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You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org/license - - -Title: Peregrinaciones - Obras Completas Vol. XII - -Author: Rubén Darío - -Illustrator: Enrique Ochoa - -Release Date: April 26, 2016 [EBook #51870] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PEREGRINACIONES *** - - - - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - - - - - - - - - - PEREGRINACIONES - - [imagen] - - [imagen: RUBÉN DARIO] - - - - - [imagen: - - RUBÉN - DARÍO - - [imagen] - - PEREGRINACIONES] - - [imagen] - - ES PROPIEDAD - - [imagen: - - PEREGRINACIONES - - [imagen] - - [imagen: - - PEREGRINACIONES - - POR - - RUBÉN DARÍO - - ILUSTRACIONES - - DE - - ENRIQUE OCHOA - - [imagen] - - VOLUMEN XII - DE LAS OBRAS COMPLETAS - - ADMINISTRACIÓN: - EDITORIAL «MUNDO LATINO» - - MADRID - ] - - - - - EN PARIS - - [imagen] - - - - -EN PARÍS - -[imagen] - - - - -I - -París, 20 de Abril de 1900. - - -En el momento en que escribo la vasta feria está ya abierta. Aun falta -la conclusión de ciertas instalaciones: aun dar una vuelta por el enorme -conjunto de palacios y pabellones es exponerse a salir lleno de polvo. -Pero ya la ola repetida de este mar humano ha invadido las calles de esa -ciudad fantástica que, florecida de torres, de cúpulas de oro, de -flechas, erige su hermosura dentro de la gran ciudad. - -Hay parisienses de París que dicen que los parisienses se van lejos al -llegar esta invasión del mundo; yo sólo diré que las parisienses -permanecen, y entre los grupos de _english_, entre los blancos -albornoces árabes, entre los rostros amarillos del Extremo Oriente, -entre las faces bronceadas de las Américas latinas, entre la confusión -de razas que hoy se agitan en París, la fina y bella y fugaz silueta de -las mujeres más encantadoras de la tierra, pasa. Es el instante en que -empieza el inmenso movimiento. La obra está realizada y París _ve_ que -es buena. Quedará, por la vida, en la memoria de los innumerables -visitantes que afluyen de todos los lugares del globo, este conjunto de -cosas grandiosas y bellas en que cristaliza su potencia y su avance la -actual civilización humana. - -Visto el magnífico espectáculo como lo vería un águila, es decir, desde -las alturas de la torre Eiffel, aparece la ciudad fabulosa de manera que -cuesta convencerse de que no se asiste a la realización de un ensueño. -La mirada se fatiga, pero aun más el espíritu ante la perspectiva -abrumadora, monumental. Es la confrontación con lo real de la impresión -hipnagógica de Quincey. Claro está que no para todo el mundo, pues no -faltará el turista a quien tan sólo le extraiga tamaña contemplación una -frase paralela al famoso: _Que d’eau!_ A la clara luz solar con que la -entrada de la primavera gratifica al cielo y suelo de París, os -deslumbra, desde la eminencia, el panorama. - -Es la agrupación de todas las arquitecturas, la profusión de todos los -estilos, de la habitación y el movimiento humanos; es Bagdad, son las -cúpulas de los templos asiáticos; es la Giralda esbelta y ágil de -Sevilla; es lo gótico, lo románico, lo del renacimiento; son «el color y -la piedra» triunfando de consuno; y en una sucesión que rinde, es la -expresión por medio de fábricas que se han alzado como por capricho para -que desaparezcan en un instante de medio año, de cuanto puede el hombre -de hoy, por la fantasía, por la ciencia y por el trabajo. - -Y el mundo vierte sobre París su vasta corriente como en la concavidad -maravillosa de una gigantesca copa de oro. Vierte su energía, su -entusiasmo, su aspiración, su ensueño, y París todo lo recibe y todo lo -embellece cual con el mágico influjo de un imperio secreto. Me -excusaréis que a la entrada haya hecho sonar los violines y trompetas de -mi lirismo; pero París ya sabéis que bien vale una misa, y yo he vuelto -a asistir a la misa de París, esta mañana, cuando la custodia de Hugo se -alzaba dorando aún más el dorado casco de los Inválidos, en la alegría -franca y vivificadora de la nueva estación. - -Una de las mayores virtudes de este certamen, fuera de la apoteosis de -la labor formidable de cerebros y de brazos, fuera de la cita fraterna -de los pueblos todos, fuera de lo que dicen al pensamiento y al culto de -lo bello y de lo útil, el arte y la industria, es la exaltación del gozo -humano, la glorificación de la alegría, en el fin de un siglo que ha -traído consigo todas las tristezas, todas las desilusiones y -desesperanzas. Porque en esta fiesta el corazón de los pueblos se -siente, en una palpitación de orgullo, y el pensador y el trabajador ven -su obra, y el vidente adivina lo que está próximo, en días cuyos pasos -ya se oyen, en que ha de haber en las sociedades una nueva luz y en las -leyes un nuevo rumbo y en las almas la contemplación de una aurora -presentida. Pues esta celebración que vendrán a visitar los reyes, es la -más victoriosa prueba de lo que pueden la idea y el trabajo de los -pueblos. Los pabellones, las banderas, están juntos, como los -espíritus. Se alzan como estrofas de alados poemas las fábricas -pintorescas, majestuosas, severas o risueñas que han elevado, en cantos -plásticos de paz, las manos activas. Y todas las razas llegan aquí como -en otros días de siglos antiguos acudían a Atenas, a Alejandría, a Roma. -Llegan y sienten los sordos truenos de la industria, ruidos vencedores -que antes no oyeron las generaciones de los viejos tiempos; el gran -temblor de vida que en la ciudad augusta se percibe, y la dulce voz de -arte, el canto de armonía suprema que pasa sobre todo en la capital de -la cultura. Dicen que invaden los yanquis; que el influjo de los -bárbaros se hace sentir desde hace algún tiempo. Lo que los bárbaros -traen es, a pesar de todo, su homenaje a la belleza precipitado en -dólares. El ambiente de París, la luz de París, el espíritu de París, -son inconquistables, y la ambición del hombre amarillo, del hombre rojo -y del hombre negro, que vienen a París, es ser conquistados. En cuanto a -la mayoría que de los cuatro puntos cardinales se precipita hoy a la -atrayente feria, merece un capítulo de psicología aparte, que quizá -luego intente. - -Más grande en extensión que todas las exposiciones anteriores, se -advierte desde luego en ésta la ventaja de lo pintoresco. En la del 89 -prevalecía el hierro--que hizo escribir a Huysmans una de sus más -hermosas páginas--; en ésta la ingeniería ha estado más unida con el -arte; el color, en blancas arquitecturas, en los palacios grises, en los -pabellones de distintos aspectos, pone su nota, sus matices, y el -«cabochon» y los dorados, y la policromia que impera, dan por cierto, a -la luz del sol o al resplandor de las lámparas eléctricas, una repetida -y variada sensación miliunanochesca. - -La vista desde la Explanada de los Inválidos es de una grandeza -soberbia; una vuelta en el camino que anda, es hacer un viaje a través -de un cuento, como un paseo por el agua en uno de los rápidos -vaporcitos. - -No hay que imaginarse que en cada una de las construcciones surja una -nueva revelación artística, por otra parte. Notas originales hay pocas, -pero las hay, ante las grandes combinaciones de arquitectos que han -procurado «deslumbrar» a la muchedumbre. Los palacios de los Campos -Elíseos--el Petit Palais y el Grand Palais--son verdaderas inspiraciones -de la más elegante y atrayente masonería; la Puerta Monumental es un -hallazgo, de una nota desusada, aunque la afea a mi entender la figura -pintiparada de la parisiense, que parece concebida en su intento -simbólico para _reclame_ de un modisto, y cuyo «modernismo» tan atacado -por algunos críticos y tan defendido por otros, francamente, no -entiendo. La calle de las Naciones aglomera sus vistosas fábricas en la -orilla izquierda del Sena, y presenta, como sabéis, a los ojos, que se -cansan, la multiplicidad de los estilos y el contraste de los -caracteres. «Carácter», propiamente entre tanta obra, lo tienen pocas, -como lo iremos viendo paso a paso, lector, en las visitas en que has de -acompañarme; pues unos arquitectos han reproducido sencillamente -edificios antiguos, y otros han recurrido a profusas combinaciones y -mezclas que hacen de la fábrica el triunfo de lo híbrido. - -El conjunto, en su unidad, contiene bien pensadas divisiones, -facilitando así el orden en la visita y observación. El lado del -Trocadero, el de los Campos Elíseos, el de la Explanada de los -Inválidos, el de la orilla izquierda del Sena, el de la orilla derecha y -el del Campo de Marte, son puntos diversos con sus particularidades -especiales y diferentes atractivos, y, vínculo principal entre orilla y -orilla del río, tiende su magnífico arco, custodiado por sus cuatro -pegasos de oro y adornado por sus carnales náyades de bronce, el puente -Alejandro III. La unión total, la mágica villa de muros de madera, tiene -treinta y seis entradas además de la puerta colosal de Binet, y las dos -que, llamadas de honor, se abren en el comienzo de la avenida Nicolás -II. Por todas partes hallan su gloria los ojos, con verdores de árboles, -gracia de líneas y de formas, brillo de metales, blancuras y oros de -estatuas, muros, domos, columnas, fino encanto de mosaicos, perspectivas -de jardines, y, circulando por Babel, toda ella una sonrisa, la flor -viviente de París. - -He aquí la gran entrada por donde penetraremos, lector, la puerta -magnífica que rodeada de banderas y entre astas elegantes que sostienen -grandes lámparas eléctricas, es en su novedad arquitectural digna de ser -contemplada; admírese la vasta cúpula, la arcada soberbia, la labor de -calado, y la decoración, y evítese el pecado de Moreau-Vauthier, la -señorita peripuesta que hace equilibrio sobre su bola de billar. ¿Es que -este escultor ha querido lanzar a su manera el _ohé! les grecs, faudraît -voir!_ de George D’Esparbes? Pues ha fracasado lamentablemente. - -Eso no es arte, ni símbolo, ni nada más que una figura de cera para -vitrina de confecciones. La maravillosa desnudez de las diosas, es la -única que, besada por el aire y bañada de luz, puede erguirse en la -coronación de un monumento de belleza. Sin llegar a la afirmación de -Goethe: «el arte empieza en donde acaba la vida», los que alaban esa -estatua por lo que tiene de realismo y de actualidad, deberían -comprender que la ciudad de París, no puede simbolizarse en una figura -igual a la de Yvette Guilbert o mademoiselle de Pougy. - -¡Por Dios! La ciudad de París tiene una corona de torres, y tal -aditamento descompondría los tocados de las amables niñas locas de su -cuerpo. - -La moda parisiense es encantadora: pero todavía lo mundano moderno no -puede sustituir en la gloria de la alegoría o del símbolo a lo -consagrado por Roma y Grecia... - -Es hermoso y real lo hecho por Guillot en cambio. Ha puesto en el friso -del Trabajo, las figuras de los trabajadores; y su idea y su obra son -buenas y plausibles; así se da, aunque sea en pequeña parte, la suya, a -los albañiles, a los carpinteros, a los hombres de los oficios que con -sus manos han puesto fin al pensamiento y los cálculos de artistas e -ingenieros. Por la noche es una impresión fantasmagórica la que da la -blanca puerta con sus decoraciones de oro y rojo y negro y sus miles de -luces eléctricas que brotan de los vidrios de colores. Es la puerta de -entrada de un país de misterio y de poesía habitado por magos. -Ciertamente, en toda alma que contempla estas esplendorosas _féeries_ se -despierta una sensación de infancia. Bajo la cúpula se detienen los -visitantes; y el hindú pensará en míticas pagodas y el árabe soñará con -Camarazalmanes y Baduras; y todo el que tenga un grano de imaginación -creerá entrar en una inaudita Basora. Y allí está Isis sin velo. Es la -Electricidad, simbolizada en una hierática figura; aquí lo moderno de la -conquista científica se junta a la antigua iconoplastía sagrada, y la -diosa sobre sus bobinas, ceñida de joyas raras como de virtudes -talismánicas, con sus brazos en un gesto de misterio, es de una -concepción serena y fuerte. Hay en ella la representación de la -naturaleza, la elevación de la fuerza en tranquila actitud, y el arcano -de esa propia forma de fuerza que apareció lo mismo en las cumbres del -Sinaí mosaico que en las sorpresas de Edison o en las animaciones -luminosa de Lumière. ¡Admirable centinela de entrada! La gente pasa, -pasa, invade el recinto, se detiene bajo los tres arcos unidos -triangularmente, mientras en lo alto, hacia la plaza de la Concordia, -sobre el barco de la _Caput Galliæ_, el gallo simbólico lanza al -horizonte el más orgulloso cocoricó que puede enarcar su cuello. - -La gente pasa, pasa. Se oye un rumoroso parlar babélico y un ir y venir -creciente. Allí va la familia provinciana que viene a la capital como a -cumplir un deber; van los parisienses, desdeñosos de todo lo que no sea -de su circunscripción; van el ruso gigantesco y el japones pequeño; y la -familia ineludible, _hélas!_, inglesa, guía y plano en mano; y el chino -que no sabe qué hacer con el sombrero de copa y el sobretodo que se ha -encasquetado en nombre de la civilización occidental; y los hombres de -Marruecos y de la India con sus trajes nacionales; y los notables de -Hispano-América y los negros de Haití que hablan su francés y gestean, -con la creencia de que París es tan suyo como Port-au-Prince. Todos -sienten la alegría del vivir y del tener francos para gozar de Francia. - -Todos admiran y muestran un aire sonriente. Respiran en el ambiente más -grato de la tierra; al pasar la puerta enorme, se entregan a la -sugestión del hechizo. Desde sus lejanos países, los extranjeros habían -soñado en el instante presente. La predisposición general es el admirar. -¿A qué se ha venido, por qué se ha hecho tan largo viaje sino para -contemplar maravillas? En una exposición todo el mundo es algo _badaud_. -Se nota el deseo de ser sorprendido. Algo que aisladamente habría -producido un sencillo agrado, aquí arranca a los visitantes los más -estupendos _¡ah!_ Y en las corrientes de viandantes que se cruzan, los -inevitables y siempre algo cómicos encuentros: _¡Tú por aquí! ¡Mein -Herr! ¡Caríssimo Tomasso!_ Y cosas en ruso, en árabe, en kalmuko, en -malgacho, ¡y qué sé yo! Y entre todo, ¡oh, manes del señor de -Graindorge! una figurita se desliza, _fru, fru, fru_, hecha de seda y -de perfume; y el malgacho y el kalmuko, y el árabe, y el ruso, y el -inglés, y el italiano, y el español, y todo ciudadano de Cosmópolis, -vuelven inmediatamente la vista: un relámpago les pasa por los ojos, una -sonrisa les juega en los labios. Es la parisiense que pasa. Allá, muy -lejos, en su smalah, en su estancia, en su bosque, en su clima ardoroso -o frígido, el visitante había pensado largo tiempo en la Exposición, -pero también en la parisiense. Hay en todo forastero, en todo el que ha -llegado, la convicción de que ella es el complemento de la prestigiosa -fiesta. Y los manes del señor de Graindorge vagan por aquí complacidos. - -La muchedumbre pasa, pasa. Deja el magnífico parasol de la cúpula, y -entra ya en la villa proteiforme y políglota. Es la primavera. Los -árboles comienzan a sentir su nuevo gozo, y, con ademanes de dicha -tienden a la luz sus hojas recién nacidas. Una onda de perfumes llega. -Es el palacio de las flores, son los jardines cercanos. Y pues es la -pascua de las flores, a las flores el principio. Después, a medida de lo -fortuito, sin preconcebido plan, iremos viendo, lector, la serie de -cosas bellas, enormes, grandiosas y curiosas. - - -II - -Abril de 1900. - - -«On n’a jamais admiré une rose parce qu’elle ressemble á une femme; mais -on admire une femme parce qu’elle ressemble á une rose.» Esta admirable -frase de un maestro de estética ha venido a mi pensamiento al sentir en -el palacio de la Horticultura y de la Arboricultura el suave encanto -floral de tanta exquisita colaboración de la naturaleza y del hombre -como se expone en mazos, girándulas, ramilletes, cestos y plantíos. Y he -recordado también al loco admirable que se enamoró de una flor y -mantenía por ella la pasión que se concibe únicamente por una mujer. A -la entrada de la exposición por la puerta monumental, ya se impone la -habilidad y el gusto de los modernos La Quintinil, en la ordenada gracia -de las arboledas, en la avenida elegante y noblemente decorativa, los -«parterres» con sabiduría dispuestos, y los macizos de flores nuevas que -exteriorizan como el gozo y la sonrisa de la tierra. La caricia de la -recién llegada primavera lustra las hojas de los castaños, aterciopela -los céspedes, pone como un deseo de expansión amorosa en tanta corola -fina y fresca. Aquí se ha vertido el tesoro de las _serres_, la riqueza -florida de Longchamps, del Parc des Princes, de Auteuil, aumentando el -acervo de la capital; y en los soberbios jardines de los Campos Elíseos, -poetas de la jardinería han recurrido a sus clásicos, y con ellos y la -inventiva o inspiración propia, han llevado a cabo poemas que habrían -deleitado a Poe, quien, como sabéis, consideraba este oficio, de dulzura -y de paciente ejecución, como una de las Bellas Artes. - -Árboles extranjeros, frondosas pawlonias, copudos árboles de Francia, -ofrecen sombra y meditación; y los soñadores chorros de agua--tan dulces -bajo la luna y en Verlaine--hacen sus juegos y cantan tenuemente versos -versalleses. - -Mas en el palacio de las flores, que está a la orilla del río, se -entroniza la esplendidez de esas bellas y delicadas cosas, de modo que -no dejan que se aparte la mirada de su varia maravilla y de su tentadora -gracia. Los tres _serres_ en combinación triangular encierran la vasta -joyería perfumada. Llega el sol como a través de un velo de opaca -muselina, de manera que no ofenda tanta fragilidad de color, ni -disminuya el encanto de las medias tintas. En este pequeño imperio -creería verse un revuelo de pájaros y amores. Los amores pasan, al lado -de sombreros claros y de trajes que son labores artísticas; los -sombreros sobre cabezas que se armonizan divinamente con las flores: los -trajes, producto de las tijeras y agujas más pinpleas, revelando -exquisitas músicas de líneas y de formas. Y se me antoja pensar que la -frase ruskiniana traducida por Sizeranne, bien pudiera volverse del -revés: «On n’a jamais admiré une femme parce qu’elle ressemble à une -rose; mais on admire une rose parce qu’elle ressemble á une femme.» - -Grato deliquio de los ojos, hay ya una explosión de rosas rojas, ya un -grupo exuberante de rosas blancas; un derrame de tintas violetas, o la -sutil sordina de las lilas, las paletas desfallecientes, la gradación -casi imperceptible de las suavísimas coloraciones. La preciosa _misa de -las flores_ de Gutiérrez Nájera y antes de Víctor Hugo, me canta en el -alma. Atraen las flores que se asemejan a niñas enfermizas, flores -delicadas, para vasos venecianos--ciertos vasos que según Mauclair son -seres vivientes--un casi desvanecido género de violetas casi blancas; -ciertas pálidas mimosas; lirios de una celeste anemia, o las anémonas -que sueñan, y tienen por obra del consonante, entre las flores amorosas, -su moro de Venecia. - -Enormes, enormísimas rosas, de un rojo veroniano, instalan los anchos -vuelos de sus trajes purpúreos. Los lises se erigen en la _rêverie_ de -invisibles anunciaciones; y los tulipanes de color, y los tulipanes -cremas y blancos, tienen en los pétalos entreabiertos como una -sensualidad labial. Las flores triunfan, las flores expresan delicias -primitivas, a través de los tiempos y de «las avalanchas de oro del -viejo azul» que promulga el celeste verso de Mallarmé. Luego son las -flores extrañas, de jardineros simbolistas y decadentes, de señoritas -Boticelli, de poetas malignos y de mister Chamberlain. Entre la -orquestación de todos los perfumes, las orquídeas lanzan sus notas -enervadoras. Con sus nombres de venenos exhiben sus extraordinarias -formas, Aroideas, guarias, alocasias, el anthurium colombiano, -cipripedium, toda la flora propicia a Des Esseintes, semejantes a -objetos, a animales, aun a mujeres; lisas o vellosas y arrugadas, -caracolares o atirabuzonadas, metálicas o sedosas, casi hediondas, o de -perfume femenino, como bocas de víboras o como corsés, orgullosas, -pomposas, provocantes, obscenas, en la más inaudita polimorfia, en la -variedad extravagante extraída, se diría de los lugares secretos, de los -senos ocultos de la naturaleza vegetal. Detenerme más en análisis y -nomenclaturas sería repetir a Huysmans, o recurrir a los formidables -inventarios zolescos, caros a la literatura Roret. Pero he de recordar -una visión obsesionante, un iris casi marchito, cuya expresión -verdaderamente animada pugnaba por traducir a los ojos del artista, no -sé qué misterios de esos mundos herméticos en que las relaciones de -forma, y de color y de ademán tienen una clave en ocasiones casi -adivinada por el comprensivo y por el poeta. Era una flor con faz -_propia_, y cuyo retrato habría hecho a maravilla una de estas dos -inquietantes pintoras: madame Bonemin, o madame Louise Desborde, la -Rachilde del pincel. La onda de aromas pesa por fin entre tanta -exhalación distinta, a modo de llegar a causar opresión o mareo. Busco -una salida para ir a respirar el aire de afuera, y a contemplar la -orilla izquierda del Sena, que se divisa mágicamente por los vidrios; y -se presentan a mi imaginación, como en una galería pintada por un -pintor de ensueños, en - - La terre jeune encore et vierge de désastres, - -las faces de flores mallarmeanas: la gladiola fiera, el rojo laurel, el -jacinto, y, «semejante a la carne de la mujer, la rosa cruel, Herodías -en flor del jardín claro regado por una sangre feroz y radiante»; y el -lirio «de blancura que solloza»... - - Hosannah sur le cistre et sur les encensoirs - Notre Père. Hosannah du jardin de nos Limbes! - Et finisse l’écho par les mystiques soirs, - Extase des regards, scintillement des nimbes! - -Mas en el gran departamento del fondo me llama otro espectáculo: y lo -primero, las patatas. En cestitos, o en grandes montones, las hay de -todas clases. La patatita _mignone_, flor de Parmentier, que me parece -más comparable a _l’orteil du séraphin_ que _le divin laurier_ del poeta -esotérico; la patata enorme, que una sola persona no podría concluir y -que el pre-naturista Bernardino habría creído hecha ex profeso por la -buena Divinidad para ser comida en familia; patatas doradas, pálidas, -rojizas, lisas o de cortezas ásperas, con lunares y hoyuelos o sin -ellos; patatas redondas, alargadas, aperadas o aovadas, toda suerte de -patatas, que me hacían pensar en los cucuruchos llenos de las fritas -sabrosísimas, que se venden en largos y blancos cucuruchos, y que -muerden y mascan con verdadera sensualidad las más lindas bocas de la -capital de Francia. Luego desfilo ante el grupo de los nabos y -zanahorias, de los espárragos como cetros, de los zapallos que obligan a -la veneración con sus inmensas panzas monacales; y una cantidad de las -más variadas legumbres, desde las majestuosas calabazas hasta las finas -arvejas, y habiendo cumplido en mi tarea con dar una parte a la idea del -ensueño y otra a la idea del puchero, salgo contento, en la creencia de -que he tenido un buen día. - -[imagen] - - - - -EL VIEJO PARÍS - -[imagen] - -Viejo París, Abril 30 de 1900. - - -Estoy en el Viejo París, la curiosa reconstrucción de Robida. Aunque, -como todo, no está todavía completamente concluído, la impresión es -agradable. Desde el río, la vista de los antiguos edificios se asemeja a -una decoración teatral. Casas, torrecillas, techos, barrios enteros -evocados por el talento de un artista ingenioso y erudito halagan al -contemplador con su pintoresca perspectiva. - -Al entrar, ya se ve uno que otro _travesti_, desde el arcabucero o el -lancero que se pasean ante los portales, hasta las vendedoras de -chucherías que tras los mostradores y las mesitas erigen en las -graciosas cabezas el alto gorro picudo, cuyo nombre en viejo francés se -me traspapela en la memoria. El sol se cuela por los armazones de -madera, se quiebra en las joyas y dorados de las ventas y en las -brigandinas de los soldados: y un aire de vida circula, el mismo que la -primavera sopla sobre la Exposición enorme y fastuosa, sobre el -glorioso París. Como la imaginación contribuye con la generosidad de su -poder, no puede uno menos que encontrar chocante en medio de tal -escenario, la aparición de una levita, de unos prosaicos pantalones -modernísimos y del odioso sombrero de copa, justicieramente bautizado -_galera_, que llegan a causar un grave desperfecto a la página de vieja -vida que uno se halla en el deseo de animar así sea por cortos -instantes. Si las cosas actuales anduvieran de otro modo, allí se -debería entrar con traje antiguo y hablando en francés arcaico. -Entretanto, conformémonos. - -La puerta de Saint-Michel alza sus techos coronados de banderolas y abre -la ancha ojiva de su entrada hacia el Sena. La calle Vielles-Écoles -presenta su barriada pintoresca, sus fachadas angulares, balcones y -ventanales; por los pasajes anchos se oyen risas alegres de visitantes; -en una calle un émulo de Nostradamus, por unos cuantos céntimos dice el -horóscopo a quien lo solicita: y hay _badauds_ que se hacen decir el -horóscopo y dan los céntimos. - -Creo que hace falta la figura de Sarrazin-el-de-las-aceitunas, -circulando por estos lugares, repartiendo como en Montmartre sus -anuncios rabelesianos y vendiendo su sabroso artículo. - -Robida, el reconstructor es, como sabéis, hábil dibujante y escritor de -chispa. Su erudición artística y arqueológica se demuestra en esta -tentativa, como su talento picaresco y previsor ha podido, en amenos -rasgos, imaginar costumbres, arquitecturas y adelantos científicos de lo -porvenir. En esta obra que he visitado y que será de seguro uno de los -principales atractivos de la Exposición, quiso hacer algo variado, -aunque reducido. Hay edificio que se compone de varias construcciones, y -que restituye así, en una sola pieza, distintos motivos que recuerdan -tales o cuales tipos a los arqueólogos. - -Las diversiones del Viejo París no están aún abiertas, con excepción de -un teatro en donde nos hemos llevado algunos un soberano chasco. -Imaginaos que no es poco venir a encontrar en el Viejo París, en vez de -recitaciones de trovadores o juegos de juglares, una zarzuela infantil -que está dando _La viejecita_ del maestro Caballero! Faltan aún los -lugares en donde se pueda comer platos antiguos en su correspondiente -vajilla, y las tabernas con sus mozas hermosas que sirvan la cerveza. -Falta el pasado París de las Escuelas, que hiciese ver un poco de la -vida que llevaban los clásicos _escholiers_, y que cuando vinieran sus -colegas de Salamanca o de Oviedo con sus bandurrias y sus guitarras, les -saludasen en latín y renovasen en cada cual un Juan Frollo de -_Notre-Dame de París_. Falta que no se mezclen en los puestos de -bisutería y bebidas, los disfraces medioevales con los tocados modernos; -pues ahora se suelen ver unos pasos anacrónicos que ponen -involuntariamente la sonrisa en los labios. Falta asimismo presentar la -sección de los oficios, y resucitar los _gritos de París_, con señalados -vendedores ambulantes. La animación falta al barrio de la Edad Media, -al barrio de los Mercados, en que ha de revivir el siglo XVII; las -instalaciones completas de la calle Foire-Saint-Laurent, Châtelet y -Pont-au-Change. Cuando todo esté abierto y dispuesto, el aspecto no -podrá menos que ser en extremo atrayente. Lo que no juzgo propio es la -concesión que se hará al progreso y a la comodidad, con sacrificio de la -propiedad. Por la noche en vez de multiplicar las linternas de la época, -se verán brillar en los renovados barrios, lámparas eléctricas. - -Se anuncian para dentro de poco festivales, justas y torneos, y no sé si -Cortes de amor. Es una lástima que no se haya tenido todo lo preciso -preparado para que no saliese el visitante algo descontento después de -una vuelta por esta obra inconclusa. Entre lo que llama la atención -ahora, están las distintas enseñas de las tiendas y los puestos, -copiados de viejas colecciones. Al pasar se evocan nombres que -constituyen época: Villon, Flamel, Renaudot, Etienne Marcel. Quizá -dentro de pocos días se vean ya con un alma estas cosas; y al pasar por -la casa de Moliére creamos ver al gran cómico, y en otro lugar -sospechemos encontrarnos con el redactor de la _Gazette_; y al cruzar -frente a la iglesia de Saint-Julien-des-Ménétriers oigamos sones de -viola y gritos de saltimbanquis. - -No me perdonaríais que pusiese cátedra de arquitectura y comenzase en -estas líneas una explicación y nomenclatura técnicas de edificios, -calles y barrios. Mas permitidme que os envíe la impresión del golpe de -vista, en una tarde apacible y dorada, en que he mirado deslizarse a mis -ojos el ameno y arcaico panorama. - -Desde lejos, suavizados los colores de la vasta decoración, la visión es -deliciosa, sobre el puente de l’Alma y el palacio de los Ejércitos de -mar y tierra. Al paso que avanza el _bateau-mouche_, se reconoce, en el -oro del sol que se pone, la torre del Arzobispado, y las dos naves de la -Santa Capilla, la construcción pintoresca del Palais, con su Grande -Salle; el Molino, el Gran Chatelet, con su aguda torrecilla; la fonda -Cour de París y cerca el hotel de los Ursinos, el de Coligny; -la gran Chambre des Comptes de Louis XII; la iglesia de -Saint-Julien-des-Ménétriers, y buena cantidad de edificios más que os -habéis acostumbrado a ver en los grabados y a distinguir en los planos, -hasta la puerta de Saint-Michel y el portal de la Cartuja de Luxemburgo. - -Y como el espíritu tiende a la amable regresión a lo pasado, aparecen en -la memoria las mil cosas de la historia y de la leyenda que se -relacionan con todos esos nombres y esos lugares. Asuntos de amor, actos -de guerra, belleza de tiempos en que la existencia no estaba aún -fatigada de prosa y de progreso prácticos cual hoy en día. Los layes y -villanelas, los decires y rondeles y baladas que los poetas componían a -las bellas y honestas damas que tenían por el amor y la poesía otra idea -que la actual, no eran apagados por el ruido de las industrias y de los -tráficos modernos. - -Por las noches será ese un refugio grato para los amantes del ensueño. -Ignoro si los paseantes caros a Baedeker, los ingleses angulares y los -que de todas partes del globo vienen a divertirse en el sentido más -_swell_ de la palabra, gozarán con la renovación imaginaria de tantas -escenas y cuadros que el arte prefiere. En cuanto a los poetas, a los -artistas, estoy seguro de que hallarán allí campo libre para más de una -dulce _rêverie_. Tanto peor para los que, entre las agitaciones de la -vida turbulenta y aplastante, no pueden tener alguna vez siquiera el -consuelo de sacar de la propia mina el oro de una hermosa ilusión. - -[imagen] - - - - -EN EL GRAN PALACIO - -[imagen] - -París, Mayo 1 de 1900. - - -Demostrando su majestad o su gracia en el espacio, reposados o ágiles, -se alzan, y atraen la mirada antes que otra cosa, los palacios. Es el -Gran Palacio, con la serenidad magnífica de sus columnas, coronado por -atrevida cuadriga; el Petit Palais, que instala su elegancia, también -lleno de columnas adornadas de capiteles jónicos, con sus bellas -rotondas en los ángulos, y cuya puerta principal guardan admirables -desnudeces de mármol; o el palacio de Minas y Metalurgia con sus largas -arcadas y su bizarra tiara central; el palacio de Industrias textiles e -hilados también con arcadas; o el de la Electricidad, que con el Chateau -d’eau, forma la decoración de un cuento de genios. Y en el Campo de -Marte, el de ingeniería civil y medios de transporte; y el de letras, -ciencias y artes, cerca de la aplastante torre Eiffiel, lleno de novedad -y de atrevimiento; y en la Explanada de los inválidos, con sus dos -cuerpos, el de las manufacturas nacionales, que se ha llamado con razón -un _grand rideau d’avant scène_, o el de las industrias diversas. Y en -las orillas del Sena el gran palacio de la ciudad de París, y el de la -Horticultura, con sus dos _serres_ y su jardín al aire libre; el palacio -de los Congresos y de Economía social, vistoso y soberbio; el de los -Ejércitos de tierra y mar, sobre el que se levantan torres y mástiles; -casa de la Fuerza; el de florestas, caza y pesca, cuya decoración es -apropiada a su objeto, y el de la navegación, y el pequeño palacio de la -Óptica en cuyo centro parece que un enorme pavo real abriese el -maravilloso naipe de su cola; y más, y más: os aseguro que años enteros -serían precisos para pintar y describir estas obras en que la piedra y -el hierro, el bronce y el staff, el mármol y las madera, forman tan -hermosas manifestaciones de talento, de audacia, de gusto. Ya os he -dicho que no voy a ocuparme de técnica, aunque tendría qué decir a causa -de la conversación que entre tanta obra he tenido un día entero con mi -amigo Albert Traschel, el admirable arquitecto del Ensueño, que tan bien -ha estudiado Stuart Merril. Hoy, me dedico al gran palacio de Bellas -Artes, en donde se han inaugurado las exposiciones Central y Decenal. -¡Cien años del arte de Francia! ¡Diez años! Aun para los diez, quien -quisiera ocuparse en cada una de las obras expuestas, buen tiempo -gastaría tan solamente en nombrarlas... La mayor parte de los críticos -hacen catálogos. Pienso que lo mejor es decir algo de aquellas obras y -de aquellos maestros que más impresión causan; y aun así, apenas unas -cuantas palabras será posible aplicar. - -El gran palacio enfrente del pequeño, es la gravedad armoniosa enfrente -de la gracia risueña y noble. Hacia la avenida Nicolás II, muestra su -fachada romana. Las columnas múltiples que adornan el edificio son de -sabia ordenación y no en vano se señalan como «modelos del género», y -por las tres entradas del peristilo se diría que se espera como la -aparición continua de un ceremonial antiguo. - -Las artes bellas están representadas por magníficas esculturas en que el -desnudo una vez más sella el poder de su encanto plástico. Y al lado de -la avenida de Antin, en arcaicos mosaicos la historia de las artes -aparece en frisos policromos. Al penetrar en el magno edificio -sorprenden la monumental escalera y la techumbre de vidrio. Allí dentro -está, como os he dicho, el arte francés de los últimos cien años, del -cual claro es que no he de haceros ni la historia ni el análisis; y la -exposición decenal, es decir, lo que el arte de esta potente Francia ha -creado desde 1889. - -Hay maravillas, hay cuadros enormes de mérito relativo y oficial, y -pequeñas telas en que se reconcentra un mundo de meditación, de audacia, -de ensueño. Están representadas todas las tendencias que en estos -últimos tiempos han luchado, con excepción de ciertas obras sublimes a -que la crítica de los discernidores de medallas no ha puesto su pase -autoritario. Todo adorador de la belleza sugestiva y profunda lamentará -no encontrarse por ejemplo, con el sublime _Cristo de los Ultrajes_ del -formidable y apocalíptico Henri de Groux, que aunque nacido en Bélgica, -ha hecho más por el arte francés que señalados y enriquecidos miembros -del Instituto. Pues ha cambiado bastante la época en que el autor de -Graindorge escribía: «Le métier est dur. Des hommes de cinquante ans qui -ont un nom célébre, ne gagnent pas dix mille francs». Que le pregunten -sobre esto a Carolus-Durán, o al benemérito señor de Bouguereau. - -Entre tanta obra producida por pinceles franceses, se ve que no siempre -existe lo que llama Ruskin el amor a «la espontánea o inviolada -naturaleza.» La rebusca ha sido perjudicial por un lado, y la ciega -sujeción al academismo por otro. Cuando libremente se han manifestado -los temperamentos y los caracteres artísticos, ha surgido en su -superioridad la obra maestra. - -Atraen al gran público dos especies de trabajos: las _grandes machines_ -de historia y sobre todo de batalla, y los desnudos. El alto vulgo no -dejará de detenerse ante los retratos de Bonnat, cuya seriedad fría es -dominadora en la vanidad oficial de ese mundo selecto. Benjamín Constant -se impone con cuadros como la _Entrada en Tolosa del Papa Urbano II_ y -un retrato de la reina Victoria. Entra el hábil orientalista ahora bajo -los auspicios de la iglesia, pues después del Papa Urbano ha de darnos -el Papa León; así, en estos momentos trabaja en Roma en perpetuar la -imagen del Sumo Pontífice. - -Siento que una fuerte corriente simpática me atrae hacia Carrière, -cuyas varias telas representan en este certamen la noble y generosa -conciencia de un artista de verdad. Con su visión especial en que los -lineamientos se esfuman, en lo indeciso revelador, hace entrever el alma -de los personajes que reproduce, y concediendo a éstos como una -existencia distinta de la real, en la realidad misma, halla el medio de -expresar lo inexplicable, en una comunicación casi exclusivamente -espiritual. Ya es en _El sueño_ la poetización de una idea, o en el -_Cristo en la cruz_ la imposición visible de lo supernatural, o en el -retrato de ese otro crucificado, Paul Verlaine, la concreción de todas -las tristezas en la miseria y debilidad humanas, prodigiosamente -habitadas por el genio. - -No por admirar a Carrière que es lo vago, he de dejar de acercarme a -Collin, que halaga con sus claros plenos aires y sus figuras en que una -sangre viviente circula, o a Cotlet, que vence dificultades en la -composición y en el colorido, faltando tan sólo que triunfe en las de -movimiento; o a Roll, que cultiva el vigor con tanta maestría, y cuya -_Fiesta del puente Alejandro III_ llama de continuo la curiosidad de los -visitantes. En la Centenal luce con su serena luz antigua la obra del -gran Puvis; en la Decenal no figura nada del ilustre maestro de las -nobles actitudes, de las figuras simples y grandiosas. El hijo de un -insigne profesor de belleza a quien con justicia se denominará el Platón -moderno, Ary Renan, deleita con diminutos paisajes en que se contiene la -visión y el sentimiento de la vasta naturaleza--así en un caracol se -contiene al ruido del océano--; y hay en esas pinturas que abarcan -escasos centímetros de tela, una religiosidad augusta que indica el paso -de la musa misteriosa que hace comprender y significar obras grandes, -según la palabra de Leonardo. Herencia. Quizás. De mí diré que no he -podido menos que recordar los prodigiosos espectáculos de armonía que en -una sencilla página sabía crear aquel levita mágico de la palabra. Con -la diferencia de que el padre obraba en la plena luz de un sol griego, -como el que dorase su frente de artista cuando pronunciara su oración -divina delante de la acrópolis sagrada; y el hijo suele internarse en -vagarosas indecisiones de ensueño a través de las cuales aparece la -eterna X de la vida, el problema misterioso de las cosas, entre brumas -de luz y de sombra. Hacen también el gozo de las almas meditativas los -trabajos de Harpignies, con sus melancolías crepusculares, de luces -desfallecientes, de tonos suaves y tamizados. - -Entre los retratos, fuera de los admirables de Carrière, de los -protocolares de Bonnat, este pintor de cámara de los reyes burgueses, -están los de Benjamín Constant, entre los cuales sobresale el de la -Calvé, los ojos y la gracia de la picante Carmen. M. de la Gándara, que -ha impuesto tan vivos rasgos en sus retratos, sobre todo en los de las -mujeres, en que la felinidad femenina está asida de tan personal manera, -M. de la Gándara tiene aquí varias páginas fisonómicas comentadas con -una seguridad de toques y una aristocracia de factura, que explican sea -hoy, al mismo tiempo que uno de los preferidos de la aristocracia, uno -de los más queridos de los artistas. - -Rodeado de un mar de colores y de formas, mi espíritu no encuentra -ciertamente en dónde poner atención con fijeza. Sucede que, cuando un -cuadro os llama por una razón directa, otro y cien más os gritan las -potencias de sus pinceladas o la melodía de sus tintas y matices. Y en -tal caso pensáis en la realización de muchos libros, en la meditación de -muchas páginas. Mil nebulosas de poemas flotan en el firmamento oculto -de vuestro cerebro; mil gérmenes se despiertan en vuestra voluntad y en -vuestra ansia artística; pero el útil del trabajador, vuestro oficio, -vuestra obligación para con el público del periódico, os llaman a la -realidad. Así apuntáis, informáis, vais de un punto a otro, cogéis aquí -una impresión como quien corta una flor, allá una idea, como quien -encuentra una perla; y a pocos, a pasos contados, hacéis vuestra tarea, -cumplís con el deber de hoy, para recomenzar al sol siguiente, en la -labor danaideana de quien ayuda a llenar el ánfora sin fondo de un -diario. - -[imagen] - - - - -LA CASA DE ITALIA - -[imagen] - -París, Junio 7 de 1900. - - -Al comenzar la calle de las Naciones del lado del palacio de los -Inválidos, se destaca la fastuosa fábrica que ha elevado Italia en el -inmenso concurso. Semeja una catedral de piedra y oro, y al llamarla -«catedral» los obreros italianos, han expresado el verdadero estilo -arquitectónico de este fugaz y bello monumento. Un ave de oro abre las -alas, allá arriba, sobre el domo de oro. Juntos la madera y el hierro -sostienen la unidad compacta del atrayente edificio, que es una fiesta, -un regalo para los ojos. Allí se une la ojiva gótica a la manera y -decoraciones del Renacimiento. En la combinación surge a la memoria el -recuerdo soberbio de San Marcos. Los muros coloreados semejan ricos -mármoles. En mezcla pintoresca se juntan elementos cristianos y paganos. -Los amores tejen guirnaldas sobre los fondos rojizos: cabezas esculpidas -se presentan entre los festones y astrágalos. Airosas esculturas vigilan -las entradas laterales: y la luz del sol hace resaltar de manera -gloriosa el conjunto magnífico, quebrándose en los estucados y dorados y -concentrándose en el águila del coronamiento que se asemeja, encendida -por la luz solar, a una llama que vuela. En lo interior, en donde -presiden las efigies del rey y de la reina y de los príncipes herederos -de la corona--(¿por qué no está, en homenaje al valor y a la ciencia, el -del bizarro Duque de los Abbruzzos?)--la idea de encontrarse en una -basílica se acentúa. Los _vitraux_ con sus tamices de color, dejan pasar -la luz amortiguada. La ancha nave en su techumbre de oro ostenta -decoraciones, ligeros frescos, que embellecen la extensión; flores -hábilmente ordenadas forman sus graciosos dibujos; los _iris_ hablan de -paz al monarca de los grandes bigotes y las margaritas sonríen a la -reina. - -Hago mi visita a este magnífico pabellón en compañía de un artista y -pensador, Hugues Rebell, el autor de la _Nichina_, de _la Camorra_, de -_l’Espionne de l’Empereur_ y demás obras llenas de pasión y de encanto -verbal. Es un amante de Italia, de todos los países latinos, y se -prepara para partir en seguida a España, a ver la exposición Goya, pues -tiene por propósito publicar un libro sobre aquel soberano maestro y su -obra. Como algunos diarios han atacado la sección italiana de la -exposición y, como para decir verdad, hay un ambiente poco simpático -para Italia, procuro sondear el alma de Rebell, a quien juzgo muy lejos -de sentirse influído por los afectos de la Tríplice. Sé que es un -admirador de _Arrigo Beyle_, _milanese_, y por algo sus mejores obras -tienen por escenario la bella tierra amada de los artistas. - ---¿Mi opinión? me dice, con su voz de confesor, callada y aterciopelada. -Que amo a Italia grandemente, y que sobre esta exhibición momentánea, de -industriales hábiles o de artistas verdaderos, veo alzarse el enorme -árbol de gloria de aquel país singular. ¿No recordáis mis _Cantos de la -Lluvia y del Sol_? Cuando he visto Florencia y sus palacios, en donde -sueña todo un pasado de luchas y glorias, cuando he contemplado esas -obras maestras del arte que en todas las calles os llaman a un sueño de -belleza, mi ser se ha estremecido y ha querido clamar: «¡Soy toscano! -¡soy toscano!» Si he nacido en Francia, mi alma debió tomar su vuelo al -sol una mañana de estío, desde las alturas de Fiesole, sobre las bellas -sombras negras de los cipreses, sobre el valle del Arno, lleno del canto -de las cigarras. - -A menos que no venga de esas llanuras donde tiemblan los sauces, donde -las viñas en guirnaldas se doblan bajo los racimos, de esas llanuras que -regocijaron la mirada del Sodoma, del Corregio, del gran Leonardo. -Quizás es hija de esa fértil Campania que Ceres y el dios del vino -protegen; tal vez nació a los murmullos del mar amoroso de Baia. Sé -solamente que formáis parte de un paisaje familiar visto en sueños, o -conocido otras veces, ¡oh tierras de luz, montes de azul en la mar azul, -campañas en donde el crepúsculo se eleva en grandes sombras majestuosas! -¡Italia, tierra santa para los que una tarde Virgilio vino a encantar -con su solemne tristeza, para los que vivieron en los siglos de acción -y de belleza, Italia, quisiera arrodillarme y besar tu suelo de -recuerdos! ¿Quién viéndote ahora dormir podrá creer que estás muerta? -¡Oh durmiente, cansada de obras maestras, entre los monumentos de gloria -que diste al mundo, agotada por tantos divinos partos, descansa, que -bien has ganado tu sueño! ¡Cómo, llegada la hora, te alzarás de tu -lecho, presta para nuevas labores y coronada de la diadema! ¡Oh -durmiente! ¿No has sido, aun en este siglo, una gran trabajadora, no -hemos visto unirse el Orgullo veneciano, la Risa de Nápoles, la -Actividad genovesa, la Gracia milanesa, el Espíritu de Florencia, y este -orgullo romano, pesado de las coronas que los siglos amontonaron sobre -su frente? Almas diversas de Italia, no sois ahora sino una alma, pues -tenéis todas un mismo amor: la Belleza. Pero, Italia, cuna de mis -sueños, tú no me has educado; mi madre y mi nodriza es Francia la dulce, -y no quiero ser ingrato con ella ni con mis maestros familiares: -Montaigne, el gran Montesquieu y La Fontaine, ese hijo de las malicias -sonrientes. Mi sueño de amor crece en medio de las lindas y voluptuosas -hijas de Fragonard, en los parques en que Watteau, bajo vastos boscajes, -hace avanzar, con reverencias, jóvenes de nucas rubias, de faldas -amplias y luminosas. Mi deseo y mi pensamiento es Francia quien me los -ha dado; sería incapaz de vivir si se me prohibiese vivir en francés. -Pueblo de fuerza, pueblo de gracia, cuya lengua es vaporosa como un -bello valle en la aurora, cuyas palabras huyen y se desvanecen como el -río entre los sauces, caro genio de sonrisas y de claros pensamientos, -cómo serían mi crimen y mi locura si osara negarte! Preciso es ser un -pesado bebedor de cerveza de ultra Rhin, discípulo de Marx, un pesado -socialista servidor del Vientre, para renegar de la patria. Todo hombre -que tiene una virilidad, todo pueblo que no es esclavo, siente un genio -de fuego palpitar en sí, que le impulsa a dominar. Todo hombre altivo, -todo pueblo noble tiene un orgullo que alimentar, y por él se bate y por -él quiere vencer. Es en esa lucha eterna que se encuentran la gloria y -el gozo de la humanidad, por tanto dinero vertido, tanta sangre regada. -La guerra da la fuerza, dispensa la vida. La guerra es la grande alcoba -de humillación y de orgullo en que un pueblo se baja, o un pueblo se -eleva. Que los alemanes deseen la gloria de Alemania, está bien; yo debo -querer la Francia victoriosa. Todos los pueblos, cada uno a su turno, -estarán a la cabeza del desfile... - -La sonrisa de una parisiense, que al ver la cara episcopal de Rebell se -pudo imaginar que el poeta me recitaba una homilía, o me predicaba un -sermón, suspendió la tirada lírica. Estábamos en una de las más bellas -instalaciones del pabellón italiano, la de tejidos y encajes florentinos -y venecianos, que sugieren visiones de épocas novelescas y de escenas -suntuosas, de patricios y de príncipes, de caballeros de largos mantos y -gentiles dogaresas. La cerámica de Salviati nos atrae con sus deliciosas -formas y su delicadeza de líneas y colores, y los frágiles muranos -evocan interiores amorosos, fugaces vidas de flor, la escena -d’annunziana de la Foscarina, o el cuento sutil y simbólico de mi muy -querido Julio Piquet... Y hablan de las pasadas glorias romanas los -bronces, los alabados San Giorgi, y los que el poeta de la Alegoría del -Otoño celebrara en una de sus más admirables páginas, en honor del -fundidor que ha sabido encontrar los viejos procedimientos y, en sus -estatuas y demás trabajos modernos, transmitir la misma alma material -nacida del fuego y de la combinación metálica, que hace inmortales de -belleza las obras antiguas: _To make eternity_, que diría Carlyle. Las -porcelanas halagan la vista con sus colores, aunque entre mucha labor -fina se noten piezas que desmerecen, la censurable promiscuidad. Un -arte, el de la ferretería, que un tiempo tuvo en España su mayor -triunfo, se ve representado aquí por labores de bastante mérito. Mas no -compite lo hoy trabajado con lo que podemos admirar en las viejas rejas -de las iglesias, en maravillas que el martillo dejara para admiración de -las sucesivas generaciones. Los _vitraux_ que se exhiben no son -comparables con los que hoy se hacen en Francia, Alemania e Inglaterra; -pero hay una habitación de Florencia, en que bien se puede colocar el -más moderno y grato sueño de amor. Es un estuche de vida feliz. El -toscano arcaico de las decoraciones, la chimenea en piedra florentina, -el mobiliario que cubre un tejido riquísimo de punto de Hungría, la -tapicería lujosa y graciosa, hacen pensar en las horas incomparables que -una pareja amada de la suerte podría sentir deslizarse en tan exquisito -recinto. Se presentan también a la vista bien trabajados mosaicos; los -asuntos, reproducciones de cuadros religiosos célebres, hacen creer en -encargos parroquiales. En las paredes, al subir las escaleras que -conducen a las galerías superiores, se ven imitaciones hábiles de -antiguos manuscritos iluminados, y en el centro, un gran busto de -Humberto, que no pretende ser una obra maestra, preside. Allá arriba se -despliega la labor de las escuelas; desde las escuelas de artes y -oficios hasta los establecimientos en que las manos de las niñas hacen -sus bordados y labores. La muchedumbre lo invade todo. Quiénes van a -observar las instalaciones de los constructores de navíos; quiénes, un -dibujo; y los grupos de mujeres se detienen delante de las vitrinas en -que se expone un bello tejido de punto, o una miniatura, o un plano. - -Allá por la Avenida de Suffren, está Venecia, una reducción para feria, -con imitaciones de las conocidas arquitecturas, góndolas y gondoleros; y -por la noche la iluminación da, en efecto, la sensación de horas -italianas en la ciudad divina, de arte y de amor, mientras se escuchan -músicas de bandolinas y canciones importadas de los canales. A Rebell no -le gustan estas falsificaciones. El autor de la _Nichina_ cree que para -gustar de Italia hay que ir a Italia, y que esta Venecia de guardarropía -es únicamente propia para divertir a los _snobs_ de París y del -extranjero que no han tenido la suerte de sentir cómo es bajo su propio -cielo, el beso de la luz y del aire venecianos, florentinos, milaneses, -napolitanos. Esta Venecia, sin embargo, ayuda a soñar. La imaginación no -necesita de mucho para transportarle a uno a donde quiere, y da idea de -la realidad, al reflejar el agua del Sena las linternas que van como -errantes flores de fuego, en la sombra nocturna, sobre las góndolas -negras. Como el elemento italiano frecuenta mucho este lado de la -Exposición, es frecuente oir sonar el _si_ en labios armoniosos de -hermosísimas italianas. Quiero decir, entiéndase bien, que el _si -suona_. Los franceses y las francesas que se hacen pasear por las -góndolas, no desperdician la oportunidad de chapurrear el italiano, y de -entonar a coro el _Funiculí-funiculá_, o la indestructible e inevitable -_Mandolinata_. - -Pero donde Italia triunfa, a pesar de la hostilidad de buena parte de la -crítica, es en el gran palacio de Bellas Artes, con sus artistas -admirables. El desdén proverbial de cierto París se ha hecho manifiesto -ahora al tratarse de pintor tan eximio como Segantini, a quien se ha -dedicado una sala en la sección italiana. Digo de «cierto París», pues -el malogrado artista ha recibido en vida y en muerte el justo homenaje -de la crítica sin prejuicios, en este país difícil. No hay sino recordar -las páginas que a su obra dedicara revista de tanta autoridad como la -_Gazzette des Beaux Arts_. Mas me ha dado pena el leer juicios como el -del crítico de la _Revue Bleue_, en que se desconoce el altísimo mérito -de aquel maestro de luz cuya ideal vida armoniosa tiene pocos parangones -en su siglo. Segantini, el de los dulces y profundos paisajes, el -revelador de las alturas y de las nieves, el rey de los Alpes, ha sido -maltratado por la pluma de más de un revistero ocasional tocado de -_chauvinisme_. - -Siento grandemente que mi deber de informador me reduzca a tomar nada -más que rápidas impresiones; si no, sería el momento en que con placer -dedicaría un estudio aislado al adorador de la Naturaleza que ha muerto -en Italia entre el duelo de los intelectuales y la admiración de todas -las gentes, a aquel artista cuyo genio comprendió el alma de las cosas, -el misterio de los animales, y que tenía la cara de Cristo. - -[imagen] - - - - -LOS ANGLOSAJONES - -[imagen] - -París, Agosto 27 de 1900. - - -En Bradford sobre el Avon, Wiltshire, al noroeste de Salisbury, se alza -el castillo de Kinston House, de tiempos de Jacobo I. Es una de esas -construcciones severas y sencillas que placen al gusto inglés, y que el -arquitecto de Inglaterra en la Exposición, ha reproducido. La casa de la -Gran Bretaña, en la calle de las Naciones, es el _home_ antiguo, con -todas las comodidades modernas. Desde luego, el arte dice sus victorias -en un país que puede mostrar como gema de noble orgullo el nombre de un -John Ruskin. No podéis menos que sentiros, al entrar, complacidos con -los motivos de los tapices que se deben a Burne Jones, y que atestiguan -el triunfo del prerafaelismo, al halago de un arte de gracia y de -aristocracia. Entre tantas salas en que han puesto su más voluntario -esfuerzo decoradores y mueblistas, detienen con el encanto de su -atractivo, valiosísimas joyas de pinacotecas británicas, y sobre todas, -las que representan esas nobles y deliciosas figuras femeninas que -sonríen, piensan o cautivan bajo sus pintorescos sombreros, en las telas -de Gainsborough y de sir Joshua Reynolds. No habréis dejado de observar, -seguramente, que si la mujer inglesa no es por lo general bella, cuando -lo es, resulta de manera tan imperiosa, que hay que reconocer una -incomparable diadema sobre esas frentes puras y reales, que sostienen -cuellos únicos como formados de un marfil rosa increíble. - -Muebles de todos los estilos--, descollante el _modern -style_--certifican la rebusca de la elegancia al par que el firme -sentimiento de la comodidad. En todo hallaréis el don geométrico y -fuerte de la raza y la preocupación del hogar. Es la muestra de todo lo -logrado en la industria doméstica, bajo el predominio de la preocupación -casera que heredaron y mantienen a su manera y a su vez, los yanquis que -cantan su _Sweet home_. Y no se puede sino pensar en que este país en -que se asienta la inmensa y taciturna Londres, este país de hombres -prácticos y de ávidos comerciantes, es un reino de poesía, una tierra de -meditación y de ensueño. Allá en el palacio de Bellas Artes, no está, -con todo lo que se ha enviado, no está representado el coro de sus -artistas que en esta centuria ha hecho florecer una primavera -inesperada, el amor de una pasión sincera y honda de la belleza, que, -como en lo antiguo, volvió a tener verdaderos sacerdotes, apóstoles y -predicadores. Las obras expuestas traen en seguida a la memoria los -tesoros de la National Gallery, el trabajo colectivo de los -prerafaelitas. Hay flores cogidas en todos los caminos artísticos. Desde -Turner a Franck Brangwyn, están representadas escuelas y modalidades, -tentativas comunes y personales esfuerzos. Allí os retiene la _Caza de -Cupido_. Delicado y arcaico, flotante en un mundo de visiones -legendarias, o en la dulce luz de un maravilloso paganismo, sir Edward, -desde su amable retiro de West Kensington, ha derramado en su áspera -época mucho ideal óleo sobre el alma del mundo. ¿Qué espíritu soñador no -ha sentido la íntima dominación, el imán insólito de sus mujeres -singularmente expresivas y fascinantes? «¡Las mujeres de -Burne-Jones!