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+The Project Gutenberg EBook of Páginas escogidas, by Armando Palacio Valdés
+
+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
+almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
+re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
+with this eBook or online at www.gutenberg.org/license
+
+
+Title: Páginas escogidas
+
+Author: Armando Palacio Valdés
+
+Release Date: April 13, 2012 [EBook #39444]
+
+Language: Spanish
+
+Character set encoding: ISO-8859-1
+
+*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PAGINAS ESCOGIDAS ***
+
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+
+Produced by Chuck Greif and the Online Distributed
+Proofreading Team at http://www.pgdp.net (from scans
+available at Google Books)
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+
+BIBLIOTECA CALLEJA
+
+SEGUNDA SERIE
+
+A. PALACIO VALDÉS
+
+PÁGINAS ESCOGIDAS
+
+
+
+
+ARMANDO PALACIO VALDÉS
+
+PÁGINAS
+
+ESCOGIDAS
+
+[Illustration]
+
+MCMXVII
+
+CASA EDITORIAL CALLEJA
+
+FUNDADA EN 1876
+
+MADRID
+
+
+
+
+PROPIEDAD
+
+Derechos reservados.
+
+Copyright 1917
+
+by CASA EDITORIAL CALLEJA
+
+Imprenta de "Alrededor del Mundo", Martín de los Heros, 65.
+
+
+
+
+CONFIDENCIA PRELIMINAR
+
+
+Sin gusto he cedido al propósito de publicar un volumen de páginas
+escogidas entre mis obras. Opiné siempre que este es un honor que debe
+reservarse a los muertos. Pero los vivos en los tiempos presentes
+acaparan los derechos de los muertos y se regalan con monumentos y
+epitafios.
+
+Un editor piadoso ha imaginado que de los diversos libros por mí
+publicados pudieran entresacarse algunos trozos de valor excepcional. Le
+dejo por entero la responsabilidad del intento.
+
+Contra mi gusto también, ¿por qué no he de decirlo? he sido y soy
+literato. En los años de mi adolescencia y en los primeros de la
+juventud he creído firmemente que yo había nacido para cultivar las
+ciencias filosóficas y políticas y para ser un faro esplendoroso dentro
+de ellas. Llegar a ser un sabio respetado y solemne fué mi única
+ambición entre los quince y los veinte años. Después por un juego de la
+fortuna me vi convertido en novelista, y comprendí que la fortuna tenía
+razón. Me acaeció lo que a Federico II de Prusia. Creyó haber nacido
+para músico y literato y resultó un guerrero.
+
+Lo que puede hacer con más facilidad es lo que el hombre debe hacer.
+Para mí ha sido tan fácil escribir novelas como a un tenedor de libros
+efectuar sus operaciones aritméticas. Cuando un amigo comerciante me
+dice que le sería imposible escribir una novela me sorprende, y cuando
+le comunico, en secreto, que me siento incapaz de efectuar una división
+de muchas cifras sin equivocarme varias veces le dejo estupefacto.
+
+¡Cuán fácil es dejarnos arrastrar por aquello que nos es fácil! Así yo
+puesto a escribir novelas me hallé cautivo de ellas y tan contento como
+el pez en el agua. El sabio no volvió a sacar la cabeza fuera hasta
+muchos años después al publicar los _Papeles del doctor Angélico_.
+
+Pero dentro de la facilidad apetecí toda la facilidad que fuese posible.
+En el arte como en la vida, he sido siempre insaciable de independencia.
+Ya que en aras de la literatura sacrificaba mi ambición, quise y me
+propuse escribir completamente a mi gusto.
+
+Observé desde luego que en la república de las letras, a pesar de ser
+república, existían no pocas servidumbres.
+
+La primera que me llamó la atención fué la de la _actitud_. Los
+escritores, en general, adoptan al empezar una postura y no la cambian
+jamás. O se calzan el coturno o se encasquetan el gorro de cascabeles.
+Un amigo tuve, bien conocido y estimado en el mundo literario, que nos
+hacía desternillar de risa con su gracejo inagotable. Pues bien, este
+ilustre literato así que se ponía a escribir se alzaba de manos como un
+caballo fogoso y no dejaba escapar más que rugidos épicos.
+
+¿No es una verdadera esclavitud? Cada cual debe escribir según el humor
+en que se halla. Esto no es perder la unidad del carácter sino mostrar
+su invariable complejidad. ¡Libertad! Este ha sido siempre mi santo y
+seña al penetrar en el alcázar de las bellas letras.
+
+Los más altos ejemplos de esta amable libertad no me han venido, sin
+embargo, de la poesía sino de la música. Haydn y Beethoven han sido los
+hombres más libres que han existido dentro de su arte. Ayer mismo
+escuchaba la famosa _sonata séptima_ del último. El tiempo tercero
+principia por un alegro risueño, feliz. El poeta-músico disfruta
+apaciblemente de la dulzura del vivir, de los gozosos recuerdos de su
+juventud. De pronto, como si repentinamente le asaltase la memoria
+aciaga de un gran dolor de su vida, de un desengaño cruel, de la pérdida
+de un ser amado, aquella alegría se nubla, comienzan a escucharse notas
+graves, patéticas, que poco a poco se transforman en un lamento
+desgarrador.
+
+¡Esta, esta es--me decía yo con emoción--la santa libertad que he
+apetecido siempre!
+
+Otra de las servidumbres que nos amenaza a los escritores es la de la
+imitación. Por lo mismo que es la menos peligrosa es la menos frecuente,
+a lo menos en estos últimos tiempos en que a los literatos les ha
+acometido la rabia de la originalidad.
+
+La admiración de los grandes maestros y el empeño en seguir sus huellas
+no es sólo un sentimiento plausible sino también la prueba más evidente
+de la vocación de un artista. Cuando admiramos de corazón nos elevamos
+por un instante a la altura del ser que admiramos. Ni en la literatura
+ni en ninguna de las artes bellas hay otro medio más eficaz para
+adquirir superioridad. "La imitación--ha dicho quien lo entiende--se
+encontraría hasta en los arcángeles si conociésemos su historia."
+
+Pero la admiración no debe degenerar en idolatría. Se soporta con gusto
+la influencia bienhechora de un genio, pero no se puede sufrir su
+dictadura. Todos tenemos brazos y piernas y es necesario que nos dejen
+andar y obrar sin ligaduras. El maestro debe ser un faro que nos guíe,
+no un harpón que nos desangre. En España los admiradores de Cervantes
+han llegado a hacerle empalagoso.
+
+Por eso más que la imitación exclusiva de un genio hallo mucho más
+beneficiosa la influencia de un grupo de maestros. Nuestros padres
+imitaban a los clásicos griegos y latinos, y marchaban seguros. En la
+antigüedad greco-latina hallaron una disciplina feliz que les salvaba de
+toda aberración. Muchos que eran pequeños se hicieron grandes. Así como
+la lectura de Plutarco ha despertado el heroismo en muchos corazones,
+así la de Homero y Virgilio, Sófocles y Horacio hizo fluir de algunas
+plumas páginas deliciosas. Recordemos nada más que la admirable poesía
+de nuestro Fray Luis de León sobre la vida del campo en que imita una
+oda de Horacio.
+
+Hay épocas de bueno y de mal gusto. Hay locuras y groserías que infestan
+a un período entero. Malhadado el escritor que nace en uno de estos
+momentos tenebrosos. Por milagro logrará salvarse del desastre. En
+cambio, será para él dichosa la suerte si se halla rodeado por hombres
+de razón y de gusto. Recibir las enseñanzas de los contemporáneos cuando
+son puras; no hay otro lote más feliz para un poeta o novelista. Los que
+respiran a nuestro lado son los más eficaces maestros. Quien haya visto
+la luz en el siglo de oro de nuestra literatura y vivido en el comercio
+de Calderón, de Tirso, de Cervantes y Quevedo, tenía la mitad del camino
+andado para llegar a las cumbres de la gloria. El que ha tenido la mala
+fortuna de escribir en la segunda mitad del siglo XIX, entre
+_naturalistas_, _decadentistas_, _luciferanos_, etc., harto ha hecho si
+ha podido alcanzar la falda de la montaña. El mal gusto es mucho más
+contagioso que el bueno. Permanecer sensato entre insensatos exige una
+fuerza que a muy pocos es dado poseer. No presumo de haberla tenido,
+pero he luchado por mantenerme firme.
+
+Otra esclavitud más triste y vergonzosa nos está aparejada a los que
+escribimos para el público; la esclavitud de la moda. La moda se nos
+impone: el que pretenda sustraerse a ella queda sumergido. Al comienzo
+de mi carrera literaria la avalancha de los naturalistas franceses lo
+había arrollado todo. Quien no penetrase en los burdeles y nos hiciese
+saber lo que allí ocurre o no tuviese arrestos para describir en cien
+apretadas páginas los productos alimenticios que se exhiben en un
+mercado (el rojo inflamado de las zanahorias contrastando con la nota
+argentada de las sardinas, etc.), era tenido por un literato anticuado
+y chirle. Cuando publiqué mi segunda novela _Marta y María_, un joven
+naturalista, amigo mío, me dijo: "Está bien, querido, pero todo eso es
+_agua tibia_". Pasó la ola, sin embargo, y esta florecita regada con
+agua tibia que brotó hace treinta y cuatro años, aún no se ha marchitado
+por completo.
+
+Acatar servilmente el gusto del público, poner el oído a los rumores de
+la calle y adular los caprichos del amo es algo que degrada al escritor.
+No era esa mi cuenta. Preferí pasar inadvertido a marchar encadenado al
+carro triunfal de los naturalistas franceses.
+
+No obstante, lo confieso con dolor, todavía ejercieron sobre algunas de
+mis novelas perniciosa influencia. Al repasarlas en este momento por la
+tarea que se me impone, observo redundancias, prosaismos, puerilidades,
+hijas de un afán desmedido de realismo. Era el agua que se bebía en
+aquella época. No había llegado a penetrarme por completo de que las
+novelas se componen de retratos no de fotografías. Las últimas que
+escribí se han librado mejor del contagio.
+
+Quisiera borrar las manchas que afean las otras. Si se me permitiese
+rehacerlas quedarían seguramente menos mal. No me creo autorizado para
+ello. En la vida como en el arte debemos cargar con los pecados de la
+juventud. Todos los seres creados guardan como las pirámides de Egipto
+los jeroglíficos de su historia. En el hombre, en el animal, en la
+planta y hasta en los pedruscos y los metales cada cual guarda las
+huellas de sus aventuras. Ruego al lector que cuando tropiece en mis
+obras con alguna harto plebeya la desprecie; pero no al autor que ya
+está arrepentido.
+
+Hablemos ahora del lenguaje que es otro de los escollos en que tropieza
+el escritor español. Y por de pronto no lo confundamos con el estilo
+como a menudo lo veo confundido. El lenguaje para el escritor es un
+instrumento como para un violinista el violín. Nunca he visto a un
+violinista postrarse delante de su violín y adorarlo; pero he visto y
+veo a muchos literatos hincados de rodillas delante del lenguaje.
+
+¿Por qué tal rendimiento? Hagámosle elegante, limpio, flexible,
+despojémosle de toda vileza, pero no le convirtamos en un ídolo de
+piedra. ¿Por qué escribir hoy como en tiempo de Fray Luis de Granada?
+¿Se habla así en el hogar, en la calle, en el Parlamento?
+
+Si se me diese a elegir entre el tan ultrajado lenguaje periodístico y
+el artificiosamente arcaico, pedantesco y desabrido de ciertos
+escritores que el vulgo de los críticos admira, me quedaría con el
+primero.
+
+El lenguaje periodístico, con ser malo, me parece preferible a ese otro
+rebuscado de ciertos escritores pseudoclásicos. Porque, en fin, el
+periodista mal o bien dice lo que quiere decir, pero el otro, arrastrado
+por la combinación de las palabras, no lo dice casi nunca. Hay quien
+piensa, después de haber copiado un giro de Quevedo o Cervantes, que ha
+llevado a término una acción heroica y que se le debe la cruz de San
+Hermenegildo. Y si exhuma del Diccionario una palabrita allí sepultada,
+se sorprende de que no le arrojen flores desde los balcones.
+
+Recuerdo que cuando llegué a Madrid siendo casi un adolescente, fuí a
+visitar, por encargo de mi familia, a un conocido escritor erudito y
+bibliófilo, en cuyo salón hallé a otros tres o cuatro sujetos de sus
+mismas aficiones. Estaban leyendo, con mucha algazara, la carta de un
+amigo, y apenas hicieron caso de mí, como puede suponerse.--"¡Qué
+donoso!"--exclamaba uno.--"¡Qué regocijado!"--respondía otro.--"¡Qué
+bien que da en el hito nuestro amigo!"--apuntaba el tercero.--"¡Es cosa
+para mucho holgarse!"--añadía el cuarto.
+
+Yo creía hallarme en un baile de máscaras.
+
+Estos disfraces aún continúan. Los avisados ríen, pero el vulgo queda
+deslumbrado. No se es Quevedo por ponerse las antiparras de Quevedo.
+Cuando tomo en las manos un libro de estos flamantes clásicos, me parece
+estar viendo desfilar una cabalgata histórica. ¿En qué fabla me
+fablades, infanzones? Ellos podrán decir: "No tenemos ingenio, ni
+amenidad, ni ciencia, ni gracia, ni observación, ni sentimiento; pero
+tenemos lenguaje."
+
+He pensado siempre que éste ha de ser lo más claro, lo más sencillo y
+transparente posible. ¿Buscaba Santa Teresa los giros de los siglos
+pretéritos para introducirlos en sus _Moradas_? No; escribía en estilo
+llano como oía hablar en torno suyo. Y, no obstante, resulta su prosa de
+una nobleza extremada, más penetrante y sugestiva que la de ningún otro
+escritor español.
+
+Peor aún que el lenguaje pseudoclásico es el llamado _colorista_ que en
+Francia inauguró Teófilo Gautier, y que Zola y los hermanos Goncourt
+llevaron a una monstruosa exageración. Buscar palabras nuevas importadas
+de la pintura, es fácil tarea. Los grandes escritores no han tenido
+necesidad de apelar a tanta palabrería pictórica para grabar
+profundamente los tipos y las escenas que han creado. ¿Quién no se
+representa vivamente la aventura de los molinos de viento en el
+_Quijote_? ¿Quién no ha visto a Carlota en el _Werther_, de Goethe,
+cortando el pan y distribuyéndolo a sus hermanitos?
+
+Entre nosotros ha echado raíces este nuevo _preciosismo ridículo_ y se
+ha desarrollado con la velocidad del microbio del tifus. En una revista
+literaria he leído la siguiente descripción de un salón de baile:
+
+"En los senos duermen las flores con esa voluptuosidad del pétalo
+marchito, y en los labios rojos ruedan las sonrisas amables y brotan las
+frases cortesanas. El piano, envidioso, muestra en risa irónica sus
+dientes blancos; y tableteando sobre los cristales una lluvia fría,
+menudita y soñolienta.
+
+"Sobre el grupo va la luz tonificando los rosas, el rosa de crepúsculo
+de los trajes, el rosa de las mejillas, el de grano de granada de las
+uñas y el rosa suave, diluído, enervante de las flores."
+
+Después de leer esto ¿no se siente la nostalgia del _Boletín de
+Pósitos_? En verdad que si tal es el estilo colorista hay motivo para
+aborrecer el arco iris.
+
+Pero dejemos estas inepcias y vengamos a otra servidumbre más peligrosa
+en que con frecuencia caemos los que emborronamos papel. Hablo del
+dinero.
+
+"Poderoso caballero es don Dinero", dijo nuestro poeta. El dinero es un
+magnífico señor que paga bien a quien mal le sirve. Paga bien, pero nos
+disminuye. El escritor que se pone a su servicio pierde la iniciativa y
+el reposo, tan necesarios a los que cultivan la belleza. Sus cadenas son
+de oro, pero cadenas al fin.
+
+¿Debe vivir el escritor de su pluma? Parece lógico. Si presta un servicio
+a sus semejantes, éstos se hallan obligados a remunerarle.--"Quien sirve
+al altar, viva del altar"--ha dicho San Pablo. El poeta que sacrifica en
+el altar de las Musas, debe vivir de él.
+
+Debe vivir, es cierto; ¿pero debe vivir en un palacio rodeado de
+domésticos y caballos? No hay necesidad. Una posición independiente y
+modesta es suficiente para que pueda ofrecernos los frutos de su
+ingenio. Si la riqueza le ha venido por otros caminos, no le perjudicará
+cuando sepa emplearla adecuadamente. Viajes, libros, juegos, muebles
+suntuosos, cuadros, saraos, todo esto es un alimento para la fantasía y
+se halla en la dirección de su vida. Equipado de esta manera espléndida
+acaso su vuelo sea más alto. Mas para alcanzar estas doradas
+herramientas, aun en los países en que es factible, necesita forzar la
+mano, y esto no se consigue sin detrimento de la calidad del artículo.
+
+En otros tiempos la literatura no daba dinero, y se escribía, y no se
+escribía del todo mal. Hoy da dinero y se escribe, y no se escribe del
+todo bien. Quiero decir que cebados por la ganancia, escribimos más de
+lo que debiéramos. Nuestras obras no suelen salir bien cosidas, sino
+hilvanadas. Cuando el hombre no piensa en el resultado de su trabajo, es
+cuando sale mejor. Nuestros abuelos escribían libros más duraderos,
+porque pensaban más en ellos que en el editor.
+
+Sin embargo, bueno es rechazar la absurda especie que corre válida entre
+los ignorantes y frívolos de que el hambre aguza el ingenio. El hambre
+no aguza más que los malos instintos. Jamás me convencerá nadie de que
+las musas reciben con agrado en su jardín del Parnaso a los poetas
+famélicos. El escritor necesita cierto grado de bienestar, y además
+aquello que nuestros antepasados llamaban _ocios_; esto es, el descuido
+de los intereses materiales. Pero este reposo no lo consiguen los
+actuales escritores de profesión pensando en las pesetas que les vale
+cada cuartilla. Mejor lo lograban aquellos abuelos, aceptando un modesto
+empleo en las oficinas del Estado o en el archivo de cualquier
+prócer.--"Cuando al sonar la hora--me decía un amigo literato empleado
+en una casa de banca--cierro los libros de cuentas, mi imaginación
+queda absolutamente libre y puedo ocuparla en lo que se me antoje."
+
+Claro está que un empleado en una casa de banca no podrá escribir
+ochenta novelas en su vida, pero escribirá tres o cuatro que valgan por
+las ochenta, y el mundo quedará satisfecho aunque renieguen los
+fabricantes de papel. Escribir poco es, en los días que corren, una gran
+virtud. Confieso humildemente que yo no la he poseído; pero los hay más
+viciosos, todo el mundo lo sabe.
+
+A los que no caen en la esclavitud del dinero les suele poner el yugo
+sobre la cerviz el ansia de gloria. El aplauso es tan necesario al
+escritor como el aire mismo que respira. Todos los seres humanos viven
+sedientos de él. Hasta los caballos necesitan palmaditas en el cuello
+para correr. Los que lo rehuyen es que quieren ser aplaudidos dos veces,
+como dice La Rochefoucauld, o marineros que bogan de espalda al sitio
+donde quieren ir, según San Francisco de Sales.
+
+Como no soy un impostor, declaro que amo y he amado siempre el aplauso.
+
+Pero existen dos clases de aplauso: el sincero, el espontáneo que brota
+del corazón de los hombres y sale fervoroso a sus labios, y aquél que se
+les arranca a fuerza de reverencias.
+
+Parece natural que todos amemos el primero y desdeñemos el segundo. Sin
+embargo, no es así. Hay escritores que corren desalados en pos del
+elogio, y para alcanzarlo montan en toda clase de vehículos, sucios o
+limpios. Un académico, ya fallecido, decía a cierto amigo suyo, en uno
+de esos momentos de expansión que suelen tener hasta los criminales:
+"¡Tú no sabes, querido, la serie de bajezas que he necesitado hacer para
+entrar en la Academia!" Hay otros que llevan el bolsillo provisto de
+artículos acaramelados firmados por sus amiguitos, y se los ofrecen a
+los directores de periódicos cuando les tropiezan en la calle, como si
+fuesen en efecto caramelos de la _Pajarita_.
+
+No he amado nunca esa clase humillante de aplauso. Me gusta limpio,
+sincero, confortante. ¿Para qué sirve que os palmotee todo el mundo en
+la calle, si al llegar a casa y meteros en la cama os silba vuestra
+conciencia?
+
+El elogio venido de lejanas tierras, donde no saben si soy gordo o
+flaco, torcido o derecho, me ha seducido siempre. Me seduce, porque es
+absolutamente espontáneo y me parece una promesa de inmortalidad. Aún
+más me siento halagado por las cartas que me envían personas
+desconocidas expresándome la impresión que mis libros les han causado.
+
+Esto es halagüeño, sí, lo confieso. Pero cuando me encierro en mi
+cuarto y después me encierro en mí mismo, no puedo menos de decirme:
+"¡Pura vanidad! Mis libros no son más que burbujas del agua que se
+mantienen un instante sobre la corriente y desaparecen; leves sonidos
+que el aire produce al penetrar casualmente en una flauta. Si se me
+despojase de lo que pertenece a los grandes maestros que me han
+precedido, quedaría desnudo. Hay, sin embargo, algo de lo cual nadie en
+este mundo me puede despojar, y es la dulce satisfacción de saber que
+algunas de mis páginas han hecho asomar la risa a los labios, y otras,
+lágrimas de ternura a los ojos; es la certidumbre consoladora de que
+nadie ha salido de la lectura de mis novelas menos puro y menos noble de
+lo que era".
+
+A. PALACIO VALDÉS
+
+Mayo de 1917.
+
+
+
+
+MARTA Y MARÍA
+
+
+Esta novela, segunda de las que escribí, fué publicada en el año 1883
+por la _Biblioteca Arte y Letras_, de Barcelona, con dibujos de
+Pellicer. Su forma y su baratura, en aquella época excepcionales,
+lograron que se difundiese extremadamente. Algunas personas timoratas
+quisieron ver en ella un ataque insidioso contra el misticismo, y
+algunos sacerdotes, haciéndose eco del mismo error, tronaron contra ella
+desde el púlpito.
+
+Apenas necesito defenderme de tal acusación. Presentar dos caracteres
+que se ofrecieron a mi vista cuando contaba veinte años y que ejercieron
+considerable influencia en mi vida y en mi corazón, fué mi único
+designio. Si del contraste aparece uno de ellos mortificado y el otro
+glorioso, no es cuenta mía sino del Supremo Hacedor que los ha formado.
+
+El verdadero misticismo nada tiene que ver en este asunto. Las místicas
+sinceras y espontáneas como Santa Teresa, Santa Catalina de Génova,
+Margarita de Alacoque, jamás pueden hacerse antipáticas. Pero lo son
+alguna vez sus frías imitadoras. Los sentimientos más altos y nobles
+tienen su aparato externo para expresarse. Imitar este aparato puede
+halagar la imaginación sin que el corazón haya hablado todavía. Siempre
+resulta ridículo el desequilibrio entre lo que se pretende y lo que se
+puede. Y tal es el caso de mi novela.
+
+La prueba más evidente de lo que acabo de afirmar es que mientras
+algunos católicos y sacerdotes la reprobaban, otros la aplaudían.
+Hallándome, algún tiempo después de publicarse, en el pueblo de
+Marmolejo tomando las aguas salutíferas que allí manan, me anunciaron en
+la fonda donde me hospedaba la visita de un señor sacerdote. Bajé a la
+sala y tuve el gusto de trabar conocimiento con un canónigo de una de
+las más importantes iglesias metropolitanas españolas, persona de muchas
+letras y reconocido talento. Me dijo estas o parecidas palabras:
+
+"He venido a visitar a usted sabiendo que aquí se hallaba, porque quiero
+expresarle el placer que he sentido leyendo su última novela. (Omito el
+juicio que le merecía como obra literaria.) Creo que es de gran utilidad
+en el estado actual de las conciencias. En las jóvenes que frecuentan
+hoy las iglesias suele haber más capricho y fantasía que corazón. Cuando
+alguna de ellas en el tribunal de la penitencia me comunica sus deseos
+de entrar en un convento, si yo entiendo que hay en ella más
+romanticismo que amor de Dios y de la virtud, le doy a leer su novela
+de usted que me sirve de receta para curarla de su ataque nervioso de
+misticismo."
+
+¿Necesitaré decir que con estas palabras quedó mi conciencia
+perfectamente tranquila?
+
+Sin embargo, como estos negocios del alma son en extremo delicados y sin
+haberlo querido pude haber hecho daño a ciertas conciencias tímidas,
+repito aquí lo que he dicho en la advertencia preliminar puesta en las
+últimas ediciones de _Marta y María_: "No doy a ninguna de las palabras
+contenidas en mi libro otra significación que la que pueda acordarse con
+la fe cristiana y con las enseñanzas de la Iglesia Católica, a las
+cuales me glorío de vivir sometido."
+
+
+
+
+UNA EXCURSIÓN A LA ISLA
+
+
+ El marqués de Peñalta es el prometido de la señorita María de
+ Elorza. Se hallaba ya cercana la fecha de la boda cuando María,
+ sufriendo un ataque agudo de misticismo, vacila si debe o no
+ casarse e impone una prórroga a su novio. Este se resigna de mal
+ grado. Sigue frecuentando la casa, pero María entregada a sus
+ prácticas piadosas no siempre le acompaña. El marqués de Peñalta se
+ ve obligado a pasar largos ratos en compañía de Martita, hermana de
+ María, que es una niña de catorce años. A causa de la intimidad que
+ entre ellos se establece prende en el inocente corazón de Martita
+ un amor apasionado por su futuro cuñado. Cuando se da cuenta de él
+ se horroriza y hace esfuerzos por sofocarlo. En estos días se
+ celebra una excursión de placer a un islote propiedad de D. Mariano
+ de Elorza, padre de las dos hermanas. María no toma parte en ella.
+ Martita, excitada por el _champagne_, se arroja a decir y a
+ ejecutar lo que el lector verá en este capítulo.
+
+En tanto el Océano, indiferente a las risas y a las angustias de
+aquellos insectillos que rozaban su bruñida epidermis, reverberaba el
+incendio del sol en toda su inmensidad, gozando este placer augusto con
+el mismo sosiego que en los primeros días del mundo. La luz ya podía
+espaciarse libremente sobre su llanura húmeda corriendo leguas y leguas
+en un segundo, lanzando sus llamaradas a los últimos confines del
+horizonte o recogiéndolas de pronto en haz resplandeciente; ya podía
+jugar sobre las crestas espumosas de sus olas o besar tímidamente el
+espejo diáfano de las aguas o salpicarlo con menudo polvo de plata o
+dejarse caer desmayada con lánguido y voluptuoso estremecimiento que se
+perdía entre los pliegues de las olas. Nada conseguía alterar la paz
+solemne de su corazón ni hacerle emitir una nota más grave o más aguda
+en la grandiosa aria de bajo profundo que canta desde el principio del
+universo.
+
+Los contornos de la Isla se dibujaban ya con precisión, negros y adustos
+como si acabasen de salir de un gran incendio. Según se iban acercando a
+ella, el blanco cinturón, que desde lejos parecía ceñirla, rompíase en
+mil pedazos separados por considerable distancia. Ruido formidable de
+muchedumbres que combaten, cadenas que se arrastran y peñas que se
+desgajan, venía de allá indicando a nuestros viajeros que se acercaba el
+término de su jornada. Al cabo de una hora de marcha atracaron por fin,
+no sin algún trabajo, a su peñascosa costa. Después necesitaron subir
+por un estrecho y peligroso sendero labrado en la roca para encontrase
+al fin en tierra firme y llana. La Isla no merecía este nombre. Era un
+islote de dos o tres kilómetros de extensión, propiedad de D. Mariano de
+Elorza, que sólo la utilizaba para cazar de vez en cuando y traer de
+allá todos los años algunos centenares de huevos de gaviota. Estaba
+cubierta a trechos de pinos, pero en su mayor parte vestida de tojo
+donde las liebres y conejos tenían su guarida. Por casi todos los lados
+ofrecía espantosos precipicios sobre el mar, que la batía
+incesantemente entrando y saliendo con furia en las concavidades de las
+rocas que la circundaban. D. Mariano había edificado en el centro una
+casita para guarecerse, a la cual había ido añadiendo poco a poco
+algunas comodidades. Constaba solamente de un espacioso salón, un
+comedor, algunas alcobas y la cocina; pero la tenía bastante bien
+amueblada y circuida de un jardincito donde crecían de mala gana algunos
+árboles de adorno.
+
+Mientras se disponía la comida y llegaba la falúa de la Sanidad, que
+había ido a depositar a Isidorito como triste deportado en un árido
+paraje de la costa, señoras y caballeros se diseminaron, dedicándose a
+la caza o a la pesca, según las aficiones y aptitudes de cada cual.
+Empezaron a sonar tiros aquí y allá, demostrando que los conejos, que se
+habían propagado en progresión geométrica, sufrían la ley de represión
+descubierta por Malthus. Los viajeros que no tenían instintos
+sanguinarios se acomodaban buenamente sobre el musgo al borde de los
+precipicios, contemplando de hito en hito el horizonte, por donde solía
+cruzar la vela de algún barco. Otros estudiaban la flora arrancando
+hierbecillas y discutiendo ampliamente acerca del cultivo que convendría
+a aquellas tierras y de los productos que pudieran dar. Cuando todo
+estuvo arreglado, D. Mariano se lo notificó por medio de sus criados, y
+unos en pos de otros los tertulios se fueron replegando hacia la casa y
+entraron en el salón, donde se había improvisado una espléndida mesa
+atestada de manjares y flores. Buen trabajo y bastante ruido costó
+sentar a tanta gente, pero al fin se consiguió gracias a la actividad
+del dueño de la casa, poderosamente auxiliado de un joven que traía el
+pelo por la frente, a quien ya tuvimos el honor de conocer la noche del
+sarao celebrado con motivo del santo de doña Gertrudis.
+
+La comida fué digna del anfitrión. Ningún refinamiento gastronómico se
+echaba de menos. Todo estaba sabiamente previsto por una imaginación
+familiarizada con los asuntos culinarios, y alguien pudo decir en la
+mesa, con verdad, que no era tan desdichada la vida en una isla
+desierta, como se decía en el Robinson Crusoe y en otros libros. Cada
+comensal tenía frente a sí cinco o seis copas, que dos criados se
+encargaban de ir llenando sucesivamente de diversos vinos, según los
+manjares que se servían. A nadie sorprenderá, pues, que al terminarse la
+comida hubiese brindis entusiastas, precedidos de discursos
+elocuentísimos y acompañados de gritos, bravos y felicitaciones de todo
+género al orador. D. Máximo los rompió con unas cuantas frases bastante
+mal dichas, pero muy conmovedoras, referentes a la brevedad de la vida,
+a la miseria de los placeres, a la recompensa que nuestros dolores
+alcanzarán en un mundo mejor y a otros asuntos de ultratumba. El orador
+concluyó por verter lágrimas copiosas, embargado por tan fúnebres
+consideraciones. No faltó, sin embargo, quien afirmase por lo bajo que
+la _papalina_ de D. Máximo era la menos divertida que jamás había visto.
+Pronunció después el ingeniero Suárez, con frase correcta y atildada, un
+discurso enderezado a preconizar la importancia que la mujer tenía en
+la actual civilización y las saludables modificaciones que merced a su
+influjo se habían obtenido en las costumbres de los pueblos modernos:
+hizo un elogio tan brillante como acabado de sus aptitudes artísticas,
+declarándolas muy superiores a las del hombre; habló también de sus
+perfecciones físicas, entreteniéndose con mucha complacencia a
+enumerarlas, y terminó brindando incondicionalmente por la obra más
+bella y primorosa de la creación, por la eterna y dulce compañera del
+hombre. Las señoritas de Ciudad batieron palmas. Inmediatamente se
+levantó D. Serapio, y con lengua bastante gorda propuso en términos
+concretos que el brillante concurso que le escuchaba se estableciese
+definitivamente en la isla, a fin de poblarla, invitando a cada uno de
+los presentes a buscar lo más pronto posible pareja. La circunstancia de
+hacer un guiño tan malicioso como grosero a una de las criadas que
+servían la mesa, al terminar su invitación, despertó contra él una
+tempestad de silbidos e interrupciones. No pudiendo explicar
+satisfactoriamente su conducta, D. Serapio se fué muy incomodado a dar
+una vuelta por la cocina. Al poco rato sonó allá una bofetada.
+
+Siguieron los brindis, cada vez más acalorados y tempestuosos, de tal
+modo que nadie se entendía. Uno de los más celebrados fué el de Martita,
+quien por consejo de Ricardo, que estaba a su lado, había bebido tres
+copas de champagne y no sabía lo que le pasaba. La pobre niña, tan
+reservada y silenciosa por temperamento, empezó a charlar por los
+codos, dirigiendo pullas muy saladas a todos los presentes, que las
+acogían con regocijo y aplauso. Cuando una señora le dijo que estaba
+borracha, se puso muy seria y afirmó que sólo estaba un poco alegre, lo
+cual nada tenía de particular teniendo en cuenta sus pocos años. Esta
+salida hizo reir a los convidados. Los vapores del champagne habían
+coloreado sus mejillas fuertemente y le producían alguna sofocación.
+Mientras hablaba no cesaba de darse aire con el pañuelo. Sus ojos tan
+fijos y serenos ordinariamente, habían adquirido singular movilidad y
+cierto brillo malicioso que consiguió llamar la atención de Suárez el
+ingeniero. El mismo timbre de la voz se le había modificado de un modo
+notable, haciéndose más grave y firme. Parecía que se operaba en ella
+una anticipación artificial y momentánea de la plenitud del sexo.
+
+Cuando se cansaron de disparatar, D. Mariano hizo que sacaran las mesas
+del salón, para que bailasen los jóvenes. Un piano, jubilado por su
+respetable ancianidad en aquel retiro, fué el que marcó con voz cascada
+el compás de una mazurka. Como era de esperar, el baile perdió al
+instante toda gravedad y ceremonia y se convirtió en torbellino de
+saltos, gritos y risas. Marta, que bailaba con Ricardo, le dijo de
+pronto:
+
+--No puedo soportar este calor: ¿quieres que salgamos un poco a tomar el
+fresco?
+
+--Vamos; yo también estoy muy sofocado.
+
+Cuando estuvieron en el jardín, le dijo:
+
+--Si quisieras hacer conmigo una expedición, te llevaría a un sitio que
+no conoce aquí nadie más que papá y yo; una playa oculta entre las
+rocas. Hasta que se está en ella no se la ve... Es un sitio precioso...
+
+--¡Vaya si quiero! Demasiado sabes la afición que tengo a los paisajes y
+sobre todo a los de mar... ¿Por dónde se va?
+
+--Sígueme... ya verás.
+
+Marta emprendió la marcha hacia un bosque de pinos situado no muy lejos
+de la casa y Ricardo la siguió. Vestía la niña un traje azul marino, con
+adornos de encaje blanco y en la cabeza llevaba sombrero de paja
+adornado con una guirnalda de campanillas rojas.
+
+--Después que lleguemos a ese bosque vas a experimentar una sorpresa.
+
+--¿De veras?
+
+--Ya verás, ya verás.
+
+En efecto, así que estuvieron en el bosque y caminaron algún tiempo por
+él, tropezaron con una cueva tapada a medias por los árboles y la
+maleza. Marta, sin decir palabra, se introdujo en ella, y en dos
+segundos desapareció. Ricardo quedó un instante parado y altamente
+sorprendido; pero una fresca carcajada que sonó dentro le sacó de su
+estupor.
+
+--¿Qué es eso; no te atreves a entrar, cobarde?
+
+--¿Pero, chica, no ves que puedes hacerte daño?
+
+--¡Entre usted, bravo guerrero!
+
+--Bien... ya que te empeñas...
+
+Cuando se hubo unido a Marta observó que la cueva se abría bastante y
+estaba tapizada de arena.
+
+--¡Oh, no pensé que era tan grande y cómoda!
+
+--Bueno; pues ahora sígueme.
+
+--¿Adónde?
+
+--¡Qué preguntón eres!... Ya lo sabrás, hombre, ya lo sabrás.
+
+Entró por la cueva adelante, que cada vez se iba haciendo más oscura,
+seguida de Ricardo, el cual no apartaba la vista de ella temiendo a cada
+instante verla caer o chocar con algún obstáculo. Al cabo de poco tiempo
+borróse la silueta de la niña en el fondo oscuro de la caverna, y
+Ricardo se halló en verdaderas tinieblas.
+
+--No tengas cuidado: sigue, que no te pasará nada... Iré hablando para
+que camines en dirección de la voz... Si quieres que te dé la mano te la
+daré... ¿No?... bueno, pues no te quedes atrás... Dentro de muy poco
+tiempo empezarás a bajar... pero es una pendiente suave... ¿Lo ves?...
+No te quejarás del suelo... aunque uno se cayese no se haría mucho
+daño... No tardaremos en ver luz... Ten cuidado... inclínate a la
+derecha que el camino hace ahora una revuelta... ¡Ea, ya tenemos
+claridad!
+
+Un punto luminoso se veía efectivamente a los pies de nuestros jóvenes a
+unas cien varas de distancia. La silueta de Marta volvió a romper las
+tinieblas y a resaltar sobre la escasa claridad que entraba por el
+agujero. Oyóse en la cueva un sordo y prolongado rumor que hacía
+sospechar la proximidad del Océano. A los pocos minutos salían a la
+luz.
+
+Ricardo quedó extasiado ante el espectáculo que se ofreció a su vista.
+Estaban frente al mar, en medio de una playa rodeada de altísimos
+peñascos cortados a pico. Parecía imposible salir de ella sin arrojarse
+a las olas que venían majestuosas y sonoras a desplomarse sobre su
+dorada arena festoneándola con sábanas de espuma. Nuestros jóvenes
+avanzaron hasta el medio contemplando, sin decirse una palabra,
+embargados por la emoción, aquel misterioso retiro del Océano que
+semejaba un locutorio escondido y amable donde venía a contar sus
+profundos secretos a la tierra. El cielo, de un azul muy claro, hacía
+brillar el arenoso pavimento que se inclinaba hacia el mar con declive
+suave. Se pasaban los meses y los años sin que la planta de un hombre
+imprimiese su huella en él. Los altos muros negros y carcomidos, que
+cerraban en semicírculo la playa, esparcían sobre ella silencio triste.
+Sólo el grito de algún pájaro marino, al cruzar de un peñasco a otro,
+turbaba la eterna y misteriosa plática del mar.
+
+Ricardo y Marta continuaron avanzando hacia el agua lentamente,
+dominados por el respeto y la admiración. Según caminaban, la arena se
+iba haciendo más blanda; las huellas de sus pies se llenaban
+inmediatamente de agua. Al acercarse, observaron que las olas crecían y
+que sus volutas retorcidas en el momento de desplomarse los taparían si
+se pusiesen debajo. Venían graves, firmes, imponentes hacia ellos, como
+si tuviesen seguridad de arrollarlos y sepultarlos para siempre entre
+sus pliegues, pero a las cinco o seis varas de distancia se dejaban caer
+en tierra desmayadas expresando su pesar con un rugido inmenso y
+prolongado. Los torrentes de espuma que salían de su ruina venían
+extendiéndose y resbalando por la arena a besarles los pies.
+
+Al cabo de algún tiempo de contemplarlas fijamente, Marta sintióse
+turbada. Creyó advertir en ellas cada vez más ansia de tragarla y que
+expresaban su deseo con gritos rabiosos y desesperados. Retrocedió un
+poco y tomó la mano de Ricardo sin comunicarle el miedo pueril que la
+embargaba. La sábana de espuma que las olas extendían, en vez de besarla
+pensaba que la mordía los pies. Al replegarse de nuevo con aspiración
+gigantesca la arrastraba contra su voluntad para llevarla quién sabe
+adónde.
+
+--¿No te parece que nos vamos acercando demasiado a las olas, Ricardo?
+
+--¿Crees acaso que van a llegar adonde estamos nosotros?
+
+--No sé... pero se me figura que nos vamos deslizando insensiblemente...
+y que concluirán por taparnos.
+
+--Pierde cuidado, preciosa--dijo echándole un brazo sobre el hombro y
+atrayéndola suavemente hacia sí;--ni las olas suben, ni nosotros
+bajamos... ¿Tienes miedo a morir?
+
+--¡Oh, no; ahora no!--exclamó la niña en voz apenas perceptible,
+estrechándose más contra su amigo.
+
+Ricardo no oyó esta exclamación. Seguía con la vista atentamente la
+marcha de un vapor que cruzaba por el horizonte sacudiendo su negra
+columna de humo.
+
+Al cabo de un rato quiso anudar la conversación.
+
+--¿De veras tienes miedo a la muerte? ¡Oh! haces bien... Hoy el mundo
+guarda para ti su sonrisa más amable... Ni una sola nube oscurece el
+cielo de tu vida... ¡Dios quiera que no llegues a desearla nunca!
+
+--Y tú, ¿tienes miedo, dí?
+
+--Unas veces sí y otras veces no.
+
+--¿En este momento lo tienes?
+
+--¡Ah, qué curiosilla eres!--exclamó volviendo hacia ella su cara
+sonriente.--No; en este momento, no.
+
+--¿Por qué?
+
+--Porque si el mar nos tragase, moriríamos los dos juntos, y yendo en
+tan amable compañía, ¡qué me importa dejar este mundo!
+
+La niña le miró un rato fijamente. Los labios del joven estaban plegados
+por una sonrisa galante y protectora. Separóse de él bruscamente, y
+volviéndole la espalda se puso a caminar por la playa rozando los
+dominios de las olas.
+
+El vapor iba a ocultarse ya detrás de uno de los cabos como un guerrero
+fantástico que caminase dentro del agua asomando solamente el penacho de
+su casco. Cuando hubo desaparecido, Ricardo fué a unirse a su futura
+hermana, que no pareció advertir su presencia, enteramente abismada en
+la contemplación del Océano. No obstante, al cabo de un rato volvióse
+de improviso y le dijo:
+
+--¿Te atreves a ir conmigo a la peña que se ve allá abajo, a la derecha?
+
+--No tengo ningún inconveniente; pero te prevengo que está subiendo la
+marea y que esa peña quedará rodeada de agua antes de una hora.
+
+--No importa; tenemos tiempo para ir a ella.
+
+Dando brincos y haciendo equilibrios sobre los peñascos de la costa
+llenos de charcos y tapizados de algas, donde corrían grave riesgo de
+resbalar, llegaron a la peña, que avanzaba buen trecho dentro del mar.
+
+--Sentémonos--dijo Marta.--¡Cuánto mar se ve desde aquí! ¿no es cierto?
+
+Ricardo se sentó a su lado y ambos contemplaron la húmeda llanura que se
+extendía a sus pies. Cerca de ellos ofrecía un color verde oscuro; a lo
+lejos era azul. Allá en el centro la gran mancha de plata seguía
+resplandeciendo con vivos destellos reflejando el encendido disco del
+sol. De los profundos senos líquidos de aquel infinito salía una música
+grave pero insinuante que empezó a sonar como caricia paternal en los
+oídos de nuestros jóvenes. El gran desierto de agua cantaba y vibraba en
+los espacios como el eterno instrumento del Hacedor. La brisa que de sus
+olas llegaba tenía una frialdad grata que les refrescaba las sienes y
+las mejillas. Era un aliento vivo y poderoso que ensanchaba su corazón y
+lo inundaba de sentimientos vagos y sublimes.
+
+Ni uno ni otro hablaron. Gozaban contemplando la majestad y grandeza
+del Océano con un sentimiento humilde de su pequeñez y con vago deseo de
+participar de su fuerza sagrada e inmortal. Sus ojos paseaban una y otra
+vez, sin fatigarse nunca, por la línea indecisa del horizonte, que les
+revelaba otros espacios sin fin azules y luminosos. Sin darse cuenta de
+ello, por un movimiento instintivo, se habían acercado de nuevo uno a
+otro como si temiesen algo de la presencia de aquel monstruo que rugía a
+sus pies. Ricardo había pasado un brazo en torno de la cintura de la
+niña y la tenía sujeta suavemente para defenderla de cualquier peligro.
+
+Al cabo de mucho tiempo, Marta volvió su rostro encendido hacia él y le
+dijo con voz conmovida:
+
+--Díme, ¿me dejas apoyar la cabeza en tu pecho?... ¡Tengo unas ganas de
+llorar!
+
+Ricardo la miró con sorpresa, y atrayéndola dulcemente hacia sí la
+acostó sobre su regazo. La niña le dió las gracias con una sonrisa.
+
+--¿Te encuentras bien ahora?
+
+--¡Oh, sí; muy bien, muy bien!
+
+--¿Quieres dormir un poco a ver si te pasa ese malestar?
+
+--No, no quiero dormir... Déjame... no me hables... ¡si supieras qué
+bien me encuentro!
+
+Ricardo sonrió satisfecho y le acarició la cara como a un niño.
+
+El agua batía la peña donde se hallaban, salpicándoles de espuma y
+entrando y saliendo sin cesar en las profundas concavidades de la roca,
+que parecía hueca como un edificio. Las corrientes que se precipitaban
+por ellas despertaban en su seno extraños y confusos rumores, que unas
+veces semejaban los ecos lejanos de un trueno, otras los ronquidos
+profundos de un órgano.
+
+Marta, con la cabeza apoyada en el regazo del joven y la cara vuelta al
+cielo, hacía rodar sus grandes y límpidos ojos continuamente por la
+bóveda azul, con el oído atento a los graves rumores que debajo de ella
+sonaban. El viento fresco del mar no había conseguido aún apagar el
+ardor de sus mejillas.
+
+--¡Atiende!--dijo de pronto.--¿No oyes?...
+
+--¿Qué?
+
+--¿No oyes entre los ruidos del agua algo parecido a un lamento?
+
+Ricardo atendió un instante.
+
+--No oigo nada.
+
+--No; ya ha cesado... aguarda un poco... ¿No lo oyes ahora?... Sí, sí,
+no cabe duda... En las cuevas de esta roca hay alguien que se queja...
+
+--No hagas caso, tonta. Es la resaca que produce sonidos extraños...
+¿Quieres que me baje a mirar lo que hay dentro?
+
+--¡No, no!--exclamó con sobresalto.--Estate quieto... Si te movieses
+ahora me harías mucho daño...
+
+La gran mancha de plata se extendía cada vez más por el ámbito del
+Océano, pero empezaba a palidecer. El sol caminaba velozmente hacia el
+horizonte con serenidad majestuosa, sin una nube que lo escoltara,
+anegado en un vapor de oro y grana que se filtraba hasta perderse
+enteramente en el azul claro del firmamento. La peña donde se hallaban
+extendía también su sombra sobre el agua, cuyo verde oscuro se iba
+trocando poco a poco en negro. Los rugidos de las olas se amortiguaban y
+la brisa soplaba dulcemente como el hálito perezoso del que se prepara a
+dormir. Un silencio augusto y conmovedor empezaba a elevarse del seno de
+las aguas. En las cavernas de la roca Marta dejó de percibir el grito
+acongojado que la asustara, y los truenos y ronquidos se habían ido
+cambiando lentamente en un _glu glu_ suave y lánguido.
+
+--¿No te duermes?--volvió a preguntar Ricardo.
+
+--Ya te he dicho que no quiero dormirme... ¡Me encuentro tan bien
+despierta!... El que duerme no padece, pero tampoco goza... Sólo es
+bueno dormir cuando se sueñan cosas lindas, y yo no las sueño casi
+nunca... Ahora me parece que estoy durmiendo y soñando... ¡Te veo de un
+modo tan raro!... Estoy viendo el cielo debajo y el mar encima. Tu
+cabeza está bañada por un vapor azul... Cuando la mueves parece que
+oscila la bóveda que nos cubre; cuando hablas, tu voz parece que sale de
+lo profundo del mar... ¡No cierres los ojos, por Dios, que me haces
+sufrir!... Se me figura que estás muerto, y que me has dejado aquí sola.
+¿No ves los míos qué abiertos están? Nunca tuve menos deseos de dormir
+que ahora. Oye; acerca un poco la cara. ¿Sentirías mucho que el mar
+fuese poco a poco subiendo y llegase a cubrirnos?
+
+Ricardo se estremeció levemente. Echó una mirada en torno y observó que
+el agua empezaba a cerrar el istmo que unía la peña a la costa. Los ojos
+de Martita, cuando volvió el rostro hacia ella, brillaba con fuego
+malicioso y singular.
+
+--Vámonos, que ya estamos casi cercados de agua.
+
+--Espera un poquito... tengo que decirte una cosa... Te la voy a decir
+muy bajo para que no se entere nadie... nadie más que tú... Ricardo, me
+alegraría que el mar subiese ahora de pronto y nos sepultase para
+siempre... Así estaríamos eternamente en el fondo del agua, tú sentado y
+yo apoyada en tu regazo con los ojos abiertos... Entonces sí, me
+dormiría a ratos y tú velarías mi sueño, ¿no es verdad? Las olas
+pasarían sobre nuestra cabeza y nos vendrían a contar lo que sucedía en
+el mundo... Esos peces blancos y azules que los marineros pescan con los
+anzuelos vendrían silenciosamente a visitarnos y nos permitirían pasar
+la mano por sus escamas de plata... Las algas se enredarían a nuestros
+pies formando cojines blandos, y cuando el sol saliera le veríamos al
+través del cristal del agua más grande y más hermoso, filtrando sus
+rayos de mil colores por ella y deslumbrándonos con su esplendor... Dí,
+¿no te gusta?
+
+--Calla, Martita; estás delirando... Vámonos, que el agua sube.
+
+--Espera un momento... Hace una hora que estamos aquí y el viento no ha
+conseguido enfriarme las mejillas... tengo cada vez más calor en ellas.
+No importa... me encuentro bien... ¿Quieres hacerme un favor?... Sóplame
+en la cara a ver si me pasa esta sofocación... ¡Así, así!... ¡Qué amable
+eres!... Por algo dice todo el mundo que eres muy simpático... Tienes el
+genio un poco vivo... Oye; necesito pedirte perdón.
+
+--¿De qué?
+
+--De un susto que te he dado el otro día. ¿Te acuerdas cuando hicimos
+juntos un ramo de flores en el jardín?... Después quisiste hacerme una
+caricia y fuí tan necia que lo llevé a mal y me eché a llorar... ¡Qué
+sorpresa y qué disgusto habrás tenido!... Confieso que soy una tonta y
+que no merezco que nadie me quiera... Sin embargo, bien puedes creerme
+que no estaba enfadada contigo... Lloré de sentimiento... sin saber por
+qué... ¡Qué motivo tenía yo para llorar! Tú no querías hacerme ningún
+daño... no querías más que besarme las manos, ¿verdad?
+
+--Nada más, hermosa.
+
+--Pues yo tengo mucho gusto en que las beses, Ricardo... Tómalas...
+
+La niña extendió hacia arriba sus lindas manos que se agitaron en el
+aire alegres y cándidas como dos palomitas recién salidas del nido.
+Ricardo las besó con efusión repetidas veces.
+
+--No basta eso--prosiguió la niña riendo.--Antes me besabas en la cara
+siempre que me encontrabas o te despedías... ¿Por qué has dejado de
+hacerlo? ¿Me tienes miedo?... Yo no soy una mujer... soy una niña
+todavía... Hasta que me ponga de largo tienes derecho a besarme...
+Después ya será otra cosa... Anda, dame un beso en la frente...
+
+--Ahora dame uno en cada mejilla... Aún sigue el calor ¿no es cierto?...
+Ahora quiero que beses las trenzas de mi pelo... Aguarda... déjame
+sacarlas que estoy acostada sobre ellas... A ti no te gusta el cabello
+negro... ya lo sé... pero eres muy amable y lo besarás por darme
+gusto...
+
+Ricardo iba besando tiernamente los sitios que le señalaba. Al fin se
+detuvo y se puso a jugar con las trenzas negras, azotando con ellas
+suavemente el rostro de la niña. En los ojos de ésta seguía luciendo el
+mismo fuego malicioso. Sintióse levemente turbado y trató de fijar los
+suyos en el mar, pero ella le dijo sonriendo:
+
+--Si no te enfadases te pediría otro aquí--y señaló a sus labios rojos y
+húmedos.
+
+El rostro del joven marqués se tiñó de carmín. Quedó un instante
+inmóvil, y bajando al fin la cabeza unió sus labios a los de la niña con
+prolongado beso.
+
+Un fuerte soplo de viento había despertado el Océano cuando se preparaba
+a dormir: agitóse un instante en su inmenso lecho de arena, cual si
+cambiase de postura, y dejó escapar un sordo murmullo de disgusto. Las
+olas tornaron a rodar a lo lejos hinchadas y azules: las de la playa
+clamaron de nuevo con extrañas voces. Apagáronse las luces que ardían en
+sus crestas y se desvaneció la esplendorosa ebullición de los tesoros
+submarinos. La mancha de plata iba adquiriendo los tristes reflejos del
+acero bruñido.
+
+Cuando Ricardo separó sus labios de los de la niña, lo primero que hizo
+fué pasear una mirada inquieta por los contornos de la peña. Estaban ya
+cercados por el agua. Levantóse bruscamente y sin decir nada cogió a
+Marta entre sus brazos con la misma facilidad que si fuese una
+cervatilla, y dando un prodigioso salto cayó de bruces sobre la peña
+vecina, lastimándose un poco en una mano. Marta quedó ilesa y contempló
+la herida del joven: después, sacando su fino pañuelo de batista, lo ató
+silenciosamente sobre ella y echó a andar con paso rápido. Ricardo la
+siguió. Los dos marchaban callados. La distancia que los separaba se fué
+haciendo cada vez mayor, porque Marta ya no andaba, corría. El joven
+marqués sentía vago malestar y una turbación extraña que le impedían
+apretar el paso. Estaba enojado consigo mismo. Cuando entraron en el
+agujero del túnel que conducía al bosquecillo de pinos, perdió
+enteramente de vista a su amiga y hasta dejó de escuchar el ruido de sus
+botitas por el suelo. Al hallarse en medio de la cueva sumido en las
+tinieblas, creyó oir muy confusamente el eco de un sollozo y sintió aún
+más oprimido su corazón. Después de salir a la luz, empezó a encontrarse
+mejor.
+
+Cuando llegaron a la casa supieron que se habían expedido ya varios
+criados a buscarlos, pues hacía rato que todo estaba dispuesto para el
+regreso. La tarde avanzaba y no era muy del gusto de las señoras que las
+sorprendiese la noche en el mar. Recibiéronlos, pues, con muestras de
+satisfacción, y todo el mundo se apresuró a acomodarse nuevamente en las
+falúas, que con el oleaje no estaban quietas un instante, como los
+caballos enjaezados, esperando al jinete al pie de la cuadra.
+
+Izáronse las velas y dando largas bordadas para aprovechar el viento,
+hicieron rumbo hacia El Moral. Marta, al entrar en la lancha, había
+perdido los vivos colores de las mejillas.
+
+El sol se acercaba cada vez con más prisa al horizonte. Las señoras
+veían con recelo crecer la sombra en el cielo como en el mar, dirigiendo
+miradas inquietas a los marineros. Las frecuentes viradas que las
+lanchas hacían les retrasaban extraordinariamente. Al cabo fué necesario
+arriar las velas y caminar al remo en línea recta. Nada tenía esto de
+particular, y es lo más usual cuando no se tiene el viento por la popa;
+pero he aquí que a Rosarito, la amiga de la señorita de Mory, se le mete
+en la cabeza de pronto que aquel cambio de motor náutico significa
+peligro inminente de naufragio, el cual se le representa a la
+imaginación con todos los horrores de que suele venir rodeado en las
+novelas por entregas: la densidad espesa de la noche, las olas
+elevándose como montañas a los cielos, los gritos de los náufragos
+mezclándose a los rugidos de la mar, etc., etc. Y sin poder evitarlo
+empieza a agarrarse con mano nerviosa a su amiga y a dejar salir de su
+boca exclamaciones de angustia y terror.
+
+--¡Ay, Dios mío, vamos a perecer, vamos a parecer!
+
+--No pasa nada; tranquilízate, Rosario.
+
+--¡Sí, sí, vamos a perecer... nos vamos a ahogar!... ¡Dios mío, qué
+muerte tan horrible!... ¡Por qué habré venido yo a la Isla!... ¡Qué dirá
+mi papá cuando sepa que no tiene hija!... ¡Papá, papá del alma!...
+
+¡Pero, niña, si no ocurre absolutamente nada!
+
+--¡No me digas eso, por Dios! ¿no estoy viendo que han bajado las velas?
+¡Ay, qué muerte, qué muerte tan espantosa!... ¡Morir sin confesión!...
+¡Morir separada de mi papá!... ¡Y luego quedar sepultada aquí en este
+fondo tan negro... y ser comida por los peces... y por los cangrejos!...
+¡Es horrible!...
+
+Los esfuerzos de la señorita de Mory para calmar a su amiga eran
+inútiles. No contribuían poco a asustarla las voces de los marineros,
+que para alentarse y vencer la resistencia de las olas a cada golpe de
+remo gritaban a un tiempo: ¡Aaaguanta!... ¡aaaguanta!... Cada vez que
+sonaba esta palabra en el aire con ritmo brutal, Rosario exhalaba un
+grito de angustia; tanto que la vivaracha señorita de Mory, temiendo que
+se pusiera mala, dijo a los marineros:
+
+--Señores, hagan ustedes el favor de no decir aguanta, porque esta
+señorita se asusta mucho.
+
+Pero Rosario, toda azorada y hecha un mar de lágrimas, exclamó
+inmediatamente:
+
+--¡No, no; que digan _aguanta_, que digan _aguanta_!... Si no, vamos a
+perecer más pronto...
+
+Poco a poco, no obstante, y viendo que la tremenda catástrofe no
+llegaba, se fueron calmando sus nervios, y no tardó en reirse, como
+niña aturdida que era, de sus ridículos temores.
+
+En la falúa de Elorza se hablaba poco: D. Mariano y D. Máximo llevaban
+demasiado Medoc en el cuerpo para hallarse en estado de sostener una
+conversación animada. La señorita de Delgado, secundada por sus
+hermanas, admiraba con vivos transportes de entusiasmo, abriendo y
+cerrando mucho los ojos, la puesta del sol. El marqués de Peñalta había
+cerrado los suyos y parecía dormido con la mano en la mejilla. Algunas
+parejas cuchicheaban.
+
+¿Qué pensaba Marta en aquel instante, con la mirada clavada en el mar,
+grave, inmóvil y pálida como una estatua? ¿Qué negros fantasmas surgían
+ante ella de lo profundo de las aguas para trazar en su cándida frente
+las profundas arrugas de que estaba surcada? ¿Qué funestos secretos le
+soplaba la brisa en el oído?
+
+¡Oh! ¡Más fácil es descifrar el misterio de los rumores del Océano y los
+secretos de la brisa, que los vagos pensamientos que oculta la frente de
+una niña!
+
+El mar quería entregarse otra vez al sueño. Las crestas de sus olas ya
+no blanqueaban a lo lejos con su corona de espumas. El horizonte
+replegaba su línea indecisa que se borraba en la sombra de la tarde. Las
+serenas y abultadas ondas bajaban y subían, semejando la respiración
+perezosa y dormida de un seno gigantesco. Una por una, con amable
+sosiego y confianza, las iban dejando atrás las falúas, avecinándose al
+puerto. La costa festoneaba con línea negra y ondulante la gran llanura
+resplandeciente. Allá a lo lejos, en lo interior, columbrábanse las
+cimas de las montañas, bañadas de un transparente vapor violáceo.
+
+El pensamiento de Marta rompió la tupida nube que lo encerraba en un
+piélago de confusiones y vaguedades, y en su alma asomaron de golpe un
+sinnúmero de recuerdos dulces e inefables como otros tantos puntos
+luminosos de que estaba sembrado el cielo sereno de su vida. Entretúvose
+largo rato a contarlos recreándose en cada uno de ellos. ¡Qué vivos y
+qué hermosos ardían en su memoria! ¡Qué luz tan suave derramaban sobre
+los monótonos y laboriosos días de su existencia! Estaban rodeados de
+silencio y misterio; nadie los había gustado, nadie los conocía siquiera
+más que ella; la misma mano que había dejado caer en su corazón el
+bálsamo de la felicidad ignoraba en absoluto su bienhechora influencia.
+Este pensamiento la llenaba de íntimo gozo que hacía asomar a sus labios
+descoloridos una sonrisa. Uno tras otro, no obstante, y sin saber por
+qué, aquellos puntos luminosos se fueron apagando, se fueron borrando y
+perdiendo en los abismos profundos y negros de una idea. Su imaginación
+empezó a dar vueltas como un pájaro aturdido dentro de esta idea triste
+y desesperada donde no penetraba el más delgado rayo de luz. ¿Para qué
+estaba ella en el mundo? La felicidad que había venido a buscar estaba
+ya recogida y no le quedaba otro recurso que contemplarla sin rencor y
+sin envidia, porque la envidia en este caso constituía enorme pecado.
+¿Y estaba segura de no caer en él a cada instante o, lo que es peor,
+estaba segura de no llevar la mano a aquella felicidad? La escondida
+playa de la isla le vino de pronto a la memoria con su arena de oro y
+sus olas espumosas derramándose sobre ella. Un gran remordimiento, un
+remordimiento vivo y cruel empezó a entrar en su inocente corazón como
+la hoja fina de un puñal, produciéndole tal dolor que dejó escapar un
+grito ahogado que nadie escuchó más que ella misma. La confusión y el
+vértigo se apoderaron de su cabeza que ardía como un volcán. Se llevó la
+mano a la frente y estaba fría como si fuese de mármol. Esto la
+sorprendió de un modo extraordinario, ¡Tanto calor dentro y tanto frío
+fuera!
+
+El Océano se mostraba en aquel instante lleno de paz y dulzura. El sol
+iba a sumergir muy pronto su abrasado disco en el cristal de las aguas,
+iluminando algunos parajes de la llanura con dorada y fantástica
+claridad y dejando otros en la sombra. Los rumores eran más graves y
+profundos, de una melancolía infinita. Aquella masa inconmensurable de
+agua perdía lentamente su color azul, tomando otro verde muy opaco
+sembrado aquí y allá de fugaces reflejos. El sosiego melancólico con que
+el mar se despedía de la luz causó en Marta impresión profunda. Con la
+cabeza inclinada sobre el agua y los ojos extáticos contemplaba los más
+leves matices que la luz iba despertando en ella y atendía a todos los
+rumores que sonaban en lo profundo.
+
+El sol se sumergió enteramente. El Océano dejó escapar un sollozo
+inmenso, colosal. En este sollozo había tal enternecimiento que Marta
+creyó sentir vibrar el ambiente con movimiento de simpatía y admiración.
+Nunca había visto al mar tan grande y tan sublime, tan fuerte y
+bondadoso a un tiempo mismo. Aquel silencio augusto, aquel reposo
+momentáneo del gran atleta la conmovían hasta lo íntimo, infundían en su
+espíritu alborotado un ansia ardiente de paz. ¿Quién le había dicho que
+el mar era terrible? ¿Qué corazón pequeño le había hablado de sus
+crueles traiciones? ¡Ah, no! El mar era noble y generoso como lo son los
+fuertes siempre, y sus cóleras, aunque temibles, eran pasajeras. En su
+fondo tranquilo vivían felices las perlas y los corales, las blancas
+sirenas, los peces azules.
+
+La falúa, al oprimir su húmeda espalda, formaba entre proa y popa un
+lecho ancho y cómodo con bordes de espuma, un lecho que convidaba a
+dormir eternamente con el rostro vuelto al cielo, mirando resbalar por
+el seno transparente del agua el fulgor de las estrellas...
+
+--¡Jesús!... ¿Qué ha sido eso?
+
+--¿Quién se ha caído al agua?
+
+--¡Hija mía de mi alma! ¡Marta!... ¡Marta!... ¡Dejadme... dejadme salvar
+a mi hija!
+
+--Ya está salvada, D. Mariano; no hay necesidad de que usted se arroje
+al agua.
+
+--¡Cía! ¡cía firme!--dijo la bronca voz del patrón.--Echa esa beta al
+agua, Manuel... No asustarse, señores, que no es nada... ¡Ciar más!...
+Basta... Agárrense ustedes a la beta... Ya no hay cuidado.
+
+La confusión fué muy grande en el primer instante. Ricardo y uno de los
+marineros se habían echado al agua y nadaban vigorosamente para salvar
+la corta distancia que la falúa había recorrido antes de que se diera el
+grito de alarma. Ricardo, que iba delante, se sumergió, y a los pocos
+segundos tornó a aparecer con la niña entre los brazos. La falúa ya
+estaba cerca de ellos, y pudo coger la beta que le echaban, y en seguida
+el carel de la lancha, viéndose suspendido por una porción de brazos que
+los metieron dentro. D. Mariano, en los pocos momentos que esto duró,
+forcejeaba con D. Máximo y otras personas, pugnando por arrojarse al
+agua. Cuando vió a su hija en la embarcación faltó poco para que la
+ahogase contra su pecho.
+
+Martita se había desmayado. Varias señoras se apresuraron a desatarle el
+corsé y a sacudirla fuertemente para que soltase el agua que había
+tragado. Después la extendieron en uno de los asientos de popa, y
+Ricardo, tomando un frasco de éter que D. Máximo había traído, se lo
+aplicó a la nariz. No tardó en abrir los ojos, y al ver el demudado
+semblante del joven inclinado sobre ella sonrió dulcemente, y le dijo de
+modo que nadie lo oyó más que él:
+
+--Gracias, señor marqués... ¡No se estaba tan mal allá abajo!
+
+Así que llegaron a El Moral se enjugaron en casa de unos amigos, que
+allí estaban tomando baños, y se echaron encima la primer ropa que les
+dieron. Después emprendieron de nuevo la marcha y tocaron en el muelle
+con una hora de noche, cuando ya las respectivas familias empezaban a
+inquietarse por su tardanza.
+
+
+
+
+JOSÉ
+
+
+El pueblecito costero que sirve de escenario a esta novela fué para mí
+un paraíso en los años juveniles. Allí gocé como en ninguna otra parte
+de los encantos de la mar que era mi pasión en aquella época. Nunca me
+sentí más feliz que entonces. Aquellos bravos y sencillos pescadores me
+acogieron con tanta cordialidad que despertaron en mí el deseo de
+compartir su vida y sus trabajos.
+
+Durante un verano no fuí más que un pescador. Me levantaba del lecho
+antes de la aurora como ellos, me vestía con la clásica blusa y la boina
+y me lanzaba a la mar en uno de sus barquichuelos cuyos nombres y
+propiedades conocía como si fuesen seres vivientes.
+
+Horas de dicha aquéllas que viví surcando la mar con los aparejos
+tendidos para anzolar el bonito y la caballa o soltando la red para
+aprisionar la sardina. Cuando el viento encalmaba nos recostábamos sobre
+los bancos y yo escuchaba con deleite su inocente plática. Allí conocí a
+José, a Gaspar, a Bernardo: todos fueron mis amigos y nunca los he
+tenido después en la vida más afectuosos. Al apretarme la mano cuando me
+separé de ellos vi sus ojos entristecidos. Uno me dijo: "¡Qué lástima,
+D. Armando, hubiera usted sido un buen marinero!"
+
+Tenía razón. Yo hubiera sido un buen marinero y también un buen aldeano.
+Todo menos un buen diplomático.
+
+Al publicarse esta novela no sé quién la hizo llegar a sus manos.
+Viéndose retratados se sintieron contentos y orgullosos. Llevaban mi
+libro a la mar y allí tendidos sobre los paneles en las horas de calma
+uno leía en voz alta y los otros escuchaban.
+
+Y después venían los interminables comentarios. Todo lo querían
+descifrar:--"Este es Fulano, esta doña Zutana.--Yo fuí quien puse la
+piedra en el anzuelo para engañarte.--A ti fué a quien tiró el golpe de
+mar cuando fuíste a desarbolar del medio..."
+
+Muchos años han transcurrido desde entonces. En medio de las miserias y
+resquemores de la vida cortesana mi pensamiento ha volado más de cien
+veces hacia aquellos nobles y valerosos amigos y he comprendido por qué
+nuestro buen Jesús ha buscado sus discípulos más amados entre humildes
+pescadores.
+
+
+
+
+LA DESESPERACIÓN DE UN HIDALGO
+
+
+ Don Fernando, segundón de la casa de Meira, nunca fué rico.
+ Ultimamente había llegado a la indigencia. Sus ínfulas
+ aristocráticas no por eso disminuían. Cuanto más pobre más
+ orgulloso se hallaba de su prosapia. Era una manía, casi una
+ locura. En el pueblecillo de Rodillero se le miraba por los
+ pescadores con una mezcla de respeto, de compasión y de burla. Uno
+ de estos pescadores, José, tenía relaciones amorosas con Elisa hija
+ de la señá Isabel, fabricante de escabeche. José era pobre. La señá
+ Isabel se oponía furiosamente a estos amores. Don Fernando, con
+ orgullo quijotesco, los protegía. Acosado por el hambre, el
+ desgraciado hidalgo se había visto precisado a vender lo último que
+ le quedaba, su viejo y desmantelado palaciote. Con generosidad
+ caballeresca ofreció una parte de la exigua cantidad que por él le
+ habían dado a José para que comprando una lancha pudiera casarse.
+
+Pocos días después, don Fernando de Meira se personó en casa de José,
+muy temprano, cuando éste aún no había salido a la mar.
+
+--José, necesito hablar contigo a solas. Ven a dar una vuelta conmigo.
+
+El marinero pensó que llegaba en demanda de socorro, aunque hasta
+entonces jamás se lo había pedido directamente. Cuando el hambre más le
+apuraba, solía llegarse a él, diciendo:
+
+--José, a Sinforosa se le ha concluído el pan, y no quisiera tomárselo
+a la otra panadera... Si me hicieses el favor de prestarme una hogaza...
+
+Mas para que a esto llegase, era necesario que el caballero estuviese
+muy apurado. De otra suerte, ni directa ni indirectamente se humillaba a
+pedir nada. No obstante, José lo pensó así, porque no era fácil pensar
+otra cosa. Y tomando el puñado de cuartos que tenía y metiéndolos en el
+bolsillo, se echó a la calle en compañía del anciano.
+
+Guióle don Fernando fuera del pueblo. Cuando estuvieron a alguna
+distancia, cerca ya de la gran playa de arena, rompió el silencio
+diciendo:
+
+--Vamos a ver, José, tú debes de andar algo apuradico de dinero,
+¿verdad?
+
+José pensó que se confirmaba lo que había imaginado; pero le sorprendió
+un poco el tono de protección con que el hidalgo le hacía aquella
+pregunta.
+
+--Ps..., así, así, don Fernando. No estoy muy sobrado...; pero, en fin,
+mientras uno es joven y puede trabajar, no suele faltar un pedazo de
+pan.
+
+--Un pedazo de pan es poco... No sólo de pan vive el hombre--manifestó
+el señor de Meira sentenciosamente. Y después de caminar algunos
+instantes en silencio, se detuvo repentinamente, y encarándose con el
+marinero le preguntó:
+
+--Tú te casarías de buena gana con Elisa, ¿verdad?
+
+José quedó sorprendido y confuso.
+
+--¿Yo?... Con Elisa no tengo nada ya... Todo el mundo lo sabe...
+
+--Pues sabe una gran mentira, porque estás en amores con Elisa; me
+consta--afirmó el caballero resueltamente.
+
+José le miró asustado, y empezaba a balbucir ya otra negación cuando don
+Fernando le atajó diciendo:
+
+--No te molestes en negarlo, y dime con franqueza si te casarías
+gustoso.
+
+--¡Ya lo creo!--murmuró entonces el marinero bajando la cabeza.
+
+--Pues te casarás--dijo el señor de Meira ahuecando la voz todo lo
+posible y extendiendo las manos hacia adelante.
+
+José levantó la cabeza vivamente y le miró, pensando que se había vuelto
+loco. Después, bajándola de nuevo, dijo:
+
+--Eso es imposible, don Fernando... No pensemos en ello.
+
+--Para la casa de Meira no hay nada imposible--respondió el caballero
+con mucha mayor solemnidad.
+
+José sacudió la cabeza, atreviéndose a dudar del poderío de aquella
+ilustre casa.
+
+--Nada hay imposible--volvió a decir don Fernando lanzándole una mirada
+altiva, propia de un guerrero de la reconquista.
+
+José sonrió con disimulo.
+
+--Atiende un poco--siguió el caballero.--En el siglo pasado, un abuelo
+mío, don Alvaro de Meira, era corregidor de Oviedo. Había allí una casa
+perteneciente al clero que estorbaba mucho en la vía pública, y el
+corregidor se propuso echarla abajo. Tropezó en seguida con la oposición
+del obispo y cabildo catedral, los cuales le manifestaron que de ningún
+modo lo intentase, so pena de excomunión. Pero el corregidor, sin hacer
+caso de amenazas, cierto día manda a ella una cuadrilla de albañiles y
+comienzan a derribarla. Dan parte del hecho al obispo, alborótase su
+ilustrísima, convoca al cabildo y deciden ir revestidos a excomulgar a
+todo el que se atreva a tocar en ella. Mi bisabuelo lo supo, y ¿qué hace
+entonces? Va y manda a allá al verdugo a leer un pregón en que se impone
+la pena de cien azotes a todo albañil que se baje del tejado... ¡Ni uno
+solo se bajó, muchacho!... Y la casa vino al suelo.
+
+Don Fernando, con un movimiento enérgico de la mano, derribó de golpe el
+edificio clerical. José pareció enteramente insensible a esta proeza de
+los Meiras. Seguía cabizbajo y triste, considerando tal vez que era
+lástima que tal poder de infligir azotes no quedase anejo a todos los
+señores de Meira, en cuyo caso no sería imposible que pidiese unos
+cuantos para la seña Isabel.
+
+--Cuando a un Meira se le mete algo entre ceja y ceja--siguió el
+hidalgo,--¡hay que temblar!... Toma--añadió sacando del bolsillo un
+paquetito y ofreciéndoselo.--Ahí tienes, diez mil reales. Cómprate una
+lancha, y deja lo demás de mi cuenta.
+
+El marinero quedó pasmado, y no se atrevió a alargar la mano pensando
+que aquello era una locura del señor de Meira, a quien ya muchos no
+suponían en su cabal juicio.
+
+--Toma, te digo. Cómprate una lancha... y a trabajar.
+
+José tomó el paquete, lo desenvolvió y quedó aún más absorto al ver que
+eran monedas de oro. Don Fernando, sonriendo orgullosamente, continuó:
+
+--Vamos a otra cosa ahora. Dime: ¿cuántos años tiene Elisa?
+
+--Veinte.
+
+--¿Los ha cumplido ya?
+
+--No señor; me parece que los cumple el mes que viene.
+
+--Perfectamente. El mes que viene te diré lo que has de hacer. Mientras
+tanto, procura que nadie se entere de tus amores... Mucho sigilo y mucha
+prudencia.
+
+Don Fernando hablaba con tal autoridad y arqueaba las cejas tan
+extremadamente, que a pesar de su figurilla menuda y torcida, consiguió
+infundir respeto al marinero. Casi llegó a creer en el misterioso poder
+de la casa de Meira.
+
+--A otra cosa... ¿Tú puedes disponer de la lancha esta noche?
+
+--¿Qué lancha?, ¿la de mi patrón?
+
+--Sí.
+
+--¿Para ir adónde?
+
+--Para dar un paseo.
+
+--Si no es más que para eso...
+
+--Pues a las doce de la noche pásate por mi casa dispuesto a salir a la
+mar. Necesito de tu ayuda para una cosa que ya sabrás.... Ahora
+vuélvete a casa y comienza a gestionar la compra de la lancha. Vé a
+Sarrió por ella, o constrúyela aquí; como mejor te parezca.
+
+Confuso y en grado sumo perplejo se apartó nuestro pescador del señor de
+Meira. Todo se volvía cavilar mientras caminaba la vuelta de su casa de
+qué modo habría llegado aquel dinero a manos del arruinado hidalgo. Se
+propuso no hacer uso de él en tanto que no lo averiguase.
+
+Los enigmas, particularmente los enigmas de dinero, duran en las aldeas
+cortísimo tiempo. No se pasaron dos horas sin que supiese que don
+Fernando había vendido su casa el día anterior a don Anacleto, el cual
+la quería para hacer de ella una fábrica de escabeche, no para otra
+cosa, pues en realidad estaba inhabitable. El señor de Meira la tenía
+hipotecada ya hacía algún tiempo a un comerciante de Peñascosa en nueve
+mil reales. Don Anacleto pagó esta cantidad y le dió además otros
+catorce mil. En vista de esto, José se determinó a devolver los cuartos
+al generoso caballero tan pronto como le viese. Le pareció indecoroso
+aceptar, aunque fuese en calidad de préstamo, un dinero de que tan
+necesitado estaba su dueño.
+
+Todavía le seguía preocupando, no obstante, aquella misteriosa cita de
+la noche, y aguardaba con impaciencia la hora para ver lo que era. Un
+poco antes de dar las doce por el reloj de las Consistoriales enderezó
+los pasos hacia el palacio de Meira. Llamó con un golpe a la carcomida
+puerta, y no tardó mucho el propio don Fernando en abrirle.
+
+--Puntual eres, José. ¿Tienes la lancha a flote?
+
+--Debe de estar, sí señor.
+
+--Pues bien; ven aquí y ayúdame a llevar a ella esto.
+
+Don Fernando le señaló a la luz de un candil un bulto que descansaba en
+el zaguán de la casa, envuelto en un pedazo de lona y amarrado con
+cordeles.
+
+--Es muy pesado, te lo advierto.
+
+Efectivamente, al tratar de moverlo se vió que era casi imposible
+llevarlo al hombro. José pensó que era una caja de hierro.
+
+--En hombros no podemos llevarlo, don Fernando. ¿No será mejor que lo
+arrastremos poco a poco hasta la ribera?
+
+--Como a ti te parezca.
+
+Arrastráronlo, en efecto, fuera de la casa. Apagó don Fernando el
+candil, cerró la puerta, y dándole vueltas, no con poco trabajo, lo
+llevaron lentamente hasta colocarlo cerca de la lancha. El señor de
+Meira iba taciturno y melancólico, sin despegar los labios. José le
+seguía el humor; pero sentía al propio tiempo bastante curiosidad por
+averiguar lo que aquella pesadísima caja contenía.
+
+Fué necesario colocar dos mástiles desde el suelo a la lancha, y gracias
+a ellos hicieron rodar la caja hasta meterla a bordo. Entraron después,
+y con el mayor silencio posible se fueron apartando de las otras
+embarcaciones.
+
+La noche era de luna, clara y hermosa. El mar, tranquilo y dormido como
+un lago. El ambiente, tibio como en estío. José empuñó dos remos, contra
+la voluntad del hidalgo, que pretendía tomar uno, y apoyándolos
+suavemente en el agua, se alejó de la tierra.
+
+El señor de Meira iba sentado a popa, tan silencioso y taciturno como
+había salido de casa. José, tirando acompasadamente de los remos, le
+observaba con interés. Cuando estuvieron a unas dos millas de Rodillero,
+después de doblar la punta del Cuerno, don Fernando se puso en pie.
+
+--Basta, José.
+
+El marinero soltó los remos.
+
+--Ayúdame a echar este bulto al agua.
+
+José acudió a ayudarle; pero deseoso, cada vez más de descubrir aquel
+extraño misterio, se atrevió a preguntar sonriendo:
+
+--¿Supongo que no será dinero lo que usted eche al agua, don Fernando?
+
+Este, que se hallaba en cuclillas preparándose a levantar el bulto,
+suspendió de pronto la operación, se puso en pie y dijo:
+
+--No; no es dinero... Es algo que vale más que el dinero... Me olvidaba
+de que tú tienes derecho a saber lo que es, puesto que me has hecho el
+favor de acompañarme.
+
+--No se lo decía por eso, don Fernando. A mí no me importa nada lo que
+hay ahí dentro.
+
+--Desátalo.
+
+--De ningún modo, don Fernando. Yo no quiero que usted piense...
+
+--¡Desátalo, te digo!--repitió el señor de Meira en un tono que no daba
+lugar a réplica.
+
+Obedeció José, y después de separar la múltiple envoltura de lona que le
+cubría, descubrió, al cabo, el objeto no era otra cosa que un trozo de
+piedra toscamente labrado.
+
+--¿Qué es esto?--preguntó con asombro.
+
+Don Fernando, con palabra arrastrada y cavernosa, respondió:
+
+--El escudo de la casa de Meira.
+
+Hubo después un silencio embarazoso. José no salía de su asombro y
+miraba de hito en hito al caballero, esperando alguna explicación; pero
+éste no se apresuraba a dársela. Con los brazos cruzados sobre el pecho
+y la cabeza doblada hacia adelante, contemplaba sin pestañear la piedra
+que el marinero acababa de poner al descubierto. Al fin dijo en voz baja
+y temblorosa:
+
+--He vendido mi casa a don Anacleto..., porque un día u otro yo moriré,
+y ¿qué importa que pare en manos extrañas antes o después?... Pero se la
+vendí bajo condición de arrancar de ella el escudo.., Hace unos cuantos
+días que trabajo por las noches en separar la piedra de la pared... Al
+fin lo he conseguido...
+
+Como don Fernando se callase después de pronunciar estas palabras, José
+se creyó en el caso de preguntarle:
+
+--¿Y por qué lo echa usted al agua?
+
+El anciano caballero le miró con ojos de indignación.
+
+--¡Zambombo! ¿Quieres que el escudo de la gran casa de Meira esté sobre
+una fábrica de escabeche?
+
+Y aplacándose de pronto, añadió:
+
+--Mira esas armas... Repáralas bien... Desde el siglo XV están colocadas
+sobre la puerta de la casa de Meira... (no esta misma piedra, porque
+según se ha ido enlazando con otras casas fué necesario mudarla y poner
+en el escudo nuevos cuarteles, pero otra parecida). En el siglo pasado
+quedó definitivamente fijada con la alianza de los Meiras y los
+Mirandas... Son cinco cuarteles. El del centro es el de los Meiras: está
+colocado en lo que se llama en heráldica _punto de honor_... Sus armas
+son: azur y banda de plata, con dragones de oro; bordura de plata y ocho
+arminios de sable... Tú dirás--añadió don Fernando con sonrisa
+protectora--: ¿dónde están esos colores?... Es muy natural que lo
+preguntes, no teniendo nociones de heráldica... Los colores en la piedra
+se representan por medio de signos convencionales. El oro, míralo aquí
+en este cuartel, se representa por medio de puntitos trazados con buril;
+la plata, por un fondo liso y unido; el azur, por rayitas horizontales;
+los gules, por rayas perpendiculares, etc., etc...; es muy largo de
+explicar... Los Meiras se unieron primeramente a los Viedmas. Aquí está
+su escudo en este primer cuartel de gules y una puente de plata de tres
+arcos, por los cuales corre un caudaloso río; y una torre de oro
+levantada en medio de la puente; bordadura de plata y ocho cruces llanas
+de azur... Después se unieron a los Carrascos. Y aquí tienes a la
+izquierda su cuartel, partido en dos partes iguales: la primera de plata
+y un león rampante de sable; la segunda de oro y un árbol terrazado y
+copado, con un pájaro puesto encima de la copa y un perro ladrante al
+pie del tronco... Ni el pájaro ni el perro se notan bien, porque los ha
+destruido la intemperie...; pero aquí están... Más tarde se unieron a
+los Angulos: su cuartel es de plata y cinco cuervos de sable puestos en
+sautor... Tampoco se notan bien los cuervos... Por último, se unieron a
+los Mirandas, cuyo cuartel es de oro y un castillo de gules en abismo,
+sumado de un guerrero armado con alabarda, naciente de las almenas,
+acompañado de seis roeles de sinople y plata, puestos dos de cada lado y
+uno en la punta... Todo el escudo, como ves, está coronado por un casco
+de acero bruñido de cinco rejas.
+
+Nada entendió el marinero del discurso del señor de Meira. Mirábale de
+hito en hito con asombro. El mar balanceaba suavemente la barca.
+
+--De la casa de Meira--siguió don Fernando con voz enfática--han salido
+en todas las épocas hijos muy esclarecidos, hombres muy calificados...
+Demasiado sabrás tú que en el siglo XV don Pedro de Meira fué comendador
+de Villaplana, en la orden de Santiago, y que don Francisco fué jurado
+en Sevilla y procurador en las Cortes de Toro. También sabrás que otro
+hijo de la misma familia fué presidente del Consejo de Italia: se
+llamaba don Rodrigo. Otro, llamado don Diego, fué oidor de la real
+Audiencia de la ciudad de Méjico y después presidente de la de
+Guadalajara. En el siglo pasado, don Alvaro de Meira fué regidor de
+Oviedo y fundó en Sarrió una colegiata y un colegio de primeras letras y
+latinidad; bien lo sabrás.
+
+José no sabía absolutamente nada de todo aquella; pero asentía con la
+cabeza para complacer al desgraciado caballero. Este quedó
+repentinamente silencioso, y así estuvo buen rato, hasta que comenzó a
+decir, bajando mucho la voz y con acento triste:
+
+--Mi hermano mayor, Pepe, fué un perdido..., bien lo sabrás...
+
+En efecto, era lo único que José sabía de la familia de Meira.
+
+--Le arruinó una bailarina... Los pocos bienes que a mí me habían tocado
+me los llevó amenazándome con casarse con ella si no se los cedía... Yo,
+para salvar el honor de la casa, los cedí... ¿No te parece que hice
+bien?
+
+José asintió otra vez.
+
+--Desde entonces, José, ¡cuánto he sufrido!..., ¡cuánto he sufrido!
+
+El hidalgo se pasó la mano por la frente con abatimiento.
+
+--La gran casa de Meira muere conmigo... Pero no morirá deshonrada,
+José; ¡te lo juro!
+
+Después de hacer este juramento, quedó de nuevo silencioso en actitud
+melancólica. El mar seguía meciendo la lancha. La luna rielaba su pálida
+luz en el agua.
+
+Al cabo de un largo espacio, don Fernando salió de su meditación, y
+volviendo sus ojos rasados de lágrimas hacia José, que le contemplaba
+con tristeza, le dijo lanzando un suspiro:
+
+--Vamos allí... Suspende por ese lado la piedra: yo tendré por éste...
+
+Entre uno y otro lograron apoyarla sobre el carel. Después don Fernando
+la dió un fuerte empujón. El escudo de la casa de Meira rompió el haz
+del agua con estrépito y se hundió en sus senos obscuros. Las gotas
+amargas que salpicó bañaron el rostro del anciano, confundiéndose con
+las lágrimas no menos amargas que en aquel instante vertía.
+
+Quedóse algunos instantes inmóvil, con el cuerpo doblado sobre el carel,
+mirando al sitio por donde la piedra había desaparecido. Levantándose
+después, dijo sordamente:
+
+--Boga para tierra, José.
+
+Y fué a sentarse de nuevo a la popa.
+
+El marinero comenzó a mover los remos sin decir palabra. Aunque no
+comprendía el dolor del hidalgo y andaba cerca de pensar, como los demás
+vecinos, que no estaba sano de la cabeza, al verle llorar sentía
+profunda lástima; no osaba turbar su triste enajenamiento. Mas el
+propósito de devolverle el dinero no se apartaba de su cabeza. Veía
+claramente que tal favor, en las circunstancias en que se hallaba don
+Fernando, era una verdadera locura. Le bullía el deseo de acometer el
+asunto, pero no sabía de qué manera comenzar. Tres o cuatro veces tuvo
+la palabra en la punta de la lengua, y otras tantas la retiró por no
+parecerle adecuada. Finalmente, viéndose ya cerca de tierra, no halló
+traza mejor para salir del aprieto que sacar los diez mil reales del
+bolsillo y presentárselos al caballero, diciendo algo avergonzado:
+
+--Don Fernando..., usted, por lo que veo, no está muy sobrado de
+dinero... Yo le agradezco mucho lo que quiere hacer por mí, pero no debo
+tomar esos cuartos haciéndole falta...
+
+Don Fernando, con ademán descompuesto y soltando chispas de indignación
+por los ojos, le interrumpió gritando:
+
+--¡Pendejo! ¡Zambombo! ¡Después que te hice el honor de confesarte mi
+ruina, me insultas! Guarda ese dinero ahora mismo, o lo tiro al agua.
+
+José comprendió que no había más remedio que guardarlo otra vez. Y así
+lo hizo después de pedirle perdón por el supuesto insulto. Formó
+intención, no obstante, de vigilar para que nada le faltara y
+devolvérselo en la primera ocasión favorable.
+
+Saltaron en tierra y se separaron como buenos amigos.
+
+
+
+
+AGUAS FUERTES
+
+
+
+
+LLOVIENDO
+
+
+Cuando salí de casa recibí la desagradable sorpresa de ver que estaba
+lloviendo. Había dejado al sol pavoneándose en el azul del cielo,
+envolviendo a la ciudad en una esplendorosa caricia de padre... ¡Quién
+había de sospechar!...
+
+En un instante desgarraron mi alma muchedumbre de ideas extrañas; la
+duda se alojó en mi espíritu atormentado. ¿Subiría por el paraguas? En
+aquella sazón mi paraguas ocupaba una de las más altas posiciones de
+Madrid: se encontraba en un piso tercero, con entresuelo y primero.
+Arranquémosle la careta: era un piso quinto.
+
+Las escaleras me fatigan casi tan o como los dramas históricos. A veces
+prefiero escuchar una producción de Catalina o Sánchez de Castro, con
+reyes visigodos y todo, a subir a un cuarto segundo. Me hallaba en una
+de estas ocasiones. La verdad es que llovía sin gran aparato, pero de un
+modo respetable. Los transeúntes pasaban ligeros por delante de mí, bien
+guarecidos debajo de sus paraguas. Alguno que no lo llevaba, vino a
+buscar techo a mi lado. Todavía aguardé unos instantes presa de
+horrible incertidumbre. Dí algunos paseos en el portal y eché todos los
+cálculos que un hombre serio tiene el deber de echar en tales ocasiones.
+De un lado, del lado de la calle, la consiguiente mojadura; del lado de
+la escalera, la fatiga consiguiente. Por otra parte, los amigos estarían
+ya reunidos en el café despellejando a alguno, ¡tal vez a mí! Además, el
+café, según los datos que me ha suministrado una persona muy versada en
+estas cosas, debe tomarse _inmediatamente_ (cuidado con ello),
+inmediatamente después de las comidas. Al fin adopté una resolución
+violentísima. Me remangué los pantalones y salí a la calle.
+
+¡Pues qué! Yo que he aguantado sin pestañear noches enteras todas las
+leyendas de la Edad Media que el Sr. Velarde y otros ilustres mosquitos
+líricos de su misma familia han dejado caer desde la tribuna del Ateneo,
+¿flaquearía ahora ante unas miserables gotas de agua? No en mis días. Si
+la faz no ha empalidecido, si el corazón no ha temblado ante ningún
+poeta legendario, por cruel que se haya mostrado, las alteraciones
+atmosféricas no prevalecerán contra mi heroísmo.
+
+En esta admirable disposición de espíritu atravesé casi toda la calle
+del Arenal. Sin embargo, no quiero ser hipócrita: declaro que fuí todo
+el tiempo pegado a las casas, con lo cual evité que me cayese una
+tercera parte de agua de la que por clasificación me correspondía. Antes
+de llegar a la Puerta del Sol eché una mirada al cielo, mirada
+escrutadora que me hizo ver sombra arriba y sombra abajo. Esta mirada
+dió por resultado además el que tropezase con un guardia municipal, que
+me preguntó con severidad dónde tenía los ojos. Yo, lleno de respeto y
+sumisión hacia el poder ejecutivo, le contesté, procurando ablandar su
+corazón con una sonrisa--: Donde usted guste--. La verdad es que estuve
+demasiado humilde, casi rastrero, porque el guardia no llevaba la acera,
+¡pero la idea de la Prevención ejerce tal ascendiente sobre mí!... Me
+contenté con volverme y echarle una mirada terrible, que cayó sobre su
+capote de hule y resbaló por encima como el agua resbalaba en aquel
+instante.
+
+Las nubes no cejaban. La lluvia, en vez de ir disminuyendo gradualmente,
+para satisfacer el ideal de todo el que, como yo, no llevase paraguas,
+gradualmente iba aumentando. Al entrar en la Puerta del Sol, cruzaba muy
+poca gente. Algunos carruajes, cuyos aurigas parecían envoltorios de
+paño pardo; algunas mujeres remangando, con la coquetería que permitían
+las circunstancias, sus blancas enaguas, y dejando ver esbozos de pies
+fantásticos y perfiles de pantorrillas reales. Pero en aquel momento yo
+me preocupaba más de mis pantorrillas que de las ajenas, como era,
+después de todo, mi deber. El agua y el barro me salpicaban hasta las
+narices; los canalones vomitaban en las aceras torrentes, que procuraba
+salvar apelando a mis recuerdos gimnásticos.
+
+Poco a poco, de un modo insidioso y solapado, tendiéndome sus redes en
+silencio y asegurando sus pasos con cautela, fué penetrando en mi
+corazón el temor del reumatismo. En el espacio que media entre la calle
+del Arenal y la del Carmen, casi se enseñoreó de él por completo.
+Sombrías perspectivas de fiebres catarrales, dolores en las
+articulaciones y fricciones de aguardiente alcanforado, se ofrecieron
+ante mi vista. Y con la visión intensa y terrible del alucinado, me vi
+metido en unos calzoncillos de bayeta amarilla.
+
+Y temblé. Y eché una cobarde mirada en torno buscando un _simón_ vacío.
+Los pocos que pasaban iban alquilados. Pero aún quedaban los portales.
+¡Ah, los portales! Los portales me parecían un recurso de mala ley,
+indigno de ser tomado en consideración por el momento. Para estar metido
+en un portal viendo caer la lluvia, más valía haberse quedado en casa.
+Además, los portales estaban llenos de canalla, vagos de profesión,
+aventureros de la calle, gente sin hogar y sin paraguas. ¡Quién va a
+exponerse a que le roben el reloj o le secuestren!
+
+Esto lo pensaba al cruzar por la calle del Carmen. Pues bien, al cruzar
+por delante de la de la Montera, ya pensaba otra cosa. Y es que las
+ideas del hombre se van modificando insensiblemente al través de la
+existencia. Las convicciones más profundas se desarraigan de nuestro
+espíritu cuando menos lo esperamos, la antigua fe deja paso a la nueva,
+y el entusiasmo se enfría y se calienta incesantemente durante nuestra
+peregrinación por la tierra. Cogidos de la mano, con fuego en el
+corazón, alta la frente y la pupila clavada en lo porvenir, hemos
+partido muchos para recorrer los campos de la política. A los pocos
+pasos, ya se ha desprendido uno, a quien el temor o la utilidad han
+solicitado, más allá otro, más allá otro: al poco tiempo la caravana se
+ha disuelto, y cada cual corre a refugiarse donde más le conviene. Esta
+es la vida. Una verdad innegable he sacado, no obstante, de su
+experiencia, y es que cuando llueve, todo el mundo se cobija.
+
+Yo también claudiqué en aquella ocasión refugiándome en un portal,
+aunque con circunstancias atenuantes, pues era el de una fotografía. Las
+paredes estaban cubiertas de retratos: señoras bonitas, haciendo
+resaltar sus gracias con actitudes lánguidas, dirigiendo una sonrisa
+insinuante a todos los _timadores_ y fosforeros que se paraban a
+contemplarlas; varones con los ojos extáticos, en muda y eterna
+admiración de algo que nadie sabe. Algunos caballeros estaban
+disfrazados. Había uno vestido de fraile haciendo oración entre las
+malezas de una sierra, con su calavera y todo al lado. Me dijeron que
+era un muchacho de la nobleza que había renunciado al mundo por
+desengaños de amor. Bien se le conocía al pobre, a pesar de su
+vestimenta eremítica, que había tirado muchos tiros al pichón. Había
+otro con traje de doctor, con las cejas fruncidas y la frente arrugada
+como si tuviese agobiados los sesos bajo la pesadumbre de tanta
+jurisprudencia. Tenía un birrete en la mano y otro sobre la mesa, quizás
+para el caso de que se inutilizase el primero.
+
+Seguía cayendo agua copiosamente. El cielo mostraba la faz severa,
+aunque tornadiza; algunas nubes grandes y oscuras rodaban sobre los
+edificios de la Puerta del Sol, desahogándose un poco de su peso;
+cruzaban con harta prisa para no presumir que pronto vendría un claro
+que permitiera escaparse. Los poquísimos carruajes que pasaban vacíos
+eran asaltados rabiosamente por los proscriptos de los portales,
+quedándose con ellos, como sucede en todo lo demás, los más osados.
+
+Al fin, en cierto paraje del espacio se divisó un agujerito azul. Por
+aquel agujerito pasó tembloroso, y como avergonzado, un rayo de sol
+empapado todavía en agua, que fué a chocar en los cristales de los
+balcones más altos del hotel de la Paz. Al poco rato se divisó otro,
+algo más allá, y ambos se comunicaron pronto por medio de una extensa
+raya, azul también. Pero la lluvia no cesaba. Delante de nosotros empezó
+a funcionar una manga de riego. ¿Por qué salen a relucir las mangas de
+riego cuando llueve? No pretendamos averiguarlo. Hay más misterios en el
+cielo y en el Municipio de los que puede soñar la filosofía.
+
+El sol hizo surgir los colores del iris en el chorro de agua que caía
+como un espléndido penacho sobre la calle. El empleado municipal lo
+sacudía sin curarse de su belleza, haciéndole servir a los fines de la
+policía urbana; mas el chorro salía altivo y alegre de la manga y se
+esparcía en el aire, cayendo en lluvia de plata unas veces, otras en
+lluvia de cristal y otras de fuego. El rumor que producía al azotar el
+pavimento era dulce y gozoso. Yo y un perro de Terranova (me coloco el
+primero para no dar armas a los frenópatas del Ateneo) fuimos los únicos
+que supimos apreciar su hermosura. El perro, más exaltado o con menos
+miedo al ridículo, se lanzó a la calle expresando su entusiasmo por
+medio de ladridos y saltos prodigiosos, ahora parándose bajo el chorro y
+dejándose bañar, ahora brincando sobre él, ahora dando un millón de
+volteretas y haciendo cómicas contorsiones, sin cesar nunca de exhalar
+el frenesí de su entusiasmo en ladridos más o menos correctos e
+inspirados, que de esto no entiendo. Me parece, no obstante, que había
+más sinceridad en ellos que en el soneto del Sr. Grilo a las cataratas
+del río Piedra, aunque, por supuesto, mucha menos fantasía.
+
+La lluvia no cesaba. Con todo, se fué debilitando de tal modo, que ni
+para la salud ni para el sombrero había gran peligro en salir y llegar a
+Fornos. Así quise realizarlo, y desde luego me fuí pegadito a los
+edificios, observando cómo rápidamente el cielo se despejaba y la lluvia
+se enrarecía. Todavía continuaba mucha gente en los portales. Al llegar
+al del Ministerio de Hacienda, un brazo de mujer se interpuso en mi
+camino, y una manecita blanca y hermosa trató de averiguar si aún
+llovía. Era una mano fina, correcta, aristocrática, con graciosas y
+leves rayas azules; además, aún no estaba ajada, a juzgar por su color
+sonrosado y por la frescura e inocencia que se adivinaba en sus
+movimientos resueltos; la muñeca estaba aprisionada por un sencillo
+brazalete de oro; en los dedos brillaban algunas sortijas. Ahora bien,
+¿qué hubieran hecho ustedes si se les colocase delante del rostro, a dos
+dedos de la boca, una mano semejante? Besarla, estoy seguro. Pues eso es
+cabalmente lo que yo hice: besarla y escaparme riendo sin echar siquiera
+una mirada a su dueño. Detrás de mí oí gran algazara y muchas carcajadas
+femeninas, por lo cual comprendí que se me perdonaba de buen grado la
+audacia. Llegué al café sano y salvo y de un humor excelente. Pero
+estuve un poco inquieto toda la tarde. ¡Los nervios, sin duda, los
+nervios!
+
+
+
+
+POLIFEMO
+
+
+El coronel Toledano, por mal nombre Polifemo, era un hombre feroz, que
+gastaba levita larga, pantalón de cuadros y sombrero de copa de alas
+anchurosas, reviradas. Estatura gigantesca, paso rígido, imponente,
+enormes bigotes blancos, voz de trueno y corazón de bronce. Pero aún más
+que esto, infundía pavor y grima la mirada torva, sedienta de sangre, de
+su ojo único. El coronel era tuerto. En la guerra de Africa había dado
+muerte a muchísimos moros, y se había gozado en arrancarles las entrañas
+aún palpitantes. Esto creíamos al menos ciegamente todos los chicos que
+al salir de la escuela íbamos a jugar al parque de San Francisco, en la
+muy noble y heroica ciudad de Oviedo.
+
+Por allí paseaba también metódicamente, los días claros, de doce a dos
+de la tarde, el implacable guerrero. Desde muy lejos columbrábamos entre
+los árboles su arrogante figura, que infundía espanto en nuestros
+infantiles corazones; y cuando no, escuchábamos su voz fragorosa,
+resonando entre el follaje como un torrente que se despeña.
+
+El coronel era sordo también, y no podía hablar sino a gritos.
+
+--Voy a comunicarle a usted un secreto--decía a cualquiera que le
+acompañase en el paseo--. Mi sobrina Jacinta no quiere casarse con el
+chico de Navarrete.
+
+Y de este secreto se enteraban cuantos se hallasen a doscientos pasos en
+redondo.
+
+Paseaba generalmente solo; pero cuando algún amigo se acercaba,
+hallábale propicio. Quizá aceptase de buen grado la compañía por tener
+ocasión de abrir el odre donde guardaba aprisionada su voz potente. Lo
+cierto es que cuando tenía interlocutor, el parque de San Francisco se
+estremecía. No era ya un paseo público; entraba en los dominios
+exclusivos del coronel. El gorjeo de los pájaros, el susurro del viento
+y el dulce murmurar de las fuentes, todo callaba. No se oía más que el
+grito imperativo, autoritario, severo del guerrero de Africa. De tal
+modo, que el clérigo que le acompañaba (a tal hora, sólo algunos
+clérigos acostumbraban a pasear por el parque), parecía estar allí
+únicamente para abrir, ahora uno, después otro, todos los registros que
+la voz del coronel poseía. ¡Cuántas veces, oyendo aquellos gritos
+terribles, fragorosos, viendo su ademán airado y su ojo encendido,
+pensamos que iba a arrojarse sobre el desgraciado sacerdote que había
+tenido la imprevisión de acercarse a él!
+
+Este hombre pavoroso tenía un sobrino de ocho o diez años, como
+nosotros. ¡Desdichado! No podíamos verle en el paseo sin sentir hacia
+él compasión infinita. Andando el tiempo he visto a un domador de fieras
+introducir un cordero en la jaula del león. Tal impresión me produjo,
+como la de Gasparito Toledano paseando con su tío. No entendíamos cómo
+aquel infeliz muchacho podía conservar el apetito y desempeñar
+regularmente sus funciones vitales, cómo no enfermaba del corazón o
+moría consumido por una fiebre lenta. Si transcurrían algunos días sin
+que apareciese por el parque, la misma duda agitaba nuestros corazones.
+"¿Se lo habrá merendado ya?". Y cuando al cabo le hallábamos sano y
+salvo en cualquier sitio, experimentábamos a la par sorpresa y consuelo.
+Pero estábamos seguros de que un día u otro concluiría por ser víctima
+de algún capricho sanguinario de Polifemo.
+
+Lo raro del caso era que Gasparito no ofrecía en su rostro vivaracho
+aquellos signos de terror y abatimiento que debían de ser los únicos en
+él impresos. Al contrario, brillaba constantemente en sus ojos una
+alegría cordial que nos dejaba estupefactos. Cuando iba con su tío
+marchaba con la mayor soltura, sonriente, feliz, brincando unas veces,
+otras compasadamente, llegando su audacia o su inocencia hasta a
+hacernos muecas a espaldas de él. Nos causaba el mismo efecto angustioso
+que si le viésemos bailar sobre la flecha de la torre de la catedral.
+"¡Gaspaar!" El aire vibraba y transmitía aquel bramido a los confines
+del paseo. A nadie de los que allí estábamos nos quedaba el color
+entero. Sólo Gasparito atendía como si le llamara una sirena. "¿Qué
+quiere usted, tío?" y venía hacia él ejecutando algún paso complicado de
+baile.
+
+Además de este sobrino, el monstruo era poseedor de un perro que debía
+vivir en la misma infelicidad, aunque tampoco lo parecía. Era un hermoso
+danés, de color azulado, grande, suelto, vigoroso, que respondía por el
+nombre de Muley, en recuerdo sin duda de algún moro infeliz sacrificado
+por su amo. El Muley, como Gasparito, vivía en poder de Polifemo lo
+mismo que en el regazo de una odalisca. Gracioso, juguetón, campechano,
+incapaz de falsía, era, sin ofender a nadie, el perro menos espantadizo
+y más tratable de cuantos he conocido en mi vida.
+
+Con estas partes no es milagro que todos los chicos estuviésemos
+prendados de él. Siempre que era posible hacerlo, sin peligro de que el
+coronel lo advirtiese, nos disputábamos el honor de regalarle con pan,
+bizcocho, queso y otras golosinas que nuestras mamás nos daban para
+merendar. El nos ofrecía muestras inequívocas de simpatía y
+reconocimiento. Mas a fin de que se vea hasta qué punto eran nobles y
+desinteresados los sentimientos de este memorable can, y para que sirva
+de ejemplo perdurable a perros y hombres, diré que no mostraba más
+afecto a quien más le regalaba. Solía jugar con nosotros algunas veces
+(en provincias y en aquel tiempo entre los niños no existían clases
+sociales) un pobrecito hospiciano, llamado Andrés, que nada podía darle,
+porque nada tenía. Pues bien, las preferencias de Muley estaban por él.
+Los rabotazos más vivos, las carocas más subidas y vehementes a él se
+consagraban, en menoscabo de los demás. ¡Qué ejemplo para cualquier
+diputado de la mayoría!
+
+¿Adivinaba el Muley que aquel niño desvalido, siempre silencioso y
+triste, necesitaba más de su cariño que nosotros? Lo ignoro; pero así
+parecía.
+
+Por su parte, Andresito había llegado a concebir una verdadera pasión
+por este animal. Cuando nos hallábamos jugando en lo más alto del parque
+al marro o a las chapas, y se presentaba por allí de improviso el Muley,
+ya se sabía, llamaba aparte a Andresito, y se entretenía con él largo
+rato, como si tuviese que comunicarle algún secreto. La silueta colosal
+de Polifemo se columbraba allá entre los árboles.
+
+Pero estas entrevistas rápidas y llenas de zozobra fueron sabiéndole a
+poco al hospiciano. Como un verdadero enamorado, ansiaba disfrutar de la
+presencia de su ídolo largo rato y a solas.
+
+Por eso, una tarde, con osadía increíble, se llevó a presencia nuestra
+el perro hasta el Hospicio, como en Oviedo se denomina la Inclusa, y no
+volvió hasta el cabo de una hora. Venía radiante de dicha. El Muley
+parecía también satisfechísimo. Por fortuna, el coronel aún no se había
+ido del paseo ni advirtió la desertación de su perro.
+
+Repitiéronse una tarde y otras tales escapatorias. La amistad de
+Andresito y Muley se iba consolidando. Andresito no hubiera vacilado en
+dar su vida por el Muley. Si la ocasión se presentase, seguro estoy de
+que éste no sería menos.
+
+Pero aún no estaba contento el hospiciano. En su mente germinó la idea
+de llevarse el Muley a dormir con él a la Inclusa. Como ayudante que era
+del cocinero, dormía en uno de los corredores al lado del cuarto de éste
+en un jergón fementido de hoja de maíz. Una tarde condujo al perro al
+Hospicio y no volvió. ¡Qué noche deliciosa para el desgraciado! No había
+sentido en su vida otras caricias que las del Muley. Los maestros
+primero, el cocinero después, le habían hablado siempre con el látigo en
+la mano. Durmieron abrazados como dos novios. Allá al amanecer, el niño
+sintió el escozor de un palo que el cocinero le había dado en la espalda
+la tarde anterior. Se despojó de la camisa:
+
+--Mira, Muley--dijo en voz baja mostrándole el cardenal.
+
+El perro, más compasivo que el hombre, lamió su carne amoratada.
+
+Luego que abrieron las puertas, lo soltó. El Muley corrió a casa de su
+dueño; pero a la tarde ya estaba en el parque dispuesto a seguir a
+Andresito. Volvieron a dormir juntos aquella noche y la siguiente, y la
+otra también. Pero la dicha es breve en este mundo. Andresito era feliz
+al borde de una sima.
+
+Una tarde, hallándose todos en apretado grupo jugando a los botones,
+oímos detrás dos formidables estampidos.
+
+--¡Alto! ¡Alto!
+
+Todas las cabezas se volvieron como movidas por un resorte. Frente a
+nosotros se alzaba la talla ciclópea del coronel Toledano.
+
+--¿Quién de vosotros es el pilluelo que secuestra mi perro todas las
+noches, vamos a ver?
+
+Silencio sepulcral en la asamblea. El terror nos tiene clavados,
+rígidos, como si fuéramos de palo.
+
+Otra vez sonó la trompeta del juicio final.
+
+--¿Quién es el secuestrador? ¿Quién es el bandido? ¿Quién es el
+miserable?...
+
+El ojo ardiente de Polifemo nos devoraba a uno en pos de otro. El Muley,
+que le acompañaba, nos miraba también con los suyos, leales, inocentes,
+y movía el rabo vertiginosamente en señal de inquietud.
+
+Entonces Andresito, más pálido que la cera, adelantó un paso, y dijo:
+
+--No culpe a nadie, señor. Yo he sido.
+
+--¿Cómo?
+
+--Que he sido yo--repitió el chico en voz más alta.
+
+--¡Hola! ¡Has sido tú!--dijo el coronel sonriendo ferozmente--. ¿Y tú no
+sabes a quién pertenece este perro?
+
+Andresito permaneció mudo.
+
+--¿No sabes de quién es?--volvió a preguntar a grandes gritos.
+
+--Sí, señor.
+
+--¿Cómo?... Habla más alto.
+
+Y se ponía la mano en la oreja para reforzar su pabellón.
+
+--Que sí señor.
+
+--¿De quién es, vamos a ver?
+
+--Del señor Polifemo.
+
+Cerré los ojos. Creo que mis compañeros debieron hacer otro tanto.
+Cuando los abrí, pensé que Andresillo estaría ya borrado del libro de
+los vivos. No fué así, por fortuna. El coronel le miraba fijamente, con
+más curiosidad que cólera.
+
+--¿Y por qué te lo llevas?
+
+--Porque es mi amigo y me quiere--dijo el niño con voz firme.
+
+El coronel volvió a mirarle fijamente.
+
+--Está bien--dijo al cabo--. ¡Pues cuidado con que otra vez te lo
+lleves! Si lo haces, ten por seguro que te arranco las orejas.
+
+Y giró majestuosamente sobre los talones. Pero antes de dar un paso, se
+llevó la mano al chaleco, sacó una moneda de medio duro, y dijo
+volviéndose:
+
+--Toma, guárdatelo para dulces. ¡Pero cuidado con que vuelvas a
+secuestrar el perro! ¡Cuidado!
+
+Y se alejó. A los cuatro o cinco pasos ocurriósele volver la cabeza.
+Andresito había dejado caer la moneda al suelo, y sollozaba, tapándose
+la cara con las manos. El coronel se volvió rápidamente.
+
+--¿Estás llorando? ¿Por qué? No llores, hijo mío.
+
+--Porque le quiero mucho... porque es el único que me quiere en el
+mundo--gimió Andrés.
+
+--¿Pues de quién eres hijo?--preguntó el coronel sorprendido.
+
+--Soy de la Inclusa.
+
+--¿Cómo?--gritó Polifemo.
+
+--Soy hospiciano.
+
+Entonces vimos al coronel demudarse. Abalanzóse al niño, le separó las
+manos de la cara, le enjugó las lágrimas con su pañuelo, le abrazó, le
+besó, repitiendo con agitación:
+
+--¡Perdona, hijo mío, perdona! No hagas caso de lo que te he dicho...
+Llévate el perro cuando se te antoje... Tenlo contigo el tiempo que
+quieras, ¿sabes?... Todo el tiempo que quieras...
+
+Y después que le hubo serenado con estas y otras razones, proferidas con
+un registro de voz que nosotros no sospechábamos en él, se fué de nuevo
+al paseo, volviéndose repetidas veces para gritarle:
+
+--Puedes llevártelo cuando quieras, ¿sabes, hijo mío?... Cuando
+quieras...
+
+Dios me perdone; pero juraría haber visto una lágrima en el ojo
+sangriento de Polifemo.
+
+Andresillo se alejaba corriendo, seguido de su amigo, que ladraba de
+gozo.
+
+
+
+
+LOS PURITANOS
+
+
+Era un caballero fino, distinguido, de fisonomía ingenua y simpática. No
+tenía motivo para negarme a recibirle en mi habitación algunos días. El
+dueño de la fonda me lo presentó como un antiguo huésped a quien debía
+muchas atenciones. Si me negaba a compartir con él mi cuarto, se vería
+en la precisión de despedirle por tener toda la casa ocupada, lo cual
+sentía extremadamente.
+
+--Pues si no ha de estar en Madrid más que unos cuantos días, y no tiene
+horas extraordinarias de acostarse y levantarse, no hay inconveniente en
+que usted le ponga una cama en el gabinete... Pero cuidado... ¡sin
+ejemplar!
+
+--Descuide usted, señorito, no volveré a molestarle con estas embajadas.
+Lo hago únicamente porque D. Ramón no vaya a parar a otra casa. Crea
+usted que es una buena persona, un santo, y que no le incomodará poco ni
+mucho.
+
+Y así fué la verdad. En los quince días que don Ramón estuvo en Madrid
+no tuve razón para arrepentirme de mi condescendencia. Era el fénix de
+los compañeros de cuarto. Si volvía a casa más tarde que yo, entraba y
+se acostaba con tal cautela, que nunca me despertó. Si se retiraba más
+temprano, me aguardaba leyendo para que pudiese acostarme sin temor de
+hacer ruido. Por las mañanas nunca se despertaba hasta que me oía toser
+o moverme en la cama. Vivía cerca de Valencia, en una casa de campo, y
+sólo venía a Madrid cuando algún asunto lo exigía: en esta ocasión era
+para gestionar el ascenso de un hijo, registrador de la propiedad. A
+pesar de que este hijo tenía la misma edad que yo, D. Ramón no pasaba de
+los cincuenta años, lo cual hacía presumir, como así era en efecto, que
+se había casado bastante joven.
+
+Y no debía de ser feo, ni mucho menos, en aquella época. Aún ahora con
+su elevada estatura, la barba gris rizosa y bien cortada, los ojos
+animados y brillantes y el cutis sin arrugas, sería aceptado por muchas
+mujeres con preferencia a otros galanes sietemesinos.
+
+Tenía, lo mismo que yo, la manía de cantar o canturriar al tiempo de
+lavarse. Pero observé al cabo de pocos días que, aunque tomaba y soltaba
+con indiferencia distintos trozos de ópera y zarzuela deshaciéndolos y
+pulverizándolos entre resoplidos y gruñidos, el pasaje que con más ardor
+acometía y más a menudo, era uno de _Los Puritanos_: me parece que
+pertenecía al aria de barítono en el primer acto. D. Ramón no sabía la
+letra sino a medias, pero lo cantaba con el mismo entusiasmo que si la
+supiera. Empezaba siempre:
+
+ Il sogno beato
+ de pace e contento
+ ti, ro, ri, ra, ri, ro,
+ ti, ro, ri, ra, ri, ro.
+
+Necesitaba seguir tarareando hasta llegar a otros dos versos que decían:
+
+ La dolce memoria
+ de un tenero amore.
+
+Sobre los cuales se apoyaba sin cesar hasta concluir el _allegro_.
+
+--¡Hola! D. Ramón--le dije un día desde la cama--, parece que le gusta a
+usted _Los Puritanos_.
+
+--Muchísimo: es una de las óperas que más me gustan. Daría cualquier
+cosa por conocer un instrumento para poder tocarla toda. ¡Qué dulzura
+hay en ella! ¡Qué inspiración! Estas son óperas y ésta es música.
+¡Parece mentira que ustedes se entusiasmen con esa algarabía alemana que
+sólo sirve para hacer dormir!... A mí me gustan con pasión todas las
+óperas de Bellini: _El Pirata_, _Sonámbula_, _Norma_; pero sobre todas
+ellas _Los Puritanos_... Tengo además razones particulares para que me
+guste más que ninguna otra--añadió bajando la voz.
+
+--¡Ole, ole, D. Ramón!--exclamé incorporándome de un salto y poniéndome
+los calcetines--: vengan esas razones.
+
+--Son tonterías de la juventud... cuestión de amores--contestó
+ruborizándose un poco.
+
+--Pues cuente usted esas tonterías. Me muero por ellas. No lo puedo
+remediar, me gustan más esas cosas que la reforma de la ley Hipotecaria
+de que usted me habló ayer.
+
+--¡Al fin poeta!
+
+--No soy poeta, D. Ramón; soy crítico.
+
+--Pues me había dicho el amo que era usted poeta... De todas maneras, se
+lo contaré ya que usted tiene curiosidad... Verá usted cómo es una
+tontería que no merece la pena... ¡Pero vístase usted, criatura, que se
+está helando!
+
+El año de cincuenta y ocho vine a Madrid con una comisión del
+Ayuntamiento de Valencia para gestionar la rebaja de la cuota de
+consumos. Tenía yo entonces... eso es, veintinueve años; y ya hacía
+siete cumplidos que estaba casado. Es una barbaridad casarse tan joven.
+Aunque no tengo motivo para arrepentirme, no aconsejaré a nadie que lo
+haga. Vine a parar a esta misma casa, esto es, a la misma posada; la
+casa estaba entonces situada en la calle del Barquillo. En aquella
+época, bueno será que le advierta que me complacía en andar muy
+lechuguino o sietemesino, como ustedes dicen ahora, cosa que tenía
+siempre _escamada_ a mi pobre mujer. ¿Para qué te compones tanto, hombre
+de Dios? ¿Vas de conquista? ¡Quién sabe! contestaba riendo y dejándola
+un poco enojada. No es malo tener a las mujeres un si es no es celosas.
+
+Una tarde, una hermosa tarde de invierno, de las que sólo se ven en
+este Madrid, salí de casa después de almorzar con el objeto de hacer
+algunas visitas y también para espaciarme por esas calles de Dios. Iba
+caminando lentamente por la de las Infantas, meditando sobre el plan de
+la noche o sea el modo de pasarla más divertido, y saboreando un buen
+cigarro habano, cuando de pronto ¡zas! recibo un fuerte golpe en la
+cabeza que me hace vacilar. El flamante sombrero de copa fué rondando
+por un lado y el cigarro por otro. Cuando me recobré del susto, lo
+primero que vi a mis pies fué una enorme muñeca fresca, sonrosada y en
+camisa.
+
+Esta buena pieza es la que ha causado el destrozo, dije para mis
+adentros, lanzándole una mirada iracunda que la muñeca aparentó no
+comprender. Mas como no era de presumir que ella por su voluntad se
+hubiese arrojado sobre mí de aquel modo brusco e inconveniente, pues
+jamás había hecho daño a ninguna muñeca, creí más probable que de alguna
+casa me la hubieran arrojado. Alcé la cabeza vivamente.
+
+En efecto, el reo estaba de pie en el balcón de un primer piso,
+suspenso, atónito, consternado. Era una niña de trece a catorce años.
+
+Al observar la mirada de espanto y congoja que me dirigía se templó mi
+furor, y en vez de lanzarle un apóstrofe violento, como tenía
+determinado, le mandé una sonrisa galante. Puede ser que en la formación
+de esta sonrisa haya intervenido más o menos directamente la belleza
+nada vulgar del criminal.
+
+Recogí el sombrero, me lo puse, y volví a alzar la cabeza y a remitir
+otra sonrisa, acompañada esta vez de un ligero saludo. Pero mi agresor
+seguía inmóvil y aterrado sin darse cuenta ni poder explicar las amables
+disposiciones en que su víctima se hallaba. A todo esto la muñeca seguía
+en el suelo inmóvil también, pero sin mostrar en modo alguno sorpresa,
+pesar, terror, ni siquiera vergüenza de su situación poco decorosa. Me
+apresuré a levantarla, cogiéndola, si mal no recuerdo, por una pierna, y
+me informé minuciosamente de si había padecido alguna fractura u otra
+herida grave. No tenía más que leves contusiones. Alcéla en alto y la
+mostré a su dueño haciéndole seña de que iba a subir para entregársela.
+Y sin más dilaciones entro en el portal, subo la escalera y tomo el
+cordón de la campanilla... Ya está abierta la puerta. Mi lindo agresor
+asoma su rostro trigueño, gracioso, lleno de vida y frescura, y extiende
+sus manos diminutas, en las cuales deposito respetuosamente a la muñeca
+desmayada. Quise hablar, para dar mayor seguridad de que no era nada lo
+que había pasado, que la muñeca conservaba íntegros sus miembros, y yo
+lo mismo, y que celebraba la ocasión de conocer una niña tan hermosa y
+tan simpática, etc., etc. Nada de esto fué posible. La chica murmuró
+confusamente "muchas gracias", y se apresuró a cerrar la puerta,
+dejándome con el discurso en el cuerpo.
+
+Salgo a la calle un poco disgustado, como cualquier otro orador en el
+mismo caso, y sigo mi camino, no sin volver repetidas veces la cabeza
+hacia el balcón. A los treinta o cuarenta pasos observo que está la niña
+asomada, y me paro y le envío una sonrisa y un saludo ceremonioso. Esta
+vez contesta, aunque ligeramente, pero se apresura a retirarse. ¡Cuidado
+que era linda aquella niña! Al llegar al extremo de la calle sentí la
+necesidad imperiosa de verla otra vez, y dí la vuelta, no sin percibir
+cierta vergüenza en el fondo del corazón, pues ni mi edad, ni mi estado,
+me autorizaban semejantes informalidades; mucho menos tratándose de tal
+criatura. Ya no estaba en el balcón.
+
+Pues yo no me voy sin verla, me dije, y pian pianito, comencé a pasear
+la calle sin perder de vista la casa, con la misma frescura que un
+cadete de Estado Mayor. Después de todo, aquí nadie me conoce--me iba
+repitiendo a cada instante, a fin de comunicarme alientos para seguir
+paseando--. Además, yo no tengo nada que hacer ahora; y lo mismo da
+vagar por un lado que por otro.
+
+Justamente, al cruzar tercera o cuarta vez por delante del balcón
+apareció en él la gentil chiquita, que al verme hizo un movimiento de
+sorpresa, acompañado de una mueca encantadora, se echó a reir y se
+ocultó de nuevo.
+
+¡Pero, qué necios somos los hombres y qué inocentes cuando se trata de
+estos asuntos! ¿Querrá usted creer que entonces no sospeché siquiera que
+la niña había estado presenciando, sin perder uno solo, todos mis
+movimientos?
+
+Satisfecho ya el capricho, dejé la calle de las Infantas, y me fuí a
+casa de un amigo. Mas al día siguiente, fuese casualidad o
+premeditación, aunque es muy probable lo último, acerté a pasar por el
+mismo sitio a la misma hora. Mi gentil agresor, que estaba de bruces
+sobre la barandilla del balcón, se puso encarnado hasta las orejas así
+que pudo distinguirme, y se retiró antes de que pasase por delante de la
+casa. Como usted puede suponer, esto, lejos de hacerme desistir, me
+animó a quedarme petrificado en la esquina de la primer bocacalle, en
+contemplación extática. No pasaron cuatro minutos sin que viese asomar
+una naricita nacarada, que se retiró al momento velozmente, volvió a
+asomarse a los dos minutos y volvió a retirarse, asomóse al minuto otra
+vez y se retiró de nuevo. Cuando se cansó de tales maniobras, se asomó
+por entero y me miró fijamente por un buen rato, cual si tratase de
+demostrar que no me tenía miedo alguno. Entonces se generalizó por
+entrambas partes un fuego graneado de miradas, acompañado, por lo que a
+mí respecta, de una multitud de sonrisas, saludos y otros proyectiles
+mortíferos, que debieron causar notables estragos en el enemigo. Este a
+la media hora oyó sin duda en la sala el toque de "alto el fuego", y se
+retiró cerrando el balcón. No necesitaré decirle que por más que me
+sintiese avergonzado de aquella aventura, seguí dando vueltas a la misma
+hora por la calle, y que el tiroteo era cada vez más intenso y animado.
+A los tres o cuatro días me decidí a arrancar una hoja de la cartera y a
+escribir estas palabras: _Me gusta usted muchísimo._ Envolví una moneda
+de dos cuartos en la hoja, y aprovechando la ocasión de no pasar nadie,
+después de hacerle seña de que se retirase, la arrojé al balcón. Al día
+siguiente, cuando pasé por allí, vi caer una bolita de papel que me
+apresuré a recoger y desdoblar. Decía así, en una letra inglesa,
+crecida, hecha con mucho cuidado y el papel rayado para no torcer: _Tan
+bien ustez me gusta a mí no crea que juego con muñecas era de mi
+ermanita._
+
+Aunque sonreí al leer el billete amoroso, no dejó de causarme sensación
+dulce y amable, que muy pronto hizo sitio a otra melancólica, al
+recordar que me estaban prohibidas para siempre tales aventuras. Aquel
+día mi chiquita no salió al balcón, sin duda avergonzada de su
+condescendencia; pero al siguiente la hallé dispuesta y aparejada al
+combate de miradas, señas y sonrisas, que ya no escasearon por ambas
+partes. Una hora o más duraba todas las tardes este juego, hasta que se
+oía llamar y se retiraba apresuradamente. Le pregunté por señas si salía
+de paseo, y me contestó que sí: y en efecto, un día aguardé en la calle
+hasta las cuatro y la vi salir en compañía de una señora, que debía de
+ser su mamá, y de dos hermanitos. Seguíles al Retiro, aunque a
+respetable distancia, porque me hubiera causado mucha vergüenza el que
+la mamá se enterase. La chiquilla, con menos prudencia, volvía a cada
+instante la cabeza y me dirigía sonrisas, que me tenían en continuo
+sobresalto. Al fin volvimos a casa en paz. A todo esto, yo no sabía cómo
+se llamaba, y a fin de averiguarlo escribí la pregunta en otra hoja de
+la cartera: _¿Cómo se llama usted?_ La chica contestó en la misma letra
+inglesa y crecida, con el papel rayado: _Me llamo Teresa no crea ustez
+por Dios que juego con muñecas._
+
+Diez o doce días se transcurrieron de esta suerte. Teresa me parecía
+cada día más linda, y lo era en efecto, porque según he averiguado en el
+curso de mi vida, no hay pintura, raso ni brocado que hermosee tanto a
+la mujer como el amor. Le pregunté repetidas veces si podía hablar con
+ella, y siempre me contestó que era de todo punto imposible: si la mamá
+llegaba a saber algo ¡adiós balcón! Empecé a sospechar que me iba
+enamorando y esto me traía inquieto. No podía pensar en aquella niña sin
+sentir profunda melancolía, como si personificase mi juventud, mis
+ensueños de oro, todas mis ilusiones, que para siempre estaban separados
+de mí por barrera infranqueable. Al mismo tiempo me acosaban los
+remordimientos. ¡Cuál sería el dolor de mi pobre mujer si llegase a
+averiguar que su marido andaba por la corte enamorando chiquillas! Un
+día recibí carta suya, participándome que tenía a mi hijo menor un poco
+indispuesto, y rogándome que procurase arreglar los negocios y volviese
+pronto a casa. La noticia me produjo el disgusto que usted puede
+suponer; porque siempre he delirado por mis hijos. Y como si aquello
+fuese castigo providencial o por lo menos advertencia saludable, después
+de grave y prolongada meditación, en que me eché en cara, sin piedad, mi
+conducta infame y ridícula, canté sin rebozo el yo pecador y resolví
+obedecer a mi esposa inmediatamente. Para llevar a cabo este propósito,
+lo primero que se me ocurrió fué no acordarme más de Teresa, ni pasar
+siquiera por su calle, aunque fuese camino obligado: después, abreviar
+cuanto pudiese los asuntos. Según mis cálculos quedaría libre a los
+cinco o seis días.
+
+Ya no seguí, pues, la calle de las Infantas como acostumbraba después de
+almorzar, ni aun para ir a la de Valverde, donde vivían unos amigos. Por
+la noche, después de comer, como no había peligro de ver a Teresa, la
+cruzaba velozmente y sin echar una mirada a la casa.
+
+Pasaron cuatro días. Ya no me acordaba de aquella niña, o si me acordaba
+era de un modo vago, como la memoria de los días risueños de la
+juventud. Tenía casi ultimados mis negocios y andaba preocupado con la
+elección del día para marcharme. Será cosa, a más tardar, del viernes o
+el sábado, me dije después de comer, encendiendo un cigarro y echándome
+a la calle. El ministro se había negado a rebajar la cuota del
+Ayuntamiento, lo cual me tenía muy disgustado. Pensando en lo que había
+de decir a mis colegas cuando me viese entre ellos, y en el modo mejor
+de explicarles la causa del fracaso, crucé la plaza del Rey y entré en
+la calle de las Infantas. La noche era espléndida y bastante templada.
+Llevaba abierto el gabán y caminaba lentamente gozando con voluptuosidad
+de la temperatura, del cigarro y de la seguridad de ver pronto a mi
+familia. Al pasar por delante de la casa de la niña me detuve y la
+contemplé un instante casi con indiferencia. Y seguí adelante
+murmurando: "¡Qué chiquilla tan mona! ¡Lástima será que se la lleve un
+tunante!" Después me puse a reflexionar en lo fácil que me hubiera sido
+jugar una mala pasada al alcalde y alzarme con el cargo; pero no;
+hubiera sido una felonía. Por más que fuese un poco díscolo y soberbio,
+al fin era amigo: tiempo me quedaba para ser alcalde. Pero cuando más
+embebido andaba en mis pensamientos y planes políticos, y cuando ya
+estaba próximo a doblar la esquina de la calle, he aquí que siento un
+brazo que se apoya en el mío y una voz que me dice:
+
+--¿Va usted muy lejos?
+
+--¡Teresa!
+
+Los dos quedamos mudos por algunos instantes; yo contemplándola
+estupefacto; ella con la cabeza baja y sin abandonar mi brazo.
+
+--¿Pero dónde va usted a estas horas?
+
+--Me voy con usted--respondió alzando la cabeza y sonriendo como si
+dijese la cosa más natural del mundo.
+
+--¿A dónde?
+
+--¡Qué sé yo! Donde usted quiera.
+
+A un mismo tiempo sentí escalofríos de placer y de miedo.
+
+--¿Ha huído usted de su casa?
+
+--¡Qué había de huir... solamente se la he jugado a Manuel del modo más
+gracioso!... Verá usted cómo se ríe... Me empeñé hoy en ir a la tertulia
+de unas primas, que viven en la calle de Fuencarral, y papá mandó a
+Manuel que me acompañase. Llegamos hasta el portal y allí le dije:
+Márchate, que ya no haces falta; y me hice como que subía la escalera,
+pero en seguida di la vuelta sin llamar y me vine detrás de él hasta
+casa... ¡Cuando le vi entrar me dió una risa, que por poco me oye!
+
+La chiquilla se reía aún, con tanta gana y tan francamente, que me
+obligó a hacer lo mismo.
+
+--¿Y usted por qué ha hecho eso?--le pregunté con la falta de
+delicadeza, mejor dicho, con la brutalidad de que solemos estar tan bien
+provistos los caballeros.
+
+--Por nada--repuso desprendiéndose de mi brazo repentinamente y echando
+a correr.
+
+La seguí y la alcancé pronto.
+
+--¡Qué polvorilla es usted!--le dije echándolo a broma.--¡Vaya un modo
+de despedirse!... Perdón si la he ofendido...
+
+La niña, sin decir nada, volvió a tomar mi brazo. Caminamos un buen rato
+en silencio. Yo iba pensando ansiosamente en lo que iba a decir y en lo
+que iba a hacer. Al fin, Teresa lo rompió, preguntándome resueltamente:
+
+--¿No me dijo usted por carta que me quería?
+
+--¡Pues ya lo creo que la quiero a usted!
+
+--Entonces, ¿por qué ha dejado de venir a verme y de pasar por la calle
+de día?
+
+--Porque temía que su mamá...
+
+--Sí, sí; porque los hombres son todos muy ingratos y cuanto más se les
+quiere es peor... ¿Piensa usted que yo no lo sé?... Me ha tenido usted
+al balcón todas estas tardes esperándole; ¡pero que si quieres!... Por
+la noche, detrás de los cristales, le veía pasar, muy serio, muy serio,
+sin mirar siquiera hacia mi casa... Yo decía: "¿Estará enfadado conmigo?
+¿Por qué se habrá enfadado? ¿Será porque he cerrado el balcón a las tres
+menos cuarto?" En fin, todo me volvía cavilar, cavilar, sin sacar nada
+en limpio... Entonces dije: "Voy a darle un susto esta noche..."
+
+--Ha sido un susto bien agradable.
+
+--Si no llega usted a pararse delante de mi casa y a quedarse mirando a
+los balcones, no salgo del portal... pero aquello me decidió.
+
+Momento de pausa, en el cual me acudió a la mente un tropel de
+pensamientos que todavía me avergüenzan. Teresa volvió a mirarme
+fijamente.
+
+--¿Está usted contento?
+
+--¡Vaya!
+
+--¿Va usted a gusto conmigo?
+
+--Mejor que con nadie en el mundo.
+
+--¿No le estorbo?
+
+--Al contrario, siento un placer como usted no puede figurarse.
+
+--¿No tiene usted nada que hacer ahora?
+
+--Absolutamente nada.
+
+--Entonces vamos a pasear. Cuando llegue la hora, usted me lleva a casa
+y mamá se figura que me trajo el criado de las primas... Pero si le
+estorbo o no le gusta pasear conmigo, dígamelo usted... me voy en
+seguida...
+
+Yo le contesté apretándole el brazo y tirándole suavemente por la mano
+para encajárselo bien en el mío. Teresa continuó hablando con graciosa
+volubilidad.
+
+--Parece mentira que seamos tan amigos, ¿no es verdad? Yo pensé cuando
+le dejé caer la muñeca encima que le había matado... ¡Qué miedo tuve!
+¡Si usted viera!... Vamos a ver, ¿por qué en lugar de enfadarse se
+sonrió usted conmigo?
+
+--¡Toma! porque me gustó usted mucho.
+
+--Eso pensaba yo: debí de haberle sido simpática, porque si no, la
+verdad es que tenía motivo para ponerse furioso. Todavía cuando usted
+subió a llevármela estaba muerta de miedo y por eso cerré tan pronto la
+puerta... ¡Dichosa muñeca! Me dió tal rabia que la tiré contra el suelo
+y le partí un brazo.
+
+--Pues no debe usted tratarla mal; al contrario, debe usted conservarla
+como un recuerdo.
+
+--¿Sabe usted que tiene razón? Si no hubiera sido por la muñeca no nos
+hubiéramos conocido... ni sería usted mi novio... porque tengo otro...
+
+--¿Cómo otro?
+
+--Es decir, ya no lo tengo: lo tenía... Es un primo que está empeñado en
+que le he de querer a la fuerza... No vaya usted a creer que es feo...
+al contrario, es guapo... pero a mí no me gusta... No lo puedo remediar.
+Le dije que sí, porque me dió lástima un día que se echó a llorar.
+
+Mientras conversábamos de esta suerte íbamos caminando sosegadamente por
+las calles. Para evitar el encuentro con cualquiera pariente o conocido
+de la niña, procuré seguir las menos principales. Teresa iba cogida a mi
+brazo como al de un antiguo amigo, hablando sin cesar, riendo,
+sacudiéndome a veces fuertemente y deteniéndose a lo mejor delante de
+un escaparate, para hacerme mirar cualquier chuchería. Su charla era un
+gorjeo dulce, insinuante, que me conmovía y refrescaba el corazón. A
+impulso de ella se fué disipando poco a poco el tropel de pensamientos
+pérfidos que vagaba por mi cabeza. Sin saber de qué modo, también
+desaparecieron todos mis temores; me figuraba que aquella niña tenía
+algún parentesco conmigo, y no hallaba extraordinaria y peligrosa
+nuestra situación como al principio. Su inocencia era un velo espeso que
+nos impedía ver el riesgo que corríamos.
+
+En poco tiempo me contó una infinidad de cosas. Era de Jerez; no hacía
+más que un año que estaban en Madrid establecidos; su papá ocupaba un
+alto empleo; tenía dos hermanitos y una hermanita. Acerca del carácter y
+costumbres de cada uno de ellos se extendió considerablemente; la
+hermanita era muy buena niña, amable y obediente; pero los chicos
+insufribles; todo el día gritando, ensuciando la casa y peleándose. Su
+mamá le había dado jurisdicción sobre ellos hasta para castigarles, pero
+no quería usar de ella porque tenía miedo de que le perdiesen el cariño:
+que la mamá se arreglara como pudiese. Después habló del papá, que era
+muy serio, pero muy bueno. Lo único que la tenía apesadumbrada era que
+parecía querer más a los chicos que a ellas. La mamá, en cambio,
+mostraba predilección por las niñas. Habló después de las primas de la
+calle de Fuencarral; una era muy bonita, la otra graciosa solamente: las
+dos tenían novio, pero no valían cuatro cuartos: chiquillos que todavía
+estudiaban en el Instituto. Tenían, además, un hermano, que era el primo
+que había sido su novio; éste ya era bachiller y se estaba preparando
+para entrar en el colegio de Artillería. De vez en cuando, en los cortos
+intervalos de silencio, levantaba graciosamente la cabeza,
+preguntándome:
+
+--¿Va usted a gusto conmigo? ¿Le estorbo?
+
+Y cuando me oía protestar vivamente contra semejante duda, su rostro
+expresivo se iluminaba de alegría y continuaba hablando.
+
+Habíamos recorrido algunas calles. Ya puede usted imaginarse que yo iba
+gozando como los ángeles en el paraíso, y pendiente de los labios de
+aquella niña, que al referirme todas las nonadas infantiles de su vida,
+parecía infundir en mi alma encantada la ciencia de la dicha. Sin
+embargo, no podía desechar cierta vaga inquietud que turbaba mi alegría.
+Buscando manera de pasar las horas de que disponíamos más dignamente que
+vagando por las calles, tropezamos al bajar la cuesta de Santo Domingo
+con el Teatro Real. Al instante se me ocurrió la idea de entrar. Teresa
+la aceptó inmediatamente, y a fin de que no reparasen en nosotros,
+tomamos entradas de paraíso. Se cantaba _Los Puritanos_, y aquél
+rebosaba de gente; de suerte que nos costó algún trabajo introducirnos y
+escalar uno de los rincones; pero al cabo llegamos. Teresa se encontró
+admirablemente y me pagaba los trabajos que había pasado para llevarla
+hasta allí con mil sonrisas y palabras amables. Mientras subían el telón
+seguimos charlando, aunque muy bajito. Se había establecido entre
+nosotros una gran intimidad, y me abandonó una de sus manos que yo
+acariciaba embelesado. Cuando empezó la ópera dejó de charlar y se puso
+a atender tan decididamente, que a mí me hizo sonreir el verla con la
+cabecita apoyada en la pared y los ojos extáticos. Sabía música, pero
+había ido al teatro pocas veces; así que las melodías inspiradas de la
+ópera de Bellini le causaban profunda impresión, que se traducía por un
+leve temblor de las pupilas y los labios. Cuando llegó el sublime canto
+del tenor que empieza _A te_, _oh cara_, me apretó con fuerza la mano
+exclamando por lo bajo--:¡Oh qué hermoso! ¡oh qué hermoso! Después me
+hizo explicarle lo que pasaba en la escena. Halló el matrimonio del
+tenor y la tiple muy proporcionado, pero compadecía de veras al
+barítono, a quien birlaban la novia; quedó sumamente disgustada cuando
+al fin del acto el tenor se ve en la precisión de acompañar a la reina y
+dejar abandonada a su futura, y declaró resueltamente que ésta era una
+conducta indigna.
