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+The Project Gutenberg eBook, Lázaro, by Jacinto Octavio Picón
+
+
+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
+almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
+re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
+with this eBook or online at www.gutenberg.org
+
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+
+
+
+Title: Lázaro
+ casi novela
+
+
+Author: Jacinto Octavio Picón
+
+
+
+Release Date: September 1, 2008 [eBook #26506]
+
+Language: Spanish
+
+Character set encoding: ISO-8859-1
+
+
+***START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK LáZARO***
+
+
+E-text prepared by Chuck Greif and the Project Gutenberg Online
+Distributed Proofreading Team at DP Europe (http://dp.rastko.net)
+
+
+
+LÁZARO
+
+CASI NOVELA
+
+por
+
+JACINTO OCTAVIO PICÓN
+
+
+
+
+
+
+
+MADRID
+
+LIBRERÍA DE FERNANDO FE
+
+Carrera de S. Jerónimo, 2
+
+SEVILLA
+
+LIBRERÍA DE HIJOS DE FE
+
+Sierpes, núm. 104
+
+1882
+
+MADRID: 1882.--Imp. de D.A.P. Dubrull, Flor Baja, 22
+
+_Porque es necesario que esto corruptible
+se vista de incorruptibilidad: y esto
+que es mortal se vista de inmortalidad._
+
+(SAN PABLO: Epist. I. I. a los corintios,
+cap. XV, vers. 53.)
+
+
+
+
+LÁZARO.
+
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+
+
+I.
+
+
+A mediados del siglo pasado, en una plaza de Madrid, formando rinconada
+con un convento, claveteada la puerta, fornido el balconaje y severo el
+aspecto de la fachada, se alzaba una casa con honores de palacio, a
+cuyos umbrales dormitaban continuamente media docena de criados y un
+enjambre de mendigos que, contrastando con la altivez del edificio,
+ostentaban al sol todo el mugriento repertorio de sus harapos. Algunos
+años después, un piadoso testamento legó la finca a la comunidad vecina,
+y en nuestro siglo descreído y rapaz, la desamortización incluyó en los
+bienes nacionales aquella adquisición que los pobres frailes debían a
+las legítimas gestiones de un confesor o al tardío arrepentimiento de un
+moribundo. Un radical de entonces, que luego se hizo, como es costumbre,
+hombre conservador y de orden, la compró por un pedazo de pan; y tras
+servir sucesivamente como depósito de leñas, mesón de arrieros, colegio
+de niños, café cantante y _club_ revolucionario, vino a albergar una
+sociedad de baile en la planta baja, una oficina en el principal, y no
+sé cuántas habitaciones de pago dominguero en el interior de ambos
+pisos.
+
+Aquella era la casa de los Tumbagas de Almendrilla. Nada queda de las
+grandezas de tan ilustre raza, y aun se teme que por falta de
+puntualidad en satisfacer derechos de lanzas y medias anatas, haya
+caducado el título que ostentaron, y cuyo origen se pierde en la noche
+de los tiempos.
+
+Como el de griegos y romanos, es incierto el origen de los Tumbagas de
+Almendrilla; pero eso mismo realza la antigüedad de su ralea, pues las
+cosas, las instituciones y los hombres parece que adquieren importancia
+con andar su nacimiento envuelto entre dudas y perplejidades de erudito.
+Dicho sea de paso, ninguno se ha propuesto poner en claro cuál fue la
+cuna de tan ilustres varones; pero si tal hubiese sucedido, nada habría
+sacado en limpio, pues, llegando la indagación a ciertas épocas, se para
+como ante muro de piedra o cortadura de monte, sin que se pueda
+averiguar lo que hay de cierto sobre que el primer Tumbaga fuese uno de
+los que acompañaron a Túbal en su venida a España.
+
+Fundándose en raíces de palabras, cuyos tallos nadie conoce, dicen
+algunos que el origen de la raza no va más allá de la primera colonia
+fenicia, y hay quien afirma que lo de Almendrilla viene de un enorme
+peñón, así llamado, que sobre la cabeza de los moros dejó caer un
+Tumbaga desde las fragosidades en que D. Pelayo rechazó a los hijos del
+África. Ello es que en la época de los godos y al empezar la
+reconquista, había ya Tumbagas de Almendrilla, y los habrá siempre, a no
+ser que en las páginas de este relato muera el solo individuo que queda
+de tan nobilísima estirpe.
+
+En vano se ha querido manchar el blasón de aquella ilustre casa. No es
+cierto que en tiempos del apocado Mauregato fuese un Tumbaga quien
+intervino en el famoso tributo de las cien doncellas. No está probado
+tampoco que cuando Sancho el Bravo se sublevó contra su padre, por
+creerle chiflado y a manera de espiritista, fuese un Tumbaga quien le
+alentó en la criminal rebelión. Son, en cambio, innumerables, y se
+convencerá de ello el que pueda, los beneficios, hazañas, hechos
+gloriosos o útiles que los Tumbagas de Almendrilla han realizado en pro
+de la patria española, dando pruebas de valor, tacto, arrojo y otras mil
+cosas escritas en caracteres ilegibles, almacenadas para solaz de
+ratones y pesadumbre de tablas de biblioteca.
+
+Reinando Isabel I, un Tumbaga ideó poner cruces en las torres de la
+Alhambra. Bajo Carlos de Gante, cuando la nobleza castellana se hizo de
+turbulenta cortesana y de independiente palaciega, trocando hierros y
+armaduras por rasos y brocados, un Tumbaga fue el primero que se
+presentó en la corte llevando sobre los guantes de gamuza las armas de
+su escudo bordadas con sedas de colores. En los tiempos del prudente y
+piadosísimo Felipe II, no hubo auto de fe que achicharrara maldecidos y
+perniciosos herejes a que no asistiera cerca del monarca un Tumbaga. Y
+mientras Felipe III ocupó el trono, para mayor gloria de nuestro nombre
+y terror de nuestros enemigos, otro Tumbaga ilustró su apellido
+sirviendo los amorosos caprichos de Uceda, que era entonces como servir
+al Rey mismo. Felipe IV y la Calderona no tuvieron confidente más fiel
+que Pedro de Tumbaga; y los bosquecillos del Pardo, las enramadas del
+Retiro, conservan todavía añosos troncos bajo los cuales el orgulloso
+magnate esperó, calado por el agua del cielo, a que el autor de _La vida
+por su dama_ cortase la sabrosa plática que en los camarines de aquellos
+palacios tenía con la famosa comedianta.
+
+En reinados posteriores, los Tumbagas ocuparon puestos donde bien
+pudieran haber sido útiles a la Religión o al Rey: uno mandaba en las
+procesiones el piquete de honor; acompañaba otro, espada en mano, al
+Santísimo Sacramento; daba éste la guardia al Santo Sepulcro;
+encargábase aquél, durante el verano, del mando de las falúas de paseo
+en los estanques de los Sitios Reales. Todos dejaron escrito en la
+historia de su casa algún rasgo notable de tan azarosa, pero gloriosa
+vida. Ni Carlos III hubiese podido ajustar el patriótico Pacto de
+familia, ni las fiestas reales de tiempo de Carlos IV hubieran tenido
+tanto lustre, a no mediar en las negociaciones y toreos un Tumbaga.
+Durante el cautiverio de Fernando el Deseado, mientras el populacho,
+inconsciente y salvaje, preparaba motines como el _Dos de Mayo_, los
+Tumbagas rodeaban al Rey, dispuestos a perder la vida en su servicio,
+aunque contenidos por la tradición, que les imponía antes el sacrificio
+del patriotismo que el de la propia lealtad.
+
+El escudo de aquellos ínclitos varones es honroso jeroglífico, vivo
+recuerdo de triunfos, honores, distinciones y victorias. Tres cabezas de
+moro en campo verde no recuerdan, como algunos pretenden, la salvaje
+hazaña de haber vencido a tres sectarios de Mahoma, sino la graciosa
+broma de un Tumbaga que en cierto baile de trajes se presentó vestido de
+berberisco con dos amigos. Un gallo, desplegadas las alas y apoyado en
+sola una pata, recuerda que quien primero puso en su casa veleta de esta
+clase fue un Tumbaga; y el mote de la cinta que dice _Yo solo_, no
+indica que algún Tumbaga hiciese algo que merezca ser tenido por
+gloriosamente egoísta, sino que uno de tan envidiable estirpe fue quien
+intervino en las diferencias que separaron a Fernando VII de Pepa la
+Naranjera.
+
+La familia no se ha extinguido, y muy lejos de la corte, entre las
+sinuosidades de un valle que en vano pugnan por fecundar riachuelos
+exhaustos de agua en el verano, y ricos en todo el año de guijarros, hay
+una casa de labranza, donde viven los últimos Tumbagas, ignorados del
+mundo y casi ignorantes de lo que su nombre fue en otro tiempo. Los
+olivos de áspero y dislocado tronco, los naranjos sobre cuyo verde
+oscuro resaltan las encendidas notas de sus frutos, y las robustas
+encinas que asientan como garras gigantescas sus raíces desnudas en la
+seca tierra, pueblan las vertientes de los cerros coronados de calvos y
+cenicientos peñascos. A largas distancias, como escondiéndose en las
+desigualdades del campo, se alzan cortijos y granjas, cercadas por
+tapias de cascote; el viento mueve blandamente la alta copa de alguna
+palmera que parece centinela avanzado de otros climas, y en el oscuro
+centro de los bosquecillos de adelfas y granados entonan los ruiseñores
+sus cantos de amor y sus gorjeos de alegría.
+
+De tales encantos rodeada se alza la casa del tío Tumbaga, labriego
+querido y respetado en la comarca, como pudiera serlo cualquiera de sus
+antepasados cuando se cubría ante el Rey, y a quien más que el olivar o
+las tierras de pan llevar que constituyen su hacienda, envidian las
+mozas el hijo que Dios y su mujer, de común acuerdo, le dieron, a los
+nueve meses justos de matrimonio, allá por el año de mil ochocientos
+cincuenta y tantos.
+
+No más que diez y siete primaveras tenía el mozo, y ya traía revueltas
+las faldas del lugar, sin que él hiciera nada por atraerse el cariño de
+las chicas. Decían unos que si ellas le miraban con buenos ojos, era por
+la esperanza de ser algún día dueñas de las riquezas de su padre, y
+alguien añadía que la brillante perspectiva de ser sobrina de Su
+Ilustrísima era lo que volvía locas a las beldades de las cercanías,
+pues Su Ilustrísima, es decir, el Obispo de la diócesis, era hermano del
+Tumbaga, y, por tanto, tío de Lázaro.
+
+La causa de que dos hijos de un mismo padre tuvieran tan distinta
+suerte, que hizo al uno ser sucesor de todo el Apostolado y al otro
+humilde campesino, es por demás sencilla. Cuando el padre murió, sin
+dejarles más herencia que aquellos pocos terrones y algunas onzas de oro
+ocultas en un puchero enterrado en el huerto, tuvieron Diego y Antolín
+una conferencia, en la cual convinieron que debía uno de ellos procurar
+hacer carrera y conseguir medro, continuando otro al frente de las
+tierras a que habían quedado reducidos los antiguos estados de la
+nobilísima familia. De este modo, si la fortuna ayudaba al primero,
+podría luego proteger al segundo; y, en caso contrario, éste tendría
+siempre refugio que ofrecer al que intentaba restaurar el brillo de su
+casa y el renombre de su estirpe. Hiciéronlo así, y años después de la
+separación supo Diego que Antolín cantaba en una iglesia de Sevilla su
+primera misa. La protección de quien quiso dispensársela, y su buena
+fortuna, le empujaron de tal suene, que a los cincuenta años llegó
+Acolín a canónigo de una basílica, y veinticuatro meses después era
+preconizado obispo, con gran regocijo suyo y de su ama de gobierno.
+Llegó la nueva a conocimiento de Diego, que, exento de envidia, tuvo con
+ella mucha alegría, y pasados algunos días, llegó también la siguiente
+carta, primera que Antolín escribía con timbre del obispado:
+
+«Querido y nunca olvidado hermano:
+
+»Por la ayuda de Dios Nuestro Señor, más que por mi propio esfuerzo, y
+también por favor de Su Santidad y del Rey (Q. D. G.), me he sentado
+hace una semana en la silla episcopal de esta diócesis, por cuyos
+fieles pido en mis oraciones. Ya ves cómo ha llegado para nosotros a
+lucir la fortuna, y qué bien hicimos en disponer las cosas de manera que
+han venido a dar este resultado. Excuso decirte que cuanto soy y valgo
+pongo a tu servicio; mas como no se trata de vanos ofrecimientos, sino
+de firmes y leales propósitos, bueno será que empecemos luego a disponer
+lo que mejores frutos pueda dar en el porvenir. Por tus pocas y tardías,
+pero extensas cartas, he venido haciéndome cargo de que tu hijo Lázaro
+es listo como él solo. Tratemos, pues, de sacarle de entre esas breñas,
+démosle educación conveniente, instruyéndole en las buenas doctrinas del
+santo temor de Dios, y hagamos cuanto en nuestra mano esté para que,
+como yo he llegado a ser pastor de los rebaños de Cristo, alcance él
+mayores honras. Me encargo de todo. Envíamele sin cuidarte de más, y
+decídete a hacer el sacrificio de la separación en obsequio a su
+felicidad. Adiós, Diego; recibe para tí y los tuyos, con mi bendición de
+Prelado, mi abrazo de cariñosísimo hermano.
+
+«ANTOLÍN.»
+
+Leer el pobre viejo esta carta, sentir sus ojos húmedos por el llanto y
+temblarle los labios de emoción, todo fue uno. Restregose los párpados
+con el curtido revés de la encallecida mano, llamó al mozo, leyole la
+carta, y sin titubear un punto, le dijo:
+
+--Dentro de dos días te vas del pueblo.
+
+¡Pobre padre! Con la mejor intención del mundo y la mayor abnegación,
+pensando que cuanto su hermano proponía era lo más conveniente, decidió
+quedarse solo, añadiendo a su viudez la orfandad en que la partida del
+muchacho había de dejarle. No paró mientes en lo terrible de aquella
+soledad; no consideró que para custodiar las trojes, vigilar a los
+segadores y cuidar de la aceituna, le faltaría en lo sucesivo su activo
+celo. Atendió solamente al porvenir de Lázaro, y de grado o por fuerza,
+hízole montar en una mula, y salir en ella, no a correr mundo como sus
+antepasados a Flandes en busca de aventuras o a Italia persiguiendo
+honores, sino a presentarse al bueno del obispo, para que éste modelara,
+cual si fuera de arcilla, aquella alma que aún no había despertado a la
+vida.
+
+¡Qué largas y qué tristes iban a ser las veladas de invierno pasadas
+junto al hogar en que él atizaba el fuego, manteniendo con su donaire la
+conversación! ¡Qué monótonas habían de parecerle las noches de verano!
+¡Qué callado el silencio cuando no se oyera resonar junto al fresco
+brocal del pozo, ni bajo el emparrado de la puerta, el rasguear de
+aquella guitarra que parecía tener alma y quejarse cuando él la tocaba!
+
+Todo lo pensó y midió el pobre campesino; pero poniendo antes los
+razonamientos del interés que los del cariño egoísta, vio que sería
+torpeza dejar pasar de largo a la fortuna cuando cruzaba ante el umbral
+de la casa.
+
+Hiciéronse los preparativos, y una mañana partió a la capital de la
+provincia, prometiendo a su padre tenerle al corriente de cuanto le
+acaeciera.
+
+Dejando atrás montes y llanos, cortijos y caseríos, viajando hoy en
+compañía de arrieros, durmiendo mañana sobre los arcones de la paja en
+las ventas, llegó Lázaro a su destino más cansado de cuerpo que
+esperanzado de ánimo.
+
+Eran las ocho de una mañana luminosa y alegre, cuando se apeaba nuestro
+héroe en el zaguán de la casa, llamada pomposamente Palacio Episcopal.
+Recibiéronle criados y familiares; hízosele esperar a que Su
+Ilustrísima terminara la misa que cotidianamente rezaba, y entráronle,
+atravesando pasillos y corredores, en una habitación cuyo aspecto
+parecía pedir señores de casacón y damas con faldas de medio paso.
+Cuanto había en ella olía a siglo pasado. En los muros, tapizados de un
+verde oscuro rameado de otro más claro, veíanse algunas cornucopias
+enormes con figurillas grabadas en el cristal. Un par de cuadros
+religiosos, de dudoso dibujo, ocupaban el testero principal, y bajo
+ellos, rodeado de taburetes cojos, había un sofá raído y destrozado por
+el roce continuo con pedigüeños impacientes o canónigos de gran peso.
+Sobre una mesa de ébano, con señales de haber tenido en otro tiempo
+incrustaciones, había un crucifijo de marfil rajado y amarillento, con
+sus gotas de sangre abermellonada y sus clavos de plata. Un San
+Cristóbal gigantesco, mal trazado y de peor color que dibujo, guardaba
+la puerta de entrada, en cuyo dintel dormitaba con la mayor vigilancia
+un familiar dispuesto a troncharse el espinazo cada vez que Su
+Ilustrísima pasaba por allí. Sobre el hueco de un balcón había un
+cuadro, acaso del Españoleto, que representaba a Santa María Egipciaca
+tendida en las arenas del desierto, enteramente desnuda, muy hermosa y
+más incitante de lo que fuera oportuno en sitio frecuentado por gentes
+de Iglesia. A un extremo, ante una mesita cubierta de expedientes y
+cartas, escribía con pluma de ganso y tintero de loza, un clérigo flaco
+y apergaminado, como si viviera en perpetua cuaresma. Y, finalmente, de
+una percha pendían varios manteos, raídos y apolillados unos, de nuevo y
+luciente paño otros.
+
+En aquella estancia dejaron solo a Lázaro. Ni él reparó en los clérigos,
+ni ellos se dieron cuenta de la presencia del labriego. Pasó un cuarto
+de hora abstraído el chico en sus cavilaciones, dormitando el guardián,
+y raspando borrones el que escribía, hasta que, tras ruido de puertas
+que se abrieron y cerraron, entró en la habitación el obispo.
+
+Era alto, seco, nervioso, de mirada inteligente y dura, y de tez morena
+oscurecida por el paño de la mal rapada barba. Vestía una sotana morada,
+ya deslucida por el uso. Llevaba en el pecho una cruz y en el dedo un
+anillo de gruesas amatistas. Le seguían, como doble sombra negra, otros
+dos eclesiásticos, y era al mismo tiempo, sin que una cualidad dominara
+a la otra, antipático y respetable.
+
+Acogió a Lázaro con benignidad, queriendo dar a sus facciones esa
+afabilidad de semblante con que pretende hacerse simpático quien sabe
+que no lo es, y echándole el brazo derecho sobre los hombros, le llevó
+hasta su cuarto, diciendo a los que le rodeaban:--Llamaré cuando os
+necesite.
+
+Pasaron de aquella sala a otra, donde lo severo de la ornamentación no
+excluía la comodidad y el regalo, y allí, arrellanado el tío en un
+sillón de cuero, sentado apenas el chico en el borde de una silla,
+miráronse mutuamente algunos segundos, tratando cada cual de explorar
+las intenciones del otro.
+
+--Tu padre y yo--dijo al fin el Prelado--hemos convenido en sacarte del
+pueblo, y procurar, por cuantos medios haya a nuestro alcance, darte una
+educación que pueda labrarte un porvenir que compense nuestros
+sacrificios al par que tus esfuerzos. La posición en que, a Dios
+gracias, me encuentro, ha de servirnos de mucho, y si te aplicas, creo
+que podremos salir adelante. Listo eres, según me dicen; sé además
+trabajador, y el resto lo obtendrás con exceso. Aquí te quedas
+preparándote para entrar en el Seminario. Nada ha de faltarte; ni
+maestros, ni consejos, ni ejemplos. ¡Quiera el Señor que seas un día
+Príncipe de la Iglesia! Otros de más humilde origen han llegado a tan
+alta jerarquía, y no habrá milagro en que les iguales. Está preparado tu
+alojamiento, y yo cuidaré de que nada te falte.
+
+
+
+
+II.
+
+
+Desde aquel día disfrutó Lázaro cuantas comodidades podían gozarse en el
+Palacio Episcopal, siendo tratado como convenía a su parentesco con el
+reverendo prelado. Diéronle un cuarto que, aunque no bueno, era de lo
+mejor que había en el edificio; tenía unas cuatro varas en cuadro,
+blanqueados los muros, la cama hecha con colchones de vieja y
+apelotonada lana, y las sábanas más ásperas que cutis de setentona. Le
+pusieron a la cabecera del lecho la imagen de un santo difícil de
+identificar, pero santo al fin, y al lado de una gran ventana, que se
+abría sobre el ancho panorama del campo, colocaron una mesa cargada de
+libros, y un tintero de cobre. Por deferencia a Su Ilustrísima, le
+sirvieron de maestros los más instruidos canónigos del cabildo. Puso él
+de su parte cuanto pudo; ayudó en gran manera su clara inteligencia, y
+pocos meses después empezaba su imaginación a adivinar nuevos
+horizontes, llenos de promesas gloriosas, en la senda a que se le
+destinaba. Los libros que leía, las lecciones que escuchaba, dejaban en
+su espíritu profunda huella; y el pobre muchacho, traído del campo hasta
+la morada del obispo, trasladado de pronto desde la libre existencia de
+los prados y montes al severo recinto por donde vagaban, como espectros
+atezados, los familiares de su tío; obligado a cambiar de género de
+vida, rodeado siempre de rostros en que parecía delito la sonrisa, sin
+nadie a quien poder trasmitir las primeras impresiones que, como bandada
+de pájaros no avezados al vuelo, se alzaban en su alma, fue poco a poco
+haciéndose reservado y triste; sintió anublado su espíritu por las
+sombras que la soledad engendra, y sólo halló para sus cavilaciones
+puerto de refugio en la esperanza del porvenir. Aquellos libros que le
+obligaban a estudiar, y aquellos hombres que había de tratar por fuerza,
+le pintaban el mundo como una sola jornada de la vida humana, como una
+prueba para el temple del alma; la tierra como valle de lágrimas, en que
+son mentira los aromas del campo y las alegrías del corazón.--Aquí
+abajo--le dijeron--todo es falso, impuro y deleznable. Las dichas
+terrenales son cantos de sirena, que arrastran al mal; cuanto se sufre y
+se padece son méritos que en el mundo se hacen para que sean premiados
+arriba, y en este breve tránsito, donde los pies se hieren en los
+guijarros de todos los caminos, debe la esperanza refugiarse en los
+cielos, que allí aguardan al alma la inmortalidad y a la virtud el
+premio de sus luchas. Pero fuera de esa esperanza y de lo que ha de
+hacerse por mirarla cumplida, en el mundo no hay nada; fuera del mal, la
+tentación y el error, todo es mentira. El desprecio de la Naturaleza y
+del hombre es la ley suprema de la conciencia; la contemplación de lo
+divino el solo cuidado del entendimiento; la fe en Dios o la confianza
+en los que le representan, la única luz que alumbra la pasajera pero
+densa tiniebla de la vida.
+
+De esa idea del mal difundido en el mundo como el aire en los espacios,
+y de esa esperanza del bien puesto tras la existencia como la luz del
+día tras la oscuridad de la noche, nacían el horror a lo terrenal y
+humano, brotando la conmiseración y la piedad hacia los que sufren y
+padecen. De ahí toda la vida de la religión, toda la esencia de sus
+doctrinas, toda la fuerza de sus dogmas, toda su idea del universo
+mundo.
+
+Sobre cuanto existe, Dios, fuente inagotable de dulzuras eternas, fuerza
+en constante trabajo, que jamás disminuye ni merma, causa insondable,
+secreto impenetrable; misterio tanto más grande, cuanto mayor sea la
+inteligencia humana. Luego, en la tierra, colocado entre las amargas
+olas de los mares y las punzantes malezas de los campos, el hombre,
+sintiendo siempre sobre la cabeza el perdurable martirio de la duda, y
+bajo sus pies un erial rebelde al trabajo, manchado y envilecido por el
+primer pecado. Pero entre Dios y el hombre, como eslabón que une el bien
+al mal teniéndolos distantes, la religión, manto de la deidad suprema en
+cuyos pliegues se cobija la humanidad, al modo que entre las anchas
+ramas de la encina se guarecen los gusanillos de la selva. Y, por fin,
+como última consecuencia de este sistema, postrer hijuela de esta
+concepción del universo, el hombre de Dios, el sacerdote que tiene por
+misión tender la mano al que vacila, sostener al que cae, infundir fe al
+que duda, perdonar al que peca, defender al que sufre, sojuzgar al
+altivo, y abriendo a todos los brazos con amor, decir cómo el Hijo del
+Hombre: «Amáoslos unos a los otros; practicad la virtud, y lo demás os
+será dado con exceso.»
+
+Esto enseñaban a Lázaro, y así lo admitía él.
+
+--Sí,--se decía;--Dios y el hombre.... El cielo y la tierra.... El bien
+y el mal.... Entre ambos la religión, el sacerdote, el soldado de las
+grandes peleas, el profeta que anuncia la aurora del porvenir, el eterno
+apóstol que, repitiendo la frase de San Pablo, dice a todos los pueblos
+de la tierra: «Hermanos, sois llamados a la libertad.»
+
+Como el áspero mármol que la mano del artista desbasta, esculpe y modela
+haciendo surgir de la brutal materia la forma encantadora, fue Lázaro
+trasformándose por el estudio, abriendo cada día con mayor avidez los
+ojos a la luz de la fe, sintiendo penetrar dulcemente en su alma un algo
+indefinible que caía sobre su corazón como el rocío del cielo sobre el
+brote de la planta.
+
+Bien veía o creía ver algunas veces cierta disparidad entre lo que
+sentía y lo que le rodeaba; pero no se paraba a aquilatar las cosas muy
+despacio, embebecida su inteligencia en las novedades que a su
+entendimiento se ofrecían. La transición de las costumbres campesinas al
+refinamiento mental de su presente vida, era demasiado inopinada y
+brusca para que dejara de parar mientes en ella.
+
+Además pronto se dio cuenta de que no eran pocos los sagrados textos que
+parecían olvidados en derredor de Su Ilustrísima. Preceptos más sanos
+que aire de monte quedaban sin cumplimiento, o se obedecían por pura
+fórmula a veces y otras había manifiesta oposición entre lo mandado por
+autoridades de continuo invocadas, y lo que en la morada episcopal se
+practicaba.
+
+Por de pronto, el Rdo. Antolín, si no era rico, no daba muestras de
+aborrecer la riqueza: su pobreza tenía algo de problemática. Sin contar
+las mesadas que del Estado cobraba, las ricas vestiduras de que estaban
+atestados sus cajones, y los vaso y alhajas de metales preciosos, las
+gentes señalaban en los alrededores de la ciudad alguna finca, escondida
+entre macizos de árboles, donde Su Ilustrísima podía, como en cosa
+propia, hacer lo que mejor le pareciese.
+
+Lázaro observaba que la caridad cristiana aparece en los Evangelios muy
+diferente, de la que se ejercía en torno suyo, que no eran siempre la
+humildad y la mansedumbre los móviles de los amigos íntimos del obispo,
+y que algunas veces se vela asomar cobardemente a los labios de los
+familiares cierta sonrisa reveladora de hipocresía y envidia.
+
+La facilidad con que se recibía en aquella santa morada cuanto dinero
+daban para limosnas los caritativos fieles, se trocaba en formalidades y
+retrasos cuando las monedas habían de pasar a la faltriquera de los
+pobres, pareciendo aquello despacho de banquero donde se toma sin
+vacilar el oro ajeno y en donde todo son al devolverlo garantías,
+molestias y dilaciones. Nada oyó el futuro sacerdote en desdoro de su
+tío; pero, con frecuencia, las gentes que cruzaban las antesalas y
+corredores del palacio no parecían salir completamente satisfechas de la
+entrevista con el Prelado: y era lo extraño que si nunca se retiraban
+descontentos la dama encopetada o el canónigo influyente, solía verse
+descorazonado y abatido al pobre párroco de aldea o al cura de misa y
+olla cuyos grasientos y raídos manteos pregonaban descaradamente la
+miseria. Jamás notó Lázaro cosa que disonara en el tranquilo concierto
+de aquella existencia casi monacal, donde todo estaba dispuesto y
+regulado de antemano, como en ceremonia palaciega; pero semejante al
+sordo ruido de vientos lejanos, creyó escuchar algunos días el rumor de
+murmuraciones engendradas en las porterías, robustecidas en las
+antecámaras y detenidas por el miedo ante las puertas del despacho
+donde trabajaba el bueno del obispo.
+
+Levantábase Lázaro a la hora del alba, oía una misa, tomaba chocolate, y
+ayudaba en algo a su anciano tío. No tenía otra cosa que hacer hasta la
+comida, que se hacía siempre a la una, con puntualidad cronométrica.
+
+Lázaro se quedó ensimismado y pensativo en más de una ocasión,
+reflexionando lo distintas que eran las privaciones que imaginó sufrir y
+la regalada vida que le daban. Todo aquello de comer como los anacoretas
+yerbas salvajes o salta-montes del campo, era, por lo visto, pura
+fábula, tradición olvidada. Al presente, y gracias a un cocinero lleno
+de buenas cualidades, en la mesa de Su Ilustrísima hubiera podido darse
+por alegre y satisfecho el más descontentadizo; en todo lo que a la
+culinaria se refiere, era el obispo ardiente partidario del progreso.
+Tratábase a cuerpo de rey constitucional; los mejores caldos de la
+cosecha, los más preciados sólidos del mercado iban a sus despensas, ya
+por encargo propio o por atención ajena; el pavo mejor cebado y el
+gazapillo más tierno eran para él; las frutas que se le presentaban
+parecían regalos para las aras de la antigua Ceres, y era raro el día en
+que la piadosa mano de alguna devota no preparase para Su Ilustrísima un
+platito de dulce espolvoreado de canela, aroma a que, como buen andaluz,
+era muy aficionado. Una reparadora siesta era el epílogo de la oración
+con que a Dios se daban gracias por tantos beneficios. Se trabajaba otro
+poco por la tarde, se cenaba concienzudamente tras el rosario, y un
+sueño tranquilo reinaba a las once en todos los ámbitos del edificio,
+donde la calma de este género de vida no se veía turbada sino en las
+vísperas de las grandes festividades de la Iglesia.
+
+Lázaro notaba que todo esto no eran mortificaciones ni martirios, pero
+también se decía que aquello no era vivir en el mundo y sus luchas, y
+que siendo buenas cuantas gentes le rodeaban, no podía ser detestable la
+vida. ¡Cuan diferente se le ofrecía el espectáculo del mundo que
+empezaba un paso más allá de aquellos respetados muros! Cierto que de
+puertas adentro todo era reposo y santidad; pero ¡cuántos horrores y
+amarguras le esperaban al poner la planta en esa sociedad donde cada día
+es un combate y cada hora una herida! Hacía el pobre chico proyectos
+para el porvenir, y juzgando la vida tal cual se la habían pintado,
+pensando que todo era males, tristezas y desdichas, se preparaba a
+entrar en ella inquieto, temeroso, como soldado bisoño pronto a escuchar
+el primer paso de ataque tocado por las cornetas de su batallón.
+
+Tratábale su tío afablemente; por respeto o adulación al Prelado,
+hacían lo mismo cuantos le rodeaban, y merced a su protección entraba
+Lázaro en la carrera a que le habían destinado, escudado contra las
+privaciones, con el porvenir preñado de fortunas, y el alma llena de
+presentimientos. Le habían pintado su misión de suerte que, impresionada
+la imaginación, veía en el sacerdocio el apostolado de toda idea
+generosa. Pero, a pesar de esto, cuando solo, con su libro de horas bajo
+el brazo, se le veía cruzar los anchos corredores o sentarse bajo las
+umbrías del huerto, parecía que dentro de su alma bullían y a sus
+miradas se asomaban vagos temores por su vida futura y dudas sobre la
+suerte que le estaba reservada. La santa casa que habitaba era, a su
+parecer, un puerto de refugio contra el oleaje infernal de la malicia
+humana. Por todo aquello que sus libros devotos le aconsejaban huir,
+venía en conocimiento de cuan ciertas deben ser las palabras con que se
+le avisaban los peligros mundanales, y por la interminable y fatigosa
+excitación a la virtud, podía apreciar cuan hondas y frecuentes son las
+simas del pecado. A medida que iba considerando las tentaciones que
+podrían rodearle, los riesgos que tendría que prever y males que evitar,
+su inteligencia miraba con deleite la perspectiva de días de horrible
+pero santa y gloriosa lucha, preparación a la inmortalidad.
+
+Considerado por cuantos cerca de él andaban como la persona más allegada
+a Su Ilustrísima, los sacerdotes y demás gente de Iglesia que tenía
+ocasión de frecuentar, guardaban buen cuidado de no dejarle ver cosa que
+pudiera enojar al obispo. Todo era ante él virtud, resignación y
+humildad; de modo que teniendo constantemente ante los ojos la divina
+palabra de los libros y el mejor ejemplo en los hechos de los hombres,
+pensó que en contra de la agitación del mundo estaba aquella santa
+tranquilidad, que el torpe bullir de las pasiones se contrabalanceaba
+por un santo estoicismo religioso, y que nada podía haber tan digno ni
+respetable para la humanidad como la voz de esos hombres que con la
+imagen de Cristo en una mano y señalando con la otra al cielo, dicen al
+desgraciado: «Cree y espera.» Su poética melancolía era el
+presentimiento de los dolores de la lucha. Parecía que su alma adivinaba
+las heridas que habría de sufrir más tarde, y sólo en la fe, ingénita en
+su espíritu, fomentada luego por cuanto le rodeaba, era donde el pobre
+Lázaro podía hallar reposo a la misteriosa agitación de sus ideas.
+Nacido en una aldea donde la hermosa y virginal Naturaleza le decía
+continuamente:--«Admira,»--sin escuchar más voz que la del cura que de
+continuo repetía: «Cree;» con el sano ejemplo de la honrada vida de su
+padre, y sin haber sufrido las desgracias que pervierten al hombre,
+Lázaro iba allegando fuerzas y atesorando virtudes para verterlas luego
+como un maná divino sobre el rebaño de fieles que Dios le deparase. Si
+alguna vez caían sobre su turbada pupila los fatigados párpados, como
+deslumbrada la vista que admiraba de continuo el panorama espléndido de
+una vida toda virtud y caridad, al hundir la mirada en los abismos de su
+alma, encontraba, semejante a un resplandor en el fondo de una sima, la
+luz que le guiaba a sus destinos.
+
+Dos épocas distintas puede decirse que atravesó Lázaro mientras estuvo
+en casa de su tío.
+
+Durante la primera le dominaron los recuerdos confusos del pueblo con
+sus faenas y labores; acordábase de las conversaciones en que la tierra
+era la preocupación de todo el año, y empeñándose mentalmente en
+resucitar sus impresiones, se esforzaba en reconstruir, con
+reminiscencias vagas y sensaciones olvidadas, aquellos días que no
+habían de volver jamás; las lluvias primaverales que hacían entrever los
+carros repletos de doradas gavillas; el estío con las llanuras serpeadas
+por surcos que parecían encender el aire en la irradiación de sus
+terruños abrasados; el otoño con sus frutas mal sujetas a la cargada
+rama, convidando al paladar a refrescarse con su azucarado jugo; las
+tardes con sus vientecillos impregnados de perfumes, y las calladas
+noches envueltas en misterios, poblaban su pensamiento de ensueños
+indecisos. Lejos, muy lejos de él estaba cuanto podía recordarle tiempos
+pasados, y como tales más dichosos; el hogar ennegrecido por el humo de
+los troncos a cuya sombra jugueteó de pequeñuelo; la fuente donde las
+mozas, entretenidas en mirarle, dejaban rebosar en sus cántaros el
+agua; y en un altillo del cementerio, con su cruz de piedra que dora
+cada tarde el último rayo de la luz solar, la tumba de su madre.
+
+En la segunda fase de aquella etapa de su vida, todo era esperanzas:
+habíanle trazado con sombrías tintas el plano de la revuelta arena del
+mundo.--«Aquí abajo no hay, le dijeron, sino males y perfidias; pero tú
+serás de los que tienen por misión encadenar el dolor a la esperanza de
+la dicha.» A pesar de no considerar completos los ejemplos que se le
+ofrecían, todo lo que aprendía, sus vigilias y desvelos, cuanto
+intelectualmente se asimilaba, venía a compendiarse en una palabra de
+amor divino, que le hubiera hecho fijar los labios en la escrófula del
+enfermo, si esto bastara para curarla, entusiasmo capaz de llevarle a
+los campos de la guerra para acallar con su rezo la maldición del
+desgraciado y dar alas al alma del creyente moribundo.
+
+Sentado algunas veces junto a la fuente de la huerta, que desde una
+eminencia dominábala ciudad, viendo a lo lejos tejados y azoteas,
+escuchando el bullir y los ruidos que como provocación constante le
+traían los aires, Lázaro pensaba que aquellas eran las guaridas del mal.
+Sólo las cruces puestas en lo alto de las torres eran signos de
+redención o amparo. Si su memoria, protestando de aquel falso sistema
+del mundo, le recordaba que no todo era malo en la tierra, que él había
+visto a su padre dar trigo a los labriegos pobres o socorrer a los
+necesitados, que en la tierra existían cariño, afabilidad y amor, que él
+mismo había llevado hasta los apartados caseríos consejos de paz y de
+justicia, todo se desvanecía ante la influencia maléfica del _pulvis
+eris_ que le habían inculcado en el alma.
+
+Fue Lázaro después al seminario; tuvo su celda estrecha y triste;
+aprendió mal latín y peor griego, no para admirar el genio de los
+grandes poetas paganos, sino para embotar su inteligencia en casuismos
+teológicos; se apacentó dócilmente con filosofía escolástica; le dieron
+los libros de los Padres de la Iglesia; le dijeron el criterio que había
+de seguir para que no cayera en la peligrosa pendiente de pensar;
+marcaron a su entendimiento las lindes que no debía traspasar, y como si
+el pensamiento del hombre fuese ave cuyo Vuelo depende de voluntad
+ajena, le impusieron la idea, el dogma y el sentido de cuanto debía
+creer y proclamar. En su cerebro había de dar cabida, le repugnase o no,
+a lo que otros concibieron; su esfuerzo tenía que hacerse mantenedor de
+proposiciones que apenas le era dado examinar; debía admitir la verdad
+sin examinarla, creerla sin que le fuese demostrada. «_Node sólo pan
+vive el hombre, sino también de la palabra de Dios_,» le dijeron; y la
+palabra de Dios era un enigma, todo lo más una promesa. Le fue negada la
+interpretación o el examen de los libros sagrados; y para colmo de
+absurdo, sostuviéronle que en aquel misterio impenetrable que constituye
+la esencia de todo lo dogmático, están la imposible demostración de la
+verdad y el encanto de su divina poesía, porque _la fe es substancia de
+las cosas que se esperan, argumento de las cosas que no aparecen[1]._
+
+Entonces, falta de apoyo su inteligencia, sin que pudiera todavía
+discernir lo bueno de lo malo, ni estimar como nulo lo falso e
+inapreciable lo cierto, fue desfilando ante su mirada por las páginas de
+sus manoseados infolios, la interminable procesión de ideas, teorías y
+concepciones que se le daban como infalibles certezas. Fue viendo que
+el hombre, envilecido desde su nacimiento por una culpa ajena, no puede
+redimirse de ella; supo que el alma, capaz del crimen, está hecha a
+semejanza de Dios; leyó que la misericordia celeste puede ser también
+cruel, haciendo eternos los castigos, y que la voluntad divina es capaz
+de trastornar las leyes eternas de la materia y la energía.
+
+Contraria pero simultáneamente a la frase «Eres polvo,» le dijeron que
+el hombre es el rey de la tierra; las aguas de los mares y las arenas
+del desierto son llanuras francas a su actividad y su valor; las fieras
+de brutal poder, esclavas de su inteligencia; los metales, que como
+venas de fuerza y riqueza serpean por las entrañas de los montes,
+tesoros escondidos para que el trabajo los descubra y el sudor los
+fecunde; y hasta la mujer, arcilla divinamente modelada con los rasgos
+de la amante y la madre, es suya también, _carne de su carne, hueso de
+su hueso_. Pero con todo, y a pesar de ello, le afirmaron que él ideal
+de la vida no es la existencia en el seno de la Naturaleza, ni la
+fecunda guerra del trabajo ni la pasión de la verdad o del arte, sino la
+muda y estática contemplación de lo divino, el celibato estéril, el
+claustro, la pobreza, el ayuno, el desprecio de sí mismo y el ansia de
+llegar a la muerte como a puerta mágica desde cuyo umbral se perciben
+los eternos albores del paraíso de los justos.
+
+Sobre este conjunto de ideas, por cima de toda consideración superior a
+cuanto le rodeaba, estaban para Lázaro la santidad y grandeza de la
+misión aceptada, sin que llegara a alzarse un punto en su espíritu la
+idea de que el bien fuese independiente y extraño de la fe. Así llegó a
+cumplir los veinticinco años. Su inteligencia, como vaso forjado según
+las concepciones de los que dirigieron su educación, fue molde en que
+se vaciaron ideales ajenos. Cuanto en sí encierran las tendencias de los
+pasados siglos, cuanto en lo antiguo sirvió de turquesa para dar forma y
+ser a la sociedad, echó en su inteligencia hondas raíces. Educado para
+las batallas del presente, tuvo por armas las convicciones de antaño,
+fuertes por lo sinceras, pero quebradizas por lo viejas.
+
+Llegada la época de abandonar el Seminario, el obispo le llamó a su
+despacho, y le habló de esta, suerte:
+
+«Vamos a separarnos. Cuando escribí a mi hermano encargándome de tu
+porvenir, no creí que fuese tan fácil poner a un hombre en camino de
+hacerse artífice de su propia fortuna; pero tu aplicación, e ingenio han
+llevado las cosas de modo que aquí, de hoy en adelante, no harás más que
+perder tiempo. Si con nosotros te quedaras; no pasarías de pobre cura de
+pueblo; tal vez llegases algún día a predicar en nuestra catedral; pero
+nada más. Yéndote a la corte, como deseo, tus méritos darán a tu carrera
+continuación tan lisonjera como halagüeños han sido los comienzos. Poco
+me agrada separarme de tí; pero dos consideraciones hago: que aquí te
+traje, no para satisfacción mía, sino por conveniencia tuya; y que en
+las luchas de la tierra, en la revuelta marejada de encontrados
+intereses, donde has de intervenir, puedes ser en alto grado útil a la
+santa causa de la Iglesia.
+
+»Vas a cambiar de género de vida, de hábitos y costumbres, hasta de
+ambiente respirable, que no son iguales las auras puras de estos campos
+cercanos, al aire viciado de la ciudad. Aquí, por más que haya doblez y
+engaño, no son la maldad tan refinada ni la hipocresía tan astuta; allí
+la cortesanía hace el daño más hondo y más disimulada la torpeza.
+Vivirás entre hombres que antes aprenden a averiguar el pensamiento
+ajeno que a expresar el propio, rozándote con gentes que procuran hacer
+a la mentira hurón de la verdad, y que tratarán de adquirir tu confianza
+engañando a otros, como luego te engañarán a ti para provecho de
+tercero. Anda en todo pecho la falsía, en todo cerebro la comedia:
+muchos la representan de tal suerte, que toman en serio su papel, y ni
+aun la muerte da fin a la farsa, pues otros fingen que les han creído, y
+la lisonja llega hasta el epitafio, manchando hasta los mármoles.
+Desconfía de cuanto te rodee y mantente en guardia casi más que contra
+las maldades ajenas, contra tus propias debilidades. Dios ha puesto en
+ti fe y razón; aquélla, como faro eterno a que caminas y te alumbra;
+ésta, como apoyo y sostén para cuando dudes; mas ten cuenta que si tu fe
+vacila, antes te será causa de desdicha que de consuelo y esperanza.
+Lee los libros que te en las manos sin cuidarte de profundizar en sus
+páginas más de lo que ellas te descubran; que el libro, como el vino,
+fortalece si no se abusa de él, embriaga si se prodiga. La ciencia es a
+la paz del alma lo que el agua a la semilla; con poca se fecunda y con
+sobrada se anega. Tu misión hasta hoy ha sido aprender la que habías de
+huir mañana: desde ahora vivirás entre el mal, evitando que logre
+corromperte. La tarea de tu vida es consolar al que sufre, alentar al
+que espera, perdonar al que yerra, labrar en tu corazón puerto donde
+busquen amparo los náufragos del mundo. No hay en la tierra misión más
+noble, que la nuestra. Si la virtud pudiera ser orgullosa, nos sería
+dado envanecernos; pero hemos, de unir a la bondad la mansedumbre, y por
+altivo nos está vedado el orgullo, como por pueril la vanidad.
+
+»Ya ves, Lázaro, qué hermosa perspectiva se te ofrece a la vista.--La
+vida es combate de pasiones, que unas a otras se hieren y lastiman: tú
+serás de esos hombres que por vocación de caridad se mezclan en la
+pelea, llevando en su alma la mina inagotable de la piedad y en sus
+labios el manantial perenne de la esperanza. Así como unos curan las
+dolencias del cuerpo, otros cuidan de la pureza del espíritu: serás, de
+ellos, y mientras el tuyo permanezca incólume, jamás te faltarán
+palabras con que infundir a tus hermanos la fe que te aliente. Cree y te
+creerán, que nunca inspiró la sinceridad desconfianza. Si la misión es
+difícil, no ha de ocultársete que la tentación es temible: ya lo irás
+viendo; pero si algo divino y fuerte hay en el hombre, es la voluntad. A
+todo has de sobreponerte, temiendo más la propia indulgencia: que la
+ajena censura. Sé hasta rencoroso contigo por tus culpas, débil hasta
+la exageración con las del prójimo; que el hombre debe ser tan avaro de
+virtudes como pródigo de perdones. Si la persecución te maltrata o la
+ironía te hostiga, recibe a la primera con mansedumbre y a la segunda
+con piedad; pues si la maldad debe hallarnos pacientes, el sarcasmo ha
+de inspirarnos lástima. Merézcate siempre más conmiseración quien se
+burle de lo bueno que quien practique lo malo. Por las funciones de
+nuestro ministerio habrás de hablar al oído de la esposa, y en el tuyo
+depositará la virgen sus secretos: di a aquélla que lo sacrifique todo a
+la paz de la casa, y a ésta que todo lo posponga a la paz del alma. Al
+hereje responderás con la palabra de la verdad, tratándole como amigo
+perdido que hay que reconquistar, no como enemigo que es preciso vencer,
+y rezarás por la salvación de quien persista en el error, pues ya que la
+religión no sea patrimonio de todos, séalo al menos la piedad. No
+mortifiques al moribundo con el recuerdo de sus delitos aquí abajo;
+habíale de sus esperanzas allá arriba. Fe, perdón, mansedumbre: tal es
+tu lema; el corazón tu escudo, tu premio el reino de los cielos. Si de
+la violencia que te hicieren hubieses de morir, muere con valor, mas no
+con aquella calma que puede ser cinismo, sino con esa serenidad que
+reflejando el tranquilo fondo del alma, sirve a los demás de un ejemplo
+que equivale a un consuelo.
+
+»Mas no fuera bueno que te marchases sin tener seguro puerto de llegada.
+He arreglado todo de manera que entrarás en la corte por tal puerta, que
+muchos desearían tu posición como término a sus ambiciones. Vas de
+capellán a casa de los duques de Algalia, señores tan poderosos como
+buenos. De tus deberes para con ellos nada te digo, que la humildad de
+sacerdote no ha de echar en olvido la dignidad de hombre, y tengo por
+cierto que antes de poco no sabrán qué mirar con más cariño: si su
+venerable eclesiástico o su discreto y leal amigo. Partirás en breve, y
+sabe Dios hasta cuándo. Acuérdate alguna vez de mí, y siempre de lo que
+te debes a ti mismo. Recibe mi bendición, y ojalá te dé ella todos los
+bienes que la voluntad te desea.»
+
+ * * * * *
+
+De allí a pocos días partió Lázaro, y aunque alentado por sus esperanzas
+no dejó de darle mucho en qué pensar la visible contradicción existente
+entre los discretos consejos que acababa de escuchar y, la vida no muy
+austera de su tío, sin que acertase a comprender cómo siendo bueno lo
+que aconsejaba, no era completamente idéntico lo que practicaba.
+
+
+
+
+III.
+
+
+Ere por aquel tiempo en la corte la casa de los duques de Algalia una de
+las más ricas y afamadas por aristocráticas. Su blasón no se había
+desdorado aún por completo con el roce de las costumbres modernas; sus
+estados no eran todavía presa de ninguna junta de acreedores, y hubiesen
+podido añadirse al escudo nobiliario algunos rehiletes gallardamente
+puestos en atrevida becerrada.
+
+Cuanto esplendoroso puede dar la vida contemporánea, cuanto grande son
+susceptibles de engendrar el refinamiento del gusto y la sobra del oro,
+se reflejaba en la morada de los duques de Algalia.
+
+Cada uno de sus salones era una pequeña capilla consagrada a la
+elegancia; el palacio entero un suntuoso templo del buen gusto y la
+moda, enriquecido con detalles dignos de un museo, en que andaban
+revueltos lo antiguo y lo nuevo, formando ese consorcio extraño, pero
+armónico, que ofrece la reunión de lo bueno, por distintos que sean los
+caracteres que revista. No había pieza mal alhajada ni rinconcillo
+descuidado. Aparte el esmero con que se había atendido al regalo
+material del cuerpo, la ornamentación indicaba por doquiera el destino
+de las habitaciones: el gran salón de recepciones estaba decorado con el
+fastuoso gusto del monarca de Versalles; el comedor de ceremonia
+cubierto de tapices flamencos; el de familia, con grandes bodegones
+firmados por manos maestras; el despacho del duque, todo de ébano
+incrustado de bronce; los aposentos de la hija, tapizados de alegres y
+sencillas pero valiosas telas; y los de la duquesa exornados con tal
+gusto y riqueza, que ni el gabinete de raso negro con flecos de
+multicolores sedas, ni la sala de baño con jaspe y ónix argelinos, ni el
+tocador de azulados cortinajes, hubieran sido mejores si los eligiese el
+arte para albergar a la belleza. Al verlos parecía que para aquellos
+pavimentos y muebles era indispensable una gran dama en quien fuese aún
+mayor la distinción que la hermosura; que pisase con menudos pies, como
+ligera sombra, las aterciopeladas alfombras y se recostase en los
+divanes casi sin que los flexibles muelles cediesen al suave peso de su
+cuerpo.
+
+Y así era en efecto: que ni en la nobleza toda, ni en toda la alta
+banca, había dama más digna de disfrutar aquellas grandezas que la
+duquesa Margarita, noble hasta las puntas de sus larguísimas pestañas
+negras, y elegante hasta el claro fondo de sus ojos azules. Era una
+figura airosa, pero de movimientos lánguidos, como de gata friolera, y
+actitudes sobriamente voluptuosas, como de estatua griega; el traje más
+modesto realzaba mejor su hermosura, y con un vestido completamente
+negro, un grueso ramo de amarillentas rosas en el entreabierto escote,
+sencillamente recogido el pelo, libres de pendientes las diminutas
+orejas, y sin guantes las aristocráticas manos, no había hombre capaz de
+contemplarla un segundo sin darse la enhorabuena por haber nacido. Resta
+añadir, para mayor encanto de golosos, que Margarita de Oropendia,
+duquesa de Algalia, aunque tuviese más, sólo representaba treinta años,
+y era relativamente virtuosa.
+
+El duque, algo apabullado por los excesos de la buena vida, un tanto
+muerta la mirada por el mucho trasnochar o la afición a los naipes, era
+todavía un hombre bien plantado, elegante, de educación británicamente
+escrupulosa en lo que a la etiqueta se refiere, y hasta instruido. No
+ignoraba, por ejemplo, que Luis XVI fue decapitado, y murió de resultas,
+ni que Carlos I de Inglaterra tuvo parecida suerte, hechos que con
+frecuencia citaba para probar lo temibles que son las muchedumbres
+cuando, según su frase, se desbocan. Lo que mejor caracterizaba al duque
+era el ardiente deseo de ver satisfecha una aspiración constante de su
+vida, una exigencia de su imaginación que participaba de la seriedad de
+la ambición y la ridiculez del capricho: ser senador. La senaduría era a
+sus ojos el complemento de su nobleza; sería una ocupación, un pretexto
+para darse importancia, una satisfacción de su vanidad. Y si además de
+ser senador pudiera serlo de por vida... ¡Senador vitalicio! Soñaba con
+sentarse por derecho propio en los escaños rojos de la Alta Cámara, ir
+en coche hasta la plaza de los Ministerios, apearse lejos del zaguán
+para cruzar entre filas de curiosos, que murmurasen, «ese es el duque de
+Algalia;» entrar luego en el salón de conferencias, andar solo por los
+rincones como quien medita un plan, estrechar la mano a los ministros,
+acoger las peticiones de los pretendientes, diciendo «veremos,» o «haré
+lo que pueda;» y salir después de una votación exclamando: «¡Los deberes
+políticos!» «Mi conciencia!» «¡El partido!» «¡Las instituciones!...»
+
+Esto basta para apreciar que el duque tenía todavía fijas en el magín
+raíces de ideas viejas; pero, a pesar de todo, podía considerársele como
+demagogo comparado con su hechicera consorte.
+
+La duquesa era el prototipo de la dama aristocrática, que sólo en las
+cuestiones del amor y de la moda transige con el progreso. Religiosa por
+superstición, devota por fe heredada, hipócrita por el qué dirán, e
+intransigente por decoro, adoraba la misa en que estrenaba un traje, la
+Semana Santa en que, tan guapa como el año anterior, pedía para los
+pobres, o la novena que autorizaba una cita. Cuando rezaba se complacía
+en bajar y subir la expresiva mirada, como jugueteando con los párpados,
+gozándose en dar alternativamente luz y sombra a los que la rodeaban. En
+sus relaciones con el gran mundo, tenía ese tacto supremo que sabe
+mortificar sin ofender, que consiste en admirar a las gentes virtuosas
+sin comprometerse a imitarlas ni indisponerse jamás con los que pecan.
+Vivía entre el _beau monde_, formaba parte integrante de la _high life_;
+el pueblo la atacaba los nervios; huía de la multitud por miedo al mal
+olor, y si en otros tiempos la hubiesen llamado _ciudadana_, habríase
+muerto del susto. La palabra _Revolución_ no evocaba a sus ojos más
+figura que la de María Antonieta prisionera en la Conserjería, y en la
+más sencilla agitación política veía carreras, tiros, desaguisados y
+atropellos. Para ella, ser de origen humilde no era una falta, pero sí
+una mancha, y trabajar le parecía muy honrado, pero loca la pretensión
+de querer elevarse encalleciéndose las manos.
+
+El duque transigía, en cierto modo, con el espíritu moderno: había
+comprado bienes nacionales, lo cual le hacía relativamente liberal; era
+individuo de varios consejos de administración de sociedades de crédito;
+viajaba con billetes de libre circulación; defendía las instituciones;
+hablaba del turno pacífico, y se llamaba conservador. No admitiría nunca
+que un artista pudiese ser su igual; pero él, por benevolencia, protegía
+las artes cuando no le salía muy caro. Daba al trabajo mucha
+importancia, no hacía nunca nada, admitía las concesiones al talento, y
+se explicaba el otorgamiento de un título a quien supiera enriquecerse
+en la Bolsa o en los altos negocios del Estado.
+
+La hija de este matrimonio era un progreso vivo sobre sus padres: entre
+un rico tonto, apergaminado, achacoso, y un advenedizo de buena estampa,
+pero pobre, plebeyo y listo, prefería bailar con el segundo, y en sus
+ambiciones de muchacha optaba por vivir acompañada de un hombre a quien
+quisiera, antes que por la boda con un heredero escrofuloso de
+respetabilísima alcurnia. Tales ideas hicieron, sin duda, que ella no se
+enojase cuando empezó a mirarla amorosamente cierto individuo, que por
+aquellos días atrajo a sí los elogios del país entero: un joven que en
+una reunión política había, con un discurso de extrema izquierda,
+conmovido la opinión y entusiasmado a las gentes, hasta tal punto, que,
+corriendo su nombre de boca en boca, hizo el duque que se le
+presentaran, no por rendir tributo al mérito, sino por tener en sus
+salones al hombre puesto en moda. De esta suerte, sin que ninguno de
+entrambos lo buscara, llegaron a conocerse y tratarse Félix Aldea y
+Josefina de Algalia.
+
+Así estaban las cosas cuando, en pleno invierno, es decir, en la época
+de más fiestas, bailes y recepciones, el mayordomo de los duques fue una
+mañana, por orden de sus amos, a la estación del camino de hierro a
+esperar al nuevo capellán que había de sustituir al anciano sacerdote
+muerte pocas semanas antes. Adivinole por los hábitos al bajar de un
+wagón, y acercándose a él, previos saludos y frases que puede figurarse
+quien desee más detalles, le llevó al palacio en un simón, y presentole
+a los señores. Recibido por éstos como exigía la hidalguía en tan
+grandes personas, y en él lo respetable de su ministerio, le acompañaron
+hasta la habitación que le estaba destinada, le enseñaron la capilla,
+encargaron al mayordomo y al administrador que le respetasen y
+sirviesen, y sin más conversación quedó instalado Lázaro en casa de los
+duques de Algalia.
+
+Al separarse estos del joven sacerdote, preguntó la mujer al
+marido:--¿Qué te parece?--
+
+--Muy joven,--contestó el duque;--pero no habíamos de estar más tiempo
+sin capellán, y cuando el obispo le recomienda, bueno será.--
+
+¡Capellán! Este era el puesto que había de desempeñar. Nadie le había
+dicho todavía que era como un criado más en la cocina o un caballo nuevo
+en las cuadras, un simple artículo de lujo. Debía decir la misa los días
+que la duquesa no quisiese salir de casa. No se hace especial mención
+del duque, porque éste era de los católicos que no practican.
+
+Tan poca y breve ocupación dejaba a Lázaro todo el día libre; de modo
+que siendo grande su curiosidad por conocer el nuevo centro en que
+vivía, y fáciles los medios de satisfacerla, pronto empezó a observar y
+pensar sobre cuanto veía, desentrañándolo y analizándolo todo.
