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diff --git a/42424-0.txt b/42424-0.txt new file mode 100644 index 0000000..b2f2a99 --- /dev/null +++ b/42424-0.txt @@ -0,0 +1,2995 @@ +*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 42424 *** + + [imagen no disponible: COSTE DIECISEIS-REALES DE VELLON] + + PERLADO, PAEZ Y COMPAÑÍA, EDITORES.--MADRID + + + + + OPERA OMNIA + + SONATA DE ESTIO + + MEMORIAS DEL MARQVES DE BRADOMIN + + VOL VI + + + + + SONATA DE ESTIO + + MEMORIAS DEL MARQVES DE BRADOMIN + + LAS PVBLICA DON RAMON DEL VALLE-INCLAN + + OPERA OMNIA + + VOL VI + + [imagen no disponible] + + + + + MEMORIAS + + DEL + + MARQVÉS DE BRADOMIN + + + + +QUERÍA OLVIDAR unos amores desgraciados, y pensé +recorrer el mundo en romántica peregrinacion. ¡Aún suspiro al +recordarlo! Aquella mujer tiene en la historia de mi vida un recuerdo +galante, cruel y glorioso, como lo tienen en la historia de los pueblos +Thais la de Grecia, y Ninon la de Francia, esas dos cortesanas menos +bellas que su destino. ¡Acaso el único destino que merece ser envidiado! +Yo hubiérale tenido igual, y quizá más grande, de haber nacido mujer: +Entonces lograría lo que jamás pude lograr. Á las mujeres para ser +felices les basta con no tener escrúpulos, y probablemente, no los +hubiera tenido esa quimérica Marquesa de Bradomín. Dios mediante, haría +como las gentiles marquesas de mi tiempo que ahora se confiesan todos +los viernes, después de haber pecado todos los días. Por cierto que +algunas se han arrepentido todavía bellas y tentadoras, olvidando que +basta un punto de contrición al sentir cercana la vejez. + +Por aquellos días de peregrinación sentimental era yo joven y algo +poeta, con ninguna experiencia y harta novelería en la cabeza. Creía +de buena fe en muchas cosas que ahora pongo en duda, y libre de +escepticismos, dábame buena prisa á gozar de la existencia. Aunque +no lo confesase, y acaso sin saberlo, era feliz, con esa felicidad +indefinible que da el poder amar á todas las mujeres. Sin ser un +donjuanista, he vivido una juventud amorosa y apasionada, pero de amor +juvenil y bullente, de pasión equilibrada y sanguínea. Los decadentismos +de la generación nueva no los he sentido jamás, Todavía hoy, después de +haber pecado tanto, tengo las mañanas triunfantes, y no puedo menos de +sonreir recordando que hubo una época lejana donde lloré por muerto á mi +corazón: Muerto de celos, de rabia y de amor. + +Decidido á correr tierras, al principio dudé sin saber á dónde dirigir +mis pasos: Después, dejándome llevar de un impulso romántico, fuí á +México. Yo sentía levantarse en mi alma, como un canto homérico, la +tradición aventurera de todo mi linaje. Uno de mis antepasados, Gonzalo +de Sandoval, había fundado en aquellas tierras el Reino de la Nueva +Galicia, otro había sido Inquisidor General, y todavía el Marqués de +Bradomín conservaba allí los restos de un mayorazgo, deshecho entre +legajos de un pleito. Sin meditarlo más, resolví atravesar los mares. Me +atraía la leyenda mexicana con sus viejas dinastías y sus dioses crueles. + +Embarqué en Londres, donde vivía emigrado desde la traición de Vergara, +é hice el viaje á vela en aquella fragata «La Dalila» que después +naufragó en las costas de Yucatán. Como un aventurero de otros tiempos, +iba á perderme en la vastedad del viejo Imperio Azteca, imperio de +historia desconocida, sepultada para siempre con las momias de sus +reyes, entre restos ciclópeos que hablan de civilizaciones, de cultos, +de razas que fueron y sólo tienen par en ese misterioso cuanto remoto +Oriente. + +[imagen no disponible] + + + + +AUN CUANDO toda la navegación tuvimos tiempo de bonanza, +como yo iba herido de mal de amores, apenas salía de mi camarote ni +hablaba con nadie. Cierto que viajaba para olvidar, pero hallaba tan +novelescas mis cuitas, que no me resolvía á ponerlas en olvido. En +todo me ayudaba aquello de ser inglesa la fragata y componerse el +pasaje de herejes y mercaderes. ¡Ojos perjuros y barbas de azafrán! +La raza sajona es la más despreciable de la tierra. Yo contemplando +sus pugilatos grotescos y pueriles sobre la cubierta de la fragata, he +sentido un nuevo matiz de la vergüenza: La vergüenza zoológica. + +¡Cuán diferente había sido mi primer viaje á bordo de un navío genovés, +que conducía viajeros de todas las partes del mundo! Recuerdo que al +tercer día ya tuteaba á un príncipe napolitano, y no hubo entonces +damisela mareada á cuya pálida y despeinada frente no sirviese mi mano +de reclinatorio. Érame divertido entrar en los corros que se formaban +sobre cubierta á la sombra de grandes toldos de lona, y aquí chapurrear +el italiano con los mercaderes griegos de rojo fez y fino bigote negro, +y allá encender el cigarro en la pipa de los misioneros armenios. Había +gente de toda laya: Tahures que parecían diplomáticos, cantantes +con los dedos cubiertos de sortijas, abates barbilindos que dejaban +un rastro de almizcle, y generales americanos, y toreros españoles, +y judíos rusos, y grandes señores ingleses. Una farándula exótica y +pintoresca que con su algarabía causaba vértigo y mareo. Era por los +mares de Oriente, con rumbo á Jafa. Yo iba como peregrino á Tierra Santa. + +El amanecer de las selvas tropicales, cuando sus macacos aulladores +y sus verdes bandadas de guacamayos saludan al sol, me ha recordado +muchas veces los tres puentes del navío genovés, con su feria babélica +de tipos, de trajes y de lenguas, pero más, mucho más me lo recordaron +las horas untadas de opio que constituían la vida á bordo de «La +Dalila». Por todas partes asomaban rostros pecosos y bermejos, cabellos +azafranados y ojos perjuros. Herejes y mercaderes en el puente, herejes +y mercaderes en la cámara. ¡Cualquiera tendría para desesperarse! Yo, +sin embargo, lo llevaba con paciencia. Mi corazón estaba muerto, tan +muerto, que no digo la trompeta del Juicio, ni siquiera unas castañuelas +le resucitarían. Desde que el cuitado diera las boqueadas, yo parecía +otro hombre: Habíame vestido de luto, y en presencia de las mujeres, á +poco lindos que tuviesen los ojos, adoptaba una actitud lúgubre de poeta +sepulturero y doliente. En la soledad del camarote edificaba mi espíritu +con largas reflexiones, considerando cuán pocos hombres tienen la suerte +de llorar una infidelidad que hubiera cantado el divino Petrarca. + +Por no ver aquella taifa luterana, apenas asomaba sobre cubierta. +Solamente cuando el sol declinaba iba á sentarme en la popa, y allí, +libre de importunos, pasábame las horas viendo borrarse la estela de +la fragata. El mar de las Antillas, con su trémulo seno de esmeralda +donde penetraba la vista, me atraía, me fascinaba, como fascinan los +ojos verdes y traicioneros de las hadas que habitan palacios de cristal +en el fondo de los lagos. Pensaba siempre en mi primer viaje. Allá, +muy lejos, en la lontananza azul donde se disipan las horas felices, +percibía como en esbozo fantástico las viejas placenterías. El lamento +informe y sinfónico de las olas despertaba en mí un mundo de recuerdos: +Perfiles desvanecidos, ecos de risas, murmullo de lenguas extranjeras, +y los aplausos y el aleteo de los abanicos mezclándose á las notas +de la tirolesa que en la cámara de los espejos cantaba Lilí. Era una +resurrección de sensaciones, una esfumación deliciosa del pasado, algo +etéreo, brillante, cubierto de polvo de oro, como esas reminiscencias +que los sueños nos dan á veces de la vida. + + + + +Nuestra primera escala en aguas de México, fué San Juan +de Tuxtlan. Recuerdo que era media mañana cuando bajo un sol abrasador +que resecaba las maderas y derretía la brea, dimos fondo en aquellas +aguas de bruñida plata. Los barqueros indios, verdosos como antiguos +bronces, asaltan la fragata por ambos costados, y del fondo de sus +canoas sacan exóticas mercancías: Cocos esculpidos, abanicos de palma y +bastones de carey, que muestran sonriendo como mendigos á los pasajeros +que se apoyan sobre la borda. Cuando levanto los ojos hasta los peñascos +de la ribera, que asoman la tostada cabeza entre las olas, distingo +grupos de muchachos desnudos que se arrojan desde ellos y nadan grandes +distancias, hablándose á medida que se separan y lanzando gritos. +Algunos descansan sentados en las rocas, con los pies en el agua: Otros +se encaraman para secarse al sol, que los ilumina de soslayo, gráciles y +desnudos, como figuras de un friso del Parthenón. + +Por huir del enojo que me causaba la vida á bordo, decidíme á +desembarcar. No olvidaré nunca las tres horas mortales que duró el +pasaje desde la fragata á la playa. Aletargado por el calor, voy todo +este tiempo echado en el fondo de la canoa de un negro africano que +mueve los remos con lentitud desesperante. Á través de los párpados +entornados veía erguirse y doblarse sobre mí, guardando el mareante +compás de la bogada, aquella figura de carbón, que unas veces me +sonríe con sus abultados labios de gigante, y otras silba esos aires +cargados de religioso sopor, una música compuesta solamente de tres +notas tristes, con que los magnetizadores de algunas tribus salvajes +adormecen á las grandes culebras. Así debía ser el viaje infernal de los +antiguos en la barca de Carón: Sol abrasador, horizontes blanquecinos y +calcinados, mar en calma sin brisas ni murmullos, y en el aire todo el +calor de las fraguas de Vulcano. + +Cuando arribamos á la playa, se levantaba una fresca ventolina, y el +mar, que momentos antes semejaba de plomo, empezaba á rizarse. «La +Dalila» no tardaría en levar anclas para aprovechar el viento que +llegaba tras largos días de calma. Solamente me quedaban algunas horas +para recorrer aquel villaje indio. De mi paseo por las calles arenosas +de San Juan de Tuxtlan conservo una impresión somnolente y confusa, +parecida á la que deja un libro de grabados hojeado perezosamente +en la hamaca durante el bochorno de la siesta. Hasta me parece que +cerrando los ojos, el recuerdo se aviva y cobra relieve. Vuelvo á +sentir la angustia de la sed y el polvo: Atiendo el despacioso ir y +venir de aquellos indios ensabanados como fantasmas, oigo la voz melosa +de aquellas criollas ataviadas con graciosa ingenuidad de estatuas +clásicas, el cabello suelto, los hombros desnudos, velados apenas por +rebocillo de transparente seda. + +Aun á riesgo de que la fragata se hiciese al mar, busqué un caballo y +me aventuré hasta las ruinas de Tequil. Un indio adolescente me sirvió +de guía. El calor era insoportable. Casi siempre al galope, recorrí +extensas llanuras de Tierra Caliente, plantíos que no acaban nunca, +de henequen y caña dulce. En la línea del horizonte se perfilaban +las colinas de configuración volcánica revestidas de maleza espesa y +verdinegra. En la llanura los chaparros tendían sus ramas, formando una +á modo de sombrilla gigantesca, y sentados en rueda, algunos indios +devoraban la miserable ración de tamales. + +Nosotros seguíamos una senda roja y polvorienta. El guía, casi desnudo, +corría delante de mi caballo. Sin hacer alto una sola vez, llegamos +á Tequil. En aquellas ruinas de palacios, de pirámides y de templos +gigantes, donde crecen polvorientos sicomoros y anidan verdes reptiles, +he visto por vez primera una singular mujer, á quien sus criados indios, +casi estoy por decir sus siervos, llamaban dulcemente la Niña Chole. +Me pareció la Salambó de aquellos palacios. Venía de camino hacia San +Juan de Tuxtlan y descansaba á la sombra de una pirámide, entre el +cortejo de sus servidores. Era una belleza bronceada, exótica, con esa +gracia extraña y ondulante de las razas nómadas, una figura hierática y +serpentina, cuya contemplación evocaba el recuerdo de aquellas princesas +hijas del sol, que en los poemas indios resplandecen con el doble +encanto sacerdotal y voluptuoso. Vestía como las criollas yucatecas, +albo hipil recamado con sedas de colores, vestidura indígena semejante á +una tunicela antigua, y zagalejo andaluz, que en aquellas tierras ayer +españolas, llaman todavía con el castizo y jacaresco nombre de fustán. +El negro cabello caíale suelto, el hipil jugaba sobre el clásico seno. +Por desgracia, yo solamente podía verla el rostro aquellas raras veces +que hacia mí lo tornaba, y la Niña Chole tenía esas bellas actitudes +de ídolo, esa quietud estática y sagrada de la raza maya, raza tan +antigua, tan noble, tan misteriosa, que parece haber emigrado del fondo +de la Asiria. Pero á cambio del rostro, desquitábame en aquello que no +alcanzaba á velar el rebocillo, admirando como se merecía la tornátil +morbidez de los hombros y el contorno del cuello. ¡Válgame Dios! Me +parecía que de aquel cuerpo bruñido por el ardiente sol de México se +exhalaban lánguidos efluvios, y que yo los aspiraba, los bebía, que me +embriagaba con ellos... + +Un criado indio trae del diestro el palafrén de aquella Salambó, que +le habla en su vieja lengua y cabalga sonriendo. Entonces, al verla de +frente, el corazón me dió un vuelco. Tenía la misma sonrisa de Lilí. +¡Aquella Lilí, no sé si amada, si aborrecida! + + + + +DESCANSÉ en un bohío levantado en medio de las ruinas, y +adormecí en la hamaca colgada de un cedro gigantesco que daba sombra á +la puerta. El campo se hundía lentamente en el silencio amoroso y lleno +de suspiros de un atardecer ardiente. La brisa aromada y fecunda de los +crepúsculos tropicales oreaba mi frente. La campiña toda se estremecía +cual si acercarse sintiese la hora de sus nupcias, y exhalaba de sus +entrañas vírgenes un vaho caliente de negra enamorada, potente y deseosa. + +Adormecido por el ajetreo, el calor y el polvo, soñé como un árabe que +imaginase haber traspasado los umbrales del Paraíso. ¿Necesitaré decir +que las siete huríes con que me regaló el Profeta eran siete criollas +vestidas de fustán é hipil, y que todas tenían la sonrisa de Lilí y el +mirar de la Niña Chole? Verdaderamente, aquella Salambó de los palacios +de Tequil empezaba á preocuparme demasiado. Lo advertí con terror, +porque estaba seguro de concluir enamorándome locamente de sus lindos +ojos si tenía la desgracia de volver á verlos. Afortunadamente, las +mujeres que así tan de súbito nos cautivan suelen no aparecerse más que +una vez en la vida. Pasan como sombras, envueltas en el misterio de un +crepúsculo ideal. Si volviesen á pasar, quizá desvaneceríase el encanto. +¡Y á qué volver, si una mirada suya basta á comunicarnos todas las +secretas melancolías del amor! + +¡Oh románticos devaneos, pobres hijos del ideal, nacidos durante algunas +horas de viaje! ¿Quién llegó á viejo y no ha sentido estremecerse +el corazón bajo la caricia de vuestra ala blanca? ¡Yo guardo en el +alma tantos de estos amores! Aun hoy, con la cabeza llena de canas, +viejo prematuro, no puedo recordar sin melancolía un rostro de mujer, +entrevisto cierta madrugada entre Urbino y Roma, cuando yo estaba en +la Guardia Noble de Su Santidad: Es una figura de ensueño pálida y +suspirante, que flota en lo pasado y esparce sobre todos mis recuerdos +juveniles el perfume ideal de esas flores secas que entre cartas y +rizos, guardan los enamorados, y en el fondo de algún cofrecillo parecen +exhalar el cándido secreto de los primeros amores. + +Los ojos de la Niña Chole habían removido en mi alma tan lejanas +memorias, tenues como fantasmas, blancas como bañadas por luz de luna. +Aquella sonrisa, evocadora de la sonrisa de Lilí, había encendido en +mi sangre tumultuosos deseos y en mi espíritu ansia vaga de amor. +Rejuvenecido y feliz, con cierta felicidad melancólica, suspiraba por +los amores ya vividos, al mismo tiempo que me embriagaba con el perfume +de aquellas rosas abrileñas que tornaban á engalanar el viejo tronco. El +corazón, tanto tiempo muerto, sentía con la ola de savia juvenil que lo +inundaba nuevamente, la nostalgia de viejas sensaciones: Sumergíase en +la niebla del pasado y saboreaba el placer de los recuerdos, ese placer +de moribundo que amó mucho y en formas muy diversas. ¡Ay, era delicioso +aquel estremecimiento que la imaginación excitada comunicaba á los +nervios!... + +Y en tanto, la noche detendía por la gran llanura su sombra llena de +promesas apasionadas, y los pájaros de largas alas volaban de las +ruinas. Di algunos pasos, y con voces que repitió el eco milenario de +aquellos palacios, llamé al indio que me servía de guía. Con el overo +ya embridado asomó tras un ídolo gigantesco esculpido en piedra roja. +Cabalgué y partimos. El horizonte relampagueaba. Un vago olor marino, +olor de algas y brea, mezclábase por veces al mareante de la campiña, +y allá, muy lejos, en el fondo oscuro del Oriente, se divisaba el +resplandor rojizo de la selva que ardía. La naturaleza, lujuriosa y +salvaje, aún palpitante del calor de la tarde, semejaba dormir el sueño +profundo y jadeante de una fiera fecundada. En aquellas tinieblas +pobladas de susurros nupciales y de moscas de luz que danzan entre las +altas yerbas, raudas y quiméricas, me parecía respirar una esencia +suave, deliciosa, divina: La esencia que la madurez del Estío vierte en +el cáliz de las flores y en los corazones. + + + + +YA METIDA LA NOCHE llegamos á San Juan de Tuxtlan. +Descabalgué y arrojando al guía las riendas del caballo, por una calle +solitaria bajé solo á la playa. Al darme en el rostro la brisa del mar, +avizoréme pensando si la fragata habría zarpado. En estas dudas iba, +cuando percibo á mi espalda blando rumor de pisadas descalzas. Un indio +ensabanado se me acerca: + +--¿No tiene mi amito cosita que me ordenar? + +Nada, nada... + +El indio hace señal de alejarse: + +--¿Ni precisa que le guíe, niño? + +--No preciso nada. + +Sombrío y musitando, embózase mejor en la sábana que le sirve de clámide +y se va. Yo sigo adelante camino de la playa. De pronto la voz mansa +y humilde del indio llega nuevamente á mi oído. Vuelvo la cabeza y +le descubro á pocos pasos. Venía á la carrera y cantaba los gozos de +Nuestra Señora de Guadalupe. Me dió alcance y murmuró emparejándose: + +--De verdad, niño, si se pierde no sabrá salir de los médanos... + +El hombre empieza á cansarme, y me resuelvo á no contestarle. Esto, sin +duda, le anima, porque sigue acosándome buen rato de camino. Calla un +momento y luego, en tono misterioso, añade: + +--¿No quiere que le lleve junto á una chinita, mi jefe?... Una tapatia +de quince años que vive aquí merito. Andele, niño, verá bailar el +jarabe. Todavía no hace un mes que la perdió el amo del ranchito de +Huaxila: Niño Nacho, no sabe? + +De pronto se interrumpe, y con un salto de salvaje plántaseme delante +en ánimo y actitud de cerrarme el paso: Encorvado, el sombrero en una +mano á guisa de broquel, la otra echada fieramente atrás, armada de una +faca ancha y reluciente. Confieso que me sobrecogí. El paraje era á +propósito para tal linaje de asechanzas: Médanos pantanosos cercados de +negros charcos donde se reflejaba la luna, y allá lejos una barraca de +siniestro aspecto, con los resquicios iluminados por la luz de dentro. +Quizá me dejo robar entonces si llega á ser menos cortés el ladrón y me +habla torvo y amenazante, jurando arrancarme las entrañas y prometiendo +beberse toda mi sangre. Pero en vez de la intimación breve é imperiosa +que esperaba, le escucho murmurar con su eterna voz de esclavo: + +--No se llegue, mi amito, que puede clavarse... + +Oirle y recobrarme fué obra de un instante. El indio ya se recogía, como +un gato montés, dispuesto á saltar sobre mí. Parecióme sentir en la +medula el frío del acero: Tuve horror á morir apuñalado, y de pronto me +sentí fuerte y valeroso. Con ligero estremecimiento en la voz, grité al +truhán adelantando un paso, apercibido á resistirle: + +--¡Andando ó te dejo seco! + +El indio no se movió. Su voz de siervo parecióme llena de ironía: + +--¡No se arrugue, valedor!... Si quiere pasar, ahí merito, sobre esa +piedra, arríe la plata. Andele, luego, luego. + +Otra vez volví á tener miedo de aquella faca reluciente. Sin embargo, +murmuré resuelto: + +--¡Ahora vamos á verlo, bandido! + +No llevaba armas, pero en las ruinas de Tequil á un indio que vendía +pieles de jaguar, había tenido el capricho de comprarle su bordón que +me encantó por la rareza de las labores. Aún lo conservo: Parece el +cetro de un rey negro, tan oriental, y al mismo tiempo tan ingenua y +primitiva, es la fantasía con que está labrado. Me afirmé los quevedos, +requerí el palo, y con gentil compás de pies, como diría un bravo de ha +dos siglos, adelanté hacia el ladrón, que dió un paso procurando herirme +de soslayo. Por ventura mía, la luna dábale de lleno y advertí el ataque +en sazón de evitarlo. Recuerdo confusamente que intenté un desarme con +amago á la cabeza y golpe al brazo, y que el indio lo evitó jugándome la +luz con destreza de salvaje. Después no sé. Sólo conservo una impresión +angustiosa como de pesadilla. El médano iluminado por la luna; la arena +negra y movediza donde se entierran los pies; el brazo que se cansa; +la vista que se turba; el indio que desaparece, vuelve, me acosa, se +encorva y salta con furia fantástica de gato embrujado; y cuando el +palo va á desprenderse de mi mano, un bulto que huye y el brillo de la +faca que pasa sobre mi cabeza y queda temblando como víbora de plata +clavada en el árbol negro y retorcido de una cruz hecha de dos troncos +chamuscados... Quedéme un momento azorado y sin darme cuenta cabal del +suceso. Como á través de niebla muy espesa, vi abrirse sigilosamente +la puerta de la barraca y salir dos hombres á catear la playa. Recelé +algún encuentro como el pasado y tomé á buen paso camino del mar. Llegué +á punto que largaba un bote de la fragata, donde iba el segundo de á +bordo. Gritéle, y mandó virar para recogerme. + + + + +LLEGADO que fuí á la fragata, recogíme á mi camarote, y +como estuviese muy fatigado, me acosté en seguida. Cátate que no bien +apago la luz empiezan á removerse las víboras mal dormidas del deseo +que desde todo el día llevaba enroscadas al corazón, apercibidas á +morderle. Al mismo tiempo sentíame invadido por una gran melancolía, +llena de confusión y de misterio. La melancolía del sexo, germen de +la gran tristeza humana. El recuerdo de la Niña Chole perseguíame +con mariposeo ingrávido y terco. Su belleza índica, y aquel encanto +sacerdotal, aquella gracia serpentina, y el mirar sibilino, y las +caderas ondulosas, la sonrisa inquietante, los pies de niña, los hombros +desnudos, todo cuanto la mente adivinaba, cuanto los ojos vieran, +todo, todo era hoguera voraz en que mi carne ardía. Me figuraba que +las formas juveniles y gloriosas de aquella Venus de bronce florecían +entre céfiros, y que veladas primero se entreabrían turgentes, frescas, +lujuriosas, fragantes como rosas de Alejandría en los jardines de Tierra +Caliente. Y era tal el poder sugestivo del recuerdo, que en algunos +momentos creí respirar el perfume voluptuoso que al andar esparcía su +falda, con ondulaciones suaves. + +Poco á poco cerróme los ojos la fatiga, y el arrullo monótono y regular +del agua acabó de sumirme en un sueño amoroso, febril é inquieto, +representación y símbolo de mi vida. Despertéme al amanecer con los +nervios vibrantes, cual si hubiese pasado la noche en un invernadero, +entre plantas exóticas, de aromas raros, afroditas y penetrantes. Sobre +mi cabeza sonaban voces confusas y blando pataleo de pies descalzos, +todo ello acompañado de mucho chapoteo y trajín. Empezaba la faena del +baldeo. Me levanté y subí al puente. Heme ya respirando la ventolina que +huele á brea y algas. En aquella hora el calor es deleitante. Percíbense +en el aire estremecimientos voluptuosos: El horizonte ríe bajo un +hermoso sol. + +Envuelto en el rosado vapor que la claridad del alba extendía sobre +el mar azul, adelantaba un esquife. Era tan esbelto, ligero y blanco, +que la clásica comparación con la gaviota y con el cisne veníale de +perlas. En las bancas traía hasta seis remeros. Bajo un palio de lona, +levantado á popa, se guarecía del sol una figura vestida de blanco. +Cuando el esquife tocó la escalera de la fragata ya estaba yo allí, en +confusa espera de no sé qué gran ventura. Una mujer viene sentada al +timón. El toldo solamente me deja ver el borde de la falda y los pies +de reina calzados con chapines de raso blanco, pero mi alma la adivina. +¡Es ella, la Salambó de los palacios de Tequil!... Sí, era ella, más +gentil que nunca, velada apenas en el rebocillo de seda. Hela en pie +sobre la banca, apoyada en los hercúleos hombros de un marinero negro. +El labio abultado y rojo de la criolla sonríe con la gracia inquietante +de una egipcia, de una turania. Sus ojos, envueltos en la sombra de las +pestañas, tienen algo de misterioso, de quimérico y lejano, algo que +hace recordar las antiguas y nobles razas que en remotas edades fundaron +grandes imperios en los países del sol... El esquife cabecea al costado +de la fragata. La criolla, entre asustada y divertida, se agarra á los +crespos cabellos del gigante, que impensadamente la toma al vuelo y se +lanza con ella á la escala. Los dos ríen envueltos en un salsero que +les moja la cara. Ya sobre cubierta, el coloso negro la deja sola y se +aparta secreteando con el contramaestre. + +Yo gano la cámara por donde necesariamente han de pasar. Nunca el +corazón me ha latido con más violencia. Recuerdo perfectamente que +estaba desierta y un poco oscura. Las luces del amanecer cabrilleaban en +los cristales. Pasa un momento. Oigo voces y gorjeos: Un rayo de sol más +juguetón, más vivo, más alegre, ilumina la cámara, y en el fondo de los +espejos se refleja la imagen de la Niña Chole. + + + + +FUÉ AQUÉL uno de esos largos días de mar encalmados +y bochornosos que navegando á vela no tienen fin. Sólo de tiempo en +tiempo alguna ráfaga cálida pasaba entre las jarcias y hacía flamear el +velamen. Yo andaba avizorado y errabundo, con la esperanza de que la +Niña Chole se dejase ver sobre cubierta algún momento. Vana esperanza. +La Niña Chole permaneció retirada en su camarote, y acaso por esto las +horas me parecieron, como nunca, llenas de tedio. Desengañado de aquella +sonrisa que yo había visto y amado en otros labios, fuí á sentarme en la +popa. + +Sobre el dormido cristal de esmeralda, la fragata dejaba una estela de +bullentes rizos. Sin saber cómo resurgió en mi memoria cierta canción +americana que Nieves Agar, la amiga querida de mi madre, me enseñaba +hace muchos años, allá en tiempos cuando yo era rubio como un tesoro +y solía dormirme en el regazo de las señoras que iban de tertulia al +Palacio de Bradomín. Esta afición á dormir en un regazo femenino la +conservo todavía. ¡Pobre Nieves Agar, cuántas veces me has mecido en tus +rodillas al compás de aquel danzón que cuenta la historia de una criolla +más bella que Atala, dormida en hamaca de seda, á la sombra de los +cocoteros! ¡Tal vez la historia de otra Niña Chole! + +Ensoñador y melancólico permanecí toda la tarde sentado á la sombra del +foque, que caía lacio sobre mi cabeza. Solamente al declinar el sol se +levantó una ventolina, y la fragata, con todo su velamen desplegado, +pudo doblar la Isla de Sacrificios y dar fondo en aguas de Veracruz. +Cautiva el alma de religiosa emoción, contemplé la abrasada playa +donde desembarcaron antes que pueblo alguno de la vieja Europa, los +aventureros españoles, hijos de Alarico el bárbaro y de Tarik el moro. +Vi la ciudad que fundaron, y á la que dieron abolengo de valentía, +espejarse en el mar quieto y de plomo como si mirase fascinada la ruta +que trajeron los hombres blancos: Á un lado, sobre desierto islote +de granito, baña sus pies en las olas el Castillo de Ulúa, sombra +romántica que evoca un pasado feudal que allí no hubo, y á lo lejos la +cordillera del Orizaba, blanca como la cabeza de un abuelo, dibújase +con indecisión fantástica sobre un cielo clásico, de límpido y profundo +azul. Recordé lecturas casi olvidadas que, niño aún, me habían hecho +soñar con aquella tierra hija del sol: Narraciones medio históricas, +medio novelescas, en que siempre se dibujaban hombres de tez cobriza, +tristes y silenciosos, como cumple á los héroes vencidos, y selvas +vírgenes, pobladas de pájaros de brillante plumaje, y mujeres como +la Niña Chole, ardientes y morenas, símbolo de la pasión que dijo un +cuitado poeta de estos tiempos. + +Como no es posible renunciar á la patria, yo, español y caballero, +sentía el corazón henchido de entusiasmo y poblada de visiones +gloriosas la mente, y la memoria llena de recuerdos históricos. La +imaginación exaltada me fingía al aventurero extremeño poniendo fuego +á sus naves, y á sus hombres esparcidos por la arena, atisbándole de +través, los mostachos enhiestos al antiguo uso marcial, y sombríos +los rostros varoniles, curtidos y con pátina, como las figuras de los +cuadros muy viejos. Yo iba á desembarcar en aquella playa sagrada, +siguiendo los impulsos de una vida errante, y al perderme, quizá para +siempre, en la vastedad del viejo Imperio Azteca, sentía levantarse en +mi alma de aventurero, de hidalgo y de cristiano, el rumor augusto de la +Historia. + +Apenas anclamos sale en tropel de la ribera una gentil flotilla, +compuesta de esquifes y canoas. Desde muy lejos se oye el son +monótono del remo. Centenares de cabezas asoman sobre la borda de la +fragata, y abigarrada muchedumbre hormiguea, se agita y se desata en +el entrepuente. Hablase á gritos el español, el inglés, el chino. Los +pasajeros hacen señas á los barqueros indios para que se aproximen: +Ajustan, disputan, regatean, y al cabo, como rosario que se desgrana, +van cayendo en el fondo de las canoas que rodean la escalera y esperan +ya con los remos armados. La flotilla se dispersa. Todavía á larga +distancia vese una diminuta figura moverse agitando los brazos, y se +oyen sus voces, que destaca y agranda la quietud solemne de aquellas +regiones abrasadas. Ni una sola cabeza se ha vuelto hacia la fragata +para mandarle un adiós de despedida. Allá van, sin otro deseo que +tocar cuanto antes la orilla. Son los conquistadores del oro. La noche +se avecina. En esta hora del crepúsculo, el deseo ardiente que la Niña +Chole me produce se aquilata y purifica, hasta convertirse en ansia vaga +de amor ideal y poético. Todo oscurece lentamente: Gime la brisa, riela +la luna, el cielo azul turquí se torna negro, de un negro solemne donde +las estrellas adquieren una limpidez profunda. Es la noche americana de +los poetas. + + + + +ACABABA de bajar á mi camarote, y hallábame tendido en +la litera fumando una pipa, y quizá soñando con la Niña Chole, cuando +se abre la puerta y veo aparecer á Julio César, un rapazuelo mulato que +me había regalado en Jamaica cierto aventurero portugués que, andando +el tiempo, llegó á general en la República Dominicana. Julio César se +detiene en la puerta, bajo el pabellón que forman las cortinas: + +--¡Mi amito! Á bordo viene un moreno que mata los tiburones en el agua +con el trinchete. ¡Suba, mi amito, no se dilate!... + +Y desaparece velozmente, como esos etíopes carceleros de princesas en +los castillos encantados. Yo, espoleado por la curiosidad, salgo tras +él. Heme en el puente que ilumina la plácida claridad del plenilunio. +Un negro colosal, con el traje de tela chorreando agua, se sacude +como un gorila, en medio del corro que á su rededor han formado los +pasajeros, y sonríe mostrando sus blancos dientes de animal familiar. Á +pocos pasos dos marineros encorvados sobre la borda de estribor, halan +un tiburón medio degollado, que se balancea fuera del agua, al costado +de la fragata. Mas he ahí que de pronto rompe el cable, y el tiburón +desaparece en medio de un remolino de espumas. El negrazo musita +apretando los labios elefancíacos: + +--¡Pendejos! + +Y se va, dejando como un rastro en la cubierta del navío las huellas +húmedas de sus pies descalzos. Una voz femenina le grita desde lejos: + +--¡Che, moreno!... + +--¡Voy, horita!... No me dilato. + +La forma de una mujer blanquea sobre negro fondo en la puerta de la +cámara. ¡No hay duda, es ella! ¿Pero cómo no la he adivinado? ¿Qué +hacías tú, corazón, que no me anunciabas su presencia? ¡Oh, con cuánto +gusto hubiérate entonces puesto bajo sus lindos pies para castigo! El +marinero se acerca: + +--¿Manda alguna cosa la Niña Chole? + +--Quiero verte matar un tiburón. + +El negro sonríe con esa sonrisa blanca de los salvajes, y pronuncia +lentamente, sin apartar los ojos de las olas que argenta la luna: + +--No puede ser, mi amita: Se ha juntado una punta de tiburones, ¿sabe? + +--¿Y tienes miedo? + +--¡Qué va!... Aunque fácilmente, como la sazón está peligrosa... Vea su +merced no más... + +La Niña Chole no le dejó concluir: + +--¿Cuánto te han dado esos señores? + +--Veinte tostones: Dos centenes, ¿sabe? + +Oyó la respuesta el contramaestre, que pasaba ordenando una maniobra, y +con esa concisión dura y franca de los marinos curtidos, sin apartar el +pito de los labios ni volver la cabeza, apuntóle: + +--¡Cuatro monedas y no seas guaje!... + +El negro pareció dudar. Asomóse al barandal de estribor y observó un +instante el fondo del mar donde temblaban amortiguadas las estrellas. +Veíanse cruzar argentados y fantásticos peces que dejaban tras sí estela +de fosforescentes chispas y desaparecían confundidos con los rieles de +la luna: En la zona de sombra que sobre el azul de las olas proyectaba +el costado de la fragata, esbozábase la informe mancha de una cuadrilla +de tiburones. El marinero se apartó reflexionando. Todavía volvióse una +ó dos veces á mirar las dormidas olas, como penetrado de la queja que +lanzaban en el silencio de la noche. Picó un cigarro con las uñas, y se +acercó: + +--Cuatro centenes, ¿le apetece á mi amita? + +La Niña Chole, con ese desdén patricio que las criollas opulentas +sienten por los negros, volvió á él su hermosa cabeza de reina india, y +en tono tal, que las palabras parecían dormirse cargadas de tedio en el +borde de los labios, murmuró: + +--¿Acabarás?... ¡Sean los cuatro centenes!... + +Los labios hidrópicos del negro esbozaron una sonrisa de ogro avaro y +sensual: Seguidamente despojóse de la blusa, desenvainó el cuchillo que +llevaba en la cintura y como un perro de Terranova tomóle entre los +dientes y se encaramó sobre la borda. El agua del mar relucía aún en +aquel torso desnudo que parecía de barnizado ébano. Inclinóse el negrazo +sondando con los ojos el abismo: Luego, cuando los tiburones salieron +á la superficie, le vi erguirse negro y mitológico sobre el barandal +que iluminaba la luna, y con los brazos extendidos echarse de cabeza +y desaparecer buceando. Tripulación y pasajeros, cuantos se hallaban +sobre cubierta, agolpáronse á la borda. Sumiéronse los tiburones en +busca del negro, y todas las miradas quedaron fijas en un remolino +que no tuvo tiempo á borrarse, porque casi incontinenti una mancha de +espumas rojas coloreó el mar, y en medio de los hurras de la marinería +y el vigoroso aplaudir de las manos coloradotas y plebeyas de los +mercaderes salió á flote la testa chata y lanuda del marinero que nadaba +ayudándose de un solo brazo, mientras con el otro sostenía entre aguas +un tiburón degollado por la garganta, donde traía clavado el cuchillo. +Tratóse en tropel de izar al negro: Arrojáronse cuerdas, ya para el +caso prevenidas, y cuando levantaba medio cuerpo fuera del agua rasgó +el aire un alarido horrible, y le vimos abrir los brazos y desaparecer +sorbido por los tiburones. Yo permanecía aún sobrecogido cuando sonó á +mi espalda una voz que decía: + +--¿Quiere hacerme sitio, señor? + +Al mismo tiempo alguien tocó suavemente mi hombro. Volví la cabeza y +halléme con la Niña Chole. Vagaba cual siempre, por su labio inquietante +sonrisa, y abría y cerraba velozmente una de sus manos, en cuya palma vi +lucir varias monedas de oro. Rogóme con cierto misterio que la dejase +sitio, y doblándose sobre la borda las arrojó lo más lejos que pudo. En +seguida volvióse á mí con gentil escorzo de todo el busto: + +--¡Ya tiene para el flete de Carón!... + +Yo debía estar más pálido que la muerte, pero como ella fijaba en mí +sus hermosos ojos y sonreía, vencióme el encanto de los sentidos, y mis +labios aún trémulos, pagaron aquella sonrisa de reina antigua con la +sonrisa del esclavo, que aprueba cuanto hace su señor. La crueldad de +la criolla me horrorizaba y me atraía: Nunca como entonces me pareciera +tentadora y bella. Del mar oscuro y misterioso subían murmullos y +aromas: La blanca luna les prestaba no sé qué rara voluptuosidad. La +trágica muerte de aquel coloso negro, el mudo espanto que se pintaba +aún en todos los rostros, un violín que lloraba en la cámara, todo en +aquella noche, bajo aquella luna, era para mí objeto de voluptuosidad +depravada y sutil... + +Alejóse la Niña Chole con ese andar rítmico y ondulante que recuerda al +tigre, y al desaparecer, una duda cruel me mordió el corazón. Hasta +entonces no había reparado que á mi lado estaba un adolescente bello y +rubio, que recordé haber visto al desembarcar en la playa de Tuxtlan. +¿Sería para él la sonrisa de aquella boca, en donde parecía dormir el +enigma de algún antiguo culto licencioso, cruel y diabólico? + +[imagen no disponible] + + + + +CON LAS PRIMERAS luces del alba desembarqué en Veracruz. +Tuve miedo de aquella sonrisa de Lilí, que ahora se me aparecía en +boca de otra mujer. Tuve miedo de aquellos labios, los labios de Lilí, +frescos, rojos, fragantes como las cerezas de nuestro huerto, que +tanto gustaba de ofrecerme en ellos. Si el pobre corazón es liberal, y +dió hospedaje al amor más de una y de dos veces, y gustó sus contadas +alegrías, y padeció sus innumerables tristezas, no pueden menos de +causarle temblores, miradas y sonrisas cuando los ojos y los labios que +las prodigan son como los de la Niña Chole. ¡Yo he temblado entonces, +y temblaría hoy, que la nieve de tantos inviernos cayó sin deshelarse +sobre mi cabeza! + +Ya otras veces había sentido ese mismo terror de amar, pero llegado el +trance de poner tierra por medio, siempre me habían faltado los ánimos +como á una romántica damisela. ¡Flaquezas del corazón mimado toda la +vida por mi ternura, y toda la vida dándome sinsabores! Hoy tengo por +experiencia averiguado que únicamente los grandes santos y los grandes +pecadores, poseen la virtud necesaria para huir las tentaciones del +amor. Yo confieso humildemente que sólo en aquella ocasión pude dejar +de ofrecerle el nido de mi pecho al sentir el roce de sus alas. ¡Tal vez +por eso el destino tomó á empeño probar el temple de mi alma! + +Cuando arribábamos á la playa en un esquife de la fragata, otro esquife +empavesado con banderas y gallardetes, acababa de varar en ella, y mis +ojos adivinaron á la Niña Chole en aquella mujer blanca y velada que +desde la proa saltó á la orilla. Sin duda estaba escrito que yo había de +ser tentado y vencido. Hay mártires con quienes el diablo se divierte +robándoles la palma, y desgraciadamente, yo he sido uno de esos toda la +vida. Pasé por el mundo como un santo caído de su altar y descalabrado. +Por fortuna, algunas veces pude hallar manos blancas y piadosas que +vendasen mi corazón herido. Hoy, al contemplar las viejas cicatrices y +recordar cómo fuí vencido, casi me consuelo. En una Historia de España, +donde leía siendo niño, aprendí que lo mismo da triunfar que hacer +gloriosa la derrota. + +Al desembarcar en Veracruz, mi alma se llenó de sentimientos heroicos. +Yo crucé ante la Niña Chole orgulloso y soberbio como un conquistador +antiguo. Allá en sus tiempos mi antepasado Gonzalo de Sandoval, que +fundó en México el reino de la Nueva Galicia, no habrá mostrado mayor +desvío ante las princesas aztecas sus prisioneras, y sin duda la Niña +Chole era como aquellas princesas que sentían el amor al ser ultrajadas +y vencidas, porque me miraron largamente sus ojos y la sonrisa más bella +de su boca fué para mí. La deshojaron los labios como las esclavas +deshojaban las rosas al paso triunfal de los vencedores. Yo, sin +embargo, supe permanecer desdeñoso. + +Por aquella playa de dorada arena subimos á la par, la Niña Chole entre +un cortejo de criados indios, yo precedido de mi esclavo negro. Casi +rozando nuestras cabezas, volaban torpes bandadas de feos y negros +pajarracos. Era un continuado y asustadizo batir de alas que pasaban +oscureciendo el sol. Yo las sentía en el rostro como fieros abanicazos. +Tan presto iban rastreando como se remontaban en la claridad azul. +Aquellas largas y sombrías bandadas cerníanse en la altura con revuelo +quimérico, y al caer sobre las blancas azoteas moriscas las ennegrecían, +y al posarse en los cocoteros del arenal desgajaban las palmas. Parecían +aves de las ruinas con su cabeza leprosa, y sus alas flequeadas, y su +plumaje de luto, de un negro miserable, sin brillo ni tornasoles. Había +cientos, había miles. Un esquilón tocaba á misa de alba en la iglesia de +los Dominicos que estaba al paso, y la Niña Chole entró con el cortejo +de sus criados. Todavía desde la puerta me envió una sonrisa. ¡Pero lo +que acabó de prendarme fue aquella muestra de piedad! + +[imagen no disponible] + + + + +EN LA VILLA Rica de la Veracruz fué mi alojamiento un +venerable parador que acordaba el tiempo feliz de los virreyes. Yo +esperaba detenerme allí pocas horas. Quería reunir una escolta aquel +mismo día y ponerme en camino para las tierras que habían constituido mi +mayorazgo. Por entonces sólo con buena guardia de escopeteros era dado +aventurarse en los caminos mexicanos, donde señoreaban cuadrillas de +bandoleros: ¡Aquellos plateados tan famosos por su fiera bravura y su +lujoso arreo! Eran los tiempos de Adriano Cuéllar y Juan de Guzmán. + +De pronto, en el patio lleno de sol apareció la Niña Chole con su +séquito de criados. Majestuosa y altiva se acercaba con lentitud, dando +órdenes á un caballerango que escuchaba con los ojos bajos y respondía +en lengua yucateca, esa vieja lengua que tiene la dulzura del italiano +y la ingenuidad pintoresca de los idiomas primitivos. Al verme hizo +una gentil cortesía, y por su mandato corrieron á buscarme tres indias +núbiles que parecían sus azafatas. Hablaban alternativamente como +novicias que han aprendido una letanía, y recitan aquello que mejor +saben. Hablaban lentas y humildes, sin levantar la mirada: + +--Es la Niña que nos envía, señor... + +--Nos envía para decirle... + +--Perdone vos, para rogarle, señor... + +--Como ha sabido la Niña que vos, señor, junta una escolta, y ella +también tiene de hacer camino. + +--¡Mucho camino, señor! + +--¡Hartas leguas, señor! + +--¡Más de dos días, señor! + +Seguí á las azafatas. La Niña Chole me recibió agitando las manos: + +--¡Oh! Perdone el enojo. + +Su voz era queda, salmodiada y dulce, voz de sacerdotisa y de princesa. +Yo, después de haberla contemplado intensamente, me incliné. ¡Viejas +artes de enamorar, aprendidas en el viejo Ovidio! La Niña Chole +prosiguió: + +--En este mero instante acabo de saber que junta usted una escolta para +ponerse en viaje. Si hiciésemos la misma jornada podríamos reunir la +gente. Yo voy á Necoxtla. + +Haciendo una cortesía versallesca y suspirando, respondí: + +--Necoxtla, está seguramente en mi camino. + +La Niña Chole interrogó curiosa: + +--¿Va usted muy lejos? ¿Acaso á Nueva Sigüenza? + +--Voy á los llanos de Tixul, que ignoro dónde están. Una herencia del +tiempo de los virreyes, entre Grijalba y Tlacotalpan. + +La Niña Chole me miró con sorpresa: + +--¿Qué dice, señor? Es diferente nuestra ruta. Grijalba está en la +costa, y hubiérale sido mejor continuar embarcado. + +Me incliné de nuevo con rendimiento: + +--Necoxtla está en mi camino. + +Ella sonrió desdeñosa: + +--Pero no reuniremos nuestras gentes. + +--¿Por qué? + +--Porque no debe ser. Le ruego, señor, que siga su camino. Yo seguiré el +mío. + +--Es uno mismo el de los dos. Tengo el propósito de secuestrarla á usted +apenas nos hallemos en despoblado. + +Los ojos de la Niña Chole, tan esquivos antes, se cubrieron con una +amable claridad: + +--¿Diga, son locos todos los españoles? + +Yo repuse con arrogancia: + +--Los españoles nos dividimos en dos grandes bandos: Uno, el Marqués de +Bradomín, y el otro todos los demás. + +La Niña Chole me miró risueña: + +--¡Cuánta jactancia, señor! + +En aquel momento el caballerango vino á decirle que habían ensillado, +y que la gente estaba dispuesta á ponerse en camino si tal era su +voluntad. Al oirle, la Niña Chole me miró intensamente, seria y muda. +Después volviéndose al criado, le interrogó: + +--¿Qué caballo me habéis dispuesto? + +--Aquel alazano, Niña. Véale allí. + +--¿El alazano rodado? + +--¡Qué va, Niña! El otro alazano del belfo blanco que bebe en el agua. +Vea qué linda estampa. Tiene un paso que se traga los caminos, y la +boca una seda. Lleva sobre el borrén la cantarilla de una ranchera, y +galopando no la derrama. + +--¿Dónde haremos parada? + +--En el convento de San Juan de Tegusco. + +--¿Llegaremos de noche? + +--Llegaremos al levantarse la luna. + +--Pues advierte á la gente de montar luego, luego. + +El caballerango obedeció. La Niña Chole me pareció que apenas podía +disimular una sonrisa: + +--Señor, mal se verá para seguirme, porque parto en el mero instante. + +--Yo también. + +--¿Pero acaso tiene dispuesta su gente? + +--Como yo esté dispuesto, basta. + +Vea que camino á reunirme con mi marido y no quiera balearse con él. +Pregunte y le dirán quién es el general Diego Bermúdez. + +Oyéndola, sonreí desdeñosamente. Tornaba en esto el caballerango, y +quedóse á distancia esperando silencioso y humilde. La Niña Chole le +llamó: + +--Llega, cálzame la espuela. + +Ya obedecía, cuando yo arranqué de sus manos el espolín de plata é +hinqué la rodilla ante la Niña Chole, que sonriendo me mostró su lindo +pie prisionero en chapín de seda. Con las manos trémulas le calcé el +espolín. Mi noble amigo Barbey D'Aurevilly hubiera dicho de aquel pie +que era hecho para pisar un zócalo de Pharos. Yo no dije nada, pero lo +besé con tan apasionado rendimiento, que la Niña Chole exclamó risueña: + +--Señor, deténgase en los umbrales. + +Y dejó caer la falda, que con dedos de ninfa sostenía levemente alzada. +Seguida de sus azafatas cruzó como una reina ofendida el anchuroso +patio sombreado por toldos de lona, que bajo la luz adquirían tenue +tinte dorado de marinas velas. Los cínifes zumbaban en torno de un +surtidor que gallardeaba al sol su airón de plata, y llovía en menudas +irisadas gotas sobre el tazón de alabastro. En medio de aquel ambiente +encendido, bajo aquel cielo azul donde la palmera abre su rumoroso +parasol, la fresca música del agua me recordaba de un modo sensacional +y remoto las fatigas del desierto y el deleitoso sestear en los oasis. +De tiempo en tiempo un jinete entraba en el patio: Los mercenarios +que debían darnos escolta á través de los arenales de Tierra Caliente +empezaban á juntarse. Pronto estuvieron reunidas las dos huestes: Una y +otra se componían de gente marcial y silenciosa: Antiguos salteadores +que fatigados de la vida aventurera, y despechados del botín incierto, +preferían servir á quien mejor les pagaba, sin que ninguna empresa +les arredrase: Su lealtad era legendaria. Ya estaba ensillado mi +caballo con las pistolas en el arzón, y á la grupa las vistosas y +moriscas alforjas donde iba el viático para la jornada, cuando la Niña +Chole reapareció en el patio. Al verla me acerqué sonriendo, y ella +fingiéndose enojada, batió el suelo con su lindo pie. + +[imagen no disponible] + + + + +MONTAMOS, y en tropel atravesamos la ciudad. Ya fuera +de sus puertas hicimos un alto para contarnos. Después dió comienzo la +jornada fatigosa y larga. Aquí y allá, en el fondo de las dunas y en la +falda de arenosas colinas, se alzaban algunos jacales que entre vallados +de enormes cactus asomaban sus agudas techumbres de cáñamo gris medio +podrido. Mujeres de tez cobriza y mirar dulce salían á los umbrales, +é indiferentes y silenciosas nos veían pasar. La actitud de aquellas +figuras broncíneas revelaba esa tristeza transmitida, vetusta, de las +razas vencidas. Su rostro era humilde, con dientes muy blancos y grandes +ojos negros, selváticos, indolentes y velados. Parecían nacidas para +vivir eternamente en los aduares y descansar al pie de las palmeras y de +los ahuehuetles. + +Ya puesto el sol divisamos una aldea india. Estaba todavía muy lejana +y se aparecía envuelta en luz azulada y en silencio de paz. Rebaños +polvorientos y dispersos adelantaban por un camino de tierra roja +abierto entre maizales gigantes. El campanario de la iglesia, con su +enorme nido de zopilotes, descollaba sobre las techumbres de palma. +Aquella aldea silenciosa y humilde, dormida en el fondo de un valle, +me hizo recordar las remotas aldeas abandonadas al acercarse los +aventureros españoles. Ya estaban cerradas todas las puertas y subía de +los hogares un humo tenue y blanco que se disipaba en la claridad del +crepúsculo como salutación patriarcal. + +Nos detuvimos á la entrada y pedimos hospedaje en un antiguo priorato de +Comendadoras Santiaguistas. Á los golpes que un espolique descargó en +la puerta, una cabeza con tocas asomó en la reja y hubo largo coloquio. +Nosotros, aún bastante lejos, íbamos al paso de nuestros caballos, +abandonadas las riendas y distraídos en plática galante. Cuando llegamos +la monja se retiraba de la reja: Poco después las pesadas puertas de +cedro se abrían lentamente, y una monja donada toda blanca en su hábito, +apareció en el umbral: + +--Pasen, hermanos, si quieren reposar en esta santa casa. + +Nunca las Comendadoras Santiaguistas negaban hospitalidad. Á todo +caminante que la demandase debía serle concedida. Así estaba dispuesto +por los estatutos de la fundadora Doña Beatriz de Zayas, favorita y dama +de un virrey. El escudo nobiliario de la fundadora todavía campeaba +sobre el arco de la puerta. La hermana donada nos guió á través de un +claustro sombreado por oscuros naranjos. Allí era el cementerio de las +Comendadoras. Sobre los sepulcros, donde quedaban borrosos epitafios, +nuestros pasos resonaron. Una fuente lloraba monótona y triste. Empezaba +la noche, y las moscas de luz danzaban entre el negro follaje de los +naranjos. Cruzamos el claustro y nos detuvimos ante una puerta forrada +de cuero y claveteada de bronce. La hermana abrió. El manojo de llaves +que colgaba de su cintura produjo un largo son y quedó meciéndose. La +donada cruzó las manos sobre el escapulario, y pegándose al muro nos +dejó paso al mismo tiempo que murmuraba gangosa: + +--Esta es la hospedería, hermanos. + +Era la hospedería una estancia fresca, con ventanas de mohosa y labrada +reja, que caían sobre el jardín. En uno de los testeros campeaba el +retrato de la fundadora, que ostentaba larga leyenda al pie, y en el +otro un altar con paños de cándido lino. La mortecina claridad apenas +dejaba entrever los cuadros de un Vía-Crucis que se desenvolvía en torno +del muro. La hermana donada llegó sigilosa á demandarme qué camino hacía +y cuál era mi nombre. Yo, en voz queda y devota, como ella me había +interrogado, respondí: + +--Soy el Marqués de Bradomín, hermana, y mi ruta acaba en esta santa +casa. + +La donada murmuró con tímida curiosidad: + +--Si desea ver á la Madre Abadesa, le llevaré recado. Siempre tendrá +que tener un poco de paciencia, pues ahora la Madre Abadesa se halla +platicando con el señor Obispo de Colima, que llegó antier. + +--Tendré paciencia, hermana. Veré á la Madre Abadesa cuando sea ocasión. + +--¿El Señor la conoce ya? + +--No, hermana. Llego á esta santa casa para cumplir un voto. + +En aquel momento se acercaba la Niña Chole, y la monja, mirándola +complacida, murmuró: + +--¿La Señora mi Marquesa también? + +La Niña Chole cambió conmigo una mirada burlona que me pareció de +alegres desposorios. Los dos respondimos á un tiempo: + +--También, hermana, también. + +--Pues ahora mismo prevengo á la Madre Abadesa. Tendrá mucho contento +cuando sepa que han llegado personas de tanto linaje: Ella también es +muy española. + +Y la hermana donada, haciendo una profunda reverencia, se alejó moviendo +leve rumor de hábitos y de sandalias. Tras ella salieron los criados, +y la Niña Chole quedó sola conmigo. Yo besé su mano, y ella, con una +sonrisa de extraña crueldad, murmuró: + +--¡Téngase por muerto si llega á saber algo de esta burla el general +Diego Bermúdez! + +La Niña Chole llegó ante el altar, y cubriéndose la cabeza con el +rebocillo se arrodilló. Sus siervos, agrupados en la puerta de la +hospedería, la imitaron, santiguándose en medio de un piadoso murmullo. +La Niña Chole alzó la voz, rezando en acción de gracias por nuestra +venturosa jornada. Los siervos respondían á coro. Yo, como caballero +santiaguista, recé mis oraciones dispensado de arrodillarme por el fuero +que tenemos de canónigos agustinos. + +[imagen no disponible] + + + + +ENTRARON primero dos legas, que traían una gran bandeja +de plata cargada de refrescos y confituras, y luego entró la Madre +Abadesa, flotante el blanco hábito, que ostentaba la roja cruz de +Santiago. Detúvose en la puerta, y con leve sonrisa, al par amable y +soberana, saludó en latín: + +--¡Deo gratias! + +Nosotros respondimos en romance: + +--¡Á Dios sean dadas! + +La Madre Abadesa tenía hermoso aspecto de infanzona: Era blanca y rubia, +de buen donaire y de gran cortesanía. Sus palabras de bienvenida fueron +éstas: + +--Yo también soy española, nacida en Viana del Prior. Cuando niña, he +conocido á un caballero muy anciano que llevaba el título de Marqués de +Bradomín. ¡Era un santo! + +Yo repuse sin orgullo: + +--Además de un santo, era mi abuelo. + +La Madre Abadesa sonrió benévola, y después suspiró: + +--¿Habrá muerto hace muchos años? + +--¡Muchos! + +--Dios le tenga en Gloria. Le recuerdo muy bien. Tenía corrido mucho +mundo, y hasta creo que había estado aquí, en México. + +--Aquí hizo la guerra cuando la sublevación del cura Hidalgo. + +--¡Es verdad!... ¡Es verdad! Aunque muy niña, me acuerdo de haberle oído +contar... Era gran amigo de mi casa. Yo pertenezco á los Andrade de Cela. + +--¡Los Andrades de Cela! ¡Un antiguo mayorazgo! + +--Desapareció á la muerte de mi padre. ¡Qué destino el de las nobles +casas, y qué tiempos tan ingratos los nuestros! En todas partes +gobiernan los enemigos de la religión y de las tradiciones, aquí lo +mismo que en España. + +La Madre Abadesa suspiró levantando los ojos y cruzando las manos: +Así terminó su plática conmigo. Después acercóse á la Niña Chole con +la sonrisa amable y soberana de una hija de reyes retirada á la vida +contemplativa: + +--¿Sin duda la Marquesa es mexicana? + +La Niña Chole inclinó los ojos poniéndose encendida: + +--Sí, Madre Abadesa. + +--¿Pero de origen español? + +--Sí, Madre Abadesa. + +Como la Niña Chole vacilaba al responder, y sus mejillas se teñían de +rosa, yo intervine ayudándola galante. En honor suyo inventé toda una +leyenda de amor, caballeresca y romántica, como aquellas que entonces +se escribían. La Madre Abadesa conmovióse tanto, que durante mi relato +vi temblar en sus pestañas dos lágrimas grandes y cristalinas. Yo, de +tiempo en tiempo, miraba á la Niña Chole y esperaba cambiar con ella una +sonrisa, pero mis ojos nunca hallaban los suyos. Escuchaba inmóvil, con +rara ansiedad. Yo mismo me maravillaba al ver cómo fluía de mis labios +aquel enredo de comedia antigua. Estuve tan inspirado, que de pronto +la Niña Chole sepultó el rostro entre las manos, sollozando con amargo +duelo. La Madre Abadesa, muy conmovida, le oreó la frente dándole aire +con el santo escapulario de su hábito, mientras yo, á viva fuerza le +tenía sujetas las manos. Poco á poco tranquilizóse, y la Madre Abadesa +nos llevó al jardín, para que respirando la brisa nocturna, acabase de +serenarse la Marquesa. Allí nos dejó solos, porque tenía que asistir al +coro para rezar los maitines. + +El jardín estaba amurallado como una ciudadela. Era vasto y sombrío, +lleno de susurros y de aromas. Los árboles de las avenidas juntaban tan +estrechamente sus ramas, que sólo con grandes espacios veíamos algunos +follajes argentados por la luna. Caminamos en silencio. La Marquesa +suspirante, yo pensativo, sin acertar á consolarla. Entre los árboles +divisamos un paraje raso con oscuros arrayanes bordeados por blancas y +tortuosas sendas: La luna derramaba sobre ellas su luz lejana é ideal +como un milagro. La Marquesa se detuvo. Dos legas estaban sentadas al +pie de una fuente rodeada de laureles enanos, que tienen la virtud +de alejar el rayo. No se sabía si las dos legas rezaban ó se decían +secretos del convento, porque el murmullo de sus voces se confundía +con el murmullo del agua. Estaban llenando sus ánforas. Al acercarnos +saludaron cristianamente: + +--¡Ave María Purísima! + +--¡Sin pecado concebida! + +Yo quise beber de la fuente, y ellas me lo impidieron con grandes gritos: + +--¡Señor! ¿Qué hace, señor? + +Me detuve un poco inmutado: + +--¿Es venenosa esta agua? + +--Santígüese, señor. Es agua bendita, y solamente la Comunidad tiene +bula para beberla. Bula del Santo Padre, venida de Roma. ¡Es agua santa +del Niño Jesús! + +Y las dos legas, hablando á coro, mostrábanme el angelote desnudo, que +enredador y tronera vertía el agua en el tazón de alabastro por su +menuda y cándida virilidad. Me dijeron que era el Niño Jesús. Oyendo +esto, la Marquesa santiguóse devotamente. Yo aseguré á las legas que +también tenía bula para beber las aguas del Niño Jesús. Ellas me +miraron mostrando gran respeto, y disputáronse ofrecerme sus ánforas, +pero yo preferí saciar mi sed aplicando los labios al santo surtidor de +donde el agua manaba. Me acometió tal tentación de risa, que por poco +me ahogo. La Niña Chole, que no podía creer la historia de mi bula, me +recordó en voz baja que Dios castiga siempre el sacrilegio. + +[imagen no disponible] + + + + +DESPUÉS de los maitines vino á buscarnos una monja y nos +condujo al refectorio donde estaba dispuesta la colación. Hablaba con +las manos juntas: Era vieja y gangosa. Nosotros la seguimos, pero al +pisar los umbrales del convento la Niña Chole se detuvo vacilante: + +--Hermana, yo guardo el día ayunando, y no puedo entrar en el refectorio +para hacer colación. + +Al mismo tiempo sus ojos de reina india imploraban mi ayuda: Se la +otorgué liberal. Comprendí que la Niña Chole temía ser conocida de +algún caminante, pues todos los que llegaban al convento se reunían á +son de campana para hacer colación. La monja edificada por aquel ayuno, +interrogó solícita: + +--¿Qué desea mi señora? + +--Retirarme á descansar, hermana. + +--Pues cuando le plazca, mi señora. ¿Sin duda traen muy larga jornada? + +--Desde Veracruz. + +--Cierto que sentirá grande fatiga la pobrecita. + +Hablando de esta suerte nos hizo cruzar un largo corredor. Por las +ventanas entraba la luz blanca de la luna. En aquella santa paz el +acompasado son de mis espuelas despertaba un eco sacrílego y marcial, y +como amedrentadas por él, la monja y la Marquesa caminaban ante mí con +leve y devoto rumor. La monja abrió una puerta de antigua tracería, y +apartándose á un lado murmuró: + +--Pase mi señora: Yo nada me retardo. Guío al Señor Marqués al +refectorio, y torno á servirla luego, luego. + +La Marquesa entró sin mirarme. La monja cerró la puerta y alejóse como +una sombra llamándome con vago ademán. Guióme hasta el refectorio, y +saludando más gangosa que nunca, se alejó. Entré, y cuando mis ojos +buscaban un sitial vacío en torno de la mesa, alzóse el capellán del +convento, y vino á decirme con gran cortesanía que mi puesto estaba á +la cabecera. El capellán era un fraile dominico, humanista y poeta, +que había vivido muchos años desterrado de México por el Arzobispo, y +privado de licencias para confesar y decir misa. Todo ello por una falsa +delación. Esta historia me la contaba en tanto me servía. Al terminar, +me habló así: + +--Ya sabe el Señor Marqués de Bradomín la vida y milagros de Fray Lope +Castellar. Si necesita un capellán para su casa, créame que con sumo +gusto dejaré á estas santas señoras. Aun cuando sea para cruzar los +mares, mi Señor Marqués. + +--Ya tengo capellanes en España. + +--Perdone entonces. Pues para servirle aquí, en este México de mis +pecados, donde en un santiamén dejan sin vida á un cristiano. Créame, +quien pueda pagarse un capellán, debe hacerlo, aun cuando sólo sea para +tener á mano quien le absuelva en trance de muerte. + +Había terminado la colación, y entre el sordo y largo rumor producido +por los sitiales, todos nos pusimos en pie para rezar una oración de +gracias compuesta por la piadosa fundadora Doña Beatriz de Zayas. Las +legas comenzaron á levantar los manteles, y la Madre Abadesa entró +sonriendo benévolamente: + +--¿El Señor Marqués, prefiere que se disponga otra celda para su +descanso? + +El rubor que asomó en las mejillas de la Madre Abadesa me hizo +comprender, y sin dominar una sonrisa respondí: + +--Haré compañía á la Marquesa, que es muy medrosa, si lo consienten los +estatutos de esta santa casa. + +La Madre Abadesa me interrumpió: + +--Los estatutos de esta santa casa no pueden ir en contra de la +Religión. + +Sentí un vago sobresalto. La Madre Abadesa inclinó los ojos, y +permaneciendo con ellos bajos, dijo pausada y doctoral: + +--Para Nuestro Señor Jesucristo merecen igual amor las criaturas que +junta con santo lazo su voluntad, que aquellas apartadas de la vida +mundana, también por su Gracia... Yo no soy como el fariseo que se creía +mejor que los demás, Señor Marqués. + +La Madre Abadesa, con su hábito blanco, estaba muy bella, y como me +parecía una gran dama, capaz de comprender la vida y el amor, sentí +la tentación de pedirle que me acogiese en su celda, pero fué sólo +la tentación. Acercóse con una lámpara encendida aquella monja vieja +y gangosa que me había acompañado al refectorio, y la Madre Abadesa, +después de haberle encomendado que me guiase, se despidió. Confieso que +sentí una vaga tristeza viéndola alejarse por el corredor, flotante el +noble hábito que blanqueaba en las tinieblas. Volviéndome á la monja, +que esperaba inmóvil con la lámpara, le pregunté: + +--¿Debe besársele la mano á la Madre Abadesa? + +La monja, echándose la toca sobre la frente, respondió: + +--Aquí solamente se la besamos al Señor Obispo, cuando se digna +visitarnos. + +Y con leve rumor de sandalias comenzó á caminar delante de mí, +alumbrándome hasta la puerta de la celda nupcial. Una celda espaciosa +y perfumada de albahaca, con una reja abierta sobre el jardín, donde +el argentado azul de la noche tropical destacaba negras y confusas las +copas de los cedros. El canto igual y monótono de un grillo rompía +el silencio. Yo cerré la puerta de la celda con llaves y cerrojos, y +andando sin ruido, fuí á entreabrir el blanco mosquitero con que se +velaba pudoroso y monjil, el único lecho que había en la estancia. + +[imagen no disponible] + + + + +LA NIÑA CHOLE reposaba con sueño cándido y feliz: En sus +labios aún vagaba dormido un rezo. Yo me incliné para besarlos: Era mi +primer beso de esposo. La Niña Chole se despertó sofocando un grito: + +--¿Qué hace usted aquí, señor? + +Yo repuse entre galante y paternal: + +--Reina y señora, velar tu sueño. + +La Niña Chole no acertaba á comprender cómo yo podía hallarme en su +celda, y tuve que recordarle mis derechos conyugales, reconocidos por +la Madre Abadesa. Ante aquel gentil recuerdo se mostró llena de enojo. +Clavándome los ojos repetía: + +--¡Oh!... ¡Qué terrible venganza tomará el general Diego Bermúdez!... + +Y ciega de cólera porque al oirla sonreía, me puso en la faz sus manos +de princesa india, manos cubiertas de anillos, enanas y morenas, que +yo hice prisioneras. Sin dejar de mirarla, se las oprimí hasta que +lanzó un grito, y después dominando mi despecho, se las besé. Ella, +sollozante, dejóse caer sobre las almohadas: Yo, sin intentar consolarla +me alejé. Sentía un fiero desdeño lleno de injurias altaneras, y para +disimular el temblor de mis labios que debían estar lívidos, sonreía. +Largo tiempo permanecí apoyado en la reja, contemplando el jardín +susurrante y oscuro. El grillo cantaba, y era su canto un ritmo remoto y +primitivo. De tarde en tarde llegaba hasta mí algún sollozo de la Niña +Chole, tan apagado y tenue, que el corazón siempre dispuesto á perdonar, +se conmovía. De pronto, en el silencio de la noche, una campana del +convento comenzó á doblar. La Niña Chole me llamó temblorosa: + +--¿Señor, no conoce la señal de agonía? + +Y al mismo tiempo se santiguó devotamente. Sin desplegar los labios me +acerqué á su lecho, y quedé mirándola grave y triste. Ella, con la voz +asustada, murmuró: + +--¡Una monja se halla moribunda! + +Yo entonces tomando sus manos entre las mías, le dije amorosamente: + +--¿Y esto te causa miedo? + +--¡Oh!... ¿Quién será? Ahora entrega su alma á Dios Nuestro Señor. ¿Será +alguna novicia? + +Sonriendo diabólicamente, le dije: + +--¡Acaso sea yo!... + +--¿Cómo, señor? + +--Estará á las puertas del convento el general Diego Bermúdez. + +--¡No!... ¡No!... + +Y oprimiéndome las manos, comenzó á llorar. Yo quise enjugar sus +lágrimas con mis labios, y ella echando la cabeza sobre las almohadas, +suplicó: + +--¡Por favor!... ¡Por favor!... + +Velada y queda desfallecía su voz. Quedó mirándome, temblorosos los +párpados y entreabierta la rosa de su boca. La campana seguía sonando +lenta y triste. En el jardín susurraban los follajes, y la brisa que +hacía flamear el blanco y rizado mosquitero, nos traía aromas. Cesó +el toque de agonía, y juzgando propicio el instante, besé á la Niña +Chole. Ella parecía consentir, cuando de pronto en medio del silencio, +la campana dobló á muerto. La Niña Chole dió un grito y se estrechó á +mi pecho: Palpitante de miedo, se refugiaba en mis brazos. Mis manos, +distraídas y paternales, comenzaron á desflorar sus senos. Ella, +suspirando, entornó los ojos, y celebramos nuestras bodas con siete +copiosos sacrificios que ofrecimos á los dioses como el triunfo de la +vida. + +[imagen no disponible] + + + + +COMENZABAN los pájaros á cantar en los árboles del +jardín, saludando al sol, cuando nosotros, ya dispuestos para la jornada +de aquel día, nos asomamos á la reja. Las albahacas, húmedas de rocío, +daban una fragancia intensa, casi desusada, que tenía como una evocación +de serrallo morisco y de verbenas. La Niña Chole reclinó sobre mi hombro +la cabeza, suspiró débilmente, y sus ojos, sus hermosos ojos de mirar +hipnótico y sagrado, me acariciaron románticos. Yo entonces le dije: + +--¿Niña, estás triste? + +--Estoy triste porque debemos separarnos. La más leve sospecha nos +podría costar la vida. + +Pasé amorosamente mis dedos entre la seda de sus cabellos, y respondí +con arrogancia: + +--No temas: Yo sabré imponer silencio á tus criados. + +--Son indios, señor... Aquí prometerían de rodillas, y allá, apenas su +amo les mirase con los ojos fieros, todo se lo dirían... ¡Debemos darnos +un adiós! + +Yo besé sus manos apasionado y rendido: + +--¡Niña, no digas eso!... Volveremos á Veracruz. «La Dalila» quizá +permanezca en el puerto: Nos embarcaremos para Grijalba: Iremos á +escondernos en mi Hacienda de Tixul. + +La Niña Chole me acarició con una mirada larga, indefinible. Aquellos +ojos de reina india eran lánguidos y brillantes: Me pareció que á la vez +reprochaban y consentían. Cruzó el rebocillo sobre el pecho y murmuró +poniéndose encendida: + +--¡Mi historia es muy triste! + +Y para que no pudiese quedarme duda, asomaron dos lágrimas en sus ojos. +Yo creí adivinar, y le dije con generosa galantería: + +--No intentes contármela: Las historias tristes me recuerdan la mía. + +Ella sollozó: + +--Hay en mi vida algo imperdonable. + +--Los hombres como yo todo lo perdonan. + +Al oirme escondió el rostro entre las manos: + +--He cometido el más abominable de los pecados: Un pecado del que sólo +puede absolverme Nuestro Santo Padre. + +Viéndola tan afligida, acaricié su cabeza reclinándola sobre mi pecho, y +le dije: + +--Niña, cuenta con mi valimiento en el Vaticano. Yo he sido capitán en +la Guardia Noble. Si quieres, iremos á Roma en peregrinación, y nos +echaremos á los pies de Gregorio XVI. + +--Iré yo sola... Mi pecado es mío nada más. + +--Por amor y por galantería, yo debo cometer uno igual... ¡Acaso ya lo +habré cometido! + +La Niña Chole levantó hacia mí los ojos llenos de lágrimas, y suplicó: + +--No digas eso... ¡Es imposible! + +Sonreí incrédulamente, y ella, arrancándose de mis brazos, huyó al +fondo de la celda. Desde allí, clavándome una mirada fiera y llorosa, +gritó: + +--Si fuese verdad, te aborrecería... Yo era una pobre criatura inocente +cuando fuí víctima de aquel amor maldito. + +Volvió á cubrirse el rostro con las manos, y en el mismo instante yo +adiviné su pecado. Era el magnífico pecado de las tragedias antiguas. La +Niña Chole estaba maldita como Mirra y como Salomé. Acerquéme lleno de +indulgencia, le descubrí la cara húmeda de llanto, y puse en sus labios +un beso de