--dice con fervor un devoto, Gabriel Mouray--, su -ondulosidad capciosa, la especie de sensualidad dulcísima que encurva su -boca, sobre todo, el sentido tan profundo tan misterioso--o tan simple, -quien sabe, tan fácil de adivinar--de su mirada, bajo el ala de las -pestañas entrecerradas, ¿qué poeta sabría decirlos? ¿Qué perfecto mágico -de la palabra evocará su seducción voluptuosa, esta especie de -enlazamiento de alma que parecen prometer con sus frágiles manos, y sus -cabellos de delicias y a pesar de sus largos vestidos de pureza?» -Gozaréis del arte ante la _Caza de Cupido_ y ante el _Cuento de la -Priora_. Al lado de un clásico y rosado Alma Tadema, Millais os ofrece -su _Verónica_, y un admirable retrato. De Lord Leyton hay unos dibujos. -El actual director de la Royal Academy, sir Edward John Poynter, ha -remitido una reconstitución griega. Orcharson un retrato oficial; -retratos, también, Herkoner y Sargent. De Walter Crane, páginas -ornamentales para _vitraux_. ¿Por qué no habéis venido, admirable -mendigo del rey Cophetua, divina _Beata Beatrix_, niña bienaventurada; -celeste _Rosa Triplex_, gentil y suave _Mathilda_, sublime y amorosa -_Francesca_? ¿Y todos vosotros, caballeros de los poemas, armados como -arcángeles y hermosos como mujeres? Visitante, que te quedas absorto y -meditabundo, hay que ir a Inglaterra. - -El orgullo británico no ha dejado de manifestar si no quejas, bastante -razonables observaciones. El «hombre de la paz», el hábil Stead, hace -notar que el _english speaking world_ no ocupa en la Exposición un -espacio relativo al área que cubre sobre la tierra. Sobre todo, en lo -referente a las secciones coloniales, Argelia, por ejemplo, que apenas -podría ser una provincia del Indostán, representa tanto como el imperio -de la India. La Exposición puede ser mirada, en un sentido, como un -gigantesco anuncio del hecho--que el mundo a veces olvida--de que -Francia es una de las más grandes potencias coloniales. - -Sin embargo, la exposición de las colonias inglesas es hermosa y vasta. -En el Quai Debilly se eleva, imponente y lleno de carácter, el edificio -de las Indias. Es un compuesto arquitectural que evoca los palacios -hindus y las viejas pagodas. Y en lo interior, desconcierta la minucia y -la elegancia complicada de esos decoradores birmanos que esculpen la -madera con singular maestría, y han hecho de la gran escalera una -estupenda muestra de arte oriental. Más allá admiran también otros -trabajos semejantes, hechos por finas manos de Penjab, sutilezas de -labrado realizadas por cinceles maisuritas, de Madras y de Rajfontana. -Allí han enviado los mahrajhaes suntuosas vajillas, curiosas y raras -piezas de orfebrería, labores criselefantinas, armas y sedas y -paramentos femeninos de las Mil Noches y Una Noche, como diría el Dr. -Mardrus. - -No lejos está Ceylan, caro a los poetas. Allí podéis tomar delicioso te -en el pabellón, te servido por singalesas de París y singaleses -auténticos. Lo que expone Ceylan daría los materiales preciosos para un -poema de Leconte o un soneto de Baudelaire. La canela está al lado del -te, de las hierbas aromáticas, del café; y luego, entre las vitrinas, -algo nos hace creer que estamos en casa de Aladino o en el obrador de un -divino Lalique. Son los rubíes de todos tonos y tamaños, los granates, -los zafiros, las turquesas, y, sobre todo, las perlas, perlas rosas, -perlas albas, perlas negras, perlas doradas, perlas de los más -peregrinos colores y matices, suficientes para encantar a diez princesas -caprichosas y para poner en delirio a la musa heráldica y enigmática del -singular poeta Roberto de Montesquiou. ¿Recordáis el mapa imponente del -sonoro libro de Demoulins? El color correspondiente a los anglosajones -ocupa casi toda la tierra. La reina Victoria es emperatriz de los mares. -Cuando su jubileo, súbditos de todas las razas le ofrecieron su -homenaje. Aquí están, en el palacio colonial, representados todos los -lugares en donde se canta fervorosamente--o a la fuerza _if you -please_--el _God save the queen_. El Transvaal todavía viene solo. En -grupo vienen desde la tierra negra de Fidji--hasta Gibraltar, colonias -de todas clases, con gobiernos representativos o sin ellos, la rica y -enorme Australia, el Canadá, Santa Elena, Jamaica, Nueva Guinea, y más, -y más, y más tierras. Traen todo lo que da su suelo y lo que produce su -industria, y sale uno de ver todas estas cosas convencido de que la -superioridad de los anglosajones es innegable, aunque no sepa a punto -fijo en lo que consiste... _¡Rule Britannia!_ - -_Rule Britannia..._ Sir John Lubbock lo repite a quien desee escucharlo, -para decir una galantería a Mariana: «Señores franceses, por todas -partes en donde haya un país en donde vosotros no colonicéis, el interés -de vuestra industria es que sea colonizado por nosotros.» - -«El inglés contemporáneo, se dice, se estima como el tipo más perfecto -de humanidad.» ¿Por qué no? Por un lado el rost-beaf, el porter, el -whisky and soda, las regatas, el box, la gimnasia, el cultivo del -cuerpo; por otro la universidad, los museos, los viajes, el ejercicio de -la voluntad, el cultivo del alma. ¡Brava raza, bravos espíritus! Y esa -seguridad, esa convicción, esa firmeza, en el cumplimiento de toda -acción, desde lo sublime hasta lo vulgar, desde el parlamento hasta -Whitechapel, desde el príncipe, el poeta y el clown hasta el pastor, el -obrero y el mendigo, desde el heroísmo hasta la borrachera. Aquí hay -anglófobos, ya se sabe, y no es nueva la antipatía por la gran nación -de presa; pero no son raros los anglófilos y los que desean para Francia -una vía igual a la que sigue el poderoso país imperialista. - -Lo cierto es que se habla mucho de la _cupidité_ y de la falta de -humanidad de los matadores de Boers; y este fin de siglo ha visto el -singular espectáculo de un Rudyard Kipling armando a las nueve musas y -al Apolo inglés de fusiles de precisión con balas dum-dum. Mas no hay -que olvidar que bajo ese mismo cielo hermoso han resonado las voces de -paz humana y de nobleza y elevación, de un Gladstone, de un Ruskin, de -un Mill. Pocas figuras de todos los siglos comparables al insigne y -victorioso artesano William Morris. ¿Inglaterra no ha sido el país en -donde, en este siglo, la belleza ha tenido sus más fervientes y sinceros -seguidores y levitas? - -A esta exposición ha venido la Gran Bretaña con su ciencia, con su arte, -con sus máquinas pacíficas y sus poderosas máquinas militares. Los -telares hablan de la inmensa fuerza fabril de ultra-Mancha, y Maxim -indica con sus cañones, incontestables argumentos que, no obstante, en -el África del Sur rebatieron los soldados rústicos del tío Pablo. - -Por las calles de París, por los rumorosos lugares de la Exposición, -pasan los caricaturales miembros de la Salvation Army. Se oyen cantos -con acordeón, en uno que otro recodo, cantos que oyen los _badauds_, -unos creyentes, otros burlones. Los lores llenan con sus fiestas los -salones de los hoteles y los restaurantes de la feria. Los _toast_ -entre franceses e ingleses se multiplican, y los sabios, los artistas, -y sobre todo, los industriales y comerciantes de ambas naciones, se dan -los más francos _shakehands_, alternando el champaña y el whisky. Y dice -el sabio sir Avebury: «Estamos muy contentos de estar aquí. Saludamos y -amamos a la bella Francia. Hoy, sobre todo, nuestras simpatías se avivan -con el pensamiento de que, lejos de aquí, vuestros soldados y los -nuestros combaten lado a lado por la causa de la civilización y de la -justicia...» Y esto mucho más claro: «Nuestros intereses son los mismos -en el mundo. Todo nos obliga a ser amigos... La Francia es tan buena -cliente de la Inglaterra, que nosotros tenemos interés en que ella se -enriquezca. Inglaterra es tan buena cliente de Francia, que Francia no -puede menos que desearla muy próspera.» - -Por otra parte, las relaciones entre París y Londres son absolutamente -necesarias. Porque si no, ¿adonde mandaría M. Prevost a planchar sus -camisas? - - -II - ---Voy a ver, dije, en qué consiste la superioridad de los anglosajones. - -Mi acompañante norteamericano me contestó:--era al entrar al pabellón de -los Estados Unidos en el _quai d’Orsay_:--El congreso de U. S. A., votó -un crédito de 7.500.000 francos. - -¡Y todo está muy bien!, repliqué. - ---_¡All righ!_ afirmó. - -Sobre la cúpula presuntuosa, el águila yanqui abría sus vastas alas, -dorada como una moneda de 20 dólares, protectora como una compañía de -seguros. - ---Ustedes, dije a mi amigo, que tienen buenos arquitectos y hasta la -vanidad de un estilo propio, ¿por qué han elevado un edificio romano en -vez de un edificio de Norte América? - ---No hubiera quedado muy bien, contestóme--, una casa de 20 pisos; a no -ser que la colonia viniese a vivir en ella. En cuanto a lo romano, nos -sienta perfectamente.--Nosotros también podemos decir hoy: _Civis_, etc. - -En el pabellón imponen el repetido motivo del Capitolio. En dimensiones, -_es el más alto de todos_. Sobre la base arquitectural cuadrangular, se -alza la vasta cúpula, en la que se posa el glorioso pájaro de rapiña. -Hay un arco al lado del Sena sobre el cual la Libertad en el carro del -Progreso, es llevada por una cuadriga; entre las columnas corintias del -arco, el general Washington está montado a caballo. - -Entramos. Mister Woodward ha dicho: «En lo interior de ese monumento el -americano estará en su casa, con sus amigos, sus diarios, sus guías, sus -facilidades estenográficas, sus máquinas de escribir su oficina de -correos, su oficina de cambio, su _bureau_ de informes, y hasta su agua -helada.» Y mister Woodward tenía razón a fe mía. - -Al penetrar en el gran hall, no encuentro sino compatriotas de Edison -que van y vienen, o leen periódicos, o consultan guías, o toman agua -helada, y oficinas por todas partes, en un ambiente de la Quinta -Avenida. Allí hay un salón de recepción de la comisaría; más allá, una -serie de buzones; más allá, telégrafo; más allá un banco. - ---¿Quiere usted cambiar algunos geenbacks, o águilas americanas? me -pregunta mi yanqui. Le contesto con mi modestia latina, que propiamente -en ese instante, no tengo tales intenciones... Y agrego: «¡Las águilas -vuelan tan alto como las odas!...» - -A los dos pisos superiores se sube en ascensor _made in United States_. - ---Aquí, me dice mi sonrosado compañero--, primer premio de -_rowing_--aquí está únicamente nuestra casa, nuestro _home_. Nuestro -progreso, nuestras conquistas en agricultura, en ingeniería, en -electricidad, en instrucción pública, en artes, en ciencias, en todas -las labores y especulaciones humanas, están expuestas en los distintos -grupos de la Exposición, como ya lo habréis visto. Venimos con la -completa satisfacción de nuestras victorias. Somos un gran pueblo y -saludamos al mundo. - -Le contesté con versos de Walt Whitman: - - O take my hand Walt Whitman! - Such gliding wonders! such sights and sounds! - Such join’d unended links each hook’d to the next, - Each answering all, each sharing the earth with all, - -Ese pueblo adolescente y colosal ha demostrado una vez más su plétora de -vitalidad. Como agricultores han ganado los norteamericanos justísimos -premios; como maquinistas e industriales han estado en el grupo de -primera fila; como cultivadores del cuerpo y de la gallardía humana un -Píndaro de ahora merecen sus atletas, discóbolos y saltadores; como -artistas, ante los latinos que les solemos negar facultad y el gusto de -las artes, han presentado pintores como Sargent y Whistler y unos -cuantos escultores de osados pulgares y valientes cinceles. En el -Palacio de Bellas Artes se han revelado nombres nuevos, como Platt, como -Winslow Homer, como John Lafargue, que aparece en la exposición con sus -temas samoanos como el R. L. Stevenson de la pintura. No, no están -desposeídos esos hombres fuertes del Norte, del don artístico. Tienen -también el pensamiento y el ensueño. Los hispano-americanos todavía no -podemos enseñar al mundo en nuestro cielo mental constelaciones en que -brillen los Poes, Whitmans y Emersons. Allá donde la mayoría se dedica -al culto del dolar, se desarrolla, ante el imperio plutocrático, una -minoría intelectual de innegable excelencia. Es tan vasto aquel océano, -que en su seno existen islas en que florecen raras flores de la más -exquisita flora espiritual. (¿En qué país de Europa se superan -publicaciones como el _Chap Book_?) Whistler ha contribuido con su -influencia a una de las corrientes en boga del arte francés -contemporáneo. En la poesía francesa modernísima dos nombres principales -son de dos norteamericanos: Villié-Griffin y Stuart Merrill. Los yanquis -tienen escuela propia en París, como tienen escuela propia en Atenas. -Entre esos millones de Calibanes nacen los más maravillosos Arieles. Su -lengua ha evolucionado rápida y vigorosamente, y los escritores yanquis -se parecen menos a los ingleses que los hispano-americanos a los -españoles. Tienen «carácter», tienen el valor de su energía, y como todo -lo basan en un cimiento de oro, consiguen todo lo que desean. No son -simpáticos como nación; sus enormes ciudades de cíclopes abruman, no es -fácil amarles, pero es imposible no admirarles. ¡Soberbios cultivadores -de la fuerza! Sus escultores parecen en este certamen sus intérpretes; -han enviado en bronce fuertes tigres, magníficos leones; Mac Monnier, el -ímpetu dionisíaco en una bacante y la libertad de la naturaleza en un -grupo de caballos; French, al bueno y fundamental Wáshington; St. -Gaudens, al bizarro Sherman, y a un puritano; una mujer, miss Herring, -su parte de poesía, simbolizada en _Eco_. Allá, en el palacio de la -decoración, mobiliario e industrias diversas, sus muestras dicen el -gusto conquistado, el _home_, que ama la comodidad y lo confortable, el -lujo, la novedad del estilo moderno, la persecución de lo elegante; sus -orfebres y plateros asientan la fama de tales labores en el país caro a -Tiffany; sus relojeros compiten con los finos franceses y los hábiles -suizos. En el palacio de la Electricidad, como en el anexo de Vincennes, -el país de Edison, conserva su prepotencia aunque la fuerte Alemania se -la disputa y en opinión de muchos se la gana. País que trabaja bien, se -nutre bien; así en el grupo de agricultura y alimentación esos -vigorosos trabajadores son ciertamente dominantes. - -Han traído mucho y han traído bueno. Bajo los arcos de la soberbia -galería están _las Campanas de la Libertad_; y se exhibe la flor de lo -que produce la rica tierra del norte, de Chicago a Frisco, del Oregón a -Lusiana, de Nueva Orleáns a Nueva York. Están el trigo profuso que teme -hoy a su rival argentino; el arroz y las ricas legumbres, y sus -infinitos maíces, de los que una cocina agregada a la sección compone -platos sabrosísimos que distribuye a los visitantes: sopas de maíz, -guisos de maíz, postres de maíz. La gama de los azúcares atrae; las -carnes conservadas, los enormes jamones chicagüenses, el apretado -corned-beef evocan los innumerables rebaños, las vastas praderas del -cowboy, gaucho del yanqui, y esas exposiciones monstruos que de sus -ganados suelen hacer los norteamericanos, como aquella que una vez -celebró en _La Nación_, con su prosa lírica y pletórica, el pobre y -grande José Martí, en una correspondencia que se asemeja a un canto de -Homero. Traen vinos californianos, café, te y cervezas; y grandes -troncos de sus bosques y manzanas, cananeas, y granjas en miniatura, que -son juguetes, en donde los hombrecitos de zinc, guían caballitos de -cinc, que arrastran máquinas agrícolas sobre campos de _papier mâché_, -todo movido por mecanismo que instruye a los grandes y divierte a los -chicos. Allí hay nuevos arados, nuevas segadoras, y otros inventos que -perfeccionan y facilitan el cultivo de la tierra. - -En el palacio de las Artes Liberales muestran el estado de su enseñanza, -vistas de sus escuelas primarias y secundarias, fotografías de sus -universidades, exposición de sus interesantes métodos, sus edificios -ricos y elegantes, sus jardines y parque, sus instrumentos de cirugía, -sus planos y mapas, y sus grupos de estudiantes, en sus ejercicios, -nutridos de ciencia y fuertes de sport, helenistas y remeros, y que van -con Aristóteles y Horacio a una partida de football. Y allá en -Vincennes, al lado el velódromo municipal, en una construcción propia, -una verdadera montaña de hierro y acero, en movimiento, propaga la -expansión fabril e industrial de la nueva república anglosajona, y la -potencia sorprendente de sus fraguas ciclópeas. - -En la sección francesa de la exposición, en el palacio de bellas artes, -ante la _Salomé_ de Gustave Moreau, una mujer rubia, de fascinadora -elegancia, de una belleza fina y fuerte a la vez, se detiene. Largo rato -está, como poseída de la evocación, como penetrada del ambiente fabuloso -de la mágica realidad del poeta. Su mirada, su atención a la música -pictórica, su apasionado admirar, son de un espíritu muy sutil y culto. -Las gentes pasan, pasan, y se agrupan ante los militares de Detaille, o -ante las flores de la Sra. Lemaire. La rubia, cuyos ojos son divinamente -azules y cuyos labios son floralmente rojos, la bella intelectual que -esta magnetizada, clavada por la virtud del genio lleno de prestigios -que se revela en la obra del aristocrático pintor, como de esas raras y -sublimes estatuas de carne femenina, que habita por excepción un alma -de sensitiva y de soñadora: esa mujer exterioriza su alcurnia espiritual -y ante el artista es una princesa por derecho propio. Esa señorita es -una ciudadana de los Estados Unidos. - -En un bar elegante. Mientras «esas damas» ríen y gallinean ante sus -botellas de champaña helado, y en sus sillas altas unos cuantos ingleses -conversan con el barman y apuran sendos vasos de whisky and soda, y en -las mesitas contiguas un mundo de alegres internacionales celebra los -placeres parisienses, entra un hombre rojo, robusto, muy robusto, con -una gran rosa en la solapa del frac, un gran brillante en un gran -anillo, y un gran habano en la gran boca. Saluda a dos conocidas y se -sienta a su lado. El barman le sonríe, el gerente le sonríe, el patrón -le sonríe, y «esas damas» le acaparan con los ojos. El fuerte varón, -gran bebedor delante del Eterno, y gran comedor, pide sandwiches, pide -porter, pide champaña y todo desaparece en su persona inmensa. Mira a -todo el mundo como sobre un pedestal. Su cara congestionada, de -gladiador que fuese cochero, refleja una suma convicción de soberanía. -Se habla de monedas y muestra luises, libras, águilas americanas. Se -habla de billetes, y compara un grueso paquete de azules del Banco de -Francia, con otro grueso paquete de espaldas verdes. Todos le observan. -Al rato, pide más champaña, se lo bebe en dos sorbos, paga, da una -respetable propina, se levanta, dos estupendas pecadoras se prenden a -sus brazos, y sale contento, augusto, brutal, colorado, gordo, -admirable! Ese es un ciudadano de los Estados Unidos. - -En el concurso atlético. Los franceses han ganado la carrera de Maratón, -que en los juegos de Atenas fué lograda por un griego. Va a tirarse el -disco, va a lograrse el campeonato del mundo en ese _ludus_ antiguo, y -los griegos no encuentran rivales en el bando internacional, cuando se -presenta un joven, vivaz, hermoso, de hermosura clásica, casi -adolescente, de impecable anatomía apolónica, propio para ser trasladado -a un cuadro de gracia natural y primitiva por Puvis de Chavannes. En -cuanto los griegos le miraron tomar el disco, con el mismo ademán y la -misma planta que el discóbolo del Louvre, y con una agilidad y -elasticidad de miembros que maravillaban, se consideraron vencidos. -Triunfó en efecto el joven extranjero, triunfó serenamente y sin fatiga. -Ese joven pindárico, es un ciudadano de los Estados Unidos. - -Después que Sada Yacco, la prodigiosa artista japonesa ha dado la -sensación de su extraña muerte, en _La Geisha y el daimío_, la sala del -pequeño teatro de la Rue de París, en la Exposición, queda en la -obscuridad, mientras una música discreta impregna de armonía el recinto. -Permitid que deje la palabra al recientemente malogrado Albert Samain, -pues sus versos franceses son un regalo exquisito: - - Dans la salle en rumeur un silence a passé... - Pannyre aux talons d’or s’avance pour danser. - Un voile aux mille plis la cache tout entière. - D’un long trille d’argent la flûte la première - L’invite, elle s’élance, entrecroise ses pas, - Et, du lent mouvement imprimé par ses bras, - Donne un rythme bizarre à l’étoffe nombreuse, - Qui s’élargit, ondule et se gonfle et se creuse, - Et se déploie enfin en large tourbillon... - Et Pannyre devient fleur, flamme, papillon! - Tous se taisent; les yeux la suivent en extase. - Peu à peu la fureur de la danse l’embrae. - Elle tourne toujours; vite! plus vite encore! - La flamme éperdûment vacille aux flambeaux d’or! - Puis, brusque, elle s’arrête au milieu de la salle; - Et le voile qui tourne autour d’elle en spirale, - Suspendu dans sa course, apaise ses longs plis. - Et se collant aux seins aigus, aux flancs polis, - Comme au travers d’une eau soyeuse et continue, - Dans un divin éclair, montre Pannyre nue. - -Panira de los talones de oro, esa figura deliciosa que el lírico -ceramista ha dejado magistralmente «en los flancos del vaso», Loïe -Fuller, en fin, es una ciudadana de los Estados Unidos. - -En la nave del templo, sobre el aristocrático silencio, se alza en el -púlpito la figura severa de un orador, vibra su voz, en excelente -francés, regando frases bravas, frases generosas, palabras vibrantes, -oraciones de medula, razones, consejos cuerdos, doctrinas evangélicas -que enseñan una paz y una libertad ecuménicas. Las viejas marquesas del -faubourg Saint-Permain le oyen gustosas. Las elegantes damitas de los -cotillones se encantan con el sermón, con el discurso de ese prelado de -un país extranjero, cuyo nombre famoso va entre inciensos y rosas, por -los salones y por los Periódicos. El sacerdote dice a los franceses: -«Uníos, amad sobre todo a vuestra madre Francia; dejad vuestras luchas -interiores y consagraos a una saludable obra común.» Sus sentimientos se -propagan en entusiásticos períodos que los oyentes encuentran -admirables. El predicador es un orador, y un orador de primer orden. En -cierta ocasión, el discurso brota con mayor aliento, con gracias y -virtudes superiores; el gesto es magnífico, la voz conmueve y levanta a -la asamblea; y el lugar sagrado, el sacramento desde el altar lleno de -oro y de cirios, la solemnidad de las ceremonias anteriores, la dignidad -de los nobles asistentes, nada impide que en varios pasajes, la oración -sea aplaudida, como en un congreso, y al final, estalle con ruido la más -suelta ovación para monseñor Ireland. Ese obispo sonoro es un ciudadano -de los Estados Unidos. - -[imagen] - - - - -RODIN - -[imagen] - - -I - -1.º de Julio de 1900. - -Antes de visitar la exposición Rodin he leído todo lo que del gran -artista y su obra se ha publicado, desde los ditirambos de los que le -juzgan un dios, hasta los ataques en que se declara poco menos que un -imbécil. La bibliografía rodiniana es ya bastante considerable. Luego, -me propuse apartar de mi mente todas esas opiniones, ir sin prejuicio -ninguno, a entregarme a la influencia directa de la magia artística, -poniendo tan sólo de mi parte, el entusiasmo y el amor que guardo por -toda labor mental de sinceridad y conciencia, por todo osado trabajador, -por todo combatiente de bellos combates. Después de mi primera visita, -volví varias ocasiones. Una sola estatua me ocupaba a veces una hora -larga. - -Quería oir la voz misteriosa de la plasmada materia, el canto de la -línea, la revelación del oculto sentido de las formas. Me atrevo a -decir--no sin cierto temor--, que comprendo a Mallarmé--en Madrid, me he -sublevado contra los que no entendían la música de Vincent D’Indy; he -leído a Rene Ghil, sacando algún provecho, cosa que parece bastante -difícil; soy apasionado de Odilón Redon, de Toroop, de Rops; he -publicado un ingenuo libro de admiración que se llama _Los Raros_... -Pues bien, al hacer mi suma de impresiones sobre la obra de este potente -escultor, indudablemente el primero de su tiempo, estoy desconcertado. -Los críticos de arte no me han servido para maldita la cosa, sino para -amontonar a los ojos de mi pensamiento innumerables contradicciones. -Ante ellos la obra rodiniana es como esos barriles de los -prestidigitadores, que por una sola espita dan el licor que place a cada -cual. Hay en ella lo que se le antoja a no importa quién. Es el caos y -es el cosmos. El uno habla de la filosofía; el otro se ase al generoso -símbolo; el otro encuentra su manía social; el otro su visión ocultista. -Yo expondré, con toda la transparencia de que me siento capaz, este -resumen: he hallado a dos Rodines: un Rodin maravilloso de fuerza y de -gracia artística, que domina a la inmediata, vencedor en la luz, maestro -plástico y prometeico encendedor de vida, y otro Rodin cultivador de la -fealdad, torturador del movimiento, incomprensible, excesivo, -ultraviolento, u obrando a veces _como entregado a esa cosa extraña que -se llama la casualidad_. Procuraré explicarme. - -Al contemplar la mayor parte de esas esculturas, rudos esbozos, larvas -de estatuas, creaciones deliberadamente inconclusas, figuras que -solicitan un complemento de nuestro esfuerzo imaginativo me preguntaba: -¿dónde he visto algo semejante? Y era en las rocas de los campos, en los -árboles de los caminos, en el lienzo arrugado, en las manchas que la -humedad forma en los muros y en los cielos rasos, o en la gota de tinta -que aplastáis entre dos papeles. Esto último resultó súbitamente a mi -vista delante de algunos dibujos del maestro que han sido apuntes y -documentos para la realización de formas esculpidas y plasmadas. - -Una página de Eugene Carrière vino en mi ayuda. «El arte de Rodin, dice -el gran pintor, sale de la tierra y a ella vuelve, semejante a los -bloques gigantes, rocas o dólmenes que afirman las soledades, y en cuyo -heroico engrandecimiento se ha reconocido el hombre. La transmisión del -pensamiento por el arte, como la transmisión de la vida, es obra de -pasión y de amor. La pasión, de que Rodin es el servidor obediente, le -hace descubrir las leyes que sirven para expresarla, es ella la que le -da el sentido de los volúmenes y de las proporciones, la elección del -relieve expresivo. - -«Así la tierra proyecta sus formas aparentes, imágenes, estatuas que nos -penetran del sentido de su vida interior. Son esas formas terrestres las -que fueron iniciadoras verdaderas de Rodin.» Se trata, pues, desde -luego, de un gran espíritu libre, cuyo director es la naturaleza misma. -Al pasar la cordillera de los Andes, ¿no habéis visto los colosales -frailes de piedra que en la roca viva ha esculpido un cíclope y divino -escultor? Ese es el maestro de Rodin. Éste persigue conscientemente el -arte inconsciente de la naturaleza. Tal figura suya os trae a la -memoria el bifurcado tronco de un árbol; otra, el gesto extraño que las -aguas han labrado en una piedra, a la orilla del mar; otra, los -caprichos que chorrea en amontonadas estalactitas, la cerca de un cirio. -Lo que se manifiesta más imperiosamente es el don singular de poner en -esas formas, una suma de vida que al contemplador causa un insólito -pasmo. Mas confieso que hay muchas obras delante de las cuales el -pensamiento no encuentra vía. Algunas figuras en su preconcebida rudeza, -en obligadas posiciones y con el procedimiento rodiniano que descuida el -detalle, me despertaron la idea de no sé qué vaciados hechos en -desenterradas Pompeyas o Herculanos. - -La prensa, las distintas interpretaciones de los críticos de arte, y las -exageraciones del snobismo, causaron a Rodin bastante daño. Se ha -querido y se ha conseguido que su obra excéntrica prive sobre su obra de -claridad vibrante, de vigor plástico indiscutible, que no entraña más -que la formidable omnipotencia de la belleza, sobre todos los -procedimientos y sobre todas las escuelas. Mirbeau ha tenido razón, los -señores de la crítica han dicho lo que se les ha antojado, menos que -Rodin es un artesano genial, que en su oficio, y en su consagración -realiza el milagro sin imponerse tareas sociales, mitos trascendentes, -fórmulas esotéricas. Claro es y es sencillo, que todo espíritu -investigador, y sobre todo, el imaginativo, puede sacar lo que quiera de -esa misteriosa e inextricable complicación de formas y de movimientos. -El milagro es la revelación subitánea de la vida, el encuentro en la -materia, de la voluntad humana, del designio del artista, con la -voluntad suelta y el designio de la naturaleza, que tiende a decir su -secreto, a formular su íntima esencia. Si Rodin no fuera Rodin, habría -franqueado el paso de lo sublime a lo ridículo. Felizmente para él, no -le invade la «literatura». Es un dedicado, un consagrado a su caza de -gestos, a su persecución de actitudes. Lo que no se puede poner en duda -es su sinceridad, su lealtad al arte. A lo más se podría suponer que la -influencia de sus intérpretes literarios y la humareda de la lucha -intelectual encendida alrededor del _Balzac_, le han afianzado en su -propósito de firmeza en el choque deliberado con el ambiente normal que -le rechaza. Él obliga a inclinarse ante su fuerza, ante su estupendo -gozo dionisiaco. Aplico la palabra en el sentido nietzschiano; pues si -Rodin demuestra una innegable tendencia a lo _feo_, ello vendrá de lo -que Nietzsche denomina _la necesidad de lo feo_--absolutamente -griega--«la sincera y áspera inclinación de los primeros helenos hacia -el pesimismo, hacia el mito trágico, hacia la representación de todo lo -que hay de terror, de crueldad, de misterio, de nada, de fatalidad, en -el fondo de las cosas de la vida». Espíritu aislado, como todos los -grandes, va solo. «Es de la raza de los que _marchan solos_», dice de él -un severo y apostólico artista, Jean Paul Laurens. Además, su armadura, -a los golpes de los que le atacan, resuena con hermoso resonar. Está -construída de lógica, a martillazos ciclópeos. Lo que constituye su -talón aquíleo es su tácita sujeción a la idea de los críticos -oraculares, el querer hacer símbolo e intelectualismo, cuando su fuente -propia está en el sentimiento, en un gran sentimiento, y en la pasión, -en una gran pasión. Es el divino escultor del _Beso_, el robusto creador -de los _Burgueses de Calais_. - -Por la tanto, os perturban, os desconciertan, labores como ese _Genio -del Reposo eterno_, que encontráis frusto e incomprensible, sobre todo -cuando recordáis el Praxiteles del Louvre en idéntica interpretación. - -Entre árboles que la primavera anima está la casa en que el maestro ha -juntado su producción: entre árboles, como un templo antiguo de Grecia. -Hay días de moda, los viernes: «--¡Oh, marquise!--¡Oh ma chère!» Entra -baste gente y los ingleses, como ya lo debéis suponer, abundan. Hay -quienes sonríen, desde la entrada, como si entraran a un lugar vedado, y -quienes tienen aire de decir a la humanidad toda: «¡Ah, imbéciles! entro -en mi casa». - -Ya en el interior, comienza la lucha de sensaciones. - -Al pasar, sentís cómo os asen las manos de la vida, cómo os penetran los -ojos, cómo os envuelve el aliento. Súbitamente, al entrar, _la Guerra_. -Se ha hablado al tratar de ella, de la victoria de Samotracia como único -parangón. Pero, ante todo, debo declarar que no concibo en Rodin un -representativo del espíritu griego; Rodin no tiene de Grecia más que el -concepto de la tragedia; es la máscara trágica la que le obsede. Vida, -sí; pero _humana_, mientras en el arte puro griego existe la imposición -de la vida _divina_. Ahí está la suprema particularidad de Rodin, en -haber buscado y encontrado la fórmula de todo lo que el cuerpo humano -tiene de extraño, en el movimiento, en el gesto, en la certificación de -la vida. Pero no hay en él la virtud olímpica de Fidias, de Proxíteles, -de los antiguos maestros helenos. Se comunica con los dioses inferiores. -Una náyade, un fauno, una sirena, son suyos; mas con Júpiter o Apolo, se -desequilibra. Cuando ha querido representar a Apolo, lo ha concebido -soberbiamente, sobre las hidras, esparciendo la luz, creando las ideas; -y la ejecución nos ha dado un muchacho agradable que no nos convence en -su excelente mímica, de ser la encarnación de tan estupendo símbolo. La -culpa es del predominio absolutamente humano y realista que existe en la -obra de Rodin. La _Guerra_ es de pequeñas dimensiones, y, como os he -dicho, está a la entrada. Cuesta, indudablemente, detenerse, y no pasar, -de modo sumario, a ver la gran masa blanca, el esfídgico volumen, la -piedra de escándalo, el _Balzac_, que advertís en el centro de la sala, -entronizado dominador. Y la _Guerra_, es de fuerte magnificencia. Esas -dos figuras, el genio clamoroso y el combatiente caído, son dignos -liminares de la exposición. Os certifican la influencia del genio, o si -queréis mejor, del estupendo _instinto_, las soberanas anatomías, -vibrantes de una idea simbólica y trascendente. Los brazos del genio -abarcan toda la furia humana. Hasta el detalle del ala doblada, expresa -el soplo de tempestad. El soldado musculoso que cae herido, dice la -muerte y el desastre. Luego, os detiene una muchedumbre de figuras y -figuritas como inacabadas, como proyectadas, y que sin embargo, se -expresan definitivas. Y os cuesta convenceros de que sea el autor de -esos caprichos minerales, de esas bizarras cristalizaciones, el mismo -que ha hecho la bellísima _Edad de bronce_ que erige su espléndida -desnudez en el jardín del Luxemburgo. - -¿Qué se os incrusta, sobre todo, en el cerebro, en medio de la -contemplación? La obsesión de los elementos sexuales. Siendo el amor la -ley de lo inmortal, Rodin lo clama a cada paso, hijo de la tierra, -formulador de expresiones. Una cabeza de mujer, sugiere, en el mármol, -la supremacía del abrazo, el límite del gozo. La vaga sonrisa, la -revelación facial, son el poema. En _l’emprise_, es la victoria de la -fuerza masculina en la conquista amorosa; eso es rudo, primitivo, -elemental. Un fauno corre por el bosque--vosotros evocáis el bosque o -rememoráis el verso de mi muy querido amigo Moreas: - - Hier j’ai rencontré dans un sentier du bois - Où j’aime de ma peine á rêver quelquefois... - -un fauno corre por el bosque llevando a una ninfa; es todo el pillaje -selvático, la franca y alegre lujuria bajo el imperio de Dionisio. En -otro grupo es la mujer, presa de las potencias amorosas la que vence al -hombre. La osadía de las líneas canta la derrota del macho y al propio -tiempo su victoria. Otro fauno porta a otra mujer, en un impulso -glorioso. Y los motivos y los sujetos poemales se suceden. Venus y -Adonis moribundo; sirenas y un tritón, que hacen comparar esta poesía -escultórica de Rodin con uno de los más bellos y valientes cuadros de -Boeklin; y un sinnúmero de intenciones y documentos plasmados: -mujercitas de yeso con los pies para arriba, o acurrucadas, o en -posiciones imposibles; martirizados torsos, lazos inextricables de -brazos, de piernas; una faunesa que a primera vista os parece una rana; -sobre un gran libro una funámbula de Liliput. Y no halláis qué pensar. -Aquí decís: «este hombre es supremo»; y allá: «a este hombre le gusta el -_titeo_»; y más allá: «este hombre es un genio»; y más alla: «este -hombre está loco». Digo la verdad de mi impresión. - -Y sátiros y más sátiros, y mujeres desnudas y más mujeres desnudas. Todo -sincero, leal, franco, sin maldad, sin perversidad. - - -II - -Así como para comprender en toda su intensidad la obra musical de -ciertos autores, hay que escucharla varias veces y formar con ella una -especie de intimidad mental, una escultura de Rodin invita y obliga a -mirarla mucho y muchas veces. He pensado en una escultura «di camera», -como se ha hablado de una literatura «di camera». Hay, pues, fuertes -razones para que Rodin no sea accesible a la muchedumbre y, por lo -tanto, que sus obras monumentales escollen. Los monumentos son hechos -para las muchedumbres. La muchedumbre gusta de los grandes conceptos -claros, de la retórica y de la oratoria. Un soneto de Mallarmé o un -cuento de Poe no son para recitados en público. - -Así, la belleza de cierta parte de los trabajos rodinianos es para -iniciados. A primera impresión, un visitante que no tenga prejuicio -artístico y que se detenga delante de algunas estatuas, no verá nada. La -muchedumbre, por su parte, no comprendería, en absoluto. La simbólica de -los decoradores de la Edad Media era interpretada, en los muros de los -templos, en las tallas de las catedrales, en altares y puertas, por un -pueblo cuya alma sencilla tenía fe, tenía esperanza e ideales. - -La muchedumbre, la _foule_ moderna no posee ese sentido de comprensión, -envenenada de democracia, de charlatanería libresca y trabajada por -todos los apetitos. - -Surge ante mi vista el blanco menhir. Conozco la historia. Si algún -_parti pris_ tengo, es el de la admiración, el de la pasión intelectual. -Y lo que brota en mi mente, primero, es la idea de que estoy delante de -un _fantasma_. - -Esto evoca las fotografías espiritas y las figuras de los malos sueños. -Y todos los artículos de revista y la decidida voluntad de admirar, no -impiden mi temorosa incomprensión, y el vago miedo de que estuviese -envainada mi personalidad en la piel de un filisteo. No, decididamente, -después de tomar por varios caminos, no entiendo del todo. Se trata de -la más plástica de las artes. ¿Para qué haber modelado de antemano con -loable tenacidad anatomía del autor de la _Comedia Humana_ para venir a -presentar esa cara deforme y esos grandes pies que se escapan de esa -salida de baño? Miro de frente, y un profundo respeto por el genial -artista no contiene la vaga sonrisa que se escurre a la violenta -imposición de un aspecto de foca. ¡Deliberadas faltas de ortografía del -Arte! _M’introduire en ton histoire..._ Miro detrás y la masa inclinada -clama por un puntal. Miro de lado y el dolmen elefantino se obstina en -no querer revelarme su secreto. Entonces, con resolución completa, no me -acepto a mí mismo, me increpo y me llamo en alemán _bildungphilister_, -para castigarme por el lado de Nietzsche. Persisto en creer en la -lealtad de Rodin. Sacerdote de la síntesis, nos habrá querido dar la -esfinge moderna o la fórmula de un arte futuro. - -Sus amigos de exagerado entusiasmo han aumentado la bruma sibilina, por -sus distintas maneras de explicar, por sus contradicciones y por sus -feroces ataques al simple burgués y al artista o crítico que no piensa -como ellos. André Veidaux propone como lógica suprema, como medio de -convencimiento decisivo, los puñetazos. El dulce anarquista llama como -eufemismo, a tal sistema, «discurso atlético.» Confieso que no me -complace mucho el box como _última ratío_ artística. - -Cuenta León Maillard que cuando se inauguró el monumento de Claude -Gelée, un senador exclamó: «Nosotros encontramos mala esta estatua, y -sin embargo, no somos bestias.» No suelen ser propiamente los senadores -jueces en asuntos intelectuales; pero el ser senador no excluye el tener -talento o buen gusto. Hugo lo fué; y un bibliotecario del senado hubo -aquí que se llamó Leconte de Lisie. La frase del senador de Maillard la -han repetido infinitos visitantes a la exposición Rodin... - -Insistiré sobre la dificultad de que la estatuaria monumental rodiniana -llegue a tener éxito a los ojos de las ciudades. No me refiero a joyas -armoniosas que habría podido bañar con su luz el cielo griego, como la -_Edad de Bronce_, o el _San Juan Bautista_. El monumento a _Claude -Gelée_ es una maravilla de concepción, y sin embargo, costó mucho que -fuese aceptada por la ciudad de Nancy. Los _Burgueses de Calais_, poema -de poemas de fuerza, cuyo conjunto es la obra compuesta más conmovedora -que se pueda contemplar y cuyas figuras aisladas son otras tantas obras -maestras--entre todas el portallave, cuyas piernas se afirman en tierra -con viviente energía y en cuya faz se revela el sencillo heroísmo -doloroso--tuvo también grandes dificultades municipales. El primer -_Víctor Hugo_ no fué aceptado. - -El segundo, soberbio de grandeza, ser hecatonquero, pensativo gigante -lírico que oye la voz de los elementos, creemos que será erigido -triunfantemente: excepción. El _Balzac_, ya conocéis el escándalo que -produjera cuando fué exhibido por primera vez. La _Patria vencida_, o -el genio de _La guerra_ no fué aceptada en el concurso a que se -presentó. Ignoro cómo en los Estados Unidos fué recibida la estatua del -general Lynch; pero en la _maquette_ que he visto, no encuentro ni el -genio raro del autor, ni la gracia elegante de un Carrier-Belleuve. Se -habla de un monumento a _Vicuña_, en Chile. No hay aquí de él ni -_maquette_, ni fotografía. - -En cuanto al _Sarmiento_, que ha despertado en Buenos Aires las mismas -tempestades que aquí el _Balzac_, no me es posible deciros nada. Aquí se -exponen varias fotografías. Conozco las distintas opiniones de la prensa -argentina, los rudos mazazos del Sr. Groussac, los líricos y sutiles -comentos de Eduardo Schiaffino y la necesidad de vigilancia policial -para librar el monumento de la indignación iconoclasta. No me ha -ruborizado esto último; aquí se ha hablado de amenazas semejantes, así -sea por boca de humorista. - -Los que han visto el _Sarmiento_, admiran la obra, sobre todo el -pedestal, el Apolo. André Veidaux dice de él en un reciente estudio -sobre el estatuario: «Pronto va a enviar al Sur de América el bronce del -presidente _Sarmiento_, cuyo pedestal, un altorelieve de Apolo, es una -cosa maravillosa de decoración, un prodigio desconcertante de gracia -olímpica y de brillante juventud. Espanta de arte este efebo bañado de -luz y de belleza...» Opinión francesa. Ved ahora una inglesa, de Arthur -Symons, el exquisito escritor y crítico de ultra Mancha: «Pero siempre, -en el mármol, en el menor boceto de barro, existe el éxtasis. A menudo -es un éxtasis perverso; a veces, como en la radiosa figura que abre de -par en par las puertas de las montañas, sobre el pedestal de la estatua -del general Sarmiento, es un puro gozo...» - -Ernest Lajeneusse, a quien he pedido su juicio sobre el particular, me -dice: «No es extraño, querido compañero, lo que ha pasado en su ciudad, -Buenos Aires, con el Sarmiento, pues ya en la mía pasó hace ocho años -algo análogo, que sin duda habéis olvidado, y que quiero en dos palabras -recordaros: En 1892, Rodin ejecutó para una plaza de Nancy, una estatua -de Claude Lorrain. La estatua pareció muy mala, y el pedestal pareció -peor. - -Las discusiones locales de la prensa envenenáronse poco a poco, y tanto -defensores como enemigos fueron poco hábiles, exaltando el sentimiento -popular hasta conseguir que las masas amenazaran destruir el monumento. -El pedestal, sobre todo, desconcertó a mis paisanos. Nadie sabía ver en -el carro romano tirado por una cuadriga y conducido por Febo, un símbolo -aplicable al genio de nuestro gran pintor de marinas. - -Rodin quiso explicar su pensamiento diciendo que aquel carro era la -representación de la Luz triunfante. Ahora, ha querido aplicar el mismo -Febo, Apolo, a vuestro Sarmiento, quien, según me lo pintáis, fué un -gran educador y director de pueblos. Por mi parte, admiro a Rodin, como -Clémenceau admira la revolución francesa; _en bloc_. Admiro en él lo -claro y lo obscuro, lo definido y lo indefinido y también lo -atormentado y lo que apenas es un signo. No creo que haya otro modo de -admirarle.» - -Y el poeta Jean Moreas: «Querido poeta, no me interesa mucho ese asunto -Rodin. Soy amigo del estatuario, pero no me pasmo de admiración ante su -obra. Rodin es un albañil (_maçon_) genial. Su talento es superior al de -todos los otros escultores. Buenos Aires, y cualquier ciudad, debe estar -contenta de poseer un monumento firmado por él. Vuestro.--_Jean -Moreas._» - -Viendo el _Pensamiento_ de Rodin, he pensado que más que Apolo, vencedor -de las tinieblas, habría quedado como un hermoso símbolo, en el pedestal -de la estatua, aquella admirable obra maestra. La cabeza bella de vida -interior, que surge del bloque puro, en donde está aún aprisionado el -cuerpo que ha de surgir a plena luz, lleno de movimiento y listo para la -acción. - -Recuerdo también algo que me refiriera en el taller de Víctor del Pol, -en Buenos Aires, el nieto del ilustre luchador, Augusto Belín Sarmiento. -El grande hombre alguna vez que se hablara de su estatua delante de -él--¡oh, él estaba seguro de ella!--exclamó: «¿El mejor monumento que se -me podría levantar? Ir a la Cordillera y arrancar un buen pedazo de -picacho andino, y traerlo a Buenos Aires y plantarlo en donde quisieran. -En la piedra bruta, en la roca viva, grabar _Sarmiento_; y nada más.» - -Y a fe que el gran original tenía razón. - - - - -OOM PAUL - -[imagen] - -Noviembre 27 de 1900. - - -Quien ha presenciado estos espectáculos no los podrá nunca olvidar: la -llegada del varón provecto semiprimitivo a la tierra de la cultura, y la -capital ática loca de atar por el viejo boer boyero, cuya pesada alma -hugonota exprimida por la mano de París ha dado su jugo de lágrimas, -como la roca aceite en el rudo versículo bíblico. Yo fuí a Marsella a -ver arribar el Gelderland en triunfo, y vi a Marsella vibrante como una -cigarra, recibir al anciano capitán náufrago que viene a Europa a probar -la última esperanza mientras su barco se hunde. La nave de Guillermina -entrando al puerto entre barcos empavesados, las salvas del saludo, los -gritos y aclamaciones de una multitud en delirio, los vendedores de -periódicos, himnos y retratos, la alegría meridional frente al mar azul, -las damas en los muelles agitando sus pañuelos y los hombres sus -sombreros... todo para un vencido. Cuando apareció la figura del viejo -Krüger, noble rostro de león, que en nada se parece a esa cara de gorila -canoso que han multiplicado las ilustraciones, un trueno de voces -resonó en toda la costa. La sonora e hirviente Cannebière estaba animada -de manifestantes; las banderas republicanas se agitaban; Marsella clara -y griega, se abría al gozo y al entusiasmo, lírica granada como la de -los versos de Roumanille; los marselleses cantaban la Marsellesa; todo -era bullicio y ardor ante esa seca alma bátava, nutrida de savia -protestante, tan ajena a la gracia y al vuelo franceses, y que debe -haber estado más que conmovida, sorprendida ante la recepción de esta -gente ruidosa y solar. - -Y era toda la Francia unida para saludar al que viene encarnando una -idea, un símbolo: la justicia. Después de la bienvenida de Marsella y la -voz del poeta Mistral que envió desde su Provenza palabras conmovidas: -«Con mi veneración, con mi admiración profunda saludo al presidente -Krüger en Marsella. De pie, a la entrada del nuevo siglo, ese patriarca -aldeano representa hoy, representa solo, la dignidad humana en su más -alto aspecto. Con los brazos alzados al cielo, él ha sostenido, como -Moisés, la esperanza y la fe de su pueblo, contra el invasor insolente. -Todos aquellos cuyo corazón palpita a la vieja palabra de justicia, a la -vieja palabra de patria, se inclinan delante de Krüger, conductor y -profeta del santo pueblo boer.» Felicísima la comparación con Moisés... -Díganlo la figura de vejez fuerte, el espíritu de la Biblia que precede -a esas tribus combatientes; las familias errantes con sus rebaños en un -éxodo desgraciado; pero, sobre todo, el Becerro de Oro que aparece, -causa y fin de toda la sangre vertida y de todo el dolor causado, el -ídolo de la Chartered, fundido por Cecil Rhodes y visto a través del -_monocle_ de Chamberlain. - -Después de Marsella, saludó Avignón, luego Lyón, luego Dijón, luego -París. ¡Curioso contraste entre el pueblo y el presidente! - -La entrevista con Loubet ha sido singular. Es algo como el saludo del -que va a morir: el triunfo, no obstante, de la fórmula, el apogeo del -protocolo, para resultar en suma de cuentas: «Siento mucho vuestras -desventuras, pero estáis condenados a perecer. El mundo civilizado os -admira, celebra vuestro valor y lamenta vuestras desgracias; pero no se -puede hacer más, y estáis ya entre las quijadas del león». Hay algo en -esas consolaciones de última hora y lisonjas en capilla, de los -discursos suntuosos al guillotinado por persuasión. «Que os lleve el -diablo; pero morís muy bien y el universo os aplaude». Serían de ver los -pensares ocultos de Tío Pablo cuando ha entrado al Elíseo entre el -brillo de las corazas que hacen los honores reglamentarios a los reyes, -las vistosas libreas palatinas, el lujo oficial que se emplea para el -cha, o para Jorge, o para Leopoldo, mientras él viene, rústico Néstor, a -demandar una limosna de justicia. Y cuando Loubet--_très pâle_ dice un -periódico--le dice sus consuelos platónicos, Krüger todavía le habla de -Dios, le habla de su fe, de su confianza en la justicia suprema, con -palabras simples que en su duro holandés de hierro muestran su espíritu -patriarcal alimentado de salmos. - -Y el pueblo de París... El tiempo estaba lluvioso, el bulevar inundado -de gentes. Abriéndome paso en un bosque de paraguas llegué a colocarme -en buen puesto el día de la llegada del jefe transvaalense. La -muchedumbre se apretaba en los alrededores, los cafés no podían contener -a los parroquianos. Aquí, allá, cantores ambulantes cantaban versos al -_père_ Krüger con música de aires conocidos. Muchachas guapas pasaban -con los colores del Transvaal en los corpiños y los del amor de París, -en las mejillas. París loco, loco de atar, por el viejo boer boyero, -sacaba todos sus brillos a relucir y ponía todas sus cuerdas a vibrar. Y -no había sino una confusión de cosas; y todas las opiniones y todos las -partidos se juntaban para dar los buenos días de París al recién -llegado. Es la primera vez en que nacionalistas y dreyfusards se han -unido en idéntica comunión, mientras estaban ya listos los besos de la -princesa Matilde para los nietos del patriarca. Y cuando el clamor -inmenso y tempestuoso asordó el bulevar y llegó en el coche Oom Paul, la -ciudad histérica tuvo un verdadero espasmo. Se alzó el viejo Krüger; -pude verle mejor que en Marsella. No es colosal, como se le ha pintado, -pero de bueno y fornido cuerpo; amacizado de caza y labores rurales; es -el pastor tres veces, pastor de bestias y pastor de pueblos, y pastor -también evangélico, metido en su hopalanda negra, clergyman abuelo, que -cuando no masca su pipa masca a San Pablo, o al santo rey David. Hay un -retrato del Tío que le revela en absoluto leonino, león de África; león -quieto ya, que ha sabido saltar y desgarrar a tiempo, león de combate; -y al propio tiempo león viejo que sueña en vagos horizontes, león que -clava sus anchas pupilas fatigadas en las lejanías de las puestas de -sol. Es el retrato en que está a la puerta de su casa de Pretoria entre -dos regias fieras de mármol. Y las dos fieras de mármol parece que -fuesen copias y representaciones, no de leones libres, sino de animales -de Pezón, domados cuadrúpedos carniceros, fieras de feria que se -humillan al pistoletazo y al chasquear del látigo y tienen el cuello -como cuello de buey, para el yugo. Diez yuntas tenía la carreta que -condujera el mismo tío Pablo, diez yuntas de bueyes... A los leones, -mejor antes la muerte de un tiro que sufrir finalmente la supresión del -monte libre y la cadena impuesta. Venerable león que confía en Dios, Oom -Paul debería estar ya convencido de que los sarracenos cuando son más, -muelen a palos a los cristianos, y que, en nuestros tiempos por lo -menos, hasta ahora. Dios no tiene otra ocupación más interesante que -salvar a la reina. - -París se ha estremecido, se ha conmovido y ha hecho ver su locura al -mundo una vez más. Es la locura noble de las razas generosas, de las -ciudades cordiales, de los pueblos gentiles y altivos. París sonríe al -pompón y al penacho, y a la flor de lis y al sombrero del Cabito, y al -caballo negro y al _toupet_ blanco; pero París sonríe sobre todo, como -Atenas, como Roma, a las altas ideas y a las acciones magnas. Darío, -será bien recibido en casa de Alejandro. Los pueblos caídos, los héroes -todos que combaten por la libertad, los Kosiusckos, los Garibaldis, los -rojos John Brown, los negros Maceos, los amarillos Aguinaldos, todos los -soldados de todas las naciones que vienen a la ciudad incomparable a -pedir ayuda, o simpatía, la encuentran, la han encontrado, copiosa, -ardorosa, a veces fanática. Los poetas (¡ah, si Hugo existiese, qué oda; -qué carta a la reina Victoria sobre el arbitraje, qué entrevista con -Krüger!) los poetas han hecho sus versos modernísimos como los de Stuart -Merrill, fofos como los del Coppée de hoy; los dibujantes han esbozado -simbólicas alegorías, retratos varios, figuras, paisajes, símbolos -aplicables al suceso famoso; los escaparates de los libreros se han -cuajado de obras geográficas, etnográficas e históricas referentes al -pueblo pastoril y medio bárbaro que ha tenido el valor de oponerse a la -conquista inglesa; en el libro de inscripciones simpáticas han dejado su -nombre aristócratas y obreros; y han ido a visitar al ídolo del momento -los mandarines de la política, los directores de la literatura, -militares y jueces, princesas y damitas apasionadas del Aguilucho de -Rostand o a quienes el orleanismo acaricia. Solamente los socialistas no -se han hecho notar. ¿Por qué? - -No hay duda de que Tío Pablo es pintoresco, y que la novelería de la -capital, después de la exposición necesitaba algo fuerte para su -apetito, un aperitivo tal vez para cosas mayores que quizá están ya en -la puerta del siglo que comienza; y en que la innegable antipatía que -existe para el inglés, para el país del _Belerofonte_, para el odioso -vecino de enfrente, hallaría oportunidad de encender sus fuegos, sobre -todo después del contenido ímpetu de Fachoda. El Tío es pintoresco, no -hay duda, con sus anteojos, con su sabia ignorancia, con su Biblia, con -su sombrero legendario que ha sustituído con un «ocho-reflejos», y con -sus nietas rosadas y nietecitos. Para sus nietas, las mejores flores de -los jardines parisienses. Lo merecen estas bellas damas... - - * * * * * - -En _La Nación_ he hablado varias veces de Jean Carrère, desde su famosa -aventura en los levantamientos barriolatinescos del 93. Este poeta, de -la familia de Mistral, todo entusiasmos y todo nobleza, que ha dejado -hace tiempo las rimas por el periodismo, y que ha resultado un -periodista de primer orden, fué enviado recientemente al Transvaal por -_Le Matin_ y ha contado en cartas chispeantes, pintorescas y líricas sus -impresiones sudafricanas. Él nos ha pintado, sobre todo, la rara bravura -de las mujeres boers, que explican la fiereza especial de esos cazadores -de ingleses, de cafres y de búfalos. Elogia sus palabras y sus actos, y -agrega con su tono meridional:--«Eh! eh! savez vous que ces Boers ont -tout simplement des cœurs et des formules de romains!» Las dos boeras -que ya he visto en París, confieso que me han causado gran sorpresa. Con -la general creencia pensaba que no había en la república heroica más que -espesas Cornelias, o gruesas parideras a la suiza, sólo maternidad. Y -rosa y lirio, la Sra. Gutmann me dió a entender con su dulce presencia, -que en Pretoria no huelgan los tesoros de madrigales. Allí en el hotel -Scribe se han dejado, ella y madama Eloff, admirar y _kodakear_ por la -curiosidad parisiense. Bellas como son, con sus ojos pasivos de amorosas -y cumplidas hembras, muestran un aspecto de energía que hace adivinar a -las esposas de los estancieros rebeldes que con su cartuchera terciada -se van en su caballo corredor, de caza o de guerra, a poner la bala -donde fijan el ojo, y saben matar y saben morir, hábiles y esforzados -jinetes como gauchos, resistentes y testarudos como paraguayos. - -Para París el alma de Krüger es extranjera, y el pueblo boer no es sino -un pueblo bárbaro. El presidente pastoril no sabe más que lo que le ha -enseñado el libro santo de su religión restricta, y cuando llega a -Francia por la tercera vez, necesita todavía de intérprete. Se admira -como un simple cha del mecanismo de la torre Eiffel, y muestra ante la -civilización latina su instinto nórdico, silencioso y taimado. Es el -retoño africano y colonial del holandés espeso, ante este sutil y ligero -espíritu galo que recorta las ideas con la intención. Está más cerca de -los alemanes que de los franceses, es más bebedor de cerveza que de -vino. Y ese pueblo suyo es un pueblo de vaqueros, sin artes, sin -literatura, sin siquiera un Santos Vega entre sus campesinos, pues no -valen nada ante el natural soplo lírico de la pampa las canciones que ha -intentado improvisar en tarea periodística y aprovechando la -actualidad, más de un afecto al folk-lore; pueblo sin ideales, más que -el ordeñar, el cazar, el sembrar, el engendrar y el sacar riquezas de -las minas (¡lo cual quizá sea de una superior filosofía!...); pueblo de -gentes taciturnas y opacas. No puede en ningún caso--excepto el de la -representación de una idea transcendental y absolutamente humana y -universal--ser visto como un pueblo simpático y fraterno por este pueblo -que tiene sus antecesores en la Hélade y en países y bosques donde los -ruiseñores no sabían de coros luteranos. - -Lo que se ve es sencillamente al anciano vencido. Si Lear viniera, el -rey Enrique le daría su ciudad de París, como en la canción que tanto -complacía a Alceste. Y luego, hay el enemigo probable, el enemigo que -mañana puede estar en frente; la amenaza de la isla de rapiña que -enjauló al vencedor del mundo, y que está allí, al otro lado del canal -de la Mancha. Y además, los partidos han aprovechado la venida del -anciano luchador, para tomar como una bandera su nombre, como un torreón -de victoria su figura, esa figura que han aprovechado tanto los -caricaturistas. Y los de la revancha por un lado, y los otros por otro, -han agitado sendas palmas al que llega en nombre de la justicia. - -París ha recibido como debía a ese vencido. París sabe lo que es la -interjección de los idiomas bárbaros, París sabe lo que son botas. - -¡Ah, ellos han sido fuertes, los boers, han sido invencibles, pequeños -en número, ratón contra gato, gato contra leopardo, azorado caballo -salvaje contra ferrados unicornios! Aun más, ellos han sido _los -superiores_. Porque, como dice el gran poeta inglés cuyo nombre no se -puede pronunciar: «Los ingleses son fuertes porque cada uno tiene una -Biblia; pero los boers son más fuertes porque cada uno tiene una Biblia -_y una escopeta_». Para Krüger la mejor palabra es la de ese admirable -shakespearista del lápiz, Olivier Merson; _Moriamur_. Una cabeza de -Cristo. Prepararse a morir, dejarse morir, ante la injusticia, ante la -fuerza, ante la soberanía de los piratas, ante los cañones mejor -fabricados y ante las codicias mejor dirigidas. Morir, es decir, dejarse -comer. El último filósofo es Niestzche; el último poeta Kipling. -Solamente que en este caso, a pesar de mis simpatías, no puedo dejar de -ver cambiarse la cabeza simbólica y sagrada de Merson, por una cabeza -encornada de diamantes, una dorada cabeza de ternero. - -Ante la cual Krüger romperá su Biblia. - -[imagen] - - - - -“LA NUEVA JERUSALÉN” - -[imagen] - -8 de Enero de 1901. - - -La primera nieve del año caía sobre París, y yo iba, al amor de su -blancura, a lo largo del bulevar du Port-Royal, camino del templo -neocristiano de Swedenborg, situado en la rue Thouin. Había visto en el -_New York Herald_ que el servicio era público y que se efectuaba el -primero y tercer domingo de cada mes. Luego, la casualidad en la forma -del pintor de Groux me había puesto en contacto con un singular -personaje; artista e iluminado, que pretende nada menos, y sus razones -ha de tener, revolucionar la música en el mundo. He nombrado a M. G. -Núñez, sobre el cual y su obra rara he de volver en ocasión próxima. M. -Núñez, iniciado desde hace largo tiempo en las doctrinas -swedenborguianas, que guían hacia lo que se llama la Nueva Jerusalén, -hombre culto y ferviente de fe, se ofreció a ser mi compañero en mis -místicas investigaciones. - -Cuando llegamos a la iglesita no había en ella ninguna alma. El aspecto -del lugar me pareció el de una capilla protestante cualquiera. Sobre un -fondo azulado se destaca la cátedra. El recinto, apenas si dará cabida a -más de doscientas personas. Hay una galería alta, a graderías. En ella -está el armonium para cantar los himnos. A los lados de la cátedra, dos -ramas de pino, ignoro el por qué--en dos macetas. - -Poco a poco fueron llegando los fieles. Tipos de viejas viudas, jóvenes -pálidas, un anciano de aspecto militar, y algunos gentlemen de -apariencias mundanas, quizá curiosos, o periodistas como yo. Por fin, -después de largo esperar, apareció el pastor, un hombre de cierta edad, -manera de empleado de gobierno o de profesor de lenguas, o antiguo -tenedor de libros; pero con ojos de visionario y rostro moldeado de fe. -Nos levantamos para rezar la oración del comienzo, el Padrenuestro, con -una frase agregada. Después de: «Mas líbranos, Señor, de todo mal», hay -que decir: «Porque tuyos son el reino, el poder y la gloria.» - -El pastor abre una Biblia y comienza a comentar el _Génesis_. - -Es una exégesis absolutamente voluntaria, como cierta doctrina -etimológica. Las palabras adquieren los sentidos más caprichosos, y es -una sorpresa el ver salir de donde menos pensáis una porción de cosas -que os producen irresistible estupefacción. Este es, por otra parte, el -sistema del maestro sueco cuya iniciación en los divinos misterios -empezó con estas palabras, un tanto confianzudas, que le dirigiera un -ángel: _¡No comas tanto!