fuerza, o escuchar el latido de la planta +en que la evolución tiende a la vida. Cuando su inteligencia quería +bucear en lo hondo de su pensamiento, le veía poblado de formas extrañas +que le hostigaban con las maldecidas preguntas de la duda. Empezó el +tiempo a educarle en la amarga escuela de la experiencia. Semejantes a +estrellas que se extinguen, fueron nublándose sus esperanzas, y la fe +fue perdiendo lentamente su virginidad, como la nieve del cielo pierde +su blancura puesta en contacto con la tierra. + + + + +IV. + + +Apenas hacía un año que Lázaro estaba en casa de los Algalias, y ya se +había captado todo el afecto que puede inspirar el que sirve a quien le +paga su salario. La duquesa simpatizó con él como simpatiza la debilidad +con la indulgencia. El duque vio, ante todo, en su capellán un hombre +que sabía guardar las distancias, y la niña, querida de sus padres con +ese cariño de los poderosos, quizá algo frío porque no impone +sacrificios, encontró en Lázaro un alma joven, dispuesta a comprender +las impresiones que en los albores de la vida se alzan en el corazón de +la mujer. Los duques veían en el capellán una figura que, sin salirse de +su esfera, contribuía al tinte aristocrático de la casa. La hija, como +más joven menos sujeta a preocupaciones, sólo se daba cuenta de que, +mozo o viejo, noble o plebeyo, había cerca de sí un ser respetable por +su ministerio y digno de estimación por sus prendas. Lo agradable de su +persona, lo más grato aún de su afabilidad y cortesía, atrajeron el +corazón de Josefina hacia el espíritu de Lázaro como el bien atrae al +alma. La inteligencia con que el joven sacerdote iba leyendo cada vez +más claro en las cosas de la vida; el carácter con que indultando el +error insistía en lo juicioso, y su buen corazón, merced a cuyo generoso +impulso sabía hacer dulce la misma severidad, constituían en Lázaro una +personalidad extraña, sencillamente buena, tan digna de estudio en su +candidez como otras por su originalidad o extravagancia. + +Josefina, para quien su padre era un socio del Casino que venía a dormir +a casa, y que no hallaba en su madre sino la encargada de satisfacer +frívolos caprichos, ni veía en el aya más que una criada con vestido de +seda, fue poco a poco acercándose a Lázaro, movida simultáneamente de la +necesidad de un amigo para su soledad, de la simpatía que inspiraba el +hombre y el respeto que infundía el clérigo. + +Algunas mañanas, cuando el tibio calor primaveral parecía reconcentrarse +en la gran estufa de cristales que, poblada de plantas raras y +hojarascas exóticas, se alzaba en el jardín, Josefina y Lázaro se +encontraban en ella, fijándose la niña en las camelias que podría cortar +para lucirlas a la noche, pensativo el clérigo en sus cavilaciones o +abandonado a sus rezos. Atraídos uno hacia otro, se sentaban en los +escabeles de hierro, olvidándose la mujer del galanteo escuchado la +víspera, y el hombre del libro que le acompañaba. La reseña de un baile +o la noticia de otro, el proyectado enlace de una amiga, un cuento de la +villa, lo que dijo una visita, un pensamiento de caridad, servían de +motivo a las conversaciones. Relegado insensiblemente a segundo término +lo que daba margen al coloquio, el cura y la muchacha conversaban +amigablemente, depurando, casi sin saberlo, lo que de terrenal tenía el +comienzo de su diálogo. Nunca bastardeó aquellos dulces esparcimientos +cosa rayana en lo ridículo; que ni la candidez de la mujer tocaba en la +_sensiblería_, ni la discreción del hombre llegaba a parecer afectación. +Todo era natural hasta tal punto, que si alguna vez traspusieron la +imaginación o el labio los límites de lo conveniente, no entendió la +pureza el desmán ni pudo recogerlo la malicia. Quizá pensando alto +llegaron uno u otro a decir lo que hubiese parecido escabroso a un +tercero; pero la torpeza si de sus bocas salía, brotaba con tal +ingenuidad, que realmente la voluntad era tan irresponsable como la +ignorancia. Josefina vertía sus ideas en el ánimo de Lázaro como la +tierra deja brotar el manantial, confiadamente, sin esfuerzo, y él la +escuchaba más cuidadoso de evitarla los errores que de confirmarla las +verdades. + +Andando el tiempo, e intimando el trato, llegaron a sentirse atraídos +por la genial bondad del sacerdote cuantos habitaban la casa; pero +siempre fue Josefina quien, verdaderamente encariñada con el capellán, +parecía gozarse más en frecuentar su compañía. Por su parte Lázaro +empezó a ver en la duquesa, si no una mirada pronta a esquivar la suya, +al menos un oído que su dulce severidad parecía contrariar en algo, +notando que la gran dama, más hipócrita por artificio que por +naturaleza, aunque pensaba con licencia, gustaba de aparentar recato. A +su desmedido afán de brillar en fiestas y saraos, a su gozo en ajar la +vanidad de las amigas, hallaba siempre respetuoso, pero claro correctivo +en la palabra del cura, obrando éste tan discretamente, que sus frases +podían parecer a la duquesa avisos de su propia conciencia. Si el +sacerdote hubiera pecado de autoritario, habríase librado de él +Margarita, sin más que despedirle con cualquier pretexto; mas como era +el ingenio del hombre quien obraba, dejando en la sombra su carácter de +clérigo, poca defensa cabía en ella contra advertencias que era +imposible haber rechazado como ataques. Hasta los criados contenían la +murmuración soez y maliciosa cuando en sus conversaciones se pronunciaba +el nombre de Lázaro, pues no hallando en quien le llevaba sino virtudes +sinceras, tenía la baja lengua que callar, aun estando tan diestra en +maldecir. + +Así se deslizaba el tiempo para Lázaro, que, impensadamente tal vez, +desvió sus miradas del espectáculo del mundo para fijarlas en lo que de +cerca le rodeaba. Habíanselo pintado como asiento de todo error, cuando +no es sino el campo de la batalla librada por el bien y el mal; de modo +que al sentir herida la imaginación buscó refugio a sus dolores en la +contemplación de una figura que, cruzando por su pensamiento, semejó la +imagen del consuelo bajando a los infiernos del alma. A cada desengaño, +a cada decepción, Lázaro cerraba los fatigados ojos, prefiriendo la +tristeza de la sombra a los resplandores del mal, y al cerrarlos quedaba +como fotografiada en su pupila la imagen de aquella niña destinada a ser +juntamente el más grato ensueño y la más horrible pesadilla de su vida. +La buscaba sin darse cuenta de ello; la echaba de menos sin sospecharlo; +deseaba verla y hablarla del modo indeterminado y vago con que desea la +dicha el acostumbrado a la amargura. Las mañanas en el jardín, los +paseos en el invernadero, las tardes del lluvioso otoño pasadas tras los +balcones del gabinete mirando estrellarse y correr las gotas de agua por +los empañados vidrios; las horas en que sentado a un extremo de la mesa +veía trasparentarse al fondo de sus pupilas azuladas toda la ternura de +su alma, le hacían gozar de una manera tranquila, sin que su propia +naturaleza varonil le llevara a pensar en otros halagos ni promesas. Se +deleitaba en la contemplación de la mujer como la fría estatua de una +fuente parece recrearse entre las ondas que la ciñen. Placer, peligro, +dicha y dolor, todo lo tenía a su lado; y él, como invadido el espíritu +por sólo un impulso, no sentía más que la admiración de la belleza en +lo que tiene de ideal, sin que nunca llegaran los deseos a hostigarle +con su aliento de fuego. Sentía lo que la pasión tiene de divino, sin +que los vapores impuros de la materia mancillaran aquel placer purísimo; +y cual si sus ojos penetrasen hasta el fondo del alma de la mujer, sin +detenerse a mirar el vaso que encerraba el perfume, gozaba en la +contemplación de un ideal inasequible. Si la ignorancia tenía las alas +cortadas al deseo o la castidad sujetaba a la naturaleza, ni él mismo lo +sabía; que no sintiendo torpeza, no tuvo ocasión de combatirla. Pero en +el silencio de la noche, cuando todos dormían, tras el bullir de las +cenas o el trajín de los bailes, Lázaro con la cabeza entre las manos, +caído a sus pies el libro de rezo y rota la oración en los labios, +sentía el alma movida de esos misteriosos efluvios que nunca engendra la +piedad religiosa, porque solo brotan cuando saboreamos la esperanza de +la propia ventura. Estremecido por el frío volvía en sí. El sueño o el +cansancio le rendían luego, hundiéndole en los abismos de la nada, y su +imaginación descansaba hasta que, al despertar, la esbelta figura de la +niña flotaba de nuevo ante sus ojos, turbando la primer plegaria del +día. En más de una ocasión la Virgen grabada en el devocionario pareció +mover sus líneas y alterar sus rasgos, dando al rostro divino las +facciones de la mujer amada. + +Sus alucinaciones, aun tomando forma de impiedades, no llegaron a +mancharse de lujuria; pero su misma voluntad, capaz de dominarlas, iba +dejando de ser lo suficiente poderosa para evitarlas. + +Nadie, sin embargo, supo sus sufrimientos. La misma Josefina, ídolo de +aquel culto, no sospechó que bajo la pobre sotana del capellán de sus +padres empezaba a realizarse el misterioso génesis que se cumple cuando +el amor dice cerca de un alma:--«sea hecha la luz.»-- + +Sencillo, afable, blando con los criados, respetuoso con los señores, +sin salirse de los estrechos límites que su carácter de cura le marcaba, +acabó Lázaro por ser en casa de los duques el más querido de cuantos la +habitaban. + +Lo indulgente que con las culpas era, hacía creer a los culpables que +permanecían sus faltas casi ignoradas, y si trataba de corregirlas, +nunca las reprendía ante tercero, sabiendo que nada se remedia empezando +por lastimar el amor propio. + +Esta bondad, unida a su carácter religioso, le daba entre las gentes de +los Algalias una consideración a que los mismos duques no podían +sustraerse, viendo hermanados en Lázaro la mansedumbre del sacerdote y +el ingenio superior del hombre. Pero quien más le quería, por ser quien +más íntimamente le trataba, era Josefina, que, sin darse cuenta de ello, +había ido poco a poco, coloquio tras coloquio y confidencia tras +confidencia, abriéndole el seno de su alma sin dar jamás a conocer +aquella inclinación que llegó a sentir, pero que no intentó definir +nunca. + + + + +usted + + +Cuando Félix Aldea fue presentado en casa de los Algalias, el duque le +recibió con la afabilidad que un caballero de su clase se creía obligado +a tener con el hombre puesto en moda por la opinión y la prensa. La +duquesa le agasajó con esas distinciones que guarda la mujer bonita para +quien rinde pleito homenaje a su hermosura, y Josefina, acostumbrada a +la trivial conversación de gomosos insulsos, sintió hacia él profunda +simpatía. Viendo en Félix un muchacho cortés sin afectación, galante +sin lisonja, discreto sin esfuerzo, que sabía hablar de cosas serias sin +hacerse enojoso, ser franco sin parecer hipócrita, y comparándole +involuntariamente con los demás que la cortejaban, resultó de aquel +paralelo que la muchacha llegó a preferirle cuando ya en su alma, sin +que ella lo advirtiera, penetraron las sensaciones que al amor preceden, +al modo que en una habitación cerrada se deslizan las primeras +claridades del día. + +Aquella especie de amistad severa y dulce, al mismo tiempo que unía a +Josefina con el cura, la sirvió para una trasformación extraña; pero lo +que Lázaro había provocado en la niña, más que una trasformación era el +desarrollo de cuanto fecundo puede haber en el corazón humano. +Poniéndola en condiciones de distinguir, casi intuitivamente, lo bueno +de lo malo, cumplió la preparación necesaria en ella para apreciar la +diferencia que existía entre hombres como Félix Aldea y caballeretes +como los que hasta entonces había tratado. Con todo lo que de Lázaro +escuchó, de sus instintos, sentimientos, ideas, y juicios, se formó +Josefina una imagen que, sin reflejarse en su fantasía por entero, ni +llegar a personificarse en una figura, prestó a las impresiones la +suficiente cohesión para engendrar la aspiración indeterminada de un +ideal en que se daban juntas y cumplidas las buenas cualidades del cura +y las promesas de futura dicha, ya evocadas en el corazón de la mujer. +Para realizarlas estaba Lázaro incapacitado. Ni por un momento cupo en +Josefina la idea de que coexistieran en él las dos personalidades de +hombre y sacerdote; pero cuanto se desprendía de su trato vino a formar +algo como la fórmula de la ventura soñada, la profecía desinteresada de +bienes que él no podría otorgar, pero que en él estaban visibles a los +sentidos, aunque negados para siempre a la posesión o al goce. Él fue el +primero en guiar a la virgen por los misteriosos senderos que llevan de +la pureza a la ignorancia y de la ignorancia a la curiosidad, haciéndola +salvar con la imaginación el límite marcado a la candidez por la +sospecha, infiltrando, sin saberlo, en el espíritu de la niña esa +inquietud secreta que dan las grandes crisis de la vida. Todo aquello +con que Lázaro la había moralmente seducido, lo superior de su +inteligencia, la atracción sobre ella ejercida, cuanto él discurría y la +daba expresado en frases de sencillez grandiosa, el inconsciente empeño +con que dejó entreabrirse los senos de su alma para que ella viese clara +la poesía del bien y del amor, contribuyeron a que Josefina, llevando a +otro sus miradas, se fingiera un espejismo moral en que objetivó sus +ilusiones, llegando a concebir una entidad en que palpitaron vivas +todas aquellas perfecciones que la sotana del cura hacía estériles. +Lázaro fue el eslabón a cuyo roce salta la chispa de que otro se +aprovecha. + +A poco de frecuentar Aldea la casa de los duques, empezó a dibujarse la +índole del afecto que inspiró a cada uno de los tres individuos de la +familia. El duque, en un principio ceremoniosamente obsequioso con la +trivial cortesía del caballero que se complace viendo en su casa al +personaje del día, pensó luego que bien pudiera serle útil en el +porvenir la amistad de aquel hombre nacido apenas a la vida pública, y +objeto ya de tantas conversaciones. Su propio valer y la suerte de su +partido, la fortuna o la casualidad, podían alzarle a una posición en +que su influjo fuese halago para la vanidad, o mina para la codicia. Y +el duque era de los que, llevando previsoramente muy lejos sus ideas, +echan cuentas sobre lo que pueden producirlos amigos. No ignoraba que +todo hombre es útil en algún momento de su vida, y que ese es el +instante que debe aprovecharse. Pensó en la senaduría, y añadió para sus +adentros:--¡Quién sabe!--Desde que tal idea cruzó por su mente, le +empezó a distinguir sobremanera; dejó de llamarle Aldea, y tomó la +costumbre de llamarle Félix. + +La duquesa, que al principio no sintió hacia él sino la gratitud innata +de la hermosura para la galantería, fue apreciándole luego como uno de +esos hombres peligrosos con quienes la coquetería de la mujer hace el +papel expuesto de la imprudencia asomada a un abismo. La perspicacia de +la dama, avezada a la lucha de la audacia contra la belleza, adivinó en +él un adversario terrible si llegase a atacarla. Pero nadie notó que +Aldea la cortejase. Sus conversaciones tenían ese carácter de afectada +cordialidad que da barniz de amistad al trato de personas indiferentes; +sus amables futilidades parecían exigencias del círculo que frecuentaba; +sus galanterías imposición trazada por la teatral urbanidad de los +salones. Tal vez a solas se entretuvieron en discreteos peligrosos, pero +nadie llegó a pensar mal; ni la expresión de lo que él decía daba lugar +a sospecha, ni la manera de escucharle ella significaba disimulada +alegría. Tal vez en medio de una fiesta, muellemente sentada la duquesa, +vuelto hacia atrás el rostro, recatándose entre el plumaje de su abanico +y apoyado él en el respaldo del sillón que ella ocupaba, se encontrasen +una sonrisa y una frase, como se encuentran el delito y su precio; pero +el descuido, si lo hubo, de nadie fue notado; quedaron secretos los +latidos que hicieron levantarse el raso a impulso del corazón, y quedó +ignorada la secreta alegría de quien lo hizo palpitar. Quizá si se +acercaron fue impelidos por la embriaguez que se apodera de los nervios +bajo la letal influencia de la viciada atmósfera que forman las mentiras +oídas, los perfumes aspirados y los resplandores que deslumbran; fueron +como la rama que se inclina sobre el río mientras la violencia de la +corriente alza la superficie del agua, sin que pueda notarse si los +tallos la buscan, o es ella la que sube hasta manchar sus hojas. + +Nada había en ellos que autorizase al mundo para suponerles unidos por +un lazo más estrecho que el de la superficial amistad engendrada con el +trato del medio social en que vivían. Existían en cambio poderosos +indicios para suponer que, si algún exceso de galantería mostraba Félix +Aldea hacia Margarita de Algalia, no eran enteramente desinteresadas sus +intenciones. Cuando se le veía hablando; embelesado con Josefina, los +ojos recreándose en la contemplación de su belleza, mudo y como absorto +unas veces, animado otras hasta la locuacidad, comprendíase el por qué +de tales dulzuras y complacencias para con la madre de aquel tesoro de +discreción y hermosura. La solicitud con que a la duquesa atendía, se +explicaba por el afán de acercarse a su hija. Tratando de hacerse +agradable a Margarita, parecía solicitar la venia para otros diálogos en +que de antemano era la plática tenida por más dulce y amena, pues +Josefina cada vez se le mostraba más propicia. + +Era la vez primera que Josefina escuchaba con gusto las frases galantes +y las palabras cariñosas de un hombre. Cuantos hasta entonces la +cortejaron, no supieron disimular bien el impulso que les animaba; unos +sólo vieron en ella lo que inmoral y descaradamente se llama _un buen +partido_; otros la esperanza de satisfacer con sus amores una vanidad +pueril. Las pretensiones de aquéllos fueron siempre rechazadas con +repugnancia; las de éstos miradas con desprecio. Josefina, incapaz de +querer a nadie interesadamente, no admitía la idea de ser ambicionada +por su oro, y sobrado discreta para confundir pruebas de amor con +requiebros de salón, desoyó igualmente a los que pretendían su mano por +su dinero y a los deseosos de preferencias en que fundar vanidades. Ni +quiso prestarse a ser inerte objeto de un contrato, ni pudo oír con +agrado las frases triviales, mejor o peor dichas, pero siempre falsas, +con que el hombre pretende atraerse sonrisas y provocar miradas que +pueda pregonar como favores. Cuando puesta en contacto con Félix Aldea +apreció su valer y notó su inclinación por ella, se fijó primero, pensó +después, vaciló luego, y finalmente llegó a decirse que aquel hombre +joven y juicioso, hermoso y varonil, obsequioso sin afectación, galante +sin lisonja, era quien mejor merecía, si no su amor, al menos aquella +simpatía que la mujer dispensa como prólogo de más dulces concesiones. +Tal vez creía verle demasiado engolfado en sus aficiones políticas; no +se ocultaba a sus ojos que absorbido por la vida pública, la tranquila +dicha del hogar sería en su existencia lo secundario; pero también +apreciaba claramente la diferencia inmensa entre un hombre que daba el +pensamiento a trabajos de gloria y los figurines movibles que hasta +entonces la rodearon. Cuando, cansado por las luchas del mundo o abatido +por los reveses de la suerte, Félix buscara en el hogar fuerzas y +consuelos, ella, con los brazos abiertos, le brindaría reposo, y con sus +frases de cariño le infundiría esa fe que el temple de las grandes almas +sabe trocar en energía. Cuando la rápida pulsación de la impaciencia +atormentara sus esperanzas, palpitaría también con ellas; la alegría de +los triunfos sería para ambos, y la gloria que se conquistase para él +sólo. Ella se contentaría con un beso el día de las victorias, +endulzaría con una frase las amarguras, y lejos de pensar que el +matrimonio es el _egoísmo de dos_, sus ensueños de ventura se lo hicieron +vislumbrar como la abnegación de uno solo. + +Josefina no amaba todavía a Félix. Ni le conocía lo suficiente para +cifrar en él todas sus esperanzas, ni la había tampoco hablado en esos +términos que hacen recíproca la ternura. Sus finezas y palabras amables +no fueron nunca lo suficiente explícitas para provocar respuestas +claras: él no parecía poner empeño en obtenerlas; ella, sin acertar a +desearlas, las temía, pues si las conversaciones con Aldea pudieron +servirla como medida de su valer, no conocía bastante su carácter para +fiarse de él. Su trato le parecía cada vez más ameno, mayor su ingenio; +pero no dejaba de observar que en todas sus conversaciones se quedaba +siempre corto, temeroso de pronunciar palabra en extremo arriesgada, +cuidando de evitar frases que no pudiera recoger. La perspicacia mujeril +la prestó adivinación, y la niña fue advirtiendo que aquel hombre tenía +repartido su corazón entre un amor naciente y otro sentimiento más vivo, +más avasallor y poderoso. + +Aldea no perdía ocasión de dar a entender en público su amor por +Josefina: en las recepciones de su casa, en bailes, teatros y saraos se +complacía en mirarla de ese modo que, prodigando expresión a las +pupilas, entera a las gentes de lo que uno calla. No se recataba para +decir a quien quisiera oírselo que con ella sería feliz; a nadie llegó a +permanecer oculta aquella inclinación. La familia de Josefina se enteró +de todo antes que los extraños, y si la madre no procuró evitarlo, el +duque tampoco dio a la cosa gran importancia. Su hija era joven, rica y +hermosa: nada tenía de particular que gustara a los hombres: Félix Aldea +era uno más. + +Sólo la interesada reflexionaba sobre su propia situación, y a pesar de +la atracción de que se sentía poseída, procuraba dominarse, ver claro y +leer en el corazón de aquel hombre. + +Sin bastante conocimiento del mundo ni experiencia para explorar a Félix +provocando atrevidamente explicaciones francas que pudieran ser +indecorosas; sin coquetería que desconcertándole le hiciera venderse, +Josefina sintió la falta de un alma amiga, leal, inteligente, franca, +que aconsejara su incertidumbre y gobernara su timidez convirtiendo la +misma debilidad en arma poderosa. Aunque obcecada con dificultades y +dudas, a fuerza de pensar en su situación respecto de aquel hombre, +creyó ver determinado y fijo el rasgo que caracterizaba su extraña +situación. Cuando Aldea la tenía en público cerca de sí, hacía marcados, +aunque discretos, esfuerzos porque le vieran enamorado de ella; pero +cuando aparte y juntos podía hablarla sin testigos, callaba, o daba a la +conversación los giros rebuscados de una tranquilidad afectada, huyendo +cobardemente toda explicación. ¿Era esto el miedo natural de quien, +deseando una dicha, vacila en pedirla temiendo escucharla negada o era +un modo de implorar piedad? Con esta duda tropezaba Josefina al fin de +todas sus cavilaciones. + + + + +VI. + + +LLEGÓ el día del santo de la duquesa, y, como de costumbre, se festejó +en familia con una comida, que si tenía sus puntas y ribetes de +pretencioso convite, no carecía de cierto aspecto de intimidad, pues +sólo asistieron a ella los más asiduos amigos de la casa, Félix Aldea +entre ellos, y el joven pero venerable capellán. + +Esmeráronse en prepararlo todo los criados, inspeccionándolo +cuidadosamente el mayordomo, y a la hora fijada estaba puesta la mesa +de tal suerte, que juntamente daba muestra de la calidad de los dueños y +del esmero de la servidumbre. + +Un manojo de flores, presas en rico vaso de Bohemia, ocupaba el centro: +la cubrían blanquísimos lienzos de letras y escudos primorosamente +bordados; relucía sobre ellos la limpia plata; puestas en trasparentes +platos acusaban las frutas con sus aromas su completa sazón; a las copas +de diversas formas y tamaños esperaban los más preciados vinos, y la +tranquila luz de las lámparas iluminaba aquella lujosa sencillez, +mientras sólo el continuo tic-tac del reloj rompía el silencio del +comedor, como llamando a convidados y dueños. Oíanse por las +habitaciones inmediatas, a un lado el murmullo de la conversación +pausada de los que esperaban, a otro el ruido que producían con sus +últimos preparativos los criados. Poco después fueron tomando asiento +los escogidos que habían de disfrutar con los duques el grato e íntimo +solaz que ofrecía aquella fiesta de familia. + +Las personas convidadas eran pocas, pero dignas de ser citadas. Además +de Aldea, puesto no se sabe por qué previsora disposición a la izquierda +de Margarita, estaban cuatro señoras y dos caballeros. La condesa de +Busdonguillo, dama elegantísima al presente, en otros tiempos señorita +cursi de las que pasan las primaveras en el Retiro, los veranos en el +Prado y los inviernos en torno de una camilla con lámpara de petróleo +haciendo flores de trapo o redondeles de _crochet_, mientras alguno de +los presentes cuenta lo que en la corte se dice cuidando de disfrazar la +crónica escandalosa de modo que no dejen de enterarse las niñas de la +casa. Conoció al conde cuando éste acababa de perder a sus padres; se +dejó abrazar varias veces en la penumbra de un pasillo, negándole +siempre otros favores; y un día, entre los enojos de una sesión de celos +y las alegrías de una reconciliación, hizo que su madre dijese al +muchacho: «Pronto nos darán Vds. un buen día.» Poco después de la boda +el conde tiró por un lado, la mujer por otro, y hoy viven en la mejor +armonía, ella disponiendo _sus martes_, y él amueblando casa distinta +cada año a una traviata de moda. + +Frente a esta, para mortificarla con el espectáculo de su lujo, +colocaron a la señora de Alzaola, hija de una nobilísima familia que se +vio obligada a casarla con un pollo imberbe, gracias a no se sabe qué +cuentos y calumnias, según los cuales la niña tuvo que ausentarse un año +de la corte para pasarlo en compañía de una tía pobre que vivía en un +cortijo de Andalucía. Cuando, trascurridos dos años, el matrimonio +volvió a Madrid, trajo en su compañía un precioso niño, que murió poco +después de garrotillo mientras su madre estaba en un baile. En la +actualidad la señora de Alzaola es individua de varias juntas de +beneficencia, hace con frecuencia donativos de consideración que +anuncían los periódicos, y suele mandar que paguen a su lavandera con +bonos de los que el Ayuntamiento distribuye a los pobres. + +Otra de las invitadas era Pura Menguado, una casi niña, de diez y nueve +años, sobrina de la condesa de Busdonguillo. Tenía el pelo de un negro +azulado por lo intenso, el rostro de una palidez clorótica, los pómulos +salientes, algo caídos los labios, y los ojos de un mirar despreciativo +y lánguido como de heroína de novela que no ha encontrado todavía su +ideal en la tierra. Se levantaba a las tres, almorzaba, iba en coche a +paseo, se vestía a las ocho para comer, volvía a vestirse a las nueve +para ir a la ópera, engalanábase de nuevo para dar una vuelta por algún +salón de buen tono, regresaba a su casa a las cuatro, se empapaba en la +lectura de novelas francesas hasta las ocho, y dormía hasta la hora de +levantarse para repetir las mismas operaciones. Pura, que era renombrada +por su estranjerismo en el vestir, aquel día llevaba un vestido de raso +negro de mangas cortas muy ceñido y muy largo con volantes de ancho +encaje azul, un collar de perlitas, medias de seda negra, zapatos de +raso claro con la punta algo encorvada, y el pelo, recogido a la +_vierge_, salpicado entre los rizos de alfileritos con cabeza de +brillante. + +La cuarta señora era la generala viuda de Pillote. Tendría cincuenta +años, pero a media luz representaba treinta y cinco; estaba hacía tiempo +en relaciones con otro general a quien el difunto legó sus placas en +prueba de buena amistad; se dedicaba mucho a las cosas de iglesia, +bacía novenas, y creyendo que esto no podía ya ponerla en ridículo, +vestía imágenes. Después del general, sus pasiones eran las amigas a +quienes siempre aconsejaba lo mejor y las conversaciones en que se +hablaba del decoro. + +Los hombres merecen párrafo aparte. + +Don Juan del Cupón era un señor muy rico, asociado con un marqués que no +lo era menos, para prestar dinero a menores con escrituras de depósito +como garantía. Cuando los muchachos que recibían el préstamo no se +pegaban un tiro y sus padres se veían amenazados por la deshonra, el +señor de Cupón transigía el asunto, viniendo siempre a quedaren sus +garras el sesenta por ciento al año. Fue diputado de una mayoría +conservadora, y contribuyó poderosamente a varias peregrinaciones +católicas. + +Arturito Galeolo era un chico que frecuentaba las mejores casas y las +peores mujeres de la corte: tenía dos hermanas jamonas muy guapas, +extravagantes en el vestir, de conducta dudosa y a quienes acompañaba a +todas partes. Puede decirse que no tenía personalidad propia: todo el +mundo le llamaba del mismo modo: «el hermano de _la pareja_;» nombre con +que Madrid entero designaba aquellas elegantes y ex-jóvenes señoritas. + +El último convidado de los duques era un antiguo periodista amadamado y +maldiciente; ducho en dos especialidades, merced a las que vivía +haciéndose lado por doquiera. Poseía un repertorio completísimo de +narraciones de disgustos domésticos entre lo más acomodado de la +sociedad, que se complacía en contar oportunamente, y escribía revistas +de bailes, detallando los trajes y prendidos de las damas. Llevaba las +patillas teñidas de rubio y afeitado el bigote, que empezaba +descaradamente a blanquear. Decían las gentes que algunas encopetadas +señoras le habían pagado con dulzuras infinitas, más que los elogios +para ellas, las censuras para otras. Tenía, además, otra particularidad: +recibía toda su correspondencia en la redacción; no se pudo averiguar +dónde vivía; se llegó a sospechar que tenía en una buhardilla una mala +cama, un gran lavabo con muchos frascos, tintes, pomadas o cosméticos, y +una percha cargada de ropa; pero nadie logró poner en claro la verdad. + +Sentáronse los duques con sus comensales, ateniéndose más a la confianza +que a la etiqueta, y se comió luego como se comía en aquella casa cuya +mesa era uno de los mejores altares que pudo desear la gula. Mucho +permitía su riqueza a los de Algalia; pero más valía su exquisito modo +de elegir: eran de los pocos que saben comer, cosa harto difícil de +aprender, porque sólo a gente rica está reservada su enseñanza. + +La conversación, general o limitada a pequeños grupos, versaba sobre +todo aquello que sin ofensa podía decirse ante una niña como Josefina y +un clérigo como Lázaro; pues si ella contenía la libre lengua cortesana +con su aspecto de pureza, bien se echaba de ver que el cura era un cura +digno de sentarse donde cualquier grande o virtuoso se sentara. + +Pasando de unas cosas a otras, se llegó en la conversación a lo que era +objeto de diversos comentarios por aquellos días: el estreno de un drama +de esa escuela que, inspirada en la realidad, lleva a la escena nuestra +propia vida y nuestras miserias; haciendo al teatro espejo donde las +imágenes que se mueven en la acción fingida, sean, según su virtud o su +torpeza, ejemplo de unos y escarmiento de otros. Servía de base al drama +el manoseado problema de la falsa posición creada por la sociedad al +hijo natural, y el autor atacaba duramente ciertas hipocresías, que +podrían ser ridículas sino tuvieran marcado carácter de intransigencias +odiosas. + +La generala Pillote se mostró desde luego partidaria del perdón. La de +Alzaola sostuvo que la mujer que faltaba era porque quería faltar, idea +que hizo sonreír a algunos de los presentes. Purita Menguado se +deleitaba oyendo todo aquello que tenía todavía en cierto modo para ella +el encanto de lo desconocido; y digo en cierto modo, porque era una de +esas niñas vírgenes que nada ignoran teóricamente, esforzándose en +discurrir cuál será en la práctica la aplicación de sus conocimientos +poco castos. La de Busdonguillo callaba y comía, no porque se acordara +de que nadie puede tirar la primera piedra, sino considerando +oportunamente que hay casas con tejado de vidrio. + +Menos Josefina, que no podía explicarse todo el alcance de la +conversación, todos tomaron parte en ella: mostrando su opinión unos +acaloradamente, con tibieza otros, como quien ignora la de los dueños de +la casa y no quiere desagradar; este hablando en nombre de la moral +ultrajada, y aquél tratando de darse por ingenioso, mientras alguno +comía en silencio, riéndose para sus adentros en general de la virtud, y +en particular de los virtuosos. Guardaba silencio la duquesa, que, como +mujer _de mucho mundo_, sabía los peligros que rodean a su sexo, y +callaba también el cura, pensando que era excusado hablar cuando todos +debían suponer que sólo en nombre de la misericordia podría hacerlo. La +conversación quedó limitada al duque y Félix Aldea: el primero, apurando +cuantos lugares comunes y frases hechas acoge la intransigencia +disfrazada de moralidad, repetía los argumentos ideados por todos los +que, afectando desconocer el origen de muchas faltas, son exigentes +para que se les tenga por justos. Aldea, con animada frase, decía que la +madre es disculpable muchas veces, y los hijos inocentes siempre. Con +sencillas razones, sin artificio ni esfuerzo, demostraba que la +severidad en las costumbres no debe ser rayana en la crueldad, y que, +como más consolador, debía preferirse el perdón al desdén con que suelen +mirarse en el mundo faltas que tienen mucho de desgracias. Defendíase y +alzaba el duque la voz como aquel a quien van faltando armas; +respondíale Félix tranquilo, al parecer, pero en el fondo con interés +vehemente, hasta que el duque, formulando torpe y rudamente su modo de +pensar, exclamó: + +--Quizá tenga usted razón. Convengo en que el perdón es muy cristiano y +muy humanitario el olvido; pero yo no daría nunca una hija mía a un +hombre nacido en tales condiciones. + +Si alguien hubiera tenido entonces fija la vista en el rostro de Félix, +le hubiera visto demudarse; pero nadie notó que aquel hombre frunciera +un instante el entrecejo, mordiéndose los labios, como para no decir lo +que desde el fondo de la conciencia les mandaba la dignidad ultrajada. +Solamente la duquesa, que oyó la frase de su marido, se conmovió; pero +supo callar, comprendiendo que había escuchado una torpeza irremediable. + +Aldea se contentó con dar por terminada la discusión, y acabó de tomar +tranquilamente su café, limitándose a decir: + +--Estoy seguro, señor duque, de que nuestro querido don Lázaro sería +menos cruel que usted + +--El capellán no es aquí buen juez,--replicó Algalia,--ni puede entender +de esto, porque no puede tener hijos. + +Lázaro calló. Levantáronse todos de la mesa, y no se habló más; pero un +momento después, Aldea, visiblemente conmovido, llevó al duque hasta el +hueco de un balcón, y allí, sin ser oído de nadie, al mismo tiempo que +sacaba un pliego del bolsillo, le dijo: + +--Hace tiempo que deseaba probar a usted mi buena amistad. Aprovechándome +de la influencia de mis amigos, he conseguido para usted esta distinción: +al pisar por última vez su casa, he venido con el propósito de aumentar +en algo las alegrías de este día; y usted, en cambio, acaba de ofenderme +desapiadadamente: soy hijo natural. + +Y separándose con rapidez de Algalia, que maquinalmente había recogido +el pliego, estrechó la mano a la duquesa, que intentó en vano detenerle, +saludó al cura, hizo a los restantes una inclinación de cabeza, mirando +profundamente a Josefina, extrañada de tan repentina despedida; salió +del comedor, cruzó las salas, y un momento después el portero, +descubriéndose respetuosamente, le abría la lujosa verja del parque. + +El duque, atónito, no sabía lo que le pasaba: abrió el pliego, y no +pudo, al leerlo, contener un estremecimiento de gozo: era la realización +de su sueño de oro. Su nombramiento de senador vitalicio: al pié del +documento se leía la siguiente firma: + +_Yo el rey_. + +--Mira, Margarita,--dijo en voz baja, tendiendo el pliego a la duquesa y +su hija;--ven, hija mía. Aldea me ha dado este papel, y se ha marchado, +diciéndome que le había ofendido. + +Y mientras los circunstantes se miraban unos a otros, el duque, poseído +de una sorpresa inconcebible, sin darse exacta cuenta de lo sucedido, +atento sólo a su propio regocijo, leía y releía el nombramiento por cima +de las hermosísimas cabezas de su esposa y su hija. La duquesa, +apartando cariñosamente a la niña y recatándose de ser oída, asió a su +marido fuertemente del brazo, diciéndole: + +--¿Qué has hecho? Aldea es hijo natural. + +--Pero este nombramiento,--repuso Algalia, a quien por el momento sólo +podía preocupar su senaduría,--¿qué quiere decir, a qué viene darme tan +gran prueba de afecto? + +--Félix está enamorado de Josefina,--contestó Margarita. + +De allí a poco los convidados fueron desfilando repletos de buenos +manjares y llenos de curiosidades: ellos saboreando el aromoso veguero, +y ellas hablando de los trajes de la duquesa y su hija. Si alguno +callaba, era porque lo mal que digería no le dejaba murmurar de lo bien +que había comido. + + + + + +VII. + + +Tal fue la sorpresa del duque a consecuencia de lo ocurrido, que sólo +después de algunas horas, y tras larga conversación con su mujer, llegó +a convencerse de dos cosas: era senador vitalicio por nombramiento real, +y, sin saberlo, había ofendido gravemente al hombre que le encumbraba. + +Ambos esposos se preocuparon seriamente. El marido experimentaba +impresiones contrarias; sentía el regocijo íntimo del orgullo +satisfecho, y al mismo tiempo, no acabando de comprender cómo Aldea le +había podido elevar hasta ser _pater patrie_, sentía vagamente el +disgusto de tener que agradecer a tal hombre, a un cualquiera, tamaña +honra. En cuanto a lo del agravio inferido, no podía Algalia explicarse +satisfactoriamente por qué se había ofendido Félix por una frase dicha +con cierto carácter de generalidad. + +La mujer se mostraba pesarosa en extremo; parecía dolerse también de +tener que manifestarse agradecida a quien consideraba inferior a su +casa; calculaba la ofensa hecha a Félix, y, sobre todo, no perdía +ocasión de repetir a su marido que Aldea estaba enamorado de Josefina. A +pesar de todo, el disgusto tomó en Margarita un aspecto distinto del que +pudieran prestarle tales consideraciones. Ni el orgullo, que creía +rebajado por la persona que hacía el favor, ni la contrariedad de ver +ofendida a esa misma persona, eran motivos bastantes a justificar su +mal humor. Limitose, con respecto a sumando, a llamarle torpe y +hablador, indicando ligeramente la idea de un desagravio, tanto menos +doloroso, cuanto que Aldea no había recogido públicamente la ofensa; +pero luego, a solas, con el ceño adusto y la mirada triste, abría a su +mortificación libre salida, dando desahogo a su pena; arrojaba con +desprecio sus alhajas en el sortijero: al no hallar lo que buscaba, +cerraba con fuerza los cajoncitos de sus mueblecillos maqueados; recogía +como con ira el abanico escurrido hasta la alfombra desde su falda de +seda, y, al verlo en sus manos, metía distraídamente los dedos entre las +varillas, o desgarraba el país con las sonrosadas uñas. Había momentos +en que se humedecían sus párpados; pero el más leve rumor daba fuerzas +al miedo de ser sorprendida, y ahogaba la inoportuna lágrima, trocando +en dulce sonrisa el salado llanto. Sumida en profundo y silencioso +abatimiento, la mirada inquieta reflejaba el fondo intranquilo de su +espíritu; pero no brotaba una queja de sus labios, ni hubiera sido +posible averiguar, aun espiándola de cerca, la causa verdadera de su +pesar. ¿Era quizá el disgusto de ver alejado de la casa al hombre que +estaba enamorado de su hija? No, seguramente, pues harto podía +comprender Margarita de Algalia que nunca faltarían a Josefina ocasiones +de ventajosa y feliz boda. Ni su corazón de madre, ni su orgullo de dama +podían tolerar suposición semejante. + +Sólo por las conversaciones de sus padres, y al cabo de varios días, +supo Josefina el alejamiento de Aldea. La impresión que recibió fue +penosa: dando al olvido las inquietudes inspiradas por la conducta que +Félix observaba respecto a ella, pensó en que ya no vería cerca de sí al +primer hombre en quien creyó hallar algo como una promesa de felicidad. +Cuando llegó a enterarse de la ofensa que mediaba, conociendo el +carácter de su padre, sintió esperanza de que pudieran las cosas +arreglarse; y, apenas concebida la sospecha, resolvió hablar a su madre. + +Había en el palacio de los duques una ancha y lujosa galería, a la cual +se abría la puerta de un salón tapizado de rojo, que era el menos +frecuentado de la casa, y donde el duque guardaba en enormes armarios +los libros que no cabían en las bibliotecas de su despacho o consideraba +indignos de vistosa encuadernación y lugar visible, lo cual originaba +que en cambio se viesen en descarado sitio novelas de mala muerte con +cantos dorados y corona ducal en el lomo. + +A este salón venía muchas veces Lázaro en busca de algo para leer, o por +entretenerse ordenando lo que allí estaba confundido. Abría un balcón +que daba al jardín, y, respirando el grato aroma de los tilos cercanos, +dejaba pasar el tiempo o se abismaba en sus eternas dudas. + +Era cerca del anochecer cuando Josefina, decidida a pedir a su madre que +la ayudase a facilitar la reconciliación con Aldea, cruzaba la galería, +en cuyos vidrios venían a dar los últimos resplandores del día. Al ver +entornada la puerta, miró hacia dentro. El salón estaba casi oscuro; +todo era sombra. Lázaro, para aprovechar la claridad que iba faltando +por momentos, leía apoyado de espaldas en los hierros del balcón, y su +figura se destacaba por negra sobre la amarillenta luz del crepúsculo. +El vientecillo de la tarde mecía ligeramente las ramas del jardín, y al +chocar las hojas unas contra otras, producían un murmullo cadencioso y +apacible, interrumpido sólo por las agudas notas de alguna golondrina +que tenía su nido entre las vigas del tejado. + +Al sentir ruido, Lázaro alzó la vista, y viendo a Josefina, adelantó +algunos pasos, mientras ella permanecía callada y quieta, recostada en +el quicio de la puerta. + +Lo que allí pasó fue triste, silencioso, casi horrible. El confidente se +trocó en capellán, el amigo dejó su puesto al ministro del cielo. Ella +miró a Lázaro como quien, sin confesar su pena, implora alivio a su +dolor, y él, juntas y caídas las manos que sujetaban el libro, se abismó +en la contemplación de aquella mujer que mendigaba un apoyo o un consejo +del único ser que no podía dárselo, y a quien era crueldad exigírselo. +Los ojos de la niña suplicaban sin comprender el riesgo a que podía +exponerle la súplica, y los de Lázaro querían entender el ruego; pero el +cura veía alzarse ante sí su propia imagen, como se interpone lo +imposible entre el hombre y la felicidad. El sacerdote podía aconsejar; +el hombre no sabía formular la frase, y en tanto la mujer aguardaba en +vano, mirándole cada instante con más cariño, hermosa, inmóvil, sin +explicarse en su mejor amigo la obstinación de aquel silencio. Dejó +entonces caer la cabeza sobre el pecho, miró al cura reconviniéndole +dulcemente, y le dijo: + +--«Voy a hablar con mamá.» + +Calló él, salió ella lentamente del salón, desapareciendo entre las +sombras de la galería; y Lázaro, volviendo al balcón, abrió de nuevo el +libro, y, sin fuerza para contener el llanto, a través de sus propias +lágrimas leyó estas palabras del Divino Maestro:.... _Y ¡ay de vosotros, +Doctores de la Ley, que cargáis los hombres de cargas que no pueden +llevar, y vosotros ni aun con uno de vuestros dedos tocáis las +cargas!