+
+Al cambiar de medio social, al sentirse sacado de su esfera, al verse
+solo de repente en el torbellino del mundo, cada mirada produjo en él
+una observación y cada observación un juicio que, chocando
+frecuentemente con sus propias ideas, las destruía o alteraba. Creyente
+sincero y de entendimiento poderoso, fue estudiando, fijándose en todo,
+y apoyado como en fuerte palanca en su ideal, comparó y juzgó las cosas
+de la vida.
+
+Traía en su alma esa profunda fe que, a semejanza de ciertas piedras
+preciosas, va siendo más rara cada día. Sus preocupaciones tenían por lo
+ingenuas algo de sagradas, y libre de toda mira interesada, venía a
+nueva existencia, trayendo para examinarla, aunque con el espíritu de
+otros siglos, la más recta imparcialidad. Tranquilo, puesto el ánimo en
+Dios y la esperanza en el deseo de saber, tendió la vista en torno suyo;
+pero como ave obligada a volar demasiado alto, sus ojos se deslumbraron,
+sintió el vértigo que da la altura, y le faltó aire para sus pulmones
+oprimidos.
+
+Como llegan tardía y débilmente al oído los ecos de la tormenta lejana
+que va aproximándose por instantes, sintió Lázaro ir llegando a su alma
+vagos presentimientos de dudas y temores, misteriosos anuncios de un
+porvenir preñado de lágrimas e insomnios.
+
+¿Qué era aquello? ¿Qué sombras comenzaban a turbarle? ¿Qué temores iban
+girando en derredor de su imaginación como fieras que se pasean en torno
+de su presa? ¿Era que empezaba a aspirar el hedor de los pantanosos
+lodazales de la tierra, o acaso que, sintiendo el yugo opresor de la
+materia, tenía ya su espíritu la nostalgia de la inmortalidad?
+
+Era que cuanto había aprendido y creía, estaba en contradicción con la
+realidad. Llevaba dentro de sí una llama que no podía brillar en aquel
+nuevo ambiente. Sus estudios fueron ancha base a tantas cavilaciones; el
+espectáculo del mundo, cebo que incesantemente las provocaba.
+
+Cada día le trajo una lección, cada hora el agrio fruto de un anticipado
+desengaño.
+
+El tiempo fue pasando por él como la onda sobre el lecho del río,
+haciendo la superficie más tranquila, pero agitando el fondo y
+profundizando el cauce. Es imposible pintar la invasión lenta y gradual
+que hicieron en su alma las cosas y los errores mundanos. Sería más
+fácil penetrar en las entrañas de la piedra y sentir la secreta
+atracción de la cohesión y la fuerza, o escuchar el latido de la planta
+en que la evolución tiende a la vida. Cuando su inteligencia quería
+bucear en lo hondo de su pensamiento, le veía poblado de formas extrañas
+que le hostigaban con las maldecidas preguntas de la duda. Empezó el
+tiempo a educarle en la amarga escuela de la experiencia. Semejantes a
+estrellas que se extinguen, fueron nublándose sus esperanzas, y la fe
+fue perdiendo lentamente su virginidad, como la nieve del cielo pierde
+su blancura puesta en contacto con la tierra.
+
+
+
+
+IV.
+
+
+Apenas hacía un año que Lázaro estaba en casa de los Algalias, y ya se
+había captado todo el afecto que puede inspirar el que sirve a quien le
+paga su salario. La duquesa simpatizó con él como simpatiza la debilidad
+con la indulgencia. El duque vio, ante todo, en su capellán un hombre
+que sabía guardar las distancias, y la niña, querida de sus padres con
+ese cariño de los poderosos, quizá algo frío porque no impone
+sacrificios, encontró en Lázaro un alma joven, dispuesta a comprender
+las impresiones que en los albores de la vida se alzan en el corazón de
+la mujer. Los duques veían en el capellán una figura que, sin salirse de
+su esfera, contribuía al tinte aristocrático de la casa. La hija, como
+más joven menos sujeta a preocupaciones, sólo se daba cuenta de que,
+mozo o viejo, noble o plebeyo, había cerca de sí un ser respetable por
+su ministerio y digno de estimación por sus prendas. Lo agradable de su
+persona, lo más grato aún de su afabilidad y cortesía, atrajeron el
+corazón de Josefina hacia el espíritu de Lázaro como el bien atrae al
+alma. La inteligencia con que el joven sacerdote iba leyendo cada vez
+más claro en las cosas de la vida; el carácter con que indultando el
+error insistía en lo juicioso, y su buen corazón, merced a cuyo generoso
+impulso sabía hacer dulce la misma severidad, constituían en Lázaro una
+personalidad extraña, sencillamente buena, tan digna de estudio en su
+candidez como otras por su originalidad o extravagancia.
+
+Josefina, para quien su padre era un socio del Casino que venía a dormir
+a casa, y que no hallaba en su madre sino la encargada de satisfacer
+frívolos caprichos, ni veía en el aya más que una criada con vestido de
+seda, fue poco a poco acercándose a Lázaro, movida simultáneamente de la
+necesidad de un amigo para su soledad, de la simpatía que inspiraba el
+hombre y el respeto que infundía el clérigo.
+
+Algunas mañanas, cuando el tibio calor primaveral parecía reconcentrarse
+en la gran estufa de cristales que, poblada de plantas raras y
+hojarascas exóticas, se alzaba en el jardín, Josefina y Lázaro se
+encontraban en ella, fijándose la niña en las camelias que podría cortar
+para lucirlas a la noche, pensativo el clérigo en sus cavilaciones o
+abandonado a sus rezos. Atraídos uno hacia otro, se sentaban en los
+escabeles de hierro, olvidándose la mujer del galanteo escuchado la
+víspera, y el hombre del libro que le acompañaba. La reseña de un baile
+o la noticia de otro, el proyectado enlace de una amiga, un cuento de la
+villa, lo que dijo una visita, un pensamiento de caridad, servían de
+motivo a las conversaciones. Relegado insensiblemente a segundo término
+lo que daba margen al coloquio, el cura y la muchacha conversaban
+amigablemente, depurando, casi sin saberlo, lo que de terrenal tenía el
+comienzo de su diálogo. Nunca bastardeó aquellos dulces esparcimientos
+cosa rayana en lo ridículo; que ni la candidez de la mujer tocaba en la
+_sensiblería_, ni la discreción del hombre llegaba a parecer afectación.
+Todo era natural hasta tal punto, que si alguna vez traspusieron la
+imaginación o el labio los límites de lo conveniente, no entendió la
+pureza el desmán ni pudo recogerlo la malicia. Quizá pensando alto
+llegaron uno u otro a decir lo que hubiese parecido escabroso a un
+tercero; pero la torpeza si de sus bocas salía, brotaba con tal
+ingenuidad, que realmente la voluntad era tan irresponsable como la
+ignorancia. Josefina vertía sus ideas en el ánimo de Lázaro como la
+tierra deja brotar el manantial, confiadamente, sin esfuerzo, y él la
+escuchaba más cuidadoso de evitarla los errores que de confirmarla las
+verdades.
+
+Andando el tiempo, e intimando el trato, llegaron a sentirse atraídos
+por la genial bondad del sacerdote cuantos habitaban la casa; pero
+siempre fue Josefina quien, verdaderamente encariñada con el capellán,
+parecía gozarse más en frecuentar su compañía. Por su parte Lázaro
+empezó a ver en la duquesa, si no una mirada pronta a esquivar la suya,
+al menos un oído que su dulce severidad parecía contrariar en algo,
+notando que la gran dama, más hipócrita por artificio que por
+naturaleza, aunque pensaba con licencia, gustaba de aparentar recato. A
+su desmedido afán de brillar en fiestas y saraos, a su gozo en ajar la
+vanidad de las amigas, hallaba siempre respetuoso, pero claro correctivo
+en la palabra del cura, obrando éste tan discretamente, que sus frases
+podían parecer a la duquesa avisos de su propia conciencia. Si el
+sacerdote hubiera pecado de autoritario, habríase librado de él
+Margarita, sin más que despedirle con cualquier pretexto; mas como era
+el ingenio del hombre quien obraba, dejando en la sombra su carácter de
+clérigo, poca defensa cabía en ella contra advertencias que era
+imposible haber rechazado como ataques. Hasta los criados contenían la
+murmuración soez y maliciosa cuando en sus conversaciones se pronunciaba
+el nombre de Lázaro, pues no hallando en quien le llevaba sino virtudes
+sinceras, tenía la baja lengua que callar, aun estando tan diestra en
+maldecir.
+
+Así se deslizaba el tiempo para Lázaro, que, impensadamente tal vez,
+desvió sus miradas del espectáculo del mundo para fijarlas en lo que de
+cerca le rodeaba. Habíanselo pintado como asiento de todo error, cuando
+no es sino el campo de la batalla librada por el bien y el mal; de modo
+que al sentir herida la imaginación buscó refugio a sus dolores en la
+contemplación de una figura que, cruzando por su pensamiento, semejó la
+imagen del consuelo bajando a los infiernos del alma. A cada desengaño,
+a cada decepción, Lázaro cerraba los fatigados ojos, prefiriendo la
+tristeza de la sombra a los resplandores del mal, y al cerrarlos quedaba
+como fotografiada en su pupila la imagen de aquella niña destinada a ser
+juntamente el más grato ensueño y la más horrible pesadilla de su vida.
+La buscaba sin darse cuenta de ello; la echaba de menos sin sospecharlo;
+deseaba verla y hablarla del modo indeterminado y vago con que desea la
+dicha el acostumbrado a la amargura. Las mañanas en el jardín, los
+paseos en el invernadero, las tardes del lluvioso otoño pasadas tras los
+balcones del gabinete mirando estrellarse y correr las gotas de agua por
+los empañados vidrios; las horas en que sentado a un extremo de la mesa
+veía trasparentarse al fondo de sus pupilas azuladas toda la ternura de
+su alma, le hacían gozar de una manera tranquila, sin que su propia
+naturaleza varonil le llevara a pensar en otros halagos ni promesas. Se
+deleitaba en la contemplación de la mujer como la fría estatua de una
+fuente parece recrearse entre las ondas que la ciñen. Placer, peligro,
+dicha y dolor, todo lo tenía a su lado; y él, como invadido el espíritu
+por sólo un impulso, no sentía más que la admiración de la belleza en
+lo que tiene de ideal, sin que nunca llegaran los deseos a hostigarle
+con su aliento de fuego. Sentía lo que la pasión tiene de divino, sin
+que los vapores impuros de la materia mancillaran aquel placer purísimo;
+y cual si sus ojos penetrasen hasta el fondo del alma de la mujer, sin
+detenerse a mirar el vaso que encerraba el perfume, gozaba en la
+contemplación de un ideal inasequible. Si la ignorancia tenía las alas
+cortadas al deseo o la castidad sujetaba a la naturaleza, ni él mismo lo
+sabía; que no sintiendo torpeza, no tuvo ocasión de combatirla. Pero en
+el silencio de la noche, cuando todos dormían, tras el bullir de las
+cenas o el trajín de los bailes, Lázaro con la cabeza entre las manos,
+caído a sus pies el libro de rezo y rota la oración en los labios,
+sentía el alma movida de esos misteriosos efluvios que nunca engendra la
+piedad religiosa, porque solo brotan cuando saboreamos la esperanza de
+la propia ventura. Estremecido por el frío volvía en sí. El sueño o el
+cansancio le rendían luego, hundiéndole en los abismos de la nada, y su
+imaginación descansaba hasta que, al despertar, la esbelta figura de la
+niña flotaba de nuevo ante sus ojos, turbando la primer plegaria del
+día. En más de una ocasión la Virgen grabada en el devocionario pareció
+mover sus líneas y alterar sus rasgos, dando al rostro divino las
+facciones de la mujer amada.
+
+Sus alucinaciones, aun tomando forma de impiedades, no llegaron a
+mancharse de lujuria; pero su misma voluntad, capaz de dominarlas, iba
+dejando de ser lo suficiente poderosa para evitarlas.
+
+Nadie, sin embargo, supo sus sufrimientos. La misma Josefina, ídolo de
+aquel culto, no sospechó que bajo la pobre sotana del capellán de sus
+padres empezaba a realizarse el misterioso génesis que se cumple cuando
+el amor dice cerca de un alma:--«sea hecha la luz.»--
+
+Sencillo, afable, blando con los criados, respetuoso con los señores,
+sin salirse de los estrechos límites que su carácter de cura le marcaba,
+acabó Lázaro por ser en casa de los duques el más querido de cuantos la
+habitaban.
+
+Lo indulgente que con las culpas era, hacía creer a los culpables que
+permanecían sus faltas casi ignoradas, y si trataba de corregirlas,
+nunca las reprendía ante tercero, sabiendo que nada se remedia empezando
+por lastimar el amor propio.
+
+Esta bondad, unida a su carácter religioso, le daba entre las gentes de
+los Algalias una consideración a que los mismos duques no podían
+sustraerse, viendo hermanados en Lázaro la mansedumbre del sacerdote y
+el ingenio superior del hombre. Pero quien más le quería, por ser quien
+más íntimamente le trataba, era Josefina, que, sin darse cuenta de ello,
+había ido poco a poco, coloquio tras coloquio y confidencia tras
+confidencia, abriéndole el seno de su alma sin dar jamás a conocer
+aquella inclinación que llegó a sentir, pero que no intentó definir
+nunca.
+
+
+
+
+usted
+
+
+Cuando Félix Aldea fue presentado en casa de los Algalias, el duque le
+recibió con la afabilidad que un caballero de su clase se creía obligado
+a tener con el hombre puesto en moda por la opinión y la prensa. La
+duquesa le agasajó con esas distinciones que guarda la mujer bonita para
+quien rinde pleito homenaje a su hermosura, y Josefina, acostumbrada a
+la trivial conversación de gomosos insulsos, sintió hacia él profunda
+simpatía. Viendo en Félix un muchacho cortés sin afectación, galante
+sin lisonja, discreto sin esfuerzo, que sabía hablar de cosas serias sin
+hacerse enojoso, ser franco sin parecer hipócrita, y comparándole
+involuntariamente con los demás que la cortejaban, resultó de aquel
+paralelo que la muchacha llegó a preferirle cuando ya en su alma, sin
+que ella lo advirtiera, penetraron las sensaciones que al amor preceden,
+al modo que en una habitación cerrada se deslizan las primeras
+claridades del día.
+
+Aquella especie de amistad severa y dulce, al mismo tiempo que unía a
+Josefina con el cura, la sirvió para una trasformación extraña; pero lo
+que Lázaro había provocado en la niña, más que una trasformación era el
+desarrollo de cuanto fecundo puede haber en el corazón humano.
+Poniéndola en condiciones de distinguir, casi intuitivamente, lo bueno
+de lo malo, cumplió la preparación necesaria en ella para apreciar la
+diferencia que existía entre hombres como Félix Aldea y caballeretes
+como los que hasta entonces había tratado. Con todo lo que de Lázaro
+escuchó, de sus instintos, sentimientos, ideas, y juicios, se formó
+Josefina una imagen que, sin reflejarse en su fantasía por entero, ni
+llegar a personificarse en una figura, prestó a las impresiones la
+suficiente cohesión para engendrar la aspiración indeterminada de un
+ideal en que se daban juntas y cumplidas las buenas cualidades del cura
+y las promesas de futura dicha, ya evocadas en el corazón de la mujer.
+Para realizarlas estaba Lázaro incapacitado. Ni por un momento cupo en
+Josefina la idea de que coexistieran en él las dos personalidades de
+hombre y sacerdote; pero cuanto se desprendía de su trato vino a formar
+algo como la fórmula de la ventura soñada, la profecía desinteresada de
+bienes que él no podría otorgar, pero que en él estaban visibles a los
+sentidos, aunque negados para siempre a la posesión o al goce. Él fue el
+primero en guiar a la virgen por los misteriosos senderos que llevan de
+la pureza a la ignorancia y de la ignorancia a la curiosidad, haciéndola
+salvar con la imaginación el límite marcado a la candidez por la
+sospecha, infiltrando, sin saberlo, en el espíritu de la niña esa
+inquietud secreta que dan las grandes crisis de la vida. Todo aquello
+con que Lázaro la había moralmente seducido, lo superior de su
+inteligencia, la atracción sobre ella ejercida, cuanto él discurría y la
+daba expresado en frases de sencillez grandiosa, el inconsciente empeño
+con que dejó entreabrirse los senos de su alma para que ella viese clara
+la poesía del bien y del amor, contribuyeron a que Josefina, llevando a
+otro sus miradas, se fingiera un espejismo moral en que objetivó sus
+ilusiones, llegando a concebir una entidad en que palpitaron vivas
+todas aquellas perfecciones que la sotana del cura hacía estériles.
+Lázaro fue el eslabón a cuyo roce salta la chispa de que otro se
+aprovecha.
+
+A poco de frecuentar Aldea la casa de los duques, empezó a dibujarse la
+índole del afecto que inspiró a cada uno de los tres individuos de la
+familia. El duque, en un principio ceremoniosamente obsequioso con la
+trivial cortesía del caballero que se complace viendo en su casa al
+personaje del día, pensó luego que bien pudiera serle útil en el
+porvenir la amistad de aquel hombre nacido apenas a la vida pública, y
+objeto ya de tantas conversaciones. Su propio valer y la suerte de su
+partido, la fortuna o la casualidad, podían alzarle a una posición en
+que su influjo fuese halago para la vanidad, o mina para la codicia. Y
+el duque era de los que, llevando previsoramente muy lejos sus ideas,
+echan cuentas sobre lo que pueden producirlos amigos. No ignoraba que
+todo hombre es útil en algún momento de su vida, y que ese es el
+instante que debe aprovecharse. Pensó en la senaduría, y añadió para sus
+adentros:--¡Quién sabe!--Desde que tal idea cruzó por su mente, le
+empezó a distinguir sobremanera; dejó de llamarle Aldea, y tomó la
+costumbre de llamarle Félix.
+
+La duquesa, que al principio no sintió hacia él sino la gratitud innata
+de la hermosura para la galantería, fue apreciándole luego como uno de
+esos hombres peligrosos con quienes la coquetería de la mujer hace el
+papel expuesto de la imprudencia asomada a un abismo. La perspicacia de
+la dama, avezada a la lucha de la audacia contra la belleza, adivinó en
+él un adversario terrible si llegase a atacarla. Pero nadie notó que
+Aldea la cortejase. Sus conversaciones tenían ese carácter de afectada
+cordialidad que da barniz de amistad al trato de personas indiferentes;
+sus amables futilidades parecían exigencias del círculo que frecuentaba;
+sus galanterías imposición trazada por la teatral urbanidad de los
+salones. Tal vez a solas se entretuvieron en discreteos peligrosos, pero
+nadie llegó a pensar mal; ni la expresión de lo que él decía daba lugar
+a sospecha, ni la manera de escucharle ella significaba disimulada
+alegría. Tal vez en medio de una fiesta, muellemente sentada la duquesa,
+vuelto hacia atrás el rostro, recatándose entre el plumaje de su abanico
+y apoyado él en el respaldo del sillón que ella ocupaba, se encontrasen
+una sonrisa y una frase, como se encuentran el delito y su precio; pero
+el descuido, si lo hubo, de nadie fue notado; quedaron secretos los
+latidos que hicieron levantarse el raso a impulso del corazón, y quedó
+ignorada la secreta alegría de quien lo hizo palpitar. Quizá si se
+acercaron fue impelidos por la embriaguez que se apodera de los nervios
+bajo la letal influencia de la viciada atmósfera que forman las mentiras
+oídas, los perfumes aspirados y los resplandores que deslumbran; fueron
+como la rama que se inclina sobre el río mientras la violencia de la
+corriente alza la superficie del agua, sin que pueda notarse si los
+tallos la buscan, o es ella la que sube hasta manchar sus hojas.
+
+Nada había en ellos que autorizase al mundo para suponerles unidos por
+un lazo más estrecho que el de la superficial amistad engendrada con el
+trato del medio social en que vivían. Existían en cambio poderosos
+indicios para suponer que, si algún exceso de galantería mostraba Félix
+Aldea hacia Margarita de Algalia, no eran enteramente desinteresadas sus
+intenciones. Cuando se le veía hablando; embelesado con Josefina, los
+ojos recreándose en la contemplación de su belleza, mudo y como absorto
+unas veces, animado otras hasta la locuacidad, comprendíase el por qué
+de tales dulzuras y complacencias para con la madre de aquel tesoro de
+discreción y hermosura. La solicitud con que a la duquesa atendía, se
+explicaba por el afán de acercarse a su hija. Tratando de hacerse
+agradable a Margarita, parecía solicitar la venia para otros diálogos en
+que de antemano era la plática tenida por más dulce y amena, pues
+Josefina cada vez se le mostraba más propicia.
+
+Era la vez primera que Josefina escuchaba con gusto las frases galantes
+y las palabras cariñosas de un hombre. Cuantos hasta entonces la
+cortejaron, no supieron disimular bien el impulso que les animaba; unos
+sólo vieron en ella lo que inmoral y descaradamente se llama _un buen
+partido_; otros la esperanza de satisfacer con sus amores una vanidad
+pueril. Las pretensiones de aquéllos fueron siempre rechazadas con
+repugnancia; las de éstos miradas con desprecio. Josefina, incapaz de
+querer a nadie interesadamente, no admitía la idea de ser ambicionada
+por su oro, y sobrado discreta para confundir pruebas de amor con
+requiebros de salón, desoyó igualmente a los que pretendían su mano por
+su dinero y a los deseosos de preferencias en que fundar vanidades. Ni
+quiso prestarse a ser inerte objeto de un contrato, ni pudo oír con
+agrado las frases triviales, mejor o peor dichas, pero siempre falsas,
+con que el hombre pretende atraerse sonrisas y provocar miradas que
+pueda pregonar como favores. Cuando puesta en contacto con Félix Aldea
+apreció su valer y notó su inclinación por ella, se fijó primero, pensó
+después, vaciló luego, y finalmente llegó a decirse que aquel hombre
+joven y juicioso, hermoso y varonil, obsequioso sin afectación, galante
+sin lisonja, era quien mejor merecía, si no su amor, al menos aquella
+simpatía que la mujer dispensa como prólogo de más dulces concesiones.
+Tal vez creía verle demasiado engolfado en sus aficiones políticas; no
+se ocultaba a sus ojos que absorbido por la vida pública, la tranquila
+dicha del hogar sería en su existencia lo secundario; pero también
+apreciaba claramente la diferencia inmensa entre un hombre que daba el
+pensamiento a trabajos de gloria y los figurines movibles que hasta
+entonces la rodearon. Cuando, cansado por las luchas del mundo o abatido
+por los reveses de la suerte, Félix buscara en el hogar fuerzas y
+consuelos, ella, con los brazos abiertos, le brindaría reposo, y con sus
+frases de cariño le infundiría esa fe que el temple de las grandes almas
+sabe trocar en energía. Cuando la rápida pulsación de la impaciencia
+atormentara sus esperanzas, palpitaría también con ellas; la alegría de
+los triunfos sería para ambos, y la gloria que se conquistase para él
+sólo. Ella se contentaría con un beso el día de las victorias,
+endulzaría con una frase las amarguras, y lejos de pensar que el
+matrimonio es el _egoísmo de dos_, sus ensueños de ventura se lo hicieron
+vislumbrar como la abnegación de uno solo.
+
+Josefina no amaba todavía a Félix. Ni le conocía lo suficiente para
+cifrar en él todas sus esperanzas, ni la había tampoco hablado en esos
+términos que hacen recíproca la ternura. Sus finezas y palabras amables
+no fueron nunca lo suficiente explícitas para provocar respuestas
+claras: él no parecía poner empeño en obtenerlas; ella, sin acertar a
+desearlas, las temía, pues si las conversaciones con Aldea pudieron
+servirla como medida de su valer, no conocía bastante su carácter para
+fiarse de él. Su trato le parecía cada vez más ameno, mayor su ingenio;
+pero no dejaba de observar que en todas sus conversaciones se quedaba
+siempre corto, temeroso de pronunciar palabra en extremo arriesgada,
+cuidando de evitar frases que no pudiera recoger. La perspicacia mujeril
+la prestó adivinación, y la niña fue advirtiendo que aquel hombre tenía
+repartido su corazón entre un amor naciente y otro sentimiento más vivo,
+más avasallor y poderoso.
+
+Aldea no perdía ocasión de dar a entender en público su amor por
+Josefina: en las recepciones de su casa, en bailes, teatros y saraos se
+complacía en mirarla de ese modo que, prodigando expresión a las
+pupilas, entera a las gentes de lo que uno calla. No se recataba para
+decir a quien quisiera oírselo que con ella sería feliz; a nadie llegó a
+permanecer oculta aquella inclinación. La familia de Josefina se enteró
+de todo antes que los extraños, y si la madre no procuró evitarlo, el
+duque tampoco dio a la cosa gran importancia. Su hija era joven, rica y
+hermosa: nada tenía de particular que gustara a los hombres: Félix Aldea
+era uno más.
+
+Sólo la interesada reflexionaba sobre su propia situación, y a pesar de
+la atracción de que se sentía poseída, procuraba dominarse, ver claro y
+leer en el corazón de aquel hombre.
+
+Sin bastante conocimiento del mundo ni experiencia para explorar a Félix
+provocando atrevidamente explicaciones francas que pudieran ser
+indecorosas; sin coquetería que desconcertándole le hiciera venderse,
+Josefina sintió la falta de un alma amiga, leal, inteligente, franca,
+que aconsejara su incertidumbre y gobernara su timidez convirtiendo la
+misma debilidad en arma poderosa. Aunque obcecada con dificultades y
+dudas, a fuerza de pensar en su situación respecto de aquel hombre,
+creyó ver determinado y fijo el rasgo que caracterizaba su extraña
+situación. Cuando Aldea la tenía en público cerca de sí, hacía marcados,
+aunque discretos, esfuerzos porque le vieran enamorado de ella; pero
+cuando aparte y juntos podía hablarla sin testigos, callaba, o daba a la
+conversación los giros rebuscados de una tranquilidad afectada, huyendo
+cobardemente toda explicación. ¿Era esto el miedo natural de quien,
+deseando una dicha, vacila en pedirla temiendo escucharla negada o era
+un modo de implorar piedad? Con esta duda tropezaba Josefina al fin de
+todas sus cavilaciones.
+
+
+
+
+VI.
+
+
+LLEGÓ el día del santo de la duquesa, y, como de costumbre, se festejó
+en familia con una comida, que si tenía sus puntas y ribetes de
+pretencioso convite, no carecía de cierto aspecto de intimidad, pues
+sólo asistieron a ella los más asiduos amigos de la casa, Félix Aldea
+entre ellos, y el joven pero venerable capellán.
+
+Esmeráronse en prepararlo todo los criados, inspeccionándolo
+cuidadosamente el mayordomo, y a la hora fijada estaba puesta la mesa
+de tal suerte, que juntamente daba muestra de la calidad de los dueños y
+del esmero de la servidumbre.
+
+Un manojo de flores, presas en rico vaso de Bohemia, ocupaba el centro:
+la cubrían blanquísimos lienzos de letras y escudos primorosamente
+bordados; relucía sobre ellos la limpia plata; puestas en trasparentes
+platos acusaban las frutas con sus aromas su completa sazón; a las copas
+de diversas formas y tamaños esperaban los más preciados vinos, y la
+tranquila luz de las lámparas iluminaba aquella lujosa sencillez,
+mientras sólo el continuo tic-tac del reloj rompía el silencio del
+comedor, como llamando a convidados y dueños. Oíanse por las
+habitaciones inmediatas, a un lado el murmullo de la conversación
+pausada de los que esperaban, a otro el ruido que producían con sus
+últimos preparativos los criados. Poco después fueron tomando asiento
+los escogidos que habían de disfrutar con los duques el grato e íntimo
+solaz que ofrecía aquella fiesta de familia.
+
+Las personas convidadas eran pocas, pero dignas de ser citadas. Además
+de Aldea, puesto no se sabe por qué previsora disposición a la izquierda
+de Margarita, estaban cuatro señoras y dos caballeros. La condesa de
+Busdonguillo, dama elegantísima al presente, en otros tiempos señorita
+cursi de las que pasan las primaveras en el Retiro, los veranos en el
+Prado y los inviernos en torno de una camilla con lámpara de petróleo
+haciendo flores de trapo o redondeles de _crochet_, mientras alguno de
+los presentes cuenta lo que en la corte se dice cuidando de disfrazar la
+crónica escandalosa de modo que no dejen de enterarse las niñas de la
+casa. Conoció al conde cuando éste acababa de perder a sus padres; se
+dejó abrazar varias veces en la penumbra de un pasillo, negándole
+siempre otros favores; y un día, entre los enojos de una sesión de celos
+y las alegrías de una reconciliación, hizo que su madre dijese al
+muchacho: «Pronto nos darán Vds. un buen día.» Poco después de la boda
+el conde tiró por un lado, la mujer por otro, y hoy viven en la mejor
+armonía, ella disponiendo _sus martes_, y él amueblando casa distinta
+cada año a una traviata de moda.
+
+Frente a esta, para mortificarla con el espectáculo de su lujo,
+colocaron a la señora de Alzaola, hija de una nobilísima familia que se
+vio obligada a casarla con un pollo imberbe, gracias a no se sabe qué
+cuentos y calumnias, según los cuales la niña tuvo que ausentarse un año
+de la corte para pasarlo en compañía de una tía pobre que vivía en un
+cortijo de Andalucía. Cuando, trascurridos dos años, el matrimonio
+volvió a Madrid, trajo en su compañía un precioso niño, que murió poco
+después de garrotillo mientras su madre estaba en un baile. En la
+actualidad la señora de Alzaola es individua de varias juntas de
+beneficencia, hace con frecuencia donativos de consideración que
+anuncían los periódicos, y suele mandar que paguen a su lavandera con
+bonos de los que el Ayuntamiento distribuye a los pobres.
+
+Otra de las invitadas era Pura Menguado, una casi niña, de diez y nueve
+años, sobrina de la condesa de Busdonguillo. Tenía el pelo de un negro
+azulado por lo intenso, el rostro de una palidez clorótica, los pómulos
+salientes, algo caídos los labios, y los ojos de un mirar despreciativo
+y lánguido como de heroína de novela que no ha encontrado todavía su
+ideal en la tierra. Se levantaba a las tres, almorzaba, iba en coche a
+paseo, se vestía a las ocho para comer, volvía a vestirse a las nueve
+para ir a la ópera, engalanábase de nuevo para dar una vuelta por algún
+salón de buen tono, regresaba a su casa a las cuatro, se empapaba en la
+lectura de novelas francesas hasta las ocho, y dormía hasta la hora de
+levantarse para repetir las mismas operaciones. Pura, que era renombrada
+por su estranjerismo en el vestir, aquel día llevaba un vestido de raso
+negro de mangas cortas muy ceñido y muy largo con volantes de ancho
+encaje azul, un collar de perlitas, medias de seda negra, zapatos de
+raso claro con la punta algo encorvada, y el pelo, recogido a la
+_vierge_, salpicado entre los rizos de alfileritos con cabeza de
+brillante.
+
+La cuarta señora era la generala viuda de Pillote. Tendría cincuenta
+años, pero a media luz representaba treinta y cinco; estaba hacía tiempo
+en relaciones con otro general a quien el difunto legó sus placas en
+prueba de buena amistad; se dedicaba mucho a las cosas de iglesia,
+bacía novenas, y creyendo que esto no podía ya ponerla en ridículo,
+vestía imágenes. Después del general, sus pasiones eran las amigas a
+quienes siempre aconsejaba lo mejor y las conversaciones en que se
+hablaba del decoro.
+
+Los hombres merecen párrafo aparte.
+
+Don Juan del Cupón era un señor muy rico, asociado con un marqués que no
+lo era menos, para prestar dinero a menores con escrituras de depósito
+como garantía. Cuando los muchachos que recibían el préstamo no se
+pegaban un tiro y sus padres se veían amenazados por la deshonra, el
+señor de Cupón transigía el asunto, viniendo siempre a quedaren sus
+garras el sesenta por ciento al año. Fue diputado de una mayoría
+conservadora, y contribuyó poderosamente a varias peregrinaciones
+católicas.
+
+Arturito Galeolo era un chico que frecuentaba las mejores casas y las
+peores mujeres de la corte: tenía dos hermanas jamonas muy guapas,
+extravagantes en el vestir, de conducta dudosa y a quienes acompañaba a
+todas partes. Puede decirse que no tenía personalidad propia: todo el
+mundo le llamaba del mismo modo: «el hermano de _la pareja_;» nombre con
+que Madrid entero designaba aquellas elegantes y ex-jóvenes señoritas.
+
+El último convidado de los duques era un antiguo periodista amadamado y
+maldiciente; ducho en dos especialidades, merced a las que vivía
+haciéndose lado por doquiera. Poseía un repertorio completísimo de
+narraciones de disgustos domésticos entre lo más acomodado de la
+sociedad, que se complacía en contar oportunamente, y escribía revistas
+de bailes, detallando los trajes y prendidos de las damas. Llevaba las
+patillas teñidas de rubio y afeitado el bigote, que empezaba
+descaradamente a blanquear. Decían las gentes que algunas encopetadas
+señoras le habían pagado con dulzuras infinitas, más que los elogios
+para ellas, las censuras para otras. Tenía, además, otra particularidad:
+recibía toda su correspondencia en la redacción; no se pudo averiguar
+dónde vivía; se llegó a sospechar que tenía en una buhardilla una mala
+cama, un gran lavabo con muchos frascos, tintes, pomadas o cosméticos, y
+una percha cargada de ropa; pero nadie logró poner en claro la verdad.
+
+Sentáronse los duques con sus comensales, ateniéndose más a la confianza
+que a la etiqueta, y se comió luego como se comía en aquella casa cuya
+mesa era uno de los mejores altares que pudo desear la gula. Mucho
+permitía su riqueza a los de Algalia; pero más valía su exquisito modo
+de elegir: eran de los pocos que saben comer, cosa harto difícil de
+aprender, porque sólo a gente rica está reservada su enseñanza.
+
+La conversación, general o limitada a pequeños grupos, versaba sobre
+todo aquello que sin ofensa podía decirse ante una niña como Josefina y
+un clérigo como Lázaro; pues si ella contenía la libre lengua cortesana
+con su aspecto de pureza, bien se echaba de ver que el cura era un cura
+digno de sentarse donde cualquier grande o virtuoso se sentara.
+
+Pasando de unas cosas a otras, se llegó en la conversación a lo que era
+objeto de diversos comentarios por aquellos días: el estreno de un drama
+de esa escuela que, inspirada en la realidad, lleva a la escena nuestra
+propia vida y nuestras miserias; haciendo al teatro espejo donde las
+imágenes que se mueven en la acción fingida, sean, según su virtud o su
+torpeza, ejemplo de unos y escarmiento de otros. Servía de base al drama
+el manoseado problema de la falsa posición creada por la sociedad al
+hijo natural, y el autor atacaba duramente ciertas hipocresías, que
+podrían ser ridículas sino tuvieran marcado carácter de intransigencias
+odiosas.
+
+La generala Pillote se mostró desde luego partidaria del perdón. La de
+Alzaola sostuvo que la mujer que faltaba era porque quería faltar, idea
+que hizo sonreír a algunos de los presentes. Purita Menguado se
+deleitaba oyendo todo aquello que tenía todavía en cierto modo para ella
+el encanto de lo desconocido; y digo en cierto modo, porque era una de
+esas niñas vírgenes que nada ignoran teóricamente, esforzándose en
+discurrir cuál será en la práctica la aplicación de sus conocimientos
+poco castos. La de Busdonguillo callaba y comía, no porque se acordara
+de que nadie puede tirar la primera piedra, sino considerando
+oportunamente que hay casas con tejado de vidrio.
+
+Menos Josefina, que no podía explicarse todo el alcance de la
+conversación, todos tomaron parte en ella: mostrando su opinión unos
+acaloradamente, con tibieza otros, como quien ignora la de los dueños de
+la casa y no quiere desagradar; este hablando en nombre de la moral
+ultrajada, y aquél tratando de darse por ingenioso, mientras alguno
+comía en silencio, riéndose para sus adentros en general de la virtud, y
+en particular de los virtuosos. Guardaba silencio la duquesa, que, como
+mujer _de mucho mundo_, sabía los peligros que rodean a su sexo, y
+callaba también el cura, pensando que era excusado hablar cuando todos
+debían suponer que sólo en nombre de la misericordia podría hacerlo. La
+conversación quedó limitada al duque y Félix Aldea: el primero, apurando
+cuantos lugares comunes y frases hechas acoge la intransigencia
+disfrazada de moralidad, repetía los argumentos ideados por todos los
+que, afectando desconocer el origen de muchas faltas, son exigentes
+para que se les tenga por justos. Aldea, con animada frase, decía que la
+madre es disculpable muchas veces, y los hijos inocentes siempre. Con
+sencillas razones, sin artificio ni esfuerzo, demostraba que la
+severidad en las costumbres no debe ser rayana en la crueldad, y que,
+como más consolador, debía preferirse el perdón al desdén con que suelen
+mirarse en el mundo faltas que tienen mucho de desgracias. Defendíase y
+alzaba el duque la voz como aquel a quien van faltando armas;
+respondíale Félix tranquilo, al parecer, pero en el fondo con interés
+vehemente, hasta que el duque, formulando torpe y rudamente su modo de
+pensar, exclamó:
+
+--Quizá tenga usted razón. Convengo en que el perdón es muy cristiano y
+muy humanitario el olvido; pero yo no daría nunca una hija mía a un
+hombre nacido en tales condiciones.
+
+Si alguien hubiera tenido entonces fija la vista en el rostro de Félix,
+le hubiera visto demudarse; pero nadie notó que aquel hombre frunciera
+un instante el entrecejo, mordiéndose los labios, como para no decir lo
+que desde el fondo de la conciencia les mandaba la dignidad ultrajada.
+Solamente la duquesa, que oyó la frase de su marido, se conmovió; pero
+supo callar, comprendiendo que había escuchado una torpeza irremediable.
+
+Aldea se contentó con dar por terminada la discusión, y acabó de tomar
+tranquilamente su café, limitándose a decir:
+
+--Estoy seguro, señor duque, de que nuestro querido don Lázaro sería
+menos cruel que usted
+
+--El capellán no es aquí buen juez,--replicó Algalia,--ni puede entender
+de esto, porque no puede tener hijos.
+
+Lázaro calló. Levantáronse todos de la mesa, y no se habló más; pero un
+momento después, Aldea, visiblemente conmovido, llevó al duque hasta el
+hueco de un balcón, y allí, sin ser oído de nadie, al mismo tiempo que
+sacaba un pliego del bolsillo, le dijo:
+
+--Hace tiempo que deseaba probar a usted mi buena amistad. Aprovechándome
+de la influencia de mis amigos, he conseguido para usted esta distinción:
+al pisar por última vez su casa, he venido con el propósito de aumentar
+en algo las alegrías de este día; y usted, en cambio, acaba de ofenderme
+desapiadadamente: soy hijo natural.
+
+Y separándose con rapidez de Algalia, que maquinalmente había recogido
+el pliego, estrechó la mano a la duquesa, que intentó en vano detenerle,
+saludó al cura, hizo a los restantes una inclinación de cabeza, mirando
+profundamente a Josefina, extrañada de tan repentina despedida; salió
+del comedor, cruzó las salas, y un momento después el portero,
+descubriéndose respetuosamente, le abría la lujosa verja del parque.
+
+El duque, atónito, no sabía lo que le pasaba: abrió el pliego, y no
+pudo, al leerlo, contener un estremecimiento de gozo: era la realización
+de su sueño de oro. Su nombramiento de senador vitalicio: al pié del
+documento se leía la siguiente firma:
+
+_Yo el rey_.
+
+--Mira, Margarita,--dijo en voz baja, tendiendo el pliego a la duquesa y
+su hija;--ven, hija mía. Aldea me ha dado este papel, y se ha marchado,
+diciéndome que le había ofendido.
+
+Y mientras los circunstantes se miraban unos a otros, el duque, poseído
+de una sorpresa inconcebible, sin darse exacta cuenta de lo sucedido,
+atento sólo a su propio regocijo, leía y releía el nombramiento por cima
+de las hermosísimas cabezas de su esposa y su hija. La duquesa,
+apartando cariñosamente a la niña y recatándose de ser oída, asió a su
+marido fuertemente del brazo, diciéndole:
+
+--¿Qué has hecho? Aldea es hijo natural.
+
+--Pero este nombramiento,--repuso Algalia, a quien por el momento sólo
+podía preocupar su senaduría,--¿qué quiere decir, a qué viene darme tan
+gran prueba de afecto?
+
+--Félix está enamorado de Josefina,--contestó Margarita.
+
+De allí a poco los convidados fueron desfilando repletos de buenos
+manjares y llenos de curiosidades: ellos saboreando el aromoso veguero,
+y ellas hablando de los trajes de la duquesa y su hija. Si alguno
+callaba, era porque lo mal que digería no le dejaba murmurar de lo bien
+que había comido.
+
+
+
+
+
+VII.
+
+
+Tal fue la sorpresa del duque a consecuencia de lo ocurrido, que sólo
+después de algunas horas, y tras larga conversación con su mujer, llegó
+a convencerse de dos cosas: era senador vitalicio por nombramiento real,
+y, sin saberlo, había ofendido gravemente al hombre que le encumbraba.
+
+Ambos esposos se preocuparon seriamente. El marido experimentaba
+impresiones contrarias; sentía el regocijo íntimo del orgullo
+satisfecho, y al mismo tiempo, no acabando de comprender cómo Aldea le
+había podido elevar hasta ser _pater patrie_, sentía vagamente el
+disgusto de tener que agradecer a tal hombre, a un cualquiera, tamaña
+honra. En cuanto a lo del agravio inferido, no podía Algalia explicarse
+satisfactoriamente por qué se había ofendido Félix por una frase dicha
+con cierto carácter de generalidad.
+
+La mujer se mostraba pesarosa en extremo; parecía dolerse también de
+tener que manifestarse agradecida a quien consideraba inferior a su
+casa; calculaba la ofensa hecha a Félix, y, sobre todo, no perdía
+ocasión de repetir a su marido que Aldea estaba enamorado de Josefina. A
+pesar de todo, el disgusto tomó en Margarita un aspecto distinto del que
+pudieran prestarle tales consideraciones. Ni el orgullo, que creía
+rebajado por la persona que hacía el favor, ni la contrariedad de ver
+ofendida a esa misma persona, eran motivos bastantes a justificar su
+mal humor. Limitose, con respecto a sumando, a llamarle torpe y
+hablador, indicando ligeramente la idea de un desagravio, tanto menos
+doloroso, cuanto que Aldea no había recogido públicamente la ofensa;
+pero luego, a solas, con el ceño adusto y la mirada triste, abría a su
+mortificación libre salida, dando desahogo a su pena; arrojaba con
+desprecio sus alhajas en el sortijero: al no hallar lo que buscaba,
+cerraba con fuerza los cajoncitos de sus mueblecillos maqueados; recogía
+como con ira el abanico escurrido hasta la alfombra desde su falda de
+seda, y, al verlo en sus manos, metía distraídamente los dedos entre las
+varillas, o desgarraba el país con las sonrosadas uñas. Había momentos
+en que se humedecían sus párpados; pero el más leve rumor daba fuerzas
+al miedo de ser sorprendida, y ahogaba la inoportuna lágrima, trocando
+en dulce sonrisa el salado llanto. Sumida en profundo y silencioso
+abatimiento, la mirada inquieta reflejaba el fondo intranquilo de su
+espíritu; pero no brotaba una queja de sus labios, ni hubiera sido
+posible averiguar, aun espiándola de cerca, la causa verdadera de su
+pesar. ¿Era quizá el disgusto de ver alejado de la casa al hombre que
+estaba enamorado de su hija? No, seguramente, pues harto podía
+comprender Margarita de Algalia que nunca faltarían a Josefina ocasiones
+de ventajosa y feliz boda. Ni su corazón de madre, ni su orgullo de dama
+podían tolerar suposición semejante.
+
+Sólo por las conversaciones de sus padres, y al cabo de varios días,
+supo Josefina el alejamiento de Aldea. La impresión que recibió fue
+penosa: dando al olvido las inquietudes inspiradas por la conducta que
+Félix observaba respecto a ella, pensó en que ya no vería cerca de sí al
+primer hombre en quien creyó hallar algo como una promesa de felicidad.
+Cuando llegó a enterarse de la ofensa que mediaba, conociendo el
+carácter de su padre, sintió esperanza de que pudieran las cosas
+arreglarse; y, apenas concebida la sospecha, resolvió hablar a su madre.
+
+Había en el palacio de los duques una ancha y lujosa galería, a la cual
+se abría la puerta de un salón tapizado de rojo, que era el menos
+frecuentado de la casa, y donde el duque guardaba en enormes armarios
+los libros que no cabían en las bibliotecas de su despacho o consideraba
+indignos de vistosa encuadernación y lugar visible, lo cual originaba
+que en cambio se viesen en descarado sitio novelas de mala muerte con
+cantos dorados y corona ducal en el lomo.
+
+A este salón venía muchas veces Lázaro en busca de algo para leer, o por
+entretenerse ordenando lo que allí estaba confundido. Abría un balcón
+que daba al jardín, y, respirando el grato aroma de los tilos cercanos,
+dejaba pasar el tiempo o se abismaba en sus eternas dudas.
+
+Era cerca del anochecer cuando Josefina, decidida a pedir a su madre que
+la ayudase a facilitar la reconciliación con Aldea, cruzaba la galería,
+en cuyos vidrios venían a dar los últimos resplandores del día. Al ver
+entornada la puerta, miró hacia dentro. El salón estaba casi oscuro;
+todo era sombra. Lázaro, para aprovechar la claridad que iba faltando
+por momentos, leía apoyado de espaldas en los hierros del balcón, y su
+figura se destacaba por negra sobre la amarillenta luz del crepúsculo.
+El vientecillo de la tarde mecía ligeramente las ramas del jardín, y al
+chocar las hojas unas contra otras, producían un murmullo cadencioso y
+apacible, interrumpido sólo por las agudas notas de alguna golondrina
+que tenía su nido entre las vigas del tejado.
+
+Al sentir ruido, Lázaro alzó la vista, y viendo a Josefina, adelantó
+algunos pasos, mientras ella permanecía callada y quieta, recostada en
+el quicio de la puerta.
+
+Lo que allí pasó fue triste, silencioso, casi horrible. El confidente se
+trocó en capellán, el amigo dejó su puesto al ministro del cielo. Ella
+miró a Lázaro como quien, sin confesar su pena, implora alivio a su
+dolor, y él, juntas y caídas las manos que sujetaban el libro, se abismó
+en la contemplación de aquella mujer que mendigaba un apoyo o un consejo
+del único ser que no podía dárselo, y a quien era crueldad exigírselo.
+Los ojos de la niña suplicaban sin comprender el riesgo a que podía
+exponerle la súplica, y los de Lázaro querían entender el ruego; pero el
+cura veía alzarse ante sí su propia imagen, como se interpone lo
+imposible entre el hombre y la felicidad. El sacerdote podía aconsejar;
+el hombre no sabía formular la frase, y en tanto la mujer aguardaba en
+vano, mirándole cada instante con más cariño, hermosa, inmóvil, sin
+explicarse en su mejor amigo la obstinación de aquel silencio. Dejó
+entonces caer la cabeza sobre el pecho, miró al cura reconviniéndole
+dulcemente, y le dijo:
+
+--«Voy a hablar con mamá.»
+
+Calló él, salió ella lentamente del salón, desapareciendo entre las
+sombras de la galería; y Lázaro, volviendo al balcón, abrió de nuevo el
+libro, y, sin fuerza para contener el llanto, a través de sus propias
+lágrimas leyó estas palabras del Divino Maestro:.... _Y ¡ay de vosotros,
+Doctores de la Ley, que cargáis los hombres de cargas que no pueden
+llevar, y vosotros ni aun con uno de vuestros dedos tocáis las
+cargas!_[2]
+
+Al mismo tiempo, en el opuesto extremo de la casa, el duque, solo en su
+despacho, cómodamente sentado en un sillón, buscaba en un periódico la
+última sesión del Senado; y al llegar al fin, en la reseña de una
+votación nominal, los antojos de la impaciencia le hacían, buscar antes
+de tiempo su título, para verlo en letras de molde, ignorando a punto
+fijo dónde encontrarlo, si junto a los señores que dijeron _sí_, o entre
+los que dijeron no.
+
+
+
+
+VIII.
+
+
+Lázaro no durmió aquella noche. La conmoción recibida era demasiado
+fuerte. Por vez primera se daba cuenta del género de afecto que le
+inspiraba Josefina, y vivo todavía el dolor de verla desear la vuelta de
+Félix a la casa, sintiendo la pena de recordarla implorando su ayuda,
+comprendía la grandeza de su mal y lo imposible del remedio. Pero no se
+sorprendió al confesarse el secreto de aquella inclinación; sus
+impresiones anteriores le habían llevado de la mano hasta aquel punto,
+y las que le pasaron antes casi inadvertidas, le aparecían explicadas
+ahora. Sus recuerdos le iban diciendo que los materiales del fuego, al
+parecer prendido entonces, ardían desde mucho tiempo atrás, y su memoria
+le revelaba cosas que, regocijándole como hombre, le espantaban como
+sacerdote. Las reminiscencias le venían, no evocadas por el deseo, sino
+involuntariamente. Recordaba que un día, estando sentada ella (¡ya
+subrayaba el pronombre!) en el invernadero con su bordado entre las
+manos y los ojos fijos en la labor, él, antes de llegarse a hablarla, la
+contempló a hurtadillas largo rato, deleitándose como un devoto en la
+imagen que tiene reputación de milagrosa. Otra vez, al querer alcanzar
+al mismo tiempo un ovillo de estambre que había rodado por la arena del
+jardín, el pelo de ella, rozándole la cara, le había estremecido, cual
+si su alma vibrara dentro de su cuerpo. Con frecuencia, sin dar al
+olvido sus encantos morales, se había parado a grabar en el fondo de su
+imaginación aquellas líneas que dibujaban un cuerpo formado de bellezas.
+Lázaro conocía hasta dónde llegaban el sutil ingenio de la niña y su
+candidez exenta de mojigatería; no se le ocultaba ninguna excelencia de
+condición y carácter; pero aquella noche se dijo que desde meses atrás
+hubiera podido dar detalles sobre la esbeltez del cuerpo, la pequeñez
+del pié, la roja frescura de la boca, o el delicioso mirar de las
+pupilas de Josefina. El capellán descubrió primero en ella una ser
+humano que parecía un ángel, y el hombre acabó por enamorarse de una
+mujer angelical, pero mujer al fin. Esto había sucedido natural,
+sencillamente, sin provocación de una parte o cálculo de otra, sobre
+todo sin intención en Lázaro, que se encontraba preso en una red, no
+porque se la preparasen, ni porque él, hallándola tendida, entrase en
+ella, sino porque los lazos estaban preparados en torno suyo por la
+fuerza y la naturaleza de las cosas. Tan inocente era Josefina, como
+irresponsable era él. Su único delito era llegar a comprender la
+monstruosidad de su desgracia, sin que antes lo que en él existía de
+sagrado le hubiese dado la voz de alarma. El hombre de la tierra y el
+del cielo caminaban juntos, y cuando el primero empezó insensiblemente a
+desviarse de la buena senda, el hombre de Dios no le avisó del peligro
+ni le previno del mal, y Lázaro, obligado a llamar a las cosas por su
+nombre, vio el peligro en Josefina y el mal en el amor.--! La dulzura y
+la bondad un peligro; el amor un mal! ¿Por qué?
+
+Antes de que el pobre clérigo llegase a persuadirse de la certeza de su
+amor, empleaba en la lectura y el estudio la mayor parte de los días y
+muchas horas de la noche. Las ideas que de sus observaciones brotaban
+chocaron claramente con los preceptos que se le imponían; su buena fe le
+impulsaba a buscar, cada vez con más ahínco, una opinión, un juicio, que
+diera solución a sus dudas, algo fuerte en que apoyarse para vivir y
+creer al mismo tiempo; pero ningún filósofo, ni ningún escrito sagrado
+le podían dar lo que su propia conciencia se obstinaba en negarle.
+Lázaro llegó a ser uno de los seres más desdichados de la tierra: el
+cura que adquiere la costumbre de pensar.
+
+Lenta, muy lentamente, pero de un modo seguro y cierto, fue
+convenciéndose de que le habían educado dándole por verdades infalibles
+afirmaciones que no podía comprender; y, sin embargo, no cedía. La
+santidad de la misión impuesta le servía de refugio, o buscaba en las
+prácticas religiosas una ocupación piadosa, durante la cual se
+imaginaba sentir vagamente que su espíritu se elevaba en arrobos
+místicos hasta los prometidos cielos, como espiral de incienso que sube
+a perderse en el espacio.
+
+Otras veces las limosnas que hacía la duquesa ocupaban su imaginación,
+hasta el punto de amortiguar todos sus pensamientos. Margarita quiso
+solemnizar la senaduría concedida a su esposo dando a los pobres una
+gruesa suma, y Lázaro fue el encargado de distribuirla. Cumplió el
+mandato escrupulosamente, consagrándose a él de modo que durante algunos
+días vivió embargado por su hermosa tarea; no salió de sus manos una
+sola moneda sin que supiera que realmente la necesitaba quien la
+recibía; se gozó en remediar las pesadumbres, y lo hizo con tal dulzura,
+desplegando tanta bondad, prodigando con tan divino arte los consuelos,
+que duplicó el socorro, añadiendo al oro de la duquesa esa otra limosna
+que sólo se da con el espíritu; quien la recibía de sus manos, quedaba
+obligado sin humillación y agradecido sin bajeza. El oro, al pasar por
+ellas, parecía purificarse sin dejarlas manchadas.
+
+Cumplida su misión de caridad, Lázaro se encerró de nuevo en sus
+soledades, y entonces las dudas, muertas al parecer aquellos días,
+tornaron a mostrarle las insaciables fauces, semejantes a esos reptiles
+asquerosos que después de aplastados vuelven a revivir y arrastrarse.
+
+Habitaba el capellán en casa de los Algalias un cuarto, casi una celda,
+de humilde aspecto, que los señores quisieron inútilmente amueblarle con
+mayor regalo. Frente a un balcón, abierto sobre las arboledas del
+jardín, tenía una cama de hierro pintada de verde, y a su cabecera un
+Crucifijo de torpe talla, de lacia y triste figura; un reclinatorio al
+pié del lecho; dos estantes de caoba deslucida llenos de libros, y una
+mesa también cargada de ellos hasta el punto de parecer rebosar,
+desparramándose por las sillas inmediatas; un modestísimo aguamanil de
+loza con su jofaina de lo mismo; un armario de pino barnizado, donde se
+guardaba la sotana de los domingos; una exquisita limpieza en todo, y
+una apariencia de profunda calma: tal era el cuarto, cuyas vidrieras se
+abrían antes que ninguna otra de las de la casa, y las que hasta más
+tarde estaban iluminadas por la lámpara que ayudaba el tenaz trabajo de
+sus largas veladas.
+
+Aparte la impresión de apacible melancolía que aquella estancia causaba,
+lo más chocante de ella era la multitud de libros esparcidos por todos
+lados. Parecía que el dueño de aquel cuarto trataba de resolver un
+problema, y que en alguna de sus infinitas páginas esperaba encontrar la
+solución. No había fase ni aspecto del espíritu humano que no estuviese
+representado allí. Lázaro buscaba la verdad en todas partes; en los
+grandes escritores paganos, como en los Padres de la Iglesia; en los
+heresiarcas más ilustres y los ortodoxos más severos; en los
+mantenedores del sentimiento religioso y en los descreídos pensadores
+modernos. Se enorgullecía con las certezas de la ciencia, y sonreía ante
+las promesas de las religiones; examinaba los piadosos engaños y las
+verdades demostradas. Todo quería abarcarlo, cielo y tierra, presente y
+pasado, buscando con perseverante tenacidad las causas de las cosas, o
+el origen de las ideas, lo mismo en los tomos amarillentos y
+apergaminados de los siglos muertos, que en los volúmenes modernos,
+húmedos todavía, con su olor a tinta de imprenta y sus cubiertas de
+colores.
+
+Solo, inteligente, ávido de saber y con tiempo libre, Lázaro estudió y
+observó cada vez con más ansia. Todas las perspectivas en que puede
+dilatar su mirada el entendimiento humano fueron presentándole
+dificultades e incertidumbres, y en confuso desorden invadieron su
+espíritu impresiones contrarias, dándose al mismo tiempo a su razón
+ideas justas y apreciaciones erróneas. De cada sistema recogió una
+palabra distinta, y de ninguno la verdad: unos le atormentaban con sus
+fraseologías de tecnicismos ingeniosos que dan nombre de cosas reales a
+creaciones del espíritu, afirmando lo que no demuestran; otros le decían
+que el hombre es fuerza y materia nada más, un reloj con cuerda para
+cierto número de años, que suele por su genio adelantarse al tiempo en
+que vive, que se retrasa por la ignorancia, que puede arreglarse cuando
+se descompone, pero que al fin se rompe; unos todo lo fundan en ideas,
+otros todo lo basan en hechos. Y cuando tales pensamientos le absorbían,
+parecía que una vocecilla burlona, desde un rincón de su cerebro, se le
+acercaba al oído, aconsejándole que arrojase los libros y se dejara de
+filosofías y estériles monólogos, que no habían de darle un grano de
+trigo ni una gota de agua. Él, sin embargo, seguía en sus estudios, y
+como el buzo baja con su escafandra a las profundidades del Océano,
+penetraba en los mares sociales, con la buena fe por apoyo y la
+sinceridad por guía.
+
+Entonces cada paso fue un desengaño: vio que la vida es lucha de
+egoísmos contrarios, donde el oro sirve de absolución para la infamia y
+salvo-conducto para la nulidad; el mundo una batalla en que se cuentan
+las preseas, no según lo que se trabaja, sino con arreglo a lo que se
+posee. Adquirir es el talismán que todo lo resuelve; no tener, el delito
+que a nadie se perdona; no haber tenido, una mancha que jamás se borra.
+En las puertas del mundo la impudencia ha escrito este letrero: «Posee,
+y lo demás te será dado con hartura.»