_ - -Concluído el comento de la Biblia, el pastor hace una seña, y el -armónium ataca un himno cristiano que los asistentes corean con más o -menos afinación. Yo dirijo la vista alrededor. ¡Somos muy pocos! y, -prudentemente, expongo a mi acompañante mis temores de un escaso éxito -neohierosolimitano. Pero él, bravo varón de fe, me contesta en español -que pudo ser oído de toda la asistencia. «¡No importa! Con menos gente -empezó su iglesia Nuestro Señor Jesucristo!» El pastor vuelve a hablar y -expone, en un largo discurso, doctrinas, propósitos y esperanzas. Dice -cosas curiosas y originales, entre ellas la exposición de lo siguiente; -«La primera iglesia de Cristo ha concluído. Empieza la nueva. Aquí no -triunfaremos. Europa está cerrada y gastada para nosotros. (¡Ya lo decía -yo!) Y ¿sabéis por qué el cristianismo católico o protestante no ha -podido ser propagado en Asia y en África? Porque Dios ha dispuesto que -esos numerosos millones de hombres sean catequizados por la Nueva -Jerusalén. El mundo negro y el mundo amarillo, la China, el Japón, la -India, el África toda, son para nosotros.» Después otro himno, otra -oración, y, con los brazos extendidos, el pastor nos bendice. ¿Quién -sabe cuándo y dónde el espíritu sopla? Yo recibo la bendición con toda -seriedad y fervor. Y, mientras las gentes se van, me dirijo a abordar al -sacerdotal funcionario. M. Núñez me presenta como un adepto. Quiero, con -timidez, explicar que no soy propiamente eso; pero ya el pastor me ha -colmado de estimulantes palabras; y, al saber que soy de Buenos Aires, -creo ver en sus ojos esta admonición: «Ve, y enseña a todas las -gentes». Buenos Aires, qué conquista para la nueva iglesia! Al saber que -soy periodista, me conduce al piso alto de la casa vecina, unida a la -iglesia, en donde vive Mme. Humann, la sacerdotisa swadenborguiana, la -cual ha de darme todos los detalles que necesite. Mme. Humann, fuerte -norteamericana, todavía agradable y bastante simpática, me da, -complaciente unas cuantas noticias, en su francés marcado de vigoroso -acento anglosajón. Me habla de los progresos de su religión, y de la -guerra que hacen a la Nueva Jerusalén los católicos y sobre todo los -jesuítas. Pero esta religión vencerá por fin. Es la verdad y la viuda -Swendeborg, teólogo para yanquis, ha expuesto el ideal supremo. La -señora expone la «plataforma» espiritual admirablemente, y habla de la -vida eterna como de una compañía de seguros. Por otra parte, ella es -sincera, y ha gastado muchos miles de dólares en la empresa mística, -_limited_, como todas las religiones de los Estados Unidos. Me muestra -la biblioteca, en donde compro unos libros, y parto de nuevo, bajo la -nieve. - -Al día siguiente, recibí del amable pastor la carta siguiente: - -«Señor:--Ayer me habéis pedido que os diese una ligera idea sobre el -estado actual de la Nueva Jerusalén, o Verderada Religión Cristiana en -Francia. - -»Respondo a vuestro deseo y os envío estas líneas bien incompletas en -verdad, para tratar un asunto tan vasto, pero que considero como una -simiente que esparciréis en un medio nuevo para nosotros, con la -esperanza de verla fructificar, y mostrar a vuestros lectores que todo -no es sino ruina y obscuridad sobre nuestra tierra. - -»Leemos en Mateo XXIV 3: «Dinos cuando eso será, y cuál será el signo de -tu Advenimiento y de la consumación del siglo?» - -»Véase también en Marcos XIII.--Lucas XXI 7 y también en los Actos de -los Apóstoles. - -»En esa frase del Señor estaba significado su segundo Advenimiento al -fin de la primera Iglesia Cristiana, fin que hoy es llegado. - -»La Nueva Iglesia es la Iglesia del Segundo Advenimiento de Nuestro -Señor, y tal como existe hoy en Francia y en Paris en particular, no es -aun sino como un niño recién llegado a la primera edad. - -»Su centro principal está situado como sabéis, 12 rue Thouin en donde -posee un templo y una biblioteca. - -»El templo fué construído en 1883, por M. y Madame Humann que dedicaron -a ello una parte de su fortuna, y cuya vida ha sido enteramente -consagrada a perfeccionar bajo los auspicios de Dios una obra tan -loable. - -»M. Humann está en el otro Mundo desde hace cuatro años poco más o menos -y Mme. la viuda Humann continúa el trabajo de su marido con el -desinterés más absoluto. - -»El culto se hace por un pastor, a las tres, el primero y tercer domingo -de cada mes, según los principios más puros de la Nueva Jerusalén y -todas las enseñanzas deseables se dan a cualquier persona que llega en -busca de la verdad. - -»Nuestros principios están fundados sobre el amor de Dios y el amor del -prójimo; la libertad más grande es nuestra base, pues nada puede crecer -ni desarrollarse sin la libertad. - -»Nuestro número va en aumento cada año, y no hay que fijarse en la -presencia de los fieles en el templo para hacer una apreciación -cualquiera sobre nosotros, pues muchos otros miembros que los que -asisten, conocen nuestras doctrinas, sin necesidad de estar presentes -entre nosotros. - -»No somos ni una secta del protestantismo, ni una rama cualquiera del -catolicismo: somos una viña nueva plantada por el Señor para regenerar -el mundo y conducirle a su Dios. - -»Para todo espíritu exento de prevenciones en contra de nosotros, es de -toda evidencia que tiempos nuevos son llegados y que solamente una -religión nueva debe esclarecer el mundo. - -»Estamos actualmente como en la misma época del nacimiento de Jesucristo -Nuestro Señor. Una estrella brilla en el cielo, estrella más brillante -que la primera, y que en su marcha debe arrastrar a la humanidad entera -con ella. - -»He aquí, señor, en pocas palabras, los detalles que yo puedo daros para -LA NACIÓN, dejándoos el cuidado de tratarlos con sinceridad, sin _parti -pris_, contra nosotros. - -»Soy, señor, vuestro afectísimo.--_F. Hussenet_, pastor de la Nueva -Jerusalén.» - -No, señor pastor, no tengo ninguna prevención contra vosotros. ¡Al -contrario! Me sois altamente simpáticos, con vuestras creencias, en -medio de un mundo sin fe, con vuestro altruismo, o mejor con vuestra -caridad, en medio de un mundo sin amor. Y el profeta anunciador no puede -ser más grato a los ojos de quien admire la potencia de la voluntad y la -gracia de la fantasía. Solamente a esta religión le miro la cara un poco -hugonota y el espíritu un poco mahometano, así sea nada más la -concepción demasiado naturalista del paraíso, en donde, exceptuando la -poligamía, podremos, los que merezcamos, gustar todos los deleites de -las Mil y una noches. - -Swedenborg, una especie de Flammarión con genio, de Julio Verne místico, -de Wells teólogo e iluminado, atrae las imaginaciones, aminorando quizás -un tanto el vuelo celeste, los detalles de una existencia demasiado -práctica para los espíritus puros, sujetos a la alimentación, por -ejemplo, como en la tierra, y al matrimonio sin divorcio. Bien es verdad -que todo pasa en el mejor de los mundos y en un ambiente y bajo una ley -absolutamente angélicas. Swedenborg conversaba con los ángeles, conoció -en vida, el cielo, que, como el infierno, tiene la forma humana; visitó -Júpiter, Marte y Mercurio, cuyos maravillosos países describió, así como -M. Sardou ha dibujado después sus arquitecturas, guiado por los -espíritus. Se comprende que un hombre como Kant no le haya dedicado más -de una dura sonrisa. - -Leída la obra de Swedenborg se admira el prodigioso talento e ingenio -de este varón, cuya sinceridad es innegable y fué sostenida hasta las -últimas palabras de su muerte. - -El pastor antecesor de M. Hussenet, que se llamaba M. Decembre, decía a -Jules Bois en una visita que este escritor le hizo: «Swedenborg es un -hecho excepcional, y, por mi parte, estoy lejos de admitir toda su -doctrina de visionario. No veo, según mis luces, sino los sueños o las -pesadillas de un genio; no admito así, con el profeta, que «los -africanos piensan de una manera más espiritual que los otros pueblos y -que los ángeles tienen un sexo.» - -La libre interpretación de la Biblia tiene sus inconvenientes que ya -previenen los santos padres, y una fe que se basa en absoluto en la -razón, es decir, un contrasentido, no creo yo que tenga esperanzas de -triunfo, ni entre los chinos, ni entre los negros. - -El swedenborguismo, o la Nueva Jerusalén, rama de las mil que le han -salido al cristianismo, sobre todo en el fecundo terreno de los Estados -Unidos, fué introducido en Francia por el año de 1837. - -M. Le Boys de Guays inició un culto público en Saint-Amand en 1837, y un -cura católico, el abate Ledru, predicó primeramente las flamantes -doctrinas en Chartres. En París comenzó el culto en casa de M. -Broussais, y luego M. Humann, abogado construyó el templo con el apoyo -de su mujer. - -Hay aquí mismo otro centro de reunión, disidente, en donde se hacen -evocaciones, y cosas un tanto diabólicas según los verdaderos fieles. - -El número de iglesias en EE. UU., e Inglaterra es crecido según se -dice. En Italia, en no sé qué ciudad, hay un pequeño centro, y en la -América del Sur, creo que solamente en el Brasil existe la propaganda -bajo la dirección del Sr. Lafayatte. Vagamente sospecho que se me ha -querido convertir en el Jonás de la República Argentina. Pongo, con -modestia, mi dimisión, y dejo el puesto para otro que lo quiera tomar. - -[imagen] - - - - -PURIFICACIONES DE LA PIEDAD - -[imagen] - -Diciembre 8 de 1900. - - -Hay un cuento de Tolstoï en que se habla de un perro muerto encontrado -en una calle. Los transeúntes se detienen y cada cual hace su -observación ante los restos del pobre animal. Uno dice, que era un perro -sarnoso y que está muy bien que haya reventado; otro supone, que haya -tenido rabia y que ha sido útil y justo matarlo a palos; otro dice que -esa inmundicia es horrible; otro, que apesta; otro, que esa cosa odiosa -e infecta debe llevarse pronto al muladar. Ante ese pellejo hinchado y -hediondo, se alza de pronto una voz que exclama: «Sus dientes son más -blancos que las más finas perlas». Entonces se pensó: Este no debe ser -otro que Jesús de Nazareth, porque sólo él podría encontrar en esa -fétida carroña algo que alabar. En efecto, era esa la voz de la suprema -Piedad. - -Un hombre acaba de morir, un verdadero y grande poeta, que pasó los -últimos años de su existencia, cortada de repente, en el dolor, en la -afrenta, y que ha querido irse del mundo al estar a las puertas de la -miseria. Este hombre, este poeta, dotado de maravillosos dones de arte, -ha tenido en su corta vida sobre la tierra los mayores triunfos que un -artista pueda desear, y las más horribles desgracias que un espíritu -puede resistir. Inglaterra y los Estados Unidos le vieron victorioso, -ganando enormes cantidades con sus escritos y piezas teatrales; la -_fashion_ fué suya durante un tiempo; el renombre y la posición de que -hoy disfruta Rudyard Kipling son tan solo comparables a la posición y al -renombre que aquél tuvo en todo el _english speaking world_; las damas -llevaban en sus trajes sus colores preferidos, los jóvenes poetas -seguían sus prosas y sus versos; la aristocracia se encantaba con su -presencia en los más elegantes salones; en Londres salía a dar una -conferencia, en un teatro, con un cigarrillo encendido, y eso se -encontraba de un gusto supremo; y en París comía en casa de la princesa -de Polignac y eran sus amigos Anatole France, Marcel Schwob, y otros -admiradores de su literatura. - -Era, pues, ese poeta, dueño de la camisa del hombre feliz. Salud -completa, mucha fama, y el porvenir en el bolsillo. - -Pero no se puede jugar con las palabras y menos con los actos. Los -arranques, las paradojas, son como puñales de juglar. Muy brillantes, -muy asombrosos en manos del que los maneja, pero tienen punta y filos -que pueden herir y dar la muerte. El desventurado Wilde cayó desde muy -alto por haber querido abusar de la sonrisa. La proclamación y alabanza -de cosas tenidas por infames, el brummelismo exagerado, el querer a toda -costa _épater les bourgeois_--¡y qué bourgeois, los de la incomparable -Albión!--el tomar las ideas primordiales como asunto comediable, el -salirse del mundo en que se vive rozando ásperamente a ese mismo mundo -que no perdonará ni la ofensa ni la burla, el confundir la nobleza del -arte con la parada caprichosa, a pesar de un inmenso talento, a pesar de -un temperamento exquisito, a pesar de todas las ventajas de su buena -suerte, le hizo bajar hasta la vergüenza, hasta la cárcel, hasta la -miseria, hasta la muerte. Y él no comprendió sino muy tarde que los -dones sagrados de lo invisible son depósitos que hay que saber guardar, -fortunas que hay que saber emplear, altas misiones que hay que saber -cumplir. - -Luego vino el escándalo de un proceso célebre, que empezó con muchas -risas y acabó con mucho crujir de dientes, en un suplicio inquisitorial -que no hacía por cierto honor al sistema penitenciario inglés, y que -conmovió a todos los hombres de buen corazón y principalmente a los -artistas. - -¡Y luego vino algo peor! La cobardía de sus amigos y colegas, que -olvidando toda piedad, se alejaron en absoluto de él, como de un -leproso, no le llevaron ningún consuelo a sus negras horas de prisión, -de horrible prisión, a donde tan solamente le veían en días -excepcionales su mujer, sus hijos y uno o dos compañeros caritativos. -¿En dónde estaban los que le pedían dinero prestado, los que se -regodeaban en su yate _Clair de lune_, los que juraban por él en los -días de éxitos y de rentas fabulosas, los que aplaudían sus -excentricidades, sus _boutades_, sus disparates y sus locuras? - -Se esfumaron, ante lo que llama Byron--otra víctima--con exceso de -expresión: _the degraded and hypocritical mas wich leavens the present -english generation_. - -Este mártir de su propia excentricidad y de la honorable Inglaterra, -aprendió duramente en el _hard labour_ que la vida es seria, que la -_pose_ es peligrosa, que la literatura, por más que se suene, no puede -separarse de la vida; que los tiempos cambian, que Grecia antigua no es -la Gran Bretaña moderna, que las psicopatías se tratan en las clínicas; -que las deformidades, que las cosas monstruosas, deben huir de la luz, -deben tener el pudor del sol; y que a la sociedad, mientras no venga una -revolución de todos los diablos que la destruya o que la dé vuelta como -un guante, hay que tenerle, ya que no respeto, siquiera temor; porque si -no la sociedad sacude; pone la mano al cuello, aprieta, ahoga, aplasta. -El burgués, a quien queréis _épater_, tiene rudezas espantosas y -refinamientos crueles de venganza. Desdeñando el consejo de la cábala, -ese triste Wilde _jugó al fantasma y llegó a serlo_; y el cigarrillo -perfumado que tenía en su labios las noches de conferencia, era ya el -precursor de la estricnina que llevara a su boca en la postrera -desesperación, cuando murió, el _arbitrer elegantiarum_, como un perro. -Como un perro murió. Como un perro muerto estaba en su cuarto de -soledad, su miserable cadáver. En verdad sus versos y sus cuentos -tienen el valor de las más finas perlas. - -Cuando salió de la prisión, estaba en la mayor pobreza. Desde su -condena, las librerías habían quitado de las vitrinas sus volúmenes, y -los directores de teatro borraron de sus carteles el nombre del autor de -_A woman of no importance_ y de _Lady Windermare’s fan_. En Francia se -conocía _The portrait of Dorian Gray_, cuya traducción publicó Savine, y -Sarah Bernhardt iba a representar la _Salomé_ de cabellos azules. Cuando -para aminorar los sufrimientos del castigado, un grupo de artistas y -escritores franceses dirigió un memorial a su graciosa majestad, el -número de consecuentes estaba ya demasiado restricto. Cuando salió de la -prisión y vino a vivir a Francia con un nombre balzaciano--Sébastien -Melmoth--apenas se relacionaba con uno que otro espíritu generoso; entre -los que no le volvieron la espalda, hay que señalar al noble poeta -Moreas, a Ernesto Lajeneusse. El _Mercure_ publicó una traducción de la -maravillosa _Balada_ que escribiera en la cárcel, y en la cual puede -adivinarse ya su próxima conversión al catolicismo. Ya en París, no -publicó nada; y no se sabe si al morir deja algo inédito. Cuando sus -hijos sean mayores de edad, será su principal obligación presentar al -mundo dignamente la obra de su padre desgraciado e infamado. Junto a las -purificaciones de la muerte están las purificaciones de la Piedad. - -Una tarde, en el bar _Calisaya_ del bulevar de los Italianos, estábamos -reunidos unos cuantos escritores y hombres de prensa, entre los cuales -Henry de Brouchard, el vizconde de Croze y Ernesto Lajeunesse, cuando -llegó a sentarse al lado de este mi distinguido amigo un hombre de -aspecto abacial, un poco obeso, con aire de perfecta distinción y cuyo -acento revelaba en seguida su origen inglés. En la conversación su -habilidad de decidor se marcaba de singular manera. Siempre trataba -asuntos altos, ideas puras, cuestiones de belleza. Su vocabulario era -pintoresco; fino y sutil. Parecía mentira que aquel gentleman -absolutamente correcto fuese el predilecto de la Ignominia y el -_revenant_ de un infierno carcelario. - -Su obra es de un mérito artístico eminente. - -En el libro de _Dorian Gray_ se ve la influencia del _A rebours_ de -Huysmans. Era la época de exasperación estética que en Londres tuviese -tanta repercusión, cuando el pobre Wilde era quien imponía su elegancia -y su extravagancia en la capital del _cant_ y le vió Picadilly pasearse -con un girasol en la mano. _Patience_, la opereta de Sullivan, ponía en -berlina la novación ruidosa, y el _Lady Windermare’s fan_ se daban en -los teatros ingleses por cientos de noches. En el Dorian Gray enfermizo, -desgraciadamente, está ya la prisión y el inevitable suicidio. Mas su -cerebración, es para sibaritas de ideología, según puede verse en este -juicio del augusto Mallarmé que publicó el autor de _Almas y cerebros_: -«_J’achéve le livre, un des seuls qui puissent émouvoir, vu que d’une -rêverie essentielle et de parfums d’âme les plus étrangers et -compliqués, est fait son ouvrage: redevenir poignant à travers l’inouï -raffinement d’intellect, et humain en une pareille perverse atmosphère -de beauté est un miracle que vous accomplissez, selon quel emploi de -tous les arts de l’écrivain! C’est le portrait qui a été cause de tout. -Ce tableau en pied, inquiétant, d’un Dorian Gray hantera, mais écrit, -étant livre lui-même._» - -_Intentions_--que fué un gran éxito para Tauchnitz--es un _drageoir aux -épices_ y una complicación de deliciosas paradojas. La erudición -elegante y alusiva no es menos que la habilidad verbal y el juego de -pensamientos. Hay que ver ese _Decay of lying_ en que se hace el más -sutil elogio de la mentira, o _Pen, pensil and Poison_, o cualquiera de -los diálogos que componen el volumen y en los cuales Alcibiades le corta -a cada instante la cola a su perro. - -A mi entender lo preferible en la obra de ese poeta maldito, de ese -admirable infeliz, son sus poemas, poemas en verso y poemas en prosa, en -los cuales la estética inglesa cuenta muy ricas joyas. Os aseguro que el -Cristo que suele aparecer en ellos, sin nombre--_¡Él!_--es de una -visible y pacífica divinidad, y en su presencia no tendríais sino que -reconocer la blancura margarítica de los dientes del perro muerto... - -Y de la carroña fétida, cuando venga la primavera de Dios, en la -purificación de la Tierra, nacerá, como dicen los versos del condenado -en vida, «la rosa blanca, más blanca, y la rosa roja, más roja.» - -Y el alma, purificada por la Piedad, se verá libre de la Ignominia. - - - - -NOEL PARISIENSE - -[imagen] - -Diciembre 26 de 1900. - - -Oid la overtura: - -La morcilla estupenda para entrar al horno; los faisanes de oro y las -langostas de coral y los pescados de plata aguardando su principal -momento; la nieve sin caer aún, aunque el frío va en creciente; Noël a -las puertas, en los bulevares, en la plaza de la Concordia, en la de la -República, en la de la Bastilla, etc.; las barracas que hacen de la -vasta ciudad una difundida feria momentánea; el Louvre, Dufayel, el Bon -Marché, el Printemps, todos los almacenes fabulosos, caros a la -honorable burguesía, invadidos profusamente por papá, mamá y el niño; en -las chimeneas crepitando la leña y el carbón; los zorros, las martas -cebellinas acariciando los cuellos de las mujeres: el _flirt_ y la -lujuria, con su cómplice el frío; en las calles asaltos y asesinatos con -más furia y habilidad que nunca; la Comedia Francesa lista para dar de -nuevo los tres golpes; un incógnito hombre descuartizado, un nuevo -Farbos que pone a la policía de París, en esta como en varias cosas, -inferior a la de Buenos Aires; y a Krüger, ya, que se lo coma un gato! - -Los niños de París esperaron ayer a su Krüger, cuyo parecimiento con el -émulo del anglosajón Santa Claus, el bizarro Ponchon lo ha encontrado en -uno de esos versos periodísticos que suele extraer de sus más preciados -_crus_. Los niños de París... Cabalmente en estos días vuelve a ponerse -de actualidad el asunto de la despoblación de nuestro muy amado país de -Francia. Dadas las estadísticas, parece que la cantidad de nacimientos -disminuye, lo que la traería por resultado ser esta soberbia república -la nación que menos juguetes recibe de la mochila inagotable del buen -hombre Noël. Pierre Louys ha proclamado una vez más su libertad de amor -y Octave Mirbeau ha encontrado una ocasión nueva para clavar todo un -buen carcaj de sus más duras y aguzadas ironías. - -La verdad es que se ven pocos niños en París. Puedo asegurar con toda -seriedad, que durante el tiempo que llevo de vecino de esta gloriosa -villa, no he encontrado aún una señora, una mujer, que parezca... ¿cómo -diré? que esté... ¿cuál palabra emplear? que se encuentre en el -estado--digámoslo con cierta elegancia--en el estado de la divina -_Gravida_ del divino Rafael. Está demás que los moralistas redacten -sesudas homilías y que los estadistas señalen el daño. Demasiado ha -dicho y explicado en un libro célebre que conocen los suscriptores de -_La Nación_, Emile Zola. - -Otra cosa. Los pocos niños que se encuentran en los jardines, que van a -respirar el oxígeno de los paseos y parques, no tienen, por lo general, -aspecto de niños. Son hombrecitos y mujercitas. - -Es raro encontrar la faz de rosas del fresco niño inglés, o la vivacidad -sana de nuestros muchachos. Hay en la mayor parte un prematuro desgaste; -se ve de manifiesto en muchos el lote doloroso de las tristes herencias. -En el parque Monceaux, cerca del bonito monumento de Maupassant, -recuerdo la impresión que me causó un día una chiquilla de ocho a diez -años que se paseaba con su _gouvernante_. ¡Dios mío! la de una verdadera -cocotita, bajo su gran sombrero de lujo, preciosa, coqueta, ya sabia en -seducciones. Arte diabólica es, dije, torciendo el mostacho... - -Pero estas son cosas en que puede ocuparse larga y sabiamente M. -Bergeret. Yo sé que en Francia, que en París mismo, hay hogares llenos -de sonrisas, familias en que el árbol tradicional ha encontrado bajo sus -ramas muchas sanas y bellas faces infantiles, muchos bracitos sonrosados -que recibieron con gran contentamiento la muñeca, el tambor y el sable. - -El juguete, como todas las cosas, ha sufrido en el tiempo las -modificaciones del progreso, y la mejor lección sobre este objeto ha -sido la curiosa y numerosa exposición que fué uno de los atractivos de -la feria mundial del año que se va. Allí se veían desde las muñecas -arcaicas y primitivas hasta las más modernas y graciosas invenciones que -deleitan a los pequeños. Mas la imaginación de los fabricantes es -inagotable, y, fuera de la fantasía, el juguete tiene también su reino -en la actualidad; refleja las opiniones, los gustos, los sucesos del -día. El país de la Puppenfee tan conocido del europeo Noël y de Santa -Claus, no puede quejarse del daño de la despoblación. Las tribus de -muñecas se perpetúan y multiplican, las familias de bebés _de todas las -clases sociales_ aumentan cada año. He visitado una juguetería y no he -podido sino recordar el delicioso cuento del malogrado y singular Albert -Samain. Hay una almita en cada una de esas figuras; y, si no la hay, es -el caso de creer en la preocupación oriental con los pintores de la -persona humana: el día del Juicio, esos diminutos sujetos que tienen un -«carácter», irán a pedir a sus respectivos creadores una alma, para -presentarse ante el Padre Eterno. - -Es algo como un mundo de opio y de pesadilla, o de dulce y gracioso -ensueño; un mundo de Simbad el Marino, o un mundo como el del entierro -de Watteau de los Goncourt--dos sabios niños que tuvieron muy lindos -juguetes--o el mundo animado y parlante del Guignol. Hay allí gentes -simpáticas y gentes odiosas, buenas y malas gentes, y caminos por donde -se va a un pequeñito Molino Rojo, y caminos que llevan al reino de los -cielos. No sabía qué hacer entre tan raros paisajes, complicadas cosas, -extrañas figuras. Y todo se resuelve en la memoria como en una gran caja -en que todas esas cosas fueran echadas a la diabla. Veo los sempiternos -bebés, sencillos, modestos, de los que sabría manejar y amaría mejor en -sus ambiciones cualquier pequeña Coseta, o lujosos, pomposos, con -sombreros como los que lleva la virtuosa Srta. de Pougy, o mi niña del -parque Monceaux; y el bebé Mignon, como hecho de azúcar, que cierra los -ojos, con su trajecillo de satin y encajes; y el Jumeau, con su camisa -Pompadour; y los insultantes, con trajes «firmados», con joyas, con -gemas, muñequitas de princesas--; con una sola de ellas comerían varios -días y tendrían con que calentarse los extrabajadores de la Exposición -que andan matando gente, matando de frío y hambre, por la _banlieue_. -Claro es que en el mundo de esa _féerie_ no faltan ni Pierrot, ni -Arlequín, ni Colombina, y que ví a Pulchinela en ciertas maromas: -también le ví a caballo vestido de sedas y oros. No me dejaron de -turbar, como en la isla del Doctor Moreau de ese extraño y fuerte Wells, -los animales que hacen cosas humanas; el gato zapatero, a pesar de que -hace ya bastantes años, _¡hélas!_ que conozco al Gato Calzado; el conejo -que patina, el cordero biciclista, y un pescado pescador, que estaba, -¡oh, amigo fraternal que gustas tanto de estas cosas! pescando como -nuestro Simón el bobito, en el propio balde de mamá Leonor. Repito que -la confusión era grande y mi espíritu quería hacer amistades por todas -partes. Concertadme estas medidas: cerca de la torre de Babel un -batallón de infantería marchaba en dirección a una pesca de ranas, -mientras un cimbalero se oponía al paso de un triciclo, y un gato -_passe-boules_ maullaba delante de un fonógrafo. A un lado un fuerte de -madera continuaba un lago de estaño, y junto a varios oficiales rojos, -un clown montado sobre un cerdo hacía la _nique_ a un juego de -caballitos y a una batería de cocina con que Shakespeare haría cocinar a -Grano de Mostaza. El director, por ejemplo, de la _Revista Colorada_, -_fâché tout rouge_, creería que yo trato de un poema decadente... - -Todos los objetos domésticos, con todos los utensilios de los oficios, y -aparatos de química y de física, y el automóvil, naturalmente, y -anzuelos y boleros, y entre todo eso la Actualidad, con el imposible de -evitar tío Pablo, _le père Krüger_, que no sé lo que hace cerca de unos -chinos armados de flechas, en vez de ir a ponerse al lado de un batallón -de boers, allá lejos, junto a los bebés y que está en peligro de que se -lo coman unos enormes ratones. - -¡Ah! los bebés vivos, que se comían con los ojos, ellos sí, a los -ratones, a los Oom Paul, las camitas, los utensilios, los fuertes, todo, -todo el mundo de aquella soñación palpable! Rubios o morenos, sanos y -rosados, o enfermizos, iban con sus mamás, al parecer, algunos, con sus -papás otros, con sus ayas los más. Unos movían las manos, sonriendo, -riendo, como el cimbalero que estaba junto al triciclo; otros graves, -consideraban con afectuosa devoción, y todos ellos no hallaban, no -hallaban qué elegir! En un cupé forrado de rosa, se fueron un tío Pablo, -un pescado pescador, varios sables y fusiles y varios bebés Pompadour. -En otro cupé forrado de lila se llevaron dos lindas conquistadorzuelas, -cuatro muñecas como infantas reales, y dos hermosos muchachos bellos -como los «hijos de Eduardo», prendieron a varios chinos, se apoderaron -de un fuerte, y agregando a esto un _mail_ con sus caballos y un arsenal -de guerra, se fueron, metiéndolo todo en su gran carruaje que se fué -haciendo resonar el pavimento de la inmensa avenida ardiente de luces -que hacían el día. - -Yo también tuve mi muñeca, que me costó diez francos--mi asiento de -_loge_--una muñeca viviente y divina, toda ardiente, o dulce, o trágica, -con una cabellera de balada del norte, piernas maravillosas, boca mágica -y muda, pues ni siquiera dice _papá_ y _mamá_, la más encantadora muñeca -que hay hoy en París, desde los días de la Exposición, la que ha -entusiasmado al viejo Ibsen, la rosa de la mímica, la sin igual Carlota -Wiehe. Como Sada Yacco, cuyo idioma exótico no entraba para nada en la -comprensión de sus admiradores parisienses, esta mujer genial es -sencillamente deliciosa. El talento mímico de la extranjera es tan -grande, que Severin, el primer mimo de Francia, dice... que no vale -nada. Ya Sarah Bernhardt había llamado a Sada Yacco una _guenon_, y la -pobre oriental, que no sabe de estas parisianerías, se echó a llorar -desolada. La Wiehe no llora, al contrario, ríe, como la marquesa Eulalia -que quizá hayáis oído nombrar. Y el público está hechizado: y el -teatrito en que trabaja la mima, que es grande como un palco de la -Ópera, está siempre lleno, y hay críticos que le han dicho francamente -que se quede. El juego artístico de esta especial mujer es la -fascinación misma. Sin una sola palabra, el gesto y el movimiento -fisonómicos dicen todo el argumento; en el poema plástico, el ritmo del -ademán, revela una infinita potencia en ese arte de excepción. Y lo que -más maravilla es cómo resulta de todo ese conjunto de detalles -silenciosos, de esa armonía suma en que los ojos y la boca llevan las -dos principales voces sin sonido, y de la felinidad de los hombros y -brazos, y de todo el giro y discurso del cuerpo, el aparecimiento lento -o subitáneo de sensualidad, malignidad, gracia punzante o aterciopelada, -dulcísima o amarga lujuria, caricia, zarpazo gatuno, e inconsciencia -absoluta de su obra terrible y adorable--, la que según el Eclesiastes, -que debe haber sabido mucho de estos asuntos, es más amarga que la -muerte. Para los que no me perdonen este exceso de erudición: la mujer. -Al mirar mover las mandíbulas y mostrar su finos dientes a la Wiehe, -creía yo oir un ruido de fresas masticadas, como si estuviese gustando -corazones. ¡Los que se habrá comido la rubia y rosada gatita del norte! - -Al salir del teatro, París se sentó a la mesa. Y la brama y la riqueza y -la lujuria y el dolor y la alegría y la muerte, también se sentaron con -él. - -[imagen] - - - - -MAIS QUELQU’UN TROUBLA LA FÊTE - -[imagen] - -2 de Agosto de 1900. - - -Laurent Tahilade, el del «bello gesto», a quien debo muchas atenciones, -tuvo la amabilidad, el otro día, de invitarme a una fiesta anarquista. - -Estaba anunciada una conferencia suya, varios números de poesías y -canciones y la representación de una pieza de Octave Mirbeau: -_L’Epidémie_. El autor haría de actor; Mirbeau representaría el papel de -_maire_, en su acto. No podía faltar a tan excelente programa, y fuí -puntual, a la hora señalada, en la Casa del Pueblo. - -Esto es allá, por Montmartre, en el Montmartre que trabaja, en el de los -obreros, lejos de infectos _Cyranos_ y embrutecedoras _Abbayes de -Thélème_. El teatro, lugar de reuniones y conferencias, está situado al -extremo de un callejón, y el aspecto de la entrada, no es ciertamente -decorativo. Se ve que es la casa del pueblo, y que el pueblo es pobre. -En lo interior había ya bastante gente, y a poco, todo el recinto -estaba lleno. El calor era de asar. En los palcos, o especies de palcos, -había algunas levitas, algunas señoras elegantes. Estaba Natanson, el de -la _Revue Blanche_, Faure, otros más. En los bancos de madera, obreros -con sus familias, viejos trabajadores de barbas blancas, jóvenes de -rostros enérgicos y decisivos, caras vulgares, caras hermosas, aspectos -de combatientes y también faces de atormentadores y de bandidos. En las -paredes se leen inscripciones conmemorativas, nombres de mártires de la -causa. Noté con cierta sorpresa que estas gentes de la anarquía francesa -se habían puesto camisa limpia--los que la tenían--; otros, con un -pañuelo al cuello, se arreglaban. En tal ambiente, la democracia no -«olía mal». La insignia roja estaba en todas las solapas y en los -corpiños de las mujeres. Se conversaba, y no con grandes gestos ni a -grandes gritos. Todo el mundo tenía educación, tenía buenas maneras. -Había jovencitos cuya _politesse_ era notable. Se creería que en el -momento dado exclamarían con toda corrección: ¿Una bomba de dinamita, s. -v. p.? Pero también había formidables compadres cabelludos que iban de -un lado a otro, con aire de fieras. Por fin se alzó el telón, cuando el -concurso comenzaba a dar muestra de impaciencia. Y en aquel escenario -feo, remendado de tablas fueron saliendo por orden los recitadores y -cancionistas. Unos con voz escasa, otros sonoros y tronantes, dijeron la -desventura de los caídos, las negruras ásperas del hambre, la -prostitución, el militarismo corrompido, el peso abrumador del capital, -y la esperanza en un día de terribles represalias, la venganza del -oprimido. A medida que los versos se recitaban o que se detallaban las -canciones, brotaban de los grupos de oyentes, bravos, interrupciones, -afirmaciones, o protestas, cuando el concepto no era del todo igual a la -opinión propia. Apareció la Carriere Xanroff, de la Ópera, y un profundo -silencio esperó su canto ¡La Ópera! ¿Cuántos de esos oyentes habrían -estado en la Ópera, siquiera en un día público? La Ópera es para los -ricos. Y la Carriere-Xanroff les llevaba su aristocrática presencia, su -voz singular, su arte refinado. Ella ponía también su óbolo lírico en el -plato de los proletarios. Era conmovedor el espectáculo de los rojos -enemigos de la sociedad, encadenados por el prodigio de la melodía. -Estaban encantados; pero sacaban de pronto la zarpa; para aplaudir, -entre la ovación final, después de un fragmento de _Julieta y Romeo_ de -Gounod, creo, se gritaba: _¡Vive l’anarchie! ¡Vive la Commune!_ Luego -apareció una soberbia muchachona a recitar versos revolucionarios. -Tendría unos quince años, pero estaba desarrollada y bien dotada como la -Libertad de Chenier. Morena, magnífica máscara y magnífico cuerpo, con -un poco de conservatorio, pudiera arrostrar la tragedia. Con gran -entusiasmo se la escucha, y al final se la recompensa con un grueso ramo -de flores rojas. Y después de la recitación de la joven musa de -Montmartre, ya está Laurent Tailhade, delante de la mesa, con sus -papeles y su vaso de agua. - -Ya conocéis la fama y la obra de este combatiente, un tiempo lírico -rimador de amorosas liturgias y después implacable sagitario de -ridículos vicios y vulgaridades sociales. Es el terrible argonauta de -las Cólguidas burguesas, el explorador del país del _Muffle_, el autor -de la célebre frase sobre el «bello gesto» anarquista y a quien una -bomba hizo perder un ojo a raíz de tan comentado arranque. Tailhade -comenzó su lectura entre el unánime saludo de su público. No es orador, -pero su voz clara escandía y lanzaba las palabras de manera que a nadie -se escapaba un solo detalle. En su discurso con un estilo amargo, -hiriente y de una crueldad elegante que le ha valido tantos duelos y -rencores, infligió, a propósito de la pieza de Mirbeau, muy duros -castigos verbales a las torpezas nacionalistas, a las odiosas pasiones -de círculos y partidos mezquinos, al antisemitismo irreflexivo y a la -pacatería patriótica. (_¡Vive Zola!_ interrumpió una voz.) Atacó la mala -magistratura al lado de la pésima política, y concluyó hablando del -generoso y fuerte talento de Mirbeau, cuya obra habríamos de celebrar -dentro de pocos momentos. - -Mi gozo en un pozo. La obrita de Mirbeau _L’Epidémie_, debe ser -indudablemente admirable leída, pues no son de discutirse la habilidad y -la maestría estilísticas de este propagador de ideas. Bastaría para -demostrarlo el _Jardín de los suplicios_, con su frontispicio que -contiene una de las páginas más terriblemente «humanas» que jamás se -hayan escrito. - -Mas la representación, con actores ocasionales, entre ellos el mismo -Mirbeau, fué de muy relativo mérito. El público aplaudía porque era la -pieza de Mirbeau y porque Mirbeau estaba en las tablas. _L’Epidémie_ es -más bien un diálogo que una pieza teatral; en ella no hay más que una -sucesión de frases contra la burguesía y sobre todo contra la autoridad. -Se demuestra, como en una lección sobre objetos, que el pueblo, el pobre -pueblo, es la constante víctima de las clases favorecidas de la fortuna, -lo cual no es propiamente una novedad. El _maire_, los consejeros -municipales, son caricaturados corrosivamente, sin escatimar lo bufo. Es -lástima que talento como el de Mirbeau sea esta vez justiciero tan -solamente por un lado. El pueblo parece siempre bueno, impecable. -Lucilio el satírico hacía tabla rasa de todo, y al señalar las tachas de -las personas consulares, no le impedía ver hacia abajo y mostrar los -defectos del pueblo. - - Primores populi arripuit, populumque tributim. - -El telón bajó al son de la Carmañola. Hubo uno que otro grito, pero el -todo mundo se levantó en orden. Los ancianos de las grandes barbas, los -muchachos, las muchachas, todos cantaban, como poseídos de un mismo -soplo: - - Vive le son, - Vive le son - Du canon!... - -y en todos los ojos vi un relámpago, que venía de un cielo de tempestad. -Y a la luz de ese relámpago vi la convicción. Vi espíritus decididos a -todo, resueltos a todo: hasta el martirio, y el mismo fuego brotaba del -rostro de la joven hermosa y de la cara del tipo lombrosiano. Así todos -los sinceros, todos los fanáticos, cristianos o mahometanos, católicos o -anarquistas. Todavía en la calle, por el aire llegaban a mis oídos vagos -ecos: - - Dansons la carmagnole, - Viv’le son... - -Después estuve en una fiesta socialista. Me acompañaba un joven -argentino, poeta y escritor de talento, el Sr. Ugarte. Fué en el -_Théâtre Civique_, cerca de la Plaza de la República. La función era -también privada, por invitaciones. Había conferencia de Jaurés, -recitaciones de Sylvain, de la Comédie Française, canciones por los -mejores cancioneros de Montmartre, y, sobre todo, plato de resistencia, -la pieza de Marsollau, prohibida en l’Oeuvre: _Mais quelqu’un troubla la -fête_. Un lindo teatro el teatro Cívico, extenso, bien acondicionado. -Estaba también lleno de compañeros y compañeras; pero aquí abundaban las -levitas, los _couplets_ elegantes, las caras finas de las mujeres. En el -fondo, es la misma cosa. Allá se trataba del derecho al pan; aquí del -derecho a la trufa. Allá se llega hasta la propaganda por la acción, -aquí se leen muchos libros y se hacen diputados. Mas en uno y otro lugar -existe la convicción de que la máquina está descompuesta. «Hay que -componerla», dicen aquí. Y allá dicen: «Hay que romperla». - -He allí al sonoro Privas, rey de los cancioneros, con su melena, su -facha completamente «artista», sentado al piano y lanzando _couplets_ -que hacen levantar el vuelo a las bandadas de aplausos. Luego Yon Lug, -cuyo nombre parece el de un mandarín y cuyo aspecto es el de un apóstol -del arroyo. Simpático cancionero, que los montmartreses conocen, -familiarmente, allá en su cabaret famoso, de _Quat-Z’arts_. Con su gran -voz de sochantre, y con notas de canto llano, dice las glorias de la -calle: - - Ave - Pavé... - -y la gran voz brota sobre la selva negra de la barba y bajo la copiosa -montaña de la cabellera. - -Se le aplaude y parte haciendo reverencias entre las olas de sus -inmensos pantalones. Y llega Jehan Rictus, con su cara cristiana y su -figura toda que han comparado _a una lágrima_. El lírico argótico, el -poeta que escribe en lunfardo parisiense, el favorito de los cocheros, -de las prostitutas, de los miserables, casi no puede dar principio a su -dicción, pues de las altas galerías le gritan unos que recite una cosa y -otros otra, y se armó así una de todos los diablos, hasta que Rictus se -hizo oir: «Sí, diré primero el _Revenant_, y luego la _Complainte_.» -Todos quedaron así satisfechos. El _Revenant_ es Jesucristo. Este -cancionero originalísimo hace comparecer la divina figura, y en sus -versos, los labios de los caídos, de los perdidos, hallan manera de -saludarle con bajas palabras que ascienden por su sencillez sentimental -hasta la categoría de vocablos de laudes y de letanías. En el fondo de -_Le Revenant_ hay una profunda oración al Doctor de la dulzura. Hubo -aplausos, y no hubo gritos. Parecería que aquellas gentes meditasen por -un momento. - -Después fué la célebre _Complainte des petits déménagements parisiens_. -Y todo el mundo a reir, a aplaudir, a gritar, - - Badadang boum! Badadang d’zing! - Janvier, Avril, Juillet, Octobre, - Quoi c’est que c’chambarde dans Paris - De Montmertre à l’av’nu’du Maine - Et d’Lénilmuche à Montsouris? - -Y la serie de versos que burla burlando dejan al paso los más terribles -vitriolos. Rictus dice sus estrofas con una voz triste, el cuerpo -inmóvil, los brazos caídos, y la boca contraída por un marcado _rictus_, -que quizá le haya dado su nombre de guerra. - - Badadang boum! Badadang d’zing! - -Al fin llegó Jaurés. «El primer orador de Francia», me previene mi -vecino. El primer orador de Francia me parece por de pronto un obrero; y -cuando empieza a hablar, un campesino. «Citoyennes et citoyens!...» La -vocecita no promete nada y el gesto zurdo desanima. Pero no; no pasan -muchos minutos sin que el orador haya cambiado por completo. Es un -obrero el que habla, pero un gran forjador, un vigoroso herrero de la -palabra. El discurso brota sin detenciones. No hay una idea que no salte -limpia y clara, bien martillada, bien lanzada. Trata de la misión social -del teatro. Es sencillo y es admirable. Lee una página de Diderot, -comenta, explica, saluda al precursor. Señala el momento en que el -pueblo empieza a aparecer en los escenarios como persona que obra. Alaba -a Hauptmann. Analiza el teatro individualista. Se inclina ante la -venerable y fiera figura de Ibsen. Y ese hombre que al principio os -parecía de aspecto vulgar, se convierte en un soberbio órgano de -pensamientos. ¡Cuán lejos las músicas españolas; cuán lejos nuestra -oratoria de retores! Cuando habla Jaurés, sus ademanes son de quien -siente la idea viva y asible. A veces parece que forja, a veces que -amasa, a veces que siembra, en un largo gesto. - -Su público le aplaude repetidas veces. Cuando concluye, los vivas -resuenan. Todo el mundo de pie, canta el himno internacional de -fraternidad. Un consejero municipal, en el centro de la sala, dice las -estrofas, y el gran coro, cierto, levanta el espíritu. Allá arriba -alguien inicia el _Ça ira_, gran parte del público le acompaña. Otro -comienza la _Carmagnole_: - - Vive le son, - Vive le son, - Du canon! - ---«¡No!» grita uno de la platea. «Nada de cañones; ¡muera el cañón, -muera la guerra!» y otro le replica:--«¡No! ¡Viva el son del cañón, -puesto que necesitamos también de los cañones para demoler al enemigo!» - -Se alza el telón, para la pieza de Marsolleau. Teatro simbolista. Como -en la de Mirbeau, un largo diálogo, sin intriga, sin complicación. Un -comedor lujoso; una mesa a la cual se sientan un general, un obispo, un -diputado, un juez, un pequeño propietario, una dama del alto mundo y una -cortesana. Todo lo principal de la «máquina» social, como veis. Comen, -ríen, se divierten. De pronto alguien llega a interrumpir la fiesta. Es -un campesino. Tiene hambre. Su llegada es de un pésimo efecto; ese -rústico no huele a piel de España ni a rosas de Alejandría. Tiene hambre -y quiere comer lo que ellos comen. Se le obliga a irse. Él protesta. El -general quiere echarle y él se subleva contra el general; pero se -interpone el obispo... y el campesino se inclina, y se va, ante las -promesas de consuelo ideal y de vida eterna. La fiesta continúa, más -viva, más alegre aún. El diálogo, en versos muy bellos, es obra de un -pensador y de un artista. Hay mil detalles que admirar. Alguien -interrumpe la fiesta otra vez. Es el mismo campesino, pero ya vestido de -blusa. Es el obrero. Va por su parte, quiere tomar asiento en el -banquete de todos esos favorecidos, de todos esos grandes. «Vengo por mi -parte» dice.--«¿De qué?»--«¡De todo!» Se le quiere arrojar, pero él se -encabrita como un bravo caballo. El obispo intercede. Él no le hace caso -al obispo. «Ya no, dice, ya no creo. Tus palabras no me hacen ya ningún -efecto. Tus promesas me importan poco. Quiero comer, quiero gozar de mi -parte de dicha en este mundo.» - -Y cuando va a apropiarse por la fuerza de los mejores vinos y manjares, -el diputado interviene.--«¡Cómo! No debes hacer eso. Para representar -tus intereses estoy yo, el elegido del pueblo. Yo te defiendo en las -cámaras, soy quien vela por tus intereses y por tu engrandecimiento. -Confía en mí.»--«¡Pero es que tengo hambre!»--«¡Mañana comerás!» Y el -obrero, dudoso, se va rezongando entre dientes. - -La fiesta continúa. Se cierran las puertas para que nadie pueda llegar a -turbar la alegría de los dueños sociales. El champaña, los besos, las -risas, iluminan de gozo el habitáculo de los felices. Para celebrar la -belleza, el amor, la cortesana va a desnudarse y a ofrecer el -maravilloso espectáculo del poema divino de su carne. Mas de pronto, -entre las risas, entre las detonaciones del champaña, se ve por los -vidrios de un balcón, un relámpago, y otro, y otro, y se oye el ruido de -un gran viento y un gran trueno. Y a la luz del relámpago, la cortesana -da un grito, porque ha visto aparecer tras los vidrios una cara pálida, -horrible, demacrada, la cara de la Miseria, la cara del Hambre. Es de un -efecto terrible esta simbólica escena. - -Como nadie ha visto la visión de la cortesana, la alegría continúa, y la -visión se repite. - -Y la fiesta llega a su colmo, cuando, de pronto, un relámpago más vivo -se ve, un trueno más rudo truena, las arañas caen, las luces se apagan, -las paredes tiemblan, el pavor se pinta en todos los rostros. Y las -puertas de la sala ceden a un fuerte empuje, y se abren dando paso a un -desconocido, a un hombre con el rostro cubierto que con una voz que pone -espanto clama: - ---_¡Mais quelqu’un trubla la fête!_ - - * * * * * - -La tragedia de Monza ha causado honda impresión en Francia. - - * * * * * - -El cha de Persia partirá dentro de pocos días a su estados. - -[imagen] - - - - -REFLEXIONES DE AÑO NUEVO PARISIENSE - -[imagen] - -1.