_[2] + +Al mismo tiempo, en el opuesto extremo de la casa, el duque, solo en su +despacho, cómodamente sentado en un sillón, buscaba en un periódico la +última sesión del Senado; y al llegar al fin, en la reseña de una +votación nominal, los antojos de la impaciencia le hacían, buscar antes +de tiempo su título, para verlo en letras de molde, ignorando a punto +fijo dónde encontrarlo, si junto a los señores que dijeron _sí_, o entre +los que dijeron no. + + + + +VIII. + + +Lázaro no durmió aquella noche. La conmoción recibida era demasiado +fuerte. Por vez primera se daba cuenta del género de afecto que le +inspiraba Josefina, y vivo todavía el dolor de verla desear la vuelta de +Félix a la casa, sintiendo la pena de recordarla implorando su ayuda, +comprendía la grandeza de su mal y lo imposible del remedio. Pero no se +sorprendió al confesarse el secreto de aquella inclinación; sus +impresiones anteriores le habían llevado de la mano hasta aquel punto, +y las que le pasaron antes casi inadvertidas, le aparecían explicadas +ahora. Sus recuerdos le iban diciendo que los materiales del fuego, al +parecer prendido entonces, ardían desde mucho tiempo atrás, y su memoria +le revelaba cosas que, regocijándole como hombre, le espantaban como +sacerdote. Las reminiscencias le venían, no evocadas por el deseo, sino +involuntariamente. Recordaba que un día, estando sentada ella (¡ya +subrayaba el pronombre!) en el invernadero con su bordado entre las +manos y los ojos fijos en la labor, él, antes de llegarse a hablarla, la +contempló a hurtadillas largo rato, deleitándose como un devoto en la +imagen que tiene reputación de milagrosa. Otra vez, al querer alcanzar +al mismo tiempo un ovillo de estambre que había rodado por la arena del +jardín, el pelo de ella, rozándole la cara, le había estremecido, cual +si su alma vibrara dentro de su cuerpo. Con frecuencia, sin dar al +olvido sus encantos morales, se había parado a grabar en el fondo de su +imaginación aquellas líneas que dibujaban un cuerpo formado de bellezas. +Lázaro conocía hasta dónde llegaban el sutil ingenio de la niña y su +candidez exenta de mojigatería; no se le ocultaba ninguna excelencia de +condición y carácter; pero aquella noche se dijo que desde meses atrás +hubiera podido dar detalles sobre la esbeltez del cuerpo, la pequeñez +del pié, la roja frescura de la boca, o el delicioso mirar de las +pupilas de Josefina. El capellán descubrió primero en ella una ser +humano que parecía un ángel, y el hombre acabó por enamorarse de una +mujer angelical, pero mujer al fin. Esto había sucedido natural, +sencillamente, sin provocación de una parte o cálculo de otra, sobre +todo sin intención en Lázaro, que se encontraba preso en una red, no +porque se la preparasen, ni porque él, hallándola tendida, entrase en +ella, sino porque los lazos estaban preparados en torno suyo por la +fuerza y la naturaleza de las cosas. Tan inocente era Josefina, como +irresponsable era él. Su único delito era llegar a comprender la +monstruosidad de su desgracia, sin que antes lo que en él existía de +sagrado le hubiese dado la voz de alarma. El hombre de la tierra y el +del cielo caminaban juntos, y cuando el primero empezó insensiblemente a +desviarse de la buena senda, el hombre de Dios no le avisó del peligro +ni le previno del mal, y Lázaro, obligado a llamar a las cosas por su +nombre, vio el peligro en Josefina y el mal en el amor.--! La dulzura y +la bondad un peligro; el amor un mal! ¿Por qué? + +Antes de que el pobre clérigo llegase a persuadirse de la certeza de su +amor, empleaba en la lectura y el estudio la mayor parte de los días y +muchas horas de la noche. Las ideas que de sus observaciones brotaban +chocaron claramente con los preceptos que se le imponían; su buena fe le +impulsaba a buscar, cada vez con más ahínco, una opinión, un juicio, que +diera solución a sus dudas, algo fuerte en que apoyarse para vivir y +creer al mismo tiempo; pero ningún filósofo, ni ningún escrito sagrado +le podían dar lo que su propia conciencia se obstinaba en negarle. +Lázaro llegó a ser uno de los seres más desdichados de la tierra: el +cura que adquiere la costumbre de pensar. + +Lenta, muy lentamente, pero de un modo seguro y cierto, fue +convenciéndose de que le habían educado dándole por verdades infalibles +afirmaciones que no podía comprender; y, sin embargo, no cedía. La +santidad de la misión impuesta le servía de refugio, o buscaba en las +prácticas religiosas una ocupación piadosa, durante la cual se +imaginaba sentir vagamente que su espíritu se elevaba en arrobos +místicos hasta los prometidos cielos, como espiral de incienso que sube +a perderse en el espacio. + +Otras veces las limosnas que hacía la duquesa ocupaban su imaginación, +hasta el punto de amortiguar todos sus pensamientos. Margarita quiso +solemnizar la senaduría concedida a su esposo dando a los pobres una +gruesa suma, y Lázaro fue el encargado de distribuirla. Cumplió el +mandato escrupulosamente, consagrándose a él de modo que durante algunos +días vivió embargado por su hermosa tarea; no salió de sus manos una +sola moneda sin que supiera que realmente la necesitaba quien la +recibía; se gozó en remediar las pesadumbres, y lo hizo con tal dulzura, +desplegando tanta bondad, prodigando con tan divino arte los consuelos, +que duplicó el socorro, añadiendo al oro de la duquesa esa otra limosna +que sólo se da con el espíritu; quien la recibía de sus manos, quedaba +obligado sin humillación y agradecido sin bajeza. El oro, al pasar por +ellas, parecía purificarse sin dejarlas manchadas. + +Cumplida su misión de caridad, Lázaro se encerró de nuevo en sus +soledades, y entonces las dudas, muertas al parecer aquellos días, +tornaron a mostrarle las insaciables fauces, semejantes a esos reptiles +asquerosos que después de aplastados vuelven a revivir y arrastrarse. + +Habitaba el capellán en casa de los Algalias un cuarto, casi una celda, +de humilde aspecto, que los señores quisieron inútilmente amueblarle con +mayor regalo. Frente a un balcón, abierto sobre las arboledas del +jardín, tenía una cama de hierro pintada de verde, y a su cabecera un +Crucifijo de torpe talla, de lacia y triste figura; un reclinatorio al +pié del lecho; dos estantes de caoba deslucida llenos de libros, y una +mesa también cargada de ellos hasta el punto de parecer rebosar, +desparramándose por las sillas inmediatas; un modestísimo aguamanil de +loza con su jofaina de lo mismo; un armario de pino barnizado, donde se +guardaba la sotana de los domingos; una exquisita limpieza en todo, y +una apariencia de profunda calma: tal era el cuarto, cuyas vidrieras se +abrían antes que ninguna otra de las de la casa, y las que hasta más +tarde estaban iluminadas por la lámpara que ayudaba el tenaz trabajo de +sus largas veladas. + +Aparte la impresión de apacible melancolía que aquella estancia causaba, +lo más chocante de ella era la multitud de libros esparcidos por todos +lados. Parecía que el dueño de aquel cuarto trataba de resolver un +problema, y que en alguna de sus infinitas páginas esperaba encontrar la +solución. No había fase ni aspecto del espíritu humano que no estuviese +representado allí. Lázaro buscaba la verdad en todas partes; en los +grandes escritores paganos, como en los Padres de la Iglesia; en los +heresiarcas más ilustres y los ortodoxos más severos; en los +mantenedores del sentimiento religioso y en los descreídos pensadores +modernos. Se enorgullecía con las certezas de la ciencia, y sonreía ante +las promesas de las religiones; examinaba los piadosos engaños y las +verdades demostradas. Todo quería abarcarlo, cielo y tierra, presente y +pasado, buscando con perseverante tenacidad las causas de las cosas, o +el origen de las ideas, lo mismo en los tomos amarillentos y +apergaminados de los siglos muertos, que en los volúmenes modernos, +húmedos todavía, con su olor a tinta de imprenta y sus cubiertas de +colores. + +Solo, inteligente, ávido de saber y con tiempo libre, Lázaro estudió y +observó cada vez con más ansia. Todas las perspectivas en que puede +dilatar su mirada el entendimiento humano fueron presentándole +dificultades e incertidumbres, y en confuso desorden invadieron su +espíritu impresiones contrarias, dándose al mismo tiempo a su razón +ideas justas y apreciaciones erróneas. De cada sistema recogió una +palabra distinta, y de ninguno la verdad: unos le atormentaban con sus +fraseologías de tecnicismos ingeniosos que dan nombre de cosas reales a +creaciones del espíritu, afirmando lo que no demuestran; otros le decían +que el hombre es fuerza y materia nada más, un reloj con cuerda para +cierto número de años, que suele por su genio adelantarse al tiempo en +que vive, que se retrasa por la ignorancia, que puede arreglarse cuando +se descompone, pero que al fin se rompe; unos todo lo fundan en ideas, +otros todo lo basan en hechos. Y cuando tales pensamientos le absorbían, +parecía que una vocecilla burlona, desde un rincón de su cerebro, se le +acercaba al oído, aconsejándole que arrojase los libros y se dejara de +filosofías y estériles monólogos, que no habían de darle un grano de +trigo ni una gota de agua. Él, sin embargo, seguía en sus estudios, y +como el buzo baja con su escafandra a las profundidades del Océano, +penetraba en los mares sociales, con la buena fe por apoyo y la +sinceridad por guía. + +Entonces cada paso fue un desengaño: vio que la vida es lucha de +egoísmos contrarios, donde el oro sirve de absolución para la infamia y +salvo-conducto para la nulidad; el mundo una batalla en que se cuentan +las preseas, no según lo que se trabaja, sino con arreglo a lo que se +posee. Adquirir es el talismán que todo lo resuelve; no tener, el delito +que a nadie se perdona; no haber tenido, una mancha que jamás se borra. +En las puertas del mundo la impudencia ha escrito este letrero: «Posee, +y lo demás te será dado con hartura.» + +Algunas veces Lázaro creía ir convenciéndose de que la tierra era el +asiento del mal, como le habían dicho sus maestros: todo, al parecer, le +incitaba para inclinarse a esta opinión. Mezclado con su amor a la +humanidad, empezaba a sentir desprecio hacia el hombre, ser extraño, +ridículo y sublime al mismo tiempo, que con frecuencia es malo, pero que +algunas veces es peor. Veía que, como la fruta pasa pronto de la madurez +a la corrupción, el hombre pasa rápidamente de la experiencia al +egoísmo, y se fue persuadiendo de que la experiencia es inútil, porque +siempre llega tarde. Si pensaba en sí propio, sentía humildad; si +estudiaba al prójimo, le poseía el orgullo. Todo eran dudas continuas, +enlazadas cual esas olas mutuamente engendradas, y en que ninguna es la +postrera. + +Al analizar el presente, todo le parecía negro; mas al estudiar la vida +de otras épocas, miraba bajo distintas formas reproducidas las mismas +dificultades, pero siempre disminuidas, hechas cada vez más soportables, +y supo que ese trabajo de los siglos, aspiración y tarea de la +humanidad, es el progreso. Vio que el mundo mejoraba con el tiempo, que +el mal disminuía, y que sus antiguos maestros le habían pintado como +perdurablemente malo lo que es eternamente perfectible. Aunque los +estudios y las cavilaciones le amargaran, en el fondo de su alma quedaba +siempre, como en la caja de Pandora, un bálsamo dulcísimo, la esperanza; +y entonces la vocecilla burlona, cual si tuviera empeño en trocar sus +ideales por ídolos, le decía:--«La esperanza es el manjar más sabroso de +la tierra, pero es también el menos nutritivo.»-- + +Fruto de tantos desvelos, Lázaro llegó a saber mucho, pero todo podía +reducirse a dos puntos: uno relativo al mundo, otro concerniente a sí +mismo. Supo que el mal y el bien no radican uno en la tierra y otro en +el cielo, sino que ambos están aquí abajo, dentro de nosotros mismos, en +gérmenes dispuestos a brotar y florecer o podrirse, según los instintos, +la educación, el tiempo o la voluntad del hombre. Y supo, en cuanto así, +que en la tierra hay algo muy parecido a la felicidad: el amor. Un libro +que nadie puede leer dos veces en la vida, pero que realmente existe y a +él le estaba negado. Su alma debía ser un muerto que tuviese por sudario +una sotana. + +Las doctrinas de los que le educaron lo ordenaban así. Por cima del +decálogo casi divino que debía practicar, los hombres habían escrito +este mandato:--«No te amarán.»-- + +--¡No te amarán!!, se repetía Lázaro continuamente, y cada vez le +parecía más injusto. Su inocencia protestaba con la impetuosidad de la +ira o con la amarga laxitud del desaliento, pero siempre tenía que +confesarse vencida. Su conciencia era un siervo puesto en la alternativa +de alzarse en armas o aceptar humilde y bajamente la esclavitud; no +había más que dos caminos; abjurar, o resignarse. Lo que no existía, lo +que nadie le podía ofrecer, era una solución que tuviese algo de +consuelo. + +Cuando la tempestad sorprende al pájaro que se aleja del nido, el ave +lucha con la tormenta, aleteando por recobrarlo; cuando el niño que +rompe a andar cae y se lastima, busca afanoso el regazo de su madre; +cuando el hombre abandona la mujer que le quiere, y sufre desengaños, +torna a ella, y en sus brazos se arroja: Lázaro no tenía nido, ni +regazo, ni brazos a que acogerse; llevaba, como una doble maldición, la +duda en la frente y el amor en el alma. Su meditación de religioso se +quebrantaba con sus cavilaciones de hombre, y si la enérgica voluntad o +el temor al peligro traían la oración a sus labios, entre los severos +pensamientos del sagrado rezo se deslizaba un nombre de mujer, +penetrando su imagen alegre y bulliciosa entre las austeras reflexiones, +como entraría una maga en un coro de monjes. + + + + +IX. + + +Josefina entró en el cuarto de la duquesa resuelta a descubrir +francamente la inclinación que hacia Félix sentía, pidiendo a su madre +ayuda para que pudiese aquel hombre ir decorosamente a la casa; pero +frente a Margarita la energía y la resolución dieron en tierra; rompió a +llorar, y balbuceó entre temores lo que se había propuesto decir claro. +La duquesa, besándola cariñosamente, secó sus lágrimas, escuchó la +confesión de aquel amor naciente, y despidiéndola ruego con ternura, la +llevó hasta la puerta de su gabinete, procurando que aquella entrevista +fuese lo más breve posible. + +Al quedarse sola, la duquesa lloró también, pero no con aquel llanto +apacible y puro de la niña, sino amarga, desconsoladamente, con lágrimas +tardías en brotar y abrasadoras al deslizarse por el rostro. + +Decidida a hablar con su esposo, mandó preguntar si estaba en casa; y +cuando la contestaron que el señor no había salido, se encaminó al +despacho, donde encontró al duque hojeando el reglamento del Senado. +Hízole suspender la lectura, y abordando de frente la cuestión, le dijo +que por su propio interés, por no pecar de ingrato y en gracia de +Josefina, era necesario que Félix Aldea volviese como antes a frecuentar +la casa. Examinose entre ambos cónyuges la cuestión, y el duque, que ya +se iba encariñando con todo lo que tuviera sabor de discusión, +aprovechó la oportunidad, hablando largamente de su decoro y prestigio, +de que no quedase lastimada su dignidad, y de otra porción de cosas que +hubieran hecho murmurar a cualquiera: _palabras, palabras, palabras_. + +Por fin, Margarita, con ese tacto que sólo las mujeres tienen, resolvió +las dificultades proponiendo que se diera un baile para celebrar lo de +la senaduría, enviándose a Félix, como de costumbre, su correspondiente +invitación; lo cual, después de lo ocurrido, venía a ser como una +satisfacción, que sin desdoro del ofensor podía desagraviar al ofendido. +Aceptada la idea, Margarita dejó al duque continuar su examen del +reglamento de la alta Cámara, y vuelta a su cuarto, después de haber +cerrado cuidadosamente las puertas para evitar verse de pronto +sorprendida, se dejó caer en un sillón, apoyó en uno de sus anchos +brazos los codos, y ocultándose el rostro con las manos, dejando +rebosar el llanto por entre sus sonrosados dedos, fruncido el ceño y +enrojecidos los párpados, se quedó pensativa, sin que nadie al verla +hubiera podido averiguar si aquella dama era una madre que se imponía un +sacrificio, o una mujer a quien los celos hostigaban. + + * * * * * + +Se fijó el día de la fiesta, y empezaron los preparativos. Los tapiceros +y adornistas tomaron posesión de los aposentos en que había de +verificarse; se construyó una galería de follaje, que ponía en +comunicación el salón principal de la planta baja con el espacioso +invernadero de cristales que en el jardín se alzaba; cubriéronse las +columnas de hierro con entrelazadas hojarascas; se colgaron de la bóveda +de cristales los aparatos para gas; se pusieron en los ángulos las +mejores esculturas que había en la casa, haciendo que los mármoles +blancos destacaran sobre fondos de oscuro follaje; se prepararon +farolillos para las enramadas del parque; diose orden en las cocinas +para que la cena fuera opípara; se apuraron todos los caprichos que +puede el oro satisfacer al buen gusto, y una legión de artesanos invadió +el palacio durante muchos días, disponiendo las cosas de suerte que +cuando dos horas antes del baile los duques inspeccionaron todos los +preparativos, el nuevo senador, arrellanándose en un sillón con la +dignidad propia de su investidura, y mirando a su mujer con vanidosa +satisfacción, exclamó:--«Estará bien.» + +Y así fue. Desde las once de la noche una larga fila de coches iba poco +a poco dejando en el vestíbulo del palacio centenares de convidados; las +damas, envueltas en riquísimos abrigos, bajaban de sus berlinas y sus +_clárens_, dejando ver pies coquetamente calzados que se apoyaban un +momento en el estribo, mientras con la mano, enguantada hasta el codo, +recogían la larga cola ornada de valiosos encajes; los lacayos recibían +órdenes de volver a la madrugada; los mirones y curiosos, estacionados +en la acera opuesta, contemplaban aquellas grandezas haciendo +comentarios, sugeridos por la hermosura de las mujeres o la envidia de +las riquezas; los salones se iban llenando, y el calor que la +aglomeración y las luces engendraban iba animando y coloreando los +rostros. Aquí se oían alabanzas a los dueños de la casa, dichas en voz +alta; allá se agrupaban otros a murmurar censuras; unos buscaban a sus +conocidos; saludaban todos a los duques; los más serios o curiosos +examinaban en los salones inmediatos las obras de arte coleccionadas con +exquisito gusto, o los libros de lujo, puestos sobre las mesas de +riquísimas incrustaciones; y los jóvenes, juntos con los viejos +alegritos, parados en las puertas, pasaban revista a las que entraban, +cambiando apretones de manos, diciendo lisonjas o recibiendo miradas que +parecían señas. + +A poco más de media noche el salón ofrecía tal aspecto de lujo y +riqueza; la alegría reinaba, al parecer, con tanto imperio sobre las +almas de toda aquella gente; tanto goce se reflejaba en sus caras, que +no parecía sino que en aquella regocijada turba nadie había que +conociera la pesadumbre ni el dolor. + +Ellas, ceñidas por estrechos trajes que oprimen hasta modelar las +formas, con sus largas faldas prendidas de flores y de blondas, con sus +diademas de pedrería en la frente, la belleza impresa en el semblante y +la alegría en las miradas, recibían el homenaje de rebuscadas frases, no +siempre franco, con que sus adoradores trataban de rendirlas. Ellos, +vestido el severo y antipático frac, pugnaban por llegar hasta alguna de +las que más efecto causaban, para hacer en el corro gala de su ingenio, +mirando casi con descaro a las casadas, requebrando con prevención a las +viudas, y tratando de inquirir el dote de las solteras. Hacia los +extremos del salón veíanse algunas parejas, más ocupadas de sí mismas +que del prójimo, en que ella parecía resignarse a conceder lo que +deseaba otorgar, mientras él se obstinaba en pedir lo que luego había de +cansarle. En un círculo se discurría de política; se comentaba en voz +baja el escándalo de la semana, pronunciando al oído y en secreto los +nombres de los protagonistas. Algún caballero se acercaba con disimulo a +las habitaciones contiguas, espiando el momento de tender la mano sobre +los riquísimos vegueros esparcidos en bandejas de plata. La música +dominaba a intervalos el rumor de las conversaciones; la atmósfera se +iba cargando hasta hacerse enojosa; la temperatura aumentaba por +momentos; el abrasado ambiente de la sala parecía luchar con el fresco +que penetraba del jardín por los anchos balcones en suaves ráfagas, y +entre aquel mar de luz o torbellino de colores, se percibía el olor +extraño que formaban los aromas de las flores, los perfumes de tocador y +el calor de los sudorosos cuerpos. + +La duquesa, rodeada de sus más íntimas rivales, recibía de cuantos se la +acercaban elogios tributados a su buen gusto, casi todos cortados por un +mismo patrón, muy pocos ingeniosos o bien dichos. Su traje era objeto de +hablillas entre las damas, de admiración entre los hombres. El vestido +de raso blanco, entre cuyos esculturales pliegues se quebraba la luz +como en un mármol flexible, había llegado de París aquella mañana, y las +dos perlas negras que llevaba en las orejas valían una fortuna. Al lado +de su madre, Josefina parecía el nuevo brote de una flor hermosísima: +la madre era como esas rosas que han agotado ya la pompa de sus galas +desplegando todos sus pétalos a las caricias de la luz; ella, como esos +capullos entreabiertos que comienzan a esparcir en torno suyo olor suave +y débil. Su traje era blanco también, pero en el tocado y los prendidos, +las flores sustituían alas joyas. + +La excitación que la agitaba la hacía más hermosa. Inquieta y +disgustada, miraba sin cesar a todas partes, preguntándose:--¿No vendrá? +Contestaba lo más brevemente que podía desdeñosa y displicente, y de +cuando en cuando miraba con cariño a su madre, que por vez primera +parecía esquivar las miradas de su hija. + +Por fin, la enamorada niña vio entrar a Félix, que, saludando al paso a +diversas gentes, llegó hasta la duquesa, cambiaron ambos algunas frases +de simple cortesía, llegose luego a Josefina, y un momento después se +les vio confundidos entre los grupos de alocadas parejas que parecían +moverse impelidas por las notas de un vals de Strauss. + +Lázaro estaba recogido y leyendo cuando llegó hasta sus oídos el alegre +bullicio de la fiesta. Cerró entonces el libro, abrió el balcón, y el +airecillo fresco de la noche le trajo claras y distintas las apasionadas +frases de la música, como si el mundo, con aquella voz de sirena, +quisiera arrancarle de la soledad. Bajó al jardín, se acercó a una reja, +y oculto entre unos arbustos cuyas ramas se entrelazaban trepando por +los gruesos barrotes de hierro, tendió la vista hacia el salón. Su +mirada lo abarcó todo. Pasado un instante, la sorpresa se convirtió en +asombro; sus ojos, deslumbrados por la claridad, fueron descubriendo los +grupos, aislando las figuras, fijándose en los rostros, viendo surgir de +entre un confuso mar de luces y colores las formas y el aspecto de las +cosas. Los corrillos tan pronto formados como disueltos; la extraña +amalgama que producían en el cuadro los trajes negros de los hombres +destacándose sobre los vestidos claros de las mujeres; el continuo pasar +de sombras que se cruzaban ante la reja, cortándole la vista; la +variedad infinita de actitudes; el estado de los ánimos reflejado en las +caras, atestiguando en uno de la indiferencia, en otro de los celos, +mostrando acá la frialdad del apático, allá la impaciencia del nervioso, +todo aquel conjunto de riquezas para él desconocidas, de lujos +ignorados, le produjeron una impresión extraña, fuerte porque era nueva, +y poderosa porque era continuada. La vista de aquel incesante +movimiento, la luz arrancando destellos en pedrerías y collares, las +damas, unas de semblante fresco como flores de campo, ajadas otras por +los afeites o los años, engalanadas con sedas de todos los matices, +desnudas las espaldas y los pechos a propio intento revelados en lo poco +que el raso les cubría, el aire bochornoso y viciado que por la reja se +escapaba, acabaron de marear al cura, sin que por eso dejara de mirar +con ansia, creyendo a cada instante descubrir novedades que hiriesen su +imaginación y calmasen sus agitados nervios. Hubo un momento en que la +música apagó todos los otros ruidos; el ritmo sonoro y melódico de sus +notas parecía arrastrarse como aurora de primavera en plantío de rosas; +los giros lánguidos de acordes amortiguados y dulcísimos se trocaban de +pronto en explosión de sonidos alegremente locos, y las armonías se +esparcían como suspiros que volaban a refugiarse entre los pliegues de +las amplias colgaduras, produciendo combinaciones raras, que se perdían, +unas envueltas entre los giros de otras, como crujir de sedas y +estallar de besos comprimidos. Las parejas iban deslizándose rápidamente +ante la reja en confuso desorden, desapareciendo y tornando a pasar cual +figuras de una linterna mágica, hasta que, callando de repente la +orquesta y suspendiéndose aquel vertiginoso movimiento, Lázaro vio +acercarse, impelidos todavía por la última vuelta del vals, una mujer y +un hombre: Félix y Josefina. Él la ceñía el talle atrayéndola hasta +sentir confundidas las respiraciones, mientras ella se abandonaba por +completo, dejándose llevar. Llegaron hasta donde estaba el cura, y ya +parados, la niña, moviendo el abanico de nácares y encajes ante su +agitado pecho, se apoyó en el brazo de Aldea, mientras él murmuraba a su +oído una frase, pagada con la sonrisa más hechicera del mundo. Lázaro, +asido fuertemente a la reja, los miró sin cuidarse de ser visto, sin +pensar que no tenían ojos más que para contemplarse uno a otro. Fuera +de sí, agitado por un sentimiento desconocido para él, creyó apurar toda +la hiel del sufrimiento humano; y como si su sangre hirviese y +fermentara agolpándose a ofuscar aquel pobre cerebro, la idea del odio +se irguió en él terrible y poderosa. No hubo entonces crimen ni infamia +que no se creyera capaz de cometer; y midiendo con la rapidez del +pensamiento su inocencia, mayor aun que su desdicha, se preguntó, en un +arranque impío, si era divina la justicia que toleraba aquel tormento. + +Bajo la sotana del cura latieron por vez primera en el corazón del +hombre los impulsos del mal. El ministro de Dios sufrió como las +criaturas de barro, y su alma de pureza inmaculada, su mansedumbre, su +bondad evangélica, fueron un punto derrocadas por la ira, el +aborrecimiento y la venganza. La que entonces le pareció más que nunca +creada por el Señor con hueso de su hueso y carne de su carne, la +prometida por el deseo y la Naturaleza para ser satisfacción de sus +amores, la mujer que era emblema de su ideal y su felicidad, estaba en +brazos de otro. Aquellos hierros que les separaban y que él inútilmente +sacudía con impotente fuerza, eran sus propios votos, y aquel instante +supremo de su vida, la ratificación solemne de la infame ley que le +decía: «No te amarán.» + +Sintiéndose morir, dejó caer con desaliento los brazos, y todo su rencor +se disolvió en dos lágrimas que rodaron lentamente por su abrasado +rostro. Hay almas que rechazan instintivamente el mal. El odio pasó sin +detenerse sobre el espíritu de Lázaro, como la gota de agua que resbala +por el hierro candente. Las fuerzas le faltaron, y mientras los alegres +ruidos de la fiesta, convertidos en voces misteriosas por la fantasía, +le llamaban queriendo embriagarle con efluvios de desconocidos +placeres, dio en tierra rendido y sin aliento. + +El baile estaba en sus momentos de mayor brillantez, y la animación, +engendrada por la muchedumbre, se traducía en un continuo murmullo, que +sólo a desiguales intervalos podían dominar desde la orquesta los +instrumentos de metal. El salón parecía un foco de claridad intensa. Las +temblorosas llamas del gas se reproducían hasta lo infinito en las +grandes lunas venecianas, que, multiplicando las imágenes, creaban una +confusión extraña, y empezaba a reinar ese desorden propio de todo sitio +donde se divierten muchos a la vez. Allí dentro todo eran goces y +alegrías; fuera no había sino silencio y sombra; un hombre en tierra, +como soldado herido que se desangra en el campo de batalla, y un cielo +de azul profundo, casi negro, estrellado, que desde su inconmensurable +altura miraba con millares de ojos, tan indiferente a los placeres de +unos como a la desdicha de otros. + +Los vientecillos precursores del día empezaron a retozar entre los +troncos con las hojas agitando blandamente las ramas, y algún pájaro, +desvelado por los inusitados ruidos, batía las alas piando alegremente, +y confundiendo desde su oculto nido las luminarias del festejo con los +resplandores de la aurora. + + + + +X. + + +Servida la cena, que fue espléndida, los convidados empezaron a +marcharse contentos y satisfechos, como gentes que habían cumplido su +misión. El ruido que causaban los que iban saliendo, despidiéndose con +regocijadas risas, y el húmedo relente con sus fríos vapores, hicieron a +Lázaro volver en sí del largo desmayo al tiempo que los últimos grupos +esperaban, en el espacioso vestíbulo y en los primeros términos del +jardín, la llegada de sus carruajes. + +Los hombres, fuertemente arropados con gabanes rusos o entre los +embozos de las capas, fumaban puestos en filas, viendo a las damas que +bajaban las escaleras de mármol, cuchicheando o cubriéndose los desnudos +hombros con costosos chales o vistosos abrigos. Unas se tapaban el +escote aún sudoroso con el cachemir de cien colores; otras se envolvían +entre las pieles del _skunc_, el zorro azul y la marta zibelina; esta +contestando a un saludo, aquella buscando una mirada entre los apiñados +rostros, todas parecían en aquel momento hermosas y felices, aunque +muchas lo pareciesen sin serlo; todas llevaban algo que decir o habían +dado algo que envidiar. + +Algunos hombres se marchaban a pié lentamente, divididos en grupos o en +parejas, escuchando a lo lejos durante largo rato el ruido del rodar de +los coches en las desiertas calles, cuando ya empezaba a despuntar el +día y los serenos corrían soñolientos, de farol a farol, apagando los +mecheros de gas. + +El cura, oculto entre las sombras del jardín, los vio irse, esperando +para salir de su escondite que se hubiesen todos alejado, cuando notó +que no lejos de sí, entre las ramas de unos arbustos y cerca de una +reja, había un hombre, que indudablemente se quedaba rezagado adrede, y +que, moviéndose de pronto cuidadosamente, se escurrió con cautela a lo +largo de la casa, hasta penetrar en ella por una puerta de servicio, que +por razón del baile aún estaba abierta aquella noche. Lázaro entonces +intentó gritar; pero el asombro le ahogó la voz en la garganta, porque +al volverse para entrar conoció al que de tan sospechosa manera +penetraba en el palacio de los duques, y aquel hombre era Félix Aldea, +el mismo que pocos momentos antes había hecho brotar de los labios de +Josefina una sonrisa de felicidad. + +Subió rápidamente la escalera, y el cura se lanzó en su seguimiento; +pero aquél llevaba mucha delantera. Al llegar al piso principal, Aldea, +espiado siempre por Lázaro, cruzó los pasillos desiertos, y atravesando +la galería que separaba las habitaciones del duque de las de su esposa y +su hija, penetró en una sala, ala cual afluían dos grandes corredores, +uno que conducía al cuarto de la duquesa, y otro que llevaba al de +Josefina. La puerta de aquella habitación estaba cerrada; pero apenas +Aldea se detuvo ante ella, golpeándola suavemente con los nudillos, una +de sus hojas se abrió calladamente hacia fuera, mostrando un brazo de +mujer ceñido por una manga de seda roja. Aldea entró, y el brazo atrajo +a sí la puerta, que volvió a quedar instantáneamente cerrada, mientras +Lázaro, pálido y tembloroso, como clavados los pies en el suelo, +escuchaba alejarse, sin saber en qué sentido, los pasos de dos +personas, que andaban de puntillas para no producir ruido sobre los +mármoles del piso. + +¿Qué hacer en tan horrible situación? ¿A quién pedir auxilio? ¿A quién +llamar? Un desaliento que tenía mucho de impotencia y algo de despecho +le arrancó de allí, y temeroso de ser visto, huyó de aquella puerta, +tras la cual quedaba rota para siempre la más hermosa de sus ilusiones. +Además, juntamente con el imperioso mandato que la conciencia le +imponía, sintió latir en su alma vacilaciones, engendradas por la +sorpresa, sospechas pérfidas, pero lógicamente sugeridas por los celos. +La que supuso un ángel era mujer, y nada más; no merecía que el corazón +de un hombre la ensalzara, ni que él la adorase, aunque su indulgencia +de sacerdote tratara de redimirla o disculparla. En su caída había +llegado hasta la culpa por el camino de la premeditación; procuró que +su amante volviera a pisar la casa de sus padres, y trémula de amor, +agitada por el deseo, le debió esperar para recibirle en sus brazos. + +Divagando de esta suerte, admitiendo como buenos los torpes antojos del +despecho, la piedad iba quedando en el alma de Lázaro completamente +borrada por la incontrastable fuerza de los celos, hasta el punto de que +el miedo de hacer público el suceso, el temor al escándalo, y aun la +idea horrible de ver la hija deshonrada a los ojos de su propia madre, +llegaron a ser en aquel hombre rémoras creadas por la malicia para +eludir el cumplimiento del deber. + + * * * * * + +Al día siguiente del baile, ya muy entrada la mañana, se notaba en el +palacio de los duques la falta de movimiento propia de toda casa donde +el mucho trasnochar de los amos autoriza que madruguen poco los +criados. Algunos de ellos, reunidos en la caseta del portero, formaban +corro restregándose todavía los ojos, haciendo comentarios de la fiesta, +charlando y maldiciendo. Otros arreglaban los salones reparando el +desorden que habían producido los convidados. El cocinero, seguido de un +pinche que llevaba al hombro un esportón, atravesaba el jardín para +tomar el camino de la plaza. El mozo de cuadra, calzados los zuecos y +entonando una canción de su tierra, frotaba los arreos en la puerta de +la cochera; y en una habitación de la planta baja, junto a una ventana, +la doncella de la duquesa limpiaba cuidadosamente los vestidos con que +su señora se había engalanado la víspera, mientras otras compañeras +admiraban las ricas telas y los finísimos encajes que, desordenadamente +puestos sobre el respaldo de un sofá, podían fácilmente ser vistos desde +fuera. + +Lázaro, como de costumbre, había bajado al jardín, y con su libro entre +las manos, paseo arriba, paseo abajo, recorría lentamente el trecho +comprendido entre la estufa de cristales y la verja de entrada, pasando +repetidas veces ante las rejas del salón de baile. Frente a una de ellas +acertó apararse distraídamente, y a través de los gruesos barrotes vio +desamparado y desierto aquel mismo lugar donde pocas horas antes era +todo animación y bullicio. Los sillones de oro y sedas estaban +removidos, como recordando aún los corrillos de que fueron asiento; los +cristales, velados por el polvo de una noche de continuo movimiento; +olvidado sobre una butaca un abanico; las bujías de los candelabros, +apuradas hasta gotear sobre el terciopelo y el mármol que cubría las +consolas, habían hecho saltar con su llama espirante alguna de las +arandelas de cristal. Las puertas que ponían en comunicación unos +salones con otros estaban abiertas, dejando ver, fingida por los +espejos, la perspectiva de una galería profunda, encerrada en marcos +dorados, formada con imágenes de telas o tapices que, multiplicándose, +se reproducían hasta confundir la vista con su último término vacilante +y confuso. Los rayos de sol penetraban por entre las junturas de los +cortinajes, liquidando en resbaladizas gotas el vaho que empañaba los +vidrios, y posándose luego en rasgos o girones de luz sobre los rasos de +colores. En el suelo, confundida con las de la alfombra, había quedado +alguna que otra flor pisoteada y marchita. + +--«Así son ellas,»--pensó Lázaro al verlas; y volviendo al libro los +ojos, prosiguió su paseo hasta llegar a la ventana donde estaba la +doncella, que para distraer su trabajo tarareaba a media voz una polka +de moda. Oyola el cura, y, al mirarla, su vista se detuvo en la prenda +que la muchacha tenía entre las manos: una bata de riquísimo raso de un +rojo muy brillante, el mismo rojo que Lázaro había visto en el brazo que +la noche pasada cerró la puerta donde Aldea era esperado. Su sorpresa +fue inmensa. Su pensamiento se resistió a creer lo que los ojos le +decían. Aquella chica era la doncella de Margarita de Algalia, y como +Josefina tenía su servidumbre aparte, lo lógico era que aquella ropa +fuese también de la duquesa. Dudó un momento, y atreviéndose por fin, +quiso ver resuelta su sospecha. + +--¿De quién son esos trajes?--preguntó a la doncella. + +--¿De quién han de ser,--repuso la muchacha,--sino de la duquesa? +Ésta,--dijo señalando un magnífico vestido y un soberbio abrigo,--es la +ropa que la señora llevó ayer al paseo; y esta bata de raso +rojo,--añadió,--es la que se ha puesto de madrugada después del baile. +Por cierto que se empeñó en quedarse leyendo, sin querer acostarse ni +que yo la desnudara. Debe haber velado hasta muy entrado el día, porque +está, de ojerosa y descompuesta, que da grima mirarla. + +Calló la criada, y siguió el hombre su paseo. Ya no cabía duda. Josefina +era, no sólo inocente, sino víctima de una infamia. La culpable era +Margarita de Algalia, y el que pasaba por novio de la hija era su +amante. ¡Maldad inicua! La madre quería comprar el secreto de su delito +a costa del reposo de la pobre niña. Por eso Josefina no podía +explicarse la actitud de Félix Aldea, aquel empeño en mostrarse +enamorado junto al recelo para confesarla su amor. + +Lázaro apreció rápidamente la situación: Josefina era buena, y el +galanteo de que Félix la hacía objeto servía para alejar sospechas. La +inocencia era tercera sin saberlo, y su pureza cubría aquel amor +culpable, de igual suerte que el inmaculado manto de nieve puede +ocultar el sucio estercolero. + +Una sensación, por mitad indignación y repugnancia, estremeció el alma +del cura, y como el mal no engendra sino males, sus labios murmuraron +involuntariamente esta blasfemia: + +--«¡Oh, madre; tú también puedes llegar a ser ídolo falso!» + +Le pareció imposible llevar más lejos la degradación y la maldad. + +Pocas horas antes, el dolor había estrujado su corazón, considerando +perdida la mujer amada, tanto más, cuanto más imposible. Ahora sus ojos +tropezaban con el delito más cobarde y monstruoso de la tierra. + +Eran ya cerca de las doce. El ardoroso sol de los últimos días +primaverales inundaba todo el jardín, engendrando sombras enérgicamente +proyectadas que dibujaban en la arena formas extrañas. El movimiento y +los ruidos iban devolviendo animación a la casa. Las persianas cerradas +se abrían tras cortos intervalos, indicando el despertar de los señores, +y los criados fingían acelerar la faena de borrar el desorden causado +por la fiesta. Sólo en la habitación de Josefina reinaban todavía la +quietud y el silencio. El cuarto estaba casi a oscuras; por las rendijas +de la madera penetraban dos o tres rayos de sol, agitando millares de +átomos inquietos que bullían como polvo de luz; las galas estaban +esparcidas sobre un sofá de raso, y el corsé de seda azul con trencillas +blancas, caído al pié de una butaca. La heredera de los Algalias +dormitaba en su cama de batistas y encajes como una maga recostada sobre +una nube. Tenía desnudo, fuera de las ropas, un brazo, ceñida aún la +muñeca por la pulsera lisa de oro mate, y en el otro, puesto sobre la +almohada, apoyaba la cabeza, embelesada por ensueños formados con +reminiscencias de la víspera. Las sábanas habían quedado por un +movimiento tirantes y presas bajo el peso del cuerpo, modelando a trozos +la forma que cubrían; el embozo caído dejaba al descubierto algo más que +el nacimiento del pecho. Nada turbaba la tranquilidad de aquel reposo +reflejado en una respiración fácil e igual. La sangre, como savia +enérgica, regaba los tejidos, tiñendo la epidermis de tonos que variaban +delicadamente desde el azul de las ramificaciones venosas hasta el +carmín brillante de los labios húmedos; y una mata de pelo, escapada de +la redecilla, hacía resaltar la blancura del cuello. Dormía descuidada, +tranquila, segura de sí misma, y tan ajena de la pasión del cura como de +la perfidia de su madre. La salud y la pureza parecían haberse hermanado +para formar aquella figura hermosa, impregnada de gracia natural y +espontánea. Semejaba la bacante virgen de los bosques antiguos traída +de pronto por ensalmo al centro de la vida moderna. Reposaban a la par +el cuerpo exento de males y la conciencia libre de impurezas. + +De fijo hacía mucho tiempo que su madre no dormía así. + + + + +XI. + + +Aquella misma tarde la duquesa mandó recado al capellán, rogándole que +pasase a su gabinete. + +--«¿Qué me querrá?--se dijo Lázaro.--Sabrá que no ignoro su falta? Quizá +entonces, aunque culpable, sienta hacia mí el desprecio que debe +inspirar quien, encargado en su casa de velar por la moral, transige +cobardemente con el engaño y la deshonra. Seremos dos reos frente uno de +otro.... y, así son las cosas de la vida, ella tendrá que ver en mí algo +del juez.»