+
+Algunas veces Lázaro creía ir convenciéndose de que la tierra era el
+asiento del mal, como le habían dicho sus maestros: todo, al parecer, le
+incitaba para inclinarse a esta opinión. Mezclado con su amor a la
+humanidad, empezaba a sentir desprecio hacia el hombre, ser extraño,
+ridículo y sublime al mismo tiempo, que con frecuencia es malo, pero que
+algunas veces es peor. Veía que, como la fruta pasa pronto de la madurez
+a la corrupción, el hombre pasa rápidamente de la experiencia al
+egoísmo, y se fue persuadiendo de que la experiencia es inútil, porque
+siempre llega tarde. Si pensaba en sí propio, sentía humildad; si
+estudiaba al prójimo, le poseía el orgullo. Todo eran dudas continuas,
+enlazadas cual esas olas mutuamente engendradas, y en que ninguna es la
+postrera.
+
+Al analizar el presente, todo le parecía negro; mas al estudiar la vida
+de otras épocas, miraba bajo distintas formas reproducidas las mismas
+dificultades, pero siempre disminuidas, hechas cada vez más soportables,
+y supo que ese trabajo de los siglos, aspiración y tarea de la
+humanidad, es el progreso. Vio que el mundo mejoraba con el tiempo, que
+el mal disminuía, y que sus antiguos maestros le habían pintado como
+perdurablemente malo lo que es eternamente perfectible. Aunque los
+estudios y las cavilaciones le amargaran, en el fondo de su alma quedaba
+siempre, como en la caja de Pandora, un bálsamo dulcísimo, la esperanza;
+y entonces la vocecilla burlona, cual si tuviera empeño en trocar sus
+ideales por ídolos, le decía:--«La esperanza es el manjar más sabroso de
+la tierra, pero es también el menos nutritivo.»--
+
+Fruto de tantos desvelos, Lázaro llegó a saber mucho, pero todo podía
+reducirse a dos puntos: uno relativo al mundo, otro concerniente a sí
+mismo. Supo que el mal y el bien no radican uno en la tierra y otro en
+el cielo, sino que ambos están aquí abajo, dentro de nosotros mismos, en
+gérmenes dispuestos a brotar y florecer o podrirse, según los instintos,
+la educación, el tiempo o la voluntad del hombre. Y supo, en cuanto así,
+que en la tierra hay algo muy parecido a la felicidad: el amor. Un libro
+que nadie puede leer dos veces en la vida, pero que realmente existe y a
+él le estaba negado. Su alma debía ser un muerto que tuviese por sudario
+una sotana.
+
+Las doctrinas de los que le educaron lo ordenaban así. Por cima del
+decálogo casi divino que debía practicar, los hombres habían escrito
+este mandato:--«No te amarán.»--
+
+--¡No te amarán!!, se repetía Lázaro continuamente, y cada vez le
+parecía más injusto. Su inocencia protestaba con la impetuosidad de la
+ira o con la amarga laxitud del desaliento, pero siempre tenía que
+confesarse vencida. Su conciencia era un siervo puesto en la alternativa
+de alzarse en armas o aceptar humilde y bajamente la esclavitud; no
+había más que dos caminos; abjurar, o resignarse. Lo que no existía, lo
+que nadie le podía ofrecer, era una solución que tuviese algo de
+consuelo.
+
+Cuando la tempestad sorprende al pájaro que se aleja del nido, el ave
+lucha con la tormenta, aleteando por recobrarlo; cuando el niño que
+rompe a andar cae y se lastima, busca afanoso el regazo de su madre;
+cuando el hombre abandona la mujer que le quiere, y sufre desengaños,
+torna a ella, y en sus brazos se arroja: Lázaro no tenía nido, ni
+regazo, ni brazos a que acogerse; llevaba, como una doble maldición, la
+duda en la frente y el amor en el alma. Su meditación de religioso se
+quebrantaba con sus cavilaciones de hombre, y si la enérgica voluntad o
+el temor al peligro traían la oración a sus labios, entre los severos
+pensamientos del sagrado rezo se deslizaba un nombre de mujer,
+penetrando su imagen alegre y bulliciosa entre las austeras reflexiones,
+como entraría una maga en un coro de monjes.
+
+
+
+
+IX.
+
+
+Josefina entró en el cuarto de la duquesa resuelta a descubrir
+francamente la inclinación que hacia Félix sentía, pidiendo a su madre
+ayuda para que pudiese aquel hombre ir decorosamente a la casa; pero
+frente a Margarita la energía y la resolución dieron en tierra; rompió a
+llorar, y balbuceó entre temores lo que se había propuesto decir claro.
+La duquesa, besándola cariñosamente, secó sus lágrimas, escuchó la
+confesión de aquel amor naciente, y despidiéndola ruego con ternura, la
+llevó hasta la puerta de su gabinete, procurando que aquella entrevista
+fuese lo más breve posible.
+
+Al quedarse sola, la duquesa lloró también, pero no con aquel llanto
+apacible y puro de la niña, sino amarga, desconsoladamente, con lágrimas
+tardías en brotar y abrasadoras al deslizarse por el rostro.
+
+Decidida a hablar con su esposo, mandó preguntar si estaba en casa; y
+cuando la contestaron que el señor no había salido, se encaminó al
+despacho, donde encontró al duque hojeando el reglamento del Senado.
+Hízole suspender la lectura, y abordando de frente la cuestión, le dijo
+que por su propio interés, por no pecar de ingrato y en gracia de
+Josefina, era necesario que Félix Aldea volviese como antes a frecuentar
+la casa. Examinose entre ambos cónyuges la cuestión, y el duque, que ya
+se iba encariñando con todo lo que tuviera sabor de discusión,
+aprovechó la oportunidad, hablando largamente de su decoro y prestigio,
+de que no quedase lastimada su dignidad, y de otra porción de cosas que
+hubieran hecho murmurar a cualquiera: _palabras, palabras, palabras_.
+
+Por fin, Margarita, con ese tacto que sólo las mujeres tienen, resolvió
+las dificultades proponiendo que se diera un baile para celebrar lo de
+la senaduría, enviándose a Félix, como de costumbre, su correspondiente
+invitación; lo cual, después de lo ocurrido, venía a ser como una
+satisfacción, que sin desdoro del ofensor podía desagraviar al ofendido.
+Aceptada la idea, Margarita dejó al duque continuar su examen del
+reglamento de la alta Cámara, y vuelta a su cuarto, después de haber
+cerrado cuidadosamente las puertas para evitar verse de pronto
+sorprendida, se dejó caer en un sillón, apoyó en uno de sus anchos
+brazos los codos, y ocultándose el rostro con las manos, dejando
+rebosar el llanto por entre sus sonrosados dedos, fruncido el ceño y
+enrojecidos los párpados, se quedó pensativa, sin que nadie al verla
+hubiera podido averiguar si aquella dama era una madre que se imponía un
+sacrificio, o una mujer a quien los celos hostigaban.
+
+ * * * * *
+
+Se fijó el día de la fiesta, y empezaron los preparativos. Los tapiceros
+y adornistas tomaron posesión de los aposentos en que había de
+verificarse; se construyó una galería de follaje, que ponía en
+comunicación el salón principal de la planta baja con el espacioso
+invernadero de cristales que en el jardín se alzaba; cubriéronse las
+columnas de hierro con entrelazadas hojarascas; se colgaron de la bóveda
+de cristales los aparatos para gas; se pusieron en los ángulos las
+mejores esculturas que había en la casa, haciendo que los mármoles
+blancos destacaran sobre fondos de oscuro follaje; se prepararon
+farolillos para las enramadas del parque; diose orden en las cocinas
+para que la cena fuera opípara; se apuraron todos los caprichos que
+puede el oro satisfacer al buen gusto, y una legión de artesanos invadió
+el palacio durante muchos días, disponiendo las cosas de suerte que
+cuando dos horas antes del baile los duques inspeccionaron todos los
+preparativos, el nuevo senador, arrellanándose en un sillón con la
+dignidad propia de su investidura, y mirando a su mujer con vanidosa
+satisfacción, exclamó:--«Estará bien.»
+
+Y así fue. Desde las once de la noche una larga fila de coches iba poco
+a poco dejando en el vestíbulo del palacio centenares de convidados; las
+damas, envueltas en riquísimos abrigos, bajaban de sus berlinas y sus
+_clárens_, dejando ver pies coquetamente calzados que se apoyaban un
+momento en el estribo, mientras con la mano, enguantada hasta el codo,
+recogían la larga cola ornada de valiosos encajes; los lacayos recibían
+órdenes de volver a la madrugada; los mirones y curiosos, estacionados
+en la acera opuesta, contemplaban aquellas grandezas haciendo
+comentarios, sugeridos por la hermosura de las mujeres o la envidia de
+las riquezas; los salones se iban llenando, y el calor que la
+aglomeración y las luces engendraban iba animando y coloreando los
+rostros. Aquí se oían alabanzas a los dueños de la casa, dichas en voz
+alta; allá se agrupaban otros a murmurar censuras; unos buscaban a sus
+conocidos; saludaban todos a los duques; los más serios o curiosos
+examinaban en los salones inmediatos las obras de arte coleccionadas con
+exquisito gusto, o los libros de lujo, puestos sobre las mesas de
+riquísimas incrustaciones; y los jóvenes, juntos con los viejos
+alegritos, parados en las puertas, pasaban revista a las que entraban,
+cambiando apretones de manos, diciendo lisonjas o recibiendo miradas que
+parecían señas.
+
+A poco más de media noche el salón ofrecía tal aspecto de lujo y
+riqueza; la alegría reinaba, al parecer, con tanto imperio sobre las
+almas de toda aquella gente; tanto goce se reflejaba en sus caras, que
+no parecía sino que en aquella regocijada turba nadie había que
+conociera la pesadumbre ni el dolor.
+
+Ellas, ceñidas por estrechos trajes que oprimen hasta modelar las
+formas, con sus largas faldas prendidas de flores y de blondas, con sus
+diademas de pedrería en la frente, la belleza impresa en el semblante y
+la alegría en las miradas, recibían el homenaje de rebuscadas frases, no
+siempre franco, con que sus adoradores trataban de rendirlas. Ellos,
+vestido el severo y antipático frac, pugnaban por llegar hasta alguna de
+las que más efecto causaban, para hacer en el corro gala de su ingenio,
+mirando casi con descaro a las casadas, requebrando con prevención a las
+viudas, y tratando de inquirir el dote de las solteras. Hacia los
+extremos del salón veíanse algunas parejas, más ocupadas de sí mismas
+que del prójimo, en que ella parecía resignarse a conceder lo que
+deseaba otorgar, mientras él se obstinaba en pedir lo que luego había de
+cansarle. En un círculo se discurría de política; se comentaba en voz
+baja el escándalo de la semana, pronunciando al oído y en secreto los
+nombres de los protagonistas. Algún caballero se acercaba con disimulo a
+las habitaciones contiguas, espiando el momento de tender la mano sobre
+los riquísimos vegueros esparcidos en bandejas de plata. La música
+dominaba a intervalos el rumor de las conversaciones; la atmósfera se
+iba cargando hasta hacerse enojosa; la temperatura aumentaba por
+momentos; el abrasado ambiente de la sala parecía luchar con el fresco
+que penetraba del jardín por los anchos balcones en suaves ráfagas, y
+entre aquel mar de luz o torbellino de colores, se percibía el olor
+extraño que formaban los aromas de las flores, los perfumes de tocador y
+el calor de los sudorosos cuerpos.
+
+La duquesa, rodeada de sus más íntimas rivales, recibía de cuantos se la
+acercaban elogios tributados a su buen gusto, casi todos cortados por un
+mismo patrón, muy pocos ingeniosos o bien dichos. Su traje era objeto de
+hablillas entre las damas, de admiración entre los hombres. El vestido
+de raso blanco, entre cuyos esculturales pliegues se quebraba la luz
+como en un mármol flexible, había llegado de París aquella mañana, y las
+dos perlas negras que llevaba en las orejas valían una fortuna. Al lado
+de su madre, Josefina parecía el nuevo brote de una flor hermosísima:
+la madre era como esas rosas que han agotado ya la pompa de sus galas
+desplegando todos sus pétalos a las caricias de la luz; ella, como esos
+capullos entreabiertos que comienzan a esparcir en torno suyo olor suave
+y débil. Su traje era blanco también, pero en el tocado y los prendidos,
+las flores sustituían alas joyas.
+
+La excitación que la agitaba la hacía más hermosa. Inquieta y
+disgustada, miraba sin cesar a todas partes, preguntándose:--¿No vendrá?
+Contestaba lo más brevemente que podía desdeñosa y displicente, y de
+cuando en cuando miraba con cariño a su madre, que por vez primera
+parecía esquivar las miradas de su hija.
+
+Por fin, la enamorada niña vio entrar a Félix, que, saludando al paso a
+diversas gentes, llegó hasta la duquesa, cambiaron ambos algunas frases
+de simple cortesía, llegose luego a Josefina, y un momento después se
+les vio confundidos entre los grupos de alocadas parejas que parecían
+moverse impelidas por las notas de un vals de Strauss.
+
+Lázaro estaba recogido y leyendo cuando llegó hasta sus oídos el alegre
+bullicio de la fiesta. Cerró entonces el libro, abrió el balcón, y el
+airecillo fresco de la noche le trajo claras y distintas las apasionadas
+frases de la música, como si el mundo, con aquella voz de sirena,
+quisiera arrancarle de la soledad. Bajó al jardín, se acercó a una reja,
+y oculto entre unos arbustos cuyas ramas se entrelazaban trepando por
+los gruesos barrotes de hierro, tendió la vista hacia el salón. Su
+mirada lo abarcó todo. Pasado un instante, la sorpresa se convirtió en
+asombro; sus ojos, deslumbrados por la claridad, fueron descubriendo los
+grupos, aislando las figuras, fijándose en los rostros, viendo surgir de
+entre un confuso mar de luces y colores las formas y el aspecto de las
+cosas. Los corrillos tan pronto formados como disueltos; la extraña
+amalgama que producían en el cuadro los trajes negros de los hombres
+destacándose sobre los vestidos claros de las mujeres; el continuo pasar
+de sombras que se cruzaban ante la reja, cortándole la vista; la
+variedad infinita de actitudes; el estado de los ánimos reflejado en las
+caras, atestiguando en uno de la indiferencia, en otro de los celos,
+mostrando acá la frialdad del apático, allá la impaciencia del nervioso,
+todo aquel conjunto de riquezas para él desconocidas, de lujos
+ignorados, le produjeron una impresión extraña, fuerte porque era nueva,
+y poderosa porque era continuada. La vista de aquel incesante
+movimiento, la luz arrancando destellos en pedrerías y collares, las
+damas, unas de semblante fresco como flores de campo, ajadas otras por
+los afeites o los años, engalanadas con sedas de todos los matices,
+desnudas las espaldas y los pechos a propio intento revelados en lo poco
+que el raso les cubría, el aire bochornoso y viciado que por la reja se
+escapaba, acabaron de marear al cura, sin que por eso dejara de mirar
+con ansia, creyendo a cada instante descubrir novedades que hiriesen su
+imaginación y calmasen sus agitados nervios. Hubo un momento en que la
+música apagó todos los otros ruidos; el ritmo sonoro y melódico de sus
+notas parecía arrastrarse como aurora de primavera en plantío de rosas;
+los giros lánguidos de acordes amortiguados y dulcísimos se trocaban de
+pronto en explosión de sonidos alegremente locos, y las armonías se
+esparcían como suspiros que volaban a refugiarse entre los pliegues de
+las amplias colgaduras, produciendo combinaciones raras, que se perdían,
+unas envueltas entre los giros de otras, como crujir de sedas y
+estallar de besos comprimidos. Las parejas iban deslizándose rápidamente
+ante la reja en confuso desorden, desapareciendo y tornando a pasar cual
+figuras de una linterna mágica, hasta que, callando de repente la
+orquesta y suspendiéndose aquel vertiginoso movimiento, Lázaro vio
+acercarse, impelidos todavía por la última vuelta del vals, una mujer y
+un hombre: Félix y Josefina. Él la ceñía el talle atrayéndola hasta
+sentir confundidas las respiraciones, mientras ella se abandonaba por
+completo, dejándose llevar. Llegaron hasta donde estaba el cura, y ya
+parados, la niña, moviendo el abanico de nácares y encajes ante su
+agitado pecho, se apoyó en el brazo de Aldea, mientras él murmuraba a su
+oído una frase, pagada con la sonrisa más hechicera del mundo. Lázaro,
+asido fuertemente a la reja, los miró sin cuidarse de ser visto, sin
+pensar que no tenían ojos más que para contemplarse uno a otro. Fuera
+de sí, agitado por un sentimiento desconocido para él, creyó apurar toda
+la hiel del sufrimiento humano; y como si su sangre hirviese y
+fermentara agolpándose a ofuscar aquel pobre cerebro, la idea del odio
+se irguió en él terrible y poderosa. No hubo entonces crimen ni infamia
+que no se creyera capaz de cometer; y midiendo con la rapidez del
+pensamiento su inocencia, mayor aun que su desdicha, se preguntó, en un
+arranque impío, si era divina la justicia que toleraba aquel tormento.
+
+Bajo la sotana del cura latieron por vez primera en el corazón del
+hombre los impulsos del mal. El ministro de Dios sufrió como las
+criaturas de barro, y su alma de pureza inmaculada, su mansedumbre, su
+bondad evangélica, fueron un punto derrocadas por la ira, el
+aborrecimiento y la venganza. La que entonces le pareció más que nunca
+creada por el Señor con hueso de su hueso y carne de su carne, la
+prometida por el deseo y la Naturaleza para ser satisfacción de sus
+amores, la mujer que era emblema de su ideal y su felicidad, estaba en
+brazos de otro. Aquellos hierros que les separaban y que él inútilmente
+sacudía con impotente fuerza, eran sus propios votos, y aquel instante
+supremo de su vida, la ratificación solemne de la infame ley que le
+decía: «No te amarán.»
+
+Sintiéndose morir, dejó caer con desaliento los brazos, y todo su rencor
+se disolvió en dos lágrimas que rodaron lentamente por su abrasado
+rostro. Hay almas que rechazan instintivamente el mal. El odio pasó sin
+detenerse sobre el espíritu de Lázaro, como la gota de agua que resbala
+por el hierro candente. Las fuerzas le faltaron, y mientras los alegres
+ruidos de la fiesta, convertidos en voces misteriosas por la fantasía,
+le llamaban queriendo embriagarle con efluvios de desconocidos
+placeres, dio en tierra rendido y sin aliento.
+
+El baile estaba en sus momentos de mayor brillantez, y la animación,
+engendrada por la muchedumbre, se traducía en un continuo murmullo, que
+sólo a desiguales intervalos podían dominar desde la orquesta los
+instrumentos de metal. El salón parecía un foco de claridad intensa. Las
+temblorosas llamas del gas se reproducían hasta lo infinito en las
+grandes lunas venecianas, que, multiplicando las imágenes, creaban una
+confusión extraña, y empezaba a reinar ese desorden propio de todo sitio
+donde se divierten muchos a la vez. Allí dentro todo eran goces y
+alegrías; fuera no había sino silencio y sombra; un hombre en tierra,
+como soldado herido que se desangra en el campo de batalla, y un cielo
+de azul profundo, casi negro, estrellado, que desde su inconmensurable
+altura miraba con millares de ojos, tan indiferente a los placeres de
+unos como a la desdicha de otros.
+
+Los vientecillos precursores del día empezaron a retozar entre los
+troncos con las hojas agitando blandamente las ramas, y algún pájaro,
+desvelado por los inusitados ruidos, batía las alas piando alegremente,
+y confundiendo desde su oculto nido las luminarias del festejo con los
+resplandores de la aurora.
+
+
+
+
+X.
+
+
+Servida la cena, que fue espléndida, los convidados empezaron a
+marcharse contentos y satisfechos, como gentes que habían cumplido su
+misión. El ruido que causaban los que iban saliendo, despidiéndose con
+regocijadas risas, y el húmedo relente con sus fríos vapores, hicieron a
+Lázaro volver en sí del largo desmayo al tiempo que los últimos grupos
+esperaban, en el espacioso vestíbulo y en los primeros términos del
+jardín, la llegada de sus carruajes.
+
+Los hombres, fuertemente arropados con gabanes rusos o entre los
+embozos de las capas, fumaban puestos en filas, viendo a las damas que
+bajaban las escaleras de mármol, cuchicheando o cubriéndose los desnudos
+hombros con costosos chales o vistosos abrigos. Unas se tapaban el
+escote aún sudoroso con el cachemir de cien colores; otras se envolvían
+entre las pieles del _skunc_, el zorro azul y la marta zibelina; esta
+contestando a un saludo, aquella buscando una mirada entre los apiñados
+rostros, todas parecían en aquel momento hermosas y felices, aunque
+muchas lo pareciesen sin serlo; todas llevaban algo que decir o habían
+dado algo que envidiar.
+
+Algunos hombres se marchaban a pié lentamente, divididos en grupos o en
+parejas, escuchando a lo lejos durante largo rato el ruido del rodar de
+los coches en las desiertas calles, cuando ya empezaba a despuntar el
+día y los serenos corrían soñolientos, de farol a farol, apagando los
+mecheros de gas.
+
+El cura, oculto entre las sombras del jardín, los vio irse, esperando
+para salir de su escondite que se hubiesen todos alejado, cuando notó
+que no lejos de sí, entre las ramas de unos arbustos y cerca de una
+reja, había un hombre, que indudablemente se quedaba rezagado adrede, y
+que, moviéndose de pronto cuidadosamente, se escurrió con cautela a lo
+largo de la casa, hasta penetrar en ella por una puerta de servicio, que
+por razón del baile aún estaba abierta aquella noche. Lázaro entonces
+intentó gritar; pero el asombro le ahogó la voz en la garganta, porque
+al volverse para entrar conoció al que de tan sospechosa manera
+penetraba en el palacio de los duques, y aquel hombre era Félix Aldea,
+el mismo que pocos momentos antes había hecho brotar de los labios de
+Josefina una sonrisa de felicidad.
+
+Subió rápidamente la escalera, y el cura se lanzó en su seguimiento;
+pero aquél llevaba mucha delantera. Al llegar al piso principal, Aldea,
+espiado siempre por Lázaro, cruzó los pasillos desiertos, y atravesando
+la galería que separaba las habitaciones del duque de las de su esposa y
+su hija, penetró en una sala, ala cual afluían dos grandes corredores,
+uno que conducía al cuarto de la duquesa, y otro que llevaba al de
+Josefina. La puerta de aquella habitación estaba cerrada; pero apenas
+Aldea se detuvo ante ella, golpeándola suavemente con los nudillos, una
+de sus hojas se abrió calladamente hacia fuera, mostrando un brazo de
+mujer ceñido por una manga de seda roja. Aldea entró, y el brazo atrajo
+a sí la puerta, que volvió a quedar instantáneamente cerrada, mientras
+Lázaro, pálido y tembloroso, como clavados los pies en el suelo,
+escuchaba alejarse, sin saber en qué sentido, los pasos de dos
+personas, que andaban de puntillas para no producir ruido sobre los
+mármoles del piso.
+
+¿Qué hacer en tan horrible situación? ¿A quién pedir auxilio? ¿A quién
+llamar? Un desaliento que tenía mucho de impotencia y algo de despecho
+le arrancó de allí, y temeroso de ser visto, huyó de aquella puerta,
+tras la cual quedaba rota para siempre la más hermosa de sus ilusiones.
+Además, juntamente con el imperioso mandato que la conciencia le
+imponía, sintió latir en su alma vacilaciones, engendradas por la
+sorpresa, sospechas pérfidas, pero lógicamente sugeridas por los celos.
+La que supuso un ángel era mujer, y nada más; no merecía que el corazón
+de un hombre la ensalzara, ni que él la adorase, aunque su indulgencia
+de sacerdote tratara de redimirla o disculparla. En su caída había
+llegado hasta la culpa por el camino de la premeditación; procuró que
+su amante volviera a pisar la casa de sus padres, y trémula de amor,
+agitada por el deseo, le debió esperar para recibirle en sus brazos.
+
+Divagando de esta suerte, admitiendo como buenos los torpes antojos del
+despecho, la piedad iba quedando en el alma de Lázaro completamente
+borrada por la incontrastable fuerza de los celos, hasta el punto de que
+el miedo de hacer público el suceso, el temor al escándalo, y aun la
+idea horrible de ver la hija deshonrada a los ojos de su propia madre,
+llegaron a ser en aquel hombre rémoras creadas por la malicia para
+eludir el cumplimiento del deber.
+
+ * * * * *
+
+Al día siguiente del baile, ya muy entrada la mañana, se notaba en el
+palacio de los duques la falta de movimiento propia de toda casa donde
+el mucho trasnochar de los amos autoriza que madruguen poco los
+criados. Algunos de ellos, reunidos en la caseta del portero, formaban
+corro restregándose todavía los ojos, haciendo comentarios de la fiesta,
+charlando y maldiciendo. Otros arreglaban los salones reparando el
+desorden que habían producido los convidados. El cocinero, seguido de un
+pinche que llevaba al hombro un esportón, atravesaba el jardín para
+tomar el camino de la plaza. El mozo de cuadra, calzados los zuecos y
+entonando una canción de su tierra, frotaba los arreos en la puerta de
+la cochera; y en una habitación de la planta baja, junto a una ventana,
+la doncella de la duquesa limpiaba cuidadosamente los vestidos con que
+su señora se había engalanado la víspera, mientras otras compañeras
+admiraban las ricas telas y los finísimos encajes que, desordenadamente
+puestos sobre el respaldo de un sofá, podían fácilmente ser vistos desde
+fuera.
+
+Lázaro, como de costumbre, había bajado al jardín, y con su libro entre
+las manos, paseo arriba, paseo abajo, recorría lentamente el trecho
+comprendido entre la estufa de cristales y la verja de entrada, pasando
+repetidas veces ante las rejas del salón de baile. Frente a una de ellas
+acertó apararse distraídamente, y a través de los gruesos barrotes vio
+desamparado y desierto aquel mismo lugar donde pocas horas antes era
+todo animación y bullicio. Los sillones de oro y sedas estaban
+removidos, como recordando aún los corrillos de que fueron asiento; los
+cristales, velados por el polvo de una noche de continuo movimiento;
+olvidado sobre una butaca un abanico; las bujías de los candelabros,
+apuradas hasta gotear sobre el terciopelo y el mármol que cubría las
+consolas, habían hecho saltar con su llama espirante alguna de las
+arandelas de cristal. Las puertas que ponían en comunicación unos
+salones con otros estaban abiertas, dejando ver, fingida por los
+espejos, la perspectiva de una galería profunda, encerrada en marcos
+dorados, formada con imágenes de telas o tapices que, multiplicándose,
+se reproducían hasta confundir la vista con su último término vacilante
+y confuso. Los rayos de sol penetraban por entre las junturas de los
+cortinajes, liquidando en resbaladizas gotas el vaho que empañaba los
+vidrios, y posándose luego en rasgos o girones de luz sobre los rasos de
+colores. En el suelo, confundida con las de la alfombra, había quedado
+alguna que otra flor pisoteada y marchita.
+
+--«Así son ellas,»--pensó Lázaro al verlas; y volviendo al libro los
+ojos, prosiguió su paseo hasta llegar a la ventana donde estaba la
+doncella, que para distraer su trabajo tarareaba a media voz una polka
+de moda. Oyola el cura, y, al mirarla, su vista se detuvo en la prenda
+que la muchacha tenía entre las manos: una bata de riquísimo raso de un
+rojo muy brillante, el mismo rojo que Lázaro había visto en el brazo que
+la noche pasada cerró la puerta donde Aldea era esperado. Su sorpresa
+fue inmensa. Su pensamiento se resistió a creer lo que los ojos le
+decían. Aquella chica era la doncella de Margarita de Algalia, y como
+Josefina tenía su servidumbre aparte, lo lógico era que aquella ropa
+fuese también de la duquesa. Dudó un momento, y atreviéndose por fin,
+quiso ver resuelta su sospecha.
+
+--¿De quién son esos trajes?--preguntó a la doncella.
+
+--¿De quién han de ser,--repuso la muchacha,--sino de la duquesa?
+Ésta,--dijo señalando un magnífico vestido y un soberbio abrigo,--es la
+ropa que la señora llevó ayer al paseo; y esta bata de raso
+rojo,--añadió,--es la que se ha puesto de madrugada después del baile.
+Por cierto que se empeñó en quedarse leyendo, sin querer acostarse ni
+que yo la desnudara. Debe haber velado hasta muy entrado el día, porque
+está, de ojerosa y descompuesta, que da grima mirarla.
+
+Calló la criada, y siguió el hombre su paseo. Ya no cabía duda. Josefina
+era, no sólo inocente, sino víctima de una infamia. La culpable era
+Margarita de Algalia, y el que pasaba por novio de la hija era su
+amante. ¡Maldad inicua! La madre quería comprar el secreto de su delito
+a costa del reposo de la pobre niña. Por eso Josefina no podía
+explicarse la actitud de Félix Aldea, aquel empeño en mostrarse
+enamorado junto al recelo para confesarla su amor.
+
+Lázaro apreció rápidamente la situación: Josefina era buena, y el
+galanteo de que Félix la hacía objeto servía para alejar sospechas. La
+inocencia era tercera sin saberlo, y su pureza cubría aquel amor
+culpable, de igual suerte que el inmaculado manto de nieve puede
+ocultar el sucio estercolero.
+
+Una sensación, por mitad indignación y repugnancia, estremeció el alma
+del cura, y como el mal no engendra sino males, sus labios murmuraron
+involuntariamente esta blasfemia:
+
+--«¡Oh, madre; tú también puedes llegar a ser ídolo falso!»
+
+Le pareció imposible llevar más lejos la degradación y la maldad.
+
+Pocas horas antes, el dolor había estrujado su corazón, considerando
+perdida la mujer amada, tanto más, cuanto más imposible. Ahora sus ojos
+tropezaban con el delito más cobarde y monstruoso de la tierra.
+
+Eran ya cerca de las doce. El ardoroso sol de los últimos días
+primaverales inundaba todo el jardín, engendrando sombras enérgicamente
+proyectadas que dibujaban en la arena formas extrañas. El movimiento y
+los ruidos iban devolviendo animación a la casa. Las persianas cerradas
+se abrían tras cortos intervalos, indicando el despertar de los señores,
+y los criados fingían acelerar la faena de borrar el desorden causado
+por la fiesta. Sólo en la habitación de Josefina reinaban todavía la
+quietud y el silencio. El cuarto estaba casi a oscuras; por las rendijas
+de la madera penetraban dos o tres rayos de sol, agitando millares de
+átomos inquietos que bullían como polvo de luz; las galas estaban
+esparcidas sobre un sofá de raso, y el corsé de seda azul con trencillas
+blancas, caído al pié de una butaca. La heredera de los Algalias
+dormitaba en su cama de batistas y encajes como una maga recostada sobre
+una nube. Tenía desnudo, fuera de las ropas, un brazo, ceñida aún la
+muñeca por la pulsera lisa de oro mate, y en el otro, puesto sobre la
+almohada, apoyaba la cabeza, embelesada por ensueños formados con
+reminiscencias de la víspera. Las sábanas habían quedado por un
+movimiento tirantes y presas bajo el peso del cuerpo, modelando a trozos
+la forma que cubrían; el embozo caído dejaba al descubierto algo más que
+el nacimiento del pecho. Nada turbaba la tranquilidad de aquel reposo
+reflejado en una respiración fácil e igual. La sangre, como savia
+enérgica, regaba los tejidos, tiñendo la epidermis de tonos que variaban
+delicadamente desde el azul de las ramificaciones venosas hasta el
+carmín brillante de los labios húmedos; y una mata de pelo, escapada de
+la redecilla, hacía resaltar la blancura del cuello. Dormía descuidada,
+tranquila, segura de sí misma, y tan ajena de la pasión del cura como de
+la perfidia de su madre. La salud y la pureza parecían haberse hermanado
+para formar aquella figura hermosa, impregnada de gracia natural y
+espontánea. Semejaba la bacante virgen de los bosques antiguos traída
+de pronto por ensalmo al centro de la vida moderna. Reposaban a la par
+el cuerpo exento de males y la conciencia libre de impurezas.
+
+De fijo hacía mucho tiempo que su madre no dormía así.
+
+
+
+
+XI.
+
+
+Aquella misma tarde la duquesa mandó recado al capellán, rogándole que
+pasase a su gabinete.
+
+--«¿Qué me querrá?--se dijo Lázaro.--Sabrá que no ignoro su falta? Quizá
+entonces, aunque culpable, sienta hacia mí el desprecio que debe
+inspirar quien, encargado en su casa de velar por la moral, transige
+cobardemente con el engaño y la deshonra. Seremos dos reos frente uno de
+otro.... y, así son las cosas de la vida, ella tendrá que ver en mí algo
+del juez.»--
+
+Un momento después Lázaro entraba en el gabinete. Margarita estaba
+sentada ante una mesilla de valiosas incrustaciones, colocada delante de
+un balcón y sobre la cual, sostenido por dos amorcillos de bronce, había
+un espejo bastante grande para retratar entre sus abiselados bordes la
+cabeza de la hermosa dama, a quien una doncella sujetaba con dos
+horquillas de oro el rodete bajo en que, según la moda, estaba recogido
+el pelo después de ondular ligeramente hacia las sienes. Tenía puesta
+una bata de un gris muy claro, guarnecida con encajes y lazos del color
+que toma el granate cuando la luz le hiere. Las medias, de finísima
+seda, eran del mismo color, y ceñían sus pies unas chinelas grises, que
+aun siendo muy pequeñas, eran grandes para ella. Las mangas de la bata,
+sueltas y muy cortas, descubrían unos brazos blanquísimos, dorados por
+ese vello apenas perceptible que tienen algunas frutas antes de estar
+manoseadas. Al cuello, libre de alhajas, se ceñía desordenadamente un
+encaje ancho y rico, de tonos huesosos que acusaban su antigüedad, y el
+fulgurar intenso de un grueso solitario en cada oreja hacía resaltar la
+palidez mate de la cara, amortiguando el brillo de los ojos, algo
+hundidos, y cercados por ojeras débilmente azuladas. La boca, en que el
+labio superior ligeramente contraído daba a la fisonomía cierto aire
+desdeñoso y triste, dejaba ver unos dientes blancos, menudos y
+apretados. El óvalo del rostro era gracioso y severo al mismo tiempo. La
+mirada triste con la falsa resignación del hastío. Era el tipo de la
+señora moderna, frívola sin ser insustancial, y coqueta sin parecer
+liviana, como era devota sin ser profunda y verdaderamente religiosa.
+Fuera cansancio físico o dejadez moral, había en su figura cierto
+melancólico abandono, interrumpido a veces bruscamente por movimientos
+de una gracia encantadora que tenía algo de felina.
+
+Iba pasando con los dedos las hojas de un libro, puesta en ellas la
+vista descuidadamente, como si el pensamiento y la voluntad estuvieran
+muy lejos de aquellas páginas, que no bastaban a detener el vuelo
+caprichoso de sus antojos femeniles.
+
+En sus hechiceras facciones empezaba a desaparecer la frescura que es el
+aliento misterioso de la vida. Parecía tener esa edad de la rosa en que
+unas cuantas horas más marchitan la fragancia y ajan la lozanía. Estaba
+hermosa, y más que hermosa seductora; pero los ojos, la actitud, la voz,
+acusaban un desaliento amargo. Nadie hubiera podido averiguar si aquella
+laxitud era la huella pasajera de los placeres de una noche, o la marca
+indeleble de los sufrimientos del espíritu.
+
+Al entrar Lázaro salió la doncella, y Margarita, ladeándose ligeramente
+en la butaca y echando atrás el rostro, animado por una sonrisa
+encantadora, le tendió la mano.
+
+La situación de Lázaro era peligrosa y difícil: el menor descuido, la
+más ligera inoportunidad, podían ofenderla sin resultado; que quien no
+está satisfecho de sí mismo, ve acusaciones en las frases más inocentes.
+Él, además, se consideraba sin derecho alguno para atacar a la madre en
+defensa de la hija. ¿Cuál podía invocar? Si el de enamorado, confesaba
+la propia y criminal flaqueza; si únicamente el de hombre de corazón,
+¿quién había de reconocérselo?; si el de sacerdote, ¿cómo podría su
+conciencia sancionar la ridícula comedia de un hombre que utiliza la
+investidura sagrada para proteger su misma falta?
+
+Tenía delante a la mujer adúltera; pero no podía ser él quien la
+arrojase la primera piedra.
+
+Margarita rompió el silencio, diciendo cariñosamente:
+
+--¿Qué es de usted? Vivimos bajo el mismo techo, y apenas nos vemos. Estos
+días, los preparativos del baile, el bullicio de la fiesta, le han
+alejado de nosotros; pero también usted es tan excesivamente inclinado a
+sus soledades y sus estudios, que nunca se le ve. De los convites, aun
+de los más íntimos, siempre se excusa; en habiendo alguien de fuera,
+desaparece usted como por encanto. Y usted, sin embargo, no es huraño, sino
+cariñoso, afable. Vamos, siéntese usted, aquí, a mi lado, y hablemos.
+
+Obedeció Lázaro, y, acercando otra butaca como la que ella ocupaba,
+dijo:
+
+--Mucho agradezco a usted, duquesa, las deferencias con que me distingue:
+tan sinceramente le estoy reconocido por ellas, que aunque el deber y el
+sacerdocio no me lo impusieran, sentiría por Vds. verdadero cariño,
+profundo deseo de ser útil, verdaderamente útil, en esta casa, donde se
+me ha recibido con los brazos abiertos.
+
+--Todos le queremos a usted de veras. Mi marido y yo le aprecíamos en lo
+que vale; y en cuanto a Josefina, puede usted estar seguro de que, si fuese
+necesario defenderle, con dificultad se encontraría abogado que tomara
+la cosa más a pechos.
+
+--Yo también me haría defensor suyo si ella lo hubiera menester; pero
+está en una edad en que antes necesita guía que defensa. ¿Quién puede
+pensar en hacerla daño? Eso sí, si sucediera, si alguien cometiera con
+ella una mala acción, lucharía con todas mis fuerzas por salvarla.
+
+--Afortunadamente, replicó la dama, estamos seguros de que nadie la
+quiere mal; por el contrario, si algún disgusto hemos de prever, será de
+los que puedan ocasionarla los que aparenten quererla bien. ¡Está en una
+edad tan peligrosa!
+
+--Tiene usted razón, duquesa; de los que aparenten amarla, de los que deben
+estimarla en más, es de quienes hay que guardarla. Los encargados del
+mayor bien son, con frecuencia, los que producen el mal mayor.
+
+El cura dijo esto con la voz algo temblorosa, casi sin calcular el
+alcance de lo que decía; en parte ávido de arrostrarlo todo por la
+engañada niña, y en parte temeroso de que su inexperiencia en los
+discreteos inutilizara su buen deseo.
+
+Ella, sin extrañar precisamente semejantes frases, sintió cierta
+sorpresa desagradable al escucharlas; pero pensó que a veces casualmente
+se dicen cosas que parecen intencionadas.
+
+--Tiene usted razón--añadió;--es necesario velar sin descanso y muy de
+cerca por las hijas cuando están en la edad de la mía; pero también es
+preciso convenir en que los deberes que la vida social impone, el trato
+con diversas gentes, tanto vivir fuera de casa y tanta facilidad en
+escuchar lo malo, hacen el deber más difícil.
+
+--Eso mismo ha de aumentar la vigilancia y acrisolar el consejo,
+duquesa; pero cuando son tales las condiciones de la vida; cuando la
+atmósfera de fuera llega a viciar el ambiente de la casa, créame usted,
+entonces es cuando hay que ponerse en guardia contra aquello que debía
+inspirar más confianza.
+
+--¿Qué quiere usted decir con eso? ¿Que la educación de mi hija está
+vaciada en un molde torpemente labrado? Quizá tenga usted razón. Mil veces
+he pensado que para nosotras, el educar a las hijas es asunto más
+difícil que para las familias de la clase media y las mujeres del
+pueblo. Primero los cuidados mercenarios del ama, luego la hipocresía
+del convento, después la inútil compañía de un aya extranjera, más tarde
+la libertad de los salones, las emociones del teatro, la tentación por
+el espectáculo del mal....
+
+--Y rara vez,--interrumpió el cura,--el ejemplo de la virtud.
+
+--Felizmente Josefina es una de esas naturalezas que repugnan
+instintivamente lo torpe. No es necesario esforzarse mucho para que lo
+aborrezca, y si lo fuese, usted nos ayudaría a ello. Un hombre de corazón,
+un sacerdote, ¿quién mejor?
+
+--Pues crea usted, duquesa, que ni el hombre de corazón ni el ministro de
+Dios podrían aliviarla el peso de su santa tarea. Los medios que tiene
+para guiarla bien son infinitos; pero usted, usted sola puede emplearlos.
+Aunque mis hábitos me hagan como enviado del cielo, mi palabra siempre
+será palabra humana, y para una hija sólo es divina la palabra de su
+propia madre.
+
+La hermosa y noble faz de Lázaro se iluminó con esa satisfacción intensa
+que produce la resolución inquebrantable de vencerse a sí mismo por
+amor al prójimo.
+
+La duquesa, que ya empezaba a desasosegarse, esquivó las miradas del
+capellán. Su lenguaje era inesperado. ¿Qué decía aquel hombre? ¿Tenían
+realmente intención sus advertencias, o era que ella a sí misma se
+acusaba adaptando a la situación el sentido de cuanto hablaba el cura?
+
+Hubo un instante en que callaron ambos: él, por temor de ir más allá de
+lo prudente; ella, por no escuchar sin provocarlas cosas como las que
+acababa de oír.
+
+--Vengamos a lo que motiva esta entrevista, dijo de pronto Margarita. Le
+he llamado a usted para algo que se relaciona, en cierto modo, con nuestra
+conversación, según el giro que ha tomado, y se lo diré en dos palabras.
+Cuando llegó usted a casa creímos que el capellán era demasiado joven....
+no se ofenda usted...: estábamos acostumbrados a la frente rugosa, a las
+canas del pobre viejecito que le precedió. Después hemos visto que el
+carácter suple en usted lo que otros adquieren a fuerza de años; y,
+francamente, nadie hubiera creído que pueda infundir tanto respeto quien
+cuenta todavía tan pocos. Al principio el cuidado de la capilla, la misa
+de los domingos y el reparto de las limosnas.... no hizo usted más. Luego
+usted mismo nos ha ido convenciendo de que teníamos en casa una joya, de
+que podíamos confiarnos a usted bajo todos conceptos....: Josefina y yo nos
+confesaremos en adelante con usted: esto es lo que tenía que decirle.
+
+--¡Conmigo!--exclamó Lázaro poniéndose en pié, y sin poder reprimir su
+asombro.
+
+--¿Y por qué no? ¿Se niega usted? No creo que el depósito de nuestras
+culpas pueda abrumarle. A Josefina, ya la conoce usted: tendrá usted,
+quizá, que desvanecer errores, esquivar preguntas, eludir respuestas,
+y hasta, en obsequio a su pureza, mentir algunas veces aparentando
+ignorancia de lo que no deba saber; pero no se verá usted obligado a
+resolver problemas ni perdonar graves faltas. Y en cuanto a mí, me dará
+usted buenos consejos, ahorrándome algunas amarguras. Yo, que parezco
+tan alegre, lloro a solas como si dentro de mí tuviera algo malo de
+que pudiera librarme con el llanto. Llorar es nuestra defensa, con
+frecuencia nuestro recurso, el mayor encanto de la mujer, siempre
+nuestro verdadero consuelo. Pero ¡qué diferencias establece el tiempo!
+Hay una edad en que el dolor se disuelve en las lágrimas como la sal
+en el agua; después, aunque se llore, también se sufre, y al fin ya no
+se llora, pero se sigue padeciendo.
+
+--Eso será, repuso Lázaro, si el dolor procede de la culpa, como ponzoña
+que se destila de fruto venenoso, que mientras el sufrimiento no está
+manchado de delito ni tiene sabor a remordimiento, cuando es puro, no
+faltan lágrimas en que anegarle. ¿Ha visto usted esas flores que,
+arraigadas a la orilla de los ríos, parecen prolongar su tallo si las
+aguas aumentan, sobrenadando siempre? Pues semejante a ellas es la
+pureza del alma: no hay lágrimas bastantes para ahogarla. Nunca llega el
+corazón a endurecerse tanto que se le pidan en vano; más duras son las
+peñas de los montes, y de entre sus grietas surgen los manantiales.
+
+Margarita escuchaba confusa. Era indudable que aquel hombre conocía su
+delito. Lo que la había dicho ya era algo; pero el modo de decírselo no
+podía ser más expresivo ni elocuente.
+
+Estaban cerradas todas las puertas; el gabinete envuelto en las tintas
+pálidas del ocaso; los brillos de las sedas y el relucir de los metales
+amortiguados por la creciente sombra; la luz escasa parecía aumentar
+las distancias robando la forma a los objetos, y la mancha negra del
+ropaje del cura junto a la esbelta figura de Margarita, parecía absorber
+toda la claridad que penetraba por el ancho hueco del balcón.
+
+De repente, hacia la puerta que conducía a las habitaciones de Josefina,
+se oyó el crujir de un vestido de seda que rozaba contra el muro: era
+que la niña venía al cuarto de su madre.
+
+Lázaro se puso en pié, indicando a la duquesa con los ojos el ruido de
+los pasos que se acercaban, y ella bajó calladamente la cabeza. La
+mirada del hombre no pudo hablar mejor; el silencio de la mujer no pudo
+decir más.
+
+Al entrar Josefina estrechó a Lázaro la mano y abrazó a su madre. De
+allí a poco el cura y la niña conocieron que Margarita quería estar
+sola, y saliendo cada uno por distinto lado, la dejaron.
+
+
+
+
+XII.
+
+
+A sí llegó para Lázaro el momento decisivo de la lucha, el instante
+supremo en que las vacilaciones y las dudas habían de resolverse,
+informando en uno u otro sentido una resolución que decidiera de su
+vida.
+
+La inexperiencia de la edad y la docilidad de la ignorancia le hicieron,
+casi niño, aceptar con alegría una misión, a la cual pensó dedicarse por
+completo, consagrándola la actividad de la inteligencia y el entusiasmo
+de la fe. Los que labraron su espíritu le hallaron dúctil y obediente
+para recibir las doctrinas de lo pasado, que fueron amoldándose a su
+pensamiento como el líquido al vaso. Nunca hubo hombre colocado en
+mejores condiciones para cumplir debidamente las exigencias de su
+sagrado ministerio. Aún resonaban en su oído las palabras del Obispo
+cuando llegó a la corte y penetró en la vida moderna, no para llevar la
+agitada existencia del que vive al día, sin saber hoy dónde comerá
+mañana, sino para pasar las horas tranquila y reposadamente, sin más
+cuidados que cumplir con el formalismo y las exterioridades necesarias
+de una casa donde el capellán era un artículo de lujo. Tuvo a su
+disposición un templo, de que vino a ser señor y dueño. Fue libre de día
+para sus obras de caridad, facilitadas por la liberalidad de los duques;
+fue libre de noche para las meditaciones y los rezos; ninguno tendió
+redes a su buena fe, ni lazos a su tranquilidad; no hubo de luchar con
+nadie, y, sin embargo, su espíritu se volvió contra los que le
+enseñaron; su vida fue agitada, y su entusiasmo decayó lentamente. Sin
+olvidar los consejos del Obispo, llegó a entenderlos como inspirados por
+un ideal distinto; dejó que sobre los altares de la capilla fuese
+posándose el polvo de la incuria; la caridad sirvió para amargarle con
+el espectáculo de las miserias sociales; las oraciones fueron
+trasformándose en las impías preguntas de la duda; las noches cedieron
+al insomnio; perdió la paz del alma, y sin faltaren nada voluntariamente
+a sus promesas, vio moralmente quebrantados sus votos. La misión que le
+impusieron y él aceptó confiado en leales propósitos, llegó a parecerle
+tarea superior a sus fuerzas, y como el acero brillante puesto al fuego
+va oscureciéndose y empavonándose con tonos apagados, su ánimo juvenil y
+ardoroso fue sintiendo trasformarse los bríos en decaimiento y
+flojedad. Cuando llegó a convencerse de que no podía ser feliz, todo le
+pareció imposible, todo mentira.
+
+El amor resumía todas sus ambiciones antes cifradas en la perfección
+religiosa, y precisamente cuando su conciencia rechazaba con más vigor
+lo que antes adoró, fue cuando las circunstancias le obligaron a adoptar
+una resolución que fijara definitivamente el sentido y la norma de su
+vida.
+
+El conflicto se le presentó entonces bajo la forma de un dilema
+inflexible. Romper con el pasado, o borrar de su porvenir la esperanza.
+Confesar el error franca y honradamente, o seguir siendo sacerdote de un
+ideal en que ya no creía. Ser un farsante despreciable a sus propios
+ojos, o un renegado para el mundo, porque la sociedad transige con todas
+las deserciones y todas las apostasías, pero no tiene piedad para la
+abjuración del clérigo. Abjurar, o resignarse.
+
+Lo primero sería aventurarse a la lucha contra el mundo; lo segundo,
+envilecerse. ¿Hasta dónde podían precipitarle las consecuencias de una
+abjuración? Era imposible calcularlo. Nadie debe echar cuentas sobre la
+maldad humana. ¿A qué grado de bajeza moral le arrastraría la abdicación
+de su propia dignidad? Ya se lo había dicho la duquesa: tenía que
+confesar a Josefina.
+
+¡Confesar a la mujer que amaba! Es decir, emplear en provecho puramente
+humano y egoísta el prestigio de la Religión. Valerse de la autoridad
+del sacerdote para escudriñar un corazón que como amante no podía
+sondar, utilizando su sagrada investidura en sorprender los secretos que
+le estaban vedados como hombre.
+
+Otro cualquiera podría estrechar entre sus brazos la gentil figura de la
+niña, arrodillarse a sus pies, aproximar los labios a su oído,
+estremecer su alma con palabras de amor, y sorprender sus dudas
+virginales ingenuamente dichas, envueltas en pecadillos cometidos con
+algo de malicia, y revelados más con el rubor que con la frase. Pero él
+habría de lograrlo por otros medios. Ella tendría que venir a buscarle,
+como penitente, entre la oscura lobreguez de un templo, al triste y
+fatigoso resplandor de los amarillentos cirios; caería de rodillas a sus
+pies, y le hablaría avergonzada a través de tupida y mugrienta celosía,
+oculto el rostro con el espeso velo y acobardado el ánimo por el terror
+religioso. Las palabras saldrían de su boca indiferentes o medrosas, y
+él, que debía escucharlas como ministro de Dios, se embriagaría con
+ellas, aspirando el grato aroma del fruto prohibido. Los labios de la
+mujer quedarían detenidos ante la rejilla de madera; pero su aliento,
+penetrando en los oídos de amante, le agitaría el cerebro con una
+conmoción nerviosa, fingiéndole las ardientes caricias de la tierra
+cuando debía pensar en las dulzuras inefables del cielo.
+
+Su alma sufriría dos tormentos en un solo suplicio, deseando como
+enamorado lo que le mancillaba como sacerdote. El corazón y la
+conciencia libraban en su espíritu el mismo combate que antes riñeron la
+fe y la duda; pero el desenlace no podía ser igual. Sus creencias habían
+ido muriendo lentamente, día tras día, hora tras hora, como plantas
+creadas en la vida artificial y falsa de una estufa que de repente se
+sacan a la abrasada luz del sol y al frío azote de los vientos. Su
+corazón había de ser vencido por un imperativo de la voluntad, y su amor
+extirpado cruelmente como raíz que se arranca de cuajo con violenta
+mano.
+
+El problema aparecía a sus ojos cada vez más claro, irresoluble siempre.
+No basta al hombre querer vencerse: es necesario que le dejen en
+condiciones de hacerlo. Pero Lázaro era de esos seres extraordinarios en
+quienes es virtud la intransigencia, porque, firmes en la moral de su
+derecho y lógicos consigo mismos, someten la voluntad a la razón,
+prefiriendo antes la propia estima que la hipócrita y baja transacción
+con el error ajeno.
+
+
+
+
+XIII.
+
+
+Cerró la noche lluviosa y triste. Por los balcones del palacio de los
+duques empezaron a divisarse, tendidas en doble fila a lo largo de las
+calles, luces de gas temblorosas y amarillentas, que se reflejaban como
+en un espejo en las húmedas losas de las aceras. Los caballetes de los
+tejados, las buhardillas, las chimeneas, destacaban las líneas de sus
+macizas sombras, bruscamente interrumpidas y dominadas por los negros
+contornos de las altas torres de los templos. En alguna ventana se veía
+lucir tras los vidrios mojados la pálida llama de una lámpara, y por
+cima de los edificios notaba esa claridad indecisa que anuncia desde
+lejos el asiento de las grandes ciudades. Las calles estaban enlodadas,
+los jardinillos de las plazas encharcados con el continuo gotear de las
+ramas de los árboles, cuyas hojas aparecían como barnizadas por la
+lluvia. El rodar de los coches y el chocar de los herrados cascos sobre
+el piso desigual y duro, formaban un ruido monótono, constante, que
+rasgaban de improviso los gritos de los vendedores, los pitos de los
+tranvías o las agrias notas de alguna murga que, refugiada en un portal,
+daba tormento a sus instrumentos de cobre enfundados en sacos de
+percalina negra. En las puertas y sobre las muestras de las tiendas
+brillaban los reverberos o las bombas, proyectando resplandores
+enérgicos que se derramaban profusamente en los escaparates llenos de
+sedas, objetos de nikel, cueros labrados, fotografías, frascos,
+botellas, estuches, corbatas, joyas, libros y cuanto el trabajo produce
+para que lo consuman las necesidades o la vanidad humana. Bajo los
+faroles, al borde del arroyo, las chulas y los granujas voceaban
+periódicos y décimos de lotería. Al atravesar de unas a otras aceras,
+las mujeres se levantaban la falda, más cuidadosas algunas de enseñar el
+pié que de resguardar los bajos. En las esquinas inmediatas a los
+talleres de modistas esperaban los estudiantes y los viejos verdes,
+acariciando en el bolsillo los billetes para ver una pieza en Eslava, o
+las entradas de favor para bailar en _La Sutil_. Ante las iglesias,
+cuyas campanas tañían sin poder sofocar los ruidos de las calles,
+esperaban el fin de la novena las berlinas de las grandes damas con los
+caballos engallados y los cocheros cubiertos de largos impermeables.
+Por todas partes reinaba la agitación confusa, animada, casi febril, que
+forman el continuo vaivén de los que vuelven de paseo o salen del
+trabajo con los que no hacen nada, yendo de un lado para otro, como
+seguros de tropezar alguna vez con la fortuna sin preocuparse de
+buscarla.
+
+Lázaro, apoyados los codos en el antepecho de una ventana de su cuarto,
+y hundido el rostro entre las palmas de las manos, sentía llegar hasta
+su oído por cima de las enramadas del jardín el rumor sordo y constante
+que se alza de la villa y corte en las primeras horas de la noche; rumor
+semejante al ronco y prolongado rugir de una fiera que se estira y se
+espereza antes de tumbarse a dormir.
+
+Escuchando aquellas voces engendradas por el movimiento y la actividad
+de la vida moderna, pensaba que en el ancho seno de la villa, tras cada
+balcón, en cada casa, al resplandor de cada luz, al volver de cada
+esquina, habría quien padeciese torturado por propias y punzantes penas;
+pero que nadie sufriría un dolor tan hondo y acerbo como el suyo.
+
+Era llegado el momento de poner por obra su firme y decidido propósito.
+Había sonado la hora de abandonar para siempre aquella casa, y antes de
+dejarla quería abarcarlo, condensarlo todo por última vez en una
+despedida que grabase en su memoria los rasgos indelebles de cuanto allí
+le había rodeado mientras vivió cerca de ella.
+
+Miró al jardín. Entre las ramas de los tilos vio brillar, lavados por la
+lluvia, los cristales de la estufa, donde tantas veces hablaron de cosas
+indiferentes que ahora le parecían dignas de recuerdo eterno. Hacia la
+izquierda de la enorme adelfa que extendía como múltiples brazos sus
+ramas cargadas de flores, estaban las sillas y la mesita de hierro,
+junto a las que la espió tantas veces, bordando ella, devorándola él con
+las pupilas dilatadas, mientras el airecillo juguetón levantaba la
+flotante bata de la niña hasta descubrir su primoroso pié, o desprendía
+del talle el pañuelo de finísimo estambre. Un poco más lejos estaban,
+reunidos en un solo plantío, erguidos sobre sus esbeltos troncos, los
+rosales de la Malmaison y Alejandría, que Josefina cuidaba para
+engalanarse luego con las rosas que ella misma había regado. Todo
+pronunciaba su nombre, y, por extraña casualidad, el único balcón en que
+había luz era el suyo.
+
+Una idea imprudente, avivada por un deseo incontrastable, se apoderó
+entonces de Lázaro. Quiso, antes de partir, ver el cuarto de Josefina,
+tender la mirada sobre cuanto la pertenecía, tocar lo que ella tocaba,
+vivir un instante en el sagrado recinto que cobijaba su sueño, y
+recoger, tal vez con la imaginación extraviada, el eco de alguna
+palabra de amor perdida entre los cortinajes del lecho virginal. Quería
+llegar hasta el santuario del único ídolo en que siempre había de creer,
+porque era el solo a que no podía tocar.
+
+Eran más de las diez de la noche, y los duques, que se habían marchado
+con su hija a la ópera, no volverían probablemente hasta muy tarde. El
+jardín estaba oscuro, desierto; no se percibían más ruidos que el caer
+continuo de la lluvia sobre los enarenados paseos y las alegres
+risotadas de la murmuración de la servidumbre que comía reunida en una
+cocina de la planta baja.
+
+Lázaro, conociendo que tenía el campo libre y seguro, se aventuró a
+satisfacer su capricho. Bajó al jardín, lo atravesó andando casi de
+puntillas, y subió desde el vestíbulo a las habitaciones de los duques,
+llevando las manos delante, como quien se arriesga a oscuras y sin guía
+por un terreno poco conocido. El rumor de sus pasos quedaba apagado por
+la tira de tupida alfombra extendida a lo largo de los corredores. Al
+final de uno de ellos, el punto luminoso que brillaba en el ojo de una
+cerradura le indicó el cuarto de Josefina. Avanzando entonces
+confiadamente, posó la mano temblorosa sobre el pasador de la puerta, y,
+seguro de la impunidad de su osadía, abrió de pronto.
