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diff --git a/.gitattributes b/.gitattributes new file mode 100644 index 0000000..d7b82bc --- /dev/null +++ b/.gitattributes @@ -0,0 +1,4 @@ +*.txt text eol=lf +*.htm text eol=lf +*.html text eol=lf +*.md text eol=lf diff --git a/LICENSE.txt b/LICENSE.txt new file mode 100644 index 0000000..6312041 --- /dev/null +++ b/LICENSE.txt @@ -0,0 +1,11 @@ +This eBook, including all associated images, markup, improvements, +metadata, and any other content or labor, has been confirmed to be +in the PUBLIC DOMAIN IN THE UNITED STATES. + +Procedures for determining public domain status are described in +the "Copyright How-To" at https://www.gutenberg.org. + +No investigation has been made concerning possible copyrights in +jurisdictions other than the United States. 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You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org/license - - -Title: Cuentos y crónicas - Obras Completas Vol. XIV - -Author: Rubén Darío - -Illustrator: Enrique Ochoa - -Release Date: April 2, 2016 [EBook #51627] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK CUENTOS Y CRÓNICAS *** - - - - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - - - - - - - - - - -CUENTOS -Y CRÓNICAS - -[imagen] - - -[imagen] - -[imagen: - -RUBÉN -DARÍO - -[imagen] - -CUENTOS Y -CRÓNICAS -] - - - -ES PROPIEDAD - -[imagen: CVEN TOS Y CRÓNI CAS] - - - - - -CUENTOS Y -CRÓNICAS - -POR - -RUBEN DARIO - -ILUSTRACIONES - -DE - -ENRIQUE OCHOA - -[imagen] - -VOLUMEN XIV -DE LAS OBRAS COMPLETAS -ADMINISTRACIÓN -EDITORIAL «MUNDO LATINO» -MADRID - -[imagen: CUENTOS] - - - - -EL CASO DE LA SEÑORITA AMELIA - -(CUENTO DE «AÑO NUEVO») - -[imagen: Las tres señoritas Revall hubieran podido hacer -competencia a las tres Gracias.] - - -I - -Que el Doctor Z es ilustre, elocuente, conquistador; que su voz es -profunda y vibrante al mismo tiempo, y su gesto avasallador y -misterioso, sobre todo después de la publicación de su obra sobre _La -plástica de Ensueño_, quizás podríais negármelo o aceptármelo con -restricción; pero que su calva es única, insigne, hermosa, solemne, -lírica si gustáis, ¡oh, eso nunca, estoy seguro! ¿Cómo negaríais la luz -del sol, el aroma de las rosas y las propiedades narcóticas de ciertos -versos? Pues bien; esta noche pasada, poco después que saludamos el -toque de las doce con una salva de doce taponazos del más legítimo -Roederer, en el precioso comedor rococó de ese sibarita de judío que se -llama Lowensteinger, la calva del doctor alzaba, aureolada de orgullo, -su gruñido orbe de marfil, sobre el cual, por un capricho de la luz, se -veían sobre el cristal de un espejo las llamas de dos bujías que -formaban, no sé cómo, algo así como los cuernos luminosos de Moisés. El -doctor enderezaba hacia mí sus grandes gestos y sus sabias palabras. Yo -había soltado de mis labios, casi siempre silenciosos, una frase banal -cualquiera. Por ejemplo, ésta: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!» La -mirada que el doctor me dirigió y la clase de sonrisa que decoró su boca -después de oir mi exclamación, confieso que hubiera turbado a -cualquiera. - ---Caballero--me dijo saboreando el champaña--; si yo no estuviese -completamente desilusionado de la juventud; si no supiese que todos los -que hoy empezáis a vivir estáis ya muertos, es decir, muertos del alma, -sin fe, sin entusiasmo, sin ideales, canosos por dentro; que no sois -sino máscaras de vida, nada más... sí, sino supiese eso, si viese en vos -algo más que un hombre joven de fin de siglo, os diría que esa frase que -acabáis de pronunciar: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!», tiene en -mí la respuesta más satisfactoria. - ---¡Doctor! - ---Sí, os repito que vuestro escepticismo me impide hablar, como hubiera -hecho en otra ocasión. - ---Creo--contesté con voz firme y serena--en Dios y su Iglesia. Creo en -los milagros. Creo en lo sobrenatural. - ---En ese caso, voy a contaros algo que os hará sonreir. Mi narración -espero que os hará pensar. - -En el comedor habíamos quedado cuatro convidados, a más de Mina, la hija -del dueño de casa: el periodista Riquet, el abate Pureau, recién enviado -por Hirch, el doctor y yo. A lo lejos oíamos en la alegría de los -salones la palabrería usual de la hora primera del año nuevo: _happy new -year! happy new year!_ ¡Feliz año nuevo! - -El doctor continuó: - ---¿Quién es el sabio que se atreve a decir esto es así? Nada se sabe. -_Ignoramus et ignorabimus._ ¿Quién conoce a punto fijo la noción del -tiempo? ¿Quién sabe con seguridad lo que es el espacio? Va la ciencia a -tanteo, caminando como una ciega, y juzga a veces que ha vencido cuando -logra advertir un vago reflejo de la luz verdadera. Nadie ha podido -desprender de su círculo uniforme la culebra simbólica. Desde el tres -veces más grande, el Hermes, hasta nuestros días, la mano humana ha -podido apenas alzar una línea del manto que cubre a la eterna Isis. -Nada ha logrado saberse con absoluta seguridad en las tres grandes -expresiones de la Naturaleza: hechos, leyes, principios. Yo que he -intentado profundizar en el inmenso campo del misterio, he perdido casi -todas mis ilusiones. - -Yo que he sido llamado sabio en Academias ilustres y libros voluminosos; -yo que he consagrado toda mi vida al estudio de la humanidad, sus -orígenes y sus fines; yo que he penetrado en la cábala, en el ocultismo -y en la teosofía, que he pasado del plan material del _sabio_ al plano -astral del _mágico_ y al plan espiritual del _mago_, que sé cómo obraba -Apolonio el Thianense y Paracelso, y que he ayudado en su laboratorio, -en nuestros días, al inglés Crookes; yo que ahondé en el Karma búdhico y -en el misticismo cristiano, y sé al mismo tiempo la ciencia desconocida -de los fakires y la teología de los sacerdotes romanos, yo os digo que -_no hemos visto los sabios ni un solo rayo de la luz suprema_, y que la -inmensidad y la eternidad del _misterio_ forman la única y pavorosa -verdad. - -Y dirigiéndose a mí: - ---¿Sabéis cuáles son los principios del hombre? Grupa, jiba, linga, -sharira, kama, rupa, manas, buddhi, atma, es decir: el cuerpo, la -fuerza vital, el cuerpo astral, el alma animal, el alma humana, la -fuerza espiritual y la esencia espiritual... - -Viendo a Minna poner una cara un tanto desolada, me atreví a interrumpir -al doctor: - ---Me parece que íbais a demostrarnos que el tiempo... - ---Y bien, dijo, puesto que no os placen las disertaciones por prólogo, -vamos al cuento que debo contaros, y es el siguiente: - ---Hace veintitrés años, conocí en Buenos Aires a la familia Revall, cuyo -fundador, un excelente caballero francés, ejerció un cargo consular en -tiempo de Rosas. Nuestras casas eran vecinas, era yo joven y entusiasta, -y las tres señoritas Revall hubieran podido hacer competencia a las tres -Gracias. Demás está decir que muy pocas chispas fueron necesarias para -encender una hoguera de amor... - -_Amooor_, pronunciaba el sabio obeso, con el pulgar de la diestra metido -en la bolsa del chaleco, y tamborileando sobre su potente abdomen con -los dedos ágiles y regordetes, y continuó: - ---Puedo confesar francamente que no tenía predilección por ninguna, y -que Luz, Josefina y Amelia ocupaban en mi corazón el mismo lugar. El -mismo, tal vez no; pues los dulces al par que ardientes ojos de Amelia, -su alegre y roja risa, su picardía infantil... diré que era ella mi -preferida. Era la menor; tenía doce años apenas, y yo ya había pasado de -los treinta. Por tal motivo, y por ser la chicuela de carácter travieso -y jovial, tratábala yo como niña que era, y entre las otras dos repartía -mis miradas incendiarias, mis suspiros, mis apretones de manos y hasta -mis serias promesas de matrimonio, en una, os lo confieso, atroz y -culpable bigamia de pasión. ¡Pero la chiquilla, Amelia!... Sucedía que, -cuando yo llegaba a la casa, era ella quien primero corría a recibirme, -llena de sonrisas y zalamerías: «¿Y mis bombones?» He aquí la pregunta -sacramental. Yo me sentaba regocijado, después de mis correctos saludos, -y colmaba las manos de la niña de ricos caramelos de rosas y de -deliciosas grajeas de chocolate, los cuales, ella, a plena boca, -saboreaba con una sonora música palatinal, lingual y dental. El por qué -de mi apego a aquella muchachita de vestido a media pierna y de ojos -lindos, no os lo podré explicar; pero es el caso que, cuando por causa -de mis estudios tuve que dejar Buenos Aires, fingí alguna emoción al -despedirme de Luz, que me miraba con anchos ojos doloridos y -sentimentales; dí un falso apretón de manos a Josefina, que tenía entre -los dientes, por no llorar, un pañuelo de batista, y en la frente de -Amelia incrusté un beso, el más puro y el más encendido, el más casto y -el más ardiente ¡qué sé yo! de todos los que he dado en mi vida. Y salí -en un barco para Calcuta, ni más ni menos que como vuestro querido y -admirado general Mansilla cuando se fué a Oriente, lleno de juventud y -de sonoras y flamantes esterlinas de oro. Iba yo, sediento ya de las -ciencias ocultas, a estudiar entre los mahatmas de la India lo que la -pobre ciencia occidental no puede enseñarnos todavía. La amistad -epistolar que mantenía con madama Blavatsky, habíame abierto ancho campo -en el país de los fakires, y más de un gurú, que conocía mi sed de -saber, se encontraba dispuesto a conducirme por buen camino a la fuente -sagrada de la verdad. Fuí ¡ay! en busca de la verdad, y si es cierto que -mis labios creyeron saciarse en sus frescas aguas diamantinas, mi sed no -se pudo aplacar. Busqué, busqué con tesón lo que mis ojos ansiaban -contemplar, el Keherpas de Zoroastro, el Kalep persa, el Kovei-Khan de -la filosofía india, el archoeno de Paracelso, el limbuz de Swedemborg; -oí la palabra de los monjes budhistas en medio de las florestas del -Thibet; estudié los diez sephiroth de la Kabala, desde el que simboliza -el espacio sin límites hasta el que, llamado Malkuth, encierra el -principio de la vida. Estudié el espíritu, el aire, el agua, el fuego, -la altura, la profundidad, el Oriente, el Occidente, el Norte y el -Mediodía; y llegué casi a comprender y aun a conocer íntimamente a -Satán, Lucifer, Ashtarot, Beelzebutt, Asmodeo, Belphegor, Mabema, -Lilith, Adrameleh y Baal. En mis ansias de comprensión; en mi insaciable -deseo de sabiduría; cuando juzgaba haber llegado al logro de mis -ambiciones, encontraba los signos de mi debilidad y las manifestaciones -de mi pobreza, y estas ideas. Dios, el espacio, el tiempo, formaban la -más impenetrable bruma delante de mis pupilas... Viajé por Asia, Africa, -Europa y América. Ayudé al coronel Olcot a fundar la rama teosófica de -Nueva York. Y a todo esto--recalcó de súbito el doctor, mirando -fijamente a la rubia Minna--¿sabéis lo que es la ciencia y la -inmortalidad de todo? ¡Un par de ojos azules... o negros! - - -II - ---¿Y el fin del cuento?--gimió dulcemente la señorita. - -El doctor, más serio que nunca, dijo: - ---Juro, señores, que lo que estoy refiriendo es de una absoluta verdad. -¿El fin del cuento? Hace apenas una semana he vuelto a la Argentina, -después de veintitrés años de ausencia. He vuelto gordo, bastante gordo, -y calvo como una rodilla; pero en mi corazón he mantenido ardiente el -fuego del amor, la vestal de los solterones. Y, por tanto, lo primero -que hice fué indagar el paradero de la familia Revall. «¡Los Revall--me -dijeron--las del caso de Amelia Revall!», y estas palabras acompañadas -con una especial sonrisa. Llegué a sospechar que la pobre Amelia, la -pobre chiquilla... Y buscando, buscando, di con la casa. Al entrar, fuí -recibido por un criado negro y viejo, que llevó mi tarjeta, y me hizo -pasar a una sala donde todo tenía un vago tinte de tristeza. En las -paredes, los espejos estaban cubiertos con velos de luto, y dos grandes -retratos, en los cuales reconocí a las dos hermanas mayores, se miraban -melancólicos y oscuros sobre el piano. A poco, Luz y Josefina: «¡Oh, -amigo mío, oh, amigo mío!» Nada más. Luego, una conversación llena de -reticencias y de timideces, de palabras entrecortadas y de sonrisas de -inteligencia tristes, muy tristes. Por todo lo que logré entender, vine -a quedar en que ambas no se habían casado. En cuanto a Amelia, no me -atreví a preguntar nada... Quizás mi pregunta llegaría a aquellos pobres -seres, como una amarga ironía, a recordar tal vez una irremediable -desgracia y una deshonra... En esto vi llegar saltando a una niñita, -cuyo cuerpo y rostro eran iguales en todo a los de mi pobre Amelia. Se -dirigió a mí, y con su misma voz exclamó: «¿Y mis bombones?». Yo no -hallé qué decir. - - -III - -Las dos hermanas se miraban pálidas, pálidas, y movían la cabeza -desoladamente... - -Mascullando una despedida y haciendo una zurda genuflexión, salí a la -calle, como perseguido por algún soplo extraño. Luego lo he sabido -todo. La niña que yo creía fruto de un amor culpable es Amelia, la misma -que yo dejé hace veintitrés años, la cual se ha quedado en la infancia, -ha contenido su carrera vital. Se ha detenido para ella el reloj del -Tiempo, en una hora señalada ¡quién sabe con qué designio del -desconocido Dios! - -El Doctor Z era en este momento todo calvo... - - - - -CUENTO DE PASCUA - -[imagen] - - Tenía un parecido tan exacto con - los retratos de María Antonieta... - - -I - -Una noche deliciosa en verdad... El «réveillon» en ese hotel lujoso y -elegante, donde tanta belleza y fealdad cosmopolita se junta, en la -competencia de las libras, los dólares, los rublos, los pesos y los -francos. Y con la alegría del champagne y la visión de blancores -rosados, de brillos, de gemas. La música luego, discreta, a lo lejos... - -No recuerdo bien quién fué el que me condujo a aquel grupo de damas, -donde florecían la yanqui, la italiana, la argentina... Y mi asombro -encantado ante aquella otra seductora y extraña mujer, que llevaba al -cuello, por todo adorno, un estrecho galón rojo... Luego, un diplomático -que lleva un nombre ilustre me presentó al joven alemán políglota, fino, -de un admirable don de palabra, que iba, de belleza en belleza, diciendo -las cosas agradables y ligeras que placen a las mundanas. - ---M. Wolfhart, me había dicho el ministro. Un hombre amenísimo. Conversé -largo rato con el alemán, que se empeñó que hablásemos castellano y, por -cierto, jamás he encontrado un extranjero de su nacionalidad que lo -hablase tan bien. Me refirió algo de sus viajes por España y la América -del Sur. Me habló de amigos comunes y de sus aficiones ocultistas. En -Buenos Aires había tratado a un gran poeta y a un mi antiguo compañero, -en una oficina pública, el excelente amigo Patricio... En Madrid... Al -poco rato teníamos las más cordiales relaciones. En la atmósfera de -elegancia del hotel llamó mi atención la señora que apareció un poco -tarde, y cuyo aspecto evocaba en mí algo de regio y de elegante a la -vez. Como yo hiciese notar a mi interlocutor mi admiración y mi -entusiasmo, Wolfhart me dijo por lo bajo, sonriendo de cierto modo: - -«¡Fíjese usted! ¡Una cabeza histórica! ¡Una cabeza histórica!» Me fijé -bien. Aquella mujer tenía por el perfil, por el peinado, si no con la -exageración de la época, muy semejante a las «coiffures à la Cléopâtre», -por el aire, por la manera y, sobre todo, después que me intrigara -tanto un galón rojo que llevaba por único adorno en el cuello, tenía, -digo, un parecido tan exacto con los retratos de la reina María -Antonieta, que por largo rato permanecí contemplándola en silencio. ¿En -realidad, era una cabeza histórica? Y tan histórica por la vecindad... A -dos pasos de allí, en la plaza de la Concordia... Sí, aquella cabeza que -se peinara a «la circasiana», «à la Belle Poule», «al casco inglés», «al -gorro de candor», «à la queue en flambeau d’amour», «à la chien -couchant», «à la Diane», a la tantas cosas más, aquella cabeza... - -Se sentó la dama a un extremo del hall, y la única persona con quien -hablara fué Wolfhart, y hablaron, según me pareció, en alemán. Los vinos -habían puesto en mi imaginación su movimiento de brumas de oro, y -alrededor de la figura de encanto y de misterio hice brotar un vuelo de -suposiciones exquisitas. La orquesta, con las oportunidades de la -casualidad, tocaba una pavana. Cabelleras empolvadas, «moscas asesinas», -trianones de realizados ensueños, galantería pomposa y libertinaje -encintado de poesía, tantas imágenes adorables, tanta gracia sutil o -pimentada, de página de memoria, de anécdotas, de correspondencia, de -pánfleto... Me venían al recuerdo versos de los más lindos escritos con -tales temas, versos de Montesquiou Fezensac, de Regnier, los preciosos -poemas italianos de Lucini... Y con la fantasía dispuesta, los cuentos -milagrosos, las materializaciones estudiadas por los sabios de los -libros arcanos, las posibilidades de la ciencia, que no son sino las -concesiones a un enigma cada día más hondo, a pesar de todo... La fácil -excitabilidad de mi cerebro estuvo pronto en acción. Y, cuando después -de salir de mis cogitaciones, pregunté al alemán el nombre de aquella -dama, y él me embrolló la respuesta, repitiendo tan sólo lo de lo -histórico de la cabeza, no quedé ciertamente satisfecho. No creí -correcto insistir; pero, como siguiendo en la charla yo felicitase a mi -flamante amigo por haber en Alemania tan admirables ejemplares de -hermosura, me dijo vagamente: «No es de Alemania, es de Austria». Era -una belleza «austriaca...» Y yo buscaba la distinta semejanza de detalle -con los retratos de Kucharsky, de Riotti, de Boizont, y hasta con las -figuras de cera de los sótanos del museo Grevin... - - -II - ---Es temprano aún me dijo Wolfhart, al dejarle en la puerta del hotel en -que habitaba. Pase usted un momento, charlaremos algo más antes de mi -partida. Mañana me voy de París, y quién sabe cuándo nos volveremos a -encontrar. Entre usted. Tomaremos, a la inglesa, un «whisky-and-soda» y -le mostraré algo interesante. Subimos a su cuarto por el ascensor. Un -«valet» nos hizo llevar el bebedizo británico, y el alemán sacó un -cartapacio lleno de viejos papeles. Había allí un retrato antiguo, -grabado en madera. - ---He aquí, me dijo, el retrato de un antecesor mío, Theobald Wolfhart, -profesor de la Universidad de Heidelberg. Este abuelo mío fué -posiblemente un poco brujo, pero de cierto, bastante sabio. Rehizo la -obra de Julius Obsequens sobre los prodigios, impresa por Aldo Manucio, -y publicó un libro famoso, el _Prodigiorum ac ostentorum chronicon_, un -infolio editado en Basilea, en 1557. Mi antepasado no lo publicó con su -nombre, sino bajo el pseudónimo de Conrad Lycosthenes. Theobald -Wolfhart era un filósofo sano de corazón, que, a mi entender, practicaba -la magia blanca. Su tiempo fué terrible, lleno de crímenes y desastres. -Aquel moralista empleó la revelación para combatir las crueldades y -perfidias, y expuso a las gentes, con ejemplos extraordinarios, cómo se -manifiestan las amenazas de lo invisible por medio de signos de espanto -y de incomprensibles fenómenos. Un ejemplo será la aparición del cometa -de 1557, que no duró sino un cuarto de hora, y que anunció sucesos -terribles. Signos en el cielo, desgracias en la tierra. Mi abuelo habla -de ese cometa que él vió en su infancia y que era enorme, de un color -sangriento, que en su extremidad se tornaba del color del azafrán. Vea -usted esta estampa que lo representa, y su explicación por Lycosthenes. -Vea usted los prodigios que vieron sus ojos. Arriba hay un brazo armado -de una colosal espada amenazante, tres estrellas brillan en la -extremidad, pero la que está en la punta es la mayor y más -resplandeciente. A los lados hay espadas y puñales, todo entre un -círculo de nubes, y entre esas armas hay unas cuantas cabezas de -hombres. Más tarde escribía sobre tales fantásticas maravillas Simon -Goulard, refiriéndose al cometa: «Le regard d’icelle donna telle -frayeur a plusieurs qu’aucuns en moururent; autres tombèrent malades». Y -Petrus Greusserus, discípulo de Lichtenberg--el astrólogo--dice un -autor, que, habiendo sometido el fenómeno terrible a las reglas de su -arte, sacó las consecuencias naturales, y tales fueron los pronósticos, -que los espíritus más juiciosos padecieron perturbación durante más de -medio siglo. Si Lycosthenes señala los desastres de Hungría y de Roma, -Simon Goulard habla de las terribles asolaciones de los turcos en tierra -húngara, el hambre en Suabia, Lombardía y Venecia, la guerra en Suiza, -el sitio de Viena de Austria, sequía en Inglaterra, desborde del Océano -en Holanda y Zelanda y un terremoto que duró ocho días en Portugal. -Lycosthenes sabía muchas cosas maravillosas. Los peregrinos que -retornaban de Oriente contaban visiones celestes. ¿No se vió en 1480 un -cometa en Arabia, de apariencia amenazante y con los atributos del -Tiempo y de la Muerte? A los fatales presagios sucedieron las -devastaciones de Corintia, la guerra en Polonia. Se aliaron Ladislao y -Matías el Huniada. Vea usted este rasgo de un comentador: «Las nubes -tienen sus flotas como el aire sus ejércitos»; pero Lycosthenes, que -vivía en el centro de Alemania, no se asienta sobre tal hecho. Dice que -en el año 114 de nuestra era, simulacros de navíos se vieron entre las -nubes. San Agobardo, obispo de Lyon, está más informado. Él sabe a -maravilla a qué región fantástica se dirigen esas ligeras naves. Van al -país de Magonia, y sólo por reserva el santo prelado no dice su -itinerario. Esos barcos iban dirigidos por los hechiceros llamados -_tempestarii_. Mucho más podría referirle, pero vamos a lo principal. Mi -antecesor llegó a descubrir que el cielo y toda la atmósfera que nos -envuelve están siempre llenos de esas visiones misteriosas, y con ayuda -de un su amigo alquimista llegó a fabricar un elixir que permite -percibir de ordinario lo que únicamente por excepción se presenta a la -mirada de los hombres. Yo he encontrado ese secreto, concluyó Wolfhart, -y aquí, agregó sonriendo, tiene usted el milagro en estas pastillas -comprimidas. ¿Un poquito más de whisky? - -No había duda de que el alemán era hombre de buen humor y aficionado, no -solamente al alcohol inglés, sino a todos los paraísos artificiales. -Así, me parecía ver en la caja de pastillas que me mostraba, algún -compuesto de opio o de cáñamo indiano. - ---Gracias--le dije--no he probado nunca, ni quiero probar el influjo de -la «droga sagrada». Ni hachis, ni el veneno de Quincey... - ---Ni una cosa ni otra. Es algo vigorizante, admirable hasta para los -menos nerviosos. - -Ante la insistencia y con el último sorbo de whisky, tomé la pastilla, y -me despedí. Ya en la calle, aunque hacía frío, noté que circulaba por -mis venas un calor agradable. Y olvidando la pastilla, pensé en el -efecto de las repetidas libaciones. Al llegar a la plaza de la -Concordia, por el lado de los Campos Elíseos, noté que no lejos de mí -caminaba una mujer. Me acerqué un tanto a ella y me asombré al verla a -aquellas horas, a pie y soberbiamente trajeada, sobre todo cuando a la -luz de un reverbero vi su gran hermosura y reconocí en ella a la dama -cuyo aspecto me intrigase en el «réveillon»: la que tenía por todo -adorno en el cuello blanquísimo un fino galón rojo, rojo como una -herida. Oí un lejano reloj dar unas horas. Oí la trompa de un automóvil. -Me sentía como poseído de extraña embriaguez. Y, apartando de mí toda -idea de suceso sobrenatural, avancé hacia la dama que había pasado ya el -obelisco y se dirigía del lado de las Tullerías. - ---«Madame, le dije, madame...» Había comenzado a caer como una vaga -bruma, llena de humedad y de frío, y el fulgor de las luces de la plaza -aparecía como diluído y fantasmal. La dama me miró al llegar a un punto -de la plaza; de pronto, me apareció como el escenario de un -cinematógrafo. Había como apariencias de muchas gentes en un ambiente -como el de los sueños, y yo no sabría decir la manera con que me sentí -como en una existencia a un propio tiempo real y cerebral... Alcé los -ojos y vi en el fondo opaco del cielo las mismas figuras que en la -estampa del libro de Lycosthenes, el brazo enorme, la espada enorme, -rodeados de cabezas. La dama, que me había mirado, tenía un aspecto -tristemente fatídico, y, cual por la obra de un ensalmo, había cambiado -de vestiduras, y estaba con una especie de fichu cuyas largas puntas le -caían por delante; en su cabeza ya no había el peinado a «la Cléopatre», -sino una pobre cofia bajo cuyos bordes se veían los cabellos -emblanquecidos. Y luego, cuando iba a acercarme más, percibí a un lado -como una carreta, y unas desdibujadas figuras de hombres con tricornios -y espadas y otras con picas. A otro lado un hombre a caballo, y luego -una especie de tablado... ¡Oh, Dios, naturalmente!: he aquí la -reproducción de lo «ya visto»... ¿En mí hay reflexión aún en este -instante? Sí, pero siento que lo invisible, entonces visible, me rodea. -Sí, es la guillotina. Y, tal en las pesadillas, como si sucediese, veo -desarrollarse--¿he hablado ya de cinematógrafo?--la tragedia... Aunque -por no sé cual motivo no pude darme cuenta de los detalles, vi que la -dama me miró de nuevo, y bajo el fulgor color de azafrán que brotaba de -la visión celeste y profética, brazo, espadas, nubes y cabezas, vi cómo -caía, bajo el hacha mecánica, la cabeza de aquella que poco antes, en el -salón del hotel, me admirara con su encanto galante y real, con su aire -soberbio, con su cuello muy blanco, adornado con un único galón color de -sangre. - - -III - -¿Cuánto tiempo duró aquel misterioso espectáculo? No lo sabría decir, -puesto que ello fué bajo el imperio desconocido en que la ciencia anda a -tientas; el tiempo en que el ensueño no existe, y mil años, según -observaciones experimentales, pueden pasar en un segundo. Todo aquello -había desaparecido, y, dándome cuenta del lugar en donde me encontraba, -avancé siempre hacia el lado de las Tullerías. Avancé y me vi entre el -jardín, y no dejé de pensar rapidísimamente cómo era que las puertas -estaban aun abiertas. Siempre bajo la bruma pálida de aquellas nocturnas -horas, seguí adelante. Saldré, me dije, por la primera puerta del lado -de la calle Rivoli, que quizás esté también abierta... ¿Cómo no ha de -estar abierta?... ¿Pero era o no era aquel jardín el de las Tullerías? -Arboles, árboles de obscuros ramajes en medio del invierno... Tropecé al -dar un paso con algo semejante a una piedra, y me llené, en medio de mi -casi inconsciencia, de una sorpresa pavorosa, cuando escuché un ¡ay! -semejante a una queja, parecido a una palabra entrecortada y ahogada; -una voz que salía de aquello que mi pie había herido, y que era, no una -piedra, sino una cabeza. Y alzando hacia el cielo la mirada vi la faz de -la luna en el lugar en que antes la espada formidable, y allí estaban -las cabezas de la estampa de Lycosthenes. Y aquel jardín, que se -extendía vasto cual una selva, me llenó del encanto grave que había en -su recinto de prodigio. Y a través de velos de ahumado oro refulgía -tristemente en lo alto la cabeza de la luna. Después me sentí como en -una certeza de poema y de libro santo, y, como por un motivo -incoherente, resonaban en la caja de mi cerebro las palabras: «¡Ultima -hora! ¡Trípoli! ¡La toma de Pekín!» leídas en los diarios del día, -Conforme con mis anhelos de lo divino, experimentando una inexpresable -angustia, pensé: «¡Oh, Dios! ¡Oh, Señor! ¡Padre nuestro...!» - -Volví la vista y vi a un lado, en una claridad dulce y dorada, una forma -de lira, y sobre la lira una cabeza igual a la del Orfeo de Gustave -Moreau, del Luxemburgo. La faz expresaba pesadumbre, y alrededor había -como un movimiento de seres, de los que se llaman animados porque almas -se manifiestan por el movimiento, y de los que se llaman inanimados -porque su movimiento es íntimo y latente. Y oí que decía, según me ayuda -mi recuerdo, aquella cabeza: «¡Vendrá, vendrá el día de la concordia, y -la lira será entonces consagrada en la pacificación!» Y cerca de la -cabeza de Orfeo vi una rosa milagrosa, y una hierba marina, y que iba -avanzando hacia ellas una tortuga de oro. - -Pero oí un gran grito al otro lado. Y el grito, como el de un coro, de -muchas voces. Y a la luz que os he dicho, vi que quien gritaba era un -árbol, uno de los árboles coposos, lleno de cabezas por frutos, y pensé -que era el árbol de que habla el libro sagrado de los musulmanes. Oí -palabras en loor de la grandeza y omnipotencia de Alá. Y bajo el árbol -había sangre. - -Haciendo un esfuerzo, quise ya no avanzar, sino retroceder a la salida -del jardín, y vi que por todas partes salían murmullos, voces, palabras -de innumerables cabezas que se destacaban en la sombra como aureoladas, -o que surgían entre los troncos de los árboles. Como acontece en los -instantes dolorosos de algunas pesadillas, pensé que todo lo que me -pasaba era un sueño, para disminuir un tanto mi pavor. Y en tanto, pude -_reconocer_ una temerosa y abominable cabeza asida por la mano blanca de -un héroe, asida de su movible e infernal toisón de serpientes: la tantas -veces maldecida cabeza de Medusa. Y de un brazo, como de carne de oro de -mujer, pendía otra cabeza, una cabeza con barba ensortijada y oscura, y -era la cabeza del guerrero Holofernes. Y la cabeza de Juan el Bautista; -y luego, como viva, de una vida singular, la cabeza del Apostol que en -Roma hiciera brotar el agua de la tierra; y otra cabeza que Rodrigo Díaz -de Vivar arrojó, en la cena de la venganza, sobre la mesa de su padre. - -Y otras que eran la del rey Carlos de Inglaterra y la de la reina María -Estuardo... Y las cabezas aumentaban, en grupos, en amontonamientos -macabros, y por el espacio pasaban relentes de sangre y de sepulcro; y -eran las cabezas hirsutas de los dos mil halconeros de Bayaceto; y las -de las odaliscas degolladas en los palacios de los reyes y potentados -asiáticos; y las de los innumerables decapitados por su fe, por el odio, -por la ley de los hombres; las de los decapitados de las hordas -bárbaras, de las prisiones y de las torres reales, las de los -Gengiskanes, Abdulhamides y Behanzines... - -Dije para mí: ¡Oh, mal triunfante! ¿Siempre seguirás sobre la faz de la -tierra? ¿Y tú, París, cabeza del mundo, serás también cortada con hacha, -arrancada de tu cuerpo inmenso? - -Cual si hubiesen sido escuchadas mis interiores palabras, de un grupo en -que se veía la cabeza de Luis XVI, la cabeza de la princesa de Lamballe, -cabezas de nobles y cabezas de revolucionarios, cabezas de santos y -cabezas de asesinos, avanzó una figura episcopal que llevaba en sus -manos su cabeza, y la cabeza del mártir Dionisio, el de las Galias, -exclamó:--¡En verdad os digo, que Cristo ha de resucitar! - -Y al lado del apostólico decapitado vi a la dama del hall del hotel, a -la dama austriaca con el cuello desnudo; pero en el cual se veía como un -galón rojo, una herida purpúrea, y María Antonieta, dijo:--¡Cristo ha de -resucitar! Y la cabeza de Orfeo, la cabeza de Medusa, la cabeza de -Holofernes, la cabeza de Juan y la de Pablo, el árbol de cabezas, el -bosque de cabezas, la muchedumbre fabulosa de cabezas, en el hondo -grito, clamó: - ---«¡Cristo ha de resucitar! ¡Cristo ha de resucitar!...» - ---Nunca es bueno dormir inmediatamente después de comer--concluyó mi -buen amigo el doctor. - - - - -LA EXTRAÑA MUERTE DE FRAY PEDRO - -[imagen] - - Ilustrísimo señor, a Fray Pedro - lo henos encontrado muerto. - - -I - -Visitando el convento de una ciudad española, no ha mucho tiempo, el -amable religioso que nos servía de cicerone, al pasar por el cementerio, -me señaló una lápida, en que leí únicamente: _Hic iacet frater Petrus_. - ---Este--me dijo--fué uno de los vencidos por el diablo. - ---Por el viejo diablo que ya chochea--le dije. - ---No--me contestó--; por el demonio moderno que se escuda con la -Ciencia.--Y me narró el sucedido. - -Fray Pedro de la Pasión era un espíritu perturbado por el maligno -espíritu que infunde el ansia de saber. Flaco, anguloso nervioso, -pálido, dividía sus horas conventuales entre la oración, las disciplinas -y el laboratorio, que le era permitido por los bienes que atraía a la -comunidad. Había estudiado, desde muy joven, las ciencias ocultas. -Nombraba, con cierto énfasis, en las horas de conversación, a -Paracelsus, a Alberto el Grande; y admiraba profundamente a ese otro -fraile Schawartz, que nos hizo el diabólico favor de mezclar el salitre -con el azufre. - -Por la ciencia había llegado hasta penetrar en ciertas iniciaciones -astrológicas y quiromáticas; ella le desviaba de la contemplación y del -espíritu de la Escritura. En su alma se había anidado el mal de la -curiosidad, que perdían a nuestros primeros padres. La oración misma era -olvidada con frecuencia, cuando algún experimento le mantenía cauteloso -y febril. Como toda lectura le era concedida y tenía a su disposición la -rica biblioteca del convento, sus autores no fueron siempre los menos -equívocos. Así llegó hasta pretender probar sus facultades de zahorí, y -a poner a prueba los efectos de la magia blanca. No había duda de que -estaba en gran peligro su alma, a causa de su sed de saber y de su -olvido de que la ciencia constituye, en el principio, el alma de la -Serpiente que ha de ser la esencial potencia del Antecristo, y que para -el verdadero varón de fe, _initium sapientiæ est timor Domini_. - - -II - -¡Oh, ignorancia feliz, santa ignorancia! ¡Fray Pedro de la Pasión no -comprendía tu celeste virtud, que ha hecho ciertos a los Celestinos! -Huysmans se ha extendido sobre todo ello. Virtud que pone un celestial -nimbo a algunos mínimos, de Dios queridos, entre los esplendores -místicos y milagrosos de las hagiografías. - -Los doctores explican y comentan altamente, cómo ante los ojos del -Espíritu Santo las almas de amor son de mayor manera glorificadas que -las almas de entendimiento. Ernest Hello ha pintado, en los sublimes -_traux_ de sus Fisonomías de Santos, a esos beneméritos de la caridad, a -esos favorecidos de la humildad, a esos seres columbinos, simples y -blancos como los lirios, limpios de corazón, pobres de espíritu, -bienaventurados hermanos de los pajaritos del Señor, mirados con ojos -cariñosos y sororales por la puras estrellas del firmamento. Joris Karl, -el merecido beato, quizá más tarde consagrado, a pesar de la literatura, -en el maravilloso libro en que Durtal se convierte, viste de -resplandores paradiasíacos al lego guardapuercos que hace bajar a la -pocilga la admiración de los coros arcangélicos, y al aplauso de las -potestades de los cielos. Y Fray Pedro de la Pasión no comprendía eso... - -El, desde luego creía, creía con la fe de un indiscutible creyente. Mas -el ansia de saber le azuzaba el espíritu, le lanzaba a la averiguación -de secretos de la naturaleza y de la vida, a tal punto, que no se daba -cuenta de cómo esa sed de saber, ese deseo indominable de penetrar en lo -vedado y en lo arcano de universo era obra del pecado, y añagaza del -Bajísimo, para impedirle de esa manera su consagración absoluta a la -adoración del Eterno Padre. Y la última tentación sería fatal. - - -III - -Acaeció el caso no hace muchos años. Llegó a manos de Fray Pedro un -periódico en que se hablaba detalladamente de todos los progresos -realizados en radiografía, gracias al descubrimiento del alemán -Röentgen, quien llegara a encontrar el modo de fotografiar a través de -los cuerpos opacos. Supo lo que se comprendía en el tubo Crookes, de la -luz catódica, del rayo X. Vió el facsimil de una mano cuya anatomía se -transparentaba claramente, y la patente figura de objetos retratados -entre cajas y bultos bien cerrados. - -No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era un ansia -de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrílego que en ello se -contenía, punzaba sus anhelos... - -¿Cómo podría él encontrar un aparato como los aparatos de aquellos -sabios, y que le permitiera llevar a cabo un oculto pensamiento, en que -se mezclaban su teología y sus ciencias físicas...? ¿Cómo podría -realizar en su convento las mil cosas que se amontonaban en su enferma -imaginación? - -En las horas litúrgicas de los rezos y de los cánticos, notábanlo todos -los otros miembros de la comunidad, ya meditabundo, ya agitado como por -súbitos sobresaltos, ya con la faz encendida por repentina llama de -sangre, ya con la mirada como estática, fija en lo alto, o clavada en -la tierra. Y era la obra de la culpa que se afianzaba en el fondo de -aquel combatido pecho, el pecado bíblico de la curiosidad, el pecado -omnitranscendente de Adán, junto al árbol de la ciencia del Bien y del -Mal. Y era mucho más que una tempestad bajo un cráneo... Múltiples y -raras ideas se agolpaban en la mente del religioso, que no encontraba la -manera de adquirir los preciosos aparatos. ¡Cuánto de su vida no daría -él por ver los peregrinos instrumentos de los sabios nuevos en su pobre -laboratorio de fraile aficionado, y poder sacar _las anheladas pruebas_, -hacer los mágicos ensayos que abrirían una nueva era en la sabiduría y -en la convicción humanas... Él ofrecería más de lo que se ofreció a -Santo Tomás... Si se fotografiaba ya lo interior de nuestro cuerpo, bien -podría pronto el hombre llegar a descubrir visiblemente la naturaleza y -origen del alma; y, aplicando la ciencia a las cosas divinas, como -podría permitirlo el Espíritu Santo, ¿por qué no aprisionar en las -visiones de los éxtasis y en las manifestaciones de los espíritus -celestiales, sus formas exactas y verdaderas? - -¡Si en Lourdes hubiese habido un Kodak, durante el tiempo de las -visiones de Bernardetta! ¡Si en el momento en que Jesús, o su Santa -Madre, favorecen con su presencia corporal a señalados fieles, se -aplicase convenientemente la cámara obscura...! - -¡Oh, cómo se convencerían los impíos, cómo triunfaría la religión! Así -cavilaba, así se estrujaba el cerebro el pobre fraile, tentado por uno -de los más encarnizados príncipes de las tinieblas. - - -IV - -Y avino que, en uno de esos momentos, en uno de los instantes en que su -deseo era más vivo, en hora en que debía estar entregado a la disciplina -y a la oración, en su celda se presentó a su vista uno de los hermanos -de la comunidad, llevándole un envoltorio bajo el hábito. - ---Hermano, le dijo, os he oído decir que deseábais una de esas máquinas, -como esas con que los sabios están maravillando al mundo. Os la he -podido conseguir. Aquí la tenéis. - -Y depositando el envoltorio en manos del asombrado Fray Pedro, -desapareció, sin que éste tuviese tiempo de advertir que, debajo del -hábito, se habían mostrado, en el momento de la desaparición, dos patas -de chivo. - -Fray Pedro, desde el día del misterioso regalo, consagróse a sus -experimentos. Faltaba a maitines, no asistía a la Misa excusándose como -enfermo. El padre provincial solía amonestarle, y todos le veían pasar -extraño y misterioso y temían por la salud de su cuerpo y por la de su -alma. - -Y perseguía su idea dominante. Probó la máquina en sí mismo, en frutos, -llaves, dentro de libros y demás cosas usuales. Hasta que un día... - -O más bien una noche, el desventurado se atrevió, _por fin_, a realizar -su pensamiento. Dirigióse al templo, receloso, a pasos callados. Penetró -en la nave principal y se dirigió al altar en que, en el tabernáculo, se -hallaba expuesto el Santísimo Sacramento. Sacó el copón. Tomó una -sagrada forma. Salió veloz para su celda. - - -V - -Al día siguiente, en la celda de Fray Pedro, se hallaba el Sr. Arzobispo -delante del padre provincial. - ---Ilustrísimo señor, decía éste; a Fray Pedro le hemos encontrando -muerto. No andaba muy bien de la cabeza. Esos sus estudios creo que le -causaron daño. - ---¿Ha visto su reverencia esto?