-- + +Un momento después Lázaro entraba en el gabinete. Margarita estaba +sentada ante una mesilla de valiosas incrustaciones, colocada delante de +un balcón y sobre la cual, sostenido por dos amorcillos de bronce, había +un espejo bastante grande para retratar entre sus abiselados bordes la +cabeza de la hermosa dama, a quien una doncella sujetaba con dos +horquillas de oro el rodete bajo en que, según la moda, estaba recogido +el pelo después de ondular ligeramente hacia las sienes. Tenía puesta +una bata de un gris muy claro, guarnecida con encajes y lazos del color +que toma el granate cuando la luz le hiere. Las medias, de finísima +seda, eran del mismo color, y ceñían sus pies unas chinelas grises, que +aun siendo muy pequeñas, eran grandes para ella. Las mangas de la bata, +sueltas y muy cortas, descubrían unos brazos blanquísimos, dorados por +ese vello apenas perceptible que tienen algunas frutas antes de estar +manoseadas. Al cuello, libre de alhajas, se ceñía desordenadamente un +encaje ancho y rico, de tonos huesosos que acusaban su antigüedad, y el +fulgurar intenso de un grueso solitario en cada oreja hacía resaltar la +palidez mate de la cara, amortiguando el brillo de los ojos, algo +hundidos, y cercados por ojeras débilmente azuladas. La boca, en que el +labio superior ligeramente contraído daba a la fisonomía cierto aire +desdeñoso y triste, dejaba ver unos dientes blancos, menudos y +apretados. El óvalo del rostro era gracioso y severo al mismo tiempo. La +mirada triste con la falsa resignación del hastío. Era el tipo de la +señora moderna, frívola sin ser insustancial, y coqueta sin parecer +liviana, como era devota sin ser profunda y verdaderamente religiosa. +Fuera cansancio físico o dejadez moral, había en su figura cierto +melancólico abandono, interrumpido a veces bruscamente por movimientos +de una gracia encantadora que tenía algo de felina. + +Iba pasando con los dedos las hojas de un libro, puesta en ellas la +vista descuidadamente, como si el pensamiento y la voluntad estuvieran +muy lejos de aquellas páginas, que no bastaban a detener el vuelo +caprichoso de sus antojos femeniles. + +En sus hechiceras facciones empezaba a desaparecer la frescura que es el +aliento misterioso de la vida. Parecía tener esa edad de la rosa en que +unas cuantas horas más marchitan la fragancia y ajan la lozanía. Estaba +hermosa, y más que hermosa seductora; pero los ojos, la actitud, la voz, +acusaban un desaliento amargo. Nadie hubiera podido averiguar si aquella +laxitud era la huella pasajera de los placeres de una noche, o la marca +indeleble de los sufrimientos del espíritu. + +Al entrar Lázaro salió la doncella, y Margarita, ladeándose ligeramente +en la butaca y echando atrás el rostro, animado por una sonrisa +encantadora, le tendió la mano. + +La situación de Lázaro era peligrosa y difícil: el menor descuido, la +más ligera inoportunidad, podían ofenderla sin resultado; que quien no +está satisfecho de sí mismo, ve acusaciones en las frases más inocentes. +Él, además, se consideraba sin derecho alguno para atacar a la madre en +defensa de la hija. ¿Cuál podía invocar? Si el de enamorado, confesaba +la propia y criminal flaqueza; si únicamente el de hombre de corazón, +¿quién había de reconocérselo?; si el de sacerdote, ¿cómo podría su +conciencia sancionar la ridícula comedia de un hombre que utiliza la +investidura sagrada para proteger su misma falta? + +Tenía delante a la mujer adúltera; pero no podía ser él quien la +arrojase la primera piedra. + +Margarita rompió el silencio, diciendo cariñosamente: + +--¿Qué es de usted? Vivimos bajo el mismo techo, y apenas nos vemos. Estos +días, los preparativos del baile, el bullicio de la fiesta, le han +alejado de nosotros; pero también usted es tan excesivamente inclinado a +sus soledades y sus estudios, que nunca se le ve. De los convites, aun +de los más íntimos, siempre se excusa; en habiendo alguien de fuera, +desaparece usted como por encanto. Y usted, sin embargo, no es huraño, sino +cariñoso, afable. Vamos, siéntese usted, aquí, a mi lado, y hablemos. + +Obedeció Lázaro, y, acercando otra butaca como la que ella ocupaba, +dijo: + +--Mucho agradezco a usted, duquesa, las deferencias con que me distingue: +tan sinceramente le estoy reconocido por ellas, que aunque el deber y el +sacerdocio no me lo impusieran, sentiría por Vds. verdadero cariño, +profundo deseo de ser útil, verdaderamente útil, en esta casa, donde se +me ha recibido con los brazos abiertos. + +--Todos le queremos a usted de veras. Mi marido y yo le aprecíamos en lo +que vale; y en cuanto a Josefina, puede usted estar seguro de que, si fuese +necesario defenderle, con dificultad se encontraría abogado que tomara +la cosa más a pechos. + +--Yo también me haría defensor suyo si ella lo hubiera menester; pero +está en una edad en que antes necesita guía que defensa. ¿Quién puede +pensar en hacerla daño? Eso sí, si sucediera, si alguien cometiera con +ella una mala acción, lucharía con todas mis fuerzas por salvarla. + +--Afortunadamente, replicó la dama, estamos seguros de que nadie la +quiere mal; por el contrario, si algún disgusto hemos de prever, será de +los que puedan ocasionarla los que aparenten quererla bien. ¡Está en una +edad tan peligrosa! + +--Tiene usted razón, duquesa; de los que aparenten amarla, de los que deben +estimarla en más, es de quienes hay que guardarla. Los encargados del +mayor bien son, con frecuencia, los que producen el mal mayor. + +El cura dijo esto con la voz algo temblorosa, casi sin calcular el +alcance de lo que decía; en parte ávido de arrostrarlo todo por la +engañada niña, y en parte temeroso de que su inexperiencia en los +discreteos inutilizara su buen deseo. + +Ella, sin extrañar precisamente semejantes frases, sintió cierta +sorpresa desagradable al escucharlas; pero pensó que a veces casualmente +se dicen cosas que parecen intencionadas. + +--Tiene usted razón--añadió;--es necesario velar sin descanso y muy de +cerca por las hijas cuando están en la edad de la mía; pero también es +preciso convenir en que los deberes que la vida social impone, el trato +con diversas gentes, tanto vivir fuera de casa y tanta facilidad en +escuchar lo malo, hacen el deber más difícil. + +--Eso mismo ha de aumentar la vigilancia y acrisolar el consejo, +duquesa; pero cuando son tales las condiciones de la vida; cuando la +atmósfera de fuera llega a viciar el ambiente de la casa, créame usted, +entonces es cuando hay que ponerse en guardia contra aquello que debía +inspirar más confianza. + +--¿Qué quiere usted decir con eso? ¿Que la educación de mi hija está +vaciada en un molde torpemente labrado? Quizá tenga usted razón. Mil veces +he pensado que para nosotras, el educar a las hijas es asunto más +difícil que para las familias de la clase media y las mujeres del +pueblo. Primero los cuidados mercenarios del ama, luego la hipocresía +del convento, después la inútil compañía de un aya extranjera, más tarde +la libertad de los salones, las emociones del teatro, la tentación por +el espectáculo del mal.... + +--Y rara vez,--interrumpió el cura,--el ejemplo de la virtud. + +--Felizmente Josefina es una de esas naturalezas que repugnan +instintivamente lo torpe. No es necesario esforzarse mucho para que lo +aborrezca, y si lo fuese, usted nos ayudaría a ello. Un hombre de corazón, +un sacerdote, ¿quién mejor? + +--Pues crea usted, duquesa, que ni el hombre de corazón ni el ministro de +Dios podrían aliviarla el peso de su santa tarea. Los medios que tiene +para guiarla bien son infinitos; pero usted, usted sola puede emplearlos. +Aunque mis hábitos me hagan como enviado del cielo, mi palabra siempre +será palabra humana, y para una hija sólo es divina la palabra de su +propia madre. + +La hermosa y noble faz de Lázaro se iluminó con esa satisfacción intensa +que produce la resolución inquebrantable de vencerse a sí mismo por +amor al prójimo. + +La duquesa, que ya empezaba a desasosegarse, esquivó las miradas del +capellán. Su lenguaje era inesperado. ¿Qué decía aquel hombre? ¿Tenían +realmente intención sus advertencias, o era que ella a sí misma se +acusaba adaptando a la situación el sentido de cuanto hablaba el cura? + +Hubo un instante en que callaron ambos: él, por temor de ir más allá de +lo prudente; ella, por no escuchar sin provocarlas cosas como las que +acababa de oír. + +--Vengamos a lo que motiva esta entrevista, dijo de pronto Margarita. Le +he llamado a usted para algo que se relaciona, en cierto modo, con nuestra +conversación, según el giro que ha tomado, y se lo diré en dos palabras. +Cuando llegó usted a casa creímos que el capellán era demasiado joven.... +no se ofenda usted...: estábamos acostumbrados a la frente rugosa, a las +canas del pobre viejecito que le precedió. Después hemos visto que el +carácter suple en usted lo que otros adquieren a fuerza de años; y, +francamente, nadie hubiera creído que pueda infundir tanto respeto quien +cuenta todavía tan pocos. Al principio el cuidado de la capilla, la misa +de los domingos y el reparto de las limosnas.... no hizo usted más. Luego +usted mismo nos ha ido convenciendo de que teníamos en casa una joya, de +que podíamos confiarnos a usted bajo todos conceptos....: Josefina y yo nos +confesaremos en adelante con usted: esto es lo que tenía que decirle. + +--¡Conmigo!--exclamó Lázaro poniéndose en pié, y sin poder reprimir su +asombro. + +--¿Y por qué no? ¿Se niega usted? No creo que el depósito de nuestras +culpas pueda abrumarle. A Josefina, ya la conoce usted: tendrá usted, +quizá, que desvanecer errores, esquivar preguntas, eludir respuestas, +y hasta, en obsequio a su pureza, mentir algunas veces aparentando +ignorancia de lo que no deba saber; pero no se verá usted obligado a +resolver problemas ni perdonar graves faltas. Y en cuanto a mí, me dará +usted buenos consejos, ahorrándome algunas amarguras. Yo, que parezco +tan alegre, lloro a solas como si dentro de mí tuviera algo malo de +que pudiera librarme con el llanto. Llorar es nuestra defensa, con +frecuencia nuestro recurso, el mayor encanto de la mujer, siempre +nuestro verdadero consuelo. Pero ¡qué diferencias establece el tiempo! +Hay una edad en que el dolor se disuelve en las lágrimas como la sal +en el agua; después, aunque se llore, también se sufre, y al fin ya no +se llora, pero se sigue padeciendo. + +--Eso será, repuso Lázaro, si el dolor procede de la culpa, como ponzoña +que se destila de fruto venenoso, que mientras el sufrimiento no está +manchado de delito ni tiene sabor a remordimiento, cuando es puro, no +faltan lágrimas en que anegarle. ¿Ha visto usted esas flores que, +arraigadas a la orilla de los ríos, parecen prolongar su tallo si las +aguas aumentan, sobrenadando siempre? Pues semejante a ellas es la +pureza del alma: no hay lágrimas bastantes para ahogarla. Nunca llega el +corazón a endurecerse tanto que se le pidan en vano; más duras son las +peñas de los montes, y de entre sus grietas surgen los manantiales. + +Margarita escuchaba confusa. Era indudable que aquel hombre conocía su +delito. Lo que la había dicho ya era algo; pero el modo de decírselo no +podía ser más expresivo ni elocuente. + +Estaban cerradas todas las puertas; el gabinete envuelto en las tintas +pálidas del ocaso; los brillos de las sedas y el relucir de los metales +amortiguados por la creciente sombra; la luz escasa parecía aumentar +las distancias robando la forma a los objetos, y la mancha negra del +ropaje del cura junto a la esbelta figura de Margarita, parecía absorber +toda la claridad que penetraba por el ancho hueco del balcón. + +De repente, hacia la puerta que conducía a las habitaciones de Josefina, +se oyó el crujir de un vestido de seda que rozaba contra el muro: era +que la niña venía al cuarto de su madre. + +Lázaro se puso en pié, indicando a la duquesa con los ojos el ruido de +los pasos que se acercaban, y ella bajó calladamente la cabeza. La +mirada del hombre no pudo hablar mejor; el silencio de la mujer no pudo +decir más. + +Al entrar Josefina estrechó a Lázaro la mano y abrazó a su madre. De +allí a poco el cura y la niña conocieron que Margarita quería estar +sola, y saliendo cada uno por distinto lado, la dejaron. + + + + +XII. + + +A sí llegó para Lázaro el momento decisivo de la lucha, el instante +supremo en que las vacilaciones y las dudas habían de resolverse, +informando en uno u otro sentido una resolución que decidiera de su +vida. + +La inexperiencia de la edad y la docilidad de la ignorancia le hicieron, +casi niño, aceptar con alegría una misión, a la cual pensó dedicarse por +completo, consagrándola la actividad de la inteligencia y el entusiasmo +de la fe. Los que labraron su espíritu le hallaron dúctil y obediente +para recibir las doctrinas de lo pasado, que fueron amoldándose a su +pensamiento como el líquido al vaso. Nunca hubo hombre colocado en +mejores condiciones para cumplir debidamente las exigencias de su +sagrado ministerio. Aún resonaban en su oído las palabras del Obispo +cuando llegó a la corte y penetró en la vida moderna, no para llevar la +agitada existencia del que vive al día, sin saber hoy dónde comerá +mañana, sino para pasar las horas tranquila y reposadamente, sin más +cuidados que cumplir con el formalismo y las exterioridades necesarias +de una casa donde el capellán era un artículo de lujo. Tuvo a su +disposición un templo, de que vino a ser señor y dueño. Fue libre de día +para sus obras de caridad, facilitadas por la liberalidad de los duques; +fue libre de noche para las meditaciones y los rezos; ninguno tendió +redes a su buena fe, ni lazos a su tranquilidad; no hubo de luchar con +nadie, y, sin embargo, su espíritu se volvió contra los que le +enseñaron; su vida fue agitada, y su entusiasmo decayó lentamente. Sin +olvidar los consejos del Obispo, llegó a entenderlos como inspirados por +un ideal distinto; dejó que sobre los altares de la capilla fuese +posándose el polvo de la incuria; la caridad sirvió para amargarle con +el espectáculo de las miserias sociales; las oraciones fueron +trasformándose en las impías preguntas de la duda; las noches cedieron +al insomnio; perdió la paz del alma, y sin faltaren nada voluntariamente +a sus promesas, vio moralmente quebrantados sus votos. La misión que le +impusieron y él aceptó confiado en leales propósitos, llegó a parecerle +tarea superior a sus fuerzas, y como el acero brillante puesto al fuego +va oscureciéndose y empavonándose con tonos apagados, su ánimo juvenil y +ardoroso fue sintiendo trasformarse los bríos en decaimiento y +flojedad. Cuando llegó a convencerse de que no podía ser feliz, todo le +pareció imposible, todo mentira. + +El amor resumía todas sus ambiciones antes cifradas en la perfección +religiosa, y precisamente cuando su conciencia rechazaba con más vigor +lo que antes adoró, fue cuando las circunstancias le obligaron a adoptar +una resolución que fijara definitivamente el sentido y la norma de su +vida. + +El conflicto se le presentó entonces bajo la forma de un dilema +inflexible. Romper con el pasado, o borrar de su porvenir la esperanza. +Confesar el error franca y honradamente, o seguir siendo sacerdote de un +ideal en que ya no creía. Ser un farsante despreciable a sus propios +ojos, o un renegado para el mundo, porque la sociedad transige con todas +las deserciones y todas las apostasías, pero no tiene piedad para la +abjuración del clérigo. Abjurar, o resignarse. + +Lo primero sería aventurarse a la lucha contra el mundo; lo segundo, +envilecerse. ¿Hasta dónde podían precipitarle las consecuencias de una +abjuración? Era imposible calcularlo. Nadie debe echar cuentas sobre la +maldad humana. ¿A qué grado de bajeza moral le arrastraría la abdicación +de su propia dignidad? Ya se lo había dicho la duquesa: tenía que +confesar a Josefina. + +¡Confesar a la mujer que amaba! Es decir, emplear en provecho puramente +humano y egoísta el prestigio de la Religión. Valerse de la autoridad +del sacerdote para escudriñar un corazón que como amante no podía +sondar, utilizando su sagrada investidura en sorprender los secretos que +le estaban vedados como hombre. + +Otro cualquiera podría estrechar entre sus brazos la gentil figura de la +niña, arrodillarse a sus pies, aproximar los labios a su oído, +estremecer su alma con palabras de amor, y sorprender sus dudas +virginales ingenuamente dichas, envueltas en pecadillos cometidos con +algo de malicia, y revelados más con el rubor que con la frase. Pero él +habría de lograrlo por otros medios. Ella tendría que venir a buscarle, +como penitente, entre la oscura lobreguez de un templo, al triste y +fatigoso resplandor de los amarillentos cirios; caería de rodillas a sus +pies, y le hablaría avergonzada a través de tupida y mugrienta celosía, +oculto el rostro con el espeso velo y acobardado el ánimo por el terror +religioso. Las palabras saldrían de su boca indiferentes o medrosas, y +él, que debía escucharlas como ministro de Dios, se embriagaría con +ellas, aspirando el grato aroma del fruto prohibido. Los labios de la +mujer quedarían detenidos ante la rejilla de madera; pero su aliento, +penetrando en los oídos de amante, le agitaría el cerebro con una +conmoción nerviosa, fingiéndole las ardientes caricias de la tierra +cuando debía pensar en las dulzuras inefables del cielo. + +Su alma sufriría dos tormentos en un solo suplicio, deseando como +enamorado lo que le mancillaba como sacerdote. El corazón y la +conciencia libraban en su espíritu el mismo combate que antes riñeron la +fe y la duda; pero el desenlace no podía ser igual. Sus creencias habían +ido muriendo lentamente, día tras día, hora tras hora, como plantas +creadas en la vida artificial y falsa de una estufa que de repente se +sacan a la abrasada luz del sol y al frío azote de los vientos. Su +corazón había de ser vencido por un imperativo de la voluntad, y su amor +extirpado cruelmente como raíz que se arranca de cuajo con violenta +mano. + +El problema aparecía a sus ojos cada vez más claro, irresoluble siempre. +No basta al hombre querer vencerse: es necesario que le dejen en +condiciones de hacerlo. Pero Lázaro era de esos seres extraordinarios en +quienes es virtud la intransigencia, porque, firmes en la moral de su +derecho y lógicos consigo mismos, someten la voluntad a la razón, +prefiriendo antes la propia estima que la hipócrita y baja transacción +con el error ajeno. + + + + +XIII. + + +Cerró la noche lluviosa y triste. Por los balcones del palacio de los +duques empezaron a divisarse, tendidas en doble fila a lo largo de las +calles, luces de gas temblorosas y amarillentas, que se reflejaban como +en un espejo en las húmedas losas de las aceras. Los caballetes de los +tejados, las buhardillas, las chimeneas, destacaban las líneas de sus +macizas sombras, bruscamente interrumpidas y dominadas por los negros +contornos de las altas torres de los templos. En alguna ventana se veía +lucir tras los vidrios mojados la pálida llama de una lámpara, y por +cima de los edificios notaba esa claridad indecisa que anuncia desde +lejos el asiento de las grandes ciudades. Las calles estaban enlodadas, +los jardinillos de las plazas encharcados con el continuo gotear de las +ramas de los árboles, cuyas hojas aparecían como barnizadas por la +lluvia. El rodar de los coches y el chocar de los herrados cascos sobre +el piso desigual y duro, formaban un ruido monótono, constante, que +rasgaban de improviso los gritos de los vendedores, los pitos de los +tranvías o las agrias notas de alguna murga que, refugiada en un portal, +daba tormento a sus instrumentos de cobre enfundados en sacos de +percalina negra. En las puertas y sobre las muestras de las tiendas +brillaban los reverberos o las bombas, proyectando resplandores +enérgicos que se derramaban profusamente en los escaparates llenos de +sedas, objetos de nikel, cueros labrados, fotografías, frascos, +botellas, estuches, corbatas, joyas, libros y cuanto el trabajo produce +para que lo consuman las necesidades o la vanidad humana. Bajo los +faroles, al borde del arroyo, las chulas y los granujas voceaban +periódicos y décimos de lotería. Al atravesar de unas a otras aceras, +las mujeres se levantaban la falda, más cuidadosas algunas de enseñar el +pié que de resguardar los bajos. En las esquinas inmediatas a los +talleres de modistas esperaban los estudiantes y los viejos verdes, +acariciando en el bolsillo los billetes para ver una pieza en Eslava, o +las entradas de favor para bailar en _La Sutil_. Ante las iglesias, +cuyas campanas tañían sin poder sofocar los ruidos de las calles, +esperaban el fin de la novena las berlinas de las grandes damas con los +caballos engallados y los cocheros cubiertos de largos impermeables. +Por todas partes reinaba la agitación confusa, animada, casi febril, que +forman el continuo vaivén de los que vuelven de paseo o salen del +trabajo con los que no hacen nada, yendo de un lado para otro, como +seguros de tropezar alguna vez con la fortuna sin preocuparse de +buscarla. + +Lázaro, apoyados los codos en el antepecho de una ventana de su cuarto, +y hundido el rostro entre las palmas de las manos, sentía llegar hasta +su oído por cima de las enramadas del jardín el rumor sordo y constante +que se alza de la villa y corte en las primeras horas de la noche; rumor +semejante al ronco y prolongado rugir de una fiera que se estira y se +espereza antes de tumbarse a dormir. + +Escuchando aquellas voces engendradas por el movimiento y la actividad +de la vida moderna, pensaba que en el ancho seno de la villa, tras cada +balcón, en cada casa, al resplandor de cada luz, al volver de cada +esquina, habría quien padeciese torturado por propias y punzantes penas; +pero que nadie sufriría un dolor tan hondo y acerbo como el suyo. + +Era llegado el momento de poner por obra su firme y decidido propósito. +Había sonado la hora de abandonar para siempre aquella casa, y antes de +dejarla quería abarcarlo, condensarlo todo por última vez en una +despedida que grabase en su memoria los rasgos indelebles de cuanto allí +le había rodeado mientras vivió cerca de ella. + +Miró al jardín. Entre las ramas de los tilos vio brillar, lavados por la +lluvia, los cristales de la estufa, donde tantas veces hablaron de cosas +indiferentes que ahora le parecían dignas de recuerdo eterno. Hacia la +izquierda de la enorme adelfa que extendía como múltiples brazos sus +ramas cargadas de flores, estaban las sillas y la mesita de hierro, +junto a las que la espió tantas veces, bordando ella, devorándola él con +las pupilas dilatadas, mientras el airecillo juguetón levantaba la +flotante bata de la niña hasta descubrir su primoroso pié, o desprendía +del talle el pañuelo de finísimo estambre. Un poco más lejos estaban, +reunidos en un solo plantío, erguidos sobre sus esbeltos troncos, los +rosales de la Malmaison y Alejandría, que Josefina cuidaba para +engalanarse luego con las rosas que ella misma había regado. Todo +pronunciaba su nombre, y, por extraña casualidad, el único balcón en que +había luz era el suyo. + +Una idea imprudente, avivada por un deseo incontrastable, se apoderó +entonces de Lázaro. Quiso, antes de partir, ver el cuarto de Josefina, +tender la mirada sobre cuanto la pertenecía, tocar lo que ella tocaba, +vivir un instante en el sagrado recinto que cobijaba su sueño, y +recoger, tal vez con la imaginación extraviada, el eco de alguna +palabra de amor perdida entre los cortinajes del lecho virginal. Quería +llegar hasta el santuario del único ídolo en que siempre había de creer, +porque era el solo a que no podía tocar. + +Eran más de las diez de la noche, y los duques, que se habían marchado +con su hija a la ópera, no volverían probablemente hasta muy tarde. El +jardín estaba oscuro, desierto; no se percibían más ruidos que el caer +continuo de la lluvia sobre los enarenados paseos y las alegres +risotadas de la murmuración de la servidumbre que comía reunida en una +cocina de la planta baja. + +Lázaro, conociendo que tenía el campo libre y seguro, se aventuró a +satisfacer su capricho. Bajó al jardín, lo atravesó andando casi de +puntillas, y subió desde el vestíbulo a las habitaciones de los duques, +llevando las manos delante, como quien se arriesga a oscuras y sin guía +por un terreno poco conocido. El rumor de sus pasos quedaba apagado por +la tira de tupida alfombra extendida a lo largo de los corredores. Al +final de uno de ellos, el punto luminoso que brillaba en el ojo de una +cerradura le indicó el cuarto de Josefina. Avanzando entonces +confiadamente, posó la mano temblorosa sobre el pasador de la puerta, y, +seguro de la impunidad de su osadía, abrió de pronto. + +Una lámpara olvidada sobre la chimenea de mármol blanco esparcía tenues +resplandores, filtrados a través de una bomba de cristal esmerilado, +que, reproduciéndose en la luna de un gran espejo, duplicaba la imagen +de la luz sin aumentar la claridad. En el centro de un veladorcito de +ébano, cubierto por un tapete de seda con flecos de colores vivísimos, +había un joyero de porcelana vieja de Sevres, y en el cóncavo de su copa +varias horquillas, una sortija y una estrecha cinta tejida con raso de +dos tonos, rosa y blanco. Tirado sobre la larga silla de reposo había un +traje de calle con sus menudos tableados de seda, sus volantitos +estrechos y sus largos lazos anudados como al descuido. Los frasquitos +de perfumes y los acericos de encaje estaban desordenados en el tocador; +y en la ancha jofaina de blanca porcelana, el agua conservaba todavía +las blancas espumas y las irisadas burbujas del jabón. Caído al pié de +una silla había un peinador de batista, y medio ocultas por sus huecos +pliegues unas botitas de raso negro con pespuntes blancos. Puesto en el +borde de una mesilla que sostenía algunos libros ricamente +encuadernados, se veía un espejo de mano con mango de marfil. Era el +amigo más íntimo, el abogado consultor de la niña, el que decidía sin +apelación del efecto de los peinados. Un poco más allá de las columnas +que separaban el gabinete de la alcoba, estaba la cama con las cortinas +cerradas y caídas, como se oculta tras un velo sagrado el ara de una +diosa. En la penumbra de un rincón se alzaba un mueblecito maqueado, con +sus flores de nácar y sus cajoncitos entreabiertos, dejando caer hacia +fuera algún trozo de encaje, alguna madeja de estambre. El atril del +piano sostenía un grueso y manoseado tomo de melodías de Schubert, y de +uno de sus candelabros colgaba, suspendido por el elástico de goma, un +precioso sombrerillo de raso pálido, con plumas coquetamente rizadas y +anchas cintas de seda algo ajadas en el sitio donde se formaba el lazo. +Delante del balcón había una jardinera con flores de trapo +admirablemente fingidas, y en su centro se alzaba una jaula, cárcel de +dorados alambres, donde, oculta la cabecita bajo el ala, dormía un +canario de Holanda, su mejor amigo, casi el rival del espejito de +marfil. + +La luz tranquila, que caía como una caricia sobre cuanto iluminaba, +parecía hacer visibles a los ojos del espíritu el silencio y la soledad +de aquella estancia, y ese excitante aroma desprendido de cuanto usa la +mujer hermosa y limpia impregnaba la atmósfera de efluvios como formados +con emanaciones de flores extrañas y aliento de bellezas soñadas. Había +allí algo poéticamente sensual, cuya influencia era tanto mayor cuanto +más puro era su origen. + +Lázaro tendió la vista en torno suyo, aspirando con fuerza aquel +ambiente embriagador, cual si quisiera asimilarse algo de lo que la +pertenecía. El espíritu y la materia, lo casto y lo lascivo, le hablaban +embargando su alma y sus sentidos. Cada objeto le decía una frase, de +cada observación brotaba un deseo, y a lo más puro sucedía lo más +humano. Unas cosas engendraban sentimientos dulces y tranquilos que +confundían el amor con la adoración: otras hacían surgir tercos e +insaciables los lascivos impulsos de la carne. Sus ojos lo escudriñaron +todo. + +--«Aquí se viste.... aquí vive.... aquí se peina.... aquí duerme.... +aquí sueña!.... En esa almohada reclina su cabeza.... este armario +guarda sus secretos.... aquél es el perfume en que humedece sus rizos. +Allí están la imagen a quien reza la plegaria cortada por el sueño, y +las sábanas a cuyo frío contacto se estremece su divino cuerpo.» + +En su cerebro, extraviado por la plétora de vida, empezaron a dibujarse +las exigencias de un nuevo deseo. Sintió algo parecido a los primeros +vapores de la embriaguez. Quería esconderse, esperarla, escuchar cómo se +acercaba desde lejos el coche que la traía, oír el ruido de sus pasos, +el crujir de su falda en las salas contiguas, y verla entrar por fin, +como presa ofrecida al apetito brutal de sus sentidos. + +De pronto alzó los ojos, y en la luna del espejo vio reproducida su +figura sombría y triste como una nota discordante con cuanto le rodeaba. +Su sotana era una mancha negra caída sobre la clara alfombra, los rasos +y las sedas de brillantes tonos. Parecía una mortaja tirada sobre un +macizo de flores. La mirada del hombre se cruzó con la de la imagen +reflejada, y sus propias pupilas le preguntaron asombradas con mudo y +terrible lenguaje: + +--«¿Qué haces aquí? El ciego debe ignorar que hay sol. El paraíso no +existe para el réprobo. Para ti no hay amor.» + +La voluntad sofocó el grito de la imaginación, tantas veces culpable a +despecho de la conciencia, y Lázaro salió de aquél cuarto para tornar al +suyo, como quien vuelve de los encantos de un sueño al rudo contacto de +la realidad. + + + + +XIV. + + +Se encerró cual si tuviera miedo, atrancó cuidadosamente el balcón, y +sin hacer ruido fue alzando la trampa que ocultaba el hogar de su +chimenea. + +A duras penas, con un mal cuchillo, hizo astillas la peana en que se +sostenía la santa imagen puesta a la cabecera de la cama, colocó en el +hogar los pedacitos de madera carcomida, y en torno suyo fue agrupando, +apoyándolos sobre las tapas mugrientas y sobadas, los libros de rezo, +las obras sagradas, los accesorios de sus trajes sacerdotales, los +alzacuellos, los rosarios, todo lo que podía recordarle aquel pasado que +hubiera querido aniquilar de un solo golpe. Arrancó después algunas +hojas de un breviario, retorciéndolas tranquilamente entre las manos, y +sin vacilar un punto, impasible, sereno, las encendió en la lámpara, +prendiendo con ellas los combustibles hacinados. + +Una llama pálida lo rodeó todo; enrojeciéronse rápidamente las astillas; +las voraces y azuladas lenguas de fuego atacaron las compactas páginas +de los libros, y a los pocos momentos, una llamarada de resplandores +vivísimos iluminó el cuarto, ofuscando la apacible luz de la lámpara, y +proyectando una siniestra claridad de incendio sobre la figura de +Lázaro. Todo ardía. Los cantos de los tomos parecían haces de aristas +encendidas, cada hoja era una línea, y unas caían sobre otras, +torciéndose, quebrándose, hasta romperse como gavillas abrasadas. Los +pliegos sueltos ardían rápidamente consumidos a un solo embate de la +llama, y en su lugar quedaba una película negra, ingrávida, escrita con +caracteres de fuego, que se iban extinguiendo poco a poco. Las chispas +rodaban sobre los volúmenes hasta hacer presa en ellos, y sus puntos +rojizos, agitándose como larvas ardientes, roían las hojas antes que se +cebara en ellas la enfurecida llama. Las tapas y las cubiertas empezaban +a retorcerse. Los pergaminos se abarquillaron, crujiendo y chasqueando, +y las pavesas, absorbidas del foco de la hoguera, volaban envueltas en +una nube de humo hasta desaparecer por el cañón de la chimenea. + +¡Cuánto hubiera dado Lázaro por trocar en cosa tangible su memoria, para +destruirla también! Cuando el hombre abjura de sus errores, debía tener +el derecho de olvidarlos. + +En el hogar, momentos antes encendido, no quedó de allí a poco más que +un montoncillo de cenizas, y envueltos entre su tibio rescoldo se veían +relucir los broches de un libro de horas, y los alambres del metálico +engarce de un rosario. + +El sacrificio estaba consumado. La conciencia de Lázaro se resistió +siempre a darle el nombre de apostasía. + +Entonces vinieron a consolarle esas ficciones engañosas que uno se forja +en las grandes amarguras de la vida, falsas esperanzas que no han +germinado al calor de la ilusión o del deseo, sino que llegan con paso +tardo y torpe, rebeldes a la voluntad que las evoca: entonces los +recuerdos tomaron formas de esperanzas, y no concebidas fríamente por el +cerebro, sino brotadas del fondo de su corazón, Lázaro sintió llegar a +los labios una idea que se tradujo en una palabra amorosamente +pronunciada. Todo su porvenir estaba condensado en ella. + +«¡La aldea!» + +A la mañana siguiente el barro del jardín guardaba impresas todavía las +huellas de Lázaro, indicando el sitio donde había escalado la verja para +huir, como un ladrón, de aquella casa, donde era tenido casi por un +santo. + + + + +XV. + + +Salió de la corte en un tren mixto, que se arrastraba torpemente como +reptil enorme condenado a recorrer siempre el mismo camino, saludando +con silbidos estridentes los mismos lugares, deteniéndose ante los +mismos sitios, hasta que al cabo de veinte horas de viaje llegó a la +estación más cercana a su pueblo, para ir al cual había de atravesar una +dilatada llanura, a cuya extensión ponían límite varias colinas que se +divisaban a larga distancia, veladas por flotantes brumas. + +Alzábase cerca de la estación una venta con honores de posada, y junto a +su puerta, sentados en torno de dos mesillas mugrientas e inseguras +cubiertas de jarrillos de vino, bebían y vociferaban hasta media docena +de arrieros y zagales. Lázaro cruzó ante ellos sin detenerse, pidió +albergue, ajustó una mula para ir hasta su pueblo al otro día, y, +encerrándose en un estrecho cuarto, se dispuso a pasar la noche. + +Caía la tarde. Por la ancha ventana que iluminaba la habitación se +distinguían a lo lejos, oscureciendo con sus enormes sombras la incierta +luz crepuscular, los picos de la vecina sierra envueltos entre vapores +débilmente violados y azules. En primer término, las tapias llenas de +carteles de colores y las vallas de la estación dibujaban con líneas de +intenso negro sus contornos. Los rails, abrillantados por el continuo +roce de las ruedas, se alejaban hasta perderse en la revuelta de una +curva. El polvillo del carbón oscurecía la tierra, marcando las huellas +de los carros, y a unos trescientos metros de donde paraban los trenes, +indicando la entrada en agujas, empezaban a brillar los farolillos rojos +y las señales de la vía. + +Frente de la ventana, a regular distancia del corralón de la posada, +contrastando su fábrica de piedra con el maderaje y los tablones de que +estaba formada la estación, había un edificio, rico en otro tiempo, a la +sazón ruinoso, pobre, y sobre todo triste, como si su inerte mole fuera +capaz de presentir la grandeza del rival que allí cerca y en pocas +semanas alzaron unos cuantos hombres. Era una antigua iglesia, +reconstruida sin criterio fijo, restaurada muchas veces, y que hasta en +los más pequeños detalles acusaba gustos de distintas épocas o caprichos +de los piadosos donantes que facilitaron fondos con que sostener en pié +aquella amalgama en que parecían haber tomado cuerpo los desvaríos de un +arquitecto loco. + +Todo el que dio dinero para la obra imprimió en ella algo de su capricho +o su ignorancia. Tenía rejas del Renacimiento, adaptadas a huecos +ojivales; vanos trazados sin tener en cuenta la ponderación de las +fuerzas, masas aglomeradas donde faltaba resistencia. Hasta la +Naturaleza, a veces caprichosa, había añadido un sarcasmo a tanta burla, +dejando brotar en la cornisa y enlazarse con las labores de la alta +crestería, muchas de esas florecillas de un amarillo sucio que crecen en +la frente de las ruinas como coronas funerarias puestas por el tiempo +sobre aquello mismo que destruye. + +Daba acceso al edificio un arco gótico de relieves esculturales, con +santos puestos en mensulillas esculpidas, cubiertos por doseletes +calados, decorados con profusión, pero desconchados y rotos. No quedaba +apóstol sano, ni evangelista entero, ni virgen intacta, ni mártir +respetado por las salvajes pedradas de los chicos. Los báculos, las +mitras, los atributos y animales simbólicos estaban horriblemente +mutilados; dos o tres Padres de la Iglesia estaban desnarigados. + +Lázaro, puestos los codos en el antepecho de la ventana y apoyado el +rostro entre las manos, miraba distraído las bandadas de pájaros que, +volando sesgadamente en torno de la vieja techumbre, venían a guarecerse +en los intersticios de las tejas, y sentía que, tan rápidas como ellos, +pero menos alegres, sus reflexiones iban trayéndole a la mente, en +invasión desordenada, revueltas con las tenaces preguntas de la +conciencia, las inseguras disculpas de la razón; y al par que cada +pensamiento le mostraba sus ilusiones muertas para siempre, en nada +descubría apoyo de consuelos presentes o vislumbre de esperanzas +futuras. + +--Todo ha concluido. ¿He hecho bien? ¿He hecho mal? ¿Por qué no +experimento la dulzura inefable que dejan las resoluciones honradas? Me +he vencido: mi voluntad, domando los impulsos torpes, ha preferido a la +hipocresía la sinceridad. Si cuanto creí era falso, mi alma se hubiera +corrompido al contacto de la mentira; si era cierto, la oración se +habría manchado al pasar por los labios del impío. Tan despreciable es a +mis ojos el incrédulo que finge devoción, cuanto es infame el creyente +que blasfema de lo que tiene por santo. No quise que la duda me +arrastrase al cinismo. He aceptado la desdicha por no doblegarme al +envilecimiento, y, huyendo de reconocerme perjuro, he parado en ser +apóstata. He sido para la fe soldado leal y amante sin falsía; al dejar +de amarla no he querido mentirla, que el corazón luego desprecia lo que +prostituye. Plegaria que la vacilación suspende, frase de cariño que con +el pensamiento se aquilata, ni entrañan fervor, ni acusan sentimiento. +La religión y la mujer quieren al hombre todo entero: una para creer, +nos ciega; otra para amar, nos ofusca: ambas transigen con el olvido +antes que con la indiferencia, y para ellas en el menor desfallecimiento +hay perjurio, en la más pequeña falta de entusiasmo hay engaño. + +Ya no volveré a verla. Creyente o renegado, no debe existir para mí. +Emblema vivo de la dicha, la he visto y la he sentido gozando, masque +por la contemplación de su hermosura, con los presentimientos en que el +alma adivinaba las dichas que pudiera darme. Y hoy, negada para la +realidad, imposible para el logro, aún creo que puede ser eterna para la +esperanza, cual si en mi ser se acrisolara lo que de terrenal me +inspira, hasta trasformarse y fundirse el deseo del cuerpo en aspiración +del alma. Su frente, que nunca habrá de reclinar sobre mi hombro; su +boca, que mis labios no besarán jamás; el brillo intenso y profundo de +sus pupilas negras, todo lo que sin haber llegado a conseguir juzgo +perdido, me parece infamemente arrebatado al empezar a poseerlo. +Recuerdo como pronunciadas las palabras que soñé para dichas por ella +junto a mi oído; la imaginación se finge las amorosas respuestas, la +memoria quiere engañarse a sabiendas, y los antojos de la fantasía se +confunden con las reminiscencias de la realidad.... Ya no tendré +estímulo para el bien, ni energía contra el mal. Ser algo por amor suyo +me hubiera quizá impelido a serlo todo; ambicionar lejos de ella, es +caminar sin término, pensar sin juicio, tender el vuelo a los espacios +sin que la mente sepa dónde ha de hallar descanso la esperanza. + +Así pensaba Lázaro, absorbido por sus cavilaciones, mientras la trémula +claridad de los últimos instantes de la tarde iba dejando libre el paso +en la atmósfera a las primeras sombras de la noche. Las formas de las +cosas se desvanecían, perdidas poco a poco en la incertidumbre de la +naciente oscuridad, y los contornos de árboles, caseríos, lomas y +plantíos iban desvaneciéndose, permitiendo apenas destacar sus negras +masas entre los espirantes resplandores del día. + +Entonces, hendiendo el aire pausada y dulcemente, llegó hasta los oídos +del cura el tembloroso tañer de una campana, cuyas voces debilitaba la +distancia, confundiendo con sus propios sonidos las huecas repeticiones +de los ecos. + +--¡La oración! dijo Lázaro. ¡Si pudiera rezar! + +Se levantó movido de secreto impulso, bajó al zaguán, salió hasta el +campo, y como quien no pierde por la precipitación idea del sitio donde +va, cruzando tierras sembradas, se fue hacia la iglesia que desde la +ventana de su cuarto había visto. + +Llegó hasta ella rendido y sin aliento, que el bien, aunque sea fingido, +cuesta caro, y parándose primero ante la puerta cerrada del templo, +rodeó después el edificio a grandes pasos, buscando inútilmente entrada +franca para la casa de Dios. Mas hallándolo todo inútil a su empeño, +vino a dar junto a una casuca estrecha, miserable, contigua a la +iglesia, unida a ella por las tapias de un huerto, y que parecía ser +morada del cura que cuidase el sagrado edificio. + +Avanzó resuelto, y cogiendo con mano trémula el aldabón de hierro que +pendía de la puerta, dio un recio golpe, que, retumbando en la desierta +nave de la iglesia, fue devuelto en seguida por los ecos más prolongado +y más nutrido. Entonces los pájaros cobijados entre las hendeduras de +los sillares desquiciados, en los relieves de los frisos, en las +estatuillas de piedra y las hojarascas de granito, se alzaron en medroso +enjambre, yendo fugitivos y asustados a perderse en la altura o a +refugiarse rastreando por los cercanos trigos. + +--Así han huido, se dijo Lázaro, mis esperanzas; pero estas aves +tornarán al nido antes que la noche cierre, y las ilusiones no volverán +jamás al alma mía. + +Nadie contestó al golpe. El edificio estaba abandonado y mudo. La +campana cuyos tañidos llegaron hasta Lázaro, era la que en la estación +servía para marcar las horas del trabajo. + +De allí a poco rasgó los aires el pito de una locomotora que venía +lejana, y confundidos con su penetrante silbido empezaron a escucharse +cercanos los alegres cantares de los obreros que volvían de su ruda +tarea. + +Era inútil rezar. A un lado estaban la soledad, el egoísmo indiferente +de todo lo que se siente morir, la puerta del templo cerrada para +siempre; al otro lado bullían y se agitaban los símbolos del porvenir, +de la