+
+Una lámpara olvidada sobre la chimenea de mármol blanco esparcía tenues
+resplandores, filtrados a través de una bomba de cristal esmerilado,
+que, reproduciéndose en la luna de un gran espejo, duplicaba la imagen
+de la luz sin aumentar la claridad. En el centro de un veladorcito de
+ébano, cubierto por un tapete de seda con flecos de colores vivísimos,
+había un joyero de porcelana vieja de Sevres, y en el cóncavo de su copa
+varias horquillas, una sortija y una estrecha cinta tejida con raso de
+dos tonos, rosa y blanco. Tirado sobre la larga silla de reposo había un
+traje de calle con sus menudos tableados de seda, sus volantitos
+estrechos y sus largos lazos anudados como al descuido. Los frasquitos
+de perfumes y los acericos de encaje estaban desordenados en el tocador;
+y en la ancha jofaina de blanca porcelana, el agua conservaba todavía
+las blancas espumas y las irisadas burbujas del jabón. Caído al pié de
+una silla había un peinador de batista, y medio ocultas por sus huecos
+pliegues unas botitas de raso negro con pespuntes blancos. Puesto en el
+borde de una mesilla que sostenía algunos libros ricamente
+encuadernados, se veía un espejo de mano con mango de marfil. Era el
+amigo más íntimo, el abogado consultor de la niña, el que decidía sin
+apelación del efecto de los peinados. Un poco más allá de las columnas
+que separaban el gabinete de la alcoba, estaba la cama con las cortinas
+cerradas y caídas, como se oculta tras un velo sagrado el ara de una
+diosa. En la penumbra de un rincón se alzaba un mueblecito maqueado, con
+sus flores de nácar y sus cajoncitos entreabiertos, dejando caer hacia
+fuera algún trozo de encaje, alguna madeja de estambre. El atril del
+piano sostenía un grueso y manoseado tomo de melodías de Schubert, y de
+uno de sus candelabros colgaba, suspendido por el elástico de goma, un
+precioso sombrerillo de raso pálido, con plumas coquetamente rizadas y
+anchas cintas de seda algo ajadas en el sitio donde se formaba el lazo.
+Delante del balcón había una jardinera con flores de trapo
+admirablemente fingidas, y en su centro se alzaba una jaula, cárcel de
+dorados alambres, donde, oculta la cabecita bajo el ala, dormía un
+canario de Holanda, su mejor amigo, casi el rival del espejito de
+marfil.
+
+La luz tranquila, que caía como una caricia sobre cuanto iluminaba,
+parecía hacer visibles a los ojos del espíritu el silencio y la soledad
+de aquella estancia, y ese excitante aroma desprendido de cuanto usa la
+mujer hermosa y limpia impregnaba la atmósfera de efluvios como formados
+con emanaciones de flores extrañas y aliento de bellezas soñadas. Había
+allí algo poéticamente sensual, cuya influencia era tanto mayor cuanto
+más puro era su origen.
+
+Lázaro tendió la vista en torno suyo, aspirando con fuerza aquel
+ambiente embriagador, cual si quisiera asimilarse algo de lo que la
+pertenecía. El espíritu y la materia, lo casto y lo lascivo, le hablaban
+embargando su alma y sus sentidos. Cada objeto le decía una frase, de
+cada observación brotaba un deseo, y a lo más puro sucedía lo más
+humano. Unas cosas engendraban sentimientos dulces y tranquilos que
+confundían el amor con la adoración: otras hacían surgir tercos e
+insaciables los lascivos impulsos de la carne. Sus ojos lo escudriñaron
+todo.
+
+--«Aquí se viste.... aquí vive.... aquí se peina.... aquí duerme....
+aquí sueña!.... En esa almohada reclina su cabeza.... este armario
+guarda sus secretos.... aquél es el perfume en que humedece sus rizos.
+Allí están la imagen a quien reza la plegaria cortada por el sueño, y
+las sábanas a cuyo frío contacto se estremece su divino cuerpo.»
+
+En su cerebro, extraviado por la plétora de vida, empezaron a dibujarse
+las exigencias de un nuevo deseo. Sintió algo parecido a los primeros
+vapores de la embriaguez. Quería esconderse, esperarla, escuchar cómo se
+acercaba desde lejos el coche que la traía, oír el ruido de sus pasos,
+el crujir de su falda en las salas contiguas, y verla entrar por fin,
+como presa ofrecida al apetito brutal de sus sentidos.
+
+De pronto alzó los ojos, y en la luna del espejo vio reproducida su
+figura sombría y triste como una nota discordante con cuanto le rodeaba.
+Su sotana era una mancha negra caída sobre la clara alfombra, los rasos
+y las sedas de brillantes tonos. Parecía una mortaja tirada sobre un
+macizo de flores. La mirada del hombre se cruzó con la de la imagen
+reflejada, y sus propias pupilas le preguntaron asombradas con mudo y
+terrible lenguaje:
+
+--«¿Qué haces aquí? El ciego debe ignorar que hay sol. El paraíso no
+existe para el réprobo. Para ti no hay amor.»
+
+La voluntad sofocó el grito de la imaginación, tantas veces culpable a
+despecho de la conciencia, y Lázaro salió de aquél cuarto para tornar al
+suyo, como quien vuelve de los encantos de un sueño al rudo contacto de
+la realidad.
+
+
+
+
+XIV.
+
+
+Se encerró cual si tuviera miedo, atrancó cuidadosamente el balcón, y
+sin hacer ruido fue alzando la trampa que ocultaba el hogar de su
+chimenea.
+
+A duras penas, con un mal cuchillo, hizo astillas la peana en que se
+sostenía la santa imagen puesta a la cabecera de la cama, colocó en el
+hogar los pedacitos de madera carcomida, y en torno suyo fue agrupando,
+apoyándolos sobre las tapas mugrientas y sobadas, los libros de rezo,
+las obras sagradas, los accesorios de sus trajes sacerdotales, los
+alzacuellos, los rosarios, todo lo que podía recordarle aquel pasado que
+hubiera querido aniquilar de un solo golpe. Arrancó después algunas
+hojas de un breviario, retorciéndolas tranquilamente entre las manos, y
+sin vacilar un punto, impasible, sereno, las encendió en la lámpara,
+prendiendo con ellas los combustibles hacinados.
+
+Una llama pálida lo rodeó todo; enrojeciéronse rápidamente las astillas;
+las voraces y azuladas lenguas de fuego atacaron las compactas páginas
+de los libros, y a los pocos momentos, una llamarada de resplandores
+vivísimos iluminó el cuarto, ofuscando la apacible luz de la lámpara, y
+proyectando una siniestra claridad de incendio sobre la figura de
+Lázaro. Todo ardía. Los cantos de los tomos parecían haces de aristas
+encendidas, cada hoja era una línea, y unas caían sobre otras,
+torciéndose, quebrándose, hasta romperse como gavillas abrasadas. Los
+pliegos sueltos ardían rápidamente consumidos a un solo embate de la
+llama, y en su lugar quedaba una película negra, ingrávida, escrita con
+caracteres de fuego, que se iban extinguiendo poco a poco. Las chispas
+rodaban sobre los volúmenes hasta hacer presa en ellos, y sus puntos
+rojizos, agitándose como larvas ardientes, roían las hojas antes que se
+cebara en ellas la enfurecida llama. Las tapas y las cubiertas empezaban
+a retorcerse. Los pergaminos se abarquillaron, crujiendo y chasqueando,
+y las pavesas, absorbidas del foco de la hoguera, volaban envueltas en
+una nube de humo hasta desaparecer por el cañón de la chimenea.
+
+¡Cuánto hubiera dado Lázaro por trocar en cosa tangible su memoria, para
+destruirla también! Cuando el hombre abjura de sus errores, debía tener
+el derecho de olvidarlos.
+
+En el hogar, momentos antes encendido, no quedó de allí a poco más que
+un montoncillo de cenizas, y envueltos entre su tibio rescoldo se veían
+relucir los broches de un libro de horas, y los alambres del metálico
+engarce de un rosario.
+
+El sacrificio estaba consumado. La conciencia de Lázaro se resistió
+siempre a darle el nombre de apostasía.
+
+Entonces vinieron a consolarle esas ficciones engañosas que uno se forja
+en las grandes amarguras de la vida, falsas esperanzas que no han
+germinado al calor de la ilusión o del deseo, sino que llegan con paso
+tardo y torpe, rebeldes a la voluntad que las evoca: entonces los
+recuerdos tomaron formas de esperanzas, y no concebidas fríamente por el
+cerebro, sino brotadas del fondo de su corazón, Lázaro sintió llegar a
+los labios una idea que se tradujo en una palabra amorosamente
+pronunciada. Todo su porvenir estaba condensado en ella.
+
+«¡La aldea!»
+
+A la mañana siguiente el barro del jardín guardaba impresas todavía las
+huellas de Lázaro, indicando el sitio donde había escalado la verja para
+huir, como un ladrón, de aquella casa, donde era tenido casi por un
+santo.
+
+
+
+
+XV.
+
+
+Salió de la corte en un tren mixto, que se arrastraba torpemente como
+reptil enorme condenado a recorrer siempre el mismo camino, saludando
+con silbidos estridentes los mismos lugares, deteniéndose ante los
+mismos sitios, hasta que al cabo de veinte horas de viaje llegó a la
+estación más cercana a su pueblo, para ir al cual había de atravesar una
+dilatada llanura, a cuya extensión ponían límite varias colinas que se
+divisaban a larga distancia, veladas por flotantes brumas.
+
+Alzábase cerca de la estación una venta con honores de posada, y junto a
+su puerta, sentados en torno de dos mesillas mugrientas e inseguras
+cubiertas de jarrillos de vino, bebían y vociferaban hasta media docena
+de arrieros y zagales. Lázaro cruzó ante ellos sin detenerse, pidió
+albergue, ajustó una mula para ir hasta su pueblo al otro día, y,
+encerrándose en un estrecho cuarto, se dispuso a pasar la noche.
+
+Caía la tarde. Por la ancha ventana que iluminaba la habitación se
+distinguían a lo lejos, oscureciendo con sus enormes sombras la incierta
+luz crepuscular, los picos de la vecina sierra envueltos entre vapores
+débilmente violados y azules. En primer término, las tapias llenas de
+carteles de colores y las vallas de la estación dibujaban con líneas de
+intenso negro sus contornos. Los rails, abrillantados por el continuo
+roce de las ruedas, se alejaban hasta perderse en la revuelta de una
+curva. El polvillo del carbón oscurecía la tierra, marcando las huellas
+de los carros, y a unos trescientos metros de donde paraban los trenes,
+indicando la entrada en agujas, empezaban a brillar los farolillos rojos
+y las señales de la vía.
+
+Frente de la ventana, a regular distancia del corralón de la posada,
+contrastando su fábrica de piedra con el maderaje y los tablones de que
+estaba formada la estación, había un edificio, rico en otro tiempo, a la
+sazón ruinoso, pobre, y sobre todo triste, como si su inerte mole fuera
+capaz de presentir la grandeza del rival que allí cerca y en pocas
+semanas alzaron unos cuantos hombres. Era una antigua iglesia,
+reconstruida sin criterio fijo, restaurada muchas veces, y que hasta en
+los más pequeños detalles acusaba gustos de distintas épocas o caprichos
+de los piadosos donantes que facilitaron fondos con que sostener en pié
+aquella amalgama en que parecían haber tomado cuerpo los desvaríos de un
+arquitecto loco.
+
+Todo el que dio dinero para la obra imprimió en ella algo de su capricho
+o su ignorancia. Tenía rejas del Renacimiento, adaptadas a huecos
+ojivales; vanos trazados sin tener en cuenta la ponderación de las
+fuerzas, masas aglomeradas donde faltaba resistencia. Hasta la
+Naturaleza, a veces caprichosa, había añadido un sarcasmo a tanta burla,
+dejando brotar en la cornisa y enlazarse con las labores de la alta
+crestería, muchas de esas florecillas de un amarillo sucio que crecen en
+la frente de las ruinas como coronas funerarias puestas por el tiempo
+sobre aquello mismo que destruye.
+
+Daba acceso al edificio un arco gótico de relieves esculturales, con
+santos puestos en mensulillas esculpidas, cubiertos por doseletes
+calados, decorados con profusión, pero desconchados y rotos. No quedaba
+apóstol sano, ni evangelista entero, ni virgen intacta, ni mártir
+respetado por las salvajes pedradas de los chicos. Los báculos, las
+mitras, los atributos y animales simbólicos estaban horriblemente
+mutilados; dos o tres Padres de la Iglesia estaban desnarigados.
+
+Lázaro, puestos los codos en el antepecho de la ventana y apoyado el
+rostro entre las manos, miraba distraído las bandadas de pájaros que,
+volando sesgadamente en torno de la vieja techumbre, venían a guarecerse
+en los intersticios de las tejas, y sentía que, tan rápidas como ellos,
+pero menos alegres, sus reflexiones iban trayéndole a la mente, en
+invasión desordenada, revueltas con las tenaces preguntas de la
+conciencia, las inseguras disculpas de la razón; y al par que cada
+pensamiento le mostraba sus ilusiones muertas para siempre, en nada
+descubría apoyo de consuelos presentes o vislumbre de esperanzas
+futuras.
+
+--Todo ha concluido. ¿He hecho bien? ¿He hecho mal? ¿Por qué no
+experimento la dulzura inefable que dejan las resoluciones honradas? Me
+he vencido: mi voluntad, domando los impulsos torpes, ha preferido a la
+hipocresía la sinceridad. Si cuanto creí era falso, mi alma se hubiera
+corrompido al contacto de la mentira; si era cierto, la oración se
+habría manchado al pasar por los labios del impío. Tan despreciable es a
+mis ojos el incrédulo que finge devoción, cuanto es infame el creyente
+que blasfema de lo que tiene por santo. No quise que la duda me
+arrastrase al cinismo. He aceptado la desdicha por no doblegarme al
+envilecimiento, y, huyendo de reconocerme perjuro, he parado en ser
+apóstata. He sido para la fe soldado leal y amante sin falsía; al dejar
+de amarla no he querido mentirla, que el corazón luego desprecia lo que
+prostituye. Plegaria que la vacilación suspende, frase de cariño que con
+el pensamiento se aquilata, ni entrañan fervor, ni acusan sentimiento.
+La religión y la mujer quieren al hombre todo entero: una para creer,
+nos ciega; otra para amar, nos ofusca: ambas transigen con el olvido
+antes que con la indiferencia, y para ellas en el menor desfallecimiento
+hay perjurio, en la más pequeña falta de entusiasmo hay engaño.
+
+Ya no volveré a verla. Creyente o renegado, no debe existir para mí.
+Emblema vivo de la dicha, la he visto y la he sentido gozando, masque
+por la contemplación de su hermosura, con los presentimientos en que el
+alma adivinaba las dichas que pudiera darme. Y hoy, negada para la
+realidad, imposible para el logro, aún creo que puede ser eterna para la
+esperanza, cual si en mi ser se acrisolara lo que de terrenal me
+inspira, hasta trasformarse y fundirse el deseo del cuerpo en aspiración
+del alma. Su frente, que nunca habrá de reclinar sobre mi hombro; su
+boca, que mis labios no besarán jamás; el brillo intenso y profundo de
+sus pupilas negras, todo lo que sin haber llegado a conseguir juzgo
+perdido, me parece infamemente arrebatado al empezar a poseerlo.
+Recuerdo como pronunciadas las palabras que soñé para dichas por ella
+junto a mi oído; la imaginación se finge las amorosas respuestas, la
+memoria quiere engañarse a sabiendas, y los antojos de la fantasía se
+confunden con las reminiscencias de la realidad.... Ya no tendré
+estímulo para el bien, ni energía contra el mal. Ser algo por amor suyo
+me hubiera quizá impelido a serlo todo; ambicionar lejos de ella, es
+caminar sin término, pensar sin juicio, tender el vuelo a los espacios
+sin que la mente sepa dónde ha de hallar descanso la esperanza.
+
+Así pensaba Lázaro, absorbido por sus cavilaciones, mientras la trémula
+claridad de los últimos instantes de la tarde iba dejando libre el paso
+en la atmósfera a las primeras sombras de la noche. Las formas de las
+cosas se desvanecían, perdidas poco a poco en la incertidumbre de la
+naciente oscuridad, y los contornos de árboles, caseríos, lomas y
+plantíos iban desvaneciéndose, permitiendo apenas destacar sus negras
+masas entre los espirantes resplandores del día.
+
+Entonces, hendiendo el aire pausada y dulcemente, llegó hasta los oídos
+del cura el tembloroso tañer de una campana, cuyas voces debilitaba la
+distancia, confundiendo con sus propios sonidos las huecas repeticiones
+de los ecos.
+
+--¡La oración! dijo Lázaro. ¡Si pudiera rezar!
+
+Se levantó movido de secreto impulso, bajó al zaguán, salió hasta el
+campo, y como quien no pierde por la precipitación idea del sitio donde
+va, cruzando tierras sembradas, se fue hacia la iglesia que desde la
+ventana de su cuarto había visto.
+
+Llegó hasta ella rendido y sin aliento, que el bien, aunque sea fingido,
+cuesta caro, y parándose primero ante la puerta cerrada del templo,
+rodeó después el edificio a grandes pasos, buscando inútilmente entrada
+franca para la casa de Dios. Mas hallándolo todo inútil a su empeño,
+vino a dar junto a una casuca estrecha, miserable, contigua a la
+iglesia, unida a ella por las tapias de un huerto, y que parecía ser
+morada del cura que cuidase el sagrado edificio.
+
+Avanzó resuelto, y cogiendo con mano trémula el aldabón de hierro que
+pendía de la puerta, dio un recio golpe, que, retumbando en la desierta
+nave de la iglesia, fue devuelto en seguida por los ecos más prolongado
+y más nutrido. Entonces los pájaros cobijados entre las hendeduras de
+los sillares desquiciados, en los relieves de los frisos, en las
+estatuillas de piedra y las hojarascas de granito, se alzaron en medroso
+enjambre, yendo fugitivos y asustados a perderse en la altura o a
+refugiarse rastreando por los cercanos trigos.
+
+--Así han huido, se dijo Lázaro, mis esperanzas; pero estas aves
+tornarán al nido antes que la noche cierre, y las ilusiones no volverán
+jamás al alma mía.
+
+Nadie contestó al golpe. El edificio estaba abandonado y mudo. La
+campana cuyos tañidos llegaron hasta Lázaro, era la que en la estación
+servía para marcar las horas del trabajo.
+
+De allí a poco rasgó los aires el pito de una locomotora que venía
+lejana, y confundidos con su penetrante silbido empezaron a escucharse
+cercanos los alegres cantares de los obreros que volvían de su ruda
+tarea.
+
+Era inútil rezar. A un lado estaban la soledad, el egoísmo indiferente
+de todo lo que se siente morir, la puerta del templo cerrada para
+siempre; al otro lado bullían y se agitaban los símbolos del porvenir,
+de la esperanza y de la vida.
+
+La Iglesia es como esas queridas desdeñosas que nunca vuelven a recibir
+entre sus brazos al que una vez se aparta de ellas.
+
+Lázaro se volvió pensativo a la posada. Había comprendido aquella
+coincidencia extraña que le dio clara idea de su situación.
+
+Al entrar en la venta vio, iluminados por la rojiza llama del hogar y
+las amarillentas luces de un velón, los arrieros y mozos de muías que
+descansaban en torno de la lumbre, jugando con barajas abarquilladas y
+sebosas, apurando vasos de vino.
+
+Otros más descuidados o menos resistentes al trajinar del día, dormían
+a pierna suelta encima de los arcones de la cebada y tumbados sobre las
+mantas y albardas de las bestias.
+
+Lázaro los contempló un instante, y pensó que el sueño del ignorante
+suele ser, por una injusticia que subleva, más sosegado y tranquilo que
+el del justo.
+
+
+
+
+XVI.
+
+
+Por un camino real que atraviesa los campos de Castilla rayanos con
+Andalucía, jinete en una mula parda, mal esquilada y sucia, va un hombre
+joven y de hermosas facciones, pero ojeroso, triste, pálido, callado,
+dejando al animal que arregle a su capricho el paso, sin hostigarle con
+espuela ni palo.
+
+En el cielo, de un azul purísimo, no flota la más ligera nube. El aire,
+diáfano y trasparente, permite ver a grandes distancias las formas de
+las cosas, y el humo que se escapa de alguna choza perdida en la
+llanura, sube vertical y tranquilo a desvanecerse en la límpida
+atmósfera, sin que el más tenue soplo le conmueva. Algún ventorrillo,
+con su rama seca colgada, ante el portón, ofrece de trecho en trecho al
+caminante el cochifrito o el tasajo, compañeros del vino, y a lo lejos
+se extiende hasta perderse la blanca cinta del polvo de la carretera,
+manchada sólo por los excrementos de las bestias, o hendida por las
+pesadas llantas de los carros. Dilátanse a uno y otro lado las estrechas
+paralelas de los surcos cubiertas por mieses amarillentas o verdosas, y
+esmaltando el gris oscuro de los secos terrones, crecen profusamente las
+encendidas amapolas, los azulejos pálidos y las margaritas de botón de
+oro. En las cunetas del camino, junto a los montones de guijo y pedernal
+recién labrado, se arraigan los punzantes cardos, y rastreando entre
+los trigos, hurtando fuerza a las cañas y peso a las espigas, se
+extienden las tenaces gramas. El sol brilla con fuerza, recortando
+enérgicamente las sombras, y el aire, impregnado de rústicos aromas,
+apenas consigue agitar las hierbecillas sedientas del agua de los
+cielos. Todo está seco; en cuanto alcanza la mirada no hay una noria, ni
+un árbol, ni una fuente. Como flotantes en el ancho espacio, se oyen
+sonidos que la distancia debilita: el campanilleo tembloroso del andar
+de la recua, el cántico semisalvaje del gañán, o el cansado voltear de
+alguna esquila de torre perdida en la soledad de la planicie....
+
+La mula seguía su trote acompasado y lento, dejando tras sí lo que dejan
+todas las cosas de la vida: polvo que se alzaba en el aire, dilatando un
+instante la nube sucia de sus átomos, para volver al sitio de donde
+procedía.
+
+Las horas pasaban; a unos campos sucedían otros monótonamente iguales,
+repitiéndose sin cesar los accidentes del terreno, pareciéndose siempre
+en algo los caseríos, las granjas, los rediles vacíos, mientras sobre
+las lomas o en los cerros se divisaban, como puntos inquietos blancos y
+negros, las ovejas y cabras que corrían acosadas por los celosos perros.
+
+Íbanse poco a poco destacando del fondo luminoso del cielo los ángulos
+rectos y los cortes bruscos de las casas de las aldeas, con sus tapias
+de tierra y sus paredes de cascote, dominadas desde lo alto del monte
+por la ermita, en torno de cuyo viejo campanario volaban las bulliciosas
+y alegres golondrinas. Entonces Lázaro forzaba el trote de su
+cabalgadura, y llegando a la plaza del lugar, lo atravesaba rápidamente,
+sin reparar en las mujeres puercas y los chicuelos harapientos que le
+miraban, curiosos y asombrados, desde las ventanas y los umbrales de
+las puertas.
+
+En una revuelta vio de repente una sombra oscura, grande y extendida
+sóbrela blancura del camino: aquella mancha se movía, avanzando
+lentamente en dirección contraría a la que él llevaba, y entre su masa
+compacta brillaban a intervalos algunos puntos luminosos. Parecía una
+serpiente colosal de enormes escamas heridas por los rayos del sol, y
+seguida de una tenue nubecilla de polvo. Lázaro la dejó acercarse,
+parado en lo alto de un repecho, y al cabo de unos cuantos minutos vio
+clara, distintamente, lo que en un principio miró sin acertar qué era.
+
+A pié, despedazados los trajes, roto el calzado, o desnudas y
+ensangrentadas las callosas plantas, casi sin ropa que mal cubriera su
+desnudez de día y en la noche les aliviara del frío, atados entre sí y
+alguno sujeto por los codos, venían hasta diez y seis o veinte hombres.
+Era una cadena de eslabones humanos brutalmente ensartados; _gente
+forjada del Rey que iba a las galeras_; una cuerda de presos. En torno
+suyo caminaban custodiándoles, sable en mano o arma al brazo, unos
+cuantos soldados. Lo que Lázaro había visto brillar en lontananza eran
+los hierros de las bayonetas.
+
+Allí iban retratadas, si no juntas realmente, al menos visibles para la
+imaginación, todas las miserias humanas: el que mató por odio; el que
+hirió por venganza; el que robó por codicia; el que hurtó por hambre; el
+que delinquió por flaqueza; el que pecó por vicio: aquél a quien
+pervirtió la mala educación; aquél a quien la herencia de la viciada
+sangre hizo rabiosos los sentidos, y el de brutal naturaleza que dejó al
+instinto sobreponerse a la razón: juntos estaban el que holló la moral
+desconociéndola, y el que hizo mofa de ella desestimando su valía:
+atados a la par iban el avaro convertido en ladrón por la idolatría del
+oro, y el pródigo trocado en criminal por el desprecio de todas las
+riquezas: codo con codo, sujetos uno a otro, andaban el que delinquió
+contra la sociedad creyendo honrar a la virtud y el que hizo escarnio de
+lo bueno por asegurar lo útil: caminando unidos, avasallados por la
+misma tristeza, iban el que fue malo por fanático y el que dejó de ser
+justo por incrédulo: llagas en los tobillos y heridas en las manos
+llevaban igualmente quien faltó a la ley por no tener, y quien la violó
+para tener más: con grillos y esposas estaban sujetos, todos respirando
+venganzas, invocando auxilios, premeditando fugas, distintamente
+animados por el arrepentimiento o el rencor, pero sin que uno solo se
+eximiera de la pesadumbre y la vergüenza.
+
+--Son los hijos de la pobreza y la ignorancia, pensó Lázaro; la ley de
+la Naturaleza es la vida; la ley del hombre es el dolor.
+
+Su alma sufrió una sacudida horrible: la trasformación que venía
+realizándose en su espíritu se completó en aquel momento, y la
+metamorfosis que convierte en amor al prójimo el feroz egoísmo de la fe,
+quedó cumplida. Ser bueno para sí es lo propio del débil; en ser justo
+para los demás están la sabiduría y la grandeza.
+
+Cuando estaba resuelto a sepultarse para siempre en la soledad y el
+olvido de su pueblo, unos cuantos miserables que la sociedad expulsaba
+de su seno, amputados como miembros podridos, le dieron a entender que
+si la fe puede morir, el amor a la humanidad es inmortal. Y aquella
+pobre criatura, el ateo capaz de conmoverse viendo rezar a un niño, el
+que sin creer en la amistad se hubiera sacrificado por un amigo, el que
+al renegar de la pasión lo había sacrificado todo al respeto de la mujer
+amada, el que no esperando agradecimiento hubiera dado a hurtadillas la
+limosna, dejó caer sobre el pecho la cabeza, y lloró solo una lágrima,
+acre, amarga, como saturada de todos los infortunios de la tierra, y
+alzando luego el rostro, de cara al sol, inspirado por algo superior a
+sí mismo, dio vuelta a la mula, guiándola hacia la corte, para lanzarse
+en el torbellino de la vida moderna, sin más creencias que la pasión del
+bien ni más fe que la de un porvenir mejor.
+
+--Nadie tiene derecho, se dijo, a convertir el escepticismo en inacción.
+Mientras en el mundo suene una queja engendrada por el egoísmo y la
+injusticia, quien se precie de bueno debe luchar hasta morir, que para
+caer herido en defensa de lo santo no hace falta creer: basta amar. En
+la misma dirección, pero a larga distancia, fueron perdiéndose entre
+dos remolinos de polvo, grande uno, imperceptible otro, los presidiarios
+y el jinete.
+
+¿Fue su alto y leal propósito a perderse en la inmensa vorágine de los
+opuestos intereses del mundo? ¿Cayó como granizo que se derrite al ardor
+impuro de la tierra, o gota de lluvia que en el mar se confunde sin
+alterar la muchedumbre de sus olas? ¿Fue hierro candente sumergido en el
+agua que chasquea y se queja pero al fin se enfría, o se desvaneció como
+el último eco de la onda sonora que desparrama su vibración en el
+espacio? ¿Fue, tal vez, como el grano de trigo que el viento orea en la
+parva y cae en el montón predestinado a la fecunda siembra? ¡Quién sabe!
+Pero aquél espíritu sin esperanza, destrozado y muerto por la lucha del
+sentimiento que le impulsaba a creer, con la razón que le arrastraba a
+dudar, debió escuchar una voz misteriosa que, como Cristo al hermano de
+Marta y María, le arrancó del seno de las tinieblas y la muerte
+murmurando en su oído:
+
+--_Lázaro, ven fuera_.
+
+ * * * * *
+
+
+NOTAS:
+
+[1] Epist. de San Pablo a los hebreos, cap. II, vers. I.
+
+[2] Evang. de San Lucas, cap. xi, vers. 46.
+
+
+
+***END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK LáZARO***
+
+
+******* This file should be named 26506-8.txt or 26506-8.zip *******
+
+
+This and all associated files of various formats will be found in:
+http://www.gutenberg.org/dirs/2/6/5/0/26506
+
+
+
+Updated editions will replace the previous one--the old editions
+will be renamed.
+
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+ has agreed to donate royalties under this paragraph to the
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+in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS', WITH NO OTHER
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+
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+If any disclaimer or limitation set forth in this agreement violates the
+law of the state applicable to this agreement, the agreement shall be
+interpreted to make the maximum disclaimer or limitation permitted by
+the applicable state law. The invalidity or unenforceability of any
+provision of this agreement shall not void the remaining provisions.
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+1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the
+trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone
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+or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm
+work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
+Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause.
+
+
+Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm
+
+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
+electronic works in formats readable by the widest variety of computers
+including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
+because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
+people in all walks of life.
+
+Volunteers and financial support to provide volunteers with the
+assistance they need, is critical to reaching Project Gutenberg-tm's
+goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
+remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
+and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at http://www.gutenberg.org/fundraising/pglaf.
+
+
+Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
+number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
+permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
+
+The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
+Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
+throughout numerous locations. Its business office is located at
+809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
+business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
+information can be found at the Foundation's web site and official
+page at http://www.gutenberg.org/about/contact
+
+For additional contact information:
+ Dr. Gregory B. Newby
+ Chief Executive and Director
+ gbnewby@pglaf.org
+
+Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation
+
+Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
+spread public support and donations to carry out its mission of
+increasing the number of public domain and licensed works that can be
+freely distributed in machine readable form accessible by the widest
+array of equipment including outdated equipment. Many small donations
+($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
+status with the IRS.
+
+The Foundation is committed to complying with the laws regulating
+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
+considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
+with these requirements. We do not solicit donations in locations
+where we have not received written confirmation of compliance. To
+SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
+particular state visit http://www.gutenberg.org/fundraising/donate
+
+While we cannot and do not solicit contributions from states where we
+have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
+against accepting unsolicited donations from donors in such states who
+approach us with offers to donate.
+
+International donations are gratefully accepted, but we cannot make
+any statements concerning tax treatment of donations received from
+outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.
+
+Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
+methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
+ways including checks, online payments and credit card donations.
+To donate, please visit:
+http://www.gutenberg.org/fundraising/donate
+
+
+Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
+works.
+
+Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
+concept of a library of electronic works that could be freely shared
+with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
+Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.
+
+Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
+editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
+unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
+keep eBooks in compliance with any particular paper edition.
+
+Most people start at our Web site which has the main PG search facility:
+
+ http://www.gutenberg.org
+
+This Web site includes information about Project Gutenberg-tm,
+including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
+Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
+subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.
+
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+<h1 class="pg">The Project Gutenberg eBook, Lázaro, by Jacinto Octavio Picón</h1>
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+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
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+re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
+with this eBook or online at <a href = "http://www.gutenberg.org">www.gutenberg.org</a></pre>
+<p>Title: Lázaro</p>
+<p> casi novela</p>
+<p>Author: Jacinto Octavio Picón</p>
+<p>Release Date: September 1, 2008 [eBook #26506]</p>
+<p>Language: Spanish</p>
+<p>Character set encoding: ISO-8859-1</p>
+<p>***START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK LáZARO***</p>
+<h3>E-text prepared by Chuck Greif<br />
+ and the Project Gutenberg Online Distributed Proofreading Team<br />
+ at DP Europe (http://dp.rastko.net)</h3>
+<hr class="full" />
+
+<h1 class="top15">L&Aacute;ZARO</h1>
+
+<p class="c">CASI NOVELA</p>
+
+<p class="c">por</p>
+
+<h2>JACINTO OCTAVIO PIC&Oacute;N</h2>
+
+<p class="c top15">SEVILLA</p>
+
+<p class="c">LIBRER&Iacute;A DE HIJOS DE FE</p>
+
+<p class="c">Sierpes, n&uacute;m. 104</p>
+
+<p class="c">1882</p>
+
+<p class="c">MADRID: 1882.&mdash;Imp. de D.A.P. Dubrull, Flor Baja, 22</p>
+<hr class="top15" />
+
+<p class="quot">
+<i>Porque es necesario que esto corruptible<br />
+se vista de incorruptibilidad: y esto<br />
+que es mortal se vista de inmortalidad.</i></p>
+<p class="r">(<span class="smcap">San Pablo</span>: Epist. <span class="smcap">i</span>. I. a los corintios,<br />
+cap. <span class="smcap">xv</span>, vers. 53.)</p>
+<hr />
+
+<table summary="toc" cellpadding="0" cellspacing="0">
+<tr><td><a href="#I"><b>Cap&iacute;tulos: I, </b></a>
+<a href="#II"><b>II, </b></a>
+<a href="#III"><b>III, </b></a>
+<a href="#IV"><b>IV, </b></a>
+<a href="#V"><b>V, </b></a>
+<a href="#VI"><b>VI, </b></a>
+<a href="#VII"><b>VII, </b></a>
+<a href="#VIII"><b>VIII, </b></a>
+<a href="#IX"><b>IX, </b></a>
+<a href="#X"><b>X, </b></a>
+<a href="#XI"><b>XI, </b></a>
+<a href="#XII"><b>XII, </b></a>
+<a href="#XIII"><b>XIII, </b></a>
+<a href="#XIV"><b>XIV, </b></a>
+<a href="#XV"><b>XV, </b></a>
+<a href="#XVI"><b>XVI.</b></a>
+</td></tr>
+</table>
+
+
+<hr />
+
+<h1>L&Aacute;ZARO.</h1>
+
+<hr />
+
+
+<h3><a name="I" id="I"></a>I.</h3>
+
+
+<p>A mediados del siglo pasado, en una plaza de Madrid, formando rinconada
+con un convento, claveteada la puerta, fornido el balconaje y severo el
+aspecto de la fachada, se alzaba una casa con honores de palacio, a
+cuyos umbrales dormitaban continuamente media docena de criados y un
+enjambre de mendigos que, contrastando con la altivez del edificio,
+ostentaban al sol todo el mugriento repertorio de sus harapos. Algunos
+a&ntilde;os despu&eacute;s, un piadoso testamento leg&oacute; la finca a la comunidad vecina,
+y en nuestro siglo descre&iacute;do y rapaz, la desamortizaci&oacute;n incluy&oacute; en los
+bienes nacionales aquella adquisici&oacute;n que los pobres frailes deb&iacute;an a
+las leg&iacute;timas gestiones de un confesor o al tard&iacute;o arrepentimiento de un
+moribundo. Un radical de entonces, que luego se hizo, como es costumbre,
+hombre conservador y de orden, la compr&oacute; por un pedazo de pan; y tras
+servir sucesivamente como dep&oacute;sito de le&ntilde;as, mes&oacute;n de arrieros, colegio
+de ni&ntilde;os, caf&eacute; cantante y <i>club</i> revolucionario, vino a albergar una
+sociedad de baile en la planta baja, una oficina en el principal, y no
+s&eacute; cu&aacute;ntas habitaciones de pago dominguero en el interior de ambos
+pisos.</p>
+
+<p>Aquella era la casa de los Tumbagas de Almendrilla. Nada queda de las
+grandezas de tan ilustre raza, y aun se teme que por falta de
+puntualidad en satisfacer derechos de lanzas y medias anatas, haya
+caducado el t&iacute;tulo que ostentaron, y cuyo origen se pierde en la noche
+de los tiempos.</p>
+
+<p>Como el de griegos y romanos, es incierto el origen de los Tumbagas de
+Almendrilla; pero eso mismo realza la antig&uuml;edad de su ralea, pues las
+cosas, las instituciones y los hombres parece que adquieren importancia
+con andar su nacimiento envuelto entre dudas y perplejidades de erudito.
+Dicho sea de paso, ninguno se ha propuesto poner en claro cu&aacute;l fue la
+cuna de tan ilustres varones; pero si tal hubiese sucedido, nada habr&iacute;a
+sacado en limpio, pues, llegando la indagaci&oacute;n a ciertas &eacute;pocas, se para
+como ante muro de piedra o cortadura de monte, sin que se pueda
+averiguar lo que hay de cierto sobre que el primer Tumbaga fuese uno de
+los que acompa&ntilde;aron a T&uacute;bal en su venida a Espa&ntilde;a.</p>
+
+<p>Fund&aacute;ndose en ra&iacute;ces de palabras, cuyos tallos nadie conoce, dicen
+algunos que el origen de la raza no va m&aacute;s all&aacute; de la primera colonia
+fenicia, y hay quien afirma que lo de Almendrilla viene de un enorme
+pe&ntilde;&oacute;n, as&iacute; llamado, que sobre la cabeza de los moros dej&oacute; caer un
+Tumbaga desde las fragosidades en que D. Pelayo rechaz&oacute; a los hijos del
+&Aacute;frica. Ello es que en la &eacute;poca de los godos y al empezar la
+reconquista, hab&iacute;a ya Tumbagas de Almendrilla, y los habr&aacute; siempre, a no
+ser que en las p&aacute;ginas de este relato muera el solo individuo que queda
+de tan nobil&iacute;sima estirpe.</p>
+
+<p>En vano se ha querido manchar el blas&oacute;n de aquella ilustre casa. No es
+cierto que en tiempos del apocado Mauregato fuese un Tumbaga quien
+intervino en el famoso tributo de las cien doncellas. No est&aacute; probado
+tampoco que cuando Sancho el Bravo se sublev&oacute; contra su padre, por
+creerle chiflado y a manera de espiritista, fuese un Tumbaga quien le
+alent&oacute; en la criminal rebeli&oacute;n. Son, en cambio, innumerables, y se
+convencer&aacute; de ello el que pueda, los beneficios, haza&ntilde;as, hechos
+gloriosos o &uacute;tiles que los Tumbagas de Almendrilla han realizado en pro
+de la patria espa&ntilde;ola, dando pruebas de valor, tacto, arrojo y otras mil
+cosas escritas en caracteres ilegibles, almacenadas para solaz de
+ratones y pesadumbre de tablas de biblioteca.</p>
+
+<p>Reinando Isabel I, un Tumbaga ide&oacute; poner cruces en las torres de la
+Alhambra. Bajo Carlos de Gante, cuando la nobleza castellana se hizo de
+turbulenta cortesana y de independiente palaciega, trocando hierros y
+armaduras por rasos y brocados, un Tumbaga fue el primero que se
+present&oacute; en la corte llevando sobre los guantes de gamuza las armas de
+su escudo bordadas con sedas de colores. En los tiempos del prudente y
+piados&iacute;simo Felipe II, no hubo auto de fe que achicharrara maldecidos y
+perniciosos herejes a que no asistiera cerca del monarca un Tumbaga. Y
+mientras Felipe III ocup&oacute; el trono, para mayor gloria de nuestro nombre
+y terror de nuestros enemigos, otro Tumbaga ilustr&oacute; su apellido
+sirviendo los amorosos caprichos de Uceda, que era entonces como servir
+al Rey mismo. Felipe IV y la Calderona no tuvieron confidente m&aacute;s fiel
+que Pedro de Tumbaga; y los bosquecillos del Pardo, las enramadas del
+Retiro, conservan todav&iacute;a a&ntilde;osos troncos bajo los cuales el orgulloso
+magnate esper&oacute;, calado por el agua del cielo, a que el autor de <i>La vida
+por su dama</i> cortase la sabrosa pl&aacute;tica que en los camarines de aquellos
+palacios ten&iacute;a con la famosa comedianta.</p>
+
+<p>En reinados posteriores, los Tumbagas ocuparon puestos donde bien
+pudieran haber sido &uacute;tiles a la Religi&oacute;n o al Rey: uno mandaba en las
+procesiones el piquete de honor; acompa&ntilde;aba otro, espada en mano, al
+Sant&iacute;simo Sacramento; daba &eacute;ste la guardia al Santo Sepulcro;
+encarg&aacute;base aqu&eacute;l, durante el verano, del mando de las fal&uacute;as de paseo
+en los estanques de los Sitios Reales. Todos dejaron escrito en la
+historia de su casa alg&uacute;n rasgo notable de tan azarosa, pero gloriosa
+vida. Ni Carlos III hubiese podido ajustar el patri&oacute;tico Pacto de
+familia, ni las fiestas reales de tiempo de Carlos IV hubieran tenido
+tanto lustre, a no mediar en las negociaciones y toreos un Tumbaga.
+Durante el cautiverio de Fernando el Deseado, mientras el populacho,
+inconsciente y salvaje, preparaba motines como el <i>Dos de Mayo</i>, los
+Tumbagas rodeaban al Rey, dispuestos a perder la vida en su servicio,
+aunque contenidos por la tradici&oacute;n, que les impon&iacute;a antes el sacrificio
+del patriotismo que el de la propia lealtad.</p>
+
+<p>El escudo de aquellos &iacute;nclitos varones es honroso jerogl&iacute;fico, vivo
+recuerdo de triunfos, honores, distinciones y victorias. Tres cabezas de
+moro en campo verde no recuerdan, como algunos pretenden, la salvaje
+haza&ntilde;a de haber vencido a tres sectarios de Mahoma, sino la graciosa
+broma de un Tumbaga que en cierto baile de trajes se present&oacute; vestido de
+berberisco con dos amigos. Un gallo, desplegadas las alas y apoyado en
+sola una pata, recuerda que quien primero puso en su casa veleta de esta
+clase fue un Tumbaga; y el mote de la cinta que dice <i>Yo solo</i>, no
+indica que alg&uacute;n Tumbaga hiciese algo que merezca ser tenido por
+gloriosamente ego&iacute;sta, sino que uno de tan envidiable estirpe fue quien
+intervino en las diferencias que separaron a Fernando VII de Pepa la
+Naranjera.</p>
+
+<p>La familia no se ha extinguido, y muy lejos de la corte, entre las
+sinuosidades de un valle que en vano pugnan por fecundar riachuelos
+exhaustos de agua en el verano, y ricos en todo el a&ntilde;o de guijarros, hay
+una casa de labranza, donde viven los &uacute;ltimos Tumbagas, ignorados del
+mundo y casi ignorantes de lo que su nombre fue en otro tiempo. Los
+olivos de &aacute;spero y dislocado tronco, los naranjos sobre cuyo verde
+oscuro resaltan las encendidas notas de sus frutos, y las robustas
+encinas que asientan como garras gigantescas sus ra&iacute;ces desnudas en la
+seca tierra, pueblan las vertientes de los cerros coronados de calvos y
+cenicientos pe&ntilde;ascos. A largas distancias, como escondi&eacute;ndose en las
+desigualdades del campo, se alzan cortijos y granjas, cercadas por
+tapias de cascote; el viento mueve blandamente la alta copa de alguna
+palmera que parece centinela avanzado de otros climas, y en el oscuro
+centro de los bosquecillos de adelfas y granados entonan los ruise&ntilde;ores
+sus cantos de amor y sus gorjeos de alegr&iacute;a.</p>
+
+<p>De tales encantos rodeada se alza la casa del t&iacute;o Tumbaga, labriego
+querido y respetado en la comarca, como pudiera serlo cualquiera de sus
+antepasados cuando se cubr&iacute;a ante el Rey, y a quien m&aacute;s que el olivar o
+las tierras de pan llevar que constituyen su hacienda, envidian las
+mozas el hijo que Dios y su mujer, de com&uacute;n acuerdo, le dieron, a los
+nueve meses justos de matrimonio, all&aacute; por el a&ntilde;o de mil ochocientos
+cincuenta y tantos.</p>
+
+<p>No m&aacute;s que diez y siete primaveras ten&iacute;a el mozo, y ya tra&iacute;a revueltas
+las faldas del lugar, sin que &eacute;l hiciera nada por atraerse el cari&ntilde;o de
+las chicas. Dec&iacute;an unos que si ellas le miraban con buenos ojos, era por
+la esperanza de ser alg&uacute;n d&iacute;a due&ntilde;as de las riquezas de su padre, y
+alguien a&ntilde;ad&iacute;a que la brillante perspectiva de ser sobrina de Su
+Ilustr&iacute;sima era lo que volv&iacute;a locas a las beldades de las cercan&iacute;as,
+pues Su Ilustr&iacute;sima, es decir, el Obispo de la di&oacute;cesis, era hermano del
+Tumbaga, y, por tanto, t&iacute;o de L&aacute;zaro.</p>
+
+<p>La causa de que dos hijos de un mismo padre tuvieran tan distinta
+suerte, que hizo al uno ser sucesor de todo el Apostolado y al otro
+humilde campesino, es por dem&aacute;s sencilla. Cuando el padre muri&oacute;, sin
+dejarles m&aacute;s herencia que aquellos pocos terrones y algunas onzas de oro
+ocultas en un puchero enterrado en el huerto, tuvieron Diego y Antol&iacute;n
+una conferencia, en la cual convinieron que deb&iacute;a uno de ellos procurar
+hacer carrera y conseguir medro, continuando otro al frente de las
+tierras a que hab&iacute;an quedado reducidos los antiguos estados de la
+nobil&iacute;sima familia. De este modo, si la fortuna ayudaba al primero,
+podr&iacute;a luego proteger al segundo; y, en caso contrario, &eacute;ste tendr&iacute;a
+siempre refugio que ofrecer al que intentaba restaurar el brillo de su
+casa y el renombre de su estirpe. Hici&eacute;ronlo as&iacute;, y a&ntilde;os despu&eacute;s de la
+separaci&oacute;n supo Diego que Antol&iacute;n cantaba en una iglesia de Sevilla su
+primera misa. La protecci&oacute;n de quien quiso dispens&aacute;rsela, y su buena
+fortuna, le empujaron de tal suene, que a los cincuenta a&ntilde;os lleg&oacute;
+Acol&iacute;n a can&oacute;nigo de una bas&iacute;lica, y veinticuatro meses despu&eacute;s era
+preconizado obispo, con gran regocijo suyo y de su ama de gobierno.
+Lleg&oacute; la nueva a conocimiento de Diego, que, exento de envidia, tuvo con
+ella mucha alegr&iacute;a, y pasados algunos d&iacute;as, lleg&oacute; tambi&eacute;n la siguiente
+carta, primera que Antol&iacute;n escrib&iacute;a con timbre del obispado:</p>
+
+<p class="addr">
+&laquo;Querido y nunca olvidado hermano:</p>
+<p class="addr">&raquo;Por la ayuda de Dios Nuestro Se&ntilde;or,
+m&aacute;s que por mi propio esfuerzo, y tambi&eacute;n
+por favor de Su Santidad y del
+Rey (Q. D. G.), me he sentado hace una
+semana en la silla episcopal de esta di&oacute;cesis,
+por cuyos fieles pido en mis oraciones.
+Ya ves c&oacute;mo ha llegado para nosotros
+a lucir la fortuna, y qu&eacute; bien hicimos en
+disponer las cosas de manera que han venido
+a dar este resultado. Excuso decirte
+que cuanto soy y valgo pongo a tu servicio;
+mas como no se trata de vanos ofrecimientos,
+sino de firmes y leales prop&oacute;sitos,
+bueno ser&aacute; que empecemos luego a
+disponer lo que mejores frutos pueda dar
+en el porvenir. Por tus pocas y tard&iacute;as,
+pero extensas cartas, he venido haci&eacute;ndome
+cargo de que tu hijo L&aacute;zaro es listo
+como &eacute;l solo. Tratemos, pues, de sacarle de
+entre esas bre&ntilde;as, d&eacute;mosle educaci&oacute;n conveniente,
+instruy&eacute;ndole en las buenas doctrinas
+del santo temor de Dios, y hagamos
+cuanto en nuestra mano est&eacute; para que,
+como yo he llegado a ser pastor de los reba&ntilde;os
+de Cristo, alcance &eacute;l mayores honras.
+Me encargo de todo. Env&iacute;amele sin
+cuidarte de m&aacute;s, y dec&iacute;dete a hacer el sacrificio
+de la separaci&oacute;n en obsequio a su
+felicidad. Adi&oacute;s, Diego; recibe para t&iacute; y los
+tuyos, con mi bendici&oacute;n de Prelado, mi
+abrazo de cari&ntilde;os&iacute;simo hermano.</p>
+
+<p class="r">
+&laquo;ANTOL&Iacute;N.&raquo;<br />
+</p>
+
+<p>Leer el pobre viejo esta carta, sentir sus ojos h&uacute;medos por el llanto y
+temblarle los labios de emoci&oacute;n, todo fue uno. Restregose los p&aacute;rpados
+con el curtido rev&eacute;s de la encallecida mano, llam&oacute; al mozo, leyole la
+carta, y sin titubear un punto, le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Dentro de dos d&iacute;as te vas del pueblo.</p>
+
+<p>&iexcl;Pobre padre! Con la mejor intenci&oacute;n del mundo y la mayor abnegaci&oacute;n,
+pensando que cuanto su hermano propon&iacute;a era lo m&aacute;s conveniente, decidi&oacute;
+quedarse solo, a&ntilde;adiendo a su viudez la orfandad en que la partida del
+muchacho hab&iacute;a de dejarle. No par&oacute; mientes en lo terrible de aquella
+soledad; no consider&oacute; que para custodiar las trojes, vigilar a los
+segadores y cuidar de la aceituna, le faltar&iacute;a en lo sucesivo su activo
+celo. Atendi&oacute; solamente al porvenir de L&aacute;zaro, y de grado o por fuerza,
+h&iacute;zole montar en una mula, y salir en ella, no a correr mundo como sus
+antepasados a Flandes en busca de aventuras o a Italia persiguiendo
+honores, sino a presentarse al bueno del obispo, para que &eacute;ste modelara,
+cual si fuera de arcilla, aquella alma que a&uacute;n no hab&iacute;a despertado a la
+vida.</p>
+
+<p>&iexcl;Qu&eacute; largas y qu&eacute; tristes iban a ser las veladas de invierno pasadas
+junto al hogar en que &eacute;l atizaba el fuego, manteniendo con su donaire la
+conversaci&oacute;n! &iexcl;Qu&eacute; mon&oacute;tonas hab&iacute;an de parecerle las noches de verano!
+&iexcl;Qu&eacute; callado el silencio cuando no se oyera resonar junto al fresco
+brocal del pozo, ni bajo el emparrado de la puerta, el rasguear de
+aquella guitarra que parec&iacute;a tener alma y quejarse cuando &eacute;l la tocaba!</p>
+
+<p>Todo lo pens&oacute; y midi&oacute; el pobre campesino; pero poniendo antes los
+razonamientos del inter&eacute;s que los del cari&ntilde;o ego&iacute;sta, vio que ser&iacute;a
+torpeza dejar pasar de largo a la fortuna cuando cruzaba ante el umbral
+de la casa.</p>
+
+<p>Hici&eacute;ronse los preparativos, y una ma&ntilde;ana parti&oacute; a la capital de la
+provincia, prometiendo a su padre tenerle al corriente de cuanto le
+acaeciera.</p>
+
+<p>Dejando atr&aacute;s montes y llanos, cortijos y caser&iacute;os, viajando hoy en
+compa&ntilde;&iacute;a de arrieros, durmiendo ma&ntilde;ana sobre los arcones de la paja en
+las ventas, lleg&oacute; L&aacute;zaro a su destino m&aacute;s cansado de cuerpo que
+esperanzado de &aacute;nimo.</p>
+
+<p>Eran las ocho de una ma&ntilde;ana luminosa y alegre, cuando se apeaba nuestro
+h&eacute;roe en el zagu&aacute;n de la casa, llamada pomposamente Palacio Episcopal.
+Recibi&eacute;ronle criados y familiares; h&iacute;zosele esperar a que Su
+Ilustr&iacute;sima terminara la misa que cotidianamente rezaba, y entr&aacute;ronle,
+atravesando pasillos y corredores, en una habitaci&oacute;n cuyo aspecto
+parec&iacute;a pedir se&ntilde;ores de casac&oacute;n y damas con faldas de medio paso.
+Cuanto hab&iacute;a en ella ol&iacute;a a siglo pasado. En los muros, tapizados de un
+verde oscuro rameado de otro m&aacute;s claro, ve&iacute;anse algunas cornucopias
+enormes con figurillas grabadas en el cristal. Un par de cuadros
+religiosos, de dudoso dibujo, ocupaban el testero principal, y bajo
+ellos, rodeado de taburetes cojos, hab&iacute;a un sof&aacute; ra&iacute;do y destrozado por
+el roce continuo con pedig&uuml;e&ntilde;os impacientes o can&oacute;nigos de gran peso.