--dijo su señoría ilustrísima, -mostrándole una revelada placa fotográfica que recogió del suelo, y en -la cual se hallaba, con los brazos desclavados y una dulce mirada en sus -divinos ojos, la imagen de Nuestro Señor Jesucristo. - - - - -[imagen: CRÓNICAS] - - - - -BAJO LAS LUCES DEL SOL NACIENTE - -[imagen] - - Los cerezos florecían, y entre sus ramas - alegres se divisaba un monte azul. - - -Era el país de oro y seda, y en el aire fino como de cristal volaban las -cigüeñas, y se esponjaban los crisantemos del biombo. Los cerezos -florecían, y entre sus ramas alegres se divisaba un monte azul. Una rana -de madera labrada era igual a las ranas del pantano. Sobre la laca negra -corría un arroyo dorado. Muñecas de carne, con la cabellera atravesada -por alfileres áureos, hacían reverencias sonrientes, y gestos menudos. -En las casas de papel, en la ignorancia feliz del pudor, se bañaban las -niñas. Cortesanas ingenuas servían el té en tacitas de Liliput. En los -«kimonos» historiados se envolvían cuerpos casi impúberes e -inocentemente venales. Se hablaba de un viejo llamado Hokusai, que se -llamaba a sí mismo «el loco del dibujo». Floreros raros se llenaban de -flores extrañas ante los budhas risueños. Nobles daimios hacían lucir al -sol curvos sables de largo puño. Los «netskes» y las máscaras -reproducían faces joviales o aterrorizadas, caras de brujas o -regordetas caras infantiles. Al amor de una naturaleza como de fantasía, -se vivía una vida casi de sueño. - -Artistas y artesanos realizaban labores extraordinarias, que llegaban a -las naciones lejanas como de imperios de cuento. Se educaba la sonrisa y -se inculcaba la afabilidad. Se conservaban con respeto las antiguas y -sagradas tradiciones en el dulce ambiente de una existencia sencilla. Se -desconocía el egoísmo y se practicaba la más perfecta y blanda cortesía. -Los preceptos del viejo Confucio ordenaban la severidad y la -imparcialidad a jueces ceremoniosos. Había un profundo concepto de la -justicia y de la virtud, un aspecto innato de la superioridad -jerárquica, y el superior era bondadoso, y sumiso y sagaz el inferior. -Bonzos sabios enseñaban la fuerza de las plegarias y la fe en las -potencias ocultas. La paciencia y la tenacidad eran virtudes comunes; -eran desconocidas, o raras, la doblez, la inquina, la traición. La -poesía se mezclaba a la vida cotidiana. El amable «saké» hacía cantar -más tiernamente a las «samisén». Se tenían para el huésped los más -amables «sayonaras». Se pasaban horas de miel y caricias, con sutiles -amorosas que tenían nombres de piedras ricas, de pájaros lindos, de -flores exquisitas. Gloriosos «samurayes» se vestían como grandes y -metálicos insectos. Viejos peregrinos sabían fábulas e historias -inauditas. Pintores únicos tomaban detalles de la naturaleza y de la -vida, de manera que detenían en un papel de seda el aletazo de una -carpa, el salto de un tigre o el vuelo de una garza. Campesinos -pacientes sembraban el arroz al abrigo de sus agudos sombreros de floja -paja. Se tenía el culto preciso de los antepasados y se sabía por seguro -que hay buenos dioses y perversos demonios. Shintoistas o budhistas, los -hombres cumplían con los preceptos de sus religiones, aceptaban los -consejos de sus sacerdotes, y al lado de las divinidades veneraban a los -héroes de la acción o del pensamiento. Se predicaba y se sostenía firme -el amor al país y la adhesión inmensa al Mikado. Había una idea tan -grande del honor, que el suicidio en casos especiales formaba parte de -las costumbres. Se tenía el temor de lo divino y desconocido, y se -saludaba la memoria de los abuelos. Se amaba como en ninguna parte a los -niños; como en ninguna parte se obedecía a la autoridad paternal, y ante -las vasijas de calada madera había siempre, en tibores de prodigiosa -porcelana, ramos floridos. El conjunto de principios que los letrados -infundían al pueblo, se reducía a pocas palabras. Decían: «Hay un Dios -superior. Tiene como atributos la inteligencia, el valor, el amor. Por -la unidad de su espíritu y de su energía vital fueron creados el dios -Takanu Musubi y la diosa Kanmi Musuti, que forman, con su padre, una -augusta Trinidad. De la unión de estos dos nacieron otros dioses, y, por -último, los divinos antecesores de la familia imperial y de la raza -humana: Yzanagi e Yzanami. El alma del hombre es, por tanto, origen -divino e inmortal. Su cuerpo fué creado también por la energía divina; -pero no contiene de ésta lo bastante para ser inmortal. El deber del -hombre es cultivar, primero, las tres virtudes divinas, después las -siete virtudes que de ellas se derivan: la lealtad al emperador, la -piedad filial, la castidad, la obediencia a los superiores, la -sinceridad en la amistad, la bondad y la misericordia. El camino de la -virtud es el de la felicidad. La ley de la causa y del efecto reina en -el mundo presente y en el mundo futuro. El mayor criminal puede merecer -el perdón, y aun el favor de Dios, si se arrepiente con sinceridad. A -cada uno se le tomarán en cuenta sus acciones, y por ellas será -recompensado o castigado en el mundo futuro». Los japoneses, pues, -estaban en completo estado de barbarie. - -En efecto, hace ya tiempo, el mundo intelectual conoció toda la barbarie -que revelaron los Goncourt a la curiosidad y al arte occidentales. Se -supo que maravillosos pinceles estaban dotados de desconocidos -prestigios. Una civilización contemporánea de Nabucodonosor se había -conservado a través de siglos e invasiones. Sabios y poetas, que -estudian los clásicos chinos, meditaban y enseñaban. Brotaban de los -hornos las ricas obras de los alfareros de Satzuna. Un misterio -legendario flotaba sobre la región nipona, tan extraña como las naciones -orientales en que se mueven las magias de Sheherazada. El pueblo que, -según la frase de Voltaire «jamás ha sido vencido», guardaba con -admiración religiosa el nombre y el recuerdo de sus héroes, de los -violentos caballeros y marinos que rechazaron a los enemigos mongoles y -libraron la integridad del territorio. - -Un sano y vigoroso feudalismo mantenía en lo alto la seguridad del -gobierno, y abajo la felicidad del pueblo. Los poetas escriben poemas -en que se cantan la fidelidad y el amor en flor eternamente. Las -danzarinas saben bailes de argumento, que regocijan discretamente a los -espectadores. Los fieles no faltan a las ceremonias de los templos, y -hay pompa hermosa y nobleza ritual. Lafcadio Hearn nos explica lo que es -el Shinthoismo. Shinto significa carácter en su sentido más elevado: -valor, cortesía, honor, y, sobre todo, lealtad. Shinto significa piedad -filial, amor al deber, voluntad siempre lista al abandono de la vida por -un principio, y sin preguntar el por qué. Está en la docilidad del niño, -en la dulzura de la mujer. Es también conservador, saludable freno a las -tendencias del espíritu nacional, fácilmente inclinado a dejar lo mejor -del pasado para precipitarse con ardor en las modernidades extranjeras. -Es una religión transmitida en una impulsión hereditaria hacia el bien, -en un puro instinto moral. Es, en una palabra, toda la vida emocional de -la raza: El alma del Japón. Así, el renunciamiento a la propia -satisfacción, hasta a la vida, por la común felicidad, el deber -cumplido, el sacrificio voluntario y cordial, eran características de -esos singulares salvajes. Y en su sacro libro del Kodjiki aprendían -ejemplos de tiempos remotos, como el siguiente: «El príncipe Mayoana, -de edad de siete años solamente, después de haber matado al asesino de -su padre, se había refugiado en casa del Gran Tsubura, y las -multiplicadas flechas semejaban un campo de cañas. El Gran Tsubura se -adelantó, y quitando sus armas de su cinto se prosternó ocho veces, y -dijo: «La princesa Kará, mi hija, que tú te has dignado llamar hace -poco, está a tus órdenes, y te ofrezco, además, cinco graneros de arroz. -Si humilde esclavo de tu grandeza, me presto a luchar hasta el fin, no -conservo la esperanza de vencer; al menos, puedo morir antes de -abandonar a un príncipe que ha puesto en mí su confianza al penetrar en -mi casa». Habiendo así hablado, volvió a tomar sus armas, y se lanzó de -nuevo en el combate. Mas las fuerzas le abandonaron, y había agotado ya -todas sus flechas. El Gran Tsubura dijo: «Ya no tenemos flechas, y -nuestras manos están heridas; no podemos ya combatir. ¿Qué nos resta que -hacer?» «No nos queda nada que hacer», respondió el príncipe. «Ahora, -quítame la vida.» Y el Gran Tsubura tomó su sable y quitó la vida al -príncipe. Luego, haciendo girar el arma contra sí mismo, hizo caer a sus -pies su propia cabeza.» - -Esas eran las lecturas de antaño, las que los ministros del culto -comentaban y las generaciones comprendían, infundiendo así cada día en -los corazones nuevos las antiguas virtudes. «La conciencia, dice Hearn, -llega a ser el solo guía, por la doctrina de la intuición, que no tiene -necesidad de decálogo o de código fijo que señale las obligaciones -morales. «Teólogo y filósofo, dice Motoonori, que todas las ideas -morales necesarias al hombre le son sugeridas por los dioses y son de la -misma naturaleza instintiva que las que le obligan a comer cuando tiene -hambre, y a beber cuando tiene sed. El, el sapiente Hirata: «Toda acción -humana es la obra de un dios.» Y de nuevo Motoonori: «Haber comprendido -que no hay ni camino que conocer, ni ruta que seguir, es seguramente -haber comprendido el camino de los dioses.» Y otra vez Hirata: «Si -tenéis deseos de practicar la verdadera virtud, aprended a tener temor -de lo invisible, cultivad vuestra conciencia, y no os apartéis nunca del -camino recto.» Y luego: «La devoción a la memoria de los antepasados es -el resorte de todas las virtudes. El que no olvida nunca sus deberes -para con ellos, no puede ser irrespetuoso con los dioses ni con sus -padres. Un hombre semejante está siempre fiel a su príncipe y a sus -amigos, bueno y dulce con su mujer y con sus hijos.» Así pensaba el -Japón viejo. Semejante atraso estaba oculto tras la puerta que, los -hombres colorados, fueron a abrir a cañonazos. - -Y a cañonazos se despertó a la vida y a la civilización de Occidente el -Japón viejo, y se convirtió en el Japón nuevo. - -«Hoy, dice sonriendo afiladamente el japonés Hayashi a un periodista -parisiense, hoy tenemos acorazados, tenemos torpedos, tenemos cañones. -¡Los mares de la China se enrojecieron con la sangre de nuestros -muertos, y con la sangre de los que nosotros matamos! Nuestros torpedos -revientan; nuestros shrapnells crepitan, nuestros cañones arrojan -obuses; morimos y hacemos morir; y vosotros, los europeos, decís que -hemos conquistado nuestro rango, ¡que nos hemos civilizado! Hemos tenido -artistas, pintores, escultores, pensadores. En el siglo XVI editábamos -en japonés las fábulas de Esopo. ¡Éramos entonces bárbaros!» - -¡Oh, sí! Hoy están los descendientes de los antiguos daimios -completamente civilizados. Al _jiu-jitsu_ nacional, han agregado los -conocimientos adquiridos en el Creusot y en Essen. Se les obligó a -aprender la ciencia de la guerra en establecimientos occidentales; se -les demostró que pasar la vida feliz, sin derramamientos de sangre, sin -soldados, sin militarismo, sin cañones Krupp, era el colmo de lo -salvaje. Se les enseñaron los caracteres occidentales para que pudieran -leer los diarios nacionalistas de Francia, los discursos de M. Jaurés, -las obras de Kipling; así supieron lo interesante del nacionalismo, lo -útil del socialismo, lo superior del imperialismo. Como son hábiles y -emprendedores, los nipones tuvieron pronto arsenales de ideas nuevas, -tuvieron nacionalistas, socialistas, imperialistas. Se dieron una -constitución. Se vistieron como se visten los hombres de Londres, que es -como se visten los hombres de todo el Occidente. Vieron claramente que -sonreir siempre es malo, ser afable es dañoso, ser piadoso es ridículo. -Se convencieron de que ser de presa es lo mejor sobre la superficie de -la tierra. Se militarizaron; se armaron, fueron excelentes discípulos de -los carniceros de los países cristianos. Destruyeron toda la poesía -posible, convirtieron a Madame Chrisantème en institutriz inglesa y en -enfermera. Se lanzaron al asesinato colectivo con un apetito -sobrehumano. Oku, Kuroko, Togo, entran en la categoría de semidioses. -Se trató de matar al mayor número de rusos posible. Se trató de volar -barcos, de «dinamitar» puentes, de arrasar batallones. Se va a la -conquista, al degüello, al odio. ¿En dónde está ese mundo de vagos -ensueños, ese mundo como lunas extra-terrestres, como astral, que admiré -en las escenas, en la maravillosa actriz Sada Yacco que era una -revelación de belleza exótica y peregrina? ¿En dónde están los antiguos -pintores Kakemonos, los antiguos Outamaros y Hokusais? ¿En dónde las -nobles creencias, los generosos ideales, la dulzura del carácter, las -genuflexiones, las pintorescas amorosas, el alma antes encantadora del -pasado Japón?... En la Mandchuria, la tierra se llenó de cadáveres... -Los mares chinos se enrojecieron de sangre. - -Se mira a los Estados Unidos con aire de desafío, con amor a la -guerra... - -La civilización ha triunfado... - - - - -MI DOMINGO DE RAMOS - -[imagen] - - Y veo en un país lejano - una vieja ciudad. - - -Mi pobre alma, con una alegría de convaleciente, se despierta este día, -domingo, sonríe a la luz del sol de Dios, se sacude como un ave húmeda -del rocío de la aurora, y, a pesar de que quiero contenerla: «¡Mira que -estás muy débil! ¡mira que casi no tienes alientos! animula, blandula, -vagula, ¿a dónde vas?» no me hace caso, ríe como una locuela de catorce -años, se va, bajo el esplendor matinal, al jardín de mi fantasía, al -huerto de mi mente, y vuelve con dos verdes y frescos ramos de palma, -alzando los brazos al cielo, en un divino ímpetu, como si quisiera -volar. - ---Animula, blandula, vagula, ¿a dónde vas? - ---¡Voy a Jerusalén!--me dice mi pobre alma. - -Y allá se va, camino de Jerusalén, sin bordón de peregrino, sin alforja -de caminante, sin sandalias de romero. Ella va a la fiesta, arrastrada -por su deseo, sin temor de las asperezas del viaje, sin miedo a los -abismos, a las fieras y a las víboras. - -Tal parece que fuese llevada por una ráfaga milagrosa, o sostenida por -el amoroso cuidado de cuatro alas angélicas. Ella no sabe hoy de las -tristezas, de las maldades y de las tinieblas de la vida. Deja la ciudad -de los infames publicanos, de los odiosos fariseos, de las pintadas y -ponzoñosas prostitutas. Ha sentido como el llamamiento de una sagrada -primavera, y se ha abierto fresca y virginal como una blanca rosa. Un -perfume celeste la baña, y ella a su vez exhala su perfume íntimo, su -ungüento de fe y de amor. Un sol de vida le pone en su debilidad, -fortaleza; en sus mejillas pálidas, una llama de niñez; en su frente, -tan combatida por el dolor, una refrescante guirnalda florida. ¿Que -vendrán las espinas después?... - -Ella no sabe eso. Hoy cree sólo en las flores y las palmas; hoy debe -asistir a la entrada triunfal del Rey Jesús. Armoniza sus más bellas -canciones de gloria, para repetirlas en honor de quien viene. Clamará -con el coro de los sencillos, con la lengua del pueblo que acompaña con -jubilosos hosannas al Príncipe del Triunfo. - -Se han borrado de su memoria las penas pasadas, no quiere poner su -pensamiento en los amargores futuros. Como en un inspirado paso, sigue -su ruta, y, tan ligera va, que el aire no la siente pasar. Las montañas -nada son para ella. Va sobre las cambroneras sin que sus pies desnudos -se hieran; los leones de la selva la miran con cariñosos ojos, y se -dicen: «He allí la pobre alma que va a Jerusalén, hoy, Domingo de -Ramos»; las tempestades se ciernen sobre su cabeza, pero ella es -invencible delante de las tempestades; el tórrido fuego de los desiertos -no marchita una sola de las flores de su corona; las palmas que lleva en -sus manos, con un gesto glorioso, están llenas de su primera frescura; -la alondra lírica y cristalina dícele: «Hermana, apresura el paso para -que llegues a tiempo». Y yo la sigo con ojos apasionados: «¡Sí, alma -mía, acude, no tardes, vuela a Jerusalén!». - ---«Yo soy tu infancia»--, me dice una voz entre tanto. Dícemelo una voz -encantadora que regocija y deleita mis potencias. - -Porque en lo íntimo de mi ser se despliega, como un inmenso e -incomparable lienzo azul, en que surge decorada por virtud maravillosa, -la estación de mi existencia en que los cielos eran propicios y la -tierra amable y buena como una nodriza. A mis narices viene un olor de -yerbas olvidadas, de flores que há tiempo no he vuelto a ver; a mis ojos -florece una aurora de visiones, que me atraen con una magia imperiosa; -a mis oídos llegan notas de lejanas armonías, que han dormido por largo -espacio de años bellas princesas del bosque de mi vida; mi tacto es -halagado por el roce de aires amigos, que acariciaron los bucles rubios -de mi infancia, y reconozco el troquel de que saltó mi primer -pensamiento, limpio y sonoro como una medalla argentina. - -Y veo, en un país lejano, una vieja ciudad de gentes sencillas, en donde -Jesucristo habría encontrado ejemplares de sus perfectos pescadores. -Sobre los techos de tejas arábigas de las casas bajas pasa un vuelo -vencedor en la mañana del Domingo de Ramos: la salutación y el -llamamiento que cantan las grandes campanas de la Catedral en que -duermen los huesos de los obispos españoles. El alba ha encontrado la -calle principal decorada de arcos de colores y alfombrada de alfombras -floridas; en esas alfombras, tosco artista ha dibujado aves simbólicas, -grecas, franjas y encajes, plantas y ramos de una caprichosa flora. La -policromía del suelo fórmanla tintes fuertes y vivos: maderas de las -selvas nativas, rosas para el rosal, hojas frescas para los verdes, y, -para el blanco maíz que el fuego reventó la noche anterior, cuando a -los granos trepitantes acompañaron alegres canciones. Las gentes han -madrugado, si no han pasado en vela la noche del sábado; han madrugado y -están vestidas de fiesta, aguardando la hora de la misa. Así, cuando ha -dado la señal el campanario, el desfile comienza: severas autoridades, -familias de pro, licenciados de largas levitas flotantes; la cruel -Mercedes, la dulce Narcisa, la rara Victoria, los elegantes y el pueblo -en su pintoresco atavío nacional. El sol que llega, todo de oro y -púrpura dominicales, tornazola los rebozos de seda de esas mujeres -morenas. Allá va el bachiller que lee a Voltaire y se confiesa una vez -al año, por la cuaresma, o antes si espera haber peligro de muerte: va a -la misa. Sobre aquella ciudad, feliz como una aldea, ciérnese todavía un -soplo del buen tiempo pasado. Es aún la edad de las virtudes primitivas, -de los intactos respetos y de la autoridad incontrastable de los -patriarcas. Para ir al templo preceden los cabellos blancos a los grupos -de fieles. Y la campana grande alegra a todos; todos los corazones -reciben el propio influjo; rige las voluntades un mismo ritmo de -impulsión. La campana grande es la lengua de la ciudad; ella despierta -reminiscencias de sucesos memorables, orgullos populares y orgullos -patricios. Cuando habla, creeríase que un espíritu supremo la inspira y -que anuncia, en su idioma de bronce, la piedad del cielo. - -Visión de los altares de llamas y pétalos. Son del potente órgano de -Pamplona; voces angelicales de los niños; clamores de los sochantres; un -velo de incienso envuelve y aroma la ancha nave: ese misterioso y -litúrgico perfume que tiene figura corporal, encarnado en su humo -fugitivo, es el ambiente en que pueden dejarse entrever, bajo las -cúpulas eclesiásticas, los seres puros del Paraíso. Y el cuerpo mismo, -al aspirarlo, mientras el alma se eleva con la plegaria, goza en una -como sagrada sensualidad. Visión del sacerdote: la simbólica del gesto; -el poder de las evocaciones divinas: la hostia, nieve sobre la pompa de -los oros y la gracia ascendente de los cirios, ¡Suena, suena, haz -estallar tu alma por tus tubos, órgano de Pamplona que toca el organista -de barba larga. - -Y he ahí que un niño meditabundo está arrodillado delante del -sacrificio. Id al Himalaya, y entre las más blancas nieves de la más -alta cumbre, buscad el copo que en sí contenga la blancura misma: esa -es su alma. Id al Sarón bíblico y, entre todos los lirios, escoged el -que escogería para entrar en el Paraíso la más pura de las -bienaventuradas: esa es su fe. Y ese niño, en medio de su oración y de -su contrición, siente un eco nuevo en lo secreto de su ser, eco que -responde a la inmortal anunciación de la Lira. - -¡Palmas! La procesión ha aparecido ya; hacia el azul del Señor dirigen -las alas las jaculatorias; las músicas tienden en los aires sus arcos de -harmonías; del campanario, como de un sacro y encantado palomar, -desbandadas de palomas, de palomas de oro, los himnos de las campanas se -ciernen sobre las gentes. Hosannas de los trombones y violines; hosannas -de las plantas; hosannas de los celestes violoncelos. Bajo la seda y el -oro de un palio pomposo como una casulla de gala, va Jesucristo sobre -una asna; el prefecto lleva la asna del fiador. Obra de desconocido e -ingenuo escultor de la escuela quiteña, Nuestro Señor está hermoso y -real sobre su cabalgadura. Sus atavíos son los de un arzobispo; lleva -magna capa sostenida por un paje eclesiástico; sus ojos dulces miran -como si mirasen lo infinito; su cabellera nazarena le cae en rizos sobre -los hombros; su mano derecha, detenida en un gesto hierático, bendice -al mundo. Así va, seguido de gran muchedumbre, sobre las alfombras -policromas y olorosas, bajo las arcadas de banderolas. Pendientes de los -arcos, veis curiosas cosas: frutas doradas, cestos de flores, pelicanos -con el pecho herido, garzas reales, águilas y palomas, monstruosos -caimanes, inauditas tarascas, serpientes y quimeras. - -El olor de la tierra húmeda únese a la exhalación perfumada de las -enormes flores de palmera, gruesos chorros de oro impregnado de fino -óleo aromoso, y cuyos granos son, para los naturales, a manera de -primitivos confetti. ¡Palmas! Por todas partes veréis la inclinación -gallarda de los ramos sonoros y frescos, imprimiendo al conjunto -extraño, como un concepto de belleza antigua y peregrina. Palmas llevan -los viejos; mujeres y niños hay coronados de palma. Y la procesión va -por la calle mayor, la calle Real, con una solemnidad llena de gozos y -fragancias. Y he allí que al llegar a un punto dado, bajo el más bello -arco de colores, hay una hermosa granada de plata que deja entrever -granos de oro. Y cuando el palio pasa debajo de ella, y el Señor del -Triunfo se detiene un instante, la bella fruta oriental se abre, como -reventada de sol y de savia, y de su seno vuelan, como un grupo de -mariposas que se pusiesen en libertad, hojas impresas que lleva el aire -sobre la muchedumbre, y que tienen, en honra de Jesucristo triunfante, -versos. ¡Versos! Sí, versos rimados malamente, sentidos buenamente; -logro inapreciable para la muchedumbre que acompaña al Nazareno, que, -con la diestra, en un gesto hierático, bendice al mundo. ¡Oh, potestades -de los cielos! ¡Vosotras podéis ver quién, cual si fuese un infante -real, siente como hecha de un oro divino su corona de palmas del Domingo -de Ramos! Es ese niño que ha llegado de la iglesia, y está cerca de la -anciana abuela de cabellos crespos y recogidos como una marquesa de -Boucher. - -Es ese niño meditabundo, triste en su alegría, como si estuviese -sintiendo ya la llegada de su Viernes Santo. ¡Es ese niño que ha rimado -los versos infantiles de la granada oriental, símbolo de su corazón, que -se abrirá para regar por ley infalible, sobre la tierra sus íntimas -armonías, los perfumes misteriosos de su sangre vital, la esencia de su -pobre alma, enferma desde entonces, de la recóndita y adorada enfermedad -del ensueño! - -Y aquella palma mística es para él un símbolo. Sus ojos pueriles miran -de pronto, como en un vago éxtasis, una figura, que cerca del Cristo -lleva una palma en la mano. Es una figura de maravilloso aspecto, -semejante a un arcángel, vestida de fortaleza y de luz; su frente -aureolada se destaca sobre el profundo y sacro azur; su diestra alza en -la mano una imperial palma de oro; su voz suena con harmonía intensa y -dominante, como la voz de un dios: «¡Yo soy, oh, niño, exclama, quien te -viene a hechizar y arrastrar para siempre en el triunfo del Domingo de -Ramos! He aquí la palabra simbólica: ¡Yo soy la Gloria! Yo vengo a -mostrarte el miraje de las soñadas Babilonias de plata, los sublimes -Eldorados, las Jerusalenes que han de atraer tu pensamiento y tu sér -todo, pues has nacido predestinado para desconocidos padecimientos, por -amor de las Visiones y la pasión de las Palmas!» - -Y el niño escucha aquellas palabras, sintiendo en su débil persona como -la insuflación de una vida nueva; y su pequeño corazón palpita en un -desconocido propósito de obrar y realizar cosas grandes. - -Más tarde, las palmas del domingo guárdanse en las casas de los -creyentes, como poderosos e invencibles talismanes. Queda junto a los -retablos antiguos, junto a los santo-cristos que guardaban los lechos -familiares, los ramos que el tiempo seca, y que las canículas doran y -tornan más sonoros y livianos. Cuando suenan los truenos y caen los -aguaceros diluviales bajo el cielo negro cebrado de relámpagos, fórmanse -de las palmas benditas del Domingo de Ramos coronas salvadoras. -Coronados de palmas, los habitantes de la ciudad feliz no temen las -amenazas de la tormenta. Y he aquí que el niño triste, precoz enamorado -de la Lira, sembró en el huerto de su corazón y en el jardín de su -suerte un ramo de aquellas frescas hojas, y el ramo, a pesar de crueles -inviernos, de ásperos huracanes, de voraces langostas, de hoces -afiladas, ha crecido y producido otros ramos nuevos. - -De allí ha cortado, en este día esplendoroso, sus dos palmas gallardas, -la pobre alma que hace su peregrinación a Jerusalén, como sostenida por -cuatro alas angélicas que enviara un bondadoso decreto del Padre de la -Esperanza. - ---«¡Vengo de Jerusalén»!, dice mi pobre psique. Y he aquí que miro en -sus ojos más luz, y en sus mejillas una pura y juvenil llama de sangre. -Vuelve reconfortada, para arrostrar las tinieblas y elementos que la -combaten en el habitáculo del debil y vibrante cuerpo. Pues es ella la -víctima ofrecida, por la ley suprema, a las fuerzas desconocidas que -ponen cerco a su frágil domicilio. En la bóveda del cráneo, son los -pensamientos y los sueños que nacen entre las marañas del cerebro; los -nervios que, como una cruel túnica, se extienden; las pasiones que se -desatan por las puertas de los sentidos; y el omnipotente y tentacular -pulpo del sexo cuya cueva obscura es el sepulcro. Después, las luchas -del Mundo y del Demonio encarnados en la Maldad ingénita y en la -Estupidez humana; los truenos de la vida, las rachas, los ventiscos de -las rudas horas amargas, de odiosa espuma; los relámpagos de la -concupiscencia; los rayos de la soberbia; las lívidas nubes de la -envidia; los aborrecimientos desconocidos; los granizos inmotivados; la -Mujer--_¡Misterium!_--con su arcana misión de pecado y de llanto; el -crimen; y, sobre todo, en el fondo de esa implacable tempestad, -guardianes de la vasta Puerta del Universo: obscuro, obscuro, el dolor; -pálida, pálida, la Muerte... - -¡Dame, alma de mi infancia, una hoja de tu palma bendita para coronar mi -frente! - - - - -HOMBRES Y PAJAROS - -[imagen: Al amor de la mañana, o cuando comienza la tarde, he aquí -lo que suele verse en los jardines de París...] - - -Al amor de la mañana, o cuando comienza la tarde, he aquí lo que suele -verse en los jardines de París, especialmente en las Tullerías y en el -Luxemburgo. Mientras al amparo de las alamedas saltan los niños o juegan -con sus aros y las nodrizas cuidan de sus bebés, y en los bancos hay -lectores de diarios, y más allá jugadores de «foot-ball», y paseantes -que flirtean, o estudiantes que estudian, o pintores que cazan paisajes, -y en las anchas filas de las fuentes, al ruido del chorro de agua, -minúsculos marinos echan sus barquitos de velas blancas y rojas, unas -cuantas personas cumplen con una obligación sentimental y graciosa que -se han impuesto: dar de comer a los pajaritos. Generalmente, los únicos -que aprovechan son los gorriones, los ágiles y libres gorriones de -París. Hay también las palomas, pero las palomas no son las que más -gozan de la prebenda. Parecen estar fuera de su centro, de lugares en -donde reinan solas, sin competencia ni reparto: la plaza de San Marcos -de Venecia, o las cercanías del palacio Pitti, en Florencia. Aquí, pues, -son los gorriones, pequeños e interesantes vagabundos, opuestos a la -vida normal de las abejas, por ejemplo, y que esperan por estudioso -biógrafo un Maeterlinck alegre. - -No lejos del Arco del Carrousel, en que la guerra y la Ley están -representadas, un grupo de gente de diversas condiciones y edades, forma -valla, mira en silencio. Un hombre de aspecto tranquilo y serio, cerca -del césped, sobre el que salta y vuela una inmensa bandada de gorriones, -saca de su bolsillo un pan y lo desmenuza. Luego, comienza a llamar: -¡Juliette!... Y una fina gorrioncita se desprende de la bandada -chilladora y saltante, y se va a colocar en la cabeza, en los hombros, -en la mano del hombre. «Louise, Jean, Friederic, Mimi, Toto, Mussette». - -Los pájaros libres del jardín, que entienden por sus nombres -respectivos, van todos a la voz que les llama. Y es un revoloteo -incesante alrededor del amigo que regala, y una fiesta a que, por otra -parte, están completamente acostumbrados. Unos cazan la miga al vuelo, -otros la toman en la mano, otros la recogen del suelo. - -El hombre les habla, les acaricia, les regaña. _Prends garde, -gourmand._ «Ten cuidado, glotón». «No seas atrevido, Robert». «Señorita, -así no se come»... «Insolentes, ahora vais a ver». Les trata con -naturalidad, con amistad, con confianza, con familiaridad. Todos ellos -le conocen, y él conoce a todos ellos, a pesar de tener todos igual -uniforme, y de no haber nada más semejante a un gorrión, como una gota -de agua a otra gota de agua. Y se ve que ese personaje, cuyo nombre -todos ignoran, tiene verdadero amor por sus pajaritos, y que no falta un -solo día, desde hace muchos años, a cumplir con su amable tarea, de -manera que, si faltase una sola vez, habría verdadera alarma entre el -mundo alado que puebla los ramajes de las Tullerías, y que si llegase a -faltar para siempre, los pobres animales estarían de duelo, a menos que -su alma en libertad fuese visible para ellos en la transparencia de los -aires. - -Mas, en verdad, una vez se ausentó, enfermo de la vista, y hubo duelo -entre los pájaros y gozo a su retorno. - -En el jardín del Luxemburgo, cerca del palacio, al lado de las galerías -del Odeón, muchas veces he encontrado a diferentes personas que dan de -comer a los pajaritos; pero, sobre todo, no dejo nunca de ver a un -viejecito, de aspecto venerable, de ropas modestas, que lleva en su -solapa la cinta de la Legión de Honor. ¿Qué sabio, qué poeta será? ¿O -qué filósofo anciano que venga con un espíritu semejante al de su -antepasado Descartes a admirar la mano de Dios, y a «conocer y -glorificar al obrero por la inspección de sus obras?» Otras veces, es un -caballero enorme, que se sienta en los bancos para llenar su obligación, -varón de gordura extraordinaria, que tiene una cabeza de niño -gigantesco. Los pájaros se le posan sobre el extensísimo pecho, sobre -los hombros de elefante, le revuelan por el magnífico vientre, y en -ramilletes temblorosos se le prenden de las manos regordetas, llenas de -bizcochos. No puedo de dejar de pensar: bueno, como todos los gordos. -Cerca de él una viejecita de luto, con un niño, reparte también su -ración. A veces conversa con los pájaros, a veces con el niño, a ambos -les habla con el mismo tono. Los animales conocen a todos, pero con el -anciano de la Legión de Honor hay mayores relaciones. Le siguen, cuando -les deja, a saltitos; se diría que le hablan en su idioma; se le sientan -en el veterano sombrero de copa; le llaman de lejos. El se vuelve; los -sonríe; parece que se despide hasta el día siguiente. - -Y nada es más suavemente impresionante, en la frescura de la mañana o en -la melancolía de la tarde. Acaba uno de leer los diarios, de ver la obra -del mal, del odio, la lucha de las pasiones, el hervor de los vicios. -Larga lista de crímenes, de escándalos, de injusticias. Los asesinatos, -las infamias, las intrigas, todo el endemoniado producto de una inmensa -ciudad de tres millones de habitantes. Va uno por los bulevares, y ve -pintada en la mayor parte de los rostros con que se encuentra, la -codicia, la ferocidad, la vanidad y la lujuria; habla uno con prójimos, -con conocidos, llenos de hieles, de ponzoñas, de vitriolos; encuentra -uno más allá, astucias, intrigas, rebajamientos, prostituciones, la caza -al _sou_, la caza al franco, la caza al luis, al billete, al cheque, los -aires de neurosis que soplan sobre las terrazas; los asesinos elegantes; -los espadachines cobardes; los ambiciosos; los _ratés_; la vergüenza de -abajo; los crímenes de arriba; Sodoma por una parte y Lesbos por otra; -lo artificial entronizado; las podredumbres cotidianas; la farsa -continua, la negación de Dios. Y hay aquí estas gentes que vienen a dar -de comer a los pajaritos... - -Sí, porque París tiene un vasto cuerpo; es un vasto cuerpo como el -cielo de Swedenborg, o el universo de Campanella. Tiene un organismo -propio, semejante a los astros de Bruno, _animali intellettuali_: tiene -una cabeza, unos brazos, un corazón, un vientre y un sexo; tiene sus -grandes pensamientos, sus grandes sentimientos, y sus buenas y malas -acciones, y sus bellos gestos y la banda gris del Sena que refleja los -diamantes celestes. - -Por el barrio en que habité está el cerebro, está la cabeza. Por algo, -en el _argot_ parisiense, _sorbonne_ quiere decir cabeza. Allí está el -órgano pensante, la juventud de las escuelas, las grises piedras que -vieron pasar a Abelardo, el hogar de la enseñanza. Unos cuantos -meditativos viejos, en sus encierros silenciosos, compulsan los -conocimientos del pasado, trabajan en la ciencia del presente, piensan -en el porvenir; un ejército de jóvenes se prepara a la obra de los -maestros. Es el Colegio de Francia, es el Instituto, la Escuela de -Medicina, todas las escuelas y laboratorios y en donde se forman y se -desarrollan los sabios, y aprenden a concretar sus sueños los artistas. -Es el Panteón, son los museos. - -Las cátedras de ese centro están en actividad. Profesores y alumnos -siguen por el camino comenzado desde hace siglos. Aquí se escucha el -ruido de la humanidad, se busca cómo penetrar el misterio de las cosas, -cómo mejorar la existencia; la filosofía investiga, induce, deduce; la -ciencia experimenta, analiza; se labora por el mejoramiento social, por -el perfeccionamiento individual. De las cátedras se extiende un continuo -río de ideas, de que benefician la industria, el comercio, la salud. Y -los ojos de París están también allí, en el Observatorio, escudriñando -la altura, fijos en los astros. - -A un lado y otro se extienden los brazos. Es el París que trabaja, las -extremidades llenas de fábricas, cuajadas de usinas de telares, de -chimeneas. Por allí, constantemente, bullen las muchedumbres de obreros -que forman la vitalidad productora: los obreros que saben leer y luchar, -los trabajadores que salen de sus labores y van a las universidades -populares a comunicar con sus hermanos intelectuales, ya en el faubourg -Saint-Antoine, ya en Montreuil-sous-Bois, en Grenelle, o en -Boulogne-Billancourt, de un punto a otro, de Asnières a Charenton, de -Vincennes a Puteaux, a Levallois, a Courbevoie. Pues los brazos de París -manejan alternativamente herramientas y libros, antorchas e ideas. Son -brazos robustos e inteligentes, y también terribles. - -El inmenso vientre y el sexo están en el centro, en ese trecho en que -los grandes bulevares juntan todos los apetitos, deseos y vicios -nacionales y extranjeros, desde la Magdalena hasta la Plaza de la -República y los alrededores de la Opera. Allí se come bien y se peca -mejor. La riqueza y el lujo hacen su exhibición, la gula encuentra cien -dorados refugios en que saciar sus más exquisitos caprichos, y el amor -fácil halla el suntuoso y babilónico prostíbulo ambulante que ha dado a -esta capital, digna de superior renombre, el de ser el lugar de cita y -el casino de las naciones. - -Y el corazón de París late por todas partes, y riega su sangre por todo -el resto del magnífico cuerpo. Ese corazón anima a las individualidades -silenciosas y discretas que hacen el bien callado a los hospicios y -lugares de asilo, a los conventos en que sin engaño se reza y se -sostiene, como dice Huysmans el de la Oblación, el pararrayo. Cuando ese -corazón quiere hablar se llama _Severine_, como se llamaba Luisa Michel. -El hace ir sin pompa a las viejas caritativas a llevar pan y carbón a -sus pobres; él sostiene a las infinitas muchachas honestas que, -viviendo con el lupanar a la vista, prefieren ir a la fábrica para dar -de comer a la madre inválida o al hermanito enfermo; él se revela, por -fin, en los que se ahogan por salvar suicidas, en el médico que va a ver -el infeliz y le deja con la receta el dinero para pagarla, en las nobles -cooperativas, y hasta en el cochero viejo que se mata porque se le murió -el caballo, que era su antiguo compañero. ¡El buen París! ¿Quién dice -que tan solamente hay aquí muñequitas de carne, y hombres con profesión -de pez? Que venga a ver los talleres llenos, las iglesias, las -universidades populares, y... a los hombres que dan de comer a los -pajaritos. - -No hay que reir mucho de Margot si llora por el melodrama, y si viejas -solteronas se enamoran de sus gatos. No hay que buscar el lado cómico de -las Sociedades protectoras de animales. No debe ser ridiculizado ningún -sentimiento de origen noble. Y el cariño hacia la naturaleza--paisajes, -animales, flores o aguas--y las simpatías por las manifestaciones -amables de ella, proclamarán siempre su origen generoso. Sin anonadar -nuestra personalidad humana en la ataraxia de Zenón o la apatía -epicúrea, tengamos la pasión del universo, la tendencia a nuestra -unidad. Así como nada conforta tanto como la presencia de los bosques o -la contemplación del Océano, nada suaviza más las asperezas del espíritu -que la visión de una rosa en su tallo, o un pájaro sin trabas ni jaula, -que salta y vuela por donde quiera, y canta sin inquietudes bajo el -cielo. Quizás la luminosa alegría que nada podrá destruir en el alma de -esta Galia feliz, viene de su simbólica alondra, maestra de libertad, -amante de claridad, ebria de frescor y de canto matutino. Tengamos el -amor de las rosas y de los pájaros, de las mariposas, de las abejas. Es -un medio de comunicación con lo Universal, con la divinidad. -Maeterlinck, en el libro admirable que conocéis, ha oído la iniciada voz -de Virgilio: - - _Ese apibus partem divinæ mentis et hansitus._ - _Athereos dixere: Deum manque ire per omnes._ - _Terrasque tractusque maris, extumque profundum._ - -Nada más conmovedor que la petición que, hace algún tiempo, dirigieron -al Congreso belga los miembros de un instituto de ciegos. - -Sabido es que en ambas partes a los pájaros cantores, para que canten -mejor, les sacan los ojos, sin duda acordándose del divino Melesígenes, -que también supo ser armonioso sin los suyos... - -En Bélgica hacen lo mismo, y esos ciegos del instituto han intercedido -por los ojos de los pajaritos. - -Yo sé que hay gentes que sonríen de todas esas cosas, que hallan todo -sentimentalismo fuera de moda, y que juzgan nefelibatas a los que no se -levantan todos los días con el único propósito de aumentar sus rentas -por la buena o por la mala. Yo sé que hay muchas gentes que retorcerían -con gusto el pescuezo a todos los cisnes del Caistro, y enviarían una -buena perdigonada a los ruiseñores de las melodiosas florestas. Yo sé -que en filosofía priva mucho actualmente la ferocidad, el egoísmo, la -crueldad. Pero esos son nietzschistas furiosos y danzantes, ante los -cuales iría yo a dar un abrazo al hombre que da de comer a los -pajaritos... - - - - -PRIMAVERA APOLINEA - -[imagen: Una copiosa cabellera. Unos ojos de ensueño y de -voluntad, juventud, mucha juventud: un poeta.] - - -I - -Una copiosa cabellera. Unos ojos de ensueño y de voluntad. Juventud, -mucha juventud: un poeta. Habla: - ---Yo nací del otro lado del Océano, en la tierra de las pampas y del -gran río. Desde mi pubertad me sentí Abel; un Abel resuelto a vivir toda -mi vida y a desarmar a Caín de su quijada de asno. Afligí a mis padres, -puesto que muy temprano vieron en mí el signo de la lira. Se me rodeó de -guarismos en el ambiente de las transaciones, y salté la valla. De todo -el himno de la patria sólo quedó en mi espíritu, cantando, un verso: -¡Libertad! ¡libertad! ¡libertad! Y me sentí desde luego libre por mi -íntima volición. - -Y conocí a un hermano mayor, a un compañero, que tendiéndome la diestra -me señaló un vasto campo para las luchas y para los clamores, me inició -en el sentimiento de la solidaridad humana, aquel joven bello y -atrevido de vida trágica y de versos fuertes. Mi bohemia se mezcló a -las agitaciones proletarias, y aun adolescente, me juzgué determinado a -rojas campañas y protestas. Fraseé cosas locamente audaces y rimé -sonoras imposibilidades. Mi alma, anhelante de ejercicios y actividades, -fluctuó en su primavera sobre el suburbio. No sabía yo bien adonde iba, -sino adonde me llamaban lejanos clarines. Me imbuí en el misterio de la -naturaleza, y el destino de las muchedumbres, enigma fué para mí, tema y -obsesión. Ardí de orgullo. Consideréme en la solidaridad humana, -vibrantemente personal. Nada me fué extraño, y mi yo invadía el -universo, sin otro bagaje que el que mi caja craneana portaba de -ensueños y de ideas. - -Mi espíritu era un jardín. Mis ambiciones eran libertad humana, alas -divinas. Y, como no encontraba campana mejor que la que levantaba el -alma de los desheredados, de los humildes, de los trabajadores, me fuí a -buscar a Cristos por los mesones de los barrios bajos y por los -pesebres. Creí--aurora irreflexiva--en la fuerza del odio, sin -comprender toda la inutilidad de la violencia. No acaricié el -instrumento de mis cantos, sino que le apreté contra mi corazón con una -como furia desmedida. Comprendía que yo había nacido para ser una vasta -comunidad sedienta de justicia, buscadora de inauditas bienaventuranzas. -Mi derrotero iba siempre hacia el azul. Para todo el comprimido río de -mis ideas juveniles no hallé mejor salida que el cauce de las -sensaciones y las cataratas de las palabras. Mi rebeldía iba coronada de -flores. No tenía más compañeros que los que