noble perdón. Después en voz baja y dulce, le dije: + +--Todo lo sé. El general Diego Bermúdez es tu padre. + +Ella gimió con rabia: + +--¡Ojalá no lo fuese! Cuando vino de la emigración, yo tenía doce años +y apenas le recordaba... + +--No le recuerdes ahora tampoco. + +La Niña Chole, conmovida de gratitud y de amor, ocultó la cabeza en mi +hombro: + +--¡Eres muy generoso! + +Mis labios temblaron ardientes sobre su oreja fresca, nacarada y suave +como concha de perlas: + +--Niña, volveremos á Veracruz. + +--No... + +--¿Acaso temes mi abandono? ¿No comprendes que soy tu esclavo para toda +la vida? + +--¡Toda la vida!... Sería tan corta la de los dos... + +--¿Por qué? + +--Porque nos mataría... ¡Lo ha jurado!... + +--Todo será que no cumpla el juramento. + +--Lo cumpliría. + +Y ahogada por los sollozos se enlazó á mi cuello. Sus ojos llenos de +lágrimas, quedaron fijos en los míos como queriendo leer en ellos. Yo +fingiéndome deslumbrado por aquella mirada, los cerré. Ella suspiró: + +--¿Quieres llevarme contigo sin saber toda mi historia? + +--Ya la sé. + +--No. + +--Tú me contarás lo que falta cuando dejemos de querernos, si llega ese +día. + +--Todo, todo debes saberlo ahora, aun cuando estoy segura de tu +desprecio... Eres el único hombre á quien he querido, te lo juro, el +único... Y, sin embargo, por huir de mi padre, he tenido un amante que +murió asesinado. + +Calló sollozante. Yo, tembloroso de pasión, la besé en los ojos, y la +besé en los labios. ¡Aquellos labios sangrientos, aquellos ojos sombríos +tan bellos como su historia!... + +[imagen no disponible] + + + + +LAS CAMPANAS del convento tocaron á misa, y la Niña +Chole quiso oirla antes de comenzar la jornada. Fué una larga misa de +difuntos. Ofició Fray Lope Castellar, y en descargo de mis pecados, +yo serví de acólito. Las Comendadoras cantaban en el coro los Salmos +Penitenciales, y sus figuras blancas y señoriles, arrastrando los +luengos hábitos, iban y venían en torno del facistol que sostenía +abierto el misal de rojas letras. En el fondo de la iglesia, sobre +negro paño rodeado de cirios, estaba el féretro de una monja. Tenía las +manos en cruz, y envuelto á los dedos amoratados el rosario. Un pañuelo +blanco le sujetaba la barbeta y mantenía cerrada la boca, que se sumía +como una boca sin dientes: Los párpados permanecían entreabiertos, +rígidos, azulencos: Las sienes parecían prolongarse inmensamente bajo la +toca. Estaba amortajada en su hábito, y la fimbra se doblaba sobre los +pies descalzos, amarillos como la cera... + +Al terminarse los responsos, cuando Fray Lope Castellar se volvía para +bendecir á los fieles, alzáronse en tropel algunos mercenarios de mi +escolta, apostados en la puerta durante la misa, y como gerifaltes +cayeron sobre el prebisterio, aprisionando á un mancebo arrodillado, +que se revolvió bravamente al sentir sobre sus hombros tantas manos, y +luchó encorvado y rugiente, hasta que, vencido por el número, cayó sobre +las gradas. Las monjas, dando alaridos, huyeron del coro. Fray Lope +Castellar adelantóse estrechando el cáliz sobre el pecho: + +--¿Qué hacéis, mal nacidos? + +Y el mancebo, que jadeaba derribado en tierra, gritó: + +--¡Fray Lope!... ¡No se vende así al amigo! + +--¡Ni tal sospeches, Guzmán! + +Y entonces aquel hombre hizo como el jabalí herido y acosado que se +sacude los alanos: De pronto le vi erguido en pie, revolverse entre +el tropel que le sujetaba, libertar los brazos y atravesar la iglesia +corriendo. Llegó á la puerta, y encontrándola cerrada, se revolvió +con denuedo. De un golpe arrancó la cadena que servía para tocar las +campanas, y armado con ella hizo defensa. Yo, admirando como se merecía +tanto valor y tanto brío, saqué las pistolas y me puse de su lado: + +--¡Alto ahí!... + +Los hombres de la escolta quedaron indecisos, y en aquel momento, Fray +Lope, que permanecía en el presbiterio, abrió la puerta de la sacristía, +que rechinó largamente. El mancebo, haciendo con la cadena un terrible +molinete, pasó sobre el féretro de la monja, rompió la hilera de cirios +y ganó aquella salida. Los otros le persiguieron dando gritos, pero la +puerta se cerró de golpe ante ellos, y volviéronse contra mí, alzando +los brazos con amenazador despecho. Yo, apoyado en la reja del coro, +dejé que se acercasen, y disparé mis dos pistolas. Abrióse el grupo +repentinamente silencioso, y cayeron dos hombres. La Niña Chole se +levantó trágica y bella: + +--¡Quietos!... ¡Quietos!... + +Aquellos mercenarios no la oyeron. Con encarnizado vocerío viniéronse +para mí, amenazándome con sus pistolas. Una lluvia de balas se aplastó +en la reja del coro. Yo, milagrosamente ileso, puse mano al machete: + +--¡Atrás!... ¡Atrás, canalla! + +La Niña Chole se interpuso, gritando con angustia: + +--¡Si respetáis su vida, he de daros harta plata! + +Un viejo que á guisa de capitán estaba delante, volvió hacia ella los +ojos fieros y encendidos. Sus barbas chivas temblaban de cólera: + +--Niña, la cabeza de Juan Guzmán está pregonada. + +--Ya lo sé. + +--Si le hubiésemos entregado vivo, tendríamos cien onzas. + +--Las tendréis. + +Hubo otra ráfaga de voces violentas y apasionadas. El viejo mercenario +alzó los brazos imponiendo silencio: + +--¡Dejad á la gente que platique! + +Y con la barba siempre temblona, volvióse á nosotros: + +--¿Los compañeros ahí tendidos como perros, no valen ninguna cosa? + +--La Niña Chole murmuró con afán: + +--¡Sí!... ¿Qué quieres? + +--Eso ha de tratarse con despacio. + +--Bueno... + +--Es menester otra prenda que la palabra. + +La Niña Chole arrancóse los anillos, que parecían dar un aspecto sagrado +á sus manos de princesa, y llena de altivez se los arrojó: + +--Repartid eso y dejadnos. + +Entre aquellos hombres hubo un murmullo de indecisión, y lentamente se +alejaron por la nave de la iglesia. En el presbiterio detuviéronse á +deliberar. La Niña Chole apoyó sus manos sobre mis hombros y me miró en +el fondo de los ojos: + +--¡Oh!... ¡Qué español tan loco! ¡Un león en pie!... + +Respondí con una vaga sonrisa. Yo experimentaba la más violenta angustia +en presencia de aquellos dos hombres caídos en medio de la iglesia, +el uno sobre el otro. Lentamente se iba formando en torno de ellos +un gran charco de sangre que corría por las junturas de las losas. +Sentíase el borboteo de las heridas, y el estertor del que estaba caído +debajo. De tiempo en tiempo se agitaba y movía una mano lívida, con +estremecimientos nerviosos. + +[imagen no disponible] + + + + +FRAY LOPE CASTELLAR nos esperaba en la sacristía leyendo +el breviario. Sobre labrado arcón estaban las vestiduras plegadas con +piadoso esmero. La sacristía era triste, con una ventana alta y enrejada +oscurecida por las ramas de un cedro. Fray Lope, al vernos llegar, +alzóse del escaño: + +--¡Muertos les he creído! ¡Ha sido un milagro!... Siéntense: Es menester +que esta dama cobre ánimos. Van á probar el vino con que celebra la +misa Su Ilustrísima, cuando se digna visitarnos. Un vino de España. +¡Famoso, famoso!... Ya lo dice el adagio indiano: Vino, mujer y bretaña, +de España. + +Hablando de esta suerte, acercóse á una grande y lustrosa alacena, y la +abrió de par en par. Sacó de lo más hondo un pegajoso cangilón, y le +olió con regalo: + +--Ahora verán qué néctar. Este humilde fraile celebra su misa con un +licor menos delicado. Sin embargo, todo es sangre de Nuestro Señor +Jesucristo. + +Llenó con mano temblona un vaso de plata, y presentóselo á la Niña +Chole, que lo recibió en silencio, y, en silencio también, me lo pasó á +mí. Fray Lope, en aquel momento, colmaba otro vaso igual: + +--¡Qué hace mi señora! Si el noble Marqués tiene aquí... + +La Niña Chole sonrió con languidez: + +--¡Le acompaña usted, Fray Lope! + +Fray Lope rió sonoramente: Sentóse sobre el arcón, y dejó el vaso á su +lado: + +--El noble Marqués me permitirá una pregunta: ¿De qué conoce á Juan de +Guzmán? + +--¡No le conozco!... + +--¿Y cómo le defendió tan bravamente? + +--Una fantasía que me vino en aquel momento. + +Fray Lope movió la tonsurada cabeza, y apuró un sorbo del vaso que tenía +á su diestra: + +--¡Una fantasía! ¡Una fantasía!... Juan de Guzmán es mi amigo, y, sin +embargo, yo jamás hubiera osado tanto. + +La Niña Chole murmuró con altivo desdén: + +--No todos los hombres son iguales... + +Yo, agradecido al buen vino que Fray Lope me escanciaba, intervine +cortesano: + +--¡Más valor hace falta para cantar misa! + +Fray Lope me miró con ojos burlones: + +--Eso no se llama valor: Es la Gracia... + +Hablando así, alzamos los vasos y á un tiempo les dimos fin. Fray Lope +tornó á llenarlos: + +--¿Y el noble Marqués hasta ignorará quién es Juan de Guzmán? + +--Ayer, cuando juntaba mi escolta en Veracruz, oí por primera vez su +nombre... Creo que es un famoso capitán de bandidos. + +--¡Famoso! Tiene la cabeza pregonada. + +--¿Conseguirá ponerse en salvo? + +Fray Lope juntó las manos y entornó los párpados gravemente: + +--¡Y quién sabe, mi señor!... + +--¿Cómo se arriesgó á entrar en la iglesia? + +--Es muy piadoso... Además tiene por madrina á la Madre Abadesa. + +En aquel momento alzóse la tapa del arcón, y un hombre que allí estaba +oculto asomó la cabeza. Era Juan de Guzmán. Fray Lope corrió á la puerta +y echó los cerrojos. Juan de Guzmán saltó en medio de la sacristía, y +con los ojos húmedos y brillantes quiso besarme las manos. Yo le tendí +los brazos. Fray Lope volvió á nuestro lado, y con la voz temblorosa y +colérica murmuró: + +--¡Quien ama el peligro perece en él! + +Juan de Guzmán sonrió desdeñosamente: + +--¡Todos hemos de morir, Fray Lope!... + +--Bajen siquiera la voz. + +Avizorado miraba alternativamente á la puerta y á la gran reja de +la sacristía. Seguimos su prudente consejo, y mientras nosotros +platicábamos retirados en un extremo de la sacristía, en el otro rezaba +medrosamente la Niña Chole. + +[imagen no disponible] + + + + +JUAN DE GUZMÁN tenía la cabeza pregonada, aquella +magnífica cabeza de aventurero español. En el siglo XVI hubiera +conquistado su Real Ejecutoria de Hidalguía peleando bajo las banderas +de Hernán Cortés, y acaso entonces nos dejase una hermosa memoria aquel +capitán de bandoleros con aliento caballeresco, porque había nacido para +ilustrar su nombre en las Indias saqueando ciudades, violando princesas +y esclavizando emperadores. Viejo y cansado, cubierto de cicatrices +y de gloria, tornaríase á su tierra llevando en buenas doblas de oro +el botín conquistado acaso en Otumba, acaso en Mangoré. ¡Las batallas +gloriosas de alto y sonoro nombre! Levantaría una torre, fundaría +un mayorazgo con licencia del Señor Rey, y al morir tendría noble +enterramiento en la iglesia de algún monasterio. La piedra de armas +y un largo epitafio, recordarían las hazañas del caballero, y muchos +años después, su estatua de piedra, dormida bajo el arco sepulcral, aún +serviría á las madres para asustar á sus hijos pequeños. + +Yo confieso mi admiración por aquella noble abadesa que había sabido +ser su madrina sin dejar de ser una santa. Á mí seguramente hubiérame +tentado el diablo, porque el capitán de los plateados tenía el gesto +dominador y galán, con que aparecen en los retratos antiguos los +capitanes del Renacimiento: Era hermoso como un bastardo de César +Borgia. Cuentan, que al igual de aquel príncipe, mató siempre sin saña, +con frialdad, como matan los hombres que desprecian la vida, y que, sin +duda por eso, no miran como un crimen dar la muerte. Sus sangrientas +hazañas son las hazañas que en otro tiempo hicieron florecer las +epopeyas. Hoy sólo de tarde en tarde alcanzan tan alta soberanía, porque +las almas son cada vez menos ardientes, menos impetuosas, menos fuertes. +¡Es triste ver cómo los hermanos espirituales de aquellos aventureros +de Indias no hallan ya otro destino en la vida que el bandolerismo +caballeresco! + +Aquel capitán de los plateados también tenía una leyenda de amores. +Era tan famoso por su fiera bravura como por su galán arreo. Señoreaba +en los caminos y en las ventas: Con valeroso alarde se mostraba solo, +caracoleando el caballo y levantada sobre la frente el ala del chambergo +entoquillado de oro. El zarape blanco envolvíale flotante como alquicel +morisco. Era hermoso, con hermosura varonil y fiera. Tenía las niñas +de los ojos pequeñas, tenaces y brillantes, el corvar de la nariz +soberbio, las mejillas nobles y atezadas, los mostachos enhiestos, la +barba de negra seda. En la llama de su mirar vibraba el alma de los +grandes capitanes, gallarda y de través como los gavilanes de la espada. +Desgraciadamente, ya quedan pocas almas así. + +¡Qué hermoso destino el de ese Juan de Guzmán, si al final de sus días +se hubiese arrepentido y retirado en la paz de un monasterio para hacer +penitencia, como San Francisco de Sena! + +[imagen no disponible] + + + + +SIN OTRA ESCOLTA que algunos fieles caballerangos, +nos tornamos á Veracruz. «La Dalila» continuaba anclada bajo el +Castillo de Ulua, y la divisamos desde larga distancia, cuando nuestros +caballos fatigados, sedientos, subían la falda arenosa de una colina. +Sin hacer alto atravesamos la ciudad y nos dirigimos á la playa para +embarcar inmediatamente. Poco después la fragata hacíase á la vela por +aprovechar el viento que corría á lo lejos, rizando un mar verde como +mar de ensueño. Apenas flameó la lona, cuando la Niña Chole despeinada y +pálida con la angustia del mareo, fué á reclinarse sobre la borda. + +El capitán, con sombrero de palma y traje blanco, se paseaba en la +toldilla: Algunos marineros dormitaban echados á la banda de estribor, +que el aparejo dejaba en sombra, y dos jarochos que habían embarcado +en San Juan de Tuxtlan jugaban al parar sentados bajo un toldo de lona +levantado á popa. Eran padre é hijo. Los dos flacos y cetrinos: El viejo +con grandes barbas de chivo, y el mozo todavía imberbe. Se querellaban á +cada jugada, y el que perdía amenazaba de muerte al ganancioso. Contaba +cada cual su dinero, y musitando airada y torvamente lo embolsaba. Por +un instante los naipes quedaban esparcidos sobre el zarape puesto entre +los jugadores. Después el viejo recogíalos lentamente y comenzaba á +barajar de nuevo. El mozo, siempre de mal talante, sacaba de la cintura +su bolsa de cuero recamada de oro, y la volcaba sobre el zarape. El +juego proseguía como antes. + +Lleguéme á ellos y estuve viéndoles. El viejo, que en aquel momento +tenía la baraja, me invitó cortésmente y mandó levantar al mozo para que +yo tuviese sitio á la sombra. No me hice rogar. Tomé asiento entre los +dos jarochos, conté diez doblones fernandinos y los puse á la primera +carta que salió. Gané, y aquello me hizo proseguir jugando, aunque desde +el primer momento tuve al viejo por un redomado tahur. Su mano atezada +y enjuta, que hacía recordar la garra del milano, tiraba los naipes +lentamente. El mozo permanecía silencioso y sombrío, miraba al viejo de +soslayo, y jugaba siempre las cartas que jugaba yo. Como el viejo perdía +sin impacientarse, sospeché que abrigaba el propósito de robarme, y me +previne. Sin embargo, continué ganando. + +Ya puesto el sol asomaron sobre cubierta algunos pasajeros. El viejo +jarocho comenzó á tener corro, y creció su ganancia. Entre los jugadores +estaba aquel adolescente taciturno y bello que en otra ocasión me había +disputado una sonrisa de la Niña Chole. Apenas nuestras miradas se +cruzaron comencé á perder. Tal vez haya sido superstición, pero es lo +cierto que yo tuve el presentimiento. El adolescente tampoco ganaba: +Visto con espacio, parecióme misterioso y extraño: Era gigantesco, de +ojos azules y rubio ceño, de mejillas bermejas y frente muy blanca: +Peinábase como los antiguos nazarenos, y al mirar entornaba los párpados +con arrobo casi místico. De pronto le vi alargar ambos brazos y detener +al jarocho, que había vuelto la baraja y comenzaba á tirar. Meditó un +instante, y luego, lento y tardío, murmuró: + +--Me arriesgo con todo. ¡Copo! + +El mozo, sin apartar los ojos del viejo, exclamó: + +--¡Padre, copa! + +--Lo he oído, pendejo. Ve contando ese dinero. + +Volvió la baraja y comenzó á tirar. Todas las miradas quedaron inmóviles +sobre la mano del jarocho. Tiraba lentamente. Era una mano sádica +que hacía doloroso el placer y lo prolongaba. De pronto se levantó un +murmullo: + +--¡La sota! ¡La sota! + +Aquella era la carta del bello adolescente. El jarocho se incorporó, +soltando la baraja con despecho: + +--Hijo, ve pagando... + +Y echándose el zarape sobre los hombros, se alejó. El corro se deshizo +entre murmullos y comentos: + +--¡Ha ganado setecientos doblones! + +--¡Más de mil! + +Instintivamente volví la cabeza, y mis ojos descubrieron á la Niña +Chole. Allí estaba, reclinada en la borda: Apartábase lánguidamente los +rizos que, deshechos por el viento marino, se le metían en los ojos, y +sonreía al bello y blondo adolescente. Experimenté tan vivo impulso +de celos y de cólera, que me sentí palidecer. Si hubiera tenido en las +pupilas el poder del basilisco, allí se quedan hechos polvo. ¡No lo +tenía, y la Niña Chole pudo seguir profanando aquella sonrisa de reina +antigua!... + +[imagen no disponible] + + + + +CUANDO se encendieron las luces de á bordo, yo +continuaba en el puente, y la Niña Chole vino á colgarse de mi brazo, +rozándose como una gata zalamera y traidora. Sin mostrarme celoso, supe +mostrarme altivo, y ella se detuvo, clavándome los ojos con tímido +reproche. Después miró en torno, y alzándose en la punta de los pies me +besó celerosa: + +--¿Estás triste? + +--No. + +--Entonces, ¿estás enojado conmigo? + +--No. + +--Sí tal. + +Nos hallábamos solos en el puente, y la Niña Chole se colgó de mis +hombros suspirante y quejumbrosa: + +--¡Ya no me quieres! ¡Ahora qué será de mí!... ¡Me moriré!... ¡Me +mataré!... + +Y sus hermosos ojos, llenos de lágrimas, se volvieron hacia el mar, +donde rielaba la luna. Yo permanecí silencioso, aun cuando estaba +profundamente conmovido. Ya cedía al deseo de consolarla, cuando +apareció sobre cubierta el blondo y taciturno adolescente. La Niña +Chole, un poco turbada, se enjugó las lágrimas. Creo que la expresión +de mis ojos le dió espanto, porque sus manos temblaban. Al cabo de un +momento, con voz apasionada y contrita, murmuró á mi oído: + +--¡Perdóname! + +Yo repuse vagamente: + +--¿Que te perdone dices? + +--Sí. + +--No tengo nada que perdonarte. + +Ella se sonrió, todavía con los ojos húmedos: + +--¿Para qué me lo niegas? Estás enojado conmigo porque antes he mirado á +ése... Como no le conoces, me explico tus celos. + +Calló, y en su boca muda y sangrienta vi aparecer la sonrisa de un +enigma perverso. El blondo adolescente conversaba en voz baja con un +grumete mulato. Se apartaron lentamente y fueron á reclinarse en la +borda. Yo pregunté, dominado por una cólera violenta: + +--¿Quién es? + +--Un príncipe ruso. + +--¿Está enamorado de ti? + +--No. + +--Dos veces le sonreíste... + +La Niña Chole exclamó con picaresca alegría: + +--Y tres también, y cuatro... Pero seguramente tus sonrisas le conmueven +más que las mías... ¡Mírale! + +El hermoso, el blondo, el gigantesco adolescente, seguía hablando con +el mulato, y reclinado en la borda estrechábale por la cintura. El otro +reía alegremente: Era uno de esos grumetes que parecen aculatados en +largas navegaciones trasatlánticas por regiones de sol. Estaba casi +desnudo, y con aquella coloración caliente de terracota también era +hermoso. La Niña Chole apartó los ojos con altivo desdén: + +--¿Te convences de que no podía inspirarte celos? + +Yo, libre de tan cruel incertidumbre, sonreí: + +--Tú debías tenerlos... + +La Niña Chole se miró en mis ojos, orgullosa y feliz: + +--Yo tampoco. Tú eres un hombre. + +--Niña, tú olvidas que puede sacrificarse á Hebe y á Ganimedes. + +--No entiendo lo que quieres decirme. + +--¡Mejor es así!... + +Y repentinamente entristecido, incliné la cabeza sobre el pecho. No +quise ver más, y medité, porque tengo amado á los clásicos casi tanto +como á las mujeres. Es la educación recibida en el Seminario de Nobles. +Leyendo á ese amable Petronio, he suspirado más de una vez lamentando +que los siglos hayan hecho un pecado desconocido de las divinas fiestas +voluptuosas. Hoy, solamente en el sagrado misterio vagan las sombras +de algunos escogidos que hacen renacer el tiempo antiguo de griegos y +romanos, cuando los efebos coronados de rosas sacrifican en los altares +de Afrodita. ¡Felices y aborrecidas sombras: Me llaman y no puedo +seguirlas! + +Aquel bello pecado, regalo de los dioses y tentación de los poetas, es +para mí un fruto hermético. El cielo, siempre enemigo, dispuso que sólo +las rosas de Venus floreciesen en mi alma, y á medida que envejezco, +eso me desconsuela más. Presiento que debe ser grato, cuando la vida +declina, poder penetrar en el jardín de los amores perversos. Á mí, +desgraciadamente, ni aun me queda la esperanza. Sobre mi alma ha pasado +el aliento de Satanás encendiendo todos los pecados: Sobre mi alma +ha pasado el suspiro del Arcángel encendiendo todas las virtudes. He +padecido todos los dolores, he gustado todas las alegrías: He apagado +mi sed en todas las fuentes, he reposado mi cabeza en el polvo de todos +los caminos: Un tiempo fuí amado de las mujeres, sus voces me eran +familiares: Sólo dos cosas han permanecido siempre arcanas para mí: El +amor de los efebos y la música de ese teutón que llaman Wagner. + +[imagen no disponible] + + + + +PERMANECIMOS toda la noche sobre cubierta. La fragata +daba bordos en busca del viento, que parecía correr á lo lejos, allá +donde el mar fosforecía. Por la banda de babor comenzó á esfumarse la +costa, unas veces plana y otras ondulada en colinas. Así navegamos mucho +tiempo. Las estrellas habían palidecido lentamente, y el azul del cielo +iba tornándose casi blanco. Dos marineros subidos á la cofa de mesana, +cantaban relingando el aparejo. Sonó el pito del contramaestre, orzó la +fragata y el velamen flameó indeciso. En aquel momento hacíamos proa á +la costa. Poco después las banderas tremolaron en los masteleros alegres +y vistosas: La fragata daba vista á Grijalba, y rayaba el sol. + +En aquella hora el calor era deleitante, fresca la ventolina, y con olor +de brea y algas. Percibíase en el aire estremecimientos voluptuosos. +Reía el horizonte bajo un hermoso sol. Ráfagas venidas de las selvas +vírgenes, tibias y acariciadoras como aliento de mujeres ardientes, +jugaban en las jarcias, y penetraba y enlanguidecía el alma el perfume +que se alzaba del oleaje casi muerto. Dijérase que el dilatado Golfo +Mexicano sentía en sus verdosas profundidades la pereza de aquel +amanecer cargado de pólenes misteriosos y fecundos, como si fuese el +serrallo del Universo. Á la sombra del foque, y con ayuda de un catalejo +marino, contemplé la ciudad á mi talante. Grijalba, vista desde el mar, +recuerda esos paisajes de caserío inverosímil, que dibujan los niños +precoces: Es blanca, azul, encarnada, de todos los colores del iris. +Una ciudad que sonríe, como criolla vestida con trapos de primavera que +sumerge la punta de los piececillos lindos en la orilla del puerto. Algo +extraña resulta, con sus azoteas enchapadas de brillantes azulejos y +sus lejanías límpidas, donde la palmera recorta su gallarda silueta que +parece hablar del desierto remoto, y de caravanas fatigadas que sestean +á la sombra propicia. + +Espesos bosques de gigantescos árboles rodean la ensenada, y entre +la masa incierta del follaje sobresalen los penachos de las palmeras +reales. Un río silencioso y dormido, de aguas blanquecinas como la +leche, abre profunda herida en el bosque, y se derrama en holganza por +la playa que llena de islas. Aquellas aguas nubladas de blanco, donde no +se espeja el cielo, arrastraban un árbol desarraigado, y en las ramas +medio sumergidas revoloteaban algunos pájaros de quimérico y legendario +plumaje. Detrás, descendía la canoa de un indio que remaba sentado en la +proa. Volaban los celajes al soplo de las brisas, y bajo los rayos del +sol naciente, aquella ensenada de color verde esmeralda rielaba llena de +gracia, como un mar divino y antiguo habitado por sirenas y tritones. + +¡Cuán bellos se me aparecen todavía esos lejanos países tropicales! +Quien una vez los ha visto, no los olvidará jamás. Aquella calma azul +del mar y del cielo, aquel sol que ciega y quema, aquella brisa cargada +con todos los aromas de Tierra Caliente, como ciertas queridas muy +amadas, dejan en la carne, en los sentidos, en el alma, reminiscencias +tan voluptuosas, que el deseo de hacerlas revivir sólo se apaga en la +vejez. Mi pensamiento rejuvenece hoy recordando la inmensa extensión +plateada de ese Golfo Mexicano, que no he vuelto á cruzar. Por mi +memoria desfilan las torres de Veracruz, los bosques de Campeche, las +arenas de Yucatán, los palacios de Palenque, las palmeras de Tuxtlan y +Laguna... ¡Y siempre, siempre unido al recuerdo de aquel hermoso país +lejano, el recuerdo de la Niña Chole, tal como la vi por vez primera +entre el cortejo de sus servidores, descansando á la sombra de una +pirámide, suelto el cabello y vestido el blanco hipil de las antiguas +sacerdotisas mayas!... + +[imagen no disponible] + + + + +APENAS DESEMBARCAMOS, una turba negruzca y lastimera +nos cercó pidiendo limosna. Casi acosados, llegamos al parador, que +era conventual y vetusto, con gran soportal de piedra, donde unas +viejas caducas se peinaban. En aquel parador volví á encontrarme con +los jugadores jarochos que venían á bordo de la fragata. Descubríles +retirados hacia el fondo del patio, cercanos á una puerta ancha y baja +por donde á cada momento entraban y salían caballerangos, charros y +mozos de espuela. También allí los dos jarochos jugaban al parar, y se +movían querella. Me reconocieron desde lejos, y se alzaron saludándome +con muestras de gran cortesía. Luego el viejo entregó los naipes al +mozo, y vínose para mí, haciendo profundas zalemas: + +--Aquí estamos para servirle, señor. Si le place saber á dónde llega una +buena voluntad, mande no más, señor. + +Y después de abrazarme con tal brío que me alzó del suelo, usanza +mexicana que muestra amor y majeza, el viejo jarocho continuó: + +--Si quiere tentar la suerte, ya sabe su merced dónde toparnos. Aquí +demoramos. ¿Cuándo se camina, mi Señor Marqués? + +--Mañana al amanecer, si esta misma noche no puedo hacerlo. + +El viejo acaricióse las barbas, y sonrió picaresco y ladino: + +--Siempre nos veremos antes. Hemos de saber hasta dónde hay verdad en +aquello que dicen: Albur de viajero, pronto y certero. + +Yo contesté riéndome: + +--Lo sabremos. Esas profundas sentencias no deben permanecer dudosas. + +El jarocho hizo un grave ademán en muestra de asentimiento: + +--Ya veo que mi Señor Marqués tiene por devoción cumplimentarlas. Hace +bien. Solamente por eso merecía ser Arzobispo de México. + +De nuevo sonrió picaresco. Sin decir palabra esperó á que pasasen dos +indios caballerangos, y cuando ya no podían oirle, prosiguió en voz +baja y misteriosa: + +--Una cosa me falta por decirle. Ponemos para comienzo quinientas onzas, +y quedan más de mil para reponer si vienen malas. Plata de un compadre, +señor. Otra vez platicaremos con más espacio. Mire cómo se impacienta +aquel manís. Un potro sin rendaje, señor. Eso me enoja... ¡Vaya, nos +vemos!... + +Y se alejó haciendo fieras señas al mozo para calmar su impaciencia. +Tendióse á la sombra, y tomando los naipes comenzó á barajar. Presto +tuvo corro de jugadores. Los caballerangos, los boyeros, los mozos de +espuela, cada vez que entraban y salían parábanse á jugar una carta. Dos +jinetes que asomaron encorvados bajo la puerta, refrenaron un momento +sus cabalgaduras, y desde lo alto de las sillas arrojaron las bolsas. +El mozo las alzó sopesándolas, y el viejo le interrogó con la mirada: +Fué la respuesta un gesto ambiguo: Entonces el viejo le habló impaciente: + +--Deja quedas las bolsas, manís. Tiempo hay de contar. + +En el mismo momento salió la carta. Ganaba el jarocho, y los jinetes se +alejaron: El mozo volcó sobre el zarape las bolsas, y empezó á contar. +Crecía el corro de jugadores. Llegaban los charros haciendo sonar las +pesadas y suntuosas espuelas, derribados gallardamente sobre las cejas +aquellos jaranos castoreños entoquillados de plata, fanfarrones y +marciales. Llegaban los indios ensabanados como fantasmas, humildes y +silenciosos, apagando el rumor de sus pisadas. Llegaban otros jarochos +armados como infantes, las pistolas en la cinta y el machete en bordado +tahalí. De tarde en tarde, atravesaba el patio lleno de sol algún lépero +con su gallo de pelea: Una figura astuta y maleante, de ojos burlones +y de lacia greña, de boca cínica y de manos escuetas y negruzcas, que +tanto son de ladrón como de mendigo. Huroneaba en el corro, arriesgaba +un mísero tostón, y rezongando truhanerías se alejaba. + +[imagen no disponible] + + + + +YO ANSIABA verme á solas con la Niña Chole. La noche +de nuestras bodas en el convento se me aparecía ya muy lejana, con el +encanto de un sueño que se recuerda siempre y nunca se precisa. Desde +entonces habíamos vivido en forzosa castidad, y mis ojos, que aún lo +ignoraban todo, tenían envidia de mis manos que todo lo sabían... + +En aquel vetusto parador gusté las mayores venturas amorosas, urdidas +con el hilo dorado de la fantasía. Quise primero que la Niña Chole se +destrenzase el cabello, y vestido el blanco hipil me hablase en su vieja +lengua, como una princesa prisionera á un capitán conquistador. Ella +obedeció sonriendo. Yo la tenía en mis brazos, y las palabras más bellas +y musicales las besaba, sin comprenderlas, sobre sus labios. Después +fué nuestro numen Pedro Aretino, y como oraciones, pude recitar en +italiano siete sonetos gloria del Renacimiento: Uno distinto para cada +sacrificio. El último lo repetí dos veces: Era aquel divino soneto que +evoca la figura de un centauro, sin cuerpo de corcel y con dos cabezas. +Después nos dormimos. + +La Niña Chole se levantó al amanecer y abrió los balcones. En la alcoba +penetró un rayo de sol tan juguetón, tan vivo, tan alegre, que al +verse en el espejo se deshizo en carcajadas de oro. El sinsonte agitóse +dentro de su jaula y prorrumpió en gorjeos: La Niña Chole también +gorjeó el estribillo de una canción fresca como la mañana. Estaba muy +bella arrebujada en aquella túnica de seda, que envolvía en una celeste +diafanidad su cuerpo de diosa. Me miraba guiñando los ojos y entre +borboteos de risas y canciones besaba los jazmines que se retorcían á la +reja. Con el cabello destrenzándose sobre los hombros desnudos, con su +boca riente y su carne morena, la Niña Chole era una tentación. Tenía +despertares de aurora alegres y triunfantes. De pronto se volvió hacia +mí con un mohín delicioso: + +--¡Arriba, perezoso!... ¡Arriba! + +Al mismo tiempo salpicábame á la cara el agua de rosas que por la noche +dejara en el balcón á serenar: + +--¡Arriba!... ¡Arriba!... + +Me eché de la hamaca. Viéndome ya en pie, huyó velozmente alborotando +la casa con sus trinos. Saltaba de una canción á otra, como el sinsonte +los travesaños de la jaula, con gentil aturdimiento, con gozo infantil +porque el día era azul, porque el rayo del sol reía allá en el fondo +encantado del espejo. Bajo los balcones resonaba la voz del caballerango +que se daba prisa á embridar nuestros caballos. Las persianas caídas +temblaban al soplo de matinales auras, y el jazmín de la reja, por +aromarlas, sacudía su caperuza de campanillas. La Niña Chole volvió +á entrar. Yo la vi en la luna del tocador, acercarse sobre la punta +de sus chapines de raso, con un picaresco reir de los labios y de los +dientes. Alborozada me gritó al oído: + +--¡Vanidoso! ¿Para quién te acicalas? + +--¡Para ti, Niña! + +--¿De veras? + +Mirábame con los ojos entornados, y hundía los dedos entre mis cabellos, +arremolinándomelos. Luego reía locamente y me alargaba un espolín de +oro para que se lo calzase en aquel pie de reina, que no pude menos +de besar. Salimos al patio, donde el indio esperaba con los caballos +del diestro: Montamos y partimos. Las cumbres azules de los montes +se vestían de luz bajo un sol dorado y triunfal. Volaba la brisa en +desiguales ráfagas, húmedas y agrestes como aliento de arroyos y +yerbazales. El alba tenía largos estremecimientos de rubia y sensual +desposada. Las copas de los cedros, iluminadas por el sol naciente, eran +altar donde bandadas de pájaros se casaban, besándose los picos. La Niña +Chole, tan pronto ponía su caballo á galope como le dejaba mordisquear +en los jarales. + +Durante todo el camino no dejamos de cruzarnos con alegres cabalgatas +de criollos y mulatos: Desfilaban entre nubes de polvo, al trote de +gallardos potros, enjaezados á la usanza mexicana con sillas recamadas +de oro y gualdrapas bordadas, deslumbrantes como capas pluviales. +Sonaban los bocados y las espuelas, restallaban los látigos, y la +cabalgata pasaba veloz á través de la campiña. El sol arrancaba á +los arneses blondos resplandores y destellaba fugaz en los machetes +pendientes de los arzones. Habían comenzado las ferias, aquellas +famosas ferias de Grijalba, que se juntaban y hacían en la ciudad y +en los bohíos, en las praderas verdes y en los caminos polvorientos, +todo ello al acaso, sin más concierto que el deparado por la ventura. +Nosotros refrenamos los caballos que relinchaban y sacudían las crines. +La Niña Chole me miraba sonriendo, y me alargaba la mano para correr +unidos, sin separarnos. + +[imagen no disponible] + + + + +SALIENDO de un bosque de palmeras, dimos vista á una +tablada tumultuosa, impaciente con su ondular de hombres y cabalgaduras. +El eco retozón de los cencerros acompañaba las apuestas y decires +chalanescos, y la llanura parecía jadear ante aquel marcial y fanfarrón +estrépito de trotes y de colleras, de fustas y de bocados. Desde +que entramos en aquel campo, monstruosa turba de lisiados nos cercó +clamorante: Ciegos y tullidos, enanos y lazarados nos acosaban, nos +perseguían, rodando bajo las patas de los caballos, corriendo á rastras +por el camino, entre aullidos y oraciones, con las llagas llenas de +polvo, con las canillas echadas á la espalda, secas, desmedradas, +horribles. Se enracimaban golpeándose en los hombros, arrancándose los +chapeos, gateando la moneda que les arrojábamos al paso. + +Y así, entre aquel cortejo de hampones, llegamos al jacal de un negro +que era liberto. El paso de las cabalgaduras y el pedigüeño rezo de los +mendigos trájole á la puerta antes que descabalgásemos: Al vernos corrió +ahuyentando con el rebenque la astrosa turba, y vino á tener el estribo +de la Niña Chole, besándola las manos con tantas muestras de humildad +y contento cual si fuese una princesa la que llegaba. Á las voces del +negro acudió toda la prole. El liberto hallábase casado con una andaluza +que había sido doncella de la Niña Chole. La mujer levantó los brazos al +encontrarse con nosotros: + +--¡Virgen de mi alma! ¡Los amitos! + +Y tomando de la mano á la Niña Chole, hízola entrar en el jacal. + +--¡Que no me la retueste el sol, reina mía, piñoncico de oro, que viene +á honrar mi pobreza! + +El negro sonreía, mirándonos con sus ojos de res enferma: Ojos de una +mansedumbre verdaderamente animal. Nos hicieron sentar, y ellos quedaron +en pie. Se miraron, y hablando á un tiempo empezaron el relato de la +misma historia: + +--Un jarocho tenía dos potricas blancas. ¡Cosa más linda! Blancas como +palomas. ¿Sabe? ¡Qué pintura para la volanta de la Niña! + +Y aquí fué donde la Niña Chole no quiso oir más: + +--¡Yo deseo verlas! ¡Deseo que me las compres! + +Habíase puesto en pie, y se echaba el rebocillo apresuradamente: + +--¡Vamos! ¡Vamos! + +La andaluza reía maliciosamente: + +--¡Cómo se conoce que su merced no le satisface ningún antojico! + +Dejó de sonreir, y añadió cual si todo estuviese ya resuelto: + +--El amito va con mi hombre. Para la Niña está muy calurosa la sazón. + +Entonces el negro abrió la puerta, y la Niña Chole me empujó con mimos +y arrumacos muy gentiles. Salí acompañado del antiguo esclavo, que, al +verse fuera, empezó por suspirar y concluyó salmodiando el viejo cuento +de sus tristezas. Caminaba á mi lado con la cabeza baja, siguiéndome +como un perro entre la multitud, interrumpiéndose y tornando á empezar, +siempre zongueando cuitas de paria y de celoso: + +--¡Ella toda la vida con hombres, amito! ¡Una perdición!... ¡Y no es con +blancos, niño! ¡Ay, amito, no es con blancos!... Á la gran chiva se le +da todo por los morenos. ¡Dígame no más que sinvergüenzada, niño!... + +Su voz era lastimera, resignada, llena de penas: Verdadera voz de +siervo. No le dolía el engaño por la afrenta de hacerle cornudo, sino +por la baja elección que la andaluza hacía: Era celoso intermitente, +como ocurre con la gente cortesana que medra de sus mujeres. El Duque +de Saint Simón le hubiera loado en sus Memorias, con aquel delicado y +filosófico juicio que muestra hablando de España, cuando se desvanece en +un éxtasis, ante el contenido moral de estas dos palabras tan castizas: +Cornudo Consentido. + +[imagen no disponible] + + + + +DE UN CABO al otro recorrimos la feria. Sobre el lindar +del bosque, á la sombra de los cocoteros, la gente criolla bebía y +cantaba con ruidoso jaleo de olés y palmadas. Reía el vino en las copas, +y la guitarra española, sultana de la fiesta, lloraba sus celos moriscos +y sus amores con la blanca luna de la Alpujarra. El largo lamento de +las guajiras expiraba deshecho entre las herraduras de los caballos. +Los asiáticos, mercaderes chinos y japoneses, pasaban estrujados en +el ardiente torbellino de la feria, siempre lacios, siempre mustios, +sin que un estremecimiento alegre recorriese su trenza. Amarillentos +como figuras de cera, arrastraban sus chinelas entre el negro gentío, +pregonando con femeniles voces abanicos de sándalo y bastones de carey. +Recorrimos la feria sin dar vista por parte alguna á las tales jacas +blancas. Ya nos tornábamos, cuando me sentí detenido por el brazo. +Era la Niña Chole: Estaba muy pálida, y aun cuando procuraba sonreir, +temblaban sus labios, y adiviné una gran turbación en sus ojos: Puso +ambas manos en mis hombros y exclamó con fingida alegría: + +--Oye, no quiero verte enfadado. + +Colgándose de mi brazo, añadió: + +--Me aburría, y he salido... Á espaldas del jacal hay un reñidero de +gallos. ¿No sabes? ¡Estuve allí, he jugado y he perdido! + +Interrumpióse volviendo la cabeza con gracioso movimiento, y me indicó +al blondo, al gigantesco adolescente, que se descoyuntó saludando: + +--Este caballero tiene la honra de ser mi acreedor. + +Aquellas extravagancias producían siempre en mi ánimo un despecho sordo +y celoso, tal, que pronuncié con altivez: + +--¿Qué ha perdido esta señora? + +Habíame figurado que el jugador rehusaría galantemente cobrar su deuda, +y quería obligarle con mi actitud fría y desdeñosa. El bello adolescente +sonrió con la mayor cortesía: + +--Antes de apostar, esta señora me advirtió que no tenía dinero. +Entonces convinimos que cada beso suyo valía cien tostones: Tres besos +ha jugado y los tres ha perdido. + +Yo me sentí palidecer. Pero cuál no sería mi asombro al ver que la Niña +Chole, retorciéndose las manos, pálida, casi trágica, se adelantaba +exclamando: + +--¡Yo pagaré! ¡Yo pagaré! + +La detuve con un gesto, y enfrentándome con el hermoso adolescente, le +grité restallando las palabras como latigazos: + +--Esta mujer es mía, y su deuda también. + +Y me alejé, arrastrando á la Niña Chole. Anduvimos algún tiempo en +silencio: De pronto, ella, oprimiéndome el brazo, murmuró en voz muy +queda: + +--¡Oh, qué gran señor eres! + +Yo no contesté. La Niña Chole empezó á llorar en silencio, apoyó la +cabeza en mi hombro, y exclamó con un sollozo de pasión infinita: + +--¡Dios mío! ¡Qué no haría yo por ti!... + +Sentadas á las puertas de los jacales, indias andrajosas, adornadas +con amuletos y sartas de corales, vendían plátanos y cocos. Eran +viejas de treinta años, arrugadas y caducas, con esa fealdad quimérica +de los ídolos. Su espalda lustrosa brillaba al sol, sus senos negros +y colgantes recordaban las orgías de las brujas y de los trasgos. +Acurrucadas al borde del camino, como si tiritasen bajo aquel sol +ardiente, medio desnudas, desgreñadas, arrojando maldiciones sobre la +multitud, parecían sibilas de algún antiguo culto lúbrico y sangriento. +Sus críos, tiznados y esbeltos como diablos, acechaban por los +resquicios de las barracas, y, huroneando, se metían bajo los toldos de +lona, donde tocaban organillos dislocados. Mulatas y jarochos ejecutaban +aquellas extrañas danzas voluptuosas que los esclavos trajeron del +África, y el zagalejo de colores vivos flameaba en los quiebros y +mudanzas de los bailes sagrados con que á la sombra patriarcal del +baobad eran sacrificados los cautivos. + +[imagen no disponible] + + + + +LLEGAMOS al jacal. Yo ceñudo y de mal talante, me arrojé +sobre la hamaca, y con grandes voces mandé á los caballerangos que +ensillasen para partir inmediatamente. La sombra negruzca de un indio +asomó en la puerta: + +--Señor, el ruano que montaba la Niña tiene desenclavada una +herradura... ¿Se la enclavo, señor? + +Me incorporé en la hamaca con tal violencia, que el indio retrocedió +asustado. Volviendo á tenderme le grité: + +--¡Date prisa, con mil demonios, Cuactemocín! + +La Niña Chole me miró pálida y suplicante: + +--No grites. ¡Si supieses cómo me asustas!... + +Yo cerré los ojos sin contestar, y hubo un largo silencio en el interior +oscuro y caluroso del jacal. El negro iba y venía con tácitas pisadas, +regando el suelo alfombrado de yerba. Fuera se oía el piafar de los +caballos, y las voces de los indios, que al embridarlos les hablaban. +En el hueco luminoso de la puerta, las moscas del ganado zumbaban su +monótona canción estival. La Niña Chole se levantó y vino á mi lado. +Silenciosa y suspirante me acarició la frente con dedos de hada: Después +me dijo: + +--¡Oh!... ¿Serías capaz de matarme si el ruso fuese un hombre? + +--No... + +--¿De matarlo á él? + +--Tampoco. + +--¿No harías nada? + +--Nada. + +--¿Es que me desprecias? + +--Es que no eres la Marquesa de Bradomín. + +Quedó un momento indecisa, con los labios trémulos. Yo cerré los ojos +y esperé sus lágrimas, sus quejas, sus denuestos, pero la Niña Chole +guardó silencio, y continuó acariciando mis cabellos como una esclava +sumisa. Al cabo, sus dedos de hada borraron mi ceño y me sentí dispuesto +á perdonar. Yo sabía que el pecado de la Niña Chole era el eterno +pecado femenino, y mi alma enamorada no podía menos de inclinarse á la +indulgencia. Sin duda la Niña Chole era curiosa y perversa como aquella +mujer de Lot convertida en estatua de sal. Pero al cabo de los siglos, +también la justicia divina se muestra mucho más clemente que antaño, +con las mujeres de los hombres. Sin darme cuenta caí en la tentación +de admirar como una gloria linajuda, aquel remoto abolengo envuelto en +una leyenda bíblica. Era indudable que el alto Cielo perdonaba á la +Niña Chole, y juzgué que no podía menos de hacer lo mismo el Marqués de +Bradomín. Libre el corazón de todo rencor, abrí los ojos bajo el suave +cosquilleo de aquellos dedos invisibles, y murmuré sonriente: + +--Niña, no sé qué bebedizo me has dado que todo lo olvido... + +Ella repuso, al mismo tiempo que sus mejillas se teñían de rosa: + +--Es porque no soy la Marquesa de Bradomín. + +Y calló, tal vez esperando una disculpa amante, pero yo preferí guardar +silencio, y juzgué que era bastante desagravio besar su mano. Ella la +retiró esquiva, y en un silencio lento, sus hermosos ojos de princesa +oriental se arrasaron de lágrimas. Felizmente no rodaban aún por sus +mejillas, cuando el indio reapareció en la puerta trayendo nuestros +caballos del diestro, y pude salir del jacal como si nada de aquel dolor +hubiese visto. Cuando la Niña Chole asomó en la puerta, ya parecía +serena. Le tuve el estribo para que montase, y un instante después, con +alegre y trotante fanfarria, atravesamos el real. + +Un jinete cruzó por delante de nosotros caracoleando su caballo, y +me pareció que la Niña Chole palidecía al verle, y se tapaba con el +rebocillo. Yo simulé no advertirlo, y nada dije, huyendo de mostrarme +celoso. Después, cuando salíamos al rojo y polvoriento camino, divisé +otros jinetes apostados lejos, en lo alto de una loma: Y como si +allí estuviesen en espera nuestra, bajaron al galope cuando pasamos +faldeándola. Apenas lo advertí me detuve, y mandé detener á mi gente. El +que venía al frente del otro bando daba fieras voces y corría con las +espuelas puestas en los ijares. La Niña Chole, al reconocerle, lanzó un +grito y se arrojó á tierra, implorando perdón con los brazos abiertos: + +--¡Vuelven á verte mis ojos!... ¡Mátame, aquí me tienes! ¡Mi rey! ¡Mi +rey querido!... + +El jinete levantó de manos su caballo con amenazador continente, y +quiso venir sobre mí. La Niña Chole lo estorbó asiéndose á las riendas +desolada y trágica: + +--¡Su vida, no! ¡Su vida, no! + +Al ver aquella postrera muestra de amor me sentí conmovido. Yo estaba +á la cabeza de mi gente, que parecía temerosa, y el jinete, alzado en +los estribos, la contó con sus ojos fieros, que acabaron lanzándome una +mirada sañuda. Juraría que también tuvo miedo: Sin desplegar los labios +alzó el látigo sobre la Niña Chole, y le cruzó el rostro. Ella todavía +gimió: + +--¡Mi rey!... ¡Mi rey querido!... + +El jinete se dobló sobre el arzón donde asomaban las pistolas, y rudo +y fiero la alzó del suelo asentándola en la silla. Después, como un +raptor de los tiempos heroicos, huyó lanzándome terribles denuestos. +Pálido y mudo vi cómo se la llevaba: Hubiera podido rescatarla, y, sin +embargo, no lo hice. Yo había sido otras veces un gran pecador, pero +entonces al adivinar quién era aquel hombre, sentíame arrepentido. +La Niña Chole por hija y por esposa, pertenecía al fiero mexicano, +y mi corazón se humillaba resignado acatando aquellas dos sagradas +potestades. Desengañado para siempre del amor y del mundo, hinqué las +espuelas al caballo y galopé hacia los llanos solitarios del Tixul, +seguido de mi gente que se hablaba en voz baja comentando el suceso. +Todos aquellos indios hubieran seguido de buen grado al raptor de la +Niña Chole. Parecían fascinados como ella, por el látigo del general +Diego Bermúdez. Yo sentía una fiera y dolorosa altivez al dominarme. +Mis enemigos, los que osan acusarme de todos los crímenes, no podrán +acusarme de haber reñido por una mujer. Nunca como entonces he sido fiel +á mi divisa: Despreciar á los demás y no amarse á sí mismo. + +[imagen no disponible] + + + + +ENCORVADOS bajo aquel sol ardiente, abandonadas las +riendas sobre el cuello de los caballos, silenciosos, fatigados y +sedientos, cruzábamos la arenosa sabana, viendo eternamente en la +lejanía el lago del Tixul, que ondulaba con movimiento perezoso y +fresco, mojando la cabellera de los mimbrales que se reflejaban en el +fondo de los remansos encantados... Atravesábamos las grandes dunas, +parajes yermos sin brisas ni murmullos. Sobre la arena caliente se +paseaban los lagartos con caduca y temblona beatitud de faquires +centenarios, y el sol caía implacable requemando la tierra estéril que +parecía sufrir el castigo de algún oscuro crimen geológico. Nuestros +caballos, extenuados por jornada tan penosa, alargaban el cuello, que +se bajaba y se tendía en un vaivén de sopor y de cansancio: Con los +ijares flácidos y ensangrentados, adelantaban trabajosamente enterrando +los cascos en la arena negra y movediza. Durante horas y horas, los +ojos se fatigaban contemplando un horizonte blanquecino y calcinado. La +angustia del mareo pesaba en los párpados, que se cerraban con modorra +para abrirse después de un instante sobre las mismas lejanías muertas y +olvidadas... + +Hicimos un largo día de cabalgada á través de negros arenales, y tal +era mi fatiga y tal mi adormecimiento, que para espolear el caballo +necesitaba hacer ánimos. Apenas si podía tenerme sobre la montura. +Como en una expiación dantesca, veía á lo lejos el verdeante lago del +Tixul, donde esperaba hacer un alto. Era ya mediada la tarde, y los +rayos del sol dejaban en las aguas una estela de oro cual si acabase de +surcarlas el bajel de las hadas... Aún nos hallábamos á larga distancia, +cuando advertimos el almizclado olor de los cocodrilos aletargados +fuera del agua, en la playa cenagosa. La inquietud de mi caballo, que +temblaba levantando las orejas y sacudiendo la crin, me hizo enderezar +en la silla, afirmarme y recobrar las riendas que llevaba sueltas +sobre el borrén. Como la proximidad de los caimanes le asustaba y el +miedo dábale bríos para retroceder piafante, hube de castigarle con +la espuela, y le puse al galope. Toda la escolta me siguió. Cuando +estuvimos cerca, los cocodrilos entraron perezosamente en el agua. +Nosotros bajamos en tropel hasta la playa. Algunos pájaros de largas +alas, que hacían nido en la junquera, levantaron el vuelo asustados +por la zalagarda de los criados, que entraban en el agua cabalgando, +metiéndose hasta más arriba de la cincha. En la otra orilla un cocodrilo +permaneció aletargado sobre la ciénaga con las fauces abiertas, con los +ojos vueltos hacia el sol, inmóvil, monstruoso, indiferente como una +divinidad antigua. + +Vino presuroso mi caballerango á tenerme el estribo, pero yo rehusé +apearme. Había cambiado de propósito, y quería vadear el Tixul sin +darle descanso á las cabalgaduras, pues ya la noche se nos echaba +encima. Atentos á mi deseo los indios que venían en la escolta, +magníficos jinetes todos ellos, metiéronse resueltamente lago adelante: +Con sus picas de boyeros tentaban el vado. Grandes y extrañas flores +temblaban sobre el terso cristal entre verdosas y repugnantes algas. +Los jinetes, silenciosos y casi desnudos, avanzaban al paso con suma +cautela: Era un tropel de negros centauros. Á lo lejos cruzaban por +delante de los caballos islas flotantes de gigantescas nínfeas, y +vivaces lagartos saltaban de unas en otras como duendes enredadores y +burlescos. Aquellas islas floridas se deslizaban bajo alegre palio de +mariposas, como en un lago de ensueño, lenta, lentamente, casi ocultas +por el revoloteo de las alas blancas y azules bordadas de oro. El lago +del Tixul parecía uno de esos jardines como sólo existen en los cuentos. +Cuando yo era niño me adormecían refiriéndome la historia de un jardín +así... ¡También estaba sobre un lago, una hechicera lo habitaba y en las +flores pérfidas y quiméricas, rubias princesas y rubios príncipes tenían +encantamento!... + +[imagen no disponible] + + + + +YA EL TROPEL de centauros nadaba por el centro del +Tixul, cuando un cocodrilo que en la otra orilla parecía sumido en +éxtasis, entró lentamente en el agua y desapareció... No quise hacer +más larga espera en la playa, y halagando el cuello de mi caballo, le +fuí metiendo en la laguna paso á paso. Cuando tuvo el agua á la cincha +comenzó á nadar, y casi al mismo tiempo me reconocí cercado por un copo +fantástico de ojos redondos, amarillentos, nebulosos, que aparecían +solos á flor de agua... ¡Aquellos ojos me miraban, estaban fijos en +mí!... Confieso que en tal momento sentí el frío y el estremecimiento +del miedo. El sol hallábase en el ocaso, y como yo lo llevaba de frente, +me hería y casi me cegaba, de suerte que para esquivarle érame forzoso +contemplar las mudas ondas del Tixul, aun cuando me daba vértigo aquel +poder de los caimanes para no dejar fuera del agua más que los ojos de +monstruos, ojos sin párpados, que unas veces giran en todos sentidos +y otras se fijan con una mirada estacionaria... Hasta que el caballo +volvió á cobrar tierra bajo el casco, lanzándose seguro hacia la orilla, +no respiré sin zozobra. Mi gente esperaba tendida á lo largo, corriendo +y caracoleando. Nos reunimos y continuamos la ruta á través de los +negros arenales. + +Se puso el sol entre presagios de tormenta. El terral soplaba con furia, +removiendo y aventando las arenas, como si quisiese tomar posesión de +aquel páramo inmenso todo el día letargado por el calor. Espoleamos +los caballos y corrimos contra el viento y el polvo. Ante nosotros se +extendían las dunas en la indecisión del crepúsculo desolado y triste, +agitado por las ráfagas apocalípticas de un ciclón. Casi rasando la +tierra pasaban bandadas de buitres con revoloteo tardo, fatigado é +incierto. Cerró la noche y á lo lejos vimos llamear muchas hogueras. +De tiempo en tiempo un relámpago rasgaba el horizonte y las dunas +aparecían solitarias y lívidas. Empezaron á caer gruesas gotas de agua. +Los caballos sacudían las orejas y temblaban como calenturientos. +Las hogueras, atormentadas por el huracán, se agitaban de improviso ó +menguaban hasta desaparecer. Los relámpagos, cada vez más frecuentes, +dejaban en los ojos la visión temblorosa y fugaz del paraje inhospito. +Nuestros caballos con las crines al viento, lanzaban relinchos de +espanto y procuraban orientarse, buscándose en la oscuridad de la +noche bajo el aguacero. La luz caótica de los relámpagos, daba á la +yerma vastedad el aspecto de esos parajes quiméricos de las leyendas +penitentes: Desiertos de cenizas y arenales sin fin que rodean el +Infierno. + +Guiándonos por las hogueras, llegamos á un gran raso de yerba donde +cabeceaban, sacudidos por el viento, algunos cocoteros desgreñados, +enanos y salvajes. El aguacero había cesado repentinamente y la +tormenta parecía ya muy lejana. Dos ó tres perros salieron ladrando á +nuestro encuentro, y en la lejanía otros ladridos respondieron á los +suyos. Vimos en torno de la lumbre agitarse y vagar figuras de mal +agüero: Rostros negros y dientes blancos que las llamas iluminaban. Nos +hallábamos en un campo de jarochos, mitad bandoleros y mitad pastores, +que conducían numerosos rebaños á las ferias de Grijalba. + +Al vernos llegar galopando en tropel, de todas partes acudían hombres +negros y canes famélicos: Los hombres tenían la esbeltez que da el +desierto y actitudes de reyes bárbaros magníficas, sanguinarias... En el +cielo la luna, enlutada como viuda ideal, dejaba caer la tenue sonrisa +de su luz sobre la ruda y aulladora tribu. Á veces entre el vigilante +ladrido de los canes y el áspero vocear del pastoreo errante, percibíase +el estremecimiento de las ovejas, y llegaban hasta nosotros ráfagas +de establo, campesinas y robustas como un aliento de vida primitiva. +Sonaban las esquilas con ingrávido campanilleo, ardían en las fogatas +haces de olorosos rastrojos, y el humo subía blanco, feliz y cargado de +aromas, como el humo de los rústicos y patriarcales sacrificios. + +[imagen no disponible] + + + + +YO VEIA DANZAR entre las lenguas de la llama una +sombra femenil indecisa y desnuda: La veía, aun cerrando los ojos, con +la fuerza quimérica y angustiosa que tienen los sueños de la fiebre. +¡Cuitado de mí! Era una de esas visiones místicas y carnales con que el +diablo tentaba en otro tiempo á los santos ermitaños: Yo creía haber +roto para siempre las redes amorosas del pecado, y el Cielo castigaba +tanta arrogancia dejándome en abandono. Aquella mujer desnuda, velada +por las llamas, era la Niña Chole. Tenía su sonrisa y su mirar. Mi alma +empezaba á cubrirse de tristeza y á suspirar románticamente. La carne +flaca se estremecía de celos y de cólera. Todo en mí clamaba por la +Niña Chole. Estaba arrepentido de no haber dado muerte al incestuoso +raptor, y el pensamiento de buscarle á través de la tierra mexicana se +hacía doloroso: Era una culebra enroscada al corazón, que me mordía y +me envenenaba. Para libertarme de aquel suplicio, llamé al indio que +llevaba de guía. Acudió tiritando: + +--¿Qué mandaba, señor? + +--Vamos á ponernos en camino. + +--Mala es la sazón, señor. Corren ahora muchas torrenteras. + +Yo tuve un momento de duda: + +--¿Qué distancia hay á la Hacienda de Tixul? + +--Dos horas de camino, señor. + +Me incorporé violentamente: + +--Que ensillen. + +Y esperé calentándome ante el fuego, mientras el guía llevaba la orden y +se ponía la gente en traza de partir. Mi sombra bailaba con la llama de +las hogueras, y alargábase fantástica sobre la tierra negra. Yo sentía +dentro de mí la sensación de un misterio pavoroso y siniestro. Quizá iba +á mudar de propósito cuando un tropel de indios acudió con mi caballo. +Á la luz de la hoguera ajustaron las cinchas y repararon las bridas. El +guía, silencioso y humilde, vino á tomar el diestro. Monté y partimos. + +Caminamos largo tiempo por un terreno onduloso, entre cactus gigantescos +que sacudidos por el viento, imitaban rumor de torrentes. De tiempo en +tiempo la luna rasgaba los trágicos nubarrones, é iluminaba nuestra +marcha derramando tibia claridad. Delante de mi caballo volaba, con +silencioso vuelo, un pájaro nocturno: Se posaba á corta distancia, y al +acercarme agitaba las negras alas é iba á posarse más lejos, lanzando un +graznido plañidero, que era su canto. Mi guía, supersticioso como todos +los indios, creía entender en aquel grito la palabra judío, y cuando oía +esta ofensa que el pájaro le lanzaba siempre al abrir las sombrías alas, +replicaba gravemente: + +--¡Cristiano, y muy cristiano! + +Yo le interrogué: + +--¿Qué pájaro es ese?... + +--El tapa-caminos, señor. + +De esta suerte llegamos á mis dominios. La casa, mandada edificar por +un virrey, tenía el aspecto señorial y campesino que tienen en España +las casas de los hidalgos. Un tropel de jinetes estaba delante de la +puerta. Á juzgar por su atavío, eran plateados. Formaban rueda, y las +calabazas llenas de café, corrían de mano en mano. Los chambergos +bordados brillaban á la luz de la luna. En mitad del camino estaba +apostado un jinete: Era viejo y avellanado: Tenía los ojos fieros y una +mano cercenada. Al acercarnos nos gritó: + +--¡Ténganse allá! + +Yo respondí de mal talante, enderezándome en la silla: + +--Soy el Marqués de Bradomín. + +El viejo partió al galope y reunióse con los que apuraban las calabazas +de café ante la puerta. Yo distinguí claramente á la luz de la luna, +cómo se volvían los unos á los otros, y cómo se hablaban tomando +consejo, y cómo después recobraban las riendas y se partían. Cuando yo +llegué, la puerta estaba franca y aún se oía el galope de sus caballos. +El mayordomo que esperaba en el umbral, adelantóse á recibirme, y +tomando el caballo del rendaje tornóse hacia la casa, gritando: + +--¡Sacad acá un candil!... ¡Alumbrad la escalera!... + +En lo alto de la ventana asomó la forma negra de una vieja con un velón +encendido: + +--¡Alabado sea Dios que le trujo con bien por medio de tantos peligros! + +Y para alumbrarnos mejor, encorvábase fuera de la ventana y alargaba su +brazo negro, que temblaba con el velón. Entramos en el zaguán, y casi al +mismo tiempo reaparecía la vieja en lo alto de la escalera: + +--¡Alabado sea Dios, y cómo se le conoce la mucha nobleza y generosidad +de su sangre! + +La vieja nos guió hasta una sala enjalbegada, que tenía todas las +ventanas abiertas. Dejó el velón sobre una mesa de torneados pies, y se +alejó: + +--¡Alabado sea Dios, y qué juventud más galana! + +Me senté, y el mayordomo quedóse á distancia contemplándome. Era un +antiguo soldado de Don Carlos, emigrado después de la traición de +Vergara. Sus ojos negros y hundidos tenían un brillo de lágrimas. Yo le +tendí la mano con familiar afecto: + +--Siéntate, Brión... ¿Qué tropa era esa? + +--Plateados, señor. + +--¿Son amigos tuyos? + +--¡Y buenos amigos!... Aquí hay que vivir como vivía en sus cortijos de +Andalucía mi señora la Condesa de Barbazón, abuela de vuecencia. José +María la respetaba como á una reina, porque tenía en mi señora su mejor +madrina... + +--¿Y estos cuatreros mexicanos tienen el garbo de los andaluces? + +Brión bajó la voz para responder: + +--Saben robar... No les impone el matar... Tienen discurso... Y con todo +no llegan á los ladrones de la Andalucía. Les falta la gracia, que es al +modo de la sal en la vianda. ¡Y no son los de la Andalucía más guapos en +el arreo! ¡No es el arreo!... + +En aquel momento entró la vieja á decir que estaba dispuesta la +colación. Yo me puse de pie, y ella tomó la luz de encima de la mesa +para alumbrarme el camino. + +[imagen no disponible] + + + + +ME ACOSTÉ rendido, pero el recuerdo de la Niña Chole +túvome desvelado hasta cerca del amanecer. Eran vanos todos mis +esfuerzos por ahuyentarle: Revoloteaba en mi memoria, surgía entre la +niebla de mis pensamientos, ingrávido, funambulesco, torturador. Muchas +veces, en el vago tránsito de la vigilia al sueño, me desperté con +sobresalto. Al cabo, vencido por la fatiga, caí en un sopor febril, +poblado de pesadillas. De pronto abrí los ojos en la oscuridad. Con +gran sorpresa mía hallábame completamente despierto. Quise conciliar +otra vez el sueño, pero no pude conseguirlo. Un perro comenzó á ladrar +debajo de mi ventana, y entonces recordé vagamente haber escuchado sus +ladridos momentos antes, mientras dormía. Agitado por el desvelo me +incorporé en las almohadas. La luz de la luna esclarecía el fondo de +la estancia, porque yo había dejado abiertas las ventanas á causa del +calor. Me pareció oir voces apagadas de gente que vagaba por el huerto. +El perro había enmudecido, las voces se desvanecían. De nuevo quedó todo +en silencio, y en medio del silencio oí el galope de un caballo que +se alejaba. Me levanté para cerrar la ventana. La cancela del huerto +estaba abierta, y sentí nacer una sospecha, aun cuando el camino rojo, +iluminado por la luna, veíase desierto entre los susurrantes maizales. +Permanecí algún tiempo en atalaya. Aquellos campos parecían muertos bajo +la luz blanca de la luna: Sólo reinaba sobre ellos el viento murmurador. +Sintiendo que el sueño me volvía, cerré la ventana. Sacudido por largo +estremecimiento me acosté. Apenas había cerrado los ojos cuando el +eco apagado de algunos escopetazos me sobresaltó: Lejanos silbidos +eran contestados por otros: Volvía á oirse el galope de un caballo. +Iba á levantarme cuando quedó todo en silencio. Después al cabo de +mucho tiempo, resonaron en el huerto sordos golpes de azada, como si +estuviesen cavando una cueva. Debía ser cerca del amanecer, y me dormí. +Cuando el mayordomo entró á despertarme, dudaba si había soñado: Sin +embargo le interrogué: + +--¿Qué batalla habéis dado esta noche? + +El mayordomo inclinó la cabeza tristemente: + +--¡Esta noche han matado al valedor más valedor de México! + +--¿Quién le mató? + +--Una bala, señor. + +--¿Una bala, de quién? + +--Pues de algún hijo de mala madre. + +--¿Ha salido mal el golpe de los plateados? + +--Mal, señor. + +--¿Tú llevabas parte? + +El mayordomo levantó hasta mí los ojos ardientes: + +--Yo, jamás, señor. + +La fiera arrogancia con que llevó su mano al corazón, me hizo sonreir, +porque el viejo soldado de Don Carlos, con su atezada estampa y el +chambergo arremangado sobre la frente, y los ojos sombríos, y el machete +al costado, lo mismo parecía un hidalgo que un bandolero. Quedó un +momento caviloso, y luego, manoseando la barba, me dijo: + +--Sépalo vuecencia: Si tengo amistad con los plateados, es porque espero +valerme de ellos... Son gente brava y me ayudarán... Desde que llegué +á esta tierra tengo un pensamiento. Sépalo vuecencia: Quiero hacer +emperador á Don Carlos V. + +El viejo soldado se enjugó una lágrima. Yo quedé mirándole fijamente: + +--¿Y cómo le daremos un Imperio, Brión? + +Las pupilas del mayordomo brillaron enfoscadas bajo las cejas grises: + +--Se lo daremos, señor... Y después la corona de España. + +Volví á preguntarle con una punta de burla: + +--¿Pero ese Imperio cómo se lo daremos? + +--Volviéndole estas Indias. Más difícil cosa fué ganarlas en los tiempos +antiguos de Hernán Cortés. Yo tengo el libro de esa Historia. ¿Ya lo +habrá leído vuecencia? + +Los ojos del mayordomo estaban llenos de lágrimas. Un rudo temblor que +no podía dominar agitaba su barba berberisca. Se asomó á la ventana, y +mirando hacia el camino guardó silencio. Después suspiró: + +--¡Esta noche hemos perdido al hombre que más podía ayudarnos! Á la +sombra de aquel cedro está enterrado. + +--¿Quién era? + +--El capitán de los plateados, que halló aquí vuecencia. + +--¿Y sus hombres han muerto también? + +--Se dispersaron. Entró en ellos el pánico. Habían secuestrado á una +linda criolla, que tiene harta plata, y la dejaron desmayada en medio +del camino. Yo, compadecido, la traje hasta aquí. ¡Si quiere verla +vuecencia! + +--¿Es linda de veras? + +--Como una santa. + +Me levanté, y precedido de Brión, salí. La criolla estaba en el huerto +tendida en una hamaca colgada de dos árboles. Algunos pequeñuelos +indios, casi desnudos, se disputaban mecerla. La criolla tenía el +pañuelo sobre los ojos y suspiraba. Al sentir nuestros pasos volvió +lánguidamente la cabeza y lanzó un grito: + +--¡Mi rey!... ¡Mi rey querido!... + +Sin desplegar los labios le tendí los brazos. Yo he creído siempre que +en achaques de amor todo se cifra en aquella máxima divina que nos manda +olvidar las injurias. + +[imagen no disponible] + + + + +FELIZ y caprichosa me mordía las manos mandándome estar +quieto. No quería que yo la tocase. Ella sola, lenta, muy lentamente, +desabrochó los botones de su corpiño y destrenzó el cabello ante el +espejo, donde se contempló sonriendo. Parecía olvidada de mí. Cuando se +halló desnuda tornó á sonreir y á contemplarse. Semejante á una princesa +oriental, ungióse con esencias. Después envuelta en seda y encajes, +tendióse en la hamaca y esperó: Los párpados entornados y palpitantes, +la boca siempre sonriente, con aquella sonrisa que un poeta de hoy +hubiera llamado estrofa alada de nieve y rosas. Yo, aun cuando parezca +extraño, no me acerqué. Gustaba la divina voluptuosidad de verla, y con +la ciencia profunda, exquisita y sádica de un decadente, quería retardar +todas las otras, gozarlas una á una, en la quietud sagrada de aquella +noche. Por el balcón abierto se alcanzaba á ver el cielo de un azul +profundo, apenas argentado por la luna. El céfiro nocturno traía del +jardín aromas y susurros: El mensaje romántico que le daban las rosas al +deshojarse. El recogimiento era amoroso y tentador. Oscilaba la luz de +las bujías, y las sombras danzaban sobre los muros. Allá en el fondo +tenebroso del corredor, el reloj de cuco, que acordaba el tiempo de los +virreyes, dió las doce. Poco después cantó un gallo. Era la hora nupcial +y augusta de la media noche. La Niña Chole murmuró á mi oído: + +--¡Dime si hay nada tan dulce como esta reconciliación nuestra! + +No contesté y puse mi boca en la suya queriendo así sellarla, porque el +silencio es arca santa del placer. Pero la Niña Chole tenía la costumbre +de hablar en los trances supremos, y después de un momento suspiró: + +--Tienes que perdonarme. Si hubiésemos estado siempre juntos, ahora no +gozaríamos así. Tienes que perdonarme. + +¡Aun cuando el pobre corazón sangraba un poco, yo la perdoné! Mis labios +buscaron nuevamente aquellos labios crueles. Fuerza, sin embargo, +es confesar que no he sido un héroe, como pudiera creerse. Aquellas +palabras tenían el encanto apasionado y perverso que tienen esas bocas +rampantes de voluptuosidad, que cuando besan muerden. Sofocada entre mis +brazos, murmuró con desmayo: + +--¡Nunca nos hemos querido así! ¡Nunca! ¡Nunca!... + +La gran llama de la pasión, envolviéndonos toda temblorosa en su lengua +dorada, nos hacía invulnerables al cansancio, y nos daba la noble +resistencia que los dioses tienen para el placer. Al contacto de la +carne, florecían los besos en un mayo de amores. ¡Rosas de Alejandría, +yo las deshojaba sobre sus labios! ¡Nardos de Judea, yo los deshojaba +sobre sus senos! Y la Niña Chole se estremecía en delicioso éxtasis, +y sus manos adquirían la divina torpeza de las manos de una virgen. +Pobre Niña Chole, después de haber pecado tanto, aún no sabía que +el supremo deleite sólo se encuentra tras los abandonos crueles, en +las reconciliaciones cobardes. Á mí me estaba reservada la gloria de +enseñárselo. Yo, que en el fondo de aquellos ojos creía ver siempre el +enigma oscuro de su traición, no podía ignorar cuánto cuesta acercarse +á los altares de Venus Turbulenta. Desde entonces compadezco á los +desgraciados que engañados por una mujer, se consumen sin volver á +besarla. Para ellos será eternamente un misterio la exaltación gloriosa +de la carne. + +[imagen no disponible] + + ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO + EN LA IMPRENTA HELÉNICA + DE MADRID Á XXX DÍAS + DEL MES DE JUNIO + DE MCMXIII + AÑOS + +[imagen no disponible] + + JOSEPH MOJA + + ORNAVIT + + * * * * * + +Errores corregidos por el transcriptor del texto electrónico: + +gloriosas de aquela=> gloriosas de aquella {pg 44} + +los aventuros españoles=> los aventureros españoles {pg 51} + +la Niña tie=> la Niña tiene {pg 189} + +si mirase facisnada=> si mirase fascinada {pg 51} + + + + + +End of Project Gutenberg's Sonata de estío, by Ramón del Valle-Inclán + +*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 42424 *** diff --git a/42424-8.txt b/42424-8.txt deleted file mode 100644 index 60ef4ad..0000000 --- a/42424-8.txt +++ /dev/null @@ -1,3388 +0,0 @@ -The Project Gutenberg EBook of Sonata de esto, by Ramn del Valle-Incln - -This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with -almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org - - -Title: Sonata de esto - memorias del marqus de Bradomn - -Author: Ramn del Valle-Incln - -Release Date: March 28, 2013 [EBook #42424] - -Language: Spanish - -Character set encoding: ISO-8859-1 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK SONATA DE ESTO *** - - - - -Produced by Chuck Greif and the Online Distributed -Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was -produced from images available at The Internet Archive) - - - - - - - - [imagen no disponible: COSTE DIECISEIS-REALES DE VELLON] - - PERLADO, PAEZ Y COMPAA, EDITORES.