+Sobre una mesa de &eacute;bano, con se&ntilde;ales de haber tenido en otro tiempo
+incrustaciones, hab&iacute;a un crucifijo de marfil rajado y amarillento, con
+sus gotas de sangre abermellonada y sus clavos de plata. Un San
+Crist&oacute;bal gigantesco, mal trazado y de peor color que dibujo, guardaba
+la puerta de entrada, en cuyo dintel dormitaba con la mayor vigilancia
+un familiar dispuesto a troncharse el espinazo cada vez que Su
+Ilustr&iacute;sima pasaba por all&iacute;. Sobre el hueco de un balc&oacute;n hab&iacute;a un
+cuadro, acaso del Espa&ntilde;oleto, que representaba a Santa Mar&iacute;a Egipciaca
+tendida en las arenas del desierto, enteramente desnuda, muy hermosa y
+m&aacute;s incitante de lo que fuera oportuno en sitio frecuentado por gentes
+de Iglesia. A un extremo, ante una mesita cubierta de expedientes y
+cartas, escrib&iacute;a con pluma de ganso y tintero de loza, un cl&eacute;rigo flaco
+y apergaminado, como si viviera en perpetua cuaresma. Y, finalmente, de
+una percha pend&iacute;an varios manteos, ra&iacute;dos y apolillados unos, de nuevo y
+luciente pa&ntilde;o otros.</p>
+
+<p>En aquella estancia dejaron solo a L&aacute;zaro. Ni &eacute;l repar&oacute; en los cl&eacute;rigos,
+ni ellos se dieron cuenta de la presencia del labriego. Pas&oacute; un cuarto
+de hora abstra&iacute;do el chico en sus cavilaciones, dormitando el guardi&aacute;n,
+y raspando borrones el que escrib&iacute;a, hasta que, tras ruido de puertas
+que se abrieron y cerraron, entr&oacute; en la habitaci&oacute;n el obispo.</p>
+
+<p>Era alto, seco, nervioso, de mirada inteligente y dura, y de tez morena
+oscurecida por el pa&ntilde;o de la mal rapada barba. Vest&iacute;a una sotana morada,
+ya deslucida por el uso. Llevaba en el pecho una cruz y en el dedo un
+anillo de gruesas amatistas. Le segu&iacute;an, como doble sombra negra, otros
+dos eclesi&aacute;sticos, y era al mismo tiempo, sin que una cualidad dominara
+a la otra, antip&aacute;tico y respetable.</p>
+
+<p>Acogi&oacute; a L&aacute;zaro con benignidad, queriendo dar a sus facciones esa
+afabilidad de semblante con que pretende hacerse simp&aacute;tico quien sabe
+que no lo es, y ech&aacute;ndole el brazo derecho sobre los hombros, le llev&oacute;
+hasta su cuarto, diciendo a los que le rodeaban:&mdash;Llamar&eacute; cuando os
+necesite.</p>
+
+<p>Pasaron de aquella sala a otra, donde lo severo de la ornamentaci&oacute;n no
+exclu&iacute;a la comodidad y el regalo, y all&iacute;, arrellanado el t&iacute;o en un
+sill&oacute;n de cuero, sentado apenas el chico en el borde de una silla,
+mir&aacute;ronse mutuamente algunos segundos, tratando cada cual de explorar
+las intenciones del otro.</p>
+
+<p>&mdash;Tu padre y yo&mdash;dijo al fin el Prelado&mdash;hemos convenido en sacarte del
+pueblo, y procurar, por cuantos medios haya a nuestro alcance, darte una
+educaci&oacute;n que pueda labrarte un porvenir que compense nuestros
+sacrificios al par que tus esfuerzos. La posici&oacute;n en que, a Dios
+gracias, me encuentro, ha de servirnos de mucho, y si te aplicas, creo
+que podremos salir adelante. Listo eres, seg&uacute;n me dicen; s&eacute; adem&aacute;s
+trabajador, y el resto lo obtendr&aacute;s con exceso. Aqu&iacute; te quedas
+prepar&aacute;ndote para entrar en el Seminario. Nada ha de faltarte; ni
+maestros, ni consejos, ni ejemplos. &iexcl;Quiera el Se&ntilde;or que seas un d&iacute;a
+Pr&iacute;ncipe de la Iglesia! Otros de m&aacute;s humilde origen han llegado a tan
+alta jerarqu&iacute;a, y no habr&aacute; milagro en que les iguales. Est&aacute; preparado tu
+alojamiento, y yo cuidar&eacute; de que nada te falte.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="II" id="II"></a>II.</h3>
+
+
+<p>Desde aquel d&iacute;a disfrut&oacute; L&aacute;zaro cuantas comodidades pod&iacute;an gozarse en el
+Palacio Episcopal, siendo tratado como conven&iacute;a a su parentesco con el
+reverendo prelado. Di&eacute;ronle un cuarto que, aunque no bueno, era de lo
+mejor que hab&iacute;a en el edificio; ten&iacute;a unas cuatro varas en cuadro,
+blanqueados los muros, la cama hecha con colchones de vieja y
+apelotonada lana, y las s&aacute;banas m&aacute;s &aacute;speras que cutis de setentona. Le
+pusieron a la cabecera del lecho la imagen de un santo dif&iacute;cil de
+identificar, pero santo al fin, y al lado de una gran ventana, que se
+abr&iacute;a sobre el ancho panorama del campo, colocaron una mesa cargada de
+libros, y un tintero de cobre. Por deferencia a Su Ilustr&iacute;sima, le
+sirvieron de maestros los m&aacute;s instruidos can&oacute;nigos del cabildo. Puso &eacute;l
+de su parte cuanto pudo; ayud&oacute; en gran manera su clara inteligencia, y
+pocos meses despu&eacute;s empezaba su imaginaci&oacute;n a adivinar nuevos
+horizontes, llenos de promesas gloriosas, en la senda a que se le
+destinaba. Los libros que le&iacute;a, las lecciones que escuchaba, dejaban en
+su esp&iacute;ritu profunda huella; y el pobre muchacho, tra&iacute;do del campo hasta
+la morada del obispo, trasladado de pronto desde la libre existencia de
+los prados y montes al severo recinto por donde vagaban, como espectros
+atezados, los familiares de su t&iacute;o; obligado a cambiar de g&eacute;nero de
+vida, rodeado siempre de rostros en que parec&iacute;a delito la sonrisa, sin
+nadie a quien poder trasmitir las primeras impresiones que, como bandada
+de p&aacute;jaros no avezados al vuelo, se alzaban en su alma, fue poco a poco
+haci&eacute;ndose reservado y triste; sinti&oacute; anublado su esp&iacute;ritu por las
+sombras que la soledad engendra, y s&oacute;lo hall&oacute; para sus cavilaciones
+puerto de refugio en la esperanza del porvenir. Aquellos libros que le
+obligaban a estudiar, y aquellos hombres que hab&iacute;a de tratar por fuerza,
+le pintaban el mundo como una sola jornada de la vida humana, como una
+prueba para el temple del alma; la tierra como valle de l&aacute;grimas, en que
+son mentira los aromas del campo y las alegr&iacute;as del coraz&oacute;n.&mdash;Aqu&iacute;
+abajo&mdash;le dijeron&mdash;todo es falso, impuro y deleznable. Las dichas
+terrenales son cantos de sirena, que arrastran al mal; cuanto se sufre y
+se padece son m&eacute;ritos que en el mundo se hacen para que sean premiados
+arriba, y en este breve tr&aacute;nsito, donde los pies se hieren en los
+guijarros de todos los caminos, debe la esperanza refugiarse en los
+cielos, que all&iacute; aguardan al alma la inmortalidad y a la virtud el
+premio de sus luchas. Pero fuera de esa esperanza y de lo que ha de
+hacerse por mirarla cumplida, en el mundo no hay nada; fuera del mal, la
+tentaci&oacute;n y el error, todo es mentira. El desprecio de la Naturaleza y
+del hombre es la ley suprema de la conciencia; la contemplaci&oacute;n de lo
+divino el solo cuidado del entendimiento; la fe en Dios o la confianza
+en los que le representan, la &uacute;nica luz que alumbra la pasajera pero
+densa tiniebla de la vida.</p>
+
+<p>De esa idea del mal difundido en el mundo como el aire en los espacios,
+y de esa esperanza del bien puesto tras la existencia como la luz del
+d&iacute;a tras la oscuridad de la noche, nac&iacute;an el horror a lo terrenal y
+humano, brotando la conmiseraci&oacute;n y la piedad hacia los que sufren y
+padecen. De ah&iacute; toda la vida de la religi&oacute;n, toda la esencia de sus
+doctrinas, toda la fuerza de sus dogmas, toda su idea del universo
+mundo.</p>
+
+<p>Sobre cuanto existe, Dios, fuente inagotable de dulzuras eternas, fuerza
+en constante trabajo, que jam&aacute;s disminuye ni merma, causa insondable,
+secreto impenetrable; misterio tanto m&aacute;s grande, cuanto mayor sea la
+inteligencia humana. Luego, en la tierra, colocado entre las amargas
+olas de los mares y las punzantes malezas de los campos, el hombre,
+sintiendo siempre sobre la cabeza el perdurable martirio de la duda, y
+bajo sus pies un erial rebelde al trabajo, manchado y envilecido por el
+primer pecado. Pero entre Dios y el hombre, como eslab&oacute;n que une el bien
+al mal teni&eacute;ndolos distantes, la religi&oacute;n, manto de la deidad suprema en
+cuyos pliegues se cobija la humanidad, al modo que entre las anchas
+ramas de la encina se guarecen los gusanillos de la selva. Y, por fin,
+como &uacute;ltima consecuencia de este sistema, postrer hijuela de esta
+concepci&oacute;n del universo, el hombre de Dios, el sacerdote que tiene por
+misi&oacute;n tender la mano al que vacila, sostener al que cae, infundir fe al
+que duda, perdonar al que peca, defender al que sufre, sojuzgar al
+altivo, y abriendo a todos los brazos con amor, decir c&oacute;mo el Hijo del
+Hombre: &laquo;Am&aacute;oslos unos a los otros; practicad la virtud, y lo dem&aacute;s os
+ser&aacute; dado con exceso.&raquo;</p>
+
+<p>Esto ense&ntilde;aban a L&aacute;zaro, y as&iacute; lo admit&iacute;a &eacute;l.</p>
+
+<p>&mdash;S&iacute;,&mdash;se dec&iacute;a;&mdash;Dios y el hombre.... El cielo y la tierra.... El bien
+y el mal.... Entre ambos la religi&oacute;n, el sacerdote, el soldado de las
+grandes peleas, el profeta que anuncia la aurora del porvenir, el eterno
+ap&oacute;stol que, repitiendo la frase de San Pablo, dice a todos los pueblos
+de la tierra: &laquo;Hermanos, sois llamados a la libertad.&raquo;</p>
+
+<p>Como el &aacute;spero m&aacute;rmol que la mano del artista desbasta, esculpe y modela
+haciendo surgir de la brutal materia la forma encantadora, fue L&aacute;zaro
+trasform&aacute;ndose por el estudio, abriendo cada d&iacute;a con mayor avidez los
+ojos a la luz de la fe, sintiendo penetrar dulcemente en su alma un algo
+indefinible que ca&iacute;a sobre su coraz&oacute;n como el roc&iacute;o del cielo sobre el
+brote de la planta.</p>
+
+<p>Bien ve&iacute;a o cre&iacute;a ver algunas veces cierta disparidad entre lo que
+sent&iacute;a y lo que le rodeaba; pero no se paraba a aquilatar las cosas muy
+despacio, embebecida su inteligencia en las novedades que a su
+entendimiento se ofrec&iacute;an. La transici&oacute;n de las costumbres campesinas al
+refinamiento mental de su presente vida, era demasiado inopinada y
+brusca para que dejara de parar mientes en ella.</p>
+
+<p>Adem&aacute;s pronto se dio cuenta de que no eran pocos los sagrados textos que
+parec&iacute;an olvidados en derredor de Su Ilustr&iacute;sima. Preceptos m&aacute;s sanos
+que aire de monte quedaban sin cumplimiento, o se obedec&iacute;an por pura
+f&oacute;rmula a veces y otras hab&iacute;a manifiesta oposici&oacute;n entre lo mandado por
+autoridades de continuo invocadas, y lo que en la morada episcopal se
+practicaba.</p>
+
+<p>Por de pronto, el Rdo. Antol&iacute;n, si no era rico, no daba muestras de
+aborrecer la riqueza: su pobreza ten&iacute;a algo de problem&aacute;tica. Sin contar
+las mesadas que del Estado cobraba, las ricas vestiduras de que estaban
+atestados sus cajones, y los vaso y alhajas de metales preciosos, las
+gentes se&ntilde;alaban en los alrededores de la ciudad alguna finca, escondida
+entre macizos de &aacute;rboles, donde Su Ilustr&iacute;sima pod&iacute;a, como en cosa
+propia, hacer lo que mejor le pareciese.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro observaba que la caridad cristiana aparece en los Evangelios muy
+diferente, de la que se ejerc&iacute;a en torno suyo, que no eran siempre la
+humildad y la mansedumbre los m&oacute;viles de los amigos &iacute;ntimos del obispo,
+y que algunas veces se vela asomar cobardemente a los labios de los
+familiares cierta sonrisa reveladora de hipocres&iacute;a y envidia.</p>
+
+<p>La facilidad con que se recib&iacute;a en aquella santa morada cuanto dinero
+daban para limosnas los caritativos fieles, se trocaba en formalidades y
+retrasos cuando las monedas hab&iacute;an de pasar a la faltriquera de los
+pobres, pareciendo aquello despacho de banquero donde se toma sin
+vacilar el oro ajeno y en donde todo son al devolverlo garant&iacute;as,
+molestias y dilaciones. Nada oy&oacute; el futuro sacerdote en desdoro de su
+t&iacute;o; pero, con frecuencia, las gentes que cruzaban las antesalas y
+corredores del palacio no parec&iacute;an salir completamente satisfechas de la
+entrevista con el Prelado: y era lo extra&ntilde;o que si nunca se retiraban
+descontentos la dama encopetada o el can&oacute;nigo influyente, sol&iacute;a verse
+descorazonado y abatido al pobre p&aacute;rroco de aldea o al cura de misa y
+olla cuyos grasientos y ra&iacute;dos manteos pregonaban descaradamente la
+miseria. Jam&aacute;s not&oacute; L&aacute;zaro cosa que disonara en el tranquilo concierto
+de aquella existencia casi monacal, donde todo estaba dispuesto y
+regulado de antemano, como en ceremonia palaciega; pero semejante al
+sordo ruido de vientos lejanos, crey&oacute; escuchar algunos d&iacute;as el rumor de
+murmuraciones engendradas en las porter&iacute;as, robustecidas en las
+antec&aacute;maras y detenidas por el miedo ante las puertas del despacho
+donde trabajaba el bueno del obispo.</p>
+
+<p>Levant&aacute;base L&aacute;zaro a la hora del alba, o&iacute;a una misa, tomaba chocolate, y
+ayudaba en algo a su anciano t&iacute;o. No ten&iacute;a otra cosa que hacer hasta la
+comida, que se hac&iacute;a siempre a la una, con puntualidad cronom&eacute;trica.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro se qued&oacute; ensimismado y pensativo en m&aacute;s de una ocasi&oacute;n,
+reflexionando lo distintas que eran las privaciones que imagin&oacute; sufrir y
+la regalada vida que le daban. Todo aquello de comer como los anacoretas
+yerbas salvajes o salta-montes del campo, era, por lo visto, pura
+f&aacute;bula, tradici&oacute;n olvidada. Al presente, y gracias a un cocinero lleno
+de buenas cualidades, en la mesa de Su Ilustr&iacute;sima hubiera podido darse
+por alegre y satisfecho el m&aacute;s descontentadizo; en todo lo que a la
+culinaria se refiere, era el obispo ardiente partidario del progreso.
+Trat&aacute;base a cuerpo de rey constitucional; los mejores caldos de la
+cosecha, los m&aacute;s preciados s&oacute;lidos del mercado iban a sus despensas, ya
+por encargo propio o por atenci&oacute;n ajena; el pavo mejor cebado y el
+gazapillo m&aacute;s tierno eran para &eacute;l; las frutas que se le presentaban
+parec&iacute;an regalos para las aras de la antigua Ceres, y era raro el d&iacute;a en
+que la piadosa mano de alguna devota no preparase para Su Ilustr&iacute;sima un
+platito de dulce espolvoreado de canela, aroma a que, como buen andaluz,
+era muy aficionado. Una reparadora siesta era el ep&iacute;logo de la oraci&oacute;n
+con que a Dios se daban gracias por tantos beneficios. Se trabajaba otro
+poco por la tarde, se cenaba concienzudamente tras el rosario, y un
+sue&ntilde;o tranquilo reinaba a las once en todos los &aacute;mbitos del edificio,
+donde la calma de este g&eacute;nero de vida no se ve&iacute;a turbada sino en las
+v&iacute;speras de las grandes festividades de la Iglesia.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro notaba que todo esto no eran mortificaciones ni martirios, pero
+tambi&eacute;n se dec&iacute;a que aquello no era vivir en el mundo y sus luchas, y
+que siendo buenas cuantas gentes le rodeaban, no pod&iacute;a ser detestable la
+vida. &iexcl;Cuan diferente se le ofrec&iacute;a el espect&aacute;culo del mundo que
+empezaba un paso m&aacute;s all&aacute; de aquellos respetados muros! Cierto que de
+puertas adentro todo era reposo y santidad; pero &iexcl;cu&aacute;ntos horrores y
+amarguras le esperaban al poner la planta en esa sociedad donde cada d&iacute;a
+es un combate y cada hora una herida! Hac&iacute;a el pobre chico proyectos
+para el porvenir, y juzgando la vida tal cual se la hab&iacute;an pintado,
+pensando que todo era males, tristezas y desdichas, se preparaba a
+entrar en ella inquieto, temeroso, como soldado biso&ntilde;o pronto a escuchar
+el primer paso de ataque tocado por las cornetas de su batall&oacute;n.</p>
+
+<p>Trat&aacute;bale su t&iacute;o afablemente; por respeto o adulaci&oacute;n al Prelado,
+hac&iacute;an lo mismo cuantos le rodeaban, y merced a su protecci&oacute;n entraba
+L&aacute;zaro en la carrera a que le hab&iacute;an destinado, escudado contra las
+privaciones, con el porvenir pre&ntilde;ado de fortunas, y el alma llena de
+presentimientos. Le hab&iacute;an pintado su misi&oacute;n de suerte que, impresionada
+la imaginaci&oacute;n, ve&iacute;a en el sacerdocio el apostolado de toda idea
+generosa. Pero, a pesar de esto, cuando solo, con su libro de horas bajo
+el brazo, se le ve&iacute;a cruzar los anchos corredores o sentarse bajo las
+umbr&iacute;as del huerto, parec&iacute;a que dentro de su alma bull&iacute;an y a sus
+miradas se asomaban vagos temores por su vida futura y dudas sobre la
+suerte que le estaba reservada. La santa casa que habitaba era, a su
+parecer, un puerto de refugio contra el oleaje infernal de la malicia
+humana. Por todo aquello que sus libros devotos le aconsejaban huir,
+ven&iacute;a en conocimiento de cuan ciertas deben ser las palabras con que se
+le avisaban los peligros mundanales, y por la interminable y fatigosa
+excitaci&oacute;n a la virtud, pod&iacute;a apreciar cuan hondas y frecuentes son las
+simas del pecado. A medida que iba considerando las tentaciones que
+podr&iacute;an rodearle, los riesgos que tendr&iacute;a que prever y males que evitar,
+su inteligencia miraba con deleite la perspectiva de d&iacute;as de horrible
+pero santa y gloriosa lucha, preparaci&oacute;n a la inmortalidad.</p>
+
+<p>Considerado por cuantos cerca de &eacute;l andaban como la persona m&aacute;s allegada
+a Su Ilustr&iacute;sima, los sacerdotes y dem&aacute;s gente de Iglesia que ten&iacute;a
+ocasi&oacute;n de frecuentar, guardaban buen cuidado de no dejarle ver cosa que
+pudiera enojar al obispo. Todo era ante &eacute;l virtud, resignaci&oacute;n y
+humildad; de modo que teniendo constantemente ante los ojos la divina
+palabra de los libros y el mejor ejemplo en los hechos de los hombres,
+pens&oacute; que en contra de la agitaci&oacute;n del mundo estaba aquella santa
+tranquilidad, que el torpe bullir de las pasiones se contrabalanceaba
+por un santo estoicismo religioso, y que nada pod&iacute;a haber tan digno ni
+respetable para la humanidad como la voz de esos hombres que con la
+imagen de Cristo en una mano y se&ntilde;alando con la otra al cielo, dicen al
+desgraciado: &laquo;Cree y espera.&raquo; Su po&eacute;tica melancol&iacute;a era el
+presentimiento de los dolores de la lucha. Parec&iacute;a que su alma adivinaba
+las heridas que habr&iacute;a de sufrir m&aacute;s tarde, y s&oacute;lo en la fe, ing&eacute;nita en
+su esp&iacute;ritu, fomentada luego por cuanto le rodeaba, era donde el pobre
+L&aacute;zaro pod&iacute;a hallar reposo a la misteriosa agitaci&oacute;n de sus ideas.
+Nacido en una aldea donde la hermosa y virginal Naturaleza le dec&iacute;a
+continuamente:&mdash;&laquo;Admira,&raquo;&mdash;sin escuchar m&aacute;s voz que la del cura que de
+continuo repet&iacute;a: &laquo;Cree;&raquo; con el sano ejemplo de la honrada vida de su
+padre, y sin haber sufrido las desgracias que pervierten al hombre,
+L&aacute;zaro iba allegando fuerzas y atesorando virtudes para verterlas luego
+como un man&aacute; divino sobre el reba&ntilde;o de fieles que Dios le deparase. Si
+alguna vez ca&iacute;an sobre su turbada pupila los fatigados p&aacute;rpados, como
+deslumbrada la vista que admiraba de continuo el panorama espl&eacute;ndido de
+una vida toda virtud y caridad, al hundir la mirada en los abismos de su
+alma, encontraba, semejante a un resplandor en el fondo de una sima, la
+luz que le guiaba a sus destinos.</p>
+
+<p>Dos &eacute;pocas distintas puede decirse que atraves&oacute; L&aacute;zaro mientras estuvo
+en casa de su t&iacute;o.</p>
+
+<p>Durante la primera le dominaron los recuerdos confusos del pueblo con
+sus faenas y labores; acord&aacute;base de las conversaciones en que la tierra
+era la preocupaci&oacute;n de todo el a&ntilde;o, y empe&ntilde;&aacute;ndose mentalmente en
+resucitar sus impresiones, se esforzaba en reconstruir, con
+reminiscencias vagas y sensaciones olvidadas, aquellos d&iacute;as que no
+hab&iacute;an de volver jam&aacute;s; las lluvias primaverales que hac&iacute;an entrever los
+carros repletos de doradas gavillas; el est&iacute;o con las llanuras serpeadas
+por surcos que parec&iacute;an encender el aire en la irradiaci&oacute;n de sus
+terru&ntilde;os abrasados; el oto&ntilde;o con sus frutas mal sujetas a la cargada
+rama, convidando al paladar a refrescarse con su azucarado jugo; las
+tardes con sus vientecillos impregnados de perfumes, y las calladas
+noches envueltas en misterios, poblaban su pensamiento de ensue&ntilde;os
+indecisos. Lejos, muy lejos de &eacute;l estaba cuanto pod&iacute;a recordarle tiempos
+pasados, y como tales m&aacute;s dichosos; el hogar ennegrecido por el humo de
+los troncos a cuya sombra juguete&oacute; de peque&ntilde;uelo; la fuente donde las
+mozas, entretenidas en mirarle, dejaban rebosar en sus c&aacute;ntaros el
+agua; y en un altillo del cementerio, con su cruz de piedra que dora
+cada tarde el &uacute;ltimo rayo de la luz solar, la tumba de su madre.</p>
+
+<p>En la segunda fase de aquella etapa de su vida, todo era esperanzas:
+hab&iacute;anle trazado con sombr&iacute;as tintas el plano de la revuelta arena del
+mundo.&mdash;&laquo;Aqu&iacute; abajo no hay, le dijeron, sino males y perfidias; pero t&uacute;
+ser&aacute;s de los que tienen por misi&oacute;n encadenar el dolor a la esperanza de
+la dicha.&raquo; A pesar de no considerar completos los ejemplos que se le
+ofrec&iacute;an, todo lo que aprend&iacute;a, sus vigilias y desvelos, cuanto
+intelectualmente se asimilaba, ven&iacute;a a compendiarse en una palabra de
+amor divino, que le hubiera hecho fijar los labios en la escr&oacute;fula del
+enfermo, si esto bastara para curarla, entusiasmo capaz de llevarle a
+los campos de la guerra para acallar con su rezo la maldici&oacute;n del
+desgraciado y dar alas al alma del creyente moribundo.</p>
+
+<p>Sentado algunas veces junto a la fuente de la huerta, que desde una
+eminencia domin&aacute;bala ciudad, viendo a lo lejos tejados y azoteas,
+escuchando el bullir y los ruidos que como provocaci&oacute;n constante le
+tra&iacute;an los aires, L&aacute;zaro pensaba que aquellas eran las guaridas del mal.
+S&oacute;lo las cruces puestas en lo alto de las torres eran signos de
+redenci&oacute;n o amparo. Si su memoria, protestando de aquel falso sistema
+del mundo, le recordaba que no todo era malo en la tierra, que &eacute;l hab&iacute;a
+visto a su padre dar trigo a los labriegos pobres o socorrer a los
+necesitados, que en la tierra exist&iacute;an cari&ntilde;o, afabilidad y amor, que &eacute;l
+mismo hab&iacute;a llevado hasta los apartados caser&iacute;os consejos de paz y de
+justicia, todo se desvanec&iacute;a ante la influencia mal&eacute;fica del <i>pulvis
+eris</i> que le hab&iacute;an inculcado en el alma.</p>
+
+<p>Fue L&aacute;zaro despu&eacute;s al seminario; tuvo su celda estrecha y triste;
+aprendi&oacute; mal lat&iacute;n y peor griego, no para admirar el genio de los
+grandes poetas paganos, sino para embotar su inteligencia en casuismos
+teol&oacute;gicos; se apacent&oacute; d&oacute;cilmente con filosof&iacute;a escol&aacute;stica; le dieron
+los libros de los Padres de la Iglesia; le dijeron el criterio que hab&iacute;a
+de seguir para que no cayera en la peligrosa pendiente de pensar;
+marcaron a su entendimiento las lindes que no deb&iacute;a traspasar, y como si
+el pensamiento del hombre fuese ave cuyo Vuelo depende de voluntad
+ajena, le impusieron la idea, el dogma y el sentido de cuanto deb&iacute;a
+creer y proclamar. En su cerebro hab&iacute;a de dar cabida, le repugnase o no,
+a lo que otros concibieron; su esfuerzo ten&iacute;a que hacerse mantenedor de
+proposiciones que apenas le era dado examinar; deb&iacute;a admitir la verdad
+sin examinarla, creerla sin que le fuese demostrada. &laquo;<i>Node s&oacute;lo pan
+vive el hombre, sino tambi&eacute;n de la palabra de Dios</i>,&raquo; le dijeron; y la
+palabra de Dios era un enigma, todo lo m&aacute;s una promesa. Le fue negada la
+interpretaci&oacute;n o el examen de los libros sagrados; y para colmo de
+absurdo, sostuvi&eacute;ronle que en aquel misterio impenetrable que constituye
+la esencia de todo lo dogm&aacute;tico, est&aacute;n la imposible demostraci&oacute;n de la
+verdad y el encanto de su divina poes&iacute;a, porque <i>la fe es substancia de
+las cosas que se esperan, argumento de las cosas que no aparecen</i><a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a>.</p>
+
+<p>Entonces, falta de apoyo su inteligencia, sin que pudiera todav&iacute;a
+discernir lo bueno de lo malo, ni estimar como nulo lo falso e
+inapreciable lo cierto, fue desfilando ante su mirada por las p&aacute;ginas de
+sus manoseados infolios, la interminable procesi&oacute;n de ideas, teor&iacute;as y
+concepciones que se le daban como infalibles certezas. Fue viendo que
+el hombre, envilecido desde su nacimiento por una culpa ajena, no puede
+redimirse de ella; supo que el alma, capaz del crimen, est&aacute; hecha a
+semejanza de Dios; ley&oacute; que la misericordia celeste puede ser tambi&eacute;n
+cruel, haciendo eternos los castigos, y que la voluntad divina es capaz
+de trastornar las leyes eternas de la materia y la energ&iacute;a.</p>
+
+<p>Contraria pero simult&aacute;neamente a la frase &laquo;Eres polvo,&raquo; le dijeron que
+el hombre es el rey de la tierra; las aguas de los mares y las arenas
+del desierto son llanuras francas a su actividad y su valor; las fieras
+de brutal poder, esclavas de su inteligencia; los metales, que como
+venas de fuerza y riqueza serpean por las entra&ntilde;as de los montes,
+tesoros escondidos para que el trabajo los descubra y el sudor los
+fecunde; y hasta la mujer, arcilla divinamente modelada con los rasgos
+de la amante y la madre, es suya tambi&eacute;n, <i>carne de su carne, hueso de
+su hueso</i>. Pero con todo, y a pesar de ello, le afirmaron que &eacute;l ideal
+de la vida no es la existencia en el seno de la Naturaleza, ni la
+fecunda guerra del trabajo ni la pasi&oacute;n de la verdad o del arte, sino la
+muda y est&aacute;tica contemplaci&oacute;n de lo divino, el celibato est&eacute;ril, el
+claustro, la pobreza, el ayuno, el desprecio de s&iacute; mismo y el ansia de
+llegar a la muerte como a puerta m&aacute;gica desde cuyo umbral se perciben
+los eternos albores del para&iacute;so de los justos.</p>
+
+<p>Sobre este conjunto de ideas, por cima de toda consideraci&oacute;n superior a
+cuanto le rodeaba, estaban para L&aacute;zaro la santidad y grandeza de la
+misi&oacute;n aceptada, sin que llegara a alzarse un punto en su esp&iacute;ritu la
+idea de que el bien fuese independiente y extra&ntilde;o de la fe. As&iacute; lleg&oacute; a
+cumplir los veinticinco a&ntilde;os. Su inteligencia, como vaso forjado seg&uacute;n
+las concepciones de los que dirigieron su educaci&oacute;n, fue molde en que
+se vaciaron ideales ajenos. Cuanto en s&iacute; encierran las tendencias de los
+pasados siglos, cuanto en lo antiguo sirvi&oacute; de turquesa para dar forma y
+ser a la sociedad, ech&oacute; en su inteligencia hondas ra&iacute;ces. Educado para
+las batallas del presente, tuvo por armas las convicciones de anta&ntilde;o,
+fuertes por lo sinceras, pero quebradizas por lo viejas.</p>
+
+<p>Llegada la &eacute;poca de abandonar el Seminario, el obispo le llam&oacute; a su
+despacho, y le habl&oacute; de esta, suerte:</p>
+
+<p>&laquo;Vamos a separarnos. Cuando escrib&iacute; a mi hermano encarg&aacute;ndome de tu
+porvenir, no cre&iacute; que fuese tan f&aacute;cil poner a un hombre en camino de
+hacerse art&iacute;fice de su propia fortuna; pero tu aplicaci&oacute;n, e ingenio han
+llevado las cosas de modo que aqu&iacute;, de hoy en adelante, no har&aacute;s m&aacute;s que
+perder tiempo. Si con nosotros te quedaras; no pasar&iacute;as de pobre cura de
+pueblo; tal vez llegases alg&uacute;n d&iacute;a a predicar en nuestra catedral; pero
+nada m&aacute;s. Y&eacute;ndote a la corte, como deseo, tus m&eacute;ritos dar&aacute;n a tu carrera
+continuaci&oacute;n tan lisonjera como halag&uuml;e&ntilde;os han sido los comienzos. Poco
+me agrada separarme de t&iacute;; pero dos consideraciones hago: que aqu&iacute; te
+traje, no para satisfacci&oacute;n m&iacute;a, sino por conveniencia tuya; y que en
+las luchas de la tierra, en la revuelta marejada de encontrados
+intereses, donde has de intervenir, puedes ser en alto grado &uacute;til a la
+santa causa de la Iglesia.</p>
+
+<p>&raquo;Vas a cambiar de g&eacute;nero de vida, de h&aacute;bitos y costumbres, hasta de
+ambiente respirable, que no son iguales las auras puras de estos campos
+cercanos, al aire viciado de la ciudad. Aqu&iacute;, por m&aacute;s que haya doblez y
+enga&ntilde;o, no son la maldad tan refinada ni la hipocres&iacute;a tan astuta; all&iacute;
+la cortesan&iacute;a hace el da&ntilde;o m&aacute;s hondo y m&aacute;s disimulada la torpeza.
+Vivir&aacute;s entre hombres que antes aprenden a averiguar el pensamiento
+ajeno que a expresar el propio, roz&aacute;ndote con gentes que procuran hacer
+a la mentira hur&oacute;n de la verdad, y que tratar&aacute;n de adquirir tu confianza
+enga&ntilde;ando a otros, como luego te enga&ntilde;ar&aacute;n a ti para provecho de
+tercero. Anda en todo pecho la fals&iacute;a, en todo cerebro la comedia:
+muchos la representan de tal suerte, que toman en serio su papel, y ni
+aun la muerte da fin a la farsa, pues otros fingen que les han cre&iacute;do, y
+la lisonja llega hasta el epitafio, manchando hasta los m&aacute;rmoles.
+Desconf&iacute;a de cuanto te rodee y mantente en guardia casi m&aacute;s que contra
+las maldades ajenas, contra tus propias debilidades. Dios ha puesto en
+ti fe y raz&oacute;n; aqu&eacute;lla, como faro eterno a que caminas y te alumbra;
+&eacute;sta, como apoyo y sost&eacute;n para cuando dudes; mas ten cuenta que si tu fe
+vacila, antes te ser&aacute; causa de desdicha que de consuelo y esperanza.
+Lee los libros que te en las manos sin cuidarte de profundizar en sus
+p&aacute;ginas m&aacute;s de lo que ellas te descubran; que el libro, como el vino,
+fortalece si no se abusa de &eacute;l, embriaga si se prodiga. La ciencia es a
+la paz del alma lo que el agua a la semilla; con poca se fecunda y con
+sobrada se anega. Tu misi&oacute;n hasta hoy ha sido aprender la que hab&iacute;as de
+huir ma&ntilde;ana: desde ahora vivir&aacute;s entre el mal, evitando que logre
+corromperte. La tarea de tu vida es consolar al que sufre, alentar al
+que espera, perdonar al que yerra, labrar en tu coraz&oacute;n puerto donde
+busquen amparo los n&aacute;ufragos del mundo. No hay en la tierra misi&oacute;n m&aacute;s
+noble, que la nuestra. Si la virtud pudiera ser orgullosa, nos ser&iacute;a
+dado envanecernos; pero hemos, de unir a la bondad la mansedumbre, y por
+altivo nos est&aacute; vedado el orgullo, como por pueril la vanidad.</p>
+
+<p>&raquo;Ya ves, L&aacute;zaro, qu&eacute; hermosa perspectiva se te ofrece a la vista.&mdash;La
+vida es combate de pasiones, que unas a otras se hieren y lastiman: t&uacute;
+ser&aacute;s de esos hombres que por vocaci&oacute;n de caridad se mezclan en la
+pelea, llevando en su alma la mina inagotable de la piedad y en sus
+labios el manantial perenne de la esperanza. As&iacute; como unos curan las
+dolencias del cuerpo, otros cuidan de la pureza del esp&iacute;ritu: ser&aacute;s, de
+ellos, y mientras el tuyo permanezca inc&oacute;lume, jam&aacute;s te faltar&aacute;n
+palabras con que infundir a tus hermanos la fe que te aliente. Cree y te
+creer&aacute;n, que nunca inspir&oacute; la sinceridad desconfianza. Si la misi&oacute;n es
+dif&iacute;cil, no ha de ocult&aacute;rsete que la tentaci&oacute;n es temible: ya lo ir&aacute;s
+viendo; pero si algo divino y fuerte hay en el hombre, es la voluntad. A
+todo has de sobreponerte, temiendo m&aacute;s la propia indulgencia: que la
+ajena censura. S&eacute; hasta rencoroso contigo por tus culpas, d&eacute;bil hasta
+la exageraci&oacute;n con las del pr&oacute;jimo; que el hombre debe ser tan avaro de
+virtudes como pr&oacute;digo de perdones. Si la persecuci&oacute;n te maltrata o la
+iron&iacute;a te hostiga, recibe a la primera con mansedumbre y a la segunda
+con piedad; pues si la maldad debe hallarnos pacientes, el sarcasmo ha
+de inspirarnos l&aacute;stima. Mer&eacute;zcate siempre m&aacute;s conmiseraci&oacute;n quien se
+burle de lo bueno que quien practique lo malo. Por las funciones de
+nuestro ministerio habr&aacute;s de hablar al o&iacute;do de la esposa, y en el tuyo
+depositar&aacute; la virgen sus secretos: di a aqu&eacute;lla que lo sacrifique todo a
+la paz de la casa, y a &eacute;sta que todo lo posponga a la paz del alma. Al
+hereje responder&aacute;s con la palabra de la verdad, trat&aacute;ndole como amigo
+perdido que hay que reconquistar, no como enemigo que es preciso vencer,
+y rezar&aacute;s por la salvaci&oacute;n de quien persista en el error, pues ya que la
+religi&oacute;n no sea patrimonio de todos, s&eacute;alo al menos la piedad. No
+mortifiques al moribundo con el recuerdo de sus delitos aqu&iacute; abajo;
+hab&iacute;ale de sus esperanzas all&aacute; arriba. Fe, perd&oacute;n, mansedumbre: tal es
+tu lema; el coraz&oacute;n tu escudo, tu premio el reino de los cielos. Si de
+la violencia que te hicieren hubieses de morir, muere con valor, mas no
+con aquella calma que puede ser cinismo, sino con esa serenidad que
+reflejando el tranquilo fondo del alma, sirve a los dem&aacute;s de un ejemplo
+que equivale a un consuelo.</p>
+
+<p>&raquo;Mas no fuera bueno que te marchases sin tener seguro puerto de llegada.
+He arreglado todo de manera que entrar&aacute;s en la corte por tal puerta, que
+muchos desear&iacute;an tu posici&oacute;n como t&eacute;rmino a sus ambiciones. Vas de
+capell&aacute;n a casa de los duques de Algalia, se&ntilde;ores tan poderosos como
+buenos. De tus deberes para con ellos nada te digo, que la humildad de
+sacerdote no ha de echar en olvido la dignidad de hombre, y tengo por
+cierto que antes de poco no sabr&aacute;n qu&eacute; mirar con m&aacute;s cari&ntilde;o: si su
+venerable eclesi&aacute;stico o su discreto y leal amigo. Partir&aacute;s en breve, y
+sabe Dios hasta cu&aacute;ndo. Acu&eacute;rdate alguna vez de m&iacute;, y siempre de lo que
+te debes a ti mismo. Recibe mi bendici&oacute;n, y ojal&aacute; te d&eacute; ella todos los
+bienes que la voluntad te desea.&raquo;</p>
+
+<p class="c">. . . . . . . . . . . . . . . . .
+. . . . . . . . . . . . . . . . .
+. . . . . . . . . . . . . . . . .
+. . . . . . . .</p>
+
+<p>De all&iacute; a pocos d&iacute;as parti&oacute; L&aacute;zaro, y aunque alentado por sus esperanzas
+no dej&oacute; de darle mucho en qu&eacute; pensar la visible contradicci&oacute;n existente
+entre los discretos consejos que acababa de escuchar y, la vida no muy
+austera de su t&iacute;o, sin que acertase a comprender c&oacute;mo siendo bueno lo
+que aconsejaba, no era completamente id&eacute;ntico lo que practicaba.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="III" id="III"></a>III.</h3>
+
+
+<p>Ere por aquel tiempo en la corte la casa de los duques de Algalia una de
+las m&aacute;s ricas y afamadas por aristocr&aacute;ticas. Su blas&oacute;n no se hab&iacute;a
+desdorado a&uacute;n por completo con el roce de las costumbres modernas; sus
+estados no eran todav&iacute;a presa de ninguna junta de acreedores, y hubiesen
+podido a&ntilde;adirse al escudo nobiliario algunos rehiletes gallardamente
+puestos en atrevida becerrada.</p>
+
+<p>Cuanto esplendoroso puede dar la vida contempor&aacute;nea, cuanto grande son
+susceptibles de engendrar el refinamiento del gusto y la sobra del oro,
+se reflejaba en la morada de los duques de Algalia.</p>
+
+<p>Cada uno de sus salones era una peque&ntilde;a capilla consagrada a la
+elegancia; el palacio entero un suntuoso templo del buen gusto y la
+moda, enriquecido con detalles dignos de un museo, en que andaban
+revueltos lo antiguo y lo nuevo, formando ese consorcio extra&ntilde;o, pero
+arm&oacute;nico, que ofrece la reuni&oacute;n de lo bueno, por distintos que sean los
+caracteres que revista. No hab&iacute;a pieza mal alhajada ni rinconcillo
+descuidado. Aparte el esmero con que se hab&iacute;a atendido al regalo
+material del cuerpo, la ornamentaci&oacute;n indicaba por doquiera el destino
+de las habitaciones: el gran sal&oacute;n de recepciones estaba decorado con el
+fastuoso gusto del monarca de Versalles; el comedor de ceremonia
+cubierto de tapices flamencos; el de familia, con grandes bodegones
+firmados por manos maestras; el despacho del duque, todo de &eacute;bano
+incrustado de bronce; los aposentos de la hija, tapizados de alegres y
+sencillas pero valiosas telas; y los de la duquesa exornados con tal
+gusto y riqueza, que ni el gabinete de raso negro con flecos de
+multicolores sedas, ni la sala de ba&ntilde;o con jaspe y &oacute;nix argelinos, ni el
+tocador de azulados cortinajes, hubieran sido mejores si los eligiese el
+arte para albergar a la belleza. Al verlos parec&iacute;a que para aquellos
+pavimentos y muebles era indispensable una gran dama en quien fuese a&uacute;n
+mayor la distinci&oacute;n que la hermosura; que pisase con menudos pies, como
+ligera sombra, las aterciopeladas alfombras y se recostase en los
+divanes casi sin que los flexibles muelles cediesen al suave peso de su
+cuerpo.</p>
+
+<p>Y as&iacute; era en efecto: que ni en la nobleza toda, ni en toda la alta
+banca, hab&iacute;a dama m&aacute;s digna de disfrutar aquellas grandezas que la
+duquesa Margarita, noble hasta las puntas de sus largu&iacute;simas pesta&ntilde;as
+negras, y elegante hasta el claro fondo de sus ojos azules. Era una
+figura airosa, pero de movimientos l&aacute;nguidos, como de gata friolera, y
+actitudes sobriamente voluptuosas, como de estatua griega; el traje m&aacute;s
+modesto realzaba mejor su hermosura, y con un vestido completamente
+negro, un grueso ramo de amarillentas rosas en el entreabierto escote,
+sencillamente recogido el pelo, libres de pendientes las diminutas
+orejas, y sin guantes las aristocr&aacute;ticas manos, no hab&iacute;a hombre capaz de
+contemplarla un segundo sin darse la enhorabuena por haber nacido. Resta
+a&ntilde;adir, para mayor encanto de golosos, que Margarita de Oropendia,
+duquesa de Algalia, aunque tuviese m&aacute;s, s&oacute;lo representaba treinta a&ntilde;os,
+y era relativamente virtuosa.</p>
+
+<p>El duque, algo apabullado por los excesos de la buena vida, un tanto
+muerta la mirada por el mucho trasnochar o la afici&oacute;n a los naipes, era
+todav&iacute;a un hombre bien plantado, elegante, de educaci&oacute;n brit&aacute;nicamente
+escrupulosa en lo que a la etiqueta se refiere, y hasta instruido. No
+ignoraba, por ejemplo, que Luis XVI fue decapitado, y muri&oacute; de resultas,
+ni que Carlos I de Inglaterra tuvo parecida suerte, hechos que con
+frecuencia citaba para probar lo temibles que son las muchedumbres
+cuando, seg&uacute;n su frase, se desbocan. Lo que mejor caracterizaba al duque
+era el ardiente deseo de ver satisfecha una aspiraci&oacute;n constante de su
+vida, una exigencia de su imaginaci&oacute;n que participaba de la seriedad de
+la ambici&oacute;n y la ridiculez del capricho: ser senador. La senadur&iacute;a era a
+sus ojos el complemento de su nobleza; ser&iacute;a una ocupaci&oacute;n, un pretexto
+para darse importancia, una satisfacci&oacute;n de su vanidad. Y si adem&aacute;s de
+ser senador pudiera serlo de por vida... &iexcl;Senador vitalicio! So&ntilde;aba con
+sentarse por derecho propio en los esca&ntilde;os rojos de la Alta C&aacute;mara, ir
+en coche hasta la plaza de los Ministerios, apearse lejos del zagu&aacute;n
+para cruzar entre filas de curiosos, que murmurasen, &laquo;ese es el duque de
+Algalia;&raquo; entrar luego en el sal&oacute;n de conferencias, andar solo por los
+rincones como quien medita un plan, estrechar la mano a los ministros,
+acoger las peticiones de los pretendientes, diciendo &laquo;veremos,&raquo; o &laquo;har&eacute;
+lo que pueda;&raquo; y salir despu&eacute;s de una votaci&oacute;n exclamando: &laquo;&iexcl;Los deberes
+pol&iacute;ticos!&raquo; &laquo;Mi conciencia!&raquo; &laquo;&iexcl;El partido!&raquo; &laquo;&iexcl;Las instituciones!...&raquo;</p>
+
+<p>Esto basta para apreciar que el duque ten&iacute;a todav&iacute;a fijas en el mag&iacute;n
+ra&iacute;ces de ideas viejas; pero, a pesar de todo, pod&iacute;a consider&aacute;rsele como
+demagogo comparado con su hechicera consorte.</p>
+
+<p>La duquesa era el prototipo de la dama aristocr&aacute;tica, que s&oacute;lo en las
+cuestiones del amor y de la moda transige con el progreso. Religiosa por
+superstici&oacute;n, devota por fe heredada, hip&oacute;crita por el qu&eacute; dir&aacute;n, e
+intransigente por decoro, adoraba la misa en que estrenaba un traje, la
+Semana Santa en que, tan guapa como el a&ntilde;o anterior, ped&iacute;a para los
+pobres, o la novena que autorizaba una cita. Cuando rezaba se complac&iacute;a
+en bajar y subir la expresiva mirada, como jugueteando con los p&aacute;rpados,
+goz&aacute;ndose en dar alternativamente luz y sombra a los que la rodeaban. En
+sus relaciones con el gran mundo, ten&iacute;a ese tacto supremo que sabe
+mortificar sin ofender, que consiste en admirar a las gentes virtuosas
+sin comprometerse a imitarlas ni indisponerse jam&aacute;s con los que pecan.
+Viv&iacute;a entre el <i>beau monde</i>, formaba parte integrante de la <i>high life</i>;
+el pueblo la atacaba los nervios; hu&iacute;a de la multitud por miedo al mal
+olor, y si en otros tiempos la hubiesen llamado <i>ciudadana</i>, habr&iacute;ase
+muerto del susto. La palabra <i>Revoluci&oacute;n</i> no evocaba a sus ojos m&aacute;s
+figura que la de Mar&iacute;a Antonieta prisionera en la Conserjer&iacute;a, y en la
+m&aacute;s sencilla agitaci&oacute;n pol&iacute;tica ve&iacute;a carreras, tiros, desaguisados y
+atropellos. Para ella, ser de origen humilde no era una falta, pero s&iacute;
+una mancha, y trabajar le parec&iacute;a muy honrado, pero loca la pretensi&oacute;n
+de querer elevarse encalleci&eacute;ndose las manos.</p>
+
+<p>El duque transig&iacute;a, en cierto modo, con el esp&iacute;ritu moderno: hab&iacute;a
+comprado bienes nacionales, lo cual le hac&iacute;a relativamente liberal; era
+individuo de varios consejos de administraci&oacute;n de sociedades de cr&eacute;dito;
+viajaba con billetes de libre circulaci&oacute;n; defend&iacute;a las instituciones;
+hablaba del turno pac&iacute;fico, y se llamaba conservador. No admitir&iacute;a nunca
+que un artista pudiese ser su igual; pero &eacute;l, por benevolencia, proteg&iacute;a
+las artes cuando no le sal&iacute;a muy caro. Daba al trabajo mucha
+importancia, no hac&iacute;a nunca nada, admit&iacute;a las concesiones al talento, y
+se explicaba el otorgamiento de un t&iacute;tulo a quien supiera enriquecerse
+en la Bolsa o en los altos negocios del Estado.</p>
+
+<p>La hija de este matrimonio era un progreso vivo sobre sus padres: entre
+un rico tonto, apergaminado, achacoso, y un advenedizo de buena estampa,
+pero pobre, plebeyo y listo, prefer&iacute;a bailar con el segundo, y en sus
+ambiciones de muchacha optaba por vivir acompa&ntilde;ada de un hombre a quien
+quisiera, antes que por la boda con un heredero escrofuloso de
+respetabil&iacute;sima alcurnia. Tales ideas hicieron, sin duda, que ella no se
+enojase cuando empez&oacute; a mirarla amorosamente cierto individuo, que por
+aquellos d&iacute;as atrajo a s&iacute; los elogios del pa&iacute;s entero: un joven que en
+una reuni&oacute;n pol&iacute;tica hab&iacute;a, con un discurso de extrema izquierda,
+conmovido la opini&oacute;n y entusiasmado a las gentes, hasta tal punto, que,
+corriendo su nombre de boca en boca, hizo el duque que se le
+presentaran, no por rendir tributo al m&eacute;rito, sino por tener en sus
+salones al hombre puesto en moda. De esta suerte, sin que ninguno de
+entrambos lo buscara, llegaron a conocerse y tratarse F&eacute;lix Aldea y
+Josefina de Algalia.</p>
+
+<p>As&iacute; estaban las cosas cuando, en pleno invierno, es decir, en la &eacute;poca
+de m&aacute;s fiestas, bailes y recepciones, el mayordomo de los duques fue una
+ma&ntilde;ana, por orden de sus amos, a la estaci&oacute;n del camino de hierro a
+esperar al nuevo capell&aacute;n que hab&iacute;a de sustituir al anciano sacerdote
+muerte pocas semanas antes. Adivinole por los h&aacute;bitos al bajar de un
+wag&oacute;n, y acerc&aacute;ndose a &eacute;l, previos saludos y frases que puede figurarse
+quien desee m&aacute;s detalles, le llev&oacute; al palacio en un sim&oacute;n, y presentole
+a los se&ntilde;ores. Recibido por &eacute;stos como exig&iacute;a la hidalgu&iacute;a en tan
+grandes personas, y en &eacute;l lo respetable de su ministerio, le acompa&ntilde;aron
+hasta la habitaci&oacute;n que le estaba destinada, le ense&ntilde;aron la capilla,
+encargaron al mayordomo y al administrador que le respetasen y
+sirviesen, y sin m&aacute;s conversaci&oacute;n qued&oacute; instalado L&aacute;zaro en casa de los
+duques de Algalia.</p>
+
+<p>Al separarse estos del joven sacerdote, pregunt&oacute; la mujer al
+marido:&mdash;&iquest;Qu&eacute; te parece?&mdash;</p>
+
+<p>&mdash;Muy joven,&mdash;contest&oacute; el duque;&mdash;pero no hab&iacute;amos de estar m&aacute;s tiempo
+sin capell&aacute;n, y cuando el obispo le recomienda, bueno ser&aacute;.&mdash;</p>
+
+<p>&iexcl;Capell&aacute;n! Este era el puesto que hab&iacute;a de desempe&ntilde;ar. Nadie le hab&iacute;a
+dicho todav&iacute;a que era como un criado m&aacute;s en la cocina o un caballo nuevo
+en las cuadras, un simple art&iacute;culo de lujo. Deb&iacute;a decir la misa los d&iacute;as
+que la duquesa no quisiese salir de casa. No se hace especial menci&oacute;n
+del duque, porque &eacute;ste era de los cat&oacute;licos que no practican.</p>
+
+<p>Tan poca y breve ocupaci&oacute;n dejaba a L&aacute;zaro todo el d&iacute;a libre; de modo
+que siendo grande su curiosidad por conocer el nuevo centro en que
+viv&iacute;a, y f&aacute;ciles los medios de satisfacerla, pronto empez&oacute; a observar y
+pensar sobre cuanto ve&iacute;a, desentra&ntilde;&aacute;ndolo y analiz&aacute;ndolo todo.</p>
+
+<p>Al cambiar de medio social, al sentirse sacado de su esfera, al verse
+solo de repente en el torbellino del mundo, cada mirada produjo en &eacute;l
+una observaci&oacute;n y cada observaci&oacute;n un juicio que, chocando
+frecuentemente con sus propias ideas, las destru&iacute;a o alteraba. Creyente
+sincero y de entendimiento poderoso, fue estudiando, fij&aacute;ndose en todo,
+y apoyado como en fuerte palanca en su ideal, compar&oacute; y juzg&oacute; las cosas
+de la vida.</p>
+
+<p>Tra&iacute;a en su alma esa profunda fe que, a semejanza de ciertas piedras
+preciosas, va siendo m&aacute;s rara cada d&iacute;a. Sus preocupaciones ten&iacute;an por lo
+ingenuas algo de sagradas, y libre de toda mira interesada, ven&iacute;a a
+nueva existencia, trayendo para examinarla, aunque con el esp&iacute;ritu de
+otros siglos, la m&aacute;s recta imparcialidad. Tranquilo, puesto el &aacute;nimo en
+Dios y la esperanza en el deseo de saber, tendi&oacute; la vista en torno suyo;
+pero como ave obligada a volar demasiado alto, sus ojos se deslumbraron,
+sinti&oacute; el v&eacute;rtigo que da la altura, y le falt&oacute; aire para sus pulmones
+oprimidos.</p>
+
+<p>Como llegan tard&iacute;a y d&eacute;bilmente al o&iacute;do los ecos de la tormenta lejana
+que va aproxim&aacute;ndose por instantes, sinti&oacute; L&aacute;zaro ir llegando a su alma
+vagos presentimientos de dudas y temores, misteriosos anuncios de un
+porvenir pre&ntilde;ado de l&aacute;grimas e insomnios.</p>
+
+<p>&iquest;Qu&eacute; era aquello? &iquest;Qu&eacute; sombras comenzaban a turbarle? &iquest;Qu&eacute; temores iban
+girando en derredor de su imaginaci&oacute;n como fieras que se pasean en torno
+de su presa? &iquest;Era que empezaba a aspirar el hedor de los pantanosos
+lodazales de la tierra, o acaso que, sintiendo el yugo opresor de la
+materia, ten&iacute;a ya su esp&iacute;ritu la nostalgia de la inmortalidad?</p>
+
+<p>Era que cuanto hab&iacute;a aprendido y cre&iacute;a, estaba en contradicci&oacute;n con la
+realidad. Llevaba dentro de s&iacute; una llama que no pod&iacute;a brillar en aquel
+nuevo ambiente. Sus estudios fueron ancha base a tantas cavilaciones; el
+espect&aacute;culo del mundo, cebo que incesantemente las provocaba.</p>
+
+<p>Cada d&iacute;a le trajo una lecci&oacute;n, cada hora el agrio fruto de un anticipado
+desenga&ntilde;o.</p>
+
+<p>El tiempo fue pasando por &eacute;l como la onda sobre el lecho del r&iacute;o,
+haciendo la superficie m&aacute;s tranquila, pero agitando el fondo y
+profundizando el cauce. Es imposible pintar la invasi&oacute;n lenta y gradual
+que hicieron en su alma las cosas y los errores mundanos. Ser&iacute;a m&aacute;s
+f&aacute;cil penetrar en las entra&ntilde;as de la piedra y sentir la secreta
+atracci&oacute;n de la cohesi&oacute;n y la fuerza, o escuchar el latido de la planta
+en que la evoluci&oacute;n tiende a la vida. Cuando su inteligencia quer&iacute;a
+bucear en lo hondo de su pensamiento, le ve&iacute;a poblado de formas extra&ntilde;as
+que le hostigaban con las maldecidas preguntas de la duda. Empez&oacute; el
+tiempo a educarle en la amarga escuela de la experiencia. Semejantes a
+estrellas que se extinguen, fueron nubl&aacute;ndose sus esperanzas, y la fe
+fue perdiendo lentamente su virginidad, como la nieve del cielo pierde
+su blancura puesta en contacto con la tierra.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="IV" id="IV"></a>IV.</h3>
+
+
+<p>Apenas hac&iacute;a un a&ntilde;o que L&aacute;zaro estaba en casa de los Algalias, y ya se
+hab&iacute;a captado todo el afecto que puede inspirar el que sirve a quien le
+paga su salario. La duquesa simpatiz&oacute; con &eacute;l como simpatiza la debilidad
+con la indulgencia. El duque vio, ante todo, en su capell&aacute;n un hombre
+que sab&iacute;a guardar las distancias, y la ni&ntilde;a, querida de sus padres con
+ese cari&ntilde;o de los poderosos, quiz&aacute; algo fr&iacute;o porque no impone
+sacrificios, encontr&oacute; en L&aacute;zaro un alma joven, dispuesta a comprender
+las impresiones que en los albores de la vida se alzan en el coraz&oacute;n de
+la mujer. Los duques ve&iacute;an en el capell&aacute;n una figura que, sin salirse de
+su esfera, contribu&iacute;a al tinte aristocr&aacute;tico de la casa. La hija, como
+m&aacute;s joven menos sujeta a preocupaciones, s&oacute;lo se daba cuenta de que,
+mozo o viejo, noble o plebeyo, hab&iacute;a cerca de s&iacute; un ser respetable por
+su ministerio y digno de estimaci&oacute;n por sus prendas. Lo agradable de su
+persona, lo m&aacute;s grato a&uacute;n de su afabilidad y cortes&iacute;a, atrajeron el
+coraz&oacute;n de Josefina hacia el esp&iacute;ritu de L&aacute;zaro como el bien atrae al
+alma. La inteligencia con que el joven sacerdote iba leyendo cada vez
+m&aacute;s claro en las cosas de la vida; el car&aacute;cter con que indultando el
+error insist&iacute;a en lo juicioso, y su buen coraz&oacute;n, merced a cuyo generoso
+impulso sab&iacute;a hacer dulce la misma severidad, constitu&iacute;an en L&aacute;zaro una
+personalidad extra&ntilde;a, sencillamente buena, tan digna de estudio en su
+candidez como otras por su originalidad o extravagancia.</p>
+
+<p>Josefina, para quien su padre era un socio del Casino que ven&iacute;a a dormir
+a casa, y que no hallaba en su madre sino la encargada de satisfacer
+fr&iacute;volos caprichos, ni ve&iacute;a en el aya m&aacute;s que una criada con vestido de
+seda, fue poco a poco acerc&aacute;ndose a L&aacute;zaro, movida simult&aacute;neamente de la
+necesidad de un amigo para su soledad, de la simpat&iacute;a que inspiraba el
+hombre y el respeto que infund&iacute;a el cl&eacute;rigo.</p>
+
+<p>Algunas ma&ntilde;anas, cuando el tibio calor primaveral parec&iacute;a reconcentrarse
+en la gran estufa de cristales que, poblada de plantas raras y
+hojarascas ex&oacute;ticas, se alzaba en el jard&iacute;n, Josefina y L&aacute;zaro se
+encontraban en ella, fij&aacute;ndose la ni&ntilde;a en las camelias que podr&iacute;a cortar
+para lucirlas a la noche, pensativo el cl&eacute;rigo en sus cavilaciones o
+abandonado a sus rezos. Atra&iacute;dos uno hacia otro, se sentaban en los
+escabeles de hierro, olvid&aacute;ndose la mujer del galanteo escuchado la
+v&iacute;spera, y el hombre del libro que le acompa&ntilde;aba. La rese&ntilde;a de un baile
+o la noticia de otro, el proyectado enlace de una amiga, un cuento de la
+villa, lo que dijo una visita, un pensamiento de caridad, serv&iacute;an de
+motivo a las conversaciones. Relegado insensiblemente a segundo t&eacute;rmino
+lo que daba margen al coloquio, el cura y la muchacha conversaban
+amigablemente, depurando, casi sin saberlo, lo que de terrenal ten&iacute;a el
+comienzo de su di&aacute;logo. Nunca bastarde&oacute; aquellos dulces esparcimientos
+cosa rayana en lo rid&iacute;culo; que ni la candidez de la mujer tocaba en la
+<i>sensibler&iacute;a</i>, ni la discreci&oacute;n del hombre llegaba a parecer afectaci&oacute;n.
+Todo era natural hasta tal punto, que si alguna vez traspusieron la
+imaginaci&oacute;n o el labio los l&iacute;mites de lo conveniente, no entendi&oacute; la
+pureza el desm&aacute;n ni pudo recogerlo la malicia. Quiz&aacute; pensando alto
+llegaron uno u otro a decir lo que hubiese parecido escabroso a un
+tercero; pero la torpeza si de sus bocas sal&iacute;a, brotaba con tal
+ingenuidad, que realmente la voluntad era tan irresponsable como la
+ignorancia. Josefina vert&iacute;a sus ideas en el &aacute;nimo de L&aacute;zaro como la
+tierra deja brotar el manantial, confiadamente, sin esfuerzo, y &eacute;l la
+escuchaba m&aacute;s cuidadoso de evitarla los errores que de confirmarla las
+verdades.</p>
+
+<p>Andando el tiempo, e intimando el trato, llegaron a sentirse atra&iacute;dos
+por la genial bondad del sacerdote cuantos habitaban la casa; pero
+siempre fue Josefina quien, verdaderamente encari&ntilde;ada con el capell&aacute;n,
+parec&iacute;a gozarse m&aacute;s en frecuentar su compa&ntilde;&iacute;a. Por su parte L&aacute;zaro
+empez&oacute; a ver en la duquesa, si no una mirada pronta a esquivar la suya,
+al menos un o&iacute;do que su dulce severidad parec&iacute;a contrariar en algo,
+notando que la gran dama, m&aacute;s hip&oacute;crita por artificio que por
+naturaleza, aunque pensaba con licencia, gustaba de aparentar recato. A
+su desmedido af&aacute;n de brillar en fiestas y saraos, a su gozo en ajar la
+vanidad de las amigas, hallaba siempre respetuoso, pero claro correctivo
+en la palabra del cura, obrando &eacute;ste tan discretamente, que sus frases
+pod&iacute;an parecer a la duquesa avisos de su propia conciencia. Si el
+sacerdote hubiera pecado de autoritario, habr&iacute;ase librado de &eacute;l
+Margarita, sin m&aacute;s que despedirle con cualquier pretexto; mas como era
+el ingenio del hombre quien obraba, dejando en la sombra su car&aacute;cter de
+cl&eacute;rigo, poca defensa cab&iacute;a en ella contra advertencias que era
+imposible haber rechazado como ataques. Hasta los criados conten&iacute;an la
+murmuraci&oacute;n soez y maliciosa cuando en sus conversaciones se pronunciaba
+el nombre de L&aacute;zaro, pues no hallando en quien le llevaba sino virtudes
+sinceras, ten&iacute;a la baja lengua que callar, aun estando tan diestra en
+maldecir.</p>
+
+<p>As&iacute; se deslizaba el tiempo para L&aacute;zaro, que, impensadamente tal vez,
+desvi&oacute; sus miradas del espect&aacute;culo del mundo para fijarlas en lo que de
+cerca le rodeaba. Hab&iacute;anselo pintado como asiento de todo error, cuando
+no es sino el campo de la batalla librada por el bien y el mal; de modo
+que al sentir herida la imaginaci&oacute;n busc&oacute; refugio a sus dolores en la
+contemplaci&oacute;n de una figura que, cruzando por su pensamiento, semej&oacute; la
+imagen del consuelo bajando a los infiernos del alma. A cada desenga&ntilde;o,
+a cada decepci&oacute;n, L&aacute;zaro cerraba los fatigados ojos, prefiriendo la
+tristeza de la sombra a los resplandores del mal, y al cerrarlos quedaba
+como fotografiada en su pupila la imagen de aquella ni&ntilde;a destinada a ser
+juntamente el m&aacute;s grato ensue&ntilde;o y la m&aacute;s horrible pesadilla de su vida.