veía dispuestos a las luchas -nobles y los buenos combates. Yo creí ver pasar «el gran rebaño». Yo lo -soñé una noche cavernosa que evocaba apariciones de muertas humanidades, -mientras pensaba, apartado de los hombres como un condor solitario -adormecido en la grandeza de las peladas cumbres, con la visión -desesperante de una colmena humana miserable que recortábase en la -blanca sábana de nieve como un borrón en una página alba. Al fin, hálito -cristiano me inspiró en aquella hora y la estrofa que otras veces -abofeteara a los oídos, se retorció en un gesto de insultador. - -Amé la grandilocuencia, pues sabía que los profetas hablaban en tropos a -los pueblos y los poetas y las pitonisas en enigmas a las edades. -Buscaba en veces la oscuridad. Me preocupaba a todas horas la -interrogación de lo fatal. Oía hablar al hierro. Mi primer amor no fué -de rosas soñadas, sino de carne viva. Me amacicé desde muy temprano a -los golpes de la existencia. Fuí a acariciar el pecho de la miseria. Y -surgió el amor. ¿Romántico? Hasta donde dorara la pasión la más sublime -de las realidades, representada en una adolescente rosa femenina. Todo, -es verdad, estaba dorado por la felicidad, hasta la tristeza y la -penuria de los que fuesen favoritos de mi lástima. Mis ideales de -venturanza humana no se aminoraron, sin embargo; mas se dulcificaron a -pesar de mis impulsos y proclamas de brega, por la virtud de una alma y -de una boca de mujer. Vida, sangre y alma busco y encuentro en la mujer -de mis dilecciones. Mas no por eso olvidé el sufrimiento de los que -consideraba mis hermanos de abajo, cuyas primeras angustias fuí a buscar -hasta las pretéritas y cíclicas tradiciones de la India. Mi carácter se -encabritaba en veces, - - ¡bravo potro salvaje - que no ha sentido espuelas de jinete! - -No pude nunca comprender el rebajamiento de las voluntades, las -villanías y miserias que manchan en ocasiones las más finas perlas. En -ocasiones huía de la ciudad y hallaba en la inmensidad pampeana vuelos -de poemas que se confundían con ansias íntimas. El ritmo universal se -confundía con mi propio ritmo, con el correr de mi sangre y el hacer de -mis versos. De retorno a la urbe, hablaba a las muchedumbres. Vivía cara -a cara con la pobreza, pero en un ambiente de libertad, de libertad y de -amor. Con el vigor de la primera edad, con mi tesoro de ilusiones y de -ensueños, no pude evitar momentos de delirio, de desaliento, de -vacilaciones. Consagréme caballero de la rebeldía, pero sintiendo -siempre las dificultades de todo tiempo. Llegué a comprender las -fatalidades, de la injusticia, y mi simpatía fué a los grandes caídos, -Satán, Caín, Judas. Encontré por fin estrecha mi tierra con ser tan -ancha y larga, y vi más allá del mar el porvenir. Solicité los éxodos y -ambicioné la vida heroica. El Océano fué una nueva revelación para mis -alas mentales. El amor mismo fué animador de mis designios de conquista. -En el viejo continente proseguí en mis anhelos libertarios. Tomé parte -en luchas populares, vi el incendio, la profanación; oí los alaridos de -la Bestia policéfala y creí en el mejoramiento de la humanidad por el -sacrificio y por el escarmiento. Revivían en mi mente las antiguas -leyendas de mi tierra americana y las autóctonas divinidades de los -pasados tiempos reaparecían en mis prosas combativas y en mis estrofas -amplias y sonantes. «La historia del viejo ombú despertó el alma de las -tres razas que dormían en mí». Y el viento de Europa, el soplo árido, al -mover mis largos cabellos, me infundió un nuevo y desconocido aliento. - -Y luego fué como un despertar, como una nueva visión de vida. Comprendí -la inutilidad de la violencia y el rebajamiento de la democracia. -Comprendí que hay una ley fatal que rige nuestras vidas, instantáneas en -la eternidad. Supe, más que nunca, que nuestra redención del sufrir -humano está solamente en el amor. Que el pozo del existir debe ser -nuestra virtud del paraíso. Que el poema de nuestra simiente o de -nuestro cerebro es un producto sagrado. Que el misterio está en todos, -y, sobre todo, en nosotros mismos y que puede ser de sombra y de -claridad. Y que el sol, la fruta y la rosa, el diamante y el ruiseñor se -tienen con amar. - - -II - -Así habló el bizarro poeta de larga cabellera, en una hora armoniosa en -que la tarde diluía sus complacencias dulces en un aire de oro. El -cuarto era modesto; el antiguo libertario revelaba sus aristocracias de -artista, con el orgullo de su talento, con su amada, condesa auténtica, -y con una Juventud llena de futuro más auténtica aún. - -Y salimos al hervor de París. - - - - -VISIONES PASADAS - -[imagen: Una vaga tristeza flota en la costa extensa y -solitaria...] - - -LA MAREA - -Una vaga tristeza flota en la costa extensa y solitaria, cuando baja la -marea. El agua de la bahía panameña se retira a largo trecho. Los -muelles aparecen alzados sobre sus cien flacas piernas de madera. La -playa está cubierta de un lodo betuminoso y salino, donde resaltan -piedras deslavadas y aglomeradas conchas de ostras. - -Las embarcaciones, quietas, echadas sobre un costado, o con las quillas -hundidas en el fango, parece que aguardan la creciente que ha de -sacarlas de la parálisis. A lo lejos, un cayuco negro semeja un largo y -raro carapacho; sobre una gran canoa está, recogida y apretada entre -cuerdas, la gavia. Agrupados como una quieta banda de cetáceos rojos y -oscuros, dormitan los grandes lanchones. Un marinero ronca en su -chalupa. Las balandras ágiles aguardan la hora del viento. - -Los boteros «chumecas» arreglan sus botes y sus pangaschatas. A la -orilla del mar, los pantalones arremangados sobre la rodilla, apoyado -en un remo, un chileno robusto canta entre dientes una zamacueca. -Empieza a oirse el apagado y suave rumor del agua que viene. Suena el -aire a la sordina. - -La primera barca que ha recibido la caricia de la ola, cabecea, se -despierta, vuelve a agitarse, curada de la nostalgia del movimiento. De -allá, de donde vienen los chinos pescadores, sale, al viento la vela -radiada, un junco ligero. Cual si se viniese desenrollando una enorme -tela gris, avanza la marea, trayendo a la playa su ruido de espumas y -sus convulsivas agitaciones. - -El vagido del mar aumenta, y se oye semejante al paso de un río en la -floresta. Es un vagido continuado, en un tono opaco, tan solamente -cambiado por el desgarramiento sedoso y cristalino de la ola que se -deshace. - -¡Canta en voz baja, pon tu órgano a la sordina, oh, buen viento de la -tarde! Canta para el marino que partirá para un largo viaje, cuando -alegre el agua azul la armoniosa visión de un blanco vuelo de goletas. -Canta para el pescador que tenderá la red; canta para el remero negro, -risueño y de grandes gestos elásticos; canta para el chino que va a -pescar, todavía con la divina modorra de su poderoso y sutil opio. Y -canta, mientras la marea sube, para los viajeros, para los errantes, -para los pensativos, para los que van sin rumbo fijo, tendidas las -velas, por el mar de la vida, tan áspero, tan profundo, tan amargo como -el inmenso y misterioso océano. - - -A UNA BOGOTANA (Pasillo en prosa.) - -El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. Vea -usted cómo aquellos dos enamorados pueden llevar el compás, en medio de -la más ardiente conversación. El dice que los lindos ojos de una mujer -valen por todos los astros, y los lindos labios por todas las rosas. -Como ella quiere demostrar lo contrario, le mira con los bellísimos ojos -suyos, le sonríe con sus inefables labios, que son en un todo iguales a -aquellos con que la señorita de Abril dió el primer beso al caballero de -Mayo. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. - -¡Oh, sí, sí! La fuerza de una pasión es mayor, infinitas veces, que el -empuje de ese enorme y poderoso Tequendama. ¿Usted conoce la catarata? - -Dicen que sus aguas saltan de un clima a otro. Que allá abajo hay palmas -y flores; que arriba, en la roca que conoció la espada de Bolívar, hace -frío. ¡Qué delicia estar allá abajo, señora, dos que se quieren! La -soberana armonía de la naturaleza pondría un palio augusto y soberbio al -idilio. Al ruido del salto no se oirían los besos. ¡Idilio solitario y -magnífico! ¿Sabe usted, señora, que tengo deseos de que se casen dos -amables solteros al comenzar a florecer los naranjos? Efraim Isaacs con -Edda Pombo. ¡Qué envidiable pareja! ¿Está usted agitada? El pasillo, -señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. - - * * * * * - -En cuanto las heridas alas de mi Pegaso me lo permitan, heridas, ¡ay, -por dolores hondos y flechas implacables!--iré, señora, a la Vía Láctea, -a cortar un lirio de los jardines que cuidan las vírgenes del paraíso. -Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa, en Sirio un clavel, -y en la - -[imagen: Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa...] - -enfermiza y pálida Selene una adelfa. El ramo se lo daré a una suave y -pura mujer que todavía no haya amado. La rosa y el clavel la ofrecerán -su perfume despertador de ansias secretas. El lirio será comparable a su -alma cándida y casta. En la adelfa pondré el diamante de una lágrima, -para que sea ella ofrenda de mi desesperanza. Bien se conversa al compás -de esta blanda música. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un -lento y rosado vals. - - * * * * * - -Conque ¿se va? ¡Feliz, muy feliz viaje! Así sucede en la vida. El alba, -que abre los ojos de una diana de liras, dura un momento; dichoso el -monje que oyó, por largos siglos, cantar al ruiseñor de la leyenda, -¡Adiós, golondrina, adiós paloma! Pero ¿quiere hacerme un dulce favor? -Cuando llegue usted a su gigantesco Tequendama, deshoje, a mi memoria, -la flor que lleva en su corpiño, y arrójela en las locas espumas que -allá abajo, sobre las rosas, junto a las palmas, hacen temblar sus -iris... El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado -vals. - - -LA VIRGEN NEGRA (Havre). - -En Normandía de Francia, yendo del Havre a Orcher, se encuentra un -pueblecito coronado por una bella estatua de la Virgen. Llaman a este -divino icono «La Virgen Negra». ¡Quién rimase latín de himnos y -secuencias para hallar una cuenta de oro que agregar al rosario precioso -de la Letanía! La Virgen está en bronce, en un lugar alto; domina el mar -y el campo. - -El zócalo de su estatua está vestido de verdura por una fresca invasión -de enredaderas. La Virgen Negra es patrona de los marineros. Desde su -trono de piedra muestra su niño Jesús al mar; y por ella, muchos hijos -de pescadores ven llegar a la casa pobre, después de las tempestades, -blancas barcas chorreando agua salada. - -_¡María Stella!_ La estrella del mar tiene al Dios hijo en los brazos. -¡Orgullosa con su delfín, franceses! Esa reina de la Francia celeste, en -su maternidad, es la que libra de los vientos y de las rocas vuestras -barcas, y la que hace madurar vuestras uvas, que dan la - -[imagen: En Normandía de Francia, yendo del Havre a Orcher, se -encuentra un pueblecito coronado por una bella estatua de la Virgen.] - -sangre y las danzas. Vosotros, campesinos de Orcher, marineros del -Havre, sabéis hacer su fiesta con el canto de los campanarios, los -cirios nuevos y las ofrendas florales. - -Ella, que es estrella de la mañana, es también el faro, la estrella de -la noche. Cuando el sol se va queda su sol sublime. _¡Stella -Vespertina!_ Encarnada en el más duro de los metales, ha puesto en él su -enternecimiento y su gracia. Así esa gran Virgen, formidable en su -bronce, tiene el propio encanto, la misma humildad materna de las -vírgenes delicadas de los lienzos y de las místicas esculturas -policromas que están en los templos. De todas las manos que a ella se -tienden bajo la tormenta, ¿cuál es la que no halla apoyo? Tú, que te -hundes, no tienes en tus labios sino palabras de blasfemia y de -desesperanza... - -El milagro existe. El milagro lo cuentan pescadores canosos, domadores -de vientos. El que no cree en el milagro, no ha rogado nunca en una -inmensa desgracia, no ha tenido jamás el momento de pedir llorando, con -el alma, un algo de su piedad y de su dulzura a la madre María. Ella -tiene siempre la sonrisa en sus místicos labios. Ella tiene a cada -instante el gesto de salvación, la mirada de aliento, lo que apacigua a -Behemot, y lo que detiene a Leviathan. - -Su hermosa cabeza imperial y maternal se mueve entoldada por un zodiaco -de virtudes. La ola enorme del mar que ella tiene a sus pies, no hace su -obra brutal si ella la mira. Cada bruma le reza, cada espuma le canta. -El vago y fugitivo iris tiene siempre, para que ella pase, listo su -puente. Las gaviotas vuelan alrededor de la media luna que ella pisa. - -«Madre María--dice la golondrina--, ya volví de la tierra de Africa.» - -«Madre María--dice la anciana abuela--, ¿nada malo ha pasado al -grumete?» - -«Madre María--dice una mariposa blanca--, la niña rubia que aguarda al -novio, te está tejiendo una guirnalda de rosas rojas.» - -Y en el campo cercano, más allá de las «villas», donde los árboles se -ven recortados como los encajes, está el hombre rural, que ama su fuerte -buey y su caballo normando. - -El ruega también a la Virgen Negra de Harfleur por la cosecha, por la -felicidad de la campiña, por la flor y el fruto. Ella, la madre, escucha -asimismo la plegaria del cultor. - -Quizá tuviere alguna pequeñita predilección por las gentes de mar, -porque... ¡pasan por tantos peligros! ¡van tan lejos! ¡son tan bravos y -serenos, y cantan tan alegres canciones! Mas no, ella es la misma para -todos. - -Bajo su manto de oscuro metal se agrupan todas las oraciones. ¿Son -muchas? El manto crece, se agranda, se agiganta. ¿Son más? Crecen tanto -como si fuese el mismo cielo azul, constelado de gemas siderales. Allí -cabe todo lo creado. Allí encuentra abrigo la plegaria de la humanidad, -y el Angelus que reza cada crepúsculo de la tarde, el alma del mundo. - - - - -LOS MISERABLES - -[imagen] - - Viejos de largas barbas canas; hombres - fuertes; hombres jóvenes. - - - - -LOS MISERABLES - - _Los «gueux» franceses, los - «tramps» yankis, los «atorrantes» - argentinos._ - - -El «Gueux». - -Quien haya visto en ciertos paseos, en la _banlieue_, o bajo arboledas -_hantées_, como dice el pequeño poema de Baudelaire, la figura -grotescamente miserable de ciertos desheredados de la suerte, de ciertos -malditos de la vida, de ciertos parias del arroyo, ¿no ha sentido al -mismo tiempo la repugnancia y la lástima? - -Harapientos, con fragmentos de zapatos, sombreros de todas las formas -imaginables, sucios y abollados; con las caras abotagadas y las narices -rojas de alcohol; viejos, de largas barbas canas; hombres fuertes: -hombres jóvenes, bajo el viento, bajo el sol, bajo la noche, pueblan sus -lugares preferidos. - -¿Dónde viven? No tienen lugar fijo, o se amontonan en ocultas covachas, -o vagan noctámbulos, para dormir a pleno sol en un paseo público, junto -a una estación de ferrocarril o en las gradas de un edificio. - -La miseria es tan antigua como el hombre. En el cielo fabuloso de la -Grecia se conocía ya la mendicidad. Aro o Areo fué un pordiosero del -país de Itaca. El zaparrastroso pretendió nada menos que casarse con -Penélope, y Ulises, su noble rival, se deshizo de él de un puñetazo. - -Las manifestaciones de la miseria son las que han cambiado con los -tiempos y las costumbres. - -El _gueux_ de la Francia de hoy no es el mismo de la época de Villón. -Especiales causas políticas y sociales engendraron aquellos _vendangeurs -de costé_, aquellos temibles mendigos y rateros que adoptaron por -patrono, cosa curiosa en verdad, al rey David: «David, le roy, seige -prophète». - -Víctor Hugo ha reconstruído, en su admirable _Notre Dame_, la célebre -Corte de los Milagros. Villón, en sus _Testamentos_, ha dejado una -pintura vivísima de la canalla de su tiempo. El frecuentó los más -ocultos rincones de la miseria, y, como dice J. de Marthold: «Il sait le -nom de tous les malandrins, orphelins, et claque-patins, celui de toutes -les filles et de tous les mauvais lieux; _item_ connaît-il celui de -tous les représentants de l’autorité et de la loi, mouchards, soldats du -guet, geôliers, geôlières même, greffiers, auditeurs, procureurs, -lieurenant criminel, bourreau, celui de tous les corps de garde, de tous -les cachots et tous les gibets.» - -Tan les conocía, que estuvo a punto de ser entregado al Monsieur de -París, de entonces, como el mismo Gringoire. - -La diferencia que se puede notar entre los miserables de antaño y los de -nuestra época es que sobre aquéllos parece que hubiera flotado un aire -de alegría, y hoy reina en el mundo, en todas las clases, la tristeza, -el pesimismo. Aun en medio de sus oscuros conciliábulos, de sus hambres -y pillerías, tenían los de antes una canción en los labios, una -carcajada. El raro rey Luis Onceno mira reir a su pueblo, y le deja -reir, porque sabe que «rire est déjà se venger». La fiesta de los Tontos -distrae a los _gueux_, que son amigos de las farsas y de las locuras. - -Luego, lo que llamaremos la policía, de entonces, los angelz, están -listos para evitar los golpes de los malhechores, y recorren los lugares -sospechosos. - -En cuanto a la Corte de los Milagros, se componía de gentes activas, en -su peligrosa industria de falsa mendicidad, cojos fingidos, falsos -ciegos, etc., etc. De todo eso hay hoy también. Los castigos eran -crueles y se aplicaban con frecuencia. Maître François Villón solía -predicar la moral entre las turbas de vagabundos endiablados, al mismo -tiempo que escribía sus célebres baladas en el _jargon_ de la poco noble -«camaradería». - -De Villón a los héroes de Richepin, el tipo de los _gueux_ parisienses -ha cambiado por completo. - -Nuevas ideas, nuevos elementos, han producido distintos resultados. -Obsérvese con Malato cuántos cambios no ha traído, por ejemplo, la -introducción del uso de ciertos estimulantes, de alcoholes nuevos, de -bebidas que desconocieron las generaciones anteriores. Y con los -alcoholes, las negras filosofías. Existe en la alta Italia una -enfermedad que se llama _pellagra_, y que proviene de exclusiva -alimentación compuesta de _polenta_ y castañas. Así, ciertos libros han -causado en el pueblo una como _pellagra_ moral, y el principal síntoma -de la terrible dolencia es una amarga tristeza, que se revela hasta -cuando habla el alma del desheredado de la vida, del paria, por boca de -sus cancioneros. - -Arístides Bruant, el aeda de los _gueux_, canta en su _Mirliton_: - - T’es dans la rue, va, chez-toi! - -La casa del mendigo, del hambriento, es la calle: la misma de los canes -sin dueños. Como ellos, los caídos, están en su casa, van por todas -partes en sus horribles _déshabillés_, se tambalean, se tienden en los -bancos de los jardines públicos. La miseria les arranca hasta el último -jirón de vergüenza. No son ya hombres. Y por la noche, junto a las -avenidas obscuras, cerca de los puentes solitarios, o en innominables -tabernas, quien les habla al oído es el crimen. - -Bruant es un conocedor admirable de ese bajo mundo de París en que se -agitan todas las miserias que su filosofía de cancionero sabía pintar y -compadecer en su _Cabaret_. - -«Yo no sé, escribe un conocedor del dueño del _Mirliton_, que nadie -comprenda mejor que Bruant, y exprese como él en su verdadero «argot» la -inconsciencia de esos parias de la sociedad, que ¡Dios mío! no son más -malos que el común de los mortales ¡y cuán interesantes!» Yo les -condenaba; pero después que les he visto de cerca y he leído a Bruant, -les excuso, y no experimento por el condenado que oye del fondo de su -celda levantar el cadalso, más que una inmensa piedad. Se quiere hacer -de la mayor parte de los criminales seres irresponsables. Serían sobre -todo inconscientes, como una de las formas de la irresponsabilidad; -pero, en todo caso, es Bruant quien ha puesto primero el dedo en la -llaga. Ciertamente, el cancionero harto disculpa las fechorías y hazañas -del «apache» y de la peligrosa compañera de éste; mas la caridad y la -compasión tienen sus límites, y la sociedad y justicia tienen que ver -como enemigos a esos sombríos desventurados que saben, entre otras -cosas, dar el _coup du père François_, lo mismo que una puñalada, al -pobre transeunte que, en hora propicia al crimen, tiene la desgracia de -pasar cerca de ellos. - -En la canción de Bruant _A’ Saint-Ouen_, uno de esos parias sociales -muestra su áspera vida. En el primer _couplet_ dice cómo, en un mal día, -a la orilla del Sena, fué engendrado. Después, desde niño, está -condenado a trabajar como un negro para comer. En esa infancia no hay -una sola sonrisa. En la juventud, el amor es sencillamente canino. - -Y el final: - - Enfin, je n’ sais pas comment - on peut y vivre honnêt’ment, - c’est un rêve; - mais on est récompensé, - car, comme on est harassé, - quand on crêve... - l’cim’tière est pas ben loin, - á Saint-Ouen. - -Es la absoluta sujeción a la fatalidad, el acatamiento a las leyes de la -suerte y la renuncia y olvido de toda esperanza. En _Heureux_, Bruant -presenta al viejo vagabundo, en tiempo de invierno. Cuando le muerde las -carnes la brisa fría y la necesidad de descansar le hace buscar un -refugio, él se va tranquilamente a meterse como un ratón en su cueva, -entre los tubos viejos del acueducto. - - Et puis, doucett’ment, on s’endort... - - * * * * * - - Alors on sent comme un’caresse, - on s’allong’ comm’dans un bon pieu... - Et l’on rêv’ qu’on est à la messe - où qu’, dans le temps, on priait l’ bon Dieu. - -La miseria en París tiene muchísimas fases. Sus tipos varían, desde el -clásico personaje de arrugado sombrero de pelo y levita indescriptible, -hasta la madre mendiga, el «apache» siniestro, el «rigolard», etc. - -La caridad no puede matar tantas hambres, por más que se establezcan -lugares donde haya sopas baratas o gratuitas; y por su parte el -anarquismo, con la idea de su _soupe-conférence_, hábilmente fundada y -dirigida por los «compañeros» Rousset y Onin, mientras daba el alimento -que podía a los hambrientos, les predicaba sus doctrinas; y la lógica -les entraba por el estómago. - - -“El Tramp”. - -Si hay un sér que tenga grande semejanza con el _atorrante_ argentino, -aparte de su mayor tendencia criminal, es el que en los Estados Unidos -se llama _tramp_. - -Para hacer la comparación, baste con presentar el tipo, apoyados en -Fred. S. Root, quien ha tratado el asunto en una conferencia, hace ya -tiempo. - -El _tramp_ ¿es un ladrón, un vagabundo, un asesino, un mendigo? Sí y no. - -El _tramp_, como le llaman en los Estados Unidos, y especialmente en el -Canadá, es un producto extraordinario de nuestra moderna civilización. -Puede tener todos los defectos, y ser _tramp_ sin tener ninguno. Como el -_atorrante_. - -El _tramp_, en su calidad de mendigo de profesión, es fácil de conocer y -de describir. Se presenta a la puerta de una villa, por ejemplo, y pide -una limosna. Su rostro inflamado denuncia una vida de _débauche_, y sus -vestidos desgarrados y en desorden son una verdadera caricatura de todo -lo que es decente y elegante; sus ojos hundidos tienen miradas -agresivas, y cuando se fijan, parecen decir: «Dame de comer pronto, o -quemo tus establos y la casa, y asesino al dueño». - -El _tramp_ vagabundo es perezoso, borracho muy frecuentemente, lleno de -todos los vicios, y de un trato brutal. En una palabra, es el terror de -los lugares poco poblados, y el problema de las grandes ciudades. - -Una ciudad de Massachussets solamente ha alojado 852.000 _tramps_, los -cuales, con muy pocas excepciones, debían su estado a la intemperancia. - -Existe, sin embargo, otra especie de _tramps_, que no pertenece a la -clase de los _tramps_ mendicantes: es el _tramp_ por fuerza, digámoslo -así. - -El _tramp_ puede reunir en sí todo lo que hay de abominable, puede tener -todas las depravaciones y todos los vicios; pero es un hecho innegable -que el _tramp_ obrero ha sido obligado a serlo, a causa de los cambios -industriales de este siglo. - -Hace cincuenta años, el _tramp_ no existía en la Nueva Inglaterra. ¿Por -qué existe hoy, y por millares? Al procurarse una civilización más -refinada, ¿los hombres han llegado a ser más indolentes? ¿Es acaso por -decreto de la providencia, que el _tramp_ está llamado a invadir la -América entera? ¿El _tramp_ llega a serlo, por no ser suficientemente -inteligente para luchar con quien lo es más? ¿El cristianismo del siglo -XIX tiene una palabra para el vagabundo? Son estos problemas de no fácil -solución. - -¿Por qué en América, donde el suelo es generoso hasta la prodigalidad, -hay hombres hambrientos, miserables y desesperados? ¿No hay campos que -ondulan verdaderos mares de trigo? - -Hay sus causas indudablemente. Esos _tramps_ que no lo son sino por -necesidad, han pertenecido al gremio de los trabajadores, y aun querrían -volver al seno de la clase obrera; pero las máquinas han vuelto -inútiles los _útiles_, e inútiles a muchos obreros. - -Ejemplo: En los Estados Unidos se puede atravesar a caballo las grandes -llanuras de California y de Dakota, milla por milla, sin encontrar la -más humilde habitación, _allí donde antes de la invención de las -máquinas agrícolas se encontraban miles de hombres_. - -Es verdad que las máquinas contribuyen, al fin, a la distribución de la -riqueza, que hacen bajar los precios de los productos y los ponen al -alcance de todas las bolsas; pero es un hecho también que los primeros -efectos de la introducción de las máquinas tienden a privar a los -obreros de su única fortuna: el trabajo. - -Es de notar, sí, que la pobreza y el poco éxito del _fermier_ inglés son -debidos a la falta de máquinas propias para dar impulso a la producción -de sus tierras. - -Por la sola razón de las máquinas, millares de obreros son despedidos de -las fábricas; las máquinas que reemplazan a los trabajadores pueden ser -manejadas por pocos empleados. Eso mismo establece un enorme aumento de -cesantes en todos los centros industriales, de desempleados que no -encuentran empleo. Los obreros van de ciudad en ciudad, en espera de -encontrarlo. No lo hallan, se desazonan y se deslizan por la pendiente -que les hace caer en la dantesca región del _tramp_. - -No todos los _tramps_ pertenecen a esa clase, en verdad; pero un gran -número de ellos, sí. En 1885 se vió el caso de que hubiesen 100.000 -hombres sin ocupación, y no por culpa de ellos. Empujado por su mala -situación, sin encontrar en qué emplearse, el hombre comienza a -desesperar de su destino, y cuando llega a la desesperación tiene dos -salidas enfrente: el suicidio, o la vida del _tramp_. - -La falta de trabajo es, pues, una de las principales causas de la -existencia de este parásito social. La emigración continua es otra, y -esto completa el problema. Los que sobresalen en alguna especialidad -pueden siempre abrirse algún camino entre las muchedumbres; pero esos -constituyen las excepciones. Las posiciones aceptables para hombres de -ciencia o de letras son cada día más difíciles de obtener. Los sueldos -de los tenedores de libros, dependientes, empleados (hombres y mujeres) -disminuyen constantemente. ¿Por qué los conductores y cocheros de los -tranways están tan mal remunerados? Porque los directores de las -compañías pueden encontrar al mismo precio cuantos cocheros y -conductores quieran. - -En los diarios se leen avisos como éste: - -«Se necesita un hombre fuerte para cuidar un enfermo de enfermedad -contagiosa.» - -Más de cien solicitantes llegan antes de que pasen veinticuatro horas. -Eso dará una idea de la necesidad que hay en la clase de que hemos -hablado. - -Otra gran causa de que exista el _tramp_ obrero, son las detenciones de -los trabajos mineros. Las minas se encuentran en manos de unos cuantos -capitalistas, y éstos las manejan a su antojo. Por ejemplo: hace algunos -años, muchos individuos que representaban juntos una suma de cien -millones de dólares, se reunieron para aconsejar la suspensión de los -trabajos mineros, a fin de alzar el precio del carbón. El resultado fué -que miles de mineros se vieron de repente sin trabajo, mientras que -aquellos individuos se ganaban una suma de ocho millones de dólares, a -causa del alza. - -Los grandes capitalistas, sobre todo aquellos que se encuentran a la -cabeza de las empresas mineras de carbón o de hierro, pueden, a su -gusto, echar al arroyo miles de obreros, con sólo alzar el precio de -las materias primas, deteniendo la producción. - -Con esos detalles es fácil darse cuenta de que el _tramp_, es decir, el -hombre errante de plaza en plaza, fatigado, extenuado, en busca del -trabajo que no obtiene, es el resultado inevitable de un sistema -industrial desorganizado y establecido contra todo principio de -humanidad. - -La llegada anual a los Estados Unidos de muchos cientos de miles de -emigrantes, creó una gran población en los centros industriales, y en -consecuencia engrosó el número ya enorme de obreros sin empleo. - -Ese problema del _tramp_, del _gueux_, es uno de los más formidables de -nuestra época, por la sola razón de que las causas que lo producen no le -dan ninguna esperanza de alivio. - -¿Recuerda el lector que haya estado en los Estados Unidos aquellas -plazas llenas de desocupados de todas cataduras, aquellos negros cuadros -del barrio italiano, o del Bowery? - - -El «Atorrante» - -El _atorrante_ argentino ha llenado antes la población, a medida que ha -ido en aumento la vida europea, por decirlo así. - -La inmigración ha ayudado entonces, como en los Estado Unidos, al -desarrollo de esa plaga, que poco a poco fué menguando. Que la miseria -toma creces en Buenos Aires, es cosa innegable. - -Que también existe como en todas las grandes ciudades la industria del -mendigo, es verdad. Pero junto a la falsa miseria está la verdadera, que -ciertas buenas personas conocen. La primera toca a la policía; la -segunda a la caridad. - -_La Nación_, el gran diario de Buenos Aires, publicó hace años una -comunicación en que se leen estas palabras: «Los que voluntariamente nos -hemos impuesto la obligación de visitar a los pobres, nos damos cuenta -exacta de la gran miseria que hay en nuestra rica capital. No se trata -del _atorrantismo_, sino de verdaderos pobres, de familias necesitadas -que no tienen qué comer, y que en las noches crudas de invierno tiritan -de frío. No tienen ni cama, ni colchones, ni frazadas, ni nada con que -poder hacer entrar en calor sus cuerpos; duermen en el suelo como los -animales, siendo ésta la causa principal, si no la única, de las -enfermedades que padecen». - -Y hoy pasa lo mismo. - -El _atorrante_ duerme a la bartola, se quema la sangre con venenosos -aguardientes, y así pasa las noches heladas. O si no, se deja morir -acariciado por la pereza, o por el desdén de la vida, y amanece comido -de caranchos, o ahogado en el río, o tieso y abandonado entre los -muelles, o en cualquier oscuro rincón. - -Desilusionados italianos, franceses, ingleses, españoles, rusos, hombres -de todas partes, componen ese vago ejército. Viven, se alimentan y -mueren cínicamente; es decir, como los perros. - -A esta clase de ilotas debe dirigirse la mirada del sociólogo, pues -encierra un amargo problema. Y a los pobres enfermos, a los verdaderos -necesitados, víctimas de la desgracia, la bondad de las manos -generosas. - - - - -PARÍS NOCTURNO - -[imagen] - - - Fabuloso París, eternamente renombrado - como el paraíso de las delicias - amorosas. - - -He aquí el crepúsculo. El cielo toma un tinte rojizo. El abejeo de las -vías humanas se acentúa. Monsieur se viste, Madame inspecciona -singularmente sus cabellos, sus hombros, sus ojos y sus labios. Los -_autos_ vuelven del bosque como una enorme procesión de veloces -luciérnagas. La ciudad enciende sus luces. Se llenan las terrazas de los -bulevares, y se deslizan las fáciles peripatéticas, a paso parisiense, -en busca de la buena suerte. - -Los anuncios luminosos, a la yanki, brillan fija o intermitentemente en -los edificios, y los tzíganos rojos comienzan en los cafés y -restaurants, sus valses, sus cake-wals, sus zardas, y su hoy -indispensable tango argentino, por ejemplo: _Quiero papita_. - -Un pintoresco río humano va por las aceras, y la _tiranía del rostro_, -que decía Poe, se ve por todas partes. Son todos los tipos y todas las -razas: los yankis importantes e imponentes, glabros y duros; los -levantinos, los turcos y los griegos, parecidos a algunos -sud-americanos; los chinos, los japoneses y los filipinos, con quienes -se confunden por el rostro de Asia; el inglés, que en seguida se define; -el negro de Haití o de la Martinica, afrancesado a su manera, y el de -los Estados Unidos, largo, empingorotado y simiesco, alegre y elástico, -cual si estuviese siempre en un perpetuo paseo de la torta. Y el -italiano, y el indio de la India y el de las Américas, y las damas -respectivas, y el apache de hongo y el apache de gorro, y el empleado -que va a su casa, y la gracia de la parisiense por todas partes, y todo -el torrente de Babel, al grito de los _camelots_, al clamor de las -trompas de automóvil, al estrépito de ruedas y cascos, mientras las -puertas de los establecimientos de diversión o de comercio echan a la -calle sonora sus bocanadas de claridad alegre. - -El _morne_ Sena se desliza bajo los históricos puentes, y su agua -refleja las luces de oro y de colores de puentes, barcos y chalanas. El -panorama es de poesía. En el fondo de la noche calca su H de piedra -sombría Notre-Dame. De las ventanas de los altos pisos sale el brillo de -las lámparas. En la orilla izquierda del gran río parisiense, por donde -hay aún gentes que sueñan, artistas y estudiantes, el movimiento en la -luminosidad de bulevares y calles se acentúa, y autobuses y tranvías -lanzan sus sones de alerta. Mimí, modernizada, pasa en busca de, sonríe -por, o va del brazo con Rodolfo, el Rodolfo del vigésimo siglo. Ya no se -ve entrar a las cervecerías y cafés el _béret_ de antaño, y junto a las -mesas se oyen, tanto como el francés, las lenguas extranjeras, sobre -todo los varios castellanos de la América nuestra. Un japonés de -sombrero de copa flirtea con una muchacha rubia; un negro fino y platudo -se lleva a la más linda bailadora de Bullier. Aunque Bullier no sea ya -como antes, a él acuden los que gustan de la danza en el país de los -escolares. Así, después que ha pasado la comida en la taberna del -Panteón para unos, para otros en _bouillons_ o _crémeries_, propicios a -la economía o a la escasez, es a Bullier, donde principalmente se -dirigen, como no sea a algún cine o _cabaret_ de cancionistas. Después -los cafés se llenan, los discos de fieltro se multiplican en las -mesitas; hasta que el vecindario que tranquilo duerme se suele despertar -por la madrugada, a los cantos en coro de los noctámbulos. - -En la orilla derecha, por la enorme arteria del bulevar, los vehículos -lujosos pasan hacia los teatros elegantes. Luego son las cenas en los -cafés costosos, en donde las mujeres de mundo que se cotizan altamente -se ejercen en su tradicional oficio de desplumar al pichón. El pichón -mejor, cuando no es un _azucarerito_ francés como el que aun se -recuerda, es el que viene de lejanas tierras, y, aunque el rastacuerismo -va en decadencia, no es raro encontrar un ejemplar que mantenga la -tradición. - -Cerca de la Magdalena y de la Plaza de la Concordia está el lugar famoso -que tentara la pluma de un comediógrafo. Allí esas _damas_ enarbolan los -más fastuosos penachos, presentan las más osadas túnicas, aparecen -forradas academias o traficantes figurines, para gloria de la _boîte_ y -regocijo de viejos verdes, anglosajones rojos y universales efebos de -todos colores, poseídos del más imperioso de los pecados capitales, bajo -la urgente influencia del extra-dry. Allí, como en tales o cuales -establecimientos de los bulevares, se consagra la _noce_ verdaderamente -parisiense, para el calavera de París, o _d’ailleurs_, que cuenta con -las rentas de un capital, o con los productos de una lejana estancia, -puesta, hacienda, rancho, fundo o plantación. - -Por la calle del faubourg Montmartre y de Notre-Dame-de-Lorette, -asciende todas las noches una procesión de fiesteros, tanto cosmopolitas -como parisienses, afectos al Molino-Rojo y a las noches blancas. - -Nadie tiene ya recuerdos literarios y artísticos para lo que era antaño -un refugio de artistas y de literatos. Además, se sabe ya la -mercantilización del Arte. Pero existen Montoya y otros que no quieren -que la Musa sea atropellada por el automóvil. - -Lo incómodo para la ascensión a la sagrada _butte_ es la afluencia de -apaches de todas las latitudes y de apachas de todos los tonos. Cuando -se llega ya bajo la iluminación del Molino-Rojo, si se tiene la -experiencia de París, acompañada de un poco de razonamiento, entra uno a -un cabaret artístico; si se es el extranjero recién llegado con cheques -u oros en el bolsillo, entra a esos establecimientos llenos de smokings, -relucientes de orfebrería, adornados de espaldas esbeltas y por el rojo -de los tziganos, y en donde la botella de champaña obligatoria se -ostenta en la heladera. - -Estas son las casas con nombres de abadía rabelesiana o de roedor -difunto. Allí, los indispensables violinistas hacen bailar a las -hetairas, o heteras, que convierten en champaña los luises de los -gentlemen ciertos o dudosos; danzarines de España, o de Italia, o de -Inglaterra, demuestran las tentaciones de las jotas, garrotines, -tarantelas, o _gigues_; M. Berenger no estaría muy tranquilo desde luego -si presenciase tales ejercicios coreográficos, y sobre todo cuando las -machichas brasileñas y los tangos platenses son interpretados con -floriture montmartresa, exagerando la nota en un ambiente en que la -palabra pudor no tiene significado alguno. Pero como esos centros no son -para las niñas que comen su pan en _tartines_, como aquí se dice, están -en tales fiestas a sus anchas quienes vienen de los cuatro puntos del -mundo en busca del fabuloso París, eternamente renombrado como el -paraíso de las delicias amorosas y de los goces de toda suerte. A pesar -de lo que se diga, es para el amante de la diversión y del jolgorio, -para los derrochadores del dinero y de la salud, un imán irresistible. -El chino en su China, el persa en su Persia, el más remoto rey bárbaro y -negro que haya pasado por el paraíso parisiense, recordará siempre sus -encantos y pensará en el retorno. - -Es que, si en cualquier gran ciudad moderna puede encontrarse confort, -lujo, elegancia, atracciones, teatros, galanterías, en ninguna parte se -goza de todo eso como en París, porque algo especial circula en el aire -luteciano, y porque la parisiense pone en la capital del goce su -inconfundible, su singular, su poderosísimo hechizo, de manera que los -reyes de otras partes, reyes de pueblos, de minas, de algodones, de -aceites, o de dólares, a su presencia se convierten en esclavos, -esclavos de sus caprichos, de sus locuras, de sus miradas, de sus -sonrisas, de su manera de andar, de su manera de hablar, de su manera de -recogerse la falda, de comer una fruta, de oler una flor, de tomar una -copa de champaña, de oficiar, en fin, como la más exquisita sacerdotisa -de la diosa _hija de la onda amarga_, patrona de la ciudad de las -ciudades, y cuyos devotos y peregrinos habitan todos los países de la -tierra. - - * * * * * - -París nocturno es luz y único, deleite y armonía; y, _hélas!