+
+--Pero advierta usted que estaba obligado a hacerlo porque era su reina
+quien se lo pedía.
+
+--No importa, no importa; si la quisiera bien no hay reina que valga. Lo
+primero siempre es la novia.
+
+No me fué posible arrancarle tan extraña teoría de la cabeza. Después
+que bajó el telón permanecimos en el mismo sitio y me obligó a contarle
+mi vida y milagros, cuántas novias había tenido, a quién había querido
+más, etc., etc. Ya comprenderá usted que necesité ensartar un sin fin
+de patrañas. Después, sin motivo alguno serio, manifestó rotundamente
+que todos los hombres eran ingratos. Yo me atreví a apuntar que había
+excepciones, pero no fué posible hacérselo reconocer--. Usted será lo
+mismo que todos (anunció en tono profético y mirando a un punto del
+espacio); me querrá usted un poco de tiempo, y después... si te ví, no
+me acuerdo.
+
+¡Qué rato tan delicioso y tan infernal a la vez me estaba haciendo pasar
+aquella niña! Para llevar la conversación a otro punto, le pregunté:
+
+--¿Cuántos años tiene usted? Hasta ahora no me lo ha dicho.
+
+--Tengo... tengo... mire usted, yo siempre digo que tengo catorce, pero
+la verdad es que no tengo más que trece y dos meses... ¿Y usted?
+
+--¡Una atrocidad! No me lo pregunte usted, que me da vergüenza.
+
+--¡Ah qué presuntuoso! ¡Si yo le he de querer lo mismo que tenga muchos
+que pocos!
+
+En seguida me propuso que nos tratásemos de tú, pero después de aceptado
+se volvió atrás ofreciéndome que yo la tratase de tú y ella siguiese con
+el usted. No quise conformarme.
+
+--Pues mire usted, yo no puedo hablarle de tú; me da mucha vergüenza...
+Pero, en fin, vamos a ensayar.
+
+Del ensayo resultó que para evitar el pronombre daba la pobrecilla
+infinidad de rodeos y se metía en una serie interminable de perífrasis.
+Si se aventuraba a dirigirme un tú, lo hacía bajando la voz y pasando
+como sobre ascuas.
+
+Cuando empezó el segundo acto, volvió a escuchar atentamente. Mis ojos
+no se apartaban casi nunca de su rostro; ella entornaba a menudo los
+suyos para dirigirme una sonrisa apretando al mismo tiempo mi mano.
+Observé, no obstante, que se había amortiguado un poco la viva expresión
+de su fisonomía y que iba perdiendo aquella graciosa volubilidad del
+principio. Las sonrisas de sus labios se fueron haciendo tristes, y por
+la cándida frente pasó una ráfaga de inquietud que comunicó a su lindo
+rostro infantil cierta grave expresión que no tenía. Parecía que en
+virtud de un misterioso movimiento de su espíritu, la niña se
+transformaba en mujer en pocos instantes. Dejó de apretar mi mano y
+hasta retiró la suya. Volví a cogerla disimuladamente, pero al poco
+tiempo la retiró de nuevo.
+
+El segundo acto había terminado. Al bajarse el telón me hizo mirar el
+reloj, y viendo las once, dijo que era necesario partir en seguida,
+porque a las once y media, a más tardar, iba el criado a buscarla.
+
+Salimos del teatro. La noche seguía tibia y estrellada. A la puerta
+aguardaba una larga fila de coches, que nos fué preciso evitar. Ya no
+había en las calles el movimiento de las primeras horas, pero con todo,
+seguimos las más solitarias. Teresa no quiso aceptar mi brazo como
+antes. Entonces me tocó llevar la voz cantante, y le dije al oído mil
+requiebros y ternezas, explicándole por menudo el amor que me había
+inspirado y lo que había sufrido en los días en que no pasé por su
+calle: recordéle todos los pormenores, hasta los más insignificantes, de
+nuestro conocimiento visual y epistolar, y le dí cuenta de los vestidos
+que le había visto y de los adornos, a fin de que comprendiese la
+profunda impresión que me había causado. Nada replicaba a mi discurso;
+seguía caminando cabizbaja y preocupada, formando su actitud notable
+contraste con la que tenía tres horas antes al pasar por los mismos
+sitios. Cuando me detuve un instante a respirar, exclamó sin mirarme:
+
+--Hice una cosa muy mala, muy mala. ¡Dios mío, si lo supiese papá!
+
+Traté de probarle que su papá no podía enterarse de nada, porque
+llegaríamos demasiado temprano.
+
+--De todas maneras, aunque papá no se entere, hice una cosa muy mala.
+Usted bien lo sabe, pero no quiere decirlo. ¿No es verdad que una niña
+bien educada no haría lo que yo hice esta noche?... ¡Si lo supiesen mis
+primas, que están deseando siempre cogerme en alguna falta!... Pero no
+piense usted... por Dios, que lo he hecho con mala intención... Yo soy
+muy aturdida... todo el mundo lo dice... pero también dicen que tengo
+buen fondo.
+
+Al proferir estas palabras se le había ido anudando la voz en la
+garganta, hasta que se echó a llorar perdidamente. Me costó mucho
+trabajo calmarla, pero al fin lo conseguí elogiando su carácter franco
+y sencillo y su buen corazón, y prometiendo quererla y respetarla
+siempre. Me hizo jurar una docena de veces que no pensaba nada malo de
+ella. Después de secarse las lágrimas recobró su alegría y comenzó a
+charlar por los codos. Me expuso en pocos instantes una infinidad de
+proyectos a cual más absurdos. Según ella, debía presentarme al día
+siguiente en casa, y pedirle al papá su mano: el papá diría que era muy
+niña, pero yo debía explicarle inmediatamente que no importaba nada: el
+papá insistiría en que era demasiado pronto, pero yo le presentaría el
+ejemplo de una tía, hermana de su mamá, que estaba jugando a las muñecas
+cuando le avisaron para ir a casarse. ¿Qué había de oponer a este
+poderoso argumento? Nada seguramente. Nos casaríamos, y acto continuo
+nos iríamos a Jerez, para que conociese a sus amigas y a sus tíos. ¡Qué
+susto llevarían todos al verla del brazo de un caballero, y mucho más
+cuando supieran que este caballero era su marido!
+
+Estaba tan linda, tan graciosa, que no pude menos de pedirle con
+vehemencia que me permitiese darle un beso. No fué posible. Ningún
+hombre la había besado hasta entonces; solamente su primo le había dado
+un beso a traición, pero le costó caro, porque le dejó caer dos vasos de
+limón sobre la cabeza: hasta en los juegos de prendas hacía que pusieran
+las manos delante, para que no le tocasen la cara con los labios. Pero
+cuando estuviésemos casados, ya sería otra cosa; entonces todos los
+besos que se me antojaran, aunque sospechaba que no se los pediría con
+tanto ardor como ahora.
+
+Estábamos próximos ya a su casa. Los carruajes de la gente que volvía de
+las tertulias, al cruzar a nuestro lado, apagaban la voz de Teresa y le
+obligaban a esforzarla un poco. Las estrellas desde el cielo nos hacían
+guiños, como si nos invitasen a gozar apresuradamente de aquellos
+momentos felices, que no habían de volver. A lo lejos sólo se veían,
+como fuegos fatuos, los faroles de los serenos.
+
+Llegamos por fin a casa. Delante de la puerta, Teresa volvió a hacerme
+jurar que no pensaba nada malo de ella, y que al día siguiente a las dos
+en punto de la tarde, me presentaría debajo de sus balcones.
+
+--Cuidado que no faltes.
+
+--No faltaré, preciosa.
+
+--¿A las dos en punto?
+
+--A las dos en punto.
+
+--Llama ahora con un golpe a la puerta.
+
+Cogí la aldaba y dí un golpe fuerte. Al poco rato se oyeron los pasos
+del portero.
+
+--Ahora--dijo en voz bajita y temblorosa--dame un beso y escápate de
+prisa.
+
+Al mismo tiempo me presentaba su cándida y rosada mejilla. Yo la tomé
+entre las manos y la apliqué un beso... dos... tres... cuatro... todos
+los que pude hasta que oí rechinar la llave. Y me alejé a paso largo.
+
+Dejó de hablar D. Ramón.
+
+--¿Y después qué sucedió?--le pregunté con vivo interés.
+
+--Nada, que aquella noche no pude dormir de remordimientos y al día
+siguiente tomé el tren para mi pueblo.
+
+--¿Sin ver a Teresa?
+
+--Sin ver a Teresa.
+
+
+
+
+¡SOLO!
+
+
+Fresnedo dormía profundamente su siesta acostumbrada. Al lado del diván
+el velador maqueado, manchado de ceniza de cigarro, y sobre él un
+platillo y una taza, pregonando que el café no desvela a todas las
+personas. La estancia, amueblada para el verano con mecedoras y sillas
+de rejilla, estera fina de paja, y las paredes desnudas y pintadas al
+fresco, se hallaba menos que a media luz: las persianas la dejaban a
+duras penas filtrarse. Por esto no se sentía el calor. Por esto y porque
+nos hallamos en una de las provincias más frescas del norte de España y
+en el campo. Reinaba silencio. Escuchábase sólo fuera el suave ronquido
+de las cigarras y el _pío pío_ de algún pájaro que, protegido por los
+pámpanos de la parra que ciñe el balcón, se complacía en interrumpir la
+siesta de sus compañeros. Alguna vez, muy lejos, se oía el chirrido de
+un carro, lento, monótono, convidando al sueño. Dentro de la casa habían
+cesado ya tiempo hacía los ruidos del fregado de los platos. La
+fregatriz, la robusta, la colosal Mariona, como andaba descalza, sólo
+producía un leve gemido de las tablas, que se quejaban al recibir tan
+enorme y maciza humanidad.
+
+Cualquiera envidiaría aquella estancia fresca, aquel silencio dulce,
+aquel sueño plácido. Fresnedo era un sibarita; pero solamente en el
+verano. Durante el invierno trabajaba como un negro allá en su
+escritorio de la calle de Espoz y Mina, donde tenía un gran
+establecimiento de alfombras. Era hombre que pasaba un poco de los
+cuarenta, fuerte y sano como suelen ser los que no han llevado una
+juventud borrascosa: la tez morena, el pelo crespo, el bigote largo y
+comenzando a ponerse gris. Había nacido en Campizos, punto donde nos
+hallamos, hijo de labradores regularmente acomodados. Mandáronle a
+Madrid a los catorce años con un tío comerciante. Trabajó con brío e
+inteligencia; fué su primer dependiente; después su asociado; por último
+se casó con su hija, y heredó su hacienda y su comercio. Contrajo
+matrimonio tarde, cuando ya se acercaba a los cuarenta años. Su mujer
+sólo tenía veinte. Educada en el bienestar y hasta en el lujo que le
+podía procurar el viejo Fresnedo, Margarita era una de esas niñas
+madrileñas, toda melindres, toda vanidad, postrada ante las mil
+ridiculeces de la vida cortesana, cual si estuviesen determinadas por
+sentencias de un código inmortal, desviada enteramente de la vida de la
+Naturaleza y la verdad. Por eso odiaba el campo, y muy particularmente
+el ignorado y frondoso lugarcito donde tenía origen su linaje humilde.
+Lo odiaba casi tanto como su mamá, la esposa del viejo Fresnedo, que, a
+pesar de ser hija de una cacharrera de la calle de la Aduana, tenía a
+menos poner los pies en Campizos.
+
+Tanto como ellas lo odiaban amábalo el buen Fresnedo. Mientras fué
+dependiente de su tío, arrancábale todos los años licencia para pasar el
+mes de Julio o Agosto en su país. Cuando sus ganancias se lo
+permitieron, levantó al lado de la de sus padres una casita muy linda,
+rodeada de jardín, y comenzó a comprar todos los pedazos de tierra que
+cerca de ella salían a la venta. En pocos años logró hacerse un
+propietario respetable. Y al compás que se hacía dueño de la tierra
+donde corrieron sus primeros años, su amor hacia ella crecía
+desmesuradamente. Puede cualquiera figurarse el disgusto que el honrado
+comerciante experimentó cuando, después de casado con su prima, ésta le
+anunció, al llegar el verano, que no estaba dispuesta "a sepultarse en
+Campizos", decisión que su tía y suegra reciente apoyó con maravilloso
+coraje. Fué necesario resignarse a veranear en San Sebastián. Al año
+siguiente lo mismo. Pero al llegar el cuarto, Fresnedo tuvo la audacia
+de rebelarse, produciendo un gran tumulto doméstico--. "O a Campizos, o
+a ninguna parte este verano. ¿Estamos, señoras?" Y los bigotes se le
+erizaron de tal modo inflexible al pronunciar estas enérgicas palabras,
+que la delicada esposa se desmayó acto continuo, y la animosa suegra,
+rociando las sienes de su hija con agua fresca y dándole a oler el
+frasco del antiespasmódico, comenzó a increparle amargamente:
+
+--¡Huele, hija mía, huele!... ¡Si las cosas se hicieran dos veces!... La
+culpa la he tenido yo en poner en manos de un paleto una flor tan
+delicada.
+
+Cuando la flor delicada abrió al fin los ojos, fué para soltar por ellos
+un raudal de lágrimas y para decir con acento tristísimo:
+
+--¡Nunca lo creyera de Ramón!
+
+Fresnedo se conmovió. Hubo explicaciones. Al fin se transigió de un modo
+honroso para las dos partes. Convínose en que Margarita y su mamá irían
+a San Sebastián, llevando a la niña de quince meses, y que Fresnedo
+fuese a Campizos el mes de Agosto, con Jesús, el niño mayor, de edad de
+tres años, y su niñera. Esta es la razón de que Fresnedo se encuentre
+durmiendo la siesta donde acabamos de verle.
+
+Despertóle de ella una voz bien conocida:
+
+--Papá, papá.
+
+Abrió los ojos y vió a su hijo a dos pasos, con su mandilito de dril
+color perla, sus zapatitos blancos y el negro y enmarañado cabello caído
+en bucles graciosos sobre la frente. Era un chico más robusto que
+hermoso. La tez, de suyo morena, teníala ahora requemada por los días
+que llevaba de aldea haciendo una vida libre y casi salvaje. Su padre le
+tenía todo el día a la intemperie, siguiendo escrupulosamente las
+instrucciones de su médico.
+
+--Papá..., dijo Tata que tú no querías... que tú no querías... que tú
+no querías... comprarme un carro... y que el carnero... y que el carnero
+no era mío..., que era de Carmita (la hermana), y no me deja cogerlo por
+los cuernos, y me pegó en la mano.
+
+El chiquitín, al pronunciar este discurso con su graciosa media lengua,
+deteniéndose a cada momento, mostraba en sus ojos negros y profundos
+indignación vivísima y mucha sed de justicia. Por un instante pareció
+que iba a romper en llanto; pero su temperamento enérgico se sobrepuso,
+y después de hacer una pausa, cerró su perorata con una interjección de
+carretero. El padre le había estado escuchando embelesado, animándole
+con sus gestos a proseguir, lo mismo que si una música celeste le
+regalase los oídos. Al oir la interjección, estalló en una sonora y
+alegre carcajada. El niño le miró con asombro, no pudiendo comprender
+que lo que a él le ponía tan fuera de sí causase el regocijo de su papá.
+Este hubiera estado escuchándole horas y horas sin pestañear. Y eso que,
+según contaba su suegra a las visitas, cuando quería dar el golpe de
+gracia a su yerno y perderle completamente ante la conciencia pública,
+¡¡¡se había dormido oyendo la _Favorita_ a Gayarre!!!
+
+--¿Sí, vida mía? ¿La Tata no quiere que cojas el carnero por los
+cuernos? ¡Deja que me levante, ya verás cómo arreglo yo a la Tata!
+
+Fresnedo atrajo a su hijo y le aplicó dos formidables besos en las
+mejillas, acariciándole al mismo tiempo la cabecita con las manos.
+
+El chico no había agotado el capítulo de los agravios que creía haber
+recibido de su niñera... Siguió gorjeando que ésta no había querido
+darle pan.
+
+--Hace poco tiempo que hemos comido.
+
+--Hace mucho--respondió el niño con despecho.
+
+--Bueno, ya te lo daré yo.
+
+Además, la Tata no había querido contarle un cuento, ni hacer vaquitas
+de papel. Además, le había pinchado con un alfiler aquí. Y señalaba una
+manecita.
+
+--¡Pues es cierto!--exclamó Fresnedo viendo, en efecto, un ligero
+rasguño--. ¡Dolores! ¡Dolores!--gritó después.
+
+Presentóse la niñera. El amo la increpó duramente por llevar alfileres
+en la ropa, contra su prohibición expresa. Jesús, viendo a la Tata
+triste y acobardada, fué a restregarse con sus sayas, como pidiéndole
+perdón de haber sido causa de su disgusto.
+
+--Bueno--dijo Fresnedo levantándose del diván y esperezándose--. Ahora
+nos iremos al establo y cogerás al carnero por los cuernos. ¿Quieres,
+Chucho?
+
+Chucho quiso descoyuntarse la cabeza haciendo señales de afirmación que
+corroboraba vivamente con su media lengua. Pero echando al mismo tiempo
+una mirada tímida a su Tata, y viéndola todavía seria y avergonzada, le
+dijo con encantadora sonrisa:
+
+--No te enfades, boba; tú vienes también con nosotros.
+
+Fresnedo se vistió su americana de dril, se cubrió con un sombrero de
+paja, y tomando de la mano a su niño, bajó al jardín, y de allí se
+trasladaron al establo. Al abrir la puerta, Chucho, que iba muy
+decidido, se detuvo y esperó a que su padre penetrase. Estaba obscuro.
+Del fondo de la cuadra salía el vaho tibio y húmedo que despide siempre
+el ganado. Las vacas mugieron débilmente, lo cual puso en gran
+sobresalto a Jesús, que se negó rotundamente a entrar, bajo el pretexto
+especioso de que se iba a manchar los zapatos. Su padre le tomó entonces
+en brazos y pasó y quiso acercarle a las vacas y que les pusiese la mano
+en el testuz. Chucho, que no las llevaba todas consigo, confesó que a
+las vacas les tenía "un potito de miedo". A los carneros ya era otra
+cosa. A éstos declaraba que no les temía poco ni mucho; que jamás había
+sentido por ellos más que amor y veneración.
+
+--Bueno, vamos a ver los carneros--dijo Fresnedo sonriendo.
+
+Y se trasladaron al departamento de las ovejas. Allí pretendió dejarle
+en el suelo; mas en cuanto puso los piececitos en él, Jesús manifestó
+que estaba cansadísimo, y hubo que auparle de nuevo. Acercóle su padre a
+un carnero y le invitó a que le tomase por un cuerno. Era cosa grave y
+digna de meditarse. Chucho lo pensó con detenimiento. Avanzó un poco la
+mano, la retiró otra vez, volvió a avanzarla, volvió a retirarla. Por
+último, se decidió a manifestar a su papá que a los carneros les tenía
+"un potito de miedo". Pero, en cambio, dijo que a las gallinas las
+trataba con la mayor confianza; que en su vida le habían inspirado el
+más mínimo recelo; que se sentía con fuerzas para cogerlas del rabo, de
+las patas y hasta del pico, porque eran unos animales cobardes y
+despreciables, al menos en su concepto. Fresnedo no tuvo inconveniente
+en llevarle al gallinero, que estaba en la parte trasera de la casa,
+fabricado con una valla de tela metálica. Allí Chucho, con una bravura
+de que hay pocos ejemplos en la historia, se dirigió al gallo mayor,
+enorme animal de casta española, soberbio de posturas y ardiente de ojo.
+Trató de cogerle por el rabo como había formalmente prometido, pero el
+grave sultán del gallinero chilló de tal horrísona manera, extendiendo
+las alas y dando feroces sacudidas, que el frío de la muerte penetró en
+el corazón de Chucho. Apresuróse a soltarlo y se agarró aterrado al
+cuello de su padre.
+
+--Pero, hombre, ¿no decías que no tenías miedo a las gallinas?--exclamó
+éste riendo.
+
+--Tú, tú...; cógelo tú, papá.
+
+--Yo tengo miedo.
+
+--No, tú no tienes miedo.
+
+--Y tú, ¿lo tienes?
+
+Calló avergonzado; pero al fin confesó que a las gallinas también les
+tenía "un potito de miedo".
+
+Desde allí llevóle otra vez Fresnedo al establo, y después de varios
+sustos y vacilaciones, logró que pusiera su manecita en el hocico del
+becerro. Mas, ocurriéndole al animal sacar la lengua y paseársela por
+la mano, la aspereza de ella le produjo tal impresión, que no quiso ya
+arrimarse a ningún otro individuo de la raza vacuna. Subióle después al
+pajar. ¡Qué placer para Chucho! ¡Hundirse en la crujiente hierba,
+agarrarla y esparcirla en pequeños puñados; dejarse caer hacia atrás con
+los brazos abiertos! Pero aun era mayor el gozo de su padre
+contemplándole. Jugaron a sepultarse vivos. Fresnedo se dejaba enterrar
+por su hijo, que iba abontonando hierba sobre él con vigor y crueldad
+que nadie esperara en él. Mas, a lo mejor de la operación, su papá daba
+una violenta sacudida y echaba a volar toda la hierba. Y con esto el
+chico soltaba nuevas carcajadas, como si aquello fuese el caso más
+chistoso de la tierra. Sudaba una gota por todos los poros de su tierno
+cuerpecito; tenía los cabellos pegados a la frente y el rostro
+encendido. Cuando su papá trató de tomar la revancha y sepultarle a él,
+no pudo resistirlo. Así que se halló con hierba sobre los ojos, dióse a
+gritar y concluyó por llorar con verdadero sentimiento, cayéndole por
+las mejillas unas lágrimas que su padre se apresuró a beber con besos
+apasionados.
+
+Sí; en aquel momento a Fresnedo le atacó uno de esos accesos de ternura
+que solían ser en él frecuentes. Jesús era su familia, todo su amor, la
+única ilusión de su vida. Si entrásemos por los últimos pliegues de su
+corazón, es posible que no halláramos ya un átomo de cariño hacia su
+mujer. El carácter altanero, impertinente y desabrido de ésta había
+matado el fuego de la pasión que sintió por ella al casarse. Pero aquel
+tierno pimpollo, aquel botón de rosa, aquel pastelito dulce amasado por
+los ángeles lo llenaba todo, ocupaba enteramente su vida, era el fondo
+de sus pensamientos, el consuelo de sus pesares. Abrazábale con arrebato
+y cubría sus frescas mejillas con besos prolongados apretadísimos,
+murmurando después a su oído palabras fogosas de enamorado:
+
+--¿Quién te quiere más que nadie en el mundo, hermoso mío? ¿No es tu
+papá? Dí, lucero. Y tú, ¿a quién quieres más? Sí, vida mía, sí; te
+quiero tanto, que daría por ti la vida con gusto. Por ti, nada más que
+por ti, quisiera ser yo algo de provecho en el mundo. Por ti, sólo por
+ti, trabajo y trabajaré hasta morir. ¡Nunca te podré pagar lo feliz que
+me haces, criatura!
+
+El niño no comprendía, pero adivinaba aquella pasión y la correspondía
+finamente. Sus grandes ojos negros, expresivos, se posaban en su padre,
+esforzándose por penetrar en aquel mundo de amor y descifrar el sentido
+de palabras tan fervorosas. Después de un momento de silencio en que
+pareció que meditaba, tomó con sus manecitas como claveles la cara su
+padre, y acercando la boca a su oído, le dijo con voz tenue como un
+soplo:
+
+--Papá, voy a decirte una cosa... Te quiero más que a mamá... No se lo
+digas, ¿eh?
+
+Al buen Fresnedo se le humedecían los ojos con estas cosas.
+
+Bajaron del pajar, salieron del establo, y después de consultado el
+reloj, el comerciante resolvió irse a bañar, como todos los días, al
+río.
+
+--Chucho, ¿vienes conmigo al baño?
+
+¡Cielo santo, qué felicidad!
+
+Chucho quiso volverse loco de alegría. Generalmente el baño de su padre
+le causaba algunas lágrimas, porque no podía llevarle consigo a causa de
+la niñera. Fresnedo se bañaba en un sitio retirado, pero en cueros
+vivos. Esta vez se decidió a llevar a su hijo y dejar a Dolores en casa.
+El niño comenzó a pedir a grandes gritos el sombrero. No quería subir
+por él a casa, temiendo que su padre se le escapase como otras veces. La
+Tata, riendo, se lo tiró del balcón, y lo mismo la sábana del papá y la
+sombrilla.
+
+El río estaba a un kilómetro de la casa. Era necesario caminar por unas
+callejas bordadas de toscas paredillas recamadas de zarzamora y
+madreselva. El sol empezaba a declinar, y el valle, el hermoso valle de
+Campizos, rodeado de suaves colinas pobladas de castañares, y en segundo
+término de un cinturón de elevadísimas montañas, cuyas crestas nadaban
+en un vapor violáceo, dormía la siesta silencioso, ostentando su manto
+de verdura incomparable. Había todos los matices del verde en este
+manto; desde el claro amarillento de la hierba tierna, hasta el obscuro
+y profundo de los robles y negrillos.
+
+Caminaban padre e hijo por las angostas calles preservándose del sol con
+la sombrilla del primero. Pero Chucho se escapaba muchas veces y
+Fresnedo le dejaba libre, convencido de que era bueno acostumbrarle a
+todo. Gozaba en verle correr delante, con su mandilito de dril y su gran
+sombrero de paja con cintas azules. Chucho andaba cuatro veces el
+camino, como los perros. Paraba a cada instante para coger las
+florecitas que estaban al alcance de su mano, y las que no, obligaba
+despóticamente a su padre a cogerlas y además a cortar algunas ramas de
+los árboles, con las cuales iba barriendo el camino. Por cierto que en
+medio de él tuvo un encuentro desdichado y temeroso. Al doblar un recodo
+tropezó nuestro niño con un cerdo, un gran cerdo negro y redondo,
+caminando en la misma dirección. Chucho tuvo la temeridad de acercarse a
+él y cogerle por el rabo. Este aditamento de los animales ejercía una
+influencia magnética sobre sus diminutas manos regordetas. El cerdo, que
+estaba, al parecer, de mal humor y nervioso, al sentirse asido lanzó un
+terrible bufido, y dando la vuelta para escapar, embistió con el niño y
+lo volcó. ¡Cristo Padre, qué gritos! Allí acudió Fresnedo corriendo, y
+lo levantó y le limpió las lágrimas y el polvo, haciéndole presente al
+mismo tiempo que tomaría venganza de aquel cerdo bárbaro y descortés así
+que llegaran a casa. Con lo cual se aplacó Chucho, no sin manifestar
+antes que el cerdo era muy feo y que a él le gustaban más los perros,
+porque eran buenos y le conocían, y cuando estaban de humor le lamían la
+cara.
+
+Hubo que pasar por algunas saltaderas. Fresnedo tomaba a su hijo en
+brazos y le ponía de la parte de allá con gran cuidado. Dejaron el
+camino real y empezaron a caminar por los prados, donde Jesús se empeñó
+en coger un grillo. Su padre le mandó orinar en el agujero para que
+saliese. Así lo hizo, y como el grillo no quería asomar, se irritó
+contra sí mismo porque no podía orinar más y lloró desconsoladamente.
+Aunque con gran sentimiento, renunció a quella caza difícil y se dedicó
+a las _anitas de Dios_, y se entretuvo un rato, demasiado largo, en
+opinión de su papá, a ponerlas en la palma de la mano, cantándoles:
+_Anita, anita de Dios, abre las alas y vete con Dios_, precioso conjuro
+que le había enseñado su Tata, persona muy instruída en este linaje de
+conocimientos.
+
+Por fin llegaron al río. Corría sereno y límpido por entre praderas,
+orlado de avellanos que salen de la tierra como grandes ramilletes.
+Formaba en aquel paraje un remanso que llamaban en la aldea el _Pozo de
+Tresagua_. Era el pozo bastante hondo, el sitio retirado y deleitoso.
+Ningún otro había en los contornos de Campizos más a propósito para
+bañarse. Llegaba el césped hasta la misma orilla, y sobre aquella verde
+alfombra era grato sentarse y cómodamente se podía cualquiera desnudar
+sin peligro de ser visto. Los avellanos, macizos de verdura, no dejaban
+pasar los rayos del sol, que aun lucía vivo y ardiente. Allí gozaba
+Fresnedo del baño más que el sultán de Turquía, acumulando salud y
+felicidad para todo el año. En aquel mismo sitio se había bañado de niño
+con otra porción de compañeros que hoy eran labradores. ¡Qué placer
+sentía recordando los pormenores de su vida infantil, cuando era un
+zagalillo a quien sus padres encomendaban el cuidado del ganado en el
+monte o les ayudaba en todas las faenas de la agricultura!
+
+Cuando los recuerdos de la infancia van unidos a una vida libre en el
+seno de la Naturaleza, por pobre que se haya sido, siempre aparecen
+alegres, deliciosos.
+
+Descansaron algunos minutos padre e hijo sobre el césped "reposando el
+calor", y al fin se decidió aquél a ir despojándose poco a poco de la
+ropa. Mientras lo hacía, tarareaba una canción de zarzuela, de las que
+llegaban a sus oídos en Madrid. La alegría le rebosaba del alma. Su hijo
+le miraba atentamente con sus grandes ojos negros. De vez en cuando
+Fresnedo levantaba los suyos hacia él, y le decía sonriendo:
+
+--¿Qué hay, Chucho? ¿Te quieres bañar conmigo?
+
+Chucho se contentaba con reir, como diciendo:
+
+¡Qué bromista es este papá! ¡Como si no supiese que armo un escándalo
+cada vez que intentan meterme en el agua!
+
+Fresnedo se bañaba enteramente desnudo. Le incomodaba mucho cualquier
+traje de baño. En aquel sitio tenía la seguridad de no ser visto. Cuando
+se quedó en cueros vivos, el asombro y la curiosidad, retratados en la
+cara de su "Chipilín", le causaron cierta vergüenza y se cubrió con la
+sábana. Pero Chucho no estaba conforme y comenzó a gorjear, mientras
+tiraba de la sábana con sus manecitas, "que su papá tenía pelo en el
+cuerpo y que él no lo tenía, y que la Tata tampoco lo tenía..."
+
+--Vamos, Chucho, cállate--le dijo el papá con semblante grave--. No se
+habla de eso. Los niños no hablan de eso.
+
+--¿Y por qué no hablan los niños de eso?
+
+Fresnedo no contestó.
+
+--¿Por qué no hablan los niños de eso, papá?--repitió el chico.
+
+El comerciante quiso distraerle hablándole de otra cosa, pero Chucho no
+acudió al engaño.
+
+--¿Por qué no hablan los niños de eso, papá?--insistió lleno de
+curiosidad.
+
+--Porque no está bien--respondió.
+
+--¿Y por qué no está bien?
+
+--¡Vaya, vaya, déjame en paz!--exclamó entre impaciente y risueño.
+
+Embozado en la sábana como en un jaique moruno avanzó hacia el agua.
+
+--Mira, Chucho--dijo volviéndose--, no te muevas de ahí. Sentadito hasta
+que yo salga, ¿verdad?... Mira, vas a ver cómo me tiro de cabeza al
+agua. Mira bien. A la una..., a las dos... Mira bien, Chucho... ¡A las
+tres!
+
+Fresnedo, que había dejado caer la sábana al dar las voces y se había
+colocado sobre un pequeño cantil, lanzóse, en efecto, de cabeza al pozo
+con el placer que lo hacen los hombres llenos de vida. Al hundirse, su
+cuerpo robusto agitó violentamente el agua, produjo en ella una
+verdadera tempestad, cuyas gotas salpicaron al mismo Jesús. Este sufrió
+un estremecimiento y quedó atónito, maravillado, al ver prontamente
+salir a su padre y nadar haciendo volteretas y cabriolas en el agua.
+
+--¡Mira, Chucho! ¡Mira!
+
+Y se puso con el vientre arriba, dejándose flotar sin movimiento alguno.
+
+--Mira, mira ahora.
+
+Y nadaba hacia atrás con los pies solamente.
+
+--Verás ahora: voy a nadar como los perros.
+
+Nadaba, en efecto, chapoteando el agua con las palmas de las manos.
+
+¡Con qué gozo recordaba el rico comerciante aquellas habilidades
+aprendidas en la niñez!
+
+Chucho estaba arrobado en éxtasis delicioso contemplándole. No perdía
+uno solo de sus movimientos.
+
+--¡Chucho! ¡Chuchín! ¡Bien mío! ¿Quién te quiere?--gritaba Fresnedo
+embriagado por la felicidad que las caricias del agua y los ojos
+inocentes de su hijo le producían.
+
+El niño guardaba silencio, enteramente absorto y atento a los juegos
+natatorios de su padre.
+
+--Vamos, dí, Chipilín, ¿quién te quiere?
+
+--Papá--respondió grave con su voz levemente ronca, sin dejar de
+contemplarle atentamente.
+
+Una de las habilidades en que Fresnedo había sobresalido de niño y que
+mucho le enorgullecía, era la de pescar truchas a mano. Siempre que
+venía a Campizos se ejercitaba en esta pesca. Era verdaderamente notable
+su destreza para reconocer y batir los agujeros de las rocas, bloquear
+la trucha y agarrarla por las agallas al fin. Los pescadores del país
+confesaban que se las podía haber con cualquiera de ellos, y se contaba
+que de niño había salido del agua con tres truchas, una en cada mano y
+otra en la boca, aunque Fresnedo no quería confirmarlo. Pues bien; en
+este momento le acometió el deseo de proporcionar un placer a su hijo y
+dárselo a sí mismo.
+
+--Verás, Chipilín, voy a sacarte una trucha... ¿Quieres?
+
+¡Ya lo creo que quería!
+
+¡Pues si cabalmente Chucho sentía mayor inclinación, si cabe, a los
+animales acuáticos que a los terrestres!
+
+Fresnedo hizo una larga aspiración y se sumergió, dejando a su hijo
+maravillado; registró los huecos de algunas piedras del fondo, y sólo
+pudo tocar con los dedos la cola de una trucha sin lograr agarrarla.
+Como le faltase el aliento, subió a respirar.
+
+--Chucho, no he podido cogerla; pero ya caerá.
+
+--¿Por qué caerá, papá?--preguntó el niño, que no dejaba escapar un
+modismo sin hacer que se lo explicasen.
+
+--Quiero decir que ya la cogeré.
+
+Otra vez aspiró el aire con fuerza y se lanzó al fondo. Al cabo de unos
+momentos salió a la superficie con una trucha en la mano, que arrojó a
+la orilla. Chucho dió un grito de susto y alegría al ver a sus pies al
+animalito brincando y retorciéndose con furia. Quería agarrarlo cuando
+paraba un instante; pero al acercar su manecita, la trucha daba un
+salto, y el chico, estremecido, la retiraba vivamente; intentaba
+nuevamente asirla lanzando chillidos alegres, y otro salto le asustaba y
+le ponía súbito grave. Estaba nervioso; gritaba, reía, hablaba, lloraba
+a un mismo tiempo, mientras su padre, embelesado, nadaba suavemente
+contemplándole.
+
+--¡Anda, valiente! ¡Agárrala, que no te hace nada!... ¡Por la cola,
+tonto!... ¿Quieres que te pesque otra más grande?
+
+--Sí, más gande, papá. Esta no me gusta--respondió el chiquito
+renunciando ya bravamente a agarrar una trucha tan pequeña.
+
+El buen comerciante se preparó para otro chapuz; dejóse ir al fondo y
+con prisa comenzó a registrar los agujeros de una roca grande que antes
+había visto. La muerte feroz y traidora le aguardaba dentro. Metió el
+brazo en uno de ellos harto angosto, y cuando intentó sacarlo no pudo.
+La sangre se le agolpó toda al corazón. Perdió la serenidad para buscar
+la postura en que había entrado. Forcejeó en vano algunos momentos.
+Abrió la boca al fin, falto de aliento, y en pocos segundos quedó
+asfixiado el infeliz.
+
+Chucho esperó en vano su salida. Miró con gran curiosidad por algunos
+minutos el agua, hasta que, cansado de esperar, dijo con inocente
+naturalidad:
+
+--¡Papá, sal!
+
+El padre no obedeció. Esperó unos instantes, y volvió a gritar con más
+energía:
+
+--¡Papá, sal!
+
+Y cada vez más impaciente, repitió este grito, concluyendo por llorar.
+Largo rato estuvo diciendo lo mismo con desesperación:
+
+--¡Sal, papá, sal!
+
+Sus rosadas mejillas estaban bañadas de lágrimas; sus ojos grandes,
+hermosos, inocentes, se fijaban ansiosos en el pozo donde a cada
+instante se figuraba ver salir a su padre.
+
+Un salto de la trucha que tenía cerca, viva aún, le distrajo. Acercó su
+manecita a ella y la tocó con un dedo. La trucha se movió levemente.
+Volvió a tocarla y se movió menos aún. Entonces, alentado por el
+abatimiento del animal, se atrevió a posar la palma de la mano sobre él.
+La trucha no rebulló. Chucho principió a gorjear por lo bajo que él no
+tenía miedo a las truchas y que si estuviera allí su hermana Carmita
+indudablemente no osaría poner la mano sobre una bestia tan feroz como
+aquélla. Tanto se fué envalentonando, que concluyó por agarrarla por la
+cola y suspenderla.
+
+Aquel acto de heroísmo despertó en él mucha alegría. Fluyeron de su
+garganta algunas sonoras carcajadas. Pero una violenta sacudida de la
+trucha le obligó a soltarla aterrado. Miró a su alrededor, y no viendo a
+nadie, se fijó otra vez en el pozo y tornó a gritar, llorando:
+
+--¡Sal, papá! ¡Sal, papá!... ¡No quero trucha, papá! ¡Sal!
+
+El sol declinaba. Aquel retirado paraje, situado en la falda misma de la
+colina, se iba poblando de sombras. Allá, en el horizonte, el sol se
+ocultaba detrás de las altas y lejanas montañas de color violeta.
+
+--Teno miedo, papá... ¡Sal, papaíto!--gritaba la tierna criatura
+bebiendo lágrimas.
+
+Ninguna voz respondía a la suya. Escuchábanse tan sólo las esquilas del
+ganado o algún mugido lejano. El río seguía murmurando suavemente su
+eterna queja.
+
+Rendido, ronco de tanto gritar, Chucho se dejó caer sobre el césped y se
+durmió. Pero su sueño fué intranquilo. Era una criatura excesivamente
+nerviosa, y la agitación con que se había dormido le hizo despertar al
+poco rato. Había cerrado la noche. Al principio no se dió cuenta de
+dónde estaba, y dijo como otras veces en su camita:
+
+--Tata, quero agua.
+
+Pero viendo que la Tata no acudía, se incorporó sobre el césped, miró
+alrededor, y su pequeño corazón se encogió de terror observando la
+obscuridad que reinaba.
+
+--¡Tata, Tata!--gritó repetidas veces.
+
+La luz de la luna rielaba en el agua. Atraídos sus ojos hacia ella.
+Chucho se acordó de pronto que su papá estaba con él y se había metido
+en el río a sacarle una trucha. Y entre sollozos que le rompían el pecho
+y lágrimas que le cegaban, volvió a gritar:
+
+--¡Sal, papá; sal, mi papá!... ¡Teno miedo!
+
+La voz del niño resonaba tristemente en la obscura campiña silenciosa.
+¡Ah! Si el buen Fresnedo pudiera escucharle allí en el fondo del pozo,
+hubiera mordido la roca que le tenía sujeto, se hubiera arrancado el
+brazo para acudir a su llamamiento.
+
+No pudiendo ya gritar más porque le faltaba la voz y el aliento, cayó
+otra vez dormido, y así le hallaron los que habían salido en su busca.
+
+
+
+
+RIVERITA
+
+
+Esta novela y la que sigue _Maximina_, forman en realidad una sola.
+Exigencias editoriales me obligaron a ponerlas títulos diferentes.
+Vivimos actualmente tan presurosos que ya no se sufren, como en tiempos
+pasados, las novelas en varios volúmenes.
+
+Algunas personas han creído que estas dos novelas constituían una
+autobiografía. Es un error. En la fábula nada hay que se parezca a mi
+vida: sólo algunas escenas he extraído de ella. Pero en lo que se
+refiere a los caracteres, debo confesar que están más en lo cierto. El
+principal se halla ligado a mi existencia de un modo tan estrecho que ni
+la muerte ni el tiempo han podido separarlo.
+
+En la hora más aciaga de mi existencia me prometí darlo a conocer al
+mundo. Hice cuanto pude, mas el retrato quedó lejos del original. Al
+publicarse en los Estados Unidos la traducción inglesa de Maximina, un
+crítico preguntaba:--"¿Dónde habrá podido hallar Valdés el modelo de ese
+tipo ideal?" Y mi corazón se desgarraba de dolor al leer estas palabras
+porque la realidad había sido muy superior a la pintura. Hay cosas que
+es imposible transmitir ni al oído ni al papel, y en esas cosas
+inefables es donde se cifraba la excelencia de aquel carácter singular.
+
+Por cartas de desconocidos y por comunicaciones de mis amigos he sabido
+que esta novela ha hecho derramar muchas lágrimas. Una señora me dijo en
+cierta ocasión:--"La noche pasada, cerca ya de la madrugada, estaba yo
+en la cama con su libro entre las manos llorando como una tonta."
+
+No otra cosa me había propuesto al escribirlo. Todas esas lágrimas las
+ofrezco como tributo de admiración al ser que como una visión celestial
+no ha causado más disgusto que el de su desaparición.
+
+
+
+
+UNA CORRIDA DE TOROS
+
+
+Julita soltó una estrepitosa carcajada, cuyos ecos llegaron hasta el
+gabinete de Miguel. "¿De qué se reirá aquella loca?" se preguntó éste
+sonriendo también frente al espejo mientras se aderezaba para salir.
+
+--¡Miguel! ¡Miguel!--gritó su hermana desde el pasillo--. Ven aquí, por
+Dios; ¡mira, por tu vida!
+
+Acudió solícito, y al asomar la cara por el corredor, vió a su primo
+Enrique en traje de chulo: chaquetilla corta, faja de seda, camisola
+bordada sujeta al cuello por botones de oro, sombrero ancho de fieltro,
+pantalón ceñido y bota de charol. El complemento del traje era un vara
+en la mano, muy larga, como destinada a conducir pavos.
+
+Julita se arrimaba a la pared, sujetándose la cintura con las manos para
+no desternillarse de risa. Enrique de pie, cerca de la puerta, sonreía
+un poco avergonzado. Miguel siguió al instante el ejemplo de su hermana.
+
+--La cosa no merece tanta risa--concluyó por decir el primo amostazado.
+
+Pero ni Julia ni Miguel hicieron caso. Cuando se hubieron sosegado un
+poco, vinieron hacia él y le examinaron curiosamente.
+
+--¿Pero cómo diablo te ha dado la ocurrencia de ponerte así? ¿Te ha
+visto tu padre?
+
+--No: me he ido a vestir a casa de un amigo. Tengo allí el traje...
+
+--Pues si te ve, de fijo le da un sincope. ¿Y a qué asunto te has
+vestido hoy de chulo?
+
+--¡Toma! ¿no sabes que se abre la temporada?
+
+--¡Ah! ¿hoy hay toros? ¿Mata el Cigarrero?
+
+--¡Ya lo creo!: después de quince años que no pisa la plaza de Madrid. A
+eso venía, a ver si quieres ir conmigo.
+
+--Hombre--dijo indeciso--, no soy muy aficionado a los toros; pero el
+Cigarrero me ha sido simpático... ¿Me traes localidad?
+
+--Te traigo la contrabarrera de un amigo que está enfermo. A mi lado ya
+sabes que no puedes ponerte, porque todas las barreras están abonadas;
+pero estamos cerca.
+
+--¡Ay, llévame, Miguel!--exclamó Julita saltándole al cuello--. Llévame
+a los toros.
+
+--¿Tienes deseo?
+
+--¡Muy grande! Los toros me encantan.
+
+--¡Eso, eso!--gritó Enrique entusiasmado--. Tú eres española de pura
+raza. ¡Pisa ese sombrero, chiquita!
+
+Y lo arrojó al suelo.
+
+Julita no se anduvo con melindres. Tomó la galantería al pie de la letra
+y se puso a taconear sobre el infortunado sombrero de tal suerte, que
+si Enrique no acude a tiempo se lo hace pedazos.
+
+--Está visto que contigo no se puede ser galante--dijo de mal humor
+mientras lo limpiaba con la manga de la chaqueta.
+
+Miguel, previo el permiso de su madrastra, mandó al criado por una
+carretela a casa de Lázaro y por un palco a la de un revendedor
+conocido. Después que madre e hija se vistieron la clásica mantilla y
+Miguel cambió la levita y el sombrero de copa por la americana y el
+hongo, subieron los cuatro al carruaje.
+
+Eran las dos y media de la tarde. El sol brillaba en el firmamento sin
+que una sola nube asomara por el horizonte a recibir su paternal
+caricia. Madrid gozaba del privilegio divino de su cielo sin dirigirle
+siquiera una mirada de gratitud, como una sultana a quien las caricias
+causan tedio. Al cruzar por la Puerta del Sol, vieron el chorro de su
+fuente, despidiendo fúlgidos destellos, elevarse por encima del tejado
+del Principal. A la entrada de la calle de Alcalá había una larga fila
+de ómnibus que una muchedumbre asaltaba anhelante, furiosa, cual si se
+tratara de escapar a un grave e inmediato peligro. Pero muy contra lo
+que sucede en casos tales, en vez de oponerse los unos a que se
+encaramasen los otros, todos se ayudaban con solicitud, mostrando por
+anticipado lo que debe ser y lo que será con el tiempo la fraternidad
+universal.
+
+--¡Eh, buen hombre, que se va usted a caer!... Deme usted la
+mano.--Caballero, téngame usted por el bastón.--No ponga usted el pie
+sobre la rueda.--¿Quiere usted que nos apretemos más? Bueno, hombre,
+bueno, nos apretaremos.
+
+Estos gritos se oían en todas partes, viéndose a algunos pobres viejos
+por el aire, elevados a la imperial de los ómnibus en brazos de los que
+ya estaban en ellas. Las caras resplandecían de alegría, lo mismo que el
+cielo. La acera de la derecha, donde estaba el despacho de billetes,
+veíase cuajada de gente, que discurría por ella en expectativa de que
+las localidades bajasen y se pusiesen al alcance de su bolsillo. Un
+sinnúmero de coches particulares y de berlinas de punto cubrían más
+abajo la ancha carretera, galopando en dirección a la plaza. Y al través
+de ellos, dejándolos atrás en seguida, corrían desbocados los ómnibus,
+mientras los que iban encima, sin miedo a estrellarse, embriagados por
+la carrera vertiginosa, saludaban con gritos de alegría a los que iban
+dejando en pos de sí. Algunos picadores con sus chaquetas de brocado y
+sombreros inmensos galopaban también sobre algún mal caballo, llevando a
+las ancas a un amigo, que le abrazaba cariñosamente para no caerse. Los
+peones bajaban por las aceras lentamente, en amable plática, formando
+apretados y numerosos grupos.
+
+Una carretela abierta, donde iban toreros, se acercó un instante al
+costado de la de Miguel y siguió adelante. Era la del Cigarrero, que
+contestó al saludo de Enrique y Miguel con la gravedad afable que le
+caracterizaba. El Serranito y Merluza, que iban con él, saludaron con
+más expansión.
+
+--Me brindarás un par, ¿no es verdad, Baldomero?--gritó Enrique.
+
+--A uté no, que e mu feo: a esa señorita tan remonísima que yeva uté a
+la vera--contestó el Serranito.
+
+Julita se echó a reir, ruborizada.
+
+En torno de la plaza, donde llegaron en seguida, se agitaba la multitud,
+pugnando por entrar. Los coches que allí se juntaban producían
+disturbios y motines, que los guardias no eran suficientes a reprimir.
+Después de dejar a su madrastra y hermana en el palco, Miguel se retiró
+con su primo, pretextando que deseaba ver de cerca matar el primer toro
+al Cigarrero, y que luego volvería. En realidad, era porque había visto
+a la generala Bembo en un palco con la señora del banquero Mendiburu.
+Bajó al redondel, y desde allí pudo hacerse notar de ella, y la saludó
+ceremoniosamente con el sombrero.
+
+La arena estaba llena de aficionados. Una muchedumbre abigarrada,
+compuesta de estudiantes, paletos, chulos, señoritos y soldados,
+elegantes unos, otros desharrapados, fraternizando todos y creyendo que
+por el mero hecho de hallarse allí, en el terreno del toro, como si
+dijéramos, participaban del arrojo y gallardía de los lidiadores. Los
+tendidos se iban poblando lentamente, y desde aquí al redondel mediaban
+saludos y gritos entre unos y otros, que convertían la plaza en un
+mercado. La voz de los vendedores de naranjas salía entre todas las
+demás, y las naranjas, cuando alguno las demandaba, volaban rápidas y
+certeras de las manos de aquéllos a las del comprador, por encima de
+las cabezas. En los tendidos de sombra, los jóvenes lechuguinos
+charlaban en voz alta, levantando la cabeza para mirar a las damas de
+los palcos. En los de sol, los honrados menestrales se acomodaban en sus
+asientos, resueltos a dejarse tostar toda la tarde, y hablaban entre sí
+de tauromaquia, muy pagados de ser los verdaderos inteligentes en la
+plaza. El júbilo, la alegría nerviosa que comunica la esperanza del
+placer, brillaba en todos los ojos.
+
+Al fin los alguaciles salieron a despejar, y los aficionados del
+redondel se fueron retirando hasta dejarlo enteramente libre. Enrique y
+Miguel, que habían estado en los patios interiores hablando un momento
+con el Cigarrero y su cuadrilla, también fueron a ocupar los respectivos
+asientos. El ruido había disminuido bastante. Gracias a esto se
+percibían los acordes de la charanga de hospicianos, que hasta entonces
+no había logrado hacerse escuchar. Los espectadores sacaban los relojes
+y dirigían miradas significativas a la presidencia. En esto la charanga
+entonó con energía la marcha real. Todos los rostros se volvieron al
+mirador regio donde apareció la reina Isabel. Algunos batieron palmas;
+otros dijeron "chis, chis", porque la atmósfera política estaba entonces
+encapotada con ciertos nubarrones que descargaron no mucho tiempo
+después. Hecha la señal, al cabo, las cuadrillas entraron en la arena al
+son de la marcha de la zarzuela _Pan y toros_. Salían, como de
+costumbre, formando tres filas: al frente de cada cual iba el
+respectivo espada. Al verlos estalló un prolongado aplauso. Cruzaron la
+plaza graves, firmes, acompasados, escuchando la gritería que su
+aparición había levantado, con la mayor indiferencia. Brillaban sus
+ricos vestidos y capellares despidiendo vivos destellos que alegraban la
+vista.
+
+--¡Miale, miale el viejo!... Ese es, el de la izquierda... Miale qué
+cara tiene... ¡Le zumba el alma a ese tío!... En España no queda ya
+quien reciba toros más que él...
+
+Toda la atención de la plaza estaba concentrada sobre el Cigarrero, a
+pesar de que mataban también el Gordo y Lagartijo, que comenzaba
+entonces a ser el niño mimado del público. Mas para el aficionado
+madrileño, el ver recibir un toro es una de esas ilusiones que jamás se
+realizan aunque vivan constantemente en el corazón. _Aguantar_ lo hacen
+varios toreros; pero _recibir_, lo que se llama recibir de verdad, no lo
+han hecho más que los héroes antiguos del toreo.
+
+Saludaron con ademán uniforme a la presidencia, y rompieron filas,
+tirando las capas de gala a los amigos de los tendidos, que se
+encargaron de su custodia con más orgullo que si se tratara del Arca de
+la Alianza. El presidente sacó el pañuelo; sonó el clarín; abrióse la
+puerta del toril: apareció el primer toro. Era un miura castaño,
+chorreao, listón, fino y de hermosa lámina, largo y levantado de cuerna.
+Mostróse voluntario y noble en las varas, aguantando seis puyazos de los
+picadores de tanda. Pero al llegar a los palos comenzó a defenderse. Sin
+embargo, el Serranito le clavó un soberbio par cuarteando con finura y
+limpieza, que sorprendió agradablemente al público. En Madrid no sabían,
+como en Sevilla, que Baldomero era un chico que daría mucho que hablar.
+Merluza se pasó una vez y luego colgó un palo cuarteando también. Volvió
+el Serranito a coger los palos, y después de intentar en vano
+colgárselos al sesgo, se los puso quebrando con limpieza y maestría.
+Hubo un delirio de palmas en la plaza. Su figura esbelta y la singular
+corrección y delicadeza de sus facciones, cautivaron al público. Las
+mujeres le clavaban codiciosamente los gemelos. Se paseó triunfante en
+torno de la plaza recibiendo sonriente el aplauso de los tendidos.
+
+Llegó su turno al Cigarrero. Avanzó gravemente hacia la presidencia, se
+quitó la montera y dijo con voz ronca unas cuantas palabras que nadie
+pudo entender. Después se fué derecho al toro, que tenía marcadas
+tendencias a huirse. Persiguióle infructuosamente algún tiempo en medio
+de la curiosidad expectante de la plaza. Por fin, gracias a los
+esfuerzos de la cuadrilla, pudo trastearle, y lo hizo bastante ceñido,
+dándole algunos pases buenos. El público aplaudió y se las prometió muy
+felices. Mas en medio de la faena, el diestro sufrió una colada y perdió
+enteramente el aplomo. Dió otros tres o cuatro pases sin confianza y
+descompuesto; y de prisa y corriendo, sin estar bien cuadrado el animal,
+lió el trapo bastante lejos y se tiró a paso de banderillas. La estocada
+resultó un _bajonazo_ de lo más malo que nunca se hubiera visto. Es
+indescriptible la cólera que se apoderó de los espectadores. Si hubiera
+sido otro torero, hubiera pasado con una silba, grande o pequeña; pero
+haber concebido la esperanza de ver a un antiguo maestro toreando por el
+sistema Montes y venir a la plaza a presenciar aquella ignominia, esto
+ponía fuera de sí a los aficionados. ¡Qué gritería, cielo santo! ¡Qué
+injurias! ¡Qué lamentos! Parecía que a cada uno le acababan de robar el
+honor de su hija.
+
+--¡Morral, ladrón, gran cochino! ¡Así te ahorquen por los pies! ¿Eres tú
+el que recibías los toros? ¡A la cárcel con ese pillo! Señor presidente,
+¿para cuándo quiere usted la Guardia civil?
+
+Y en medio del alboroto, las naranjas, las botellas vacías y hasta
+algunas piedras, volaban a la plaza, y por milagro no herían al diestro.
+Este avanzaba pálido, avergonzado, hacia la presidencia. Al llegar cerca
+del tendido donde estaban Enrique y Miguel, una naranja certera le dió
+en el rostro y le sacó sangre. Enrique, que ya estaba excitado y
+nervioso, no pudo reprimir la indignación, y levantándose gritó a los
+que estaban detrás:
+
+--¿Quién ha sido ese valiente? ¿Ese valiente sin vergüenza?
+
+--¡Fuera el chulo sietemesino! ¡Que baile!--contestaron desde arriba.
+
+--¿Se dirige usted a mí?--dijo uno levantándose con arrogancia.
+
+--Me dirijo al que haya sido.
+
+--Pues nos veremos las caras al salir.
+
+--Se la veré a usted para escupírsela--contestó Enrique encolerizado.
+
+--¡Fuera, fuera! ¡Que se siente ese babieca!--gritaron desde arriba.
+
+No tuvo más remedio que hacerlo. El Cigarrero sonreía limpiándose la
+sangre con el pañuelo. Era una sonrisa tan triste y tan humilde, que a
+Miguel se le apretó el corazón y estuvieron a punto de saltársele las
+lágrimas.
+
+Sólo cuando apareció el segundo toro en el ruedo, concluyó del todo la
+bronca. Por más que trabajó, hasta no poder más en los quites, el pobre
+Cigarrero no consiguió captarse la benevolencia, ni siquiera el perdón
+del público. Cuantos esfuerzos hacía, cuantos capotes echaba (y la
+justicia obliga a declarar que los echaba con arte), servían de befa y
+de irrisión al enfurecido pueblo. El Gordo en su toro estuvo como casi
+siempre, pasando de muleta con maestría y pinchando bastante mal.
+Lagartijo toreó el suyo sobre corto y con frescura, y se metió por
+derecho a volapié, dando una buena estocada, pero saliendo trompicado.
+Muchos aplausos.
+
+Llegó el cuarto toro, que correspondía de nuevo al Cigarrero. Era un
+veragua colorado listón, bragado, ojinegro, abierto de cuerna y de buena
+estampa, como casi todos los del duque; un bravo y hermoso animal.
+
+Merluza le colgó un buen par al cuarteo. El Serranito cogió después los
+palos, y en cuanto el público le vió en medio de la plaza, aplaudió.
+
+--¡Ole tu mare, saleroso!
+
+Quiso ponerlas cuarteando también, pero se pasó una vez porque el toro
+no arrancó. Volvió a cuartear y volvió a pasarse por la misma razón. De
+nuevo se fué hacia el toro, y otra vez se pasó. Entonces hubo cierto
+movimiento de impaciencia en el público. Se oyó un silbido. Esta fué la
+perdición del pobre mozo. Herido su amor propio, acometió ciego a la res
+y quiso clavarle las banderillas a todo trance. El toro, que no se había
+movido, le enganchó por debajo del brazo y lo echó al aire. Sonó un
+grito de horror en la plaza. Las cuadrillas enteras se arrojaron sobre
+el animal, tratando de llevárselo; pero inútilmente. Inútilmente el
+Cigarrero brincaba con heroísmo delante de los cuernos, metiéndole el
+trapo por los ojos; inútilmente Lagartijo y el Gordo le echaban también
+los capotes exponiéndose a morir. El toro, como si tuviese algún agravio
+del infortunado Baldomero, no atendía a nada, y lo recogió otra vez y
+otra vez lo tiró al aire. Entonces el Cigarrero, por última inspiración,
+soltó la capa, se agarró fuertemente al rabo de la bestia y comenzó a
+colearla. Dió tantas vueltas, que al fin cayó mareado. El Gordo la llevó
+con la capa lejos. En esto el Serranito se había puesto en pie, sonrió
+forzadamente al público, como el gladiador que quiere morir con gracia,
+se llevó la mano al pecho y cayó de nuevo, soltando chorros de sangre
+por las heridas. Dos monos sabios lo recogieron y lo llevaron a la
+enfermería. Otros corrieron en seguida a tapar la sangre con arena.
+
+El presidente, que debía de estar conmovido y alterado como todos los
+espectadores, dió la señal de muerte, sin considerar que al toro no se
+le habían puesto más que un par de banderillas, y que era peligroso
+para el espada que fuese tan entero a la muerte. ¡Aquí fué ella! El
+público, que gusta de mostrar buen corazón después que han sucedido las
+desgracias, se levantó en masa, volviéndose iracundo contra el
+presidente, como si él fuese quien hubiera pegado las cornadas al
+Serranito.
+
+--¡Bárbaro, bárbaro, asesino!
+
+Agitaban frenéticos los puños y los bastones frente al palco
+presidencial, los ojos llameantes, los rostros demudados por la ira.
+Nadie respetaba ni se acordaba siquiera de la majestad que estaba á su
+lado. Se proferían los dicterios más soeces. Pero el presidente, aunque
+estuviese arrepentido, y debía de estarlo, a juzgar por la confusión que
+se reflejaba en su semblante, ya no podía revocar la orden. Su dignidad
+se lo impedía. Entonces el público se volvió al Cigarrero, que ya había
+cogido los trastos, y le gritó:
+
+--¡No lo mates, no lo mates! ¡Que lo mate ese asesino!
+
+El Cigarrero encogió los hombros y se dispuso a ir en busca de la res.
+En aquel instante un torero que llegaba corriendo le dijo algo al oído,
+y el espada se puso terriblemente pálido. El público comprendió que
+había malas noticias del Serranito. Quitóse el matador la montera, se
+pasó la mano por la frente con abatimiento, se la puso de nuevo y marchó
+hacia el toro. Los gritos se apagaron instantáneamente. Reinó un
+silencio lúgubre en la plaza.
+
+--¡Ha matado a su hermano! ¡ha matado a su hermano!--se decían los
+espectadores al oído.
+
+Y todos sentían ansiedad inexplicable, una simpatía profunda por el
+desgraciado Cigarrero. Este avanzaba con lentitud, el paso vacilante,
+hacia el toro. Pero no se detuvo hasta dejar caer el trapo sobre los
+mismos cuernos.
+
+--¡¡Ole!!--rugió la plaza.
+
+Volvió a reinar el silencio.
+
+El toro brincó como si hubiera sentido un acicate, y se revolvió al
+instante, furioso. El espada le dió un pase de pecho, superior.
+
+--¡¡Ole!!--rugió de nuevo la plaza.
+
+Y otra vez se hizo el silencio.
+
+Siguieron a éste otros pases naturales y en redondo, dados tan en corto
+y con tal maestría, que el público quiso volverse loco. Los pies del
+matador apenas se movían ni salían de un círculo estrechísimo. Los
+cuernos del toro pasaban rozando la chaquetilla del anciano torero sin
+hacerle el más ligero daño. Al fin, la fiera, harta de tanto revolverse
+y acometer sin fruto, se detuvo jadeante. El toro y el torero se
+miraron. Lió éste el trapo tranquilamente, se echó el estoque a la cara
+y citó con el pie para recibir. Acudió la bestia, furiosa, y se clavó
+ella misma la espada hasta la empuñadura. Hubo un grito reprimido de
+entusiasmo en la plaza. El toro quedó un instante inmóvil frente al
+torero, lanzó un débil mugido y se dejó caer desplomado sobre los
+brazos.
+
+Nadie puede representarse lo que entonces pasó. Un delirio, un inmenso
+ataque de nervios; diez o doce mil energúmenos gritando con toda la
+fuerza de sus pulmones; una nube de cigarros, petacas y sombreros
+volando por el aire y tapizando al instante de negro la blanca arena.
+Veinte años hacía que no se había visto en la plaza de Madrid la suerte
+de recibir de este modo consumada.
+
+El Cigarrero dirigió una mirada vaga a los tendidos; se pasó otra vez la
+mano por la frente, y dejando caer al suelo la muleta, echó a correr
+como un gamo sin atender a los gritos de entusiasmo, a los llamamientos
+que de todos lados le hacían. Brincó la barrera y desapareció de la
+vista del público.
+
+Cuando llegó a la enfermería estaban ya allí Enrique y Miguel con el
+médico y algunos amigos. El cura acababa de confesar y se disponía a
+poner la unción al desdichado Baldomero, que presentaba en el rostro las
+señales indefectibles de la muerte. Al entrar su hermano volvió los ojos
+hacia él y sonrió con cariño.
+
+--¿No habrá sío náa, eh?--le preguntó éste con voz alterada y ronca,
+queriendo persuadirse de que no era cosa de muerte.
+
+--Poca cosa, Pepe... que me voy ar otro barrio...
+
+El cura avanzó en aquel instante con los sagrados óleos. Todos los
+circunstantes doblaron la rodilla. Reinó silencio aterrador, que sólo
+interrumpía el murmullo del clérigo y el estertor del moribundo. Cuando
+aquél concluyó, Baldomero dirigió otra sonrisa a su hermano y le tendió
+la mano diciendo con trabajo:
+
+--Mis chiquitines...
+
+--Pierde cuidiao, Baldomero--repuso el anciano con la voz anudada y
+llevándose la mano al corazón--. Tus hijos serán los míos.
+
+En aquel instante se oyó un gran vocerío en la plaza. Era la plebe, que
+saludaba la entrada del quinto toro.
+
+El Cigarrero se dejó caer sollozando en los brazos de Miguel.
+
+--¡Qué tristesa, don Miguelito del arma, qué tristesa!
+
+
+
+
+MAXIMINA
+
+EL PRIMER HIJO
+
+
+ Miguel Rivera, hijo del brigadier Rivera, después de fallecido éste
+ se había ido a vivir con su madrastra por amor de su hermanita
+ Julia. Joven, bien parecido y con una fortuna que le hacía
+ independiente se entregó a devaneos y amoríos propios de la
+ juventud. Tomó parte en los preparativos de la revolución de 1868.
+ Se hizo periodista y dirigió el diario titulado _La Independencia_,
+ órgano del general conde de Ríos. Para que este periódico pudiese
+ continuar publicándose puso su firma irreflexivamente como fiador
+ en un préstamo de treinta mil duros. Habiendo ido un verano a
+ Pasajes en seguimiento de una mujer casada conoció allí a Maximina,
+ una pobrecita huérfana recogida de caridad por su tía, estanquera y
+ huéspeda de Miguel por aquellos días. Se enamoró de ella y después
+ de muchas vacilaciones se casó al fin. En este capítulo se describe
+ el nacimiento de su primer hijo y la forma en que fué turbada su
+ alegría por la visita del prestamista.
+
+Acaeció que, paseando entre calles cierta noche límpida y fría del mes
+de Febrero, Maximina dijo a su esposo:
+
+--Me siento muy fatigada. ¿Quieres que nos volvamos a casa?
+
+--¿Es fatiga solamente?--preguntó él mirándola con interés.--¿No te
+sientes mal?
+
+--Un poquito--respondió la niña apoyándose con más fuerza en su brazo.
+
+--Voy a llamar un coche.
+
+--No, no; puedo caminar perfectamente.
+
+A pesar de sus buenos deseos, Maximina fué caminando cada vez con mayor
+dificultad. Observándolo su marido, se detuvo de pronto:
+
+--¡Estás pálida!
+
+--Me duele algo el estómago y me encuentro débil.
+
+Miguel reflexionó un instante y dijo apretándole la mano:
+
+--Ya sé lo que tienes. Voy a llamar un coche.
+
+La niña bajó la cabeza avergonzada como si le imputasen un delito.
+
+En el primer simón que cruzó vacío, se restituyeron a casa. En cuanto
+estuvieron en ella, Miguel adoptó el continente de general en vísperas
+de una gran batalla. Comenzó a dictar a las criadas, en voz baja,
+órdenes breves y perentorias. Al poco rato no se oían sino pasos
+precipitados, cuchicheos: veíanse cruzar mujeres con ropas de cama entre
+las manos, platos, frascos y otros enseres. Llamaron suavemente a la
+puerta: eran la portera y su madre que celebraron, con las domésticas en
+el recibimiento, largo y agitado concilio, hablando en voz de falsete.
+Miguel presidió en silencio y con gravedad al arreglo del gran lecho
+nupcial mientras Maximina, sentada en una de las butacas del gabinete,
+los seguía con la vista, pálido el semblante y demudado.
+
+--¿Qué sábanas ponemos?
+
+--Toma las llaves, saca las que quieras.
+
+--¿Las mejores dónde están?
+
+--En el estante de arriba.
+
+--Pondremos la colcha de damasco.
+
+--¡Se va a estropear!
+
+--No importa; es la mejor ocasión para echarla a perder.
+
+--¡Cómo te molestas por mi causa, Miguel!
+
+--¿Por tu causa?--exclamó entre sorprendido y enfadado.--¡Pues estaría
+gracioso que no me molestase por mi mujer en ocasión semejante!
+
+La niña le pagó con una sonrisa amorosa.
+
+La cama quedó muy pronto hecha. Juana la contempló entusiasmada.
+
+--¡Señorito, parece un altar! ¿La de la reina, será mejor?
+
+--Ya no hay reina, mujer. Hágame el favor de no estar así hecha un
+poste. Traiga usted la cocinilla y póngala sobre la mesa de noche...
+¡Pronto, pronto! Y las otras chicas, ¿qué hacen en la cocina metidas?
+
+--Las dos se han ido a recados.
+
+--¿Qué, no han venido todavía?
+
+--¡Pero, señorito, si acaban de salir!
+
+--Vamos, déjeme usted de historias y vaya por la cocinilla.
+
+Juana marchó toda sofocada. El señorito había cambiado repentinamente de
+genio: estaba como loco: iba y venía por la casa a grandes trancos:
+mandaba en un momento más cosas que antes en un mes, y se irritaba por
+todo lo que le decían. De vez en cuando se acercaba a su esposa, la
+acariciaba con la mano y le preguntaba lleno de ansiedad:
+
+--¿Qué tal estás?
+
+Más de cien veces había ido a la puerta y había pegado a ella el oído,
+pero nadie llegaba. Desesperado, emprendía de nuevo sus paseos agitados.
+Al fin creyó percibir pasos en la escalera... ¡Si sería!... Nada; el
+portero que subía con un telegrama para el piso tercero. ¡Malos diablos
+le lleven! Otra vez a esperar, ¡qué fatiga! ¿Dónde se habría parado esa
+maldita Plácida? De seguro que la estaba esperando el sargentito de
+ingenieros. ¡Qué poca humanidad tienen estas criadas! En cuanto pase el
+trance, la planto en la calle. Mejor me hubiera sido mandar a Juana, que
+al fin no tiene novio.
+
+--¿Te sientes peor, Maximina? Un poco de te no te vendría mal... Voy yo
+mismo a hacerlo... ¡Valor!
+
+--Lo necesitas tú más que yo, pobrecillo--dijo la niña sonriendo.
+
+Al cruzar por el pasillo sonó el timbre de la puerta.
+
+--¡Por fin!...
+
+Otra decepción. Era la Condesa de Losilla que venía a ofrecerse "para
+todo". Las niñas no bajaban, por razones fáciles de adivinar.
+
+--Pero, Rivera, ¿cómo está usted tan pálido?
+
+--Señora, la cosa no es para menos--respondió él mohino.
+
+--¿Por qué, hijo mío?--dijo ella reprimiendo la risa.--Si la cosa no
+viene complicada, como es de esperar, no hay nada más natural y
+sencillo.
+
+Miguel, a su vez, hizo esfuerzos por reprimir la indignación. ¡Natural
+que yo tenga un hijo! ¡Qué estúpida es la aristocracia!
+
+Maximina recibió aquella visita con agradecimiento, pero avergonzada. La
+condesa empezó a maniobrar en la casa, como consumada estratégica,
+ordenándolo todo con calma y acierto. Desde este punto, Miguel quedó
+enteramente oscurecido. Las criadas ya no hicieron caso alguno de él, y
+se vió necesitado a vagar como alma en pena por los corredores. Una vez
+que atajó a Juana para advertirle que no llevase la tila en un vaso,
+sino en taza, le contestó que la dejase en paz, que él nada entendía de
+aquellas cosas. Y fué preciso aguantar.
+
+Al cabo ¡loado sea Dios! llegó la partera. Miguel la siguió más muerto
+que vivo al gabinete; pero la Condesa le dió con la puerta en los
+hocicos. Pronto volvió a abrirse, y en la sonrisa de todos comprendió
+que el asunto no iba mal.
+
+--Señorito, viene derecho--dijo la comadre.
+
+--¿De modo que no hace falta llamar al médico?
+
+--Para nada, gracias a Dios; yo respondo.
+
+Quedó tranquilo, como si una divinidad se lo prometiese. Pero a los diez
+minutos perdió repentinamente la fe. Aquella mujer podía engañarle o
+engañarse; ¡quién se fiaba de una bruja de éstas! Acercóse
+cautelosamente al gabinete, y dijo, metiendo la cabeza por la puerta:
+
+--A mí me parece que bien podría llamarse al médico... por precaución
+nada más--añadió tímidamente.
+
+--Como usted quiera, señorito--respondió secamente y con gesto desabrido
+la comadre.
+
+--¡Rivera, por Dios! ¿No le ha oído usted decir que ella
+respondía?--manifestó la Condesa.
+
+--Bien, bien; si ella responde...--contestó avergonzado. Y luego
+preguntó afectando sangre fría:
+
+--¿Para qué hora estará el asunto despachado?
+
+Las mujeres todas soltaron una carcajada. La partera le respondió en
+tono condescendiente:
+
+--Señorito, no se apure. Será cuando Dios quiera y con toda felicidad.
+
+Tornó a vagar como una sombra por los pasillos, no poco desabrido e
+inquieto. El resultado era que todo el mundo le encontraba ridículo en
+aquella ocasión, que se reían de él en sus mismas barbas. Y, sin
+embargo, no acababa de persuadirse a que debía fiar su felicidad y su
+vida entera a una mujerzuela ignorante. De buena gana hubiera llamado a
+cónclave a todos los médicos eminentes de la corte. "A la menor
+complicación que haya, la ahogo entre mis manos", se dijo con rabia. Y
+con esta promesa consoladora se quedó algo más sosegado.
+
+Al poco rato llegó su madrastra, y acto continuo comenzó a dar
+disposiciones. Vino en seguida la señora del tercero, esposa de un
+empleado del Tribunal de la Rota, y en pos de ella una criada cargando
+con un enorme cuadro que representaba a San Ramón Nonnato, el cual se
+colocó en el gabinete con dos cirios encendidos a los lados. También
+esta señora se puso a dar disposiciones en cuanto llegó. En fin, allí
+todo el mundo tenía derecho a dar órdenes menos el amo de la casa, al
+cual todas aquellas señoras y hasta las criadas se complacían en
+manifestar un profundo cuanto injustificado desprecio. "Porque al fin y
+al cabo--como él decía muy bien, paseándose con las manos en los
+bolsillos, el semblante fosco y desencajado,--yo soy el marido, y soy
+además el... o lo seré, que es lo mismo".
+
+No abría la boca el pobre que no fuese para decir un disparate, digno
+cuando menos de una sonrisa desdeñosa. Una vez, viendo a su mujer en
+pie, apoyada en Juana y la comadre, se le ocurrió manifestar que estaría
+mejor acostada en la cama. El sexo femenino compacto fulminó contra él
+una terrible mirada, que no sabemos cómo no le redujo a cenizas. La
+brigadiera, procurando reprimirse y suavizando la voz, le dijo:
+
+--Mira, Miguel, aquí nos estás estorbando. Te suplico que nos dejes y ya
+te avisaremos a su tiempo.
+
+Obedeció a su pesar. Al tiempo de salir vió en los ojos de su esposa una
+expresión tan afectuosa y triste, que estuvo a dos dedos de abrir de
+nuevo la puerta y decir: "Ea, señoras, yo soy el amo, ésta es mi mujer y
+ustedes se van por donde han venido". Pero reflexionó que el altercado
+ocasionaría un disgusto a Maximina, y devoró su enojo.
+
+Condenado ya definitivamente al ostracismo de los pasillos, discurrió
+por ellos buen rato, prestando oído a los rumores del gabinete. Ansiaba
+oir la voz de su mujer, aunque fuese para quejarse; pero nada: se oían
+las de todas menos la de ella.
+
+--¿Cómo va?--preguntó a la Condesa, que cruzaba para la cocina.
+
+--Bien, bien; no se preocupe usted.
+
+Trascurrida una hora y rendido a tanto paseo, fué al salón y se dejó
+caer en un sofá. Estuvo algún tiempo sentado con los ojos muy abiertos,
+tratando de vencer al sueño que a despecho suyo se le iba apoderando.
+Pero al cabo fué vencido; extendió las piernas, colocó la cabeza
+cómodamente, dió un bostezo de a cuarta, y quedó hecho un tronco.
+
+Era ya día claro, cuando tres o cuatro mujeres invadieron
+precipitadamente la sala dando gritos.
+
+--¡D. Miguel!...--¡Rivera!--¡Señorito!
+
+--¿Qué pasa?--exclamó despertándose sobresaltado.
+
+--¡Que ya tiene usted un niño! Venga usted.
+
+Y le arrastraron a la alcoba, donde vió a su esposa sentada aún en una
+butaca, el semblante pálido, pero inundado de una dicha celeste. También
+vió allá en un rincón a Juana con una cosa entre las manos que chillaba
+horrorosamente. Mas apartó al instante la vista de ella para dirigirse a
+su esposa, a quien besó con efusión.
+
+--¿Has sufrido mucho?
+
+--Muy poco.
+
+--No haga usted caso--interrumpió la Condesa:--ha pasado bastante la
+pobrecilla.
+
+Miguel salió del cuarto con el corazón en la garganta.
+
+Cuando se vió solo rompió a llorar como un niño.
+
+--¡Pobrecilla--murmuró:--Ella padeciendo dolores increíbles sin exhalar
+una queja, y yo durmiendo aquí como un bruto! No me perdonaré en mi
+vida este acto de egoísmo... ¡La culpa la tienen esas mujeres--añadió
+con exaltación,--esas entremetidas que me echaron del cuarto!
+
+Pronto se calmó de su remordimiento para dar lugar a las mil gratas
+emociones de la paternidad. Quiso entrar otra vez, pero las mujeres
+¡siempre las mujeres! se opusieron a ello en tanto que el niño no
+estuviese lavado y enrollado y la señora librada y en la cama. Cuando
+todo esto se hubo efectuado, pasó a la alcoba. Su esposa estaba más
+linda que nunca en el lecho, con una cofia de encaje adornada con cintas
+azules y descubriendo los pliegues de una primorosa camisa. Sentóse a la
+cabecera, y ambos se contemplaron embelesados. Con pretexto de tomarle
+el pulso, le apretó la mano larga y tiernamente. La brigadiera le
+presentó un paquete de ropa diciéndole:
+
+--Ahí tienes a tu hijo.
+
+Miguel cogió el paquete y lo elevó a la altura de los ojos. Y vió una
+carita redonda y amoratada sin narices, los ojos cerrados y la frente
+deprimida, de cuya boca relativamente enorme salían unos chillidos nada
+melódicos.
+
+--¡Qué feo es!--dijo en voz alta.
+
+Un grito de indignación se escapó de todos los pechos, incluso del de su
+esposa.
+
+--¡Qué atrocidad, Rivera! ¿Cómo dice usted esas cosas?--¿De dónde saca
+usted que es feo, señorito?--¡Si precisamente es uno de los niños más
+hermosos que he visto, Rivera!--¿Quiere usted que ahora tenga las
+facciones perfectas?
+
+--¡Quita; quita!--dijo la brigadiera arrebatándoselo de las
+manos.--¡Vaya unas flores que le echas al pobrecillo!
+
+--Quisiera yo ver cómo era usted a las dos horas de haber nacido,
+señorito--dijo Juana.
+
+Miguel, sin enfadarse por aquella falta de respeto, contestó:
+
+--Hermosísimo.
+
+--¡Hombre, cómo se ha echado usted a perder!--exclamó la de Losilla
+riendo.
+
+--No tanto, señora, no tanto: seguro estoy de que mi mujer encuentra
+gratuita esa afirmación.
+
+--Nada de eso--dijo la niña, haciendo una mueca de enfado.
+
+--¡Maximina!
+
+--¿Por qué le has llamado feo?
+
+--Vaya, veo que aquí hay un caballero que me ha desbancado.
+
+En tanto, el paquete andaba de mano en mano, no sin que protestase con
+chillidos cada vez más enérgicos de aquel importuno trasiego. Pero esta
+desesperación aciaga era precisamente lo que constituía las delicias de
+aquellas buenas mujeres; se morían de risa contemplando aquella boca
+abierta que dejaba ver las fauces, y aquel expresivo y rabioso manoteo
+preñado de amenazas.
+
+--¡Anda, anda, qué pulmones tienes, chico!--Así me gusta, ensánchate,
+hombre, ensánchate.--¡Vaya un genio que gastas, criatura! ¡Qué mono se
+pone llorando!
+
+La verdad es que estaba horrible.
+
+--¡Ay, que se queda, señora! ¡Ay, que se queda! gritó Plácida.
+
+Todas acudieron asustadas.
+
+--¿Cómo? ¿Dónde se queda?--preguntó Miguel dando un salto en la silla.
+
+--En lloro, señorito.
+
+El niño, la faz contraída y la boca abierta, guardaba silencio. La
+Condesa lo sacudió con todas sus fuerzas a pique de matarlo. Al fin dejó
+escapar un grito más rabioso que los demás, y todas respiraron con
+satisfacción.
+
+--Vaya, hay que darle de mamar a este tunante; si no, se nos va a
+enfadar.
+
+--¿Cómo se pondrá este chico para enfadarse?--pensó Miguel.
+
+Metiéronle en el lecho y le pusieron en la boca el pezón maternal; pero
+se negó a tomarlo, no sabemos bajo que pretexto. Las mujeres encontraron
+aquella conducta inconveniente. Maximina le miraba con ojos severos,
+haciéndole interiormente cargos durísimos. La Condesa pidió agua con
+azucarillo y untó con ella el pezón. Entonces el chico, seducido por
+aquella atención delicada, no vaciló en acceder a los deseos de las
+señoras y comenzó a chupar la teta con poca expedición, como aprendiz al
+fin en el oficio.
+
+--¿Han visto ustedes qué picarón?
+
+--¡Ave María, si parece mentira que tenga ya tanta malicia!
+
+--¡Cosa como ésta nunca se ha visto, mujer!
+
+--Es un pillo de playa.
+
+Después de haber mamado, el chico se propuso hacer cuanto estuviese de
+su parte por confirmar esta favorable opinión que de su ingenio habían
+formado. Al efecto, abrió un si es no es el ojo derecho, y volvió acto
+continuo a cerrarlo, con gran asombro y regocijo de los presentes.
+Después, habiendo tropezado casualmente con su propia mano, comenzó a
+dar feroces chupetones en ella. No contento con esta gallarda muestra de
+talento, lo probó aún más cumplidamente cuando Plácida le puso su lengua
+en la boca. En un principio la chupó con afán; pero advertido muy pronto
+de la burla que se le hacía, se enfureció de un modo terrible y dejó
+entender con bastante claridad que siempre que se tratase de ajar su
+dignidad, le verían protestar en iguales o parecidos términos.
+
+Vuelto de nuevo a su cama, se durmió al instante como un obispo (el
+símil es de Juana) mientras su madre levantaba de vez en cuando el
+embozo de la cama para contemplarle con tanta ternura como infantil
+curiosidad. Habiéndose acercado Miguel al lecho con poco cuidado, su
+esposa pensó al parecer que iba a lastimar al chico.
+
+--¡Quita, quita!--gritó con acento colérico.
+
+Y le dirigió una mirada tan iracunda, que el joven quedó estupefacto,
+pues no podía imaginarse que ojos tan dulces fuesen capaces de lanzarla.
+En vez de enfadarse, se echó a reir como un loco. Maximina, avergonzada,
+sonrió, y su faz inocente volvió a adquirir el amable sosiego que la
+caracterizaba.
+
+Por desgracia, aquel sosiego fué turbado inopinadamente al poco rato.
+Sucedió que, habiéndose despertado el obispo, hubo en el consejo
+femenino ciertas sospechas de que su ilustrísima no andaba muy limpio en
+toda su persona, y se decretó inmediatamente una inspección ocular. La
+Condesa lo colocó sobre el regazo, lo despojó de sus vestiduras, y en
+efecto, así era como lo habían pensado. Pidió acto contínuo agua
+caliente y una esponja. Trajeron además frescos pañales, y con mucho
+donaire y no pequeña satisfacción, dió comienzo al arreo del infante.
+Pero hete aquí que la brigadiera, que ya estaba celosa de ella desde
+hacía tiempo y había declarado solemnemente, aunque por lo bajo, a las
+criadas "que aquella buena señora era una fastidiosa entremetida",
+manifestó ahora en tono algo desabrido que la faja no debía ir tan
+prieta como la Condesa la ponía.
+
+--Déjeme usted, Angela, déjeme usted, que bien se lo que me hago--dijo
+ésta con cierto dejo de suficiencia continuando su tarea.
+
+--¡Pero si esa criatura no puede resollar, Condesa!
+
+--Necesitan estar así los primeros días para que no salgan torcidos.
+
+--Si antes los asfixia usted, ni torcidos ni derechos.
+
+--No necesito que me enseñe nadie a enrollar niños. He tenido seis
+hijos, y, gracias a Dios, todos están en el mundo, vivos y sanos.
+
+--Pues yo no he tenido más que una hija, pero no hubiera consentido
+nunca que la enrollaran de ese modo.
+
+--Pues yo le digo que no admito lecciones de usted, ni en esto, ni en
+nada...
+
+Las palabras que se habían cruzado eran ya sobrado ásperas, y la actitud
+airada en que ambas señoras se encontraban hacía presumir que pronto lo
+serían mucho más. Los que asistían á la escena se habían puestos serios.
+Maximina, asustada, hacía pucheros para llorar. Entonces Miguel,
+irritado por aquel proceder, intervino diciendo suavemente, pero con
+firmeza:
+
+--Señoras, tengan ustedes consideración con esta pobre muchacha, que
+ahora necesita tranquilidad y descanso.
+
+La de Losilla levantóse con altivez, entregó el niño a una criada y
+salió de la estancia sin despedirse. A pesar de sus ruegos, Miguel, que
+la siguió, nunca pudo lograr que volviese: antes, su enojo fué creciendo
+a medida que se acercaba a la puerta, y allí le dijo un adiós muy seco,
+subiendo a su casa con ánimo, al parecer, de no bajar otra vez.
+
+--¡Esta mamá siempre ha de ser la misma! ¡Qué genio tan
+remaldito!--exclamó al quedarse solo.
+
+Pero tal disgusto se le borró pronto de la mente, porque las
+circunstancias felices y excepcionales en que se hallaba eran a
+propósito para ello.
+
+Estaba de Dios, sin embargo, que en la copa de su felicidad habían de
+caer algunas gotas de hiel. Por la noche, cuando, fatigado ya del trajín
+del día, se disponía a retirarse dejando a Plácida que velase a su
+esposa, se oyó el toque importuno de la campanilla de la puerta.
+
+--Señorito, hay ahí un caballero que desea hablar con usted.
+
+--¡Vaya una visita impertinente! ¿Le ha introducido en el despacho?
+
+--Sí, señorito.
+
+Nuestro nuevo papá se fué hacia allá arrastrando perezosamente los pies,
+muy resuelto a que la visita no se prolongase largo rato. Pero al entrar
+en su despacho quedó sorprendido no muy agradablemente el encontrarse
+con Eguiburu "el caballo blanco" de _La Independencia_. Las relaciones
+que con este señor mantenía estaban muy lejos de ser íntimas. Después
+que había dado su firma en garantía de los treinta mil duros gastados en
+el periódico, no había vuelto a verle sino otras dos veces, para tomar
+de su mano dos cantidades que sumaban doce mil, los cuales no se habían
+gastado todos en el periódico, sino que habían servido también para
+socorrer a los emigrados. Llamóle, pues, la atención aquella
+intempestiva venida y aun le puso inquieto y receloso.
+
+Era Eguiburu un hombre alto, flaco, de cara pálida y rugosa, ojos azules
+y pequeños, cabello rubio, bastante ralo, y muy desgarbado de toda su
+persona. El traje que llevaba, compuesto de unos calzones anchos de paño
+negro, chaleco largo y un enorme gabán pardo que le bajaba casi hasta
+los pies, no ayudaba a prestarle la gallardía de que tan necesitado
+estaba.
+
+Saludóle Miguel cortés y gravemente, preguntándole a qué debía el
+honor...
+
+--Señor de Rivera--dijo sentándose sin ceremonia, pues Miguel, a causa
+tal vez de la sorpresa, no le había invitado a hacerlo.--Es el caso que
+hace ya algunos meses que son ustedes poder...
+
+--Alto, mi amigo; no hay en España un hombre más desprovisto de poder
+que yo... Ni siquiera soy subsecretario.
+
+--Bien, quien dice usted dice sus amigos. Todos ocupan hoy grandes
+destinos: el Conde de Ríos embajador; el Sr. Mendoza acaba de ser
+elegido diputado...
+
+--¿Y quiere usted compararme a mí, insignificante pigmeo, con el Conde
+de Ríos y con Mendoza, dos estrellas de primera magnitud en la política
+española?
+
+--Pues mire usted, Sr. de Rivera, valga la verdad, la otra noche en el
+café de Levante no hablaban muy bien del Sr. Mendoza sus amigos.
+
+--¿Qué decían?
+
+--Decían, con perdón de usted, que era un alcornoque.
+
+--Son calumnias de los envidiosos. No lo dude usted, amigo Eguiburu, de
+esa madera se hacen los hombres de Estado.
+
+--Yo me alegro mucho de que así sea, señor. Pero es el caso, como decía,
+que a pesar de su talento y de las posiciones que ocupan, ni el Sr.
+Conde ni Mendoza se acuerdan de indemnizarme del dinero que hace tiempo
+vengo gastando.
+
+--¿Ha hablado usted con ellos?
+
+--Les he escrito una carta a cada uno. Mendoza no me ha contestado. El
+Sr. Conde, al cabo de bastantes días, me dice en carta que aquí traigo
+y usted puede ver, "que las gravísimas atenciones políticas que sobre
+él pesan no le consienten ocuparse por ahora de estos asuntos, los
+cuales hace tiempo que tiene encomendados a su antiguo secretario
+particular el Sr. Mendoza y Pimentel". Yo, a la verdad, como usted
+comprenderá muy bien, no tengo necesidad de andar mendigando de puerta
+en puerta lo que es mío. Así que, sin más dilaciones, me he venido a su
+casa de usted.
+
+--¿Por qué no ha ido usted antes a la de Mendoza?
+
+Eguiburu bajó la cabeza y empezó a dar vueltas al sombrero. Al mismo
+tiempo sonrió como pudiera hacerlo una estatua de mármol, si le diesen
+facultad para ello.
+
+--El Sr. de Mendoza me parece que tiene poca carne para mis uñas.
+
+Al escuchar aquellas palabras y ver la sonrisa que las había acompañado,
+Miguel sintió cierto frío por la espalda y guardó silencio. Al cabo de
+algunos momentos levantó la cabeza y dijo en tono resuelto:
+
+--En suma, viene usted a reclamarme los treinta mil duros, ¿no es eso?
+
+--Lo siento en el alma, Sr. de Rivera... Crea usted que lo siento de
+veras... porque al fin y al cabo, usted no se los ha comido.
+
+--Muchas gracias: posee usted un corazón sensible, y le felicito por
+ello. La desgracia está en que yo no pueda corresponder a esa delicadeza
+de sentimientos, entregándole en el acto los treinta mil duros.
+
+--Bien, ya me los entregará usted.
+
+--¿Tiene usted seguridad de ello?
+
+Eguiburu levantó la cabeza y clavó sus ojos azules y pequeñuelos en los
+de Miguel, que le miraba de un modo frío y hostil.
+
+--Sí, señor--contestó.
+
+--Pues también le felicito; yo que usted no la tendría.
+
+--¿No se hace usted cargo, Sr. de Rivera--dijo el banquero con
+amabilidad exagerada para paliar el mal efecto que iban a producir sus
+palabras,--que tengo aquí un papel en toda regla firmado por usted?
+
+Y se llevó la mano al bolsillo del gabán al decir esto.
+
+Miguel guardó silencio otra vez. Pasados algunos instantes, dijo con voz
+donde se traslucía una cólera reprimida a duras penas:
+
+--¿Es decir, Sr. Eguiburu, que pretende usted nada menos que arruinarme
+por una deuda que le consta a usted que yo no he contraído?
+
+--Yo no pretendo más que cobrar mi dinero.
+
+--Está bien--dijo sordamente.--Mañana escribiré al conde de Ríos, y veré
+también a Mendoza. Quiero saber si el Conde es capaz de dejarme en la
+estacada... Si así fuese, ya veremos lo que se ha de hacer.
+
+Después de estas palabras, hubo un rato de silencio embarazoso.
+
+Eguiburu daba vueltas al sombrero, observando de reojo a Miguel, que
+tenía la vista clavada en el suelo, y cuyos labios se movían con un
+imperceptible temblor, que no pasaba inadvertido para el banquero.
+
+--Hay un medio, Sr. de Rivera--dijo tímidamente,--de que usted salga del
+compromiso en que se ve, y tenga tiempo para exigir del Conde y los
+demás amigos que cumplan como es debido... Si usted me garantiza el
+dinero que he soltado después para el periódico, no tengo inconveniente
+en esperarle... Me duele poner la pistola al pecho a una persona tan
+apreciable como usted...
+
+Miguel siguió inmóvil, con la vista en el suelo, en actitud reflexiva;
+levantándose después repentinamente, dijo:
+
+--Bien, ya veremos cómo se arregla este negocio. Por de pronto, mañana
+hablaré con Mendoza. De lo que resulte de esta entrevista y de la carta
+que escriba al Conde, le avisaré inmediatamente.
+
+Eguiburu también se levantó y alargó la mano con exquisita amabilidad a
+Rivera, para despedirse. Este se la estrechó, y mirándole con fijeza,
+mientras asomaba a sus labios una sonrisa burlona, le dijo:
+
+--¿Tiene usted mucho cariño a esos treinta mil duros?
+
+--¿Por qué me pregunta usted eso?
+
+--Porque sentiría que usted se hubiese encariñado demasiado estando en
+vísperas de separarse para siempre de ellos.
+
+--Explíquese usted--dijo el banquero poniéndose serio.
+
+--Nada, hombre, que si usted no se los saca al Conde de Ríos, lo que es
+a mí...
+
+--¿Cómo? ¿Qué dice usted?
+
+--Que yo no se los podré pagar jamás, porque tengo hipotecadas las dos
+casas que constituyen mi fortuna.
+
+Eguiburu se puso horriblemente pálido.
+
+--Usted no podía hipotecarlas porque tenía firmada una obligación. La
+hipoteca es nula.
+
+--Las tenía hipotecadas mucho antes de firmarla.
+
+El banquero se pasó la mano por la frente con abatimiento. Levantándola
+después vivamente y clavando en Rivera una mirada fulgurante, profirió
+tartamudeando:
+
+--Eso es... una picardía... Le llevaré a los tribunales por estafador.
+
+Miguel soltó una carcajada, y poniéndole familiarmente la mano en el
+hombro, le dijo:
+
+--¡Buen susto ha recibido usted! ¿No es verdad, amigo? Quedo un poco
+indemnizado del que usted acaba de darme.
+
+--¿Pero qué mil rayos significa?...
+
+--Que se serene usted; las casas no están hipotecadas. Tendrá usted el
+gusto de arruinarme el día menos pensado--repuso el joven con amarga
+ironía.
+
+En el semblante de Eguiburu quiso aparecer un amago de sonrisa, pero se
+borró súbitamente.
+
+--¿Habla usted formalmente?
+
+--Sí, hombre, sí; no tenga usted cuidado alguno.
+
+Entonces la sonrisa que había huído, apareció de nuevo insinuante y
+benévola en los labios del banquero.
+
+--¡Qué bromista es usted, Sr. de Rivera! Nadie puede saber cuándo habla
+de veras o de burla.
+
+--Pues entonces hace usted mal en quedarse ahora tranquilo.
+
+Tornó a ponerse serio Eguiburu.
+
+--No, yo no puedo creer que usted se burle de cosas tan...
+
+--Tan sagradas, ¿verdad?
+
+--Eso es, sagradas.
+
+--Sin embargo, confiese usted que no las tiene todas consigo.
+
+--De ningún modo; usted es una persona de talento... y todo un caballero
+además.
+
+--Vamos, no me adule usted, que no hay necesidad.
+
+Iban caminando hacia la puerta. Eguiburu experimentaba una inquietud que
+en vano quería ocultar. Dió la mano tres o cuatro veces más a Miguel,
+cambió de fisonomía y actitud más de veinte; y cuando aquél le mandó
+ponerse el sombrero, lo colocó torcido y erizado sobre el cogote. Quiso
+cambiar de conversación para demostrar que estaba plenamente seguro de
+la honradez del fiador; le preguntó con mucho interés por su esposa y el
+niño, enterándose de los pormenores del alumbramiento. No obstante,
+cuando ya estaba en la escalera y Miguel a punto de cerrar la puerta,
+preguntóle en tono indiferente y jovial, donde se traslucía viva
+ansiedad:
+
+--Aquello pura broma, ¿verdad, Rivera?
+
+--Vaya usted tranquilo, hombre--contestó éste riendo.
+
+Pero al quedarse solo aquella sonrisa se extinguió. Permaneció un
+momento con los dedos en el pestillo: después fué con paso lento otra
+vez al despacho, se sentó frente a la mesa y apoyó el rostro sobre una
+mano cubriéndose los ojos. Así estuvo largo rato meditando. Cuando se
+levantó los tenía hinchados y rojos, como después de haber dormido
+mucho. Pasó a la habitación de su esposa. Al atravesar el pasillo sintió
+un poco de frío.
+
+Estaba todavía despierta. Al lado de la cama se había puesto un catre
+para Plácida.
+
+--¿Quién era esa visita?--le preguntó.
+
+--Nada, un señor que viene a hablarme de asuntos del periódico.
+
+Algo extraño debía de haber en el metal de la voz de Miguel al dar esta
+sencilla contestación, cuando su mujer se le quedó mirando con
+inquietud. Para librarse de este examen, dijo en seguida:
+
+--¡Qué cansado estoy! ¡Tengo sueño!
+
+La besó en la frente, alzó el embozo de la cama, contempló un momento a
+su hijo dormido y rozó con los labios su cabecita. Volvió a besar a su
+esposa y salió de la estancia. Cuando se metió en la cama tiritaba y
+sentía, no obstante, calor en las mejillas.
+
+Largo rato estuvo en el lecho con los ojos muy abiertos y la luz
+encendida. Un enjambre de pensamientos tristes cruzó por su mente; mil
+recelos y temores le asaltaron. Como todos los hombres de imaginación
+viva, se puso de un brinco en lo peor. Se vió arruinado, teniendo que
+descender él y su esposa de la categoría social en que se hallaban
+colocados. Se acordó también de su hijo.
+
+--¡Pobre hijo mío!--exclamó.
+
+Y estuvo a punto de sollozar. Pero hizo un esfuerzo viril sobre sí mismo
+diciéndose:
+
+--No; llorar por perder dinero no lo hacen sino los mentecatos y los
+avaros. El que posee una esposa como la mía, y ésta le acaba de dar un
+hijo, no tiene derecho a pedir más a Dios. Soy joven, tengo salud. En
+último resultado, trabajaré para ellos.
+
+Al murmurar estas palabras dió un soplo violento a la luz y tuvo energía
+bastante para tranquilizarse, quedando dormido al poco rato.
+
+
+
+
+LOS MAJOS DE CÁDIZ
+
+
+Considero esta novela, desde el punto de vista técnico, como la menos
+imperfecta de las que han salido de mi pluma. Quiero decir que, por la
+intensidad de la fábula, por sus proporciones armoniosas y por el marco
+original en que la he enclavado, me parece superior a las otras.
+
+¿Cuál es la razón de que no se haya popularizado tanto como alguna de
+ellas? Quizá se deba a que por encima de todos los tecnicismos en el
+arte de novelar se encuentran la invención más o menos feliz y el mayor
+o menor interés que despiertan los caracteres.
+
+Sin embargo, hay otra aún que me parece igualmente aceptable. Las
+novelas que se publican en el mundo, son leídas casi en totalidad por
+personas que pertenecen a la que hemos dado en llamar clase media. El
+mundo aristocrático es muy exiguo comparado con éste y en cuanto a las
+clases trabajadoras se puede afirmar que en España viven alejadas de la
+literatura, a lo menos en sus formas elevadas. Ahora bien, lo que
+interesa realmente a la clase media es la clase media. Son sus amores,
+sus ambiciones, sus tristezas y alegrías, sus ideales, lo que quiere ver
+reproducido en el arte, y con ello se recrea. El mundo aristocrático y
+el plebeyo son para ella tan sólo objeto de curiosidad efímera. El
+hombre no se siente conmovido, sino por lo que le toca de cerca.
+Digámoslo en términos crudos, el hombre no se interesa más que por sí
+mismo.
+
+Por eso _Los Majos de Cádiz_, que es una novela de plebeyos, no ha
+logrado excitar el interés de _La Alegría del capitán Ribot_. Si esta
+historia de humildes se hubiese contado en forma de romance y los ciegos
+la vendiesen por las calles a cinco céntimos, quizá fuera grande su
+aceptación. Pero es porque entonces caería en manos de aquellos que se
+sienten hermanos de sus héroes.
+
+
+
+
+DESPEDIDA
+
+
+ Soledad, hija de un pobre guarda de consumos de Medina Sidonia
+ tiene amores con un joven de distinguida familia llamado Manuel
+ Uceda. Muere el padre de aquélla. Velázquez, amigo suyo, un majo de
+ buena presencia y algún dinero consigue enamorarla y seducirla. La
+ lleva a Cádiz, establecen una taberna. Manolo Uceda, siempre
+ enamorado, la visita de vez en cuando, pero ella ciegamente
+ apasionada por Velázquez desdeña su amor. Velázquez es un hombre
+ despótico y fanfarrón que abusa de su dominio sobre ella y la
+ tiraniza. Cansada de sus malos tratos un día se rebela. Se marcha
+ de casa. A él entonces le entra de nuevo el amor, una verdadera
+ pasión. Logra a fuerza de ruegos que vuelva a casa; pero al cabo de
+ algún tiempo cada día más despegada de él Soledad se escapa otra
+ vez. Entonces él trata de curarse de su desgraciada pasión. Entra
+ en relaciones con una hermosa joven llamada Mercedes la Cardenala.
+ Soledad a su vez se deja enamorar por Antoñico, el querido de su
+ íntima amiga María-Manuela. A esta también la solicita Velázquez
+ que había dejado burlada a Mercedes. Pero el orgulloso majo tenía
+ en el corazón una herida incurable y no pudiendo soportarla vida en
+ Cádiz se decide a emigrar a América.
+
+Pocos días después se supo que Velázquez traspasaba la tienda, y más
+tarde que se embarcaba para América. Prefirió trasladarse en un buque de
+vela mandado por cierto amigo suyo que partía el 15 de Septiembre. La
+víspera, los compadres de la reunión y algunos íntimos recibieron de él
+afectuosa carta de despedida y adjunta una invitación del capitán del
+barco para que, si tenían gusto en ello, viniesen a beber unas cañas a
+la salud y al viaje feliz de su amigo. Pepe de Chiclana recibió la
+suya. En la carta que Velázquez le escribía convidaba también
+expresamente y con encarecimiento a Soledad, o por hacerle ver que
+olvidaba sus injurias, o por mostrar que se hallaba enteramente curado
+de su pasión.
+
+Quedó perpleja la joven cuando le leyó la postdata Paca. Instábala ésta
+para que accediera a aquel ruego tan noblemente expresado. Vacilaba
+ella, no tanto por el rencor que aun le guardaba, como por considerar
+violenta y embarazosa la entrevista.
+
+Cuando, cruzando aquella tarde por la calle de la Amargura, acertó a
+tropezar con Manolo Uceda, a quien hacía días que no veía. Saludóla él
+cortés pero gravemente y trató de seguir su camino, pero ella se le puso
+delante.
+
+--¿Qué es de tu vida, Manolo?... ¡Hace un siglo que no te veo!... ¿Por
+qué no vienes a casa?--le dijo con la sonrisa en los labios, apretándole
+afectuosamente la mano.
+
+Pero después de haber soltado tales palabras se hizo cargo de su
+imprudencia y se puso roja como una cereza.
+
+--Ando bastante ocupado con un asunto que me ha encomendado mi madre...
+El jueves me voy a Medina.
+
+--¿Para volver?
+
+--No; probablemente no volveré. Desde allí nos vamos a Sevilla... He
+conseguido que mi madre cediese a vivir allá, y me alegro bastante.
+
+Quedó seria repentinamente la joven; guardó silencio unos momentos y al
+cabo dijo con tristeza:
+
+--¡Todo el mundo se va!... Yo también necesito pensar en liármelas... Ya
+sabrás que Velázquez se embarca mañana...
+
+--Sí lo sé. Me ha escrito.
+
+--¡Ah! ¿Te ha convidado a la juerguecilla del barco?... También a mí me
+convida; pero, a la verdad..., no sé qué hacer. Quisiera que me dieses
+tu parecer, porque, hijo mío, te lo digo con todas las veras de mi alma,
+eres el único hombre decente con que he tropezado en la vida y a nadie
+pido un consejo con tanta satisfacción como a ti...
+
+--Muchas gracias--manifestó el caballero de Medina sonriendo--. Pero
+¿qué quieres que yo te aconseje? Son asuntos delicados y no me atrevo...
+
+--Pues yo quiero que te atrevas... Ya sabes que entre ese hombre y yo no
+hay nada hace tiempo... Ya sabes cómo se ha portado conmigo...
+
+--Pues bien--repuso Uceda, después de vacilar un poco--. A mí me parece
+que debes ir... A pesar de todo le has querido: él te ha querido también
+y probablemente te sigue queriendo... Sería crueldad, por tu parte, el
+no decirle adiós.
+
+--Está bien; iré aunque me cueste trabajo.
+
+Hubo una pausa. Uceda preguntó al cabo con afectada ligereza:
+
+--¿Y Antoñico?
+
+Turbóse Soledad al escuchar la pregunta y exclamó con ímpetu:
+
+--¡No me hables de ese charrán!
+
+--Me han dicho que ha vuelto a juntarse con María--repuso el caballero
+riendo.
+
+--¡No es por eso, no!... Al contrario..., me parece lo único decente
+que ha hecho en su vida; pero...
+
+Iba a contar la bajeza que con ella había cometido, pero se detuvo a
+tiempo. El relato de lo acaecido la perjudicaba más a ella.
+
+--Le llamo charrán porque lo es. Todo el mundo lo sabe--concluyó bajando
+la voz.
+
+Quedó un momento silenciosa con el rostro fruncido.
+
+--Bueno, hasta mañana en el barco... Voy allá porque tú me lo
+mandas--manifestó al fin dándole la mano.
+
+--No; yo probablemente no podré ir.
+
+--¡Ah! ¿No vas tú? Pues entonces hazte cuenta que no voy yo.
+
+--¿Por qué?
+
+--Porque no quiero.
+
+--¡Siempre tan testarudilla!--dijo Uceda apretando cariñosamente la mano
+que tenía cogida--. Iré porque no te enfades. Hasta mañana.
+
+--No faltes.
+
+--No faltaré.
+
+Al día siguiente, entre dos y tres de la tarde, dos lanchas atracadas al
+muelle esperaban a los invitados para transportarlos al buque, que se
+veía anclado allá en medio del puerto. Era una corbeta de regular
+tamaño, negra, sólida, bien arbolada. El capitán, hombre de cuarenta
+años, de mediana estatura y recias espaldas, rostro atezado, barba negra
+cerdosa, pesado y macizo como su navío, les esperaba de bruces sobre la
+cornisa de la obra muerta. Acompañábale Velázquez. La _Esperanza_, que
+así se nominaba la corbeta, iba a la América del Sur por carga de cacao,
+llevándola heterogénea de algunos productos de la Península.
+
+Los primeros que llegaron fueron Frasquito con su mujer y el señor
+Rafael. Inmediatamente la lancha trajo a la familia del _Cardenal_, los
+viejos, Mercedes, Isabel y su novio Gregorio, a los cuales se había
+unido Manolo Uceda, que por casualidad llegara al muelle al mismo
+tiempo. En la otra lancha acudieron en seguida María-Manuela con Antonio
+y dos amigos más de Velázquez. Por último, al cabo de un rato acostaron
+al barco Pepe de Chiclana, su mujer y Soledad. En la subida hubo
+bastante jarana y no pocos sustos. Las mujeres temblaban de confiarse a
+la frágil escala. Con el susto no se guardaban siquiera de mostrar las
+piernas a los marineros que se quedaban en la lancha. Los hombres las
+embromaban sobre esta despreocupación así que estaban arriba.
+
+--En el mar estamos como en el paraíso terrenal. No existe la
+vergüenza--decía el capitán--. He conocido una señora que al averiguar
+que el barco hacía agua subió a cubierta desnuda y estuvo hablando con
+nosotros sin taparse siquiera el pecho con las manos.
+
+Sobre cubierta, debajo de un toldo, veíase la mesa bien abastecida de
+manjares y botellas. Velázquez fué saludando a sus amigos cordialmente y
+les invitó a sentarse. Estaba tranquilo y a las frases de sentimiento
+que dejaban escapar todos al darle la mano respondía con afectada
+alegría:
+
+--Dejad que me dé un poco el fresco, hijos. Este Cádiz se me venía ya
+encima... Veréis cómo hago una gran fortuna por allá. Cuando menos lo
+penséis llegaré hecho un potentado, y para daros en cara soy capaz...,
+soy capaz..., ¡hombre, soy capaz de venir con levita!
+
+--¡No, por Dios!--gritaron los compadres riendo.
+
+Había saludado a Soledad con no fingida naturalidad y aun la había
+piropeado graciosamente. Y era lo raro que la joven parecía más turbada
+que él. Después, acercándose a Mercedes, la preguntó familiarmente por
+lo bajo:
+
+--¿Y Gabino? ¿Cómo no viene?
+
+--¿Gabino?--respondió la salada muchacha haciendo un mohín desdeñoso--.
+¡Dale memorias!... Nada tengo ya que partir con él.
+
+Mostróse sorprendido y no quiso creerlo: disimulos de mocitas y nada
+más. Pero la niña insistió con ahinco y formalidad, dió pormenores, citó
+testigos. Velázquez concluyó por llamar a Isabel, que estaba cerca.
+
+--¿Es verdad lo que me dice tu hermana, que ha regañado con Gabino?
+
+--¡Y tan verdad!--respondió aquélla con mal humor--. ¿Tú sabes si mi
+hermana ha tenido chabeta alguna vez?
+
+Y se alejó murmurando. Velázquez quedó serio y pensativo.
+
+Sentáronse todos al cabo, y para abrir boca tomaron ostiones y rajas de
+salchichón. Destapáronse las botellas y el rico dorado vino de Sanlúcar
+chispeó alegremente en las copas. La tarde era dulce y serena. El sol
+derramaba sus rayos esplendentes sobre la bahía. Las aguas dormidas
+rielaban su luz con brillantes reflejos de plata. Los buques anclados en
+el puerto cabeceaban blandamente, viéndose sobre sus cubiertas algunos
+marineros entregados al sueño. Ni de la ciudad ni del mar llegaban más
+que rumores suaves que, al confundirse en el aire, formaban lánguido
+suspiro como si la tierra y el Océano gozasen tranquilos el placer de la
+siesta. Una brisa suave, fresca, sin intermitencias, acariciaba la
+frente de los convidados. La Naturaleza ofrecía el amable sosiego, la
+armonía solemne que sólo se observa en los comienzos del otoño.
+
+Los de la fiesta no resultaron alegres. La gente se mostraba lacia,
+desanimada, como si todos se hallasen bajo el peso de un disgusto. Y en
+realidad, no era grato ver alejarse, quizá para siempre, a un amigo de
+toda la vida. El mismo señor Rafael, cuya alegría era inagotable, estaba
+menos expansivo. Aprovechando un momento en que Velázquez vino a
+ofrecerle una caña, le dijo por lo bajo:
+
+--Pero, vamos a ver, hijo, ¿por qué haces esta locura? ¿Qué te faltaba a
+ti en Cádiz? ¿No tienes salud?, ¿no tienes dinero?... ¿Qué demonios vas
+buscando en esas tierras donde si no le meriendan a uno los salvajes se
+lo comen crudo los mosquitos?... Que has tenido algunos disgustillos con
+las mujeres, ¿y qué? ¿Es razón para que un mozo valiente y noble de too
+su cuerpo se quite del medio? ¿Dónde hay palmito que se pueda comparar
+con unas botellas de amontillado, bebidas en compañía de cuatro amigos,
+y unas aceitunitas aliñás?... Me lo dijo hace tiempo un vista de la
+aduana que había estado muchos años en Puerto Rico, un tío muy
+ilustrado, capaz de beberse el golfo de Méjico: "Desengáñate, Rafael,
+las mujeres no sirven más que para enfriar el caldo cuando uno está
+acatarrado y no puede sacar los brazos de la cama."
+
+Velázquez alzó los hombros y le respondió con el mismo desenfado.
+
+El vino hizo al cabo su tarea. Poco a poco los rostros se fueron
+animando y las lenguas se desataron, produciendo un gracioso oleaje de
+chistes y agudezas. Quien hizo mayor gasto, como siempre, fué Antoñico.
+Estaba más flaco que antes y descolorido. Apenas comía. Sus amigos le
+embromaban por esta falta de apetito.
+
+--¿Qué queréis, hijos míos?--respondía él.--He perdido el estómago.
+¿Cómo no había e perderlo si esta mujer que aquí veis me ha estado
+envenenando más de tres semanas con una bebía compuesta?
+
+--Decid que es mentira--saltó María-Manuela--. No ha sido más que ocho
+días, y lo que le he dado a nadie le hace daño: agua de siete pozos
+distintos con un poco de sangre de oreja de gato negro y unas cagarrutas
+de rata...
+
+--¡María Santísima del Carmen!--exclamó Antonio llevándose la mano al
+estómago--. ¿Y yo he bebido eso?... ¡Quitadme esos platos de delante!
+¡Quitadme esas copas! ¡Dejadme reventar en cualquier rincón, como un
+triquitraque!
+
+--¡Ya lo creo que lo has bebío!--exclamó la ruda morena con gesto de
+triunfo--. Y gracias a ello te tengo ahora chalaíto y pringoso que no
+hay por dónde cogerte, más humildito y manso que un cordero de Dios...
+Porque ahí donde ustedes le ven--añadió volviéndose a los
+circunstantes--, ahí donde ustedes le ven tan guasoncillo y soberbio,
+ahora es una malva en casa y en cuantito yo doy una voz ya le tengo de
+rodillas pidiéndome que no me enfade. Y too esto ¿a qué se debe? Pues a
+la virtud de la bebía.
+
+--¡Sería milagro! ¿Cómo quieres que yo vocee si me has dejado en los
+huesos? No me ha quedado aliento ni para pedir los buñuelos por la
+mañana.
+
+Los amigos reían y vertían de vez en cuando una palabrita para que la
+disputa se alargase.
+
+Sin embargo, la hora de levar anclas se iba acercando y el capitán se
+había apartado de la mesa y andaba de un lado a otro dando órdenes. Los
+marineros comenzaban a moverse ejecutando las maniobras preventivas.
+
+Soledad y Manolo se habían aproximado y charlaban un poco retirados de
+los demás. El caballero de Medina la embromaba suponiendo que estaba
+triste y que hacía esfuerzos por ocultarlo. Al fin y al cabo en aquel
+momento crítico el corazón hablaba. No en vano había estado enamorada
+tanto tiempo. La joven se defendía con empeño, negando que estuviese
+triste y casi casi que hubiera estado enamorada.
+
+--No se puede llamar amor lo que he sentido por ese hombre... Era una
+locura, un antojo por cosas agrias, como solemos tener las mujeres. El
+amor debe ser algo más dulce, más tranquilo... Era imposible que yo le
+quisiera toda la vida. Su genio siempre me ha sido antipático... Detesto
+a los hombres soberbios...
+
+--Es porque tú lo eres.
+
+--Quizá--dijo ella con franca resolución--; pero así es... Por lo demás,
+no puedo negarte que me causa pena el verle marchar, sabiendo que es por
+mi causa. Si le pasa algo en la travesía... o se enferma... o muere, me
+ha de quedar un poco de escozor en el alma. Aunque ya no me inspira
+interés, no quisiera hacerle daño... Porque en el fondo no es malo;
+¿sabes? No tiene más que mucha fantasía en la cabeza. En cuanto se le
+quite será un buen hombre... Francamente, sentiría mucho que le
+sucediese algo malo... ¡Pobre Velázquez!
+
+--Sí, ¡pobre Velázquez! Ni supo querer ni supo ser querido--expresó
+Uceda poniéndose serio y dirigiendo sus ojos al horizonte.
+
+Soledad le clavó una mirada de sorpresa y admiración. Y a su sabor, en
+silencio, largo rato estuvo contemplando a aquel hombre tan noble, tan
+firme, tan sufrido. Un remordimiento punzante le atravesaba el alma.
+Sintió deseos de arrojarse de cabeza al mar.
+
+La tripulación terminaba los preparativos. El capitán prescindía ya
+enteramente de los convidados y, diligente y afanoso, recorría el barco
+de proa a popa fijando sus ojos escrutadores en el aparejo y cambiando
+rápidas palabras con el piloto y contramaestre. Los amigos de Velázquez,
+comprendiendo que era llegado el momento de partirse, quedaron otra vez
+graves y taciturnos. Un mismo sentimiento de tristeza oprimía sus
+corazones. Sólo Antoñico se atrevió a decir alegremente a Paca:
+
+--Vamos a ver, niña, suéltanos una copliya de despedida. Hace un siglo
+que no te oigo.
+
+La esposa de Pepe de Chiclana respondió mirándole con severidad:
+
+--Hijo mío, cuando un amigo tan apreciado como éste se marcha, nadie que
+tenga corazón siente ganas de cantar... ni tampoco de oir cantar.
+
+Y los convidados aprobaron todos con la cabeza las palabras de aquella
+profunda mujer.
+
+Sonaron las cinco en el reloj de la cámara. El capitán se acercó a ellos
+y les dijo cortésmente:
+
+--Señores, vamos a levar anclas. Siento mucho privarme de tan buena
+compañía, pero es preciso... A no ser--añadió sonriendo--que quieran
+ustedes venirse al Perú conmigo y con este buen mozo.
+
+Nadie respondió. Silenciosamente se fueron acercando uno por uno a
+Velázquez y le abrazaron con emoción. El procuraba disimular la que
+sentía bajo una sonrisa forzada. Vinieron después las mujeres y le
+estrecharon la mano. "Buen viaje. Buena suerte. ¡Que Dios te traiga
+pronto!" Paca le entregó un escapulario de la Virgen del Carmen
+rogándole que se lo pusiese. El majo le dió las gracias llevándolo a los
+labios.
+
+Cuando llegó el turno a Mercedes, Velázquez la retuvo las manos entre
+las suyas un momento y la dijo por lo bajo, viéndola sonreir:
+
+--¡Qué contenta estás, Mercedes! ¿Te alegras de que me vaya, verdad?
+
+--Ni me alegro ni me entristezco. Pues que nadie te obliga a marchar,
+debe de ser un viaje de recreo el que haces--respondió ella sin dejar de
+sonreir.
+
+--Sí, te alegras, lo estoy viendo en tu semblante... Haces bien; yo no
+he servido más que para darte jaqueca. Perdóname y que Dios te haga muy
+feliz, como deseo.
+
+--¡Adiós!--repuso lacónicamente la joven.
+
+Se estrecharon la mano con fuerza y se apartaron. Pero el rostro de la
+niña al hacerlo empalideció, dió unos pasos atrás como si estuviese
+mareada y se dejó caer sobre un cable enrollado; tapóse los ojos con las
+manos y comenzó a sollozar fuertemente.
+
+Quedaron estupefactos todos. Hubo unos momentos de silencio. Varios
+acudieron al fin solícitos preguntándole:
+
+--¿Qué te pasa, Mercedes? ¿Te has puesto mala? ¿Qué te pasa, hija, qué
+te pasa?
+
+--¡Qué le ha de pasar!--exclamó su hermana Isabel roja de ira--. ¡Que se
+ha caído de tonta!
+
+Y su madre y su prima se lanzaron al mismo tiempo indignadas y
+enfurecidas sobre ella.
+
+--¡Cómo!... ¿No te da vergüenza? ¡Llorar por un hombre que se burla de
+ti! ¡Loca!, ¡más que loca! ¡Vaya un paso chistoso!
+
+La joven, sin responder a tales invectivas, seguía llorando con el
+rostro entre las manos.
+
+Entonces Velázquez avanzó hasta colocarse entre ella y las que la
+injuriaban, y dijo gravemente con voz temblorosa:
+
+--Si lo que ustedes dicen es cierto, si las lágrimas de esa niña se
+vierten por mí, sólo puedo demostrarles que no he querido burlarme
+ofreciéndoles casarme mañana mismo con ella... Ya sé que no la merezco,
+pero juro por mi salud que haré cuanto pueda por merecerla.
+
+Al oir estas palabras, un grito de júbilo estalló en la reunión. Todos
+palmoteaban; todos chillaban dirigiéndose exclamaciones de asombro y de
+gozo.
+
+--¡Tiene gracia! ¡Venir a un duelo y salir un casorio!...--A mí me daba
+el corazón que los dos se querían...--¡Y a mí!--¡Y a mí!
+
+El señor Rafael, loco de alegría, gritaba:
+
+--¡Vivan los novios! El día qué os caséis prometo emborracharme..., lo
+que no hice en los días de la vida.
+
+Y empujando al mismo tiempo a Velázquez contra Mercedes, añadía:
+
+--¡Anda! ¡Abrázala, cobarde!... ¡Hazte cuenta que no somos nadie!
+
+Pepa y Paca alzaban a su vez a Mercedes y la empujaban hacia su novio.
+Este la abrazó con efusión.
+
+--Ya no hay viaje, capitán--dijo luego volviéndose al de la corbeta.
+
+--La primera vez que me alegro de separarme de ti, Velázquez--repuso
+éste estrechándole la mano.
+
+Acometidos de un vértigo, todos hablaban y nadie se entendía. Mas he
+aquí que el prudente Frasquito se acerca a Velázquez y le dice
+misteriosamente:
+
+--Oye, chico, pero ¿vas a perder el dinero del pasaje?
+
+El majo suelta una ruidosa carcajada y exclama dándole afectuosas
+palmadas en la espalda:
+
+--¡Sí que lo pierdo! ¿Quieres aprovecharlo tú?
+
+El señor Rafael había oído la carcajada y se acercó para saber lo que se
+trataba. Velázquez le informó riendo. Dió el viejo un paso atrás y,
+mirando fijamente a su sobrino, se santiguó diciendo con gravedad:
+
+--Sobrino, no nos separamos. Yo no deshago la sociedad. Eres el único
+sabio que hay en Cádiz. Déjame, por Dios, que cuente este golpe a todo
+el mundo para honra de la familia.
+
+--¡Tío, no la enredemos ahora que estamos todos alegres!--exclamó
+Frasquito exasperado.
+
+--¿No quieres que lo cuente? Está bien: te guardaré el secreto. Pero de
+aquí en adelante hazte cuenta que no eres mi sobrino... ¡Quiero que seas
+mi tío!
+
+Velázquez atajó la disputa llevándose a Frasquito. Todos se despidieron
+del capitán afectuosamente y de nuevo bajaron la escala, acomodándose
+como mejor pudieron en las dos lanchas que los habían traído. Una vez en
+ellas, como el día continuase sereno y el mar sosegado, a uno de ellos
+se le ocurrió acompañar a la corbeta algún trecho. Se aceptó con
+regocijo la idea. El capitán hizo al instante levar anclas y el buque,
+arrastrado penosamente por sus dos botes, emprendió una marcha lenta
+hasta llegar a paraje abierto donde pudiera desplegar las velas. Las
+lanchas le daban escolta.
+
+Reinaba el júbilo en éstas, cambiándose entre unos y otros mil bromas y
+donaires. El blando movimiento de las olas y la fresca caricia de la
+brisa excitaban más su alegría. Velázquez no se había sentado al lado de
+Mercedes. Por un sentimiento de delicadeza prefirió colocarse entre sus
+futuros suegros. Cuando el bullicio se hubo calmado un poco, les habló
+en voz baja de este modo:
+
+--Un sueño me parece lo que está pasando. Me encuentro sentado entre
+ustedes; veo allí a Mercedes, con la cual no tardaré en casarme, y
+apenas puedo creerlo. Dios no ha querido que fuese a morir en tierras
+extrañas, sino que viva entre mis amigos al lado de una esposa que no
+merezco. Después de Dios a ustedes se lo debo. Quisiera poder
+demostrarles mi agradecimiento no con palabras, sino con hechos. Creo
+que la mejor manera será haciendo a su hija feliz y a esto me
+comprometo... Aquel Velázquez calavera, mujeriego y pendenciero se
+marcha en ese barco para el Perú. El que aquí queda es un hombre decente
+que sabrá mientras viva querer a su esposa y respetarles a ustedes.
+
+El viejo _Cardenal_ aprobó con la cabeza las palabras del majo; pero la
+madre replicó con acento en que se traslucía aún la cólera:
+
+--No creas que te entrego a mi hija de buena voluntad. Lo hago porque la
+conozco y sé que si la contrariase enfermaría. A mí no se me olvidan los
+desaires que la has hecho y si estuviese en su lugar puedes estar seguro
+de que no volverías ahora tan satisfecho a Cádiz.
+
+--¡Silencio, mujer!--interrumpió el padre con energía, y volviéndose a
+Velázquez añadió gravemente:--Las mujeres perdonan mejor los agravios
+que las hacen que los que hacen a sus hijos. Eres nombre de juicio y
+sabrás disimular el resentimiento de una madre. Yo te doy mi palabra de
+que haciendo feliz a Mercedes no tardará en desaparecer.
+
+Llegaron al fin a la mar libre. La _Esperanza_ izó algunas velas y su
+tripulación dejó los botes para subir a bordo. Los remeros de las
+lanchas recibieron orden de mantenerse quietos. Todos se despidieron con
+mucha gritería del capitán e inmediatamente pusieron proa a la ciudad.
+
+El sol iba a ocultarse. El firmamento azul se teñía de púrpura en
+Occidente con viva incandescencia que ascendía hasta el cenit,
+fundiéndose gradualmente en tintas de grana y oro hasta perderse en
+suave y maravilloso rosicler. El vasto Océano llameaba recibiendo en su
+seno con misterioso temblor el disco del sol, grande, rojo,
+resplandeciente. Todos se alegran contemplando este sublime espectáculo.
+La fresca brisa de la tarde baña su rostro. Vuelven los ojos a tierra y
+su gozo aumenta viendo a Cádiz surgir de las aguas con su ceñidor de
+espumas, con su crestería que los rayos del sol doran como la corona
+gigantesca del dios de los mares.
+
+En aquel momento, Soledad preguntó a Uceda en voz baja:
+
+--¿Sigues en tu idea de marcharte a Sevilla?
+
+--Sí.
+
+--Yo también me voy.
+
+--¿A qué?--dijo el caballero fingiendo sorpresa.
+
+--No lo sé--replicó la joven pugnando por no llorar.
+
+Guardaron silencio unos instantes. Uceda le dijo al fin con sonrisa
+benévola tomándole una mano:
+
+--Escucha, Soledad. ¿Ves ese hermoso sol que va a desaparecer? Tú sabes
+que mañana volverá a lucir en el cielo tan hermoso como hoy. Así sabía
+yo que tu amor volvería. Porque en este mundo el amor engendra al amor,
+pero el capricho sólo engendra al hastío. A pesar de tus locuras te he
+seguido queriendo porque adivinaba en ti un espíritu infantil a quien no
+se puede exigir la responsabilidad de sus actos y también porque
+respetaba en mí el primer amor que tú habías logrado inspirar. Aun hoy
+te quiero con toda mi alma, pero...
+
+--Sí, ya sé que no puedo ser tu esposa. Seré tu criada..., tu
+esclava--interrumpió Soledad con ímpetu.
+
+--¡Silencio! Para el hombre de corazón nada hay más imposible que la
+maldad. Una voz interior me dice que he nacido para protegerte, para
+salvarte de la infamia. Confíame tu suerte. Ignoro lo que serás con el
+tiempo para mí, pero puedes estar segura de que nada haré que pueda
+rebajarte. Sin tregua ni descanso trabajaré desde hoy por elevarte, por
+dignificarte, para sacar de ti el ser inocente y noble que mi cariño me
+ha dicho siempre que existe.
+
+Así habló el caballero de Medina. La joven escucha estas palabras con
+alegría, y sus bellos ojos se nublan de lágrimas.
+
+Las lanchas bogaban apresuradamente hacia el puerto envueltas en rojizos
+resplandores. La _Esperanza_ izaba a lo lejos todas sus velas, que se
+hinchaban al soplo de la brisa. Su casco negro, robusto, se inclinaba
+suavemente para hender el cristal de las aguas. El capitán, desde lo
+alto del puente, saludaba con su gorra blanca.
+
+
+
+
+LA FE
+
+
+Era lógico que esta novela produjese escándalo. El título mismo
+predispone a ello. Luego, un sacerdote que duda de las verdades de la
+religión. Cierto había motivo para escandalizarse y no han dejado de
+hacerlo algunas almas timoratas, más timoratas que instruídas.
+
+Si lo estuviesen suficientemente sabrían que es de hombres el dudar, no
+de bestias. Y si hubieran leído las admirables cartas de San Francisco
+de Sales podrían comprobar que a su juicio "pocos marchan con más
+rapidez en el camino de la perfección que aquellos a los que la duda
+combate."
+
+Verdad que existen almas privilegiadas para las cuales la duda es
+imposible. Han entrado en el cielo y nada ni nadie puede arrancarlas de
+él. Admirémoslas y envidiémoslas. Pero no menospreciemos a las que
+luchan y sangran para que sus puertas se les abran.
+
+Compláceme el saber que mi novela ha dado consuelo a otras personas, y
+que gracias a ella han logrado el sosiego de su alma. Esto no obstante,
+repito aquí lo que he dicho en el prefacio de la última edición: "Si la
+única autoridad que yo acato en esta materia juzgase que hay en la
+presente obra algo que necesite corrección, corregido y borrado queda
+desde ahora mismo, pues yo no pretendo dar a este ni a ningún otro de
+mis escritos, más alcance que el que pueda ajustarse con las doctrinas
+de la Iglesia Católica, a las cuales me glorío de vivir sometido."
+
+
+
+
+CRUEL DESENGAÑO
+
+
+ La acción se desarrolla en Peñascosa puerto de mar secundario de la
+ costa cantábrica. Don Alvaro Montesinos era un mayorazgo a quien
+ una educación austera y un temperamento enfermizo habían hecho
+ huraño y sombrío. Muerto su padre había venido a Madrid. Dotado de
+ claro entendimiento se había entregado con ardor a la lectura lo
+ cual terminó de arruinar su salud. Se hizo un sabio incrédulo y
+ pesimista. Al cabo se enamoró ciegamente, como suele acaecer a los
+ hombres estudiosos y retraídos, de una joven elegante y sin dinero
+ llamada Joaquina Domínguez. Esta le aceptó como esposo no porque
+ compartiera su amor sino por interés, pues Don Alvaro era rico.
+ Transcurridos algunos meses Joaquina se dejó enamorar por un joven
+ aristócrata y propuso a su marido hacer un viaje por el extranjero.
+ Don Alvaro cedió a este capricho. En Marsella la infiel esposa le
+ abandonó escapándose con su amante y robándole todo el dinero que
+ llevaba. Entonces Montesinos se refugió en su viejo palacio de
+ Peñascosa y allí vejetó tres años devorando su humillación y
+ entregado al más negro pesimismo. Al cabo de este tiempo su
+ perversa mujer sintiéndose en cinta, viene a Peñascosa con pretexto
+ de pedirle perdón, pero en realidad, para dormir una noche en la
+ casa conyugal y obtener de este modo por la ley la legitimación del
+ fruto adulterino que llevaba en sus entrañas. Busca al P. Gil para
+ que le introduzca cerca de su marido.
+
+Al tirar del cordel grasiento, el mismo tañido lúgubre que tanto había
+impresionado al P. Gil la vez primera que puso los pies en aquella casa,
+produjo a ambos un estremecimiento de temor y ansiedad. No tardó en
+oirse la voz cascada de Ramiro.
+
+--¿Quién es?
+
+--Gente de paz.
+
+--¿Quién es?--tornó a preguntar.
+
+--Soy yo, Ramiro. Abre--respondió el sacerdote.
+
+La puerta giró pausadamente sobre sus goznes y apareció la silueta del
+viejo, débilmente esclarecida por la luz de la lamparilla que ardía
+sobre el dintel.
+
+--Pase usted, señor excusador--dijo sin percibir a la dama, que se había
+ocultado detrás de éste. Pero viéndola al fin, dió un paso atrás y,
+abriendo los brazos en actitud de impedir la entrada, exclamó:
+
+--¡Ah! ¿Vuelve usted acompañada?... Pues ni por esas... ¡No entrará
+usted, no!
+
+--Vamos, Ramiro--dijo con dulzura el sacerdote, poniéndole una mano
+sobre el hombro,--déjanos paso, que este es un asunto delicado y que no
+te concierne.
+
+--Pase usted cuando quiera, pero esa mujer no puede pasar.
+
+--¿Por qué no puede pasar?--preguntó con entereza el sacerdote, alzando
+la cabeza.
+
+--Porque aquí no entran p... ni ladronas.
+
+Ante aquella injuria bárbara la dama se tapó el rostro con las manos y
+dejó escapar un gemido. El P. Gil se puso rojo, y tomando al viejo por
+un brazo, le sacudió con violencia.
+
+--Sea usted más comedido, y ya que no respete la sotana que visto,
+guarde los miramientos que se deben a las señoras. Ante Dios y ante los
+hombres ésta es la esposa legítima de su amo de usted. Déjeme el paso
+franco, que a usted no le toca en éste asunto más que oir, ver y callar.
+
+Y dando un empellón al viejo, se volvió diciendo:
+
+--Venga usted, señora.
+
+Pero Ramiro, agitado, convulso, como si fuera a caer presa de un síncope
+se puso a correr delante de ellos, gritando:
+
+--¡Alvaro, Alvaro! ¡Que entra la z... en tu casa!
+
+Dos criadas se asomaron a la escalera y contemplaron con estupor la
+escena. El viejo se detuvo en el principal; subió hasta el segundo,
+dando los mismos gritos. El P. Gil, que le seguía con Joaquinita, dijo a
+ésta al llegar al piso primero:
+
+--Quédese por ahora aquí; yo subiré solamente.
+
+Cuando llegó al segundo tropezó con D. Alvaro que salía a punto de su
+habitación. Su rostro, siempre pálido, lo estaba ahora tanto que daba
+miedo. En cuatro palabras Ramiro le había enterado de lo que ocurría.
+Por la tarde, cuando por primera vez había venido la esposa infiel a la
+casa, no lo había hecho. D. Alvaro no pronunció una palabra. Cogió con
+mano convulsa por un brazo al sacerdote y le hizo entrar en su gabinete.
+Luego cerró con cuidado la puerta.
+
+--¿A qué viene esa mujer?--preguntó haciendo inútiles esfuerzos por
+aparecer sosegado. La voz salía de su garganta débil y ronca.
+
+--Viene a implorar su perdón.
+
+--Se equivoca usted; viene por dinero--repuso sonriendo ya
+forzadamente.
+
+El P. Gil permaneció un instante silencioso y dijo al cabo:
+
+--No me atrevo a asegurar a usted nada. Parece que está arrepentida...
+Su acento es sincero y ha llorado con verdadero dolor en mi presencia.
+
+Un relámpago de ira pasó por los ojos del hidalgo. En aquel tropel de
+emociones que se agitaban en su espíritu, la indignación logró vencer a
+todas las demás y profirió con acento despreciativo:
+
+--Estoy perfectamente convencido de que no viene más que por cuartos...
+pero de todos modos, me importa un bledo su arrepentimiento y su
+sinceridad... Si está arrepentida, que pida a un cura la absolución. El
+figurarse por un instante que yo puedo perdonarla es un nuevo insulto,
+es una idea que sólo cabe en un alma tan miserable como la suya.
+
+--El perdón jamás degrada. Es la virtud que más ennoblece al ser
+humano--manifestó el clérigo, sorprendido.
+
+D. Alvaro le clavó una larga mirada colérica. Después alzó los hombros
+con desdén y dijo:
+
+--Está bien: dejemos eso. Lo que importa es que, ya que la ha traído, se
+lleve usted inmediatamente a esa señora.
+
+--Me atrevería a suplicarle que, aunque no la perdone, le permita al
+menos hablar con usted... Quizá tenga algunas revelaciones que hacerle.
+
+--No soy curioso. Puede guardarse sus revelaciones o confiarlas a quien
+se le antoje... Por mi parte (escuche usted bien lo que voy a
+decirle)--al mismo tiempo le cogió con mano crispada la muñeca,--por mi
+parte, ni ahora ni nunca cruzaré con ella la palabra... Puede usted
+decírselo.
+
+El P. Gil bajó la cabeza y permaneció silencioso, mientras el mayorazgo
+comenzó a pasear agitadamente por la estancia con las manos en los
+bolsillos. De vez en cuando se dibujaba en su rostro una sonrisa
+sarcástica y dejaba escapar por la nariz un leve resoplido que acusaba
+la tensión de su espíritu, como el pito revela la tensión de la caldera
+de vapor.
+
+--Ya que eso no pueda ser--manifestó al cabo de un rato con suavidad el
+sacerdote,--usted comprenderá, D. Alvaro, que esa señora no puede irse a
+dormir fuera de esta casa sin dar pábulo a las malas lenguas, sin
+renovar conversaciones que no deben renovarse. Por egoísmo, ya que no
+por caridad, debe usted consentir que su esposa duerma hoy en esta casa,
+pues no creo que le convenga a usted escandalizar a la población.
+
+D. Alvaro prosiguió sus paseos agitados sin responder palabra, como si
+no hubiese oído la proposición del sacerdote. Al cabo de un rato se
+plantó delante de él y, mirándole fijamente, dijo:
+
+--Está bien. Dígale usted que, si es su gusto, no hay inconveniente en
+que duerma en esta casa... aunque se necesite bien poca dignidad para
+aceptarlo--añadió bajando la voz y recalcando las sílabas.--Y si quiere
+dinero para el viaje de vuelta, Osuna se lo proporcionará.
+
+--Le doy las gracias por esta deferencia, pero me voy muy
+triste--replicó sonriendo el P. Gil.--Cualquier sacrificio haría por
+borrar de su memoria la ofensa recibida y soldar de nuevo la cadena de
+su matrimonio. ¡Cuánto daría en este momento por ser un hombre
+elocuente!...
+
+--La elocuencia, señor excusador, ha servido en este mundo para que se
+cometiesen grandes vilezas; pero creo que ninguna lo sería mayor que la
+que usted me propone.
+
+--Para usted es una vileza lo que para mí sería un acto noble y
+generoso, propio de un imitador de Cristo. No nos entendemos en lo que
+se refiere a lo que es dignidad o indignidad...
+
+--Lo siento por usted, padre--repuso el mayorazgo, tendiéndole la mano.
+
+--Y yo por usted, D. Alvaro. Buenas noches.
+
+Al quedarse solo éste siguió paseando todavía unos momentos; luego se
+paró delante del cordón de la campanilla y tiró con fuerza. No tardó en
+presentarse Ramiro.
+
+--Esa mujer está ahí... ¿Quieres que la eche?--preguntó el viejo, sin
+aguardar las órdenes de su amo.
+
+--No. Condúcela a la sala, enciende todas las lámparas y avisa a Dolores
+que suba.
+
+El criado permaneció inmóvil, mirándole con sorpresa.
+
+--¿Y vas a consentir que esa...
+
+--¡Silencio!--exclamó el mayorazgo con energía, llevando el dedo a los
+labios.--Haz inmediatamente lo que te mando.
+
+El viejo se alejó gruñendo. Al instante se presentó la doncella.