+La buscaba sin darse cuenta de ello; la echaba de menos sin sospecharlo;
+deseaba verla y hablarla del modo indeterminado y vago con que desea la
+dicha el acostumbrado a la amargura. Las ma&ntilde;anas en el jard&iacute;n, los
+paseos en el invernadero, las tardes del lluvioso oto&ntilde;o pasadas tras los
+balcones del gabinete mirando estrellarse y correr las gotas de agua por
+los empa&ntilde;ados vidrios; las horas en que sentado a un extremo de la mesa
+ve&iacute;a trasparentarse al fondo de sus pupilas azuladas toda la ternura de
+su alma, le hac&iacute;an gozar de una manera tranquila, sin que su propia
+naturaleza varonil le llevara a pensar en otros halagos ni promesas. Se
+deleitaba en la contemplaci&oacute;n de la mujer como la fr&iacute;a estatua de una
+fuente parece recrearse entre las ondas que la ci&ntilde;en. Placer, peligro,
+dicha y dolor, todo lo ten&iacute;a a su lado; y &eacute;l, como invadido el esp&iacute;ritu
+por s&oacute;lo un impulso, no sent&iacute;a m&aacute;s que la admiraci&oacute;n de la belleza en
+lo que tiene de ideal, sin que nunca llegaran los deseos a hostigarle
+con su aliento de fuego. Sent&iacute;a lo que la pasi&oacute;n tiene de divino, sin
+que los vapores impuros de la materia mancillaran aquel placer pur&iacute;simo;
+y cual si sus ojos penetrasen hasta el fondo del alma de la mujer, sin
+detenerse a mirar el vaso que encerraba el perfume, gozaba en la
+contemplaci&oacute;n de un ideal inasequible. Si la ignorancia ten&iacute;a las alas
+cortadas al deseo o la castidad sujetaba a la naturaleza, ni &eacute;l mismo lo
+sab&iacute;a; que no sintiendo torpeza, no tuvo ocasi&oacute;n de combatirla. Pero en
+el silencio de la noche, cuando todos dorm&iacute;an, tras el bullir de las
+cenas o el traj&iacute;n de los bailes, L&aacute;zaro con la cabeza entre las manos,
+ca&iacute;do a sus pies el libro de rezo y rota la oraci&oacute;n en los labios,
+sent&iacute;a el alma movida de esos misteriosos efluvios que nunca engendra la
+piedad religiosa, porque solo brotan cuando saboreamos la esperanza de
+la propia ventura. Estremecido por el fr&iacute;o volv&iacute;a en s&iacute;. El sue&ntilde;o o el
+cansancio le rend&iacute;an luego, hundi&eacute;ndole en los abismos de la nada, y su
+imaginaci&oacute;n descansaba hasta que, al despertar, la esbelta figura de la
+ni&ntilde;a flotaba de nuevo ante sus ojos, turbando la primer plegaria del
+d&iacute;a. En m&aacute;s de una ocasi&oacute;n la Virgen grabada en el devocionario pareci&oacute;
+mover sus l&iacute;neas y alterar sus rasgos, dando al rostro divino las
+facciones de la mujer amada.</p>
+
+<p>Sus alucinaciones, aun tomando forma de impiedades, no llegaron a
+mancharse de lujuria; pero su misma voluntad, capaz de dominarlas, iba
+dejando de ser lo suficiente poderosa para evitarlas.</p>
+
+<p>Nadie, sin embargo, supo sus sufrimientos. La misma Josefina, &iacute;dolo de
+aquel culto, no sospech&oacute; que bajo la pobre sotana del capell&aacute;n de sus
+padres empezaba a realizarse el misterioso g&eacute;nesis que se cumple cuando
+el amor dice cerca de un alma:&mdash;&laquo;sea hecha la luz.&raquo;&mdash;</p>
+
+<p>Sencillo, afable, blando con los criados, respetuoso con los se&ntilde;ores,
+sin salirse de los estrechos l&iacute;mites que su car&aacute;cter de cura le marcaba,
+acab&oacute; L&aacute;zaro por ser en casa de los duques el m&aacute;s querido de cuantos la
+habitaban.</p>
+
+<p>Lo indulgente que con las culpas era, hac&iacute;a creer a los culpables que
+permanec&iacute;an sus faltas casi ignoradas, y si trataba de corregirlas,
+nunca las reprend&iacute;a ante tercero, sabiendo que nada se remedia empezando
+por lastimar el amor propio.</p>
+
+<p>Esta bondad, unida a su car&aacute;cter religioso, le daba entre las gentes de
+los Algalias una consideraci&oacute;n a que los mismos duques no pod&iacute;an
+sustraerse, viendo hermanados en L&aacute;zaro la mansedumbre del sacerdote y
+el ingenio superior del hombre. Pero quien m&aacute;s le quer&iacute;a, por ser quien
+m&aacute;s &iacute;ntimamente le trataba, era Josefina, que, sin darse cuenta de ello,
+hab&iacute;a ido poco a poco, coloquio tras coloquio y confidencia tras
+confidencia, abri&eacute;ndole el seno de su alma sin dar jam&aacute;s a conocer
+aquella inclinaci&oacute;n que lleg&oacute; a sentir, pero que no intent&oacute; definir
+nunca.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="V" id="V"></a>V.</h3>
+
+
+<p>Cuando F&eacute;lix Aldea fue presentado en casa de los Algalias, el duque le
+recibi&oacute; con la afabilidad que un caballero de su clase se cre&iacute;a obligado
+a tener con el hombre puesto en moda por la opini&oacute;n y la prensa. La
+duquesa le agasaj&oacute; con esas distinciones que guarda la mujer bonita para
+quien rinde pleito homenaje a su hermosura, y Josefina, acostumbrada a
+la trivial conversaci&oacute;n de gomosos insulsos, sinti&oacute; hacia &eacute;l profunda
+simpat&iacute;a. Viendo en F&eacute;lix un muchacho cort&eacute;s sin afectaci&oacute;n, galante
+sin lisonja, discreto sin esfuerzo, que sab&iacute;a hablar de cosas serias sin
+hacerse enojoso, ser franco sin parecer hip&oacute;crita, y compar&aacute;ndole
+involuntariamente con los dem&aacute;s que la cortejaban, result&oacute; de aquel
+paralelo que la muchacha lleg&oacute; a preferirle cuando ya en su alma, sin
+que ella lo advirtiera, penetraron las sensaciones que al amor preceden,
+al modo que en una habitaci&oacute;n cerrada se deslizan las primeras
+claridades del d&iacute;a.</p>
+
+<p>Aquella especie de amistad severa y dulce, al mismo tiempo que un&iacute;a a
+Josefina con el cura, la sirvi&oacute; para una trasformaci&oacute;n extra&ntilde;a; pero lo
+que L&aacute;zaro hab&iacute;a provocado en la ni&ntilde;a, m&aacute;s que una trasformaci&oacute;n era el
+desarrollo de cuanto fecundo puede haber en el coraz&oacute;n humano.
+Poni&eacute;ndola en condiciones de distinguir, casi intuitivamente, lo bueno
+de lo malo, cumpli&oacute; la preparaci&oacute;n necesaria en ella para apreciar la
+diferencia que exist&iacute;a entre hombres como F&eacute;lix Aldea y caballeretes
+como los que hasta entonces hab&iacute;a tratado. Con todo lo que de L&aacute;zaro
+escuch&oacute;, de sus instintos, sentimientos, ideas, y juicios, se form&oacute;
+Josefina una imagen que, sin reflejarse en su fantas&iacute;a por entero, ni
+llegar a personificarse en una figura, prest&oacute; a las impresiones la
+suficiente cohesi&oacute;n para engendrar la aspiraci&oacute;n indeterminada de un
+ideal en que se daban juntas y cumplidas las buenas cualidades del cura
+y las promesas de futura dicha, ya evocadas en el coraz&oacute;n de la mujer.
+Para realizarlas estaba L&aacute;zaro incapacitado. Ni por un momento cupo en
+Josefina la idea de que coexistieran en &eacute;l las dos personalidades de
+hombre y sacerdote; pero cuanto se desprend&iacute;a de su trato vino a formar
+algo como la f&oacute;rmula de la ventura so&ntilde;ada, la profec&iacute;a desinteresada de
+bienes que &eacute;l no podr&iacute;a otorgar, pero que en &eacute;l estaban visibles a los
+sentidos, aunque negados para siempre a la posesi&oacute;n o al goce. &Eacute;l fue el
+primero en guiar a la virgen por los misteriosos senderos que llevan de
+la pureza a la ignorancia y de la ignorancia a la curiosidad, haci&eacute;ndola
+salvar con la imaginaci&oacute;n el l&iacute;mite marcado a la candidez por la
+sospecha, infiltrando, sin saberlo, en el esp&iacute;ritu de la ni&ntilde;a esa
+inquietud secreta que dan las grandes crisis de la vida. Todo aquello
+con que L&aacute;zaro la hab&iacute;a moralmente seducido, lo superior de su
+inteligencia, la atracci&oacute;n sobre ella ejercida, cuanto &eacute;l discurr&iacute;a y la
+daba expresado en frases de sencillez grandiosa, el inconsciente empe&ntilde;o
+con que dej&oacute; entreabrirse los senos de su alma para que ella viese clara
+la poes&iacute;a del bien y del amor, contribuyeron a que Josefina, llevando a
+otro sus miradas, se fingiera un espejismo moral en que objetiv&oacute; sus
+ilusiones, llegando a concebir una entidad en que palpitaron vivas
+todas aquellas perfecciones que la sotana del cura hac&iacute;a est&eacute;riles.
+L&aacute;zaro fue el eslab&oacute;n a cuyo roce salta la chispa de que otro se
+aprovecha.</p>
+
+<p>A poco de frecuentar Aldea la casa de los duques, empez&oacute; a dibujarse la
+&iacute;ndole del afecto que inspir&oacute; a cada uno de los tres individuos de la
+familia. El duque, en un principio ceremoniosamente obsequioso con la
+trivial cortes&iacute;a del caballero que se complace viendo en su casa al
+personaje del d&iacute;a, pens&oacute; luego que bien pudiera serle &uacute;til en el
+porvenir la amistad de aquel hombre nacido apenas a la vida p&uacute;blica, y
+objeto ya de tantas conversaciones. Su propio valer y la suerte de su
+partido, la fortuna o la casualidad, pod&iacute;an alzarle a una posici&oacute;n en
+que su influjo fuese halago para la vanidad, o mina para la codicia. Y
+el duque era de los que, llevando previsoramente muy lejos sus ideas,
+echan cuentas sobre lo que pueden producirlos amigos. No ignoraba que
+todo hombre es &uacute;til en alg&uacute;n momento de su vida, y que ese es el
+instante que debe aprovecharse. Pens&oacute; en la senadur&iacute;a, y a&ntilde;adi&oacute; para sus
+adentros:&mdash;&iexcl;Qui&eacute;n sabe!&mdash;Desde que tal idea cruz&oacute; por su mente, le
+empez&oacute; a distinguir sobremanera; dej&oacute; de llamarle Aldea, y tom&oacute; la
+costumbre de llamarle F&eacute;lix.</p>
+
+<p>La duquesa, que al principio no sinti&oacute; hacia &eacute;l sino la gratitud innata
+de la hermosura para la galanter&iacute;a, fue apreci&aacute;ndole luego como uno de
+esos hombres peligrosos con quienes la coqueter&iacute;a de la mujer hace el
+papel expuesto de la imprudencia asomada a un abismo. La perspicacia de
+la dama, avezada a la lucha de la audacia contra la belleza, adivin&oacute; en
+&eacute;l un adversario terrible si llegase a atacarla. Pero nadie not&oacute; que
+Aldea la cortejase. Sus conversaciones ten&iacute;an ese car&aacute;cter de afectada
+cordialidad que da barniz de amistad al trato de personas indiferentes;
+sus amables futilidades parec&iacute;an exigencias del c&iacute;rculo que frecuentaba;
+sus galanter&iacute;as imposici&oacute;n trazada por la teatral urbanidad de los
+salones. Tal vez a solas se entretuvieron en discreteos peligrosos, pero
+nadie lleg&oacute; a pensar mal; ni la expresi&oacute;n de lo que &eacute;l dec&iacute;a daba lugar
+a sospecha, ni la manera de escucharle ella significaba disimulada
+alegr&iacute;a. Tal vez en medio de una fiesta, muellemente sentada la duquesa,
+vuelto hacia atr&aacute;s el rostro, recat&aacute;ndose entre el plumaje de su abanico
+y apoyado &eacute;l en el respaldo del sill&oacute;n que ella ocupaba, se encontrasen
+una sonrisa y una frase, como se encuentran el delito y su precio; pero
+el descuido, si lo hubo, de nadie fue notado; quedaron secretos los
+latidos que hicieron levantarse el raso a impulso del coraz&oacute;n, y qued&oacute;
+ignorada la secreta alegr&iacute;a de quien lo hizo palpitar. Quiz&aacute; si se
+acercaron fue impelidos por la embriaguez que se apodera de los nervios
+bajo la letal influencia de la viciada atm&oacute;sfera que forman las mentiras
+o&iacute;das, los perfumes aspirados y los resplandores que deslumbran; fueron
+como la rama que se inclina sobre el r&iacute;o mientras la violencia de la
+corriente alza la superficie del agua, sin que pueda notarse si los
+tallos la buscan, o es ella la que sube hasta manchar sus hojas.</p>
+
+<p>Nada hab&iacute;a en ellos que autorizase al mundo para suponerles unidos por
+un lazo m&aacute;s estrecho que el de la superficial amistad engendrada con el
+trato del medio social en que viv&iacute;an. Exist&iacute;an en cambio poderosos
+indicios para suponer que, si alg&uacute;n exceso de galanter&iacute;a mostraba F&eacute;lix
+Aldea hacia Margarita de Algalia, no eran enteramente desinteresadas sus
+intenciones. Cuando se le ve&iacute;a hablando; embelesado con Josefina, los
+ojos recre&aacute;ndose en la contemplaci&oacute;n de su belleza, mudo y como absorto
+unas veces, animado otras hasta la locuacidad, comprend&iacute;ase el por qu&eacute;
+de tales dulzuras y complacencias para con la madre de aquel tesoro de
+discreci&oacute;n y hermosura. La solicitud con que a la duquesa atend&iacute;a, se
+explicaba por el af&aacute;n de acercarse a su hija. Tratando de hacerse
+agradable a Margarita, parec&iacute;a solicitar la venia para otros di&aacute;logos en
+que de antemano era la pl&aacute;tica tenida por m&aacute;s dulce y amena, pues
+Josefina cada vez se le mostraba m&aacute;s propicia.</p>
+
+<p>Era la vez primera que Josefina escuchaba con gusto las frases galantes
+y las palabras cari&ntilde;osas de un hombre. Cuantos hasta entonces la
+cortejaron, no supieron disimular bien el impulso que les animaba; unos
+s&oacute;lo vieron en ella lo que inmoral y descaradamente se llama <i>un buen
+partido</i>; otros la esperanza de satisfacer con sus amores una vanidad
+pueril. Las pretensiones de aqu&eacute;llos fueron siempre rechazadas con
+repugnancia; las de &eacute;stos miradas con desprecio. Josefina, incapaz de
+querer a nadie interesadamente, no admit&iacute;a la idea de ser ambicionada
+por su oro, y sobrado discreta para confundir pruebas de amor con
+requiebros de sal&oacute;n, desoy&oacute; igualmente a los que pretend&iacute;an su mano por
+su dinero y a los deseosos de preferencias en que fundar vanidades. Ni
+quiso prestarse a ser inerte objeto de un contrato, ni pudo o&iacute;r con
+agrado las frases triviales, mejor o peor dichas, pero siempre falsas,
+con que el hombre pretende atraerse sonrisas y provocar miradas que
+pueda pregonar como favores. Cuando puesta en contacto con F&eacute;lix Aldea
+apreci&oacute; su valer y not&oacute; su inclinaci&oacute;n por ella, se fij&oacute; primero, pens&oacute;
+despu&eacute;s, vacil&oacute; luego, y finalmente lleg&oacute; a decirse que aquel hombre
+joven y juicioso, hermoso y varonil, obsequioso sin afectaci&oacute;n, galante
+sin lisonja, era quien mejor merec&iacute;a, si no su amor, al menos aquella
+simpat&iacute;a que la mujer dispensa como pr&oacute;logo de m&aacute;s dulces concesiones.
+Tal vez cre&iacute;a verle demasiado engolfado en sus aficiones pol&iacute;ticas; no
+se ocultaba a sus ojos que absorbido por la vida p&uacute;blica, la tranquila
+dicha del hogar ser&iacute;a en su existencia lo secundario; pero tambi&eacute;n
+apreciaba claramente la diferencia inmensa entre un hombre que daba el
+pensamiento a trabajos de gloria y los figurines movibles que hasta
+entonces la rodearon. Cuando, cansado por las luchas del mundo o abatido
+por los reveses de la suerte, F&eacute;lix buscara en el hogar fuerzas y
+consuelos, ella, con los brazos abiertos, le brindar&iacute;a reposo, y con sus
+frases de cari&ntilde;o le infundir&iacute;a esa fe que el temple de las grandes almas
+sabe trocar en energ&iacute;a. Cuando la r&aacute;pida pulsaci&oacute;n de la impaciencia
+atormentara sus esperanzas, palpitar&iacute;a tambi&eacute;n con ellas; la alegr&iacute;a de
+los triunfos ser&iacute;a para ambos, y la gloria que se conquistase para &eacute;l
+s&oacute;lo. Ella se contentar&iacute;a con un beso el d&iacute;a de las victorias,
+endulzar&iacute;a con una frase las amarguras, y lejos de pensar que el
+matrimonio es <i>el ego&iacute;smo de dos</i>, sus ensue&ntilde;os de ventura se lo hicieron
+vislumbrar como la abnegaci&oacute;n de uno solo.</p>
+
+<p>Josefina no amaba todav&iacute;a a F&eacute;lix. Ni le conoc&iacute;a lo suficiente para
+cifrar en &eacute;l todas sus esperanzas, ni la hab&iacute;a tampoco hablado en esos
+t&eacute;rminos que hacen rec&iacute;proca la ternura. Sus finezas y palabras amables
+no fueron nunca lo suficiente expl&iacute;citas para provocar respuestas
+claras: &eacute;l no parec&iacute;a poner empe&ntilde;o en obtenerlas; ella, sin acertar a
+desearlas, las tem&iacute;a, pues si las conversaciones con Aldea pudieron
+servirla como medida de su valer, no conoc&iacute;a bastante su car&aacute;cter para
+fiarse de &eacute;l. Su trato le parec&iacute;a cada vez m&aacute;s ameno, mayor su ingenio;
+pero no dejaba de observar que en todas sus conversaciones se quedaba
+siempre corto, temeroso de pronunciar palabra en extremo arriesgada,
+cuidando de evitar frases que no pudiera recoger. La perspicacia mujeril
+la prest&oacute; adivinaci&oacute;n, y la ni&ntilde;a fue advirtiendo que aquel hombre ten&iacute;a
+repartido su coraz&oacute;n entre un amor naciente y otro sentimiento m&aacute;s vivo,
+m&aacute;s avasallor y poderoso.</p>
+
+<p>Aldea no perd&iacute;a ocasi&oacute;n de dar a entender en p&uacute;blico su amor por
+Josefina: en las recepciones de su casa, en bailes, teatros y saraos se
+complac&iacute;a en mirarla de ese modo que, prodigando expresi&oacute;n a las
+pupilas, entera a las gentes de lo que uno calla. No se recataba para
+decir a quien quisiera o&iacute;rselo que con ella ser&iacute;a feliz; a nadie lleg&oacute; a
+permanecer oculta aquella inclinaci&oacute;n. La familia de Josefina se enter&oacute;
+de todo antes que los extra&ntilde;os, y si la madre no procur&oacute; evitarlo, el
+duque tampoco dio a la cosa gran importancia. Su hija era joven, rica y
+hermosa: nada ten&iacute;a de particular que gustara a los hombres: F&eacute;lix Aldea
+era uno m&aacute;s.</p>
+
+<p>S&oacute;lo la interesada reflexionaba sobre su propia situaci&oacute;n, y a pesar de
+la atracci&oacute;n de que se sent&iacute;a pose&iacute;da, procuraba dominarse, ver claro y
+leer en el coraz&oacute;n de aquel hombre.</p>
+
+<p>Sin bastante conocimiento del mundo ni experiencia para explorar a F&eacute;lix
+provocando atrevidamente explicaciones francas que pudieran ser
+indecorosas; sin coqueter&iacute;a que desconcert&aacute;ndole le hiciera venderse,
+Josefina sinti&oacute; la falta de un alma amiga, leal, inteligente, franca,
+que aconsejara su incertidumbre y gobernara su timidez convirtiendo la
+misma debilidad en arma poderosa. Aunque obcecada con dificultades y
+dudas, a fuerza de pensar en su situaci&oacute;n respecto de aquel hombre,
+crey&oacute; ver determinado y fijo el rasgo que caracterizaba su extra&ntilde;a
+situaci&oacute;n. Cuando Aldea la ten&iacute;a en p&uacute;blico cerca de s&iacute;, hac&iacute;a marcados,
+aunque discretos, esfuerzos porque le vieran enamorado de ella; pero
+cuando aparte y juntos pod&iacute;a hablarla sin testigos, callaba, o daba a la
+conversaci&oacute;n los giros rebuscados de una tranquilidad afectada, huyendo
+cobardemente toda explicaci&oacute;n. &iquest;Era esto el miedo natural de quien,
+deseando una dicha, vacila en pedirla temiendo escucharla negada o era
+un modo de implorar piedad? Con esta duda tropezaba Josefina al fin de
+todas sus cavilaciones.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="VI" id="VI"></a>VI.</h3>
+
+
+<p><span class="smcap">Lleg&oacute;</span> el d&iacute;a del santo de la duquesa, y, como de costumbre, se festej&oacute;
+en familia con una comida, que si ten&iacute;a sus puntas y ribetes de
+pretencioso convite, no carec&iacute;a de cierto aspecto de intimidad, pues
+s&oacute;lo asistieron a ella los m&aacute;s asiduos amigos de la casa, F&eacute;lix Aldea
+entre ellos, y el joven pero venerable capell&aacute;n.</p>
+
+<p>Esmer&aacute;ronse en prepararlo todo los criados, inspeccion&aacute;ndolo
+cuidadosamente el mayordomo, y a la hora fijada estaba puesta la mesa
+de tal suerte, que juntamente daba muestra de la calidad de los due&ntilde;os y
+del esmero de la servidumbre.</p>
+
+<p>Un manojo de flores, presas en rico vaso de Bohemia, ocupaba el centro:
+la cubr&iacute;an blanqu&iacute;simos lienzos de letras y escudos primorosamente
+bordados; reluc&iacute;a sobre ellos la limpia plata; puestas en trasparentes
+platos acusaban las frutas con sus aromas su completa saz&oacute;n; a las copas
+de diversas formas y tama&ntilde;os esperaban los m&aacute;s preciados vinos, y la
+tranquila luz de las l&aacute;mparas iluminaba aquella lujosa sencillez,
+mientras s&oacute;lo el continuo tic-tac del reloj romp&iacute;a el silencio del
+comedor, como llamando a convidados y due&ntilde;os. O&iacute;anse por las
+habitaciones inmediatas, a un lado el murmullo de la conversaci&oacute;n
+pausada de los que esperaban, a otro el ruido que produc&iacute;an con sus
+&uacute;ltimos preparativos los criados. Poco despu&eacute;s fueron tomando asiento
+los escogidos que hab&iacute;an de disfrutar con los duques el grato e &iacute;ntimo
+solaz que ofrec&iacute;a aquella fiesta de familia.</p>
+
+<p>Las personas convidadas eran pocas, pero dignas de ser citadas. Adem&aacute;s
+de Aldea, puesto no se sabe por qu&eacute; previsora disposici&oacute;n a la izquierda
+de Margarita, estaban cuatro se&ntilde;oras y dos caballeros. La condesa de
+Busdonguillo, dama elegant&iacute;sima al presente, en otros tiempos se&ntilde;orita
+cursi de las que pasan las primaveras en el Retiro, los veranos en el
+Prado y los inviernos en torno de una camilla con l&aacute;mpara de petr&oacute;leo
+haciendo flores de trapo o redondeles de <i>crochet</i>, mientras alguno de
+los presentes cuenta lo que en la corte se dice cuidando de disfrazar la
+cr&oacute;nica escandalosa de modo que no dejen de enterarse las ni&ntilde;as de la
+casa. Conoci&oacute; al conde cuando &eacute;ste acababa de perder a sus padres; se
+dej&oacute; abrazar varias veces en la penumbra de un pasillo, neg&aacute;ndole
+siempre otros favores; y un d&iacute;a, entre los enojos de una sesi&oacute;n de celos
+y las alegr&iacute;as de una reconciliaci&oacute;n, hizo que su madre dijese al
+muchacho: &laquo;Pronto nos dar&aacute;n Vds. un buen d&iacute;a.&raquo; Poco despu&eacute;s de la boda
+el conde tir&oacute; por un lado, la mujer por otro, y hoy viven en la mejor
+armon&iacute;a, ella disponiendo <i>sus martes</i>, y &eacute;l amueblando casa distinta
+cada a&ntilde;o a una traviata de moda.</p>
+
+<p>Frente a esta, para mortificarla con el espect&aacute;culo de su lujo,
+colocaron a la se&ntilde;ora de Alzaola, hija de una nobil&iacute;sima familia que se
+vio obligada a casarla con un pollo imberbe, gracias a no se sabe qu&eacute;
+cuentos y calumnias, seg&uacute;n los cuales la ni&ntilde;a tuvo que ausentarse un a&ntilde;o
+de la corte para pasarlo en compa&ntilde;&iacute;a de una t&iacute;a pobre que viv&iacute;a en un
+cortijo de Andaluc&iacute;a. Cuando, trascurridos dos a&ntilde;os, el matrimonio
+volvi&oacute; a Madrid, trajo en su compa&ntilde;&iacute;a un precioso ni&ntilde;o, que muri&oacute; poco
+despu&eacute;s de garrotillo mientras su madre estaba en un baile. En la
+actualidad la se&ntilde;ora de Alzaola es individua de varias juntas de
+beneficencia, hace con frecuencia donativos de consideraci&oacute;n que
+anunc&iacute;an los peri&oacute;dicos, y suele mandar que paguen a su lavandera con
+bonos de los que el Ayuntamiento distribuye a los pobres.</p>
+
+<p>Otra de las invitadas era Pura Menguado, una casi ni&ntilde;a, de diez y nueve
+a&ntilde;os, sobrina de la condesa de Busdonguillo. Ten&iacute;a el pelo de un negro
+azulado por lo intenso, el rostro de una palidez clor&oacute;tica, los p&oacute;mulos
+salientes, algo ca&iacute;dos los labios, y los ojos de un mirar despreciativo
+y l&aacute;nguido como de hero&iacute;na de novela que no ha encontrado todav&iacute;a su
+ideal en la tierra. Se levantaba a las tres, almorzaba, iba en coche a
+paseo, se vest&iacute;a a las ocho para comer, volv&iacute;a a vestirse a las nueve
+para ir a la &oacute;pera, engalan&aacute;base de nuevo para dar una vuelta por alg&uacute;n
+sal&oacute;n de buen tono, regresaba a su casa a las cuatro, se empapaba en la
+lectura de novelas francesas hasta las ocho, y dorm&iacute;a hasta la hora de
+levantarse para repetir las mismas operaciones. Pura, que era renombrada
+por su estranjerismo en el vestir, aquel d&iacute;a llevaba un vestido de raso
+negro de mangas cortas muy ce&ntilde;ido y muy largo con volantes de ancho
+encaje azul, un collar de perlitas, medias de seda negra, zapatos de
+raso claro con la punta algo encorvada, y el pelo, recogido a la
+<i>vierge</i>, salpicado entre los rizos de alfileritos con cabeza de
+brillante.</p>
+
+<p>La cuarta se&ntilde;ora era la generala viuda de Pillote. Tendr&iacute;a cincuenta
+a&ntilde;os, pero a media luz representaba treinta y cinco; estaba hac&iacute;a tiempo
+en relaciones con otro general a quien el difunto leg&oacute; sus placas en
+prueba de buena amistad; se dedicaba mucho a las cosas de iglesia,
+bac&iacute;a novenas, y creyendo que esto no pod&iacute;a ya ponerla en rid&iacute;culo,
+vest&iacute;a im&aacute;genes. Despu&eacute;s del general, sus pasiones eran las amigas a
+quienes siempre aconsejaba lo mejor y las conversaciones en que se
+hablaba del decoro.</p>
+
+<p>Los hombres merecen p&aacute;rrafo aparte.</p>
+
+<p>Don Juan del Cup&oacute;n era un se&ntilde;or muy rico, asociado con un marqu&eacute;s que no
+lo era menos, para prestar dinero a menores con escrituras de dep&oacute;sito
+como garant&iacute;a. Cuando los muchachos que recib&iacute;an el pr&eacute;stamo no se
+pegaban un tiro y sus padres se ve&iacute;an amenazados por la deshonra, el
+se&ntilde;or de Cup&oacute;n transig&iacute;a el asunto, viniendo siempre a quedaren sus
+garras el sesenta por ciento al a&ntilde;o. Fue diputado de una mayor&iacute;a
+conservadora, y contribuy&oacute; poderosamente a varias peregrinaciones
+cat&oacute;licas.</p>
+
+<p>Arturito Galeolo era un chico que frecuentaba las mejores casas y las
+peores mujeres de la corte: ten&iacute;a dos hermanas jamonas muy guapas,
+extravagantes en el vestir, de conducta dudosa y a quienes acompa&ntilde;aba a
+todas partes. Puede decirse que no ten&iacute;a personalidad propia: todo el
+mundo le llamaba del mismo modo: &laquo;el hermano de <i>la pareja</i>;&raquo; nombre con
+que Madrid entero designaba aquellas elegantes y ex-j&oacute;venes se&ntilde;oritas.</p>
+
+<p>El &uacute;ltimo convidado de los duques era un antiguo periodista amadamado y
+maldiciente; ducho en dos especialidades, merced a las que viv&iacute;a
+haci&eacute;ndose lado por doquiera. Pose&iacute;a un repertorio complet&iacute;simo de
+narraciones de disgustos dom&eacute;sticos entre lo m&aacute;s acomodado de la
+sociedad, que se complac&iacute;a en contar oportunamente, y escrib&iacute;a revistas
+de bailes, detallando los trajes y prendidos de las damas. Llevaba las
+patillas te&ntilde;idas de rubio y afeitado el bigote, que empezaba
+descaradamente a blanquear. Dec&iacute;an las gentes que algunas encopetadas
+se&ntilde;oras le hab&iacute;an pagado con dulzuras infinitas, m&aacute;s que los elogios
+para ellas, las censuras para otras. Ten&iacute;a, adem&aacute;s, otra particularidad:
+recib&iacute;a toda su correspondencia en la redacci&oacute;n; no se pudo averiguar
+d&oacute;nde viv&iacute;a; se lleg&oacute; a sospechar que ten&iacute;a en una buhardilla una mala
+cama, un gran lavabo con muchos frascos, tintes, pomadas o cosm&eacute;ticos, y
+una percha cargada de ropa; pero nadie logr&oacute; poner en claro la verdad.</p>
+
+<p>Sent&aacute;ronse los duques con sus comensales, ateni&eacute;ndose m&aacute;s a la confianza
+que a la etiqueta, y se comi&oacute; luego como se com&iacute;a en aquella casa cuya
+mesa era uno de los mejores altares que pudo desear la gula. Mucho
+permit&iacute;a su riqueza a los de Algalia; pero m&aacute;s val&iacute;a su exquisito modo
+de elegir: eran de los pocos que saben comer, cosa harto dif&iacute;cil de
+aprender, porque s&oacute;lo a gente rica est&aacute; reservada su ense&ntilde;anza.</p>
+
+<p>La conversaci&oacute;n, general o limitada a peque&ntilde;os grupos, versaba sobre
+todo aquello que sin ofensa pod&iacute;a decirse ante una ni&ntilde;a como Josefina y
+un cl&eacute;rigo como L&aacute;zaro; pues si ella conten&iacute;a la libre lengua cortesana
+con su aspecto de pureza, bien se echaba de ver que el cura era un cura
+digno de sentarse donde cualquier grande o virtuoso se sentara.</p>
+
+<p>Pasando de unas cosas a otras, se lleg&oacute; en la conversaci&oacute;n a lo que era
+objeto de diversos comentarios por aquellos d&iacute;as: el estreno de un drama
+de esa escuela que, inspirada en la realidad, lleva a la escena nuestra
+propia vida y nuestras miserias; haciendo al teatro espejo donde las
+im&aacute;genes que se mueven en la acci&oacute;n fingida, sean, seg&uacute;n su virtud o su
+torpeza, ejemplo de unos y escarmiento de otros. Serv&iacute;a de base al drama
+el manoseado problema de la falsa posici&oacute;n creada por la sociedad al
+hijo natural, y el autor atacaba duramente ciertas hipocres&iacute;as, que
+podr&iacute;an ser rid&iacute;culas sino tuvieran marcado car&aacute;cter de intransigencias
+odiosas.</p>
+
+<p>La generala Pillote se mostr&oacute; desde luego partidaria del perd&oacute;n. La de
+Alzaola sostuvo que la mujer que faltaba era porque quer&iacute;a faltar, idea
+que hizo sonre&iacute;r a algunos de los presentes. Purita Menguado se
+deleitaba oyendo todo aquello que ten&iacute;a todav&iacute;a en cierto modo para ella
+el encanto de lo desconocido; y digo en cierto modo, porque era una de
+esas ni&ntilde;as v&iacute;rgenes que nada ignoran te&oacute;ricamente, esforz&aacute;ndose en
+discurrir cu&aacute;l ser&aacute; en la pr&aacute;ctica la aplicaci&oacute;n de sus conocimientos
+poco castos. La de Busdonguillo callaba y com&iacute;a, no porque se acordara
+de que nadie puede tirar la primera piedra, sino considerando
+oportunamente que hay casas con tejado de vidrio.</p>
+
+<p>Menos Josefina, que no pod&iacute;a explicarse todo el alcance de la
+conversaci&oacute;n, todos tomaron parte en ella: mostrando su opini&oacute;n unos
+acaloradamente, con tibieza otros, como quien ignora la de los due&ntilde;os de
+la casa y no quiere desagradar; este hablando en nombre de la moral
+ultrajada, y aqu&eacute;l tratando de darse por ingenioso, mientras alguno
+com&iacute;a en silencio, ri&eacute;ndose para sus adentros en general de la virtud, y
+en particular de los virtuosos. Guardaba silencio la duquesa, que, como
+mujer <i>de mucho mundo</i>, sab&iacute;a los peligros que rodean a su sexo, y
+callaba tambi&eacute;n el cura, pensando que era excusado hablar cuando todos
+deb&iacute;an suponer que s&oacute;lo en nombre de la misericordia podr&iacute;a hacerlo. La
+conversaci&oacute;n qued&oacute; limitada al duque y F&eacute;lix Aldea: el primero, apurando
+cuantos lugares comunes y frases hechas acoge la intransigencia
+disfrazada de moralidad, repet&iacute;a los argumentos ideados por todos los
+que, afectando desconocer el origen de muchas faltas, son exigentes
+para que se les tenga por justos. Aldea, con animada frase, dec&iacute;a que la
+madre es disculpable muchas veces, y los hijos inocentes siempre. Con
+sencillas razones, sin artificio ni esfuerzo, demostraba que la
+severidad en las costumbres no debe ser rayana en la crueldad, y que,
+como m&aacute;s consolador, deb&iacute;a preferirse el perd&oacute;n al desd&eacute;n con que suelen
+mirarse en el mundo faltas que tienen mucho de desgracias. Defend&iacute;ase y
+alzaba el duque la voz como aquel a quien van faltando armas;
+respond&iacute;ale F&eacute;lix tranquilo, al parecer, pero en el fondo con inter&eacute;s
+vehemente, hasta que el duque, formulando torpe y rudamente su modo de
+pensar, exclam&oacute;:</p>
+
+<p>&mdash;Quiz&aacute; tenga usted raz&oacute;n. Convengo en que el perd&oacute;n es muy cristiano y muy
+humanitario el olvido; pero yo no dar&iacute;a nunca una hija m&iacute;a a un hombre
+nacido en tales condiciones.</p>
+
+<p>Si alguien hubiera tenido entonces fija la vista en el rostro de F&eacute;lix,
+le hubiera visto demudarse; pero nadie not&oacute; que aquel hombre frunciera
+un instante el entrecejo, mordi&eacute;ndose los labios, como para no decir lo
+que desde el fondo de la conciencia les mandaba la dignidad ultrajada.
+Solamente la duquesa, que oy&oacute; la frase de su marido, se conmovi&oacute;; pero
+supo callar, comprendiendo que hab&iacute;a escuchado una torpeza irremediable.</p>
+
+<p>Aldea se content&oacute; con dar por terminada la discusi&oacute;n, y acab&oacute; de tomar
+tranquilamente su caf&eacute;, limit&aacute;ndose a decir:</p>
+
+<p>&mdash;Estoy seguro, se&ntilde;or duque, de que nuestro querido don L&aacute;zaro ser&iacute;a
+menos cruel que usted</p>
+
+<p>&mdash;El capell&aacute;n no es aqu&iacute; buen juez,&mdash;replic&oacute; Algalia,&mdash;ni puede entender
+de esto, porque no puede tener hijos.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro call&oacute;. Levant&aacute;ronse todos de la mesa, y no se habl&oacute; m&aacute;s; pero un
+momento despu&eacute;s, Aldea, visiblemente conmovido, llev&oacute; al duque hasta el
+hueco de un balc&oacute;n, y all&iacute;, sin ser o&iacute;do de nadie, al mismo tiempo que
+sacaba un pliego del bolsillo, le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Hace tiempo que deseaba probar a usted mi buena amistad. Aprovech&aacute;ndome
+de la influencia de mis amigos, he conseguido para usted esta distinci&oacute;n:
+al pisar por &uacute;ltima vez su casa, he venido con el prop&oacute;sito de aumentar
+en algo las alegr&iacute;as de este d&iacute;a; y usted, en cambio, acaba de ofenderme
+desapiadadamente: soy hijo natural.</p>
+
+<p>Y separ&aacute;ndose con rapidez de Algalia, que maquinalmente hab&iacute;a recogido
+el pliego, estrech&oacute; la mano a la duquesa, que intent&oacute; en vano detenerle,
+salud&oacute; al cura, hizo a los restantes una inclinaci&oacute;n de cabeza, mirando
+profundamente a Josefina, extra&ntilde;ada de tan repentina despedida; sali&oacute;
+del comedor, cruz&oacute; las salas, y un momento despu&eacute;s el portero,
+descubri&eacute;ndose respetuosamente, le abr&iacute;a la lujosa verja del parque.</p>
+
+<p>El duque, at&oacute;nito, no sab&iacute;a lo que le pasaba: abri&oacute; el pliego, y no
+pudo, al leerlo, contener un estremecimiento de gozo: era la realizaci&oacute;n
+de su sue&ntilde;o de oro. Su nombramiento de senador vitalicio: al pi&eacute; del
+documento se le&iacute;a la siguiente firma:</p>
+
+<p><i>Yo el rey</i>.</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Margarita,&mdash;dijo en voz baja, tendiendo el pliego a la duquesa y
+su hija;&mdash;ven, hija m&iacute;a. Aldea me ha dado este papel, y se ha marchado,
+dici&eacute;ndome que le hab&iacute;a ofendido.</p>
+
+<p>Y mientras los circunstantes se miraban unos a otros, el duque, pose&iacute;do
+de una sorpresa inconcebible, sin darse exacta cuenta de lo sucedido,
+atento s&oacute;lo a su propio regocijo, le&iacute;a y rele&iacute;a el nombramiento por cima
+de las hermos&iacute;simas cabezas de su esposa y su hija. La duquesa,
+apartando cari&ntilde;osamente a la ni&ntilde;a y recat&aacute;ndose de ser o&iacute;da, asi&oacute; a su
+marido fuertemente del brazo, dici&eacute;ndole:</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; has hecho? Aldea es hijo natural.</p>
+
+<p>&mdash;Pero este nombramiento,&mdash;repuso Algalia, a quien por el momento s&oacute;lo
+pod&iacute;a preocupar su senadur&iacute;a,&mdash;&iquest;qu&eacute; quiere decir, a qu&eacute; viene darme tan
+gran prueba de afecto?</p>
+
+<p>&mdash;F&eacute;lix est&aacute; enamorado de Josefina,&mdash;contest&oacute; Margarita.</p>
+
+<p>De all&iacute; a poco los convidados fueron desfilando repletos de buenos
+manjares y llenos de curiosidades: ellos saboreando el aromoso veguero,
+y ellas hablando de los trajes de la duquesa y su hija. Si alguno
+callaba, era porque lo mal que diger&iacute;a no le dejaba murmurar de lo bien
+que hab&iacute;a comido.</p>
+
+
+<h3><a name="VII" id="VII"></a>VII.</h3>
+
+
+<p>Tal fue la sorpresa del duque a consecuencia de lo ocurrido, que s&oacute;lo
+despu&eacute;s de algunas horas, y tras larga conversaci&oacute;n con su mujer, lleg&oacute;
+a convencerse de dos cosas: era senador vitalicio por nombramiento real,
+y, sin saberlo, hab&iacute;a ofendido gravemente al hombre que le encumbraba.</p>
+
+<p>Ambos esposos se preocuparon seriamente. El marido experimentaba
+impresiones contrarias; sent&iacute;a el regocijo &iacute;ntimo del orgullo
+satisfecho, y al mismo tiempo, no acabando de comprender c&oacute;mo Aldea le
+hab&iacute;a podido elevar hasta ser <i>pater patrie</i>, sent&iacute;a vagamente el
+disgusto de tener que agradecer a tal hombre, a un cualquiera, tama&ntilde;a
+honra. En cuanto a lo del agravio inferido, no pod&iacute;a Algalia explicarse
+satisfactoriamente por qu&eacute; se hab&iacute;a ofendido F&eacute;lix por una frase dicha
+con cierto car&aacute;cter de generalidad.</p>
+
+<p>La mujer se mostraba pesarosa en extremo; parec&iacute;a dolerse tambi&eacute;n de
+tener que manifestarse agradecida a quien consideraba inferior a su
+casa; calculaba la ofensa hecha a F&eacute;lix, y, sobre todo, no perd&iacute;a
+ocasi&oacute;n de repetir a su marido que Aldea estaba enamorado de Josefina. A
+pesar de todo, el disgusto tom&oacute; en Margarita un aspecto distinto del que
+pudieran prestarle tales consideraciones. Ni el orgullo, que cre&iacute;a
+rebajado por la persona que hac&iacute;a el favor, ni la contrariedad de ver
+ofendida a esa misma persona, eran motivos bastantes a justificar su
+mal humor. Limitose, con respecto a sumando, a llamarle torpe y
+hablador, indicando ligeramente la idea de un desagravio, tanto menos
+doloroso, cuanto que Aldea no hab&iacute;a recogido p&uacute;blicamente la ofensa;
+pero luego, a solas, con el ce&ntilde;o adusto y la mirada triste, abr&iacute;a a su
+mortificaci&oacute;n libre salida, dando desahogo a su pena; arrojaba con
+desprecio sus alhajas en el sortijero: al no hallar lo que buscaba,
+cerraba con fuerza los cajoncitos de sus mueblecillos maqueados; recog&iacute;a
+como con ira el abanico escurrido hasta la alfombra desde su falda de
+seda, y, al verlo en sus manos, met&iacute;a distra&iacute;damente los dedos entre las
+varillas, o desgarraba el pa&iacute;s con las sonrosadas u&ntilde;as. Hab&iacute;a momentos
+en que se humedec&iacute;an sus p&aacute;rpados; pero el m&aacute;s leve rumor daba fuerzas
+al miedo de ser sorprendida, y ahogaba la inoportuna l&aacute;grima, trocando
+en dulce sonrisa el salado llanto. Sumida en profundo y silencioso
+abatimiento, la mirada inquieta reflejaba el fondo intranquilo de su
+esp&iacute;ritu; pero no brotaba una queja de sus labios, ni hubiera sido
+posible averiguar, aun espi&aacute;ndola de cerca, la causa verdadera de su
+pesar. &iquest;Era quiz&aacute; el disgusto de ver alejado de la casa al hombre que
+estaba enamorado de su hija? No, seguramente, pues harto pod&iacute;a
+comprender Margarita de Algalia que nunca faltar&iacute;an a Josefina ocasiones
+de ventajosa y feliz boda. Ni su coraz&oacute;n de madre, ni su orgullo de dama
+pod&iacute;an tolerar suposici&oacute;n semejante.</p>
+
+<p>S&oacute;lo por las conversaciones de sus padres, y al cabo de varios d&iacute;as,
+supo Josefina el alejamiento de Aldea. La impresi&oacute;n que recibi&oacute; fue
+penosa: dando al olvido las inquietudes inspiradas por la conducta que
+F&eacute;lix observaba respecto a ella, pens&oacute; en que ya no ver&iacute;a cerca de s&iacute; al
+primer hombre en quien crey&oacute; hallar algo como una promesa de felicidad.
+Cuando lleg&oacute; a enterarse de la ofensa que mediaba, conociendo el
+car&aacute;cter de su padre, sinti&oacute; esperanza de que pudieran las cosas
+arreglarse; y, apenas concebida la sospecha, resolvi&oacute; hablar a su madre.</p>
+
+<p>Hab&iacute;a en el palacio de los duques una ancha y lujosa galer&iacute;a, a la cual
+se abr&iacute;a la puerta de un sal&oacute;n tapizado de rojo, que era el menos
+frecuentado de la casa, y donde el duque guardaba en enormes armarios
+los libros que no cab&iacute;an en las bibliotecas de su despacho o consideraba
+indignos de vistosa encuadernaci&oacute;n y lugar visible, lo cual originaba
+que en cambio se viesen en descarado sitio novelas de mala muerte con
+cantos dorados y corona ducal en el lomo.</p>
+
+<p>A este sal&oacute;n ven&iacute;a muchas veces L&aacute;zaro en busca de algo para leer, o por
+entretenerse ordenando lo que all&iacute; estaba confundido. Abr&iacute;a un balc&oacute;n
+que daba al jard&iacute;n, y, respirando el grato aroma de los tilos cercanos,
+dejaba pasar el tiempo o se abismaba en sus eternas dudas.</p>
+
+<p>Era cerca del anochecer cuando Josefina, decidida a pedir a su madre que
+la ayudase a facilitar la reconciliaci&oacute;n con Aldea, cruzaba la galer&iacute;a,
+en cuyos vidrios ven&iacute;an a dar los &uacute;ltimos resplandores del d&iacute;a. Al ver
+entornada la puerta, mir&oacute; hacia dentro. El sal&oacute;n estaba casi oscuro;
+todo era sombra. L&aacute;zaro, para aprovechar la claridad que iba faltando
+por momentos, le&iacute;a apoyado de espaldas en los hierros del balc&oacute;n, y su
+figura se destacaba por negra sobre la amarillenta luz del crep&uacute;sculo.
+El vientecillo de la tarde mec&iacute;a ligeramente las ramas del jard&iacute;n, y al
+chocar las hojas unas contra otras, produc&iacute;an un murmullo cadencioso y
+apacible, interrumpido s&oacute;lo por las agudas notas de alguna golondrina
+que ten&iacute;a su nido entre las vigas del tejado.</p>
+
+<p>Al sentir ruido, L&aacute;zaro alz&oacute; la vista, y viendo a Josefina, adelant&oacute;
+algunos pasos, mientras ella permanec&iacute;a callada y quieta, recostada en
+el quicio de la puerta.</p>
+
+<p>Lo que all&iacute; pas&oacute; fue triste, silencioso, casi horrible. El confidente se
+troc&oacute; en capell&aacute;n, el amigo dej&oacute; su puesto al ministro del cielo. Ella
+mir&oacute; a L&aacute;zaro como quien, sin confesar su pena, implora alivio a su
+dolor, y &eacute;l, juntas y ca&iacute;das las manos que sujetaban el libro, se abism&oacute;
+en la contemplaci&oacute;n de aquella mujer que mendigaba un apoyo o un consejo
+del &uacute;nico ser que no pod&iacute;a d&aacute;rselo, y a quien era crueldad exig&iacute;rselo.
+Los ojos de la ni&ntilde;a suplicaban sin comprender el riesgo a que pod&iacute;a
+exponerle la s&uacute;plica, y los de L&aacute;zaro quer&iacute;an entender el ruego; pero el
+cura ve&iacute;a alzarse ante s&iacute; su propia imagen, como se interpone lo
+imposible entre el hombre y la felicidad. El sacerdote pod&iacute;a aconsejar;
+el hombre no sab&iacute;a formular la frase, y en tanto la mujer aguardaba en
+vano, mir&aacute;ndole cada instante con m&aacute;s cari&ntilde;o, hermosa, inm&oacute;vil, sin
+explicarse en su mejor amigo la obstinaci&oacute;n de aquel silencio. Dej&oacute;
+entonces caer la cabeza sobre el pecho, mir&oacute; al cura reconvini&eacute;ndole
+dulcemente, y le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;&laquo;Voy a hablar con mam&aacute;.&raquo;</p>
+
+<p>Call&oacute; &eacute;l, sali&oacute; ella lentamente del sal&oacute;n, desapareciendo entre las
+sombras de la galer&iacute;a; y L&aacute;zaro, volviendo al balc&oacute;n, abri&oacute; de nuevo el
+libro, y, sin fuerza para contener el llanto, a trav&eacute;s de sus propias
+l&aacute;grimas ley&oacute; estas palabras del Divino Maestro:.... <i>Y &iexcl;ay de vosotros,
+Doctores de la Ley, que carg&aacute;is los hombres de cargas que no pueden
+llevar, y vosotros ni aun con uno de vuestros dedos toc&aacute;is las
+cargas!</i><a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a></p>
+
+<p>Al mismo tiempo, en el opuesto extremo de la casa, el duque, solo en su
+despacho, c&oacute;modamente sentado en un sill&oacute;n, buscaba en un peri&oacute;dico la
+&uacute;ltima sesi&oacute;n del Senado; y al llegar al fin, en la rese&ntilde;a de una
+votaci&oacute;n nominal, los antojos de la impaciencia le hac&iacute;an, buscar antes
+de tiempo su t&iacute;tulo, para verlo en letras de molde, ignorando a punto
+fijo d&oacute;nde encontrarlo, si junto a los se&ntilde;ores que dijeron <i>s&iacute;</i>, o entre
+los que dijeron no.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="VIII" id="VIII"></a>VIII.</h3>
+
+
+<p>L&aacute;zaro no durmi&oacute; aquella noche. La conmoci&oacute;n recibida era demasiado
+fuerte. Por vez primera se daba cuenta del g&eacute;nero de afecto que le
+inspiraba Josefina, y vivo todav&iacute;a el dolor de verla desear la vuelta de
+F&eacute;lix a la casa, sintiendo la pena de recordarla implorando su ayuda,
+comprend&iacute;a la grandeza de su mal y lo imposible del remedio. Pero no se
+sorprendi&oacute; al confesarse el secreto de aquella inclinaci&oacute;n; sus
+impresiones anteriores le hab&iacute;an llevado de la mano hasta aquel punto,
+y las que le pasaron antes casi inadvertidas, le aparec&iacute;an explicadas
+ahora. Sus recuerdos le iban diciendo que los materiales del fuego, al
+parecer prendido entonces, ard&iacute;an desde mucho tiempo atr&aacute;s, y su memoria
+le revelaba cosas que, regocij&aacute;ndole como hombre, le espantaban como
+sacerdote. Las reminiscencias le ven&iacute;an, no evocadas por el deseo, sino
+involuntariamente. Recordaba que un d&iacute;a, estando sentada ella (&iexcl;ya
+subrayaba el pronombre!) en el invernadero con su bordado entre las
+manos y los ojos fijos en la labor, &eacute;l, antes de llegarse a hablarla, la
+contempl&oacute; a hurtadillas largo rato, deleit&aacute;ndose como un devoto en la
+imagen que tiene reputaci&oacute;n de milagrosa. Otra vez, al querer alcanzar
+al mismo tiempo un ovillo de estambre que hab&iacute;a rodado por la arena del
+jard&iacute;n, el pelo de ella, roz&aacute;ndole la cara, le hab&iacute;a estremecido, cual
+si su alma vibrara dentro de su cuerpo. Con frecuencia, sin dar al
+olvido sus encantos morales, se hab&iacute;a parado a grabar en el fondo de su
+imaginaci&oacute;n aquellas l&iacute;neas que dibujaban un cuerpo formado de bellezas.
+L&aacute;zaro conoc&iacute;a hasta d&oacute;nde llegaban el sutil ingenio de la ni&ntilde;a y su
+candidez exenta de mojigater&iacute;a; no se le ocultaba ninguna excelencia de
+condici&oacute;n y car&aacute;cter; pero aquella noche se dijo que desde meses atr&aacute;s
+hubiera podido dar detalles sobre la esbeltez del cuerpo, la peque&ntilde;ez
+del pi&eacute;, la roja frescura de la boca, o el delicioso mirar de las
+pupilas de Josefina. El capell&aacute;n descubri&oacute; primero en ella una ser
+humano que parec&iacute;a un &aacute;ngel, y el hombre acab&oacute; por enamorarse de una
+mujer angelical, pero mujer al fin. Esto hab&iacute;a sucedido natural,
+sencillamente, sin provocaci&oacute;n de una parte o c&aacute;lculo de otra, sobre
+todo sin intenci&oacute;n en L&aacute;zaro, que se encontraba preso en una red, no
+porque se la preparasen, ni porque &eacute;l, hall&aacute;ndola tendida, entrase en
+ella, sino porque los lazos estaban preparados en torno suyo por la
+fuerza y la naturaleza de las cosas. Tan inocente era Josefina, como
+irresponsable era &eacute;l. Su &uacute;nico delito era llegar a comprender la
+monstruosidad de su desgracia, sin que antes lo que en &eacute;l exist&iacute;a de
+sagrado le hubiese dado la voz de alarma. El hombre de la tierra y el
+del cielo caminaban juntos, y cuando el primero empez&oacute; insensiblemente a
+desviarse de la buena senda, el hombre de Dios no le avis&oacute; del peligro
+ni le previno del mal, y L&aacute;zaro, obligado a llamar a las cosas por su
+nombre, vio el peligro en Josefina y el mal en el amor.&mdash;! La dulzura y
+la bondad un peligro; el amor un mal! &iquest;Por qu&eacute;?</p>
+
+<p>Antes de que el pobre cl&eacute;rigo llegase a persuadirse de la certeza de su
+amor, empleaba en la lectura y el estudio la mayor parte de los d&iacute;as y
+muchas horas de la noche. Las ideas que de sus observaciones brotaban
+chocaron claramente con los preceptos que se le impon&iacute;an; su buena fe le
+impulsaba a buscar, cada vez con m&aacute;s ah&iacute;nco, una opini&oacute;n, un juicio, que
+diera soluci&oacute;n a sus dudas, algo fuerte en que apoyarse para vivir y
+creer al mismo tiempo; pero ning&uacute;n fil&oacute;sofo, ni ning&uacute;n escrito sagrado
+le pod&iacute;an dar lo que su propia conciencia se obstinaba en negarle.