_ delito y -crimen... No lejos de los amores magníficos y de los festines -espléndidos, va el amor triste, el vicio sórdido, la miseria semidorada, -o casi mendicante, la solicitud armada, la caricia que concluye en robo, -la cita que puede acabar en un momento trágico, en el barrio peligroso, -o en la callejuela sospechosa. - -Mas los felices no se percatan de estas cosas. Los que van al bar -elegante en un 40 H. P. no piensan en el proletariado del placer. Ni el -extranjero pudiente viene a fijarse en tales comparaciones. El ha venido -con la visión, con el ensueño de un París nocturno, único y maravilloso. -Halla todo lo que necesita para sus inclinaciones y sus gustos. Sabe que -con el oro todo se consigue, en las horas doradas de la villa de oro, en -donde el Amor transforma ese rincón de alegría, en donde hace algunos -años todavía se soñaban sueños de arte y se amaba con menos desinterés. -Aun los tiempos del _Chat noir_ se recuerdan con vagas nostalgias. ¡Se -dice que los artistas de hoy, los mismos artistas! no piensan más que en -la ganancia, y que el asno Boronali, del _Lapin Agile_, es el único -artista verdaderamente independiente. Así, los hombres cabelludos y con -anchos pantalones y con pipas, que se ven por Montmartre, no son -artistas siquiera. El talento mismo, en ellos no es ciego; no lleva -venda, cuando más un monóculo, que por lo general es un luis de Francia, -una libra esterlina, o un águila americana. Y ese amor que no ciega, en -París se ve mejor de noche que de día. - - - - -POEMAS DE ARTE - -[imagen] - - ¿Qué pálida princesa difunta es conducida - á la isla de la muerte?... - - -BOEKLIN - - -I - -La isla de los muertos. - -En qué país de ensueño, en qué fúnebre país de ensueño está la isla -sombría? Es en un lejano lugar en donde reina el silencio. El agua no -tiene una sola voz en su cristal, ni el viento en sus leves soplos, ni -los negros árboles mortuorios en sus hojas: los negros cipreses -mortuorios, que semejan, agrupados y silenciosos, monjes-fantasmas. - -Cavadas en las volcánicas rocas mordidas y rajadas por el tiempo, se -ven, a modo de nichos obscuros, las bocas de las criptas, en donde, bajo -el misterioso, taciturno cielo, duermen los muertos. La lámina especular -de abajo refleja los muros de ese solitario palacio de lo desconocido. -Se acerca, en su barca de duelo, un mudo enterrador, como en el poema de -Tennyson. ¿Qué pálida princesa difunta es conducida a la isla de la -Muerte?... ¿Qué Elena, qué adorable Yolanda? ¡Canto suave, en tono -menor, canto de vaga melodía y de desolación profunda! Acaso el silencio -fuese interrumpido por un errante sollozo, por un suspiro; acaso una -visión envuelta en un velo como de nieve... - -Allí es donde comienza la posesión de Psiquis; en esa negrura es donde -verás quizás brotar, pobre soñador, de la obscura larva, las alas -prestigiosas de Hipsipila. A tu isla solemne ¡oh, Boeklin! va la reina -Betsabé, pálida. Va también, con un manto de duelo, la esposa de -Mauseolo, que pone cenizas en el vino. Va Hécuba, y ¡horrible trance! va -silenciosa, mordiendo su aullido, clavando sus dedos en los dolorosos, -maternales pechos. Va Venus, sobre su concha tirada por las blancas -palomas, por ver si vaga gimiendo la sombra de Adonis. Va la tropa -imperial de las soberbias porfirogénitas, que amaron el amor al mismo -tiempo que la muerte. Va en un esquife divino, con un arcángel por -timonel, la Virgen María, herido el pecho por los siete puñales. - -[imagen] - - Más allá de las solitarias islas en donde - descansan los pájaros viajeros... - - -II - -Idilio marino. - -Más allá de las solitarias islas en donde descansan los pájaros -viajeros, en el reino en que Leviatán domina, sobre una roca, está -entronizada la Vencedora, en la irresistible omnipotencia de su -desnudez. - -En su blanca piel está la sal, el perfume marino de Anadiómena, y la -serpiente de las olas hace ver una vez más, amorosa y humillada, el -soberano triunfo del encanto femenino. Europa sobre el lomo del toro, la -Bella y la Fiera, la Mundana del pintor moderno, que, desnuda, corta las -uñas al león. Un tritón velludo y escamoso hace cantar su ronco caracol, -en tanto que el monstruo recibe una caricia de la tentadora mujer, que -bajo el inmenso cielo ofrece su fatal hermosura en el abandono de su -supremo impudor. - -[imagen] - - Suena la risa del tritón, que muestra - su cabeza de sileno oceánico... - - -III - -Sirenas y tritones. - -Con más sonoridad que el ruido del caracol, suena la risa del tritón, -que muestra su cabeza de sileno oceánico, ceñida con hojas de las -desconocidas viñas que crecen en los campos submarinos, y rosas de una -flora extraña e ignorada, cortadas entre líquenes y flotantes medusas. -Tras él se infla una faz batraciana, boca redonda y carnuda, ojos -saltones. Se ven danzar las ondas. En el seno de una se hunde, con un -salto natatorio, una ninfa de opulentos muslos, que tiene aletas en los -talones. Más allá, otra erige sus pechos, y su cabeza coronada de algas. -Con asombro jocoso viene un Sancho centauro acuático, braceando; la -grupa está sobre la ola, y la espuma le forma un cerco hirviente y -blanco por la redondez de la barriga, en la cual muestra su honda -mancha, como la señal de un golpe de espátula, el ombligo. - -En primer término, en la transparencia del agua, una sirena extiende su -bifurcada y curva cola de pescado, negro y plata; a flor de espuma, -tiembla la doble rotundidad en que termina el talle. - -La faz medrosa mira hacia un punto en que algo se divisa, y casi no -atiende la hembra al tritón fáunico, que la atrae, invitándola a una -cita sexual, tal como en la tierra, al amor del gran bosque, lo haría -Pan con Siringa. - -[imagen: Cerca del blando tronco de la haya, estariais vos, -señorita, con vuestro sombrero blanco, vuestro vestido blanco y vuestra -alma blanca.] - - -IV - -Día de Primavera. - -Cerca del blando tronco de la haya, estariais vos, señorita, con vuestro -sombrero blanco, vuestro vestido blanco, y vuestra alma blanca. Yo -tendría mi negro dolor. Procuraría haceros soñar dulces sueños, y el -laúd no tendría para vos sino los más acariciadores sonidos.--Sí, dice -ella, mas esa villa italiana... ¿no será la morada de la más infeliz de -las mujeres? Los árboles sombríos forman un misterioso recinto de duelo. -El agua de los arroyos parece monologar extrañas historias de amores -difuntos. El crepúsculo inunda, con su tenue tinta de melancolía, todo -el paisaje. El anciano que contempla meditabundo las ninfas, parece la -encarnación de un triste pasado. Los niños que juegan cerca de la -«villa», no alcanzan a hacer que mi alma encuentre una sola nota de -alegría. - -Nuestra alma, a veces, contagia con sus males el alma de las cosas. - - -V - -Los Pescadores de Sirenas. - -Péscame una ¡oh, egipán pescador! que tenga en sus escamas radiantes la -irisada riqueza metálica que decora las admirables arenques. Péscame -una, cuya cola bifurcada pueda hacer soñar en el pavo real marino, y -cuyos costados finos y relucientes tengan aletas semejantes a orientales -abanicos de pedrería; péscame una que tenga verdes los cabellos, como -debe tenerlos Lorelay, y cuyos ojos tengan fosforescencias raras y -mágicas chispas, cuya boca salada bese y muerda, cuando no cante las -canciones que pudieran triunfar de la astucia de Ulises, cuyos senos -marmóreos culminen florecidos de rosa y cuyos brazos, como dos albos y -divinos pithones, me aten para llevarme a un abismo de ardientes -placeres, en el país recóndito en donde los palacios son hechos de -perlas, de coral y de concha de nácar. Mas esos dos sátiros que se -divierten en la costa de alguna ignorada Lesbos, Tempe o Amatunte, son -ciertamente malos pescadores. El uno, viejo y fornido, se apoya en un -grueso palo nudoso, y mira con cómica extrañeza la sirena asustada y -poco apetecible que su compañero ha pescado. Este saca la red, y no -parece satisfecho de su pesca. De los cabellos de la sirena chorrea el -agua, formando en el mar círculos concéntricos. Sobre las testas -bicornes y peludas se extiende, al beso del día, un fresco follaje, -mientras reina en su fiesta de oro, sobre nubes, tierra y olas, la -antorcha del sol. - - - - -CURIOSIDADES LITERARIAS - -[imagen] - - La Habana aclamaba a Ana, la dama - más agarbada, más afamada. - - -Hablábamos varios hombres de letras de las cosas curiosas que, desde -griegos y latinos, han hecho ingenios risueños, pacientes o desocupados -con el lenguaje. Versos que se pueden leer al revés tanto como al -derecho, guardando siempre el mismo sentido, acrósticos enrevesados, y -luego, prosas en que se suprimiera una de las vocales en largos cuentos -castellanos. - -Entonces, yo les hablé de una curiosidad, en verdad de las más -peregrinas, que hice insertar, siendo muy joven, en una revista que -dirigía allá en la lejana Nicaragua un mi íntimo amigo. Es un cuento -corto, en el cual no se suprime una vocal, sino cuatro. No encontraréis -otra vocal más que la a. Y os mantendrá con la boca abierta. ¿Su autor? -Sudamericano, seguramente, quizás antillano, posiblemente de Colombia. -Ignoro e ignoré siempre su nombre. He aquí la lucubración a que me -refiero: - - -AMAR HASTA FRACASAR - -(_Trazada para la A._) - -La Habana aclamaba a Ana, la dama más agarbada, más afamada.--Amaba a -Ana Blas, galán asaz cabal, tal amaba Chactas a Atala. - -Ya pasaban largas albas para Ana, para Blas; mas nada alcanzaban. Casar -trataban, mas hallaban avaras a las hadas, para dar grata andanza a tal -plan. - -La plaza llamada Armas, daba casa a la dama; Blas la hablaba cada -mañana; mas la mamá, llamada Marta Albar, nada alcanzaba. La tal mamá -trataba jamás casar a Ana hasta hallar gran galán, casa alta, ancha arca -para apañar larga plata, para agarrar adahalas[1]. ¡Bravas -agallas!--¿Mas bastaba tal cabala?--Nada ¡cá! ¡nada basta a atajar la -llama aflamada! - -Ana alzaba la cama al aclarar; Blas la hallaba ya parada a la bajada. -Las gradas callaban las alharacas adaptadas a almas tan abrasadas. -Allá, halagadas faz a faz, pactaban hasta la parca amar Blas a Ana, Ana -a Blas. ¡Ah! ¡ráfagas claras bajadas a las almas arrastradas a amar! -gratas pasan para apalambrarlas[2] mas, para clavar la azagaya[3] al -alma. ¡Ya nada habrá capaz a arrancarla! - -Pasaban las añadas[4]. Acabada la marcada para dar Blas a Ana las -sagradas arras, trataban hablar a Marta para _afrancar_[5] a Ana, hablar -al abad, abastar saya, manta, sábanas, cama, alhajar casa ¡cá! ¡nada -faltaba para andar al altar! - -Mas la mañana marcada, trata Marta ¡mala andanza! pasar a Santa Clara al -alba, para clamar a la Santa adaptada al galán para Ana. Agarrada bajaba -ya las gradas; mas ¡caramba! halla a Ana abrazada a Blas, cara a cara. -¡Ah! la a nada basta para trazar la zambra armada. Marta araña a Ana, -tal arañan las gatas a las ratas; Blas la ampara; para parar las -brazadas a Marta, agárrala la saya. Marta lanza las palabras más malas -a más alta garganta. Al azar pasan atalayas, alarmadas a tal algazara, -atalantadas a las palabras:--¡acá! ¡acá! ¡atrapad al canalla-mata-damas! -¡amarrad al rapaz!--Van a la casa: Blas arranca tablas a las gradas para -lanzar a la armada; más nada hará para tantas armas blancas. Clama, -apalabra, aclara ¡vanas palabras! nada alcanza. Amarra a Blas, Marta -manda a Ana para Santa Clara; Blas va a la cabaña. ¡Ah! ¡Mañana falta! - -¡Bárbara Marta! avara bajasa[6], al atrancar a Ana tras las barbacanas -sagradas (algar[7], fatal para damas blandas). ¿Trataba alcanzar paz a -Ana? ¡Ca! ¡Asparla[8], alafagarla, matarla! tal trataba la malvada -Marta. Ana, cada alba, amaba más a Blas; cada alba más aflatada, -aflacaba más. Blas, a la banda allá la mar, tras Casa Blanca, -asayaba[9], a la par gran mal; a la par balaba[10], allanar las barras -para atacar la alfana[11], sacar la amada, hablarla, abrazarla... - -Ha ya largas mañanas trama Blas la alcaldada: para tal, habla. Al rayar -la alba, al atalaya, da plata, saltan las barras, avanza a la playa. La -lancha, ya aparada[12], pasa al galán a la Habana. ¡Ya la has -amanada[13] gran Blas; ya vas a agarrar la aldaba para llamar a Ana! -¡Ah! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, patas al alazán -¡avanza, galán, avanza! - -Mas para nada alcanzará la llamada: atafagarán[14], mas la tapada, -taparanla más. Aplaza la hazaña... - -Blas la aplaza; para apartar malandanza, trata hablar a Ana, para Ana -nada más. Para tal alcanzar, canta a garganta baja: - - La barca lanzada - allá al ancha mar - arrastra a la Habana - _canalla-rapaz_. - - Al tal _mata-damas_ - llamaban asaz, - mas jamás las mata, - las ha para amar. - - Fallar las amarras - hará tal galán, - ca, brava alabarda - llaman a la mar. - - Las alas, la alaba, - la azagaya... ¡Bah! - nada, nada basta - a tal batallar. - - Ah, marcha, alma Atala - a dar grata paz, - a dar grata andanza - a Chactas acá. - -Acabada la cantata, Blas anda para acá, para allá, para nada alarmar al -adra[15]. Ana agradada a las palabras cantadas salta la cama. La alma. -La alma la da al galán. Afanada llama a ña Blasa, aya[16] parda ña -Blasa, zampada a la larga, nada alcanza la tal llamada; para alzarla, -Ana la _jala_ las pasas. La aya habla, Ana la acalla; habla más; la da -ahajas para ablandarla. Blasa las agarra. Blanda ya, para acabar, la -parda da franca bajada a Ana para la sala magna. Ya allá, Ana zafa -aldaba tras aldaba hasta dar a la plaza. Allá anda Blas. ¡Para, para -Blas! - -Atrás va Ana. ¡Ya llama! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, -patas al alazán. ¡Avanza, galán, avanza! - ---¡Amada Ana!... - ---¡Blas!... - ---¡Ya jamás apartarán a Blas para Ana! - ---¡Ah, jamás! - ---¡Alma amada!... - ---¡Abraza a Ana hasta matarla! - ---¡Abraza a Blas hasta lanzar la alma!... - -A la mañana tras la pasada, alzaba ancla para Málaga la fragata Atlas. -La cámara daba lar para Blas, para Ana... - -Faltaba ya nada para anclar; mas la mar brava, brava, lanza a la playa -la fragata: la vara. - -La mar trabaja las bandas: mas brava, arranca tablas al tajamar; nada -basta a salvar la fragata. ¡Ah, tantas almas lanzadas al mar, ya -agarradas a tablas claman, ya nadan para ganar la playa! Blas nada para -acá, para allá, para hallar a Ana, para salvarla. ¡Ah! tantas brazadas, -tan gran afán para nada; hállala, mas la halla ya matada. ¡Matada!... Al -palpar tan gran mal nada _bala_ ya, nada trata alcanzar. Abraza a la -amada. «¡Amar hasta fracasar!» clama... Ambas almas abrazadas bajan a -la nada[17]. La mar traga a Ana, traga a Blas, traga más... ¡ca! ya Ana -hablaba a Blas para pañal, para fajas, para zarandajas. «¡Mamá, ya, -acababa Ana. Papá, ya, acababa Blas!...» - -Nada habla la Habana para sacar a plaza a Marta, tras las pasadas; mas -la palma canta hartas hazañas para cardarla la lana. - - * * * * * - -_Et voilà._ ¿Quién me dirá el nombre del autor? - - - - -INDICE - - -CUENTOS - - _Pags._ - -El caso de la señorita Amelia (cuento de Año Nuevo). 8 - -Cuento de Pascua. 19 - -La extraña muerte de Fray Pedro. 39 - - -CRÓNICAS - -Bajo las luces del sol naciente. 55 - -Mi domingo de Ramos. 71 - -Hombres y pájaros. 87 - -Primavera apolinea. 103 - -Visiones pasadas. 115 - -Los miserables. 133 - -París nocturno. 153 - -Poemas de arte. 167 - -Curiosidades literarias. 187 - -[imagen: ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO EN MADRID, EN LA -TIPOGRAFÍA YAGÜES EL DÍA XXV DE SEPTIEMBRE DEL AÑO MCMXVIII] - - * * * * * - -EDITORIAL “MUNDO LATINO” APARTADO 502.--MADRID - - -CATALOGO PROVISIONAL (EXTRACTO DEL CATÁLOGO GENERAL) - -_Pesetas_ - -OBRAS COMPLETAS - -DE RICARDO DE LEÓN (de la Real Academia Española) - -Edición del Banco de España. Ocho volúmenes en 4.º, -encuadernados en tela, con alegorías de Coullaut -Valera y retrato del autor, por Vacqué 50,00 -A plazos (5 pesetas mensuales) 60,00 - - -DE FRANCISCO VILLAESPESA - -I.--Intimidades.--Flores de Almendro 3,00 -II.--Luchas.--Confidencias 3,00 -III.--La copa del Rey de Thule.--La musa enferma 3,00 -IV.--El alto de los Bohemios.--Rapsodias 3,00 -V.--Las horas que pasan. (Veladas de amor) 3,00 -VI.--Las joyas de Margarita: Breviario de amor.--La -tela de Penélope.--El milagro del vaso de agua 3,00 -VIl.--Doña María de Padilla.--La cena de los cardenales 3,00 -VIII.--El milagro de las rosas.--Resurrección.--Amigas -viejas 3,00 -IX.--Las granadas de rubíes.--Las pupilas de Almotadid.--Las -garras de la pantera.--El último Abderramán 3,00 -X.--Tristitiæ rerum. 3,00 -XI.--La leona de Castilla.--En el desierto. 3,00 -XII.--El rey Galaor.--El triunfo del amor. 3,00 - - -DE RUBÉN DARÍO - -(Ilustraciones de Ochoa) - -Tomos publicados: - -I.--La caravana pasa. 3,50 -II.--Prosas profanas. 3,50 -III.--Tierras solares. 3,50 -IV.--Azul. 3,50 -V.--Parisiana. 3,50 -VI.--Los raros. 3,50 -VII.--Cantos de vida y esperanza. 3,50 -VIII.--Letras. 3,50 -IX.--Canto a la Argentina. 3,50 -X.--Opiniones. 3,50 -XI.--Poema del otoño y otros poemas. 3,50 -XII.--Peregrinaciones. 3,50 - -Ediciones especiales de lujo. - - -HENRIK IBSEN - -TEATRO COMPLETO - -I.--Catilina. La tumba del guerrero. La castellana de -Ostrat. 3,50 - -II.--La fiesta de Solhaug. Olaf Liliekrans. Los guerreros -en Helgeland. 3,50 - -III.--Los pretendientes a la corona y La comedia del -amor. 3,50 -IV.--Brand 3,50 -V.--Peer Gynt 3,50 -VI.--La unión de la juventud. Las columnas de la sociedad. -La casa de una muñeca 3,50 -VII.--Emperador y Galileo 3,50 -VIII.--Espectros. Un enemigo del pueblo. El pato silvestre 3,50 -IX.--La casa de Rosmer. La dama del mar. Hedda Gabler 3,50 -X.--El constructor Solness. El niño Eyolf. Al despertar -de nuestra muerte 3,50 - - -JOSÉ FRANCÉS - -El año artístico 1915 6,00 - » » » tela 8,00 -El ano artístico 1916 (con 250 grabados) 10,00 - » » » » » tela 12,00 -El año artístico 1917 (con 250 grabados) 11,50 - » » » » » tela 13,00 - - -COLECCIÓN DE AUTORES ESPAÑOLES - -NOVELAS - -_Edmundo González Blanco._--Jesús de Nazareth 3,00 - -_José Francés._--La estatua de carne 3,00 - -- El alma viajera 3,50 - -_López de Saá._--Los indianos vuelven 3,50 - -- Bruja de amor 3,50 - -_W. Fernández Flórez._--La procesión de los días 3,00 - -_Elías Cerdá._--Don Quijote en la guerra 2,00 - -_V. García Martí._--Don Severo Carvallo 2,50 - -_María Luisa Latil._--Según labremos. 3,00 - - -- Genoveva. 2,50 - -_Eugenio Noel._--El allegretto de la Sinfonía VII. 3,00 - - -- Cuentos. 3,50 - -_Rafael Cansinos-Assens._--Las cuatro gracias. 3,50 - -_Francisco Delicado._--La lozana andaluza. 3,00 - -_J. de Lucas Acevedo._--La Caja de Pandora. 3,00 - -_Martín de la Cámara._--Vidas llameantes. 3,00 - - -ESTUDIOS Y CRÓNICAS - -_Emiliano Ramírez Angel._--Bombilla-Sol-Ventas. 3,00 - -_J. M. Carretero._--Lo que sé por mí (dos series). 3,00 - -_J. Costa._--Alemania contra España. 3,00 - -_Pedro Pellicena._--Los Cosacos. 3,50 - -_Margarita de la Torre._--Jardín de damas curiosas. 3,50 - -_Fola Igurbide._--El Actor. 3,50 - -_Alberto Ghiraldo._--Los nuevos caminos. 3,50 - -_Enciso._--El soneto en España. 3,00 - - -POESÍAS - -_José Montero._--Yelmo florido (con ilustraciones). 4,00 - -_Zurita._--Pícaros y donosos. 3,00 - -_Mauricio Bacarisse._--El esfuerzo. 3,00 - -_Eliodoro Puche._--Libro de los elogios galantes y de - los crepúsculos de otoño. 2,50 - - -- Corazón de la noche. 2,50 - -_Emilio Carrere._--El retablo de los poetas. (Antología). 3,50 - - -TEATRO - -_Muñoz Seca y López Núñez._--El Rayo. 3,00 - -_H. Ibsen._--Dramas líricos. 2,00 - - -- La castellana de Ostrat. 2,00 - - -LAS GRANDES FIGURAS DE LA GUERRA EUROPEA - -Biografías de los generales: =Alberto I de Bélgica.=--=Joffre.=--=Sir -Jhon French.=--=Lord Kitchener.= Con preciosas fototipias, a 3,00 - - -COLECCION DE AUTORES EXTRANJEROS - -Traducidas por _Felipe Trigo_, _Rafael Cansinos_ y _Pedro de Répide._ - -_Victoriano de Saussay._--La ciencia del beso 3,50 - -_René Emery._--Santa María Magdalena 3,50 - -_Maquiavelo._--Obras festivas: La Mandrágora.--El - P. Alberico.--La Celestina.--El - archidiablo Belfegor 3,00 - -_Claudia Lemaitre._--Juegos de Damas 3,50 - -_Procopio._--Historia secreta 3,50 - -_Anónimo._--Teatro persa 3,50 - - -CELEBRIDADES ESPAÑOLAS - -I.--Bécquer (encuadernados en tela) 3,50 -II.--Zorrilla (ídem) 3,50 -III.--Espronceda (ídem) 3,50 - - -COLECCION SELECTA - -_Tomás de Quincey._--Los últimos días de Kant 1,00 - -_Kalidasa._--El reconocimiento de Sakuntala 1,00 - -_Rousseau._--Discurso sobre las artes y las ciencias 1,00 - -- Origen de la desigualdad entre los hombres 1,00 - -_Luciano de Samosata._--La diosa de Siria 1,00 - -_L. Sterne._--Viaje sentimental de un inglés a Francia 1,00 - -_F. Alvarado._--El filósofo rancio. (Cartas) 1,50 - - -COLECCION CIENCIA Y ARTE - -_Ricardo Yesares._--¿Qué quieres aprender? Electricidad. - Encuadernado en tela 3,50 - -- ¿Qué quieres ser? Automovilista. - Encuadernado en tela 3,50 - - -OBRAS VARIAS - -_Sthendal._--Del amor 6,00 - -_E. M. Segovia_ (Oficial del Banco de España).--Los - documentos de crédito 5,00 - -_Rivero._--Legislación de clases pasivas. Volumen de - 500 páginas, encuadernado en tela 10,00 - -_R. Yesares._--Ayuda memoria del mecánico electricista. - Un volumen, encuadernado en tela 1,50 - - -LIBROS DE CARTAS - -El arte de escribir cartas 1,00 -Manual epistolar (encuadernado en tela) 2,00 -Cartas amorosas 0,60 -Epistolario de amor (encuadernado) 2,00 - -[imagen] - - -NOTAS: - - [1] Adahalas, lo mismo que adehalas. - - [2] Apalambrar, incendiar. - - [3] Azagaya, dardo. - - [4] Añadas, el tiempo de un año. - - [5] Afrancar, dar libertad, licencia. - - [6] Bajasa, mujer mala. - - [7] Algar, caverna o cueva. - - [8] Aspar, atormentar. - - [9] Asayar, experimentar. - - [10] Balar, desear ardientemente. - - [11] Alfana, iglesia. Voz de la germania. - - [12] Aparar, preparar. - - [13] Amanar, poner a la mano. Ya la tienes a mano. - - [14] Atafagar, fatigar, sofocar. - - [15] Adra, porción de un barrio, barriada. - - [16] Aya, se dice vulgarmente de las criadas de razón. - - [17] Almas por cuerpos, Dios me libre de la impiedad. - - - - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of Cuentos y crónicas, by Rubén Darío - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK CUENTOS Y CRÓNICAS *** - -***** This file should be named 51627-0.txt or 51627-0.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/1/6/2/51627/ - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions -will be renamed. - -Creating the works from public domain print editions means that no -one owns a United States copyright in these works, so the Foundation -(and you!) can copy and distribute it in the United States without -permission and without paying copyright royalties. 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It exists -because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from -people in all walks of life. - -Volunteers and financial support to provide volunteers with the -assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's -goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will -remain freely available for generations to come. In 2001, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure -and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations. -To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation -and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 -and the Foundation web page at http://www.pglaf.org. - - -Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive -Foundation - -The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit -501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the -state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal -Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification -number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at -http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent -permitted by U.S. federal laws and your state's laws. - -The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S. -Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered -throughout numerous locations. Its business office is located at -809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email -business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact -information can be found at the Foundation's web site and official -page at http://pglaf.org - -For additional contact information: - Dr. Gregory B. Newby - Chief Executive and Director - gbnewby@pglaf.org - - -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide -spread public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. - -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. Compliance requirements are not uniform and it takes a -considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up -with these requirements. We do not solicit donations in locations -where we have not received written confirmation of compliance. To -SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any -particular state visit http://pglaf.org - -While we cannot and do not solicit contributions from states where we -have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition -against accepting unsolicited donations from donors in such states who -approach us with offers to donate. - -International donations are gratefully accepted, but we cannot make -any statements concerning tax treatment of donations received from -outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff. - -Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation -methods and addresses. Donations are accepted in a number of other -ways including checks, online payments and credit card donations. -To donate, please visit: http://pglaf.org/donate - - -Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic -works. - -Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm -concept of a library of electronic works that could be freely shared -with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project -Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support. - - -Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed -editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S. -unless a copyright notice is included. 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You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org/license - - -Title: Cuentos y crónicas - Obras Completas Vol. XIV - -Author: Rubén Darío - -Illustrator: Enrique Ochoa - -Release Date: April 2, 2016 [EBook #51627] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK CUENTOS Y CRÓNICAS *** - - - - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - - - - - -</pre> - -<hr class="full" /> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/cover.jpg" width="322" height="500" alt="" title="" /> -</div> - -<h1>CUENTOS<br /> -Y CRÓNICAS</h1> - -<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="" -style="border:6px double black;padding:.5em;"> -<tr><td class="c"><a href="#INDICE">Al Índice</a></td></tr> -</table> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-a001.jpg" width="231" height="333" alt="RUBÉN -DARÍO -CUENTOS Y -CRÓNICAS" title="" /> -</div> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-a002.jpg" width="338" height="222" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="figleft" style="width: 32px;"> -<p> -ES PROPIEDAD<br /> -</p> -<img src="images/illus-a004.jpg" width="32" height="29" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-a005.jpg" width="328" height="500" alt="CVEN TOS Y CRÓNI CAS" title="" /> -</div> - -<div class="bbox"> -<h1><span class="smcap"><span class="red">C</span>uentos y<br /> -<span class="red">C</span>rónicas</span></h1> - -<p class="c">POR<br /> -<br /> -<big><big><span class="red">R</span> <small>U B E N</small> <span class="red">D</span> <small>A R I O</small></big></big><br /> -<br /> -ILUSTRACIONES<br /> -<br /> -DE<br /> -<br /> -<big><span class="smcap"><span class="red">E</span>nrique <span class="red">O</span>choa</span></big><br /> -<br /> -<img src="images/colophon.jpg" -width="100" -height="72" -alt="" - /><br /> -<br /> -VOLUMEN XIV<br /> -DE LAS OBRAS COMPLETAS<br /> -ADMINISTRACIÓN<br /> -EDITORIAL «MUNDO LATINO»<br /> -MADRID</p> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_001" id="page_001"></a>{1}</span></p> - -<h2><img src="images/illus-b001.jpg" width="324" height="500" alt="CUENTOS" title="" /> -<a name="CUENTOS" id="CUENTOS"></a></h2> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_002" id="page_002"></a>{2}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_003" id="page_003"></a>{3}</span></p> - -<h3><a name="EL_CASO_DE_LA_SENORITA_AMELIA" id="EL_CASO_DE_LA_SENORITA_AMELIA"></a>EL CASO DE LA<br /> -SEÑORITA AMELIA<br /> -<small>(CUENTO DE «AÑO NUEVO»)</small></h3> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_004" id="page_004"></a>{4}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_005" id="page_005"></a>{5}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b005.jpg" width="342" height="500" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> - Las tres señoritas Revall hubieran podido hacer<br /> -competencia a las tres Gracias. -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_006" id="page_006"></a>{6}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_007" id="page_007"></a>{7}</span></p> - -<h4>I</h4> - -<p class="nind"><span class="lettre"> -<img src="images/drop-q.png" -width="70" -height="71" -alt="Q" - /></span><span class="smcap">ue</span> el Doctor Z es ilustre, elocuente, conquistador; que su voz es -profunda y vibrante al mismo tiempo, y su gesto avasallador y -misterioso, sobre todo después de la publicación de su obra sobre <i>La -plástica de Ensueño</i>, quizás podríais negármelo o aceptármelo con -restricción; pero que su calva es única, insigne, hermosa, solemne, -lírica si gustáis, ¡oh, eso nunca, estoy seguro! ¿Cómo negaríais la luz -del sol, el aroma de las rosas y las propiedades narcóticas de ciertos -versos? Pues bien; esta noche pasada, poco después que saludamos el -toque de las doce con una salva de doce taponazos del más legítimo -Roederer, en el precioso comedor rococó de ese sibarita de judío que se -llama Lowensteinger, la calva del doctor alzaba, aureolada de orgullo, -su gruñido orbe de marfil, sobre el cual, por un capricho de la luz, se -veían sobre el cristal de un espejo las<span class="pagenum"><a name="page_008" id="page_008"></a>{8}</span> llamas de dos bujías que -formaban, no sé cómo, algo así como los cuernos luminosos de Moisés. El -doctor enderezaba hacia mí sus grandes gestos y sus sabias palabras. Yo -había soltado de mis labios, casi siempre silenciosos, una frase banal -cualquiera. Por ejemplo, ésta: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!» La -mirada que el doctor me dirigió y la clase de sonrisa que decoró su boca -después de oir mi exclamación, confieso que hubiera turbado a -cualquiera.</p> - -<p>—Caballero—me dijo saboreando el champaña—; si yo no estuviese -completamente desilusionado de la juventud; si no supiese que todos los -que hoy empezáis a vivir estáis ya muertos, es decir, muertos del alma, -sin fe, sin entusiasmo, sin ideales, canosos por dentro; que no sois -sino máscaras de vida, nada más... sí, sino supiese eso, si viese en vos -algo más que un hombre joven de fin de siglo, os diría que esa frase que -acabáis de pronunciar: «¡Oh, si el tiempo pudiera detenerse!», tiene en -mí la respuesta más satisfactoria.</p> - -<p>—¡Doctor!</p> - -<p>—Sí, os repito que vuestro escepticismo me impide hablar, como hubiera -hecho en otra ocasión.<span class="pagenum"><a name="page_009" id="page_009"></a>{9}</span></p> - -<p>—Creo—contesté con voz firme y serena—en Dios y su Iglesia. Creo en -los milagros. Creo en lo sobrenatural.</p> - -<p>—En ese caso, voy a contaros algo que os hará sonreir. Mi narración -espero que os hará pensar.</p> - -<p>En el comedor habíamos quedado cuatro convidados, a más de Mina, la hija -del dueño de casa: el periodista Riquet, el abate Pureau, recién enviado -por Hirch, el doctor y yo. A lo lejos oíamos en la alegría de los -salones la palabrería usual de la hora primera del año nuevo: <i>happy new -year! happy new year!</i> ¡Feliz año nuevo!</p> - -<p>El doctor continuó:</p> - -<p>—¿Quién es el sabio que se atreve a decir esto es así? Nada se sabe. -<i>Ignoramus et ignorabimus.</i> ¿Quién conoce a punto fijo la noción del -tiempo? ¿Quién sabe con seguridad lo que es el espacio? Va la ciencia a -tanteo, caminando como una ciega, y juzga a veces que ha vencido cuando -logra advertir un vago reflejo de la luz verdadera. Nadie ha podido -desprender de su círculo uniforme la culebra simbólica. Desde el tres -veces más grande, el Hermes, hasta nuestros días, la mano humana ha -podido apenas alzar una línea del manto que cubre a la eterna Isis.<span class="pagenum"><a name="page_010" id="page_010"></a>{10}</span> -Nada ha logrado saberse con absoluta seguridad en las tres grandes -expresiones de la Naturaleza: hechos, leyes, principios. Yo que he -intentado profundizar en el inmenso campo del misterio, he perdido casi -todas mis ilusiones.</p> - -<p>Yo que he sido llamado sabio en Academias ilustres y libros voluminosos; -yo que he consagrado toda mi vida al estudio de la humanidad, sus -orígenes y sus fines; yo que he penetrado en la cábala, en el ocultismo -y en la teosofía, que he pasado del plan material del <i>sabio</i> al plano -astral del <i>mágico</i> y al plan espiritual del <i>mago</i>, que sé cómo obraba -Apolonio el Thianense y Paracelso, y que he ayudado en su laboratorio, -en nuestros días, al inglés Crookes; yo que ahondé en el Karma búdhico y -en el misticismo cristiano, y sé al mismo tiempo la ciencia desconocida -de los fakires y la teología de los sacerdotes romanos, yo os digo que -<i>no hemos visto los sabios ni un solo rayo de la luz suprema</i>, y que la -inmensidad y la eternidad del <i>misterio</i> forman la única y pavorosa -verdad.</p> - -<p>Y dirigiéndose a mí:</p> - -<p>—¿Sabéis cuáles son los principios del hombre? Grupa, jiba, linga, -sharira, kama, rupa, manas, buddhi, atma, es decir: el cuerpo,<span class="pagenum"><a name="page_011" id="page_011"></a>{11}</span> la -fuerza vital, el cuerpo astral, el alma animal, el alma humana, la -fuerza espiritual y la esencia espiritual...</p> - -<p>Viendo a Minna poner una cara un tanto desolada, me atreví a interrumpir -al doctor:</p> - -<p>—Me parece que íbais a demostrarnos que el tiempo...</p> - -<p>—Y bien, dijo, puesto que no os placen las disertaciones por prólogo, -vamos al cuento que debo contaros, y es el siguiente:</p> - -<p>—Hace veintitrés años, conocí en Buenos Aires a la familia Revall, cuyo -fundador, un excelente caballero francés, ejerció un cargo consular en -tiempo de Rosas. Nuestras casas eran vecinas, era yo joven y entusiasta, -y las tres señoritas Revall hubieran podido hacer competencia a las tres -Gracias. Demás está decir que muy pocas chispas fueron necesarias para -encender una hoguera de amor...</p> - -<p><i>Amooor</i>, pronunciaba el sabio obeso, con el pulgar de la diestra metido -en la bolsa del chaleco, y tamborileando sobre su potente abdomen con -los dedos ágiles y regordetes, y continuó:</p> - -<p>—Puedo confesar francamente que no tenía predilección por ninguna, y -que Luz, Josefina y Amelia ocupaban en mi corazón el mismo lugar. El -mismo, tal vez no; pues los dulces<span class="pagenum"><a name="page_012" id="page_012"></a>{12}</span> al par que ardientes ojos de Amelia, -su alegre y roja risa, su picardía infantil... diré que era ella mi -preferida. Era la menor; tenía doce años apenas, y yo ya había pasado de -los treinta. Por tal motivo, y por ser la chicuela de carácter travieso -y jovial, tratábala yo como niña que era, y entre las otras dos repartía -mis miradas incendiarias, mis suspiros, mis apretones de manos y hasta -mis serias promesas de matrimonio, en una, os lo confieso, atroz y -culpable bigamia de pasión. ¡Pero la chiquilla, Amelia!... Sucedía que, -cuando yo llegaba a la casa, era ella quien primero corría a recibirme, -llena de sonrisas y zalamerías: «¿Y mis bombones?» He aquí la pregunta -sacramental. Yo me sentaba regocijado, después de mis correctos saludos, -y colmaba las manos de la niña de ricos caramelos de rosas y de -deliciosas grajeas de chocolate, los cuales, ella, a plena boca, -saboreaba con una sonora música palatinal, lingual y dental. El por qué -de mi apego a aquella muchachita de vestido a media pierna y de ojos -lindos, no os lo podré explicar; pero es el caso que, cuando por causa -de mis estudios tuve que dejar Buenos Aires, fingí alguna emoción al -despedirme de Luz, que me miraba con anchos ojos doloridos<span class="pagenum"><a name="page_013" id="page_013"></a>{13}</span> y -sentimentales; dí un falso apretón de manos a Josefina, que tenía entre -los dientes, por no llorar, un pañuelo de batista, y en la frente de -Amelia incrusté un beso, el más puro y el más encendido, el más casto y -el más ardiente ¡qué sé yo! de todos los que he dado en mi vida. Y salí -en un barco para Calcuta, ni más ni menos que como vuestro querido y -admirado general Mansilla cuando se fué a Oriente, lleno de juventud y -de sonoras y flamantes esterlinas de oro. Iba yo, sediento ya de las -ciencias ocultas, a estudiar entre los mahatmas de la India lo que la -pobre ciencia occidental no puede enseñarnos todavía. La amistad -epistolar que mantenía con madama Blavatsky, habíame abierto ancho campo -en el país de los fakires, y más de un gurú, que conocía mi sed de -saber, se encontraba dispuesto a conducirme por buen camino a la fuente -sagrada de la verdad. Fuí ¡ay! en busca de la verdad, y si es cierto que -mis labios creyeron saciarse en sus frescas aguas diamantinas, mi sed no -se pudo aplacar. Busqué, busqué con tesón lo que mis ojos ansiaban -contemplar, el Keherpas de Zoroastro, el Kalep persa, el Kovei-Khan de -la filosofía india, el archoeno de Paracelso, el limbuz de Swedemborg; -oí la palabra de<span class="pagenum"><a name="page_014" id="page_014"></a>{14}</span> los monjes budhistas en medio de las florestas del -Thibet; estudié los diez sephiroth de la Kabala, desde el que simboliza -el espacio sin límites hasta el que, llamado Malkuth, encierra el -principio de la vida. Estudié el espíritu, el aire, el agua, el fuego, -la altura, la profundidad, el Oriente, el Occidente, el Norte y el -Mediodía; y llegué casi a comprender y aun a conocer íntimamente a -Satán, Lucifer, Ashtarot, Beelzebutt, Asmodeo, Belphegor, Mabema, -Lilith, Adrameleh y Baal. En mis ansias de comprensión; en mi insaciable -deseo de sabiduría; cuando juzgaba haber llegado al logro de mis -ambiciones, encontraba los signos de mi debilidad y las manifestaciones -de mi pobreza, y estas ideas. Dios, el espacio, el tiempo, formaban la -más impenetrable bruma delante de mis pupilas... Viajé por Asia, Africa, -Europa y América. Ayudé al coronel Olcot a fundar la rama teosófica de -Nueva York. Y a todo esto—recalcó de súbito el doctor, mirando -fijamente a la rubia Minna—¿sabéis lo que es la ciencia y la -inmortalidad de todo? ¡Un par de ojos azules... o negros!<span class="pagenum"><a name="page_015" id="page_015"></a>{15}</span></p> - -<h4>II</h4> - -<p>—¿Y el fin del cuento?—gimió dulcemente la señorita.</p> - -<p>El doctor, más serio que nunca, dijo:</p> - -<p>—Juro, señores, que lo que estoy refiriendo es de una absoluta verdad. -¿El fin del cuento? Hace apenas una semana he vuelto a la Argentina, -después de veintitrés años de ausencia. He vuelto gordo, bastante gordo, -y calvo como una rodilla; pero en mi corazón he mantenido ardiente el -fuego del amor, la vestal de los solterones. Y, por tanto, lo primero -que hice fué indagar el paradero de la familia Revall. «¡Los Revall—me -dijeron—las del caso de Amelia Revall!», y estas palabras acompañadas -con una especial sonrisa. Llegué a sospechar que la pobre Amelia, la -pobre chiquilla... Y buscando, buscando, di con la casa. Al entrar, fuí -recibido por un criado negro y viejo, que llevó mi tarjeta, y me hizo -pasar a una sala donde todo tenía un vago tinte de tristeza. En las -paredes, los espejos estaban cubiertos con velos de luto, y dos grandes -retratos, en los<span class="pagenum"><a name="page_016" id="page_016"></a>{16}</span> cuales reconocí a las dos hermanas mayores, se miraban -melancólicos y oscuros sobre el piano. A poco, Luz y Josefina: «¡Oh, -amigo mío, oh, amigo mío!» Nada más. Luego, una conversación llena de -reticencias y de timideces, de palabras entrecortadas y de sonrisas de -inteligencia tristes, muy tristes. Por todo lo que logré entender, vine -a quedar en que ambas no se habían casado. En cuanto a Amelia, no me -atreví a preguntar nada... Quizás mi pregunta llegaría a aquellos pobres -seres, como una amarga ironía, a recordar tal vez una irremediable -desgracia y una deshonra... En esto vi llegar saltando a una niñita, -cuyo cuerpo y rostro eran iguales en todo a los de mi pobre Amelia. Se -dirigió a mí, y con su misma voz exclamó: «¿Y mis bombones?». Yo no -hallé qué decir.</p> - -<h4>III</h4> - -<p>Las dos hermanas se miraban pálidas, pálidas, y movían la cabeza -desoladamente...</p> - -<p>Mascullando una despedida y haciendo una zurda genuflexión, salí a la -calle, como perseguido<span class="pagenum"><a name="page_017" id="page_017"></a>{17}</span> por algún soplo extraño. Luego lo he sabido -todo. La niña que yo creía fruto de un amor culpable es Amelia, la misma -que yo dejé hace veintitrés años, la cual se ha quedado en la infancia, -ha contenido su carrera vital. Se ha detenido para ella el reloj del -Tiempo, en una hora señalada ¡quién sabe con qué designio del -desconocido Dios!</p> - -<p>El Doctor Z era en este momento todo calvo...</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_018" id="page_018"></a>{18}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_019" id="page_019"></a>{19}</span></p> - -<h3><a name="CUENTO_DE_PASCUA" id="CUENTO_DE_PASCUA"></a>CUENTO DE PASCUA</h3> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_020" id="page_020"></a>{20}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_021" id="page_021"></a>{21}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b021.jpg" width="283" height="279" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i1">Tenía un parecido tan exacto con<br /></span> -<span class="i0">los retratos de María Antonieta...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_022" id="page_022"></a>{22}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_023" id="page_023"></a>{23}</span></p> - -<h4>I</h4> - -<p class="nind"><span class="lettre"> -<img src="images/drop-u.png" -width="70" -height="68" -alt="U" - /></span><span class="smcap">na</span> noche deliciosa en verdad... El «réveillon» en ese hotel lujoso y -elegante, donde tanta belleza y fealdad cosmopolita se junta, en la -competencia de las libras, los dólares, los rublos, los pesos y los -francos. Y con la alegría del champagne y la visión de blancores -rosados, de brillos, de gemas. La música luego, discreta, a lo lejos...