esperanza y de la vida. + +La Iglesia es como esas queridas desdeñosas que nunca vuelven a recibir +entre sus brazos al que una vez se aparta de ellas. + +Lázaro se volvió pensativo a la posada. Había comprendido aquella +coincidencia extraña que le dio clara idea de su situación. + +Al entrar en la venta vio, iluminados por la rojiza llama del hogar y +las amarillentas luces de un velón, los arrieros y mozos de muías que +descansaban en torno de la lumbre, jugando con barajas abarquilladas y +sebosas, apurando vasos de vino. + +Otros más descuidados o menos resistentes al trajinar del día, dormían +a pierna suelta encima de los arcones de la cebada y tumbados sobre las +mantas y albardas de las bestias. + +Lázaro los contempló un instante, y pensó que el sueño del ignorante +suele ser, por una injusticia que subleva, más sosegado y tranquilo que +el del justo. + + + + +XVI. + + +Por un camino real que atraviesa los campos de Castilla rayanos con +Andalucía, jinete en una mula parda, mal esquilada y sucia, va un hombre +joven y de hermosas facciones, pero ojeroso, triste, pálido, callado, +dejando al animal que arregle a su capricho el paso, sin hostigarle con +espuela ni palo. + +En el cielo, de un azul purísimo, no flota la más ligera nube. El aire, +diáfano y trasparente, permite ver a grandes distancias las formas de +las cosas, y el humo que se escapa de alguna choza perdida en la +llanura, sube vertical y tranquilo a desvanecerse en la límpida +atmósfera, sin que el más tenue soplo le conmueva. Algún ventorrillo, +con su rama seca colgada, ante el portón, ofrece de trecho en trecho al +caminante el cochifrito o el tasajo, compañeros del vino, y a lo lejos +se extiende hasta perderse la blanca cinta del polvo de la carretera, +manchada sólo por los excrementos de las bestias, o hendida por las +pesadas llantas de los carros. Dilátanse a uno y otro lado las estrechas +paralelas de los surcos cubiertas por mieses amarillentas o verdosas, y +esmaltando el gris oscuro de los secos terrones, crecen profusamente las +encendidas amapolas, los azulejos pálidos y las margaritas de botón de +oro. En las cunetas del camino, junto a los montones de guijo y pedernal +recién labrado, se arraigan los punzantes cardos, y rastreando entre +los trigos, hurtando fuerza a las cañas y peso a las espigas, se +extienden las tenaces gramas. El sol brilla con fuerza, recortando +enérgicamente las sombras, y el aire, impregnado de rústicos aromas, +apenas consigue agitar las hierbecillas sedientas del agua de los +cielos. Todo está seco; en cuanto alcanza la mirada no hay una noria, ni +un árbol, ni una fuente. Como flotantes en el ancho espacio, se oyen +sonidos que la distancia debilita: el campanilleo tembloroso del andar +de la recua, el cántico semisalvaje del gañán, o el cansado voltear de +alguna esquila de torre perdida en la soledad de la planicie.... + +La mula seguía su trote acompasado y lento, dejando tras sí lo que dejan +todas las cosas de la vida: polvo que se alzaba en el aire, dilatando un +instante la nube sucia de sus átomos, para volver al sitio de donde +procedía. + +Las horas pasaban; a unos campos sucedían otros monótonamente iguales, +repitiéndose sin cesar los accidentes del terreno, pareciéndose siempre +en algo los caseríos, las granjas, los rediles vacíos, mientras sobre +las lomas o en los cerros se divisaban, como puntos inquietos blancos y +negros, las ovejas y cabras que corrían acosadas por los celosos perros. + +Íbanse poco a poco destacando del fondo luminoso del cielo los ángulos +rectos y los cortes bruscos de las casas de las aldeas, con sus tapias +de tierra y sus paredes de cascote, dominadas desde lo alto del monte +por la ermita, en torno de cuyo viejo campanario volaban las bulliciosas +y alegres golondrinas. Entonces Lázaro forzaba el trote de su +cabalgadura, y llegando a la plaza del lugar, lo atravesaba rápidamente, +sin reparar en las mujeres puercas y los chicuelos harapientos que le +miraban, curiosos y asombrados, desde las ventanas y los umbrales de +las puertas. + +En una revuelta vio de repente una sombra oscura, grande y extendida +sóbrela blancura del camino: aquella mancha se movía, avanzando +lentamente en dirección contraría a la que él llevaba, y entre su masa +compacta brillaban a intervalos algunos puntos luminosos. Parecía una +serpiente colosal de enormes escamas heridas por los rayos del sol, y +seguida de una tenue nubecilla de polvo. Lázaro la dejó acercarse, +parado en lo alto de un repecho, y al cabo de unos cuantos minutos vio +clara, distintamente, lo que en un principio miró sin acertar qué era. + +A pié, despedazados los trajes, roto el calzado, o desnudas y +ensangrentadas las callosas plantas, casi sin ropa que mal cubriera su +desnudez de día y en la noche les aliviara del frío, atados entre sí y +alguno sujeto por los codos, venían hasta diez y seis o veinte hombres. +Era una cadena de eslabones humanos brutalmente ensartados; _gente +forjada del Rey que iba a las galeras_; una cuerda de presos. En torno +suyo caminaban custodiándoles, sable en mano o arma al brazo, unos +cuantos soldados. Lo que Lázaro había visto brillar en lontananza eran +los hierros de las bayonetas. + +Allí iban retratadas, si no juntas realmente, al menos visibles para la +imaginación, todas las miserias humanas: el que mató por odio; el que +hirió por venganza; el que robó por codicia; el que hurtó por hambre; el +que delinquió por flaqueza; el que pecó por vicio: aquél a quien +pervirtió la mala educación; aquél a quien la herencia de la viciada +sangre hizo rabiosos los sentidos, y el de brutal naturaleza que dejó al +instinto sobreponerse a la razón: juntos estaban el que holló la moral +desconociéndola, y el que hizo mofa de ella desestimando su valía: +atados a la par iban el avaro convertido en ladrón por la idolatría del +oro, y el pródigo trocado en criminal por el desprecio de todas las +riquezas: codo con codo, sujetos uno a otro, andaban el que delinquió +contra la sociedad creyendo honrar a la virtud y el que hizo escarnio de +lo bueno por asegurar lo útil: caminando unidos, avasallados por la +misma tristeza, iban el que fue malo por fanático y el que dejó de ser +justo por incrédulo: llagas en los tobillos y heridas en las manos +llevaban igualmente quien faltó a la ley por no tener, y quien la violó +para tener más: con grillos y esposas estaban sujetos, todos respirando +venganzas, invocando auxilios, premeditando fugas, distintamente +animados por el arrepentimiento o el rencor, pero sin que uno solo se +eximiera de la pesadumbre y la vergüenza. + +--Son los hijos de la pobreza y la ignorancia, pensó Lázaro; la ley de +la Naturaleza es la vida; la ley del hombre es el dolor. + +Su alma sufrió una sacudida horrible: la trasformación que venía +realizándose en su espíritu se completó en aquel momento, y la +metamorfosis que convierte en amor al prójimo el feroz egoísmo de la fe, +quedó cumplida. Ser bueno para sí es lo propio del débil; en ser justo +para los demás están la sabiduría y la grandeza. + +Cuando estaba resuelto a sepultarse para siempre en la soledad y el +olvido de su pueblo, unos cuantos miserables que la sociedad expulsaba +de su seno, amputados como miembros podridos, le dieron a entender que +si la fe puede morir, el amor a la humanidad es inmortal. Y aquella +pobre criatura, el ateo capaz de conmoverse viendo rezar a un niño, el +que sin creer en la amistad se hubiera sacrificado por un amigo, el que +al renegar de la pasión lo había sacrificado todo al respeto de la mujer +amada, el que no esperando agradecimiento hubiera dado a hurtadillas la +limosna, dejó caer sobre el pecho la cabeza, y lloró solo una lágrima, +acre, amarga, como saturada de todos los infortunios de la tierra, y +alzando luego el rostro, de cara al sol, inspirado por algo superior a +sí mismo, dio vuelta a la mula, guiándola hacia la corte, para lanzarse +en el torbellino de la vida moderna, sin más creencias que la pasión del +bien ni más fe que la de un porvenir mejor. + +--Nadie tiene derecho, se dijo, a convertir el escepticismo en inacción. +Mientras en el mundo suene una queja engendrada por el egoísmo y la +injusticia, quien se precie de bueno debe luchar hasta morir, que para +caer herido en defensa de lo santo no hace falta creer: basta amar. En +la misma dirección, pero a larga distancia, fueron perdiéndose entre +dos remolinos de polvo, grande uno, imperceptible otro, los presidiarios +y el jinete. + +¿Fue su alto y leal propósito a perderse en la inmensa vorágine de los +opuestos intereses del mundo? ¿Cayó como granizo que se derrite al ardor +impuro de la tierra, o gota de lluvia que en el mar se confunde sin +alterar la muchedumbre de sus olas? ¿Fue hierro candente sumergido en el +agua que chasquea y se queja pero al fin se enfría, o se desvaneció como +el último eco de la onda sonora que desparrama su vibración en el +espacio? ¿Fue, tal vez, como el grano de trigo que el viento orea en la +parva y cae en el montón predestinado a la fecunda siembra? ¡Quién sabe! +Pero aquél espíritu sin esperanza, destrozado y muerto por la lucha del +sentimiento que le impulsaba a creer, con la razón que le arrastraba a +dudar, debió escuchar una voz misteriosa que, como Cristo al hermano de +Marta y María, le arrancó del seno de las tinieblas y la muerte +murmurando en su oído: + +--_Lázaro, ven fuera_. + + * * * * * + + +NOTAS: + +[1] Epist. de San Pablo a los hebreos, cap. II, vers. I. + +[2] Evang. de San Lucas, cap. xi, vers. 46. + + + +***END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK LáZARO*** + + +******* This file should be named 26506-8.txt or 26506-8.zip ******* + + +This and all associated files of various formats will be found in: +http://www.gutenberg.org/dirs/2/6/5/0/26506 + + + +Updated editions will replace the previous one--the old editions +will be renamed. + +Creating the works from public domain print editions means that no +one owns a United States copyright in these works, so the Foundation +(and you!) can copy and distribute it in the United States without +permission and without paying copyright royalties. Special rules, +set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to +copying and distributing Project Gutenberg-tm electronic works to +protect the PROJECT GUTENBERG-tm concept and trademark. 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You may copy it, give it away or +re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included +with this eBook or online at <a href = "http://www.gutenberg.org">www.gutenberg.org</a></pre> +<p>Title: Lázaro</p> +<p> casi novela</p> +<p>Author: Jacinto Octavio Picón</p> +<p>Release Date: September 1, 2008 [eBook #26506]</p> +<p>Language: Spanish</p> +<p>Character set encoding: ISO-8859-1</p> +<p>***START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK LáZARO***</p> +<h3>E-text prepared by Chuck Greif<br /> + and the Project Gutenberg Online Distributed Proofreading Team<br /> + at DP Europe (http://dp.rastko.net)</h3> +<hr class="full" /> + +<h1 class="top15">LÁZARO</h1> + +<p class="c">CASI NOVELA</p> + +<p class="c">por</p> + +<h2>JACINTO OCTAVIO PICÓN</h2> + +<p class="c top15">SEVILLA</p> + +<p class="c">LIBRERÍA DE HIJOS DE FE</p> + +<p class="c">Sierpes, núm. 104</p> + +<p class="c">1882</p> + +<p class="c">MADRID: 1882.—Imp. de D.A.P. Dubrull, Flor Baja, 22</p> +<hr class="top15" /> + +<p class="quot"> +<i>Porque es necesario que esto corruptible<br /> +se vista de incorruptibilidad: y esto<br /> +que es mortal se vista de inmortalidad.</i></p> +<p class="r">(<span class="smcap">San Pablo</span>: Epist. <span class="smcap">i</span>. I. a los corintios,<br /> +cap. <span class="smcap">xv</span>, vers. 53.)</p> +<hr /> + +<table summary="toc" cellpadding="0" cellspacing="0"> +<tr><td><a href="#I"><b>Capítulos: I, </b></a> +<a href="#II"><b>II, </b></a> +<a href="#III"><b>III, </b></a> +<a href="#IV"><b>IV, </b></a> +<a href="#V"><b>V, </b></a> +<a href="#VI"><b>VI, </b></a> +<a href="#VII"><b>VII, </b></a> +<a href="#VIII"><b>VIII, </b></a> +<a href="#IX"><b>IX, </b></a> +<a href="#X"><b>X, </b></a> +<a href="#XI"><b>XI, </b></a> +<a href="#XII"><b>XII, </b></a> +<a href="#XIII"><b>XIII, </b></a> +<a href="#XIV"><b>XIV, </b></a> +<a href="#XV"><b>XV, </b></a> +<a href="#XVI"><b>XVI.</b></a> +</td></tr> +</table> + + +<hr /> + +<h1>LÁZARO.</h1> + +<hr /> + + +<h3><a name="I" id="I"></a>I.</h3> + + +<p>A mediados del siglo pasado, en una plaza de Madrid, formando rinconada +con un convento, claveteada la puerta, fornido el balconaje y severo el +aspecto de la fachada, se alzaba una casa con honores de palacio, a +cuyos umbrales dormitaban continuamente media docena de criados y un +enjambre de mendigos que, contrastando con la altivez del edificio, +ostentaban al sol todo el mugriento repertorio de sus harapos. Algunos +años después, un piadoso testamento legó la finca a la comunidad vecina, +y en nuestro siglo descreído y rapaz, la desamortización incluyó en los +bienes nacionales aquella adquisición que los pobres frailes debían a +las legítimas gestiones de un confesor o al tardío arrepentimiento de un +moribundo. Un radical de entonces, que luego se hizo, como es costumbre, +hombre conservador y de orden, la compró por un pedazo de pan; y tras +servir sucesivamente como depósito de leñas, mesón de arrieros, colegio +de niños, café cantante y <i>club</i> revolucionario, vino a albergar una +sociedad de baile en la planta baja, una oficina en el principal, y no +sé cuántas habitaciones de pago dominguero en el interior de ambos +pisos.</p> + +<p>Aquella era la casa de los Tumbagas de Almendrilla. Nada queda de las +grandezas de tan ilustre raza, y aun se teme que por falta de +puntualidad en satisfacer derechos de lanzas y medias anatas, haya +caducado el título que ostentaron, y cuyo origen se pierde en la noche +de los tiempos.</p> + +<p>Como el de griegos y romanos, es incierto el origen de los Tumbagas de +Almendrilla; pero eso mismo realza la antigüedad de su ralea, pues las +cosas, las instituciones y los hombres parece que adquieren importancia +con andar su nacimiento envuelto entre dudas y perplejidades de erudito. +Dicho sea de paso, ninguno se ha propuesto poner en claro cuál fue la +cuna de tan ilustres varones; pero si tal hubiese sucedido, nada habría +sacado en limpio, pues, llegando la indagación a ciertas épocas, se para +como ante muro de piedra o cortadura de monte, sin que se pueda +averiguar lo que hay de cierto sobre que el primer Tumbaga fuese uno de +los que acompañaron a Túbal en su venida a España.</p> + +<p>Fundándose en raíces de palabras, cuyos tallos nadie conoce, dicen +algunos que el origen de la raza no va más allá de la primera colonia +fenicia, y hay quien afirma que lo de Almendrilla viene de un enorme +peñón, así llamado, que sobre la cabeza de los moros dejó caer un +Tumbaga desde las fragosidades en que D. Pelayo rechazó a los hijos del +África. Ello es que en la época de los godos y al empezar la +reconquista, había ya Tumbagas de Almendrilla, y los habrá siempre, a no +ser que en las páginas de este relato muera el solo individuo que queda +de tan nobilísima estirpe.</p> + +<p>En vano se ha querido manchar el blasón de aquella ilustre casa. No es +cierto que en tiempos del apocado Mauregato fuese un Tumbaga quien +intervino en el famoso tributo de las cien doncellas. No está probado +tampoco que cuando Sancho el Bravo se sublevó contra su padre, por +creerle chiflado y a manera de espiritista, fuese un Tumbaga quien le +alentó en la criminal rebelión. Son, en cambio, innumerables, y se +convencerá de ello el que pueda, los beneficios, hazañas, hechos +gloriosos o útiles que los Tumbagas de Almendrilla han realizado en pro +de la patria española, dando pruebas de valor, tacto, arrojo y otras mil +cosas escritas en caracteres ilegibles, almacenadas para solaz de +ratones y pesadumbre de tablas de biblioteca.</p> + +<p>Reinando Isabel I, un Tumbaga ideó poner cruces en las torres de la +Alhambra. Bajo Carlos de Gante, cuando la nobleza castellana se hizo de +turbulenta cortesana y de independiente palaciega, trocando hierros y +armaduras por rasos y brocados, un Tumbaga fue el primero que se +presentó en la corte llevando sobre los guantes de gamuza las armas de +su escudo bordadas con sedas de colores. En los tiempos del prudente y +piadosísimo Felipe II, no hubo auto de fe que achicharrara maldecidos y +perniciosos herejes a que no asistiera cerca del monarca un Tumbaga. Y +mientras Felipe III ocupó el trono, para mayor gloria de nuestro nombre +y terror de nuestros enemigos, otro Tumbaga ilustró su apellido +sirviendo los amorosos caprichos de Uceda, que era entonces como servir +al Rey mismo. Felipe IV y la Calderona no tuvieron confidente más fiel +que Pedro de Tumbaga; y los bosquecillos del Pardo, las enramadas del +Retiro, conservan todavía añosos troncos bajo los cuales el orgulloso +magnate esperó, calado por el agua del cielo, a que el autor de <i>La vida +por su dama</i> cortase la sabrosa plática que en los camarines de aquellos +palacios tenía con la famosa comedianta.</p> + +<p>En reinados posteriores, los Tumbagas ocuparon puestos donde bien +pudieran haber sido útiles a la Religión o al Rey: uno mandaba en las +procesiones el piquete de honor; acompañaba otro, espada en mano, al +Santísimo Sacramento; daba éste la guardia al Santo Sepulcro; +encargábase aquél, durante el verano, del mando de las falúas de paseo +en los estanques de los Sitios Reales. Todos dejaron escrito en la +historia de su casa algún rasgo notable de tan azarosa, pero gloriosa +vida. Ni Carlos III hubiese podido ajustar el patriótico Pacto de +familia, ni las fiestas reales de tiempo de Carlos IV hubieran tenido +tanto lustre, a no mediar en las negociaciones y toreos un Tumbaga. +Durante el cautiverio de Fernando el Deseado, mientras el populacho, +inconsciente y salvaje, preparaba motines como el <i>Dos de Mayo</i>, los +Tumbagas rodeaban al Rey, dispuestos a perder la vida en su servicio, +aunque contenidos por la tradición, que les imponía antes el sacrificio +del patriotismo que el de la propia lealtad.</p> + +<p>El escudo de aquellos ínclitos varones es honroso jeroglífico, vivo +recuerdo de triunfos, honores, distinciones y victorias. Tres cabezas de +moro en campo verde no recuerdan, como algunos pretenden, la salvaje +hazaña de haber vencido a tres sectarios de Mahoma, sino la graciosa +broma de un Tumbaga que en cierto baile de trajes se presentó vestido de +berberisco con dos amigos. Un gallo, desplegadas las alas y apoyado en +sola una pata, recuerda que quien primero puso en su casa veleta de esta +clase fue un Tumbaga; y el mote de la cinta que dice <i>Yo solo</i>, no +indica que algún Tumbaga hiciese algo que merezca ser tenido por +gloriosamente egoísta, sino que uno de tan envidiable estirpe fue quien +intervino en las diferencias que separaron a Fernando VII de Pepa la +Naranjera.</p> + +<p>La familia no se ha extinguido, y muy lejos de la corte, entre las +sinuosidades de un valle que en vano pugnan por fecundar riachuelos +exhaustos de agua en el verano, y ricos en todo el año de guijarros, hay +una casa de labranza, donde viven los últimos Tumbagas, ignorados del +mundo y casi ignorantes de lo que su nombre fue en otro tiempo. Los +olivos de áspero y dislocado tronco, los naranjos sobre cuyo verde +oscuro resaltan las encendidas notas de sus frutos, y las robustas +encinas que asientan como garras gigantescas sus raíces desnudas en la +seca tierra, pueblan las vertientes de los cerros coronados de calvos y +cenicientos peñascos. A largas distancias, como escondiéndose en las +desigualdades del campo, se alzan cortijos y granjas, cercadas por +tapias de cascote; el viento mueve blandamente la alta copa de alguna +palmera que parece centinela avanzado de otros climas, y en el oscuro +centro de los bosquecillos de adelfas y granados entonan los ruiseñores +sus cantos de amor y sus gorjeos de alegría.</p> + +<p>De tales encantos rodeada se alza la casa del tío Tumbaga, labriego +querido y respetado en la comarca, como pudiera serlo cualquiera de sus +antepasados cuando se cubría ante el Rey, y a quien más que el olivar o +las tierras de pan llevar que constituyen su hacienda, envidian las +mozas el hijo que Dios y su mujer, de común acuerdo, le dieron, a los +nueve meses justos de matrimonio, allá por el año de mil ochocientos +cincuenta y tantos.</p> + +<p>No más que diez y siete primaveras tenía el mozo, y ya traía revueltas +las faldas del lugar, sin que él hiciera nada por atraerse el cariño de +las chicas. Decían unos que si ellas le miraban con buenos ojos, era por +la esperanza de ser algún día dueñas de las riquezas de su padre, y +alguien añadía que la brillante perspectiva de ser sobrina de Su +Ilustrísima era lo que volvía locas a las beldades de las cercanías, +pues Su Ilustrísima, es decir, el Obispo de la diócesis, era hermano del +Tumbaga, y, por tanto, tío de Lázaro.</p> + +<p>La causa de que dos hijos de un mismo padre tuvieran tan distinta +suerte, que hizo al uno ser sucesor de todo el Apostolado y al otro +humilde campesino, es por demás sencilla. Cuando el padre murió, sin +dejarles más herencia que aquellos pocos terrones y algunas onzas de oro +ocultas en un puchero enterrado en el huerto, tuvieron Diego y Antolín +una conferencia, en la cual convinieron que debía uno de ellos procurar +hacer carrera y conseguir medro, continuando otro al frente de las +tierras a que habían quedado reducidos los antiguos estados de la +nobilísima familia. De este modo, si la fortuna ayudaba al primero, +podría luego proteger al segundo; y, en caso contrario, éste tendría +siempre refugio que ofrecer al que intentaba restaurar el brillo de su +casa y el renombre de su estirpe. Hiciéronlo así, y años después de la +separación supo Diego que Antolín cantaba en una iglesia de Sevilla su +primera misa. La protección de quien quiso dispensársela, y su buena +fortuna, le empujaron de tal suene, que a los cincuenta años llegó +Acolín a canónigo de una basílica, y veinticuatro meses después era +preconizado obispo, con gran regocijo suyo y de su ama de gobierno. +Llegó la nueva a conocimiento de Diego, que, exento de envidia, tuvo con +ella mucha alegría, y pasados algunos días, llegó también la siguiente +carta, primera que Antolín escribía con timbre del obispado:</p> + +<p class="addr"> +«Querido y nunca olvidado hermano:</p> +<p class="addr">»Por la ayuda de Dios Nuestro Señor, +más que por mi propio esfuerzo, y también +por favor de Su Santidad y del +Rey (Q. D. G.), me he sentado hace una +semana en la silla episcopal de esta diócesis, +por cuyos fieles pido en mis oraciones. +Ya ves cómo ha llegado para nosotros +a lucir la fortuna, y qué bien hicimos en +disponer las cosas de manera que han venido +a dar este resultado. Excuso decirte +que cuanto soy y valgo pongo a tu servicio; +mas como no se trata de vanos ofrecimientos, +sino de firmes y leales propósitos, +bueno será que empecemos luego a +disponer lo que mejores frutos pueda dar +en el porvenir. Por tus pocas y tardías, +pero extensas cartas, he venido haciéndome +cargo de que tu hijo Lázaro es listo +como él solo. Tratemos, pues, de sacarle de +entre esas breñas, démosle educación conveniente, +instruyéndole en las buenas doctrinas +del santo temor de Dios, y hagamos +cuanto en nuestra mano esté para que, +como yo he llegado a ser pastor de los rebaños +de Cristo, alcance él mayores honras. +Me encargo de todo. Envíamele sin +cuidarte de más, y decídete a hacer el sacrificio +de la separación en obsequio a su +felicidad. Adiós, Diego; recibe para tí y los +tuyos, con mi bendición de Prelado, mi +abrazo de cariñosísimo hermano.</p> + +<p class="r"> +«ANTOLÍN.»<br /> +</p> + +<p>Leer el pobre viejo esta carta, sentir sus ojos húmedos por el llanto y +temblarle los labios de emoción, todo fue uno. Restregose los párpados +con el curtido revés de la encallecida mano, llamó al mozo, leyole la +carta, y sin titubear un punto, le dijo:</p> + +<p>—Dentro de dos días te vas del pueblo.</p> + +<p>¡Pobre padre! Con la mejor intención del mundo y la mayor abnegación, +pensando que cuanto su hermano proponía era lo más conveniente, decidió +quedarse solo, añadiendo a su viudez la orfandad en que la partida del +muchacho había de dejarle. No paró mientes en lo terrible de aquella +soledad; no consideró que para custodiar las trojes, vigilar a los +segadores y cuidar de la aceituna, le faltaría en lo sucesivo su activo +celo. Atendió solamente al porvenir de Lázaro, y de grado o por fuerza, +hízole montar en una mula, y salir en ella, no a correr mundo como sus +antepasados a Flandes en busca de aventuras o a Italia persiguiendo +honores, sino a presentarse al bueno del obispo, para que éste modelara, +cual si fuera de arcilla, aquella alma que aún no había despertado a la +vida.</p> + +<p>¡Qué largas y qué tristes iban a ser las veladas de invierno pasadas +junto al hogar en que él atizaba el fuego, manteniendo con su donaire la +conversación! ¡Qué monótonas habían de parecerle las noches de verano! +¡Qué callado el silencio cuando no se oyera resonar junto al fresco +brocal del pozo, ni bajo el emparrado de la puerta, el rasguear de +aquella guitarra que parecía tener alma y quejarse cuando él la tocaba!</p> + +<p>Todo lo pensó y midió el pobre campesino; pero poniendo antes los +razonamientos del interés que los del cariño egoísta, vio que sería +torpeza dejar pasar de largo a la fortuna cuando cruzaba ante el umbral +de la casa.</p> + +<p>Hiciéronse los preparativos, y una mañana partió a la capital de la +provincia, prometiendo a su padre tenerle al corriente de cuanto le +acaeciera.</p> + +<p>Dejando atrás montes y llanos, cortijos y caseríos, viajando hoy en +compañía de arrieros, durmiendo mañana sobre los arcones de la paja en +las ventas, llegó Lázaro a su destino más cansado de cuerpo que +esperanzado de ánimo.</p> + +<p>Eran las ocho de una mañana luminosa y alegre, cuando se apeaba nuestro +héroe en el zaguán de la casa, llamada pomposamente Palacio Episcopal. +Recibiéronle criados y familiares; hízosele esperar a que Su +Ilustrísima terminara la misa que cotidianamente rezaba, y entráronle, +atravesando pasillos y corredores, en una habitación cuyo aspecto +parecía pedir señores de casacón y damas con faldas de medio paso. +Cuanto había en ella olía a siglo pasado. En los muros, tapizados de un +verde oscuro rameado de otro más claro, veíanse algunas cornucopias +enormes con figurillas grabadas en el cristal. Un par de cuadros +religiosos, de dudoso dibujo, ocupaban el testero principal, y bajo +ellos, rodeado de taburetes cojos, había un sofá raído y destrozado por +el roce continuo con pedigüeños impacientes o canónigos de gran peso. +Sobre una mesa de ébano, con señales de haber tenido en otro tiempo +incrustaciones, había un crucifijo de marfil rajado y amarillento, con +sus gotas de sangre abermellonada y sus clavos de plata. Un San +Cristóbal gigantesco, mal trazado y de peor color que dibujo, guardaba +la puerta de entrada, en cuyo dintel dormitaba con la mayor vigilancia +un familiar dispuesto a troncharse el espinazo cada vez que Su +Ilustrísima pasaba por allí. Sobre el hueco de un balcón había un +cuadro, acaso del Españoleto, que representaba a Santa María Egipciaca +tendida en las arenas del desierto, enteramente desnuda, muy hermosa y +más incitante de lo que fuera oportuno en sitio frecuentado por gentes +de Iglesia. A un extremo, ante una mesita cubierta de expedientes y +cartas, escribía con pluma de ganso y tintero de loza, un clérigo flaco +y apergaminado, como si viviera en perpetua cuaresma. Y, finalmente, de +una percha pendían varios manteos, raídos y apolillados unos, de nuevo y +luciente paño otros.</p> + +<p>En aquella estancia dejaron solo a Lázaro. Ni él reparó en los clérigos, +ni ellos se dieron cuenta de la presencia del labriego. Pasó un cuarto +de hora abstraído el chico en sus cavilaciones, dormitando el guardián, +y raspando borrones el que escribía, hasta que, tras ruido de puertas +que se abrieron y cerraron, entró en la habitación el obispo.</p> + +<p>Era alto, seco, nervioso, de mirada inteligente y dura, y de tez morena +oscurecida por el paño de la mal rapada barba. Vestía una sotana morada, +ya deslucida por el uso. Llevaba en el pecho una cruz y en el dedo un +anillo de gruesas amatistas. Le seguían, como doble sombra negra, otros +dos eclesiásticos, y era al mismo tiempo, sin que una cualidad dominara +a la otra, antipático y respetable.</p> + +<p>Acogió a Lázaro con benignidad, queriendo dar a sus facciones esa +afabilidad de semblante con que pretende hacerse simpático quien sabe +que no lo es, y echándole el brazo derecho sobre los hombros, le llevó +hasta su cuarto, diciendo a los que le rodeaban:—Llamaré cuando os +necesite.</p> + +<p>Pasaron de aquella sala a otra, donde lo severo de la ornamentación no +excluía la comodidad y el regalo, y allí, arrellanado el tío en un +sillón de cuero, sentado apenas el chico en el borde de una silla, +miráronse mutuamente algunos segundos, tratando cada cual de explorar +las intenciones del otro.</p> + +<p>—Tu padre y yo—dijo al fin el Prelado—hemos convenido en sacarte del +pueblo, y procurar, por cuantos medios haya a nuestro alcance, darte una +educación que pueda labrarte un porvenir que compense nuestros +sacrificios al par que tus esfuerzos. La posición en que, a Dios +gracias, me encuentro, ha de servirnos de mucho, y si te aplicas, creo +que podremos salir adelante. Listo eres, según me dicen; sé además +trabajador, y el resto lo obtendrás con exceso. Aquí te quedas +preparándote para entrar en el Seminario. Nada ha de faltarte; ni +maestros, ni consejos, ni ejemplos. ¡Quiera el Señor que seas un día +Príncipe de la Iglesia! Otros de más humilde origen han llegado a tan +alta jerarquía, y no habrá milagro en que les iguales. Está preparado tu +alojamiento, y yo cuidaré de que nada te falte.</p> + + + + +<h3><a name="II" id="II"></a>II.</h3> + + +<p>Desde aquel día disfrutó Lázaro cuantas comodidades podían gozarse en el +Palacio Episcopal, siendo tratado como convenía a su parentesco con el +reverendo prelado. Diéronle un cuarto que, aunque no bueno, era de lo +mejor que había en el edificio; tenía unas cuatro varas en cuadro, +blanqueados los muros, la cama hecha con colchones de vieja y +apelotonada lana, y las sábanas más ásperas que cutis de setentona. Le +pusieron a la cabecera del lecho la imagen de un santo difícil de +identificar, pero santo al fin, y al lado de una gran ventana, que se +abría sobre el ancho panorama del campo, colocaron una mesa cargada de +libros, y un tintero de cobre. Por deferencia a Su Ilustrísima, le +sirvieron de maestros los más instruidos canónigos del cabildo. Puso él +de su parte cuanto pudo; ayudó en gran manera su clara inteligencia, y +pocos meses después empezaba su imaginación a adivinar nuevos +horizontes, llenos de promesas gloriosas, en la senda a que se le +destinaba. Los libros que leía, las lecciones que escuchaba, dejaban en +su espíritu profunda huella; y el pobre muchacho, traído del campo hasta +la morada del obispo, trasladado de pronto desde la libre existencia de +los prados y montes al severo recinto por donde vagaban, como espectros +atezados, los familiares de su tío; obligado a cambiar de género de +vida, rodeado siempre de rostros en que parecía delito la sonrisa, sin +nadie a quien poder trasmitir las primeras impresiones que, como bandada +de pájaros no avezados al vuelo, se alzaban en su alma, fue poco a poco +haciéndose reservado y triste; sintió anublado su espíritu por las +sombras que la soledad engendra, y sólo halló para sus cavilaciones +puerto de refugio en la esperanza del porvenir. Aquellos libros que le +obligaban a estudiar, y aquellos hombres que había de tratar por fuerza, +le pintaban el mundo como una sola jornada de la vida humana, como una +prueba para el temple del alma; la tierra como valle de lágrimas, en que +son mentira los aromas del campo y las alegrías del corazón.—Aquí +abajo—le dijeron—todo es falso, impuro y deleznable. Las dichas +terrenales son cantos de sirena, que arrastran al mal; cuanto se sufre y +se padece son méritos que en el mundo se hacen para que sean premiados +arriba, y en este breve tránsito, donde los pies se hieren en los +guijarros de todos los caminos, debe la esperanza refugiarse en los +cielos, que allí aguardan al alma la inmortalidad y a la virtud el +premio de sus luchas. Pero fuera de esa esperanza y de lo que ha de +hacerse por mirarla cumplida, en el mundo no hay nada; fuera del mal, la +tentación y el error, todo es mentira. El desprecio de la Naturaleza y +del hombre es la ley suprema de la conciencia; la contemplación de lo +divino el solo cuidado del entendimiento; la fe en Dios o la confianza +en los que le representan, la única luz que alumbra la pasajera pero +densa tiniebla de la vida.</p> + +<p>De esa idea del mal difundido en el mundo como el aire en los espacios, +y de esa esperanza del bien puesto tras la existencia como la luz del +día tras la oscuridad de la noche, nacían el horror a lo terrenal y +humano, brotando la conmiseración y la piedad hacia los que sufren y +padecen. De ahí toda la vida de la religión, toda la esencia de sus +doctrinas, toda la fuerza de sus dogmas, toda su idea del universo +mundo.</p> + +<p>Sobre cuanto existe, Dios, fuente inagotable de dulzuras eternas, fuerza +en constante trabajo, que jamás disminuye ni merma, causa insondable, +secreto impenetrable; misterio tanto más grande, cuanto mayor sea la +inteligencia humana. Luego, en la tierra, colocado entre las amargas +olas de los mares y las punzantes malezas de los campos, el hombre, +sintiendo siempre sobre la cabeza el perdurable martirio de la duda, y +bajo sus pies un erial rebelde al trabajo, manchado y envilecido por el +primer pecado. Pero entre Dios y el hombre, como eslabón que une el bien +al mal teniéndolos distantes, la religión, manto de la deidad suprema en +cuyos pliegues se cobija la humanidad, al modo que entre las anchas +ramas de la encina se guarecen los gusanillos de la selva. Y, por fin, +como última consecuencia de este sistema, postrer hijuela de esta +concepción del universo, el hombre de Dios, el sacerdote que tiene por +misión tender la mano al que vacila, sostener al que cae, infundir fe al +que duda, perdonar al que peca, defender al que sufre, sojuzgar al +altivo, y abriendo a todos los brazos con amor, decir cómo el Hijo del +Hombre: «Amáoslos unos a los otros; practicad la virtud, y lo demás os +será dado con exceso.»</p> + +<p>Esto enseñaban a Lázaro, y así lo admitía él.</p> + +<p>—Sí,—se decía;—Dios y el hombre.... El cielo y la tierra.... El bien +y el mal.... Entre ambos la religión, el sacerdote, el soldado de las +grandes peleas, el profeta que anuncia la aurora del porvenir, el eterno +apóstol que, repitiendo la frase de San Pablo, dice a todos los pueblos +de la tierra: «Hermanos, sois llamados a la libertad.»</p> + +<p>Como el áspero mármol que la mano del artista desbasta, esculpe y modela +haciendo surgir de la brutal materia la forma encantadora, fue Lázaro +trasformándose por el estudio, abriendo cada día con mayor avidez los +ojos a la luz de la fe, sintiendo penetrar dulcemente en su alma un algo +indefinible que caía sobre su corazón como el rocío del cielo sobre el +brote de la planta.</p> + +<p>Bien veía o creía ver algunas veces cierta disparidad entre lo que +sentía y lo que le rodeaba; pero no se paraba a aquilatar las cosas muy +despacio, embebecida su inteligencia en las novedades que a su +entendimiento se ofrecían. La transición de las costumbres campesinas al +refinamiento mental de su presente vida, era demasiado inopinada y +brusca para que dejara de parar mientes en ella.</p> + +<p>Además pronto se dio cuenta de que no eran pocos los sagrados textos que +parecían olvidados en derredor de Su Ilustrísima. Preceptos más sanos +que aire de monte quedaban sin cumplimiento, o se obedecían por pura +fórmula a veces y otras había manifiesta oposición entre lo mandado por +autoridades de continuo invocadas, y lo que en la morada episcopal se +practicaba.</p> + +<p>Por de pronto, el Rdo. Antolín, si no era rico, no daba muestras de +aborrecer la riqueza: su pobreza tenía algo de problemática. Sin contar +las mesadas que del Estado cobraba, las ricas vestiduras de que estaban +atestados sus cajones, y los vaso y alhajas de metales preciosos, las +gentes señalaban en los alrededores de la ciudad alguna finca, escondida +entre macizos de árboles, donde Su Ilustrísima podía, como en cosa +propia, hacer lo que mejor le pareciese.</p> + +<p>Lázaro observaba que la caridad cristiana aparece en los Evangelios muy +diferente, de la que se ejercía en torno suyo, que no eran siempre la +humildad y la mansedumbre los móviles de los amigos íntimos del obispo, +y que algunas veces se vela asomar cobardemente a los labios de los +familiares cierta sonrisa reveladora de hipocresía y envidia.</p> + +<p>La facilidad con que se recibía en aquella santa morada cuanto dinero +daban para limosnas los caritativos fieles, se trocaba en formalidades y +retrasos cuando las monedas habían de pasar a la faltriquera de los +pobres, pareciendo aquello despacho de banquero donde se toma sin +vacilar el oro ajeno y en donde todo son al devolverlo garantías, +molestias y dilaciones. Nada oyó el futuro sacerdote en desdoro de su +tío; pero, con frecuencia, las gentes que cruzaban las antesalas y +corredores del palacio no parecían salir completamente satisfechas de la +entrevista con el Prelado: y era lo extraño que si nunca se retiraban +descontentos la dama encopetada o el canónigo influyente, solía verse +descorazonado y abatido al pobre párroco de aldea o al cura de misa y +olla cuyos grasientos y raídos manteos pregonaban descaradamente la +miseria. Jamás notó Lázaro cosa que disonara en el tranquilo concierto +de aquella existencia casi monacal, donde todo estaba dispuesto y +regulado de antemano, como en ceremonia palaciega; pero semejante al +sordo ruido de vientos lejanos, creyó escuchar algunos días el rumor de +murmuraciones engendradas en las porterías, robustecidas en las +antecámaras y detenidas por el miedo ante las puertas del despacho +donde trabajaba el bueno del obispo.</p> + +<p>Levantábase Lázaro a la hora del alba, oía una misa, tomaba chocolate, y +ayudaba en algo a su anciano tío. No tenía otra cosa que hacer hasta la +comida, que se hacía siempre a la una, con puntualidad cronométrica.</p> + +<p>Lázaro se quedó ensimismado y pensativo en más de una ocasión, +reflexionando lo distintas que eran las privaciones que imaginó sufrir y +la regalada vida que le daban. Todo aquello de comer como los anacoretas +yerbas salvajes o salta-montes del campo, era, por lo visto, pura +fábula, tradición olvidada. Al presente, y gracias a un cocinero lleno +de buenas cualidades, en la mesa de Su Ilustrísima hubiera podido darse +por alegre y satisfecho el más descontentadizo; en todo lo que a la +culinaria se refiere, era el obispo ardiente partidario del progreso. +Tratábase a cuerpo de rey constitucional; los mejores caldos de la +cosecha, los más preciados sólidos del mercado iban a sus despensas, ya +por encargo propio o por atención ajena; el pavo mejor cebado y el +gazapillo más tierno eran para él; las frutas que se le presentaban +parecían regalos para las aras de la antigua Ceres, y era raro el día en +que la piadosa mano de alguna devota no preparase para Su Ilustrísima un +platito de dulce espolvoreado de canela, aroma a que, como buen andaluz, +era muy aficionado. Una reparadora siesta era el epílogo de la oración +con que a Dios se daban gracias por tantos beneficios. Se trabajaba otro +poco por la tarde, se cenaba concienzudamente tras el rosario, y un +sueño tranquilo reinaba a las once en todos los ámbitos del edificio, +donde la calma de este género de vida no se veía turbada sino en las +vísperas de las grandes festividades de la Iglesia.</p> + +<p>Lázaro notaba que todo esto no eran mortificaciones ni martirios, pero +también se decía que aquello no era vivir en el mundo y sus luchas, y +que siendo buenas cuantas gentes le rodeaban, no podía ser detestable la +vida. ¡Cuan diferente se le ofrecía el espectáculo del mundo que +empezaba un paso más allá de aquellos respetados muros! Cierto que de +puertas adentro todo era reposo y santidad; pero ¡cuántos horrores y +amarguras le esperaban al poner la planta en esa sociedad donde cada día +es un combate y cada hora una herida! Hacía el pobre chico proyectos +para el porvenir, y juzgando la vida tal cual se la habían pintado, +pensando que todo era males, tristezas y desdichas, se preparaba a +entrar en ella inquieto, temeroso, como soldado bisoño pronto a escuchar +el primer paso de ataque tocado por las cornetas de su batallón.</p> + +<p>Tratábale su tío afablemente; por respeto o adulación al Prelado, +hacían lo mismo cuantos le rodeaban, y merced a su protección entraba +Lázaro en la carrera a que le habían destinado, escudado contra las +privaciones, con el porvenir preñado de fortunas, y el alma llena de +presentimientos. Le habían pintado su misión de suerte que, impresionada +la imaginación, veía en el sacerdocio el apostolado de toda idea +generosa. Pero, a pesar de esto, cuando solo, con su libro de horas bajo +el brazo, se le veía cruzar los anchos corredores o sentarse bajo las +umbrías del huerto, parecía que dentro de su alma bullían y a sus +miradas se asomaban vagos temores por su vida futura y dudas sobre la +suerte que le estaba reservada. La santa casa que habitaba era, a su +parecer, un puerto de refugio contra el oleaje infernal de la malicia +humana. Por todo aquello que sus libros devotos le aconsejaban huir, +venía en conocimiento de cuan ciertas deben ser las palabras con que se +le avisaban los peligros mundanales, y por la interminable y fatigosa +excitación a la virtud, podía apreciar cuan hondas y frecuentes son las +simas del pecado. A medida que iba considerando las tentaciones que +podrían rodearle, los riesgos que tendría que prever y males que evitar, +su inteligencia miraba con deleite la perspectiva de días de horrible +pero santa y gloriosa lucha, preparación a la inmortalidad.