º de Enero de 1901. - - -«Al salir del teatro (la Noche Buena) París se sentó a la mesa. Y la -Brama y la Lujuria y la Riqueza y el Dolor y la Alegría y la Muerte -también se sentaron con él». Al llegar el año nuevo, cuando el mundo -vuelve la vista al siglo que pasó, hay alguien que hace notar su -presencia de todas maneras, mientras París no hace sino quitarse su -traje de color de rosa para ponerse otro color de amaranto: la Miseria. - -Peor que la miseria de los melodramas, esta es, cierta, horrible y -dantesca en su realidad. Y no hay mayor contraste que el de esta riqueza -y placer insolentes, y ese frío negro en que tanto pobre muere y tanto -crimen se comete, de manera que, las bombas que de cuando en cuando -suenan, en el trágico y aislado sport de algunos pobres locos, vienen a -resultar ridículas e inexplicables. Esto no se acabará sino con un -enorme movimiento, con aquel movimiento que presentía Enrique Heine, -«ante el cual la revolución francesa será un dulce idilio», si mal no -recuerdo. - -Se ha hecho mucho por aminorar la miseria, desde los buenos tiempos del -excelente rey Childeberto hasta las actuales donaciones de banqueros -ricos y _quêtes_ de damas de la aristocracia. - -Pero todo es poco en el hoyo obscuro de donde sale tanto clamor y olor -de muerte. Y además, el buen Dios parece que no estuviese completamente -satisfecho con las manifestaciones de la caridad elegante. Tal aparentó -demostrarlo con el bazar fúnebremente célebre que concluyó donde hoy se -levanta una capilla gracias a la generosidad de una distinguida -norteamericana que llama la atención con su marido en un sonoro y -comentado litigio: la condesa Boni de Castellane. - -El gobierno por su parte, tiende su protección al pueblo lleno de -apetito. Y si ya en su tiempo Carlomagno, emperador de la barba florida, -había ordenado que se consagrase a los pobres exclusivamente la cuarta -parte de los bienes eclesiásticos, hasta la administración de M. Loubet -se ha adelantado bastante. - -La prensa tiene sus limosneros, Hugues le Roux es uno de ellos, y es -sabido que Santa _Severine_ es la limosnera mayor. - -Al mismo tiempo que la policía conduce a la cárcel a innumerables -rateros de carbón, combate la mendicidad y emprende saludables _râfles_ -contra la prostitución callejera y la rufianería profesional. Cada día -se llenan las comisarías de pobres mujeres de los más humildes y bajos -medios, y de indescriptibles _marlous_. _Chez Maxim’s_ se continúa en -los alegres juegos. El Americaine, el Grand Café, todos los lugares -semejantes continúan con su vaga clientela. La infeliz _gigolette_ de -los barrios bajos está irremisiblemente condenada. La Sra. Otero es una -artista: la Srta. de Pougy es una artista y una autora; la Srta. Marion -de Lorme es una propietaria. Sus amigos, frecuentadores de medios -elegantes, de círculos y casinos, señores X, I y Z, son conocidos de -todo el mundo por su miseria moral, por su desvergüenza y su aditamento -ictiológico. La señora Otero arruinará a varias familias, las Srtas. de -Pougy y de Lorme llevarán a la locura y al delito a más de un joven de -buena familia. El caballero X jugará a la mala, y el caballero Z hará -ostentación del poco honesto origen de sus lujos y derroches. La -_gigolette_ se prostituye _por necesidad_... Hace mucho frío... - ---«Diga usted, me dice un pintor tremendo, y hombre tan tremendo como el -pintor--, Henry de Groux, el autor del _Cristo de los Ultrajes_:--Diga -usted que la Francia está podrida, que al final del siglo ha hecho ya -tabla rasa de todo. _Finis latinorum._ ¡Abyecta muerte!» - -Un paralelo iconográfico que tengo ante mis ojos me da más de un -pensamiento; un paralelo entre la Francia en los comienzos del siglo -actual. - -Bonaparte; primer cónsul, en su caballo de dibujo convencional, con su -corvo sable, y en el fondo, las tiendas de campaña; y M. Emile Loubet, -fotografía género _Nos contemporaines chez soi_ en espera de Mollard o -de Crozier, caros al protocolo. No se ha adelantado tanto. Carnot, de -rostro simpáticamente enérgico, de ojos que revelan grandes propósitos, -«organizando la victoria», y André el ministro de la guerra que hoy -provoca por sus disposiciones un movimiento de antipatía en la aliada -Rusia. No se ha adelantado lo bastante. Fouché y Lépine en la policía, -Luciano Bonaparte y Waldeck-Rousseau en el ministerio del interior. No -se ha adelantado gran cosa. El cabriolé ágil y gracioso que asombra al -sencillo _populo_ y el automóvil de última hornada capaz de recorrer -todo París en un segundo y de reventar a todos los _Cahen d’Anvers_ de -la tierra. Se ha adelantado muchísimo. La vieja y pintoresca diligencia, -«de las largas diligencias» de Mallarmé, y la locomotora _coupe-vent_. -No se puede negar: se ha adelantado. Talleyrand en el ministerio de -relaciones exteriores, y Delcassé. No, no se ha adelantado mucho... A la -cabeza del ejército Berthier y Brugere: no se ha adelantado maldita la -cosa! La ópera de la plaza Louvois seca y pelada, y la empingorotada -ópera de Garnier, abominada por Huyssmans. Es un adelanto. El bulevar de -los Italianos antiguo, sin circulación y sin edificación, y el de hoy -con el Pabellón de Hanover modernizado y su movimiento y su vida. -Adelanto. Si en muchas cosas se ha adelantado, en muchas cosas el siglo -XX puede salir victorioso de la comparación. Pero en otras. ¡Dios santo! -En los reinos del pensamiento no estamos muy seguros del triunfo. El -siglo pasado empezó bajo el soplo de la Enciclopedia. El siglo pasado -empezó con ideales, con miras, con decisiones; el siglo pasado comenzó -con una fuerza de que se carece hoy: el entusiasmo. ¿En qué vientre de -madre irá a aparecer el año entrante la preñez que dé al mundo un nuevo -Víctor Hugo? - -Como Atenas, como Roma, París cumple su misión de centro de la luz. -Pero, actualmente, ¿es París, en verdad, el centro de toda sabiduría y -de toda iniciación? Hombres de ciencia extranjeros dicen que no, y -muchos artistas son de opinión igual; pero la consagración no puede -negarse que la da París, sobre todo, en arte. Y para eso vienen -D’Annunzio de Italia, Sienkiewicz de Polonia, la Wiehe de Dinamarca, la -Guerrero de España y Sada Yacco del Japón. - -Lo que en París se alza al comenzar el siglo xx es el aparato de la -decadencia. El endiosamiento de la mujer como máquina de goces carnales, -y--alguien lo ha dicho con más duras palabras--el endiosamiento del -histrión, en todas las formas y bajo todas sus faces. Es el caso de -Juvenal: _quod non dant proceres, dabit histrio_. Hay muchos franceses -ilustres, muchos franceses nobles, muchos franceses honrados que meditan -silenciosos, luchan con bravura o lamentan la catástrofe moral. Pero las -ideas de honor, las viejas ideas de generosidad, de grandeza, de virtud -han pasado, o se toman como un pretexto para joviales ejercicios. -Escritores osados como Mirbeau, como Rachilde y Pierre Louys, declaran -en los pe riódicos el adulterio como un _uso_ esencialmente parisiense. -La antigua familia cruje y se desmorona. Los sentimientos sociales se -bastardean y desaparecen. Los extranjeros que en los comienzos y aun a -mediados del siglo pasado venían a París, encontraban hospitalidad, -amabilidad, algún desinterés. El poeta Guido tenía derecho de venir a -querer hacerse matar en una barricada. Bilbao el chileno encontraba en -Lamennais, en Michelet, en Comte, maestros sinceros, bondadosos y -abiertos. Garibaldi podía ofrecer su espada. Hoy reina la _pose_ y la -farsa en todo. Apenas la ciencia se refugia en los silenciosos -laboratorios, en las cátedras y gabinetes de señalados y estudiosos -varones. La mujer es una decoración y un sexo. El estudiante extranjero -no encuentra el apoyo de otros días, y desde luego le está cortado el -ejercicio de su profesión. Los norteamericanos han metido sus cuñas a -golpe de mazos de oro. La enfermedad del dinero ha invadido hasta el -corazón de la Francia y sobre todo de París. El patrioterismo, el -nacionalismo, ha sucedido al antiguo patriotismo, y las nobles simpatías -de antaño con la Grecia de la independencia, no son las mismas que las -demostradas con el pobre viejo Krüger y los héroes rústicos del África -del Sur. - -Las ideas de justicia se vieron patentes en la vergonzosa cuestión -Dreyfus. Pero por todas partes veréis el imperio de la fórmula y la -contradicción entre la palabra y el hecho. Es esta más que los Estados -Unidos, a ese respecto, la tierra de los contrastes, _the land of -contrastes_, de Muirhead. - -La literatura, ha caído en una absoluta y única finalidad, el asunto -sexual. La concepción del amor que aun existe entre nosotros, es aquí -absurda. Más que nunca, el amor se ha reducido a un simple acto animal. -La despoblación, la infecundidad, se han hecho notar de enorme manera, y -es en vano que hombres sanos y de buena voluntad como Zola hayan querido -contener el desmoronamiento haciendo resaltar el avance del peligro. - -Mutuamente se han reflejado las literaturas y las costumbres. En todos -lugares existen vicios de todas clases, desventuras conyugales; pero lo -terrible en París es que es la norma. Las conclusiones de los libros -novelescos, las revelaciones de los procesos que todos los días se hacen -públicos, los incidentes y desenlaces de las piezas teatrales, hacen que -el ambiente esté completamente saturado de tales doctrinas, y que un -modo de juzgar las cosas como los excelentes sentimentales de comienzos -del siglo pasado, sería considerado _arriéré_ y a la papá. En los -diarios, en el momento en que escribo, se gasta tinta y tiempo -escribiendo artículos a causa de que el hijo mayor del cómico Guitry, de -diez y seis años, tiene queridas de trece, con el consentimiento -maternal, según las cartas del marido. Pues bien, lo malo no es tan sólo -el hecho, sino la indiferencia que todo acaecimiento de esa clase causa -en el sentido moral del público, que, cuando más, encuentra eso _très -rigolo_. Los moralistas ocasionales publican sendas opiniones, se ríe un -poco, y se prosigue en la corriente continua que gira en este abismo de -gozo, de belleza y de locura. París da la sensación de una ciudad que -estuviese soñando, y que se mirase en sueños, o la de una ciudad loca de -una locura universal y colectiva; loco el gobierno, las cámaras, los -jueces, las gentes todas, y entre toda esta locura la mujer, en el -apogeo de su poderío, en la fatalidad de su misión, revelando más que en -ninguna otra época algo de su misterio extraordinario. El intérprete -gráfico de tal misterio ha sido indudablemente Rops, y sus terribles -aguas fuertes secretas son el más serio comentario y el más moralizador -espectáculo. - -Como hago muy poca vida social, tengo todavía el mal gusto de creer en -Dios, un Dios que no está en San Sulpicio ni en la Magdalena, y creo que -ciertos sucedidos, como lo del Bazar de Caridad y la singular muerte de -Félix Faure, son vagas señas que hacen los guardatrenes invisibles a -esta locomotora que va con una presión de todos los diablos a -estrellarse en no sé qué paredón de la historia y a caer en no sé qué -abismo de la eternidad. - - - - -DIARIO DE ITALIA - -[imagen] - - - - -TURÍN - -[imagen] - -11 de Septiembre de 1900. - - -Del hervor de la Exposición de París, bajo aquel cielo tan triste que -sirve de palio a tanta alegría, paso a esta jira en la tierra de gloria -que sonríe bajo el domo azul del más puro y complaciente cielo. Estoy en -Italia, y mis labios murmuran una oración semejante en fervor a la que -formulara la mente serena y libre del armonioso Renán ante el Acrópolis. -Una oración semejante en fervor. Pues Italia ha sido para mi espíritu -una innata adoración; así en su mismo nombre hay tanto de luz y de -melodía, que, eufónica y platónicamente, paréceme que si la lira no se -llamase lira, podría llamarse Italia. Bien se reconoce aquí la antigua -huella apolónica. Bien vinieron siempre aquí los peregrinos de la -belleza, de los cuatro puntos cardinales. Aquí encontraron la dulce paz -espiritual que trae consigo el contacto de las cosas consagradas por la -divinidad del entendimiento, la visión de suaves paisajes, de -incomparables firmamentos, de mágicas auroras y ponientes prestigiosos -en que se revela una amorosa y rica naturaleza; la hospitalidad de una -raza vivaz, de gentes que aman los cantos y las danzas que heredaron de -seres primitivos y poéticos que comunicaban con los númenes; y la -contemplación de mármoles divinos de hermosura, de bronces orgullosos de -eternidad, de cuadros, de obras en que la perfección ha acariciado el -esfuerzo humano, conservadoras de figuras legendarias, de signos de -grandeza, de simulacros que traen al artista desterrado en el hoy -fragancias pretéritas, memorias de ayer, alfas que inician el alfabeto -misterioso en que se pierden las omegas del porvenir. Bendita es para el -poeta esta fecunda y fecundadora tierra en que Títiro hizo danzar sus -cabras. Aquí vuelan aún, ¡oh, Petrarca! las palomas de tus sonetos. -Aquí, Horacio antiguo y dilecto, has dejado tu viña plantada; aquí, -celebrantes egregios del amor latino, nacen aún, como antaño, vuestras -rosas, y se repiten vuestros juegos y vuestros besos; aquí, Lamartine, -ríen y lloran las Graziellas; aquí, Byron, Shelley, Keats, los laureles -hablan de vosotros; aquí, viejo Ruskin, están encendidas las siete -lámparas, y aquí, enorme Dante, tu figura sombría, colosal, imperiosa de -oculta fuerza demiúrgica, sobresale, se alza ya dominando la selva -sonora, los seres y las cosas, con la majestad de un inmenso pino entre -cuyas ramas se oye la palabra oracular de un dios. - -Recorreré la divina península, rápidamente, en un vuelo artístico, como -un pájaro sobre un jardín. No esperéis largos e inquietantes solos -poéticos y sentimentales. _Solos_, en el sentido criollo, ni de -ruiseñor. Comenzaré diciéndoos, por ejemplo, cómo salí de París en un -tren del P. L. M., una alegre noche, en compañía de un caballero -argentino, a quien me acababan de presentar y que llevaba el mismo -itinerario mío. ¿Conocéis esos admirables _paniers_ que venden en las -estaciones francesas, verdaderos estuches culinarios que dicen los -laúdes de la previsión humana? En esas preciosas cajas se contiene desde -el pollo hasta el mondadientes, pasando por el vinillo y el agua mineral -y saludando los varios fiambres y postres. Canto estas ricas cosas -epicúreras. _Gaudeamus igitur._ Y entre el jamón y la manzana, mientras -unos señores franceses pretenden iniciar un sueño, mi compañero criollo -y yo somos los mejores amigos. Charlamos, recordamos, reímos, hacemos un -poco de Buenos Aires, mas hay que descansar, y a nuestra vez, cerramos -los ojos, al son de la música de hierro del tren. Os recomiendo que -hagáis la observación si no la tenéis ya hecha. Hay en el traqueteo -acompasado de los vagones, en ese ruido rudo y metálico, todas las -músicas que gustéis, con tal de que pongáis un poco de buena voluntad. -La sugestión luego es completa y casi tenéis la seguridad de que una -orquesta o una banda toca no lejos de vosotros, en algún carro vecino. - -Al son, pues, de esa orquesta, me duermo, o nos dormimos. Muy buenas -noches. - - * * * * * - -Al día siguiente, en Modane, se llega al dominio italiano. Queda atrás -la sierra de la dulce Francia y se posesiona uno de la dulcísima -Italia. Los _carabinieri_ pasan, con sus colas de pato y sus pintorescos -bicornios. El tren bordea la ciudad, a la luz de un sol nuevo y -cariñoso, que nos ofrece la mejor vista de la Vanoise y la ondulación -graciosa y la vegetación y cultivo del valle del Arc. Los Alpes nos -hacen recordar los Andes. - -Poco después entramos al famoso túnel de Mont Cenis, y a su extremo, nos -encontramos en Bardonachia. Flores recién abiertas, azul fino de un -zafiro glorioso, casitas de estampa, ojos que saben latín de Virgilio y -bocas que sonríen al ofrecernos café con leche y uvas de las próximas -viñas. Delicioso paisaje, deliciosas muchachas, delicioso Virgilio, -deliciosa copa de leche y uvas frescas. - -El tren corre, sofocándose, pasa túneles y túneles. En los flancos de -las montanas se ven, cargadas de fruto, las viñas frondosas. En todo el -trayecto casi no se advierte un solo animal. Apenas allá, en un -vallecito, al paso, divisamos unas cuantas cabras conducidas por su -pastor. Más adelante, cuatro o cinco vacas. Gentes de estas Europas, que -vais a las lejanas pampas en busca de labor y de vida, ¡cómo se explican -aquí harto elocuentemente, los furiosos atracones de carne con cuero y -de asado al asador, con que os regodeáis allá, bajo el hospitalario sol -de América, en la buena y grande Argentina! Entre estos hondos valles, -entre estos amontonamientos ciclópeos de rocas, no turba el silencio ni -un mugido, no saluda al sol con su fuerte tuba el toro. - -Estaciones pequeñas y más estaciones, hasta que se abre más el ancho -valle, y allá, en su altura, como un juguete, la Superga, nos anuncia -que hemos llegado a Turín. - - -12 de Septiembre. - -Turín, nombre sonoro, noble ciudad. Severa, «un poco antigua», como el -español caballero de Gracia, aparece, para quien viene de enormes y -bulliciosos centros, tranquila y como retrasada. Mas luego sus calles -bien ordenadas y bien limpias, sus distintos comercios, sus plazas, sus -numerosos tranvías eléctricos, os demuestran la vida moderna. Después -sabréis de sus ricas y florecientes industrias, si es que no habéis -visto allá en la Exposición de París el triunfo de los telares -turineses. - -Aquí se comienza a ver que hay una Italia práctica y vigorosa de trabajo -y de esfuerzo, además de la Italia de los museos y de las músicas. - -Notamos en los edificios públicos banderas con lazos de luto. Es que -ayer ha entregado el duque de Aosta, en nombre del rey Víctor Manuel, a -la ciudad de Turín, la espada, las condecoraciones, el yelmo del difunto -Humberto. Pobre monarca de los grandes bigotes y de los ojos terribles, -que ocultaba tras esa apariencia truculenta un bello corazón, según me -dicen casi todas las personas con quienes tengo ocasión de hablar. - -Turín, noble ciudad. Aquí todo es Saboya. No hay monumento, no hay vía, -no hay edificio que no os hable de la ilustre casa. - -He visitado la Pinacoteca. La primera sala está llena de príncipes de -esa familia, desde la entrada, en donde un admirable retrato de François -Clouet perpetúa la figura de Margarita de Valois, hija de Francisco I y -mujer de Emanuel Filiberto, duque de Saboya. Nada más sugerente que esta -pintura en que esa princesa, que podría ser una priora, parece hablar -por toda una época. Así el retrato cercano, de Carlo Emanuel I, duque de -Saboya, obra del Argenta, que representa al principito de diez años, -exangue, casi penoso, apoyado en la cabeza de su enano. - -El museo es grande y posee verdaderas riquezas. El catálogo oficial, -Bædeker u otro libro semejante, os dirá el nombre del fundador, el año -de la fundación, y datos semejantes. Yo os diré lo que me ha atraído, -detenido o encantado en la rápida visita. Ante todo, los primitivos, que -ya en la sala segunda están representados. Confieso no sentirme -fascinado ante la célebre Virgen con el Niño, de Barnaba da Modena, pero -Macrino d’Alba en más de uno de sus cuadros me hace sentir la impresión -de su arte, así como Defendente Ferrari me cautiva con los _Esponsales -de Santa Catarina_, y el _Giovenone_ me para, con su Madona entronizada -y sus místicos acompañantes. En la sala tercera, casi toda ocupada por -Gaudenzio Ferrari, hay muchas cosas bellas, pero lo que principalmente -admiro, al paso, es la Madona, Santa Ana y el Niño, en que el concepto -de la religiosidad unido a un ingenuo don de humanidad, forman la -excelencia de la obra artística. La figura de María sola es un delicado -y maternal poema. - -En la sala tercera está el dos veces divino Sodoma, pintor de nombre -maldito y de incomparables creaciones de vida y de idealidad. La -idealidad está en su _Sacra familia_, con su pura y espiritual Madona y -el Dios Niño que juega; la vida en carnaciones estupendas como ese seno -de esa abrasante Lucrecia que en vez de la puñalada atrae el beso. Ante -este cuadro no puedo menos que recordar una reciente polémica, entre los -señores Groussac y Schiaffino. Este muy distinguido amigo mío, señalaba -a su terrible contendiente el error de haber confundido en una ocasión -una tabla con una tela. La cosa parecerá muy rara, pero al gran Vasari -le sucedió lo mismo. Hablando del cuadro la _Morte di Lucrezia_, del -Sodoma, dice el actual director de la Pinacoteca, Sr. Bandi di Vesme: -«Vasari lo annovera fra quelli eseguiti dal Sodoma nei suoi bei tempi: -«Similmene... una _tela_ que fece per Assuero Retori de San Martino, -nelle quale e una Lucrezia Romana che si ferisce, mentre e tenuta dal -padre e dal marito: fatta con belle attitudine e bella gracia di teste». -«_L’aver il Vasari chiamato questo cuadro una tela_», mentre dipinto su -legno, e una semplice inavvertenza, se pure non e per errore di stampa -che la edizione del Vasari hanno «tela» per «tavola». - -Hay también del Sodoma, en esta misma sala, una _Madona e quattro santi_ -de señalado mérito. - -No dejaré de nombrar un cuadro de tema semejante, de Bernardino Lanino, -en que, con el encanto del suave color y del dibujo, se anima sobre -todo una sensual Santa Lucía que es una de las representaciones -femeninas más atrayentes que se puedan señalar en todas las galerías del -mundo. - -En la sala quinta, una _Abadesa_ de Giovanni Antonino Molinari. En la -sexta, sobre un fondo de oro, un ángel de Frate Angelico canta toda la -primitiva gracia, la ingenua virtud de la concepción y ejecución -prerafaelitas. Una deliciosa Madona del mismo, con el bambino. Observo -que para poder rezar convenientemente delante de estas pinturas, sería -preciso un libro de horas escrito en verso por Dante Gabriel Rossetti, o -un antifonario de Ruskin, o de su vicario francés Robert de la -Sizerenne. Otra Madona. ¡Descubríos! La hizo Sandro Botticelli. Es la -pintura simple y al propio tiempo intensa y profunda que habéis oído -celebrar por tantos aedas del arte moderno, que levantaron a su mayor -gloria los prerafaelitas ingleses y que todos los _snobs_ y _prigs_ del -mundo se creyeron en el deber de admirar hasta el delirio. - -Hay otro Botticelli, ante el cual largas horas debe haber pasado -Burne-Jones y el viejo profeta de las Piedras de Venecia. Es _El viaje -del hijo de Tobías_. Es el mismo expresivo amaneramiento de los gestos, -la traducción del íntimo sentido por la remarca de las actitudes, el -vago énfasis del estilo y la certeza de los lineamientos. Los dos -arcángeles de la composición son hermanos de las figuras alegóricas de -la «Primavera». Miguel precede, armado de su espada. Una madona de Credi -me disputa el tiempo con un Tobías y el arcángel Rafael, de los -hermanos Benci del Pollainolo. (Con este cuadro comete también el error -Vasari, de confundir tela con tabla.) - -Imposible observar tanta y tanta obra meritoria. Mas en la sala séptima -me inclino delante del Mantegna, con su «Madona con il Bambino e sei -Santi», ante varios Tizianos; en la octava, Donatello llama con una -Madona bajo-relieve en mármol y alegran los ojos las fiestas de color de -los esmaltes de Constantín. No veo sino de un vistazo la sala nona, de -pequeñas dimensiones y que contiene algunos grabados y dibujos de -distintas épocas y de diferentes escuelas. Y en la sala décima al entrar -me impide continuar más adelante por algunos minutos. ¿Y una -«Visitación» de Vander Weyden, en que una idea naturalísima se traduce -tan poéticamente? Y Memling con su tumultuosa «Pasión». Y un desfile de -maestros: Teniers, Brueghel, Jordaens, Van Dyck: «Tres gracias», de la -escuela flamenca, que recuerdan las tres comadres brutalmente -encarnadas, de Rubens, en el Museo del Prado, y varios cuadros de ese -artista, entre los cuales el retrato notabilísimo de un «Magistrado -flamenco.» - -En la sala undécima impera Van Dyck, con el cuadro que para muchos es el -mejor de todos los suyos, el grupo de «Los tres hijos de Carlos I de -Inglaterra». Los principitos fueron pintados con trajes lujosos, y todos -tres parecen hembras. La vida les anima; y es admirable la que hay en el -noble animal que les acompaña. Según está escrito, el rey no estuvo muy -contento de la obra por motivos mediocremente domésticos. El conde Cisa, -decía en carta al duque Víctor Amadeo I... «Le roy estoit fasché contre -le peintre Vendec, pour ne leur avoir mis leur tablié, comme on -accoustume aux petits enfans»... A este cuadro acompañan otros tantos -del mismo Van Dyck y varios de Teniers, de Brueghel y otros. - -En la sala duodécima hay varios holandeses y alemanes. Se impone al -instante un retrato de «Desiderio Erasmo», de Holbein, que estuvo en el -Louvre durante la dominación francesa. Hoy Turín está orgullosa de su -reconquista y dice: _Hic Jacet Erasmos qui quondam pravus erat mus_. - -Los españoles tienen representación honrosa en la sala duodécima, pero -es poco y de relativo valor lo que hay de Velázquez, Murillo, Ribera y -Sánchez Coello. Envío mi pensamiento a aquel soberbio tesoro de Madrid -que constituye, en el Museo del Prado, la sala Velázquez. Hay aquí del -gran maestro dos retratos, uno es uno de tantos Felipes Cuartos que -produjo su pincel. Del Españoleto hay un San Jerónimo. De Murillo el -retrato de un niño; una de las repetidas Concepciones y cierto expresivo -busto de capuchino. Sánchez Coello ha dejado con su singular manera la -imagen de la joven reina que más tarde retratara Van Dyck en su vejez: -Isabel Clara Eugenia de Austria. - -Y en la sala décimotercia dos preciosos retratos de Coypel; el busto de -mujer de la Vigée Le Brum tan popularizado por las reproducciones; y en -la décimocuarta, entre cien cosas, el estupendo autorretrato de -Rembrandt, hecho de sombra y vida; y apenas hay un momento para el -naturalismo rústico de Paul Potter; y en la décimoquinta magistrales -paisajes, entre los cuales de Ruysdael. En la décimosexta sonríe el -Caravaggio con su _Sonatore di liutto_ y os llama Gentileschi con una -Anunciación; y Vanni hace perdurar la voluptuosidad de la más tentadora -Magdalena que pueda un pincel pintar y un hombre amar. En la -decimoséptima Albani, en varios cuadros, renueva el mito de - - Il bello Hermafrodito adolescente, - -como dice el verso de D’Annunzio. El Domenichino y Guido Reni y Albani, -llenan esta sala con bellas mitologías, a que Carracci y Guercino oponen -sus representaciones cristianas. En la decimoséptima se impone el grupo -de Apolo y Dafne, y la figura del dios crinado, de un colorido vivo y -luminoso, sobresale de manera vencedora. Del Guercino hay en la -décimoctava un _San Paolo Eremita_ que recuerda una igual tela -hagiográfica de Velázquez. Ambos grandes ingenios, poseídos más o menos -del fervor cristiano en la interpretación de los santos, demuestran que -no les es indiferente la naturaleza muerta: las galletas de ambos -cuervos solícitos, en ambos cuadros, son admirables y suculentas de -verdad. En la décimonona todas las miradas y contemplaciones son para la -riquísima _Danae_ del Veronese, a pesar de los grandes cuadros vecinos. -En la vigésima no dejéis de inclinaros ante el Veronese y Tiépolo, y en -la última soportad las varias batallas de Huchtemburg en que la mancha -roja y el caballo blanco del príncipe Eugenio de Saboya aparecen -irremisiblemente. - - -15 de Septiembre. - -Anoche he presenciado la llegada del duque de los Abruzzos a su buena -ciudad de Turín. Turín es la villa de los Saboyas, la verdadera ciudad -del _Fert_. Con gran entusiasmo fué recibido el joven explorador, entre -calles de aplausos y bajo arcos de vivas. Como yo alabase la audacia -brava y el peligroso _sport_ de su alteza, indudablemente enamorado de -la gloria y de la ciencia, me dijo un distinguido caballero turinés, -mientras los cocheros rojos conducían al príncipe, a los Aosta y al -capitán Cagni: - ---«Todo está muy bien. Pero ¿qué provecho práctico trae a Italia el -hecho de este joven que se gasta una buena serie de miles de liras y -pierde dos dedos en una exploración de la que no ha sacado sino ir un -poco más sobre el hielo que Nansen? La empresa es insegura, fantástica y -poco probable.» - -Señor, contesté a mi interlocutor, todas las grandes y geniales empresas -son por lo general fantásticas, inseguras, poco probables: y vuestro -compatriota el genovés Colón es una prueba de ello. Poco ha perdido el -duque con perder dos dedos en donde muchos, hasta su compañero Querini, -han perdido todo el cuerpo. Por otra parte, todo eso vale más que las -ocupaciones generales de sus colegas: ver correr caballos flacos, -fusilar pichones, agitar raquetas y disputarse pelotas, a la manera -imperante de los ingleses, fomentar la cría de perros y entretenimiento -de señoritas joviales. El duque de los Abruzzos, a quien he visto en -Buenos Aires muy simpático y muy gentil, en esa obra de valor y de -singularidad, ha interpretado a su manera el _Sempre avanti Saboia_ de -su casa. Además le debemos que los estados Unidos, por medio de uno de -sus órganos de más páginas y de mayor tiraje, se haya admirado de que un -latino haya puesto antes el pie en un lugar que no ha sido hollado por -anglosajones. Lo cual debe mortificar al Sr. Demolins y alegrar a mi -amigo Arreguine.» - -El duque pasó entre las sonoras ovaciones. Buen aspecto, aunque se nota -en él las durezas de la vida de la invernada. A su lado iba Cagni, -verdadero héroe del viaje. En la estación he visto a la risueña y bella -novia de Cagni, y al viejo general su padre. No he podido menos que -pensar en los que quedaron allá en la nieve, en la soledad, en la muerte -irremisible... - - * * * * * - -Comida con el _onorevole_ Gianolio, y otras distinguidas personas; un -_avvocato_ y el decano de notarios turineses. El diputado es un -excelente y filosófico caballero, que entre sus barbas llenas de años -deja salir las más sesudas razones; y junta a una cortesía un tanto -campechana, la más sincera amabilidad. No conoce bien la Argentina, -pero tiene informes de sus riquezas, de su hospitalidad, del desarrollo -fabuloso de Buenos Aires. Se sorprende cuando se le habla del número de -italianos que hay en nuestra capital, lo cual demuestra que no todos, en -el parlamento, están aquí muy al tanto de estos asuntos. Hablamos -política, estadística, un poco, muy poco de literatura, pues el elemento -no es propicio, a pesar de estar a la mesa un par de hermosos ojos -italianos. Mi calidad de poeta ¡a Dios gracias! permanece incógnita, y -un madrigal comenzado se desvanecería al olor de la _fonduta_. ¡La -_fonduta_! ¿no sabéis lo que es esto, el plato especial de Turín, rubio -como el oro, apetitoso y perfumado de trufas blancas? - -No sé cómo el señor de Ámicis, que aquí reside, ha conservado sus -cualidades plañideras y sentimentales a pesar del frecuente encuentro -con esta invención que es gozo de los ojos y del paladar. La _fonduta_ -va custodiada de un chianti noble y de un barolo viejo que exigen -respetuosas inclinaciones. - - * * * * * - -Paseo por las galerías de la ciudad, por la vía Roma, y entramos con mi -compañero de viaje, al Giardino Romano, teatro estival bastante -desmantelado. Impera aquí también el café-concert. Y pensamos en el -Casino de Buenos Aires, cuando después de varios números deplorables, -salen los dos Colombel, que acabamos de ver en el Alcázar d’Été de -París, y nos gratifican con la romance, la romance... _¡la romance du -Muguet!_ - - -16 de Septiembre. - -Los monumentos de Turín, confieso realmente, no me fascinan. Por todas -partes estos políticos, estos generales, estos príncipes, me aguan la -fiesta ideal que busca mi espíritu. Estos políticos son demasiado -conocidos y demasiado cercanos para que interesen a quien busca en -Italia sobre todo el reino de la Belleza, de la poesía, del Arte. Por lo -tanto, saludo con respeto al héroe Pietro Mica, a los hábiles y -esforzados patriotas y a los Saboyas de bronce, y me detengo ante el -monumento del Mont-Cenis, que, con su idea ciclópea, dice a mi alma, en -su simbolismo, más cosas que las que me puede decir el ilustre Mazzini y -el no menos ilustre Cavour. - -En el parque--porque es un parque, aunque le llamen jardín--del -Valentino, deleitan las gracias de una acariciante naturaleza. El Po que -corre bajo los arcos de los puentes, pacíficamente; los montes cercanos, -feraces, cultivados, coronados por la Superga, sembrados de villas y -casitas. En la tarde dulce cae con la luz una paz y una melancolía que -hacen nacer luceros en el alma. Dichosa gente la que a la orilla de este -viejo río vive la perpetua juventud que se revela en la hermosura de -estos espectáculos. - -Al ponerse el sol vuelven al club los _yachtmen_ que se ejercitan en su -_rowing_. Unos pescadores recogen sus cañas. - -Antes he tenido tiempo de visitar un castillo medioeval que se ha -dejado para los turistas, desde que se construyó, con motivo de la -exposición de 1884. Es algo mejor que lo realizado por Robida en el -Viejo París. Todo, hasta los menores detalles interiores y exteriores, -dan la ilusión de un retroceso a la vida del siglo XV. Quisiera uno tan -solamente que los ferreros que abajo trabajan con gran habilidad sus -obras de un arte injustamente venido a menos, vistiesen y hablasen como -en lo antiguo. - - -17 de Septiembre. - -Por el funicular que hay que tomar atravesando el Po, se va a la -Superga. Es ésta, como sabréis, una iglesia construída en lo más -empinado de la altura, al oriente de Turín. - -Los trenes van jadeantes, en un camino que refresca la sombra y la -verdura de los árboles. El domo corona soberbiamente el monte. Ese -templo para águilas es una tumba de príncipes. Allí, en la cueva -fúnebre, están los huesos de muchos miembros de la casa reinante. Es lo -que, artísticamente, se va a visitar con mayor interés, a causa de uno -que otro hermoso mausoleo. Nada más impresionante que un simple nicho en -que se guarda la corona que las lavanderas de España enviaron a la buena -reina doña María de la Gloria, esposa de Amadeo. - -Vasto y magnífico panorama, desde la eminencia. A lo lejos los Alpes, -que el sol llena de luz; el Levanna, el Roche Melon, la punta de nieve -del Mont-Rose. Más cerca los campos que divide el Po en su curso, en -que las ciudades y pueblos se miran como cajas de juguetes de Nuremberg; -las ondulaciones de las verdes colinas, los senos de los valles, el Viso -erguido, y Turín allí cerca, corona del Piamonte. Comienzan a asediar -los vendedores de tarjetas postales y los solicitadores de _buona -mancia_. Todavía no he encontrado, ¡asombraos! ingleses. Pero los -siento. Ellos han de aparecer dentro de poco, ineludibles andadores, -doctores oxfordianos en Bædeker, compradores de pisapapeles de -alabastro, o prigs que asedian a los primitivos. - -Turín está solitario ahora, y paréceme que ha de ser triste siempre. Las -gentes de pro andan en el veraneo. Las que quedan, por negocio o por -necesidad, parecen muy tranquilas y poco ruidosas. Por las calles hay -escasa circulación. En la noche las galerías están sin vida, con -excepción de una que otra en que se ven militares y burgueses que se -pasean. Las mujeres que encuentro no se parecen a las italianas de mi -imaginación. Luego, son hasta las que se diría dedicadas a una -existencia poco austera, escasamente expansivas y hasta serias, Turín, -convengamos, es una ciudad muy honrada. Reconozcamos estas condiciones a -Turín. - -[imagen] - - - - -GÉNOVA - -[imagen] - - -19 de Septiembre. - -Génova la Superba no parece a primera vista una ciudad grata. La masa -urbana es ciertamente soberbia, cuando se ve a la llegada, desde el -tren, en San Pietro D’Arena. Mas ya de cerca, esas casas altas, con las -cien manchas verdes de sus ventanas, esas casas descuidadas, esos -barrios sucios, nos dan la impresión marcada de una higiene en olvido, -de una aglomeración de conventillos. De algunas ventanas se cuelgan -ropas a secar, como en España. Ciertos rincones y ciertas callejuelas -tienen el mismo cariz de algunos puntos de la Boca. La parte vieja de la -ciudad es tortuosa, descuidada. En lo nuevo, se alzan construcciones, se -demuelen muros antiguos y se inician casas y palacios. - -Vasto puerto, y relativamente escaso movimiento. Las fortificaciones -dominan, en las alturas. Castellaccio, Begato, San Benigno, llenos de -cañones. La ciudad, a la orilla del mar, sube hacia los montes. Ciudad -comerciante y marinera, aun conserva el orgullo de antaño y procura -mantener su vitalidad y su energía, guardando sus viejos recuerdos de -conquistas y de guerras, cuando sus estandartes fueron vencedores, o en -tiempos de duros reveses. - - * * * * * - -Vía Garibaldi. La calle es estrecha, sus aceras flanquedas de palacios -históricos. Piedras de siglos, vetustos portones en donde podéis ver -esculpidas las armas heráldicas. Ahí está el palacio Rosso, regalado por -la duquesa de Galiera a la ciudad y que contiene valioso tesoro de arte. -Entre lo principal, un retrato del marqués de Brignole-Sale, de Van -Dyck, un Durero, y una copia muy buena del San Juan de Leonardo que hay -en el Louvre. En el Palazzo Bianco que está en frente, hay también obras -excelentes. No puedo, dado el plan de este diario, ni citar todo lo que -me interesa; pero me es imposible callar mi gozo ante un antifonario de -Neroni que se guarda en esta casa, entre muchas riquezas dignas de la -mayor atención. - -He visitado la Catedral, en la vía San Lorenzo. Por ella ha pasado lo -romano, lo gótico, el renacimiento. La fachada gótica es de una -imponente hermosura; en ella alternan mármoles blancos y negros; -adórnanla leones y variadas labores y calados. Piadosos e ingenuos -escultores trecentistas han dejado figuras y símbolos. Es hasta ahora, -la más venerable fábrica que hayan visto mis ojos en la tierra de -Italia. - -Soberbio es, asentado en la Piazza Nuova, el palacio Ducal, en que hoy -trabajan oficinas del gobierno; y en varias calles os dicen grandezas de -lo pasado los palacios Doria, Spínola, Parodi, Gambaro y Cataldi. -Génova, la de los suburbios infectos, está llena de mármol y de orgullo. - -El palacio Rosozza, es un lugar deseable para la realización de una vida -de amor. Está dominando el mar, y a sus espaldas se extiende, en la -colina, un jardín bellísimo lleno de verdura y de flores, en donde los -chorros de agua dicen rimas de D’Annunzio. Y más palacios, y más villas, -sobre la ciudad que a la orilla del Mediterráneo mantiene el renombre de -sus comerciantes y de sus armadores. - - * * * * * - -Tengo la mejor idea de los genoveses. Parécenme amables, obsequiosos, -atentos. No he podido certificar si tienen doblez o falsedad. No he -hecho ningún comercio con ninguno. Y el mal humorado padre Alighieri -creo que exageró cuando deseaba para ellos tantas terribles cosas: - - Ahi genovesi, uomini diversi - D’ogni costume, e pien d’ogni magagna - Perché non siete voi del mondo spersi? - -Las genovesas que he visto, son esbeltas, garbosas, gentiles, de grandes -ojos que se han embriagado de mar y de cielo. - - * * * * * - -Paseo por la rada. El agua está serena y el horizonte está «histórico» -como diría Roberto Montesquiou. Amarrados a los muelles, los barcos -descansan, esperando sus cargas. Un acorazado italiano, el Garibaldi, -está de estación. Al lado, están remendando la cáscara de hierro de un -buque de guerra turco. Advierto que en una de las planchas de popa, un -salaz obrero sin duda, ha pintado, con tiza, con visible irrespeto por -la media luna, una figura obscena que cualquiera puede notar de lejos. - -El bote que me conduce se dirige al lado opuesto, hacia la barrera de -piedra que se ha alzado a la rabia del mar, y que éste en ocasiones ha -mordido y despedazado por algunos puntos. - -Hermoso de toda hermosura el panorama de la ciudad, recostada sobre su -vasto anfiteatro, dorada por el sol que se pone. Es una tarde azul -acariciada de fuego. Las alturas se destacan como labradas sobre el -cielo. En el Rhighi, comienzan a encenderse vivas luces. El cristal -marino refleja la ciudad y la luz celeste que declina. Hay una dulzura -pacífica e íntima que llama al silencio y al recuerdo. Mi compañero y yo -no nos decimos una palabra. Es uno de esos instantes en que se piensa, -al callado amor de la naturaleza misteriosa, en seres y cosas amadas que -están lejos... en la ausencia, o en la muerte. La suavidad del agua y -del firmamento compenetra nuestros cuerpos y nuestras almas. - -La bondad y la ternura de la existencia ocupan un momento la máquina -hecha a los esfuerzos y a las luchas. Nuestro espíritu es en esos -instantes como un blanco palomar de donde se envían a lejanas -distancias, mensajes de cariño, de consecuencia, o de pasión. La -campana de la iglesia de los Ángeles, tocó el Ave María. El eco -religioso que iba en la brisa pasó como un soplo de bien sobre nuestras -frentes. El barquero dejó los remos y se descubrió. Cuando volvimos la -vista al horizonte crepuscular, habían aparecido las primeras estrellas. - - -19 Septiembre. - -El cementerio de Génova es famoso; veamos el cementerio de Génova. No me -place visitar a los muertos en su ciudad. He visto el presuntuoso Green -Wood, allá en los Estados Unidos, y el célebre Père Lachaise, en París. -Casi siempre he notado, aun allí, las injusticias de la suerte. Poe, en -Boston, tiene un pobre busto; Verlaine no tiene aún nada sobre sus -huesos. Los Sres. Bouvard y Pécuchet en todos los cementerios del mundo -ostentan mármoles y bronces por toneladas; y más que los Sres. Bouvard y -Pécuchet, los Sres. Chose y Machin. Pero jamás me ha chocado tanto lo -grotesco de la vanidad burguesa, en la muerte, como en este enorme -camposanto. Graciosas, elegantes, pintorescas, muchas de las capillitas -y mausoleos que decoran la pendiente de la colina, hermosean el lugar -fúnebre; así son admirables también y de mérito artístico, bastantes -sarcófagos y estatuas que se encuentran en las galerías. Pero la -profusión de lo contrario choca. Buenas gentes que poseen los -suficientes escudos, se hacen fabricar un papá de bronce, una mamá de -mármol, y se colocan ellas mismas en actitud dolorosa. Y así el cincel -o la fundición perpetúan máscaras codiciosas, faces de enfermos, -_bons-hommes_ satisfechos, imágenes de gordos rentistas o de secos -traficantes. Ello da al contemplador - - Parte da riso e parte da vergogna - -como dice el Magnífico en su _Beoni_. Todo eso va aumentado con las -largas leyendas en forma monumental, con todos los circunloquios y -énfasis que son de ley en este país de la retórica latina. En algunas -tumbas el dolor ha tenido talentosos intérpretes en simulacros -personales, o en figuras simbólicas. Os recomiendo entre otros la figura -de un anciano encorvado, que llega al imperio de lo desconocido y bajo -el cual se lee un verso de la _Comedia_: (Inf. III). - - Tutti convengnon qui d’ogni paese. - -No recuerdo el nombre del escultor. En esa enorme población de finados, -los grandes habitan, como en la vida, palacios; los pobres, un hoyo en -la tierra. Pero como estamos en Italia, hasta los pobres tienen una cruz -de mármol o una lámpara graciosa; y entre las cruces, revientan a la luz -flores de un rojo violento, o florecillas blancas, que parecen salir de -sepulturas infantiles. Nada me indican los ángeles caderudos de -Monteverde, iguales al de la Recoleta de Buenos Aires; antes bien, la -obra de otros escultores sin renombre, en que aparece la tradición de -un arte sincero y piadoso, se impone en el silencio y en la paz de la -ciudad difunta. Mientras medito ante una melancólica estatua de mujer -junto a la cual una mano afectuosa ha colocado un ramo de flores frescas -y ha encendido un cirio, oigo cerca de mí unos pasos secos y un más seco -_yes_. _Voilà les Anglais!_ - -De la Zecca, asciendo en el funicular entre viñas y casitas, al Righi, -un restaurante situado en lo más alto del monte, al norte de la ciudad. -¡Soberbia vista de Génova la soberbia! La población se presenta en -frente, con sus macizos de construcciones, sus torres, sus villas; y su -rada, en que se erizan los grupos de mástiles y chimeneas. Se alcanza a -ver, en la confusión de calles lejanas, el reloj del Carlo Felice; se -divisan y reconocen los palacios conocidos; y se extiende el vasto mar, -el vasto mar azul y armonioso, por donde han partido a la gloria tantas -velas, tantas mentes, tantos corazones. El Righi es un establecimiento -lujoso y de loable buen gusto. Se imagina uno que vivir en un lugar como -ese, en esa situación excepcional, sería una delicia, si no fuese que no -hay panorama, ni delicia humana que no pida substitución en tiempo más o -menos lejano. Esa vista encantadora, esa perspectiva, ese mar y ese -cielo, y las ricas ostras y compañía que allí encontráis, por ineludible -ley humana, necesitan luego ser cambiados por otra perspectiva, por otro -mar, por otro cielo, por otros astros y compañía, so pena de caer en el -reino gris del fastidio. Nunca, sino en los viajes, se puede comprender -mejor el pequeño poema de Baudelaire _Any where out of the world_... - - * * * * * - -Al pasar por el palazzo Doria me señalan el segundo piso, en donde -habita o habitaba el maestro Verdi, que ahora está en Santa Agueda -veraneando. - -Noto entre casa y casa por las calles genovesas, callejuelas a las que -se desciende por escaleras empinadas, pasadizos obscuros, estrechos, -sucios. - -Suele acontecer que de un antro de esos surge de repente la cara risueña -de una fresca muchacha. - -Al partir de Génova, en la estación, dos nombres que he visto encarnados -en dos estatuas, me vienen a la memoria, nombres absolutamente -representativos en lo antiguo, en lo moderno: Colón, Rubattino. - -[imagen] - - - - -PISA - -[imagen] - -20 Septiembre. - - Ahi Pisa, vituperio delle genti - Del bel paese là dove il _si_ suona; - Poiche i vicine a le punir son lenti - - Muovanse la Capraia e la Gorgona - E facian siepe ad Arno in su la foce, - Si ch’egli annieghi in te ogni persona. - - -Estos versos de Dante no pudieron dejar de venir a mi memoria al entrar -en la vieja ciudad llena de historia y de arte. Va el Arno silencioso; -casi creeríais que sus aguas semiparalizadas no tienen curso. Río -turbio, río sin vida, entre las dos barreras de casas, bajo los puentes -que unen los dos famosos Lungarnos. Ciudad abuela, cargada de siglos, -que tiene su torre inclinada, como una inmóvil rueca. El movimiento -urbano es escaso. Uno que otro carruaje cargado de turistas; muchísimos -sajones a pie, con, en la mano, la insignia roja del Bædeker. Por la -vasta curva del Lungarno podéis ver tipos que conservan la antigua -hermosura de la raza, hombres de rasgos bellos, de elegantes talantes, -muchachas que andan graciosamente, con ese especial calzado un poco a -la turquesca, entre zueco y babucha, _zuccole_ o _pianelli_. Los pisanos -tienen el orgullo de su villa; y si no fuese el mal servicio del hotel -en que me alojo, y la perversidad de un cochero que ha estrujado mi -paciencia, no hallaría nada que vituperar, ni creo que tengan por qué -moverse ahora la Capraia y la Gorgona. - -Traigo la mente llena de Benozzo Gozzoli, de los Pisano, de Giotto. -Poemas, lecciones, impresiones que he leído, inspirados en el Duomo, o -en el Campo Santo, cantan, reviven, se despiertan de nuevo en mi -cerebro. Antes de entrar en esos santuarios artísticos, siente el alma -como una sensación de primera comunión. Además, aquí, por todas partes, -el mármol dice con su presencia, la frecuencia de los héroes, de los -príncipes y de los dioses. Esta tierra es tierra sagrada; de su seno -maravilloso han brotado como en una primavera de formas, en esas -estaciones del arte en que floreal corresponde al renacimiento, un mundo -de estatuas, una teoría interminable de armoniosas figuras. - -Los _badauds_ van a ver desde luego la casa de Galileo, con algo como la -esperanza de encontrar allí al famoso sabio. Los viajeros de la especie -de los dos inmortales amigos flaubertianos, se dirigen inmediatamente a -la torre inclinada, al Campanile: «Vamos a ver: ¿los arquitectos la -construyeron así, o esto es debido a un hundimiento del terreno?» Yo, no -bien me desembarazo del polvo del camino, vuelo al Campo Santo. Brilla -el sol, el sol glorioso italiano, caro a las ardientes mujeres, a las -dulces naranjas, a las sonoras cigarras. En la puerta del sacro -cementerio una anciana mendiga agita en un plato de lata unos cuantos -céntimos, demandando limosna. Me libro de la persecución de ciertos -cicerones parlanchines e importunos. Entro, y tengo el inmenso placer de -encontrarme solo en esos momentos, sin turistas, sin anglosajones, sin -visitantes, a pesar de que en el día de hoy, 20 de Septiembre, -celebración nacional, la entrada es gratuita. - -En lo interior cae el sol sobre las piedras, sobre las hierbas que -crecen en la tierra santa. Cuentan que en tiempo de la expedición de -Soria por la república de Pisa, se hicieron traer, por disposición del -arzobispo Ubaldo Lanfranchi, cinco barcos cargados de tierra del monte -Calvario. La carga fué recibida en Porta a Mare, con regocijo y lujosa -ceremonia, por los pisanos. - -Sobre deshechos huesos aparecen hoy allí flores humildes. Y fortifica el -suelo y dora el recinto la «onda de sol» que deslumbró los ojos de -Taine. Por los vastos muros se desenvuelven los frescos; a los lados de -las galerías se ven las filas de sarcófagos, las estatuas, los antiguos -fragmentos de antiguos mármoles; la luz pasa por las arcadas -semicirculares, por los ventanales góticos. El techo de madera, de una -imponente sencillez primitiva, da idea de una resistencia secular. Hay -en los muros inscripciones latinas, promesas de gloria o advertencias -saludables. En una de ellas: «Mira, observa, desgraciado que pasas, lo -que eres. Todo hombre está contenido en esta mansión. Mortal, cualquiera -que seas, detente, lee y llora. Soy lo que serás, fuí lo que eres; por -favor, ora por mí». Hay aquí el atractivo severo de un museo, y la -solemnidad de un templo; y la gracia solar, como que hace, en la suave -gradación con que invade, más propicio el ambiente para altas -meditaciones, más pura la atmósfera para el vuelo de las ideas. Es un -lugar sacro en el mundo. _Rien de plus noble et de plus simple_, dice -Taine. _Verdadero y noble museo_, había dicho la reina Cristina -Alejandrina de Suecia. Yo he traído conmigo un libro moderno, rico de -esenciales armonías, florecido de pensamientos celestes, el libro de un -joven filósofo que maravillosamente pitagoriza, y a quien ha coronado de -lauros el Imaginífico. Y leo: «¿Cuál es la idea que vive y que se -manifiesta en el Campo Santo de Pisa?» Fuí muchas veces a contemplar el -misterio de aquella divina soledad en un estado como de estupor. Pero -una mañana de Agosto, atravesada la selva de San Rossore en medio del -coro ardiente de las cigarras y Pisa ardiente bajo la canícula, llegué a -la puerta del recinto monumental, y entré con el ánimo de quien espera -una respuesta a una ansiosa interrogación. Antes de partir había abierto -un libro de fragmentos de Leonardo, para encontrar un rayo de luz que -guiase mi espíritu en el viaje, y había leído las siguientes palabras: -«_El sol ilumina todos los cuerpos celestes que por el universo se -comparten; todas las almas descienden de él, porque el calor que está en -los animales vivos viene del alma, y ningún otro calor ni luz hay en el -universo_». Por toda la senda recorrida sentí repetirse en mi memoria -como un ritornelo incesante aquel laude del sol. El sol, que dominaba -sobre la llanura en donde surgen el duomo, la torre, el baptisterio, -estaba también en el Campo Santo; ¿pero era el mismo sol? Afuera había -un ardor de incendio y las cosas heridas por sus rayos parecían exhalar -una respiración de llama; aquí su luz, bien que más intensa por el -contraste de la sombra, parecía fría y calma como la luz de la luna. - -«Ya no era el sol que fecunda los frutos de la tierra y dora las mieses -y torna enceguecedoras las vías polvosas y hace cintilar los vidrios de -las casas en el poniente; era otro sol. Su luz, del patio desierto había -penetrado en el gran espacio habitado por las figuras de Benozzo...» Y -así continúa, en un suave himno a la luz, que formaba un ambiente de -vida singular a las creaciones de los frescos, «...y por breves -instantes sentí verdaderamente mi corazón libre de toda angustia vana y -las cosas de que nace el tormento de la existencia, palidecer y tornarse -como sombras de sueño en aquella soledad, en aquel silencio y entre -aquellas formas de belleza». He de confesar que, a mi vez, me he sentido -como en una duda ideal, y poco han venido a mi mente las observaciones -de mis maestros de crítica. Más bien he dado curso libre a mi -imaginación y a mi sentimiento. He creído ver aparecer, de un momento, -por aquellos lugares solitarios, a Juan de Pisa, que consagrara tanto -ardor y voluntad a la elevación de esta casa venerable y fúnebre: -_Tempore Domini Federizi archiepiscopi Pisani et Dominis Tertati -potestatis, operario Orlando Sardella, Joanne magistro ædificante_. Y -todos los pintores que a su manera realizaron estos poemas de la luz -amable, que sobre los muros perpetúan tan varias y ricas imágenes y -escenas. No quiero saber si uno de los Orcagna es un «Dante sin -talento»; antes bien le miro como un sincero e ingenuo ilustrador del -poeta, sobre la larga página de piedra. - -Sobre una de las puertas que dan ingreso a la galería, una _Asunción_ de -Memnis, inicia la obra de este consagrado hiogiógrafo del pincel que ha -de mostrar después en otros frescos y en unión de Antonio Veneziano, la -vida del patrón de Pisa, San Ranieri. Primero es la juventud alegre y -risueña del joven noble, entre las bellas damas de su tiempo, cantos y -amor; luego la nueva dirección de su espíritu hacia Cristo, y la partida -al convento de San Vito en que mora el bienaventurado Alberto -Leccapecore. Antonio Veneziano continúa la vida del santo en otra serie. -Ranieri se embarca para volver a Pisa y comienza la operación de sus -milagros en Mesina. Todo esto es de una sencillez primitiva, de una fe -simple. Como casi todos sus contemporáneos, el pintor retrata a -personajes conocidos en sus cuadros; y Antonio ha puesto a varios -eminentes pisanos, como Guido de la Gherardesca. ¡El milagro en que -descubre el santo la superchería del tabernero que agua el vino, es de -una moralidad municipal ejemplar! ¡Es todo esto tan natural y sin -malicia! Así en otras series, se narra la historia del santo hasta su -muerte, en escenas que necesitarían observaciones más detenidas. -Spinello, discípulo de Giotto, trata de la vida de San Efesio, y su -maestro ilustrísimo representa las desventuras de Job. Dice el Vassari: -«Percio dunque andato Giotto a Pisa, fece nel principio d’una facciata -di quel Campo Santo sei storie grandi in fresco del pazientissimo Jobbe. -E perchè giudiziosamente consideró che i marmi da quella parte della -fabbrica, dove aveva a laborare erano volti verso la marina, e che tutti -essendo saligni per gli scilocchi, sempre sono umidi e gettano una certa -salsedini, siccome i mattoni di Pisa fanno per lo piú, e che per ció -acciecano e si mangiano y colori e le pitture, fece fare, perchè si -conservasse quanto potesse il piú l’opera sua, per tutto dove voleva -lavorare in fresco, in arriciato ovvero intonaco o incrostatura che -vogliane dire, con calcina, gesso e matton pesto, mescolati cosi a -proposito, che le pitture che egli poi sopra vi fece, si no insino a -questo giorno conservate, e meglio starebbono se la trascurataggine di -chi ne doveva aver cura, non l’avesse lasciate molto offendere -dall’umido...» La pintura, hoy mismo, se conserva bastante bien; los -colores, sobre todo, a través del tiempo, han luchado por mantenerse, y -las bíblicas figuras dicen, si no el arte de recursos perfectos, las -intenciones cumplidas, la traducción completa de la voluntad y deseo del -artista. Refutando la crítica de Cavalcaselle que en su _Storia della -pittura in Italia_ afirma que «el arte imperfecto de Giotto puede -llamarse grande respecto a su tiempo», aquel a quien ha llamado -D’Annunzio «il dottore místico», afirma esta verdad que me parece -innegable: Es imperfecto el arte cuando la _forma no se acuerda_ con sus -_intenciones_; pero cuando la _materia_, no más _sorda_, _responde_ al -mandato del artista, el arte es grande, es perfecto, y la obra que crea -es una obra maestra. - -En medio de mis meditaciones de arte, una banda militar me trae a la -vida presente. Recuerdo que es el 20 de Septiembre, día nacional -italiano; y el conde de Turín ha de presidir hoy maniobras, en un campo -cercano a Pisa. Volveré a ver a Benozzo y compañía. - -El carruaje sale de los muros de la ciudad, después de pasar por la -plaza en que las Tres maravillas de mármol se destacan en el azul puro. -El largo _stradone_ llega hacia el punto lejano, en donde la caballería -ha de hacer sus ejercicios. El camino va entre dos filas de plátanos -vigorosos, cuyas pobladas copas de hojas frescas, menea un sutil viento. -En los campos cultivados, cuelgan, profusas, negras, las uvas que están -ya en tiempo de vendimia. A lo lejos se divisan las montañas, los Alpes -apuanos, los montes de mármol. A la derecha, en las praderas reales, -pasan relinchando y trotando yeguas y potros de hermosa estampa. - -Al final del larguísimo _stradone_, un bosque admirable de pinos -obscuros; luego, una llanura, y allí, palcos que se han levantado para -las personas oficiales que presencian las maniobras. El público discurre -cerca de las barreras. La música militar toca. Del fondo de la llanura -se destaca un grupo de oficiales, a gran galope, o media carrera. - -Los jinetes son airosos y parecen hechos a manejar con destreza sus -cabalgaduras. Los saltos de obstáculos se efectúan con todo éxito. Los -grupos desfilan, frente al palco en que está el conde de Turín, en -compañía de un coronel austriaco, y hacen el saludo de ordenanza. Los -ejercicios se prolongan, vuelvo al hotel, que encuentro revuelto, -invadido por gentes de la milicia. Por la noche, se ilumina el Lungarno, -suenan músicas por las calles, una banda da un concierto y el pueblo, -vestido de fiesta, circula, habla y ríe. Esto es en la Pisa que vive, o -parece vivir, en la vida moderna y actual, la Pisa que sabe que han -existido los hombres de la unidad italiana, la levita de Cavour, la -camisa de Garibaldi, el uniforme de Víctor Manuel. Allá al otro lado -duerme la señora de la vida antigua, la ciudad de los recuerdos de -gloria, la Pisa de mármol, la del duomo, la del baptisterio, la que -tiene su campanario inclinado, como una inmóvil rueca. - - -18 de Octubre de 1900. - -El Guirlanda ha colocado, en los frescos que narran la historia de -Ester, los retratos del gran duque de Toscana, Cosme, del emperador -Carlos V, del duque de Urbino y del príncipe de Carrara. Estas gloriosas -adulaciones indican el espíritu del tiempo. No estalla la presencia de -esos nobles señores en una escena bíblica. Cuando Jean Béraud ha -querido, en nuestra época, poner a odiosos contemporáneos en presencia -de Jesucristo, rehacer el Calvario en Montmartre y convertir en -Magdalena a una dama cualquiera de _chez Maxim’s_, la abominación del -intento ha sido igualada por lo absurdo del resultado, el estallido ha -sido súbito. - -La concepción del mundo de Puccio de Orvieto, deriva de la Summa. El -fresco teológico que aquí conserva la memoria del pintor, está bien -custodiado por las figuras de Santo Tomás y de San Agustín. En _La -Creación_ el sentimiento místico se une ya al influjo de la naturaleza y -se traduce en un realismo sencillo e ingenuo. La narración del Génesis -está interpretada, o mejor dicho, ilustrada, en varias escenas, en que -la intención del artista se expresa en figuras de una ejecución todavía -balbuciente. Nada más «al pie de la letra» que la salida de Eva del -costado de Adán. El demonio, como muchas veces se nota en obras de la -época y aun posteriores, tiene, en el cuerpo de serpiente, la cabeza de -mujer. Caín, sufre la maldición de la fealdad, y tal concepción habrá de -continuar hasta que haya un artista que le reahabilite. Abel, el niño -mimado y hermoso, que en lo futuro ha de tener _stud_ y ha de ser -miembro del Jockey Club, ofrece su homenaje y el Señor le envía a su -altar el fuego del cielo, para la consumación del sacrificio. Caín, cara -de pobre diablo, quemado de sol y que da a Dios lo que puede, se ve -desdeñado por la divinidad parcial. Con el tiempo no será de extrañar -que Abel muera dinamitado, cuando la quijada de burro ha quedado en -desuso. Hay otra escena en que Caín, anciano, muere herido por una -flecha de su hijo Lamech. Es de señalar la singular habilidad de estos -decoradores para pintar de manera que produce ilusión de verdad, la -sangre. - -Me detengo con Benozzo Gozzoli. Benozzo es un gran manejador de -sentimientos y un diestro animador de facciones. Ya es la _Embriaguez de -Noé_, con su interesante composición, su colorido aun conservado, su -delicioso paisaje y sus detalles, con la célebre _Vergognosa_ que no me -convence del todo; la _Torre de Babel_, en que veréis en un escenario -anacrónico a personajes contemporáneos del artista--Lorenzo el -magnífico, Policiano, Juliano y Juan de Médicis; Abraham y los -adoradores de Belo, muy decorativo y lleno de alegorías; _Lot_, _Abraham -Victorioso_, el _Incendio de Sodoma_, el admirable _Sacrificio de -Abraham_ y muchos más frescos de pintor de tantas excelencias, os -arrancan a la idea banal de una jira de turistas y gratifican vuestro -entendimiento con el efluvio de una vida de pura elevación, de gozo -mental, de sana humanidad. - -Los Orcagnas encantan en su simplicidad. El _Triunfo de la Muerte_ es un -largo poema ante el cual el contemplador podría pasar días de deleite -estético. Nunca se ha expresado más claro el eterno contraste, que en -esta página de piedra en que el pincel relata la obra de la invencible -Perseguidora. - -Por un lado la primavera de la vida, con sus amores y músicas, canciones -de placer, besos y pompas. Por otro la miseria, la áspera pobreza, en el -polvo del camino, el hambre, el dolor. Y la muerte con su hoz, en medio, -en los aires, que dará su golpe a quien menos piense en ella, y no oirá -la llamada de los miserables, y les dejará seguir padeciendo en lo duro -de la existencia. ¿Cuál figura más horrible que esta descarnada vieja de -alas de murciélago y pies de largas uñas, que maneja su arma inevitable -sobre la fiesta de las rosas y de los labios? - -Taine es demasiado seco en su grandeza, demasiado frío en su fuerza. No -puedo olvidar su juicio neto y geométrico sobre este espectáculo de -arte, y su severidad profesoral ante el _Infierno_, por ejemplo, de -Bernardo Occagna. «Un mundo poético de donde la poesía se ha retirado, -una tragedia sublime que se convierte en una parada de verdugos y un -taller de torturas, he ahí lo que ese Dante sin talento fabrica sobre -los muros». Yo encuentro la elocuencia simple de un artista que expresa -con un lenguaje comprensible de la muchedumbre, las tendencias; los -temores, las ideas de una época. Hallo en estos frescos el mismo -espíritu y la misma expresión de los misterios, de las moralidades, de -los autos. Dice Conti estas palabras que concentran mis ideas respecto a -este arte primitivo en que miro una escuela de sinceridad: «Vi sono in -pittura scorrozioni, imperfezioni, contorcimenti che hanno vita e -bellezza assai maggiori di moltissime cose condotte a compimento nei piú -minuti particolari e secondo la piú fidele imitazione della realtá». - -Es este uno de los lugares de la tierra en que no debían penetrar sino -los merecedores de la recompensa secreta, del oculto premio que en la -meditación y en el recogimiento ofrece el misterioso numen: el -encuentro, el hallazgo, en la profundidad del propio ser, de lejanas -señales, de signos perdidos en la complicación de largas -trasmigraciones, en que se reconoce algo de la personalidad vencedora -sobre el espacio y sobre el tiempo. Siento que salgo de este sagrado -recinto como impregnado de benéficas claridades. Sobre la tierra del -Calvario en que crecen hierbas y flores, con la fecundidad luminosa del -cielo azul. - -Toda aristocrática alma vacilante debe venir aquí. Los ojos se anegarán -en la magnificencia severa de los frescos; los pies hollarán mármoles -funerarios, entre sarcófagos en que el arte antiguo pone en la misma -idea de la muerte, la floración inmensa de la vida. Toda noble voluntad -sentirá fuerzas nuevas. Alma que te has nutrido de desconocida savia, -que has encontrado aquí un refugio inesperado para el viaje de las -futuras ascensiones, ¿no sientes como un íntimo anhelo, como una -vivificante invasión de sangre pura y flamante? A las puertas, con -impaciencia, Pegaso piafa. - - -22 de Septiembre. - -Solo, por estas calles, me encuentro, cuando menos pensaba en la plaza -de los Caballeros. Entro en la iglesia de San Esteban y miro los -estandartes antiguos que fueron ganados en las batallas contra los -infieles. Al salir, en el palacio de los condes Finocchieti, un -especialísimo lugar me impresiona verdaderamente. Es el punto en que, -en la Torre del Hambre, Ugolino, - - La bocca solevó dal fiero pasto. - -Una persona pretende explicarme que la puerta de hierro que se descubrió -en 1884, y que se exhibe como perteneciente a la prisión, bien puede no -ser tal, sino que, etc., etc. Como Anatole France con sus reyes magos, -yo permanezco en mi creencia, y nada me haría dudar de la autenticidad -de lo que miro. Sí, ese viejo hierro vió la escena pavorosa, que para la -inmortalidad fundió Dante en el bajo-relieve de sus sublimes tercetos de -bronce. La visión del poeta cobra realidad a medida que pasa el vuelo de -los siglos. La fábula se encarna en la tradición; la tradición se -alimenta y vive con la sangre misma del pueblo. Ninguna demostración -histórica, ningún comento de centón, ninguna memoria de erudito, -destruirán lo que certifica la creencia de sucesivas generaciones. De -ahí la absoluta inutilidad de los intentos para borrar de la conciencia -popular la idea del milagro y el influjo de la leyenda. - -Por las calles, recuerdo la aventura de Goldoni. Cuenta el célebre -comediógrafo que, encontrándose en Pisa, sin conocer a persona alguna, -salió a dar una vuelta por la ciudad. De pronto vió una gran puerta -abierta por donde entraba mucha gente. En el interior, un jardín, en -donde gran cantidad de personas estaba sentada. Un criado de librea, a -quien preguntara qué cosa significase tal reunión, le responde: «El -concurso que aquí miráis, oh señor, es una colonia de los árcades de -Roma, llamada colonia Alfea o de Alfeo, río célebre en Grecia, que -regaba la antigua Pisa, en Aulide». Como veis, el portero de los árcades -se expresaba como convenía. Goldoni, que era listo y abogado, pide -entrada y se le concede. Allí donde se decían versos y se discutían -cosas poéticas con corteses razones, desenvainó un soneto viejo que pasó -por inspiración, y le captó las simpatías y los abrazos de los nobles -circunstantes. Además, un puesto en la ciudad, con renta regular. Los -pastores apolíneos sabían entender las cosas. Yo no encuentro en mi -solitaria andanza sino zapateros de viejo que remiendan en plena calle, -una que otra hermosa muchacha asomada a la ventana de una casa vieja, y -en un almacén en que ciertamente no habitan ni laboran los geniales -artesanos de antaño, leo: _Marble Works_. Perfectamente. _All right!