</p> - -<p>No recuerdo bien quién fué el que me condujo a aquel grupo de damas, -donde florecían la yanqui, la italiana, la argentina... Y mi asombro -encantado ante aquella otra seductora y extraña mujer, que llevaba al -cuello, por todo adorno, un estrecho galón rojo... Luego, un diplomático -que lleva un nombre ilustre me presentó al joven alemán políglota, fino, -de un admirable don de palabra, que iba, de belleza en belleza, diciendo -las cosas<span class="pagenum"><a name="page_024" id="page_024"></a>{24}</span> agradables y ligeras que placen a las mundanas.</p> - -<p>—M. Wolfhart, me había dicho el ministro. Un hombre amenísimo. Conversé -largo rato con el alemán, que se empeñó que hablásemos castellano y, por -cierto, jamás he encontrado un extranjero de su nacionalidad que lo -hablase tan bien. Me refirió algo de sus viajes por España y la América -del Sur. Me habló de amigos comunes y de sus aficiones ocultistas. En -Buenos Aires había tratado a un gran poeta y a un mi antiguo compañero, -en una oficina pública, el excelente amigo Patricio... En Madrid... Al -poco rato teníamos las más cordiales relaciones. En la atmósfera de -elegancia del hotel llamó mi atención la señora que apareció un poco -tarde, y cuyo aspecto evocaba en mí algo de regio y de elegante a la -vez. Como yo hiciese notar a mi interlocutor mi admiración y mi -entusiasmo, Wolfhart me dijo por lo bajo, sonriendo de cierto modo:</p> - -<p>«¡Fíjese usted! ¡Una cabeza histórica! ¡Una cabeza histórica!» Me fijé -bien. Aquella mujer tenía por el perfil, por el peinado, si no con la -exageración de la época, muy semejante a las «coiffures à la Cléopâtre», -por el aire, por la manera y, sobre todo, después<span class="pagenum"><a name="page_025" id="page_025"></a>{25}</span> que me intrigara -tanto un galón rojo que llevaba por único adorno en el cuello, tenía, -digo, un parecido tan exacto con los retratos de la reina María -Antonieta, que por largo rato permanecí contemplándola en silencio. ¿En -realidad, era una cabeza histórica? Y tan histórica por la vecindad... A -dos pasos de allí, en la plaza de la Concordia... Sí, aquella cabeza que -se peinara a «la circasiana», «à la Belle Poule», «al casco inglés», «al -gorro de candor», «à la queue en flambeau d’amour», «à la chien -couchant», «à la Diane», a la tantas cosas más, aquella cabeza...</p> - -<p>Se sentó la dama a un extremo del hall, y la única persona con quien -hablara fué Wolfhart, y hablaron, según me pareció, en alemán. Los vinos -habían puesto en mi imaginación su movimiento de brumas de oro, y -alrededor de la figura de encanto y de misterio hice brotar un vuelo de -suposiciones exquisitas. La orquesta, con las oportunidades de la -casualidad, tocaba una pavana. Cabelleras empolvadas, «moscas asesinas», -trianones de realizados ensueños, galantería pomposa y libertinaje -encintado de poesía, tantas imágenes adorables, tanta gracia sutil o -pimentada, de página de memoria, de anécdotas, de correspondencia, de -pánfleto... Me<span class="pagenum"><a name="page_026" id="page_026"></a>{26}</span> venían al recuerdo versos de los más lindos escritos con -tales temas, versos de Montesquiou Fezensac, de Regnier, los preciosos -poemas italianos de Lucini... Y con la fantasía dispuesta, los cuentos -milagrosos, las materializaciones estudiadas por los sabios de los -libros arcanos, las posibilidades de la ciencia, que no son sino las -concesiones a un enigma cada día más hondo, a pesar de todo... La fácil -excitabilidad de mi cerebro estuvo pronto en acción. Y, cuando después -de salir de mis cogitaciones, pregunté al alemán el nombre de aquella -dama, y él me embrolló la respuesta, repitiendo tan sólo lo de lo -histórico de la cabeza, no quedé ciertamente satisfecho. No creí -correcto insistir; pero, como siguiendo en la charla yo felicitase a mi -flamante amigo por haber en Alemania tan admirables ejemplares de -hermosura, me dijo vagamente: «No es de Alemania, es de Austria». Era -una belleza «austriaca...» Y yo buscaba la distinta semejanza de detalle -con los retratos de Kucharsky, de Riotti, de Boizont, y hasta con las -figuras de cera de los sótanos del museo Grevin...<span class="pagenum"><a name="page_027" id="page_027"></a>{27}</span></p> - -<h4>II</h4> - -<p>—Es temprano aún me dijo Wolfhart, al dejarle en la puerta del hotel en -que habitaba. Pase usted un momento, charlaremos algo más antes de mi -partida. Mañana me voy de París, y quién sabe cuándo nos volveremos a -encontrar. Entre usted. Tomaremos, a la inglesa, un «whisky-and-soda» y -le mostraré algo interesante. Subimos a su cuarto por el ascensor. Un -«valet» nos hizo llevar el bebedizo británico, y el alemán sacó un -cartapacio lleno de viejos papeles. Había allí un retrato antiguo, -grabado en madera.</p> - -<p>—He aquí, me dijo, el retrato de un antecesor mío, Theobald Wolfhart, -profesor de la Universidad de Heidelberg. Este abuelo mío fué -posiblemente un poco brujo, pero de cierto, bastante sabio. Rehizo la -obra de Julius Obsequens sobre los prodigios, impresa por Aldo Manucio, -y publicó un libro famoso, el <i>Prodigiorum ac ostentorum chronicon</i>, un -infolio editado en Basilea, en 1557. Mi antepasado no lo publicó con su -nombre, sino bajo el pseudónimo de Conrad Lycosthenes.<span class="pagenum"><a name="page_028" id="page_028"></a>{28}</span> Theobald -Wolfhart era un filósofo sano de corazón, que, a mi entender, practicaba -la magia blanca. Su tiempo fué terrible, lleno de crímenes y desastres. -Aquel moralista empleó la revelación para combatir las crueldades y -perfidias, y expuso a las gentes, con ejemplos extraordinarios, cómo se -manifiestan las amenazas de lo invisible por medio de signos de espanto -y de incomprensibles fenómenos. Un ejemplo será la aparición del cometa -de 1557, que no duró sino un cuarto de hora, y que anunció sucesos -terribles. Signos en el cielo, desgracias en la tierra. Mi abuelo habla -de ese cometa que él vió en su infancia y que era enorme, de un color -sangriento, que en su extremidad se tornaba del color del azafrán. Vea -usted esta estampa que lo representa, y su explicación por Lycosthenes. -Vea usted los prodigios que vieron sus ojos. Arriba hay un brazo armado -de una colosal espada amenazante, tres estrellas brillan en la -extremidad, pero la que está en la punta es la mayor y más -resplandeciente. A los lados hay espadas y puñales, todo entre un -círculo de nubes, y entre esas armas hay unas cuantas cabezas de -hombres. Más tarde escribía sobre tales fantásticas maravillas Simon -Goulard, refiriéndose al cometa: «Le<span class="pagenum"><a name="page_029" id="page_029"></a>{29}</span> regard d’icelle donna telle -frayeur a plusieurs qu’aucuns en moururent; autres tombèrent malades». Y -Petrus Greusserus, discípulo de Lichtenberg—el astrólogo—dice un -autor, que, habiendo sometido el fenómeno terrible a las reglas de su -arte, sacó las consecuencias naturales, y tales fueron los pronósticos, -que los espíritus más juiciosos padecieron perturbación durante más de -medio siglo. Si Lycosthenes señala los desastres de Hungría y de Roma, -Simon Goulard habla de las terribles asolaciones de los turcos en tierra -húngara, el hambre en Suabia, Lombardía y Venecia, la guerra en Suiza, -el sitio de Viena de Austria, sequía en Inglaterra, desborde del Océano -en Holanda y Zelanda y un terremoto que duró ocho días en Portugal. -Lycosthenes sabía muchas cosas maravillosas. Los peregrinos que -retornaban de Oriente contaban visiones celestes. ¿No se vió en 1480 un -cometa en Arabia, de apariencia amenazante y con los atributos del -Tiempo y de la Muerte? A los fatales presagios sucedieron las -devastaciones de Corintia, la guerra en Polonia. Se aliaron Ladislao y -Matías el Huniada. Vea usted este rasgo de un comentador: «Las nubes -tienen sus flotas como el aire sus ejércitos»; pero Lycosthenes,<span class="pagenum"><a name="page_030" id="page_030"></a>{30}</span> que -vivía en el centro de Alemania, no se asienta sobre tal hecho. Dice que -en el año 114 de nuestra era, simulacros de navíos se vieron entre las -nubes. San Agobardo, obispo de Lyon, está más informado. Él sabe a -maravilla a qué región fantástica se dirigen esas ligeras naves. Van al -país de Magonia, y sólo por reserva el santo prelado no dice su -itinerario. Esos barcos iban dirigidos por los hechiceros llamados -<i>tempestarii</i>. Mucho más podría referirle, pero vamos a lo principal. Mi -antecesor llegó a descubrir que el cielo y toda la atmósfera que nos -envuelve están siempre llenos de esas visiones misteriosas, y con ayuda -de un su amigo alquimista llegó a fabricar un elixir que permite -percibir de ordinario lo que únicamente por excepción se presenta a la -mirada de los hombres. Yo he encontrado ese secreto, concluyó Wolfhart, -y aquí, agregó sonriendo, tiene usted el milagro en estas pastillas -comprimidas. ¿Un poquito más de whisky?</p> - -<p>No había duda de que el alemán era hombre de buen humor y aficionado, no -solamente al alcohol inglés, sino a todos los paraísos artificiales. -Así, me parecía ver en la caja de pastillas que me mostraba, algún -compuesto de opio o de cáñamo indiano.<span class="pagenum"><a name="page_031" id="page_031"></a>{31}</span></p> - -<p>—Gracias—le dije—no he probado nunca, ni quiero probar el influjo de -la «droga sagrada». Ni hachis, ni el veneno de Quincey...</p> - -<p>—Ni una cosa ni otra. Es algo vigorizante, admirable hasta para los -menos nerviosos.</p> - -<p>Ante la insistencia y con el último sorbo de whisky, tomé la pastilla, y -me despedí. Ya en la calle, aunque hacía frío, noté que circulaba por -mis venas un calor agradable. Y olvidando la pastilla, pensé en el -efecto de las repetidas libaciones. Al llegar a la plaza de la -Concordia, por el lado de los Campos Elíseos, noté que no lejos de mí -caminaba una mujer. Me acerqué un tanto a ella y me asombré al verla a -aquellas horas, a pie y soberbiamente trajeada, sobre todo cuando a la -luz de un reverbero vi su gran hermosura y reconocí en ella a la dama -cuyo aspecto me intrigase en el «réveillon»: la que tenía por todo -adorno en el cuello blanquísimo un fino galón rojo, rojo como una -herida. Oí un lejano reloj dar unas horas. Oí la trompa de un automóvil. -Me sentía como poseído de extraña embriaguez. Y, apartando de mí toda -idea de suceso sobrenatural, avancé hacia la dama que había pasado ya el -obelisco y se dirigía del lado de las Tullerías.<span class="pagenum"><a name="page_032" id="page_032"></a>{32}</span></p> - -<p>—«Madame, le dije, madame...» Había comenzado a caer como una vaga -bruma, llena de humedad y de frío, y el fulgor de las luces de la plaza -aparecía como diluído y fantasmal. La dama me miró al llegar a un punto -de la plaza; de pronto, me apareció como el escenario de un -cinematógrafo. Había como apariencias de muchas gentes en un ambiente -como el de los sueños, y yo no sabría decir la manera con que me sentí -como en una existencia a un propio tiempo real y cerebral... Alcé los -ojos y vi en el fondo opaco del cielo las mismas figuras que en la -estampa del libro de Lycosthenes, el brazo enorme, la espada enorme, -rodeados de cabezas. La dama, que me había mirado, tenía un aspecto -tristemente fatídico, y, cual por la obra de un ensalmo, había cambiado -de vestiduras, y estaba con una especie de fichu cuyas largas puntas le -caían por delante; en su cabeza ya no había el peinado a «la Cléopatre», -sino una pobre cofia bajo cuyos bordes se veían los cabellos -emblanquecidos. Y luego, cuando iba a acercarme más, percibí a un lado -como una carreta, y unas desdibujadas figuras de hombres con tricornios -y espadas y otras con picas. A otro lado un hombre a caballo, y luego -una especie de tablado...<span class="pagenum"><a name="page_033" id="page_033"></a>{33}</span> ¡Oh, Dios, naturalmente!: he aquí la -reproducción de lo «ya visto»... ¿En mí hay reflexión aún en este -instante? Sí, pero siento que lo invisible, entonces visible, me rodea. -Sí, es la guillotina. Y, tal en las pesadillas, como si sucediese, veo -desarrollarse—¿he hablado ya de cinematógrafo?—la tragedia... Aunque -por no sé cual motivo no pude darme cuenta de los detalles, vi que la -dama me miró de nuevo, y bajo el fulgor color de azafrán que brotaba de -la visión celeste y profética, brazo, espadas, nubes y cabezas, vi cómo -caía, bajo el hacha mecánica, la cabeza de aquella que poco antes, en el -salón del hotel, me admirara con su encanto galante y real, con su aire -soberbio, con su cuello muy blanco, adornado con un único galón color de -sangre.</p> - -<h4>III</h4> - -<p>¿Cuánto tiempo duró aquel misterioso espectáculo? No lo sabría decir, -puesto que ello fué bajo el imperio desconocido en que la ciencia anda a -tientas; el tiempo en que el<span class="pagenum"><a name="page_034" id="page_034"></a>{34}</span> ensueño no existe, y mil años, según -observaciones experimentales, pueden pasar en un segundo. Todo aquello -había desaparecido, y, dándome cuenta del lugar en donde me encontraba, -avancé siempre hacia el lado de las Tullerías. Avancé y me vi entre el -jardín, y no dejé de pensar rapidísimamente cómo era que las puertas -estaban aun abiertas. Siempre bajo la bruma pálida de aquellas nocturnas -horas, seguí adelante. Saldré, me dije, por la primera puerta del lado -de la calle Rivoli, que quizás esté también abierta... ¿Cómo no ha de -estar abierta?... ¿Pero era o no era aquel jardín el de las Tullerías? -Arboles, árboles de obscuros ramajes en medio del invierno... Tropecé al -dar un paso con algo semejante a una piedra, y me llené, en medio de mi -casi inconsciencia, de una sorpresa pavorosa, cuando escuché un ¡ay! -semejante a una queja, parecido a una palabra entrecortada y ahogada; -una voz que salía de aquello que mi pie había herido, y que era, no una -piedra, sino una cabeza. Y alzando hacia el cielo la mirada vi la faz de -la luna en el lugar en que antes la espada formidable, y allí estaban -las cabezas de la estampa de Lycosthenes. Y aquel jardín, que se -extendía vasto cual una selva, me llenó del encanto<span class="pagenum"><a name="page_035" id="page_035"></a>{35}</span> grave que había en -su recinto de prodigio. Y a través de velos de ahumado oro refulgía -tristemente en lo alto la cabeza de la luna. Después me sentí como en -una certeza de poema y de libro santo, y, como por un motivo -incoherente, resonaban en la caja de mi cerebro las palabras: «¡Ultima -hora! ¡Trípoli! ¡La toma de Pekín!» leídas en los diarios del día, -Conforme con mis anhelos de lo divino, experimentando una inexpresable -angustia, pensé: «¡Oh, Dios! ¡Oh, Señor! ¡Padre nuestro...!»</p> - -<p>Volví la vista y vi a un lado, en una claridad dulce y dorada, una forma -de lira, y sobre la lira una cabeza igual a la del Orfeo de Gustave -Moreau, del Luxemburgo. La faz expresaba pesadumbre, y alrededor había -como un movimiento de seres, de los que se llaman animados porque almas -se manifiestan por el movimiento, y de los que se llaman inanimados -porque su movimiento es íntimo y latente. Y oí que decía, según me ayuda -mi recuerdo, aquella cabeza: «¡Vendrá, vendrá el día de la concordia, y -la lira será entonces consagrada en la pacificación!» Y cerca de la -cabeza de Orfeo vi una rosa milagrosa, y una hierba marina, y que iba -avanzando hacia ellas una tortuga de oro.<span class="pagenum"><a name="page_036" id="page_036"></a>{36}</span></p> - -<p>Pero oí un gran grito al otro lado. Y el grito, como el de un coro, de -muchas voces. Y a la luz que os he dicho, vi que quien gritaba era un -árbol, uno de los árboles coposos, lleno de cabezas por frutos, y pensé -que era el árbol de que habla el libro sagrado de los musulmanes. Oí -palabras en loor de la grandeza y omnipotencia de Alá. Y bajo el árbol -había sangre.</p> - -<p>Haciendo un esfuerzo, quise ya no avanzar, sino retroceder a la salida -del jardín, y vi que por todas partes salían murmullos, voces, palabras -de innumerables cabezas que se destacaban en la sombra como aureoladas, -o que surgían entre los troncos de los árboles. Como acontece en los -instantes dolorosos de algunas pesadillas, pensé que todo lo que me -pasaba era un sueño, para disminuir un tanto mi pavor. Y en tanto, pude -<i>reconocer</i> una temerosa y abominable cabeza asida por la mano blanca de -un héroe, asida de su movible e infernal toisón de serpientes: la tantas -veces maldecida cabeza de Medusa. Y de un brazo, como de carne de oro de -mujer, pendía otra cabeza, una cabeza con barba ensortijada y oscura, y -era la cabeza del guerrero Holofernes. Y la cabeza de Juan el Bautista; -y luego, como viva, de una<span class="pagenum"><a name="page_037" id="page_037"></a>{37}</span> vida singular, la cabeza del Apostol que en -Roma hiciera brotar el agua de la tierra; y otra cabeza que Rodrigo Díaz -de Vivar arrojó, en la cena de la venganza, sobre la mesa de su padre.</p> - -<p>Y otras que eran la del rey Carlos de Inglaterra y la de la reina María -Estuardo... Y las cabezas aumentaban, en grupos, en amontonamientos -macabros, y por el espacio pasaban relentes de sangre y de sepulcro; y -eran las cabezas hirsutas de los dos mil halconeros de Bayaceto; y las -de las odaliscas degolladas en los palacios de los reyes y potentados -asiáticos; y las de los innumerables decapitados por su fe, por el odio, -por la ley de los hombres; las de los decapitados de las hordas -bárbaras, de las prisiones y de las torres reales, las de los -Gengiskanes, Abdulhamides y Behanzines...</p> - -<p>Dije para mí: ¡Oh, mal triunfante! ¿Siempre seguirás sobre la faz de la -tierra? ¿Y tú, París, cabeza del mundo, serás también cortada con hacha, -arrancada de tu cuerpo inmenso?</p> - -<p>Cual si hubiesen sido escuchadas mis interiores palabras, de un grupo en -que se veía la cabeza de Luis XVI, la cabeza de la princesa de Lamballe, -cabezas de nobles y cabezas<span class="pagenum"><a name="page_038" id="page_038"></a>{38}</span> de revolucionarios, cabezas de santos y -cabezas de asesinos, avanzó una figura episcopal que llevaba en sus -manos su cabeza, y la cabeza del mártir Dionisio, el de las Galias, -exclamó:—¡En verdad os digo, que Cristo ha de resucitar!</p> - -<p>Y al lado del apostólico decapitado vi a la dama del hall del hotel, a -la dama austriaca con el cuello desnudo; pero en el cual se veía como un -galón rojo, una herida purpúrea, y María Antonieta, dijo:—¡Cristo ha de -resucitar! Y la cabeza de Orfeo, la cabeza de Medusa, la cabeza de -Holofernes, la cabeza de Juan y la de Pablo, el árbol de cabezas, el -bosque de cabezas, la muchedumbre fabulosa de cabezas, en el hondo -grito, clamó:</p> - -<p>—«¡Cristo ha de resucitar! ¡Cristo ha de resucitar!...»</p> - -<p>—Nunca es bueno dormir inmediatamente después de comer—concluyó mi -buen amigo el doctor.<span class="pagenum"><a name="page_039" id="page_039"></a>{39}</span></p> - -<h3><a name="LA_EXTRANA_MUERTE_DE_FRAY_PEDRO" id="LA_EXTRANA_MUERTE_DE_FRAY_PEDRO"></a>LA EXTRAÑA MUERTE DE FRAY PEDRO</h3> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_040" id="page_040"></a>{40}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_041" id="page_041"></a>{41}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b041.jpg" width="270" height="530" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Ilustrísimo señor, a Fray Pedro<br /></span> -<span class="i0">lo henos encontrado muerto.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_042" id="page_042"></a>{42}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_043" id="page_043"></a>{43}</span></p> - -<h4>I</h4> - -<p class="nind"><span class="lettre"> -<img src="images/drop-v.png" -width="70" -height="70" -alt="V" - /></span><span class="smcap">isitando</span> el convento de una ciudad española, no ha mucho tiempo, el -amable religioso que nos servía de cicerone, al pasar por el cementerio, -me señaló una lápida, en que leí únicamente: <i>Hic iacet frater Petrus</i>.</p> - -<p>—Este—me dijo—fué uno de los vencidos por el diablo.</p> - -<p>—Por el viejo diablo que ya chochea—le dije.</p> - -<p>—No—me contestó—; por el demonio moderno que se escuda con la -Ciencia.—Y me narró el sucedido.</p> - -<p>Fray Pedro de la Pasión era un espíritu perturbado por el maligno -espíritu que infunde el ansia de saber. Flaco, anguloso nervioso, -pálido, dividía sus horas conventuales entre la oración, las disciplinas -y el laboratorio, que le era permitido por los bienes que atraía a la -comunidad. Había estudiado,<span class="pagenum"><a name="page_044" id="page_044"></a>{44}</span> desde muy joven, las ciencias ocultas. -Nombraba, con cierto énfasis, en las horas de conversación, a -Paracelsus, a Alberto el Grande; y admiraba profundamente a ese otro -fraile Schawartz, que nos hizo el diabólico favor de mezclar el salitre -con el azufre.</p> - -<p>Por la ciencia había llegado hasta penetrar en ciertas iniciaciones -astrológicas y quiromáticas; ella le desviaba de la contemplación y del -espíritu de la Escritura. En su alma se había anidado el mal de la -curiosidad, que perdían a nuestros primeros padres. La oración misma era -olvidada con frecuencia, cuando algún experimento le mantenía cauteloso -y febril. Como toda lectura le era concedida y tenía a su disposición la -rica biblioteca del convento, sus autores no fueron siempre los menos -equívocos. Así llegó hasta pretender probar sus facultades de zahorí, y -a poner a prueba los efectos de la magia blanca. No había duda de que -estaba en gran peligro su alma, a causa de su sed de saber y de su -olvido de que la ciencia constituye, en el principio, el alma de la -Serpiente que ha de ser la esencial potencia del Antecristo, y que para -el verdadero varón de fe, <i>initium sapientiæ est timor Domini</i>.<span class="pagenum"><a name="page_045" id="page_045"></a>{45}</span></p> - -<h4>II</h4> - -<p>¡Oh, ignorancia feliz, santa ignorancia! ¡Fray Pedro de la Pasión no -comprendía tu celeste virtud, que ha hecho ciertos a los Celestinos! -Huysmans se ha extendido sobre todo ello. Virtud que pone un celestial -nimbo a algunos mínimos, de Dios queridos, entre los esplendores -místicos y milagrosos de las hagiografías.</p> - -<p>Los doctores explican y comentan altamente, cómo ante los ojos del -Espíritu Santo las almas de amor son de mayor manera glorificadas que -las almas de entendimiento. Ernest Hello ha pintado, en los sublimes -<i>traux</i> de sus Fisonomías de Santos, a esos beneméritos de la caridad, a -esos favorecidos de la humildad, a esos seres columbinos, simples y -blancos como los lirios, limpios de corazón, pobres de espíritu, -bienaventurados hermanos de los pajaritos del Señor, mirados con ojos -cariñosos y sororales por la puras estrellas del firmamento. Joris Karl, -el merecido beato, quizá más tarde consagrado, a pesar de la literatura, -en el<span class="pagenum"><a name="page_046" id="page_046"></a>{46}</span> maravilloso libro en que Durtal se convierte, viste de -resplandores paradiasíacos al lego guardapuercos que hace bajar a la -pocilga la admiración de los coros arcangélicos, y al aplauso de las -potestades de los cielos. Y Fray Pedro de la Pasión no comprendía eso...</p> - -<p>El, desde luego creía, creía con la fe de un indiscutible creyente. Mas -el ansia de saber le azuzaba el espíritu, le lanzaba a la averiguación -de secretos de la naturaleza y de la vida, a tal punto, que no se daba -cuenta de cómo esa sed de saber, ese deseo indominable de penetrar en lo -vedado y en lo arcano de universo era obra del pecado, y añagaza del -Bajísimo, para impedirle de esa manera su consagración absoluta a la -adoración del Eterno Padre. Y la última tentación sería fatal.</p> - -<h4>III</h4> - -<p>Acaeció el caso no hace muchos años. Llegó a manos de Fray Pedro un -periódico en que se hablaba detalladamente de todos los<span class="pagenum"><a name="page_047" id="page_047"></a>{47}</span> progresos -realizados en radiografía, gracias al descubrimiento del alemán -Röentgen, quien llegara a encontrar el modo de fotografiar a través de -los cuerpos opacos. Supo lo que se comprendía en el tubo Crookes, de la -luz catódica, del rayo X. Vió el facsimil de una mano cuya anatomía se -transparentaba claramente, y la patente figura de objetos retratados -entre cajas y bultos bien cerrados.</p> - -<p>No pudo desde ese instante estar tranquilo, pues algo que era un ansia -de su querer de creyente, aunque no viese lo sacrílego que en ello se -contenía, punzaba sus anhelos...</p> - -<p>¿Cómo podría él encontrar un aparato como los aparatos de aquellos -sabios, y que le permitiera llevar a cabo un oculto pensamiento, en que -se mezclaban su teología y sus ciencias físicas...? ¿Cómo podría -realizar en su convento las mil cosas que se amontonaban en su enferma -imaginación?</p> - -<p>En las horas litúrgicas de los rezos y de los cánticos, notábanlo todos -los otros miembros de la comunidad, ya meditabundo, ya agitado como por -súbitos sobresaltos, ya con la faz encendida por repentina llama de -sangre, ya con la mirada como estática, fija en<span class="pagenum"><a name="page_048" id="page_048"></a>{48}</span> lo alto, o clavada en -la tierra. Y era la obra de la culpa que se afianzaba en el fondo de -aquel combatido pecho, el pecado bíblico de la curiosidad, el pecado -omnitranscendente de Adán, junto al árbol de la ciencia del Bien y del -Mal. Y era mucho más que una tempestad bajo un cráneo... Múltiples y -raras ideas se agolpaban en la mente del religioso, que no encontraba la -manera de adquirir los preciosos aparatos. ¡Cuánto de su vida no daría -él por ver los peregrinos instrumentos de los sabios nuevos en su pobre -laboratorio de fraile aficionado, y poder sacar <i>las anheladas pruebas</i>, -hacer los mágicos ensayos que abrirían una nueva era en la sabiduría y -en la convicción humanas... Él ofrecería más de lo que se ofreció a -Santo Tomás... Si se fotografiaba ya lo interior de nuestro cuerpo, bien -podría pronto el hombre llegar a descubrir visiblemente la naturaleza y -origen del alma; y, aplicando la ciencia a las cosas divinas, como -podría permitirlo el Espíritu Santo, ¿por qué no aprisionar en las -visiones de los éxtasis y en las manifestaciones de los espíritus -celestiales, sus formas exactas y verdaderas?</p> - -<p>¡Si en Lourdes hubiese habido un Kodak, durante el tiempo de las -visiones de Bernardetta!<span class="pagenum"><a name="page_049" id="page_049"></a>{49}</span> ¡Si en el momento en que Jesús, o su Santa -Madre, favorecen con su presencia corporal a señalados fieles, se -aplicase convenientemente la cámara obscura...!</p> - -<p>¡Oh, cómo se convencerían los impíos, cómo triunfaría la religión! Así -cavilaba, así se estrujaba el cerebro el pobre fraile, tentado por uno -de los más encarnizados príncipes de las tinieblas.</p> - -<h4>IV</h4> - -<p>Y avino que, en uno de esos momentos, en uno de los instantes en que su -deseo era más vivo, en hora en que debía estar entregado a la disciplina -y a la oración, en su celda se presentó a su vista uno de los hermanos -de la comunidad, llevándole un envoltorio bajo el hábito.</p> - -<p>—Hermano, le dijo, os he oído decir que deseábais una de esas máquinas, -como esas con que los sabios están maravillando al mundo. Os la he -podido conseguir. Aquí la tenéis.</p> - -<p>Y depositando el envoltorio en manos del<span class="pagenum"><a name="page_050" id="page_050"></a>{50}</span> asombrado Fray Pedro, -desapareció, sin que éste tuviese tiempo de advertir que, debajo del -hábito, se habían mostrado, en el momento de la desaparición, dos patas -de chivo.</p> - -<p>Fray Pedro, desde el día del misterioso regalo, consagróse a sus -experimentos. Faltaba a maitines, no asistía a la Misa excusándose como -enfermo. El padre provincial solía amonestarle, y todos le veían pasar -extraño y misterioso y temían por la salud de su cuerpo y por la de su -alma.</p> - -<p>Y perseguía su idea dominante. Probó la máquina en sí mismo, en frutos, -llaves, dentro de libros y demás cosas usuales. Hasta que un día...</p> - -<p>O más bien una noche, el desventurado se atrevió, <i>por fin</i>, a realizar -su pensamiento. Dirigióse al templo, receloso, a pasos callados. Penetró -en la nave principal y se dirigió al altar en que, en el tabernáculo, se -hallaba expuesto el Santísimo Sacramento. Sacó el copón. Tomó una -sagrada forma. Salió veloz para su celda.<span class="pagenum"><a name="page_051" id="page_051"></a>{51}</span></p> - -<h4>V</h4> - -<p>Al día siguiente, en la celda de Fray Pedro, se hallaba el Sr. Arzobispo -delante del padre provincial.</p> - -<p>—Ilustrísimo señor, decía éste; a Fray Pedro le hemos encontrando -muerto. No andaba muy bien de la cabeza. Esos sus estudios creo que le -causaron daño.</p> - -<p>—¿Ha visto su reverencia esto?—dijo su señoría ilustrísima, -mostrándole una revelada placa fotográfica que recogió del suelo, y en -la cual se hallaba, con los brazos desclavados y una dulce mirada en sus -divinos ojos, la imagen de Nuestro Señor Jesucristo.</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_052" id="page_052"></a>{52}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_053" id="page_053"></a>{53}</span></p> - -<h2><a name="CRONICAS" id="CRONICAS"></a> -<img src="images/illus-b053.jpg" width="329" height="462" alt="CRÓNICAS" title="" /> -</h2> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_054" id="page_054"></a>{54}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_055" id="page_055"></a>{55}</span></p> - -<h3><a name="BAJO_LAS_LUCES_DEL_SOL_NACIENTE" id="BAJO_LAS_LUCES_DEL_SOL_NACIENTE"></a>BAJO LAS LUCES<br /> -DEL SOL NACIENTE</h3> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_056" id="page_056"></a>{56}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_057" id="page_057"></a>{57}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b057.jpg" width="310" height="472" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Los cerezos florecían, y entre sus ramas<br /></span> -<span class="i0">alegres se divisaba un monte azul.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_058" id="page_058"></a>{58}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_059" id="page_059"></a>{59}</span></p> - -<p class="nind"><span class="lettre"> -<img src="images/drop-e.png" -width="71" -height="74" -alt="E" - /></span><span class="smcap">ra</span> el país de oro y seda, y en el aire fino como de cristal volaban las -cigüeñas, y se esponjaban los crisantemos del biombo. Los cerezos -florecían, y entre sus ramas alegres se divisaba un monte azul. Una rana -de madera labrada era igual a las ranas del pantano. Sobre la laca negra -corría un arroyo dorado. Muñecas de carne, con la cabellera atravesada -por alfileres áureos, hacían reverencias sonrientes, y gestos menudos. -En las casas de papel, en la ignorancia feliz del pudor, se bañaban las -niñas. Cortesanas ingenuas servían el té en tacitas de Liliput. En los -«kimonos» historiados se envolvían cuerpos casi impúberes e -inocentemente venales. Se hablaba de un viejo llamado Hokusai, que se -llamaba a sí mismo «el loco del dibujo». Floreros raros se llenaban de -flores extrañas ante los budhas risueños. Nobles daimios hacían lucir al -sol curvos sables de largo puño. Los «netskes» y las máscaras -reproducían faces joviales o aterrorizadas, caras<span class="pagenum"><a name="page_060" id="page_060"></a>{60}</span> de brujas o -regordetas caras infantiles. Al amor de una naturaleza como de fantasía, -se vivía una vida casi de sueño.</p> - -<p>Artistas y artesanos realizaban labores extraordinarias, que llegaban a -las naciones lejanas como de imperios de cuento. Se educaba la sonrisa y -se inculcaba la afabilidad. Se conservaban con respeto las antiguas y -sagradas tradiciones en el dulce ambiente de una existencia sencilla. Se -desconocía el egoísmo y se practicaba la más perfecta y blanda cortesía. -Los preceptos del viejo Confucio ordenaban la severidad y la -imparcialidad a jueces ceremoniosos. Había un profundo concepto de la -justicia y de la virtud, un aspecto innato de la superioridad -jerárquica, y el superior era bondadoso, y sumiso y sagaz el inferior. -Bonzos sabios enseñaban la fuerza de las plegarias y la fe en las -potencias ocultas. La paciencia y la tenacidad eran virtudes comunes; -eran desconocidas, o raras, la doblez, la inquina, la traición. La -poesía se mezclaba a la vida cotidiana. El amable «saké» hacía cantar -más tiernamente a las «samisén». Se tenían para el huésped los más -amables «sayonaras». Se pasaban horas de miel y caricias, con sutiles -amorosas que tenían nombres de<span class="pagenum"><a name="page_061" id="page_061"></a>{61}</span> piedras ricas, de pájaros lindos, de -flores exquisitas. Gloriosos «samurayes» se vestían como grandes y -metálicos insectos. Viejos peregrinos sabían fábulas e historias -inauditas. Pintores únicos tomaban detalles de la naturaleza y de la -vida, de manera que detenían en un papel de seda el aletazo de una -carpa, el salto de un tigre o el vuelo de una garza. Campesinos -pacientes sembraban el arroz al abrigo de sus agudos sombreros de floja -paja. Se tenía el culto preciso de los antepasados y se sabía por seguro -que hay buenos dioses y perversos demonios. Shintoistas o budhistas, los -hombres cumplían con los preceptos de sus religiones, aceptaban los -consejos de sus sacerdotes, y al lado de las divinidades veneraban a los -héroes de la acción o del pensamiento. Se predicaba y se sostenía firme -el amor al país y la adhesión inmensa al Mikado. Había una idea tan -grande del honor, que el suicidio en casos especiales formaba parte de -las costumbres. Se tenía el temor de lo divino y desconocido, y se -saludaba la memoria de los abuelos. Se amaba como en ninguna parte a los -niños; como en ninguna parte se obedecía a la autoridad paternal, y ante -las vasijas de calada madera había siempre, en tibores de prodigiosa<span class="pagenum"><a name="page_062" id="page_062"></a>{62}</span> -porcelana, ramos floridos. El conjunto de principios que los letrados -infundían al pueblo, se reducía a pocas palabras. Decían: «Hay un Dios -superior. Tiene como atributos la inteligencia, el valor, el amor. Por -la unidad de su espíritu y de su energía vital fueron creados el dios -Takanu Musubi y la diosa Kanmi Musuti, que forman, con su padre, una -augusta Trinidad. De la unión de estos dos nacieron otros dioses, y, por -último, los divinos antecesores de la familia imperial y de la raza -humana: Yzanagi e Yzanami. El alma del hombre es, por tanto, origen -divino e inmortal. Su cuerpo fué creado también por la energía divina; -pero no contiene de ésta lo bastante para ser inmortal. El deber del -hombre es cultivar, primero, las tres virtudes divinas, después las -siete virtudes que de ellas se derivan: la lealtad al emperador, la -piedad filial, la castidad, la obediencia a los superiores, la -sinceridad en la amistad, la bondad y la misericordia. El camino de la -virtud es el de la felicidad. La ley de la causa y del efecto reina en -el mundo presente y en el mundo futuro. El mayor criminal puede merecer -el perdón, y aun el favor de Dios, si se arrepiente con sinceridad. A -cada uno se le tomarán en cuenta sus<span class="pagenum"><a name="page_063" id="page_063"></a>{63}</span> acciones, y por ellas será -recompensado o castigado en el mundo futuro». Los japoneses, pues, -estaban en completo estado de barbarie.</p> - -<p>En efecto, hace ya tiempo, el mundo intelectual conoció toda la barbarie -que revelaron los Goncourt a la curiosidad y al arte occidentales. Se -supo que maravillosos pinceles estaban dotados de desconocidos -prestigios. Una civilización contemporánea de Nabucodonosor se había -conservado a través de siglos e invasiones. Sabios y poetas, que -estudian los clásicos chinos, meditaban y enseñaban. Brotaban de los -hornos las ricas obras de los alfareros de Satzuna. Un misterio -legendario flotaba sobre la región nipona, tan extraña como las naciones -orientales en que se mueven las magias de Sheherazada. El pueblo que, -según la frase de Voltaire «jamás ha sido vencido», guardaba con -admiración religiosa el nombre y el recuerdo de sus héroes, de los -violentos caballeros y marinos que rechazaron a los enemigos mongoles y -libraron la integridad del territorio.</p> - -<p>Un sano y vigoroso feudalismo mantenía en lo alto la seguridad del -gobierno, y abajo la felicidad del pueblo. Los poetas escriben<span class="pagenum"><a name="page_064" id="page_064"></a>{64}</span> poemas -en que se cantan la fidelidad y el amor en flor eternamente. Las -danzarinas saben bailes de argumento, que regocijan discretamente a los -espectadores. Los fieles no faltan a las ceremonias de los templos, y -hay pompa hermosa y nobleza ritual. Lafcadio Hearn nos explica lo que es -el Shinthoismo. Shinto significa carácter en su sentido más elevado: -valor, cortesía, honor, y, sobre todo, lealtad. Shinto significa piedad -filial, amor al deber, voluntad siempre lista al abandono de la vida por -un principio, y sin preguntar el por qué. Está en la docilidad del niño, -en la dulzura de la mujer. Es también conservador, saludable freno a las -tendencias del espíritu nacional, fácilmente inclinado a dejar lo mejor -del pasado para precipitarse con ardor en las modernidades extranjeras. -Es una religión transmitida en una impulsión hereditaria hacia el bien, -en un puro instinto moral. Es, en una palabra, toda la vida emocional de -la raza: El alma del Japón. Así, el renunciamiento a la propia -satisfacción, hasta a la vida, por la común felicidad, el deber -cumplido, el sacrificio voluntario y cordial, eran características de -esos singulares salvajes. Y en su sacro libro del Kodjiki aprendían -ejemplos de tiempos<span class="pagenum"><a name="page_065" id="page_065"></a>{65}</span> remotos, como el siguiente: «El príncipe Mayoana, -de edad de siete años solamente, después de haber matado al asesino de -su padre, se había refugiado en casa del Gran Tsubura, y las -multiplicadas flechas semejaban un campo de cañas. El Gran Tsubura se -adelantó, y quitando sus armas de su cinto se prosternó ocho veces, y -dijo: «La princesa Kará, mi hija, que tú te has dignado llamar hace -poco, está a tus órdenes, y te ofrezco, además, cinco graneros de arroz. -Si humilde esclavo de tu grandeza, me presto a luchar hasta el fin, no -conservo la esperanza de vencer; al menos, puedo morir antes de -abandonar a un príncipe que ha puesto en mí su confianza al penetrar en -mi casa». Habiendo así hablado, volvió a tomar sus armas, y se lanzó de -nuevo en el combate. Mas las fuerzas le abandonaron, y había agotado ya -todas sus flechas. El Gran Tsubura dijo: «Ya no tenemos flechas, y -nuestras manos están heridas; no podemos ya combatir. ¿Qué nos resta que -hacer?» «No nos queda nada que hacer», respondió el príncipe. «Ahora, -quítame la vida.» Y el Gran Tsubura tomó su sable y quitó la vida al -príncipe. Luego, haciendo girar el arma contra sí mismo, hizo caer a sus -pies su propia cabeza.»<span class="pagenum"><a name="page_066" id="page_066"></a>{66}</span></p> - -<p>Esas eran las lecturas de antaño, las que los ministros del culto -comentaban y las generaciones comprendían, infundiendo así cada día en -los corazones nuevos las antiguas virtudes. «La conciencia, dice Hearn, -llega a ser el solo guía, por la doctrina de la intuición, que no tiene -necesidad de decálogo o de código fijo que señale las obligaciones -morales. «Teólogo y filósofo, dice Motoonori, que todas las ideas -morales necesarias al hombre le son sugeridas por los dioses y son de la -misma naturaleza instintiva que las que le obligan a comer cuando tiene -hambre, y a beber cuando tiene sed. El, el sapiente Hirata: «Toda acción -humana es la obra de un dios.» Y de nuevo Motoonori: «Haber comprendido -que no hay ni camino que conocer, ni ruta que seguir, es seguramente -haber comprendido el camino de los dioses.» Y otra vez Hirata: «Si -tenéis deseos de practicar la verdadera virtud, aprended a tener temor -de lo invisible, cultivad vuestra conciencia, y no os apartéis nunca del -camino recto.» Y luego: «La devoción a la memoria de los antepasados es -el resorte de todas las virtudes. El que no olvida nunca sus deberes -para con ellos, no puede ser irrespetuoso con los dioses ni con sus -padres.<span class="pagenum"><a name="page_067" id="page_067"></a>{67}</span> Un hombre semejante está siempre fiel a su príncipe y a sus -amigos, bueno y dulce con su mujer y con sus hijos.» Así pensaba el -Japón viejo. Semejante atraso estaba oculto tras la puerta que, los -hombres colorados, fueron a abrir a cañonazos.</p> - -<p>Y a cañonazos se despertó a la vida y a la civilización de Occidente el -Japón viejo, y se convirtió en el Japón nuevo.</p> - -<p>«Hoy, dice sonriendo afiladamente el japonés Hayashi a un periodista -parisiense, hoy tenemos acorazados, tenemos torpedos, tenemos cañones. -¡Los mares de la China se enrojecieron con la sangre de nuestros -muertos, y con la sangre de los que nosotros matamos! Nuestros torpedos -revientan; nuestros shrapnells crepitan, nuestros cañones arrojan -obuses; morimos y hacemos morir; y vosotros, los europeos, decís que -hemos conquistado nuestro rango, ¡que nos hemos civilizado! Hemos tenido -artistas, pintores, escultores, pensadores. En el siglo <span class="smcap">XVI</span> editábamos -en japonés las fábulas de Esopo. ¡Éramos entonces bárbaros!»