+
+--Dolores, di a la cocinera que prepare cena para la señora que está
+abajo, y que haga todo lo que sepa. Ilumina el comedor, saca la vajilla
+fina, arregla el gabinete azul y toma del armario la ropa mejor para
+ponerla en la cama... Que no le falte absolutamente nada. Ayúdala a
+desvestirse: cualquier cosa que ordene la hacéis inmediatamente. ¿Estás
+enterada?
+
+--Sí, señorito; pierda usted cuidado, que se la tratará como quien es.
+
+D. Alvaro dirigió una mirada oblicua a la doncella y se apresuró a
+decir, algo acortado:
+
+--Despáchate pronto y enséñale el gabinete azul. Si desea dormir en otro
+lado, puedes mostrarle también el que llamáis cuarto del obispo.
+
+Otra vez quedó solo y otra vez emprendió su paseo nervioso de un ángulo
+a otro de la cámara. A pesar de la fortaleza y sosiego que había
+mostrado para rechazar las súplicas del P. Gil, su cerebro trabajaba
+agitado, febril. Aquella visita tan inesperada removió los recuerdos
+felices y aciagos que se habían depositado en el fondo de su ser, y que
+ya no le molestaban. Su vida matrimonial, que en aquellos tres años se
+había ido alejando de su memoria como un sueño que la claridad de la
+aurora desvanece, surgió de pronto delante de sus ojos, tan próxima que
+la tocaba con la mano. Ni un pormenor faltaba al cuadro. Y ante aquella
+visión sentíase turbado, como si los sucesos acabasen de efectuarse.
+
+Después de pasear algunos minutos a grandes trancos, comenzó a detenerse
+a menudo, prestando oído a los ruidos que llegaban del piso primero.
+Adivinaba más que percibía los preparativos que la servidumbre estaba
+ejecutando en obsequio de aquella vil mujer que le había revelado toda
+la negrura y todo el dolor de la existencia: "Ahora bajan la lámpara del
+comedor... Ahora sacan la vajilla... Deben de estar haciendo la cama...
+Ha salido gente: será Rufino a buscar a la tienda alguna cosa... Parece
+que están hablando en el gabinete azul..."
+
+Ya no paseaba. Con el oído pegado a la cerradura, recogía ávidamente
+todos los rumores que llegaban de abajo. Y como llegaban demasiado
+confusos, concluyó por abrir la puerta, avanzar cautelosamente hasta el
+pasamanos de la escalera y escuchar desde allí, inmóvil, recogiendo el
+aliento. Había imaginado vagamente que su esposa, una vez sola y libre,
+subiría hasta su cuarto para hablarle. Lo hubiera deseado, para darse el
+gozo de arrojarla con algunas frases despreciativas que le llegasen
+hasta el fondo del alma. Hubo un instante en que pensó que este deseo se
+realizaba. Sintió pasos en la escalera: toda su sangre fluyó al corazón:
+se apresuró a dejar el pasamanos y a meterse de nuevo en el cuarto. Era
+Dolores que subía a pedirle una llave. Cuando se fué tornó a su
+espionaje: permaneció en la escalera larguísimo rato sin saber por qué
+hacía aquello. Escuchó el rumor confuso de la conversación de Dolores y
+su mujer. La doncella era charlatana: Joaquinita también tenía un
+temperamento expansivo: la plática se animaba cada vez más. Hasta se le
+figuró percibir algunas alegres carcajadas de su esposa, que le
+sorprendieron más que le indignaron. Por fin notó que se ponía a cenar.
+Dolores iba y venía con los platos. Terminó la cena. La doncella se
+detuvo en el comedor y prosiguió la charla. Cansado de estar en pie, se
+sentó en uno de los peldaños de la escalera. Al hacerlo sintió vergüenza
+y comenzó a darse alguna cuenta vaga de las emociones que embargaban su
+espíritu. Una hora larga esperó de aquel modo, percibiendo el rumor
+confuso de las voces, en el cual nada podía distinguir, ni siquiera cuál
+era la de su esposa y cuál la de la criada. Al cabo observó que salían
+del comedor. Todavía se figuró que su mujer aprovecharía aquella ocasión
+para subir a visitarle. Se puso en pie vivamente y se preparó a meterse
+en su cuarto tan pronto como sintiese pasos en la escalera. Pero esperó
+en vano. La señora se dirigió con Dolores hacia el gabinete azul. Sintió
+cerrarse la puerta tras ellas: luego notó que se abría de nuevo y salía
+la doncella y tomaba el camino de su cuarto. Sin duda había ayudado a
+desnudarse a la señora y la dejaba en la cama.
+
+Con la cabeza entre las manos, los codos apoyados sobre las rodillas,
+permaneció inmóvil, abstraído, escuchando ya solamente la voz de su
+pensamiento y los latidos de su corazón. Un vivo despecho, del cual no
+quería darse cuenta, le mordía cruelmente las entrañas. Sentía la
+necesidad de avistarse con su mujer, de injuriarla, de escupirla, de
+abofetearla. ¿Por qué hacía unos instantes se había negado a recibirla,
+y ahora ansiaba de aquel modo tenerla delante? El mayorazgo creía que
+era porque su odio y su indignación habían crecido. No supo el tiempo
+que permaneció en aquella postura. El deseo de verse frente a su esposa
+ardía cada vez más vivo en su pecho, le ponía inquieto, excitado; se iba
+convirtiendo en una fiebre, en una rabia intensa que le devoraba. ¡Oh,
+tenerla entre sus manos, apretarla hasta hacerla gritar de dolor,
+hacerla padecer en el cuerpo lo que él había padecido en el alma! Puntas
+de hierro candentes le pinchaban por la espalda; las manos le temblaban
+como si le pidieran una estrangulación con que calmar sus ansias. Un
+calor insoportable le subía de las piernas al cerebro. Las tinieblas se
+espesaban, le envolvían en una atmósfera tibia, sofocante, como si se
+hallase en un subterráneo. Hubo un instante en que pensó que no podía
+moverse: los miembros entumecidos se negaban a obedecer a su voluntad.
+Hizo un esfuerzo, sin embargo, como si tratase de romper una tela que le
+sujetara, y se puso en pie.
+
+Se dirigió con paso vacilante a su cuarto. La luz del quinqué que ardía
+sobre la mesa le hirió de tal modo que estuvo a punto de caer ofuscado.
+Apagóla de un soplo, buscó a tientas la ventana y la abrió de par en
+par. Una ráfaga viva de viento y agua le azotó el rostro y penetró
+rugiendo por la estancia, echando a volar los papeles de la mesa. D.
+Alvaro aspiró con delicia el aire frío y húmedo, asomóse a la ventana y
+expuso su frente ardorosa a la inclemencia del chubasco. Las mil agujas
+de la lluvia se le clavaron en las mejillas y convertidas en lágrimas
+las bañaron completamente. Por algunos minutos gozó con voluptuosidad de
+aquel frío, apeteciendo que le penetrase en el cerebro y sosegase su
+desordenada actividad. La noche no era tenebrosa. A pesar del espeso
+toldo de nubes, la luz de la luna conseguía cernirse y esparcía una
+débil y triste claridad. Sólo cuando algún nubarrón más espeso y más
+negro pasaba por delante de ella descargando su fardo de agua, la luz se
+extinguía casi por completo. Las olas se estrellaban contra los peñascos
+que sirven de baluarte al Campo de los Desmayos. El viento silbaba entre
+las grietas de la torre de la iglesia. La música lúgubre de los
+elementos embravecidos calmó un poco la fiebre del hidalgo.
+
+Consolado por aquel refresco, respiró con libertad: se creyó dueño de
+sí. Sin embargo, a los pocos instantes el mismo deseo agudo, candente,
+volvió a pincharle el cerebro. ¡Oh, tener delante a la infame, vomitarle
+en el rostro las injurias que su dolor y su indignación habían acumulado
+durante tres años; luego cogerla así por el cuello y retorcérselo! Aquel
+instante de placer compensaría los tormentos que había experimentado. Un
+minuto que valía por toda una existencia de dolor. ¿Y por qué no
+gozarlo? ¿No tenía en su poder al verdugo de su dicha? ¿No estaba allí
+debajo, durmiendo tranquilamente, mientras él se agitaba todavía entre
+crueles torturas? Apartóse un poco de la ventana y se secó el rostro con
+el pañuelo. Sintió que era impotente para luchar con aquel apetito de
+venganza. Toda su filosofía despiadada, indiferente, se había ido a
+pique. El mundo dejó de ser pura representación; se convertía en
+realidad innegable; la vida adquiría el valor absoluto que tiene para
+todo ser finito. Era forzoso, a despecho de la razón, satisfacer los
+instintos animales que gritan en el fondo de nuestro ser. En vano, para
+calmarse, se decía que todas aquellas emociones nada valían ni
+significaban en el curso eterno de las cosas, que dentro de muy poco
+todo sería humo: en vano se representaba la imbecilidad del ser humano,
+luchando y padeciendo en holocausto de una fuerza que se burlaba de él.
+Todos sus pensamientos se estrellaban contra un anhelo poderoso,
+irracional, que le dominaba. El bruto, como sucede siempre, podía más
+que el filósofo.
+
+Buscó a tientas la salida, y apoyándose en las paredes llegó hasta la
+escalera. Al bajar el primer peldaño, sus botas rechinaron en el
+silencio de la casa. Sentóse y se despojó de ellas. Luego se deslizó
+hasta abajo sin hacer el menor ruido. Sin tropezar, por el conocimiento
+perfecto de la casa, avanzó por los corredores hasta llegar a la puerta
+del gabinete azul. En aquel momento el gran reloj del comedor dió una
+campanada. No supo a qué hora pertenecía esta media. Acercó el oído a la
+cerradura y estuvo un rato escuchando sin percibir ruido alguno.
+Indudablemente Joaquina estaba ya durmiendo. Entonces se deslizó hasta
+la puerta de escape que la alcoba tenía en el pasillo y volvió a poner
+el oído. Al cabo de un momento pudo oir una respiración igual y serena.
+Un vivo estremecimiento corrió por todo su cuerpo al percibirla. Sintió
+un nudo en la garganta, pero un nudo de fuego; el corazón quería
+saltarle del pecho: apoyó las manos sobre él para apagar el ruido de las
+palpitaciones. La traidora dormía tranquilamente sin curarse de él.
+¿Aquel deseo de reconciliación era, pues, una farsa? ¿Venía a buscar
+dinero solamente? ¡Qué miserable! ¡Qué mujer tan odiosa!
+
+Empleando todas las precauciones imaginables, levantó el pestillo de la
+puerta y empujó. Tenía el pasador echado por dentro. Entonces se fué a
+la puerta del gabinete. Aquélla estaba abierta. Avanzó por la estancia
+sobre la punta de los pies conteniendo la respiración, llegó hasta la
+alcoba y levantó las cortinas. Dió un paso más y chocó con la cama: puso
+la mano sobre ella y la deslizó hacia la cabecera. Sintió la presión del
+cuerpo de su esposa al hincharse con la respiración. Acercó el rostro
+hacia el sitio donde debía de estar la cabeza de la dama, y dijo muy
+quedo:
+
+--Joaquina, Joaquina.
+
+No despertó.
+
+--Joaquina, Joaquina--repitió.
+
+Tampoco hizo movimiento alguno. Entonces la sacudió levemente por el
+hombro, llamándola de nuevo.
+
+La dama dió un grito y despertó despavorida.
+
+--¡Jesús! ¿Quién es? ¿Quién va?
+
+--No te asustes, soy yo--dijo con voz débil el mayorazgo.
+
+--¿Quién? ¿Quién?--replicó la dama, con señales de terror en la voz,
+echándose hacia la pared.
+
+--Soy yo, soy Alvaro... Mira--añadió con voz temblorosa,--sé que has
+venido a hacer las amistades... Has hecho bien... Olvidémoslo todo,
+comencemos una nueva vida...
+
+La dama no respondió. Metida contra la pared, escuchábase su respiración
+aún anhelante por el susto.
+
+--Hice esfuerzos sobrehumanos para olvidarte--prosiguió con la voz misma
+temblorosa, apagada por la emoción,--pero fueron inútiles... Estás
+metida a hierro y fuego dentro de mi pecho... Has sido mi primero, mi
+único amor en este mundo... Me has hecho mucho daño, ¡mucho! pero aunque
+me hicieses mil veces más, no se borrarán de mi alma los momentos de
+dicha embriagadora que te debo... ¡Te quiero, sí, te quiero, te
+adoro!... Aunque me llamen cobarde, indigno, lo repetiré a la faz del
+mundo entero... ¡Si supieses cuánto he sufrido! No ha sido mi dignidad,
+mi orgullo destrozado, lo que me ha hecho padecer... Mi corazón es el
+que ha sufrido... ¡Qué desconsuelo! ¡Qué tristeza tan honda! Parecía
+como si una mano helada me arrancase suavemente las entrañas... Pero ya
+pasó todo... ¿Verdad que ya pasó?... Comenzaremos a amarnos de nuevo,
+como aquella tarde en que te estreché entre mis brazos por primera vez,
+en una calle de árboles de los jardines de Aranjuez...
+
+El mismo silencio por parte de Joaquinita.
+
+--Contéstame... ¿Te he asustado, vida mía? Perdóname... ¿Por qué no has
+salido luego que se fué ese cura?... ¿Pensabas que iba a arrojarte?...
+No, preciosa mía... no... Te quiero, te adoro...
+
+Al mismo tiempo, alargando las manos, tropezó con una de su esposa, la
+cogió y la llevó a sus labios con entusiasmo. La dama la retiró
+prontamente.
+
+D. Alvaro quedó sobrecogido.
+
+--¿Por qué me retiras tu mano?... ¿No te tiendo yo la mía, y soy el
+ofendido?... ¿No has venido a reconciliarte conmigo?...
+
+--Sí, sí, Alvaro--murmuró ella.--A eso he venido... Me has asustado...
+
+--Perdóname, Joaquina... ¡Si supieses qué alegría me causa el oir tu
+voz! Pensé que nunca ya, ¡nunca ya! la volvería a oir. ¿Quieres ser mi
+esposa?--añadió bajando la voz, inclinándose para acercar la boca al
+rostro de la dama.--Déjame un sitio a tu lado, hermosa... Déjame ser una
+noche feliz...
+
+--No, Alvaro, ahora no--volvió a murmurar la esposa infiel.--Mañana...
+Déjame, estoy muy cansada... Déjame hasta mañana...
+
+--No te molestaré. Me estrecharé cuanto pueda y dormirás tranquila...
+
+--No, ahora no puede ser... Mañana.
+
+--¿Por qué no? ¿No quieres ser mi mujercita? ¿No quieres que seamos
+felices otra vez, como en aquellos primeros meses de nuestro matrimonio?
+
+--Sí, lo quiero... Pero ahora estoy muy nerviosa... Deseo quedarme
+sola... Mañana será otro día, y te prometo ser tuya... Ahí tienes mi
+mano... Vete a dormir, Alvaro... Hasta mañana.
+
+Montesinos buscó en la obscuridad aquella pequeña y hermosa mano, que
+tan bien conocía, y la apretó contra sus labios perdidamente, la devoró
+a besos. Joaquina la abandonó en su poder, esperando que al cabo se
+marcharía. Soltóla, en efecto, pero fué para echarle los brazos al
+cuello y apretarla contra su pecho, loco, perdido de amor, aplastando
+sus labios con besos brutales, frenéticos. La dama forcejeó rabiosamente
+para desasirse, y lo logró, haciendo tambalearse a su marido de un
+empellón.
+
+--¡Te he dicho que no quiero, que no quiero!--le gritó con voz
+colérica.--Si vuelves a tocarme, me marcho desnuda como estoy por esas
+calles... ¡Vete! ¡Vete!
+
+D. Alvaro quedó clavado al suelo por el estupor. No eran sus palabras
+las que le dejaban frío, horrorizado; era aquella voz aguda como la hoja
+de un puñal, que le llegaba hasta lo más hondo del pecho.
+
+--¡Vete! ¡Vete!--repitió ella alzando aún más el grito.
+
+En aquel momento ni un pensamiento cruzaba por el cerebro del mayorazgo:
+todas sus facultades quedaron aniquiladas, rotas por la sorpresa y el
+horror del golpe. No sentía más que una viva impresión de anhelo, como
+si se hubiese caído de algún sitio muy elevado y estuviese aún por el
+aire. El mundo desapareció en medio de aquella oscuridad: nada existía
+en las tinieblas que le envolvían, ni siquiera su pensamiento. Sólo
+quedaba una voz estridente, fatal, y un gran dolor, un dolor eterno.
+
+--¡Vete! ¡Vete!
+
+Tropezando con los muebles, brincando como si escapase de una
+catástrofe, salió de aquella estancia. Se encontró en la escalera
+agarrado fuertemente al pasamanos para no caer. Allí se detuvo y quiso
+coordinar sus ideas. ¿Por qué corría? ¿Qué había pasado? No se daba
+razón de aquella huída repentina. Trató de volverse y penetrar de nuevo
+en la estancia de su esposa y entrar en explicaciones; pero las piernas
+se negaron a obedecerle. Un horror instintivo, como si hubiese delante
+un pozo negro y hondo, le detuvo. Avanzó, cogiéndose con ambas manos a
+la barandilla, y llegó hasta su cuarto. El huracán, penetrando por la
+ventana abierta, se había enseñoreado de él; los papeles volaban, los
+muebles a que se iba agarrando estaban mojados. Sus manos tropezaron en
+el sillón del escritorio, y se sentó sin intentar siquiera buscar las
+cerillas ni cerrar la ventana. Así permaneció inmóvil, con los ojos
+desmesuradamente abiertos en la obscuridad, sin sentir el frío que le
+penetraba hasta los huesos ni el agua de los chubascos que le bañaba a
+intervalos la cabeza, no pudiendo determinar si el rumor que le
+ensordecía y le mareaba era realmente el de las olas o sonaba tan sólo
+en su cerebro.
+
+Así le sorprendió la claridad del día, un día triste y sucio, como casi
+todos los del invierno en Peñascosa. Alzóse al fin, como un sonámbulo,
+entró en la alcoba y se dejó caer pesadamente en la cama. Ramiro no pudo
+despertarle a las nueve para tomar el desayuno. Era un sueño invencible,
+de aniquilamiento, semejante a la muerte. Dormía en una inmovilidad
+absoluta, con los ojos entreabiertos y el rostro densamente pálido.
+Cuando a las tres de la tarde salió de aquel profundo letargo, supo, sin
+asombro alguno, que su esposa se había marchado en la diligencia de
+Lancia.
+
+
+
+
+LA ALDEA PERDIDA
+
+
+La Aldea perdida, que he titulado novela-poema, es en efecto tanto un
+poema como una novela. Y si Dios me hubiese dotado con la facultad de
+fabricar versos armoniosos como a Garcilaso de la Vega, seguramente la
+escribiría en verso.
+
+Está empapada toda ella de los recuerdos de mi infancia. Su escenario es
+la pequeña aldea de las montañas de Asturias donde he nacido y donde se
+deslizaron muchos días, si no todos, los de mi niñez.
+
+Para un niño aquellas peleas a garrotazos entre un puñado de rústicos,
+que a un hombre le causarían risa, tomaban proporciones colosales,
+homéricas. Quizá hoy si presenciásemos las luchas homéricas entabladas
+ante los muros de Troya, nos harían reir también.
+
+Después he visto aquel amado valle natal agudamente conmovido por la
+invasión minera. Su encanto se había disipado. En vez de los hermosos
+héroes de mi niñez vi otros hombres enmascarados por el carbón,
+degradados por el alcohol. La tierra misma había también sufrido una
+profunda degradación. Y huí de aquellos parajes donde mi corazón
+sangraba de dolor y me refugié con la imaginación en los dulces
+recuerdos de mi infancia. De tal estado de ánimo brotó la presente
+novela.
+
+Es la primera y única vez que dejé su nombre verdadero a esta región. La
+había ya descrito en _El Señorito Octavio_ y en _El Idilio de un
+enfermo_ con nombre supuesto. Aquí no sólo conservé los nombres de los
+sitios, sino también los de algunos personajes que en la acción
+intervienen. La casa de Entralgo es la mía solariega. Su dueño, D. Félix
+Ramírez del Valle era mi abuelo, a quien sólo guardé sus iniciales, pues
+se llamaba D. Francisco Rodríguez Valdés. Su criado Linón de Mardana,
+que lo fué después de mis padres y por último mío, murió hace cuatro
+años de más de noventa.
+
+A nadie sorprenderá, pues, mi predilección por esta novela. Si hubiesen
+de perecer todas y se salvase una del olvido, quisiera que fuese ésta.
+La escribí para mí únicamente como el hombre que se divierte haciendo
+solitarios con una baraja. No pude imaginar que pudiera ser gustada más
+que por algunos viejos asturianos como yo. Sin embargo, contra todos mis
+cálculos, fué acogida con extraordinaria benevolencia, y es una de las
+que más se han popularizado. Algunos críticos, con razón o sin ella, la
+prefieren a todas las otras. Tan cierto es que en literatura nada hay
+mejor que dar gusto a sí mismo para dárselo a los demás.
+
+
+
+
+EL DESQUITE
+
+
+ Los mozos del valle de La viana se hallaban divididos en dos
+ bandos. De un lado, los de las parroquias de Lorío y Condado; de
+ otro, los de Entralgo y Villoria. En las romerías era donde
+ especialmente estallaban las reyertas y donde se apaleaban
+ lindamente; pero también en particular y en días ordinarios solía
+ haber algunos choques. Jacinto de Fresnedo, mozo de la parroquia de
+ Villoria, galantea a Flora que es de Lorío. Una noche va a
+ visitarla. Saliendo de su casa, tropieza en el camino con Toribión
+ de Lorío y otros mozos, que le arrancan el palo, le golpean y le
+ torgan. La torga consiste en amarrar el propio palo a la espalda de
+ un mozo con los brazos en cruz y luego soltarle los pantalones,
+ para que, formando grillete, apenas le deje caminar. Jacinto con
+ gran dificultad logra llegar a su casa. Su primo Nolo de la Braña,
+ que por desabrimiento con sus amigos se hallaba hacía tiempo
+ apartado de las peleas, indignado con la humillación infligida a un
+ pariente tan cercano, se decide a vengarle.
+
+Cuando un mensajero enviado de Villoria anunció a Nolo la humillación
+que los mozos de Lorío habían infligido a su primo, en el primer momento
+se resistió a creerlo. Rendido, sin embargo, a la evidencia, fué
+acometido de un furor insano que puso en huída al zagal que le trajo la
+noticia. Se arrancaba los cabellos, pateaba el suelo como un potro no
+domado, batía contra las paredes de su casa los aperos de la labranza,
+lanzaba terribles imprecaciones y amenazas. Al fin cayó en una calma más
+terrible aún que su furor. Quedó pálido y profundamente sosegado. Subió
+a su cuarto para vestirse el traje de los días de fiesta, el calzón
+corto de paño verde con botones dorados de filigrana, el chaleco
+floreado, la blanca camisa de lienzo que la tía Agustina había hilado
+con sus manos primorosas; ciñó a sus pies los borceguíes de becerro
+blanco, cubrió su cabeza con la montera picuda de terciopelo, echó en
+seguida sobre sus hombros la chaqueta; tomó su palo. Así ataviado se
+puso en marcha y bajó a Fresnedo. Llamó en una de las primeras casas;
+preguntó por uno de sus amigos; le dijo algunas palabras al oído. El
+semblante del mozo se contrajo. Nolo le hizo una pregunta en voz baja.
+Respondió el mozo con un signo de afirmación. Nolo se despidió. En esta
+forma recorrió las casas de los más bravos guerreros de Fresnedo. Luego
+envió emisarios a las Meloneras, a los Tornos y a Navaliego. Después
+bajó a oir misa a Tolivia.
+
+A las tres de la tarde se reunían en las afueras de esta aldea hasta
+cincuenta mozos de los altos de Villoria, la flor de la juventud
+montañesa del valle de Laviana, y emprendieron la marcha hacia la
+romería del Otero. ¿Por qué tan tarde? A la hora en que llegaréis,
+galanes, la romería estará muy cerca de deshacerse: las hermosas zagalas
+buscarán ya con la vista a sus parientes para reunirse a ellos y tomar
+el camino de su casa. No importa. Hoy no es día de festejar a las
+rapazas.
+
+Marchaban fieros y graves, el rostro contraído, la mirada fija. Ninguna
+chanza alegre se escuchaba entre ellos como otras veces: ni una palabra
+salía de sus labios. Sus pasos sonaban huecos y lúgubres por la calzada
+pedregosa. ¡Así os ví cruzar por Entralgo con vuestras monteras sin
+flores, con vuestros palos enhiestos como una nube que avanza negra por
+el cielo para descargar su fardo de cólera sobre alguna comarca próxima!
+Mi corazón infantil palpitó y desde el corredor emparrado de mi casa os
+grité:
+
+--Nolo, ¿vais a zurrar a los de Lorío? ¡Llévame contigo!
+
+Yo te vi sonreir, intrépido guerrero de Villoria. Alzaste la mano y me
+enviaste un gracioso saludo.
+
+En vez de cruzar la barca, subieron un poco río arriba y lo salvaron por
+un vado descalzándose previamente. A toda costa no querían llamar la
+atención y caer sobre la romería de improviso. Una vez en el camino de
+la Pola ascendieron por la montaña hacia el santuario del Otero, no
+siguiendo el camino trillado, sino por senderos extraviados.
+
+El campo donde la fiesta se celebraba era un prado casi circular y llano
+sobre la misma colina. Más de la mitad de él, por la parte superior,
+estaba rodeado de un espeso bosque de robles. Los de Fresnedo se
+ocultaron allí sin ser vistos de la gente de la romería.
+
+Hallábase ésta en todo su esplendor. Hervía el campo con rumor gozoso de
+cantos y risas y pláticas ruidosas. Una muchedumbre vestida de día de
+fiesta discurría por él entrando y saliendo de la iglesia, parándose
+delante de los puestos de bebidas, comprando frutas y confites o
+agrupándose en torno de los bailarines. Debajo de un hórreo próximo al
+templo sonaban la gaita y el tambor y allí más de dos docenas de mozos
+y mozas se entregaban con furor al baile. Más lejos, en paraje
+descubierto, danzaban otros formando enormes círculos que giraban
+cadenciosamente al compás de sus cantos.
+
+--Florita, ¿dónde tienes a Jacinto?--preguntó una joven de la Pola a la
+gentil molinerita de Lorío.
+
+Ambas se hallaban próximas al hórreo contemplando el baile.
+
+--¡Madre! ¿Es algún gato Jacinto que se trae y se lleva en una
+cesta?--respondió Florita enseñando para reir las perlas de sus dientes.
+
+--Si no lo es, alguna vez quisiera convertirse, aunque no fuese más que
+para saltarte sobre el regazo.
+
+--¡Calla, tonta! Pronto le diría ¡zape! Los gatos dejan muchos pelos en
+la ropa--exclamó la zagala dando un cariñoso empujón a su amiga que por
+poco le hace caer de espaldas.
+
+--¡Vaya, que antes ya le pasarías la mano sobre el lomo!... ¡Pobrecito!
+¡Pobrecito menino!
+
+--¡Fu! ¡fu! ¡Zape!--gritaba la niña emprendiéndola a pellizcos con la
+burlona y retorciéndose de risa.
+
+Sin embargo, al cabo quedó seria. Estaba sorprendida y despechada al
+mismo tiempo de no ver a su novio en la romería. ¿Se iría a hacer el
+desdeñoso aquel zarramplín después de haberle arrancado la confesión de
+su amor? Esta idea inquietaba su orgullo y arrugaba su frentecita.
+
+--¿Lo ves cómo te quedas seria?--le dijo su amiga con ojos
+maliciosos.--No puedes ocultar que estás chaladita perdida por Jacinto.
+
+Hizo un mohín de desprecio la linda morenita.
+
+--¡Yo perdida por ese cachorro!... No me conoces, Carmela.
+
+Y para demostrar lo contrario llamó a uno de sus primos que por allí
+andaba y le invitó a bailar. Bailaba con sobrado coraje la molinera de
+Lorío para que no dejase sospechar que había en ello más jactancia que
+alegría.
+
+Sin embargo, la romería iba cerca de su fin. El sol se acercaba
+lentamente a las cumbres de la Vara, encima de Canzana: pronto les daría
+el beso de despedida. Andaban por el campo de la fiesta bastantes mozos
+de Villoria y Tolivia y algunos de Entralgo, pero desparramados, mustios
+y con apariencia de huídos. Las repetidas victorias de los de Lorío los
+tenían acobardados y recelosos, sin gana alguna de emprender nueva
+quimera, aunque sus enemigos les daban para ello sobrado motivo. Es
+indecible el grado de orgullo y de insolencia a que éstos habían
+llegado. No sólo con miradas y gestos provocativos les quemaban la
+sangre, sino también con picantes indirectas y con insultos groseros les
+ponían en el trance a cada instante de perder la paciencia y
+experimentar una nueva y vergonzosa derrota.
+
+Pero el más insolente, el más provocativo, el más fachendoso de todos
+era Toribión de Lorío. Imposible mirar solamente a aquel hombre sin
+sentir el corazón henchido de rabia. Por eso los de Entralgo y Villoria
+se apartaban cuanto podían de los parajes en que el jefe poderoso de
+Lorío relampagueaba de orgullo y de jactancia.
+
+Jamás se le viera más alegre y fanfarrón que aquella tarde. Con la
+montera terciada y el garrote empuñado por el medio iba de un lado a
+otro sonriente, provocativo, embromando a unos, injuriando a otros, como
+si el campo de la romería fuese suyo o no hubiera en dos leguas a la
+redonda más rey ni más amo que él.
+
+Y en verdad que no parecía en toda la comarca mozo más fornido... Su
+padre, labrador rico de Lorío, lo había criado no con nabos y castañas,
+sino con sabrosos torreznos de jamón y cecina, con pan de escanda y
+buenos tragos de vino de Toro que los arrieros de Castilla acarrean por
+el puerto de San Isidro. Por eso era capaz de alzar sobre los hombros un
+carro de hierba; por eso nadie osaba competir con él ni en la siega ni
+partiendo leña. Llevaba aquel día envuelta la cabeza, por mayor gala, en
+un pañuelo floreado de seda y la montera encima; apretaba sus piernas
+membrudas de gigante fino calzón de Segovia; colgaban de la botonadura
+de su chaleco los cordones del justillo de Flora que había arrancado la
+noche anterior al infortunado Jacinto.
+
+Cuando se hartó de caracolear por los diversos grupos decidióse a entrar
+en la danza. Su presencia causó disturbio y malestar entre los mozos.
+Porque Toribión, no sólo con los enemigos, sino con los suyos se
+mostraba intemperante. Ahora daba terribles empellones a los mozos que
+tenía más próximos haciéndoles vacilar cuando no caer de bruces, ora se
+gozaba en apretarles la mano hasta hacerles exhalar gritos de dolor.
+Reía, gritaba, cantaba y hablaba a destiempo.
+
+--¿Dónde están los pollos de Entralgo y de Villoria?--profería riendo a
+carcajadas.--Hace ya mucho tiempo que no oigo su _pío pío_. ¿Andan de
+rama en rama los pajaritos o están todavía en el nido esperando a que su
+madre los cebe?... Dicen que los espanta el milano... ¡Cua! ¡cua!
+¡Corred, corred, pollitos, que allá va el milano!... ¡Cua! ¡cua!
+
+Y extendía los brazos y chillaba imitando el grito de las aves de
+rapiña. Y su risa era tan grande que el exceso de alegría bañaba sus
+mejillas de lágrimas.
+
+--¡Ijujú!--concluyó gritando con su voz de bronce.--¡Viva Lorío!
+
+Un hombre saltó en aquel momento en medio del corro y gritó con voz
+estentórea:
+
+--¡Muera!
+
+Aquel intrépido guerrero era el hijo del tío Pacho de la Braña.
+
+--¡Muera!... ¡muera!... ¡muera!
+
+Tres veces repitió el mismo grito. Su voz poderosa llegó hasta los
+últimos confines de la romería produciendo en ella un estremecimiento de
+terror. Corrieron los niños a refugiarse entre las faldas de sus madres,
+desbandáronse los hombres, chillaron las mujeres, volcáronse las mesas
+de confites y las cestas de fruta. Un miedo pánico se apoderó de aquella
+muchedumbre tan alegre momentos antes.
+
+Toribión de Lorío empalideció también; pero reponiéndose presto se lanzó
+sobre su rival soltando espumarajos de cólera. Alzó su garrote enorme
+como una tranca que sólo él era capaz de manejar y lo descargó con tal
+ímpetu sobre la cabeza de Nolo que se la hubiera partido si éste no
+hubiera evitado el golpe esquivando el cuerpo.
+
+--Has errado el golpe, Toribión--profirió con voz entera el héroe de la
+Braña.--Si tuvieses las manos tan ligeras como la boca pronto darías
+buena cuenta de mí. Pero confío en que ahora vas a pagar tu fachenda de
+siempre y la marranada de ayer. ¡Muera el cerdo de Lorío!
+
+Ambos combatientes se arrojaron el uno sobre el otro con el corazón
+henchido de un furor salvaje. Nolo, aunque de la misma estatura que el
+caudillo de Lorío, era menos corpulento; mas lo que le cedía en cuerpo
+se lo ganaba en flexibilidad y ligereza. Se habían arrollado la chaqueta
+al brazo izquierdo para que les sirviese de escudo. El palo de Nolo era
+corto, de acebuche, pintado al fuego y sujeto a la muñeca por una
+correa. El de Toribio largo y pesado de roble.
+
+Los mozos de Lorío se habían aproximado de una parte, los de Entralgo y
+Villoria de otra. Pero los dos bandos se mantuvieron apartados por
+tácito acuerdo, dejando amplio trecho para que sus héroes más famosos
+saldasen solos y cara a cara la cuenta que tenían pendiente.
+
+Toribión, así que hubo errado el golpe, levantó de nuevo la tranca; pero
+antes que tuviese tiempo a descargarla se le anticipó con increíble
+presteza el de la Braña y le atizó un estacazo en la cabeza que le
+obligó a tambalearse. Reponiéndose instantáneamente volvió sobre su
+adversario como un león hambriento o un jabalí que necesita abrirse
+paso. Nolo pudo parar el golpe con el brazo izquierdo que aun con la
+almohada de la chaqueta se resintió bastante. Lanzó un rugido de dolor
+el guerrero de la Braña y acometido por la rabia homicida comenzó a
+brincar en torno de su enemigo como un tigre sediento de sangre,
+atacándole por todas las partes con incansable furor. Temblaba la tierra
+bajo los pies de tan formidables guerreros, crujían sus palos al
+chocarse, escuchábase de lejos su resuello temeroso. Todo el campo de la
+fiesta se estremecía pendiente de aquella descomunal batalla.
+
+Por fin el hijo del tío Pacho alcanzó el brazo derecho de su contrario
+con un garrotazo. Saltó el palo de la mano de Toribión y quedó inerme
+frente a su adversario. Entonces viéndose perdido, no halló otro recurso
+que volver la espalda y darse a correr moviendo con ligereza sus
+piernas. Pero el valiente Nolo le seguía de cerca lleno de confianza en
+sus pies rápidos. Dos veces dieron la vuelta entera al campo de la
+romería. Como un galgo persigue al través de la verde llanura a la
+liebre que acaba de levantar entre la maleza, así el héroe de la Braña
+seguía y apretaba cada vez más al ilustre guerrero de Lorío. Los de uno
+y otro bando se mantienen suspensos y anhelantes contemplando la carrera
+de sus jefes, el uno fugitivo, el otro corriendo sobre sus pasos.
+
+La mala ventura de Toribión quiso que al hacer la tercera vuelta se le
+enredasen los pies entre un helecho y cayese de bruces. Alzóse
+rápidamente, pero antes que pudiera emprender de nuevo la carrera un
+garrotazo de Nolo le hizo dar con su pesado cuerpo en el suelo. Entonces
+el irritado mozo sació sobre él su furor descargando sobre sus espaldas
+algunos garrotazos, mientras le decía lanzándole una mirada feroz:
+"¡Echa roncas ahora, pelele, echa roncas! ¿Te creíste que porque Dios te
+ha dado mucha fuerza los demás somos de manteca? Si ayer noche fuera yo
+con Jacinto no lo hubierais torgado, gran cerdo. ¡Toma por ladrón! ¡Toma
+por cerdo!"
+
+Los de Lorío, viendo a su compañero así caído y golpeado, volaron al fin
+a su socorro. Mas los de Entralgo y Villoria, animados con la presencia
+de Nolo y su buen suceso, les salieron al encuentro. Cuando los de uno y
+otro bando se hubieron encontrado, sonó un formidable clamor. Los
+hombres chocaron con los hombres, los palos con los palos. Escucháronse
+a la vez gritos de triunfo y lamentos, imprecaciones y vivas. Como dos
+ríos impetuosos que caen de la montaña y sus aguas se tropiezan en el
+valle con fragoroso estruendo que se oye a lo lejos, así los dos
+ejércitos rivales cayeron el uno sobre el otro. Igual furor los anima:
+el mismo deseo de gloria agita sus corazones.
+
+Sin embargo, los de Entralgo eran menos numerosos, y ante la avalancha
+formidable de sus enemigos no tardaron en ceder terreno. Entonces Nolo
+de la Braña se salió un instante del sitio de la lucha y lanzó un
+silbido penetrante. Los cincuenta guerreros de Fresnedo, Meloneras y
+Navaliego, al oir aquella señal, surgieron de improviso del bosque donde
+se hallaban ocultos y cayeron como buitres hambrientos lanzando gritos
+horrísonos sobre los mozos del Condado y Lorío. ¿Quién pudiera resistir
+el ímpetu de aquella juventud magnánima? Una tromba de agua y pedrisco
+no causaría más daño en un sembrado: la mar alborotada arrojando sobre
+la tierra sus espumas amargas no infundiría más espanto. Todo cae, todo
+huye, todo grita delante de su furor indomable. Los de Lorío, aterrados,
+apenas pueden resistir breves instantes. En vano el valeroso Firmo de
+Rivota los anima con grandes voces al combate y dando el ejemplo se
+arroja con temerario coraje en medio de la pelea. El mísero sucumbe al
+fin bajo el garrote de Jacinto de Fresnedo; cae aturdido y es pisoteado.
+
+¡Musas, decidme los nombres de los guerreros que allí cayeron o salieron
+descalabrados bajo los garrotazos de los hijos magnánimos de Entralgo,
+porque yo no acierto a contarlos! Tú, bizarro Angelín de Canzana,
+tumbaste de un estacazo en medio de la cabeza al esforzado Luisón de la
+Granja, hijo del tío Ramón, famoso domador de potros. Confiado en sus
+fuerzas extraordinarias, quiso hacerte frente; pero lograste pronto
+volcarle y fué pisoteado. El valeroso Ramiro de Tolivia midió varias
+veces las espaldas con su garrote a Juan de Pando, afamado en todo el
+valle, no sólo por su valor, sino por la habilidad en el baile. Ninguno
+con más primor ejecutaba las mudanzas y saltaba delante de su pareja: en
+esta ocasión no le valieron sus ágiles piernas: aunque corría como un
+gamo por el monte abajo, Ramiro le alcanzó repetidas veces con su palo.
+Froilán de Villoria desarmó y apaleó sin piedad a Pin de Boroñes,
+sobrino del cura del Condado, a quien su tío estaba enseñando latín para
+enviarlo al Seminario de Oviedo y ordenarlo _in sacris_ por la carrera
+abreviada. Antes que el obispo lo consagrase, Froilán logró hacerle un
+buen chichón en la corona. Pero más que todos éstos se distinguió en
+aquella jornada memorable Tanasio de Entralgo. Su cayado fulminante,
+cortado en el monte Raigoso, abatía cuanto encontraba delante. Imposible
+contar el número prodigioso de bollos y tolondrones que aquel mortífero
+instrumento causó en breve tiempo. No era un arma en sus manos, sino
+rayo fragoroso, resonante, que sembraba el terror y la alarma por
+doquiera que pasaba.
+
+¿A quién sacrificaste tú, impetuoso Celso, honor y gloria de mi
+parroquia? Bajo tus acometidas invencibles cayeron muchos y bravos
+guerreros de Lorío y cayó también el más ilustre de los hijos del
+Condado, el famoso Lázaro, que después de Toribión y Firmo era tenido
+por el más esforzado de los enemigos de Entralgo. No le valió su garrote
+nudoso de acebuche ni le valieron sus saltos prodigiosos. Tú derribaste
+de un garrotazo su montera adornada de claveles y luego le tentaste
+varias veces la cabeza y las costillas. ¿A quién inmolaste tú,
+industrioso Quino, el más galán y más prudente de los hijos de
+Entralgo? Bajo tu palo gimieron muchos bravos en aquella aciaga jornada
+y por fin tuviste el honor de ver huir delante de ti al valeroso Lin de
+la Ferrera. Si no le diste alcance no fué porque te faltasen piernas,
+sino porque no quisiste que los mozos del Condado te cortasen la
+retirada.
+
+Pero en aquella ocasión por su fuerza y por su audacia se distinguió
+Nolo, el hijo del tío Pacho de la Braña, entre todos los hijos de
+Villoria y Entralgo y ganó gloria imperecedera. Parecido a una llama
+impetuosa penetra entre las filas de los contrarios sembrando en ellas
+el pavor. Tan pronto está en un sitio como en otro; aquí tumba a un
+mozo, más allá desarma a otro, en otra parte persigue a un fugitivo.
+Imposible averiguar a qué campo pertenecía, si peleaba del lado de Lorío
+o de Entralgo. Como un río impetuoso se despeña en el invierno sobre el
+valle y rompe los diques que las manos del hombre le han puesto y
+arrastra los árboles y las casas y destruye las más florecientes
+heredades, de tal modo el hijo del tío Pacho penetra en las espesas
+falanges de los de Lorío introduciendo en ellas el desorden y el
+espanto.
+
+¿Dónde estabas tú, belicoso Bartolo, dónde estabas tú en aquel momento
+de perdurable memoria para nosotros? Habías llegado tarde a la romería y
+te habías acercado al hórreo donde los zagales y zagalas se entregaban
+al baile. Allí tropezaste con un amigo que te invitó a beber unos vasos
+de sidra. Y descuidadamente, sin pensar que los de Entralgo iban a
+necesitar pronto de tu invencible brazo, te entretuviste alegremente
+narrando amores y combates. En vano te dijeron: "Bartolo, parece que hay
+palos en la romería." Tú no hiciste caso, acostumbrado como estabas a
+despreciar los peligros, y enardecido por la plática y la sidra seguiste
+relatando la historia maravillosa de tus hazañas. Cuando al cabo algunos
+fugitivos vinieron a refugiarse bajo el hórreo y pudiste cerciorarte de
+que la bulla no era niñería, con terrible calma cubriste tu cabeza con
+la montera, pediste otro vaso de sidra, lo bebiste y después de haberte
+limpiado repetidas veces los labios con el dorso de la mano dijiste con
+sosiego aterrador: "Vamos a ver lo que quieren esos pelafustanes." Y
+saliste arrojando miradas homicidas a todos lados.
+
+Pero ya la victoria estaba declarada por los de Entralgo. Los de Lorío y
+Condado corrían desbandados y seguidos de cerca por los primeros. Las
+mujeres, los niños y los hombres pacíficos se habían refugiado en el
+pórtico y en los alrededores de la iglesia. El campo de la romería
+estaba poco menos que desierto. Sembrados por él y aturdidos por los
+garrotazos yacían algunos guerreros. Uno de ellos se levantó y
+derrengado, sin palo y sin montera enderezó sus pasos trabajosamente
+hacia la iglesia. Era el famoso Toribión, el caudillo ilustre de Lorío.
+Bartolo lo vió y animado de un valor intrépido saltó sobre él como un
+león y de un par de estacazos le hizo de nuevo medir el suelo.
+
+--Ya caíste entre mis uñas, Toribión--exclamó con sonrisa diabólica--.
+Mucho tiempo hacía que tenía gana de verme cara a cara contigo. Cuando
+te levantes marcha a Lorío y cuenta a tus compañeros cómo te ha hecho
+morder la tierra el hijo de la tía Jeroma de Entralgo.
+
+Después, sereno, majestuoso, semejante a un dios recorrió el campo de la
+fiesta sin que nadie se opusiera a su marcha triunfante.
+
+Hartos de apalear y perseguir a los de Lorío, no tardaron en llegar los
+zagales victoriosos de Entralgo y de Villoria lanzando gritos de
+triunfo. De nuevo se puebla el campo de romeros y por algún tiempo reina
+la misma animación. Los mozos vencedores, ebrios de alegría, quieren
+depositar su triunfo a los pies de las rapazas y les ofrecen sus
+monteras llenas de confites y avellanas tostadas. Sonríen ellas, se
+hacen las melindrosas; insisten ellos y a pesar de su fuerza indomable
+se muestran ruborosos y humildes como niños.
+
+Jacinto se acerca a Flora. Su rostro aún está contraído, sus manos
+tiemblan, todo su cuerpo manifiesta extraña agitación.
+
+--¿Qué mosca te ha picado, Jacinto?--le pregunta la linda morenita
+mirándole con una risa maliciosa.
+
+--¿Sabes lo que han hecho ayer noche conmigo tus vecinos?--exclama
+rudamente el mozo.
+
+Flora le mira sorprendida.
+
+--Pues en cuanto salí de tu casa, antes que llegase a Rivota, entre
+Toribión y otros tres me torgaron.
+
+Un relámpago de ira pasó por los ojos de la zagala.
+
+--¿No te dije que no te fiases de ellos, Jacinto? ¡Que eran muy burros!
+¡muy burros!
+
+
+
+
+ADIOS
+
+ Demetria, hija natural de una señora de elevada alcurnia de Oviedo,
+ fué entregada al nacer a unos labradores de Canzana, el tío Goro y
+ la tía Felicia. Se crió como hija suya y llegó á los diez y seis
+ años sin conocer el secreto de su nacimiento. Su verdadera madre,
+ arrepentida del abandono en que la había tenido, se presenta un día
+ en Canzana reclamándola. Demetria estaba en relaciones amorosas con
+ Nolo de la Braña. Tanto por esto, como por el intenso cariño que
+ profesaba a sus padres y hermanos putativos, experimenta un
+ profundo pesar.
+
+
+Así fué como los de Entralgo lograron el desquite, ganando inmensa
+gloria. Pero el hijo intrépido del tío Pacho de la Braña no pudo
+saborearla porque no halló en la romería a Demetria, aunque largo tiempo
+la buscó por todas partes. Nadie le daba noticia de ella, ni del tío
+Goro ni de Felicia. Preguntó a Flora y ésta tampoco sabía por qué su
+amiga dejara de asistir a fiesta tan renombrada. Con el corazón lleno de
+tristeza el héroe de la Braña iba y venía de un grupo a otro, siempre
+con la esperanza de hallar en alguno a su dueño bien querido. Cuando se
+llegó la noche y aquella muchedumbre se fué dispersando tomó la
+resolución de ir a Canzana y así lo comunicó a sus compañeros. Pero el
+prudente Quino le habló de esta manera:
+
+--Yo no dudo, Nolo, que vayas a Canzana esta noche, aunque bien sabes
+que los de Lorío no dejarán de esperarte en el camino. Si todos los
+hemos agraviado ahora, a nadie más que a ti guardarán rencor. Grande
+alegría les darías si pudiesen saciar en ti su venganza, porque tú
+fuiste quien les preparó la garduña en que cayeron. Mi parecer es que
+dejes la visita hasta mañana y que la hagas a la luz del día, cuando
+todos esos mozos estén en el trabajo. Y si es que no quieres dejarla,
+entonces nosotros te acompañaremos después hasta Villoria.
+
+El hijo del tío Pacho lanzándole una mirada feroz le respondió:
+
+--Pasmárame a mí que no salieses con alguna de las tuyas. ¿Quién sino tú
+pudiera meterme miedo con esos mamones que todavía están corriendo y no
+pararán hasta esconderse debajo del escaño de su casa? Tienes el corazón
+de liebre y vales más para comer la torta y la leche al pie del lar que
+para sacudir garrotazos en las romerías. Guárdate, guárdate en casa esta
+noche, que yo no necesito que nadie me dé escolta.
+
+El industrioso Quino sintió que el calor subía a sus mejillas y replicó
+encolerizado:
+
+--Nada te he dicho, Nolo, que merezca que me insultes de ese modo, y no
+es de mozos criados en ley de Dios hacer ofensa a los amigos que se han
+portado bien. Si yo como la torta al pie del lar, tú la comes también,
+porque no te mantienes del aire, y si tú das garrotazos en las romerías,
+garrotazos sacudo yo cuando se tercia. Vete solo si quieres, que no
+será Quino de Entralgo quien te lo estorbe.
+
+Iba a contestar Nolo con otras pesadas palabras; pero el intrépido Celso
+de Canzana, temiendo que la disputa llegase a pelea, se apresuró a
+intervenir.
+
+--Ya que lo veo necesario, Nolo, voy a decirte lo que sé y que según las
+trazas nadie ha querido contarte hasta ahora. Esta mañana se presentó en
+Canzana una gran señora y preguntó por el tío Goro y la tía Felicia.
+Entró en su casa, habló con ellos y también con Demetria y se fué en
+seguida. Allí se dice que esta gran señora es la madre de tu rapaza y
+que se la lleva para Oviedo o Gijón. Ahora ya sabes por qué no ha venido
+esta tarde a la romería. Si quieres ir a Canzana puedes hacerlo, y si a
+la Braña lo mismo. De todos modos, los mozos de Entralgo estamos siempre
+para lo que gustes mandar.
+
+Quedó Nolo suspenso y acortado al escuchar estas palabras. Una gran
+tristeza inundó su corazón y empalidecieron sus mejillas. Apenas pudo
+murmurar las gracias. Repuesto un poco, al cabo se despidió de sus
+amigos manifestando que iba derecho a su casa.
+
+Se acostó en la cama, pero no pudo gozar de las dulzuras del reposo.
+Todas sus ilusiones se huían. Aquel amor profundo, el primero y el único
+de su vida, se disipaba como un sueño. Lo que tenazmente se susurraba
+hacía tiempo y había llegado varias veces a sus oídos resultaba cierto.
+Demetria no era hija de aldeanos, sino de señores, y señora ella misma
+por lo tanto. ¿Cómo se acordaría en las alturas de su nueva posición de
+la bajeza de aquel aldeano que la amaba? ¡Oh, cuánto la amaba! El pobre
+Nolo daba vueltas en su lecho cual si tuviese espinas.
+
+Por la mañana pensó en comunicar con su madre tan tristes noticias, pero
+no pudo hacerlo. La voz no quiso salir de su garganta; temía echarse a
+llorar como un niño. Salió a trabajar, pero en vez de hacerlo dejóse
+caer bajo un árbol, y así se estuvo toda la mañana inmóvil, con los ojos
+extáticos. Un deseo punzante le acometió, el de ver por última vez a
+Demetria y despedirse. Quizá no se hubiese marchado aún. Si se había
+marchado, quería ver siquiera aquella casa en que ella respiró y
+sentarse en la misma tajuela y hablar con los que siempre había tenido
+por padres. Comió apresuradamente y salió con disimulo sin decir una
+palabra.
+
+Bajó a Villoria. Una vez allí, en vez de tomar el camino real de
+Entralgo, a la derecha del riachuelo, siguió la margen izquierda, por la
+falda de la montaña, a la altura de Canzana.
+
+Tampoco Demetria logró dormir aquella noche. Había pasado todo el día
+sumida en profunda tristeza, llorando a ratos amargamente, haciendo, sin
+embargo, penosos esfuerzos para mostrarse serena a fin de no aumentar el
+dolor de la buena Felicia que estaba inconsolable. Lo que más entristaba
+a la zagala era que ésta perdiera aquella confianza maternal para
+tratarla y reprenderla. Se mostraba, a par que afligida, un poco
+confusa en presencia de la que ya no podía llamar hija.
+
+Esperó con ansia la noche para ver a Nolo, pues no dudaba que éste, no
+hallándola en la romería, viniese a Canzana. Amargo desengaño
+experimentó al observar que se llegaba la hora de irse a dormir sin que
+el mozo de la Braña llamase a su puerta. Y el mismo punzante deseo que a
+Nolo le acometió a ella: el de despedirse y darle testimonio de su
+constante amor.
+
+Al día siguiente toda la mañana empleó en los preparativos de su viaje.
+Efectuáronse éstos en silencio y tristemente. La casa estaba como si
+hubiera muerto alguno. Después de comer manifestó que iba a Lorío a
+despedirse de Flora; la avergonzaba mucho manifestar su verdadero
+designio. Bajó la calzada de Entralgo, pero antes de trasponer el puente
+siguió la margen izquierda del río, pasó por el cimero de Cerezangos y
+se dirigió a Villoria.
+
+Los caminos eran de montaña: unas veces senderos en los prados, otras en
+los bosques de castaños, otras, en fin, calzadas estrechísimas entre
+paredillas recubiertas de zarzamora y madreselva. En el recodo de una de
+estas calzadas se encontró de improviso con Nolo. Ambos quedaron
+sorprendidos y sonrieron avergonzados sin pronunciar palabra. Fué
+Demetria quien primero rompió con franqueza el silencio:
+
+--Iba a la Braña, Nolo.
+
+--Y yo a Canzana, Demetria.
+
+--Tenía que hablarte.
+
+--Yo a ti también.
+
+Demetria le miró sorprendida.
+
+--¿Sabes algo?--le preguntó vacilante.
+
+--Sí... Ayer me dijeron lo que había pasado por la mañana en tu casa.
+
+Los dos guardaron silencio. Se habían arrimado a la paredilla, el uno al
+lado del otro. Demetria arrancó un retoño verde de la zarza y lo deshizo
+entre los dedos con la mirada fija en el suelo. Nolo con los ojos
+abatidos igualmente daba golpecitos con su nudoso garrote sobre las
+piedras del camino.
+
+--Nunca estuve más descuidada y alegre que ayer por la mañana--profirió
+al cabo en voz baja la joven--. Había lavado y vestido a mis hermanos y
+tenía mi ropa extendida sobre la cama para ponérmela cuando volviese de
+la fuente... Pensaba en la romería... Pensaba en bailar hasta caer
+rendida... Pensaba en ver a Flora... Cuando bajé la escalera encontré a
+mi madre llorando. Delante estaba una señora tan alta como yo, seria,
+con el pelo casi blanco. Llevaba pendientes que relucían como si
+tuviesen fuego dentro y en las muñecas unos anillos grandes con piedras
+verdes que relucían también... Cuando mi madre me dijo: "Demetria, esta
+señora es tu madre; yo no lo soy", pensé que me venía el techo encima.
+Quedé sin gota de sangre. Después me dijeron que iban a llevarme a
+Oviedo y vestirme de señora...
+
+--¿Y no te alegras de eso?--preguntó Nolo sin levantar los ojos.
+
+--No--respondió secamente la zagala.
+
+Hubo una pausa. Nolo volvió a preguntar tímidamente:
+
+--¿Será por el tío Goro y la tía Felicia? Te han criado como padres y tú
+los quieres como si lo fuesen...
+
+--Sí, por ellos es... y por ti también--añadió rápidamente y en voz más
+baja.
+
+Un estremecimiento sacudió el cuerpo del mozo de la Braña.
+
+--¡Oh, por mí!... ¡Bien te acordarás cuando seas señora y vistas de seda
+y cuelgues de las orejas pendientes que reluzcan como candelas de este
+pobre aldeano que allá en la Braña destripa terrones!
+
+--Calla, Nolo, calla--profirió ella con acento severo--. No me obligues
+a decir lo que no debo. Ya pueden ponerme los vestidos que quieran:
+debajo de ellos siempre estará Demetria, la misma rapaza para quien
+hacías zampoñas y buscabas nidos allá en el monte, la misma que
+acompañaste en las romerías tantas veces.
+
+El mozo de la Braña escucha estas nobles palabras con alegría y guarda
+silencio paladeando su sabor delicioso.
+
+--Si en Canzana hubieran querido--añadió la joven después de un rato con
+acento no exento de amargura--nadie me sacaría de casa.
+
+--¡Qué iban a hacer los pobres, si no son tus padres!--murmuró Nolo.
+
+Ellos nada, pero dejarme a mí que lo hiciera.
+
+--Bien sabes, Demetria, que eso no puede ser. Ni tenían razón para ello,
+ni se habrán atrevido a aconsejártelo.
+
+Calló la zagala, comprendiendo que Nolo tenía razón, que su queja era
+injustificada.
+
+--De todos modos--profirió después con resolución--, si ahora me marcho,
+algún día volveré. Nadie me quitará de venir a ver a mis padres... Y si
+me lo quitan, ya sabré lo que he de hacer.
+
+--¿Cuándo te marchas?
+
+--Mañana. Regalado, el mayordomo de don Félix, quedó encargado de
+llevarme.
+
+Acerca del viaje y sus preparativos, de la aflicción de sus padres y de
+sus pequeños hermanos departieron todavía un rato. Ni una palabra
+volvieron a hablar de sí mismos. La plática corría lánguida y apagada.
+Debajo de sus palabras indiferentes se transparentaba una tristeza
+profunda. Ambos tenían la voz levemente enronquecida y temblorosa. Al
+cabo, después de una larga pausa, Demetria dejó escapar un suspiro y
+como si saliese de un sueño exclamó:
+
+--Bueno, Nolo: es hora ya de separarnos. No sé si tendré tiempo de ir a
+Lorío a despedirme de Flora y volver antes de la noche.
+
+--Sí lo tienes. Mira; el sol está muy alto todavía.
+
+Demetria guardó silencio y permaneció inmóvil mirando por encima de la
+paredilla a las altas montañas de _Mea_. Y sin apartar de ellas los ojos
+profirió:
+
+--¿Vendrás mañana a despedirme?
+
+--No--respondió el mozo con firmeza.
+
+--Haces bien. ¿Para qué llamar la atención de la gente?
+
+Y después de una pausa añadió tendiéndole la mano:
+
+--Adiós, Nolo, que Dios te proteja como hasta ahora, que proteja a tus
+padres y a tus hermanos y al ganado que tenéis en la cuadra.
+
+--Adiós, Demetria. El te guarde tan buena como eres y te traiga pronto
+por acá.
+
+Se estrecharon las manos, se miraron con amor a los ojos unos instantes
+y se apartaron con el corazón desgarrado, pero grandes, serenos como la
+Naturaleza que los rodeaba, hermosos y castos como dos mármoles de la
+antigüedad.
+
+--Oye, Demetria--dijo él volviéndose repentinamente.
+
+Demetria también se volvió.
+
+--Toma esos claveles--añadió quitándose la montera y arrancando de ella
+los que llevaba prendidos--. Si pasas por la iglesia de Entralgo déjalos
+a la Virgen del Carmen. Es nuestra madre y ella nos juntará otra vez.
+
+Tomólos la zagala sin decir una palabra. Ambos se alejaron con paso
+rápido. Ella lloraba. El con los ojos secos y la mirada altiva marchaba
+erguido y arrogante, aunque llevase la muerte en el alma.
+
+En vez de seguir el mismo camino y pasar a Entralgo por el puente del
+Campo de la Bolera, Demetria bajó al río, lo atravesó por unas grandes
+piedras pasaderas que debajo de Cerezangos hay y siguió la margen
+derecha hasta dar pronto en la iglesia de Entralgo. Empujó con mano
+trémula la puerta y entró. Se hallaba el templo solitario en aquella
+hora. La zagala se postró ante la sagrada imagen de la Virgen, y
+sollozando, con palabras fervorosas pidió protección para ella y para
+Nolo: besó repetidas veces el ramo de claveles que éste le había dado y
+lo dejó a los pies de la Madre de los desconsolados.
+
+Al salir tropezó cerca del pórtico con la tía Brígida y la tía Jeroma,
+aquellas venerables hermanas que tuvieron la dicha de dar al mundo al
+prudente Quino y al pernicioso Bartolo, de fama inmortal. La habían
+visto desde un prado próximo entrar en la iglesia y picada su curiosidad
+bajaron rápidamente a esperarla. Ambas quedaron fuertemente sorprendidas
+al hallarla con los ojos enrojecidos por el llanto.
+
+--¡Quién diría, hermosa, al verte con los ojos llorosos, que ha caído
+sobre ti la bendición de Dios!--exclamó la tía Brígida poniéndole cara
+halagüeña--. Todos los vecinos estamos alegres más que las pascuas al
+ver cómo la fortuna te ha entrado por las puertas. Porque no hay ninguno
+que no te haya estimado por la rapaza más guapa, más limpia, más honrada
+de nuestra parroquia. Tú sola eres la triste, Demetria. ¿Cómo es eso?
+
+--¡Bah! lágrimas de un día--exclamó la tía Jeroma--. Bien se acordará de
+llorar cuando mañana se vea en Oviedo sentada en un sillón que se hunde,
+tomando chocolate con bizcochos y con una criada detrás para que le
+espante las moscas.
+
+Demetria permaneció grave y silenciosa. Las comadres trataron de tirarle
+de la lengua, pero fué inútil. Sus esfuerzos se estrellaron contra la
+actitud fría y reservada que siempre había caracterizado a la hija del
+tío Goro de Canzana.
+
+Despidióse presto y se encaminó velozmente a Lorío. Flora lloró primero,
+rió después, volvió a llorar y trató de consolarla. ¡Cuánto habló
+aquella vivaracha criatura en poco tiempo! Pues aún no pareciéndole
+bastante resolvió acompañar a su amiga hasta Entralgo, dormir allí y
+despedirla al día siguiente. Y así se efectuó y no hay para qué decir
+que durante el camino no cerró la boca. Demetria la escuchaba embelesada
+y de vez en cuando aplicaba un sonoro beso en sus mejillas de rosa.
+
+No fué mucho tampoco lo que pudo dormir la zagala aquella noche.
+Aguardó, sin embargo, a que su padre la llamase y se vistió como si
+fuesen a conducirla al suplicio. Cuando se asomó al corredor vió delante
+de la casa a todas sus compañeras, quince o veinte zagalas de Canzana
+que habían resuelto bajar a despedirla. Un torrente de lágrimas se
+escapó de sus ojos. Su padre, el irreprochable Goro, la tomó de la mano
+y le dijo:
+
+--Paréceme, Demetria, que llegó la hora de decirte algunas palabras
+instruídas; porque la sabiduría, no lo olvides, hija, es la mejor
+cosecha que un hombre puede recoger. Vale más que el maíz y que el trigo
+y si es caso vale más que el mismo ganado. Ahora que vas a Oviedo y
+tratarás con señorones de levita, instrúyete, hija, aprende lo que
+puedas, lee por todos los papeles que se te ofrezcan y si se tercia
+agarra también la pluma. Pero luego que estés bien aprendida no
+desprecies a los pobres ignorantes, porque buena desgracia tienen
+ellos. Además, el orgullo no sienta bien a ningún cristiano. Yo que comí
+más de una vez a la mesa con los clérigos te lo puedo certificar. Y el
+Espíritu Santo ha dicho: "Si te ensalzas te humillaré, y si te humillas
+te ensalzaré."
+
+Así habló el hombre más profundo que guardaba entonces el valle de
+Laviana y quizá las riberas todas del Nalón caudaloso.
+
+--¡Padre, padre! ¿por qué me dice usted eso?--exclamó Demetria
+angustiada.
+
+Sin embargo, pronto se llega la hora de partir. La desdichada Felicia no
+tiene fuerzas para acompañar a su hija y queda en casa exhalando
+gemidos. Un grupo numeroso de zagalas y en medio de él Demetria
+desciende por la calzada de Entralgo. Detrás marchan también algunos
+hombres que rodean al tío Goro.
+
+En Entralgo los esperaba ya Regalado con los caballos enjaezados.
+Demetria abraza a todas sus amigas y sube al que tiene las jamugas. El
+mayordomo monta en el suyo brioso.
+
+--¡Adiós, adiós!
+
+El tío Goro, pálido como la cera, se acerca todavía a su hija, le
+estrecha las manos, se las besa y le vierte al oído estas memorables
+palabras:
+
+--Aprende, hija, aprende a leer por los papeles, que la persona que no
+sabe semeja (aunque sea mala comparanza) a un buey.
+
+Luego se retira demudado como si fuera a caer.
+
+¡Adiós, adiós!
+
+
+
+
+LA HERMANA SAN SULPICIO
+
+
+Esta es la novela entre las mías que ha logrado mayor popularidad en
+España. Lo que entretiene es lo que primero se difunde, y esta narración
+goza opinión de divertida. Algunos críticos, harto indulgentes, han
+querido ver en ella una obra representativa, un bosquejo de la sociedad
+andaluza. No he aspirado a tanto. He narrado una aventura de amor y la
+he hecho florecer en el país del amor y de las flores; la he prestado el
+aliciente del contraste sin llegar al pecado; este es el secreto de su
+éxito lisonjero. El amor nos interesa a los viejos y a los jóvenes, a
+los grandes y a los pequeños. Todas las otras religiones tienen sus
+adeptos y sus herejes; pero en este favorable dios todos creemos; sus
+hazañas y prodigios constituyen la historia del linaje humano.
+
+¿Cómo un hombre del norte, un _casi gallego_, ha podido lanzarse a la
+empresa de escribir la novela de la Andalucía? Alguien quizá lo explique
+por la facultad que nos atribuyen a poetas y novelistas de transmigrar
+por momentos y vivir la vida de los demás seres. Yo lo explico más
+humildemente, admitiendo que aquello que vemos por vez primera nos hiere
+con más eficacia y queda más impreso en nuestro espíritu que lo que
+presenciamos a diario desde nuestra niñez. Pocas semanas en Sevilla me
+han bastado para libar la deliciosa dulzura de aquella vida original,
+inspiradora, y saturarme de ella.
+
+He averiguado que no pocos andaluces leyendo esta novela me han creído
+su compatriota. Aunque este error me honre en cierto modo no me
+enorgullece. Asturiano soy y quiero ser. Aunque lo duden mis buenos
+amigos de Sevilla, en la húmeda y frígida región donde he nacido también
+hay poesía.
+
+No todos son buenos amigos míos en Sevilla a lo que pude entender. Hay
+allí personas que no han visto con buenos ojos la aparición de esta
+novela y se manifiestan descontentos de la pintura que de su ciudad he
+trazado. No me sorprende. Están tan acostumbrados a verse pintados en
+panderetas guarnecidas de madroños, que cualquier retrato suyo les
+sobresalta. Les pasa como a nuestros frailes de principios del siglo
+XIX, a quienes cualquier libro escrito en lengua francesa daba tufo de
+herejía.
+
+Quisiera tranquilizarles. El que una población tenga carácter no la
+excluye del concierto de las demás civilizadas que no lo tienen.
+Sevilla es una ciudad culta, amable, hospitalaria. Nada ganará en
+cultura y decoro el día en que tenga calles anchas y casas de seis pisos
+y campos de _foot-ball_ y los jóvenes enseñen las pantorrillas y las
+cigarreras vayan a la fábrica con sombrero. En cambio habrá perdido
+mucho de su atractivo.
+
+Creo haber hecho en obsequio de su ciudad más de lo que esas personas
+recalcitrantes se figuran. Léase en el apéndice de este libro lo que
+dice Emilio Faguet de _La Hermana San Sulpicio_. Y como éste son muchos
+los extranjeros que por mi novela aman a Sevilla sin conocerla. Otros
+han venido a visitarla. Hace ya bastantes años, a un oficial de
+Artillería paisano mío le dieron a elegir por guarnición entre Barcelona
+o Sevilla. Estaba ya decidido por la primera ciudad, cuando acertó a
+leer _La Hermana San Sulpicio_. Así que la terminó pidió destino para
+Sevilla, allá se fué y allá se casó.
+
+Desechen, pues, sus resquemores esos buenos sevillanos, no se
+avergüencen de lo típico y pintoresco de su ciudad natal, no ambicionen
+el transformarla en una ciudad moderna y rectilínea. La regularidad no
+es la belleza. Lo que ganamos en disciplina lo perdemos en iniciativa.
+En esas ciudades de calles tiradas a cordel no pocas veces, ¡ay!, los
+habitantes suelen estar también tirados a cordel.
+
+
+
+
+PASEO POR EL GUADALQUIVIR
+
+
+ Ceferino Sanjurjo conoce a Gloria en las aguas de Marmolejo. Era
+ monja dedicada a la enseñanza. La sigue a Sevilla. Ella deja el
+ convento y se traslada a su casa. Sanjurjo logra enamorarla. Se
+ hablan por las noches a la reja. Sanjurjo tiene un rival llamado
+ Daniel Suárez que también había conocido a Gloria en Marmolejo.
+ Como Sanjurjo frecuentaba la casa y la tertulia de Anguita, Suárez
+ le calumnia haciendo creer a Gloria que tiene amores con Joaquina
+ Anguita. Gloria celosa y enfurecida cita a Suárez para la reja a la
+ misma hora en que solía hablar con Sanjurjo. Este cuando vino como
+ siempre a «pelar la pava» experimentó la cruel humillación de ver
+ su puesto ocupado. La calumnia y la intriga del malagueño quedan
+ deshechas en el presente capítulo.
+
+Demasiadamente confiado dormí yo aquella noche y dejé transcurrir el día
+siguiente. Por la tarde, poco antes de oscurecer, me fuí a situar en el
+puente de Triana, donde Paca me había dicho que la esperase para darme
+cuenta del resultado de la carta y de sus gestiones. Era la hora de más
+animación en aquel paraje. Los obreros y obreras de Triana que
+trabajaban en Sevilla tornan a sus casas. Los de Sevilla que trabajan en
+Triana y en la Cartuja hacen lo mismo. Unos y otros se encuentran en el
+puente, que hierve de transeuntes.
+
+Arriméme perezosamente al pretil, de espaldas al río, y contemplé con
+ojos distraídos aquel ir y venir mareante. El atractivo de mi
+contemplación eran las caras saladísimas de las cigarreras y
+trabajadoras de la Cartuja que allí suelen verse. Unas en grupos
+resonantes de gritos y risas, otras solitarias, preocupadas, caminando a
+paso largo, todas con vistosos trajes de percal y flores en el cabello,
+pasaban por delante de mí, dirigiéndome alguna vez breves miradas de
+curiosidad y sorpresa, como si pensasen:
+
+--¿Qué hará aquí este desaborío, que ni siquiera nos dise: ¡Ole la
+muheres castisas! ¡Viva tu mare, mi niña!
+
+¡Para _oles_ estaba yo! A medida que se acercaba el momento de la
+conferencia con Paca parecíame más grave y decisivo. Un germen de duda
+había entrado en mi espíritu después de almorzar, y en pocas horas se
+había desarrollado, crecido, se hallaba en completo florecimiento. ¿Por
+qué me parecía tan natural antes que Gloria me hubiese desairado en
+virtud de una intriga de Suárez, y no por libre y espontáneo movimiento
+de su voluntad? No acertaba a explicármelo. Por más esfuerzos que hacía
+para volver otra vez a aquella mi anterior convicción, no lo lograba.
+Oscuro y temeroso se me ofrecía lo que poco antes veía claro y risueño.
+Pues, a pesar de eso, no observaba en mi alma aquel sentimiento de furor
+y rabia que me había acometido al saber mi derrota. Una extraña laxitud
+la invadía, un desfallecimiento que me inclinaba a la tristeza, no a la
+cólera. La memoria de la ofensa se deshacía, se disipaba entre las
+brumas del cerebro. Sólo quedaba el tierno recuerdo de un amor feliz y
+el vivo pesar de no haber podido preservarlo de desgracia. Testimonio
+irrecusable era éste, si lo supiera entender, de que continuaba
+enamorado y más que nunca. Llegó a parecerme que lo que me habían
+concedido había sido por pura merced y bondad, y que era natural
+privarme ahora de lo que no merecía. Hacia Gloria, dando por supuesto
+que me había engañado, no sentía rencor alguno. El malagueño seguía
+inspirándome aversión y repugnancia, pero no deseaba vengarme de él.
+
+Cuando, a impulso de mis imaginaciones melancólicas, se huyó el deseo de
+recrear la mirada en los rostros peregrinos de las cigarreras, volvíme
+para derramarla por el río y sus pintorescas márgenes. El sol acababa de
+ponerse. Un resplandor rojizo que se extendía desde el horizonte por el
+firmamento, esfumándose en lo alto y transformándose en rosicler de
+tintas puras, nacaradas, indicaba el paraje por donde el astro del día
+se había ocultado. A mi izquierda, no muy lejos, alzábase la Torre del
+Oro, que bañada por los reflejos del horizonte rojizo parecía fabricada,
+en efecto, con el metal que le da su nombre. Más a la izquierda,
+asomando sólo la cabeza sobre las azoteas del caserío de la ciudad,
+veíase también la Torre de la Plata, con su blanca corona de almenas.
+Más allá, el palacio de San Telmo, envuelto en la masa verde de sus
+naranjos, asomando las agujas de sus torrecillas de pizarra. El
+Guadalquivir corría bajo mis pies. Sus aguas revueltas, amarillentas,
+gracias a los reflejos del crepúsculo, semejaban un espejo tembloroso
+donde brillaban mil tintas de ópalo y plata y carmín. A lo largo de él,
+acostados al muelle, había gran número de buques, cuyos mástiles y
+enredada jarcia parecían surgir del gran bosque de naranjos que se
+extendía por la margen izquierda. A la derecha, las casas del barrio de
+Triana tocaban en la orilla del río, el cual seguía su curso majestuoso
+hasta unos dos kilómetros del puente, donde, al hacer un recodo, parecía
+detenido por la muralla de verdura que los jardines de las Delicias le
+oponían.
+
+El sosiego melancólico de aquel espectáculo formaba contraste con la
+baraúnda que tenía a mi espalda. El aire caldeado no recogía del río
+ninguna humedad. Sentíase igualmente abrasador, insufrible, que en medio
+de la ciudad. La luz, al huirse, cambiaba poco a poco los colores del
+cielo, repartiendo sobre él infinitos matices imposibles de nombrar.
+Sobre la tierra derramaba una triste palidez que tornaba las cosas
+incoloras y las confundía y las borraba. Allá, debajo del muro verde de
+las Delicias, se amontonaban las sombras formando una masa espesa que se
+iba dilatando rápidamente. Sobre Triana, de lo alto de la suave colina
+donde se asienta Castilleja de la Cuesta, descendía igualmente la noche.
+El aire resonó con un ronco silbido prolongado. Era un vapor que salía.
+Vi su masa negra apartarse lentamente de la orilla, oí el ruido
+estridente de las cadenas, algunas voces lejanas. Luego su quilla rompió
+silenciosa el acerado espejo del río, y no tardé en perderle de vista a
+lo lejos, al penetrar en el espeso montón de sombras que los bosques de
+naranjos dejaban caer sobre el agua.
+
+Placíame por las tardes ir a aquel sitio, a presenciar la puesta del
+sol. La vista del paisaje que por lo variado y recogido, parecía un gran
+lienzo panorámico, me infundía siempre un sentimiento de bienestar,
+cierta deliciosa plenitud de vida, que sólo las grandes ciudades
+meridionales poseen y saben transmitir al alma. Mas ahora sentíame
+triste y solo. Aquel riente espectáculo, que parecía impregnado de la
+gracia y la alegría de mi Gloria adorada, perdió de pronto su encanto.
+El espíritu de belleza vivo y ardiente que lo animaba rechazaba el mío,
+serio y contemplativo. Yo, que guiado por el amor había penetrado de
+golpe en lo más íntimo y profundo de aquella naturaleza ardorosa,
+perfumada, palpitante, dejando perderse en ella mi ser antiguo, grave y
+soñador, de hombre del Norte; yo, que aspiraba y recogía por todos los
+poros la vida andaluza, como si aquélla fuese mi patria verdadera y a la
+cual fuera restituído después de muchos años de ausencia, me encontraba
+ahora despegado, solitario. Faltaba el lazo que nos unía. Entre aquel
+río, aquella Torre del Oro, aquellos bosques de naranjos, aquel
+horizonte diáfano de tintas brillantes, y yo, no había nada ya de común.
+No era frente a estas cosas más que un curioso, un _touriste_, como
+ahora se dice, pero no tardaría en partir, acaso para siempre. ¡Partir!
+¡ay! No se rían ustedes. Viendo centellear suavemente en lo alto del
+cielo una estrellita azulada, sentí correr por las mejillas dos
+lágrimas.
+
+Después de enjugarlas cuidadosamente, volví de nuevo el rostro hacia los
+transeuntes, buscando distracción a mi tristeza. Apenas lo había hecho,
+enfilando la vista por el puente en dirección a la ciudad, veo a lo
+lejos una colosal nariz que se oculta detrás de la gente, y vuelve a
+ocultarse, y vuelve a aparecer, aproximándose siempre. Aquella nariz no
+podía pertenecer lógicamente a otro que a Eduardito. Esta fué mi
+convicción instantánea, que tuve el gusto de ver confirmada. Cruzó por
+delante de mí con el sombrero en la mano, el paso desigual y
+precipitado, más que nunca pálido y las facciones desencajadas.
+
+--¡Eh! ¡eh! Eduardito.
+
+Detúvose un instante, miró y vino hacia mí.
+
+--¿Dónde va usted tan escapado, hombre de Dios?
+
+--No lo sé, don Ceferino--me respondió, posando sobre mí sus ojos
+vidriosos.
+
+--¡Tiene gracia! ¿Y se iba usted como si le faltase medio minuto para
+llegar a la cita?
+
+--¡Oh, si supiera usted, don Ceferino!... ¡Me están pasando unas
+cosas!... ¡Unas cosas!
+
+La voz del sensible joven era temblorosa, apagada. Hacía tiempo que se
+hallaba en un estado de debilidad extrema. Ahora parecía que hablaba
+como si no hubiese tomado alimento desde hacía ocho días.
+
+Miréle sorprendido y con curiosidad.
+
+--¡Si supiera usted lo que me está pasando en este momento!
+
+--¿Qué hay?
+
+--Pues nada... Verá usted... Mi hermana acaba de darme un golpe
+terrible... Fuí a casa... Verá usted... Por la mañana le dije que no
+podía continuar de este modo... que era necesario resolver uno u otro...
+Más de veinte veces quise pedirle a Fernanda la conversación... pero
+cuando iba a hacerlo, se me ponía un nudo aquí en la garganta... Usted
+no sabe... aunque me matasen, no podía... vamos, no podía... Si yo
+tuviese tanto pico como mi hermana... ¡Maldita sea!... Le dije que me
+hiciese el favor de decírselo a Fernanda de mi parte, y que me la diese
+o me desengañase de una vez... Pues bien, verá usted... quedó en
+decírselo esta tarde... ¡Yo no puedo continuar así, don Ceferino, crea
+usted que no puedo continuar!... Pues bien, quedó en decírselo. Esta
+tarde debía venir Fernanda a casa. Matilde me dijo después de almorzar
+que saliese y no volviese hasta el oscurecer... y que cuando volviese
+estaría todo arreglado, o poco había de poder. Mi hermana se pinta para
+estas comisiones. Obedecí. Dí más de mil vueltas por Sevilla, y cuando
+vi que oscurecía me fuí a casa. Crea usted, don Ceferino, que me
+temblaban las piernas. Cuando llamé a la puerta estaba más muerto que
+vivo. Salió Matilde a la cancela, y al verme se puso hecha una hiena:
+"¿Qué vienes a hacer aquí? ¡Márchate! ¡Vete ahora mismo!" Creí que el
+mundo caía sobre mí... No sé cómo pude salir del portal, ni sé cómo he
+llegado hasta aquí...
+
+--¿Y no es más que eso?... Pues se apura usted por bien poco. Es que las
+ha sorprendido usted en el momento de la conferencia. Estoy seguro de
+que nada malo le sucederá... Fernanda le quiere a usted... Me consta.
+
+--¡Oh, no!--exclamó el apasionado joven.
+
+--Sí; le quiere a usted, hombre... Ya verá usted.
+
+Estuve por decirle: "¿Cómo no ha de quererle, siendo vieja y fea y no
+teniendo a nadie que la mire a la cara?" Pero me contuve.
+
+--¡Ay, don Ceferino, qué bien me está usted haciendo!--exclamó, dándome
+un abrazo y rozando con su estupenda nariz mi oreja izquierda.
+
+--Nada, váyase usted tranquilo. Dé usted algunas vueltas por ahí, y
+luego, dentro de una media horita, cuando ya Fernanda se haya ido, entra
+usted en casa. Estoy seguro de que Matildita tiene para usted una buena
+noticia.
+
+Eduardito me contempló un momento con sus ojos pequeños, insípidos; y
+algo avergonzado, con ansioso acento, me dijo:
+
+--Si usted quisiera, don Ceferino, dar una vueltecita antes por allí...
+y luego salir a avisarme...
+
+--Amigo mío--le respondí con tono triste y desengañado--, en este
+momento me hallo en igual caso que usted... Dentro de unos momentos voy
+a saber también si mi novia me quiere o me manda con la música a otra
+parte... Esto último será lo más probable. Conque ya puede usted
+dispensarme.
+
+--Pero ¿cree usted que Fernanda?...--replicó con egoísmo feroz, sin
+tomar en cuenta para nada mi confidencia.
+
+--Sí, hombre, sí; váyase usted tranquilo.
+
+No se habían pasado diez minutos desde que el mancebo y su gran
+cartílago se alejaron, cuando apareció, por la boca del puente, Paca. En
+la primera mirada que me dirigió comprendí que todo se había perdido.
+
+--No ha querido contestar, ¿verdad?--le pregunté sin saludarla,
+esforzándome por sonreir.
+
+--¡Uf! ¡Cómo está con uté, señorito! Ni por un Señor Crucificao ha
+querío tomar la carta. Me ha dicho: "Paca, si no quieres que riña
+contigo, no vuervas en tu vía a hablarme de ese..."
+
+--¿De ese qué?--pregunté, viendo que se detenía.
+
+--De ese _tío_--agregó avergonzada--. Uté dispense, señorito.
+
+--Está bien, Paca--dije, aparentando sosiego, pero con voz alterada por
+la emoción--. Muchas gracias por el interés que se ha tomado usted por
+mí...
+
+Hubo unos instantes de silencio.
+
+--Lo siento de too corasón, señorito. Yo creo que ustedes dos pareaban
+mu bien...
+
+Pocas palabras más hablamos. No podía ocultar mi tristeza y desaliento.
+Los consuelos de la cigarrera no penetraban siquiera en mis oídos.
+Antes de despedirse quiso darme la carta, que no había podido entregar.
+Yo la tomé, y sin rasgarla la arrojé al río, sonriendo tristemente.
+
+Lo primero que se me ocurrió caminando a casa fué marcharme al día
+siguiente sin ver a nadie ni despedirme. Pero después consideré que
+debía hacerlo, cuando menos, de Isabel y su padre, a quienes debía
+hartas atenciones, y me decidí a ir a esperarlos al día siguiente a la
+estación. Además, abrigaba todavía esperanza de que la condesita
+interviniese de un modo beneficioso en mis enredados asuntos amorosos.
+Me costaba trabajo creer que Gloria se negase en absoluto a dar
+explicaciones de su conducta.
+
+Al entrar en casa me encontré, sin saber cómo, en los brazos de
+Eduardito, y otra vez sentí en la oreja el cosquilleo de su nariz
+indómita. Mi profecía se había cumplido. Matildita obtuvo un éxito tan
+satisfactorio en su dificilísima gestión diplomática, que Fernanda había
+concedido a su enamorado trovador el permiso de ir a hablarla por la
+reja los martes, jueves y sábados. Eduardito osaba esperar que, andando
+el tiempo, obtendría el mismo señalado favor los lunes, miércoles y
+viernes. Llegó a la sazón Matildita, y Eduardito, presa de un rapto de
+amor fraternal, se abrazó a ella y la restregó el rostro con la nariz
+repetidas veces en testimonio de gratitud eterna. El _Colibrí_, con
+aquel éxito se había crecido, y entornaba la cabecita a un lado y a otro
+con más petulancia, si cabe. Decía que la indiscreción del chinchoso de
+su hermanito, llegando justamente en el momento en que estaba tratando
+con su amiga los puntos más delicados, por poco hace fracasar las
+negociaciones. El hermanito empalidecía escuchando aquel horrible
+peligro que había corrido sin saberlo.
+
+Aquella noche tuve la flaqueza, que acaso el lector encuentre
+perdonable, de irme a eso de las once y media hacia la calle de Argote
+de Molina. Cuando emprendí el camino, no sabía fijamente qué es lo que
+allí iba a hacer. Muy pronto quedó determinado en mi cerebro. Avancé
+cautelosamente por ella, y al llegar al recodo desde donde podía verse
+la casa de Gloria me detuve. El corazón me daba saltos. Estiré el
+cuello, asomé la cabeza como un miserable espía y... nadie. A la reja no
+había nadie. Un goce intensísimo bañó todo mi ser como un bálsamo
+celestial. A este goce sucedió ansia indefinible de cerciorarme de que
+los ojos no me engañaban, que a la reja no había nadie, absolutamente
+nadie. Marché resueltamente por la calle y pasé por delante de la casa a
+paso lento, y hasta me parece que me detuve un instante frente a ella.
+Era verdad; ¡qué verdad tan sublime! Allí no estaba el malagueño. La
+calle desierta, las ventanas herméticamente cerradas. Pero era necesario
+que me convenciese bien, que gozase plenamente de aquella grande y
+sabrosa verdad. Y para eso estuve dando paseos por las calles hasta las
+dos de la madrugada, y cada poco tiempo pasaba por aquélla con toda
+lentitud y me detenía algunos instantes a ver si la ventana se abría y
+el aborrecido rival llegaba. No fué así. Me consideré dichoso, como si
+fuese gran fortuna. Una de las veces que por allí crucé me sentí tan
+tiernamente apasionado y aun agradecido, que me acerqué a la reja, y
+después de convencerme de que nadie me observaba, besé los hierros donde
+mi saladísimo dueño había puesto tantas veces sus manos.
+
+Retiréme contento a casa. Aquel feliz estado de espíritu me hizo de
+nuevo ver las cosas de color de rosa. Al día siguiente me enteré de la
+hora a que llegaba el tren de Cádiz, y fuí a esperar al conde y a la
+condesita del Padul, prometiéndomelas muy felices. Era la hora del
+oscurecer. En el andén estaban Pepita Anguita y otras cuatro amigas de
+Isabel. Dos de ellas eran las de Enríquez, a quienes ya conocía de
+vista. Mientras llegaba el tren, paseamos y departimos alegremente,
+riendo bastante con las ocurrencias de Pepita. Cuando el cuerno del
+guardaagujas anunció la llegada, nos abalanzamos presurosos al borde del
+andén, y tuvimos el gusto de ver a la ventanilla de un coche a la
+condesita, que nos saludó con el pañuelo, muy regocijada y agradecida.
+Antes de salir de la estación, ya las de Enríquez la invitaron a ir con
+ellas aquella noche al teatro. Isabel manifestó que estaba cansada; pero
+no cedieron, y tanto empeño formaron, que al fin consintió en que la
+viniesen a buscar después de comer. El coche del conde y el de las de
+Enríquez los esperaban. Mas antes de que entraran en ellos tuve ocasión
+para quedarme un momento detrás con Isabel, y explicarle en cuatro
+palabras lo que sucedía. Maravillóse en extremo, e hizo sin vacilar la
+misma afirmación de Paca; esto es, que debía de haber una intriga o mala
+inteligencia. No pudimos hablar más, porque llegamos a la puerta de
+salida y era preciso montar en carruaje. Yo no quise hacerlo, aunque me
+invitaron con insistencia. La condesita me dijo al darme la mano:
+
+--Váyase usted esta noche por el teatro, ya hablaremos.
+
+Comí con premura, me vestí y me eché a la calle en el momento que
+entraba Villa.
+
+--Hombre--le dije con imperdonable ligereza y egoísmo (lo mismo que
+Eduardito conmigo)--, ¿cómo no ha ido usted a esperar a Isabel?
+
+Le vi inmutarse, y me respondió turbado que había tenido que hacer en el
+cuartel.
+
+Llegué al teatro de San Fernando cuando sólo había dentro de la sala dos
+docenas de personas a lo sumo. Aún tardó, en poblarse, larga media hora.
+Se representaba una función extraordinaria, a beneficio de no sé qué
+desgraciados, por la compañía de ópera que había actuado en Cádiz y
+regresaba a Madrid. La sala del teatro es amplia, elegante, bien
+decorada. Pero el verdadero adorno de ella son los rostros expresivos de
+las niñas indígenas, que allí pueden verse con más comodidad y espacio
+que en ninguna otra parte. Es el teatro aristocrático de Andalucía. Las
+damas que allí asisten, vestidas con esplendidez y gusto, pueden mirar
+sin bajar la cabeza a las abonadas del teatro Real de Madrid. Los
+hombres, por el afectado descuido de su persona y por su desmedida
+afición al _flamenquismo_, no son dignos de figurar al lado de ellas.
+
+Isabel y sus amiguitas las de Enríquez fueron de las últimas en llegar,
+y se acomodaron en un palco bajo. La condesita estaba radiante de
+belleza y elegancia. Observé que todas las miradas, lo mismo de los
+hombres que de las señoras, se volvían hacia ella con frecuencia, al
+tenor de lo que había pasado en la tertulia de Anguita la noche en que
+la conocí. Y como entonces, la joven recibía aquel homenaje con perfecta
+naturalidad, sin ruborizarse ni envanecerse, sonriendo franca y
+bondadosamente, lo que prestaba a su rostro encanto irresistible. Si
+aquella expresión era hija del cálculo, hay que confesar que Isabel
+había ascendido a lo más delicado y exquisito del arte de agradar.
+Saludóme graciosa y familiarmente con la mano, con lo cual todos los
+ojos que estaban fijos en ella se tornaron hacia el sitio donde yo
+estaba. En cualquiera otra ocasión esto me hubiera halagado. Ahora me
+hallaba tan inquieto por el resultado de mis amores, que me fué
+indiferente, y aun me pesó de la distinción, por la curiosidad de que
+fuí objeto. Seguro estoy de que muchos me diputaron, sin más, por su
+novio.
+
+En cuanto el segundo acto terminó, un acto larguísimo de _I Puritani_,
+me levanté para ir a saludarla. Pero al cruzar el pasillo de butacas,
+sentí que me llamaban por mi nombre.
+
+--¡Qué encandilao va, hermano!
+
+Era Raquel, la dama de Ecija, que se alojaba en la misma casa que yo.
+Teníamos gran confianza. Estaba con su esposo, quien cada día
+simpatizaba más conmigo.
+
+--¿Dónde va usted tan escapao?
+
+--A saludar a unas señoritas ahí a un palco.
+
+--Bien, pues antes salúdeme usted a mí. Siéntese un ratito.
+
+Me indicó una butaca desocupada a su lado, y, por no parecer grosero, me
+senté.
+
+La belleza "en colosal" y llamativa de la dama había atraído hacia aquel
+sitio a algunos pollastres que la miraban fijamente. Ella, comprendiendo
+el efecto que en los tales causaban sus grandes ojos de ternera y
+enérgico seno, se esponjaba y hablaba alto, para decir, por supuesto,
+mil simplezas, que el bueno de Torres escuchaba sin pestañear,
+aletargado en su butaca bajo el peso de la peluca, impuesta como un
+castigo. No tardé en ver entre aquellos admiradores a Oloriz,
+atusándose, por variar, la barba y dirigiendo miradas lánguidas a
+Raquel. Se conoce que luchó un poco con el temor, pero que al fin se
+decidió a saludarla. Llegóse, pues, y se quitó el sombrero, dejando al
+descubierto su magnífica cabellera rubia, peinada cual si viniese
+directamente de la peluquería. Preguntóle por la salud, y luego hizo lo
+mismo con su esposo. Pero éste, sea porque se hallase distraído, o bien
+por la aversión concentrada que le tuviese, no contestó al saludo. El
+estudiante quedó acortado. Raquel entonces, no pudiendo disimular la
+indignación, o por mejor decir, la rabia que la conducta de su esposo le
+produjo, tomó la palabra, y ¡aquí fué ella!
+
+--Pepe, que te está saludando el señor Oloriz... Yo pensé que era una
+regla de buena educación contestar a los saludos que nos dirigen.
+
+--Mujer, no le he visto--manifestó Torres con dulzura.
+
+--La verdad es que ya tienes tiempo para haber aprendido un poco de
+crianza... ¡Cuidado que se necesita no tener un adarme para quedarse
+hecho una estaca cuando una persona decente, cuando un caballero, nos
+hace el favor de preguntarnos cómo estamos!
+
+Yo, viéndola tan irritada, traté de calmarla con algunas frases de
+disculpa. Mas ella, aturdida y excitada como siempre por sus propias
+palabras, cada vez se iba poniendo más encrespada, hasta el punto de que
+algunas personas que se sentaban en las butacas inmediatas lo
+observaron.
+
+--¡Es una grosería, Sanjurjo... una indignidad!... Usted es persona de
+buena educación, y en su interior se está escandalizando, segura estoy
+de ello. Y si él solo se pusiera en ridículo, no me importaría nada...
+pero me pone a mí, y esto no puedo tolerarlo... ¡No quiero tolerarlo!...
+¿Qué se figuraría una persona desconocida que presenciara este lance?...
+¡Se figuraría cualquiera cosa mala, indecente!... ¿Es esto dar
+consideración a su señora? ¿Es hacer que se la respete?
+
+--¡Si no le he visto, mujer! ¡si no le he visto!--repetía dulcemente el
+anciano.
+
+Oloriz, en pie delante de nosotros, pálido, silencioso, hacía una figura
+verdaderamente desgraciada, tirándose con mano convulsa de la barba
+hasta arrancarse algunos pelos.
+
+Tomé el partido de dejarla desahogarse. Cuando hizo una pausa, le dije
+en son de broma:
+
+--Vaya, Raquel, no sea usted tan nerviosilla.
+
+Y antes que de nuevo se exaltase, me levanté y le dí la mano. Oloriz vió
+el cielo abierto, y aprovechó mi marcha para retirarse también, haciendo
+un reverente saludo.
+
+Isabel me estaba esperando con impaciencia, según me dijo. Había pensado
+bastante en mi situación, y quería a todo trance deshacer "los monos",
+que dependían sin duda de alguna mala inteligencia, de algún embuste.
+Oyéndola llamar "monos" a las tremendas calabazas que Gloria me había
+propinado, alegróseme el alma. Había encontrado un medio de que nos
+tropezásemos y pudiésemos hablarnos. En su casa no quería que fuese.
+Quizá su prima se ofendería de que la llevasen engañada. Lo mejor era ir
+de excursión a la Palmera, una casa de campo que tenían del otro lado
+del río. Allí, estando todo el día juntos, no podía menos de operarse la
+reconciliación, para lo cual ella pondría de su parte lo que pudiera.
+
+--Por supuesto, no invitaremos a ese malagueño antipático--añadió,
+guiñándome el ojo con gracia--. Usted campará todo el día por sus
+respetos.
+
+Mi pecho se inundó de gratitud. Era adorable aquella chica.
+
+Quedó en ir a la mañana siguiente a invitar a Gloria, y en avisarme por
+medio de carta el día y hora de la excursión, y en general todo lo que
+sucediese. Mis esperanzas, tan pronto vivas como muertas, renacieron
+ahora más frescas y lozanas que nunca. Parecíame imposible que dejándome
+un rato a solas con mi ex novia no la conmoviese y redujese a quererme
+otra vez. Tal fe tenía en mi elocuencia. Además, era dificilísimo
+suponer que tanto amor como aquella gentil muchacha me había demostrado
+en el tiempo que duraron nuestras relaciones se hubiese desvanecido en
+un instante, sin quedar entre las cenizas rescoldo alguno. En resumen,
+que dormí bastante bien aquella noche, y pasé el día siguiente
+tranquilo. Por la tarde recibí carta de Isabel. No la esperaba tan
+pronto. Decíame que la partida de campo se haría mañana. Como tenía
+muchas cosas que decirme, esperaba que fuese aquella noche a comer a su
+casa.
+
+Según costumbre, el conde comió fuera de ella. Lo hicimos solos Isabel,
+la tía Etelvina y yo. En verdad que con las muchas y graves noticias que
+la condesita me comunicó, no hice más que picar de los platos, sin comer
+realmente de ninguno. Por la mañana había estado en casa de su prima a
+visitarla. Hablaron de mí, y Gloria se mostró enojadísima, mejor dicho
+indignadísima conmigo. Le dijo que le constaba de un modo evidente que
+yo estaba ¡qué horror! en amores con Joaquina Anguita. Todo lo que
+Isabel hizo por disuadirla fué inútil. Sabía el tiempo que todas las
+noches hablaba con ella, y que todos en la tertulia tenían conocimiento
+de tales relaciones. Preguntó si yo era de la partida, y respondiéndole
+que sí, negóse a formar parte de ella. Sólo a fuerza de ruegos cedió, y
+eso con la condición de que se invitase también a Daniel Suárez.
+
+--Mire usted, Sanjurjo, la impresión que yo he sacado es que mi prima
+tiene celos, ¡unos celos que la comen el alma!... y una mujer celosa es
+una mujer enamorada.
+
+--Pero ¿ese Daniel?...
+
+--No haga usted caso... Lo ha escogido como instrumento para dárselos a
+usted... Por lo demás, entre usted y él ninguna muchacha puede
+vacilar--añadió sonriendo.
+
+--Mil gracias.
+
+Pero después que ambas primas hubieron resuelto este punto, quedó otro
+más difícil. La cuestión de permiso. Doña Tula se negó a darlo. Gloria
+estaba haciendo en su casa una vida conventual. Desde que se descubrió
+el galanteo de Marmolejo, sobre todo, la tenían terriblemente sujeta.
+Isabel acudió a su padre, quien mandó a doña Tula una cartita,
+diciéndole que no era aquello lo convenido, que se había prometido sacar
+al mundo a su sobrina para averiguar su vocación, y que se la tenía
+prisionera, peor que en el colegio; que aquello daría mucho que hablar
+en Sevilla, y que la rogaba, para evitar murmuraciones, que la
+concediese alguna libertad. Dos horas después vino una cartita con la
+autorización. La excursión se efectuaría, pues, al día siguiente, y los
+convidados partirían de la casa de los condes a las dos de la tarde.
+
+--Invite usted de nuestra parte al amigo Villa. Dígale que es un
+ingrato... Hasta ahora no le he echado la vista encima--me dijo al
+tiempo de despedirme.
+
+¡Pobre Villa!, exclamé para mí, observando el tono ligero con que
+pronunció estas palabras su ídolo. Y desde allí me fuí derecho a la
+cervecería, para darle el encargo. Cambió un poco de color al
+escucharme; pero me dijo con sosegada energía:
+
+--Ya sabe usted, amigo Sanjurjo, que yo con esa mujer no puedo tener
+decentemente ni siquiera relaciones de buena amistad. Si me hubiese dado
+calabazas... nada... hubiéramos quedado tan amigos; pero el pregonar mis
+cartas y el consentir que se haga chacota de ellas, no lo olvidaré en mi
+vida... La saludaré cortésmente, le dirigiré la palabra con respeto,
+pero ser su amigo, ¡nunca!
+
+Entendí que tenía razón, y no quise insistir. Aquella noche tampoco fuí
+a casa de Anguita. Hacía tres noches que no iba por no encontrarme de
+frente con Suárez. A las altas horas dí algunos paseos por la calle de
+Argote de Molina, y volví a sentir un placer intenso viendo la reja de
+Gloria cerrada.
+
+Amaneció, al fin, el día 20 de Agosto, memorable en el curso de esta
+verídica historia. Amaneció brillante, como todos los anteriores, más
+que los anteriores a mi juicio. Pasé agitadísimo la mañana. Me puse un
+traje apropiado al caso, ligero, claro y holgado. Fuí a comprar un
+sombrero que había visto en un escaparate, muy adecuado para el sol y
+elegante, me afeité hasta dejar las mejillas suaves y tersas como las de
+un niño, también me puse un calzado de becerro blanco muy lindo; en una
+palabra, me preparé convenientemente para la gran batalla que por la
+tarde iba a librar. Observé que Villa no salía de casa y daba vueltas en
+torno mío, con cierta inquietud, y como si desease hablarme. Por fin,
+cuando nos avisaron para almorzar, me dijo desde la butaca donde estaba
+sentado en mi habitación, chupando un cigarro puro y envolviéndose en
+una nube de humo:
+
+--¿Sabe usted, amigo Sanjurjo, que me voy de excursión con ustedes esta
+tarde?... Sí; voy--añadió en voz baja y con acento rápido--para que
+Isabel no se figure que me estoy muriendo de pena.
+
+--Me alegro muchísimo. Hace usted perfectamente--respondí, y exclamé
+otra vez para adentro--: ¡Pobre Villa!
+
+Durante el almuerzo estuvo alegre y jovial, como hacía muchos días no le
+veía, como si acabase de recibir una grata nueva.
+
+A las dos en punto nos personamos en casa de Padul. Estaban ya allí casi
+todos los convidados: las dos chicas de Enríquez, con su mamá y el novio
+de una de ellas, Pepa y Joaquina Anguita (Ramoncita no había podido
+venir por estar con jaqueca), Daniel Suárez y el presbítero don
+Alejandro. Poco después llegaron Elena y su tío, y luego otro chico a
+quien no conocía. No estaba Gloria en el patio, donde se hallaban
+reunidos; pero tampoco vi a Isabel, y supuse que las dos se habían
+juntado en las habitaciones interiores. Tardaron poco, en efecto, en
+presentarse.
+
+No me dirigió una mirada. Estaba grave contra su costumbre. Vestía un
+traje de color rojo con encajes blancos, ligero y de poco valor, que le
+sentaba de perlas. (¿Qué es lo que no le sentaba a aquella admirable
+criatura?) Saludé primero efusivamente a Isabel, porque la actitud de
+Gloria me imponía. Luego me aventuré a dar la mano a ésta, que me alargó
+la suya con marcada frialdad, mirando hacia otro lado. Isabel me hizo
+una mueca para indicarme que no tuviese miedo. Parecióme lo más prudente
+observar una conducta reservada, digna, esperando los acontecimientos, y
+me retiré hacia otra parte. Don Jenaro nos manifestó que se le había
+ofrecido un quehacer perentorio y sentía no poder ser de la partida, que
+íbamos bien autorizados por la señora de Enríquez, su prima Etelvina,
+don Mariano (tío de Elenita) y don Alejandro.
+
+--Ya sé cuál es el quehacer del conde... Una juerga--me dijo Pepita por
+lo bajo.
+
+--¿Cree usted?...
+
+--¡Uf! Como si lo viera.
+
+Las señoras en coche y los hombres a pie, nos trasladamos todos al
+muelle, donde nos esperaba una espaciosa falúa entoldada, con cuatro
+remeros sentados en la proa. El calor en aquel sitio era estupendo. El
+reflejo de las piedras abrasaba el rostro. Parecía que estábamos
+envueltos en una atmósfera de fuego. Ni los quitasoles, ni los sombreros
+de paja, ni los trajes de dril podían librarnos de la ardiente saña de
+aquel sol que desde lo alto del cielo amenazaba secar los árboles, el
+cauce del río y hasta la vida de nuestros cerebros. Las señoras nos
+aguardaron un rato sentadas a la popa. Cuando llegamos, nos acomodamos
+como pudimos. Daniel Suárez fué a sentarse ¡el miserable! al lado de
+Gloria, que le recibió con afectado regocijo. Villa y yo nos retiramos
+hacia la proa, pero al instante fuímos llamados por las damas, que se
+apresuraron a dejarnos sitio.
+
+--Villa, aquí tiene usted asiento--dijo Isabel, con sonrisa dulce y como
+avergonzada, señalándole un puesto a su lado.
+
+El comandante vaciló un momento, pero fué a ocuparlo. Joaquinita también
+me llamó. Hice como que no la oía, y fuí a sentarme entre la señora de
+Enríquez y Etelvina, un par de setentonas.
+
+Los remos, como grandes antenas, comenzaron a maniobrar sobre el agua
+amarillenta. Pasamos al lado de grandes vapores, cuyos vientres
+colosales, pintados de rojo, parecían que iban a aplastarnos. De lo alto
+de ellos, algunos marineros nos miraban con curiosidad, y se decían
+sonriendo frases que no llegaban a nuestros oídos. Detrás dejábamos el
+gran puente de Triana, cuyos ojos se iban achicando lentamente. Pronto
+salimos del atracadero de los barcos, y llegamos al recodo que guarnecen
+los naranjos del jardín de las Delicias. El río hace una gran ese,
+revolviendo hacia Triana. Las orillas están orladas de mimbres, en
+primer término. Por detrás de ellos asoman algunas filas de álamos
+blancos, cuyas hojas plateadas, heridas por la luz y agitadas por el
+soplo blando de la brisa, despiden hermosos destellos. La falúa se
+deslizaba suavemente, aguantando imperturbable los rayos solares. El
+aire reseco había perdido sus condiciones de sonoridad. Sentíase en los
+oídos un suave zumbido constante, al través del cual los ruidos llegaban
+amortiguados y confusos. La vista no gozaba siquiera la voluptuosidad de
+posarse en el agua, porque el río mismo despedía un aliento cálido. El
+sol implacable lanzaba de una vez, en apretado haz, todos sus rayos
+sobre nosotros, cual si quisiera aplastarnos, reducirnos a la nada, de
+donde su calor vivificante nos había sacado. ¡Qué hermoso, qué vivo, y
+qué omnipotente sol! Sólo en el Mediodía se siente su fuerza augusta y
+acometen deseos de adorarle.
+
+En los primeros momentos hablóse poco en la lancha. El calor era tan
+intenso que aturdía. Todos los rostros estaban encendidos y sudorosos.
+Los brazos no tenían brío para abanicarse. Pero la alegría no tardó en
+renacer. Aquella insufrible molestia que sentíamos sirvió de pretexto
+para bromear y reir. Uno de los pollos proponía un baño general, que nos
+echásemos todos juntos al agua así que llegásemos a San Juan, cosa que
+escandalizaba y hacía reir a un mismo tiempo a las damas. Elenita
+sostenía que su tío no sudaba agua como los demás, sino café con leche;
+y como todos los ojos se volvían, sonrientes, a mirarle, el buen señor
+no podía ocultar su despecho. Cada cual comenzó a hablar con los que
+tenía al lado. Isabel y Villa empezaron una conversación animada. La de
+Enríquez y su novio, lo mismo. Elenita y el pollo desconocido, que ya se
+habían saeteado bastante con los ojos, comenzaron a charlar por detrás
+de la cabeza de jabalí del presbítero don Alejandro, que tenía las
+enormes cejas temerosamente fruncidas, y el rostro contraído por una
+expresión de dolor y de ira que ponía espanto. Finalmente, y esto era lo
+que verdaderamente me interesaba, Gloria y Suárez no cerraban boca. La
+infiel reía alegremente, harto alegremente quizá para que no hubiese en
+ello cierta afectación, de los chistes (¡estúpidos, claro está!) del
+malagueño. No quise disimular mi tristeza. Al contrario, forcé la nota
+lúgubre, permaneciendo silencioso y cabizbajo, a pesar de los esfuerzos
+que las dos viejas que tenía al lado, y Joaquinita, hicieron por sacarme
+de mi éxtasis doloroso. Todos allí estaban ya al tanto de lo que me
+ocurría.
+
+Sentía, en verdad, una viva y profunda pena que me apretaba el pecho y
+la garganta. Deploraba amargamente el haber venido. Las esperanzas que
+Isabel me había dado, parecíanme ahora infundadas, ridículas,
+engendradas sólo por su deseo frívolo de agradar a todo el mundo. Presa
+de una angustia indecible, sofocado también por aquel ambiente
+abrasador, al cual no estaba acostumbrado como los demás, me veía
+desfallecer. Los oídos me zumbaban, y pasaban a menudo por delante de
+mis ojos gasas negras flotantes, como si fuera a caerme. No suspiraba,
+ni me movía, sin embargo. No sólo no temía perder el sentido, pero lo
+apetecía, por huir de aquella amargura que inundaba mi alma. Deseaba que
+el poderoso sol se filtrase por la lona del toldo y me abatiese,
+aniquilase mi conciencia, me transformase en una piedra, en una planta,
+en algo que no pensase ni sintiese.
+
+Comprendía que mi actitud y mi semblante denotaban demasiado claro lo
+que pasaba en mi espíritu, que me estaba poniendo en ridículo. Nada me
+importaba. Allá, después de un cuarto de hora, cuando aún no estábamos a
+mitad del camino, observé que Gloria me dirigió con el rabillo del ojo
+una rapidísima mirada, como si tuviese curiosidad de ver lo que yo
+hacía. No sé lo que pasó por mí. Sentíme de pronto revivir, como un
+hombre medio ahogado a quien sacasen la cabeza fuera del agua. Erguíme y
+aspiré con ansia el aire, dando un largo suspiro que hizo sonreir a la
+señora de Enríquez y puso seria a Joaquinita. No tardó en venir otra
+mirada igual, que me hizo el mismo bien. La mano invisible que me
+apretaba cruelmente la garganta aflojaba los dedos. Luego vino otra, y
+pude sacar el pañuelo y limpiarme el sudor. Luego otra, y tuve ya
+fuerzas para sonreir. Aquellas miradas, aunque serias y rápidas,
+penetraban hasta mi corazón y reían allí alegremente y sonaban como una
+armonía celeste, y hasta pienso que olían como un perfume embriagador.
+Cuanto más nos acercábamos al término de nuestro viaje, más frecuentes
+eran, y si no me equivoco, más duraderas también. No dejaba por eso de
+hablar con Suárez, pero cualquiera podía notar que no era con la misma
+animación, que una leve sombra de gravedad y preocupación se había
+esparcido por su rostro.
+
+El cauce del río nos conducía hacia la loma que cierra el contorno de
+Sevilla por la parte del Sudoeste. A la falda de esta loma se encuentra
+un pueblecillo llamado San Juan de Aznalfarache, adonde tardamos poco en
+atracar, saltando a un tabladito que hace de muelle. Es una aldehuela
+irregular, triste y de ruin caserío. Desde la ciudad ofrece vista muy
+grata aquel blanco grupito de casas posado como una gaviota a la orilla
+del río; pero una vez dentro de él, la ilusión se desvanece. Mirado
+desde Sevilla, parece asentado en la falda misma de la colina, sin
+terreno llano donde esparcirse. Después que se está en él, se observa
+que hay en torno muy llanas y muy hermosas huertas de naranjos y olivos.
+
+El malagueño dió la mano, para saltar, a Gloria, y esto me contrajo el
+corazón fuertemente; pero apenas los diminutos pies de ésta se posaron
+en el suelo, me lanzó una ojeada firme y rápida como un latigazo, y
+volvió a dilatarse. Se descansó algunos minutos delante de una taberna,
+y nos refrescamos con agua azucarada. Las damas se sentaron en las
+sillas que sacaron del establecimiento. La mayor parte de los hombres
+permanecimos en pie, sirviéndoles los panalitos. La verdad es que todos
+estábamos necesitados de un rato de sombra verdadera, porque la del
+toldo de la falúa dejaba mucho que desear. Joaquinita, que, por lo
+visto, tenía ganas de mortificarme, me demandó un vaso de agua.
+Sintiendo, más que viendo, que Gloria me observaba, fuí a buscarlo, pero
+en la taberna se lo di a don Alejandro, diciéndole:
+
+--Haga el favor de llevar este vaso a Joaquinita.
+
+El presbítero se apresuró a cumplir el encargo, y yo salí después,
+harto satisfecho de no dar pretexto a que pudiera pensarse que la
+segunda de Anguita me inspiraba el más mínimo interés. Como diese
+algunas vueltas por delante de las damas, dirigí distraídamente la
+mirada a los pies de Pepita, y observé que traía las botas rotas. Al
+instante lo advirtió.
+
+--¿Qué, se fija usted en mis botas rotas?
+
+--¿Se le han roto a usted al saltar?--repliqué.
+
+--No, señor. Las traigo ya rotas de casa.
+
+--¡Ah! No lo ha notado usted al ponerlas.
+
+--Sí, señor, sí; lo he notado hace días. Las he puesto con todo
+conocimiento.
+
+No quise insistir, porque entendí que, si proseguía, iba a decirme que
+no tenía dinero para comprar otras, con la poca aprensión, vecina de la
+desfachatez, que la caracterizaba.
+
+Isabel dió la señal de marcha. No sé a quién se le ocurrió subir al
+monasterio antes de ir a la Palmera, y emprendimos, en efecto, la
+ascensión. La comitiva se repartió en parejas. Yo, para hacer méritos a
+los ojos de Gloria, viéndola emparejada con Suárez, me fuí solo delante.
+El camino es corto, pero bastante agrio.
+
+--Sanjurjo--me gritó Joaquinita, con el sano propósito de
+desconcertarme,--muy melancólico anda usted hoy.
+
+Me volví, y respondí sonriendo:
+
+--Hay motivos.
+
+--Cuéntenoslos usted.
+
+--Nunca.
+
+Y seguí adelante, muy contento de haber enviado a Gloria delicadamente
+un testimonio de mi amor. No tardamos en llegar al monasterio. Está
+situado en una meseta o cornisa que forma la falda de la colina, a una
+altura bastante considerable ya sobre el nivel del río. El edificio no
+es grande ni ofrece mucho de particular en el estado de abandono en que
+se halla; pero delante de él hay una especie de terraza desde donde se
+divisa uno de los paisajes más hermosos que pueden verse en ninguna
+parte del mundo.
+
+Todos nos quedamos extasiados en su contemplación. Lo que primero atraía
+la vista era la ciudad. La hermosa sultana del Mediodía reposaba del
+lado de allá del río, con blancura deslumbradora que le da carácter
+africano. Eran las cuatro de la tarde. El sol la bañaba con sus rayos
+oblicuos, pero vivos aún y ardorosos. Sus innumerables torrecillas
+mudejares de pizarra y azulejos brillaban como diamantes, y sobre todas
+ellas descollaba la formidable y esbelta Giralda, el antiguo y severo
+alminar de los árabes, con fuerte color anaranjado. El espacio que ocupa
+en la vega donde está asentada es grande. Todavía detrás de ella, sin
+embargo, nuestros ojos percibían extensa llanura verde y dorada, cerrada
+por una leve ondulación del terreno. "Allí está Alcalá de Guadaira, me
+dijeron; allí Carmona." No conseguí verlas. Del lado de acá, por la
+parte del Sur, la gran ese del río brillaba a los rayos del sol,
+desarrollándose entre huertas de naranjos y olivos. A cierta distancia
+éstas cesaban, y la campiña se extendía llana, desnuda, con un color
+dorado, hasta tocar en el cielo en los confines del horizonte. En aquel
+espléndido paisaje mis ojos no veían la riqueza infinita de matices de
+mi Galicia. El esplendor irresistible de la luz los borra y los confunde
+todos. La impresión, a pesar de eso, o por eso quizá, era más viva. A
+falta de colores, había destellos. El suelo y el aire ardían como una
+iluminación universal. Luego los contornos de los objetos, lo mismo los
+próximos que los lejanos, eran tan puros, tan claros, que algunos, como
+la Giralda, parecían dibujados en un gran lienzo con mano dura. Los
+mismos bosquecillos que rodean la ciudad no formaban masas verdes o
+manchas, sino que veíamos los árboles separados con admirable precisión.
+Por una atracción de que no me daba cuenta, mi vista se fijaba con
+persistencia en el espacio azul. La luz ejercía sobre mí en aquel
+momento la misma fascinación que sobre las mariposas. Sentía un placer
+inmenso, un deleite casi sensual en sumergir la mirada en aquel aire
+transparente y límpido, y me acometían vagos anhelos, ansias
+indefinibles que me producían una especie de desvanecimiento. Por un
+instante se me borró hasta la noción de la existencia, hasta el
+pensamiento de Gloria, que tenía a cuatro pasos de distancia. Si hubiera
+tenido alas, me hubiese lanzado al infinito luminoso, sin acordarme de
+ella, aunque esto parezca una contradicción inverosímil. Esta especie de
+enajenación desapareció cuando oí la voz de Pepita a mi espalda.
+
+--¡Considera, alma cristiana, en esta primera estación!...
+
+Volví la cabeza riendo, y mis ojos tropezaron con los de Gloria, que los
+apartó al instante. No cabía duda; me estaba mirando.
+
+Bajamos de nuevo al pueblo, y advertí que Suárez, por más que hizo, no
+consiguió emparejarse con ella. Se había cogido al brazo de su tía
+Etelvina, y hablaba animadamente sin hacer caso de él, hasta que,
+despechado al fin, se acercó a acompañar a una de las de Enríquez.
+"Bueno va", dije para mí, con viva alegría que me brotaba a la cara.
+Isabel y Villa no se habían separado. Consideré con tristeza al pobre
+comandante preso de nuevo en las redes de aquel amor imposible, cuando
+Joaquina se me acercó diciendo:
+
+--¿Mira usted a Villa? ¿Verdad que parece imposible que un hombre formal
+se ponga en ridículo hasta ese punto?
+
+Me encogí de hombros y sonreí. ¡Ponerse en ridículo! ¿Qué le importa al
+que ama de veras ponerse en ridículo? Quien se admire de esto, ni ha
+amado nunca, ni sabe lo que es amor. A riesgo de parecer grosero,
+alejéme de Joaquinita. Su compañía en aquel momento podía echar a perder
+un fausto suceso que veía en lontananza.
+
+Atravesamos de nuevo el pueblo, y salimos por la parte del Sur a las
+huertas y jardines que lo circundan. Al través de las puertas enrejadas,
+veíamos las casitas de campo, con persianas verdes cuidadosamente
+echadas, enteramente solitarias. Sus habitantes, si es que los había,
+debían de estar resguardados del calor hasta la hora en que el sol se
+pusiese. Próxima ya a la falda de la colina, estaba la Palmera. Era la
+más amplia en territorio y la que poseía casa más grande y suntuosa.
+Desde la puerta de salida hasta el edificio había una ancha avenida
+orlada de palmeras, en suave declive. A entrambos lados se extendía un
+bosque inmenso de naranjos. El jardín de la casa estaba ya tallado en la
+colina. Para subir a aquélla había tres escalinatas adornadas con
+macetas. En los tres decansos se veían jardinillos bastante descuidados,
+pero que tenían ese encanto misterioso y poético que la naturaleza
+presta a los lugares que el hombre la abandona. Los arbustos habían
+crecido desmesuradamente y tejían sus ramas formando bosquecillos
+impenetrables. Las flores eran escasas y crecían donde los arbustos no
+les quitaban la luz.
+
+A la puerta nos recibieron los criados, que habían ido por la mañana con
+los víveres. El que estaba al frente de la finca nos acompañaba desde la
+puerta de hierro. Era una casa del siglo pasado, espaciosa, fresca, y un
+poco desmantelada. Hacía tiempo que los dueños no iban allí sino por un
+día o dos. Excitada la curiosidad de todos, quisimos recorrerla luego
+que hubimos descansado unos minutos, y lo hicimos en tropel entrando y
+saliendo por las vastas habitaciones solitarias, turbándolas con
+nuestros gritos y risas. En la planta baja había un gran salón, de techo
+elevadísimo, con pavimento de azulejos colocados en caprichoso mosaico.
+Los muebles eran severos; el damasco encarnado de las sillas y cortinas
+había empalidecido extremadamente. Los muros tenían pintado al fresco
+un gran zócalo que llegaba hasta la mitad; de allí arriba, enjalbegados
+como la casa de un menestral; pendían de ellos varios retratos al óleo,
+de caballeros y damas del siglo diez y ocho. Estos retratos, que eran
+los de los antepasados de Isabel, llamaron poderosamente la atención de
+los convidados. Particularmente las damas, no acababan de asombrarse de
+que se gastasen tales tocados y vestidos, como si no pudiera ponerse un
+pero a los que ellas llevaban. Había además un comedor espacioso, con
+grandes armarios de caoba, bien provistos de vajilla. En el piso alto
+nos llamó la atención un gabinete muy lindo, en cuyos balcones habían
+puesto por capricho cristales de todos colores. Nos detuvimos bastante
+rato contemplando la campiña al través de cada uno. Aquellos paisajes
+azules, rojos, amarillos, que alguna vez se ven en sueños, hacían
+prorrumpir en exclamaciones de alegría o disgusto a mis compañeros.
+
+--Voy a enseñarles a ustedes la salida del manantial--nos dijo Isabel.
+
+Bajamos, guiados por ella, a la planta baja, atravesamos un patio, abrió
+un criado una puertecita verde y entramos en un recinto semejante a una
+gruta. La atmósfera estaba impregnada de humedad. Escuchábase el rumor
+del agua, pero no la veíamos, porque estaba oscuro. Cuando los ojos se
+fueron acostumbrando, observamos allá en el fondo, brotando de la peña,
+un raudal enorme, verdadero río que caía en un estanque cerrado
+toscamente por piedras. El sitio era el más grato que pudiera hallarse
+en tal instante. La frescura singular que se sentía dilató nuestros
+pechos, harto oprimidos, y nos hizo prorrumpir en exclamaciones de
+bienestar. Nadie quería salir de allí. Sin embargo, fué preciso al fin,
+porque se llegaba la hora de confortar los estómagos. Isabel había
+dejado a Villa y tenía abrazada a Gloria por la cintura. Ambas fueron
+quedando rezagadas a la salida. Cuando iba a trasponer la puerta, Isabel
+me llamó.
+
+--Oiga usted una palabrita, Sanjurjo.
+
+Al mismo tiempo se retiró hacia el fondo de la gruta, arrastrando a
+Gloria. El corazón me dió un vuelco, y las piernas me flaquearon.
+Llegaba el momento crítico que había de resolver de mi suerte. Haciendo
+un esfuerzo sobre mí mismo, acerquéme sonriente a las jóvenes. Debía de
+estar, o muy rojo, o muy pálido. Isabel no me dejó pronunciar una
+palabra. Si me hubiese dejado, no sé si hubiera sido capaz de hacerlo.
+
+--Sanjurjo, mi opinión es que debe concluir _eso_ que hay entre Gloria y
+usted. Ustedes se quieren. ¿Por qué han de pasar el tiempo en monerías?
+
+¡Pasar el tiempo en monerías! Declaro que nada me ha parecido, ni antes,
+ni después, tan lógico, tan convincente como esta sencilla proposición.
+
+Y como nos quedásemos turbados, ella roja, yo rojo también, mirándonos
+con ojos brillantes, la condesita nos dijo en tono protector:
+
+--Vamos, dense ustedes la mano, y no haya más regaños.
+
+Me apresuré a coger la mano de mi adorada, y la aprisioné entre las mías
+largamente, pero sin acertar a decir palabra. La presencia de Isabel me
+estorbaba ya terriblemente. Al fin, la emoción venció a la vergüenza, y
+comencé a verter una serie de frases incoherentes, apasionadas,
+estúpidas, protestando de mi cariño. Estaba loco. Tantos disparates debí
+decir, que Gloria soltó su mano bruscamente y echó a correr hacia el
+fondo. Isabel me hizo con los ojos seña de que la siguiese.
+
+--Gloria--le dije en voz baja, acercándome suavemente--, ¿sigues
+enfadada conmigo?
+
+Por toda contestación se llevó el dedo a los labios, diciéndome con
+fingido enojo:
+
+--Cargante, ¿no tenías tiempo de desirme esas guasitas cuando
+estuviéramos solos?
+
+No pude contenerme. Me acerqué más a ella y la estreché fuertemente
+contra mi corazón. Una tosecilla seca de Isabel, cuya figura tapaba la
+puerta, nos avisó de que nos veía y que juzgaba aquello un poco
+descomedido. Gloria me rechazó; pero yo, tomándole las manos, preguntéle
+con acento conmovido:
+
+--¿Por qué me has hecho sufrir tanto?
+
+--También yo he sufrido; calla.
+
+Y se dirigió a la puerta llevándome a su lado. Isabel dió algunos pasos
+hacia nosotros, y sonriendo maliciosamente nos dijo:
+
+--Veo que la reconciliación ha sido completa.
+
+Luego abrazó a Gloria y le dijo al oído algunas palabritas. Esta soltó
+una carcajada y la besó con efusión repetidas veces. Después, sin saber
+cómo, la risa se tornó en llanto: ocultó el rostro en el pecho de su
+prima y comenzó a sollozar perdidamente. Comprendí que aquellas lágrimas
+no eran de dolor, pero me apresuré a preguntarle:
+
+--¿Qué te pasa, Gloria? ¿Te sientes mal?
+
+Sin levantar la cabeza me hizo seña con la mano de que me fuese. Yo, sin
+hacer caso, volví a preguntar:
+
+--¿Estás indispuesta?
+
+Entonces, levantando la frente, con los ojos nublados de lágrimas y
+sonrientes a la vez, exclamó con rabia:
+
+--¡Vete, payaso, vete! No quiero que me veas llorar.
+
+Muchas veces después me he oído llamar payaso por Gloria, y siempre se
+lo he agradecido; pero nunca este calificativo me hizo experimentar una
+sensación más feliz, un transporte tan delicioso como entonces. Salí por
+la puertecita en un estado de turbación que hubiera hecho reir a
+cualquiera. Llegué al comedor, y no comprendí por qué Suárez me dirigía
+una mirada tan glacial. Yo de buena gana le hubiera abrazado como a todo
+el mundo. Si no abrazos, por lo menos empecé a repartir sonrisas a
+todos, porque me parecía que todos habían contribuído a mi felicidad. Lo
+único que me sorprendió, al cabo de algunos momentos, fué que no me
+preguntasen por Gloria. Dios mío, ¿cómo se podía vivir sin Gloria? Pero
+Gloria no tardó en llegar, las mejillas inflamadas, los ojos enrojecidos
+y brillantes. No me miró al entrar. Comprendí que sin mirarme me veía,
+y esperé.
+
+--A la mesa, a la mesa--dijo Isabel.
+
+Vi que el malagueño se acercaba a Gloria y le decía algunas palabras, y
+vi que ella hacía una mueca de indiferencia y le volvía la espalda. ¡Qué
+criatura tan inteligente! Vi que, como quien no quiere la cosa, se iba
+acercando hacia el sitio donde yo estaba; y vi que se llevaba las dos
+manos al pelo y se daba unos toquecitos nerviosos para arreglárselo; y
+vi que cogía una silla y la separaba para sentarse; y vi que apoyaba su
+mano en la contigua... Y no quise ver más. Fuí allá, y me senté
+resueltamente a su lado.
+
+No recuerdo los manjares que nos sirvieron, ni creo que los recordaría
+entonces, después de haberlos comido. Me parece que eran la mayor parte
+fiambres de fonda, y que había gran profusión de confites. Lo que
+retengo en la memoria admirablemente es que Gloria me sirvió almíbar de
+azahar, diciéndome que era cosa exquisita, y que yo no lo encontré tanto
+y que ella se enfadó y me dijo que era un simple y un desaborío, y que
+yo, para cortar la discusión, le dije que si me la sirvieran a ella en
+ese almíbar, la comería, pero otra cosa no, y que ella me respondió,
+riendo, que yo "era un gaditano con más conchas que un galápago". En
+cambio, cinco yemas de San Leandro, que me hizo comer una tras otra, me
+parecieron deliciosas, y alabé las manos de las monjas, y a Dios que las
+había criado.
+
+Después de merendar nos fuimos al salón. Elenita se puso a teclear en
+el piano antiquísimo, de voces cascadas y metálicas; un verdadero
+trasto. Temblé que comenzase a cantar alguna de sus romanzas
+sentimentales, y más cuando vi acercarse al presbítero y decirle algunas
+palabras al oído; pero no fué así. La vivaracha joven tocó una tanda de
+valses, y llamó al pollo desconocido, nombrado Lisardo, según creo, para
+que le volviese las hojas. Don Alejandro, mientras tanto, paseaba a
+grandes trancos por el salón, con aspecto sombrío.
+
+--¿Qué, no se baila?--preguntó la chica al terminar, haciendo girar el
+asiento para ponerse frente a nosotros--. Pues yo voy a dar el
+ejemplo... Isabel, ven aquí, tócanos una mazurka.
+
+Y sin más preámbulo se cogió a Lisardo y comenzaron a bailar, dando
+fuertes taconazos sobre los azulejos, sin reparar en la mirada furiosa,
+pulverizante que su maestro de música la dirigía.
+
+Yo estaba sentado en uno de aquellos viejos sofás al lado de Gloria. Le
+pregunté si quería bailar, y me respondió que no sabía. En Andalucía
+casi todas las jóvenes saben los bailes del país, porque se les toma
+maestro o maestra para enseñarles; pero a menudo ignoran los de sociedad
+con ser mucho más fáciles.
+
+--No importa, yo te enseñaré.
+
+Y sin aguardar su respuesta, la cogí de las manos, obligándola a
+levantarse, y la abracé por el talle.
+
+--Uno... dos... Ahora con el izquierdo. Uno... dos... Vuelta con el
+derecho...
+
+Perdíamos el compás a cada momento, pero ¡qué importa! Cada traspié nos
+hacía reir alegremente. Una vez Gloria me pisó.
+
+--¡Uy! ¡uy!--exclamé fingiendo gran dolor--. ¡Cómo pesa la carne de
+monja!
+
+--¡Vaya una grasia mohosa!... Pero, hombre, ¿tienes la desvergüensa de
+quejarte? ¿De cuándo acá el pie de una andalusa puede haser daño al de
+un gallego?
+
+Y era verdad. Aunque sus pies diminutos hubieran bailado sobre los míos,
+creo que no me harían daño.
+
+Por otra parte, nadie reparaba en nosotros, y podíamos bailar lo mal que
+quisiéramos sin llamar la atención. Todos brincaban por el salón,
+acometidos de un vértigo en el cual debían de tener alguna parte el
+manzanilla y el amontillado que nos habían servido. Cuando nos cansamos,
+fuimos de nuevo a sentarnos. Cogí su abanico, le dí aire fuertemente,
+tan fuerte, que lo rompí, lo cual fué ocasión de nuevas bromas y risas.
+No habíamos hablado nada de nosotros mismos. Nuestra conversación sólo
+tenía por tema las cosas y los sucesos exteriores. No sé si era porque
+el placer de hallarnos de nuevo juntos y enamorados nos bastaba en aquel
+momento, o por el temor de hablar de asuntos en cuya apreciación
+pudiéramos no estar de acuerdo.
+
+Por supuesto, en cuanto el baile de sociedad fué cansando, vinieron a
+escape las seguidillas. Gloria fué la primera invitada, porque Isabel
+afirmó en voz alta que no había en Sevilla quien las bailase como ella.
+No se hizo de rogar. Formáronse cuatro parejas, comenzó a sonar la
+guitarra, chasquearon los palillos (en Andalucía la guitarra y los
+palillos aparecen siempre, como si brotaran de la tierra), y el baile,
+aquel baile animado, vibrante, gracioso, que produce escalofríos de
+dicha y hace bullir el alma del más linfático, dió comienzo al son de
+una copla cantada por el clérigo don Alejandro. Costó gran trabajo
+reducirle a que lo hiciese.
+
+Confieso que, aun placiéndome mucho, no me causó la impresión que en
+Marmolejo. Gloria en hábito de monja, no diré que estaba mejor que ahora
+con su vestido rojo, pero desde luego era aquello más original.
+
+Cuando salimos a tomar el fresco a los jardines, el sol ya se había
+puesto y andaba cerca de llegarse la noche. La sociedad se diseminó por
+el gran bosque de naranjos. Gloria, en cuanto vió un columpio, se empeñó
+en subirse, y me pidió que le moviese, lo cual hice, como debe
+suponerse, con extremado placer. Por entre los árboles vi reunidos a
+Suárez y Joaquinita, que nos miraban con sonrisa despechada y maligna.
+No hice caso; pero Gloria, que también acertó a divisarlos, se puso
+seria repentinamente y no tardó en bajarse. Volvimos a reunirnos al
+grupo mayor. Observé que mi novia procuraba, por cuantos medios podía,
+demostrar a Daniel el mayor desprecio, como si tuviese contra él algún
+grave motivo de odio. Yo era tan feliz que compadecía sinceramente a mi
+enemigo, y hallaba la conducta de ella demasiado cruel. Nos sentamos al
+fin sobre el césped, no lejos de Isabel y Villa, que charlaban
+animadamente. Hubo un rato de silencio. Temía, por lo que ya he dicho,
+volver a las conversaciones íntimas, y no se me ofrecía en aquel
+instante objeto de que tratar. Noté que Gloria me miraba con frecuencia,
+sonreía levemente, bajaba la vista y otra vez volvía a mirarme y
+sonreir, moviendo los labios un poco, cual si le viniesen deseos de
+decirme algo y no se atreviese. Una de las veces sus ojos chocaron
+francamente con los míos, y los dos sonreímos sin saber por qué. Bajólos
+al fin, y mostrando vergüenza, dijo en voz baja:
+
+--Ya sé que me has llamao... (aquí pronunció a medias la palabra fea que
+yo había dicho a Suárez en la memorable conferencia de la taberna).
+
+Debí empalidecer terriblemente, y murmuré rechinando los dientes:
+
+--¡Infame!
+
+--No te apures, hijo--se apresuró a decirme, sin caérsele la sonrisa
+avergonzada de los labios.--Ya ves qué enojada estoy. ¿No te he dicho
+que a mí me gusta que me peguen en los nudiyos?... Además, eso me ha
+probao que no se te pasea el alma por el cuerpo, como yo creía. Cuando
+me has llamao tal cosa, es que me quieres.
+
+Algún reparo podría ponerse en buena lógica a esta conclusión; pero la
+verdad es que entonces era legítima.
+
+--Sí que te quiero... ¡Más de lo que tú te figuras!
+
+--¡Mira que me figuro mucho!
+
+--Pues más aún... pero el decirte semejante porquería es una indignidad
+que ese canalla me ha de pagar.
+
+--Déjalo de mi cuenta, tonto. Vosotros no sabéis castigar esas cosa...
+Ya verás cómo yo sé tocarle en lo vivo.
+
+Y tenía razón, porque supo tan bien manifestar su desdén, que a ninguno
+de la partida se le ocultó la vergonzosa derrota del malagueño.
+
+Volvió a quedar silencioso mi dueño, y volvió a dirigirme rápidas
+miradas y a sonreir, esta vez con malicia.
+
+--Te he visto--me dijo al cabo--pasear de noche por mi calle.
+
+--¿Sí? ¿Cuándo?
+
+--Estas noches pasaas, mientras hemos estao regañaos... y te he visto
+además hacer una cosa...
+
+--¿Qué cosa?--pregunté, poniéndome ya colorado.
+
+--Besar las rejas de mi ventana... Vamos, no te pongas colorao, porque
+estuvo muy bien hecho.
+
+--¿Dónde estabas tú?
+
+--Pues detrás de las cortinas.
+
+--¡Ah, cruel! ¡Y no has tenido siquiera corazón para abrir y darme las
+gracias!--exclamé con tristeza.
+
+--¡Qué quieres, hijo!--respondió ruborizándose a su vez--. Bien me
+apetesió... pero la honrilla... la negra honrilla... ¿sabes?... No vaya
+a creerse ese tío lila, dije para mí, que le estoy asechando los paso.
+
+--Pues no te lo perdono.
+
+--¿Que no me lo perdonas?--dijo propinándome un soberano pellizco en el
+brazo.
+
+--No--repetí riendo y quejándome a un mismo tiempo.
+
+--¿No?--preguntó de nuevo, intentando darme otro.
+
+--No--repuse con firmeza, levantándome y echando a correr por el bosque.
+
+Ella me siguió, jugamos un rato al escondite entre los árboles. A cada
+instante me preguntaba: "¿No?"--"No" respondía yo, cada vez con más
+decisión. Observé que se iba impacientando, y que su voz estaba ya
+alterada. Por fin se quedó inmóvil y silenciosa. Entonces me acerqué, y
+vi que sus ojos estaban nublados de lágrimas. Me recibió con una
+granizada de denuestos. Después, como yo procurase templarla mostrándome
+arrepentido, cambió repentinamente, y mirándome con ojos suplicantes...
+tornó a repetirme:
+
+--¿Me perdonas?
+
+Costóme trabajo impedir que se pusiera de rodillas. Había llegado a
+persuadirse de que lo que había hecho era un grave delito.
+
+La noche estaba ya encima. Se trató de partir, pero la mayoría de los
+jóvenes decidió, contra la minoría de los viejos, que nos estuviésemos
+aún otro ratito. Se jugó todavía al "escondite", a "la gallina ciega", y
+nos divertimos en ver furioso al tío de Elenita, que a todo trance
+quería marchar. Cuando lo hicimos se veía muy poco: cuando saltamos a la
+falúa, en el pequeño embarcadero de madera de San Juan, era ya noche
+cerrada.
+
+Yo, que no me había separado un instante de Gloria después de nuestra
+reconciliación, tampoco lo hice entonces, como es fácil de presumir.
+Sentéme a su lado en la popa, teniendo cerca a Isabel y Villa, que
+tampoco habían andado muy apartados durante la excursión. Frente a
+nosotros estaba la de Enríquez con su novio, más allá la mamá y la tía
+Etelvina, y en medio de ellas don Alejandro, más sombrío y ojeroso que
+nunca.
+
+Elenita charlaba por los codos con el pollo Lisardo. Joaquinita y Suárez
+hablaban, aunque no tan animadamente, allá lejos, cerca de los
+marineros, y Pepita se encargaba de darnos matraca a todos. Lo cierto es
+que el malagueño soportaba su derrota con más filosofía que yo lo había
+hecho.
+
+El firmamento se había poblado de estrellas. La luna aún no parecía.
+Apartámonos de la orilla y los remos comenzaron a chapotear dulcemente
+sobre el agua. El calor había cedido, pero no cesaba. El aire, inflamado
+por los rayos del sol, nos envolvía como una onda tibia, acariciando
+nuestras sienes y penetrándonos de una languidez invencible. Los mimbres
+y álamos esparcían por las orillas sombras flotantes que temblaban y
+desaparecían a nuestro paso. Impresionados todos por el silencio de la
+noche, el blando vaivén de la barca sobre la superficie elástica del río
+y el suave rumor de los insectos que cantaban en las praderas de las
+márgenes, comenzamos, sin darnos cuenta, a bajar la voz. Al poco rato no
+se oía en la falúa más que cuchicheos y rumor de risas comprimidas.
+
+Nuestros ojos sonreían, cambiando largas miradas impregnadas de pasión;
+nuestros labios murmuraban frases de amor; nuestras manos se buscaban en
+la oscuridad y se oprimían, tan pronto viva como débilmente. Gloria me
+preguntaba aún muy bajito si la perdonaba. Yo respondía que sí y que la
+adoraba. Ella replicaba que sólo se adora a Dios y a los santos, que le
+bastaba ser querida, pero muy querida, y que la única ambición de su
+vida era ser mi mujercita, que yo la tomase y la llevase donde bien
+quisiera, "aunque fuese a Galicia". Viendo sus ojos posarse sobre los
+míos anhelantes, escuchando su dulce acento enternecido, cualquiera
+diría que estaba profundamente enamorada de mí. Yo no lo digo, por
+modestia.
+
+La luna apareció por encima de las azoteas de la ciudad cuando ya
+estábamos próximos al muelle. Inicié un aplauso a la diosa de la noche,
+y todos me secundaron con vivo palmoteo. Isabel manifestó que era
+lástima meternos en casa, y nos propuso dar la vuelta y pasearnos un
+rato, lo cual hicimos, contra la voluntad expresa del tío de Elenita.
+Otra vez perdimos de vista la negra silueta de Sevilla y nos hallamos en
+medio del río, mecidos entre sus riberas sombrías, sobre la faja de
+plata que extendía la luna en el agua. Esta faja nos servía de camino.