_ - - -23 de Septiembre. - -El Duomo, el Baptisterio, la Torre o Campanile. Lejos de las arterias -principales de la población en que circula una escasa vida, esos -monumentos perpetúan la grandeza pasada, y halagan con el marmóreo -florecimiento de sus nobles construcciones. Os repetiré que delante de -estas obras, desde largos siglos bañadas de religiosas contemplaciones, -o bruñidas y lustradas de ojos de turistas y de estudiosos, no he de -comenzar con inoportunos datos técnicos, ni sumas de columnas, ni -medida de extensiones. Yo sólo sé que esto es bello, de una belleza -serena e imponente, que sobre la solidez de la fábrica se erige la pompa -de las formas; que los muros, las cúpulas, las arcadas, la labor de una -arquitectura graciosa y sincera, dicen en su cristalizada elocuencia, -tanto como los libros y los cuadros, las victorias orgullosas de aquella -Pisa industriosa, conquistadora y batalladora, que de todas partes traía -ideas y riquezas. Busqueto plantó los cimientos de la ilustre iglesia -sobre el botín de los bárbaros. - -La fachada del Duomo es una página de piedra en que la «música» del -arquitecto seduce como la lectura de un armonioso poema. Las puertas son -a su vez, otras magníficas hojas de este libro soberbio, en que se -multiplican los temas, en el bronce fundido por Partigiani y Serrano, -según la fantasía de Juan de Bolonia. En la lateral, hay el encanto de -lo arcaico. De mi visita a lo interior traigo llena la retina, del gran -Cristo del mosaico del ábside; de una singular madona de Pierini del -Vaga; de deliciosas figuras del Sodoma que me exigirían un página por lo -menos para cada una; del Caín rojo de Sogliani, que dice la primordial -injusticia al lado de su papagayo. Y entre tantas cosas ¿cómo olvidar el -grupo de mármol del Moschino, el Adán y Eva del fondo? - -El Baptisterio, tiara de piedra, relicario de mármol, joya de gracia y -de majestad. La perla que atrae en esta maravillosa concha labrada por -un poeta de arquitectura, es el célebre púlpito de Nicolás Pisano, -sobre el cual os recomiendo volváis a nuestro Vasari. - -El Campanile, ya os lo he dicho: la rueca de Pisa. El indestructible -mono que hay en cada cual, y los ejercicios del sentido común ilustrado, -encuentran en este deleitoso lugar que reune tan preciadas -magnificencias, tres cosas que harán producir siempre reflexiones de la -más exquisita calidad: en el Duomo la lámpara de Galileo; en el -Baptisterio el eco; en el Campanile la inclinación. - - -25 de Septiembre de 1900. - -El tranvía a vapor pasa por una parte de la ciudad, y sale a la campaña -entre sembrados y plantíos de coles y tomates, quintas modestas y -rústicas habitaciones. Luego una sucesión de bellos paisajes recrea la -mirada, hasta llegar al valle de Calei, donde el vehículo se detiene. De -allí, para ir a la Cartuja, hay que seguir a pie, por retorcida cuesta -que conduce a la altura en que se alza el antiguo edificio. Es la hora -del comienzo de la tarde y el sol hace brillar como polvo de plata el -camino trillado. Los montes pisanos marcan su relieve gris sobre el -azulado fondo del cielo, y en su cima, la Verruca, sobre su asiento de -rocas desgreñadas, calca su silueta de castillo de cuento. Voy en la -llamarada del sol y en el vaho ardiente del suelo. Un exceso de vida se -desborda de los campos circunstantes, y sigo mi camino entre verdores de -hojas, al estridente aserrar de las cigarras. El verde de las viñas a -un lado, y las uvas negras manchan, colgadas de las guirnaldas, las -ramas hojosas; el verde de los olivos al otro, y las hojas semejan -manojos de láminas argentadas y hacen un manso ruido al roce del viento. -¿Cuánto tiempo hacía que no escuchaba el bullicio de las cigarras? Era -desde los años que viviera en el caliente trópico, donde los mangos -sonoros se debaten al soplo de aires furiosos, y el sol violento y -calcinante hace humear los pantanos y gritar los bosques. Gritan las -cigarras como presas de desesperación o de locura. Aquí, más bien -paréceme que ponen en su ruido un ritmo, aunque no llego a comprender -los adjetivos flagrantemente aduladores que a estas borrachas de rocío -prodigaba la lírica griega. Hermoso de noble hermosura este campo en que -se muestra larga y magnífica la generosidad del cielo y de la tierra. El -valle cultivado y pintoresco, la Verruca delineada finamente y el Poemo -y el Serra, atalayando los horizontes. Sobre su altura, el edificio de -la cartuja es serio e imponente. A la entrada, un grupo de mendigos -espera. Es la hora en que se les da un plato de comida, según la antigua -costumbre. - -Sobre la puerta, está el sabido religioso lema, escrito en grandes -letras: _O beata Solitudo! O sola beatitudo!_ Y a los lados, dos -leyendas tomadas de sendos elogios de la soledad, de Jerónimo y de -Basilio: _Habitantibus hic oppidum carcer est, et solitudo paradisus. -Solitaria vita celestis doctrina schola est, et divinarum artium -disciplina._ - -Llamé. Llevaba una carta de recomendación para D. Bruno el prior. No -estaba su reverencia, pero el portero, un macizo viejo dentro de su -blanco sayal decorado de una gran barba blanca, me hizo entrar. -Preparaba a la sazón unas cuantas escudillas de cierto arroz dudoso, -para los pobres. Un empleado me condujo a lo interior, no sin que antes -hubiese yo advertido otra inscripción: _Quanto varius tanto melius_. - -No hay nada que verdaderamente pueda atraer por singular valor -artístico, en este convento, sobre todo, a quien va a visitar los -tesoros inmensos que el arte italiano guarda en sus ciudades ilustres. -Es el atractivo de esta vida monacal lo que llama, el misterio y la paz -que han conquistado el espíritu de Huysmans, en plenas agitaciones y -vacilaciones finiseculares. - -Mi guía me conduce a través de un dédalo de capillas, después de hacerme -ver la iglesia. Pero yo insinúo que mi objeto sería poder hablar con -algunos de los reclusos. Mi interlocutor me gime imposibilidades. Los -monjes no hablan con nadie sino en días determinados, y con previo -permiso del padre superior. Sé después que tienen un día de salida cada -semana, y que van a los montes cercanos a herborizar y a hacer ejercicio -físico. - -Penetramos a una celda vacía; celda no; más bien departamento amueblado, -modesto, pero confortablemente. Una especie de antesalita, un cuarto -comedor, con alacena y mesa; un cuarto dormitorio, con cama en que, -según me afirman, no se usa otro colchón que uno hecho de paja; una -puertecilla, por donde se puede hablar con el cartujo desde fuera, un -oratorio. En el oratorio veo un viejo libro abierto, que ha dejado allí -el padre que ocupó últimamente la habitación. - -Es el _Apparechio alla morte_ de Liguori. La celda da a un pequeño -patio, al cual descendemos. Una verde viña a la sazón cargada de fruto, -da sombra fresca; en el reducido trecho de las cuatro paredes, cuelgan -de sus árboles peras doradas, manzanas, y jugosísimos higos; y cerca de -un pozo antiguo, tendiendo hacia el cielo sereno y fecundador, -misteriosa, como temerosa, amorosa, se abre la pasiflora. - -Salimos hacia el gran patio del convento, en que una fuente, serena y -solitaria, vierte una agua diamantina y sabrosa. Decóranla testas de -becerros y delfines, y águilas enteras por cuyos picos caen los sonantes -chorros. Bajo el sol caliente que hace arder la piel, esa agua está rica -y fría, como sacada de una nevera. Vamos por los largos corredores; -resuenan nuestros pasos sobre las lisas baldosas; entramos de nuevo en -la nave de la iglesia. En un marco especial, cerca de un altar, está el -libro de indicaciones para los monjes. Leo en una caligrafía anticuada y -clara: - -_Die 15e. sept.--Missae dicendae in conventu.--Feria II pro -Benefactoribus.--III de anniversaribus.--V de Beata.--Cœteris Diebus ut -in Calendario.--Abstinentia erit feria II.--In hac hebdomada securrunt -iejunia temporatia._ - ---A propósito--digo a mi acompañante--y ¿qué tal comen los reverendos? - ---Cuando no ayunan, comen alimentos sencillos y sanos. - -Y recordé que al pasar por el refectorio, había visto los frescos que -representan a los buenos religiosos de antaño servidos por princesas -piadosas, comiendo modestos platitos de sopa y huevitos pasados por -agua. Pero también recordaba al portero, vigoroso y sonrosado a pesar de -sus años; y los impagables ágapes a que he asistido en otras partes, -invitado por mis amigos los frailes; el _embonpoint des chanoines_ de -que habla en su _Lutrin_ el excelente Boileau; el chocolate de mis -primeros maestros los jesuítas, y las venganzas de la simpática gula -contra las terriblezas de la cuaresma. Místicas pinturas y la severidad -del recinto borraron mis inoportunas reflexiones epicúreas. Allí, dentro -de sus solitarios habitáculos, unos cuantos hombres, fatigados del -siglo, o consagrados a la meditación de Dios por vocación, sirven, como -dice Durtal, de pararrayos. Oran, piensan en la eternidad, saben domar -la bestia, ascienden perpetuamente, en la _beata solitudo_. - -Al salir, oigo un coro de alegres voces en charlas y vivas, lo cual no -deja de sorprenderme. Y luego miro que las risas y las voces salen de -las más frescas y rojas bocas que pueden obstentar garridas y frondosas -adolescentes. - -Sí, me explico. Es un colegio de niñas. El gobierno ha dispuesto que se -le ceda la parte derecha del local. ¡Dios de Dios! - -Pero, ¿qué está pensando el gobierno? ¡Estos varones del Señor buscan -la soledad y se les planta junto a ellos la alegría en su más dulce -forma; estos pobres ratones se aislan y esperan la hora en que la -descarnada gata se los ha de llevar, y les vienen a poner a las puertas -de la cueva el queso! Pueden los fuertes religiosos luchar como -Jerónimo, como Antonio, como Pacomio, pero si luego aparece un proceso -famoso, echan las gentes la culpa a una comunidad de carne y hueso, en -que la debilidad humana o el imperio de la naturaleza, como gustéis, se -manifiesta. - -El tranvía me lleva a Pisa, y hoy mismo partiré para Roma, pasando por -Livorno. - - -27 de Septiembre. - -Livorno, a la orilla del mar, comercia, se agita, vive en los afanes -modernos. Uno que otro viejo edificio, uno que otro monumento recuerda a -los reyes pasados. En cuanto al bravo Víctor Manuel, no ignoráis que -está en todas partes. - -Una buena línea de tranvía eléctrico lleva hacia Antignano. Se va -bordeando el mar y se goza de vistas hermosísimas y pintorescas. Se ven -los astilleros de Ansaldo en donde unos cuantos barcos en construcción -muestran sus costillares de cetáceo mondados, entre los cuales aborda un -incesante martilleo. De aquí salió como sabéis, más de un barco -argentino. Ansaldo, el viejo senador que tanto hizo por este puerto, -tiene su estatua de bronce en la plaza que lleva su nombre. El tranvía -va, según os he dicho, a la orilla del mar. Paseos llenos de amables -verdores y boscajes decoran la ribera, en la que, más adelante, hay -establecimientos balnearios y hoteles y restaurantes de veraneo. Y al -otro lado, un buen número de villas, chalets y casitas, alegran y animan -el lugar con sus elegancias, lujos y primores. Se ve que es el barrio de -descanso de gentes ricas; se ve la consecución del esfuerzo, la -certificación del engrandecimiento de una población que cada día irá -aumentando su actividad y su energía. - -Cuando el tren se detiene, después de pasado el parque principal, leo en -una casa cercana: _Orfeo, ristoratore_. Lección simbólica de vida -práctica. - - -28 de Septiembre. - -A Ardenza se va en carruaje; así llego sobre el brasero del suelo y -hostilizado por un sol implacable. Tiene razón el padre Malaspina con su -pomposa manera de decir; aquí en verdad «il cocente ardore del sole, -massime quando sferza dall’inflammato Leone, abbrucia come fornace le -aperte spiagge, e spariscono assorbiti dal suelo arenoso minori -ruscelli.» Me dirijo hacia el santuario de Montenero, en donde es -adorada desde pasados siglos una milagrosa virgen que, según es fama, -llegó providencialmente de la isla griega de Negroponto. Hay que pasar -por Antignano, y allí se alquila una diminuta calesa para hacer la -ascensión. Despacio subo el monte. En las puertas de las casas, viejas -hacendosas hilan en ruecas antiguas. Otras mujeres me ofrecen vírgenes -hechas de pasta azucarada, o racimos de uvas. Me como una virgen y me -refresca un negro racimo. Por fin, he ahí el santuario. Desde la cima -del monte se domina un espléndido panorama. Hacia el lado del mar, en el -azul flechado de plata, surgen Cerdeña y Elba, y las dos islas que -incitaban a Dante a moverse contra Pisa, la Capraia y la Gorgona; y a la -orilla del agua inmensa. Livorno, y más allá la ciudad del Arno, y el -Serchio; y en relieve sobre el fondo celeste, los Alpes apuanos. Al otro -lado se levantan los Apeninos, y más cerca los montes de Pisa, y a sus -pies la ciudad de la inclinada torre. - -Un poeta del seiscientos cuyo nombre se ignora, dejó escrita en verso la -tradición de la virgen de Montenero. Sus octavas ingenuas cuentan que -siendo papa Clemente VI y césar romano Carlos IV, cansada esta virgen de -vivir entre otomanos, que no la honraban, abandonó Negroponto y se vino -al suelo toscano, a traer más esplendores al cielo y aliento a los -corazones fieles. Unos pastores, a la orilla del pequeño río de Ardenza, -apacentaban sus ganados. Vieron en una piedra, de pronto, un resplandor, -y encontraron en el hueco de ella la santa imagen pintada en campo de -oro. - - Era in asse dipinta, e cossi bella - Che ritrata parea da un serafino, - Havea da parte destra aurata stella, - Et in bracio tenea Gesu bambino, - Con un incatenatta rondinella; - Sedera sopra un serico cuscino - Estava qu’angelica regina - Nel caro sen di quella selce alpina. - -Un pastor oyó que alguien le llamaba, y no viendo a nadie, notó por fin -que la voz era de la imagen de María. «Pastor, alza esa pesada piedra y -condúcela a Montenero». El favorecido rústico era viejo y, para mayor -pena, cojo: mas ayudado por su fe, cargó con la pesada piedra. Subió al -monte y depositó la sacra carga. - - Deposto il vasso il pastorel devoto - Come mai non avesse affaticatto, - Perché in prodigio tal non stesse ignoto, - E fosse al mondo tutto publicato. - Al popol di Livorno lo fe noto. - Essendo a quello in un momento andato: - Quindi sin fe per cosi lieto avisso - Il bel porto d’Etruria un paradiso. - -La historia de este santuario es larga e interesante, desde su fundación -hasta nuestros días, en los cuales, carcomida de ciencia más o menos -segura, la fe de los pueblos va en mengua progresiva. Esta virgen es -famosa en toda Italia y aun fuera de la Península. Los marineros la han -tenido siempre especial predilección, como se ve por los profusos votos -que ornan el altar y una parte de la iglesia. - -La madona, que logré ver, iluminada en su camarín, es de antiquísima -factura. Ha habido quien la haya atribuído al evangelista San Lucas; -otros opinan que es obra griega. Muchos la juzgan del aretino -Margheritone, aunque hay quien arguye en contrario, porque éste no pintó -nunca madonas. El estilo recuerda la escuela del Giotto, el origen -cimabuesco. - -Estas vírgenes amadas y veneradas por los marinos, siempre me han -parecido las más maternales, las más dulces y las más potentes. Esto he -pensado una vez más, delante de las pinturas votivas de una ingenuidad -que hace sonreir en el santuario de Montenero. Y no olvido al saludar a -esta noble patrona que en la cima de este monte tiene casa de mármol y -oro y cirios y frescos, y que ha sido visitada por emperadores y reyes y -poetas, como Byron, a la Virgen Negra de Harfleur, que ví un día ya -lejano, allá en las costas normandas, toda de bronce, bajo el cielo, -curtida por las tempestades, de cara al mar. - -[imagen] - - - - -ROMA - -[imagen] - - -3 de Octubre de 1900. - -Pasada la aridez del Agro romano llego a Roma al anochecer. La primera -impresión es la de una ciudad triste, descuidada, fea; pero todo lo -borra la influencia del suelo sagrado, la evidencia de la tierra -gloriosa. En el viaje de la estación al hotel, a través de los vidrios -del ómnibus, aparecen, ante mis ojos deseosos, una y otra visión -monumental, que reconozco, ya las arruinadas termas, ya la columna de -Marco Aurelio. Con el espíritu poblado de pensamientos y de recuerdos me -duermo en un cuarto de un hotel de la Piazza Colonna--, que, dejando que -desear por mil causas--, quizá por un exceso de arqueología, hace que -los clientes se alumbren con simples velas. Por mi parte, habría -preferido cualquier vetusto candil desenterrado, ya que no un noble -lampadario. - -Por la mañana, un vistazo a la ciudad. El célebre corso me sorprende por -su modestia, exactamente como a Pedro Froment. - -Una larga calle estrecha, llena de comercio, por donde, en las tardes, -se pasean las gentes; de cuando en cuando la imposición de un palacio, -cuyo nombre es una página de historia. Os advierto desde luego: el -pecado de querer convertir a Roma en una capital moderna, no podría -realizarse, so pena de padecer la verdadera grandeza de la capital -católica; pero como Roma, dígase lo que venga en voluntad, es a pesar de -todo, la ciudad del Papa y no la ciudad del rey, todas las disposiciones -gubernativas no prevalecerán contra ella. - -Es la ciudad papal. Lo que han dejado, con raíces de siglos, los sucesos -religiosos, la larga dominación de los pontífices y una adoración -ecuménica que converge al lugar en que Cristo dejó su Piedra, no lo -pueden destruir hechos políticos de un interés parcial. Por la brecha de -Porta Pía entró poco y no salió nada. - -Mientras me dirijo hacia la Piazza Venecia para tomar el tranvía que ha -de conducirme a San Pablo, un ejército cosmopolita pasa a mi lado, con -sus insignias en el pecho y sus guías en la mano. Hablan aquí en alemán, -allá en húngaro, más allá en inglés, en español, en francés, en -dialectos de Italia, en todo idioma. Son miembros de distintas -peregrinaciones que vienen con motivo del Año Santo. Se atropellan, se -estrujan, por tomar un puesto en los carros. Veo escenas penosas y -ridículas. Ramilletes humanos se desgranan al partir el vehículo. Una -vieja de rara papalina se ase a las faldas de un obeso cura y ambos -ruedan por el empedrado. Como los cocheros están en huelga, esta -irrupción es continua, fuera de verse a cada instante, carruajes de -_remise_ que pasan con cargas de peregrinos. Ancianos, hombres de -distintas edades, niños, nodrizas con bebés, frailes de todo plumaje, -curas de toda catadura, se han desprendido de los cuatro puntos del -globo, para venir a visitar santuarios, besar piedras, admirar templos, -y sobre todo, ver a un viejecito ebúrneo que alza apenas la diestra casi -secular, y esboza bajo la inmensa basílica, el ademán de una bendición. - -Y todos traen, poco o mucho, oro que queda en la Villa Santa; y para el -tesoro del Vicario de Jesucristo y rey de Roma, la contribución de buena -parte de la humanidad. ¡Ah, bien saben los Saboyas que hay que conservar -esa misteriosa ave blanca encerrada en su colosal jaula de mármoles y -oro! - -Ya en San Pablo, la basílica nueva, veo repetirse a las puertas las -mismas escenas de los tranvías. Todo el mundo pugna por entrar primero, -como si dentro se repartiese algo que debiera concluirse pronto. Yo -también hago palanca de mis hombros, y, lleno de atención--, _beware of -pickpockets!_--entro. Basílica enorme, llena de alegría fastuosa. Oro, -mosaicos, columnas de majestuosa elegancia; naves anchas y claras. -Alejan ciertamente la oración estas magníficas cosas y se piensa en la -orquesta que ha de atacar el primer vals, o en el _foyer_ de un -estupendo café-concert. Las gentes hormiguean sobre las baldosas, -admirando, calculando, clavando los ojos en las ricas techumbres, o en -los medallones de los papas, y desprendiéndolos, para asombrarse ante -los altares, ante las labores, ante los marmóreos simulacros. Y la -pregunta universal: ¿Cuánto habrá costado esto? Y la unción en el -bolsillo. Los sacerdotes, guías de sus distintas peregrinaciones, van -conduciendo sus rebaños llevándolos de un punto a otro; haciéndoles -rezar unos, y leyéndoles la guía, con uno que otro comentario, otros. -Salgo de San Pablo con otro espíritu, ya lo creo, que de la catedral de -Pisa o de Notre-Dame. San Pablo es la iglesia fin de siglo, en donde no -falta sino la nota liberty en arte. ¿Para cuándo la basílica -modern-style? Es la iglesia club, la iglesia tea-room, la iglesia del -five o’clock. Es la casa de la religiosidad mundana a donde se va a -buscar al _flirt_. Una, dos, tres, cuatro, cinco palabras inglesas, -absolutamente del caso. Ya veis que el lugar impone. ¡Oh, la -religiosidad serena y severa de las iglesias viejas, hechas para gentes -de fe, en siglos de piedad y de temor de Dios, y qué lejos está de estas -Alhambras pomposas, Empires imperiales y Casinos de Nuestro Señor! Y -fijaos que todo esto corresponde a las políticas de la cancillería -vaticana, a los paseos de turismo a Lourdes, a las exhibiciones líricas -del abate Perosi. En gran parte Zola tiene razón, y hay que venir aquí -para certificarlo. - -Al caer el agua de las fuentes, entre el vasto hemiciclo de columnas, -voy acercándome a la basílica de las basílicas, que se alza gigantesca y -pesada. Parecía muy grande; a medida que me arrimo parece mayor. Y al -penetrar, y tender la mirada hacia el ábside, la enormidad se presenta -en toda su realidad. Es un edificio para pueblos. Las oleadas de -visitantes que se aumentan a cada momento, no se advierten sino como -pequeños grupos que van de un lado a otro. Allá, bajo la cúpula, cae la -luz a chorros anchos y dorados. El gran baldaquino de las columnas -salomónicas alza su magnificencia; la baranda que rodea la tumba de San -Pedro, con las lámparas encendidas, atrae una muchedumbre de curiosos. A -un lado, el Júpiter de bronce, el San Pedro negro, con su célebre dedo -gastado a besos, recibe el inacabable homenaje de los grupos que se -renuevan por momentos. Las tumbas de los papas, con sus distintas -capillas y sus estatuas, las telas, las magníficas decoraciones, dan la -sensación de un museo. Esto se siente más cuando por todas partes se ven -los visitantes provistos de anteojos, de libros de apuntes, de manuales -y de guías inglesas, francesas o italianas. Y una palabra vibra en -vuestro interior: Renacimiento. Desde el San Pedro negro, hasta las -estatuas con camisa, los ángeles equívocos, las virtudes y figuras -simbólicas que labraron artistas paganos para papas paganizantes, todo -habla de ese tiempo admirable en que los dioses pretendieron hacer un -pacto con Jesucristo. De allí empezó la fe a desfallecer, el alma a -disminuir sus vuelos ascéticos. - -Esta magnificencia me encanta, pero no me hace sentir al doctor de la -Humildad--por muy otras razones que las que los Sres. Prudhomme y Homais -aducirían contra las riquezas de la iglesia, que juzgan innecesarias y -atentatorias.--Bajo el domo que llueve sol, siento a los Bramante, a los -Miguel Angel Esta pompa es oriental, es salomónica. Verdad es que -Salomón es más un visir que un sacerdote. Las figuras blancas de las -virtudes incitan más a abrazos que a plegarias y los querubines son más -olímpicos que paradisíacos. Los mármoles de colores, los mármoles -blancos, los ónices y las ágatas y el oro, y la plata, y el oro y el -bronce y el oro; y, hasta las colgaduras purpúreas, todo habla al -orgullo de la tierra, a la gloria de los sentidos, a los placeres -cesáreos y a la dicha de este mundo. Allá arriba se lee: _Tu es Petrus -et super hanc petram ædificabo ecelsiam meam_. - - -3 de Octubre. - -Al salir de un restaurant cercano a la redacción del _Giorno_, un grupo -de señores pasa ante mi vista, y entre ellos uno, cuya fisonomía me es -familiar por las fotografías y los grabados. Le forman como una _suite_ -los que le acompañan. Ni muy joven, ni muy viejo, el aire de un -Alcibiades clubman seguro de su efecto, pasa. Entra a la redacción del -diario vecino. Tengo la tentación de abordarle. Una entrevista sería -interesante y mi admiración de poeta quedaría complacida con unos -cuantos momentos de conversación. Pero un amigo romano me detiene: -«Sería una imprudencia. Ni como periodista ni como poeta quedaría usted -satisfecho. Es un original y un hombre demasiado esquivo y lleno de sí -mismo. Ha venido a comprar un caballo, y un diario le ha cantado un -nuevo ditirambo con este motivo.»--«¡Pues iré a Settignano!»--«No le -recibirá a usted, como no recibe a nadie. Está con una mujer, como casi -siempre.»--«¡Pero me concederá un minuto!»--«¡Ni un segundo: esa mujer -es la Duse!»--«¡Después del _Fuoco_! ¡_Enfoncée_ Sarah Bernhardt! - - -4 de Octubre de 1900. - -¿Es una madeja de seda, es una flor, un lirio de cinco pétalos, un -viviente lirio pálido, o acaso una pequeña ave de fina pluma? No, ni -madeja de seda, ni lirio, ni pájaro delicado; es la mano del pontífice, -es la diestra de León XIII, la que acabo de tener entre mis dedos, y mi -beso sincero se ha posado sobre la gran esmeralda de la esposa que -recompensa en una irradiación de infinita esperanza la fe que no han -podido borrar de mi espíritu los rudos roces del mundo maligno y la lima -de los libros y los ácidos ásperos de nuevas filosofías. Bien haya la -mano que me movió de París, para que la casualidad me hiciese estar en -Roma en el momento de la llegada de la peregrinación argentina. Nada más -misterioso y divino que la casualidad. No pensaba yo alcanzar a conocer -al Papa Blanco; creía que cuando llegase a la ciudad ecuménica ya se -habría apagado la leve lámpara de alabastro. La lámpara se está -apagando, o parece que se apaga, aunque en veces la luz tiene brillos -inusitados, como de un sobrenatural aceite, y hace creer en los milagros -de la voluntad, que de todas maneras son los milagros de Dios. Es -tiempo en que el Año Santo trae a Roma caravanas de creyentes de todo el -mundo católico. Lo que a París lleva el placer trae a la Villa Eterna la -religión, una incesante corriente humana que se renueva a la continua, -corazones fervorosos que animan sangres de diversas razas, labios que -rezan en distintas lenguas, ciudadanos de la cosmópolis cristiana que -con un mismo aliento proclaman la unidad de la fe en la capital de Pedro -y de Pablo. _Civis romanus sum._ - -Antes de ver al pontífice de cerca, de besar su mano, de escuchar su -voz, le había visto dos veces en San Pedro, una en ceremoniales de -beatificación, otra dando la bendición a miles de peregrinos. No fué la -primera ocasión la que mayormente conmoviera mi ánimo, con todo y llamar -más a lo imaginativo la pompa solemne de los ritos, la música singular -bajo las techumbres suntuosas e imponentes de la basílica, las rojas -colgaduras que empurpuran la vasta nave central en que el soberbio -baldaquino retuerce sus columnas salomónicas, el concurso de altos -ministros y príncipes eclesiásticos, y la asamblea de fieles que saluda -al emperador de los católicos. Desde Taine la palabra «ópera» se ha -escrito muchas veces a este respecto, para que mi lealtad de respetuoso -no haya sido perturbada por los inconvenientes que traen la tarea de -pensar y el oficio de escribir. La segunda vez fué cuando ví mejor y -sentí más hondamente al pálido vicario de Jesucristo. - -Hervían las naves de gentes diversas. Peregrinos de varias -peregrinaciones lucían en los brazos o en los pechos sus insignias. -Religiosos de varios colores circulaban en el inmenso concurso; altos y -rubios teutones, de caras macizas, de anchas espaldas, conversaban -serios; curas y seminaristas españoles hablaban, se embromaban, -bulliciosos; sacerdotes franceses, con ferviente _chauvinisme_, cantaban -en alta voz himnos, recomendando especialmente la Francia al Eterno -Padre. Gentes de la campaña italiana, con sus vestidos pintorescos, -alegraban de vistosas estofas y de curiosas y brillantes orfebrerías la -masa compacta, la apretada reunión de correligionarios. Aparecieron los -estandartes de los peregrinos, y se oyeron largos aplausos de grupos -parciales. Una bandera francesa, que llegó sola, tuvo un general saludo -de palmas y aclamaciones. - -Allá arriba, sobre el altar, sobre la tumba de Pedro el Pescador, una -inscripción latina pide al Señor que prolongue la vida de León XIII. Es -la petición tácita de todas esas almas reunidas con un mismo fin al -abrigo del colosal monumento del Bramante: es la plegaria que en todos -los climas de la tierra se eleva de millones de fieles. Las tribunas -levantadas alrededor del altar en que ha de oficiar su santidad están -negras de fracs y de mantillas. Se confunden los rostros de todas las -edades. Las mantillas cubren cabelleras blancas o decoran cabezas en que -se encienden jóvenes ojos amorosos que pugnan por ser severos en la -majestad del recinto. De pronto, mientras los franceses continúan con -sus cantos, comienza allá por la entrada de la iglesia, por el lado que -da a la Puerta de Bronce, entrada del papa, un rumor que crece y se -convierte en un claro aplauso; y éste se propaga con un ruido resonante, -bajo los dorados artesones basilicales. Han aparecido los guardias -suizos: brillan los cascos romanos de la oficialidad, los soldados del -uniforme miguelangelesco presentan las alabardas, y una cosa se divisa -blanca en marco rojo, una cosa que se va acercando entre explosiones de -voces y agitar de pañuelos: es el papa en su silla. Ya está cercano el -papa León, ya va a pasar frente a mis ojos. Un grupo de españoles clama -sus vivas de manera detonante; un grupo de alemanes hace tronar sus -_¡hoch!_, _¡hoch!_, _¡hoch!_, mientras los italianos repiten su -conocido, _¡E viva il papa re!_ Sobre la silla escarlata, de cuando en -cuando, se alza en esfuerzo visible, un dulce fantasma, un ser que no es -ya terrestre, poniendo en un solo impulso seguridad de aliento, creando -fuerza de la nada; el brazo se agita débil, se desgranan de la mano -blanca las bendiciones, como las cuentas de un rosario invisible, como -las uvas de un ramo celeste. Al pasar frente a mí un chorro de sol cae -oblicuo y vibrante sobre la misteriosa figura, y puedo ver por primera -vez bien, en un baño de luz, al papa León. Cien veces pintado, mil veces -descripto, no hay palabras ni colores que hayan dado la sensación de la -realidad. Todos se encontraron en lo cierto cuando se sintieron -impresionados de blancura. ¿Recordáis el verso: _Qué cosa más -blanca..._? Sumad nieves y linos, cisnes y espumas, y juntad palideces -de ceras, color suave de pulpas de lirios y de rosas te, y agregad alba -transparencia, como de un ámbar eucarístico, y poned la animación de una -inexplicable onda vital, y he allí lo que pasó ante mis ojos, bajo la -gloria solar, en ese instante. ¿Cómo alienta ese dulce ser fantasmal? -¡Cómo da luz aun la frágil lámpara alabastrina! Y cuando los cantos del -ritual comenzaron, y fué el padre santo al altar, ¿qué brazos -desconocidos le sostuvieron? ¿Y qué onda sonora puso en su voz la fuerza -que hizo esparcir su canto por las naves inmensas, de manera tal que no -se creería brotase de ese cuerpo de paloma? Cuando volvió, otra -tempestad de entusiasmo se desencadenó a su presencia. Ví a mi rededor -barbas de plata y mejillas frescas, húmedas de las más puras lágrimas. -El pontífice no tenía la constelada tiara tres veces regia, no llevaba a -su lado los flabeles orientales. Sencillo pasó en su roja portantina -como una perla en un pétalo de rosa. Y se desvaneció a mis ojos, como en -un sueño. La tercera vez... - -La tercera vez, agregado a la peregrinación argentina, pude estar por -dos ocasiones, gracias al obispo monseñor Romero, amable de toda -amabilidad, delante del pontífice. Muy temprano, por la mañana, el -peluquero me había encontrado algunas canas nuevas; yo en cambio, ¿por -qué no decirlo? sentía en el corazón y en la cabeza mucho de lo que -hubiera el día de la primera cita de amor, y de la publicación del -primer libro. Se despertaba en el fondo de mi ser como un perfume de -primera juventud; y todas las lecturas y todas las opiniones no pudieron -poner el más ligero vaho empañador en esas horas cristalinas. El viejo -feo de Zola, el avaro de los decires de antecámara, el sinuoso -ajesuítado o jesuíta del todo, el contemporizador con la democracia -moderna, el papa de los periódicos, desapareció, se borró por completo -de mi memoria, para dar lugar al papa columbino, al viejecito sagrado -que representa veinte siglos de cristianismo, al restaurador de la -filosofía tomística, al pastor blanco de la suave sonrisa, al anciano -paternal y al poeta. - -A las once era la cita, y, presididos por monseñor, fuimos, demás está -decirlo, puntuales. Nuestra insignia azul y blanca en el pecho, nuestras -tarjetas, rojas o moradas, en la mano, subimos las escaleras vaticanas, -pasamos por la Puerta de Bronce y penetramos en la Sala Clementina, -guardada por suizos, en donde habíamos de recibir la personal bendición. -La Sala Clementina, ¿recordáis? Es aquella que vió Pedro Froment en la -novela. «Esta sala Clementina, inmensa, parecía sin límites, a esa hora, -en la claridad crepuscular de las lámparas. La decoración tan rica, -esculturas, pinturas, dorados, se esfumaba, no era sino una vaga -aparición flava, muros de ensueño, en que dormían reflejos de joyas y -pedrerías. Y, por otra parte, ni un mueble, el pavimento sin fin, una -soledad alargada, perdiéndose en el fondo de las semitinieblas... Él se -contentó con mirar a su alrededor evocando las muchedumbres que habían -poblado esa sala. Hoy aun, era la sala accesible a todos, y que todos -debían atravesar, simplemente una sala de guardias, llena siempre de un -tumulto de pasos, de idas y venidas innumerables. ¡Pero qué muerte -gravitante, desde que la noche la había invadido, y cómo estaba -desesperada y cansada de haber visto desfilar tantas cosas y tantos -seres!» No tuve la impresión de Pedro. Al contrario, invadida por la luz -que entraba por las ventanas laterales, la sala extensísima y severa -parecía dar la bienvenida. Las figuras de los frescos en sus posiciones, -en sus énfasis simbólicos, la Justicia, la Fe, las escenas de la -entrada, la gloria del Santo Espíritu en el cuadro del fondo, y sobre -nuestras frentes en el vasto plafón, los brazos abiertos del pontífice -que asciende al empíreo sostenido por el apoyo de los ángeles, decían -felices augurios, daban reconfortantes pensamientos. Sí, el papa -Clemente era un buen introductor ante el papa León. Este debía pasar, -dentro de poco, detenerse con nosotros, para ir luego a bendecir en la -basílica a otros miles de peregrinos de distintos puntos de la tierra. -Mientras un maestro de ceremonias nos coloca en el orden usual y -monseñor Romero entra a los salones interiores en compañía de otro -prelado, observo. A la entrada de la sala dos alabarderos guardan la -puerta, y al extremo opuesto una escolta de ese vistoso y arcaico cuerpo -aguarda el instante de los honores. - -Circulan, pasan de un punto a otro, rojos _bussolanti_. Un franciscano -joven, de rostro noble e inteligente, sale de lo interior y da algunas -órdenes. Tengo la suerte de que mi nombre haya llegado a sus oídos, y me -sorprende su inesperada afabilidad. Es el secretario del cardenal Vives. -Los argentinos son divididos en dos grupos. A un lado los sacerdotes, a -otro los laicos. Los rostros, casi todos, revelan una indudable creencia -en la extrahumanidad del varón apostólico que ha de aparecer a nuestra -vista dentro de cortos instantes; algunos, ciertamente, reflejan como la -preconcebida esperanza de un espectáculo de profana teatralidad. Las -señoras, desde luego, todas, damas altas y modestas, todas, sin -excepción, manifiestan la gracia de una fe sin reservas. Por otra parte, -con sus sencillos y negros trajes y tocados, todas parecen iguales: y -allá en lo invisible y supremo, el hijo del Carpintero que también era -de la raza de David, no hace diferencia entre esos millones y aquellos -pobres pesos que atravesaron el mar. Un golpe de alabarda en tierra, una -voz, la guardia se forma. Es un cardenal que pasa. Conversamos en el -grupo de la prensa. Hay, únicos y vistosos, dos fracs coloreados de -condecoraciones. Un fotógrafo prepara su máquina, que ha de resultar -inútil. Tras largo esperar, se oye un rumor, un ruido de pasos, la -guardia se forma, presenta las armas. Cascos romanos crestados de oro, -antiguas gorgueras y jubones, espadas desnudas, cardenales, obispos y -una roja silla de manos que se coloca en tierra. Entre la roja silla de -manos, semejante a una joya en un estuche, está León XIII. Las guardias -le forman cuadro. El besamanos comienza. Hay que detenerse tan sólo unos -cuantos segundos, pues somos muchos. Monseñor Romero, al lado de la -silla de manos, hace las presentaciones. Mientras me toca mi turno puedo -ver bien al Padre Santo. No, no hay ningún retrato que se le parezca, -ni el reciente que acabo de ver en París, de Benjamín Constant, y que -está señalado como una obra maestra. ¿Quién ha sido el _farceur_ que vió -en esta boca grande, de labios finos y bondadosos, la sonrisa de -Voltaire? La cabeza es vivaz, de una vivacidad infantil que se juntara a -la extrema vejez; la frente hermosa, bien moldeada, bajo los cabellos -blanquísimos y solideo de nieve; los ojos son obscuros y brillantes, -pero no los escrutadores diamantes negros de Zola, sino dos luces -anunciadoras de interiores iluminaciones; las orejas grandes, -transparentes, como la nariz, de dignidad gentilicia; el cuello lilial, -que sostiene apenas el globo del cráneo; el cuerpo delgado, de -delicadeza inverosímil. Cuando estuve frente a frente a darle el beso de -respeto, ví la mano, toqué esa increíble mano papal, sobre la que brilla -la enorme esmeralda de la esposa, esa mano que me parecía una madeja de -seda, o una flor, un lirio de cinco pétalos, un viviente lirio pálido, o -acaso una pequeña ave de fina pluma, y la mirada de los ojos, casi -extraterrestre, y la voz que se escapaba de aquel cuerpo frágil, de -aquella carne de Sevres, daban la idea de un hilo milagroso que -sostuviese por virtud de prodigio el peso vital. ¿Cómo esta pasta sutil -no se quiebra al menor soplo de aire, al menor estremecimiento de los -nervios? ¿Cómo esa hebra tan leve, como un hilo de la Virgen, no se -rompe a la más insignificante impresión, y resiste no obstante a la -continua corriente de tantos inviernos, a la palpitación del orbe -católico que tiende al blanco Pastor, a la tarea física que cansaría a -un hombre robusto, de levantar el brazo, ese pobre brazo senil, en la -impartición de miles y miles de bendiciones? Una niña pasó, besó a su -vez la mano; el papa la sonrió como otro niño; quiso hacerle una -caricia, y la criollita, asustada, se escapó veloz. Alzaron la silla; la -escolta, los caballeros palatinos, los dignatarios áulicos se pusieron -en marcha hacia San Pedro. - -Un aire de veneración flotaba sobre aquel triunfo tranquilo cuando los -vivas estallaron--inútiles, insólitos. ¡Nuestro silencio estaba lleno de -tantas cosas en aquel instante! De mí diré que viví por un momento en un -mundo de recuerdos. Era la infancia de músicas y rosas, la lejana -infancia, en que el alma nueva y libre parecía volar ágil como un pájaro -de encanto entre los árboles del Paraíso. Eran las viejas campanas de la -iglesia llamando a misa; la ropa dominical, sacada de los muebles de -alcanfor, la ida a la catedral al claror del alba, la salida en plena -luz matutina, la dulzura de la casa pacífica, la buena abuela y sus -responsorios, la imagen de la Virgen venida de Roma, el cura que iba a -jugar tresillo, y el granado en flor bajo el cual los labios -adolescentes supieron lo que era el primer beso de los labios de la -prima rubia: porque el primer tiempo de la fe era también el primer -tiempo del amor. Y era la semana santa, con sus ceremonias simbólicas, -con sus procesiones alegres como fiestas nupciales, con el entierro del -Viernes santo, a que las mujeres asistían vestidas de luto, y en que -los canónigos me atraían con sus largas caudas violetas; el _lignum -crucis_, llevado en la noche al son de tristes trompetas que rompían la -sombra en el silencio del negro firmamento. Y eran aquellos mis años -primeros, en la amistad de los jesuítas, en el convento silencioso o en -la capilla florida de cirios, en que mi mente juzgaba posibles las -palmas de los Gonzagas, los nimbos de los Estanislaos. Entonces se -abrieron a la aurora los primeros sueños, entonces se rimaron las -primeras estrofas. Y la memoria de los sentidos me despertaba ahora la -sensación de las cosas pasadas, ya perdidas en lo largo del tiempo. -Visión de lámparas rituales, de velas profusas, de altares decorados en -que estaban en su inmovilidad de ídolos los simulacros de las vírgenes y -de los santos; colores y pedrerías y oros de casullas, negras siluetas -de sacerdotes que se perdían en lo obscuro de las naves, o a lo largo de -los complicados corredores del convento; olor de la cera, del incienso, -de las flores naturales que se colocaban delante de las imágenes, olor -de los hábitos del padre confesor, olor de la cajita de rapé de aquel -anciano encorvado, de aquel anciano santo que me colmaba de consejos y -de medallas y cuyo nombre de ave inocente le venía tan bien... ¡Pobre -padre Tortolini! - -Cuando León XIII retornó de San Pedro, otro grupo de los peregrinos -debía recibir la bendición; volví a verle otra vez. Estaba más pálido -aún si cabe; parecía que hiciese con más dificultad los movimientos de -la cabeza y del brazo. Me temo que el doctor Lapponi no consienta -dentro de poco la repetición de estas audiencias, de estas idas y -venidas a la basílica, ¡Quién sabe si algún día de estos el milagro -cesa, el prodigio tiene fin, y esa vida rara, así como un cáliz de -Murano, al fino aliento del aire, cruja, se quiebre, se deshaga! - -Vuelvo a contemplar sus ojos que brillan en un fuego amable, su sonrisa -un poco triste, un poco fatigada, su mano que da todavía una última -bendición. - -Y se lo llevan, con el mismo ceremonial de la venida. Cascos romanos -crestados de oro, suizos con su uniforme rojo, negro y amarillo, -alabardas, espadas desnudas, collares, gorgueras, jubones, como en los -cuadros, como en las tablas. Rumor de gentes. Silencio. Pasó. - -Ah, la Pálida anda rondando por el palacio; la _camarde_ está impaciente -por entrar en el Vaticano y hacer que el martillo de plata del cardenal -camarlengo toque la frente de Joaquín. Y el anciano siente sus vueltas, -su revuelo, el ruido metálico de la hoz, lista como en el fresco de -Orcagna. Y repetirá sus propios versos, el tiarado poeta: - - Quanto all’orechio mio suona soave - Ate, madre Maria ripeter _Ave_! - Ripeter Ave e dirti, _o madre pía_, - E a me dolce e ineffabile armonia. - Delizia, casto amor, buona speranza - Tale tu sé, ch’ogni desiere avanza. - Quanto spirto m’assal maligno e immondo, - Quando d’ambascie piú m’opprime il pondo, - E l’affano del cor si fa piú crudo, - Tu mio conforto, mia difesa e scudo - Se a me, tuo figlio, apri il materno seno, - Fuggi ogni nube, il ciel si fa sereno. - Ma gia morte s’apressa: deh! in quell’ora, - Madre, m’aiuta: lene, lene allora - Quando l’ultimo di ne disfaville, - Con la man chiudi le stanche pupille; - E conquiso il demon che intorno rugge, - Cupidamente, all’anima che fugge - Tu pietosa, o Maria, l’ala distendi; - Ratto la leva al cielo, a Dio la rendi. - -Estas notas que rememoran en lo moderno la plegaria rimada del más -católico y desgraciado de los poetas, y en lo antiguo el fervoroso y -armonioso Jacopone da Todi, os harán recordar que el pastor de los -corderos de Jesucristo es también árcade en las praderas de Apolo. Nada -más hermoso que esos luchadores provectos de Dios o de los pueblos; -favorecidos por el numen, en los resplandores de su ocaso, en los años -de las tranquilas nieves, guardan el culto de la belleza, la pasión -generosa del arte, y conciertan sus números, cultivando las flores -perennes, las rosas que no mueren, al amor siempre fecundo y sano de la -lira. Me he imaginado encontrar al Padre Santo, en una mañana de las -calendas de mayo, rejuvenecido, sonriente siempre, poseído en esos -instantes de su _deus_ olímpico, del que le ha hecho manejar -vibrantemente las cuerdas de su lírico instrumento, de manera que los -pies de sus exámetros han golpeado el sagrado suelo latino, al mismo -són y compás con que galopan las cuadrigas magníficas de Horacio. El -pontífice me acoge, y, puesto el pegaso a pacer, le digo, poco más o -menos, mientras los lirios nos inciensan con sus incensarios y los -jazmines llueven sus estrellas de nieve, y los gorriones forman -conciliábulos entre las copas de los pinos: Beatísimo padre y querido -colega, ¿os repetiré una cosa que sabéis tanto como yo, y que os diría -en sabios dáctilos y flamantísimos espondeos, si supiese tanto latín -como vos? El cielo es azul, la primavera avanza gentil, con su cortejo -florido como en la pintura de Sandro; la tierra palpita, al canto del -agua y al fulgor solar; alabemos al Señor. Frate Sole nos envía su -saludo, nuestra hermana la rosa su mensaje, nuestra hermana la mujer su -sonrisa; alabemos al Señor. Os habéis mezclado a las luchas de los -hombres; cuando vuestros rebaños han empezado a topetazos, habéis -intervenido con el cayado, y habéis hecho bien. Habéis enviado, como -águilas de paz, vuestras encíclicas, a revolar sobre el mundo. Sois -divino, habéis sido sacerdotal, _sacerdos magnus_; sois humano, habéis -sido hábil. Para lo uno profundizasteis la teología: para lo otro os -ejercitasteis en la diplomacia. Habéis mostrado a los pueblos que estáis -con ellos y a los reyes indicado el camino. ¿Acaso ha dicho a vuestro -oído, el rumor del porvenir, lo que se acerca; acaso _Lumen in cœlo_, -sabéis lo que anuncian los signos de hoy, para cuando aparezca el sol en -su alba roja el día de mañana? Padre Santo, Pedro Froment no dejaba de -tener razón. La palabra _de conditione opificum_ ha pasado sobre la -cabeza de los de abajo, que muy pocos han sentido su benéfica -influencia, bajo la opresión. - -Habéis señalado más de una vez el camino probable de la verdad, habéis -hecho lo posible por evitar guerras y desconciertos. Habéis tenido que -ver con los cancilleres y con los embajadores, con el señor de Bismarck -y con el señor de Cánovas, y con el señor Hanotaux y con el señor de -Giers. Querido colega, Maron es mejor. ¡Oh pontífice poeta! En vuestra -tiara está Marbodio, a vuestra izquierda Minucio, a vuestra derecha -Gregorio; y cuando decís la misa hacéis comulgar a las nueve musas, -mientras la misma infecundidad florece en blancos ramilletes de cánticos -en los coros de la Sixtina. Habitáis el más maravilloso de los palacios; -allí al lado de la fe ha tenido siempre su mansión el arte. Gloria sea -dada a los papas que se rodearon de pintores, de escultores, de -orífices, a los que protegieron y amaron a los poetas y a los que como -aquel Eneas Silvio Picolommini y vos mismo, juntaron a la triple corona -pontificia la corona de laurel y pusieron en su vaso de oro el agua -castalia. Sois filósofo, y volando sobre lo moderno habéis ascendido a -la fuente de la _Summa_; sois teólogo, y en vuestras pastorales dais la -esencia de vuestro pensamiento, caldeado por las lenguas de fuego del -Santo Espíritu; sois justo, y desde vuestro altísimo trono dais a cada -cual lo que es suyo, aun cuando con el César no andéis en las mejores -relaciones; sois poeta, y discurriendo y cantando en exámetros latinos y -en endecasílabos italianos, habéis alabado a Dios y su potencia y -gracia sobre la tierra. - -Allí, en vuestro palacio, en la Stanza de la Segnatura, Rafael, a quien -llaman el divino, ha pintado cuatro figuras que encierran los puntos -cardinales de vuestro espíritu. La Filosofía, grave, sobre las cosas de -la tierra, muestra su mirada penetradora y su actitud noble; la -Justicia, en la severidad de su significación, es la maestra de la -armonía; la Teología sobre su nube, está vestida de caridad, de fe y de -esperanza; mas la Poesía parece como que en sí encerrase lo que une lo -visible y lo invisible, la virtud del cielo y la belleza de la tierra; y -así, cuando vayáis a tocar a las puertas de la eternidad, no dejará ella -de acompañaros, y de conduciros, en la ciudad paradisíaca, al jardín en -donde suelen recrearse Cecilia y Beatriz, y a donde, de seguro, no -entran los que tan solamente fueron justos. Y León XIII sonreía, con una -sonrisa más alegre que su habitual sonrisa, y los gorriones y las abejas -del jardín me daban la razón. Los chorros de agua se encorvaban en arcos -diamantinos, sobre las conchas marmóreas, en las pilas sonoras, -reventaban las espumas irisadas; la sacra naturaleza en una vibración -invisible pugnaba por manifestar el misterio de su corazón profundo; y -al lado de León ví como un coro hermosísimo de Horas que llevaban en las -manos flautas y cistros. Y Jesucristo pasaba por los azules aires, como -en un carro triunfal, no un Jesucristo de pasión, sino de -transfiguración, un divino Musagetes, fuerte y soberbio como el del -juicio de Miguel Angel, crinado de oro augusto en su magnificencia. Y -volví a decir: Beatísimo padre: la religión y el arte deben ir juntos en -el servicio del Eterno Padre. Ved las viñas frescas, tendiendo sus ramos -al sol; las ramas de los olivos parecen, al soplo del viento, armónicos -metales; bajo los ramajes ríen las niñas; la luz vivaz se esparce sobre -el Tíber taciturno. Las naciones aguardan la venida de la inconmovible -paz; los hombres quieren por fin, ser redimidos del sufrimiento, y es -hora ya de que Dios haga que resuenen juntos nuevos salmos y nuevas -arpas. - -Y él a mí:--¡Alabemos al Señor! - - -7 Octubre de 1900. - -El Pincio, un paseo que se enrolla en una colina. Desde una plataforma -de la altura, se divisa el panorama romano. Cúpulas por todas partes, -aunque no me animo a contar las trescientas que vieron los ojos de aquel -admirable y exuberante Castelar. El paseo no está concurrido en esta -sazón. El veraneo ha alejado a la sociedad capitolina. Se ve uno que -otro carruaje, pocos paseantes a pie, y, en los bancos, los clientes que -en todas partes tienen los lugares umbrosos, los parques y las alamedas: -el solitario que lee, el que medita, la dama vestida de negro, con la -niña melancólica y, en ciertos recodos, al cariño de los árboles, grupos -infantiles que ríen y juegan. Pero aquí no falta, además, el joven -seminarista, la pareja de estudiantes religiosos, la venerable figura de -un viejo sacerdote, o, dentro de su carruaje, la silueta de un -eminentísimo. Asimismo, no dejaréis de ver una que otra especie de -amable dama que, precariamente, busca adoradores, tan lejana de la -triunfante amorosa de París, como de su antecesora la cortesana de Roma. -Siempre en Italia encontraréis el lujo de los mármoles. Aquí veis la -piedra ilustre, desde los bajos relieves de la entrada, por la escalera -monumental, hasta la serie larga de bustos terminales que pueblan las -arboledas. Estos parajes están como impregnados de perfumes de amor, de -lecturas de breviario, cribados de conversaciones mundanas. Y allí, a un -lado, en uno de los paredones, un lugar hay en que la muerte atrae. Es -en el paredón de los suicidas, el punto elegido por los desesperados -para borrar la mala pesadilla de sus vidas, el refugio de los pobres de -fe o presidiarios de la suerte. París tiene el Sena, Londres el Támesis, -Madrid el Viaducto, Roma el paredón del Pincio. - -A un lado del Pincio se halla villa Borghese. A ambos lugares se entra -por la piazza del Popolo. Al Pincio por la escalera monumental; a la -villa por una amplia puerta en donde un empleado municipal cobra el -precio del paso. Desde la entrada se nota lo vasto y bello de ese parque -armonioso, lleno de sitios encantados y deliciosas umbrías y rincones de -amor. Cipreses, encinas, pinos, se alzan, evocadores, en el vasto -convento de árboles. Columnas desvencijadas, invadidas de hiedra, -ilustradas de arcaicas inscripciones, templetes y fuentes de un -prestigio antiguo deleitan con su gracia clásica. Se pasa por una -construcción de estilo egipcio, para llegar, entre simulacros paganos, -flores y hojas que mueve la más dulce brisa de los cielos, a un precioso -lago, compuesto con gusto lírico, en donde una _loggia_ central a que se -accede por un puentecillo, se alza sobre el agua esmeraldina y -transparente en que se solazan silenciosos cisnes y evolucionan -cardúmenes de truchas rosadas. A la orilla del lago, copiando un trozo -en que se alzan tallos de flores acuáticas, veo a un viejo pintor. Sobre -una roja anémona que crece cerca del banco en que me he sentado, -trabajan dos abejas, y se me antoja que una ha salido del jardín de -Horacio y otra se ha posado en la barba del Bembo. En frente, se abre -una maravillosa perspectiva hacia los suburbios romanos. Desde ese -magnífico mirador la vista descubre valles y colinas y pintorescos -perfiles, en una lejanía de las que gustaba el mágico Leonardo para -fondo de sus cuadros. El sol va bajando como en una suavidad de -adormecimiento, la luz se agota lentamente en un interminable suspiro de -crepúsculo. Las estatuas, los peristilos, adquieren un misterioso -resplandor de oro y violeta. Y cuando dejo con pesar ese paraíso, al -pasar por una senda nueva, veo un luminoso revoloteo de faisanes. Siento -en mi espíritu de poeta el saludo amable de la tierra, la generosidad de -la naturaleza. Los pinos, de una elegancia gentilicia, elevan al -firmamento sus espesos y obscuros parasoles, en un gesto de oferta; los -cipreses prolongan la languidez de sus inclinaciones, las encinas -centenarias ostentan la misma nobleza que en los poemas y en los -cuadros. Revive en un minuto un mundo pasado, un mundo heráldico, -cardenalicio, real, imperial, papal, un mundo de valor, de cultura, de -fuertes virtudes y de nobles vicios, un mundo de púrpura, de mármol, de -acero y de oro; un mundo que allí mismo, en el museo de la villa, -eterniza las glorias de una edad de belleza, de lucha y de vida. Y me da -verdaderamente pesadumbre y fastidio tener que ir luego a saludar -personas, a comunicar con tantas gentes que me son extrañas, a entrar de -nuevo en la abominación de mis contemporáneos... En la Piazza del Popolo -compro un periódico. - -No hay duda de que, a pesar de todo, Italia no perderá nunca su lado -novelesco. En un solo número de diario leo tres informaciones que ocupan -largos espacios. Se trata primero de _La gesta del brigante Musolino_. -El título no más es ya un hallazgo. Existe, pues, mientras estoy en Roma -y veo las oficinas de una compañía de seguros yanqui en el primer piso -de un palacio histórico, mientras Gabriel D’Annunzio pasa de los -aristócratas a los socialistas, mientras la basílica de San Pedro se -alumbra con luz eléctrica, existe, pues, en Italia todavía un verdadero -bandido, que vive en un verdadero bosque en donde le dan caza con -fusiles de precisión, y que tiene todavía el buen gusto de llamarse con -un nombre que habría complacido a D. Miguel de Cervantes: existe el -brigante Musolino. Como en las pasadas épocas, le buscan afanosamente -compañías de carabinieri y él se les escurre como una murena. Aparece -en un punto y otro, adopta disfraces diversos, es el terror de las -comarcas por donde pasa, y, como en otros casos, ofrece a la muchedumbre -rasgos simpáticos. Corolario: Juan Moreira, Fra Diávolo y el mauser, -pueden coexistir. - -El otro caso curioso es el siguiente, que tampoco es nuevo, pero que -también cae en el _mélo_ y en el folletín: Un hombre acaba de ser puesto -en libertad por las autoridades de una provincia de Italia, después de -haber estado en presidio, inocentemente, treinta y tantos años. No se -dice qué indemnización se dará al infeliz, pero el suceso interesa a -todas las imaginaciones y ocupa todas las lenguas que no escatiman -comentarios. Y el otro sucedido es todo lo contrario al anterior. -Después de treinta años de olvido, se ha descubierto a dos asesinos, -marido y mujer, que, para realizar sus deseos de unión, dieron muerte, -envenenándoles lentamente, al marido de ella y al padre de él. Los -detalles del proceso tienen a Roma en el «se continuará» de una novela -del Sr. Gorón. - - -8 Octubre. - -_Roma veduta, fede perduta_, dice el proloquio. Según el color del -cristal con que se mire Roma. En los días en que el pontífice se ha -presentado ante el inmenso concurso de peregrinos que le ha aclamado en -San Pedro, he visto correr por todo aquel recinto magnificente un -verdadero y hondo estremecimiento de fe. Eran los corazones simples, -las muchedumbres que venían de lejanas regiones o de las más apartadas -provincias italianas, conmovidas ante la aparición del papa blanco, en -quien, milagrosamente, veían la persistencia de una vida increíble, el -representante de Dios sobre la tierra, el que ata y desata, portero del -palacio celeste. Espectáculo interesante era por cierto las distintas -manifestaciones del entusiasmo religioso en ese mundo de gentes -conmovidas. Unos pálidos, silenciosos, como llenos de un santo terror; -otros murmurando oraciones; otros ruidosos, congestionados, agitando -pañuelos, moviendo los brazos, alzándose sobre las puntas de los pies. -No puedo menos que recordar una escena impagable y sugerente. Un alto -mocetón de la peregrinación alemana, sobre un banco, en medio del mar -humano que surcaba en su silla gestatoria León XIII, comenzó, dominando -todos los ruidos, a emitir con la voz de un ronco cuerno, con la fuerza -de un pulmón de bronce, repetidos y acompasados _hoch! hoch! hoch!