--MADRID - - - - - OPERA OMNIA - - SONATA DE ESTIO - - MEMORIAS DEL MARQVES DE BRADOMIN - - VOL VI - - - - - SONATA DE ESTIO - - MEMORIAS DEL MARQVES DE BRADOMIN - - LAS PVBLICA DON RAMON DEL VALLE-INCLAN - - OPERA OMNIA - - VOL VI - - [imagen no disponible] - - - - - MEMORIAS - - DEL - - MARQVS DE BRADOMIN - - - - -QUERA OLVIDAR unos amores desgraciados, y pens -recorrer el mundo en romntica peregrinacion. An suspiro al -recordarlo! Aquella mujer tiene en la historia de mi vida un recuerdo -galante, cruel y glorioso, como lo tienen en la historia de los pueblos -Thais la de Grecia, y Ninon la de Francia, esas dos cortesanas menos -bellas que su destino. Acaso el nico destino que merece ser envidiado! -Yo hubirale tenido igual, y quiz ms grande, de haber nacido mujer: -Entonces lograra lo que jams pude lograr. las mujeres para ser -felices les basta con no tener escrpulos, y probablemente, no los -hubiera tenido esa quimrica Marquesa de Bradomn. Dios mediante, hara -como las gentiles marquesas de mi tiempo que ahora se confiesan todos -los viernes, despus de haber pecado todos los das. Por cierto que -algunas se han arrepentido todava bellas y tentadoras, olvidando que -basta un punto de contricin al sentir cercana la vejez. - -Por aquellos das de peregrinacin sentimental era yo joven y algo -poeta, con ninguna experiencia y harta novelera en la cabeza. Crea -de buena fe en muchas cosas que ahora pongo en duda, y libre de -escepticismos, dbame buena prisa gozar de la existencia. Aunque -no lo confesase, y acaso sin saberlo, era feliz, con esa felicidad -indefinible que da el poder amar todas las mujeres. Sin ser un -donjuanista, he vivido una juventud amorosa y apasionada, pero de amor -juvenil y bullente, de pasin equilibrada y sangunea. Los decadentismos -de la generacin nueva no los he sentido jams, Todava hoy, despus de -haber pecado tanto, tengo las maanas triunfantes, y no puedo menos de -sonreir recordando que hubo una poca lejana donde llor por muerto mi -corazn: Muerto de celos, de rabia y de amor. - -Decidido correr tierras, al principio dud sin saber dnde dirigir -mis pasos: Despus, dejndome llevar de un impulso romntico, fu -Mxico. Yo senta levantarse en mi alma, como un canto homrico, la -tradicin aventurera de todo mi linaje. Uno de mis antepasados, Gonzalo -de Sandoval, haba fundado en aquellas tierras el Reino de la Nueva -Galicia, otro haba sido Inquisidor General, y todava el Marqus de -Bradomn conservaba all los restos de un mayorazgo, deshecho entre -legajos de un pleito. Sin meditarlo ms, resolv atravesar los mares. Me -atraa la leyenda mexicana con sus viejas dinastas y sus dioses crueles. - -Embarqu en Londres, donde viva emigrado desde la traicin de Vergara, - hice el viaje vela en aquella fragata La Dalila que despus -naufrag en las costas de Yucatn. Como un aventurero de otros tiempos, -iba perderme en la vastedad del viejo Imperio Azteca, imperio de -historia desconocida, sepultada para siempre con las momias de sus -reyes, entre restos ciclpeos que hablan de civilizaciones, de cultos, -de razas que fueron y slo tienen par en ese misterioso cuanto remoto -Oriente. - -[imagen no disponible] - - - - -AUN CUANDO toda la navegacin tuvimos tiempo de bonanza, -como yo iba herido de mal de amores, apenas sala de mi camarote ni -hablaba con nadie. Cierto que viajaba para olvidar, pero hallaba tan -novelescas mis cuitas, que no me resolva ponerlas en olvido. En -todo me ayudaba aquello de ser inglesa la fragata y componerse el -pasaje de herejes y mercaderes. Ojos perjuros y barbas de azafrn! -La raza sajona es la ms despreciable de la tierra. Yo contemplando -sus pugilatos grotescos y pueriles sobre la cubierta de la fragata, he -sentido un nuevo matiz de la vergenza: La vergenza zoolgica. - -Cun diferente haba sido mi primer viaje bordo de un navo genovs, -que conduca viajeros de todas las partes del mundo! Recuerdo que al -tercer da ya tuteaba un prncipe napolitano, y no hubo entonces -damisela mareada cuya plida y despeinada frente no sirviese mi mano -de reclinatorio. rame divertido entrar en los corros que se formaban -sobre cubierta la sombra de grandes toldos de lona, y aqu chapurrear -el italiano con los mercaderes griegos de rojo fez y fino bigote negro, -y all encender el cigarro en la pipa de los misioneros armenios. Haba -gente de toda laya: Tahures que parecan diplomticos, cantantes -con los dedos cubiertos de sortijas, abates barbilindos que dejaban -un rastro de almizcle, y generales americanos, y toreros espaoles, -y judos rusos, y grandes seores ingleses. Una farndula extica y -pintoresca que con su algaraba causaba vrtigo y mareo. Era por los -mares de Oriente, con rumbo Jafa. Yo iba como peregrino Tierra Santa. - -El amanecer de las selvas tropicales, cuando sus macacos aulladores -y sus verdes bandadas de guacamayos saludan al sol, me ha recordado -muchas veces los tres puentes del navo genovs, con su feria bablica -de tipos, de trajes y de lenguas, pero ms, mucho ms me lo recordaron -las horas untadas de opio que constituan la vida bordo de La -Dalila. Por todas partes asomaban rostros pecosos y bermejos, cabellos -azafranados y ojos perjuros. Herejes y mercaderes en el puente, herejes -y mercaderes en la cmara. Cualquiera tendra para desesperarse! Yo, -sin embargo, lo llevaba con paciencia. Mi corazn estaba muerto, tan -muerto, que no digo la trompeta del Juicio, ni siquiera unas castauelas -le resucitaran. Desde que el cuitado diera las boqueadas, yo pareca -otro hombre: Habame vestido de luto, y en presencia de las mujeres, -poco lindos que tuviesen los ojos, adoptaba una actitud lgubre de poeta -sepulturero y doliente. En la soledad del camarote edificaba mi espritu -con largas reflexiones, considerando cun pocos hombres tienen la suerte -de llorar una infidelidad que hubiera cantado el divino Petrarca. - -Por no ver aquella taifa luterana, apenas asomaba sobre cubierta. -Solamente cuando el sol declinaba iba sentarme en la popa, y all, -libre de importunos, pasbame las horas viendo borrarse la estela de -la fragata. El mar de las Antillas, con su trmulo seno de esmeralda -donde penetraba la vista, me atraa, me fascinaba, como fascinan los -ojos verdes y traicioneros de las hadas que habitan palacios de cristal -en el fondo de los lagos. Pensaba siempre en mi primer viaje. All, -muy lejos, en la lontananza azul donde se disipan las horas felices, -perciba como en esbozo fantstico las viejas placenteras. El lamento -informe y sinfnico de las olas despertaba en m un mundo de recuerdos: -Perfiles desvanecidos, ecos de risas, murmullo de lenguas extranjeras, -y los aplausos y el aleteo de los abanicos mezclndose las notas -de la tirolesa que en la cmara de los espejos cantaba Lil. Era una -resurreccin de sensaciones, una esfumacin deliciosa del pasado, algo -etreo, brillante, cubierto de polvo de oro, como esas reminiscencias -que los sueos nos dan veces de la vida. - - - - -Nuestra primera escala en aguas de Mxico, fu San Juan -de Tuxtlan. Recuerdo que era media maana cuando bajo un sol abrasador -que resecaba las maderas y derreta la brea, dimos fondo en aquellas -aguas de bruida plata. Los barqueros indios, verdosos como antiguos -bronces, asaltan la fragata por ambos costados, y del fondo de sus -canoas sacan exticas mercancas: Cocos esculpidos, abanicos de palma y -bastones de carey, que muestran sonriendo como mendigos los pasajeros -que se apoyan sobre la borda. Cuando levanto los ojos hasta los peascos -de la ribera, que asoman la tostada cabeza entre las olas, distingo -grupos de muchachos desnudos que se arrojan desde ellos y nadan grandes -distancias, hablndose medida que se separan y lanzando gritos. -Algunos descansan sentados en las rocas, con los pies en el agua: Otros -se encaraman para secarse al sol, que los ilumina de soslayo, grciles y -desnudos, como figuras de un friso del Parthenn. - -Por huir del enojo que me causaba la vida bordo, decidme -desembarcar. No olvidar nunca las tres horas mortales que dur el -pasaje desde la fragata la playa. Aletargado por el calor, voy todo -este tiempo echado en el fondo de la canoa de un negro africano que -mueve los remos con lentitud desesperante. travs de los prpados -entornados vea erguirse y doblarse sobre m, guardando el mareante -comps de la bogada, aquella figura de carbn, que unas veces me -sonre con sus abultados labios de gigante, y otras silba esos aires -cargados de religioso sopor, una msica compuesta solamente de tres -notas tristes, con que los magnetizadores de algunas tribus salvajes -adormecen las grandes culebras. As deba ser el viaje infernal de los -antiguos en la barca de Carn: Sol abrasador, horizontes blanquecinos y -calcinados, mar en calma sin brisas ni murmullos, y en el aire todo el -calor de las fraguas de Vulcano. - -Cuando arribamos la playa, se levantaba una fresca ventolina, y el -mar, que momentos antes semejaba de plomo, empezaba rizarse. La -Dalila no tardara en levar anclas para aprovechar el viento que -llegaba tras largos das de calma. Solamente me quedaban algunas horas -para recorrer aquel villaje indio. De mi paseo por las calles arenosas -de San Juan de Tuxtlan conservo una impresin somnolente y confusa, -parecida la que deja un libro de grabados hojeado perezosamente -en la hamaca durante el bochorno de la siesta. Hasta me parece que -cerrando los ojos, el recuerdo se aviva y cobra relieve. Vuelvo -sentir la angustia de la sed y el polvo: Atiendo el despacioso ir y -venir de aquellos indios ensabanados como fantasmas, oigo la voz melosa -de aquellas criollas ataviadas con graciosa ingenuidad de estatuas -clsicas, el cabello suelto, los hombros desnudos, velados apenas por -rebocillo de transparente seda. - -Aun riesgo de que la fragata se hiciese al mar, busqu un caballo y -me aventur hasta las ruinas de Tequil. Un indio adolescente me sirvi -de gua. El calor era insoportable. Casi siempre al galope, recorr -extensas llanuras de Tierra Caliente, plantos que no acaban nunca, -de henequen y caa dulce. En la lnea del horizonte se perfilaban -las colinas de configuracin volcnica revestidas de maleza espesa y -verdinegra. En la llanura los chaparros tendan sus ramas, formando una - modo de sombrilla gigantesca, y sentados en rueda, algunos indios -devoraban la miserable racin de tamales. - -Nosotros seguamos una senda roja y polvorienta. El gua, casi desnudo, -corra delante de mi caballo. Sin hacer alto una sola vez, llegamos - Tequil. En aquellas ruinas de palacios, de pirmides y de templos -gigantes, donde crecen polvorientos sicomoros y anidan verdes reptiles, -he visto por vez primera una singular mujer, quien sus criados indios, -casi estoy por decir sus siervos, llamaban dulcemente la Nia Chole. -Me pareci la Salamb de aquellos palacios. Vena de camino hacia San -Juan de Tuxtlan y descansaba la sombra de una pirmide, entre el -cortejo de sus servidores. Era una belleza bronceada, extica, con esa -gracia extraa y ondulante de las razas nmadas, una figura hiertica y -serpentina, cuya contemplacin evocaba el recuerdo de aquellas princesas -hijas del sol, que en los poemas indios resplandecen con el doble -encanto sacerdotal y voluptuoso. Vesta como las criollas yucatecas, -albo hipil recamado con sedas de colores, vestidura indgena semejante -una tunicela antigua, y zagalejo andaluz, que en aquellas tierras ayer -espaolas, llaman todava con el castizo y jacaresco nombre de fustn. -El negro cabello caale suelto, el hipil jugaba sobre el clsico seno. -Por desgracia, yo solamente poda verla el rostro aquellas raras veces -que hacia m lo tornaba, y la Nia Chole tena esas bellas actitudes -de dolo, esa quietud esttica y sagrada de la raza maya, raza tan -antigua, tan noble, tan misteriosa, que parece haber emigrado del fondo -de la Asiria. Pero cambio del rostro, desquitbame en aquello que no -alcanzaba velar el rebocillo, admirando como se mereca la torntil -morbidez de los hombros y el contorno del cuello. Vlgame Dios! Me -pareca que de aquel cuerpo bruido por el ardiente sol de Mxico se -exhalaban lnguidos efluvios, y que yo los aspiraba, los beba, que me -embriagaba con ellos... - -Un criado indio trae del diestro el palafrn de aquella Salamb, que -le habla en su vieja lengua y cabalga sonriendo. Entonces, al verla de -frente, el corazn me di un vuelco. Tena la misma sonrisa de Lil. -Aquella Lil, no s si amada, si aborrecida! - - - - -DESCANS en un boho levantado en medio de las ruinas, y -adormec en la hamaca colgada de un cedro gigantesco que daba sombra -la puerta. El campo se hunda lentamente en el silencio amoroso y lleno -de suspiros de un atardecer ardiente. La brisa aromada y fecunda de los -crepsculos tropicales oreaba mi frente. La campia toda se estremeca -cual si acercarse sintiese la hora de sus nupcias, y exhalaba de sus -entraas vrgenes un vaho caliente de negra enamorada, potente y deseosa. - -Adormecido por el ajetreo, el calor y el polvo, so como un rabe que -imaginase haber traspasado los umbrales del Paraso. Necesitar decir -que las siete hures con que me regal el Profeta eran siete criollas -vestidas de fustn hipil, y que todas tenan la sonrisa de Lil y el -mirar de la Nia Chole? Verdaderamente, aquella Salamb de los palacios -de Tequil empezaba preocuparme demasiado. Lo advert con terror, -porque estaba seguro de concluir enamorndome locamente de sus lindos -ojos si tena la desgracia de volver verlos. Afortunadamente, las -mujeres que as tan de sbito nos cautivan suelen no aparecerse ms que -una vez en la vida. Pasan como sombras, envueltas en el misterio de un -crepsculo ideal. Si volviesen pasar, quiz desvanecerase el encanto. -Y qu volver, si una mirada suya basta comunicarnos todas las -secretas melancolas del amor! - -Oh romnticos devaneos, pobres hijos del ideal, nacidos durante algunas -horas de viaje! Quin lleg viejo y no ha sentido estremecerse -el corazn bajo la caricia de vuestra ala blanca? Yo guardo en el -alma tantos de estos amores! Aun hoy, con la cabeza llena de canas, -viejo prematuro, no puedo recordar sin melancola un rostro de mujer, -entrevisto cierta madrugada entre Urbino y Roma, cuando yo estaba en -la Guardia Noble de Su Santidad: Es una figura de ensueo plida y -suspirante, que flota en lo pasado y esparce sobre todos mis recuerdos -juveniles el perfume ideal de esas flores secas que entre cartas y -rizos, guardan los enamorados, y en el fondo de algn cofrecillo parecen -exhalar el cndido secreto de los primeros amores. - -Los ojos de la Nia Chole haban removido en mi alma tan lejanas -memorias, tenues como fantasmas, blancas como baadas por luz de luna. -Aquella sonrisa, evocadora de la sonrisa de Lil, haba encendido en -mi sangre tumultuosos deseos y en mi espritu ansia vaga de amor. -Rejuvenecido y feliz, con cierta felicidad melanclica, suspiraba por -los amores ya vividos, al mismo tiempo que me embriagaba con el perfume -de aquellas rosas abrileas que tornaban engalanar el viejo tronco. El -corazn, tanto tiempo muerto, senta con la ola de savia juvenil que lo -inundaba nuevamente, la nostalgia de viejas sensaciones: Sumergase en -la niebla del pasado y saboreaba el placer de los recuerdos, ese placer -de moribundo que am mucho y en formas muy diversas. Ay, era delicioso -aquel estremecimiento que la imaginacin excitada comunicaba los -nervios!... - -Y en tanto, la noche detenda por la gran llanura su sombra llena de -promesas apasionadas, y los pjaros de largas alas volaban de las -ruinas. Di algunos pasos, y con voces que repiti el eco milenario de -aquellos palacios, llam al indio que me serva de gua. Con el overo -ya embridado asom tras un dolo gigantesco esculpido en piedra roja. -Cabalgu y partimos. El horizonte relampagueaba. Un vago olor marino, -olor de algas y brea, mezclbase por veces al mareante de la campia, -y all, muy lejos, en el fondo oscuro del Oriente, se divisaba el -resplandor rojizo de la selva que arda. La naturaleza, lujuriosa y -salvaje, an palpitante del calor de la tarde, semejaba dormir el sueo -profundo y jadeante de una fiera fecundada. En aquellas tinieblas -pobladas de susurros nupciales y de moscas de luz que danzan entre las -altas yerbas, raudas y quimricas, me pareca respirar una esencia -suave, deliciosa, divina: La esencia que la madurez del Esto vierte en -el cliz de las flores y en los corazones. - - - - -YA METIDA LA NOCHE llegamos San Juan de Tuxtlan. -Descabalgu y arrojando al gua las riendas del caballo, por una calle -solitaria baj solo la playa. Al darme en el rostro la brisa del mar, -avizorme pensando si la fragata habra zarpado. En estas dudas iba, -cuando percibo mi espalda blando rumor de pisadas descalzas. Un indio -ensabanado se me acerca: - ---No tiene mi amito cosita que me ordenar? - -Nada, nada... - -El indio hace seal de alejarse: - ---Ni precisa que le gue, nio? - ---No preciso nada. - -Sombro y musitando, embzase mejor en la sbana que le sirve de clmide -y se va. Yo sigo adelante camino de la playa. De pronto la voz mansa -y humilde del indio llega nuevamente mi odo. Vuelvo la cabeza y -le descubro pocos pasos. Vena la carrera y cantaba los gozos de -Nuestra Seora de Guadalupe. Me di alcance y murmur emparejndose: - ---De verdad, nio, si se pierde no sabr salir de los mdanos... - -El hombre empieza cansarme, y me resuelvo no contestarle. Esto, sin -duda, le anima, porque sigue acosndome buen rato de camino. Calla un -momento y luego, en tono misterioso, aade: - ---No quiere que le lleve junto una chinita, mi jefe?... Una tapatia -de quince aos que vive aqu merito. Andele, nio, ver bailar el -jarabe. Todava no hace un mes que la perdi el amo del ranchito de -Huaxila: Nio Nacho, no sabe? - -De pronto se interrumpe, y con un salto de salvaje plntaseme delante -en nimo y actitud de cerrarme el paso: Encorvado, el sombrero en una -mano guisa de broquel, la otra echada fieramente atrs, armada de una -faca ancha y reluciente. Confieso que me sobrecog. El paraje era -propsito para tal linaje de asechanzas: Mdanos pantanosos cercados de -negros charcos donde se reflejaba la luna, y all lejos una barraca de -siniestro aspecto, con los resquicios iluminados por la luz de dentro. -Quiz me dejo robar entonces si llega ser menos corts el ladrn y me -habla torvo y amenazante, jurando arrancarme las entraas y prometiendo -beberse toda mi sangre. Pero en vez de la intimacin breve imperiosa -que esperaba, le escucho murmurar con su eterna voz de esclavo: - ---No se llegue, mi amito, que puede clavarse... - -Oirle y recobrarme fu obra de un instante. El indio ya se recoga, como -un gato monts, dispuesto saltar sobre m. Parecime sentir en la -medula el fro del acero: Tuve horror morir apualado, y de pronto me -sent fuerte y valeroso. Con ligero estremecimiento en la voz, grit al -truhn adelantando un paso, apercibido resistirle: - ---Andando te dejo seco! - -El indio no se movi. Su voz de siervo parecime llena de irona: - ---No se arrugue, valedor!... Si quiere pasar, ah merito, sobre esa -piedra, arre la plata. Andele, luego, luego. - -Otra vez volv tener miedo de aquella faca reluciente. Sin embargo, -murmur resuelto: - ---Ahora vamos verlo, bandido! - -No llevaba armas, pero en las ruinas de Tequil un indio que venda -pieles de jaguar, haba tenido el capricho de comprarle su bordn que -me encant por la rareza de las labores. An lo conservo: Parece el -cetro de un rey negro, tan oriental, y al mismo tiempo tan ingenua y -primitiva, es la fantasa con que est labrado. Me afirm los quevedos, -requer el palo, y con gentil comps de pies, como dira un bravo de ha -dos siglos, adelant hacia el ladrn, que di un paso procurando herirme -de soslayo. Por ventura ma, la luna dbale de lleno y advert el ataque -en sazn de evitarlo. Recuerdo confusamente que intent un desarme con -amago la cabeza y golpe al brazo, y que el indio lo evit jugndome la -luz con destreza de salvaje. Despus no s. Slo conservo una impresin -angustiosa como de pesadilla. El mdano iluminado por la luna; la arena -negra y movediza donde se entierran los pies; el brazo que se cansa; -la vista que se turba; el indio que desaparece, vuelve, me acosa, se -encorva y salta con furia fantstica de gato embrujado; y cuando el -palo va desprenderse de mi mano, un bulto que huye y el brillo de la -faca que pasa sobre mi cabeza y queda temblando como vbora de plata -clavada en el rbol negro y retorcido de una cruz hecha de dos troncos -chamuscados... Quedme un momento azorado y sin darme cuenta cabal del -suceso. Como travs de niebla muy espesa, vi abrirse sigilosamente -la puerta de la barraca y salir dos hombres catear la playa. Recel -algn encuentro como el pasado y tom buen paso camino del mar. Llegu - punto que largaba un bote de la fragata, donde iba el segundo de -bordo. Gritle, y mand virar para recogerme. - - - - -LLEGADO que fu la fragata, recogme mi camarote, y -como estuviese muy fatigado, me acost en seguida. Ctate que no bien -apago la luz empiezan removerse las vboras mal dormidas del deseo -que desde todo el da llevaba enroscadas al corazn, apercibidas -morderle. Al mismo tiempo sentame invadido por una gran melancola, -llena de confusin y de misterio. La melancola del sexo, germen de -la gran tristeza humana. El recuerdo de la Nia Chole perseguame -con mariposeo ingrvido y terco. Su belleza ndica, y aquel encanto -sacerdotal, aquella gracia serpentina, y el mirar sibilino, y las -caderas ondulosas, la sonrisa inquietante, los pies de nia, los hombros -desnudos, todo cuanto la mente adivinaba, cuanto los ojos vieran, -todo, todo era hoguera voraz en que mi carne arda. Me figuraba que -las formas juveniles y gloriosas de aquella Venus de bronce florecan -entre cfiros, y que veladas primero se entreabran turgentes, frescas, -lujuriosas, fragantes como rosas de Alejandra en los jardines de Tierra -Caliente. Y era tal el poder sugestivo del recuerdo, que en algunos -momentos cre respirar el perfume voluptuoso que al andar esparca su -falda, con ondulaciones suaves. - -Poco poco cerrme los ojos la fatiga, y el arrullo montono y regular -del agua acab de sumirme en un sueo amoroso, febril inquieto, -representacin y smbolo de mi vida. Despertme al amanecer con los -nervios vibrantes, cual si hubiese pasado la noche en un invernadero, -entre plantas exticas, de aromas raros, afroditas y penetrantes. Sobre -mi cabeza sonaban voces confusas y blando pataleo de pies descalzos, -todo ello acompaado de mucho chapoteo y trajn. Empezaba la faena del -baldeo. Me levant y sub al puente. Heme ya respirando la ventolina que -huele brea y algas. En aquella hora el calor es deleitante. Percbense -en el aire estremecimientos voluptuosos: El horizonte re bajo un -hermoso sol. - -Envuelto en el rosado vapor que la claridad del alba extenda sobre -el mar azul, adelantaba un esquife. Era tan esbelto, ligero y blanco, -que la clsica comparacin con la gaviota y con el cisne venale de -perlas. En las bancas traa hasta seis remeros. Bajo un palio de lona, -levantado popa, se guareca del sol una figura vestida de blanco. -Cuando el esquife toc la escalera de la fragata ya estaba yo all, en -confusa espera de no s qu gran ventura. Una mujer viene sentada al -timn. El toldo solamente me deja ver el borde de la falda y los pies -de reina calzados con chapines de raso blanco, pero mi alma la adivina. -Es ella, la Salamb de los palacios de Tequil!... S, era ella, ms -gentil que nunca, velada apenas en el rebocillo de seda. Hela en pie -sobre la banca, apoyada en los hercleos hombros de un marinero negro. -El labio abultado y rojo de la criolla sonre con la gracia inquietante -de una egipcia, de una turania. Sus ojos, envueltos en la sombra de las -pestaas, tienen algo de misterioso, de quimrico y lejano, algo que -hace recordar las antiguas y nobles razas que en remotas edades fundaron -grandes imperios en los pases del sol... El esquife cabecea al costado -de la fragata. La criolla, entre asustada y divertida, se agarra los -crespos cabellos del gigante, que impensadamente la toma al vuelo y se -lanza con ella la escala. Los dos ren envueltos en un salsero que -les moja la cara. Ya sobre cubierta, el coloso negro la deja sola y se -aparta secreteando con el contramaestre. - -Yo gano la cmara por donde necesariamente han de pasar. Nunca el -corazn me ha latido con ms violencia. Recuerdo perfectamente que -estaba desierta y un poco oscura. Las luces del amanecer cabrilleaban en -los cristales. Pasa un momento. Oigo voces y gorjeos: Un rayo de sol ms -juguetn, ms vivo, ms alegre, ilumina la cmara, y en el fondo de los -espejos se refleja la imagen de la Nia Chole. - - - - -FU AQUL uno de esos largos das de mar encalmados -y bochornosos que navegando vela no tienen fin. Slo de tiempo en -tiempo alguna rfaga clida pasaba entre las jarcias y haca flamear el -velamen. Yo andaba avizorado y errabundo, con la esperanza de que la -Nia Chole se dejase ver sobre cubierta algn momento. Vana esperanza. -La Nia Chole permaneci retirada en su camarote, y acaso por esto las -horas me parecieron, como nunca, llenas de tedio. Desengaado de aquella -sonrisa que yo haba visto y amado en otros labios, fu sentarme en la -popa. - -Sobre el dormido cristal de esmeralda, la fragata dejaba una estela de -bullentes rizos. Sin saber cmo resurgi en mi memoria cierta cancin -americana que Nieves Agar, la amiga querida de mi madre, me enseaba -hace muchos aos, all en tiempos cuando yo era rubio como un tesoro -y sola dormirme en el regazo de las seoras que iban de tertulia al -Palacio de Bradomn. Esta aficin dormir en un regazo femenino la -conservo todava. Pobre Nieves Agar, cuntas veces me has mecido en tus -rodillas al comps de aquel danzn que cuenta la historia de una criolla -ms bella que Atala, dormida en hamaca de seda, la sombra de los -cocoteros! Tal vez la historia de otra Nia Chole! - -Ensoador y melanclico permanec toda la tarde sentado la sombra del -foque, que caa lacio sobre mi cabeza. Solamente al declinar el sol se -levant una ventolina, y la fragata, con todo su velamen desplegado, -pudo doblar la Isla de Sacrificios y dar fondo en aguas de Veracruz. -Cautiva el alma de religiosa emocin, contempl la abrasada playa -donde desembarcaron antes que pueblo alguno de la vieja Europa, los -aventureros espaoles, hijos de Alarico el brbaro y de Tarik el moro. -Vi la ciudad que fundaron, y la que dieron abolengo de valenta, -espejarse en el mar quieto y de plomo como si mirase fascinada la ruta -que trajeron los hombres blancos: un lado, sobre desierto islote -de granito, baa sus pies en las olas el Castillo de Ula, sombra -romntica que evoca un pasado feudal que all no hubo, y lo lejos la -cordillera del Orizaba, blanca como la cabeza de un abuelo, dibjase -con indecisin fantstica sobre un cielo clsico, de lmpido y profundo -azul. Record lecturas casi olvidadas que, nio an, me haban hecho -soar con aquella tierra hija del sol: Narraciones medio histricas, -medio novelescas, en que siempre se dibujaban hombres de tez cobriza, -tristes y silenciosos, como cumple los hroes vencidos, y selvas -vrgenes, pobladas de pjaros de brillante plumaje, y mujeres como -la Nia Chole, ardientes y morenas, smbolo de la pasin que dijo un -cuitado poeta de estos tiempos. - -Como no es posible renunciar la patria, yo, espaol y caballero, -senta el corazn henchido de entusiasmo y poblada de visiones -gloriosas la mente, y la memoria llena de recuerdos histricos. La -imaginacin exaltada me finga al aventurero extremeo poniendo fuego - sus naves, y sus hombres esparcidos por la arena, atisbndole de -travs, los mostachos enhiestos al antiguo uso marcial, y sombros -los rostros varoniles, curtidos y con ptina, como las figuras de los -cuadros muy viejos. Yo iba desembarcar en aquella playa sagrada, -siguiendo los impulsos de una vida errante, y al perderme, quiz para -siempre, en la vastedad del viejo Imperio Azteca, senta levantarse en -mi alma de aventurero, de hidalgo y de cristiano, el rumor augusto de la -Historia. - -Apenas anclamos sale en tropel de la ribera una gentil flotilla, -compuesta de esquifes y canoas. Desde muy lejos se oye el son -montono del remo. Centenares de cabezas asoman sobre la borda de la -fragata, y abigarrada muchedumbre hormiguea, se agita y se desata en -el entrepuente. Hablase gritos el espaol, el ingls, el chino. Los -pasajeros hacen seas los barqueros indios para que se aproximen: -Ajustan, disputan, regatean, y al cabo, como rosario que se desgrana, -van cayendo en el fondo de las canoas que rodean la escalera y esperan -ya con los remos armados. La flotilla se dispersa. Todava larga -distancia vese una diminuta figura moverse agitando los brazos, y se -oyen sus voces, que destaca y agranda la quietud solemne de aquellas -regiones abrasadas. Ni una sola cabeza se ha vuelto hacia la fragata -para mandarle un adis de despedida. All van, sin otro deseo que -tocar cuanto antes la orilla. Son los conquistadores del oro. La noche -se avecina. En esta hora del crepsculo, el deseo ardiente que la Nia -Chole me produce se aquilata y purifica, hasta convertirse en ansia vaga -de amor ideal y potico. Todo oscurece lentamente: Gime la brisa, riela -la luna, el cielo azul turqu se torna negro, de un negro solemne donde -las estrellas adquieren una limpidez profunda. Es la noche americana de -los poetas. - - - - -ACABABA de bajar mi camarote, y hallbame tendido en -la litera fumando una pipa, y quiz soando con la Nia Chole, cuando -se abre la puerta y veo aparecer Julio Csar, un rapazuelo mulato que -me haba regalado en Jamaica cierto aventurero portugus que, andando -el tiempo, lleg general en la Repblica Dominicana. Julio Csar se -detiene en la puerta, bajo el pabelln que forman las cortinas: - ---Mi amito! bordo viene un moreno que mata los tiburones en el agua -con el trinchete. Suba, mi amito, no se dilate!... - -Y desaparece velozmente, como esos etopes carceleros de princesas en -los castillos encantados. Yo, espoleado por la curiosidad, salgo tras -l. Heme en el puente que ilumina la plcida claridad del plenilunio. -Un negro colosal, con el traje de tela chorreando agua, se sacude -como un gorila, en medio del corro que su rededor han formado los -pasajeros, y sonre mostrando sus blancos dientes de animal familiar. -pocos pasos dos marineros encorvados sobre la borda de estribor, halan -un tiburn medio degollado, que se balancea fuera del agua, al costado -de la fragata. Mas he ah que de pronto rompe el cable, y el tiburn -desaparece en medio de un remolino de espumas. El negrazo musita -apretando los labios elefancacos: - ---Pendejos! - -Y se va, dejando como un rastro en la cubierta del navo las huellas -hmedas de sus pies descalzos. Una voz femenina le grita desde lejos: - ---Che, moreno!... - ---Voy, horita!... No me dilato. - -La forma de una mujer blanquea sobre negro fondo en la puerta de la -cmara. No hay duda, es ella! Pero cmo no la he adivinado? Qu -hacas t, corazn, que no me anunciabas su presencia? Oh, con cunto -gusto hubirate entonces puesto bajo sus lindos pies para castigo! El -marinero se acerca: - ---Manda alguna cosa la Nia Chole? - ---Quiero verte matar un tiburn. - -El negro sonre con esa sonrisa blanca de los salvajes, y pronuncia -lentamente, sin apartar los ojos de las olas que argenta la luna: - ---No puede ser, mi amita: Se ha juntado una punta de tiburones, sabe? - ---Y tienes miedo? - ---Qu va!... Aunque fcilmente, como la sazn est peligrosa... Vea su -merced no ms... - -La Nia Chole no le dej concluir: - ---Cunto te han dado esos seores? - ---Veinte tostones: Dos centenes, sabe? - -Oy la respuesta el contramaestre, que pasaba ordenando una maniobra, y -con esa concisin dura y franca de los marinos curtidos, sin apartar el -pito de los labios ni volver la cabeza, apuntle: - ---Cuatro monedas y no seas guaje!... - -El negro pareci dudar. Asomse al barandal de estribor y observ un -instante el fondo del mar donde temblaban amortiguadas las estrellas. -Veanse cruzar argentados y fantsticos peces que dejaban tras s estela -de fosforescentes chispas y desaparecan confundidos con los rieles de -la luna: En la zona de sombra que sobre el azul de las olas proyectaba -el costado de la fragata, esbozbase la informe mancha de una cuadrilla -de tiburones. El marinero se apart reflexionando. Todava volvise una - dos veces mirar las dormidas olas, como penetrado de la queja que -lanzaban en el silencio de la noche. Pic un cigarro con las uas, y se -acerc: - ---Cuatro centenes, le apetece mi amita? - -La Nia Chole, con ese desdn patricio que las criollas opulentas -sienten por los negros, volvi l su hermosa cabeza de reina india, y -en tono tal, que las palabras parecan dormirse cargadas de tedio en el -borde de los labios, murmur: - ---Acabars?... Sean los cuatro centenes!... - -Los labios hidrpicos del negro esbozaron una sonrisa de ogro avaro y -sensual: Seguidamente despojse de la blusa, desenvain el cuchillo que -llevaba en la cintura y como un perro de Terranova tomle entre los -dientes y se encaram sobre la borda. El agua del mar reluca an en -aquel torso desnudo que pareca de barnizado bano. Inclinse el negrazo -sondando con los ojos el abismo: Luego, cuando los tiburones salieron - la superficie, le vi erguirse negro y mitolgico sobre el barandal -que iluminaba la luna, y con los brazos extendidos echarse de cabeza -y desaparecer buceando. Tripulacin y pasajeros, cuantos se hallaban -sobre cubierta, agolpronse la borda. Sumironse los tiburones en -busca del negro, y todas las miradas quedaron fijas en un remolino -que no tuvo tiempo borrarse, porque casi incontinenti una mancha de -espumas rojas colore el mar, y en medio de los hurras de la marinera -y el vigoroso aplaudir de las manos coloradotas y plebeyas de los -mercaderes sali flote la testa chata y lanuda del marinero que nadaba -ayudndose de un solo brazo, mientras con el otro sostena entre aguas -un tiburn degollado por la garganta, donde traa clavado el cuchillo. -Tratse en tropel de izar al negro: Arrojronse cuerdas, ya para el -caso prevenidas, y cuando levantaba medio cuerpo fuera del agua rasg -el aire un alarido horrible, y le vimos abrir los brazos y desaparecer -sorbido por los tiburones. Yo permaneca an sobrecogido cuando son -mi espalda una voz que deca: - ---Quiere hacerme sitio, seor? - -Al mismo tiempo alguien toc suavemente mi hombro. Volv la cabeza y -hallme con la Nia Chole. Vagaba cual siempre, por su labio inquietante -sonrisa, y abra y cerraba velozmente una de sus manos, en cuya palma vi -lucir varias monedas de oro. Rogme con cierto misterio que la dejase -sitio, y doblndose sobre la borda las arroj lo ms lejos que pudo. En -seguida volvise m con gentil escorzo de todo el busto: - ---Ya tiene para el flete de Carn!... - -Yo deba estar ms plido que la muerte, pero como ella fijaba en m -sus hermosos ojos y sonrea, vencime el encanto de los sentidos, y mis -labios an trmulos, pagaron aquella sonrisa de reina antigua con la -sonrisa del esclavo, que aprueba cuanto hace su seor. La crueldad de -la criolla me horrorizaba y me atraa: Nunca como entonces me pareciera -tentadora y bella. Del mar oscuro y misterioso suban murmullos y -aromas: La blanca luna les prestaba no s qu rara voluptuosidad. La -trgica muerte de aquel coloso negro, el mudo espanto que se pintaba -an en todos los rostros, un violn que lloraba en la cmara, todo en -aquella noche, bajo aquella luna, era para m objeto de voluptuosidad -depravada y sutil... - -Alejse la Nia Chole con ese andar rtmico y ondulante que recuerda al -tigre, y al desaparecer, una duda cruel me mordi el corazn. Hasta -entonces no haba reparado que mi lado estaba un adolescente bello y -rubio, que record haber visto al desembarcar en la playa de Tuxtlan. -Sera para l la sonrisa de aquella boca, en donde pareca dormir el -enigma de algn antiguo culto licencioso, cruel y diablico? - -[imagen no disponible] - - - - -CON LAS PRIMERAS luces del alba desembarqu en Veracruz. -Tuve miedo de aquella sonrisa de Lil, que ahora se me apareca en -boca de otra mujer. Tuve miedo de aquellos labios, los labios de Lil, -frescos, rojos, fragantes como las cerezas de nuestro huerto, que -tanto gustaba de ofrecerme en ellos. Si el pobre corazn es liberal, y -di hospedaje al amor ms de una y de dos veces, y gust sus contadas -alegras, y padeci sus innumerables tristezas, no pueden menos de -causarle temblores, miradas y sonrisas cuando los ojos y los labios que -las prodigan son como los de la Nia Chole. Yo he temblado entonces, -y temblara hoy, que la nieve de tantos inviernos cay sin deshelarse -sobre mi cabeza! - -Ya otras veces haba sentido ese mismo terror de amar, pero llegado el -trance de poner tierra por medio, siempre me haban faltado los nimos -como una romntica damisela. Flaquezas del corazn mimado toda la -vida por mi ternura, y toda la vida dndome sinsabores! Hoy tengo por -experiencia averiguado que nicamente los grandes santos y los grandes -pecadores, poseen la virtud necesaria para huir las tentaciones del -amor. Yo confieso humildemente que slo en aquella ocasin pude dejar -de ofrecerle el nido de mi pecho al sentir el roce de sus alas. Tal vez -por eso el destino tom empeo probar el temple de mi alma! - -Cuando arribbamos la playa en un esquife de la fragata, otro esquife -empavesado con banderas y gallardetes, acababa de varar en ella, y mis -ojos adivinaron la Nia Chole en aquella mujer blanca y velada que -desde la proa salt la orilla. Sin duda estaba escrito que yo haba de -ser tentado y vencido. Hay mrtires con quienes el diablo se divierte -robndoles la palma, y desgraciadamente, yo he sido uno de esos toda la -vida. Pas por el mundo como un santo cado de su altar y descalabrado. -Por fortuna, algunas veces pude hallar manos blancas y piadosas que -vendasen mi corazn herido. Hoy, al contemplar las viejas cicatrices y -recordar cmo fu vencido, casi me consuelo. En una Historia de Espaa, -donde lea siendo nio, aprend que lo mismo da triunfar que hacer -gloriosa la derrota. - -Al desembarcar en Veracruz, mi alma se llen de sentimientos heroicos. -Yo cruc ante la Nia Chole orgulloso y soberbio como un conquistador -antiguo. All en sus tiempos mi antepasado Gonzalo de Sandoval, que -fund en Mxico el reino de la Nueva Galicia, no habr mostrado mayor -desvo ante las princesas aztecas sus prisioneras, y sin duda la Nia -Chole era como aquellas princesas que sentan el amor al ser ultrajadas -y vencidas, porque me miraron largamente sus ojos y la sonrisa ms bella -de su boca fu para m. La deshojaron los labios como las esclavas -deshojaban las rosas al paso triunfal de los vencedores. Yo, sin -embargo, supe permanecer desdeoso. - -Por aquella playa de dorada arena subimos la par, la Nia Chole entre -un cortejo de criados indios, yo precedido de mi esclavo negro. Casi -rozando nuestras cabezas, volaban torpes bandadas de feos y negros -pajarracos. Era un continuado y asustadizo batir de alas que pasaban -oscureciendo el sol. Yo las senta en el rostro como fieros abanicazos. -Tan presto iban rastreando como se remontaban en la claridad azul. -Aquellas largas y sombras bandadas cernanse en la altura con revuelo -quimrico, y al caer sobre las blancas azoteas moriscas las ennegrecan, -y al posarse en los cocoteros del arenal desgajaban las palmas. Parecan -aves de las ruinas con su cabeza leprosa, y sus alas flequeadas, y su -plumaje de luto, de un negro miserable, sin brillo ni tornasoles. Haba -cientos, haba miles. Un esquiln tocaba misa de alba en la iglesia de -los Dominicos que estaba al paso, y la Nia Chole entr con el cortejo -de sus criados. Todava desde la puerta me envi una sonrisa. Pero lo -que acab de prendarme fue aquella muestra de piedad! - -[imagen no disponible] - - - - -EN LA VILLA Rica de la Veracruz fu mi alojamiento un -venerable parador que acordaba el tiempo feliz de los virreyes. Yo -esperaba detenerme all pocas horas. Quera reunir una escolta aquel -mismo da y ponerme en camino para las tierras que haban constituido mi -mayorazgo. Por entonces slo con buena guardia de escopeteros era dado -aventurarse en los caminos mexicanos, donde seoreaban cuadrillas de -bandoleros: Aquellos plateados tan famosos por su fiera bravura y su -lujoso arreo! Eran los tiempos de Adriano Cullar y Juan de Guzmn. - -De pronto, en el patio lleno de sol apareci la Nia Chole con su -squito de criados. Majestuosa y altiva se acercaba con lentitud, dando -rdenes un caballerango que escuchaba con los ojos bajos y responda -en lengua yucateca, esa vieja lengua que tiene la dulzura del italiano -y la ingenuidad pintoresca de los idiomas primitivos. Al verme hizo -una gentil cortesa, y por su mandato corrieron buscarme tres indias -nbiles que parecan sus azafatas. Hablaban alternativamente como -novicias que han aprendido una letana, y recitan aquello que mejor -saben. Hablaban lentas y humildes, sin levantar la mirada: - ---Es la Nia que nos enva, seor... - ---Nos enva para decirle... - ---Perdone vos, para rogarle, seor... - ---Como ha sabido la Nia que vos, seor, junta una escolta, y ella -tambin tiene de hacer camino. - ---Mucho camino, seor! - ---Hartas leguas, seor! - ---Ms de dos das, seor! - -Segu las azafatas. La Nia Chole me recibi agitando las manos: - ---Oh! Perdone el enojo. - -Su voz era queda, salmodiada y dulce, voz de sacerdotisa y de princesa. -Yo, despus de haberla contemplado intensamente, me inclin. Viejas -artes de enamorar, aprendidas en el viejo Ovidio! La Nia Chole -prosigui: - ---En este mero instante acabo de saber que junta usted una escolta para -ponerse en viaje. Si hicisemos la misma jornada podramos reunir la -gente. Yo voy Necoxtla. - -Haciendo una cortesa versallesca y suspirando, respond: - ---Necoxtla, est seguramente en mi camino. - -La Nia Chole interrog curiosa: - ---Va usted muy lejos? Acaso Nueva Sigenza? - ---Voy los llanos de Tixul, que ignoro dnde estn. Una herencia del -tiempo de los virreyes, entre Grijalba y Tlacotalpan. - -La Nia Chole me mir con sorpresa: - ---Qu dice, seor? Es diferente nuestra ruta. Grijalba est en la -costa, y hubirale sido mejor continuar embarcado. - -Me inclin de nuevo con rendimiento: - ---Necoxtla est en mi camino. - -Ella sonri desdeosa: - ---Pero no reuniremos nuestras gentes. - ---Por qu? - ---Porque no debe ser. Le ruego, seor, que siga su camino. Yo seguir el -mo. - ---Es uno mismo el de los dos. Tengo el propsito de secuestrarla usted -apenas nos hallemos en despoblado. - -Los ojos de la Nia Chole, tan esquivos antes, se cubrieron con una -amable claridad: - ---Diga, son locos todos los espaoles? - -Yo repuse con arrogancia: - ---Los espaoles nos dividimos en dos grandes bandos: Uno, el Marqus de -Bradomn, y el otro todos los dems. - -La Nia Chole me mir risuea: - ---Cunta jactancia, seor! - -En aquel momento el caballerango vino decirle que haban ensillado, -y que la gente estaba dispuesta ponerse en camino si tal era su -voluntad. Al oirle, la Nia Chole me mir intensamente, seria y muda. -Despus volvindose al criado, le interrog: - ---Qu caballo me habis dispuesto? - ---Aquel alazano, Nia. Vale all. - ---El alazano rodado? - ---Qu va, Nia! El otro alazano del belfo blanco que bebe en el agua. -Vea qu linda estampa. Tiene un paso que se traga los caminos, y la -boca una seda. Lleva sobre el borrn la cantarilla de una ranchera, y -galopando no la derrama. - ---Dnde haremos parada? - ---En el convento de San Juan de Tegusco. - ---Llegaremos de noche? - ---Llegaremos al levantarse la luna. - ---Pues advierte la gente de montar luego, luego. - -El caballerango obedeci. La Nia Chole me pareci que apenas poda -disimular una sonrisa: - ---Seor, mal se ver para seguirme, porque parto en el mero instante. - ---Yo tambin. - ---Pero acaso tiene dispuesta su gente? - ---Como yo est dispuesto, basta. - -Vea que camino reunirme con mi marido y no quiera balearse con l. -Pregunte y le dirn quin es el general Diego Bermdez. - -Oyndola, sonre desdeosamente. Tornaba en esto el caballerango, y -quedse distancia esperando silencioso y humilde. La Nia Chole le -llam: - ---Llega, clzame la espuela. - -Ya obedeca, cuando yo arranqu de sus manos el espoln de plata -hinqu la rodilla ante la Nia Chole, que sonriendo me mostr su lindo -pie prisionero en chapn de seda. Con las manos trmulas le calc el -espoln. Mi noble amigo Barbey D'Aurevilly hubiera dicho de aquel pie -que era hecho para pisar un zcalo de Pharos. Yo no dije nada, pero lo -bes con tan apasionado rendimiento, que la Nia Chole exclam risuea: - ---Seor, detngase en los umbrales. - -Y dej caer la falda, que con dedos de ninfa sostena levemente alzada. -Seguida de sus azafatas cruz como una reina ofendida el anchuroso -patio sombreado por toldos de lona, que bajo la luz adquiran tenue -tinte dorado de marinas velas. Los cnifes zumbaban en torno de un -surtidor que gallardeaba al sol su airn de plata, y llova en menudas -irisadas gotas sobre el tazn de alabastro. En medio de aquel ambiente -encendido, bajo aquel cielo azul donde la palmera abre su rumoroso -parasol, la fresca msica del agua me recordaba de un modo sensacional -y remoto las fatigas del desierto y el deleitoso sestear en los oasis. -De tiempo en tiempo un jinete entraba en el patio: Los mercenarios -que deban darnos escolta travs de los arenales de Tierra Caliente -empezaban juntarse. Pronto estuvieron reunidas las dos huestes: Una y -otra se componan de gente marcial y silenciosa: Antiguos salteadores -que fatigados de la vida aventurera, y despechados del botn incierto, -preferan servir quien mejor les pagaba, sin que ninguna empresa -les arredrase: Su lealtad era legendaria. Ya estaba ensillado mi -caballo con las pistolas en el arzn, y la grupa las vistosas y -moriscas alforjas donde iba el vitico para la jornada, cuando la Nia -Chole reapareci en el patio. Al verla me acerqu sonriendo, y ella -fingindose enojada, bati el suelo con su lindo pie. - -[imagen no disponible] - - - - -MONTAMOS, y en tropel atravesamos la ciudad. Ya fuera -de sus puertas hicimos un alto para contarnos. Despus di comienzo la -jornada fatigosa y larga. Aqu y all, en el fondo de las dunas y en la -falda de arenosas colinas, se alzaban algunos jacales que entre vallados -de enormes cactus asomaban sus agudas techumbres de camo gris medio -podrido. Mujeres de tez cobriza y mirar dulce salan los umbrales, - indiferentes y silenciosas nos vean pasar. La actitud de aquellas -figuras broncneas revelaba esa tristeza transmitida, vetusta, de las -razas vencidas. Su rostro era humilde, con dientes muy blancos y grandes -ojos negros, selvticos, indolentes y velados. Parecan nacidas para -vivir eternamente en los aduares y descansar al pie de las palmeras y de -los ahuehuetles. - -Ya puesto el sol divisamos una aldea india. Estaba todava muy lejana -y se apareca envuelta en luz azulada y en silencio de paz. Rebaos -polvorientos y dispersos adelantaban por un camino de tierra roja -abierto entre maizales gigantes. El campanario de la iglesia, con su -enorme nido de zopilotes, descollaba sobre las techumbres de palma. -Aquella aldea silenciosa y humilde, dormida en el fondo de un valle, -me hizo recordar las remotas aldeas abandonadas al acercarse los -aventureros espaoles. Ya estaban cerradas todas las puertas y suba de -los hogares un humo tenue y blanco que se disipaba en la claridad del -crepsculo como salutacin patriarcal. - -Nos detuvimos la entrada y pedimos hospedaje en un antiguo priorato de -Comendadoras Santiaguistas. los golpes que un espolique descarg en -la puerta, una cabeza con tocas asom en la reja y hubo largo coloquio. -Nosotros, an bastante lejos, bamos al paso de nuestros caballos, -abandonadas las riendas y distrados en pltica galante. Cuando llegamos -la monja se retiraba de la reja: Poco despus las pesadas puertas de -cedro se abran lentamente, y una monja donada toda blanca en su hbito, -apareci en el umbral: - ---Pasen, hermanos, si quieren reposar en esta santa casa. - -Nunca las Comendadoras Santiaguistas negaban hospitalidad. todo -caminante que la demandase deba serle concedida. As estaba dispuesto -por los estatutos de la fundadora Doa Beatriz de Zayas, favorita y dama -de un virrey. El escudo nobiliario de la fundadora todava campeaba -sobre el arco de la puerta. La hermana donada nos gui travs de un -claustro sombreado por oscuros naranjos. All era el cementerio de las -Comendadoras. Sobre los sepulcros, donde quedaban borrosos epitafios, -nuestros pasos resonaron. Una fuente lloraba montona y triste. Empezaba -la noche, y las moscas de luz danzaban entre el negro follaje de los -naranjos. Cruzamos el claustro y nos detuvimos ante una puerta forrada -de cuero y claveteada de bronce. La hermana abri. El manojo de llaves -que colgaba de su cintura produjo un largo son y qued mecindose. La -donada cruz las manos sobre el escapulario, y pegndose al muro nos -dej paso al mismo tiempo que murmuraba gangosa: - ---Esta es la hospedera, hermanos. - -Era la hospedera una estancia fresca, con ventanas de mohosa y labrada -reja, que caan sobre el jardn. En uno de los testeros campeaba el -retrato de la fundadora, que ostentaba larga leyenda al pie, y en el -otro un altar con paos de cndido lino. La mortecina claridad apenas -dejaba entrever los cuadros de un Va-Crucis que se desenvolva en torno -del muro. La hermana donada lleg sigilosa demandarme qu camino haca -y cul era mi nombre. Yo, en voz queda y devota, como ella me haba -interrogado, respond: - ---Soy el Marqus de Bradomn, hermana, y mi ruta acaba en esta santa -casa. - -La donada murmur con tmida curiosidad: - ---Si desea ver la Madre Abadesa, le llevar recado. Siempre tendr -que tener un poco de paciencia, pues ahora la Madre Abadesa se halla -platicando con el seor Obispo de Colima, que lleg antier. - ---Tendr paciencia, hermana. Ver la Madre Abadesa cuando sea ocasin. - ---El Seor la conoce ya? - ---No, hermana. Llego esta santa casa para cumplir un voto. - -En aquel momento se acercaba la Nia Chole, y la monja, mirndola -complacida, murmur: - ---La Seora mi Marquesa tambin? - -La Nia Chole cambi conmigo una mirada burlona que me pareci de -alegres desposorios. Los dos respondimos un tiempo: - ---Tambin, hermana, tambin. - ---Pues ahora mismo prevengo la Madre Abadesa. Tendr mucho contento -cuando sepa que han llegado personas de tanto linaje: Ella tambin es -muy espaola. - -Y la hermana donada, haciendo una profunda reverencia, se alej moviendo -leve rumor de hbitos y de sandalias. Tras ella salieron los criados, -y la Nia Chole qued sola conmigo. Yo bes su mano, y ella, con una -sonrisa de extraa crueldad, murmur: - ---Tngase por muerto si llega saber algo de esta burla el general -Diego Bermdez! - -La Nia Chole lleg ante el altar, y cubrindose la cabeza con el -rebocillo se arrodill. Sus siervos, agrupados en la puerta de la -hospedera, la imitaron, santigundose en medio de un piadoso murmullo. -La Nia Chole alz la voz, rezando en accin de gracias por nuestra -venturosa jornada. Los siervos respondan coro. Yo, como caballero -santiaguista, rec mis oraciones dispensado de arrodillarme por el fuero -que tenemos de cannigos agustinos. - -[imagen no disponible] - - - - -ENTRARON primero dos legas, que traan una gran bandeja -de plata cargada de refrescos y confituras, y luego entr la Madre -Abadesa, flotante el blanco hbito, que ostentaba la roja cruz de -Santiago. Detvose en la puerta, y con leve sonrisa, al par amable y -soberana, salud en latn: - ---Deo gratias! - -Nosotros respondimos en romance: - --- Dios sean dadas! - -La Madre Abadesa tena hermoso aspecto de infanzona: Era blanca y rubia, -de buen donaire y de gran cortesana. Sus palabras de bienvenida fueron -stas: - ---Yo tambin soy espaola, nacida en Viana del Prior. Cuando nia, he -conocido un caballero muy anciano que llevaba el ttulo de Marqus de -Bradomn. Era un santo! - -Yo repuse sin orgullo: - ---Adems de un santo, era mi abuelo. - -La Madre Abadesa sonri benvola, y despus suspir: - ---Habr muerto hace muchos aos? - ---Muchos! - ---Dios le tenga en Gloria. Le recuerdo muy bien. Tena corrido mucho -mundo, y hasta creo que haba estado aqu, en Mxico. - ---Aqu hizo la guerra cuando la sublevacin del cura Hidalgo. - ---Es verdad!... Es verdad! Aunque muy nia, me acuerdo de haberle odo -contar... Era gran amigo de mi casa. Yo pertenezco los Andrade de Cela. - ---Los Andrades de Cela! Un antiguo mayorazgo! - ---Desapareci la muerte de mi padre. Qu destino el de las nobles -casas, y qu tiempos tan ingratos los nuestros! En todas partes -gobiernan los enemigos de la religin y de las tradiciones, aqu lo -mismo que en Espaa. - -La Madre Abadesa suspir levantando los ojos y cruzando las manos: -As termin su pltica conmigo. Despus acercse la Nia Chole con -la sonrisa amable y soberana de una hija de reyes retirada la vida -contemplativa: - ---Sin duda la Marquesa es mexicana? - -La Nia Chole inclin los ojos ponindose encendida: - ---S, Madre Abadesa. - ---Pero de origen espaol? - ---S, Madre Abadesa. - -Como la Nia Chole vacilaba al responder, y sus mejillas se tean de -rosa, yo intervine ayudndola galante. En honor suyo invent toda una -leyenda de amor, caballeresca y romntica, como aquellas que entonces -se escriban. La Madre Abadesa conmovise tanto, que durante mi relato -vi temblar en sus pestaas dos lgrimas grandes y cristalinas. Yo, de -tiempo en tiempo, miraba la Nia Chole y esperaba cambiar con ella una -sonrisa, pero mis ojos nunca hallaban los suyos. Escuchaba inmvil, con -rara ansiedad. Yo mismo me maravillaba al ver cmo flua de mis labios -aquel enredo de comedia antigua. Estuve tan inspirado, que de pronto -la Nia Chole sepult el rostro entre las manos, sollozando con amargo -duelo. La Madre Abadesa, muy conmovida, le ore la frente dndole aire -con el santo escapulario de su hbito, mientras yo, viva fuerza le -tena sujetas las manos. Poco poco tranquilizse, y la Madre Abadesa -nos llev al jardn, para que respirando la brisa nocturna, acabase de -serenarse la Marquesa. All nos dej solos, porque tena que asistir al -coro para rezar los maitines. - -El jardn estaba amurallado como una ciudadela. Era vasto y sombro, -lleno de susurros y de aromas. Los rboles de las avenidas juntaban tan -estrechamente sus ramas, que slo con grandes espacios veamos algunos -follajes argentados por la luna. Caminamos en silencio. La Marquesa -suspirante, yo pensativo, sin acertar consolarla. Entre los rboles -divisamos un paraje raso con oscuros arrayanes bordeados por blancas y -tortuosas sendas: La luna derramaba sobre ellas su luz lejana ideal -como un milagro. La Marquesa se detuvo. Dos legas estaban sentadas al -pie de una fuente rodeada de laureles enanos, que tienen la virtud -de alejar el rayo. No se saba si las dos legas rezaban se decan -secretos del convento, porque el murmullo de sus voces se confunda -con el murmullo del agua. Estaban llenando sus nforas. Al acercarnos -saludaron cristianamente: - ---Ave Mara Pursima! - ---Sin pecado concebida! - -Yo quise beber de la fuente, y ellas me lo impidieron con grandes gritos: - ---Seor! Qu hace, seor? - -Me detuve un poco inmutado: - ---Es venenosa esta agua? - ---Santgese, seor. Es agua bendita, y solamente la Comunidad tiene -bula para beberla. Bula del Santo Padre, venida de Roma. Es agua santa -del Nio Jess! - -Y las dos legas, hablando coro, mostrbanme el angelote desnudo, que -enredador y tronera verta el agua en el tazn de alabastro por su -menuda y cndida virilidad. Me dijeron que era el Nio Jess. Oyendo -esto, la Marquesa santiguse devotamente. Yo asegur las legas que -tambin tena bula para beber las aguas del Nio Jess. Ellas me -miraron mostrando gran respeto, y disputronse ofrecerme sus nforas, -pero yo prefer saciar mi sed aplicando los labios al santo surtidor de -donde el agua manaba. Me acometi tal tentacin de risa, que por poco -me ahogo. La Nia Chole, que no poda creer la historia de mi bula, me -record en voz baja que Dios castiga siempre el sacrilegio. - -[imagen no disponible] - - - - -DESPUS de los maitines vino buscarnos una monja y nos -condujo al refectorio donde estaba dispuesta la colacin. Hablaba con -las manos juntas: Era vieja y gangosa. Nosotros la seguimos, pero al -pisar los umbrales del convento la Nia Chole se detuvo vacilante: - ---Hermana, yo guardo el da ayunando, y no puedo entrar en el refectorio -para hacer colacin. - -Al mismo tiempo sus ojos de reina india imploraban mi ayuda: Se la -otorgu liberal. Comprend que la Nia Chole tema ser conocida de -algn caminante, pues todos los que llegaban al convento se reunan -son de campana para hacer colacin. La monja edificada por aquel ayuno, -interrog solcita: - ---Qu desea mi seora? - ---Retirarme descansar, hermana. - ---Pues cuando le plazca, mi seora. Sin duda traen muy larga jornada? - ---Desde Veracruz. - ---Cierto que sentir grande fatiga la pobrecita. - -Hablando de esta suerte nos hizo cruzar un largo corredor. Por las -ventanas entraba la luz blanca de la luna. En aquella santa paz el -acompasado son de mis espuelas despertaba un eco sacrlego y marcial, y -como amedrentadas por l, la monja y la Marquesa caminaban ante m con -leve y devoto rumor. La monja abri una puerta de antigua tracera, y -apartndose un lado murmur: - ---Pase mi seora: Yo nada me retardo. Guo al Seor Marqus al -refectorio, y torno servirla luego, luego. - -La Marquesa entr sin mirarme. La monja cerr la puerta y alejse como -una sombra llamndome con vago ademn. Guime hasta el refectorio, y -saludando ms gangosa que nunca, se alej. Entr, y cuando mis ojos -buscaban un sitial vaco en torno de la mesa, alzse el capelln del -convento, y vino decirme con gran cortesana que mi puesto estaba -la cabecera. El capelln era un fraile dominico, humanista y poeta, -que haba vivido muchos aos desterrado de Mxico por el Arzobispo, y -privado de licencias para confesar y decir misa. Todo ello por una falsa -delacin. Esta historia me la contaba en tanto me serva. Al terminar, -me habl as: - ---Ya sabe el Seor Marqus de Bradomn la vida y milagros de Fray Lope -Castellar. Si necesita un capelln para su casa, crame que con sumo -gusto dejar estas santas seoras. Aun cuando sea para cruzar los -mares, mi Seor Marqus. - ---Ya tengo capellanes en Espaa. - ---Perdone entonces. Pues para servirle aqu, en este Mxico de mis -pecados, donde en un santiamn dejan sin vida un cristiano. Crame, -quien pueda pagarse un capelln, debe hacerlo, aun cuando slo sea para -tener mano quien le absuelva en trance de muerte. - -Haba terminado la colacin, y entre el sordo y largo rumor producido -por los sitiales, todos nos pusimos en pie para rezar una oracin de -gracias compuesta por la piadosa fundadora Doa Beatriz de Zayas. Las -legas comenzaron levantar los manteles, y la Madre Abadesa entr -sonriendo benvolamente: - ---El Seor Marqus, prefiere que se disponga otra celda para su -descanso? - -El rubor que asom en las mejillas de la Madre Abadesa me hizo -comprender, y sin dominar una sonrisa respond: - ---Har compaa la Marquesa, que es muy medrosa, si lo consienten los -estatutos de esta santa casa. - -La Madre Abadesa me interrumpi: - ---Los estatutos de esta santa casa no pueden ir en contra de la -Religin. - -Sent un vago sobresalto. La Madre Abadesa inclin los ojos, y -permaneciendo con ellos bajos, dijo pausada y doctoral: - ---Para Nuestro Seor Jesucristo merecen igual amor las criaturas que -junta con santo lazo su voluntad, que aquellas apartadas de la vida -mundana, tambin por su Gracia... Yo no soy como el fariseo que se crea -mejor que los dems, Seor Marqus. - -La Madre Abadesa, con su hbito blanco, estaba muy bella, y como me -pareca una gran dama, capaz de comprender la vida y el amor, sent -la tentacin de pedirle que me acogiese en su celda, pero fu slo -la tentacin. Acercse con una lmpara encendida aquella monja vieja -y gangosa que me haba acompaado al refectorio, y la Madre Abadesa, -despus de haberle encomendado que me guiase, se despidi. Confieso que -sent una vaga tristeza vindola alejarse por el corredor, flotante el -noble hbito que blanqueaba en las tinieblas. Volvindome la monja, -que esperaba inmvil con la lmpara, le pregunt: - ---Debe besrsele la mano la Madre Abadesa? - -La monja, echndose la toca sobre la frente, respondi: - ---Aqu solamente se la besamos al Seor Obispo, cuando se digna -visitarnos. - -Y con leve rumor de sandalias comenz caminar delante de m, -alumbrndome hasta la puerta de la celda nupcial. Una celda espaciosa -y perfumada de albahaca, con una reja abierta sobre el jardn, donde -el argentado azul de la noche tropical destacaba negras y confusas las -copas de los cedros. El canto igual y montono de un grillo rompa -el silencio. Yo cerr la puerta de la celda con llaves y cerrojos, y -andando sin ruido, fu entreabrir el blanco mosquitero con que se -velaba pudoroso y monjil, el nico lecho que haba en la estancia. - -[imagen no disponible] - - - - -LA NIA CHOLE reposaba con sueo cndido y feliz: En sus -labios an vagaba dormido un rezo. Yo me inclin para besarlos: Era mi -primer beso de esposo. La Nia Chole se despert sofocando un grito: - ---Qu hace usted aqu, seor? - -Yo repuse entre galante y paternal: - ---Reina y seora, velar tu sueo. - -La Nia Chole no acertaba comprender cmo yo poda hallarme en su -celda, y tuve que recordarle mis derechos conyugales, reconocidos por -la Madre Abadesa. Ante aquel gentil recuerdo se mostr llena de enojo. -Clavndome los ojos repeta: - ---Oh!... Qu terrible venganza tomar el general Diego Bermdez!... - -Y ciega de clera porque al oirla sonrea, me puso en la faz sus manos -de princesa india, manos cubiertas de anillos, enanas y morenas, que -yo hice prisioneras. Sin dejar de mirarla, se las oprim hasta que -lanz un grito, y despus dominando mi despecho, se las bes. Ella, -sollozante, dejse caer sobre las almohadas: Yo, sin intentar consolarla -me alej. Senta un fiero desdeo lleno de injurias altaneras, y para -disimular el temblor de mis labios que deban estar lvidos, sonrea. -Largo tiempo permanec apoyado en la reja, contemplando el jardn -susurrante y oscuro. El grillo cantaba, y era su canto un ritmo remoto y -primitivo. De tarde en tarde llegaba hasta m algn sollozo de la Nia -Chole, tan apagado y tenue, que el corazn siempre dispuesto perdonar, -se conmova. De pronto, en el silencio de la noche, una campana del -convento comenz doblar. La Nia Chole me llam temblorosa: - ---Seor, no conoce la seal de agona? - -Y al mismo tiempo se santigu devotamente. Sin desplegar los labios me -acerqu su lecho, y qued mirndola grave y triste. Ella, con la voz -asustada, murmur: - ---Una monja se halla moribunda! - -Yo entonces tomando sus manos entre las mas, le dije amorosamente: - ---Y esto te causa miedo? - ---Oh!... Quin ser? Ahora entrega su alma Dios Nuestro Seor. Ser -alguna novicia? - -Sonriendo diablicamente, le dije: - ---Acaso sea yo!... - ---Cmo, seor? - ---Estar las puertas del convento el general Diego Bermdez. - ---No!... No!... - -Y oprimindome las manos, comenz llorar. Yo quise enjugar sus -lgrimas con mis labios, y ella echando la cabeza sobre las almohadas, -suplic: - ---Por favor!... Por favor!... - -Velada y queda desfalleca su voz. Qued mirndome, temblorosos los -prpados y entreabierta la rosa de su boca. La campana segua sonando -lenta y triste. En el jardn susurraban los follajes, y la brisa que -haca flamear el blanco y rizado mosquitero, nos traa aromas. Ces -el toque de agona, y juzgando propicio el instante, bes la Nia -Chole. Ella pareca consentir, cuando de pronto en medio del silencio, -la campana dobl muerto. La Nia Chole di un grito y se estrech -mi pecho: Palpitante de miedo, se refugiaba en mis brazos. Mis manos, -distradas y paternales, comenzaron desflorar sus senos. Ella, -suspirando, entorn los ojos, y celebramos nuestras bodas con siete -copiosos sacrificios que ofrecimos los dioses como el triunfo de la -vida. - -[imagen no disponible] - - - - -COMENZABAN los pjaros cantar en los rboles del -jardn, saludando al sol, cuando nosotros, ya dispuestos para la jornada -de aquel da, nos asomamos la reja. Las albahacas, hmedas de roco, -daban una fragancia intensa, casi desusada, que tena como una evocacin -de serrallo morisco y de verbenas. La Nia Chole reclin sobre mi hombro -la cabeza, suspir dbilmente, y sus ojos, sus hermosos ojos de mirar -hipntico y sagrado, me acariciaron romnticos. Yo entonces le dije: - ---Nia, ests triste? - ---Estoy triste porque debemos separarnos. La ms leve sospecha nos -podra costar la vida. - -Pas amorosamente mis dedos entre la seda de sus cabellos, y respond -con arrogancia: - ---No temas: Yo sabr imponer silencio tus criados. - ---Son indios, seor... Aqu prometeran de rodillas, y all, apenas su -amo les mirase con los ojos fieros, todo se lo diran... Debemos darnos -un adis! - -Yo bes sus manos apasionado y rendido: - ---Nia, no digas eso!... Volveremos Veracruz. La Dalila quiz -permanezca en el puerto: Nos embarcaremos para Grijalba: Iremos -escondernos en mi Hacienda de Tixul. - -La Nia Chole me acarici con una mirada larga, indefinible. Aquellos -ojos de reina india eran lnguidos y brillantes: Me pareci que la vez -reprochaban y consentan. Cruz el rebocillo sobre el pecho y murmur -ponindose encendida: - ---Mi historia es muy triste! - -Y para que no pudiese quedarme duda, asomaron dos lgrimas en sus ojos. -Yo cre adivinar, y le dije con generosa galantera: - ---No intentes contrmela: Las historias tristes me recuerdan la ma. - -Ella solloz: - ---Hay en mi vida algo imperdonable. - ---Los hombres como yo todo lo perdonan. - -Al oirme escondi el rostro entre las manos: - ---He cometido el ms abominable de los pecados: Un pecado del que slo -puede absolverme Nuestro Santo Padre. - -Vindola tan afligida, acarici su cabeza reclinndola sobre mi pecho, y -le dije: - ---Nia, cuenta con mi valimiento en el Vaticano. Yo he sido capitn en -la Guardia Noble. Si quieres, iremos Roma en peregrinacin, y nos -echaremos los pies de Gregorio XVI. - ---Ir yo sola... Mi pecado es mo nada ms. - ---Por amor y por galantera, yo debo cometer uno igual... Acaso ya lo -habr cometido! - -La Nia Chole levant hacia m los ojos llenos de lgrimas, y suplic: - ---No digas eso... Es imposible! - -Sonre incrdulamente, y ella, arrancndose de mis brazos, huy al -fondo de la celda. Desde all, clavndome una mirada fiera y llorosa, -grit: - ---Si fuese verdad, te aborrecera... Yo era una pobre criatura inocente -cuando fu vctima de aquel amor maldito. - -Volvi cubrirse el rostro con las manos, y en el mismo instante yo -adivin su pecado. Era el magnfico pecado de las tragedias antiguas. La -Nia Chole estaba maldita como Mirra y como Salom. Acerqume lleno de -indulgencia, le descubr la cara hmeda de llanto, y puse en sus labios -un beso de noble perdn. Despus en voz baja y dulce, le dije: - ---Todo lo s. El general Diego Bermdez es tu padre. - -Ella gimi con rabia: - ---Ojal no lo fuese! Cuando vino de la emigracin, yo tena doce aos -y apenas le recordaba... - ---No le recuerdes ahora tampoco. - -La Nia Chole, conmovida de gratitud y de amor, ocult la cabeza en mi -hombro: - ---Eres muy generoso! - -Mis labios temblaron ardientes sobre su oreja fresca, nacarada y suave -como concha de perlas: - ---Nia, volveremos Veracruz. - ---No... - ---Acaso temes mi abandono? No comprendes que soy tu esclavo para toda -la vida? - ---Toda la vida!... Sera tan corta la de los dos... - ---Por qu? - ---Porque nos matara... Lo ha jurado!... - ---Todo ser que no cumpla el juramento. - ---Lo cumplira. - -Y ahogada por los sollozos se enlaz mi cuello. Sus ojos llenos de -lgrimas, quedaron fijos en los mos como queriendo leer en ellos. Yo -fingindome deslumbrado por aquella mirada, los cerr. Ella suspir: - ---Quieres llevarme contigo sin saber toda mi historia? - ---Ya la s. - ---No. - ---T me contars lo que falta cuando dejemos de querernos, si llega ese -da. - ---Todo, todo debes saberlo ahora, aun cuando estoy segura de tu -desprecio... Eres el nico hombre quien he querido, te lo juro, el -nico... Y, sin embargo, por huir de mi padre, he tenido un amante que -muri asesinado. - -Call sollozante. Yo, tembloroso de pasin, la bes en los ojos, y la -bes en los labios. Aquellos labios sangrientos, aquellos ojos sombros -tan bellos como su historia!... - -[imagen no disponible] - - - - -LAS CAMPANAS del convento tocaron misa, y la Nia -Chole quiso oirla antes de comenzar la jornada. Fu una larga misa de -difuntos. Ofici Fray Lope Castellar, y en descargo de mis pecados, -yo serv de aclito. Las Comendadoras cantaban en el coro los Salmos -Penitenciales, y sus figuras blancas y seoriles, arrastrando los -luengos hbitos, iban y venan en torno del facistol que sostena -abierto el misal de rojas letras. En el fondo de la iglesia, sobre -negro pao rodeado de cirios, estaba el fretro de una monja. Tena las -manos en cruz, y envuelto los dedos amoratados el rosario. Un pauelo -blanco le sujetaba la barbeta y mantena cerrada la boca, que se suma -como una boca sin dientes: Los prpados permanecan entreabiertos, -rgidos, azulencos: Las sienes parecan prolongarse inmensamente bajo la -toca. Estaba amortajada en su hbito, y la fimbra se doblaba sobre los -pies descalzos, amarillos como la cera... - -Al terminarse los responsos, cuando Fray Lope Castellar se volva para -bendecir los fieles, alzronse en tropel algunos mercenarios de mi -escolta, apostados en la puerta durante la misa, y como gerifaltes -cayeron sobre el prebisterio, aprisionando un mancebo arrodillado, -que se revolvi bravamente al sentir sobre sus hombros tantas manos, y -luch encorvado y rugiente, hasta que, vencido por el nmero, cay sobre -las gradas. Las monjas, dando alaridos, huyeron del coro. Fray Lope -Castellar adelantse estrechando el cliz sobre el pecho: - ---Qu hacis, mal nacidos? - -Y el mancebo, que jadeaba derribado en tierra, grit: - ---Fray Lope!... No se vende as al amigo! - ---Ni tal sospeches, Guzmn! - -Y entonces aquel hombre hizo como el jabal herido y acosado que se -sacude los alanos: De pronto le vi erguido en pie, revolverse entre -el tropel que le sujetaba, libertar los brazos y atravesar la iglesia -corriendo. Lleg la puerta, y encontrndola cerrada, se revolvi -con denuedo. De un golpe arranc la cadena que serva para tocar las -campanas, y armado con ella hizo defensa. Yo, admirando como se mereca -tanto valor y tanto bro, saqu las pistolas y me puse de su lado: - ---Alto ah!... - -Los hombres de la escolta quedaron indecisos, y en aquel momento, Fray -Lope, que permaneca en el presbiterio, abri la puerta de la sacrista, -que rechin largamente. El mancebo, haciendo con la cadena un terrible -molinete, pas sobre el fretro de la monja, rompi la hilera de cirios -y gan aquella salida. Los otros le persiguieron dando gritos, pero la -puerta se cerr de golpe ante ellos, y volvironse contra m, alzando -los brazos con amenazador despecho. Yo, apoyado en la reja del coro, -dej que se acercasen, y dispar mis dos pistolas. Abrise el grupo -repentinamente silencioso, y cayeron dos hombres. La Nia Chole se -levant trgica y bella: - ---Quietos!... Quietos!... - -Aquellos mercenarios no la oyeron. Con encarnizado vocero vinironse -para m, amenazndome con sus pistolas. Una lluvia de balas se aplast -en la reja del coro. Yo, milagrosamente ileso, puse mano al machete: - ---Atrs!... Atrs, canalla! - -La Nia Chole se interpuso, gritando con angustia: - ---Si respetis su vida, he de daros harta plata! - -Un viejo que guisa de capitn estaba delante, volvi hacia ella los -ojos fieros y encendidos. Sus barbas chivas temblaban de clera: - ---Nia, la cabeza de Juan Guzmn est pregonada. - ---Ya lo s. - ---Si le hubisemos entregado vivo, tendramos cien onzas. - ---Las tendris. - -Hubo otra rfaga de voces violentas y apasionadas. El viejo mercenario -alz los brazos imponiendo silencio: - ---Dejad la gente que platique! - -Y con la barba siempre temblona, volvise nosotros: - ---Los compaeros ah tendidos como perros, no valen ninguna cosa? - ---La Nia Chole murmur con afn: - ---S!... Qu quieres? - ---Eso ha de tratarse con despacio. - ---Bueno... - ---Es menester otra prenda que la palabra. - -La Nia Chole arrancse los anillos, que parecan dar un aspecto sagrado - sus manos de princesa, y llena de altivez se los arroj: - ---Repartid eso y dejadnos. - -Entre aquellos hombres hubo un murmullo de indecisin, y lentamente se -alejaron por la nave de la iglesia. En el presbiterio detuvironse -deliberar. La Nia Chole apoy sus manos sobre mis hombros y me mir en -el fondo de los ojos: - ---Oh!... Qu espaol tan loco! Un len en pie!... - -Respond con una vaga sonrisa. Yo experimentaba la ms violenta angustia -en presencia de aquellos dos hombres cados en medio de la iglesia, -el uno sobre el otro. Lentamente se iba formando en torno de ellos -un gran charco de sangre que corra por las junturas de las losas. -Sentase el borboteo de las heridas, y el estertor del que estaba cado -debajo. De tiempo en tiempo se agitaba y mova una mano lvida, con -estremecimientos nerviosos. - -[imagen no disponible] - - - - -FRAY LOPE CASTELLAR nos esperaba en la sacrista leyendo -el breviario. Sobre labrado arcn estaban las vestiduras plegadas con -piadoso esmero. La sacrista era triste, con una ventana alta y enrejada -oscurecida por las ramas de un cedro. Fray Lope, al vernos llegar, -alzse del escao: - ---Muertos les he credo! Ha sido un milagro!... Sintense: Es menester -que esta dama cobre nimos. Van probar el vino con que celebra la -misa Su Ilustrsima, cuando se digna visitarnos. Un vino de Espaa. -Famoso, famoso!... Ya lo dice el adagio indiano: Vino, mujer y bretaa, -de Espaa. - -Hablando de esta suerte, acercse una grande y lustrosa alacena, y la -abri de par en par. Sac de lo ms hondo un pegajoso cangiln, y le -oli con regalo: - ---Ahora vern qu nctar. Este humilde fraile celebra su misa con un -licor menos delicado. Sin embargo, todo es sangre de Nuestro Seor -Jesucristo. - -Llen con mano temblona un vaso de plata, y presentselo la Nia -Chole, que lo recibi en silencio, y, en silencio tambin, me lo pas -m. Fray Lope, en aquel momento, colmaba otro vaso igual: - ---Qu hace mi seora! Si el noble Marqus tiene aqu... - -La Nia Chole sonri con languidez: - ---Le acompaa usted, Fray Lope! - -Fray Lope ri sonoramente: Sentse sobre el arcn, y dej el vaso su -lado: - ---El noble Marqus me permitir una pregunta: De qu conoce Juan de -Guzmn? - ---No le conozco!... - ---Y cmo le defendi tan bravamente? - ---Una fantasa que me vino en aquel momento. - -Fray Lope movi la tonsurada cabeza, y apur un sorbo del vaso que tena - su diestra: - ---Una fantasa! Una fantasa!... Juan de Guzmn es mi amigo, y, sin -embargo, yo jams hubiera osado tanto. - -La Nia Chole murmur con altivo desdn: - ---No todos los hombres son iguales... - -Yo, agradecido al buen vino que Fray Lope me escanciaba, intervine -cortesano: - ---Ms valor hace falta para cantar misa! - -Fray Lope me mir con ojos burlones: - ---Eso no se llama valor: Es la Gracia... - -Hablando as, alzamos los vasos y un tiempo les dimos fin. Fray Lope -torn llenarlos: - ---Y el noble Marqus hasta ignorar quin es Juan de Guzmn? - ---Ayer, cuando juntaba mi escolta en Veracruz, o por primera vez su -nombre... Creo que es un famoso capitn de bandidos. - ---Famoso! Tiene la cabeza pregonada. - ---Conseguir ponerse en salvo? - -Fray Lope junt las manos y entorn los prpados gravemente: - ---Y quin sabe, mi seor!... - ---Cmo se arriesg entrar en la iglesia? - ---Es muy piadoso... Adems tiene por madrina la Madre Abadesa. - -En aquel momento alzse la tapa del arcn, y un hombre que all estaba -oculto asom la cabeza. Era Juan de Guzmn. Fray Lope corri la puerta -y ech los cerrojos. Juan de Guzmn salt en medio de la sacrista, y -con los ojos hmedos y brillantes quiso besarme las manos. Yo le tend -los brazos. Fray Lope volvi nuestro lado, y con la voz temblorosa y -colrica murmur: - ---Quien ama el peligro perece en l! - -Juan de Guzmn sonri desdeosamente: - ---Todos hemos de morir, Fray Lope!... - ---Bajen siquiera la voz. - -Avizorado miraba alternativamente la puerta y la gran reja de -la sacrista. Seguimos su prudente consejo, y mientras nosotros -platicbamos retirados en un extremo de la sacrista, en el otro rezaba -medrosamente la Nia Chole. - -[imagen no disponible] - - - - -JUAN DE GUZMN tena la cabeza pregonada, aquella -magnfica cabeza de aventurero espaol. En el siglo XVI hubiera -conquistado su Real Ejecutoria de Hidalgua peleando bajo las banderas -de Hernn Corts, y acaso entonces nos dejase una hermosa memoria aquel -capitn de bandoleros con aliento caballeresco, porque haba nacido para -ilustrar su nombre en las Indias saqueando ciudades, violando princesas -y esclavizando emperadores. Viejo y cansado, cubierto de cicatrices -y de gloria, tornarase su tierra llevando en buenas doblas de oro -el botn conquistado acaso en Otumba, acaso en Mangor. Las batallas -gloriosas de alto y sonoro nombre! Levantara una torre, fundara -un mayorazgo con licencia del Seor Rey, y al morir tendra noble -enterramiento en la iglesia de algn monasterio. La piedra de armas -y un largo epitafio, recordaran las hazaas del caballero, y muchos -aos despus, su estatua de piedra, dormida bajo el arco sepulcral, an -servira las madres para asustar sus hijos pequeos. - -Yo confieso mi admiracin por aquella noble abadesa que haba sabido -ser su madrina sin dejar de ser una santa. m seguramente hubirame -tentado el diablo, porque el capitn de los plateados tena el gesto -dominador y galn, con que aparecen en los retratos antiguos los -capitanes del Renacimiento: Era hermoso como un bastardo de Csar -Borgia. Cuentan, que al igual de aquel prncipe, mat siempre sin saa, -con frialdad, como matan los hombres que desprecian la vida, y que, sin -duda por eso, no miran como un crimen dar la muerte. Sus sangrientas -hazaas son las hazaas que en otro tiempo hicieron florecer las -epopeyas. Hoy slo de tarde en tarde alcanzan tan alta soberana, porque -las almas son cada vez menos ardientes, menos impetuosas, menos fuertes. -Es triste ver cmo los hermanos espirituales de aquellos aventureros -de Indias no hallan ya otro destino en la vida que el bandolerismo -caballeresco! - -Aquel capitn de los plateados tambin tena una leyenda de amores. -Era tan famoso por su fiera bravura como por su galn arreo. Seoreaba -en los caminos y en las ventas: Con valeroso alarde se mostraba solo, -caracoleando el caballo y levantada sobre la frente el ala del chambergo -entoquillado de oro. El zarape blanco envolvale flotante como alquicel -morisco. Era hermoso, con hermosura varonil y fiera. Tena las nias -de los ojos pequeas, tenaces y brillantes, el corvar de la nariz -soberbio, las mejillas nobles y atezadas, los mostachos enhiestos, la -barba de negra seda. En la llama de su mirar vibraba el alma de los -grandes capitanes, gallarda y de travs como los gavilanes de la espada. -Desgraciadamente, ya quedan pocas almas as. - -Qu hermoso destino el de ese Juan de Guzmn, si al final de sus das -se hubiese arrepentido y retirado en la paz de un monasterio para hacer -penitencia, como San Francisco de Sena! - -[imagen no disponible] - - - - -SIN OTRA ESCOLTA que algunos fieles caballerangos, -nos tornamos Veracruz. La Dalila continuaba anclada bajo el -Castillo de Ulua, y la divisamos desde larga distancia, cuando nuestros -caballos fatigados, sedientos, suban la falda arenosa de una colina. -Sin hacer alto atravesamos la ciudad y nos dirigimos la playa para -embarcar inmediatamente. Poco despus la fragata hacase la vela por -aprovechar el viento que corra lo lejos, rizando un mar verde como -mar de ensueo. Apenas flame la lona, cuando la Nia Chole despeinada y -plida con la angustia del mareo, fu reclinarse sobre la borda. - -El capitn, con sombrero de palma y traje blanco, se paseaba en la -toldilla: Algunos marineros dormitaban echados la banda de estribor, -que el aparejo dejaba en sombra, y dos jarochos que haban embarcado -en San Juan de Tuxtlan jugaban al parar sentados bajo un toldo de lona -levantado popa. Eran padre hijo. Los dos flacos y cetrinos: El viejo -con grandes barbas de chivo, y el mozo todava imberbe. Se querellaban -cada jugada, y el que perda amenazaba de muerte al ganancioso. Contaba -cada cual su dinero, y musitando airada y torvamente lo embolsaba. Por -un instante los naipes quedaban esparcidos sobre el zarape puesto entre -los jugadores. Despus el viejo recogalos lentamente y comenzaba -barajar de nuevo. El mozo, siempre de mal talante, sacaba de la cintura -su bolsa de cuero recamada de oro, y la volcaba sobre el zarape. El -juego prosegua como antes. - -Llegume ellos y estuve vindoles. El viejo, que en aquel momento -tena la baraja, me invit cortsmente y mand levantar al mozo para que -yo tuviese sitio la sombra. No me hice rogar. Tom asiento entre los -dos jarochos, cont diez doblones fernandinos y los puse la primera -carta que sali. Gan, y aquello me hizo proseguir jugando, aunque desde -el primer momento tuve al viejo por un redomado tahur. Su mano atezada -y enjuta, que haca recordar la garra del milano, tiraba los naipes -lentamente. El mozo permaneca silencioso y sombro, miraba al viejo de -soslayo, y jugaba siempre las cartas que jugaba yo. Como el viejo perda -sin impacientarse, sospech que abrigaba el propsito de robarme, y me -previne. Sin embargo, continu ganando. - -Ya puesto el sol asomaron sobre cubierta algunos pasajeros. El viejo -jarocho comenz tener corro, y creci su ganancia. Entre los jugadores -estaba aquel adolescente taciturno y bello que en otra ocasin me haba -disputado una sonrisa de la Nia Chole. Apenas nuestras miradas se -cruzaron comenc perder. Tal vez haya sido supersticin, pero es lo -cierto que yo tuve el presentimiento. El adolescente tampoco ganaba: -Visto con espacio, parecime misterioso y extrao: Era gigantesco, de -ojos azules y rubio ceo, de mejillas bermejas y frente muy blanca: -Peinbase como los antiguos nazarenos, y al mirar entornaba los prpados -con arrobo casi mstico. De pronto le vi alargar ambos brazos y detener -al jarocho, que haba vuelto la baraja y comenzaba tirar. Medit un -instante, y luego, lento y tardo, murmur: - ---Me arriesgo con todo. Copo! - -El mozo, sin apartar los ojos del viejo, exclam: - ---Padre, copa! - ---Lo he odo, pendejo. Ve contando ese dinero. - -Volvi la baraja y comenz tirar. Todas las miradas quedaron inmviles -sobre la mano del jarocho. Tiraba lentamente. Era una mano sdica -que haca doloroso el placer y lo prolongaba. De pronto se levant un -murmullo: - ---La sota! La sota! - -Aquella era la carta del bello adolescente. El jarocho se incorpor, -soltando la baraja con despecho: - ---Hijo, ve pagando... - -Y echndose el zarape sobre los hombros, se alej. El corro se deshizo -entre murmullos y comentos: - ---Ha ganado setecientos doblones! - ---Ms de mil! - -Instintivamente volv la cabeza, y mis ojos descubrieron la Nia -Chole. All estaba, reclinada en la borda: Apartbase lnguidamente los -rizos que, deshechos por el viento marino, se le metan en los ojos, y -sonrea al bello y blondo adolescente. Experiment tan vivo impulso -de celos y de clera, que me sent palidecer. Si hubiera tenido en las -pupilas el poder del basilisco, all se quedan hechos polvo. No lo -tena, y la Nia Chole pudo seguir profanando aquella sonrisa de reina -antigua!... - -[imagen no disponible] - - - - -CUANDO se encendieron las luces de bordo, yo -continuaba en el puente, y la Nia Chole vino colgarse de mi brazo, -rozndose como una gata zalamera y traidora. Sin mostrarme celoso, supe -mostrarme altivo, y ella se detuvo, clavndome los ojos con tmido -reproche. Despus mir en torno, y alzndose en la punta de los pies me -bes celerosa: - ---Ests triste? - ---No. - ---Entonces, ests enojado conmigo? - ---No. - ---S tal. - -Nos hallbamos solos en el puente, y la Nia Chole se colg de mis -hombros suspirante y quejumbrosa: - ---Ya no me quieres! Ahora qu ser de m!... Me morir!... Me -matar!... - -Y sus hermosos ojos, llenos de lgrimas, se volvieron hacia el mar, -donde rielaba la luna. Yo permanec silencioso, aun cuando estaba -profundamente conmovido. Ya ceda al deseo de consolarla, cuando -apareci sobre cubierta el blondo y taciturno adolescente. La Nia -Chole, un poco turbada, se enjug las lgrimas. Creo que la expresin -de mis ojos le di espanto, porque sus manos temblaban. Al cabo de un -momento, con voz apasionada y contrita, murmur mi odo: - ---Perdname! - -Yo repuse vagamente: - ---Que te perdone dices? - ---S. - ---No tengo nada que perdonarte. - -Ella se sonri, todava con los ojos hmedos: - ---Para qu me lo niegas? Ests enojado conmigo porque antes he mirado -se... Como no le conoces, me explico tus celos. - -Call, y en su boca muda y sangrienta vi aparecer la sonrisa de un -enigma perverso. El blondo adolescente conversaba en voz baja con un -grumete mulato. Se apartaron lentamente y fueron reclinarse en la -borda. Yo pregunt, dominado por una clera violenta: - ---Quin es? - ---Un prncipe ruso. - ---Est enamorado de ti? - ---No. - ---Dos veces le sonreste... - -La Nia Chole exclam con picaresca alegra: - ---Y tres tambin, y cuatro... Pero seguramente tus sonrisas le conmueven -ms que las mas... Mrale! - -El hermoso, el blondo, el gigantesco adolescente, segua hablando con -el mulato, y reclinado en la borda estrechbale por la cintura. El otro -rea alegremente: Era uno de esos grumetes que parecen aculatados en -largas navegaciones trasatlnticas por regiones de sol. Estaba casi -desnudo, y con aquella coloracin caliente de terracota tambin era -hermoso. La Nia Chole apart los ojos con altivo desdn: - ---Te convences de que no poda inspirarte celos? - -Yo, libre de tan cruel incertidumbre, sonre: - ---T debas tenerlos... - -La Nia Chole se mir en mis ojos, orgullosa y feliz: - ---Yo tampoco. T eres un hombre. - ---Nia, t olvidas que puede sacrificarse Hebe y Ganimedes. - ---No entiendo lo que quieres decirme. - ---Mejor es as!... - -Y repentinamente entristecido, inclin la cabeza sobre el pecho. No -quise ver ms, y medit, porque tengo amado los clsicos casi tanto -como las mujeres. Es la educacin recibida en el Seminario de Nobles. -Leyendo ese amable Petronio, he suspirado ms de una vez lamentando -que los siglos hayan hecho un pecado desconocido de las divinas fiestas -voluptuosas. Hoy, solamente en el sagrado misterio vagan las sombras -de algunos escogidos que hacen renacer el tiempo antiguo de griegos y -romanos, cuando los efebos coronados de rosas sacrifican en los altares -de Afrodita. Felices y aborrecidas sombras: Me llaman y no puedo -seguirlas! - -Aquel bello pecado, regalo de los dioses y tentacin de los poetas, es -para m un fruto hermtico. El cielo, siempre enemigo, dispuso que slo -las rosas de Venus floreciesen en mi alma, y medida que envejezco, -eso me desconsuela ms. Presiento que debe ser grato, cuando la vida -declina, poder penetrar en el jardn de los amores perversos. m, -desgraciadamente, ni aun me queda la esperanza. Sobre mi alma ha pasado -el aliento de Satans encendiendo todos los pecados: Sobre mi alma -ha pasado el suspiro del Arcngel encendiendo todas las virtudes. He -padecido todos los dolores, he gustado todas las alegras: He apagado -mi sed en todas las fuentes, he reposado mi cabeza en el polvo de todos -los caminos: Un tiempo fu amado de las mujeres, sus voces me eran -familiares: Slo dos cosas han permanecido siempre arcanas para m: El -amor de los efebos y la msica de ese teutn que llaman Wagner. - -[imagen no disponible] - - - - -PERMANECIMOS toda la noche sobre cubierta. La fragata -daba bordos en busca del viento, que pareca correr lo lejos, all -donde el mar fosforeca. Por la banda de babor comenz esfumarse la -costa, unas veces plana y otras ondulada en colinas. As navegamos mucho -tiempo. Las estrellas haban palidecido lentamente, y el azul del cielo -iba tornndose casi blanco. Dos marineros subidos la cofa de mesana, -cantaban relingando el aparejo. Son el pito del contramaestre, orz la -fragata y el velamen flame indeciso. En aquel momento hacamos proa -la costa. Poco despus las banderas tremolaron en los masteleros alegres -y vistosas: La fragata daba vista Grijalba, y rayaba el sol. - -En aquella hora el calor era deleitante, fresca la ventolina, y con olor -de brea y algas. Percibase en el aire estremecimientos voluptuosos. -Rea el horizonte bajo un hermoso sol. Rfagas venidas de las selvas -vrgenes, tibias y acariciadoras como aliento de mujeres ardientes, -jugaban en las jarcias, y penetraba y enlanguideca el alma el perfume -que se alzaba del oleaje casi muerto. Dijrase que el dilatado Golfo -Mexicano senta en sus verdosas profundidades la pereza de aquel -amanecer cargado de plenes misteriosos y fecundos, como si fuese el -serrallo del Universo. la sombra del foque, y con ayuda de un catalejo -marino, contempl la ciudad mi talante. Grijalba, vista desde el mar, -recuerda esos paisajes de casero inverosmil, que dibujan los nios -precoces: Es blanca, azul, encarnada, de todos los colores del iris. -Una ciudad que sonre, como criolla vestida con trapos de primavera que -sumerge la punta de los piececillos lindos en la orilla del puerto. Algo -extraa resulta, con sus azoteas enchapadas de brillantes azulejos y -sus lejanas lmpidas, donde la palmera recorta su gallarda silueta que -parece hablar del desierto remoto, y de caravanas fatigadas que sestean - la sombra propicia. - -Espesos bosques de gigantescos rboles rodean la ensenada, y entre -la masa incierta del follaje sobresalen los penachos de las palmeras -reales. Un ro silencioso y dormido, de aguas blanquecinas como la -leche, abre profunda herida en el bosque, y se derrama en holganza por -la playa que llena de islas. Aquellas aguas nubladas de blanco, donde no -se espeja el cielo, arrastraban un rbol desarraigado, y en las ramas -medio sumergidas revoloteaban algunos pjaros de quimrico y legendario -plumaje. Detrs, descenda la canoa de un indio que remaba sentado en la -proa. Volaban los celajes al soplo de las brisas, y bajo los rayos del -sol naciente, aquella ensenada de color verde esmeralda rielaba llena de -gracia, como un mar divino y antiguo habitado por sirenas y tritones. - -Cun bellos se me aparecen todava esos lejanos pases tropicales! -Quien una vez los ha visto, no los olvidar jams. Aquella calma azul -del mar y del cielo, aquel sol que ciega y quema, aquella brisa cargada -con todos los aromas de Tierra Caliente, como ciertas queridas muy -amadas, dejan en la carne, en los sentidos, en el alma, reminiscencias -tan voluptuosas, que el deseo de hacerlas revivir slo se apaga en la -vejez. Mi pensamiento rejuvenece hoy recordando la inmensa extensin -plateada de ese Golfo Mexicano, que no he vuelto cruzar. Por mi -memoria desfilan las torres de Veracruz, los bosques de Campeche, las -arenas de Yucatn, los palacios de Palenque, las palmeras de Tuxtlan y -Laguna... Y siempre, siempre unido al recuerdo de aquel hermoso pas -lejano, el recuerdo de la Nia Chole, tal como la vi por vez primera -entre el cortejo de sus servidores, descansando la sombra de una -pirmide, suelto el cabello y vestido el blanco hipil de las antiguas -sacerdotisas mayas!... - -[imagen no disponible] - - - - -APENAS DESEMBARCAMOS, una turba negruzca y lastimera -nos cerc pidiendo limosna. Casi acosados, llegamos al parador, que -era conventual y vetusto, con gran soportal de piedra, donde unas -viejas caducas se peinaban. En aquel parador volv encontrarme con -los jugadores jarochos que venan bordo de la fragata. Descubrles -retirados hacia el fondo del patio, cercanos una puerta ancha y baja -por donde cada momento entraban y salan caballerangos, charros y -mozos de espuela. Tambin all los dos jarochos jugaban al parar, y se -movan querella. Me reconocieron desde lejos, y se alzaron saludndome -con muestras de gran cortesa. Luego el viejo entreg los naipes al -mozo, y vnose para m, haciendo profundas zalemas: - ---Aqu estamos para servirle, seor. Si le place saber dnde llega una -buena voluntad, mande no ms, seor. - -Y despus de abrazarme con tal bro que me alz del suelo, usanza -mexicana que muestra amor y majeza, el viejo jarocho continu: - ---Si quiere tentar la suerte, ya sabe su merced dnde toparnos. Aqu -demoramos. Cundo se camina, mi Seor Marqus? - ---Maana al amanecer, si esta misma noche no puedo hacerlo. - -El viejo acaricise las barbas, y sonri picaresco y ladino: - ---Siempre nos veremos antes. Hemos de saber hasta dnde hay verdad en -aquello que dicen: Albur de viajero, pronto y certero. - -Yo contest rindome: - ---Lo sabremos. Esas profundas sentencias no deben permanecer dudosas. - -El jarocho hizo un grave ademn en muestra de asentimiento: - ---Ya veo que mi Seor Marqus tiene por devocin cumplimentarlas. Hace -bien. Solamente por eso mereca ser Arzobispo de Mxico. - -De nuevo sonri picaresco. Sin decir palabra esper que pasasen dos -indios caballerangos, y cuando ya no podan oirle, prosigui en voz -baja y misteriosa: - ---Una cosa me falta por decirle. Ponemos para comienzo quinientas onzas, -y quedan ms de mil para reponer si vienen malas. Plata de un compadre, -seor. Otra vez platicaremos con ms espacio. Mire cmo se impacienta -aquel mans. Un potro sin rendaje, seor. Eso me enoja... Vaya, nos -vemos!... - -Y se alej haciendo fieras seas al mozo para calmar su impaciencia. -Tendise la sombra, y tomando los naipes comenz barajar. Presto -tuvo corro de jugadores. Los caballerangos, los boyeros, los mozos de -espuela, cada vez que entraban y salan parbanse jugar una carta. Dos -jinetes que asomaron encorvados bajo la puerta, refrenaron un momento -sus cabalgaduras, y desde lo alto de las sillas arrojaron las bolsas. -El mozo las alz sopesndolas, y el viejo le interrog con la mirada: -Fu la respuesta un gesto ambiguo: Entonces el viejo le habl impaciente: - ---Deja quedas las bolsas, mans. Tiempo hay de contar. - -En el mismo momento sali la carta. Ganaba el jarocho, y los jinetes se -alejaron: El mozo volc sobre el zarape las bolsas, y empez contar. -Creca el corro de jugadores. Llegaban los charros haciendo sonar las -pesadas y suntuosas espuelas, derribados gallardamente sobre las cejas -aquellos jaranos castoreos entoquillados de plata, fanfarrones y -marciales. Llegaban los indios ensabanados como fantasmas, humildes y -silenciosos, apagando el rumor de sus pisadas. Llegaban otros jarochos -armados como infantes, las pistolas en la cinta y el machete en bordado -tahal. De tarde en tarde, atravesaba el patio lleno de sol algn lpero -con su gallo de pelea: Una figura astuta y maleante, de ojos burlones -y de lacia grea, de boca cnica y de manos escuetas y negruzcas, que -tanto son de ladrn como de mendigo. Huroneaba en el corro, arriesgaba -un msero tostn, y rezongando truhaneras se alejaba. - -[imagen no disponible] - - - - -YO ANSIABA verme solas con la Nia Chole. La noche -de nuestras bodas en el convento se me apareca ya muy lejana, con el -encanto de un sueo que se recuerda siempre y nunca se precisa. Desde -entonces habamos vivido en forzosa castidad, y mis ojos, que an lo -ignoraban todo, tenan envidia de mis manos que todo lo saban... - -En aquel vetusto parador gust las mayores venturas amorosas, urdidas -con el hilo dorado de la fantasa. Quise primero que la Nia Chole se -destrenzase el cabello, y vestido el blanco hipil me hablase en su vieja -lengua, como una princesa prisionera un capitn conquistador. Ella -obedeci sonriendo. Yo la tena en mis brazos, y las palabras ms bellas -y musicales las besaba, sin comprenderlas, sobre sus labios. Despus -fu nuestro numen Pedro Aretino, y como oraciones, pude recitar en -italiano siete sonetos gloria del Renacimiento: Uno distinto para cada -sacrificio. El ltimo lo repet dos veces: Era aquel divino soneto que -evoca la figura de un centauro, sin cuerpo de corcel y con dos cabezas. -Despus nos dormimos. - -La Nia Chole se levant al amanecer y abri los balcones. En la alcoba -penetr un rayo de sol tan juguetn, tan vivo, tan alegre, que al -verse en el espejo se deshizo en carcajadas de oro. El sinsonte agitse -dentro de su jaula y prorrumpi en gorjeos: La Nia Chole tambin -gorje el estribillo de una cancin fresca como la maana. Estaba muy -bella arrebujada en aquella tnica de seda, que envolva en una celeste -diafanidad su cuerpo de diosa. Me miraba guiando los ojos y entre -borboteos de risas y canciones besaba los jazmines que se retorcan la -reja. Con el cabello destrenzndose sobre los hombros desnudos, con su -boca riente y su carne morena, la Nia Chole era una tentacin. Tena -despertares de aurora alegres y triunfantes. De pronto se volvi hacia -m con un mohn delicioso: - ---Arriba, perezoso!... Arriba! - -Al mismo tiempo salpicbame la cara el agua de rosas que por la noche -dejara en el balcn serenar: - ---Arriba!... Arriba!... - -Me ech de la hamaca. Vindome ya en pie, huy velozmente alborotando -la casa con sus trinos. Saltaba de una cancin otra, como el sinsonte -los travesaos de la jaula, con gentil aturdimiento, con gozo infantil -porque el da era azul, porque el rayo del sol rea all en el fondo -encantado del espejo. Bajo los balcones resonaba la voz del caballerango -que se daba prisa embridar nuestros caballos. Las persianas cadas -temblaban al soplo de matinales auras, y el jazmn de la reja, por -aromarlas, sacuda su caperuza de campanillas. La Nia Chole volvi - entrar. Yo la vi en la luna del tocador, acercarse sobre la punta -de sus chapines de raso, con un picaresco reir de los labios y de los -dientes. Alborozada me grit al odo: - ---Vanidoso! Para quin te acicalas? - ---Para ti, Nia! - ---De veras? - -Mirbame con los ojos entornados, y hunda los dedos entre mis cabellos, -arremolinndomelos. Luego rea locamente y me alargaba un espoln de -oro para que se lo calzase en aquel pie de reina, que no pude menos -de besar. Salimos al patio, donde el indio esperaba con los caballos -del diestro: Montamos y partimos. Las cumbres azules de los montes -se vestan de luz bajo un sol dorado y triunfal. Volaba la brisa en -desiguales rfagas, hmedas y agrestes como aliento de arroyos y -yerbazales. El alba tena largos estremecimientos de rubia y sensual -desposada. Las copas de los cedros, iluminadas por el sol naciente, eran -altar donde bandadas de pjaros se casaban, besndose los picos. La Nia -Chole, tan pronto pona su caballo galope como le dejaba mordisquear -en los jarales. - -Durante todo el camino no dejamos de cruzarnos con alegres cabalgatas -de criollos y mulatos: Desfilaban entre nubes de polvo, al trote de -gallardos potros, enjaezados la usanza mexicana con sillas recamadas -de oro y gualdrapas bordadas, deslumbrantes como capas pluviales. -Sonaban los bocados y las espuelas, restallaban los ltigos, y la -cabalgata pasaba veloz travs de la campia. El sol arrancaba -los arneses blondos resplandores y destellaba fugaz en los machetes -pendientes de los arzones. Haban comenzado las ferias, aquellas -famosas ferias de Grijalba, que se juntaban y hacan en la ciudad y -en los bohos, en las praderas verdes y en los caminos polvorientos, -todo ello al acaso, sin ms concierto que el deparado por la ventura. -Nosotros refrenamos los caballos que relinchaban y sacudan las crines. -La Nia Chole me miraba sonriendo, y me alargaba la mano para correr -unidos, sin separarnos. - -[imagen no disponible] - - - - -SALIENDO de un bosque de palmeras, dimos vista una -tablada tumultuosa, impaciente con su ondular de hombres y cabalgaduras. -El eco retozn de los cencerros acompaaba las apuestas y decires -chalanescos, y la llanura pareca jadear ante aquel marcial y fanfarrn -estrpito de trotes y de colleras, de fustas y de bocados. Desde -que entramos en aquel campo, monstruosa turba de lisiados nos cerc -clamorante: Ciegos y tullidos, enanos y lazarados nos acosaban, nos -perseguan, rodando bajo las patas de los caballos, corriendo rastras -por el camino, entre aullidos y oraciones, con las llagas llenas de -polvo, con las canillas echadas la espalda, secas, desmedradas, -horribles. Se enracimaban golpendose en los hombros, arrancndose los -chapeos, gateando la moneda que les arrojbamos al paso. - -Y as, entre aquel cortejo de hampones, llegamos al jacal de un negro -que era liberto. El paso de las cabalgaduras y el pedigeo rezo de los -mendigos trjole la puerta antes que descabalgsemos: Al vernos corri -ahuyentando con el rebenque la astrosa turba, y vino tener el estribo -de la Nia Chole, besndola las manos con tantas muestras de humildad -y contento cual si fuese una princesa la que llegaba. las voces del -negro acudi toda la prole. El liberto hallbase casado con una andaluza -que haba sido doncella de la Nia Chole. La mujer levant los brazos al -encontrarse con nosotros: - ---Virgen de mi alma! Los amitos! - -Y tomando de la mano la Nia Chole, hzola entrar en el jacal. - ---Que no me la retueste el sol, reina ma, pioncico de oro, que viene - honrar mi pobreza! - -El negro sonrea, mirndonos con sus ojos de res enferma: Ojos de una -mansedumbre verdaderamente animal. Nos hicieron sentar, y ellos quedaron -en pie. Se miraron, y hablando un tiempo empezaron el relato de la -misma historia: - ---Un jarocho tena dos potricas blancas. Cosa ms linda! Blancas como -palomas. Sabe? Qu pintura para la volanta de la Nia! - -Y aqu fu donde la Nia Chole no quiso oir ms: - ---Yo deseo verlas! Deseo que me las compres! - -Habase puesto en pie, y se echaba el rebocillo apresuradamente: - ---Vamos! Vamos! - -La andaluza rea maliciosamente: - ---Cmo se conoce que su merced no le satisface ningn antojico! - -Dej de sonreir, y aadi cual si todo estuviese ya resuelto: - ---El amito va con mi hombre. Para la Nia est muy calurosa la sazn. - -Entonces el negro abri la puerta, y la Nia Chole me empuj con mimos -y arrumacos muy gentiles. Sal acompaado del antiguo esclavo, que, al -verse fuera, empez por suspirar y concluy salmodiando el viejo cuento -de sus tristezas. Caminaba mi lado con la cabeza baja, siguindome -como un perro entre la multitud, interrumpindose y tornando empezar, -siempre zongueando cuitas de paria y de celoso: - ---Ella toda la vida con hombres, amito! Una perdicin!... Y no es con -blancos, nio! Ay, amito, no es con blancos!... la gran chiva se le -da todo por los morenos. Dgame no ms que sinvergenzada, nio!... - -Su voz era lastimera, resignada, llena de penas: Verdadera voz de -siervo. No le dola el engao por la afrenta de hacerle cornudo, sino -por la baja eleccin que la andaluza haca: Era celoso intermitente, -como ocurre con la gente cortesana que medra de sus mujeres. El Duque -de Saint Simn le hubiera loado en sus Memorias, con aquel delicado y -filosfico juicio que muestra hablando de Espaa, cuando se desvanece en -un xtasis, ante el contenido moral de estas dos palabras tan castizas: -Cornudo Consentido. - -[imagen no disponible] - - - - -DE UN CABO al otro recorrimos la feria. Sobre el lindar -del bosque, la sombra de los cocoteros, la gente criolla beba y -cantaba con ruidoso jaleo de ols y palmadas. Rea el vino en las copas, -y la guitarra espaola, sultana de la fiesta, lloraba sus celos moriscos -y sus amores con la blanca luna de la Alpujarra. El largo lamento de -las guajiras expiraba deshecho entre las herraduras de los caballos. -Los asiticos, mercaderes chinos y japoneses, pasaban estrujados en -el ardiente torbellino de la feria, siempre lacios, siempre mustios, -sin que un estremecimiento alegre recorriese su trenza. Amarillentos -como figuras de cera, arrastraban sus chinelas entre el negro gento, -pregonando con femeniles voces abanicos de sndalo y bastones de carey. -Recorrimos la feria sin dar vista por parte alguna las tales jacas -blancas. Ya nos tornbamos, cuando me sent detenido por el brazo. -Era la Nia Chole: Estaba muy plida, y aun cuando procuraba sonreir, -temblaban sus labios, y adivin una gran turbacin en sus ojos: Puso -ambas manos en mis hombros y exclam con fingida alegra: - ---Oye, no quiero verte enfadado. - -Colgndose de mi brazo, aadi: - ---Me aburra, y he salido... espaldas del jacal hay un reidero de -gallos. No sabes? Estuve all, he jugado y he perdido! - -Interrumpise volviendo la cabeza con gracioso movimiento, y me indic -al blondo, al gigantesco adolescente, que se descoyunt saludando: - ---Este caballero tiene la honra de ser mi acreedor. - -Aquellas extravagancias producan siempre en mi nimo un despecho sordo -y celoso, tal, que pronunci con altivez: - ---Qu ha perdido esta seora? - -Habame figurado que el jugador rehusara galantemente cobrar su deuda, -y quera obligarle con mi actitud fra y desdeosa. El bello adolescente -sonri con la mayor cortesa: - ---Antes de apostar, esta seora me advirti que no tena dinero. -Entonces convinimos que cada beso suyo vala cien tostones: Tres besos -ha jugado y los tres ha perdido. - -Yo me sent palidecer. Pero cul no sera mi asombro al ver que la Nia -Chole, retorcindose las manos, plida, casi trgica, se adelantaba -exclamando: - ---Yo pagar! Yo pagar! - -La detuve con un gesto, y enfrentndome con el hermoso adolescente, le -grit restallando las palabras como latigazos: - ---Esta mujer es ma, y su deuda tambin. - -Y me alej, arrastrando la Nia Chole. Anduvimos algn tiempo en -silencio: De pronto, ella, oprimindome el brazo, murmur en voz muy -queda: - ---Oh, qu gran seor eres! - -Yo no contest. La Nia Chole empez llorar en silencio, apoy la -cabeza en mi hombro, y exclam con un sollozo de pasin infinita: - ---Dios mo! Qu no hara yo por ti!... - -Sentadas las puertas de los jacales, indias andrajosas, adornadas -con amuletos y sartas de corales, vendan pltanos y cocos. Eran -viejas de treinta aos, arrugadas y caducas, con esa fealdad quimrica -de los dolos. Su espalda lustrosa brillaba al sol, sus senos negros -y colgantes recordaban las orgas de las brujas y de los trasgos. -Acurrucadas al borde del camino, como si tiritasen bajo aquel sol -ardiente, medio desnudas, desgreadas, arrojando maldiciones sobre la -multitud, parecan sibilas de algn antiguo culto lbrico y sangriento. -Sus cros, tiznados y esbeltos como diablos, acechaban por los -resquicios de las barracas, y, huroneando, se metan bajo los toldos de -lona, donde tocaban organillos dislocados. Mulatas y jarochos ejecutaban -aquellas extraas danzas voluptuosas que los esclavos trajeron del -frica, y el zagalejo de colores vivos flameaba en los quiebros y -mudanzas de los bailes sagrados con que la sombra patriarcal del -baobad eran sacrificados los cautivos. - -[imagen no disponible] - - - - -LLEGAMOS al jacal. Yo ceudo y de mal talante, me arroj -sobre la hamaca, y con grandes voces mand los caballerangos que -ensillasen para partir inmediatamente. La sombra negruzca de un indio -asom en la puerta: - ---Seor, el ruano que montaba la Nia tiene desenclavada una -herradura... Se la enclavo, seor? - -Me incorpor en la hamaca con tal violencia, que el indio retrocedi -asustado. Volviendo tenderme le grit: - ---Date prisa, con mil demonios, Cuactemocn! - -La Nia Chole me mir plida y suplicante: - ---No grites. Si supieses cmo me asustas!... - -Yo cerr los ojos sin contestar, y hubo un largo silencio en el interior -oscuro y caluroso del jacal. El negro iba y vena con tcitas pisadas, -regando el suelo alfombrado de yerba. Fuera se oa el piafar de los -caballos, y las voces de los indios, que al embridarlos les hablaban. -En el hueco luminoso de la puerta, las moscas del ganado zumbaban su -montona cancin estival. La Nia Chole se levant y vino mi lado. -Silenciosa y suspirante me acarici la frente con dedos de hada: Despus -me dijo: - ---Oh!... Seras capaz de matarme si el ruso fuese un hombre? - ---No... - ---De matarlo l? - ---Tampoco. - ---No haras nada? - ---Nada. - ---Es que me desprecias? - ---Es que no eres la Marquesa de Bradomn. - -Qued un momento indecisa, con los labios trmulos. Yo cerr los ojos -y esper sus lgrimas, sus quejas, sus denuestos, pero la Nia Chole -guard silencio, y continu acariciando mis cabellos como una esclava -sumisa. Al cabo, sus dedos de hada borraron mi ceo y me sent dispuesto - perdonar. Yo saba que el pecado de la Nia Chole era el eterno -pecado femenino, y mi alma enamorada no poda menos de inclinarse la -indulgencia. Sin duda la Nia Chole era curiosa y perversa como aquella -mujer de Lot convertida en estatua de sal. Pero al cabo de los siglos, -tambin la justicia divina se muestra mucho ms clemente que antao, -con las mujeres de los hombres. Sin darme cuenta ca en la tentacin -de admirar como una gloria linajuda, aquel remoto abolengo envuelto en -una leyenda bblica. Era indudable que el alto Cielo perdonaba la -Nia Chole, y juzgu que no poda menos de hacer lo mismo el Marqus de -Bradomn. Libre el corazn de todo rencor, abr los ojos bajo el suave -cosquilleo de aquellos dedos invisibles, y murmur sonriente: - ---Nia, no s qu bebedizo me has dado que todo lo olvido... - -Ella repuso, al mismo tiempo que sus mejillas se tean de rosa: - ---Es porque no soy la Marquesa de Bradomn. - -Y call, tal vez esperando una disculpa amante, pero yo prefer guardar -silencio, y juzgu que era bastante desagravio besar su mano. Ella la -retir esquiva, y en un silencio lento, sus hermosos ojos de princesa -oriental se arrasaron de lgrimas. Felizmente no rodaban an por sus -mejillas, cuando el indio reapareci en la puerta trayendo nuestros -caballos del diestro, y pude salir del jacal como si nada de aquel dolor -hubiese visto. Cuando la Nia Chole asom en la puerta, ya pareca -serena. Le tuve el estribo para que montase, y un instante despus, con -alegre y trotante fanfarria, atravesamos el real. - -Un jinete cruz por delante de nosotros caracoleando su caballo, y -me pareci que la Nia Chole palideca al verle, y se tapaba con el -rebocillo. Yo simul no advertirlo, y nada dije, huyendo de mostrarme -celoso. Despus, cuando salamos al rojo y polvoriento camino, divis -otros jinetes apostados lejos, en lo alto de una loma: Y como si -all estuviesen en espera nuestra, bajaron al galope cuando pasamos -faldendola. Apenas lo advert me detuve, y mand detener mi gente. El -que vena al frente del otro bando daba fieras voces y corra con las -espuelas puestas en los ijares. La Nia Chole, al reconocerle, lanz un -grito y se arroj tierra, implorando perdn con los brazos abiertos: - ---Vuelven verte mis ojos!... Mtame, aqu me tienes! Mi rey! Mi -rey querido!... - -El jinete levant de manos su caballo con amenazador continente, y -quiso venir sobre m. La Nia Chole lo estorb asindose las riendas -desolada y trgica: - ---Su vida, no! Su vida, no! - -Al ver aquella postrera muestra de amor me sent conmovido. Yo estaba - la cabeza de mi gente, que pareca temerosa, y el jinete, alzado en -los estribos, la cont con sus ojos fieros, que acabaron lanzndome una -mirada sauda. Jurara que tambin tuvo miedo: Sin desplegar los labios -alz el ltigo sobre la Nia Chole, y le cruz el rostro. Ella todava -gimi: - ---Mi rey!... Mi rey querido!... - -El jinete se dobl sobre el arzn donde asomaban las pistolas, y rudo -y fiero la alz del suelo asentndola en la silla. Despus, como un -raptor de los tiempos heroicos, huy lanzndome terribles denuestos. -Plido y mudo vi cmo se la llevaba: Hubiera podido rescatarla, y, sin -embargo, no lo hice. Yo haba sido otras veces un gran pecador, pero -entonces al adivinar quin era aquel hombre, sentame arrepentido. -La Nia Chole por hija y por esposa, perteneca al fiero mexicano, -y mi corazn se humillaba resignado acatando aquellas dos sagradas -potestades. Desengaado para siempre del amor y del mundo, hinqu las -espuelas al caballo y galop hacia los llanos solitarios del Tixul, -seguido de mi gente que se hablaba en voz baja comentando el suceso. -Todos aquellos indios hubieran seguido de buen grado al raptor de la -Nia Chole. Parecan fascinados como ella, por el ltigo del general -Diego Bermdez. Yo senta una fiera y dolorosa altivez al dominarme. -Mis enemigos, los que osan acusarme de todos los crmenes, no podrn -acusarme de haber reido por una mujer. Nunca como entonces he sido fiel - mi divisa: Despreciar los dems y no amarse s mismo. - -[imagen no disponible] - - - - -ENCORVADOS bajo aquel sol ardiente, abandonadas las -riendas sobre el cuello de los caballos, silenciosos, fatigados y -sedientos, cruzbamos la arenosa sabana, viendo eternamente en la -lejana el lago del Tixul, que ondulaba con movimiento perezoso y -fresco, mojando la cabellera de los mimbrales que se reflejaban en el -fondo de los remansos encantados... Atravesbamos las grandes dunas, -parajes yermos sin brisas ni murmullos. Sobre la arena caliente se -paseaban los lagartos con caduca y temblona beatitud de faquires -centenarios, y el sol caa implacable requemando la tierra estril que -pareca sufrir el castigo de algn oscuro crimen geolgico. Nuestros -caballos, extenuados por jornada tan penosa, alargaban el cuello, que -se bajaba y se tenda en un vaivn de sopor y de cansancio: Con los -ijares flcidos y ensangrentados, adelantaban trabajosamente enterrando -los cascos en la arena negra y movediza. Durante horas y horas, los -ojos se fatigaban contemplando un horizonte blanquecino y calcinado. La -angustia del mareo pesaba en los prpados, que se cerraban con modorra -para abrirse despus de un instante sobre las mismas lejanas muertas y -olvidadas... - -Hicimos un largo da de cabalgada travs de negros arenales, y tal -era mi fatiga y tal mi adormecimiento, que para espolear el caballo -necesitaba hacer nimos. Apenas si poda tenerme sobre la montura. -Como en una expiacin dantesca, vea lo lejos el verdeante lago del -Tixul, donde esperaba hacer un alto. Era ya mediada la tarde, y los -rayos del sol dejaban en las aguas una estela de oro cual si acabase de -surcarlas el bajel de las hadas... An nos hallbamos larga distancia, -cuando advertimos el almizclado olor de los cocodrilos aletargados -fuera del agua, en la playa cenagosa. La inquietud de mi caballo, que -temblaba levantando las orejas y sacudiendo la crin, me hizo enderezar -en la silla, afirmarme y recobrar las riendas que llevaba sueltas -sobre el borrn. Como la proximidad de los caimanes le asustaba y el -miedo dbale bros para retroceder piafante, hube de castigarle con -la espuela, y le puse al galope. Toda la escolta me sigui. Cuando -estuvimos cerca, los cocodrilos entraron perezosamente en el agua. -Nosotros bajamos en tropel hasta la playa. Algunos pjaros de largas -alas, que hacan nido en la junquera, levantaron el vuelo asustados -por la zalagarda de los criados, que entraban en el agua cabalgando, -metindose hasta ms arriba de la cincha. En la otra orilla un cocodrilo -permaneci aletargado sobre la cinaga con las fauces abiertas, con los -ojos vueltos hacia el sol, inmvil, monstruoso, indiferente como una -divinidad antigua. - -Vino presuroso mi caballerango tenerme el estribo, pero yo rehus -apearme. Haba cambiado de propsito, y quera vadear el Tixul sin -darle descanso las cabalgaduras, pues ya la noche se nos echaba -encima. Atentos mi deseo los indios que venan en la escolta, -magnficos jinetes todos ellos, metironse resueltamente lago adelante: -Con sus picas de boyeros tentaban el vado. Grandes y extraas flores -temblaban sobre el terso cristal entre verdosas y repugnantes algas. -Los jinetes, silenciosos y casi desnudos, avanzaban al paso con suma -cautela: Era un tropel de negros centauros. lo lejos cruzaban por -delante de los caballos islas flotantes de gigantescas nnfeas, y -vivaces lagartos saltaban de unas en otras como duendes enredadores y -burlescos. Aquellas islas floridas se deslizaban bajo alegre palio de -mariposas, como en un lago de ensueo, lenta, lentamente, casi ocultas -por el revoloteo de las alas blancas y azules bordadas de oro. El lago -del Tixul pareca uno de esos jardines como slo existen en los cuentos. -Cuando yo era nio me adormecan refirindome la historia de un jardn -as... Tambin estaba sobre un lago, una hechicera lo habitaba y en las -flores prfidas y quimricas, rubias princesas y rubios prncipes tenan -encantamento!... - -[imagen no disponible] - - - - -YA EL TROPEL de centauros nadaba por el centro del -Tixul, cuando un cocodrilo que en la otra orilla pareca sumido en -xtasis, entr lentamente en el agua y desapareci... No quise hacer -ms larga espera en la playa, y halagando el cuello de mi caballo, le -fu metiendo en la laguna paso paso. Cuando tuvo el agua la cincha -comenz nadar, y casi al mismo tiempo me reconoc cercado por un copo -fantstico de ojos redondos, amarillentos, nebulosos, que aparecan -solos flor de agua... Aquellos ojos me miraban, estaban fijos en -m!... Confieso que en tal momento sent el fro y el estremecimiento -del miedo. El sol hallbase en el ocaso, y como yo lo llevaba de frente, -me hera y casi me cegaba, de suerte que para esquivarle rame forzoso -contemplar las mudas ondas del Tixul, aun cuando me daba vrtigo aquel -poder de los caimanes para no dejar fuera del agua ms que los ojos de -monstruos, ojos sin prpados, que unas veces giran en todos sentidos -y otras se fijan con una mirada estacionaria... Hasta que el caballo -volvi cobrar tierra bajo el casco, lanzndose seguro hacia la orilla, -no respir sin zozobra. Mi gente esperaba tendida lo largo, corriendo -y caracoleando. Nos reunimos y continuamos la ruta travs de los -negros arenales. - -Se puso el sol entre presagios de tormenta. El terral soplaba con furia, -removiendo y aventando las arenas, como si quisiese tomar posesin de -aquel pramo inmenso todo el da letargado por el calor. Espoleamos -los caballos y corrimos contra el viento y el polvo. Ante nosotros se -extendan las dunas en la indecisin del crepsculo desolado y triste, -agitado por las rfagas apocalpticas de un cicln. Casi rasando la -tierra pasaban bandadas de buitres con revoloteo tardo, fatigado -incierto. Cerr la noche y lo lejos vimos llamear muchas hogueras. -De tiempo en tiempo un relmpago rasgaba el horizonte y las dunas -aparecan solitarias y lvidas. Empezaron caer gruesas gotas de agua. -Los caballos sacudan las orejas y temblaban como calenturientos. -Las hogueras, atormentadas por el huracn, se agitaban de improviso -menguaban hasta desaparecer. Los relmpagos, cada vez ms frecuentes, -dejaban en los ojos la visin temblorosa y fugaz del paraje inhospito. -Nuestros caballos con las crines al viento, lanzaban relinchos de -espanto y procuraban orientarse, buscndose en la oscuridad de la -noche bajo el aguacero. La luz catica de los relmpagos, daba la -yerma vastedad el aspecto de esos parajes quimricos de las leyendas -penitentes: Desiertos de cenizas y arenales sin fin que rodean el -Infierno. - -Guindonos por las hogueras, llegamos un gran raso de yerba donde -cabeceaban, sacudidos por el viento, algunos cocoteros desgreados, -enanos y salvajes. El aguacero haba cesado repentinamente y la -tormenta pareca ya muy lejana. Dos tres perros salieron ladrando -nuestro encuentro, y en la lejana otros ladridos respondieron los -suyos. Vimos en torno de la lumbre agitarse y vagar figuras de mal -agero: Rostros negros y dientes blancos que las llamas iluminaban. Nos -hallbamos en un campo de jarochos, mitad bandoleros y mitad pastores, -que conducan numerosos rebaos las ferias de Grijalba. - -Al vernos llegar galopando en tropel, de todas partes acudan hombres -negros y canes famlicos: Los hombres tenan la esbeltez que da el -desierto y actitudes de reyes brbaros magnficas, sanguinarias... En el -cielo la luna, enlutada como viuda ideal, dejaba caer la tenue sonrisa -de su luz sobre la ruda y aulladora tribu. veces entre el vigilante -ladrido de los canes y el spero vocear del pastoreo errante, percibase -el estremecimiento de las ovejas, y llegaban hasta nosotros rfagas -de establo, campesinas y robustas como un aliento de vida primitiva. -Sonaban las esquilas con ingrvido campanilleo, ardan en las fogatas -haces de olorosos rastrojos, y el humo suba blanco, feliz y cargado de -aromas, como el humo de los rsticos y patriarcales sacrificios. - -[imagen no disponible] - - - - -YO VEIA DANZAR entre las lenguas de la llama una -sombra femenil indecisa y desnuda: La vea, aun cerrando los ojos, con -la fuerza quimrica y angustiosa que tienen los sueos de la fiebre. -Cuitado de m! Era una de esas visiones msticas y carnales con que el -diablo tentaba en otro tiempo los santos ermitaos: Yo crea haber -roto para siempre las redes amorosas del pecado, y el Cielo castigaba -tanta arrogancia dejndome en abandono. Aquella mujer desnuda, velada -por las llamas, era la Nia Chole. Tena su sonrisa y su mirar. Mi alma -empezaba cubrirse de tristeza y suspirar romnticamente. La carne -flaca se estremeca de celos y de clera. Todo en m clamaba por la -Nia Chole. Estaba arrepentido de no haber dado muerte al incestuoso -raptor, y el pensamiento de buscarle travs de la tierra mexicana se -haca doloroso: Era una culebra enroscada al corazn, que me morda y -me envenenaba. Para libertarme de aquel suplicio, llam al indio que -llevaba de gua. Acudi tiritando: - ---Qu mandaba, seor? - ---Vamos ponernos en camino. - ---Mala es la sazn, seor. Corren ahora muchas torrenteras. - -Yo tuve un momento de duda: - ---Qu distancia hay la Hacienda de Tixul? - ---Dos horas de camino, seor. - -Me incorpor violentamente: - ---Que ensillen. - -Y esper calentndome ante el fuego, mientras el gua llevaba la orden y -se pona la gente en traza de partir. Mi sombra bailaba con la llama de -las hogueras, y alargbase fantstica sobre la tierra negra. Yo senta -dentro de m la sensacin de un misterio pavoroso y siniestro. Quiz iba - mudar de propsito cuando un tropel de indios acudi con mi caballo. - la luz de la hoguera ajustaron las cinchas y repararon las bridas. El -gua, silencioso y humilde, vino tomar el diestro. Mont y partimos. - -Caminamos largo tiempo por un terreno onduloso, entre cactus gigantescos -que sacudidos por el viento, imitaban rumor de torrentes. De tiempo en -tiempo la luna rasgaba los trgicos nubarrones, iluminaba nuestra -marcha derramando tibia claridad. Delante de mi caballo volaba, con -silencioso vuelo, un pjaro nocturno: Se posaba corta distancia, y al -acercarme agitaba las negras alas iba posarse ms lejos, lanzando un -graznido plaidero, que era su canto. Mi gua, supersticioso como todos -los indios, crea entender en aquel grito la palabra judo, y cuando oa -esta ofensa que el pjaro le lanzaba siempre al abrir las sombras alas, -replicaba gravemente: - ---Cristiano, y muy cristiano! - -Yo le interrogu: - ---Qu pjaro es ese?... - ---El tapa-caminos, seor. - -De esta suerte llegamos mis dominios. La casa, mandada edificar por -un virrey, tena el aspecto seorial y campesino que tienen en Espaa -las casas de los hidalgos. Un tropel de jinetes estaba delante de la -puerta. juzgar por su atavo, eran plateados. Formaban rueda, y las -calabazas llenas de caf, corran de mano en mano. Los chambergos -bordados brillaban la luz de la luna. En mitad del camino estaba -apostado un jinete: Era viejo y avellanado: Tena los ojos fieros y una -mano cercenada. Al acercarnos nos grit: - ---Tnganse all! - -Yo respond de mal talante, enderezndome en la silla: - ---Soy el Marqus de Bradomn. - -El viejo parti al galope y reunise con los que apuraban las calabazas -de caf ante la puerta. Yo distingu claramente la luz de la luna, -cmo se volvan los unos los otros, y cmo se hablaban tomando -consejo, y cmo despus recobraban las riendas y se partan. Cuando yo -llegu, la puerta estaba franca y an se oa el galope de sus caballos. -El mayordomo que esperaba en el umbral, adelantse recibirme, y -tomando el caballo del rendaje tornse hacia la casa, gritando: - ---Sacad ac un candil!... Alumbrad la escalera!... - -En lo alto de la ventana asom la forma negra de una vieja con un veln -encendido: - ---Alabado sea Dios que le trujo con bien por medio de tantos peligros! - -Y para alumbrarnos mejor, encorvbase fuera de la ventana y alargaba su -brazo negro, que temblaba con el veln. Entramos en el zagun, y casi al -mismo tiempo reapareca la vieja en lo alto de la escalera: - ---Alabado sea Dios, y cmo se le conoce la mucha nobleza y generosidad -de su sangre! - -La vieja nos gui hasta una sala enjalbegada, que tena todas las -ventanas abiertas. Dej el veln sobre una mesa de torneados pies, y se -alej: - ---Alabado sea Dios, y qu juventud ms galana! - -Me sent, y el mayordomo quedse distancia contemplndome. Era un -antiguo soldado de Don Carlos, emigrado despus de la traicin de -Vergara. Sus ojos negros y hundidos tenan un brillo de lgrimas. Yo le -tend la mano con familiar afecto: - ---Sintate, Brin... Qu tropa era esa? - ---Plateados, seor. - ---Son amigos tuyos? - ---Y buenos amigos!... Aqu hay que vivir como viva en sus cortijos de -Andaluca mi seora la Condesa de Barbazn, abuela de vuecencia. Jos -Mara la respetaba como una reina, porque tena en mi seora su mejor -madrina... - ---Y estos cuatreros mexicanos tienen el garbo de los andaluces? - -Brin baj la voz para responder: - ---Saben robar... No les impone el matar... Tienen discurso... Y con todo -no llegan los ladrones de la Andaluca. Les falta la gracia, que es al -modo de la sal en la vianda. Y no son los de la Andaluca ms guapos en -el arreo! No es el arreo!... - -En aquel momento entr la vieja decir que estaba dispuesta la -colacin. Yo me puse de pie, y ella tom la luz de encima de la mesa -para alumbrarme el camino. - -[imagen no disponible] - - - - -ME ACOST rendido, pero el recuerdo de la Nia Chole -tvome desvelado hasta cerca del amanecer. Eran vanos todos mis -esfuerzos por ahuyentarle: Revoloteaba en mi memoria, surga entre la -niebla de mis pensamientos, ingrvido, funambulesco, torturador. Muchas -veces, en el vago trnsito de la vigilia al sueo, me despert con -sobresalto. Al cabo, vencido por la fatiga, ca en un sopor febril, -poblado de pesadillas. De pronto abr los ojos en la oscuridad. Con -gran sorpresa ma hallbame completamente despierto. Quise conciliar -otra vez el sueo, pero no pude conseguirlo. Un perro comenz ladrar -debajo de mi ventana, y entonces record vagamente haber escuchado sus -ladridos momentos antes, mientras dorma. Agitado por el desvelo me -incorpor en las almohadas. La luz de la luna esclareca el fondo de -la estancia, porque yo haba dejado abiertas las ventanas causa del -calor. Me pareci oir voces apagadas de gente que vagaba por el huerto. -El perro haba enmudecido, las voces se desvanecan. De nuevo qued todo -en silencio, y en medio del silencio o el galope de un caballo que -se alejaba. Me levant para cerrar la ventana. La cancela del huerto -estaba abierta, y sent nacer una sospecha, aun cuando el camino rojo, -iluminado por la luna, vease desierto entre los susurrantes maizales. -Permanec algn tiempo en atalaya. Aquellos campos parecan muertos bajo -la luz blanca de la luna: Slo reinaba sobre ellos el viento murmurador. -Sintiendo que el sueo me volva, cerr la ventana. Sacudido por largo -estremecimiento me acost. Apenas haba cerrado los ojos cuando el -eco apagado de algunos escopetazos me sobresalt: Lejanos silbidos -eran contestados por otros: Volva oirse el galope de un caballo. -Iba levantarme cuando qued todo en silencio. Despus al cabo de -mucho tiempo, resonaron en el huerto sordos golpes de azada, como si -estuviesen cavando una cueva. Deba ser cerca del amanecer, y me dorm. -Cuando el mayordomo entr despertarme, dudaba si haba soado: Sin -embargo le interrogu: - ---Qu batalla habis dado esta noche? - -El mayordomo inclin la cabeza tristemente: - ---Esta noche han matado al valedor ms valedor de Mxico! - ---Quin le mat? - ---Una bala, seor. - ---Una bala, de quin? - ---Pues de algn hijo de mala madre. - ---Ha salido mal el golpe de los plateados? - ---Mal, seor. - ---T llevabas parte? - -El mayordomo levant hasta m los ojos ardientes: - ---Yo, jams, seor. - -La fiera arrogancia con que llev su mano al corazn, me hizo sonreir, -porque el viejo soldado de Don Carlos, con su atezada estampa y el -chambergo arremangado sobre la frente, y los ojos sombros, y el machete -al costado, lo mismo pareca un hidalgo que un bandolero. Qued un -momento caviloso, y luego, manoseando la barba, me dijo: - ---Spalo vuecencia: Si tengo amistad con los plateados, es porque espero -valerme de ellos... Son gente brava y me ayudarn... Desde que llegu - esta tierra tengo un pensamiento. Spalo vuecencia: Quiero hacer -emperador Don Carlos V. - -El viejo soldado se enjug una lgrima. Yo qued mirndole fijamente: - ---Y cmo le daremos un Imperio, Brin? - -Las pupilas del mayordomo brillaron enfoscadas bajo las cejas grises: - ---Se lo daremos, seor... Y despus la corona de Espaa. - -Volv preguntarle con una punta de burla: - ---Pero ese Imperio cmo se lo daremos? - ---Volvindole estas Indias. Ms difcil cosa fu ganarlas en los tiempos -antiguos de Hernn Corts. Yo tengo el libro de esa Historia. Ya lo -habr ledo vuecencia? - -Los ojos del mayordomo estaban llenos de lgrimas. Un rudo temblor que -no poda dominar agitaba su barba berberisca. Se asom la ventana, y -mirando hacia el camino guard silencio. Despus suspir: - ---Esta noche hemos perdido al hombre que ms poda ayudarnos! la -sombra de aquel cedro est enterrado. - ---Quin era? - ---El capitn de los plateados, que hall aqu vuecencia. - ---Y sus hombres han muerto tambin? - ---Se dispersaron. Entr en ellos el pnico. Haban secuestrado una -linda criolla, que tiene harta plata, y la dejaron desmayada en medio -del camino. Yo, compadecido, la traje hasta aqu. Si quiere verla -vuecencia! - ---Es linda de veras? - ---Como una santa. - -Me levant, y precedido de Brin, sal. La criolla estaba en el huerto -tendida en una hamaca colgada de dos rboles. Algunos pequeuelos -indios, casi desnudos, se disputaban mecerla. La criolla tena el -pauelo sobre los ojos y suspiraba. Al sentir nuestros pasos volvi -lnguidamente la cabeza y lanz un grito: - ---Mi rey!... Mi rey querido!... - -Sin desplegar los labios le tend los brazos. Yo he credo siempre que -en achaques de amor todo se cifra en aquella mxima divina que nos manda -olvidar las injurias. - -[imagen no disponible] - - - - -FELIZ y caprichosa me morda las manos mandndome estar -quieto. No quera que yo la tocase. Ella sola, lenta, muy lentamente, -desabroch los botones de su corpio y destrenz el cabello ante el -espejo, donde se contempl sonriendo. Pareca olvidada de m. Cuando se -hall desnuda torn sonreir y contemplarse. Semejante una princesa -oriental, ungise con esencias. Despus envuelta en seda y encajes, -tendise en la hamaca y esper: Los prpados entornados y palpitantes, -la boca siempre sonriente, con aquella sonrisa que un poeta de hoy -hubiera llamado estrofa alada de nieve y rosas. Yo, aun cuando parezca -extrao, no me acerqu. Gustaba la divina voluptuosidad de verla, y con -la ciencia profunda, exquisita y sdica de un decadente, quera retardar -todas las otras, gozarlas una una, en la quietud sagrada de aquella -noche. Por el balcn abierto se alcanzaba ver el cielo de un azul -profundo, apenas argentado por la luna. El cfiro nocturno traa del -jardn aromas y susurros: El mensaje romntico que le daban las rosas al -deshojarse. El recogimiento era amoroso y tentador. Oscilaba la luz de -las bujas, y las sombras danzaban sobre los muros. All en el fondo -tenebroso del corredor, el reloj de cuco, que acordaba el tiempo de los -virreyes, di las doce. Poco despus cant un gallo. Era la hora nupcial -y augusta de la media noche. La Nia Chole murmur mi odo: - ---Dime si hay nada tan dulce como esta reconciliacin nuestra! - -No contest y puse mi boca en la suya queriendo as sellarla, porque el -silencio es arca santa del placer. Pero la Nia Chole tena la costumbre -de hablar en los trances supremos, y despus de un momento suspir: - ---Tienes que perdonarme. Si hubisemos estado siempre juntos, ahora no -gozaramos as. Tienes que perdonarme. - -Aun cuando el pobre corazn sangraba un poco, yo la perdon! Mis labios -buscaron nuevamente aquellos labios crueles. Fuerza, sin embargo, -es confesar que no he sido un hroe, como pudiera creerse. Aquellas -palabras tenan el encanto apasionado y perverso que tienen esas bocas -rampantes de voluptuosidad, que cuando besan muerden. Sofocada entre mis -brazos, murmur con desmayo: - ---Nunca nos hemos querido as! Nunca! Nunca!... - -La gran llama de la pasin, envolvindonos toda temblorosa en su lengua -dorada, nos haca invulnerables al cansancio, y nos daba la noble -resistencia que los dioses tienen para el placer. Al contacto de la -carne, florecan los besos en un mayo de amores. Rosas de Alejandra, -yo las deshojaba sobre sus labios! Nardos de Judea, yo los deshojaba -sobre sus senos! Y la Nia Chole se estremeca en delicioso xtasis, -y sus manos adquiran la divina torpeza de las manos de una virgen. -Pobre Nia Chole, despus de haber pecado tanto, an no saba que -el supremo deleite slo se encuentra tras los abandonos crueles, en -las reconciliaciones cobardes. m me estaba reservada la gloria de -enserselo. Yo, que en el fondo de aquellos ojos crea ver siempre el -enigma oscuro de su traicin, no poda ignorar cunto cuesta acercarse - los altares de Venus Turbulenta. Desde entonces compadezco los -desgraciados que engaados por una mujer, se consumen sin volver -besarla. Para ellos ser eternamente un misterio la exaltacin gloriosa -de la carne. - -[imagen no disponible] - - ACABSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO - EN LA IMPRENTA HELNICA - DE MADRID XXX DAS - DEL MES DE JUNIO - DE MCMXIII - AOS - -[imagen no disponible] - - JOSEPH MOJA - - ORNAVIT - - * * * * * - -Errores corregidos por el transcriptor del texto electrnico: - -gloriosas de aquela=> gloriosas de aquella {pg 44} - -los aventuros espaoles=> los aventureros espaoles {pg 51} - -la Nia tie=> la Nia tiene {pg 189} - -si mirase facisnada=> si mirase fascinada {pg 51} - - - - - -End of Project Gutenberg's Sonata de esto, by Ramn del Valle-Incln - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK SONATA DE ESTO *** - -***** This file should be named 42424-8.txt or 42424-8.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/4/2/4/2/42424/ - -Produced by Chuck Greif and the Online Distributed -Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was -produced from images available at The Internet Archive) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions -will be renamed. - -Creating the works from public domain print editions means that no -one owns a United States copyright in these works, so the Foundation -(and you!) can copy and distribute it in the United States without -permission and without paying copyright royalties. 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Redistribution is -subject to the trademark license, especially commercial -redistribution. - - - -*** START: FULL LICENSE *** - -THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE -PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK - -To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free -distribution of electronic works, by using or distributing this work -(or any other work associated in any way with the phrase "Project -Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project -Gutenberg-tm License (available with this file or online at -http://gutenberg.org/license). - - -Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm -electronic works - -1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm -electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to -and accept all the terms of this license and intellectual property -(trademark/copyright) agreement. 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Compliance requirements are not uniform and it takes a -considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up -with these requirements. We do not solicit donations in locations -where we have not received written confirmation of compliance. To -SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any -particular state visit http://pglaf.org - -While we cannot and do not solicit contributions from states where we -have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition -against accepting unsolicited donations from donors in such states who -approach us with offers to donate. - -International donations are gratefully accepted, but we cannot make -any statements concerning tax treatment of donations received from -outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff. - -Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation -methods and addresses. 