+Era un sendero soñado, glorioso, que se prolongaba a lo lejos, se perdía
+entre los negros contornos de las orillas, conduciéndonos en apoteosis
+al través de la noche desierta. Brillaban sobre la espalda del río mil
+escamas argentadas, mil ampollitas lucientes, que parecían estrellas
+caídas del alto cielo dormido. Sumergí los dedos en el agua, y la hallé
+tibia. Se lo dije a Gloria, y se inclinó para hacer lo mismo. Después
+nuestras manos mojadas cambiaron un dulce y corto apretón que nadie vió.
+Volvimos a sentirnos acariciados por la onda silenciosa de la noche. Las
+palabras que nos murmurábamos volvieron a tener un sentido íntimo, un
+sabor secreto que nos inundaba de alegría. Los acentos de Gloria, al
+salir de sus labios húmedos, no quedaban en el oído, sino que corrían
+por mis venas con dulzura infinita, y sus negros ojos brillantes me
+interrogaban sobre aquel misterioso y divino sabor que ella notaba
+también sin saber de dónde venía. Escuchábase el _glu glu_ cristalino
+del agua; la falúa oscilaba dejando escapar una suave queja monótona.
+Los marineros habían levantado los remos, a nuestra instancia, y nos
+dejaban marchar arrastrados por la imperceptible corriente.
+
+Duró poco aquel sopor lánguido y voluptuoso, que a todos nos había
+embargado. Pepita, después de rasguear primorosamente la guitarra tres o
+cuatro veces, se la pasó a Gloria, diciendo:
+
+--Hija mía, basta de pichoneo... A ver si nos cantas alguna copliya
+salaíta de esas que tú sabes.
+
+Quiso resistirse, pero todos la instaron, afirmando que estábamos lejos
+ya del muelle, que nadie, más que nosotros, la oiría, y se vió
+precisada a ceder. Observé siempre que Gloria estaba más dispuesta a
+bailar que a cantar.
+
+Punteó y rasgueó la guitarra un momento, y de improviso lanzó el grito
+prolongado, vibrante, apasionado, con que comienzan los cantos
+andaluces. El aire dormido se estremeció, y sobre sus alas invisibles
+arrastró aquel grito al través de la campiña desierta. Yo sentí un vivo
+escalofrío, un fuerte estremecimiento, como si hubiera tocado en el
+botón de una máquina eléctrica. Aquella nota se fué apagando, apagando,
+hasta que murió en su garganta como un blando suspiro. Luego cantó
+rápidamente y con brío los dos primeros versos de la copla, y guardó
+silencio.
+
+--¡Ole, mi niña! ¡Bueno! ¡Viva tu salero!--gritaron algunas voces.
+
+Gloria, sin pestañear, la mirada fija y abstraída, los rasgos de su
+fisonomía levemente alterados, como le acontece a quien pone en el canto
+buena parte de su alma, concluyó la copla, bajando la voz hasta
+convertirla en murmullo vago, gorjeo suave que, al morir, semejaba un
+sollozo.
+
+Por qué en aquel momento, en que mi amor por Gloria se convertía en
+delirio y embriaguez, en que todo me sonreía y tocaba al logro de mis
+deseos, sentí el alma inundada de tristeza y apetecí la muerte, no puedo
+explicarlo; pero así fué. Quizá tengan razón los que creen que el amor y
+la muerte son dos cosas que se identifican y confunden allá en el centro
+misterioso de la vida universal. Dejé resbalar mis lágrimas por las
+mejillas, sin cuidar si me miraban. Gloria volvió a entonar otra copla,
+y luego otra, y luego otra. No se cansaban de pedirle más y ella de
+complacerles.
+
+Un suceso inesperado vino a destruir el arrobamiento en que todos
+estábamos. Los marineros, que también participaban de él, se habían
+descuidado, y la falúa, abandonada a sí misma, se acercó a la orilla y
+embarrancó. En vez de susto, lo que aquel lance produjo fué risa y
+algazara. Los marineros se remangaron los pantalones y se echaron al
+agua, y al momento nos pusieron a flote. Pero la paciencia del tío de
+Elenita había tocado a su fin. Tropezando de ira, nos dirigió frases de
+mal gusto, verdaderos insultos, que nosotros acogíamos con ¡bravos! y
+palmadas. Sin embargo, las señoras se pusieron de su parte, y no hubo
+más remedio que dar la vuelta.
+
+La barca siguió de nuevo el argentado sendero del río, que fulguraba
+como el éter. Todo dormía, lo mismo la sombra que la luz, con un sueño
+profundo y sosegado. El aire tibio nos traía de las márgenes vagos
+aromas de frutos maduros, de flores marchitas, de musgo y tierra, que
+eran el hálito de la naturaleza dormida. La profunda negrura de las
+riberas, donde las sombras se acumulaban, hacía más brillante y glorioso
+nuestro camino. Parecía que marchábamos, suspendidos en las tinieblas,
+sobre un rayo de luna. Del firmamento caía una lluvia de estrellas que
+no llegaban al suelo jamás, y las praderas elevaban hacia él su voz
+suave y monótona, formada por los suspiros de millones de insectos que
+en el fondo de sus pequeños agujeros también se estremecían como yo de
+amor y de dicha.
+
+¡Hermosa noche andaluza, mientras me quede un soplo de vida vivirás
+impresa en mi corazón!
+
+
+
+
+TRISTÁN O EL PESIMISMO
+
+
+ Don Germán Reynoso, nacido en el Escorial, había labrado una
+ fortuna inmensa en América. A su llegada a España se había
+ enamorado de Elena, hija del farmacéutico del Escorial y se casó
+ con ella. Elena era una joven bellísima, buena, inocente, pero
+ bastante aturdida. Reynoso un hombre de cuarenta años, inteligente,
+ noble, generoso. Fué un matrimonio feliz. Poseían un magnífico
+ hotel en el Escorial y otro en el paseo de la Castellana de Madrid.
+ Reynoso tenía una hermana, Clara, mucho más joven que él, casada
+ recientemente con Tristán Aldama. Sus amigos más íntimos eran
+ Escudero, rico banquero, tío de Tristán, y Barragán, hombre
+ estrafalario de terrible y fea catadura pero de gran corazón. Como
+ la fortuna de los esposos les había hecho entrar en relación con la
+ sociedad elegante de Madrid, Elena conoció en ella a un distinguido
+ pintor llamado Núñez, hombre ingenioso, mordaz y escéptico. Este
+ comenzó a galantearla asiduamente. Elena se resistió mucho tiempo
+ porque amaba a su marido en realidad, pero debido a su temperamento
+ ligero y sobre todo empujada por algunas perversas amigas, concluyó
+ por sucumbir.
+
+
+¡CORAZON, ARRIBA!
+
+
+Elena se mostraba reacia aquel verano para ir al Escorial. Con el
+pretexto de esperar la terminación de unos muebles que había encargado
+para su salón iba retrasando días y días el traslado definitivo, por más
+que solía pasar allá uno que otro. Reynoso ya no podía más. Su amor y su
+prudencia le retenían de tomar la iniciativa, pero empezaba a mostrar en
+su semblante la impaciencia que le dominaba. Elena lo comprendió y le
+propuso que se fuese antes que ella, aguardándola allí los pocos días
+que faltaban ya para que el ebanista y el tapicero dejasen terminada la
+reforma del salón. Aceptó gustoso contando que solamente una semana
+tardaría su esposa en juntarse con él. Transcurrió la semana, corrían ya
+los últimos días del mes de Julio y Elena no daba aviso de su partida.
+Pensaba ya D. Germán en volverse a Madrid y renunciar a sus placeres
+campestres cuando recibió un telegrama urgente de Tristán concebido en
+los siguientes términos: "Vente en el primer tren. Urge mucho tu
+presencia aquí."
+
+Justamente acababa de almorzar; eran las doce y media y el primer tren
+para Madrid salía a la una. Mandó enganchar a toda prisa y se trasladó a
+la estación. El telegrama le había trastornado. No sabía lo que pensar,
+pero sentía una zozobra inmensa. Lo primero que le había venido al
+pensamiento era que Elena estuviese enferma, le hubiese ocurrido
+cualquier accidente. Sin embargo, no parecía natural que le avisasen en
+aquella forma enigmática. Luego pensó en Clara, en el niño. Tampoco
+imaginaba que era forma adecuada de darle la noticia. Al fin, presa de
+la mayor congoja, llegó a Madrid. Cuando puso el pie en el andén y vió a
+Tristán acompañado de Escudero y de Barragán le dió un salto terrible el
+corazón. Se dirigió corriendo a ellos.
+
+--¿Qué pasa? ¿Elena está enferma?... ¿Clara?
+
+--Las dos están buenas--respondió Tristán gravemente--. Vamos a tomar
+el coche y allí te hablaremos del asunto que me ha obligado a
+telegrafiarte.
+
+Estas palabras causaron un frío singular en el corazón de Reynoso.
+Vagamente adivinó una desgracia mayor que la enfermedad, mayor que la
+muerte misma, y quedó paralizado sin osar decir otra palabra. Siguió
+dócilmente a sus amigos, cuyas caras largas, contristadas, eran aún más
+inquietantes que las palabras de Tristán. Fuera de la estación les
+esperaba el _landau_ de Escudero.
+
+--A la Moncloa--dijo Tristán al lacayo.
+
+La mayor estupefacción se pintó en los ojos de Reynoso, pero guardó
+silencio. Prontamente el coche dejó las cercanías de la estación del
+Norte y se internó en el largo y umbroso paseo de la Moncloa, que se
+hallaba en aquella hora completamente solitario. Tristán, con los ojos
+bajos y voz levemente enronquecida, principió al cabo a hablar.
+
+--He vacilado mucho, muchísimo, antes de darte el susto que te he dado y
+hacerte pasar por una prueba bien triste... Hubiera querido, aun a costa
+del sacrificio más grande, ahorrártela. Conozco tu corazón confiado,
+noble, afectuoso y sé perfectamente la herida profunda que ha de abrir
+en él un desengaño... Pero... yo no puedo olvidar que eres mi hermano,
+que mi mujer lleva tu nombre y que tengo el sagrado deber de velar por
+que este nombre no sea arrastrado por el suelo... Yo no quiero--añadió
+exaltándose--que este nombre, que ha de llevar también mi hijo, sirva de
+burla y escarnio a la gente. Antes que eso suceda estoy resuelto a
+hacer justicia por mi propia mano...
+
+Reynoso horriblemente pálido le contemplaba atónito, sin pestañear.
+
+--Antes de dar este paso he consultado con tus amigos más fieles, con
+los que te quieren como un hermano, y ellos han visto como yo que era de
+todo punto necesario esta operación dolorosa. Ten valor, pues...
+Prepárate a saber que se ha hecho befa de tus sentimientos más íntimos,
+que se ha olvidado infamemente tu nobleza y tu generosidad, que se ha
+pisoteado tu corazón y tu nombre... Elena...
+
+Un grito áspero y extraño mezcla de rugido y de lamento salió de la
+garganta de Reynoso.
+
+--¡La prueba! ¡la prueba!
+
+Tristán, Escudero, Barragán quedaron aterrados viendo la palidez
+cadavérica de aquel hombre, su mirada centellante de fiera acorralada.
+
+--¡La prueba! ¡la prueba!--repitió apretando el brazo de su cuñado.
+
+--Dentro de pocos momentos la tendrás.
+
+Reynoso paseó su mirada anhelante por el rostro de sus amigos, y viendo
+que los dos bajaban la cabeza confirmando las palabras de Tristán, se
+llevó ambas manos crispadas a los cabellos mesándoselos con furor. Fué
+un acceso de loca desesperación. Gritos, sollozos, interjecciones,
+movimientos convulsivos. Sus amigos turbados y confusos hacían vanos
+esfuerzos por calmarle. No duró mucho tiempo, sin embargo, aquel ataque.
+Dejó al cabo caer la cabeza contra el rincón, se tapó con una mano los
+ojos y extendiendo la otra hacia Tristán dijo con voz débil:
+
+--Habla. Quiero saberlo todo.
+
+--Todo está dicho ya--repuso Tristán visiblemente afectado--. ¿Para qué
+necesitas más palabras? Ahora mismo te llevaremos a un sitio donde
+puedes quedar bien persuadido... ¡Manuel!--añadió sacando la cabeza por
+la ventanilla--da la vuelta y llévanos a la calle de Atocha. Para
+delante de la iglesia de San Sebastián. ¡Vivo!
+
+Obedeció el cochero, entrando en la ciudad y llegaron al punto designado
+en pocos minutos. Se apearon allí y dieron orden de que el carruaje les
+esperase. Dejaron la calle de Atocha y se internaron por una de sus
+travesías laterales. Tristán marchaba delante con Escudero, detrás
+Barragán con Reynoso. Este no había despegado los labios, pero pocos
+momentos después de caminar los acercó al oído del paisano.
+
+--¿Quién es?
+
+--Núñez--murmuró Barragán apretando al mismo tiempo con afectuosa
+ternura la mano de su amigo.
+
+Tristán y Escudero se detuvieron delante de una taberna, abrieron la
+puerta e invitaron a los otros a entrar con ellos. Reynoso se dejaba
+conducir dócilmente. Tristán, que parecía haber estado ya allí algunas
+veces, hizo ademán de sentarse a una mesa próxima al escaparate. Tenía
+éste doble cierre de cristales y a su través se veía perfectamente la
+calle, que era estrecha. Enfrente había una casa de reciente
+construcción que hacía contraste con las del resto de la calle, casi
+todas viejas.
+
+--¡Ahí dentro están!--dijo en voz baja apuntando hacia ella.
+
+Reynoso levantó los ojos y volvió a bajarlos rápidamente. Barragán pidió
+unos vasos de vino. El chico de la taberna los sirvió prontamente
+mirando al mismo tiempo con temor y curiosidad las barbas insólitas y el
+rostro espantable del paisano. Nadie más que él llevó a los labios el
+vaso. Aguardaron allí largo rato. Reynoso con los ojos en la mesa y la
+mano en la mejilla permanecía en una actitud de indiferencia
+desesperada. Barragán, Escudero y Tristán hablaban en voz baja espiados
+por la tabernera y el chico que mostraban en su rostro inquietud.
+Aquella conferencia misteriosa de cuatro señores en su tienda y sobre
+todo la traza de bandido que uno tenía les intrigaba. Quizá se les
+pasara por la mente que estaban fraguando un crimen.
+
+Al cabo de una hora, lo menos, Tristán, que no cesaba de echar ojeadas
+impacientes a la casa de enfrente, exclamó:
+
+--¡Ya salen!
+
+Reynoso levantó la cabeza y su faz se puso lívida viendo salir del
+portal a su esposa en compañía de Núñez. Dieron unos cuantos pasos
+precipitadamente por la calle y se metieron en un coche de punto que un
+poco más allá les esperaba. El rostro de Elena en aquel instante parecía
+turbado y pálido y sus ojos miraban con espanto a todos lados. Esta fué
+la impresión que les produjo. Reynoso quiso levantarse de la silla al
+verla, pero cayó de golpe otra vez en ella y metió la cabeza entre las
+manos. Tristán se llevó la suya al bolsillo y dejando asomar la culata
+de un revólver profirió con reconcentrada ira:
+
+--¡Mátalos! ¡Mata a esos traidores!
+
+Reynoso no se movió. Se oyó el ruido del coche que se alejaba. Nadie
+habló una palabra en algunos minutos. Al fin Escudero puso una mano
+sobre el hombro de aquél y dijo con voz conmovida:
+
+--¡Germán! ¡amigo mío! ¡valor!
+
+Y por el rostro de aquel hombre que no parecía sensible más que a los
+cheques y talones rodaban dos gruesas lágrimas. Reynoso se alzó y
+tambaleándose como un beodo salió de la taberna seguido de sus amigos.
+Cuando estuvieron en la calle se volvió hacia su cuñado y apretándole la
+mano dijo:
+
+--¡Tienes razón, Tristán, la vida es un asco!
+
+Guardaron todos silencio y caminaron hacia el sitio en que habían dejado
+el coche. Don Germán manifestó su resolución de volverse al Escorial.
+Todos ellos se brindaron a acompañarle, particularmente Tristán, pero
+opuso una enérgica negativa a sus instancias. Tampoco aceptó el coche de
+Escudero que hablaba de añadir otros dos caballos a los que llevaban.
+Nada, sólo pedía que le dejasen en la estación. Salía un tren a las
+siete y sólo faltaba una hora. Acataron su voluntad aunque de mala gana.
+
+--Os suplico que os volváis a vuestras casas y me dejéis ya--les dijo
+cuando hubieron llegado--. Y llamando aparte a Tristán--: Cuida mucho
+de Clara. Conozco su corazón y sé que este golpe puede hacerle mucho
+daño. Os espero dentro de cuatro o cinco días. Hasta entonces dejadme
+solo.
+
+Tristán le miró con asombro.
+
+--Pero ¿qué piensas hacer?
+
+--Nada.
+
+--¿No quieres castigar a ese miserable?
+
+--No.
+
+--Entonces voy yo a provocarle.
+
+--Nada. No hagas nada, Tristán. En este mundo todo es nada, ¡nada, nada!
+
+Y diciéndoles adiós con la mano y haciéndoles al mismo tiempo seña de
+que no le siguiesen, se metió en la estación uniéndose a la multitud que
+en aquella hora la llenaba.
+
+--¡Nada! ¡nada! ¡nada!--murmuraba reclinado en el fondo de un coche
+mientras la locomotora le arrastraba velozmente al través de los campos
+adustos, melancólicos que cercan a Madrid. El humo se esparcía delante
+del paisaje ocultándolo por momentos. El sol moría a lo lejos entre
+resplandores carmesíes. Una dulce serenidad se desprendía del cielo
+pálido. Reynoso dejó el rincón y puso su rostro enardecido al golpe
+violento de la brisa que se iba haciendo más fresca según se aproximaban
+a la sierra. Con los ojos atónitos sentía más que veía el raudo cruzar
+de los objetos por delante. Todo huía, todo se escapaba causándole una
+extraña impresión de desquiciamiento universal. El mundo se deshacía, se
+evaporaba, rodaba vertiginosamente a los abismos de la nada.
+
+--¡Todo es nada! ¡nada! ¡nada!--repetía sin cesar con voz ronca.
+
+Cuando el tren se detuvo en la estación de Escorial, salió del coche sin
+darse cuenta de ello y emprendió como un autómata el camino del Sotillo.
+Estaba anocheciendo. En el cielo brillante e inmóvil centelleaban
+algunas estrellas. A su espalda la mole de la sierra se ocultaba entre
+cendales de un violeta profundo. Delante el inmenso horizonte de los
+campos parecía cerrarse fundiéndose todo en un tenue vapor gris.
+
+Alcanzó su casa y penetró en ella sin ruido, casi furtivamente como si
+fuera un intruso. Uno de los criados se asombró de verle al cruzar un
+pasillo y se excusó de no haber prevenido a los demás. Don Germán ordenó
+que todos permaneciesen tranquilos. Se encerró en su despacho, sacó
+legajos y papeles y estuvo trabajando largo rato. Llamaron a la puerta
+humildemente y una doméstica preguntó si el señor bajaba a cenar.
+Respondió que le subiesen a la habitación contigua caldo y algunos
+fiambres y siguió trabajando. Al cabo se alzó del sillón y pasó al
+saloncito contiguo donde ya le habían preparado la mesa. Ordenó en
+seguida que todos se acostasen y volvió a su trabajo que aún duró mucho
+tiempo. Cuando terminó eran las altas horas de la noche. Descansó unos
+instantes y escribió una carta de pocas palabras que depositó sobre la
+mesa en sitio visible. Luego sacó de uno de los cajones un revólver, lo
+examinó con detenimiento, lo cargó con nuevas cápsulas, lo colocó sobre
+la mesa y echó de nuevo la llave al cajón. Abrió la puerta del salón,
+abrió la de la habitación contigua, que era el dormitorio matrimonial,
+encendió un cigarro y se puso a pasear a lo largo de la crujía con
+aparente calma.
+
+Allá en el fondo entre las camas de los esposos pendía un crucifijo. En
+uno de los paseos los ojos de D. Germán tropezaron con él. Quedó
+inmóvil, clavado al suelo, los ojos fijos en aquella imagen sangrienta.
+¿Cuánto tiempo estuvo así? ¿Una hora? ¿Un minuto? Jamás pudo él mismo
+saberlo. Al fin dejó escapar un suspiro, se tapó el rostro con las manos
+y cayó de rodillas sollozando.
+
+Cuando se puso en pie había recobrado el sosiego, todo el sosiego del
+alma. Su resolución estaba tomada. Se dirigió con paso firme a su
+despacho, guardó de nuevo el revólver y se puso a escribir algunas
+cartas. Una larga para Tristán, otra para Cirilo. La última para su
+mujer.
+
+"Elena: Perdona que por última vez me dirija a ti. Es de absoluta
+necesidad para tu futura existencia. Cuando recibas ésta me hallaré
+lejos y jamás volveré a importunarte con mi presencia. Te dejo toda mi
+fortuna: sólo me llevo lo necesario para vivir. Gasta todas las rentas
+que te entregará Cirilo. Es el último favor que te pido y también que
+disculpes mi ausencia. Puedes decir que estoy en América, donde tenía
+comprometidos algunos intereses. Nada más. Que Dios te proteja y que a
+mí no me abandone."
+
+Cerró la carta y lo mismo que las otras la guardó en el bolsillo para
+enviarlas al correo en la oportuna ocasión. Hizo después pedazos la que
+había dirigido al juez y sacó otro cigarro y de nuevo se puso a pasear,
+esta vez no con calma aparente sino bien verdadera. Por fin abrió el
+balcón y salió a una pequeña terraza, recostándose de bruces sobre el
+antepecho de mármol. La noche era caliente y poblada de estrellas. El
+paisaje severo, erizado, dormía bajo su dosel alargando la sombra
+inmensa de sus collados. Reynoso abría los ojos sin ver, tendía los
+oídos sin oir, no viendo ni oyendo más que los latidos de su corazón
+desgarrado. Este corazón latía y hablaba. ¿Qué importa todo? ¿Qué vale
+cuanto existe en el mundo? Riqueza y miseria, grandezas y humillaciones,
+desgracia o ventura todo cambia, todo se hunde al fin en los abismos de
+la noche eterna... ¿También se hundirá el amor? ¿Nada quedará de esta
+emoción incomprensible que parece transformarnos por momentos,
+arrebatarnos de la tierra a otras esferas más altas? Don Germán
+contempló el cielo largo rato, escrutando con avidez sus abismos
+azulados, sus millones de luminarias maravillosas. Al fin los bajó de
+nuevo murmurando: "¡No; el amor no se hundirá porque el amor es Dios!"
+Paseó después su mirada por el campo. Allá, hacia el oriente, en los
+confines del horizonte un tenue reflejo del firmamento señalaba el sitio
+donde se asentaba Madrid. Apartó los ojos con horror. Del cielo viene el
+rayo que nos abate, del mar viene la ola que nos traga, del campo la
+dentellada de la fiera o la puñalada del bandido. ¡Pero de allí!... ¡ah,
+de allí viene el daño que no puede explicarse, la agonía sin muerte, el
+dolor increíble!
+
+Permaneció algún tiempo perdido enteramente en una meditación profunda.
+Era un torrente de pensamientos graves, de sensaciones confusas que
+atravesaba su cerebro y su corazón. Apenas guardaba la conciencia de que
+fuesen suyos. Una ola de olvido le envolvía poco a poco; una voz bien
+alta subía invitándole a mirar hacia arriba y a despreciar lo de abajo.
+Después haciendo un esfuerzo alzó sus codos de la baranda, contempló
+todavía con distracción el horizonte oscuro, sacó del bolsillo su
+llavero, del llavero un lápiz y escribió tres palabras sobre el mármol.
+Entró en sus habitaciones, se dirigió a su armario y tomando de allí la
+ropa y los objetos más indispensables los empaquetó en una maleta.
+Cuando la tuvo hecha bajó cautelosamente hasta la puerta del jardín y
+salió de casa. Atravesó el parque, atravesó el bosque y en pocos minutos
+se encontró a campo raso. Emprendió por los senderos el camino de
+Zarzalejo para montar allí en el primer tren que le alejase de Madrid.
+Cuando hubo caminado algún tiempo se detuvo y volvió los ojos hacia su
+casa. Allí quedaba, silencioso, tranquilo, el que había sido su paraíso
+en la tierra. Jamás, jamás volvería a entrar en él. ¡Cuánta felicidad
+deshecha en un instante! Tomó la maleta que había dejado caer al suelo y
+emprendió de nuevo la carrera. Los sollozos le rompían el pecho, las
+lágrimas le cegaban. Así marchaba aquel hombre al través de la noche
+desierta en busca de Dios.
+
+
+
+
+PAPELES DEL DOCTOR ANGÉLICO
+
+
+
+
+UN TESTIGO DE CARGO
+
+
+Hay personas que no pasean jamás sino por calles céntricas. Hay otras
+que gustan de las excéntricas y solitarias, en los barrios extremos de
+Madrid, lindantes con la campiña. Las hay, por fin, que no pasean ni por
+unas ni por otras, y sólo encuentran alegría midiendo el pasillo de su
+casa a trancos, y acercándose de vez en cuando a la estufa para
+calentarse las manos.
+
+Pues bien; declaro que yo pertenezco a la segunda categoría, aunque
+también me agrada recorrer una y otra vez mi pasillo con las manos en
+los bolsillos, particularmente cuando llueve, y dar unas cuantas vueltas
+por las calles de Alcalá y Sevilla a las horas de más tránsito. Cuando
+esto último acaece, procuro que mi rostro vaya fruncido y aborrascado
+para adaptarse al medio ambiente; pero es contra mi gusto, bien lo sabe
+Dios, porque mi fisonomía, por naturaleza, es plácida y sentimental.
+
+Así, que experimento más placer en pasearme por las afueras, donde
+encuentro rostros alegres que me miran sin hostilidad. Sólo allí me
+desarrugo y soy exteriormente lo que Dios quiso hacerme. Y he pensado
+algunas veces que si trasladásemos las caras de las afueras al centro, y
+las del centro las enviásemos a paseo, Madrid ofrecería a los ojos de
+los extranjeros un aspecto más hospitalario, más risueño y, sobre todo,
+más humano que el que ahora tiene.
+
+No sucede lo mismo con los perros. Encuentro, generalmente, los del
+centro apacibles y corteses; los de los barrios extremos, agresivos,
+quimeristas y mucho más descuidados en el aseo de su individuo. Sin
+duda, la cultura, que ejerce una influencia tan triste en la raza
+humana, suaviza y mejora la canina.
+
+Ignoro si el perro con quien tropecé cierto día en una de las calles más
+extraviadas del barrio de Chamberí era quimerista y agresivo como sus
+convecinos; pero sí puedo dar fe de su escandalosa suciedad.
+
+Flaco, lanudo como esos bohemios que no se recortan jamás la barba y la
+dejan crecer por donde salga, cubierto de polvo y con un pegote de barro
+en cada pelo, se acercó a mí este repugnante animal moviendo el rabo y
+mirándome con ojos humildes.
+
+Yo dí un salto atrás, porque la experiencia me ha enseñado que se puede
+mover el rabo humildemente y ser en el fondo malísimo sujeto. Pronto me
+convencí de que no había nada que temer. Aquel pobre perro había venido
+tan a menos, se hallaba tan desamparado y abatido, que los últimos
+rescoldos de su carácter agrio, si alguna vez lo había tenido, se
+habían apagado por completo.
+
+Hice sonar con los dedos una leve castañeta, correspondiendo al meneo
+vertiginoso de su rabo, y me dispuse a proseguir mi camino. Pero él
+agradeció aquella fría castañeta como nadie me agradeció en la vida el
+saludo más cordial y cariñoso. Comenzó a brincar delante de mí, y a
+retorcerse, y a lanzar suaves e insinuantes aullidos, expresando tanto
+gozo como gratitud.
+
+No se agradecen así los saludos en este bajo mundo--me dijo nuevamente
+la experiencia--si no se teme o se espera algo. Este perro no tiene amo,
+o ha sido arrojado por él de su casa. ¡Pobre animal! Me interesó su
+desgracia, y de nuevo hice sonar la castañeta con alguna mayor efusión,
+y él con esto renovó las señales de gratitud hasta querer descoyuntarse.
+
+Inmediatamente tomó la resolución de seguirme hasta el fin del mundo.
+
+Yo le veía detrás varias veces, dándome escolta; otras, delante,
+sirviéndome de heraldo. Por momentos se detenía, levantaba hacia mí su
+hocico peludo, y me miraba con afectuosa sumisión, cual si me quisiera
+decir que estaba dispuesto a obedecerme como amo y señor. La desgracia
+de aquel animal me conmovió. Era tan feo, que no había motivo para
+admirarse de que su dueño le hubiese abandonado.
+
+Y, sin embargo, yo he visto algunas señoras ricas que acariciaban y
+mimaban con apasionados transportes de amor a otros perros más feos que
+éste, y he visto también a algunos jóvenes elegantes acariciar y mimar
+a estas mismas señoras, más feas aún que sus perros.
+
+Me representaba a aquel pobre animal, arrojado ignominiosamente de su
+casa, volviendo a ella a demandar gracia, aullando tristemente a la
+puerta; le veía marchar errante y hambriento por aquellas calles
+solitarias, introducirse en alguna tienda en busca de una piltrafa,
+salir de ella molido a palos, seguir a los transeuntes hasta que éstos
+le despedían a puntapiés o pedradas.
+
+La compasión se filtraba en mi pecho, y cuando el animal se paraba a
+mirarme, le hacía una seña de afectuosa consideración. Entonces se
+acercaba a mí rebosando de agradecimiento, y yo, sin temor a mancharme
+las manos, como los santos caritativos de la leyenda, le acariciaba la
+cabeza.
+
+Pero a medida que transcurría el tiempo, se apoderaba de mí un vago
+malestar. ¿Qué iba a hacer de aquel desdichado? A un perro no se le
+puede dar una limosna, ni recomendarle a un concejal amigo para que le
+coloque de peón en los trabajos de la villa. Necesitaba llevármelo a
+casa. Esto era grave. ¿Qué diría el portero, qué dirían los vecinos, qué
+diría, sobre todo, mi familia al ver entrar aquel bicho feo y asqueroso?
+¡Vaya unas protestas, vaya una zambra, vaya una risa que se armaría en
+mi casa! Se me puso la carne de gallina.
+
+Comprendí inmediatamente todo lo falso de mi situación.
+
+Entonces hice con el perro lo que conmigo hacen los amigos cuando mi
+presencia les molesta; me hice el distraído. Cuando me miraba con sus
+ojos afectuosos, volvía la cara hacia otro sitio; si se acercaba a mí,
+fruncía el entrecejo como si no le viese, y seguía mi camino. En fin,
+adopté un continente tan glacial como significativo. Pero él no vió la
+significación, o no quiso verla. Sin darse por enterado, persistía en
+sus muestras de adhesión incondicional, teniéndose siempre por mi
+protegido.
+
+Una de las veces que mi mirada se cruzó con la suya, vi en sus ojos una
+expresión de sorpresa y de súplica tal, que el corazón se me apretó. Sin
+embargo, lo que pedía no era posible.
+
+Mi inquietud iba en aumento, y ya pensaba en la barbarie de arrojarlo de
+mi lado violentamente, cuando observo que viene hacia nosotros un
+tranvía. Entonces, cautelosamente me agarro a él y monto. Desde la
+plataforma veo a mi perro que camina tranquilo y confiado, vuelve de
+pronto la cabeza, queda sorprendido, olfatea el aire con desesperación,
+y, por fin, baja de nuevo su cabeza hacia la tierra, resignado, como los
+seres que han conocido todo el dolor de este mundo y saben lo que se
+puede esperar de la existencia.
+
+Jamás pude olvidarlo. Y al acordarme de él, no puedo menos de pensar que
+cuando algún día me vea ante el supremo tribunal de Dios, y se juzguen
+todos los actos de mi vida, y se cuenten mis faltas y desaciertos, he de
+verle aparecer, con su hocico peludo y su aspecto dolorido, a dar fe de
+mi cruel egoísmo.
+
+
+
+
+VIDA DE CANÓNIGO
+
+
+Las ideas de mi tío don Sebastián acerca del ascetismo de los canónigos
+eran mucho más decididas que las de Pachón de la Quintana de Arriba.
+Nada de vacilaciones en este punto: ya sabía a qué atenerse. Para él la
+imagen de un canónigo evocaba un sin fin de representaciones cómodas,
+deleitosas y suculentas.
+
+No es extraño. Si se hablaba de un vino añejo bien confortable, le oía
+llamar "vino de canónigo"; si se trataba de un chocolate exquisito,
+"chocolate de canónigo"; si de un colchón blando y relleno, "colchón de
+canónigo"; etc.
+
+Toda su vida había sentido una envidia ruin por el alto clero, y
+deploraba amargamente que su padre no le hubiese dedicado al estado
+eclesiástico, en vez de dejarle al frente del comercio de ferretería que
+tenían en la planta baja de la casa. Porque si le hubiese enviado al
+Seminario, tal vez a estas horas sería canónigo. ¿Por qué no? ¿No lo era
+su primo Gaspar, que pasaba por un zote en la escuela? ¡Y nada menos que
+arcediano de la santa iglesia catedral de León!
+
+Verdad era que el trato que sus hermanas le daban no era a propósito
+para ahuyentar de su carne los apetitos concupiscentes. Eran feroces
+aquellas dos hermanas que su padre le había dejado con el comercio de
+ferretería. No se sabe si se habían propuesto hacerse ricas a costa de
+las susodichas carnes de su hermano, o es que pensaban con terror en la
+muerte de éste y en la necesidad de traspasar el comercio, o, ¡quién
+sabe!, tal vez en su matrimonio. Porque, si bien mi tío don Sebastián no
+había mostrado jamás veleidades matrimoniales, el día menos pensado
+podía atraparle cualquier pelafustana. La mujer que se casa con un
+hombre que tiene dos hermanas solteronas, siempre es una pelafustana. De
+todas suertes, estas dos hermanas le escatimaban el pan, la carne y el
+vino, el betún para las botas, las toallas para secarse, y hasta el agua
+para lavarse.
+
+Y así habían traspasado los tres la edad de cuarenta años. Don
+Sebastián, a quien la Naturaleza había dotado de un temperamento muelle
+y voluptuoso, se autorizaba cuando podía, a escondidas de aquellas dos
+fatales euménidas, algunos regalos. Un día se iba con don Hermenegildo
+el piloto al Moral para comerse una cesta de percebes y beberse algunos
+litros de sidra, otro se colaba bonitamente a las once en la tienda de
+la Cazana y tomaba una rosquilla rellena y media botella de vino de
+Rueda, o bien entraba por la tarde en el café Imperial y pedía un
+sorbete de fresa.
+
+Pero de todos estos atentados tenían noticia al día siguiente las dos
+vírgenes agrias. Su policía era más exacta y más fiel que la del Sultán
+de Turquía. ¡Cielos, qué escándalo!, ¡qué pataleo!, ¡qué imprecaciones
+temerosas! En cierta ocasión, una de ellas llegó a darle un formidable
+escobazo en la cabeza.
+
+De todos estos ultrajes supo vengarse bien y de una vez mi tío don
+Sebastián. No tenéis más que preguntarlo a cualquier viejo de la
+población, y os lo contará medio sofocado por la risa. El caso fué como
+sigue:
+
+Un día subió don Sebastián de la tienda con una carta en la mano. Era
+del primo Gaspar. En ella le decía que se hallaba en Oviedo pasando una
+temporada con el señor obispo, que antes de ser preconizado, había sido
+su compañero y amigo íntimo en León; al mismo tiempo le hacía saber que
+en la diligencia del día siguiente iría a hacerles una visita y pasar un
+par de días con ellos.
+
+La turbación que esta noticia produjo en las dos solteronas fué
+indescriptible. ¡Tener por huésped al arcediano de León, a un amigo
+íntimo del señor obispo, a cuya mesa se sentaba y a quien tuteaba en
+secreto, según se decía! Ya no se acordaban de aquel primo Gaspar a
+quien recosían los pantalones para que su madre no le zurrase la badana
+si llegaba con ellos rotos a casa, y a quien habían dado bastantes
+pescozones llamándole animal. Para ellas ya no existía más que un
+personaje eminente rebosando de teología y respetabilidad.
+
+Pasada la primer impresión de estupor, hizo explosión en ambas
+solteronas una cantidad imponente de actividad doméstica. Se quitaron
+el corsé, se liaron un pañuelo a la cabeza, y dieron comienzo por sí
+mismas a la limpieza y arreglo del "cuarto de respeto". La gran cama de
+palosanto, con pabellón y colcha de damasco encarnado, fué objeto de un
+minucioso reconocimiento. Se batió bien el colchón de miraguano y las
+almohadas de pluma, se le pusieron sábanas de fina batista, bordadas,
+que jamás de memoria de hombre habían salido del armario, y a su lado un
+hermoso tapiz que les había traído de Manila otro primo ya fallecido.
+
+La criada fué expedida en diferentes direcciones. A la confitería de
+Nepomuceno, para encargar una tarta, mitad de almendra y borraja, a casa
+de Facunda, la pescadera, para que buscase algunas docenas de ostras y
+se las llevase a las once en punto de la mañana, a la fábrica de
+vidrios, para recabar de don Napoleón, el contramaestre, que saliese de
+madrugada a cazar unas arceas; etc., etc.
+
+Mi tío don Sebastián seguía estos preparativos con respetuosa atención,
+pero sin osar emitir ninguna palabra. Bastaría la más corta frase para
+oirse llamar ganso, y no tenía deseo alguno de servir de pretexto a este
+símil zoológico.
+
+Al día siguiente por la mañana se acicaló convenientemente, y a las once
+y media salió a esperar la diligencia de Oviedo, que llegaba siempre a
+las doce. La mesa estaba ya puesta; una mesa deslumbrante, con antigua y
+rica vajilla atestada de confites y frutas en almíbar.
+
+A las doce y cuarto llegó don Sebastián con la cabeza baja, diciendo que
+el primo Gaspar no había llegado en la diligencia de Oviedo. El
+abatimiento más profundo se pintó en el rostro de las dos hermanas.
+Transcurrieron algunos instantes de silencio doloroso. Al cabo, don
+Sebastián profirió con tono fúnebre:
+
+--Yo pienso que habrá perdido la diligencia de la mañana. Seguramente,
+llegará en la de la tarde.
+
+Bastaron estas sencillas y razonables palabras para que sus dos hermanas
+se encarasen con él como dos fieras y le llamasen... ¿A qué decir cómo
+le llamaron?
+
+De todos modos, no hubo más remedio que sentarse a la mesa y comer. Don
+Sebastián lo hizo lindamente. Sus hermanas charlaban como dos cotorronas
+que eran, haciendo sobre el caso los más disparatados comentarios. El
+engullía en silencio, pausada y sabiamente, alegrando los bocados
+exquisitos con un trago de vino de las Navas. Después de los postres se
+levantó de la silla como si hubiese cumplido con un penoso deber, y
+salió, como siempre, para el Casino. Así que dió la vuelta a la esquina
+de la calle, encendió un cigarro puro de los que había comprado para el
+arcediano, y chupándolo voluptuosamente, se fué a jugar su partida de
+tresillo.
+
+En la diligencia de las siete tampoco llegó el canónigo. Don Sebastián
+comunicó la infausta nueva a sus hermanas con la misma cara que si les
+leyese la sentencia de muerte. La consternación les paralizó a todos la
+lengua. No hubo comentarios, no hubo protestas y lamentaciones. Un
+silencio funeral cayó sobre aquella afligida familia.
+
+Pero la mesa estaba puesta. Salmón, arceas estofadas, riñones al jerez,
+pechuga de gallina a la besamela, compota de membrillo, bizcochos
+borrachos, fresas con crema. Don Sebastián dirigía miradas furtivas y
+ansiosas a tales riquezas. Las hermanas, presas de muda desesperación,
+no daban señales de acercarse a ellas.
+
+--Vaya, vamos a cenar... De todos modos, el gasto está ya hecho...
+
+Estas palabras provocaron una crisis de lágrimas, pasada la cual se
+sentaron los tres a la mesa. Ellas comían a la fuerza y exhalando
+suspiros dolorosos. El comía con fuerza y absorbiendo tragos exquisitos.
+
+Cuando se levantaron, don Sebastián se tambaleaba. El dolor suele
+producir estos efectos deprimentes. Para esparcirlo un poco, dijo que
+iba a dar una vuelta por el muelle. Cuando dobló la esquina, volvió a
+encender otro de los magníficos habanos destinados al arcediano, y fué a
+sentarse en uno de los bancos del parque, donde se estuvo hasta que el
+fresquecillo le echó hacia casa.
+
+Sus hermanas se habían encerrado ya en el dormitorio. La casa estaba
+silenciosa y triste, como si se hallase bajo el peso de una desgracia.
+
+Mi tío don Sebastián se desnudó lentamente, pero en vez de meterse en su
+cama, tomó la palmatoria en la mano, se asomó con ella al pasillo, y
+después de cerciorarse de que nadie le veía, salvó con gran sigilo la
+distancia que le separaba del "cuarto de respeto" y se deslizó dentro
+del gran lecho de palosanto.
+
+¡Oh dulce y blando colchón!, ¡oh tiernas almohadas!, ¡oh sábanas
+finísimas!
+
+Mi tío don Sebastián se sentía inundado de una felicidad celestial. Dió
+un soplo a la luz, cerró los ojos, y murmuró sonriendo a las tinieblas:
+
+--Ya no me muero sin saber lo que es la vida de canónigo.
+
+
+
+
+UNA MIRADA A LO ALTO
+
+
+I
+
+En las primeras horas de la noche me place discurrir por las calles
+céntricas. Uno tras otro los arcos voltaicos se encienden, y mantienen a
+distancia las tinieblas que la huída del sol convida a descender. Los
+coches regresan del paseo, y los nobles brutos que los arrastran se
+muestran impacientes ante la muchedumbre que obstruye la vía.
+
+¡Crepúsculo hermoso el de la gran ciudad! Que otros vayan a gozarse
+melancólicamente al bosque silencioso, y que miren al sol ocultarse
+detrás de los montes lejanos, y que escuchen con placer las esquilas del
+ganado y los dulces sones de la flauta pastoril; que corran a la playa
+desierta y se deleiten contemplando el romper de las olas espumosas. Yo
+gozo mirando las telas y las joyas deslumbrantes que se ostentan en los
+escaparates. Pero gozo más cuando alguna bella, desde lo alto de un
+coche, como una diosa sobre su trono móvil de seda, me lanza una
+mirada. ¡Avergonzaos, ricas telas, ocultaos, joyas deslumbrantes!; el
+sol, al partir, ha dejado en aquellos ojos toda su luz como un depósito
+sagrado.
+
+Con tranquilo placer mis pasos errantes se deslizan por la calle. La
+muchedumbre se aprieta en torno mío. ¡Escuchad, escuchad esos gritos
+gozosos; ved esa larga fila de carruajes que llevan sobre sus ruedas la
+belleza, la juventud y la alegría de la villa! ¡Mirad a ese joven
+tembloroso que se acerca, embargado de emoción, al borde de la acera, y
+recoge al pasar la sonrisa de su amada y una señal de su mano adorada,
+de esa mano que él besa furtivamente cuando en el Retiro la dama de
+compañía se distrae..., o se hace la distraída! Mis canas me preservan
+ya de estos temblores, mas, ¡ay!, no puedo menos de acordarme de ellos.
+
+El tumulto crece por momentos. Todo se agita, todo se mueve. Los
+caballos piafan de impaciencia, y las mamás, más impacientes aún,
+quisieran estar ya delante de la mesa, donde humea la sopa confortable.
+El río de la vida serpentea por las calles.
+
+
+II
+
+Súbito me lanzo sobre la plataforma de un tranvía que pasa. Este tranvía
+me conduce al extremo oriental de la ciudad. Doy unos cuantos pasos
+más, y me encuentro en plena campiña obscura y silenciosa. Mi alma se
+había alejado de mí en la agitación febril de la vida, y allí se acerca
+para decirme al oído algunas palabras misteriosas debajo de la gran
+bóveda estrellada. Me siento sobre una piedra, y mis ojos se pasean por
+el firmamento, escrutando sus profundos senos.
+
+Allá va la _Lira_ a ocultarse en las lejanías del Poniente. ¡Oh dulce
+_Vega_ de inmarcesible luz; tú fuiste el astro virginal de mis ensueños
+infantiles! ¡Cuántas veces, al regresar a casa de la mano de mi padre,
+mis ojos se levantaban hacia ti! Tú me decías algo divino e
+inexplicable; mi pequeño corazón palpitaba, mi alma se llenaba de blanca
+claridad como la tuya, y algunas lágrimas temblaban en mis pupilas.
+Ahora con velocidad desciendes, arrastrada por tus corceles azulados, y
+pronto desaparecerás. Mi infancia, ¡ay!, largo tiempo ha que se ha ido.
+Pluguiera a Dios que al morir volase directamente a ti, y en alguno de
+los mundos que iluminas volviese a hallar los dulces sueños que me
+agitaban cogido de la mano de mi padre.
+
+En lo alto del cenit brilla la hermosa _Capella_, la estrella de mi
+adolescencia. Esparce su luz tranquila sobre la tierra, y, vestida de
+rayos luminosos, lleva en su seno tesoros de amor. Mi frente pálida se
+alzaba hacia ti en otro tiempo bien lejano, y allí ansiaba ir con la
+niña de ojos azules, de cabellera de oro, que levantaba la punta de la
+cortina de su ventana cuando yo venía de mi cátedra con los libros
+debajo del brazo. Allí quisiera también ir cuando me muera.
+
+_Aldebarán_ famoso avanza con rapidez y despliega su cabellera
+resplandeciente entre las _Hiadas_. Su ojo fogoso placía a mi juventud,
+porque le prometía las emociones cambiantes y violentas que ansía un
+espíritu altanero. Yo amaba entonces las armas y la lucha, y soñaba con
+la corona del vencedor. Ardiente como tú, avanzaba por la vida
+arrebatado y sorprendido de mí mismo. ¿De dónde venía aquella embriaguez
+que me impulsaba a destruir y crear al mismo tiempo? ¿Por qué temblaba
+de ira, y un minuto después temblaba de amor? Quizás tú, desde lo alto
+del espacio, enviabas a mi alma esa divina inquietud, ese tormento
+delicioso que consumía mi corazón y lo hacía florecer. Entonces las
+crestas azuladas de los montes murmuraban alegrías para mí, los rumores
+del bosque y el silencio de la noche me infundían ansias locas de
+voluptuosidades desconocidas, ardores insensatos de amor y de muerte.
+Allí quisiera también ir.
+
+Descansando sobre el horizonte, el gigante _Orión_, amo del cielo,
+ostenta con calma el tesoro de sus luces. Invencible y generoso _Orión_,
+tú fuiste la envidia de mi edad viril: a ti demandaba el valor y la
+abundancia, la paz y la sabiduría de que estaba sediento. Opulento y
+feliz, gozas de la afluencia gloriosa de tus astros, posees todos los
+bienes del cielo y conduces tu carro cargado de riquezas, alumbrando la
+obscuridad de los espacios insondables. Tú eres el primero entre los
+gigantes que cruzan el firmamento, y tus brazos poderosos se extienden a
+una distancia que la mente humana apenas puede imaginar. Naces y brillas
+en diferentes hogares, desarrollas tu inmortal poderío entre millones de
+globos, y, animado siempre del mismo vigor, eres el símbolo de lo que ha
+sido mi más constante anhelo en este mundo, eres el símbolo de la fuerza
+en el reposo.
+
+Pero ya se huyó también mi edad viril. Mi frente fatigada se inclina
+hacia la madre tierra, mis fuerzas decaen, las luces de este mundo
+palidecen, mis ojos se preparan a dormir. ¿Qué debo esperar cuando
+despierte? Un sol mucho más grande, más santo, más luminoso que el que
+nos alumbra, un sol maestro de pureza que no ilumine la traición, que
+desvanezca la mentira, que acaricie al inocente y abrase al malvado, un
+sol de amor y de justicia cuyo aliento envíe a sus hijos una eterna
+primavera que derrita los hielos del egoísmo y de la envidia. ¡Helo allí
+ese sol en la región lejana enganchando ya sus corceles para subir!
+Debajo de _Orión_, el claro _Sirio_ comienza a rasar con sus fuegos el
+horizonte. Allí quisiera ir, por fin.
+
+
+III
+
+Pero la noche agita ya sus alas rápidas, y a las sublimes emociones que
+me embargan sucede el gozoso recuerdo de mi hogar. Me levanto y busco
+de nuevo el tranvía, que me conduce rápidamente a él. Subo la escalera
+de mi casa y abro silenciosamente la puerta; entro en mi gabinete de
+trabajo, y en medio de él me detengo, contemplando con profundo
+sentimiento de piedad el retrato de mis padres. Voy al dormitorio de mi
+hijo, y le veo dormir, y escucho con placer el soplo sosegado de su
+pecho. Después me dirijo al comedor. Mi esposa inclina su dulce rostro
+infantil sobre la costura debajo de la lámpara. Por algunos momentos la
+contemplo en silencio. En ella reposa mi corazón, y la paz serena del
+amor me inunda de alegría en su presencia. Entonces me acuerdo de
+aquellos astros suspendidos en el espacio, donde mi espíritu ansiaba
+volar. Un estremecimiento de horror agita mi cuerpo. ¡Oh, no; no quiero
+peregrinar solo por esos mundos resplandecientes, no quiero pasar a
+vuestro lado, seres adorados, sin amaros, tal vez sin conoceros, no
+quiero otras vidas siderales, no quiero ser el favorito de los dioses! A
+vuestro lado he gozado horas felices que me envidiarían todas las
+estrellas del cielo. ¡O con vosotros, amados de mi alma, o a la negra
+fosa, y dormir allí para siempre!
+
+
+
+
+LA PROCESIÓN DE LOS SANTOS
+
+
+Más de una vez me aconteció penetrar en la vieja catedral gótica a la
+caída de la tarde. Allá en el fondo hay una obscura capilla solitaria, y
+allá en el fondo un Cristo solitario abre sus brazos doloridos entre dos
+cirios que chisporrotean lúgubremente.
+
+En pie frente a Él, le contemplo, le imploro y muchas veces también le
+interrogo: "¿Quién te ha enseñado esas dulces palabras que salieron de
+tus labios? ¿Por qué te has dejado matar? ¿Por qué no has luchado, por
+qué no has herido y triunfado? ¿Eres Dios, o eres un iluso? ¿Por qué no
+has sido egoísta y vano y cruel como yo lo he sido?"
+
+El me escucha y murmura palabras de consuelo, y algunas veces sus ojos
+se clavan en mí con severidad, y alguna vez me sonríen.
+
+Una tarde, de rodillas, apoyé la frente sobre el pedestal de la cruz.
+Ignoro el tiempo que así estuve. Al cabo sentí que una mano se apoyaba
+sobre mi hombro. Alcé la cabeza, y vi la figura blanca y radiosa de un
+hombre por cuya frente corrían algunas gotas de sangre. El Cristo había
+desaparecido de la cruz.
+
+--Sígueme--me dijo con voz que penetró hasta lo más profundo de mi
+corazón.
+
+Al mismo tiempo, por detrás del altar surgieron otras figuras de hombres
+y mujeres, y en un momento se pobló la capilla. La capilla era pequeña,
+pero la muchedumbre era grande.
+
+--Seguidme todos--dijo el Señor.
+
+Y nos lanzamos a la puerta en pos de Él los que allí estábamos.
+
+--¡Vamos al cielo!, ¡vamos al cielo!--oía murmurar a los que tenía
+cerca.
+
+Salimos al campo. La luna bañaba con su luz tibia los árboles, las
+mieses, las praderas. La figura blanca del Cristo se destacaba más pura
+y más bella que la de la luna. Marchaba delante, y sus pies parecía que
+no tocaban la tierra. Cercanos a Él caminaban algunos hombres y mujeres
+cuyas figuras creía reconocer. "Ese es Agustín, ése es Bernardo, ésa es
+Teresa", me decía. Pero tan cerca de Él como éstos marchaban otros
+hombres y mujeres completamente desconocidos para el mundo.
+
+La campiña era de plata; el cielo, de oro. Los árboles inclinaban sus
+penachos al paso del Señor, murmurando plegarias. El viento dormía. Nada
+se escuchaba, ni el ladrido de un perro, ni el canto de un gallo, ni el
+rumor lejano de la mar. La procesión caminaba en silencio.
+
+Trasponíamos las colinas, trasponíamos los valles. La campiña era cada
+vez más amena. Una brisa suave se alzaba del suelo cargada de aromas.
+Las rosas abrían sus cálices fragantes; las estrellas dejaban caer sobre
+ellos sus luces temblorosas.
+
+Pero algunos íbamos quedando rezagados.
+
+De vez en cuando el Señor se detenía, volvía su rostro hacia nosotros, y
+nos hacía seña para que nos diéramos prisa. Los demás cumplen sus
+órdenes; pero yo cada vez voy quedando más atrás. El cansancio se
+apodera de mi cuerpo, y me place detenerme a menudo para contemplar la
+belleza de una flor, para escuchar el canto de un pájaro.
+
+Voy quedando solo. Entonces me salen al encuentro hombres guerreros, de
+labios blasfemos, de ojos sarcásticos, que me cierran el camino. Lucho
+con ellos; logro vencerlos. La procesión se aleja, y pienso con horror
+que muy pronto la perderé de vista.
+
+Pero el Señor no se olvida de mí. A menudo se detiene, se empina sobre
+sus divinos pies para verme, y, por encima de las cabezas de la
+muchedumbre, me insta con la mano para que camine.
+
+--¡Maestro--le grité--, te sigo de lejos, pero te sigo!
+
+Entonces una sonrisa bondadosa iluminó su rostro. El Señor sonreía de mi
+petulancia y me hizo con la cabeza un signo de aprobación, permitiéndome
+seguirle del modo que pudiera.
+
+
+
+
+PERICO EL BUENO
+
+
+Nuestros ideales no siempre se armonizan con las tendencias secretas de
+nuestra naturaleza, como afirman los filósofos moralistas. Por el
+contrario, he visto en muchos casos producirse una disparidad
+escandalosa.
+
+He conocido avaros que admiraban profundamente a los pródigos, que
+hubieran dado todo en el mundo por parecérseles..., menos dinero. Había
+un comerciante en mi pueblo que pasó toda su vida contándonos lo que
+había derrochado en un viaje que había hecho a París, sus francachelas,
+la cantidad prodigiosa de _luises_ que había esparcido entre las
+bellezas mundanas. Se le saltaban las lágrimas de gusto al buen hombre
+narrando sus aventuras imaginarias. Pero ésta es una historia que dejo
+para otra ocasión.
+
+Voy a contar ahora la de _Perico el Bueno_. Ni yo ni nadie en el pueblo
+sabía de dónde le venía este sobrenombre. Pero menos que nadie lo sabía
+él mismo, a quien enfadaba lo indecible. No había en el Instituto un
+chico más díscolo y travieso. Era la pesadilla de los profesores y el
+terror de los porteros y bedeles. En cuanto surgía en el patio un motín
+o una huelga, podía darse por seguro que en el centro se hallaba _Perico
+el Bueno_; si había bofetadas, era Perico quien las daba; si se
+escuchaban gritos y blasfemias, nadie más que él los profería.
+
+Parece que le estoy viendo, con un negro cigarro puro en la boca,
+paseando con las manos en los bolsillos por los pórticos y arrojando
+miradas insolentes a los bedeles.
+
+--Señor Baranda--le decía uno cortésmente,--tenga usted la bondad de
+quitar ese cigarro de la boca: el señor Director va a pasar de un
+momento a otro.
+
+--Dígale usted al señor Director que me bese aquí--respondía fieramente
+Perico.
+
+El bedel se arrojaba sobre él; le agarraba por el cuello para
+introducirle en la carbonera, que servía de calabozo. Perico se
+resistía; acudía el conserje: entre los dos, al cabo de grandes
+esfuerzos, se lograba arrastrarlo y dejarlo allí encerrado.
+
+Parece que le veo también en la clase de _Psicología_, _Lógica y Etica_
+disparando saetas de papel y haciéndonos reir con sus muecas. El
+profesor era un hombrecillo redondo y bondadoso que gustaba de los
+símiles.
+
+--Señor Baranda, a la manera que la manzana podrida se separa de las
+otras para que no las contamine, me hará usted el favor de apartarse de
+sus compañeros y sentarse en aquel rincón de la derecha.
+
+Perico no se movía una pulgada de su puesto.
+
+--Señor Baranda, hágame usted el favor de separarse--repetía el
+profesor.
+
+--¡Que se separen las manzanas sanas!--respondía Perico alzando los
+hombros con ademán desdeñoso.
+
+El profesor insistía, trataba con razones y amenazas de persuadirle.
+Todo era en vano. Al cabo nos decía, un poco avergonzado:
+
+--Vaya, vaya; tengan ustedes la bondad de separarse y dejarlo solo.
+
+Y henos aquí a los treinta o cuarenta muchachos que componíamos la clase
+levantándonos de nuestros asientos y apartándonos algunos metros del
+rebelde.
+
+Por supuesto, estoy en fe de que no se le formaba consejo de disciplina
+y se le arrojaba para siempre del Instituto por respetos a su padre, don
+Pedro Baranda. Este señor era un industrial que poseía una fábrica de
+ladrillos en las afueras de la población, excelente persona y, además,
+uno de los jefes del partido republicano. Como nos hallábamos en plena
+revolución, ningún profesor osaba malquistarse con él.
+
+Perico sufría horriblemente cada vez que se oía llamar _el Bueno_.
+Rechinaba los dientes, y si era algún chico de su edad quien le
+injuriaba de este modo, se arrojaba sobre él y le hinchaba las narices.
+Porque es de saber que Perico era bravo, y, aunque no muy fuerte,
+prodigiosamente ágil y diestro en toda clase de ejercicios. Nadie le
+aventajaba en la carrera ni en el salto, ni nadie jugaba como él a las
+_puentes_ y al _pido campo_. Recuerdo en que una tarde en que por
+instigación suya hicimos novillos, y en vez de asistir a la clase de
+Retórica y Poética, nos fuimos a poetizar al campo, como nos alejáramos
+demasiado y se llegara el crepúsculo, tuvimos miedo de no estar al
+Angelus en casa, como nuestros padres nos tenían prevenido. Nos
+hallábamos cerca del puente por donde cruzaba la vía férrea. Perico ve
+llegar el tren a toda marcha y, sin decirnos palabra, se encarama sobre
+la barandilla y se arroja sobre una de las plataformas, logrando ganar
+sano y salvo la población en pocos minutos.
+
+¿Por qué no he de confesarlo? Yo le admiraba, y fuí su amigo sincero. El
+me mostró siempre también particular predilección, y desahogaba conmigo
+sus penas. Una de las mayores era aquel ridículo apodo que sobre él
+pesaba. Le parecía el colmo de la degradación.
+
+--¡Mira tú--me decía algunas veces sonriendo con amargura--que llamarme
+a mí Perico _el Bueno_, cuando soy más malo que un dolor a media noche!
+
+No podía sacarse esta espina del ojo.
+
+Cuando nos hicimos bachilleres le perdí de vista. Yo me vine a Madrid, y
+él se quedó en el pueblo. Algunos años después le hallé completamente
+transformado. Había muerto su padre, y se había puesto al frente de la
+fábrica, y se había metido en política. Era un hombre grave,
+silencioso, pero siempre enérgico y dispuesto a encolerizarse por
+cualquier bagatela. Sus ideas políticas, exageradamente radicales, casi
+anarquistas, y cuando llegaba el momento, las expresaba con una
+violencia y un cinismo que ponía en suspensión y espanto a los pacíficos
+habitantes de nuestra villa. De religión no había que hablar: Perico se
+había declarado enemigo nato del Supremo Hacedor, y al final de
+cualquier francachela con sus amigos hablaba, como cosa natural y
+sencilla, de beber la sangre del último rey en el cráneo del último
+sacerdote.
+
+¡Y, sin embargo, en la población seguía nombrándosele _Perico el Bueno_!
+Claro está que era por la espalda, pues cara a cara nadie hubiera osado
+darle este apodo infamante.
+
+Pronunciaba conferencias en el Centro Obrero y arengaba a las masas en
+todas las manifestaciones republicanas con mucho más calor que
+elocuencia. Su espíritu no se nutría más que de los artículos de fondo
+de los periódicos radicales y de los libros de los filósofos
+materialistas de última hora. El de Büchner _Fuerza y materia_ era su
+evangelio. Pero en los últimos tiempos, poco antes de llegar yo al
+pueblo, habían caído en sus manos algunas obras de Federico Nietzsche y
+las había devorado con verdadera glotonería, y sin digerirlas muy bien,
+hacía uso de ellas para aterrar a sus convecinos. Todas las virtudes
+eran para él objeto de feroces sarcasmos: la bondad no significaba más
+que impotencia; la humildad, bajeza; la paciencia, cobardía. Exaltaba,
+en cambio, la crueldad, la astucia, la audacia temeraria, el carácter
+agresivo, como instintos preciosos que aumentan nuestra vitalidad y
+hacen la vida más bella y más intensa. "¡Es menester decir "sí" al mal y
+al pecado!", repetía a cada instante en el Casino, en medio de la
+estupefacción de los burgueses que le escuchaban. Hablaba de demoler los
+hospitales, los asilos y hospicios, como centros de putrefacción donde
+se guarda con esmero la podredumbre humana, que luego se esparce y nos
+envenena a todos; se entusiasmaba con la costumbre espartana de despeñar
+a los niños mal configurados, y hasta hallaba razonable la de sacrificar
+a los viejos e impotentes... En fin, un verdadero horror.
+
+Si alguno de los circunstantes quería atajarle y responder a tales
+atrocidades, Perico se encrespaba, y chillaba tanto y tan alto, que
+había que dejarle.
+
+Cierta tarde, en el Casino, se complacía en atacar y burlarse de la
+santidad, repitiendo las paradojas del filósofo que le había sorbido el
+seso:
+
+--Existen ciertos hombres--decía--que sienten una necesidad tan viva de
+ejercitar su fuerza y su tendencia a la dominación, que, a falta de
+otros objetos, o porque han fracasado siempre, concluyen por tiranizar
+alguna parte de su propio ser. La santidad, en último término, es
+cuestión de vanidad.
+
+Un ilustrado profesor del Instituto tuvo la mala ocurrencia de
+replicarle:
+
+--Pero, señor Baranda, ¿hay hombre alguno sobre la tierra tan
+desprovisto de fuerza, que no pueda hacerla sentir de algún modo a sus
+semejantes? Yo he conocido mendigos tullidos, enfermos, seres sumidos en
+la más profunda abyección, que dejaban cerillas encendidas en los
+pajares y ponían cristales en los caminos para que se hiriesen los
+transeuntes.
+
+Perico reprimió con trabajo su cólera y trató de hablar con calma.
+
+--Le digo a usted que es cuestión de vanidad y, además, de pasión. Bajo
+la influencia de una emoción violenta, el hombre puede determinarse, lo
+mismo a una venganza espantosa, que a un espantoso aniquilamiento de su
+necesidad de venganza. En un caso o en otro, sólo se trata de descargar
+la emoción.
+
+--Pero la pasión no es más que la exaltación del sentimiento--manifestó
+el catedrático--. Para que exista la emoción religiosa capaz de producir
+el ascetismo, es necesario que haya existido antes el sentimiento
+religioso. No es, pues, la pasión religiosa la que usted nos debe
+explicar, sino el sentimiento de donde procede. Que el hombre, acometido
+y dominado por una excesiva emoción, puede determinarse a obrar de un
+modo monstruoso y hasta contrario, no ofrece duda. Pero el "porqué" y el
+"cómo" se ha producido tal emoción es lo que debemos investigar. Si en
+algunos casos los efectos del amor y del odio pueden ser los mismos,
+porque el fuego de la exaltación consuma y borre las diferencias, no por
+eso dejarán de ser radicalmente sentimientos distintos y contrarios.
+
+--Bien; pues aunque no fuese cuestión de vanidad y de pasión, yo no
+puedo menos de despreciar profundamente a esos castrados--repuso con
+tono y gesto despectivos Perico--. Después de todo, esos eunucos,
+incapaces de gozar de la vida, sólo tratan de hacerla más llevadera
+sometiéndose vilmente a una voluntad extraña o a una regla. Son en el
+fondo unos epicureístas, aunque bien ridículos.
+
+--¡Rara manera de hacer la vida dulce el obedecer a un superior
+caprichoso, colérico o estúpido!--exclamó el profesor--. Y aunque por un
+esfuerzo de la voluntad lograsen no sentir el resquemor de las
+humillaciones, ¿cómo evitar el sufrimiento que producen las
+incomodidades físicas? ¿Es más ligera la vida para el que no tiene un
+instante suyo, a quien se obliga a comer manjares que le repugnan, velar
+cuando tiene sueño, dormir cuando no lo tiene, viajar cuando se halla
+fatigado y reposar cuando siente necesidad de movimiento, que quien
+dispone libremente de su actividad? El filósofo Epicuro se maravillaría,
+ciertamente, de que considerasen discípulos suyos a San Antonio y San
+Francisco. Porque si para él la serenidad intelectual y moral
+significaba el placer más grande de la vida, juzgaba igualmente el
+bienestar físico como condición para la tranquilidad moral, y los
+placeres del cuerpo, sobre todo el del vientre, como raíz de los
+placeres del alma.
+
+Los tertulios se pusieron de parte del catedrático, y con esto Perico se
+enfureció y comenzó a disputar a gritos y a soltar interjecciones
+soeces, como tenía por costumbre desde niño. De tal modo, que su
+interlocutor, impacientado, al fin, alzó los hombros con desdén y no
+quiso continuar la discusión.
+
+Pocas semanas después de esto, hallándose bastante gente paseando por la
+acera de la plaza de la Constitución, se declaró un violento incendio en
+el Círculo Tradicionalista. Ocupaba éste en la misma plaza una casa que
+constaba de un solo piso. A esta hora, que era la del crepúsculo, había
+pocos socios, que se echaron a la calle prontamente. El conserje había
+salido a un recado. La multitud se apiñó delante del edificio y
+comenzaron los trabajos de extinción, que se redujeron a que subiesen
+algunos a los tejados contiguos con cántaros de agua para impedir que el
+fuego prendiese a las otras casas. Se esperaba a los bomberos, pero no
+acababan de llegar.
+
+El fuego era terrible, y las llamas salían ya por las ventanas. De
+pronto se escuchan lamentos desgarradores en la calle. Una mujer
+desgreñada, pálida como una muerta, corría hacia la casa, gritando:
+
+--¡Mis hijos!, ¡mis hijos!
+
+Era la esposa del conserje, que habitaba en los altos de la casa. Nadie
+se había dado cuenta de que en ella había encerradas cuatro criaturas,
+la mayor de siete años. Quiso lanzarse a la puerta, pero la sujetaron
+algunas manos: la escalera estaba ya invadida, y marchaba a una muerte
+cierta.
+
+--¿Dónde están sus hijos?--le preguntó Perico Baranda, que la tenía
+agarrada por un brazo.
+
+--¡Allí!, ¡allí!--gritaba la infeliz mujer, señalando a la derecha del
+edificio--. ¡Soltadme, por Dios!
+
+Perico Baranda la soltó, pero fué para lanzarse a las ventanas enrejadas
+del cuarto bajo y escalar con la agilidad de un mono los balcones del
+primero. Se le vió desaparecer: un minuto después aparecía con una niña
+entre los brazos. De la muchedumbre partió un grito de alegría. Se
+arrimó una escala, y varias manos recogieron a la criatura.
+
+Perico se lanzó de nuevo intrépidamente al interior. Poco después salía
+con otra niña. Se le vió con la ropa chamuscada, el rostro ennegrecido.
+
+--¡Refrescadme, voto a Dios! ¡Refrescadme, refrescadme!--gritó con voz
+ronca.
+
+Desde los tejados contiguos se le arrojaron algunos cubos de agua, pero
+no llegaron a él. Un hombre subió por la escala con una herrada, y se la
+vertió sobre la cabeza.
+
+Perico se lanzó otra vez al interior, a pesar de que las llamas salían
+ya por todas partes y era inminente el derrumbamiento del techo.
+
+Poco después asomaba con otro niño.
+
+--¡Refrescadme, refrescadme!
+
+Esta vez venía tan desfigurado, que apenas se le podría reconocer. A
+simple vista se notaba que tenía heridas las manos y el rostro. Parecía
+que iba a caer exánime.
+
+--¡Refrescadme, refrescadme!
+
+--¡Basta, Perico, basta!--gritaron algunos.
+
+--¡No basta, mal rayo que os parta, que hay un niño dentro
+todavía!--rugió Perico.
+
+Y en cuanto le echaron otra herrada de agua sobre la cabeza, se lanzó de
+nuevo al interior.
+
+¡Terrible momento de angustia! Todos los corazones latían con violencia.
+Un segundo más...
+
+Se escuchó un ruido espantoso. El techo se había venido abajo, y Perico
+no volvió a parecer. Un grito de dolor salió de todos los pechos, y las
+lágrimas corrían por todas las mejillas.
+
+Al día siguiente se encontró su cadáver carbonizado abrazado al de una
+criatura de pocos meses.
+
+Se depositaron aquellos preciosos restos en un ataúd dorado. La
+población entera, viejos y jóvenes, mujeres y niños, lo siguieron al
+cementerio.
+
+El ataúd, cubierto de coronas, marchaba deteniéndose a cada instante,
+porque los hombres se disputaban el honor de llevarlo sobre los hombros
+aunque fuese un minuto.
+
+Cuando llegó, quedó literalmente sepultado entre flores.
+
+El instinto popular no se había engañado. El alcalde de la villa,
+interpretándolo, hizo grabar sobre su tumba estas sencillas palabras:
+
+ "AQUÍ YACE PERICO EL BUENO."
+
+
+
+
+LAS BURBUJAS
+
+ Un hombre puede obrar como un
+ insensato en los desfiladeros de un
+ desierto, pero todos los granos de
+ arena parecen verle.
+
+ EMERSON.
+
+El guapo Curro Vázquez, de tierra de Jaén, tuvo ocasión de comprobar
+estas palabras del filósofo americano hace ya bastantes años.
+
+Curro Vázquez, aunque no tenía corazón, estaba enamorado. Es ésta una
+paradoja que se repite con frecuencia, gracias a la confusión lamentable
+en que al Supremo Hacedor le plugo dejar lo físico y lo moral.
+
+Pepita Montes, su novia, estaba completamente engañada respecto a él. Le
+veía joven, hermoso, sonriente, humilde, rendido; y de esto deducía que
+era un ángel sin alas. Le amó a despecho de sus padres, que apetecían
+para ella un labrador acomodado, y no un mísero dependiente de un
+chalán. Porque Curro era un pobrecito muchacho que hacía tiempo había
+tomado a su servicio Francisco Calderón, el famoso tratante de caballos
+de Andújar. Lo recogió, se puede decir, del arroyo cuando sólo tenía
+catorce o quince años, le hizo su criado, y últimamente había llegado a
+ser su hombre de confianza. Le pagaba con verdadera esplendidez, le
+hacía frecuentes regalos, y gustaba de que vistiese con elegancia y
+fuese bienquisto de las bellas.
+
+Curro se aprovechaba de estas ventajas y las enamoraba, y las abandonaba
+después de enamorarlas. Mas al llegar a Pepita Montes, quedó preso de
+patas como una mosca en un panal de miel. ¿Cómo hacer para casarse con
+ella, dada la oposición violenta del bruto de su padre? Este era el
+objeto de sus meditaciones más profundas desde hacía tres o cuatro
+meses.
+
+Al cabo de ellas, no pudo sacar otra cosa en limpio más que la necesidad
+imprescindible de hacerse rico, salir de su estado de criado más o menos
+retribuído, negociar por su cuenta, etc.
+
+Cuando un hombre siente la necesidad imperiosa de hacerse rico pronto y
+no tiene corazón, está expuesto a hacer lo que hizo Curro Vázquez.
+
+Era una tarde lluviosa de primavera. Francisco Calderón y su criado
+regresaban de la feria de Córdoba y atravesaban la sierra sobre sus
+jacos, envueltos en capotes de agua. Calderón estaba de alegrísimo humor
+porque había vendido cinco caballos a buen precio. De vez en cuando
+desataba el zaque que llevaba pendiente del arzón de la silla, bien
+repleto de amontillado, bebía largamente, y daba de beber a Curro. Como
+la lluvia arreciase, y pasasen cerca de una concavidad de la peña,
+determinaron detenerse allí unos momentos y esperar a que escampase.
+Descendieron de sus monturas, guareciéndolas también del mejor modo
+posible. Curro desató su carabina de dos cañones y la puso cerca.
+
+--¿Para qué has bajado la carabina?--le preguntó su amo sorprendido.
+
+--Ya sabe usted que _el Casares_ y su partida merodean por aquí.
+
+--_¡El Casares, el Casares!_... _El Casares_ merodea muy lejos de aquí,
+y en su vida se le ha ocurrido venir por estos sitios.
+
+Calderón rió a carcajadas del miedo de su criado.
+
+Se sentaron, y fumaron tranquilamente un cigarro. Cuando Curro tiró la
+colilla, se puso en pie, tomó la carabina, se la echó a la cara, y
+apuntando a su amo, le dijo tranquilamente:
+
+--Señor Francisco, prepárese usted a morir.
+
+Calderón respondió que no le gustaban bromas con las armas de fuego.
+
+--Rece usted el credo, señor Francisco.
+
+--¿Qué estás diciendo?--exclamó tratando de alzarse.
+
+Un tiro en el pecho le hizo caer de espaldas.
+
+--¡Me has matado, miserable!
+
+--Todavía no; pero voy a hacerlo--profirió Curro avanzando hacia él.
+
+--¡Asesino, a ti te matarán también!
+
+--Si hubiese testigos, no lo dudo.
+
+--Las burbujas del agua serán testigos de este...
+
+Otro tiro le cerró la boca para siempre.
+
+Curro le registró los bolsillos y se apoderó de todo el dinero que
+llevaba, cargó de nuevo su carabina, montó a caballo y se alejó al
+galope.
+
+Cuando hubo llegado a un sitio conveniente, se apeó de nuevo y enterró
+cuidadosamente el dinero, dejando señal para encontrarlo. Después
+atravesó su sombrero de un tiro, se descerrajó otro en la parte blanda
+del muslo, y se presentó en el primer pueblo con señales de terror. La
+partida del _Casares_ los había sorprendido cuando descansaban y se
+disponían a emprender otra vez el camino. El estaba ya montado, y
+gracias a eso había podido escapar. Su amo estaba aún a pie: no sabía si
+le habían matado: había oído muchos tiros: a él mismo le habían herido
+en su huída, etc.
+
+Todo aquello dió que sospechar al juez, y después de curado en el
+hospital, se le encarceló. Pero como no se le halló ningún dinero y no
+había testigos, al cabo se le puso en libertad.
+
+Pidió prestada una cantidad a un chalán de Sevilla, según dijo, y se
+puso a trabajar en el mismo trato que su amo, y comenzó a prosperar.
+Algo se murmuraba, y no faltaba quien sospechase la verdad; pero esto
+acontece muchas veces en los pueblos, sin que tenga transcendencia.
+
+Y como, en realidad, ya no había motivo que justificase la oposición, el
+padre de Pepita Montes consintió al fin en la boda. Se celebró con
+pompa, y la esplendidez del novio concluyó de captarle la benevolencia
+pública.
+
+El comercio marchó viento en popa. En poco tiempo Curro se hizo un
+chalán de importancia, porque era inteligente y activo; pero, saciada
+su pasión bestial, fué con la hermosa Pepita lo que era en realidad, un
+perfecto infame. Sin motivo alguno, comenzó a maltratarla cruelmente de
+palabra y de obra.
+
+La pobre niña soportó aquel cambio más sorprendida que indignada. Como
+estaba perdidamente enamorada de él, los cortos momentos de buen humor y
+de expansión conyugal la indemnizaban de sus amarguras.
+
+Pero estos momentos fueron cada vez más cortos, y la vida de Pepita se
+hizo al cabo insoportable. En uno de ellos pasó lo que sigue:
+
+Curro había hecho una magnífica venta de un jaco. Había engañado como a
+un chino a un inglés. Estaba de alegrísimo temple, aunque el día fuese
+de los más tristes que pueden verse en Andalucía, encapotado y lluvioso
+como si estuviésemos en Santiago de Galicia. Había hecho traer dos
+botellas de manzanilla, y habían almorzado, y habían retozado y charlado
+por los codos. Curro encendió un tabaco y vino a apoyarse en el alféizar
+de la ventana. Pepita, enternecida y mimosa, vino a apoyarse junto a él.
+Ambos, con los ojos brillantes y el rostro inflamado, miraban caer la
+lluvia pausadamente. Del techo de la casa corrían fuertes goteras, que
+formaban ampollitas en el pavimento de la calle.
+
+Curro dejó escapar resoplando una risita burlona.
+
+--¿De qué te ríes?--le preguntó su mujer.
+
+--De nada--respondió con el mismo semblante risueño.
+
+--Sí, sí, guasón; te estás riendo de mí.
+
+Y al mismo tiempo le dió con mimo un pellizquito cariñoso.
+
+--Escucha, Pepa--siguió él, riendo--. ¿Te parece que las burbujitas del
+agua pueden ser testigos en algún asunto?
+
+--¡Qué ocurrencia!
+
+--Pues el señor Francisco Calderón lo creía.
+
+--¡El señor Francisco! ¿Qué tiene que ver aquí el señor Francisco?
+
+--Sí; antes de rematarlo de un tiro, me dijo que las burbujitas del agua
+serían los testigos que me acusaran.
+
+--Pero ¿has sido tú?...
+
+--Debiste de haberlo presumido, hija. ¿Piensas que las monedas que están
+en el bolsillo de un hombre pasan al bolsillo de otro por sí mismas,
+como en las funciones de escamoteo?
+
+Y, acometido de súbito e irresistible deseo de confesión, narró a su
+esposa el crimen con todos sus detalles.
+
+La mujer estaba horrorizada; pero supo disimular su turbación. Por un
+lado el miedo, por otro la pasión frenética que aquel hombre todavía le
+inspiraba, lograron acallar los gritos de su conciencia.
+
+Curro describía la escena de su horrible crimen con la misma
+tranquilidad que si refiriese los incidentes de una cacería.
+
+Transcurrieron los días, y Pepita hacía enormes esfuerzos por olvidar
+aquel terrible secreto, que semejaba para ella una pesadilla. Era
+imposible. Curro, por su parte, pesaroso de haberlo dejado escapar, la
+miraba receloso y sombrío. Un abismo parecía abierto entre los dos.
+
+La cortísima afición que por ella conservaba se había huído con el
+temor. Llegó a aborrecerla cordialmente. Sin embargo, se abstuvo desde
+entonces de maltratarla.
+
+Una noche, estando en la cama, sacó la navaja que tenía debajo de la
+almohada, le puso la punta en el cuello, y le dijo:
+
+--Si se te escapa una palabra de _aquello_, puedes estar segura de que
+te siego el cuello como a una gallina.
+
+Pepita no pensaba en semejante cosa.
+
+Pero el odio hizo al cabo su tarea. Cierto día, por un pormenor
+insignificante de la comida, Curro se arrojó sobre su esposa, la apaleó
+bárbaramente, y tal vez hubiera acabado con su vida (lo que en el fondo
+de su alma sin duda deseaba), si la desgraciada no hubiera logrado
+escapar de sus manos, lanzándose a la calle y refugiándose en casa de su
+cuñado.
+
+Este, al verla en tal estado, no pudo menos de exclamar:
+
+--¡Pero ese bandido quería matarte!
+
+--¡Sí; quería matarme, como al señor Francisco Calderón!
+
+--¡Ah! ¿Le ha matado él?
+
+--Sí, sí; le ha matado...
+
+Y narró puntualmente la escena, tal como se la había descrito. Después
+quiso volverse atrás; pero ya no era tiempo. Su cuñado, que aborrecía
+de muerte a Curro, la dejó encerrada en su habitación y se fué desde
+allí a ver al juez.
+
+Se le encarceló de nuevo.
+
+El juez, cuyas sospechas, nunca desaparecidas, se trocaban ahora en
+certidumbre, trabajó el asunto con tanto celo y energía, que al fin le
+obligó a cantar de plano.
+
+Algunos meses después subía al patíbulo en la plaza de Sevilla. Cuando
+se le puso al cuello la corbata fatal, murmuraba sin cesar:
+
+--¡Las burbujas! ¡Las burbujas!
+
+Los que le rodeaban creían que el terror le hacía desvariar.
+
+
+
+
+OBRAS DE A. PALACIO VALDES
+
+Y
+
+OPINIONES
+
+DE LA
+
+CRÍTICA ESPAÑOLA Y EXTRANJERA
+
+
+
+
+OBRAS DE PALACIO VALDÉS
+
+4 PESETAS TOMO
+
+EL SEÑORITO OCTAVIO, un tomo.
+
+MARTA Y MARÍA, un tomo. Traducida al francés, al inglés, al sueco, al
+ruso y al tcheque.
+
+EL IDILIO DE UN ENFERMO, un tomo. Traducida al francés y al tcheque.
+
+AGUAS FUERTES (novelas y cuadros, un tomo). Traducidas al francés, al
+inglés, al alemán, al holandés, al sueco y al tcheque. Edición española
+con notas y vocabulario en inglés.
+
+JOSÉ, un tomo. Traducida al francés, al inglés, al alemán, al holandés,
+al sueco, al tcheque y al portugués. Edición española con notas en
+inglés para el estudio del español en Inglaterra y E. U. A.
+
+RIVERITA, un tomo. Traducida al francés.
+
+MAXIMINA (segunda parte de _Riverita_), un tomo. Traducida al inglés.
+
+EL CUARTO PODER, un tomo. Traducida al francés, al inglés y al holandés.
+
+LA HERMANA SAN SULPICIO, un tomo. Traducida al francés, al inglés, al
+holandés, al ruso, al sueco y al italiano.
+
+LA ESPUMA, un tomo. Traducida al inglés.
+
+LA FE, un tomo. Traducida al francés, al inglés y al alemán.
+
+EL MAESTRANTE, un tomo. Traducida al francés y al inglés.
+
+EL ORIGEN DEL PENSAMIENTO, un tomo. Traducida al francés y al inglés.
+
+LOS MAJOS DE CÁDIZ, un tomo, Traducida al holandés.
+
+LA ALEGRÍA DEL CAPITÁN RIBOT, un tomo. Traducida al francés, al inglés,
+al sueco y al holandés. Edición española con notas y vocabulario en
+inglés.
+
+LA ALDEA PERDIDA, un tomo.
+
+TRISTÁN O EL PESIMISMO, un tomo. Traducida al inglés.
+
+SEMBLANZAS LITERARIAS (_Los oradores del Ateneo, Los novelistas
+españoles, Nuevo viaje al Parnaso_), un tomo.
+
+PAPELES DEL DOCTOR ANGÉLICo, un tomo. Traducidos al alemán.
+
+_La alegría del capitán Ribot_, la última novela de Armando Palacio
+Valdés, es toda una obra de arte, de arte dominado con maestría;
+composición delicada y graciosa, de un espiritualismo natural, sencillo
+y sobrio. En este libro se ve al maestro dueño de sí mismo y del
+instrumento, tan admirable por lo que dice como por lo que calla, por lo
+que _economiza_.
+
+CLARIN
+
+_La Hermana San Sulpicio_ es una novela honrada y alegre. Es una novela
+picaresca y de buena compañía. Es una novela llena de incidentes y
+admirablemente compuesta. Los episodios, infinitamente múltiples y
+variados, se hallan tan bien ligados a la aventura principal y como
+entrelazados con ella que no la hacen olvidar jamás; hacen, al
+contrario, que se experimente más placer cuando se la vuelve a encontrar
+e ilustran el margen de la narración sin sobrecargarla ni oscurecerla.
+Además, la parte pintoresca es excelente. Leyendo este libro se vive en
+Sevilla de día y de noche como si allí se estuviese y se desea de todo
+corazón habitar allí realmente. Se experimenta tristeza al terminar el
+libro, como si en realidad tomásemos el billete a fin de Octubre para
+volver a Francia.
+
+Y a gran diferencia de la mayor parte de nuestras novelas francesas,
+leyendo ésta no nos aburrimos en compañía perpetua de tres o cuatro
+personajes, siempre los mismos, que conocemos a fondo desde la quinta
+página, y de los cuales el autor parece que nos repite sin cesar:
+"¡Miradlos bien, estudiadlos todavía; estáis muy lejos de conocerlos;
+son inmensos!" _En La Hermana San Sulpicio_ se ven pasar y repasar cerca
+de cuarenta personajes que son todos, o por lo menos casi todos, muy
+precisos, muy de relieve.
+
+EMILE FAGUET,
+
+_De la Academia Francesa._
+
+Palacio Valdés es una de mis grandes admiraciones literarias, y todo
+cuanto signifique homenaje al hombre y su obra, tiene por adelantado mi
+adhesión.
+
+Le conocí al través de sus libros, hace muchos años, cuando era yo
+estudiante en la Universidad de Valencia, y a las horas de clase
+aprendía el Derecho en un verde ribazo de la huerta o sentado en la
+arena del Mediterráneo, con una novela sobre las rodillas. Palacio
+Valdés fué el autor de texto que estudié con más ahinco, en aquella
+época feliz de ingenuos entusiasmos y sinceras admiraciones.
+
+Han pasado los años: vientos de destrucción han soplado sobre mi fe
+juvenil: muchas de mis antiguas admiraciones ruedan por el suelo; pero
+la imagen del artista creador de _Marta y María y La Hermana San
+Sulpicio_ sigue en pie, firme, cada vez más adornada con votos de
+adoración.
+
+Después he conocido al hombre. Nos hemos visto pocas veces. El es un
+solitario por reflexión: yo comienzo a huir de las gentes por miedo a la
+expansión. Pero declaro que el hombre vale tanto como la obra.
+
+Palacio Valdés es un verdadero artista. Tengo la certeza de que no lleva
+escrita ni una sola página por industrialismo literario. Ni busca
+elogios, ni adula a nadie para sostener su fama. Durante algunos años,
+la Prensa, que dispone de columnas para todas las necedades que se
+vierten en el Congreso, no tuvo más que silencio y olvido para su obra
+literaria. Ahora llegan tiempos de justicia, y el gran novelador recibe
+merecidos homenajes.
+
+¡Salud, maestro!
+
+Al admirar su serenidad de artista, su desprecio por el éxito
+circunstancial y momentáneo, su trabajo firme mirando al porvenir,
+pienso en Esquilo, insensible a las amarguras y las injusticias,
+escribiendo al frente de sus obras, como suprema apelación, esta
+dedicatoria que muy pocos se atreven a trazar: "Al tiempo."
+
+VICENTE BLASCO IBAÑEZ
+
+Esta indiferencia del público español hacia la literatura, la cual ha
+hecho decir a un novelista vivo que una persona de buena posición en
+Madrid gasta con más gusto su dinero en fuegos artificiales o en
+naranjas que en un libro, ha sido al cabo vencida hasta cierto punto por
+un escritor que no solamente es admirado y distinguido, sino
+positivamente popular, el cual, sin sacrificar su estilo, ha logrado
+conquistar al desdeñoso público español. Este escritor es Armando
+Palacio Valdés.
+
+EDMUND GOSSE,
+
+Vicepresidente de la _Sociedad Real
+
+de Literatura del Reino Unido._
+
+Vive Palacio Valdés en un discreto apartamiento. No busca el aplauso ni
+lo rehusa; no abomina del trato humano ni se exhibe en tertulias y
+fiestas. Contempla plácida y serenamente cómo se desliza la vida. Su
+prosa es clara y limpia; ni la prosa incolora de los escritores
+desarraigados de la tradición, ni la empalagosamente afectada de los
+falsos puristas. Ama y siente el paisaje; escudriña las delicadezas
+psicológicas. En el arte literario ha llegado al arte supremo; a la
+sencillez, a la simplicidad de expresión, a la evocación de una realidad
+tenue, inefable, ideal, que está por encima de la realidad violenta y
+vulgar que todos ven.
+
+AZORIN
+
+Las novelas de nuestro poeta son extraídas de la realidad. Pinta a los
+hombres tales como son, tales como él los ve con sus ojos penetrantes
+que descubren las alturas y las profundidades de la sociedad, a sus
+caudillos y a sus bestias de carga. No es un escritor melindroso. Sus
+personajes no sólo tienen la parte anterior, sino también la posterior,
+que a algunos parecerá escandalosa. Sin embargo, no es un disecador
+naturalista de la vida y de la sociedad, sino un artista. En todas sus
+novelas brilla el sol del ideal.
+
+De este realismo poético unido al genio filosófico del novelista se
+deduce su tendencia a plantear en sus obras problemas morales y
+religiosos. Pero esta tendencia no implica prejuicios ni sectarismos; no
+confunde la religión y la ética, la moralidad y la vida social como un
+impertinente maestro de escuela. Palacio Valdés es católico; no oculta
+su modo de pensar y sentir. Sin embargo, su catolicismo nada tiene que
+ver con la Inquisición y los _autos de fe_. Es un catolicismo leal,
+intrépido: no vacila en esgrimir el látigo de su sátira sobre los
+extravíos de la pasión religiosa y sobre las flaquezas del clero. "Es
+necesario--ha dicho él mismo--que las ideas salgan de los hechos y no se
+añadan a ellos como reflexiones abstractas."
+
+Una cosa hace aún sus obras superiores a las de sus colegas españoles, y
+es una cierta jovialidad preciosa como el oro que refresca el corazón.
+
+Palacio Valdés se llama modestamente en el círculo de sus amigos
+"novelista de ocasión". Este novelista de ocasión, no obstante, es el
+escritor español, después de Cervantes, más traducido a lenguas
+extranjeras.
+
+Su última obra, _Papeles del Doctor Angélico_, es un libro original y
+precioso; no es una novela; es un libro poético-filosófico, un breviario
+escrito para los hombres que no viven en el barranco, sino en las
+alturas del espíritu. Se compone de luminosos artículos filosóficos,
+novelitas y bocetos. Profundísimas meditaciones científicas sobre las
+grandes cuestiones políticas, sociales y religiosas alternan con
+deleitosas producciones poéticas. Voy a leeros un boceto titulado _La
+procesión de los Santos_, que es una especie de visión religiosa
+verdaderamente encantadora. Quizá sea lo más grande en materia de poesía
+religiosa que haya aparecido desde los días de la Edad Media.
+
+La poesía no está muerta, sino viva, en la patria de Cervantes. El campo
+de la literatura española no es ningún páramo desierto, sino tierra
+fecunda, jardín fértil y ameno. El carácter más notable en la moderna
+literatura española es Armando Palacio Valdés. Grande es el número de
+sus admiradores en Inglaterra, Francia y América. Alemania tiene que
+reparar su yerro. Que no tardemos mucho en oir hablar de una Sociedad
+constituída en nuestro país para honrar al amable poeta y pensador
+español.
+
+AUSTIN TRAPET
+
+(Discurso pronunciado ante la Sociedad Científica de Coblenza.)
+
+Desde mis tiempos de estudiante, mucho antes de soñar con ser literato,
+profeso por D. Armando Palacio Valdés una profunda admiración, cada día
+más grande, porque con los años le comprendo mejor. Pero con ser tanta
+mi admiración al escritor, casi la supera mi admiración al hombre grave
+y esquivo ante el frágil y adocenado aplauso de la crítica y de la
+Prensa.
+
+RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN
+
+Desearíamos tenerle en nuestro país, y podría nombrar varios novelistas
+americanos por los cuales alegremente le cambiaría y aun daría de buen
+grado encima dos o tres poetas. Pienso que encontraríamos en él algo
+semejante a nuestro decantado humor americano y además otras cosas que
+no podemos con justicia reclamar, como una cierta dulzura, una amable
+espiritualidad, un amor de la pureza y la bondad por sí mismas y un
+conocimiento profundo de los misterios del alma.
+
+Nosotros los americanos imaginamos que porque hemos hecho pedazos a los
+barcos españoles somos superiores a los españoles; pero aquí en este
+terreno, donde reina la paz, ellos son superiores a nuestros maestros.
+
+WILLIAM DEAN HOWELLS,
+
+Presidente de la _Academia Americana_.
+
+En sus novelas y en las de Pérez Galdós aprendí lo que en mí puede haber
+de gusto literario a la moderna. De uno y otro escritor me sería
+imposible dar al público un juicio razonado; son para mí de los
+escritores que han penetrado más hondo que en la inteligencia y las
+cosas del corazón no se discuten ni se razonan.
+
+JACINTO BENAVENTE
+
+Se sabe que Palacio Valdés, el más reputado y difundido de los
+novelistas españoles que ha compendiado en una monografía definitiva, es
+el autor de obras pintorescas, emocionantes o cómicas, cuyas ediciones
+se cifran por centenares de miles, y entre las cuales basta citar
+_José_, La Fe, _El idilio de un enfermo_, _El origen del pensamiento_,
+_La Hermana San Sulpicio_, _Marta y María_ y la maravillosa historia
+_Tristán o el pesimismo_. Este admirable escritor, del cual una
+reputación mundial aureola los cabellos blancos, es, no obstante, el más
+modesto de los hombres.
+
+EMILE MOREAU
+
+_(La Liberté.)_
+
+Después de haber gustado el goce de esas lecturas, tuve el de conocer y
+tratar a Palacio Valdés, y entonces, al conocer al hombre, encontré al
+escritor. Como que éste depende en este caso más aún que en otros, de
+aquél. Al conocer y tratar a Palacio Valdés, comprendí el encanto de sus
+escritos y el aroma de honradez de propósito y de bondad de corazón que
+de ellos se desprende.
+
+En nuestra literatura no abunda, ni mucho menos, la nota íntima y
+recogida, el tono de apacible entrañabilidad. Casi todo es exterior, y
+casi todo, en el fondo, violento. Y así me explico que Palacio Valdés
+sea uno de nuestros escritores más gustosos, de los de hoy el más
+gustado tal vez, en países donde es una verdad efectiva la vida del
+hogar y donde los hombres saben recogerse en él mejor que nosotros.
+
+MIGUEL DE UNAMUNO
+
+Considerando la popularidad que la novela rusa ha adquirido entre
+nosotros en los últimos años, es extraño que los novelistas españoles no
+hayan sido igualmente acogidos. Por lo menos uno de ellos, nombrado
+Valdés, es digno de un lugar entre Turgueneff, Dostoievsky y Tolstoi. La
+razón de habérsele negado tanto tiempo se hallará en que no ha querido
+adoptar una _pose_. El público se deja generalmente seducir por la
+_pose_, y Valdés ha renunciado a ella.
+
+Su estilo es equilibrado, sencillo y espontáneo. Es un novelista vaciado
+en el molde más amplio. Su observación se extiende a todo y la vida se
+ofrece ante él como un libro abierto. Demostraría menos valor si no se
+atreviese a describir todas las escenas que a su imaginación se ofrecen.
+
+Que los noveles escritores estudien a Armando Palacio Valdés. Este
+escritor se halla en la primera media docena de los grandes novelistas.
+
+(_Daily Chronicle_.--10 Agosto de 1894.)
+
+Palacio Valdés es un gran observador, no ya de las costumbres españolas
+de su tiempo, sino también de lo que hay de íntimo en el alma de
+nuestros contemporáneos. Así se explica que el insigne novelista tenga
+tan alta personalidad en nuestra patria como en el extranjero.
+
+TORCUATO LUCA DE TENA
+
+En la rica literatura española Armando Palacio Valdés ocupa un puesto
+preeminente como autor de novelas. Posee una vasta erudición. Escribe
+novelas de costumbres llenas de intuición y de verdad, aborda temas
+religiosos y filosóficos, ofrece pinturas excelentes de la vida
+aristocrática en España. Su estilo es de una perfección extremada; jamás
+traspasa la medida; nos recrea al mismo tiempo que despierta nuestra
+reflexión. Sus obras se han traducido a varios idiomas, y, sin duda,
+Palacio Valdés ha contribuído más que ningún otro escritor español a dar
+a conocer la literatura española fuera de su país y a hacerla estimar.
+Es un hombre de mundo espiritual e irónico, es un filósofo serio que se
+interesa por las cuestiones vitales y añade a un espíritu penetrante un
+gusto excelente. Maneja su hermosa lengua magistralmente, y bajo una
+forma elegante se encuentra siempre el contenido de un sentido profundo.
+
+CARL DAVID AF WIRSÉN,
+
+Secretario de la _Academia Sueca_.
+
+La literatura española está de enhorabuena. Después de cinco años de
+mutismo, el maestro de la novela contemporánea acaba de publicar una
+nueva obra, _Papeles del Doctor Angélico_, que se aparta por su índole
+de las demás producciones de su autor ilustre.
+
+Me cabe la honra--y de ello me envanezco--de haberme anticipado al
+entusiasmo que hoy despierta el autor de _Riverita_. Mucho antes de que
+se desbordase la admiración acumulada en largos años de silencio, y los
+rotativos propalasen la excelsitud de la labor de Palacio Valdés, yo
+había publicado en _Nuestro Tiempo_ un extenso estudio asombrándome de
+que en el extranjero tuviesen más perspicacia que nosotros otorgando al
+maravilloso novelador el puesto preeminente que le corresponde dentro de
+nuestra literatura.
+
+AUGUSTO MARTINEZ OLMEDILLA
+
+La novela española atraviesa por un período de extraordinario brillo, y
+han nacido en la patria de Cervantes escritores que merecen ser
+conocidos y estudiados por nosotros. Entre ellos es preciso citar en
+primer lugar a Armando Palacio Valdés, que es realmente un novelista del
+más alto mérito y de la más intensa originalidad.
+
+PH.-EMMANUEL GLASER
+
+_(Le Figaro.)_
+
+Palacio Valdés, después de Cervantes, es el novelista más notable que ha
+producido España.
+
+FRANCISCO GIRALDOS
+
+(_Labor Nueva._ Revista internacional. Barcelona.)
+
+De toda esta pléyade de novelistas españoles aquel que más me ha
+agradado y más me ha enseñado acerca de la vida de España es Armando
+Palacio Valdés. Por la finura de observación, por su fidelidad a la
+naturaleza, por su espíritu equilibrado, se puede afirmar que ningún
+novelista en España ni fuera de ella ha escrito media docena de otras
+que sobrepujen a la media docena mejor que ha salido de su pluma. Leerlo
+en inglés con mucho de su aroma perdido es un exquisito placer, como la
+venta de doscientas mil _Maximinas_ testifica.
+
+GRANT SHOWERMAN
+
+_(The Sewance Review.)_
+
+En esto de concebir un argumento y madurarlo bien sometiéndolo a lenta
+incubación cerebral y desarrollarlo después con número, peso y medida,
+no alargando demasiado los episodios ni hinchando a fuerza de aire los
+personajes, ni desmadejando el diálogo en fruslerías e insulseces, creo
+que no tiene Palacio Valdés competidor entre todos nuestros novelistas.
+Hay que reconocerle primado indiscutible de la novela española.
+
+FR. GRACIANO MARTINEZ,
+
+Agustino. Director de _España y América_.
+
+Podemos afirmar que Valdés posee las primeras cualidades de un gran
+novelista, en el sentido moderno, porque es un revelador y un intérprete
+de la vida, porque tiene el poder de identificarse con la vida de los
+otros. Cuando dice de su carácter que es vago e indefinido no debe
+entenderse como algo sombrío y enfermizo. Es más bien el de un espíritu
+que se oculta y gusta de sumergirse en la vida universal. Resplandece en
+sus obras la más alta sinceridad y firmeza, y al mismo tiempo se
+encuentra en todas ellas una profunda y delicada simpatía por todas las
+cosas; una clara visión que penetra en las más oscuras profundidades y
+lo eleva a las alturas más luminosas. El nos ofrece los acontecimientos
+vulgares de la vida ordinaria como son en realidad, pero nos vemos
+obligados a mirarlos con el sentido que él les presta; y mientras
+reconocemos estos sucesos como algo que ya habíamos visto, observamos
+que él les dota de un interés que no sospechábamos en ellos, y revela su
+carácter oculto con una gran riqueza de detalles aclaradores.
+
+SYLVESTER BAXTER
+
+_(The Atlantic Monthly.)_
+
+¿Por qué gusta tanto en Inglaterra y en los Estados Unidos el autor de
+_El Idilio de un enfermo?_ ¿Es casualidad; es suerte? No; es conjunción
+de ciertas cualidades fundamentales en el arte de nuestro novelista con
+las tradiciones y el gusto literario de una gran parte del público de
+aquellos países. Hay cierta serenidad y cierta suavidad en su arte y en
+los aspectos de la vida que más le agrada pintar, que no pueden menos de
+seducir a los lectores enemigos de las grandes explosiones trágicas y de
+las fiebres pasionales naturalistas, y que casan muy bien con el tono de
+una gran parte de la producción literaria inglesa. La misma sátira a que
+antes me he referido contribuye poderosamente a imprimir ese sello a las
+obras de Palacio Valdés. No es agria, épica, como en Zola y sus
+discípulos, sino humorista, como lo fué en nuestra literatura
+picaresca, y luego lo ha sido, con admirable manejo de la sonrisa del
+idioma, en Thackeray y Dickens.
+
+RAFAEL ALTAMIRA
+
+El ilustre escritor no es de aquellos que al prestigio del talento
+añaden el prestigio del reclamo: cuando viene a Francia no provoca, como
+otros autores extranjeros bien conocidos, los artículos de periódicos y
+las _interviews_ de los _reporters_; y cuando publica un libro deja a su
+obra el cuidado de hablar por sí misma en su favor. El éxito le ha
+llegado ya, un éxito de buena ley, que le han valido los méritos de la
+forma y los del fondo.
+
+Cuidadoso de la composición y del equilibrio, no se distrae en episodios
+y digresiones; no cuenta por contar, no describe por describir.
+Paisajista, evita ese defecto, tan familiar a los paisajistas, que
+consiste en colocar a la Naturaleza en el primer plano y concederle un
+desarrollo excesivo y absorbente. No le da más importancia que la que
+conviene a una decoración, y reserva, por el contrario, un lugar
+preponderante a lo que es esencial, al estudio de las costumbres, de los
+caracteres y de los problemas morales.
+
+F. VÉZINET
+
+_(Le Parthénon.)_
+
+Cuando, hará pronto un año, lamentaba yo aquí (El Universo) el ocaso del
+gran novelista que anunció el término de su obra con _La aldea perdida_,
+estaba muy lejos de pensar en que el autor de _Riverita_ y _Maximina_
+preparaba un nuevo libro, y, sin embargo, no podía avenirme con la idea
+de que la musa de Valdés hubiese callado para siempre.
+
+Afortunadamente, no ha sido así.
+
+Decía yo entonces que él era el novelista de nuestra literatura
+contemporánea y que no había cuerda en la moderna épica que no hubiese
+pulsado con arte exquisito el creador de _José, La Hermana San
+Sulpicio_ y _La Aldea perdida_.
+
+ROGERIO SANCHEZ
+
+Palacio Valdés ocupa un sitio completamente singular entre los modernos
+autores españoles. Y no es la corriente de la moda la que hace que se le
+lea más que a los otros, sino porque sus novelas tienen una base muy
+distinta de las de sus colegas. Aunque no pueda negarse la influencia de
+la escuela francesa (influencia muy grande en España), sin embargo, un
+estudio profundo de los clásicos y de la filosofía alemana han prestado
+a sus obras el sello de una independencia innegable. Sus vistas
+estéticas son distintas de las que ahora dominan y su realismo (porque
+Palacio Valdés es realista) tiene su raíz más en los tiempos grandes de
+Cervantes, Mateo Alemán y Vicente Espinel que en el culto desapoderado
+de la verdad y en la oscuridad místico-espiritual de la escuela moderna.
+
+H. KELLER-JORDAN
+
+_(Allgemeine Zeitung.)_
+
+Si alguien me preguntara qué opino de Armando Palacio Valdés, le
+contestaría sin pérdida de momento que le juzgo por el primer novelista
+de nuestros tiempos.
+
+J. GIVANEL MAS
+
+(_La Vanguardia_, Barcelona.)
+
+Tiene horror al reclamo. Es un caso bastante raro en la literatura
+universal para que merezca ser señalado al público francés. Todos los
+libros de este escritor excepcional han aparecido en silencio, sin
+levantar clamores de entusiasmo y de triunfo, que acogen alguna vez
+entre nosotros a las más auténticas medianías. Se ha impuesto únicamente
+por su mérito personal a la atención pública. Por lo demás, toca en sus
+escritos cuestiones de tal modo apremiantes, que nadie puede evitar su
+urgencia indubitable. El filósofo más escéptico no podrá menos de
+sentirse conmovido leyendo _La Fe_.
+
+El héroe de esta novela idealista es un joven sacerdote, el padre Gil,
+vicario de la iglesia de Peñascosa, villa situada en el fondo de una
+pequeña ensenada del golfo cantábrico. El primer capítulo de _La Fe_ es
+un cuadro encantador de su primera misa. Ferdinand Fabre, si viviera,
+quedaría celoso de estas páginas sobrias y pintorescas. Es una empresa
+difícil el describir una ceremonia religiosa. Zola, en la _Faute de
+l'abbé Mouret_, no ha estado en ello afortunado. Enumerar como lo hace,
+complacientemente, el jefe de la escuela naturalista todos los detalles
+y todos los accesorios del culto es hacer maquinalmente un inventario
+sin comprender el profundo significado de la liturgia. El sentido
+interior le escapa. Palacio Valdés, en vez de detenerse en el aspecto
+superficial de las cosas, nos inicia en todos los secretos de las almas
+sencillas que se han reunido para asistir a la primera misa de aquel
+joven sacerdote.
+
+_La Fe_ es un libro leal y fuerte, animado desde el principio hasta el
+fin por un gran soplo de humana piedad.
+
+GASTON DESCHAMPS
+
+_(Le Temps.)_
+
+En la suma de las admiraciones al gran novelista Palacio Valdés continúo
+siendo uno más.
+
+MANUEL LINARES RIVAS
+
+Palacio Valdés no necesita que hablemos de él. Hace treinta años que se
+encerró en su casa con sus recuerdos, con sus lecturas y sus
+meditaciones, y desde ella nos habla con sus libros. Es él quien habla;
+a los demás nos toca agradecérselo en silencio.
+
+RAMIRO DE MAEZTU
+
+Palacio Valdés ha tardado diez años en triunfar de la indiferencia del
+público y de la Prensa. Hoy sus obras son leídas en el mundo entero. Se
+comprende que esté orgulloso de una victoria tan noblemente ganada.
+
+La sinceridad absoluta del artista, su cuidado profundo de la verdad, su
+horror de lo que él llama el _efectismo_, y que no es más que la caza
+del efecto en lugar de la emoción verdadera, esparcen por todos sus
+libros un encanto penetrante.
+
+El tiempo no está lejos, yo lo creo así, en que el amor de lo grandioso
+y exagerado desaparecerá. Las grandes frases vacías se harán viejas y
+serán reemplazadas por palabras menos sonoras, quizá más modestas, pero
+más llenas de sentido, más precisas y más puras. Ese día, ciertamente,
+la España quedará reconocida al escritor de este siglo que más ha
+contribuído a hacer amar lo sencillo y lo natural.
+
+L. BORDES
+
+_(Revue des Lettres Francaises et Etrangères.)_
+
+De la lectura de las novelas modernas solemos salir entristecidos, con
+tedio en el corazón y hasta con náuseas en el estómago. "Siempre que
+vengo de entre los hombres--dice Kempis--me siento peor..." Lo mismo me
+acontece a mí cuando vengo de entre esos libros.
+
+En cambio, cuando leo las novelas de Palacio Valdés, la vida, sin perder
+para mí su melancólica gravedad, me parece noble y buena; el autor no
+sólo me inspira admiración, sino cariño; en vez de deprimirme, me
+vigoriza; en lugar de desalentarme, me da esperanza; lejos de hacerme
+sentir vergüenza de ser hombre, me parece que reanima en las
+profundidades de mi ser el soplo divino que Dios infundió en el pobre
+barro humano.
+
+ZEDA
+
+
+
+
+ÍNDICE
+
+ Páginas.
+
+Confidencia preliminar, 7
+
+Marta y María, 23
+
+Una excursión a la Isla, 27
+
+José, 55
+
+La desesperación de un hidalgo, 57
+
+Aguas fuertes, 71
+
+Lloviendo, 73
+
+Polifemo, 81
+
+Los Puritanos, 91
+
+¡Solo!, 115
+
+Riverita, 137
+
+Una corrida de toros, 139
+
+Maximina. El primer hijo, 155
+
+Los majos de Cádiz, 179
+
+Despedida, 181
+
+La Fe, 199
+
+Cruel desengaño, 201
+
+La aldea perdida, 219
+
+El desquite, 223
+
+Adiós, 239
+
+La hermana San Sulpicio, 251
+
+Paseo por el Guadalquivir, 255
+
+Tristán o el pesimismo, 305
+
+Papeles del doctor Angélico, 317
+
+Un testigo de cargo, 319
+
+Vida de canónigo, 325
+
+Una mirada a lo alto, 333
+
+La procesión de los Santos, 339
+
+Perico el Bueno, 343
+
+Las burbujas 355
+
+Opiniones de la crítica española y extranjera, 363
+
+
+
+
+
+
+End of Project Gutenberg's Páginas escogidas, by Armando Palacio Valdés
+
+*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PAGINAS ESCOGIDAS ***
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+Updated editions will replace the previous one--the old editions
+will be renamed.
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+one owns a United States copyright in these works, so the Foundation
+(and you!) can copy and distribute it in the United States without
+permission and without paying copyright royalties. Special rules,
+set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to
+copying and distributing Project Gutenberg-tm electronic works to
+protect the PROJECT GUTENBERG-tm concept and trademark. Project
+Gutenberg is a registered trademark, and may not be used if you
+charge for the eBooks, unless you receive specific permission. If you
+do not charge anything for copies of this eBook, complying with the
+rules is very easy. You may use this eBook for nearly any purpose
+such as creation of derivative works, reports, performances and
+research. They may be modified and printed and given away--you may do
+practically ANYTHING with public domain eBooks. Redistribution is
+subject to the trademark license, especially commercial
+redistribution.
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+Gutenberg-tm electronic work and you do not agree to be bound by the
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+things that you can do with most Project Gutenberg-tm electronic works
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+paragraph 1.C below. There are a lot of things you can do with Project
+Gutenberg-tm electronic works if you follow the terms of this agreement
+and help preserve free future access to Project Gutenberg-tm electronic
+works. See paragraph 1.E below.
+
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+Gutenberg-tm electronic works. Nearly all the individual works in the
+collection are in the public domain in the United States. If an
+individual work is in the public domain in the United States and you are
+located in the United States, we do not claim a right to prevent you from
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+1.E.7. Do not charge a fee for access to, viewing, displaying,
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+ has agreed to donate royalties under this paragraph to the
+ Project Gutenberg Literary Archive Foundation. Royalty payments
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+ prepare (or are legally required to prepare) your periodic tax
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+ address specified in Section 4, "Information about donations to
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+electronic work or group of works on different terms than are set
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+Hart, the owner of the Project Gutenberg-tm trademark. Contact the
+Foundation as set forth in Section 3 below.
+
+1.F.
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+effort to identify, do copyright research on, transcribe and proofread
+public domain works in creating the Project Gutenberg-tm
+collection. Despite these efforts, Project Gutenberg-tm electronic
+works, and the medium on which they may be stored, may contain
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+corrupt data, transcription errors, a copyright or other intellectual
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+of Replacement or Refund" described in paragraph 1.F.3, the Project
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+LIABILITY, BREACH OF WARRANTY OR BREACH OF CONTRACT EXCEPT THOSE
+PROVIDED IN PARAGRAPH 1.F.3. YOU AGREE THAT THE FOUNDATION, THE
+TRADEMARK OWNER, AND ANY DISTRIBUTOR UNDER THIS AGREEMENT WILL NOT BE
+LIABLE TO YOU FOR ACTUAL, DIRECT, INDIRECT, CONSEQUENTIAL, PUNITIVE OR
+INCIDENTAL DAMAGES EVEN IF YOU GIVE NOTICE OF THE POSSIBILITY OF SUCH
+DAMAGE.
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+in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS' WITH NO OTHER
+WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT LIMITED TO
+WARRANTIES OF MERCHANTIBILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE.
+
+1.F.5. Some states do not allow disclaimers of certain implied
+warranties or the exclusion or limitation of certain types of damages.
+If any disclaimer or limitation set forth in this agreement violates the
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+the applicable state law. The invalidity or unenforceability of any
+provision of this agreement shall not void the remaining provisions.
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+1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the
+trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone
+providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in accordance
+with this agreement, and any volunteers associated with the production,
+promotion and distribution of Project Gutenberg-tm electronic works,
+harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees,
+that arise directly or indirectly from any of the following which you do
+or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm
+work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
+Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause.
+
+
+Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm
+
+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
+electronic works in formats readable by the widest variety of computers
+including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
+because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
+people in all walks of life.
+
+Volunteers and financial support to provide volunteers with the
+assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's
+goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
+remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
+and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at http://www.pglaf.org.
+
+
+Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
+number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
+http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
+permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
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+The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
+Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
+throughout numerous locations. Its business office is located at
+809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
+business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
+information can be found at the Foundation's web site and official
+page at http://pglaf.org
+
+For additional contact information:
+ Dr. Gregory B. Newby
+ Chief Executive and Director
+ gbnewby@pglaf.org
+
+
+Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation
+
+Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
+spread public support and donations to carry out its mission of
+increasing the number of public domain and licensed works that can be
+freely distributed in machine readable form accessible by the widest
+array of equipment including outdated equipment. Many small donations
+($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
+status with the IRS.
+
+The Foundation is committed to complying with the laws regulating
+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
+considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
+with these requirements. We do not solicit donations in locations
+where we have not received written confirmation of compliance. To
+SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
+particular state visit http://pglaf.org
+
+While we cannot and do not solicit contributions from states where we
+have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
+against accepting unsolicited donations from donors in such states who
+approach us with offers to donate.
+
+International donations are gratefully accepted, but we cannot make
+any statements concerning tax treatment of donations received from
+outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.
+
+Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
+methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
+ways including checks, online payments and credit card donations.
+To donate, please visit: http://pglaf.org/donate
+
+
+Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
+works.
+
+Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
+concept of a library of electronic works that could be freely shared
+with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
+Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.
+
+
+Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
+editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
+unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
+keep eBooks in compliance with any particular paper edition.
+
+
+Most people start at our Web site which has the main PG search facility:
+
+ http://www.gutenberg.org
+
+This Web site includes information about Project Gutenberg-tm,
+including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
+Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
+subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.
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+Release Date: April 13, 2012 [EBook #39444]
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+<p class="cb">BIBLIOTECA CALLEJA<br />
+<small>SEGUNDA SERIE</small><br /><br />
+A. &nbsp; PALACIO &nbsp; VALDÉS<br />
+PÁ G I N A S &nbsp; &nbsp; E S C O G I D A S</p>
+
+<p><a name="page_001" id="page_001"></a></p>
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+<p class="figcenter">
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+
+ESCOGIDAS</h1>
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+<p class="cb"><small>MCMXVII<br />
+<br />
+C A S A &nbsp; &nbsp; E D I T O R I A L &nbsp; &nbsp; C A L L E J A<br />
+
+FUNDADA &nbsp; EN &nbsp; 1876<br />
+<br />
+M A D R I D</small></p>
+
+<p><a name="page_006" id="page_006"></a></p>
+
+<p>&nbsp;</p>
+
+<p>&nbsp;</p>
+
+<p class="c">
+PROPIEDAD<br />
+Derechos reservados.<br />
+&mdash;<br />
+Copyright 1917<br />
+by CASA EDITORIAL CALLEJA<br />
+<br /><br />
+<span class="ov">&nbsp; &nbsp; Imprenta de &ldquo;Alrededor del Mundo&rdquo;, Martín de los Heros, 65.&nbsp; &nbsp; </span></p>
+
+<p><a name="page_007" id="page_007"></a></p>
+
+<h2><a name="CONFIDENCIA_PRELIMINAR" id="CONFIDENCIA_PRELIMINAR"></a>CONFIDENCIA PRELIMINAR</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">S</span><small>IN</small> gusto he cedido al propósito de publicar un volumen de páginas
+escogidas entre mis obras. Opiné siempre que este es un honor que debe
+reservarse a los muertos. Pero los vivos en los tiempos presentes
+acaparan los derechos de los muertos y se regalan con monumentos y
+epitafios.</p>
+
+<p>Un editor piadoso ha imaginado que de los diversos libros por mí
+publicados pudieran entresacarse algunos trozos de valor excepcional. Le
+dejo por entero la responsabilidad del intento.</p>
+
+<p>Contra mi gusto también, ¿por qué no he de decirlo? he sido y soy
+literato. En los años de mi adolescencia y en los primeros de la
+juventud he creído firmemente que yo había nacido para cultivar las
+ciencias filosóficas y políticas y para ser un faro esplendoroso dentro
+de ellas. Llegar a ser un sabio respetado y solemne fué mi única
+ambición entre los quince y los veinte años. Después por un juego de la
+fortuna me vi convertido en novelista, y comprendí que la fortuna tenía
+razón. Me acaeció lo que a Federico II de Prusia. Creyó<a name="page_008" id="page_008"></a> haber nacido
+para músico y literato y resultó un guerrero.</p>
+
+<p>Lo que puede hacer con más facilidad es lo que el hombre debe hacer.
+Para mí ha sido tan fácil escribir novelas como a un tenedor de libros
+efectuar sus operaciones aritméticas. Cuando un amigo comerciante me
+dice que le sería imposible escribir una novela me sorprende, y cuando
+le comunico, en secreto, que me siento incapaz de efectuar una división
+de muchas cifras sin equivocarme varias veces le dejo estupefacto.</p>
+
+<p>¡Cuán fácil es dejarnos arrastrar por aquello que nos es fácil! Así yo
+puesto a escribir novelas me hallé cautivo de ellas y tan contento como
+el pez en el agua. El sabio no volvió a sacar la cabeza fuera hasta
+muchos años después al publicar los <i>Papeles del doctor Angélico</i>.</p>
+
+<p>Pero dentro de la facilidad apetecí toda la facilidad que fuese posible.
+En el arte como en la vida, he sido siempre insaciable de independencia.
+Ya que en aras de la literatura sacrificaba mi ambición, quise y me
+propuse escribir completamente a mi gusto.</p>
+
+<p>Observé desde luego que en la república de las letras, a pesar de ser
+república, existían no pocas servidumbres.</p>
+
+<p>La primera que me llamó la atención fué la de<a name="page_009" id="page_009"></a> la <i>actitud</i>. Los
+escritores, en general, adoptan al empezar una postura y no la cambian
+jamás. O se calzan el coturno o se encasquetan el gorro de cascabeles.
+Un amigo tuve, bien conocido y estimado en el mundo literario, que nos
+hacía desternillar de risa con su gracejo inagotable. Pues bien, este
+ilustre literato así que se ponía a escribir se alzaba de manos como un
+caballo fogoso y no dejaba escapar más que rugidos épicos.</p>
+
+<p>¿No es una verdadera esclavitud? Cada cual debe escribir según el humor
+en que se halla. Esto no es perder la unidad del carácter sino mostrar
+su invariable complejidad. ¡Libertad! Este ha sido siempre mi santo y
+seña al penetrar en el alcázar de las bellas letras.</p>
+
+<p>Los más altos ejemplos de esta amable libertad no me han venido, sin
+embargo, de la poesía sino de la música. Haydn y Beethoven han sido los
+hombres más libres que han existido dentro de su arte. Ayer mismo
+escuchaba la famosa <i>sonata séptima</i> del último. El tiempo tercero
+principia por un alegro risueño, feliz. El poeta-músico disfruta
+apaciblemente de la dulzura del vivir, de los gozosos recuerdos de su
+juventud. De pronto, como si repentinamente le asaltase la memoria
+aciaga de un gran dolor de su vida, de un desengaño cruel, de la pérdida
+de un ser amado, aquella alegría<a name="page_010" id="page_010"></a> se nubla, comienzan a escucharse notas
+graves, patéticas, que poco a poco se transforman en un lamento
+desgarrador.</p>
+
+<p>¡Esta, esta es&mdash;me decía yo con emoción&mdash;la santa libertad que he
+apetecido siempre!</p>
+
+<p>Otra de las servidumbres que nos amenaza a los escritores es la de la
+imitación. Por lo mismo que es la menos peligrosa es la menos frecuente,
+a lo menos en estos últimos tiempos en que a los literatos les ha
+acometido la rabia de la originalidad.</p>
+
+<p>La admiración de los grandes maestros y el empeño en seguir sus huellas
+no es sólo un sentimiento plausible sino también la prueba más evidente
+de la vocación de un artista. Cuando admiramos de corazón nos elevamos
+por un instante a la altura del ser que admiramos. Ni en la literatura
+ni en ninguna de las artes bellas hay otro medio más eficaz para
+adquirir superioridad. &ldquo;La imitación&mdash;ha dicho quien lo entiende&mdash;se
+encontraría hasta en los arcángeles si conociésemos su historia.&rdquo;</p>
+
+<p>Pero la admiración no debe degenerar en idolatría. Se soporta con gusto
+la influencia bienhechora de un genio, pero no se puede sufrir su
+dictadura. Todos tenemos brazos y piernas y es necesario que nos dejen
+andar y obrar sin ligaduras.<a name="page_011" id="page_011"></a> El maestro debe ser un faro que nos guíe,
+no un harpón que nos desangre. En España los admiradores de Cervantes
+han llegado a hacerle empalagoso.</p>
+
+<p>Por eso más que la imitación exclusiva de un genio hallo mucho más
+beneficiosa la influencia de un grupo de maestros. Nuestros padres
+imitaban a los clásicos griegos y latinos, y marchaban seguros. En la
+antigüedad greco-latina hallaron una disciplina feliz que les salvaba de
+toda aberración. Muchos que eran pequeños se hicieron grandes. Así como
+la lectura de Plutarco ha despertado el heroismo en muchos corazones,
+así la de Homero y Virgilio, Sófocles y Horacio hizo fluir de algunas
+plumas páginas deliciosas. Recordemos nada más que la admirable poesía
+de nuestro Fray Luis de León sobre la vida del campo en que imita una
+oda de Horacio.</p>
+
+<p>Hay épocas de bueno y de mal gusto. Hay locuras y groserías que infestan
+a un período entero. Malhadado el escritor que nace en uno de estos
+momentos tenebrosos. Por milagro logrará salvarse del desastre. En
+cambio, será para él dichosa la suerte si se halla rodeado por hombres
+de razón y de gusto. Recibir las enseñanzas de los contemporáneos cuando
+son puras; no hay otro lote más feliz para un poeta o novelista. Los que
+respiran<a name="page_012" id="page_012"></a> a nuestro lado son los más eficaces maestros. Quien haya visto
+la luz en el siglo de oro de nuestra literatura y vivido en el comercio
+de Calderón, de Tirso, de Cervantes y Quevedo, tenía la mitad del camino
+andado para llegar a las cumbres de la gloria. El que ha tenido la mala
+fortuna de escribir en la segunda mitad del siglo XIX, entre
+<i>naturalistas</i>, <i>decadentistas</i>, <i>luciferanos</i>, etc., harto ha hecho si
+ha podido alcanzar la falda de la montaña. El mal gusto es mucho más
+contagioso que el bueno. Permanecer sensato entre insensatos exige una
+fuerza que a muy pocos es dado poseer. No presumo de haberla tenido,
+pero he luchado por mantenerme firme.</p>
+
+<p>Otra esclavitud más triste y vergonzosa nos está aparejada a los que
+escribimos para el público; la esclavitud de la moda. La moda se nos
+impone: el que pretenda sustraerse a ella queda sumergido. Al comienzo
+de mi carrera literaria la avalancha de los naturalistas franceses lo
+había arrollado todo. Quien no penetrase en los burdeles y nos hiciese
+saber lo que allí ocurre o no tuviese arrestos para describir en cien
+apretadas páginas los productos alimenticios que se exhiben en un
+mercado (el rojo inflamado de las zanahorias contrastando con la nota
+argentada de las sardinas, etc.), era tenido por un literato anticuado
+y<a name="page_013" id="page_013"></a> chirle. Cuando publiqué mi segunda novela <i>Marta y María</i>, un joven
+naturalista, amigo mío, me dijo: &ldquo;Está bien, querido, pero todo eso es
+<i>agua tibia</i>&rdquo;. Pasó la ola, sin embargo, y esta florecita regada con
+agua tibia que brotó hace treinta y cuatro años, aún no se ha marchitado
+por completo.</p>
+
+<p>Acatar servilmente el gusto del público, poner el oído a los rumores de
+la calle y adular los caprichos del amo es algo que degrada al escritor.
+No era esa mi cuenta. Preferí pasar inadvertido a marchar encadenado al
+carro triunfal de los naturalistas franceses.</p>
+
+<p>No obstante, lo confieso con dolor, todavía ejercieron sobre algunas de
+mis novelas perniciosa influencia. Al repasarlas en este momento por la
+tarea que se me impone, observo redundancias, prosaismos, puerilidades,
+hijas de un afán desmedido de realismo. Era el agua que se bebía en
+aquella época. No había llegado a penetrarme por completo de que las
+novelas se componen de retratos no de fotografías. Las últimas que
+escribí se han librado mejor del contagio.</p>
+
+<p>Quisiera borrar las manchas que afean las otras. Si se me permitiese
+rehacerlas quedarían seguramente menos mal. No me creo autorizado para
+ello. En la vida como en el arte debemos cargar con los pecados de la
+juventud. Todos los seres<a name="page_014" id="page_014"></a> creados guardan como las pirámides de Egipto
+los jeroglíficos de su historia. En el hombre, en el animal, en la
+planta y hasta en los pedruscos y los metales cada cual guarda las
+huellas de sus aventuras. Ruego al lector que cuando tropiece en mis
+obras con alguna harto plebeya la desprecie; pero no al autor que ya
+está arrepentido.</p>
+
+<p>Hablemos ahora del lenguaje que es otro de los escollos en que tropieza
+el escritor español. Y por de pronto no lo confundamos con el estilo
+como a menudo lo veo confundido. El lenguaje para el escritor es un
+instrumento como para un violinista el violín. Nunca he visto a un
+violinista postrarse delante de su violín y adorarlo; pero he visto y
+veo a muchos literatos hincados de rodillas delante del lenguaje.</p>
+
+<p>¿Por qué tal rendimiento? Hagámosle elegante, limpio, flexible,
+despojémosle de toda vileza, pero no le convirtamos en un ídolo de
+piedra. ¿Por qué escribir hoy como en tiempo de Fray Luis de Granada?
+¿Se habla así en el hogar, en la calle, en el Parlamento?</p>
+
+<p>Si se me diese a elegir entre el tan ultrajado lenguaje periodístico y
+el artificiosamente arcaico, pedantesco y desabrido de ciertos
+escritores que el vulgo de los críticos admira, me quedaría con el
+primero.<a name="page_015" id="page_015"></a></p>
+
+<p>El lenguaje periodístico, con ser malo, me parece preferible a ese otro
+rebuscado de ciertos escritores pseudoclásicos. Porque, en fin, el
+periodista mal o bien dice lo que quiere decir, pero el otro, arrastrado
+por la combinación de las palabras, no lo dice casi nunca. Hay quien
+piensa, después de haber copiado un giro de Quevedo o Cervantes, que ha
+llevado a término una acción heroica y que se le debe la cruz de San
+Hermenegildo. Y si exhuma del Diccionario una palabrita allí sepultada,
+se sorprende de que no le arrojen flores desde los balcones.</p>
+
+<p>Recuerdo que cuando llegué a Madrid siendo casi un adolescente, fuí a
+visitar, por encargo de mi familia, a un conocido escritor erudito y
+bibliófilo, en cuyo salón hallé a otros tres o cuatro sujetos de sus
+mismas aficiones. Estaban leyendo, con mucha algazara, la carta de un
+amigo, y apenas hicieron caso de mí, como puede suponerse.&mdash;&ldquo;¡Qué
+donoso!&rdquo;&mdash;exclamaba uno.&mdash;&ldquo;¡Qué regocijado!&rdquo;&mdash;respondía otro.&mdash;&ldquo;¡Qué
+bien que da en el hito nuestro amigo!&rdquo;&mdash;apuntaba el tercero.&mdash;&ldquo;¡Es cosa
+para mucho holgarse!&rdquo;&mdash;añadía el cuarto.</p>
+
+<p>Yo creía hallarme en un baile de máscaras.</p>
+
+<p>Estos disfraces aún continúan. Los avisados ríen, pero el vulgo queda
+deslumbrado. No se es<a name="page_016" id="page_016"></a> Quevedo por ponerse las antiparras de Quevedo.
+Cuando tomo en las manos un libro de estos flamantes clásicos, me parece
+estar viendo desfilar una cabalgata histórica. ¿En qué fabla me
+fablades, infanzones? Ellos podrán decir: &ldquo;No tenemos ingenio, ni
+amenidad, ni ciencia, ni gracia, ni observación, ni sentimiento; pero
+tenemos lenguaje.&rdquo;</p>
+
+<p>He pensado siempre que éste ha de ser lo más claro, lo más sencillo y
+transparente posible. ¿Buscaba Santa Teresa los giros de los siglos
+pretéritos para introducirlos en sus <i>Moradas</i>? No; escribía en estilo
+llano como oía hablar en torno suyo. Y, no obstante, resulta su prosa de
+una nobleza extremada, más penetrante y sugestiva que la de ningún otro
+escritor español.</p>
+
+<p>Peor aún que el lenguaje pseudoclásico es el llamado <i>colorista</i> que en
+Francia inauguró Teófilo Gautier, y que Zola y los hermanos Goncourt
+llevaron a una monstruosa exageración. Buscar palabras nuevas importadas
+de la pintura, es fácil tarea. Los grandes escritores no han tenido
+necesidad de apelar a tanta palabrería pictórica para grabar
+profundamente los tipos y las escenas que han creado. ¿Quién no se
+representa vivamente la aventura de los molinos de viento en el
+<i>Quijote</i>? ¿Quién no ha visto a Carlota en<a name="page_017" id="page_017"></a> el <i>Werther</i>, de Goethe,
+cortando el pan y distribuyéndolo a sus hermanitos?</p>
+
+<p>Entre nosotros ha echado raíces este nuevo <i>preciosismo ridículo</i> y se
+ha desarrollado con la velocidad del microbio del tifus. En una revista
+literaria he leído la siguiente descripción de un salón de baile:</p>
+
+<p>&ldquo;En los senos duermen las flores con esa voluptuosidad del pétalo
+marchito, y en los labios rojos ruedan las sonrisas amables y brotan las
+frases cortesanas. El piano, envidioso, muestra en risa irónica sus
+dientes blancos; y tableteando sobre los cristales una lluvia fría,
+menudita y soñolienta.</p>
+
+<p>&ldquo;Sobre el grupo va la luz tonificando los rosas, el rosa de crepúsculo
+de los trajes, el rosa de las mejillas, el de grano de granada de las
+uñas y el rosa suave, diluído, enervante de las flores.&rdquo;</p>
+
+<p>Después de leer esto ¿no se siente la nostalgia del <i>Boletín de
+Pósitos</i>? En verdad que si tal es el estilo colorista hay motivo para
+aborrecer el arco iris.</p>
+
+<p>Pero dejemos estas inepcias y vengamos a otra servidumbre más peligrosa
+en que con frecuencia caemos los que emborronamos papel. Hablo del
+dinero.</p>
+
+<p>&ldquo;Poderoso caballero es don Dinero&rdquo;, dijo nuestro<a name="page_018" id="page_018"></a> poeta. El dinero es un
+magnífico señor que paga bien a quien mal le sirve. Paga bien, pero nos
+disminuye. El escritor que se pone a su servicio pierde la iniciativa y
+el reposo, tan necesarios a los que cultivan la belleza. Sus cadenas son
+de oro, pero cadenas al fin.</p>
+
+<p>¿Debe vivir el escritor de su pluma? Parece lógico. Si presta un
+servicio a sus semejantes, éstos se hallan obligados a
+remunerarle.&mdash;&ldquo;Quien sirve al altar, viva del altar&rdquo;&mdash;ha dicho San
+Pablo. El poeta que sacrifica en el altar de las Musas, debe vivir de
+él.</p>
+
+<p>Debe vivir, es cierto; ¿pero debe vivir en un palacio rodeado de
+domésticos y caballos? No hay necesidad. Una posición independiente y
+modesta es suficiente para que pueda ofrecernos los frutos de su
+ingenio. Si la riqueza le ha venido por otros caminos, no le perjudicará
+cuando sepa emplearla adecuadamente. Viajes, libros, juegos, muebles
+suntuosos, cuadros, saraos, todo esto es un alimento para la fantasía y
+se halla en la dirección de su vida. Equipado de esta manera espléndida
+acaso su vuelo sea más alto. Mas para alcanzar estas doradas
+herramientas, aun en los países en que es factible, necesita forzar la
+mano, y esto no se consigue sin detrimento de la calidad del artículo.<a name="page_019" id="page_019"></a></p>
+
+<p>En otros tiempos la literatura no daba dinero, y se escribía, y no se
+escribía del todo mal. Hoy da dinero y se escribe, y no se escribe del
+todo bien. Quiero decir que cebados por la ganancia, escribimos más de
+lo que debiéramos. Nuestras obras no suelen salir bien cosidas, sino
+hilvanadas. Cuando el hombre no piensa en el resultado de su trabajo, es
+cuando sale mejor. Nuestros abuelos escribían libros más duraderos,
+porque pensaban más en ellos que en el editor.</p>
+
+<p>Sin embargo, bueno es rechazar la absurda especie que corre válida entre
+los ignorantes y frívolos de que el hambre aguza el ingenio. El hambre
+no aguza más que los malos instintos. Jamás me convencerá nadie de que
+las musas reciben con agrado en su jardín del Parnaso a los poetas
+famélicos. El escritor necesita cierto grado de bienestar, y además
+aquello que nuestros antepasados llamaban <i>ocios</i>; esto es, el descuido
+de los intereses materiales. Pero este reposo no lo consiguen los
+actuales escritores de profesión pensando en las pesetas que les vale
+cada cuartilla. Mejor lo lograban aquellos abuelos, aceptando un modesto
+empleo en las oficinas del Estado o en el archivo de cualquier
+prócer.&mdash;&ldquo;Cuando al sonar la hora&mdash;me decía un amigo literato empleado
+en una casa de banca&mdash;cierro los libros de<a name="page_020" id="page_020"></a> cuentas, mi imaginación
+queda absolutamente libre y puedo ocuparla en lo que se me antoje.&rdquo;</p>
+
+<p>Claro está que un empleado en una casa de banca no podrá escribir
+ochenta novelas en su vida, pero escribirá tres o cuatro que valgan por
+las ochenta, y el mundo quedará satisfecho aunque renieguen los
+fabricantes de papel. Escribir poco es, en los días que corren, una gran
+virtud. Confieso humildemente que yo no la he poseído; pero los hay más
+viciosos, todo el mundo lo sabe.</p>
+
+<p>A los que no caen en la esclavitud del dinero les suele poner el yugo
+sobre la cerviz el ansia de gloria. El aplauso es tan necesario al
+escritor como el aire mismo que respira. Todos los seres humanos viven
+sedientos de él. Hasta los caballos necesitan palmaditas en el cuello
+para correr. Los que lo rehuyen es que quieren ser aplaudidos dos veces,
+como dice La Rochefoucauld, o marineros que bogan de espalda al sitio
+donde quieren ir, según San Francisco de Sales.</p>
+
+<p>Como no soy un impostor, declaro que amo y he amado siempre el aplauso.</p>
+
+<p>Pero existen dos clases de aplauso: el sincero, el espontáneo que brota
+del corazón de los hombres y sale fervoroso a sus labios, y aquél que se
+les arranca a fuerza de reverencias.</p>
+
+<p>Parece natural que todos amemos el primero y<a name="page_021" id="page_021"></a> desdeñemos el segundo. Sin
+embargo, no es así. Hay escritores que corren desalados en pos del
+elogio, y para alcanzarlo montan en toda clase de vehículos, sucios o
+limpios. Un académico, ya fallecido, decía a cierto amigo suyo, en uno
+de esos momentos de expansión que suelen tener hasta los criminales:
+&ldquo;¡Tú no sabes, querido, la serie de bajezas que he necesitado hacer para
+entrar en la Academia!&rdquo; Hay otros que llevan el bolsillo provisto de
+artículos acaramelados firmados por sus amiguitos, y se los ofrecen a
+los directores de periódicos cuando les tropiezan en la calle, como si
+fuesen en efecto caramelos de la <i>Pajarita</i>.</p>
+
+<p>No he amado nunca esa clase humillante de aplauso. Me gusta limpio,
+sincero, confortante. ¿Para qué sirve que os palmotee todo el mundo en
+la calle, si al llegar a casa y meteros en la cama os silba vuestra
+conciencia?</p>
+
+<p>El elogio venido de lejanas tierras, donde no saben si soy gordo o
+flaco, torcido o derecho, me ha seducido siempre. Me seduce, porque es
+absolutamente espontáneo y me parece una promesa de inmortalidad. Aún
+más me siento halagado por las cartas que me envían personas
+desconocidas expresándome la impresión que mis libros les han causado.</p>
+
+<p>Esto es halagüeño, sí, lo confieso. Pero cuando<a name="page_022" id="page_022"></a> me encierro en mi
+cuarto y después me encierro en mí mismo, no puedo menos de decirme:
+&ldquo;¡Pura vanidad! Mis libros no son más que burbujas del agua que se
+mantienen un instante sobre la corriente y desaparecen; leves sonidos
+que el aire produce al penetrar casualmente en una flauta. Si se me
+despojase de lo que pertenece a los grandes maestros que me han
+precedido, quedaría desnudo. Hay, sin embargo, algo de lo cual nadie en
+este mundo me puede despojar, y es la dulce satisfacción de saber que
+algunas de mis páginas han hecho asomar la risa a los labios, y otras,
+lágrimas de ternura a los ojos; es la certidumbre consoladora de que
+nadie ha salido de la lectura de mis novelas menos puro y menos noble de
+lo que era&rdquo;.</p>
+
+<p class="r">A. PALACIO VALDÉS</p>
+
+<p><small>Mayo de 1917.</small></p>
+
+<p><a name="page_023" id="page_023"></a></p>
+
+<h2><a name="MARTA_Y_MARIA" id="MARTA_Y_MARIA"></a>MARTA Y MARÍA</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">E</span><small>STA</small> novela, segunda de las que escribí, fué publicada en el año 1883
+por la <i>Biblioteca Arte y Letras</i>, de Barcelona, con dibujos de
+Pellicer. Su forma y su baratura, en aquella época excepcionales,
+lograron que se difundiese extremadamente. Algunas personas timoratas
+quisieron ver en ella un ataque insidioso contra el misticismo, y
+algunos sacerdotes, haciéndose eco del mismo error, tronaron contra ella
+desde el púlpito.</p>
+
+<p>Apenas necesito defenderme de tal acusación. Presentar dos caracteres
+que se ofrecieron a mi vista cuando contaba veinte años y que ejercieron
+considerable influencia en mi vida y en mi corazón, fué mi único
+designio. Si del contraste aparece uno de ellos mortificado y el otro
+glorioso, no es cuenta mía sino del Supremo Hacedor que los ha formado.</p>
+
+<p>El verdadero misticismo nada tiene que ver en este asunto. Las místicas
+sinceras y espontáneas como Santa Teresa, Santa Catalina de Génova,
+Margarita de Alacoque, jamás pueden hacerse antipáticas. Pero lo son
+alguna vez sus frías imitadoras.<a name="page_024" id="page_024"></a> Los sentimientos más altos y nobles
+tienen su aparato externo para expresarse. Imitar este aparato puede
+halagar la imaginación sin que el corazón haya hablado todavía. Siempre
+resulta ridículo el desequilibrio entre lo que se pretende y lo que se
+puede. Y tal es el caso de mi novela.</p>
+
+<p>La prueba más evidente de lo que acabo de afirmar es que mientras
+algunos católicos y sacerdotes la reprobaban, otros la aplaudían.