_ Y -una vieja italiana que estaba cerca, se volvió, furiosa, fulminándole -con los ojos y deseándole un mal accidente.--«_Ah! la bruta bestia!_» Y -aquel súbito y afilado apóstrofe deslió la devoción circunstante en -carcajadas. - -Se cree aún, hay aún muchas almas que tienen esperanza y fe. A pesar de -los escándalos religiosos; a pesar de la política pontificia; a pesar de -lo que se dice del dinero de San Pedro; a pesar de los libros-catapultas -contra la curia romana, en que no todo es pasión o fantasía; a pesar de -la democracia igualitaria y de la plaga de las nociones científicas y -filosóficas, se cree todavía, hay espíritus que creen. Reduciré mi -pensar a la fórmula criolla de un mi amigo: «¡Esto, me dice, es como lo -que pasa entre nosotros, en nuestras repúblicas americanas: la -constitución, muy buena, la administración, muy mala!» - -Rueda el carruaje por la antigua vía Apía, cuyo pavimento de piedras -anchas resuena bajo los cascos. Queda atrás la Porta Capena, en donde -los aduaneros espían lo que se llama en España el matute. A lo largo de -la _regina viarum_ otros cuantos vehículos se dirigen hacia las -catacumbas de San Calixto. Tabernas y hosterías suburbanas llaman, en -rótulos de una caligrafía primitiva o infantil, a gustar el vino célebre -de los Castillos Romanos. Pasado el paraje por donde hoy hacen -estremecerse la tierra de Appio Claudio las locomotoras del ferrocarril -que va a Civitavecchía, llego ante la iglesita del _Quo Vadis_, cuya -inscripción me parece de pronto--perdonadme mi ingenuidad--la _réclame_ -de una casa editora para la notable, compacta y demasiado resonante -novela del polaco Sienkiewicz. - -Al llegar a las Catacumbas, una escena curiosa y desagradable me hizo -detener. Nada más repulsivo y ridículo para mí, que los boticarios -ateos, los rentistas que han leído a Lachattre y los concienzudos -frailófagos que recitan el apócrifo Hugo de _Jesucristo en el Vaticano_. -Hay sujetos de esos que desearían ver al papa pidiendo limosna, al -clero descalzo y con una cruz a cuestas, alimentándose y abrigándose con -lo que el Señor da a las raposas y a los lirios del campo. - -Juzgan a todo sacerdote un bandido, y al pontífice, capitán de la gran -cuadrilla. El mal gusto de estas viejas facecias ha tiempo que está -flagrantemente reconocido. Pues bien, a la entrada de las Catacumbas he -asistido al repugnante espectáculo de un cambalache sagrado. Frailes -odiosos vendían cirios como macarrones, frascos de específicos, medallas -y recuerdos santos, con la misma avidez y las mismas maneras que el más -sórdido y brutal almacenista. Descendí, en compañía de unos peregrinos -franceses, por el dédalo obscuro. El guía recitó su cien veces repetida -lección, delante de los peces simbólicos, delante de la tumba de Santa -Cecilia. Los muros ennegrecidos por el humo de las antorchas y rayados -de inscripciones, en las capillas y pasadizos; la estrechez del lugar, -lo mecánico del viaje a través de esa cueva de «viejos topos» y la -confusión en el rebaño indocto y cornacqueado por su reverencia, me -dejaron una desilusión inmensa. ¡Me quedo con Fabiola! Y luego, por -todas partes, como en todos los lugares dignos de la veneración de la -historia o del arte, la pata del ciudadano particular que deja su huella -en la seguridad de ser reconocido cuarenta siglos más tarde. Leí, entre -mil nombres: _Pierre Durand_. ¡Pierre Durand! En la torre inclinada de -Pisa había encontrado: _Pedro Pérez_. Oh, Señor Dios, tu sabiduría es -infinita. - - -12 Octubre de 1900. - -Al partir de la ciudad inmortal, al son ronco del tren, hago un -inventario de recuerdos. Desde luego, es una tarde pasada en el Foro y -en el Coliseo, la revelación de la piedra, el «pan» de Ruskin, ruina, -columna rota, lápida, estatua, inscripción. Todas vuestras lecturas -despertarán en vuestra memoria, ante esos amontonamientos de basas, -pavimentos, muros en que perduran los mosaicos. No podréis menos que -sentir la presencia del espíritu de Cicerón--la «ardiente elocuencia» -dice Byron--en ese foro en que resonaron tan magníficas arengas, y el -ambiente vibró al clamor sabino. Se alzan aún, sosteniendo sus rajados -arquitrabes, las columnas del templo de Saturno. Y en las _rostra_ -creeríase el aire agitado de gestos, sonante de cláusulas rotundas, lo -propio que más allá, en donde se levantaba el templo de la Concordia. -Fué allí donde Porcio Catón opuso la ruda y fuerte palabra suya a los -argumentos ordenados de Cayo César sobre la conjuración de Catilina. -Cetego, Lentulo, Estrabilio, Gabinio, Cepario, pagaron con su vida, la -apretada cuerda al cuello, su culpabilidad. - -Perdido entre un dédalo de excavaciones, llegué hasta donde unos -trabajadores procedían a desenterrar los más recientes hallazgos. Y es -una impresión singular la que se experimenta, al ver brotar de la tierra -amontonada por las centurias, los signos aun vivos y reveladores de una -civilización, de una época que estamos hechos a considerar casi -legendaria. Delante de mí, con sus barras de hierro, los cavadores -apartan las grandes piedras. Con mucho cuidado se quita la tierra de las -paredes; y de repente van apareciendo, sobre el antiguo estuco, -decoraciones grecas, figuras graciosas. Y fué grande mi emoción, os lo -juro, cuando, de un óvalo, en el rincón de una sala, no sé de qué -edificio recién descubierto, vi salir hecha, con modo arcaico y extraño, -una como cabeza de Cristo. - -Cuando se tiende la vista en derredor, los templos de Faustino y -Antonino, y el de Roma y Venus que Adriano levantaron, y la basílica de -Constantino, evocan los grandes hechos antiguos. Allí, en el Palatino, -refugio de la gloriosa Loba, sobre la altura, aun se contemplan las -arcadas y muros del palacio de los Césares, en donde mosaicos y frescos -guardan memoria de las pompas imperiales. Y no lejos, los baños de -Livia, el palacio de los Flavios y lo que aun queda de la mansión en -donde exprimió la soberbia y el placer Calígula. - -El sol caía a ondas claras del cielo puro. Jamás el cielo se presenta -más hermoso que cuando la mirada va a su inmensidad azul entre un grupo -de columnas o sobre los ruinosos capiteles. - -He sentido un ansia de vuelo espiritual cuando, al pasar del Foro al -Palacio de los Césares, he visto el firmamento recortado por el vasto -arco de Tito, que elevaron el senado y el pueblo en recuerdo de la -destrucción hierosolimitana. En el fondo celeste, en el marco de piedra, -parecía como si palpitase un enjambre de ideas. Y erré de un lugar a -otro. Del altar de las vestales, cerca del cual permanecen las estatuas -de las paganas vírgenes, a la _Meta Sudans_, en donde apagaron su sed -tantos gladiadores. - -Por allí habitaba el cordobés Séneca, y desde su casa oía en las -próximas termas, según cuenta a su amigo Lucilio Junior, «el ruido que -hace el frotador, a un jugador de pelota que lleva la cuenta de los -puntos, a un cantante que encuentra su voz más encantadora en el baño, -los gritos de un pastelero, los de un carnicero, los de un ropavejero, -de un herrero, y los de ese que cerca de la _Meta Sudans_ prueba sus -trompetas y sus flautas y muge más que toca.» Y en la vía de los -triunfadores una onda de imágenes asalta la fantasía. Y es un ruido de -carros, un resonar de trompas y de clarines, un agitar de palmas; son -los bueyes coronados de rosas; las túnicas blancas de las vestales, los -estandartes, los haces, las águilas; es la muchedumbre aglomerada y el -coro inmenso de las aclamaciones; son las estolas, las togas, las -diademas, los ornamentos de los sacerdotes y las literas de las -cortesanas; son los viejos versos de Virgilio y la reciente lectura de -Boissier, o las sombras de los Goncourt que van a observar cómo en los -agujeros del arco de Septimio Severo hacen su nido las golondrinas. - -Cerca del templo de Cástor y Pólux, oí una voz como en discurso o -arenga. Un gran grupo de gentes, unas sentadas sobre las piedras, otras -de pie, se presentó a mi vista. Acerquéme llevado de la curiosidad. - -Había damas, hombres, niños. Todos oían en s¡lencio y religiosidad a un -clérigo joven, de fácil palabra, que, por lo poco que pude entender, -daba a sus oyentes, en pleno aire, una lección de historia y -arqueología. Era la peregrinación alemana, y no pude menos ante ese -espectáculo de cultura, de recordar el nombre ilustre del germano a -quien deben la erudición romanista y la sabiduría clásica moderna un -extraordinario luminar: Teodoro Mommsen. - - * * * * * - -En el coliseo rememoré el apunte de los Goncourt: «Como una ronda de -danza, de pronto violentamente interrumpida y con una parte de los -bailadores caída de espaldas--todo un lado del Coliseo caído en tierra». -Colosal, ciclópeo, enorme, lugar de leones y de emperadores. Y es la -imaginación del antiguo espectáculo circense, que no tiene hoy nada -comparable sino las corridas de toros en los cosos actuales. En -verdad--como ante el Acueducto, la Cloaca Máxima, las Termas--ante estas -ruinas viene la usual frase: obra de romanos. Los yanquis quieren para -sí en nuestra época la aplicación del decir, por su tendencia a realizar -«lo más grande del mundo». Y leo en un artículo sobre la próxima -exposición de Búffalo, en donde se construirá un enorme estadio. «El -estadio ofrecerá a los adictos al sport la arena más espaciosa y -espléndida que se ha construído hasta ahora en los Estados Unidos. El -Carnaval Atlético que se efectuará durante la gran exposición, será el -más notable en la historia del sport en los Estados Unidos, pues -cuéntase con la cooperación de los mejores promotores de juegos, -contiendas y partidas atléticas en el país. Por lo tanto, las personas -que visitaren la exposición panamericana tendrán ocasión de ver -contiendas entre los atletas más célebres del mundo, que se esforzarán -en ganar premios dignos de los mayores hechos de resistencia, fuerza y -habilidad. El Coliseo de Roma, construído el siglo I de la era -cristiana, dícese que podía contener 80.000 personas. El estadio -panamericano tendrá 129 pies más de largo y no será sino 10 pies más -angosto que el histórico anfiteatro de Roma; pero su arena será más -grande y habrá asientos para 25.000 personas. Se consigue lo colosal, -_Colosseum_. Mas la sonrisa no vacila entre estos _matchs_ de feria al -amparo de la democracia igualitaria, y aquellas formidables funciones en -que la magnificencia cesárea regaba con sangre la tierra en que se -alzaría el árbol simbólico de Cristo. Dicen que hay turistas que se -pagan el espectáculo de una iluminación con antorchas y románticos que -van en las noches de luna a recordar a Eudoro y Cimodocea. - -Lo primero es un exceso de Bædeker, lo segundo excesivamente anacrónico. -El Coliseo sorprende y asombra en pleno día, bañado de sol; así os -abruma la inmensa armazón de piedra, las arcadas derruídas, los muros -rajados de siglos, horadados de años, labrados del paso incesante de las -horas y mutilado el cuerpo vasto y soberbio por bárbaros y _barberines_. - -Al salir del vasto anfiteatro, pasó como un gran insecto ante mi vista, -un hombre en una bicicleta. - -Y fué luego un amanecer en las cercanías de Roma, cerca de los lugares -encantados que dieron a Poussin sus magníficos paisajes. El Tíber iba -despacioso entre colinas y frescas campiñas. Apenas comenzaba la luz a -insinuarse en el lado oriental y el horizonte se teñía de un dulce -violeta y a trechos, un baño de perla suavizaba una tenue irrupción de -oro. Y colinas y campiñas se iban poco a poco iluminando en un aumento -progresivo de resplandor. Salía de la tierra como un vaho de vida. No -era el envenenado respirar de los pantanos pontinos, sino un aliento -sano y vivificante. Al vuelo sutil de una brisa impregnada del perfume -del campo, temblaban los céspedes ambarinos y las hojas de las anémonas -silvestres, y una fina flor áurea que enciende su estrella de fuego a la -orilla del río. Y en una barca, al amor de la corriente, seguimos, con -un amigo soñador, un rumbo sobre las aguas en que se desleían los tintes -del cielo. Un solitario pescador arreglaba una red. De los caseríos -cercanos llegaba el agudo canto del gallo. Y de pronto fué una fiesta -solar en el firmamento romano. - -El sol había roto las brumas matinales, y surgía, en su imperial pompa, -entre peñascos candentes, bajo bóvedas de rubíes vivos. El agua se tiñó -de sangre y se encendió de la oriental llamarada. La naturaleza parecía -iniciar un canto sin palabras, o con palabras íntimas que iban al -espíritu sin formularse, en la armonía de las cosas, en la comunión de -las ideas humanas con las ideas eternas que emergen en enjambre -misterioso de la misteriosa mente del mundo. - -En la ribera tiberina nos hacía señas el dueño de la rústica hostería. -Ya el humo del fogón brotaba por la chimenea, y las truchas recién -cogidas hacían chillar el aceite de las ricas olivas en la sartén -caliente. Y una joven fresca, que hacía recordar a la sierva de Horacio, -nos recibía con la más matinal de sus sonrisas, mientras ponía el mantel -del desayuno, bajo una parra cargada de racimos de uvas claras que -invitaban a hacer la experiencia del sátiro mallarmeano: chupar el jugo, -soplar en el pellejo vacío, y a través de la cápsula transparente, mirar -el sol! - - * * * * * - -Y fué un día luminoso, en la plaza del Capitolio; ya ante la larga -escalera de la iglesia de Ara Cœli, o delante del palacio Cafarelli, -entre las estatuas de Cástor y Pólux, o junto a la jaula de la loba viva -que encarna el símbolo original de la ciudad de Rómulo. He recordado, al -contemplar la estatua de Marco Aurelio, la superstición tradicional; he -visto si el simulacro se va dorando más, y si llegará de nuevo a ser -todo áureo, y así la fin del mundo llegará con el de la villa ya no -eterna sino perecedera como toda obra del hombre... - -Así llegaron los primeros pobladores de Roma, allí se sembró la primer -semilla que formaría el bosque inmenso que propaga por la tierra la -estirpe latina. - -Tendidos como representaciones fluviales, negros de tiempo, los dos ríos -de mármol de la fuente del palazzo Senatorio, el Tíber y el Nilo, oyen -continuamente el canto del cristal del agua que en la ancha pila forma -velos diamantinos y sonoros encajes, y encima, la Roma triunfante de -Covi--que Miguel Angel quisiera sustituir por un colosal -Júpiter--preside, augusta y secular. Y una paloma que se posa en un -árbol cercano, verde en la dulce estación, me recuerda que en este mismo -punto, un día de gloria, la cabeza del Petrarca fué coronada con el -laurel que tan sólo consiguen el Arte y la divina Poesía. - - - Entre Roma y Nápoles, Noviembre 1900. - -Rueda que rueda, con ruido de herramientas que se entrechocan y un -resuello penoso, el tren sigue: un largo infierno que anda. El Gibelino -lo hubiera hecho rodar por las planicies de sombra de su Infierno; así -lo piensa aquella inquietante María Barskitcheff, en sus cartas. Si -Capua no estuviera en esta vez al fin del viaje, abriendo su maravilloso -semicírculo de colinas con cruzamientos de villas al borde del mar -pensativo... Capua es por ahora Nápoles, con los primeros azules y rosas -delicados de los inviernos meridionales. - -Los últimos recuerdos de Roma que insisten, con la insinuación ya -discreta y melancólica de la distancia y de lo recientemente pasado, son -los de la capilla Sixtina. Es preciso ver la capilla Sixtina; pero es un -desacato verla sin los propios ojos, sin los personales ojos del artista -que ponen una mirada más en los colores de las telas y en las alburas de -los mármoles, fatigados del secular mariposeo de tantas pupilas. Porque -en esos sancta sanctorum del arte, se ven dos cosas: la _chef d’œuvre_ -y los ojos que la han visto: las miradas que han dejado en ellas algo de -su esencia diáfana y misteriosa. La capilla Sixtina está llena de esas -miradas, satisfechas o escépticas, o irónicas, o estáticas, o incoloras. -Desde luego la vieja mirada de los maestros que, realizada la obra, -hallaron que era buena; y las miradas de los papas, de los papas -gentiles o ascetas; y la escrutadora mirada de los amigos del artista, y -después, cuando la muerte hubo serenado todos los juicios, pulido todas -las asperezas, humanizado todas las controversias, uniformado todos los -cultos y consagrado todos los sufragios, las miradas de los -intelectuales que pasan. Todavía se disciernen en el delirante -misticismo de la transfiguración, por ejemplo, las miradas llenas de -análisis tranquilo de Taine, tan distintas de las miradas de los -espectadores de ayer, ayunas de razonamientos y de distinciones morales, -poco o nada introspectivas simplificadas de nuevo, al sol del -Renacimiento, por la majestad sencilla de la línea antigua... Porque los -ojos han hecho un inmenso y triste camino de complicación y de -complexidad desde el Renacimiento hasta estos días de esteticismo y de -connotaciones múltiples. Ya no hay un cerebro bastante puro y amplio que -vea con la mirada de un Leonardo. Han desaparecido en el juicio las -perspectivas vastas, los lineamientos tranquilos: nuestros ojos están -tristes y nuestras miradas están enfermas; y aun parece que los -inmortales cuadros y los mármoles eternos, sienten que ya no sabemos -mirarlos. Quién sabe. ¿Por qué no ha de haber en el alma inefable de un -_capolavoro_, el melancólico despecho de no ser bien mirados? ¿Por qué -el espíritu nobilísimo de las cosas bellas no ha de encogerse de -angustia ante el enfermizo reflejo de las miradas de hoy? ¿Quién se -atrevería a negar que esta tristeza no modifica al aspecto mismo, la -fisonomía, la expresión de la obra de arte? ¿Quién podría afirmar que el -Moisés de Miguel Angel, es hoy el mismo que hace doscientos años, que -antes aún, cuando el maestro que esculpía las tablas de la ley soñando -en el haz de rayos de Zeus, golpeaba con su martillo el mármol vital, -ordenándole el movimiento y la acción? - - * * * * * - -Y el tren rueda aún con su desesperante machacar de herramientas, y mis -reminiscencias le siguen jadeantes por el camino. Vuelvo a escuchar las -ambiguas voces de los castrados, complemento extraño de todo lo visto y -sentido en el milagroso santuario. Paréceme como que todos los frescos, -todos los zócalos, las bíblicas figuras de los muros laterales que -cuentan las peregrinaciones mosaicas, y los más tremendos episodios -bíblicos; las grandes figuras sedentes del profeta y de la sibila; los -nueve grandes cuadros que reproducen en la bóveda la creación del mundo; -Dios, las pitonisas, los profetas, los santos de la nueva ley; todo eso, -cantaba en la voz blanca y singular, que esta era su propia voz, su -lengua propia, el verbo misterioso que los papas habíanles dado para que -se manifestasen a la emoción de los pueblos que van en romerías a -contemplarlos. _¡Miguel Angel y su juicio!..._ Todo heroísmo de arte -lleva a una hipersensibilidad atormentadora. Acaso el arte no es una -gran tranquilidad, sino una gran angustia. Toda la literatura está ahí -para comprobarlo: El infierno sale al paso a los grandes espíritus, -llámense Homero, Virgilo, Dante, Milton o Swedenborg, llámense -Buonarroti o Rops... - -Sandro Botticelli; he ahí, la heredad del exquisito y raro, y no se -divaga por cierto el ánima de ese estremecimiento de angustia íntima que -trae consigo el deletrear todas las aristocracias de ese pincel. Porque -Botticelli no es de los que serenan; es quizá de aquellos cinco (que en -Taine son cuatro: Dante, Shakespeare, Beethoven y Miguel Angel) que -parecen de una raza aparte. Tiene un supremo privilegio, el que Víctor -Hugo halló siglos después en Baudelaire; ha creado un estremecimiento -nuevo, con una noción nueva de la expresión, que antes de él no está -condensada en parte alguna, sino difundida en las legiones de maestros -prerafaelitas, expresión de belleza convencional, o de fealdad resuelta -para algunos; pero de real belleza y armonía innegables para muchos que -llevan en el larario de sus emociones ese _coin maladif_ de que hablaba -Goncourt. Como ellos este hombre tiene una fisonomía y un sello de -poderoso individualismo; es solitario como ellos; tiene como ellos la -obra sin analogías, sin más que las lógicas analogías que ensartan en un -mismo hilo resplandeciente todas las demostraciones de un mismo arte, a -través de las épocas. ¡Cómo ansío llegar a Florencia para apacentar mis -admiraciones en el foco principal de las obras de Sandro! ¡Porque él -tiene ahí, en la ciudad dantesca, su reino, con el seráfico Fra -Angélico, aprisionador de éxtasis! Sin embargo, para hablar de la -Sixtina es preciso hablar de Botticelli, a condición de haber rezado -antes a Miguel Angel, esa alma de Dios caído ante la que rezó Taine. El -Juicio Final; sí, aquello no convierte mis apostasías ni enfervorece mi -fe; el protestante del cuento vuelto ortodoxo por obra y gracia del -_Juicio Final_, es de una conmovedora ingenuidad; por el camino de ese -cuadro se va mejor a Atenas que a Jerusalén; esas dos o trescientas -figuras que ensayan actitudes, no sugieren el _miserere mei_, sino el -himno a Phoibos Apollon: se está más cerca del nevado Olimpo, que del -trágico Josafat; más cerca de la gloria del músculo, que del aleteo -medroso de la plegaria. Es un gran escultor el que pinta, -esculturalmente (¿no hay acaso muchos pintores que esculpen cuadros? -Para no citar más que un talento moderno, ahí está Leonardo Bistolfi, -con sus monumentales bajo relieves fúnebres y su _Dolor confortado por -la memoria_.) Ha buscado Miguel Angel el agrupamiento de las figuras -curándose poco de las radiaciones sobrenaturales del cielo de los justos -y de las rojas bocanadas de hornaza del infierno de los réprobos: -quiere, ante todo, quiere grandiosamente la expresión inmortal del -cuerpo humano, la nobleza clásica del gesto; está cerca de Jove y ha -visto el fruncimiento de sus cejas y los hinchados músculos de su -diestra que blande la centella... Los tiernos colores, los dulces o -imperiosos matices, las perspectivas que ayudan al vuelo de la -imaginación moderna, el azul en que está sentado el Padre, el rosa de -las auroras de la resurrección, las policromías de los pinceles en las -manos que han mezclado colores, pero que no han labrado granitos... eso -no está aquí, no lo busquéis aquí; aquí está el relieve poderoso, aquí -está su plástica: el color que queréis está ahí en frente, mirad... El -tren acrece su estrueado bajo los cristales de una estación: el mar y -los verjeles se besan: ¡Nápoles! Hemos llegado a Nápoles. La Sixtina se -pierde en un desvanecimiento de ensueño. - - -Nápoles. - -¡Nápoles! El Vesubio es todavía una pira digna de los funerales de -Patroclo. ¿Estamos por ventura en la era cristiana? - -Se necesitaría embridar la imaginación aventurera con dura brida para -creerlo. La mañana arde mansamente en un impecable azul. He subido a las -alturas que corona el puente de San Telmo, punto clásico para las -perspectivas, a fin de _ver_ y _vencer_ antes de abismarme en ese mundo -ruidoso que gira y ríe a mis pies. Y en verdad os digo que estamos bajo -el imperio de los Augustos. Nada recuerda aquí el madero del Nazareno, -nada su religión de angustia: este sol que en pleno otoño tuesta las -rosas de Pœstum, las cuales dos veces florecen en el año, es el mismo -sol jovial que doraba la frente de Séneca. La bahía de Nápoles, -suavemente encorvada y palpitante como una seda azul sobre un inmenso -regazo, canta aún el _cum placidum ventis staret mare_, en su perpetuo -idilio con los islotes de Sirenusa, coros de las rubias oceanidas. El -azul del cielo, el histórico azul de ese cielo inmortal, se burla con su -flamante brillo, de los veinte siglos que han pasado desde que en la -dulzura piadosa del Pausílipo se acostaba para dormir su sueño eterno, -el dulce mantuano gorjeador de églogas. A su derecha la isla de Capri da -a las ondas reflejos de aventurina estriada de oro vivo y se aduerme en -la misma ociosidad que le valió el mote de Augusto. - -A la izquierda, desde _capo del monte_ hasta el cono poblado de mitos -del Vesubio, las montañas de voluptuosas o ásperas ondulaciones engastan -sus moles en el zafiro inconmensurable. Enfrente, Castellamare y -Sorrento; ¡Sorrento! cuya sangre divina no corre ya por las venas del -mundo para letificarlos, como corre ahora ese - - Insípido brebaje de cebada - -anatematizado por Menéndez Pelayo, Sorrento, cuyo vino luminoso inspira -la _Jerusalén libertada_. - -Y un poeta me dijo: - ---Una peregrinación se impone aún, después del beso placentero que la -mirada envía a todo ese paisaje pintado por los afables dioses: vamos a -rezar un exámetro a la tumba de Virgilio, situada sobre la vertiente de -la gruta del Pausílipo y después a seguir respirando paganismo en la -hirviente ciudad: paganismo desde luego en el _Museo borbónico_ que -encierra toda la resurrección pompeyana: vasos, ánforas, lacrimatorios, -tinteros, estiletes, lámparas, candelabros, buclineos _speculums_ en -cuya agua muerta parecen aún flotar, como extraños lotos, los rostros de -las patricias que en ella se contemplaron; paganismo en las vías -resonantes de una muchedumbre que parece hiperestesiada por la vida, que -la absorbe a enormes tragos, que tiene a Dionisio en los labios y a San -Jenaro en el corazón, invirtiendo frecuentemente los nombres. He aquí a -la bien amada de Lúculo, de Mario, de Pompeyo y de Plinio que la -reconocerían en su tocado y en su risa... He aquí a la reina de las -divinas galeras, atareada como para recibir los marfiles de Cartago. He -aquí a la novia de César, coronada de mirtos. Jove Capitolino extiende -aún hasta este refugio de delicias la piedad de su sombra; los dioses -resucitan diariamente al surgir como una discreta apoteosis la aurora -sobre la mansedumbre especular del golfo. Se comprende aquí la -resistencia al cristianismo, la taimada protesta del meridional epicúreo -y jovial a una ley de tristeza y de mortificación: Un Dios nuevo, _¿â -quoi bon?_ si los viejos no han dejado de ser buenos. ¿Vale este -doliente hombre coronado de espinas por aquellos radiantes silenos -coronados de parra? ¿Qué papel puede desempeñar la Providencia cristiana -en un pueblo que mendiga el azar? ¿A qué pensar en las delicias de una -gloria cuyo precio es la oblación y d martirio, cuando llegan hasta -nosotros los alientos aromatizados de Misena, de Cumas, de Baya Caras a -Nerón, de Prócida y de Ischia? ¿Por ventura ese cielo que promete el -crucificado será más azul que el ciclo del Mediodía? ¿Las delicias de -ese empireo nuevo igualarán al beso que al incendiarse las púrpuras de -la tarde pone el pescador en la boca de la pálida pescadora? ¿Los -ángeles tienen acaso los inmensos ojos luminosos de estas mujeres -doctoras del amor? ¡La tortura, el martirio! ¿para qué si la vida está -llena de sol, si huelen tan bien las flores de los naranjos y el obscuro -vino tiene aún el secreto de las risas de los dioses? Y Cristo tendió -mucho tiempo sus brazos hacia esta otra Jerusalén del placer y quiso -ampararla bajo sus alas como la gallina a sus polluelos, pero la -Jerusalén del placer era esquiva y levantisca. Vanamente se extendieron -esos brazos mucho tiempo, y al fin la bacante cayó en ellos. Pero siguió -su danza loca y su loca risa; cambió sólo la letra de la tarantela, se -juraba por Cristo, pero se seguía jurando _per Baco_, y la superstición -reemplazaba a las pitonisas y la sangre hirviente de San Jenaro a la -hirviente espuma de la Sibila de Cumas. - -Esto que pasaba en el reinado de Constantino el Grande lo propio que en -el reinado de Nerón, pasa aún bajo el poder de Víctor Manuel III. La -impenitente grita y ríe en mi rededor como en las saturnales: nada ha -cambiado, la cruz abre estérilmente sus brazos sobre la perenne -apostasía de las vidas: Cephas no ha podido asentar sus sillares al -borde del Golfo que vió las sirenas; y los Olímpicos llamean y detonan -como dueños absolutos sobre la conflagración perpetua del Vesubio. - -Nápoles está por Zeus contra el Cristo. - -[imagen] - - - - -INDICE - - - _Páginas._ - -EN PARÍS - -En París 11 - -El viejo París 27 - -En el Gran Palacio 33 - -La casa de Italia 41 - -Los anglosajones 51 - -Rodín 69 - -Oom Paul 85 - -La nueva Jerusalén 95 - -Purificaciones de la piedad 105 - -Noel parisiense 113 - -Mais quelqu’un troubla la fête 121 - -Reflexiones del Año Nuevo parisiense 133 - - -DIARIO DE ITALIA - -Turín 143 - -Génova 161 - -Pisa 169 - -Roma 195 - - [imagen: - - Acabóse - de imprimir - este libro en - Madrid, en la - TIPOGRAFÍA YAGÜES - el día xxix - de Julio - del año - mcmxviii] - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of Peregrinaciones, by Rubén Darío - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PEREGRINACIONES *** - -***** This file should be named 51870-0.txt or 51870-0.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/1/8/7/51870/ - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions -will be renamed. - -Creating the works from public domain print editions means that no -one owns a United States copyright in these works, so the Foundation -(and you!) can copy and distribute it in the United States without -permission and without paying copyright royalties. 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Redistribution is -subject to the trademark license, especially commercial -redistribution. - - - -*** START: FULL LICENSE *** - -THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE -PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK - -To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free -distribution of electronic works, by using or distributing this work -(or any other work associated in any way with the phrase "Project -Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project -Gutenberg-tm License (available with this file or online at -http://gutenberg.org/license). - - -Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm -electronic works - -1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm -electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to -and accept all the terms of this license and intellectual property -(trademark/copyright) agreement. 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It exists -because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from -people in all walks of life. - -Volunteers and financial support to provide volunteers with the -assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's -goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will -remain freely available for generations to come. In 2001, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure -and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations. -To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation -and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 -and the Foundation web page at http://www.pglaf.org. - - -Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive -Foundation - -The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit -501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the -state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal -Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification -number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at -http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent -permitted by U.S. federal laws and your state's laws. - -The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S. -Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered -throughout numerous locations. Its business office is located at -809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email -business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact -information can be found at the Foundation's web site and official -page at http://pglaf.org - -For additional contact information: - Dr. Gregory B. Newby - Chief Executive and Director - gbnewby@pglaf.org - - -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide -spread public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. - -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. Compliance requirements are not uniform and it takes a -considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up -with these requirements. We do not solicit donations in locations -where we have not received written confirmation of compliance. To -SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any -particular state visit http://pglaf.org - -While we cannot and do not solicit contributions from states where we -have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition -against accepting unsolicited donations from donors in such states who -approach us with offers to donate. - -International donations are gratefully accepted, but we cannot make -any statements concerning tax treatment of donations received from -outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff. - -Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation -methods and addresses. Donations are accepted in a number of other -ways including checks, online payments and credit card donations. -To donate, please visit: http://pglaf.org/donate - - -Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic -works. - -Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm -concept of a library of electronic works that could be freely shared -with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project -Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support. - - -Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed -editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S. -unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily -keep eBooks in compliance with any particular paper edition. - - -Most people start at our Web site which has the main PG search facility: - - http://www.gutenberg.org - -This Web site includes information about Project Gutenberg-tm, -including how to make donations to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to -subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks. diff --git a/old/51870-0.zip b/old/51870-0.zip Binary files differdeleted file mode 100644 index 6b3cd68..0000000 --- a/old/51870-0.zip +++ /dev/null diff --git a/old/51870-h.zip b/old/51870-h.zip Binary files differdeleted file mode 100644 index 33e19df..0000000 --- a/old/51870-h.zip +++ /dev/null diff --git a/old/51870-h/51870-h.htm b/old/51870-h/51870-h.htm deleted file mode 100644 index 95ad0f1..0000000 --- a/old/51870-h/51870-h.htm +++ /dev/null @@ -1,6390 +0,0 @@ -<!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" -"http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> - -<html xmlns="http://www.w3.org/1999/xhtml" lang="es" xml:lang="es"> - <head> <link rel="coverpage" href="images/cover.jpg" /> -<meta http-equiv="Content-Type" content="text/html;charset=utf-8" /> -<title> - The Project Gutenberg eBook of Peregrinaciones, por Rubén Darío. -</title> -<style type="text/css"> - p {margin-top:.2em;text-align:justify;margin-bottom:.2em;text-indent:4%;} - -.c {text-align:center;text-indent:0%;} - -.cb {text-align:center;text-indent:0%;font-weight:bold;} - -.red {color:#68261A;} - -.cbhead {text-align:center;text-indent:0%;font-weight:bold; -font-size:150%;} - -.rhead {text-align:right;text-indent:0%;font-weight:bold; -margin-right:2%; -font-size:120%;font-family:sans-serif, serif;} - -.imgrt {text-align:right;margin:auto 5% auto auto;} -.imgrt10 {text-align:right;margin:auto 10% auto auto;} - -.ul {text-decoration:underline;} - -.enlargeimage {margin: 0 0 0 0; text-align: center; border: none;} - @media print, handheld -{.enlargeimage - {display: none;} - } - -.lettre {font-size:250%;float:left;margin-top:-.7%;} - @media print, handheld - { .letra - {font-size:150%;} - } - -.nind {text-indent:0%;} - -.r {text-align:right;margin: 2% 5% auto 2%;} - @media print, handheld - {.r - {page-break-before:always;} - } - -.rt {text-align:right;} - -small {font-size: 70%;} - -big {font-size: 160%;} - - h1 {margin-top:5%;text-align:center;clear:both;} - - h2 {margin-top:5%;text-align:center;clear:both;font-size: 160%;} - - h3 {margin-top:4%;margin-bottom:2%;text-align:center;clear:both; - font-size:160%;font-family: serif;} - - h4 {margin:4% auto 2% auto;text-align:center;clear:both; -font-family:serif;} - - hr {width:90%;margin:2em auto 2em auto;clear:both;color:black;} - - hr.full {width: 50%;margin:5% auto 5% auto;border:4px double gray;} - - table {margin-top:2%;margin-bottom:2%;margin-left:auto;margin-right:auto;border:none;} - -th {padding:.5em;} - - body{margin-left:4%;margin-right:6%;background:#ffffff;color:black;font-family:"Times New Roman", serif;font-size:medium;} - -a:link {background-color:#ffffff;color:blue;text-decoration:none;} - - link {background-color:#ffffff;color:blue;text-decoration:none;} - -a:visited {background-color:#ffffff;color:purple;text-decoration:none;} - -a:hover {background-color:#ffffff;color:#FF0000;text-decoration:underline;} - -.smcap {font-variant:small-caps;font-size:100%;} - - img {border:none;} - -.bbox {border:solid 3px black;margin: auto auto;max-width:25em;} - -.figcenter {margin-top:3%;margin-bottom:3%;clear:both; -margin-left:auto;margin-right:auto;text-align:center;text-indent:0%;} - @media print, handheld - {.figcenter - {page-break-before: avoid;} - } - -div.poetry {text-align:center;} -div.poem {font-size:90%;margin:auto auto;text-indent:0%; -display: inline-block; text-align: left;} -.poem .stanza {margin-top: 1em;margin-bottom:1em;} -.poem span.i0 {display: block; margin-left: 0em; padding-left: 3em; text-indent: -3em;} -.poem span.i3 {display: block; margin-left: 3em; padding-left: 3em; text-indent: -3em;} - -.pagenum {font-style:normal;position:absolute; -left:95%;font-size:55%;text-align:right;color:gray; -background-color:#ffffff;font-variant:normal;font-style:normal;font-weight:normal;text-decoration:none;text-indent:0em;} -@media print, handheld -{.pagenum - {display: none;} - } - -</style> - </head> -<body> - - -<pre> - -The Project Gutenberg EBook of Peregrinaciones, by Rubén Darío - -This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with -almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org/license - - -Title: Peregrinaciones - Obras Completas Vol. XII - -Author: Rubén Darío - -Illustrator: Enrique Ochoa - -Release Date: April 26, 2016 [EBook #51870] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PEREGRINACIONES *** - - - - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - - - - - -</pre> - -<hr class="full" /> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/cover.jpg" width="319" height="500" alt="" title="" /> -</div> - -<h1>PEREGRINA-<br />CIONES</h1> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_001" id="page_001"></a>{1}</span></p> - -<p class="c"><img src="images/illus-001.png" -width="100" -height="150" -alt="" - /></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_002" id="page_002"></a>{2}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-002.png" width="332" height="500" alt="Rubén Dario" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_003" id="page_003"></a>{3}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-003.jpg" width="322" height="500" alt="RUBÉN -DARÍO" /></div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_004" id="page_004"></a>{4}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_005" id="page_005"></a>{5}</span><br /> -<span style="margin-left: 2em;"><img src="images/illus-004.png" width="50" height="67" alt="" title="" /></span> -<br /> -<b>ES PROPIEDAD</b></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-005.png" width="323" height="500" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_006" id="page_006"></a>{6}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_007" id="page_007"></a>{7}</span></p> - -<div class="bbox"> -<p class="cbhead"> -<big><big><span class="red">P</span></big>EREGRINA-<br />CIONES</big><br /> -<br /> -<small>POR</small><br /> -<br /> -<span class="smcap"><span class="red">R</span>ubén <span class="red">D</span>arío</span><br /> -<br /> -<small>ILUSTRACIONES</small><br /> - -<small><small>DE</small></small><br /> - -<span class="smcap"><span class="red">E</span>nrique <span class="red">O</span>choa</span><br /> -<br /> -<img src="images/illus-007.png" -width="100" -height="114" -alt="" - /> -<br /> -<small>VOLUMEN XII<br /> -DE LAS OBRAS COMPLETAS<br /> - -ADMINISTRACIÓN:<br /> -EDITORIAL «MUNDO LATINO»<br /> - -MADRID</small></p> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_008" id="page_008"></a>{8}</span></p> -<table border="2" cellpadding="10" cellspacing="0" summary=""> -<tr><td class="c"><a href="#INDICE">AL INDICE</a></td></tr> -</table> -<p><span class="pagenum"><a name="page_009" id="page_009"></a>{9}</span></p> - -<h2><a name="EN_PARIS" id="EN_PARIS"></a>EN PARIS</h2> - -<p class="c"><img src="images/illus-009.png" -width="100" -height="148" -alt="" /></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_010" id="page_010"></a>{10}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_011" id="page_011"></a>{11}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="EN_PARIS2" id="EN_PARIS2"></a>EN PARÍS</h3> - -<p class="imgrt"><img src="images/illus-011.png" -width="40" -height="39" -alt="" /></p> - -<h4><a name="I" id="I"></a>I</h4> - -<p class="r"> -París, 20 de Abril de 1900.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-e.png" -width="80" -height="82" -alt="E" -/></span>N el momento en que escribo la vasta feria está ya abierta. Aun falta -la conclusión de ciertas instalaciones: aun dar una vuelta por el enorme -conjunto de palacios y pabellones es exponerse a salir lleno de polvo. -Pero ya la ola repetida de este mar humano ha invadido las calles de esa -ciudad fantástica que, florecida de torres, de cúpulas de oro, de -flechas, erige su hermosura dentro de la gran ciudad.</p> - -<p>Hay parisienses de París que dicen que los parisienses se van lejos al -llegar esta invasión del mundo; yo sólo diré que las parisienses -permanecen, y entre los grupos de <i>english</i>, entre los blancos -albornoces árabes, entre los rostros amarillos del Extremo Oriente, -entre las faces bronceadas de las Américas latinas, entre la confusión -de razas que hoy se agitan en París, la fina y bella y fugaz silueta de -las mujeres más encantadoras de la tierra, pasa. Es el instante en que -empieza el inmenso movimiento. La obra está realizada y París <i>ve</i> que -es buena. Quedará,<span class="pagenum"><a name="page_012" id="page_012"></a>{12}</span> por la vida, en la memoria de los innumerables -visitantes que afluyen de todos los lugares del globo, este conjunto de -cosas grandiosas y bellas en que cristaliza su potencia y su avance la -actual civilización humana.</p> - -<p>Visto el magnífico espectáculo como lo vería un águila, es decir, desde -las alturas de la torre Eiffel, aparece la ciudad fabulosa de manera que -cuesta convencerse de que no se asiste a la realización de un ensueño. -La mirada se fatiga, pero aun más el espíritu ante la perspectiva -abrumadora, monumental. Es la confrontación con lo real de la impresión -hipnagógica de Quincey. Claro está que no para todo el mundo, pues no -faltará el turista a quien tan sólo le extraiga tamaña contemplación una -frase paralela al famoso: <i>Que d’eau!</i> A la clara luz solar con que la -entrada de la primavera gratifica al cielo y suelo de París, os -deslumbra, desde la eminencia, el panorama.</p> - -<p>Es la agrupación de todas las arquitecturas, la profusión de todos los -estilos, de la habitación y el movimiento humanos; es Bagdad, son las -cúpulas de los templos asiáticos; es la Giralda esbelta y ágil de -Sevilla; es lo gótico, lo románico, lo del renacimiento; son «el color y -la piedra» triunfando de consuno; y en una sucesión que rinde, es la -expresión por medio de fábricas que se han alzado como por capricho para -que desaparezcan en un instante de medio año, de cuanto puede el hombre -de hoy, por la fantasía, por la ciencia y por el trabajo.</p> - -<p>Y el mundo vierte sobre París su vasta corriente<span class="pagenum"><a name="page_013" id="page_013"></a>{13}</span> como en la concavidad -maravillosa de una gigantesca copa de oro. Vierte su energía, su -entusiasmo, su aspiración, su ensueño, y París todo lo recibe y todo lo -embellece cual con el mágico influjo de un imperio secreto. Me -excusaréis que a la entrada haya hecho sonar los violines y trompetas de -mi lirismo; pero París ya sabéis que bien vale una misa, y yo he vuelto -a asistir a la misa de París, esta mañana, cuando la custodia de Hugo se -alzaba dorando aún más el dorado casco de los Inválidos, en la alegría -franca y vivificadora de la nueva estación.</p> - -<p>Una de las mayores virtudes de este certamen, fuera de la apoteosis de -la labor formidable de cerebros y de brazos, fuera de la cita fraterna -de los pueblos todos, fuera de lo que dicen al pensamiento y al culto de -lo bello y de lo útil, el arte y la industria, es la exaltación del gozo -humano, la glorificación de la alegría, en el fin de un siglo que ha -traído consigo todas las tristezas, todas las desilusiones y -desesperanzas. Porque en esta fiesta el corazón de los pueblos se -siente, en una palpitación de orgullo, y el pensador y el trabajador ven -su obra, y el vidente adivina lo que está próximo, en días cuyos pasos -ya se oyen, en que ha de haber en las sociedades una nueva luz y en las -leyes un nuevo rumbo y en las almas la contemplación de una aurora -presentida. Pues esta celebración que vendrán a visitar los reyes, es la -más victoriosa prueba de lo que pueden la idea y el trabajo de los -pueblos. Los pabellones, las banderas, están juntos, como los -espíritus.<span class="pagenum"><a name="page_014" id="page_014"></a>{14}</span> Se alzan como estrofas de alados poemas las fábricas -pintorescas, majestuosas, severas o risueñas que han elevado, en cantos -plásticos de paz, las manos activas. Y todas las razas llegan aquí como -en otros días de siglos antiguos acudían a Atenas, a Alejandría, a Roma. -Llegan y sienten los sordos truenos de la industria, ruidos vencedores -que antes no oyeron las generaciones de los viejos tiempos; el gran -temblor de vida que en la ciudad augusta se percibe, y la dulce voz de -arte, el canto de armonía suprema que pasa sobre todo en la capital de -la cultura. Dicen que invaden los yanquis; que el influjo de los -bárbaros se hace sentir desde hace algún tiempo. Lo que los bárbaros -traen es, a pesar de todo, su homenaje a la belleza precipitado en -dólares. El ambiente de París, la luz de París, el espíritu de París, -son inconquistables, y la ambición del hombre amarillo, del hombre rojo -y del hombre negro, que vienen a París, es ser conquistados. En cuanto a -la mayoría que de los cuatro puntos cardinales se precipita hoy a la -atrayente feria, merece un capítulo de psicología aparte, que quizá -luego intente.</p> - -<p>Más grande en extensión que todas las exposiciones anteriores, se -advierte desde luego en ésta la ventaja de lo pintoresco. En la del 89 -prevalecía el hierro—que hizo escribir a Huysmans una de sus más -hermosas páginas—; en ésta la ingeniería ha estado más unida con el -arte; el color, en blancas arquitecturas, en los palacios grises, en los -pabellones de distintos aspectos, pone su nota, sus matices,<span class="pagenum"><a name="page_015" id="page_015"></a>{15}</span> y el -«cabochon» y los dorados, y la policromia que impera, dan por cierto, a -la luz del sol o al resplandor de las lámparas eléctricas, una repetida -y variada sensación miliunanochesca.</p> - -<p>La vista desde la Explanada de los Inválidos es de una grandeza -soberbia; una vuelta en el camino que anda, es hacer un viaje a través -de un cuento, como un paseo por el agua en uno de los rápidos -vaporcitos.</p> - -<p>No hay que imaginarse que en cada una de las construcciones surja una -nueva revelación artística, por otra parte. Notas originales hay pocas, -pero las hay, ante las grandes combinaciones de arquitectos que han -procurado «deslumbrar» a la muchedumbre. Los palacios de los Campos -Elíseos—el Petit Palais y el Grand Palais—son verdaderas inspiraciones -de la más elegante y atrayente masonería; la Puerta Monumental es un -hallazgo, de una nota desusada, aunque la afea a mi entender la figura -pintiparada de la parisiense, que parece concebida en su intento -simbólico para <i>reclame</i> de un modisto, y cuyo «modernismo» tan atacado -por algunos críticos y tan defendido por otros, francamente, no -entiendo. La calle de las Naciones aglomera sus vistosas fábricas en la -orilla izquierda del Sena, y presenta, como sabéis, a los ojos, que se -cansan, la multiplicidad de los estilos y el contraste de los -caracteres. «Carácter», propiamente entre tanta obra, lo tienen pocas, -como lo iremos viendo paso a paso, lector, en las visitas en que has de -acompañarme; pues unos arquitectos han reproducido sencillamente<span class="pagenum"><a name="page_016" id="page_016"></a>{16}</span> -edificios antiguos, y otros han recurrido a profusas combinaciones y -mezclas que hacen de la fábrica el triunfo de lo híbrido.</p> - -<p>El conjunto, en su unidad, contiene bien pensadas divisiones, -facilitando así el orden en la visita y observación. El lado del -Trocadero, el de los Campos Elíseos, el de la Explanada de los -Inválidos, el de la orilla izquierda del Sena, el de la orilla derecha y -el del Campo de Marte, son puntos diversos con sus particularidades -especiales y diferentes atractivos, y, vínculo principal entre orilla y -orilla del río, tiende su magnífico arco, custodiado por sus cuatro -pegasos de oro y adornado por sus carnales náyades de bronce, el puente -Alejandro III. La unión total, la mágica villa de muros de madera, tiene -treinta y seis entradas además de la puerta colosal de Binet, y las dos -que, llamadas de honor, se abren en el comienzo de la avenida Nicolás -II. Por todas partes hallan su gloria los ojos, con verdores de árboles, -gracia de líneas y de formas, brillo de metales, blancuras y oros de -estatuas, muros, domos, columnas, fino encanto de mosaicos, perspectivas -de jardines, y, circulando por Babel, toda ella una sonrisa, la flor -viviente de París.</p> - -<p>He aquí la gran entrada por donde penetraremos, lector, la puerta -magnífica que rodeada de banderas y entre astas elegantes que sostienen -grandes lámparas eléctricas, es en su novedad arquitectural digna de ser -contemplada; admírese la vasta cúpula, la arcada soberbia, la labor de -calado, y la decoración, y evítese el pecado de Moreau-Vauthier, la<span class="pagenum"><a name="page_017" id="page_017"></a>{17}</span> -señorita peripuesta que hace equilibrio sobre su bola de billar. ¿Es que -este escultor ha querido lanzar a su manera el <i>ohé! les grecs, faudraît -voir!</i> de George D’Esparbes? Pues ha fracasado lamentablemente.</p> - -<p>Eso no es arte, ni símbolo, ni nada más que una figura de cera para -vitrina de confecciones. La maravillosa desnudez de las diosas, es la -única que, besada por el aire y bañada de luz, puede erguirse en la -coronación de un monumento de belleza. Sin llegar a la afirmación de -Goethe: «el arte empieza en donde acaba la vida», los que alaban esa -estatua por lo que tiene de realismo y de actualidad, deberían -comprender que la ciudad de París, no puede simbolizarse en una figura -igual a la de Yvette Guilbert o mademoiselle de Pougy.</p> - -<p>¡Por Dios! La ciudad de París tiene una corona de torres, y tal -aditamento descompondría los tocados de las amables niñas locas de su -cuerpo.</p> - -<p>La moda parisiense es encantadora: pero todavía lo mundano moderno no -puede sustituir en la gloria de la alegoría o del símbolo a lo -consagrado por Roma y Grecia...</p> - -<p>Es hermoso y real lo hecho por Guillot en cambio. Ha puesto en el friso -del Trabajo, las figuras de los trabajadores; y su idea y su obra son -buenas y plausibles; así se da, aunque sea en pequeña parte, la suya, a -los albañiles, a los carpinteros, a los hombres de los oficios que con -sus manos han puesto fin al pensamiento y los cálculos de artistas e -ingenieros. Por la noche es una impresión fantasmagórica<span class="pagenum"><a name="page_018" id="page_018"></a>{18}</span> la que da la -blanca puerta con sus decoraciones de oro y rojo y negro y sus miles de -luces eléctricas que brotan de los vidrios de colores. Es la puerta de -entrada de un país de misterio y de poesía habitado por magos. -Ciertamente, en toda alma que contempla estas esplendorosas <i>féeries</i> se -despierta una sensación de infancia. Bajo la cúpula se detienen los -visitantes; y el hindú pensará en míticas pagodas y el árabe soñará con -Camarazalmanes y Baduras; y todo el que tenga un grano de imaginación -creerá entrar en una inaudita Basora. Y allí está Isis sin velo. Es la -Electricidad, simbolizada en una hierática figura; aquí lo moderno de la -conquista científica se junta a la antigua iconoplastía sagrada, y la -diosa sobre sus bobinas, ceñida de joyas raras como de virtudes -talismánicas, con sus brazos en un gesto de misterio, es de una -concepción serena y fuerte. Hay en ella la representación de la -naturaleza, la elevación de la fuerza en tranquila actitud, y el arcano -de esa propia forma de fuerza que apareció lo mismo en las cumbres del -Sinaí mosaico que en las sorpresas de Edison o en las animaciones -luminosa de Lumière. ¡Admirable centinela de entrada! La gente pasa, -pasa, invade el recinto, se detiene bajo los tres arcos unidos -triangularmente, mientras en lo alto, hacia la plaza de la Concordia, -sobre el barco de la <i>Caput Galliæ</i>, el gallo simbólico lanza al -horizonte el más orgulloso cocoricó que puede enarcar su cuello.</p> - -<p>La gente pasa, pasa. Se oye un rumoroso parlar babélico y un ir y venir -creciente. Allí va la familia<span class="pagenum"><a name="page_019" id="page_019"></a>{19}</span> provinciana que viene a la capital como a -cumplir un deber; van los parisienses, desdeñosos de todo lo que no sea -de su circunscripción; van el ruso gigantesco y el japones pequeño; y la -familia ineludible, <i>hélas!</i>, inglesa, guía y plano en mano; y el chino -que no sabe qué hacer con el sombrero de copa y el sobretodo que se ha -encasquetado en nombre de la civilización occidental; y los hombres de -Marruecos y de la India con sus trajes nacionales; y los notables de -Hispano-América y los negros de Haití que hablan su francés y gestean, -con la creencia de que París es tan suyo como Port-au-Prince. Todos -sienten la alegría del vivir y del tener francos para gozar de Francia.</p> - -<p>Todos admiran y muestran un aire sonriente. Respiran en el ambiente más -grato de la tierra; al pasar la puerta enorme, se entregan a la -sugestión del hechizo. Desde sus lejanos países, los extranjeros habían -soñado en el instante presente. La predisposición general es el admirar. -¿A qué se ha venido, por qué se ha hecho tan largo viaje sino para -contemplar maravillas? En una exposición todo el mundo es algo <i>badaud</i>. -Se nota el deseo de ser sorprendido. Algo que aisladamente habría -producido un sencillo agrado, aquí arranca a los visitantes los más -estupendos <i>¡ah!</i> Y en las corrientes de viandantes que se cruzan, los -inevitables y siempre algo cómicos encuentros: <i>¡Tú por aquí! ¡Mein -Herr! ¡Caríssimo Tomasso!</i> Y cosas en ruso, en árabe, en kalmuko, en -malgacho, ¡y qué sé yo! Y entre todo, ¡oh, manes del señor de -Graindorge! una figurita se<span class="pagenum"><a name="page_020" id="page_020"></a>{20}</span> desliza, <i>fru, fru, fru</i>, hecha de seda y -de perfume; y el malgacho y el kalmuko, y el árabe, y el ruso, y el -inglés, y el italiano, y el español, y todo ciudadano de Cosmópolis, -vuelven inmediatamente la vista: un relámpago les pasa por los ojos, una -sonrisa les juega en los labios. Es la parisiense que pasa. Allá, muy -lejos, en su smalah, en su estancia, en su bosque, en su clima ardoroso -o frígido, el visitante había pensado largo tiempo en la Exposición, -pero también en la parisiense. Hay en todo forastero, en todo el que ha -llegado, la convicción de que ella es el complemento de la prestigiosa -fiesta. Y los manes del señor de Graindorge vagan por aquí complacidos.</p> - -<p>La muchedumbre pasa, pasa. Deja el magnífico parasol de la cúpula, y -entra ya en la villa proteiforme y políglota. Es la primavera. Los -árboles comienzan a sentir su nuevo gozo, y, con ademanes de dicha -tienden a la luz sus hojas recién nacidas. Una onda de perfumes llega. -Es el palacio de las flores, son los jardines cercanos. Y pues es la -pascua de las flores, a las flores el principio. Después, a medida de lo -fortuito, sin preconcebido plan, iremos viendo, lector, la serie de -cosas bellas, enormes, grandiosas y curiosas.<span class="pagenum"><a name="page_021" id="page_021"></a>{21}</span></p> - -<h4>II</h4> - -<p class="r"> -Abril de 1900.