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Thus, we do not necessarily -keep eBooks in compliance with any particular paper edition. - - -Most people start at our Web site which has the main PG search facility: - - http://www.gutenberg.org - -This Web site includes information about Project Gutenberg-tm, -including how to make donations to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to -subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks. diff --git a/42424-8.zip b/42424-8.zip Binary files differdeleted file mode 100644 index 1535adf..0000000 --- a/42424-8.zip +++ /dev/null diff --git a/42424-h.zip b/42424-h.zip Binary files differdeleted file mode 100644 index 5719069..0000000 --- a/42424-h.zip +++ /dev/null diff --git a/42424-h/42424-h.htm b/42424-h/42424-h.htm index 6f3a9fd..699c3b9 100644 --- a/42424-h/42424-h.htm +++ b/42424-h/42424-h.htm @@ -3,10 +3,10 @@ <html xmlns="http://www.w3.org/1999/xhtml" lang="es" xml:lang="es"> <head> <link rel="coverpage" href="images/cover.jpg" /> -<meta http-equiv="Content-Type" content="text/html;charset=iso-8859-1" /> +<meta http-equiv="Content-Type" content="text/html;charset=UTF-8" /> <title> - The Project Gutenberg eBook of Sonata de esto; Memorias del Marqus de Bradomn, -por Ramn Valle-Incln. + The Project Gutenberg eBook of Sonata de estío; Memorias del Marqués de Bradomín, +por Ramón Valle-Inclán. </title> <style type="text/css"> p {margin-top:.2em;text-align:justify;margin-bottom:.2em;text-indent:4%;} @@ -49,44 +49,7 @@ margin-left:auto;margin-right:auto;text-align:center;text-indent:0%;} </style> </head> <body> - - -<pre> - -The Project Gutenberg EBook of Sonata de esto, by Ramn del Valle-Incln - -This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with -almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org - - -Title: Sonata de esto - memorias del marqus de Bradomn - -Author: Ramn del Valle-Incln - -Release Date: March 28, 2013 [EBook #42424] - -Language: Spanish - -Character set encoding: ISO-8859-1 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK SONATA DE ESTO *** - - - - -Produced by Chuck Greif and the Online Distributed -Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was -produced from images available at The Internet Archive) - - - - - - -</pre> +<div>*** START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 42424 ***</div> <hr class="full" /> @@ -98,7 +61,7 @@ produced from images available at The Internet Archive) <p><a name="page_002" id="page_002"></a></p> -<p class="ccol">PERLADO, PAEZ Y COMPAA, EDITORES.—MADRID</p> +<p class="ccol">PERLADO, PAEZ Y COMPAÑÍA, EDITORES.—MADRID</p> <p style="clear:both;"><a name="page_003" id="page_003"></a></p> @@ -141,9 +104,9 @@ VOL VI" /></a></p> <a href="images/ill_pg_007_lg.jpg"> <img src="images/ill_pg_007.jpg" width="398" height="550" alt="MEMORIAS DEL -MARQVS DE BRADOMN" title="MEMORIAS +MARQVÉS DE BRADOMÍN" title="MEMORIAS DEL -MARQVS DE BRADOMN" /></a></p> +MARQVÉS DE BRADOMÍN" /></a></p> <p><a name="page_008" id="page_008"></a></p> @@ -153,57 +116,57 @@ MARQVS DE BRADOMN" /></a></p> MARQVES DE BRADOMIN <img src="images/decor.png" width="21" height="27" -alt="decoracin" /></h1> +alt="decoración" /></h1> <p class="nind"><span class="lettre"><img src="images/ill_pg_009.jpg" width="150" height="168" alt="Q" -title="Q" /></span>UERA OLVIDAR unos amores desgraciados, y pens -recorrer el mundo en romntica peregrinacion. An suspiro al +title="Q" /></span>UERÍA OLVIDAR unos amores desgraciados, y pensé +recorrer el mundo en romántica peregrinacion. ¡Aún suspiro al recordarlo! Aquella mujer tiene en la historia de mi vida un recuerdo galante, cruel y glorioso, como lo tienen en la historia de los pueblos Thais la de Grecia, y Ninon la de Francia, esas dos cortesanas menos -bellas que su destino. Acaso el nico destino que merece ser envidiado! -Yo hubirale<a name="page_010" id="page_010"></a> tenido igual, y quiz ms grande, de haber nacido mujer: -Entonces lograra lo que jams pude lograr. las mujeres para ser -felices les basta con no tener escrpulos, y probablemente, no los -hubiera tenido esa quimrica Marquesa de Bradomn. Dios mediante, hara +bellas que su destino. ¡Acaso el único destino que merece ser envidiado! +Yo hubiérale<a name="page_010" id="page_010"></a> tenido igual, y quizá más grande, de haber nacido mujer: +Entonces lograría lo que jamás pude lograr. Á las mujeres para ser +felices les basta con no tener escrúpulos, y probablemente, no los +hubiera tenido esa quimérica Marquesa de Bradomín. Dios mediante, haría como las gentiles marquesas de mi tiempo que ahora se confiesan todos -los viernes, despus de haber pecado todos los das. Por cierto que -algunas se han arrepentido todava bellas y tentadoras, olvidando que -basta un punto de contricin al sentir cercana la vejez.</p> +los viernes, después de haber pecado todos los días. Por cierto que +algunas se han arrepentido todavía bellas y tentadoras, olvidando que +basta un punto de contrición al sentir cercana la vejez.</p> -<p>Por aquellos das de peregrinacin sentimental era yo joven y algo -poeta, con ninguna experiencia y harta novelera en la cabeza. Crea +<p>Por aquellos días de peregrinación sentimental era yo joven y algo +poeta, con ninguna experiencia y harta novelería en la cabeza. Creía de buena fe en muchas cosas que ahora pongo en duda, y libre de -escepticismos,<a name="page_011" id="page_011"></a> dbame buena prisa gozar de la existencia. Aunque +escepticismos,<a name="page_011" id="page_011"></a> dábame buena prisa á gozar de la existencia. Aunque no lo confesase, y acaso sin saberlo, era feliz, con esa felicidad -indefinible que da el poder amar todas las mujeres. Sin ser un +indefinible que da el poder amar á todas las mujeres. Sin ser un donjuanista, he vivido una juventud amorosa y apasionada, pero de amor -juvenil y bullente, de pasin equilibrada y sangunea. Los decadentismos -de la generacin nueva no los he sentido jams, Todava hoy, despus de -haber pecado tanto, tengo las maanas triunfantes, y no puedo menos de -sonreir recordando que hubo una poca lejana donde llor por muerto mi -corazn: Muerto de celos, de rabia y de amor.</p> - -<p>Decidido correr tierras, al principio dud sin saber dnde dirigir -mis pasos: Despus, dejndome llevar de un impulso romntico, fu -Mxico. Yo senta levantarse en mi alma,<a name="page_012" id="page_012"></a> como un canto homrico, la -tradicin aventurera de todo mi linaje. Uno de mis antepasados, Gonzalo -de Sandoval, haba fundado en aquellas tierras el Reino de la Nueva -Galicia, otro haba sido Inquisidor General, y todava el Marqus de -Bradomn conservaba all los restos de un mayorazgo, deshecho entre -legajos de un pleito. Sin meditarlo ms, resolv atravesar los mares. Me -atraa la leyenda mexicana con sus viejas dinastas y sus dioses crueles.</p> - -<p>Embarqu en Londres, donde viva emigrado desde la traicin de Vergara, - hice el viaje vela en aquella fragata La Dalila que despus -naufrag en las costas de Yucatn. Como un aventurero de otros tiempos, -iba perderme en la vastedad del viejo Imperio Azteca, imperio de +juvenil y bullente, de pasión equilibrada y sanguínea. Los decadentismos +de la generación nueva no los he sentido jamás, Todavía hoy, después de +haber pecado tanto, tengo las mañanas triunfantes, y no puedo menos de +sonreir recordando que hubo una época lejana donde lloré por muerto á mi +corazón: Muerto de celos, de rabia y de amor.</p> + +<p>Decidido á correr tierras, al principio dudé sin saber á dónde dirigir +mis pasos: Después, dejándome llevar de un impulso romántico, fuí á +México. Yo sentía levantarse en mi alma,<a name="page_012" id="page_012"></a> como un canto homérico, la +tradición aventurera de todo mi linaje. Uno de mis antepasados, Gonzalo +de Sandoval, había fundado en aquellas tierras el Reino de la Nueva +Galicia, otro había sido Inquisidor General, y todavía el Marqués de +Bradomín conservaba allí los restos de un mayorazgo, deshecho entre +legajos de un pleito. Sin meditarlo más, resolví atravesar los mares. Me +atraía la leyenda mexicana con sus viejas dinastías y sus dioses crueles.</p> + +<p>Embarqué en Londres, donde vivía emigrado desde la traición de Vergara, +é hice el viaje á vela en aquella fragata «La Dalila» que después +naufragó en las costas de Yucatán. Como un aventurero de otros tiempos, +iba á perderme en la vastedad del viejo Imperio Azteca, imperio de historia desconocida,<a name="page_013" id="page_013"></a> sepultada para siempre con las momias de sus -reyes, entre restos ciclpeos que hablan de civilizaciones, de cultos, -de razas que fueron y slo tienen par en ese misterioso cuanto remoto +reyes, entre restos ciclópeos que hablan de civilizaciones, de cultos, +de razas que fueron y sólo tienen par en ese misterioso cuanto remoto Oriente.</p> <p class="figcenter"> @@ -218,64 +181,64 @@ Oriente.</p> width="150" height="163" alt="A" -title="A" /></span>UN CUANDO toda la navegacin tuvimos tiempo de bonanza, -como yo iba herido de mal de amores, apenas sala de mi camarote ni +title="A" /></span>UN CUANDO toda la navegación tuvimos tiempo de bonanza, +como yo iba herido de mal de amores, apenas salía de mi camarote ni hablaba con nadie. Cierto que viajaba para olvidar, pero hallaba tan -novelescas mis cuitas, que no me resolva ponerlas en olvido. En +novelescas mis cuitas, que no me resolvía á ponerlas en olvido. En todo me ayudaba aquello de ser inglesa la fragata y componerse el -pasaje de herejes y mercaderes. Ojos perjuros y barbas de azafrn!<a name="page_016" id="page_016"></a> -La raza sajona es la ms despreciable de la tierra. Yo contemplando +pasaje de herejes y mercaderes. ¡Ojos perjuros y barbas de azafrán!<a name="page_016" id="page_016"></a> +La raza sajona es la más despreciable de la tierra. Yo contemplando sus pugilatos grotescos y pueriles sobre la cubierta de la fragata, he -sentido un nuevo matiz de la vergenza: La vergenza zoolgica.</p> - -<p>Cun diferente haba sido mi primer viaje bordo de un navo genovs, -que conduca viajeros de todas las partes del mundo! Recuerdo que al -tercer da ya tuteaba un prncipe napolitano, y no hubo entonces -damisela mareada cuya plida y despeinada frente no sirviese mi mano -de reclinatorio. rame divertido entrar en los corros que se formaban -sobre cubierta la sombra de grandes toldos de lona, y aqu chapurrear +sentido un nuevo matiz de la vergüenza: La vergüenza zoológica.</p> + +<p>¡Cuán diferente había sido mi primer viaje á bordo de un navío genovés, +que conducía viajeros de todas las partes del mundo! Recuerdo que al +tercer día ya tuteaba á un príncipe napolitano, y no hubo entonces +damisela mareada á cuya pálida y despeinada frente no sirviese mi mano +de reclinatorio. Érame divertido entrar en los corros que se formaban +sobre cubierta á la sombra de grandes toldos de lona, y aquí chapurrear el italiano con los mercaderes griegos de rojo fez y fino bigote negro, -y all encender el cigarro en la pipa de los misioneros armenios. Haba -gente<a name="page_017" id="page_017"></a> de toda laya: Tahures que parecan diplomticos, cantantes +y allá encender el cigarro en la pipa de los misioneros armenios. Había +gente<a name="page_017" id="page_017"></a> de toda laya: Tahures que parecían diplomáticos, cantantes con los dedos cubiertos de sortijas, abates barbilindos que dejaban -un rastro de almizcle, y generales americanos, y toreros espaoles, -y judos rusos, y grandes seores ingleses. Una farndula extica y -pintoresca que con su algaraba causaba vrtigo y mareo. Era por los -mares de Oriente, con rumbo Jafa. Yo iba como peregrino Tierra Santa.</p> +un rastro de almizcle, y generales americanos, y toreros españoles, +y judíos rusos, y grandes señores ingleses. Una farándula exótica y +pintoresca que con su algarabía causaba vértigo y mareo. Era por los +mares de Oriente, con rumbo á Jafa. Yo iba como peregrino á Tierra Santa.</p> <p>El amanecer de las selvas tropicales, cuando sus macacos aulladores y sus verdes bandadas de guacamayos saludan al sol, me ha recordado -muchas veces los tres puentes del navo genovs, con su feria bablica -de tipos, de trajes y de lenguas, pero ms, mucho ms me lo recordaron -las horas untadas de opio que constituan la vida bordo de La -Dalila<a name="page_018" id="page_018"></a>. Por todas partes asomaban rostros pecosos y bermejos, cabellos +muchas veces los tres puentes del navío genovés, con su feria babélica +de tipos, de trajes y de lenguas, pero más, mucho más me lo recordaron +las horas untadas de opio que constituían la vida á bordo de «La +Dalila<a name="page_018" id="page_018"></a>». Por todas partes asomaban rostros pecosos y bermejos, cabellos azafranados y ojos perjuros. Herejes y mercaderes en el puente, herejes -y mercaderes en la cmara. Cualquiera tendra para desesperarse! Yo, -sin embargo, lo llevaba con paciencia. Mi corazn estaba muerto, tan -muerto, que no digo la trompeta del Juicio, ni siquiera unas castauelas -le resucitaran. Desde que el cuitado diera las boqueadas, yo pareca -otro hombre: Habame vestido de luto, y en presencia de las mujeres, -poco lindos que tuviesen los ojos, adoptaba una actitud lgubre de poeta -sepulturero y doliente. En la soledad del camarote edificaba mi espritu -con largas reflexiones, considerando cun pocos hombres tienen la suerte +y mercaderes en la cámara. ¡Cualquiera tendría para desesperarse! Yo, +sin embargo, lo llevaba con paciencia. Mi corazón estaba muerto, tan +muerto, que no digo la trompeta del Juicio, ni siquiera unas castañuelas +le resucitarían. Desde que el cuitado diera las boqueadas, yo parecía +otro hombre: Habíame vestido de luto, y en presencia de las mujeres, á +poco lindos que tuviesen los ojos, adoptaba una actitud lúgubre de poeta +sepulturero y doliente. En la soledad del camarote edificaba mi espíritu +con largas reflexiones, considerando cuán pocos hombres tienen la suerte de llorar una infidelidad que hubiera cantado el divino Petrarca.<a name="page_019" id="page_019"></a></p> <p>Por no ver aquella taifa luterana, apenas asomaba sobre cubierta. -Solamente cuando el sol declinaba iba sentarme en la popa, y all, -libre de importunos, pasbame las horas viendo borrarse la estela de -la fragata. El mar de las Antillas, con su trmulo seno de esmeralda -donde penetraba la vista, me atraa, me fascinaba, como fascinan los +Solamente cuando el sol declinaba iba á sentarme en la popa, y allí, +libre de importunos, pasábame las horas viendo borrarse la estela de +la fragata. El mar de las Antillas, con su trémulo seno de esmeralda +donde penetraba la vista, me atraía, me fascinaba, como fascinan los ojos verdes y traicioneros de las hadas que habitan palacios de cristal -en el fondo de los lagos. Pensaba siempre en mi primer viaje. All, +en el fondo de los lagos. Pensaba siempre en mi primer viaje. Allá, muy lejos, en la lontananza azul donde se disipan las horas felices, -perciba como en esbozo fantstico las viejas placenteras. El lamento -informe y sinfnico de las olas despertaba en m un mundo de recuerdos: +percibía como en esbozo fantástico las viejas placenterías. El lamento +informe y sinfónico de las olas despertaba en mí un mundo de recuerdos: Perfiles desvanecidos, ecos de risas, murmullo de lenguas extranjeras, -y los aplausos y el aleteo<a name="page_020" id="page_020"></a> de los abanicos mezclndose las notas -de la tirolesa que en la cmara de los espejos cantaba Lil. Era una -resurreccin de sensaciones, una esfumacin deliciosa del pasado, algo -etreo, brillante, cubierto de polvo de oro, como esas reminiscencias -que los sueos nos dan veces de la vida.<a name="page_021" id="page_021"></a></p> +y los aplausos y el aleteo<a name="page_020" id="page_020"></a> de los abanicos mezclándose á las notas +de la tirolesa que en la cámara de los espejos cantaba Lilí. Era una +resurrección de sensaciones, una esfumación deliciosa del pasado, algo +etéreo, brillante, cubierto de polvo de oro, como esas reminiscencias +que los sueños nos dan á veces de la vida.<a name="page_021" id="page_021"></a></p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_020.jpg" width="367" height="183" alt="" title="" /> @@ -285,93 +248,93 @@ que los sueos nos dan veces de la vida.<a name="page_021" id="page_021"></a>< width="150" height="161" alt="N" -title="N" /></span>uestra primera escala en aguas de Mxico, fu San Juan -de Tuxtlan. Recuerdo que era media maana cuando bajo un sol abrasador -que resecaba las maderas y derreta la brea, dimos fondo en aquellas -aguas de bruida plata. Los barqueros indios, verdosos como antiguos +title="N" /></span>uestra primera escala en aguas de México, fué San Juan +de Tuxtlan. Recuerdo que era media mañana cuando bajo un sol abrasador +que resecaba las maderas y derretía la brea, dimos fondo en aquellas +aguas de bruñida plata. Los barqueros indios, verdosos como antiguos bronces, asaltan la fragata por ambos costados, y del fondo de sus -canoas sacan exticas mercancas: Cocos esculpidos, abanicos de<a name="page_022" id="page_022"></a> palma y -bastones de carey, que muestran sonriendo como mendigos los pasajeros -que se apoyan sobre la borda. Cuando levanto los ojos hasta los peascos +canoas sacan exóticas mercancías: Cocos esculpidos, abanicos de<a name="page_022" id="page_022"></a> palma y +bastones de carey, que muestran sonriendo como mendigos á los pasajeros +que se apoyan sobre la borda. Cuando levanto los ojos hasta los peñascos de la ribera, que asoman la tostada cabeza entre las olas, distingo grupos de muchachos desnudos que se arrojan desde ellos y nadan grandes -distancias, hablndose medida que se separan y lanzando gritos. +distancias, hablándose á medida que se separan y lanzando gritos. Algunos descansan sentados en las rocas, con los pies en el agua: Otros -se encaraman para secarse al sol, que los ilumina de soslayo, grciles y -desnudos, como figuras de un friso del Parthenn.</p> +se encaraman para secarse al sol, que los ilumina de soslayo, gráciles y +desnudos, como figuras de un friso del Parthenón.</p> -<p>Por huir del enojo que me causaba la vida bordo, decidme -desembarcar. No olvidar nunca las tres horas mortales que dur el -pasaje desde la fragata la playa. Aletargado por el calor, voy todo +<p>Por huir del enojo que me causaba la vida á bordo, decidíme á +desembarcar. No olvidaré nunca las tres horas mortales que duró el +pasaje desde la fragata á la playa. Aletargado por el calor, voy todo este tiempo echado<a name="page_023" id="page_023"></a> en el fondo de la canoa de un negro africano que -mueve los remos con lentitud desesperante. travs de los prpados -entornados vea erguirse y doblarse sobre m, guardando el mareante -comps de la bogada, aquella figura de carbn, que unas veces me -sonre con sus abultados labios de gigante, y otras silba esos aires -cargados de religioso sopor, una msica compuesta solamente de tres +mueve los remos con lentitud desesperante. Á través de los párpados +entornados veía erguirse y doblarse sobre mí, guardando el mareante +compás de la bogada, aquella figura de carbón, que unas veces me +sonríe con sus abultados labios de gigante, y otras silba esos aires +cargados de religioso sopor, una música compuesta solamente de tres notas tristes, con que los magnetizadores de algunas tribus salvajes -adormecen las grandes culebras. As deba ser el viaje infernal de los -antiguos en la barca de Carn: Sol abrasador, horizontes blanquecinos y +adormecen á las grandes culebras. Así debía ser el viaje infernal de los +antiguos en la barca de Carón: Sol abrasador, horizontes blanquecinos y calcinados, mar en calma sin brisas ni murmullos, y en el aire todo el calor de las fraguas de Vulcano.</p> -<p>Cuando arribamos la playa, se levantaba<a name="page_024" id="page_024"></a> una fresca ventolina, y el -mar, que momentos antes semejaba de plomo, empezaba rizarse. La -Dalila no tardara en levar anclas para aprovechar el viento que -llegaba tras largos das de calma. Solamente me quedaban algunas horas +<p>Cuando arribamos á la playa, se levantaba<a name="page_024" id="page_024"></a> una fresca ventolina, y el +mar, que momentos antes semejaba de plomo, empezaba á rizarse. «La +Dalila» no tardaría en levar anclas para aprovechar el viento que +llegaba tras largos días de calma. Solamente me quedaban algunas horas para recorrer aquel villaje indio. De mi paseo por las calles arenosas -de San Juan de Tuxtlan conservo una impresin somnolente y confusa, -parecida la que deja un libro de grabados hojeado perezosamente +de San Juan de Tuxtlan conservo una impresión somnolente y confusa, +parecida á la que deja un libro de grabados hojeado perezosamente en la hamaca durante el bochorno de la siesta. Hasta me parece que -cerrando los ojos, el recuerdo se aviva y cobra relieve. Vuelvo +cerrando los ojos, el recuerdo se aviva y cobra relieve. Vuelvo á sentir la angustia de la sed y el polvo: Atiendo el despacioso ir y venir de aquellos indios ensabanados como fantasmas, oigo la voz melosa de aquellas criollas ataviadas con graciosa ingenuidad de estatuas -clsicas, el<a name="page_025" id="page_025"></a> cabello suelto, los hombros desnudos, velados apenas por +clásicas, el<a name="page_025" id="page_025"></a> cabello suelto, los hombros desnudos, velados apenas por rebocillo de transparente seda.</p> -<p>Aun riesgo de que la fragata se hiciese al mar, busqu un caballo y -me aventur hasta las ruinas de Tequil. Un indio adolescente me sirvi -de gua. El calor era insoportable. Casi siempre al galope, recorr -extensas llanuras de Tierra Caliente, plantos que no acaban nunca, -de henequen y caa dulce. En la lnea del horizonte se perfilaban -las colinas de configuracin volcnica revestidas de maleza espesa y -verdinegra. En la llanura los chaparros tendan sus ramas, formando una - modo de sombrilla gigantesca, y sentados en rueda, algunos indios -devoraban la miserable racin de tamales.</p> - -<p>Nosotros seguamos una senda roja y polvorienta. El gua, casi desnudo, -corra delante<a name="page_026" id="page_026"></a> de mi caballo. Sin hacer alto una sola vez, llegamos - Tequil. En aquellas ruinas de palacios, de pirmides y de templos +<p>Aun á riesgo de que la fragata se hiciese al mar, busqué un caballo y +me aventuré hasta las ruinas de Tequil. Un indio adolescente me sirvió +de guía. El calor era insoportable. Casi siempre al galope, recorrí +extensas llanuras de Tierra Caliente, plantíos que no acaban nunca, +de henequen y caña dulce. En la línea del horizonte se perfilaban +las colinas de configuración volcánica revestidas de maleza espesa y +verdinegra. En la llanura los chaparros tendían sus ramas, formando una +á modo de sombrilla gigantesca, y sentados en rueda, algunos indios +devoraban la miserable ración de tamales.</p> + +<p>Nosotros seguíamos una senda roja y polvorienta. El guía, casi desnudo, +corría delante<a name="page_026" id="page_026"></a> de mi caballo. Sin hacer alto una sola vez, llegamos +á Tequil. En aquellas ruinas de palacios, de pirámides y de templos gigantes, donde crecen polvorientos sicomoros y anidan verdes reptiles, -he visto por vez primera una singular mujer, quien sus criados indios, -casi estoy por decir sus siervos, llamaban dulcemente la Nia Chole. -Me pareci la Salamb de aquellos palacios. Vena de camino hacia San -Juan de Tuxtlan y descansaba la sombra de una pirmide, entre el -cortejo de sus servidores. Era una belleza bronceada, extica, con esa -gracia extraa y ondulante de las razas nmadas, una figura hiertica y -serpentina, cuya contemplacin evocaba el recuerdo de aquellas princesas +he visto por vez primera una singular mujer, á quien sus criados indios, +casi estoy por decir sus siervos, llamaban dulcemente la Niña Chole. +Me pareció la Salambó de aquellos palacios. Venía de camino hacia San +Juan de Tuxtlan y descansaba á la sombra de una pirámide, entre el +cortejo de sus servidores. Era una belleza bronceada, exótica, con esa +gracia extraña y ondulante de las razas nómadas, una figura hierática y +serpentina, cuya contemplación evocaba el recuerdo de aquellas princesas hijas del sol, que en los poemas indios resplandecen con el doble -encanto sacerdotal y voluptuoso. Vesta<a name="page_027" id="page_027"></a> como las criollas yucatecas, -albo hipil recamado con sedas de colores, vestidura indgena semejante +encanto sacerdotal y voluptuoso. Vestía<a name="page_027" id="page_027"></a> como las criollas yucatecas, +albo hipil recamado con sedas de colores, vestidura indígena semejante á una tunicela antigua, y zagalejo andaluz, que en aquellas tierras ayer -espaolas, llaman todava con el castizo y jacaresco nombre de fustn. -El negro cabello caale suelto, el hipil jugaba sobre el clsico seno. -Por desgracia, yo solamente poda verla el rostro aquellas raras veces -que hacia m lo tornaba, y la Nia Chole tena esas bellas actitudes -de dolo, esa quietud esttica y sagrada de la raza maya, raza tan +españolas, llaman todavía con el castizo y jacaresco nombre de fustán. +El negro cabello caíale suelto, el hipil jugaba sobre el clásico seno. +Por desgracia, yo solamente podía verla el rostro aquellas raras veces +que hacia mí lo tornaba, y la Niña Chole tenía esas bellas actitudes +de ídolo, esa quietud estática y sagrada de la raza maya, raza tan antigua, tan noble, tan misteriosa, que parece haber emigrado del fondo -de la Asiria. Pero cambio del rostro, desquitbame en aquello que no -alcanzaba velar el rebocillo, admirando como se mereca la torntil -morbidez de los hombros y el contorno del cuello. Vlgame<a name="page_028" id="page_028"></a> Dios! Me -pareca que de aquel cuerpo bruido por el ardiente sol de Mxico se -exhalaban lnguidos efluvios, y que yo los aspiraba, los beba, que me +de la Asiria. Pero á cambio del rostro, desquitábame en aquello que no +alcanzaba á velar el rebocillo, admirando como se merecía la tornátil +morbidez de los hombros y el contorno del cuello. ¡Válgame<a name="page_028" id="page_028"></a> Dios! Me +parecía que de aquel cuerpo bruñido por el ardiente sol de México se +exhalaban lánguidos efluvios, y que yo los aspiraba, los bebía, que me embriagaba con ellos...</p> -<p>Un criado indio trae del diestro el palafrn de aquella Salamb, que +<p>Un criado indio trae del diestro el palafrén de aquella Salambó, que le habla en su vieja lengua y cabalga sonriendo. Entonces, al verla de -frente, el corazn me di un vuelco. Tena la misma sonrisa de Lil. -Aquella Lil, no s si amada, si aborrecida!<a name="page_029" id="page_029"></a></p> +frente, el corazón me dió un vuelco. Tenía la misma sonrisa de Lilí. +¡Aquella Lilí, no sé si amada, si aborrecida!<a name="page_029" id="page_029"></a></p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_028.jpg" width="307" height="44" alt="" title="" /> @@ -381,69 +344,69 @@ frente, el corazn me di un vuelco. Tena la misma sonrisa de Lil. width="150" height="167" alt="D" -title="D" /></span>ESCANS en un boho levantado en medio de las ruinas, y -adormec en la hamaca colgada de un cedro gigantesco que daba sombra -la puerta. El campo se hunda lentamente en el silencio amoroso y lleno +title="D" /></span>ESCANSÉ en un bohío levantado en medio de las ruinas, y +adormecí en la hamaca colgada de un cedro gigantesco que daba sombra á +la puerta. El campo se hundía lentamente en el silencio amoroso y lleno de suspiros de un atardecer ardiente. La brisa aromada y fecunda de los -crepsculos tropicales oreaba mi frente. La campia toda se estremeca +crepúsculos tropicales oreaba mi frente. La campiña toda se estremecía cual si acercarse sintiese la hora de sus nupcias, y exhalaba de<a name="page_030" id="page_030"></a> sus -entraas vrgenes un vaho caliente de negra enamorada, potente y deseosa.</p> - -<p>Adormecido por el ajetreo, el calor y el polvo, so como un rabe que -imaginase haber traspasado los umbrales del Paraso. Necesitar decir -que las siete hures con que me regal el Profeta eran siete criollas -vestidas de fustn hipil, y que todas tenan la sonrisa de Lil y el -mirar de la Nia Chole? Verdaderamente, aquella Salamb de los palacios -de Tequil empezaba preocuparme demasiado. Lo advert con terror, -porque estaba seguro de concluir enamorndome locamente de sus lindos -ojos si tena la desgracia de volver verlos. Afortunadamente, las -mujeres que as tan de sbito nos cautivan suelen no aparecerse ms que +entrañas vírgenes un vaho caliente de negra enamorada, potente y deseosa.</p> + +<p>Adormecido por el ajetreo, el calor y el polvo, soñé como un árabe que +imaginase haber traspasado los umbrales del Paraíso. ¿Necesitaré decir +que las siete huríes con que me regaló el Profeta eran siete criollas +vestidas de fustán é hipil, y que todas tenían la sonrisa de Lilí y el +mirar de la Niña Chole? Verdaderamente, aquella Salambó de los palacios +de Tequil empezaba á preocuparme demasiado. Lo advertí con terror, +porque estaba seguro de concluir enamorándome locamente de sus lindos +ojos si tenía la desgracia de volver á verlos. Afortunadamente, las +mujeres que así tan de súbito nos cautivan suelen no aparecerse más que una vez en la vida. Pasan como sombras, envueltas en el<a name="page_031" id="page_031"></a> misterio de un -crepsculo ideal. Si volviesen pasar, quiz desvanecerase el encanto. -Y qu volver, si una mirada suya basta comunicarnos todas las -secretas melancolas del amor!</p> +crepúsculo ideal. Si volviesen á pasar, quizá desvaneceríase el encanto. +¡Y á qué volver, si una mirada suya basta á comunicarnos todas las +secretas melancolías del amor!</p> -<p>Oh romnticos devaneos, pobres hijos del ideal, nacidos durante algunas -horas de viaje! Quin lleg viejo y no ha sentido estremecerse -el corazn bajo la caricia de vuestra ala blanca? Yo guardo en el +<p>¡Oh románticos devaneos, pobres hijos del ideal, nacidos durante algunas +horas de viaje! ¿Quién llegó á viejo y no ha sentido estremecerse +el corazón bajo la caricia de vuestra ala blanca? ¡Yo guardo en el alma tantos de estos amores! Aun hoy, con la cabeza llena de canas, -viejo prematuro, no puedo recordar sin melancola un rostro de mujer, +viejo prematuro, no puedo recordar sin melancolía un rostro de mujer, entrevisto cierta madrugada entre Urbino y Roma, cuando yo estaba en -la Guardia Noble de Su Santidad: Es una figura de ensueo plida y +la Guardia Noble de Su Santidad: Es una figura de ensueño pálida y suspirante, que flota en lo pasado y esparce sobre todos mis recuerdos juveniles el perfume<a name="page_032" id="page_032"></a> ideal de esas flores secas que entre cartas y -rizos, guardan los enamorados, y en el fondo de algn cofrecillo parecen -exhalar el cndido secreto de los primeros amores.</p> - -<p>Los ojos de la Nia Chole haban removido en mi alma tan lejanas -memorias, tenues como fantasmas, blancas como baadas por luz de luna. -Aquella sonrisa, evocadora de la sonrisa de Lil, haba encendido en -mi sangre tumultuosos deseos y en mi espritu ansia vaga de amor. -Rejuvenecido y feliz, con cierta felicidad melanclica, suspiraba por +rizos, guardan los enamorados, y en el fondo de algún cofrecillo parecen +exhalar el cándido secreto de los primeros amores.</p> + +<p>Los ojos de la Niña Chole habían removido en mi alma tan lejanas +memorias, tenues como fantasmas, blancas como bañadas por luz de luna. +Aquella sonrisa, evocadora de la sonrisa de Lilí, había encendido en +mi sangre tumultuosos deseos y en mi espíritu ansia vaga de amor. +Rejuvenecido y feliz, con cierta felicidad melancólica, suspiraba por los amores ya vividos, al mismo tiempo que me embriagaba con el perfume -de aquellas rosas abrileas que tornaban engalanar el viejo tronco. El -corazn, tanto tiempo muerto, senta con la ola de savia juvenil que lo -inundaba nuevamente, la nostalgia de viejas sensaciones:<a name="page_033" id="page_033"></a> Sumergase en +de aquellas rosas abrileñas que tornaban á engalanar el viejo tronco. El +corazón, tanto tiempo muerto, sentía con la ola de savia juvenil que lo +inundaba nuevamente, la nostalgia de viejas sensaciones:<a name="page_033" id="page_033"></a> Sumergíase en la niebla del pasado y saboreaba el placer de los recuerdos, ese placer -de moribundo que am mucho y en formas muy diversas. Ay, era delicioso -aquel estremecimiento que la imaginacin excitada comunicaba los +de moribundo que amó mucho y en formas muy diversas. ¡Ay, era delicioso +aquel estremecimiento que la imaginación excitada comunicaba á los nervios!...</p> -<p>Y en tanto, la noche detenda por la gran llanura su sombra llena de -promesas apasionadas, y los pjaros de largas alas volaban de las -ruinas. Di algunos pasos, y con voces que repiti el eco milenario de -aquellos palacios, llam al indio que me serva de gua. Con el overo -ya embridado asom tras un dolo gigantesco esculpido en piedra roja. -Cabalgu y partimos. El horizonte relampagueaba. Un vago olor marino, -olor de algas y brea, mezclbase por veces al mareante de la campia, -y all, muy lejos, en el fondo oscuro<a name="page_034" id="page_034"></a> del Oriente, se divisaba el -resplandor rojizo de la selva que arda. La naturaleza, lujuriosa y -salvaje, an palpitante del calor de la tarde, semejaba dormir el sueo +<p>Y en tanto, la noche detendía por la gran llanura su sombra llena de +promesas apasionadas, y los pájaros de largas alas volaban de las +ruinas. Di algunos pasos, y con voces que repitió el eco milenario de +aquellos palacios, llamé al indio que me servía de guía. Con el overo +ya embridado asomó tras un ídolo gigantesco esculpido en piedra roja. +Cabalgué y partimos. El horizonte relampagueaba. Un vago olor marino, +olor de algas y brea, mezclábase por veces al mareante de la campiña, +y allá, muy lejos, en el fondo oscuro<a name="page_034" id="page_034"></a> del Oriente, se divisaba el +resplandor rojizo de la selva que ardía. La naturaleza, lujuriosa y +salvaje, aún palpitante del calor de la tarde, semejaba dormir el sueño profundo y jadeante de una fiera fecundada. En aquellas tinieblas pobladas de susurros nupciales y de moscas de luz que danzan entre las -altas yerbas, raudas y quimricas, me pareca respirar una esencia -suave, deliciosa, divina: La esencia que la madurez del Esto vierte en -el cliz de las flores y en los corazones.<a name="page_035" id="page_035"></a></p> +altas yerbas, raudas y quiméricas, me parecía respirar una esencia +suave, deliciosa, divina: La esencia que la madurez del Estío vierte en +el cáliz de las flores y en los corazones.<a name="page_035" id="page_035"></a></p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_034.jpg" width="232" height="80" alt="" title="" /> @@ -452,96 +415,96 @@ el cliz de las flores y en los corazones.<a name="page_035" id="page_035"></a>< <p class="nind"><span class="lettre"><img src="images/ill_pg_035.jpg" width="150" height="164" -alt="Y" /></span>A METIDA LA NOCHE llegamos San Juan de Tuxtlan. -Descabalgu y arrojando al gua las riendas del caballo, por una calle -solitaria baj solo la playa. Al darme en el rostro la brisa del mar, -avizorme pensando si la fragata habra zarpado. En estas dudas iba, -cuando percibo mi espalda blando rumor de pisadas descalzas. Un indio +alt="Y" /></span>A METIDA LA NOCHE llegamos á San Juan de Tuxtlan. +Descabalgué y arrojando al guía las riendas del caballo, por una calle +solitaria bajé solo á la playa. Al darme en el rostro la brisa del mar, +avizoréme pensando si la fragata habría zarpado. En estas dudas iba, +cuando percibo á mi espalda blando rumor de pisadas descalzas. Un indio ensabanado se me acerca:</p> -<p>—No tiene mi amito cosita que me ordenar?<a name="page_036" id="page_036"></a></p> +<p>—¿No tiene mi amito cosita que me ordenar?<a name="page_036" id="page_036"></a></p> <p>Nada, nada...</p> -<p>El indio hace seal de alejarse:</p> +<p>El indio hace señal de alejarse:</p> -<p>—Ni precisa que le gue, nio?</p> +<p>—¿Ni precisa que le guíe, niño?</p> <p>—No preciso nada.</p> -<p>Sombro y musitando, embzase mejor en la sbana que le sirve de clmide +<p>Sombrío y musitando, embózase mejor en la sábana que le sirve de clámide y se va. Yo sigo adelante camino de la playa. De pronto la voz mansa -y humilde del indio llega nuevamente mi odo. Vuelvo la cabeza y -le descubro pocos pasos. Vena la carrera y cantaba los gozos de -Nuestra Seora de Guadalupe. Me di alcance y murmur emparejndose:</p> - -<p>—De verdad, nio, si se pierde no sabr salir de los mdanos...</p> - -<p>El hombre empieza cansarme, y me resuelvo no contestarle. Esto, sin -duda, le anima, porque sigue acosndome buen rato de<a name="page_037" id="page_037"></a> camino. Calla un -momento y luego, en tono misterioso, aade:</p> - -<p>—No quiere que le lleve junto una chinita, mi jefe?... Una tapatia -de quince aos que vive aqu merito. Andele, nio, ver bailar el -jarabe. Todava no hace un mes que la perdi el amo del ranchito de -Huaxila: Nio Nacho, no sabe?</p> - -<p>De pronto se interrumpe, y con un salto de salvaje plntaseme delante -en nimo y actitud de cerrarme el paso: Encorvado, el sombrero en una -mano guisa de broquel, la otra echada fieramente atrs, armada de una -faca ancha y reluciente. Confieso que me sobrecog. El paraje era -propsito para tal linaje de asechanzas: Mdanos pantanosos cercados de -negros charcos donde se reflejaba la luna, y all lejos una barraca de +y humilde del indio llega nuevamente á mi oído. Vuelvo la cabeza y +le descubro á pocos pasos. Venía á la carrera y cantaba los gozos de +Nuestra Señora de Guadalupe. Me dió alcance y murmuró emparejándose:</p> + +<p>—De verdad, niño, si se pierde no sabrá salir de los médanos...</p> + +<p>El hombre empieza á cansarme, y me resuelvo á no contestarle. Esto, sin +duda, le anima, porque sigue acosándome buen rato de<a name="page_037" id="page_037"></a> camino. Calla un +momento y luego, en tono misterioso, añade:</p> + +<p>—¿No quiere que le lleve junto á una chinita, mi jefe?... Una tapatia +de quince años que vive aquí merito. Andele, niño, verá bailar el +jarabe. Todavía no hace un mes que la perdió el amo del ranchito de +Huaxila: Niño Nacho, no sabe?</p> + +<p>De pronto se interrumpe, y con un salto de salvaje plántaseme delante +en ánimo y actitud de cerrarme el paso: Encorvado, el sombrero en una +mano á guisa de broquel, la otra echada fieramente atrás, armada de una +faca ancha y reluciente. Confieso que me sobrecogí. El paraje era á +propósito para tal linaje de asechanzas: Médanos pantanosos cercados de +negros charcos donde se reflejaba la luna, y allá lejos una barraca de siniestro<a name="page_038" id="page_038"></a> aspecto, con los resquicios iluminados por la luz de dentro. -Quiz me dejo robar entonces si llega ser menos corts el ladrn y me -habla torvo y amenazante, jurando arrancarme las entraas y prometiendo -beberse toda mi sangre. Pero en vez de la intimacin breve imperiosa +Quizá me dejo robar entonces si llega á ser menos cortés el ladrón y me +habla torvo y amenazante, jurando arrancarme las entrañas y prometiendo +beberse toda mi sangre. Pero en vez de la intimación breve é imperiosa que esperaba, le escucho murmurar con su eterna voz de esclavo:</p> <p>—No se llegue, mi amito, que puede clavarse...</p> -<p>Oirle y recobrarme fu obra de un instante. El indio ya se recoga, como -un gato monts, dispuesto saltar sobre m. Parecime sentir en la -medula el fro del acero: Tuve horror morir apualado, y de pronto me -sent fuerte y valeroso. Con ligero estremecimiento en la voz, grit al -truhn adelantando un paso, apercibido resistirle:<a name="page_039" id="page_039"></a></p> +<p>Oirle y recobrarme fué obra de un instante. El indio ya se recogía, como +un gato montés, dispuesto á saltar sobre mí. Parecióme sentir en la +medula el frío del acero: Tuve horror á morir apuñalado, y de pronto me +sentí fuerte y valeroso. Con ligero estremecimiento en la voz, grité al +truhán adelantando un paso, apercibido á resistirle:<a name="page_039" id="page_039"></a></p> -<p>—Andando te dejo seco!</p> +<p>—¡Andando ó te dejo seco!</p> -<p>El indio no se movi. Su voz de siervo parecime llena de irona:</p> +<p>El indio no se movió. Su voz de siervo parecióme llena de ironía:</p> -<p>—No se arrugue, valedor!... Si quiere pasar, ah merito, sobre esa -piedra, arre la plata. Andele, luego, luego.</p> +<p>—¡No se arrugue, valedor!... Si quiere pasar, ahí merito, sobre esa +piedra, arríe la plata. Andele, luego, luego.</p> -<p>Otra vez volv tener miedo de aquella faca reluciente. Sin embargo, -murmur resuelto:</p> +<p>Otra vez volví á tener miedo de aquella faca reluciente. Sin embargo, +murmuré resuelto:</p> -<p>—Ahora vamos verlo, bandido!</p> +<p>—¡Ahora vamos á verlo, bandido!</p> -<p>No llevaba armas, pero en las ruinas de Tequil un indio que venda -pieles de jaguar, haba tenido el capricho de comprarle su bordn que -me encant por la rareza de las labores. An lo conservo: Parece el +<p>No llevaba armas, pero en las ruinas de Tequil á un indio que vendía +pieles de jaguar, había tenido el capricho de comprarle su bordón que +me encantó por la rareza de las labores. Aún lo conservo: Parece el cetro de un rey negro, tan oriental, y al mismo tiempo tan ingenua y -primitiva, es la fantasa con que est labrado. Me afirm los quevedos,<a name="page_040" id="page_040"></a> -requer el palo, y con gentil comps de pies, como dira un bravo de ha -dos siglos, adelant hacia el ladrn, que di un paso procurando herirme -de soslayo. Por ventura ma, la luna dbale de lleno y advert el ataque -en sazn de evitarlo. Recuerdo confusamente que intent un desarme con -amago la cabeza y golpe al brazo, y que el indio lo evit jugndome la -luz con destreza de salvaje. Despus no s. Slo conservo una impresin -angustiosa como de pesadilla. El mdano iluminado por la luna; la arena +primitiva, es la fantasía con que está labrado. Me afirmé los quevedos,<a name="page_040" id="page_040"></a> +requerí el palo, y con gentil compás de pies, como diría un bravo de ha +dos siglos, adelanté hacia el ladrón, que dió un paso procurando herirme +de soslayo. Por ventura mía, la luna dábale de lleno y advertí el ataque +en sazón de evitarlo. Recuerdo confusamente que intenté un desarme con +amago á la cabeza y golpe al brazo, y que el indio lo evitó jugándome la +luz con destreza de salvaje. Después no sé. Sólo conservo una impresión +angustiosa como de pesadilla. El médano iluminado por la luna; la arena negra y movediza donde se entierran los pies; el brazo que se cansa; la vista que se turba; el indio que desaparece, vuelve, me acosa, se -encorva y salta con furia fantstica de gato embrujado; y cuando el -palo va desprenderse de mi mano, un bulto que huye y el brillo de la -faca<a name="page_041" id="page_041"></a> que pasa sobre mi cabeza y queda temblando como vbora de plata -clavada en el rbol negro y retorcido de una cruz hecha de dos troncos -chamuscados... Quedme un momento azorado y sin darme cuenta cabal del -suceso. Como travs de niebla muy espesa, vi abrirse sigilosamente -la puerta de la barraca y salir dos hombres catear la playa. Recel -algn encuentro como el pasado y tom buen paso camino del mar. Llegu - punto que largaba un bote de la fragata, donde iba el segundo de -bordo. Gritle, y mand virar para recogerme.</p> +encorva y salta con furia fantástica de gato embrujado; y cuando el +palo va á desprenderse de mi mano, un bulto que huye y el brillo de la +faca<a name="page_041" id="page_041"></a> que pasa sobre mi cabeza y queda temblando como víbora de plata +clavada en el árbol negro y retorcido de una cruz hecha de dos troncos +chamuscados... Quedéme un momento azorado y sin darme cuenta cabal del +suceso. Como á través de niebla muy espesa, vi abrirse sigilosamente +la puerta de la barraca y salir dos hombres á catear la playa. Recelé +algún encuentro como el pasado y tomé á buen paso camino del mar. Llegué +á punto que largaba un bote de la fragata, donde iba el segundo de á +bordo. Gritéle, y mandó virar para recogerme.</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_041.jpg" width="303" height="44" alt="" title="" /> @@ -555,66 +518,66 @@ bordo. Gritle, y mand virar para recogerme.</p> width="150" height="163" alt="L" -title="L" /></span>LEGADO que fu la fragata, recogme mi camarote, y -como estuviese muy fatigado, me acost en seguida. Ctate que no bien -apago la luz empiezan removerse las vboras mal dormidas del deseo -que desde todo el da llevaba enroscadas al corazn, apercibidas -morderle. Al mismo tiempo sentame invadido por una gran melancola, -llena de confusin y de misterio. La melancola del sexo, germen de -la<a name="page_044" id="page_044"></a> gran tristeza humana. El recuerdo de la Nia Chole perseguame -con mariposeo ingrvido y terco. Su belleza ndica, y aquel encanto +title="L" /></span>LEGADO que fuí á la fragata, recogíme á mi camarote, y +como estuviese muy fatigado, me acosté en seguida. Cátate que no bien +apago la luz empiezan á removerse las víboras mal dormidas del deseo +que desde todo el día llevaba enroscadas al corazón, apercibidas á +morderle. Al mismo tiempo sentíame invadido por una gran melancolía, +llena de confusión y de misterio. La melancolía del sexo, germen de +la<a name="page_044" id="page_044"></a> gran tristeza humana. El recuerdo de la Niña Chole perseguíame +con mariposeo ingrávido y terco. Su belleza índica, y aquel encanto sacerdotal, aquella gracia serpentina, y el mirar sibilino, y las -caderas ondulosas, la sonrisa inquietante, los pies de nia, los hombros +caderas ondulosas, la sonrisa inquietante, los pies de niña, los hombros desnudos, todo cuanto la mente adivinaba, cuanto los ojos vieran, -todo, todo era hoguera voraz en que mi carne arda. Me figuraba que -las formas juveniles y gloriosas de aquella Venus de bronce florecan -entre cfiros, y que veladas primero se entreabran turgentes, frescas, -lujuriosas, fragantes como rosas de Alejandra en los jardines de Tierra +todo, todo era hoguera voraz en que mi carne ardía. Me figuraba que +las formas juveniles y gloriosas de aquella Venus de bronce florecían +entre céfiros, y que veladas primero se entreabrían turgentes, frescas, +lujuriosas, fragantes como rosas de Alejandría en los jardines de Tierra Caliente. Y era tal el poder sugestivo del recuerdo, que en algunos -momentos cre respirar el perfume voluptuoso que al andar esparca su +momentos creí respirar el perfume voluptuoso que al andar esparcía su falda, con ondulaciones suaves.<a name="page_045" id="page_045"></a></p> -<p>Poco poco cerrme los ojos la fatiga, y el arrullo montono y regular -del agua acab de sumirme en un sueo amoroso, febril inquieto, -representacin y smbolo de mi vida. Despertme al amanecer con los +<p>Poco á poco cerróme los ojos la fatiga, y el arrullo monótono y regular +del agua acabó de sumirme en un sueño amoroso, febril é inquieto, +representación y símbolo de mi vida. Despertéme al amanecer con los nervios vibrantes, cual si hubiese pasado la noche en un invernadero, -entre plantas exticas, de aromas raros, afroditas y penetrantes. Sobre +entre plantas exóticas, de aromas raros, afroditas y penetrantes. Sobre mi cabeza sonaban voces confusas y blando pataleo de pies descalzos, -todo ello acompaado de mucho chapoteo y trajn. Empezaba la faena del -baldeo. Me levant y sub al puente. Heme ya respirando la ventolina que -huele brea y algas. En aquella hora el calor es deleitante. Percbense -en el aire estremecimientos voluptuosos: El horizonte re bajo un +todo ello acompañado de mucho chapoteo y trajín. Empezaba la faena del +baldeo. Me levanté y subí al puente. Heme ya respirando la ventolina que +huele á brea y algas. En aquella hora el calor es deleitante. Percíbense +en el aire estremecimientos voluptuosos: El horizonte ríe bajo un hermoso sol.</p> -<p>Envuelto en el rosado vapor que la claridad<a name="page_046" id="page_046"></a> del alba extenda sobre +<p>Envuelto en el rosado vapor que la claridad<a name="page_046" id="page_046"></a> del alba extendía sobre el mar azul, adelantaba un esquife. Era tan esbelto, ligero y blanco, -que la clsica comparacin con la gaviota y con el cisne venale de -perlas. En las bancas traa hasta seis remeros. Bajo un palio de lona, -levantado popa, se guareca del sol una figura vestida de blanco. -Cuando el esquife toc la escalera de la fragata ya estaba yo all, en -confusa espera de no s qu gran ventura. Una mujer viene sentada al -timn. El toldo solamente me deja ver el borde de la falda y los pies +que la clásica comparación con la gaviota y con el cisne veníale de +perlas. En las bancas traía hasta seis remeros. Bajo un palio de lona, +levantado á popa, se guarecía del sol una figura vestida de blanco. +Cuando el esquife tocó la escalera de la fragata ya estaba yo allí, en +confusa espera de no sé qué gran ventura. Una mujer viene sentada al +timón. El toldo solamente me deja ver el borde de la falda y los pies de reina calzados con chapines de raso blanco, pero mi alma la adivina. -Es ella, la Salamb de los palacios de Tequil!... S, era ella, ms +¡Es ella, la Salambó de los palacios de Tequil!... Sí, era ella, más gentil que nunca, velada apenas en el rebocillo de seda. Hela en pie -sobre la banca, apoyada en los hercleos hombros de un marinero negro. -El labio<a name="page_047" id="page_047"></a> abultado y rojo de la criolla sonre con la gracia inquietante +sobre la banca, apoyada en los hercúleos hombros de un marinero negro. +El labio<a name="page_047" id="page_047"></a> abultado y rojo de la criolla sonríe con la gracia inquietante de una egipcia, de una turania. Sus ojos, envueltos en la sombra de las -pestaas, tienen algo de misterioso, de quimrico y lejano, algo que +pestañas, tienen algo de misterioso, de quimérico y lejano, algo que hace recordar las antiguas y nobles razas que en remotas edades fundaron -grandes imperios en los pases del sol... El esquife cabecea al costado -de la fragata. La criolla, entre asustada y divertida, se agarra los +grandes imperios en los países del sol... El esquife cabecea al costado +de la fragata. La criolla, entre asustada y divertida, se agarra á los crespos cabellos del gigante, que impensadamente la toma al vuelo y se -lanza con ella la escala. Los dos ren envueltos en un salsero que +lanza con ella á la escala. Los dos ríen envueltos en un salsero que les moja la cara. Ya sobre cubierta, el coloso negro la deja sola y se aparta secreteando con el contramaestre.</p> -<p>Yo gano la cmara por donde necesariamente han de pasar. Nunca el -corazn me ha<a name="page_048" id="page_048"></a> latido con ms violencia. Recuerdo perfectamente que +<p>Yo gano la cámara por donde necesariamente han de pasar. Nunca el +corazón me ha<a name="page_048" id="page_048"></a> latido con más violencia. Recuerdo perfectamente que estaba desierta y un poco oscura. Las luces del amanecer cabrilleaban en -los cristales. Pasa un momento. Oigo voces y gorjeos: Un rayo de sol ms -juguetn, ms vivo, ms alegre, ilumina la cmara, y en el fondo de los -espejos se refleja la imagen de la Nia Chole.<a name="page_049" id="page_049"></a></p> +los cristales. Pasa un momento. Oigo voces y gorjeos: Un rayo de sol más +juguetón, más vivo, más alegre, ilumina la cámara, y en el fondo de los +espejos se refleja la imagen de la Niña Chole.<a name="page_049" id="page_049"></a></p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_048.jpg" width="255" height="91" alt="" title="" /> @@ -624,80 +587,80 @@ espejos se refleja la imagen de la Nia Chole.<a name="page_049" id="page_049">< width="150" height="167" alt="F" -title="F" /></span>U AQUL uno de esos largos das de mar encalmados -y bochornosos que navegando vela no tienen fin. Slo de tiempo en -tiempo alguna rfaga clida pasaba entre las jarcias y haca flamear el +title="F" /></span>UÉ AQUÉL uno de esos largos días de mar encalmados +y bochornosos que navegando á vela no tienen fin. Sólo de tiempo en +tiempo alguna ráfaga cálida pasaba entre las jarcias y hacía flamear el velamen. Yo andaba avizorado y errabundo, con la esperanza de que la -Nia Chole se dejase ver sobre cubierta algn momento. Vana esperanza. -La Nia Chole permaneci retirada en su camarote, y acaso por esto las<a name="page_050" id="page_050"></a> -horas me parecieron, como nunca, llenas de tedio. Desengaado de aquella -sonrisa que yo haba visto y amado en otros labios, fu sentarme en la +Niña Chole se dejase ver sobre cubierta algún momento. Vana esperanza. +La Niña Chole permaneció retirada en su camarote, y acaso por esto las<a name="page_050" id="page_050"></a> +horas me parecieron, como nunca, llenas de tedio. Desengañado de aquella +sonrisa que yo había visto y amado en otros labios, fuí á sentarme en la popa.</p> <p>Sobre el dormido cristal de esmeralda, la fragata dejaba una estela de -bullentes rizos. Sin saber cmo resurgi en mi memoria cierta cancin -americana que Nieves Agar, la amiga querida de mi madre, me enseaba -hace muchos aos, all en tiempos cuando yo era rubio como un tesoro -y sola dormirme en el regazo de las seoras que iban de tertulia al -Palacio de Bradomn. Esta aficin dormir en un regazo femenino la -conservo todava. Pobre Nieves Agar, cuntas veces me has mecido en tus -rodillas al comps de aquel danzn que cuenta la historia de una criolla -ms bella que Atala, dormida en hamaca<a name="page_051" id="page_051"></a> de seda, la sombra de los -cocoteros! Tal vez la historia de otra Nia Chole!</p> - -<p>Ensoador y melanclico permanec toda la tarde sentado la sombra del -foque, que caa lacio sobre mi cabeza. Solamente al declinar el sol se -levant una ventolina, y la fragata, con todo su velamen desplegado, +bullentes rizos. Sin saber cómo resurgió en mi memoria cierta canción +americana que Nieves Agar, la amiga querida de mi madre, me enseñaba +hace muchos años, allá en tiempos cuando yo era rubio como un tesoro +y solía dormirme en el regazo de las señoras que iban de tertulia al +Palacio de Bradomín. Esta afición á dormir en un regazo femenino la +conservo todavía. ¡Pobre Nieves Agar, cuántas veces me has mecido en tus +rodillas al compás de aquel danzón que cuenta la historia de una criolla +más bella que Atala, dormida en hamaca<a name="page_051" id="page_051"></a> de seda, á la sombra de los +cocoteros! ¡Tal vez la historia de otra Niña Chole!</p> + +<p>Ensoñador y melancólico permanecí toda la tarde sentado á la sombra del +foque, que caía lacio sobre mi cabeza. Solamente al declinar el sol se +levantó una ventolina, y la fragata, con todo su velamen desplegado, pudo doblar la Isla de Sacrificios y dar fondo en aguas de Veracruz. -Cautiva el alma de religiosa emocin, contempl la abrasada playa +Cautiva el alma de religiosa emoción, contemplé la abrasada playa donde desembarcaron antes que pueblo alguno de la vieja Europa, los -aventureros espaoles, hijos de Alarico el brbaro y de Tarik el moro. -Vi la ciudad que fundaron, y la que dieron abolengo de valenta, +aventureros españoles, hijos de Alarico el bárbaro y de Tarik el moro. +Vi la ciudad que fundaron, y á la que dieron abolengo de valentía, espejarse en el mar quieto y de plomo como si mirase fascinada la ruta -que trajeron los hombres blancos: un lado, sobre desierto islote -de granito, baa<a name="page_052" id="page_052"></a> sus pies en las olas el Castillo de Ula, sombra -romntica que evoca un pasado feudal que all no hubo, y lo lejos la -cordillera del Orizaba, blanca como la cabeza de un abuelo, dibjase -con indecisin fantstica sobre un cielo clsico, de lmpido y profundo -azul. Record lecturas casi olvidadas que, nio an, me haban hecho -soar con aquella tierra hija del sol: Narraciones medio histricas, +que trajeron los hombres blancos: Á un lado, sobre desierto islote +de granito, baña<a name="page_052" id="page_052"></a> sus pies en las olas el Castillo de Ulúa, sombra +romántica que evoca un pasado feudal que allí no hubo, y á lo lejos la +cordillera del Orizaba, blanca como la cabeza de un abuelo, dibújase +con indecisión fantástica sobre un cielo clásico, de límpido y profundo +azul. Recordé lecturas casi olvidadas que, niño aún, me habían hecho +soñar con aquella tierra hija del sol: Narraciones medio históricas, medio novelescas, en que siempre se dibujaban hombres de tez cobriza, -tristes y silenciosos, como cumple los hroes vencidos, y selvas -vrgenes, pobladas de pjaros de brillante plumaje, y mujeres como -la Nia Chole, ardientes y morenas, smbolo de la pasin que dijo un +tristes y silenciosos, como cumple á los héroes vencidos, y selvas +vírgenes, pobladas de pájaros de brillante plumaje, y mujeres como +la Niña Chole, ardientes y morenas, símbolo de la pasión que dijo un cuitado poeta de estos tiempos.</p> -<p>Como no es posible renunciar la patria, yo, espaol y caballero, -senta el corazn<a name="page_053" id="page_053"></a> henchido de entusiasmo y poblada de visiones -gloriosas la mente, y la memoria llena de recuerdos histricos. La -imaginacin exaltada me finga al aventurero extremeo poniendo fuego - sus naves, y sus hombres esparcidos por la arena, atisbndole de -travs, los mostachos enhiestos al antiguo uso marcial, y sombros -los rostros varoniles, curtidos y con ptina, como las figuras de los -cuadros muy viejos. Yo iba desembarcar en aquella playa sagrada, -siguiendo los impulsos de una vida errante, y al perderme, quiz para -siempre, en la vastedad del viejo Imperio Azteca, senta levantarse en +<p>Como no es posible renunciar á la patria, yo, español y caballero, +sentía el corazón<a name="page_053" id="page_053"></a> henchido de entusiasmo y poblada de visiones +gloriosas la mente, y la memoria llena de recuerdos históricos. La +imaginación exaltada me fingía al aventurero extremeño poniendo fuego +á sus naves, y á sus hombres esparcidos por la arena, atisbándole de +través, los mostachos enhiestos al antiguo uso marcial, y sombríos +los rostros varoniles, curtidos y con pátina, como las figuras de los +cuadros muy viejos. Yo iba á desembarcar en aquella playa sagrada, +siguiendo los impulsos de una vida errante, y al perderme, quizá para +siempre, en la vastedad del viejo Imperio Azteca, sentía levantarse en mi alma de aventurero, de hidalgo y de cristiano, el rumor augusto de la Historia.</p> <p>Apenas anclamos sale en tropel de la ribera una gentil flotilla, compuesta de esquifes y<a name="page_054" id="page_054"></a> canoas. Desde muy lejos se oye el son -montono del remo. Centenares de cabezas asoman sobre la borda de la +monótono del remo. Centenares de cabezas asoman sobre la borda de la fragata, y abigarrada muchedumbre hormiguea, se agita y se desata en -el entrepuente. Hablase gritos el espaol, el ingls, el chino. Los -pasajeros hacen seas los barqueros indios para que se aproximen: +el entrepuente. Hablase á gritos el español, el inglés, el chino. Los +pasajeros hacen señas á los barqueros indios para que se aproximen: Ajustan, disputan, regatean, y al cabo, como rosario que se desgrana, van cayendo en el fondo de las canoas que rodean la escalera y esperan -ya con los remos armados. La flotilla se dispersa. Todava larga +ya con los remos armados. La flotilla se dispersa. Todavía á larga distancia vese una diminuta figura moverse agitando los brazos, y se oyen sus voces, que destaca y agranda la quietud solemne de aquellas regiones abrasadas. Ni una sola cabeza se ha vuelto hacia la fragata -para mandarle un adis de despedida. All van, sin<a name="page_055" id="page_055"></a> otro deseo que +para mandarle un adiós de despedida. Allá van, sin<a name="page_055" id="page_055"></a> otro deseo que tocar cuanto antes la orilla. Son los conquistadores del oro. La noche -se avecina. En esta hora del crepsculo, el deseo ardiente que la Nia +se avecina. En esta hora del crepúsculo, el deseo ardiente que la Niña Chole me produce se aquilata y purifica, hasta convertirse en ansia vaga -de amor ideal y potico. Todo oscurece lentamente: Gime la brisa, riela -la luna, el cielo azul turqu se torna negro, de un negro solemne donde +de amor ideal y poético. Todo oscurece lentamente: Gime la brisa, riela +la luna, el cielo azul turquí se torna negro, de un negro solemne donde las estrellas adquieren una limpidez profunda. Es la noche americana de los poetas.</p> @@ -713,141 +676,141 @@ los poetas.</p> width="150" height="166" alt="A" -title="A" /></span>CABABA de bajar mi camarote, y hallbame tendido en -la litera fumando una pipa, y quiz soando con la Nia Chole, cuando -se abre la puerta y veo aparecer Julio Csar, un rapazuelo mulato que -me haba regalado en Jamaica cierto aventurero portugus que, andando -el tiempo, lleg general en la Repblica Dominicana. Julio Csar se -detiene en la puerta, bajo el pabelln que forman las cortinas:<a name="page_058" id="page_058"></a></p> +title="A" /></span>CABABA de bajar á mi camarote, y hallábame tendido en +la litera fumando una pipa, y quizá soñando con la Niña Chole, cuando +se abre la puerta y veo aparecer á Julio César, un rapazuelo mulato que +me había regalado en Jamaica cierto aventurero portugués que, andando +el tiempo, llegó á general en la República Dominicana. Julio César se +detiene en la puerta, bajo el pabellón que forman las cortinas:<a name="page_058" id="page_058"></a></p> -<p>—Mi amito! bordo viene un moreno que mata los tiburones en el agua -con el trinchete. Suba, mi amito, no se dilate!...</p> +<p>—¡Mi amito! Á bordo viene un moreno que mata los tiburones en el agua +con el trinchete. ¡Suba, mi amito, no se dilate!...</p> -<p>Y desaparece velozmente, como esos etopes carceleros de princesas en +<p>Y desaparece velozmente, como esos etíopes carceleros de princesas en los castillos encantados. Yo, espoleado por la curiosidad, salgo tras -l. Heme en el puente que ilumina la plcida claridad del plenilunio. +él. Heme en el puente que ilumina la plácida claridad del plenilunio. Un negro colosal, con el traje de tela chorreando agua, se sacude -como un gorila, en medio del corro que su rededor han formado los -pasajeros, y sonre mostrando sus blancos dientes de animal familiar. +como un gorila, en medio del corro que á su rededor han formado los +pasajeros, y sonríe mostrando sus blancos dientes de animal familiar. Á pocos pasos dos marineros encorvados sobre la borda de estribor, halan -un tiburn medio degollado, que se balancea fuera del agua, al costado -de la fragata. Mas he ah que de pronto rompe el cable, y el tiburn +un tiburón medio degollado, que se balancea fuera del agua, al costado +de la fragata. Mas he ahí que de pronto rompe el cable, y el tiburón desaparece en medio de un<a name="page_059" id="page_059"></a> remolino de espumas. El negrazo musita -apretando los labios elefancacos:</p> +apretando los labios elefancíacos:</p> -<p>—Pendejos!</p> +<p>—¡Pendejos!</p> -<p>Y se va, dejando como un rastro en la cubierta del navo las huellas -hmedas de sus pies descalzos. Una voz femenina le grita desde lejos:</p> +<p>Y se va, dejando como un rastro en la cubierta del navío las huellas +húmedas de sus pies descalzos. Una voz femenina le grita desde lejos:</p> -<p>—Che, moreno!...</p> +<p>—¡Che, moreno!...</p> -<p>—Voy, horita!... No me dilato.</p> +<p>—¡Voy, horita!... No me dilato.</p> <p>La forma de una mujer blanquea sobre negro fondo en la puerta de la -cmara. No hay duda, es ella! Pero cmo no la he adivinado? Qu -hacas t, corazn, que no me anunciabas su presencia? Oh, con cunto -gusto hubirate entonces puesto bajo sus lindos pies para castigo! El +cámara. ¡No hay duda, es ella! ¿Pero cómo no la he adivinado? ¿Qué +hacías tú, corazón, que no me anunciabas su presencia? ¡Oh, con cuánto +gusto hubiérate entonces puesto bajo sus lindos pies para castigo! El marinero se acerca:</p> -<p>—Manda alguna cosa la Nia Chole?</p> +<p>—¿Manda alguna cosa la Niña Chole?</p> -<p>—Quiero verte matar un tiburn.<a name="page_060" id="page_060"></a></p> +<p>—Quiero verte matar un tiburón.<a name="page_060" id="page_060"></a></p> -<p>El negro sonre con esa sonrisa blanca de los salvajes, y pronuncia +<p>El negro sonríe con esa sonrisa blanca de los salvajes, y pronuncia lentamente, sin apartar los ojos de las olas que argenta la luna:</p> -<p>—No puede ser, mi amita: Se ha juntado una punta de tiburones, sabe?</p> +<p>—No puede ser, mi amita: Se ha juntado una punta de tiburones, ¿sabe?</p> -<p>—Y tienes miedo?</p> +<p>—¿Y tienes miedo?</p> -<p>—Qu va!... Aunque fcilmente, como la sazn est peligrosa... Vea su -merced no ms...</p> +<p>—¡Qué va!... Aunque fácilmente, como la sazón está peligrosa... Vea su +merced no más...</p> -<p>La Nia Chole no le dej concluir:</p> +<p>La Niña Chole no le dejó concluir:</p> -<p>—Cunto te han dado esos seores?</p> +<p>—¿Cuánto te han dado esos señores?</p> -<p>—Veinte tostones: Dos centenes, sabe?</p> +<p>—Veinte tostones: Dos centenes, ¿sabe?</p> -<p>Oy la respuesta el contramaestre, que pasaba ordenando una maniobra, y -con esa concisin dura y franca de los marinos curtidos, sin apartar el -pito de los labios ni volver la cabeza, apuntle:<a name="page_061" id="page_061"></a></p> +<p>Oyó la respuesta el contramaestre, que pasaba ordenando una maniobra, y +con esa concisión dura y franca de los marinos curtidos, sin apartar el +pito de los labios ni volver la cabeza, apuntóle:<a name="page_061" id="page_061"></a></p> -<p>—Cuatro monedas y no seas guaje!...</p> +<p>—¡Cuatro monedas y no seas guaje!...</p> -<p>El negro pareci dudar. Asomse al barandal de estribor y observ un +<p>El negro pareció dudar. Asomóse al barandal de estribor y observó un instante el fondo del mar donde temblaban amortiguadas las estrellas. -Veanse cruzar argentados y fantsticos peces que dejaban tras s estela -de fosforescentes chispas y desaparecan confundidos con los rieles de +Veíanse cruzar argentados y fantásticos peces que dejaban tras sí estela +de fosforescentes chispas y desaparecían confundidos con los rieles de la luna: En la zona de sombra que sobre el azul de las olas proyectaba -el costado de la fragata, esbozbase la informe mancha de una cuadrilla -de tiburones. El marinero se apart reflexionando. Todava volvise una - dos veces mirar las dormidas olas, como penetrado de la queja que -lanzaban en el silencio de la noche. Pic un cigarro con las uas, y se -acerc:</p> - -<p>—Cuatro centenes, le apetece mi amita?</p> - -<p>La Nia Chole, con ese desdn patricio que<a name="page_062" id="page_062"></a> las criollas opulentas -sienten por los negros, volvi l su hermosa cabeza de reina india, y -en tono tal, que las palabras parecan dormirse cargadas de tedio en el -borde de los labios, murmur:</p> - -<p>—Acabars?... Sean los cuatro centenes!...</p> - -<p>Los labios hidrpicos del negro esbozaron una sonrisa de ogro avaro y -sensual: Seguidamente despojse de la blusa, desenvain el cuchillo que -llevaba en la cintura y como un perro de Terranova tomle entre los -dientes y se encaram sobre la borda. El agua del mar reluca an en -aquel torso desnudo que pareca de barnizado bano. Inclinse el negrazo +el costado de la fragata, esbozábase la informe mancha de una cuadrilla +de tiburones. El marinero se apartó reflexionando. Todavía volvióse una +ó dos veces á mirar las dormidas olas, como penetrado de la queja que +lanzaban en el silencio de la noche. Picó un cigarro con las uñas, y se +acercó:</p> + +<p>—Cuatro centenes, ¿le apetece á mi amita?</p> + +<p>La Niña Chole, con ese desdén patricio que<a name="page_062" id="page_062"></a> las criollas opulentas +sienten por los negros, volvió á él su hermosa cabeza de reina india, y +en tono tal, que las palabras parecían dormirse cargadas de tedio en el +borde de los labios, murmuró:</p> + +<p>—¿Acabarás?... ¡Sean los cuatro centenes!...</p> + +<p>Los labios hidrópicos del negro esbozaron una sonrisa de ogro avaro y +sensual: Seguidamente despojóse de la blusa, desenvainó el cuchillo que +llevaba en la cintura y como un perro de Terranova tomóle entre los +dientes y se encaramó sobre la borda. El agua del mar relucía aún en +aquel torso desnudo que parecía de barnizado ébano. Inclinóse el negrazo sondando con los ojos el abismo: Luego, cuando los tiburones salieron - la superficie, le vi erguirse negro y mitolgico sobre el barandal +á la superficie, le vi erguirse negro y mitológico sobre el barandal que iluminaba la luna, y con los<a name="page_063" id="page_063"></a> brazos extendidos echarse de cabeza -y desaparecer buceando. Tripulacin y pasajeros, cuantos se hallaban -sobre cubierta, agolpronse la borda. Sumironse los tiburones en +y desaparecer buceando. Tripulación y pasajeros, cuantos se hallaban +sobre cubierta, agolpáronse á la borda. Sumiéronse los tiburones en busca del negro, y todas las miradas quedaron fijas en un remolino -que no tuvo tiempo borrarse, porque casi incontinenti una mancha de -espumas rojas colore el mar, y en medio de los hurras de la marinera +que no tuvo tiempo á borrarse, porque casi incontinenti una mancha de +espumas rojas coloreó el mar, y en medio de los hurras de la marinería y el vigoroso aplaudir de las manos coloradotas y plebeyas de los -mercaderes sali flote la testa chata y lanuda del marinero que nadaba -ayudndose de un solo brazo, mientras con el otro sostena entre aguas -un tiburn degollado por la garganta, donde traa clavado el cuchillo. -Tratse en tropel de izar al negro: Arrojronse cuerdas, ya para el -caso prevenidas, y cuando levantaba medio cuerpo fuera<a name="page_064" id="page_064"></a> del agua rasg +mercaderes salió á flote la testa chata y lanuda del marinero que nadaba +ayudándose de un solo brazo, mientras con el otro sostenía entre aguas +un tiburón degollado por la garganta, donde traía clavado el cuchillo. +Tratóse en tropel de izar al negro: Arrojáronse cuerdas, ya para el +caso prevenidas, y cuando levantaba medio cuerpo fuera<a name="page_064" id="page_064"></a> del agua rasgó el aire un alarido horrible, y le vimos abrir los brazos y desaparecer -sorbido por los tiburones. Yo permaneca an sobrecogido cuando son -mi espalda una voz que deca:</p> - -<p>—Quiere hacerme sitio, seor?