+Hallándome, algún tiempo después de publicarse, en el pueblo de
+Marmolejo tomando las aguas salutíferas que allí manan, me anunciaron en
+la fonda donde me hospedaba la visita de un señor sacerdote. Bajé a la
+sala y tuve el gusto de trabar conocimiento con un canónigo de una de
+las más importantes iglesias metropolitanas españolas, persona de muchas
+letras y reconocido talento. Me dijo estas o parecidas palabras:</p>
+
+<p>&ldquo;He venido a visitar a usted sabiendo que aquí se hallaba, porque quiero
+expresarle el placer que he sentido leyendo su última novela. (Omito el
+juicio que le merecía como obra literaria.) Creo que es de gran utilidad
+en el estado actual de las conciencias. En las jóvenes que frecuentan
+hoy las iglesias suele haber más capricho y fantasía que corazón. Cuando
+alguna de ellas en el tribunal de la penitencia me comunica sus deseos
+de entrar en un convento, si yo entiendo que hay en ella más
+romanticismo que amor de Dios y de la virtud,<a name="page_025" id="page_025"></a> le doy a leer su novela
+de usted que me sirve de receta para curarla de su ataque nervioso de
+misticismo.&rdquo;</p>
+
+<p>¿Necesitaré decir que con estas palabras quedó mi conciencia
+perfectamente tranquila?</p>
+
+<p>Sin embargo, como estos negocios del alma son en extremo delicados y sin
+haberlo querido pude haber hecho daño a ciertas conciencias tímidas,
+repito aquí lo que he dicho en la advertencia preliminar puesta en las
+últimas ediciones de <i>Marta y María</i>: &ldquo;No doy a ninguna de las palabras
+contenidas en mi libro otra significación que la que pueda acordarse con
+la fe cristiana y con las enseñanzas de la Iglesia Católica, a las
+cuales me glorío de vivir sometido.&rdquo;</p>
+
+<p><a name="page_026" id="page_026"></a></p>
+
+<p><a name="page_027" id="page_027"></a></p>
+
+<h2><a name="UNA_EXCURSION_A_LA_ISLA" id="UNA_EXCURSION_A_LA_ISLA"></a>UNA EXCURSIÓN A LA ISLA</h2>
+
+<div class="blockquot"><p>El marqués de Peñalta es el prometido de la señorita María de
+Elorza. Se hallaba ya cercana la fecha de la boda cuando María,
+sufriendo un ataque agudo de misticismo, vacila si debe o no
+casarse e impone una prórroga a su novio. Este se resigna de mal
+grado. Sigue frecuentando la casa, pero María entregada a sus
+prácticas piadosas no siempre le acompaña. El marqués de Peñalta se
+ve obligado a pasar largos ratos en compañía de Martita, hermana de
+María, que es una niña de catorce años. A causa de la intimidad que
+entre ellos se establece prende en el inocente corazón de Martita
+un amor apasionado por su futuro cuñado. Cuando se da cuenta de él
+se horroriza y hace esfuerzos por sofocarlo. En estos días se
+celebra una excursión de placer a un islote propiedad de D. Mariano
+de Elorza, padre de las dos hermanas. María no toma parte en ella.
+Martita, excitada por el <i>champagne</i>, se arroja a decir y a
+ejecutar lo que el lector verá en este capítulo.</p></div>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">E</span><small>N</small> tanto el Océano, indiferente a las risas y a las angustias de
+aquellos insectillos que rozaban su bruñida epidermis, reverberaba el
+incendio del sol en toda su inmensidad, gozando este placer augusto con
+el mismo sosiego que en los primeros días del mundo. La luz ya podía
+espaciarse libremente sobre su llanura húmeda corriendo leguas y leguas
+en un segundo, lanzando sus llamaradas a los últimos confines del
+horizonte o recogiéndolas de pronto en haz resplandeciente;<a name="page_028" id="page_028"></a> ya podía
+jugar sobre las crestas espumosas de sus olas o besar tímidamente el
+espejo diáfano de las aguas o salpicarlo con menudo polvo de plata o
+dejarse caer desmayada con lánguido y voluptuoso estremecimiento que se
+perdía entre los pliegues de las olas. Nada conseguía alterar la paz
+solemne de su corazón ni hacerle emitir una nota más grave o más aguda
+en la grandiosa aria de bajo profundo que canta desde el principio del
+universo.</p>
+
+<p>Los contornos de la Isla se dibujaban ya con precisión, negros y adustos
+como si acabasen de salir de un gran incendio. Según se iban acercando a
+ella, el blanco cinturón, que desde lejos parecía ceñirla, rompíase en
+mil pedazos separados por considerable distancia. Ruido formidable de
+muchedumbres que combaten, cadenas que se arrastran y peñas que se
+desgajan, venía de allá indicando a nuestros viajeros que se acercaba el
+término de su jornada. Al cabo de una hora de marcha atracaron por fin,
+no sin algún trabajo, a su peñascosa costa. Después necesitaron subir
+por un estrecho y peligroso sendero labrado en la roca para encontrase
+al fin en tierra firme y llana. La Isla no merecía este nombre. Era un
+islote de dos o tres kilómetros de extensión, propiedad de D. Mariano de
+Elorza, que sólo la utilizaba para cazar de vez en cuando y traer de
+allá todos los años algunos centenares de huevos de gaviota. Estaba
+cubierta a trechos de pinos, pero en su mayor parte vestida de tojo
+donde las liebres y conejos tenían su guarida. Por casi todos los lados
+ofrecía espantosos precipicios sobre el mar, que la<a name="page_029" id="page_029"></a> batía
+incesantemente entrando y saliendo con furia en las concavidades de las
+rocas que la circundaban. D. Mariano había edificado en el centro una
+casita para guarecerse, a la cual había ido añadiendo poco a poco
+algunas comodidades. Constaba solamente de un espacioso salón, un
+comedor, algunas alcobas y la cocina; pero la tenía bastante bien
+amueblada y circuida de un jardincito donde crecían de mala gana algunos
+árboles de adorno.</p>
+
+<p>Mientras se disponía la comida y llegaba la falúa de la Sanidad, que
+había ido a depositar a Isidorito como triste deportado en un árido
+paraje de la costa, señoras y caballeros se diseminaron, dedicándose a
+la caza o a la pesca, según las aficiones y aptitudes de cada cual.
+Empezaron a sonar tiros aquí y allá, demostrando que los conejos, que se
+habían propagado en progresión geométrica, sufrían la ley de represión
+descubierta por Malthus. Los viajeros que no tenían instintos
+sanguinarios se acomodaban buenamente sobre el musgo al borde de los
+precipicios, contemplando de hito en hito el horizonte, por donde solía
+cruzar la vela de algún barco. Otros estudiaban la flora arrancando
+hierbecillas y discutiendo ampliamente acerca del cultivo que convendría
+a aquellas tierras y de los productos que pudieran dar. Cuando todo
+estuvo arreglado, D. Mariano se lo notificó por medio de sus criados, y
+unos en pos de otros los tertulios se fueron replegando hacia la casa y
+entraron en el salón, donde se había improvisado una espléndida mesa
+atestada de manjares y flores. Buen trabajo y bastante ruido costó<a name="page_030" id="page_030"></a>
+sentar a tanta gente, pero al fin se consiguió gracias a la actividad
+del dueño de la casa, poderosamente auxiliado de un joven que traía el
+pelo por la frente, a quien ya tuvimos el honor de conocer la noche del
+sarao celebrado con motivo del santo de doña Gertrudis.</p>
+
+<p>La comida fué digna del anfitrión. Ningún refinamiento gastronómico se
+echaba de menos. Todo estaba sabiamente previsto por una imaginación
+familiarizada con los asuntos culinarios, y alguien pudo decir en la
+mesa, con verdad, que no era tan desdichada la vida en una isla
+desierta, como se decía en el Robinson Crusoe y en otros libros. Cada
+comensal tenía frente a sí cinco o seis copas, que dos criados se
+encargaban de ir llenando sucesivamente de diversos vinos, según los
+manjares que se servían. A nadie sorprenderá, pues, que al terminarse la
+comida hubiese brindis entusiastas, precedidos de discursos
+elocuentísimos y acompañados de gritos, bravos y felicitaciones de todo
+género al orador. D. Máximo los rompió con unas cuantas frases bastante
+mal dichas, pero muy conmovedoras, referentes a la brevedad de la vida,
+a la miseria de los placeres, a la recompensa que nuestros dolores
+alcanzarán en un mundo mejor y a otros asuntos de ultratumba. El orador
+concluyó por verter lágrimas copiosas, embargado por tan fúnebres
+consideraciones. No faltó, sin embargo, quien afirmase por lo bajo que
+la <i>papalina</i> de D. Máximo era la menos divertida que jamás había visto.
+Pronunció después el ingeniero Suárez, con frase correcta y atildada, un
+discurso<a name="page_031" id="page_031"></a> enderezado a preconizar la importancia que la mujer tenía en
+la actual civilización y las saludables modificaciones que merced a su
+influjo se habían obtenido en las costumbres de los pueblos modernos:
+hizo un elogio tan brillante como acabado de sus aptitudes artísticas,
+declarándolas muy superiores a las del hombre; habló también de sus
+perfecciones físicas, entreteniéndose con mucha complacencia a
+enumerarlas, y terminó brindando incondicionalmente por la obra más
+bella y primorosa de la creación, por la eterna y dulce compañera del
+hombre. Las señoritas de Ciudad batieron palmas. Inmediatamente se
+levantó D. Serapio, y con lengua bastante gorda propuso en términos
+concretos que el brillante concurso que le escuchaba se estableciese
+definitivamente en la isla, a fin de poblarla, invitando a cada uno de
+los presentes a buscar lo más pronto posible pareja. La circunstancia de
+hacer un guiño tan malicioso como grosero a una de las criadas que
+servían la mesa, al terminar su invitación, despertó contra él una
+tempestad de silbidos e interrupciones. No pudiendo explicar
+satisfactoriamente su conducta, D. Serapio se fué muy incomodado a dar
+una vuelta por la cocina. Al poco rato sonó allá una bofetada.</p>
+
+<p>Siguieron los brindis, cada vez más acalorados y tempestuosos, de tal
+modo que nadie se entendía. Uno de los más celebrados fué el de Martita,
+quien por consejo de Ricardo, que estaba a su lado, había bebido tres
+copas de champagne y no sabía lo que le pasaba. La pobre niña, tan
+reservada<a name="page_032" id="page_032"></a> y silenciosa por temperamento, empezó a charlar por los
+codos, dirigiendo pullas muy saladas a todos los presentes, que las
+acogían con regocijo y aplauso. Cuando una señora le dijo que estaba
+borracha, se puso muy seria y afirmó que sólo estaba un poco alegre, lo
+cual nada tenía de particular teniendo en cuenta sus pocos años. Esta
+salida hizo reir a los convidados. Los vapores del champagne habían
+coloreado sus mejillas fuertemente y le producían alguna sofocación.
+Mientras hablaba no cesaba de darse aire con el pañuelo. Sus ojos tan
+fijos y serenos ordinariamente, habían adquirido singular movilidad y
+cierto brillo malicioso que consiguió llamar la atención de Suárez el
+ingeniero. El mismo timbre de la voz se le había modificado de un modo
+notable, haciéndose más grave y firme. Parecía que se operaba en ella
+una anticipación artificial y momentánea de la plenitud del sexo.</p>
+
+<p>Cuando se cansaron de disparatar, D. Mariano hizo que sacaran las mesas
+del salón, para que bailasen los jóvenes. Un piano, jubilado por su
+respetable ancianidad en aquel retiro, fué el que marcó con voz cascada
+el compás de una mazurka. Como era de esperar, el baile perdió al
+instante toda gravedad y ceremonia y se convirtió en torbellino de
+saltos, gritos y risas. Marta, que bailaba con Ricardo, le dijo de
+pronto:</p>
+
+<p>&mdash;No puedo soportar este calor: ¿quieres que salgamos un poco a tomar el
+fresco?</p>
+
+<p>&mdash;Vamos; yo también estoy muy sofocado.</p>
+
+<p>Cuando estuvieron en el jardín, le dijo:<a name="page_033" id="page_033"></a></p>
+
+<p>&mdash;Si quisieras hacer conmigo una expedición, te llevaría a un sitio que
+no conoce aquí nadie más que papá y yo; una playa oculta entre las
+rocas. Hasta que se está en ella no se la ve... Es un sitio precioso...</p>
+
+<p>&mdash;¡Vaya si quiero! Demasiado sabes la afición que tengo a los paisajes y
+sobre todo a los de mar... ¿Por dónde se va?</p>
+
+<p>&mdash;Sígueme... ya verás.</p>
+
+<p>Marta emprendió la marcha hacia un bosque de pinos situado no muy lejos
+de la casa y Ricardo la siguió. Vestía la niña un traje azul marino, con
+adornos de encaje blanco y en la cabeza llevaba sombrero de paja
+adornado con una guirnalda de campanillas rojas.</p>
+
+<p>&mdash;Después que lleguemos a ese bosque vas a experimentar una sorpresa.</p>
+
+<p>&mdash;¿De veras?</p>
+
+<p>&mdash;Ya verás, ya verás.</p>
+
+<p>En efecto, así que estuvieron en el bosque y caminaron algún tiempo por
+él, tropezaron con una cueva tapada a medias por los árboles y la
+maleza. Marta, sin decir palabra, se introdujo en ella, y en dos
+segundos desapareció. Ricardo quedó un instante parado y altamente
+sorprendido; pero una fresca carcajada que sonó dentro le sacó de su
+estupor.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es eso; no te atreves a entrar, cobarde?</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero, chica, no ves que puedes hacerte daño?</p>
+
+<p>&mdash;¡Entre usted, bravo guerrero!</p>
+
+<p>&mdash;Bien... ya que te empeñas...</p>
+
+<p>Cuando se hubo unido a Marta observó que la<a name="page_034" id="page_034"></a> cueva se abría bastante y
+estaba tapizada de arena.</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh, no pensé que era tan grande y cómoda!</p>
+
+<p>&mdash;Bueno; pues ahora sígueme.</p>
+
+<p>&mdash;¿Adónde?</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué preguntón eres!... Ya lo sabrás, hombre, ya lo sabrás.</p>
+
+<p>Entró por la cueva adelante, que cada vez se iba haciendo más oscura,
+seguida de Ricardo, el cual no apartaba la vista de ella temiendo a cada
+instante verla caer o chocar con algún obstáculo. Al cabo de poco tiempo
+borróse la silueta de la niña en el fondo oscuro de la caverna, y
+Ricardo se halló en verdaderas tinieblas.</p>
+
+<p>&mdash;No tengas cuidado: sigue, que no te pasará nada... Iré hablando para
+que camines en dirección de la voz... Si quieres que te dé la mano te la
+daré... ¿No?... bueno, pues no te quedes atrás... Dentro de muy poco
+tiempo empezarás a bajar... pero es una pendiente suave... ¿Lo ves?...
+No te quejarás del suelo... aunque uno se cayese no se haría mucho
+daño... No tardaremos en ver luz... Ten cuidado... inclínate a la
+derecha que el camino hace ahora una revuelta... ¡Ea, ya tenemos
+claridad!</p>
+
+<p>Un punto luminoso se veía efectivamente a los pies de nuestros jóvenes a
+unas cien varas de distancia. La silueta de Marta volvió a romper las
+tinieblas y a resaltar sobre la escasa claridad que entraba por el
+agujero. Oyóse en la cueva un sordo y prolongado rumor que hacía
+sospechar la proximidad del Océano. A los pocos minutos salían a la
+luz.<a name="page_035" id="page_035"></a></p>
+
+<p>Ricardo quedó extasiado ante el espectáculo que se ofreció a su vista.
+Estaban frente al mar, en medio de una playa rodeada de altísimos
+peñascos cortados a pico. Parecía imposible salir de ella sin arrojarse
+a las olas que venían majestuosas y sonoras a desplomarse sobre su
+dorada arena festoneándola con sábanas de espuma. Nuestros jóvenes
+avanzaron hasta el medio contemplando, sin decirse una palabra,
+embargados por la emoción, aquel misterioso retiro del Océano que
+semejaba un locutorio escondido y amable donde venía a contar sus
+profundos secretos a la tierra. El cielo, de un azul muy claro, hacía
+brillar el arenoso pavimento que se inclinaba hacia el mar con declive
+suave. Se pasaban los meses y los años sin que la planta de un hombre
+imprimiese su huella en él. Los altos muros negros y carcomidos, que
+cerraban en semicírculo la playa, esparcían sobre ella silencio triste.
+Sólo el grito de algún pájaro marino, al cruzar de un peñasco a otro,
+turbaba la eterna y misteriosa plática del mar.</p>
+
+<p>Ricardo y Marta continuaron avanzando hacia el agua lentamente,
+dominados por el respeto y la admiración. Según caminaban, la arena se
+iba haciendo más blanda; las huellas de sus pies se llenaban
+inmediatamente de agua. Al acercarse, observaron que las olas crecían y
+que sus volutas retorcidas en el momento de desplomarse los taparían si
+se pusiesen debajo. Venían graves, firmes, imponentes hacia ellos, como
+si tuviesen seguridad de arrollarlos y sepultarlos para siempre<a name="page_036" id="page_036"></a> entre
+sus pliegues, pero a las cinco o seis varas de distancia se dejaban caer
+en tierra desmayadas expresando su pesar con un rugido inmenso y
+prolongado. Los torrentes de espuma que salían de su ruina venían
+extendiéndose y resbalando por la arena a besarles los pies.</p>
+
+<p>Al cabo de algún tiempo de contemplarlas fijamente, Marta sintióse
+turbada. Creyó advertir en ellas cada vez más ansia de tragarla y que
+expresaban su deseo con gritos rabiosos y desesperados. Retrocedió un
+poco y tomó la mano de Ricardo sin comunicarle el miedo pueril que la
+embargaba. La sábana de espuma que las olas extendían, en vez de besarla
+pensaba que la mordía los pies. Al replegarse de nuevo con aspiración
+gigantesca la arrastraba contra su voluntad para llevarla quién sabe
+adónde.</p>
+
+<p>&mdash;¿No te parece que nos vamos acercando demasiado a las olas, Ricardo?</p>
+
+<p>&mdash;¿Crees acaso que van a llegar adonde estamos nosotros?</p>
+
+<p>&mdash;No sé... pero se me figura que nos vamos deslizando insensiblemente...
+y que concluirán por taparnos.</p>
+
+<p>&mdash;Pierde cuidado, preciosa&mdash;dijo echándole un brazo sobre el hombro y
+atrayéndola suavemente hacia sí;&mdash;ni las olas suben, ni nosotros
+bajamos... ¿Tienes miedo a morir?</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh, no; ahora no!&mdash;exclamó la niña en voz apenas perceptible,
+estrechándose más contra su amigo.</p>
+
+<p>Ricardo no oyó esta exclamación. Seguía con la<a name="page_037" id="page_037"></a> vista atentamente la
+marcha de un vapor que cruzaba por el horizonte sacudiendo su negra
+columna de humo.</p>
+
+<p>Al cabo de un rato quiso anudar la conversación.</p>
+
+<p>&mdash;¿De veras tienes miedo a la muerte? ¡Oh! haces bien... Hoy el mundo
+guarda para ti su sonrisa más amable... Ni una sola nube oscurece el
+cielo de tu vida... ¡Dios quiera que no llegues a desearla nunca!</p>
+
+<p>&mdash;Y tú, ¿tienes miedo, dí?</p>
+
+<p>&mdash;Unas veces sí y otras veces no.</p>
+
+<p>&mdash;¿En este momento lo tienes?</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah, qué curiosilla eres!&mdash;exclamó volviendo hacia ella su cara
+sonriente.&mdash;No; en este momento, no.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué?</p>
+
+<p>&mdash;Porque si el mar nos tragase, moriríamos los dos juntos, y yendo en
+tan amable compañía, ¡qué me importa dejar este mundo!</p>
+
+<p>La niña le miró un rato fijamente. Los labios del joven estaban plegados
+por una sonrisa galante y protectora. Separóse de él bruscamente, y
+volviéndole la espalda se puso a caminar por la playa rozando los
+dominios de las olas.</p>
+
+<p>El vapor iba a ocultarse ya detrás de uno de los cabos como un guerrero
+fantástico que caminase dentro del agua asomando solamente el penacho de
+su casco. Cuando hubo desaparecido, Ricardo fué a unirse a su futura
+hermana, que no pareció advertir su presencia, enteramente abismada en
+la contemplación del Océano. No<a name="page_038" id="page_038"></a> obstante, al cabo de un rato volvióse
+de improviso y le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Te atreves a ir conmigo a la peña que se ve allá abajo, a la derecha?</p>
+
+<p>&mdash;No tengo ningún inconveniente; pero te prevengo que está subiendo la
+marea y que esa peña quedará rodeada de agua antes de una hora.</p>
+
+<p>&mdash;No importa; tenemos tiempo para ir a ella.</p>
+
+<p>Dando brincos y haciendo equilibrios sobre los peñascos de la costa
+llenos de charcos y tapizados de algas, donde corrían grave riesgo de
+resbalar, llegaron a la peña, que avanzaba buen trecho dentro del mar.</p>
+
+<p>&mdash;Sentémonos&mdash;dijo Marta.&mdash;¡Cuánto mar se ve desde aquí! ¿no es cierto?</p>
+
+<p>Ricardo se sentó a su lado y ambos contemplaron la húmeda llanura que se
+extendía a sus pies. Cerca de ellos ofrecía un color verde oscuro; a lo
+lejos era azul. Allá en el centro la gran mancha de plata seguía
+resplandeciendo con vivos destellos reflejando el encendido disco del
+sol. De los profundos senos líquidos de aquel infinito salía una música
+grave pero insinuante que empezó a sonar como caricia paternal en los
+oídos de nuestros jóvenes. El gran desierto de agua cantaba y vibraba en
+los espacios como el eterno instrumento del Hacedor. La brisa que de sus
+olas llegaba tenía una frialdad grata que les refrescaba las sienes y
+las mejillas. Era un aliento vivo y poderoso que ensanchaba su corazón y
+lo inundaba de sentimientos vagos y sublimes.</p>
+
+<p>Ni uno ni otro hablaron. Gozaban contemplando<a name="page_039" id="page_039"></a> la majestad y grandeza
+del Océano con un sentimiento humilde de su pequeñez y con vago deseo de
+participar de su fuerza sagrada e inmortal. Sus ojos paseaban una y otra
+vez, sin fatigarse nunca, por la línea indecisa del horizonte, que les
+revelaba otros espacios sin fin azules y luminosos. Sin darse cuenta de
+ello, por un movimiento instintivo, se habían acercado de nuevo uno a
+otro como si temiesen algo de la presencia de aquel monstruo que rugía a
+sus pies. Ricardo había pasado un brazo en torno de la cintura de la
+niña y la tenía sujeta suavemente para defenderla de cualquier peligro.</p>
+
+<p>Al cabo de mucho tiempo, Marta volvió su rostro encendido hacia él y le
+dijo con voz conmovida:</p>
+
+<p>&mdash;Díme, ¿me dejas apoyar la cabeza en tu pecho?... ¡Tengo unas ganas de
+llorar!</p>
+
+<p>Ricardo la miró con sorpresa, y atrayéndola dulcemente hacia sí la
+acostó sobre su regazo. La niña le dió las gracias con una sonrisa.</p>
+
+<p>&mdash;¿Te encuentras bien ahora?</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh, sí; muy bien, muy bien!</p>
+
+<p>&mdash;¿Quieres dormir un poco a ver si te pasa ese malestar?</p>
+
+<p>&mdash;No, no quiero dormir... Déjame... no me hables... ¡si supieras qué
+bien me encuentro!</p>
+
+<p>Ricardo sonrió satisfecho y le acarició la cara como a un niño.</p>
+
+<p>El agua batía la peña donde se hallaban, salpicándoles de espuma y
+entrando y saliendo sin cesar en las profundas concavidades de la roca,<a name="page_040" id="page_040"></a>
+que parecía hueca como un edificio. Las corrientes que se precipitaban
+por ellas despertaban en su seno extraños y confusos rumores, que unas
+veces semejaban los ecos lejanos de un trueno, otras los ronquidos
+profundos de un órgano.</p>
+
+<p>Marta, con la cabeza apoyada en el regazo del joven y la cara vuelta al
+cielo, hacía rodar sus grandes y límpidos ojos continuamente por la
+bóveda azul, con el oído atento a los graves rumores que debajo de ella
+sonaban. El viento fresco del mar no había conseguido aún apagar el
+ardor de sus mejillas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Atiende!&mdash;dijo de pronto.&mdash;¿No oyes?...</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué?</p>
+
+<p>&mdash;¿No oyes entre los ruidos del agua algo parecido a un lamento?</p>
+
+<p>Ricardo atendió un instante.</p>
+
+<p>&mdash;No oigo nada.</p>
+
+<p>&mdash;No; ya ha cesado... aguarda un poco... ¿No lo oyes ahora?... Sí, sí,
+no cabe duda... En las cuevas de esta roca hay alguien que se queja...</p>
+
+<p>&mdash;No hagas caso, tonta. Es la resaca que produce sonidos extraños...
+¿Quieres que me baje a mirar lo que hay dentro?</p>
+
+<p>&mdash;¡No, no!&mdash;exclamó con sobresalto.&mdash;Estate quieto... Si te movieses
+ahora me harías mucho daño...</p>
+
+<p>La gran mancha de plata se extendía cada vez más por el ámbito del
+Océano, pero empezaba a palidecer. El sol caminaba velozmente hacia el
+horizonte con serenidad majestuosa, sin una nube<a name="page_041" id="page_041"></a> que lo escoltara,
+anegado en un vapor de oro y grana que se filtraba hasta perderse
+enteramente en el azul claro del firmamento. La peña donde se hallaban
+extendía también su sombra sobre el agua, cuyo verde oscuro se iba
+trocando poco a poco en negro. Los rugidos de las olas se amortiguaban y
+la brisa soplaba dulcemente como el hálito perezoso del que se prepara a
+dormir. Un silencio augusto y conmovedor empezaba a elevarse del seno de
+las aguas. En las cavernas de la roca Marta dejó de percibir el grito
+acongojado que la asustara, y los truenos y ronquidos se habían ido
+cambiando lentamente en un <i>glu glu</i> suave y lánguido.</p>
+
+<p>&mdash;¿No te duermes?&mdash;volvió a preguntar Ricardo.</p>
+
+<p>&mdash;Ya te he dicho que no quiero dormirme... ¡Me encuentro tan bien
+despierta!... El que duerme no padece, pero tampoco goza... Sólo es
+bueno dormir cuando se sueñan cosas lindas, y yo no las sueño casi
+nunca... Ahora me parece que estoy durmiendo y soñando... ¡Te veo de un
+modo tan raro!... Estoy viendo el cielo debajo y el mar encima. Tu
+cabeza está bañada por un vapor azul... Cuando la mueves parece que
+oscila la bóveda que nos cubre; cuando hablas, tu voz parece que sale de
+lo profundo del mar... ¡No cierres los ojos, por Dios, que me haces
+sufrir!... Se me figura que estás muerto, y que me has dejado aquí sola.
+¿No ves los míos qué abiertos están? Nunca tuve menos deseos de dormir
+que ahora. Oye; acerca un poco la cara. ¿Sentirías mucho que el<a name="page_042" id="page_042"></a> mar
+fuese poco a poco subiendo y llegase a cubrirnos?</p>
+
+<p>Ricardo se estremeció levemente. Echó una mirada en torno y observó que
+el agua empezaba a cerrar el istmo que unía la peña a la costa. Los ojos
+de Martita, cuando volvió el rostro hacia ella, brillaba con fuego
+malicioso y singular.</p>
+
+<p>&mdash;Vámonos, que ya estamos casi cercados de agua.</p>
+
+<p>&mdash;Espera un poquito... tengo que decirte una cosa... Te la voy a decir
+muy bajo para que no se entere nadie... nadie más que tú... Ricardo, me
+alegraría que el mar subiese ahora de pronto y nos sepultase para
+siempre... Así estaríamos eternamente en el fondo del agua, tú sentado y
+yo apoyada en tu regazo con los ojos abiertos... Entonces sí, me
+dormiría a ratos y tú velarías mi sueño, ¿no es verdad? Las olas
+pasarían sobre nuestra cabeza y nos vendrían a contar lo que sucedía en
+el mundo... Esos peces blancos y azules que los marineros pescan con los
+anzuelos vendrían silenciosamente a visitarnos y nos permitirían pasar
+la mano por sus escamas de plata... Las algas se enredarían a nuestros
+pies formando cojines blandos, y cuando el sol saliera le veríamos al
+través del cristal del agua más grande y más hermoso, filtrando sus
+rayos de mil colores por ella y deslumbrándonos con su esplendor... Dí,
+¿no te gusta?</p>
+
+<p>&mdash;Calla, Martita; estás delirando... Vámonos, que el agua sube.</p>
+
+<p>&mdash;Espera un momento... Hace una hora que<a name="page_043" id="page_043"></a> estamos aquí y el viento no ha
+conseguido enfriarme las mejillas... tengo cada vez más calor en ellas.
+No importa... me encuentro bien... ¿Quieres hacerme un favor?... Sóplame
+en la cara a ver si me pasa esta sofocación... ¡Así, así!... ¡Qué amable
+eres!... Por algo dice todo el mundo que eres muy simpático... Tienes el
+genio un poco vivo... Oye; necesito pedirte perdón.</p>
+
+<p>&mdash;¿De qué?</p>
+
+<p>&mdash;De un susto que te he dado el otro día. ¿Te acuerdas cuando hicimos
+juntos un ramo de flores en el jardín?... Después quisiste hacerme una
+caricia y fuí tan necia que lo llevé a mal y me eché a llorar... ¡Qué
+sorpresa y qué disgusto habrás tenido!... Confieso que soy una tonta y
+que no merezco que nadie me quiera... Sin embargo, bien puedes creerme
+que no estaba enfadada contigo... Lloré de sentimiento... sin saber por
+qué... ¡Qué motivo tenía yo para llorar! Tú no querías hacerme ningún
+daño... no querías más que besarme las manos, ¿verdad?</p>
+
+<p>&mdash;Nada más, hermosa.</p>
+
+<p>&mdash;Pues yo tengo mucho gusto en que las beses, Ricardo... Tómalas...</p>
+
+<p>La niña extendió hacia arriba sus lindas manos que se agitaron en el
+aire alegres y cándidas como dos palomitas recién salidas del nido.
+Ricardo las besó con efusión repetidas veces.</p>
+
+<p>&mdash;No basta eso&mdash;prosiguió la niña riendo.&mdash;Antes me besabas en la cara
+siempre que me encontrabas o te despedías... ¿Por qué has dejado de
+hacerlo? ¿Me tienes miedo?... Yo no soy una<a name="page_044" id="page_044"></a> mujer... soy una niña
+todavía... Hasta que me ponga de largo tienes derecho a besarme...
+Después ya será otra cosa... Anda, dame un beso en la frente...</p>
+
+<p>&mdash;Ahora dame uno en cada mejilla... Aún sigue el calor ¿no es cierto?...
+Ahora quiero que beses las trenzas de mi pelo... Aguarda... déjame
+sacarlas que estoy acostada sobre ellas... A ti no te gusta el cabello
+negro... ya lo sé... pero eres muy amable y lo besarás por darme
+gusto...</p>
+
+<p>Ricardo iba besando tiernamente los sitios que le señalaba. Al fin se
+detuvo y se puso a jugar con las trenzas negras, azotando con ellas
+suavemente el rostro de la niña. En los ojos de ésta seguía luciendo el
+mismo fuego malicioso. Sintióse levemente turbado y trató de fijar los
+suyos en el mar, pero ella le dijo sonriendo:</p>
+
+<p>&mdash;Si no te enfadases te pediría otro aquí&mdash;y señaló a sus labios rojos y
+húmedos.</p>
+
+<p>El rostro del joven marqués se tiñó de carmín. Quedó un instante
+inmóvil, y bajando al fin la cabeza unió sus labios a los de la niña con
+prolongado beso.</p>
+
+<p>Un fuerte soplo de viento había despertado el Océano cuando se preparaba
+a dormir: agitóse un instante en su inmenso lecho de arena, cual si
+cambiase de postura, y dejó escapar un sordo murmullo de disgusto. Las
+olas tornaron a rodar a lo lejos hinchadas y azules: las de la playa
+clamaron de nuevo con extrañas voces. Apagáronse las luces que ardían en
+sus crestas y se desvaneció la esplendorosa ebullición de los tesoros
+submarinos.<a name="page_045" id="page_045"></a> La mancha de plata iba adquiriendo los tristes reflejos del
+acero bruñido.</p>
+
+<p>Cuando Ricardo separó sus labios de los de la niña, lo primero que hizo
+fué pasear una mirada inquieta por los contornos de la peña. Estaban ya
+cercados por el agua. Levantóse bruscamente y sin decir nada cogió a
+Marta entre sus brazos con la misma facilidad que si fuese una
+cervatilla, y dando un prodigioso salto cayó de bruces sobre la peña
+vecina, lastimándose un poco en una mano. Marta quedó ilesa y contempló
+la herida del joven: después, sacando su fino pañuelo de batista, lo ató
+silenciosamente sobre ella y echó a andar con paso rápido. Ricardo la
+siguió. Los dos marchaban callados. La distancia que los separaba se fué
+haciendo cada vez mayor, porque Marta ya no andaba, corría. El joven
+marqués sentía vago malestar y una turbación extraña que le impedían
+apretar el paso. Estaba enojado consigo mismo. Cuando entraron en el
+agujero del túnel que conducía al bosquecillo de pinos, perdió
+enteramente de vista a su amiga y hasta dejó de escuchar el ruido de sus
+botitas por el suelo. Al hallarse en medio de la cueva sumido en las
+tinieblas, creyó oir muy confusamente el eco de un sollozo y sintió aún
+más oprimido su corazón. Después de salir a la luz, empezó a encontrarse
+mejor.</p>
+
+<p>Cuando llegaron a la casa supieron que se habían expedido ya varios
+criados a buscarlos, pues hacía rato que todo estaba dispuesto para el
+regreso. La tarde avanzaba y no era muy del gusto de las señoras que las
+sorprendiese la noche en el<a name="page_046" id="page_046"></a> mar. Recibiéronlos, pues, con muestras de
+satisfacción, y todo el mundo se apresuró a acomodarse nuevamente en las
+falúas, que con el oleaje no estaban quietas un instante, como los
+caballos enjaezados, esperando al jinete al pie de la cuadra.</p>
+
+<p>Izáronse las velas y dando largas bordadas para aprovechar el viento,
+hicieron rumbo hacia El Moral. Marta, al entrar en la lancha, había
+perdido los vivos colores de las mejillas.</p>
+
+<p>El sol se acercaba cada vez con más prisa al horizonte. Las señoras
+veían con recelo crecer la sombra en el cielo como en el mar, dirigiendo
+miradas inquietas a los marineros. Las frecuentes viradas que las
+lanchas hacían les retrasaban extraordinariamente. Al cabo fué necesario
+arriar las velas y caminar al remo en línea recta. Nada tenía esto de
+particular, y es lo más usual cuando no se tiene el viento por la popa;
+pero he aquí que a Rosarito, la amiga de la señorita de Mory, se le mete
+en la cabeza de pronto que aquel cambio de motor náutico significa
+peligro inminente de naufragio, el cual se le representa a la
+imaginación con todos los horrores de que suele venir rodeado en las
+novelas por entregas: la densidad espesa de la noche, las olas
+elevándose como montañas a los cielos, los gritos de los náufragos
+mezclándose a los rugidos de la mar, etc., etc. Y sin poder evitarlo
+empieza a agarrarse con mano nerviosa a su amiga y a dejar salir de su
+boca exclamaciones de angustia y terror.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ay, Dios mío, vamos a perecer, vamos a parecer!<a name="page_047" id="page_047"></a></p>
+
+<p>&mdash;No pasa nada; tranquilízate, Rosario.</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, sí, vamos a perecer... nos vamos a ahogar!... ¡Dios mío, qué
+muerte tan horrible!... ¡Por qué habré venido yo a la Isla!... ¡Qué dirá
+mi papá cuando sepa que no tiene hija!... ¡Papá, papá del alma!...</p>
+
+<p>¡Pero, niña, si no ocurre absolutamente nada!</p>
+
+<p>&mdash;¡No me digas eso, por Dios! ¿no estoy viendo que han bajado las velas?
+¡Ay, qué muerte, qué muerte tan espantosa!... ¡Morir sin confesión!...
+¡Morir separada de mi papá!... ¡Y luego quedar sepultada aquí en este
+fondo tan negro... y ser comida por los peces... y por los cangrejos!...
+¡Es horrible!...</p>
+
+<p>Los esfuerzos de la señorita de Mory para calmar a su amiga eran
+inútiles. No contribuían poco a asustarla las voces de los marineros,
+que para alentarse y vencer la resistencia de las olas a cada golpe de
+remo gritaban a un tiempo: ¡Aaaguanta!... ¡aaaguanta!... Cada vez que
+sonaba esta palabra en el aire con ritmo brutal, Rosario exhalaba un
+grito de angustia; tanto que la vivaracha señorita de Mory, temiendo que
+se pusiera mala, dijo a los marineros:</p>
+
+<p>&mdash;Señores, hagan ustedes el favor de no decir aguanta, porque esta
+señorita se asusta mucho.</p>
+
+<p>Pero Rosario, toda azorada y hecha un mar de lágrimas, exclamó
+inmediatamente:</p>
+
+<p>&mdash;¡No, no; que digan <i>aguanta</i>, que digan <i>aguanta</i>!... Si no, vamos a
+perecer más pronto...</p>
+
+<p>Poco a poco, no obstante, y viendo que la tremenda catástrofe no
+llegaba, se fueron calmando<a name="page_048" id="page_048"></a> sus nervios, y no tardó en reirse, como
+niña aturdida que era, de sus ridículos temores.</p>
+
+<p>En la falúa de Elorza se hablaba poco: D. Mariano y D. Máximo llevaban
+demasiado Medoc en el cuerpo para hallarse en estado de sostener una
+conversación animada. La señorita de Delgado, secundada por sus
+hermanas, admiraba con vivos transportes de entusiasmo, abriendo y
+cerrando mucho los ojos, la puesta del sol. El marqués de Peñalta había
+cerrado los suyos y parecía dormido con la mano en la mejilla. Algunas
+parejas cuchicheaban.</p>
+
+<p>¿Qué pensaba Marta en aquel instante, con la mirada clavada en el mar,
+grave, inmóvil y pálida como una estatua? ¿Qué negros fantasmas surgían
+ante ella de lo profundo de las aguas para trazar en su cándida frente
+las profundas arrugas de que estaba surcada? ¿Qué funestos secretos le
+soplaba la brisa en el oído?</p>
+
+<p>¡Oh! ¡Más fácil es descifrar el misterio de los rumores del Océano y los
+secretos de la brisa, que los vagos pensamientos que oculta la frente de
+una niña!</p>
+
+<p>El mar quería entregarse otra vez al sueño. Las crestas de sus olas ya
+no blanqueaban a lo lejos con su corona de espumas. El horizonte
+replegaba su línea indecisa que se borraba en la sombra de la tarde. Las
+serenas y abultadas ondas bajaban y subían, semejando la respiración
+perezosa y dormida de un seno gigantesco. Una por una, con amable
+sosiego y confianza, las iban dejando atrás las falúas, avecinándose al
+puerto. La costa<a name="page_049" id="page_049"></a> festoneaba con línea negra y ondulante la gran llanura
+resplandeciente. Allá a lo lejos, en lo interior, columbrábanse las
+cimas de las montañas, bañadas de un transparente vapor violáceo.</p>
+
+<p>El pensamiento de Marta rompió la tupida nube que lo encerraba en un
+piélago de confusiones y vaguedades, y en su alma asomaron de golpe un
+sinnúmero de recuerdos dulces e inefables como otros tantos puntos
+luminosos de que estaba sembrado el cielo sereno de su vida. Entretúvose
+largo rato a contarlos recreándose en cada uno de ellos. ¡Qué vivos y
+qué hermosos ardían en su memoria! ¡Qué luz tan suave derramaban sobre
+los monótonos y laboriosos días de su existencia! Estaban rodeados de
+silencio y misterio; nadie los había gustado, nadie los conocía siquiera
+más que ella; la misma mano que había dejado caer en su corazón el
+bálsamo de la felicidad ignoraba en absoluto su bienhechora influencia.
+Este pensamiento la llenaba de íntimo gozo que hacía asomar a sus labios
+descoloridos una sonrisa. Uno tras otro, no obstante, y sin saber por
+qué, aquellos puntos luminosos se fueron apagando, se fueron borrando y
+perdiendo en los abismos profundos y negros de una idea. Su imaginación
+empezó a dar vueltas como un pájaro aturdido dentro de esta idea triste
+y desesperada donde no penetraba el más delgado rayo de luz. ¿Para qué
+estaba ella en el mundo? La felicidad que había venido a buscar estaba
+ya recogida y no le quedaba otro recurso que contemplarla sin rencor y
+sin envidia, porque la envidia en este caso constituía enorme<a name="page_050" id="page_050"></a> pecado.
+¿Y estaba segura de no caer en él a cada instante o, lo que es peor,
+estaba segura de no llevar la mano a aquella felicidad? La escondida
+playa de la isla le vino de pronto a la memoria con su arena de oro y
+sus olas espumosas derramándose sobre ella. Un gran remordimiento, un
+remordimiento vivo y cruel empezó a entrar en su inocente corazón como
+la hoja fina de un puñal, produciéndole tal dolor que dejó escapar un
+grito ahogado que nadie escuchó más que ella misma. La confusión y el
+vértigo se apoderaron de su cabeza que ardía como un volcán. Se llevó la
+mano a la frente y estaba fría como si fuese de mármol. Esto la
+sorprendió de un modo extraordinario, ¡Tanto calor dentro y tanto frío
+fuera!</p>
+
+<p>El Océano se mostraba en aquel instante lleno de paz y dulzura. El sol
+iba a sumergir muy pronto su abrasado disco en el cristal de las aguas,
+iluminando algunos parajes de la llanura con dorada y fantástica
+claridad y dejando otros en la sombra. Los rumores eran más graves y
+profundos, de una melancolía infinita. Aquella masa inconmensurable de
+agua perdía lentamente su color azul, tomando otro verde muy opaco
+sembrado aquí y allá de fugaces reflejos. El sosiego melancólico con que
+el mar se despedía de la luz causó en Marta impresión profunda. Con la
+cabeza inclinada sobre el agua y los ojos extáticos contemplaba los más
+leves matices que la luz iba despertando en ella y atendía a todos los
+rumores que sonaban en lo profundo.</p>
+
+<p>El sol se sumergió enteramente. El Océano dejó<a name="page_051" id="page_051"></a> escapar un sollozo
+inmenso, colosal. En este sollozo había tal enternecimiento que Marta
+creyó sentir vibrar el ambiente con movimiento de simpatía y admiración.
+Nunca había visto al mar tan grande y tan sublime, tan fuerte y
+bondadoso a un tiempo mismo. Aquel silencio augusto, aquel reposo
+momentáneo del gran atleta la conmovían hasta lo íntimo, infundían en su
+espíritu alborotado un ansia ardiente de paz. ¿Quién le había dicho que
+el mar era terrible? ¿Qué corazón pequeño le había hablado de sus
+crueles traiciones? ¡Ah, no! El mar era noble y generoso como lo son los
+fuertes siempre, y sus cóleras, aunque temibles, eran pasajeras. En su
+fondo tranquilo vivían felices las perlas y los corales, las blancas
+sirenas, los peces azules.</p>
+
+<p>La falúa, al oprimir su húmeda espalda, formaba entre proa y popa un
+lecho ancho y cómodo con bordes de espuma, un lecho que convidaba a
+dormir eternamente con el rostro vuelto al cielo, mirando resbalar por
+el seno transparente del agua el fulgor de las estrellas...</p>
+
+<p>&mdash;¡Jesús!... ¿Qué ha sido eso?</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién se ha caído al agua?</p>
+
+<p>&mdash;¡Hija mía de mi alma! ¡Marta!... ¡Marta!... ¡Dejadme... dejadme salvar
+a mi hija!</p>
+
+<p>&mdash;Ya está salvada, D. Mariano; no hay necesidad de que usted se arroje
+al agua.</p>
+
+<p>&mdash;¡Cía! ¡cía firme!&mdash;dijo la bronca voz del patrón.&mdash;Echa esa beta al
+agua, Manuel... No asustarse, señores, que no es nada... ¡Ciar más!...<a name="page_052" id="page_052"></a>
+Basta... Agárrense ustedes a la beta... Ya no hay cuidado.</p>
+
+<p>La confusión fué muy grande en el primer instante. Ricardo y uno de los
+marineros se habían echado al agua y nadaban vigorosamente para salvar
+la corta distancia que la falúa había recorrido antes de que se diera el
+grito de alarma. Ricardo, que iba delante, se sumergió, y a los pocos
+segundos tornó a aparecer con la niña entre los brazos. La falúa ya
+estaba cerca de ellos, y pudo coger la beta que le echaban, y en seguida
+el carel de la lancha, viéndose suspendido por una porción de brazos que
+los metieron dentro. D. Mariano, en los pocos momentos que esto duró,
+forcejeaba con D. Máximo y otras personas, pugnando por arrojarse al
+agua. Cuando vió a su hija en la embarcación faltó poco para que la
+ahogase contra su pecho.</p>
+
+<p>Martita se había desmayado. Varias señoras se apresuraron a desatarle el
+corsé y a sacudirla fuertemente para que soltase el agua que había
+tragado. Después la extendieron en uno de los asientos de popa, y
+Ricardo, tomando un frasco de éter que D. Máximo había traído, se lo
+aplicó a la nariz. No tardó en abrir los ojos, y al ver el demudado
+semblante del joven inclinado sobre ella sonrió dulcemente, y le dijo de
+modo que nadie lo oyó más que él:</p>
+
+<p>&mdash;Gracias, señor marqués... ¡No se estaba tan mal allá abajo!</p>
+
+<p>Así que llegaron a El Moral se enjugaron en casa de unos amigos, que
+allí estaban tomando<a name="page_053" id="page_053"></a> baños, y se echaron encima la primer ropa que les
+dieron. Después emprendieron de nuevo la marcha y tocaron en el muelle
+con una hora de noche, cuando ya las respectivas familias empezaban a
+inquietarse por su tardanza.</p>
+
+<p><a name="page_054" id="page_054"></a></p>
+
+<p><a name="page_055" id="page_055"></a></p>
+
+<h2><a name="JOSE" id="JOSE"></a>JOSÉ</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">E</span><small>L</small> pueblecito costero que sirve de escenario a esta novela fué para mí
+un paraíso en los años juveniles. Allí gocé como en ninguna otra parte
+de los encantos de la mar que era mi pasión en aquella época. Nunca me
+sentí más feliz que entonces. Aquellos bravos y sencillos pescadores me
+acogieron con tanta cordialidad que despertaron en mí el deseo de
+compartir su vida y sus trabajos.</p>
+
+<p>Durante un verano no fuí más que un pescador. Me levantaba del lecho
+antes de la aurora como ellos, me vestía con la clásica blusa y la boina
+y me lanzaba a la mar en uno de sus barquichuelos cuyos nombres y
+propiedades conocía como si fuesen seres vivientes.</p>
+
+<p>Horas de dicha aquéllas que viví surcando la mar con los aparejos
+tendidos para anzolar el bonito y la caballa o soltando la red para
+aprisionar la sardina. Cuando el viento encalmaba nos recostábamos sobre
+los bancos y yo escuchaba con deleite su inocente plática. Allí conocí a
+José, a Gaspar, a Bernardo: todos fueron mis amigos<a name="page_056" id="page_056"></a> y nunca los he
+tenido después en la vida más afectuosos. Al apretarme la mano cuando me
+separé de ellos vi sus ojos entristecidos. Uno me dijo: &ldquo;¡Qué lástima,
+D. Armando, hubiera usted sido un buen marinero!&rdquo;</p>
+
+<p>Tenía razón. Yo hubiera sido un buen marinero y también un buen aldeano.
+Todo menos un buen diplomático.</p>
+
+<p>Al publicarse esta novela no sé quién la hizo llegar a sus manos.
+Viéndose retratados se sintieron contentos y orgullosos. Llevaban mi
+libro a la mar y allí tendidos sobre los paneles en las horas de calma
+uno leía en voz alta y los otros escuchaban.</p>
+
+<p>Y después venían los interminables comentarios. Todo lo querían
+descifrar:&mdash;&ldquo;Este es Fulano, esta doña Zutana.&mdash;Yo fuí quien puse la
+piedra en el anzuelo para engañarte.&mdash;A ti fué a quien tiró el golpe de
+mar cuando fuíste a desarbolar del medio...&rdquo;</p>
+
+<p>Muchos años han transcurrido desde entonces. En medio de las miserias y
+resquemores de la vida cortesana mi pensamiento ha volado más de cien
+veces hacia aquellos nobles y valerosos amigos y he comprendido por qué
+nuestro buen Jesús ha buscado sus discípulos más amados entre humildes
+pescadores.<a name="page_057" id="page_057"></a></p>
+
+<h2><a name="LA_DESESPERACION_DE_UN_HIDALGO" id="LA_DESESPERACION_DE_UN_HIDALGO"></a>LA DESESPERACIÓN DE UN HIDALGO</h2>
+
+<div class="blockquot"><p>Don Fernando, segundón de la casa de Meira, nunca fué rico.
+Ultimamente había llegado a la indigencia. Sus ínfulas
+aristocráticas no por eso disminuían. Cuanto más pobre más
+orgulloso se hallaba de su prosapia. Era una manía, casi una
+locura. En el pueblecillo de Rodillero se le miraba por los
+pescadores con una mezcla de respeto, de compasión y de burla. Uno
+de estos pescadores, José, tenía relaciones amorosas con Elisa hija
+de la señá Isabel, fabricante de escabeche. José era pobre. La señá
+Isabel se oponía furiosamente a estos amores. Don Fernando, con
+orgullo quijotesco, los protegía. Acosado por el hambre, el
+desgraciado hidalgo se había visto precisado a vender lo último que
+le quedaba, su viejo y desmantelado palaciote. Con generosidad
+caballeresca ofreció una parte de la exigua cantidad que por él le
+habían dado a José para que comprando una lancha pudiera casarse.</p></div>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">P</span><small>OCOS</small>
+días después, don Fernando de Meira se personó en casa de José,
+muy temprano, cuando éste aún no había salido a la mar.</p>
+
+<p>&mdash;José, necesito hablar contigo a solas. Ven a dar una vuelta conmigo.</p>
+
+<p>El marinero pensó que llegaba en demanda de socorro, aunque hasta
+entonces jamás se lo había pedido directamente. Cuando el hambre más le
+apuraba, solía llegarse a él, diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;José, a Sinforosa se le ha concluído el pan,<a name="page_058" id="page_058"></a> y no quisiera tomárselo
+a la otra panadera... Si me hicieses el favor de prestarme una hogaza...</p>
+
+<p>Mas para que a esto llegase, era necesario que el caballero estuviese
+muy apurado. De otra suerte, ni directa ni indirectamente se humillaba a
+pedir nada. No obstante, José lo pensó así, porque no era fácil pensar
+otra cosa. Y tomando el puñado de cuartos que tenía y metiéndolos en el
+bolsillo, se echó a la calle en compañía del anciano.</p>
+
+<p>Guióle don Fernando fuera del pueblo. Cuando estuvieron a alguna
+distancia, cerca ya de la gran playa de arena, rompió el silencio
+diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;Vamos a ver, José, tú debes de andar algo apuradico de dinero,
+¿verdad?</p>
+
+<p>José pensó que se confirmaba lo que había imaginado; pero le sorprendió
+un poco el tono de protección con que el hidalgo le hacía aquella
+pregunta.</p>
+
+<p>&mdash;Ps..., así, así, don Fernando. No estoy muy sobrado...; pero, en fin,
+mientras uno es joven y puede trabajar, no suele faltar un pedazo de
+pan.</p>
+
+<p>&mdash;Un pedazo de pan es poco... No sólo de pan vive el hombre&mdash;manifestó
+el señor de Meira sentenciosamente. Y después de caminar algunos
+instantes en silencio, se detuvo repentinamente, y encarándose con el
+marinero le preguntó:</p>
+
+<p>&mdash;Tú te casarías de buena gana con Elisa, ¿verdad?</p>
+
+<p>José quedó sorprendido y confuso.<a name="page_059" id="page_059"></a></p>
+
+<p>&mdash;¿Yo?... Con Elisa no tengo nada ya... Todo el mundo lo sabe...</p>
+
+<p>&mdash;Pues sabe una gran mentira, porque estás en amores con Elisa; me
+consta&mdash;afirmó el caballero resueltamente.</p>
+
+<p>José le miró asustado, y empezaba a balbucir ya otra negación cuando don
+Fernando le atajó diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;No te molestes en negarlo, y dime con franqueza si te casarías
+gustoso.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya lo creo!&mdash;murmuró entonces el marinero bajando la cabeza.</p>
+
+<p>&mdash;Pues te casarás&mdash;dijo el señor de Meira ahuecando la voz todo lo
+posible y extendiendo las manos hacia adelante.</p>
+
+<p>José levantó la cabeza vivamente y le miró, pensando que se había vuelto
+loco. Después, bajándola de nuevo, dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Eso es imposible, don Fernando... No pensemos en ello.</p>
+
+<p>&mdash;Para la casa de Meira no hay nada imposible&mdash;respondió el caballero
+con mucha mayor solemnidad.</p>
+
+<p>José sacudió la cabeza, atreviéndose a dudar del poderío de aquella
+ilustre casa.</p>
+
+<p>&mdash;Nada hay imposible&mdash;volvió a decir don Fernando lanzándole una mirada
+altiva, propia de un guerrero de la reconquista.</p>
+
+<p>José sonrió con disimulo.</p>
+
+<p>&mdash;Atiende un poco&mdash;siguió el caballero.&mdash;En el siglo pasado, un abuelo
+mío, don Alvaro de Meira, era corregidor de Oviedo. Había allí una casa
+perteneciente<a name="page_060" id="page_060"></a> al clero que estorbaba mucho en la vía pública, y el
+corregidor se propuso echarla abajo. Tropezó en seguida con la oposición
+del obispo y cabildo catedral, los cuales le manifestaron que de ningún
+modo lo intentase, so pena de excomunión. Pero el corregidor, sin hacer
+caso de amenazas, cierto día manda a ella una cuadrilla de albañiles y
+comienzan a derribarla. Dan parte del hecho al obispo, alborótase su
+ilustrísima, convoca al cabildo y deciden ir revestidos a excomulgar a
+todo el que se atreva a tocar en ella. Mi bisabuelo lo supo, y ¿qué hace
+entonces? Va y manda a allá al verdugo a leer un pregón en que se impone
+la pena de cien azotes a todo albañil que se baje del tejado... ¡Ni uno
+solo se bajó, muchacho!... Y la casa vino al suelo.</p>
+
+<p>Don Fernando, con un movimiento enérgico de la mano, derribó de golpe el
+edificio clerical. José pareció enteramente insensible a esta proeza de
+los Meiras. Seguía cabizbajo y triste, considerando tal vez que era
+lástima que tal poder de infligir azotes no quedase anejo a todos los
+señores de Meira, en cuyo caso no sería imposible que pidiese unos
+cuantos para la seña Isabel.</p>
+
+<p>&mdash;Cuando a un Meira se le mete algo entre ceja y ceja&mdash;siguió el
+hidalgo,&mdash;¡hay que temblar!... Toma&mdash;añadió sacando del bolsillo un
+paquetito y ofreciéndoselo.&mdash;Ahí tienes, diez mil reales. Cómprate una
+lancha, y deja lo demás de mi cuenta.</p>
+
+<p>El marinero quedó pasmado, y no se atrevió a alargar la mano pensando
+que aquello era una<a name="page_061" id="page_061"></a> locura del señor de Meira, a quien ya muchos no
+suponían en su cabal juicio.</p>
+
+<p>&mdash;Toma, te digo. Cómprate una lancha... y a trabajar.</p>
+
+<p>José tomó el paquete, lo desenvolvió y quedó aún más absorto al ver que
+eran monedas de oro. Don Fernando, sonriendo orgullosamente, continuó:</p>
+
+<p>&mdash;Vamos a otra cosa ahora. Dime: ¿cuántos años tiene Elisa?</p>
+
+<p>&mdash;Veinte.</p>
+
+<p>&mdash;¿Los ha cumplido ya?</p>
+
+<p>&mdash;No señor; me parece que los cumple el mes que viene.</p>
+
+<p>&mdash;Perfectamente. El mes que viene te diré lo que has de hacer. Mientras
+tanto, procura que nadie se entere de tus amores... Mucho sigilo y mucha
+prudencia.</p>
+
+<p>Don Fernando hablaba con tal autoridad y arqueaba las cejas tan
+extremadamente, que a pesar de su figurilla menuda y torcida, consiguió
+infundir respeto al marinero. Casi llegó a creer en el misterioso poder
+de la casa de Meira.</p>
+
+<p>&mdash;A otra cosa... ¿Tú puedes disponer de la lancha esta noche?</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué lancha?, ¿la de mi patrón?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Para ir adónde?</p>
+
+<p>&mdash;Para dar un paseo.</p>
+
+<p>&mdash;Si no es más que para eso...</p>
+
+<p>&mdash;Pues a las doce de la noche pásate por mi casa dispuesto a salir a la
+mar. Necesito de tu<a name="page_062" id="page_062"></a> ayuda para una cosa que ya sabrás.... Ahora
+vuélvete a casa y comienza a gestionar la compra de la lancha. Vé a
+Sarrió por ella, o constrúyela aquí; como mejor te parezca.</p>
+
+<p>Confuso y en grado sumo perplejo se apartó nuestro pescador del señor de
+Meira. Todo se volvía cavilar mientras caminaba la vuelta de su casa de
+qué modo habría llegado aquel dinero a manos del arruinado hidalgo. Se
+propuso no hacer uso de él en tanto que no lo averiguase.</p>
+
+<p>Los enigmas, particularmente los enigmas de dinero, duran en las aldeas
+cortísimo tiempo. No se pasaron dos horas sin que supiese que don
+Fernando había vendido su casa el día anterior a don Anacleto, el cual
+la quería para hacer de ella una fábrica de escabeche, no para otra
+cosa, pues en realidad estaba inhabitable. El señor de Meira la tenía
+hipotecada ya hacía algún tiempo a un comerciante de Peñascosa en nueve
+mil reales. Don Anacleto pagó esta cantidad y le dió además otros
+catorce mil. En vista de esto, José se determinó a devolver los cuartos
+al generoso caballero tan pronto como le viese. Le pareció indecoroso
+aceptar, aunque fuese en calidad de préstamo, un dinero de que tan
+necesitado estaba su dueño.</p>
+
+<p>Todavía le seguía preocupando, no obstante, aquella misteriosa cita de
+la noche, y aguardaba con impaciencia la hora para ver lo que era. Un
+poco antes de dar las doce por el reloj de las Consistoriales enderezó
+los pasos hacia el palacio de Meira. Llamó con un golpe a la carcomida
+puerta,<a name="page_063" id="page_063"></a> y no tardó mucho el propio don Fernando en abrirle.</p>
+
+<p>&mdash;Puntual eres, José. ¿Tienes la lancha a flote?</p>
+
+<p>&mdash;Debe de estar, sí señor.</p>
+
+<p>&mdash;Pues bien; ven aquí y ayúdame a llevar a ella esto.</p>
+
+<p>Don Fernando le señaló a la luz de un candil un bulto que descansaba en
+el zaguán de la casa, envuelto en un pedazo de lona y amarrado con
+cordeles.</p>
+
+<p>&mdash;Es muy pesado, te lo advierto.</p>
+
+<p>Efectivamente, al tratar de moverlo se vió que era casi imposible
+llevarlo al hombro. José pensó que era una caja de hierro.</p>
+
+<p>&mdash;En hombros no podemos llevarlo, don Fernando. ¿No será mejor que lo
+arrastremos poco a poco hasta la ribera?</p>
+
+<p>&mdash;Como a ti te parezca.</p>
+
+<p>Arrastráronlo, en efecto, fuera de la casa. Apagó don Fernando el
+candil, cerró la puerta, y dándole vueltas, no con poco trabajo, lo
+llevaron lentamente hasta colocarlo cerca de la lancha. El señor de
+Meira iba taciturno y melancólico, sin despegar los labios. José le
+seguía el humor; pero sentía al propio tiempo bastante curiosidad por
+averiguar lo que aquella pesadísima caja contenía.</p>
+
+<p>Fué necesario colocar dos mástiles desde el suelo a la lancha, y gracias
+a ellos hicieron rodar la caja hasta meterla a bordo. Entraron después,
+y con el mayor silencio posible se fueron apartando de las otras
+embarcaciones.</p>
+
+<p>La noche era de luna, clara y hermosa. El mar,<a name="page_064" id="page_064"></a> tranquilo y dormido como
+un lago. El ambiente, tibio como en estío. José empuñó dos remos, contra
+la voluntad del hidalgo, que pretendía tomar uno, y apoyándolos
+suavemente en el agua, se alejó de la tierra.</p>
+
+<p>El señor de Meira iba sentado a popa, tan silencioso y taciturno como
+había salido de casa. José, tirando acompasadamente de los remos, le
+observaba con interés. Cuando estuvieron a unas dos millas de Rodillero,
+después de doblar la punta del Cuerno, don Fernando se puso en pie.</p>
+
+<p>&mdash;Basta, José.</p>
+
+<p>El marinero soltó los remos.</p>
+
+<p>&mdash;Ayúdame a echar este bulto al agua.</p>
+
+<p>José acudió a ayudarle; pero deseoso, cada vez más de descubrir aquel
+extraño misterio, se atrevió a preguntar sonriendo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Supongo que no será dinero lo que usted eche al agua, don Fernando?</p>
+
+<p>Este, que se hallaba en cuclillas preparándose a levantar el bulto,
+suspendió de pronto la operación, se puso en pie y dijo:</p>
+
+<p>&mdash;No; no es dinero... Es algo que vale más que el dinero... Me olvidaba
+de que tú tienes derecho a saber lo que es, puesto que me has hecho el
+favor de acompañarme.</p>
+
+<p>&mdash;No se lo decía por eso, don Fernando. A mí no me importa nada lo que
+hay ahí dentro.</p>
+
+<p>&mdash;Desátalo.</p>
+
+<p>&mdash;De ningún modo, don Fernando. Yo no quiero que usted piense...<a name="page_065" id="page_065"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Desátalo, te digo!&mdash;repitió el señor de Meira en un tono que no daba
+lugar a réplica.</p>
+
+<p>Obedeció José, y después de separar la múltiple envoltura de lona que le
+cubría, descubrió, al cabo, el objeto no era otra cosa que un trozo de
+piedra toscamente labrado.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es esto?&mdash;preguntó con asombro.</p>
+
+<p>Don Fernando, con palabra arrastrada y cavernosa, respondió:</p>
+
+<p>&mdash;El escudo de la casa de Meira.</p>
+
+<p>Hubo después un silencio embarazoso. José no salía de su asombro y
+miraba de hito en hito al caballero, esperando alguna explicación; pero
+éste no se apresuraba a dársela. Con los brazos cruzados sobre el pecho
+y la cabeza doblada hacia adelante, contemplaba sin pestañear la piedra
+que el marinero acababa de poner al descubierto. Al fin dijo en voz baja
+y temblorosa:</p>
+
+<p>&mdash;He vendido mi casa a don Anacleto..., porque un día u otro yo moriré,
+y ¿qué importa que pare en manos extrañas antes o después?... Pero se la
+vendí bajo condición de arrancar de ella el escudo.., Hace unos cuantos
+días que trabajo por las noches en separar la piedra de la pared... Al
+fin lo he conseguido...</p>
+
+<p>Como don Fernando se callase después de pronunciar estas palabras, José
+se creyó en el caso de preguntarle:</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué lo echa usted al agua?</p>
+
+<p>El anciano caballero le miró con ojos de indignación.</p>
+
+<p>&mdash;¡Zambombo! ¿Quieres que el escudo de la<a name="page_066" id="page_066"></a> gran casa de Meira esté sobre
+una fábrica de escabeche?</p>
+
+<p>Y aplacándose de pronto, añadió:</p>
+
+<p>&mdash;Mira esas armas... Repáralas bien... Desde el siglo XV están colocadas
+sobre la puerta de la casa de Meira... (no esta misma piedra, porque
+según se ha ido enlazando con otras casas fué necesario mudarla y poner
+en el escudo nuevos cuarteles, pero otra parecida). En el siglo pasado
+quedó definitivamente fijada con la alianza de los Meiras y los
+Mirandas... Son cinco cuarteles. El del centro es el de los Meiras: está
+colocado en lo que se llama en heráldica <i>punto de honor</i>... Sus armas
+son: azur y banda de plata, con dragones de oro; bordura de plata y ocho
+arminios de sable... Tú dirás&mdash;añadió don Fernando con sonrisa
+protectora&mdash;: ¿dónde están esos colores?... Es muy natural que lo
+preguntes, no teniendo nociones de heráldica... Los colores en la piedra
+se representan por medio de signos convencionales. El oro, míralo aquí
+en este cuartel, se representa por medio de puntitos trazados con buril;
+la plata, por un fondo liso y unido; el azur, por rayitas horizontales;
+los gules, por rayas perpendiculares, etc., etc...; es muy largo de
+explicar... Los Meiras se unieron primeramente a los Viedmas. Aquí está
+su escudo en este primer cuartel de gules y una puente de plata de tres
+arcos, por los cuales corre un caudaloso río; y una torre de oro
+levantada en medio de la puente; bordadura de plata y ocho cruces llanas
+de azur... Después se unieron a los Carrascos. Y<a name="page_067" id="page_067"></a> aquí tienes a la
+izquierda su cuartel, partido en dos partes iguales: la primera de plata
+y un león rampante de sable; la segunda de oro y un árbol terrazado y
+copado, con un pájaro puesto encima de la copa y un perro ladrante al
+pie del tronco... Ni el pájaro ni el perro se notan bien, porque los ha
+destruido la intemperie...; pero aquí están... Más tarde se unieron a
+los Angulos: su cuartel es de plata y cinco cuervos de sable puestos en
+sautor... Tampoco se notan bien los cuervos... Por último, se unieron a
+los Mirandas, cuyo cuartel es de oro y un castillo de gules en abismo,
+sumado de un guerrero armado con alabarda, naciente de las almenas,
+acompañado de seis roeles de sinople y plata, puestos dos de cada lado y
+uno en la punta... Todo el escudo, como ves, está coronado por un casco
+de acero bruñido de cinco rejas.</p>
+
+<p>Nada entendió el marinero del discurso del señor de Meira. Mirábale de
+hito en hito con asombro. El mar balanceaba suavemente la barca.</p>
+
+<p>&mdash;De la casa de Meira&mdash;siguió don Fernando con voz enfática&mdash;han salido
+en todas las épocas hijos muy esclarecidos, hombres muy calificados...
+Demasiado sabrás tú que en el siglo XV don Pedro de Meira fué comendador
+de Villaplana, en la orden de Santiago, y que don Francisco fué jurado
+en Sevilla y procurador en las Cortes de Toro. También sabrás que otro
+hijo de la misma familia fué presidente del Consejo de Italia: se
+llamaba don Rodrigo. Otro, llamado don Diego, fué oidor de la real
+Audiencia de la ciudad de<a name="page_068" id="page_068"></a> Méjico y después presidente de la de
+Guadalajara. En el siglo pasado, don Alvaro de Meira fué regidor de
+Oviedo y fundó en Sarrió una colegiata y un colegio de primeras letras y
+latinidad; bien lo sabrás.</p>
+
+<p>José no sabía absolutamente nada de todo aquella; pero asentía con la
+cabeza para complacer al desgraciado caballero. Este quedó
+repentinamente silencioso, y así estuvo buen rato, hasta que comenzó a
+decir, bajando mucho la voz y con acento triste:</p>
+
+<p>&mdash;Mi hermano mayor, Pepe, fué un perdido..., bien lo sabrás...</p>
+
+<p>En efecto, era lo único que José sabía de la familia de Meira.</p>
+
+<p>&mdash;Le arruinó una bailarina... Los pocos bienes que a mí me habían tocado
+me los llevó amenazándome con casarse con ella si no se los cedía... Yo,
+para salvar el honor de la casa, los cedí... ¿No te parece que hice
+bien?</p>
+
+<p>José asintió otra vez.</p>
+
+<p>&mdash;Desde entonces, José, ¡cuánto he sufrido!..., ¡cuánto he sufrido!</p>
+
+<p>El hidalgo se pasó la mano por la frente con abatimiento.</p>
+
+<p>&mdash;La gran casa de Meira muere conmigo... Pero no morirá deshonrada,
+José; ¡te lo juro!</p>
+
+<p>Después de hacer este juramento, quedó de nuevo silencioso en actitud
+melancólica. El mar seguía meciendo la lancha. La luna rielaba su pálida
+luz en el agua.</p>
+
+<p>Al cabo de un largo espacio, don Fernando salió<a name="page_069" id="page_069"></a> de su meditación, y
+volviendo sus ojos rasados de lágrimas hacia José, que le contemplaba
+con tristeza, le dijo lanzando un suspiro:</p>
+
+<p>&mdash;Vamos allí... Suspende por ese lado la piedra: yo tendré por éste...</p>
+
+<p>Entre uno y otro lograron apoyarla sobre el carel. Después don Fernando
+la dió un fuerte empujón. El escudo de la casa de Meira rompió el haz
+del agua con estrépito y se hundió en sus senos obscuros. Las gotas
+amargas que salpicó bañaron el rostro del anciano, confundiéndose con
+las lágrimas no menos amargas que en aquel instante vertía.</p>
+
+<p>Quedóse algunos instantes inmóvil, con el cuerpo doblado sobre el carel,
+mirando al sitio por donde la piedra había desaparecido. Levantándose
+después, dijo sordamente:</p>
+
+<p>&mdash;Boga para tierra, José.</p>
+
+<p>Y fué a sentarse de nuevo a la popa.</p>
+
+<p>El marinero comenzó a mover los remos sin decir palabra. Aunque no
+comprendía el dolor del hidalgo y andaba cerca de pensar, como los demás
+vecinos, que no estaba sano de la cabeza, al verle llorar sentía
+profunda lástima; no osaba turbar su triste enajenamiento. Mas el
+propósito de devolverle el dinero no se apartaba de su cabeza. Veía
+claramente que tal favor, en las circunstancias en que se hallaba don
+Fernando, era una verdadera locura. Le bullía el deseo de acometer el
+asunto, pero no sabía de qué manera comenzar. Tres o cuatro veces tuvo
+la palabra en la punta de la lengua, y otras tantas la retiró<a name="page_070" id="page_070"></a> por no
+parecerle adecuada. Finalmente, viéndose ya cerca de tierra, no halló
+traza mejor para salir del aprieto que sacar los diez mil reales del
+bolsillo y presentárselos al caballero, diciendo algo avergonzado:</p>
+
+<p>&mdash;Don Fernando..., usted, por lo que veo, no está muy sobrado de
+dinero... Yo le agradezco mucho lo que quiere hacer por mí, pero no debo
+tomar esos cuartos haciéndole falta...</p>
+
+<p>Don Fernando, con ademán descompuesto y soltando chispas de indignación
+por los ojos, le interrumpió gritando:</p>
+
+<p>&mdash;¡Pendejo! ¡Zambombo! ¡Después que te hice el honor de confesarte mi
+ruina, me insultas! Guarda ese dinero ahora mismo, o lo tiro al agua.</p>
+
+<p>José comprendió que no había más remedio que guardarlo otra vez. Y así
+lo hizo después de pedirle perdón por el supuesto insulto. Formó
+intención, no obstante, de vigilar para que nada le faltara y
+devolvérselo en la primera ocasión favorable.</p>
+
+<p>Saltaron en tierra y se separaron como buenos amigos.<a name="page_071" id="page_071"></a></p>
+
+<h2><a name="AGUAS_FUERTES" id="AGUAS_FUERTES"></a><small>AGUAS FUERTES</small></h2>
+
+<p><a name="page_072" id="page_072"></a></p>
+
+<p><a name="page_073" id="page_073"></a></p>
+
+<h2><a name="LLOVIENDO" id="LLOVIENDO"></a>LLOVIENDO</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">C</span><small>UANDO</small> salí de casa recibí la desagradable sorpresa de ver que estaba
+lloviendo. Había dejado al sol pavoneándose en el azul del cielo,
+envolviendo a la ciudad en una esplendorosa caricia de padre... ¡Quién
+había de sospechar!...</p>
+
+<p>En un instante desgarraron mi alma muchedumbre de ideas extrañas; la
+duda se alojó en mi espíritu atormentado. ¿Subiría por el paraguas? En
+aquella sazón mi paraguas ocupaba una de las más altas posiciones de
+Madrid: se encontraba en un piso tercero, con entresuelo y primero.
+Arranquémosle la careta: era un piso quinto.</p>
+
+<p>Las escaleras me fatigan casi tan o como los dramas históricos. A veces
+prefiero escuchar una producción de Catalina o Sánchez de Castro, con
+reyes visigodos y todo, a subir a un cuarto segundo. Me hallaba en una
+de estas ocasiones. La verdad es que llovía sin gran aparato, pero de un
+modo respetable. Los transeúntes pasaban ligeros por delante de mí, bien
+guarecidos debajo de sus paraguas. Alguno que no lo llevaba, vino a
+buscar<a name="page_074" id="page_074"></a> techo a mi lado. Todavía aguardé unos instantes presa de
+horrible incertidumbre. Dí algunos paseos en el portal y eché todos los
+cálculos que un hombre serio tiene el deber de echar en tales ocasiones.
+De un lado, del lado de la calle, la consiguiente mojadura; del lado de
+la escalera, la fatiga consiguiente. Por otra parte, los amigos estarían
+ya reunidos en el café despellejando a alguno, ¡tal vez a mí! Además, el
+café, según los datos que me ha suministrado una persona muy versada en
+estas cosas, debe tomarse <i>inmediatamente</i> (cuidado con ello),
+inmediatamente después de las comidas. Al fin adopté una resolución
+violentísima. Me remangué los pantalones y salí a la calle.</p>
+
+<p>¡Pues qué! Yo que he aguantado sin pestañear noches enteras todas las
+leyendas de la Edad Media que el Sr. Velarde y otros ilustres mosquitos
+líricos de su misma familia han dejado caer desde la tribuna del Ateneo,
+¿flaquearía ahora ante unas miserables gotas de agua? No en mis días. Si
+la faz no ha empalidecido, si el corazón no ha temblado ante ningún
+poeta legendario, por cruel que se haya mostrado, las alteraciones
+atmosféricas no prevalecerán contra mi heroísmo.</p>
+
+<p>En esta admirable disposición de espíritu atravesé casi toda la calle
+del Arenal. Sin embargo, no quiero ser hipócrita: declaro que fuí todo
+el tiempo pegado a las casas, con lo cual evité que me cayese una
+tercera parte de agua de la que por clasificación me correspondía. Antes
+de llegar a la Puerta del Sol eché una mirada al cielo, mirada<a name="page_075" id="page_075"></a>
+escrutadora que me hizo ver sombra arriba y sombra abajo. Esta mirada
+dió por resultado además el que tropezase con un guardia municipal, que
+me preguntó con severidad dónde tenía los ojos. Yo, lleno de respeto y
+sumisión hacia el poder ejecutivo, le contesté, procurando ablandar su
+corazón con una sonrisa&mdash;: Donde usted guste&mdash;. La verdad es que estuve
+demasiado humilde, casi rastrero, porque el guardia no llevaba la acera,
+¡pero la idea de la Prevención ejerce tal ascendiente sobre mí!... Me
+contenté con volverme y echarle una mirada terrible, que cayó sobre su
+capote de hule y resbaló por encima como el agua resbalaba en aquel
+instante.</p>
+
+<p>Las nubes no cejaban. La lluvia, en vez de ir disminuyendo gradualmente,
+para satisfacer el ideal de todo el que, como yo, no llevase paraguas,
+gradualmente iba aumentando. Al entrar en la Puerta del Sol, cruzaba muy
+poca gente. Algunos carruajes, cuyos aurigas parecían envoltorios de
+paño pardo; algunas mujeres remangando, con la coquetería que permitían
+las circunstancias, sus blancas enaguas, y dejando ver esbozos de pies
+fantásticos y perfiles de pantorrillas reales. Pero en aquel momento yo
+me preocupaba más de mis pantorrillas que de las ajenas, como era,
+después de todo, mi deber. El agua y el barro me salpicaban hasta las
+narices; los canalones vomitaban en las aceras torrentes, que procuraba
+salvar apelando a mis recuerdos gimnásticos.</p>
+
+<p>Poco a poco, de un modo insidioso y solapado, tendiéndome sus redes en
+silencio y asegurando<a name="page_076" id="page_076"></a> sus pasos con cautela, fué penetrando en mi
+corazón el temor del reumatismo. En el espacio que media entre la calle
+del Arenal y la del Carmen, casi se enseñoreó de él por completo.
+Sombrías perspectivas de fiebres catarrales, dolores en las
+articulaciones y fricciones de aguardiente alcanforado, se ofrecieron
+ante mi vista. Y con la visión intensa y terrible del alucinado, me vi
+metido en unos calzoncillos de bayeta amarilla.</p>
+
+<p>Y temblé. Y eché una cobarde mirada en torno buscando un <i>simón</i> vacío.
+Los pocos que pasaban iban alquilados. Pero aún quedaban los portales.
+¡Ah, los portales! Los portales me parecían un recurso de mala ley,
+indigno de ser tomado en consideración por el momento. Para estar metido
+en un portal viendo caer la lluvia, más valía haberse quedado en casa.
+Además, los portales estaban llenos de canalla, vagos de profesión,
+aventureros de la calle, gente sin hogar y sin paraguas. ¡Quién va a
+exponerse a que le roben el reloj o le secuestren!</p>
+
+<p>Esto lo pensaba al cruzar por la calle del Carmen. Pues bien, al cruzar
+por delante de la de la Montera, ya pensaba otra cosa. Y es que las
+ideas del hombre se van modificando insensiblemente al través de la
+existencia. Las convicciones más profundas se desarraigan de nuestro
+espíritu cuando menos lo esperamos, la antigua fe deja paso a la nueva,
+y el entusiasmo se enfría y se calienta incesantemente durante nuestra
+peregrinación por la tierra. Cogidos de la mano, con fuego en el
+corazón, alta la frente y la pupila clavada en lo<a name="page_077" id="page_077"></a> porvenir, hemos
+partido muchos para recorrer los campos de la política. A los pocos
+pasos, ya se ha desprendido uno, a quien el temor o la utilidad han
+solicitado, más allá otro, más allá otro: al poco tiempo la caravana se
+ha disuelto, y cada cual corre a refugiarse donde más le conviene. Esta
+es la vida. Una verdad innegable he sacado, no obstante, de su
+experiencia, y es que cuando llueve, todo el mundo se cobija.</p>
+
+<p>Yo también claudiqué en aquella ocasión refugiándome en un portal,
+aunque con circunstancias atenuantes, pues era el de una fotografía. Las
+paredes estaban cubiertas de retratos: señoras bonitas, haciendo
+resaltar sus gracias con actitudes lánguidas, dirigiendo una sonrisa
+insinuante a todos los <i>timadores</i> y fosforeros que se paraban a
+contemplarlas; varones con los ojos extáticos, en muda y eterna
+admiración de algo que nadie sabe. Algunos caballeros estaban
+disfrazados. Había uno vestido de fraile haciendo oración entre las
+malezas de una sierra, con su calavera y todo al lado. Me dijeron que
+era un muchacho de la nobleza que había renunciado al mundo por
+desengaños de amor. Bien se le conocía al pobre, a pesar de su
+vestimenta eremítica, que había tirado muchos tiros al pichón. Había
+otro con traje de doctor, con las cejas fruncidas y la frente arrugada
+como si tuviese agobiados los sesos bajo la pesadumbre de tanta
+jurisprudencia. Tenía un birrete en la mano y otro sobre la mesa, quizás
+para el caso de que se inutilizase el primero.</p>
+
+<p>Seguía cayendo agua copiosamente. El cielo<a name="page_078" id="page_078"></a> mostraba la faz severa,
+aunque tornadiza; algunas nubes grandes y oscuras rodaban sobre los
+edificios de la Puerta del Sol, desahogándose un poco de su peso;
+cruzaban con harta prisa para no presumir que pronto vendría un claro
+que permitiera escaparse. Los poquísimos carruajes que pasaban vacíos
+eran asaltados rabiosamente por los proscriptos de los portales,
+quedándose con ellos, como sucede en todo lo demás, los más osados.</p>
+
+<p>Al fin, en cierto paraje del espacio se divisó un agujerito azul. Por
+aquel agujerito pasó tembloroso, y como avergonzado, un rayo de sol
+empapado todavía en agua, que fué a chocar en los cristales de los
+balcones más altos del hotel de la Paz. Al poco rato se divisó otro,
+algo más allá, y ambos se comunicaron pronto por medio de una extensa
+raya, azul también. Pero la lluvia no cesaba. Delante de nosotros empezó
+a funcionar una manga de riego. ¿Por qué salen a relucir las mangas de
+riego cuando llueve? No pretendamos averiguarlo. Hay más misterios en el
+cielo y en el Municipio de los que puede soñar la filosofía.</p>
+
+<p>El sol hizo surgir los colores del iris en el chorro de agua que caía
+como un espléndido penacho sobre la calle. El empleado municipal lo
+sacudía sin curarse de su belleza, haciéndole servir a los fines de la
+policía urbana; mas el chorro salía altivo y alegre de la manga y se
+esparcía en el aire, cayendo en lluvia de plata unas veces, otras en
+lluvia de cristal y otras de fuego. El rumor que producía al azotar el
+pavimento era dulce y gozoso.<a name="page_079" id="page_079"></a> Yo y un perro de Terranova (me coloco el
+primero para no dar armas a los frenópatas del Ateneo) fuimos los únicos
+que supimos apreciar su hermosura. El perro, más exaltado o con menos
+miedo al ridículo, se lanzó a la calle expresando su entusiasmo por
+medio de ladridos y saltos prodigiosos, ahora parándose bajo el chorro y
+dejándose bañar, ahora brincando sobre él, ahora dando un millón de
+volteretas y haciendo cómicas contorsiones, sin cesar nunca de exhalar
+el frenesí de su entusiasmo en ladridos más o menos correctos e
+inspirados, que de esto no entiendo. Me parece, no obstante, que había
+más sinceridad en ellos que en el soneto del Sr. Grilo a las cataratas
+del río Piedra, aunque, por supuesto, mucha menos fantasía.</p>
+
+<p>La lluvia no cesaba. Con todo, se fué debilitando de tal modo, que ni
+para la salud ni para el sombrero había gran peligro en salir y llegar a
+Fornos. Así quise realizarlo, y desde luego me fuí pegadito a los
+edificios, observando cómo rápidamente el cielo se despejaba y la lluvia
+se enrarecía. Todavía continuaba mucha gente en los portales. Al llegar
+al del Ministerio de Hacienda, un brazo de mujer se interpuso en mi
+camino, y una manecita blanca y hermosa trató de averiguar si aún
+llovía. Era una mano fina, correcta, aristocrática, con graciosas y
+leves rayas azules; además, aún no estaba ajada, a juzgar por su color
+sonrosado y por la frescura e inocencia que se adivinaba en sus
+movimientos resueltos; la muñeca estaba aprisionada por un sencillo
+brazalete<a name="page_080" id="page_080"></a> de oro; en los dedos brillaban algunas sortijas. Ahora bien,
+¿qué hubieran hecho ustedes si se les colocase delante del rostro, a dos
+dedos de la boca, una mano semejante? Besarla, estoy seguro. Pues eso es
+cabalmente lo que yo hice: besarla y escaparme riendo sin echar siquiera
+una mirada a su dueño. Detrás de mí oí gran algazara y muchas carcajadas
+femeninas, por lo cual comprendí que se me perdonaba de buen grado la
+audacia. Llegué al café sano y salvo y de un humor excelente. Pero
+estuve un poco inquieto toda la tarde. ¡Los nervios, sin duda, los
+nervios!<a name="page_081" id="page_081"></a></p>
+
+<h2><a name="POLIFEMO" id="POLIFEMO"></a>POLIFEMO</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">E</span><small>L</small> coronel Toledano, por mal nombre Polifemo, era un hombre feroz, que
+gastaba levita larga, pantalón de cuadros y sombrero de copa de alas
+anchurosas, reviradas. Estatura gigantesca, paso rígido, imponente,
+enormes bigotes blancos, voz de trueno y corazón de bronce. Pero aún más
+que esto, infundía pavor y grima la mirada torva, sedienta de sangre, de
+su ojo único. El coronel era tuerto. En la guerra de Africa había dado
+muerte a muchísimos moros, y se había gozado en arrancarles las entrañas
+aún palpitantes. Esto creíamos al menos ciegamente todos los chicos que
+al salir de la escuela íbamos a jugar al parque de San Francisco, en la
+muy noble y heroica ciudad de Oviedo.</p>
+
+<p>Por allí paseaba también metódicamente, los días claros, de doce a dos
+de la tarde, el implacable guerrero. Desde muy lejos columbrábamos entre
+los árboles su arrogante figura, que infundía espanto en nuestros
+infantiles corazones; y cuando no, escuchábamos su voz fragorosa,
+resonando<a name="page_082" id="page_082"></a> entre el follaje como un torrente que se despeña.</p>
+
+<p>El coronel era sordo también, y no podía hablar sino a gritos.</p>
+
+<p>&mdash;Voy a comunicarle a usted un secreto&mdash;decía a cualquiera que le
+acompañase en el paseo&mdash;. Mi sobrina Jacinta no quiere casarse con el
+chico de Navarrete.</p>
+
+<p>Y de este secreto se enteraban cuantos se hallasen a doscientos pasos en
+redondo.</p>
+
+<p>Paseaba generalmente solo; pero cuando algún amigo se acercaba,
+hallábale propicio. Quizá aceptase de buen grado la compañía por tener
+ocasión de abrir el odre donde guardaba aprisionada su voz potente. Lo
+cierto es que cuando tenía interlocutor, el parque de San Francisco se
+estremecía. No era ya un paseo público; entraba en los dominios
+exclusivos del coronel. El gorjeo de los pájaros, el susurro del viento
+y el dulce murmurar de las fuentes, todo callaba. No se oía más que el
+grito imperativo, autoritario, severo del guerrero de Africa. De tal
+modo, que el clérigo que le acompañaba (a tal hora, sólo algunos
+clérigos acostumbraban a pasear por el parque), parecía estar allí
+únicamente para abrir, ahora uno, después otro, todos los registros que
+la voz del coronel poseía. ¡Cuántas veces, oyendo aquellos gritos
+terribles, fragorosos, viendo su ademán airado y su ojo encendido,
+pensamos que iba a arrojarse sobre el desgraciado sacerdote que había
+tenido la imprevisión de acercarse a él!</p>
+
+<p>Este hombre pavoroso tenía un sobrino de ocho o diez años, como
+nosotros. ¡Desdichado! No podíamos<a name="page_083" id="page_083"></a> verle en el paseo sin sentir hacia
+él compasión infinita. Andando el tiempo he visto a un domador de fieras
+introducir un cordero en la jaula del león. Tal impresión me produjo,
+como la de Gasparito Toledano paseando con su tío. No entendíamos cómo
+aquel infeliz muchacho podía conservar el apetito y desempeñar
+regularmente sus funciones vitales, cómo no enfermaba del corazón o
+moría consumido por una fiebre lenta. Si transcurrían algunos días sin
+que apareciese por el parque, la misma duda agitaba nuestros corazones.
+&ldquo;¿Se lo habrá merendado ya?&rdquo;. Y cuando al cabo le hallábamos sano y
+salvo en cualquier sitio, experimentábamos a la par sorpresa y consuelo.
+Pero estábamos seguros de que un día u otro concluiría por ser víctima
+de algún capricho sanguinario de Polifemo.</p>
+
+<p>Lo raro del caso era que Gasparito no ofrecía en su rostro vivaracho
+aquellos signos de terror y abatimiento que debían de ser los únicos en
+él impresos. Al contrario, brillaba constantemente en sus ojos una
+alegría cordial que nos dejaba estupefactos. Cuando iba con su tío
+marchaba con la mayor soltura, sonriente, feliz, brincando unas veces,
+otras compasadamente, llegando su audacia o su inocencia hasta a
+hacernos muecas a espaldas de él. Nos causaba el mismo efecto angustioso
+que si le viésemos bailar sobre la flecha de la torre de la catedral.
+&ldquo;¡Gaspaar!&rdquo; El aire vibraba y transmitía aquel bramido a los confines
+del paseo. A nadie de los que allí estábamos nos quedaba el color
+entero. Sólo Gasparito atendía como<a name="page_084" id="page_084"></a> si le llamara una sirena. &ldquo;¿Qué
+quiere usted, tío?&rdquo; y venía hacia él ejecutando algún paso complicado de
+baile.</p>
+
+<p>Además de este sobrino, el monstruo era poseedor de un perro que debía
+vivir en la misma infelicidad, aunque tampoco lo parecía. Era un hermoso
+danés, de color azulado, grande, suelto, vigoroso, que respondía por el
+nombre de Muley, en recuerdo sin duda de algún moro infeliz sacrificado
+por su amo. El Muley, como Gasparito, vivía en poder de Polifemo lo
+mismo que en el regazo de una odalisca. Gracioso, juguetón, campechano,
+incapaz de falsía, era, sin ofender a nadie, el perro menos espantadizo
+y más tratable de cuantos he conocido en mi vida.</p>
+
+<p>Con estas partes no es milagro que todos los chicos estuviésemos
+prendados de él. Siempre que era posible hacerlo, sin peligro de que el
+coronel lo advirtiese, nos disputábamos el honor de regalarle con pan,
+bizcocho, queso y otras golosinas que nuestras mamás nos daban para
+merendar. El nos ofrecía muestras inequívocas de simpatía y
+reconocimiento. Mas a fin de que se vea hasta qué punto eran nobles y
+desinteresados los sentimientos de este memorable can, y para que sirva
+de ejemplo perdurable a perros y hombres, diré que no mostraba más
+afecto a quien más le regalaba. Solía jugar con nosotros algunas veces
+(en provincias y en aquel tiempo entre los niños no existían clases
+sociales) un pobrecito hospiciano, llamado Andrés, que nada podía darle,
+porque nada tenía. Pues bien, las preferencias de Muley estaban<a name="page_085" id="page_085"></a> por él.
+Los rabotazos más vivos, las carocas más subidas y vehementes a él se
+consagraban, en menoscabo de los demás. ¡Qué ejemplo para cualquier
+diputado de la mayoría!</p>
+
+<p>¿Adivinaba el Muley que aquel niño desvalido, siempre silencioso y
+triste, necesitaba más de su cariño que nosotros? Lo ignoro; pero así
+parecía.</p>
+
+<p>Por su parte, Andresito había llegado a concebir una verdadera pasión
+por este animal. Cuando nos hallábamos jugando en lo más alto del parque
+al marro o a las chapas, y se presentaba por allí de improviso el Muley,
+ya se sabía, llamaba aparte a Andresito, y se entretenía con él largo
+rato, como si tuviese que comunicarle algún secreto. La silueta colosal
+de Polifemo se columbraba allá entre los árboles.</p>
+
+<p>Pero estas entrevistas rápidas y llenas de zozobra fueron sabiéndole a
+poco al hospiciano. Como un verdadero enamorado, ansiaba disfrutar de la
+presencia de su ídolo largo rato y a solas.</p>
+
+<p>Por eso, una tarde, con osadía increíble, se llevó a presencia nuestra
+el perro hasta el Hospicio, como en Oviedo se denomina la Inclusa, y no
+volvió hasta el cabo de una hora. Venía radiante de dicha. El Muley
+parecía también satisfechísimo. Por fortuna, el coronel aún no se había
+ido del paseo ni advirtió la desertación de su perro.</p>
+
+<p>Repitiéronse una tarde y otras tales escapatorias. La amistad de
+Andresito y Muley se iba consolidando. Andresito no hubiera vacilado en
+dar su vida por el Muley. Si la ocasión se presentase, seguro estoy de
+que éste no sería menos.<a name="page_086" id="page_086"></a></p>
+
+<p>Pero aún no estaba contento el hospiciano. En su mente germinó la idea
+de llevarse el Muley a dormir con él a la Inclusa. Como ayudante que era
+del cocinero, dormía en uno de los corredores al lado del cuarto de éste
+en un jergón fementido de hoja de maíz. Una tarde condujo al perro al
+Hospicio y no volvió. ¡Qué noche deliciosa para el desgraciado! No había
+sentido en su vida otras caricias que las del Muley. Los maestros
+primero, el cocinero después, le habían hablado siempre con el látigo en
+la mano. Durmieron abrazados como dos novios. Allá al amanecer, el niño
+sintió el escozor de un palo que el cocinero le había dado en la espalda
+la tarde anterior. Se despojó de la camisa:</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Muley&mdash;dijo en voz baja mostrándole el cardenal.</p>
+
+<p>El perro, más compasivo que el hombre, lamió su carne amoratada.</p>
+
+<p>Luego que abrieron las puertas, lo soltó. El Muley corrió a casa de su
+dueño; pero a la tarde ya estaba en el parque dispuesto a seguir a
+Andresito. Volvieron a dormir juntos aquella noche y la siguiente, y la
+otra también. Pero la dicha es breve en este mundo. Andresito era feliz
+al borde de una sima.</p>
+
+<p>Una tarde, hallándose todos en apretado grupo jugando a los botones,
+oímos detrás dos formidables estampidos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Alto! ¡Alto!</p>
+
+<p>Todas las cabezas se volvieron como movidas<a name="page_087" id="page_087"></a> por un resorte. Frente a
+nosotros se alzaba la talla ciclópea del coronel Toledano.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién de vosotros es el pilluelo que secuestra mi perro todas las
+noches, vamos a ver?</p>
+
+<p>Silencio sepulcral en la asamblea. El terror nos tiene clavados,
+rígidos, como si fuéramos de palo.</p>
+
+<p>Otra vez sonó la trompeta del juicio final.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién es el secuestrador? ¿Quién es el bandido? ¿Quién es el
+miserable?...</p>
+
+<p>El ojo ardiente de Polifemo nos devoraba a uno en pos de otro. El Muley,
+que le acompañaba, nos miraba también con los suyos, leales, inocentes,
+y movía el rabo vertiginosamente en señal de inquietud.</p>
+
+<p>Entonces Andresito, más pálido que la cera, adelantó un paso, y dijo:</p>
+
+<p>&mdash;No culpe a nadie, señor. Yo he sido.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo?</p>
+
+<p>&mdash;Que he sido yo&mdash;repitió el chico en voz más alta.</p>
+
+<p>&mdash;¡Hola! ¡Has sido tú!&mdash;dijo el coronel sonriendo ferozmente&mdash;. ¿Y tú no
+sabes a quién pertenece este perro?</p>
+
+<p>Andresito permaneció mudo.</p>
+
+<p>&mdash;¿No sabes de quién es?&mdash;volvió a preguntar a grandes gritos.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señor.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo?... Habla más alto.</p>
+
+<p>Y se ponía la mano en la oreja para reforzar su pabellón.</p>
+
+<p>&mdash;Que sí señor.</p>
+
+<p>&mdash;¿De quién es, vamos a ver?<a name="page_088" id="page_088"></a></p>
+
+<p>&mdash;Del señor Polifemo.</p>
+
+<p>Cerré los ojos. Creo que mis compañeros debieron hacer otro tanto.
+Cuando los abrí, pensé que Andresillo estaría ya borrado del libro de
+los vivos. No fué así, por fortuna. El coronel le miraba fijamente, con
+más curiosidad que cólera.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué te lo llevas?</p>
+
+<p>&mdash;Porque es mi amigo y me quiere&mdash;dijo el niño con voz firme.</p>
+
+<p>El coronel volvió a mirarle fijamente.</p>
+
+<p>&mdash;Está bien&mdash;dijo al cabo&mdash;. ¡Pues cuidado con que otra vez te lo
+lleves! Si lo haces, ten por seguro que te arranco las orejas.</p>
+
+<p>Y giró majestuosamente sobre los talones. Pero antes de dar un paso, se
+llevó la mano al chaleco, sacó una moneda de medio duro, y dijo
+volviéndose:</p>
+
+<p>&mdash;Toma, guárdatelo para dulces. ¡Pero cuidado con que vuelvas a
+secuestrar el perro! ¡Cuidado!</p>
+
+<p>Y se alejó. A los cuatro o cinco pasos ocurriósele volver la cabeza.
+Andresito había dejado caer la moneda al suelo, y sollozaba, tapándose
+la cara con las manos. El coronel se volvió rápidamente.</p>
+
+<p>&mdash;¿Estás llorando? ¿Por qué? No llores, hijo mío.</p>
+
+<p>&mdash;Porque le quiero mucho... porque es el único que me quiere en el
+mundo&mdash;gimió Andrés.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pues de quién eres hijo?&mdash;preguntó el coronel sorprendido.</p>
+
+<p>&mdash;Soy de la Inclusa.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo?&mdash;gritó Polifemo.<a name="page_089" id="page_089"></a></p>
+
+<p>&mdash;Soy hospiciano.</p>
+
+<p>Entonces vimos al coronel demudarse. Abalanzóse al niño, le separó las
+manos de la cara, le enjugó las lágrimas con su pañuelo, le abrazó, le
+besó, repitiendo con agitación:</p>
+
+<p>&mdash;¡Perdona, hijo mío, perdona! No hagas caso de lo que te he dicho...
+Llévate el perro cuando se te antoje... Tenlo contigo el tiempo que
+quieras, ¿sabes?... Todo el tiempo que quieras...</p>
+
+<p>Y después que le hubo serenado con estas y otras razones, proferidas con
+un registro de voz que nosotros no sospechábamos en él, se fué de nuevo
+al paseo, volviéndose repetidas veces para gritarle:</p>
+
+<p>&mdash;Puedes llevártelo cuando quieras, ¿sabes, hijo mío?... Cuando
+quieras...</p>
+
+<p>Dios me perdone; pero juraría haber visto una lágrima en el ojo
+sangriento de Polifemo.</p>
+
+<p>Andresillo se alejaba corriendo, seguido de su amigo, que ladraba de
+gozo.</p>
+
+<p><a name="page_090" id="page_090"></a></p>
+
+<p><a name="page_091" id="page_091"></a></p>
+
+<h2><a name="LOS_PURITANOS" id="LOS_PURITANOS"></a>LOS PURITANOS</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">E</span><small>RA</small> un caballero fino, distinguido, de fisonomía ingenua y simpática. No
+tenía motivo para negarme a recibirle en mi habitación algunos días. El
+dueño de la fonda me lo presentó como un antiguo huésped a quien debía
+muchas atenciones. Si me negaba a compartir con él mi cuarto, se vería
+en la precisión de despedirle por tener toda la casa ocupada, lo cual
+sentía extremadamente.</p>
+
+<p>&mdash;Pues si no ha de estar en Madrid más que unos cuantos días, y no tiene
+horas extraordinarias de acostarse y levantarse, no hay inconveniente en
+que usted le ponga una cama en el gabinete... Pero cuidado... ¡sin
+ejemplar!</p>
+
+<p>&mdash;Descuide usted, señorito, no volveré a molestarle con estas embajadas.
+Lo hago únicamente porque D. Ramón no vaya a parar a otra casa. Crea
+usted que es una buena persona, un santo, y que no le incomodará poco ni
+mucho.</p>
+
+<p>Y así fué la verdad. En los quince días que don Ramón estuvo en Madrid
+no tuve razón para arrepentirme<a name="page_092" id="page_092"></a> de mi condescendencia. Era el fénix de
+los compañeros de cuarto. Si volvía a casa más tarde que yo, entraba y
+se acostaba con tal cautela, que nunca me despertó. Si se retiraba más
+temprano, me aguardaba leyendo para que pudiese acostarme sin temor de
+hacer ruido. Por las mañanas nunca se despertaba hasta que me oía toser
+o moverme en la cama. Vivía cerca de Valencia, en una casa de campo, y
+sólo venía a Madrid cuando algún asunto lo exigía: en esta ocasión era
+para gestionar el ascenso de un hijo, registrador de la propiedad. A
+pesar de que este hijo tenía la misma edad que yo, D. Ramón no pasaba de
+los cincuenta años, lo cual hacía presumir, como así era en efecto, que
+se había casado bastante joven.</p>
+
+<p>Y no debía de ser feo, ni mucho menos, en aquella época. Aún ahora con
+su elevada estatura, la barba gris rizosa y bien cortada, los ojos
+animados y brillantes y el cutis sin arrugas, sería aceptado por muchas
+mujeres con preferencia a otros galanes sietemesinos.</p>
+
+<p>Tenía, lo mismo que yo, la manía de cantar o canturriar al tiempo de
+lavarse. Pero observé al cabo de pocos días que, aunque tomaba y soltaba
+con indiferencia distintos trozos de ópera y zarzuela deshaciéndolos y
+pulverizándolos entre resoplidos y gruñidos, el pasaje que con más ardor
+acometía y más a menudo, era uno de <i>Los Puritanos</i>: me parece que
+pertenecía al aria de barítono en el primer acto. D. Ramón no sabía la
+letra sino a medias, pero lo cantaba con el<a name="page_093" id="page_093"></a> mismo entusiasmo que si la
+supiera. Empezaba siempre:</p>
+
+<div class="poem"><div class="stanza">
+<span class="i2">Il sogno beato<br /></span>
+<span class="i0">de pace e contento<br /></span>
+<span class="i0">ti, ro, ri, ra, ri, ro,<br /></span>
+<span class="i0">ti, ro, ri, ra, ri, ro.<br /></span>
+</div></div>
+
+<p>Necesitaba seguir tarareando hasta llegar a otros dos versos que decían:</p>
+
+<div class="poem"><div class="stanza">
+<span class="i2">La dolce memoria<br /></span>
+<span class="i0">de un tenero amore.<br /></span>
+</div></div>
+
+<p>Sobre los cuales se apoyaba sin cesar hasta concluir el <i>allegro</i>.</p>
+
+<p>&mdash;¡Hola! D. Ramón&mdash;le dije un día desde la cama&mdash;, parece que le gusta a
+usted <i>Los Puritanos</i>.</p>
+
+<p>&mdash;Muchísimo: es una de las óperas que más me gustan. Daría cualquier
+cosa por conocer un instrumento para poder tocarla toda. ¡Qué dulzura
+hay en ella! ¡Qué inspiración! Estas son óperas y ésta es música.
+¡Parece mentira que ustedes se entusiasmen con esa algarabía alemana que
+sólo sirve para hacer dormir!... A mí me gustan con pasión todas las
+óperas de Bellini: <i>El Pirata</i>, <i>Sonámbula</i>, <i>Norma</i>; pero sobre todas
+ellas <i>Los Puritanos</i>... Tengo además razones particulares para que me
+guste más que ninguna otra&mdash;añadió bajando la voz.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ole, ole, D. Ramón!&mdash;exclamé incorporándome de un salto y poniéndome
+los calcetines&mdash;: vengan esas razones.<a name="page_094" id="page_094"></a></p>
+
+<p>&mdash;Son tonterías de la juventud... cuestión de amores&mdash;contestó
+ruborizándose un poco.</p>
+
+<p>&mdash;Pues cuente usted esas tonterías. Me muero por ellas. No lo puedo
+remediar, me gustan más esas cosas que la reforma de la ley Hipotecaria
+de que usted me habló ayer.</p>
+
+<p>&mdash;¡Al fin poeta!</p>
+
+<p>&mdash;No soy poeta, D. Ramón; soy crítico.</p>
+
+<p>&mdash;Pues me había dicho el amo que era usted poeta... De todas maneras, se
+lo contaré ya que usted tiene curiosidad... Verá usted cómo es una
+tontería que no merece la pena... ¡Pero vístase usted, criatura, que se
+está helando!</p>
+
+<p>El año de cincuenta y ocho vine a Madrid con una comisión del
+Ayuntamiento de Valencia para gestionar la rebaja de la cuota de
+consumos. Tenía yo entonces... eso es, veintinueve años; y ya hacía
+siete cumplidos que estaba casado. Es una barbaridad casarse tan joven.
+Aunque no tengo motivo para arrepentirme, no aconsejaré a nadie que lo
+haga. Vine a parar a esta misma casa, esto es, a la misma posada; la
+casa estaba entonces situada en la calle del Barquillo. En aquella
+época, bueno será que le advierta que me complacía en andar muy
+lechuguino o sietemesino, como ustedes dicen ahora, cosa que tenía
+siempre <i>escamada</i> a mi pobre mujer. ¿Para qué te compones tanto, hombre
+de Dios? ¿Vas de conquista? ¡Quién sabe! contestaba riendo y dejándola
+un poco enojada. No es malo tener a las mujeres un si es no es celosas.</p>
+
+<p>Una tarde, una hermosa tarde de invierno, de<a name="page_095" id="page_095"></a> las que sólo se ven en
+este Madrid, salí de casa después de almorzar con el objeto de hacer
+algunas visitas y también para espaciarme por esas calles de Dios. Iba
+caminando lentamente por la de las Infantas, meditando sobre el plan de
+la noche o sea el modo de pasarla más divertido, y saboreando un buen
+cigarro habano, cuando de pronto ¡zas! recibo un fuerte golpe en la
+cabeza que me hace vacilar. El flamante sombrero de copa fué rondando
+por un lado y el cigarro por otro. Cuando me recobré del susto, lo
+primero que vi a mis pies fué una enorme muñeca fresca, sonrosada y en
+camisa.</p>
+
+<p>Esta buena pieza es la que ha causado el destrozo, dije para mis
+adentros, lanzándole una mirada iracunda que la muñeca aparentó no
+comprender. Mas como no era de presumir que ella por su voluntad se
+hubiese arrojado sobre mí de aquel modo brusco e inconveniente, pues
+jamás había hecho daño a ninguna muñeca, creí más probable que de alguna
+casa me la hubieran arrojado. Alcé la cabeza vivamente.</p>
+
+<p>En efecto, el reo estaba de pie en el balcón de un primer piso,
+suspenso, atónito, consternado. Era una niña de trece a catorce años.</p>
+
+<p>Al observar la mirada de espanto y congoja que me dirigía se templó mi
+furor, y en vez de lanzarle un apóstrofe violento, como tenía
+determinado, le mandé una sonrisa galante. Puede ser que en la formación
+de esta sonrisa haya intervenido más o menos directamente la belleza
+nada vulgar del criminal.<a name="page_096" id="page_096"></a></p>
+
+<p>Recogí el sombrero, me lo puse, y volví a alzar la cabeza y a remitir
+otra sonrisa, acompañada esta vez de un ligero saludo. Pero mi agresor
+seguía inmóvil y aterrado sin darse cuenta ni poder explicar las amables
+disposiciones en que su víctima se hallaba. A todo esto la muñeca seguía
+en el suelo inmóvil también, pero sin mostrar en modo alguno sorpresa,
+pesar, terror, ni siquiera vergüenza de su situación poco decorosa. Me
+apresuré a levantarla, cogiéndola, si mal no recuerdo, por una pierna, y
+me informé minuciosamente de si había padecido alguna fractura u otra
+herida grave. No tenía más que leves contusiones. Alcéla en alto y la
+mostré a su dueño haciéndole seña de que iba a subir para entregársela.
+Y sin más dilaciones entro en el portal, subo la escalera y tomo el
+cordón de la campanilla... Ya está abierta la puerta. Mi lindo agresor
+asoma su rostro trigueño, gracioso, lleno de vida y frescura, y extiende
+sus manos diminutas, en las cuales deposito respetuosamente a la muñeca
+desmayada. Quise hablar, para dar mayor seguridad de que no era nada lo
+que había pasado, que la muñeca conservaba íntegros sus miembros, y yo
+lo mismo, y que celebraba la ocasión de conocer una niña tan hermosa y
+tan simpática, etc., etc. Nada de esto fué posible. La chica murmuró
+confusamente &ldquo;muchas gracias&rdquo;, y se apresuró a cerrar la puerta,
+dejándome con el discurso en el cuerpo.</p>
+
+<p>Salgo a la calle un poco disgustado, como cualquier otro orador en el
+mismo caso, y sigo mi camino, no sin volver repetidas veces la cabeza<a name="page_097" id="page_097"></a>
+hacia el balcón. A los treinta o cuarenta pasos observo que está la niña
+asomada, y me paro y le envío una sonrisa y un saludo ceremonioso. Esta
+vez contesta, aunque ligeramente, pero se apresura a retirarse. ¡Cuidado
+que era linda aquella niña! Al llegar al extremo de la calle sentí la
+necesidad imperiosa de verla otra vez, y dí la vuelta, no sin percibir
+cierta vergüenza en el fondo del corazón, pues ni mi edad, ni mi estado,
+me autorizaban semejantes informalidades; mucho menos tratándose de tal
+criatura. Ya no estaba en el balcón.</p>
+
+<p>Pues yo no me voy sin verla, me dije, y pian pianito, comencé a pasear
+la calle sin perder de vista la casa, con la misma frescura que un
+cadete de Estado Mayor. Después de todo, aquí nadie me conoce&mdash;me iba
+repitiendo a cada instante, a fin de comunicarme alientos para seguir
+paseando&mdash;. Además, yo no tengo nada que hacer ahora; y lo mismo da
+vagar por un lado que por otro.</p>
+
+<p>Justamente, al cruzar tercera o cuarta vez por delante del balcón
+apareció en él la gentil chiquita, que al verme hizo un movimiento de
+sorpresa, acompañado de una mueca encantadora, se echó a reir y se
+ocultó de nuevo.</p>
+
+<p>¡Pero, qué necios somos los hombres y qué inocentes cuando se trata de
+estos asuntos! ¿Querrá usted creer que entonces no sospeché siquiera que
+la niña había estado presenciando, sin perder uno solo, todos mis
+movimientos?</p>
+
+<p>Satisfecho ya el capricho, dejé la calle de las Infantas, y me fuí a
+casa de un amigo. Mas al<a name="page_098" id="page_098"></a> día siguiente, fuese casualidad o
+premeditación, aunque es muy probable lo último, acerté a pasar por el
+mismo sitio a la misma hora. Mi gentil agresor, que estaba de bruces
+sobre la barandilla del balcón, se puso encarnado hasta las orejas así
+que pudo distinguirme, y se retiró antes de que pasase por delante de la
+casa. Como usted puede suponer, esto, lejos de hacerme desistir, me
+animó a quedarme petrificado en la esquina de la primer bocacalle, en
+contemplación extática. No pasaron cuatro minutos sin que viese asomar
+una naricita nacarada, que se retiró al momento velozmente, volvió a
+asomarse a los dos minutos y volvió a retirarse, asomóse al minuto otra
+vez y se retiró de nuevo. Cuando se cansó de tales maniobras, se asomó
+por entero y me miró fijamente por un buen rato, cual si tratase de
+demostrar que no me tenía miedo alguno. Entonces se generalizó por
+entrambas partes un fuego graneado de miradas, acompañado, por lo que a
+mí respecta, de una multitud de sonrisas, saludos y otros proyectiles
+mortíferos, que debieron causar notables estragos en el enemigo. Este a
+la media hora oyó sin duda en la sala el toque de &ldquo;alto el fuego&rdquo;, y se
+retiró cerrando el balcón. No necesitaré decirle que por más que me
+sintiese avergonzado de aquella aventura, seguí dando vueltas a la misma
+hora por la calle, y que el tiroteo era cada vez más intenso y animado.
+A los tres o cuatro días me decidí a arrancar una hoja de la cartera y a
+escribir estas palabras: <i>Me gusta usted muchísimo.</i> Envolví una moneda
+de dos cuartos en la hoja, y<a name="page_099" id="page_099"></a> aprovechando la ocasión de no pasar nadie,
+después de hacerle seña de que se retirase, la arrojé al balcón. Al día
+siguiente, cuando pasé por allí, vi caer una bolita de papel que me
+apresuré a recoger y desdoblar. Decía así, en una letra inglesa,
+crecida, hecha con mucho cuidado y el papel rayado para no torcer: <i>Tan
+bien ustez me gusta a mí no crea que juego con muñecas era de mi
+ermanita.</i></p>
+
+<p>Aunque sonreí al leer el billete amoroso, no dejó de causarme sensación
+dulce y amable, que muy pronto hizo sitio a otra melancólica, al
+recordar que me estaban prohibidas para siempre tales aventuras. Aquel
+día mi chiquita no salió al balcón, sin duda avergonzada de su
+condescendencia; pero al siguiente la hallé dispuesta y aparejada al
+combate de miradas, señas y sonrisas, que ya no escasearon por ambas
+partes. Una hora o más duraba todas las tardes este juego, hasta que se
+oía llamar y se retiraba apresuradamente. Le pregunté por señas si salía
+de paseo, y me contestó que sí: y en efecto, un día aguardé en la calle
+hasta las cuatro y la vi salir en compañía de una señora, que debía de
+ser su mamá, y de dos hermanitos. Seguíles al Retiro, aunque a
+respetable distancia, porque me hubiera causado mucha vergüenza el que
+la mamá se enterase. La chiquilla, con menos prudencia, volvía a cada
+instante la cabeza y me dirigía sonrisas, que me tenían en continuo
+sobresalto. Al fin volvimos a casa en paz. A todo esto, yo no sabía cómo
+se llamaba, y a fin de averiguarlo escribí la pregunta<a name="page_100" id="page_100"></a> en otra hoja de
+la cartera: <i>¿Cómo se llama usted?</i> La chica contestó en la misma letra
+inglesa y crecida, con el papel rayado: <i>Me llamo Teresa no crea ustez
+por Dios que juego con muñecas.</i></p>
+
+<p>Diez o doce días se transcurrieron de esta suerte. Teresa me parecía
+cada día más linda, y lo era en efecto, porque según he averiguado en el
+curso de mi vida, no hay pintura, raso ni brocado que hermosee tanto a
+la mujer como el amor. Le pregunté repetidas veces si podía hablar con
+ella, y siempre me contestó que era de todo punto imposible: si la mamá
+llegaba a saber algo ¡adiós balcón! Empecé a sospechar que me iba
+enamorando y esto me traía inquieto. No podía pensar en aquella niña sin
+sentir profunda melancolía, como si personificase mi juventud, mis
+ensueños de oro, todas mis ilusiones, que para siempre estaban separados
+de mí por barrera infranqueable. Al mismo tiempo me acosaban los
+remordimientos. ¡Cuál sería el dolor de mi pobre mujer si llegase a
+averiguar que su marido andaba por la corte enamorando chiquillas! Un
+día recibí carta suya, participándome que tenía a mi hijo menor un poco
+indispuesto, y rogándome que procurase arreglar los negocios y volviese
+pronto a casa. La noticia me produjo el disgusto que usted puede
+suponer; porque siempre he delirado por mis hijos. Y como si aquello
+fuese castigo providencial o por lo menos advertencia saludable, después
+de grave y prolongada meditación, en que me eché en cara, sin piedad, mi
+conducta infame y ridícula, canté sin rebozo el yo pecador y resolví
+obedecer a mi esposa<a name="page_101" id="page_101"></a> inmediatamente. Para llevar a cabo este propósito,
+lo primero que se me ocurrió fué no acordarme más de Teresa, ni pasar
+siquiera por su calle, aunque fuese camino obligado: después, abreviar
+cuanto pudiese los asuntos. Según mis cálculos quedaría libre a los
+cinco o seis días.</p>
+
+<p>Ya no seguí, pues, la calle de las Infantas como acostumbraba después de
+almorzar, ni aun para ir a la de Valverde, donde vivían unos amigos. Por
+la noche, después de comer, como no había peligro de ver a Teresa, la
+cruzaba velozmente y sin echar una mirada a la casa.</p>
+
+<p>Pasaron cuatro días. Ya no me acordaba de aquella niña, o si me acordaba
+era de un modo vago, como la memoria de los días risueños de la
+juventud. Tenía casi ultimados mis negocios y andaba preocupado con la
+elección del día para marcharme. Será cosa, a más tardar, del viernes o
+el sábado, me dije después de comer, encendiendo un cigarro y echándome
+a la calle. El ministro se había negado a rebajar la cuota del
+Ayuntamiento, lo cual me tenía muy disgustado. Pensando en lo que había
+de decir a mis colegas cuando me viese entre ellos, y en el modo mejor
+de explicarles la causa del fracaso, crucé la plaza del Rey y entré en
+la calle de las Infantas. La noche era espléndida y bastante templada.
+Llevaba abierto el gabán y caminaba lentamente gozando con voluptuosidad
+de la temperatura, del cigarro y de la seguridad de ver pronto a mi
+familia. Al pasar por delante de la casa de la niña me detuve y la
+contemplé un instante casi con indiferencia. Y<a name="page_102" id="page_102"></a> seguí adelante
+murmurando: &ldquo;¡Qué chiquilla tan mona! ¡Lástima será que se la lleve un
+tunante!&rdquo; Después me puse a reflexionar en lo fácil que me hubiera sido
+jugar una mala pasada al alcalde y alzarme con el cargo; pero no;
+hubiera sido una felonía. Por más que fuese un poco díscolo y soberbio,
+al fin era amigo: tiempo me quedaba para ser alcalde. Pero cuando más
+embebido andaba en mis pensamientos y planes políticos, y cuando ya
+estaba próximo a doblar la esquina de la calle, he aquí que siento un
+brazo que se apoya en el mío y una voz que me dice:</p>
+
+<p>&mdash;¿Va usted muy lejos?</p>
+
+<p>&mdash;¡Teresa!</p>
+
+<p>Los dos quedamos mudos por algunos instantes; yo contemplándola
+estupefacto; ella con la cabeza baja y sin abandonar mi brazo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero dónde va usted a estas horas?</p>
+
+<p>&mdash;Me voy con usted&mdash;respondió alzando la cabeza y sonriendo como si
+dijese la cosa más natural del mundo.</p>
+
+<p>&mdash;¿A dónde?</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué sé yo! Donde usted quiera.</p>
+
+<p>A un mismo tiempo sentí escalofríos de placer y de miedo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Ha huído usted de su casa?</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué había de huir... solamente se la he jugado a Manuel del modo más
+gracioso!... Verá usted cómo se ríe... Me empeñé hoy en ir a la tertulia
+de unas primas, que viven en la calle de Fuencarral, y papá mandó a
+Manuel que me acompañase. Llegamos hasta el portal y allí le dije:<a name="page_103" id="page_103"></a>
+Márchate, que ya no haces falta; y me hice como que subía la escalera,
+pero en seguida di la vuelta sin llamar y me vine detrás de él hasta
+casa... ¡Cuando le vi entrar me dió una risa, que por poco me oye!</p>
+
+<p>La chiquilla se reía aún, con tanta gana y tan francamente, que me
+obligó a hacer lo mismo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y usted por qué ha hecho eso?&mdash;le pregunté con la falta de
+delicadeza, mejor dicho, con la brutalidad de que solemos estar tan bien
+provistos los caballeros.</p>
+
+<p>&mdash;Por nada&mdash;repuso desprendiéndose de mi brazo repentinamente y echando
+a correr.</p>
+
+<p>La seguí y la alcancé pronto.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué polvorilla es usted!&mdash;le dije echándolo a broma.&mdash;¡Vaya un modo
+de despedirse!... Perdón si la he ofendido...</p>
+
+<p>La niña, sin decir nada, volvió a tomar mi brazo. Caminamos un buen rato
+en silencio. Yo iba pensando ansiosamente en lo que iba a decir y en lo
+que iba a hacer. Al fin, Teresa lo rompió, preguntándome resueltamente:</p>
+
+<p>&mdash;¿No me dijo usted por carta que me quería?</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues ya lo creo que la quiero a usted!</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, ¿por qué ha dejado de venir a verme y de pasar por la calle
+de día?</p>
+
+<p>&mdash;Porque temía que su mamá...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí; porque los hombres son todos muy ingratos y cuanto más se les
+quiere es peor... ¿Piensa usted que yo no lo sé?... Me ha tenido usted
+al balcón todas estas tardes esperándole; ¡pero que si quieres!... Por
+la noche, detrás de los<a name="page_104" id="page_104"></a> cristales, le veía pasar, muy serio, muy serio,
+sin mirar siquiera hacia mi casa... Yo decía: &ldquo;¿Estará enfadado conmigo?
+¿Por qué se habrá enfadado? ¿Será porque he cerrado el balcón a las tres
+menos cuarto?&rdquo; En fin, todo me volvía cavilar, cavilar, sin sacar nada
+en limpio... Entonces dije: &ldquo;Voy a darle un susto esta noche...&rdquo;</p>
+
+<p>&mdash;Ha sido un susto bien agradable.</p>
+
+<p>&mdash;Si no llega usted a pararse delante de mi casa y a quedarse mirando a
+los balcones, no salgo del portal... pero aquello me decidió.</p>
+
+<p>Momento de pausa, en el cual me acudió a la mente un tropel de
+pensamientos que todavía me avergüenzan. Teresa volvió a mirarme
+fijamente.</p>
+
+<p>&mdash;¿Está usted contento?</p>
+
+<p>&mdash;¡Vaya!</p>
+
+<p>&mdash;¿Va usted a gusto conmigo?</p>
+
+<p>&mdash;Mejor que con nadie en el mundo.</p>
+
+<p>&mdash;¿No le estorbo?</p>
+
+<p>&mdash;Al contrario, siento un placer como usted no puede figurarse.</p>
+
+<p>&mdash;¿No tiene usted nada que hacer ahora?</p>
+
+<p>&mdash;Absolutamente nada.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces vamos a pasear. Cuando llegue la hora, usted me lleva a casa
+y mamá se figura que me trajo el criado de las primas... Pero si le
+estorbo o no le gusta pasear conmigo, dígamelo usted... me voy en
+seguida...</p>
+
+<p>Yo le contesté apretándole el brazo y tirándole suavemente por la mano
+para encajárselo bien en el mío. Teresa continuó hablando con graciosa
+volubilidad.<a name="page_105" id="page_105"></a></p>
+
+<p>&mdash;Parece mentira que seamos tan amigos, ¿no es verdad? Yo pensé cuando
+le dejé caer la muñeca encima que le había matado... ¡Qué miedo tuve!
+¡Si usted viera!... Vamos a ver, ¿por qué en lugar de enfadarse se
+sonrió usted conmigo?</p>
+
+<p>&mdash;¡Toma! porque me gustó usted mucho.</p>
+
+<p>&mdash;Eso pensaba yo: debí de haberle sido simpática, porque si no, la
+verdad es que tenía motivo para ponerse furioso. Todavía cuando usted
+subió a llevármela estaba muerta de miedo y por eso cerré tan pronto la
+puerta... ¡Dichosa muñeca! Me dió tal rabia que la tiré contra el suelo
+y le partí un brazo.</p>
+
+<p>&mdash;Pues no debe usted tratarla mal; al contrario, debe usted conservarla
+como un recuerdo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabe usted que tiene razón? Si no hubiera sido por la muñeca no nos
+hubiéramos conocido... ni sería usted mi novio... porque tengo otro...</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo otro?</p>
+
+<p>&mdash;Es decir, ya no lo tengo: lo tenía... Es un primo que está empeñado en
+que le he de querer a la fuerza... No vaya usted a creer que es feo...
+al contrario, es guapo... pero a mí no me gusta... No lo puedo remediar.
+Le dije que sí, porque me dió lástima un día que se echó a llorar.</p>
+
+<p>Mientras conversábamos de esta suerte íbamos caminando sosegadamente por
+las calles. Para evitar el encuentro con cualquiera pariente o conocido
+de la niña, procuré seguir las menos principales. Teresa iba cogida a mi
+brazo como al de un antiguo amigo, hablando sin cesar, riendo,
+sacudiéndome a veces fuertemente y deteniéndose a<a name="page_106" id="page_106"></a> lo mejor delante de
+un escaparate, para hacerme mirar cualquier chuchería. Su charla era un
+gorjeo dulce, insinuante, que me conmovía y refrescaba el corazón. A
+impulso de ella se fué disipando poco a poco el tropel de pensamientos
+pérfidos que vagaba por mi cabeza. Sin saber de qué modo, también
+desaparecieron todos mis temores; me figuraba que aquella niña tenía
+algún parentesco conmigo, y no hallaba extraordinaria y peligrosa
+nuestra situación como al principio. Su inocencia era un velo espeso que
+nos impedía ver el riesgo que corríamos.</p>
+
+<p>En poco tiempo me contó una infinidad de cosas. Era de Jerez; no hacía
+más que un año que estaban en Madrid establecidos; su papá ocupaba un
+alto empleo; tenía dos hermanitos y una hermanita. Acerca del carácter y
+costumbres de cada uno de ellos se extendió considerablemente; la
+hermanita era muy buena niña, amable y obediente; pero los chicos
+insufribles; todo el día gritando, ensuciando la casa y peleándose. Su
+mamá le había dado jurisdicción sobre ellos hasta para castigarles, pero
+no quería usar de ella porque tenía miedo de que le perdiesen el cariño:
+que la mamá se arreglara como pudiese. Después habló del papá, que era
+muy serio, pero muy bueno. Lo único que la tenía apesadumbrada era que
+parecía querer más a los chicos que a ellas. La mamá, en cambio,
+mostraba predilección por las niñas. Habló después de las primas de la
+calle de Fuencarral; una era muy bonita, la otra graciosa solamente: las
+dos tenían novio, pero no valían<a name="page_107" id="page_107"></a> cuatro cuartos: chiquillos que todavía
+estudiaban en el Instituto. Tenían, además, un hermano, que era el primo
+que había sido su novio; éste ya era bachiller y se estaba preparando
+para entrar en el colegio de Artillería. De vez en cuando, en los cortos
+intervalos de silencio, levantaba graciosamente la cabeza,
+preguntándome:</p>
+
+<p>&mdash;¿Va usted a gusto conmigo? ¿Le estorbo?</p>
+
+<p>Y cuando me oía protestar vivamente contra semejante duda, su rostro
+expresivo se iluminaba de alegría y continuaba hablando.</p>
+
+<p>Habíamos recorrido algunas calles. Ya puede usted imaginarse que yo iba
+gozando como los ángeles en el paraíso, y pendiente de los labios de
+aquella niña, que al referirme todas las nonadas infantiles de su vida,
+parecía infundir en mi alma encantada la ciencia de la dicha. Sin
+embargo, no podía desechar cierta vaga inquietud que turbaba mi alegría.
+Buscando manera de pasar las horas de que disponíamos más dignamente que
+vagando por las calles, tropezamos al bajar la cuesta de Santo Domingo
+con el Teatro Real. Al instante se me ocurrió la idea de entrar. Teresa
+la aceptó inmediatamente, y a fin de que no reparasen en nosotros,
+tomamos entradas de paraíso. Se cantaba <i>Los Puritanos</i>, y aquél
+rebosaba de gente; de suerte que nos costó algún trabajo introducirnos y
+escalar uno de los rincones; pero al cabo llegamos. Teresa se encontró
+admirablemente y me pagaba los trabajos que había pasado para llevarla
+hasta allí con mil sonrisas y palabras amables. Mientras subían el telón
+seguimos charlando, aunque<a name="page_108" id="page_108"></a> muy bajito. Se había establecido entre
+nosotros una gran intimidad, y me abandonó una de sus manos que yo
+acariciaba embelesado. Cuando empezó la ópera dejó de charlar y se puso
+a atender tan decididamente, que a mí me hizo sonreir el verla con la
+cabecita apoyada en la pared y los ojos extáticos. Sabía música, pero
+había ido al teatro pocas veces; así que las melodías inspiradas de la
+ópera de Bellini le causaban profunda impresión, que se traducía por un
+leve temblor de las pupilas y los labios. Cuando llegó el sublime canto
+del tenor que empieza <i>A te</i>, <i>oh cara</i>, me apretó con fuerza la mano
+exclamando por lo bajo&mdash;:¡Oh qué hermoso! ¡oh qué hermoso! Después me
+hizo explicarle lo que pasaba en la escena. Halló el matrimonio del
+tenor y la tiple muy proporcionado, pero compadecía de veras al
+barítono, a quien birlaban la novia; quedó sumamente disgustada cuando
+al fin del acto el tenor se ve en la precisión de acompañar a la reina y
+dejar abandonada a su futura, y declaró resueltamente que ésta era una
+conducta indigna.</p>
+
+<p>&mdash;Pero advierta usted que estaba obligado a hacerlo porque era su reina
+quien se lo pedía.</p>
+
+<p>&mdash;No importa, no importa; si la quisiera bien no hay reina que valga. Lo
+primero siempre es la novia.</p>
+
+<p>No me fué posible arrancarle tan extraña teoría de la cabeza. Después
+que bajó el telón permanecimos en el mismo sitio y me obligó a contarle
+mi vida y milagros, cuántas novias había tenido, a quién había querido
+más, etc., etc. Ya comprenderá<a name="page_109" id="page_109"></a> usted que necesité ensartar un sin fin
+de patrañas. Después, sin motivo alguno serio, manifestó rotundamente
+que todos los hombres eran ingratos. Yo me atreví a apuntar que había
+excepciones, pero no fué posible hacérselo reconocer&mdash;. Usted será lo
+mismo que todos (anunció en tono profético y mirando a un punto del
+espacio); me querrá usted un poco de tiempo, y después... si te ví, no
+me acuerdo.</p>
+
+<p>¡Qué rato tan delicioso y tan infernal a la vez me estaba haciendo pasar
+aquella niña! Para llevar la conversación a otro punto, le pregunté:</p>
+
+<p>&mdash;¿Cuántos años tiene usted? Hasta ahora no me lo ha dicho.</p>
+
+<p>&mdash;Tengo... tengo... mire usted, yo siempre digo que tengo catorce, pero
+la verdad es que no tengo más que trece y dos meses... ¿Y usted?</p>
+
+<p>&mdash;¡Una atrocidad! No me lo pregunte usted, que me da vergüenza.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah qué presuntuoso! ¡Si yo le he de querer lo mismo que tenga muchos
+que pocos!</p>
+
+<p>En seguida me propuso que nos tratásemos de tú, pero después de aceptado
+se volvió atrás ofreciéndome que yo la tratase de tú y ella siguiese con
+el usted. No quise conformarme.</p>
+
+<p>&mdash;Pues mire usted, yo no puedo hablarle de tú; me da mucha vergüenza...
+Pero, en fin, vamos a ensayar.</p>
+
+<p>Del ensayo resultó que para evitar el pronombre daba la pobrecilla
+infinidad de rodeos y se metía en una serie interminable de perífrasis.
+Si<a name="page_110" id="page_110"></a> se aventuraba a dirigirme un tú, lo hacía bajando la voz y pasando
+como sobre ascuas.</p>
+
+<p>Cuando empezó el segundo acto, volvió a escuchar atentamente. Mis ojos
+no se apartaban casi nunca de su rostro; ella entornaba a menudo los
+suyos para dirigirme una sonrisa apretando al mismo tiempo mi mano.
+Observé, no obstante, que se había amortiguado un poco la viva expresión
+de su fisonomía y que iba perdiendo aquella graciosa volubilidad del
+principio. Las sonrisas de sus labios se fueron haciendo tristes, y por
+la cándida frente pasó una ráfaga de inquietud que comunicó a su lindo
+rostro infantil cierta grave expresión que no tenía. Parecía que en
+virtud de un misterioso movimiento de su espíritu, la niña se
+transformaba en mujer en pocos instantes. Dejó de apretar mi mano y
+hasta retiró la suya. Volví a cogerla disimuladamente, pero al poco
+tiempo la retiró de nuevo.</p>
+
+<p>El segundo acto había terminado. Al bajarse el telón me hizo mirar el
+reloj, y viendo las once, dijo que era necesario partir en seguida,
+porque a las once y media, a más tardar, iba el criado a buscarla.</p>
+
+<p>Salimos del teatro. La noche seguía tibia y estrellada. A la puerta
+aguardaba una larga fila de coches, que nos fué preciso evitar. Ya no
+había en las calles el movimiento de las primeras horas, pero con todo,
+seguimos las más solitarias. Teresa no quiso aceptar mi brazo como
+antes. Entonces me tocó llevar la voz cantante, y le dije al oído mil
+requiebros y ternezas, explicándole<a name="page_111" id="page_111"></a> por menudo el amor que me había
+inspirado y lo que había sufrido en los días en que no pasé por su
+calle: recordéle todos los pormenores, hasta los más insignificantes, de
+nuestro conocimiento visual y epistolar, y le dí cuenta de los vestidos
+que le había visto y de los adornos, a fin de que comprendiese la
+profunda impresión que me había causado. Nada replicaba a mi discurso;
+seguía caminando cabizbaja y preocupada, formando su actitud notable
+contraste con la que tenía tres horas antes al pasar por los mismos
+sitios. Cuando me detuve un instante a respirar, exclamó sin mirarme:</p>
+
+<p>&mdash;Hice una cosa muy mala, muy mala. ¡Dios mío, si lo supiese papá!</p>
+
+<p>Traté de probarle que su papá no podía enterarse de nada, porque
+llegaríamos demasiado temprano.</p>
+
+<p>&mdash;De todas maneras, aunque papá no se entere, hice una cosa muy mala.
+Usted bien lo sabe, pero no quiere decirlo. ¿No es verdad que una niña
+bien educada no haría lo que yo hice esta noche?... ¡Si lo supiesen mis
+primas, que están deseando siempre cogerme en alguna falta!... Pero no
+piense usted... por Dios, que lo he hecho con mala intención... Yo soy
+muy aturdida... todo el mundo lo dice... pero también dicen que tengo
+buen fondo.</p>
+
+<p>Al proferir estas palabras se le había ido anudando la voz en la
+garganta, hasta que se echó a llorar perdidamente. Me costó mucho
+trabajo calmarla, pero al fin lo conseguí elogiando su carácter<a name="page_112" id="page_112"></a> franco
+y sencillo y su buen corazón, y prometiendo quererla y respetarla
+siempre. Me hizo jurar una docena de veces que no pensaba nada malo de
+ella. Después de secarse las lágrimas recobró su alegría y comenzó a
+charlar por los codos. Me expuso en pocos instantes una infinidad de
+proyectos a cual más absurdos. Según ella, debía presentarme al día
+siguiente en casa, y pedirle al papá su mano: el papá diría que era muy
+niña, pero yo debía explicarle inmediatamente que no importaba nada: el
+papá insistiría en que era demasiado pronto, pero yo le presentaría el
+ejemplo de una tía, hermana de su mamá, que estaba jugando a las muñecas
+cuando le avisaron para ir a casarse. ¿Qué había de oponer a este
+poderoso argumento? Nada seguramente. Nos casaríamos, y acto continuo
+nos iríamos a Jerez, para que conociese a sus amigas y a sus tíos. ¡Qué
+susto llevarían todos al verla del brazo de un caballero, y mucho más
+cuando supieran que este caballero era su marido!</p>
+
+<p>Estaba tan linda, tan graciosa, que no pude menos de pedirle con
+vehemencia que me permitiese darle un beso. No fué posible. Ningún
+hombre la había besado hasta entonces; solamente su primo le había dado
+un beso a traición, pero le costó caro, porque le dejó caer dos vasos de
+limón sobre la cabeza: hasta en los juegos de prendas hacía que pusieran
+las manos delante, para que no le tocasen la cara con los labios. Pero
+cuando estuviésemos casados, ya sería otra cosa; entonces todos los
+besos que se me antojaran, aunque<a name="page_113" id="page_113"></a> sospechaba que no se los pediría con
+tanto ardor como ahora.</p>
+
+<p>Estábamos próximos ya a su casa. Los carruajes de la gente que volvía de
+las tertulias, al cruzar a nuestro lado, apagaban la voz de Teresa y le
+obligaban a esforzarla un poco. Las estrellas desde el cielo nos hacían
+guiños, como si nos invitasen a gozar apresuradamente de aquellos
+momentos felices, que no habían de volver. A lo lejos sólo se veían,
+como fuegos fatuos, los faroles de los serenos.</p>
+
+<p>Llegamos por fin a casa. Delante de la puerta, Teresa volvió a hacerme
+jurar que no pensaba nada malo de ella, y que al día siguiente a las dos
+en punto de la tarde, me presentaría debajo de sus balcones.</p>
+
+<p>&mdash;Cuidado que no faltes.</p>
+
+<p>&mdash;No faltaré, preciosa.</p>
+
+<p>&mdash;¿A las dos en punto?</p>
+
+<p>&mdash;A las dos en punto.</p>
+
+<p>&mdash;Llama ahora con un golpe a la puerta.</p>
+
+<p>Cogí la aldaba y dí un golpe fuerte. Al poco rato se oyeron los pasos
+del portero.</p>
+
+<p>&mdash;Ahora&mdash;dijo en voz bajita y temblorosa&mdash;dame un beso y escápate de
+prisa.</p>
+
+<p>Al mismo tiempo me presentaba su cándida y rosada mejilla. Yo la tomé
+entre las manos y la apliqué un beso... dos... tres... cuatro... todos
+los que pude hasta que oí rechinar la llave. Y me alejé a paso largo.</p>
+
+<p>Dejó de hablar D. Ramón.<a name="page_114" id="page_114"></a></p>
+
+<p>&mdash;¿Y después qué sucedió?&mdash;le pregunté con vivo interés.</p>
+
+<p>&mdash;Nada, que aquella noche no pude dormir de remordimientos y al día
+siguiente tomé el tren para mi pueblo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Sin ver a Teresa?</p>
+
+<p>&mdash;Sin ver a Teresa.<a name="page_115" id="page_115"></a></p>
+
+<h2><a name="SOLO" id="SOLO"></a>¡SOLO!</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">F</span><small>RESNEDO</small> dormía profundamente su siesta acostumbrada. Al lado del diván
+el velador maqueado, manchado de ceniza de cigarro, y sobre él un
+platillo y una taza, pregonando que el café no desvela a todas las
+personas. La estancia, amueblada para el verano con mecedoras y sillas
+de rejilla, estera fina de paja, y las paredes desnudas y pintadas al
+fresco, se hallaba menos que a media luz: las persianas la dejaban a
+duras penas filtrarse. Por esto no se sentía el calor. Por esto y porque
+nos hallamos en una de las provincias más frescas del norte de España y
+en el campo. Reinaba silencio. Escuchábase sólo fuera el suave ronquido
+de las cigarras y el <i>pío pío</i> de algún pájaro que, protegido por los
+pámpanos de la parra que ciñe el balcón, se complacía en interrumpir la
+siesta de sus compañeros. Alguna vez, muy lejos, se oía el chirrido de
+un carro, lento, monótono, convidando al sueño. Dentro de la casa habían
+cesado ya tiempo hacía los ruidos del fregado de los platos.<a name="page_116" id="page_116"></a> La
+fregatriz, la robusta, la colosal Mariona, como andaba descalza, sólo
+producía un leve gemido de las tablas, que se quejaban al recibir tan
+enorme y maciza humanidad.</p>
+
+<p>Cualquiera envidiaría aquella estancia fresca, aquel silencio dulce,
+aquel sueño plácido. Fresnedo era un sibarita; pero solamente en el
+verano. Durante el invierno trabajaba como un negro allá en su
+escritorio de la calle de Espoz y Mina, donde tenía un gran
+establecimiento de alfombras. Era hombre que pasaba un poco de los
+cuarenta, fuerte y sano como suelen ser los que no han llevado una
+juventud borrascosa: la tez morena, el pelo crespo, el bigote largo y
+comenzando a ponerse gris. Había nacido en Campizos, punto donde nos
+hallamos, hijo de labradores regularmente acomodados. Mandáronle a
+Madrid a los catorce años con un tío comerciante. Trabajó con brío e
+inteligencia; fué su primer dependiente; después su asociado; por último
+se casó con su hija, y heredó su hacienda y su comercio. Contrajo
+matrimonio tarde, cuando ya se acercaba a los cuarenta años. Su mujer
+sólo tenía veinte. Educada en el bienestar y hasta en el lujo que le
+podía procurar el viejo Fresnedo, Margarita era una de esas niñas
+madrileñas, toda melindres, toda vanidad, postrada ante las mil
+ridiculeces de la vida cortesana, cual si estuviesen determinadas por
+sentencias de un código inmortal, desviada enteramente de la vida de la
+Naturaleza y la verdad. Por eso odiaba el campo, y muy particularmente
+el ignorado y frondoso lugarcito donde tenía<a name="page_117" id="page_117"></a> origen su linaje humilde.