</p> + +<p>Considerado por cuantos cerca de él andaban como la persona más allegada +a Su Ilustrísima, los sacerdotes y demás gente de Iglesia que tenía +ocasión de frecuentar, guardaban buen cuidado de no dejarle ver cosa que +pudiera enojar al obispo. Todo era ante él virtud, resignación y +humildad; de modo que teniendo constantemente ante los ojos la divina +palabra de los libros y el mejor ejemplo en los hechos de los hombres, +pensó que en contra de la agitación del mundo estaba aquella santa +tranquilidad, que el torpe bullir de las pasiones se contrabalanceaba +por un santo estoicismo religioso, y que nada podía haber tan digno ni +respetable para la humanidad como la voz de esos hombres que con la +imagen de Cristo en una mano y señalando con la otra al cielo, dicen al +desgraciado: «Cree y espera.» Su poética melancolía era el +presentimiento de los dolores de la lucha. Parecía que su alma adivinaba +las heridas que habría de sufrir más tarde, y sólo en la fe, ingénita en +su espíritu, fomentada luego por cuanto le rodeaba, era donde el pobre +Lázaro podía hallar reposo a la misteriosa agitación de sus ideas. +Nacido en una aldea donde la hermosa y virginal Naturaleza le decía +continuamente:—«Admira,»—sin escuchar más voz que la del cura que de +continuo repetía: «Cree;» con el sano ejemplo de la honrada vida de su +padre, y sin haber sufrido las desgracias que pervierten al hombre, +Lázaro iba allegando fuerzas y atesorando virtudes para verterlas luego +como un maná divino sobre el rebaño de fieles que Dios le deparase. Si +alguna vez caían sobre su turbada pupila los fatigados párpados, como +deslumbrada la vista que admiraba de continuo el panorama espléndido de +una vida toda virtud y caridad, al hundir la mirada en los abismos de su +alma, encontraba, semejante a un resplandor en el fondo de una sima, la +luz que le guiaba a sus destinos.</p> + +<p>Dos épocas distintas puede decirse que atravesó Lázaro mientras estuvo +en casa de su tío.</p> + +<p>Durante la primera le dominaron los recuerdos confusos del pueblo con +sus faenas y labores; acordábase de las conversaciones en que la tierra +era la preocupación de todo el año, y empeñándose mentalmente en +resucitar sus impresiones, se esforzaba en reconstruir, con +reminiscencias vagas y sensaciones olvidadas, aquellos días que no +habían de volver jamás; las lluvias primaverales que hacían entrever los +carros repletos de doradas gavillas; el estío con las llanuras serpeadas +por surcos que parecían encender el aire en la irradiación de sus +terruños abrasados; el otoño con sus frutas mal sujetas a la cargada +rama, convidando al paladar a refrescarse con su azucarado jugo; las +tardes con sus vientecillos impregnados de perfumes, y las calladas +noches envueltas en misterios, poblaban su pensamiento de ensueños +indecisos. Lejos, muy lejos de él estaba cuanto podía recordarle tiempos +pasados, y como tales más dichosos; el hogar ennegrecido por el humo de +los troncos a cuya sombra jugueteó de pequeñuelo; la fuente donde las +mozas, entretenidas en mirarle, dejaban rebosar en sus cántaros el +agua; y en un altillo del cementerio, con su cruz de piedra que dora +cada tarde el último rayo de la luz solar, la tumba de su madre.</p> + +<p>En la segunda fase de aquella etapa de su vida, todo era esperanzas: +habíanle trazado con sombrías tintas el plano de la revuelta arena del +mundo.—«Aquí abajo no hay, le dijeron, sino males y perfidias; pero tú +serás de los que tienen por misión encadenar el dolor a la esperanza de +la dicha.» A pesar de no considerar completos los ejemplos que se le +ofrecían, todo lo que aprendía, sus vigilias y desvelos, cuanto +intelectualmente se asimilaba, venía a compendiarse en una palabra de +amor divino, que le hubiera hecho fijar los labios en la escrófula del +enfermo, si esto bastara para curarla, entusiasmo capaz de llevarle a +los campos de la guerra para acallar con su rezo la maldición del +desgraciado y dar alas al alma del creyente moribundo.</p> + +<p>Sentado algunas veces junto a la fuente de la huerta, que desde una +eminencia dominábala ciudad, viendo a lo lejos tejados y azoteas, +escuchando el bullir y los ruidos que como provocación constante le +traían los aires, Lázaro pensaba que aquellas eran las guaridas del mal. +Sólo las cruces puestas en lo alto de las torres eran signos de +redención o amparo. Si su memoria, protestando de aquel falso sistema +del mundo, le recordaba que no todo era malo en la tierra, que él había +visto a su padre dar trigo a los labriegos pobres o socorrer a los +necesitados, que en la tierra existían cariño, afabilidad y amor, que él +mismo había llevado hasta los apartados caseríos consejos de paz y de +justicia, todo se desvanecía ante la influencia maléfica del <i>pulvis +eris</i> que le habían inculcado en el alma.</p> + +<p>Fue Lázaro después al seminario; tuvo su celda estrecha y triste; +aprendió mal latín y peor griego, no para admirar el genio de los +grandes poetas paganos, sino para embotar su inteligencia en casuismos +teológicos; se apacentó dócilmente con filosofía escolástica; le dieron +los libros de los Padres de la Iglesia; le dijeron el criterio que había +de seguir para que no cayera en la peligrosa pendiente de pensar; +marcaron a su entendimiento las lindes que no debía traspasar, y como si +el pensamiento del hombre fuese ave cuyo Vuelo depende de voluntad +ajena, le impusieron la idea, el dogma y el sentido de cuanto debía +creer y proclamar. En su cerebro había de dar cabida, le repugnase o no, +a lo que otros concibieron; su esfuerzo tenía que hacerse mantenedor de +proposiciones que apenas le era dado examinar; debía admitir la verdad +sin examinarla, creerla sin que le fuese demostrada. «<i>Node sólo pan +vive el hombre, sino también de la palabra de Dios</i>,» le dijeron; y la +palabra de Dios era un enigma, todo lo más una promesa. Le fue negada la +interpretación o el examen de los libros sagrados; y para colmo de +absurdo, sostuviéronle que en aquel misterio impenetrable que constituye +la esencia de todo lo dogmático, están la imposible demostración de la +verdad y el encanto de su divina poesía, porque <i>la fe es substancia de +las cosas que se esperan, argumento de las cosas que no aparecen</i><a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a>.</p> + +<p>Entonces, falta de apoyo su inteligencia, sin que pudiera todavía +discernir lo bueno de lo malo, ni estimar como nulo lo falso e +inapreciable lo cierto, fue desfilando ante su mirada por las páginas de +sus manoseados infolios, la interminable procesión de ideas, teorías y +concepciones que se le daban como infalibles certezas. Fue viendo que +el hombre, envilecido desde su nacimiento por una culpa ajena, no puede +redimirse de ella; supo que el alma, capaz del crimen, está hecha a +semejanza de Dios; leyó que la misericordia celeste puede ser también +cruel, haciendo eternos los castigos, y que la voluntad divina es capaz +de trastornar las leyes eternas de la materia y la energía.</p> + +<p>Contraria pero simultáneamente a la frase «Eres polvo,» le dijeron que +el hombre es el rey de la tierra; las aguas de los mares y las arenas +del desierto son llanuras francas a su actividad y su valor; las fieras +de brutal poder, esclavas de su inteligencia; los metales, que como +venas de fuerza y riqueza serpean por las entrañas de los montes, +tesoros escondidos para que el trabajo los descubra y el sudor los +fecunde; y hasta la mujer, arcilla divinamente modelada con los rasgos +de la amante y la madre, es suya también, <i>carne de su carne, hueso de +su hueso</i>. Pero con todo, y a pesar de ello, le afirmaron que él ideal +de la vida no es la existencia en el seno de la Naturaleza, ni la +fecunda guerra del trabajo ni la pasión de la verdad o del arte, sino la +muda y estática contemplación de lo divino, el celibato estéril, el +claustro, la pobreza, el ayuno, el desprecio de sí mismo y el ansia de +llegar a la muerte como a puerta mágica desde cuyo umbral se perciben +los eternos albores del paraíso de los justos.</p> + +<p>Sobre este conjunto de ideas, por cima de toda consideración superior a +cuanto le rodeaba, estaban para Lázaro la santidad y grandeza de la +misión aceptada, sin que llegara a alzarse un punto en su espíritu la +idea de que el bien fuese independiente y extraño de la fe. Así llegó a +cumplir los veinticinco años. Su inteligencia, como vaso forjado según +las concepciones de los que dirigieron su educación, fue molde en que +se vaciaron ideales ajenos. Cuanto en sí encierran las tendencias de los +pasados siglos, cuanto en lo antiguo sirvió de turquesa para dar forma y +ser a la sociedad, echó en su inteligencia hondas raíces. Educado para +las batallas del presente, tuvo por armas las convicciones de antaño, +fuertes por lo sinceras, pero quebradizas por lo viejas.</p> + +<p>Llegada la época de abandonar el Seminario, el obispo le llamó a su +despacho, y le habló de esta, suerte:</p> + +<p>«Vamos a separarnos. Cuando escribí a mi hermano encargándome de tu +porvenir, no creí que fuese tan fácil poner a un hombre en camino de +hacerse artífice de su propia fortuna; pero tu aplicación, e ingenio han +llevado las cosas de modo que aquí, de hoy en adelante, no harás más que +perder tiempo. Si con nosotros te quedaras; no pasarías de pobre cura de +pueblo; tal vez llegases algún día a predicar en nuestra catedral; pero +nada más. Yéndote a la corte, como deseo, tus méritos darán a tu carrera +continuación tan lisonjera como halagüeños han sido los comienzos. Poco +me agrada separarme de tí; pero dos consideraciones hago: que aquí te +traje, no para satisfacción mía, sino por conveniencia tuya; y que en +las luchas de la tierra, en la revuelta marejada de encontrados +intereses, donde has de intervenir, puedes ser en alto grado útil a la +santa causa de la Iglesia.</p> + +<p>»Vas a cambiar de género de vida, de hábitos y costumbres, hasta de +ambiente respirable, que no son iguales las auras puras de estos campos +cercanos, al aire viciado de la ciudad. Aquí, por más que haya doblez y +engaño, no son la maldad tan refinada ni la hipocresía tan astuta; allí +la cortesanía hace el daño más hondo y más disimulada la torpeza. +Vivirás entre hombres que antes aprenden a averiguar el pensamiento +ajeno que a expresar el propio, rozándote con gentes que procuran hacer +a la mentira hurón de la verdad, y que tratarán de adquirir tu confianza +engañando a otros, como luego te engañarán a ti para provecho de +tercero. Anda en todo pecho la falsía, en todo cerebro la comedia: +muchos la representan de tal suerte, que toman en serio su papel, y ni +aun la muerte da fin a la farsa, pues otros fingen que les han creído, y +la lisonja llega hasta el epitafio, manchando hasta los mármoles. +Desconfía de cuanto te rodee y mantente en guardia casi más que contra +las maldades ajenas, contra tus propias debilidades. Dios ha puesto en +ti fe y razón; aquélla, como faro eterno a que caminas y te alumbra; +ésta, como apoyo y sostén para cuando dudes; mas ten cuenta que si tu fe +vacila, antes te será causa de desdicha que de consuelo y esperanza. +Lee los libros que te en las manos sin cuidarte de profundizar en sus +páginas más de lo que ellas te descubran; que el libro, como el vino, +fortalece si no se abusa de él, embriaga si se prodiga. La ciencia es a +la paz del alma lo que el agua a la semilla; con poca se fecunda y con +sobrada se anega. Tu misión hasta hoy ha sido aprender la que habías de +huir mañana: desde ahora vivirás entre el mal, evitando que logre +corromperte. La tarea de tu vida es consolar al que sufre, alentar al +que espera, perdonar al que yerra, labrar en tu corazón puerto donde +busquen amparo los náufragos del mundo. No hay en la tierra misión más +noble, que la nuestra. Si la virtud pudiera ser orgullosa, nos sería +dado envanecernos; pero hemos, de unir a la bondad la mansedumbre, y por +altivo nos está vedado el orgullo, como por pueril la vanidad.</p> + +<p>»Ya ves, Lázaro, qué hermosa perspectiva se te ofrece a la vista.—La +vida es combate de pasiones, que unas a otras se hieren y lastiman: tú +serás de esos hombres que por vocación de caridad se mezclan en la +pelea, llevando en su alma la mina inagotable de la piedad y en sus +labios el manantial perenne de la esperanza. Así como unos curan las +dolencias del cuerpo, otros cuidan de la pureza del espíritu: serás, de +ellos, y mientras el tuyo permanezca incólume, jamás te faltarán +palabras con que infundir a tus hermanos la fe que te aliente. Cree y te +creerán, que nunca inspiró la sinceridad desconfianza. Si la misión es +difícil, no ha de ocultársete que la tentación es temible: ya lo irás +viendo; pero si algo divino y fuerte hay en el hombre, es la voluntad. A +todo has de sobreponerte, temiendo más la propia indulgencia: que la +ajena censura. Sé hasta rencoroso contigo por tus culpas, débil hasta +la exageración con las del prójimo; que el hombre debe ser tan avaro de +virtudes como pródigo de perdones. Si la persecución te maltrata o la +ironía te hostiga, recibe a la primera con mansedumbre y a la segunda +con piedad; pues si la maldad debe hallarnos pacientes, el sarcasmo ha +de inspirarnos lástima. Merézcate siempre más conmiseración quien se +burle de lo bueno que quien practique lo malo. Por las funciones de +nuestro ministerio habrás de hablar al oído de la esposa, y en el tuyo +depositará la virgen sus secretos: di a aquélla que lo sacrifique todo a +la paz de la casa, y a ésta que todo lo posponga a la paz del alma. Al +hereje responderás con la palabra de la verdad, tratándole como amigo +perdido que hay que reconquistar, no como enemigo que es preciso vencer, +y rezarás por la salvación de quien persista en el error, pues ya que la +religión no sea patrimonio de todos, séalo al menos la piedad. No +mortifiques al moribundo con el recuerdo de sus delitos aquí abajo; +habíale de sus esperanzas allá arriba. Fe, perdón, mansedumbre: tal es +tu lema; el corazón tu escudo, tu premio el reino de los cielos. Si de +la violencia que te hicieren hubieses de morir, muere con valor, mas no +con aquella calma que puede ser cinismo, sino con esa serenidad que +reflejando el tranquilo fondo del alma, sirve a los demás de un ejemplo +que equivale a un consuelo.</p> + +<p>»Mas no fuera bueno que te marchases sin tener seguro puerto de llegada. +He arreglado todo de manera que entrarás en la corte por tal puerta, que +muchos desearían tu posición como término a sus ambiciones. Vas de +capellán a casa de los duques de Algalia, señores tan poderosos como +buenos. De tus deberes para con ellos nada te digo, que la humildad de +sacerdote no ha de echar en olvido la dignidad de hombre, y tengo por +cierto que antes de poco no sabrán qué mirar con más cariño: si su +venerable eclesiástico o su discreto y leal amigo. Partirás en breve, y +sabe Dios hasta cuándo. Acuérdate alguna vez de mí, y siempre de lo que +te debes a ti mismo. Recibe mi bendición, y ojalá te dé ella todos los +bienes que la voluntad te desea.»</p> + +<p class="c">. . . . . . . . . . . . . . . . . +. . . . . . . . . . . . . . . . . +. . . . . . . . . . . . . . . . . +. . . . . . . .</p> + +<p>De allí a pocos días partió Lázaro, y aunque alentado por sus esperanzas +no dejó de darle mucho en qué pensar la visible contradicción existente +entre los discretos consejos que acababa de escuchar y, la vida no muy +austera de su tío, sin que acertase a comprender cómo siendo bueno lo +que aconsejaba, no era completamente idéntico lo que practicaba.</p> + + + + +<h3><a name="III" id="III"></a>III.</h3> + + +<p>Ere por aquel tiempo en la corte la casa de los duques de Algalia una de +las más ricas y afamadas por aristocráticas. Su blasón no se había +desdorado aún por completo con el roce de las costumbres modernas; sus +estados no eran todavía presa de ninguna junta de acreedores, y hubiesen +podido añadirse al escudo nobiliario algunos rehiletes gallardamente +puestos en atrevida becerrada.</p> + +<p>Cuanto esplendoroso puede dar la vida contemporánea, cuanto grande son +susceptibles de engendrar el refinamiento del gusto y la sobra del oro, +se reflejaba en la morada de los duques de Algalia.</p> + +<p>Cada uno de sus salones era una pequeña capilla consagrada a la +elegancia; el palacio entero un suntuoso templo del buen gusto y la +moda, enriquecido con detalles dignos de un museo, en que andaban +revueltos lo antiguo y lo nuevo, formando ese consorcio extraño, pero +armónico, que ofrece la reunión de lo bueno, por distintos que sean los +caracteres que revista. No había pieza mal alhajada ni rinconcillo +descuidado. Aparte el esmero con que se había atendido al regalo +material del cuerpo, la ornamentación indicaba por doquiera el destino +de las habitaciones: el gran salón de recepciones estaba decorado con el +fastuoso gusto del monarca de Versalles; el comedor de ceremonia +cubierto de tapices flamencos; el de familia, con grandes bodegones +firmados por manos maestras; el despacho del duque, todo de ébano +incrustado de bronce; los aposentos de la hija, tapizados de alegres y +sencillas pero valiosas telas; y los de la duquesa exornados con tal +gusto y riqueza, que ni el gabinete de raso negro con flecos de +multicolores sedas, ni la sala de baño con jaspe y ónix argelinos, ni el +tocador de azulados cortinajes, hubieran sido mejores si los eligiese el +arte para albergar a la belleza. Al verlos parecía que para aquellos +pavimentos y muebles era indispensable una gran dama en quien fuese aún +mayor la distinción que la hermosura; que pisase con menudos pies, como +ligera sombra, las aterciopeladas alfombras y se recostase en los +divanes casi sin que los flexibles muelles cediesen al suave peso de su +cuerpo.</p> + +<p>Y así era en efecto: que ni en la nobleza toda, ni en toda la alta +banca, había dama más digna de disfrutar aquellas grandezas que la +duquesa Margarita, noble hasta las puntas de sus larguísimas pestañas +negras, y elegante hasta el claro fondo de sus ojos azules. Era una +figura airosa, pero de movimientos lánguidos, como de gata friolera, y +actitudes sobriamente voluptuosas, como de estatua griega; el traje más +modesto realzaba mejor su hermosura, y con un vestido completamente +negro, un grueso ramo de amarillentas rosas en el entreabierto escote, +sencillamente recogido el pelo, libres de pendientes las diminutas +orejas, y sin guantes las aristocráticas manos, no había hombre capaz de +contemplarla un segundo sin darse la enhorabuena por haber nacido. Resta +añadir, para mayor encanto de golosos, que Margarita de Oropendia, +duquesa de Algalia, aunque tuviese más, sólo representaba treinta años, +y era relativamente virtuosa.</p> + +<p>El duque, algo apabullado por los excesos de la buena vida, un tanto +muerta la mirada por el mucho trasnochar o la afición a los naipes, era +todavía un hombre bien plantado, elegante, de educación británicamente +escrupulosa en lo que a la etiqueta se refiere, y hasta instruido. No +ignoraba, por ejemplo, que Luis XVI fue decapitado, y murió de resultas, +ni que Carlos I de Inglaterra tuvo parecida suerte, hechos que con +frecuencia citaba para probar lo temibles que son las muchedumbres +cuando, según su frase, se desbocan. Lo que mejor caracterizaba al duque +era el ardiente deseo de ver satisfecha una aspiración constante de su +vida, una exigencia de su imaginación que participaba de la seriedad de +la ambición y la ridiculez del capricho: ser senador. La senaduría era a +sus ojos el complemento de su nobleza; sería una ocupación, un pretexto +para darse importancia, una satisfacción de su vanidad. Y si además de +ser senador pudiera serlo de por vida... ¡Senador vitalicio! Soñaba con +sentarse por derecho propio en los escaños rojos de la Alta Cámara, ir +en coche hasta la plaza de los Ministerios, apearse lejos del zaguán +para cruzar entre filas de curiosos, que murmurasen, «ese es el duque de +Algalia;» entrar luego en el salón de conferencias, andar solo por los +rincones como quien medita un plan, estrechar la mano a los ministros, +acoger las peticiones de los pretendientes, diciendo «veremos,» o «haré +lo que pueda;» y salir después de una votación exclamando: «¡Los deberes +políticos!» «Mi conciencia!» «¡El partido!» «¡Las instituciones!...»</p> + +<p>Esto basta para apreciar que el duque tenía todavía fijas en el magín +raíces de ideas viejas; pero, a pesar de todo, podía considerársele como +demagogo comparado con su hechicera consorte.</p> + +<p>La duquesa era el prototipo de la dama aristocrática, que sólo en las +cuestiones del amor y de la moda transige con el progreso. Religiosa por +superstición, devota por fe heredada, hipócrita por el qué dirán, e +intransigente por decoro, adoraba la misa en que estrenaba un traje, la +Semana Santa en que, tan guapa como el año anterior, pedía para los +pobres, o la novena que autorizaba una cita. Cuando rezaba se complacía +en bajar y subir la expresiva mirada, como jugueteando con los párpados, +gozándose en dar alternativamente luz y sombra a los que la rodeaban. En +sus relaciones con el gran mundo, tenía ese tacto supremo que sabe +mortificar sin ofender, que consiste en admirar a las gentes virtuosas +sin comprometerse a imitarlas ni indisponerse jamás con los que pecan. +Vivía entre el <i>beau monde</i>, formaba parte integrante de la <i>high life</i>; +el pueblo la atacaba los nervios; huía de la multitud por miedo al mal +olor, y si en otros tiempos la hubiesen llamado <i>ciudadana</i>, habríase +muerto del susto. La palabra <i>Revolución</i> no evocaba a sus ojos más +figura que la de María Antonieta prisionera en la Conserjería, y en la +más sencilla agitación política veía carreras, tiros, desaguisados y +atropellos. Para ella, ser de origen humilde no era una falta, pero sí +una mancha, y trabajar le parecía muy honrado, pero loca la pretensión +de querer elevarse encalleciéndose las manos.</p> + +<p>El duque transigía, en cierto modo, con el espíritu moderno: había +comprado bienes nacionales, lo cual le hacía relativamente liberal; era +individuo de varios consejos de administración de sociedades de crédito; +viajaba con billetes de libre circulación; defendía las instituciones; +hablaba del turno pacífico, y se llamaba conservador. No admitiría nunca +que un artista pudiese ser su igual; pero él, por benevolencia, protegía +las artes cuando no le salía muy caro. Daba al trabajo mucha +importancia, no hacía nunca nada, admitía las concesiones al talento, y +se explicaba el otorgamiento de un título a quien supiera enriquecerse +en la Bolsa o en los altos negocios del Estado.</p> + +<p>La hija de este matrimonio era un progreso vivo sobre sus padres: entre +un rico tonto, apergaminado, achacoso, y un advenedizo de buena estampa, +pero pobre, plebeyo y listo, prefería bailar con el segundo, y en sus +ambiciones de muchacha optaba por vivir acompañada de un hombre a quien +quisiera, antes que por la boda con un heredero escrofuloso de +respetabilísima alcurnia. Tales ideas hicieron, sin duda, que ella no se +enojase cuando empezó a mirarla amorosamente cierto individuo, que por +aquellos días atrajo a sí los elogios del país entero: un joven que en +una reunión política había, con un discurso de extrema izquierda, +conmovido la opinión y entusiasmado a las gentes, hasta tal punto, que, +corriendo su nombre de boca en boca, hizo el duque que se le +presentaran, no por rendir tributo al mérito, sino por tener en sus +salones al hombre puesto en moda. De esta suerte, sin que ninguno de +entrambos lo buscara, llegaron a conocerse y tratarse Félix Aldea y +Josefina de Algalia.</p> + +<p>Así estaban las cosas cuando, en pleno invierno, es decir, en la época +de más fiestas, bailes y recepciones, el mayordomo de los duques fue una +mañana, por orden de sus amos, a la estación del camino de hierro a +esperar al nuevo capellán que había de sustituir al anciano sacerdote +muerte pocas semanas antes. Adivinole por los hábitos al bajar de un +wagón, y acercándose a él, previos saludos y frases que puede figurarse +quien desee más detalles, le llevó al palacio en un simón, y presentole +a los señores. Recibido por éstos como exigía la hidalguía en tan +grandes personas, y en él lo respetable de su ministerio, le acompañaron +hasta la habitación que le estaba destinada, le enseñaron la capilla, +encargaron al mayordomo y al administrador que le respetasen y +sirviesen, y sin más conversación quedó instalado Lázaro en casa de los +duques de Algalia.</p> + +<p>Al separarse estos del joven sacerdote, preguntó la mujer al +marido:—¿Qué te parece?—</p> + +<p>—Muy joven,—contestó el duque;—pero no habíamos de estar más tiempo +sin capellán, y cuando el obispo le recomienda, bueno será.—</p> + +<p>¡Capellán! Este era el puesto que había de desempeñar. Nadie le había +dicho todavía que era como un criado más en la cocina o un caballo nuevo +en las cuadras, un simple artículo de lujo. Debía decir la misa los días +que la duquesa no quisiese salir de casa. No se hace especial mención +del duque, porque éste era de los católicos que no practican.</p> + +<p>Tan poca y breve ocupación dejaba a Lázaro todo el día libre; de modo +que siendo grande su curiosidad por conocer el nuevo centro en que +vivía, y fáciles los medios de satisfacerla, pronto empezó a observar y +pensar sobre cuanto veía, desentrañándolo y analizándolo todo.</p> + +<p>Al cambiar de medio social, al sentirse sacado de su esfera, al verse +solo de repente en el torbellino del mundo, cada mirada produjo en él +una observación y cada observación un juicio que, chocando +frecuentemente con sus propias ideas, las destruía o alteraba. Creyente +sincero y de entendimiento poderoso, fue estudiando, fijándose en todo, +y apoyado como en fuerte palanca en su ideal, comparó y juzgó las cosas +de la vida.</p> + +<p>Traía en su alma esa profunda fe que, a semejanza de ciertas piedras +preciosas, va siendo más rara cada día. Sus preocupaciones tenían por lo +ingenuas algo de sagradas, y libre de toda mira interesada, venía a +nueva existencia, trayendo para examinarla, aunque con el espíritu de +otros siglos, la más recta imparcialidad. Tranquilo, puesto el ánimo en +Dios y la esperanza en el deseo de saber, tendió la vista en torno suyo; +pero como ave obligada a volar demasiado alto, sus ojos se deslumbraron, +sintió el vértigo que da la altura, y le faltó aire para sus pulmones +oprimidos.</p> + +<p>Como llegan tardía y débilmente al oído los ecos de la tormenta lejana +que va aproximándose por instantes, sintió Lázaro ir llegando a su alma +vagos presentimientos de dudas y temores, misteriosos anuncios de un +porvenir preñado de lágrimas e insomnios.</p> + +<p>¿Qué era aquello? ¿Qué sombras comenzaban a turbarle? ¿Qué temores iban +girando en derredor de su imaginación como fieras que se pasean en torno +de su presa? ¿Era que empezaba a aspirar el hedor de los pantanosos +lodazales de la tierra, o acaso que, sintiendo el yugo opresor de la +materia, tenía ya su espíritu la nostalgia de la inmortalidad?</p> + +<p>Era que cuanto había aprendido y creía, estaba en contradicción con la +realidad. Llevaba dentro de sí una llama que no podía brillar en aquel +nuevo ambiente. Sus estudios fueron ancha base a tantas cavilaciones; el +espectáculo del mundo, cebo que incesantemente las provocaba.</p> + +<p>Cada día le trajo una lección, cada hora el agrio fruto de un anticipado +desengaño.</p> + +<p>El tiempo fue pasando por él como la onda sobre el lecho del río, +haciendo la superficie más tranquila, pero agitando el fondo y +profundizando el cauce. Es imposible pintar la invasión lenta y gradual +que hicieron en su alma las cosas y los errores mundanos. Sería más +fácil penetrar en las entrañas de la piedra y sentir la secreta +atracción de la cohesión y la fuerza, o escuchar el latido de la planta +en que la evolución tiende a la vida. Cuando su inteligencia quería +bucear en lo hondo de su pensamiento, le veía poblado de formas extrañas +que le hostigaban con las maldecidas preguntas de la duda. Empezó el +tiempo a educarle en la amarga escuela de la experiencia. Semejantes a +estrellas que se extinguen, fueron nublándose sus esperanzas, y la fe +fue perdiendo lentamente su virginidad, como la nieve del cielo pierde +su blancura puesta en contacto con la tierra.</p> + + + + +<h3><a name="IV" id="IV"></a>IV.</h3> + + +<p>Apenas hacía un año que Lázaro estaba en casa de los Algalias, y ya se +había captado todo el afecto que puede inspirar el que sirve a quien le +paga su salario. La duquesa simpatizó con él como simpatiza la debilidad +con la indulgencia. El duque vio, ante todo, en su capellán un hombre +que sabía guardar las distancias, y la niña, querida de sus padres con +ese cariño de los poderosos, quizá algo frío porque no impone +sacrificios, encontró en Lázaro un alma joven, dispuesta a comprender +las impresiones que en los albores de la vida se alzan en el corazón de +la mujer. Los duques veían en el capellán una figura que, sin salirse de +su esfera, contribuía al tinte aristocrático de la casa. La hija, como +más joven menos sujeta a preocupaciones, sólo se daba cuenta de que, +mozo o viejo, noble o plebeyo, había cerca de sí un ser respetable por +su ministerio y digno de estimación por sus prendas. Lo agradable de su +persona, lo más grato aún de su afabilidad y cortesía, atrajeron el +corazón de Josefina hacia el espíritu de Lázaro como el bien atrae al +alma. La inteligencia con que el joven sacerdote iba leyendo cada vez +más claro en las cosas de la vida; el carácter con que indultando el +error insistía en lo juicioso, y su buen corazón, merced a cuyo generoso +impulso sabía hacer dulce la misma severidad, constituían en Lázaro una +personalidad extraña, sencillamente buena, tan digna de estudio en su +candidez como otras por su originalidad o extravagancia.</p> + +<p>Josefina, para quien su padre era un socio del Casino que venía a dormir +a casa, y que no hallaba en su madre sino la encargada de satisfacer +frívolos caprichos, ni veía en el aya más que una criada con vestido de +seda, fue poco a poco acercándose a Lázaro, movida simultáneamente de la +necesidad de un amigo para su soledad, de la simpatía que inspiraba el +hombre y el respeto que infundía el clérigo.</p> + +<p>Algunas mañanas, cuando el tibio calor primaveral parecía reconcentrarse +en la gran estufa de cristales que, poblada de plantas raras y +hojarascas exóticas, se alzaba en el jardín, Josefina y Lázaro se +encontraban en ella, fijándose la niña en las camelias que podría cortar +para lucirlas a la noche, pensativo el clérigo en sus cavilaciones o +abandonado a sus rezos. Atraídos uno hacia otro, se sentaban en los +escabeles de hierro, olvidándose la mujer del galanteo escuchado la +víspera, y el hombre del libro que le acompañaba. La reseña de un baile +o la noticia de otro, el proyectado enlace de una amiga, un cuento de la +villa, lo que dijo una visita, un pensamiento de caridad, servían de +motivo a las conversaciones. Relegado insensiblemente a segundo término +lo que daba margen al coloquio, el cura y la muchacha conversaban +amigablemente, depurando, casi sin saberlo, lo que de terrenal tenía el +comienzo de su diálogo. Nunca bastardeó aquellos dulces esparcimientos +cosa rayana en lo ridículo; que ni la candidez de la mujer tocaba en la +<i>sensiblería</i>, ni la discreción del hombre llegaba a parecer afectación. +Todo era natural hasta tal punto, que si alguna vez traspusieron la +imaginación o el labio los límites de lo conveniente, no entendió la +pureza el desmán ni pudo recogerlo la malicia. Quizá pensando alto +llegaron uno u otro a decir lo que hubiese parecido escabroso a un +tercero; pero la torpeza si de sus bocas salía, brotaba con tal +ingenuidad, que realmente la voluntad era tan irresponsable como la +ignorancia. Josefina vertía sus ideas en el ánimo de Lázaro como la +tierra deja brotar el manantial, confiadamente, sin esfuerzo, y él la +escuchaba más cuidadoso de evitarla los errores que de confirmarla las +verdades.</p> + +<p>Andando el tiempo, e intimando el trato, llegaron a sentirse atraídos +por la genial bondad del sacerdote cuantos habitaban la casa; pero +siempre fue Josefina quien, verdaderamente encariñada con el capellán, +parecía gozarse más en frecuentar su compañía. Por su parte Lázaro +empezó a ver en la duquesa, si no una mirada pronta a esquivar la suya, +al menos un oído que su dulce severidad parecía contrariar en algo, +notando que la gran dama, más hipócrita por artificio que por +naturaleza, aunque pensaba con licencia, gustaba de aparentar recato. A +su desmedido afán de brillar en fiestas y saraos, a su gozo en ajar la +vanidad de las amigas, hallaba siempre respetuoso, pero claro correctivo +en la palabra del cura, obrando éste tan discretamente, que sus frases +podían parecer a la duquesa avisos de su propia conciencia. Si el +sacerdote hubiera pecado de autoritario, habríase librado de él +Margarita, sin más que despedirle con cualquier pretexto; mas como era +el ingenio del hombre quien obraba, dejando en la sombra su carácter de +clérigo, poca defensa cabía en ella contra advertencias que era +imposible haber rechazado como ataques. Hasta los criados contenían la +murmuración soez y maliciosa cuando en sus conversaciones se pronunciaba +el nombre de Lázaro, pues no hallando en quien le llevaba sino virtudes +sinceras, tenía la baja lengua que callar, aun estando tan diestra en +maldecir.</p> + +<p>Así se deslizaba el tiempo para Lázaro, que, impensadamente tal vez, +desvió sus miradas del espectáculo del mundo para fijarlas en lo que de +cerca le rodeaba. Habíanselo pintado como asiento de todo error, cuando +no es sino el campo de la batalla librada por el bien y el mal; de modo +que al sentir herida la imaginación buscó refugio a sus dolores en la +contemplación de una figura que, cruzando por su pensamiento, semejó la +imagen del consuelo bajando a los infiernos del alma. A cada desengaño, +a cada decepción, Lázaro cerraba los fatigados ojos, prefiriendo la +tristeza de la sombra a los resplandores del mal, y al cerrarlos quedaba +como fotografiada en su pupila la imagen de aquella niña destinada a ser +juntamente el más grato ensueño y la más horrible pesadilla de su vida. +La buscaba sin darse cuenta de ello; la echaba de menos sin sospecharlo; +deseaba verla y hablarla del modo indeterminado y vago con que desea la +dicha el acostumbrado a la amargura. Las mañanas en el jardín, los +paseos en el invernadero, las tardes del lluvioso otoño pasadas tras los +balcones del gabinete mirando estrellarse y correr las gotas de agua por +los empañados vidrios; las horas en que sentado a un extremo de la mesa +veía trasparentarse al fondo de sus pupilas azuladas toda la ternura de +su alma, le hacían gozar de una manera tranquila, sin que su propia +naturaleza varonil le llevara a pensar en otros halagos ni promesas. Se +deleitaba en la contemplación de la mujer como la fría estatua de una +fuente parece recrearse entre las ondas que la ciñen. Placer, peligro, +dicha y dolor, todo lo tenía a su lado; y él, como invadido el espíritu +por sólo un impulso, no sentía más que la admiración de la belleza en +lo que tiene de ideal, sin que nunca llegaran los deseos a hostigarle +con su aliento de fuego. Sentía lo que la pasión tiene de divino, sin +que los vapores impuros de la materia mancillaran aquel placer purísimo; +y cual si sus ojos penetrasen hasta el fondo del alma de la mujer, sin +detenerse a mirar el vaso que encerraba el perfume, gozaba en la +contemplación de un ideal inasequible. Si la ignorancia tenía las alas +cortadas al deseo o la castidad sujetaba a la naturaleza, ni él mismo lo +sabía; que no sintiendo torpeza, no tuvo ocasión de combatirla. Pero en +el silencio de la noche, cuando todos dormían, tras el bullir de las +cenas o el trajín de los bailes, Lázaro con la cabeza entre las manos, +caído a sus pies el libro de rezo y rota la oración en los labios, +sentía el alma movida de esos misteriosos efluvios que nunca engendra la +piedad religiosa, porque solo brotan cuando saboreamos la esperanza de +la propia ventura. Estremecido por el frío volvía en sí. El sueño o el +cansancio le rendían luego, hundiéndole en los abismos de la nada, y su +imaginación descansaba hasta que, al despertar, la esbelta figura de la +niña flotaba de nuevo ante sus ojos, turbando la primer plegaria del +día. En más de una ocasión la Virgen grabada en el devocionario pareció +mover sus líneas y alterar sus rasgos, dando al rostro divino las +facciones de la mujer amada.</p> + +<p>Sus alucinaciones, aun tomando forma de impiedades, no llegaron a +mancharse de lujuria; pero su misma voluntad, capaz de dominarlas, iba +dejando de ser lo suficiente poderosa para evitarlas.</p> + +<p>Nadie, sin embargo, supo sus sufrimientos. La misma Josefina, ídolo de +aquel culto, no sospechó que bajo la pobre sotana del capellán de sus +padres empezaba a realizarse el misterioso génesis que se cumple cuando +el amor dice cerca de un alma:—«sea hecha la luz.»—</p> + +<p>Sencillo, afable, blando con los criados, respetuoso con los señores, +sin salirse de los estrechos límites que su carácter de cura le marcaba, +acabó Lázaro por ser en casa de los duques el más querido de cuantos la +habitaban.</p> + +<p>Lo indulgente que con las culpas era, hacía creer a los culpables que +permanecían sus faltas casi ignoradas, y si trataba de corregirlas, +nunca las reprendía ante tercero, sabiendo que nada se remedia empezando +por lastimar el amor propio.</p> + +<p>Esta bondad, unida a su carácter religioso, le daba entre las gentes de +los Algalias una consideración a que los mismos duques no podían +sustraerse, viendo hermanados en Lázaro la mansedumbre del sacerdote y +el ingenio superior del hombre. Pero quien más le quería, por ser quien +más íntimamente le trataba, era Josefina, que, sin darse cuenta de ello, +había ido poco a poco, coloquio tras coloquio y confidencia tras +confidencia, abriéndole el seno de su alma sin dar jamás a conocer +aquella inclinación que llegó a sentir, pero que no intentó definir +nunca.</p> + + + + +<h3><a name="V" id="V"></a>V.</h3> + + +<p>Cuando Félix Aldea fue presentado en casa de los Algalias, el duque le +recibió con la afabilidad que un caballero de su clase se creía obligado +a tener con el hombre puesto en moda por la opinión y la prensa. La +duquesa le agasajó con esas distinciones que guarda la mujer bonita para +quien rinde pleito homenaje a su hermosura, y Josefina, acostumbrada a +la trivial conversación de gomosos insulsos, sintió hacia él profunda +simpatía. Viendo en Félix un muchacho cortés sin afectación, galante +sin lisonja, discreto sin esfuerzo, que sabía hablar de cosas serias sin +hacerse enojoso, ser franco sin parecer hipócrita, y comparándole +involuntariamente con los demás que la cortejaban, resultó de aquel +paralelo que la muchacha llegó a preferirle cuando ya en su alma, sin +que ella lo advirtiera, penetraron las sensaciones que al amor preceden, +al modo que en una habitación cerrada se deslizan las primeras +claridades del día.</p> + +<p>Aquella especie de amistad severa y dulce, al mismo tiempo que unía a +Josefina con el cura, la sirvió para una trasformación extraña; pero lo +que Lázaro había provocado en la niña, más que una trasformación era el +desarrollo de cuanto fecundo puede haber en el corazón humano. +Poniéndola en condiciones de distinguir, casi intuitivamente, lo bueno +de lo malo, cumplió la preparación necesaria en ella para apreciar la +diferencia que existía entre hombres como Félix Aldea y caballeretes +como los que hasta entonces había tratado. Con todo lo que de Lázaro +escuchó, de sus instintos, sentimientos, ideas, y juicios, se formó +Josefina una imagen que, sin reflejarse en su fantasía por entero, ni +llegar a personificarse en una figura, prestó a las impresiones la +suficiente cohesión para engendrar la aspiración indeterminada de un +ideal en que se daban juntas y cumplidas las buenas cualidades del cura +y las promesas de futura dicha, ya evocadas en el corazón de la mujer. +Para realizarlas estaba Lázaro incapacitado. Ni por un momento cupo en +Josefina la idea de que coexistieran en él las dos personalidades de +hombre y sacerdote; pero cuanto se desprendía de su trato vino a formar +algo como la fórmula de la ventura soñada, la profecía desinteresada de +bienes que él no podría otorgar, pero que en él estaban visibles a los +sentidos, aunque negados para siempre a la posesión o al goce. Él fue el +primero en guiar a la virgen por los misteriosos senderos que llevan de +la pureza a la ignorancia y de la ignorancia a la curiosidad, haciéndola +salvar con la imaginación el límite marcado a la candidez por la +sospecha, infiltrando, sin saberlo, en el espíritu de la niña esa +inquietud secreta que dan las grandes crisis de la vida. Todo aquello +con que Lázaro la había moralmente seducido, lo superior de su +inteligencia, la atracción sobre ella ejercida, cuanto él discurría y la +daba expresado en frases de sencillez grandiosa, el inconsciente empeño +con que dejó entreabrirse los senos de su alma para que ella viese clara +la poesía del bien y del amor, contribuyeron a que Josefina, llevando a +otro sus miradas, se fingiera un espejismo moral en que objetivó sus +ilusiones, llegando a concebir una entidad en que palpitaron vivas +todas aquellas perfecciones que la sotana del cura hacía estériles. +Lázaro fue el eslabón a cuyo roce salta la chispa de que otro se +aprovecha.</p> + +<p>A poco de frecuentar Aldea la casa de los duques, empezó a dibujarse la +índole del afecto que inspiró a cada uno de los tres individuos de la +familia. El duque, en un principio ceremoniosamente obsequioso con la +trivial cortesía del caballero que se complace viendo en su casa al +personaje del día, pensó luego que bien pudiera serle útil en el +porvenir la amistad de aquel hombre nacido apenas a la vida pública, y +objeto ya de tantas conversaciones. Su propio valer y la suerte de su +partido, la fortuna o la casualidad, podían alzarle a una posición en +que su influjo fuese halago para la vanidad, o mina para la codicia. Y +el duque era de los que, llevando previsoramente muy lejos sus ideas, +echan cuentas sobre lo que pueden producirlos amigos. No ignoraba que +todo hombre es útil en algún momento de su vida, y que ese es el +instante que debe aprovecharse. Pensó en la senaduría, y añadió para sus +adentros:—¡Quién sabe!—Desde que tal idea cruzó por su mente, le +empezó a distinguir sobremanera; dejó de llamarle Aldea, y tomó la +costumbre de llamarle Félix.