</p> - -<p>Al mismo tiempo alguien toc suavemente mi hombro. Volv la cabeza y -hallme con la Nia Chole. Vagaba cual siempre, por su labio inquietante -sonrisa, y abra y cerraba velozmente una de sus manos, en cuya palma vi -lucir varias monedas de oro. Rogme con cierto misterio que la dejase -sitio, y doblndose sobre la borda las arroj lo ms lejos que pudo. En -seguida volvise m con gentil escorzo de todo el busto:</p> - -<p>—Ya tiene para el flete de Carn!...</p> - -<p>Yo deba estar ms plido que la muerte,<a name="page_065" id="page_065"></a> pero como ella fijaba en m -sus hermosos ojos y sonrea, vencime el encanto de los sentidos, y mis -labios an trmulos, pagaron aquella sonrisa de reina antigua con la -sonrisa del esclavo, que aprueba cuanto hace su seor. La crueldad de -la criolla me horrorizaba y me atraa: Nunca como entonces me pareciera -tentadora y bella. Del mar oscuro y misterioso suban murmullos y -aromas: La blanca luna les prestaba no s qu rara voluptuosidad. La -trgica muerte de aquel coloso negro, el mudo espanto que se pintaba -an en todos los rostros, un violn que lloraba en la cmara, todo en -aquella noche, bajo aquella luna, era para m objeto de voluptuosidad +sorbido por los tiburones. Yo permanecía aún sobrecogido cuando sonó á +mi espalda una voz que decía:</p> + +<p>—¿Quiere hacerme sitio, señor?</p> + +<p>Al mismo tiempo alguien tocó suavemente mi hombro. Volví la cabeza y +halléme con la Niña Chole. Vagaba cual siempre, por su labio inquietante +sonrisa, y abría y cerraba velozmente una de sus manos, en cuya palma vi +lucir varias monedas de oro. Rogóme con cierto misterio que la dejase +sitio, y doblándose sobre la borda las arrojó lo más lejos que pudo. En +seguida volvióse á mí con gentil escorzo de todo el busto:</p> + +<p>—¡Ya tiene para el flete de Carón!...</p> + +<p>Yo debía estar más pálido que la muerte,<a name="page_065" id="page_065"></a> pero como ella fijaba en mí +sus hermosos ojos y sonreía, vencióme el encanto de los sentidos, y mis +labios aún trémulos, pagaron aquella sonrisa de reina antigua con la +sonrisa del esclavo, que aprueba cuanto hace su señor. La crueldad de +la criolla me horrorizaba y me atraía: Nunca como entonces me pareciera +tentadora y bella. Del mar oscuro y misterioso subían murmullos y +aromas: La blanca luna les prestaba no sé qué rara voluptuosidad. La +trágica muerte de aquel coloso negro, el mudo espanto que se pintaba +aún en todos los rostros, un violín que lloraba en la cámara, todo en +aquella noche, bajo aquella luna, era para mí objeto de voluptuosidad depravada y sutil...</p> -<p>Alejse la Nia Chole con ese andar rtmico y ondulante que recuerda al -tigre, y al<a name="page_066" id="page_066"></a> desaparecer, una duda cruel me mordi el corazn. Hasta -entonces no haba reparado que mi lado estaba un adolescente bello y -rubio, que record haber visto al desembarcar en la playa de Tuxtlan. -Sera para l la sonrisa de aquella boca, en donde pareca dormir el -enigma de algn antiguo culto licencioso, cruel y diablico?</p> +<p>Alejóse la Niña Chole con ese andar rítmico y ondulante que recuerda al +tigre, y al<a name="page_066" id="page_066"></a> desaparecer, una duda cruel me mordió el corazón. Hasta +entonces no había reparado que á mi lado estaba un adolescente bello y +rubio, que recordé haber visto al desembarcar en la playa de Tuxtlan. +¿Sería para él la sonrisa de aquella boca, en donde parecía dormir el +enigma de algún antiguo culto licencioso, cruel y diabólico?</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_066.jpg" width="222" height="153" alt="" title="" /> @@ -859,67 +822,67 @@ enigma de algn antiguo culto licencioso, cruel y diablico?</p> width="150" height="165" alt="C" -title="C" /></span>ON LAS PRIMERAS luces del alba desembarqu en Veracruz. -Tuve miedo de aquella sonrisa de Lil, que ahora se me apareca en -boca de otra mujer. Tuve miedo de aquellos labios, los labios de Lil, +title="C" /></span>ON LAS PRIMERAS luces del alba desembarqué en Veracruz. +Tuve miedo de aquella sonrisa de Lilí, que ahora se me aparecía en +boca de otra mujer. Tuve miedo de aquellos labios, los labios de Lilí, frescos, rojos, fragantes como las cerezas de nuestro huerto, que -tanto gustaba de ofrecerme en ellos. Si el pobre corazn es liberal, y -di hospedaje al amor ms de una y de dos veces, y gust sus contadas -alegras,<a name="page_068" id="page_068"></a> y padeci sus innumerables tristezas, no pueden menos de +tanto gustaba de ofrecerme en ellos. Si el pobre corazón es liberal, y +dió hospedaje al amor más de una y de dos veces, y gustó sus contadas +alegrías,<a name="page_068" id="page_068"></a> y padeció sus innumerables tristezas, no pueden menos de causarle temblores, miradas y sonrisas cuando los ojos y los labios que -las prodigan son como los de la Nia Chole. Yo he temblado entonces, -y temblara hoy, que la nieve de tantos inviernos cay sin deshelarse +las prodigan son como los de la Niña Chole. ¡Yo he temblado entonces, +y temblaría hoy, que la nieve de tantos inviernos cayó sin deshelarse sobre mi cabeza!</p> -<p>Ya otras veces haba sentido ese mismo terror de amar, pero llegado el -trance de poner tierra por medio, siempre me haban faltado los nimos -como una romntica damisela. Flaquezas del corazn mimado toda la -vida por mi ternura, y toda la vida dndome sinsabores! Hoy tengo por -experiencia averiguado que nicamente los grandes santos y los grandes +<p>Ya otras veces había sentido ese mismo terror de amar, pero llegado el +trance de poner tierra por medio, siempre me habían faltado los ánimos +como á una romántica damisela. ¡Flaquezas del corazón mimado toda la +vida por mi ternura, y toda la vida dándome sinsabores! Hoy tengo por +experiencia averiguado que únicamente los grandes santos y los grandes pecadores, poseen la virtud necesaria para huir las tentaciones del -amor. Yo confieso humildemente que slo en aquella<a name="page_069" id="page_069"></a> ocasin pude dejar -de ofrecerle el nido de mi pecho al sentir el roce de sus alas. Tal vez -por eso el destino tom empeo probar el temple de mi alma!</p> +amor. Yo confieso humildemente que sólo en aquella<a name="page_069" id="page_069"></a> ocasión pude dejar +de ofrecerle el nido de mi pecho al sentir el roce de sus alas. ¡Tal vez +por eso el destino tomó á empeño probar el temple de mi alma!</p> -<p>Cuando arribbamos la playa en un esquife de la fragata, otro esquife +<p>Cuando arribábamos á la playa en un esquife de la fragata, otro esquife empavesado con banderas y gallardetes, acababa de varar en ella, y mis -ojos adivinaron la Nia Chole en aquella mujer blanca y velada que -desde la proa salt la orilla. Sin duda estaba escrito que yo haba de -ser tentado y vencido. Hay mrtires con quienes el diablo se divierte -robndoles la palma, y desgraciadamente, yo he sido uno de esos toda la -vida. Pas por el mundo como un santo cado de su altar y descalabrado. +ojos adivinaron á la Niña Chole en aquella mujer blanca y velada que +desde la proa saltó á la orilla. Sin duda estaba escrito que yo había de +ser tentado y vencido. Hay mártires con quienes el diablo se divierte +robándoles la palma, y desgraciadamente, yo he sido uno de esos toda la +vida. Pasé por el mundo como un santo caído de su altar y descalabrado. Por fortuna, algunas veces pude hallar manos blancas y piadosas que -vendasen mi corazn herido. Hoy, al contemplar<a name="page_070" id="page_070"></a> las viejas cicatrices y -recordar cmo fu vencido, casi me consuelo. En una Historia de Espaa, -donde lea siendo nio, aprend que lo mismo da triunfar que hacer +vendasen mi corazón herido. Hoy, al contemplar<a name="page_070" id="page_070"></a> las viejas cicatrices y +recordar cómo fuí vencido, casi me consuelo. En una Historia de España, +donde leía siendo niño, aprendí que lo mismo da triunfar que hacer gloriosa la derrota.</p> -<p>Al desembarcar en Veracruz, mi alma se llen de sentimientos heroicos. -Yo cruc ante la Nia Chole orgulloso y soberbio como un conquistador -antiguo. All en sus tiempos mi antepasado Gonzalo de Sandoval, que -fund en Mxico el reino de la Nueva Galicia, no habr mostrado mayor -desvo ante las princesas aztecas sus prisioneras, y sin duda la Nia -Chole era como aquellas princesas que sentan el amor al ser ultrajadas -y vencidas, porque me miraron largamente sus ojos y la sonrisa ms bella -de su boca fu para m. La deshojaron los labios como las<a name="page_071" id="page_071"></a> esclavas +<p>Al desembarcar en Veracruz, mi alma se llenó de sentimientos heroicos. +Yo crucé ante la Niña Chole orgulloso y soberbio como un conquistador +antiguo. Allá en sus tiempos mi antepasado Gonzalo de Sandoval, que +fundó en México el reino de la Nueva Galicia, no habrá mostrado mayor +desvío ante las princesas aztecas sus prisioneras, y sin duda la Niña +Chole era como aquellas princesas que sentían el amor al ser ultrajadas +y vencidas, porque me miraron largamente sus ojos y la sonrisa más bella +de su boca fué para mí. La deshojaron los labios como las<a name="page_071" id="page_071"></a> esclavas deshojaban las rosas al paso triunfal de los vencedores. Yo, sin -embargo, supe permanecer desdeoso.</p> +embargo, supe permanecer desdeñoso.</p> -<p>Por aquella playa de dorada arena subimos la par, la Nia Chole entre +<p>Por aquella playa de dorada arena subimos á la par, la Niña Chole entre un cortejo de criados indios, yo precedido de mi esclavo negro. Casi rozando nuestras cabezas, volaban torpes bandadas de feos y negros pajarracos. Era un continuado y asustadizo batir de alas que pasaban -oscureciendo el sol. Yo las senta en el rostro como fieros abanicazos. +oscureciendo el sol. Yo las sentía en el rostro como fieros abanicazos. Tan presto iban rastreando como se remontaban en la claridad azul. -Aquellas largas y sombras bandadas cernanse en la altura con revuelo -quimrico, y al caer sobre las blancas azoteas moriscas las ennegrecan, -y al posarse en los cocoteros del arenal desgajaban las palmas. Parecan +Aquellas largas y sombrías bandadas cerníanse en la altura con revuelo +quimérico, y al caer sobre las blancas azoteas moriscas las ennegrecían, +y al posarse en los cocoteros del arenal desgajaban las palmas. Parecían aves de las ruinas<a name="page_072" id="page_072"></a> con su cabeza leprosa, y sus alas flequeadas, y su -plumaje de luto, de un negro miserable, sin brillo ni tornasoles. Haba -cientos, haba miles. Un esquiln tocaba misa de alba en la iglesia de -los Dominicos que estaba al paso, y la Nia Chole entr con el cortejo -de sus criados. Todava desde la puerta me envi una sonrisa. Pero lo -que acab de prendarme fue aquella muestra de piedad!</p> +plumaje de luto, de un negro miserable, sin brillo ni tornasoles. Había +cientos, había miles. Un esquilón tocaba á misa de alba en la iglesia de +los Dominicos que estaba al paso, y la Niña Chole entró con el cortejo +de sus criados. Todavía desde la puerta me envió una sonrisa. ¡Pero lo +que acabó de prendarme fue aquella muestra de piedad!</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_072.jpg" width="306" height="41" alt="" title="" /> @@ -931,174 +894,174 @@ que acab de prendarme fue aquella muestra de piedad!</p> width="150" height="167" alt="E" -title="E" /></span>N LA VILLA Rica de la Veracruz fu mi alojamiento un +title="E" /></span>N LA VILLA Rica de la Veracruz fué mi alojamiento un venerable parador que acordaba el tiempo feliz de los virreyes. Yo -esperaba detenerme all pocas horas. Quera reunir una escolta aquel -mismo da y ponerme en camino para las tierras que haban constituido mi -mayorazgo. Por entonces slo con buena guardia de escopeteros era dado -aventurarse en los caminos mexicanos, donde seoreaban cuadrillas<a name="page_074" id="page_074"></a> de -bandoleros: Aquellos plateados tan famosos por su fiera bravura y su -lujoso arreo! Eran los tiempos de Adriano Cullar y Juan de Guzmn.</p> - -<p>De pronto, en el patio lleno de sol apareci la Nia Chole con su -squito de criados. Majestuosa y altiva se acercaba con lentitud, dando -rdenes un caballerango que escuchaba con los ojos bajos y responda +esperaba detenerme allí pocas horas. Quería reunir una escolta aquel +mismo día y ponerme en camino para las tierras que habían constituido mi +mayorazgo. Por entonces sólo con buena guardia de escopeteros era dado +aventurarse en los caminos mexicanos, donde señoreaban cuadrillas<a name="page_074" id="page_074"></a> de +bandoleros: ¡Aquellos plateados tan famosos por su fiera bravura y su +lujoso arreo! Eran los tiempos de Adriano Cuéllar y Juan de Guzmán.</p> + +<p>De pronto, en el patio lleno de sol apareció la Niña Chole con su +séquito de criados. Majestuosa y altiva se acercaba con lentitud, dando +órdenes á un caballerango que escuchaba con los ojos bajos y respondía en lengua yucateca, esa vieja lengua que tiene la dulzura del italiano y la ingenuidad pintoresca de los idiomas primitivos. Al verme hizo -una gentil cortesa, y por su mandato corrieron buscarme tres indias -nbiles que parecan sus azafatas. Hablaban alternativamente como -novicias que han aprendido una letana, y recitan aquello que mejor +una gentil cortesía, y por su mandato corrieron á buscarme tres indias +núbiles que parecían sus azafatas. Hablaban alternativamente como +novicias que han aprendido una letanía, y recitan aquello que mejor saben. Hablaban lentas y humildes, sin levantar la mirada:<a name="page_075" id="page_075"></a></p> -<p>—Es la Nia que nos enva, seor...</p> +<p>—Es la Niña que nos envía, señor...</p> -<p>—Nos enva para decirle...</p> +<p>—Nos envía para decirle...</p> -<p>—Perdone vos, para rogarle, seor...</p> +<p>—Perdone vos, para rogarle, señor...</p> -<p>—Como ha sabido la Nia que vos, seor, junta una escolta, y ella -tambin tiene de hacer camino.</p> +<p>—Como ha sabido la Niña que vos, señor, junta una escolta, y ella +también tiene de hacer camino.</p> -<p>—Mucho camino, seor!</p> +<p>—¡Mucho camino, señor!</p> -<p>—Hartas leguas, seor!</p> +<p>—¡Hartas leguas, señor!</p> -<p>—Ms de dos das, seor!</p> +<p>—¡Más de dos días, señor!</p> -<p>Segu las azafatas. La Nia Chole me recibi agitando las manos:</p> +<p>Seguí á las azafatas. La Niña Chole me recibió agitando las manos:</p> -<p>—Oh! Perdone el enojo.</p> +<p>—¡Oh! Perdone el enojo.</p> <p>Su voz era queda, salmodiada y dulce, voz de sacerdotisa y de princesa. -Yo, despus de haberla contemplado intensamente, me inclin. Viejas -artes de enamorar, aprendidas en el viejo Ovidio! La Nia Chole -prosigui:</p> +Yo, después de haberla contemplado intensamente, me incliné. ¡Viejas +artes de enamorar, aprendidas en el viejo Ovidio! La Niña Chole +prosiguió:</p> <p>—En este mero instante acabo de saber<a name="page_076" id="page_076"></a> que junta usted una escolta para -ponerse en viaje. Si hicisemos la misma jornada podramos reunir la -gente. Yo voy Necoxtla.</p> +ponerse en viaje. Si hiciésemos la misma jornada podríamos reunir la +gente. Yo voy á Necoxtla.</p> -<p>Haciendo una cortesa versallesca y suspirando, respond:</p> +<p>Haciendo una cortesía versallesca y suspirando, respondí:</p> -<p>—Necoxtla, est seguramente en mi camino.</p> +<p>—Necoxtla, está seguramente en mi camino.</p> -<p>La Nia Chole interrog curiosa:</p> +<p>La Niña Chole interrogó curiosa:</p> -<p>—Va usted muy lejos? Acaso Nueva Sigenza?</p> +<p>—¿Va usted muy lejos? ¿Acaso á Nueva Sigüenza?</p> -<p>—Voy los llanos de Tixul, que ignoro dnde estn. Una herencia del +<p>—Voy á los llanos de Tixul, que ignoro dónde están. Una herencia del tiempo de los virreyes, entre Grijalba y Tlacotalpan.</p> -<p>La Nia Chole me mir con sorpresa:</p> +<p>La Niña Chole me miró con sorpresa:</p> -<p>—Qu dice, seor? Es diferente nuestra ruta. Grijalba est en la -costa, y hubirale sido mejor continuar embarcado.</p> +<p>—¿Qué dice, señor? Es diferente nuestra ruta. Grijalba está en la +costa, y hubiérale sido mejor continuar embarcado.</p> -<p>Me inclin de nuevo con rendimiento:<a name="page_077" id="page_077"></a></p> +<p>Me incliné de nuevo con rendimiento:<a name="page_077" id="page_077"></a></p> -<p>—Necoxtla est en mi camino.</p> +<p>—Necoxtla está en mi camino.</p> -<p>Ella sonri desdeosa:</p> +<p>Ella sonrió desdeñosa:</p> <p>—Pero no reuniremos nuestras gentes.</p> -<p>—Por qu?</p> +<p>—¿Por qué?</p> -<p>—Porque no debe ser. Le ruego, seor, que siga su camino. Yo seguir el -mo.</p> +<p>—Porque no debe ser. Le ruego, señor, que siga su camino. Yo seguiré el +mío.</p> -<p>—Es uno mismo el de los dos. Tengo el propsito de secuestrarla usted +<p>—Es uno mismo el de los dos. Tengo el propósito de secuestrarla á usted apenas nos hallemos en despoblado.</p> -<p>Los ojos de la Nia Chole, tan esquivos antes, se cubrieron con una +<p>Los ojos de la Niña Chole, tan esquivos antes, se cubrieron con una amable claridad:</p> -<p>—Diga, son locos todos los espaoles?</p> +<p>—¿Diga, son locos todos los españoles?</p> <p>Yo repuse con arrogancia:</p> -<p>—Los espaoles nos dividimos en dos grandes bandos: Uno, el Marqus de -Bradomn, y el otro todos los dems.</p> +<p>—Los españoles nos dividimos en dos grandes bandos: Uno, el Marqués de +Bradomín, y el otro todos los demás.</p> -<p>La Nia Chole me mir risuea:</p> +<p>La Niña Chole me miró risueña:</p> -<p>—Cunta jactancia, seor!<a name="page_078" id="page_078"></a></p> +<p>—¡Cuánta jactancia, señor!<a name="page_078" id="page_078"></a></p> -<p>En aquel momento el caballerango vino decirle que haban ensillado, -y que la gente estaba dispuesta ponerse en camino si tal era su -voluntad. Al oirle, la Nia Chole me mir intensamente, seria y muda. -Despus volvindose al criado, le interrog:</p> +<p>En aquel momento el caballerango vino á decirle que habían ensillado, +y que la gente estaba dispuesta á ponerse en camino si tal era su +voluntad. Al oirle, la Niña Chole me miró intensamente, seria y muda. +Después volviéndose al criado, le interrogó:</p> -<p>—Qu caballo me habis dispuesto?</p> +<p>—¿Qué caballo me habéis dispuesto?</p> -<p>—Aquel alazano, Nia. Vale all.</p> +<p>—Aquel alazano, Niña. Véale allí.</p> -<p>—El alazano rodado?</p> +<p>—¿El alazano rodado?</p> -<p>—Qu va, Nia! El otro alazano del belfo blanco que bebe en el agua. -Vea qu linda estampa. Tiene un paso que se traga los caminos, y la -boca una seda. Lleva sobre el borrn la cantarilla de una ranchera, y +<p>—¡Qué va, Niña! El otro alazano del belfo blanco que bebe en el agua. +Vea qué linda estampa. Tiene un paso que se traga los caminos, y la +boca una seda. Lleva sobre el borrén la cantarilla de una ranchera, y galopando no la derrama.</p> -<p>—Dnde haremos parada?</p> +<p>—¿Dónde haremos parada?</p> <p>—En el convento de San Juan de Tegusco.</p> -<p>—Llegaremos de noche?<a name="page_079" id="page_079"></a></p> +<p>—¿Llegaremos de noche?<a name="page_079" id="page_079"></a></p> <p>—Llegaremos al levantarse la luna.</p> -<p>—Pues advierte la gente de montar luego, luego.</p> +<p>—Pues advierte á la gente de montar luego, luego.</p> -<p>El caballerango obedeci. La Nia Chole me pareci que apenas poda +<p>El caballerango obedeció. La Niña Chole me pareció que apenas podía disimular una sonrisa:</p> -<p>—Seor, mal se ver para seguirme, porque parto en el mero instante.</p> +<p>—Señor, mal se verá para seguirme, porque parto en el mero instante.</p> -<p>—Yo tambin.</p> +<p>—Yo también.</p> -<p>—Pero acaso tiene dispuesta su gente?</p> +<p>—¿Pero acaso tiene dispuesta su gente?</p> -<p>—Como yo est dispuesto, basta.</p> +<p>—Como yo esté dispuesto, basta.</p> -<p>Vea que camino reunirme con mi marido y no quiera balearse con l. -Pregunte y le dirn quin es el general Diego Bermdez.</p> +<p>Vea que camino á reunirme con mi marido y no quiera balearse con él. +Pregunte y le dirán quién es el general Diego Bermúdez.</p> -<p>Oyndola, sonre desdeosamente. Tornaba en esto el caballerango, y -quedse distancia esperando silencioso y humilde. La Nia Chole le -llam:<a name="page_080" id="page_080"></a></p> +<p>Oyéndola, sonreí desdeñosamente. Tornaba en esto el caballerango, y +quedóse á distancia esperando silencioso y humilde. La Niña Chole le +llamó:<a name="page_080" id="page_080"></a></p> -<p>—Llega, clzame la espuela.</p> +<p>—Llega, cálzame la espuela.</p> -<p>Ya obedeca, cuando yo arranqu de sus manos el espoln de plata -hinqu la rodilla ante la Nia Chole, que sonriendo me mostr su lindo -pie prisionero en chapn de seda. Con las manos trmulas le calc el -espoln. Mi noble amigo Barbey D'Aurevilly hubiera dicho de aquel pie -que era hecho para pisar un zcalo de Pharos. Yo no dije nada, pero lo -bes con tan apasionado rendimiento, que la Nia Chole exclam risuea:</p> +<p>Ya obedecía, cuando yo arranqué de sus manos el espolín de plata é +hinqué la rodilla ante la Niña Chole, que sonriendo me mostró su lindo +pie prisionero en chapín de seda. Con las manos trémulas le calcé el +espolín. Mi noble amigo Barbey D'Aurevilly hubiera dicho de aquel pie +que era hecho para pisar un zócalo de Pharos. Yo no dije nada, pero lo +besé con tan apasionado rendimiento, que la Niña Chole exclamó risueña:</p> -<p>—Seor, detngase en los umbrales.</p> +<p>—Señor, deténgase en los umbrales.</p> -<p>Y dej caer la falda, que con dedos de ninfa sostena levemente alzada. -Seguida de sus azafatas cruz como una reina ofendida el anchuroso -patio sombreado por toldos de lona, que bajo la luz adquiran tenue -tinte dorado de marinas velas. Los cnifes zumbaban en<a name="page_081" id="page_081"></a> torno de un -surtidor que gallardeaba al sol su airn de plata, y llova en menudas -irisadas gotas sobre el tazn de alabastro. En medio de aquel ambiente +<p>Y dejó caer la falda, que con dedos de ninfa sostenía levemente alzada. +Seguida de sus azafatas cruzó como una reina ofendida el anchuroso +patio sombreado por toldos de lona, que bajo la luz adquirían tenue +tinte dorado de marinas velas. Los cínifes zumbaban en<a name="page_081" id="page_081"></a> torno de un +surtidor que gallardeaba al sol su airón de plata, y llovía en menudas +irisadas gotas sobre el tazón de alabastro. En medio de aquel ambiente encendido, bajo aquel cielo azul donde la palmera abre su rumoroso -parasol, la fresca msica del agua me recordaba de un modo sensacional +parasol, la fresca música del agua me recordaba de un modo sensacional y remoto las fatigas del desierto y el deleitoso sestear en los oasis. De tiempo en tiempo un jinete entraba en el patio: Los mercenarios -que deban darnos escolta travs de los arenales de Tierra Caliente -empezaban juntarse. Pronto estuvieron reunidas las dos huestes: Una y -otra se componan de gente marcial y silenciosa: Antiguos salteadores -que fatigados de la vida aventurera, y despechados del botn incierto, -preferan servir quien mejor les pagaba, sin que ninguna empresa +que debían darnos escolta á través de los arenales de Tierra Caliente +empezaban á juntarse. Pronto estuvieron reunidas las dos huestes: Una y +otra se componían de gente marcial y silenciosa: Antiguos salteadores +que fatigados de la vida aventurera, y despechados del botín incierto, +preferían servir á quien mejor les pagaba, sin que ninguna empresa les arredrase: Su lealtad<a name="page_082" id="page_082"></a> era legendaria. Ya estaba ensillado mi -caballo con las pistolas en el arzn, y la grupa las vistosas y -moriscas alforjas donde iba el vitico para la jornada, cuando la Nia -Chole reapareci en el patio. Al verla me acerqu sonriendo, y ella -fingindose enojada, bati el suelo con su lindo pie.</p> +caballo con las pistolas en el arzón, y á la grupa las vistosas y +moriscas alforjas donde iba el viático para la jornada, cuando la Niña +Chole reapareció en el patio. Al verla me acerqué sonriendo, y ella +fingiéndose enojada, batió el suelo con su lindo pie.</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_082.jpg" width="186" height="186" alt="" title="" /> @@ -1111,110 +1074,110 @@ width="150" height="164" alt="M" title="M" /></span>ONTAMOS, y en tropel atravesamos la ciudad. Ya fuera -de sus puertas hicimos un alto para contarnos. Despus di comienzo la -jornada fatigosa y larga. Aqu y all, en el fondo de las dunas y en la +de sus puertas hicimos un alto para contarnos. Después dió comienzo la +jornada fatigosa y larga. Aquí y allá, en el fondo de las dunas y en la falda de arenosas colinas, se alzaban algunos jacales que entre vallados -de enormes cactus asomaban sus agudas techumbres de camo gris medio -podrido. Mujeres de tez cobriza y mirar dulce salan <a name="page_084" id="page_084"></a> los umbrales, - indiferentes y silenciosas nos vean pasar. La actitud de aquellas -figuras broncneas revelaba esa tristeza transmitida, vetusta, de las +de enormes cactus asomaban sus agudas techumbres de cáñamo gris medio +podrido. Mujeres de tez cobriza y mirar dulce salían á<a name="page_084" id="page_084"></a> los umbrales, +é indiferentes y silenciosas nos veían pasar. La actitud de aquellas +figuras broncíneas revelaba esa tristeza transmitida, vetusta, de las razas vencidas. Su rostro era humilde, con dientes muy blancos y grandes -ojos negros, selvticos, indolentes y velados. Parecan nacidas para +ojos negros, selváticos, indolentes y velados. Parecían nacidas para vivir eternamente en los aduares y descansar al pie de las palmeras y de los ahuehuetles.</p> -<p>Ya puesto el sol divisamos una aldea india. Estaba todava muy lejana -y se apareca envuelta en luz azulada y en silencio de paz. Rebaos +<p>Ya puesto el sol divisamos una aldea india. Estaba todavía muy lejana +y se aparecía envuelta en luz azulada y en silencio de paz. Rebaños polvorientos y dispersos adelantaban por un camino de tierra roja abierto entre maizales gigantes. El campanario de la iglesia, con su enorme nido de zopilotes, descollaba sobre las techumbres de palma. Aquella aldea silenciosa y humilde, dormida en el<a name="page_085" id="page_085"></a> fondo de un valle, me hizo recordar las remotas aldeas abandonadas al acercarse los -aventureros espaoles. Ya estaban cerradas todas las puertas y suba de +aventureros españoles. Ya estaban cerradas todas las puertas y subía de los hogares un humo tenue y blanco que se disipaba en la claridad del -crepsculo como salutacin patriarcal.</p> +crepúsculo como salutación patriarcal.</p> -<p>Nos detuvimos la entrada y pedimos hospedaje en un antiguo priorato de -Comendadoras Santiaguistas. los golpes que un espolique descarg en -la puerta, una cabeza con tocas asom en la reja y hubo largo coloquio. -Nosotros, an bastante lejos, bamos al paso de nuestros caballos, -abandonadas las riendas y distrados en pltica galante. Cuando llegamos -la monja se retiraba de la reja: Poco despus las pesadas puertas de -cedro se abran lentamente, y una monja donada toda blanca en su hbito, -apareci en el umbral:<a name="page_086" id="page_086"></a></p> +<p>Nos detuvimos á la entrada y pedimos hospedaje en un antiguo priorato de +Comendadoras Santiaguistas. Á los golpes que un espolique descargó en +la puerta, una cabeza con tocas asomó en la reja y hubo largo coloquio. +Nosotros, aún bastante lejos, íbamos al paso de nuestros caballos, +abandonadas las riendas y distraídos en plática galante. Cuando llegamos +la monja se retiraba de la reja: Poco después las pesadas puertas de +cedro se abrían lentamente, y una monja donada toda blanca en su hábito, +apareció en el umbral:<a name="page_086" id="page_086"></a></p> <p>—Pasen, hermanos, si quieren reposar en esta santa casa.</p> -<p>Nunca las Comendadoras Santiaguistas negaban hospitalidad. todo -caminante que la demandase deba serle concedida. As estaba dispuesto -por los estatutos de la fundadora Doa Beatriz de Zayas, favorita y dama -de un virrey. El escudo nobiliario de la fundadora todava campeaba -sobre el arco de la puerta. La hermana donada nos gui travs de un -claustro sombreado por oscuros naranjos. All era el cementerio de las +<p>Nunca las Comendadoras Santiaguistas negaban hospitalidad. Á todo +caminante que la demandase debía serle concedida. Así estaba dispuesto +por los estatutos de la fundadora Doña Beatriz de Zayas, favorita y dama +de un virrey. El escudo nobiliario de la fundadora todavía campeaba +sobre el arco de la puerta. La hermana donada nos guió á través de un +claustro sombreado por oscuros naranjos. Allí era el cementerio de las Comendadoras. Sobre los sepulcros, donde quedaban borrosos epitafios, -nuestros pasos resonaron. Una fuente lloraba montona y triste. Empezaba +nuestros pasos resonaron. Una fuente lloraba monótona y triste. Empezaba la noche, y las moscas de luz danzaban entre el negro follaje de los naranjos. Cruzamos el claustro y nos detuvimos ante una<a name="page_087" id="page_087"></a> puerta forrada -de cuero y claveteada de bronce. La hermana abri. El manojo de llaves -que colgaba de su cintura produjo un largo son y qued mecindose. La -donada cruz las manos sobre el escapulario, y pegndose al muro nos -dej paso al mismo tiempo que murmuraba gangosa:</p> +de cuero y claveteada de bronce. La hermana abrió. El manojo de llaves +que colgaba de su cintura produjo un largo son y quedó meciéndose. La +donada cruzó las manos sobre el escapulario, y pegándose al muro nos +dejó paso al mismo tiempo que murmuraba gangosa:</p> -<p>—Esta es la hospedera, hermanos.</p> +<p>—Esta es la hospedería, hermanos.</p> -<p>Era la hospedera una estancia fresca, con ventanas de mohosa y labrada -reja, que caan sobre el jardn. En uno de los testeros campeaba el +<p>Era la hospedería una estancia fresca, con ventanas de mohosa y labrada +reja, que caían sobre el jardín. En uno de los testeros campeaba el retrato de la fundadora, que ostentaba larga leyenda al pie, y en el -otro un altar con paos de cndido lino. La mortecina claridad apenas -dejaba entrever los cuadros de un Va-Crucis que se desenvolva en torno -del muro. La hermana donada lleg sigilosa demandarme qu camino haca -y cul era<a name="page_088" id="page_088"></a> mi nombre. Yo, en voz queda y devota, como ella me haba -interrogado, respond:</p> +otro un altar con paños de cándido lino. La mortecina claridad apenas +dejaba entrever los cuadros de un Vía-Crucis que se desenvolvía en torno +del muro. La hermana donada llegó sigilosa á demandarme qué camino hacía +y cuál era<a name="page_088" id="page_088"></a> mi nombre. Yo, en voz queda y devota, como ella me había +interrogado, respondí:</p> -<p>—Soy el Marqus de Bradomn, hermana, y mi ruta acaba en esta santa +<p>—Soy el Marqués de Bradomín, hermana, y mi ruta acaba en esta santa casa.</p> -<p>La donada murmur con tmida curiosidad:</p> +<p>La donada murmuró con tímida curiosidad:</p> -<p>—Si desea ver la Madre Abadesa, le llevar recado. Siempre tendr +<p>—Si desea ver á la Madre Abadesa, le llevaré recado. Siempre tendrá que tener un poco de paciencia, pues ahora la Madre Abadesa se halla -platicando con el seor Obispo de Colima, que lleg antier.</p> +platicando con el señor Obispo de Colima, que llegó antier.</p> -<p>—Tendr paciencia, hermana. Ver la Madre Abadesa cuando sea ocasin.</p> +<p>—Tendré paciencia, hermana. Veré á la Madre Abadesa cuando sea ocasión.</p> -<p>—El Seor la conoce ya?</p> +<p>—¿El Señor la conoce ya?</p> -<p>—No, hermana. Llego esta santa casa para cumplir un voto.</p> +<p>—No, hermana. Llego á esta santa casa para cumplir un voto.</p> -<p>En aquel momento se acercaba la Nia Chole, y la monja, mirndola -complacida, murmur:<a name="page_089" id="page_089"></a></p> +<p>En aquel momento se acercaba la Niña Chole, y la monja, mirándola +complacida, murmuró:<a name="page_089" id="page_089"></a></p> -<p>—La Seora mi Marquesa tambin?</p> +<p>—¿La Señora mi Marquesa también?</p> -<p>La Nia Chole cambi conmigo una mirada burlona que me pareci de -alegres desposorios. Los dos respondimos un tiempo:</p> +<p>La Niña Chole cambió conmigo una mirada burlona que me pareció de +alegres desposorios. Los dos respondimos á un tiempo:</p> -<p>—Tambin, hermana, tambin.</p> +<p>—También, hermana, también.</p> -<p>—Pues ahora mismo prevengo la Madre Abadesa. Tendr mucho contento -cuando sepa que han llegado personas de tanto linaje: Ella tambin es -muy espaola.</p> +<p>—Pues ahora mismo prevengo á la Madre Abadesa. Tendrá mucho contento +cuando sepa que han llegado personas de tanto linaje: Ella también es +muy española.</p> -<p>Y la hermana donada, haciendo una profunda reverencia, se alej moviendo -leve rumor de hbitos y de sandalias. Tras ella salieron los criados, -y la Nia Chole qued sola conmigo. Yo bes su mano, y ella, con una -sonrisa de extraa crueldad, murmur:</p> +<p>Y la hermana donada, haciendo una profunda reverencia, se alejó moviendo +leve rumor de hábitos y de sandalias. Tras ella salieron los criados, +y la Niña Chole quedó sola conmigo. Yo besé su mano, y ella, con una +sonrisa de extraña crueldad, murmuró:</p> -<p>—Tngase por muerto si llega saber algo de esta burla el general -Diego Bermdez!</p> +<p>—¡Téngase por muerto si llega á saber algo de esta burla el general +Diego Bermúdez!</p> -<p>La Nia Chole lleg ante el altar, y cubrindose<a name="page_090" id="page_090"></a> la cabeza con el -rebocillo se arrodill. Sus siervos, agrupados en la puerta de la -hospedera, la imitaron, santigundose en medio de un piadoso murmullo. -La Nia Chole alz la voz, rezando en accin de gracias por nuestra -venturosa jornada. Los siervos respondan coro. Yo, como caballero -santiaguista, rec mis oraciones dispensado de arrodillarme por el fuero -que tenemos de cannigos agustinos.</p> +<p>La Niña Chole llegó ante el altar, y cubriéndose<a name="page_090" id="page_090"></a> la cabeza con el +rebocillo se arrodilló. Sus siervos, agrupados en la puerta de la +hospedería, la imitaron, santiguándose en medio de un piadoso murmullo. +La Niña Chole alzó la voz, rezando en acción de gracias por nuestra +venturosa jornada. Los siervos respondían á coro. Yo, como caballero +santiaguista, recé mis oraciones dispensado de arrodillarme por el fuero +que tenemos de canónigos agustinos.</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_090.jpg" width="231" height="78" alt="" title="" /> @@ -1226,123 +1189,123 @@ que tenemos de cannigos agustinos.</p> width="150" height="167" alt="E" -title="E" /></span>NTRARON primero dos legas, que traan una gran bandeja -de plata cargada de refrescos y confituras, y luego entr la Madre -Abadesa, flotante el blanco hbito, que ostentaba la roja cruz de -Santiago. Detvose en la puerta, y con leve sonrisa, al par amable y -soberana, salud en latn:</p> +title="E" /></span>NTRARON primero dos legas, que traían una gran bandeja +de plata cargada de refrescos y confituras, y luego entró la Madre +Abadesa, flotante el blanco hábito, que ostentaba la roja cruz de +Santiago. Detúvose en la puerta, y con leve sonrisa, al par amable y +soberana, saludó en latín:</p> -<p>—Deo gratias!</p> +<p>—¡Deo gratias!</p> <p>Nosotros respondimos en romance:<a name="page_092" id="page_092"></a></p> -<p>— Dios sean dadas!</p> +<p>—¡Á Dios sean dadas!</p> -<p>La Madre Abadesa tena hermoso aspecto de infanzona: Era blanca y rubia, -de buen donaire y de gran cortesana. Sus palabras de bienvenida fueron -stas:</p> +<p>La Madre Abadesa tenía hermoso aspecto de infanzona: Era blanca y rubia, +de buen donaire y de gran cortesanía. Sus palabras de bienvenida fueron +éstas:</p> -<p>—Yo tambin soy espaola, nacida en Viana del Prior. Cuando nia, he -conocido un caballero muy anciano que llevaba el ttulo de Marqus de -Bradomn. Era un santo!</p> +<p>—Yo también soy española, nacida en Viana del Prior. Cuando niña, he +conocido á un caballero muy anciano que llevaba el título de Marqués de +Bradomín. ¡Era un santo!</p> <p>Yo repuse sin orgullo:</p> -<p>—Adems de un santo, era mi abuelo.</p> +<p>—Además de un santo, era mi abuelo.</p> -<p>La Madre Abadesa sonri benvola, y despus suspir:</p> +<p>La Madre Abadesa sonrió benévola, y después suspiró:</p> -<p>—Habr muerto hace muchos aos?</p> +<p>—¿Habrá muerto hace muchos años?</p> -<p>—Muchos!</p> +<p>—¡Muchos!</p> -<p>—Dios le tenga en Gloria. Le recuerdo muy bien. Tena corrido mucho -mundo, y hasta creo que haba estado aqu, en Mxico.<a name="page_093" id="page_093"></a></p> +<p>—Dios le tenga en Gloria. Le recuerdo muy bien. Tenía corrido mucho +mundo, y hasta creo que había estado aquí, en México.<a name="page_093" id="page_093"></a></p> -<p>—Aqu hizo la guerra cuando la sublevacin del cura Hidalgo.</p> +<p>—Aquí hizo la guerra cuando la sublevación del cura Hidalgo.</p> -<p>—Es verdad!... Es verdad! Aunque muy nia, me acuerdo de haberle odo -contar... Era gran amigo de mi casa. Yo pertenezco los Andrade de Cela.</p> +<p>—¡Es verdad!... ¡Es verdad! Aunque muy niña, me acuerdo de haberle oído +contar... Era gran amigo de mi casa. Yo pertenezco á los Andrade de Cela.</p> -<p>—Los Andrades de Cela! Un antiguo mayorazgo!</p> +<p>—¡Los Andrades de Cela! ¡Un antiguo mayorazgo!</p> -<p>—Desapareci la muerte de mi padre. Qu destino el de las nobles -casas, y qu tiempos tan ingratos los nuestros! En todas partes -gobiernan los enemigos de la religin y de las tradiciones, aqu lo -mismo que en Espaa.</p> +<p>—Desapareció á la muerte de mi padre. ¡Qué destino el de las nobles +casas, y qué tiempos tan ingratos los nuestros! En todas partes +gobiernan los enemigos de la religión y de las tradiciones, aquí lo +mismo que en España.</p> -<p>La Madre Abadesa suspir levantando los ojos y cruzando las manos: -As termin su pltica conmigo. Despus acercse la Nia Chole con -la sonrisa amable y soberana de<a name="page_094" id="page_094"></a> una hija de reyes retirada la vida +<p>La Madre Abadesa suspiró levantando los ojos y cruzando las manos: +Así terminó su plática conmigo. Después acercóse á la Niña Chole con +la sonrisa amable y soberana de<a name="page_094" id="page_094"></a> una hija de reyes retirada á la vida contemplativa:</p> -<p>—Sin duda la Marquesa es mexicana?</p> +<p>—¿Sin duda la Marquesa es mexicana?</p> -<p>La Nia Chole inclin los ojos ponindose encendida:</p> +<p>La Niña Chole inclinó los ojos poniéndose encendida:</p> -<p>—S, Madre Abadesa.</p> +<p>—Sí, Madre Abadesa.</p> -<p>—Pero de origen espaol?</p> +<p>—¿Pero de origen español?</p> -<p>—S, Madre Abadesa.</p> +<p>—Sí, Madre Abadesa.</p> -<p>Como la Nia Chole vacilaba al responder, y sus mejillas se tean de -rosa, yo intervine ayudndola galante. En honor suyo invent toda una -leyenda de amor, caballeresca y romntica, como aquellas que entonces -se escriban. La Madre Abadesa conmovise tanto, que durante mi relato -vi temblar en sus pestaas dos lgrimas grandes y cristalinas. Yo, de -tiempo en tiempo, miraba la Nia Chole y esperaba cambiar con ella una -sonrisa,<a name="page_095" id="page_095"></a> pero mis ojos nunca hallaban los suyos. Escuchaba inmvil, con -rara ansiedad. Yo mismo me maravillaba al ver cmo flua de mis labios +<p>Como la Niña Chole vacilaba al responder, y sus mejillas se teñían de +rosa, yo intervine ayudándola galante. En honor suyo inventé toda una +leyenda de amor, caballeresca y romántica, como aquellas que entonces +se escribían. La Madre Abadesa conmovióse tanto, que durante mi relato +vi temblar en sus pestañas dos lágrimas grandes y cristalinas. Yo, de +tiempo en tiempo, miraba á la Niña Chole y esperaba cambiar con ella una +sonrisa,<a name="page_095" id="page_095"></a> pero mis ojos nunca hallaban los suyos. Escuchaba inmóvil, con +rara ansiedad. Yo mismo me maravillaba al ver cómo fluía de mis labios aquel enredo de comedia antigua. Estuve tan inspirado, que de pronto -la Nia Chole sepult el rostro entre las manos, sollozando con amargo -duelo. La Madre Abadesa, muy conmovida, le ore la frente dndole aire -con el santo escapulario de su hbito, mientras yo, viva fuerza le -tena sujetas las manos. Poco poco tranquilizse, y la Madre Abadesa -nos llev al jardn, para que respirando la brisa nocturna, acabase de -serenarse la Marquesa. All nos dej solos, porque tena que asistir al +la Niña Chole sepultó el rostro entre las manos, sollozando con amargo +duelo. La Madre Abadesa, muy conmovida, le oreó la frente dándole aire +con el santo escapulario de su hábito, mientras yo, á viva fuerza le +tenía sujetas las manos. Poco á poco tranquilizóse, y la Madre Abadesa +nos llevó al jardín, para que respirando la brisa nocturna, acabase de +serenarse la Marquesa. Allí nos dejó solos, porque tenía que asistir al coro para rezar los maitines.</p> -<p>El jardn estaba amurallado como una ciudadela. Era vasto y sombro, -lleno de susurros<a name="page_096" id="page_096"></a> y de aromas. Los rboles de las avenidas juntaban tan -estrechamente sus ramas, que slo con grandes espacios veamos algunos +<p>El jardín estaba amurallado como una ciudadela. Era vasto y sombrío, +lleno de susurros<a name="page_096" id="page_096"></a> y de aromas. Los árboles de las avenidas juntaban tan +estrechamente sus ramas, que sólo con grandes espacios veíamos algunos follajes argentados por la luna. Caminamos en silencio. La Marquesa -suspirante, yo pensativo, sin acertar consolarla. Entre los rboles +suspirante, yo pensativo, sin acertar á consolarla. Entre los árboles divisamos un paraje raso con oscuros arrayanes bordeados por blancas y -tortuosas sendas: La luna derramaba sobre ellas su luz lejana ideal +tortuosas sendas: La luna derramaba sobre ellas su luz lejana é ideal como un milagro. La Marquesa se detuvo. Dos legas estaban sentadas al pie de una fuente rodeada de laureles enanos, que tienen la virtud -de alejar el rayo. No se saba si las dos legas rezaban se decan -secretos del convento, porque el murmullo de sus voces se confunda -con el murmullo del agua. Estaban llenando sus nforas. Al acercarnos +de alejar el rayo. No se sabía si las dos legas rezaban ó se decían +secretos del convento, porque el murmullo de sus voces se confundía +con el murmullo del agua. Estaban llenando sus ánforas. Al acercarnos saludaron cristianamente:<a name="page_097" id="page_097"></a></p> -<p>—Ave Mara Pursima!</p> +<p>—¡Ave María Purísima!</p> -<p>—Sin pecado concebida!</p> +<p>—¡Sin pecado concebida!</p> <p>Yo quise beber de la fuente, y ellas me lo impidieron con grandes gritos:</p> -<p>—Seor! Qu hace, seor?</p> +<p>—¡Señor! ¿Qué hace, señor?</p> <p>Me detuve un poco inmutado:</p> -<p>—Es venenosa esta agua?</p> +<p>—¿Es venenosa esta agua?</p> -<p>—Santgese, seor. Es agua bendita, y solamente la Comunidad tiene -bula para beberla. Bula del Santo Padre, venida de Roma. Es agua santa -del Nio Jess!</p> +<p>—Santígüese, señor. Es agua bendita, y solamente la Comunidad tiene +bula para beberla. Bula del Santo Padre, venida de Roma. ¡Es agua santa +del Niño Jesús!</p> -<p>Y las dos legas, hablando coro, mostrbanme el angelote desnudo, que -enredador y tronera verta el agua en el tazn de alabastro por su -menuda y cndida virilidad. Me dijeron que era el Nio Jess. Oyendo -esto, la Marquesa santiguse devotamente. Yo asegur las legas que -tambin tena<a name="page_098" id="page_098"></a> bula para beber las aguas del Nio Jess. Ellas me -miraron mostrando gran respeto, y disputronse ofrecerme sus nforas, -pero yo prefer saciar mi sed aplicando los labios al santo surtidor de -donde el agua manaba. Me acometi tal tentacin de risa, que por poco -me ahogo. La Nia Chole, que no poda creer la historia de mi bula, me -record en voz baja que Dios castiga siempre el sacrilegio.</p> +<p>Y las dos legas, hablando á coro, mostrábanme el angelote desnudo, que +enredador y tronera vertía el agua en el tazón de alabastro por su +menuda y cándida virilidad. Me dijeron que era el Niño Jesús. Oyendo +esto, la Marquesa santiguóse devotamente. Yo aseguré á las legas que +también tenía<a name="page_098" id="page_098"></a> bula para beber las aguas del Niño Jesús. Ellas me +miraron mostrando gran respeto, y disputáronse ofrecerme sus ánforas, +pero yo preferí saciar mi sed aplicando los labios al santo surtidor de +donde el agua manaba. Me acometió tal tentación de risa, que por poco +me ahogo. La Niña Chole, que no podía creer la historia de mi bula, me +recordó en voz baja que Dios castiga siempre el sacrilegio.</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_098.jpg" width="253" height="90" alt="" title="" /> @@ -1354,116 +1317,116 @@ record en voz baja que Dios castiga siempre el sacrilegio.</p> width="150" height="165" alt="D" -title="D" /></span>ESPUS de los maitines vino buscarnos una monja y nos -condujo al refectorio donde estaba dispuesta la colacin. Hablaba con +title="D" /></span>ESPUÉS de los maitines vino á buscarnos una monja y nos +condujo al refectorio donde estaba dispuesta la colación. Hablaba con las manos juntas: Era vieja y gangosa. Nosotros la seguimos, pero al -pisar los umbrales del convento la Nia Chole se detuvo vacilante:</p> +pisar los umbrales del convento la Niña Chole se detuvo vacilante:</p> -<p>—Hermana, yo guardo el da ayunando, y no puedo entrar en el refectorio -para hacer colacin.<a name="page_100" id="page_100"></a></p> +<p>—Hermana, yo guardo el día ayunando, y no puedo entrar en el refectorio +para hacer colación.<a name="page_100" id="page_100"></a></p> <p>Al mismo tiempo sus ojos de reina india imploraban mi ayuda: Se la -otorgu liberal. Comprend que la Nia Chole tema ser conocida de -algn caminante, pues todos los que llegaban al convento se reunan -son de campana para hacer colacin. La monja edificada por aquel ayuno, -interrog solcita:</p> +otorgué liberal. Comprendí que la Niña Chole temía ser conocida de +algún caminante, pues todos los que llegaban al convento se reunían á +son de campana para hacer colación. La monja edificada por aquel ayuno, +interrogó solícita:</p> -<p>—Qu desea mi seora?</p> +<p>—¿Qué desea mi señora?</p> -<p>—Retirarme descansar, hermana.</p> +<p>—Retirarme á descansar, hermana.</p> -<p>—Pues cuando le plazca, mi seora. Sin duda traen muy larga jornada?</p> +<p>—Pues cuando le plazca, mi señora. ¿Sin duda traen muy larga jornada?</p> <p>—Desde Veracruz.</p> -<p>—Cierto que sentir grande fatiga la pobrecita.</p> +<p>—Cierto que sentirá grande fatiga la pobrecita.</p> <p>Hablando de esta suerte nos hizo cruzar un largo corredor. Por las ventanas entraba la luz blanca de la luna. En aquella santa paz el -acompasado son de mis espuelas despertaba<a name="page_101" id="page_101"></a> un eco sacrlego y marcial, y -como amedrentadas por l, la monja y la Marquesa caminaban ante m con -leve y devoto rumor. La monja abri una puerta de antigua tracera, y -apartndose un lado murmur:</p> - -<p>—Pase mi seora: Yo nada me retardo. Guo al Seor Marqus al -refectorio, y torno servirla luego, luego.</p> - -<p>La Marquesa entr sin mirarme. La monja cerr la puerta y alejse como -una sombra llamndome con vago ademn. Guime hasta el refectorio, y -saludando ms gangosa que nunca, se alej. Entr, y cuando mis ojos -buscaban un sitial vaco en torno de la mesa, alzse el capelln del -convento, y vino decirme con gran cortesana que mi puesto estaba -la cabecera. El capelln era un fraile dominico, humanista y poeta, -que haba vivido<a name="page_102" id="page_102"></a> muchos aos desterrado de Mxico por el Arzobispo, y +acompasado son de mis espuelas despertaba<a name="page_101" id="page_101"></a> un eco sacrílego y marcial, y +como amedrentadas por él, la monja y la Marquesa caminaban ante mí con +leve y devoto rumor. La monja abrió una puerta de antigua tracería, y +apartándose á un lado murmuró:</p> + +<p>—Pase mi señora: Yo nada me retardo. Guío al Señor Marqués al +refectorio, y torno á servirla luego, luego.</p> + +<p>La Marquesa entró sin mirarme. La monja cerró la puerta y alejóse como +una sombra llamándome con vago ademán. Guióme hasta el refectorio, y +saludando más gangosa que nunca, se alejó. Entré, y cuando mis ojos +buscaban un sitial vacío en torno de la mesa, alzóse el capellán del +convento, y vino á decirme con gran cortesanía que mi puesto estaba á +la cabecera. El capellán era un fraile dominico, humanista y poeta, +que había vivido<a name="page_102" id="page_102"></a> muchos años desterrado de México por el Arzobispo, y privado de licencias para confesar y decir misa. Todo ello por una falsa -delacin. Esta historia me la contaba en tanto me serva. Al terminar, -me habl as:</p> +delación. Esta historia me la contaba en tanto me servía. Al terminar, +me habló así:</p> -<p>—Ya sabe el Seor Marqus de Bradomn la vida y milagros de Fray Lope -Castellar. Si necesita un capelln para su casa, crame que con sumo -gusto dejar estas santas seoras. Aun cuando sea para cruzar los -mares, mi Seor Marqus.</p> +<p>—Ya sabe el Señor Marqués de Bradomín la vida y milagros de Fray Lope +Castellar. Si necesita un capellán para su casa, créame que con sumo +gusto dejaré á estas santas señoras. Aun cuando sea para cruzar los +mares, mi Señor Marqués.</p> -<p>—Ya tengo capellanes en Espaa.</p> +<p>—Ya tengo capellanes en España.</p> -<p>—Perdone entonces. Pues para servirle aqu, en este Mxico de mis -pecados, donde en un santiamn dejan sin vida un cristiano. Crame, -quien pueda pagarse un capelln, debe hacerlo, aun cuando slo sea para -tener mano quien le absuelva en trance de muerte.<a name="page_103" id="page_103"></a></p> +<p>—Perdone entonces. Pues para servirle aquí, en este México de mis +pecados, donde en un santiamén dejan sin vida á un cristiano. Créame, +quien pueda pagarse un capellán, debe hacerlo, aun cuando sólo sea para +tener á mano quien le absuelva en trance de muerte.<a name="page_103" id="page_103"></a></p> -<p>Haba terminado la colacin, y entre el sordo y largo rumor producido -por los sitiales, todos nos pusimos en pie para rezar una oracin de -gracias compuesta por la piadosa fundadora Doa Beatriz de Zayas. Las -legas comenzaron levantar los manteles, y la Madre Abadesa entr -sonriendo benvolamente:</p> +<p>Había terminado la colación, y entre el sordo y largo rumor producido +por los sitiales, todos nos pusimos en pie para rezar una oración de +gracias compuesta por la piadosa fundadora Doña Beatriz de Zayas. Las +legas comenzaron á levantar los manteles, y la Madre Abadesa entró +sonriendo benévolamente:</p> -<p>—El Seor Marqus, prefiere que se disponga otra celda para su +<p>—¿El Señor Marqués, prefiere que se disponga otra celda para su descanso?</p> -<p>El rubor que asom en las mejillas de la Madre Abadesa me hizo -comprender, y sin dominar una sonrisa respond:</p> +<p>El rubor que asomó en las mejillas de la Madre Abadesa me hizo +comprender, y sin dominar una sonrisa respondí:</p> -<p>—Har compaa la Marquesa, que es muy medrosa, si lo consienten los +<p>—Haré compañía á la Marquesa, que es muy medrosa, si lo consienten los estatutos de esta santa casa.</p> -<p>La Madre Abadesa me interrumpi:</p> +<p>La Madre Abadesa me interrumpió:</p> <p>—Los estatutos de esta santa casa no pueden ir en contra de la -Religin.<a name="page_104" id="page_104"></a></p> +Religión.<a name="page_104" id="page_104"></a></p> -<p>Sent un vago sobresalto. La Madre Abadesa inclin los ojos, y +<p>Sentí un vago sobresalto. La Madre Abadesa inclinó los ojos, y permaneciendo con ellos bajos, dijo pausada y doctoral:</p> -<p>—Para Nuestro Seor Jesucristo merecen igual amor las criaturas que +<p>—Para Nuestro Señor Jesucristo merecen igual amor las criaturas que junta con santo lazo su voluntad, que aquellas apartadas de la vida -mundana, tambin por su Gracia... Yo no soy como el fariseo que se crea -mejor que los dems, Seor Marqus.</p> +mundana, también por su Gracia... Yo no soy como el fariseo que se creía +mejor que los demás, Señor Marqués.</p> -<p>La Madre Abadesa, con su hbito blanco, estaba muy bella, y como me -pareca una gran dama, capaz de comprender la vida y el amor, sent -la tentacin de pedirle que me acogiese en su celda, pero fu slo -la tentacin. Acercse con una lmpara encendida aquella monja vieja -y gangosa que me haba acompaado al refectorio, y la Madre Abadesa, -despus de haberle encomendado que<a name="page_105" id="page_105"></a> me guiase, se despidi. Confieso que -sent una vaga tristeza vindola alejarse por el corredor, flotante el -noble hbito que blanqueaba en las tinieblas. Volvindome la monja, -que esperaba inmvil con la lmpara, le pregunt:</p> +<p>La Madre Abadesa, con su hábito blanco, estaba muy bella, y como me +parecía una gran dama, capaz de comprender la vida y el amor, sentí +la tentación de pedirle que me acogiese en su celda, pero fué sólo +la tentación. Acercóse con una lámpara encendida aquella monja vieja +y gangosa que me había acompañado al refectorio, y la Madre Abadesa, +después de haberle encomendado que<a name="page_105" id="page_105"></a> me guiase, se despidió. Confieso que +sentí una vaga tristeza viéndola alejarse por el corredor, flotante el +noble hábito que blanqueaba en las tinieblas. Volviéndome á la monja, +que esperaba inmóvil con la lámpara, le pregunté:</p> -<p>—Debe besrsele la mano la Madre Abadesa?</p> +<p>—¿Debe besársele la mano á la Madre Abadesa?</p> -<p>La monja, echndose la toca sobre la frente, respondi:</p> +<p>La monja, echándose la toca sobre la frente, respondió:</p> -<p>—Aqu solamente se la besamos al Seor Obispo, cuando se digna +<p>—Aquí solamente se la besamos al Señor Obispo, cuando se digna visitarnos.</p> -<p>Y con leve rumor de sandalias comenz caminar delante de m, -alumbrndome hasta la puerta de la celda nupcial. Una celda espaciosa -y perfumada de albahaca, con una reja abierta sobre el jardn, donde +<p>Y con leve rumor de sandalias comenzó á caminar delante de mí, +alumbrándome hasta la puerta de la celda nupcial. Una celda espaciosa +y perfumada de albahaca, con una reja abierta sobre el jardín, donde el argentado azul de la noche tropical destacaba negras y confusas las -copas de los cedros. El canto<a name="page_106" id="page_106"></a> igual y montono de un grillo rompa -el silencio. Yo cerr la puerta de la celda con llaves y cerrojos, y -andando sin ruido, fu entreabrir el blanco mosquitero con que se -velaba pudoroso y monjil, el nico lecho que haba en la estancia.</p> +copas de los cedros. El canto<a name="page_106" id="page_106"></a> igual y monótono de un grillo rompía +el silencio. Yo cerré la puerta de la celda con llaves y cerrojos, y +andando sin ruido, fuí á entreabrir el blanco mosquitero con que se +velaba pudoroso y monjil, el único lecho que había en la estancia.</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_106.jpg" width="385" height="239" alt="" title="" /> @@ -1475,79 +1438,79 @@ velaba pudoroso y monjil, el nico lecho que haba en la estancia.</p> width="150" height="164" alt="L" -title="L" /></span>A NIA CHOLE reposaba con sueo cndido y feliz: En sus -labios an vagaba dormido un rezo. Yo me inclin para besarlos: Era mi -primer beso de esposo. La Nia Chole se despert sofocando un grito:</p> +title="L" /></span>A NIÑA CHOLE reposaba con sueño cándido y feliz: En sus +labios aún vagaba dormido un rezo. Yo me incliné para besarlos: Era mi +primer beso de esposo. La Niña Chole se despertó sofocando un grito:</p> -<p>—Qu hace usted aqu, seor?</p> +<p>—¿Qué hace usted aquí, señor?</p> <p>Yo repuse entre galante y paternal:</p> -<p>—Reina y seora, velar tu sueo.</p> +<p>—Reina y señora, velar tu sueño.</p> -<p>La Nia Chole no acertaba comprender<a name="page_108" id="page_108"></a> cmo yo poda hallarme en su +<p>La Niña Chole no acertaba á comprender<a name="page_108" id="page_108"></a> cómo yo podía hallarme en su celda, y tuve que recordarle mis derechos conyugales, reconocidos por -la Madre Abadesa. Ante aquel gentil recuerdo se mostr llena de enojo. -Clavndome los ojos repeta:</p> +la Madre Abadesa. Ante aquel gentil recuerdo se mostró llena de enojo. +Clavándome los ojos repetía:</p> -<p>—Oh!... Qu terrible venganza tomar el general Diego Bermdez!...</p> +<p>—¡Oh!... ¡Qué terrible venganza tomará el general Diego Bermúdez!...</p> -<p>Y ciega de clera porque al oirla sonrea, me puso en la faz sus manos +<p>Y ciega de cólera porque al oirla sonreía, me puso en la faz sus manos de princesa india, manos cubiertas de anillos, enanas y morenas, que -yo hice prisioneras. Sin dejar de mirarla, se las oprim hasta que -lanz un grito, y despus dominando mi despecho, se las bes. Ella, -sollozante, dejse caer sobre las almohadas: Yo, sin intentar consolarla -me alej. Senta un fiero desdeo lleno de injurias altaneras, y para -disimular el temblor de mis labios que deban estar lvidos, sonrea. -Largo<a name="page_109" id="page_109"></a> tiempo permanec apoyado en la reja, contemplando el jardn +yo hice prisioneras. Sin dejar de mirarla, se las oprimí hasta que +lanzó un grito, y después dominando mi despecho, se las besé. Ella, +sollozante, dejóse caer sobre las almohadas: Yo, sin intentar consolarla +me alejé. Sentía un fiero desdeño lleno de injurias altaneras, y para +disimular el temblor de mis labios que debían estar lívidos, sonreía. +Largo<a name="page_109" id="page_109"></a> tiempo permanecí apoyado en la reja, contemplando el jardín susurrante y oscuro. El grillo cantaba, y era su canto un ritmo remoto y -primitivo. De tarde en tarde llegaba hasta m algn sollozo de la Nia -Chole, tan apagado y tenue, que el corazn siempre dispuesto perdonar, -se conmova. De pronto, en el silencio de la noche, una campana del -convento comenz doblar. La Nia Chole me llam temblorosa:</p> +primitivo. De tarde en tarde llegaba hasta mí algún sollozo de la Niña +Chole, tan apagado y tenue, que el corazón siempre dispuesto á perdonar, +se conmovía. De pronto, en el silencio de la noche, una campana del +convento comenzó á doblar. La Niña Chole me llamó temblorosa:</p> -<p>—Seor, no conoce la seal de agona?</p> +<p>—¿Señor, no conoce la señal de agonía?</p> -<p>Y al mismo tiempo se santigu devotamente. Sin desplegar los labios me -acerqu su lecho, y qued mirndola grave y triste. Ella, con la voz -asustada, murmur:</p> +<p>Y al mismo tiempo se santiguó devotamente. Sin desplegar los labios me +acerqué á su lecho, y quedé mirándola grave y triste. Ella, con la voz +asustada, murmuró:</p> -<p>—Una monja se halla moribunda!</p> +<p>—¡Una monja se halla moribunda!</p> -<p>Yo entonces tomando sus manos entre las mas, le dije amorosamente:<a name="page_110" id="page_110"></a></p> +<p>Yo entonces tomando sus manos entre las mías, le dije amorosamente:<a name="page_110" id="page_110"></a></p> -<p>—Y esto te causa miedo?</p> +<p>—¿Y esto te causa miedo?</p> -<p>—Oh!... Quin ser? Ahora entrega su alma Dios Nuestro Seor. Ser +<p>—¡Oh!... ¿Quién será? Ahora entrega su alma á Dios Nuestro Señor. ¿Será alguna novicia?</p> -<p>Sonriendo diablicamente, le dije:</p> +<p>Sonriendo diabólicamente, le dije:</p> -<p>—Acaso sea yo!...</p> +<p>—¡Acaso sea yo!...</p> -<p>—Cmo, seor?</p> +<p>—¿Cómo, señor?</p> -<p>—Estar las puertas del convento el general Diego Bermdez.</p> +<p>—Estará á las puertas del convento el general Diego Bermúdez.</p> -<p>—No!... No!...</p> +<p>—¡No!... ¡No!...</p> -<p>Y oprimindome las manos, comenz llorar. Yo quise enjugar sus -lgrimas con mis labios, y ella echando la cabeza sobre las almohadas, -suplic:</p> +<p>Y oprimiéndome las manos, comenzó á llorar. Yo quise enjugar sus +lágrimas con mis labios, y ella echando la cabeza sobre las almohadas, +suplicó:</p> -<p>—Por favor!... Por favor!...</p> +<p>—¡Por favor!... ¡Por favor!...</p> -<p>Velada y queda desfalleca su voz. Qued mirndome, temblorosos los -prpados y entreabierta la rosa de su boca. La campana<a name="page_111" id="page_111"></a> segua sonando -lenta y triste. En el jardn susurraban los follajes, y la brisa que -haca flamear el blanco y rizado mosquitero, nos traa aromas. Ces -el toque de agona, y juzgando propicio el instante, bes la Nia -Chole. Ella pareca consentir, cuando de pronto en medio del silencio, -la campana dobl muerto. La Nia Chole di un grito y se estrech +<p>Velada y queda desfallecía su voz. Quedó mirándome, temblorosos los +párpados y entreabierta la rosa de su boca. La campana<a name="page_111" id="page_111"></a> seguía sonando +lenta y triste. En el jardín susurraban los follajes, y la brisa que +hacía flamear el blanco y rizado mosquitero, nos traía aromas. Cesó +el toque de agonía, y juzgando propicio el instante, besé á la Niña +Chole. Ella parecía consentir, cuando de pronto en medio del silencio, +la campana dobló á muerto. La Niña Chole dió un grito y se estrechó á mi pecho: Palpitante de miedo, se refugiaba en mis brazos. Mis manos, -distradas y paternales, comenzaron desflorar sus senos. Ella, -suspirando, entorn los ojos, y celebramos nuestras bodas con siete -copiosos sacrificios que ofrecimos los dioses como el triunfo de la +distraídas y paternales, comenzaron á desflorar sus senos. Ella, +suspirando, entornó los ojos, y celebramos nuestras bodas con siete +copiosos sacrificios que ofrecimos á los dioses como el triunfo de la vida.</p> <p class="figcenter"> @@ -1562,140 +1525,140 @@ vida.</p> width="150" height="167" alt="C" -title="C" /></span>OMENZABAN los pjaros cantar en los rboles del -jardn, saludando al sol, cuando nosotros, ya dispuestos para la jornada -de aquel da, nos asomamos la reja. Las albahacas, hmedas de roco, -daban una fragancia intensa, casi desusada, que tena como una evocacin -de serrallo morisco y de verbenas. La Nia Chole reclin sobre mi hombro -la cabeza, suspir dbilmente, y sus ojos, sus hermosos ojos de<a name="page_114" id="page_114"></a> mirar -hipntico y sagrado, me acariciaron romnticos. Yo entonces le dije:</p> +title="C" /></span>OMENZABAN los pájaros á cantar en los árboles del +jardín, saludando al sol, cuando nosotros, ya dispuestos para la jornada +de aquel día, nos asomamos á la reja. Las albahacas, húmedas de rocío, +daban una fragancia intensa, casi desusada, que tenía como una evocación +de serrallo morisco y de verbenas. La Niña Chole reclinó sobre mi hombro +la cabeza, suspiró débilmente, y sus ojos, sus hermosos ojos de<a name="page_114" id="page_114"></a> mirar +hipnótico y sagrado, me acariciaron románticos. Yo entonces le dije:</p> -<p>—Nia, ests triste?</p> +<p>—¿Niña, estás triste?</p> -<p>—Estoy triste porque debemos separarnos. La ms leve sospecha nos -podra costar la vida.</p> +<p>—Estoy triste porque debemos separarnos. La más leve sospecha nos +podría costar la vida.</p> -<p>Pas amorosamente mis dedos entre la seda de sus cabellos, y respond +<p>Pasé amorosamente mis dedos entre la seda de sus cabellos, y respondí con arrogancia:</p> -<p>—No temas: Yo sabr imponer silencio tus criados.</p> +<p>—No temas: Yo sabré imponer silencio á tus criados.</p> -<p>—Son indios, seor... Aqu prometeran de rodillas, y all, apenas su -amo les mirase con los ojos fieros, todo se lo diran... Debemos darnos -un adis!</p> +<p>—Son indios, señor... Aquí prometerían de rodillas, y allá, apenas su +amo les mirase con los ojos fieros, todo se lo dirían... ¡Debemos darnos +un adiós!</p> -<p>Yo bes sus manos apasionado y rendido:</p> +<p>Yo besé sus manos apasionado y rendido:</p> -<p>—Nia, no digas eso!... Volveremos Veracruz. La Dalila quiz -permanezca en el puerto: Nos embarcaremos para Grijalba:<a name="page_115" id="page_115"></a> Iremos +<p>—¡Niña, no digas eso!... Volveremos á Veracruz. «La Dalila» quizá +permanezca en el puerto: Nos embarcaremos para Grijalba:<a name="page_115" id="page_115"></a> Iremos á escondernos en mi Hacienda de Tixul.</p> -<p>La Nia Chole me acarici con una mirada larga, indefinible. Aquellos -ojos de reina india eran lnguidos y brillantes: Me pareci que la vez -reprochaban y consentan. Cruz el rebocillo sobre el pecho y murmur -ponindose encendida:</p> +<p>La Niña Chole me acarició con una mirada larga, indefinible. Aquellos +ojos de reina india eran lánguidos y brillantes: Me pareció que á la vez +reprochaban y consentían. Cruzó el rebocillo sobre el pecho y murmuró +poniéndose encendida:</p> -<p>—Mi historia es muy triste!</p> +<p>—¡Mi historia es muy triste!</p> -<p>Y para que no pudiese quedarme duda, asomaron dos lgrimas en sus ojos. -Yo cre adivinar, y le dije con generosa galantera:</p> +<p>Y para que no pudiese quedarme duda, asomaron dos lágrimas en sus ojos. +Yo creí adivinar, y le dije con generosa galantería:</p> -<p>—No intentes contrmela: Las historias tristes me recuerdan la ma.</p> +<p>—No intentes contármela: Las historias tristes me recuerdan la mía.</p> -<p>Ella solloz:</p> +<p>Ella sollozó:</p> <p>—Hay en mi vida algo imperdonable.</p> <p>—Los hombres como yo todo lo perdonan.</p> -<p>Al oirme escondi el rostro entre las manos:<a name="page_116" id="page_116"></a></p> +<p>Al oirme escondió el rostro entre las manos:<a name="page_116" id="page_116"></a></p> -<p>—He cometido el ms abominable de los pecados: Un pecado del que slo +<p>—He cometido el más abominable de los pecados: Un pecado del que sólo puede absolverme Nuestro Santo Padre.</p> -<p>Vindola tan afligida, acarici su cabeza reclinndola sobre mi pecho, y +<p>Viéndola tan afligida, acaricié su cabeza reclinándola sobre mi pecho, y le dije:</p> -<p>—Nia, cuenta con mi valimiento en el Vaticano. Yo he sido capitn en -la Guardia Noble. Si quieres, iremos Roma en peregrinacin, y nos -echaremos los pies de Gregorio XVI.</p> +<p>—Niña, cuenta con mi valimiento en el Vaticano. Yo he sido capitán en +la Guardia Noble. Si quieres, iremos á Roma en peregrinación, y nos +echaremos á los pies de Gregorio XVI.</p> -<p>—Ir yo sola... Mi pecado es mo nada ms.</p> +<p>—Iré yo sola... Mi pecado es mío nada más.</p> -<p>—Por amor y por galantera, yo debo cometer uno igual... Acaso ya lo -habr cometido!</p> +<p>—Por amor y por galantería, yo debo cometer uno igual... ¡Acaso ya lo +habré cometido!</p> -<p>La Nia Chole levant hacia m los ojos llenos de lgrimas, y suplic:</p> +<p>La Niña Chole levantó hacia mí los ojos llenos de lágrimas, y suplicó:</p> -<p>—No digas eso... Es imposible!</p> +<p>—No digas eso... ¡Es imposible!</p> -<p>Sonre incrdulamente, y ella, arrancndose<a name="page_117" id="page_117"></a> de mis brazos, huy al -fondo de la celda. Desde all, clavndome una mirada fiera y llorosa, -grit:</p> +<p>Sonreí incrédulamente, y ella, arrancándose<a name="page_117" id="page_117"></a> de mis brazos, huyó al +fondo de la celda. Desde allí, clavándome una mirada fiera y llorosa, +gritó:</p> -<p>—Si fuese verdad, te aborrecera... Yo era una pobre criatura inocente -cuando fu vctima de aquel amor maldito.</p> +<p>—Si fuese verdad, te aborrecería... Yo era una pobre criatura inocente +cuando fuí víctima de aquel amor maldito.</p> -<p>Volvi cubrirse el rostro con las manos, y en el mismo instante yo -adivin su pecado. Era el magnfico pecado de las tragedias antiguas. La -Nia Chole estaba maldita como Mirra y como Salom. Acerqume lleno de -indulgencia, le descubr la cara hmeda de llanto, y puse en sus labios -un beso de noble perdn. Despus en voz baja y dulce, le dije:</p> +<p>Volvió á cubrirse el rostro con las manos, y en el mismo instante yo +adiviné su pecado. Era el magnífico pecado de las tragedias antiguas. La +Niña Chole estaba maldita como Mirra y como Salomé. Acerquéme lleno de +indulgencia, le descubrí la cara húmeda de llanto, y puse en sus labios +un beso de noble perdón. Después en voz baja y dulce, le dije:</p> -<p>—Todo lo s. El general Diego Bermdez es tu padre.</p> +<p>—Todo lo sé. El general Diego Bermúdez es tu padre.</p> -<p>Ella gimi con rabia:</p> +<p>Ella gimió con rabia:</p> -<p>—Ojal no lo fuese! Cuando vino de la<a name="page_118" id="page_118"></a> emigracin, yo tena doce aos +<p>—¡Ojalá no lo fuese! Cuando vino de la<a name="page_118" id="page_118"></a> emigración, yo tenía doce años y apenas le recordaba...</p> <p>—No le recuerdes ahora tampoco.</p> -<p>La Nia Chole, conmovida de gratitud y de amor, ocult la cabeza en mi +<p>La Niña Chole, conmovida de gratitud y de amor, ocultó la cabeza en mi hombro:</p> -<p>—Eres muy generoso!</p> +<p>—¡Eres muy generoso!</p> <p>Mis labios temblaron ardientes sobre su oreja fresca, nacarada y suave como concha de perlas:</p> -<p>—Nia, volveremos Veracruz.</p> +<p>—Niña, volveremos á Veracruz.</p> <p>—No...</p> -<p>—Acaso temes mi abandono? No comprendes que soy tu esclavo para toda +<p>—¿Acaso temes mi abandono? ¿No comprendes que soy tu esclavo para toda la vida?</p> -<p>—Toda la vida!... Sera tan corta la de los dos...</p> +<p>—¡Toda la vida!... Sería tan corta la de los dos...</p> -<p>—Por qu?</p> +<p>—¿Por qué?</p> -<p>—Porque nos matara... Lo ha jurado!...</p> +<p>—Porque nos mataría... ¡Lo ha jurado!...</p> -<p>—Todo ser que no cumpla el juramento.<a name="page_119" id="page_119"></a></p> +<p>—Todo será que no cumpla el juramento.<a name="page_119" id="page_119"></a></p> -<p>—Lo cumplira.</p> +<p>—Lo cumpliría.</p> -<p>Y ahogada por los sollozos se enlaz mi cuello. Sus ojos llenos de -lgrimas, quedaron fijos en los mos como queriendo leer en ellos. Yo -fingindome deslumbrado por aquella mirada, los cerr. Ella suspir:</p> +<p>Y ahogada por los sollozos se enlazó á mi cuello. Sus ojos llenos de +lágrimas, quedaron fijos en los míos como queriendo leer en ellos. Yo +fingiéndome deslumbrado por aquella mirada, los cerré. Ella suspiró:</p> -<p>—Quieres llevarme contigo sin saber toda mi historia?