+Lo odiaba casi tanto como su mamá, la esposa del viejo Fresnedo, que, a
+pesar de ser hija de una cacharrera de la calle de la Aduana, tenía a
+menos poner los pies en Campizos.</p>
+
+<p>Tanto como ellas lo odiaban amábalo el buen Fresnedo. Mientras fué
+dependiente de su tío, arrancábale todos los años licencia para pasar el
+mes de Julio o Agosto en su país. Cuando sus ganancias se lo
+permitieron, levantó al lado de la de sus padres una casita muy linda,
+rodeada de jardín, y comenzó a comprar todos los pedazos de tierra que
+cerca de ella salían a la venta. En pocos años logró hacerse un
+propietario respetable. Y al compás que se hacía dueño de la tierra
+donde corrieron sus primeros años, su amor hacia ella crecía
+desmesuradamente. Puede cualquiera figurarse el disgusto que el honrado
+comerciante experimentó cuando, después de casado con su prima, ésta le
+anunció, al llegar el verano, que no estaba dispuesta &ldquo;a sepultarse en
+Campizos&rdquo;, decisión que su tía y suegra reciente apoyó con maravilloso
+coraje. Fué necesario resignarse a veranear en San Sebastián. Al año
+siguiente lo mismo. Pero al llegar el cuarto, Fresnedo tuvo la audacia
+de rebelarse, produciendo un gran tumulto doméstico&mdash;. &ldquo;O a Campizos, o
+a ninguna parte este verano. ¿Estamos, señoras?&rdquo; Y los bigotes se le
+erizaron de tal modo inflexible al pronunciar estas enérgicas palabras,
+que la delicada esposa se desmayó acto continuo, y la animosa suegra,
+rociando las sienes de su hija con agua fresca y<a name="page_118" id="page_118"></a> dándole a oler el
+frasco del antiespasmódico, comenzó a increparle amargamente:</p>
+
+<p>&mdash;¡Huele, hija mía, huele!... ¡Si las cosas se hicieran dos veces!... La
+culpa la he tenido yo en poner en manos de un paleto una flor tan
+delicada.</p>
+
+<p>Cuando la flor delicada abrió al fin los ojos, fué para soltar por ellos
+un raudal de lágrimas y para decir con acento tristísimo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Nunca lo creyera de Ramón!</p>
+
+<p>Fresnedo se conmovió. Hubo explicaciones. Al fin se transigió de un modo
+honroso para las dos partes. Convínose en que Margarita y su mamá irían
+a San Sebastián, llevando a la niña de quince meses, y que Fresnedo
+fuese a Campizos el mes de Agosto, con Jesús, el niño mayor, de edad de
+tres años, y su niñera. Esta es la razón de que Fresnedo se encuentre
+durmiendo la siesta donde acabamos de verle.</p>
+
+<p>Despertóle de ella una voz bien conocida:</p>
+
+<p>&mdash;Papá, papá.</p>
+
+<p>Abrió los ojos y vió a su hijo a dos pasos, con su mandilito de dril
+color perla, sus zapatitos blancos y el negro y enmarañado cabello caído
+en bucles graciosos sobre la frente. Era un chico más robusto que
+hermoso. La tez, de suyo morena, teníala ahora requemada por los días
+que llevaba de aldea haciendo una vida libre y casi salvaje. Su padre le
+tenía todo el día a la intemperie, siguiendo escrupulosamente las
+instrucciones de su médico.</p>
+
+<p>&mdash;Papá..., dijo Tata que tú no querías... que<a name="page_119" id="page_119"></a> tú no querías... que tú
+no querías... comprarme un carro... y que el carnero... y que el carnero
+no era mío..., que era de Carmita (la hermana), y no me deja cogerlo por
+los cuernos, y me pegó en la mano.</p>
+
+<p>El chiquitín, al pronunciar este discurso con su graciosa media lengua,
+deteniéndose a cada momento, mostraba en sus ojos negros y profundos
+indignación vivísima y mucha sed de justicia. Por un instante pareció
+que iba a romper en llanto; pero su temperamento enérgico se sobrepuso,
+y después de hacer una pausa, cerró su perorata con una interjección de
+carretero. El padre le había estado escuchando embelesado, animándole
+con sus gestos a proseguir, lo mismo que si una música celeste le
+regalase los oídos. Al oir la interjección, estalló en una sonora y
+alegre carcajada. El niño le miró con asombro, no pudiendo comprender
+que lo que a él le ponía tan fuera de sí causase el regocijo de su papá.
+Este hubiera estado escuchándole horas y horas sin pestañear. Y eso que,
+según contaba su suegra a las visitas, cuando quería dar el golpe de
+gracia a su yerno y perderle completamente ante la conciencia pública,
+¡¡¡se había dormido oyendo la <i>Favorita</i> a Gayarre!!!</p>
+
+<p>&mdash;¿Sí, vida mía? ¿La Tata no quiere que cojas el carnero por los
+cuernos? ¡Deja que me levante, ya verás cómo arreglo yo a la Tata!</p>
+
+<p>Fresnedo atrajo a su hijo y le aplicó dos formidables besos en las
+mejillas, acariciándole al mismo tiempo la cabecita con las manos.<a name="page_120" id="page_120"></a></p>
+
+<p>El chico no había agotado el capítulo de los agravios que creía haber
+recibido de su niñera... Siguió gorjeando que ésta no había querido
+darle pan.</p>
+
+<p>&mdash;Hace poco tiempo que hemos comido.</p>
+
+<p>&mdash;Hace mucho&mdash;respondió el niño con despecho.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, ya te lo daré yo.</p>
+
+<p>Además, la Tata no había querido contarle un cuento, ni hacer vaquitas
+de papel. Además, le había pinchado con un alfiler aquí. Y señalaba una
+manecita.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues es cierto!&mdash;exclamó Fresnedo viendo, en efecto, un ligero
+rasguño&mdash;. ¡Dolores! ¡Dolores!&mdash;gritó después.</p>
+
+<p>Presentóse la niñera. El amo la increpó duramente por llevar alfileres
+en la ropa, contra su prohibición expresa. Jesús, viendo a la Tata
+triste y acobardada, fué a restregarse con sus sayas, como pidiéndole
+perdón de haber sido causa de su disgusto.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno&mdash;dijo Fresnedo levantándose del diván y esperezándose&mdash;. Ahora
+nos iremos al establo y cogerás al carnero por los cuernos. ¿Quieres,
+Chucho?</p>
+
+<p>Chucho quiso descoyuntarse la cabeza haciendo señales de afirmación que
+corroboraba vivamente con su media lengua. Pero echando al mismo tiempo
+una mirada tímida a su Tata, y viéndola todavía seria y avergonzada, le
+dijo con encantadora sonrisa:</p>
+
+<p>&mdash;No te enfades, boba; tú vienes también con nosotros.<a name="page_121" id="page_121"></a></p>
+
+<p>Fresnedo se vistió su americana de dril, se cubrió con un sombrero de
+paja, y tomando de la mano a su niño, bajó al jardín, y de allí se
+trasladaron al establo. Al abrir la puerta, Chucho, que iba muy
+decidido, se detuvo y esperó a que su padre penetrase. Estaba obscuro.
+Del fondo de la cuadra salía el vaho tibio y húmedo que despide siempre
+el ganado. Las vacas mugieron débilmente, lo cual puso en gran
+sobresalto a Jesús, que se negó rotundamente a entrar, bajo el pretexto
+especioso de que se iba a manchar los zapatos. Su padre le tomó entonces
+en brazos y pasó y quiso acercarle a las vacas y que les pusiese la mano
+en el testuz. Chucho, que no las llevaba todas consigo, confesó que a
+las vacas les tenía &ldquo;un potito de miedo&rdquo;. A los carneros ya era otra
+cosa. A éstos declaraba que no les temía poco ni mucho; que jamás había
+sentido por ellos más que amor y veneración.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, vamos a ver los carneros&mdash;dijo Fresnedo sonriendo.</p>
+
+<p>Y se trasladaron al departamento de las ovejas. Allí pretendió dejarle
+en el suelo; mas en cuanto puso los piececitos en él, Jesús manifestó
+que estaba cansadísimo, y hubo que auparle de nuevo. Acercóle su padre a
+un carnero y le invitó a que le tomase por un cuerno. Era cosa grave y
+digna de meditarse. Chucho lo pensó con detenimiento. Avanzó un poco la
+mano, la retiró otra vez, volvió a avanzarla, volvió a retirarla. Por
+último, se decidió a manifestar a su papá que a los carneros les tenía
+&ldquo;un potito de miedo&rdquo;. Pero, en cambio,<a name="page_122" id="page_122"></a> dijo que a las gallinas las
+trataba con la mayor confianza; que en su vida le habían inspirado el
+más mínimo recelo; que se sentía con fuerzas para cogerlas del rabo, de
+las patas y hasta del pico, porque eran unos animales cobardes y
+despreciables, al menos en su concepto. Fresnedo no tuvo inconveniente
+en llevarle al gallinero, que estaba en la parte trasera de la casa,
+fabricado con una valla de tela metálica. Allí Chucho, con una bravura
+de que hay pocos ejemplos en la historia, se dirigió al gallo mayor,
+enorme animal de casta española, soberbio de posturas y ardiente de ojo.
+Trató de cogerle por el rabo como había formalmente prometido, pero el
+grave sultán del gallinero chilló de tal horrísona manera, extendiendo
+las alas y dando feroces sacudidas, que el frío de la muerte penetró en
+el corazón de Chucho. Apresuróse a soltarlo y se agarró aterrado al
+cuello de su padre.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, hombre, ¿no decías que no tenías miedo a las gallinas?&mdash;exclamó
+éste riendo.</p>
+
+<p>&mdash;Tú, tú...; cógelo tú, papá.</p>
+
+<p>&mdash;Yo tengo miedo.</p>
+
+<p>&mdash;No, tú no tienes miedo.</p>
+
+<p>&mdash;Y tú, ¿lo tienes?</p>
+
+<p>Calló avergonzado; pero al fin confesó que a las gallinas también les
+tenía &ldquo;un potito de miedo&rdquo;.</p>
+
+<p>Desde allí llevóle otra vez Fresnedo al establo, y después de varios
+sustos y vacilaciones, logró que pusiera su manecita en el hocico del
+becerro. Mas, ocurriéndole al animal sacar la lengua y<a name="page_123" id="page_123"></a> paseársela por
+la mano, la aspereza de ella le produjo tal impresión, que no quiso ya
+arrimarse a ningún otro individuo de la raza vacuna. Subióle después al
+pajar. ¡Qué placer para Chucho! ¡Hundirse en la crujiente hierba,
+agarrarla y esparcirla en pequeños puñados; dejarse caer hacia atrás con
+los brazos abiertos! Pero aun era mayor el gozo de su padre
+contemplándole. Jugaron a sepultarse vivos. Fresnedo se dejaba enterrar
+por su hijo, que iba abontonando hierba sobre él con vigor y crueldad
+que nadie esperara en él. Mas, a lo mejor de la operación, su papá daba
+una violenta sacudida y echaba a volar toda la hierba. Y con esto el
+chico soltaba nuevas carcajadas, como si aquello fuese el caso más
+chistoso de la tierra. Sudaba una gota por todos los poros de su tierno
+cuerpecito; tenía los cabellos pegados a la frente y el rostro
+encendido. Cuando su papá trató de tomar la revancha y sepultarle a él,
+no pudo resistirlo. Así que se halló con hierba sobre los ojos, dióse a
+gritar y concluyó por llorar con verdadero sentimiento, cayéndole por
+las mejillas unas lágrimas que su padre se apresuró a beber con besos
+apasionados.</p>
+
+<p>Sí; en aquel momento a Fresnedo le atacó uno de esos accesos de ternura
+que solían ser en él frecuentes. Jesús era su familia, todo su amor, la
+única ilusión de su vida. Si entrásemos por los últimos pliegues de su
+corazón, es posible que no halláramos ya un átomo de cariño hacia su
+mujer. El carácter altanero, impertinente y desabrido de ésta había
+matado el fuego de la pasión que<a name="page_124" id="page_124"></a> sintió por ella al casarse. Pero aquel
+tierno pimpollo, aquel botón de rosa, aquel pastelito dulce amasado por
+los ángeles lo llenaba todo, ocupaba enteramente su vida, era el fondo
+de sus pensamientos, el consuelo de sus pesares. Abrazábale con arrebato
+y cubría sus frescas mejillas con besos prolongados apretadísimos,
+murmurando después a su oído palabras fogosas de enamorado:</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién te quiere más que nadie en el mundo, hermoso mío? ¿No es tu
+papá? Dí, lucero. Y tú, ¿a quién quieres más? Sí, vida mía, sí; te
+quiero tanto, que daría por ti la vida con gusto. Por ti, nada más que
+por ti, quisiera ser yo algo de provecho en el mundo. Por ti, sólo por
+ti, trabajo y trabajaré hasta morir. ¡Nunca te podré pagar lo feliz que
+me haces, criatura!</p>
+
+<p>El niño no comprendía, pero adivinaba aquella pasión y la correspondía
+finamente. Sus grandes ojos negros, expresivos, se posaban en su padre,
+esforzándose por penetrar en aquel mundo de amor y descifrar el sentido
+de palabras tan fervorosas. Después de un momento de silencio en que
+pareció que meditaba, tomó con sus manecitas como claveles la cara su
+padre, y acercando la boca a su oído, le dijo con voz tenue como un
+soplo:</p>
+
+<p>&mdash;Papá, voy a decirte una cosa... Te quiero más que a mamá... No se lo
+digas, ¿eh?</p>
+
+<p>Al buen Fresnedo se le humedecían los ojos con estas cosas.</p>
+
+<p>Bajaron del pajar, salieron del establo, y después<a name="page_125" id="page_125"></a> de consultado el
+reloj, el comerciante resolvió irse a bañar, como todos los días, al
+río.</p>
+
+<p>&mdash;Chucho, ¿vienes conmigo al baño?</p>
+
+<p>¡Cielo santo, qué felicidad!</p>
+
+<p>Chucho quiso volverse loco de alegría. Generalmente el baño de su padre
+le causaba algunas lágrimas, porque no podía llevarle consigo a causa de
+la niñera. Fresnedo se bañaba en un sitio retirado, pero en cueros
+vivos. Esta vez se decidió a llevar a su hijo y dejar a Dolores en casa.
+El niño comenzó a pedir a grandes gritos el sombrero. No quería subir
+por él a casa, temiendo que su padre se le escapase como otras veces. La
+Tata, riendo, se lo tiró del balcón, y lo mismo la sábana del papá y la
+sombrilla.</p>
+
+<p>El río estaba a un kilómetro de la casa. Era necesario caminar por unas
+callejas bordadas de toscas paredillas recamadas de zarzamora y
+madreselva. El sol empezaba a declinar, y el valle, el hermoso valle de
+Campizos, rodeado de suaves colinas pobladas de castañares, y en segundo
+término de un cinturón de elevadísimas montañas, cuyas crestas nadaban
+en un vapor violáceo, dormía la siesta silencioso, ostentando su manto
+de verdura incomparable. Había todos los matices del verde en este
+manto; desde el claro amarillento de la hierba tierna, hasta el obscuro
+y profundo de los robles y negrillos.</p>
+
+<p>Caminaban padre e hijo por las angostas calles preservándose del sol con
+la sombrilla del primero. Pero Chucho se escapaba muchas veces y
+Fresnedo le dejaba libre, convencido de que era<a name="page_126" id="page_126"></a> bueno acostumbrarle a
+todo. Gozaba en verle correr delante, con su mandilito de dril y su gran
+sombrero de paja con cintas azules. Chucho andaba cuatro veces el
+camino, como los perros. Paraba a cada instante para coger las
+florecitas que estaban al alcance de su mano, y las que no, obligaba
+despóticamente a su padre a cogerlas y además a cortar algunas ramas de
+los árboles, con las cuales iba barriendo el camino. Por cierto que en
+medio de él tuvo un encuentro desdichado y temeroso. Al doblar un recodo
+tropezó nuestro niño con un cerdo, un gran cerdo negro y redondo,
+caminando en la misma dirección. Chucho tuvo la temeridad de acercarse a
+él y cogerle por el rabo. Este aditamento de los animales ejercía una
+influencia magnética sobre sus diminutas manos regordetas. El cerdo, que
+estaba, al parecer, de mal humor y nervioso, al sentirse asido lanzó un
+terrible bufido, y dando la vuelta para escapar, embistió con el niño y
+lo volcó. ¡Cristo Padre, qué gritos! Allí acudió Fresnedo corriendo, y
+lo levantó y le limpió las lágrimas y el polvo, haciéndole presente al
+mismo tiempo que tomaría venganza de aquel cerdo bárbaro y descortés así
+que llegaran a casa. Con lo cual se aplacó Chucho, no sin manifestar
+antes que el cerdo era muy feo y que a él le gustaban más los perros,
+porque eran buenos y le conocían, y cuando estaban de humor le lamían la
+cara.</p>
+
+<p>Hubo que pasar por algunas saltaderas. Fresnedo tomaba a su hijo en
+brazos y le ponía de la parte de allá con gran cuidado. Dejaron el
+camino<a name="page_127" id="page_127"></a> real y empezaron a caminar por los prados, donde Jesús se empeñó
+en coger un grillo. Su padre le mandó orinar en el agujero para que
+saliese. Así lo hizo, y como el grillo no quería asomar, se irritó
+contra sí mismo porque no podía orinar más y lloró desconsoladamente.
+Aunque con gran sentimiento, renunció a quella caza difícil y se dedicó
+a las <i>anitas de Dios</i>, y se entretuvo un rato, demasiado largo, en
+opinión de su papá, a ponerlas en la palma de la mano, cantándoles:
+<i>Anita, anita de Dios, abre las alas y vete con Dios</i>, precioso conjuro
+que le había enseñado su Tata, persona muy instruída en este linaje de
+conocimientos.</p>
+
+<p>Por fin llegaron al río. Corría sereno y límpido por entre praderas,
+orlado de avellanos que salen de la tierra como grandes ramilletes.
+Formaba en aquel paraje un remanso que llamaban en la aldea el <i>Pozo de
+Tresagua</i>. Era el pozo bastante hondo, el sitio retirado y deleitoso.
+Ningún otro había en los contornos de Campizos más a propósito para
+bañarse. Llegaba el césped hasta la misma orilla, y sobre aquella verde
+alfombra era grato sentarse y cómodamente se podía cualquiera desnudar
+sin peligro de ser visto. Los avellanos, macizos de verdura, no dejaban
+pasar los rayos del sol, que aun lucía vivo y ardiente. Allí gozaba
+Fresnedo del baño más que el sultán de Turquía, acumulando salud y
+felicidad para todo el año. En aquel mismo sitio se había bañado de niño
+con otra porción de compañeros que hoy eran labradores. ¡Qué placer
+sentía recordando los pormenores de su<a name="page_128" id="page_128"></a> vida infantil, cuando era un
+zagalillo a quien sus padres encomendaban el cuidado del ganado en el
+monte o les ayudaba en todas las faenas de la agricultura!</p>
+
+<p>Cuando los recuerdos de la infancia van unidos a una vida libre en el
+seno de la Naturaleza, por pobre que se haya sido, siempre aparecen
+alegres, deliciosos.</p>
+
+<p>Descansaron algunos minutos padre e hijo sobre el césped &ldquo;reposando el
+calor&rdquo;, y al fin se decidió aquél a ir despojándose poco a poco de la
+ropa. Mientras lo hacía, tarareaba una canción de zarzuela, de las que
+llegaban a sus oídos en Madrid. La alegría le rebosaba del alma. Su hijo
+le miraba atentamente con sus grandes ojos negros. De vez en cuando
+Fresnedo levantaba los suyos hacia él, y le decía sonriendo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué hay, Chucho? ¿Te quieres bañar conmigo?</p>
+
+<p>Chucho se contentaba con reir, como diciendo:</p>
+
+<p>¡Qué bromista es este papá! ¡Como si no supiese que armo un escándalo
+cada vez que intentan meterme en el agua!</p>
+
+<p>Fresnedo se bañaba enteramente desnudo. Le incomodaba mucho cualquier
+traje de baño. En aquel sitio tenía la seguridad de no ser visto. Cuando
+se quedó en cueros vivos, el asombro y la curiosidad, retratados en la
+cara de su &ldquo;Chipilín&rdquo;, le causaron cierta vergüenza y se cubrió con la
+sábana. Pero Chucho no estaba conforme y comenzó a gorjear, mientras
+tiraba de la sábana con sus manecitas, &ldquo;que su papá tenía pelo en el<a name="page_129" id="page_129"></a>
+cuerpo y que él no lo tenía, y que la Tata tampoco lo tenía...&rdquo;</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, Chucho, cállate&mdash;le dijo el papá con semblante grave&mdash;. No se
+habla de eso. Los niños no hablan de eso.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué no hablan los niños de eso?</p>
+
+<p>Fresnedo no contestó.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no hablan los niños de eso, papá?&mdash;repitió el chico.</p>
+
+<p>El comerciante quiso distraerle hablándole de otra cosa, pero Chucho no
+acudió al engaño.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no hablan los niños de eso, papá?&mdash;insistió lleno de
+curiosidad.</p>
+
+<p>&mdash;Porque no está bien&mdash;respondió.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué no está bien?</p>
+
+<p>&mdash;¡Vaya, vaya, déjame en paz!&mdash;exclamó entre impaciente y risueño.</p>
+
+<p>Embozado en la sábana como en un jaique moruno avanzó hacia el agua.</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Chucho&mdash;dijo volviéndose&mdash;, no te muevas de ahí. Sentadito hasta
+que yo salga, ¿verdad?... Mira, vas a ver cómo me tiro de cabeza al
+agua. Mira bien. A la una..., a las dos... Mira bien, Chucho... ¡A las
+tres!</p>
+
+<p>Fresnedo, que había dejado caer la sábana al dar las voces y se había
+colocado sobre un pequeño cantil, lanzóse, en efecto, de cabeza al pozo
+con el placer que lo hacen los hombres llenos de vida. Al hundirse, su
+cuerpo robusto agitó violentamente el agua, produjo en ella una
+verdadera tempestad, cuyas gotas salpicaron al mismo Jesús. Este sufrió
+un estremecimiento y quedó atónito,<a name="page_130" id="page_130"></a> maravillado, al ver prontamente
+salir a su padre y nadar haciendo volteretas y cabriolas en el agua.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mira, Chucho! ¡Mira!</p>
+
+<p>Y se puso con el vientre arriba, dejándose flotar sin movimiento alguno.</p>
+
+<p>&mdash;Mira, mira ahora.</p>
+
+<p>Y nadaba hacia atrás con los pies solamente.</p>
+
+<p>&mdash;Verás ahora: voy a nadar como los perros.</p>
+
+<p>Nadaba, en efecto, chapoteando el agua con las palmas de las manos.</p>
+
+<p>¡Con qué gozo recordaba el rico comerciante aquellas habilidades
+aprendidas en la niñez!</p>
+
+<p>Chucho estaba arrobado en éxtasis delicioso contemplándole. No perdía
+uno solo de sus movimientos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Chucho! ¡Chuchín! ¡Bien mío! ¿Quién te quiere?&mdash;gritaba Fresnedo
+embriagado por la felicidad que las caricias del agua y los ojos
+inocentes de su hijo le producían.</p>
+
+<p>El niño guardaba silencio, enteramente absorto y atento a los juegos
+natatorios de su padre.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, dí, Chipilín, ¿quién te quiere?</p>
+
+<p>&mdash;Papá&mdash;respondió grave con su voz levemente ronca, sin dejar de
+contemplarle atentamente.</p>
+
+<p>Una de las habilidades en que Fresnedo había sobresalido de niño y que
+mucho le enorgullecía, era la de pescar truchas a mano. Siempre que
+venía a Campizos se ejercitaba en esta pesca. Era verdaderamente notable
+su destreza para reconocer y batir los agujeros de las rocas, bloquear
+la trucha y agarrarla por las agallas al fin. Los pescadores<a name="page_131" id="page_131"></a> del país
+confesaban que se las podía haber con cualquiera de ellos, y se contaba
+que de niño había salido del agua con tres truchas, una en cada mano y
+otra en la boca, aunque Fresnedo no quería confirmarlo. Pues bien; en
+este momento le acometió el deseo de proporcionar un placer a su hijo y
+dárselo a sí mismo.</p>
+
+<p>&mdash;Verás, Chipilín, voy a sacarte una trucha... ¿Quieres?</p>
+
+<p>¡Ya lo creo que quería!</p>
+
+<p>¡Pues si cabalmente Chucho sentía mayor inclinación, si cabe, a los
+animales acuáticos que a los terrestres!</p>
+
+<p>Fresnedo hizo una larga aspiración y se sumergió, dejando a su hijo
+maravillado; registró los huecos de algunas piedras del fondo, y sólo
+pudo tocar con los dedos la cola de una trucha sin lograr agarrarla.
+Como le faltase el aliento, subió a respirar.</p>
+
+<p>&mdash;Chucho, no he podido cogerla; pero ya caerá.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué caerá, papá?&mdash;preguntó el niño, que no dejaba escapar un
+modismo sin hacer que se lo explicasen.</p>
+
+<p>&mdash;Quiero decir que ya la cogeré.</p>
+
+<p>Otra vez aspiró el aire con fuerza y se lanzó al fondo. Al cabo de unos
+momentos salió a la superficie con una trucha en la mano, que arrojó a
+la orilla. Chucho dió un grito de susto y alegría al ver a sus pies al
+animalito brincando y retorciéndose con furia. Quería agarrarlo cuando
+paraba un instante; pero al acercar su manecita, la<a name="page_132" id="page_132"></a> trucha daba un
+salto, y el chico, estremecido, la retiraba vivamente; intentaba
+nuevamente asirla lanzando chillidos alegres, y otro salto le asustaba y
+le ponía súbito grave. Estaba nervioso; gritaba, reía, hablaba, lloraba
+a un mismo tiempo, mientras su padre, embelesado, nadaba suavemente
+contemplándole.</p>
+
+<p>&mdash;¡Anda, valiente! ¡Agárrala, que no te hace nada!... ¡Por la cola,
+tonto!... ¿Quieres que te pesque otra más grande?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, más gande, papá. Esta no me gusta&mdash;respondió el chiquito
+renunciando ya bravamente a agarrar una trucha tan pequeña.</p>
+
+<p>El buen comerciante se preparó para otro chapuz; dejóse ir al fondo y
+con prisa comenzó a registrar los agujeros de una roca grande que antes
+había visto. La muerte feroz y traidora le aguardaba dentro. Metió el
+brazo en uno de ellos harto angosto, y cuando intentó sacarlo no pudo.
+La sangre se le agolpó toda al corazón. Perdió la serenidad para buscar
+la postura en que había entrado. Forcejeó en vano algunos momentos.
+Abrió la boca al fin, falto de aliento, y en pocos segundos quedó
+asfixiado el infeliz.</p>
+
+<p>Chucho esperó en vano su salida. Miró con gran curiosidad por algunos
+minutos el agua, hasta que, cansado de esperar, dijo con inocente
+naturalidad:</p>
+
+<p>&mdash;¡Papá, sal!</p>
+
+<p>El padre no obedeció. Esperó unos instantes, y volvió a gritar con más
+energía:</p>
+
+<p>&mdash;¡Papá, sal!<a name="page_133" id="page_133"></a></p>
+
+<p>Y cada vez más impaciente, repitió este grito, concluyendo por llorar.
+Largo rato estuvo diciendo lo mismo con desesperación:</p>
+
+<p>&mdash;¡Sal, papá, sal!</p>
+
+<p>Sus rosadas mejillas estaban bañadas de lágrimas; sus ojos grandes,
+hermosos, inocentes, se fijaban ansiosos en el pozo donde a cada
+instante se figuraba ver salir a su padre.</p>
+
+<p>Un salto de la trucha que tenía cerca, viva aún, le distrajo. Acercó su
+manecita a ella y la tocó con un dedo. La trucha se movió levemente.
+Volvió a tocarla y se movió menos aún. Entonces, alentado por el
+abatimiento del animal, se atrevió a posar la palma de la mano sobre él.
+La trucha no rebulló. Chucho principió a gorjear por lo bajo que él no
+tenía miedo a las truchas y que si estuviera allí su hermana Carmita
+indudablemente no osaría poner la mano sobre una bestia tan feroz como
+aquélla. Tanto se fué envalentonando, que concluyó por agarrarla por la
+cola y suspenderla.</p>
+
+<p>Aquel acto de heroísmo despertó en él mucha alegría. Fluyeron de su
+garganta algunas sonoras carcajadas. Pero una violenta sacudida de la
+trucha le obligó a soltarla aterrado. Miró a su alrededor, y no viendo a
+nadie, se fijó otra vez en el pozo y tornó a gritar, llorando:</p>
+
+<p>&mdash;¡Sal, papá! ¡Sal, papá!... ¡No quero trucha, papá! ¡Sal!</p>
+
+<p>El sol declinaba. Aquel retirado paraje, situado en la falda misma de la
+colina, se iba poblando de sombras. Allá, en el horizonte, el sol se
+ocultaba<a name="page_134" id="page_134"></a> detrás de las altas y lejanas montañas de color violeta.</p>
+
+<p>&mdash;Teno miedo, papá... ¡Sal, papaíto!&mdash;gritaba la tierna criatura
+bebiendo lágrimas.</p>
+
+<p>Ninguna voz respondía a la suya. Escuchábanse tan sólo las esquilas del
+ganado o algún mugido lejano. El río seguía murmurando suavemente su
+eterna queja.</p>
+
+<p>Rendido, ronco de tanto gritar, Chucho se dejó caer sobre el césped y se
+durmió. Pero su sueño fué intranquilo. Era una criatura excesivamente
+nerviosa, y la agitación con que se había dormido le hizo despertar al
+poco rato. Había cerrado la noche. Al principio no se dió cuenta de
+dónde estaba, y dijo como otras veces en su camita:</p>
+
+<p>&mdash;Tata, quero agua.</p>
+
+<p>Pero viendo que la Tata no acudía, se incorporó sobre el césped, miró
+alrededor, y su pequeño corazón se encogió de terror observando la
+obscuridad que reinaba.</p>
+
+<p>&mdash;¡Tata, Tata!&mdash;gritó repetidas veces.</p>
+
+<p>La luz de la luna rielaba en el agua. Atraídos sus ojos hacia ella.
+Chucho se acordó de pronto que su papá estaba con él y se había metido
+en el río a sacarle una trucha. Y entre sollozos que le rompían el pecho
+y lágrimas que le cegaban, volvió a gritar:</p>
+
+<p>&mdash;¡Sal, papá; sal, mi papá!... ¡Teno miedo!</p>
+
+<p>La voz del niño resonaba tristemente en la obscura campiña silenciosa.
+¡Ah! Si el buen Fresnedo pudiera escucharle allí en el fondo del pozo,
+hubiera mordido la roca que le tenía sujeto, se<a name="page_135" id="page_135"></a> hubiera arrancado el
+brazo para acudir a su llamamiento.</p>
+
+<p>No pudiendo ya gritar más porque le faltaba la voz y el aliento, cayó
+otra vez dormido, y así le hallaron los que habían salido en su busca.</p>
+
+<p><a name="page_136" id="page_136"></a></p>
+
+<p><a name="page_137" id="page_137"></a></p>
+
+<h2><a name="RIVERITA" id="RIVERITA"></a>RIVERITA</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">E</span><small>STA</small> novela y la que sigue <i>Maximina</i>, forman en realidad una sola.
+Exigencias editoriales me obligaron a ponerlas títulos diferentes.
+Vivimos actualmente tan presurosos que ya no se sufren, como en tiempos
+pasados, las novelas en varios volúmenes.</p>
+
+<p>Algunas personas han creído que estas dos novelas constituían una
+autobiografía. Es un error. En la fábula nada hay que se parezca a mi
+vida: sólo algunas escenas he extraído de ella. Pero en lo que se
+refiere a los caracteres, debo confesar que están más en lo cierto. El
+principal se halla ligado a mi existencia de un modo tan estrecho que ni
+la muerte ni el tiempo han podido separarlo.</p>
+
+<p>En la hora más aciaga de mi existencia me prometí darlo a conocer al
+mundo. Hice cuanto pude, mas el retrato quedó lejos del original. Al
+publicarse en los Estados Unidos la traducción inglesa de Maximina, un
+crítico preguntaba:&mdash;&ldquo;¿Dónde habrá podido hallar Valdés el modelo de ese
+tipo<a name="page_138" id="page_138"></a> ideal?&rdquo; Y mi corazón se desgarraba de dolor al leer estas palabras
+porque la realidad había sido muy superior a la pintura. Hay cosas que
+es imposible transmitir ni al oído ni al papel, y en esas cosas
+inefables es donde se cifraba la excelencia de aquel carácter singular.</p>
+
+<p>Por cartas de desconocidos y por comunicaciones de mis amigos he sabido
+que esta novela ha hecho derramar muchas lágrimas. Una señora me dijo en
+cierta ocasión:&mdash;&ldquo;La noche pasada, cerca ya de la madrugada, estaba yo
+en la cama con su libro entre las manos llorando como una tonta.&rdquo;</p>
+
+<p>No otra cosa me había propuesto al escribirlo. Todas esas lágrimas las
+ofrezco como tributo de admiración al ser que como una visión celestial
+no ha causado más disgusto que el de su desaparición.<a name="page_139" id="page_139"></a></p>
+
+<h2><a name="UNA_CORRIDA_DE_TOROS" id="UNA_CORRIDA_DE_TOROS"></a>UNA CORRIDA DE TOROS</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">J</span><small>ULITA</small> soltó una estrepitosa carcajada, cuyos ecos llegaron hasta el
+gabinete de Miguel. &ldquo;¿De qué se reirá aquella loca?&rdquo; se preguntó éste
+sonriendo también frente al espejo mientras se aderezaba para salir.</p>
+
+<p>&mdash;¡Miguel! ¡Miguel!&mdash;gritó su hermana desde el pasillo&mdash;. Ven aquí, por
+Dios; ¡mira, por tu vida!</p>
+
+<p>Acudió solícito, y al asomar la cara por el corredor, vió a su primo
+Enrique en traje de chulo: chaquetilla corta, faja de seda, camisola
+bordada sujeta al cuello por botones de oro, sombrero ancho de fieltro,
+pantalón ceñido y bota de charol. El complemento del traje era un vara
+en la mano, muy larga, como destinada a conducir pavos.</p>
+
+<p>Julita se arrimaba a la pared, sujetándose la cintura con las manos para
+no desternillarse de risa. Enrique de pie, cerca de la puerta, sonreía
+un poco avergonzado. Miguel siguió al instante el ejemplo de su hermana.</p>
+
+<p>&mdash;La cosa no merece tanta risa&mdash;concluyó por decir el primo amostazado.<a name="page_140" id="page_140"></a></p>
+
+<p>Pero ni Julia ni Miguel hicieron caso. Cuando se hubieron sosegado un
+poco, vinieron hacia él y le examinaron curiosamente.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero cómo diablo te ha dado la ocurrencia de ponerte así? ¿Te ha
+visto tu padre?</p>
+
+<p>&mdash;No: me he ido a vestir a casa de un amigo. Tengo allí el traje...</p>
+
+<p>&mdash;Pues si te ve, de fijo le da un sincope. ¿Y a qué asunto te has
+vestido hoy de chulo?</p>
+
+<p>&mdash;¡Toma! ¿no sabes que se abre la temporada?</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¿hoy hay toros? ¿Mata el Cigarrero?</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya lo creo!: después de quince años que no pisa la plaza de Madrid. A
+eso venía, a ver si quieres ir conmigo.</p>
+
+<p>&mdash;Hombre&mdash;dijo indeciso&mdash;, no soy muy aficionado a los toros; pero el
+Cigarrero me ha sido simpático... ¿Me traes localidad?</p>
+
+<p>&mdash;Te traigo la contrabarrera de un amigo que está enfermo. A mi lado ya
+sabes que no puedes ponerte, porque todas las barreras están abonadas;
+pero estamos cerca.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ay, llévame, Miguel!&mdash;exclamó Julita saltándole al cuello&mdash;. Llévame
+a los toros.</p>
+
+<p>&mdash;¿Tienes deseo?</p>
+
+<p>&mdash;¡Muy grande! Los toros me encantan.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eso, eso!&mdash;gritó Enrique entusiasmado&mdash;. Tú eres española de pura
+raza. ¡Pisa ese sombrero, chiquita!</p>
+
+<p>Y lo arrojó al suelo.</p>
+
+<p>Julita no se anduvo con melindres. Tomó la galantería al pie de la letra
+y se puso a taconear sobre el infortunado sombrero de tal suerte, que
+si<a name="page_141" id="page_141"></a> Enrique no acude a tiempo se lo hace pedazos.</p>
+
+<p>&mdash;Está visto que contigo no se puede ser galante&mdash;dijo de mal humor
+mientras lo limpiaba con la manga de la chaqueta.</p>
+
+<p>Miguel, previo el permiso de su madrastra, mandó al criado por una
+carretela a casa de Lázaro y por un palco a la de un revendedor
+conocido. Después que madre e hija se vistieron la clásica mantilla y
+Miguel cambió la levita y el sombrero de copa por la americana y el
+hongo, subieron los cuatro al carruaje.</p>
+
+<p>Eran las dos y media de la tarde. El sol brillaba en el firmamento sin
+que una sola nube asomara por el horizonte a recibir su paternal
+caricia. Madrid gozaba del privilegio divino de su cielo sin dirigirle
+siquiera una mirada de gratitud, como una sultana a quien las caricias
+causan tedio. Al cruzar por la Puerta del Sol, vieron el chorro de su
+fuente, despidiendo fúlgidos destellos, elevarse por encima del tejado
+del Principal. A la entrada de la calle de Alcalá había una larga fila
+de ómnibus que una muchedumbre asaltaba anhelante, furiosa, cual si se
+tratara de escapar a un grave e inmediato peligro. Pero muy contra lo
+que sucede en casos tales, en vez de oponerse los unos a que se
+encaramasen los otros, todos se ayudaban con solicitud, mostrando por
+anticipado lo que debe ser y lo que será con el tiempo la fraternidad
+universal.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eh, buen hombre, que se va usted a caer!... Deme usted la
+mano.&mdash;Caballero, téngame usted por el bastón.&mdash;No ponga usted el pie
+sobre la rueda.<a name="page_142" id="page_142"></a>&mdash;¿Quiere usted que nos apretemos más? Bueno, hombre,
+bueno, nos apretaremos.</p>
+
+<p>Estos gritos se oían en todas partes, viéndose a algunos pobres viejos
+por el aire, elevados a la imperial de los ómnibus en brazos de los que
+ya estaban en ellas. Las caras resplandecían de alegría, lo mismo que el
+cielo. La acera de la derecha, donde estaba el despacho de billetes,
+veíase cuajada de gente, que discurría por ella en expectativa de que
+las localidades bajasen y se pusiesen al alcance de su bolsillo. Un
+sinnúmero de coches particulares y de berlinas de punto cubrían más
+abajo la ancha carretera, galopando en dirección a la plaza. Y al través
+de ellos, dejándolos atrás en seguida, corrían desbocados los ómnibus,
+mientras los que iban encima, sin miedo a estrellarse, embriagados por
+la carrera vertiginosa, saludaban con gritos de alegría a los que iban
+dejando en pos de sí. Algunos picadores con sus chaquetas de brocado y
+sombreros inmensos galopaban también sobre algún mal caballo, llevando a
+las ancas a un amigo, que le abrazaba cariñosamente para no caerse. Los
+peones bajaban por las aceras lentamente, en amable plática, formando
+apretados y numerosos grupos.</p>
+
+<p>Una carretela abierta, donde iban toreros, se acercó un instante al
+costado de la de Miguel y siguió adelante. Era la del Cigarrero, que
+contestó al saludo de Enrique y Miguel con la gravedad afable que le
+caracterizaba. El Serranito y Merluza, que iban con él, saludaron con
+más expansión.<a name="page_143" id="page_143"></a></p>
+
+<p>&mdash;Me brindarás un par, ¿no es verdad, Baldomero?&mdash;gritó Enrique.</p>
+
+<p>&mdash;A uté no, que e mu feo: a esa señorita tan remonísima que yeva uté a
+la vera&mdash;contestó el Serranito.</p>
+
+<p>Julita se echó a reir, ruborizada.</p>
+
+<p>En torno de la plaza, donde llegaron en seguida, se agitaba la multitud,
+pugnando por entrar. Los coches que allí se juntaban producían
+disturbios y motines, que los guardias no eran suficientes a reprimir.
+Después de dejar a su madrastra y hermana en el palco, Miguel se retiró
+con su primo, pretextando que deseaba ver de cerca matar el primer toro
+al Cigarrero, y que luego volvería. En realidad, era porque había visto
+a la generala Bembo en un palco con la señora del banquero Mendiburu.
+Bajó al redondel, y desde allí pudo hacerse notar de ella, y la saludó
+ceremoniosamente con el sombrero.</p>
+
+<p>La arena estaba llena de aficionados. Una muchedumbre abigarrada,
+compuesta de estudiantes, paletos, chulos, señoritos y soldados,
+elegantes unos, otros desharrapados, fraternizando todos y creyendo que
+por el mero hecho de hallarse allí, en el terreno del toro, como si
+dijéramos, participaban del arrojo y gallardía de los lidiadores. Los
+tendidos se iban poblando lentamente, y desde aquí al redondel mediaban
+saludos y gritos entre unos y otros, que convertían la plaza en un
+mercado. La voz de los vendedores de naranjas salía entre todas las
+demás, y las naranjas, cuando alguno las demandaba, volaban rápidas y
+certeras<a name="page_144" id="page_144"></a> de las manos de aquéllos a las del comprador, por encima de
+las cabezas. En los tendidos de sombra, los jóvenes lechuguinos
+charlaban en voz alta, levantando la cabeza para mirar a las damas de
+los palcos. En los de sol, los honrados menestrales se acomodaban en sus
+asientos, resueltos a dejarse tostar toda la tarde, y hablaban entre sí
+de tauromaquia, muy pagados de ser los verdaderos inteligentes en la
+plaza. El júbilo, la alegría nerviosa que comunica la esperanza del
+placer, brillaba en todos los ojos.</p>
+
+<p>Al fin los alguaciles salieron a despejar, y los aficionados del
+redondel se fueron retirando hasta dejarlo enteramente libre. Enrique y
+Miguel, que habían estado en los patios interiores hablando un momento
+con el Cigarrero y su cuadrilla, también fueron a ocupar los respectivos
+asientos. El ruido había disminuido bastante. Gracias a esto se
+percibían los acordes de la charanga de hospicianos, que hasta entonces
+no había logrado hacerse escuchar. Los espectadores sacaban los relojes
+y dirigían miradas significativas a la presidencia. En esto la charanga
+entonó con energía la marcha real. Todos los rostros se volvieron al
+mirador regio donde apareció la reina Isabel. Algunos batieron palmas;
+otros dijeron &ldquo;chis, chis&rdquo;, porque la atmósfera política estaba entonces
+encapotada con ciertos nubarrones que descargaron no mucho tiempo
+después. Hecha la señal, al cabo, las cuadrillas entraron en la arena al
+son de la marcha de la zarzuela <i>Pan y toros</i>. Salían, como de
+costumbre, formando tres filas: al frente de cada cual iba el<a name="page_145" id="page_145"></a>
+respectivo espada. Al verlos estalló un prolongado aplauso. Cruzaron la
+plaza graves, firmes, acompasados, escuchando la gritería que su
+aparición había levantado, con la mayor indiferencia. Brillaban sus
+ricos vestidos y capellares despidiendo vivos destellos que alegraban la
+vista.</p>
+
+<p>&mdash;¡Miale, miale el viejo!... Ese es, el de la izquierda... Miale qué
+cara tiene... ¡Le zumba el alma a ese tío!... En España no queda ya
+quien reciba toros más que él...</p>
+
+<p>Toda la atención de la plaza estaba concentrada sobre el Cigarrero, a
+pesar de que mataban también el Gordo y Lagartijo, que comenzaba
+entonces a ser el niño mimado del público. Mas para el aficionado
+madrileño, el ver recibir un toro es una de esas ilusiones que jamás se
+realizan aunque vivan constantemente en el corazón. <i>Aguantar</i> lo hacen
+varios toreros; pero <i>recibir</i>, lo que se llama recibir de verdad, no lo
+han hecho más que los héroes antiguos del toreo.</p>
+
+<p>Saludaron con ademán uniforme a la presidencia, y rompieron filas,
+tirando las capas de gala a los amigos de los tendidos, que se
+encargaron de su custodia con más orgullo que si se tratara del Arca de
+la Alianza. El presidente sacó el pañuelo; sonó el clarín; abrióse la
+puerta del toril: apareció el primer toro. Era un miura castaño,
+chorreao, listón, fino y de hermosa lámina, largo y levantado de cuerna.
+Mostróse voluntario y noble en las varas, aguantando seis puyazos de los
+picadores de tanda. Pero al llegar a los palos comenzó a defenderse. Sin
+embargo, el Serranito le clavó<a name="page_146" id="page_146"></a> un soberbio par cuarteando con finura y
+limpieza, que sorprendió agradablemente al público. En Madrid no sabían,
+como en Sevilla, que Baldomero era un chico que daría mucho que hablar.
+Merluza se pasó una vez y luego colgó un palo cuarteando también. Volvió
+el Serranito a coger los palos, y después de intentar en vano
+colgárselos al sesgo, se los puso quebrando con limpieza y maestría.
+Hubo un delirio de palmas en la plaza. Su figura esbelta y la singular
+corrección y delicadeza de sus facciones, cautivaron al público. Las
+mujeres le clavaban codiciosamente los gemelos. Se paseó triunfante en
+torno de la plaza recibiendo sonriente el aplauso de los tendidos.</p>
+
+<p>Llegó su turno al Cigarrero. Avanzó gravemente hacia la presidencia, se
+quitó la montera y dijo con voz ronca unas cuantas palabras que nadie
+pudo entender. Después se fué derecho al toro, que tenía marcadas
+tendencias a huirse. Persiguióle infructuosamente algún tiempo en medio
+de la curiosidad expectante de la plaza. Por fin, gracias a los
+esfuerzos de la cuadrilla, pudo trastearle, y lo hizo bastante ceñido,
+dándole algunos pases buenos. El público aplaudió y se las prometió muy
+felices. Mas en medio de la faena, el diestro sufrió una colada y perdió
+enteramente el aplomo. Dió otros tres o cuatro pases sin confianza y
+descompuesto; y de prisa y corriendo, sin estar bien cuadrado el animal,
+lió el trapo bastante lejos y se tiró a paso de banderillas. La estocada
+resultó un <i>bajonazo</i> de lo más malo que nunca se hubiera visto. Es
+indescriptible la cólera que se<a name="page_147" id="page_147"></a> apoderó de los espectadores. Si hubiera
+sido otro torero, hubiera pasado con una silba, grande o pequeña; pero
+haber concebido la esperanza de ver a un antiguo maestro toreando por el
+sistema Montes y venir a la plaza a presenciar aquella ignominia, esto
+ponía fuera de sí a los aficionados. ¡Qué gritería, cielo santo! ¡Qué
+injurias! ¡Qué lamentos! Parecía que a cada uno le acababan de robar el
+honor de su hija.</p>
+
+<p>&mdash;¡Morral, ladrón, gran cochino! ¡Así te ahorquen por los pies! ¿Eres tú
+el que recibías los toros? ¡A la cárcel con ese pillo! Señor presidente,
+¿para cuándo quiere usted la Guardia civil?</p>
+
+<p>Y en medio del alboroto, las naranjas, las botellas vacías y hasta
+algunas piedras, volaban a la plaza, y por milagro no herían al diestro.
+Este avanzaba pálido, avergonzado, hacia la presidencia. Al llegar cerca
+del tendido donde estaban Enrique y Miguel, una naranja certera le dió
+en el rostro y le sacó sangre. Enrique, que ya estaba excitado y
+nervioso, no pudo reprimir la indignación, y levantándose gritó a los
+que estaban detrás:</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién ha sido ese valiente? ¿Ese valiente sin vergüenza?</p>
+
+<p>&mdash;¡Fuera el chulo sietemesino! ¡Que baile!&mdash;contestaron desde arriba.</p>
+
+<p>&mdash;¿Se dirige usted a mí?&mdash;dijo uno levantándose con arrogancia.</p>
+
+<p>&mdash;Me dirijo al que haya sido.</p>
+
+<p>&mdash;Pues nos veremos las caras al salir.</p>
+
+<p>&mdash;Se la veré a usted para escupírsela&mdash;contestó Enrique encolerizado.<a name="page_148" id="page_148"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Fuera, fuera! ¡Que se siente ese babieca!&mdash;gritaron desde arriba.</p>
+
+<p>No tuvo más remedio que hacerlo. El Cigarrero sonreía limpiándose la
+sangre con el pañuelo. Era una sonrisa tan triste y tan humilde, que a
+Miguel se le apretó el corazón y estuvieron a punto de saltársele las
+lágrimas.</p>
+
+<p>Sólo cuando apareció el segundo toro en el ruedo, concluyó del todo la
+bronca. Por más que trabajó, hasta no poder más en los quites, el pobre
+Cigarrero no consiguió captarse la benevolencia, ni siquiera el perdón
+del público. Cuantos esfuerzos hacía, cuantos capotes echaba (y la
+justicia obliga a declarar que los echaba con arte), servían de befa y
+de irrisión al enfurecido pueblo. El Gordo en su toro estuvo como casi
+siempre, pasando de muleta con maestría y pinchando bastante mal.
+Lagartijo toreó el suyo sobre corto y con frescura, y se metió por
+derecho a volapié, dando una buena estocada, pero saliendo trompicado.
+Muchos aplausos.</p>
+
+<p>Llegó el cuarto toro, que correspondía de nuevo al Cigarrero. Era un
+veragua colorado listón, bragado, ojinegro, abierto de cuerna y de buena
+estampa, como casi todos los del duque; un bravo y hermoso animal.</p>
+
+<p>Merluza le colgó un buen par al cuarteo. El Serranito cogió después los
+palos, y en cuanto el público le vió en medio de la plaza, aplaudió.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ole tu mare, saleroso!</p>
+
+<p>Quiso ponerlas cuarteando también, pero se pasó una vez porque el toro
+no arrancó. Volvió a<a name="page_149" id="page_149"></a> cuartear y volvió a pasarse por la misma razón. De
+nuevo se fué hacia el toro, y otra vez se pasó. Entonces hubo cierto
+movimiento de impaciencia en el público. Se oyó un silbido. Esta fué la
+perdición del pobre mozo. Herido su amor propio, acometió ciego a la res
+y quiso clavarle las banderillas a todo trance. El toro, que no se había
+movido, le enganchó por debajo del brazo y lo echó al aire. Sonó un
+grito de horror en la plaza. Las cuadrillas enteras se arrojaron sobre
+el animal, tratando de llevárselo; pero inútilmente. Inútilmente el
+Cigarrero brincaba con heroísmo delante de los cuernos, metiéndole el
+trapo por los ojos; inútilmente Lagartijo y el Gordo le echaban también
+los capotes exponiéndose a morir. El toro, como si tuviese algún agravio
+del infortunado Baldomero, no atendía a nada, y lo recogió otra vez y
+otra vez lo tiró al aire. Entonces el Cigarrero, por última inspiración,
+soltó la capa, se agarró fuertemente al rabo de la bestia y comenzó a
+colearla. Dió tantas vueltas, que al fin cayó mareado. El Gordo la llevó
+con la capa lejos. En esto el Serranito se había puesto en pie, sonrió
+forzadamente al público, como el gladiador que quiere morir con gracia,
+se llevó la mano al pecho y cayó de nuevo, soltando chorros de sangre
+por las heridas. Dos monos sabios lo recogieron y lo llevaron a la
+enfermería. Otros corrieron en seguida a tapar la sangre con arena.</p>
+
+<p>El presidente, que debía de estar conmovido y alterado como todos los
+espectadores, dió la señal de muerte, sin considerar que al toro no se
+le habían<a name="page_150" id="page_150"></a> puesto más que un par de banderillas, y que era peligroso
+para el espada que fuese tan entero a la muerte. ¡Aquí fué ella! El
+público, que gusta de mostrar buen corazón después que han sucedido las
+desgracias, se levantó en masa, volviéndose iracundo contra el
+presidente, como si él fuese quien hubiera pegado las cornadas al
+Serranito.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bárbaro, bárbaro, asesino!</p>
+
+<p>Agitaban frenéticos los puños y los bastones frente al palco
+presidencial, los ojos llameantes, los rostros demudados por la ira.
+Nadie respetaba ni se acordaba siquiera de la majestad que estaba á su
+lado. Se proferían los dicterios más soeces. Pero el presidente, aunque
+estuviese arrepentido, y debía de estarlo, a juzgar por la confusión que
+se reflejaba en su semblante, ya no podía revocar la orden. Su dignidad
+se lo impedía. Entonces el público se volvió al Cigarrero, que ya había
+cogido los trastos, y le gritó:</p>
+
+<p>&mdash;¡No lo mates, no lo mates! ¡Que lo mate ese asesino!</p>
+
+<p>El Cigarrero encogió los hombros y se dispuso a ir en busca de la res.
+En aquel instante un torero que llegaba corriendo le dijo algo al oído,
+y el espada se puso terriblemente pálido. El público comprendió que
+había malas noticias del Serranito. Quitóse el matador la montera, se
+pasó la mano por la frente con abatimiento, se la puso de nuevo y marchó
+hacia el toro. Los gritos se apagaron instantáneamente. Reinó un
+silencio lúgubre en la plaza.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ha matado a su hermano! ¡ha matado a<a name="page_151" id="page_151"></a> su hermano!&mdash;se decían los
+espectadores al oído.</p>
+
+<p>Y todos sentían ansiedad inexplicable, una simpatía profunda por el
+desgraciado Cigarrero. Este avanzaba con lentitud, el paso vacilante,
+hacia el toro. Pero no se detuvo hasta dejar caer el trapo sobre los
+mismos cuernos.</p>
+
+<p>&mdash;¡¡Ole!!&mdash;rugió la plaza.</p>
+
+<p>Volvió a reinar el silencio.</p>
+
+<p>El toro brincó como si hubiera sentido un acicate, y se revolvió al
+instante, furioso. El espada le dió un pase de pecho, superior.</p>
+
+<p>&mdash;¡¡Ole!!&mdash;rugió de nuevo la plaza.</p>
+
+<p>Y otra vez se hizo el silencio.</p>
+
+<p>Siguieron a éste otros pases naturales y en redondo, dados tan en corto
+y con tal maestría, que el público quiso volverse loco. Los pies del
+matador apenas se movían ni salían de un círculo estrechísimo. Los
+cuernos del toro pasaban rozando la chaquetilla del anciano torero sin
+hacerle el más ligero daño. Al fin, la fiera, harta de tanto revolverse
+y acometer sin fruto, se detuvo jadeante. El toro y el torero se
+miraron. Lió éste el trapo tranquilamente, se echó el estoque a la cara
+y citó con el pie para recibir. Acudió la bestia, furiosa, y se clavó
+ella misma la espada hasta la empuñadura. Hubo un grito reprimido de
+entusiasmo en la plaza. El toro quedó un instante inmóvil frente al
+torero, lanzó un débil mugido y se dejó caer desplomado sobre los
+brazos.</p>
+
+<p>Nadie puede representarse lo que entonces pasó. Un delirio, un inmenso
+ataque de nervios; diez o doce mil energúmenos gritando con toda la
+fuerza<a name="page_152" id="page_152"></a> de sus pulmones; una nube de cigarros, petacas y sombreros
+volando por el aire y tapizando al instante de negro la blanca arena.
+Veinte años hacía que no se había visto en la plaza de Madrid la suerte
+de recibir de este modo consumada.</p>
+
+<p>El Cigarrero dirigió una mirada vaga a los tendidos; se pasó otra vez la
+mano por la frente, y dejando caer al suelo la muleta, echó a correr
+como un gamo sin atender a los gritos de entusiasmo, a los llamamientos
+que de todos lados le hacían. Brincó la barrera y desapareció de la
+vista del público.</p>
+
+<p>Cuando llegó a la enfermería estaban ya allí Enrique y Miguel con el
+médico y algunos amigos. El cura acababa de confesar y se disponía a
+poner la unción al desdichado Baldomero, que presentaba en el rostro las
+señales indefectibles de la muerte. Al entrar su hermano volvió los ojos
+hacia él y sonrió con cariño.</p>
+
+<p>&mdash;¿No habrá sío náa, eh?&mdash;le preguntó éste con voz alterada y ronca,
+queriendo persuadirse de que no era cosa de muerte.</p>
+
+<p>&mdash;Poca cosa, Pepe... que me voy ar otro barrio...</p>
+
+<p>El cura avanzó en aquel instante con los sagrados óleos. Todos los
+circunstantes doblaron la rodilla. Reinó silencio aterrador, que sólo
+interrumpía el murmullo del clérigo y el estertor del moribundo. Cuando
+aquél concluyó, Baldomero dirigió otra sonrisa a su hermano y le tendió
+la mano diciendo con trabajo:</p>
+
+<p>&mdash;Mis chiquitines...</p>
+
+<p>&mdash;Pierde cuidiao, Baldomero&mdash;repuso el anciano<a name="page_153" id="page_153"></a> con la voz anudada y
+llevándose la mano al corazón&mdash;. Tus hijos serán los míos.</p>
+
+<p>En aquel instante se oyó un gran vocerío en la plaza. Era la plebe, que
+saludaba la entrada del quinto toro.</p>
+
+<p>El Cigarrero se dejó caer sollozando en los brazos de Miguel.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué tristesa, don Miguelito del arma, qué tristesa!</p>
+
+<p><a name="page_154" id="page_154"></a></p>
+
+<p><a name="page_155" id="page_155"></a></p>
+
+<h2><a name="MAXIMINA" id="MAXIMINA"></a>MAXIMINA<br /><br />
+<small>EL PRIMER HIJO</small></h2>
+
+<div class="blockquot"><p>Miguel Rivera, hijo del brigadier Rivera, después de fallecido éste
+se había ido a vivir con su madrastra por amor de su hermanita
+Julia. Joven, bien parecido y con una fortuna que le hacía
+independiente se entregó a devaneos y amoríos propios de la
+juventud. Tomó parte en los preparativos de la revolución de 1868.
+Se hizo periodista y dirigió el diario titulado <i>La Independencia</i>,
+órgano del general conde de Ríos. Para que este periódico pudiese
+continuar publicándose puso su firma irreflexivamente como fiador
+en un préstamo de treinta mil duros. Habiendo ido un verano a
+Pasajes en seguimiento de una mujer casada conoció allí a Maximina,
+una pobrecita huérfana recogida de caridad por su tía, estanquera y
+huéspeda de Miguel por aquellos días. Se enamoró de ella y después
+de muchas vacilaciones se casó al fin. En este capítulo se describe
+el nacimiento de su primer hijo y la forma en que fué turbada su
+alegría por la visita del prestamista.</p></div>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">A</span><small>CAECIÓ</small>
+que, paseando entre calles cierta noche límpida y fría del mes
+de Febrero, Maximina dijo a su esposo:</p>
+
+<p>&mdash;Me siento muy fatigada. ¿Quieres que nos volvamos a casa?</p>
+
+<p>&mdash;¿Es fatiga solamente?&mdash;preguntó él mirándola con interés.&mdash;¿No te
+sientes mal?</p>
+
+<p>&mdash;Un poquito&mdash;respondió la niña apoyándose con más fuerza en su brazo.<a name="page_156" id="page_156"></a></p>
+
+<p>&mdash;Voy a llamar un coche.</p>
+
+<p>&mdash;No, no; puedo caminar perfectamente.</p>
+
+<p>A pesar de sus buenos deseos, Maximina fué caminando cada vez con mayor
+dificultad. Observándolo su marido, se detuvo de pronto:</p>
+
+<p>&mdash;¡Estás pálida!</p>
+
+<p>&mdash;Me duele algo el estómago y me encuentro débil.</p>
+
+<p>Miguel reflexionó un instante y dijo apretándole la mano:</p>
+
+<p>&mdash;Ya sé lo que tienes. Voy a llamar un coche.</p>
+
+<p>La niña bajó la cabeza avergonzada como si le imputasen un delito.</p>
+
+<p>En el primer simón que cruzó vacío, se restituyeron a casa. En cuanto
+estuvieron en ella, Miguel adoptó el continente de general en vísperas
+de una gran batalla. Comenzó a dictar a las criadas, en voz baja,
+órdenes breves y perentorias. Al poco rato no se oían sino pasos
+precipitados, cuchicheos: veíanse cruzar mujeres con ropas de cama entre
+las manos, platos, frascos y otros enseres. Llamaron suavemente a la
+puerta: eran la portera y su madre que celebraron, con las domésticas en
+el recibimiento, largo y agitado concilio, hablando en voz de falsete.
+Miguel presidió en silencio y con gravedad al arreglo del gran lecho
+nupcial mientras Maximina, sentada en una de las butacas del gabinete,
+los seguía con la vista, pálido el semblante y demudado.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué sábanas ponemos?</p>
+
+<p>&mdash;Toma las llaves, saca las que quieras.</p>
+
+<p>&mdash;¿Las mejores dónde están?<a name="page_157" id="page_157"></a></p>
+
+<p>&mdash;En el estante de arriba.</p>
+
+<p>&mdash;Pondremos la colcha de damasco.</p>
+
+<p>&mdash;¡Se va a estropear!</p>
+
+<p>&mdash;No importa; es la mejor ocasión para echarla a perder.</p>
+
+<p>&mdash;¡Cómo te molestas por mi causa, Miguel!</p>
+
+<p>&mdash;¿Por tu causa?&mdash;exclamó entre sorprendido y enfadado.&mdash;¡Pues estaría
+gracioso que no me molestase por mi mujer en ocasión semejante!</p>
+
+<p>La niña le pagó con una sonrisa amorosa.</p>
+
+<p>La cama quedó muy pronto hecha. Juana la contempló entusiasmada.</p>
+
+<p>&mdash;¡Señorito, parece un altar! ¿La de la reina, será mejor?</p>
+
+<p>&mdash;Ya no hay reina, mujer. Hágame el favor de no estar así hecha un
+poste. Traiga usted la cocinilla y póngala sobre la mesa de noche...
+¡Pronto, pronto! Y las otras chicas, ¿qué hacen en la cocina metidas?</p>
+
+<p>&mdash;Las dos se han ido a recados.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué, no han venido todavía?</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero, señorito, si acaban de salir!</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, déjeme usted de historias y vaya por la cocinilla.</p>
+
+<p>Juana marchó toda sofocada. El señorito había cambiado repentinamente de
+genio: estaba como loco: iba y venía por la casa a grandes trancos:
+mandaba en un momento más cosas que antes en un mes, y se irritaba por
+todo lo que le decían. De vez en cuando se acercaba a su esposa, la
+acariciaba con la mano y le preguntaba lleno de ansiedad:<a name="page_158" id="page_158"></a></p>
+
+<p>&mdash;¿Qué tal estás?</p>
+
+<p>Más de cien veces había ido a la puerta y había pegado a ella el oído,
+pero nadie llegaba. Desesperado, emprendía de nuevo sus paseos agitados.
+Al fin creyó percibir pasos en la escalera... ¡Si sería!... Nada; el
+portero que subía con un telegrama para el piso tercero. ¡Malos diablos
+le lleven! Otra vez a esperar, ¡qué fatiga! ¿Dónde se habría parado esa
+maldita Plácida? De seguro que la estaba esperando el sargentito de
+ingenieros. ¡Qué poca humanidad tienen estas criadas! En cuanto pase el
+trance, la planto en la calle. Mejor me hubiera sido mandar a Juana, que
+al fin no tiene novio.</p>
+
+<p>&mdash;¿Te sientes peor, Maximina? Un poco de te no te vendría mal... Voy yo
+mismo a hacerlo... ¡Valor!</p>
+
+<p>&mdash;Lo necesitas tú más que yo, pobrecillo&mdash;dijo la niña sonriendo.</p>
+
+<p>Al cruzar por el pasillo sonó el timbre de la puerta.</p>
+
+<p>&mdash;¡Por fin!...</p>
+
+<p>Otra decepción. Era la Condesa de Losilla que venía a ofrecerse &ldquo;para
+todo&rdquo;. Las niñas no bajaban, por razones fáciles de adivinar.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, Rivera, ¿cómo está usted tan pálido?</p>
+
+<p>&mdash;Señora, la cosa no es para menos&mdash;respondió él mohino.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué, hijo mío?&mdash;dijo ella reprimiendo la risa.&mdash;Si la cosa no
+viene complicada, como es de esperar, no hay nada más natural y
+sencillo.<a name="page_159" id="page_159"></a></p>
+
+<p>Miguel, a su vez, hizo esfuerzos por reprimir la indignación. ¡Natural
+que yo tenga un hijo! ¡Qué estúpida es la aristocracia!</p>
+
+<p>Maximina recibió aquella visita con agradecimiento, pero avergonzada. La
+condesa empezó a maniobrar en la casa, como consumada estratégica,
+ordenándolo todo con calma y acierto. Desde este punto, Miguel quedó
+enteramente oscurecido. Las criadas ya no hicieron caso alguno de él, y
+se vió necesitado a vagar como alma en pena por los corredores. Una vez
+que atajó a Juana para advertirle que no llevase la tila en un vaso,
+sino en taza, le contestó que la dejase en paz, que él nada entendía de
+aquellas cosas. Y fué preciso aguantar.</p>
+
+<p>Al cabo ¡loado sea Dios! llegó la partera. Miguel la siguió más muerto
+que vivo al gabinete; pero la Condesa le dió con la puerta en los
+hocicos. Pronto volvió a abrirse, y en la sonrisa de todos comprendió
+que el asunto no iba mal.</p>
+
+<p>&mdash;Señorito, viene derecho&mdash;dijo la comadre.</p>
+
+<p>&mdash;¿De modo que no hace falta llamar al médico?</p>
+
+<p>&mdash;Para nada, gracias a Dios; yo respondo.</p>
+
+<p>Quedó tranquilo, como si una divinidad se lo prometiese. Pero a los diez
+minutos perdió repentinamente la fe. Aquella mujer podía engañarle o
+engañarse; ¡quién se fiaba de una bruja de éstas! Acercóse
+cautelosamente al gabinete, y dijo, metiendo la cabeza por la puerta:</p>
+
+<p>&mdash;A mí me parece que bien podría llamarse al médico... por precaución
+nada más&mdash;añadió tímidamente.<a name="page_160" id="page_160"></a></p>
+
+<p>&mdash;Como usted quiera, señorito&mdash;respondió secamente y con gesto desabrido
+la comadre.</p>
+
+<p>&mdash;¡Rivera, por Dios! ¿No le ha oído usted decir que ella
+respondía?&mdash;manifestó la Condesa.</p>
+
+<p>&mdash;Bien, bien; si ella responde...&mdash;contestó avergonzado. Y luego
+preguntó afectando sangre fría:</p>
+
+<p>&mdash;¿Para qué hora estará el asunto despachado?</p>
+
+<p>Las mujeres todas soltaron una carcajada. La partera le respondió en
+tono condescendiente:</p>
+
+<p>&mdash;Señorito, no se apure. Será cuando Dios quiera y con toda felicidad.</p>
+
+<p>Tornó a vagar como una sombra por los pasillos, no poco desabrido e
+inquieto. El resultado era que todo el mundo le encontraba ridículo en
+aquella ocasión, que se reían de él en sus mismas barbas. Y, sin
+embargo, no acababa de persuadirse a que debía fiar su felicidad y su
+vida entera a una mujerzuela ignorante. De buena gana hubiera llamado a
+cónclave a todos los médicos eminentes de la corte. &ldquo;A la menor
+complicación que haya, la ahogo entre mis manos&rdquo;, se dijo con rabia. Y
+con esta promesa consoladora se quedó algo más sosegado.</p>
+
+<p>Al poco rato llegó su madrastra, y acto continuo comenzó a dar
+disposiciones. Vino en seguida la señora del tercero, esposa de un
+empleado del Tribunal de la Rota, y en pos de ella una criada cargando
+con un enorme cuadro que representaba a San Ramón Nonnato, el cual se
+colocó en el gabinete con dos cirios encendidos a los lados. También
+esta señora se puso a dar disposiciones en cuanto llegó. En fin, allí
+todo el mundo tenía derecho a dar órdenes menos el amo de la casa, al
+cual todas<a name="page_161" id="page_161"></a> aquellas señoras y hasta las criadas se complacían en
+manifestar un profundo cuanto injustificado desprecio. &ldquo;Porque al fin y
+al cabo&mdash;como él decía muy bien, paseándose con las manos en los
+bolsillos, el semblante fosco y desencajado,&mdash;yo soy el marido, y soy
+además el... o lo seré, que es lo mismo&rdquo;.</p>
+
+<p>No abría la boca el pobre que no fuese para decir un disparate, digno
+cuando menos de una sonrisa desdeñosa. Una vez, viendo a su mujer en
+pie, apoyada en Juana y la comadre, se le ocurrió manifestar que estaría
+mejor acostada en la cama. El sexo femenino compacto fulminó contra él
+una terrible mirada, que no sabemos cómo no le redujo a cenizas. La
+brigadiera, procurando reprimirse y suavizando la voz, le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Miguel, aquí nos estás estorbando. Te suplico que nos dejes y ya
+te avisaremos a su tiempo.</p>
+
+<p>Obedeció a su pesar. Al tiempo de salir vió en los ojos de su esposa una
+expresión tan afectuosa y triste, que estuvo a dos dedos de abrir de
+nuevo la puerta y decir: &ldquo;Ea, señoras, yo soy el amo, ésta es mi mujer y
+ustedes se van por donde han venido&rdquo;. Pero reflexionó que el altercado
+ocasionaría un disgusto a Maximina, y devoró su enojo.</p>
+
+<p>Condenado ya definitivamente al ostracismo de los pasillos, discurrió
+por ellos buen rato, prestando oído a los rumores del gabinete. Ansiaba
+oir la voz de su mujer, aunque fuese para quejarse; pero nada: se oían
+las de todas menos la de ella.<a name="page_162" id="page_162"></a></p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo va?&mdash;preguntó a la Condesa, que cruzaba para la cocina.</p>
+
+<p>&mdash;Bien, bien; no se preocupe usted.</p>
+
+<p>Trascurrida una hora y rendido a tanto paseo, fué al salón y se dejó
+caer en un sofá. Estuvo algún tiempo sentado con los ojos muy abiertos,
+tratando de vencer al sueño que a despecho suyo se le iba apoderando.
+Pero al cabo fué vencido; extendió las piernas, colocó la cabeza
+cómodamente, dió un bostezo de a cuarta, y quedó hecho un tronco.</p>
+
+<p>Era ya día claro, cuando tres o cuatro mujeres invadieron
+precipitadamente la sala dando gritos.</p>
+
+<p>&mdash;¡D. Miguel!...&mdash;¡Rivera!&mdash;¡Señorito!</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué pasa?&mdash;exclamó despertándose sobresaltado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Que ya tiene usted un niño! Venga usted.</p>
+
+<p>Y le arrastraron a la alcoba, donde vió a su esposa sentada aún en una
+butaca, el semblante pálido, pero inundado de una dicha celeste. También
+vió allá en un rincón a Juana con una cosa entre las manos que chillaba
+horrorosamente. Mas apartó al instante la vista de ella para dirigirse a
+su esposa, a quien besó con efusión.</p>
+
+<p>&mdash;¿Has sufrido mucho?</p>
+
+<p>&mdash;Muy poco.</p>
+
+<p>&mdash;No haga usted caso&mdash;interrumpió la Condesa:&mdash;ha pasado bastante la
+pobrecilla.</p>
+
+<p>Miguel salió del cuarto con el corazón en la garganta.</p>
+
+<p>Cuando se vió solo rompió a llorar como un niño.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pobrecilla&mdash;murmuró:&mdash;Ella padeciendo dolores increíbles sin exhalar
+una queja, y yo durmiendo<a name="page_163" id="page_163"></a> aquí como un bruto! No me perdonaré en mi
+vida este acto de egoísmo... ¡La culpa la tienen esas mujeres&mdash;añadió
+con exaltación,&mdash;esas entremetidas que me echaron del cuarto!</p>
+
+<p>Pronto se calmó de su remordimiento para dar lugar a las mil gratas
+emociones de la paternidad. Quiso entrar otra vez, pero las mujeres
+¡siempre las mujeres! se opusieron a ello en tanto que el niño no
+estuviese lavado y enrollado y la señora librada y en la cama. Cuando
+todo esto se hubo efectuado, pasó a la alcoba. Su esposa estaba más
+linda que nunca en el lecho, con una cofia de encaje adornada con cintas
+azules y descubriendo los pliegues de una primorosa camisa. Sentóse a la
+cabecera, y ambos se contemplaron embelesados. Con pretexto de tomarle
+el pulso, le apretó la mano larga y tiernamente. La brigadiera le
+presentó un paquete de ropa diciéndole:</p>
+
+<p>&mdash;Ahí tienes a tu hijo.</p>
+
+<p>Miguel cogió el paquete y lo elevó a la altura de los ojos. Y vió una
+carita redonda y amoratada sin narices, los ojos cerrados y la frente
+deprimida, de cuya boca relativamente enorme salían unos chillidos nada
+melódicos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué feo es!&mdash;dijo en voz alta.</p>
+
+<p>Un grito de indignación se escapó de todos los pechos, incluso del de su
+esposa.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué atrocidad, Rivera! ¿Cómo dice usted esas cosas?&mdash;¿De dónde saca
+usted que es feo, señorito?&mdash;¡Si precisamente es uno de los niños más
+hermosos que he visto, Rivera!&mdash;¿Quiere usted que ahora tenga las
+facciones perfectas?<a name="page_164" id="page_164"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Quita; quita!&mdash;dijo la brigadiera arrebatándoselo de las
+manos.&mdash;¡Vaya unas flores que le echas al pobrecillo!</p>
+
+<p>&mdash;Quisiera yo ver cómo era usted a las dos horas de haber nacido,
+señorito&mdash;dijo Juana.</p>
+
+<p>Miguel, sin enfadarse por aquella falta de respeto, contestó:</p>
+
+<p>&mdash;Hermosísimo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Hombre, cómo se ha echado usted a perder!&mdash;exclamó la de Losilla
+riendo.</p>
+
+<p>&mdash;No tanto, señora, no tanto: seguro estoy de que mi mujer encuentra
+gratuita esa afirmación.</p>
+
+<p>&mdash;Nada de eso&mdash;dijo la niña, haciendo una mueca de enfado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Maximina!</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué le has llamado feo?</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, veo que aquí hay un caballero que me ha desbancado.</p>
+
+<p>En tanto, el paquete andaba de mano en mano, no sin que protestase con
+chillidos cada vez más enérgicos de aquel importuno trasiego. Pero esta
+desesperación aciaga era precisamente lo que constituía las delicias de
+aquellas buenas mujeres; se morían de risa contemplando aquella boca
+abierta que dejaba ver las fauces, y aquel expresivo y rabioso manoteo
+preñado de amenazas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Anda, anda, qué pulmones tienes, chico!&mdash;Así me gusta, ensánchate,
+hombre, ensánchate.&mdash;¡Vaya un genio que gastas, criatura! ¡Qué mono se
+pone llorando!</p>
+
+<p>La verdad es que estaba horrible.<a name="page_165" id="page_165"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Ay, que se queda, señora! ¡Ay, que se queda! gritó Plácida.</p>
+
+<p>Todas acudieron asustadas.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo? ¿Dónde se queda?&mdash;preguntó Miguel dando un salto en la silla.</p>
+
+<p>&mdash;En lloro, señorito.</p>
+
+<p>El niño, la faz contraída y la boca abierta, guardaba silencio. La
+Condesa lo sacudió con todas sus fuerzas a pique de matarlo. Al fin dejó
+escapar un grito más rabioso que los demás, y todas respiraron con
+satisfacción.</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, hay que darle de mamar a este tunante; si no, se nos va a
+enfadar.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo se pondrá este chico para enfadarse?&mdash;pensó Miguel.</p>
+
+<p>Metiéronle en el lecho y le pusieron en la boca el pezón maternal; pero
+se negó a tomarlo, no sabemos bajo que pretexto. Las mujeres encontraron
+aquella conducta inconveniente. Maximina le miraba con ojos severos,
+haciéndole interiormente cargos durísimos. La Condesa pidió agua con
+azucarillo y untó con ella el pezón. Entonces el chico, seducido por
+aquella atención delicada, no vaciló en acceder a los deseos de las
+señoras y comenzó a chupar la teta con poca expedición, como aprendiz al
+fin en el oficio.</p>
+
+<p>&mdash;¿Han visto ustedes qué picarón?</p>
+
+<p>&mdash;¡Ave María, si parece mentira que tenga ya tanta malicia!</p>
+
+<p>&mdash;¡Cosa como ésta nunca se ha visto, mujer!</p>
+
+<p>&mdash;Es un pillo de playa.</p>
+
+<p>Después de haber mamado, el chico se propuso<a name="page_166" id="page_166"></a> hacer cuanto estuviese de
+su parte por confirmar esta favorable opinión que de su ingenio habían
+formado. Al efecto, abrió un si es no es el ojo derecho, y volvió acto
+continuo a cerrarlo, con gran asombro y regocijo de los presentes.
+Después, habiendo tropezado casualmente con su propia mano, comenzó a
+dar feroces chupetones en ella. No contento con esta gallarda muestra de
+talento, lo probó aún más cumplidamente cuando Plácida le puso su lengua
+en la boca. En un principio la chupó con afán; pero advertido muy pronto
+de la burla que se le hacía, se enfureció de un modo terrible y dejó
+entender con bastante claridad que siempre que se tratase de ajar su
+dignidad, le verían protestar en iguales o parecidos términos.</p>
+
+<p>Vuelto de nuevo a su cama, se durmió al instante como un obispo (el
+símil es de Juana) mientras su madre levantaba de vez en cuando el
+embozo de la cama para contemplarle con tanta ternura como infantil
+curiosidad. Habiéndose acercado Miguel al lecho con poco cuidado, su
+esposa pensó al parecer que iba a lastimar al chico.</p>
+
+<p>&mdash;¡Quita, quita!&mdash;gritó con acento colérico.</p>
+
+<p>Y le dirigió una mirada tan iracunda, que el joven quedó estupefacto,
+pues no podía imaginarse que ojos tan dulces fuesen capaces de lanzarla.
+En vez de enfadarse, se echó a reir como un loco. Maximina, avergonzada,
+sonrió, y su faz inocente volvió a adquirir el amable sosiego que la
+caracterizaba.</p>
+
+<p>Por desgracia, aquel sosiego fué turbado inopinadamente al poco rato.
+Sucedió que, habiéndose<a name="page_167" id="page_167"></a> despertado el obispo, hubo en el consejo
+femenino ciertas sospechas de que su ilustrísima no andaba muy limpio en
+toda su persona, y se decretó inmediatamente una inspección ocular. La
+Condesa lo colocó sobre el regazo, lo despojó de sus vestiduras, y en
+efecto, así era como lo habían pensado. Pidió acto contínuo agua
+caliente y una esponja. Trajeron además frescos pañales, y con mucho
+donaire y no pequeña satisfacción, dió comienzo al arreo del infante.
+Pero hete aquí que la brigadiera, que ya estaba celosa de ella desde
+hacía tiempo y había declarado solemnemente, aunque por lo bajo, a las
+criadas &ldquo;que aquella buena señora era una fastidiosa entremetida&rdquo;,
+manifestó ahora en tono algo desabrido que la faja no debía ir tan
+prieta como la Condesa la ponía.</p>
+
+<p>&mdash;Déjeme usted, Angela, déjeme usted, que bien se lo que me hago&mdash;dijo
+ésta con cierto dejo de suficiencia continuando su tarea.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero si esa criatura no puede resollar, Condesa!</p>
+
+<p>&mdash;Necesitan estar así los primeros días para que no salgan torcidos.</p>
+
+<p>&mdash;Si antes los asfixia usted, ni torcidos ni derechos.</p>
+
+<p>&mdash;No necesito que me enseñe nadie a enrollar niños. He tenido seis
+hijos, y, gracias a Dios, todos están en el mundo, vivos y sanos.</p>
+
+<p>&mdash;Pues yo no he tenido más que una hija, pero no hubiera consentido
+nunca que la enrollaran de ese modo.<a name="page_168" id="page_168"></a></p>
+
+<p>&mdash;Pues yo le digo que no admito lecciones de usted, ni en esto, ni en
+nada...</p>
+
+<p>Las palabras que se habían cruzado eran ya sobrado ásperas, y la actitud
+airada en que ambas señoras se encontraban hacía presumir que pronto lo
+serían mucho más. Los que asistían á la escena se habían puestos serios.
+Maximina, asustada, hacía pucheros para llorar. Entonces Miguel,
+irritado por aquel proceder, intervino diciendo suavemente, pero con
+firmeza:</p>
+
+<p>&mdash;Señoras, tengan ustedes consideración con esta pobre muchacha, que
+ahora necesita tranquilidad y descanso.</p>
+
+<p>La de Losilla levantóse con altivez, entregó el niño a una criada y
+salió de la estancia sin despedirse. A pesar de sus ruegos, Miguel, que
+la siguió, nunca pudo lograr que volviese: antes, su enojo fué creciendo
+a medida que se acercaba a la puerta, y allí le dijo un adiós muy seco,
+subiendo a su casa con ánimo, al parecer, de no bajar otra vez.</p>
+
+<p>&mdash;¡Esta mamá siempre ha de ser la misma! ¡Qué genio tan
+remaldito!&mdash;exclamó al quedarse solo.</p>
+
+<p>Pero tal disgusto se le borró pronto de la mente, porque las
+circunstancias felices y excepcionales en que se hallaba eran a
+propósito para ello.</p>
+
+<p>Estaba de Dios, sin embargo, que en la copa de su felicidad habían de
+caer algunas gotas de hiel. Por la noche, cuando, fatigado ya del trajín
+del día, se disponía a retirarse dejando a Plácida que velase a su
+esposa, se oyó el toque importuno de la campanilla de la puerta.<a name="page_169" id="page_169"></a></p>
+
+<p>&mdash;Señorito, hay ahí un caballero que desea hablar con usted.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vaya una visita impertinente! ¿Le ha introducido en el despacho?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señorito.</p>
+
+<p>Nuestro nuevo papá se fué hacia allá arrastrando perezosamente los pies,
+muy resuelto a que la visita no se prolongase largo rato. Pero al entrar
+en su despacho quedó sorprendido no muy agradablemente el encontrarse
+con Eguiburu &ldquo;el caballo blanco&rdquo; de <i>La Independencia</i>. Las relaciones
+que con este señor mantenía estaban muy lejos de ser íntimas. Después
+que había dado su firma en garantía de los treinta mil duros gastados en
+el periódico, no había vuelto a verle sino otras dos veces, para tomar
+de su mano dos cantidades que sumaban doce mil, los cuales no se habían
+gastado todos en el periódico, sino que habían servido también para
+socorrer a los emigrados. Llamóle, pues, la atención aquella
+intempestiva venida y aun le puso inquieto y receloso.</p>
+
+<p>Era Eguiburu un hombre alto, flaco, de cara pálida y rugosa, ojos azules
+y pequeños, cabello rubio, bastante ralo, y muy desgarbado de toda su
+persona. El traje que llevaba, compuesto de unos calzones anchos de paño
+negro, chaleco largo y un enorme gabán pardo que le bajaba casi hasta
+los pies, no ayudaba a prestarle la gallardía de que tan necesitado
+estaba.</p>
+
+<p>Saludóle Miguel cortés y gravemente, preguntándole a qué debía el
+honor...</p>
+
+<p>&mdash;Señor de Rivera&mdash;dijo sentándose sin ceremonia,<a name="page_170" id="page_170"></a> pues Miguel, a causa
+tal vez de la sorpresa, no le había invitado a hacerlo.&mdash;Es el caso que
+hace ya algunos meses que son ustedes poder...</p>
+
+<p>&mdash;Alto, mi amigo; no hay en España un hombre más desprovisto de poder
+que yo... Ni siquiera soy subsecretario.</p>
+
+<p>&mdash;Bien, quien dice usted dice sus amigos. Todos ocupan hoy grandes
+destinos: el Conde de Ríos embajador; el Sr. Mendoza acaba de ser
+elegido diputado...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y quiere usted compararme a mí, insignificante pigmeo, con el Conde
+de Ríos y con Mendoza, dos estrellas de primera magnitud en la política
+española?</p>
+
+<p>&mdash;Pues mire usted, Sr. de Rivera, valga la verdad, la otra noche en el
+café de Levante no hablaban muy bien del Sr. Mendoza sus amigos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué decían?</p>
+
+<p>&mdash;Decían, con perdón de usted, que era un alcornoque.</p>
+
+<p>&mdash;Son calumnias de los envidiosos. No lo dude usted, amigo Eguiburu, de
+esa madera se hacen los hombres de Estado.</p>
+
+<p>&mdash;Yo me alegro mucho de que así sea, señor. Pero es el caso, como decía,
+que a pesar de su talento y de las posiciones que ocupan, ni el Sr.
+Conde ni Mendoza se acuerdan de indemnizarme del dinero que hace tiempo
+vengo gastando.</p>
+
+<p>&mdash;¿Ha hablado usted con ellos?</p>
+
+<p>&mdash;Les he escrito una carta a cada uno. Mendoza no me ha contestado. El
+Sr. Conde, al cabo de bastantes días, me dice en carta que aquí traigo
+y<a name="page_171" id="page_171"></a> usted puede ver, &ldquo;que las gravísimas atenciones políticas que sobre
+él pesan no le consienten ocuparse por ahora de estos asuntos, los
+cuales hace tiempo que tiene encomendados a su antiguo secretario
+particular el Sr. Mendoza y Pimentel&rdquo;. Yo, a la verdad, como usted
+comprenderá muy bien, no tengo necesidad de andar mendigando de puerta
+en puerta lo que es mío. Así que, sin más dilaciones, me he venido a su
+casa de usted.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no ha ido usted antes a la de Mendoza?</p>
+
+<p>Eguiburu bajó la cabeza y empezó a dar vueltas al sombrero. Al mismo
+tiempo sonrió como pudiera hacerlo una estatua de mármol, si le diesen
+facultad para ello.</p>
+
+<p>&mdash;El Sr. de Mendoza me parece que tiene poca carne para mis uñas.</p>
+
+<p>Al escuchar aquellas palabras y ver la sonrisa que las había acompañado,
+Miguel sintió cierto frío por la espalda y guardó silencio. Al cabo de
+algunos momentos levantó la cabeza y dijo en tono resuelto:</p>
+
+<p>&mdash;En suma, viene usted a reclamarme los treinta mil duros, ¿no es eso?</p>
+
+<p>&mdash;Lo siento en el alma, Sr. de Rivera... Crea usted que lo siento de
+veras... porque al fin y al cabo, usted no se los ha comido.</p>
+
+<p>&mdash;Muchas gracias: posee usted un corazón sensible, y le felicito por
+ello. La desgracia está en que yo no pueda corresponder a esa delicadeza
+de sentimientos, entregándole en el acto los treinta mil duros.<a name="page_172" id="page_172"></a></p>
+
+<p>&mdash;Bien, ya me los entregará usted.</p>
+
+<p>&mdash;¿Tiene usted seguridad de ello?</p>
+
+<p>Eguiburu levantó la cabeza y clavó sus ojos azules y pequeñuelos en los
+de Miguel, que le miraba de un modo frío y hostil.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señor&mdash;contestó.</p>
+
+<p>&mdash;Pues también le felicito; yo que usted no la tendría.</p>
+
+<p>&mdash;¿No se hace usted cargo, Sr. de Rivera&mdash;dijo el banquero con
+amabilidad exagerada para paliar el mal efecto que iban a producir sus
+palabras,&mdash;que tengo aquí un papel en toda regla firmado por usted?</p>
+
+<p>Y se llevó la mano al bolsillo del gabán al decir esto.</p>
+
+<p>Miguel guardó silencio otra vez. Pasados algunos instantes, dijo con voz
+donde se traslucía una cólera reprimida a duras penas:</p>
+
+<p>&mdash;¿Es decir, Sr. Eguiburu, que pretende usted nada menos que arruinarme
+por una deuda que le consta a usted que yo no he contraído?</p>
+
+<p>&mdash;Yo no pretendo más que cobrar mi dinero.</p>
+
+<p>&mdash;Está bien&mdash;dijo sordamente.&mdash;Mañana escribiré al conde de Ríos, y veré
+también a Mendoza. Quiero saber si el Conde es capaz de dejarme en la
+estacada... Si así fuese, ya veremos lo que se ha de hacer.</p>
+
+<p>Después de estas palabras, hubo un rato de silencio embarazoso.</p>
+
+<p>Eguiburu daba vueltas al sombrero, observando de reojo a Miguel, que
+tenía la vista clavada en el suelo, y cuyos labios se movían con un
+imperceptible<a name="page_173" id="page_173"></a> temblor, que no pasaba inadvertido para el banquero.</p>
+
+<p>&mdash;Hay un medio, Sr. de Rivera&mdash;dijo tímidamente,&mdash;de que usted salga del
+compromiso en que se ve, y tenga tiempo para exigir del Conde y los
+demás amigos que cumplan como es debido... Si usted me garantiza el
+dinero que he soltado después para el periódico, no tengo inconveniente
+en esperarle... Me duele poner la pistola al pecho a una persona tan
+apreciable como usted...</p>
+
+<p>Miguel siguió inmóvil, con la vista en el suelo, en actitud reflexiva;
+levantándose después repentinamente, dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Bien, ya veremos cómo se arregla este negocio. Por de pronto, mañana
+hablaré con Mendoza. De lo que resulte de esta entrevista y de la carta
+que escriba al Conde, le avisaré inmediatamente.</p>
+
+<p>Eguiburu también se levantó y alargó la mano con exquisita amabilidad a
+Rivera, para despedirse. Este se la estrechó, y mirándole con fijeza,
+mientras asomaba a sus labios una sonrisa burlona, le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Tiene usted mucho cariño a esos treinta mil duros?</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué me pregunta usted eso?</p>
+
+<p>&mdash;Porque sentiría que usted se hubiese encariñado demasiado estando en
+vísperas de separarse para siempre de ellos.</p>
+
+<p>&mdash;Explíquese usted&mdash;dijo el banquero poniéndose serio.</p>
+
+<p>&mdash;Nada, hombre, que si usted no se los saca al Conde de Ríos, lo que es
+a mí...<a name="page_174" id="page_174"></a></p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo? ¿Qué dice usted?</p>
+
+<p>&mdash;Que yo no se los podré pagar jamás, porque tengo hipotecadas las dos
+casas que constituyen mi fortuna.</p>
+
+<p>Eguiburu se puso horriblemente pálido.</p>
+
+<p>&mdash;Usted no podía hipotecarlas porque tenía firmada una obligación. La
+hipoteca es nula.</p>
+
+<p>&mdash;Las tenía hipotecadas mucho antes de firmarla.</p>
+
+<p>El banquero se pasó la mano por la frente con abatimiento. Levantándola
+después vivamente y clavando en Rivera una mirada fulgurante, profirió
+tartamudeando:</p>
+
+<p>&mdash;Eso es... una picardía... Le llevaré a los tribunales por estafador.</p>
+
+<p>Miguel soltó una carcajada, y poniéndole familiarmente la mano en el
+hombro, le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Buen susto ha recibido usted! ¿No es verdad, amigo? Quedo un poco
+indemnizado del que usted acaba de darme.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero qué mil rayos significa?...</p>
+
+<p>&mdash;Que se serene usted; las casas no están hipotecadas. Tendrá usted el
+gusto de arruinarme el día menos pensado&mdash;repuso el joven con amarga
+ironía.</p>
+
+<p>En el semblante de Eguiburu quiso aparecer un amago de sonrisa, pero se
+borró súbitamente.</p>
+
+<p>&mdash;¿Habla usted formalmente?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, hombre, sí; no tenga usted cuidado alguno.</p>
+
+<p>Entonces la sonrisa que había huído, apareció de nuevo insinuante y
+benévola en los labios del banquero.<a name="page_175" id="page_175"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Qué bromista es usted, Sr. de Rivera! Nadie puede saber cuándo habla
+de veras o de burla.</p>
+
+<p>&mdash;Pues entonces hace usted mal en quedarse ahora tranquilo.</p>
+
+<p>Tornó a ponerse serio Eguiburu.</p>
+
+<p>&mdash;No, yo no puedo creer que usted se burle de cosas tan...</p>
+
+<p>&mdash;Tan sagradas, ¿verdad?</p>
+
+<p>&mdash;Eso es, sagradas.</p>
+
+<p>&mdash;Sin embargo, confiese usted que no las tiene todas consigo.</p>
+
+<p>&mdash;De ningún modo; usted es una persona de talento... y todo un caballero
+además.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, no me adule usted, que no hay necesidad.</p>
+
+<p>Iban caminando hacia la puerta. Eguiburu experimentaba una inquietud que
+en vano quería ocultar. Dió la mano tres o cuatro veces más a Miguel,
+cambió de fisonomía y actitud más de veinte; y cuando aquél le mandó
+ponerse el sombrero, lo colocó torcido y erizado sobre el cogote. Quiso
+cambiar de conversación para demostrar que estaba plenamente seguro de
+la honradez del fiador; le preguntó con mucho interés por su esposa y el
+niño, enterándose de los pormenores del alumbramiento. No obstante,
+cuando ya estaba en la escalera y Miguel a punto de cerrar la puerta,
+preguntóle en tono indiferente y jovial, donde se traslucía viva
+ansiedad:</p>
+
+<p>&mdash;Aquello pura broma, ¿verdad, Rivera?</p>
+
+<p>&mdash;Vaya usted tranquilo, hombre&mdash;contestó éste riendo.<a name="page_176" id="page_176"></a></p>
+
+<p>Pero al quedarse solo aquella sonrisa se extinguió. Permaneció un
+momento con los dedos en el pestillo: después fué con paso lento otra
+vez al despacho, se sentó frente a la mesa y apoyó el rostro sobre una
+mano cubriéndose los ojos. Así estuvo largo rato meditando. Cuando se
+levantó los tenía hinchados y rojos, como después de haber dormido
+mucho. Pasó a la habitación de su esposa. Al atravesar el pasillo sintió
+un poco de frío.</p>
+
+<p>Estaba todavía despierta. Al lado de la cama se había puesto un catre
+para Plácida.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién era esa visita?&mdash;le preguntó.</p>
+
+<p>&mdash;Nada, un señor que viene a hablarme de asuntos del periódico.</p>
+
+<p>Algo extraño debía de haber en el metal de la voz de Miguel al dar esta
+sencilla contestación, cuando su mujer se le quedó mirando con
+inquietud. Para librarse de este examen, dijo en seguida:</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué cansado estoy! ¡Tengo sueño!</p>
+
+<p>La besó en la frente, alzó el embozo de la cama, contempló un momento a
+su hijo dormido y rozó con los labios su cabecita. Volvió a besar a su
+esposa y salió de la estancia. Cuando se metió en la cama tiritaba y
+sentía, no obstante, calor en las mejillas.</p>
+
+<p>Largo rato estuvo en el lecho con los ojos muy abiertos y la luz
+encendida. Un enjambre de pensamientos tristes cruzó por su mente; mil
+recelos y temores le asaltaron. Como todos los hombres de imaginación
+viva, se puso de un brinco en lo peor. Se vió arruinado, teniendo que
+descender él y su<a name="page_177" id="page_177"></a> esposa de la categoría social en que se hallaban
+colocados. Se acordó también de su hijo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pobre hijo mío!&mdash;exclamó.</p>
+
+<p>Y estuvo a punto de sollozar. Pero hizo un esfuerzo viril sobre sí mismo
+diciéndose:</p>
+
+<p>&mdash;No; llorar por perder dinero no lo hacen sino los mentecatos y los
+avaros. El que posee una esposa como la mía, y ésta le acaba de dar un
+hijo, no tiene derecho a pedir más a Dios. Soy joven, tengo salud. En
+último resultado, trabajaré para ellos.</p>
+
+<p>Al murmurar estas palabras dió un soplo violento a la luz y tuvo energía
+bastante para tranquilizarse, quedando dormido al poco rato.</p>
+
+<p><a name="page_178" id="page_178"></a></p>
+
+<p><a name="page_179" id="page_179"></a></p>
+
+<h2><a name="LOS_MAJOS_DE_CADIZ" id="LOS_MAJOS_DE_CADIZ"></a>LOS MAJOS DE CÁDIZ</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">C</span><small>ONSIDERO</small> esta novela, desde el punto de vista técnico, como la menos
+imperfecta de las que han salido de mi pluma. Quiero decir que, por la
+intensidad de la fábula, por sus proporciones armoniosas y por el marco
+original en que la he enclavado, me parece superior a las otras.</p>
+
+<p>¿Cuál es la razón de que no se haya popularizado tanto como alguna de
+ellas? Quizá se deba a que por encima de todos los tecnicismos en el
+arte de novelar se encuentran la invención más o menos feliz y el mayor
+o menor interés que despiertan los caracteres.</p>
+
+<p>Sin embargo, hay otra aún que me parece igualmente aceptable. Las
+novelas que se publican en el mundo, son leídas casi en totalidad por
+personas que pertenecen a la que hemos dado en llamar clase media. El
+mundo aristocrático es muy exiguo comparado con éste y en cuanto a las
+clases trabajadoras se puede afirmar que en España viven alejadas de la
+literatura, a lo menos en sus formas<a name="page_180" id="page_180"></a> elevadas. Ahora bien, lo que
+interesa realmente a la clase media es la clase media. Son sus amores,
+sus ambiciones, sus tristezas y alegrías, sus ideales, lo que quiere ver
+reproducido en el arte, y con ello se recrea. El mundo aristocrático y
+el plebeyo son para ella tan sólo objeto de curiosidad efímera. El
+hombre no se siente conmovido, sino por lo que le toca de cerca.
+Digámoslo en términos crudos, el hombre no se interesa más que por sí
+mismo.</p>
+
+<p>Por eso <i>Los Majos de Cádiz</i>, que es una novela de plebeyos, no ha
+logrado excitar el interés de <i>La Alegría del capitán Ribot</i>. Si esta
+historia de humildes se hubiese contado en forma de romance y los ciegos
+la vendiesen por las calles a cinco céntimos, quizá fuera grande su
+aceptación. Pero es porque entonces caería en manos de aquellos que se
+sienten hermanos de sus héroes.<a name="page_181" id="page_181"></a></p>
+
+<h2><a name="DESPEDIDA" id="DESPEDIDA"></a>DESPEDIDA</h2>
+
+<div class="blockquot"><p>Soledad, hija de un pobre guarda de consumos de Medina Sidonia
+tiene amores con un joven de distinguida familia llamado Manuel
+Uceda. Muere el padre de aquélla. Velázquez, amigo suyo, un majo de
+buena presencia y algún dinero consigue enamorarla y seducirla. La
+lleva a Cádiz, establecen una taberna. Manolo Uceda, siempre
+enamorado, la visita de vez en cuando, pero ella ciegamente
+apasionada por Velázquez desdeña su amor. Velázquez es un hombre
+despótico y fanfarrón que abusa de su dominio sobre ella y la
+tiraniza. Cansada de sus malos tratos un día se rebela. Se marcha
+de casa. A él entonces le entra de nuevo el amor, una verdadera
+pasión. Logra a fuerza de ruegos que vuelva a casa; pero al cabo de
+algún tiempo cada día más despegada de él Soledad se escapa otra
+vez. Entonces él trata de curarse de su desgraciada pasión. Entra
+en relaciones con una hermosa joven llamada Mercedes la Cardenala.
+Soledad a su vez se deja enamorar por Antoñico, el querido de su
+íntima amiga María-Manuela. A esta también la solicita Velázquez
+que había dejado burlada a Mercedes. Pero el orgulloso majo tenía
+en el corazón una herida incurable y no pudiendo soportarla vida en
+Cádiz se decide a emigrar a América.</p></div>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">P</span><small>OCOS</small>
+días después se supo que Velázquez traspasaba la tienda, y más
+tarde que se embarcaba para América. Prefirió trasladarse en un buque de
+vela mandado por cierto amigo suyo que partía el 15 de Septiembre. La
+víspera, los compadres de la reunión y algunos íntimos recibieron de él
+afectuosa carta de despedida y adjunta una invitación del capitán del
+barco para que, si tenían gusto en ello, viniesen a beber unas cañas a
+la salud y al viaje feliz de su amigo. Pepe de Chiclana<a name="page_182" id="page_182"></a> recibió la
+suya. En la carta que Velázquez le escribía convidaba también
+expresamente y con encarecimiento a Soledad, o por hacerle ver que
+olvidaba sus injurias, o por mostrar que se hallaba enteramente curado
+de su pasión.</p>
+
+<p>Quedó perpleja la joven cuando le leyó la postdata Paca. Instábala ésta
+para que accediera a aquel ruego tan noblemente expresado. Vacilaba
+ella, no tanto por el rencor que aun le guardaba, como por considerar
+violenta y embarazosa la entrevista.</p>
+
+<p>Cuando, cruzando aquella tarde por la calle de la Amargura, acertó a
+tropezar con Manolo Uceda, a quien hacía días que no veía. Saludóla él
+cortés pero gravemente y trató de seguir su camino, pero ella se le puso
+delante.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es de tu vida, Manolo?... ¡Hace un siglo que no te veo!... ¿Por
+qué no vienes a casa?&mdash;le dijo con la sonrisa en los labios, apretándole
+afectuosamente la mano.</p>
+
+<p>Pero después de haber soltado tales palabras se hizo cargo de su
+imprudencia y se puso roja como una cereza.</p>
+
+<p>&mdash;Ando bastante ocupado con un asunto que me ha encomendado mi madre...
+El jueves me voy a Medina.</p>
+
+<p>&mdash;¿Para volver?</p>
+
+<p>&mdash;No; probablemente no volveré. Desde allí nos vamos a Sevilla... He
+conseguido que mi madre cediese a vivir allá, y me alegro bastante.</p>
+
+<p>Quedó seria repentinamente la joven; guardó silencio unos momentos y al
+cabo dijo con tristeza:<a name="page_183" id="page_183"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Todo el mundo se va!... Yo también necesito pensar en liármelas... Ya
+sabrás que Velázquez se embarca mañana...</p>
+
+<p>&mdash;Sí lo sé. Me ha escrito.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¿Te ha convidado a la juerguecilla del barco?... También a mí me
+convida; pero, a la verdad..., no sé qué hacer. Quisiera que me dieses
+tu parecer, porque, hijo mío, te lo digo con todas las veras de mi alma,
+eres el único hombre decente con que he tropezado en la vida y a nadie
+pido un consejo con tanta satisfacción como a ti...</p>
+
+<p>&mdash;Muchas gracias&mdash;manifestó el caballero de Medina sonriendo&mdash;. Pero
+¿qué quieres que yo te aconseje? Son asuntos delicados y no me atrevo...</p>
+
+<p>&mdash;Pues yo quiero que te atrevas... Ya sabes que entre ese hombre y yo no
+hay nada hace tiempo... Ya sabes cómo se ha portado conmigo...</p>
+
+<p>&mdash;Pues bien&mdash;repuso Uceda, después de vacilar un poco&mdash;. A mí me parece
+que debes ir... A pesar de todo le has querido: él te ha querido también
+y probablemente te sigue queriendo... Sería crueldad, por tu parte, el
+no decirle adiós.</p>
+
+<p>&mdash;Está bien; iré aunque me cueste trabajo.</p>
+
+<p>Hubo una pausa. Uceda preguntó al cabo con afectada ligereza:</p>
+
+<p>&mdash;¿Y Antoñico?</p>
+
+<p>Turbóse Soledad al escuchar la pregunta y exclamó con ímpetu:</p>
+
+<p>&mdash;¡No me hables de ese charrán!</p>
+
+<p>&mdash;Me han dicho que ha vuelto a juntarse con María&mdash;repuso el caballero
+riendo.</p>
+
+<p>&mdash;¡No es por eso, no!... Al contrario..., me parece<a name="page_184" id="page_184"></a> lo único decente
+que ha hecho en su vida; pero...</p>
+
+<p>Iba a contar la bajeza que con ella había cometido, pero se detuvo a
+tiempo. El relato de lo acaecido la perjudicaba más a ella.</p>
+
+<p>&mdash;Le llamo charrán porque lo es. Todo el mundo lo sabe&mdash;concluyó bajando
+la voz.</p>
+
+<p>Quedó un momento silenciosa con el rostro fruncido.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, hasta mañana en el barco... Voy allá porque tú me lo
+mandas&mdash;manifestó al fin dándole la mano.</p>
+
+<p>&mdash;No; yo probablemente no podré ir.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¿No vas tú? Pues entonces hazte cuenta que no voy yo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué?</p>
+
+<p>&mdash;Porque no quiero.</p>
+
+<p>&mdash;¡Siempre tan testarudilla!&mdash;dijo Uceda apretando cariñosamente la mano
+que tenía cogida&mdash;. Iré porque no te enfades. Hasta mañana.</p>
+
+<p>&mdash;No faltes.</p>
+
+<p>&mdash;No faltaré.</p>
+
+<p>Al día siguiente, entre dos y tres de la tarde, dos lanchas atracadas al
+muelle esperaban a los invitados para transportarlos al buque, que se
+veía anclado allá en medio del puerto. Era una corbeta de regular
+tamaño, negra, sólida, bien arbolada. El capitán, hombre de cuarenta
+años, de mediana estatura y recias espaldas, rostro atezado, barba negra
+cerdosa, pesado y macizo como su navío, les esperaba de bruces sobre la
+cornisa de la obra muerta. Acompañábale Velázquez. La <i>Esperanza</i>,<a name="page_185" id="page_185"></a> que
+así se nominaba la corbeta, iba a la América del Sur por carga de cacao,
+llevándola heterogénea de algunos productos de la Península.</p>
+
+<p>Los primeros que llegaron fueron Frasquito con su mujer y el señor
+Rafael. Inmediatamente la lancha trajo a la familia del <i>Cardenal</i>, los
+viejos, Mercedes, Isabel y su novio Gregorio, a los cuales se había
+unido Manolo Uceda, que por casualidad llegara al muelle al mismo
+tiempo. En la otra lancha acudieron en seguida María-Manuela con Antonio
+y dos amigos más de Velázquez. Por último, al cabo de un rato acostaron
+al barco Pepe de Chiclana, su mujer y Soledad. En la subida hubo
+bastante jarana y no pocos sustos. Las mujeres temblaban de confiarse a
+la frágil escala. Con el susto no se guardaban siquiera de mostrar las
+piernas a los marineros que se quedaban en la lancha. Los hombres las
+embromaban sobre esta despreocupación así que estaban arriba.</p>
+
+<p>&mdash;En el mar estamos como en el paraíso terrenal. No existe la
+vergüenza&mdash;decía el capitán&mdash;. He conocido una señora que al averiguar
+que el barco hacía agua subió a cubierta desnuda y estuvo hablando con
+nosotros sin taparse siquiera el pecho con las manos.</p>
+
+<p>Sobre cubierta, debajo de un toldo, veíase la mesa bien abastecida de
+manjares y botellas. Velázquez fué saludando a sus amigos cordialmente y
+les invitó a sentarse. Estaba tranquilo y a las frases de sentimiento
+que dejaban escapar todos al darle la mano respondía con afectada
+alegría:</p>
+
+<p>&mdash;Dejad que me dé un poco el fresco, hijos. Este<a name="page_186" id="page_186"></a> Cádiz se me venía ya
+encima... Veréis cómo hago una gran fortuna por allá. Cuando menos lo
+penséis llegaré hecho un potentado, y para daros en cara soy capaz...,
+soy capaz..., ¡hombre, soy capaz de venir con levita!</p>
+
+<p>&mdash;¡No, por Dios!&mdash;gritaron los compadres riendo.</p>
+
+<p>Había saludado a Soledad con no fingida naturalidad y aun la había
+piropeado graciosamente. Y era lo raro que la joven parecía más turbada
+que él. Después, acercándose a Mercedes, la preguntó familiarmente por
+lo bajo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Y Gabino? ¿Cómo no viene?</p>
+
+<p>&mdash;¿Gabino?&mdash;respondió la salada muchacha haciendo un mohín desdeñoso&mdash;.
+¡Dale memorias!... Nada tengo ya que partir con él.</p>
+
+<p>Mostróse sorprendido y no quiso creerlo: disimulos de mocitas y nada
+más. Pero la niña insistió con ahinco y formalidad, dió pormenores, citó
+testigos. Velázquez concluyó por llamar a Isabel, que estaba cerca.</p>
+
+<p>&mdash;¿Es verdad lo que me dice tu hermana, que ha regañado con Gabino?</p>
+
+<p>&mdash;¡Y tan verdad!&mdash;respondió aquélla con mal humor&mdash;. ¿Tú sabes si mi
+hermana ha tenido chabeta alguna vez?</p>
+
+<p>Y se alejó murmurando. Velázquez quedó serio y pensativo.</p>
+
+<p>Sentáronse todos al cabo, y para abrir boca tomaron ostiones y rajas de
+salchichón. Destapáronse las botellas y el rico dorado vino de Sanlúcar
+chispeó alegremente en las copas. La tarde era dulce y<a name="page_187" id="page_187"></a> serena. El sol
+derramaba sus rayos esplendentes sobre la bahía. Las aguas dormidas
+rielaban su luz con brillantes reflejos de plata. Los buques anclados en
+el puerto cabeceaban blandamente, viéndose sobre sus cubiertas algunos
+marineros entregados al sueño. Ni de la ciudad ni del mar llegaban más
+que rumores suaves que, al confundirse en el aire, formaban lánguido
+suspiro como si la tierra y el Océano gozasen tranquilos el placer de la
+siesta. Una brisa suave, fresca, sin intermitencias, acariciaba la
+frente de los convidados. La Naturaleza ofrecía el amable sosiego, la
+armonía solemne que sólo se observa en los comienzos del otoño.</p>
+
+<p>Los de la fiesta no resultaron alegres. La gente se mostraba lacia,
+desanimada, como si todos se hallasen bajo el peso de un disgusto. Y en
+realidad, no era grato ver alejarse, quizá para siempre, a un amigo de
+toda la vida. El mismo señor Rafael, cuya alegría era inagotable, estaba
+menos expansivo. Aprovechando un momento en que Velázquez vino a
+ofrecerle una caña, le dijo por lo bajo:</p>
+
+<p>&mdash;Pero, vamos a ver, hijo, ¿por qué haces esta locura? ¿Qué te faltaba a
+ti en Cádiz? ¿No tienes salud?, ¿no tienes dinero?... ¿Qué demonios vas
+buscando en esas tierras donde si no le meriendan a uno los salvajes se
+lo comen crudo los mosquitos?... Que has tenido algunos disgustillos con
+las mujeres, ¿y qué? ¿Es razón para que un mozo valiente y noble de too
+su cuerpo se quite del medio? ¿Dónde hay palmito que se pueda comparar
+con unas botellas de amontillado, bebidas en compañía de cuatro amigos,
+y unas aceitunitas aliñás?... Me<a name="page_188" id="page_188"></a> lo dijo hace tiempo un vista de la
+aduana que había estado muchos años en Puerto Rico, un tío muy
+ilustrado, capaz de beberse el golfo de Méjico: &ldquo;Desengáñate, Rafael,
+las mujeres no sirven más que para enfriar el caldo cuando uno está
+acatarrado y no puede sacar los brazos de la cama.&rdquo;</p>
+
+<p>Velázquez alzó los hombros y le respondió con el mismo desenfado.</p>
+
+<p>El vino hizo al cabo su tarea. Poco a poco los rostros se fueron
+animando y las lenguas se desataron, produciendo un gracioso oleaje de
+chistes y agudezas. Quien hizo mayor gasto, como siempre, fué Antoñico.
+Estaba más flaco que antes y descolorido. Apenas comía. Sus amigos le
+embromaban por esta falta de apetito.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué queréis, hijos míos?&mdash;respondía él.&mdash;He perdido el estómago.
+¿Cómo no había e perderlo si esta mujer que aquí veis me ha estado
+envenenando más de tres semanas con una bebía compuesta?</p>
+
+<p>&mdash;Decid que es mentira&mdash;saltó María-Manuela&mdash;. No ha sido más que ocho
+días, y lo que le he dado a nadie le hace daño: agua de siete pozos
+distintos con un poco de sangre de oreja de gato negro y unas cagarrutas
+de rata...</p>
+
+<p>&mdash;¡María Santísima del Carmen!&mdash;exclamó Antonio llevándose la mano al
+estómago&mdash;. ¿Y yo he bebido eso?... ¡Quitadme esos platos de delante!
+¡Quitadme esas copas! ¡Dejadme reventar en cualquier rincón, como un
+triquitraque!</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya lo creo que lo has bebío!&mdash;exclamó la ruda morena con gesto de
+triunfo&mdash;. Y gracias a<a name="page_189" id="page_189"></a> ello te tengo ahora chalaíto y pringoso que no
+hay por dónde cogerte, más humildito y manso que un cordero de Dios...
+Porque ahí donde ustedes le ven&mdash;añadió volviéndose a los
+circunstantes&mdash;, ahí donde ustedes le ven tan guasoncillo y soberbio,
+ahora es una malva en casa y en cuantito yo doy una voz ya le tengo de
+rodillas pidiéndome que no me enfade. Y too esto ¿a qué se debe? Pues a
+la virtud de la bebía.</p>
+
+<p>&mdash;¡Sería milagro! ¿Cómo quieres que yo vocee si me has dejado en los
+huesos? No me ha quedado aliento ni para pedir los buñuelos por la
+mañana.</p>
+
+<p>Los amigos reían y vertían de vez en cuando una palabrita para que la
+disputa se alargase.</p>
+
+<p>Sin embargo, la hora de levar anclas se iba acercando y el capitán se
+había apartado de la mesa y andaba de un lado a otro dando órdenes. Los
+marineros comenzaban a moverse ejecutando las maniobras preventivas.</p>
+
+<p>Soledad y Manolo se habían aproximado y charlaban un poco retirados de
+los demás. El caballero de Medina la embromaba suponiendo que estaba
+triste y que hacía esfuerzos por ocultarlo. Al fin y al cabo en aquel
+momento crítico el corazón hablaba. No en vano había estado enamorada
+tanto tiempo. La joven se defendía con empeño, negando que estuviese
+triste y casi casi que hubiera estado enamorada.</p>
+
+<p>&mdash;No se puede llamar amor lo que he sentido por ese hombre... Era una
+locura, un antojo por cosas agrias, como solemos tener las mujeres. El
+amor debe ser algo más dulce, más tranquilo...<a name="page_190" id="page_190"></a> Era imposible que yo le
+quisiera toda la vida. Su genio siempre me ha sido antipático... Detesto
+a los hombres soberbios...</p>
+
+<p>&mdash;Es porque tú lo eres.</p>
+
+<p>&mdash;Quizá&mdash;dijo ella con franca resolución&mdash;; pero así es... Por lo demás,
+no puedo negarte que me causa pena el verle marchar, sabiendo que es por
+mi causa. Si le pasa algo en la travesía... o se enferma... o muere, me
+ha de quedar un poco de escozor en el alma. Aunque ya no me inspira
+interés, no quisiera hacerle daño... Porque en el fondo no es malo;
+¿sabes? No tiene más que mucha fantasía en la cabeza. En cuanto se le
+quite será un buen hombre... Francamente, sentiría mucho que le
+sucediese algo malo... ¡Pobre Velázquez!</p>
+
+<p>&mdash;Sí, ¡pobre Velázquez! Ni supo querer ni supo ser querido&mdash;expresó
+Uceda poniéndose serio y dirigiendo sus ojos al horizonte.</p>
+
+<p>Soledad le clavó una mirada de sorpresa y admiración. Y a su sabor, en
+silencio, largo rato estuvo contemplando a aquel hombre tan noble, tan
+firme, tan sufrido. Un remordimiento punzante le atravesaba el alma.
+Sintió deseos de arrojarse de cabeza al mar.</p>
+
+<p>La tripulación terminaba los preparativos. El capitán prescindía ya
+enteramente de los convidados y, diligente y afanoso, recorría el barco
+de proa a popa fijando sus ojos escrutadores en el aparejo y cambiando
+rápidas palabras con el piloto y contramaestre. Los amigos de Velázquez,
+comprendiendo que era llegado el momento de partirse, quedaron otra vez
+graves y taciturnos. Un mismo<a name="page_191" id="page_191"></a> sentimiento de tristeza oprimía sus
+corazones. Sólo Antoñico se atrevió a decir alegremente a Paca:</p>
+
+<p>&mdash;Vamos a ver, niña, suéltanos una copliya de despedida. Hace un siglo
+que no te oigo.</p>
+
+<p>La esposa de Pepe de Chiclana respondió mirándole con severidad:</p>
+
+<p>&mdash;Hijo mío, cuando un amigo tan apreciado como éste se marcha, nadie que
+tenga corazón siente ganas de cantar... ni tampoco de oir cantar.</p>
+
+<p>Y los convidados aprobaron todos con la cabeza las palabras de aquella
+profunda mujer.</p>
+
+<p>Sonaron las cinco en el reloj de la cámara. El capitán se acercó a ellos
+y les dijo cortésmente:</p>
+
+<p>&mdash;Señores, vamos a levar anclas. Siento mucho privarme de tan buena
+compañía, pero es preciso... A no ser&mdash;añadió sonriendo&mdash;que quieran
+ustedes venirse al Perú conmigo y con este buen mozo.</p>
+
+<p>Nadie respondió. Silenciosamente se fueron acercando uno por uno a
+Velázquez y le abrazaron con emoción. El procuraba disimular la que
+sentía bajo una sonrisa forzada. Vinieron después las mujeres y le
+estrecharon la mano. &ldquo;Buen viaje. Buena suerte. ¡Que Dios te traiga
+pronto!&rdquo; Paca le entregó un escapulario de la Virgen del Carmen
+rogándole que se lo pusiese. El majo le dió las gracias llevándolo a los
+labios.</p>
+
+<p>Cuando llegó el turno a Mercedes, Velázquez la retuvo las manos entre
+las suyas un momento y la dijo por lo bajo, viéndola sonreir:</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué contenta estás, Mercedes! ¿Te alegras de que me vaya, verdad?</p>
+
+<p>&mdash;Ni me alegro ni me entristezco. Pues que nadie<a name="page_192" id="page_192"></a> te obliga a marchar,
+debe de ser un viaje de recreo el que haces&mdash;respondió ella sin dejar de
+sonreir.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, te alegras, lo estoy viendo en tu semblante... Haces bien; yo no
+he servido más que para darte jaqueca. Perdóname y que Dios te haga muy
+feliz, como deseo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Adiós!&mdash;repuso lacónicamente la joven.</p>
+
+<p>Se estrecharon la mano con fuerza y se apartaron. Pero el rostro de la
+niña al hacerlo empalideció, dió unos pasos atrás como si estuviese
+mareada y se dejó caer sobre un cable enrollado; tapóse los ojos con las
+manos y comenzó a sollozar fuertemente.</p>
+
+<p>Quedaron estupefactos todos. Hubo unos momentos de silencio. Varios
+acudieron al fin solícitos preguntándole:</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué te pasa, Mercedes? ¿Te has puesto mala? ¿Qué te pasa, hija, qué
+te pasa?</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué le ha de pasar!&mdash;exclamó su hermana Isabel roja de ira&mdash;. ¡Que se
+ha caído de tonta!</p>
+
+<p>Y su madre y su prima se lanzaron al mismo tiempo indignadas y
+enfurecidas sobre ella.</p>
+
+<p>&mdash;¡Cómo!... ¿No te da vergüenza? ¡Llorar por un hombre que se burla de
+ti! ¡Loca!, ¡más que loca! ¡Vaya un paso chistoso!</p>
+
+<p>La joven, sin responder a tales invectivas, seguía llorando con el
+rostro entre las manos.</p>
+
+<p>Entonces Velázquez avanzó hasta colocarse entre ella y las que la
+injuriaban, y dijo gravemente con voz temblorosa:<a name="page_193" id="page_193"></a></p>
+
+<p>&mdash;Si lo que ustedes dicen es cierto, si las lágrimas de esa niña se
+vierten por mí, sólo puedo demostrarles que no he querido burlarme
+ofreciéndoles casarme mañana mismo con ella... Ya sé que no la merezco,
+pero juro por mi salud que haré cuanto pueda por merecerla.</p>
+
+<p>Al oir estas palabras, un grito de júbilo estalló en la reunión. Todos
+palmoteaban; todos chillaban dirigiéndose exclamaciones de asombro y de
+gozo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Tiene gracia! ¡Venir a un duelo y salir un casorio!...&mdash;A mí me daba
+el corazón que los dos se querían...&mdash;¡Y a mí!&mdash;¡Y a mí!</p>
+
+<p>El señor Rafael, loco de alegría, gritaba:</p>
+
+<p>&mdash;¡Vivan los novios! El día qué os caséis prometo emborracharme..., lo
+que no hice en los días de la vida.</p>
+
+<p>Y empujando al mismo tiempo a Velázquez contra Mercedes, añadía:</p>
+
+<p>&mdash;¡Anda! ¡Abrázala, cobarde!... ¡Hazte cuenta que no somos nadie!</p>
+
+<p>Pepa y Paca alzaban a su vez a Mercedes y la empujaban hacia su novio.
+Este la abrazó con efusión.</p>
+
+<p>&mdash;Ya no hay viaje, capitán&mdash;dijo luego volviéndose al de la corbeta.</p>
+
+<p>&mdash;La primera vez que me alegro de separarme de ti, Velázquez&mdash;repuso
+éste estrechándole la mano.</p>
+
+<p>Acometidos de un vértigo, todos hablaban y nadie se entendía. Mas he
+aquí que el prudente Frasquito se acerca a Velázquez y le dice
+misteriosamente:<a name="page_194" id="page_194"></a></p>
+
+<p>&mdash;Oye, chico, pero ¿vas a perder el dinero del pasaje?</p>
+
+<p>El majo suelta una ruidosa carcajada y exclama dándole afectuosas
+palmadas en la espalda:</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí que lo pierdo! ¿Quieres aprovecharlo tú?</p>
+
+<p>El señor Rafael había oído la carcajada y se acercó para saber lo que se
+trataba. Velázquez le informó riendo. Dió el viejo un paso atrás y,
+mirando fijamente a su sobrino, se santiguó diciendo con gravedad:</p>
+
+<p>&mdash;Sobrino, no nos separamos. Yo no deshago la sociedad. Eres el único
+sabio que hay en Cádiz. Déjame, por Dios, que cuente este golpe a todo
+el mundo para honra de la familia.</p>
+
+<p>&mdash;¡Tío, no la enredemos ahora que estamos todos alegres!&mdash;exclamó
+Frasquito exasperado.</p>
+
+<p>&mdash;¿No quieres que lo cuente? Está bien: te guardaré el secreto. Pero de
+aquí en adelante hazte cuenta que no eres mi sobrino... ¡Quiero que seas
+mi tío!</p>
+
+<p>Velázquez atajó la disputa llevándose a Frasquito. Todos se despidieron
+del capitán afectuosamente y de nuevo bajaron la escala, acomodándose
+como mejor pudieron en las dos lanchas que los habían traído. Una vez en
+ellas, como el día continuase sereno y el mar sosegado, a uno de ellos
+se le ocurrió acompañar a la corbeta algún trecho. Se aceptó con
+regocijo la idea. El capitán hizo al instante levar anclas y el buque,
+arrastrado penosamente por sus dos botes, emprendió una marcha lenta
+hasta llegar a paraje abierto donde pudiera desplegar las velas. Las
+lanchas le daban escolta.<a name="page_195" id="page_195"></a></p>
+
+<p>Reinaba el júbilo en éstas, cambiándose entre unos y otros mil bromas y
+donaires. El blando movimiento de las olas y la fresca caricia de la
+brisa excitaban más su alegría. Velázquez no se había sentado al lado de
+Mercedes. Por un sentimiento de delicadeza prefirió colocarse entre sus
+futuros suegros. Cuando el bullicio se hubo calmado un poco, les habló
+en voz baja de este modo:</p>
+
+<p>&mdash;Un sueño me parece lo que está pasando. Me encuentro sentado entre
+ustedes; veo allí a Mercedes, con la cual no tardaré en casarme, y
+apenas puedo creerlo. Dios no ha querido que fuese a morir en tierras
+extrañas, sino que viva entre mis amigos al lado de una esposa que no
+merezco. Después de Dios a ustedes se lo debo. Quisiera poder
+demostrarles mi agradecimiento no con palabras, sino con hechos. Creo
+que la mejor manera será haciendo a su hija feliz y a esto me
+comprometo... Aquel Velázquez calavera, mujeriego y pendenciero se
+marcha en ese barco para el Perú. El que aquí queda es un hombre decente
+que sabrá mientras viva querer a su esposa y respetarles a ustedes.</p>
+
+<p>El viejo <i>Cardenal</i> aprobó con la cabeza las palabras del majo; pero la
+madre replicó con acento en que se traslucía aún la cólera:</p>
+
+<p>&mdash;No creas que te entrego a mi hija de buena voluntad. Lo hago porque la
+conozco y sé que si la contrariase enfermaría. A mí no se me olvidan los
+desaires que la has hecho y si estuviese en su lugar puedes estar seguro
+de que no volverías ahora tan satisfecho a Cádiz.<a name="page_196" id="page_196"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Silencio, mujer!&mdash;interrumpió el padre con energía, y volviéndose a
+Velázquez añadió gravemente:&mdash;Las mujeres perdonan mejor los agravios
+que las hacen que los que hacen a sus hijos. Eres nombre de juicio y
+sabrás disimular el resentimiento de una madre. Yo te doy mi palabra de
+que haciendo feliz a Mercedes no tardará en desaparecer.</p>
+
+<p>Llegaron al fin a la mar libre. La <i>Esperanza</i> izó algunas velas y su
+tripulación dejó los botes para subir a bordo. Los remeros de las
+lanchas recibieron orden de mantenerse quietos. Todos se despidieron con
+mucha gritería del capitán e inmediatamente pusieron proa a la ciudad.</p>
+
+<p>El sol iba a ocultarse. El firmamento azul se teñía de púrpura en
+Occidente con viva incandescencia que ascendía hasta el cenit,
+fundiéndose gradualmente en tintas de grana y oro hasta perderse en
+suave y maravilloso rosicler. El vasto Océano llameaba recibiendo en su
+seno con misterioso temblor el disco del sol, grande, rojo,
+resplandeciente. Todos se alegran contemplando este sublime espectáculo.
+La fresca brisa de la tarde baña su rostro. Vuelven los ojos a tierra y
+su gozo aumenta viendo a Cádiz surgir de las aguas con su ceñidor de
+espumas, con su crestería que los rayos del sol doran como la corona
+gigantesca del dios de los mares.</p>
+
+<p>En aquel momento, Soledad preguntó a Uceda en voz baja:</p>
+
+<p>&mdash;¿Sigues en tu idea de marcharte a Sevilla?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.<a name="page_197" id="page_197"></a></p>
+
+<p>&mdash;Yo también me voy.</p>
+
+<p>&mdash;¿A qué?&mdash;dijo el caballero fingiendo sorpresa.</p>
+
+<p>&mdash;No lo sé&mdash;replicó la joven pugnando por no llorar.</p>
+
+<p>Guardaron silencio unos instantes. Uceda le dijo al fin con sonrisa
+benévola tomándole una mano:</p>
+
+<p>&mdash;Escucha, Soledad. ¿Ves ese hermoso sol que va a desaparecer? Tú sabes
+que mañana volverá a lucir en el cielo tan hermoso como hoy. Así sabía
+yo que tu amor volvería. Porque en este mundo el amor engendra al amor,
+pero el capricho sólo engendra al hastío. A pesar de tus locuras te he
+seguido queriendo porque adivinaba en ti un espíritu infantil a quien no
+se puede exigir la responsabilidad de sus actos y también porque
+respetaba en mí el primer amor que tú habías logrado inspirar. Aun hoy
+te quiero con toda mi alma, pero...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, ya sé que no puedo ser tu esposa. Seré tu criada..., tu
+esclava&mdash;interrumpió Soledad con ímpetu.</p>
+
+<p>&mdash;¡Silencio! Para el hombre de corazón nada hay más imposible que la
+maldad. Una voz interior me dice que he nacido para protegerte, para
+salvarte de la infamia. Confíame tu suerte. Ignoro lo que serás con el
+tiempo para mí, pero puedes estar segura de que nada haré que pueda
+rebajarte. Sin tregua ni descanso trabajaré desde hoy por elevarte, por
+dignificarte, para sacar de ti el ser inocente y noble que mi cariño me
+ha dicho siempre que existe.</p>
+
+<p>Así habló el caballero de Medina. La joven escucha<a name="page_198" id="page_198"></a> estas palabras con
+alegría, y sus bellos ojos se nublan de lágrimas.</p>
+
+<p>Las lanchas bogaban apresuradamente hacia el puerto envueltas en rojizos
+resplandores. La <i>Esperanza</i> izaba a lo lejos todas sus velas, que se
+hinchaban al soplo de la brisa. Su casco negro, robusto, se inclinaba
+suavemente para hender el cristal de las aguas. El capitán, desde lo
+alto del puente, saludaba con su gorra blanca.<a name="page_199" id="page_199"></a></p>
+
+<h2><a name="LA_FE" id="LA_FE"></a>LA FE</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">E</span><small>RA</small> lógico que esta novela produjese escándalo. El título mismo
+predispone a ello. Luego, un sacerdote que duda de las verdades de la
+religión. Cierto había motivo para escandalizarse y no han dejado de
+hacerlo algunas almas timoratas, más timoratas que instruídas.</p>
+
+<p>Si lo estuviesen suficientemente sabrían que es de hombres el dudar, no
+de bestias. Y si hubieran leído las admirables cartas de San Francisco
+de Sales podrían comprobar que a su juicio &ldquo;pocos marchan con más
+rapidez en el camino de la perfección que aquellos a los que la duda
+combate.&rdquo;</p>
+
+<p>Verdad que existen almas privilegiadas para las cuales la duda es
+imposible. Han entrado en el cielo y nada ni nadie puede arrancarlas de
+él. Admirémoslas y envidiémoslas. Pero no menospreciemos a las que
+luchan y sangran para que sus puertas se les abran.</p>
+
+<p>Compláceme el saber que mi novela ha dado consuelo a otras personas, y
+que gracias a ella han<a name="page_200" id="page_200"></a> logrado el sosiego de su alma. Esto no obstante,
+repito aquí lo que he dicho en el prefacio de la última edición: &ldquo;Si la
+única autoridad que yo acato en esta materia juzgase que hay en la
+presente obra algo que necesite corrección, corregido y borrado queda
+desde ahora mismo, pues yo no pretendo dar a este ni a ningún otro de
+mis escritos, más alcance que el que pueda ajustarse con las doctrinas
+de la Iglesia Católica, a las cuales me glorío de vivir sometido.&rdquo;<a name="page_201" id="page_201"></a></p>
+
+<h2><a name="CRUEL_DESENGANO" id="CRUEL_DESENGANO"></a>CRUEL DESENGAÑO</h2>
+
+<div class="blockquot"><p>La acción se desarrolla en Peñascosa puerto de mar secundario de la
+costa cantábrica. Don Alvaro Montesinos era un mayorazgo a quien
+una educación austera y un temperamento enfermizo habían hecho
+huraño y sombrío. Muerto su padre había venido a Madrid. Dotado de
+claro entendimiento se había entregado con ardor a la lectura lo
+cual terminó de arruinar su salud. Se hizo un sabio incrédulo y
+pesimista. Al cabo se enamoró ciegamente, como suele acaecer a los
+hombres estudiosos y retraídos, de una joven elegante y sin dinero
+llamada Joaquina Domínguez. Esta le aceptó como esposo no porque
+compartiera su amor sino por interés, pues Don Alvaro era rico.
+Transcurridos algunos meses Joaquina se dejó enamorar por un joven
+aristócrata y propuso a su marido hacer un viaje por el extranjero.
+Don Alvaro cedió a este capricho. En Marsella la infiel esposa le
+abandonó escapándose con su amante y robándole todo el dinero que
+llevaba. Entonces Montesinos se refugió en su viejo palacio de
+Peñascosa y allí vejetó tres años devorando su humillación y
+entregado al más negro pesimismo. Al cabo de este tiempo su
+perversa mujer sintiéndose en cinta, viene a Peñascosa con pretexto
+de pedirle perdón, pero en realidad, para dormir una noche en la
+casa conyugal y obtener de este modo por la ley la legitimación del
+fruto adulterino que llevaba en sus entrañas. Busca al P. Gil para
+que le introduzca cerca de su marido.</p></div>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">A</span><small>L</small> tirar del cordel grasiento, el mismo tañido lúgubre que tanto había
+impresionado al P. Gil la vez primera que puso los pies en aquella casa,
+produjo a ambos un estremecimiento de temor y ansiedad. No tardó en
+oirse la voz cascada de Ramiro.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién es?<a name="page_202" id="page_202"></a></p>
+
+<p>&mdash;Gente de paz.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién es?&mdash;tornó a preguntar.</p>
+
+<p>&mdash;Soy yo, Ramiro. Abre&mdash;respondió el sacerdote.</p>
+
+<p>La puerta giró pausadamente sobre sus goznes y apareció la silueta del
+viejo, débilmente esclarecida por la luz de la lamparilla que ardía
+sobre el dintel.</p>
+
+<p>&mdash;Pase usted, señor excusador&mdash;dijo sin percibir a la dama, que se había
+ocultado detrás de éste. Pero viéndola al fin, dió un paso atrás y,
+abriendo los brazos en actitud de impedir la entrada, exclamó:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¿Vuelve usted acompañada?... Pues ni por esas... ¡No entrará
+usted, no!</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, Ramiro&mdash;dijo con dulzura el sacerdote, poniéndole una mano
+sobre el hombro,&mdash;déjanos paso, que este es un asunto delicado y que no
+te concierne.</p>
+
+<p>&mdash;Pase usted cuando quiera, pero esa mujer no puede pasar.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no puede pasar?&mdash;preguntó con entereza el sacerdote, alzando
+la cabeza.</p>
+
+<p>&mdash;Porque aquí no entran p... ni ladronas.</p>
+
+<p>Ante aquella injuria bárbara la dama se tapó el rostro con las manos y
+dejó escapar un gemido. El P. Gil se puso rojo, y tomando al viejo por
+un brazo, le sacudió con violencia.</p>
+
+<p>&mdash;Sea usted más comedido, y ya que no respete la sotana que visto,
+guarde los miramientos que se deben a las señoras. Ante Dios y ante los
+hombres ésta es la esposa legítima de su amo de usted.<a name="page_203" id="page_203"></a> Déjeme el paso
+franco, que a usted no le toca en éste asunto más que oir, ver y callar.</p>
+
+<p>Y dando un empellón al viejo, se volvió diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;Venga usted, señora.</p>
+
+<p>Pero Ramiro, agitado, convulso, como si fuera a caer presa de un síncope
+se puso a correr delante de ellos, gritando:</p>
+
+<p>&mdash;¡Alvaro, Alvaro! ¡Que entra la z... en tu casa!</p>
+
+<p>Dos criadas se asomaron a la escalera y contemplaron con estupor la
+escena. El viejo se detuvo en el principal; subió hasta el segundo,
+dando los mismos gritos. El P. Gil, que le seguía con Joaquinita, dijo a
+ésta al llegar al piso primero:</p>
+
+<p>&mdash;Quédese por ahora aquí; yo subiré solamente.</p>
+
+<p>Cuando llegó al segundo tropezó con D. Alvaro que salía a punto de su
+habitación. Su rostro, siempre pálido, lo estaba ahora tanto que daba
+miedo. En cuatro palabras Ramiro le había enterado de lo que ocurría.
+Por la tarde, cuando por primera vez había venido la esposa infiel a la
+casa, no lo había hecho. D. Alvaro no pronunció una palabra. Cogió con
+mano convulsa por un brazo al sacerdote y le hizo entrar en su gabinete.
+Luego cerró con cuidado la puerta.</p>
+
+<p>&mdash;¿A qué viene esa mujer?&mdash;preguntó haciendo inútiles esfuerzos por
+aparecer sosegado. La voz salía de su garganta débil y ronca.</p>
+
+<p>&mdash;Viene a implorar su perdón.</p>
+
+<p>&mdash;Se equivoca usted; viene por dinero&mdash;repuso sonriendo ya
+forzadamente.<a name="page_204" id="page_204"></a></p>
+
+<p>El P. Gil permaneció un instante silencioso y dijo al cabo:</p>
+
+<p>&mdash;No me atrevo a asegurar a usted nada. Parece que está arrepentida...
+Su acento es sincero y ha llorado con verdadero dolor en mi presencia.</p>
+
+<p>Un relámpago de ira pasó por los ojos del hidalgo. En aquel tropel de
+emociones que se agitaban en su espíritu, la indignación logró vencer a
+todas las demás y profirió con acento despreciativo:</p>
+
+<p>&mdash;Estoy perfectamente convencido de que no viene más que por cuartos...