</p> - -<p>¡Oh, sí! Hoy están los descendientes de los antiguos daimios -completamente civilizados. Al <i>jiu-jitsu</i> nacional, han agregado los -conocimientos adquiridos en el Creusot y en<span class="pagenum"><a name="page_068" id="page_068"></a>{68}</span> Essen. Se les obligó a -aprender la ciencia de la guerra en establecimientos occidentales; se -les demostró que pasar la vida feliz, sin derramamientos de sangre, sin -soldados, sin militarismo, sin cañones Krupp, era el colmo de lo -salvaje. Se les enseñaron los caracteres occidentales para que pudieran -leer los diarios nacionalistas de Francia, los discursos de M. Jaurés, -las obras de Kipling; así supieron lo interesante del nacionalismo, lo -útil del socialismo, lo superior del imperialismo. Como son hábiles y -emprendedores, los nipones tuvieron pronto arsenales de ideas nuevas, -tuvieron nacionalistas, socialistas, imperialistas. Se dieron una -constitución. Se vistieron como se visten los hombres de Londres, que es -como se visten los hombres de todo el Occidente. Vieron claramente que -sonreir siempre es malo, ser afable es dañoso, ser piadoso es ridículo. -Se convencieron de que ser de presa es lo mejor sobre la superficie de -la tierra. Se militarizaron; se armaron, fueron excelentes discípulos de -los carniceros de los países cristianos. Destruyeron toda la poesía -posible, convirtieron a Madame Chrisantème en institutriz inglesa y en -enfermera. Se lanzaron al asesinato colectivo con un apetito -sobrehumano. Oku, Kuroko, Togo,<span class="pagenum"><a name="page_069" id="page_069"></a>{69}</span> entran en la categoría de semidioses. -Se trató de matar al mayor número de rusos posible. Se trató de volar -barcos, de «dinamitar» puentes, de arrasar batallones. Se va a la -conquista, al degüello, al odio. ¿En dónde está ese mundo de vagos -ensueños, ese mundo como lunas extra-terrestres, como astral, que admiré -en las escenas, en la maravillosa actriz Sada Yacco que era una -revelación de belleza exótica y peregrina? ¿En dónde están los antiguos -pintores Kakemonos, los antiguos Outamaros y Hokusais? ¿En dónde las -nobles creencias, los generosos ideales, la dulzura del carácter, las -genuflexiones, las pintorescas amorosas, el alma antes encantadora del -pasado Japón?... En la Mandchuria, la tierra se llenó de cadáveres... -Los mares chinos se enrojecieron de sangre.</p> - -<p>Se mira a los Estados Unidos con aire de desafío, con amor a la -guerra...</p> - -<p>La civilización ha triunfado...</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_070" id="page_070"></a>{70}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_071" id="page_071"></a>{71}</span></p> - -<h3><a name="MI_DOMINGO_DE_RAMOS" id="MI_DOMINGO_DE_RAMOS"></a>MI DOMINGO DE RAMOS</h3> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_072" id="page_072"></a>{72}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_073" id="page_073"></a>{73}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b073.jpg" width="228" height="320" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Y veo en un país lejano<br /></span> -<span class="i0">una vieja ciudad.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_074" id="page_074"></a>{74}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_075" id="page_075"></a>{75}</span></p> - -<p class="nind"><span class="lettre"> -<img src="images/drop-m.png" -width="70" -height="70" -alt="M" - /></span><span class="smcap">i</span> -pobre alma, con una alegría de convaleciente, se despierta este día, -domingo, sonríe a la luz del sol de Dios, se sacude como un ave húmeda -del rocío de la aurora, y, a pesar de que quiero contenerla: «¡Mira que -estás muy débil! ¡mira que casi no tienes alientos! animula, blandula, -vagula, ¿a dónde vas?» no me hace caso, ríe como una locuela de catorce -años, se va, bajo el esplendor matinal, al jardín de mi fantasía, al -huerto de mi mente, y vuelve con dos verdes y frescos ramos de palma, -alzando los brazos al cielo, en un divino ímpetu, como si quisiera -volar.</p> - -<p>—Animula, blandula, vagula, ¿a dónde vas?</p> - -<p>—¡Voy a Jerusalén!—me dice mi pobre alma.</p> - -<p>Y allá se va, camino de Jerusalén, sin bordón de peregrino, sin alforja -de caminante, sin sandalias de romero. Ella va a la fiesta, arrastrada -por su deseo, sin temor de las asperezas del viaje, sin miedo a los -abismos, a las fieras y a las víboras.<span class="pagenum"><a name="page_076" id="page_076"></a>{76}</span></p> - -<p>Tal parece que fuese llevada por una ráfaga milagrosa, o sostenida por -el amoroso cuidado de cuatro alas angélicas. Ella no sabe hoy de las -tristezas, de las maldades y de las tinieblas de la vida. Deja la ciudad -de los infames publicanos, de los odiosos fariseos, de las pintadas y -ponzoñosas prostitutas. Ha sentido como el llamamiento de una sagrada -primavera, y se ha abierto fresca y virginal como una blanca rosa. Un -perfume celeste la baña, y ella a su vez exhala su perfume íntimo, su -ungüento de fe y de amor. Un sol de vida le pone en su debilidad, -fortaleza; en sus mejillas pálidas, una llama de niñez; en su frente, -tan combatida por el dolor, una refrescante guirnalda florida. ¿Que -vendrán las espinas después?...</p> - -<p>Ella no sabe eso. Hoy cree sólo en las flores y las palmas; hoy debe -asistir a la entrada triunfal del Rey Jesús. Armoniza sus más bellas -canciones de gloria, para repetirlas en honor de quien viene. Clamará -con el coro de los sencillos, con la lengua del pueblo que acompaña con -jubilosos hosannas al Príncipe del Triunfo.</p> - -<p>Se han borrado de su memoria las penas pasadas, no quiere poner su -pensamiento en los amargores futuros. Como en un inspirado<span class="pagenum"><a name="page_077" id="page_077"></a>{77}</span> paso, sigue -su ruta, y, tan ligera va, que el aire no la siente pasar. Las montañas -nada son para ella. Va sobre las cambroneras sin que sus pies desnudos -se hieran; los leones de la selva la miran con cariñosos ojos, y se -dicen: «He allí la pobre alma que va a Jerusalén, hoy, Domingo de -Ramos»; las tempestades se ciernen sobre su cabeza, pero ella es -invencible delante de las tempestades; el tórrido fuego de los desiertos -no marchita una sola de las flores de su corona; las palmas que lleva en -sus manos, con un gesto glorioso, están llenas de su primera frescura; -la alondra lírica y cristalina dícele: «Hermana, apresura el paso para -que llegues a tiempo». Y yo la sigo con ojos apasionados: «¡Sí, alma -mía, acude, no tardes, vuela a Jerusalén!».</p> - -<p>—«Yo soy tu infancia»—, me dice una voz entre tanto. Dícemelo una voz -encantadora que regocija y deleita mis potencias.</p> - -<p>Porque en lo íntimo de mi ser se despliega, como un inmenso e -incomparable lienzo azul, en que surge decorada por virtud maravillosa, -la estación de mi existencia en que los cielos eran propicios y la -tierra amable y buena como una nodriza. A mis narices viene un olor de -yerbas olvidadas, de flores que há tiempo no he vuelto a ver; a mis ojos -florece<span class="pagenum"><a name="page_078" id="page_078"></a>{78}</span> una aurora de visiones, que me atraen con una magia imperiosa; -a mis oídos llegan notas de lejanas armonías, que han dormido por largo -espacio de años bellas princesas del bosque de mi vida; mi tacto es -halagado por el roce de aires amigos, que acariciaron los bucles rubios -de mi infancia, y reconozco el troquel de que saltó mi primer -pensamiento, limpio y sonoro como una medalla argentina.</p> - -<p>Y veo, en un país lejano, una vieja ciudad de gentes sencillas, en donde -Jesucristo habría encontrado ejemplares de sus perfectos pescadores. -Sobre los techos de tejas arábigas de las casas bajas pasa un vuelo -vencedor en la mañana del Domingo de Ramos: la salutación y el -llamamiento que cantan las grandes campanas de la Catedral en que -duermen los huesos de los obispos españoles. El alba ha encontrado la -calle principal decorada de arcos de colores y alfombrada de alfombras -floridas; en esas alfombras, tosco artista ha dibujado aves simbólicas, -grecas, franjas y encajes, plantas y ramos de una caprichosa flora. La -policromía del suelo fórmanla tintes fuertes y vivos: maderas de las -selvas nativas, rosas para el rosal, hojas frescas para los verdes, y, -para el blanco<span class="pagenum"><a name="page_079" id="page_079"></a>{79}</span> maíz que el fuego reventó la noche anterior, cuando a -los granos trepitantes acompañaron alegres canciones. Las gentes han -madrugado, si no han pasado en vela la noche del sábado; han madrugado y -están vestidas de fiesta, aguardando la hora de la misa. Así, cuando ha -dado la señal el campanario, el desfile comienza: severas autoridades, -familias de pro, licenciados de largas levitas flotantes; la cruel -Mercedes, la dulce Narcisa, la rara Victoria, los elegantes y el pueblo -en su pintoresco atavío nacional. El sol que llega, todo de oro y -púrpura dominicales, tornazola los rebozos de seda de esas mujeres -morenas. Allá va el bachiller que lee a Voltaire y se confiesa una vez -al año, por la cuaresma, o antes si espera haber peligro de muerte: va a -la misa. Sobre aquella ciudad, feliz como una aldea, ciérnese todavía un -soplo del buen tiempo pasado. Es aún la edad de las virtudes primitivas, -de los intactos respetos y de la autoridad incontrastable de los -patriarcas. Para ir al templo preceden los cabellos blancos a los grupos -de fieles. Y la campana grande alegra a todos; todos los corazones -reciben el propio influjo; rige las voluntades un mismo ritmo de -impulsión. La campana grande es la lengua de<span class="pagenum"><a name="page_080" id="page_080"></a>{80}</span> la ciudad; ella despierta -reminiscencias de sucesos memorables, orgullos populares y orgullos -patricios. Cuando habla, creeríase que un espíritu supremo la inspira y -que anuncia, en su idioma de bronce, la piedad del cielo.</p> - -<p>Visión de los altares de llamas y pétalos. Son del potente órgano de -Pamplona; voces angelicales de los niños; clamores de los sochantres; un -velo de incienso envuelve y aroma la ancha nave: ese misterioso y -litúrgico perfume que tiene figura corporal, encarnado en su humo -fugitivo, es el ambiente en que pueden dejarse entrever, bajo las -cúpulas eclesiásticas, los seres puros del Paraíso. Y el cuerpo mismo, -al aspirarlo, mientras el alma se eleva con la plegaria, goza en una -como sagrada sensualidad. Visión del sacerdote: la simbólica del gesto; -el poder de las evocaciones divinas: la hostia, nieve sobre la pompa de -los oros y la gracia ascendente de los cirios, ¡Suena, suena, haz -estallar tu alma por tus tubos, órgano de Pamplona que toca el organista -de barba larga.</p> - -<p>Y he ahí que un niño meditabundo está arrodillado delante del -sacrificio. Id al Himalaya, y entre las más blancas nieves de la más -alta cumbre, buscad el copo que en sí<span class="pagenum"><a name="page_081" id="page_081"></a>{81}</span> contenga la blancura misma: esa -es su alma. Id al Sarón bíblico y, entre todos los lirios, escoged el -que escogería para entrar en el Paraíso la más pura de las -bienaventuradas: esa es su fe. Y ese niño, en medio de su oración y de -su contrición, siente un eco nuevo en lo secreto de su ser, eco que -responde a la inmortal anunciación de la Lira.</p> - -<p>¡Palmas! La procesión ha aparecido ya; hacia el azul del Señor dirigen -las alas las jaculatorias; las músicas tienden en los aires sus arcos de -harmonías; del campanario, como de un sacro y encantado palomar, -desbandadas de palomas, de palomas de oro, los himnos de las campanas se -ciernen sobre las gentes. Hosannas de los trombones y violines; hosannas -de las plantas; hosannas de los celestes violoncelos. Bajo la seda y el -oro de un palio pomposo como una casulla de gala, va Jesucristo sobre -una asna; el prefecto lleva la asna del fiador. Obra de desconocido e -ingenuo escultor de la escuela quiteña, Nuestro Señor está hermoso y -real sobre su cabalgadura. Sus atavíos son los de un arzobispo; lleva -magna capa sostenida por un paje eclesiástico; sus ojos dulces miran -como si mirasen lo infinito; su cabellera nazarena le cae en rizos sobre -los hombros;<span class="pagenum"><a name="page_082" id="page_082"></a>{82}</span> su mano derecha, detenida en un gesto hierático, bendice -al mundo. Así va, seguido de gran muchedumbre, sobre las alfombras -policromas y olorosas, bajo las arcadas de banderolas. Pendientes de los -arcos, veis curiosas cosas: frutas doradas, cestos de flores, pelicanos -con el pecho herido, garzas reales, águilas y palomas, monstruosos -caimanes, inauditas tarascas, serpientes y quimeras.</p> - -<p>El olor de la tierra húmeda únese a la exhalación perfumada de las -enormes flores de palmera, gruesos chorros de oro impregnado de fino -óleo aromoso, y cuyos granos son, para los naturales, a manera de -primitivos confetti. ¡Palmas! Por todas partes veréis la inclinación -gallarda de los ramos sonoros y frescos, imprimiendo al conjunto -extraño, como un concepto de belleza antigua y peregrina. Palmas llevan -los viejos; mujeres y niños hay coronados de palma. Y la procesión va -por la calle mayor, la calle Real, con una solemnidad llena de gozos y -fragancias. Y he allí que al llegar a un punto dado, bajo el más bello -arco de colores, hay una hermosa granada de plata que deja entrever -granos de oro. Y cuando el palio pasa debajo de ella, y el Señor del -Triunfo se detiene un<span class="pagenum"><a name="page_083" id="page_083"></a>{83}</span> instante, la bella fruta oriental se abre, como -reventada de sol y de savia, y de su seno vuelan, como un grupo de -mariposas que se pusiesen en libertad, hojas impresas que lleva el aire -sobre la muchedumbre, y que tienen, en honra de Jesucristo triunfante, -versos. ¡Versos! Sí, versos rimados malamente, sentidos buenamente; -logro inapreciable para la muchedumbre que acompaña al Nazareno, que, -con la diestra, en un gesto hierático, bendice al mundo. ¡Oh, potestades -de los cielos! ¡Vosotras podéis ver quién, cual si fuese un infante -real, siente como hecha de un oro divino su corona de palmas del Domingo -de Ramos! Es ese niño que ha llegado de la iglesia, y está cerca de la -anciana abuela de cabellos crespos y recogidos como una marquesa de -Boucher.</p> - -<p>Es ese niño meditabundo, triste en su alegría, como si estuviese -sintiendo ya la llegada de su Viernes Santo. ¡Es ese niño que ha rimado -los versos infantiles de la granada oriental, símbolo de su corazón, que -se abrirá para regar por ley infalible, sobre la tierra sus íntimas -armonías, los perfumes misteriosos de su sangre vital, la esencia de su -pobre alma, enferma desde entonces, de la recóndita y adorada enfermedad -del ensueño!<span class="pagenum"><a name="page_084" id="page_084"></a>{84}</span></p> - -<p>Y aquella palma mística es para él un símbolo. Sus ojos pueriles miran -de pronto, como en un vago éxtasis, una figura, que cerca del Cristo -lleva una palma en la mano. Es una figura de maravilloso aspecto, -semejante a un arcángel, vestida de fortaleza y de luz; su frente -aureolada se destaca sobre el profundo y sacro azur; su diestra alza en -la mano una imperial palma de oro; su voz suena con harmonía intensa y -dominante, como la voz de un dios: «¡Yo soy, oh, niño, exclama, quien te -viene a hechizar y arrastrar para siempre en el triunfo del Domingo de -Ramos! He aquí la palabra simbólica: ¡Yo soy la Gloria! Yo vengo a -mostrarte el miraje de las soñadas Babilonias de plata, los sublimes -Eldorados, las Jerusalenes que han de atraer tu pensamiento y tu sér -todo, pues has nacido predestinado para desconocidos padecimientos, por -amor de las Visiones y la pasión de las Palmas!»</p> - -<p>Y el niño escucha aquellas palabras, sintiendo en su débil persona como -la insuflación de una vida nueva; y su pequeño corazón palpita en un -desconocido propósito de obrar y realizar cosas grandes.</p> - -<p>Más tarde, las palmas del domingo guárdanse en las casas de los -creyentes, como poderosos<span class="pagenum"><a name="page_085" id="page_085"></a>{85}</span> e invencibles talismanes. Queda junto a los -retablos antiguos, junto a los santo-cristos que guardaban los lechos -familiares, los ramos que el tiempo seca, y que las canículas doran y -tornan más sonoros y livianos. Cuando suenan los truenos y caen los -aguaceros diluviales bajo el cielo negro cebrado de relámpagos, fórmanse -de las palmas benditas del Domingo de Ramos coronas salvadoras. -Coronados de palmas, los habitantes de la ciudad feliz no temen las -amenazas de la tormenta. Y he aquí que el niño triste, precoz enamorado -de la Lira, sembró en el huerto de su corazón y en el jardín de su -suerte un ramo de aquellas frescas hojas, y el ramo, a pesar de crueles -inviernos, de ásperos huracanes, de voraces langostas, de hoces -afiladas, ha crecido y producido otros ramos nuevos.</p> - -<p>De allí ha cortado, en este día esplendoroso, sus dos palmas gallardas, -la pobre alma que hace su peregrinación a Jerusalén, como sostenida por -cuatro alas angélicas que enviara un bondadoso decreto del Padre de la -Esperanza.</p> - -<p>—«¡Vengo de Jerusalén»!, dice mi pobre psique. Y he aquí que miro en -sus ojos más luz, y en sus mejillas una pura y juvenil llama<span class="pagenum"><a name="page_086" id="page_086"></a>{86}</span> de sangre. -Vuelve reconfortada, para arrostrar las tinieblas y elementos que la -combaten en el habitáculo del debil y vibrante cuerpo. Pues es ella la -víctima ofrecida, por la ley suprema, a las fuerzas desconocidas que -ponen cerco a su frágil domicilio. En la bóveda del cráneo, son los -pensamientos y los sueños que nacen entre las marañas del cerebro; los -nervios que, como una cruel túnica, se extienden; las pasiones que se -desatan por las puertas de los sentidos; y el omnipotente y tentacular -pulpo del sexo cuya cueva obscura es el sepulcro. Después, las luchas -del Mundo y del Demonio encarnados en la Maldad ingénita y en la -Estupidez humana; los truenos de la vida, las rachas, los ventiscos de -las rudas horas amargas, de odiosa espuma; los relámpagos de la -concupiscencia; los rayos de la soberbia; las lívidas nubes de la -envidia; los aborrecimientos desconocidos; los granizos inmotivados; la -Mujer—<i>¡Misterium!</i>—con su arcana misión de pecado y de llanto; el -crimen; y, sobre todo, en el fondo de esa implacable tempestad, -guardianes de la vasta Puerta del Universo: obscuro, obscuro, el dolor; -pálida, pálida, la Muerte...</p> - -<p>¡Dame, alma de mi infancia, una hoja de tu palma bendita para coronar mi -frente!<span class="pagenum"><a name="page_087" id="page_087"></a>{87}</span></p> - -<h3><a name="HOMBRES_Y_PAJAROS" id="HOMBRES_Y_PAJAROS"></a>HOMBRES Y PAJAROS</h3> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_088" id="page_088"></a>{88}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_089" id="page_089"></a>{89}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b089.jpg" width="158" height="219" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> - Al amor de la mañana, o cuando comienza<br /> -la tarde, he aquí -lo que suele verse en los<br /> jardines de París... -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_090" id="page_090"></a>{90}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_091" id="page_091"></a>{91}</span></p> - -<p class="nind"><span class="lettre"> -<img src="images/drop-a.png" -width="70" -height="71" -alt="A" - /></span><span class="smcap">l</span> amor de la mañana, o cuando comienza la tarde, he aquí lo que suele -verse en los jardines de París, especialmente en las Tullerías y en el -Luxemburgo. Mientras al amparo de las alamedas saltan los niños o juegan -con sus aros y las nodrizas cuidan de sus bebés, y en los bancos hay -lectores de diarios, y más allá jugadores de «foot-ball», y paseantes -que flirtean, o estudiantes que estudian, o pintores que cazan paisajes, -y en las anchas filas de las fuentes, al ruido del chorro de agua, -minúsculos marinos echan sus barquitos de velas blancas y rojas, unas -cuantas personas cumplen con una obligación sentimental y graciosa que -se han impuesto: dar de comer a los pajaritos. Generalmente, los únicos -que aprovechan son los gorriones, los ágiles y libres gorriones de -París. Hay también las palomas, pero las palomas no son las que más -gozan de la prebenda. Parecen estar fuera de su centro, de lugares en -donde reinan solas, sin competencia ni reparto: la plaza de San<span class="pagenum"><a name="page_092" id="page_092"></a>{92}</span> Marcos -de Venecia, o las cercanías del palacio Pitti, en Florencia. Aquí, pues, -son los gorriones, pequeños e interesantes vagabundos, opuestos a la -vida normal de las abejas, por ejemplo, y que esperan por estudioso -biógrafo un Maeterlinck alegre.</p> - -<p>No lejos del Arco del Carrousel, en que la guerra y la Ley están -representadas, un grupo de gente de diversas condiciones y edades, forma -valla, mira en silencio. Un hombre de aspecto tranquilo y serio, cerca -del césped, sobre el que salta y vuela una inmensa bandada de gorriones, -saca de su bolsillo un pan y lo desmenuza. Luego, comienza a llamar: -¡Juliette!... Y una fina gorrioncita se desprende de la bandada -chilladora y saltante, y se va a colocar en la cabeza, en los hombros, -en la mano del hombre. «Louise, Jean, Friederic, Mimi, Toto, Mussette».</p> - -<p>Los pájaros libres del jardín, que entienden por sus nombres -respectivos, van todos a la voz que les llama. Y es un revoloteo -incesante alrededor del amigo que regala, y una fiesta a que, por otra -parte, están completamente acostumbrados. Unos cazan la miga al vuelo, -otros la toman en la mano, otros la recogen del suelo.</p> - -<p>El hombre les habla, les acaricia, les regaña.<span class="pagenum"><a name="page_093" id="page_093"></a>{93}</span> <i>Prends garde, -gourmand.</i> «Ten cuidado, glotón». «No seas atrevido, Robert». «Señorita, -así no se come»... «Insolentes, ahora vais a ver». Les trata con -naturalidad, con amistad, con confianza, con familiaridad. Todos ellos -le conocen, y él conoce a todos ellos, a pesar de tener todos igual -uniforme, y de no haber nada más semejante a un gorrión, como una gota -de agua a otra gota de agua. Y se ve que ese personaje, cuyo nombre -todos ignoran, tiene verdadero amor por sus pajaritos, y que no falta un -solo día, desde hace muchos años, a cumplir con su amable tarea, de -manera que, si faltase una sola vez, habría verdadera alarma entre el -mundo alado que puebla los ramajes de las Tullerías, y que si llegase a -faltar para siempre, los pobres animales estarían de duelo, a menos que -su alma en libertad fuese visible para ellos en la transparencia de los -aires.</p> - -<p>Mas, en verdad, una vez se ausentó, enfermo de la vista, y hubo duelo -entre los pájaros y gozo a su retorno.</p> - -<p>En el jardín del Luxemburgo, cerca del palacio, al lado de las galerías -del Odeón, muchas veces he encontrado a diferentes personas que dan de -comer a los pajaritos; pero, sobre todo, no dejo nunca de ver a un<span class="pagenum"><a name="page_094" id="page_094"></a>{94}</span> -viejecito, de aspecto venerable, de ropas modestas, que lleva en su -solapa la cinta de la Legión de Honor. ¿Qué sabio, qué poeta será? ¿O -qué filósofo anciano que venga con un espíritu semejante al de su -antepasado Descartes a admirar la mano de Dios, y a «conocer y -glorificar al obrero por la inspección de sus obras?» Otras veces, es un -caballero enorme, que se sienta en los bancos para llenar su obligación, -varón de gordura extraordinaria, que tiene una cabeza de niño -gigantesco. Los pájaros se le posan sobre el extensísimo pecho, sobre -los hombros de elefante, le revuelan por el magnífico vientre, y en -ramilletes temblorosos se le prenden de las manos regordetas, llenas de -bizcochos. No puedo de dejar de pensar: bueno, como todos los gordos. -Cerca de él una viejecita de luto, con un niño, reparte también su -ración. A veces conversa con los pájaros, a veces con el niño, a ambos -les habla con el mismo tono. Los animales conocen a todos, pero con el -anciano de la Legión de Honor hay mayores relaciones. Le siguen, cuando -les deja, a saltitos; se diría que le hablan en su idioma; se le sientan -en el veterano sombrero de copa; le llaman de lejos. El se vuelve; los -sonríe; parece que se despide hasta el día siguiente.<span class="pagenum"><a name="page_095" id="page_095"></a>{95}</span></p> - -<p>Y nada es más suavemente impresionante, en la frescura de la mañana o en -la melancolía de la tarde. Acaba uno de leer los diarios, de ver la obra -del mal, del odio, la lucha de las pasiones, el hervor de los vicios. -Larga lista de crímenes, de escándalos, de injusticias. Los asesinatos, -las infamias, las intrigas, todo el endemoniado producto de una inmensa -ciudad de tres millones de habitantes. Va uno por los bulevares, y ve -pintada en la mayor parte de los rostros con que se encuentra, la -codicia, la ferocidad, la vanidad y la lujuria; habla uno con prójimos, -con conocidos, llenos de hieles, de ponzoñas, de vitriolos; encuentra -uno más allá, astucias, intrigas, rebajamientos, prostituciones, la caza -al <i>sou</i>, la caza al franco, la caza al luis, al billete, al cheque, los -aires de neurosis que soplan sobre las terrazas; los asesinos elegantes; -los espadachines cobardes; los ambiciosos; los <i>ratés</i>; la vergüenza de -abajo; los crímenes de arriba; Sodoma por una parte y Lesbos por otra; -lo artificial entronizado; las podredumbres cotidianas; la farsa -continua, la negación de Dios. Y hay aquí estas gentes que vienen a dar -de comer a los pajaritos...</p> - -<p>Sí, porque París tiene un vasto cuerpo; es<span class="pagenum"><a name="page_096" id="page_096"></a>{96}</span> un vasto cuerpo como el -cielo de Swedenborg, o el universo de Campanella. Tiene un organismo -propio, semejante a los astros de Bruno, <i>animali intellettuali</i>: tiene -una cabeza, unos brazos, un corazón, un vientre y un sexo; tiene sus -grandes pensamientos, sus grandes sentimientos, y sus buenas y malas -acciones, y sus bellos gestos y la banda gris del Sena que refleja los -diamantes celestes.</p> - -<p>Por el barrio en que habité está el cerebro, está la cabeza. Por algo, -en el <i>argot</i> parisiense, <i>sorbonne</i> quiere decir cabeza. Allí está el -órgano pensante, la juventud de las escuelas, las grises piedras que -vieron pasar a Abelardo, el hogar de la enseñanza. Unos cuantos -meditativos viejos, en sus encierros silenciosos, compulsan los -conocimientos del pasado, trabajan en la ciencia del presente, piensan -en el porvenir; un ejército de jóvenes se prepara a la obra de los -maestros. Es el Colegio de Francia, es el Instituto, la Escuela de -Medicina, todas las escuelas y laboratorios y en donde se forman y se -desarrollan los sabios, y aprenden a concretar sus sueños los artistas. -Es el Panteón, son los museos.</p> - -<p>Las cátedras de ese centro están en actividad. Profesores y alumnos -siguen por el<span class="pagenum"><a name="page_097" id="page_097"></a>{97}</span> camino comenzado desde hace siglos. Aquí se escucha el -ruido de la humanidad, se busca cómo penetrar el misterio de las cosas, -cómo mejorar la existencia; la filosofía investiga, induce, deduce; la -ciencia experimenta, analiza; se labora por el mejoramiento social, por -el perfeccionamiento individual. De las cátedras se extiende un continuo -río de ideas, de que benefician la industria, el comercio, la salud. Y -los ojos de París están también allí, en el Observatorio, escudriñando -la altura, fijos en los astros.</p> - -<p>A un lado y otro se extienden los brazos. Es el París que trabaja, las -extremidades llenas de fábricas, cuajadas de usinas de telares, de -chimeneas. Por allí, constantemente, bullen las muchedumbres de obreros -que forman la vitalidad productora: los obreros que saben leer y luchar, -los trabajadores que salen de sus labores y van a las universidades -populares a comunicar con sus hermanos intelectuales, ya en el faubourg -Saint-Antoine, ya en Montreuil-sous-Bois, en Grenelle, o en -Boulogne-Billancourt, de un punto a otro, de Asnières a Charenton, de -Vincennes a Puteaux, a Levallois, a Courbevoie. Pues los brazos de París -manejan alternativamente herramientas y libros, antorchas e<span class="pagenum"><a name="page_098" id="page_098"></a>{98}</span> ideas. Son -brazos robustos e inteligentes, y también terribles.</p> - -<p>El inmenso vientre y el sexo están en el centro, en ese trecho en que -los grandes bulevares juntan todos los apetitos, deseos y vicios -nacionales y extranjeros, desde la Magdalena hasta la Plaza de la -República y los alrededores de la Opera. Allí se come bien y se peca -mejor. La riqueza y el lujo hacen su exhibición, la gula encuentra cien -dorados refugios en que saciar sus más exquisitos caprichos, y el amor -fácil halla el suntuoso y babilónico prostíbulo ambulante que ha dado a -esta capital, digna de superior renombre, el de ser el lugar de cita y -el casino de las naciones.</p> - -<p>Y el corazón de París late por todas partes, y riega su sangre por todo -el resto del magnífico cuerpo. Ese corazón anima a las individualidades -silenciosas y discretas que hacen el bien callado a los hospicios y -lugares de asilo, a los conventos en que sin engaño se reza y se -sostiene, como dice Huysmans el de la Oblación, el pararrayo. Cuando ese -corazón quiere hablar se llama <i>Severine</i>, como se llamaba Luisa Michel. -El hace ir sin pompa a las viejas caritativas a llevar pan y carbón a -sus pobres; él sostiene a las<span class="pagenum"><a name="page_099" id="page_099"></a>{99}</span> infinitas muchachas honestas que, -viviendo con el lupanar a la vista, prefieren ir a la fábrica para dar -de comer a la madre inválida o al hermanito enfermo; él se revela, por -fin, en los que se ahogan por salvar suicidas, en el médico que va a ver -el infeliz y le deja con la receta el dinero para pagarla, en las nobles -cooperativas, y hasta en el cochero viejo que se mata porque se le murió -el caballo, que era su antiguo compañero. ¡El buen París! ¿Quién dice -que tan solamente hay aquí muñequitas de carne, y hombres con profesión -de pez? Que venga a ver los talleres llenos, las iglesias, las -universidades populares, y... a los hombres que dan de comer a los -pajaritos.</p> - -<p>No hay que reir mucho de Margot si llora por el melodrama, y si viejas -solteronas se enamoran de sus gatos. No hay que buscar el lado cómico de -las Sociedades protectoras de animales. No debe ser ridiculizado ningún -sentimiento de origen noble. Y el cariño hacia la naturaleza—paisajes, -animales, flores o aguas—y las simpatías por las manifestaciones -amables de ella, proclamarán siempre su origen generoso. Sin anonadar -nuestra personalidad humana en la ataraxia de Zenón o la apatía -epicúrea, tengamos la<span class="pagenum"><a name="page_100" id="page_100"></a>{100}</span> pasión del universo, la tendencia a nuestra -unidad. Así como nada conforta tanto como la presencia de los bosques o -la contemplación del Océano, nada suaviza más las asperezas del espíritu -que la visión de una rosa en su tallo, o un pájaro sin trabas ni jaula, -que salta y vuela por donde quiera, y canta sin inquietudes bajo el -cielo. Quizás la luminosa alegría que nada podrá destruir en el alma de -esta Galia feliz, viene de su simbólica alondra, maestra de libertad, -amante de claridad, ebria de frescor y de canto matutino. Tengamos el -amor de las rosas y de los pájaros, de las mariposas, de las abejas. Es -un medio de comunicación con lo Universal, con la divinidad. -Maeterlinck, en el libro admirable que conocéis, ha oído la iniciada voz -de Virgilio:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2"><i>Ese apibus partem divinæ mentis et hansitus.</i><br /></span> -<span class="i0"><i>Athereos dixere: Deum manque ire per omnes.</i><br /></span> -<span class="i0"><i>Terrasque tractusque maris, extumque profundum.</i><br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Nada más conmovedor que la petición que, hace algún tiempo, dirigieron -al Congreso belga los miembros de un instituto de ciegos.</p> - -<p>Sabido es que en ambas partes a los pájaros cantores, para que canten -mejor, les sacan los ojos, sin duda acordándose del divino<span class="pagenum"><a name="page_101" id="page_101"></a>{101}</span> Melesígenes, -que también supo ser armonioso sin los suyos...</p> - -<p>En Bélgica hacen lo mismo, y esos ciegos del instituto han intercedido -por los ojos de los pajaritos.</p> - -<p>Yo sé que hay gentes que sonríen de todas esas cosas, que hallan todo -sentimentalismo fuera de moda, y que juzgan nefelibatas a los que no se -levantan todos los días con el único propósito de aumentar sus rentas -por la buena o por la mala. Yo sé que hay muchas gentes que retorcerían -con gusto el pescuezo a todos los cisnes del Caistro, y enviarían una -buena perdigonada a los ruiseñores de las melodiosas florestas. Yo sé -que en filosofía priva mucho actualmente la ferocidad, el egoísmo, la -crueldad. Pero esos son nietzschistas furiosos y danzantes, ante los -cuales iría yo a dar un abrazo al hombre que da de comer a los -pajaritos...</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_102" id="page_102"></a>{102}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_103" id="page_103"></a>{103}</span></p> - -<h3><a name="PRIMAVERA_APOLINEA" id="PRIMAVERA_APOLINEA"></a>PRIMAVERA APOLINEA</h3> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_104" id="page_104"></a>{104}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_105" id="page_105"></a>{105}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b105.jpg" width="232" height="347" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> - Una copiosa cabellera. Unos ojos<br /> de ensueño y de -voluntad, juventud,<br /> mucha juventud: un poeta. -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_106" id="page_106"></a>{106}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_107" id="page_107"></a>{107}</span></p> - -<h4>I</h4> - -<p class="nind"><span class="lettre"> -<img src="images/drop-u.png" -width="70" -height="68" -alt="U" - /></span><span class="smcap">na</span> copiosa cabellera. Unos ojos de ensueño y de voluntad. Juventud, -mucha juventud: un poeta. Habla:</p> - -<p>—Yo nací del otro lado del Océano, en la tierra de las pampas y del -gran río. Desde mi pubertad me sentí Abel; un Abel resuelto a vivir toda -mi vida y a desarmar a Caín de su quijada de asno. Afligí a mis padres, -puesto que muy temprano vieron en mí el signo de la lira. Se me rodeó de -guarismos en el ambiente de las transaciones, y salté la valla. De todo -el himno de la patria sólo quedó en mi espíritu, cantando, un verso: -¡Libertad! ¡libertad! ¡libertad! Y me sentí desde luego libre por mi -íntima volición.</p> - -<p>Y conocí a un hermano mayor, a un compañero, que tendiéndome la diestra -me señaló un vasto campo para las luchas y para los clamores, me inició -en el sentimiento de la solidaridad humana, aquel joven bello y -atrevido<span class="pagenum"><a name="page_108" id="page_108"></a>{108}</span> de vida trágica y de versos fuertes. Mi bohemia se mezcló a -las agitaciones proletarias, y aun adolescente, me juzgué determinado a -rojas campañas y protestas. Fraseé cosas locamente audaces y rimé -sonoras imposibilidades. Mi alma, anhelante de ejercicios y actividades, -fluctuó en su primavera sobre el suburbio. No sabía yo bien adonde iba, -sino adonde me llamaban lejanos clarines. Me imbuí en el misterio de la -naturaleza, y el destino de las muchedumbres, enigma fué para mí, tema y -obsesión. Ardí de orgullo. Consideréme en la solidaridad humana, -vibrantemente personal. Nada me fué extraño, y mi yo invadía el -universo, sin otro bagaje que el que mi caja craneana portaba de -ensueños y de ideas.</p> - -<p>Mi espíritu era un jardín. Mis ambiciones eran libertad humana, alas -divinas. Y, como no encontraba campana mejor que la que levantaba el -alma de los desheredados, de los humildes, de los trabajadores, me fuí a -buscar a Cristos por los mesones de los barrios bajos y por los -pesebres. Creí—aurora irreflexiva—en la fuerza del odio, sin -comprender toda la inutilidad de la violencia. No acaricié el -instrumento de mis cantos, sino que le apreté contra mi corazón con una<span class="pagenum"><a name="page_109" id="page_109"></a>{109}</span> -como furia desmedida. Comprendía que yo había nacido para ser una vasta -comunidad sedienta de justicia, buscadora de inauditas bienaventuranzas. -Mi derrotero iba siempre hacia el azul. Para todo el comprimido río de -mis ideas juveniles no hallé mejor salida que el cauce de las -sensaciones y las cataratas de las palabras. Mi rebeldía iba coronada de -flores. No tenía más compañeros que los que veía dispuestos a las luchas -nobles y los buenos combates. Yo creí ver pasar «el gran rebaño». Yo lo -soñé una noche cavernosa que evocaba apariciones de muertas humanidades, -mientras pensaba, apartado de los hombres como un condor solitario -adormecido en la grandeza de las peladas cumbres, con la visión -desesperante de una colmena humana miserable que recortábase en la -blanca sábana de nieve como un borrón en una página alba. Al fin, hálito -cristiano me inspiró en aquella hora y la estrofa que otras veces -abofeteara a los oídos, se retorció en un gesto de insultador.</p> - -<p>Amé la grandilocuencia, pues sabía que los profetas hablaban en tropos a -los pueblos y los poetas y las pitonisas en enigmas a las edades. -Buscaba en veces la oscuridad. Me preocupaba a todas horas la -interrogación<span class="pagenum"><a name="page_110" id="page_110"></a>{110}</span> de lo fatal. Oía hablar al hierro. Mi primer amor no fué -de rosas soñadas, sino de carne viva. Me amacicé desde muy temprano a -los golpes de la existencia. Fuí a acariciar el pecho de la miseria. Y -surgió el amor. ¿Romántico? Hasta donde dorara la pasión la más sublime -de las realidades, representada en una adolescente rosa femenina. Todo, -es verdad, estaba dorado por la felicidad, hasta la tristeza y la -penuria de los que fuesen favoritos de mi lástima. Mis ideales de -venturanza humana no se aminoraron, sin embargo; mas se dulcificaron a -pesar de mis impulsos y proclamas de brega, por la virtud de una alma y -de una boca de mujer. Vida, sangre y alma busco y encuentro en la mujer -de mis dilecciones. Mas no por eso olvidé el sufrimiento de los que -consideraba mis hermanos de abajo, cuyas primeras angustias fuí a buscar -hasta las pretéritas y cíclicas tradiciones de la India. Mi carácter se -encabritaba en veces,</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">¡bravo potro salvaje<br /></span> -<span class="i0">que no ha sentido espuelas de jinete!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>No pude nunca comprender el rebajamiento de las voluntades, las -villanías y miserias<span class="pagenum"><a name="page_111" id="page_111"></a>{111}</span> que manchan en ocasiones las más finas perlas. En -ocasiones huía de la ciudad y hallaba en la inmensidad pampeana vuelos -de poemas que se confundían con ansias íntimas. El ritmo universal se -confundía con mi propio ritmo, con el correr de mi sangre y el hacer de -mis versos. De retorno a la urbe, hablaba a las muchedumbres. Vivía cara -a cara con la pobreza, pero en un ambiente de libertad, de libertad y de -amor. Con el vigor de la primera edad, con mi tesoro de ilusiones y de -ensueños, no pude evitar momentos de delirio, de desaliento, de -vacilaciones. Consagréme caballero de la rebeldía, pero sintiendo -siempre las dificultades de todo tiempo. Llegué a comprender las -fatalidades, de la injusticia, y mi simpatía fué a los grandes caídos, -Satán, Caín, Judas. Encontré por fin estrecha mi tierra con ser tan -ancha y larga, y vi más allá del mar el porvenir. Solicité los éxodos y -ambicioné la vida heroica. El Océano fué una nueva revelación para mis -alas mentales. El amor mismo fué animador de mis designios de conquista. -En el viejo continente proseguí en mis anhelos libertarios. Tomé parte -en luchas populares, vi el incendio, la profanación; oí los alaridos de -la Bestia policéfala y creí en el mejoramiento<span class="pagenum"><a name="page_112" id="page_112"></a>{112}</span> de la humanidad por el -sacrificio y por el escarmiento. Revivían en mi mente las antiguas -leyendas de mi tierra americana y las autóctonas divinidades de los -pasados tiempos reaparecían en mis prosas combativas y en mis estrofas -amplias y sonantes. «La historia del viejo ombú despertó el alma de las -tres razas que dormían en mí». Y el viento de Europa, el soplo árido, al -mover mis largos cabellos, me infundió un nuevo y desconocido aliento.</p> - -<p>Y luego fué como un despertar, como una nueva visión de vida. Comprendí -la inutilidad de la violencia y el rebajamiento de la democracia. -Comprendí que hay una ley fatal que rige nuestras vidas, instantáneas en -la eternidad. Supe, más que nunca, que nuestra redención del sufrir -humano está solamente en el amor. Que el pozo del existir debe ser -nuestra virtud del paraíso. Que el poema de nuestra simiente o de -nuestro cerebro es un producto sagrado. Que el misterio está en todos, -y, sobre todo, en nosotros mismos y que puede ser de sombra y de -claridad. Y que el sol, la fruta y la rosa, el diamante y el ruiseñor se -tienen con amar.