+L&aacute;zaro lleg&oacute; a ser uno de los seres m&aacute;s desdichados de la tierra: el
+cura que adquiere la costumbre de pensar.</p>
+
+<p>Lenta, muy lentamente, pero de un modo seguro y cierto, fue
+convenci&eacute;ndose de que le hab&iacute;an educado d&aacute;ndole por verdades infalibles
+afirmaciones que no pod&iacute;a comprender; y, sin embargo, no ced&iacute;a. La
+santidad de la misi&oacute;n impuesta le serv&iacute;a de refugio, o buscaba en las
+pr&aacute;cticas religiosas una ocupaci&oacute;n piadosa, durante la cual se
+imaginaba sentir vagamente que su esp&iacute;ritu se elevaba en arrobos
+m&iacute;sticos hasta los prometidos cielos, como espiral de incienso que sube
+a perderse en el espacio.</p>
+
+<p>Otras veces las limosnas que hac&iacute;a la duquesa ocupaban su imaginaci&oacute;n,
+hasta el punto de amortiguar todos sus pensamientos. Margarita quiso
+solemnizar la senadur&iacute;a concedida a su esposo dando a los pobres una
+gruesa suma, y L&aacute;zaro fue el encargado de distribuirla. Cumpli&oacute; el
+mandato escrupulosamente, consagr&aacute;ndose a &eacute;l de modo que durante algunos
+d&iacute;as vivi&oacute; embargado por su hermosa tarea; no sali&oacute; de sus manos una
+sola moneda sin que supiera que realmente la necesitaba quien la
+recib&iacute;a; se goz&oacute; en remediar las pesadumbres, y lo hizo con tal dulzura,
+desplegando tanta bondad, prodigando con tan divino arte los consuelos,
+que duplic&oacute; el socorro, a&ntilde;adiendo al oro de la duquesa esa otra limosna
+que s&oacute;lo se da con el esp&iacute;ritu; quien la recib&iacute;a de sus manos, quedaba
+obligado sin humillaci&oacute;n y agradecido sin bajeza. El oro, al pasar por
+ellas, parec&iacute;a purificarse sin dejarlas manchadas.</p>
+
+<p>Cumplida su misi&oacute;n de caridad, L&aacute;zaro se encerr&oacute; de nuevo en sus
+soledades, y entonces las dudas, muertas al parecer aquellos d&iacute;as,
+tornaron a mostrarle las insaciables fauces, semejantes a esos reptiles
+asquerosos que despu&eacute;s de aplastados vuelven a revivir y arrastrarse.</p>
+
+<p>Habitaba el capell&aacute;n en casa de los Algalias un cuarto, casi una celda,
+de humilde aspecto, que los se&ntilde;ores quisieron in&uacute;tilmente amueblarle con
+mayor regalo. Frente a un balc&oacute;n, abierto sobre las arboledas del
+jard&iacute;n, ten&iacute;a una cama de hierro pintada de verde, y a su cabecera un
+Crucifijo de torpe talla, de lacia y triste figura; un reclinatorio al
+pi&eacute; del lecho; dos estantes de caoba deslucida llenos de libros, y una
+mesa tambi&eacute;n cargada de ellos hasta el punto de parecer rebosar,
+desparram&aacute;ndose por las sillas inmediatas; un modest&iacute;simo aguamanil de
+loza con su jofaina de lo mismo; un armario de pino barnizado, donde se
+guardaba la sotana de los domingos; una exquisita limpieza en todo, y
+una apariencia de profunda calma: tal era el cuarto, cuyas vidrieras se
+abr&iacute;an antes que ninguna otra de las de la casa, y las que hasta m&aacute;s
+tarde estaban iluminadas por la l&aacute;mpara que ayudaba el tenaz trabajo de
+sus largas veladas.</p>
+
+<p>Aparte la impresi&oacute;n de apacible melancol&iacute;a que aquella estancia causaba,
+lo m&aacute;s chocante de ella era la multitud de libros esparcidos por todos
+lados. Parec&iacute;a que el due&ntilde;o de aquel cuarto trataba de resolver un
+problema, y que en alguna de sus infinitas p&aacute;ginas esperaba encontrar la
+soluci&oacute;n. No hab&iacute;a fase ni aspecto del esp&iacute;ritu humano que no estuviese
+representado all&iacute;. L&aacute;zaro buscaba la verdad en todas partes; en los
+grandes escritores paganos, como en los Padres de la Iglesia; en los
+heresiarcas m&aacute;s ilustres y los ortodoxos m&aacute;s severos; en los
+mantenedores del sentimiento religioso y en los descre&iacute;dos pensadores
+modernos. Se enorgullec&iacute;a con las certezas de la ciencia, y sonre&iacute;a ante
+las promesas de las religiones; examinaba los piadosos enga&ntilde;os y las
+verdades demostradas. Todo quer&iacute;a abarcarlo, cielo y tierra, presente y
+pasado, buscando con perseverante tenacidad las causas de las cosas, o
+el origen de las ideas, lo mismo en los tomos amarillentos y
+apergaminados de los siglos muertos, que en los vol&uacute;menes modernos,
+h&uacute;medos todav&iacute;a, con su olor a tinta de imprenta y sus cubiertas de
+colores.</p>
+
+<p>Solo, inteligente, &aacute;vido de saber y con tiempo libre, L&aacute;zaro estudi&oacute; y
+observ&oacute; cada vez con m&aacute;s ansia. Todas las perspectivas en que puede
+dilatar su mirada el entendimiento humano fueron present&aacute;ndole
+dificultades e incertidumbres, y en confuso desorden invadieron su
+esp&iacute;ritu impresiones contrarias, d&aacute;ndose al mismo tiempo a su raz&oacute;n
+ideas justas y apreciaciones err&oacute;neas. De cada sistema recogi&oacute; una
+palabra distinta, y de ninguno la verdad: unos le atormentaban con sus
+fraseolog&iacute;as de tecnicismos ingeniosos que dan nombre de cosas reales a
+creaciones del esp&iacute;ritu, afirmando lo que no demuestran; otros le dec&iacute;an
+que el hombre es fuerza y materia nada m&aacute;s, un reloj con cuerda para
+cierto n&uacute;mero de a&ntilde;os, que suele por su genio adelantarse al tiempo en
+que vive, que se retrasa por la ignorancia, que puede arreglarse cuando
+se descompone, pero que al fin se rompe; unos todo lo fundan en ideas,
+otros todo lo basan en hechos. Y cuando tales pensamientos le absorb&iacute;an,
+parec&iacute;a que una vocecilla burlona, desde un rinc&oacute;n de su cerebro, se le
+acercaba al o&iacute;do, aconsej&aacute;ndole que arrojase los libros y se dejara de
+filosof&iacute;as y est&eacute;riles mon&oacute;logos, que no hab&iacute;an de darle un grano de
+trigo ni una gota de agua. &Eacute;l, sin embargo, segu&iacute;a en sus estudios, y
+como el buzo baja con su escafandra a las profundidades del Oc&eacute;ano,
+penetraba en los mares sociales, con la buena fe por apoyo y la
+sinceridad por gu&iacute;a.</p>
+
+<p>Entonces cada paso fue un desenga&ntilde;o: vio que la vida es lucha de
+ego&iacute;smos contrarios, donde el oro sirve de absoluci&oacute;n para la infamia y
+salvo-conducto para la nulidad; el mundo una batalla en que se cuentan
+las preseas, no seg&uacute;n lo que se trabaja, sino con arreglo a lo que se
+posee. Adquirir es el talism&aacute;n que todo lo resuelve; no tener, el delito
+que a nadie se perdona; no haber tenido, una mancha que jam&aacute;s se borra.
+En las puertas del mundo la impudencia ha escrito este letrero: &laquo;Posee,
+y lo dem&aacute;s te ser&aacute; dado con hartura.&raquo;</p>
+
+<p>Algunas veces L&aacute;zaro cre&iacute;a ir convenci&eacute;ndose de que la tierra era el
+asiento del mal, como le hab&iacute;an dicho sus maestros: todo, al parecer, le
+incitaba para inclinarse a esta opini&oacute;n. Mezclado con su amor a la
+humanidad, empezaba a sentir desprecio hacia el hombre, ser extra&ntilde;o,
+rid&iacute;culo y sublime al mismo tiempo, que con frecuencia es malo, pero que
+algunas veces es peor. Ve&iacute;a que, como la fruta pasa pronto de la madurez
+a la corrupci&oacute;n, el hombre pasa r&aacute;pidamente de la experiencia al
+ego&iacute;smo, y se fue persuadiendo de que la experiencia es in&uacute;til, porque
+siempre llega tarde. Si pensaba en s&iacute; propio, sent&iacute;a humildad; si
+estudiaba al pr&oacute;jimo, le pose&iacute;a el orgullo. Todo eran dudas continuas,
+enlazadas cual esas olas mutuamente engendradas, y en que ninguna es la
+postrera.</p>
+
+<p>Al analizar el presente, todo le parec&iacute;a negro; mas al estudiar la vida
+de otras &eacute;pocas, miraba bajo distintas formas reproducidas las mismas
+dificultades, pero siempre disminuidas, hechas cada vez m&aacute;s soportables,
+y supo que ese trabajo de los siglos, aspiraci&oacute;n y tarea de la
+humanidad, es el progreso. Vio que el mundo mejoraba con el tiempo, que
+el mal disminu&iacute;a, y que sus antiguos maestros le hab&iacute;an pintado como
+perdurablemente malo lo que es eternamente perfectible. Aunque los
+estudios y las cavilaciones le amargaran, en el fondo de su alma quedaba
+siempre, como en la caja de Pandora, un b&aacute;lsamo dulc&iacute;simo, la esperanza;
+y entonces la vocecilla burlona, cual si tuviera empe&ntilde;o en trocar sus
+ideales por &iacute;dolos, le dec&iacute;a:&mdash;&laquo;La esperanza es el manjar m&aacute;s sabroso de
+la tierra, pero es tambi&eacute;n el menos nutritivo.&raquo;&mdash;</p>
+
+<p>Fruto de tantos desvelos, L&aacute;zaro lleg&oacute; a saber mucho, pero todo pod&iacute;a
+reducirse a dos puntos: uno relativo al mundo, otro concerniente a s&iacute;
+mismo. Supo que el mal y el bien no radican uno en la tierra y otro en
+el cielo, sino que ambos est&aacute;n aqu&iacute; abajo, dentro de nosotros mismos, en
+g&eacute;rmenes dispuestos a brotar y florecer o podrirse, seg&uacute;n los instintos,
+la educaci&oacute;n, el tiempo o la voluntad del hombre. Y supo, en cuanto as&iacute;,
+que en la tierra hay algo muy parecido a la felicidad: el amor. Un libro
+que nadie puede leer dos veces en la vida, pero que realmente existe y a
+&eacute;l le estaba negado. Su alma deb&iacute;a ser un muerto que tuviese por sudario
+una sotana.</p>
+
+<p>Las doctrinas de los que le educaron lo ordenaban as&iacute;. Por cima del
+dec&aacute;logo casi divino que deb&iacute;a practicar, los hombres hab&iacute;an escrito
+este mandato:&mdash;&laquo;No te amar&aacute;n.&raquo;&mdash;</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;No te amar&aacute;n!!, se repet&iacute;a L&aacute;zaro continuamente, y cada vez le
+parec&iacute;a m&aacute;s injusto. Su inocencia protestaba con la impetuosidad de la
+ira o con la amarga laxitud del desaliento, pero siempre ten&iacute;a que
+confesarse vencida. Su conciencia era un siervo puesto en la alternativa
+de alzarse en armas o aceptar humilde y bajamente la esclavitud; no
+hab&iacute;a m&aacute;s que dos caminos; abjurar, o resignarse. Lo que no exist&iacute;a, lo
+que nadie le pod&iacute;a ofrecer, era una soluci&oacute;n que tuviese algo de
+consuelo.</p>
+
+<p>Cuando la tempestad sorprende al p&aacute;jaro que se aleja del nido, el ave
+lucha con la tormenta, aleteando por recobrarlo; cuando el ni&ntilde;o que
+rompe a andar cae y se lastima, busca afanoso el regazo de su madre;
+cuando el hombre abandona la mujer que le quiere, y sufre desenga&ntilde;os,
+torna a ella, y en sus brazos se arroja: L&aacute;zaro no ten&iacute;a nido, ni
+regazo, ni brazos a que acogerse; llevaba, como una doble maldici&oacute;n, la
+duda en la frente y el amor en el alma. Su meditaci&oacute;n de religioso se
+quebrantaba con sus cavilaciones de hombre, y si la en&eacute;rgica voluntad o
+el temor al peligro tra&iacute;an la oraci&oacute;n a sus labios, entre los severos
+pensamientos del sagrado rezo se deslizaba un nombre de mujer,
+penetrando su imagen alegre y bulliciosa entre las austeras reflexiones,
+como entrar&iacute;a una maga en un coro de monjes.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="IX" id="IX"></a>IX.</h3>
+
+
+<p>Josefina entr&oacute; en el cuarto de la duquesa resuelta a descubrir
+francamente la inclinaci&oacute;n que hacia F&eacute;lix sent&iacute;a, pidiendo a su madre
+ayuda para que pudiese aquel hombre ir decorosamente a la casa; pero
+frente a Margarita la energ&iacute;a y la resoluci&oacute;n dieron en tierra; rompi&oacute; a
+llorar, y balbuce&oacute; entre temores lo que se hab&iacute;a propuesto decir claro.
+La duquesa, bes&aacute;ndola cari&ntilde;osamente, sec&oacute; sus l&aacute;grimas, escuch&oacute; la
+confesi&oacute;n de aquel amor naciente, y despidi&eacute;ndola ruego con ternura, la
+llev&oacute; hasta la puerta de su gabinete, procurando que aquella entrevista
+fuese lo m&aacute;s breve posible.</p>
+
+<p>Al quedarse sola, la duquesa llor&oacute; tambi&eacute;n, pero no con aquel llanto
+apacible y puro de la ni&ntilde;a, sino amarga, desconsoladamente, con l&aacute;grimas
+tard&iacute;as en brotar y abrasadoras al deslizarse por el rostro.</p>
+
+<p>Decidida a hablar con su esposo, mand&oacute; preguntar si estaba en casa; y
+cuando la contestaron que el se&ntilde;or no hab&iacute;a salido, se encamin&oacute; al
+despacho, donde encontr&oacute; al duque hojeando el reglamento del Senado.
+H&iacute;zole suspender la lectura, y abordando de frente la cuesti&oacute;n, le dijo
+que por su propio inter&eacute;s, por no pecar de ingrato y en gracia de
+Josefina, era necesario que F&eacute;lix Aldea volviese como antes a frecuentar
+la casa. Examinose entre ambos c&oacute;nyuges la cuesti&oacute;n, y el duque, que ya
+se iba encari&ntilde;ando con todo lo que tuviera sabor de discusi&oacute;n,
+aprovech&oacute; la oportunidad, hablando largamente de su decoro y prestigio,
+de que no quedase lastimada su dignidad, y de otra porci&oacute;n de cosas que
+hubieran hecho murmurar a cualquiera: <i>palabras, palabras, palabras</i>.</p>
+
+<p>Por fin, Margarita, con ese tacto que s&oacute;lo las mujeres tienen, resolvi&oacute;
+las dificultades proponiendo que se diera un baile para celebrar lo de
+la senadur&iacute;a, envi&aacute;ndose a F&eacute;lix, como de costumbre, su correspondiente
+invitaci&oacute;n; lo cual, despu&eacute;s de lo ocurrido, ven&iacute;a a ser como una
+satisfacci&oacute;n, que sin desdoro del ofensor pod&iacute;a desagraviar al ofendido.
+Aceptada la idea, Margarita dej&oacute; al duque continuar su examen del
+reglamento de la alta C&aacute;mara, y vuelta a su cuarto, despu&eacute;s de haber
+cerrado cuidadosamente las puertas para evitar verse de pronto
+sorprendida, se dej&oacute; caer en un sill&oacute;n, apoy&oacute; en uno de sus anchos
+brazos los codos, y ocult&aacute;ndose el rostro con las manos, dejando
+rebosar el llanto por entre sus sonrosados dedos, fruncido el ce&ntilde;o y
+enrojecidos los p&aacute;rpados, se qued&oacute; pensativa, sin que nadie al verla
+hubiera podido averiguar si aquella dama era una madre que se impon&iacute;a un
+sacrificio, o una mujer a quien los celos hostigaban.</p>
+
+<p class="c">. . . . . . . . . . . . . . . . .
+. . . . . . . . . . . . . . . . .
+. . . . . . . . . . . . . . . . .
+. . . . . . . .</p>
+
+<p>Se fij&oacute; el d&iacute;a de la fiesta, y empezaron los preparativos. Los tapiceros
+y adornistas tomaron posesi&oacute;n de los aposentos en que hab&iacute;a de
+verificarse; se construy&oacute; una galer&iacute;a de follaje, que pon&iacute;a en
+comunicaci&oacute;n el sal&oacute;n principal de la planta baja con el espacioso
+invernadero de cristales que en el jard&iacute;n se alzaba; cubri&eacute;ronse las
+columnas de hierro con entrelazadas hojarascas; se colgaron de la b&oacute;veda
+de cristales los aparatos para gas; se pusieron en los &aacute;ngulos las
+mejores esculturas que hab&iacute;a en la casa, haciendo que los m&aacute;rmoles
+blancos destacaran sobre fondos de oscuro follaje; se prepararon
+farolillos para las enramadas del parque; diose orden en las cocinas
+para que la cena fuera op&iacute;para; se apuraron todos los caprichos que
+puede el oro satisfacer al buen gusto, y una legi&oacute;n de artesanos invadi&oacute;
+el palacio durante muchos d&iacute;as, disponiendo las cosas de suerte que
+cuando dos horas antes del baile los duques inspeccionaron todos los
+preparativos, el nuevo senador, arrellan&aacute;ndose en un sill&oacute;n con la
+dignidad propia de su investidura, y mirando a su mujer con vanidosa
+satisfacci&oacute;n, exclam&oacute;:&mdash;&laquo;Estar&aacute; bien.&raquo;</p>
+
+<p>Y as&iacute; fue. Desde las once de la noche una larga fila de coches iba poco
+a poco dejando en el vest&iacute;bulo del palacio centenares de convidados; las
+damas, envueltas en riqu&iacute;simos abrigos, bajaban de sus berlinas y sus
+<i>cl&aacute;rens</i>, dejando ver pies coquetamente calzados que se apoyaban un
+momento en el estribo, mientras con la mano, enguantada hasta el codo,
+recog&iacute;an la larga cola ornada de valiosos encajes; los lacayos recib&iacute;an
+&oacute;rdenes de volver a la madrugada; los mirones y curiosos, estacionados
+en la acera opuesta, contemplaban aquellas grandezas haciendo
+comentarios, sugeridos por la hermosura de las mujeres o la envidia de
+las riquezas; los salones se iban llenando, y el calor que la
+aglomeraci&oacute;n y las luces engendraban iba animando y coloreando los
+rostros. Aqu&iacute; se o&iacute;an alabanzas a los due&ntilde;os de la casa, dichas en voz
+alta; all&aacute; se agrupaban otros a murmurar censuras; unos buscaban a sus
+conocidos; saludaban todos a los duques; los m&aacute;s serios o curiosos
+examinaban en los salones inmediatos las obras de arte coleccionadas con
+exquisito gusto, o los libros de lujo, puestos sobre las mesas de
+riqu&iacute;simas incrustaciones; y los j&oacute;venes, juntos con los viejos
+alegritos, parados en las puertas, pasaban revista a las que entraban,
+cambiando apretones de manos, diciendo lisonjas o recibiendo miradas que
+parec&iacute;an se&ntilde;as.</p>
+
+<p>A poco m&aacute;s de media noche el sal&oacute;n ofrec&iacute;a tal aspecto de lujo y
+riqueza; la alegr&iacute;a reinaba, al parecer, con tanto imperio sobre las
+almas de toda aquella gente; tanto goce se reflejaba en sus caras, que
+no parec&iacute;a sino que en aquella regocijada turba nadie hab&iacute;a que
+conociera la pesadumbre ni el dolor.</p>
+
+<p>Ellas, ce&ntilde;idas por estrechos trajes que oprimen hasta modelar las
+formas, con sus largas faldas prendidas de flores y de blondas, con sus
+diademas de pedrer&iacute;a en la frente, la belleza impresa en el semblante y
+la alegr&iacute;a en las miradas, recib&iacute;an el homenaje de rebuscadas frases, no
+siempre franco, con que sus adoradores trataban de rendirlas. Ellos,
+vestido el severo y antip&aacute;tico frac, pugnaban por llegar hasta alguna de
+las que m&aacute;s efecto causaban, para hacer en el corro gala de su ingenio,
+mirando casi con descaro a las casadas, requebrando con prevenci&oacute;n a las
+viudas, y tratando de inquirir el dote de las solteras. Hacia los
+extremos del sal&oacute;n ve&iacute;anse algunas parejas, m&aacute;s ocupadas de s&iacute; mismas
+que del pr&oacute;jimo, en que ella parec&iacute;a resignarse a conceder lo que
+deseaba otorgar, mientras &eacute;l se obstinaba en pedir lo que luego hab&iacute;a de
+cansarle. En un c&iacute;rculo se discurr&iacute;a de pol&iacute;tica; se comentaba en voz
+baja el esc&aacute;ndalo de la semana, pronunciando al o&iacute;do y en secreto los
+nombres de los protagonistas. Alg&uacute;n caballero se acercaba con disimulo a
+las habitaciones contiguas, espiando el momento de tender la mano sobre
+los riqu&iacute;simos vegueros esparcidos en bandejas de plata. La m&uacute;sica
+dominaba a intervalos el rumor de las conversaciones; la atm&oacute;sfera se
+iba cargando hasta hacerse enojosa; la temperatura aumentaba por
+momentos; el abrasado ambiente de la sala parec&iacute;a luchar con el fresco
+que penetraba del jard&iacute;n por los anchos balcones en suaves r&aacute;fagas, y
+entre aquel mar de luz o torbellino de colores, se percib&iacute;a el olor
+extra&ntilde;o que formaban los aromas de las flores, los perfumes de tocador y
+el calor de los sudorosos cuerpos.</p>
+
+<p>La duquesa, rodeada de sus m&aacute;s &iacute;ntimas rivales, recib&iacute;a de cuantos se la
+acercaban elogios tributados a su buen gusto, casi todos cortados por un
+mismo patr&oacute;n, muy pocos ingeniosos o bien dichos. Su traje era objeto de
+hablillas entre las damas, de admiraci&oacute;n entre los hombres. El vestido
+de raso blanco, entre cuyos esculturales pliegues se quebraba la luz
+como en un m&aacute;rmol flexible, hab&iacute;a llegado de Par&iacute;s aquella ma&ntilde;ana, y las
+dos perlas negras que llevaba en las orejas val&iacute;an una fortuna. Al lado
+de su madre, Josefina parec&iacute;a el nuevo brote de una flor hermos&iacute;sima:
+la madre era como esas rosas que han agotado ya la pompa de sus galas
+desplegando todos sus p&eacute;talos a las caricias de la luz; ella, como esos
+capullos entreabiertos que comienzan a esparcir en torno suyo olor suave
+y d&eacute;bil. Su traje era blanco tambi&eacute;n, pero en el tocado y los prendidos,
+las flores sustitu&iacute;an alas joyas.</p>
+
+<p>La excitaci&oacute;n que la agitaba la hac&iacute;a m&aacute;s hermosa. Inquieta y
+disgustada, miraba sin cesar a todas partes, pregunt&aacute;ndose:&mdash;&iquest;No vendr&aacute;?
+Contestaba lo m&aacute;s brevemente que pod&iacute;a desde&ntilde;osa y displicente, y de
+cuando en cuando miraba con cari&ntilde;o a su madre, que por vez primera
+parec&iacute;a esquivar las miradas de su hija.</p>
+
+<p>Por fin, la enamorada ni&ntilde;a vio entrar a F&eacute;lix, que, saludando al paso a
+diversas gentes, lleg&oacute; hasta la duquesa, cambiaron ambos algunas frases
+de simple cortes&iacute;a, llegose luego a Josefina, y un momento despu&eacute;s se
+les vio confundidos entre los grupos de alocadas parejas que parec&iacute;an
+moverse impelidas por las notas de un vals de Strauss.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro estaba recogido y leyendo cuando lleg&oacute; hasta sus o&iacute;dos el alegre
+bullicio de la fiesta. Cerr&oacute; entonces el libro, abri&oacute; el balc&oacute;n, y el
+airecillo fresco de la noche le trajo claras y distintas las apasionadas
+frases de la m&uacute;sica, como si el mundo, con aquella voz de sirena,
+quisiera arrancarle de la soledad. Baj&oacute; al jard&iacute;n, se acerc&oacute; a una reja,
+y oculto entre unos arbustos cuyas ramas se entrelazaban trepando por
+los gruesos barrotes de hierro, tendi&oacute; la vista hacia el sal&oacute;n. Su
+mirada lo abarc&oacute; todo. Pasado un instante, la sorpresa se convirti&oacute; en
+asombro; sus ojos, deslumbrados por la claridad, fueron descubriendo los
+grupos, aislando las figuras, fij&aacute;ndose en los rostros, viendo surgir de
+entre un confuso mar de luces y colores las formas y el aspecto de las
+cosas. Los corrillos tan pronto formados como disueltos; la extra&ntilde;a
+amalgama que produc&iacute;an en el cuadro los trajes negros de los hombres
+destac&aacute;ndose sobre los vestidos claros de las mujeres; el continuo pasar
+de sombras que se cruzaban ante la reja, cort&aacute;ndole la vista; la
+variedad infinita de actitudes; el estado de los &aacute;nimos reflejado en las
+caras, atestiguando en uno de la indiferencia, en otro de los celos,
+mostrando ac&aacute; la frialdad del ap&aacute;tico, all&aacute; la impaciencia del nervioso,
+todo aquel conjunto de riquezas para &eacute;l desconocidas, de lujos
+ignorados, le produjeron una impresi&oacute;n extra&ntilde;a, fuerte porque era nueva,
+y poderosa porque era continuada. La vista de aquel incesante
+movimiento, la luz arrancando destellos en pedrer&iacute;as y collares, las
+damas, unas de semblante fresco como flores de campo, ajadas otras por
+los afeites o los a&ntilde;os, engalanadas con sedas de todos los matices,
+desnudas las espaldas y los pechos a propio intento revelados en lo poco
+que el raso les cubr&iacute;a, el aire bochornoso y viciado que por la reja se
+escapaba, acabaron de marear al cura, sin que por eso dejara de mirar
+con ansia, creyendo a cada instante descubrir novedades que hiriesen su
+imaginaci&oacute;n y calmasen sus agitados nervios. Hubo un momento en que la
+m&uacute;sica apag&oacute; todos los otros ruidos; el ritmo sonoro y mel&oacute;dico de sus
+notas parec&iacute;a arrastrarse como aurora de primavera en plant&iacute;o de rosas;
+los giros l&aacute;nguidos de acordes amortiguados y dulc&iacute;simos se trocaban de
+pronto en explosi&oacute;n de sonidos alegremente locos, y las armon&iacute;as se
+esparc&iacute;an como suspiros que volaban a refugiarse entre los pliegues de
+las amplias colgaduras, produciendo combinaciones raras, que se perd&iacute;an,
+unas envueltas entre los giros de otras, como crujir de sedas y
+estallar de besos comprimidos. Las parejas iban desliz&aacute;ndose r&aacute;pidamente
+ante la reja en confuso desorden, desapareciendo y tornando a pasar cual
+figuras de una linterna m&aacute;gica, hasta que, callando de repente la
+orquesta y suspendi&eacute;ndose aquel vertiginoso movimiento, L&aacute;zaro vio
+acercarse, impelidos todav&iacute;a por la &uacute;ltima vuelta del vals, una mujer y
+un hombre: F&eacute;lix y Josefina. &Eacute;l la ce&ntilde;&iacute;a el talle atray&eacute;ndola hasta
+sentir confundidas las respiraciones, mientras ella se abandonaba por
+completo, dej&aacute;ndose llevar. Llegaron hasta donde estaba el cura, y ya
+parados, la ni&ntilde;a, moviendo el abanico de n&aacute;cares y encajes ante su
+agitado pecho, se apoy&oacute; en el brazo de Aldea, mientras &eacute;l murmuraba a su
+o&iacute;do una frase, pagada con la sonrisa m&aacute;s hechicera del mundo. L&aacute;zaro,
+asido fuertemente a la reja, los mir&oacute; sin cuidarse de ser visto, sin
+pensar que no ten&iacute;an ojos m&aacute;s que para contemplarse uno a otro. Fuera
+de s&iacute;, agitado por un sentimiento desconocido para &eacute;l, crey&oacute; apurar toda
+la hiel del sufrimiento humano; y como si su sangre hirviese y
+fermentara agolp&aacute;ndose a ofuscar aquel pobre cerebro, la idea del odio
+se irgui&oacute; en &eacute;l terrible y poderosa. No hubo entonces crimen ni infamia
+que no se creyera capaz de cometer; y midiendo con la rapidez del
+pensamiento su inocencia, mayor aun que su desdicha, se pregunt&oacute;, en un
+arranque imp&iacute;o, si era divina la justicia que toleraba aquel tormento.</p>
+
+<p>Bajo la sotana del cura latieron por vez primera en el coraz&oacute;n del
+hombre los impulsos del mal. El ministro de Dios sufri&oacute; como las
+criaturas de barro, y su alma de pureza inmaculada, su mansedumbre, su
+bondad evang&eacute;lica, fueron un punto derrocadas por la ira, el
+aborrecimiento y la venganza. La que entonces le pareci&oacute; m&aacute;s que nunca
+creada por el Se&ntilde;or con hueso de su hueso y carne de su carne, la
+prometida por el deseo y la Naturaleza para ser satisfacci&oacute;n de sus
+amores, la mujer que era emblema de su ideal y su felicidad, estaba en
+brazos de otro. Aquellos hierros que les separaban y que &eacute;l in&uacute;tilmente
+sacud&iacute;a con impotente fuerza, eran sus propios votos, y aquel instante
+supremo de su vida, la ratificaci&oacute;n solemne de la infame ley que le
+dec&iacute;a: &laquo;No te amar&aacute;n.&raquo;</p>
+
+<p>Sinti&eacute;ndose morir, dej&oacute; caer con desaliento los brazos, y todo su rencor
+se disolvi&oacute; en dos l&aacute;grimas que rodaron lentamente por su abrasado
+rostro. Hay almas que rechazan instintivamente el mal. El odio pas&oacute; sin
+detenerse sobre el esp&iacute;ritu de L&aacute;zaro, como la gota de agua que resbala
+por el hierro candente. Las fuerzas le faltaron, y mientras los alegres
+ruidos de la fiesta, convertidos en voces misteriosas por la fantas&iacute;a,
+le llamaban queriendo embriagarle con efluvios de desconocidos
+placeres, dio en tierra rendido y sin aliento.</p>
+
+<p>El baile estaba en sus momentos de mayor brillantez, y la animaci&oacute;n,
+engendrada por la muchedumbre, se traduc&iacute;a en un continuo murmullo, que
+s&oacute;lo a desiguales intervalos pod&iacute;an dominar desde la orquesta los
+instrumentos de metal. El sal&oacute;n parec&iacute;a un foco de claridad intensa. Las
+temblorosas llamas del gas se reproduc&iacute;an hasta lo infinito en las
+grandes lunas venecianas, que, multiplicando las im&aacute;genes, creaban una
+confusi&oacute;n extra&ntilde;a, y empezaba a reinar ese desorden propio de todo sitio
+donde se divierten muchos a la vez. All&iacute; dentro todo eran goces y
+alegr&iacute;as; fuera no hab&iacute;a sino silencio y sombra; un hombre en tierra,
+como soldado herido que se desangra en el campo de batalla, y un cielo
+de azul profundo, casi negro, estrellado, que desde su inconmensurable
+altura miraba con millares de ojos, tan indiferente a los placeres de
+unos como a la desdicha de otros.</p>
+
+<p>Los vientecillos precursores del d&iacute;a empezaron a retozar entre los
+troncos con las hojas agitando blandamente las ramas, y alg&uacute;n p&aacute;jaro,
+desvelado por los inusitados ruidos, bat&iacute;a las alas piando alegremente,
+y confundiendo desde su oculto nido las luminarias del festejo con los
+resplandores de la aurora.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="X" id="X"></a>X.</h3>
+
+
+<p>Servida la cena, que fue espl&eacute;ndida, los convidados empezaron a
+marcharse contentos y satisfechos, como gentes que hab&iacute;an cumplido su
+misi&oacute;n. El ruido que causaban los que iban saliendo, despidi&eacute;ndose con
+regocijadas risas, y el h&uacute;medo relente con sus fr&iacute;os vapores, hicieron a
+L&aacute;zaro volver en s&iacute; del largo desmayo al tiempo que los &uacute;ltimos grupos
+esperaban, en el espacioso vest&iacute;bulo y en los primeros t&eacute;rminos del
+jard&iacute;n, la llegada de sus carruajes.</p>
+
+<p>Los hombres, fuertemente arropados con gabanes rusos o entre los
+embozos de las capas, fumaban puestos en filas, viendo a las damas que
+bajaban las escaleras de m&aacute;rmol, cuchicheando o cubri&eacute;ndose los desnudos
+hombros con costosos chales o vistosos abrigos. Unas se tapaban el
+escote a&uacute;n sudoroso con el cachemir de cien colores; otras se envolv&iacute;an
+entre las pieles del <i>skunc</i>, el zorro azul y la marta zibelina; esta
+contestando a un saludo, aquella buscando una mirada entre los api&ntilde;ados
+rostros, todas parec&iacute;an en aquel momento hermosas y felices, aunque
+muchas lo pareciesen sin serlo; todas llevaban algo que decir o hab&iacute;an
+dado algo que envidiar.</p>
+
+<p>Algunos hombres se marchaban a pi&eacute; lentamente, divididos en grupos o en
+parejas, escuchando a lo lejos durante largo rato el ruido del rodar de
+los coches en las desiertas calles, cuando ya empezaba a despuntar el
+d&iacute;a y los serenos corr&iacute;an so&ntilde;olientos, de farol a farol, apagando los
+mecheros de gas.</p>
+
+<p>El cura, oculto entre las sombras del jard&iacute;n, los vio irse, esperando
+para salir de su escondite que se hubiesen todos alejado, cuando not&oacute;
+que no lejos de s&iacute;, entre las ramas de unos arbustos y cerca de una
+reja, hab&iacute;a un hombre, que indudablemente se quedaba rezagado adrede, y
+que, movi&eacute;ndose de pronto cuidadosamente, se escurri&oacute; con cautela a lo
+largo de la casa, hasta penetrar en ella por una puerta de servicio, que
+por raz&oacute;n del baile a&uacute;n estaba abierta aquella noche. L&aacute;zaro entonces
+intent&oacute; gritar; pero el asombro le ahog&oacute; la voz en la garganta, porque
+al volverse para entrar conoci&oacute; al que de tan sospechosa manera
+penetraba en el palacio de los duques, y aquel hombre era F&eacute;lix Aldea,
+el mismo que pocos momentos antes hab&iacute;a hecho brotar de los labios de
+Josefina una sonrisa de felicidad.</p>
+
+<p>Subi&oacute; r&aacute;pidamente la escalera, y el cura se lanz&oacute; en su seguimiento;
+pero aqu&eacute;l llevaba mucha delantera. Al llegar al piso principal, Aldea,
+espiado siempre por L&aacute;zaro, cruz&oacute; los pasillos desiertos, y atravesando
+la galer&iacute;a que separaba las habitaciones del duque de las de su esposa y
+su hija, penetr&oacute; en una sala, ala cual aflu&iacute;an dos grandes corredores,
+uno que conduc&iacute;a al cuarto de la duquesa, y otro que llevaba al de
+Josefina. La puerta de aquella habitaci&oacute;n estaba cerrada; pero apenas
+Aldea se detuvo ante ella, golpe&aacute;ndola suavemente con los nudillos, una
+de sus hojas se abri&oacute; calladamente hacia fuera, mostrando un brazo de
+mujer ce&ntilde;ido por una manga de seda roja. Aldea entr&oacute;, y el brazo atrajo
+a s&iacute; la puerta, que volvi&oacute; a quedar instant&aacute;neamente cerrada, mientras
+L&aacute;zaro, p&aacute;lido y tembloroso, como clavados los pies en el suelo,
+escuchaba alejarse, sin saber en qu&eacute; sentido, los pasos de dos
+personas, que andaban de puntillas para no producir ruido sobre los
+m&aacute;rmoles del piso.</p>
+
+<p>&iquest;Qu&eacute; hacer en tan horrible situaci&oacute;n? &iquest;A qui&eacute;n pedir auxilio? &iquest;A qui&eacute;n
+llamar? Un desaliento que ten&iacute;a mucho de impotencia y algo de despecho
+le arranc&oacute; de all&iacute;, y temeroso de ser visto, huy&oacute; de aquella puerta,
+tras la cual quedaba rota para siempre la m&aacute;s hermosa de sus ilusiones.
+Adem&aacute;s, juntamente con el imperioso mandato que la conciencia le
+impon&iacute;a, sinti&oacute; latir en su alma vacilaciones, engendradas por la
+sorpresa, sospechas p&eacute;rfidas, pero l&oacute;gicamente sugeridas por los celos.
+La que supuso un &aacute;ngel era mujer, y nada m&aacute;s; no merec&iacute;a que el coraz&oacute;n
+de un hombre la ensalzara, ni que &eacute;l la adorase, aunque su indulgencia
+de sacerdote tratara de redimirla o disculparla. En su ca&iacute;da hab&iacute;a
+llegado hasta la culpa por el camino de la premeditaci&oacute;n; procur&oacute; que
+su amante volviera a pisar la casa de sus padres, y tr&eacute;mula de amor,
+agitada por el deseo, le debi&oacute; esperar para recibirle en sus brazos.</p>
+
+<p>Divagando de esta suerte, admitiendo como buenos los torpes antojos del
+despecho, la piedad iba quedando en el alma de L&aacute;zaro completamente
+borrada por la incontrastable fuerza de los celos, hasta el punto de que
+el miedo de hacer p&uacute;blico el suceso, el temor al esc&aacute;ndalo, y aun la
+idea horrible de ver la hija deshonrada a los ojos de su propia madre,
+llegaron a ser en aquel hombre r&eacute;moras creadas por la malicia para
+eludir el cumplimiento del deber.</p>
+
+<p class="c">. . . . . . . . . . . . . . . . .
+. . . . . . . . . . . . . . . . .
+. . . . . . . . . . . . . . . . .
+. . . . . . . .</p>
+
+<p>Al d&iacute;a siguiente del baile, ya muy entrada la ma&ntilde;ana, se notaba en el
+palacio de los duques la falta de movimiento propia de toda casa donde
+el mucho trasnochar de los amos autoriza que madruguen poco los
+criados. Algunos de ellos, reunidos en la caseta del portero, formaban
+corro restreg&aacute;ndose todav&iacute;a los ojos, haciendo comentarios de la fiesta,
+charlando y maldiciendo. Otros arreglaban los salones reparando el
+desorden que hab&iacute;an producido los convidados. El cocinero, seguido de un
+pinche que llevaba al hombro un esport&oacute;n, atravesaba el jard&iacute;n para
+tomar el camino de la plaza. El mozo de cuadra, calzados los zuecos y
+entonando una canci&oacute;n de su tierra, frotaba los arreos en la puerta de
+la cochera; y en una habitaci&oacute;n de la planta baja, junto a una ventana,
+la doncella de la duquesa limpiaba cuidadosamente los vestidos con que
+su se&ntilde;ora se hab&iacute;a engalanado la v&iacute;spera, mientras otras compa&ntilde;eras
+admiraban las ricas telas y los fin&iacute;simos encajes que, desordenadamente
+puestos sobre el respaldo de un sof&aacute;, pod&iacute;an f&aacute;cilmente ser vistos desde
+fuera.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro, como de costumbre, hab&iacute;a bajado al jard&iacute;n, y con su libro entre
+las manos, paseo arriba, paseo abajo, recorr&iacute;a lentamente el trecho
+comprendido entre la estufa de cristales y la verja de entrada, pasando
+repetidas veces ante las rejas del sal&oacute;n de baile. Frente a una de ellas
+acert&oacute; apararse distra&iacute;damente, y a trav&eacute;s de los gruesos barrotes vio
+desamparado y desierto aquel mismo lugar donde pocas horas antes era
+todo animaci&oacute;n y bullicio. Los sillones de oro y sedas estaban
+removidos, como recordando a&uacute;n los corrillos de que fueron asiento; los
+cristales, velados por el polvo de una noche de continuo movimiento;
+olvidado sobre una butaca un abanico; las buj&iacute;as de los candelabros,
+apuradas hasta gotear sobre el terciopelo y el m&aacute;rmol que cubr&iacute;a las
+consolas, hab&iacute;an hecho saltar con su llama espirante alguna de las
+arandelas de cristal. Las puertas que pon&iacute;an en comunicaci&oacute;n unos
+salones con otros estaban abiertas, dejando ver, fingida por los
+espejos, la perspectiva de una galer&iacute;a profunda, encerrada en marcos
+dorados, formada con im&aacute;genes de telas o tapices que, multiplic&aacute;ndose,
+se reproduc&iacute;an hasta confundir la vista con su &uacute;ltimo t&eacute;rmino vacilante
+y confuso. Los rayos de sol penetraban por entre las junturas de los
+cortinajes, liquidando en resbaladizas gotas el vaho que empa&ntilde;aba los
+vidrios, y pos&aacute;ndose luego en rasgos o girones de luz sobre los rasos de
+colores. En el suelo, confundida con las de la alfombra, hab&iacute;a quedado
+alguna que otra flor pisoteada y marchita.</p>
+
+<p>&mdash;&laquo;As&iacute; son <i>ellas</i>,&raquo;&mdash;pens&oacute; L&aacute;zaro al verlas; y volviendo al libro los
+ojos, prosigui&oacute; su paseo hasta llegar a la ventana donde estaba la
+doncella, que para distraer su trabajo tarareaba a media voz una polka
+de moda. Oyola el cura, y, al mirarla, su vista se detuvo en la prenda
+que la muchacha ten&iacute;a entre las manos: una bata de riqu&iacute;simo raso de un
+rojo muy brillante, el mismo rojo que L&aacute;zaro hab&iacute;a visto en el brazo que
+la noche pasada cerr&oacute; la puerta donde Aldea era esperado. Su sorpresa
+fue inmensa. Su pensamiento se resisti&oacute; a creer lo que los ojos le
+dec&iacute;an. Aquella chica era la doncella de Margarita de Algalia, y como
+Josefina ten&iacute;a su servidumbre aparte, lo l&oacute;gico era que aquella ropa
+fuese tambi&eacute;n de la duquesa. Dud&oacute; un momento, y atrevi&eacute;ndose por fin,
+quiso ver resuelta su sospecha.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;De qui&eacute;n son esos trajes?&mdash;pregunt&oacute; a la doncella.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;De qui&eacute;n han de ser,&mdash;repuso la muchacha,&mdash;sino de la duquesa?
+&Eacute;sta,&mdash;dijo se&ntilde;alando un magn&iacute;fico vestido y un soberbio abrigo,&mdash;es la
+ropa que la se&ntilde;ora llev&oacute; ayer al paseo; y esta bata de raso
+rojo,&mdash;a&ntilde;adi&oacute;,&mdash;es la que se ha puesto de madrugada despu&eacute;s del baile.
+Por cierto que se empe&ntilde;&oacute; en quedarse leyendo, sin querer acostarse ni
+que yo la desnudara. Debe haber velado hasta muy entrado el d&iacute;a, porque
+est&aacute;, de ojerosa y descompuesta, que da grima mirarla.</p>
+
+<p>Call&oacute; la criada, y sigui&oacute; el hombre su paseo. Ya no cab&iacute;a duda. Josefina
+era, no s&oacute;lo inocente, sino v&iacute;ctima de una infamia. La culpable era
+Margarita de Algalia, y el que pasaba por novio de la hija era su
+amante. &iexcl;Maldad inicua! La madre quer&iacute;a comprar el secreto de su delito
+a costa del reposo de la pobre ni&ntilde;a. Por eso Josefina no pod&iacute;a
+explicarse la actitud de F&eacute;lix Aldea, aquel empe&ntilde;o en mostrarse
+enamorado junto al recelo para confesarla su amor.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro apreci&oacute; r&aacute;pidamente la situaci&oacute;n: Josefina era buena, y el
+galanteo de que F&eacute;lix la hac&iacute;a objeto serv&iacute;a para alejar sospechas. La
+inocencia era tercera sin saberlo, y su pureza cubr&iacute;a aquel amor
+culpable, de igual suerte que el inmaculado manto de nieve puede
+ocultar el sucio estercolero.</p>
+
+<p>Una sensaci&oacute;n, por mitad indignaci&oacute;n y repugnancia, estremeci&oacute; el alma
+del cura, y como el mal no engendra sino males, sus labios murmuraron
+involuntariamente esta blasfemia:</p>
+
+<p>&mdash;&laquo;&iexcl;Oh, madre; t&uacute; tambi&eacute;n puedes llegar a ser &iacute;dolo falso!&raquo;</p>
+
+<p>Le pareci&oacute; imposible llevar m&aacute;s lejos la degradaci&oacute;n y la maldad.</p>
+
+<p>Pocas horas antes, el dolor hab&iacute;a estrujado su coraz&oacute;n, considerando
+perdida la mujer amada, tanto m&aacute;s, cuanto m&aacute;s imposible. Ahora sus ojos
+tropezaban con el delito m&aacute;s cobarde y monstruoso de la tierra.</p>
+
+<p>Eran ya cerca de las doce. El ardoroso sol de los &uacute;ltimos d&iacute;as
+primaverales inundaba todo el jard&iacute;n, engendrando sombras en&eacute;rgicamente
+proyectadas que dibujaban en la arena formas extra&ntilde;as. El movimiento y
+los ruidos iban devolviendo animaci&oacute;n a la casa. Las persianas cerradas
+se abr&iacute;an tras cortos intervalos, indicando el despertar de los se&ntilde;ores,
+y los criados fing&iacute;an acelerar la faena de borrar el desorden causado
+por la fiesta. S&oacute;lo en la habitaci&oacute;n de Josefina reinaban todav&iacute;a la
+quietud y el silencio. El cuarto estaba casi a oscuras; por las rendijas
+de la madera penetraban dos o tres rayos de sol, agitando millares de
+&aacute;tomos inquietos que bull&iacute;an como polvo de luz; las galas estaban
+esparcidas sobre un sof&aacute; de raso, y el cors&eacute; de seda azul con trencillas
+blancas, ca&iacute;do al pi&eacute; de una butaca. La heredera de los Algalias
+dormitaba en su cama de batistas y encajes como una maga recostada sobre
+una nube. Ten&iacute;a desnudo, fuera de las ropas, un brazo, ce&ntilde;ida a&uacute;n la
+mu&ntilde;eca por la pulsera lisa de oro mate, y en el otro, puesto sobre la
+almohada, apoyaba la cabeza, embelesada por ensue&ntilde;os formados con
+reminiscencias de la v&iacute;spera. Las s&aacute;banas hab&iacute;an quedado por un
+movimiento tirantes y presas bajo el peso del cuerpo, modelando a trozos
+la forma que cubr&iacute;an; el embozo ca&iacute;do dejaba al descubierto algo m&aacute;s que
+el nacimiento del pecho. Nada turbaba la tranquilidad de aquel reposo
+reflejado en una respiraci&oacute;n f&aacute;cil e igual. La sangre, como savia
+en&eacute;rgica, regaba los tejidos, ti&ntilde;endo la epidermis de tonos que variaban
+delicadamente desde el azul de las ramificaciones venosas hasta el
+carm&iacute;n brillante de los labios h&uacute;medos; y una mata de pelo, escapada de
+la redecilla, hac&iacute;a resaltar la blancura del cuello. Dorm&iacute;a descuidada,
+tranquila, segura de s&iacute; misma, y tan ajena de la pasi&oacute;n del cura como de
+la perfidia de su madre. La salud y la pureza parec&iacute;an haberse hermanado
+para formar aquella figura hermosa, impregnada de gracia natural y
+espont&aacute;nea. Semejaba la bacante virgen de los bosques antiguos tra&iacute;da
+de pronto por ensalmo al centro de la vida moderna. Reposaban a la par
+el cuerpo exento de males y la conciencia libre de impurezas.</p>
+
+<p>De fijo hac&iacute;a mucho tiempo que su madre no dorm&iacute;a as&iacute;.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="XI" id="XI"></a>XI.</h3>
+
+
+<p>Aquella misma tarde la duquesa mand&oacute; recado al capell&aacute;n, rog&aacute;ndole que
+pasase a su gabinete.</p>
+
+<p>&mdash;&laquo;&iquest;Qu&eacute; me querr&aacute;?&mdash;se dijo L&aacute;zaro.&mdash;Sabr&aacute; que no ignoro su falta? Quiz&aacute;
+entonces, aunque culpable, sienta hacia m&iacute; el desprecio que debe
+inspirar quien, encargado en su casa de velar por la moral, transige
+cobardemente con el enga&ntilde;o y la deshonra. Seremos dos reos frente uno de
+otro.... y, as&iacute; son las cosas de la vida, ella tendr&aacute; que ver en m&iacute; algo
+del juez.&raquo;&mdash;</p>
+
+<p>Un momento despu&eacute;s L&aacute;zaro entraba en el gabinete. Margarita estaba
+sentada ante una mesilla de valiosas incrustaciones, colocada delante de
+un balc&oacute;n y sobre la cual, sostenido por dos amorcillos de bronce, hab&iacute;a
+un espejo bastante grande para retratar entre sus abiselados bordes la
+cabeza de la hermosa dama, a quien una doncella sujetaba con dos
+horquillas de oro el rodete bajo en que, seg&uacute;n la moda, estaba recogido
+el pelo despu&eacute;s de ondular ligeramente hacia las sienes. Ten&iacute;a puesta
+una bata de un gris muy claro, guarnecida con encajes y lazos del color
+que toma el granate cuando la luz le hiere. Las medias, de fin&iacute;sima
+seda, eran del mismo color, y ce&ntilde;&iacute;an sus pies unas chinelas grises, que
+aun siendo muy peque&ntilde;as, eran grandes para ella. Las mangas de la bata,
+sueltas y muy cortas, descubr&iacute;an unos brazos blanqu&iacute;simos, dorados por
+ese vello apenas perceptible que tienen algunas frutas antes de estar
+manoseadas. Al cuello, libre de alhajas, se ce&ntilde;&iacute;a desordenadamente un
+encaje ancho y rico, de tonos huesosos que acusaban su antig&uuml;edad, y el
+fulgurar intenso de un grueso solitario en cada oreja hac&iacute;a resaltar la
+palidez mate de la cara, amortiguando el brillo de los ojos, algo
+hundidos, y cercados por ojeras d&eacute;bilmente azuladas. La boca, en que el
+labio superior ligeramente contra&iacute;do daba a la fisonom&iacute;a cierto aire
+desde&ntilde;oso y triste, dejaba ver unos dientes blancos, menudos y
+apretados. El &oacute;valo del rostro era gracioso y severo al mismo tiempo. La
+mirada triste con la falsa resignaci&oacute;n del hast&iacute;o. Era el tipo de la
+se&ntilde;ora moderna, fr&iacute;vola sin ser insustancial, y coqueta sin parecer
+liviana, como era devota sin ser profunda y verdaderamente religiosa.
+Fuera cansancio f&iacute;sico o dejadez moral, hab&iacute;a en su figura cierto
+melanc&oacute;lico abandono, interrumpido a veces bruscamente por movimientos
+de una gracia encantadora que ten&iacute;a algo de felina.</p>
+
+<p>Iba pasando con los dedos las hojas de un libro, puesta en ellas la
+vista descuidadamente, como si el pensamiento y la voluntad estuvieran
+muy lejos de aquellas p&aacute;ginas, que no bastaban a detener el vuelo
+caprichoso de sus antojos femeniles.</p>
+
+<p>En sus hechiceras facciones empezaba a desaparecer la frescura que es el
+aliento misterioso de la vida. Parec&iacute;a tener esa edad de la rosa en que
+unas cuantas horas m&aacute;s marchitan la fragancia y ajan la lozan&iacute;a. Estaba
+hermosa, y m&aacute;s que hermosa seductora; pero los ojos, la actitud, la voz,
+acusaban un desaliento amargo. Nadie hubiera podido averiguar si aquella
+laxitud era la huella pasajera de los placeres de una noche, o la marca
+indeleble de los sufrimientos del esp&iacute;ritu.</p>
+
+<p>Al entrar L&aacute;zaro sali&oacute; la doncella, y Margarita, lade&aacute;ndose ligeramente
+en la butaca y echando atr&aacute;s el rostro, animado por una sonrisa
+encantadora, le tendi&oacute; la mano.</p>
+
+<p>La situaci&oacute;n de L&aacute;zaro era peligrosa y dif&iacute;cil: el menor descuido, la
+m&aacute;s ligera inoportunidad, pod&iacute;an ofenderla sin resultado; que quien no
+est&aacute; satisfecho de s&iacute; mismo, ve acusaciones en las frases m&aacute;s inocentes.
+&Eacute;l, adem&aacute;s, se consideraba sin derecho alguno para atacar a la madre en
+defensa de la hija. &iquest;Cu&aacute;l pod&iacute;a invocar? Si el de enamorado, confesaba
+la propia y criminal flaqueza; si &uacute;nicamente el de hombre de coraz&oacute;n,
+&iquest;qui&eacute;n hab&iacute;a de reconoc&eacute;rselo?; si el de sacerdote, &iquest;c&oacute;mo podr&iacute;a su
+conciencia sancionar la rid&iacute;cula comedia de un hombre que utiliza la
+investidura sagrada para proteger su misma falta?</p>
+
+<p>Ten&iacute;a delante a la mujer ad&uacute;ltera; pero no pod&iacute;a ser &eacute;l quien la
+arrojase la primera piedra.</p>
+
+<p>Margarita rompi&oacute; el silencio, diciendo cari&ntilde;osamente:</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; es de usted? Vivimos bajo el mismo techo, y apenas nos vemos. Estos
+d&iacute;as, los preparativos del baile, el bullicio de la fiesta, le han
+alejado de nosotros; pero tambi&eacute;n usted es tan excesivamente inclinado a
+sus soledades y sus estudios, que nunca se le ve. De los convites, aun
+de los m&aacute;s &iacute;ntimos, siempre se excusa; en habiendo alguien de fuera,
+desaparece usted como por encanto. Y usted, sin embargo, no es hura&ntilde;o, sino
+cari&ntilde;oso, afable. Vamos, si&eacute;ntese usted, aqu&iacute;, a mi lado, y hablemos.</p>
+
+<p>Obedeci&oacute; L&aacute;zaro, y, acercando otra butaca como la que ella ocupaba,
+dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Mucho agradezco a usted, duquesa, las deferencias con que me distingue:
+tan sinceramente le estoy reconocido por ellas, que aunque el deber y el
+sacerdocio no me lo impusieran, sentir&iacute;a por Vds. verdadero cari&ntilde;o,
+profundo deseo de ser &uacute;til, verdaderamente &uacute;til, en esta casa, donde se
+me ha recibido con los brazos abiertos.</p>
+
+<p>&mdash;Todos le queremos a usted de veras. Mi marido y yo le aprec&iacute;amos en lo
+que vale; y en cuanto a Josefina, puede usted estar seguro de que, si fuese
+necesario defenderle, con dificultad se encontrar&iacute;a abogado que tomara
+la cosa m&aacute;s a pechos.</p>
+
+<p>&mdash;Yo tambi&eacute;n me har&iacute;a defensor suyo si ella lo hubiera menester; pero
+est&aacute; en una edad en que antes necesita gu&iacute;a que defensa. &iquest;Qui&eacute;n puede
+pensar en hacerla da&ntilde;o? Eso s&iacute;, si sucediera, si alguien cometiera con
+ella una mala acci&oacute;n, luchar&iacute;a con todas mis fuerzas por salvarla.</p>
+
+<p>&mdash;Afortunadamente, replic&oacute; la dama, estamos seguros de que nadie la
+quiere mal; por el contrario, si alg&uacute;n disgusto hemos de prever, ser&aacute; de
+los que puedan ocasionarla los que aparenten quererla bien. &iexcl;Est&aacute; en una
+edad tan peligrosa!</p>
+
+<p>&mdash;Tiene usted raz&oacute;n, duquesa; de los que aparenten amarla, de los que deben
+estimarla en m&aacute;s, es de quienes hay que guardarla. Los encargados del
+mayor bien son, con frecuencia, los que producen el mal mayor.</p>
+
+<p>El cura dijo esto con la voz algo temblorosa, casi sin calcular el
+alcance de lo que dec&iacute;a; en parte &aacute;vido de arrostrarlo todo por la
+enga&ntilde;ada ni&ntilde;a, y en parte temeroso de que su inexperiencia en los
+discreteos inutilizara su buen deseo.</p>
+
+<p>Ella, sin extra&ntilde;ar precisamente semejantes frases, sinti&oacute; cierta
+sorpresa desagradable al escucharlas; pero pens&oacute; que a veces casualmente
+se dicen cosas que parecen intencionadas.</p>
+
+<p>&mdash;Tiene usted raz&oacute;n&mdash;a&ntilde;adi&oacute;;&mdash;es necesario velar sin descanso y muy de
+cerca por las hijas cuando est&aacute;n en la edad de la m&iacute;a; pero tambi&eacute;n es
+preciso convenir en que los deberes que la vida social impone, el trato
+con diversas gentes, tanto vivir fuera de casa y tanta facilidad en
+escuchar lo malo, hacen el deber m&aacute;s dif&iacute;cil.</p>
+
+<p>&mdash;Eso mismo ha de aumentar la vigilancia y acrisolar el consejo,
+duquesa; pero cuando son tales las condiciones de la vida; cuando la
+atm&oacute;sfera de fuera llega a viciar el ambiente de la casa, cr&eacute;ame usted,
+entonces es cuando hay que ponerse en guardia contra aquello que deb&iacute;a
+inspirar m&aacute;s confianza.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Qu&eacute; quiere usted decir con eso? &iquest;Que la educaci&oacute;n de mi hija est&aacute;
+vaciada en un molde torpemente labrado? Quiz&aacute; tenga usted raz&oacute;n. Mil veces
+he pensado que para nosotras, el educar a las hijas es asunto m&aacute;s
+dif&iacute;cil que para las familias de la clase media y las mujeres del
+pueblo. Primero los cuidados mercenarios del ama, luego la hipocres&iacute;a
+del convento, despu&eacute;s la in&uacute;til compa&ntilde;&iacute;a de un aya extranjera, m&aacute;s tarde
+la libertad de los salones, las emociones del teatro, la tentaci&oacute;n por
+el espect&aacute;culo del mal....</p>
+
+<p>&mdash;Y rara vez,&mdash;interrumpi&oacute; el cura,&mdash;el ejemplo de la virtud.</p>
+
+<p>&mdash;Felizmente Josefina es una de esas naturalezas que repugnan
+instintivamente lo torpe. No es necesario esforzarse mucho para que lo
+aborrezca, y si lo fuese, usted nos ayudar&iacute;a a ello. Un hombre de coraz&oacute;n,
+un sacerdote, &iquest;qui&eacute;n mejor?</p>
+
+<p>&mdash;Pues crea usted, duquesa, que ni el hombre de coraz&oacute;n ni el ministro de
+Dios podr&iacute;an aliviarla el peso de su santa tarea. Los medios que tiene
+para guiarla bien son infinitos; pero usted, usted sola puede emplearlos.
+Aunque mis h&aacute;bitos me hagan como enviado del cielo, mi palabra siempre
+ser&aacute; palabra humana, y para una hija s&oacute;lo es divina la palabra de su
+propia madre.</p>
+
+<p>La hermosa y noble faz de L&aacute;zaro se ilumin&oacute; con esa satisfacci&oacute;n intensa
+que produce la resoluci&oacute;n inquebrantable de vencerse a s&iacute; mismo por
+amor al pr&oacute;jimo.</p>
+
+<p>La duquesa, que ya empezaba a desasosegarse, esquiv&oacute; las miradas del
+capell&aacute;n. Su lenguaje era inesperado. &iquest;Qu&eacute; dec&iacute;a aquel hombre? &iquest;Ten&iacute;an
+realmente intenci&oacute;n sus advertencias, o era que ella a s&iacute; misma se
+acusaba adaptando a la situaci&oacute;n el sentido de cuanto hablaba el cura?</p>
+
+<p>Hubo un instante en que callaron ambos: &eacute;l, por temor de ir m&aacute;s all&aacute; de
+lo prudente; ella, por no escuchar sin provocarlas cosas como las que
+acababa de o&iacute;r.</p>
+
+<p>&mdash;Vengamos a lo que motiva esta entrevista, dijo de pronto Margarita. Le
+he llamado a usted para algo que se relaciona, en cierto modo, con nuestra
+conversaci&oacute;n, seg&uacute;n el giro que ha tomado, y se lo dir&eacute; en dos palabras.