+pero de todos modos, me importa un bledo su arrepentimiento y su
+sinceridad... Si está arrepentida, que pida a un cura la absolución. El
+figurarse por un instante que yo puedo perdonarla es un nuevo insulto,
+es una idea que sólo cabe en un alma tan miserable como la suya.</p>
+
+<p>&mdash;El perdón jamás degrada. Es la virtud que más ennoblece al ser
+humano&mdash;manifestó el clérigo, sorprendido.</p>
+
+<p>D. Alvaro le clavó una larga mirada colérica. Después alzó los hombros
+con desdén y dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Está bien: dejemos eso. Lo que importa es que, ya que la ha traído, se
+lleve usted inmediatamente a esa señora.</p>
+
+<p>&mdash;Me atrevería a suplicarle que, aunque no la perdone, le permita al
+menos hablar con usted... Quizá tenga algunas revelaciones que hacerle.</p>
+
+<p>&mdash;No soy curioso. Puede guardarse sus revelaciones o confiarlas a quien
+se le antoje... Por mi parte (escuche usted bien lo que voy a
+decirle)&mdash;<a name="page_205" id="page_205"></a>al mismo tiempo le cogió con mano crispada la muñeca,&mdash;por mi
+parte, ni ahora ni nunca cruzaré con ella la palabra... Puede usted
+decírselo.</p>
+
+<p>El P. Gil bajó la cabeza y permaneció silencioso, mientras el mayorazgo
+comenzó a pasear agitadamente por la estancia con las manos en los
+bolsillos. De vez en cuando se dibujaba en su rostro una sonrisa
+sarcástica y dejaba escapar por la nariz un leve resoplido que acusaba
+la tensión de su espíritu, como el pito revela la tensión de la caldera
+de vapor.</p>
+
+<p>&mdash;Ya que eso no pueda ser&mdash;manifestó al cabo de un rato con suavidad el
+sacerdote,&mdash;usted comprenderá, D. Alvaro, que esa señora no puede irse a
+dormir fuera de esta casa sin dar pábulo a las malas lenguas, sin
+renovar conversaciones que no deben renovarse. Por egoísmo, ya que no
+por caridad, debe usted consentir que su esposa duerma hoy en esta casa,
+pues no creo que le convenga a usted escandalizar a la población.</p>
+
+<p>D. Alvaro prosiguió sus paseos agitados sin responder palabra, como si
+no hubiese oído la proposición del sacerdote. Al cabo de un rato se
+plantó delante de él y, mirándole fijamente, dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Está bien. Dígale usted que, si es su gusto, no hay inconveniente en
+que duerma en esta casa... aunque se necesite bien poca dignidad para
+aceptarlo&mdash;añadió bajando la voz y recalcando las sílabas.&mdash;Y si quiere
+dinero para el viaje de vuelta, Osuna se lo proporcionará.</p>
+
+<p>&mdash;Le doy las gracias por esta deferencia, pero me voy muy
+triste&mdash;replicó sonriendo el P. Gil.&mdash;<a name="page_206" id="page_206"></a>Cualquier sacrificio haría por
+borrar de su memoria la ofensa recibida y soldar de nuevo la cadena de
+su matrimonio. ¡Cuánto daría en este momento por ser un hombre
+elocuente!...</p>
+
+<p>&mdash;La elocuencia, señor excusador, ha servido en este mundo para que se
+cometiesen grandes vilezas; pero creo que ninguna lo sería mayor que la
+que usted me propone.</p>
+
+<p>&mdash;Para usted es una vileza lo que para mí sería un acto noble y
+generoso, propio de un imitador de Cristo. No nos entendemos en lo que
+se refiere a lo que es dignidad o indignidad...</p>
+
+<p>&mdash;Lo siento por usted, padre&mdash;repuso el mayorazgo, tendiéndole la mano.</p>
+
+<p>&mdash;Y yo por usted, D. Alvaro. Buenas noches.</p>
+
+<p>Al quedarse solo éste siguió paseando todavía unos momentos; luego se
+paró delante del cordón de la campanilla y tiró con fuerza. No tardó en
+presentarse Ramiro.</p>
+
+<p>&mdash;Esa mujer está ahí... ¿Quieres que la eche?&mdash;preguntó el viejo, sin
+aguardar las órdenes de su amo.</p>
+
+<p>&mdash;No. Condúcela a la sala, enciende todas las lámparas y avisa a Dolores
+que suba.</p>
+
+<p>El criado permaneció inmóvil, mirándole con sorpresa.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y vas a consentir que esa...</p>
+
+<p>&mdash;¡Silencio!&mdash;exclamó el mayorazgo con energía, llevando el dedo a los
+labios.&mdash;Haz inmediatamente lo que te mando.</p>
+
+<p>El viejo se alejó gruñendo. Al instante se presentó la doncella.<a name="page_207" id="page_207"></a></p>
+
+<p>&mdash;Dolores, di a la cocinera que prepare cena para la señora que está
+abajo, y que haga todo lo que sepa. Ilumina el comedor, saca la vajilla
+fina, arregla el gabinete azul y toma del armario la ropa mejor para
+ponerla en la cama... Que no le falte absolutamente nada. Ayúdala a
+desvestirse: cualquier cosa que ordene la hacéis inmediatamente. ¿Estás
+enterada?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señorito; pierda usted cuidado, que se la tratará como quien es.</p>
+
+<p>D. Alvaro dirigió una mirada oblicua a la doncella y se apresuró a
+decir, algo acortado:</p>
+
+<p>&mdash;Despáchate pronto y enséñale el gabinete azul. Si desea dormir en otro
+lado, puedes mostrarle también el que llamáis cuarto del obispo.</p>
+
+<p>Otra vez quedó solo y otra vez emprendió su paseo nervioso de un ángulo
+a otro de la cámara. A pesar de la fortaleza y sosiego que había
+mostrado para rechazar las súplicas del P. Gil, su cerebro trabajaba
+agitado, febril. Aquella visita tan inesperada removió los recuerdos
+felices y aciagos que se habían depositado en el fondo de su ser, y que
+ya no le molestaban. Su vida matrimonial, que en aquellos tres años se
+había ido alejando de su memoria como un sueño que la claridad de la
+aurora desvanece, surgió de pronto delante de sus ojos, tan próxima que
+la tocaba con la mano. Ni un pormenor faltaba al cuadro. Y ante aquella
+visión sentíase turbado, como si los sucesos acabasen de efectuarse.</p>
+
+<p>Después de pasear algunos minutos a grandes trancos, comenzó a detenerse
+a menudo, prestando<a name="page_208" id="page_208"></a> oído a los ruidos que llegaban del piso primero.
+Adivinaba más que percibía los preparativos que la servidumbre estaba
+ejecutando en obsequio de aquella vil mujer que le había revelado toda
+la negrura y todo el dolor de la existencia: &ldquo;Ahora bajan la lámpara del
+comedor... Ahora sacan la vajilla... Deben de estar haciendo la cama...
+Ha salido gente: será Rufino a buscar a la tienda alguna cosa... Parece
+que están hablando en el gabinete azul...&rdquo;</p>
+
+<p>Ya no paseaba. Con el oído pegado a la cerradura, recogía ávidamente
+todos los rumores que llegaban de abajo. Y como llegaban demasiado
+confusos, concluyó por abrir la puerta, avanzar cautelosamente hasta el
+pasamanos de la escalera y escuchar desde allí, inmóvil, recogiendo el
+aliento. Había imaginado vagamente que su esposa, una vez sola y libre,
+subiría hasta su cuarto para hablarle. Lo hubiera deseado, para darse el
+gozo de arrojarla con algunas frases despreciativas que le llegasen
+hasta el fondo del alma. Hubo un instante en que pensó que este deseo se
+realizaba. Sintió pasos en la escalera: toda su sangre fluyó al corazón:
+se apresuró a dejar el pasamanos y a meterse de nuevo en el cuarto. Era
+Dolores que subía a pedirle una llave. Cuando se fué tornó a su
+espionaje: permaneció en la escalera larguísimo rato sin saber por qué
+hacía aquello. Escuchó el rumor confuso de la conversación de Dolores y
+su mujer. La doncella era charlatana: Joaquinita también tenía un
+temperamento expansivo: la plática se animaba cada vez más. Hasta se le
+figuró percibir<a name="page_209" id="page_209"></a> algunas alegres carcajadas de su esposa, que le
+sorprendieron más que le indignaron. Por fin notó que se ponía a cenar.
+Dolores iba y venía con los platos. Terminó la cena. La doncella se
+detuvo en el comedor y prosiguió la charla. Cansado de estar en pie, se
+sentó en uno de los peldaños de la escalera. Al hacerlo sintió vergüenza
+y comenzó a darse alguna cuenta vaga de las emociones que embargaban su
+espíritu. Una hora larga esperó de aquel modo, percibiendo el rumor
+confuso de las voces, en el cual nada podía distinguir, ni siquiera cuál
+era la de su esposa y cuál la de la criada. Al cabo observó que salían
+del comedor. Todavía se figuró que su mujer aprovecharía aquella ocasión
+para subir a visitarle. Se puso en pie vivamente y se preparó a meterse
+en su cuarto tan pronto como sintiese pasos en la escalera. Pero esperó
+en vano. La señora se dirigió con Dolores hacia el gabinete azul. Sintió
+cerrarse la puerta tras ellas: luego notó que se abría de nuevo y salía
+la doncella y tomaba el camino de su cuarto. Sin duda había ayudado a
+desnudarse a la señora y la dejaba en la cama.</p>
+
+<p>Con la cabeza entre las manos, los codos apoyados sobre las rodillas,
+permaneció inmóvil, abstraído, escuchando ya solamente la voz de su
+pensamiento y los latidos de su corazón. Un vivo despecho, del cual no
+quería darse cuenta, le mordía cruelmente las entrañas. Sentía la
+necesidad de avistarse con su mujer, de injuriarla, de escupirla, de
+abofetearla. ¿Por qué hacía unos instantes se había negado a recibirla,
+y ahora ansiaba de aquel<a name="page_210" id="page_210"></a> modo tenerla delante? El mayorazgo creía que
+era porque su odio y su indignación habían crecido. No supo el tiempo
+que permaneció en aquella postura. El deseo de verse frente a su esposa
+ardía cada vez más vivo en su pecho, le ponía inquieto, excitado; se iba
+convirtiendo en una fiebre, en una rabia intensa que le devoraba. ¡Oh,
+tenerla entre sus manos, apretarla hasta hacerla gritar de dolor,
+hacerla padecer en el cuerpo lo que él había padecido en el alma! Puntas
+de hierro candentes le pinchaban por la espalda; las manos le temblaban
+como si le pidieran una estrangulación con que calmar sus ansias. Un
+calor insoportable le subía de las piernas al cerebro. Las tinieblas se
+espesaban, le envolvían en una atmósfera tibia, sofocante, como si se
+hallase en un subterráneo. Hubo un instante en que pensó que no podía
+moverse: los miembros entumecidos se negaban a obedecer a su voluntad.
+Hizo un esfuerzo, sin embargo, como si tratase de romper una tela que le
+sujetara, y se puso en pie.</p>
+
+<p>Se dirigió con paso vacilante a su cuarto. La luz del quinqué que ardía
+sobre la mesa le hirió de tal modo que estuvo a punto de caer ofuscado.
+Apagóla de un soplo, buscó a tientas la ventana y la abrió de par en
+par. Una ráfaga viva de viento y agua le azotó el rostro y penetró
+rugiendo por la estancia, echando a volar los papeles de la mesa. D.
+Alvaro aspiró con delicia el aire frío y húmedo, asomóse a la ventana y
+expuso su frente ardorosa a la inclemencia del chubasco. Las mil agujas
+de la lluvia se le clavaron en las mejillas y convertidas<a name="page_211" id="page_211"></a> en lágrimas
+las bañaron completamente. Por algunos minutos gozó con voluptuosidad de
+aquel frío, apeteciendo que le penetrase en el cerebro y sosegase su
+desordenada actividad. La noche no era tenebrosa. A pesar del espeso
+toldo de nubes, la luz de la luna conseguía cernirse y esparcía una
+débil y triste claridad. Sólo cuando algún nubarrón más espeso y más
+negro pasaba por delante de ella descargando su fardo de agua, la luz se
+extinguía casi por completo. Las olas se estrellaban contra los peñascos
+que sirven de baluarte al Campo de los Desmayos. El viento silbaba entre
+las grietas de la torre de la iglesia. La música lúgubre de los
+elementos embravecidos calmó un poco la fiebre del hidalgo.</p>
+
+<p>Consolado por aquel refresco, respiró con libertad: se creyó dueño de
+sí. Sin embargo, a los pocos instantes el mismo deseo agudo, candente,
+volvió a pincharle el cerebro. ¡Oh, tener delante a la infame, vomitarle
+en el rostro las injurias que su dolor y su indignación habían acumulado
+durante tres años; luego cogerla así por el cuello y retorcérselo! Aquel
+instante de placer compensaría los tormentos que había experimentado. Un
+minuto que valía por toda una existencia de dolor. ¿Y por qué no
+gozarlo? ¿No tenía en su poder al verdugo de su dicha? ¿No estaba allí
+debajo, durmiendo tranquilamente, mientras él se agitaba todavía entre
+crueles torturas? Apartóse un poco de la ventana y se secó el rostro con
+el pañuelo. Sintió que era impotente para luchar con aquel apetito de
+venganza. Toda su filosofía despiadada,<a name="page_212" id="page_212"></a> indiferente, se había ido a
+pique. El mundo dejó de ser pura representación; se convertía en
+realidad innegable; la vida adquiría el valor absoluto que tiene para
+todo ser finito. Era forzoso, a despecho de la razón, satisfacer los
+instintos animales que gritan en el fondo de nuestro ser. En vano, para
+calmarse, se decía que todas aquellas emociones nada valían ni
+significaban en el curso eterno de las cosas, que dentro de muy poco
+todo sería humo: en vano se representaba la imbecilidad del ser humano,
+luchando y padeciendo en holocausto de una fuerza que se burlaba de él.
+Todos sus pensamientos se estrellaban contra un anhelo poderoso,
+irracional, que le dominaba. El bruto, como sucede siempre, podía más
+que el filósofo.</p>
+
+<p>Buscó a tientas la salida, y apoyándose en las paredes llegó hasta la
+escalera. Al bajar el primer peldaño, sus botas rechinaron en el
+silencio de la casa. Sentóse y se despojó de ellas. Luego se deslizó
+hasta abajo sin hacer el menor ruido. Sin tropezar, por el conocimiento
+perfecto de la casa, avanzó por los corredores hasta llegar a la puerta
+del gabinete azul. En aquel momento el gran reloj del comedor dió una
+campanada. No supo a qué hora pertenecía esta media. Acercó el oído a la
+cerradura y estuvo un rato escuchando sin percibir ruido alguno.
+Indudablemente Joaquina estaba ya durmiendo. Entonces se deslizó hasta
+la puerta de escape que la alcoba tenía en el pasillo y volvió a poner
+el oído. Al cabo de un momento pudo oir una respiración igual y serena.
+Un vivo estremecimiento corrió por todo su cuerpo al percibirla.<a name="page_213" id="page_213"></a> Sintió
+un nudo en la garganta, pero un nudo de fuego; el corazón quería
+saltarle del pecho: apoyó las manos sobre él para apagar el ruido de las
+palpitaciones. La traidora dormía tranquilamente sin curarse de él.
+¿Aquel deseo de reconciliación era, pues, una farsa? ¿Venía a buscar
+dinero solamente? ¡Qué miserable! ¡Qué mujer tan odiosa!</p>
+
+<p>Empleando todas las precauciones imaginables, levantó el pestillo de la
+puerta y empujó. Tenía el pasador echado por dentro. Entonces se fué a
+la puerta del gabinete. Aquélla estaba abierta. Avanzó por la estancia
+sobre la punta de los pies conteniendo la respiración, llegó hasta la
+alcoba y levantó las cortinas. Dió un paso más y chocó con la cama: puso
+la mano sobre ella y la deslizó hacia la cabecera. Sintió la presión del
+cuerpo de su esposa al hincharse con la respiración. Acercó el rostro
+hacia el sitio donde debía de estar la cabeza de la dama, y dijo muy
+quedo:</p>
+
+<p>&mdash;Joaquina, Joaquina.</p>
+
+<p>No despertó.</p>
+
+<p>&mdash;Joaquina, Joaquina&mdash;repitió.</p>
+
+<p>Tampoco hizo movimiento alguno. Entonces la sacudió levemente por el
+hombro, llamándola de nuevo.</p>
+
+<p>La dama dió un grito y despertó despavorida.</p>
+
+<p>&mdash;¡Jesús! ¿Quién es? ¿Quién va?</p>
+
+<p>&mdash;No te asustes, soy yo&mdash;dijo con voz débil el mayorazgo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién? ¿Quién?&mdash;replicó la dama, con señales de terror en la voz,
+echándose hacia la pared.</p>
+
+<p>&mdash;Soy yo, soy Alvaro... Mira&mdash;añadió con voz<a name="page_214" id="page_214"></a> temblorosa,&mdash;sé que has
+venido a hacer las amistades... Has hecho bien... Olvidémoslo todo,
+comencemos una nueva vida...</p>
+
+<p>La dama no respondió. Metida contra la pared, escuchábase su respiración
+aún anhelante por el susto.</p>
+
+<p>&mdash;Hice esfuerzos sobrehumanos para olvidarte&mdash;prosiguió con la voz misma
+temblorosa, apagada por la emoción,&mdash;pero fueron inútiles... Estás
+metida a hierro y fuego dentro de mi pecho... Has sido mi primero, mi
+único amor en este mundo... Me has hecho mucho daño, ¡mucho! pero aunque
+me hicieses mil veces más, no se borrarán de mi alma los momentos de
+dicha embriagadora que te debo... ¡Te quiero, sí, te quiero, te
+adoro!... Aunque me llamen cobarde, indigno, lo repetiré a la faz del
+mundo entero... ¡Si supieses cuánto he sufrido! No ha sido mi dignidad,
+mi orgullo destrozado, lo que me ha hecho padecer... Mi corazón es el
+que ha sufrido... ¡Qué desconsuelo! ¡Qué tristeza tan honda! Parecía
+como si una mano helada me arrancase suavemente las entrañas... Pero ya
+pasó todo... ¿Verdad que ya pasó?... Comenzaremos a amarnos de nuevo,
+como aquella tarde en que te estreché entre mis brazos por primera vez,
+en una calle de árboles de los jardines de Aranjuez...</p>
+
+<p>El mismo silencio por parte de Joaquinita.</p>
+
+<p>&mdash;Contéstame... ¿Te he asustado, vida mía? Perdóname... ¿Por qué no has
+salido luego que se fué ese cura?... ¿Pensabas que iba a arrojarte?...
+No, preciosa mía... no... Te quiero, te adoro...</p>
+
+<p>Al mismo tiempo, alargando las manos, tropezó<a name="page_215" id="page_215"></a> con una de su esposa, la
+cogió y la llevó a sus labios con entusiasmo. La dama la retiró
+prontamente.</p>
+
+<p>D. Alvaro quedó sobrecogido.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué me retiras tu mano?... ¿No te tiendo yo la mía, y soy el
+ofendido?... ¿No has venido a reconciliarte conmigo?...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí, Alvaro&mdash;murmuró ella.&mdash;A eso he venido... Me has asustado...</p>
+
+<p>&mdash;Perdóname, Joaquina... ¡Si supieses qué alegría me causa el oir tu
+voz! Pensé que nunca ya, ¡nunca ya! la volvería a oir. ¿Quieres ser mi
+esposa?&mdash;añadió bajando la voz, inclinándose para acercar la boca al
+rostro de la dama.&mdash;Déjame un sitio a tu lado, hermosa... Déjame ser una
+noche feliz...</p>
+
+<p>&mdash;No, Alvaro, ahora no&mdash;volvió a murmurar la esposa infiel.&mdash;Mañana...
+Déjame, estoy muy cansada... Déjame hasta mañana...</p>
+
+<p>&mdash;No te molestaré. Me estrecharé cuanto pueda y dormirás tranquila...</p>
+
+<p>&mdash;No, ahora no puede ser... Mañana.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no? ¿No quieres ser mi mujercita? ¿No quieres que seamos
+felices otra vez, como en aquellos primeros meses de nuestro matrimonio?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, lo quiero... Pero ahora estoy muy nerviosa... Deseo quedarme
+sola... Mañana será otro día, y te prometo ser tuya... Ahí tienes mi
+mano... Vete a dormir, Alvaro... Hasta mañana.</p>
+
+<p>Montesinos buscó en la obscuridad aquella pequeña y hermosa mano, que
+tan bien conocía, y<a name="page_216" id="page_216"></a> la apretó contra sus labios perdidamente, la devoró
+a besos. Joaquina la abandonó en su poder, esperando que al cabo se
+marcharía. Soltóla, en efecto, pero fué para echarle los brazos al
+cuello y apretarla contra su pecho, loco, perdido de amor, aplastando
+sus labios con besos brutales, frenéticos. La dama forcejeó rabiosamente
+para desasirse, y lo logró, haciendo tambalearse a su marido de un
+empellón.</p>
+
+<p>&mdash;¡Te he dicho que no quiero, que no quiero!&mdash;le gritó con voz
+colérica.&mdash;Si vuelves a tocarme, me marcho desnuda como estoy por esas
+calles... ¡Vete! ¡Vete!</p>
+
+<p>D. Alvaro quedó clavado al suelo por el estupor. No eran sus palabras
+las que le dejaban frío, horrorizado; era aquella voz aguda como la hoja
+de un puñal, que le llegaba hasta lo más hondo del pecho.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vete! ¡Vete!&mdash;repitió ella alzando aún más el grito.</p>
+
+<p>En aquel momento ni un pensamiento cruzaba por el cerebro del mayorazgo:
+todas sus facultades quedaron aniquiladas, rotas por la sorpresa y el
+horror del golpe. No sentía más que una viva impresión de anhelo, como
+si se hubiese caído de algún sitio muy elevado y estuviese aún por el
+aire. El mundo desapareció en medio de aquella oscuridad: nada existía
+en las tinieblas que le envolvían, ni siquiera su pensamiento. Sólo
+quedaba una voz estridente, fatal, y un gran dolor, un dolor eterno.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vete! ¡Vete!<a name="page_217" id="page_217"></a></p>
+
+<p>Tropezando con los muebles, brincando como si escapase de una
+catástrofe, salió de aquella estancia. Se encontró en la escalera
+agarrado fuertemente al pasamanos para no caer. Allí se detuvo y quiso
+coordinar sus ideas. ¿Por qué corría? ¿Qué había pasado? No se daba
+razón de aquella huída repentina. Trató de volverse y penetrar de nuevo
+en la estancia de su esposa y entrar en explicaciones; pero las piernas
+se negaron a obedecerle. Un horror instintivo, como si hubiese delante
+un pozo negro y hondo, le detuvo. Avanzó, cogiéndose con ambas manos a
+la barandilla, y llegó hasta su cuarto. El huracán, penetrando por la
+ventana abierta, se había enseñoreado de él; los papeles volaban, los
+muebles a que se iba agarrando estaban mojados. Sus manos tropezaron en
+el sillón del escritorio, y se sentó sin intentar siquiera buscar las
+cerillas ni cerrar la ventana. Así permaneció inmóvil, con los ojos
+desmesuradamente abiertos en la obscuridad, sin sentir el frío que le
+penetraba hasta los huesos ni el agua de los chubascos que le bañaba a
+intervalos la cabeza, no pudiendo determinar si el rumor que le
+ensordecía y le mareaba era realmente el de las olas o sonaba tan sólo
+en su cerebro.</p>
+
+<p>Así le sorprendió la claridad del día, un día triste y sucio, como casi
+todos los del invierno en Peñascosa. Alzóse al fin, como un sonámbulo,
+entró en la alcoba y se dejó caer pesadamente en la cama. Ramiro no pudo
+despertarle a las nueve para tomar el desayuno. Era un sueño invencible,
+de aniquilamiento, semejante a la muerte. Dormía en<a name="page_218" id="page_218"></a> una inmovilidad
+absoluta, con los ojos entreabiertos y el rostro densamente pálido.
+Cuando a las tres de la tarde salió de aquel profundo letargo, supo, sin
+asombro alguno, que su esposa se había marchado en la diligencia de
+Lancia.<a name="page_219" id="page_219"></a></p>
+
+<h2><a name="LA_ALDEA_PERDIDA" id="LA_ALDEA_PERDIDA"></a>LA ALDEA PERDIDA</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">L</span><small>A</small> Aldea perdida, que he titulado novela-poema, es en efecto tanto un
+poema como una novela. Y si Dios me hubiese dotado con la facultad de
+fabricar versos armoniosos como a Garcilaso de la Vega, seguramente la
+escribiría en verso.</p>
+
+<p>Está empapada toda ella de los recuerdos de mi infancia. Su escenario es
+la pequeña aldea de las montañas de Asturias donde he nacido y donde se
+deslizaron muchos días, si no todos, los de mi niñez.</p>
+
+<p>Para un niño aquellas peleas a garrotazos entre un puñado de rústicos,
+que a un hombre le causarían risa, tomaban proporciones colosales,
+homéricas. Quizá hoy si presenciásemos las luchas homéricas entabladas
+ante los muros de Troya, nos harían reir también.</p>
+
+<p>Después he visto aquel amado valle natal agudamente conmovido por la
+invasión minera. Su encanto<a name="page_220" id="page_220"></a> se había disipado. En vez de los hermosos
+héroes de mi niñez vi otros hombres enmascarados por el carbón,
+degradados por el alcohol. La tierra misma había también sufrido una
+profunda degradación. Y huí de aquellos parajes donde mi corazón
+sangraba de dolor y me refugié con la imaginación en los dulces
+recuerdos de mi infancia. De tal estado de ánimo brotó la presente
+novela.</p>
+
+<p>Es la primera y única vez que dejé su nombre verdadero a esta región. La
+había ya descrito en <i>El Señorito Octavio</i> y en <i>El Idilio de un
+enfermo</i> con nombre supuesto. Aquí no sólo conservé los nombres de los
+sitios, sino también los de algunos personajes que en la acción
+intervienen. La casa de Entralgo es la mía solariega. Su dueño, D. Félix
+Ramírez del Valle era mi abuelo, a quien sólo guardé sus iniciales, pues
+se llamaba D. Francisco Rodríguez Valdés. Su criado Linón de Mardana,
+que lo fué después de mis padres y por último mío, murió hace cuatro
+años de más de noventa.</p>
+
+<p>A nadie sorprenderá, pues, mi predilección por esta novela. Si hubiesen
+de perecer todas y se salvase una del olvido, quisiera que fuese ésta.
+La escribí para mí únicamente como el hombre que se divierte haciendo
+solitarios con una baraja. No pude imaginar que pudiera ser gustada más
+que por algunos viejos asturianos como yo. Sin embargo, contra todos mis
+cálculos, fué acogida con<a name="page_221" id="page_221"></a> extraordinaria benevolencia, y es una de las
+que más se han popularizado. Algunos críticos, con razón o sin ella, la
+prefieren a todas las otras. Tan cierto es que en literatura nada hay
+mejor que dar gusto a sí mismo para dárselo a los demás.</p>
+
+<p><a name="page_222" id="page_222"></a></p>
+
+<p><a name="page_223" id="page_223"></a></p>
+
+<h2><a name="EL_DESQUITE" id="EL_DESQUITE"></a>EL DESQUITE</h2>
+
+<div class="blockquot"><p>Los mozos del valle de La viana se hallaban divididos en dos
+bandos. De un lado, los de las parroquias de Lorío y Condado; de
+otro, los de Entralgo y Villoria. En las romerías era donde
+especialmente estallaban las reyertas y donde se apaleaban
+lindamente; pero también en particular y en días ordinarios solía
+haber algunos choques. Jacinto de Fresnedo, mozo de la parroquia de
+Villoria, galantea a Flora que es de Lorío. Una noche va a
+visitarla. Saliendo de su casa, tropieza en el camino con Toribión
+de Lorío y otros mozos, que le arrancan el palo, le golpean y le
+torgan. La torga consiste en amarrar el propio palo a la espalda de
+un mozo con los brazos en cruz y luego soltarle los pantalones,
+para que, formando grillete, apenas le deje caminar. Jacinto con
+gran dificultad logra llegar a su casa. Su primo Nolo de la Braña,
+que por desabrimiento con sus amigos se hallaba hacía tiempo
+apartado de las peleas, indignado con la humillación infligida a un
+pariente tan cercano, se decide a vengarle.</p></div>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">C</span><small>UANDO</small>
+un mensajero enviado de Villoria anunció a Nolo la humillación
+que los mozos de Lorío habían infligido a su primo, en el primer momento
+se resistió a creerlo. Rendido, sin embargo, a la evidencia, fué
+acometido de un furor insano que puso en huída al zagal que le trajo la
+noticia. Se arrancaba los cabellos, pateaba el suelo como un potro no
+domado, batía contra las paredes de su casa los aperos de la labranza,
+lanzaba terribles imprecaciones y amenazas. Al fin cayó en una calma más
+terrible aún que su furor. Quedó pálido y profundamente sosegado. Subió
+a<a name="page_224" id="page_224"></a> su cuarto para vestirse el traje de los días de fiesta, el calzón
+corto de paño verde con botones dorados de filigrana, el chaleco
+floreado, la blanca camisa de lienzo que la tía Agustina había hilado
+con sus manos primorosas; ciñó a sus pies los borceguíes de becerro
+blanco, cubrió su cabeza con la montera picuda de terciopelo, echó en
+seguida sobre sus hombros la chaqueta; tomó su palo. Así ataviado se
+puso en marcha y bajó a Fresnedo. Llamó en una de las primeras casas;
+preguntó por uno de sus amigos; le dijo algunas palabras al oído. El
+semblante del mozo se contrajo. Nolo le hizo una pregunta en voz baja.
+Respondió el mozo con un signo de afirmación. Nolo se despidió. En esta
+forma recorrió las casas de los más bravos guerreros de Fresnedo. Luego
+envió emisarios a las Meloneras, a los Tornos y a Navaliego. Después
+bajó a oir misa a Tolivia.</p>
+
+<p>A las tres de la tarde se reunían en las afueras de esta aldea hasta
+cincuenta mozos de los altos de Villoria, la flor de la juventud
+montañesa del valle de Laviana, y emprendieron la marcha hacia la
+romería del Otero. ¿Por qué tan tarde? A la hora en que llegaréis,
+galanes, la romería estará muy cerca de deshacerse: las hermosas zagalas
+buscarán ya con la vista a sus parientes para reunirse a ellos y tomar
+el camino de su casa. No importa. Hoy no es día de festejar a las
+rapazas.</p>
+
+<p>Marchaban fieros y graves, el rostro contraído, la mirada fija. Ninguna
+chanza alegre se escuchaba entre ellos como otras veces: ni una palabra
+salía de sus labios. Sus pasos sonaban huecos y<a name="page_225" id="page_225"></a> lúgubres por la calzada
+pedregosa. ¡Así os ví cruzar por Entralgo con vuestras monteras sin
+flores, con vuestros palos enhiestos como una nube que avanza negra por
+el cielo para descargar su fardo de cólera sobre alguna comarca próxima!
+Mi corazón infantil palpitó y desde el corredor emparrado de mi casa os
+grité:</p>
+
+<p>&mdash;Nolo, ¿vais a zurrar a los de Lorío? ¡Llévame contigo!</p>
+
+<p>Yo te vi sonreir, intrépido guerrero de Villoria. Alzaste la mano y me
+enviaste un gracioso saludo.</p>
+
+<p>En vez de cruzar la barca, subieron un poco río arriba y lo salvaron por
+un vado descalzándose previamente. A toda costa no querían llamar la
+atención y caer sobre la romería de improviso. Una vez en el camino de
+la Pola ascendieron por la montaña hacia el santuario del Otero, no
+siguiendo el camino trillado, sino por senderos extraviados.</p>
+
+<p>El campo donde la fiesta se celebraba era un prado casi circular y llano
+sobre la misma colina. Más de la mitad de él, por la parte superior,
+estaba rodeado de un espeso bosque de robles. Los de Fresnedo se
+ocultaron allí sin ser vistos de la gente de la romería.</p>
+
+<p>Hallábase ésta en todo su esplendor. Hervía el campo con rumor gozoso de
+cantos y risas y pláticas ruidosas. Una muchedumbre vestida de día de
+fiesta discurría por él entrando y saliendo de la iglesia, parándose
+delante de los puestos de bebidas, comprando frutas y confites o
+agrupándose en torno de los bailarines. Debajo de un hórreo próximo al
+templo sonaban la gaita y el tambor y allí<a name="page_226" id="page_226"></a> más de dos docenas de mozos
+y mozas se entregaban con furor al baile. Más lejos, en paraje
+descubierto, danzaban otros formando enormes círculos que giraban
+cadenciosamente al compás de sus cantos.</p>
+
+<p>&mdash;Florita, ¿dónde tienes a Jacinto?&mdash;preguntó una joven de la Pola a la
+gentil molinerita de Lorío.</p>
+
+<p>Ambas se hallaban próximas al hórreo contemplando el baile.</p>
+
+<p>&mdash;¡Madre! ¿Es algún gato Jacinto que se trae y se lleva en una
+cesta?&mdash;respondió Florita enseñando para reir las perlas de sus dientes.</p>
+
+<p>&mdash;Si no lo es, alguna vez quisiera convertirse, aunque no fuese más que
+para saltarte sobre el regazo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Calla, tonta! Pronto le diría ¡zape! Los gatos dejan muchos pelos en
+la ropa&mdash;exclamó la zagala dando un cariñoso empujón a su amiga que por
+poco le hace caer de espaldas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vaya, que antes ya le pasarías la mano sobre el lomo!... ¡Pobrecito!
+¡Pobrecito menino!</p>
+
+<p>&mdash;¡Fu! ¡fu! ¡Zape!&mdash;gritaba la niña emprendiéndola a pellizcos con la
+burlona y retorciéndose de risa.</p>
+
+<p>Sin embargo, al cabo quedó seria. Estaba sorprendida y despechada al
+mismo tiempo de no ver a su novio en la romería. ¿Se iría a hacer el
+desdeñoso aquel zarramplín después de haberle arrancado la confesión de
+su amor? Esta idea inquietaba su orgullo y arrugaba su frentecita.</p>
+
+<p>&mdash;¿Lo ves cómo te quedas seria?&mdash;le dijo su<a name="page_227" id="page_227"></a> amiga con ojos
+maliciosos.&mdash;No puedes ocultar que estás chaladita perdida por Jacinto.</p>
+
+<p>Hizo un mohín de desprecio la linda morenita.</p>
+
+<p>&mdash;¡Yo perdida por ese cachorro!... No me conoces, Carmela.</p>
+
+<p>Y para demostrar lo contrario llamó a uno de sus primos que por allí
+andaba y le invitó a bailar. Bailaba con sobrado coraje la molinera de
+Lorío para que no dejase sospechar que había en ello más jactancia que
+alegría.</p>
+
+<p>Sin embargo, la romería iba cerca de su fin. El sol se acercaba
+lentamente a las cumbres de la Vara, encima de Canzana: pronto les daría
+el beso de despedida. Andaban por el campo de la fiesta bastantes mozos
+de Villoria y Tolivia y algunos de Entralgo, pero desparramados, mustios
+y con apariencia de huídos. Las repetidas victorias de los de Lorío los
+tenían acobardados y recelosos, sin gana alguna de emprender nueva
+quimera, aunque sus enemigos les daban para ello sobrado motivo. Es
+indecible el grado de orgullo y de insolencia a que éstos habían
+llegado. No sólo con miradas y gestos provocativos les quemaban la
+sangre, sino también con picantes indirectas y con insultos groseros les
+ponían en el trance a cada instante de perder la paciencia y
+experimentar una nueva y vergonzosa derrota.</p>
+
+<p>Pero el más insolente, el más provocativo, el más fachendoso de todos
+era Toribión de Lorío. Imposible mirar solamente a aquel hombre sin
+sentir el corazón henchido de rabia. Por eso los de Entralgo y Villoria
+se apartaban cuanto podían de los<a name="page_228" id="page_228"></a> parajes en que el jefe poderoso de
+Lorío relampagueaba de orgullo y de jactancia.</p>
+
+<p>Jamás se le viera más alegre y fanfarrón que aquella tarde. Con la
+montera terciada y el garrote empuñado por el medio iba de un lado a
+otro sonriente, provocativo, embromando a unos, injuriando a otros, como
+si el campo de la romería fuese suyo o no hubiera en dos leguas a la
+redonda más rey ni más amo que él.</p>
+
+<p>Y en verdad que no parecía en toda la comarca mozo más fornido... Su
+padre, labrador rico de Lorío, lo había criado no con nabos y castañas,
+sino con sabrosos torreznos de jamón y cecina, con pan de escanda y
+buenos tragos de vino de Toro que los arrieros de Castilla acarrean por
+el puerto de San Isidro. Por eso era capaz de alzar sobre los hombros un
+carro de hierba; por eso nadie osaba competir con él ni en la siega ni
+partiendo leña. Llevaba aquel día envuelta la cabeza, por mayor gala, en
+un pañuelo floreado de seda y la montera encima; apretaba sus piernas
+membrudas de gigante fino calzón de Segovia; colgaban de la botonadura
+de su chaleco los cordones del justillo de Flora que había arrancado la
+noche anterior al infortunado Jacinto.</p>
+
+<p>Cuando se hartó de caracolear por los diversos grupos decidióse a entrar
+en la danza. Su presencia causó disturbio y malestar entre los mozos.
+Porque Toribión, no sólo con los enemigos, sino con los suyos se
+mostraba intemperante. Ahora daba terribles empellones a los mozos que
+tenía más próximos haciéndoles vacilar cuando no caer de<a name="page_229" id="page_229"></a> bruces, ora se
+gozaba en apretarles la mano hasta hacerles exhalar gritos de dolor.
+Reía, gritaba, cantaba y hablaba a destiempo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde están los pollos de Entralgo y de Villoria?&mdash;profería riendo a
+carcajadas.&mdash;Hace ya mucho tiempo que no oigo su <i>pío pío</i>. ¿Andan de
+rama en rama los pajaritos o están todavía en el nido esperando a que su
+madre los cebe?... Dicen que los espanta el milano... ¡Cua! ¡cua!
+¡Corred, corred, pollitos, que allá va el milano!... ¡Cua! ¡cua!</p>
+
+<p>Y extendía los brazos y chillaba imitando el grito de las aves de
+rapiña. Y su risa era tan grande que el exceso de alegría bañaba sus
+mejillas de lágrimas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ijujú!&mdash;concluyó gritando con su voz de bronce.&mdash;¡Viva Lorío!</p>
+
+<p>Un hombre saltó en aquel momento en medio del corro y gritó con voz
+estentórea:</p>
+
+<p>&mdash;¡Muera!</p>
+
+<p>Aquel intrépido guerrero era el hijo del tío Pacho de la Braña.</p>
+
+<p>&mdash;¡Muera!... ¡muera!... ¡muera!</p>
+
+<p>Tres veces repitió el mismo grito. Su voz poderosa llegó hasta los
+últimos confines de la romería produciendo en ella un estremecimiento de
+terror. Corrieron los niños a refugiarse entre las faldas de sus madres,
+desbandáronse los hombres, chillaron las mujeres, volcáronse las mesas
+de confites y las cestas de fruta. Un miedo pánico se apoderó de aquella
+muchedumbre tan alegre momentos antes.<a name="page_230" id="page_230"></a></p>
+
+<p>Toribión de Lorío empalideció también; pero reponiéndose presto se lanzó
+sobre su rival soltando espumarajos de cólera. Alzó su garrote enorme
+como una tranca que sólo él era capaz de manejar y lo descargó con tal
+ímpetu sobre la cabeza de Nolo que se la hubiera partido si éste no
+hubiera evitado el golpe esquivando el cuerpo.</p>
+
+<p>&mdash;Has errado el golpe, Toribión&mdash;profirió con voz entera el héroe de la
+Braña.&mdash;Si tuvieses las manos tan ligeras como la boca pronto darías
+buena cuenta de mí. Pero confío en que ahora vas a pagar tu fachenda de
+siempre y la marranada de ayer. ¡Muera el cerdo de Lorío!</p>
+
+<p>Ambos combatientes se arrojaron el uno sobre el otro con el corazón
+henchido de un furor salvaje. Nolo, aunque de la misma estatura que el
+caudillo de Lorío, era menos corpulento; mas lo que le cedía en cuerpo
+se lo ganaba en flexibilidad y ligereza. Se habían arrollado la chaqueta
+al brazo izquierdo para que les sirviese de escudo. El palo de Nolo era
+corto, de acebuche, pintado al fuego y sujeto a la muñeca por una
+correa. El de Toribio largo y pesado de roble.</p>
+
+<p>Los mozos de Lorío se habían aproximado de una parte, los de Entralgo y
+Villoria de otra. Pero los dos bandos se mantuvieron apartados por
+tácito acuerdo, dejando amplio trecho para que sus héroes más famosos
+saldasen solos y cara a cara la cuenta que tenían pendiente.</p>
+
+<p>Toribión, así que hubo errado el golpe, levantó de nuevo la tranca; pero
+antes que tuviese tiempo a descargarla se le anticipó con increíble
+presteza<a name="page_231" id="page_231"></a> el de la Braña y le atizó un estacazo en la cabeza que le
+obligó a tambalearse. Reponiéndose instantáneamente volvió sobre su
+adversario como un león hambriento o un jabalí que necesita abrirse
+paso. Nolo pudo parar el golpe con el brazo izquierdo que aun con la
+almohada de la chaqueta se resintió bastante. Lanzó un rugido de dolor
+el guerrero de la Braña y acometido por la rabia homicida comenzó a
+brincar en torno de su enemigo como un tigre sediento de sangre,
+atacándole por todas las partes con incansable furor. Temblaba la tierra
+bajo los pies de tan formidables guerreros, crujían sus palos al
+chocarse, escuchábase de lejos su resuello temeroso. Todo el campo de la
+fiesta se estremecía pendiente de aquella descomunal batalla.</p>
+
+<p>Por fin el hijo del tío Pacho alcanzó el brazo derecho de su contrario
+con un garrotazo. Saltó el palo de la mano de Toribión y quedó inerme
+frente a su adversario. Entonces viéndose perdido, no halló otro recurso
+que volver la espalda y darse a correr moviendo con ligereza sus
+piernas. Pero el valiente Nolo le seguía de cerca lleno de confianza en
+sus pies rápidos. Dos veces dieron la vuelta entera al campo de la
+romería. Como un galgo persigue al través de la verde llanura a la
+liebre que acaba de levantar entre la maleza, así el héroe de la Braña
+seguía y apretaba cada vez más al ilustre guerrero de Lorío. Los de uno
+y otro bando se mantienen suspensos y anhelantes contemplando la carrera
+de sus jefes, el uno fugitivo, el otro corriendo sobre sus pasos.<a name="page_232" id="page_232"></a></p>
+
+<p>La mala ventura de Toribión quiso que al hacer la tercera vuelta se le
+enredasen los pies entre un helecho y cayese de bruces. Alzóse
+rápidamente, pero antes que pudiera emprender de nuevo la carrera un
+garrotazo de Nolo le hizo dar con su pesado cuerpo en el suelo. Entonces
+el irritado mozo sació sobre él su furor descargando sobre sus espaldas
+algunos garrotazos, mientras le decía lanzándole una mirada feroz:
+&ldquo;¡Echa roncas ahora, pelele, echa roncas! ¿Te creíste que porque Dios te
+ha dado mucha fuerza los demás somos de manteca? Si ayer noche fuera yo
+con Jacinto no lo hubierais torgado, gran cerdo. ¡Toma por ladrón! ¡Toma
+por cerdo!&rdquo;</p>
+
+<p>Los de Lorío, viendo a su compañero así caído y golpeado, volaron al fin
+a su socorro. Mas los de Entralgo y Villoria, animados con la presencia
+de Nolo y su buen suceso, les salieron al encuentro. Cuando los de uno y
+otro bando se hubieron encontrado, sonó un formidable clamor. Los
+hombres chocaron con los hombres, los palos con los palos. Escucháronse
+a la vez gritos de triunfo y lamentos, imprecaciones y vivas. Como dos
+ríos impetuosos que caen de la montaña y sus aguas se tropiezan en el
+valle con fragoroso estruendo que se oye a lo lejos, así los dos
+ejércitos rivales cayeron el uno sobre el otro. Igual furor los anima:
+el mismo deseo de gloria agita sus corazones.</p>
+
+<p>Sin embargo, los de Entralgo eran menos numerosos, y ante la avalancha
+formidable de sus enemigos no tardaron en ceder terreno. Entonces Nolo
+de la Braña se salió un instante del sitio de<a name="page_233" id="page_233"></a> la lucha y lanzó un
+silbido penetrante. Los cincuenta guerreros de Fresnedo, Meloneras y
+Navaliego, al oir aquella señal, surgieron de improviso del bosque donde
+se hallaban ocultos y cayeron como buitres hambrientos lanzando gritos
+horrísonos sobre los mozos del Condado y Lorío. ¿Quién pudiera resistir
+el ímpetu de aquella juventud magnánima? Una tromba de agua y pedrisco
+no causaría más daño en un sembrado: la mar alborotada arrojando sobre
+la tierra sus espumas amargas no infundiría más espanto. Todo cae, todo
+huye, todo grita delante de su furor indomable. Los de Lorío, aterrados,
+apenas pueden resistir breves instantes. En vano el valeroso Firmo de
+Rivota los anima con grandes voces al combate y dando el ejemplo se
+arroja con temerario coraje en medio de la pelea. El mísero sucumbe al
+fin bajo el garrote de Jacinto de Fresnedo; cae aturdido y es pisoteado.</p>
+
+<p>¡Musas, decidme los nombres de los guerreros que allí cayeron o salieron
+descalabrados bajo los garrotazos de los hijos magnánimos de Entralgo,
+porque yo no acierto a contarlos! Tú, bizarro Angelín de Canzana,
+tumbaste de un estacazo en medio de la cabeza al esforzado Luisón de la
+Granja, hijo del tío Ramón, famoso domador de potros. Confiado en sus
+fuerzas extraordinarias, quiso hacerte frente; pero lograste pronto
+volcarle y fué pisoteado. El valeroso Ramiro de Tolivia midió varias
+veces las espaldas con su garrote a Juan de Pando, afamado en todo el
+valle, no sólo por su valor, sino por la habilidad en el baile.<a name="page_234" id="page_234"></a> Ninguno
+con más primor ejecutaba las mudanzas y saltaba delante de su pareja: en
+esta ocasión no le valieron sus ágiles piernas: aunque corría como un
+gamo por el monte abajo, Ramiro le alcanzó repetidas veces con su palo.
+Froilán de Villoria desarmó y apaleó sin piedad a Pin de Boroñes,
+sobrino del cura del Condado, a quien su tío estaba enseñando latín para
+enviarlo al Seminario de Oviedo y ordenarlo <i>in sacris</i> por la carrera
+abreviada. Antes que el obispo lo consagrase, Froilán logró hacerle un
+buen chichón en la corona. Pero más que todos éstos se distinguió en
+aquella jornada memorable Tanasio de Entralgo. Su cayado fulminante,
+cortado en el monte Raigoso, abatía cuanto encontraba delante. Imposible
+contar el número prodigioso de bollos y tolondrones que aquel mortífero
+instrumento causó en breve tiempo. No era un arma en sus manos, sino
+rayo fragoroso, resonante, que sembraba el terror y la alarma por
+doquiera que pasaba.</p>
+
+<p>¿A quién sacrificaste tú, impetuoso Celso, honor y gloria de mi
+parroquia? Bajo tus acometidas invencibles cayeron muchos y bravos
+guerreros de Lorío y cayó también el más ilustre de los hijos del
+Condado, el famoso Lázaro, que después de Toribión y Firmo era tenido
+por el más esforzado de los enemigos de Entralgo. No le valió su garrote
+nudoso de acebuche ni le valieron sus saltos prodigiosos. Tú derribaste
+de un garrotazo su montera adornada de claveles y luego le tentaste
+varias veces la cabeza y las costillas. ¿A quién inmolaste tú,
+industrioso Quino, el más galán<a name="page_235" id="page_235"></a> y más prudente de los hijos de
+Entralgo? Bajo tu palo gimieron muchos bravos en aquella aciaga jornada
+y por fin tuviste el honor de ver huir delante de ti al valeroso Lin de
+la Ferrera. Si no le diste alcance no fué porque te faltasen piernas,
+sino porque no quisiste que los mozos del Condado te cortasen la
+retirada.</p>
+
+<p>Pero en aquella ocasión por su fuerza y por su audacia se distinguió
+Nolo, el hijo del tío Pacho de la Braña, entre todos los hijos de
+Villoria y Entralgo y ganó gloria imperecedera. Parecido a una llama
+impetuosa penetra entre las filas de los contrarios sembrando en ellas
+el pavor. Tan pronto está en un sitio como en otro; aquí tumba a un
+mozo, más allá desarma a otro, en otra parte persigue a un fugitivo.
+Imposible averiguar a qué campo pertenecía, si peleaba del lado de Lorío
+o de Entralgo. Como un río impetuoso se despeña en el invierno sobre el
+valle y rompe los diques que las manos del hombre le han puesto y
+arrastra los árboles y las casas y destruye las más florecientes
+heredades, de tal modo el hijo del tío Pacho penetra en las espesas
+falanges de los de Lorío introduciendo en ellas el desorden y el
+espanto.</p>
+
+<p>¿Dónde estabas tú, belicoso Bartolo, dónde estabas tú en aquel momento
+de perdurable memoria para nosotros? Habías llegado tarde a la romería y
+te habías acercado al hórreo donde los zagales y zagalas se entregaban
+al baile. Allí tropezaste con un amigo que te invitó a beber unos vasos
+de sidra. Y descuidadamente, sin pensar que<a name="page_236" id="page_236"></a> los de Entralgo iban a
+necesitar pronto de tu invencible brazo, te entretuviste alegremente
+narrando amores y combates. En vano te dijeron: &ldquo;Bartolo, parece que hay
+palos en la romería.&rdquo; Tú no hiciste caso, acostumbrado como estabas a
+despreciar los peligros, y enardecido por la plática y la sidra seguiste
+relatando la historia maravillosa de tus hazañas. Cuando al cabo algunos
+fugitivos vinieron a refugiarse bajo el hórreo y pudiste cerciorarte de
+que la bulla no era niñería, con terrible calma cubriste tu cabeza con
+la montera, pediste otro vaso de sidra, lo bebiste y después de haberte
+limpiado repetidas veces los labios con el dorso de la mano dijiste con
+sosiego aterrador: &ldquo;Vamos a ver lo que quieren esos pelafustanes.&rdquo; Y
+saliste arrojando miradas homicidas a todos lados.</p>
+
+<p>Pero ya la victoria estaba declarada por los de Entralgo. Los de Lorío y
+Condado corrían desbandados y seguidos de cerca por los primeros. Las
+mujeres, los niños y los hombres pacíficos se habían refugiado en el
+pórtico y en los alrededores de la iglesia. El campo de la romería
+estaba poco menos que desierto. Sembrados por él y aturdidos por los
+garrotazos yacían algunos guerreros. Uno de ellos se levantó y
+derrengado, sin palo y sin montera enderezó sus pasos trabajosamente
+hacia la iglesia. Era el famoso Toribión, el caudillo ilustre de Lorío.
+Bartolo lo vió y animado de un valor intrépido saltó sobre él como un
+león y de un par de estacazos le hizo de nuevo medir el suelo.<a name="page_237" id="page_237"></a></p>
+
+<p>&mdash;Ya caíste entre mis uñas, Toribión&mdash;exclamó con sonrisa diabólica&mdash;.
+Mucho tiempo hacía que tenía gana de verme cara a cara contigo. Cuando
+te levantes marcha a Lorío y cuenta a tus compañeros cómo te ha hecho
+morder la tierra el hijo de la tía Jeroma de Entralgo.</p>
+
+<p>Después, sereno, majestuoso, semejante a un dios recorrió el campo de la
+fiesta sin que nadie se opusiera a su marcha triunfante.</p>
+
+<p>Hartos de apalear y perseguir a los de Lorío, no tardaron en llegar los
+zagales victoriosos de Entralgo y de Villoria lanzando gritos de
+triunfo. De nuevo se puebla el campo de romeros y por algún tiempo reina
+la misma animación. Los mozos vencedores, ebrios de alegría, quieren
+depositar su triunfo a los pies de las rapazas y les ofrecen sus
+monteras llenas de confites y avellanas tostadas. Sonríen ellas, se
+hacen las melindrosas; insisten ellos y a pesar de su fuerza indomable
+se muestran ruborosos y humildes como niños.</p>
+
+<p>Jacinto se acerca a Flora. Su rostro aún está contraído, sus manos
+tiemblan, todo su cuerpo manifiesta extraña agitación.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué mosca te ha picado, Jacinto?&mdash;le pregunta la linda morenita
+mirándole con una risa maliciosa.</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabes lo que han hecho ayer noche conmigo tus vecinos?&mdash;exclama
+rudamente el mozo.</p>
+
+<p>Flora le mira sorprendida.</p>
+
+<p>&mdash;Pues en cuanto salí de tu casa, antes que llegase<a name="page_238" id="page_238"></a> a Rivota, entre
+Toribión y otros tres me torgaron.</p>
+
+<p>Un relámpago de ira pasó por los ojos de la zagala.</p>
+
+<p>&mdash;¿No te dije que no te fiases de ellos, Jacinto? ¡Que eran muy burros!
+¡muy burros!<a name="page_239" id="page_239"></a></p>
+
+<h2><a name="ADIOS" id="ADIOS"></a>ADIOS</h2>
+
+<div class="blockquot"><p>Demetria, hija natural de una señora de elevada alcurnia de Oviedo,
+fué entregada al nacer a unos labradores de Canzana, el tío Goro y
+la tía Felicia. Se crió como hija suya y llegó á los diez y seis
+años sin conocer el secreto de su nacimiento. Su verdadera madre,
+arrepentida del abandono en que la había tenido, se presenta un día
+en Canzana reclamándola. Demetria estaba en relaciones amorosas con
+Nolo de la Braña. Tanto por esto, como por el intenso cariño que
+profesaba a sus padres y hermanos putativos, experimenta un
+profundo pesar.</p></div>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">A</span><small>SÍ</small>
+fué como los de Entralgo lograron el desquite, ganando inmensa
+gloria. Pero el hijo intrépido del tío Pacho de la Braña no pudo
+saborearla porque no halló en la romería a Demetria, aunque largo tiempo
+la buscó por todas partes. Nadie le daba noticia de ella, ni del tío
+Goro ni de Felicia. Preguntó a Flora y ésta tampoco sabía por qué su
+amiga dejara de asistir a fiesta tan renombrada. Con el corazón lleno de
+tristeza el héroe de la Braña iba y venía de un grupo a otro, siempre
+con la esperanza de hallar en alguno a su dueño bien querido. Cuando se
+llegó la noche y aquella muchedumbre se fué dispersando tomó la
+resolución de ir a Canzana y así lo comunicó a sus compañeros. Pero el
+prudente Quino le habló de esta manera:<a name="page_240" id="page_240"></a></p>
+
+<p>&mdash;Yo no dudo, Nolo, que vayas a Canzana esta noche, aunque bien sabes
+que los de Lorío no dejarán de esperarte en el camino. Si todos los
+hemos agraviado ahora, a nadie más que a ti guardarán rencor. Grande
+alegría les darías si pudiesen saciar en ti su venganza, porque tú
+fuiste quien les preparó la garduña en que cayeron. Mi parecer es que
+dejes la visita hasta mañana y que la hagas a la luz del día, cuando
+todos esos mozos estén en el trabajo. Y si es que no quieres dejarla,
+entonces nosotros te acompañaremos después hasta Villoria.</p>
+
+<p>El hijo del tío Pacho lanzándole una mirada feroz le respondió:</p>
+
+<p>&mdash;Pasmárame a mí que no salieses con alguna de las tuyas. ¿Quién sino tú
+pudiera meterme miedo con esos mamones que todavía están corriendo y no
+pararán hasta esconderse debajo del escaño de su casa? Tienes el corazón
+de liebre y vales más para comer la torta y la leche al pie del lar que
+para sacudir garrotazos en las romerías. Guárdate, guárdate en casa esta
+noche, que yo no necesito que nadie me dé escolta.</p>
+
+<p>El industrioso Quino sintió que el calor subía a sus mejillas y replicó
+encolerizado:</p>
+
+<p>&mdash;Nada te he dicho, Nolo, que merezca que me insultes de ese modo, y no
+es de mozos criados en ley de Dios hacer ofensa a los amigos que se han
+portado bien. Si yo como la torta al pie del lar, tú la comes también,
+porque no te mantienes del aire, y si tú das garrotazos en las romerías,
+garrotazos sacudo yo cuando se tercia. Vete solo<a name="page_241" id="page_241"></a> si quieres, que no
+será Quino de Entralgo quien te lo estorbe.</p>
+
+<p>Iba a contestar Nolo con otras pesadas palabras; pero el intrépido Celso
+de Canzana, temiendo que la disputa llegase a pelea, se apresuró a
+intervenir.</p>
+
+<p>&mdash;Ya que lo veo necesario, Nolo, voy a decirte lo que sé y que según las
+trazas nadie ha querido contarte hasta ahora. Esta mañana se presentó en
+Canzana una gran señora y preguntó por el tío Goro y la tía Felicia.
+Entró en su casa, habló con ellos y también con Demetria y se fué en
+seguida. Allí se dice que esta gran señora es la madre de tu rapaza y
+que se la lleva para Oviedo o Gijón. Ahora ya sabes por qué no ha venido
+esta tarde a la romería. Si quieres ir a Canzana puedes hacerlo, y si a
+la Braña lo mismo. De todos modos, los mozos de Entralgo estamos siempre
+para lo que gustes mandar.</p>
+
+<p>Quedó Nolo suspenso y acortado al escuchar estas palabras. Una gran
+tristeza inundó su corazón y empalidecieron sus mejillas. Apenas pudo
+murmurar las gracias. Repuesto un poco, al cabo se despidió de sus
+amigos manifestando que iba derecho a su casa.</p>
+
+<p>Se acostó en la cama, pero no pudo gozar de las dulzuras del reposo.
+Todas sus ilusiones se huían. Aquel amor profundo, el primero y el único
+de su vida, se disipaba como un sueño. Lo que tenazmente se susurraba
+hacía tiempo y había llegado varias veces a sus oídos resultaba cierto.
+Demetria no era hija de aldeanos, sino de señores,<a name="page_242" id="page_242"></a> y señora ella misma
+por lo tanto. ¿Cómo se acordaría en las alturas de su nueva posición de
+la bajeza de aquel aldeano que la amaba? ¡Oh, cuánto la amaba! El pobre
+Nolo daba vueltas en su lecho cual si tuviese espinas.</p>
+
+<p>Por la mañana pensó en comunicar con su madre tan tristes noticias, pero
+no pudo hacerlo. La voz no quiso salir de su garganta; temía echarse a
+llorar como un niño. Salió a trabajar, pero en vez de hacerlo dejóse
+caer bajo un árbol, y así se estuvo toda la mañana inmóvil, con los ojos
+extáticos. Un deseo punzante le acometió, el de ver por última vez a
+Demetria y despedirse. Quizá no se hubiese marchado aún. Si se había
+marchado, quería ver siquiera aquella casa en que ella respiró y
+sentarse en la misma tajuela y hablar con los que siempre había tenido
+por padres. Comió apresuradamente y salió con disimulo sin decir una
+palabra.</p>
+
+<p>Bajó a Villoria. Una vez allí, en vez de tomar el camino real de
+Entralgo, a la derecha del riachuelo, siguió la margen izquierda, por la
+falda de la montaña, a la altura de Canzana.</p>
+
+<p>Tampoco Demetria logró dormir aquella noche. Había pasado todo el día
+sumida en profunda tristeza, llorando a ratos amargamente, haciendo, sin
+embargo, penosos esfuerzos para mostrarse serena a fin de no aumentar el
+dolor de la buena Felicia que estaba inconsolable. Lo que más entristaba
+a la zagala era que ésta perdiera aquella confianza maternal para
+tratarla y reprenderla. Se mostraba, a par que afligida, un poco
+confusa<a name="page_243" id="page_243"></a> en presencia de la que ya no podía llamar hija.</p>
+
+<p>Esperó con ansia la noche para ver a Nolo, pues no dudaba que éste, no
+hallándola en la romería, viniese a Canzana. Amargo desengaño
+experimentó al observar que se llegaba la hora de irse a dormir sin que
+el mozo de la Braña llamase a su puerta. Y el mismo punzante deseo que a
+Nolo le acometió a ella: el de despedirse y darle testimonio de su
+constante amor.</p>
+
+<p>Al día siguiente toda la mañana empleó en los preparativos de su viaje.
+Efectuáronse éstos en silencio y tristemente. La casa estaba como si
+hubiera muerto alguno. Después de comer manifestó que iba a Lorío a
+despedirse de Flora; la avergonzaba mucho manifestar su verdadero
+designio. Bajó la calzada de Entralgo, pero antes de trasponer el puente
+siguió la margen izquierda del río, pasó por el cimero de Cerezangos y
+se dirigió a Villoria.</p>
+
+<p>Los caminos eran de montaña: unas veces senderos en los prados, otras en
+los bosques de castaños, otras, en fin, calzadas estrechísimas entre
+paredillas recubiertas de zarzamora y madreselva. En el recodo de una de
+estas calzadas se encontró de improviso con Nolo. Ambos quedaron
+sorprendidos y sonrieron avergonzados sin pronunciar palabra. Fué
+Demetria quien primero rompió con franqueza el silencio:</p>
+
+<p>&mdash;Iba a la Braña, Nolo.</p>
+
+<p>&mdash;Y yo a Canzana, Demetria.</p>
+
+<p>&mdash;Tenía que hablarte.</p>
+
+<p>&mdash;Yo a ti también.<a name="page_244" id="page_244"></a></p>
+
+<p>Demetria le miró sorprendida.</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabes algo?&mdash;le preguntó vacilante.</p>
+
+<p>&mdash;Sí... Ayer me dijeron lo que había pasado por la mañana en tu casa.</p>
+
+<p>Los dos guardaron silencio. Se habían arrimado a la paredilla, el uno al
+lado del otro. Demetria arrancó un retoño verde de la zarza y lo deshizo
+entre los dedos con la mirada fija en el suelo. Nolo con los ojos
+abatidos igualmente daba golpecitos con su nudoso garrote sobre las
+piedras del camino.</p>
+
+<p>&mdash;Nunca estuve más descuidada y alegre que ayer por la mañana&mdash;profirió
+al cabo en voz baja la joven&mdash;. Había lavado y vestido a mis hermanos y
+tenía mi ropa extendida sobre la cama para ponérmela cuando volviese de
+la fuente... Pensaba en la romería... Pensaba en bailar hasta caer
+rendida... Pensaba en ver a Flora... Cuando bajé la escalera encontré a
+mi madre llorando. Delante estaba una señora tan alta como yo, seria,
+con el pelo casi blanco. Llevaba pendientes que relucían como si
+tuviesen fuego dentro y en las muñecas unos anillos grandes con piedras
+verdes que relucían también... Cuando mi madre me dijo: &ldquo;Demetria, esta
+señora es tu madre; yo no lo soy&rdquo;, pensé que me venía el techo encima.
+Quedé sin gota de sangre. Después me dijeron que iban a llevarme a
+Oviedo y vestirme de señora...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y no te alegras de eso?&mdash;preguntó Nolo sin levantar los ojos.</p>
+
+<p>&mdash;No&mdash;respondió secamente la zagala.</p>
+
+<p>Hubo una pausa. Nolo volvió a preguntar tímidamente:<a name="page_245" id="page_245"></a></p>
+
+<p>&mdash;¿Será por el tío Goro y la tía Felicia? Te han criado como padres y tú
+los quieres como si lo fuesen...</p>
+
+<p>&mdash;Sí, por ellos es... y por ti también&mdash;añadió rápidamente y en voz más
+baja.</p>
+
+<p>Un estremecimiento sacudió el cuerpo del mozo de la Braña.</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh, por mí!... ¡Bien te acordarás cuando seas señora y vistas de seda
+y cuelgues de las orejas pendientes que reluzcan como candelas de este
+pobre aldeano que allá en la Braña destripa terrones!</p>
+
+<p>&mdash;Calla, Nolo, calla&mdash;profirió ella con acento severo&mdash;. No me obligues
+a decir lo que no debo. Ya pueden ponerme los vestidos que quieran:
+debajo de ellos siempre estará Demetria, la misma rapaza para quien
+hacías zampoñas y buscabas nidos allá en el monte, la misma que
+acompañaste en las romerías tantas veces.</p>
+
+<p>El mozo de la Braña escucha estas nobles palabras con alegría y guarda
+silencio paladeando su sabor delicioso.</p>
+
+<p>&mdash;Si en Canzana hubieran querido&mdash;añadió la joven después de un rato con
+acento no exento de amargura&mdash;nadie me sacaría de casa.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué iban a hacer los pobres, si no son tus padres!&mdash;murmuró Nolo.</p>
+
+<p>Ellos nada, pero dejarme a mí que lo hiciera.</p>
+
+<p>&mdash;Bien sabes, Demetria, que eso no puede ser. Ni tenían razón para ello,
+ni se habrán atrevido a aconsejártelo.<a name="page_246" id="page_246"></a></p>
+
+<p>Calló la zagala, comprendiendo que Nolo tenía razón, que su queja era
+injustificada.</p>
+
+<p>&mdash;De todos modos&mdash;profirió después con resolución&mdash;, si ahora me marcho,
+algún día volveré. Nadie me quitará de venir a ver a mis padres... Y si
+me lo quitan, ya sabré lo que he de hacer.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cuándo te marchas?</p>
+
+<p>&mdash;Mañana. Regalado, el mayordomo de don Félix, quedó encargado de
+llevarme.</p>
+
+<p>Acerca del viaje y sus preparativos, de la aflicción de sus padres y de
+sus pequeños hermanos departieron todavía un rato. Ni una palabra
+volvieron a hablar de sí mismos. La plática corría lánguida y apagada.
+Debajo de sus palabras indiferentes se transparentaba una tristeza
+profunda. Ambos tenían la voz levemente enronquecida y temblorosa. Al
+cabo, después de una larga pausa, Demetria dejó escapar un suspiro y
+como si saliese de un sueño exclamó:</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, Nolo: es hora ya de separarnos. No sé si tendré tiempo de ir a
+Lorío a despedirme de Flora y volver antes de la noche.</p>
+
+<p>&mdash;Sí lo tienes. Mira; el sol está muy alto todavía.</p>
+
+<p>Demetria guardó silencio y permaneció inmóvil mirando por encima de la
+paredilla a las altas montañas de <i>Mea</i>. Y sin apartar de ellas los ojos
+profirió:</p>
+
+<p>&mdash;¿Vendrás mañana a despedirme?</p>
+
+<p>&mdash;No&mdash;respondió el mozo con firmeza.</p>
+
+<p>&mdash;Haces bien. ¿Para qué llamar la atención de la gente?<a name="page_247" id="page_247"></a></p>
+
+<p>Y después de una pausa añadió tendiéndole la mano:</p>
+
+<p>&mdash;Adiós, Nolo, que Dios te proteja como hasta ahora, que proteja a tus
+padres y a tus hermanos y al ganado que tenéis en la cuadra.</p>
+
+<p>&mdash;Adiós, Demetria. El te guarde tan buena como eres y te traiga pronto
+por acá.</p>
+
+<p>Se estrecharon las manos, se miraron con amor a los ojos unos instantes
+y se apartaron con el corazón desgarrado, pero grandes, serenos como la
+Naturaleza que los rodeaba, hermosos y castos como dos mármoles de la
+antigüedad.</p>
+
+<p>&mdash;Oye, Demetria&mdash;dijo él volviéndose repentinamente.</p>
+
+<p>Demetria también se volvió.</p>
+
+<p>&mdash;Toma esos claveles&mdash;añadió quitándose la montera y arrancando de ella
+los que llevaba prendidos&mdash;. Si pasas por la iglesia de Entralgo déjalos
+a la Virgen del Carmen. Es nuestra madre y ella nos juntará otra vez.</p>
+
+<p>Tomólos la zagala sin decir una palabra. Ambos se alejaron con paso
+rápido. Ella lloraba. El con los ojos secos y la mirada altiva marchaba
+erguido y arrogante, aunque llevase la muerte en el alma.</p>
+
+<p>En vez de seguir el mismo camino y pasar a Entralgo por el puente del
+Campo de la Bolera, Demetria bajó al río, lo atravesó por unas grandes
+piedras pasaderas que debajo de Cerezangos hay y siguió la margen
+derecha hasta dar pronto en la iglesia de Entralgo. Empujó con mano
+trémula la puerta y entró. Se hallaba el templo solitario<a name="page_248" id="page_248"></a> en aquella
+hora. La zagala se postró ante la sagrada imagen de la Virgen, y
+sollozando, con palabras fervorosas pidió protección para ella y para
+Nolo: besó repetidas veces el ramo de claveles que éste le había dado y
+lo dejó a los pies de la Madre de los desconsolados.</p>
+
+<p>Al salir tropezó cerca del pórtico con la tía Brígida y la tía Jeroma,
+aquellas venerables hermanas que tuvieron la dicha de dar al mundo al
+prudente Quino y al pernicioso Bartolo, de fama inmortal. La habían
+visto desde un prado próximo entrar en la iglesia y picada su curiosidad
+bajaron rápidamente a esperarla. Ambas quedaron fuertemente sorprendidas
+al hallarla con los ojos enrojecidos por el llanto.</p>
+
+<p>&mdash;¡Quién diría, hermosa, al verte con los ojos llorosos, que ha caído
+sobre ti la bendición de Dios!&mdash;exclamó la tía Brígida poniéndole cara
+halagüeña&mdash;. Todos los vecinos estamos alegres más que las pascuas al
+ver cómo la fortuna te ha entrado por las puertas. Porque no hay ninguno
+que no te haya estimado por la rapaza más guapa, más limpia, más honrada
+de nuestra parroquia. Tú sola eres la triste, Demetria. ¿Cómo es eso?</p>
+
+<p>&mdash;¡Bah! lágrimas de un día&mdash;exclamó la tía Jeroma&mdash;. Bien se acordará de
+llorar cuando mañana se vea en Oviedo sentada en un sillón que se hunde,
+tomando chocolate con bizcochos y con una criada detrás para que le
+espante las moscas.</p>
+
+<p>Demetria permaneció grave y silenciosa. Las comadres trataron de tirarle
+de la lengua, pero fué inútil. Sus esfuerzos se estrellaron contra la<a name="page_249" id="page_249"></a>
+actitud fría y reservada que siempre había caracterizado a la hija del
+tío Goro de Canzana.</p>
+
+<p>Despidióse presto y se encaminó velozmente a Lorío. Flora lloró primero,
+rió después, volvió a llorar y trató de consolarla. ¡Cuánto habló
+aquella vivaracha criatura en poco tiempo! Pues aún no pareciéndole
+bastante resolvió acompañar a su amiga hasta Entralgo, dormir allí y
+despedirla al día siguiente. Y así se efectuó y no hay para qué decir
+que durante el camino no cerró la boca. Demetria la escuchaba embelesada
+y de vez en cuando aplicaba un sonoro beso en sus mejillas de rosa.</p>
+
+<p>No fué mucho tampoco lo que pudo dormir la zagala aquella noche.
+Aguardó, sin embargo, a que su padre la llamase y se vistió como si
+fuesen a conducirla al suplicio. Cuando se asomó al corredor vió delante
+de la casa a todas sus compañeras, quince o veinte zagalas de Canzana
+que habían resuelto bajar a despedirla. Un torrente de lágrimas se
+escapó de sus ojos. Su padre, el irreprochable Goro, la tomó de la mano
+y le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Paréceme, Demetria, que llegó la hora de decirte algunas palabras
+instruídas; porque la sabiduría, no lo olvides, hija, es la mejor
+cosecha que un hombre puede recoger. Vale más que el maíz y que el trigo
+y si es caso vale más que el mismo ganado. Ahora que vas a Oviedo y
+tratarás con señorones de levita, instrúyete, hija, aprende lo que
+puedas, lee por todos los papeles que se te ofrezcan y si se tercia
+agarra también la pluma. Pero luego que estés bien aprendida no
+desprecies a los pobres ignorantes, porque buena desgracia<a name="page_250" id="page_250"></a> tienen
+ellos. Además, el orgullo no sienta bien a ningún cristiano. Yo que comí
+más de una vez a la mesa con los clérigos te lo puedo certificar. Y el
+Espíritu Santo ha dicho: &ldquo;Si te ensalzas te humillaré, y si te humillas
+te ensalzaré.&rdquo;</p>
+
+<p>Así habló el hombre más profundo que guardaba entonces el valle de
+Laviana y quizá las riberas todas del Nalón caudaloso.</p>
+
+<p>&mdash;¡Padre, padre! ¿por qué me dice usted eso?&mdash;exclamó Demetria
+angustiada.</p>
+
+<p>Sin embargo, pronto se llega la hora de partir. La desdichada Felicia no
+tiene fuerzas para acompañar a su hija y queda en casa exhalando
+gemidos. Un grupo numeroso de zagalas y en medio de él Demetria
+desciende por la calzada de Entralgo. Detrás marchan también algunos
+hombres que rodean al tío Goro.</p>
+
+<p>En Entralgo los esperaba ya Regalado con los caballos enjaezados.
+Demetria abraza a todas sus amigas y sube al que tiene las jamugas. El
+mayordomo monta en el suyo brioso.</p>
+
+<p>&mdash;¡Adiós, adiós!</p>
+
+<p>El tío Goro, pálido como la cera, se acerca todavía a su hija, le
+estrecha las manos, se las besa y le vierte al oído estas memorables
+palabras:</p>
+
+<p>&mdash;Aprende, hija, aprende a leer por los papeles, que la persona que no
+sabe semeja (aunque sea mala comparanza) a un buey.</p>
+
+<p>Luego se retira demudado como si fuera a caer.</p>
+
+<p>¡Adiós, adiós!<a name="page_251" id="page_251"></a></p>
+
+<h2><a name="LA_HERMANA_SAN_SULPICIO" id="LA_HERMANA_SAN_SULPICIO"></a>LA HERMANA SAN SULPICIO</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">E</span><small>STA</small> es la novela entre las mías que ha logrado mayor popularidad en
+España. Lo que entretiene es lo que primero se difunde, y esta narración
+goza opinión de divertida. Algunos críticos, harto indulgentes, han
+querido ver en ella una obra representativa, un bosquejo de la sociedad
+andaluza. No he aspirado a tanto. He narrado una aventura de amor y la
+he hecho florecer en el país del amor y de las flores; la he prestado el
+aliciente del contraste sin llegar al pecado; este es el secreto de su
+éxito lisonjero. El amor nos interesa a los viejos y a los jóvenes, a
+los grandes y a los pequeños. Todas las otras religiones tienen sus
+adeptos y sus herejes; pero en este favorable dios todos creemos; sus
+hazañas y prodigios constituyen la historia del linaje humano.</p>
+
+<p>¿Cómo un hombre del norte, un <i>casi gallego</i>, ha podido lanzarse a la
+empresa de escribir la novela de la Andalucía? Alguien quizá lo explique
+por la facultad que nos atribuyen a poetas y novelistas<a name="page_252" id="page_252"></a> de transmigrar
+por momentos y vivir la vida de los demás seres. Yo lo explico más
+humildemente, admitiendo que aquello que vemos por vez primera nos hiere
+con más eficacia y queda más impreso en nuestro espíritu que lo que
+presenciamos a diario desde nuestra niñez. Pocas semanas en Sevilla me
+han bastado para libar la deliciosa dulzura de aquella vida original,
+inspiradora, y saturarme de ella.</p>
+
+<p>He averiguado que no pocos andaluces leyendo esta novela me han creído
+su compatriota. Aunque este error me honre en cierto modo no me
+enorgullece. Asturiano soy y quiero ser. Aunque lo duden mis buenos
+amigos de Sevilla, en la húmeda y frígida región donde he nacido también
+hay poesía.</p>
+
+<p>No todos son buenos amigos míos en Sevilla a lo que pude entender. Hay
+allí personas que no han visto con buenos ojos la aparición de esta
+novela y se manifiestan descontentos de la pintura que de su ciudad he
+trazado. No me sorprende. Están tan acostumbrados a verse pintados en
+panderetas guarnecidas de madroños, que cualquier retrato suyo les
+sobresalta. Les pasa como a nuestros frailes de principios del siglo
+XIX, a quienes cualquier libro escrito en lengua francesa daba tufo de
+herejía.</p>
+
+<p>Quisiera tranquilizarles. El que una población tenga carácter no la
+excluye del concierto de las<a name="page_253" id="page_253"></a> demás civilizadas que no lo tienen.
+Sevilla es una ciudad culta, amable, hospitalaria. Nada ganará en
+cultura y decoro el día en que tenga calles anchas y casas de seis pisos
+y campos de <i>foot-ball</i> y los jóvenes enseñen las pantorrillas y las
+cigarreras vayan a la fábrica con sombrero. En cambio habrá perdido
+mucho de su atractivo.</p>
+
+<p>Creo haber hecho en obsequio de su ciudad más de lo que esas personas
+recalcitrantes se figuran. Léase en el apéndice de este libro lo que
+dice Emilio Faguet de <i>La Hermana San Sulpicio</i>. Y como éste son muchos
+los extranjeros que por mi novela aman a Sevilla sin conocerla. Otros
+han venido a visitarla. Hace ya bastantes años, a un oficial de
+Artillería paisano mío le dieron a elegir por guarnición entre Barcelona
+o Sevilla. Estaba ya decidido por la primera ciudad, cuando acertó a
+leer <i>La Hermana San Sulpicio</i>. Así que la terminó pidió destino para
+Sevilla, allá se fué y allá se casó.</p>
+
+<p>Desechen, pues, sus resquemores esos buenos sevillanos, no se
+avergüencen de lo típico y pintoresco de su ciudad natal, no ambicionen
+el transformarla en una ciudad moderna y rectilínea. La regularidad no
+es la belleza. Lo que ganamos en disciplina lo perdemos en iniciativa.
+En esas ciudades de calles tiradas a cordel no pocas veces, ¡ay!, los
+habitantes suelen estar también tirados a cordel.</p>
+
+<p><a name="page_254" id="page_254"></a></p>
+
+<p><a name="page_255" id="page_255"></a></p>
+
+<h2><a name="PASEO_POR_EL_GUADALQUIVIR" id="PASEO_POR_EL_GUADALQUIVIR"></a>PASEO POR EL GUADALQUIVIR</h2>
+
+<div class="blockquot"><p>Ceferino Sanjurjo conoce a Gloria en las aguas de Marmolejo. Era
+monja dedicada a la enseñanza. La sigue a Sevilla. Ella deja el
+convento y se traslada a su casa. Sanjurjo logra enamorarla. Se
+hablan por las noches a la reja. Sanjurjo tiene un rival llamado
+Daniel Suárez que también había conocido a Gloria en Marmolejo.
+Como Sanjurjo frecuentaba la casa y la tertulia de Anguita, Suárez
+le calumnia haciendo creer a Gloria que tiene amores con Joaquina
+Anguita. Gloria celosa y enfurecida cita a Suárez para la reja a la
+misma hora en que solía hablar con Sanjurjo. Este cuando vino como
+siempre a «pelar la pava» experimentó la cruel humillación de ver
+su puesto ocupado. La calumnia y la intriga del malagueño quedan
+deshechas en el presente capítulo.</p></div>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">D</span><small>EMASIADAMENTE</small>
+confiado dormí yo aquella noche y dejé transcurrir el día
+siguiente. Por la tarde, poco antes de oscurecer, me fuí a situar en el
+puente de Triana, donde Paca me había dicho que la esperase para darme
+cuenta del resultado de la carta y de sus gestiones. Era la hora de más
+animación en aquel paraje. Los obreros y obreras de Triana que
+trabajaban en Sevilla tornan a sus casas. Los de Sevilla que trabajan en
+Triana y en la Cartuja hacen lo mismo. Unos y<a name="page_256" id="page_256"></a> otros se encuentran en el
+puente, que hierve de transeuntes.</p>
+
+<p>Arriméme perezosamente al pretil, de espaldas al río, y contemplé con
+ojos distraídos aquel ir y venir mareante. El atractivo de mi
+contemplación eran las caras saladísimas de las cigarreras y
+trabajadoras de la Cartuja que allí suelen verse. Unas en grupos
+resonantes de gritos y risas, otras solitarias, preocupadas, caminando a
+paso largo, todas con vistosos trajes de percal y flores en el cabello,
+pasaban por delante de mí, dirigiéndome alguna vez breves miradas de
+curiosidad y sorpresa, como si pensasen:</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué hará aquí este desaborío, que ni siquiera nos dise: ¡Ole la
+muheres castisas! ¡Viva tu mare, mi niña!</p>
+
+<p>¡Para <i>oles</i> estaba yo! A medida que se acercaba el momento de la
+conferencia con Paca parecíame más grave y decisivo. Un germen de duda
+había entrado en mi espíritu después de almorzar, y en pocas horas se
+había desarrollado, crecido, se hallaba en completo florecimiento. ¿Por
+qué me parecía tan natural antes que Gloria me hubiese desairado en
+virtud de una intriga de Suárez, y no por libre y espontáneo movimiento
+de su voluntad? No acertaba a explicármelo. Por más esfuerzos que hacía
+para volver otra vez a aquella mi anterior convicción, no lo lograba.
+Oscuro y temeroso se me ofrecía lo que poco antes veía claro y risueño.
+Pues, a pesar de eso, no observaba en mi alma aquel sentimiento de furor
+y rabia que me había acometido al saber mi derrota. Una<a name="page_257" id="page_257"></a> extraña laxitud
+la invadía, un desfallecimiento que me inclinaba a la tristeza, no a la
+cólera. La memoria de la ofensa se deshacía, se disipaba entre las
+brumas del cerebro. Sólo quedaba el tierno recuerdo de un amor feliz y
+el vivo pesar de no haber podido preservarlo de desgracia. Testimonio
+irrecusable era éste, si lo supiera entender, de que continuaba
+enamorado y más que nunca. Llegó a parecerme que lo que me habían
+concedido había sido por pura merced y bondad, y que era natural
+privarme ahora de lo que no merecía. Hacia Gloria, dando por supuesto
+que me había engañado, no sentía rencor alguno. El malagueño seguía
+inspirándome aversión y repugnancia, pero no deseaba vengarme de él.</p>
+
+<p>Cuando, a impulso de mis imaginaciones melancólicas, se huyó el deseo de
+recrear la mirada en los rostros peregrinos de las cigarreras, volvíme
+para derramarla por el río y sus pintorescas márgenes. El sol acababa de
+ponerse. Un resplandor rojizo que se extendía desde el horizonte por el
+firmamento, esfumándose en lo alto y transformándose en rosicler de
+tintas puras, nacaradas, indicaba el paraje por donde el astro del día
+se había ocultado. A mi izquierda, no muy lejos, alzábase la Torre del
+Oro, que bañada por los reflejos del horizonte rojizo parecía fabricada,
+en efecto, con el metal que le da su nombre. Más a la izquierda,
+asomando sólo la cabeza sobre las azoteas del caserío de la ciudad,
+veíase también la Torre de la Plata, con su blanca corona de almenas.
+Más allá, el palacio de San Telmo, envuelto<a name="page_258" id="page_258"></a> en la masa verde de sus
+naranjos, asomando las agujas de sus torrecillas de pizarra. El
+Guadalquivir corría bajo mis pies. Sus aguas revueltas, amarillentas,
+gracias a los reflejos del crepúsculo, semejaban un espejo tembloroso
+donde brillaban mil tintas de ópalo y plata y carmín. A lo largo de él,
+acostados al muelle, había gran número de buques, cuyos mástiles y
+enredada jarcia parecían surgir del gran bosque de naranjos que se
+extendía por la margen izquierda. A la derecha, las casas del barrio de
+Triana tocaban en la orilla del río, el cual seguía su curso majestuoso
+hasta unos dos kilómetros del puente, donde, al hacer un recodo, parecía
+detenido por la muralla de verdura que los jardines de las Delicias le
+oponían.</p>
+
+<p>El sosiego melancólico de aquel espectáculo formaba contraste con la
+baraúnda que tenía a mi espalda. El aire caldeado no recogía del río
+ninguna humedad. Sentíase igualmente abrasador, insufrible, que en medio
+de la ciudad. La luz, al huirse, cambiaba poco a poco los colores del
+cielo, repartiendo sobre él infinitos matices imposibles de nombrar.
+Sobre la tierra derramaba una triste palidez que tornaba las cosas
+incoloras y las confundía y las borraba. Allá, debajo del muro verde de
+las Delicias, se amontonaban las sombras formando una masa espesa que se
+iba dilatando rápidamente. Sobre Triana, de lo alto de la suave colina
+donde se asienta Castilleja de la Cuesta, descendía igualmente la noche.
+El aire resonó con un ronco silbido prolongado. Era un vapor que salía.
+Vi su masa negra apartarse lentamente de<a name="page_259" id="page_259"></a> la orilla, oí el ruido
+estridente de las cadenas, algunas voces lejanas. Luego su quilla rompió
+silenciosa el acerado espejo del río, y no tardé en perderle de vista a
+lo lejos, al penetrar en el espeso montón de sombras que los bosques de
+naranjos dejaban caer sobre el agua.</p>
+
+<p>Placíame por las tardes ir a aquel sitio, a presenciar la puesta del
+sol. La vista del paisaje que por lo variado y recogido, parecía un gran
+lienzo panorámico, me infundía siempre un sentimiento de bienestar,
+cierta deliciosa plenitud de vida, que sólo las grandes ciudades
+meridionales poseen y saben transmitir al alma. Mas ahora sentíame
+triste y solo. Aquel riente espectáculo, que parecía impregnado de la
+gracia y la alegría de mi Gloria adorada, perdió de pronto su encanto.
+El espíritu de belleza vivo y ardiente que lo animaba rechazaba el mío,
+serio y contemplativo. Yo, que guiado por el amor había penetrado de
+golpe en lo más íntimo y profundo de aquella naturaleza ardorosa,
+perfumada, palpitante, dejando perderse en ella mi ser antiguo, grave y
+soñador, de hombre del Norte; yo, que aspiraba y recogía por todos los
+poros la vida andaluza, como si aquélla fuese mi patria verdadera y a la
+cual fuera restituído después de muchos años de ausencia, me encontraba
+ahora despegado, solitario. Faltaba el lazo que nos unía. Entre aquel
+río, aquella Torre del Oro, aquellos bosques de naranjos, aquel
+horizonte diáfano de tintas brillantes, y yo, no había nada ya de común.
+No era frente a estas cosas más que un curioso, un <i>touriste</i>, como
+ahora se<a name="page_260" id="page_260"></a> dice, pero no tardaría en partir, acaso para siempre. ¡Partir!
+¡ay! No se rían ustedes. Viendo centellear suavemente en lo alto del
+cielo una estrellita azulada, sentí correr por las mejillas dos
+lágrimas.</p>
+
+<p>Después de enjugarlas cuidadosamente, volví de nuevo el rostro hacia los
+transeuntes, buscando distracción a mi tristeza. Apenas lo había hecho,
+enfilando la vista por el puente en dirección a la ciudad, veo a lo
+lejos una colosal nariz que se oculta detrás de la gente, y vuelve a
+ocultarse, y vuelve a aparecer, aproximándose siempre. Aquella nariz no
+podía pertenecer lógicamente a otro que a Eduardito. Esta fué mi
+convicción instantánea, que tuve el gusto de ver confirmada. Cruzó por
+delante de mí con el sombrero en la mano, el paso desigual y
+precipitado, más que nunca pálido y las facciones desencajadas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eh! ¡eh! Eduardito.</p>
+
+<p>Detúvose un instante, miró y vino hacia mí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde va usted tan escapado, hombre de Dios?</p>
+
+<p>&mdash;No lo sé, don Ceferino&mdash;me respondió, posando sobre mí sus ojos
+vidriosos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Tiene gracia! ¿Y se iba usted como si le faltase medio minuto para
+llegar a la cita?</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh, si supiera usted, don Ceferino!... ¡Me están pasando unas
+cosas!... ¡Unas cosas!</p>
+
+<p>La voz del sensible joven era temblorosa, apagada. Hacía tiempo que se
+hallaba en un estado de debilidad extrema. Ahora parecía que hablaba<a name="page_261" id="page_261"></a>
+como si no hubiese tomado alimento desde hacía ocho días.</p>
+
+<p>Miréle sorprendido y con curiosidad.</p>
+
+<p>&mdash;¡Si supiera usted lo que me está pasando en este momento!</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué hay?</p>
+
+<p>&mdash;Pues nada... Verá usted... Mi hermana acaba de darme un golpe
+terrible... Fuí a casa... Verá usted... Por la mañana le dije que no
+podía continuar de este modo... que era necesario resolver uno u otro...
+Más de veinte veces quise pedirle a Fernanda la conversación... pero
+cuando iba a hacerlo, se me ponía un nudo aquí en la garganta... Usted
+no sabe... aunque me matasen, no podía... vamos, no podía... Si yo
+tuviese tanto pico como mi hermana... ¡Maldita sea!... Le dije que me
+hiciese el favor de decírselo a Fernanda de mi parte, y que me la diese
+o me desengañase de una vez... Pues bien, verá usted... quedó en
+decírselo esta tarde... ¡Yo no puedo continuar así, don Ceferino, crea
+usted que no puedo continuar!... Pues bien, quedó en decírselo. Esta
+tarde debía venir Fernanda a casa. Matilde me dijo después de almorzar
+que saliese y no volviese hasta el oscurecer... y que cuando volviese
+estaría todo arreglado, o poco había de poder. Mi hermana se pinta para
+estas comisiones. Obedecí. Dí más de mil vueltas por Sevilla, y cuando
+vi que oscurecía me fuí a casa. Crea usted, don Ceferino, que me
+temblaban las piernas. Cuando llamé a la puerta estaba más muerto que
+vivo. Salió Matilde a la cancela, y al verme se puso hecha<a name="page_262" id="page_262"></a> una hiena:
+&ldquo;¿Qué vienes a hacer aquí? ¡Márchate! ¡Vete ahora mismo!&rdquo; Creí que el
+mundo caía sobre mí... No sé cómo pude salir del portal, ni sé cómo he
+llegado hasta aquí...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y no es más que eso?... Pues se apura usted por bien poco. Es que las
+ha sorprendido usted en el momento de la conferencia. Estoy seguro de
+que nada malo le sucederá... Fernanda le quiere a usted... Me consta.</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh, no!&mdash;exclamó el apasionado joven.</p>
+
+<p>&mdash;Sí; le quiere a usted, hombre... Ya verá usted.</p>
+
+<p>Estuve por decirle: &ldquo;¿Cómo no ha de quererle, siendo vieja y fea y no
+teniendo a nadie que la mire a la cara?&rdquo; Pero me contuve.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ay, don Ceferino, qué bien me está usted haciendo!&mdash;exclamó, dándome
+un abrazo y rozando con su estupenda nariz mi oreja izquierda.</p>
+
+<p>&mdash;Nada, váyase usted tranquilo. Dé usted algunas vueltas por ahí, y
+luego, dentro de una media horita, cuando ya Fernanda se haya ido, entra
+usted en casa. Estoy seguro de que Matildita tiene para usted una buena
+noticia.</p>
+
+<p>Eduardito me contempló un momento con sus ojos pequeños, insípidos; y
+algo avergonzado, con ansioso acento, me dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Si usted quisiera, don Ceferino, dar una vueltecita antes por allí...
+y luego salir a avisarme...</p>
+
+<p>&mdash;Amigo mío&mdash;le respondí con tono triste y desengañado&mdash;, en este
+momento me hallo en igual caso que usted... Dentro de unos momentos voy
+a saber también si mi novia me quiere o me<a name="page_263" id="page_263"></a> manda con la música a otra
+parte... Esto último será lo más probable. Conque ya puede usted
+dispensarme.</p>
+
+<p>&mdash;Pero ¿cree usted que Fernanda?...&mdash;replicó con egoísmo feroz, sin
+tomar en cuenta para nada mi confidencia.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, hombre, sí; váyase usted tranquilo.</p>
+
+<p>No se habían pasado diez minutos desde que el mancebo y su gran
+cartílago se alejaron, cuando apareció, por la boca del puente, Paca. En
+la primera mirada que me dirigió comprendí que todo se había perdido.</p>
+
+<p>&mdash;No ha querido contestar, ¿verdad?&mdash;le pregunté sin saludarla,
+esforzándome por sonreir.</p>
+
+<p>&mdash;¡Uf! ¡Cómo está con uté, señorito! Ni por un Señor Crucificao ha
+querío tomar la carta. Me ha dicho: &ldquo;Paca, si no quieres que riña
+contigo, no vuervas en tu vía a hablarme de ese...&rdquo;</p>
+
+<p>&mdash;¿De ese qué?&mdash;pregunté, viendo que se detenía.</p>
+
+<p>&mdash;De ese <i>tío</i>&mdash;agregó avergonzada&mdash;. Uté dispense, señorito.</p>
+
+<p>&mdash;Está bien, Paca&mdash;dije, aparentando sosiego, pero con voz alterada por
+la emoción&mdash;. Muchas gracias por el interés que se ha tomado usted por
+mí...</p>
+
+<p>Hubo unos instantes de silencio.</p>
+
+<p>&mdash;Lo siento de too corasón, señorito. Yo creo que ustedes dos pareaban
+mu bien...</p>
+
+<p>Pocas palabras más hablamos. No podía ocultar mi tristeza y desaliento.
+Los consuelos de la cigarrera no penetraban siquiera en mis oídos.<a name="page_264" id="page_264"></a>
+Antes de despedirse quiso darme la carta, que no había podido entregar.
+Yo la tomé, y sin rasgarla la arrojé al río, sonriendo tristemente.</p>
+
+<p>Lo primero que se me ocurrió caminando a casa fué marcharme al día
+siguiente sin ver a nadie ni despedirme. Pero después consideré que
+debía hacerlo, cuando menos, de Isabel y su padre, a quienes debía
+hartas atenciones, y me decidí a ir a esperarlos al día siguiente a la
+estación. Además, abrigaba todavía esperanza de que la condesita
+interviniese de un modo beneficioso en mis enredados asuntos amorosos.
+Me costaba trabajo creer que Gloria se negase en absoluto a dar
+explicaciones de su conducta.</p>
+
+<p>Al entrar en casa me encontré, sin saber cómo, en los brazos de
+Eduardito, y otra vez sentí en la oreja el cosquilleo de su nariz
+indómita. Mi profecía se había cumplido. Matildita obtuvo un éxito tan
+satisfactorio en su dificilísima gestión diplomática, que Fernanda había
+concedido a su enamorado trovador el permiso de ir a hablarla por la
+reja los martes, jueves y sábados. Eduardito osaba esperar que, andando
+el tiempo, obtendría el mismo señalado favor los lunes, miércoles y
+viernes. Llegó a la sazón Matildita, y Eduardito, presa de un rapto de
+amor fraternal, se abrazó a ella y la restregó el rostro con la nariz
+repetidas veces en testimonio de gratitud eterna. El <i>Colibrí</i>, con
+aquel éxito se había crecido, y entornaba la cabecita a un lado y a otro
+con más petulancia, si cabe. Decía que la indiscreción del chinchoso de
+su hermanito, llegando justamente en el momento<a name="page_265" id="page_265"></a> en que estaba tratando
+con su amiga los puntos más delicados, por poco hace fracasar las
+negociaciones. El hermanito empalidecía escuchando aquel horrible
+peligro que había corrido sin saberlo.</p>
+
+<p>Aquella noche tuve la flaqueza, que acaso el lector encuentre
+perdonable, de irme a eso de las once y media hacia la calle de Argote
+de Molina. Cuando emprendí el camino, no sabía fijamente qué es lo que
+allí iba a hacer. Muy pronto quedó determinado en mi cerebro. Avancé
+cautelosamente por ella, y al llegar al recodo desde donde podía verse
+la casa de Gloria me detuve. El corazón me daba saltos. Estiré el
+cuello, asomé la cabeza como un miserable espía y... nadie. A la reja no
+había nadie. Un goce intensísimo bañó todo mi ser como un bálsamo
+celestial. A este goce sucedió ansia indefinible de cerciorarme de que
+los ojos no me engañaban, que a la reja no había nadie, absolutamente
+nadie. Marché resueltamente por la calle y pasé por delante de la casa a
+paso lento, y hasta me parece que me detuve un instante frente a ella.
+Era verdad; ¡qué verdad tan sublime! Allí no estaba el malagueño. La
+calle desierta, las ventanas herméticamente cerradas. Pero era necesario
+que me convenciese bien, que gozase plenamente de aquella grande y
+sabrosa verdad. Y para eso estuve dando paseos por las calles hasta las
+dos de la madrugada, y cada poco tiempo pasaba por aquélla con toda
+lentitud y me detenía algunos instantes a ver si la ventana se abría y
+el aborrecido rival llegaba. No fué así. Me consideré<a name="page_266" id="page_266"></a> dichoso, como si
+fuese gran fortuna. Una de las veces que por allí crucé me sentí tan
+tiernamente apasionado y aun agradecido, que me acerqué a la reja, y
+después de convencerme de que nadie me observaba, besé los hierros donde
+mi saladísimo dueño había puesto tantas veces sus manos.</p>
+
+<p>Retiréme contento a casa. Aquel feliz estado de espíritu me hizo de
+nuevo ver las cosas de color de rosa. Al día siguiente me enteré de la
+hora a que llegaba el tren de Cádiz, y fuí a esperar al conde y a la
+condesita del Padul, prometiéndomelas muy felices. Era la hora del
+oscurecer. En el andén estaban Pepita Anguita y otras cuatro amigas de
+Isabel. Dos de ellas eran las de Enríquez, a quienes ya conocía de
+vista. Mientras llegaba el tren, paseamos y departimos alegremente,
+riendo bastante con las ocurrencias de Pepita. Cuando el cuerno del
+guardaagujas anunció la llegada, nos abalanzamos presurosos al borde del
+andén, y tuvimos el gusto de ver a la ventanilla de un coche a la
+condesita, que nos saludó con el pañuelo, muy regocijada y agradecida.
+Antes de salir de la estación, ya las de Enríquez la invitaron a ir con
+ellas aquella noche al teatro. Isabel manifestó que estaba cansada; pero
+no cedieron, y tanto empeño formaron, que al fin consintió en que la
+viniesen a buscar después de comer. El coche del conde y el de las de
+Enríquez los esperaban. Mas antes de que entraran en ellos tuve ocasión
+para quedarme un momento detrás con Isabel, y explicarle en cuatro
+palabras lo que sucedía.<a name="page_267" id="page_267"></a> Maravillóse en extremo, e hizo sin vacilar la
+misma afirmación de Paca; esto es, que debía de haber una intriga o mala
+inteligencia. No pudimos hablar más, porque llegamos a la puerta de
+salida y era preciso montar en carruaje. Yo no quise hacerlo, aunque me
+invitaron con insistencia. La condesita me dijo al darme la mano:</p>
+
+<p>&mdash;Váyase usted esta noche por el teatro, ya hablaremos.</p>
+
+<p>Comí con premura, me vestí y me eché a la calle en el momento que
+entraba Villa.</p>
+
+<p>&mdash;Hombre&mdash;le dije con imperdonable ligereza y egoísmo (lo mismo que
+Eduardito conmigo)&mdash;, ¿cómo no ha ido usted a esperar a Isabel?</p>
+
+<p>Le vi inmutarse, y me respondió turbado que había tenido que hacer en el
+cuartel.</p>
+
+<p>Llegué al teatro de San Fernando cuando sólo había dentro de la sala dos
+docenas de personas a lo sumo. Aún tardó, en poblarse, larga media hora.
+Se representaba una función extraordinaria, a beneficio de no sé qué
+desgraciados, por la compañía de ópera que había actuado en Cádiz y
+regresaba a Madrid. La sala del teatro es amplia, elegante, bien
+decorada. Pero el verdadero adorno de ella son los rostros expresivos de
+las niñas indígenas, que allí pueden verse con más comodidad y espacio
+que en ninguna otra parte. Es el teatro aristocrático de Andalucía. Las
+damas que allí asisten, vestidas con esplendidez y gusto, pueden mirar
+sin bajar la cabeza a las abonadas del teatro Real de Madrid. Los
+hombres, por el afectado descuido de su persona y por su desmedida<a name="page_268" id="page_268"></a>
+afición al <i>flamenquismo</i>, no son dignos de figurar al lado de ellas.</p>
+
+<p>Isabel y sus amiguitas las de Enríquez fueron de las últimas en llegar,
+y se acomodaron en un palco bajo. La condesita estaba radiante de
+belleza y elegancia. Observé que todas las miradas, lo mismo de los
+hombres que de las señoras, se volvían hacia ella con frecuencia, al
+tenor de lo que había pasado en la tertulia de Anguita la noche en que
+la conocí. Y como entonces, la joven recibía aquel homenaje con perfecta
+naturalidad, sin ruborizarse ni envanecerse, sonriendo franca y
+bondadosamente, lo que prestaba a su rostro encanto irresistible. Si
+aquella expresión era hija del cálculo, hay que confesar que Isabel
+había ascendido a lo más delicado y exquisito del arte de agradar.
+Saludóme graciosa y familiarmente con la mano, con lo cual todos los
+ojos que estaban fijos en ella se tornaron hacia el sitio donde yo
+estaba. En cualquiera otra ocasión esto me hubiera halagado. Ahora me
+hallaba tan inquieto por el resultado de mis amores, que me fué
+indiferente, y aun me pesó de la distinción, por la curiosidad de que
+fuí objeto. Seguro estoy de que muchos me diputaron, sin más, por su
+novio.</p>
+
+<p>En cuanto el segundo acto terminó, un acto larguísimo de <i>I Puritani</i>,
+me levanté para ir a saludarla. Pero al cruzar el pasillo de butacas,
+sentí que me llamaban por mi nombre.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué encandilao va, hermano!</p>
+
+<p>Era Raquel, la dama de Ecija, que se alojaba en la misma casa que yo.
+Teníamos gran confianza.<a name="page_269" id="page_269"></a> Estaba con su esposo, quien cada día
+simpatizaba más conmigo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde va usted tan escapao?</p>
+
+<p>&mdash;A saludar a unas señoritas ahí a un palco.</p>
+
+<p>&mdash;Bien, pues antes salúdeme usted a mí. Siéntese un ratito.</p>
+
+<p>Me indicó una butaca desocupada a su lado, y, por no parecer grosero, me
+senté.</p>
+
+<p>La belleza &ldquo;en colosal&rdquo; y llamativa de la dama había atraído hacia aquel
+sitio a algunos pollastres que la miraban fijamente. Ella, comprendiendo
+el efecto que en los tales causaban sus grandes ojos de ternera y
+enérgico seno, se esponjaba y hablaba alto, para decir, por supuesto,
+mil simplezas, que el bueno de Torres escuchaba sin pestañear,
+aletargado en su butaca bajo el peso de la peluca, impuesta como un
+castigo. No tardé en ver entre aquellos admiradores a Oloriz,
+atusándose, por variar, la barba y dirigiendo miradas lánguidas a
+Raquel. Se conoce que luchó un poco con el temor, pero que al fin se
+decidió a saludarla. Llegóse, pues, y se quitó el sombrero, dejando al
+descubierto su magnífica cabellera rubia, peinada cual si viniese
+directamente de la peluquería. Preguntóle por la salud, y luego hizo lo
+mismo con su esposo. Pero éste, sea porque se hallase distraído, o bien
+por la aversión concentrada que le tuviese, no contestó al saludo. El
+estudiante quedó acortado. Raquel entonces, no pudiendo disimular la
+indignación, o por mejor decir, la rabia que la conducta de su esposo le
+produjo, tomó la palabra, y ¡aquí fué ella!<a name="page_270" id="page_270"></a></p>
+
+<p>&mdash;Pepe, que te está saludando el señor Oloriz... Yo pensé que era una
+regla de buena educación contestar a los saludos que nos dirigen.</p>
+
+<p>&mdash;Mujer, no le he visto&mdash;manifestó Torres con dulzura.</p>
+
+<p>&mdash;La verdad es que ya tienes tiempo para haber aprendido un poco de
+crianza... ¡Cuidado que se necesita no tener un adarme para quedarse
+hecho una estaca cuando una persona decente, cuando un caballero, nos
+hace el favor de preguntarnos cómo estamos!</p>
+
+<p>Yo, viéndola tan irritada, traté de calmarla con algunas frases de
+disculpa. Mas ella, aturdida y excitada como siempre por sus propias
+palabras, cada vez se iba poniendo más encrespada, hasta el punto de que
+algunas personas que se sentaban en las butacas inmediatas lo
+observaron.</p>
+
+<p>&mdash;¡Es una grosería, Sanjurjo... una indignidad!... Usted es persona de
+buena educación, y en su interior se está escandalizando, segura estoy
+de ello. Y si él solo se pusiera en ridículo, no me importaría nada...
+pero me pone a mí, y esto no puedo tolerarlo... ¡No quiero tolerarlo!...
+¿Qué se figuraría una persona desconocida que presenciara este lance?...
+¡Se figuraría cualquiera cosa mala, indecente!... ¿Es esto dar
+consideración a su señora? ¿Es hacer que se la respete?</p>
+
+<p>&mdash;¡Si no le he visto, mujer! ¡si no le he visto!&mdash;repetía dulcemente el
+anciano.</p>
+
+<p>Oloriz, en pie delante de nosotros, pálido, silencioso, hacía una figura
+verdaderamente desgraciada,<a name="page_271" id="page_271"></a> tirándose con mano convulsa de la barba
+hasta arrancarse algunos pelos.</p>
+
+<p>Tomé el partido de dejarla desahogarse. Cuando hizo una pausa, le dije
+en son de broma:</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, Raquel, no sea usted tan nerviosilla.</p>
+
+<p>Y antes que de nuevo se exaltase, me levanté y le dí la mano. Oloriz vió
+el cielo abierto, y aprovechó mi marcha para retirarse también, haciendo
+un reverente saludo.</p>
+
+<p>Isabel me estaba esperando con impaciencia, según me dijo. Había pensado
+bastante en mi situación, y quería a todo trance deshacer &ldquo;los monos&rdquo;,
+que dependían sin duda de alguna mala inteligencia, de algún embuste.
+Oyéndola llamar &ldquo;monos&rdquo; a las tremendas calabazas que Gloria me había
+propinado, alegróseme el alma. Había encontrado un medio de que nos
+tropezásemos y pudiésemos hablarnos. En su casa no quería que fuese.
+Quizá su prima se ofendería de que la llevasen engañada. Lo mejor era ir
+de excursión a la Palmera, una casa de campo que tenían del otro lado
+del río. Allí, estando todo el día juntos, no podía menos de operarse la
+reconciliación, para lo cual ella pondría de su parte lo que pudiera.</p>
+
+<p>&mdash;Por supuesto, no invitaremos a ese malagueño antipático&mdash;añadió,
+guiñándome el ojo con gracia&mdash;. Usted campará todo el día por sus
+respetos.</p>
+
+<p>Mi pecho se inundó de gratitud. Era adorable aquella chica.</p>
+
+<p>Quedó en ir a la mañana siguiente a invitar a Gloria, y en avisarme por
+medio de carta el día y hora de la excursión, y en general todo lo que
+sucediese.<a name="page_272" id="page_272"></a> Mis esperanzas, tan pronto vivas como muertas, renacieron
+ahora más frescas y lozanas que nunca. Parecíame imposible que dejándome
+un rato a solas con mi ex novia no la conmoviese y redujese a quererme
+otra vez. Tal fe tenía en mi elocuencia. Además, era dificilísimo
+suponer que tanto amor como aquella gentil muchacha me había demostrado
+en el tiempo que duraron nuestras relaciones se hubiese desvanecido en
+un instante, sin quedar entre las cenizas rescoldo alguno. En resumen,
+que dormí bastante bien aquella noche, y pasé el día siguiente
+tranquilo. Por la tarde recibí carta de Isabel. No la esperaba tan
+pronto. Decíame que la partida de campo se haría mañana. Como tenía
+muchas cosas que decirme, esperaba que fuese aquella noche a comer a su
+casa.</p>
+
+<p>Según costumbre, el conde comió fuera de ella. Lo hicimos solos Isabel,
+la tía Etelvina y yo. En verdad que con las muchas y graves noticias que
+la condesita me comunicó, no hice más que picar de los platos, sin comer
+realmente de ninguno. Por la mañana había estado en casa de su prima a
+visitarla. Hablaron de mí, y Gloria se mostró enojadísima, mejor dicho
+indignadísima conmigo. Le dijo que le constaba de un modo evidente que
+yo estaba ¡qué horror! en amores con Joaquina Anguita. Todo lo que
+Isabel hizo por disuadirla fué inútil. Sabía el tiempo que todas las
+noches hablaba con ella, y que todos en la tertulia tenían conocimiento
+de tales relaciones. Preguntó si yo era de la partida, y respondiéndole
+que sí, negóse a formar parte de ella. Sólo a fuerza de ruegos<a name="page_273" id="page_273"></a> cedió, y
+eso con la condición de que se invitase también a Daniel Suárez.</p>
+
+<p>&mdash;Mire usted, Sanjurjo, la impresión que yo he sacado es que mi prima
+tiene celos, ¡unos celos que la comen el alma!... y una mujer celosa es
+una mujer enamorada.</p>
+
+<p>&mdash;Pero ¿ese Daniel?...</p>
+
+<p>&mdash;No haga usted caso... Lo ha escogido como instrumento para dárselos a
+usted... Por lo demás, entre usted y él ninguna muchacha puede
+vacilar&mdash;añadió sonriendo.</p>
+
+<p>&mdash;Mil gracias.</p>
+
+<p>Pero después que ambas primas hubieron resuelto este punto, quedó otro
+más difícil. La cuestión de permiso. Doña Tula se negó a darlo. Gloria
+estaba haciendo en su casa una vida conventual. Desde que se descubrió
+el galanteo de Marmolejo, sobre todo, la tenían terriblemente sujeta.
+Isabel acudió a su padre, quien mandó a doña Tula una cartita,
+diciéndole que no era aquello lo convenido, que se había prometido sacar
+al mundo a su sobrina para averiguar su vocación, y que se la tenía
+prisionera, peor que en el colegio; que aquello daría mucho que hablar
+en Sevilla, y que la rogaba, para evitar murmuraciones, que la
+concediese alguna libertad. Dos horas después vino una cartita con la
+autorización. La excursión se efectuaría, pues, al día siguiente, y los
+convidados partirían de la casa de los condes a las dos de la tarde.</p>
+
+<p>&mdash;Invite usted de nuestra parte al amigo Villa. Dígale que es un
+ingrato... Hasta ahora no le he<a name="page_274" id="page_274"></a> echado la vista encima&mdash;me dijo al
+tiempo de despedirme.</p>
+
+<p>¡Pobre Villa!, exclamé para mí, observando el tono ligero con que
+pronunció estas palabras su ídolo. Y desde allí me fuí derecho a la
+cervecería, para darle el encargo. Cambió un poco de color al
+escucharme; pero me dijo con sosegada energía:</p>
+
+<p>&mdash;Ya sabe usted, amigo Sanjurjo, que yo con esa mujer no puedo tener
+decentemente ni siquiera relaciones de buena amistad. Si me hubiese dado
+calabazas... nada... hubiéramos quedado tan amigos; pero el pregonar mis
+cartas y el consentir que se haga chacota de ellas, no lo olvidaré en mi
+vida... La saludaré cortésmente, le dirigiré la palabra con respeto,
+pero ser su amigo, ¡nunca!</p>
+
+<p>Entendí que tenía razón, y no quise insistir. Aquella noche tampoco fuí
+a casa de Anguita. Hacía tres noches que no iba por no encontrarme de
+frente con Suárez. A las altas horas dí algunos paseos por la calle de
+Argote de Molina, y volví a sentir un placer intenso viendo la reja de
+Gloria cerrada.</p>
+
+<p>Amaneció, al fin, el día 20 de Agosto, memorable en el curso de esta
+verídica historia. Amaneció brillante, como todos los anteriores, más
+que los anteriores a mi juicio. Pasé agitadísimo la mañana. Me puse un
+traje apropiado al caso, ligero, claro y holgado. Fuí a comprar un
+sombrero que había visto en un escaparate, muy adecuado para el sol y
+elegante, me afeité hasta dejar las mejillas suaves y tersas como las de
+un niño, también me puse un calzado de becerro blanco<a name="page_275" id="page_275"></a> muy lindo; en una
+palabra, me preparé convenientemente para la gran batalla que por la
+tarde iba a librar. Observé que Villa no salía de casa y daba vueltas en
+torno mío, con cierta inquietud, y como si desease hablarme. Por fin,
+cuando nos avisaron para almorzar, me dijo desde la butaca donde estaba
+sentado en mi habitación, chupando un cigarro puro y envolviéndose en
+una nube de humo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabe usted, amigo Sanjurjo, que me voy de excursión con ustedes esta
+tarde?... Sí; voy&mdash;añadió en voz baja y con acento rápido&mdash;para que
+Isabel no se figure que me estoy muriendo de pena.</p>
+
+<p>&mdash;Me alegro muchísimo. Hace usted perfectamente&mdash;respondí, y exclamé
+otra vez para adentro&mdash;: ¡Pobre Villa!</p>
+
+<p>Durante el almuerzo estuvo alegre y jovial, como hacía muchos días no le
+veía, como si acabase de recibir una grata nueva.</p>
+
+<p>A las dos en punto nos personamos en casa de Padul. Estaban ya allí casi
+todos los convidados: las dos chicas de Enríquez, con su mamá y el novio
+de una de ellas, Pepa y Joaquina Anguita (Ramoncita no había podido
+venir por estar con jaqueca), Daniel Suárez y el presbítero don
+Alejandro. Poco después llegaron Elena y su tío, y luego otro chico a
+quien no conocía. No estaba Gloria en el patio, donde se hallaban
+reunidos; pero tampoco vi a Isabel, y supuse que las dos se habían
+juntado en las habitaciones interiores. Tardaron poco, en efecto, en
+presentarse.</p>
+
+<p>No me dirigió una mirada. Estaba grave contra<a name="page_276" id="page_276"></a> su costumbre. Vestía un
+traje de color rojo con encajes blancos, ligero y de poco valor, que le
+sentaba de perlas. (¿Qué es lo que no le sentaba a aquella admirable
+criatura?) Saludé primero efusivamente a Isabel, porque la actitud de
+Gloria me imponía. Luego me aventuré a dar la mano a ésta, que me alargó
+la suya con marcada frialdad, mirando hacia otro lado. Isabel me hizo
+una mueca para indicarme que no tuviese miedo. Parecióme lo más prudente
+observar una conducta reservada, digna, esperando los acontecimientos, y
+me retiré hacia otra parte. Don Jenaro nos manifestó que se le había
+ofrecido un quehacer perentorio y sentía no poder ser de la partida, que
+íbamos bien autorizados por la señora de Enríquez, su prima Etelvina,
+don Mariano (tío de Elenita) y don Alejandro.</p>
+
+<p>&mdash;Ya sé cuál es el quehacer del conde... Una juerga&mdash;me dijo Pepita por
+lo bajo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cree usted?...</p>
+
+<p>&mdash;¡Uf! Como si lo viera.</p>
+
+<p>Las señoras en coche y los hombres a pie, nos trasladamos todos al
+muelle, donde nos esperaba una espaciosa falúa entoldada, con cuatro
+remeros sentados en la proa. El calor en aquel sitio era estupendo. El
+reflejo de las piedras abrasaba el rostro. Parecía que estábamos
+envueltos en una atmósfera de fuego. Ni los quitasoles, ni los sombreros
+de paja, ni los trajes de dril podían librarnos de la ardiente saña de
+aquel sol que desde lo alto del cielo amenazaba secar los árboles, el
+cauce del río y hasta la vida de nuestros cerebros. Las<a name="page_277" id="page_277"></a> señoras nos
+aguardaron un rato sentadas a la popa. Cuando llegamos, nos acomodamos
+como pudimos. Daniel Suárez fué a sentarse ¡el miserable! al lado de
+Gloria, que le recibió con afectado regocijo. Villa y yo nos retiramos
+hacia la proa, pero al instante fuímos llamados por las damas, que se
+apresuraron a dejarnos sitio.</p>
+
+<p>&mdash;Villa, aquí tiene usted asiento&mdash;dijo Isabel, con sonrisa dulce y como
+avergonzada, señalándole un puesto a su lado.</p>
+
+<p>El comandante vaciló un momento, pero fué a ocuparlo. Joaquinita también
+me llamó. Hice como que no la oía, y fuí a sentarme entre la señora de
+Enríquez y Etelvina, un par de setentonas.</p>
+
+<p>Los remos, como grandes antenas, comenzaron a maniobrar sobre el agua
+amarillenta. Pasamos al lado de grandes vapores, cuyos vientres
+colosales, pintados de rojo, parecían que iban a aplastarnos. De lo alto
+de ellos, algunos marineros nos miraban con curiosidad, y se decían
+sonriendo frases que no llegaban a nuestros oídos. Detrás dejábamos el
+gran puente de Triana, cuyos ojos se iban achicando lentamente. Pronto
+salimos del atracadero de los barcos, y llegamos al recodo que guarnecen
+los naranjos del jardín de las Delicias. El río hace una gran ese,
+revolviendo hacia Triana. Las orillas están orladas de mimbres, en
+primer término. Por detrás de ellos asoman algunas filas de álamos
+blancos, cuyas hojas plateadas, heridas por la luz y agitadas por el
+soplo blando de la brisa, despiden hermosos destellos. La falúa se
+deslizaba suavemente, aguantando imperturbable<a name="page_278" id="page_278"></a> los rayos solares. El
+aire reseco había perdido sus condiciones de sonoridad. Sentíase en los
+oídos un suave zumbido constante, al través del cual los ruidos llegaban
+amortiguados y confusos. La vista no gozaba siquiera la voluptuosidad de
+posarse en el agua, porque el río mismo despedía un aliento cálido. El
+sol implacable lanzaba de una vez, en apretado haz, todos sus rayos
+sobre nosotros, cual si quisiera aplastarnos, reducirnos a la nada, de
+donde su calor vivificante nos había sacado. ¡Qué hermoso, qué vivo, y
+qué omnipotente sol! Sólo en el Mediodía se siente su fuerza augusta y
+acometen deseos de adorarle.</p>
+
+<p>En los primeros momentos hablóse poco en la lancha. El calor era tan
+intenso que aturdía. Todos los rostros estaban encendidos y sudorosos.
+Los brazos no tenían brío para abanicarse. Pero la alegría no tardó en
+renacer. Aquella insufrible molestia que sentíamos sirvió de pretexto
+para bromear y reir. Uno de los pollos proponía un baño general, que nos
+echásemos todos juntos al agua así que llegásemos a San Juan, cosa que
+escandalizaba y hacía reir a un mismo tiempo a las damas. Elenita
+sostenía que su tío no sudaba agua como los demás, sino café con leche;
+y como todos los ojos se volvían, sonrientes, a mirarle, el buen señor
+no podía ocultar su despecho. Cada cual comenzó a hablar con los que
+tenía al lado. Isabel y Villa empezaron una conversación animada. La de
+Enríquez y su novio, lo mismo. Elenita y el pollo desconocido, que ya se
+habían saeteado bastante con los ojos, comenzaron a charlar por detrás
+de<a name="page_279" id="page_279"></a> la cabeza de jabalí del presbítero don Alejandro, que tenía las
+enormes cejas temerosamente fruncidas, y el rostro contraído por una
+expresión de dolor y de ira que ponía espanto. Finalmente, y esto era lo
+que verdaderamente me interesaba, Gloria y Suárez no cerraban boca. La
+infiel reía alegremente, harto alegremente quizá para que no hubiese en
+ello cierta afectación, de los chistes (¡estúpidos, claro está!) del
+malagueño. No quise disimular mi tristeza. Al contrario, forcé la nota
+lúgubre, permaneciendo silencioso y cabizbajo, a pesar de los esfuerzos
+que las dos viejas que tenía al lado, y Joaquinita, hicieron por sacarme
+de mi éxtasis doloroso. Todos allí estaban ya al tanto de lo que me
+ocurría.</p>
+
+<p>Sentía, en verdad, una viva y profunda pena que me apretaba el pecho y
+la garganta. Deploraba amargamente el haber venido. Las esperanzas que
+Isabel me había dado, parecíanme ahora infundadas, ridículas,
+engendradas sólo por su deseo frívolo de agradar a todo el mundo. Presa
+de una angustia indecible, sofocado también por aquel ambiente
+abrasador, al cual no estaba acostumbrado como los demás, me veía
+desfallecer. Los oídos me zumbaban, y pasaban a menudo por delante de
+mis ojos gasas negras flotantes, como si fuera a caerme. No suspiraba,
+ni me movía, sin embargo. No sólo no temía perder el sentido, pero lo
+apetecía, por huir de aquella amargura que inundaba mi alma. Deseaba que
+el poderoso sol se filtrase por la lona del toldo y me abatiese,
+aniquilase mi conciencia, me transformase en una piedra,<a name="page_280" id="page_280"></a> en una planta,
+en algo que no pensase ni sintiese.</p>
+
+<p>Comprendía que mi actitud y mi semblante denotaban demasiado claro lo
+que pasaba en mi espíritu, que me estaba poniendo en ridículo. Nada me
+importaba. Allá, después de un cuarto de hora, cuando aún no estábamos a
+mitad del camino, observé que Gloria me dirigió con el rabillo del ojo
+una rapidísima mirada, como si tuviese curiosidad de ver lo que yo
+hacía. No sé lo que pasó por mí. Sentíme de pronto revivir, como un
+hombre medio ahogado a quien sacasen la cabeza fuera del agua. Erguíme y
+aspiré con ansia el aire, dando un largo suspiro que hizo sonreir a la
+señora de Enríquez y puso seria a Joaquinita. No tardó en venir otra
+mirada igual, que me hizo el mismo bien. La mano invisible que me
+apretaba cruelmente la garganta aflojaba los dedos. Luego vino otra, y
+pude sacar el pañuelo y limpiarme el sudor. Luego otra, y tuve ya
+fuerzas para sonreir. Aquellas miradas, aunque serias y rápidas,
+penetraban hasta mi corazón y reían allí alegremente y sonaban como una
+armonía celeste, y hasta pienso que olían como un perfume embriagador.
+Cuanto más nos acercábamos al término de nuestro viaje, más frecuentes
+eran, y si no me equivoco, más duraderas también. No dejaba por eso de
+hablar con Suárez, pero cualquiera podía notar que no era con la misma
+animación, que una leve sombra de gravedad y preocupación se había
+esparcido por su rostro.</p>
+
+<p>El cauce del río nos conducía hacia la loma que cierra el contorno de
+Sevilla por la parte del Sudoeste.<a name="page_281" id="page_281"></a> A la falda de esta loma se encuentra
+un pueblecillo llamado San Juan de Aznalfarache, adonde tardamos poco en
+atracar, saltando a un tabladito que hace de muelle. Es una aldehuela
+irregular, triste y de ruin caserío. Desde la ciudad ofrece vista muy
+grata aquel blanco grupito de casas posado como una gaviota a la orilla
+del río; pero una vez dentro de él, la ilusión se desvanece. Mirado
+desde Sevilla, parece asentado en la falda misma de la colina, sin
+terreno llano donde esparcirse. Después que se está en él, se observa
+que hay en torno muy llanas y muy hermosas huertas de naranjos y olivos.</p>
+
+<p>El malagueño dió la mano, para saltar, a Gloria, y esto me contrajo el
+corazón fuertemente; pero apenas los diminutos pies de ésta se posaron
+en el suelo, me lanzó una ojeada firme y rápida como un latigazo, y
+volvió a dilatarse. Se descansó algunos minutos delante de una taberna,
+y nos refrescamos con agua azucarada. Las damas se sentaron en las
+sillas que sacaron del establecimiento. La mayor parte de los hombres
+permanecimos en pie, sirviéndoles los panalitos. La verdad es que todos
+estábamos necesitados de un rato de sombra verdadera, porque la del
+toldo de la falúa dejaba mucho que desear. Joaquinita, que, por lo
+visto, tenía ganas de mortificarme, me demandó un vaso de agua.
+Sintiendo, más que viendo, que Gloria me observaba, fuí a buscarlo, pero
+en la taberna se lo di a don Alejandro, diciéndole:</p>
+
+<p>&mdash;Haga el favor de llevar este vaso a Joaquinita.</p>
+
+<p>El presbítero se apresuró a cumplir el encargo,<a name="page_282" id="page_282"></a> y yo salí después,
+harto satisfecho de no dar pretexto a que pudiera pensarse que la
+segunda de Anguita me inspiraba el más mínimo interés. Como diese
+algunas vueltas por delante de las damas, dirigí distraídamente la
+mirada a los pies de Pepita, y observé que traía las botas rotas. Al
+instante lo advirtió.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué, se fija usted en mis botas rotas?</p>
+
+<p>&mdash;¿Se le han roto a usted al saltar?&mdash;repliqué.</p>
+
+<p>&mdash;No, señor. Las traigo ya rotas de casa.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! No lo ha notado usted al ponerlas.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señor, sí; lo he notado hace días. Las he puesto con todo
+conocimiento.</p>
+
+<p>No quise insistir, porque entendí que, si proseguía, iba a decirme que
+no tenía dinero para comprar otras, con la poca aprensión, vecina de la
+desfachatez, que la caracterizaba.</p>
+
+<p>Isabel dió la señal de marcha. No sé a quién se le ocurrió subir al
+monasterio antes de ir a la Palmera, y emprendimos, en efecto, la
+ascensión. La comitiva se repartió en parejas. Yo, para hacer méritos a
+los ojos de Gloria, viéndola emparejada con Suárez, me fuí solo delante.
+El camino es corto, pero bastante agrio.</p>
+
+<p>&mdash;Sanjurjo&mdash;me gritó Joaquinita, con el sano propósito de
+desconcertarme,&mdash;muy melancólico anda usted hoy.</p>
+
+<p>Me volví, y respondí sonriendo:</p>
+
+<p>&mdash;Hay motivos.</p>
+
+<p>&mdash;Cuéntenoslos usted.</p>
+
+<p>&mdash;Nunca.</p>
+
+<p>Y seguí adelante, muy contento de haber enviado<a name="page_283" id="page_283"></a> a Gloria delicadamente
+un testimonio de mi amor. No tardamos en llegar al monasterio. Está
+situado en una meseta o cornisa que forma la falda de la colina, a una
+altura bastante considerable ya sobre el nivel del río. El edificio no
+es grande ni ofrece mucho de particular en el estado de abandono en que
+se halla; pero delante de él hay una especie de terraza desde donde se
+divisa uno de los paisajes más hermosos que pueden verse en ninguna
+parte del mundo.</p>
+
+<p>Todos nos quedamos extasiados en su contemplación. Lo que primero atraía
+la vista era la ciudad. La hermosa sultana del Mediodía reposaba del
+lado de allá del río, con blancura deslumbradora que le da carácter
+africano. Eran las cuatro de la tarde. El sol la bañaba con sus rayos
+oblicuos, pero vivos aún y ardorosos. Sus innumerables torrecillas
+mudejares de pizarra y azulejos brillaban como diamantes, y sobre todas
+ellas descollaba la formidable y esbelta Giralda, el antiguo y severo
+alminar de los árabes, con fuerte color anaranjado. El espacio que ocupa
+en la vega donde está asentada es grande. Todavía detrás de ella, sin
+embargo, nuestros ojos percibían extensa llanura verde y dorada, cerrada
+por una leve ondulación del terreno. &ldquo;Allí está Alcalá de Guadaira, me
+dijeron; allí Carmona.&rdquo; No conseguí verlas. Del lado de acá, por la
+parte del Sur, la gran ese del río brillaba a los rayos del sol,
+desarrollándose entre huertas de naranjos y olivos. A cierta distancia
+éstas cesaban, y la campiña se extendía llana, desnuda, con un color
+dorado, hasta tocar<a name="page_284" id="page_284"></a> en el cielo en los confines del horizonte. En aquel
+espléndido paisaje mis ojos no veían la riqueza infinita de matices de
+mi Galicia. El esplendor irresistible de la luz los borra y los confunde
+todos. La impresión, a pesar de eso, o por eso quizá, era más viva. A
+falta de colores, había destellos. El suelo y el aire ardían como una
+iluminación universal. Luego los contornos de los objetos, lo mismo los
+próximos que los lejanos, eran tan puros, tan claros, que algunos, como
+la Giralda, parecían dibujados en un gran lienzo con mano dura. Los
+mismos bosquecillos que rodean la ciudad no formaban masas verdes o
+manchas, sino que veíamos los árboles separados con admirable precisión.
+Por una atracción de que no me daba cuenta, mi vista se fijaba con
+persistencia en el espacio azul. La luz ejercía sobre mí en aquel
+momento la misma fascinación que sobre las mariposas. Sentía un placer
+inmenso, un deleite casi sensual en sumergir la mirada en aquel aire
+transparente y límpido, y me acometían vagos anhelos, ansias
+indefinibles que me producían una especie de desvanecimiento. Por un
+instante se me borró hasta la noción de la existencia, hasta el
+pensamiento de Gloria, que tenía a cuatro pasos de distancia. Si hubiera
+tenido alas, me hubiese lanzado al infinito luminoso, sin acordarme de
+ella, aunque esto parezca una contradicción inverosímil. Esta especie de
+enajenación desapareció cuando oí la voz de Pepita a mi espalda.</p>
+
+<p>&mdash;¡Considera, alma cristiana, en esta primera estación!...<a name="page_285" id="page_285"></a></p>
+
+<p>Volví la cabeza riendo, y mis ojos tropezaron con los de Gloria, que los
+apartó al instante. No cabía duda; me estaba mirando.</p>
+
+<p>Bajamos de nuevo al pueblo, y advertí que Suárez, por más que hizo, no
+consiguió emparejarse con ella. Se había cogido al brazo de su tía
+Etelvina, y hablaba animadamente sin hacer caso de él, hasta que,
+despechado al fin, se acercó a acompañar a una de las de Enríquez.
+&ldquo;Bueno va&rdquo;, dije para mí, con viva alegría que me brotaba a la cara.
+Isabel y Villa no se habían separado. Consideré con tristeza al pobre
+comandante preso de nuevo en las redes de aquel amor imposible, cuando
+Joaquina se me acercó diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Mira usted a Villa? ¿Verdad que parece imposible que un hombre formal
+se ponga en ridículo hasta ese punto?</p>
+
+<p>Me encogí de hombros y sonreí. ¡Ponerse en ridículo! ¿Qué le importa al
+que ama de veras ponerse en ridículo? Quien se admire de esto, ni ha
+amado nunca, ni sabe lo que es amor. A riesgo de parecer grosero,
+alejéme de Joaquinita. Su compañía en aquel momento podía echar a perder
+un fausto suceso que veía en lontananza.</p>
+
+<p>Atravesamos de nuevo el pueblo, y salimos por la parte del Sur a las
+huertas y jardines que lo circundan. Al través de las puertas enrejadas,
+veíamos las casitas de campo, con persianas verdes cuidadosamente
+echadas, enteramente solitarias. Sus habitantes, si es que los había,
+debían de estar resguardados del calor hasta la hora en que el sol se
+pusiese. Próxima ya a la falda de la<a name="page_286" id="page_286"></a> colina, estaba la Palmera. Era la
+más amplia en territorio y la que poseía casa más grande y suntuosa.
+Desde la puerta de salida hasta el edificio había una ancha avenida
+orlada de palmeras, en suave declive. A entrambos lados se extendía un
+bosque inmenso de naranjos. El jardín de la casa estaba ya tallado en la
+colina. Para subir a aquélla había tres escalinatas adornadas con
+macetas. En los tres decansos se veían jardinillos bastante descuidados,
+pero que tenían ese encanto misterioso y poético que la naturaleza
+presta a los lugares que el hombre la abandona. Los arbustos habían
+crecido desmesuradamente y tejían sus ramas formando bosquecillos
+impenetrables. Las flores eran escasas y crecían donde los arbustos no
+les quitaban la luz.</p>
+
+<p>A la puerta nos recibieron los criados, que habían ido por la mañana con
+los víveres. El que estaba al frente de la finca nos acompañaba desde la
+puerta de hierro. Era una casa del siglo pasado, espaciosa, fresca, y un
+poco desmantelada. Hacía tiempo que los dueños no iban allí sino por un
+día o dos. Excitada la curiosidad de todos, quisimos recorrerla luego
+que hubimos descansado unos minutos, y lo hicimos en tropel entrando y
+saliendo por las vastas habitaciones solitarias, turbándolas con
+nuestros gritos y risas. En la planta baja había un gran salón, de techo
+elevadísimo, con pavimento de azulejos colocados en caprichoso mosaico.
+Los muebles eran severos; el damasco encarnado de las sillas y cortinas
+había empalidecido extremadamente. Los muros tenían<a name="page_287" id="page_287"></a> pintado al fresco
+un gran zócalo que llegaba hasta la mitad; de allí arriba, enjalbegados
+como la casa de un menestral; pendían de ellos varios retratos al óleo,
+de caballeros y damas del siglo diez y ocho. Estos retratos, que eran
+los de los antepasados de Isabel, llamaron poderosamente la atención de
+los convidados. Particularmente las damas, no acababan de asombrarse de
+que se gastasen tales tocados y vestidos, como si no pudiera ponerse un
+pero a los que ellas llevaban. Había además un comedor espacioso, con
+grandes armarios de caoba, bien provistos de vajilla. En el piso alto
+nos llamó la atención un gabinete muy lindo, en cuyos balcones habían
+puesto por capricho cristales de todos colores. Nos detuvimos bastante
+rato contemplando la campiña al través de cada uno. Aquellos paisajes
+azules, rojos, amarillos, que alguna vez se ven en sueños, hacían
+prorrumpir en exclamaciones de alegría o disgusto a mis compañeros.</p>
+
+<p>&mdash;Voy a enseñarles a ustedes la salida del manantial&mdash;nos dijo Isabel.</p>
+
+<p>Bajamos, guiados por ella, a la planta baja, atravesamos un patio, abrió
+un criado una puertecita verde y entramos en un recinto semejante a una
+gruta. La atmósfera estaba impregnada de humedad. Escuchábase el rumor
+del agua, pero no la veíamos, porque estaba oscuro. Cuando los ojos se
+fueron acostumbrando, observamos allá en el fondo, brotando de la peña,
+un raudal enorme, verdadero río que caía en un estanque cerrado
+toscamente por piedras. El sitio era el más grato<a name="page_288" id="page_288"></a> que pudiera hallarse
+en tal instante. La frescura singular que se sentía dilató nuestros
+pechos, harto oprimidos, y nos hizo prorrumpir en exclamaciones de
+bienestar. Nadie quería salir de allí. Sin embargo, fué preciso al fin,
+porque se llegaba la hora de confortar los estómagos. Isabel había
+dejado a Villa y tenía abrazada a Gloria por la cintura. Ambas fueron
+quedando rezagadas a la salida. Cuando iba a trasponer la puerta, Isabel
+me llamó.</p>
+
+<p>&mdash;Oiga usted una palabrita, Sanjurjo.</p>
+
+<p>Al mismo tiempo se retiró hacia el fondo de la gruta, arrastrando a
+Gloria. El corazón me dió un vuelco, y las piernas me flaquearon.
+Llegaba el momento crítico que había de resolver de mi suerte. Haciendo
+un esfuerzo sobre mí mismo, acerquéme sonriente a las jóvenes. Debía de
+estar, o muy rojo, o muy pálido. Isabel no me dejó pronunciar una
+palabra. Si me hubiese dejado, no sé si hubiera sido capaz de hacerlo.</p>
+
+<p>&mdash;Sanjurjo, mi opinión es que debe concluir <i>eso</i> que hay entre Gloria y
+usted. Ustedes se quieren. ¿Por qué han de pasar el tiempo en monerías?</p>
+
+<p>¡Pasar el tiempo en monerías! Declaro que nada me ha parecido, ni antes,
+ni después, tan lógico, tan convincente como esta sencilla proposición.</p>
+
+<p>Y como nos quedásemos turbados, ella roja, yo rojo también, mirándonos
+con ojos brillantes, la condesita nos dijo en tono protector:</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, dense ustedes la mano, y no haya más regaños.<a name="page_289" id="page_289"></a></p>
+
+<p>Me apresuré a coger la mano de mi adorada, y la aprisioné entre las mías
+largamente, pero sin acertar a decir palabra. La presencia de Isabel me
+estorbaba ya terriblemente. Al fin, la emoción venció a la vergüenza, y
+comencé a verter una serie de frases incoherentes, apasionadas,
+estúpidas, protestando de mi cariño. Estaba loco. Tantos disparates debí
+decir, que Gloria soltó su mano bruscamente y echó a correr hacia el
+fondo. Isabel me hizo con los ojos seña de que la siguiese.</p>
+
+<p>&mdash;Gloria&mdash;le dije en voz baja, acercándome suavemente&mdash;, ¿sigues
+enfadada conmigo?</p>
+
+<p>Por toda contestación se llevó el dedo a los labios, diciéndome con
+fingido enojo:</p>
+
+<p>&mdash;Cargante, ¿no tenías tiempo de desirme esas guasitas cuando
+estuviéramos solos?</p>
+
+<p>No pude contenerme. Me acerqué más a ella y la estreché fuertemente
+contra mi corazón. Una tosecilla seca de Isabel, cuya figura tapaba la
+puerta, nos avisó de que nos veía y que juzgaba aquello un poco
+descomedido. Gloria me rechazó; pero yo, tomándole las manos, preguntéle
+con acento conmovido:</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué me has hecho sufrir tanto?</p>
+
+<p>&mdash;También yo he sufrido; calla.</p>
+
+<p>Y se dirigió a la puerta llevándome a su lado. Isabel dió algunos pasos
+hacia nosotros, y sonriendo maliciosamente nos dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Veo que la reconciliación ha sido completa.</p>
+
+<p>Luego abrazó a Gloria y le dijo al oído algunas palabritas. Esta soltó
+una carcajada y la besó con efusión repetidas veces. Después, sin saber
+cómo,<a name="page_290" id="page_290"></a> la risa se tornó en llanto: ocultó el rostro en el pecho de su
+prima y comenzó a sollozar perdidamente. Comprendí que aquellas lágrimas
+no eran de dolor, pero me apresuré a preguntarle:</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué te pasa, Gloria? ¿Te sientes mal?</p>
+
+<p>Sin levantar la cabeza me hizo seña con la mano de que me fuese. Yo, sin
+hacer caso, volví a preguntar:</p>
+
+<p>&mdash;¿Estás indispuesta?</p>
+
+<p>Entonces, levantando la frente, con los ojos nublados de lágrimas y
+sonrientes a la vez, exclamó con rabia:</p>
+
+<p>&mdash;¡Vete, payaso, vete! No quiero que me veas llorar.</p>
+
+<p>Muchas veces después me he oído llamar payaso por Gloria, y siempre se
+lo he agradecido; pero nunca este calificativo me hizo experimentar una
+sensación más feliz, un transporte tan delicioso como entonces. Salí por
+la puertecita en un estado de turbación que hubiera hecho reir a
+cualquiera. Llegué al comedor, y no comprendí por qué Suárez me dirigía
+una mirada tan glacial. Yo de buena gana le hubiera abrazado como a todo
+el mundo. Si no abrazos, por lo menos empecé a repartir sonrisas a
+todos, porque me parecía que todos habían contribuído a mi felicidad. Lo
+único que me sorprendió, al cabo de algunos momentos, fué que no me
+preguntasen por Gloria. Dios mío, ¿cómo se podía vivir sin Gloria? Pero
+Gloria no tardó en llegar, las mejillas inflamadas, los ojos enrojecidos
+y brillantes. No me miró al entrar.<a name="page_291" id="page_291"></a> Comprendí que sin mirarme me veía,
+y esperé.</p>
+
+<p>&mdash;A la mesa, a la mesa&mdash;dijo Isabel.</p>
+
+<p>Vi que el malagueño se acercaba a Gloria y le decía algunas palabras, y
+vi que ella hacía una mueca de indiferencia y le volvía la espalda. ¡Qué
+criatura tan inteligente! Vi que, como quien no quiere la cosa, se iba
+acercando hacia el sitio donde yo estaba; y vi que se llevaba las dos
+manos al pelo y se daba unos toquecitos nerviosos para arreglárselo; y
+vi que cogía una silla y la separaba para sentarse; y vi que apoyaba su
+mano en la contigua... Y no quise ver más. Fuí allá, y me senté
+resueltamente a su lado.</p>
+
+<p>No recuerdo los manjares que nos sirvieron, ni creo que los recordaría
+entonces, después de haberlos comido. Me parece que eran la mayor parte
+fiambres de fonda, y que había gran profusión de confites. Lo que
+retengo en la memoria admirablemente es que Gloria me sirvió almíbar de
+azahar, diciéndome que era cosa exquisita, y que yo no lo encontré tanto
+y que ella se enfadó y me dijo que era un simple y un desaborío, y que
+yo, para cortar la discusión, le dije que si me la sirvieran a ella en
+ese almíbar, la comería, pero otra cosa no, y que ella me respondió,
+riendo, que yo &ldquo;era un gaditano con más conchas que un galápago&rdquo;. En
+cambio, cinco yemas de San Leandro, que me hizo comer una tras otra, me
+parecieron deliciosas, y alabé las manos de las monjas, y a Dios que las
+había criado.</p>
+
+<p>Después de merendar nos fuimos al salón. Elenita<a name="page_292" id="page_292"></a> se puso a teclear en
+el piano antiquísimo, de voces cascadas y metálicas; un verdadero
+trasto. Temblé que comenzase a cantar alguna de sus romanzas
+sentimentales, y más cuando vi acercarse al presbítero y decirle algunas
+palabras al oído; pero no fué así. La vivaracha joven tocó una tanda de
+valses, y llamó al pollo desconocido, nombrado Lisardo, según creo, para
+que le volviese las hojas. Don Alejandro, mientras tanto, paseaba a
+grandes trancos por el salón, con aspecto sombrío.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué, no se baila?&mdash;preguntó la chica al terminar, haciendo girar el
+asiento para ponerse frente a nosotros&mdash;. Pues yo voy a dar el
+ejemplo... Isabel, ven aquí, tócanos una mazurka.</p>
+
+<p>Y sin más preámbulo se cogió a Lisardo y comenzaron a bailar, dando
+fuertes taconazos sobre los azulejos, sin reparar en la mirada furiosa,
+pulverizante que su maestro de música la dirigía.</p>
+
+<p>Yo estaba sentado en uno de aquellos viejos sofás al lado de Gloria. Le
+pregunté si quería bailar, y me respondió que no sabía. En Andalucía
+casi todas las jóvenes saben los bailes del país, porque se les toma
+maestro o maestra para enseñarles; pero a menudo ignoran los de sociedad
+con ser mucho más fáciles.</p>
+
+<p>&mdash;No importa, yo te enseñaré.</p>
+
+<p>Y sin aguardar su respuesta, la cogí de las manos, obligándola a
+levantarse, y la abracé por el talle.</p>
+
+<p>&mdash;Uno... dos... Ahora con el izquierdo. Uno... dos... Vuelta con el
+derecho...<a name="page_293" id="page_293"></a></p>
+
+<p>Perdíamos el compás a cada momento, pero ¡qué importa! Cada traspié nos
+hacía reir alegremente. Una vez Gloria me pisó.</p>
+
+<p>&mdash;¡Uy! ¡uy!&mdash;exclamé fingiendo gran dolor&mdash;. ¡Cómo pesa la carne de
+monja!</p>
+
+<p>&mdash;¡Vaya una grasia mohosa!... Pero, hombre, ¿tienes la desvergüensa de
+quejarte? ¿De cuándo acá el pie de una andalusa puede haser daño al de
+un gallego?</p>
+
+<p>Y era verdad. Aunque sus pies diminutos hubieran bailado sobre los míos,
+creo que no me harían daño.</p>
+
+<p>Por otra parte, nadie reparaba en nosotros, y podíamos bailar lo mal que
+quisiéramos sin llamar la atención. Todos brincaban por el salón,
+acometidos de un vértigo en el cual debían de tener alguna parte el
+manzanilla y el amontillado que nos habían servido. Cuando nos cansamos,
+fuimos de nuevo a sentarnos. Cogí su abanico, le dí aire fuertemente,
+tan fuerte, que lo rompí, lo cual fué ocasión de nuevas bromas y risas.