<br /> -</p> - -<p>«On n’a jamais admiré une rose parce qu’elle ressemble á une femme; mais -on admire une femme parce qu’elle ressemble á une rose.» Esta admirable -frase de un maestro de estética ha venido a mi pensamiento al sentir en -el palacio de la Horticultura y de la Arboricultura el suave encanto -floral de tanta exquisita colaboración de la naturaleza y del hombre -como se expone en mazos, girándulas, ramilletes, cestos y plantíos. Y he -recordado también al loco admirable que se enamoró de una flor y -mantenía por ella la pasión que se concibe únicamente por una mujer. A -la entrada de la exposición por la puerta monumental, ya se impone la -habilidad y el gusto de los modernos La Quintinil, en la ordenada gracia -de las arboledas, en la avenida elegante y noblemente decorativa, los -«parterres» con sabiduría dispuestos, y los macizos de flores nuevas que -exteriorizan como el gozo y la sonrisa de la tierra. La caricia de la -recién llegada primavera lustra las hojas de los castaños, aterciopela -los céspedes, pone como un deseo de expansión amorosa en tanta corola -fina y fresca. Aquí se ha vertido el tesoro de las <i>serres</i>, la riqueza -florida de Longchamps, del<span class="pagenum"><a name="page_022" id="page_022"></a>{22}</span> Parc des Princes, de Auteuil, aumentando el -acervo de la capital; y en los soberbios jardines de los Campos Elíseos, -poetas de la jardinería han recurrido a sus clásicos, y con ellos y la -inventiva o inspiración propia, han llevado a cabo poemas que habrían -deleitado a Poe, quien, como sabéis, consideraba este oficio, de dulzura -y de paciente ejecución, como una de las Bellas Artes.</p> - -<p>Árboles extranjeros, frondosas pawlonias, copudos árboles de Francia, -ofrecen sombra y meditación; y los soñadores chorros de agua—tan dulces -bajo la luna y en Verlaine—hacen sus juegos y cantan tenuemente versos -versalleses.</p> - -<p>Mas en el palacio de las flores, que está a la orilla del río, se -entroniza la esplendidez de esas bellas y delicadas cosas, de modo que -no dejan que se aparte la mirada de su varia maravilla y de su tentadora -gracia. Los tres <i>serres</i> en combinación triangular encierran la vasta -joyería perfumada. Llega el sol como a través de un velo de opaca -muselina, de manera que no ofenda tanta fragilidad de color, ni -disminuya el encanto de las medias tintas. En este pequeño imperio -creería verse un revuelo de pájaros y amores. Los amores pasan, al lado -de sombreros claros y de trajes que son labores artísticas; los -sombreros sobre cabezas que se armonizan divinamente con las flores: los -trajes, producto de las tijeras y agujas más pinpleas, revelando -exquisitas músicas de líneas y de formas. Y se me antoja pensar que la -frase ruskiniana traducida por Sizeranne, bien pudiera volverse del -revés: «On n’a jamais<span class="pagenum"><a name="page_023" id="page_023"></a>{23}</span> admiré une femme parce qu’elle ressemble à une -rose; mais on admire une rose parce qu’elle ressemble á une femme.»</p> - -<p>Grato deliquio de los ojos, hay ya una explosión de rosas rojas, ya un -grupo exuberante de rosas blancas; un derrame de tintas violetas, o la -sutil sordina de las lilas, las paletas desfallecientes, la gradación -casi imperceptible de las suavísimas coloraciones. La preciosa <i>misa de -las flores</i> de Gutiérrez Nájera y antes de Víctor Hugo, me canta en el -alma. Atraen las flores que se asemejan a niñas enfermizas, flores -delicadas, para vasos venecianos—ciertos vasos que según Mauclair son -seres vivientes—un casi desvanecido género de violetas casi blancas; -ciertas pálidas mimosas; lirios de una celeste anemia, o las anémonas -que sueñan, y tienen por obra del consonante, entre las flores amorosas, -su moro de Venecia.</p> - -<p>Enormes, enormísimas rosas, de un rojo veroniano, instalan los anchos -vuelos de sus trajes purpúreos. Los lises se erigen en la <i>rêverie</i> de -invisibles anunciaciones; y los tulipanes de color, y los tulipanes -cremas y blancos, tienen en los pétalos entreabiertos como una -sensualidad labial. Las flores triunfan, las flores expresan delicias -primitivas, a través de los tiempos y de «las avalanchas de oro del -viejo azul» que promulga el celeste verso de Mallarmé. Luego son las -flores extrañas, de jardineros simbolistas y decadentes, de señoritas -Boticelli, de poetas malignos y de mister Chamberlain. Entre la -orquestación de todos los perfumes, las orquídeas<span class="pagenum"><a name="page_024" id="page_024"></a>{24}</span> lanzan sus notas -enervadoras. Con sus nombres de venenos exhiben sus extraordinarias -formas, Aroideas, guarias, alocasias, el anthurium colombiano, -cipripedium, toda la flora propicia a Des Esseintes, semejantes a -objetos, a animales, aun a mujeres; lisas o vellosas y arrugadas, -caracolares o atirabuzonadas, metálicas o sedosas, casi hediondas, o de -perfume femenino, como bocas de víboras o como corsés, orgullosas, -pomposas, provocantes, obscenas, en la más inaudita polimorfia, en la -variedad extravagante extraída, se diría de los lugares secretos, de los -senos ocultos de la naturaleza vegetal. Detenerme más en análisis y -nomenclaturas sería repetir a Huysmans, o recurrir a los formidables -inventarios zolescos, caros a la literatura Roret. Pero he de recordar -una visión obsesionante, un iris casi marchito, cuya expresión -verdaderamente animada pugnaba por traducir a los ojos del artista, no -sé qué misterios de esos mundos herméticos en que las relaciones de -forma, y de color y de ademán tienen una clave en ocasiones casi -adivinada por el comprensivo y por el poeta. Era una flor con faz -<i>propia</i>, y cuyo retrato habría hecho a maravilla una de estas dos -inquietantes pintoras: madame Bonemin, o madame Louise Desborde, la -Rachilde del pincel. La onda de aromas pesa por fin entre tanta -exhalación distinta, a modo de llegar a causar opresión o mareo. Busco -una salida para ir a respirar el aire de afuera, y a contemplar la -orilla izquierda del Sena, que se divisa mágicamente por los vidrios; y -se presentan a mi imaginación, como en una<span class="pagenum"><a name="page_025" id="page_025"></a>{25}</span> galería pintada por un -pintor de ensueños, en</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">La terre jeune encore et vierge de désastres,<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">las faces de flores mallarmeanas: la gladiola fiera, el rojo laurel, el -jacinto, y, «semejante a la carne de la mujer, la rosa cruel, Herodías -en flor del jardín claro regado por una sangre feroz y radiante»; y el -lirio «de blancura que solloza»...</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Hosannah sur le cistre et sur les encensoirs<br /></span> -<span class="i0">Notre Père. Hosannah du jardin de nos Limbes!<br /></span> -<span class="i0">Et finisse l’écho par les mystiques soirs,<br /></span> -<span class="i0">Extase des regards, scintillement des nimbes!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Mas en el gran departamento del fondo me llama otro espectáculo: y lo -primero, las patatas. En cestitos, o en grandes montones, las hay de -todas clases. La patatita <i>mignone</i>, flor de Parmentier, que me parece -más comparable a <i>l’orteil du séraphin</i> que <i>le divin laurier</i> del poeta -esotérico; la patata enorme, que una sola persona no podría concluir y -que el pre-naturista Bernardino habría creído hecha ex profeso por la -buena Divinidad para ser comida en familia; patatas doradas, pálidas, -rojizas, lisas o de cortezas ásperas, con lunares y hoyuelos o sin -ellos; patatas redondas, alargadas, aperadas o aovadas, toda suerte de -patatas, que me hacían pensar en los cucuruchos llenos de las fritas -sabrosísimas, que se venden en largos y blancos cucuruchos, y que -muerden y mascan con verdadera sensualidad las más<span class="pagenum"><a name="page_026" id="page_026"></a>{26}</span> lindas bocas de la -capital de Francia. Luego desfilo ante el grupo de los nabos y -zanahorias, de los espárragos como cetros, de los zapallos que obligan a -la veneración con sus inmensas panzas monacales; y una cantidad de las -más variadas legumbres, desde las majestuosas calabazas hasta las finas -arvejas, y habiendo cumplido en mi tarea con dar una parte a la idea del -ensueño y otra a la idea del puchero, salgo contento, en la creencia de -que he tenido un buen día.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-026.png" width="142" height="103" alt=" -" title="" /> -<br /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_027" id="page_027"></a>{27}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="EL_VIEJO_PARIS" id="EL_VIEJO_PARIS"></a>EL VIEJO PARÍS</h3> - -<p class="imgrt10"><img src="images/illus-027.png" -width="28" -height="31" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -Viejo París, Abril 30 de 1900.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-e.png" -width="80" -height="82" -alt="E" -/></span>STOY en el Viejo París, la curiosa reconstrucción de Robida. Aunque, -como todo, no está todavía completamente concluído, la impresión es -agradable. Desde el río, la vista de los antiguos edificios se asemeja a -una decoración teatral. Casas, torrecillas, techos, barrios enteros -evocados por el talento de un artista ingenioso y erudito halagan al -contemplador con su pintoresca perspectiva.</p> - -<p>Al entrar, ya se ve uno que otro <i>travesti</i>, desde el arcabucero o el -lancero que se pasean ante los portales, hasta las vendedoras de -chucherías que tras los mostradores y las mesitas erigen en las -graciosas cabezas el alto gorro picudo, cuyo nombre en viejo francés se -me traspapela en la memoria. El sol se cuela por los armazones de -madera, se quiebra en las joyas y dorados de las ventas y en las -brigandinas de los soldados: y un aire de vida circula, el mismo que la -primavera sopla sobre la Exposición<span class="pagenum"><a name="page_028" id="page_028"></a>{28}</span> enorme y fastuosa, sobre el -glorioso París. Como la imaginación contribuye con la generosidad de su -poder, no puede uno menos que encontrar chocante en medio de tal -escenario, la aparición de una levita, de unos prosaicos pantalones -modernísimos y del odioso sombrero de copa, justicieramente bautizado -<i>galera</i>, que llegan a causar un grave desperfecto a la página de vieja -vida que uno se halla en el deseo de animar así sea por cortos -instantes. Si las cosas actuales anduvieran de otro modo, allí se -debería entrar con traje antiguo y hablando en francés arcaico. -Entretanto, conformémonos.</p> - -<p>La puerta de Saint-Michel alza sus techos coronados de banderolas y abre -la ancha ojiva de su entrada hacia el Sena. La calle Vielles-Écoles -presenta su barriada pintoresca, sus fachadas angulares, balcones y -ventanales; por los pasajes anchos se oyen risas alegres de visitantes; -en una calle un émulo de Nostradamus, por unos cuantos céntimos dice el -horóscopo a quien lo solicita: y hay <i>badauds</i> que se hacen decir el -horóscopo y dan los céntimos.</p> - -<p>Creo que hace falta la figura de Sarrazin-el-de-las-aceitunas, -circulando por estos lugares, repartiendo como en Montmartre sus -anuncios rabelesianos y vendiendo su sabroso artículo.</p> - -<p>Robida, el reconstructor es, como sabéis, hábil dibujante y escritor de -chispa. Su erudición artística y arqueológica se demuestra en esta -tentativa, como su talento picaresco y previsor ha podido, en<span class="pagenum"><a name="page_029" id="page_029"></a>{29}</span> amenos -rasgos, imaginar costumbres, arquitecturas y adelantos científicos de lo -porvenir. En esta obra que he visitado y que será de seguro uno de los -principales atractivos de la Exposición, quiso hacer algo variado, -aunque reducido. Hay edificio que se compone de varias construcciones, y -que restituye así, en una sola pieza, distintos motivos que recuerdan -tales o cuales tipos a los arqueólogos.</p> - -<p>Las diversiones del Viejo París no están aún abiertas, con excepción de -un teatro en donde nos hemos llevado algunos un soberano chasco. -Imaginaos que no es poco venir a encontrar en el Viejo París, en vez de -recitaciones de trovadores o juegos de juglares, una zarzuela infantil -que está dando <i>La viejecita</i> del maestro Caballero! Faltan aún los -lugares en donde se pueda comer platos antiguos en su correspondiente -vajilla, y las tabernas con sus mozas hermosas que sirvan la cerveza. -Falta el pasado París de las Escuelas, que hiciese ver un poco de la -vida que llevaban los clásicos <i>escholiers</i>, y que cuando vinieran sus -colegas de Salamanca o de Oviedo con sus bandurrias y sus guitarras, les -saludasen en latín y renovasen en cada cual un Juan Frollo de -<i>Notre-Dame de París</i>. Falta que no se mezclen en los puestos de -bisutería y bebidas, los disfraces medioevales con los tocados modernos; -pues ahora se suelen ver unos pasos anacrónicos que ponen -involuntariamente la sonrisa en los labios. Falta asimismo presentar la -sección de los oficios, y resucitar los <i>gritos de París</i>, con señalados -vendedores ambulantes. La animación falta al<span class="pagenum"><a name="page_030" id="page_030"></a>{30}</span> barrio de la Edad Media, -al barrio de los Mercados, en que ha de revivir el siglo <small>XVII</small>; las -instalaciones completas de la calle Foire-Saint-Laurent, Châtelet y -Pont-au-Change. Cuando todo esté abierto y dispuesto, el aspecto no -podrá menos que ser en extremo atrayente. Lo que no juzgo propio es la -concesión que se hará al progreso y a la comodidad, con sacrificio de la -propiedad. Por la noche en vez de multiplicar las linternas de la época, -se verán brillar en los renovados barrios, lámparas eléctricas.</p> - -<p>Se anuncian para dentro de poco festivales, justas y torneos, y no sé si -Cortes de amor. Es una lástima que no se haya tenido todo lo preciso -preparado para que no saliese el visitante algo descontento después de -una vuelta por esta obra inconclusa. Entre lo que llama la atención -ahora, están las distintas enseñas de las tiendas y los puestos, -copiados de viejas colecciones. Al pasar se evocan nombres que -constituyen época: Villon, Flamel, Renaudot, Etienne Marcel. Quizá -dentro de pocos días se vean ya con un alma estas cosas; y al pasar por -la casa de Moliére creamos ver al gran cómico, y en otro lugar -sospechemos encontrarnos con el redactor de la <i>Gazette</i>; y al cruzar -frente a la iglesia de Saint-Julien-des-Ménétriers oigamos sones de -viola y gritos de saltimbanquis.</p> - -<p>No me perdonaríais que pusiese cátedra de arquitectura y comenzase en -estas líneas una explicación y nomenclatura técnicas de edificios, -calles y barrios. Mas permitidme que os envíe la impresión del<span class="pagenum"><a name="page_031" id="page_031"></a>{31}</span> golpe de -vista, en una tarde apacible y dorada, en que he mirado deslizarse a mis -ojos el ameno y arcaico panorama.</p> - -<p>Desde lejos, suavizados los colores de la vasta decoración, la visión es -deliciosa, sobre el puente de l’Alma y el palacio de los Ejércitos de -mar y tierra. Al paso que avanza el <i>bateau-mouche</i>, se reconoce, en el -oro del sol que se pone, la torre del Arzobispado, y las dos naves de la -Santa Capilla, la construcción pintoresca del Palais, con su Grande -Salle; el Molino, el Gran Chatelet, con su aguda torrecilla; la fonda -Cour de París y cerca el hotel de los Ursinos, el de Coligny; la gran -Chambre des Comptes de Louis XII; la iglesia de -Saint-Julien-des-Ménétriers, y buena cantidad de edificios más que os -habéis acostumbrado a ver en los grabados y a distinguir en los planos, -hasta la puerta de Saint-Michel y el portal de la Cartuja de Luxemburgo.</p> - -<p>Y como el espíritu tiende a la amable regresión a lo pasado, aparecen en -la memoria las mil cosas de la historia y de la leyenda que se -relacionan con todos esos nombres y esos lugares. Asuntos de amor, actos -de guerra, belleza de tiempos en que la existencia no estaba aún -fatigada de prosa y de progreso prácticos cual hoy en día. Los layes y -villanelas, los decires y rondeles y baladas que los poetas componían a -las bellas y honestas damas que tenían por el amor y la poesía otra idea -que la actual, no eran apagados por el ruido de las industrias y de los -tráficos modernos.</p> - -<p>Por las noches será ese un refugio grato para los<span class="pagenum"><a name="page_032" id="page_032"></a>{32}</span> amantes del ensueño. -Ignoro si los paseantes caros a Baedeker, los ingleses angulares y los -que de todas partes del globo vienen a divertirse en el sentido más -<i>swell</i> de la palabra, gozarán con la renovación imaginaria de tantas -escenas y cuadros que el arte prefiere. En cuanto a los poetas, a los -artistas, estoy seguro de que hallarán allí campo libre para más de una -dulce <i>rêverie</i>. Tanto peor para los que, entre las agitaciones de la -vida turbulenta y aplastante, no pueden tener alguna vez siquiera el -consuelo de sacar de la propia mina el oro de una hermosa ilusión.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-032.png" width="139" height="157" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_033" id="page_033"></a>{33}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="EN_EL_GRAN_PALACIO" id="EN_EL_GRAN_PALACIO"></a>EN EL GRAN PALACIO</h3> - -<p class="imgrt10"><img src="images/illus-033.png" -width="32" -height="28" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -París, Mayo 1 de 1900.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-d.png" -width="80" -height="79" -alt="D" -/></span>EMOSTRANDO su majestad o su gracia en el espacio, reposados o ágiles, -se alzan, y atraen la mirada antes que otra cosa, los palacios. Es el -Gran Palacio, con la serenidad magnífica de sus columnas, coronado por -atrevida cuadriga; el Petit Palais, que instala su elegancia, también -lleno de columnas adornadas de capiteles jónicos, con sus bellas -rotondas en los ángulos, y cuya puerta principal guardan admirables -desnudeces de mármol; o el palacio de Minas y Metalurgia con sus largas -arcadas y su bizarra tiara central; el palacio de Industrias textiles e -hilados también con arcadas; o el de la Electricidad, que con el Chateau -d’eau, forma la decoración de un cuento de genios. Y en el Campo de -Marte, el de ingeniería civil y medios de transporte; y el de letras, -ciencias y artes, cerca de la aplastante torre Eiffiel, lleno de novedad -y de atrevimiento; y en la Explanada de los inválidos, con sus dos -cuerpos, el de las manufacturas<span class="pagenum"><a name="page_034" id="page_034"></a>{34}</span> nacionales, que se ha llamado con razón -un <i>grand rideau d’avant scène</i>, o el de las industrias diversas. Y en -las orillas del Sena el gran palacio de la ciudad de París, y el de la -Horticultura, con sus dos <i>serres</i> y su jardín al aire libre; el palacio -de los Congresos y de Economía social, vistoso y soberbio; el de los -Ejércitos de tierra y mar, sobre el que se levantan torres y mástiles; -casa de la Fuerza; el de florestas, caza y pesca, cuya decoración es -apropiada a su objeto, y el de la navegación, y el pequeño palacio de la -Óptica en cuyo centro parece que un enorme pavo real abriese el -maravilloso naipe de su cola; y más, y más: os aseguro que años enteros -serían precisos para pintar y describir estas obras en que la piedra y -el hierro, el bronce y el staff, el mármol y las madera, forman tan -hermosas manifestaciones de talento, de audacia, de gusto. Ya os he -dicho que no voy a ocuparme de técnica, aunque tendría qué decir a causa -de la conversación que entre tanta obra he tenido un día entero con mi -amigo Albert Traschel, el admirable arquitecto del Ensueño, que tan bien -ha estudiado Stuart Merril. Hoy, me dedico al gran palacio de Bellas -Artes, en donde se han inaugurado las exposiciones Central y Decenal. -¡Cien años del arte de Francia! ¡Diez años! Aun para los diez, quien -quisiera ocuparse en cada una de las obras expuestas, buen tiempo -gastaría tan solamente en nombrarlas... La mayor parte de los críticos -hacen catálogos. Pienso que lo mejor es decir algo de aquellas obras y -de aquellos maestros que más impresión<span class="pagenum"><a name="page_035" id="page_035"></a>{35}</span> causan; y aun así, apenas unas -cuantas palabras será posible aplicar.</p> - -<p>El gran palacio enfrente del pequeño, es la gravedad armoniosa enfrente -de la gracia risueña y noble. Hacia la avenida Nicolás II, muestra su -fachada romana. Las columnas múltiples que adornan el edificio son de -sabia ordenación y no en vano se señalan como «modelos del género», y -por las tres entradas del peristilo se diría que se espera como la -aparición continua de un ceremonial antiguo.</p> - -<p>Las artes bellas están representadas por magníficas esculturas en que el -desnudo una vez más sella el poder de su encanto plástico. Y al lado de -la avenida de Antin, en arcaicos mosaicos la historia de las artes -aparece en frisos policromos. Al penetrar en el magno edificio -sorprenden la monumental escalera y la techumbre de vidrio. Allí dentro -está, como os he dicho, el arte francés de los últimos cien años, del -cual claro es que no he de haceros ni la historia ni el análisis; y la -exposición decenal, es decir, lo que el arte de esta potente Francia ha -creado desde 1889.</p> - -<p>Hay maravillas, hay cuadros enormes de mérito relativo y oficial, y -pequeñas telas en que se reconcentra un mundo de meditación, de audacia, -de ensueño. Están representadas todas las tendencias que en estos -últimos tiempos han luchado, con excepción de ciertas obras sublimes a -que la crítica de los discernidores de medallas no ha puesto su pase -autoritario. Todo adorador de la belleza sugestiva y profunda lamentará -no encontrarse por ejemplo,<span class="pagenum"><a name="page_036" id="page_036"></a>{36}</span> con el sublime <i>Cristo de los Ultrajes</i> del -formidable y apocalíptico Henri de Groux, que aunque nacido en Bélgica, -ha hecho más por el arte francés que señalados y enriquecidos miembros -del Instituto. Pues ha cambiado bastante la época en que el autor de -Graindorge escribía: «Le métier est dur. Des hommes de cinquante ans qui -ont un nom célébre, ne gagnent pas dix mille francs». Que le pregunten -sobre esto a Carolus-Durán, o al benemérito señor de Bouguereau.</p> - -<p>Entre tanta obra producida por pinceles franceses, se ve que no siempre -existe lo que llama Ruskin el amor a «la espontánea o inviolada -naturaleza.» La rebusca ha sido perjudicial por un lado, y la ciega -sujeción al academismo por otro. Cuando libremente se han manifestado -los temperamentos y los caracteres artísticos, ha surgido en su -superioridad la obra maestra.</p> - -<p>Atraen al gran público dos especies de trabajos: las <i>grandes machines</i> -de historia y sobre todo de batalla, y los desnudos. El alto vulgo no -dejará de detenerse ante los retratos de Bonnat, cuya seriedad fría es -dominadora en la vanidad oficial de ese mundo selecto. Benjamín Constant -se impone con cuadros como la <i>Entrada en Tolosa del Papa Urbano II</i> y -un retrato de la reina Victoria. Entra el hábil orientalista ahora bajo -los auspicios de la iglesia, pues después del Papa Urbano ha de darnos -el Papa León; así, en estos momentos trabaja en Roma en perpetuar la -imagen del Sumo Pontífice.</p> - -<p>Siento que una fuerte corriente simpática me atrae<span class="pagenum"><a name="page_037" id="page_037"></a>{37}</span> hacia Carrière, -cuyas varias telas representan en este certamen la noble y generosa -conciencia de un artista de verdad. Con su visión especial en que los -lineamientos se esfuman, en lo indeciso revelador, hace entrever el alma -de los personajes que reproduce, y concediendo a éstos como una -existencia distinta de la real, en la realidad misma, halla el medio de -expresar lo inexplicable, en una comunicación casi exclusivamente -espiritual. Ya es en <i>El sueño</i> la poetización de una idea, o en el -<i>Cristo en la cruz</i> la imposición visible de lo supernatural, o en el -retrato de ese otro crucificado, Paul Verlaine, la concreción de todas -las tristezas en la miseria y debilidad humanas, prodigiosamente -habitadas por el genio.</p> - -<p>No por admirar a Carrière que es lo vago, he de dejar de acercarme a -Collin, que halaga con sus claros plenos aires y sus figuras en que una -sangre viviente circula, o a Cotlet, que vence dificultades en la -composición y en el colorido, faltando tan sólo que triunfe en las de -movimiento; o a Roll, que cultiva el vigor con tanta maestría, y cuya -<i>Fiesta del puente Alejandro III</i> llama de continuo la curiosidad de los -visitantes. En la Centenal luce con su serena luz antigua la obra del -gran Puvis; en la Decenal no figura nada del ilustre maestro de las -nobles actitudes, de las figuras simples y grandiosas. El hijo de un -insigne profesor de belleza a quien con justicia se denominará el Platón -moderno, Ary Renan, deleita con diminutos paisajes en que se contiene la -visión y el sentimiento de la vasta naturaleza<span class="pagenum"><a name="page_038" id="page_038"></a>{38}</span>—así en un caracol se -contiene al ruido del océano—; y hay en esas pinturas que abarcan -escasos centímetros de tela, una religiosidad augusta que indica el paso -de la musa misteriosa que hace comprender y significar obras grandes, -según la palabra de Leonardo. Herencia. Quizás. De mí diré que no he -podido menos que recordar los prodigiosos espectáculos de armonía que en -una sencilla página sabía crear aquel levita mágico de la palabra. Con -la diferencia de que el padre obraba en la plena luz de un sol griego, -como el que dorase su frente de artista cuando pronunciara su oración -divina delante de la acrópolis sagrada; y el hijo suele internarse en -vagarosas indecisiones de ensueño a través de las cuales aparece la -eterna X de la vida, el problema misterioso de las cosas, entre brumas -de luz y de sombra. Hacen también el gozo de las almas meditativas los -trabajos de Harpignies, con sus melancolías crepusculares, de luces -desfallecientes, de tonos suaves y tamizados.</p> - -<p>Entre los retratos, fuera de los admirables de Carrière, de los -protocolares de Bonnat, este pintor de cámara de los reyes burgueses, -están los de Benjamín Constant, entre los cuales sobresale el de la -Calvé, los ojos y la gracia de la picante Carmen. M. de la Gándara, que -ha impuesto tan vivos rasgos en sus retratos, sobre todo en los de las -mujeres, en que la felinidad femenina está asida de tan personal manera, -M. de la Gándara tiene aquí varias páginas fisonómicas comentadas con -una seguridad de toques y una aristocracia de factura, que explican<span class="pagenum"><a name="page_039" id="page_039"></a>{39}</span> sea -hoy, al mismo tiempo que uno de los preferidos de la aristocracia, uno -de los más queridos de los artistas.</p> - -<p>Rodeado de un mar de colores y de formas, mi espíritu no encuentra -ciertamente en dónde poner atención con fijeza. Sucede que, cuando un -cuadro os llama por una razón directa, otro y cien más os gritan las -potencias de sus pinceladas o la melodía de sus tintas y matices. Y en -tal caso pensáis en la realización de muchos libros, en la meditación de -muchas páginas. Mil nebulosas de poemas flotan en el firmamento oculto -de vuestro cerebro; mil gérmenes se despiertan en vuestra voluntad y en -vuestra ansia artística; pero el útil del trabajador, vuestro oficio, -vuestra obligación para con el público del periódico, os llaman a la -realidad. Así apuntáis, informáis, vais de un punto a otro, cogéis aquí -una impresión como quien corta una flor, allá una idea, como quien -encuentra una perla; y a pocos, a pasos contados, hacéis vuestra tarea, -cumplís con el deber de hoy, para recomenzar al sol siguiente, en la -labor danaideana de quien ayuda a llenar el ánfora sin fondo de un -diario.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-039.png" width="29" height="39" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_040" id="page_040"></a>{40}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_041" id="page_041"></a>{41}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="LA_CASA_DE_ITALIA" id="LA_CASA_DE_ITALIA"></a>LA CASA DE ITALIA</h3> - -<p class="imgrt10"><img src="images/illus-041.png" -width="57" -height="25" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -París, Junio 7 de 1900.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-a.png" -width="80" -height="82" -alt="A" -/></span>L comenzar la calle de las Naciones del lado del palacio de los -Inválidos, se destaca la fastuosa fábrica que ha elevado Italia en el -inmenso concurso. Semeja una catedral de piedra y oro, y al llamarla -«catedral» los obreros italianos, han expresado el verdadero estilo -arquitectónico de este fugaz y bello monumento. Un ave de oro abre las -alas, allá arriba, sobre el domo de oro. Juntos la madera y el hierro -sostienen la unidad compacta del atrayente edificio, que es una fiesta, -un regalo para los ojos. Allí se une la ojiva gótica a la manera y -decoraciones del Renacimiento. En la combinación surge a la memoria el -recuerdo soberbio de San Marcos. Los muros coloreados semejan ricos -mármoles. En mezcla pintoresca se juntan elementos cristianos y paganos. -Los amores tejen guirnaldas sobre los fondos rojizos: cabezas esculpidas -se presentan entre los festones y astrágalos. Airosas esculturas vigilan -las entradas laterales: y la luz del<span class="pagenum"><a name="page_042" id="page_042"></a>{42}</span> sol hace resaltar de manera -gloriosa el conjunto magnífico, quebrándose en los estucados y dorados y -concentrándose en el águila del coronamiento que se asemeja, encendida -por la luz solar, a una llama que vuela. En lo interior, en donde -presiden las efigies del rey y de la reina y de los príncipes herederos -de la corona—(¿por qué no está, en homenaje al valor y a la ciencia, el -del bizarro Duque de los Abbruzzos?)—la idea de encontrarse en una -basílica se acentúa. Los <i>vitraux</i> con sus tamices de color, dejan pasar -la luz amortiguada. La ancha nave en su techumbre de oro ostenta -decoraciones, ligeros frescos, que embellecen la extensión; flores -hábilmente ordenadas forman sus graciosos dibujos; los <i>iris</i> hablan de -paz al monarca de los grandes bigotes y las margaritas sonríen a la -reina.</p> - -<p>Hago mi visita a este magnífico pabellón en compañía de un artista y -pensador, Hugues Rebell, el autor de la <i>Nichina</i>, de <i>la Camorra</i>, de -<i>l’Espionne de l’Empereur</i> y demás obras llenas de pasión y de encanto -verbal. Es un amante de Italia, de todos los países latinos, y se -prepara para partir en seguida a España, a ver la exposición Goya, pues -tiene por propósito publicar un libro sobre aquel soberano maestro y su -obra. Como algunos diarios han atacado la sección italiana de la -exposición y, como para decir verdad, hay un ambiente poco simpático -para Italia, procuro sondear el alma de Rebell, a quien juzgo muy lejos -de sentirse influído por los afectos de la Tríplice. Sé que es un -admirador de <i>Arrigo Beyle</i>, <i>milanese</i>, y por algo sus mejores<span class="pagenum"><a name="page_043" id="page_043"></a>{43}</span> obras -tienen por escenario la bella tierra amada de los artistas.</p> - -<p>—¿Mi opinión? me dice, con su voz de confesor, callada y aterciopelada. -Que amo a Italia grandemente, y que sobre esta exhibición momentánea, de -industriales hábiles o de artistas verdaderos, veo alzarse el enorme -árbol de gloria de aquel país singular. ¿No recordáis mis <i>Cantos de la -Lluvia y del Sol</i>? Cuando he visto Florencia y sus palacios, en donde -sueña todo un pasado de luchas y glorias, cuando he contemplado esas -obras maestras del arte que en todas las calles os llaman a un sueño de -belleza, mi ser se ha estremecido y ha querido clamar: «¡Soy toscano! -¡soy toscano!» Si he nacido en Francia, mi alma debió tomar su vuelo al -sol una mañana de estío, desde las alturas de Fiesole, sobre las bellas -sombras negras de los cipreses, sobre el valle del Arno, lleno del canto -de las cigarras.</p> - -<p>A menos que no venga de esas llanuras donde tiemblan los sauces, donde -las viñas en guirnaldas se doblan bajo los racimos, de esas llanuras que -regocijaron la mirada del Sodoma, del Corregio, del gran Leonardo. -Quizás es hija de esa fértil Campania que Ceres y el dios del vino -protegen; tal vez nació a los murmullos del mar amoroso de Baia. Sé -solamente que formáis parte de un paisaje familiar visto en sueños, o -conocido otras veces, ¡oh tierras de luz, montes de azul en la mar azul, -campañas en donde el crepúsculo se eleva en grandes sombras majestuosas! -¡Italia, tierra santa para los que una tarde Virgilio vino a encantar -con su solemne tristeza,<span class="pagenum"><a name="page_044" id="page_044"></a>{44}</span> para los que vivieron en los siglos de acción -y de belleza, Italia, quisiera arrodillarme y besar tu suelo de -recuerdos! ¿Quién viéndote ahora dormir podrá creer que estás muerta? -¡Oh durmiente, cansada de obras maestras, entre los monumentos de gloria -que diste al mundo, agotada por tantos divinos partos, descansa, que -bien has ganado tu sueño! ¡Cómo, llegada la hora, te alzarás de tu -lecho, presta para nuevas labores y coronada de la diadema! ¡Oh -durmiente! ¿No has sido, aun en este siglo, una gran trabajadora, no -hemos visto unirse el Orgullo veneciano, la Risa de Nápoles, la -Actividad genovesa, la Gracia milanesa, el Espíritu de Florencia, y este -orgullo romano, pesado de las coronas que los siglos amontonaron sobre -su frente? Almas diversas de Italia, no sois ahora sino una alma, pues -tenéis todas un mismo amor: la Belleza. Pero, Italia, cuna de mis -sueños, tú no me has educado; mi madre y mi nodriza es Francia la dulce, -y no quiero ser ingrato con ella ni con mis maestros familiares: -Montaigne, el gran Montesquieu y La Fontaine, ese hijo de las malicias -sonrientes. Mi sueño de amor crece en medio de las lindas y voluptuosas -hijas de Fragonard, en los parques en que Watteau, bajo vastos boscajes, -hace avanzar, con reverencias, jóvenes de nucas rubias, de faldas -amplias y luminosas. Mi deseo y mi pensamiento es Francia quien me los -ha dado; sería incapaz de vivir si se me prohibiese vivir en francés. -Pueblo de fuerza, pueblo de gracia, cuya lengua es vaporosa como un -bello valle en la aurora, cuyas palabras huyen y se<span class="pagenum"><a name="page_045" id="page_045"></a>{45}</span> desvanecen como el -río entre los sauces, caro genio de sonrisas y de claros pensamientos, -cómo serían mi crimen y mi locura si osara negarte! Preciso es ser un -pesado bebedor de cerveza de ultra Rhin, discípulo de Marx, un pesado -socialista servidor del Vientre, para renegar de la patria. Todo hombre -que tiene una virilidad, todo pueblo que no es esclavo, siente un genio -de fuego palpitar en sí, que le impulsa a dominar. Todo hombre altivo, -todo pueblo noble tiene un orgullo que alimentar, y por él se bate y por -él quiere vencer. Es en esa lucha eterna que se encuentran la gloria y -el gozo de la humanidad, por tanto dinero vertido, tanta sangre regada. -La guerra da la fuerza, dispensa la vida. La guerra es la grande alcoba -de humillación y de orgullo en que un pueblo se baja, o un pueblo se -eleva. Que los alemanes deseen la gloria de Alemania, está bien; yo debo -querer la Francia victoriosa. Todos los pueblos, cada uno a su turno, -estarán a la cabeza del desfile...</p> - -<p>La sonrisa de una parisiense, que al ver la cara episcopal de Rebell se -pudo imaginar que el poeta me recitaba una homilía, o me predicaba un -sermón, suspendió la tirada lírica. Estábamos en una de las más bellas -instalaciones del pabellón italiano, la de tejidos y encajes florentinos -y venecianos, que sugieren visiones de épocas novelescas y de escenas -suntuosas, de patricios y de príncipes, de caballeros de largos mantos y -gentiles dogaresas. La cerámica de Salviati nos atrae con sus deliciosas -formas y su delicadeza de líneas y colores,<span class="pagenum"><a name="page_046" id="page_046"></a>{46}</span> y los frágiles muranos -evocan interiores amorosos, fugaces vidas de flor, la escena -d’annunziana de la Foscarina, o el cuento sutil y simbólico de mi muy -querido Julio Piquet... Y hablan de las pasadas glorias romanas los -bronces, los alabados San Giorgi, y los que el poeta de la Alegoría del -Otoño celebrara en una de sus más admirables páginas, en honor del -fundidor que ha sabido encontrar los viejos procedimientos y, en sus -estatuas y demás trabajos modernos, transmitir la misma alma material -nacida del fuego y de la combinación metálica, que hace inmortales de -belleza las obras antiguas: <i>To make eternity</i>, que diría Carlyle. Las -porcelanas halagan la vista con sus colores, aunque entre mucha labor -fina se noten piezas que desmerecen, la censurable promiscuidad. Un -arte, el de la ferretería, que un tiempo tuvo en España su mayor -triunfo, se ve representado aquí por labores de bastante mérito. Mas no -compite lo hoy trabajado con lo que podemos admirar en las viejas rejas -de las iglesias, en maravillas que el martillo dejara para admiración de -las sucesivas generaciones. Los <i>vitraux</i> que se exhiben no son -comparables con los que hoy se hacen en Francia, Alemania e Inglaterra; -pero hay una habitación de Florencia, en que bien se puede colocar el -más moderno y grato sueño de amor. Es un estuche de vida feliz. El -toscano arcaico de las decoraciones, la chimenea en piedra florentina, -el mobiliario que cubre un tejido riquísimo de punto de Hungría, la -tapicería lujosa y graciosa, hacen pensar en las horas incomparables que -una pareja amada de la<span class="pagenum"><a name="page_047" id="page_047"></a>{47}</span> suerte podría sentir deslizarse en tan exquisito -recinto. Se presentan también a la vista bien trabajados mosaicos; los -asuntos, reproducciones de cuadros religiosos célebres, hacen creer en -encargos parroquiales. En las paredes, al subir las escaleras que -conducen a las galerías superiores, se ven imitaciones hábiles de -antiguos manuscritos iluminados, y en el centro, un gran busto de -Humberto, que no pretende ser una obra maestra, preside. Allá arriba se -despliega la labor de las escuelas; desde las escuelas de artes y -oficios hasta los establecimientos en que las manos de las niñas hacen -sus bordados y labores. La muchedumbre lo invade todo. Quiénes van a -observar las instalaciones de los constructores de navíos; quiénes, un -dibujo; y los grupos de mujeres se detienen delante de las vitrinas en -que se expone un bello tejido de punto, o una miniatura, o un plano.</p> - -<p>Allá por la Avenida de Suffren, está Venecia, una reducción para feria, -con imitaciones de las conocidas arquitecturas, góndolas y gondoleros; y -por la noche la iluminación da, en efecto, la sensación de horas -italianas en la ciudad divina, de arte y de amor, mientras se escuchan -músicas de bandolinas y canciones importadas de los canales. A Rebell no -le gustan estas falsificaciones. El autor de la <i>Nichina</i> cree que para -gustar de Italia hay que ir a Italia, y que esta Venecia de guardarropía -es únicamente propia para divertir a los <i>snobs</i> de París y del -extranjero que no han tenido la suerte de sentir cómo es bajo su propio -cielo, el beso de la luz y del aire<span class="pagenum"><a name="page_048" id="page_048"></a>{48}</span> venecianos, florentinos, milaneses, -napolitanos. Esta Venecia, sin embargo, ayuda a soñar. La imaginación no -necesita de mucho para transportarle a uno a donde quiere, y da idea de -la realidad, al reflejar el agua del Sena las linternas que van como -errantes flores de fuego, en la sombra nocturna, sobre las góndolas -negras. Como el elemento italiano frecuenta mucho este lado de la -Exposición, es frecuente oir sonar el <i>si</i> en labios armoniosos de -hermosísimas italianas. Quiero decir, entiéndase bien, que el <i>si -suona</i>. Los franceses y las francesas que se hacen pasear por las -góndolas, no desperdician la oportunidad de chapurrear el italiano, y de -entonar a coro el <i>Funiculí-funiculá</i>, o la indestructible e inevitable -<i>Mandolinata</i>.</p> - -<p>Pero donde Italia triunfa, a pesar de la hostilidad de buena parte de la -crítica, es en el gran palacio de Bellas Artes, con sus artistas -admirables. El desdén proverbial de cierto París se ha hecho manifiesto -ahora al tratarse de pintor tan eximio como Segantini, a quien se ha -dedicado una sala en la sección italiana. Digo de «cierto París», pues -el malogrado artista ha recibido en vida y en muerte el justo homenaje -de la crítica sin prejuicios, en este país difícil. No hay sino recordar -las páginas que a su obra dedicara revista de tanta autoridad como la -<i>Gazzette des Beaux Arts</i>. Mas me ha dado pena el leer juicios como el -del crítico de la <i>Revue Bleue</i>, en que se desconoce el altísimo mérito -de aquel maestro de luz cuya ideal vida armoniosa tiene pocos parangones -en su siglo. Segantini, el de<span class="pagenum"><a name="page_049" id="page_049"></a>{49}</span> los dulces y profundos paisajes, el -revelador de las alturas y de las nieves, el rey de los Alpes, ha sido -maltratado por la pluma de más de un revistero ocasional tocado de -<i>chauvinisme</i>.</p> - -<p>Siento grandemente que mi deber de informador me reduzca a tomar nada -más que rápidas impresiones; si no, sería el momento en que con placer -dedicaría un estudio aislado al adorador de la Naturaleza que ha muerto -en Italia entre el duelo de los intelectuales y la admiración de todas -las gentes, a aquel artista cuyo genio comprendió el alma de las cosas, -el misterio de los animales, y que tenía la cara de Cristo.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-049.png" width="124" height="207" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_050" id="page_050"></a>{50}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_051" id="page_051"></a>{51}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="LOS_ANGLOSAJONES" id="LOS_ANGLOSAJONES"></a>LOS ANGLOSAJONES</h3> - -<p class="imgrt10"><img src="images/illus-051.png" -width="33" -height="51" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -París, Agosto 27 de 1900.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-e.png" -width="80" -height="82" -alt="E" -/></span>N Bradford sobre el Avon, Wiltshire, al noroeste de Salisbury, se alza -el castillo de Kinston House, de tiempos de Jacobo I. Es una de esas -construcciones severas y sencillas que placen al gusto inglés, y que el -arquitecto de Inglaterra en la Exposición, ha reproducido. La casa de la -Gran Bretaña, en la calle de las Naciones, es el <i>home</i> antiguo, con -todas las comodidades modernas. Desde luego, el arte dice sus victorias -en un país que puede mostrar como gema de noble orgullo el nombre de un -John Ruskin. No podéis menos que sentiros, al entrar, complacidos con -los motivos de los tapices que se deben a Burne Jones, y que atestiguan -el triunfo del prerafaelismo, al halago de un arte de gracia y de -aristocracia. Entre tantas salas en que han puesto su más voluntario -esfuerzo decoradores y mueblistas, detienen con el encanto de su -atractivo, valiosísimas joyas de pinacotecas británicas, y sobre todas, -las que representan<span class="pagenum"><a name="page_052" id="page_052"></a>{52}</span> esas nobles y deliciosas figuras femeninas que -sonríen, piensan o cautivan bajo sus pintorescos sombreros, en las telas -de Gainsborough y de sir Joshua Reynolds. No habréis dejado de observar, -seguramente, que si la mujer inglesa no es por lo general bella, cuando -lo es, resulta de manera tan imperiosa, que hay que reconocer una -incomparable diadema sobre esas frentes puras y reales, que sostienen -cuellos únicos como formados de un marfil rosa increíble.</p> - -<p>Muebles de todos los estilos—, descollante el <i>modern -style</i>—certifican la rebusca de la elegancia al par que el firme -sentimiento de la comodidad. En todo hallaréis el don geométrico y -fuerte de la raza y la preocupación del hogar. Es la muestra de todo lo -logrado en la industria doméstica, bajo el predominio de la preocupación -casera que heredaron y mantienen a su manera y a su vez, los yanquis que -cantan su <i>Sweet home</i>. Y no se puede sino pensar en que este país en -que se asienta la inmensa y taciturna Londres, este país de hombres -prácticos y de ávidos comerciantes, es un reino de poesía, una tierra de -meditación y de ensueño. Allá en el palacio de Bellas Artes, no está, -con todo lo que se ha enviado, no está representado el coro de sus -artistas que en esta centuria ha hecho florecer una primavera -inesperada, el amor de una pasión sincera y honda de la belleza, que, -como en lo antiguo, volvió a tener verdaderos sacerdotes, apóstoles y -predicadores. Las obras expuestas traen en seguida a la memoria los -tesoros de la National Gallery, el trabajo<span class="pagenum"><a name="page_053" id="page_053"></a>{53}</span> colectivo de los -prerafaelitas. Hay flores cogidas en todos los caminos artísticos. Desde -Turner a Franck Brangwyn, están representadas escuelas y modalidades, -tentativas comunes y personales esfuerzos. Allí os retiene la <i>Caza de -Cupido</i>. Delicado y arcaico, flotante en un mundo de visiones -legendarias, o en la dulce luz de un maravilloso paganismo, sir Edward, -desde su amable retiro de West Kensington, ha derramado en su áspera -época mucho ideal óleo sobre el alma del mundo. ¿Qué espíritu soñador no -ha sentido la íntima dominación, el imán insólito de sus mujeres -singularmente expresivas y fascinantes? «¡Las mujeres de -Burne-Jones!—dice con fervor un devoto, Gabriel Mouray—, su -ondulosidad capciosa, la especie de sensualidad dulcísima que encurva su -boca, sobre todo, el sentido tan profundo tan misterioso—o tan simple, -quien sabe, tan fácil de adivinar—de su mirada, bajo el ala de las -pestañas entrecerradas, ¿qué poeta sabría decirlos? ¿Qué perfecto mágico -de la palabra evocará su seducción voluptuosa, esta especie de -enlazamiento de alma que parecen prometer con sus frágiles manos, y sus -cabellos de delicias y a pesar de sus largos vestidos de pureza?» -Gozaréis del arte ante la <i>Caza de Cupido</i> y ante el <i>Cuento de la -Priora</i>. Al lado de un clásico y rosado Alma Tadema, Millais os ofrece -su <i>Verónica</i>, y un admirable retrato. De Lord Leyton hay unos dibujos. -El actual director de la Royal Academy, sir Edward John Poynter, ha -remitido una reconstitución griega. Orcharson un retrato oficial; -retratos, también, Herkoner<span class="pagenum"><a name="page_054" id="page_054"></a>{54}</span> y Sargent. De Walter Crane, páginas -ornamentales para <i>vitraux</i>. ¿Por qué no habéis venido, admirable -mendigo del rey Cophetua, divina <i>Beata Beatrix</i>, niña bienaventurada; -celeste <i>Rosa Triplex</i>, gentil y suave <i>Mathilda</i>, sublime y amorosa -<i>Francesca</i>? ¿Y todos vosotros, caballeros de los poemas, armados como -arcángeles y hermosos como mujeres? Visitante, que te quedas absorto y -meditabundo, hay que ir a Inglaterra.</p> - -<p>El orgullo británico no ha dejado de manifestar si no quejas, bastante -razonables observaciones. El «hombre de la paz», el hábil Stead, hace -notar que el <i>english speaking world</i> no ocupa en la Exposición un -espacio relativo al área que cubre sobre la tierra. Sobre todo, en lo -referente a las secciones coloniales, Argelia, por ejemplo, que apenas -podría ser una provincia del Indostán, representa tanto como el imperio -de la India. La Exposición puede ser mirada, en un sentido, como un -gigantesco anuncio del hecho—que el mundo a veces olvida—de que -Francia es una de las más grandes potencias coloniales.</p> - -<p>Sin embargo, la exposición de las colonias inglesas es hermosa y vasta. -En el Quai Debilly se eleva, imponente y lleno de carácter, el edificio -de las Indias. Es un compuesto arquitectural que evoca los palacios -hindus y las viejas pagodas. Y en lo interior, desconcierta la minucia y -la elegancia complicada de esos decoradores birmanos que esculpen la -madera con singular maestría, y han hecho de la gran escalera una -estupenda muestra de arte oriental.<span class="pagenum"><a name="page_055" id="page_055"></a>{55}</span> Más allá admiran también otros -trabajos semejantes, hechos por finas manos de Penjab, sutilezas de -labrado realizadas por cinceles maisuritas, de Madras y de Rajfontana. -Allí han enviado los mahrajhaes suntuosas vajillas, curiosas y raras -piezas de orfebrería, labores criselefantinas, armas y sedas y -paramentos femeninos de las Mil Noches y Una Noche, como diría el Dr. -Mardrus.</p> - -<p>No lejos está Ceylan, caro a los poetas. Allí podéis tomar delicioso te -en el pabellón, te servido por singalesas de París y singaleses -auténticos. Lo que expone Ceylan daría los materiales preciosos para un -poema de Leconte o un soneto de Baudelaire. La canela está al lado del -te, de las hierbas aromáticas, del café; y luego, entre las vitrinas, -algo nos hace creer que estamos en casa de Aladino o en el obrador de un -divino Lalique. Son los rubíes de todos tonos y tamaños, los granates, -los zafiros, las turquesas, y, sobre todo, las perlas, perlas rosas, -perlas albas, perlas negras, perlas doradas, perlas de los más -peregrinos colores y matices, suficientes para encantar a diez princesas -caprichosas y para poner en delirio a la musa heráldica y enigmática del -singular poeta Roberto de Montesquiou. ¿Recordáis el mapa imponente del -sonoro libro de Demoulins? El color correspondiente a los anglosajones -ocupa casi toda la tierra. La reina Victoria es emperatriz de los mares. -Cuando su jubileo, súbditos de todas las razas le ofrecieron su -homenaje. Aquí están, en el palacio colonial, representados todos los -lugares en donde se canta<span class="pagenum"><a name="page_056" id="page_056"></a>{56}</span> fervorosamente—o a la fuerza <i>if you -please</i>—el <i>God save the queen</i>. El Transvaal todavía viene solo. En -grupo vienen desde la tierra negra de Fidji—hasta Gibraltar, colonias -de todas clases, con gobiernos representativos o sin ellos, la rica y -enorme Australia, el Canadá, Santa Elena, Jamaica, Nueva Guinea, y más, -y más, y más tierras. Traen todo lo que da su suelo y lo que produce su -industria, y sale uno de ver todas estas cosas convencido de que la -superioridad de los anglosajones es innegable, aunque no sepa a punto -fijo en lo que consiste... <i>¡Rule Britannia!</i></p> - -<p><i>Rule Britannia...</i> Sir John Lubbock lo repite a quien desee escucharlo, -para decir una galantería a Mariana: «Señores franceses, por todas -partes en donde haya un país en donde vosotros no colonicéis, el interés -de vuestra industria es que sea colonizado por nosotros.»</p> - -<p>«El inglés contemporáneo, se dice, se estima como el tipo más perfecto -de humanidad.» ¿Por qué no? Por un lado el rost-beaf, el porter, el -whisky and soda, las regatas, el box, la gimnasia, el cultivo del -cuerpo; por otro la universidad, los museos, los viajes, el ejercicio de -la voluntad, el cultivo del alma. ¡Brava raza, bravos espíritus! Y esa -seguridad, esa convicción, esa firmeza, en el cumplimiento de toda -acción, desde lo sublime hasta lo vulgar, desde el parlamento hasta -Whitechapel, desde el príncipe, el poeta y el clown hasta el pastor, el -obrero y el mendigo, desde el heroísmo hasta la borrachera. Aquí hay -anglófobos, ya se sabe, y no es<span class="pagenum"><a name="page_057" id="page_057"></a>{57}</span> nueva la antipatía por la gran nación -de presa; pero no son raros los anglófilos y los que desean para Francia -una vía igual a la que sigue el poderoso país imperialista.</p> - -<p>Lo cierto es que se habla mucho de la <i>cupidité</i> y de la falta de -humanidad de los matadores de Boers; y este fin de siglo ha visto el -singular espectáculo de un Rudyard Kipling armando a las nueve musas y -al Apolo inglés de fusiles de precisión con balas dum-dum. Mas no hay -que olvidar que bajo ese mismo cielo hermoso han resonado las voces de -paz humana y de nobleza y elevación, de un Gladstone, de un Ruskin, de -un Mill. Pocas figuras de todos los siglos comparables al insigne y -victorioso artesano William Morris. ¿Inglaterra no ha sido el país en -donde, en este siglo, la belleza ha tenido sus más fervientes y sinceros -seguidores y levitas?</p> - -<p>A esta exposición ha venido la Gran Bretaña con su ciencia, con su arte, -con sus máquinas pacíficas y sus poderosas máquinas militares. Los -telares hablan de la inmensa fuerza fabril de ultra-Mancha, y Maxim -indica con sus cañones, incontestables argumentos que, no obstante, en -el África del Sur rebatieron los soldados rústicos del tío Pablo.</p> - -<p>Por las calles de París, por los rumorosos lugares de la Exposición, -pasan los caricaturales miembros de la Salvation Army. Se oyen cantos -con acordeón, en uno que otro recodo, cantos que oyen los <i>badauds</i>, -unos creyentes, otros burlones. Los lores llenan con sus fiestas los -salones de los hoteles y los restaurantes de la feria. Los <i>toast</i> -entre<span class="pagenum"><a name="page_058" id="page_058"></a>{58}</span> franceses e ingleses se multiplican, y los sabios, los artistas, -y sobre todo, los industriales y comerciantes de ambas naciones, se dan -los más francos <i>shakehands</i>, alternando el champaña y el whisky. Y dice -el sabio sir Avebury: «Estamos muy contentos de estar aquí. Saludamos y -amamos a la bella Francia. Hoy, sobre todo, nuestras simpatías se avivan -con el pensamiento de que, lejos de aquí, vuestros soldados y los -nuestros combaten lado a lado por la causa de la civilización y de la -justicia...» Y esto mucho más claro: «Nuestros intereses son los mismos -en el mundo. Todo nos obliga a ser amigos... La Francia es tan buena -cliente de la Inglaterra, que nosotros tenemos interés en que ella se -enriquezca. Inglaterra es tan buena cliente de Francia, que Francia no -puede menos que desearla muy próspera.»</p> - -<p>Por otra parte, las relaciones entre París y Londres son absolutamente -necesarias. Porque si no, ¿adonde mandaría M. Prevost a planchar sus -camisas?</p> - -<h4>II</h4> - -<p>—Voy a ver, dije, en qué consiste la superioridad de los anglosajones.</p> - -<p>Mi acompañante norteamericano me contestó:—era al entrar al pabellón de -los Estados Unidos en el <i>quai d’Orsay</i>:—El congreso de U. S. A., votó -un crédito de 7.500.000 francos.<span class="pagenum"><a name="page_059" id="page_059"></a>{59}</span></p> - -<p>¡Y todo está muy bien!, repliqué.</p> - -<p>—<i>¡All righ!</i> afirmó.</p> - -<p>Sobre la cúpula presuntuosa, el águila yanqui abría sus vastas alas, -dorada como una moneda de 20 dólares, protectora como una compañía de -seguros.</p> - -<p>—Ustedes, dije a mi amigo, que tienen buenos arquitectos y hasta la -vanidad de un estilo propio, ¿por qué han elevado un edificio romano en -vez de un edificio de Norte América?</p> - -<p>—No hubiera quedado muy bien, contestóme—, una casa de 20 pisos; a no -ser que la colonia viniese a vivir en ella. En cuanto a lo romano, nos -sienta perfectamente.—Nosotros también podemos decir hoy: <i>Civis</i>, etc.</p> - -<p>En el pabellón imponen el repetido motivo del Capitolio. En dimensiones, -<i>es el más alto de todos</i>. Sobre la base arquitectural cuadrangular, se -alza la vasta cúpula, en la que se posa el glorioso pájaro de rapiña. -Hay un arco al lado del Sena sobre el cual la Libertad en el carro del -Progreso, es llevada por una cuadriga; entre las columnas corintias del -arco, el general Washington está montado a caballo.</p> - -<p>Entramos. Mister Woodward ha dicho: «En lo interior de ese monumento el -americano estará en su casa, con sus amigos, sus diarios, sus guías, sus -facilidades estenográficas, sus máquinas de escribir su oficina de -correos, su oficina de cambio, su <i>bureau</i> de informes, y hasta su agua -helada.» Y mister Woodward tenía razón a fe mía.</p> - -<p>Al penetrar en el gran hall, no encuentro sino<span class="pagenum"><a name="page_060" id="page_060"></a>{60}</span> compatriotas de Edison -que van y vienen, o leen periódicos, o consultan guías, o toman agua -helada, y oficinas por todas partes, en un ambiente de la Quinta -Avenida. Allí hay un salón de recepción de la comisaría; más allá, una -serie de buzones; más allá, telégrafo; más allá un banco.</p> - -<p>—¿Quiere usted cambiar algunos geenbacks, o águilas americanas? me -pregunta mi yanqui. Le contesto con mi modestia latina, que propiamente -en ese instante, no tengo tales intenciones... Y agrego: «¡Las águilas -vuelan tan alto como las odas!...»</p> - -<p>A los dos pisos superiores se sube en ascensor <i>made in United States</i>.</p> - -<p>—Aquí, me dice mi sonrosado compañero—, primer premio de -<i>rowing</i>—aquí está únicamente nuestra casa, nuestro <i>home</i>. Nuestro -progreso, nuestras conquistas en agricultura, en ingeniería, en -electricidad, en instrucción pública, en artes, en ciencias, en todas -las labores y especulaciones humanas, están expuestas en los distintos -grupos de la Exposición, como ya lo habréis visto. Venimos con la -completa satisfacción de nuestras victorias. Somos un gran pueblo y -saludamos al mundo.</p> - -<p>Le contesté con versos de Walt Whitman:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">O take my hand Walt Whitman!<br /></span> -<span class="i0">Such gliding wonders! such sights and sounds!