<span class="pagenum"><a name="page_113" id="page_113"></a>{113}</span></p> - -<h4>II</h4> - -<p>Así habló el bizarro poeta de larga cabellera, en una hora armoniosa en -que la tarde diluía sus complacencias dulces en un aire de oro. El -cuarto era modesto; el antiguo libertario revelaba sus aristocracias de -artista, con el orgullo de su talento, con su amada, condesa auténtica, -y con una Juventud llena de futuro más auténtica aún.</p> - -<p>Y salimos al hervor de París.</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_114" id="page_114"></a>{114}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_115" id="page_115"></a>{115}</span></p> - -<h3><a name="VISIONES_PASADAS" id="VISIONES_PASADAS"></a>VISIONES PASADAS</h3> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_116" id="page_116"></a>{116}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_117" id="page_117"></a>{117}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b117.jpg" width="251" height="406" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> - Una vaga tristeza flota en la costa extensa y -solitaria... -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_118" id="page_118"></a>{118}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_119" id="page_119"></a>{119}</span></p> - -<h4><span class="sans">LA MAREA</span></h4> - -<p class="nind"><span class="lettre"> -<img src="images/drop-u.png" -width="70" -height="68" -alt="U" - /></span><span class="smcap">na</span> vaga tristeza flota en la costa extensa y solitaria, cuando baja la -marea. El agua de la bahía panameña se retira a largo trecho. Los -muelles aparecen alzados sobre sus cien flacas piernas de madera. La -playa está cubierta de un lodo betuminoso y salino, donde resaltan -piedras deslavadas y aglomeradas conchas de ostras.</p> - -<p>Las embarcaciones, quietas, echadas sobre un costado, o con las quillas -hundidas en el fango, parece que aguardan la creciente que ha de -sacarlas de la parálisis. A lo lejos, un cayuco negro semeja un largo y -raro carapacho; sobre una gran canoa está, recogida y apretada entre -cuerdas, la gavia. Agrupados como una quieta banda de cetáceos rojos y -oscuros, dormitan los grandes lanchones. Un marinero ronca en su -chalupa. Las balandras ágiles aguardan la hora del viento.</p> - -<p>Los boteros «chumecas» arreglan sus botes y sus pangaschatas. A la -orilla del mar,<span class="pagenum"><a name="page_120" id="page_120"></a>{120}</span> los pantalones arremangados sobre la rodilla, apoyado -en un remo, un chileno robusto canta entre dientes una zamacueca. -Empieza a oirse el apagado y suave rumor del agua que viene. Suena el -aire a la sordina.</p> - -<p>La primera barca que ha recibido la caricia de la ola, cabecea, se -despierta, vuelve a agitarse, curada de la nostalgia del movimiento. De -allá, de donde vienen los chinos pescadores, sale, al viento la vela -radiada, un junco ligero. Cual si se viniese desenrollando una enorme -tela gris, avanza la marea, trayendo a la playa su ruido de espumas y -sus convulsivas agitaciones.</p> - -<p>El vagido del mar aumenta, y se oye semejante al paso de un río en la -floresta. Es un vagido continuado, en un tono opaco, tan solamente -cambiado por el desgarramiento sedoso y cristalino de la ola que se -deshace.</p> - -<p>¡Canta en voz baja, pon tu órgano a la sordina, oh, buen viento de la -tarde! Canta para el marino que partirá para un largo viaje, cuando -alegre el agua azul la armoniosa visión de un blanco vuelo de goletas. -Canta para el pescador que tenderá la red; canta para el remero negro, -risueño y de grandes gestos elásticos; canta para el chino que va a -pescar, todavía con la divina<span class="pagenum"><a name="page_121" id="page_121"></a>{121}</span> modorra de su poderoso y sutil opio. Y -canta, mientras la marea sube, para los viajeros, para los errantes, -para los pensativos, para los que van sin rumbo fijo, tendidas las -velas, por el mar de la vida, tan áspero, tan profundo, tan amargo como -el inmenso y misterioso océano.</p> - -<h4><span class="sans">A UNA BOGOTANA</span> (Pasillo en prosa.)</h4> - -<p>El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals. Vea -usted cómo aquellos dos enamorados pueden llevar el compás, en medio de -la más ardiente conversación. El dice que los lindos ojos de una mujer -valen por todos los astros, y los lindos labios por todas las rosas. -Como ella quiere demostrar lo contrario, le mira con los bellísimos ojos -suyos, le sonríe con sus inefables labios, que son en un todo iguales a -aquellos con que la señorita de Abril dió el primer beso al caballero de -Mayo. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals.</p> - -<p>¡Oh, sí, sí! La fuerza de una pasión es mayor, infinitas veces, que el -empuje de ese<span class="pagenum"><a name="page_122" id="page_122"></a>{122}</span> enorme y poderoso Tequendama. ¿Usted conoce la catarata?</p> - -<p>Dicen que sus aguas saltan de un clima a otro. Que allá abajo hay palmas -y flores; que arriba, en la roca que conoció la espada de Bolívar, hace -frío. ¡Qué delicia estar allá abajo, señora, dos que se quieren! La -soberana armonía de la naturaleza pondría un palio augusto y soberbio al -idilio. Al ruido del salto no se oirían los besos. ¡Idilio solitario y -magnífico! ¿Sabe usted, señora, que tengo deseos de que se casen dos -amables solteros al comenzar a florecer los naranjos? Efraim Isaacs con -Edda Pombo. ¡Qué envidiable pareja! ¿Está usted agitada? El pasillo, -señora, hermosa niña, es como un lento y rosado vals.</p> - -<p class="ast">* * *</p> - -<p>En cuanto las heridas alas de mi Pegaso me lo permitan, heridas, ¡ay, -por dolores hondos y flechas implacables!—iré, señora, a la Vía Láctea, -a cortar un lirio de los jardines que cuidan las vírgenes del paraíso. -Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa, en Sirio un clavel, -y en la<span class="pagenum"><a name="page_123" id="page_123"></a>{123}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b123.jpg" width="317" height="485" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> - Al pasar por la estrella de Venus cortaré una rosa... -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_124" id="page_124"></a>{124}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_125" id="page_125"></a>{125}</span></p> - -<p class="nind">enfermiza y pálida Selene una adelfa. El ramo se lo daré a una suave y -pura mujer que todavía no haya amado. La rosa y el clavel la ofrecerán -su perfume despertador de ansias secretas. El lirio será comparable a su -alma cándida y casta. En la adelfa pondré el diamante de una lágrima, -para que sea ella ofrenda de mi desesperanza. Bien se conversa al compás -de esta blanda música. El pasillo, señora, hermosa niña, es como un -lento y rosado vals.</p> - -<p class="ast">* * *</p> - -<p>Conque ¿se va? ¡Feliz, muy feliz viaje! Así sucede en la vida. El alba, -que abre los ojos de una diana de liras, dura un momento; dichoso el -monje que oyó, por largos siglos, cantar al ruiseñor de la leyenda, -¡Adiós, golondrina, adiós paloma! Pero ¿quiere hacerme un dulce favor? -Cuando llegue usted a su gigantesco Tequendama, deshoje, a mi memoria, -la flor que lleva en su corpiño, y arrójela en las locas espumas que -allá abajo, sobre las rosas, junto a las palmas, hacen temblar sus -iris... El pasillo, señora, hermosa niña, es como un lento y rosado -vals.<span class="pagenum"><a name="page_126" id="page_126"></a>{126}</span></p> - -<h4><span class="sans">LA VIRGEN NEGRA </span>(Havre).</h4> - -<p>En Normandía de Francia, yendo del Havre a Orcher, se encuentra un -pueblecito coronado por una bella estatua de la Virgen. Llaman a este -divino icono «La Virgen Negra». ¡Quién rimase latín de himnos y -secuencias para hallar una cuenta de oro que agregar al rosario precioso -de la Letanía! La Virgen está en bronce, en un lugar alto; domina el mar -y el campo.</p> - -<p>El zócalo de su estatua está vestido de verdura por una fresca invasión -de enredaderas. La Virgen Negra es patrona de los marineros. Desde su -trono de piedra muestra su niño Jesús al mar; y por ella, muchos hijos -de pescadores ven llegar a la casa pobre, después de las tempestades, -blancas barcas chorreando agua salada.</p> - -<p><i>¡María Stella!</i> La estrella del mar tiene al Dios hijo en los brazos. -¡Orgullosa con su delfín, franceses! Esa reina de la Francia celeste, en -su maternidad, es la que libra de los vientos y de las rocas vuestras -barcas, y la que hace madurar vuestras uvas, que dan la<span class="pagenum"><a name="page_127" id="page_127"></a>{127}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b127.jpg" width="334" height="308" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> - En Normandía de Francia, yendo del Havre<br /> a Orcher, se -encuentra un pueblecito coronado<br /> por una bella estatua de la Virgen. -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_128" id="page_128"></a>{128}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_129" id="page_129"></a>{129}</span></p> - -<p class="nind">sangre y las danzas. Vosotros, campesinos de Orcher, marineros del -Havre, sabéis hacer su fiesta con el canto de los campanarios, los -cirios nuevos y las ofrendas florales.</p> - -<p>Ella, que es estrella de la mañana, es también el faro, la estrella de -la noche. Cuando el sol se va queda su sol sublime. <i>¡Stella -Vespertina!</i> Encarnada en el más duro de los metales, ha puesto en él su -enternecimiento y su gracia. Así esa gran Virgen, formidable en su -bronce, tiene el propio encanto, la misma humildad materna de las -vírgenes delicadas de los lienzos y de las místicas esculturas -policromas que están en los templos. De todas las manos que a ella se -tienden bajo la tormenta, ¿cuál es la que no halla apoyo? Tú, que te -hundes, no tienes en tus labios sino palabras de blasfemia y de -desesperanza...</p> - -<p>El milagro existe. El milagro lo cuentan pescadores canosos, domadores -de vientos. El que no cree en el milagro, no ha rogado nunca en una -inmensa desgracia, no ha tenido jamás el momento de pedir llorando, con -el alma, un algo de su piedad y de su dulzura a la madre María. Ella -tiene siempre la sonrisa en sus místicos labios. Ella tiene a<span class="pagenum"><a name="page_130" id="page_130"></a>{130}</span> cada -instante el gesto de salvación, la mirada de aliento, lo que apacigua a -Behemot, y lo que detiene a Leviathan.</p> - -<p>Su hermosa cabeza imperial y maternal se mueve entoldada por un zodiaco -de virtudes. La ola enorme del mar que ella tiene a sus pies, no hace su -obra brutal si ella la mira. Cada bruma le reza, cada espuma le canta. -El vago y fugitivo iris tiene siempre, para que ella pase, listo su -puente. Las gaviotas vuelan alrededor de la media luna que ella pisa.</p> - -<p>«Madre María—dice la golondrina—, ya volví de la tierra de Africa.»</p> - -<p>«Madre María—dice la anciana abuela—, ¿nada malo ha pasado al -grumete?»</p> - -<p>«Madre María—dice una mariposa blanca—, la niña rubia que aguarda al -novio, te está tejiendo una guirnalda de rosas rojas.»</p> - -<p>Y en el campo cercano, más allá de las «villas», donde los árboles se -ven recortados como los encajes, está el hombre rural, que ama su fuerte -buey y su caballo normando.</p> - -<p>El ruega también a la Virgen Negra de Harfleur por la cosecha, por la -felicidad de la campiña, por la flor y el fruto. Ella, la madre, escucha -asimismo la plegaria del cultor.</p> - -<p>Quizá tuviere alguna pequeñita predilección<span class="pagenum"><a name="page_131" id="page_131"></a>{131}</span> por las gentes de mar, -porque... ¡pasan por tantos peligros! ¡van tan lejos! ¡son tan bravos y -serenos, y cantan tan alegres canciones! Mas no, ella es la misma para -todos.</p> - -<p>Bajo su manto de oscuro metal se agrupan todas las oraciones. ¿Son -muchas? El manto crece, se agranda, se agiganta. ¿Son más? Crecen tanto -como si fuese el mismo cielo azul, constelado de gemas siderales. Allí -cabe todo lo creado. Allí encuentra abrigo la plegaria de la humanidad, -y el Angelus que reza cada crepúsculo de la tarde, el alma del mundo.</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_132" id="page_132"></a>{132}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_133" id="page_133"></a>{133}</span></p> - -<h3><a name="LOS_MISERABLES" id="LOS_MISERABLES"></a>LOS MISERABLES</h3> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_134" id="page_134"></a>{134}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_135" id="page_135"></a>{135}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b135.jpg" width="313" height="454" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Viejos de largas barbas canas; hombres<br /></span> -<span class="i0">fuertes; hombres jóvenes.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_136" id="page_136"></a>{136}</span> - -<span class="pagenum"><a name="page_137" id="page_137"></a>{137}</span></p> - -<div class="poetry3"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<b>LOS MISERABLES</b><br /><br /> -<span class="i0"><i>Los «gueux» franceses, los</i><br /></span> -<span class="i0"><i>«tramps» yankis, los «atorrantes»</i><br /></span> -<span class="i0"><i>argentinos.</i><br /></span> -</div></div> -</div> - -<h4>El «Gueux».</h4> - -<p class="nind"><span class="lettre"> -<img src="images/drop-q.png" -width="70" -height="71" -alt="Q" - /></span><span class="smcap">uien</span> haya visto en ciertos paseos, en la <i>banlieue</i>, o bajo arboledas -<i>hantées</i>, como dice el pequeño poema de Baudelaire, la figura -grotescamente miserable de ciertos desheredados de la suerte, de ciertos -malditos de la vida, de ciertos parias del arroyo, ¿no ha sentido al -mismo tiempo la repugnancia y la lástima?</p> - -<p>Harapientos, con fragmentos de zapatos, sombreros de todas las formas -imaginables, sucios y abollados; con las caras abotagadas y las narices -rojas de alcohol; viejos, de largas barbas canas; hombres fuertes: -hombres jóvenes, bajo el viento, bajo el sol, bajo la noche, pueblan sus -lugares preferidos.</p> - -<p>¿Dónde viven? No tienen lugar fijo, o se amontonan en ocultas covachas, -o vagan noctámbulos, para dormir a pleno sol en un<span class="pagenum"><a name="page_138" id="page_138"></a>{138}</span> paseo público, junto -a una estación de ferrocarril o en las gradas de un edificio.</p> - -<p>La miseria es tan antigua como el hombre. En el cielo fabuloso de la -Grecia se conocía ya la mendicidad. Aro o Areo fué un pordiosero del -país de Itaca. El zaparrastroso pretendió nada menos que casarse con -Penélope, y Ulises, su noble rival, se deshizo de él de un puñetazo.</p> - -<p>Las manifestaciones de la miseria son las que han cambiado con los -tiempos y las costumbres.</p> - -<p>El <i>gueux</i> de la Francia de hoy no es el mismo de la época de Villón. -Especiales causas políticas y sociales engendraron aquellos <i>vendangeurs -de costé</i>, aquellos temibles mendigos y rateros que adoptaron por -patrono, cosa curiosa en verdad, al rey David: «David, le roy, seige -prophète».</p> - -<p>Víctor Hugo ha reconstruído, en su admirable <i>Notre Dame</i>, la célebre -Corte de los Milagros. Villón, en sus <i>Testamentos</i>, ha dejado una -pintura vivísima de la canalla de su tiempo. El frecuentó los más -ocultos rincones de la miseria, y, como dice J. de Marthold: «Il sait le -nom de tous les malandrins, orphelins, et claque-patins, celui de toutes -les filles et de tous les mauvais lieux;<span class="pagenum"><a name="page_139" id="page_139"></a>{139}</span> <i>item</i> connaît-il celui de -tous les représentants de l’autorité et de la loi, mouchards, soldats du -guet, geôliers, geôlières même, greffiers, auditeurs, procureurs, -lieurenant criminel, bourreau, celui de tous les corps de garde, de tous -les cachots et tous les gibets.»</p> - -<p>Tan les conocía, que estuvo a punto de ser entregado al Monsieur de -París, de entonces, como el mismo Gringoire.</p> - -<p>La diferencia que se puede notar entre los miserables de antaño y los de -nuestra época es que sobre aquéllos parece que hubiera flotado un aire -de alegría, y hoy reina en el mundo, en todas las clases, la tristeza, -el pesimismo. Aun en medio de sus oscuros conciliábulos, de sus hambres -y pillerías, tenían los de antes una canción en los labios, una -carcajada. El raro rey Luis Onceno mira reir a su pueblo, y le deja -reir, porque sabe que «rire est déjà se venger». La fiesta de los Tontos -distrae a los <i>gueux</i>, que son amigos de las farsas y de las locuras.</p> - -<p>Luego, lo que llamaremos la policía, de entonces, los angelz, están -listos para evitar los golpes de los malhechores, y recorren los lugares -sospechosos.</p> - -<p>En cuanto a la Corte de los Milagros, se<span class="pagenum"><a name="page_140" id="page_140"></a>{140}</span> componía de gentes activas, en -su peligrosa industria de falsa mendicidad, cojos fingidos, falsos -ciegos, etc., etc. De todo eso hay hoy también. Los castigos eran -crueles y se aplicaban con frecuencia. Maître François Villón solía -predicar la moral entre las turbas de vagabundos endiablados, al mismo -tiempo que escribía sus célebres baladas en el <i>jargon</i> de la poco noble -«camaradería».</p> - -<p>De Villón a los héroes de Richepin, el tipo de los <i>gueux</i> parisienses -ha cambiado por completo.</p> - -<p>Nuevas ideas, nuevos elementos, han producido distintos resultados. -Obsérvese con Malato cuántos cambios no ha traído, por ejemplo, la -introducción del uso de ciertos estimulantes, de alcoholes nuevos, de -bebidas que desconocieron las generaciones anteriores. Y con los -alcoholes, las negras filosofías. Existe en la alta Italia una -enfermedad que se llama <i>pellagra</i>, y que proviene de exclusiva -alimentación compuesta de <i>polenta</i> y castañas. Así, ciertos libros han -causado en el pueblo una como <i>pellagra</i> moral, y el principal síntoma -de la terrible dolencia es una amarga tristeza, que se revela hasta -cuando habla el alma del desheredado de<span class="pagenum"><a name="page_141" id="page_141"></a>{141}</span> la vida, del paria, por boca de -sus cancioneros.</p> - -<p>Arístides Bruant, el aeda de los <i>gueux</i>, canta en su <i>Mirliton</i>:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">T’es dans la rue, va, chez-toi!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>La casa del mendigo, del hambriento, es la calle: la misma de los canes -sin dueños. Como ellos, los caídos, están en su casa, van por todas -partes en sus horribles <i>déshabillés</i>, se tambalean, se tienden en los -bancos de los jardines públicos. La miseria les arranca hasta el último -jirón de vergüenza. No son ya hombres. Y por la noche, junto a las -avenidas obscuras, cerca de los puentes solitarios, o en innominables -tabernas, quien les habla al oído es el crimen.</p> - -<p>Bruant es un conocedor admirable de ese bajo mundo de París en que se -agitan todas las miserias que su filosofía de cancionero sabía pintar y -compadecer en su <i>Cabaret</i>.</p> - -<p>«Yo no sé, escribe un conocedor del dueño del <i>Mirliton</i>, que nadie -comprenda mejor que Bruant, y exprese como él en su verdadero «argot» la -inconsciencia de esos parias de la sociedad, que ¡Dios mío! no son más -malos que el común de los mortales ¡y cuán interesantes!<span class="pagenum"><a name="page_142" id="page_142"></a>{142}</span>» Yo les -condenaba; pero después que les he visto de cerca y he leído a Bruant, -les excuso, y no experimento por el condenado que oye del fondo de su -celda levantar el cadalso, más que una inmensa piedad. Se quiere hacer -de la mayor parte de los criminales seres irresponsables. Serían sobre -todo inconscientes, como una de las formas de la irresponsabilidad; -pero, en todo caso, es Bruant quien ha puesto primero el dedo en la -llaga. Ciertamente, el cancionero harto disculpa las fechorías y hazañas -del «apache» y de la peligrosa compañera de éste; mas la caridad y la -compasión tienen sus límites, y la sociedad y justicia tienen que ver -como enemigos a esos sombríos desventurados que saben, entre otras -cosas, dar el <i>coup du père François</i>, lo mismo que una puñalada, al -pobre transeunte que, en hora propicia al crimen, tiene la desgracia de -pasar cerca de ellos.</p> - -<p>En la canción de Bruant <i>A’ Saint-Ouen</i>, uno de esos parias sociales -muestra su áspera vida. En el primer <i>couplet</i> dice cómo, en un mal día, -a la orilla del Sena, fué engendrado. Después, desde niño, está -condenado a trabajar como un negro para comer. En esa infancia no hay -una sola sonrisa. En la juventud, el amor es sencillamente canino.<span class="pagenum"><a name="page_143" id="page_143"></a>{143}</span></p> - -<p>Y el final:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Enfin, je n’ sais pas comment<br /></span> -<span class="i0">on peut y vivre honnêt’ment,<br /></span> -<span class="i4">c’est un rêve;<br /></span> -<span class="i0">mais on est récompensé,<br /></span> -<span class="i0">car, comme on est harassé,<br /></span> -<span class="i4">quand on crêve...<br /></span> -<span class="i0">l’cim’tière est pas ben loin,<br /></span> -<span class="i4">á Saint-Ouen.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Es la absoluta sujeción a la fatalidad, el acatamiento a las leyes de la -suerte y la renuncia y olvido de toda esperanza. En <i>Heureux</i>, Bruant -presenta al viejo vagabundo, en tiempo de invierno. Cuando le muerde las -carnes la brisa fría y la necesidad de descansar le hace buscar un -refugio, él se va tranquilamente a meterse como un ratón en su cueva, -entre los tubos viejos del acueducto.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Et puis, doucett’ment, on s’endort...<br /></span> -<span style="margin-left: 4em;">. . . . . . . . . .</span><br /> -<span class="i0">Alors on sent comme un’caresse,<br /></span> -<span class="i0">on s’allong’ comm’dans un bon pieu...<br /></span> -<span class="i0">Et l’on rêv’ qu’on est à la messe<br /></span> -<span class="i0">où qu’, dans le temps, on priait l’ bon Dieu.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>La miseria en París tiene muchísimas fases. Sus tipos varían, desde el -clásico personaje<span class="pagenum"><a name="page_144" id="page_144"></a>{144}</span> de arrugado sombrero de pelo y levita indescriptible, -hasta la madre mendiga, el «apache» siniestro, el «rigolard», etc.</p> - -<p>La caridad no puede matar tantas hambres, por más que se establezcan -lugares donde haya sopas baratas o gratuitas; y por su parte el -anarquismo, con la idea de su <i>soupe-conférence</i>, hábilmente fundada y -dirigida por los «compañeros» Rousset y Onin, mientras daba el alimento -que podía a los hambrientos, les predicaba sus doctrinas; y la lógica -les entraba por el estómago.</p> - -<h4>“El Tramp”.</h4> - -<p>Si hay un sér que tenga grande semejanza con el <i>atorrante</i> argentino, -aparte de su mayor tendencia criminal, es el que en los Estados Unidos -se llama <i>tramp</i>.</p> - -<p>Para hacer la comparación, baste con presentar el tipo, apoyados en -Fred. S. Root, quien ha tratado el asunto en una conferencia, hace ya -tiempo.</p> - -<p>El <i>tramp</i> ¿es un ladrón, un vagabundo, un asesino, un mendigo? Sí y no.</p> - -<p>El <i>tramp</i>, como le llaman en los Estados Unidos, y especialmente en el -Canadá, es un<span class="pagenum"><a name="page_145" id="page_145"></a>{145}</span> producto extraordinario de nuestra moderna civilización. -Puede tener todos los defectos, y ser <i>tramp</i> sin tener ninguno. Como el -<i>atorrante</i>.</p> - -<p>El <i>tramp</i>, en su calidad de mendigo de profesión, es fácil de conocer y -de describir. Se presenta a la puerta de una villa, por ejemplo, y pide -una limosna. Su rostro inflamado denuncia una vida de <i>débauche</i>, y sus -vestidos desgarrados y en desorden son una verdadera caricatura de todo -lo que es decente y elegante; sus ojos hundidos tienen miradas -agresivas, y cuando se fijan, parecen decir: «Dame de comer pronto, o -quemo tus establos y la casa, y asesino al dueño».</p> - -<p>El <i>tramp</i> vagabundo es perezoso, borracho muy frecuentemente, lleno de -todos los vicios, y de un trato brutal. En una palabra, es el terror de -los lugares poco poblados, y el problema de las grandes ciudades.</p> - -<p>Una ciudad de Massachussets solamente ha alojado 852.000 <i>tramps</i>, los -cuales, con muy pocas excepciones, debían su estado a la intemperancia.</p> - -<p>Existe, sin embargo, otra especie de <i>tramps</i>, que no pertenece a la -clase de los <i>tramps</i> mendicantes: es el <i>tramp</i> por fuerza, digámoslo -así.<span class="pagenum"><a name="page_146" id="page_146"></a>{146}</span></p> - -<p>El <i>tramp</i> puede reunir en sí todo lo que hay de abominable, puede tener -todas las depravaciones y todos los vicios; pero es un hecho innegable -que el <i>tramp</i> obrero ha sido obligado a serlo, a causa de los cambios -industriales de este siglo.</p> - -<p>Hace cincuenta años, el <i>tramp</i> no existía en la Nueva Inglaterra. ¿Por -qué existe hoy, y por millares? Al procurarse una civilización más -refinada, ¿los hombres han llegado a ser más indolentes? ¿Es acaso por -decreto de la providencia, que el <i>tramp</i> está llamado a invadir la -América entera? ¿El <i>tramp</i> llega a serlo, por no ser suficientemente -inteligente para luchar con quien lo es más? ¿El cristianismo del siglo -<span class="smcap">XIX</span> tiene una palabra para el vagabundo? Son estos problemas de no fácil -solución.</p> - -<p>¿Por qué en América, donde el suelo es generoso hasta la prodigalidad, -hay hombres hambrientos, miserables y desesperados? ¿No hay campos que -ondulan verdaderos mares de trigo?</p> - -<p>Hay sus causas indudablemente. Esos <i>tramps</i> que no lo son sino por -necesidad, han pertenecido al gremio de los trabajadores, y aun querrían -volver al seno de la clase obrera; pero las máquinas han vuelto<span class="pagenum"><a name="page_147" id="page_147"></a>{147}</span> -inútiles los <i>útiles</i>, e inútiles a muchos obreros.</p> - -<p>Ejemplo: En los Estados Unidos se puede atravesar a caballo las grandes -llanuras de California y de Dakota, milla por milla, sin encontrar la -más humilde habitación, <i>allí donde antes de la invención de las -máquinas agrícolas se encontraban miles de hombres</i>.</p> - -<p>Es verdad que las máquinas contribuyen, al fin, a la distribución de la -riqueza, que hacen bajar los precios de los productos y los ponen al -alcance de todas las bolsas; pero es un hecho también que los primeros -efectos de la introducción de las máquinas tienden a privar a los -obreros de su única fortuna: el trabajo.</p> - -<p>Es de notar, sí, que la pobreza y el poco éxito del <i>fermier</i> inglés son -debidos a la falta de máquinas propias para dar impulso a la producción -de sus tierras.</p> - -<p>Por la sola razón de las máquinas, millares de obreros son despedidos de -las fábricas; las máquinas que reemplazan a los trabajadores pueden ser -manejadas por pocos empleados. Eso mismo establece un enorme aumento de -cesantes en todos los centros industriales, de desempleados que no -encuentran empleo. Los obreros van de ciudad<span class="pagenum"><a name="page_148" id="page_148"></a>{148}</span> en ciudad, en espera de -encontrarlo. No lo hallan, se desazonan y se deslizan por la pendiente -que les hace caer en la dantesca región del <i>tramp</i>.</p> - -<p>No todos los <i>tramps</i> pertenecen a esa clase, en verdad; pero un gran -número de ellos, sí. En 1885 se vió el caso de que hubiesen 100.000 -hombres sin ocupación, y no por culpa de ellos. Empujado por su mala -situación, sin encontrar en qué emplearse, el hombre comienza a -desesperar de su destino, y cuando llega a la desesperación tiene dos -salidas enfrente: el suicidio, o la vida del <i>tramp</i>.</p> - -<p>La falta de trabajo es, pues, una de las principales causas de la -existencia de este parásito social. La emigración continua es otra, y -esto completa el problema. Los que sobresalen en alguna especialidad -pueden siempre abrirse algún camino entre las muchedumbres; pero esos -constituyen las excepciones. Las posiciones aceptables para hombres de -ciencia o de letras son cada día más difíciles de obtener. Los sueldos -de los tenedores de libros, dependientes, empleados (hombres y mujeres) -disminuyen constantemente. ¿Por qué los conductores y cocheros de los -tranways están tan mal remunerados? Porque los directores de las -compañías<span class="pagenum"><a name="page_149" id="page_149"></a>{149}</span> pueden encontrar al mismo precio cuantos cocheros y -conductores quieran.</p> - -<p>En los diarios se leen avisos como éste:</p> - -<p>«Se necesita un hombre fuerte para cuidar un enfermo de enfermedad -contagiosa.»</p> - -<p>Más de cien solicitantes llegan antes de que pasen veinticuatro horas. -Eso dará una idea de la necesidad que hay en la clase de que hemos -hablado.</p> - -<p>Otra gran causa de que exista el <i>tramp</i> obrero, son las detenciones de -los trabajos mineros. Las minas se encuentran en manos de unos cuantos -capitalistas, y éstos las manejan a su antojo. Por ejemplo: hace algunos -años, muchos individuos que representaban juntos una suma de cien -millones de dólares, se reunieron para aconsejar la suspensión de los -trabajos mineros, a fin de alzar el precio del carbón. El resultado fué -que miles de mineros se vieron de repente sin trabajo, mientras que -aquellos individuos se ganaban una suma de ocho millones de dólares, a -causa del alza.</p> - -<p>Los grandes capitalistas, sobre todo aquellos que se encuentran a la -cabeza de las empresas mineras de carbón o de hierro, pueden, a su -gusto, echar al arroyo miles de obreros, con sólo alzar el precio de<span class="pagenum"><a name="page_150" id="page_150"></a>{150}</span> -las materias primas, deteniendo la producción.</p> - -<p>Con esos detalles es fácil darse cuenta de que el <i>tramp</i>, es decir, el -hombre errante de plaza en plaza, fatigado, extenuado, en busca del -trabajo que no obtiene, es el resultado inevitable de un sistema -industrial desorganizado y establecido contra todo principio de -humanidad.</p> - -<p>La llegada anual a los Estados Unidos de muchos cientos de miles de -emigrantes, creó una gran población en los centros industriales, y en -consecuencia engrosó el número ya enorme de obreros sin empleo.</p> - -<p>Ese problema del <i>tramp</i>, del <i>gueux</i>, es uno de los más formidables de -nuestra época, por la sola razón de que las causas que lo producen no le -dan ninguna esperanza de alivio.</p> - -<p>¿Recuerda el lector que haya estado en los Estados Unidos aquellas -plazas llenas de desocupados de todas cataduras, aquellos negros cuadros -del barrio italiano, o del Bowery?<span class="pagenum"><a name="page_151" id="page_151"></a>{151}</span></p> - -<h4>El «Atorrante»</h4> - -<p>El <i>atorrante</i> argentino ha llenado antes la población, a medida que ha -ido en aumento la vida europea, por decirlo así.</p> - -<p>La inmigración ha ayudado entonces, como en los Estado Unidos, al -desarrollo de esa plaga, que poco a poco fué menguando. Que la miseria -toma creces en Buenos Aires, es cosa innegable.</p> - -<p>Que también existe como en todas las grandes ciudades la industria del -mendigo, es verdad. Pero junto a la falsa miseria está la verdadera, que -ciertas buenas personas conocen. La primera toca a la policía; la -segunda a la caridad.</p> - -<p><i>La Nación</i>, el gran diario de Buenos Aires, publicó hace años una -comunicación en que se leen estas palabras: «Los que voluntariamente nos -hemos impuesto la obligación de visitar a los pobres, nos damos cuenta -exacta de la gran miseria que hay en nuestra rica capital. No se trata -del <i>atorrantismo</i>, sino de verdaderos pobres, de familias necesitadas -que no tienen qué comer, y que en las noches crudas de invierno tiritan -de frío. No tienen ni cama, ni colchones, ni frazadas, ni<span class="pagenum"><a name="page_152" id="page_152"></a>{152}</span> nada con que -poder hacer entrar en calor sus cuerpos; duermen en el suelo como los -animales, siendo ésta la causa principal, si no la única, de las -enfermedades que padecen».</p> - -<p>Y hoy pasa lo mismo.</p> - -<p>El <i>atorrante</i> duerme a la bartola, se quema la sangre con venenosos -aguardientes, y así pasa las noches heladas. O si no, se deja morir -acariciado por la pereza, o por el desdén de la vida, y amanece comido -de caranchos, o ahogado en el río, o tieso y abandonado entre los -muelles, o en cualquier oscuro rincón.</p> - -<p>Desilusionados italianos, franceses, ingleses, españoles, rusos, hombres -de todas partes, componen ese vago ejército. Viven, se alimentan y -mueren cínicamente; es decir, como los perros.</p> - -<p>A esta clase de ilotas debe dirigirse la mirada del sociólogo, pues -encierra un amargo problema. Y a los pobres enfermos, a los verdaderos -necesitados, víctimas de la desgracia, la bondad de las manos -generosas.<span class="pagenum"><a name="page_153" id="page_153"></a>{153}</span></p> - -<h3><a name="PARIS_NOCTURNO" id="PARIS_NOCTURNO"></a>PARÍS NOCTURNO</h3> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_154" id="page_154"></a>{154}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_155" id="page_155"></a>{155}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b155.jpg" width="310" height="359" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i1">Fabuloso París, eternamente renombrado<br /></span> -<span class="i0">como el paraíso de las delicias<br /></span> -<span class="i0">amorosas.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_156" id="page_156"></a>{156}</span><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_157" id="page_157"></a>{157}</span><br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind"><span class="lettre"> -<img src="images/drop-h.png" -width="70" -height="68" -alt="H" - /></span><span class="smcap">e</span> aquí el crepúsculo. El cielo toma un tinte rojizo. El abejeo de las -vías humanas se acentúa. Monsieur se viste, Madame inspecciona -singularmente sus cabellos, sus hombros, sus ojos y sus labios. Los -<i>autos</i> vuelven del bosque como una enorme procesión de veloces -luciérnagas. La ciudad enciende sus luces. Se llenan las terrazas de los -bulevares, y se deslizan las fáciles peripatéticas, a paso parisiense, -en busca de la buena suerte.</p> - -<p>Los anuncios luminosos, a la yanki, brillan fija o intermitentemente en -los edificios, y los tzíganos rojos comienzan en los cafés y -restaurants, sus valses, sus cake-wals, sus zardas, y su hoy -indispensable tango argentino, por ejemplo: <i>Quiero papita</i>.</p> - -<p>Un pintoresco río humano va por las aceras, y la <i>tiranía del rostro</i>, -que decía Poe, se ve por todas partes. Son todos los tipos y todas las -razas: los yankis importantes e imponentes,<span class="pagenum"><a name="page_158" id="page_158"></a>{158}</span> glabros y duros; los -levantinos, los turcos y los griegos, parecidos a algunos -sud-americanos; los chinos, los japoneses y los filipinos, con quienes -se confunden por el rostro de Asia; el inglés, que en seguida se define; -el negro de Haití o de la Martinica, afrancesado a su manera, y el de -los Estados Unidos, largo, empingorotado y simiesco, alegre y elástico, -cual si estuviese siempre en un perpetuo paseo de la torta. Y el -italiano, y el indio de la India y el de las Américas, y las damas -respectivas, y el apache de hongo y el apache de gorro, y el empleado -que va a su casa, y la gracia de la parisiense por todas partes, y todo -el torrente de Babel, al grito de los <i>camelots</i>, al clamor de las -trompas de automóvil, al estrépito de ruedas y cascos, mientras las -puertas de los establecimientos de diversión o de comercio echan a la -calle sonora sus bocanadas de claridad alegre.</p> - -<p>El <i>morne</i> Sena se desliza bajo los históricos puentes, y su agua -refleja las luces de oro y de colores de puentes, barcos y chalanas. El -panorama es de poesía. En el fondo de la noche calca su H de piedra -sombría Notre-Dame. De las ventanas de los altos pisos sale el brillo de -las lámparas. En la orilla<span class="pagenum"><a name="page_159" id="page_159"></a>{159}</span> izquierda del gran río parisiense, por donde -hay aún gentes que sueñan, artistas y estudiantes, el movimiento en la -luminosidad de bulevares y calles se acentúa, y autobuses y tranvías -lanzan sus sones de alerta. Mimí, modernizada, pasa en busca de, sonríe -por, o va del brazo con Rodolfo, el Rodolfo del vigésimo siglo. Ya no se -ve entrar a las cervecerías y cafés el <i>béret</i> de antaño, y junto a las -mesas se oyen, tanto como el francés, las lenguas extranjeras, sobre -todo los varios castellanos de la América nuestra. Un japonés de -sombrero de copa flirtea con una muchacha rubia; un negro fino y platudo -se lleva a la más linda bailadora de Bullier. Aunque Bullier no sea ya -como antes, a él acuden los que gustan de la danza en el país de los -escolares. Así, después que ha pasado la comida en la taberna del -Panteón para unos, para otros en <i>bouillons</i> o <i>crémeries</i>, propicios a -la economía o a la escasez, es a Bullier, donde principalmente se -dirigen, como no sea a algún cine o <i>cabaret</i> de cancionistas. Después -los cafés se llenan, los discos de fieltro se multiplican en las -mesitas; hasta que el vecindario que tranquilo duerme se suele despertar -por la madrugada, a los cantos en coro de los noctámbulos.<span class="pagenum"><a name="page_160" id="page_160"></a>{160}</span></p> - -<p>En la orilla derecha, por la enorme arteria del bulevar, los vehículos -lujosos pasan hacia los teatros elegantes. Luego son las cenas en los -cafés costosos, en donde las mujeres de mundo que se cotizan altamente -se ejercen en su tradicional oficio de desplumar al pichón. El pichón -mejor, cuando no es un <i>azucarerito</i> francés como el que aun se -recuerda, es el que viene de lejanas tierras, y, aunque el rastacuerismo -va en decadencia, no es raro encontrar un ejemplar que mantenga la -tradición.</p> - -<p>Cerca de la Magdalena y de la Plaza de la Concordia está el lugar famoso -que tentara la pluma de un comediógrafo. Allí esas <i>damas</i> enarbolan los -más fastuosos penachos, presentan las más osadas túnicas, aparecen -forradas academias o traficantes figurines, para gloria de la <i>boîte</i> y -regocijo de viejos verdes, anglosajones rojos y universales efebos de -todos colores, poseídos del más imperioso de los pecados capitales, bajo -la urgente influencia del extra-dry. Allí, como en tales o cuales -establecimientos de los bulevares, se consagra la <i>noce</i> verdaderamente -parisiense, para el calavera de París, o <i>d’ailleurs</i>, que cuenta con -las rentas de un capital, o con los productos de una lejana estancia,<span class="pagenum"><a name="page_161" id="page_161"></a>{161}</span> -puesta, hacienda, rancho, fundo o plantación.</p> - -<p>Por la calle del faubourg Montmartre y de Notre-Dame-de-Lorette, -asciende todas las noches una procesión de fiesteros, tanto cosmopolitas -como parisienses, afectos al Molino-Rojo y a las noches blancas.</p> - -<p>Nadie tiene ya recuerdos literarios y artísticos para lo que era antaño -un refugio de artistas y de literatos. Además, se sabe ya la -mercantilización del Arte. Pero existen Montoya y otros que no quieren -que la Musa sea atropellada por el automóvil.</p> - -<p>Lo incómodo para la ascensión a la sagrada <i>butte</i> es la afluencia de -apaches de todas las latitudes y de apachas de todos los tonos. Cuando -se llega ya bajo la iluminación del Molino-Rojo, si se tiene la -experiencia de París, acompañada de un poco de razonamiento, entra uno a -un cabaret artístico; si se es el extranjero recién llegado con cheques -u oros en el bolsillo, entra a esos establecimientos llenos de smokings, -relucientes de orfebrería, adornados de espaldas esbeltas y por el rojo -de los tziganos, y en donde la botella de champaña obligatoria se -ostenta en la heladera.</p> - -<p>Estas son las casas con nombres de abadía<span class="pagenum"><a name="page_162" id="page_162"></a>{162}</span> rabelesiana o de roedor -difunto. Allí, los indispensables violinistas hacen bailar a las -hetairas, o heteras, que convierten en champaña los luises de los -gentlemen ciertos o dudosos; danzarines de España, o de Italia, o de -Inglaterra, demuestran las tentaciones de las jotas, garrotines, -tarantelas, o <i>gigues</i>; M. Berenger no estaría muy tranquilo desde luego -si presenciase tales ejercicios coreográficos, y sobre todo cuando las -machichas brasileñas y los tangos platenses son interpretados con -floriture montmartresa, exagerando la nota en un ambiente en que la -palabra pudor no tiene significado alguno. Pero como esos centros no son -para las niñas que comen su pan en <i>tartines</i>, como aquí se dice, están -en tales fiestas a sus anchas quienes vienen de los cuatro puntos del -mundo en busca del fabuloso París, eternamente renombrado como el -paraíso de las delicias amorosas y de los goces de toda suerte. A pesar -de lo que se diga, es para el amante de la diversión y del jolgorio, -para los derrochadores del dinero y de la salud, un imán irresistible. -El chino en su China, el persa en su Persia, el más remoto rey bárbaro y -negro que haya pasado por el paraíso parisiense, recordará siempre sus -encantos y pensará en el retorno.