</p> + +<p>La duquesa, que al principio no sintió hacia él sino la gratitud innata +de la hermosura para la galantería, fue apreciándole luego como uno de +esos hombres peligrosos con quienes la coquetería de la mujer hace el +papel expuesto de la imprudencia asomada a un abismo. La perspicacia de +la dama, avezada a la lucha de la audacia contra la belleza, adivinó en +él un adversario terrible si llegase a atacarla. Pero nadie notó que +Aldea la cortejase. Sus conversaciones tenían ese carácter de afectada +cordialidad que da barniz de amistad al trato de personas indiferentes; +sus amables futilidades parecían exigencias del círculo que frecuentaba; +sus galanterías imposición trazada por la teatral urbanidad de los +salones. Tal vez a solas se entretuvieron en discreteos peligrosos, pero +nadie llegó a pensar mal; ni la expresión de lo que él decía daba lugar +a sospecha, ni la manera de escucharle ella significaba disimulada +alegría. Tal vez en medio de una fiesta, muellemente sentada la duquesa, +vuelto hacia atrás el rostro, recatándose entre el plumaje de su abanico +y apoyado él en el respaldo del sillón que ella ocupaba, se encontrasen +una sonrisa y una frase, como se encuentran el delito y su precio; pero +el descuido, si lo hubo, de nadie fue notado; quedaron secretos los +latidos que hicieron levantarse el raso a impulso del corazón, y quedó +ignorada la secreta alegría de quien lo hizo palpitar. Quizá si se +acercaron fue impelidos por la embriaguez que se apodera de los nervios +bajo la letal influencia de la viciada atmósfera que forman las mentiras +oídas, los perfumes aspirados y los resplandores que deslumbran; fueron +como la rama que se inclina sobre el río mientras la violencia de la +corriente alza la superficie del agua, sin que pueda notarse si los +tallos la buscan, o es ella la que sube hasta manchar sus hojas.</p> + +<p>Nada había en ellos que autorizase al mundo para suponerles unidos por +un lazo más estrecho que el de la superficial amistad engendrada con el +trato del medio social en que vivían. Existían en cambio poderosos +indicios para suponer que, si algún exceso de galantería mostraba Félix +Aldea hacia Margarita de Algalia, no eran enteramente desinteresadas sus +intenciones. Cuando se le veía hablando; embelesado con Josefina, los +ojos recreándose en la contemplación de su belleza, mudo y como absorto +unas veces, animado otras hasta la locuacidad, comprendíase el por qué +de tales dulzuras y complacencias para con la madre de aquel tesoro de +discreción y hermosura. La solicitud con que a la duquesa atendía, se +explicaba por el afán de acercarse a su hija. Tratando de hacerse +agradable a Margarita, parecía solicitar la venia para otros diálogos en +que de antemano era la plática tenida por más dulce y amena, pues +Josefina cada vez se le mostraba más propicia.</p> + +<p>Era la vez primera que Josefina escuchaba con gusto las frases galantes +y las palabras cariñosas de un hombre. Cuantos hasta entonces la +cortejaron, no supieron disimular bien el impulso que les animaba; unos +sólo vieron en ella lo que inmoral y descaradamente se llama <i>un buen +partido</i>; otros la esperanza de satisfacer con sus amores una vanidad +pueril. Las pretensiones de aquéllos fueron siempre rechazadas con +repugnancia; las de éstos miradas con desprecio. Josefina, incapaz de +querer a nadie interesadamente, no admitía la idea de ser ambicionada +por su oro, y sobrado discreta para confundir pruebas de amor con +requiebros de salón, desoyó igualmente a los que pretendían su mano por +su dinero y a los deseosos de preferencias en que fundar vanidades. Ni +quiso prestarse a ser inerte objeto de un contrato, ni pudo oír con +agrado las frases triviales, mejor o peor dichas, pero siempre falsas, +con que el hombre pretende atraerse sonrisas y provocar miradas que +pueda pregonar como favores. Cuando puesta en contacto con Félix Aldea +apreció su valer y notó su inclinación por ella, se fijó primero, pensó +después, vaciló luego, y finalmente llegó a decirse que aquel hombre +joven y juicioso, hermoso y varonil, obsequioso sin afectación, galante +sin lisonja, era quien mejor merecía, si no su amor, al menos aquella +simpatía que la mujer dispensa como prólogo de más dulces concesiones. +Tal vez creía verle demasiado engolfado en sus aficiones políticas; no +se ocultaba a sus ojos que absorbido por la vida pública, la tranquila +dicha del hogar sería en su existencia lo secundario; pero también +apreciaba claramente la diferencia inmensa entre un hombre que daba el +pensamiento a trabajos de gloria y los figurines movibles que hasta +entonces la rodearon. Cuando, cansado por las luchas del mundo o abatido +por los reveses de la suerte, Félix buscara en el hogar fuerzas y +consuelos, ella, con los brazos abiertos, le brindaría reposo, y con sus +frases de cariño le infundiría esa fe que el temple de las grandes almas +sabe trocar en energía. Cuando la rápida pulsación de la impaciencia +atormentara sus esperanzas, palpitaría también con ellas; la alegría de +los triunfos sería para ambos, y la gloria que se conquistase para él +sólo. Ella se contentaría con un beso el día de las victorias, +endulzaría con una frase las amarguras, y lejos de pensar que el +matrimonio es <i>el egoísmo de dos</i>, sus ensueños de ventura se lo hicieron +vislumbrar como la abnegación de uno solo.</p> + +<p>Josefina no amaba todavía a Félix. Ni le conocía lo suficiente para +cifrar en él todas sus esperanzas, ni la había tampoco hablado en esos +términos que hacen recíproca la ternura. Sus finezas y palabras amables +no fueron nunca lo suficiente explícitas para provocar respuestas +claras: él no parecía poner empeño en obtenerlas; ella, sin acertar a +desearlas, las temía, pues si las conversaciones con Aldea pudieron +servirla como medida de su valer, no conocía bastante su carácter para +fiarse de él. Su trato le parecía cada vez más ameno, mayor su ingenio; +pero no dejaba de observar que en todas sus conversaciones se quedaba +siempre corto, temeroso de pronunciar palabra en extremo arriesgada, +cuidando de evitar frases que no pudiera recoger. La perspicacia mujeril +la prestó adivinación, y la niña fue advirtiendo que aquel hombre tenía +repartido su corazón entre un amor naciente y otro sentimiento más vivo, +más avasallor y poderoso.</p> + +<p>Aldea no perdía ocasión de dar a entender en público su amor por +Josefina: en las recepciones de su casa, en bailes, teatros y saraos se +complacía en mirarla de ese modo que, prodigando expresión a las +pupilas, entera a las gentes de lo que uno calla. No se recataba para +decir a quien quisiera oírselo que con ella sería feliz; a nadie llegó a +permanecer oculta aquella inclinación. La familia de Josefina se enteró +de todo antes que los extraños, y si la madre no procuró evitarlo, el +duque tampoco dio a la cosa gran importancia. Su hija era joven, rica y +hermosa: nada tenía de particular que gustara a los hombres: Félix Aldea +era uno más.</p> + +<p>Sólo la interesada reflexionaba sobre su propia situación, y a pesar de +la atracción de que se sentía poseída, procuraba dominarse, ver claro y +leer en el corazón de aquel hombre.</p> + +<p>Sin bastante conocimiento del mundo ni experiencia para explorar a Félix +provocando atrevidamente explicaciones francas que pudieran ser +indecorosas; sin coquetería que desconcertándole le hiciera venderse, +Josefina sintió la falta de un alma amiga, leal, inteligente, franca, +que aconsejara su incertidumbre y gobernara su timidez convirtiendo la +misma debilidad en arma poderosa. Aunque obcecada con dificultades y +dudas, a fuerza de pensar en su situación respecto de aquel hombre, +creyó ver determinado y fijo el rasgo que caracterizaba su extraña +situación. Cuando Aldea la tenía en público cerca de sí, hacía marcados, +aunque discretos, esfuerzos porque le vieran enamorado de ella; pero +cuando aparte y juntos podía hablarla sin testigos, callaba, o daba a la +conversación los giros rebuscados de una tranquilidad afectada, huyendo +cobardemente toda explicación. ¿Era esto el miedo natural de quien, +deseando una dicha, vacila en pedirla temiendo escucharla negada o era +un modo de implorar piedad? Con esta duda tropezaba Josefina al fin de +todas sus cavilaciones.</p> + + + + +<h3><a name="VI" id="VI"></a>VI.</h3> + + +<p><span class="smcap">Llegó</span> el día del santo de la duquesa, y, como de costumbre, se festejó +en familia con una comida, que si tenía sus puntas y ribetes de +pretencioso convite, no carecía de cierto aspecto de intimidad, pues +sólo asistieron a ella los más asiduos amigos de la casa, Félix Aldea +entre ellos, y el joven pero venerable capellán.</p> + +<p>Esmeráronse en prepararlo todo los criados, inspeccionándolo +cuidadosamente el mayordomo, y a la hora fijada estaba puesta la mesa +de tal suerte, que juntamente daba muestra de la calidad de los dueños y +del esmero de la servidumbre.</p> + +<p>Un manojo de flores, presas en rico vaso de Bohemia, ocupaba el centro: +la cubrían blanquísimos lienzos de letras y escudos primorosamente +bordados; relucía sobre ellos la limpia plata; puestas en trasparentes +platos acusaban las frutas con sus aromas su completa sazón; a las copas +de diversas formas y tamaños esperaban los más preciados vinos, y la +tranquila luz de las lámparas iluminaba aquella lujosa sencillez, +mientras sólo el continuo tic-tac del reloj rompía el silencio del +comedor, como llamando a convidados y dueños. Oíanse por las +habitaciones inmediatas, a un lado el murmullo de la conversación +pausada de los que esperaban, a otro el ruido que producían con sus +últimos preparativos los criados. Poco después fueron tomando asiento +los escogidos que habían de disfrutar con los duques el grato e íntimo +solaz que ofrecía aquella fiesta de familia.</p> + +<p>Las personas convidadas eran pocas, pero dignas de ser citadas. Además +de Aldea, puesto no se sabe por qué previsora disposición a la izquierda +de Margarita, estaban cuatro señoras y dos caballeros. La condesa de +Busdonguillo, dama elegantísima al presente, en otros tiempos señorita +cursi de las que pasan las primaveras en el Retiro, los veranos en el +Prado y los inviernos en torno de una camilla con lámpara de petróleo +haciendo flores de trapo o redondeles de <i>crochet</i>, mientras alguno de +los presentes cuenta lo que en la corte se dice cuidando de disfrazar la +crónica escandalosa de modo que no dejen de enterarse las niñas de la +casa. Conoció al conde cuando éste acababa de perder a sus padres; se +dejó abrazar varias veces en la penumbra de un pasillo, negándole +siempre otros favores; y un día, entre los enojos de una sesión de celos +y las alegrías de una reconciliación, hizo que su madre dijese al +muchacho: «Pronto nos darán Vds. un buen día.» Poco después de la boda +el conde tiró por un lado, la mujer por otro, y hoy viven en la mejor +armonía, ella disponiendo <i>sus martes</i>, y él amueblando casa distinta +cada año a una traviata de moda.</p> + +<p>Frente a esta, para mortificarla con el espectáculo de su lujo, +colocaron a la señora de Alzaola, hija de una nobilísima familia que se +vio obligada a casarla con un pollo imberbe, gracias a no se sabe qué +cuentos y calumnias, según los cuales la niña tuvo que ausentarse un año +de la corte para pasarlo en compañía de una tía pobre que vivía en un +cortijo de Andalucía. Cuando, trascurridos dos años, el matrimonio +volvió a Madrid, trajo en su compañía un precioso niño, que murió poco +después de garrotillo mientras su madre estaba en un baile. En la +actualidad la señora de Alzaola es individua de varias juntas de +beneficencia, hace con frecuencia donativos de consideración que +anuncían los periódicos, y suele mandar que paguen a su lavandera con +bonos de los que el Ayuntamiento distribuye a los pobres.</p> + +<p>Otra de las invitadas era Pura Menguado, una casi niña, de diez y nueve +años, sobrina de la condesa de Busdonguillo. Tenía el pelo de un negro +azulado por lo intenso, el rostro de una palidez clorótica, los pómulos +salientes, algo caídos los labios, y los ojos de un mirar despreciativo +y lánguido como de heroína de novela que no ha encontrado todavía su +ideal en la tierra. Se levantaba a las tres, almorzaba, iba en coche a +paseo, se vestía a las ocho para comer, volvía a vestirse a las nueve +para ir a la ópera, engalanábase de nuevo para dar una vuelta por algún +salón de buen tono, regresaba a su casa a las cuatro, se empapaba en la +lectura de novelas francesas hasta las ocho, y dormía hasta la hora de +levantarse para repetir las mismas operaciones. Pura, que era renombrada +por su estranjerismo en el vestir, aquel día llevaba un vestido de raso +negro de mangas cortas muy ceñido y muy largo con volantes de ancho +encaje azul, un collar de perlitas, medias de seda negra, zapatos de +raso claro con la punta algo encorvada, y el pelo, recogido a la +<i>vierge</i>, salpicado entre los rizos de alfileritos con cabeza de +brillante.</p> + +<p>La cuarta señora era la generala viuda de Pillote. Tendría cincuenta +años, pero a media luz representaba treinta y cinco; estaba hacía tiempo +en relaciones con otro general a quien el difunto legó sus placas en +prueba de buena amistad; se dedicaba mucho a las cosas de iglesia, +bacía novenas, y creyendo que esto no podía ya ponerla en ridículo, +vestía imágenes. Después del general, sus pasiones eran las amigas a +quienes siempre aconsejaba lo mejor y las conversaciones en que se +hablaba del decoro.</p> + +<p>Los hombres merecen párrafo aparte.</p> + +<p>Don Juan del Cupón era un señor muy rico, asociado con un marqués que no +lo era menos, para prestar dinero a menores con escrituras de depósito +como garantía. Cuando los muchachos que recibían el préstamo no se +pegaban un tiro y sus padres se veían amenazados por la deshonra, el +señor de Cupón transigía el asunto, viniendo siempre a quedaren sus +garras el sesenta por ciento al año. Fue diputado de una mayoría +conservadora, y contribuyó poderosamente a varias peregrinaciones +católicas.</p> + +<p>Arturito Galeolo era un chico que frecuentaba las mejores casas y las +peores mujeres de la corte: tenía dos hermanas jamonas muy guapas, +extravagantes en el vestir, de conducta dudosa y a quienes acompañaba a +todas partes. Puede decirse que no tenía personalidad propia: todo el +mundo le llamaba del mismo modo: «el hermano de <i>la pareja</i>;» nombre con +que Madrid entero designaba aquellas elegantes y ex-jóvenes señoritas.</p> + +<p>El último convidado de los duques era un antiguo periodista amadamado y +maldiciente; ducho en dos especialidades, merced a las que vivía +haciéndose lado por doquiera. Poseía un repertorio completísimo de +narraciones de disgustos domésticos entre lo más acomodado de la +sociedad, que se complacía en contar oportunamente, y escribía revistas +de bailes, detallando los trajes y prendidos de las damas. Llevaba las +patillas teñidas de rubio y afeitado el bigote, que empezaba +descaradamente a blanquear. Decían las gentes que algunas encopetadas +señoras le habían pagado con dulzuras infinitas, más que los elogios +para ellas, las censuras para otras. Tenía, además, otra particularidad: +recibía toda su correspondencia en la redacción; no se pudo averiguar +dónde vivía; se llegó a sospechar que tenía en una buhardilla una mala +cama, un gran lavabo con muchos frascos, tintes, pomadas o cosméticos, y +una percha cargada de ropa; pero nadie logró poner en claro la verdad.</p> + +<p>Sentáronse los duques con sus comensales, ateniéndose más a la confianza +que a la etiqueta, y se comió luego como se comía en aquella casa cuya +mesa era uno de los mejores altares que pudo desear la gula. Mucho +permitía su riqueza a los de Algalia; pero más valía su exquisito modo +de elegir: eran de los pocos que saben comer, cosa harto difícil de +aprender, porque sólo a gente rica está reservada su enseñanza.</p> + +<p>La conversación, general o limitada a pequeños grupos, versaba sobre +todo aquello que sin ofensa podía decirse ante una niña como Josefina y +un clérigo como Lázaro; pues si ella contenía la libre lengua cortesana +con su aspecto de pureza, bien se echaba de ver que el cura era un cura +digno de sentarse donde cualquier grande o virtuoso se sentara.</p> + +<p>Pasando de unas cosas a otras, se llegó en la conversación a lo que era +objeto de diversos comentarios por aquellos días: el estreno de un drama +de esa escuela que, inspirada en la realidad, lleva a la escena nuestra +propia vida y nuestras miserias; haciendo al teatro espejo donde las +imágenes que se mueven en la acción fingida, sean, según su virtud o su +torpeza, ejemplo de unos y escarmiento de otros. Servía de base al drama +el manoseado problema de la falsa posición creada por la sociedad al +hijo natural, y el autor atacaba duramente ciertas hipocresías, que +podrían ser ridículas sino tuvieran marcado carácter de intransigencias +odiosas.</p> + +<p>La generala Pillote se mostró desde luego partidaria del perdón. La de +Alzaola sostuvo que la mujer que faltaba era porque quería faltar, idea +que hizo sonreír a algunos de los presentes. Purita Menguado se +deleitaba oyendo todo aquello que tenía todavía en cierto modo para ella +el encanto de lo desconocido; y digo en cierto modo, porque era una de +esas niñas vírgenes que nada ignoran teóricamente, esforzándose en +discurrir cuál será en la práctica la aplicación de sus conocimientos +poco castos. La de Busdonguillo callaba y comía, no porque se acordara +de que nadie puede tirar la primera piedra, sino considerando +oportunamente que hay casas con tejado de vidrio.</p> + +<p>Menos Josefina, que no podía explicarse todo el alcance de la +conversación, todos tomaron parte en ella: mostrando su opinión unos +acaloradamente, con tibieza otros, como quien ignora la de los dueños de +la casa y no quiere desagradar; este hablando en nombre de la moral +ultrajada, y aquél tratando de darse por ingenioso, mientras alguno +comía en silencio, riéndose para sus adentros en general de la virtud, y +en particular de los virtuosos. Guardaba silencio la duquesa, que, como +mujer <i>de mucho mundo</i>, sabía los peligros que rodean a su sexo, y +callaba también el cura, pensando que era excusado hablar cuando todos +debían suponer que sólo en nombre de la misericordia podría hacerlo. La +conversación quedó limitada al duque y Félix Aldea: el primero, apurando +cuantos lugares comunes y frases hechas acoge la intransigencia +disfrazada de moralidad, repetía los argumentos ideados por todos los +que, afectando desconocer el origen de muchas faltas, son exigentes +para que se les tenga por justos. Aldea, con animada frase, decía que la +madre es disculpable muchas veces, y los hijos inocentes siempre. Con +sencillas razones, sin artificio ni esfuerzo, demostraba que la +severidad en las costumbres no debe ser rayana en la crueldad, y que, +como más consolador, debía preferirse el perdón al desdén con que suelen +mirarse en el mundo faltas que tienen mucho de desgracias. Defendíase y +alzaba el duque la voz como aquel a quien van faltando armas; +respondíale Félix tranquilo, al parecer, pero en el fondo con interés +vehemente, hasta que el duque, formulando torpe y rudamente su modo de +pensar, exclamó:</p> + +<p>—Quizá tenga usted razón. Convengo en que el perdón es muy cristiano y muy +humanitario el olvido; pero yo no daría nunca una hija mía a un hombre +nacido en tales condiciones.</p> + +<p>Si alguien hubiera tenido entonces fija la vista en el rostro de Félix, +le hubiera visto demudarse; pero nadie notó que aquel hombre frunciera +un instante el entrecejo, mordiéndose los labios, como para no decir lo +que desde el fondo de la conciencia les mandaba la dignidad ultrajada. +Solamente la duquesa, que oyó la frase de su marido, se conmovió; pero +supo callar, comprendiendo que había escuchado una torpeza irremediable.</p> + +<p>Aldea se contentó con dar por terminada la discusión, y acabó de tomar +tranquilamente su café, limitándose a decir:</p> + +<p>—Estoy seguro, señor duque, de que nuestro querido don Lázaro sería +menos cruel que usted</p> + +<p>—El capellán no es aquí buen juez,—replicó Algalia,—ni puede entender +de esto, porque no puede tener hijos.</p> + +<p>Lázaro calló. Levantáronse todos de la mesa, y no se habló más; pero un +momento después, Aldea, visiblemente conmovido, llevó al duque hasta el +hueco de un balcón, y allí, sin ser oído de nadie, al mismo tiempo que +sacaba un pliego del bolsillo, le dijo:</p> + +<p>—Hace tiempo que deseaba probar a usted mi buena amistad. Aprovechándome +de la influencia de mis amigos, he conseguido para usted esta distinción: +al pisar por última vez su casa, he venido con el propósito de aumentar +en algo las alegrías de este día; y usted, en cambio, acaba de ofenderme +desapiadadamente: soy hijo natural.</p> + +<p>Y separándose con rapidez de Algalia, que maquinalmente había recogido +el pliego, estrechó la mano a la duquesa, que intentó en vano detenerle, +saludó al cura, hizo a los restantes una inclinación de cabeza, mirando +profundamente a Josefina, extrañada de tan repentina despedida; salió +del comedor, cruzó las salas, y un momento después el portero, +descubriéndose respetuosamente, le abría la lujosa verja del parque.</p> + +<p>El duque, atónito, no sabía lo que le pasaba: abrió el pliego, y no +pudo, al leerlo, contener un estremecimiento de gozo: era la realización +de su sueño de oro. Su nombramiento de senador vitalicio: al pié del +documento se leía la siguiente firma:</p> + +<p><i>Yo el rey</i>.</p> + +<p>—Mira, Margarita,—dijo en voz baja, tendiendo el pliego a la duquesa y +su hija;—ven, hija mía. Aldea me ha dado este papel, y se ha marchado, +diciéndome que le había ofendido.</p> + +<p>Y mientras los circunstantes se miraban unos a otros, el duque, poseído +de una sorpresa inconcebible, sin darse exacta cuenta de lo sucedido, +atento sólo a su propio regocijo, leía y releía el nombramiento por cima +de las hermosísimas cabezas de su esposa y su hija. La duquesa, +apartando cariñosamente a la niña y recatándose de ser oída, asió a su +marido fuertemente del brazo, diciéndole:</p> + +<p>—¿Qué has hecho? Aldea es hijo natural.</p> + +<p>—Pero este nombramiento,—repuso Algalia, a quien por el momento sólo +podía preocupar su senaduría,—¿qué quiere decir, a qué viene darme tan +gran prueba de afecto?</p> + +<p>—Félix está enamorado de Josefina,—contestó Margarita.</p> + +<p>De allí a poco los convidados fueron desfilando repletos de buenos +manjares y llenos de curiosidades: ellos saboreando el aromoso veguero, +y ellas hablando de los trajes de la duquesa y su hija. Si alguno +callaba, era porque lo mal que digería no le dejaba murmurar de lo bien +que había comido.</p> + + +<h3><a name="VII" id="VII"></a>VII.</h3> + + +<p>Tal fue la sorpresa del duque a consecuencia de lo ocurrido, que sólo +después de algunas horas, y tras larga conversación con su mujer, llegó +a convencerse de dos cosas: era senador vitalicio por nombramiento real, +y, sin saberlo, había ofendido gravemente al hombre que le encumbraba.</p> + +<p>Ambos esposos se preocuparon seriamente. El marido experimentaba +impresiones contrarias; sentía el regocijo íntimo del orgullo +satisfecho, y al mismo tiempo, no acabando de comprender cómo Aldea le +había podido elevar hasta ser <i>pater patrie</i>, sentía vagamente el +disgusto de tener que agradecer a tal hombre, a un cualquiera, tamaña +honra. En cuanto a lo del agravio inferido, no podía Algalia explicarse +satisfactoriamente por qué se había ofendido Félix por una frase dicha +con cierto carácter de generalidad.</p> + +<p>La mujer se mostraba pesarosa en extremo; parecía dolerse también de +tener que manifestarse agradecida a quien consideraba inferior a su +casa; calculaba la ofensa hecha a Félix, y, sobre todo, no perdía +ocasión de repetir a su marido que Aldea estaba enamorado de Josefina. A +pesar de todo, el disgusto tomó en Margarita un aspecto distinto del que +pudieran prestarle tales consideraciones. Ni el orgullo, que creía +rebajado por la persona que hacía el favor, ni la contrariedad de ver +ofendida a esa misma persona, eran motivos bastantes a justificar su +mal humor. Limitose, con respecto a sumando, a llamarle torpe y +hablador, indicando ligeramente la idea de un desagravio, tanto menos +doloroso, cuanto que Aldea no había recogido públicamente la ofensa; +pero luego, a solas, con el ceño adusto y la mirada triste, abría a su +mortificación libre salida, dando desahogo a su pena; arrojaba con +desprecio sus alhajas en el sortijero: al no hallar lo que buscaba, +cerraba con fuerza los cajoncitos de sus mueblecillos maqueados; recogía +como con ira el abanico escurrido hasta la alfombra desde su falda de +seda, y, al verlo en sus manos, metía distraídamente los dedos entre las +varillas, o desgarraba el país con las sonrosadas uñas. Había momentos +en que se humedecían sus párpados; pero el más leve rumor daba fuerzas +al miedo de ser sorprendida, y ahogaba la inoportuna lágrima, trocando +en dulce sonrisa el salado llanto. Sumida en profundo y silencioso +abatimiento, la mirada inquieta reflejaba el fondo intranquilo de su +espíritu; pero no brotaba una queja de sus labios, ni hubiera sido +posible averiguar, aun espiándola de cerca, la causa verdadera de su +pesar. ¿Era quizá el disgusto de ver alejado de la casa al hombre que +estaba enamorado de su hija? No, seguramente, pues harto podía +comprender Margarita de Algalia que nunca faltarían a Josefina ocasiones +de ventajosa y feliz boda. Ni su corazón de madre, ni su orgullo de dama +podían tolerar suposición semejante.</p> + +<p>Sólo por las conversaciones de sus padres, y al cabo de varios días, +supo Josefina el alejamiento de Aldea. La impresión que recibió fue +penosa: dando al olvido las inquietudes inspiradas por la conducta que +Félix observaba respecto a ella, pensó en que ya no vería cerca de sí al +primer hombre en quien creyó hallar algo como una promesa de felicidad. +Cuando llegó a enterarse de la ofensa que mediaba, conociendo el +carácter de su padre, sintió esperanza de que pudieran las cosas +arreglarse; y, apenas concebida la sospecha, resolvió hablar a su madre.</p> + +<p>Había en el palacio de los duques una ancha y lujosa galería, a la cual +se abría la puerta de un salón tapizado de rojo, que era el menos +frecuentado de la casa, y donde el duque guardaba en enormes armarios +los libros que no cabían en las bibliotecas de su despacho o consideraba +indignos de vistosa encuadernación y lugar visible, lo cual originaba +que en cambio se viesen en descarado sitio novelas de mala muerte con +cantos dorados y corona ducal en el lomo.</p> + +<p>A este salón venía muchas veces Lázaro en busca de algo para leer, o por +entretenerse ordenando lo que allí estaba confundido. Abría un balcón +que daba al jardín, y, respirando el grato aroma de los tilos cercanos, +dejaba pasar el tiempo o se abismaba en sus eternas dudas.</p> + +<p>Era cerca del anochecer cuando Josefina, decidida a pedir a su madre que +la ayudase a facilitar la reconciliación con Aldea, cruzaba la galería, +en cuyos vidrios venían a dar los últimos resplandores del día. Al ver +entornada la puerta, miró hacia dentro. El salón estaba casi oscuro; +todo era sombra. Lázaro, para aprovechar la claridad que iba faltando +por momentos, leía apoyado de espaldas en los hierros del balcón, y su +figura se destacaba por negra sobre la amarillenta luz del crepúsculo. +El vientecillo de la tarde mecía ligeramente las ramas del jardín, y al +chocar las hojas unas contra otras, producían un murmullo cadencioso y +apacible, interrumpido sólo por las agudas notas de alguna golondrina +que tenía su nido entre las vigas del tejado.</p> + +<p>Al sentir ruido, Lázaro alzó la vista, y viendo a Josefina, adelantó +algunos pasos, mientras ella permanecía callada y quieta, recostada en +el quicio de la puerta.</p> + +<p>Lo que allí pasó fue triste, silencioso, casi horrible. El confidente se +trocó en capellán, el amigo dejó su puesto al ministro del cielo. Ella +miró a Lázaro como quien, sin confesar su pena, implora alivio a su +dolor, y él, juntas y caídas las manos que sujetaban el libro, se abismó +en la contemplación de aquella mujer que mendigaba un apoyo o un consejo +del único ser que no podía dárselo, y a quien era crueldad exigírselo. +Los ojos de la niña suplicaban sin comprender el riesgo a que podía +exponerle la súplica, y los de Lázaro querían entender el ruego; pero el +cura veía alzarse ante sí su propia imagen, como se interpone lo +imposible entre el hombre y la felicidad. El sacerdote podía aconsejar; +el hombre no sabía formular la frase, y en tanto la mujer aguardaba en +vano, mirándole cada instante con más cariño, hermosa, inmóvil, sin +explicarse en su mejor amigo la obstinación de aquel silencio. Dejó +entonces caer la cabeza sobre el pecho, miró al cura reconviniéndole +dulcemente, y le dijo:</p> + +<p>—«Voy a hablar con mamá.»</p> + +<p>Calló él, salió ella lentamente del salón, desapareciendo entre las +sombras de la galería; y Lázaro, volviendo al balcón, abrió de nuevo el +libro, y, sin fuerza para contener el llanto, a través de sus propias +lágrimas leyó estas palabras del Divino Maestro:.... <i>Y ¡ay de vosotros, +Doctores de la Ley, que cargáis los hombres de cargas que no pueden +llevar, y vosotros ni aun con uno de vuestros dedos tocáis las +cargas!</i><a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a></p> + +<p>Al mismo tiempo, en el opuesto extremo de la casa, el duque, solo en su +despacho, cómodamente sentado en un sillón, buscaba en un periódico la +última sesión del Senado; y al llegar al fin, en la reseña de una +votación nominal, los antojos de la impaciencia le hacían, buscar antes +de tiempo su título, para verlo en letras de molde, ignorando a punto +fijo dónde encontrarlo, si junto a los señores que dijeron <i>sí</i>, o entre +los que dijeron no.</p> + + + + +<h3><a name="VIII" id="VIII"></a>VIII.</h3> + + +<p>Lázaro no durmió aquella noche. La conmoción recibida era demasiado +fuerte. Por vez primera se daba cuenta del género de afecto que le +inspiraba Josefina, y vivo todavía el dolor de verla desear la vuelta de +Félix a la casa, sintiendo la pena de recordarla implorando su ayuda, +comprendía la grandeza de su mal y lo imposible del remedio. Pero no se +sorprendió al confesarse el secreto de aquella inclinación; sus +impresiones anteriores le habían llevado de la mano hasta aquel punto, +y las que le pasaron antes casi inadvertidas, le aparecían explicadas +ahora. Sus recuerdos le iban diciendo que los materiales del fuego, al +parecer prendido entonces, ardían desde mucho tiempo atrás, y su memoria +le revelaba cosas que, regocijándole como hombre, le espantaban como +sacerdote. Las reminiscencias le venían, no evocadas por el deseo, sino +involuntariamente. Recordaba que un día, estando sentada ella (¡ya +subrayaba el pronombre!) en el invernadero con su bordado entre las +manos y los ojos fijos en la labor, él, antes de llegarse a hablarla, la +contempló a hurtadillas largo rato, deleitándose como un devoto en la +imagen que tiene reputación de milagrosa. Otra vez, al querer alcanzar +al mismo tiempo un ovillo de estambre que había rodado por la arena del +jardín, el pelo de ella, rozándole la cara, le había estremecido, cual +si su alma vibrara dentro de su cuerpo. Con frecuencia, sin dar al +olvido sus encantos morales, se había parado a grabar en el fondo de su +imaginación aquellas líneas que dibujaban un cuerpo formado de bellezas. +Lázaro conocía hasta dónde llegaban el sutil ingenio de la niña y su +candidez exenta de mojigatería; no se le ocultaba ninguna excelencia de +condición y carácter; pero aquella noche se dijo que desde meses atrás +hubiera podido dar detalles sobre la esbeltez del cuerpo, la pequeñez +del pié, la roja frescura de la boca, o el delicioso mirar de las +pupilas de Josefina. El capellán descubrió primero en ella una ser +humano que parecía un ángel, y el hombre acabó por enamorarse de una +mujer angelical, pero mujer al fin. Esto había sucedido natural, +sencillamente, sin provocación de una parte o cálculo de otra, sobre +todo sin intención en Lázaro, que se encontraba preso en una red, no +porque se la preparasen, ni porque él, hallándola tendida, entrase en +ella, sino porque los lazos estaban preparados en torno suyo por la +fuerza y la naturaleza de las cosas. Tan inocente era Josefina, como +irresponsable era él. Su único delito era llegar a comprender la +monstruosidad de su desgracia, sin que antes lo que en él existía de +sagrado le hubiese dado la voz de alarma. El hombre de la tierra y el +del cielo caminaban juntos, y cuando el primero empezó insensiblemente a +desviarse de la buena senda, el hombre de Dios no le avisó del peligro +ni le previno del mal, y Lázaro, obligado a llamar a las cosas por su +nombre, vio el peligro en Josefina y el mal en el amor.—! La dulzura y +la bondad un peligro; el amor un mal! ¿Por qué?</p> + +<p>Antes de que el pobre clérigo llegase a persuadirse de la certeza de su +amor, empleaba en la lectura y el estudio la mayor parte de los días y +muchas horas de la noche. Las ideas que de sus observaciones brotaban +chocaron claramente con los preceptos que se le imponían; su buena fe le +impulsaba a buscar, cada vez con más ahínco, una opinión, un juicio, que +diera solución a sus dudas, algo fuerte en que apoyarse para vivir y +creer al mismo tiempo; pero ningún filósofo, ni ningún escrito sagrado +le podían dar lo que su propia conciencia se obstinaba en negarle. +Lázaro llegó a ser uno de los seres más desdichados de la tierra: el +cura que adquiere la costumbre de pensar.</p> + +<p>Lenta, muy lentamente, pero de un modo seguro y cierto, fue +convenciéndose de que le habían educado dándole por verdades infalibles +afirmaciones que no podía comprender; y, sin embargo, no cedía. La +santidad de la misión impuesta le servía de refugio, o buscaba en las +prácticas religiosas una ocupación piadosa, durante la cual se +imaginaba sentir vagamente que su espíritu se elevaba en arrobos +místicos hasta los prometidos cielos, como espiral de incienso que sube +a perderse en el espacio.</p> + +<p>Otras veces las limosnas que hacía la duquesa ocupaban su imaginación, +hasta el punto de amortiguar todos sus pensamientos. Margarita quiso +solemnizar la senaduría concedida a su esposo dando a los pobres una +gruesa suma, y Lázaro fue el encargado de distribuirla. Cumplió el +mandato escrupulosamente, consagrándose a él de modo que durante algunos +días vivió embargado por su hermosa tarea; no salió de sus manos una +sola moneda sin que supiera que realmente la necesitaba quien la +recibía; se gozó en remediar las pesadumbres, y lo hizo con tal dulzura, +desplegando tanta bondad, prodigando con tan divino arte los consuelos, +que duplicó el socorro, añadiendo al oro de la duquesa esa otra limosna +que sólo se da con el espíritu; quien la recibía de sus manos, quedaba +obligado sin humillación y agradecido sin bajeza. El oro, al pasar por +ellas, parecía purificarse sin dejarlas manchadas.</p> + +<p>Cumplida su misión de caridad, Lázaro se encerró de nuevo en sus +soledades, y entonces las dudas, muertas al parecer aquellos días, +tornaron a mostrarle las insaciables fauces, semejantes a esos reptiles +asquerosos que después de aplastados vuelven a revivir y arrastrarse.</p> + +<p>Habitaba el capellán en casa de los Algalias un cuarto, casi una celda, +de humilde aspecto, que los señores quisieron inútilmente amueblarle con +mayor regalo. Frente a un balcón, abierto sobre las arboledas del +jardín, tenía una cama de hierro pintada de verde, y a su cabecera un +Crucifijo de torpe talla, de lacia y triste figura; un reclinatorio al +pié del lecho; dos estantes de caoba deslucida llenos de libros, y una +mesa también cargada de ellos hasta el punto de parecer rebosar, +desparramándose por las sillas inmediatas; un modestísimo aguamanil de +loza con su jofaina de lo mismo; un armario de pino barnizado, donde se +guardaba la sotana de los domingos; una exquisita limpieza en todo, y +una apariencia de profunda calma: tal era el cuarto, cuyas vidrieras se +abrían antes que ninguna otra de las de la casa, y las que hasta más +tarde estaban iluminadas por la lámpara que ayudaba el tenaz trabajo de +sus largas veladas.</p> + +<p>Aparte la impresión de apacible melancolía que aquella estancia causaba, +lo más chocante de ella era la multitud de libros esparcidos por todos +lados. Parecía que el dueño de aquel cuarto trataba de resolver un +problema, y que en alguna de sus infinitas páginas esperaba encontrar la +solución. No había fase ni aspecto del espíritu humano que no estuviese +representado allí. Lázaro buscaba la verdad en todas partes; en los +grandes escritores paganos, como en los Padres de la Iglesia; en los +heresiarcas más ilustres y los ortodoxos más severos; en los +mantenedores del sentimiento religioso y en los descreídos pensadores +modernos. Se enorgullecía con las certezas de la ciencia, y sonreía ante +las promesas de las religiones; examinaba los piadosos engaños y las +verdades demostradas. Todo quería abarcarlo, cielo y tierra, presente y +pasado, buscando con perseverante tenacidad las causas de las cosas, o +el origen de las ideas, lo mismo en los tomos amarillentos y +apergaminados de los siglos muertos, que en los volúmenes modernos, +húmedos todavía, con su olor a tinta de imprenta y sus cubiertas de +colores.</p> + +<p>Solo, inteligente, ávido de saber y con tiempo libre, Lázaro estudió y +observó cada vez con más ansia. Todas las perspectivas en que puede +dilatar su mirada el entendimiento humano fueron presentándole +dificultades e incertidumbres, y en confuso desorden invadieron su +espíritu impresiones contrarias, dándose al mismo tiempo a su razón +ideas justas y apreciaciones erróneas. De cada sistema recogió una +palabra distinta, y de ninguno la verdad: unos le atormentaban con sus +fraseologías de tecnicismos ingeniosos que dan nombre de cosas reales a +creaciones del espíritu, afirmando lo que no demuestran; otros le decían +que el hombre es fuerza y materia nada más, un reloj con cuerda para +cierto número de años, que suele por su genio adelantarse al tiempo en +que vive, que se retrasa por la ignorancia, que puede arreglarse cuando +se descompone, pero que al fin se rompe; unos todo lo fundan en ideas, +otros todo lo basan en hechos. Y cuando tales pensamientos le absorbían, +parecía que una vocecilla burlona, desde un rincón de su cerebro, se le +acercaba al oído, aconsejándole que arrojase los libros y se dejara de +filosofías y estériles monólogos, que no habían de darle un grano de +trigo ni una gota de agua. Él, sin embargo, seguía en sus estudios, y +como el buzo baja con su escafandra a las profundidades del Océano, +penetraba en los mares sociales, con la buena fe por apoyo y la +sinceridad por guía.</p> + +<p>Entonces cada paso fue un desengaño: vio que la vida es lucha de +egoísmos contrarios, donde el oro sirve de absolución para la infamia y +salvo-conducto para la nulidad; el mundo una batalla en que se cuentan +las preseas, no según lo que se trabaja, sino con arreglo a lo que se +posee. Adquirir es el talismán que todo lo resuelve; no tener, el delito +que a nadie se perdona; no haber tenido, una mancha que jamás se borra. +En las puertas del mundo la impudencia ha escrito este letrero: «Posee, +y lo demás te será dado con hartura.»</p> + +<p>Algunas veces Lázaro creía ir convenciéndose de que la tierra era el +asiento del mal, como le habían dicho sus maestros: todo, al parecer, le +incitaba para inclinarse a esta opinión. Mezclado con su amor a la +humanidad, empezaba a sentir desprecio hacia el hombre, ser extraño, +ridículo y sublime al mismo tiempo, que con frecuencia es malo, pero que +algunas veces es peor. Veía que, como la fruta pasa pronto de la madurez +a la corrupción, el hombre pasa rápidamente de la experiencia al +egoísmo, y se fue persuadiendo de que la experiencia es inútil, porque +siempre llega tarde. Si pensaba en sí propio, sentía humildad; si +estudiaba al prójimo, le poseía el orgullo. Todo eran dudas continuas, +enlazadas cual esas olas mutuamente engendradas, y en que ninguna es la +postrera.</p> + +<p>Al analizar el presente, todo le parecía negro; mas al estudiar la vida +de otras épocas, miraba bajo distintas formas reproducidas las mismas +dificultades, pero siempre disminuidas, hechas cada vez más soportables, +y supo que ese trabajo de los siglos, aspiración y tarea de la +humanidad, es el progreso. Vio que el mundo mejoraba con el tiempo, que +el mal disminuía, y que sus antiguos maestros le habían pintado como +perdurablemente malo lo que es eternamente perfectible. Aunque los +estudios y las cavilaciones le amargaran, en el fondo de su alma quedaba +siempre, como en la caja de Pandora, un bálsamo dulcísimo, la esperanza; +y entonces la vocecilla burlona, cual si tuviera empeño en trocar sus +ideales por ídolos, le decía:—«La esperanza es el manjar más sabroso de +la tierra, pero es también el menos nutritivo.»—</p> + +<p>Fruto de tantos desvelos, Lázaro llegó a saber mucho, pero todo podía +reducirse a dos puntos: uno relativo al mundo, otro concerniente a sí +mismo. Supo que el mal y el bien no radican uno en la tierra y otro en +el cielo, sino que ambos están aquí abajo, dentro de nosotros mismos, en +gérmenes dispuestos a brotar y florecer o podrirse, según los instintos, +la educación, el tiempo o la voluntad del hombre. Y supo, en cuanto así, +que en la tierra hay algo muy parecido a la felicidad: el amor. Un libro +que nadie puede leer dos veces en la vida, pero que realmente existe y a +él le estaba negado. Su alma debía ser un muerto que tuviese por sudario +una sotana.</p> + +<p>Las doctrinas de los que le educaron lo ordenaban así. Por cima del +decálogo casi divino que debía practicar, los hombres habían escrito +este mandato:—«No te amarán.»—</p> + +<p>—¡No te amarán!!, se repetía Lázaro continuamente, y cada vez le +parecía más injusto. Su inocencia protestaba con la impetuosidad de la +ira o con la amarga laxitud del desaliento, pero siempre tenía que +confesarse vencida. Su conciencia era un siervo puesto en la alternativa +de alzarse en armas o aceptar humilde y bajamente la esclavitud; no +había más que dos caminos; abjurar, o resignarse. Lo que no existía, lo +que nadie le podía ofrecer, era una solución que tuviese algo de +consuelo.