+Cuando lleg&oacute; usted a casa cre&iacute;mos que el capell&aacute;n era demasiado joven....
+no se ofenda usted...: est&aacute;bamos acostumbrados a la frente rugosa, a las
+canas del pobre viejecito que le precedi&oacute;. Despu&eacute;s hemos visto que el
+car&aacute;cter suple en usted lo que otros adquieren a fuerza de a&ntilde;os; y,
+francamente, nadie hubiera cre&iacute;do que pueda infundir tanto respeto quien
+cuenta todav&iacute;a tan pocos. Al principio el cuidado de la capilla, la misa
+de los domingos y el reparto de las limosnas.... no hizo usted m&aacute;s. Luego
+usted mismo nos ha ido convenciendo de que ten&iacute;amos en casa una joya, de
+que pod&iacute;amos confiarnos a usted bajo todos conceptos....: Josefina y yo nos
+confesaremos en adelante con usted: esto es lo que ten&iacute;a que decirle.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;Conmigo!&mdash;exclam&oacute; L&aacute;zaro poni&eacute;ndose en pi&eacute;, y sin poder reprimir su
+asombro.</p>
+
+<p>&mdash;&iquest;Y por qu&eacute; no? &iquest;Se niega usted? No creo que el dep&oacute;sito de nuestras
+culpas pueda abrumarle. A Josefina, ya la conoce usted: tendr&aacute; usted, quiz&aacute;,
+que desvanecer errores, esquivar preguntas, eludir respuestas, y hasta,
+en obsequio a su pureza, mentir algunas veces aparentando ignorancia de
+lo que no deba saber; pero no se ver&aacute; usted obligado a resolver problemas
+ni perdonar graves faltas. Y en cuanto a m&iacute;, me dar&aacute; usted buenos consejos,
+ahorr&aacute;ndome algunas amarguras. Yo, que parezco tan alegre, lloro a solas
+como si dentro de m&iacute; tuviera algo malo de que pudiera librarme con el
+llanto. Llorar es nuestra defensa, con frecuencia nuestro recurso, el
+mayor encanto de la mujer, siempre nuestro verdadero consuelo. Pero &iexcl;qu&eacute;
+diferencias establece el tiempo! Hay una edad en que el dolor se
+disuelve en las l&aacute;grimas como la sal en el agua; despu&eacute;s, aunque se
+llore, tambi&eacute;n se sufre, y al fin ya no se llora, pero se sigue
+padeciendo.</p>
+
+<p>&mdash;Eso ser&aacute;, repuso L&aacute;zaro, si el dolor procede de la culpa, como ponzo&ntilde;a
+que se destila de fruto venenoso, que mientras el sufrimiento no est&aacute;
+manchado de delito ni tiene sabor a remordimiento, cuando es puro, no
+faltan l&aacute;grimas en que anegarle. &iquest;Ha visto usted esas flores que,
+arraigadas a la orilla de los r&iacute;os, parecen prolongar su tallo si las
+aguas aumentan, sobrenadando siempre? Pues semejante a ellas es la
+pureza del alma: no hay l&aacute;grimas bastantes para ahogarla. Nunca llega el
+coraz&oacute;n a endurecerse tanto que se le pidan en vano; m&aacute;s duras son las
+pe&ntilde;as de los montes, y de entre sus grietas surgen los manantiales.</p>
+
+<p>Margarita escuchaba confusa. Era indudable que aquel hombre conoc&iacute;a su
+delito. Lo que la hab&iacute;a dicho ya era algo; pero el modo de dec&iacute;rselo no
+pod&iacute;a ser m&aacute;s expresivo ni elocuente.</p>
+
+<p>Estaban cerradas todas las puertas; el gabinete envuelto en las tintas
+p&aacute;lidas del ocaso; los brillos de las sedas y el relucir de los metales
+amortiguados por la creciente sombra; la luz escasa parec&iacute;a aumentar
+las distancias robando la forma a los objetos, y la mancha negra del
+ropaje del cura junto a la esbelta figura de Margarita, parec&iacute;a absorber
+toda la claridad que penetraba por el ancho hueco del balc&oacute;n.</p>
+
+<p>De repente, hacia la puerta que conduc&iacute;a a las habitaciones de Josefina,
+se oy&oacute; el crujir de un vestido de seda que rozaba contra el muro: era
+que la ni&ntilde;a ven&iacute;a al cuarto de su madre.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro se puso en pi&eacute;, indicando a la duquesa con los ojos el ruido de
+los pasos que se acercaban, y ella baj&oacute; calladamente la cabeza. La
+mirada del hombre no pudo hablar mejor; el silencio de la mujer no pudo
+decir m&aacute;s.</p>
+
+<p>Al entrar Josefina estrech&oacute; a L&aacute;zaro la mano y abraz&oacute; a su madre. De
+all&iacute; a poco el cura y la ni&ntilde;a conocieron que Margarita quer&iacute;a estar
+sola, y saliendo cada uno por distinto lado, la dejaron.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="XII" id="XII"></a>XII.</h3>
+
+
+<p>A s&iacute; lleg&oacute; para L&aacute;zaro el momento decisivo de la lucha, el instante
+supremo en que las vacilaciones y las dudas hab&iacute;an de resolverse,
+informando en uno u otro sentido una resoluci&oacute;n que decidiera de su
+vida.</p>
+
+<p>La inexperiencia de la edad y la docilidad de la ignorancia le hicieron,
+casi ni&ntilde;o, aceptar con alegr&iacute;a una misi&oacute;n, a la cual pens&oacute; dedicarse por
+completo, consagr&aacute;ndola la actividad de la inteligencia y el entusiasmo
+de la fe. Los que labraron su esp&iacute;ritu le hallaron d&uacute;ctil y obediente
+para recibir las doctrinas de lo pasado, que fueron amold&aacute;ndose a su
+pensamiento como el l&iacute;quido al vaso. Nunca hubo hombre colocado en
+mejores condiciones para cumplir debidamente las exigencias de su
+sagrado ministerio. A&uacute;n resonaban en su o&iacute;do las palabras del Obispo
+cuando lleg&oacute; a la corte y penetr&oacute; en la vida moderna, no para llevar la
+agitada existencia del que vive al d&iacute;a, sin saber hoy d&oacute;nde comer&aacute;
+ma&ntilde;ana, sino para pasar las horas tranquila y reposadamente, sin m&aacute;s
+cuidados que cumplir con el formalismo y las exterioridades necesarias
+de una casa donde el capell&aacute;n era un art&iacute;culo de lujo. Tuvo a su
+disposici&oacute;n un templo, de que vino a ser se&ntilde;or y due&ntilde;o. Fue libre de d&iacute;a
+para sus obras de caridad, facilitadas por la liberalidad de los duques;
+fue libre de noche para las meditaciones y los rezos; ninguno tendi&oacute;
+redes a su buena fe, ni lazos a su tranquilidad; no hubo de luchar con
+nadie, y, sin embargo, su esp&iacute;ritu se volvi&oacute; contra los que le
+ense&ntilde;aron; su vida fue agitada, y su entusiasmo decay&oacute; lentamente. Sin
+olvidar los consejos del Obispo, lleg&oacute; a entenderlos como inspirados por
+un ideal distinto; dej&oacute; que sobre los altares de la capilla fuese
+pos&aacute;ndose el polvo de la incuria; la caridad sirvi&oacute; para amargarle con
+el espect&aacute;culo de las miserias sociales; las oraciones fueron
+trasform&aacute;ndose en las imp&iacute;as preguntas de la duda; las noches cedieron
+al insomnio; perdi&oacute; la paz del alma, y sin faltaren nada voluntariamente
+a sus promesas, vio moralmente quebrantados sus votos. La misi&oacute;n que le
+impusieron y &eacute;l acept&oacute; confiado en leales prop&oacute;sitos, lleg&oacute; a parecerle
+tarea superior a sus fuerzas, y como el acero brillante puesto al fuego
+va oscureci&eacute;ndose y empavon&aacute;ndose con tonos apagados, su &aacute;nimo juvenil y
+ardoroso fue sintiendo trasformarse los br&iacute;os en decaimiento y
+flojedad. Cuando lleg&oacute; a convencerse de que no pod&iacute;a ser feliz, todo le
+pareci&oacute; imposible, todo mentira.</p>
+
+<p>El amor resum&iacute;a todas sus ambiciones antes cifradas en la perfecci&oacute;n
+religiosa, y precisamente cuando su conciencia rechazaba con m&aacute;s vigor
+lo que antes ador&oacute;, fue cuando las circunstancias le obligaron a adoptar
+una resoluci&oacute;n que fijara definitivamente el sentido y la norma de su
+vida.</p>
+
+<p>El conflicto se le present&oacute; entonces bajo la forma de un dilema
+inflexible. Romper con el pasado, o borrar de su porvenir la esperanza.
+Confesar el error franca y honradamente, o seguir siendo sacerdote de un
+ideal en que ya no cre&iacute;a. Ser un farsante despreciable a sus propios
+ojos, o un renegado para el mundo, porque la sociedad transige con todas
+las deserciones y todas las apostas&iacute;as, pero no tiene piedad para la
+abjuraci&oacute;n del cl&eacute;rigo. Abjurar, o resignarse.</p>
+
+<p>Lo primero ser&iacute;a aventurarse a la lucha contra el mundo; lo segundo,
+envilecerse. &iquest;Hasta d&oacute;nde pod&iacute;an precipitarle las consecuencias de una
+abjuraci&oacute;n? Era imposible calcularlo. Nadie debe echar cuentas sobre la
+maldad humana. &iquest;A qu&eacute; grado de bajeza moral le arrastrar&iacute;a la abdicaci&oacute;n
+de su propia dignidad? Ya se lo hab&iacute;a dicho la duquesa: ten&iacute;a que
+confesar a Josefina.</p>
+
+<p>&iexcl;Confesar a la mujer que amaba! Es decir, emplear en provecho puramente
+humano y ego&iacute;sta el prestigio de la Religi&oacute;n. Valerse de la autoridad
+del sacerdote para escudri&ntilde;ar un coraz&oacute;n que como amante no pod&iacute;a
+sondar, utilizando su sagrada investidura en sorprender los secretos que
+le estaban vedados como hombre.</p>
+
+<p>Otro cualquiera podr&iacute;a estrechar entre sus brazos la gentil figura de la
+ni&ntilde;a, arrodillarse a sus pies, aproximar los labios a su o&iacute;do,
+estremecer su alma con palabras de amor, y sorprender sus dudas
+virginales ingenuamente dichas, envueltas en pecadillos cometidos con
+algo de malicia, y revelados m&aacute;s con el rubor que con la frase. Pero &eacute;l
+habr&iacute;a de lograrlo por otros medios. Ella tendr&iacute;a que venir a buscarle,
+como penitente, entre la oscura lobreguez de un templo, al triste y
+fatigoso resplandor de los amarillentos cirios; caer&iacute;a de rodillas a sus
+pies, y le hablar&iacute;a avergonzada a trav&eacute;s de tupida y mugrienta celos&iacute;a,
+oculto el rostro con el espeso velo y acobardado el &aacute;nimo por el terror
+religioso. Las palabras saldr&iacute;an de su boca indiferentes o medrosas, y
+&eacute;l, que deb&iacute;a escucharlas como ministro de Dios, se embriagar&iacute;a con
+ellas, aspirando el grato aroma del fruto prohibido. Los labios de la
+mujer quedar&iacute;an detenidos ante la rejilla de madera; pero su aliento,
+penetrando en los o&iacute;dos de amante, le agitar&iacute;a el cerebro con una
+conmoci&oacute;n nerviosa, fingi&eacute;ndole las ardientes caricias de la tierra
+cuando deb&iacute;a pensar en las dulzuras inefables del cielo.</p>
+
+<p>Su alma sufrir&iacute;a dos tormentos en un solo suplicio, deseando como
+enamorado lo que le mancillaba como sacerdote. El coraz&oacute;n y la
+conciencia libraban en su esp&iacute;ritu el mismo combate que antes ri&ntilde;eron la
+fe y la duda; pero el desenlace no pod&iacute;a ser igual. Sus creencias hab&iacute;an
+ido muriendo lentamente, d&iacute;a tras d&iacute;a, hora tras hora, como plantas
+creadas en la vida artificial y falsa de una estufa que de repente se
+sacan a la abrasada luz del sol y al fr&iacute;o azote de los vientos. Su
+coraz&oacute;n hab&iacute;a de ser vencido por un imperativo de la voluntad, y su amor
+extirpado cruelmente como ra&iacute;z que se arranca de cuajo con violenta
+mano.</p>
+
+<p>El problema aparec&iacute;a a sus ojos cada vez m&aacute;s claro, irresoluble siempre.
+No basta al hombre querer vencerse: es necesario que le dejen en
+condiciones de hacerlo. Pero L&aacute;zaro era de esos seres extraordinarios en
+quienes es virtud la intransigencia, porque, firmes en la moral de su
+derecho y l&oacute;gicos consigo mismos, someten la voluntad a la raz&oacute;n,
+prefiriendo antes la propia estima que la hip&oacute;crita y baja transacci&oacute;n
+con el error ajeno.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="XIII" id="XIII"></a>XIII.</h3>
+
+
+<p>Cerr&oacute; la noche lluviosa y triste. Por los balcones del palacio de los
+duques empezaron a divisarse, tendidas en doble fila a lo largo de las
+calles, luces de gas temblorosas y amarillentas, que se reflejaban como
+en un espejo en las h&uacute;medas losas de las aceras. Los caballetes de los
+tejados, las buhardillas, las chimeneas, destacaban las l&iacute;neas de sus
+macizas sombras, bruscamente interrumpidas y dominadas por los negros
+contornos de las altas torres de los templos. En alguna ventana se ve&iacute;a
+lucir tras los vidrios mojados la p&aacute;lida llama de una l&aacute;mpara, y por
+cima de los edificios notaba esa claridad indecisa que anuncia desde
+lejos el asiento de las grandes ciudades. Las calles estaban enlodadas,
+los jardinillos de las plazas encharcados con el continuo gotear de las
+ramas de los &aacute;rboles, cuyas hojas aparec&iacute;an como barnizadas por la
+lluvia. El rodar de los coches y el chocar de los herrados cascos sobre
+el piso desigual y duro, formaban un ruido mon&oacute;tono, constante, que
+rasgaban de improviso los gritos de los vendedores, los pitos de los
+tranv&iacute;as o las agrias notas de alguna murga que, refugiada en un portal,
+daba tormento a sus instrumentos de cobre enfundados en sacos de
+percalina negra. En las puertas y sobre las muestras de las tiendas
+brillaban los reverberos o las bombas, proyectando resplandores
+en&eacute;rgicos que se derramaban profusamente en los escaparates llenos de
+sedas, objetos de nikel, cueros labrados, fotograf&iacute;as, frascos,
+botellas, estuches, corbatas, joyas, libros y cuanto el trabajo produce
+para que lo consuman las necesidades o la vanidad humana. Bajo los
+faroles, al borde del arroyo, las chulas y los granujas voceaban
+peri&oacute;dicos y d&eacute;cimos de loter&iacute;a. Al atravesar de unas a otras aceras,
+las mujeres se levantaban la falda, m&aacute;s cuidadosas algunas de ense&ntilde;ar el
+pi&eacute; que de resguardar los bajos. En las esquinas inmediatas a los
+talleres de modistas esperaban los estudiantes y los viejos verdes,
+acariciando en el bolsillo los billetes para ver una pieza en Eslava, o
+las entradas de favor para bailar en <i>La Sutil</i>. Ante las iglesias,
+cuyas campanas ta&ntilde;&iacute;an sin poder sofocar los ruidos de las calles,
+esperaban el fin de la novena las berlinas de las grandes damas con los
+caballos engallados y los cocheros cubiertos de largos impermeables.
+Por todas partes reinaba la agitaci&oacute;n confusa, animada, casi febril, que
+forman el continuo vaiv&eacute;n de los que vuelven de paseo o salen del
+trabajo con los que no hacen nada, yendo de un lado para otro, como
+seguros de tropezar alguna vez con la fortuna sin preocuparse de
+buscarla.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro, apoyados los codos en el antepecho de una ventana de su cuarto,
+y hundido el rostro entre las palmas de las manos, sent&iacute;a llegar hasta
+su o&iacute;do por cima de las enramadas del jard&iacute;n el rumor sordo y constante
+que se alza de la villa y corte en las primeras horas de la noche; rumor
+semejante al ronco y prolongado rugir de una fiera que se estira y se
+espereza antes de tumbarse a dormir.</p>
+
+<p>Escuchando aquellas voces engendradas por el movimiento y la actividad
+de la vida moderna, pensaba que en el ancho seno de la villa, tras cada
+balc&oacute;n, en cada casa, al resplandor de cada luz, al volver de cada
+esquina, habr&iacute;a quien padeciese torturado por propias y punzantes penas;
+pero que nadie sufrir&iacute;a un dolor tan hondo y acerbo como el suyo.</p>
+
+<p>Era llegado el momento de poner por obra su firme y decidido prop&oacute;sito.
+Hab&iacute;a sonado la hora de abandonar para siempre aquella casa, y antes de
+dejarla quer&iacute;a abarcarlo, condensarlo todo por &uacute;ltima vez en una
+despedida que grabase en su memoria los rasgos indelebles de cuanto all&iacute;
+le hab&iacute;a rodeado mientras vivi&oacute; cerca de ella.</p>
+
+<p>Mir&oacute; al jard&iacute;n. Entre las ramas de los tilos vio brillar, lavados por la
+lluvia, los cristales de la estufa, donde tantas veces hablaron de cosas
+indiferentes que ahora le parec&iacute;an dignas de recuerdo eterno. Hacia la
+izquierda de la enorme adelfa que extend&iacute;a como m&uacute;ltiples brazos sus
+ramas cargadas de flores, estaban las sillas y la mesita de hierro,
+junto a las que la espi&oacute; tantas veces, bordando ella, devor&aacute;ndola &eacute;l con
+las pupilas dilatadas, mientras el airecillo juguet&oacute;n levantaba la
+flotante bata de la ni&ntilde;a hasta descubrir su primoroso pi&eacute;, o desprend&iacute;a
+del talle el pa&ntilde;uelo de fin&iacute;simo estambre. Un poco m&aacute;s lejos estaban,
+reunidos en un solo plant&iacute;o, erguidos sobre sus esbeltos troncos, los
+rosales de la Malmaison y Alejandr&iacute;a, que Josefina cuidaba para
+engalanarse luego con las rosas que ella misma hab&iacute;a regado. Todo
+pronunciaba su nombre, y, por extra&ntilde;a casualidad, el &uacute;nico balc&oacute;n en que
+hab&iacute;a luz era el suyo.</p>
+
+<p>Una idea imprudente, avivada por un deseo incontrastable, se apoder&oacute;
+entonces de L&aacute;zaro. Quiso, antes de partir, ver el cuarto de Josefina,
+tender la mirada sobre cuanto la pertenec&iacute;a, tocar lo que ella tocaba,
+vivir un instante en el sagrado recinto que cobijaba su sue&ntilde;o, y
+recoger, tal vez con la imaginaci&oacute;n extraviada, el eco de alguna
+palabra de amor perdida entre los cortinajes del lecho virginal. Quer&iacute;a
+llegar hasta el santuario del &uacute;nico &iacute;dolo en que siempre hab&iacute;a de creer,
+porque era el solo a que no pod&iacute;a tocar.</p>
+
+<p>Eran m&aacute;s de las diez de la noche, y los duques, que se hab&iacute;an marchado
+con su hija a la &oacute;pera, no volver&iacute;an probablemente hasta muy tarde. El
+jard&iacute;n estaba oscuro, desierto; no se percib&iacute;an m&aacute;s ruidos que el caer
+continuo de la lluvia sobre los enarenados paseos y las alegres
+risotadas de la murmuraci&oacute;n de la servidumbre que com&iacute;a reunida en una
+cocina de la planta baja.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro, conociendo que ten&iacute;a el campo libre y seguro, se aventur&oacute; a
+satisfacer su capricho. Baj&oacute; al jard&iacute;n, lo atraves&oacute; andando casi de
+puntillas, y subi&oacute; desde el vest&iacute;bulo a las habitaciones de los duques,
+llevando las manos delante, como quien se arriesga a oscuras y sin gu&iacute;a
+por un terreno poco conocido. El rumor de sus pasos quedaba apagado por
+la tira de tupida alfombra extendida a lo largo de los corredores. Al
+final de uno de ellos, el punto luminoso que brillaba en el ojo de una
+cerradura le indic&oacute; el cuarto de Josefina. Avanzando entonces
+confiadamente, pos&oacute; la mano temblorosa sobre el pasador de la puerta, y,
+seguro de la impunidad de su osad&iacute;a, abri&oacute; de pronto.</p>
+
+<p>Una l&aacute;mpara olvidada sobre la chimenea de m&aacute;rmol blanco esparc&iacute;a tenues
+resplandores, filtrados a trav&eacute;s de una bomba de cristal esmerilado,
+que, reproduci&eacute;ndose en la luna de un gran espejo, duplicaba la imagen
+de la luz sin aumentar la claridad. En el centro de un veladorcito de
+&eacute;bano, cubierto por un tapete de seda con flecos de colores viv&iacute;simos,
+hab&iacute;a un joyero de porcelana vieja de Sevres, y en el c&oacute;ncavo de su copa
+varias horquillas, una sortija y una estrecha cinta tejida con raso de
+dos tonos, rosa y blanco. Tirado sobre la larga silla de reposo hab&iacute;a un
+traje de calle con sus menudos tableados de seda, sus volantitos
+estrechos y sus largos lazos anudados como al descuido. Los frasquitos
+de perfumes y los acericos de encaje estaban desordenados en el tocador;
+y en la ancha jofaina de blanca porcelana, el agua conservaba todav&iacute;a
+las blancas espumas y las irisadas burbujas del jab&oacute;n. Ca&iacute;do al pi&eacute; de
+una silla hab&iacute;a un peinador de batista, y medio ocultas por sus huecos
+pliegues unas botitas de raso negro con pespuntes blancos. Puesto en el
+borde de una mesilla que sosten&iacute;a algunos libros ricamente
+encuadernados, se ve&iacute;a un espejo de mano con mango de marfil. Era el
+amigo m&aacute;s &iacute;ntimo, el abogado consultor de la ni&ntilde;a, el que decid&iacute;a sin
+apelaci&oacute;n del efecto de los peinados. Un poco m&aacute;s all&aacute; de las columnas
+que separaban el gabinete de la alcoba, estaba la cama con las cortinas
+cerradas y ca&iacute;das, como se oculta tras un velo sagrado el ara de una
+diosa. En la penumbra de un rinc&oacute;n se alzaba un mueblecito maqueado, con
+sus flores de n&aacute;car y sus cajoncitos entreabiertos, dejando caer hacia
+fuera alg&uacute;n trozo de encaje, alguna madeja de estambre. El atril del
+piano sosten&iacute;a un grueso y manoseado tomo de melod&iacute;as de Schubert, y de
+uno de sus candelabros colgaba, suspendido por el el&aacute;stico de goma, un
+precioso sombrerillo de raso p&aacute;lido, con plumas coquetamente rizadas y
+anchas cintas de seda algo ajadas en el sitio donde se formaba el lazo.
+Delante del balc&oacute;n hab&iacute;a una jardinera con flores de trapo
+admirablemente fingidas, y en su centro se alzaba una jaula, c&aacute;rcel de
+dorados alambres, donde, oculta la cabecita bajo el ala, dorm&iacute;a un
+canario de Holanda, su mejor amigo, casi el rival del espejito de
+marfil.</p>
+
+<p>La luz tranquila, que ca&iacute;a como una caricia sobre cuanto iluminaba,
+parec&iacute;a hacer visibles a los ojos del esp&iacute;ritu el silencio y la soledad
+de aquella estancia, y ese excitante aroma desprendido de cuanto usa la
+mujer hermosa y limpia impregnaba la atm&oacute;sfera de efluvios como formados
+con emanaciones de flores extra&ntilde;as y aliento de bellezas so&ntilde;adas. Hab&iacute;a
+all&iacute; algo po&eacute;ticamente sensual, cuya influencia era tanto mayor cuanto
+m&aacute;s puro era su origen.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro tendi&oacute; la vista en torno suyo, aspirando con fuerza aquel
+ambiente embriagador, cual si quisiera asimilarse algo de lo que la
+pertenec&iacute;a. El esp&iacute;ritu y la materia, lo casto y lo lascivo, le hablaban
+embargando su alma y sus sentidos. Cada objeto le dec&iacute;a una frase, de
+cada observaci&oacute;n brotaba un deseo, y a lo m&aacute;s puro suced&iacute;a lo m&aacute;s
+humano. Unas cosas engendraban sentimientos dulces y tranquilos que
+confund&iacute;an el amor con la adoraci&oacute;n: otras hac&iacute;an surgir tercos e
+insaciables los lascivos impulsos de la carne. Sus ojos lo escudri&ntilde;aron
+todo.</p>
+
+<p>&mdash;&laquo;Aqu&iacute; se viste.... aqu&iacute; vive.... aqu&iacute; se peina.... aqu&iacute; duerme....
+aqu&iacute; sue&ntilde;a!.... En esa almohada reclina su cabeza.... este armario
+guarda sus secretos.... aqu&eacute;l es el perfume en que humedece sus rizos.
+All&iacute; est&aacute;n la imagen a quien reza la plegaria cortada por el sue&ntilde;o, y
+las s&aacute;banas a cuyo fr&iacute;o contacto se estremece su divino cuerpo.&raquo;</p>
+
+<p>En su cerebro, extraviado por la pl&eacute;tora de vida, empezaron a dibujarse
+las exigencias de un nuevo deseo. Sinti&oacute; algo parecido a los primeros
+vapores de la embriaguez. Quer&iacute;a esconderse, esperarla, escuchar c&oacute;mo se
+acercaba desde lejos el coche que la tra&iacute;a, o&iacute;r el ruido de sus pasos,
+el crujir de su falda en las salas contiguas, y verla entrar por fin,
+como presa ofrecida al apetito brutal de sus sentidos.</p>
+
+<p>De pronto alz&oacute; los ojos, y en la luna del espejo vio reproducida su
+figura sombr&iacute;a y triste como una nota discordante con cuanto le rodeaba.
+Su sotana era una mancha negra ca&iacute;da sobre la clara alfombra, los rasos
+y las sedas de brillantes tonos. Parec&iacute;a una mortaja tirada sobre un
+macizo de flores. La mirada del hombre se cruz&oacute; con la de la imagen
+reflejada, y sus propias pupilas le preguntaron asombradas con mudo y
+terrible lenguaje:</p>
+
+<p>&mdash;&laquo;&iquest;Qu&eacute; haces aqu&iacute;? El ciego debe ignorar que hay sol. El para&iacute;so no
+existe para el r&eacute;probo. Para ti no hay amor.&raquo;</p>
+
+<p>La voluntad sofoc&oacute; el grito de la imaginaci&oacute;n, tantas veces culpable a
+despecho de la conciencia, y L&aacute;zaro sali&oacute; de aqu&eacute;l cuarto para tornar al
+suyo, como quien vuelve de los encantos de un sue&ntilde;o al rudo contacto de
+la realidad.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="XIV" id="XIV"></a>XIV.</h3>
+
+
+<p>Se encerr&oacute; cual si tuviera miedo, atranc&oacute; cuidadosamente el balc&oacute;n, y
+sin hacer ruido fue alzando la trampa que ocultaba el hogar de su
+chimenea.</p>
+
+<p>A duras penas, con un mal cuchillo, hizo astillas la peana en que se
+sosten&iacute;a la santa imagen puesta a la cabecera de la cama, coloc&oacute; en el
+hogar los pedacitos de madera carcomida, y en torno suyo fue agrupando,
+apoy&aacute;ndolos sobre las tapas mugrientas y sobadas, los libros de rezo,
+las obras sagradas, los accesorios de sus trajes sacerdotales, los
+alzacuellos, los rosarios, todo lo que pod&iacute;a recordarle aquel pasado que
+hubiera querido aniquilar de un solo golpe. Arranc&oacute; despu&eacute;s algunas
+hojas de un breviario, retorci&eacute;ndolas tranquilamente entre las manos, y
+sin vacilar un punto, impasible, sereno, las encendi&oacute; en la l&aacute;mpara,
+prendiendo con ellas los combustibles hacinados.</p>
+
+<p>Una llama p&aacute;lida lo rode&oacute; todo; enrojeci&eacute;ronse r&aacute;pidamente las astillas;
+las voraces y azuladas lenguas de fuego atacaron las compactas p&aacute;ginas
+de los libros, y a los pocos momentos, una llamarada de resplandores
+viv&iacute;simos ilumin&oacute; el cuarto, ofuscando la apacible luz de la l&aacute;mpara, y
+proyectando una siniestra claridad de incendio sobre la figura de
+L&aacute;zaro. Todo ard&iacute;a. Los cantos de los tomos parec&iacute;an haces de aristas
+encendidas, cada hoja era una l&iacute;nea, y unas ca&iacute;an sobre otras,
+torci&eacute;ndose, quebr&aacute;ndose, hasta romperse como gavillas abrasadas. Los
+pliegos sueltos ard&iacute;an r&aacute;pidamente consumidos a un solo embate de la
+llama, y en su lugar quedaba una pel&iacute;cula negra, ingr&aacute;vida, escrita con
+caracteres de fuego, que se iban extinguiendo poco a poco. Las chispas
+rodaban sobre los vol&uacute;menes hasta hacer presa en ellos, y sus puntos
+rojizos, agit&aacute;ndose como larvas ardientes, ro&iacute;an las hojas antes que se
+cebara en ellas la enfurecida llama. Las tapas y las cubiertas empezaban
+a retorcerse. Los pergaminos se abarquillaron, crujiendo y chasqueando,
+y las pavesas, absorbidas del foco de la hoguera, volaban envueltas en
+una nube de humo hasta desaparecer por el ca&ntilde;&oacute;n de la chimenea.</p>
+
+<p>&iexcl;Cu&aacute;nto hubiera dado L&aacute;zaro por trocar en cosa tangible su memoria, para
+destruirla tambi&eacute;n! Cuando el hombre abjura de sus errores, deb&iacute;a tener
+el derecho de olvidarlos.</p>
+
+<p>En el hogar, momentos antes encendido, no qued&oacute; de all&iacute; a poco m&aacute;s que
+un montoncillo de cenizas, y envueltos entre su tibio rescoldo se ve&iacute;an
+relucir los broches de un libro de horas, y los alambres del met&aacute;lico
+engarce de un rosario.</p>
+
+<p>El sacrificio estaba consumado. La conciencia de L&aacute;zaro se resisti&oacute;
+siempre a darle el nombre de apostas&iacute;a.</p>
+
+<p>Entonces vinieron a consolarle esas ficciones enga&ntilde;osas que uno se forja
+en las grandes amarguras de la vida, falsas esperanzas que no han
+germinado al calor de la ilusi&oacute;n o del deseo, sino que llegan con paso
+tardo y torpe, rebeldes a la voluntad que las evoca: entonces los
+recuerdos tomaron formas de esperanzas, y no concebidas fr&iacute;amente por el
+cerebro, sino brotadas del fondo de su coraz&oacute;n, L&aacute;zaro sinti&oacute; llegar a
+los labios una idea que se tradujo en una palabra amorosamente
+pronunciada. Todo su porvenir estaba condensado en ella.</p>
+
+<p>&laquo;&iexcl;La aldea!&raquo;</p>
+
+<p>A la ma&ntilde;ana siguiente el barro del jard&iacute;n guardaba impresas todav&iacute;a las
+huellas de L&aacute;zaro, indicando el sitio donde hab&iacute;a escalado la verja para
+huir, como un ladr&oacute;n, de aquella casa, donde era tenido casi por un
+santo.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="XV" id="XV"></a>XV.</h3>
+
+
+<p>Sali&oacute; de la corte en un tren mixto, que se arrastraba torpemente como
+reptil enorme condenado a recorrer siempre el mismo camino, saludando
+con silbidos estridentes los mismos lugares, deteni&eacute;ndose ante los
+mismos sitios, hasta que al cabo de veinte horas de viaje lleg&oacute; a la
+estaci&oacute;n m&aacute;s cercana a su pueblo, para ir al cual hab&iacute;a de atravesar una
+dilatada llanura, a cuya extensi&oacute;n pon&iacute;an l&iacute;mite varias colinas que se
+divisaban a larga distancia, veladas por flotantes brumas.</p>
+
+<p>Alz&aacute;base cerca de la estaci&oacute;n una venta con honores de posada, y junto a
+su puerta, sentados en torno de dos mesillas mugrientas e inseguras
+cubiertas de jarrillos de vino, beb&iacute;an y vociferaban hasta media docena
+de arrieros y zagales. L&aacute;zaro cruz&oacute; ante ellos sin detenerse, pidi&oacute;
+albergue, ajust&oacute; una mula para ir hasta su pueblo al otro d&iacute;a, y,
+encerr&aacute;ndose en un estrecho cuarto, se dispuso a pasar la noche.</p>
+
+<p>Ca&iacute;a la tarde. Por la ancha ventana que iluminaba la habitaci&oacute;n se
+distingu&iacute;an a lo lejos, oscureciendo con sus enormes sombras la incierta
+luz crepuscular, los picos de la vecina sierra envueltos entre vapores
+d&eacute;bilmente violados y azules. En primer t&eacute;rmino, las tapias llenas de
+carteles de colores y las vallas de la estaci&oacute;n dibujaban con l&iacute;neas de
+intenso negro sus contornos. Los rails, abrillantados por el continuo
+roce de las ruedas, se alejaban hasta perderse en la revuelta de una
+curva. El polvillo del carb&oacute;n oscurec&iacute;a la tierra, marcando las huellas
+de los carros, y a unos trescientos metros de donde paraban los trenes,
+indicando la entrada en agujas, empezaban a brillar los farolillos rojos
+y las se&ntilde;ales de la v&iacute;a.</p>
+
+<p>Frente de la ventana, a regular distancia del corral&oacute;n de la posada,
+contrastando su f&aacute;brica de piedra con el maderaje y los tablones de que
+estaba formada la estaci&oacute;n, hab&iacute;a un edificio, rico en otro tiempo, a la
+saz&oacute;n ruinoso, pobre, y sobre todo triste, como si su inerte mole fuera
+capaz de presentir la grandeza del rival que all&iacute; cerca y en pocas
+semanas alzaron unos cuantos hombres. Era una antigua iglesia,
+reconstruida sin criterio fijo, restaurada muchas veces, y que hasta en
+los m&aacute;s peque&ntilde;os detalles acusaba gustos de distintas &eacute;pocas o caprichos
+de los piadosos donantes que facilitaron fondos con que sostener en pi&eacute;
+aquella amalgama en que parec&iacute;an haber tomado cuerpo los desvar&iacute;os de un
+arquitecto loco.</p>
+
+<p>Todo el que dio dinero para la obra imprimi&oacute; en ella algo de su capricho
+o su ignorancia. Ten&iacute;a rejas del Renacimiento, adaptadas a huecos
+ojivales; vanos trazados sin tener en cuenta la ponderaci&oacute;n de las
+fuerzas, masas aglomeradas donde faltaba resistencia. Hasta la
+Naturaleza, a veces caprichosa, hab&iacute;a a&ntilde;adido un sarcasmo a tanta burla,
+dejando brotar en la cornisa y enlazarse con las labores de la alta
+crester&iacute;a, muchas de esas florecillas de un amarillo sucio que crecen en
+la frente de las ruinas como coronas funerarias puestas por el tiempo
+sobre aquello mismo que destruye.</p>
+
+<p>Daba acceso al edificio un arco g&oacute;tico de relieves esculturales, con
+santos puestos en mensulillas esculpidas, cubiertos por doseletes
+calados, decorados con profusi&oacute;n, pero desconchados y rotos. No quedaba
+ap&oacute;stol sano, ni evangelista entero, ni virgen intacta, ni m&aacute;rtir
+respetado por las salvajes pedradas de los chicos. Los b&aacute;culos, las
+mitras, los atributos y animales simb&oacute;licos estaban horriblemente
+mutilados; dos o tres Padres de la Iglesia estaban desnarigados.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro, puestos los codos en el antepecho de la ventana y apoyado el
+rostro entre las manos, miraba distra&iacute;do las bandadas de p&aacute;jaros que,
+volando sesgadamente en torno de la vieja techumbre, ven&iacute;an a guarecerse
+en los intersticios de las tejas, y sent&iacute;a que, tan r&aacute;pidas como ellos,
+pero menos alegres, sus reflexiones iban tray&eacute;ndole a la mente, en
+invasi&oacute;n desordenada, revueltas con las tenaces preguntas de la
+conciencia, las inseguras disculpas de la raz&oacute;n; y al par que cada
+pensamiento le mostraba sus ilusiones muertas para siempre, en nada
+descubr&iacute;a apoyo de consuelos presentes o vislumbre de esperanzas
+futuras.</p>
+
+<p>&mdash;Todo ha concluido. &iquest;He hecho bien? &iquest;He hecho mal? &iquest;Por qu&eacute; no
+experimento la dulzura inefable que dejan las resoluciones honradas? Me
+he vencido: mi voluntad, domando los impulsos torpes, ha preferido a la
+hipocres&iacute;a la sinceridad. Si cuanto cre&iacute; era falso, mi alma se hubiera
+corrompido al contacto de la mentira; si era cierto, la oraci&oacute;n se
+habr&iacute;a manchado al pasar por los labios del imp&iacute;o. Tan despreciable es a
+mis ojos el incr&eacute;dulo que finge devoci&oacute;n, cuanto es infame el creyente
+que blasfema de lo que tiene por santo. No quise que la duda me
+arrastrase al cinismo. He aceptado la desdicha por no doblegarme al
+envilecimiento, y, huyendo de reconocerme perjuro, he parado en ser
+ap&oacute;stata. He sido para la fe soldado leal y amante sin fals&iacute;a; al dejar
+de amarla no he querido mentirla, que el coraz&oacute;n luego desprecia lo que
+prostituye. Plegaria que la vacilaci&oacute;n suspende, frase de cari&ntilde;o que con
+el pensamiento se aquilata, ni entra&ntilde;an fervor, ni acusan sentimiento.
+La religi&oacute;n y la mujer quieren al hombre todo entero: una para creer,
+nos ciega; otra para amar, nos ofusca: ambas transigen con el olvido
+antes que con la indiferencia, y para ellas en el menor desfallecimiento
+hay perjurio, en la m&aacute;s peque&ntilde;a falta de entusiasmo hay enga&ntilde;o.</p>
+
+<p>Ya no volver&eacute; a verla. Creyente o renegado, no debe existir para m&iacute;.
+Emblema vivo de la dicha, la he visto y la he sentido gozando, masque
+por la contemplaci&oacute;n de su hermosura, con los presentimientos en que el
+alma adivinaba las dichas que pudiera darme. Y hoy, negada para la
+realidad, imposible para el logro, a&uacute;n creo que puede ser eterna para la
+esperanza, cual si en mi ser se acrisolara lo que de terrenal me
+inspira, hasta trasformarse y fundirse el deseo del cuerpo en aspiraci&oacute;n
+del alma. Su frente, que nunca habr&aacute; de reclinar sobre mi hombro; su
+boca, que mis labios no besar&aacute;n jam&aacute;s; el brillo intenso y profundo de
+sus pupilas negras, todo lo que sin haber llegado a conseguir juzgo
+perdido, me parece infamemente arrebatado al empezar a poseerlo.
+Recuerdo como pronunciadas las palabras que so&ntilde;&eacute; para dichas por ella
+junto a mi o&iacute;do; la imaginaci&oacute;n se finge las amorosas respuestas, la
+memoria quiere enga&ntilde;arse a sabiendas, y los antojos de la fantas&iacute;a se
+confunden con las reminiscencias de la realidad.... Ya no tendr&eacute;
+est&iacute;mulo para el bien, ni energ&iacute;a contra el mal. Ser algo por amor suyo
+me hubiera quiz&aacute; impelido a serlo todo; ambicionar lejos de ella, es
+caminar sin t&eacute;rmino, pensar sin juicio, tender el vuelo a los espacios
+sin que la mente sepa d&oacute;nde ha de hallar descanso la esperanza.</p>
+
+<p>As&iacute; pensaba L&aacute;zaro, absorbido por sus cavilaciones, mientras la tr&eacute;mula
+claridad de los &uacute;ltimos instantes de la tarde iba dejando libre el paso
+en la atm&oacute;sfera a las primeras sombras de la noche. Las formas de las
+cosas se desvanec&iacute;an, perdidas poco a poco en la incertidumbre de la
+naciente oscuridad, y los contornos de &aacute;rboles, caser&iacute;os, lomas y
+plant&iacute;os iban desvaneci&eacute;ndose, permitiendo apenas destacar sus negras
+masas entre los espirantes resplandores del d&iacute;a.</p>
+
+<p>Entonces, hendiendo el aire pausada y dulcemente, lleg&oacute; hasta los o&iacute;dos
+del cura el tembloroso ta&ntilde;er de una campana, cuyas voces debilitaba la
+distancia, confundiendo con sus propios sonidos las huecas repeticiones
+de los ecos.</p>
+
+<p>&mdash;&iexcl;La oraci&oacute;n! dijo L&aacute;zaro. &iexcl;Si pudiera rezar!</p>
+
+<p>Se levant&oacute; movido de secreto impulso, baj&oacute; al zagu&aacute;n, sali&oacute; hasta el
+campo, y como quien no pierde por la precipitaci&oacute;n idea del sitio donde
+va, cruzando tierras sembradas, se fue hacia la iglesia que desde la
+ventana de su cuarto hab&iacute;a visto.</p>
+
+<p>Lleg&oacute; hasta ella rendido y sin aliento, que el bien, aunque sea fingido,
+cuesta caro, y par&aacute;ndose primero ante la puerta cerrada del templo,
+rode&oacute; despu&eacute;s el edificio a grandes pasos, buscando in&uacute;tilmente entrada
+franca para la casa de Dios. Mas hall&aacute;ndolo todo in&uacute;til a su empe&ntilde;o,
+vino a dar junto a una casuca estrecha, miserable, contigua a la
+iglesia, unida a ella por las tapias de un huerto, y que parec&iacute;a ser
+morada del cura que cuidase el sagrado edificio.</p>
+
+<p>Avanz&oacute; resuelto, y cogiendo con mano tr&eacute;mula el aldab&oacute;n de hierro que
+pend&iacute;a de la puerta, dio un recio golpe, que, retumbando en la desierta
+nave de la iglesia, fue devuelto en seguida por los ecos m&aacute;s prolongado
+y m&aacute;s nutrido. Entonces los p&aacute;jaros cobijados entre las hendeduras de
+los sillares desquiciados, en los relieves de los frisos, en las
+estatuillas de piedra y las hojarascas de granito, se alzaron en medroso
+enjambre, yendo fugitivos y asustados a perderse en la altura o a
+refugiarse rastreando por los cercanos trigos.</p>
+
+<p>&mdash;As&iacute; han huido, se dijo L&aacute;zaro, mis esperanzas; pero estas aves
+tornar&aacute;n al nido antes que la noche cierre, y las ilusiones no volver&aacute;n
+jam&aacute;s al alma m&iacute;a.</p>
+
+<p>Nadie contest&oacute; al golpe. El edificio estaba abandonado y mudo. La
+campana cuyos ta&ntilde;idos llegaron hasta L&aacute;zaro, era la que en la estaci&oacute;n
+serv&iacute;a para marcar las horas del trabajo.</p>
+
+<p>De all&iacute; a poco rasg&oacute; los aires el pito de una locomotora que ven&iacute;a
+lejana, y confundidos con su penetrante silbido empezaron a escucharse
+cercanos los alegres cantares de los obreros que volv&iacute;an de su ruda
+tarea.</p>
+
+<p>Era in&uacute;til rezar. A un lado estaban la soledad, el ego&iacute;smo indiferente
+de todo lo que se siente morir, la puerta del templo cerrada para
+siempre; al otro lado bull&iacute;an y se agitaban los s&iacute;mbolos del porvenir,
+de la esperanza y de la vida.</p>
+
+<p>La Iglesia es como esas queridas desde&ntilde;osas que nunca vuelven a recibir
+entre sus brazos al que una vez se aparta de ellas.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro se volvi&oacute; pensativo a la posada. Hab&iacute;a comprendido aquella
+coincidencia extra&ntilde;a que le dio clara idea de su situaci&oacute;n.</p>
+
+<p>Al entrar en la venta vio, iluminados por la rojiza llama del hogar y
+las amarillentas luces de un vel&oacute;n, los arrieros y mozos de mu&iacute;as que
+descansaban en torno de la lumbre, jugando con barajas abarquilladas y
+sebosas, apurando vasos de vino.</p>
+
+<p>Otros m&aacute;s descuidados o menos resistentes al trajinar del d&iacute;a, dorm&iacute;an
+a pierna suelta encima de los arcones de la cebada y tumbados sobre las
+mantas y albardas de las bestias.</p>
+
+<p>L&aacute;zaro los contempl&oacute; un instante, y pens&oacute; que el sue&ntilde;o del ignorante
+suele ser, por una injusticia que subleva, m&aacute;s sosegado y tranquilo que
+el del justo.</p>
+
+
+
+
+<h3><a name="XVI" id="XVI"></a>XVI.</h3>
+
+
+<p>Por un camino real que atraviesa los campos de Castilla rayanos con
+Andaluc&iacute;a, jinete en una mula parda, mal esquilada y sucia, va un hombre
+joven y de hermosas facciones, pero ojeroso, triste, p&aacute;lido, callado,
+dejando al animal que arregle a su capricho el paso, sin hostigarle con
+espuela ni palo.</p>
+
+<p>En el cielo, de un azul pur&iacute;simo, no flota la m&aacute;s ligera nube. El aire,
+di&aacute;fano y trasparente, permite ver a grandes distancias las formas de
+las cosas, y el humo que se escapa de alguna choza perdida en la
+llanura, sube vertical y tranquilo a desvanecerse en la l&iacute;mpida
+atm&oacute;sfera, sin que el m&aacute;s tenue soplo le conmueva. Alg&uacute;n ventorrillo,
+con su rama seca colgada, ante el port&oacute;n, ofrece de trecho en trecho al
+caminante el cochifrito o el tasajo, compa&ntilde;eros del vino, y a lo lejos
+se extiende hasta perderse la blanca cinta del polvo de la carretera,
+manchada s&oacute;lo por los excrementos de las bestias, o hendida por las
+pesadas llantas de los carros. Dil&aacute;tanse a uno y otro lado las estrechas
+paralelas de los surcos cubiertas por mieses amarillentas o verdosas, y
+esmaltando el gris oscuro de los secos terrones, crecen profusamente las
+encendidas amapolas, los azulejos p&aacute;lidos y las margaritas de bot&oacute;n de
+oro. En las cunetas del camino, junto a los montones de guijo y pedernal
+reci&eacute;n labrado, se arraigan los punzantes cardos, y rastreando entre
+los trigos, hurtando fuerza a las ca&ntilde;as y peso a las espigas, se
+extienden las tenaces gramas. El sol brilla con fuerza, recortando
+en&eacute;rgicamente las sombras, y el aire, impregnado de r&uacute;sticos aromas,
+apenas consigue agitar las hierbecillas sedientas del agua de los
+cielos. Todo est&aacute; seco; en cuanto alcanza la mirada no hay una noria, ni
+un &aacute;rbol, ni una fuente. Como flotantes en el ancho espacio, se oyen
+sonidos que la distancia debilita: el campanilleo tembloroso del andar
+de la recua, el c&aacute;ntico semisalvaje del ga&ntilde;&aacute;n, o el cansado voltear de
+alguna esquila de torre perdida en la soledad de la planicie....</p>
+
+<p>La mula segu&iacute;a su trote acompasado y lento, dejando tras s&iacute; lo que dejan
+todas las cosas de la vida: polvo que se alzaba en el aire, dilatando un
+instante la nube sucia de sus &aacute;tomos, para volver al sitio de donde
+proced&iacute;a.</p>
+
+<p>Las horas pasaban; a unos campos suced&iacute;an otros mon&oacute;tonamente iguales,
+repiti&eacute;ndose sin cesar los accidentes del terreno, pareci&eacute;ndose siempre
+en algo los caser&iacute;os, las granjas, los rediles vac&iacute;os, mientras sobre
+las lomas o en los cerros se divisaban, como puntos inquietos blancos y
+negros, las ovejas y cabras que corr&iacute;an acosadas por los celosos perros.</p>
+
+<p>&Iacute;banse poco a poco destacando del fondo luminoso del cielo los &aacute;ngulos
+rectos y los cortes bruscos de las casas de las aldeas, con sus tapias
+de tierra y sus paredes de cascote, dominadas desde lo alto del monte
+por la ermita, en torno de cuyo viejo campanario volaban las bulliciosas
+y alegres golondrinas. Entonces L&aacute;zaro forzaba el trote de su
+cabalgadura, y llegando a la plaza del lugar, lo atravesaba r&aacute;pidamente,
+sin reparar en las mujeres puercas y los chicuelos harapientos que le
+miraban, curiosos y asombrados, desde las ventanas y los umbrales de
+las puertas.</p>
+
+<p>En una revuelta vio de repente una sombra oscura, grande y extendida
+s&oacute;brela blancura del camino: aquella mancha se mov&iacute;a, avanzando
+lentamente en direcci&oacute;n contrar&iacute;a a la que &eacute;l llevaba, y entre su masa
+compacta brillaban a intervalos algunos puntos luminosos. Parec&iacute;a una
+serpiente colosal de enormes escamas heridas por los rayos del sol, y
+seguida de una tenue nubecilla de polvo. L&aacute;zaro la dej&oacute; acercarse,
+parado en lo alto de un repecho, y al cabo de unos cuantos minutos vio
+clara, distintamente, lo que en un principio mir&oacute; sin acertar qu&eacute; era.</p>
+
+<p>A pi&eacute;, despedazados los trajes, roto el calzado, o desnudas y
+ensangrentadas las callosas plantas, casi sin ropa que mal cubriera su
+desnudez de d&iacute;a y en la noche les aliviara del fr&iacute;o, atados entre s&iacute; y
+alguno sujeto por los codos, ven&iacute;an hasta diez y seis o veinte hombres.
+Era una cadena de eslabones humanos brutalmente ensartados; <i>gente
+forjada del Rey que iba a las galeras</i>; una cuerda de presos. En torno
+suyo caminaban custodi&aacute;ndoles, sable en mano o arma al brazo, unos
+cuantos soldados. Lo que L&aacute;zaro hab&iacute;a visto brillar en lontananza eran
+los hierros de las bayonetas.</p>
+
+<p>All&iacute; iban retratadas, si no juntas realmente, al menos visibles para la
+imaginaci&oacute;n, todas las miserias humanas: el que mat&oacute; por odio; el que
+hiri&oacute; por venganza; el que rob&oacute; por codicia; el que hurt&oacute; por hambre; el
+que delinqui&oacute; por flaqueza; el que pec&oacute; por vicio: aqu&eacute;l a quien
+pervirti&oacute; la mala educaci&oacute;n; aqu&eacute;l a quien la herencia de la viciada
+sangre hizo rabiosos los sentidos, y el de brutal naturaleza que dej&oacute; al
+instinto sobreponerse a la raz&oacute;n: juntos estaban el que holl&oacute; la moral
+desconoci&eacute;ndola, y el que hizo mofa de ella desestimando su val&iacute;a:
+atados a la par iban el avaro convertido en ladr&oacute;n por la idolatr&iacute;a del
+oro, y el pr&oacute;digo trocado en criminal por el desprecio de todas las
+riquezas: codo con codo, sujetos uno a otro, andaban el que delinqui&oacute;
+contra la sociedad creyendo honrar a la virtud y el que hizo escarnio de
+lo bueno por asegurar lo &uacute;til: caminando unidos, avasallados por la
+misma tristeza, iban el que fue malo por fan&aacute;tico y el que dej&oacute; de ser
+justo por incr&eacute;dulo: llagas en los tobillos y heridas en las manos
+llevaban igualmente quien falt&oacute; a la ley por no tener, y quien la viol&oacute;
+para tener m&aacute;s: con grillos y esposas estaban sujetos, todos respirando
+venganzas, invocando auxilios, premeditando fugas, distintamente
+animados por el arrepentimiento o el rencor, pero sin que uno solo se
+eximiera de la pesadumbre y la verg&uuml;enza.</p>
+
+<p>&mdash;Son los hijos de la pobreza y la ignorancia, pens&oacute; L&aacute;zaro; la ley de
+la Naturaleza es la vida; la ley del hombre es el dolor.</p>
+
+<p>Su alma sufri&oacute; una sacudida horrible: la trasformaci&oacute;n que ven&iacute;a
+realiz&aacute;ndose en su esp&iacute;ritu se complet&oacute; en aquel momento, y la
+metamorfosis que convierte en amor al pr&oacute;jimo el feroz ego&iacute;smo de la fe,
+qued&oacute; cumplida. Ser bueno para s&iacute; es lo propio del d&eacute;bil; en ser justo
+para los dem&aacute;s est&aacute;n la sabidur&iacute;a y la grandeza.</p>
+
+<p>Cuando estaba resuelto a sepultarse para siempre en la soledad y el
+olvido de su pueblo, unos cuantos miserables que la sociedad expulsaba
+de su seno, amputados como miembros podridos, le dieron a entender que
+si la fe puede morir, el amor a la humanidad es inmortal. Y aquella
+pobre criatura, el ateo capaz de conmoverse viendo rezar a un ni&ntilde;o, el
+que sin creer en la amistad se hubiera sacrificado por un amigo, el que
+al renegar de la pasi&oacute;n lo hab&iacute;a sacrificado todo al respeto de la mujer
+amada, el que no esperando agradecimiento hubiera dado a hurtadillas la
+limosna, dej&oacute; caer sobre el pecho la cabeza, y llor&oacute; solo una l&aacute;grima,
+acre, amarga, como saturada de todos los infortunios de la tierra, y
+alzando luego el rostro, de cara al sol, inspirado por algo superior a
+s&iacute; mismo, dio vuelta a la mula, gui&aacute;ndola hacia la corte, para lanzarse
+en el torbellino de la vida moderna, sin m&aacute;s creencias que la pasi&oacute;n del
+bien ni m&aacute;s fe que la de un porvenir mejor.</p>
+
+<p>&mdash;Nadie tiene derecho, se dijo, a convertir el escepticismo en inacci&oacute;n.
+Mientras en el mundo suene una queja engendrada por el ego&iacute;smo y la
+injusticia, quien se precie de bueno debe luchar hasta morir, que para
+caer herido en defensa de lo santo no hace falta creer: basta amar. En
+la misma direcci&oacute;n, pero a larga distancia, fueron perdi&eacute;ndose entre
+dos remolinos de polvo, grande uno, imperceptible otro, los presidiarios
+y el jinete.</p>
+
+<p>&iquest;Fue su alto y leal prop&oacute;sito a perderse en la inmensa vor&aacute;gine de los
+opuestos intereses del mundo? &iquest;Cay&oacute; como granizo que se derrite al ardor
+impuro de la tierra, o gota de lluvia que en el mar se confunde sin
+alterar la muchedumbre de sus olas? &iquest;Fue hierro candente sumergido en el
+agua que chasquea y se queja pero al fin se enfr&iacute;a, o se desvaneci&oacute; como
+el &uacute;ltimo eco de la onda sonora que desparrama su vibraci&oacute;n en el
+espacio? &iquest;Fue, tal vez, como el grano de trigo que el viento orea en la
+parva y cae en el mont&oacute;n predestinado a la fecunda siembra? &iexcl;Qui&eacute;n sabe!
+Pero aqu&eacute;l esp&iacute;ritu sin esperanza, destrozado y muerto por la lucha del
+sentimiento que le impulsaba a creer, con la raz&oacute;n que le arrastraba a
+dudar, debi&oacute; escuchar una voz misteriosa que, como Cristo al hermano de
+Marta y Mar&iacute;a, le arranc&oacute; del seno de las tinieblas y la muerte
+murmurando en su o&iacute;do:</p>
+
+<p>&mdash;<i>L&aacute;zaro, ven fuera</i>.</p>
+
+
+<div class="footnotes"><h3 style="margin-top:5%;">NOTAS:</h3>
+
+<div class="footnote"><p><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a> Epist. de San Pablo a los hebreos, cap. II, vers. I.</p></div>
+
+<div class="footnote"><p><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a> Evang. de San Lucas, cap. xi, vers. 46.</p></div>
+
+</div>
+
+<p>&nbsp;</p>
+<hr class="full" />
+<p>***END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK LáZARO***</p>
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+remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
+and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at http://www.gutenberg.org/fundraising/pglaf.
+
+
+Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
+number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
+permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
+
+The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
+Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
+throughout numerous locations. Its business office is located at
+809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
+business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
+information can be found at the Foundation's web site and official
+page at http://www.gutenberg.org/about/contact
+
+For additional contact information:
+ Dr. Gregory B. Newby
+ Chief Executive and Director
+ gbnewby@pglaf.org
+
+Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation
+
+Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
+spread public support and donations to carry out its mission of
+increasing the number of public domain and licensed works that can be
+freely distributed in machine readable form accessible by the widest
+array of equipment including outdated equipment. Many small donations
+($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
+status with the IRS.
+
+The Foundation is committed to complying with the laws regulating
+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
+considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
+with these requirements. We do not solicit donations in locations
+where we have not received written confirmation of compliance. To
+SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
+particular state visit http://www.gutenberg.org/fundraising/pglaf
+
+While we cannot and do not solicit contributions from states where we
+have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
+against accepting unsolicited donations from donors in such states who
+approach us with offers to donate.
+
+International donations are gratefully accepted, but we cannot make
+any statements concerning tax treatment of donations received from
+outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.
+
+Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
+methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
+ways including checks, online payments and credit card donations.
+To donate, please visit: http://www.gutenberg.org/fundraising/donate
+
+
+Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
+works.
+
+Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
+concept of a library of electronic works that could be freely shared
+with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
+Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.
+
+Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
+editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
+unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
+keep eBooks in compliance with any particular paper edition.
+
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