</p> +<p>—¿Quieres llevarme contigo sin saber toda mi historia?</p> -<p>—Ya la s.</p> +<p>—Ya la sé.</p> <p>—No.</p> -<p>—T me contars lo que falta cuando dejemos de querernos, si llega ese -da.</p> +<p>—Tú me contarás lo que falta cuando dejemos de querernos, si llega ese +día.</p> <p>—Todo, todo debes saberlo ahora, aun cuando estoy segura de tu -desprecio... Eres el nico hombre quien he querido, te lo juro, el -nico... Y, sin embargo, por huir de mi padre, he tenido un amante que -muri asesinado.</p> +desprecio... Eres el único hombre á quien he querido, te lo juro, el +único... Y, sin embargo, por huir de mi padre, he tenido un amante que +murió asesinado.</p> -<p>Call sollozante. Yo, tembloroso de pasin,<a name="page_120" id="page_120"></a> la bes en los ojos, y la -bes en los labios. Aquellos labios sangrientos, aquellos ojos sombros +<p>Calló sollozante. Yo, tembloroso de pasión,<a name="page_120" id="page_120"></a> la besé en los ojos, y la +besé en los labios. ¡Aquellos labios sangrientos, aquellos ojos sombríos tan bellos como su historia!...</p> <p class="figcenter"> @@ -1708,94 +1671,94 @@ tan bellos como su historia!...</p> width="150" height="161" alt="L" -title="L" /></span>AS CAMPANAS del convento tocaron misa, y la Nia -Chole quiso oirla antes de comenzar la jornada. Fu una larga misa de -difuntos. Ofici Fray Lope Castellar, y en descargo de mis pecados, -yo serv de aclito. Las Comendadoras cantaban en el coro los Salmos -Penitenciales, y sus figuras blancas y seoriles, arrastrando los -luengos hbitos, iban y venan en torno del facistol que sostena +title="L" /></span>AS CAMPANAS del convento tocaron á misa, y la Niña +Chole quiso oirla antes de comenzar la jornada. Fué una larga misa de +difuntos. Ofició Fray Lope Castellar, y en descargo de mis pecados, +yo serví de acólito. Las Comendadoras cantaban en el coro los Salmos +Penitenciales, y sus figuras blancas y señoriles, arrastrando los +luengos hábitos, iban y venían en torno del facistol que sostenía abierto el misal de rojas<a name="page_122" id="page_122"></a> letras. En el fondo de la iglesia, sobre -negro pao rodeado de cirios, estaba el fretro de una monja. Tena las -manos en cruz, y envuelto los dedos amoratados el rosario. Un pauelo -blanco le sujetaba la barbeta y mantena cerrada la boca, que se suma -como una boca sin dientes: Los prpados permanecan entreabiertos, -rgidos, azulencos: Las sienes parecan prolongarse inmensamente bajo la -toca. Estaba amortajada en su hbito, y la fimbra se doblaba sobre los +negro paño rodeado de cirios, estaba el féretro de una monja. Tenía las +manos en cruz, y envuelto á los dedos amoratados el rosario. Un pañuelo +blanco le sujetaba la barbeta y mantenía cerrada la boca, que se sumía +como una boca sin dientes: Los párpados permanecían entreabiertos, +rígidos, azulencos: Las sienes parecían prolongarse inmensamente bajo la +toca. Estaba amortajada en su hábito, y la fimbra se doblaba sobre los pies descalzos, amarillos como la cera...</p> -<p>Al terminarse los responsos, cuando Fray Lope Castellar se volva para -bendecir los fieles, alzronse en tropel algunos mercenarios de mi +<p>Al terminarse los responsos, cuando Fray Lope Castellar se volvía para +bendecir á los fieles, alzáronse en tropel algunos mercenarios de mi escolta, apostados en la puerta durante la misa, y como gerifaltes -cayeron sobre el prebisterio, aprisionando un mancebo<a name="page_123" id="page_123"></a> arrodillado, -que se revolvi bravamente al sentir sobre sus hombros tantas manos, y -luch encorvado y rugiente, hasta que, vencido por el nmero, cay sobre +cayeron sobre el prebisterio, aprisionando á un mancebo<a name="page_123" id="page_123"></a> arrodillado, +que se revolvió bravamente al sentir sobre sus hombros tantas manos, y +luchó encorvado y rugiente, hasta que, vencido por el número, cayó sobre las gradas. Las monjas, dando alaridos, huyeron del coro. Fray Lope -Castellar adelantse estrechando el cliz sobre el pecho:</p> +Castellar adelantóse estrechando el cáliz sobre el pecho:</p> -<p>—Qu hacis, mal nacidos?</p> +<p>—¿Qué hacéis, mal nacidos?</p> -<p>Y el mancebo, que jadeaba derribado en tierra, grit:</p> +<p>Y el mancebo, que jadeaba derribado en tierra, gritó:</p> -<p>—Fray Lope!... No se vende as al amigo!</p> +<p>—¡Fray Lope!... ¡No se vende así al amigo!</p> -<p>—Ni tal sospeches, Guzmn!</p> +<p>—¡Ni tal sospeches, Guzmán!</p> -<p>Y entonces aquel hombre hizo como el jabal herido y acosado que se +<p>Y entonces aquel hombre hizo como el jabalí herido y acosado que se sacude los alanos: De pronto le vi erguido en pie, revolverse entre el tropel que le sujetaba, libertar los brazos y atravesar la iglesia -corriendo. Lleg la puerta, y encontrndola cerrada, se<a name="page_124" id="page_124"></a> revolvi -con denuedo. De un golpe arranc la cadena que serva para tocar las -campanas, y armado con ella hizo defensa. Yo, admirando como se mereca -tanto valor y tanto bro, saqu las pistolas y me puse de su lado:</p> +corriendo. Llegó á la puerta, y encontrándola cerrada, se<a name="page_124" id="page_124"></a> revolvió +con denuedo. De un golpe arrancó la cadena que servía para tocar las +campanas, y armado con ella hizo defensa. Yo, admirando como se merecía +tanto valor y tanto brío, saqué las pistolas y me puse de su lado:</p> -<p>—Alto ah!...</p> +<p>—¡Alto ahí!...</p> <p>Los hombres de la escolta quedaron indecisos, y en aquel momento, Fray -Lope, que permaneca en el presbiterio, abri la puerta de la sacrista, -que rechin largamente. El mancebo, haciendo con la cadena un terrible -molinete, pas sobre el fretro de la monja, rompi la hilera de cirios -y gan aquella salida. Los otros le persiguieron dando gritos, pero la -puerta se cerr de golpe ante ellos, y volvironse contra m, alzando +Lope, que permanecía en el presbiterio, abrió la puerta de la sacristía, +que rechinó largamente. El mancebo, haciendo con la cadena un terrible +molinete, pasó sobre el féretro de la monja, rompió la hilera de cirios +y ganó aquella salida. Los otros le persiguieron dando gritos, pero la +puerta se cerró de golpe ante ellos, y volviéronse contra mí, alzando los brazos con amenazador despecho. Yo, apoyado en la reja del coro, -dej que se acercasen, y dispar mis<a name="page_125" id="page_125"></a> dos pistolas. Abrise el grupo -repentinamente silencioso, y cayeron dos hombres. La Nia Chole se -levant trgica y bella:</p> +dejé que se acercasen, y disparé mis<a name="page_125" id="page_125"></a> dos pistolas. Abrióse el grupo +repentinamente silencioso, y cayeron dos hombres. La Niña Chole se +levantó trágica y bella:</p> -<p>—Quietos!... Quietos!...</p> +<p>—¡Quietos!... ¡Quietos!...</p> -<p>Aquellos mercenarios no la oyeron. Con encarnizado vocero vinironse -para m, amenazndome con sus pistolas. Una lluvia de balas se aplast +<p>Aquellos mercenarios no la oyeron. Con encarnizado vocerío viniéronse +para mí, amenazándome con sus pistolas. Una lluvia de balas se aplastó en la reja del coro. Yo, milagrosamente ileso, puse mano al machete:</p> -<p>—Atrs!... Atrs, canalla!</p> +<p>—¡Atrás!... ¡Atrás, canalla!</p> -<p>La Nia Chole se interpuso, gritando con angustia:</p> +<p>La Niña Chole se interpuso, gritando con angustia:</p> -<p>—Si respetis su vida, he de daros harta plata!</p> +<p>—¡Si respetáis su vida, he de daros harta plata!</p> -<p>Un viejo que guisa de capitn estaba delante, volvi hacia ella los -ojos fieros y encendidos. Sus barbas chivas temblaban de clera:<a name="page_126" id="page_126"></a></p> +<p>Un viejo que á guisa de capitán estaba delante, volvió hacia ella los +ojos fieros y encendidos. Sus barbas chivas temblaban de cólera:<a name="page_126" id="page_126"></a></p> -<p>—Nia, la cabeza de Juan Guzmn est pregonada.</p> +<p>—Niña, la cabeza de Juan Guzmán está pregonada.</p> -<p>—Ya lo s.</p> +<p>—Ya lo sé.</p> -<p>—Si le hubisemos entregado vivo, tendramos cien onzas.</p> +<p>—Si le hubiésemos entregado vivo, tendríamos cien onzas.</p> -<p>—Las tendris.</p> +<p>—Las tendréis.</p> -<p>Hubo otra rfaga de voces violentas y apasionadas. El viejo mercenario -alz los brazos imponiendo silencio:</p> +<p>Hubo otra ráfaga de voces violentas y apasionadas. El viejo mercenario +alzó los brazos imponiendo silencio:</p> -<p>—Dejad la gente que platique!</p> +<p>—¡Dejad á la gente que platique!</p> -<p>Y con la barba siempre temblona, volvise nosotros:</p> +<p>Y con la barba siempre temblona, volvióse á nosotros:</p> -<p>—Los compaeros ah tendidos como perros, no valen ninguna cosa?</p> +<p>—¿Los compañeros ahí tendidos como perros, no valen ninguna cosa?</p> -<p>—La Nia Chole murmur con afn:</p> +<p>—La Niña Chole murmuró con afán:</p> -<p>—S!... Qu quieres?</p> +<p>—¡Sí!... ¿Qué quieres?</p> <p>—Eso ha de tratarse con despacio.</p> @@ -1803,24 +1766,24 @@ alz los brazos imponiendo silencio:</p> <p>—Es menester otra prenda que la palabra.</p> -<p>La Nia Chole arrancse los anillos, que parecan dar un aspecto sagrado - sus manos de princesa, y llena de altivez se los arroj:</p> +<p>La Niña Chole arrancóse los anillos, que parecían dar un aspecto sagrado +á sus manos de princesa, y llena de altivez se los arrojó:</p> <p>—Repartid eso y dejadnos.</p> -<p>Entre aquellos hombres hubo un murmullo de indecisin, y lentamente se -alejaron por la nave de la iglesia. En el presbiterio detuvironse -deliberar. La Nia Chole apoy sus manos sobre mis hombros y me mir en +<p>Entre aquellos hombres hubo un murmullo de indecisión, y lentamente se +alejaron por la nave de la iglesia. En el presbiterio detuviéronse á +deliberar. La Niña Chole apoyó sus manos sobre mis hombros y me miró en el fondo de los ojos:</p> -<p>—Oh!... Qu espaol tan loco! Un len en pie!...</p> +<p>—¡Oh!... ¡Qué español tan loco! ¡Un león en pie!...</p> -<p>Respond con una vaga sonrisa. Yo experimentaba la ms violenta angustia -en presencia de aquellos dos hombres cados en medio de la iglesia, +<p>Respondí con una vaga sonrisa. Yo experimentaba la más violenta angustia +en presencia de aquellos dos hombres caídos en medio de la iglesia, el uno sobre el otro. Lentamente se iba formando en torno de ellos -un gran<a name="page_128" id="page_128"></a> charco de sangre que corra por las junturas de las losas. -Sentase el borboteo de las heridas, y el estertor del que estaba cado -debajo. De tiempo en tiempo se agitaba y mova una mano lvida, con +un gran<a name="page_128" id="page_128"></a> charco de sangre que corría por las junturas de las losas. +Sentíase el borboteo de las heridas, y el estertor del que estaba caído +debajo. De tiempo en tiempo se agitaba y movía una mano lívida, con estremecimientos nerviosos.</p> <p class="figcenter"> @@ -1833,106 +1796,106 @@ estremecimientos nerviosos.</p> width="150" height="164" alt="F" -title="F" /></span>RAY LOPE CASTELLAR nos esperaba en la sacrista leyendo -el breviario. Sobre labrado arcn estaban las vestiduras plegadas con -piadoso esmero. La sacrista era triste, con una ventana alta y enrejada +title="F" /></span>RAY LOPE CASTELLAR nos esperaba en la sacristía leyendo +el breviario. Sobre labrado arcón estaban las vestiduras plegadas con +piadoso esmero. La sacristía era triste, con una ventana alta y enrejada oscurecida por las ramas de un cedro. Fray Lope, al vernos llegar, -alzse del escao:</p> +alzóse del escaño:</p> -<p>—Muertos les he credo! Ha sido un milagro!... Sintense: Es menester -que esta dama<a name="page_130" id="page_130"></a> cobre nimos. Van probar el vino con que celebra la -misa Su Ilustrsima, cuando se digna visitarnos. Un vino de Espaa. -Famoso, famoso!... Ya lo dice el adagio indiano: Vino, mujer y bretaa, -de Espaa.</p> +<p>—¡Muertos les he creído! ¡Ha sido un milagro!... Siéntense: Es menester +que esta dama<a name="page_130" id="page_130"></a> cobre ánimos. Van á probar el vino con que celebra la +misa Su Ilustrísima, cuando se digna visitarnos. Un vino de España. +¡Famoso, famoso!... Ya lo dice el adagio indiano: Vino, mujer y bretaña, +de España.</p> -<p>Hablando de esta suerte, acercse una grande y lustrosa alacena, y la -abri de par en par. Sac de lo ms hondo un pegajoso cangiln, y le -oli con regalo:</p> +<p>Hablando de esta suerte, acercóse á una grande y lustrosa alacena, y la +abrió de par en par. Sacó de lo más hondo un pegajoso cangilón, y le +olió con regalo:</p> -<p>—Ahora vern qu nctar. Este humilde fraile celebra su misa con un -licor menos delicado. Sin embargo, todo es sangre de Nuestro Seor +<p>—Ahora verán qué néctar. Este humilde fraile celebra su misa con un +licor menos delicado. Sin embargo, todo es sangre de Nuestro Señor Jesucristo.</p> -<p>Llen con mano temblona un vaso de plata, y presentselo la Nia -Chole, que lo recibi en silencio, y, en silencio tambin, me lo pas -m. Fray Lope, en aquel momento, colmaba otro vaso igual:<a name="page_131" id="page_131"></a></p> +<p>Llenó con mano temblona un vaso de plata, y presentóselo á la Niña +Chole, que lo recibió en silencio, y, en silencio también, me lo pasó á +mí. Fray Lope, en aquel momento, colmaba otro vaso igual:<a name="page_131" id="page_131"></a></p> -<p>—Qu hace mi seora! Si el noble Marqus tiene aqu...</p> +<p>—¡Qué hace mi señora! Si el noble Marqués tiene aquí...</p> -<p>La Nia Chole sonri con languidez:</p> +<p>La Niña Chole sonrió con languidez:</p> -<p>—Le acompaa usted, Fray Lope!</p> +<p>—¡Le acompaña usted, Fray Lope!</p> -<p>Fray Lope ri sonoramente: Sentse sobre el arcn, y dej el vaso su +<p>Fray Lope rió sonoramente: Sentóse sobre el arcón, y dejó el vaso á su lado:</p> -<p>—El noble Marqus me permitir una pregunta: De qu conoce Juan de -Guzmn?</p> +<p>—El noble Marqués me permitirá una pregunta: ¿De qué conoce á Juan de +Guzmán?</p> -<p>—No le conozco!...</p> +<p>—¡No le conozco!...</p> -<p>—Y cmo le defendi tan bravamente?</p> +<p>—¿Y cómo le defendió tan bravamente?</p> -<p>—Una fantasa que me vino en aquel momento.</p> +<p>—Una fantasía que me vino en aquel momento.</p> -<p>Fray Lope movi la tonsurada cabeza, y apur un sorbo del vaso que tena - su diestra:</p> +<p>Fray Lope movió la tonsurada cabeza, y apuró un sorbo del vaso que tenía +á su diestra:</p> -<p>—Una fantasa! Una fantasa!... Juan de Guzmn es mi amigo, y, sin -embargo, yo jams hubiera osado tanto.</p> +<p>—¡Una fantasía! ¡Una fantasía!... Juan de Guzmán es mi amigo, y, sin +embargo, yo jamás hubiera osado tanto.</p> -<p>La Nia Chole murmur con altivo desdn:<a name="page_132" id="page_132"></a></p> +<p>La Niña Chole murmuró con altivo desdén:<a name="page_132" id="page_132"></a></p> <p>—No todos los hombres son iguales...</p> <p>Yo, agradecido al buen vino que Fray Lope me escanciaba, intervine cortesano:</p> -<p>—Ms valor hace falta para cantar misa!</p> +<p>—¡Más valor hace falta para cantar misa!</p> -<p>Fray Lope me mir con ojos burlones:</p> +<p>Fray Lope me miró con ojos burlones:</p> <p>—Eso no se llama valor: Es la Gracia...</p> -<p>Hablando as, alzamos los vasos y un tiempo les dimos fin. Fray Lope -torn llenarlos:</p> +<p>Hablando así, alzamos los vasos y á un tiempo les dimos fin. Fray Lope +tornó á llenarlos:</p> -<p>—Y el noble Marqus hasta ignorar quin es Juan de Guzmn?</p> +<p>—¿Y el noble Marqués hasta ignorará quién es Juan de Guzmán?</p> -<p>—Ayer, cuando juntaba mi escolta en Veracruz, o por primera vez su -nombre... Creo que es un famoso capitn de bandidos.</p> +<p>—Ayer, cuando juntaba mi escolta en Veracruz, oí por primera vez su +nombre... Creo que es un famoso capitán de bandidos.</p> -<p>—Famoso! Tiene la cabeza pregonada.</p> +<p>—¡Famoso! Tiene la cabeza pregonada.</p> -<p>—Conseguir ponerse en salvo?</p> +<p>—¿Conseguirá ponerse en salvo?</p> -<p>Fray Lope junt las manos y entorn los prpados gravemente:<a name="page_133" id="page_133"></a></p> +<p>Fray Lope juntó las manos y entornó los párpados gravemente:<a name="page_133" id="page_133"></a></p> -<p>—Y quin sabe, mi seor!...</p> +<p>—¡Y quién sabe, mi señor!...</p> -<p>—Cmo se arriesg entrar en la iglesia?</p> +<p>—¿Cómo se arriesgó á entrar en la iglesia?</p> -<p>—Es muy piadoso... Adems tiene por madrina la Madre Abadesa.</p> +<p>—Es muy piadoso... Además tiene por madrina á la Madre Abadesa.</p> -<p>En aquel momento alzse la tapa del arcn, y un hombre que all estaba -oculto asom la cabeza. Era Juan de Guzmn. Fray Lope corri la puerta -y ech los cerrojos. Juan de Guzmn salt en medio de la sacrista, y -con los ojos hmedos y brillantes quiso besarme las manos. Yo le tend -los brazos. Fray Lope volvi nuestro lado, y con la voz temblorosa y -colrica murmur:</p> +<p>En aquel momento alzóse la tapa del arcón, y un hombre que allí estaba +oculto asomó la cabeza. Era Juan de Guzmán. Fray Lope corrió á la puerta +y echó los cerrojos. Juan de Guzmán saltó en medio de la sacristía, y +con los ojos húmedos y brillantes quiso besarme las manos. Yo le tendí +los brazos. Fray Lope volvió á nuestro lado, y con la voz temblorosa y +colérica murmuró:</p> -<p>—Quien ama el peligro perece en l!</p> +<p>—¡Quien ama el peligro perece en él!</p> -<p>Juan de Guzmn sonri desdeosamente:</p> +<p>Juan de Guzmán sonrió desdeñosamente:</p> -<p>—Todos hemos de morir, Fray Lope!...</p> +<p>—¡Todos hemos de morir, Fray Lope!...</p> <p>—Bajen siquiera la voz.</p> -<p>Avizorado miraba alternativamente la<a name="page_134" id="page_134"></a> puerta y la gran reja de -la sacrista. Seguimos su prudente consejo, y mientras nosotros -platicbamos retirados en un extremo de la sacrista, en el otro rezaba -medrosamente la Nia Chole.</p> +<p>Avizorado miraba alternativamente á la<a name="page_134" id="page_134"></a> puerta y á la gran reja de +la sacristía. Seguimos su prudente consejo, y mientras nosotros +platicábamos retirados en un extremo de la sacristía, en el otro rezaba +medrosamente la Niña Chole.</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_134.jpg" width="188" height="188" alt="" title="" /> @@ -1944,50 +1907,50 @@ medrosamente la Nia Chole.</p> width="150" height="164" alt="J" -title="J" /></span>UAN DE GUZMN tena la cabeza pregonada, aquella -magnfica cabeza de aventurero espaol. En el siglo <small>XVI</small> hubiera -conquistado su Real Ejecutoria de Hidalgua peleando bajo las banderas -de Hernn Corts, y acaso entonces nos dejase una hermosa memoria aquel -capitn de bandoleros con aliento caballeresco, porque haba nacido para +title="J" /></span>UAN DE GUZMÁN tenía la cabeza pregonada, aquella +magnífica cabeza de aventurero español. En el siglo <small>XVI</small> hubiera +conquistado su Real Ejecutoria de Hidalguía peleando bajo las banderas +de Hernán Cortés, y acaso entonces nos dejase una hermosa memoria aquel +capitán de bandoleros con aliento caballeresco, porque había nacido para ilustrar su nombre en las Indias saqueando ciudades, violando princesas y esclavizando<a name="page_136" id="page_136"></a> emperadores. Viejo y cansado, cubierto de cicatrices -y de gloria, tornarase su tierra llevando en buenas doblas de oro -el botn conquistado acaso en Otumba, acaso en Mangor. Las batallas -gloriosas de alto y sonoro nombre! Levantara una torre, fundara -un mayorazgo con licencia del Seor Rey, y al morir tendra noble -enterramiento en la iglesia de algn monasterio. La piedra de armas -y un largo epitafio, recordaran las hazaas del caballero, y muchos -aos despus, su estatua de piedra, dormida bajo el arco sepulcral, an -servira las madres para asustar sus hijos pequeos.</p> - -<p>Yo confieso mi admiracin por aquella noble abadesa que haba sabido -ser su madrina sin dejar de ser una santa. m seguramente hubirame -tentado el diablo, porque el capitn<a name="page_137" id="page_137"></a> de los plateados tena el gesto -dominador y galn, con que aparecen en los retratos antiguos los -capitanes del Renacimiento: Era hermoso como un bastardo de Csar -Borgia. Cuentan, que al igual de aquel prncipe, mat siempre sin saa, +y de gloria, tornaríase á su tierra llevando en buenas doblas de oro +el botín conquistado acaso en Otumba, acaso en Mangoré. ¡Las batallas +gloriosas de alto y sonoro nombre! Levantaría una torre, fundaría +un mayorazgo con licencia del Señor Rey, y al morir tendría noble +enterramiento en la iglesia de algún monasterio. La piedra de armas +y un largo epitafio, recordarían las hazañas del caballero, y muchos +años después, su estatua de piedra, dormida bajo el arco sepulcral, aún +serviría á las madres para asustar á sus hijos pequeños.</p> + +<p>Yo confieso mi admiración por aquella noble abadesa que había sabido +ser su madrina sin dejar de ser una santa. Á mí seguramente hubiérame +tentado el diablo, porque el capitán<a name="page_137" id="page_137"></a> de los plateados tenía el gesto +dominador y galán, con que aparecen en los retratos antiguos los +capitanes del Renacimiento: Era hermoso como un bastardo de César +Borgia. Cuentan, que al igual de aquel príncipe, mató siempre sin saña, con frialdad, como matan los hombres que desprecian la vida, y que, sin duda por eso, no miran como un crimen dar la muerte. Sus sangrientas -hazaas son las hazaas que en otro tiempo hicieron florecer las -epopeyas. Hoy slo de tarde en tarde alcanzan tan alta soberana, porque +hazañas son las hazañas que en otro tiempo hicieron florecer las +epopeyas. Hoy sólo de tarde en tarde alcanzan tan alta soberanía, porque las almas son cada vez menos ardientes, menos impetuosas, menos fuertes. -Es triste ver cmo los hermanos espirituales de aquellos aventureros +¡Es triste ver cómo los hermanos espirituales de aquellos aventureros de Indias no hallan ya otro destino en la vida que el bandolerismo caballeresco!<a name="page_138" id="page_138"></a></p> -<p>Aquel capitn de los plateados tambin tena una leyenda de amores. -Era tan famoso por su fiera bravura como por su galn arreo. Seoreaba +<p>Aquel capitán de los plateados también tenía una leyenda de amores. +Era tan famoso por su fiera bravura como por su galán arreo. Señoreaba en los caminos y en las ventas: Con valeroso alarde se mostraba solo, caracoleando el caballo y levantada sobre la frente el ala del chambergo -entoquillado de oro. El zarape blanco envolvale flotante como alquicel -morisco. Era hermoso, con hermosura varonil y fiera. Tena las nias -de los ojos pequeas, tenaces y brillantes, el corvar de la nariz +entoquillado de oro. El zarape blanco envolvíale flotante como alquicel +morisco. Era hermoso, con hermosura varonil y fiera. Tenía las niñas +de los ojos pequeñas, tenaces y brillantes, el corvar de la nariz soberbio, las mejillas nobles y atezadas, los mostachos enhiestos, la barba de negra seda. En la llama de su mirar vibraba el alma de los -grandes capitanes, gallarda y de travs como los gavilanes de la espada. -Desgraciadamente, ya quedan pocas almas as.</p> +grandes capitanes, gallarda y de través como los gavilanes de la espada. +Desgraciadamente, ya quedan pocas almas así.</p> -<p>Qu hermoso destino el de ese Juan de<a name="page_139" id="page_139"></a> Guzmn, si al final de sus das +<p>¡Qué hermoso destino el de ese Juan de<a name="page_139" id="page_139"></a> Guzmán, si al final de sus días se hubiese arrepentido y retirado en la paz de un monasterio para hacer penitencia, como San Francisco de Sena!</p> @@ -2004,88 +1967,88 @@ width="150" height="165" alt="S" title="S" /></span>IN OTRA ESCOLTA que algunos fieles caballerangos, -nos tornamos Veracruz. La Dalila continuaba anclada bajo el +nos tornamos á Veracruz. «La Dalila» continuaba anclada bajo el Castillo de Ulua, y la divisamos desde larga distancia, cuando nuestros -caballos fatigados, sedientos, suban la falda arenosa de una colina. -Sin hacer alto atravesamos la ciudad y nos dirigimos la playa para -embarcar inmediatamente. Poco despus la fragata hacase la vela por -aprovechar<a name="page_142" id="page_142"></a> el viento que corra lo lejos, rizando un mar verde como -mar de ensueo. Apenas flame la lona, cuando la Nia Chole despeinada y -plida con la angustia del mareo, fu reclinarse sobre la borda.</p> - -<p>El capitn, con sombrero de palma y traje blanco, se paseaba en la -toldilla: Algunos marineros dormitaban echados la banda de estribor, -que el aparejo dejaba en sombra, y dos jarochos que haban embarcado +caballos fatigados, sedientos, subían la falda arenosa de una colina. +Sin hacer alto atravesamos la ciudad y nos dirigimos á la playa para +embarcar inmediatamente. Poco después la fragata hacíase á la vela por +aprovechar<a name="page_142" id="page_142"></a> el viento que corría á lo lejos, rizando un mar verde como +mar de ensueño. Apenas flameó la lona, cuando la Niña Chole despeinada y +pálida con la angustia del mareo, fué á reclinarse sobre la borda.</p> + +<p>El capitán, con sombrero de palma y traje blanco, se paseaba en la +toldilla: Algunos marineros dormitaban echados á la banda de estribor, +que el aparejo dejaba en sombra, y dos jarochos que habían embarcado en San Juan de Tuxtlan jugaban al parar sentados bajo un toldo de lona -levantado popa. Eran padre hijo. Los dos flacos y cetrinos: El viejo -con grandes barbas de chivo, y el mozo todava imberbe. Se querellaban -cada jugada, y el que perda amenazaba de muerte al ganancioso. Contaba +levantado á popa. Eran padre é hijo. Los dos flacos y cetrinos: El viejo +con grandes barbas de chivo, y el mozo todavía imberbe. Se querellaban á +cada jugada, y el que perdía amenazaba de muerte al ganancioso. Contaba cada cual su dinero, y musitando airada y torvamente lo embolsaba.<a name="page_143" id="page_143"></a> Por un instante los naipes quedaban esparcidos sobre el zarape puesto entre -los jugadores. Despus el viejo recogalos lentamente y comenzaba +los jugadores. Después el viejo recogíalos lentamente y comenzaba á barajar de nuevo. El mozo, siempre de mal talante, sacaba de la cintura su bolsa de cuero recamada de oro, y la volcaba sobre el zarape. El -juego prosegua como antes.</p> +juego proseguía como antes.</p> -<p>Llegume ellos y estuve vindoles. El viejo, que en aquel momento -tena la baraja, me invit cortsmente y mand levantar al mozo para que -yo tuviese sitio la sombra. No me hice rogar. Tom asiento entre los -dos jarochos, cont diez doblones fernandinos y los puse la primera -carta que sali. Gan, y aquello me hizo proseguir jugando, aunque desde +<p>Lleguéme á ellos y estuve viéndoles. El viejo, que en aquel momento +tenía la baraja, me invitó cortésmente y mandó levantar al mozo para que +yo tuviese sitio á la sombra. No me hice rogar. Tomé asiento entre los +dos jarochos, conté diez doblones fernandinos y los puse á la primera +carta que salió. Gané, y aquello me hizo proseguir jugando, aunque desde el primer momento tuve al viejo por un redomado tahur. Su mano atezada -y enjuta,<a name="page_144" id="page_144"></a> que haca recordar la garra del milano, tiraba los naipes -lentamente. El mozo permaneca silencioso y sombro, miraba al viejo de -soslayo, y jugaba siempre las cartas que jugaba yo. Como el viejo perda -sin impacientarse, sospech que abrigaba el propsito de robarme, y me -previne. Sin embargo, continu ganando.</p> +y enjuta,<a name="page_144" id="page_144"></a> que hacía recordar la garra del milano, tiraba los naipes +lentamente. El mozo permanecía silencioso y sombrío, miraba al viejo de +soslayo, y jugaba siempre las cartas que jugaba yo. Como el viejo perdía +sin impacientarse, sospeché que abrigaba el propósito de robarme, y me +previne. Sin embargo, continué ganando.</p> <p>Ya puesto el sol asomaron sobre cubierta algunos pasajeros. El viejo -jarocho comenz tener corro, y creci su ganancia. Entre los jugadores -estaba aquel adolescente taciturno y bello que en otra ocasin me haba -disputado una sonrisa de la Nia Chole. Apenas nuestras miradas se -cruzaron comenc perder. Tal vez haya sido supersticin, pero es lo +jarocho comenzó á tener corro, y creció su ganancia. Entre los jugadores +estaba aquel adolescente taciturno y bello que en otra ocasión me había +disputado una sonrisa de la Niña Chole. Apenas nuestras miradas se +cruzaron comencé á perder. Tal vez haya sido superstición, pero es lo cierto que yo tuve el presentimiento. El adolescente tampoco ganaba: -Visto con espacio,<a name="page_145" id="page_145"></a> parecime misterioso y extrao: Era gigantesco, de -ojos azules y rubio ceo, de mejillas bermejas y frente muy blanca: -Peinbase como los antiguos nazarenos, y al mirar entornaba los prpados -con arrobo casi mstico. De pronto le vi alargar ambos brazos y detener -al jarocho, que haba vuelto la baraja y comenzaba tirar. Medit un -instante, y luego, lento y tardo, murmur:</p> +Visto con espacio,<a name="page_145" id="page_145"></a> parecióme misterioso y extraño: Era gigantesco, de +ojos azules y rubio ceño, de mejillas bermejas y frente muy blanca: +Peinábase como los antiguos nazarenos, y al mirar entornaba los párpados +con arrobo casi místico. De pronto le vi alargar ambos brazos y detener +al jarocho, que había vuelto la baraja y comenzaba á tirar. Meditó un +instante, y luego, lento y tardío, murmuró:</p> -<p>—Me arriesgo con todo. Copo!</p> +<p>—Me arriesgo con todo. ¡Copo!</p> -<p>El mozo, sin apartar los ojos del viejo, exclam:</p> +<p>El mozo, sin apartar los ojos del viejo, exclamó:</p> -<p>—Padre, copa!</p> +<p>—¡Padre, copa!</p> -<p>—Lo he odo, pendejo. Ve contando ese dinero.</p> +<p>—Lo he oído, pendejo. Ve contando ese dinero.</p> -<p>Volvi la baraja y comenz tirar. Todas las miradas quedaron inmviles -sobre la mano del jarocho. Tiraba lentamente. Era una<a name="page_146" id="page_146"></a> mano sdica -que haca doloroso el placer y lo prolongaba. De pronto se levant un +<p>Volvió la baraja y comenzó á tirar. Todas las miradas quedaron inmóviles +sobre la mano del jarocho. Tiraba lentamente. Era una<a name="page_146" id="page_146"></a> mano sádica +que hacía doloroso el placer y lo prolongaba. De pronto se levantó un murmullo:</p> -<p>—La sota! La sota!</p> +<p>—¡La sota! ¡La sota!</p> -<p>Aquella era la carta del bello adolescente. El jarocho se incorpor, +<p>Aquella era la carta del bello adolescente. El jarocho se incorporó, soltando la baraja con despecho:</p> <p>—Hijo, ve pagando...</p> -<p>Y echndose el zarape sobre los hombros, se alej. El corro se deshizo +<p>Y echándose el zarape sobre los hombros, se alejó. El corro se deshizo entre murmullos y comentos:</p> -<p>—Ha ganado setecientos doblones!</p> +<p>—¡Ha ganado setecientos doblones!</p> -<p>—Ms de mil!</p> +<p>—¡Más de mil!</p> -<p>Instintivamente volv la cabeza, y mis ojos descubrieron la Nia -Chole. All estaba, reclinada en la borda: Apartbase lnguidamente los -rizos que, deshechos por el viento marino, se le metan en los ojos, y -sonrea al<a name="page_147" id="page_147"></a> bello y blondo adolescente. Experiment tan vivo impulso -de celos y de clera, que me sent palidecer. Si hubiera tenido en las -pupilas el poder del basilisco, all se quedan hechos polvo. No lo -tena, y la Nia Chole pudo seguir profanando aquella sonrisa de reina +<p>Instintivamente volví la cabeza, y mis ojos descubrieron á la Niña +Chole. Allí estaba, reclinada en la borda: Apartábase lánguidamente los +rizos que, deshechos por el viento marino, se le metían en los ojos, y +sonreía al<a name="page_147" id="page_147"></a> bello y blondo adolescente. Experimenté tan vivo impulso +de celos y de cólera, que me sentí palidecer. Si hubiera tenido en las +pupilas el poder del basilisco, allí se quedan hechos polvo. ¡No lo +tenía, y la Niña Chole pudo seguir profanando aquella sonrisa de reina antigua!...</p> <p class="figcenter"> @@ -2100,119 +2063,119 @@ antigua!...</p> width="150" height="159" alt="C" -title="C" /></span>UANDO se encendieron las luces de bordo, yo -continuaba en el puente, y la Nia Chole vino colgarse de mi brazo, -rozndose como una gata zalamera y traidora. Sin mostrarme celoso, supe -mostrarme altivo, y ella se detuvo, clavndome los ojos con tmido -reproche. Despus mir en torno, y alzndose en la punta de los pies me -bes celerosa:</p> +title="C" /></span>UANDO se encendieron las luces de á bordo, yo +continuaba en el puente, y la Niña Chole vino á colgarse de mi brazo, +rozándose como una gata zalamera y traidora. Sin mostrarme celoso, supe +mostrarme altivo, y ella se detuvo, clavándome los ojos con tímido +reproche. Después miró en torno, y alzándose en la punta de los pies me +besó celerosa:</p> -<p>—Ests triste?<a name="page_150" id="page_150"></a></p> +<p>—¿Estás triste?<a name="page_150" id="page_150"></a></p> <p>—No.</p> -<p>—Entonces, ests enojado conmigo?</p> +<p>—Entonces, ¿estás enojado conmigo?</p> <p>—No.</p> -<p>—S tal.</p> +<p>—Sí tal.</p> -<p>Nos hallbamos solos en el puente, y la Nia Chole se colg de mis +<p>Nos hallábamos solos en el puente, y la Niña Chole se colgó de mis hombros suspirante y quejumbrosa:</p> -<p>—Ya no me quieres! Ahora qu ser de m!... Me morir!... Me -matar!...</p> +<p>—¡Ya no me quieres! ¡Ahora qué será de mí!... ¡Me moriré!... ¡Me +mataré!...</p> -<p>Y sus hermosos ojos, llenos de lgrimas, se volvieron hacia el mar, -donde rielaba la luna. Yo permanec silencioso, aun cuando estaba -profundamente conmovido. Ya ceda al deseo de consolarla, cuando -apareci sobre cubierta el blondo y taciturno adolescente. La Nia -Chole, un poco turbada, se enjug las lgrimas. Creo que la expresin -de mis ojos le di espanto, porque sus manos temblaban. Al<a name="page_151" id="page_151"></a> cabo de un -momento, con voz apasionada y contrita, murmur mi odo:</p> +<p>Y sus hermosos ojos, llenos de lágrimas, se volvieron hacia el mar, +donde rielaba la luna. Yo permanecí silencioso, aun cuando estaba +profundamente conmovido. Ya cedía al deseo de consolarla, cuando +apareció sobre cubierta el blondo y taciturno adolescente. La Niña +Chole, un poco turbada, se enjugó las lágrimas. Creo que la expresión +de mis ojos le dió espanto, porque sus manos temblaban. Al<a name="page_151" id="page_151"></a> cabo de un +momento, con voz apasionada y contrita, murmuró á mi oído:</p> -<p>—Perdname!</p> +<p>—¡Perdóname!</p> <p>Yo repuse vagamente:</p> -<p>—Que te perdone dices?</p> +<p>—¿Que te perdone dices?</p> -<p>—S.</p> +<p>—Sí.</p> <p>—No tengo nada que perdonarte.</p> -<p>Ella se sonri, todava con los ojos hmedos:</p> +<p>Ella se sonrió, todavía con los ojos húmedos:</p> -<p>—Para qu me lo niegas? Ests enojado conmigo porque antes he mirado -se... Como no le conoces, me explico tus celos.</p> +<p>—¿Para qué me lo niegas? Estás enojado conmigo porque antes he mirado á +ése... Como no le conoces, me explico tus celos.</p> -<p>Call, y en su boca muda y sangrienta vi aparecer la sonrisa de un +<p>Calló, y en su boca muda y sangrienta vi aparecer la sonrisa de un enigma perverso. El blondo adolescente conversaba en voz baja con un -grumete mulato. Se apartaron lentamente y fueron reclinarse en la -borda. Yo pregunt, dominado por una clera violenta:<a name="page_152" id="page_152"></a></p> +grumete mulato. Se apartaron lentamente y fueron á reclinarse en la +borda. Yo pregunté, dominado por una cólera violenta:<a name="page_152" id="page_152"></a></p> -<p>—Quin es?</p> +<p>—¿Quién es?</p> -<p>—Un prncipe ruso.</p> +<p>—Un príncipe ruso.</p> -<p>—Est enamorado de ti?</p> +<p>—¿Está enamorado de ti?</p> <p>—No.</p> -<p>—Dos veces le sonreste...</p> +<p>—Dos veces le sonreíste...</p> -<p>La Nia Chole exclam con picaresca alegra:</p> +<p>La Niña Chole exclamó con picaresca alegría:</p> -<p>—Y tres tambin, y cuatro... Pero seguramente tus sonrisas le conmueven -ms que las mas... Mrale!</p> +<p>—Y tres también, y cuatro... Pero seguramente tus sonrisas le conmueven +más que las mías... ¡Mírale!</p> -<p>El hermoso, el blondo, el gigantesco adolescente, segua hablando con -el mulato, y reclinado en la borda estrechbale por la cintura. El otro -rea alegremente: Era uno de esos grumetes que parecen aculatados en -largas navegaciones trasatlnticas por regiones de sol. Estaba casi -desnudo, y con aquella coloracin caliente de terracota tambin era<a name="page_153" id="page_153"></a> -hermoso. La Nia Chole apart los ojos con altivo desdn:</p> +<p>El hermoso, el blondo, el gigantesco adolescente, seguía hablando con +el mulato, y reclinado en la borda estrechábale por la cintura. El otro +reía alegremente: Era uno de esos grumetes que parecen aculatados en +largas navegaciones trasatlánticas por regiones de sol. Estaba casi +desnudo, y con aquella coloración caliente de terracota también era<a name="page_153" id="page_153"></a> +hermoso. La Niña Chole apartó los ojos con altivo desdén:</p> -<p>—Te convences de que no poda inspirarte celos?</p> +<p>—¿Te convences de que no podía inspirarte celos?</p> -<p>Yo, libre de tan cruel incertidumbre, sonre:</p> +<p>Yo, libre de tan cruel incertidumbre, sonreí:</p> -<p>—T debas tenerlos...</p> +<p>—Tú debías tenerlos...</p> -<p>La Nia Chole se mir en mis ojos, orgullosa y feliz:</p> +<p>La Niña Chole se miró en mis ojos, orgullosa y feliz:</p> -<p>—Yo tampoco. T eres un hombre.</p> +<p>—Yo tampoco. Tú eres un hombre.</p> -<p>—Nia, t olvidas que puede sacrificarse Hebe y Ganimedes.</p> +<p>—Niña, tú olvidas que puede sacrificarse á Hebe y á Ganimedes.</p> <p>—No entiendo lo que quieres decirme.</p> -<p>—Mejor es as!...</p> +<p>—¡Mejor es así!...</p> -<p>Y repentinamente entristecido, inclin la cabeza sobre el pecho. No -quise ver ms, y medit, porque tengo amado los clsicos casi tanto -como las mujeres. Es la educacin<a name="page_154" id="page_154"></a> recibida en el Seminario de Nobles. -Leyendo ese amable Petronio, he suspirado ms de una vez lamentando +<p>Y repentinamente entristecido, incliné la cabeza sobre el pecho. No +quise ver más, y medité, porque tengo amado á los clásicos casi tanto +como á las mujeres. Es la educación<a name="page_154" id="page_154"></a> recibida en el Seminario de Nobles. +Leyendo á ese amable Petronio, he suspirado más de una vez lamentando que los siglos hayan hecho un pecado desconocido de las divinas fiestas voluptuosas. Hoy, solamente en el sagrado misterio vagan las sombras de algunos escogidos que hacen renacer el tiempo antiguo de griegos y romanos, cuando los efebos coronados de rosas sacrifican en los altares -de Afrodita. Felices y aborrecidas sombras: Me llaman y no puedo +de Afrodita. ¡Felices y aborrecidas sombras: Me llaman y no puedo seguirlas!</p> -<p>Aquel bello pecado, regalo de los dioses y tentacin de los poetas, es -para m un fruto hermtico. El cielo, siempre enemigo, dispuso que slo -las rosas de Venus floreciesen en mi alma, y medida que envejezco, -eso me desconsuela ms. Presiento que debe ser grato, cuando la vida -declina, poder penetrar en el<a name="page_155" id="page_155"></a> jardn de los amores perversos. m, +<p>Aquel bello pecado, regalo de los dioses y tentación de los poetas, es +para mí un fruto hermético. El cielo, siempre enemigo, dispuso que sólo +las rosas de Venus floreciesen en mi alma, y á medida que envejezco, +eso me desconsuela más. Presiento que debe ser grato, cuando la vida +declina, poder penetrar en el<a name="page_155" id="page_155"></a> jardín de los amores perversos. Á mí, desgraciadamente, ni aun me queda la esperanza. Sobre mi alma ha pasado -el aliento de Satans encendiendo todos los pecados: Sobre mi alma -ha pasado el suspiro del Arcngel encendiendo todas las virtudes. He -padecido todos los dolores, he gustado todas las alegras: He apagado +el aliento de Satanás encendiendo todos los pecados: Sobre mi alma +ha pasado el suspiro del Arcángel encendiendo todas las virtudes. He +padecido todos los dolores, he gustado todas las alegrías: He apagado mi sed en todas las fuentes, he reposado mi cabeza en el polvo de todos -los caminos: Un tiempo fu amado de las mujeres, sus voces me eran -familiares: Slo dos cosas han permanecido siempre arcanas para m: El -amor de los efebos y la msica de ese teutn que llaman Wagner.</p> +los caminos: Un tiempo fuí amado de las mujeres, sus voces me eran +familiares: Sólo dos cosas han permanecido siempre arcanas para mí: El +amor de los efebos y la música de ese teutón que llaman Wagner.</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_155.jpg" width="301" height="41" alt="" title="" /> @@ -2227,61 +2190,61 @@ width="150" height="165" alt="P" title="P" /></span>ERMANECIMOS toda la noche sobre cubierta. La fragata -daba bordos en busca del viento, que pareca correr lo lejos, all -donde el mar fosforeca. Por la banda de babor comenz esfumarse la -costa, unas veces plana y otras ondulada en colinas. As navegamos mucho -tiempo. Las estrellas haban palidecido lentamente, y el azul del cielo -iba tornndose casi blanco. Dos marineros subidos la cofa de mesana, -cantaban<a name="page_158" id="page_158"></a> relingando el aparejo. Son el pito del contramaestre, orz la -fragata y el velamen flame indeciso. En aquel momento hacamos proa -la costa. Poco despus las banderas tremolaron en los masteleros alegres -y vistosas: La fragata daba vista Grijalba, y rayaba el sol.</p> +daba bordos en busca del viento, que parecía correr á lo lejos, allá +donde el mar fosforecía. Por la banda de babor comenzó á esfumarse la +costa, unas veces plana y otras ondulada en colinas. Así navegamos mucho +tiempo. Las estrellas habían palidecido lentamente, y el azul del cielo +iba tornándose casi blanco. Dos marineros subidos á la cofa de mesana, +cantaban<a name="page_158" id="page_158"></a> relingando el aparejo. Sonó el pito del contramaestre, orzó la +fragata y el velamen flameó indeciso. En aquel momento hacíamos proa á +la costa. Poco después las banderas tremolaron en los masteleros alegres +y vistosas: La fragata daba vista á Grijalba, y rayaba el sol.</p> <p>En aquella hora el calor era deleitante, fresca la ventolina, y con olor -de brea y algas. Percibase en el aire estremecimientos voluptuosos. -Rea el horizonte bajo un hermoso sol. Rfagas venidas de las selvas -vrgenes, tibias y acariciadoras como aliento de mujeres ardientes, -jugaban en las jarcias, y penetraba y enlanguideca el alma el perfume -que se alzaba del oleaje casi muerto. Dijrase que el dilatado Golfo -Mexicano senta en sus verdosas profundidades la pereza de aquel<a name="page_159" id="page_159"></a> -amanecer cargado de plenes misteriosos y fecundos, como si fuese el -serrallo del Universo. la sombra del foque, y con ayuda de un catalejo -marino, contempl la ciudad mi talante. Grijalba, vista desde el mar, -recuerda esos paisajes de casero inverosmil, que dibujan los nios +de brea y algas. Percibíase en el aire estremecimientos voluptuosos. +Reía el horizonte bajo un hermoso sol. Ráfagas venidas de las selvas +vírgenes, tibias y acariciadoras como aliento de mujeres ardientes, +jugaban en las jarcias, y penetraba y enlanguidecía el alma el perfume +que se alzaba del oleaje casi muerto. Dijérase que el dilatado Golfo +Mexicano sentía en sus verdosas profundidades la pereza de aquel<a name="page_159" id="page_159"></a> +amanecer cargado de pólenes misteriosos y fecundos, como si fuese el +serrallo del Universo. Á la sombra del foque, y con ayuda de un catalejo +marino, contemplé la ciudad á mi talante. Grijalba, vista desde el mar, +recuerda esos paisajes de caserío inverosímil, que dibujan los niños precoces: Es blanca, azul, encarnada, de todos los colores del iris. -Una ciudad que sonre, como criolla vestida con trapos de primavera que +Una ciudad que sonríe, como criolla vestida con trapos de primavera que sumerge la punta de los piececillos lindos en la orilla del puerto. Algo -extraa resulta, con sus azoteas enchapadas de brillantes azulejos y -sus lejanas lmpidas, donde la palmera recorta su gallarda silueta que +extraña resulta, con sus azoteas enchapadas de brillantes azulejos y +sus lejanías límpidas, donde la palmera recorta su gallarda silueta que parece hablar del desierto remoto, y de caravanas fatigadas que sestean - la sombra propicia.</p> +á la sombra propicia.</p> -<p>Espesos bosques de gigantescos rboles<a name="page_160" id="page_160"></a> rodean la ensenada, y entre +<p>Espesos bosques de gigantescos árboles<a name="page_160" id="page_160"></a> rodean la ensenada, y entre la masa incierta del follaje sobresalen los penachos de las palmeras -reales. Un ro silencioso y dormido, de aguas blanquecinas como la +reales. Un río silencioso y dormido, de aguas blanquecinas como la leche, abre profunda herida en el bosque, y se derrama en holganza por la playa que llena de islas. Aquellas aguas nubladas de blanco, donde no -se espeja el cielo, arrastraban un rbol desarraigado, y en las ramas -medio sumergidas revoloteaban algunos pjaros de quimrico y legendario -plumaje. Detrs, descenda la canoa de un indio que remaba sentado en la +se espeja el cielo, arrastraban un árbol desarraigado, y en las ramas +medio sumergidas revoloteaban algunos pájaros de quimérico y legendario +plumaje. Detrás, descendía la canoa de un indio que remaba sentado en la proa. Volaban los celajes al soplo de las brisas, y bajo los rayos del sol naciente, aquella ensenada de color verde esmeralda rielaba llena de gracia, como un mar divino y antiguo habitado por sirenas y tritones.</p> -<p>Cun bellos se me aparecen todava esos<a name="page_161" id="page_161"></a> lejanos pases tropicales! -Quien una vez los ha visto, no los olvidar jams. Aquella calma azul +<p>¡Cuán bellos se me aparecen todavía esos<a name="page_161" id="page_161"></a> lejanos países tropicales! +Quien una vez los ha visto, no los olvidará jamás. Aquella calma azul del mar y del cielo, aquel sol que ciega y quema, aquella brisa cargada con todos los aromas de Tierra Caliente, como ciertas queridas muy amadas, dejan en la carne, en los sentidos, en el alma, reminiscencias -tan voluptuosas, que el deseo de hacerlas revivir slo se apaga en la -vejez. Mi pensamiento rejuvenece hoy recordando la inmensa extensin -plateada de ese Golfo Mexicano, que no he vuelto cruzar. Por mi +tan voluptuosas, que el deseo de hacerlas revivir sólo se apaga en la +vejez. Mi pensamiento rejuvenece hoy recordando la inmensa extensión +plateada de ese Golfo Mexicano, que no he vuelto á cruzar. Por mi memoria desfilan las torres de Veracruz, los bosques de Campeche, las -arenas de Yucatn, los palacios de Palenque, las palmeras de Tuxtlan y -Laguna... Y siempre, siempre unido al recuerdo de aquel hermoso pas -lejano, el recuerdo de la Nia Chole, tal como la vi<a name="page_162" id="page_162"></a> por vez primera -entre el cortejo de sus servidores, descansando la sombra de una -pirmide, suelto el cabello y vestido el blanco hipil de las antiguas +arenas de Yucatán, los palacios de Palenque, las palmeras de Tuxtlan y +Laguna... ¡Y siempre, siempre unido al recuerdo de aquel hermoso país +lejano, el recuerdo de la Niña Chole, tal como la vi<a name="page_162" id="page_162"></a> por vez primera +entre el cortejo de sus servidores, descansando á la sombra de una +pirámide, suelto el cabello y vestido el blanco hipil de las antiguas sacerdotisas mayas!...</p> <p class="figcenter"> @@ -2295,76 +2258,76 @@ width="150" height="162" alt="A" title="A" /></span>PENAS DESEMBARCAMOS, una turba negruzca y lastimera -nos cerc pidiendo limosna. Casi acosados, llegamos al parador, que +nos cercó pidiendo limosna. Casi acosados, llegamos al parador, que era conventual y vetusto, con gran soportal de piedra, donde unas -viejas caducas se peinaban. En aquel parador volv encontrarme con -los jugadores jarochos que venan bordo de la fragata. Descubrles -retirados hacia el fondo del patio, cercanos una puerta ancha y baja<a name="page_164" id="page_164"></a> -por donde cada momento entraban y salan caballerangos, charros y -mozos de espuela. Tambin all los dos jarochos jugaban al parar, y se -movan querella. Me reconocieron desde lejos, y se alzaron saludndome -con muestras de gran cortesa. Luego el viejo entreg los naipes al -mozo, y vnose para m, haciendo profundas zalemas:</p> +viejas caducas se peinaban. En aquel parador volví á encontrarme con +los jugadores jarochos que venían á bordo de la fragata. Descubríles +retirados hacia el fondo del patio, cercanos á una puerta ancha y baja<a name="page_164" id="page_164"></a> +por donde á cada momento entraban y salían caballerangos, charros y +mozos de espuela. También allí los dos jarochos jugaban al parar, y se +movían querella. Me reconocieron desde lejos, y se alzaron saludándome +con muestras de gran cortesía. Luego el viejo entregó los naipes al +mozo, y vínose para mí, haciendo profundas zalemas:</p> -<p>—Aqu estamos para servirle, seor. Si le place saber dnde llega una -buena voluntad, mande no ms, seor.</p> +<p>—Aquí estamos para servirle, señor. Si le place saber á dónde llega una +buena voluntad, mande no más, señor.</p> -<p>Y despus de abrazarme con tal bro que me alz del suelo, usanza -mexicana que muestra amor y majeza, el viejo jarocho continu:</p> +<p>Y después de abrazarme con tal brío que me alzó del suelo, usanza +mexicana que muestra amor y majeza, el viejo jarocho continuó:</p> -<p>—Si quiere tentar la suerte, ya sabe su merced dnde toparnos. Aqu -demoramos. Cundo se camina, mi Seor Marqus?<a name="page_165" id="page_165"></a></p> +<p>—Si quiere tentar la suerte, ya sabe su merced dónde toparnos. Aquí +demoramos. ¿Cuándo se camina, mi Señor Marqués?<a name="page_165" id="page_165"></a></p> -<p>—Maana al amanecer, si esta misma noche no puedo hacerlo.</p> +<p>—Mañana al amanecer, si esta misma noche no puedo hacerlo.</p> -<p>El viejo acaricise las barbas, y sonri picaresco y ladino:</p> +<p>El viejo acaricióse las barbas, y sonrió picaresco y ladino:</p> -<p>—Siempre nos veremos antes. Hemos de saber hasta dnde hay verdad en +<p>—Siempre nos veremos antes. Hemos de saber hasta dónde hay verdad en aquello que dicen: Albur de viajero, pronto y certero.</p> -<p>Yo contest rindome:</p> +<p>Yo contesté riéndome:</p> <p>—Lo sabremos. Esas profundas sentencias no deben permanecer dudosas.</p> -<p>El jarocho hizo un grave ademn en muestra de asentimiento:</p> +<p>El jarocho hizo un grave ademán en muestra de asentimiento:</p> -<p>—Ya veo que mi Seor Marqus tiene por devocin cumplimentarlas. Hace -bien. Solamente por eso mereca ser Arzobispo de Mxico.</p> +<p>—Ya veo que mi Señor Marqués tiene por devoción cumplimentarlas. Hace +bien. Solamente por eso merecía ser Arzobispo de México.</p> -<p>De nuevo sonri picaresco. Sin decir palabra esper que pasasen dos -indios caballerangos,<a name="page_166" id="page_166"></a> y cuando ya no podan oirle, prosigui en voz +<p>De nuevo sonrió picaresco. Sin decir palabra esperó á que pasasen dos +indios caballerangos,<a name="page_166" id="page_166"></a> y cuando ya no podían oirle, prosiguió en voz baja y misteriosa:</p> <p>—Una cosa me falta por decirle. Ponemos para comienzo quinientas onzas, -y quedan ms de mil para reponer si vienen malas. Plata de un compadre, -seor. Otra vez platicaremos con ms espacio. Mire cmo se impacienta -aquel mans. Un potro sin rendaje, seor. Eso me enoja... Vaya, nos +y quedan más de mil para reponer si vienen malas. Plata de un compadre, +señor. Otra vez platicaremos con más espacio. Mire cómo se impacienta +aquel manís. Un potro sin rendaje, señor. Eso me enoja... ¡Vaya, nos vemos!...</p> -<p>Y se alej haciendo fieras seas al mozo para calmar su impaciencia. -Tendise la sombra, y tomando los naipes comenz barajar. Presto +<p>Y se alejó haciendo fieras señas al mozo para calmar su impaciencia. +Tendióse á la sombra, y tomando los naipes comenzó á barajar. Presto tuvo corro de jugadores. Los caballerangos, los boyeros, los mozos de -espuela, cada vez que entraban y salan parbanse jugar una carta. Dos +espuela, cada vez que entraban y salían parábanse á jugar una carta. Dos jinetes que asomaron encorvados bajo la puerta, refrenaron un momento sus cabalgaduras, y desde<a name="page_167" id="page_167"></a> lo alto de las sillas arrojaron las bolsas. -El mozo las alz sopesndolas, y el viejo le interrog con la mirada: -Fu la respuesta un gesto ambiguo: Entonces el viejo le habl impaciente:</p> +El mozo las alzó sopesándolas, y el viejo le interrogó con la mirada: +Fué la respuesta un gesto ambiguo: Entonces el viejo le habló impaciente:</p> -<p>—Deja quedas las bolsas, mans. Tiempo hay de contar.</p> +<p>—Deja quedas las bolsas, manís. Tiempo hay de contar.</p> -<p>En el mismo momento sali la carta. Ganaba el jarocho, y los jinetes se -alejaron: El mozo volc sobre el zarape las bolsas, y empez contar. -Creca el corro de jugadores. Llegaban los charros haciendo sonar las +<p>En el mismo momento salió la carta. Ganaba el jarocho, y los jinetes se +alejaron: El mozo volcó sobre el zarape las bolsas, y empezó á contar. +Crecía el corro de jugadores. Llegaban los charros haciendo sonar las pesadas y suntuosas espuelas, derribados gallardamente sobre las cejas -aquellos jaranos castoreos entoquillados de plata, fanfarrones y +aquellos jaranos castoreños entoquillados de plata, fanfarrones y marciales. Llegaban los indios ensabanados como fantasmas, humildes y silenciosos, apagando el rumor de sus pisadas. Llegaban<a name="page_168" id="page_168"></a> otros jarochos armados como infantes, las pistolas en la cinta y el machete en bordado -tahal. De tarde en tarde, atravesaba el patio lleno de sol algn lpero +tahalí. De tarde en tarde, atravesaba el patio lleno de sol algún lépero con su gallo de pelea: Una figura astuta y maleante, de ojos burlones -y de lacia grea, de boca cnica y de manos escuetas y negruzcas, que -tanto son de ladrn como de mendigo. Huroneaba en el corro, arriesgaba -un msero tostn, y rezongando truhaneras se alejaba.</p> +y de lacia greña, de boca cínica y de manos escuetas y negruzcas, que +tanto son de ladrón como de mendigo. Huroneaba en el corro, arriesgaba +un mísero tostón, y rezongando truhanerías se alejaba.</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_168.jpg" width="186" height="94" alt="" title="" /> @@ -2376,88 +2339,88 @@ un msero tostn, y rezongando truhaneras se alejaba.</p> width="150" height="162" alt="Y" -title="Y" /></span>O ANSIABA verme solas con la Nia Chole. La noche -de nuestras bodas en el convento se me apareca ya muy lejana, con el -encanto de un sueo que se recuerda siempre y nunca se precisa. Desde -entonces habamos vivido en forzosa castidad, y mis ojos, que an lo -ignoraban todo, tenan envidia de mis manos que todo lo saban...</p> - -<p>En aquel vetusto parador gust las mayores<a name="page_170" id="page_170"></a> venturas amorosas, urdidas -con el hilo dorado de la fantasa. Quise primero que la Nia Chole se +title="Y" /></span>O ANSIABA verme á solas con la Niña Chole. La noche +de nuestras bodas en el convento se me aparecía ya muy lejana, con el +encanto de un sueño que se recuerda siempre y nunca se precisa. Desde +entonces habíamos vivido en forzosa castidad, y mis ojos, que aún lo +ignoraban todo, tenían envidia de mis manos que todo lo sabían...</p> + +<p>En aquel vetusto parador gusté las mayores<a name="page_170" id="page_170"></a> venturas amorosas, urdidas +con el hilo dorado de la fantasía. Quise primero que la Niña Chole se destrenzase el cabello, y vestido el blanco hipil me hablase en su vieja -lengua, como una princesa prisionera un capitn conquistador. Ella -obedeci sonriendo. Yo la tena en mis brazos, y las palabras ms bellas -y musicales las besaba, sin comprenderlas, sobre sus labios. Despus -fu nuestro numen Pedro Aretino, y como oraciones, pude recitar en +lengua, como una princesa prisionera á un capitán conquistador. Ella +obedeció sonriendo. Yo la tenía en mis brazos, y las palabras más bellas +y musicales las besaba, sin comprenderlas, sobre sus labios. Después +fué nuestro numen Pedro Aretino, y como oraciones, pude recitar en italiano siete sonetos gloria del Renacimiento: Uno distinto para cada -sacrificio. El ltimo lo repet dos veces: Era aquel divino soneto que +sacrificio. El último lo repetí dos veces: Era aquel divino soneto que evoca la figura de un centauro, sin cuerpo de corcel y con dos cabezas. -Despus nos dormimos.</p> - -<p>La Nia Chole se levant al amanecer y abri los balcones. En la alcoba -penetr un<a name="page_171" id="page_171"></a> rayo de sol tan juguetn, tan vivo, tan alegre, que al -verse en el espejo se deshizo en carcajadas de oro. El sinsonte agitse -dentro de su jaula y prorrumpi en gorjeos: La Nia Chole tambin -gorje el estribillo de una cancin fresca como la maana. Estaba muy -bella arrebujada en aquella tnica de seda, que envolva en una celeste -diafanidad su cuerpo de diosa. Me miraba guiando los ojos y entre -borboteos de risas y canciones besaba los jazmines que se retorcan la -reja. Con el cabello destrenzndose sobre los hombros desnudos, con su -boca riente y su carne morena, la Nia Chole era una tentacin. Tena -despertares de aurora alegres y triunfantes. De pronto se volvi hacia -m con un mohn delicioso:</p> - -<p>—Arriba, perezoso!... Arriba!<a name="page_172" id="page_172"></a></p> - -<p>Al mismo tiempo salpicbame la cara el agua de rosas que por la noche -dejara en el balcn serenar:</p> - -<p>—Arriba!... Arriba!...</p> - -<p>Me ech de la hamaca. Vindome ya en pie, huy velozmente alborotando -la casa con sus trinos. Saltaba de una cancin otra, como el sinsonte -los travesaos de la jaula, con gentil aturdimiento, con gozo infantil -porque el da era azul, porque el rayo del sol rea all en el fondo +Después nos dormimos.</p> + +<p>La Niña Chole se levantó al amanecer y abrió los balcones. En la alcoba +penetró un<a name="page_171" id="page_171"></a> rayo de sol tan juguetón, tan vivo, tan alegre, que al +verse en el espejo se deshizo en carcajadas de oro. El sinsonte agitóse +dentro de su jaula y prorrumpió en gorjeos: La Niña Chole también +gorjeó el estribillo de una canción fresca como la mañana. Estaba muy +bella arrebujada en aquella túnica de seda, que envolvía en una celeste +diafanidad su cuerpo de diosa. Me miraba guiñando los ojos y entre +borboteos de risas y canciones besaba los jazmines que se retorcían á la +reja. Con el cabello destrenzándose sobre los hombros desnudos, con su +boca riente y su carne morena, la Niña Chole era una tentación. Tenía +despertares de aurora alegres y triunfantes. De pronto se volvió hacia +mí con un mohín delicioso:</p> + +<p>—¡Arriba, perezoso!... ¡Arriba!<a name="page_172" id="page_172"></a></p> + +<p>Al mismo tiempo salpicábame á la cara el agua de rosas que por la noche +dejara en el balcón á serenar:</p> + +<p>—¡Arriba!... ¡Arriba!...</p> + +<p>Me eché de la hamaca. Viéndome ya en pie, huyó velozmente alborotando +la casa con sus trinos. Saltaba de una canción á otra, como el sinsonte +los travesaños de la jaula, con gentil aturdimiento, con gozo infantil +porque el día era azul, porque el rayo del sol reía allá en el fondo encantado del espejo. Bajo los balcones resonaba la voz del caballerango -que se daba prisa embridar nuestros caballos. Las persianas cadas -temblaban al soplo de matinales auras, y el jazmn de la reja, por -aromarlas, sacuda su caperuza de campanillas. La Nia Chole volvi - entrar. Yo la vi en la luna del tocador, acercarse sobre la<a name="page_173" id="page_173"></a> punta +que se daba prisa á embridar nuestros caballos. Las persianas caídas +temblaban al soplo de matinales auras, y el jazmín de la reja, por +aromarlas, sacudía su caperuza de campanillas. La Niña Chole volvió +á entrar. Yo la vi en la luna del tocador, acercarse sobre la<a name="page_173" id="page_173"></a> punta de sus chapines de raso, con un picaresco reir de los labios y de los -dientes. Alborozada me grit al odo:</p> +dientes. Alborozada me gritó al oído:</p> -<p>—Vanidoso! Para quin te acicalas?</p> +<p>—¡Vanidoso! ¿Para quién te acicalas?</p> -<p>—Para ti, Nia!</p> +<p>—¡Para ti, Niña!</p> -<p>—De veras?</p> +<p>—¿De veras?</p> -<p>Mirbame con los ojos entornados, y hunda los dedos entre mis cabellos, -arremolinndomelos. Luego rea locamente y me alargaba un espoln de +<p>Mirábame con los ojos entornados, y hundía los dedos entre mis cabellos, +arremolinándomelos. Luego reía locamente y me alargaba un espolín de oro para que se lo calzase en aquel pie de reina, que no pude menos de besar. Salimos al patio, donde el indio esperaba con los caballos del diestro: Montamos y partimos. Las cumbres azules de los montes -se vestan de luz bajo un sol dorado y triunfal. Volaba la brisa en -desiguales rfagas, hmedas y agrestes como aliento de arroyos y -yerbazales. El alba tena largos<a name="page_174" id="page_174"></a> estremecimientos de rubia y sensual +se vestían de luz bajo un sol dorado y triunfal. Volaba la brisa en +desiguales ráfagas, húmedas y agrestes como aliento de arroyos y +yerbazales. El alba tenía largos<a name="page_174" id="page_174"></a> estremecimientos de rubia y sensual desposada. Las copas de los cedros, iluminadas por el sol naciente, eran -altar donde bandadas de pjaros se casaban, besndose los picos. La Nia -Chole, tan pronto pona su caballo galope como le dejaba mordisquear +altar donde bandadas de pájaros se casaban, besándose los picos. La Niña +Chole, tan pronto ponía su caballo á galope como le dejaba mordisquear en los jarales.</p> <p>Durante todo el camino no dejamos de cruzarnos con alegres cabalgatas de criollos y mulatos: Desfilaban entre nubes de polvo, al trote de -gallardos potros, enjaezados la usanza mexicana con sillas recamadas +gallardos potros, enjaezados á la usanza mexicana con sillas recamadas de oro y gualdrapas bordadas, deslumbrantes como capas pluviales. -Sonaban los bocados y las espuelas, restallaban los ltigos, y la -cabalgata pasaba veloz travs de la campia. El sol arrancaba +Sonaban los bocados y las espuelas, restallaban los látigos, y la +cabalgata pasaba veloz á través de la campiña. El sol arrancaba á los arneses blondos resplandores y destellaba fugaz en los machetes -pendientes<a name="page_175" id="page_175"></a> de los arzones. Haban comenzado las ferias, aquellas -famosas ferias de Grijalba, que se juntaban y hacan en la ciudad y -en los bohos, en las praderas verdes y en los caminos polvorientos, -todo ello al acaso, sin ms concierto que el deparado por la ventura. -Nosotros refrenamos los caballos que relinchaban y sacudan las crines. -La Nia Chole me miraba sonriendo, y me alargaba la mano para correr +pendientes<a name="page_175" id="page_175"></a> de los arzones. Habían comenzado las ferias, aquellas +famosas ferias de Grijalba, que se juntaban y hacían en la ciudad y +en los bohíos, en las praderas verdes y en los caminos polvorientos, +todo ello al acaso, sin más concierto que el deparado por la ventura. +Nosotros refrenamos los caballos que relinchaban y sacudían las crines. +La Niña Chole me miraba sonriendo, y me alargaba la mano para correr unidos, sin separarnos.</p> <p class="figcenter"> @@ -2472,78 +2435,78 @@ unidos, sin separarnos.</p> width="150" height="165" alt="S" -title="S" /></span>ALIENDO de un bosque de palmeras, dimos vista una +title="S" /></span>ALIENDO de un bosque de palmeras, dimos vista á una tablada tumultuosa, impaciente con su ondular de hombres y cabalgaduras. -El eco retozn de los cencerros acompaaba las apuestas y decires -chalanescos, y la llanura pareca jadear ante aquel marcial y fanfarrn -estrpito de trotes y de colleras, de fustas y de bocados. Desde -que entramos en aquel campo, monstruosa turba de lisiados nos cerc +El eco retozón de los cencerros acompañaba las apuestas y decires +chalanescos, y la llanura parecía jadear ante aquel marcial y fanfarrón +estrépito de trotes y de colleras, de fustas y de bocados. Desde +que entramos en aquel campo, monstruosa turba de lisiados nos cercó <a name="page_178" id="page_178"></a>clamorante: Ciegos y tullidos, enanos y lazarados nos acosaban, nos -perseguan, rodando bajo las patas de los caballos, corriendo rastras +perseguían, rodando bajo las patas de los caballos, corriendo á rastras por el camino, entre aullidos y oraciones, con las llagas llenas de -polvo, con las canillas echadas la espalda, secas, desmedradas, -horribles. Se enracimaban golpendose en los hombros, arrancndose los -chapeos, gateando la moneda que les arrojbamos al paso.</p> - -<p>Y as, entre aquel cortejo de hampones, llegamos al jacal de un negro -que era liberto. El paso de las cabalgaduras y el pedigeo rezo de los -mendigos trjole la puerta antes que descabalgsemos: Al vernos corri -ahuyentando con el rebenque la astrosa turba, y vino tener el estribo -de la Nia Chole, besndola las manos con tantas<a name="page_179" id="page_179"></a> muestras de humildad -y contento cual si fuese una princesa la que llegaba. las voces del -negro acudi toda la prole. El liberto hallbase casado con una andaluza -que haba sido doncella de la Nia Chole. La mujer levant los brazos al +polvo, con las canillas echadas á la espalda, secas, desmedradas, +horribles. Se enracimaban golpeándose en los hombros, arrancándose los +chapeos, gateando la moneda que les arrojábamos al paso.</p> + +<p>Y así, entre aquel cortejo de hampones, llegamos al jacal de un negro +que era liberto. El paso de las cabalgaduras y el pedigüeño rezo de los +mendigos trájole á la puerta antes que descabalgásemos: Al vernos corrió +ahuyentando con el rebenque la astrosa turba, y vino á tener el estribo +de la Niña Chole, besándola las manos con tantas<a name="page_179" id="page_179"></a> muestras de humildad +y contento cual si fuese una princesa la que llegaba. Á las voces del +negro acudió toda la prole. El liberto hallábase casado con una andaluza +que había sido doncella de la Niña Chole. La mujer levantó los brazos al encontrarse con nosotros:</p> -<p>—Virgen de mi alma! Los amitos!</p> +<p>—¡Virgen de mi alma! ¡Los amitos!</p> -<p>Y tomando de la mano la Nia Chole, hzola entrar en el jacal.</p> +<p>Y tomando de la mano á la Niña Chole, hízola entrar en el jacal.</p> -<p>—Que no me la retueste el sol, reina ma, pioncico de oro, que viene - honrar mi pobreza!</p> +<p>—¡Que no me la retueste el sol, reina mía, piñoncico de oro, que viene +á honrar mi pobreza!</p> -<p>El negro sonrea, mirndonos con sus ojos de res enferma: Ojos de una +<p>El negro sonreía, mirándonos con sus ojos de res enferma: Ojos de una mansedumbre verdaderamente animal. Nos hicieron sentar, y ellos quedaron -en pie. Se miraron, y hablando un tiempo empezaron el relato de la +en pie. Se miraron, y hablando á un tiempo empezaron el relato de la misma historia:<a name="page_180" id="page_180"></a></p> -<p>—Un jarocho tena dos potricas blancas. Cosa ms linda! Blancas como -palomas. Sabe? Qu pintura para la volanta de la Nia!</p> +<p>—Un jarocho tenía dos potricas blancas. ¡Cosa más linda! Blancas como +palomas. ¿Sabe? ¡Qué pintura para la volanta de la Niña!</p> -<p>Y aqu fu donde la Nia Chole no quiso oir ms:</p> +<p>Y aquí fué donde la Niña Chole no quiso oir más:</p> -<p>—Yo deseo verlas! Deseo que me las compres!</p> +<p>—¡Yo deseo verlas! ¡Deseo que me las compres!</p> -<p>Habase puesto en pie, y se echaba el rebocillo apresuradamente:</p> +<p>Habíase puesto en pie, y se echaba el rebocillo apresuradamente:</p> -<p>—Vamos! Vamos!</p> +<p>—¡Vamos! ¡Vamos!</p> -<p>La andaluza rea maliciosamente:</p> +<p>La andaluza reía maliciosamente:</p> -<p>—Cmo se conoce que su merced no le satisface ningn antojico!</p> +<p>—¡Cómo se conoce que su merced no le satisface ningún antojico!</p> -<p>Dej de sonreir, y aadi cual si todo estuviese ya resuelto:</p> +<p>Dejó de sonreir, y añadió cual si todo estuviese ya resuelto:</p> -<p>—El amito va con mi hombre. Para la Nia est muy calurosa la sazn.<a name="page_181" id="page_181"></a></p> +<p>—El amito va con mi hombre. Para la Niña está muy calurosa la sazón.<a name="page_181" id="page_181"></a></p> -<p>Entonces el negro abri la puerta, y la Nia Chole me empuj con mimos -y arrumacos muy gentiles. Sal acompaado del antiguo esclavo, que, al -verse fuera, empez por suspirar y concluy salmodiando el viejo cuento -de sus tristezas. Caminaba mi lado con la cabeza baja, siguindome -como un perro entre la multitud, interrumpindose y tornando empezar, +<p>Entonces el negro abrió la puerta, y la Niña Chole me empujó con mimos +y arrumacos muy gentiles. Salí acompañado del antiguo esclavo, que, al +verse fuera, empezó por suspirar y concluyó salmodiando el viejo cuento +de sus tristezas. Caminaba á mi lado con la cabeza baja, siguiéndome +como un perro entre la multitud, interrumpiéndose y tornando á empezar, siempre zongueando cuitas de paria y de celoso:</p> -<p>—Ella toda la vida con hombres, amito! Una perdicin!... Y no es con -blancos, nio! Ay, amito, no es con blancos!... la gran chiva se le -da todo por los morenos. Dgame no ms que sinvergenzada, nio!...</p> +<p>—¡Ella toda la vida con hombres, amito! ¡Una perdición!... ¡Y no es con +blancos, niño! ¡Ay, amito, no es con blancos!... Á la gran chiva se le +da todo por los morenos. ¡Dígame no más que sinvergüenzada, niño!...