</p> + +<p>Cuando la tempestad sorprende al pájaro que se aleja del nido, el ave +lucha con la tormenta, aleteando por recobrarlo; cuando el niño que +rompe a andar cae y se lastima, busca afanoso el regazo de su madre; +cuando el hombre abandona la mujer que le quiere, y sufre desengaños, +torna a ella, y en sus brazos se arroja: Lázaro no tenía nido, ni +regazo, ni brazos a que acogerse; llevaba, como una doble maldición, la +duda en la frente y el amor en el alma. Su meditación de religioso se +quebrantaba con sus cavilaciones de hombre, y si la enérgica voluntad o +el temor al peligro traían la oración a sus labios, entre los severos +pensamientos del sagrado rezo se deslizaba un nombre de mujer, +penetrando su imagen alegre y bulliciosa entre las austeras reflexiones, +como entraría una maga en un coro de monjes.</p> + + + + +<h3><a name="IX" id="IX"></a>IX.</h3> + + +<p>Josefina entró en el cuarto de la duquesa resuelta a descubrir +francamente la inclinación que hacia Félix sentía, pidiendo a su madre +ayuda para que pudiese aquel hombre ir decorosamente a la casa; pero +frente a Margarita la energía y la resolución dieron en tierra; rompió a +llorar, y balbuceó entre temores lo que se había propuesto decir claro. +La duquesa, besándola cariñosamente, secó sus lágrimas, escuchó la +confesión de aquel amor naciente, y despidiéndola ruego con ternura, la +llevó hasta la puerta de su gabinete, procurando que aquella entrevista +fuese lo más breve posible.</p> + +<p>Al quedarse sola, la duquesa lloró también, pero no con aquel llanto +apacible y puro de la niña, sino amarga, desconsoladamente, con lágrimas +tardías en brotar y abrasadoras al deslizarse por el rostro.</p> + +<p>Decidida a hablar con su esposo, mandó preguntar si estaba en casa; y +cuando la contestaron que el señor no había salido, se encaminó al +despacho, donde encontró al duque hojeando el reglamento del Senado. +Hízole suspender la lectura, y abordando de frente la cuestión, le dijo +que por su propio interés, por no pecar de ingrato y en gracia de +Josefina, era necesario que Félix Aldea volviese como antes a frecuentar +la casa. Examinose entre ambos cónyuges la cuestión, y el duque, que ya +se iba encariñando con todo lo que tuviera sabor de discusión, +aprovechó la oportunidad, hablando largamente de su decoro y prestigio, +de que no quedase lastimada su dignidad, y de otra porción de cosas que +hubieran hecho murmurar a cualquiera: <i>palabras, palabras, palabras</i>.</p> + +<p>Por fin, Margarita, con ese tacto que sólo las mujeres tienen, resolvió +las dificultades proponiendo que se diera un baile para celebrar lo de +la senaduría, enviándose a Félix, como de costumbre, su correspondiente +invitación; lo cual, después de lo ocurrido, venía a ser como una +satisfacción, que sin desdoro del ofensor podía desagraviar al ofendido. +Aceptada la idea, Margarita dejó al duque continuar su examen del +reglamento de la alta Cámara, y vuelta a su cuarto, después de haber +cerrado cuidadosamente las puertas para evitar verse de pronto +sorprendida, se dejó caer en un sillón, apoyó en uno de sus anchos +brazos los codos, y ocultándose el rostro con las manos, dejando +rebosar el llanto por entre sus sonrosados dedos, fruncido el ceño y +enrojecidos los párpados, se quedó pensativa, sin que nadie al verla +hubiera podido averiguar si aquella dama era una madre que se imponía un +sacrificio, o una mujer a quien los celos hostigaban.</p> + +<p class="c">. . . . . . . . . . . . . . . . . +. . . . . . . . . . . . . . . . . +. . . . . . . . . . . . . . . . . +. . . . . . . .</p> + +<p>Se fijó el día de la fiesta, y empezaron los preparativos. Los tapiceros +y adornistas tomaron posesión de los aposentos en que había de +verificarse; se construyó una galería de follaje, que ponía en +comunicación el salón principal de la planta baja con el espacioso +invernadero de cristales que en el jardín se alzaba; cubriéronse las +columnas de hierro con entrelazadas hojarascas; se colgaron de la bóveda +de cristales los aparatos para gas; se pusieron en los ángulos las +mejores esculturas que había en la casa, haciendo que los mármoles +blancos destacaran sobre fondos de oscuro follaje; se prepararon +farolillos para las enramadas del parque; diose orden en las cocinas +para que la cena fuera opípara; se apuraron todos los caprichos que +puede el oro satisfacer al buen gusto, y una legión de artesanos invadió +el palacio durante muchos días, disponiendo las cosas de suerte que +cuando dos horas antes del baile los duques inspeccionaron todos los +preparativos, el nuevo senador, arrellanándose en un sillón con la +dignidad propia de su investidura, y mirando a su mujer con vanidosa +satisfacción, exclamó:—«Estará bien.»</p> + +<p>Y así fue. Desde las once de la noche una larga fila de coches iba poco +a poco dejando en el vestíbulo del palacio centenares de convidados; las +damas, envueltas en riquísimos abrigos, bajaban de sus berlinas y sus +<i>clárens</i>, dejando ver pies coquetamente calzados que se apoyaban un +momento en el estribo, mientras con la mano, enguantada hasta el codo, +recogían la larga cola ornada de valiosos encajes; los lacayos recibían +órdenes de volver a la madrugada; los mirones y curiosos, estacionados +en la acera opuesta, contemplaban aquellas grandezas haciendo +comentarios, sugeridos por la hermosura de las mujeres o la envidia de +las riquezas; los salones se iban llenando, y el calor que la +aglomeración y las luces engendraban iba animando y coloreando los +rostros. Aquí se oían alabanzas a los dueños de la casa, dichas en voz +alta; allá se agrupaban otros a murmurar censuras; unos buscaban a sus +conocidos; saludaban todos a los duques; los más serios o curiosos +examinaban en los salones inmediatos las obras de arte coleccionadas con +exquisito gusto, o los libros de lujo, puestos sobre las mesas de +riquísimas incrustaciones; y los jóvenes, juntos con los viejos +alegritos, parados en las puertas, pasaban revista a las que entraban, +cambiando apretones de manos, diciendo lisonjas o recibiendo miradas que +parecían señas.</p> + +<p>A poco más de media noche el salón ofrecía tal aspecto de lujo y +riqueza; la alegría reinaba, al parecer, con tanto imperio sobre las +almas de toda aquella gente; tanto goce se reflejaba en sus caras, que +no parecía sino que en aquella regocijada turba nadie había que +conociera la pesadumbre ni el dolor.</p> + +<p>Ellas, ceñidas por estrechos trajes que oprimen hasta modelar las +formas, con sus largas faldas prendidas de flores y de blondas, con sus +diademas de pedrería en la frente, la belleza impresa en el semblante y +la alegría en las miradas, recibían el homenaje de rebuscadas frases, no +siempre franco, con que sus adoradores trataban de rendirlas. Ellos, +vestido el severo y antipático frac, pugnaban por llegar hasta alguna de +las que más efecto causaban, para hacer en el corro gala de su ingenio, +mirando casi con descaro a las casadas, requebrando con prevención a las +viudas, y tratando de inquirir el dote de las solteras. Hacia los +extremos del salón veíanse algunas parejas, más ocupadas de sí mismas +que del prójimo, en que ella parecía resignarse a conceder lo que +deseaba otorgar, mientras él se obstinaba en pedir lo que luego había de +cansarle. En un círculo se discurría de política; se comentaba en voz +baja el escándalo de la semana, pronunciando al oído y en secreto los +nombres de los protagonistas. Algún caballero se acercaba con disimulo a +las habitaciones contiguas, espiando el momento de tender la mano sobre +los riquísimos vegueros esparcidos en bandejas de plata. La música +dominaba a intervalos el rumor de las conversaciones; la atmósfera se +iba cargando hasta hacerse enojosa; la temperatura aumentaba por +momentos; el abrasado ambiente de la sala parecía luchar con el fresco +que penetraba del jardín por los anchos balcones en suaves ráfagas, y +entre aquel mar de luz o torbellino de colores, se percibía el olor +extraño que formaban los aromas de las flores, los perfumes de tocador y +el calor de los sudorosos cuerpos.</p> + +<p>La duquesa, rodeada de sus más íntimas rivales, recibía de cuantos se la +acercaban elogios tributados a su buen gusto, casi todos cortados por un +mismo patrón, muy pocos ingeniosos o bien dichos. Su traje era objeto de +hablillas entre las damas, de admiración entre los hombres. El vestido +de raso blanco, entre cuyos esculturales pliegues se quebraba la luz +como en un mármol flexible, había llegado de París aquella mañana, y las +dos perlas negras que llevaba en las orejas valían una fortuna. Al lado +de su madre, Josefina parecía el nuevo brote de una flor hermosísima: +la madre era como esas rosas que han agotado ya la pompa de sus galas +desplegando todos sus pétalos a las caricias de la luz; ella, como esos +capullos entreabiertos que comienzan a esparcir en torno suyo olor suave +y débil. Su traje era blanco también, pero en el tocado y los prendidos, +las flores sustituían alas joyas.</p> + +<p>La excitación que la agitaba la hacía más hermosa. Inquieta y +disgustada, miraba sin cesar a todas partes, preguntándose:—¿No vendrá? +Contestaba lo más brevemente que podía desdeñosa y displicente, y de +cuando en cuando miraba con cariño a su madre, que por vez primera +parecía esquivar las miradas de su hija.</p> + +<p>Por fin, la enamorada niña vio entrar a Félix, que, saludando al paso a +diversas gentes, llegó hasta la duquesa, cambiaron ambos algunas frases +de simple cortesía, llegose luego a Josefina, y un momento después se +les vio confundidos entre los grupos de alocadas parejas que parecían +moverse impelidas por las notas de un vals de Strauss.</p> + +<p>Lázaro estaba recogido y leyendo cuando llegó hasta sus oídos el alegre +bullicio de la fiesta. Cerró entonces el libro, abrió el balcón, y el +airecillo fresco de la noche le trajo claras y distintas las apasionadas +frases de la música, como si el mundo, con aquella voz de sirena, +quisiera arrancarle de la soledad. Bajó al jardín, se acercó a una reja, +y oculto entre unos arbustos cuyas ramas se entrelazaban trepando por +los gruesos barrotes de hierro, tendió la vista hacia el salón. Su +mirada lo abarcó todo. Pasado un instante, la sorpresa se convirtió en +asombro; sus ojos, deslumbrados por la claridad, fueron descubriendo los +grupos, aislando las figuras, fijándose en los rostros, viendo surgir de +entre un confuso mar de luces y colores las formas y el aspecto de las +cosas. Los corrillos tan pronto formados como disueltos; la extraña +amalgama que producían en el cuadro los trajes negros de los hombres +destacándose sobre los vestidos claros de las mujeres; el continuo pasar +de sombras que se cruzaban ante la reja, cortándole la vista; la +variedad infinita de actitudes; el estado de los ánimos reflejado en las +caras, atestiguando en uno de la indiferencia, en otro de los celos, +mostrando acá la frialdad del apático, allá la impaciencia del nervioso, +todo aquel conjunto de riquezas para él desconocidas, de lujos +ignorados, le produjeron una impresión extraña, fuerte porque era nueva, +y poderosa porque era continuada. La vista de aquel incesante +movimiento, la luz arrancando destellos en pedrerías y collares, las +damas, unas de semblante fresco como flores de campo, ajadas otras por +los afeites o los años, engalanadas con sedas de todos los matices, +desnudas las espaldas y los pechos a propio intento revelados en lo poco +que el raso les cubría, el aire bochornoso y viciado que por la reja se +escapaba, acabaron de marear al cura, sin que por eso dejara de mirar +con ansia, creyendo a cada instante descubrir novedades que hiriesen su +imaginación y calmasen sus agitados nervios. Hubo un momento en que la +música apagó todos los otros ruidos; el ritmo sonoro y melódico de sus +notas parecía arrastrarse como aurora de primavera en plantío de rosas; +los giros lánguidos de acordes amortiguados y dulcísimos se trocaban de +pronto en explosión de sonidos alegremente locos, y las armonías se +esparcían como suspiros que volaban a refugiarse entre los pliegues de +las amplias colgaduras, produciendo combinaciones raras, que se perdían, +unas envueltas entre los giros de otras, como crujir de sedas y +estallar de besos comprimidos. Las parejas iban deslizándose rápidamente +ante la reja en confuso desorden, desapareciendo y tornando a pasar cual +figuras de una linterna mágica, hasta que, callando de repente la +orquesta y suspendiéndose aquel vertiginoso movimiento, Lázaro vio +acercarse, impelidos todavía por la última vuelta del vals, una mujer y +un hombre: Félix y Josefina. Él la ceñía el talle atrayéndola hasta +sentir confundidas las respiraciones, mientras ella se abandonaba por +completo, dejándose llevar. Llegaron hasta donde estaba el cura, y ya +parados, la niña, moviendo el abanico de nácares y encajes ante su +agitado pecho, se apoyó en el brazo de Aldea, mientras él murmuraba a su +oído una frase, pagada con la sonrisa más hechicera del mundo. Lázaro, +asido fuertemente a la reja, los miró sin cuidarse de ser visto, sin +pensar que no tenían ojos más que para contemplarse uno a otro. Fuera +de sí, agitado por un sentimiento desconocido para él, creyó apurar toda +la hiel del sufrimiento humano; y como si su sangre hirviese y +fermentara agolpándose a ofuscar aquel pobre cerebro, la idea del odio +se irguió en él terrible y poderosa. No hubo entonces crimen ni infamia +que no se creyera capaz de cometer; y midiendo con la rapidez del +pensamiento su inocencia, mayor aun que su desdicha, se preguntó, en un +arranque impío, si era divina la justicia que toleraba aquel tormento.</p> + +<p>Bajo la sotana del cura latieron por vez primera en el corazón del +hombre los impulsos del mal. El ministro de Dios sufrió como las +criaturas de barro, y su alma de pureza inmaculada, su mansedumbre, su +bondad evangélica, fueron un punto derrocadas por la ira, el +aborrecimiento y la venganza. La que entonces le pareció más que nunca +creada por el Señor con hueso de su hueso y carne de su carne, la +prometida por el deseo y la Naturaleza para ser satisfacción de sus +amores, la mujer que era emblema de su ideal y su felicidad, estaba en +brazos de otro. Aquellos hierros que les separaban y que él inútilmente +sacudía con impotente fuerza, eran sus propios votos, y aquel instante +supremo de su vida, la ratificación solemne de la infame ley que le +decía: «No te amarán.»</p> + +<p>Sintiéndose morir, dejó caer con desaliento los brazos, y todo su rencor +se disolvió en dos lágrimas que rodaron lentamente por su abrasado +rostro. Hay almas que rechazan instintivamente el mal. El odio pasó sin +detenerse sobre el espíritu de Lázaro, como la gota de agua que resbala +por el hierro candente. Las fuerzas le faltaron, y mientras los alegres +ruidos de la fiesta, convertidos en voces misteriosas por la fantasía, +le llamaban queriendo embriagarle con efluvios de desconocidos +placeres, dio en tierra rendido y sin aliento.</p> + +<p>El baile estaba en sus momentos de mayor brillantez, y la animación, +engendrada por la muchedumbre, se traducía en un continuo murmullo, que +sólo a desiguales intervalos podían dominar desde la orquesta los +instrumentos de metal. El salón parecía un foco de claridad intensa. Las +temblorosas llamas del gas se reproducían hasta lo infinito en las +grandes lunas venecianas, que, multiplicando las imágenes, creaban una +confusión extraña, y empezaba a reinar ese desorden propio de todo sitio +donde se divierten muchos a la vez. Allí dentro todo eran goces y +alegrías; fuera no había sino silencio y sombra; un hombre en tierra, +como soldado herido que se desangra en el campo de batalla, y un cielo +de azul profundo, casi negro, estrellado, que desde su inconmensurable +altura miraba con millares de ojos, tan indiferente a los placeres de +unos como a la desdicha de otros.</p> + +<p>Los vientecillos precursores del día empezaron a retozar entre los +troncos con las hojas agitando blandamente las ramas, y algún pájaro, +desvelado por los inusitados ruidos, batía las alas piando alegremente, +y confundiendo desde su oculto nido las luminarias del festejo con los +resplandores de la aurora.</p> + + + + +<h3><a name="X" id="X"></a>X.</h3> + + +<p>Servida la cena, que fue espléndida, los convidados empezaron a +marcharse contentos y satisfechos, como gentes que habían cumplido su +misión. El ruido que causaban los que iban saliendo, despidiéndose con +regocijadas risas, y el húmedo relente con sus fríos vapores, hicieron a +Lázaro volver en sí del largo desmayo al tiempo que los últimos grupos +esperaban, en el espacioso vestíbulo y en los primeros términos del +jardín, la llegada de sus carruajes.</p> + +<p>Los hombres, fuertemente arropados con gabanes rusos o entre los +embozos de las capas, fumaban puestos en filas, viendo a las damas que +bajaban las escaleras de mármol, cuchicheando o cubriéndose los desnudos +hombros con costosos chales o vistosos abrigos. Unas se tapaban el +escote aún sudoroso con el cachemir de cien colores; otras se envolvían +entre las pieles del <i>skunc</i>, el zorro azul y la marta zibelina; esta +contestando a un saludo, aquella buscando una mirada entre los apiñados +rostros, todas parecían en aquel momento hermosas y felices, aunque +muchas lo pareciesen sin serlo; todas llevaban algo que decir o habían +dado algo que envidiar.</p> + +<p>Algunos hombres se marchaban a pié lentamente, divididos en grupos o en +parejas, escuchando a lo lejos durante largo rato el ruido del rodar de +los coches en las desiertas calles, cuando ya empezaba a despuntar el +día y los serenos corrían soñolientos, de farol a farol, apagando los +mecheros de gas.</p> + +<p>El cura, oculto entre las sombras del jardín, los vio irse, esperando +para salir de su escondite que se hubiesen todos alejado, cuando notó +que no lejos de sí, entre las ramas de unos arbustos y cerca de una +reja, había un hombre, que indudablemente se quedaba rezagado adrede, y +que, moviéndose de pronto cuidadosamente, se escurrió con cautela a lo +largo de la casa, hasta penetrar en ella por una puerta de servicio, que +por razón del baile aún estaba abierta aquella noche. Lázaro entonces +intentó gritar; pero el asombro le ahogó la voz en la garganta, porque +al volverse para entrar conoció al que de tan sospechosa manera +penetraba en el palacio de los duques, y aquel hombre era Félix Aldea, +el mismo que pocos momentos antes había hecho brotar de los labios de +Josefina una sonrisa de felicidad.</p> + +<p>Subió rápidamente la escalera, y el cura se lanzó en su seguimiento; +pero aquél llevaba mucha delantera. Al llegar al piso principal, Aldea, +espiado siempre por Lázaro, cruzó los pasillos desiertos, y atravesando +la galería que separaba las habitaciones del duque de las de su esposa y +su hija, penetró en una sala, ala cual afluían dos grandes corredores, +uno que conducía al cuarto de la duquesa, y otro que llevaba al de +Josefina. La puerta de aquella habitación estaba cerrada; pero apenas +Aldea se detuvo ante ella, golpeándola suavemente con los nudillos, una +de sus hojas se abrió calladamente hacia fuera, mostrando un brazo de +mujer ceñido por una manga de seda roja. Aldea entró, y el brazo atrajo +a sí la puerta, que volvió a quedar instantáneamente cerrada, mientras +Lázaro, pálido y tembloroso, como clavados los pies en el suelo, +escuchaba alejarse, sin saber en qué sentido, los pasos de dos +personas, que andaban de puntillas para no producir ruido sobre los +mármoles del piso.</p> + +<p>¿Qué hacer en tan horrible situación? ¿A quién pedir auxilio? ¿A quién +llamar? Un desaliento que tenía mucho de impotencia y algo de despecho +le arrancó de allí, y temeroso de ser visto, huyó de aquella puerta, +tras la cual quedaba rota para siempre la más hermosa de sus ilusiones. +Además, juntamente con el imperioso mandato que la conciencia le +imponía, sintió latir en su alma vacilaciones, engendradas por la +sorpresa, sospechas pérfidas, pero lógicamente sugeridas por los celos. +La que supuso un ángel era mujer, y nada más; no merecía que el corazón +de un hombre la ensalzara, ni que él la adorase, aunque su indulgencia +de sacerdote tratara de redimirla o disculparla. En su caída había +llegado hasta la culpa por el camino de la premeditación; procuró que +su amante volviera a pisar la casa de sus padres, y trémula de amor, +agitada por el deseo, le debió esperar para recibirle en sus brazos.</p> + +<p>Divagando de esta suerte, admitiendo como buenos los torpes antojos del +despecho, la piedad iba quedando en el alma de Lázaro completamente +borrada por la incontrastable fuerza de los celos, hasta el punto de que +el miedo de hacer público el suceso, el temor al escándalo, y aun la +idea horrible de ver la hija deshonrada a los ojos de su propia madre, +llegaron a ser en aquel hombre rémoras creadas por la malicia para +eludir el cumplimiento del deber.</p> + +<p class="c">. . . . . . . . . . . . . . . . . +. . . . . . . . . . . . . . . . . +. . . . . . . . . . . . . . . . . +. . . . . . . .</p> + +<p>Al día siguiente del baile, ya muy entrada la mañana, se notaba en el +palacio de los duques la falta de movimiento propia de toda casa donde +el mucho trasnochar de los amos autoriza que madruguen poco los +criados. Algunos de ellos, reunidos en la caseta del portero, formaban +corro restregándose todavía los ojos, haciendo comentarios de la fiesta, +charlando y maldiciendo. Otros arreglaban los salones reparando el +desorden que habían producido los convidados. El cocinero, seguido de un +pinche que llevaba al hombro un esportón, atravesaba el jardín para +tomar el camino de la plaza. El mozo de cuadra, calzados los zuecos y +entonando una canción de su tierra, frotaba los arreos en la puerta de +la cochera; y en una habitación de la planta baja, junto a una ventana, +la doncella de la duquesa limpiaba cuidadosamente los vestidos con que +su señora se había engalanado la víspera, mientras otras compañeras +admiraban las ricas telas y los finísimos encajes que, desordenadamente +puestos sobre el respaldo de un sofá, podían fácilmente ser vistos desde +fuera.</p> + +<p>Lázaro, como de costumbre, había bajado al jardín, y con su libro entre +las manos, paseo arriba, paseo abajo, recorría lentamente el trecho +comprendido entre la estufa de cristales y la verja de entrada, pasando +repetidas veces ante las rejas del salón de baile. Frente a una de ellas +acertó apararse distraídamente, y a través de los gruesos barrotes vio +desamparado y desierto aquel mismo lugar donde pocas horas antes era +todo animación y bullicio. Los sillones de oro y sedas estaban +removidos, como recordando aún los corrillos de que fueron asiento; los +cristales, velados por el polvo de una noche de continuo movimiento; +olvidado sobre una butaca un abanico; las bujías de los candelabros, +apuradas hasta gotear sobre el terciopelo y el mármol que cubría las +consolas, habían hecho saltar con su llama espirante alguna de las +arandelas de cristal. Las puertas que ponían en comunicación unos +salones con otros estaban abiertas, dejando ver, fingida por los +espejos, la perspectiva de una galería profunda, encerrada en marcos +dorados, formada con imágenes de telas o tapices que, multiplicándose, +se reproducían hasta confundir la vista con su último término vacilante +y confuso. Los rayos de sol penetraban por entre las junturas de los +cortinajes, liquidando en resbaladizas gotas el vaho que empañaba los +vidrios, y posándose luego en rasgos o girones de luz sobre los rasos de +colores. En el suelo, confundida con las de la alfombra, había quedado +alguna que otra flor pisoteada y marchita.</p> + +<p>—«Así son <i>ellas</i>,»—pensó Lázaro al verlas; y volviendo al libro los +ojos, prosiguió su paseo hasta llegar a la ventana donde estaba la +doncella, que para distraer su trabajo tarareaba a media voz una polka +de moda. Oyola el cura, y, al mirarla, su vista se detuvo en la prenda +que la muchacha tenía entre las manos: una bata de riquísimo raso de un +rojo muy brillante, el mismo rojo que Lázaro había visto en el brazo que +la noche pasada cerró la puerta donde Aldea era esperado. Su sorpresa +fue inmensa. Su pensamiento se resistió a creer lo que los ojos le +decían. Aquella chica era la doncella de Margarita de Algalia, y como +Josefina tenía su servidumbre aparte, lo lógico era que aquella ropa +fuese también de la duquesa. Dudó un momento, y atreviéndose por fin, +quiso ver resuelta su sospecha.</p> + +<p>—¿De quién son esos trajes?—preguntó a la doncella.</p> + +<p>—¿De quién han de ser,—repuso la muchacha,—sino de la duquesa? +Ésta,—dijo señalando un magnífico vestido y un soberbio abrigo,—es la +ropa que la señora llevó ayer al paseo; y esta bata de raso +rojo,—añadió,—es la que se ha puesto de madrugada después del baile. +Por cierto que se empeñó en quedarse leyendo, sin querer acostarse ni +que yo la desnudara. Debe haber velado hasta muy entrado el día, porque +está, de ojerosa y descompuesta, que da grima mirarla.</p> + +<p>Calló la criada, y siguió el hombre su paseo. Ya no cabía duda. Josefina +era, no sólo inocente, sino víctima de una infamia. La culpable era +Margarita de Algalia, y el que pasaba por novio de la hija era su +amante. ¡Maldad inicua! La madre quería comprar el secreto de su delito +a costa del reposo de la pobre niña. Por eso Josefina no podía +explicarse la actitud de Félix Aldea, aquel empeño en mostrarse +enamorado junto al recelo para confesarla su amor.</p> + +<p>Lázaro apreció rápidamente la situación: Josefina era buena, y el +galanteo de que Félix la hacía objeto servía para alejar sospechas. La +inocencia era tercera sin saberlo, y su pureza cubría aquel amor +culpable, de igual suerte que el inmaculado manto de nieve puede +ocultar el sucio estercolero.</p> + +<p>Una sensación, por mitad indignación y repugnancia, estremeció el alma +del cura, y como el mal no engendra sino males, sus labios murmuraron +involuntariamente esta blasfemia:</p> + +<p>—«¡Oh, madre; tú también puedes llegar a ser ídolo falso!»</p> + +<p>Le pareció imposible llevar más lejos la degradación y la maldad.</p> + +<p>Pocas horas antes, el dolor había estrujado su corazón, considerando +perdida la mujer amada, tanto más, cuanto más imposible. Ahora sus ojos +tropezaban con el delito más cobarde y monstruoso de la tierra.</p> + +<p>Eran ya cerca de las doce. El ardoroso sol de los últimos días +primaverales inundaba todo el jardín, engendrando sombras enérgicamente +proyectadas que dibujaban en la arena formas extrañas. El movimiento y +los ruidos iban devolviendo animación a la casa. Las persianas cerradas +se abrían tras cortos intervalos, indicando el despertar de los señores, +y los criados fingían acelerar la faena de borrar el desorden causado +por la fiesta. Sólo en la habitación de Josefina reinaban todavía la +quietud y el silencio. El cuarto estaba casi a oscuras; por las rendijas +de la madera penetraban dos o tres rayos de sol, agitando millares de +átomos inquietos que bullían como polvo de luz; las galas estaban +esparcidas sobre un sofá de raso, y el corsé de seda azul con trencillas +blancas, caído al pié de una butaca. La heredera de los Algalias +dormitaba en su cama de batistas y encajes como una maga recostada sobre +una nube. Tenía desnudo, fuera de las ropas, un brazo, ceñida aún la +muñeca por la pulsera lisa de oro mate, y en el otro, puesto sobre la +almohada, apoyaba la cabeza, embelesada por ensueños formados con +reminiscencias de la víspera. Las sábanas habían quedado por un +movimiento tirantes y presas bajo el peso del cuerpo, modelando a trozos +la forma que cubrían; el embozo caído dejaba al descubierto algo más que +el nacimiento del pecho. Nada turbaba la tranquilidad de aquel reposo +reflejado en una respiración fácil e igual. La sangre, como savia +enérgica, regaba los tejidos, tiñendo la epidermis de tonos que variaban +delicadamente desde el azul de las ramificaciones venosas hasta el +carmín brillante de los labios húmedos; y una mata de pelo, escapada de +la redecilla, hacía resaltar la blancura del cuello. Dormía descuidada, +tranquila, segura de sí misma, y tan ajena de la pasión del cura como de +la perfidia de su madre. La salud y la pureza parecían haberse hermanado +para formar aquella figura hermosa, impregnada de gracia natural y +espontánea. Semejaba la bacante virgen de los bosques antiguos traída +de pronto por ensalmo al centro de la vida moderna. Reposaban a la par +el cuerpo exento de males y la conciencia libre de impurezas.</p> + +<p>De fijo hacía mucho tiempo que su madre no dormía así.</p> + + + + +<h3><a name="XI" id="XI"></a>XI.</h3> + + +<p>Aquella misma tarde la duquesa mandó recado al capellán, rogándole que +pasase a su gabinete.</p> + +<p>—«¿Qué me querrá?—se dijo Lázaro.—Sabrá que no ignoro su falta? Quizá +entonces, aunque culpable, sienta hacia mí el desprecio que debe +inspirar quien, encargado en su casa de velar por la moral, transige +cobardemente con el engaño y la deshonra. Seremos dos reos frente uno de +otro.... y, así son las cosas de la vida, ella tendrá que ver en mí algo +del juez.»—</p> + +<p>Un momento después Lázaro entraba en el gabinete. Margarita estaba +sentada ante una mesilla de valiosas incrustaciones, colocada delante de +un balcón y sobre la cual, sostenido por dos amorcillos de bronce, había +un espejo bastante grande para retratar entre sus abiselados bordes la +cabeza de la hermosa dama, a quien una doncella sujetaba con dos +horquillas de oro el rodete bajo en que, según la moda, estaba recogido +el pelo después de ondular ligeramente hacia las sienes. Tenía puesta +una bata de un gris muy claro, guarnecida con encajes y lazos del color +que toma el granate cuando la luz le hiere. Las medias, de finísima +seda, eran del mismo color, y ceñían sus pies unas chinelas grises, que +aun siendo muy pequeñas, eran grandes para ella. Las mangas de la bata, +sueltas y muy cortas, descubrían unos brazos blanquísimos, dorados por +ese vello apenas perceptible que tienen algunas frutas antes de estar +manoseadas. Al cuello, libre de alhajas, se ceñía desordenadamente un +encaje ancho y rico, de tonos huesosos que acusaban su antigüedad, y el +fulgurar intenso de un grueso solitario en cada oreja hacía resaltar la +palidez mate de la cara, amortiguando el brillo de los ojos, algo +hundidos, y cercados por ojeras débilmente azuladas. La boca, en que el +labio superior ligeramente contraído daba a la fisonomía cierto aire +desdeñoso y triste, dejaba ver unos dientes blancos, menudos y +apretados. El óvalo del rostro era gracioso y severo al mismo tiempo. La +mirada triste con la falsa resignación del hastío. Era el tipo de la +señora moderna, frívola sin ser insustancial, y coqueta sin parecer +liviana, como era devota sin ser profunda y verdaderamente religiosa. +Fuera cansancio físico o dejadez moral, había en su figura cierto +melancólico abandono, interrumpido a veces bruscamente por movimientos +de una gracia encantadora que tenía algo de felina.</p> + +<p>Iba pasando con los dedos las hojas de un libro, puesta en ellas la +vista descuidadamente, como si el pensamiento y la voluntad estuvieran +muy lejos de aquellas páginas, que no bastaban a detener el vuelo +caprichoso de sus antojos femeniles.</p> + +<p>En sus hechiceras facciones empezaba a desaparecer la frescura que es el +aliento misterioso de la vida. Parecía tener esa edad de la rosa en que +unas cuantas horas más marchitan la fragancia y ajan la lozanía. Estaba +hermosa, y más que hermosa seductora; pero los ojos, la actitud, la voz, +acusaban un desaliento amargo. Nadie hubiera podido averiguar si aquella +laxitud era la huella pasajera de los placeres de una noche, o la marca +indeleble de los sufrimientos del espíritu.</p> + +<p>Al entrar Lázaro salió la doncella, y Margarita, ladeándose ligeramente +en la butaca y echando atrás el rostro, animado por una sonrisa +encantadora, le tendió la mano.</p> + +<p>La situación de Lázaro era peligrosa y difícil: el menor descuido, la +más ligera inoportunidad, podían ofenderla sin resultado; que quien no +está satisfecho de sí mismo, ve acusaciones en las frases más inocentes. +Él, además, se consideraba sin derecho alguno para atacar a la madre en +defensa de la hija. ¿Cuál podía invocar? Si el de enamorado, confesaba +la propia y criminal flaqueza; si únicamente el de hombre de corazón, +¿quién había de reconocérselo?; si el de sacerdote, ¿cómo podría su +conciencia sancionar la ridícula comedia de un hombre que utiliza la +investidura sagrada para proteger su misma falta?</p> + +<p>Tenía delante a la mujer adúltera; pero no podía ser él quien la +arrojase la primera piedra.</p> + +<p>Margarita rompió el silencio, diciendo cariñosamente:</p> + +<p>—¿Qué es de usted? Vivimos bajo el mismo techo, y apenas nos vemos. Estos +días, los preparativos del baile, el bullicio de la fiesta, le han +alejado de nosotros; pero también usted es tan excesivamente inclinado a +sus soledades y sus estudios, que nunca se le ve. De los convites, aun +de los más íntimos, siempre se excusa; en habiendo alguien de fuera, +desaparece usted como por encanto. Y usted, sin embargo, no es huraño, sino +cariñoso, afable. Vamos, siéntese usted, aquí, a mi lado, y hablemos.</p> + +<p>Obedeció Lázaro, y, acercando otra butaca como la que ella ocupaba, +dijo:</p> + +<p>—Mucho agradezco a usted, duquesa, las deferencias con que me distingue: +tan sinceramente le estoy reconocido por ellas, que aunque el deber y el +sacerdocio no me lo impusieran, sentiría por Vds. verdadero cariño, +profundo deseo de ser útil, verdaderamente útil, en esta casa, donde se +me ha recibido con los brazos abiertos.</p> + +<p>—Todos le queremos a usted de veras. Mi marido y yo le aprecíamos en lo +que vale; y en cuanto a Josefina, puede usted estar seguro de que, si fuese +necesario defenderle, con dificultad se encontraría abogado que tomara +la cosa más a pechos.</p> + +<p>—Yo también me haría defensor suyo si ella lo hubiera menester; pero +está en una edad en que antes necesita guía que defensa. ¿Quién puede +pensar en hacerla daño? Eso sí, si sucediera, si alguien cometiera con +ella una mala acción, lucharía con todas mis fuerzas por salvarla.</p> + +<p>—Afortunadamente, replicó la dama, estamos seguros de que nadie la +quiere mal; por el contrario, si algún disgusto hemos de prever, será de +los que puedan ocasionarla los que aparenten quererla bien. ¡Está en una +edad tan peligrosa!</p> + +<p>—Tiene usted razón, duquesa; de los que aparenten amarla, de los que deben +estimarla en más, es de quienes hay que guardarla. Los encargados del +mayor bien son, con frecuencia, los que producen el mal mayor.</p> + +<p>El cura dijo esto con la voz algo temblorosa, casi sin calcular el +alcance de lo que decía; en parte ávido de arrostrarlo todo por la +engañada niña, y en parte temeroso de que su inexperiencia en los +discreteos inutilizara su buen deseo.</p> + +<p>Ella, sin extrañar precisamente semejantes frases, sintió cierta +sorpresa desagradable al escucharlas; pero pensó que a veces casualmente +se dicen cosas que parecen intencionadas.</p> + +<p>—Tiene usted razón—añadió;—es necesario velar sin descanso y muy de +cerca por las hijas cuando están en la edad de la mía; pero también es +preciso convenir en que los deberes que la vida social impone, el trato +con diversas gentes, tanto vivir fuera de casa y tanta facilidad en +escuchar lo malo, hacen el deber más difícil.</p> + +<p>—Eso mismo ha de aumentar la vigilancia y acrisolar el consejo, +duquesa; pero cuando son tales las condiciones de la vida; cuando la +atmósfera de fuera llega a viciar el ambiente de la casa, créame usted, +entonces es cuando hay que ponerse en guardia contra aquello que debía +inspirar más confianza.</p> + +<p>—¿Qué quiere usted decir con eso? ¿Que la educación de mi hija está +vaciada en un molde torpemente labrado? Quizá tenga usted razón. Mil veces +he pensado que para nosotras, el educar a las hijas es asunto más +difícil que para las familias de la clase media y las mujeres del +pueblo. Primero los cuidados mercenarios del ama, luego la hipocresía +del convento, después la inútil compañía de un aya extranjera, más tarde +la libertad de los salones, las emociones del teatro, la tentación por +el espectáculo del mal....</p> + +<p>—Y rara vez,—interrumpió el cura,—el ejemplo de la virtud.</p> + +<p>—Felizmente Josefina es una de esas naturalezas que repugnan +instintivamente lo torpe. No es necesario esforzarse mucho para que lo +aborrezca, y si lo fuese, usted nos ayudaría a ello. Un hombre de corazón, +un sacerdote, ¿quién mejor?</p> + +<p>—Pues crea usted, duquesa, que ni el hombre de corazón ni el ministro de +Dios podrían aliviarla el peso de su santa tarea. Los medios que tiene +para guiarla bien son infinitos; pero usted, usted sola puede emplearlos. +Aunque mis hábitos me hagan como enviado del cielo, mi palabra siempre +será palabra humana, y para una hija sólo es divina la palabra de su +propia madre.</p> + +<p>La hermosa y noble faz de Lázaro se iluminó con esa satisfacción intensa +que produce la resolución inquebrantable de vencerse a sí mismo por +amor al prójimo.</p> + +<p>La duquesa, que ya empezaba a desasosegarse, esquivó las miradas del +capellán. Su lenguaje era inesperado. ¿Qué decía aquel hombre? ¿Tenían +realmente intención sus advertencias, o era que ella a sí misma se +acusaba adaptando a la situación el sentido de cuanto hablaba el cura?</p> + +<p>Hubo un instante en que callaron ambos: él, por temor de ir más allá de +lo prudente; ella, por no escuchar sin provocarlas cosas como las que +acababa de oír.</p> + +<p>—Vengamos a lo que motiva esta entrevista, dijo de pronto Margarita. Le +he llamado a usted para algo que se relaciona, en cierto modo, con nuestra +conversación, según el giro que ha tomado, y se lo diré en dos palabras. +Cuando llegó usted a casa creímos que el capellán era demasiado joven.... +no se ofenda usted...: estábamos acostumbrados a la frente rugosa, a las +canas del pobre viejecito que le precedió. Después hemos visto que el +carácter suple en usted lo que otros adquieren a fuerza de años; y, +francamente, nadie hubiera creído que pueda infundir tanto respeto quien +cuenta todavía tan pocos. Al principio el cuidado de la capilla, la misa +de los domingos y el reparto de las limosnas.... no hizo usted más. Luego +usted mismo nos ha ido convenciendo de que teníamos en casa una joya, de +que podíamos confiarnos a usted bajo todos conceptos....: Josefina y yo nos +confesaremos en adelante con usted: esto es lo que tenía que decirle.</p> + +<p>—¡Conmigo!—exclamó Lázaro poniéndose en pié, y sin poder reprimir su +asombro.</p> + +<p>—¿Y por qué no? ¿Se niega usted? No creo que el depósito de nuestras +culpas pueda abrumarle. A Josefina, ya la conoce usted: tendrá usted, quizá, +que desvanecer errores, esquivar preguntas, eludir respuestas, y hasta, +en obsequio a su pureza, mentir algunas veces aparentando ignorancia de +lo que no deba saber; pero no se verá usted obligado a resolver problemas +ni perdonar graves faltas. Y en cuanto a mí, me dará usted buenos consejos, +ahorrándome algunas amarguras. Yo, que parezco tan alegre, lloro a solas +como si dentro de mí tuviera algo malo de que pudiera librarme con el +llanto. Llorar es nuestra defensa, con frecuencia nuestro recurso, el +mayor encanto de la mujer, siempre nuestro verdadero consuelo. Pero ¡qué +diferencias establece el tiempo! Hay una edad en que el dolor se +disuelve en las lágrimas como la sal en el agua; después, aunque se +llore, también se sufre, y al fin ya no se llora, pero se sigue +padeciendo.</p> + +<p>—Eso será, repuso Lázaro, si el dolor procede de la culpa, como ponzoña +que se destila de fruto venenoso, que mientras el sufrimiento no está +manchado de delito ni tiene sabor a remordimiento, cuando es puro, no +faltan lágrimas en que anegarle. ¿Ha visto usted esas flores que, +arraigadas a la orilla de los ríos, parecen prolongar su tallo si las +aguas aumentan, sobrenadando siempre? Pues semejante a ellas es la +pureza del alma: no hay lágrimas bastantes para ahogarla. Nunca llega el +corazón a endurecerse tanto que se le pidan en vano; más duras son las +peñas de los montes, y de entre sus grietas surgen los manantiales.</p> + +<p>Margarita escuchaba confusa. Era indudable que aquel hombre conocía su +delito. Lo que la había dicho ya era algo; pero el modo de decírselo no +podía ser más expresivo ni elocuente.</p> + +<p>Estaban cerradas todas las puertas; el gabinete envuelto en las tintas +pálidas del ocaso; los brillos de las sedas y el relucir de los metales +amortiguados por la creciente sombra; la luz escasa parecía aumentar +las distancias robando la forma a los objetos, y la mancha negra del +ropaje del cura junto a la esbelta figura de Margarita, parecía absorber +toda la claridad que penetraba por el ancho hueco del balcón.</p> + +<p>De repente, hacia la puerta que conducía a las habitaciones de Josefina, +se oyó el crujir de un vestido de seda que rozaba contra el muro: era +que la niña venía al cuarto de su madre.</p> + +<p>Lázaro se puso en pié, indicando a la duquesa con los ojos el ruido de +los pasos que se acercaban, y ella bajó calladamente la cabeza. La +mirada del hombre no pudo hablar mejor; el silencio de la mujer no pudo +decir más.</p> + +<p>Al entrar Josefina estrechó a Lázaro la mano y abrazó a su madre. De +allí a poco el cura y la niña conocieron que Margarita quería estar +sola, y saliendo cada uno por distinto lado, la dejaron.</p> + + + + +<h3><a name="XII" id="XII"></a>XII.</h3> + + +<p>A sí llegó para Lázaro el momento decisivo de la lucha, el instante +supremo en que las vacilaciones y las dudas habían de resolverse, +informando en uno u otro sentido una resolución que decidiera de su +vida.