<span class="pagenum"><a name="page_163" id="page_163"></a>{163}</span></p> - -<p>Es que, si en cualquier gran ciudad moderna puede encontrarse confort, -lujo, elegancia, atracciones, teatros, galanterías, en ninguna parte se -goza de todo eso como en París, porque algo especial circula en el aire -luteciano, y porque la parisiense pone en la capital del goce su -inconfundible, su singular, su poderosísimo hechizo, de manera que los -reyes de otras partes, reyes de pueblos, de minas, de algodones, de -aceites, o de dólares, a su presencia se convierten en esclavos, -esclavos de sus caprichos, de sus locuras, de sus miradas, de sus -sonrisas, de su manera de andar, de su manera de hablar, de su manera de -recogerse la falda, de comer una fruta, de oler una flor, de tomar una -copa de champaña, de oficiar, en fin, como la más exquisita sacerdotisa -de la diosa <i>hija de la onda amarga</i>, patrona de la ciudad de las -ciudades, y cuyos devotos y peregrinos habitan todos los países de la -tierra.</p> - -<p class="ast">* * *</p> - -<p>París nocturno es luz y único, deleite y armonía; y, <i>hélas!</i> delito y -crimen... No lejos de los amores magníficos y de los festines<span class="pagenum"><a name="page_164" id="page_164"></a>{164}</span> -espléndidos, va el amor triste, el vicio sórdido, la miseria semidorada, -o casi mendicante, la solicitud armada, la caricia que concluye en robo, -la cita que puede acabar en un momento trágico, en el barrio peligroso, -o en la callejuela sospechosa.</p> - -<p>Mas los felices no se percatan de estas cosas. Los que van al bar -elegante en un 40 H. P. no piensan en el proletariado del placer. Ni el -extranjero pudiente viene a fijarse en tales comparaciones. El ha venido -con la visión, con el ensueño de un París nocturno, único y maravilloso. -Halla todo lo que necesita para sus inclinaciones y sus gustos. Sabe que -con el oro todo se consigue, en las horas doradas de la villa de oro, en -donde el Amor transforma ese rincón de alegría, en donde hace algunos -años todavía se soñaban sueños de arte y se amaba con menos desinterés. -Aun los tiempos del <i>Chat noir</i> se recuerdan con vagas nostalgias. ¡Se -dice que los artistas de hoy, los mismos artistas! no piensan más que en -la ganancia, y que el asno Boronali, del <i>Lapin Agile</i>, es el único -artista verdaderamente independiente. Así, los hombres cabelludos y con -anchos pantalones y con pipas, que se ven por Montmartre, no son -artistas siquiera. El talento mismo, en<span class="pagenum"><a name="page_165" id="page_165"></a>{165}</span> ellos no es ciego; no lleva -venda, cuando más un monóculo, que por lo general es un luis de Francia, -una libra esterlina, o un águila americana. Y ese amor que no ciega, en -París se ve mejor de noche que de día.</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_166" id="page_166"></a>{166}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_167" id="page_167"></a>{167}</span></p> - -<h3><a name="POEMAS_DE_ARTE" id="POEMAS_DE_ARTE"></a>POEMAS DE ARTE<br /><br /> -</h3> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_168" id="page_168"></a>{168}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b169.jpg" width="310" height="454" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i1">¿Qué pálida princesa difunta es conducida<br /></span> -<span class="i0">á la isla de la muerte?...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="r"><span class="pagenum"><a name="page_169" id="page_169"></a>{169}</span> - -<span style="margin-left: 2em;"><span class="sans"><b>BOEKLIN</b></span></span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_170" id="page_170"></a>{170}</span> -<br /> -<span class="pagenum"><a name="page_171" id="page_171"></a>{171}</span> -<br /></p> - -<h4>I<br />La isla de los muertos.</h4> - -<p class="nind"><span class="lettre"> -<img src="images/drop-e.png" -width="71" -height="74" -alt="E" - /></span><span class="smcap">n</span> qué país de ensueño, en qué fúnebre país de ensueño está la isla -sombría? Es en un lejano lugar en donde reina el silencio. El agua no -tiene una sola voz en su cristal, ni el viento en sus leves soplos, ni -los negros árboles mortuorios en sus hojas: los negros cipreses -mortuorios, que semejan, agrupados y silenciosos, monjes-fantasmas.</p> - -<p>Cavadas en las volcánicas rocas mordidas y rajadas por el tiempo, se -ven, a modo de nichos obscuros, las bocas de las criptas, en donde, bajo -el misterioso, taciturno cielo, duermen los muertos. La lámina especular -de abajo refleja los muros de ese solitario<span class="pagenum"><a name="page_172" id="page_172"></a>{172}</span> palacio de lo desconocido. -Se acerca, en su barca de duelo, un mudo enterrador, como en el poema de -Tennyson. ¿Qué pálida princesa difunta es conducida a la isla de la -Muerte?... ¿Qué Elena, qué adorable Yolanda? ¡Canto suave, en tono -menor, canto de vaga melodía y de desolación profunda! Acaso el silencio -fuese interrumpido por un errante sollozo, por un suspiro; acaso una -visión envuelta en un velo como de nieve...</p> - -<p>Allí es donde comienza la posesión de Psiquis; en esa negrura es donde -verás quizás brotar, pobre soñador, de la obscura larva, las alas -prestigiosas de Hipsipila. A tu isla solemne ¡oh, Boeklin! va la reina -Betsabé, pálida. Va también, con un manto de duelo, la esposa de -Mauseolo, que pone cenizas en el vino. Va Hécuba, y ¡horrible trance! va -silenciosa, mordiendo su aullido, clavando sus dedos en los dolorosos, -maternales pechos. Va Venus, sobre su concha tirada por las blancas -palomas, por ver si vaga gimiendo la sombra de Adonis. Va la tropa -imperial de las soberbias porfirogénitas, que amaron el amor al mismo -tiempo que la muerte. Va en un esquife divino, con un arcángel por -timonel, la Virgen María, herido el pecho por los siete puñales.<span class="pagenum"><a name="page_173" id="page_173"></a>{173}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b173.jpg" width="314" height="289" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i1">Más allá de las solitarias islas en donde<br /></span> -<span class="i0">descansan los pájaros viajeros...<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_174" id="page_174"></a>{174}</span><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_175" id="page_175"></a>{175}</span><br /></span> -</div></div> -</div> - -<h4>II<br />Idilio marino.</h4> - -<p>Más allá de las solitarias islas en donde descansan los pájaros -viajeros, en el reino en que Leviatán domina, sobre una roca, está -entronizada la Vencedora, en la irresistible omnipotencia de su -desnudez.</p> - -<p>En su blanca piel está la sal, el perfume marino de Anadiómena, y la -serpiente de las olas hace ver una vez más, amorosa y humillada, el -soberano triunfo del encanto femenino. Europa sobre el lomo del toro, la -Bella y la Fiera, la Mundana del pintor moderno, que, desnuda, corta las -uñas al león. Un tritón velludo y escamoso hace cantar su ronco caracol, -en tanto que el monstruo recibe una caricia de la tentadora mujer, que -bajo el inmenso cielo ofrece su fatal hermosura en el abandono de su -supremo impudor.</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_176" id="page_176"></a>{176}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_177" id="page_177"></a>{177}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b177.jpg" width="219" height="502" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i1">Suena la risa del tritón, que muestra<br /></span> -<span class="i0">su cabeza de sileno oceánico...<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_178" id="page_178"></a>{178}</span><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_179" id="page_179"></a>{179}</span><br /></span> -</div></div> -</div> - -<h4>III<br />Sirenas y tritones.</h4> - -<p>Con más sonoridad que el ruido del caracol, suena la risa del tritón, -que muestra su cabeza de sileno oceánico, ceñida con hojas de las -desconocidas viñas que crecen en los campos submarinos, y rosas de una -flora extraña e ignorada, cortadas entre líquenes y flotantes medusas. -Tras él se infla una faz batraciana, boca redonda y carnuda, ojos -saltones. Se ven danzar las ondas. En el seno de una se hunde, con un -salto natatorio, una ninfa de opulentos muslos, que tiene aletas en los -talones. Más allá, otra erige sus pechos, y su cabeza coronada de algas. -Con asombro jocoso viene un Sancho centauro acuático, braceando; la -grupa está sobre la ola, y la espuma le forma un cerco hirviente y -blanco por la redondez de la barriga, en la<span class="pagenum"><a name="page_180" id="page_180"></a>{180}</span> cual muestra su honda -mancha, como la señal de un golpe de espátula, el ombligo.</p> - -<p>En primer término, en la transparencia del agua, una sirena extiende su -bifurcada y curva cola de pescado, negro y plata; a flor de espuma, -tiembla la doble rotundidad en que termina el talle.</p> - -<p>La faz medrosa mira hacia un punto en que algo se divisa, y casi no -atiende la hembra al tritón fáunico, que la atrae, invitándola a una -cita sexual, tal como en la tierra, al amor del gran bosque, lo haría -Pan con Siringa.<span class="pagenum"><a name="page_181" id="page_181"></a>{181}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b181.jpg" width="303" height="422" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> - Cerca del blando tronco de la haya, estariais<br /> vos, -señorita, con vuestro sombrero blanco, vuestro<br /> vestido blanco y vuestra -alma blanca. -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_182" id="page_182"></a>{182}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_183" id="page_183"></a>{183}</span></p> - -<h4>IV<br />Día de Primavera.</h4> - -<p>Cerca del blando tronco de la haya, estariais vos, señorita, con vuestro -sombrero blanco, vuestro vestido blanco, y vuestra alma blanca. Yo -tendría mi negro dolor. Procuraría haceros soñar dulces sueños, y el -laúd no tendría para vos sino los más acariciadores sonidos.—Sí, dice -ella, mas esa villa italiana... ¿no será la morada de la más infeliz de -las mujeres? Los árboles sombríos forman un misterioso recinto de duelo. -El agua de los arroyos parece monologar extrañas historias de amores -difuntos. El crepúsculo inunda, con su tenue tinta de melancolía, todo -el paisaje. El anciano que contempla meditabundo las ninfas, parece la -encarnación de un triste pasado. Los niños<span class="pagenum"><a name="page_184" id="page_184"></a>{184}</span> que juegan cerca de la -«villa», no alcanzan a hacer que mi alma encuentre una sola nota de -alegría.</p> - -<p>Nuestra alma, a veces, contagia con sus males el alma de las cosas.<span class="pagenum"><a name="page_185" id="page_185"></a>{185}</span></p> - -<h4>V<br />Los Pescadores de Sirenas.</h4> - -<p>Péscame una ¡oh, egipán pescador! que tenga en sus escamas radiantes la -irisada riqueza metálica que decora las admirables arenques. Péscame -una, cuya cola bifurcada pueda hacer soñar en el pavo real marino, y -cuyos costados finos y relucientes tengan aletas semejantes a orientales -abanicos de pedrería; péscame una que tenga verdes los cabellos, como -debe tenerlos Lorelay, y cuyos ojos tengan fosforescencias raras y -mágicas chispas, cuya boca salada bese y muerda, cuando no cante las -canciones que pudieran triunfar de la astucia de Ulises, cuyos senos -marmóreos culminen florecidos de rosa y cuyos brazos, como dos albos y -divinos pithones, me aten para llevarme a un abismo de ardientes -placeres, en el país recóndito<span class="pagenum"><a name="page_186" id="page_186"></a>{186}</span> en donde los palacios son hechos de -perlas, de coral y de concha de nácar. Mas esos dos sátiros que se -divierten en la costa de alguna ignorada Lesbos, Tempe o Amatunte, son -ciertamente malos pescadores. El uno, viejo y fornido, se apoya en un -grueso palo nudoso, y mira con cómica extrañeza la sirena asustada y -poco apetecible que su compañero ha pescado. Este saca la red, y no -parece satisfecho de su pesca. De los cabellos de la sirena chorrea el -agua, formando en el mar círculos concéntricos. Sobre las testas -bicornes y peludas se extiende, al beso del día, un fresco follaje, -mientras reina en su fiesta de oro, sobre nubes, tierra y olas, la -antorcha del sol.<span class="pagenum"><a name="page_187" id="page_187"></a>{187}</span></p> - -<h3><a name="CURIOSIDADES_LITERARIAS" id="CURIOSIDADES_LITERARIAS"></a>CURIOSIDADES LITERARIAS</h3> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_188" id="page_188"></a>{188}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_189" id="page_189"></a>{189}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b189.jpg" width="247" height="502" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i1">La Habana aclamaba a Ana, la dama<br /></span> -<span class="i0">más agarbada, más afamada.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_190" id="page_190"></a>{190}</span><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0"><span class="pagenum"><a name="page_191" id="page_191"></a>{191}</span><br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind"><span class="lettre"> -<img src="images/drop-h.png" -width="70" -height="68" -alt="H" - /></span><span class="smcap">ablábamos</span> varios hombres de letras de las cosas curiosas que, desde -griegos y latinos, han hecho ingenios risueños, pacientes o desocupados -con el lenguaje. Versos que se pueden leer al revés tanto como al -derecho, guardando siempre el mismo sentido, acrósticos enrevesados, y -luego, prosas en que se suprimiera una de las vocales en largos cuentos -castellanos.</p> - -<p>Entonces, yo les hablé de una curiosidad, en verdad de las más -peregrinas, que hice insertar, siendo muy joven, en una revista que -dirigía allá en la lejana Nicaragua un mi íntimo amigo. Es un cuento -corto, en el cual no se suprime una vocal, sino cuatro. No encontraréis -otra vocal más que la a. Y os mantendrá con la boca abierta. ¿Su autor? -Sudamericano, seguramente, quizás antillano, posiblemente de Colombia. -Ignoro e ignoré<span class="pagenum"><a name="page_192" id="page_192"></a>{192}</span> siempre su nombre. He aquí la lucubración a que me -refiero:</p> - -<h4>AMAR HASTA FRACASAR<br /><br /> - -(<i>Trazada para la A.</i>)</h4> - -<p>La Habana aclamaba a Ana, la dama más agarbada, más afamada.—Amaba a -Ana Blas, galán asaz cabal, tal amaba Chactas a Atala.</p> - -<p>Ya pasaban largas albas para Ana, para Blas; mas nada alcanzaban. Casar -trataban, mas hallaban avaras a las hadas, para dar grata andanza a tal -plan.</p> - -<p>La plaza llamada Armas, daba casa a la dama; Blas la hablaba cada -mañana; mas la mamá, llamada Marta Albar, nada alcanzaba. La tal mamá -trataba jamás casar a Ana hasta hallar gran galán, casa alta, ancha arca -para apañar larga plata, para agarrar adahalas<a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a>. ¡Bravas -agallas!—¿Mas bastaba tal cabala?—Nada ¡cá! ¡nada basta a atajar la -llama aflamada!</p> - -<p>Ana alzaba la cama al aclarar; Blas la hallaba ya parada a la bajada. -Las gradas callaban<span class="pagenum"><a name="page_193" id="page_193"></a>{193}</span> las alharacas adaptadas a almas tan abrasadas. -Allá, halagadas faz a faz, pactaban hasta la parca amar Blas a Ana, Ana -a Blas. ¡Ah! ¡ráfagas claras bajadas a las almas arrastradas a amar! -gratas pasan para apalambrarlas<a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a> mas, para clavar la azagaya<a name="FNanchor_3_3" id="FNanchor_3_3"></a><a href="#Footnote_3_3" class="fnanchor">[3]</a> al -alma. ¡Ya nada habrá capaz a arrancarla!</p> - -<p>Pasaban las añadas<a name="FNanchor_4_4" id="FNanchor_4_4"></a><a href="#Footnote_4_4" class="fnanchor">[4]</a>. Acabada la marcada para dar Blas a Ana las -sagradas arras, trataban hablar a Marta para <i>afrancar</i><a name="FNanchor_5_5" id="FNanchor_5_5"></a><a href="#Footnote_5_5" class="fnanchor">[5]</a> a Ana, hablar -al abad, abastar saya, manta, sábanas, cama, alhajar casa ¡cá! ¡nada -faltaba para andar al altar!</p> - -<p>Mas la mañana marcada, trata Marta ¡mala andanza! pasar a Santa Clara al -alba, para clamar a la Santa adaptada al galán para Ana. Agarrada bajaba -ya las gradas; mas ¡caramba! halla a Ana abrazada a Blas, cara a cara. -¡Ah! la a nada basta para trazar la zambra armada. Marta araña a Ana, -tal arañan las gatas a las ratas; Blas la ampara; para parar las -brazadas a Marta, agárrala la<span class="pagenum"><a name="page_194" id="page_194"></a>{194}</span> saya. Marta lanza las palabras más malas -a más alta garganta. Al azar pasan atalayas, alarmadas a tal algazara, -atalantadas a las palabras:—¡acá! ¡acá! ¡atrapad al canalla-mata-damas! -¡amarrad al rapaz!—Van a la casa: Blas arranca tablas a las gradas para -lanzar a la armada; más nada hará para tantas armas blancas. Clama, -apalabra, aclara ¡vanas palabras! nada alcanza. Amarra a Blas, Marta -manda a Ana para Santa Clara; Blas va a la cabaña. ¡Ah! ¡Mañana falta!</p> - -<p>¡Bárbara Marta! avara bajasa<a name="FNanchor_6_6" id="FNanchor_6_6"></a><a href="#Footnote_6_6" class="fnanchor">[6]</a>, al atrancar a Ana tras las barbacanas -sagradas (algar<a name="FNanchor_7_7" id="FNanchor_7_7"></a><a href="#Footnote_7_7" class="fnanchor">[7]</a>, fatal para damas blandas). ¿Trataba alcanzar paz a -Ana? ¡Ca! ¡Asparla<a name="FNanchor_8_8" id="FNanchor_8_8"></a><a href="#Footnote_8_8" class="fnanchor">[8]</a>, alafagarla, matarla! tal trataba la malvada -Marta. Ana, cada alba, amaba más a Blas; cada alba más aflatada, -aflacaba más. Blas, a la banda allá la mar, tras Casa Blanca, -asayaba<a name="FNanchor_9_9" id="FNanchor_9_9"></a><a href="#Footnote_9_9" class="fnanchor">[9]</a>, a la par gran mal; a la par balaba<a name="FNanchor_10_10" id="FNanchor_10_10"></a><a href="#Footnote_10_10" class="fnanchor">[10]</a>, allanar las barras -para atacar la alfana<a name="FNanchor_11_11" id="FNanchor_11_11"></a><a href="#Footnote_11_11" class="fnanchor">[11]</a>, sacar la amada, hablarla, abrazarla...<span class="pagenum"><a name="page_195" id="page_195"></a>{195}</span></p> - -<p>Ha ya largas mañanas trama Blas la alcaldada: para tal, habla. Al rayar -la alba, al atalaya, da plata, saltan las barras, avanza a la playa. La -lancha, ya aparada<a name="FNanchor_12_12" id="FNanchor_12_12"></a><a href="#Footnote_12_12" class="fnanchor">[12]</a>, pasa al galán a la Habana. ¡Ya la has -amanada<a name="FNanchor_13_13" id="FNanchor_13_13"></a><a href="#Footnote_13_13" class="fnanchor">[13]</a> gran Blas; ya vas a agarrar la aldaba para llamar a Ana! -¡Ah! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, patas al alazán -¡avanza, galán, avanza!</p> - -<p>Mas para nada alcanzará la llamada: atafagarán<a name="FNanchor_14_14" id="FNanchor_14_14"></a><a href="#Footnote_14_14" class="fnanchor">[14]</a>, mas la tapada, -taparanla más. Aplaza la hazaña...</p> - -<p>Blas la aplaza; para apartar malandanza, trata hablar a Ana, para Ana -nada más. Para tal alcanzar, canta a garganta baja:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">La barca lanzada<br /></span> -<span class="i0">allá al ancha mar<br /></span> -<span class="i0">arrastra a la Habana<br /></span> -<span class="i0"><i>canalla-rapaz</i>.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Al tal <i>mata-damas</i><br /></span> -<span class="i0">llamaban asaz,<br /></span> -<span class="i0">mas jamás las mata,<br /></span> -<span class="i0">las ha para amar.<span class="pagenum"><a name="page_196" id="page_196"></a>{196}</span><br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Fallar las amarras<br /></span> -<span class="i0">hará tal galán,<br /></span> -<span class="i0">ca, brava alabarda<br /></span> -<span class="i0">llaman a la mar.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Las alas, la alaba,<br /></span> -<span class="i0">la azagaya... ¡Bah!<br /></span> -<span class="i0">nada, nada basta<br /></span> -<span class="i0">a tal batallar.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">Ah, marcha, alma Atala<br /></span> -<span class="i0">a dar grata paz,<br /></span> -<span class="i0">a dar grata andanza<br /></span> -<span class="i0">a Chactas acá.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Acabada la cantata, Blas anda para acá, para allá, para nada alarmar al -adra<a name="FNanchor_15_15" id="FNanchor_15_15"></a><a href="#Footnote_15_15" class="fnanchor">[15]</a>. Ana agradada a las palabras cantadas salta la cama. La alma. -La alma la da al galán. Afanada llama a ña Blasa, aya<a name="FNanchor_16_16" id="FNanchor_16_16"></a><a href="#Footnote_16_16" class="fnanchor">[16]</a> parda ña -Blasa, zampada a la larga, nada alcanza la tal llamada; para alzarla, -Ana la <i>jala</i> las pasas. La aya habla, Ana la acalla; habla más; la da -ahajas para ablandarla. Blasa las agarra. Blanda ya, para acabar, la -parda da franca bajada a Ana para la sala magna. Ya allá, Ana zafa -aldaba tras aldaba hasta dar<span class="pagenum"><a name="page_197" id="page_197"></a>{197}</span> a la plaza. Allá anda Blas. ¡Para, para -Blas!</p> - -<p>Atrás va Ana. ¡Ya llama! ¡Avanza, galán, avanza! Clama alas al alcatraz, -patas al alazán. ¡Avanza, galán, avanza!</p> - -<p>—¡Amada Ana!...</p> - -<p>—¡Blas!...</p> - -<p>—¡Ya jamás apartarán a Blas para Ana!</p> - -<p>—¡Ah, jamás!</p> - -<p>—¡Alma amada!...</p> - -<p>—¡Abraza a Ana hasta matarla!</p> - -<p>—¡Abraza a Blas hasta lanzar la alma!...</p> - -<p>A la mañana tras la pasada, alzaba ancla para Málaga la fragata Atlas. -La cámara daba lar para Blas, para Ana...</p> - -<p>Faltaba ya nada para anclar; mas la mar brava, brava, lanza a la playa -la fragata: la vara.</p> - -<p>La mar trabaja las bandas: mas brava, arranca tablas al tajamar; nada -basta a salvar la fragata. ¡Ah, tantas almas lanzadas al mar, ya -agarradas a tablas claman, ya nadan para ganar la playa! Blas nada para -acá, para allá, para hallar a Ana, para salvarla. ¡Ah! tantas brazadas, -tan gran afán para nada; hállala, mas la halla ya matada. ¡Matada!... Al -palpar tan gran mal nada <i>bala</i> ya, nada trata alcanzar. Abraza a la -amada. «¡Amar hasta fracasar!» clama... Ambas<span class="pagenum"><a name="page_198" id="page_198"></a>{198}</span> almas abrazadas bajan a -la nada<a name="FNanchor_17_17" id="FNanchor_17_17"></a><a href="#Footnote_17_17" class="fnanchor">[17]</a>. La mar traga a Ana, traga a Blas, traga más... ¡ca! ya Ana -hablaba a Blas para pañal, para fajas, para zarandajas. «¡Mamá, ya, -acababa Ana. Papá, ya, acababa Blas!...»</p> - -<p>Nada habla la Habana para sacar a plaza a Marta, tras las pasadas; mas -la palma canta hartas hazañas para cardarla la lana.</p> - -<p> </p> - -<p><i>Et voilà.</i> ¿Quién me dirá el nombre del autor?<span class="pagenum"><a name="page_199" id="page_199"></a>{199}</span></p> - -<h2><a name="INDICE" id="INDICE"></a>INDICE</h2> - -<table border="0" cellpadding="2" cellspacing="0" summary=""> - -<tr><th>CUENTOS</th></tr> - -<tr><td> </td><td class="rt"><small><i>Pags.</i></small></td></tr> -<tr><td>El caso de la señorita Amelia (cuento de Año Nuevo).</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_008">8</a></td></tr> - -<tr><td>Cuento de Pascua.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_019">19</a></td></tr> - -<tr><td>La extraña muerte de Fray Pedro.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_039">39</a></td></tr> - -<tr><th>CRÓNICAS</th></tr> - -<tr><td>Bajo las luces del sol naciente.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_055">55</a></td></tr> - -<tr><td>Mi domingo de Ramos.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_071">71</a></td></tr> - -<tr><td>Hombres y pájaros.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_087">87</a></td></tr> - -<tr><td>Primavera apolinea.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_103">103</a></td></tr> - -<tr><td>Visiones pasadas.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_115">115</a></td></tr> - -<tr><td>Los miserables.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_133">133</a></td></tr> - -<tr><td>París nocturno.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_153">153</a></td></tr> - -<tr><td>Poemas de arte.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_167">167</a></td></tr> - -<tr><td>Curiosidades literarias.</td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_187">187</a></td></tr> -</table> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_200" id="page_200"></a>{200}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_201" id="page_201"></a>{201}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-b201.jpg" width="254" height="388" alt="Acabóse de imprimir este libro en Madrid, en la -TIPOGRAFÍA YAGÜES el día xxv de Septiembre del año mcmxviii" title="" /> - -</div> - -<hr /> - -<p class="cb"><big>EDITORIAL “MUNDO LATINO” APARTADO 502.—MADRID<br /><br /> -CATALOGO PROVISIONAL (EXTRACTO DEL CATÁLOGO GENERAL)</big></p> - -<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="" -style="margin:auto auto;max-width:80%;"> -<tr><td> </td><td class="rt"><i>Pesetas</i></td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">OBRAS COMPLETAS</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">DE RICARDO DE LEÓN (de la Real Academia Española)</td></tr> -<tr><td>Edición del Banco de España. Ocho volúmenes en 4.º, encuadernados en tela, con alegorías de Coullaut Valera y retrato del autor, por Vacqué</td><td class="rt">50,00</td></tr> -<tr><td>A plazos (5 pesetas mensuales)</td><td class="rt">60,00</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">DE FRANCISCO VILLAESPESA</td></tr> -<tr><td>I.—Intimidades.—Flores de Almendro</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td>II.—Luchas.—Confidencias</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td>III.—La copa del Rey de Thule.—La musa enferma</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td>IV.—El alto de los Bohemios.—Rapsodias</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td>V.—Las horas que pasan. (Veladas de amor)</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td>VI.—Las joyas de Margarita: Breviario de amor.—La</td></tr> -<tr><td>tela de Penélope.—El milagro del vaso de agua</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td>VIl.—Doña María de Padilla.—La cena de los cardenales</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td>VIII.—El milagro de las rosas.—Resurrección.—Amigas viejas</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td>IX.—Las granadas de rubíes.—Las pupilas de Almotadid.—Las garras de la pantera.—El último Abderramán</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td>X.—Tristitiæ rerum.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td>XI.—La leona de Castilla.—En el desierto.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td>XII.—El rey Galaor.—El triunfo del amor.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">DE RUBÉN DARÍO</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">(Ilustraciones de Ochoa)</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">Tomos publicados:</td></tr> -<tr><td>I.—La caravana pasa.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>II.—Prosas profanas.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>III.—Tierras solares.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>IV.—Azul.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>V.—Parisiana.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>VI.—Los raros.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>VII.—Cantos de vida y esperanza.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>VIII.—Letras.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>IX.—Canto a la Argentina.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>X.—Opiniones.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>XI.—Poema del otoño y otros poemas.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>XII.—Peregrinaciones.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>Ediciones especiales de lujo.</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">HENRIK IBSEN</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">TEATRO COMPLETO</td></tr> -<tr><td>I.—Catilina. La tumba del guerrero. La castellana de Ostrat.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>II.—La fiesta de Solhaug. Olaf Liliekrans. Los guerreros en Helgeland.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>III.—Los pretendientes a la corona y La comedia del amor.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>IV.—Brand</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>V.—Peer Gynt</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>VI.—La unión de la juventud. Las columnas de la sociedad. La casa de una muñeca</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>VII.—Emperador y Galileo</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>VIII.—Espectros. Un enemigo del pueblo. El pato silvestre</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>IX.—La casa de Rosmer. La dama del mar. Hedda Gabler</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>X.—El constructor Solness. El niño Eyolf. Al despertar de nuestra muerte</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">JOSÉ FRANCÉS</td></tr> -<tr><td>El año artístico 1915</td><td class="rt">6,00</td></tr> -<tr><td><span class="ditto">»</span> <span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela</td><td class="rt">8,00</td></tr> -<tr><td>El ano artístico 1916 (con 250 grabados)</td><td class="rt">10,00</td></tr> -<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela</td><td class="rt">12,00</td></tr> -<tr><td>El año artístico 1917 (con 250 grabados)</td><td class="rt">11,50</td></tr> -<tr><td><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span><span class="ditto">»</span>tela</td><td class="rt">13,00</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">COLECCIÓN DE AUTORES ESPAÑOLES</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">NOVELAS</td></tr> -<tr><td><i>Edmundo González Blanco.</i>—Jesús de Nazareth</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><i>José Francés.</i>—La estatua de carne</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><span class="ditto">—</span>El alma viajera</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><i>López de Saá.</i>—Los indianos vuelven</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><span class="ditto">—</span>Bruja de amor</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><i>W. Fernández Flórez.</i>—La procesión de los días</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><i>Elías Cerdá.</i>—Don Quijote en la guerra</td><td class="rt">2,00</td></tr> -<tr><td><i>V. García Martí.</i>—Don Severo Carvallo</td><td class="rt">2,50</td></tr> -<tr><td><i>María Luisa Latil.</i>—Según labremos.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><span class="ditto">—</span>Genoveva.</td><td class="rt">2,50</td></tr> -<tr><td><i>Eugenio Noel.</i>—El allegretto de la Sinfonía VII.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><span class="ditto">—</span>Cuentos.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><i>Rafael Cansinos-Assens.</i>—Las cuatro gracias.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><i>Francisco Delicado.</i>—La lozana andaluza.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><i>J. de Lucas Acevedo.</i>—La Caja de Pandora.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><i>Martín de la Cámara.</i>—Vidas llameantes.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">ESTUDIOS Y CRÓNICAS</td></tr> -<tr><td><i>Emiliano Ramírez Angel.</i>—Bombilla-Sol-Ventas.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><i>J. M. Carretero.</i>—Lo que sé por mí (dos series).</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><i>J. Costa.</i>—Alemania contra España.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><i>Pedro Pellicena.</i>—Los Cosacos.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><i>Margarita de la Torre.</i>—Jardín de damas curiosas.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><i>Fola Igurbide.</i>—El Actor.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><i>Alberto Ghiraldo.</i>—Los nuevos caminos.</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><i>Enciso.</i>—El soneto en España.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">POESÍAS</td></tr> -<tr><td><i>José Montero.</i>—Yelmo florido (con ilustraciones).</td><td class="rt">4,00</td></tr> -<tr><td><i>Zurita.</i>—Pícaros y donosos.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><i>Mauricio Bacarisse.</i>—El esfuerzo.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><i>Eliodoro Puche.</i>—Libro de los elogios galantes y de los crepúsculos de otoño.</td><td class="rt">2,50</td></tr> -<tr><td><span class="ditto">—</span>Corazón de la noche.</td><td class="rt">2,50</td></tr> -<tr><td><i>Emilio Carrere.</i>—El retablo de los poetas. (Antología).</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">TEATRO</td></tr> -<tr><td><i>Muñoz Seca y López Núñez.</i>—El Rayo.</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><i>H. Ibsen.</i>—Dramas líricos.</td><td class="rt">2,00</td></tr> -<tr><td><span class="ditto">—</span>La castellana de Ostrat.</td><td class="rt">2,00</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">LAS GRANDES FIGURAS DE LA GUERRA EUROPEA</td></tr> -<tr><td>Biografías de los generales: Alberto I de Bélgica.—Joffre.—Sir Jhon French.—Lord Kitchener. Con preciosas fototipias, a</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION DE AUTORES EXTRANJEROS</td></tr> -<tr><td>Traducidas por <i>Felipe Trigo</i>, <i>Rafael Cansinos</i> y <i>Pedro de Répide.</i></td></tr> -<tr><td><i>Victoriano de Saussay.</i>—La ciencia del beso</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><i>René Emery.</i>—Santa María Magdalena</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><i>Maquiavelo.</i>—Obras festivas: La Mandrágora.—El P. Alberico.—La Celestina.—El archidiablo Belfegor</td><td class="rt">3,00</td></tr> -<tr><td><i>Claudia Lemaitre.</i>—Juegos de Damas</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><i>Procopio.</i>—Historia secreta</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><i>Anónimo.</i>—Teatro persa</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">CELEBRIDADES ESPAÑOLAS</td></tr> -<tr><td>I.—Bécquer (encuadernados en tela)</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>II.—Zorrilla (ídem)</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td>III.—Espronceda (ídem)</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION SELECTA</td></tr> -<tr><td><i>Tomás de Quincey.</i>—Los últimos días de Kant</td><td class="rt">1,00</td></tr> -<tr><td><i>Kalidasa.</i>—El reconocimiento de Sakuntala</td><td class="rt">1,00</td></tr> -<tr><td><i>Rousseau.</i>—Discurso sobre las artes y las ciencias</td><td class="rt">1,00</td></tr> -<tr><td><span class="ditto">—</span>Origen de la desigualdad entre los hombres</td><td class="rt">1,00</td></tr> -<tr><td><i>Luciano de Samosata.</i>—La diosa de Siria</td><td class="rt">1,00</td></tr> -<tr><td><i>L. Sterne.</i>—Viaje sentimental de un inglés a Francia</td><td class="rt">1,00</td></tr> -<tr><td><i>F. Alvarado.</i>—El filósofo rancio. (Cartas)</td><td class="rt">1,50</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">COLECCION CIENCIA Y ARTE</td></tr> -<tr><td><i>Ricardo Yesares.</i>—¿Qué quieres aprender? Electricidad. Encuadernado en tela</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td><span class="ditto">—</span>¿Qué quieres ser? Automovilista. Encuadernado en tela</td><td class="rt">3,50</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">OBRAS VARIAS</td></tr> -<tr><td><i>Sthendal.</i>—Del amor</td><td class="rt">6,00</td></tr> -<tr><td><i>E. M. Segovia</i> (Oficial del Banco de España).—Los documentos de crédito</td><td class="rt">5,00</td></tr> -<tr><td><i>Rivero.</i>—Legislación de clases pasivas. Volumen de 500 páginas, encuadernado en tela</td><td class="rt">10,00</td></tr> -<tr><td><i>R. Yesares.</i>—Ayuda memoria del mecánico electricista. Un volumen, encuadernado en tela</td><td class="rt">1,50</td></tr> -<tr><td class="c" colspan="2">LIBROS DE CARTAS</td></tr> -<tr><td>El arte de escribir cartas</td><td class="rt">1,00</td></tr> -<tr><td>Manual epistolar (encuadernado en tela)</td><td class="rt">2,00</td></tr> -<tr><td>Cartas amorosas</td><td class="rt">0,60</td></tr> -<tr><td>Epistolario de amor (encuadernado)</td><td class="rt">2,00</td></tr> -</table> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-c006.jpg" width="75" height="30" alt="" title="" /> -</div> - -<div class="footnotes"><p class="cb">NOTAS:</p> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a> Adahalas, lo mismo que adehalas.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a> Apalambrar, incendiar.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_3_3" id="Footnote_3_3"></a><a href="#FNanchor_3_3"><span class="label">[3]</span></a> Azagaya, dardo.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_4_4" id="Footnote_4_4"></a><a href="#FNanchor_4_4"><span class="label">[4]</span></a> Añadas, el tiempo de un año.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_5_5" id="Footnote_5_5"></a><a href="#FNanchor_5_5"><span class="label">[5]</span></a> Afrancar, dar libertad, licencia.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_6_6" id="Footnote_6_6"></a><a href="#FNanchor_6_6"><span class="label">[6]</span></a> Bajasa, mujer mala.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_7_7" id="Footnote_7_7"></a><a href="#FNanchor_7_7"><span class="label">[7]</span></a> Algar, caverna o cueva.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_8_8" id="Footnote_8_8"></a><a href="#FNanchor_8_8"><span class="label">[8]</span></a> Aspar, atormentar.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_9_9" id="Footnote_9_9"></a><a href="#FNanchor_9_9"><span class="label">[9]</span></a> Asayar, experimentar.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_10_10" id="Footnote_10_10"></a><a href="#FNanchor_10_10"><span class="label">[10]</span></a> Balar, desear ardientemente.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_11_11" id="Footnote_11_11"></a><a href="#FNanchor_11_11"><span class="label">[11]</span></a> Alfana, iglesia. Voz de la germania.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_12_12" id="Footnote_12_12"></a><a href="#FNanchor_12_12"><span class="label">[12]</span></a> Aparar, preparar.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_13_13" id="Footnote_13_13"></a><a href="#FNanchor_13_13"><span class="label">[13]</span></a> Amanar, poner a la mano. Ya la tienes a mano.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_14_14" id="Footnote_14_14"></a><a href="#FNanchor_14_14"><span class="label">[14]</span></a> Atafagar, fatigar, sofocar.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_15_15" id="Footnote_15_15"></a><a href="#FNanchor_15_15"><span class="label">[15]</span></a> Adra, porción de un barrio, barriada.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_16_16" id="Footnote_16_16"></a><a href="#FNanchor_16_16"><span class="label">[16]</span></a> Aya, se dice vulgarmente de las criadas de razón.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_17_17" id="Footnote_17_17"></a><a href="#FNanchor_17_17"><span class="label">[17]</span></a> Almas por cuerpos, Dios me libre de la impiedad.</p></div> - -</div> - -<hr class="full" /> - - - - - - - -<pre> - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of Cuentos y crónicas, by Rubén Darío - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK CUENTOS Y CRÓNICAS *** - -***** This file should be named 51627-h.htm or 51627-h.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/1/6/2/51627/ - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions -will be renamed. - -Creating the works from public domain print editions means that no -one owns a United States copyright in these works, so the Foundation -(and you!) can copy and distribute it in the United States without -permission and without paying copyright royalties. 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Redistribution is -subject to the trademark license, especially commercial -redistribution. - - - -*** START: FULL LICENSE *** - -THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE -PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK - -To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free -distribution of electronic works, by using or distributing this work -(or any other work associated in any way with the phrase "Project -Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project -Gutenberg-tm License (available with this file or online at -http://gutenberg.org/license). - - -Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm -electronic works - -1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm -electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to -and accept all the terms of this license and intellectual property -(trademark/copyright) agreement. 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