</p> <p>Su voz era lastimera, resignada, llena de penas: Verdadera voz de -siervo. No le dola el engao por la afrenta de hacerle cornudo,<a name="page_182" id="page_182"></a> sino -por la baja eleccin que la andaluza haca: Era celoso intermitente, +siervo. No le dolía el engaño por la afrenta de hacerle cornudo,<a name="page_182" id="page_182"></a> sino +por la baja elección que la andaluza hacía: Era celoso intermitente, como ocurre con la gente cortesana que medra de sus mujeres. El Duque -de Saint Simn le hubiera loado en sus Memorias, con aquel delicado y -filosfico juicio que muestra hablando de Espaa, cuando se desvanece en -un xtasis, ante el contenido moral de estas dos palabras tan castizas: +de Saint Simón le hubiera loado en sus Memorias, con aquel delicado y +filosófico juicio que muestra hablando de España, cuando se desvanece en +un éxtasis, ante el contenido moral de estas dos palabras tan castizas: Cornudo Consentido.</p> <p class="figcenter"> @@ -2557,83 +2520,83 @@ width="150" height="163" alt="D" title="D" /></span>E UN CABO al otro recorrimos la feria. Sobre el lindar -del bosque, la sombra de los cocoteros, la gente criolla beba y -cantaba con ruidoso jaleo de ols y palmadas. Rea el vino en las copas, -y la guitarra espaola, sultana de la fiesta, lloraba sus celos moriscos +del bosque, á la sombra de los cocoteros, la gente criolla bebía y +cantaba con ruidoso jaleo de olés y palmadas. Reía el vino en las copas, +y la guitarra española, sultana de la fiesta, lloraba sus celos moriscos y sus amores con la blanca luna de la Alpujarra. El largo lamento de las guajiras expiraba deshecho entre las herraduras de los caballos. -Los asiticos, mercaderes<a name="page_184" id="page_184"></a> chinos y japoneses, pasaban estrujados en +Los asiáticos, mercaderes<a name="page_184" id="page_184"></a> chinos y japoneses, pasaban estrujados en el ardiente torbellino de la feria, siempre lacios, siempre mustios, sin que un estremecimiento alegre recorriese su trenza. Amarillentos -como figuras de cera, arrastraban sus chinelas entre el negro gento, -pregonando con femeniles voces abanicos de sndalo y bastones de carey. -Recorrimos la feria sin dar vista por parte alguna las tales jacas -blancas. Ya nos tornbamos, cuando me sent detenido por el brazo. -Era la Nia Chole: Estaba muy plida, y aun cuando procuraba sonreir, -temblaban sus labios, y adivin una gran turbacin en sus ojos: Puso -ambas manos en mis hombros y exclam con fingida alegra:</p> +como figuras de cera, arrastraban sus chinelas entre el negro gentío, +pregonando con femeniles voces abanicos de sándalo y bastones de carey. +Recorrimos la feria sin dar vista por parte alguna á las tales jacas +blancas. Ya nos tornábamos, cuando me sentí detenido por el brazo. +Era la Niña Chole: Estaba muy pálida, y aun cuando procuraba sonreir, +temblaban sus labios, y adiviné una gran turbación en sus ojos: Puso +ambas manos en mis hombros y exclamó con fingida alegría:</p> <p>—Oye, no quiero verte enfadado.</p> -<p>Colgndose de mi brazo, aadi:<a name="page_185" id="page_185"></a></p> +<p>Colgándose de mi brazo, añadió:<a name="page_185" id="page_185"></a></p> -<p>—Me aburra, y he salido... espaldas del jacal hay un reidero de -gallos. No sabes? Estuve all, he jugado y he perdido!</p> +<p>—Me aburría, y he salido... Á espaldas del jacal hay un reñidero de +gallos. ¿No sabes? ¡Estuve allí, he jugado y he perdido!</p> -<p>Interrumpise volviendo la cabeza con gracioso movimiento, y me indic -al blondo, al gigantesco adolescente, que se descoyunt saludando:</p> +<p>Interrumpióse volviendo la cabeza con gracioso movimiento, y me indicó +al blondo, al gigantesco adolescente, que se descoyuntó saludando:</p> <p>—Este caballero tiene la honra de ser mi acreedor.</p> -<p>Aquellas extravagancias producan siempre en mi nimo un despecho sordo -y celoso, tal, que pronunci con altivez:</p> +<p>Aquellas extravagancias producían siempre en mi ánimo un despecho sordo +y celoso, tal, que pronuncié con altivez:</p> -<p>—Qu ha perdido esta seora?</p> +<p>—¿Qué ha perdido esta señora?</p> -<p>Habame figurado que el jugador rehusara galantemente cobrar su deuda, -y quera obligarle con mi actitud fra y desdeosa. El bello adolescente -sonri con la mayor cortesa:<a name="page_186" id="page_186"></a></p> +<p>Habíame figurado que el jugador rehusaría galantemente cobrar su deuda, +y quería obligarle con mi actitud fría y desdeñosa. El bello adolescente +sonrió con la mayor cortesía:<a name="page_186" id="page_186"></a></p> -<p>—Antes de apostar, esta seora me advirti que no tena dinero. -Entonces convinimos que cada beso suyo vala cien tostones: Tres besos +<p>—Antes de apostar, esta señora me advirtió que no tenía dinero. +Entonces convinimos que cada beso suyo valía cien tostones: Tres besos ha jugado y los tres ha perdido.</p> -<p>Yo me sent palidecer. Pero cul no sera mi asombro al ver que la Nia -Chole, retorcindose las manos, plida, casi trgica, se adelantaba +<p>Yo me sentí palidecer. Pero cuál no sería mi asombro al ver que la Niña +Chole, retorciéndose las manos, pálida, casi trágica, se adelantaba exclamando:</p> -<p>—Yo pagar! Yo pagar!</p> +<p>—¡Yo pagaré! ¡Yo pagaré!</p> -<p>La detuve con un gesto, y enfrentndome con el hermoso adolescente, le -grit restallando las palabras como latigazos:</p> +<p>La detuve con un gesto, y enfrentándome con el hermoso adolescente, le +grité restallando las palabras como latigazos:</p> -<p>—Esta mujer es ma, y su deuda tambin.</p> +<p>—Esta mujer es mía, y su deuda también.</p> -<p>Y me alej, arrastrando la Nia Chole. Anduvimos algn tiempo en -silencio: De pronto, ella, oprimindome el brazo, murmur en voz muy +<p>Y me alejé, arrastrando á la Niña Chole. Anduvimos algún tiempo en +silencio: De pronto, ella, oprimiéndome el brazo, murmuró en voz muy queda:</p> -<p>—Oh, qu gran seor eres!<a name="page_187" id="page_187"></a></p> +<p>—¡Oh, qué gran señor eres!<a name="page_187" id="page_187"></a></p> -<p>Yo no contest. La Nia Chole empez llorar en silencio, apoy la -cabeza en mi hombro, y exclam con un sollozo de pasin infinita:</p> +<p>Yo no contesté. La Niña Chole empezó á llorar en silencio, apoyó la +cabeza en mi hombro, y exclamó con un sollozo de pasión infinita:</p> -<p>—Dios mo! Qu no hara yo por ti!...</p> +<p>—¡Dios mío! ¡Qué no haría yo por ti!...</p> -<p>Sentadas las puertas de los jacales, indias andrajosas, adornadas -con amuletos y sartas de corales, vendan pltanos y cocos. Eran -viejas de treinta aos, arrugadas y caducas, con esa fealdad quimrica -de los dolos. Su espalda lustrosa brillaba al sol, sus senos negros -y colgantes recordaban las orgas de las brujas y de los trasgos. +<p>Sentadas á las puertas de los jacales, indias andrajosas, adornadas +con amuletos y sartas de corales, vendían plátanos y cocos. Eran +viejas de treinta años, arrugadas y caducas, con esa fealdad quimérica +de los ídolos. Su espalda lustrosa brillaba al sol, sus senos negros +y colgantes recordaban las orgías de las brujas y de los trasgos. Acurrucadas al borde del camino, como si tiritasen bajo aquel sol -ardiente, medio desnudas, desgreadas, arrojando maldiciones sobre la -multitud, parecan sibilas de algn antiguo culto lbrico y sangriento. -Sus cros, tiznados y esbeltos<a name="page_188" id="page_188"></a> como diablos, acechaban por los -resquicios de las barracas, y, huroneando, se metan bajo los toldos de +ardiente, medio desnudas, desgreñadas, arrojando maldiciones sobre la +multitud, parecían sibilas de algún antiguo culto lúbrico y sangriento. +Sus críos, tiznados y esbeltos<a name="page_188" id="page_188"></a> como diablos, acechaban por los +resquicios de las barracas, y, huroneando, se metían bajo los toldos de lona, donde tocaban organillos dislocados. Mulatas y jarochos ejecutaban -aquellas extraas danzas voluptuosas que los esclavos trajeron del -frica, y el zagalejo de colores vivos flameaba en los quiebros y -mudanzas de los bailes sagrados con que la sombra patriarcal del +aquellas extrañas danzas voluptuosas que los esclavos trajeron del +África, y el zagalejo de colores vivos flameaba en los quiebros y +mudanzas de los bailes sagrados con que á la sombra patriarcal del baobad eran sacrificados los cautivos.</p> <p class="figcenter"> @@ -2646,126 +2609,126 @@ baobad eran sacrificados los cautivos.</p> width="150" height="167" alt="L" -title="L" /></span>LEGAMOS al jacal. Yo ceudo y de mal talante, me arroj -sobre la hamaca, y con grandes voces mand los caballerangos que +title="L" /></span>LEGAMOS al jacal. Yo ceñudo y de mal talante, me arrojé +sobre la hamaca, y con grandes voces mandé á los caballerangos que ensillasen para partir inmediatamente. La sombra negruzca de un indio -asom en la puerta:</p> +asomó en la puerta:</p> -<p>—Seor, el ruano que montaba la Nia tiene desenclavada una -herradura... Se la enclavo, seor?</p> +<p>—Señor, el ruano que montaba la Niña tiene desenclavada una +herradura... ¿Se la enclavo, señor?</p> -<p>Me incorpor en la hamaca con tal violencia,<a name="page_190" id="page_190"></a> que el indio retrocedi -asustado. Volviendo tenderme le grit:</p> +<p>Me incorporé en la hamaca con tal violencia,<a name="page_190" id="page_190"></a> que el indio retrocedió +asustado. Volviendo á tenderme le grité:</p> -<p>—Date prisa, con mil demonios, Cuactemocn!</p> +<p>—¡Date prisa, con mil demonios, Cuactemocín!</p> -<p>La Nia Chole me mir plida y suplicante:</p> +<p>La Niña Chole me miró pálida y suplicante:</p> -<p>—No grites. Si supieses cmo me asustas!...</p> +<p>—No grites. ¡Si supieses cómo me asustas!...</p> -<p>Yo cerr los ojos sin contestar, y hubo un largo silencio en el interior -oscuro y caluroso del jacal. El negro iba y vena con tcitas pisadas, -regando el suelo alfombrado de yerba. Fuera se oa el piafar de los +<p>Yo cerré los ojos sin contestar, y hubo un largo silencio en el interior +oscuro y caluroso del jacal. El negro iba y venía con tácitas pisadas, +regando el suelo alfombrado de yerba. Fuera se oía el piafar de los caballos, y las voces de los indios, que al embridarlos les hablaban. En el hueco luminoso de la puerta, las moscas del ganado zumbaban su -montona cancin estival. La Nia Chole se levant y vino mi lado. -Silenciosa y suspirante me acarici la frente con dedos de hada: Despus +monótona canción estival. La Niña Chole se levantó y vino á mi lado. +Silenciosa y suspirante me acarició la frente con dedos de hada: Después me dijo:<a name="page_191" id="page_191"></a></p> -<p>—Oh!... Seras capaz de matarme si el ruso fuese un hombre?</p> +<p>—¡Oh!... ¿Serías capaz de matarme si el ruso fuese un hombre?</p> <p>—No...</p> -<p>—De matarlo l?</p> +<p>—¿De matarlo á él?</p> <p>—Tampoco.</p> -<p>—No haras nada?</p> +<p>—¿No harías nada?</p> <p>—Nada.</p> -<p>—Es que me desprecias?</p> +<p>—¿Es que me desprecias?</p> -<p>—Es que no eres la Marquesa de Bradomn.</p> +<p>—Es que no eres la Marquesa de Bradomín.</p> -<p>Qued un momento indecisa, con los labios trmulos. Yo cerr los ojos -y esper sus lgrimas, sus quejas, sus denuestos, pero la Nia Chole -guard silencio, y continu acariciando mis cabellos como una esclava -sumisa. Al cabo, sus dedos de hada borraron mi ceo y me sent dispuesto - perdonar. Yo saba que el pecado de la Nia Chole era el eterno -pecado femenino, y mi alma enamorada<a name="page_192" id="page_192"></a> no poda menos de inclinarse la -indulgencia. Sin duda la Nia Chole era curiosa y perversa como aquella +<p>Quedó un momento indecisa, con los labios trémulos. Yo cerré los ojos +y esperé sus lágrimas, sus quejas, sus denuestos, pero la Niña Chole +guardó silencio, y continuó acariciando mis cabellos como una esclava +sumisa. Al cabo, sus dedos de hada borraron mi ceño y me sentí dispuesto +á perdonar. Yo sabía que el pecado de la Niña Chole era el eterno +pecado femenino, y mi alma enamorada<a name="page_192" id="page_192"></a> no podía menos de inclinarse á la +indulgencia. Sin duda la Niña Chole era curiosa y perversa como aquella mujer de Lot convertida en estatua de sal. Pero al cabo de los siglos, -tambin la justicia divina se muestra mucho ms clemente que antao, -con las mujeres de los hombres. Sin darme cuenta ca en la tentacin +también la justicia divina se muestra mucho más clemente que antaño, +con las mujeres de los hombres. Sin darme cuenta caí en la tentación de admirar como una gloria linajuda, aquel remoto abolengo envuelto en -una leyenda bblica. Era indudable que el alto Cielo perdonaba la -Nia Chole, y juzgu que no poda menos de hacer lo mismo el Marqus de -Bradomn. Libre el corazn de todo rencor, abr los ojos bajo el suave -cosquilleo de aquellos dedos invisibles, y murmur sonriente:</p> +una leyenda bíblica. Era indudable que el alto Cielo perdonaba á la +Niña Chole, y juzgué que no podía menos de hacer lo mismo el Marqués de +Bradomín. Libre el corazón de todo rencor, abrí los ojos bajo el suave +cosquilleo de aquellos dedos invisibles, y murmuré sonriente:</p> -<p>—Nia, no s qu bebedizo me has dado que todo lo olvido...<a name="page_193" id="page_193"></a></p> +<p>—Niña, no sé qué bebedizo me has dado que todo lo olvido...<a name="page_193" id="page_193"></a></p> -<p>Ella repuso, al mismo tiempo que sus mejillas se tean de rosa:</p> +<p>Ella repuso, al mismo tiempo que sus mejillas se teñían de rosa:</p> -<p>—Es porque no soy la Marquesa de Bradomn.</p> +<p>—Es porque no soy la Marquesa de Bradomín.</p> -<p>Y call, tal vez esperando una disculpa amante, pero yo prefer guardar -silencio, y juzgu que era bastante desagravio besar su mano. Ella la -retir esquiva, y en un silencio lento, sus hermosos ojos de princesa -oriental se arrasaron de lgrimas. Felizmente no rodaban an por sus -mejillas, cuando el indio reapareci en la puerta trayendo nuestros +<p>Y calló, tal vez esperando una disculpa amante, pero yo preferí guardar +silencio, y juzgué que era bastante desagravio besar su mano. Ella la +retiró esquiva, y en un silencio lento, sus hermosos ojos de princesa +oriental se arrasaron de lágrimas. Felizmente no rodaban aún por sus +mejillas, cuando el indio reapareció en la puerta trayendo nuestros caballos del diestro, y pude salir del jacal como si nada de aquel dolor -hubiese visto. Cuando la Nia Chole asom en la puerta, ya pareca -serena. Le tuve el estribo para que montase, y un instante despus, con +hubiese visto. Cuando la Niña Chole asomó en la puerta, ya parecía +serena. Le tuve el estribo para que montase, y un instante después, con alegre y trotante fanfarria, atravesamos el real.<a name="page_194" id="page_194"></a></p> -<p>Un jinete cruz por delante de nosotros caracoleando su caballo, y -me pareci que la Nia Chole palideca al verle, y se tapaba con el -rebocillo. Yo simul no advertirlo, y nada dije, huyendo de mostrarme -celoso. Despus, cuando salamos al rojo y polvoriento camino, divis +<p>Un jinete cruzó por delante de nosotros caracoleando su caballo, y +me pareció que la Niña Chole palidecía al verle, y se tapaba con el +rebocillo. Yo simulé no advertirlo, y nada dije, huyendo de mostrarme +celoso. Después, cuando salíamos al rojo y polvoriento camino, divisé otros jinetes apostados lejos, en lo alto de una loma: Y como si -all estuviesen en espera nuestra, bajaron al galope cuando pasamos -faldendola. Apenas lo advert me detuve, y mand detener mi gente. El -que vena al frente del otro bando daba fieras voces y corra con las -espuelas puestas en los ijares. La Nia Chole, al reconocerle, lanz un -grito y se arroj tierra, implorando perdn con los brazos abiertos:</p> +allí estuviesen en espera nuestra, bajaron al galope cuando pasamos +faldeándola. Apenas lo advertí me detuve, y mandé detener á mi gente. El +que venía al frente del otro bando daba fieras voces y corría con las +espuelas puestas en los ijares. La Niña Chole, al reconocerle, lanzó un +grito y se arrojó á tierra, implorando perdón con los brazos abiertos:</p> -<p>—Vuelven verte mis ojos!... Mtame, aqu me tienes! Mi rey! Mi +<p>—¡Vuelven á verte mis ojos!... ¡Mátame, aquí me tienes! ¡Mi rey! ¡Mi rey querido!...<a name="page_195" id="page_195"></a></p> -<p>El jinete levant de manos su caballo con amenazador continente, y -quiso venir sobre m. La Nia Chole lo estorb asindose las riendas -desolada y trgica:</p> - -<p>—Su vida, no! Su vida, no!</p> - -<p>Al ver aquella postrera muestra de amor me sent conmovido. Yo estaba - la cabeza de mi gente, que pareca temerosa, y el jinete, alzado en -los estribos, la cont con sus ojos fieros, que acabaron lanzndome una -mirada sauda. Jurara que tambin tuvo miedo: Sin desplegar los labios -alz el ltigo sobre la Nia Chole, y le cruz el rostro. Ella todava -gimi:</p> - -<p>—Mi rey!... Mi rey querido!...</p> - -<p>El jinete se dobl sobre el arzn donde asomaban las pistolas, y rudo -y fiero la alz del suelo asentndola en la silla. Despus, como<a name="page_196" id="page_196"></a> un -raptor de los tiempos heroicos, huy lanzndome terribles denuestos. -Plido y mudo vi cmo se la llevaba: Hubiera podido rescatarla, y, sin -embargo, no lo hice. Yo haba sido otras veces un gran pecador, pero -entonces al adivinar quin era aquel hombre, sentame arrepentido. -La Nia Chole por hija y por esposa, perteneca al fiero mexicano, -y mi corazn se humillaba resignado acatando aquellas dos sagradas -potestades. Desengaado para siempre del amor y del mundo, hinqu las -espuelas al caballo y galop hacia los llanos solitarios del Tixul, +<p>El jinete levantó de manos su caballo con amenazador continente, y +quiso venir sobre mí. La Niña Chole lo estorbó asiéndose á las riendas +desolada y trágica:</p> + +<p>—¡Su vida, no! ¡Su vida, no!</p> + +<p>Al ver aquella postrera muestra de amor me sentí conmovido. Yo estaba +á la cabeza de mi gente, que parecía temerosa, y el jinete, alzado en +los estribos, la contó con sus ojos fieros, que acabaron lanzándome una +mirada sañuda. Juraría que también tuvo miedo: Sin desplegar los labios +alzó el látigo sobre la Niña Chole, y le cruzó el rostro. Ella todavía +gimió:</p> + +<p>—¡Mi rey!... ¡Mi rey querido!...</p> + +<p>El jinete se dobló sobre el arzón donde asomaban las pistolas, y rudo +y fiero la alzó del suelo asentándola en la silla. Después, como<a name="page_196" id="page_196"></a> un +raptor de los tiempos heroicos, huyó lanzándome terribles denuestos. +Pálido y mudo vi cómo se la llevaba: Hubiera podido rescatarla, y, sin +embargo, no lo hice. Yo había sido otras veces un gran pecador, pero +entonces al adivinar quién era aquel hombre, sentíame arrepentido. +La Niña Chole por hija y por esposa, pertenecía al fiero mexicano, +y mi corazón se humillaba resignado acatando aquellas dos sagradas +potestades. Desengañado para siempre del amor y del mundo, hinqué las +espuelas al caballo y galopé hacia los llanos solitarios del Tixul, seguido de mi gente que se hablaba en voz baja comentando el suceso. Todos aquellos indios hubieran seguido de buen grado al raptor de la -Nia Chole. Parecan fascinados como ella, por el ltigo del general -Diego<a name="page_197" id="page_197"></a> Bermdez. Yo senta una fiera y dolorosa altivez al dominarme. -Mis enemigos, los que osan acusarme de todos los crmenes, no podrn -acusarme de haber reido por una mujer. Nunca como entonces he sido fiel - mi divisa: Despreciar los dems y no amarse s mismo.</p> +Niña Chole. Parecían fascinados como ella, por el látigo del general +Diego<a name="page_197" id="page_197"></a> Bermúdez. Yo sentía una fiera y dolorosa altivez al dominarme. +Mis enemigos, los que osan acusarme de todos los crímenes, no podrán +acusarme de haber reñido por una mujer. Nunca como entonces he sido fiel +á mi divisa: Despreciar á los demás y no amarse á sí mismo.</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_197.jpg" width="186" height="186" alt="" title="" /> @@ -2781,64 +2744,64 @@ height="166" alt="E" title="E" /></span>NCORVADOS bajo aquel sol ardiente, abandonadas las riendas sobre el cuello de los caballos, silenciosos, fatigados y -sedientos, cruzbamos la arenosa sabana, viendo eternamente en la -lejana el lago del Tixul, que ondulaba con movimiento perezoso y +sedientos, cruzábamos la arenosa sabana, viendo eternamente en la +lejanía el lago del Tixul, que ondulaba con movimiento perezoso y fresco, mojando la cabellera de los mimbrales que se reflejaban en el -fondo de los remansos encantados... Atravesbamos las grandes dunas, +fondo de los remansos encantados... Atravesábamos las grandes dunas, parajes yermos<a name="page_200" id="page_200"></a> sin brisas ni murmullos. Sobre la arena caliente se paseaban los lagartos con caduca y temblona beatitud de faquires -centenarios, y el sol caa implacable requemando la tierra estril que -pareca sufrir el castigo de algn oscuro crimen geolgico. Nuestros +centenarios, y el sol caía implacable requemando la tierra estéril que +parecía sufrir el castigo de algún oscuro crimen geológico. Nuestros caballos, extenuados por jornada tan penosa, alargaban el cuello, que -se bajaba y se tenda en un vaivn de sopor y de cansancio: Con los -ijares flcidos y ensangrentados, adelantaban trabajosamente enterrando +se bajaba y se tendía en un vaivén de sopor y de cansancio: Con los +ijares flácidos y ensangrentados, adelantaban trabajosamente enterrando los cascos en la arena negra y movediza. Durante horas y horas, los ojos se fatigaban contemplando un horizonte blanquecino y calcinado. La -angustia del mareo pesaba en los prpados, que se cerraban con modorra -para abrirse despus de un instante sobre las mismas lejanas muertas y +angustia del mareo pesaba en los párpados, que se cerraban con modorra +para abrirse después de un instante sobre las mismas lejanías muertas y olvidadas...<a name="page_201" id="page_201"></a></p> -<p>Hicimos un largo da de cabalgada travs de negros arenales, y tal +<p>Hicimos un largo día de cabalgada á través de negros arenales, y tal era mi fatiga y tal mi adormecimiento, que para espolear el caballo -necesitaba hacer nimos. Apenas si poda tenerme sobre la montura. -Como en una expiacin dantesca, vea lo lejos el verdeante lago del +necesitaba hacer ánimos. Apenas si podía tenerme sobre la montura. +Como en una expiación dantesca, veía á lo lejos el verdeante lago del Tixul, donde esperaba hacer un alto. Era ya mediada la tarde, y los rayos del sol dejaban en las aguas una estela de oro cual si acabase de -surcarlas el bajel de las hadas... An nos hallbamos larga distancia, +surcarlas el bajel de las hadas... Aún nos hallábamos á larga distancia, cuando advertimos el almizclado olor de los cocodrilos aletargados fuera del agua, en la playa cenagosa. La inquietud de mi caballo, que temblaba levantando las orejas y sacudiendo la crin, me hizo enderezar en la silla, afirmarme y recobrar las riendas que llevaba sueltas -sobre el borrn. Como la proximidad<a name="page_202" id="page_202"></a> de los caimanes le asustaba y el -miedo dbale bros para retroceder piafante, hube de castigarle con -la espuela, y le puse al galope. Toda la escolta me sigui. Cuando +sobre el borrén. Como la proximidad<a name="page_202" id="page_202"></a> de los caimanes le asustaba y el +miedo dábale bríos para retroceder piafante, hube de castigarle con +la espuela, y le puse al galope. Toda la escolta me siguió. Cuando estuvimos cerca, los cocodrilos entraron perezosamente en el agua. -Nosotros bajamos en tropel hasta la playa. Algunos pjaros de largas -alas, que hacan nido en la junquera, levantaron el vuelo asustados +Nosotros bajamos en tropel hasta la playa. Algunos pájaros de largas +alas, que hacían nido en la junquera, levantaron el vuelo asustados por la zalagarda de los criados, que entraban en el agua cabalgando, -metindose hasta ms arriba de la cincha. En la otra orilla un cocodrilo -permaneci aletargado sobre la cinaga con las fauces abiertas, con los -ojos vueltos hacia el sol, inmvil, monstruoso, indiferente como una +metiéndose hasta más arriba de la cincha. En la otra orilla un cocodrilo +permaneció aletargado sobre la ciénaga con las fauces abiertas, con los +ojos vueltos hacia el sol, inmóvil, monstruoso, indiferente como una divinidad antigua.</p> -<p>Vino presuroso mi caballerango tenerme el estribo, pero yo rehus -apearme. Haba<a name="page_203" id="page_203"></a> cambiado de propsito, y quera vadear el Tixul sin -darle descanso las cabalgaduras, pues ya la noche se nos echaba -encima. Atentos mi deseo los indios que venan en la escolta, -magnficos jinetes todos ellos, metironse resueltamente lago adelante: -Con sus picas de boyeros tentaban el vado. Grandes y extraas flores +<p>Vino presuroso mi caballerango á tenerme el estribo, pero yo rehusé +apearme. Había<a name="page_203" id="page_203"></a> cambiado de propósito, y quería vadear el Tixul sin +darle descanso á las cabalgaduras, pues ya la noche se nos echaba +encima. Atentos á mi deseo los indios que venían en la escolta, +magníficos jinetes todos ellos, metiéronse resueltamente lago adelante: +Con sus picas de boyeros tentaban el vado. Grandes y extrañas flores temblaban sobre el terso cristal entre verdosas y repugnantes algas. Los jinetes, silenciosos y casi desnudos, avanzaban al paso con suma -cautela: Era un tropel de negros centauros. lo lejos cruzaban por -delante de los caballos islas flotantes de gigantescas nnfeas, y +cautela: Era un tropel de negros centauros. Á lo lejos cruzaban por +delante de los caballos islas flotantes de gigantescas nínfeas, y vivaces lagartos saltaban de unas en otras como duendes enredadores y burlescos. Aquellas islas floridas se deslizaban bajo alegre palio de -mariposas, como en un lago de ensueo, lenta, lentamente,<a name="page_204" id="page_204"></a> casi ocultas +mariposas, como en un lago de ensueño, lenta, lentamente,<a name="page_204" id="page_204"></a> casi ocultas por el revoloteo de las alas blancas y azules bordadas de oro. El lago -del Tixul pareca uno de esos jardines como slo existen en los cuentos. -Cuando yo era nio me adormecan refirindome la historia de un jardn -as... Tambin estaba sobre un lago, una hechicera lo habitaba y en las -flores prfidas y quimricas, rubias princesas y rubios prncipes tenan +del Tixul parecía uno de esos jardines como sólo existen en los cuentos. +Cuando yo era niño me adormecían refiriéndome la historia de un jardín +así... ¡También estaba sobre un lago, una hechicera lo habitaba y en las +flores pérfidas y quiméricas, rubias princesas y rubios príncipes tenían encantamento!...</p> <p class="figcenter"> @@ -2852,67 +2815,67 @@ width="150" height="165" alt="Y" title="Y" /></span>A EL TROPEL de centauros nadaba por el centro del -Tixul, cuando un cocodrilo que en la otra orilla pareca sumido en -xtasis, entr lentamente en el agua y desapareci... No quise hacer -ms larga espera en la playa, y halagando el cuello de mi caballo, le -fu metiendo en la laguna paso paso. Cuando tuvo el agua la cincha -comenz nadar, y casi al mismo tiempo me reconoc cercado por un copo -fantstico de<a name="page_206" id="page_206"></a> ojos redondos, amarillentos, nebulosos, que aparecan -solos flor de agua... Aquellos ojos me miraban, estaban fijos en -m!... Confieso que en tal momento sent el fro y el estremecimiento -del miedo. El sol hallbase en el ocaso, y como yo lo llevaba de frente, -me hera y casi me cegaba, de suerte que para esquivarle rame forzoso -contemplar las mudas ondas del Tixul, aun cuando me daba vrtigo aquel -poder de los caimanes para no dejar fuera del agua ms que los ojos de -monstruos, ojos sin prpados, que unas veces giran en todos sentidos +Tixul, cuando un cocodrilo que en la otra orilla parecía sumido en +éxtasis, entró lentamente en el agua y desapareció... No quise hacer +más larga espera en la playa, y halagando el cuello de mi caballo, le +fuí metiendo en la laguna paso á paso. Cuando tuvo el agua á la cincha +comenzó á nadar, y casi al mismo tiempo me reconocí cercado por un copo +fantástico de<a name="page_206" id="page_206"></a> ojos redondos, amarillentos, nebulosos, que aparecían +solos á flor de agua... ¡Aquellos ojos me miraban, estaban fijos en +mí!... Confieso que en tal momento sentí el frío y el estremecimiento +del miedo. El sol hallábase en el ocaso, y como yo lo llevaba de frente, +me hería y casi me cegaba, de suerte que para esquivarle érame forzoso +contemplar las mudas ondas del Tixul, aun cuando me daba vértigo aquel +poder de los caimanes para no dejar fuera del agua más que los ojos de +monstruos, ojos sin párpados, que unas veces giran en todos sentidos y otras se fijan con una mirada estacionaria... Hasta que el caballo -volvi cobrar tierra bajo el casco, lanzndose seguro hacia la orilla, -no respir sin zozobra. Mi gente esperaba tendida lo largo, corriendo -y caracoleando. Nos reunimos<a name="page_207" id="page_207"></a> y continuamos la ruta travs de los +volvió á cobrar tierra bajo el casco, lanzándose seguro hacia la orilla, +no respiré sin zozobra. Mi gente esperaba tendida á lo largo, corriendo +y caracoleando. Nos reunimos<a name="page_207" id="page_207"></a> y continuamos la ruta á través de los negros arenales.</p> <p>Se puso el sol entre presagios de tormenta. El terral soplaba con furia, -removiendo y aventando las arenas, como si quisiese tomar posesin de -aquel pramo inmenso todo el da letargado por el calor. Espoleamos +removiendo y aventando las arenas, como si quisiese tomar posesión de +aquel páramo inmenso todo el día letargado por el calor. Espoleamos los caballos y corrimos contra el viento y el polvo. Ante nosotros se -extendan las dunas en la indecisin del crepsculo desolado y triste, -agitado por las rfagas apocalpticas de un cicln. Casi rasando la -tierra pasaban bandadas de buitres con revoloteo tardo, fatigado -incierto. Cerr la noche y lo lejos vimos llamear muchas hogueras. -De tiempo en tiempo un relmpago rasgaba el horizonte y las dunas -aparecan solitarias y lvidas. Empezaron caer gruesas gotas de agua. -Los caballos<a name="page_208" id="page_208"></a> sacudan las orejas y temblaban como calenturientos. -Las hogueras, atormentadas por el huracn, se agitaban de improviso -menguaban hasta desaparecer. Los relmpagos, cada vez ms frecuentes, -dejaban en los ojos la visin temblorosa y fugaz del paraje inhospito. +extendían las dunas en la indecisión del crepúsculo desolado y triste, +agitado por las ráfagas apocalípticas de un ciclón. Casi rasando la +tierra pasaban bandadas de buitres con revoloteo tardo, fatigado é +incierto. Cerró la noche y á lo lejos vimos llamear muchas hogueras. +De tiempo en tiempo un relámpago rasgaba el horizonte y las dunas +aparecían solitarias y lívidas. Empezaron á caer gruesas gotas de agua. +Los caballos<a name="page_208" id="page_208"></a> sacudían las orejas y temblaban como calenturientos. +Las hogueras, atormentadas por el huracán, se agitaban de improviso ó +menguaban hasta desaparecer. Los relámpagos, cada vez más frecuentes, +dejaban en los ojos la visión temblorosa y fugaz del paraje inhospito. Nuestros caballos con las crines al viento, lanzaban relinchos de -espanto y procuraban orientarse, buscndose en la oscuridad de la -noche bajo el aguacero. La luz catica de los relmpagos, daba la -yerma vastedad el aspecto de esos parajes quimricos de las leyendas +espanto y procuraban orientarse, buscándose en la oscuridad de la +noche bajo el aguacero. La luz caótica de los relámpagos, daba á la +yerma vastedad el aspecto de esos parajes quiméricos de las leyendas penitentes: Desiertos de cenizas y arenales sin fin que rodean el Infierno.</p> -<p>Guindonos por las hogueras, llegamos un gran raso de yerba donde -cabeceaban, sacudidos por el viento, algunos cocoteros<a name="page_209" id="page_209"></a> desgreados, -enanos y salvajes. El aguacero haba cesado repentinamente y la -tormenta pareca ya muy lejana. Dos tres perros salieron ladrando -nuestro encuentro, y en la lejana otros ladridos respondieron los +<p>Guiándonos por las hogueras, llegamos á un gran raso de yerba donde +cabeceaban, sacudidos por el viento, algunos cocoteros<a name="page_209" id="page_209"></a> desgreñados, +enanos y salvajes. El aguacero había cesado repentinamente y la +tormenta parecía ya muy lejana. Dos ó tres perros salieron ladrando á +nuestro encuentro, y en la lejanía otros ladridos respondieron á los suyos. Vimos en torno de la lumbre agitarse y vagar figuras de mal -agero: Rostros negros y dientes blancos que las llamas iluminaban. Nos -hallbamos en un campo de jarochos, mitad bandoleros y mitad pastores, -que conducan numerosos rebaos las ferias de Grijalba.</p> +agüero: Rostros negros y dientes blancos que las llamas iluminaban. Nos +hallábamos en un campo de jarochos, mitad bandoleros y mitad pastores, +que conducían numerosos rebaños á las ferias de Grijalba.</p> -<p>Al vernos llegar galopando en tropel, de todas partes acudan hombres -negros y canes famlicos: Los hombres tenan la esbeltez que da el -desierto y actitudes de reyes brbaros magnficas, sanguinarias... En el +<p>Al vernos llegar galopando en tropel, de todas partes acudían hombres +negros y canes famélicos: Los hombres tenían la esbeltez que da el +desierto y actitudes de reyes bárbaros magníficas, sanguinarias... En el cielo la luna, enlutada como viuda ideal, dejaba<a name="page_210" id="page_210"></a> caer la tenue sonrisa -de su luz sobre la ruda y aulladora tribu. veces entre el vigilante -ladrido de los canes y el spero vocear del pastoreo errante, percibase -el estremecimiento de las ovejas, y llegaban hasta nosotros rfagas +de su luz sobre la ruda y aulladora tribu. Á veces entre el vigilante +ladrido de los canes y el áspero vocear del pastoreo errante, percibíase +el estremecimiento de las ovejas, y llegaban hasta nosotros ráfagas de establo, campesinas y robustas como un aliento de vida primitiva. -Sonaban las esquilas con ingrvido campanilleo, ardan en las fogatas -haces de olorosos rastrojos, y el humo suba blanco, feliz y cargado de -aromas, como el humo de los rsticos y patriarcales sacrificios.</p> +Sonaban las esquilas con ingrávido campanilleo, ardían en las fogatas +haces de olorosos rastrojos, y el humo subía blanco, feliz y cargado de +aromas, como el humo de los rústicos y patriarcales sacrificios.</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_210.jpg" width="231" height="76" alt="" title="" /> @@ -2925,134 +2888,134 @@ width="150" height="161" alt="Y" title="Y" /></span>O VEIA DANZAR entre las lenguas de la llama una -sombra femenil indecisa y desnuda: La vea, aun cerrando los ojos, con -la fuerza quimrica y angustiosa que tienen los sueos de la fiebre. -Cuitado de m! Era una de esas visiones msticas y carnales con que el -diablo tentaba en otro tiempo los santos ermitaos: Yo crea haber +sombra femenil indecisa y desnuda: La veía, aun cerrando los ojos, con +la fuerza quimérica y angustiosa que tienen los sueños de la fiebre. +¡Cuitado de mí! Era una de esas visiones místicas y carnales con que el +diablo tentaba en otro tiempo á los santos ermitaños: Yo creía haber roto para siempre las redes amorosas del pecado, y el Cielo castigaba -tanta arrogancia<a name="page_212" id="page_212"></a> dejndome en abandono. Aquella mujer desnuda, velada -por las llamas, era la Nia Chole. Tena su sonrisa y su mirar. Mi alma -empezaba cubrirse de tristeza y suspirar romnticamente. La carne -flaca se estremeca de celos y de clera. Todo en m clamaba por la -Nia Chole. Estaba arrepentido de no haber dado muerte al incestuoso -raptor, y el pensamiento de buscarle travs de la tierra mexicana se -haca doloroso: Era una culebra enroscada al corazn, que me morda y -me envenenaba. Para libertarme de aquel suplicio, llam al indio que -llevaba de gua. Acudi tiritando:</p> +tanta arrogancia<a name="page_212" id="page_212"></a> dejándome en abandono. Aquella mujer desnuda, velada +por las llamas, era la Niña Chole. Tenía su sonrisa y su mirar. Mi alma +empezaba á cubrirse de tristeza y á suspirar románticamente. La carne +flaca se estremecía de celos y de cólera. Todo en mí clamaba por la +Niña Chole. Estaba arrepentido de no haber dado muerte al incestuoso +raptor, y el pensamiento de buscarle á través de la tierra mexicana se +hacía doloroso: Era una culebra enroscada al corazón, que me mordía y +me envenenaba. Para libertarme de aquel suplicio, llamé al indio que +llevaba de guía. Acudió tiritando:</p> -<p>—Qu mandaba, seor?</p> +<p>—¿Qué mandaba, señor?</p> -<p>—Vamos ponernos en camino.</p> +<p>—Vamos á ponernos en camino.</p> -<p>—Mala es la sazn, seor. Corren ahora muchas torrenteras.<a name="page_213" id="page_213"></a></p> +<p>—Mala es la sazón, señor. Corren ahora muchas torrenteras.<a name="page_213" id="page_213"></a></p> <p>Yo tuve un momento de duda:</p> -<p>—Qu distancia hay la Hacienda de Tixul?</p> +<p>—¿Qué distancia hay á la Hacienda de Tixul?</p> -<p>—Dos horas de camino, seor.</p> +<p>—Dos horas de camino, señor.</p> -<p>Me incorpor violentamente:</p> +<p>Me incorporé violentamente:</p> <p>—Que ensillen.</p> -<p>Y esper calentndome ante el fuego, mientras el gua llevaba la orden y -se pona la gente en traza de partir. Mi sombra bailaba con la llama de -las hogueras, y alargbase fantstica sobre la tierra negra. Yo senta -dentro de m la sensacin de un misterio pavoroso y siniestro. Quiz iba - mudar de propsito cuando un tropel de indios acudi con mi caballo. - la luz de la hoguera ajustaron las cinchas y repararon las bridas. El -gua, silencioso y humilde, vino tomar el diestro. Mont y partimos.<a name="page_214" id="page_214"></a></p> +<p>Y esperé calentándome ante el fuego, mientras el guía llevaba la orden y +se ponía la gente en traza de partir. Mi sombra bailaba con la llama de +las hogueras, y alargábase fantástica sobre la tierra negra. Yo sentía +dentro de mí la sensación de un misterio pavoroso y siniestro. Quizá iba +á mudar de propósito cuando un tropel de indios acudió con mi caballo. +Á la luz de la hoguera ajustaron las cinchas y repararon las bridas. El +guía, silencioso y humilde, vino á tomar el diestro. Monté y partimos.<a name="page_214" id="page_214"></a></p> <p>Caminamos largo tiempo por un terreno onduloso, entre cactus gigantescos que sacudidos por el viento, imitaban rumor de torrentes. De tiempo en -tiempo la luna rasgaba los trgicos nubarrones, iluminaba nuestra +tiempo la luna rasgaba los trágicos nubarrones, é iluminaba nuestra marcha derramando tibia claridad. Delante de mi caballo volaba, con -silencioso vuelo, un pjaro nocturno: Se posaba corta distancia, y al -acercarme agitaba las negras alas iba posarse ms lejos, lanzando un -graznido plaidero, que era su canto. Mi gua, supersticioso como todos -los indios, crea entender en aquel grito la palabra judo, y cuando oa -esta ofensa que el pjaro le lanzaba siempre al abrir las sombras alas, +silencioso vuelo, un pájaro nocturno: Se posaba á corta distancia, y al +acercarme agitaba las negras alas é iba á posarse más lejos, lanzando un +graznido plañidero, que era su canto. Mi guía, supersticioso como todos +los indios, creía entender en aquel grito la palabra judío, y cuando oía +esta ofensa que el pájaro le lanzaba siempre al abrir las sombrías alas, replicaba gravemente:</p> -<p>—Cristiano, y muy cristiano!</p> +<p>—¡Cristiano, y muy cristiano!</p> -<p>Yo le interrogu:<a name="page_215" id="page_215"></a></p> +<p>Yo le interrogué:<a name="page_215" id="page_215"></a></p> -<p>—Qu pjaro es ese?...</p> +<p>—¿Qué pájaro es ese?...</p> -<p>—El tapa-caminos, seor.</p> +<p>—El tapa-caminos, señor.</p> -<p>De esta suerte llegamos mis dominios. La casa, mandada edificar por -un virrey, tena el aspecto seorial y campesino que tienen en Espaa +<p>De esta suerte llegamos á mis dominios. La casa, mandada edificar por +un virrey, tenía el aspecto señorial y campesino que tienen en España las casas de los hidalgos. Un tropel de jinetes estaba delante de la -puerta. juzgar por su atavo, eran plateados. Formaban rueda, y las -calabazas llenas de caf, corran de mano en mano. Los chambergos -bordados brillaban la luz de la luna. En mitad del camino estaba -apostado un jinete: Era viejo y avellanado: Tena los ojos fieros y una -mano cercenada. Al acercarnos nos grit:</p> +puerta. Á juzgar por su atavío, eran plateados. Formaban rueda, y las +calabazas llenas de café, corrían de mano en mano. Los chambergos +bordados brillaban á la luz de la luna. En mitad del camino estaba +apostado un jinete: Era viejo y avellanado: Tenía los ojos fieros y una +mano cercenada. Al acercarnos nos gritó:</p> -<p>—Tnganse all!</p> +<p>—¡Ténganse allá!</p> -<p>Yo respond de mal talante, enderezndome en la silla:</p> +<p>Yo respondí de mal talante, enderezándome en la silla:</p> -<p>—Soy el Marqus de Bradomn.<a name="page_216" id="page_216"></a></p> +<p>—Soy el Marqués de Bradomín.<a name="page_216" id="page_216"></a></p> -<p>El viejo parti al galope y reunise con los que apuraban las calabazas -de caf ante la puerta. Yo distingu claramente la luz de la luna, -cmo se volvan los unos los otros, y cmo se hablaban tomando -consejo, y cmo despus recobraban las riendas y se partan. Cuando yo -llegu, la puerta estaba franca y an se oa el galope de sus caballos. -El mayordomo que esperaba en el umbral, adelantse recibirme, y -tomando el caballo del rendaje tornse hacia la casa, gritando:</p> +<p>El viejo partió al galope y reunióse con los que apuraban las calabazas +de café ante la puerta. Yo distinguí claramente á la luz de la luna, +cómo se volvían los unos á los otros, y cómo se hablaban tomando +consejo, y cómo después recobraban las riendas y se partían. Cuando yo +llegué, la puerta estaba franca y aún se oía el galope de sus caballos. +El mayordomo que esperaba en el umbral, adelantóse á recibirme, y +tomando el caballo del rendaje tornóse hacia la casa, gritando:</p> -<p>—Sacad ac un candil!... Alumbrad la escalera!...</p> +<p>—¡Sacad acá un candil!... ¡Alumbrad la escalera!...</p> -<p>En lo alto de la ventana asom la forma negra de una vieja con un veln +<p>En lo alto de la ventana asomó la forma negra de una vieja con un velón encendido:</p> -<p>—Alabado sea Dios que le trujo con bien por medio de tantos peligros!</p> +<p>—¡Alabado sea Dios que le trujo con bien por medio de tantos peligros!</p> -<p>Y para alumbrarnos mejor, encorvbase<a name="page_217" id="page_217"></a> fuera de la ventana y alargaba su -brazo negro, que temblaba con el veln. Entramos en el zagun, y casi al -mismo tiempo reapareca la vieja en lo alto de la escalera:</p> +<p>Y para alumbrarnos mejor, encorvábase<a name="page_217" id="page_217"></a> fuera de la ventana y alargaba su +brazo negro, que temblaba con el velón. Entramos en el zaguán, y casi al +mismo tiempo reaparecía la vieja en lo alto de la escalera:</p> -<p>—Alabado sea Dios, y cmo se le conoce la mucha nobleza y generosidad +<p>—¡Alabado sea Dios, y cómo se le conoce la mucha nobleza y generosidad de su sangre!</p> -<p>La vieja nos gui hasta una sala enjalbegada, que tena todas las -ventanas abiertas. Dej el veln sobre una mesa de torneados pies, y se -alej:</p> +<p>La vieja nos guió hasta una sala enjalbegada, que tenía todas las +ventanas abiertas. Dejó el velón sobre una mesa de torneados pies, y se +alejó:</p> -<p>—Alabado sea Dios, y qu juventud ms galana!</p> +<p>—¡Alabado sea Dios, y qué juventud más galana!</p> -<p>Me sent, y el mayordomo quedse distancia contemplndome. Era un -antiguo soldado de Don Carlos, emigrado despus de la traicin de -Vergara. Sus ojos negros y hundidos tenan un brillo de lgrimas. Yo le -tend la mano con familiar afecto:<a name="page_218" id="page_218"></a></p> +<p>Me senté, y el mayordomo quedóse á distancia contemplándome. Era un +antiguo soldado de Don Carlos, emigrado después de la traición de +Vergara. Sus ojos negros y hundidos tenían un brillo de lágrimas. Yo le +tendí la mano con familiar afecto:<a name="page_218" id="page_218"></a></p> -<p>—Sintate, Brin... Qu tropa era esa?</p> +<p>—Siéntate, Brión... ¿Qué tropa era esa?</p> -<p>—Plateados, seor.</p> +<p>—Plateados, señor.</p> -<p>—Son amigos tuyos?</p> +<p>—¿Son amigos tuyos?</p> -<p>—Y buenos amigos!... Aqu hay que vivir como viva en sus cortijos de -Andaluca mi seora la Condesa de Barbazn, abuela de vuecencia. Jos -Mara la respetaba como una reina, porque tena en mi seora su mejor +<p>—¡Y buenos amigos!... Aquí hay que vivir como vivía en sus cortijos de +Andalucía mi señora la Condesa de Barbazón, abuela de vuecencia. José +María la respetaba como á una reina, porque tenía en mi señora su mejor madrina...</p> -<p>—Y estos cuatreros mexicanos tienen el garbo de los andaluces?</p> +<p>—¿Y estos cuatreros mexicanos tienen el garbo de los andaluces?</p> -<p>Brin baj la voz para responder:</p> +<p>Brión bajó la voz para responder:</p> <p>—Saben robar... No les impone el matar... Tienen discurso... Y con todo -no llegan los ladrones de la Andaluca. Les falta la gracia, que es al -modo de la sal en la vianda. Y no son los de la Andaluca ms guapos en -el arreo! No es el arreo!...<a name="page_219" id="page_219"></a></p> +no llegan á los ladrones de la Andalucía. Les falta la gracia, que es al +modo de la sal en la vianda. ¡Y no son los de la Andalucía más guapos en +el arreo! ¡No es el arreo!...<a name="page_219" id="page_219"></a></p> -<p>En aquel momento entr la vieja decir que estaba dispuesta la -colacin. Yo me puse de pie, y ella tom la luz de encima de la mesa +<p>En aquel momento entró la vieja á decir que estaba dispuesta la +colación. Yo me puse de pie, y ella tomó la luz de encima de la mesa para alumbrarme el camino.</p> <p class="figcenter"> @@ -3067,120 +3030,120 @@ para alumbrarme el camino.</p> width="150" height="165" alt="M" -title="M" /></span>E ACOST rendido, pero el recuerdo de la Nia Chole -tvome desvelado hasta cerca del amanecer. Eran vanos todos mis -esfuerzos por ahuyentarle: Revoloteaba en mi memoria, surga entre la -niebla de mis pensamientos, ingrvido, funambulesco, torturador. Muchas -veces, en el vago trnsito de la vigilia al sueo, me despert con -sobresalto. Al cabo, vencido por la fatiga, ca en un sopor febril, -poblado de<a name="page_222" id="page_222"></a> pesadillas. De pronto abr los ojos en la oscuridad. Con -gran sorpresa ma hallbame completamente despierto. Quise conciliar -otra vez el sueo, pero no pude conseguirlo. Un perro comenz ladrar -debajo de mi ventana, y entonces record vagamente haber escuchado sus -ladridos momentos antes, mientras dorma. Agitado por el desvelo me -incorpor en las almohadas. La luz de la luna esclareca el fondo de -la estancia, porque yo haba dejado abiertas las ventanas causa del -calor. Me pareci oir voces apagadas de gente que vagaba por el huerto. -El perro haba enmudecido, las voces se desvanecan. De nuevo qued todo -en silencio, y en medio del silencio o el galope de un caballo que -se alejaba. Me levant para cerrar la ventana. La cancela del huerto -estaba abierta, y sent<a name="page_223" id="page_223"></a> nacer una sospecha, aun cuando el camino rojo, -iluminado por la luna, vease desierto entre los susurrantes maizales. -Permanec algn tiempo en atalaya. Aquellos campos parecan muertos bajo -la luz blanca de la luna: Slo reinaba sobre ellos el viento murmurador. -Sintiendo que el sueo me volva, cerr la ventana. Sacudido por largo -estremecimiento me acost. Apenas haba cerrado los ojos cuando el -eco apagado de algunos escopetazos me sobresalt: Lejanos silbidos -eran contestados por otros: Volva oirse el galope de un caballo. -Iba levantarme cuando qued todo en silencio. Despus al cabo de +title="M" /></span>E ACOSTÉ rendido, pero el recuerdo de la Niña Chole +túvome desvelado hasta cerca del amanecer. Eran vanos todos mis +esfuerzos por ahuyentarle: Revoloteaba en mi memoria, surgía entre la +niebla de mis pensamientos, ingrávido, funambulesco, torturador. Muchas +veces, en el vago tránsito de la vigilia al sueño, me desperté con +sobresalto. Al cabo, vencido por la fatiga, caí en un sopor febril, +poblado de<a name="page_222" id="page_222"></a> pesadillas. De pronto abrí los ojos en la oscuridad. Con +gran sorpresa mía hallábame completamente despierto. Quise conciliar +otra vez el sueño, pero no pude conseguirlo. Un perro comenzó á ladrar +debajo de mi ventana, y entonces recordé vagamente haber escuchado sus +ladridos momentos antes, mientras dormía. Agitado por el desvelo me +incorporé en las almohadas. La luz de la luna esclarecía el fondo de +la estancia, porque yo había dejado abiertas las ventanas á causa del +calor. Me pareció oir voces apagadas de gente que vagaba por el huerto. +El perro había enmudecido, las voces se desvanecían. De nuevo quedó todo +en silencio, y en medio del silencio oí el galope de un caballo que +se alejaba. Me levanté para cerrar la ventana. La cancela del huerto +estaba abierta, y sentí<a name="page_223" id="page_223"></a> nacer una sospecha, aun cuando el camino rojo, +iluminado por la luna, veíase desierto entre los susurrantes maizales. +Permanecí algún tiempo en atalaya. Aquellos campos parecían muertos bajo +la luz blanca de la luna: Sólo reinaba sobre ellos el viento murmurador. +Sintiendo que el sueño me volvía, cerré la ventana. Sacudido por largo +estremecimiento me acosté. Apenas había cerrado los ojos cuando el +eco apagado de algunos escopetazos me sobresaltó: Lejanos silbidos +eran contestados por otros: Volvía á oirse el galope de un caballo. +Iba á levantarme cuando quedó todo en silencio. Después al cabo de mucho tiempo, resonaron en el huerto sordos golpes de azada, como si -estuviesen cavando una cueva. Deba ser cerca del amanecer, y me dorm. -Cuando el mayordomo<a name="page_224" id="page_224"></a> entr despertarme, dudaba si haba soado: Sin -embargo le interrogu:</p> +estuviesen cavando una cueva. Debía ser cerca del amanecer, y me dormí. +Cuando el mayordomo<a name="page_224" id="page_224"></a> entró á despertarme, dudaba si había soñado: Sin +embargo le interrogué:</p> -<p>—Qu batalla habis dado esta noche?</p> +<p>—¿Qué batalla habéis dado esta noche?</p> -<p>El mayordomo inclin la cabeza tristemente:</p> +<p>El mayordomo inclinó la cabeza tristemente:</p> -<p>—Esta noche han matado al valedor ms valedor de Mxico!</p> +<p>—¡Esta noche han matado al valedor más valedor de México!</p> -<p>—Quin le mat?</p> +<p>—¿Quién le mató?</p> -<p>—Una bala, seor.</p> +<p>—Una bala, señor.</p> -<p>—Una bala, de quin?</p> +<p>—¿Una bala, de quién?</p> -<p>—Pues de algn hijo de mala madre.</p> +<p>—Pues de algún hijo de mala madre.</p> -<p>—Ha salido mal el golpe de los plateados?</p> +<p>—¿Ha salido mal el golpe de los plateados?</p> -<p>—Mal, seor.</p> +<p>—Mal, señor.</p> -<p>—T llevabas parte?</p> +<p>—¿Tú llevabas parte?</p> -<p>El mayordomo levant hasta m los ojos ardientes:</p> +<p>El mayordomo levantó hasta mí los ojos ardientes:</p> -<p>—Yo, jams, seor.</p> +<p>—Yo, jamás, señor.</p> -<p>La fiera arrogancia con que llev su mano<a name="page_225" id="page_225"></a> al corazn, me hizo sonreir, +<p>La fiera arrogancia con que llevó su mano<a name="page_225" id="page_225"></a> al corazón, me hizo sonreir, porque el viejo soldado de Don Carlos, con su atezada estampa y el -chambergo arremangado sobre la frente, y los ojos sombros, y el machete -al costado, lo mismo pareca un hidalgo que un bandolero. Qued un +chambergo arremangado sobre la frente, y los ojos sombríos, y el machete +al costado, lo mismo parecía un hidalgo que un bandolero. Quedó un momento caviloso, y luego, manoseando la barba, me dijo:</p> -<p>—Spalo vuecencia: Si tengo amistad con los plateados, es porque espero -valerme de ellos... Son gente brava y me ayudarn... Desde que llegu - esta tierra tengo un pensamiento. Spalo vuecencia: Quiero hacer -emperador Don Carlos V.</p> +<p>—Sépalo vuecencia: Si tengo amistad con los plateados, es porque espero +valerme de ellos... Son gente brava y me ayudarán... Desde que llegué +á esta tierra tengo un pensamiento. Sépalo vuecencia: Quiero hacer +emperador á Don Carlos V.</p> -<p>El viejo soldado se enjug una lgrima. Yo qued mirndole fijamente:</p> +<p>El viejo soldado se enjugó una lágrima. Yo quedé mirándole fijamente:</p> -<p>—Y cmo le daremos un Imperio, Brin?</p> +<p>—¿Y cómo le daremos un Imperio, Brión?</p> <p>Las pupilas del mayordomo brillaron enfoscadas bajo las cejas grises:<a name="page_226" id="page_226"></a></p> -<p>—Se lo daremos, seor... Y despus la corona de Espaa.</p> +<p>—Se lo daremos, señor... Y después la corona de España.</p> -<p>Volv preguntarle con una punta de burla:</p> +<p>Volví á preguntarle con una punta de burla:</p> -<p>—Pero ese Imperio cmo se lo daremos?</p> +<p>—¿Pero ese Imperio cómo se lo daremos?</p> -<p>—Volvindole estas Indias. Ms difcil cosa fu ganarlas en los tiempos -antiguos de Hernn Corts. Yo tengo el libro de esa Historia. Ya lo -habr ledo vuecencia?</p> +<p>—Volviéndole estas Indias. Más difícil cosa fué ganarlas en los tiempos +antiguos de Hernán Cortés. Yo tengo el libro de esa Historia. ¿Ya lo +habrá leído vuecencia?</p> -<p>Los ojos del mayordomo estaban llenos de lgrimas. Un rudo temblor que -no poda dominar agitaba su barba berberisca. Se asom la ventana, y -mirando hacia el camino guard silencio. Despus suspir:</p> +<p>Los ojos del mayordomo estaban llenos de lágrimas. Un rudo temblor que +no podía dominar agitaba su barba berberisca. Se asomó á la ventana, y +mirando hacia el camino guardó silencio. Después suspiró:</p> -<p>—Esta noche hemos perdido al hombre que ms poda ayudarnos! la -sombra de aquel cedro est enterrado.</p> +<p>—¡Esta noche hemos perdido al hombre que más podía ayudarnos! Á la +sombra de aquel cedro está enterrado.</p> -<p>—Quin era?<a name="page_227" id="page_227"></a></p> +<p>—¿Quién era?<a name="page_227" id="page_227"></a></p> -<p>—El capitn de los plateados, que hall aqu vuecencia.</p> +<p>—El capitán de los plateados, que halló aquí vuecencia.</p> -<p>—Y sus hombres han muerto tambin?</p> +<p>—¿Y sus hombres han muerto también?</p> -<p>—Se dispersaron. Entr en ellos el pnico. Haban secuestrado una +<p>—Se dispersaron. Entró en ellos el pánico. Habían secuestrado á una linda criolla, que tiene harta plata, y la dejaron desmayada en medio -del camino. Yo, compadecido, la traje hasta aqu. Si quiere verla +del camino. Yo, compadecido, la traje hasta aquí. ¡Si quiere verla vuecencia!</p> -<p>—Es linda de veras?</p> +<p>—¿Es linda de veras?</p> <p>—Como una santa.</p> -<p>Me levant, y precedido de Brin, sal. La criolla estaba en el huerto -tendida en una hamaca colgada de dos rboles. Algunos pequeuelos -indios, casi desnudos, se disputaban mecerla. La criolla tena el -pauelo sobre los ojos y suspiraba. Al sentir nuestros pasos volvi -lnguidamente la cabeza y lanz un grito:</p> +<p>Me levanté, y precedido de Brión, salí. La criolla estaba en el huerto +tendida en una hamaca colgada de dos árboles. Algunos pequeñuelos +indios, casi desnudos, se disputaban mecerla. La criolla tenía el +pañuelo sobre los ojos y suspiraba. Al sentir nuestros pasos volvió +lánguidamente la cabeza y lanzó un grito:</p> -<p>—Mi rey!... Mi rey querido!...<a name="page_228" id="page_228"></a></p> +<p>—¡Mi rey!... ¡Mi rey querido!...<a name="page_228" id="page_228"></a></p> -<p>Sin desplegar los labios le tend los brazos. Yo he credo siempre que -en achaques de amor todo se cifra en aquella mxima divina que nos manda +<p>Sin desplegar los labios le tendí los brazos. Yo he creído siempre que +en achaques de amor todo se cifra en aquella máxima divina que nos manda olvidar las injurias.</p> <p class="figcenter"> @@ -3193,60 +3156,60 @@ olvidar las injurias.</p> width="150" height="164" alt="F" -title="F" /></span>ELIZ y caprichosa me morda las manos mandndome estar -quieto. No quera que yo la tocase. Ella sola, lenta, muy lentamente, -desabroch los botones de su corpio y destrenz el cabello ante el -espejo, donde se contempl sonriendo. Pareca olvidada de m. Cuando se -hall desnuda torn sonreir y contemplarse. Semejante una princesa -oriental, ungise con esencias. Despus envuelta en seda y encajes,<a name="page_230" id="page_230"></a> -tendise en la hamaca y esper: Los prpados entornados y palpitantes, +title="F" /></span>ELIZ y caprichosa me mordía las manos mandándome estar +quieto. No quería que yo la tocase. Ella sola, lenta, muy lentamente, +desabrochó los botones de su corpiño y destrenzó el cabello ante el +espejo, donde se contempló sonriendo. Parecía olvidada de mí. Cuando se +halló desnuda tornó á sonreir y á contemplarse. Semejante á una princesa +oriental, ungióse con esencias. Después envuelta en seda y encajes,<a name="page_230" id="page_230"></a> +tendióse en la hamaca y esperó: Los párpados entornados y palpitantes, la boca siempre sonriente, con aquella sonrisa que un poeta de hoy hubiera llamado estrofa alada de nieve y rosas. Yo, aun cuando parezca -extrao, no me acerqu. Gustaba la divina voluptuosidad de verla, y con -la ciencia profunda, exquisita y sdica de un decadente, quera retardar -todas las otras, gozarlas una una, en la quietud sagrada de aquella -noche. Por el balcn abierto se alcanzaba ver el cielo de un azul -profundo, apenas argentado por la luna. El cfiro nocturno traa del -jardn aromas y susurros: El mensaje romntico que le daban las rosas al +extraño, no me acerqué. Gustaba la divina voluptuosidad de verla, y con +la ciencia profunda, exquisita y sádica de un decadente, quería retardar +todas las otras, gozarlas una á una, en la quietud sagrada de aquella +noche. Por el balcón abierto se alcanzaba á ver el cielo de un azul +profundo, apenas argentado por la luna. El céfiro nocturno traía del +jardín aromas y susurros: El mensaje romántico que le daban las rosas al deshojarse. El recogimiento era amoroso y tentador. Oscilaba la luz de -las bujas, y las sombras danzaban sobre los muros. All en el fondo<a name="page_231" id="page_231"></a> +las bujías, y las sombras danzaban sobre los muros. Allá en el fondo<a name="page_231" id="page_231"></a> tenebroso del corredor, el reloj de cuco, que acordaba el tiempo de los -virreyes, di las doce. Poco despus cant un gallo. Era la hora nupcial -y augusta de la media noche. La Nia Chole murmur mi odo:</p> +virreyes, dió las doce. Poco después cantó un gallo. Era la hora nupcial +y augusta de la media noche. La Niña Chole murmuró á mi oído:</p> -<p>—Dime si hay nada tan dulce como esta reconciliacin nuestra!</p> +<p>—¡Dime si hay nada tan dulce como esta reconciliación nuestra!</p> -<p>No contest y puse mi boca en la suya queriendo as sellarla, porque el -silencio es arca santa del placer. Pero la Nia Chole tena la costumbre -de hablar en los trances supremos, y despus de un momento suspir:</p> +<p>No contesté y puse mi boca en la suya queriendo así sellarla, porque el +silencio es arca santa del placer. Pero la Niña Chole tenía la costumbre +de hablar en los trances supremos, y después de un momento suspiró:</p> -<p>—Tienes que perdonarme. Si hubisemos estado siempre juntos, ahora no -gozaramos as. Tienes que perdonarme.</p> +<p>—Tienes que perdonarme. Si hubiésemos estado siempre juntos, ahora no +gozaríamos así. Tienes que perdonarme.</p> -<p>Aun cuando el pobre corazn sangraba un poco, yo la perdon! Mis labios +<p>¡Aun cuando el pobre corazón sangraba un poco, yo la perdoné! Mis labios buscaron nuevamente aquellos labios crueles. Fuerza, sin<a name="page_232" id="page_232"></a> embargo, -es confesar que no he sido un hroe, como pudiera creerse. Aquellas -palabras tenan el encanto apasionado y perverso que tienen esas bocas +es confesar que no he sido un héroe, como pudiera creerse. Aquellas +palabras tenían el encanto apasionado y perverso que tienen esas bocas rampantes de voluptuosidad, que cuando besan muerden. Sofocada entre mis -brazos, murmur con desmayo:</p> +brazos, murmuró con desmayo:</p> -<p>—Nunca nos hemos querido as! Nunca! Nunca!...</p> +<p>—¡Nunca nos hemos querido así! ¡Nunca! ¡Nunca!...</p> -<p>La gran llama de la pasin, envolvindonos toda temblorosa en su lengua -dorada, nos haca invulnerables al cansancio, y nos daba la noble +<p>La gran llama de la pasión, envolviéndonos toda temblorosa en su lengua +dorada, nos hacía invulnerables al cansancio, y nos daba la noble resistencia que los dioses tienen para el placer. Al contacto de la -carne, florecan los besos en un mayo de amores. Rosas de Alejandra, -yo las deshojaba sobre sus labios! Nardos de Judea, yo los deshojaba -sobre sus senos! Y la Nia Chole se estremeca en delicioso xtasis, -y sus manos adquiran la divina<a name="page_233" id="page_233"></a> torpeza de las manos de una virgen. -Pobre Nia Chole, despus de haber pecado tanto, an no saba que -el supremo deleite slo se encuentra tras los abandonos crueles, en -las reconciliaciones cobardes. m me estaba reservada la gloria de -enserselo. Yo, que en el fondo de aquellos ojos crea ver siempre el -enigma oscuro de su traicin, no poda ignorar cunto cuesta acercarse - los altares de Venus Turbulenta. Desde entonces compadezco los -desgraciados que engaados por una mujer, se consumen sin volver -besarla. Para ellos ser eternamente un misterio la exaltacin gloriosa +carne, florecían los besos en un mayo de amores. ¡Rosas de Alejandría, +yo las deshojaba sobre sus labios! ¡Nardos de Judea, yo los deshojaba +sobre sus senos! Y la Niña Chole se estremecía en delicioso éxtasis, +y sus manos adquirían la divina<a name="page_233" id="page_233"></a> torpeza de las manos de una virgen. +Pobre Niña Chole, después de haber pecado tanto, aún no sabía que +el supremo deleite sólo se encuentra tras los abandonos crueles, en +las reconciliaciones cobardes. Á mí me estaba reservada la gloria de +enseñárselo. Yo, que en el fondo de aquellos ojos creía ver siempre el +enigma oscuro de su traición, no podía ignorar cuánto cuesta acercarse +á los altares de Venus Turbulenta. Desde entonces compadezco á los +desgraciados que engañados por una mujer, se consumen sin volver á +besarla. Para ellos será eternamente un misterio la exaltación gloriosa de la carne.</p> <p class="figcenter"> @@ -3255,12 +3218,12 @@ de la carne.</p> <p><a name="page_234" id="page_234"></a></p> -<p class="c">ACABSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO<br /> -EN LA IMPRENTA HELNICA<br /> -DE MADRID XXX DAS<br /> +<p class="c">ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO<br /> +EN LA IMPRENTA HELÉNICA<br /> +DE MADRID Á XXX DÍAS<br /> DEL MES DE JUNIO<br /> DE MCMXIII<br /> -AOS</p> +AÑOS</p> <p class="figcenter"> <img src="images/ill_pg_234.jpg" width="24" height="24" alt="" title="" /> @@ -3273,394 +3236,15 @@ O R N A V I T</p> <table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="" style="padding:2%;border:3px dotted gray;"> -<tr><td align="center">Errores corregidos por el transcriptor del texto electrnico:</td></tr> +<tr><td align="center">Errores corregidos por el transcriptor del texto electrónico:</td></tr> <tr><td align="center">gloriosas de <span class="errata">aquela</span>=> gloriosas de aquella {pg 44}</td></tr> -<tr><td align="center">los <span class="errata">aventuros</span> espaoles=> los aventureros espaoles {pg 51}</td></tr> -<tr><td align="center">la Nia <span class="errata">tie</span>=> la Nia tiene {pg 189}</td></tr> +<tr><td align="center">los <span class="errata">aventuros</span> españoles=> los aventureros españoles {pg 51}</td></tr> +<tr><td align="center">la Niña <span class="errata">tie</span>=> la Niña tiene {pg 189}</td></tr> <tr><td align="center">si mirase <span class="errata">facisnada</span>=> si mirase fascinada {pg 51}</td></tr> </table> <hr class="full" /> - - - - - - -<pre> - - - - - -End of Project Gutenberg's Sonata de esto, by Ramn del Valle-Incln - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK SONATA DE ESTO *** - -***** This file should be named 42424-h.htm or 42424-h.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/4/2/4/2/42424/ - -Produced by Chuck Greif and the Online Distributed -Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was -produced from images available at The Internet Archive) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions -will be renamed. - -Creating the works from public domain print editions means that no -one owns a United States copyright in these works, so the Foundation -(and you!) can copy and distribute it in the United States without -permission and without paying copyright royalties. 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Redistribution is -subject to the trademark license, especially commercial -redistribution. - - - -*** START: FULL LICENSE *** - -THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE -PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK - -To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free -distribution of electronic works, by using or distributing this work -(or any other work associated in any way with the phrase "Project -Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project -Gutenberg-tm License (available with this file or online at -http://gutenberg.org/license). - - -Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm -electronic works - -1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm -electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to -and accept all the terms of this license and intellectual property -(trademark/copyright) agreement. 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It exists -because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from -people in all walks of life. - -Volunteers and financial support to provide volunteers with the -assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's -goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will -remain freely available for generations to come. In 2001, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure -and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations. -To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation -and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 -and the Foundation web page at http://www.pglaf.org. - - -Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive -Foundation - -The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit -501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the -state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal -Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification -number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at -http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent -permitted by U.S. federal laws and your state's laws. - -The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S. -Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered -throughout numerous locations. Its business office is located at -809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email -business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact -information can be found at the Foundation's web site and official -page at http://pglaf.org - -For additional contact information: - Dr. Gregory B. Newby - Chief Executive and Director - gbnewby@pglaf.org - - -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide -spread public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. - -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. Compliance requirements are not uniform and it takes a -considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up -with these requirements. We do not solicit donations in locations -where we have not received written confirmation of compliance. To -SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any -particular state visit http://pglaf.org - -While we cannot and do not solicit contributions from states where we -have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition -against accepting unsolicited donations from donors in such states who -approach us with offers to donate. - -International donations are gratefully accepted, but we cannot make -any statements concerning tax treatment of donations received from -outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff. - -Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation -methods and addresses. Donations are accepted in a number of other -ways including checks, online payments and credit card donations. -To donate, please visit: http://pglaf.org/donate - - -Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic -works. - -Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm -concept of a library of electronic works that could be freely shared -with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project -Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support. - - -Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed -editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S. -unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily -keep eBooks in compliance with any particular paper edition. - - -Most people start at our Web site which has the main PG search facility: - - http://www.gutenberg.org - -This Web site includes information about Project Gutenberg-tm, -including how to make donations to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to -subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks. - - -</pre> - +<div>*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 42424 ***</div> </body> </html> |