</p> + +<p>La inexperiencia de la edad y la docilidad de la ignorancia le hicieron, +casi niño, aceptar con alegría una misión, a la cual pensó dedicarse por +completo, consagrándola la actividad de la inteligencia y el entusiasmo +de la fe. Los que labraron su espíritu le hallaron dúctil y obediente +para recibir las doctrinas de lo pasado, que fueron amoldándose a su +pensamiento como el líquido al vaso. Nunca hubo hombre colocado en +mejores condiciones para cumplir debidamente las exigencias de su +sagrado ministerio. Aún resonaban en su oído las palabras del Obispo +cuando llegó a la corte y penetró en la vida moderna, no para llevar la +agitada existencia del que vive al día, sin saber hoy dónde comerá +mañana, sino para pasar las horas tranquila y reposadamente, sin más +cuidados que cumplir con el formalismo y las exterioridades necesarias +de una casa donde el capellán era un artículo de lujo. Tuvo a su +disposición un templo, de que vino a ser señor y dueño. Fue libre de día +para sus obras de caridad, facilitadas por la liberalidad de los duques; +fue libre de noche para las meditaciones y los rezos; ninguno tendió +redes a su buena fe, ni lazos a su tranquilidad; no hubo de luchar con +nadie, y, sin embargo, su espíritu se volvió contra los que le +enseñaron; su vida fue agitada, y su entusiasmo decayó lentamente. Sin +olvidar los consejos del Obispo, llegó a entenderlos como inspirados por +un ideal distinto; dejó que sobre los altares de la capilla fuese +posándose el polvo de la incuria; la caridad sirvió para amargarle con +el espectáculo de las miserias sociales; las oraciones fueron +trasformándose en las impías preguntas de la duda; las noches cedieron +al insomnio; perdió la paz del alma, y sin faltaren nada voluntariamente +a sus promesas, vio moralmente quebrantados sus votos. La misión que le +impusieron y él aceptó confiado en leales propósitos, llegó a parecerle +tarea superior a sus fuerzas, y como el acero brillante puesto al fuego +va oscureciéndose y empavonándose con tonos apagados, su ánimo juvenil y +ardoroso fue sintiendo trasformarse los bríos en decaimiento y +flojedad. Cuando llegó a convencerse de que no podía ser feliz, todo le +pareció imposible, todo mentira.</p> + +<p>El amor resumía todas sus ambiciones antes cifradas en la perfección +religiosa, y precisamente cuando su conciencia rechazaba con más vigor +lo que antes adoró, fue cuando las circunstancias le obligaron a adoptar +una resolución que fijara definitivamente el sentido y la norma de su +vida.</p> + +<p>El conflicto se le presentó entonces bajo la forma de un dilema +inflexible. Romper con el pasado, o borrar de su porvenir la esperanza. +Confesar el error franca y honradamente, o seguir siendo sacerdote de un +ideal en que ya no creía. Ser un farsante despreciable a sus propios +ojos, o un renegado para el mundo, porque la sociedad transige con todas +las deserciones y todas las apostasías, pero no tiene piedad para la +abjuración del clérigo. Abjurar, o resignarse.</p> + +<p>Lo primero sería aventurarse a la lucha contra el mundo; lo segundo, +envilecerse. ¿Hasta dónde podían precipitarle las consecuencias de una +abjuración? Era imposible calcularlo. Nadie debe echar cuentas sobre la +maldad humana. ¿A qué grado de bajeza moral le arrastraría la abdicación +de su propia dignidad? Ya se lo había dicho la duquesa: tenía que +confesar a Josefina.</p> + +<p>¡Confesar a la mujer que amaba! Es decir, emplear en provecho puramente +humano y egoísta el prestigio de la Religión. Valerse de la autoridad +del sacerdote para escudriñar un corazón que como amante no podía +sondar, utilizando su sagrada investidura en sorprender los secretos que +le estaban vedados como hombre.</p> + +<p>Otro cualquiera podría estrechar entre sus brazos la gentil figura de la +niña, arrodillarse a sus pies, aproximar los labios a su oído, +estremecer su alma con palabras de amor, y sorprender sus dudas +virginales ingenuamente dichas, envueltas en pecadillos cometidos con +algo de malicia, y revelados más con el rubor que con la frase. Pero él +habría de lograrlo por otros medios. Ella tendría que venir a buscarle, +como penitente, entre la oscura lobreguez de un templo, al triste y +fatigoso resplandor de los amarillentos cirios; caería de rodillas a sus +pies, y le hablaría avergonzada a través de tupida y mugrienta celosía, +oculto el rostro con el espeso velo y acobardado el ánimo por el terror +religioso. Las palabras saldrían de su boca indiferentes o medrosas, y +él, que debía escucharlas como ministro de Dios, se embriagaría con +ellas, aspirando el grato aroma del fruto prohibido. Los labios de la +mujer quedarían detenidos ante la rejilla de madera; pero su aliento, +penetrando en los oídos de amante, le agitaría el cerebro con una +conmoción nerviosa, fingiéndole las ardientes caricias de la tierra +cuando debía pensar en las dulzuras inefables del cielo.</p> + +<p>Su alma sufriría dos tormentos en un solo suplicio, deseando como +enamorado lo que le mancillaba como sacerdote. El corazón y la +conciencia libraban en su espíritu el mismo combate que antes riñeron la +fe y la duda; pero el desenlace no podía ser igual. Sus creencias habían +ido muriendo lentamente, día tras día, hora tras hora, como plantas +creadas en la vida artificial y falsa de una estufa que de repente se +sacan a la abrasada luz del sol y al frío azote de los vientos. Su +corazón había de ser vencido por un imperativo de la voluntad, y su amor +extirpado cruelmente como raíz que se arranca de cuajo con violenta +mano.</p> + +<p>El problema aparecía a sus ojos cada vez más claro, irresoluble siempre. +No basta al hombre querer vencerse: es necesario que le dejen en +condiciones de hacerlo. Pero Lázaro era de esos seres extraordinarios en +quienes es virtud la intransigencia, porque, firmes en la moral de su +derecho y lógicos consigo mismos, someten la voluntad a la razón, +prefiriendo antes la propia estima que la hipócrita y baja transacción +con el error ajeno.</p> + + + + +<h3><a name="XIII" id="XIII"></a>XIII.</h3> + + +<p>Cerró la noche lluviosa y triste. Por los balcones del palacio de los +duques empezaron a divisarse, tendidas en doble fila a lo largo de las +calles, luces de gas temblorosas y amarillentas, que se reflejaban como +en un espejo en las húmedas losas de las aceras. Los caballetes de los +tejados, las buhardillas, las chimeneas, destacaban las líneas de sus +macizas sombras, bruscamente interrumpidas y dominadas por los negros +contornos de las altas torres de los templos. En alguna ventana se veía +lucir tras los vidrios mojados la pálida llama de una lámpara, y por +cima de los edificios notaba esa claridad indecisa que anuncia desde +lejos el asiento de las grandes ciudades. Las calles estaban enlodadas, +los jardinillos de las plazas encharcados con el continuo gotear de las +ramas de los árboles, cuyas hojas aparecían como barnizadas por la +lluvia. El rodar de los coches y el chocar de los herrados cascos sobre +el piso desigual y duro, formaban un ruido monótono, constante, que +rasgaban de improviso los gritos de los vendedores, los pitos de los +tranvías o las agrias notas de alguna murga que, refugiada en un portal, +daba tormento a sus instrumentos de cobre enfundados en sacos de +percalina negra. En las puertas y sobre las muestras de las tiendas +brillaban los reverberos o las bombas, proyectando resplandores +enérgicos que se derramaban profusamente en los escaparates llenos de +sedas, objetos de nikel, cueros labrados, fotografías, frascos, +botellas, estuches, corbatas, joyas, libros y cuanto el trabajo produce +para que lo consuman las necesidades o la vanidad humana. Bajo los +faroles, al borde del arroyo, las chulas y los granujas voceaban +periódicos y décimos de lotería. Al atravesar de unas a otras aceras, +las mujeres se levantaban la falda, más cuidadosas algunas de enseñar el +pié que de resguardar los bajos. En las esquinas inmediatas a los +talleres de modistas esperaban los estudiantes y los viejos verdes, +acariciando en el bolsillo los billetes para ver una pieza en Eslava, o +las entradas de favor para bailar en <i>La Sutil</i>. Ante las iglesias, +cuyas campanas tañían sin poder sofocar los ruidos de las calles, +esperaban el fin de la novena las berlinas de las grandes damas con los +caballos engallados y los cocheros cubiertos de largos impermeables. +Por todas partes reinaba la agitación confusa, animada, casi febril, que +forman el continuo vaivén de los que vuelven de paseo o salen del +trabajo con los que no hacen nada, yendo de un lado para otro, como +seguros de tropezar alguna vez con la fortuna sin preocuparse de +buscarla.</p> + +<p>Lázaro, apoyados los codos en el antepecho de una ventana de su cuarto, +y hundido el rostro entre las palmas de las manos, sentía llegar hasta +su oído por cima de las enramadas del jardín el rumor sordo y constante +que se alza de la villa y corte en las primeras horas de la noche; rumor +semejante al ronco y prolongado rugir de una fiera que se estira y se +espereza antes de tumbarse a dormir.</p> + +<p>Escuchando aquellas voces engendradas por el movimiento y la actividad +de la vida moderna, pensaba que en el ancho seno de la villa, tras cada +balcón, en cada casa, al resplandor de cada luz, al volver de cada +esquina, habría quien padeciese torturado por propias y punzantes penas; +pero que nadie sufriría un dolor tan hondo y acerbo como el suyo.</p> + +<p>Era llegado el momento de poner por obra su firme y decidido propósito. +Había sonado la hora de abandonar para siempre aquella casa, y antes de +dejarla quería abarcarlo, condensarlo todo por última vez en una +despedida que grabase en su memoria los rasgos indelebles de cuanto allí +le había rodeado mientras vivió cerca de ella.</p> + +<p>Miró al jardín. Entre las ramas de los tilos vio brillar, lavados por la +lluvia, los cristales de la estufa, donde tantas veces hablaron de cosas +indiferentes que ahora le parecían dignas de recuerdo eterno. Hacia la +izquierda de la enorme adelfa que extendía como múltiples brazos sus +ramas cargadas de flores, estaban las sillas y la mesita de hierro, +junto a las que la espió tantas veces, bordando ella, devorándola él con +las pupilas dilatadas, mientras el airecillo juguetón levantaba la +flotante bata de la niña hasta descubrir su primoroso pié, o desprendía +del talle el pañuelo de finísimo estambre. Un poco más lejos estaban, +reunidos en un solo plantío, erguidos sobre sus esbeltos troncos, los +rosales de la Malmaison y Alejandría, que Josefina cuidaba para +engalanarse luego con las rosas que ella misma había regado. Todo +pronunciaba su nombre, y, por extraña casualidad, el único balcón en que +había luz era el suyo.</p> + +<p>Una idea imprudente, avivada por un deseo incontrastable, se apoderó +entonces de Lázaro. Quiso, antes de partir, ver el cuarto de Josefina, +tender la mirada sobre cuanto la pertenecía, tocar lo que ella tocaba, +vivir un instante en el sagrado recinto que cobijaba su sueño, y +recoger, tal vez con la imaginación extraviada, el eco de alguna +palabra de amor perdida entre los cortinajes del lecho virginal. Quería +llegar hasta el santuario del único ídolo en que siempre había de creer, +porque era el solo a que no podía tocar.</p> + +<p>Eran más de las diez de la noche, y los duques, que se habían marchado +con su hija a la ópera, no volverían probablemente hasta muy tarde. El +jardín estaba oscuro, desierto; no se percibían más ruidos que el caer +continuo de la lluvia sobre los enarenados paseos y las alegres +risotadas de la murmuración de la servidumbre que comía reunida en una +cocina de la planta baja.</p> + +<p>Lázaro, conociendo que tenía el campo libre y seguro, se aventuró a +satisfacer su capricho. Bajó al jardín, lo atravesó andando casi de +puntillas, y subió desde el vestíbulo a las habitaciones de los duques, +llevando las manos delante, como quien se arriesga a oscuras y sin guía +por un terreno poco conocido. El rumor de sus pasos quedaba apagado por +la tira de tupida alfombra extendida a lo largo de los corredores. Al +final de uno de ellos, el punto luminoso que brillaba en el ojo de una +cerradura le indicó el cuarto de Josefina. Avanzando entonces +confiadamente, posó la mano temblorosa sobre el pasador de la puerta, y, +seguro de la impunidad de su osadía, abrió de pronto.</p> + +<p>Una lámpara olvidada sobre la chimenea de mármol blanco esparcía tenues +resplandores, filtrados a través de una bomba de cristal esmerilado, +que, reproduciéndose en la luna de un gran espejo, duplicaba la imagen +de la luz sin aumentar la claridad. En el centro de un veladorcito de +ébano, cubierto por un tapete de seda con flecos de colores vivísimos, +había un joyero de porcelana vieja de Sevres, y en el cóncavo de su copa +varias horquillas, una sortija y una estrecha cinta tejida con raso de +dos tonos, rosa y blanco. Tirado sobre la larga silla de reposo había un +traje de calle con sus menudos tableados de seda, sus volantitos +estrechos y sus largos lazos anudados como al descuido. Los frasquitos +de perfumes y los acericos de encaje estaban desordenados en el tocador; +y en la ancha jofaina de blanca porcelana, el agua conservaba todavía +las blancas espumas y las irisadas burbujas del jabón. Caído al pié de +una silla había un peinador de batista, y medio ocultas por sus huecos +pliegues unas botitas de raso negro con pespuntes blancos. Puesto en el +borde de una mesilla que sostenía algunos libros ricamente +encuadernados, se veía un espejo de mano con mango de marfil. Era el +amigo más íntimo, el abogado consultor de la niña, el que decidía sin +apelación del efecto de los peinados. Un poco más allá de las columnas +que separaban el gabinete de la alcoba, estaba la cama con las cortinas +cerradas y caídas, como se oculta tras un velo sagrado el ara de una +diosa. En la penumbra de un rincón se alzaba un mueblecito maqueado, con +sus flores de nácar y sus cajoncitos entreabiertos, dejando caer hacia +fuera algún trozo de encaje, alguna madeja de estambre. El atril del +piano sostenía un grueso y manoseado tomo de melodías de Schubert, y de +uno de sus candelabros colgaba, suspendido por el elástico de goma, un +precioso sombrerillo de raso pálido, con plumas coquetamente rizadas y +anchas cintas de seda algo ajadas en el sitio donde se formaba el lazo. +Delante del balcón había una jardinera con flores de trapo +admirablemente fingidas, y en su centro se alzaba una jaula, cárcel de +dorados alambres, donde, oculta la cabecita bajo el ala, dormía un +canario de Holanda, su mejor amigo, casi el rival del espejito de +marfil.</p> + +<p>La luz tranquila, que caía como una caricia sobre cuanto iluminaba, +parecía hacer visibles a los ojos del espíritu el silencio y la soledad +de aquella estancia, y ese excitante aroma desprendido de cuanto usa la +mujer hermosa y limpia impregnaba la atmósfera de efluvios como formados +con emanaciones de flores extrañas y aliento de bellezas soñadas. Había +allí algo poéticamente sensual, cuya influencia era tanto mayor cuanto +más puro era su origen.</p> + +<p>Lázaro tendió la vista en torno suyo, aspirando con fuerza aquel +ambiente embriagador, cual si quisiera asimilarse algo de lo que la +pertenecía. El espíritu y la materia, lo casto y lo lascivo, le hablaban +embargando su alma y sus sentidos. Cada objeto le decía una frase, de +cada observación brotaba un deseo, y a lo más puro sucedía lo más +humano. Unas cosas engendraban sentimientos dulces y tranquilos que +confundían el amor con la adoración: otras hacían surgir tercos e +insaciables los lascivos impulsos de la carne. Sus ojos lo escudriñaron +todo.</p> + +<p>—«Aquí se viste.... aquí vive.... aquí se peina.... aquí duerme.... +aquí sueña!.... En esa almohada reclina su cabeza.... este armario +guarda sus secretos.... aquél es el perfume en que humedece sus rizos. +Allí están la imagen a quien reza la plegaria cortada por el sueño, y +las sábanas a cuyo frío contacto se estremece su divino cuerpo.»</p> + +<p>En su cerebro, extraviado por la plétora de vida, empezaron a dibujarse +las exigencias de un nuevo deseo. Sintió algo parecido a los primeros +vapores de la embriaguez. Quería esconderse, esperarla, escuchar cómo se +acercaba desde lejos el coche que la traía, oír el ruido de sus pasos, +el crujir de su falda en las salas contiguas, y verla entrar por fin, +como presa ofrecida al apetito brutal de sus sentidos.</p> + +<p>De pronto alzó los ojos, y en la luna del espejo vio reproducida su +figura sombría y triste como una nota discordante con cuanto le rodeaba. +Su sotana era una mancha negra caída sobre la clara alfombra, los rasos +y las sedas de brillantes tonos. Parecía una mortaja tirada sobre un +macizo de flores. La mirada del hombre se cruzó con la de la imagen +reflejada, y sus propias pupilas le preguntaron asombradas con mudo y +terrible lenguaje:</p> + +<p>—«¿Qué haces aquí? El ciego debe ignorar que hay sol. El paraíso no +existe para el réprobo. Para ti no hay amor.»</p> + +<p>La voluntad sofocó el grito de la imaginación, tantas veces culpable a +despecho de la conciencia, y Lázaro salió de aquél cuarto para tornar al +suyo, como quien vuelve de los encantos de un sueño al rudo contacto de +la realidad.</p> + + + + +<h3><a name="XIV" id="XIV"></a>XIV.</h3> + + +<p>Se encerró cual si tuviera miedo, atrancó cuidadosamente el balcón, y +sin hacer ruido fue alzando la trampa que ocultaba el hogar de su +chimenea.</p> + +<p>A duras penas, con un mal cuchillo, hizo astillas la peana en que se +sostenía la santa imagen puesta a la cabecera de la cama, colocó en el +hogar los pedacitos de madera carcomida, y en torno suyo fue agrupando, +apoyándolos sobre las tapas mugrientas y sobadas, los libros de rezo, +las obras sagradas, los accesorios de sus trajes sacerdotales, los +alzacuellos, los rosarios, todo lo que podía recordarle aquel pasado que +hubiera querido aniquilar de un solo golpe. Arrancó después algunas +hojas de un breviario, retorciéndolas tranquilamente entre las manos, y +sin vacilar un punto, impasible, sereno, las encendió en la lámpara, +prendiendo con ellas los combustibles hacinados.</p> + +<p>Una llama pálida lo rodeó todo; enrojeciéronse rápidamente las astillas; +las voraces y azuladas lenguas de fuego atacaron las compactas páginas +de los libros, y a los pocos momentos, una llamarada de resplandores +vivísimos iluminó el cuarto, ofuscando la apacible luz de la lámpara, y +proyectando una siniestra claridad de incendio sobre la figura de +Lázaro. Todo ardía. Los cantos de los tomos parecían haces de aristas +encendidas, cada hoja era una línea, y unas caían sobre otras, +torciéndose, quebrándose, hasta romperse como gavillas abrasadas. Los +pliegos sueltos ardían rápidamente consumidos a un solo embate de la +llama, y en su lugar quedaba una película negra, ingrávida, escrita con +caracteres de fuego, que se iban extinguiendo poco a poco. Las chispas +rodaban sobre los volúmenes hasta hacer presa en ellos, y sus puntos +rojizos, agitándose como larvas ardientes, roían las hojas antes que se +cebara en ellas la enfurecida llama. Las tapas y las cubiertas empezaban +a retorcerse. Los pergaminos se abarquillaron, crujiendo y chasqueando, +y las pavesas, absorbidas del foco de la hoguera, volaban envueltas en +una nube de humo hasta desaparecer por el cañón de la chimenea.</p> + +<p>¡Cuánto hubiera dado Lázaro por trocar en cosa tangible su memoria, para +destruirla también! Cuando el hombre abjura de sus errores, debía tener +el derecho de olvidarlos.</p> + +<p>En el hogar, momentos antes encendido, no quedó de allí a poco más que +un montoncillo de cenizas, y envueltos entre su tibio rescoldo se veían +relucir los broches de un libro de horas, y los alambres del metálico +engarce de un rosario.</p> + +<p>El sacrificio estaba consumado. La conciencia de Lázaro se resistió +siempre a darle el nombre de apostasía.</p> + +<p>Entonces vinieron a consolarle esas ficciones engañosas que uno se forja +en las grandes amarguras de la vida, falsas esperanzas que no han +germinado al calor de la ilusión o del deseo, sino que llegan con paso +tardo y torpe, rebeldes a la voluntad que las evoca: entonces los +recuerdos tomaron formas de esperanzas, y no concebidas fríamente por el +cerebro, sino brotadas del fondo de su corazón, Lázaro sintió llegar a +los labios una idea que se tradujo en una palabra amorosamente +pronunciada. Todo su porvenir estaba condensado en ella.</p> + +<p>«¡La aldea!»</p> + +<p>A la mañana siguiente el barro del jardín guardaba impresas todavía las +huellas de Lázaro, indicando el sitio donde había escalado la verja para +huir, como un ladrón, de aquella casa, donde era tenido casi por un +santo.</p> + + + + +<h3><a name="XV" id="XV"></a>XV.</h3> + + +<p>Salió de la corte en un tren mixto, que se arrastraba torpemente como +reptil enorme condenado a recorrer siempre el mismo camino, saludando +con silbidos estridentes los mismos lugares, deteniéndose ante los +mismos sitios, hasta que al cabo de veinte horas de viaje llegó a la +estación más cercana a su pueblo, para ir al cual había de atravesar una +dilatada llanura, a cuya extensión ponían límite varias colinas que se +divisaban a larga distancia, veladas por flotantes brumas.</p> + +<p>Alzábase cerca de la estación una venta con honores de posada, y junto a +su puerta, sentados en torno de dos mesillas mugrientas e inseguras +cubiertas de jarrillos de vino, bebían y vociferaban hasta media docena +de arrieros y zagales. Lázaro cruzó ante ellos sin detenerse, pidió +albergue, ajustó una mula para ir hasta su pueblo al otro día, y, +encerrándose en un estrecho cuarto, se dispuso a pasar la noche.</p> + +<p>Caía la tarde. Por la ancha ventana que iluminaba la habitación se +distinguían a lo lejos, oscureciendo con sus enormes sombras la incierta +luz crepuscular, los picos de la vecina sierra envueltos entre vapores +débilmente violados y azules. En primer término, las tapias llenas de +carteles de colores y las vallas de la estación dibujaban con líneas de +intenso negro sus contornos. Los rails, abrillantados por el continuo +roce de las ruedas, se alejaban hasta perderse en la revuelta de una +curva. El polvillo del carbón oscurecía la tierra, marcando las huellas +de los carros, y a unos trescientos metros de donde paraban los trenes, +indicando la entrada en agujas, empezaban a brillar los farolillos rojos +y las señales de la vía.</p> + +<p>Frente de la ventana, a regular distancia del corralón de la posada, +contrastando su fábrica de piedra con el maderaje y los tablones de que +estaba formada la estación, había un edificio, rico en otro tiempo, a la +sazón ruinoso, pobre, y sobre todo triste, como si su inerte mole fuera +capaz de presentir la grandeza del rival que allí cerca y en pocas +semanas alzaron unos cuantos hombres. Era una antigua iglesia, +reconstruida sin criterio fijo, restaurada muchas veces, y que hasta en +los más pequeños detalles acusaba gustos de distintas épocas o caprichos +de los piadosos donantes que facilitaron fondos con que sostener en pié +aquella amalgama en que parecían haber tomado cuerpo los desvaríos de un +arquitecto loco.</p> + +<p>Todo el que dio dinero para la obra imprimió en ella algo de su capricho +o su ignorancia. Tenía rejas del Renacimiento, adaptadas a huecos +ojivales; vanos trazados sin tener en cuenta la ponderación de las +fuerzas, masas aglomeradas donde faltaba resistencia. Hasta la +Naturaleza, a veces caprichosa, había añadido un sarcasmo a tanta burla, +dejando brotar en la cornisa y enlazarse con las labores de la alta +crestería, muchas de esas florecillas de un amarillo sucio que crecen en +la frente de las ruinas como coronas funerarias puestas por el tiempo +sobre aquello mismo que destruye.</p> + +<p>Daba acceso al edificio un arco gótico de relieves esculturales, con +santos puestos en mensulillas esculpidas, cubiertos por doseletes +calados, decorados con profusión, pero desconchados y rotos. No quedaba +apóstol sano, ni evangelista entero, ni virgen intacta, ni mártir +respetado por las salvajes pedradas de los chicos. Los báculos, las +mitras, los atributos y animales simbólicos estaban horriblemente +mutilados; dos o tres Padres de la Iglesia estaban desnarigados.</p> + +<p>Lázaro, puestos los codos en el antepecho de la ventana y apoyado el +rostro entre las manos, miraba distraído las bandadas de pájaros que, +volando sesgadamente en torno de la vieja techumbre, venían a guarecerse +en los intersticios de las tejas, y sentía que, tan rápidas como ellos, +pero menos alegres, sus reflexiones iban trayéndole a la mente, en +invasión desordenada, revueltas con las tenaces preguntas de la +conciencia, las inseguras disculpas de la razón; y al par que cada +pensamiento le mostraba sus ilusiones muertas para siempre, en nada +descubría apoyo de consuelos presentes o vislumbre de esperanzas +futuras.</p> + +<p>—Todo ha concluido. ¿He hecho bien? ¿He hecho mal? ¿Por qué no +experimento la dulzura inefable que dejan las resoluciones honradas? Me +he vencido: mi voluntad, domando los impulsos torpes, ha preferido a la +hipocresía la sinceridad. Si cuanto creí era falso, mi alma se hubiera +corrompido al contacto de la mentira; si era cierto, la oración se +habría manchado al pasar por los labios del impío. Tan despreciable es a +mis ojos el incrédulo que finge devoción, cuanto es infame el creyente +que blasfema de lo que tiene por santo. No quise que la duda me +arrastrase al cinismo. He aceptado la desdicha por no doblegarme al +envilecimiento, y, huyendo de reconocerme perjuro, he parado en ser +apóstata. He sido para la fe soldado leal y amante sin falsía; al dejar +de amarla no he querido mentirla, que el corazón luego desprecia lo que +prostituye. Plegaria que la vacilación suspende, frase de cariño que con +el pensamiento se aquilata, ni entrañan fervor, ni acusan sentimiento. +La religión y la mujer quieren al hombre todo entero: una para creer, +nos ciega; otra para amar, nos ofusca: ambas transigen con el olvido +antes que con la indiferencia, y para ellas en el menor desfallecimiento +hay perjurio, en la más pequeña falta de entusiasmo hay engaño.</p> + +<p>Ya no volveré a verla. Creyente o renegado, no debe existir para mí. +Emblema vivo de la dicha, la he visto y la he sentido gozando, masque +por la contemplación de su hermosura, con los presentimientos en que el +alma adivinaba las dichas que pudiera darme. Y hoy, negada para la +realidad, imposible para el logro, aún creo que puede ser eterna para la +esperanza, cual si en mi ser se acrisolara lo que de terrenal me +inspira, hasta trasformarse y fundirse el deseo del cuerpo en aspiración +del alma. Su frente, que nunca habrá de reclinar sobre mi hombro; su +boca, que mis labios no besarán jamás; el brillo intenso y profundo de +sus pupilas negras, todo lo que sin haber llegado a conseguir juzgo +perdido, me parece infamemente arrebatado al empezar a poseerlo. +Recuerdo como pronunciadas las palabras que soñé para dichas por ella +junto a mi oído; la imaginación se finge las amorosas respuestas, la +memoria quiere engañarse a sabiendas, y los antojos de la fantasía se +confunden con las reminiscencias de la realidad.... Ya no tendré +estímulo para el bien, ni energía contra el mal. Ser algo por amor suyo +me hubiera quizá impelido a serlo todo; ambicionar lejos de ella, es +caminar sin término, pensar sin juicio, tender el vuelo a los espacios +sin que la mente sepa dónde ha de hallar descanso la esperanza.</p> + +<p>Así pensaba Lázaro, absorbido por sus cavilaciones, mientras la trémula +claridad de los últimos instantes de la tarde iba dejando libre el paso +en la atmósfera a las primeras sombras de la noche. Las formas de las +cosas se desvanecían, perdidas poco a poco en la incertidumbre de la +naciente oscuridad, y los contornos de árboles, caseríos, lomas y +plantíos iban desvaneciéndose, permitiendo apenas destacar sus negras +masas entre los espirantes resplandores del día.</p> + +<p>Entonces, hendiendo el aire pausada y dulcemente, llegó hasta los oídos +del cura el tembloroso tañer de una campana, cuyas voces debilitaba la +distancia, confundiendo con sus propios sonidos las huecas repeticiones +de los ecos.</p> + +<p>—¡La oración! dijo Lázaro. ¡Si pudiera rezar!</p> + +<p>Se levantó movido de secreto impulso, bajó al zaguán, salió hasta el +campo, y como quien no pierde por la precipitación idea del sitio donde +va, cruzando tierras sembradas, se fue hacia la iglesia que desde la +ventana de su cuarto había visto.</p> + +<p>Llegó hasta ella rendido y sin aliento, que el bien, aunque sea fingido, +cuesta caro, y parándose primero ante la puerta cerrada del templo, +rodeó después el edificio a grandes pasos, buscando inútilmente entrada +franca para la casa de Dios. Mas hallándolo todo inútil a su empeño, +vino a dar junto a una casuca estrecha, miserable, contigua a la +iglesia, unida a ella por las tapias de un huerto, y que parecía ser +morada del cura que cuidase el sagrado edificio.</p> + +<p>Avanzó resuelto, y cogiendo con mano trémula el aldabón de hierro que +pendía de la puerta, dio un recio golpe, que, retumbando en la desierta +nave de la iglesia, fue devuelto en seguida por los ecos más prolongado +y más nutrido. Entonces los pájaros cobijados entre las hendeduras de +los sillares desquiciados, en los relieves de los frisos, en las +estatuillas de piedra y las hojarascas de granito, se alzaron en medroso +enjambre, yendo fugitivos y asustados a perderse en la altura o a +refugiarse rastreando por los cercanos trigos.</p> + +<p>—Así han huido, se dijo Lázaro, mis esperanzas; pero estas aves +tornarán al nido antes que la noche cierre, y las ilusiones no volverán +jamás al alma mía.</p> + +<p>Nadie contestó al golpe. El edificio estaba abandonado y mudo. La +campana cuyos tañidos llegaron hasta Lázaro, era la que en la estación +servía para marcar las horas del trabajo.</p> + +<p>De allí a poco rasgó los aires el pito de una locomotora que venía +lejana, y confundidos con su penetrante silbido empezaron a escucharse +cercanos los alegres cantares de los obreros que volvían de su ruda +tarea.</p> + +<p>Era inútil rezar. A un lado estaban la soledad, el egoísmo indiferente +de todo lo que se siente morir, la puerta del templo cerrada para +siempre; al otro lado bullían y se agitaban los símbolos del porvenir, +de la esperanza y de la vida.</p> + +<p>La Iglesia es como esas queridas desdeñosas que nunca vuelven a recibir +entre sus brazos al que una vez se aparta de ellas.</p> + +<p>Lázaro se volvió pensativo a la posada. Había comprendido aquella +coincidencia extraña que le dio clara idea de su situación.</p> + +<p>Al entrar en la venta vio, iluminados por la rojiza llama del hogar y +las amarillentas luces de un velón, los arrieros y mozos de muías que +descansaban en torno de la lumbre, jugando con barajas abarquilladas y +sebosas, apurando vasos de vino.</p> + +<p>Otros más descuidados o menos resistentes al trajinar del día, dormían +a pierna suelta encima de los arcones de la cebada y tumbados sobre las +mantas y albardas de las bestias.</p> + +<p>Lázaro los contempló un instante, y pensó que el sueño del ignorante +suele ser, por una injusticia que subleva, más sosegado y tranquilo que +el del justo.</p> + + + + +<h3><a name="XVI" id="XVI"></a>XVI.</h3> + + +<p>Por un camino real que atraviesa los campos de Castilla rayanos con +Andalucía, jinete en una mula parda, mal esquilada y sucia, va un hombre +joven y de hermosas facciones, pero ojeroso, triste, pálido, callado, +dejando al animal que arregle a su capricho el paso, sin hostigarle con +espuela ni palo.</p> + +<p>En el cielo, de un azul purísimo, no flota la más ligera nube. El aire, +diáfano y trasparente, permite ver a grandes distancias las formas de +las cosas, y el humo que se escapa de alguna choza perdida en la +llanura, sube vertical y tranquilo a desvanecerse en la límpida +atmósfera, sin que el más tenue soplo le conmueva. Algún ventorrillo, +con su rama seca colgada, ante el portón, ofrece de trecho en trecho al +caminante el cochifrito o el tasajo, compañeros del vino, y a lo lejos +se extiende hasta perderse la blanca cinta del polvo de la carretera, +manchada sólo por los excrementos de las bestias, o hendida por las +pesadas llantas de los carros. Dilátanse a uno y otro lado las estrechas +paralelas de los surcos cubiertas por mieses amarillentas o verdosas, y +esmaltando el gris oscuro de los secos terrones, crecen profusamente las +encendidas amapolas, los azulejos pálidos y las margaritas de botón de +oro. En las cunetas del camino, junto a los montones de guijo y pedernal +recién labrado, se arraigan los punzantes cardos, y rastreando entre +los trigos, hurtando fuerza a las cañas y peso a las espigas, se +extienden las tenaces gramas. El sol brilla con fuerza, recortando +enérgicamente las sombras, y el aire, impregnado de rústicos aromas, +apenas consigue agitar las hierbecillas sedientas del agua de los +cielos. Todo está seco; en cuanto alcanza la mirada no hay una noria, ni +un árbol, ni una fuente. Como flotantes en el ancho espacio, se oyen +sonidos que la distancia debilita: el campanilleo tembloroso del andar +de la recua, el cántico semisalvaje del gañán, o el cansado voltear de +alguna esquila de torre perdida en la soledad de la planicie....</p> + +<p>La mula seguía su trote acompasado y lento, dejando tras sí lo que dejan +todas las cosas de la vida: polvo que se alzaba en el aire, dilatando un +instante la nube sucia de sus átomos, para volver al sitio de donde +procedía.</p> + +<p>Las horas pasaban; a unos campos sucedían otros monótonamente iguales, +repitiéndose sin cesar los accidentes del terreno, pareciéndose siempre +en algo los caseríos, las granjas, los rediles vacíos, mientras sobre +las lomas o en los cerros se divisaban, como puntos inquietos blancos y +negros, las ovejas y cabras que corrían acosadas por los celosos perros.</p> + +<p>Íbanse poco a poco destacando del fondo luminoso del cielo los ángulos +rectos y los cortes bruscos de las casas de las aldeas, con sus tapias +de tierra y sus paredes de cascote, dominadas desde lo alto del monte +por la ermita, en torno de cuyo viejo campanario volaban las bulliciosas +y alegres golondrinas. Entonces Lázaro forzaba el trote de su +cabalgadura, y llegando a la plaza del lugar, lo atravesaba rápidamente, +sin reparar en las mujeres puercas y los chicuelos harapientos que le +miraban, curiosos y asombrados, desde las ventanas y los umbrales de +las puertas.</p> + +<p>En una revuelta vio de repente una sombra oscura, grande y extendida +sóbrela blancura del camino: aquella mancha se movía, avanzando +lentamente en dirección contraría a la que él llevaba, y entre su masa +compacta brillaban a intervalos algunos puntos luminosos. Parecía una +serpiente colosal de enormes escamas heridas por los rayos del sol, y +seguida de una tenue nubecilla de polvo. Lázaro la dejó acercarse, +parado en lo alto de un repecho, y al cabo de unos cuantos minutos vio +clara, distintamente, lo que en un principio miró sin acertar qué era.</p> + +<p>A pié, despedazados los trajes, roto el calzado, o desnudas y +ensangrentadas las callosas plantas, casi sin ropa que mal cubriera su +desnudez de día y en la noche les aliviara del frío, atados entre sí y +alguno sujeto por los codos, venían hasta diez y seis o veinte hombres. +Era una cadena de eslabones humanos brutalmente ensartados; <i>gente +forjada del Rey que iba a las galeras</i>; una cuerda de presos. En torno +suyo caminaban custodiándoles, sable en mano o arma al brazo, unos +cuantos soldados. Lo que Lázaro había visto brillar en lontananza eran +los hierros de las bayonetas.</p> + +<p>Allí iban retratadas, si no juntas realmente, al menos visibles para la +imaginación, todas las miserias humanas: el que mató por odio; el que +hirió por venganza; el que robó por codicia; el que hurtó por hambre; el +que delinquió por flaqueza; el que pecó por vicio: aquél a quien +pervirtió la mala educación; aquél a quien la herencia de la viciada +sangre hizo rabiosos los sentidos, y el de brutal naturaleza que dejó al +instinto sobreponerse a la razón: juntos estaban el que holló la moral +desconociéndola, y el que hizo mofa de ella desestimando su valía: +atados a la par iban el avaro convertido en ladrón por la idolatría del +oro, y el pródigo trocado en criminal por el desprecio de todas las +riquezas: codo con codo, sujetos uno a otro, andaban el que delinquió +contra la sociedad creyendo honrar a la virtud y el que hizo escarnio de +lo bueno por asegurar lo útil: caminando unidos, avasallados por la +misma tristeza, iban el que fue malo por fanático y el que dejó de ser +justo por incrédulo: llagas en los tobillos y heridas en las manos +llevaban igualmente quien faltó a la ley por no tener, y quien la violó +para tener más: con grillos y esposas estaban sujetos, todos respirando +venganzas, invocando auxilios, premeditando fugas, distintamente +animados por el arrepentimiento o el rencor, pero sin que uno solo se +eximiera de la pesadumbre y la vergüenza.</p> + +<p>—Son los hijos de la pobreza y la ignorancia, pensó Lázaro; la ley de +la Naturaleza es la vida; la ley del hombre es el dolor.</p> + +<p>Su alma sufrió una sacudida horrible: la trasformación que venía +realizándose en su espíritu se completó en aquel momento, y la +metamorfosis que convierte en amor al prójimo el feroz egoísmo de la fe, +quedó cumplida. Ser bueno para sí es lo propio del débil; en ser justo +para los demás están la sabiduría y la grandeza.</p> + +<p>Cuando estaba resuelto a sepultarse para siempre en la soledad y el +olvido de su pueblo, unos cuantos miserables que la sociedad expulsaba +de su seno, amputados como miembros podridos, le dieron a entender que +si la fe puede morir, el amor a la humanidad es inmortal. Y aquella +pobre criatura, el ateo capaz de conmoverse viendo rezar a un niño, el +que sin creer en la amistad se hubiera sacrificado por un amigo, el que +al renegar de la pasión lo había sacrificado todo al respeto de la mujer +amada, el que no esperando agradecimiento hubiera dado a hurtadillas la +limosna, dejó caer sobre el pecho la cabeza, y lloró solo una lágrima, +acre, amarga, como saturada de todos los infortunios de la tierra, y +alzando luego el rostro, de cara al sol, inspirado por algo superior a +sí mismo, dio vuelta a la mula, guiándola hacia la corte, para lanzarse +en el torbellino de la vida moderna, sin más creencias que la pasión del +bien ni más fe que la de un porvenir mejor.</p> + +<p>—Nadie tiene derecho, se dijo, a convertir el escepticismo en inacción. +Mientras en el mundo suene una queja engendrada por el egoísmo y la +injusticia, quien se precie de bueno debe luchar hasta morir, que para +caer herido en defensa de lo santo no hace falta creer: basta amar. En +la misma dirección, pero a larga distancia, fueron perdiéndose entre +dos remolinos de polvo, grande uno, imperceptible otro, los presidiarios +y el jinete.</p> + +<p>¿Fue su alto y leal propósito a perderse en la inmensa vorágine de los +opuestos intereses del mundo? ¿Cayó como granizo que se derrite al ardor +impuro de la tierra, o gota de lluvia que en el mar se confunde sin +alterar la muchedumbre de sus olas? ¿Fue hierro candente sumergido en el +agua que chasquea y se queja pero al fin se enfría, o se desvaneció como +el último eco de la onda sonora que desparrama su vibración en el +espacio? ¿Fue, tal vez, como el grano de trigo que el viento orea en la +parva y cae en el montón predestinado a la fecunda siembra? ¡Quién sabe! +Pero aquél espíritu sin esperanza, destrozado y muerto por la lucha del +sentimiento que le impulsaba a creer, con la razón que le arrastraba a +dudar, debió escuchar una voz misteriosa que, como Cristo al hermano de +Marta y María, le arrancó del seno de las tinieblas y la muerte +murmurando en su oído:</p> + +<p>—<i>Lázaro, ven fuera</i>.</p> + + +<div class="footnotes"><h3 style="margin-top:5%;">NOTAS:</h3> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a> Epist. de San Pablo a los hebreos, cap. II, vers. I.</p></div> + +<div class="footnote"><p><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a> Evang. de San Lucas, cap. xi, vers. 46.</p></div> + +</div> + +<p> </p> +<hr class="full" /> +<p>***END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK LáZARO***</p> +<p>******* This file should be named 26506-h.txt or 26506-h.zip *******</p> +<p>This and all associated files of various formats will be found in:<br /> +<a href="http://www.gutenberg.org/dirs/2/6/5/0/26506">http://www.gutenberg.org/2/6/5/0/26506</a></p> +<p>Updated editions will replace the previous one--the old editions +will be renamed.</p> + +<p>Creating the works from public domain print editions means that no +one owns a United States copyright in these works, so the Foundation +(and you!) can copy and distribute it in the United States without +permission and without paying copyright royalties. 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Redistribution is +subject to the trademark license, especially commercial +redistribution.</p> + + + +<pre> +*** START: FULL LICENSE *** + +THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE +PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK + +To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free +distribution of electronic works, by using or distributing this work +(or any other work associated in any way with the phrase "Project +Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project +Gutenberg-tm License (available with this file or online at +<a href="http://www.gutenberg.org/license">http://www.gutenberg.org/license)</a>. + + +Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm +electronic works + +1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm +electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to +and accept all the terms of this license and intellectual property +(trademark/copyright) agreement. 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For +example an eBook of filename 10234 would be found at: + +http://www.gutenberg.org/dirs/1/0/2/3/10234 + +or filename 24689 would be found at: +http://www.gutenberg.org/dirs/2/4/6/8/24689 + +An alternative method of locating eBooks: +<a href="http://www.gutenberg.org/dirs/GUTINDEX.ALL">http://www.gutenberg.org/dirs/GUTINDEX.ALL</a> + +*** END: FULL LICENSE *** +</pre> +</body> +</html> diff --git a/LICENSE.txt b/LICENSE.txt new file mode 100644 index 0000000..6312041 --- /dev/null +++ b/LICENSE.txt @@ -0,0 +1,11 @@ +This eBook, including all associated images, markup, improvements, +metadata, and any other content or labor, has been confirmed to be +in the PUBLIC DOMAIN IN THE UNITED STATES. + +Procedures for determining public domain status are described in +the "Copyright How-To" at https://www.gutenberg.org. + +No investigation has been made concerning possible copyrights in +jurisdictions other than the United States. 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