+No habíamos hablado nada de nosotros mismos. Nuestra conversación sólo
+tenía por tema las cosas y los sucesos exteriores. No sé si era porque
+el placer de hallarnos de nuevo juntos y enamorados nos bastaba en aquel
+momento, o por el temor de hablar de asuntos en cuya apreciación
+pudiéramos no estar de acuerdo.</p>
+
+<p>Por supuesto, en cuanto el baile de sociedad fué cansando, vinieron a
+escape las seguidillas. Gloria fué la primera invitada, porque Isabel
+afirmó en voz alta que no había en Sevilla quien las bailase<a name="page_294" id="page_294"></a> como ella.
+No se hizo de rogar. Formáronse cuatro parejas, comenzó a sonar la
+guitarra, chasquearon los palillos (en Andalucía la guitarra y los
+palillos aparecen siempre, como si brotaran de la tierra), y el baile,
+aquel baile animado, vibrante, gracioso, que produce escalofríos de
+dicha y hace bullir el alma del más linfático, dió comienzo al son de
+una copla cantada por el clérigo don Alejandro. Costó gran trabajo
+reducirle a que lo hiciese.</p>
+
+<p>Confieso que, aun placiéndome mucho, no me causó la impresión que en
+Marmolejo. Gloria en hábito de monja, no diré que estaba mejor que ahora
+con su vestido rojo, pero desde luego era aquello más original.</p>
+
+<p>Cuando salimos a tomar el fresco a los jardines, el sol ya se había
+puesto y andaba cerca de llegarse la noche. La sociedad se diseminó por
+el gran bosque de naranjos. Gloria, en cuanto vió un columpio, se empeñó
+en subirse, y me pidió que le moviese, lo cual hice, como debe
+suponerse, con extremado placer. Por entre los árboles vi reunidos a
+Suárez y Joaquinita, que nos miraban con sonrisa despechada y maligna.
+No hice caso; pero Gloria, que también acertó a divisarlos, se puso
+seria repentinamente y no tardó en bajarse. Volvimos a reunirnos al
+grupo mayor. Observé que mi novia procuraba, por cuantos medios podía,
+demostrar a Daniel el mayor desprecio, como si tuviese contra él algún
+grave motivo de odio. Yo era tan feliz que compadecía sinceramente a mi
+enemigo, y hallaba la conducta de<a name="page_295" id="page_295"></a> ella demasiado cruel. Nos sentamos al
+fin sobre el césped, no lejos de Isabel y Villa, que charlaban
+animadamente. Hubo un rato de silencio. Temía, por lo que ya he dicho,
+volver a las conversaciones íntimas, y no se me ofrecía en aquel
+instante objeto de que tratar. Noté que Gloria me miraba con frecuencia,
+sonreía levemente, bajaba la vista y otra vez volvía a mirarme y
+sonreir, moviendo los labios un poco, cual si le viniesen deseos de
+decirme algo y no se atreviese. Una de las veces sus ojos chocaron
+francamente con los míos, y los dos sonreímos sin saber por qué. Bajólos
+al fin, y mostrando vergüenza, dijo en voz baja:</p>
+
+<p>&mdash;Ya sé que me has llamao... (aquí pronunció a medias la palabra fea que
+yo había dicho a Suárez en la memorable conferencia de la taberna).</p>
+
+<p>Debí empalidecer terriblemente, y murmuré rechinando los dientes:</p>
+
+<p>&mdash;¡Infame!</p>
+
+<p>&mdash;No te apures, hijo&mdash;se apresuró a decirme, sin caérsele la sonrisa
+avergonzada de los labios.&mdash;Ya ves qué enojada estoy. ¿No te he dicho
+que a mí me gusta que me peguen en los nudiyos?... Además, eso me ha
+probao que no se te pasea el alma por el cuerpo, como yo creía. Cuando
+me has llamao tal cosa, es que me quieres.</p>
+
+<p>Algún reparo podría ponerse en buena lógica a esta conclusión; pero la
+verdad es que entonces era legítima.</p>
+
+<p>&mdash;Sí que te quiero... ¡Más de lo que tú te figuras!<a name="page_296" id="page_296"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Mira que me figuro mucho!</p>
+
+<p>&mdash;Pues más aún... pero el decirte semejante porquería es una indignidad
+que ese canalla me ha de pagar.</p>
+
+<p>&mdash;Déjalo de mi cuenta, tonto. Vosotros no sabéis castigar esas cosa...
+Ya verás cómo yo sé tocarle en lo vivo.</p>
+
+<p>Y tenía razón, porque supo tan bien manifestar su desdén, que a ninguno
+de la partida se le ocultó la vergonzosa derrota del malagueño.</p>
+
+<p>Volvió a quedar silencioso mi dueño, y volvió a dirigirme rápidas
+miradas y a sonreir, esta vez con malicia.</p>
+
+<p>&mdash;Te he visto&mdash;me dijo al cabo&mdash;pasear de noche por mi calle.</p>
+
+<p>&mdash;¿Sí? ¿Cuándo?</p>
+
+<p>&mdash;Estas noches pasaas, mientras hemos estao regañaos... y te he visto
+además hacer una cosa...</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué cosa?&mdash;pregunté, poniéndome ya colorado.</p>
+
+<p>&mdash;Besar las rejas de mi ventana... Vamos, no te pongas colorao, porque
+estuvo muy bien hecho.</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde estabas tú?</p>
+
+<p>&mdash;Pues detrás de las cortinas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah, cruel! ¡Y no has tenido siquiera corazón para abrir y darme las
+gracias!&mdash;exclamé con tristeza.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué quieres, hijo!&mdash;respondió ruborizándose a su vez&mdash;. Bien me
+apetesió... pero la honrilla... la negra honrilla... ¿sabes?... No vaya
+a creerse ese tío lila, dije para mí, que le estoy asechando los paso.<a name="page_297" id="page_297"></a></p>
+
+<p>&mdash;Pues no te lo perdono.</p>
+
+<p>&mdash;¿Que no me lo perdonas?&mdash;dijo propinándome un soberano pellizco en el
+brazo.</p>
+
+<p>&mdash;No&mdash;repetí riendo y quejándome a un mismo tiempo.</p>
+
+<p>&mdash;¿No?&mdash;preguntó de nuevo, intentando darme otro.</p>
+
+<p>&mdash;No&mdash;repuse con firmeza, levantándome y echando a correr por el bosque.</p>
+
+<p>Ella me siguió, jugamos un rato al escondite entre los árboles. A cada
+instante me preguntaba: &ldquo;¿No?&rdquo;&mdash;&ldquo;No&rdquo; respondía yo, cada vez con más
+decisión. Observé que se iba impacientando, y que su voz estaba ya
+alterada. Por fin se quedó inmóvil y silenciosa. Entonces me acerqué, y
+vi que sus ojos estaban nublados de lágrimas. Me recibió con una
+granizada de denuestos. Después, como yo procurase templarla mostrándome
+arrepentido, cambió repentinamente, y mirándome con ojos suplicantes...
+tornó a repetirme:</p>
+
+<p>&mdash;¿Me perdonas?</p>
+
+<p>Costóme trabajo impedir que se pusiera de rodillas. Había llegado a
+persuadirse de que lo que había hecho era un grave delito.</p>
+
+<p>La noche estaba ya encima. Se trató de partir, pero la mayoría de los
+jóvenes decidió, contra la minoría de los viejos, que nos estuviésemos
+aún otro ratito. Se jugó todavía al &ldquo;escondite&rdquo;, a &ldquo;la gallina ciega&rdquo;, y
+nos divertimos en ver furioso al tío de Elenita, que a todo trance
+quería marchar. Cuando lo hicimos se veía muy poco: cuando saltamos a la
+falúa, en el pequeño<a name="page_298" id="page_298"></a> embarcadero de madera de San Juan, era ya noche
+cerrada.</p>
+
+<p>Yo, que no me había separado un instante de Gloria después de nuestra
+reconciliación, tampoco lo hice entonces, como es fácil de presumir.
+Sentéme a su lado en la popa, teniendo cerca a Isabel y Villa, que
+tampoco habían andado muy apartados durante la excursión. Frente a
+nosotros estaba la de Enríquez con su novio, más allá la mamá y la tía
+Etelvina, y en medio de ellas don Alejandro, más sombrío y ojeroso que
+nunca.</p>
+
+<p>Elenita charlaba por los codos con el pollo Lisardo. Joaquinita y Suárez
+hablaban, aunque no tan animadamente, allá lejos, cerca de los
+marineros, y Pepita se encargaba de darnos matraca a todos. Lo cierto es
+que el malagueño soportaba su derrota con más filosofía que yo lo había
+hecho.</p>
+
+<p>El firmamento se había poblado de estrellas. La luna aún no parecía.
+Apartámonos de la orilla y los remos comenzaron a chapotear dulcemente
+sobre el agua. El calor había cedido, pero no cesaba. El aire, inflamado
+por los rayos del sol, nos envolvía como una onda tibia, acariciando
+nuestras sienes y penetrándonos de una languidez invencible. Los mimbres
+y álamos esparcían por las orillas sombras flotantes que temblaban y
+desaparecían a nuestro paso. Impresionados todos por el silencio de la
+noche, el blando vaivén de la barca sobre la superficie elástica del río
+y el suave rumor de los insectos que cantaban en las praderas de las
+márgenes, comenzamos, sin darnos cuenta, a bajar la voz. Al poco rato no
+se oía en la falúa<a name="page_299" id="page_299"></a> más que cuchicheos y rumor de risas comprimidas.</p>
+
+<p>Nuestros ojos sonreían, cambiando largas miradas impregnadas de pasión;
+nuestros labios murmuraban frases de amor; nuestras manos se buscaban en
+la oscuridad y se oprimían, tan pronto viva como débilmente. Gloria me
+preguntaba aún muy bajito si la perdonaba. Yo respondía que sí y que la
+adoraba. Ella replicaba que sólo se adora a Dios y a los santos, que le
+bastaba ser querida, pero muy querida, y que la única ambición de su
+vida era ser mi mujercita, que yo la tomase y la llevase donde bien
+quisiera, &ldquo;aunque fuese a Galicia&rdquo;. Viendo sus ojos posarse sobre los
+míos anhelantes, escuchando su dulce acento enternecido, cualquiera
+diría que estaba profundamente enamorada de mí. Yo no lo digo, por
+modestia.</p>
+
+<p>La luna apareció por encima de las azoteas de la ciudad cuando ya
+estábamos próximos al muelle. Inicié un aplauso a la diosa de la noche,
+y todos me secundaron con vivo palmoteo. Isabel manifestó que era
+lástima meternos en casa, y nos propuso dar la vuelta y pasearnos un
+rato, lo cual hicimos, contra la voluntad expresa del tío de Elenita.
+Otra vez perdimos de vista la negra silueta de Sevilla y nos hallamos en
+medio del río, mecidos entre sus riberas sombrías, sobre la faja de
+plata que extendía la luna en el agua. Esta faja nos servía de camino.
+Era un sendero soñado, glorioso, que se prolongaba a lo lejos, se perdía
+entre los negros contornos de las orillas, conduciéndonos<a name="page_300" id="page_300"></a> en apoteosis
+al través de la noche desierta. Brillaban sobre la espalda del río mil
+escamas argentadas, mil ampollitas lucientes, que parecían estrellas
+caídas del alto cielo dormido. Sumergí los dedos en el agua, y la hallé
+tibia. Se lo dije a Gloria, y se inclinó para hacer lo mismo. Después
+nuestras manos mojadas cambiaron un dulce y corto apretón que nadie vió.
+Volvimos a sentirnos acariciados por la onda silenciosa de la noche. Las
+palabras que nos murmurábamos volvieron a tener un sentido íntimo, un
+sabor secreto que nos inundaba de alegría. Los acentos de Gloria, al
+salir de sus labios húmedos, no quedaban en el oído, sino que corrían
+por mis venas con dulzura infinita, y sus negros ojos brillantes me
+interrogaban sobre aquel misterioso y divino sabor que ella notaba
+también sin saber de dónde venía. Escuchábase el <i>glu glu</i> cristalino
+del agua; la falúa oscilaba dejando escapar una suave queja monótona.
+Los marineros habían levantado los remos, a nuestra instancia, y nos
+dejaban marchar arrastrados por la imperceptible corriente.</p>
+
+<p>Duró poco aquel sopor lánguido y voluptuoso, que a todos nos había
+embargado. Pepita, después de rasguear primorosamente la guitarra tres o
+cuatro veces, se la pasó a Gloria, diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;Hija mía, basta de pichoneo... A ver si nos cantas alguna copliya
+salaíta de esas que tú sabes.</p>
+
+<p>Quiso resistirse, pero todos la instaron, afirmando que estábamos lejos
+ya del muelle, que nadie, más que nosotros, la oiría, y se vió
+precisada<a name="page_301" id="page_301"></a> a ceder. Observé siempre que Gloria estaba más dispuesta a
+bailar que a cantar.</p>
+
+<p>Punteó y rasgueó la guitarra un momento, y de improviso lanzó el grito
+prolongado, vibrante, apasionado, con que comienzan los cantos
+andaluces. El aire dormido se estremeció, y sobre sus alas invisibles
+arrastró aquel grito al través de la campiña desierta. Yo sentí un vivo
+escalofrío, un fuerte estremecimiento, como si hubiera tocado en el
+botón de una máquina eléctrica. Aquella nota se fué apagando, apagando,
+hasta que murió en su garganta como un blando suspiro. Luego cantó
+rápidamente y con brío los dos primeros versos de la copla, y guardó
+silencio.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ole, mi niña! ¡Bueno! ¡Viva tu salero!&mdash;gritaron algunas voces.</p>
+
+<p>Gloria, sin pestañear, la mirada fija y abstraída, los rasgos de su
+fisonomía levemente alterados, como le acontece a quien pone en el canto
+buena parte de su alma, concluyó la copla, bajando la voz hasta
+convertirla en murmullo vago, gorjeo suave que, al morir, semejaba un
+sollozo.</p>
+
+<p>Por qué en aquel momento, en que mi amor por Gloria se convertía en
+delirio y embriaguez, en que todo me sonreía y tocaba al logro de mis
+deseos, sentí el alma inundada de tristeza y apetecí la muerte, no puedo
+explicarlo; pero así fué. Quizá tengan razón los que creen que el amor y
+la muerte son dos cosas que se identifican y confunden allá en el centro
+misterioso de la vida universal. Dejé resbalar mis lágrimas por las
+mejillas, sin cuidar si me miraban. Gloria volvió a<a name="page_302" id="page_302"></a> entonar otra copla,
+y luego otra, y luego otra. No se cansaban de pedirle más y ella de
+complacerles.</p>
+
+<p>Un suceso inesperado vino a destruir el arrobamiento en que todos
+estábamos. Los marineros, que también participaban de él, se habían
+descuidado, y la falúa, abandonada a sí misma, se acercó a la orilla y
+embarrancó. En vez de susto, lo que aquel lance produjo fué risa y
+algazara. Los marineros se remangaron los pantalones y se echaron al
+agua, y al momento nos pusieron a flote. Pero la paciencia del tío de
+Elenita había tocado a su fin. Tropezando de ira, nos dirigió frases de
+mal gusto, verdaderos insultos, que nosotros acogíamos con ¡bravos! y
+palmadas. Sin embargo, las señoras se pusieron de su parte, y no hubo
+más remedio que dar la vuelta.</p>
+
+<p>La barca siguió de nuevo el argentado sendero del río, que fulguraba
+como el éter. Todo dormía, lo mismo la sombra que la luz, con un sueño
+profundo y sosegado. El aire tibio nos traía de las márgenes vagos
+aromas de frutos maduros, de flores marchitas, de musgo y tierra, que
+eran el hálito de la naturaleza dormida. La profunda negrura de las
+riberas, donde las sombras se acumulaban, hacía más brillante y glorioso
+nuestro camino. Parecía que marchábamos, suspendidos en las tinieblas,
+sobre un rayo de luna. Del firmamento caía una lluvia de estrellas que
+no llegaban al suelo jamás, y las praderas elevaban hacia él su voz
+suave y monótona, formada por los suspiros de millones de insectos que
+en el fondo de sus<a name="page_303" id="page_303"></a> pequeños agujeros también se estremecían como yo de
+amor y de dicha.</p>
+
+<p>¡Hermosa noche andaluza, mientras me quede un soplo de vida vivirás
+impresa en mi corazón!</p>
+
+<p><a name="page_304" id="page_304"></a></p>
+
+<p><a name="page_305" id="page_305"></a></p>
+
+<h2><a name="TRISTAN_O_EL_PESIMISMO" id="TRISTAN_O_EL_PESIMISMO"></a>TRISTÁN O EL PESIMISMO</h2>
+
+<div class="blockquot"><p>Don Germán Reynoso, nacido en el Escorial, había labrado una
+fortuna inmensa en América. A su llegada a España se había
+enamorado de Elena, hija del farmacéutico del Escorial y se casó
+con ella. Elena era una joven bellísima, buena, inocente, pero
+bastante aturdida. Reynoso un hombre de cuarenta años, inteligente,
+noble, generoso. Fué un matrimonio feliz. Poseían un magnífico
+hotel en el Escorial y otro en el paseo de la Castellana de Madrid.
+Reynoso tenía una hermana, Clara, mucho más joven que él, casada
+recientemente con Tristán Aldama. Sus amigos más íntimos eran
+Escudero, rico banquero, tío de Tristán, y Barragán, hombre
+estrafalario de terrible y fea catadura pero de gran corazón. Como
+la fortuna de los esposos les había hecho entrar en relación con la
+sociedad elegante de Madrid, Elena conoció en ella a un distinguido
+pintor llamado Núñez, hombre ingenioso, mordaz y escéptico. Este
+comenzó a galantearla asiduamente. Elena se resistió mucho tiempo
+porque amaba a su marido en realidad, pero debido a su temperamento
+ligero y sobre todo empujada por algunas perversas amigas, concluyó
+por sucumbir.</p></div>
+
+<h2>¡CORAZON, ARRIBA!</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">E</span><small>LENA</small>
+se mostraba reacia aquel verano para ir al Escorial. Con el
+pretexto de esperar la terminación de unos muebles que había encargado
+para su salón iba retrasando días y días el traslado definitivo, por más
+que solía pasar allá uno que otro. Reynoso ya no podía más. Su amor y su
+prudencia le retenían de tomar la iniciativa, pero empezaba a mostrar en
+su semblante la impaciencia<a name="page_306" id="page_306"></a> que le dominaba. Elena lo comprendió y le
+propuso que se fuese antes que ella, aguardándola allí los pocos días
+que faltaban ya para que el ebanista y el tapicero dejasen terminada la
+reforma del salón. Aceptó gustoso contando que solamente una semana
+tardaría su esposa en juntarse con él. Transcurrió la semana, corrían ya
+los últimos días del mes de Julio y Elena no daba aviso de su partida.
+Pensaba ya D. Germán en volverse a Madrid y renunciar a sus placeres
+campestres cuando recibió un telegrama urgente de Tristán concebido en
+los siguientes términos: &ldquo;Vente en el primer tren. Urge mucho tu
+presencia aquí.&rdquo;</p>
+
+<p>Justamente acababa de almorzar; eran las doce y media y el primer tren
+para Madrid salía a la una. Mandó enganchar a toda prisa y se trasladó a
+la estación. El telegrama le había trastornado. No sabía lo que pensar,
+pero sentía una zozobra inmensa. Lo primero que le había venido al
+pensamiento era que Elena estuviese enferma, le hubiese ocurrido
+cualquier accidente. Sin embargo, no parecía natural que le avisasen en
+aquella forma enigmática. Luego pensó en Clara, en el niño. Tampoco
+imaginaba que era forma adecuada de darle la noticia. Al fin, presa de
+la mayor congoja, llegó a Madrid. Cuando puso el pie en el andén y vió a
+Tristán acompañado de Escudero y de Barragán le dió un salto terrible el
+corazón. Se dirigió corriendo a ellos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué pasa? ¿Elena está enferma?... ¿Clara?</p>
+
+<p>&mdash;Las dos están buenas&mdash;respondió Tristán<a name="page_307" id="page_307"></a> gravemente&mdash;. Vamos a tomar
+el coche y allí te hablaremos del asunto que me ha obligado a
+telegrafiarte.</p>
+
+<p>Estas palabras causaron un frío singular en el corazón de Reynoso.
+Vagamente adivinó una desgracia mayor que la enfermedad, mayor que la
+muerte misma, y quedó paralizado sin osar decir otra palabra. Siguió
+dócilmente a sus amigos, cuyas caras largas, contristadas, eran aún más
+inquietantes que las palabras de Tristán. Fuera de la estación les
+esperaba el <i>landau</i> de Escudero.</p>
+
+<p>&mdash;A la Moncloa&mdash;dijo Tristán al lacayo.</p>
+
+<p>La mayor estupefacción se pintó en los ojos de Reynoso, pero guardó
+silencio. Prontamente el coche dejó las cercanías de la estación del
+Norte y se internó en el largo y umbroso paseo de la Moncloa, que se
+hallaba en aquella hora completamente solitario. Tristán, con los ojos
+bajos y voz levemente enronquecida, principió al cabo a hablar.</p>
+
+<p>&mdash;He vacilado mucho, muchísimo, antes de darte el susto que te he dado y
+hacerte pasar por una prueba bien triste... Hubiera querido, aun a costa
+del sacrificio más grande, ahorrártela. Conozco tu corazón confiado,
+noble, afectuoso y sé perfectamente la herida profunda que ha de abrir
+en él un desengaño... Pero... yo no puedo olvidar que eres mi hermano,
+que mi mujer lleva tu nombre y que tengo el sagrado deber de velar por
+que este nombre no sea arrastrado por el suelo... Yo no quiero&mdash;añadió
+exaltándose&mdash;que este nombre, que ha de llevar también mi hijo, sirva de
+burla y escarnio<a name="page_308" id="page_308"></a> a la gente. Antes que eso suceda estoy resuelto a
+hacer justicia por mi propia mano...</p>
+
+<p>Reynoso horriblemente pálido le contemplaba atónito, sin pestañear.</p>
+
+<p>&mdash;Antes de dar este paso he consultado con tus amigos más fieles, con
+los que te quieren como un hermano, y ellos han visto como yo que era de
+todo punto necesario esta operación dolorosa. Ten valor, pues...
+Prepárate a saber que se ha hecho befa de tus sentimientos más íntimos,
+que se ha olvidado infamemente tu nobleza y tu generosidad, que se ha
+pisoteado tu corazón y tu nombre... Elena...</p>
+
+<p>Un grito áspero y extraño mezcla de rugido y de lamento salió de la
+garganta de Reynoso.</p>
+
+<p>&mdash;¡La prueba! ¡la prueba!</p>
+
+<p>Tristán, Escudero, Barragán quedaron aterrados viendo la palidez
+cadavérica de aquel hombre, su mirada centellante de fiera acorralada.</p>
+
+<p>&mdash;¡La prueba! ¡la prueba!&mdash;repitió apretando el brazo de su cuñado.</p>
+
+<p>&mdash;Dentro de pocos momentos la tendrás.</p>
+
+<p>Reynoso paseó su mirada anhelante por el rostro de sus amigos, y viendo
+que los dos bajaban la cabeza confirmando las palabras de Tristán, se
+llevó ambas manos crispadas a los cabellos mesándoselos con furor. Fué
+un acceso de loca desesperación. Gritos, sollozos, interjecciones,
+movimientos convulsivos. Sus amigos turbados y confusos hacían vanos
+esfuerzos por calmarle. No duró mucho tiempo, sin embargo, aquel ataque.
+Dejó al cabo caer la cabeza contra el rincón,<a name="page_309" id="page_309"></a> se tapó con una mano los
+ojos y extendiendo la otra hacia Tristán dijo con voz débil:</p>
+
+<p>&mdash;Habla. Quiero saberlo todo.</p>
+
+<p>&mdash;Todo está dicho ya&mdash;repuso Tristán visiblemente afectado&mdash;. ¿Para qué
+necesitas más palabras? Ahora mismo te llevaremos a un sitio donde
+puedes quedar bien persuadido... ¡Manuel!&mdash;añadió sacando la cabeza por
+la ventanilla&mdash;da la vuelta y llévanos a la calle de Atocha. Para
+delante de la iglesia de San Sebastián. ¡Vivo!</p>
+
+<p>Obedeció el cochero, entrando en la ciudad y llegaron al punto designado
+en pocos minutos. Se apearon allí y dieron orden de que el carruaje les
+esperase. Dejaron la calle de Atocha y se internaron por una de sus
+travesías laterales. Tristán marchaba delante con Escudero, detrás
+Barragán con Reynoso. Este no había despegado los labios, pero pocos
+momentos después de caminar los acercó al oído del paisano.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién es?</p>
+
+<p>&mdash;Núñez&mdash;murmuró Barragán apretando al mismo tiempo con afectuosa
+ternura la mano de su amigo.</p>
+
+<p>Tristán y Escudero se detuvieron delante de una taberna, abrieron la
+puerta e invitaron a los otros a entrar con ellos. Reynoso se dejaba
+conducir dócilmente. Tristán, que parecía haber estado ya allí algunas
+veces, hizo ademán de sentarse a una mesa próxima al escaparate. Tenía
+éste doble cierre de cristales y a su través se veía perfectamente la
+calle, que era estrecha. Enfrente había una casa de reciente
+construcción que hacía<a name="page_310" id="page_310"></a> contraste con las del resto de la calle, casi
+todas viejas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ahí dentro están!&mdash;dijo en voz baja apuntando hacia ella.</p>
+
+<p>Reynoso levantó los ojos y volvió a bajarlos rápidamente. Barragán pidió
+unos vasos de vino. El chico de la taberna los sirvió prontamente
+mirando al mismo tiempo con temor y curiosidad las barbas insólitas y el
+rostro espantable del paisano. Nadie más que él llevó a los labios el
+vaso. Aguardaron allí largo rato. Reynoso con los ojos en la mesa y la
+mano en la mejilla permanecía en una actitud de indiferencia
+desesperada. Barragán, Escudero y Tristán hablaban en voz baja espiados
+por la tabernera y el chico que mostraban en su rostro inquietud.
+Aquella conferencia misteriosa de cuatro señores en su tienda y sobre
+todo la traza de bandido que uno tenía les intrigaba. Quizá se les
+pasara por la mente que estaban fraguando un crimen.</p>
+
+<p>Al cabo de una hora, lo menos, Tristán, que no cesaba de echar ojeadas
+impacientes a la casa de enfrente, exclamó:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya salen!</p>
+
+<p>Reynoso levantó la cabeza y su faz se puso lívida viendo salir del
+portal a su esposa en compañía de Núñez. Dieron unos cuantos pasos
+precipitadamente por la calle y se metieron en un coche de punto que un
+poco más allá les esperaba. El rostro de Elena en aquel instante parecía
+turbado y pálido y sus ojos miraban con espanto a todos lados. Esta fué
+la impresión que les produjo.<a name="page_311" id="page_311"></a> Reynoso quiso levantarse de la silla al
+verla, pero cayó de golpe otra vez en ella y metió la cabeza entre las
+manos. Tristán se llevó la suya al bolsillo y dejando asomar la culata
+de un revólver profirió con reconcentrada ira:</p>
+
+<p>&mdash;¡Mátalos! ¡Mata a esos traidores!</p>
+
+<p>Reynoso no se movió. Se oyó el ruido del coche que se alejaba. Nadie
+habló una palabra en algunos minutos. Al fin Escudero puso una mano
+sobre el hombro de aquél y dijo con voz conmovida:</p>
+
+<p>&mdash;¡Germán! ¡amigo mío! ¡valor!</p>
+
+<p>Y por el rostro de aquel hombre que no parecía sensible más que a los
+cheques y talones rodaban dos gruesas lágrimas. Reynoso se alzó y
+tambaleándose como un beodo salió de la taberna seguido de sus amigos.
+Cuando estuvieron en la calle se volvió hacia su cuñado y apretándole la
+mano dijo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Tienes razón, Tristán, la vida es un asco!</p>
+
+<p>Guardaron todos silencio y caminaron hacia el sitio en que habían dejado
+el coche. Don Germán manifestó su resolución de volverse al Escorial.
+Todos ellos se brindaron a acompañarle, particularmente Tristán, pero
+opuso una enérgica negativa a sus instancias. Tampoco aceptó el coche de
+Escudero que hablaba de añadir otros dos caballos a los que llevaban.
+Nada, sólo pedía que le dejasen en la estación. Salía un tren a las
+siete y sólo faltaba una hora. Acataron su voluntad aunque de mala gana.</p>
+
+<p>&mdash;Os suplico que os volváis a vuestras casas y me dejéis ya&mdash;les dijo
+cuando hubieron llegado<a name="page_312" id="page_312"></a>&mdash;. Y llamando aparte a Tristán&mdash;: Cuida mucho
+de Clara. Conozco su corazón y sé que este golpe puede hacerle mucho
+daño. Os espero dentro de cuatro o cinco días. Hasta entonces dejadme
+solo.</p>
+
+<p>Tristán le miró con asombro.</p>
+
+<p>&mdash;Pero ¿qué piensas hacer?</p>
+
+<p>&mdash;Nada.</p>
+
+<p>&mdash;¿No quieres castigar a ese miserable?</p>
+
+<p>&mdash;No.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces voy yo a provocarle.</p>
+
+<p>&mdash;Nada. No hagas nada, Tristán. En este mundo todo es nada, ¡nada, nada!</p>
+
+<p>Y diciéndoles adiós con la mano y haciéndoles al mismo tiempo seña de
+que no le siguiesen, se metió en la estación uniéndose a la multitud que
+en aquella hora la llenaba.</p>
+
+<p>&mdash;¡Nada! ¡nada! ¡nada!&mdash;murmuraba reclinado en el fondo de un coche
+mientras la locomotora le arrastraba velozmente al través de los campos
+adustos, melancólicos que cercan a Madrid. El humo se esparcía delante
+del paisaje ocultándolo por momentos. El sol moría a lo lejos entre
+resplandores carmesíes. Una dulce serenidad se desprendía del cielo
+pálido. Reynoso dejó el rincón y puso su rostro enardecido al golpe
+violento de la brisa que se iba haciendo más fresca según se aproximaban
+a la sierra. Con los ojos atónitos sentía más que veía el raudo cruzar
+de los objetos por delante. Todo huía, todo se escapaba causándole una
+extraña impresión de desquiciamiento universal. El mundo se deshacía, se
+evaporaba,<a name="page_313" id="page_313"></a> rodaba vertiginosamente a los abismos de la nada.</p>
+
+<p>&mdash;¡Todo es nada! ¡nada! ¡nada!&mdash;repetía sin cesar con voz ronca.</p>
+
+<p>Cuando el tren se detuvo en la estación de Escorial, salió del coche sin
+darse cuenta de ello y emprendió como un autómata el camino del Sotillo.
+Estaba anocheciendo. En el cielo brillante e inmóvil centelleaban
+algunas estrellas. A su espalda la mole de la sierra se ocultaba entre
+cendales de un violeta profundo. Delante el inmenso horizonte de los
+campos parecía cerrarse fundiéndose todo en un tenue vapor gris.</p>
+
+<p>Alcanzó su casa y penetró en ella sin ruido, casi furtivamente como si
+fuera un intruso. Uno de los criados se asombró de verle al cruzar un
+pasillo y se excusó de no haber prevenido a los demás. Don Germán ordenó
+que todos permaneciesen tranquilos. Se encerró en su despacho, sacó
+legajos y papeles y estuvo trabajando largo rato. Llamaron a la puerta
+humildemente y una doméstica preguntó si el señor bajaba a cenar.
+Respondió que le subiesen a la habitación contigua caldo y algunos
+fiambres y siguió trabajando. Al cabo se alzó del sillón y pasó al
+saloncito contiguo donde ya le habían preparado la mesa. Ordenó en
+seguida que todos se acostasen y volvió a su trabajo que aún duró mucho
+tiempo. Cuando terminó eran las altas horas de la noche. Descansó unos
+instantes y escribió una carta de pocas palabras que depositó sobre la
+mesa en sitio visible. Luego sacó de uno de los cajones un revólver, lo
+examinó con detenimiento, lo cargó con nuevas cápsulas,<a name="page_314" id="page_314"></a> lo colocó sobre
+la mesa y echó de nuevo la llave al cajón. Abrió la puerta del salón,
+abrió la de la habitación contigua, que era el dormitorio matrimonial,
+encendió un cigarro y se puso a pasear a lo largo de la crujía con
+aparente calma.</p>
+
+<p>Allá en el fondo entre las camas de los esposos pendía un crucifijo. En
+uno de los paseos los ojos de D. Germán tropezaron con él. Quedó
+inmóvil, clavado al suelo, los ojos fijos en aquella imagen sangrienta.
+¿Cuánto tiempo estuvo así? ¿Una hora? ¿Un minuto? Jamás pudo él mismo
+saberlo. Al fin dejó escapar un suspiro, se tapó el rostro con las manos
+y cayó de rodillas sollozando.</p>
+
+<p>Cuando se puso en pie había recobrado el sosiego, todo el sosiego del
+alma. Su resolución estaba tomada. Se dirigió con paso firme a su
+despacho, guardó de nuevo el revólver y se puso a escribir algunas
+cartas. Una larga para Tristán, otra para Cirilo. La última para su
+mujer.</p>
+
+<p>&ldquo;Elena: Perdona que por última vez me dirija a ti. Es de absoluta
+necesidad para tu futura existencia. Cuando recibas ésta me hallaré
+lejos y jamás volveré a importunarte con mi presencia. Te dejo toda mi
+fortuna: sólo me llevo lo necesario para vivir. Gasta todas las rentas
+que te entregará Cirilo. Es el último favor que te pido y también que
+disculpes mi ausencia. Puedes decir que estoy en América, donde tenía
+comprometidos algunos intereses. Nada más. Que Dios te proteja y que a
+mí no me abandone.&rdquo;</p>
+
+<p>Cerró la carta y lo mismo que las otras la guardó en el bolsillo para
+enviarlas al correo en la<a name="page_315" id="page_315"></a> oportuna ocasión. Hizo después pedazos la que
+había dirigido al juez y sacó otro cigarro y de nuevo se puso a pasear,
+esta vez no con calma aparente sino bien verdadera. Por fin abrió el
+balcón y salió a una pequeña terraza, recostándose de bruces sobre el
+antepecho de mármol. La noche era caliente y poblada de estrellas. El
+paisaje severo, erizado, dormía bajo su dosel alargando la sombra
+inmensa de sus collados. Reynoso abría los ojos sin ver, tendía los
+oídos sin oir, no viendo ni oyendo más que los latidos de su corazón
+desgarrado. Este corazón latía y hablaba. ¿Qué importa todo? ¿Qué vale
+cuanto existe en el mundo? Riqueza y miseria, grandezas y humillaciones,
+desgracia o ventura todo cambia, todo se hunde al fin en los abismos de
+la noche eterna... ¿También se hundirá el amor? ¿Nada quedará de esta
+emoción incomprensible que parece transformarnos por momentos,
+arrebatarnos de la tierra a otras esferas más altas? Don Germán
+contempló el cielo largo rato, escrutando con avidez sus abismos
+azulados, sus millones de luminarias maravillosas. Al fin los bajó de
+nuevo murmurando: &ldquo;¡No; el amor no se hundirá porque el amor es Dios!&rdquo;
+Paseó después su mirada por el campo. Allá, hacia el oriente, en los
+confines del horizonte un tenue reflejo del firmamento señalaba el sitio
+donde se asentaba Madrid. Apartó los ojos con horror. Del cielo viene el
+rayo que nos abate, del mar viene la ola que nos traga, del campo la
+dentellada de la fiera o la puñalada del bandido. ¡Pero de allí!... ¡ah,
+de allí viene el daño que no puede<a name="page_316" id="page_316"></a> explicarse, la agonía sin muerte, el
+dolor increíble!</p>
+
+<p>Permaneció algún tiempo perdido enteramente en una meditación profunda.
+Era un torrente de pensamientos graves, de sensaciones confusas que
+atravesaba su cerebro y su corazón. Apenas guardaba la conciencia de que
+fuesen suyos. Una ola de olvido le envolvía poco a poco; una voz bien
+alta subía invitándole a mirar hacia arriba y a despreciar lo de abajo.
+Después haciendo un esfuerzo alzó sus codos de la baranda, contempló
+todavía con distracción el horizonte oscuro, sacó del bolsillo su
+llavero, del llavero un lápiz y escribió tres palabras sobre el mármol.
+Entró en sus habitaciones, se dirigió a su armario y tomando de allí la
+ropa y los objetos más indispensables los empaquetó en una maleta.
+Cuando la tuvo hecha bajó cautelosamente hasta la puerta del jardín y
+salió de casa. Atravesó el parque, atravesó el bosque y en pocos minutos
+se encontró a campo raso. Emprendió por los senderos el camino de
+Zarzalejo para montar allí en el primer tren que le alejase de Madrid.
+Cuando hubo caminado algún tiempo se detuvo y volvió los ojos hacia su
+casa. Allí quedaba, silencioso, tranquilo, el que había sido su paraíso
+en la tierra. Jamás, jamás volvería a entrar en él. ¡Cuánta felicidad
+deshecha en un instante! Tomó la maleta que había dejado caer al suelo y
+emprendió de nuevo la carrera. Los sollozos le rompían el pecho, las
+lágrimas le cegaban. Así marchaba aquel hombre al través de la noche
+desierta en busca de Dios.<a name="page_317" id="page_317"></a></p>
+
+<h2><a name="PAPELES_DEL_DOCTOR_ANGELICO" id="PAPELES_DEL_DOCTOR_ANGELICO"></a>PAPELES DEL DOCTOR ANGÉLICO</h2>
+
+<p><a name="page_318" id="page_318"></a></p>
+
+<p><a name="page_319" id="page_319"></a></p>
+
+<h2><a name="UN_TESTIGO_DE_CARGO" id="UN_TESTIGO_DE_CARGO"></a>UN TESTIGO DE CARGO</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">H</span><small>AY</small> personas que no pasean jamás sino por calles céntricas. Hay otras
+que gustan de las excéntricas y solitarias, en los barrios extremos de
+Madrid, lindantes con la campiña. Las hay, por fin, que no pasean ni por
+unas ni por otras, y sólo encuentran alegría midiendo el pasillo de su
+casa a trancos, y acercándose de vez en cuando a la estufa para
+calentarse las manos.</p>
+
+<p>Pues bien; declaro que yo pertenezco a la segunda categoría, aunque
+también me agrada recorrer una y otra vez mi pasillo con las manos en
+los bolsillos, particularmente cuando llueve, y dar unas cuantas vueltas
+por las calles de Alcalá y Sevilla a las horas de más tránsito. Cuando
+esto último acaece, procuro que mi rostro vaya fruncido y aborrascado
+para adaptarse al medio ambiente; pero es contra mi gusto, bien lo sabe
+Dios, porque mi fisonomía, por naturaleza, es plácida y sentimental.</p>
+
+<p>Así, que experimento más placer en pasearme por las afueras, donde
+encuentro rostros alegres que me miran sin hostilidad. Sólo allí me
+desarrugo<a name="page_320" id="page_320"></a> y soy exteriormente lo que Dios quiso hacerme. Y he pensado
+algunas veces que si trasladásemos las caras de las afueras al centro, y
+las del centro las enviásemos a paseo, Madrid ofrecería a los ojos de
+los extranjeros un aspecto más hospitalario, más risueño y, sobre todo,
+más humano que el que ahora tiene.</p>
+
+<p>No sucede lo mismo con los perros. Encuentro, generalmente, los del
+centro apacibles y corteses; los de los barrios extremos, agresivos,
+quimeristas y mucho más descuidados en el aseo de su individuo. Sin
+duda, la cultura, que ejerce una influencia tan triste en la raza
+humana, suaviza y mejora la canina.</p>
+
+<p>Ignoro si el perro con quien tropecé cierto día en una de las calles más
+extraviadas del barrio de Chamberí era quimerista y agresivo como sus
+convecinos; pero sí puedo dar fe de su escandalosa suciedad.</p>
+
+<p>Flaco, lanudo como esos bohemios que no se recortan jamás la barba y la
+dejan crecer por donde salga, cubierto de polvo y con un pegote de barro
+en cada pelo, se acercó a mí este repugnante animal moviendo el rabo y
+mirándome con ojos humildes.</p>
+
+<p>Yo dí un salto atrás, porque la experiencia me ha enseñado que se puede
+mover el rabo humildemente y ser en el fondo malísimo sujeto. Pronto me
+convencí de que no había nada que temer. Aquel pobre perro había venido
+tan a menos, se hallaba tan desamparado y abatido, que los últimos
+rescoldos de su carácter agrio, si alguna vez<a name="page_321" id="page_321"></a> lo había tenido, se
+habían apagado por completo.</p>
+
+<p>Hice sonar con los dedos una leve castañeta, correspondiendo al meneo
+vertiginoso de su rabo, y me dispuse a proseguir mi camino. Pero él
+agradeció aquella fría castañeta como nadie me agradeció en la vida el
+saludo más cordial y cariñoso. Comenzó a brincar delante de mí, y a
+retorcerse, y a lanzar suaves e insinuantes aullidos, expresando tanto
+gozo como gratitud.</p>
+
+<p>No se agradecen así los saludos en este bajo mundo&mdash;me dijo nuevamente
+la experiencia&mdash;si no se teme o se espera algo. Este perro no tiene amo,
+o ha sido arrojado por él de su casa. ¡Pobre animal! Me interesó su
+desgracia, y de nuevo hice sonar la castañeta con alguna mayor efusión,
+y él con esto renovó las señales de gratitud hasta querer descoyuntarse.</p>
+
+<p>Inmediatamente tomó la resolución de seguirme hasta el fin del mundo.</p>
+
+<p>Yo le veía detrás varias veces, dándome escolta; otras, delante,
+sirviéndome de heraldo. Por momentos se detenía, levantaba hacia mí su
+hocico peludo, y me miraba con afectuosa sumisión, cual si me quisiera
+decir que estaba dispuesto a obedecerme como amo y señor. La desgracia
+de aquel animal me conmovió. Era tan feo, que no había motivo para
+admirarse de que su dueño le hubiese abandonado.</p>
+
+<p>Y, sin embargo, yo he visto algunas señoras ricas que acariciaban y
+mimaban con apasionados transportes de amor a otros perros más feos que
+éste, y he visto también a algunos jóvenes elegantes<a name="page_322" id="page_322"></a> acariciar y mimar
+a estas mismas señoras, más feas aún que sus perros.</p>
+
+<p>Me representaba a aquel pobre animal, arrojado ignominiosamente de su
+casa, volviendo a ella a demandar gracia, aullando tristemente a la
+puerta; le veía marchar errante y hambriento por aquellas calles
+solitarias, introducirse en alguna tienda en busca de una piltrafa,
+salir de ella molido a palos, seguir a los transeuntes hasta que éstos
+le despedían a puntapiés o pedradas.</p>
+
+<p>La compasión se filtraba en mi pecho, y cuando el animal se paraba a
+mirarme, le hacía una seña de afectuosa consideración. Entonces se
+acercaba a mí rebosando de agradecimiento, y yo, sin temor a mancharme
+las manos, como los santos caritativos de la leyenda, le acariciaba la
+cabeza.</p>
+
+<p>Pero a medida que transcurría el tiempo, se apoderaba de mí un vago
+malestar. ¿Qué iba a hacer de aquel desdichado? A un perro no se le
+puede dar una limosna, ni recomendarle a un concejal amigo para que le
+coloque de peón en los trabajos de la villa. Necesitaba llevármelo a
+casa. Esto era grave. ¿Qué diría el portero, qué dirían los vecinos, qué
+diría, sobre todo, mi familia al ver entrar aquel bicho feo y asqueroso?
+¡Vaya unas protestas, vaya una zambra, vaya una risa que se armaría en
+mi casa! Se me puso la carne de gallina.</p>
+
+<p>Comprendí inmediatamente todo lo falso de mi situación.</p>
+
+<p>Entonces hice con el perro lo que conmigo hacen los amigos cuando mi
+presencia les molesta;<a name="page_323" id="page_323"></a> me hice el distraído. Cuando me miraba con sus
+ojos afectuosos, volvía la cara hacia otro sitio; si se acercaba a mí,
+fruncía el entrecejo como si no le viese, y seguía mi camino. En fin,
+adopté un continente tan glacial como significativo. Pero él no vió la
+significación, o no quiso verla. Sin darse por enterado, persistía en
+sus muestras de adhesión incondicional, teniéndose siempre por mi
+protegido.</p>
+
+<p>Una de las veces que mi mirada se cruzó con la suya, vi en sus ojos una
+expresión de sorpresa y de súplica tal, que el corazón se me apretó. Sin
+embargo, lo que pedía no era posible.</p>
+
+<p>Mi inquietud iba en aumento, y ya pensaba en la barbarie de arrojarlo de
+mi lado violentamente, cuando observo que viene hacia nosotros un
+tranvía. Entonces, cautelosamente me agarro a él y monto. Desde la
+plataforma veo a mi perro que camina tranquilo y confiado, vuelve de
+pronto la cabeza, queda sorprendido, olfatea el aire con desesperación,
+y, por fin, baja de nuevo su cabeza hacia la tierra, resignado, como los
+seres que han conocido todo el dolor de este mundo y saben lo que se
+puede esperar de la existencia.</p>
+
+<p>Jamás pude olvidarlo. Y al acordarme de él, no puedo menos de pensar que
+cuando algún día me vea ante el supremo tribunal de Dios, y se juzguen
+todos los actos de mi vida, y se cuenten mis faltas y desaciertos, he de
+verle aparecer, con su hocico peludo y su aspecto dolorido, a dar fe de
+mi cruel egoísmo.</p>
+
+<p><a name="page_324" id="page_324"></a></p>
+
+<p><a name="page_325" id="page_325"></a></p>
+
+<h2><a name="VIDA_DE_CANONIGO" id="VIDA_DE_CANONIGO"></a>VIDA DE CANÓNIGO</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">L</span><small>AS</small> ideas de mi tío don Sebastián acerca del ascetismo de los canónigos
+eran mucho más decididas que las de Pachón de la Quintana de Arriba.
+Nada de vacilaciones en este punto: ya sabía a qué atenerse. Para él la
+imagen de un canónigo evocaba un sin fin de representaciones cómodas,
+deleitosas y suculentas.</p>
+
+<p>No es extraño. Si se hablaba de un vino añejo bien confortable, le oía
+llamar &ldquo;vino de canónigo&rdquo;; si se trataba de un chocolate exquisito,
+&ldquo;chocolate de canónigo&rdquo;; si de un colchón blando y relleno, &ldquo;colchón de
+canónigo&rdquo;; etc.</p>
+
+<p>Toda su vida había sentido una envidia ruin por el alto clero, y
+deploraba amargamente que su padre no le hubiese dedicado al estado
+eclesiástico, en vez de dejarle al frente del comercio de ferretería que
+tenían en la planta baja de la casa. Porque si le hubiese enviado al
+Seminario, tal vez a estas horas sería canónigo. ¿Por qué no? ¿No lo era
+su primo Gaspar, que pasaba por un zote en la escuela? ¡Y nada menos que
+arcediano de la santa iglesia catedral de León!<a name="page_326" id="page_326"></a></p>
+
+<p>Verdad era que el trato que sus hermanas le daban no era a propósito
+para ahuyentar de su carne los apetitos concupiscentes. Eran feroces
+aquellas dos hermanas que su padre le había dejado con el comercio de
+ferretería. No se sabe si se habían propuesto hacerse ricas a costa de
+las susodichas carnes de su hermano, o es que pensaban con terror en la
+muerte de éste y en la necesidad de traspasar el comercio, o, ¡quién
+sabe!, tal vez en su matrimonio. Porque, si bien mi tío don Sebastián no
+había mostrado jamás veleidades matrimoniales, el día menos pensado
+podía atraparle cualquier pelafustana. La mujer que se casa con un
+hombre que tiene dos hermanas solteronas, siempre es una pelafustana. De
+todas suertes, estas dos hermanas le escatimaban el pan, la carne y el
+vino, el betún para las botas, las toallas para secarse, y hasta el agua
+para lavarse.</p>
+
+<p>Y así habían traspasado los tres la edad de cuarenta años. Don
+Sebastián, a quien la Naturaleza había dotado de un temperamento muelle
+y voluptuoso, se autorizaba cuando podía, a escondidas de aquellas dos
+fatales euménidas, algunos regalos. Un día se iba con don Hermenegildo
+el piloto al Moral para comerse una cesta de percebes y beberse algunos
+litros de sidra, otro se colaba bonitamente a las once en la tienda de
+la Cazana y tomaba una rosquilla rellena y media botella de vino de
+Rueda, o bien entraba por la tarde en el café Imperial y pedía un
+sorbete de fresa.</p>
+
+<p>Pero de todos estos atentados tenían noticia al día siguiente las dos
+vírgenes agrias. Su policía<a name="page_327" id="page_327"></a> era más exacta y más fiel que la del Sultán
+de Turquía. ¡Cielos, qué escándalo!, ¡qué pataleo!, ¡qué imprecaciones
+temerosas! En cierta ocasión, una de ellas llegó a darle un formidable
+escobazo en la cabeza.</p>
+
+<p>De todos estos ultrajes supo vengarse bien y de una vez mi tío don
+Sebastián. No tenéis más que preguntarlo a cualquier viejo de la
+población, y os lo contará medio sofocado por la risa. El caso fué como
+sigue:</p>
+
+<p>Un día subió don Sebastián de la tienda con una carta en la mano. Era
+del primo Gaspar. En ella le decía que se hallaba en Oviedo pasando una
+temporada con el señor obispo, que antes de ser preconizado, había sido
+su compañero y amigo íntimo en León; al mismo tiempo le hacía saber que
+en la diligencia del día siguiente iría a hacerles una visita y pasar un
+par de días con ellos.</p>
+
+<p>La turbación que esta noticia produjo en las dos solteronas fué
+indescriptible. ¡Tener por huésped al arcediano de León, a un amigo
+íntimo del señor obispo, a cuya mesa se sentaba y a quien tuteaba en
+secreto, según se decía! Ya no se acordaban de aquel primo Gaspar a
+quien recosían los pantalones para que su madre no le zurrase la badana
+si llegaba con ellos rotos a casa, y a quien habían dado bastantes
+pescozones llamándole animal. Para ellas ya no existía más que un
+personaje eminente rebosando de teología y respetabilidad.</p>
+
+<p>Pasada la primer impresión de estupor, hizo explosión en ambas
+solteronas una cantidad imponente<a name="page_328" id="page_328"></a> de actividad doméstica. Se quitaron
+el corsé, se liaron un pañuelo a la cabeza, y dieron comienzo por sí
+mismas a la limpieza y arreglo del &ldquo;cuarto de respeto&rdquo;. La gran cama de
+palosanto, con pabellón y colcha de damasco encarnado, fué objeto de un
+minucioso reconocimiento. Se batió bien el colchón de miraguano y las
+almohadas de pluma, se le pusieron sábanas de fina batista, bordadas,
+que jamás de memoria de hombre habían salido del armario, y a su lado un
+hermoso tapiz que les había traído de Manila otro primo ya fallecido.</p>
+
+<p>La criada fué expedida en diferentes direcciones. A la confitería de
+Nepomuceno, para encargar una tarta, mitad de almendra y borraja, a casa
+de Facunda, la pescadera, para que buscase algunas docenas de ostras y
+se las llevase a las once en punto de la mañana, a la fábrica de
+vidrios, para recabar de don Napoleón, el contramaestre, que saliese de
+madrugada a cazar unas arceas; etc., etc.</p>
+
+<p>Mi tío don Sebastián seguía estos preparativos con respetuosa atención,
+pero sin osar emitir ninguna palabra. Bastaría la más corta frase para
+oirse llamar ganso, y no tenía deseo alguno de servir de pretexto a este
+símil zoológico.</p>
+
+<p>Al día siguiente por la mañana se acicaló convenientemente, y a las once
+y media salió a esperar la diligencia de Oviedo, que llegaba siempre a
+las doce. La mesa estaba ya puesta; una mesa deslumbrante, con antigua y
+rica vajilla atestada de confites y frutas en almíbar.<a name="page_329" id="page_329"></a></p>
+
+<p>A las doce y cuarto llegó don Sebastián con la cabeza baja, diciendo que
+el primo Gaspar no había llegado en la diligencia de Oviedo. El
+abatimiento más profundo se pintó en el rostro de las dos hermanas.
+Transcurrieron algunos instantes de silencio doloroso. Al cabo, don
+Sebastián profirió con tono fúnebre:</p>
+
+<p>&mdash;Yo pienso que habrá perdido la diligencia de la mañana. Seguramente,
+llegará en la de la tarde.</p>
+
+<p>Bastaron estas sencillas y razonables palabras para que sus dos hermanas
+se encarasen con él como dos fieras y le llamasen... ¿A qué decir cómo
+le llamaron?</p>
+
+<p>De todos modos, no hubo más remedio que sentarse a la mesa y comer. Don
+Sebastián lo hizo lindamente. Sus hermanas charlaban como dos cotorronas
+que eran, haciendo sobre el caso los más disparatados comentarios. El
+engullía en silencio, pausada y sabiamente, alegrando los bocados
+exquisitos con un trago de vino de las Navas. Después de los postres se
+levantó de la silla como si hubiese cumplido con un penoso deber, y
+salió, como siempre, para el Casino. Así que dió la vuelta a la esquina
+de la calle, encendió un cigarro puro de los que había comprado para el
+arcediano, y chupándolo voluptuosamente, se fué a jugar su partida de
+tresillo.</p>
+
+<p>En la diligencia de las siete tampoco llegó el canónigo. Don Sebastián
+comunicó la infausta nueva a sus hermanas con la misma cara que si les
+leyese la sentencia de muerte. La consternación les paralizó a todos la
+lengua. No hubo comentarios,<a name="page_330" id="page_330"></a> no hubo protestas y lamentaciones. Un
+silencio funeral cayó sobre aquella afligida familia.</p>
+
+<p>Pero la mesa estaba puesta. Salmón, arceas estofadas, riñones al jerez,
+pechuga de gallina a la besamela, compota de membrillo, bizcochos
+borrachos, fresas con crema. Don Sebastián dirigía miradas furtivas y
+ansiosas a tales riquezas. Las hermanas, presas de muda desesperación,
+no daban señales de acercarse a ellas.</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, vamos a cenar... De todos modos, el gasto está ya hecho...</p>
+
+<p>Estas palabras provocaron una crisis de lágrimas, pasada la cual se
+sentaron los tres a la mesa. Ellas comían a la fuerza y exhalando
+suspiros dolorosos. El comía con fuerza y absorbiendo tragos exquisitos.</p>
+
+<p>Cuando se levantaron, don Sebastián se tambaleaba. El dolor suele
+producir estos efectos deprimentes. Para esparcirlo un poco, dijo que
+iba a dar una vuelta por el muelle. Cuando dobló la esquina, volvió a
+encender otro de los magníficos habanos destinados al arcediano, y fué a
+sentarse en uno de los bancos del parque, donde se estuvo hasta que el
+fresquecillo le echó hacia casa.</p>
+
+<p>Sus hermanas se habían encerrado ya en el dormitorio. La casa estaba
+silenciosa y triste, como si se hallase bajo el peso de una desgracia.</p>
+
+<p>Mi tío don Sebastián se desnudó lentamente, pero en vez de meterse en su
+cama, tomó la palmatoria en la mano, se asomó con ella al pasillo, y
+después de cerciorarse de que nadie le veía, salvó<a name="page_331" id="page_331"></a> con gran sigilo la
+distancia que le separaba del &ldquo;cuarto de respeto&rdquo; y se deslizó dentro
+del gran lecho de palosanto.</p>
+
+<p>¡Oh dulce y blando colchón!, ¡oh tiernas almohadas!, ¡oh sábanas
+finísimas!</p>
+
+<p>Mi tío don Sebastián se sentía inundado de una felicidad celestial. Dió
+un soplo a la luz, cerró los ojos, y murmuró sonriendo a las tinieblas:</p>
+
+<p>&mdash;Ya no me muero sin saber lo que es la vida de canónigo.</p>
+
+<p><a name="page_332" id="page_332"></a></p>
+
+<p><a name="page_333" id="page_333"></a></p>
+
+<h2><a name="UNA_MIRADA_A_LO_ALTO" id="UNA_MIRADA_A_LO_ALTO"></a>UNA MIRADA A LO ALTO</h2>
+
+<h3>I</h3>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">E</span><small>N</small>
+las primeras horas de la noche me place discurrir por las calles
+céntricas. Uno tras otro los arcos voltaicos se encienden, y mantienen a
+distancia las tinieblas que la huída del sol convida a descender. Los
+coches regresan del paseo, y los nobles brutos que los arrastran se
+muestran impacientes ante la muchedumbre que obstruye la vía.</p>
+
+<p>¡Crepúsculo hermoso el de la gran ciudad! Que otros vayan a gozarse
+melancólicamente al bosque silencioso, y que miren al sol ocultarse
+detrás de los montes lejanos, y que escuchen con placer las esquilas del
+ganado y los dulces sones de la flauta pastoril; que corran a la playa
+desierta y se deleiten contemplando el romper de las olas espumosas. Yo
+gozo mirando las telas y las joyas deslumbrantes que se ostentan en los
+escaparates. Pero gozo más cuando alguna bella, desde lo alto de un
+coche, como una diosa sobre su trono móvil<a name="page_334" id="page_334"></a> de seda, me lanza una
+mirada. ¡Avergonzaos, ricas telas, ocultaos, joyas deslumbrantes!; el
+sol, al partir, ha dejado en aquellos ojos toda su luz como un depósito
+sagrado.</p>
+
+<p>Con tranquilo placer mis pasos errantes se deslizan por la calle. La
+muchedumbre se aprieta en torno mío. ¡Escuchad, escuchad esos gritos
+gozosos; ved esa larga fila de carruajes que llevan sobre sus ruedas la
+belleza, la juventud y la alegría de la villa! ¡Mirad a ese joven
+tembloroso que se acerca, embargado de emoción, al borde de la acera, y
+recoge al pasar la sonrisa de su amada y una señal de su mano adorada,
+de esa mano que él besa furtivamente cuando en el Retiro la dama de
+compañía se distrae..., o se hace la distraída! Mis canas me preservan
+ya de estos temblores, mas, ¡ay!, no puedo menos de acordarme de ellos.</p>
+
+<p>El tumulto crece por momentos. Todo se agita, todo se mueve. Los
+caballos piafan de impaciencia, y las mamás, más impacientes aún,
+quisieran estar ya delante de la mesa, donde humea la sopa confortable.
+El río de la vida serpentea por las calles.</p>
+
+<h3>II</h3>
+
+<p>Súbito me lanzo sobre la plataforma de un tranvía que pasa. Este tranvía
+me conduce al extremo oriental de la ciudad. Doy unos cuantos<a name="page_335" id="page_335"></a> pasos
+más, y me encuentro en plena campiña obscura y silenciosa. Mi alma se
+había alejado de mí en la agitación febril de la vida, y allí se acerca
+para decirme al oído algunas palabras misteriosas debajo de la gran
+bóveda estrellada. Me siento sobre una piedra, y mis ojos se pasean por
+el firmamento, escrutando sus profundos senos.</p>
+
+<p>Allá va la <i>Lira</i> a ocultarse en las lejanías del Poniente. ¡Oh dulce
+<i>Vega</i> de inmarcesible luz; tú fuiste el astro virginal de mis ensueños
+infantiles! ¡Cuántas veces, al regresar a casa de la mano de mi padre,
+mis ojos se levantaban hacia ti! Tú me decías algo divino e
+inexplicable; mi pequeño corazón palpitaba, mi alma se llenaba de blanca
+claridad como la tuya, y algunas lágrimas temblaban en mis pupilas.
+Ahora con velocidad desciendes, arrastrada por tus corceles azulados, y
+pronto desaparecerás. Mi infancia, ¡ay!, largo tiempo ha que se ha ido.
+Pluguiera a Dios que al morir volase directamente a ti, y en alguno de
+los mundos que iluminas volviese a hallar los dulces sueños que me
+agitaban cogido de la mano de mi padre.</p>
+
+<p>En lo alto del cenit brilla la hermosa <i>Capella</i>, la estrella de mi
+adolescencia. Esparce su luz tranquila sobre la tierra, y, vestida de
+rayos luminosos, lleva en su seno tesoros de amor. Mi frente pálida se
+alzaba hacia ti en otro tiempo bien lejano, y allí ansiaba ir con la
+niña de ojos azules, de cabellera de oro, que levantaba la punta de la
+cortina de su ventana cuando yo venía<a name="page_336" id="page_336"></a> de mi cátedra con los libros
+debajo del brazo. Allí quisiera también ir cuando me muera.</p>
+
+<p><i>Aldebarán</i> famoso avanza con rapidez y despliega su cabellera
+resplandeciente entre las <i>Hiadas</i>. Su ojo fogoso placía a mi juventud,
+porque le prometía las emociones cambiantes y violentas que ansía un
+espíritu altanero. Yo amaba entonces las armas y la lucha, y soñaba con
+la corona del vencedor. Ardiente como tú, avanzaba por la vida
+arrebatado y sorprendido de mí mismo. ¿De dónde venía aquella embriaguez
+que me impulsaba a destruir y crear al mismo tiempo? ¿Por qué temblaba
+de ira, y un minuto después temblaba de amor? Quizás tú, desde lo alto
+del espacio, enviabas a mi alma esa divina inquietud, ese tormento
+delicioso que consumía mi corazón y lo hacía florecer. Entonces las
+crestas azuladas de los montes murmuraban alegrías para mí, los rumores
+del bosque y el silencio de la noche me infundían ansias locas de
+voluptuosidades desconocidas, ardores insensatos de amor y de muerte.
+Allí quisiera también ir.</p>
+
+<p>Descansando sobre el horizonte, el gigante <i>Orión</i>, amo del cielo,
+ostenta con calma el tesoro de sus luces. Invencible y generoso <i>Orión</i>,
+tú fuiste la envidia de mi edad viril: a ti demandaba el valor y la
+abundancia, la paz y la sabiduría de que estaba sediento. Opulento y
+feliz, gozas de la afluencia gloriosa de tus astros, posees todos los
+bienes del cielo y conduces tu carro cargado de riquezas, alumbrando la
+obscuridad de los espacios<a name="page_337" id="page_337"></a> insondables. Tú eres el primero entre los
+gigantes que cruzan el firmamento, y tus brazos poderosos se extienden a
+una distancia que la mente humana apenas puede imaginar. Naces y brillas
+en diferentes hogares, desarrollas tu inmortal poderío entre millones de
+globos, y, animado siempre del mismo vigor, eres el símbolo de lo que ha
+sido mi más constante anhelo en este mundo, eres el símbolo de la fuerza
+en el reposo.</p>
+
+<p>Pero ya se huyó también mi edad viril. Mi frente fatigada se inclina
+hacia la madre tierra, mis fuerzas decaen, las luces de este mundo
+palidecen, mis ojos se preparan a dormir. ¿Qué debo esperar cuando
+despierte? Un sol mucho más grande, más santo, más luminoso que el que
+nos alumbra, un sol maestro de pureza que no ilumine la traición, que
+desvanezca la mentira, que acaricie al inocente y abrase al malvado, un
+sol de amor y de justicia cuyo aliento envíe a sus hijos una eterna
+primavera que derrita los hielos del egoísmo y de la envidia. ¡Helo allí
+ese sol en la región lejana enganchando ya sus corceles para subir!
+Debajo de <i>Orión</i>, el claro <i>Sirio</i> comienza a rasar con sus fuegos el
+horizonte. Allí quisiera ir, por fin.</p>
+
+<h3>III</h3>
+
+<p>Pero la noche agita ya sus alas rápidas, y a las sublimes emociones que
+me embargan sucede el<a name="page_338" id="page_338"></a> gozoso recuerdo de mi hogar. Me levanto y busco
+de nuevo el tranvía, que me conduce rápidamente a él. Subo la escalera
+de mi casa y abro silenciosamente la puerta; entro en mi gabinete de
+trabajo, y en medio de él me detengo, contemplando con profundo
+sentimiento de piedad el retrato de mis padres. Voy al dormitorio de mi
+hijo, y le veo dormir, y escucho con placer el soplo sosegado de su
+pecho. Después me dirijo al comedor. Mi esposa inclina su dulce rostro
+infantil sobre la costura debajo de la lámpara. Por algunos momentos la
+contemplo en silencio. En ella reposa mi corazón, y la paz serena del
+amor me inunda de alegría en su presencia. Entonces me acuerdo de
+aquellos astros suspendidos en el espacio, donde mi espíritu ansiaba
+volar. Un estremecimiento de horror agita mi cuerpo. ¡Oh, no; no quiero
+peregrinar solo por esos mundos resplandecientes, no quiero pasar a
+vuestro lado, seres adorados, sin amaros, tal vez sin conoceros, no
+quiero otras vidas siderales, no quiero ser el favorito de los dioses! A
+vuestro lado he gozado horas felices que me envidiarían todas las
+estrellas del cielo. ¡O con vosotros, amados de mi alma, o a la negra
+fosa, y dormir allí para siempre!<a name="page_339" id="page_339"></a></p>
+
+<h2><a name="LA_PROCESION_DE_LOS_SANTOS" id="LA_PROCESION_DE_LOS_SANTOS"></a>LA PROCESIÓN DE LOS SANTOS</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">M</span><small>ÁS</small> de una vez me aconteció penetrar en la vieja catedral gótica a la
+caída de la tarde. Allá en el fondo hay una obscura capilla solitaria, y
+allá en el fondo un Cristo solitario abre sus brazos doloridos entre dos
+cirios que chisporrotean lúgubremente.</p>
+
+<p>En pie frente a Él, le contemplo, le imploro y muchas veces también le
+interrogo: &ldquo;¿Quién te ha enseñado esas dulces palabras que salieron de
+tus labios? ¿Por qué te has dejado matar? ¿Por qué no has luchado, por
+qué no has herido y triunfado? ¿Eres Dios, o eres un iluso? ¿Por qué no
+has sido egoísta y vano y cruel como yo lo he sido?&rdquo;</p>
+
+<p>El me escucha y murmura palabras de consuelo, y algunas veces sus ojos
+se clavan en mí con severidad, y alguna vez me sonríen.</p>
+
+<p>Una tarde, de rodillas, apoyé la frente sobre el pedestal de la cruz.
+Ignoro el tiempo que así estuve. Al cabo sentí que una mano se apoyaba
+sobre mi hombro. Alcé la cabeza, y vi la figura<a name="page_340" id="page_340"></a> blanca y radiosa de un
+hombre por cuya frente corrían algunas gotas de sangre. El Cristo había
+desaparecido de la cruz.</p>
+
+<p>&mdash;Sígueme&mdash;me dijo con voz que penetró hasta lo más profundo de mi
+corazón.</p>
+
+<p>Al mismo tiempo, por detrás del altar surgieron otras figuras de hombres
+y mujeres, y en un momento se pobló la capilla. La capilla era pequeña,
+pero la muchedumbre era grande.</p>
+
+<p>&mdash;Seguidme todos&mdash;dijo el Señor.</p>
+
+<p>Y nos lanzamos a la puerta en pos de Él los que allí estábamos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vamos al cielo!, ¡vamos al cielo!&mdash;oía murmurar a los que tenía
+cerca.</p>
+
+<p>Salimos al campo. La luna bañaba con su luz tibia los árboles, las
+mieses, las praderas. La figura blanca del Cristo se destacaba más pura
+y más bella que la de la luna. Marchaba delante, y sus pies parecía que
+no tocaban la tierra. Cercanos a Él caminaban algunos hombres y mujeres
+cuyas figuras creía reconocer. &ldquo;Ese es Agustín, ése es Bernardo, ésa es
+Teresa&rdquo;, me decía. Pero tan cerca de Él como éstos marchaban otros
+hombres y mujeres completamente desconocidos para el mundo.</p>
+
+<p>La campiña era de plata; el cielo, de oro. Los árboles inclinaban sus
+penachos al paso del Señor, murmurando plegarias. El viento dormía. Nada
+se escuchaba, ni el ladrido de un perro, ni el canto de un gallo, ni el
+rumor lejano de la mar. La procesión caminaba en silencio.<a name="page_341" id="page_341"></a></p>
+
+<p>Trasponíamos las colinas, trasponíamos los valles. La campiña era cada
+vez más amena. Una brisa suave se alzaba del suelo cargada de aromas.
+Las rosas abrían sus cálices fragantes; las estrellas dejaban caer sobre
+ellos sus luces temblorosas.</p>
+
+<p>Pero algunos íbamos quedando rezagados.</p>
+
+<p>De vez en cuando el Señor se detenía, volvía su rostro hacia nosotros, y
+nos hacía seña para que nos diéramos prisa. Los demás cumplen sus
+órdenes; pero yo cada vez voy quedando más atrás. El cansancio se
+apodera de mi cuerpo, y me place detenerme a menudo para contemplar la
+belleza de una flor, para escuchar el canto de un pájaro.</p>
+
+<p>Voy quedando solo. Entonces me salen al encuentro hombres guerreros, de
+labios blasfemos, de ojos sarcásticos, que me cierran el camino. Lucho
+con ellos; logro vencerlos. La procesión se aleja, y pienso con horror
+que muy pronto la perderé de vista.</p>
+
+<p>Pero el Señor no se olvida de mí. A menudo se detiene, se empina sobre
+sus divinos pies para verme, y, por encima de las cabezas de la
+muchedumbre, me insta con la mano para que camine.</p>
+
+<p>&mdash;¡Maestro&mdash;le grité&mdash;, te sigo de lejos, pero te sigo!</p>
+
+<p>Entonces una sonrisa bondadosa iluminó su rostro. El Señor sonreía de mi
+petulancia y me hizo con la cabeza un signo de aprobación, permitiéndome
+seguirle del modo que pudiera.</p>
+
+<p><a name="page_342" id="page_342"></a></p>
+
+<p><a name="page_343" id="page_343"></a></p>
+
+<h2><a name="PERICO_EL_BUENO" id="PERICO_EL_BUENO"></a>PERICO EL BUENO</h2>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">N</span><small>UESTROS</small> ideales no siempre se armonizan con las tendencias secretas de
+nuestra naturaleza, como afirman los filósofos moralistas. Por el
+contrario, he visto en muchos casos producirse una disparidad
+escandalosa.</p>
+
+<p>He conocido avaros que admiraban profundamente a los pródigos, que
+hubieran dado todo en el mundo por parecérseles..., menos dinero. Había
+un comerciante en mi pueblo que pasó toda su vida contándonos lo que
+había derrochado en un viaje que había hecho a París, sus francachelas,
+la cantidad prodigiosa de <i>luises</i> que había esparcido entre las
+bellezas mundanas. Se le saltaban las lágrimas de gusto al buen hombre
+narrando sus aventuras imaginarias. Pero ésta es una historia que dejo
+para otra ocasión.</p>
+
+<p>Voy a contar ahora la de <i>Perico el Bueno</i>. Ni yo ni nadie en el pueblo
+sabía de dónde le venía este sobrenombre. Pero menos que nadie lo sabía
+él mismo, a quien enfadaba lo indecible. No había en el Instituto un
+chico más díscolo y travieso. Era la pesadilla de los profesores y el
+terror de los porteros y bedeles. En cuanto surgía en el<a name="page_344" id="page_344"></a> patio un motín
+o una huelga, podía darse por seguro que en el centro se hallaba <i>Perico
+el Bueno</i>; si había bofetadas, era Perico quien las daba; si se
+escuchaban gritos y blasfemias, nadie más que él los profería.</p>
+
+<p>Parece que le estoy viendo, con un negro cigarro puro en la boca,
+paseando con las manos en los bolsillos por los pórticos y arrojando
+miradas insolentes a los bedeles.</p>
+
+<p>&mdash;Señor Baranda&mdash;le decía uno cortésmente,&mdash;tenga usted la bondad de
+quitar ese cigarro de la boca: el señor Director va a pasar de un
+momento a otro.</p>
+
+<p>&mdash;Dígale usted al señor Director que me bese aquí&mdash;respondía fieramente
+Perico.</p>
+
+<p>El bedel se arrojaba sobre él; le agarraba por el cuello para
+introducirle en la carbonera, que servía de calabozo. Perico se
+resistía; acudía el conserje: entre los dos, al cabo de grandes
+esfuerzos, se lograba arrastrarlo y dejarlo allí encerrado.</p>
+
+<p>Parece que le veo también en la clase de <i>Psicología</i>, <i>Lógica y Etica</i>
+disparando saetas de papel y haciéndonos reir con sus muecas. El
+profesor era un hombrecillo redondo y bondadoso que gustaba de los
+símiles.</p>
+
+<p>&mdash;Señor Baranda, a la manera que la manzana podrida se separa de las
+otras para que no las contamine, me hará usted el favor de apartarse de
+sus compañeros y sentarse en aquel rincón de la derecha.<a name="page_345" id="page_345"></a></p>
+
+<p>Perico no se movía una pulgada de su puesto.</p>
+
+<p>&mdash;Señor Baranda, hágame usted el favor de separarse&mdash;repetía el
+profesor.</p>
+
+<p>&mdash;¡Que se separen las manzanas sanas!&mdash;respondía Perico alzando los
+hombros con ademán desdeñoso.</p>
+
+<p>El profesor insistía, trataba con razones y amenazas de persuadirle.
+Todo era en vano. Al cabo nos decía, un poco avergonzado:</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, vaya; tengan ustedes la bondad de separarse y dejarlo solo.</p>
+
+<p>Y henos aquí a los treinta o cuarenta muchachos que componíamos la clase
+levantándonos de nuestros asientos y apartándonos algunos metros del
+rebelde.</p>
+
+<p>Por supuesto, estoy en fe de que no se le formaba consejo de disciplina
+y se le arrojaba para siempre del Instituto por respetos a su padre, don
+Pedro Baranda. Este señor era un industrial que poseía una fábrica de
+ladrillos en las afueras de la población, excelente persona y, además,
+uno de los jefes del partido republicano. Como nos hallábamos en plena
+revolución, ningún profesor osaba malquistarse con él.</p>
+
+<p>Perico sufría horriblemente cada vez que se oía llamar <i>el Bueno</i>.
+Rechinaba los dientes, y si era algún chico de su edad quien le
+injuriaba de este modo, se arrojaba sobre él y le hinchaba las narices.
+Porque es de saber que Perico era bravo, y, aunque no muy fuerte,
+prodigiosamente ágil y diestro en toda clase de ejercicios. Nadie<a name="page_346" id="page_346"></a> le
+aventajaba en la carrera ni en el salto, ni nadie jugaba como él a las
+<i>puentes</i> y al <i>pido campo</i>. Recuerdo en que una tarde en que por
+instigación suya hicimos novillos, y en vez de asistir a la clase de
+Retórica y Poética, nos fuimos a poetizar al campo, como nos alejáramos
+demasiado y se llegara el crepúsculo, tuvimos miedo de no estar al
+Angelus en casa, como nuestros padres nos tenían prevenido. Nos
+hallábamos cerca del puente por donde cruzaba la vía férrea. Perico ve
+llegar el tren a toda marcha y, sin decirnos palabra, se encarama sobre
+la barandilla y se arroja sobre una de las plataformas, logrando ganar
+sano y salvo la población en pocos minutos.</p>
+
+<p>¿Por qué no he de confesarlo? Yo le admiraba, y fuí su amigo sincero. El
+me mostró siempre también particular predilección, y desahogaba conmigo
+sus penas. Una de las mayores era aquel ridículo apodo que sobre él
+pesaba. Le parecía el colmo de la degradación.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mira tú&mdash;me decía algunas veces sonriendo con amargura&mdash;que llamarme
+a mí Perico <i>el Bueno</i>, cuando soy más malo que un dolor a media noche!</p>
+
+<p>No podía sacarse esta espina del ojo.</p>
+
+<p>Cuando nos hicimos bachilleres le perdí de vista. Yo me vine a Madrid, y
+él se quedó en el pueblo. Algunos años después le hallé completamente
+transformado. Había muerto su padre, y se había puesto al frente de la
+fábrica, y se había metido en política. Era un hombre grave,
+silencioso,<a name="page_347" id="page_347"></a> pero siempre enérgico y dispuesto a encolerizarse por
+cualquier bagatela. Sus ideas políticas, exageradamente radicales, casi
+anarquistas, y cuando llegaba el momento, las expresaba con una
+violencia y un cinismo que ponía en suspensión y espanto a los pacíficos
+habitantes de nuestra villa. De religión no había que hablar: Perico se
+había declarado enemigo nato del Supremo Hacedor, y al final de
+cualquier francachela con sus amigos hablaba, como cosa natural y
+sencilla, de beber la sangre del último rey en el cráneo del último
+sacerdote.</p>
+
+<p>¡Y, sin embargo, en la población seguía nombrándosele <i>Perico el Bueno</i>!
+Claro está que era por la espalda, pues cara a cara nadie hubiera osado
+darle este apodo infamante.</p>
+
+<p>Pronunciaba conferencias en el Centro Obrero y arengaba a las masas en
+todas las manifestaciones republicanas con mucho más calor que
+elocuencia. Su espíritu no se nutría más que de los artículos de fondo
+de los periódicos radicales y de los libros de los filósofos
+materialistas de última hora. El de Büchner <i>Fuerza y materia</i> era su
+evangelio. Pero en los últimos tiempos, poco antes de llegar yo al
+pueblo, habían caído en sus manos algunas obras de Federico Nietzsche y
+las había devorado con verdadera glotonería, y sin digerirlas muy bien,
+hacía uso de ellas para aterrar a sus convecinos. Todas las virtudes
+eran para él objeto de feroces sarcasmos: la bondad no significaba más
+que impotencia; la humildad,<a name="page_348" id="page_348"></a> bajeza; la paciencia, cobardía. Exaltaba,
+en cambio, la crueldad, la astucia, la audacia temeraria, el carácter
+agresivo, como instintos preciosos que aumentan nuestra vitalidad y
+hacen la vida más bella y más intensa. &ldquo;¡Es menester decir &ldquo;sí&rdquo; al mal y
+al pecado!&rdquo;, repetía a cada instante en el Casino, en medio de la
+estupefacción de los burgueses que le escuchaban. Hablaba de demoler los
+hospitales, los asilos y hospicios, como centros de putrefacción donde
+se guarda con esmero la podredumbre humana, que luego se esparce y nos
+envenena a todos; se entusiasmaba con la costumbre espartana de despeñar
+a los niños mal configurados, y hasta hallaba razonable la de sacrificar
+a los viejos e impotentes... En fin, un verdadero horror.</p>
+
+<p>Si alguno de los circunstantes quería atajarle y responder a tales
+atrocidades, Perico se encrespaba, y chillaba tanto y tan alto, que
+había que dejarle.</p>
+
+<p>Cierta tarde, en el Casino, se complacía en atacar y burlarse de la
+santidad, repitiendo las paradojas del filósofo que le había sorbido el
+seso:</p>
+
+<p>&mdash;Existen ciertos hombres&mdash;decía&mdash;que sienten una necesidad tan viva de
+ejercitar su fuerza y su tendencia a la dominación, que, a falta de
+otros objetos, o porque han fracasado siempre, concluyen por tiranizar
+alguna parte de su propio ser. La santidad, en último término, es
+cuestión de vanidad.<a name="page_349" id="page_349"></a></p>
+
+<p>Un ilustrado profesor del Instituto tuvo la mala ocurrencia de
+replicarle:</p>
+
+<p>&mdash;Pero, señor Baranda, ¿hay hombre alguno sobre la tierra tan
+desprovisto de fuerza, que no pueda hacerla sentir de algún modo a sus
+semejantes? Yo he conocido mendigos tullidos, enfermos, seres sumidos en
+la más profunda abyección, que dejaban cerillas encendidas en los
+pajares y ponían cristales en los caminos para que se hiriesen los
+transeuntes.</p>
+
+<p>Perico reprimió con trabajo su cólera y trató de hablar con calma.</p>
+
+<p>&mdash;Le digo a usted que es cuestión de vanidad y, además, de pasión. Bajo
+la influencia de una emoción violenta, el hombre puede determinarse, lo
+mismo a una venganza espantosa, que a un espantoso aniquilamiento de su
+necesidad de venganza. En un caso o en otro, sólo se trata de descargar
+la emoción.</p>
+
+<p>&mdash;Pero la pasión no es más que la exaltación del sentimiento&mdash;manifestó
+el catedrático&mdash;. Para que exista la emoción religiosa capaz de producir
+el ascetismo, es necesario que haya existido antes el sentimiento
+religioso. No es, pues, la pasión religiosa la que usted nos debe
+explicar, sino el sentimiento de donde procede. Que el hombre, acometido
+y dominado por una excesiva emoción, puede determinarse a obrar de un
+modo monstruoso y hasta contrario, no ofrece duda. Pero el &ldquo;porqué&rdquo; y el
+&ldquo;cómo&rdquo; se ha producido tal emoción es lo que debemos investigar. Si en
+algunos<a name="page_350" id="page_350"></a> casos los efectos del amor y del odio pueden ser los mismos,
+porque el fuego de la exaltación consuma y borre las diferencias, no por
+eso dejarán de ser radicalmente sentimientos distintos y contrarios.</p>
+
+<p>&mdash;Bien; pues aunque no fuese cuestión de vanidad y de pasión, yo no
+puedo menos de despreciar profundamente a esos castrados&mdash;repuso con
+tono y gesto despectivos Perico&mdash;. Después de todo, esos eunucos,
+incapaces de gozar de la vida, sólo tratan de hacerla más llevadera
+sometiéndose vilmente a una voluntad extraña o a una regla. Son en el
+fondo unos epicureístas, aunque bien ridículos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Rara manera de hacer la vida dulce el obedecer a un superior
+caprichoso, colérico o estúpido!&mdash;exclamó el profesor&mdash;. Y aunque por un
+esfuerzo de la voluntad lograsen no sentir el resquemor de las
+humillaciones, ¿cómo evitar el sufrimiento que producen las
+incomodidades físicas? ¿Es más ligera la vida para el que no tiene un
+instante suyo, a quien se obliga a comer manjares que le repugnan, velar
+cuando tiene sueño, dormir cuando no lo tiene, viajar cuando se halla
+fatigado y reposar cuando siente necesidad de movimiento, que quien
+dispone libremente de su actividad? El filósofo Epicuro se maravillaría,
+ciertamente, de que considerasen discípulos suyos a San Antonio y San
+Francisco. Porque si para él la serenidad intelectual y moral
+significaba el placer más grande de la vida, juzgaba igualmente<a name="page_351" id="page_351"></a> el
+bienestar físico como condición para la tranquilidad moral, y los
+placeres del cuerpo, sobre todo el del vientre, como raíz de los
+placeres del alma.</p>
+
+<p>Los tertulios se pusieron de parte del catedrático, y con esto Perico se
+enfureció y comenzó a disputar a gritos y a soltar interjecciones
+soeces, como tenía por costumbre desde niño. De tal modo, que su
+interlocutor, impacientado, al fin, alzó los hombros con desdén y no
+quiso continuar la discusión.</p>
+
+<p>Pocas semanas después de esto, hallándose bastante gente paseando por la
+acera de la plaza de la Constitución, se declaró un violento incendio en
+el Círculo Tradicionalista. Ocupaba éste en la misma plaza una casa que
+constaba de un solo piso. A esta hora, que era la del crepúsculo, había
+pocos socios, que se echaron a la calle prontamente. El conserje había
+salido a un recado. La multitud se apiñó delante del edificio y
+comenzaron los trabajos de extinción, que se redujeron a que subiesen
+algunos a los tejados contiguos con cántaros de agua para impedir que el
+fuego prendiese a las otras casas. Se esperaba a los bomberos, pero no
+acababan de llegar.</p>
+
+<p>El fuego era terrible, y las llamas salían ya por las ventanas. De
+pronto se escuchan lamentos desgarradores en la calle. Una mujer
+desgreñada, pálida como una muerta, corría hacia la casa, gritando:</p>
+
+<p>&mdash;¡Mis hijos!, ¡mis hijos!<a name="page_352" id="page_352"></a></p>
+
+<p>Era la esposa del conserje, que habitaba en los altos de la casa. Nadie
+se había dado cuenta de que en ella había encerradas cuatro criaturas,
+la mayor de siete años. Quiso lanzarse a la puerta, pero la sujetaron
+algunas manos: la escalera estaba ya invadida, y marchaba a una muerte
+cierta.</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde están sus hijos?&mdash;le preguntó Perico Baranda, que la tenía
+agarrada por un brazo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Allí!, ¡allí!&mdash;gritaba la infeliz mujer, señalando a la derecha del
+edificio&mdash;. ¡Soltadme, por Dios!</p>
+
+<p>Perico Baranda la soltó, pero fué para lanzarse a las ventanas enrejadas
+del cuarto bajo y escalar con la agilidad de un mono los balcones del
+primero. Se le vió desaparecer: un minuto después aparecía con una niña
+entre los brazos. De la muchedumbre partió un grito de alegría. Se
+arrimó una escala, y varias manos recogieron a la criatura.</p>
+
+<p>Perico se lanzó de nuevo intrépidamente al interior. Poco después salía
+con otra niña. Se le vió con la ropa chamuscada, el rostro ennegrecido.</p>
+
+<p>&mdash;¡Refrescadme, voto a Dios! ¡Refrescadme, refrescadme!&mdash;gritó con voz
+ronca.</p>
+
+<p>Desde los tejados contiguos se le arrojaron algunos cubos de agua, pero
+no llegaron a él. Un hombre subió por la escala con una herrada, y se la
+vertió sobre la cabeza.</p>
+
+<p>Perico se lanzó otra vez al interior, a pesar de<a name="page_353" id="page_353"></a> que las llamas salían
+ya por todas partes y era inminente el derrumbamiento del techo.</p>
+
+<p>Poco después asomaba con otro niño.</p>
+
+<p>&mdash;¡Refrescadme, refrescadme!</p>
+
+<p>Esta vez venía tan desfigurado, que apenas se le podría reconocer. A
+simple vista se notaba que tenía heridas las manos y el rostro. Parecía
+que iba a caer exánime.</p>
+
+<p>&mdash;¡Refrescadme, refrescadme!</p>
+
+<p>&mdash;¡Basta, Perico, basta!&mdash;gritaron algunos.</p>
+
+<p>&mdash;¡No basta, mal rayo que os parta, que hay un niño dentro
+todavía!&mdash;rugió Perico.</p>
+
+<p>Y en cuanto le echaron otra herrada de agua sobre la cabeza, se lanzó de
+nuevo al interior.</p>
+
+<p>¡Terrible momento de angustia! Todos los corazones latían con violencia.
+Un segundo más...</p>
+
+<p>Se escuchó un ruido espantoso. El techo se había venido abajo, y Perico
+no volvió a parecer. Un grito de dolor salió de todos los pechos, y las
+lágrimas corrían por todas las mejillas.</p>
+
+<p>Al día siguiente se encontró su cadáver carbonizado abrazado al de una
+criatura de pocos meses.</p>
+
+<p>Se depositaron aquellos preciosos restos en un ataúd dorado. La
+población entera, viejos y jóvenes, mujeres y niños, lo siguieron al
+cementerio.</p>
+
+<p>El ataúd, cubierto de coronas, marchaba deteniéndose a cada instante,
+porque los hombres se disputaban el honor de llevarlo sobre los hombros
+aunque fuese un minuto.<a name="page_354" id="page_354"></a></p>
+
+<p>Cuando llegó, quedó literalmente sepultado entre flores.</p>
+
+<p>El instinto popular no se había engañado. El alcalde de la villa,
+interpretándolo, hizo grabar sobre su tumba estas sencillas palabras:</p>
+
+<p class="c">&ldquo;A<small>QUÍ</small> Y<small>ACE</small> P<small>ERICO EL</small> B<small>UENO</small>.&rdquo;</p>
+
+<p><a name="page_355" id="page_355"></a></p>
+
+<h2><a name="LAS_BURBUJAS" id="LAS_BURBUJAS"></a>LAS BURBUJAS</h2>
+
+<p class="rtg">
+&nbsp; &nbsp; Un hombre puede obrar como un<br />
+insensato en los desfiladeros de un<br />
+desierto, pero todos los granos de<br />
+arena parecen verle.<br />
+
+<span style="margin-left: 6em;">E<small>MERSON</small></span>.</p>
+
+<p class="nind"><span class="lettre">E</span><small>L</small>
+guapo Curro Vázquez, de tierra de Jaén, tuvo ocasión de comprobar
+estas palabras del filósofo americano hace ya bastantes años.</p>
+
+<p>Curro Vázquez, aunque no tenía corazón, estaba enamorado. Es ésta una
+paradoja que se repite con frecuencia, gracias a la confusión lamentable
+en que al Supremo Hacedor le plugo dejar lo físico y lo moral.</p>
+
+<p>Pepita Montes, su novia, estaba completamente engañada respecto a él. Le
+veía joven, hermoso, sonriente, humilde, rendido; y de esto deducía que
+era un ángel sin alas. Le amó a despecho de sus padres, que apetecían
+para ella un labrador acomodado, y no un mísero dependiente de un
+chalán. Porque Curro era un pobrecito muchacho que hacía tiempo había
+tomado a su servicio Francisco Calderón, el famoso tratante de caballos
+de Andújar. Lo recogió, se puede decir, del arroyo<a name="page_356" id="page_356"></a> cuando sólo tenía
+catorce o quince años, le hizo su criado, y últimamente había llegado a
+ser su hombre de confianza. Le pagaba con verdadera esplendidez, le
+hacía frecuentes regalos, y gustaba de que vistiese con elegancia y
+fuese bienquisto de las bellas.</p>
+
+<p>Curro se aprovechaba de estas ventajas y las enamoraba, y las abandonaba
+después de enamorarlas. Mas al llegar a Pepita Montes, quedó preso de
+patas como una mosca en un panal de miel. ¿Cómo hacer para casarse con
+ella, dada la oposición violenta del bruto de su padre? Este era el
+objeto de sus meditaciones más profundas desde hacía tres o cuatro
+meses.</p>
+
+<p>Al cabo de ellas, no pudo sacar otra cosa en limpio más que la necesidad
+imprescindible de hacerse rico, salir de su estado de criado más o menos
+retribuído, negociar por su cuenta, etc.</p>
+
+<p>Cuando un hombre siente la necesidad imperiosa de hacerse rico pronto y
+no tiene corazón, está expuesto a hacer lo que hizo Curro Vázquez.</p>
+
+<p>Era una tarde lluviosa de primavera. Francisco Calderón y su criado
+regresaban de la feria de Córdoba y atravesaban la sierra sobre sus
+jacos, envueltos en capotes de agua. Calderón estaba de alegrísimo humor
+porque había vendido cinco caballos a buen precio. De vez en cuando
+desataba el zaque que llevaba pendiente del arzón de la silla, bien
+repleto de amontillado, bebía largamente, y daba de beber a Curro. Como
+la lluvia arreciase, y pasasen cerca de una concavidad de la peña,
+determinaron detenerse allí unos momentos<a name="page_357" id="page_357"></a> y esperar a que escampase.
+Descendieron de sus monturas, guareciéndolas también del mejor modo
+posible. Curro desató su carabina de dos cañones y la puso cerca.</p>
+
+<p>&mdash;¿Para qué has bajado la carabina?&mdash;le preguntó su amo sorprendido.</p>
+
+<p>&mdash;Ya sabe usted que <i>el Casares</i> y su partida merodean por aquí.</p>
+
+<p>&mdash;<i>¡El Casares, el Casares!</i>... <i>El Casares</i> merodea muy lejos de aquí,
+y en su vida se le ha ocurrido venir por estos sitios.</p>
+
+<p>Calderón rió a carcajadas del miedo de su criado.</p>
+
+<p>Se sentaron, y fumaron tranquilamente un cigarro. Cuando Curro tiró la
+colilla, se puso en pie, tomó la carabina, se la echó a la cara, y
+apuntando a su amo, le dijo tranquilamente:</p>
+
+<p>&mdash;Señor Francisco, prepárese usted a morir.</p>
+
+<p>Calderón respondió que no le gustaban bromas con las armas de fuego.</p>
+
+<p>&mdash;Rece usted el credo, señor Francisco.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué estás diciendo?&mdash;exclamó tratando de alzarse.</p>
+
+<p>Un tiro en el pecho le hizo caer de espaldas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Me has matado, miserable!</p>
+
+<p>&mdash;Todavía no; pero voy a hacerlo&mdash;profirió Curro avanzando hacia él.</p>
+
+<p>&mdash;¡Asesino, a ti te matarán también!</p>
+
+<p>&mdash;Si hubiese testigos, no lo dudo.</p>
+
+<p>&mdash;Las burbujas del agua serán testigos de este...</p>
+
+<p>Otro tiro le cerró la boca para siempre.</p>
+
+<p>Curro le registró los bolsillos y se apoderó de<a name="page_358" id="page_358"></a> todo el dinero que
+llevaba, cargó de nuevo su carabina, montó a caballo y se alejó al
+galope.</p>
+
+<p>Cuando hubo llegado a un sitio conveniente, se apeó de nuevo y enterró
+cuidadosamente el dinero, dejando señal para encontrarlo. Después
+atravesó su sombrero de un tiro, se descerrajó otro en la parte blanda
+del muslo, y se presentó en el primer pueblo con señales de terror. La
+partida del <i>Casares</i> los había sorprendido cuando descansaban y se
+disponían a emprender otra vez el camino. El estaba ya montado, y
+gracias a eso había podido escapar. Su amo estaba aún a pie: no sabía si
+le habían matado: había oído muchos tiros: a él mismo le habían herido
+en su huída, etc.</p>
+
+<p>Todo aquello dió que sospechar al juez, y después de curado en el
+hospital, se le encarceló. Pero como no se le halló ningún dinero y no
+había testigos, al cabo se le puso en libertad.</p>
+
+<p>Pidió prestada una cantidad a un chalán de Sevilla, según dijo, y se
+puso a trabajar en el mismo trato que su amo, y comenzó a prosperar.
+Algo se murmuraba, y no faltaba quien sospechase la verdad; pero esto
+acontece muchas veces en los pueblos, sin que tenga transcendencia.</p>
+
+<p>Y como, en realidad, ya no había motivo que justificase la oposición, el
+padre de Pepita Montes consintió al fin en la boda. Se celebró con
+pompa, y la esplendidez del novio concluyó de captarle la benevolencia
+pública.</p>
+
+<p>El comercio marchó viento en popa. En poco tiempo Curro se hizo un
+chalán de importancia, porque era inteligente y activo; pero, saciada
+su<a name="page_359" id="page_359"></a> pasión bestial, fué con la hermosa Pepita lo que era en realidad, un
+perfecto infame. Sin motivo alguno, comenzó a maltratarla cruelmente de
+palabra y de obra.</p>
+
+<p>La pobre niña soportó aquel cambio más sorprendida que indignada. Como
+estaba perdidamente enamorada de él, los cortos momentos de buen humor y
+de expansión conyugal la indemnizaban de sus amarguras.</p>
+
+<p>Pero estos momentos fueron cada vez más cortos, y la vida de Pepita se
+hizo al cabo insoportable. En uno de ellos pasó lo que sigue:</p>
+
+<p>Curro había hecho una magnífica venta de un jaco. Había engañado como a
+un chino a un inglés. Estaba de alegrísimo temple, aunque el día fuese
+de los más tristes que pueden verse en Andalucía, encapotado y lluvioso
+como si estuviésemos en Santiago de Galicia. Había hecho traer dos
+botellas de manzanilla, y habían almorzado, y habían retozado y charlado
+por los codos. Curro encendió un tabaco y vino a apoyarse en el alféizar
+de la ventana. Pepita, enternecida y mimosa, vino a apoyarse junto a él.
+Ambos, con los ojos brillantes y el rostro inflamado, miraban caer la
+lluvia pausadamente. Del techo de la casa corrían fuertes goteras, que
+formaban ampollitas en el pavimento de la calle.</p>
+
+<p>Curro dejó escapar resoplando una risita burlona.</p>
+
+<p>&mdash;¿De qué te ríes?&mdash;le preguntó su mujer.</p>
+
+<p>&mdash;De nada&mdash;respondió con el mismo semblante risueño.<a name="page_360" id="page_360"></a></p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí, guasón; te estás riendo de mí.</p>
+
+<p>Y al mismo tiempo le dió con mimo un pellizquito cariñoso.</p>
+
+<p>&mdash;Escucha, Pepa&mdash;siguió él, riendo&mdash;. ¿Te parece que las burbujitas del
+agua pueden ser testigos en algún asunto?</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué ocurrencia!</p>
+
+<p>&mdash;Pues el señor Francisco Calderón lo creía.</p>
+
+<p>&mdash;¡El señor Francisco! ¿Qué tiene que ver aquí el señor Francisco?</p>
+
+<p>&mdash;Sí; antes de rematarlo de un tiro, me dijo que las burbujitas del agua
+serían los testigos que me acusaran.</p>
+
+<p>&mdash;Pero ¿has sido tú?...</p>
+
+<p>&mdash;Debiste de haberlo presumido, hija. ¿Piensas que las monedas que están
+en el bolsillo de un hombre pasan al bolsillo de otro por sí mismas,
+como en las funciones de escamoteo?</p>
+
+<p>Y, acometido de súbito e irresistible deseo de confesión, narró a su
+esposa el crimen con todos sus detalles.</p>
+
+<p>La mujer estaba horrorizada; pero supo disimular su turbación. Por un
+lado el miedo, por otro la pasión frenética que aquel hombre todavía le
+inspiraba, lograron acallar los gritos de su conciencia.</p>
+
+<p>Curro describía la escena de su horrible crimen con la misma
+tranquilidad que si refiriese los incidentes de una cacería.</p>
+
+<p>Transcurrieron los días, y Pepita hacía enormes esfuerzos por olvidar
+aquel terrible secreto, que semejaba para ella una pesadilla. Era
+imposible.<a name="page_361" id="page_361"></a> Curro, por su parte, pesaroso de haberlo dejado escapar, la
+miraba receloso y sombrío. Un abismo parecía abierto entre los dos.</p>
+
+<p>La cortísima afición que por ella conservaba se había huído con el
+temor. Llegó a aborrecerla cordialmente. Sin embargo, se abstuvo desde
+entonces de maltratarla.</p>
+
+<p>Una noche, estando en la cama, sacó la navaja que tenía debajo de la
+almohada, le puso la punta en el cuello, y le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Si se te escapa una palabra de <i>aquello</i>, puedes estar segura de que
+te siego el cuello como a una gallina.</p>
+
+<p>Pepita no pensaba en semejante cosa.</p>
+
+<p>Pero el odio hizo al cabo su tarea. Cierto día, por un pormenor
+insignificante de la comida, Curro se arrojó sobre su esposa, la apaleó
+bárbaramente, y tal vez hubiera acabado con su vida (lo que en el fondo
+de su alma sin duda deseaba), si la desgraciada no hubiera logrado
+escapar de sus manos, lanzándose a la calle y refugiándose en casa de su
+cuñado.</p>
+
+<p>Este, al verla en tal estado, no pudo menos de exclamar:</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero ese bandido quería matarte!</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí; quería matarme, como al señor Francisco Calderón!</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¿Le ha matado él?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí; le ha matado...</p>
+
+<p>Y narró puntualmente la escena, tal como se la había descrito. Después
+quiso volverse atrás; pero ya no era tiempo. Su cuñado, que aborrecía<a name="page_362" id="page_362"></a>
+de muerte a Curro, la dejó encerrada en su habitación y se fué desde
+allí a ver al juez.</p>
+
+<p>Se le encarceló de nuevo.</p>
+
+<p>El juez, cuyas sospechas, nunca desaparecidas, se trocaban ahora en
+certidumbre, trabajó el asunto con tanto celo y energía, que al fin le
+obligó a cantar de plano.</p>
+
+<p>Algunos meses después subía al patíbulo en la plaza de Sevilla. Cuando
+se le puso al cuello la corbata fatal, murmuraba sin cesar:</p>
+
+<p>&mdash;¡Las burbujas! ¡Las burbujas!</p>
+
+<p>Los que le rodeaban creían que el terror le hacía desvariar.<a name="page_363" id="page_363"></a></p>
+
+<hr />
+
+<p class="cb">
+OBRAS DE A. PALACIO VALDES<br />
+<br />
+<small>Y</small><br />
+<br />
+<b>O P I N I O N E S</b><br />
+<br />
+<small>DE LA</small><br />
+<br />
+CRÍTICA ESPAÑOLA Y EXTRANJERA<br />
+</p>
+
+<p><a name="page_364" id="page_364"></a></p>
+
+<p>&nbsp;</p>
+<p>&nbsp;</p>
+
+<p class="cb">OBRAS DE PALACIO VALDÉS</p>
+
+<p class="c">4 PESETAS TOMO</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">El Señorito Octavio</span>, un tomo.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Marta y María</span>, un tomo. Traducida al francés, al inglés, al sueco, al
+ruso y al tcheque.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">El Idilio de un enfermo</span>, un tomo. Traducida al francés y al tcheque.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Aguas fuertes</span> (novelas y cuadros, un tomo). Traducidas al francés, al
+inglés, al alemán, al holandés, al sueco y al tcheque. Edición española
+con notas y vocabulario en inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">José</span>, un tomo. Traducida al francés, al inglés, al alemán, al holandés,
+al sueco, al tcheque y al portugués. Edición española con notas en
+inglés para el estudio del español en Inglaterra y E. U. A.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Riverita</span>, un tomo. Traducida al francés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Maximina</span> (segunda parte de <i>Riverita</i>), un tomo. Traducida al inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">El cuarto Poder</span>, un tomo. Traducida al francés, al inglés y al holandés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">La Hermana San Sulpicio</span>, un tomo. Traducida al francés, al inglés, al
+holandés, al ruso, al sueco y al italiano.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">La Espuma</span>, un tomo. Traducida al inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">La Fe</span>, un tomo. Traducida al francés, al inglés y al alemán.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">El Maestrante</span>, un tomo. Traducida al francés y al inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">El Origen del pensamiento</span>, un tomo. Traducida al francés y al inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Los Majos de Cádiz</span>, un tomo, Traducida al holandés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">La alegría del Capitán Ribot</span>, un tomo. Traducida al francés, al inglés,
+al sueco y al holandés. Edición española con notas y vocabulario en
+inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">La aldea perdida</span>, un tomo.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Tristán o el pesimismo</span>, un tomo. Traducida al inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Semblanzas literarias</span> (<i>Los oradores del Ateneo, Los novelistas
+españoles, Nuevo viaje al Parnaso</i>), un tomo.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Papeles del Doctor Angélic</span>o, un tomo. Traducidos al alemán.<a name="page_365" id="page_365"></a></p>
+
+<div class="rfeview"><p><i>La alegría del capitán Ribot</i>, la última novela de Armando Palacio
+Valdés, es toda una obra de arte, de arte dominado con maestría;
+composición delicada y graciosa, de un espiritualismo natural, sencillo
+y sobrio. En este libro se ve al maestro dueño de sí mismo y del
+instrumento, tan admirable por lo que dice como por lo que calla, por lo
+que <i>economiza</i>.</p>
+
+<p class="r">
+CLARIN<br />
+</p>
+</div>
+
+<div class="rfeview"><p><i>La Hermana San Sulpicio</i> es una novela honrada y alegre. Es una novela
+picaresca y de buena compañía. Es una novela llena de incidentes y
+admirablemente compuesta. Los episodios, infinitamente múltiples y
+variados, se hallan tan bien ligados a la aventura principal y como
+entrelazados con ella que no la hacen olvidar jamás; hacen, al
+contrario, que se experimente más placer cuando se la vuelve a encontrar
+e ilustran el margen de la narración sin sobrecargarla ni oscurecerla.
+Además, la parte pintoresca es excelente. Leyendo este libro se vive en
+Sevilla de día y de noche como si allí se estuviese y se desea de todo
+corazón habitar allí realmente. Se experimenta tristeza al terminar el
+libro, como si en realidad tomásemos el billete a fin de Octubre para
+volver a Francia.</p>
+
+<p>Y a gran diferencia de la mayor parte de nuestras novelas francesas,
+leyendo ésta no nos aburrimos en compañía perpetua de tres o cuatro
+personajes, siempre los mismos, que conocemos a fondo desde la quinta
+página, y de los cuales el autor parece que nos repite sin<a name="page_366" id="page_366"></a> cesar:
+&ldquo;¡Miradlos bien, estudiadlos todavía; estáis muy lejos de conocerlos;
+son inmensos!&rdquo; <i>En La Hermana San Sulpicio</i> se ven pasar y repasar cerca
+de cuarenta personajes que son todos, o por lo menos casi todos, muy
+precisos, muy de relieve.</p>
+
+<p class="r">
+EMILE FAGUET,<br />
+<i>De la Academia Francesa.</i><br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>Palacio Valdés es una de mis grandes admiraciones literarias, y todo
+cuanto signifique homenaje al hombre y su obra, tiene por adelantado mi
+adhesión.</p>
+
+<p>Le conocí al través de sus libros, hace muchos años, cuando era yo
+estudiante en la Universidad de Valencia, y a las horas de clase
+aprendía el Derecho en un verde ribazo de la huerta o sentado en la
+arena del Mediterráneo, con una novela sobre las rodillas. Palacio
+Valdés fué el autor de texto que estudié con más ahinco, en aquella
+época feliz de ingenuos entusiasmos y sinceras admiraciones.</p>
+
+<p>Han pasado los años: vientos de destrucción han soplado sobre mi fe
+juvenil: muchas de mis antiguas admiraciones ruedan por el suelo; pero
+la imagen del artista creador de <i>Marta y María y La Hermana San
+Sulpicio</i> sigue en pie, firme, cada vez más adornada con votos de
+adoración.</p>
+
+<p>Después he conocido al hombre. Nos hemos visto pocas veces. El es un
+solitario por reflexión: yo comienzo a huir de las gentes por miedo a la
+expansión. Pero declaro que el hombre vale tanto como la obra.</p>
+
+<p>Palacio Valdés es un verdadero artista. Tengo la certeza de que no lleva
+escrita ni una sola página por industrialismo literario. Ni busca
+elogios, ni adula a nadie para sostener su fama. Durante algunos años,
+la Prensa, que dispone de columnas para todas las necedades que se
+vierten en el Congreso, no tuvo más que silencio y olvido para su obra
+literaria. Ahora llegan tiempos de justicia, y el gran novelador recibe
+merecidos homenajes.</p>
+
+<p>¡Salud, maestro!</p>
+
+<p>Al admirar su serenidad de artista, su desprecio por<a name="page_367" id="page_367"></a> el éxito
+circunstancial y momentáneo, su trabajo firme mirando al porvenir,
+pienso en Esquilo, insensible a las amarguras y las injusticias,
+escribiendo al frente de sus obras, como suprema apelación, esta
+dedicatoria que muy pocos se atreven a trazar: &ldquo;Al tiempo.&rdquo;</p>
+
+<p class="r">
+VICENTE BLASCO IBAÑEZ<br />
+</p>
+</div>
+
+<div class="rfeview"><p>Esta indiferencia del público español hacia la literatura, la cual ha
+hecho decir a un novelista vivo que una persona de buena posición en
+Madrid gasta con más gusto su dinero en fuegos artificiales o en
+naranjas que en un libro, ha sido al cabo vencida hasta cierto punto por
+un escritor que no solamente es admirado y distinguido, sino
+positivamente popular, el cual, sin sacrificar su estilo, ha logrado
+conquistar al desdeñoso público español. Este escritor es Armando
+Palacio Valdés.</p>
+
+<p class="r">
+EDMUND GOSSE,<br />
+Vicepresidente de la <i>Sociedad Real<br />
+de Literatura del Reino Unido.</i><br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>Vive Palacio Valdés en un discreto apartamiento. No busca el aplauso ni
+lo rehusa; no abomina del trato humano ni se exhibe en tertulias y
+fiestas. Contempla plácida y serenamente cómo se desliza la vida. Su
+prosa es clara y limpia; ni la prosa incolora de los escritores
+desarraigados de la tradición, ni la empalagosamente afectada de los
+falsos puristas. Ama y siente el paisaje; escudriña las delicadezas
+psicológicas. En el arte literario ha llegado al arte supremo; a la
+sencillez, a la simplicidad de expresión, a la evocación de una realidad
+tenue, inefable, ideal, que está por encima de la realidad violenta y
+vulgar que todos ven.</p>
+
+<p class="r">
+AZORIN<a name="page_368" id="page_368"></a><br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>Las novelas de nuestro poeta son extraídas de la realidad. Pinta a los
+hombres tales como son, tales como él los ve con sus ojos penetrantes
+que descubren las alturas y las profundidades de la sociedad, a sus
+caudillos y a sus bestias de carga. No es un escritor melindroso. Sus
+personajes no sólo tienen la parte anterior, sino también la posterior,
+que a algunos parecerá escandalosa. Sin embargo, no es un disecador
+naturalista de la vida y de la sociedad, sino un artista. En todas sus
+novelas brilla el sol del ideal.</p>
+
+<p>De este realismo poético unido al genio filosófico del novelista se
+deduce su tendencia a plantear en sus obras problemas morales y
+religiosos. Pero esta tendencia no implica prejuicios ni sectarismos; no
+confunde la religión y la ética, la moralidad y la vida social como un
+impertinente maestro de escuela. Palacio Valdés es católico; no oculta
+su modo de pensar y sentir. Sin embargo, su catolicismo nada tiene que
+ver con la Inquisición y los <i>autos de fe</i>. Es un catolicismo leal,
+intrépido: no vacila en esgrimir el látigo de su sátira sobre los
+extravíos de la pasión religiosa y sobre las flaquezas del clero. &ldquo;Es
+necesario&mdash;ha dicho él mismo&mdash;que las ideas salgan de los hechos y no se
+añadan a ellos como reflexiones abstractas.&rdquo;</p>
+
+<p>Una cosa hace aún sus obras superiores a las de sus colegas españoles, y
+es una cierta jovialidad preciosa como el oro que refresca el corazón.</p>
+
+<p>Palacio Valdés se llama modestamente en el círculo de sus amigos
+&ldquo;novelista de ocasión&rdquo;. Este novelista de ocasión, no obstante, es el
+escritor español, después de Cervantes, más traducido a lenguas
+extranjeras.</p>
+
+<p>Su última obra, <i>Papeles del Doctor Angélico</i>, es un libro original y
+precioso; no es una novela; es un libro poético-filosófico, un breviario
+escrito para los hombres que no viven en el barranco, sino en las
+alturas del espíritu. Se compone de luminosos artículos filosóficos,
+novelitas y bocetos. Profundísimas meditaciones científicas sobre las
+grandes cuestiones políticas, sociales y religiosas alternan con
+deleitosas producciones poéticas. Voy a leeros un boceto titulado <i>La
+procesión de<a name="page_369" id="page_369"></a> los Santos</i>, que es una especie de visión religiosa
+verdaderamente encantadora. Quizá sea lo más grande en materia de poesía
+religiosa que haya aparecido desde los días de la Edad Media.</p>
+
+<p>La poesía no está muerta, sino viva, en la patria de Cervantes. El campo
+de la literatura española no es ningún páramo desierto, sino tierra
+fecunda, jardín fértil y ameno. El carácter más notable en la moderna
+literatura española es Armando Palacio Valdés. Grande es el número de
+sus admiradores en Inglaterra, Francia y América. Alemania tiene que
+reparar su yerro. Que no tardemos mucho en oir hablar de una Sociedad
+constituída en nuestro país para honrar al amable poeta y pensador
+español.</p>
+
+<p class="r">
+AUSTIN TRAPET<br />
+</p>
+
+<p>(Discurso pronunciado ante la Sociedad Científica de Coblenza.)</p>
+</div>
+
+<div class="rfeview"><p>Desde mis tiempos de estudiante, mucho antes de soñar con ser literato,
+profeso por D. Armando Palacio Valdés una profunda admiración, cada día
+más grande, porque con los años le comprendo mejor. Pero con ser tanta
+mi admiración al escritor, casi la supera mi admiración al hombre grave
+y esquivo ante el frágil y adocenado aplauso de la crítica y de la
+Prensa.</p>
+
+<p class="r">
+RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN<br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>Desearíamos tenerle en nuestro país, y podría nombrar varios novelistas
+americanos por los cuales alegremente le cambiaría y aun daría de buen
+grado encima dos o tres poetas. Pienso que encontraríamos en él algo
+semejante a nuestro decantado humor americano y además otras cosas que
+no podemos con justicia reclamar, como una cierta dulzura, una amable
+espiritualidad, un amor de la pureza y la bondad por sí mismas y un
+conocimiento profundo de los misterios del alma.<a name="page_370" id="page_370"></a></p>
+
+<p>Nosotros los americanos imaginamos que porque hemos hecho pedazos a los
+barcos españoles somos superiores a los españoles; pero aquí en este
+terreno, donde reina la paz, ellos son superiores a nuestros maestros.</p>
+
+<p class="r">
+WILLIAM DEAN HOWELLS,<br />
+Presidente de la <i>Academia Americana</i>.<br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>En sus novelas y en las de Pérez Galdós aprendí lo que en mí puede haber
+de gusto literario a la moderna. De uno y otro escritor me sería
+imposible dar al público un juicio razonado; son para mí de los
+escritores que han penetrado más hondo que en la inteligencia y las
+cosas del corazón no se discuten ni se razonan.</p>
+
+<p class="r">
+JACINTO BENAVENTE<br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>Se sabe que Palacio Valdés, el más reputado y difundido de los
+novelistas españoles que ha compendiado en una monografía definitiva, es
+el autor de obras pintorescas, emocionantes o cómicas, cuyas ediciones
+se cifran por centenares de miles, y entre las cuales basta citar
+<i>José</i>, La Fe, <i>El idilio de un enfermo</i>, <i>El origen del pensamiento</i>,
+<i>La Hermana San Sulpicio</i>, <i>Marta y María</i> y la maravillosa historia
+<i>Tristán o el pesimismo</i>. Este admirable escritor, del cual una
+reputación mundial aureola los cabellos blancos, es, no obstante, el más
+modesto de los hombres.</p>
+
+<p class="r">
+EMILE MOREAU<br />
+</p>
+
+<p><i>(La Liberté.)</i></p>
+</div>
+
+<div class="rfeview"><p>Después de haber gustado el goce de esas lecturas, tuve el de conocer y
+tratar a Palacio Valdés, y entonces, al conocer al hombre, encontré al
+escritor. Como que éste depende en este caso más aún que en otros, de
+aquél. Al conocer y tratar a Palacio Valdés, comprendí el encanto de sus
+escritos y el aroma de honradez de propósito y de bondad de corazón que
+de ellos se desprende.<a name="page_371" id="page_371"></a></p>
+
+<p>En nuestra literatura no abunda, ni mucho menos, la nota íntima y
+recogida, el tono de apacible entrañabilidad. Casi todo es exterior, y
+casi todo, en el fondo, violento. Y así me explico que Palacio Valdés
+sea uno de nuestros escritores más gustosos, de los de hoy el más
+gustado tal vez, en países donde es una verdad efectiva la vida del
+hogar y donde los hombres saben recogerse en él mejor que nosotros.</p>
+
+<p class="r">
+MIGUEL DE UNAMUNO<br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>Considerando la popularidad que la novela rusa ha adquirido entre
+nosotros en los últimos años, es extraño que los novelistas españoles no
+hayan sido igualmente acogidos. Por lo menos uno de ellos, nombrado
+Valdés, es digno de un lugar entre Turgueneff, Dostoievsky y Tolstoi. La
+razón de habérsele negado tanto tiempo se hallará en que no ha querido
+adoptar una <i>pose</i>. El público se deja generalmente seducir por la
+<i>pose</i>, y Valdés ha renunciado a ella.</p>
+
+<p>Su estilo es equilibrado, sencillo y espontáneo. Es un novelista vaciado
+en el molde más amplio. Su observación se extiende a todo y la vida se
+ofrece ante él como un libro abierto. Demostraría menos valor si no se
+atreviese a describir todas las escenas que a su imaginación se ofrecen.</p>
+
+<p>Que los noveles escritores estudien a Armando Palacio Valdés. Este
+escritor se halla en la primera media docena de los grandes novelistas.</p>
+
+<p>(<i>Daily Chronicle</i>.&mdash;10 Agosto de 1894.)</p>
+
+<p>Palacio Valdés es un gran observador, no ya de las costumbres españolas
+de su tiempo, sino también de lo que hay de íntimo en el alma de
+nuestros contemporáneos. Así se explica que el insigne novelista tenga
+tan alta personalidad en nuestra patria como en el extranjero.</p>
+
+<p class="r">
+TORCUATO LUCA DE TENA<a name="page_372" id="page_372"></a><br />
+</p>
+</div>
+
+<div class="rfeview"><p>En la rica literatura española Armando Palacio Valdés ocupa un puesto
+preeminente como autor de novelas. Posee una vasta erudición. Escribe
+novelas de costumbres llenas de intuición y de verdad, aborda temas
+religiosos y filosóficos, ofrece pinturas excelentes de la vida
+aristocrática en España. Su estilo es de una perfección extremada; jamás
+traspasa la medida; nos recrea al mismo tiempo que despierta nuestra
+reflexión. Sus obras se han traducido a varios idiomas, y, sin duda,
+Palacio Valdés ha contribuído más que ningún otro escritor español a dar
+a conocer la literatura española fuera de su país y a hacerla estimar.
+Es un hombre de mundo espiritual e irónico, es un filósofo serio que se
+interesa por las cuestiones vitales y añade a un espíritu penetrante un
+gusto excelente. Maneja su hermosa lengua magistralmente, y bajo una
+forma elegante se encuentra siempre el contenido de un sentido profundo.</p>
+
+<p class="r">
+CARL DAVID AF WIRSÉN,<br />
+Secretario de la <i>Academia Sueca</i>.<br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>La literatura española está de enhorabuena. Después de cinco años de
+mutismo, el maestro de la novela contemporánea acaba de publicar una
+nueva obra, <i>Papeles del Doctor Angélico</i>, que se aparta por su índole
+de las demás producciones de su autor ilustre.</p>
+
+<p>Me cabe la honra&mdash;y de ello me envanezco&mdash;de haberme anticipado al
+entusiasmo que hoy despierta el autor de <i>Riverita</i>. Mucho antes de que
+se desbordase la admiración acumulada en largos años de silencio, y los
+rotativos propalasen la excelsitud de la labor de Palacio Valdés, yo
+había publicado en <i>Nuestro Tiempo</i> un extenso estudio asombrándome de
+que en el extranjero tuviesen más perspicacia que nosotros otorgando al
+maravilloso novelador el puesto preeminente que le corresponde dentro de
+nuestra literatura.</p>
+
+<p class="r">
+AUGUSTO MARTINEZ OLMEDILLA<a name="page_373" id="page_373"></a><br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>La novela española atraviesa por un período de extraordinario brillo, y
+han nacido en la patria de Cervantes escritores que merecen ser
+conocidos y estudiados por nosotros. Entre ellos es preciso citar en
+primer lugar a Armando Palacio Valdés, que es realmente un novelista del
+más alto mérito y de la más intensa originalidad.</p>
+
+<p class="r">
+PH.-EMMANUEL GLASER<br />
+</p>
+
+<p><i>(Le Figaro.)</i></p>
+</div>
+
+<div class="rfeview"><p>Palacio Valdés, después de Cervantes, es el novelista más notable que ha
+producido España.</p>
+
+<p class="r">
+FRANCISCO GIRALDOS<br />
+</p>
+
+<p>(<i>Labor Nueva.</i> Revista internacional. Barcelona.)</p>
+</div>
+
+<div class="rfeview"><p>De toda esta pléyade de novelistas españoles aquel que más me ha
+agradado y más me ha enseñado acerca de la vida de España es Armando
+Palacio Valdés. Por la finura de observación, por su fidelidad a la
+naturaleza, por su espíritu equilibrado, se puede afirmar que ningún
+novelista en España ni fuera de ella ha escrito media docena de otras
+que sobrepujen a la media docena mejor que ha salido de su pluma. Leerlo
+en inglés con mucho de su aroma perdido es un exquisito placer, como la
+venta de doscientas mil <i>Maximinas</i> testifica.</p>
+
+<p class="r">
+GRANT SHOWERMAN<br />
+</p>
+
+<p><i>(The Sewance Review.)</i></p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>En esto de concebir un argumento y madurarlo bien sometiéndolo a lenta
+incubación cerebral y desarrollarlo después con número, peso y medida,
+no alargando demasiado los episodios ni hinchando a fuerza de aire los
+personajes, ni desmadejando el diálogo en fruslerías e insulseces, creo
+que no tiene Palacio Valdés competidor entre todos nuestros novelistas.
+Hay que reconocerle primado indiscutible de la novela española.</p>
+
+<p class="r">
+FR. GRACIANO MARTINEZ,<br />
+Agustino. Director de <i>España y América</i>.<a name="page_374" id="page_374"></a><br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>Podemos afirmar que Valdés posee las primeras cualidades de un gran
+novelista, en el sentido moderno, porque es un revelador y un intérprete
+de la vida, porque tiene el poder de identificarse con la vida de los
+otros. Cuando dice de su carácter que es vago e indefinido no debe
+entenderse como algo sombrío y enfermizo. Es más bien el de un espíritu
+que se oculta y gusta de sumergirse en la vida universal. Resplandece en
+sus obras la más alta sinceridad y firmeza, y al mismo tiempo se
+encuentra en todas ellas una profunda y delicada simpatía por todas las
+cosas; una clara visión que penetra en las más oscuras profundidades y
+lo eleva a las alturas más luminosas. El nos ofrece los acontecimientos
+vulgares de la vida ordinaria como son en realidad, pero nos vemos
+obligados a mirarlos con el sentido que él les presta; y mientras
+reconocemos estos sucesos como algo que ya habíamos visto, observamos
+que él les dota de un interés que no sospechábamos en ellos, y revela su
+carácter oculto con una gran riqueza de detalles aclaradores.</p>
+
+<p class="r">
+SYLVESTER BAXTER<br />
+</p>
+
+<p><i>(The Atlantic Monthly.)</i></p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>¿Por qué gusta tanto en Inglaterra y en los Estados Unidos el autor de
+<i>El Idilio de un enfermo?</i> ¿Es casualidad; es suerte? No; es conjunción
+de ciertas cualidades fundamentales en el arte de nuestro novelista con
+las tradiciones y el gusto literario de una gran parte del público de
+aquellos países. Hay cierta serenidad y cierta suavidad en su arte y en
+los aspectos de la vida que más le agrada pintar, que no pueden menos de
+seducir a los lectores enemigos de las grandes explosiones trágicas y de
+las fiebres pasionales naturalistas, y que casan muy bien con el tono de
+una gran parte de la producción literaria inglesa. La misma sátira a que
+antes me he referido contribuye poderosamente a imprimir ese sello a las
+obras de Palacio Valdés. No es agria, épica, como en Zola y sus
+discípulos, sino humorista, como lo fué en nuestra literatura<a name="page_375" id="page_375"></a>
+picaresca, y luego lo ha sido, con admirable manejo de la sonrisa del
+idioma, en Thackeray y Dickens.</p>
+
+<p class="r">
+RAFAEL ALTAMIRA<br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>El ilustre escritor no es de aquellos que al prestigio del talento
+añaden el prestigio del reclamo: cuando viene a Francia no provoca, como
+otros autores extranjeros bien conocidos, los artículos de periódicos y
+las <i>interviews</i> de los <i>reporters</i>; y cuando publica un libro deja a su
+obra el cuidado de hablar por sí misma en su favor. El éxito le ha
+llegado ya, un éxito de buena ley, que le han valido los méritos de la
+forma y los del fondo.</p>
+
+<p>Cuidadoso de la composición y del equilibrio, no se distrae en episodios
+y digresiones; no cuenta por contar, no describe por describir.
+Paisajista, evita ese defecto, tan familiar a los paisajistas, que
+consiste en colocar a la Naturaleza en el primer plano y concederle un
+desarrollo excesivo y absorbente. No le da más importancia que la que
+conviene a una decoración, y reserva, por el contrario, un lugar
+preponderante a lo que es esencial, al estudio de las costumbres, de los
+caracteres y de los problemas morales.</p>
+
+<p class="r">
+F. VÉZINET<br />
+</p>
+
+<p><i>(Le Parthénon.)</i></p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>Cuando, hará pronto un año, lamentaba yo aquí (El Universo) el ocaso del
+gran novelista que anunció el término de su obra con <i>La aldea perdida</i>,
+estaba muy lejos de pensar en que el autor de <i>Riverita</i> y <i>Maximina</i>
+preparaba un nuevo libro, y, sin embargo, no podía avenirme con la idea
+de que la musa de Valdés hubiese callado para siempre.</p>
+
+<p>Afortunadamente, no ha sido así.</p>
+
+<p>Decía yo entonces que él era el novelista de nuestra literatura
+contemporánea y que no había cuerda en la moderna épica que no hubiese
+pulsado con arte exquisito<a name="page_376" id="page_376"></a> el creador de <i>José, La Hermana San
+Sulpicio</i> y <i>La Aldea perdida</i>.</p>
+
+<p class="r">
+ROGERIO SANCHEZ<br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>Palacio Valdés ocupa un sitio completamente singular entre los modernos
+autores españoles. Y no es la corriente de la moda la que hace que se le
+lea más que a los otros, sino porque sus novelas tienen una base muy
+distinta de las de sus colegas. Aunque no pueda negarse la influencia de
+la escuela francesa (influencia muy grande en España), sin embargo, un
+estudio profundo de los clásicos y de la filosofía alemana han prestado
+a sus obras el sello de una independencia innegable. Sus vistas
+estéticas son distintas de las que ahora dominan y su realismo (porque
+Palacio Valdés es realista) tiene su raíz más en los tiempos grandes de
+Cervantes, Mateo Alemán y Vicente Espinel que en el culto desapoderado
+de la verdad y en la oscuridad místico-espiritual de la escuela moderna.</p>
+
+<p class="r">
+H. KELLER-JORDAN<br />
+</p>
+
+<p><i>(Allgemeine Zeitung.)</i></p>
+</div>
+
+<div class="rfeview"><p>Si alguien me preguntara qué opino de Armando Palacio Valdés, le
+contestaría sin pérdida de momento que le juzgo por el primer novelista
+de nuestros tiempos.</p>
+
+<p class="r">
+J. GIVANEL MAS<br />
+</p>
+
+<p>(<i>La Vanguardia</i>, Barcelona.)</p>
+</div>
+
+<div class="rfeview"><p>Tiene horror al reclamo. Es un caso bastante raro en la literatura
+universal para que merezca ser señalado al público francés. Todos los
+libros de este escritor excepcional han aparecido en silencio, sin
+levantar clamores de entusiasmo y de triunfo, que acogen alguna vez
+entre nosotros a las más auténticas medianías. Se ha impuesto únicamente
+por su mérito personal a la atención pública. Por lo demás, toca en sus<a name="page_377" id="page_377"></a>
+escritos cuestiones de tal modo apremiantes, que nadie puede evitar su
+urgencia indubitable. El filósofo más escéptico no podrá menos de
+sentirse conmovido leyendo <i>La Fe</i>.</p>
+
+<p>El héroe de esta novela idealista es un joven sacerdote, el padre Gil,
+vicario de la iglesia de Peñascosa, villa situada en el fondo de una
+pequeña ensenada del golfo cantábrico. El primer capítulo de <i>La Fe</i> es
+un cuadro encantador de su primera misa. Ferdinand Fabre, si viviera,
+quedaría celoso de estas páginas sobrias y pintorescas. Es una empresa
+difícil el describir una ceremonia religiosa. Zola, en la <i>Faute de
+l&rsquo;abbé Mouret</i>, no ha estado en ello afortunado. Enumerar como lo hace,
+complacientemente, el jefe de la escuela naturalista todos los detalles
+y todos los accesorios del culto es hacer maquinalmente un inventario
+sin comprender el profundo significado de la liturgia. El sentido
+interior le escapa. Palacio Valdés, en vez de detenerse en el aspecto
+superficial de las cosas, nos inicia en todos los secretos de las almas
+sencillas que se han reunido para asistir a la primera misa de aquel
+joven sacerdote.</p>
+
+<p><i>La Fe</i> es un libro leal y fuerte, animado desde el principio hasta el
+fin por un gran soplo de humana piedad.</p>
+
+<p class="r">
+GASTON DESCHAMPS<br />
+</p>
+
+<p><i>(Le Temps.)</i></p>
+</div>
+
+<div class="rfeview"><p>En la suma de las admiraciones al gran novelista Palacio Valdés continúo
+siendo uno más.</p>
+
+<p class="r">
+MANUEL LINARES RIVAS<br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>Palacio Valdés no necesita que hablemos de él. Hace treinta años que se
+encerró en su casa con sus recuerdos, con sus lecturas y sus
+meditaciones, y desde ella nos habla con sus libros. Es él quien habla;
+a los demás nos toca agradecérselo en silencio.</p>
+
+<p class="r">
+RAMIRO DE MAEZTU<a name="page_378" id="page_378"></a><br />
+</p></div>
+
+<div class="rfeview"><p>Palacio Valdés ha tardado diez años en triunfar de la indiferencia del
+público y de la Prensa. Hoy sus obras son leídas en el mundo entero. Se
+comprende que esté orgulloso de una victoria tan noblemente ganada.</p>
+
+<p>La sinceridad absoluta del artista, su cuidado profundo de la verdad, su
+horror de lo que él llama el <i>efectismo</i>, y que no es más que la caza
+del efecto en lugar de la emoción verdadera, esparcen por todos sus
+libros un encanto penetrante.</p>
+
+<p>El tiempo no está lejos, yo lo creo así, en que el amor de lo grandioso
+y exagerado desaparecerá. Las grandes frases vacías se harán viejas y
+serán reemplazadas por palabras menos sonoras, quizá más modestas, pero
+más llenas de sentido, más precisas y más puras. Ese día, ciertamente,
+la España quedará reconocida al escritor de este siglo que más ha
+contribuído a hacer amar lo sencillo y lo natural.</p>
+
+<p class="r">
+L. BORDES<br />
+</p>
+
+<p><i>(Revue des Lettres Francaises et Etrangères.)</i></p>
+</div>
+
+<div class="rfeview"><p>De la lectura de las novelas modernas solemos salir entristecidos, con
+tedio en el corazón y hasta con náuseas en el estómago. &ldquo;Siempre que
+vengo de entre los hombres&mdash;dice Kempis&mdash;me siento peor...&rdquo; Lo mismo me
+acontece a mí cuando vengo de entre esos libros.</p>
+
+<p>En cambio, cuando leo las novelas de Palacio Valdés, la vida, sin perder
+para mí su melancólica gravedad, me parece noble y buena; el autor no
+sólo me inspira admiración, sino cariño; en vez de deprimirme, me
+vigoriza; en lugar de desalentarme, me da esperanza; lejos de hacerme
+sentir vergüenza de ser hombre, me parece que reanima en las
+profundidades de mi ser el soplo divino que Dios infundió en el pobre
+barro humano.</p>
+
+<p class="r">
+ZEDA<a name="page_379" id="page_379"></a><br />
+</p></div>
+
+<h2><a name="INDICE" id="INDICE"></a>ÍNDICE</h2>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="">
+
+<tr><td colspan="2" align="right"><small>Páginas.</small></td></tr>
+
+<tr><td>Confidencia preliminar</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_007">7</a></td></tr>
+
+<tr><td>Marta y María</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_023">23</a></td></tr>
+
+<tr><td>Una excursión a la Isla</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_027">27</a></td></tr>
+
+<tr><td>José</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_055">55</a></td></tr>
+
+<tr><td>La desesperación de un hidalgo</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_057">57</a></td></tr>
+
+<tr><td>Aguas fuertes</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_071">71</a></td></tr>
+
+<tr><td>Lloviendo</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_073">73</a></td></tr>
+
+<tr><td>Polifemo</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_081">81</a></td></tr>
+
+<tr><td>Los Puritanos</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_091">91</a></td></tr>
+
+<tr><td>¡Solo!</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_115">115</a></td></tr>
+
+<tr><td>Riverita</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_137">137</a></td></tr>
+
+<tr><td>Una corrida de toros</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_139">139</a></td></tr>
+
+<tr><td>Maximina. El primer hijo</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_155">155</a></td></tr>
+
+<tr><td>Los majos de Cádiz</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_179">179</a></td></tr>
+
+<tr><td>Despedida</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_181">181</a></td></tr>
+
+<tr><td>La Fe</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_199">199</a></td></tr>
+
+<tr><td>Cruel desengaño</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_201">201</a></td></tr>
+
+<tr><td>La aldea perdida</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_219">219</a></td></tr>
+
+<tr><td>El desquite</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_223">223</a></td></tr>
+
+<tr><td>Adiós</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_239">239</a></td></tr>
+
+<tr><td>La hermana San Sulpicio</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_251">251</a></td></tr>
+
+<tr><td>Paseo por el Guadalquivir</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_255">255</a></td></tr>
+
+<tr><td>Tristán o el pesimismo</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_305">305</a></td></tr>
+
+<tr><td>Papeles del doctor Angélico</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_317">317</a></td></tr>
+
+<tr><td>Un testigo de cargo</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_319">319</a></td></tr>
+
+<tr><td>Vida de canónigo</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_325">325</a></td></tr>
+
+<tr><td>Una mirada a lo alto</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_333">333</a></td></tr>
+
+<tr><td>La procesión de los Santos</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_339">339</a></td></tr>
+
+<tr><td>Perico el Bueno</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_343">343</a></td></tr>
+
+<tr><td>Las burbujas</td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_355">355</a></td></tr>
+
+<tr><td>Opiniones de la crítica española y extranjera&nbsp; &nbsp; &nbsp; </td><td align="right" valign="bottom"><a href="#page_363">363</a></td></tr>
+</table>
+
+<hr class="full" />
+
+
+
+
+
+
+
+<pre>
+
+
+
+
+
+End of Project Gutenberg's Páginas escogidas, by Armando Palacio Valdés
+
+*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PAGINAS ESCOGIDAS ***
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+things that you can do with most Project Gutenberg-tm electronic works
+even without complying with the full terms of this agreement. See
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+Gutenberg-tm electronic works if you follow the terms of this agreement
+and help preserve free future access to Project Gutenberg-tm electronic
+works. See paragraph 1.E below.
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+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
+electronic works in formats readable by the widest variety of computers
+including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
+because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
+people in all walks of life.
+
+Volunteers and financial support to provide volunteers with the
+assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's
+goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
+remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
+and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at http://www.pglaf.org.
+
+
+Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
+number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
+http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
+permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
+
+The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
+Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
+throughout numerous locations. Its business office is located at
+809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
+business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
+information can be found at the Foundation's web site and official
+page at http://pglaf.org
+
+For additional contact information:
+ Dr. Gregory B. Newby
+ Chief Executive and Director
+ gbnewby@pglaf.org
+
+
+Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation
+
+Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
+spread public support and donations to carry out its mission of
+increasing the number of public domain and licensed works that can be
+freely distributed in machine readable form accessible by the widest
+array of equipment including outdated equipment. Many small donations
+($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
+status with the IRS.
+
+The Foundation is committed to complying with the laws regulating
+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
+considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
+with these requirements. We do not solicit donations in locations
+where we have not received written confirmation of compliance. To
+SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
+particular state visit http://pglaf.org
+
+While we cannot and do not solicit contributions from states where we
+have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
+against accepting unsolicited donations from donors in such states who
+approach us with offers to donate.
+
+International donations are gratefully accepted, but we cannot make
+any statements concerning tax treatment of donations received from
+outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.
+
+Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
+methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
+ways including checks, online payments and credit card donations.
+To donate, please visit: http://pglaf.org/donate
+
+
+Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
+works.
+
+Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
+concept of a library of electronic works that could be freely shared
+with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
+Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.
+
+
+Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
+editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
+unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
+keep eBooks in compliance with any particular paper edition.
+
+
+Most people start at our Web site which has the main PG search facility:
+
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+
+This Web site includes information about Project Gutenberg-tm,
+including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
+Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
+subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.
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