<br /></span> -<span class="i0">Such join’d unended links each hook’d to the next,<br /></span> -<span class="i0">Each answering all, each sharing the earth with all,<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Ese pueblo adolescente y colosal ha demostrado una vez más su plétora de -vitalidad. Como agricultores<span class="pagenum"><a name="page_061" id="page_061"></a>{61}</span> han ganado los norteamericanos justísimos -premios; como maquinistas e industriales han estado en el grupo de -primera fila; como cultivadores del cuerpo y de la gallardía humana un -Píndaro de ahora merecen sus atletas, discóbolos y saltadores; como -artistas, ante los latinos que les solemos negar facultad y el gusto de -las artes, han presentado pintores como Sargent y Whistler y unos -cuantos escultores de osados pulgares y valientes cinceles. En el -Palacio de Bellas Artes se han revelado nombres nuevos, como Platt, como -Winslow Homer, como John Lafargue, que aparece en la exposición con sus -temas samoanos como el R. L. Stevenson de la pintura. No, no están -desposeídos esos hombres fuertes del Norte, del don artístico. Tienen -también el pensamiento y el ensueño. Los hispano-americanos todavía no -podemos enseñar al mundo en nuestro cielo mental constelaciones en que -brillen los Poes, Whitmans y Emersons. Allá donde la mayoría se dedica -al culto del dolar, se desarrolla, ante el imperio plutocrático, una -minoría intelectual de innegable excelencia. Es tan vasto aquel océano, -que en su seno existen islas en que florecen raras flores de la más -exquisita flora espiritual. (¿En qué país de Europa se superan -publicaciones como el <i>Chap Book</i>?) Whistler ha contribuido con su -influencia a una de las corrientes en boga del arte francés -contemporáneo. En la poesía francesa modernísima dos nombres principales -son de dos norteamericanos: Villié-Griffin y Stuart Merrill. Los yanquis -tienen escuela propia en París, como tienen escuela<span class="pagenum"><a name="page_062" id="page_062"></a>{62}</span> propia en Atenas. -Entre esos millones de Calibanes nacen los más maravillosos Arieles. Su -lengua ha evolucionado rápida y vigorosamente, y los escritores yanquis -se parecen menos a los ingleses que los hispano-americanos a los -españoles. Tienen «carácter», tienen el valor de su energía, y como todo -lo basan en un cimiento de oro, consiguen todo lo que desean. No son -simpáticos como nación; sus enormes ciudades de cíclopes abruman, no es -fácil amarles, pero es imposible no admirarles. ¡Soberbios cultivadores -de la fuerza! Sus escultores parecen en este certamen sus intérpretes; -han enviado en bronce fuertes tigres, magníficos leones; Mac Monnier, el -ímpetu dionisíaco en una bacante y la libertad de la naturaleza en un -grupo de caballos; French, al bueno y fundamental Wáshington; St. -Gaudens, al bizarro Sherman, y a un puritano; una mujer, miss Herring, -su parte de poesía, simbolizada en <i>Eco</i>. Allá, en el palacio de la -decoración, mobiliario e industrias diversas, sus muestras dicen el -gusto conquistado, el <i>home</i>, que ama la comodidad y lo confortable, el -lujo, la novedad del estilo moderno, la persecución de lo elegante; sus -orfebres y plateros asientan la fama de tales labores en el país caro a -Tiffany; sus relojeros compiten con los finos franceses y los hábiles -suizos. En el palacio de la Electricidad, como en el anexo de Vincennes, -el país de Edison, conserva su prepotencia aunque la fuerte Alemania se -la disputa y en opinión de muchos se la gana. País que trabaja bien, se -nutre bien; así en el grupo de agricultura y alimentación<span class="pagenum"><a name="page_063" id="page_063"></a>{63}</span> esos -vigorosos trabajadores son ciertamente dominantes.</p> - -<p>Han traído mucho y han traído bueno. Bajo los arcos de la soberbia -galería están <i>las Campanas de la Libertad</i>; y se exhibe la flor de lo -que produce la rica tierra del norte, de Chicago a Frisco, del Oregón a -Lusiana, de Nueva Orleáns a Nueva York. Están el trigo profuso que teme -hoy a su rival argentino; el arroz y las ricas legumbres, y sus -infinitos maíces, de los que una cocina agregada a la sección compone -platos sabrosísimos que distribuye a los visitantes: sopas de maíz, -guisos de maíz, postres de maíz. La gama de los azúcares atrae; las -carnes conservadas, los enormes jamones chicagüenses, el apretado -corned-beef evocan los innumerables rebaños, las vastas praderas del -cowboy, gaucho del yanqui, y esas exposiciones monstruos que de sus -ganados suelen hacer los norteamericanos, como aquella que una vez -celebró en <i>La Nación</i>, con su prosa lírica y pletórica, el pobre y -grande José Martí, en una correspondencia que se asemeja a un canto de -Homero. Traen vinos californianos, café, te y cervezas; y grandes -troncos de sus bosques y manzanas, cananeas, y granjas en miniatura, que -son juguetes, en donde los hombrecitos de zinc, guían caballitos de -cinc, que arrastran máquinas agrícolas sobre campos de <i>papier mâché</i>, -todo movido por mecanismo que instruye a los grandes y divierte a los -chicos. Allí hay nuevos arados, nuevas segadoras, y otros inventos que -perfeccionan y facilitan el cultivo de la tierra.<span class="pagenum"><a name="page_064" id="page_064"></a>{64}</span></p> - -<p>En el palacio de las Artes Liberales muestran el estado de su enseñanza, -vistas de sus escuelas primarias y secundarias, fotografías de sus -universidades, exposición de sus interesantes métodos, sus edificios -ricos y elegantes, sus jardines y parque, sus instrumentos de cirugía, -sus planos y mapas, y sus grupos de estudiantes, en sus ejercicios, -nutridos de ciencia y fuertes de sport, helenistas y remeros, y que van -con Aristóteles y Horacio a una partida de football. Y allá en -Vincennes, al lado el velódromo municipal, en una construcción propia, -una verdadera montaña de hierro y acero, en movimiento, propaga la -expansión fabril e industrial de la nueva república anglosajona, y la -potencia sorprendente de sus fraguas ciclópeas.</p> - -<p>En la sección francesa de la exposición, en el palacio de bellas artes, -ante la <i>Salomé</i> de Gustave Moreau, una mujer rubia, de fascinadora -elegancia, de una belleza fina y fuerte a la vez, se detiene. Largo rato -está, como poseída de la evocación, como penetrada del ambiente fabuloso -de la mágica realidad del poeta. Su mirada, su atención a la música -pictórica, su apasionado admirar, son de un espíritu muy sutil y culto. -Las gentes pasan, pasan, y se agrupan ante los militares de Detaille, o -ante las flores de la Sra. Lemaire. La rubia, cuyos ojos son divinamente -azules y cuyos labios son floralmente rojos, la bella intelectual que -esta magnetizada, clavada por la virtud del genio lleno de prestigios -que se revela en la obra del aristocrático pintor, como de esas raras y -sublimes estatuas de carne femenina,<span class="pagenum"><a name="page_065" id="page_065"></a>{65}</span> que habita por excepción un alma -de sensitiva y de soñadora: esa mujer exterioriza su alcurnia espiritual -y ante el artista es una princesa por derecho propio. Esa señorita es -una ciudadana de los Estados Unidos.</p> - -<p>En un bar elegante. Mientras «esas damas» ríen y gallinean ante sus -botellas de champaña helado, y en sus sillas altas unos cuantos ingleses -conversan con el barman y apuran sendos vasos de whisky and soda, y en -las mesitas contiguas un mundo de alegres internacionales celebra los -placeres parisienses, entra un hombre rojo, robusto, muy robusto, con -una gran rosa en la solapa del frac, un gran brillante en un gran -anillo, y un gran habano en la gran boca. Saluda a dos conocidas y se -sienta a su lado. El barman le sonríe, el gerente le sonríe, el patrón -le sonríe, y «esas damas» le acaparan con los ojos. El fuerte varón, -gran bebedor delante del Eterno, y gran comedor, pide sandwiches, pide -porter, pide champaña y todo desaparece en su persona inmensa. Mira a -todo el mundo como sobre un pedestal. Su cara congestionada, de -gladiador que fuese cochero, refleja una suma convicción de soberanía. -Se habla de monedas y muestra luises, libras, águilas americanas. Se -habla de billetes, y compara un grueso paquete de azules del Banco de -Francia, con otro grueso paquete de espaldas verdes. Todos le observan. -Al rato, pide más champaña, se lo bebe en dos sorbos, paga, da una -respetable propina, se levanta, dos estupendas pecadoras se prenden a -sus brazos, y sale contento, augusto,<span class="pagenum"><a name="page_066" id="page_066"></a>{66}</span> brutal, colorado, gordo, -admirable! Ese es un ciudadano de los Estados Unidos.</p> - -<p>En el concurso atlético. Los franceses han ganado la carrera de Maratón, -que en los juegos de Atenas fué lograda por un griego. Va a tirarse el -disco, va a lograrse el campeonato del mundo en ese <i>ludus</i> antiguo, y -los griegos no encuentran rivales en el bando internacional, cuando se -presenta un joven, vivaz, hermoso, de hermosura clásica, casi -adolescente, de impecable anatomía apolónica, propio para ser trasladado -a un cuadro de gracia natural y primitiva por Puvis de Chavannes. En -cuanto los griegos le miraron tomar el disco, con el mismo ademán y la -misma planta que el discóbolo del Louvre, y con una agilidad y -elasticidad de miembros que maravillaban, se consideraron vencidos. -Triunfó en efecto el joven extranjero, triunfó serenamente y sin fatiga. -Ese joven pindárico, es un ciudadano de los Estados Unidos.</p> - -<p>Después que Sada Yacco, la prodigiosa artista japonesa ha dado la -sensación de su extraña muerte, en <i>La Geisha y el daimío</i>, la sala del -pequeño teatro de la Rue de París, en la Exposición, queda en la -obscuridad, mientras una música discreta impregna de armonía el recinto. -Permitid que deje la palabra al recientemente malogrado Albert Samain, -pues sus versos franceses son un regalo exquisito:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Dans la salle en rumeur un silence a passé...<br /></span> -<span class="i0">Pannyre aux talons d’or s’avance pour danser.<br /></span> -<span class="i0">Un voile aux mille plis la cache tout entière.<span class="pagenum"><a name="page_067" id="page_067"></a>{67}</span><br /></span> -<span class="i0">D’un long trille d’argent la flûte la première<br /></span> -<span class="i0">L’invite, elle s’élance, entrecroise ses pas,<br /></span> -<span class="i0">Et, du lent mouvement imprimé par ses bras,<br /></span> -<span class="i0">Donne un rythme bizarre à l’étoffe nombreuse,<br /></span> -<span class="i0">Qui s’élargit, ondule et se gonfle et se creuse,<br /></span> -<span class="i0">Et se déploie enfin en large tourbillon...<br /></span> -<span class="i0">Et Pannyre devient fleur, flamme, papillon!<br /></span> -<span class="i0">Tous se taisent; les yeux la suivent en extase.<br /></span> -<span class="i0">Peu à peu la fureur de la danse l’embrae.<br /></span> -<span class="i0">Elle tourne toujours; vite! plus vite encore!<br /></span> -<span class="i0">La flamme éperdûment vacille aux flambeaux d’or!<br /></span> -<span class="i0">Puis, brusque, elle s’arrête au milieu de la salle;<br /></span> -<span class="i0">Et le voile qui tourne autour d’elle en spirale,<br /></span> -<span class="i0">Suspendu dans sa course, apaise ses longs plis.<br /></span> -<span class="i0">Et se collant aux seins aigus, aux flancs polis,<br /></span> -<span class="i0">Comme au travers d’une eau soyeuse et continue,<br /></span> -<span class="i0">Dans un divin éclair, montre Pannyre nue.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Panira de los talones de oro, esa figura deliciosa que el lírico -ceramista ha dejado magistralmente «en los flancos del vaso», Loïe -Fuller, en fin, es una ciudadana de los Estados Unidos.</p> - -<p>En la nave del templo, sobre el aristocrático silencio, se alza en el -púlpito la figura severa de un orador, vibra su voz, en excelente -francés, regando frases bravas, frases generosas, palabras vibrantes, -oraciones de medula, razones, consejos cuerdos, doctrinas evangélicas -que enseñan una paz y una libertad ecuménicas. Las viejas marquesas del -faubourg Saint-Permain le oyen gustosas. Las elegantes damitas de los -cotillones se encantan con el sermón, con el discurso de ese prelado de -un país<span class="pagenum"><a name="page_068" id="page_068"></a>{68}</span> extranjero, cuyo nombre famoso va entre inciensos y rosas, por -los salones y por los Periódicos. El sacerdote dice a los franceses: -«Uníos, amad sobre todo a vuestra madre Francia; dejad vuestras luchas -interiores y consagraos a una saludable obra común.» Sus sentimientos se -propagan en entusiásticos períodos que los oyentes encuentran -admirables. El predicador es un orador, y un orador de primer orden. En -cierta ocasión, el discurso brota con mayor aliento, con gracias y -virtudes superiores; el gesto es magnífico, la voz conmueve y levanta a -la asamblea; y el lugar sagrado, el sacramento desde el altar lleno de -oro y de cirios, la solemnidad de las ceremonias anteriores, la dignidad -de los nobles asistentes, nada impide que en varios pasajes, la oración -sea aplaudida, como en un congreso, y al final, estalle con ruido la más -suelta ovación para monseñor Ireland. Ese obispo sonoro es un ciudadano -de los Estados Unidos.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-068.png" width="179" height="135" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_069" id="page_069"></a>{69}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="RODIN" id="RODIN"></a>R O D I N</h3> - -<p class="imgrt"><img src="images/illus-069.png" -width="36" -height="52" -alt="" /></p> - -<h4>I</h4> - -<p class="r"> -1.º de Julio de 1900.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-a.png" -width="80" -height="82" -alt="A" -/></span>NTES de visitar la exposición Rodin he leído todo lo que del gran -artista y su obra se ha publicado, desde los ditirambos de los que le -juzgan un dios, hasta los ataques en que se declara poco menos que un -imbécil. La bibliografía rodiniana es ya bastante considerable. Luego, -me propuse apartar de mi mente todas esas opiniones, ir sin prejuicio -ninguno, a entregarme a la influencia directa de la magia artística, -poniendo tan sólo de mi parte, el entusiasmo y el amor que guardo por -toda labor mental de sinceridad y conciencia, por todo osado trabajador, -por todo combatiente de bellos combates. Después de mi primera visita, -volví varias ocasiones. Una sola estatua me ocupaba a veces una hora -larga.</p> - -<p>Quería oir la voz misteriosa de la plasmada materia, el canto de la -línea, la revelación del oculto sentido de las formas. Me atrevo a -decir—no sin cierto temor—, que comprendo a Mallarmé—en Madrid, me he -sublevado contra los que no entendían<span class="pagenum"><a name="page_070" id="page_070"></a>{70}</span> la música de Vincent D’Indy; he -leído a Rene Ghil, sacando algún provecho, cosa que parece bastante -difícil; soy apasionado de Odilón Redon, de Toroop, de Rops; he -publicado un ingenuo libro de admiración que se llama <i>Los Raros</i>... -Pues bien, al hacer mi suma de impresiones sobre la obra de este potente -escultor, indudablemente el primero de su tiempo, estoy desconcertado. -Los críticos de arte no me han servido para maldita la cosa, sino para -amontonar a los ojos de mi pensamiento innumerables contradicciones. -Ante ellos la obra rodiniana es como esos barriles de los -prestidigitadores, que por una sola espita dan el licor que place a cada -cual. Hay en ella lo que se le antoja a no importa quién. Es el caos y -es el cosmos. El uno habla de la filosofía; el otro se ase al generoso -símbolo; el otro encuentra su manía social; el otro su visión ocultista. -Yo expondré, con toda la transparencia de que me siento capaz, este -resumen: he hallado a dos Rodines: un Rodin maravilloso de fuerza y de -gracia artística, que domina a la inmediata, vencedor en la luz, maestro -plástico y prometeico encendedor de vida, y otro Rodin cultivador de la -fealdad, torturador del movimiento, incomprensible, excesivo, -ultraviolento, u obrando a veces <i>como entregado a esa cosa extraña que -se llama la casualidad</i>. Procuraré explicarme.</p> - -<p>Al contemplar la mayor parte de esas esculturas, rudos esbozos, larvas -de estatuas, creaciones deliberadamente inconclusas, figuras que -solicitan un complemento de nuestro esfuerzo imaginativo me<span class="pagenum"><a name="page_071" id="page_071"></a>{71}</span> preguntaba: -¿dónde he visto algo semejante? Y era en las rocas de los campos, en los -árboles de los caminos, en el lienzo arrugado, en las manchas que la -humedad forma en los muros y en los cielos rasos, o en la gota de tinta -que aplastáis entre dos papeles. Esto último resultó súbitamente a mi -vista delante de algunos dibujos del maestro que han sido apuntes y -documentos para la realización de formas esculpidas y plasmadas.</p> - -<p>Una página de Eugene Carrière vino en mi ayuda. «El arte de Rodin, dice -el gran pintor, sale de la tierra y a ella vuelve, semejante a los -bloques gigantes, rocas o dólmenes que afirman las soledades, y en cuyo -heroico engrandecimiento se ha reconocido el hombre. La transmisión del -pensamiento por el arte, como la transmisión de la vida, es obra de -pasión y de amor. La pasión, de que Rodin es el servidor obediente, le -hace descubrir las leyes que sirven para expresarla, es ella la que le -da el sentido de los volúmenes y de las proporciones, la elección del -relieve expresivo.</p> - -<p>«Así la tierra proyecta sus formas aparentes, imágenes, estatuas que nos -penetran del sentido de su vida interior. Son esas formas terrestres las -que fueron iniciadoras verdaderas de Rodin.» Se trata, pues, desde -luego, de un gran espíritu libre, cuyo director es la naturaleza misma. -Al pasar la cordillera de los Andes, ¿no habéis visto los colosales -frailes de piedra que en la roca viva ha esculpido un cíclope y divino -escultor? Ese es el maestro de Rodin. Éste persigue conscientemente el -arte inconsciente<span class="pagenum"><a name="page_072" id="page_072"></a>{72}</span> de la naturaleza. Tal figura suya os trae a la -memoria el bifurcado tronco de un árbol; otra, el gesto extraño que las -aguas han labrado en una piedra, a la orilla del mar; otra, los -caprichos que chorrea en amontonadas estalactitas, la cerca de un cirio. -Lo que se manifiesta más imperiosamente es el don singular de poner en -esas formas, una suma de vida que al contemplador causa un insólito -pasmo. Mas confieso que hay muchas obras delante de las cuales el -pensamiento no encuentra vía. Algunas figuras en su preconcebida rudeza, -en obligadas posiciones y con el procedimiento rodiniano que descuida el -detalle, me despertaron la idea de no sé qué vaciados hechos en -desenterradas Pompeyas o Herculanos.</p> - -<p>La prensa, las distintas interpretaciones de los críticos de arte, y las -exageraciones del snobismo, causaron a Rodin bastante daño. Se ha -querido y se ha conseguido que su obra excéntrica prive sobre su obra de -claridad vibrante, de vigor plástico indiscutible, que no entraña más -que la formidable omnipotencia de la belleza, sobre todos los -procedimientos y sobre todas las escuelas. Mirbeau ha tenido razón, los -señores de la crítica han dicho lo que se les ha antojado, menos que -Rodin es un artesano genial, que en su oficio, y en su consagración -realiza el milagro sin imponerse tareas sociales, mitos trascendentes, -fórmulas esotéricas. Claro es y es sencillo, que todo espíritu -investigador, y sobre todo, el imaginativo, puede sacar lo que quiera de -esa misteriosa e inextricable complicación de<span class="pagenum"><a name="page_073" id="page_073"></a>{73}</span> formas y de movimientos. -El milagro es la revelación subitánea de la vida, el encuentro en la -materia, de la voluntad humana, del designio del artista, con la -voluntad suelta y el designio de la naturaleza, que tiende a decir su -secreto, a formular su íntima esencia. Si Rodin no fuera Rodin, habría -franqueado el paso de lo sublime a lo ridículo. Felizmente para él, no -le invade la «literatura». Es un dedicado, un consagrado a su caza de -gestos, a su persecución de actitudes. Lo que no se puede poner en duda -es su sinceridad, su lealtad al arte. A lo más se podría suponer que la -influencia de sus intérpretes literarios y la humareda de la lucha -intelectual encendida alrededor del <i>Balzac</i>, le han afianzado en su -propósito de firmeza en el choque deliberado con el ambiente normal que -le rechaza. Él obliga a inclinarse ante su fuerza, ante su estupendo -gozo dionisiaco. Aplico la palabra en el sentido nietzschiano; pues si -Rodin demuestra una innegable tendencia a lo <i>feo</i>, ello vendrá de lo -que Nietzsche denomina <i>la necesidad de lo feo</i>—absolutamente -griega—«la sincera y áspera inclinación de los primeros helenos hacia -el pesimismo, hacia el mito trágico, hacia la representación de todo lo -que hay de terror, de crueldad, de misterio, de nada, de fatalidad, en -el fondo de las cosas de la vida». Espíritu aislado, como todos los -grandes, va solo. «Es de la raza de los que <i>marchan solos</i>», dice de él -un severo y apostólico artista, Jean Paul Laurens. Además, su armadura, -a los golpes de los que le atacan, resuena con hermoso resonar. Está -construída de lógica, a martillazos ciclópeos.<span class="pagenum"><a name="page_074" id="page_074"></a>{74}</span> Lo que constituye su -talón aquíleo es su tácita sujeción a la idea de los críticos -oraculares, el querer hacer símbolo e intelectualismo, cuando su fuente -propia está en el sentimiento, en un gran sentimiento, y en la pasión, -en una gran pasión. Es el divino escultor del <i>Beso</i>, el robusto creador -de los <i>Burgueses de Calais</i>.</p> - -<p>Por la tanto, os perturban, os desconciertan, labores como ese <i>Genio -del Reposo eterno</i>, que encontráis frusto e incomprensible, sobre todo -cuando recordáis el Praxiteles del Louvre en idéntica interpretación.</p> - -<p>Entre árboles que la primavera anima está la casa en que el maestro ha -juntado su producción: entre árboles, como un templo antiguo de Grecia. -Hay días de moda, los viernes: «—¡Oh, marquise!—¡Oh ma chère!» Entra -baste gente y los ingleses, como ya lo debéis suponer, abundan. Hay -quienes sonríen, desde la entrada, como si entraran a un lugar vedado, y -quienes tienen aire de decir a la humanidad toda: «¡Ah, imbéciles! entro -en mi casa».</p> - -<p>Ya en el interior, comienza la lucha de sensaciones.</p> - -<p>Al pasar, sentís cómo os asen las manos de la vida, cómo os penetran los -ojos, cómo os envuelve el aliento. Súbitamente, al entrar, <i>la Guerra</i>. -Se ha hablado al tratar de ella, de la victoria de Samotracia como único -parangón. Pero, ante todo, debo declarar que no concibo en Rodin un -representativo del espíritu griego; Rodin no tiene de Grecia más que el -concepto de la tragedia; es la máscara trágica<span class="pagenum"><a name="page_075" id="page_075"></a>{75}</span> la que le obsede. Vida, -sí; pero <i>humana</i>, mientras en el arte puro griego existe la imposición -de la vida <i>divina</i>. Ahí está la suprema particularidad de Rodin, en -haber buscado y encontrado la fórmula de todo lo que el cuerpo humano -tiene de extraño, en el movimiento, en el gesto, en la certificación de -la vida. Pero no hay en él la virtud olímpica de Fidias, de Proxíteles, -de los antiguos maestros helenos. Se comunica con los dioses inferiores. -Una náyade, un fauno, una sirena, son suyos; mas con Júpiter o Apolo, se -desequilibra. Cuando ha querido representar a Apolo, lo ha concebido -soberbiamente, sobre las hidras, esparciendo la luz, creando las ideas; -y la ejecución nos ha dado un muchacho agradable que no nos convence en -su excelente mímica, de ser la encarnación de tan estupendo símbolo. La -culpa es del predominio absolutamente humano y realista que existe en la -obra de Rodin. La <i>Guerra</i> es de pequeñas dimensiones, y, como os he -dicho, está a la entrada. Cuesta, indudablemente, detenerse, y no pasar, -de modo sumario, a ver la gran masa blanca, el esfídgico volumen, la -piedra de escándalo, el <i>Balzac</i>, que advertís en el centro de la sala, -entronizado dominador. Y la <i>Guerra</i>, es de fuerte magnificencia. Esas -dos figuras, el genio clamoroso y el combatiente caído, son dignos -liminares de la exposición. Os certifican la influencia del genio, o si -queréis mejor, del estupendo <i>instinto</i>, las soberanas anatomías, -vibrantes de una idea simbólica y trascendente. Los brazos del genio -abarcan toda la furia humana. Hasta el detalle del ala doblada, expresa<span class="pagenum"><a name="page_076" id="page_076"></a>{76}</span> -el soplo de tempestad. El soldado musculoso que cae herido, dice la -muerte y el desastre. Luego, os detiene una muchedumbre de figuras y -figuritas como inacabadas, como proyectadas, y que sin embargo, se -expresan definitivas. Y os cuesta convenceros de que sea el autor de -esos caprichos minerales, de esas bizarras cristalizaciones, el mismo -que ha hecho la bellísima <i>Edad de bronce</i> que erige su espléndida -desnudez en el jardín del Luxemburgo.</p> - -<p>¿Qué se os incrusta, sobre todo, en el cerebro, en medio de la -contemplación? La obsesión de los elementos sexuales. Siendo el amor la -ley de lo inmortal, Rodin lo clama a cada paso, hijo de la tierra, -formulador de expresiones. Una cabeza de mujer, sugiere, en el mármol, -la supremacía del abrazo, el límite del gozo. La vaga sonrisa, la -revelación facial, son el poema. En <i>l’emprise</i>, es la victoria de la -fuerza masculina en la conquista amorosa; eso es rudo, primitivo, -elemental. Un fauno corre por el bosque—vosotros evocáis el bosque o -rememoráis el verso de mi muy querido amigo Moreas:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Hier j’ai rencontré dans un sentier du bois<br /></span> -<span class="i0">Où j’aime de ma peine á rêver quelquefois...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">un fauno corre por el bosque llevando a una ninfa; es todo el pillaje -selvático, la franca y alegre lujuria bajo el imperio de Dionisio. En -otro grupo es la mujer, presa de las potencias amorosas la que vence al -hombre. La osadía de las líneas canta la derrota del macho y al propio -tiempo su victoria. Otro<span class="pagenum"><a name="page_077" id="page_077"></a>{77}</span> fauno porta a otra mujer, en un impulso -glorioso. Y los motivos y los sujetos poemales se suceden. Venus y -Adonis moribundo; sirenas y un tritón, que hacen comparar esta poesía -escultórica de Rodin con uno de los más bellos y valientes cuadros de -Boeklin; y un sinnúmero de intenciones y documentos plasmados: -mujercitas de yeso con los pies para arriba, o acurrucadas, o en -posiciones imposibles; martirizados torsos, lazos inextricables de -brazos, de piernas; una faunesa que a primera vista os parece una rana; -sobre un gran libro una funámbula de Liliput. Y no halláis qué pensar. -Aquí decís: «este hombre es supremo»; y allá: «a este hombre le gusta el -<i>titeo</i>»; y más allá: «este hombre es un genio»; y más alla: «este -hombre está loco». Digo la verdad de mi impresión.</p> - -<p>Y sátiros y más sátiros, y mujeres desnudas y más mujeres desnudas. Todo -sincero, leal, franco, sin maldad, sin perversidad.</p> - -<h4>II</h4> - -<p>Así como para comprender en toda su intensidad la obra musical de -ciertos autores, hay que escucharla varias veces y formar con ella una -especie de intimidad mental, una escultura de Rodin invita y obliga a -mirarla mucho y muchas veces. He pensado en una escultura «di camera», -como se ha hablado<span class="pagenum"><a name="page_078" id="page_078"></a>{78}</span> de una literatura «di camera». Hay, pues, fuertes -razones para que Rodin no sea accesible a la muchedumbre y, por lo -tanto, que sus obras monumentales escollen. Los monumentos son hechos -para las muchedumbres. La muchedumbre gusta de los grandes conceptos -claros, de la retórica y de la oratoria. Un soneto de Mallarmé o un -cuento de Poe no son para recitados en público.</p> - -<p>Así, la belleza de cierta parte de los trabajos rodinianos es para -iniciados. A primera impresión, un visitante que no tenga prejuicio -artístico y que se detenga delante de algunas estatuas, no verá nada. La -muchedumbre, por su parte, no comprendería, en absoluto. La simbólica de -los decoradores de la Edad Media era interpretada, en los muros de los -templos, en las tallas de las catedrales, en altares y puertas, por un -pueblo cuya alma sencilla tenía fe, tenía esperanza e ideales.</p> - -<p>La muchedumbre, la <i>foule</i> moderna no posee ese sentido de comprensión, -envenenada de democracia, de charlatanería libresca y trabajada por -todos los apetitos.</p> - -<p>Surge ante mi vista el blanco menhir. Conozco la historia. Si algún -<i>parti pris</i> tengo, es el de la admiración, el de la pasión intelectual. -Y lo que brota en mi mente, primero, es la idea de que estoy delante de -un <i>fantasma</i>.</p> - -<p>Esto evoca las fotografías espiritas y las figuras de los malos sueños. -Y todos los artículos de revista y la decidida voluntad de admirar, no -impiden mi temorosa incomprensión, y el vago miedo de<span class="pagenum"><a name="page_079" id="page_079"></a>{79}</span> que estuviese -envainada mi personalidad en la piel de un filisteo. No, decididamente, -después de tomar por varios caminos, no entiendo del todo. Se trata de -la más plástica de las artes. ¿Para qué haber modelado de antemano con -loable tenacidad anatomía del autor de la <i>Comedia Humana</i> para venir a -presentar esa cara deforme y esos grandes pies que se escapan de esa -salida de baño? Miro de frente, y un profundo respeto por el genial -artista no contiene la vaga sonrisa que se escurre a la violenta -imposición de un aspecto de foca. ¡Deliberadas faltas de ortografía del -Arte! <i>M’introduire en ton histoire...</i> Miro detrás y la masa inclinada -clama por un puntal. Miro de lado y el dolmen elefantino se obstina en -no querer revelarme su secreto. Entonces, con resolución completa, no me -acepto a mí mismo, me increpo y me llamo en alemán <i>bildungphilister</i>, -para castigarme por el lado de Nietzsche. Persisto en creer en la -lealtad de Rodin. Sacerdote de la síntesis, nos habrá querido dar la -esfinge moderna o la fórmula de un arte futuro.</p> - -<p>Sus amigos de exagerado entusiasmo han aumentado la bruma sibilina, por -sus distintas maneras de explicar, por sus contradicciones y por sus -feroces ataques al simple burgués y al artista o crítico que no piensa -como ellos. André Veidaux propone como lógica suprema, como medio de -convencimiento decisivo, los puñetazos. El dulce anarquista llama como -eufemismo, a tal sistema, «discurso atlético.» Confieso que no me -complace mucho el box como <i>última ratío</i> artística.<span class="pagenum"><a name="page_080" id="page_080"></a>{80}</span></p> - -<p>Cuenta León Maillard que cuando se inauguró el monumento de Claude -Gelée, un senador exclamó: «Nosotros encontramos mala esta estatua, y -sin embargo, no somos bestias.» No suelen ser propiamente los senadores -jueces en asuntos intelectuales; pero el ser senador no excluye el tener -talento o buen gusto. Hugo lo fué; y un bibliotecario del senado hubo -aquí que se llamó Leconte de Lisie. La frase del senador de Maillard la -han repetido infinitos visitantes a la exposición Rodin...</p> - -<p>Insistiré sobre la dificultad de que la estatuaria monumental rodiniana -llegue a tener éxito a los ojos de las ciudades. No me refiero a joyas -armoniosas que habría podido bañar con su luz el cielo griego, como la -<i>Edad de Bronce</i>, o el <i>San Juan Bautista</i>. El monumento a <i>Claude -Gelée</i> es una maravilla de concepción, y sin embargo, costó mucho que -fuese aceptada por la ciudad de Nancy. Los <i>Burgueses de Calais</i>, poema -de poemas de fuerza, cuyo conjunto es la obra compuesta más conmovedora -que se pueda contemplar y cuyas figuras aisladas son otras tantas obras -maestras—entre todas el portallave, cuyas piernas se afirman en tierra -con viviente energía y en cuya faz se revela el sencillo heroísmo -doloroso—tuvo también grandes dificultades municipales. El primer -<i>Víctor Hugo</i> no fué aceptado.</p> - -<p>El segundo, soberbio de grandeza, ser hecatonquero, pensativo gigante -lírico que oye la voz de los elementos, creemos que será erigido -triunfantemente: excepción. El <i>Balzac</i>, ya conocéis el escándalo que -produjera cuando fué exhibido por primera<span class="pagenum"><a name="page_081" id="page_081"></a>{81}</span> vez. La <i>Patria vencida</i>, o -el genio de <i>La guerra</i> no fué aceptada en el concurso a que se -presentó. Ignoro cómo en los Estados Unidos fué recibida la estatua del -general Lynch; pero en la <i>maquette</i> que he visto, no encuentro ni el -genio raro del autor, ni la gracia elegante de un Carrier-Belleuve. Se -habla de un monumento a <i>Vicuña</i>, en Chile. No hay aquí de él ni -<i>maquette</i>, ni fotografía.</p> - -<p>En cuanto al <i>Sarmiento</i>, que ha despertado en Buenos Aires las mismas -tempestades que aquí el <i>Balzac</i>, no me es posible deciros nada. Aquí se -exponen varias fotografías. Conozco las distintas opiniones de la prensa -argentina, los rudos mazazos del Sr. Groussac, los líricos y sutiles -comentos de Eduardo Schiaffino y la necesidad de vigilancia policial -para librar el monumento de la indignación iconoclasta. No me ha -ruborizado esto último; aquí se ha hablado de amenazas semejantes, así -sea por boca de humorista.</p> - -<p>Los que han visto el <i>Sarmiento</i>, admiran la obra, sobre todo el -pedestal, el Apolo. André Veidaux dice de él en un reciente estudio -sobre el estatuario: «Pronto va a enviar al Sur de América el bronce del -presidente <i>Sarmiento</i>, cuyo pedestal, un altorelieve de Apolo, es una -cosa maravillosa de decoración, un prodigio desconcertante de gracia -olímpica y de brillante juventud. Espanta de arte este efebo bañado de -luz y de belleza...» Opinión francesa. Ved ahora una inglesa, de Arthur -Symons, el exquisito escritor y crítico de ultra Mancha: «Pero siempre, -en el mármol, en el menor boceto de barro, existe<span class="pagenum"><a name="page_082" id="page_082"></a>{82}</span> el éxtasis. A menudo -es un éxtasis perverso; a veces, como en la radiosa figura que abre de -par en par las puertas de las montañas, sobre el pedestal de la estatua -del general Sarmiento, es un puro gozo...»</p> - -<p>Ernest Lajeneusse, a quien he pedido su juicio sobre el particular, me -dice: «No es extraño, querido compañero, lo que ha pasado en su ciudad, -Buenos Aires, con el Sarmiento, pues ya en la mía pasó hace ocho años -algo análogo, que sin duda habéis olvidado, y que quiero en dos palabras -recordaros: En 1892, Rodin ejecutó para una plaza de Nancy, una estatua -de Claude Lorrain. La estatua pareció muy mala, y el pedestal pareció -peor.</p> - -<p>Las discusiones locales de la prensa envenenáronse poco a poco, y tanto -defensores como enemigos fueron poco hábiles, exaltando el sentimiento -popular hasta conseguir que las masas amenazaran destruir el monumento. -El pedestal, sobre todo, desconcertó a mis paisanos. Nadie sabía ver en -el carro romano tirado por una cuadriga y conducido por Febo, un símbolo -aplicable al genio de nuestro gran pintor de marinas.</p> - -<p>Rodin quiso explicar su pensamiento diciendo que aquel carro era la -representación de la Luz triunfante. Ahora, ha querido aplicar el mismo -Febo, Apolo, a vuestro Sarmiento, quien, según me lo pintáis, fué un -gran educador y director de pueblos. Por mi parte, admiro a Rodin, como -Clémenceau admira la revolución francesa; <i>en bloc</i>. Admiro en él lo -claro y lo obscuro, lo definido y lo indefinido y<span class="pagenum"><a name="page_083" id="page_083"></a>{83}</span> también lo -atormentado y lo que apenas es un signo. No creo que haya otro modo de -admirarle.»</p> - -<p>Y el poeta Jean Moreas: «Querido poeta, no me interesa mucho ese asunto -Rodin. Soy amigo del estatuario, pero no me pasmo de admiración ante su -obra. Rodin es un albañil (<i>maçon</i>) genial. Su talento es superior al de -todos los otros escultores. Buenos Aires, y cualquier ciudad, debe estar -contenta de poseer un monumento firmado por él. Vuestro.—<i>Jean -Moreas.</i>»</p> - -<p>Viendo el <i>Pensamiento</i> de Rodin, he pensado que más que Apolo, vencedor -de las tinieblas, habría quedado como un hermoso símbolo, en el pedestal -de la estatua, aquella admirable obra maestra. La cabeza bella de vida -interior, que surge del bloque puro, en donde está aún aprisionado el -cuerpo que ha de surgir a plena luz, lleno de movimiento y listo para la -acción.</p> - -<p>Recuerdo también algo que me refiriera en el taller de Víctor del Pol, -en Buenos Aires, el nieto del ilustre luchador, Augusto Belín Sarmiento. -El grande hombre alguna vez que se hablara de su estatua delante de -él—¡oh, él estaba seguro de ella!—exclamó: «¿El mejor monumento que se -me podría levantar? Ir a la Cordillera y arrancar un buen pedazo de -picacho andino, y traerlo a Buenos Aires y plantarlo en donde quisieran. -En la piedra bruta, en la roca viva, grabar <i>Sarmiento</i>; y nada más.»</p> - -<p>Y a fe que el gran original tenía razón.</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_084" id="page_084"></a>{84}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_085" id="page_085"></a>{85}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="OOM_PAUL" id="OOM_PAUL"></a>OOM PAUL</h3> - -<p class="imgrt"><img src="images/illus-085.png" -width="25" -height="42" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -Noviembre 27 de 1900.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-q.png" -width="80" -height="79" -alt="Q" -/></span>UIEN ha presenciado estos espectáculos no los podrá nunca olvidar: la -llegada del varón provecto semiprimitivo a la tierra de la cultura, y la -capital ática loca de atar por el viejo boer boyero, cuya pesada alma -hugonota exprimida por la mano de París ha dado su jugo de lágrimas, -como la roca aceite en el rudo versículo bíblico. Yo fuí a Marsella a -ver arribar el Gelderland en triunfo, y vi a Marsella vibrante como una -cigarra, recibir al anciano capitán náufrago que viene a Europa a probar -la última esperanza mientras su barco se hunde. La nave de Guillermina -entrando al puerto entre barcos empavesados, las salvas del saludo, los -gritos y aclamaciones de una multitud en delirio, los vendedores de -periódicos, himnos y retratos, la alegría meridional frente al mar azul, -las damas en los muelles agitando sus pañuelos y los hombres sus -sombreros... todo para un vencido. Cuando apareció la figura del viejo -Krüger, noble rostro de león, que en nada se parece a esa cara de gorila -canoso que han multiplicado<span class="pagenum"><a name="page_086" id="page_086"></a>{86}</span> las ilustraciones, un trueno de voces -resonó en toda la costa. La sonora e hirviente Cannebière estaba animada -de manifestantes; las banderas republicanas se agitaban; Marsella clara -y griega, se abría al gozo y al entusiasmo, lírica granada como la de -los versos de Roumanille; los marselleses cantaban la Marsellesa; todo -era bullicio y ardor ante esa seca alma bátava, nutrida de savia -protestante, tan ajena a la gracia y al vuelo franceses, y que debe -haber estado más que conmovida, sorprendida ante la recepción de esta -gente ruidosa y solar.</p> - -<p>Y era toda la Francia unida para saludar al que viene encarnando una -idea, un símbolo: la justicia. Después de la bienvenida de Marsella y la -voz del poeta Mistral que envió desde su Provenza palabras conmovidas: -«Con mi veneración, con mi admiración profunda saludo al presidente -Krüger en Marsella. De pie, a la entrada del nuevo siglo, ese patriarca -aldeano representa hoy, representa solo, la dignidad humana en su más -alto aspecto. Con los brazos alzados al cielo, él ha sostenido, como -Moisés, la esperanza y la fe de su pueblo, contra el invasor insolente. -Todos aquellos cuyo corazón palpita a la vieja palabra de justicia, a la -vieja palabra de patria, se inclinan delante de Krüger, conductor y -profeta del santo pueblo boer.» Felicísima la comparación con Moisés... -Díganlo la figura de vejez fuerte, el espíritu de la Biblia que precede -a esas tribus combatientes; las familias errantes con sus rebaños en un -éxodo desgraciado; pero, sobre todo, el Becerro de Oro que aparece, -causa y fin de toda<span class="pagenum"><a name="page_087" id="page_087"></a>{87}</span> la sangre vertida y de todo el dolor causado, el -ídolo de la Chartered, fundido por Cecil Rhodes y visto a través del -<i>monocle</i> de Chamberlain.</p> - -<p>Después de Marsella, saludó Avignón, luego Lyón, luego Dijón, luego -París. ¡Curioso contraste entre el pueblo y el presidente!</p> - -<p>La entrevista con Loubet ha sido singular. Es algo como el saludo del -que va a morir: el triunfo, no obstante, de la fórmula, el apogeo del -protocolo, para resultar en suma de cuentas: «Siento mucho vuestras -desventuras, pero estáis condenados a perecer. El mundo civilizado os -admira, celebra vuestro valor y lamenta vuestras desgracias; pero no se -puede hacer más, y estáis ya entre las quijadas del león». Hay algo en -esas consolaciones de última hora y lisonjas en capilla, de los -discursos suntuosos al guillotinado por persuasión. «Que os lleve el -diablo; pero morís muy bien y el universo os aplaude». Serían de ver los -pensares ocultos de Tío Pablo cuando ha entrado al Elíseo entre el -brillo de las corazas que hacen los honores reglamentarios a los reyes, -las vistosas libreas palatinas, el lujo oficial que se emplea para el -cha, o para Jorge, o para Leopoldo, mientras él viene, rústico Néstor, a -demandar una limosna de justicia. Y cuando Loubet—<i>très pâle</i> dice un -periódico—le dice sus consuelos platónicos, Krüger todavía le habla de -Dios, le habla de su fe, de su confianza en la justicia suprema, con -palabras simples que en su duro holandés de hierro muestran su espíritu -patriarcal alimentado de salmos.<span class="pagenum"><a name="page_088" id="page_088"></a>{88}</span></p> - -<p>Y el pueblo de París... El tiempo estaba lluvioso, el bulevar inundado -de gentes. Abriéndome paso en un bosque de paraguas llegué a colocarme -en buen puesto el día de la llegada del jefe transvaalense. La -muchedumbre se apretaba en los alrededores, los cafés no podían contener -a los parroquianos. Aquí, allá, cantores ambulantes cantaban versos al -<i>père</i> Krüger con música de aires conocidos. Muchachas guapas pasaban -con los colores del Transvaal en los corpiños y los del amor de París, -en las mejillas. París loco, loco de atar, por el viejo boer boyero, -sacaba todos sus brillos a relucir y ponía todas sus cuerdas a vibrar. Y -no había sino una confusión de cosas; y todas las opiniones y todos las -partidos se juntaban para dar los buenos días de París al recién -llegado. Es la primera vez en que nacionalistas y dreyfusards se han -unido en idéntica comunión, mientras estaban ya listos los besos de la -princesa Matilde para los nietos del patriarca. Y cuando el clamor -inmenso y tempestuoso asordó el bulevar y llegó en el coche Oom Paul, la -ciudad histérica tuvo un verdadero espasmo. Se alzó el viejo Krüger; -pude verle mejor que en Marsella. No es colosal, como se le ha pintado, -pero de bueno y fornido cuerpo; amacizado de caza y labores rurales; es -el pastor tres veces, pastor de bestias y pastor de pueblos, y pastor -también evangélico, metido en su hopalanda negra, clergyman abuelo, que -cuando no masca su pipa masca a San Pablo, o al santo rey David. Hay un -retrato del Tío que le revela en absoluto leonino, león de África; león -quieto ya, que ha sabido<span class="pagenum"><a name="page_089" id="page_089"></a>{89}</span> saltar y desgarrar a tiempo, león de combate; -y al propio tiempo león viejo que sueña en vagos horizontes, león que -clava sus anchas pupilas fatigadas en las lejanías de las puestas de -sol. Es el retrato en que está a la puerta de su casa de Pretoria entre -dos regias fieras de mármol. Y las dos fieras de mármol parece que -fuesen copias y representaciones, no de leones libres, sino de animales -de Pezón, domados cuadrúpedos carniceros, fieras de feria que se -humillan al pistoletazo y al chasquear del látigo y tienen el cuello -como cuello de buey, para el yugo. Diez yuntas tenía la carreta que -condujera el mismo tío Pablo, diez yuntas de bueyes... A los leones, -mejor antes la muerte de un tiro que sufrir finalmente la supresión del -monte libre y la cadena impuesta. Venerable león que confía en Dios, Oom -Paul debería estar ya convencido de que los sarracenos cuando son más, -muelen a palos a los cristianos, y que, en nuestros tiempos por lo -menos, hasta ahora. Dios no tiene otra ocupación más interesante que -salvar a la reina.</p> - -<p>París se ha estremecido, se ha conmovido y ha hecho ver su locura al -mundo una vez más. Es la locura noble de las razas generosas, de las -ciudades cordiales, de los pueblos gentiles y altivos. París sonríe al -pompón y al penacho, y a la flor de lis y al sombrero del Cabito, y al -caballo negro y al <i>toupet</i> blanco; pero París sonríe sobre todo, como -Atenas, como Roma, a las altas ideas y a las acciones magnas. Darío, -será bien recibido en casa de Alejandro. Los pueblos caídos, los héroes -todos<span class="pagenum"><a name="page_090" id="page_090"></a>{90}</span> que combaten por la libertad, los Kosiusckos, los Garibaldis, los -rojos John Brown, los negros Maceos, los amarillos Aguinaldos, todos los -soldados de todas las naciones que vienen a la ciudad incomparable a -pedir ayuda, o simpatía, la encuentran, la han encontrado, copiosa, -ardorosa, a veces fanática. Los poetas (¡ah, si Hugo existiese, qué oda; -qué carta a la reina Victoria sobre el arbitraje, qué entrevista con -Krüger!) los poetas han hecho sus versos modernísimos como los de Stuart -Merrill, fofos como los del Coppée de hoy; los dibujantes han esbozado -simbólicas alegorías, retratos varios, figuras, paisajes, símbolos -aplicables al suceso famoso; los escaparates de los libreros se han -cuajado de obras geográficas, etnográficas e históricas referentes al -pueblo pastoril y medio bárbaro que ha tenido el valor de oponerse a la -conquista inglesa; en el libro de inscripciones simpáticas han dejado su -nombre aristócratas y obreros; y han ido a visitar al ídolo del momento -los mandarines de la política, los directores de la literatura, -militares y jueces, princesas y damitas apasionadas del Aguilucho de -Rostand o a quienes el orleanismo acaricia. Solamente los socialistas no -se han hecho notar. ¿Por qué?</p> - -<p>No hay duda de que Tío Pablo es pintoresco, y que la novelería de la -capital, después de la exposición necesitaba algo fuerte para su -apetito, un aperitivo tal vez para cosas mayores que quizá están ya en -la puerta del siglo que comienza; y en que la innegable antipatía que -existe para el inglés, para el<span class="pagenum"><a name="page_091" id="page_091"></a>{91}</span> país del <i>Belerofonte</i>, para el odioso -vecino de enfrente, hallaría oportunidad de encender sus fuegos, sobre -todo después del contenido ímpetu de Fachoda. El Tío es pintoresco, no -hay duda, con sus anteojos, con su sabia ignorancia, con su Biblia, con -su sombrero legendario que ha sustituído con un «ocho-reflejos», y con -sus nietas rosadas y nietecitos. Para sus nietas, las mejores flores de -los jardines parisienses. Lo merecen estas bellas damas...</p> - -<p class="cb">* * *</p> - -<p>En <i>La Nación</i> he hablado varias veces de Jean Carrère, desde su famosa -aventura en los levantamientos barriolatinescos del 93. Este poeta, de -la familia de Mistral, todo entusiasmos y todo nobleza, que ha dejado -hace tiempo las rimas por el periodismo, y que ha resultado un -periodista de primer orden, fué enviado recientemente al Transvaal por -<i>Le Matin</i> y ha contado en cartas chispeantes, pintorescas y líricas sus -impresiones sudafricanas. Él nos ha pintado, sobre todo, la rara bravura -de las mujeres boers, que explican la fiereza especial de esos cazadores -de ingleses, de cafres y de búfalos. Elogia sus palabras y sus actos, y -agrega con su tono meridional:—«Eh! eh! savez vous que ces Boers ont -tout simplement des cœurs et des formules de romains!» Las dos boeras -que ya he visto en París, confieso que me han causado gran sorpresa. Con -la general creencia pensaba que no había en la república heroica más que -espesas Cornelias, o<span class="pagenum"><a name="page_092" id="page_092"></a>{92}</span> gruesas parideras a la suiza, sólo maternidad. Y -rosa y lirio, la Sra. Gutmann me dió a entender con su dulce presencia, -que en Pretoria no huelgan los tesoros de madrigales. Allí en el hotel -Scribe se han dejado, ella y madama Eloff, admirar y <i>kodakear</i> por la -curiosidad parisiense. Bellas como son, con sus ojos pasivos de amorosas -y cumplidas hembras, muestran un aspecto de energía que hace adivinar a -las esposas de los estancieros rebeldes que con su cartuchera terciada -se van en su caballo corredor, de caza o de guerra, a poner la bala -donde fijan el ojo, y saben matar y saben morir, hábiles y esforzados -jinetes como gauchos, resistentes y testarudos como paraguayos.</p> - -<p>Para París el alma de Krüger es extranjera, y el pueblo boer no es sino -un pueblo bárbaro. El presidente pastoril no sabe más que lo que le ha -enseñado el libro santo de su religión restricta, y cuando llega a -Francia por la tercera vez, necesita todavía de intérprete. Se admira -como un simple cha del mecanismo de la torre Eiffel, y muestra ante la -civilización latina su instinto nórdico, silencioso y taimado. Es el -retoño africano y colonial del holandés espeso, ante este sutil y ligero -espíritu galo que recorta las ideas con la intención. Está más cerca de -los alemanes que de los franceses, es más bebedor de cerveza que de -vino. Y ese pueblo suyo es un pueblo de vaqueros, sin artes, sin -literatura, sin siquiera un Santos Vega entre sus campesinos, pues no -valen nada ante el natural soplo lírico de la pampa las canciones que ha -intentado improvisar<span class="pagenum"><a name="page_093" id="page_093"></a>{93}</span> en tarea periodística y aprovechando la -actualidad, más de un afecto al folk-lore; pueblo sin ideales, más que -el ordeñar, el cazar, el sembrar, el engendrar y el sacar riquezas de -las minas (¡lo cual quizá sea de una superior filosofía!...); pueblo de -gentes taciturnas y opacas. No puede en ningún caso—excepto el de la -representación de una idea transcendental y absolutamente humana y -universal—ser visto como un pueblo simpático y fraterno por este pueblo -que tiene sus antecesores en la Hélade y en países y bosques donde los -ruiseñores no sabían de coros luteranos.</p> - -<p>Lo que se ve es sencillamente al anciano vencido. Si Lear viniera, el -rey Enrique le daría su ciudad de París, como en la canción que tanto -complacía a Alceste. Y luego, hay el enemigo probable, el enemigo que -mañana puede estar en frente; la amenaza de la isla de rapiña que -enjauló al vencedor del mundo, y que está allí, al otro lado del canal -de la Mancha. Y además, los partidos han aprovechado la venida del -anciano luchador, para tomar como una bandera su nombre, como un torreón -de victoria su figura, esa figura que han aprovechado tanto los -caricaturistas. Y los de la revancha por un lado, y los otros por otro, -han agitado sendas palmas al que llega en nombre de la justicia.</p> - -<p>París ha recibido como debía a ese vencido. París sabe lo que es la -interjección de los idiomas bárbaros, París sabe lo que son botas.</p> - -<p>¡Ah, ellos han sido fuertes, los boers, han sido invencibles, pequeños -en número, ratón contra gato,<span class="pagenum"><a name="page_094" id="page_094"></a>{94}</span> gato contra leopardo, azorado caballo -salvaje contra ferrados unicornios! Aun más, ellos han sido <i>los -superiores</i>. Porque, como dice el gran poeta inglés cuyo nombre no se -puede pronunciar: «Los ingleses son fuertes porque cada uno tiene una -Biblia; pero los boers son más fuertes porque cada uno tiene una Biblia -<i>y una escopeta</i>». Para Krüger la mejor palabra es la de ese admirable -shakespearista del lápiz, Olivier Merson; <i>Moriamur</i>. Una cabeza de -Cristo. Prepararse a morir, dejarse morir, ante la injusticia, ante la -fuerza, ante la soberanía de los piratas, ante los cañones mejor -fabricados y ante las codicias mejor dirigidas. Morir, es decir, dejarse -comer. El último filósofo es Niestzche; el último poeta Kipling. -Solamente que en este caso, a pesar de mis simpatías, no puedo dejar de -ver cambiarse la cabeza simbólica y sagrada de Merson, por una cabeza -encornada de diamantes, una dorada cabeza de ternero.</p> - -<p>Ante la cual Krüger romperá su Biblia.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-094.png" width="140" height="160" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_095" id="page_095"></a>{95}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="LA_NUEVA_JERUSALEN" id="LA_NUEVA_JERUSALEN"></a>“LA NUEVA JERUSALÉN”</h3> - -<p class="imgrt10"><img src="images/illus-095.png" -width="44" -height="45" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -8 de Enero de 1901.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-l.png" -width="80" -height="78" -alt="L" -/></span>A primera nieve del año caía sobre París, y yo iba, al amor de su -blancura, a lo largo del bulevar du Port-Royal, camino del templo -neocristiano de Swedenborg, situado en la rue Thouin. Había visto en el -<i>New York Herald</i> que el servicio era público y que se efectuaba el -primero y tercer domingo de cada mes. Luego, la casualidad en la forma -del pintor de Groux me había puesto en contacto con un singular -personaje; artista e iluminado, que pretende nada menos, y sus razones -ha de tener, revolucionar la música en el mundo. He nombrado a M. G. -Núñez, sobre el cual y su obra rara he de volver en ocasión próxima. M. -Núñez, iniciado desde hace largo tiempo en las doctrinas -swedenborguianas, que guían hacia lo que se llama la Nueva Jerusalén, -hombre culto y ferviente de fe, se ofreció a ser mi compañero en mis -místicas investigaciones.</p> - -<p>Cuando llegamos a la iglesita no había en ella ninguna alma. El aspecto -del lugar me pareció el de<span class="pagenum"><a name="page_096" id="page_096"></a>{96}</span> una capilla protestante cualquiera. Sobre un -fondo azulado se destaca la cátedra. El recinto, apenas si dará cabida a -más de doscientas personas. Hay una galería alta, a graderías. En ella -está el armonium para cantar los himnos. A los lados de la cátedra, dos -ramas de pino, ignoro el por qué—en dos macetas.</p> - -<p>Poco a poco fueron llegando los fieles. Tipos de viejas viudas, jóvenes -pálidas, un anciano de aspecto militar, y algunos gentlemen de -apariencias mundanas, quizá curiosos, o periodistas como yo. Por fin, -después de largo esperar, apareció el pastor, un hombre de cierta edad, -manera de empleado de gobierno o de profesor de lenguas, o antiguo -tenedor de libros; pero con ojos de visionario y rostro moldeado de fe. -Nos levantamos para rezar la oración del comienzo, el Padrenuestro, con -una frase agregada. Después de: «Mas líbranos, Señor, de todo mal», hay -que decir: «Porque tuyos son el reino, el poder y la gloria.»</p> - -<p>El pastor abre una Biblia y comienza a comentar el <i>Génesis</i>.</p> - -<p>Es una exégesis absolutamente voluntaria, como cierta doctrina -etimológica. Las palabras adquieren los sentidos más caprichosos, y es -una sorpresa el ver salir de donde menos pensáis una porción de cosas -que os producen irresistible estupefacción. Este es, por otra parte, el -sistema del maestro sueco cuya iniciación en los divinos misterios -empezó con estas palabras, un tanto confianzudas, que le dirigiera un -ángel: <i>¡No comas tanto!</i><span class="pagenum"><a name="page_097" id="page_097"></a>{97}</span></p> - -<p>Concluído el comento de la Biblia, el pastor hace una seña, y el -armónium ataca un himno cristiano que los asistentes corean con más o -menos afinación. Yo dirijo la vista alrededor. ¡Somos muy pocos! y, -prudentemente, expongo a mi acompañante mis temores de un escaso éxito -neohierosolimitano. Pero él, bravo varón de fe, me contesta en español -que pudo ser oído de toda la asistencia. «¡No importa! Con menos gente -empezó su iglesia Nuestro Señor Jesucristo!» El pastor vuelve a hablar y -expone, en un largo discurso, doctrinas, propósitos y esperanzas. Dice -cosas curiosas y originales, entre ellas la exposición de lo siguiente; -«La primera iglesia de Cristo ha concluído. Empieza la nueva. Aquí no -triunfaremos. Europa está cerrada y gastada para nosotros. (¡Ya lo decía -yo!) Y ¿sabéis por qué el cristianismo católico o protestante no ha -podido ser propagado en Asia y en África? Porque Dios ha dispuesto que -esos numerosos millones de hombres sean catequizados por la Nueva -Jerusalén. El mundo negro y el mundo amarillo, la China, el Japón, la -India, el África toda, son para nosotros.» Después otro himno, otra -oración, y, con los brazos extendidos, el pastor nos bendice. ¿Quién -sabe cuándo y dónde el espíritu sopla? Yo recibo la bendición con toda -seriedad y fervor. Y, mientras las gentes se van, me dirijo a abordar al -sacerdotal funcionario. M. Núñez me presenta como un adepto. Quiero, con -timidez, explicar que no soy propiamente eso; pero ya el pastor me ha -colmado de estimulantes palabras; y, al saber que soy de Buenos Aires, -creo<span class="pagenum"><a name="page_098" id="page_098"></a>{98}</span> ver en sus ojos esta admonición: «Ve, y enseña a todas las -gentes». Buenos Aires, qué conquista para la nueva iglesia! Al saber que -soy periodista, me conduce al piso alto de la casa vecina, unida a la -iglesia, en donde vive Mme. Humann, la sacerdotisa swadenborguiana, la -cual ha de darme todos los detalles que necesite. Mme. Humann, fuerte -norteamericana, todavía agradable y bastante simpática, me da, -complaciente unas cuantas noticias, en su francés marcado de vigoroso -acento anglosajón. Me habla de los progresos de su religión, y de la -guerra que hacen a la Nueva Jerusalén los católicos y sobre todo los -jesuítas. Pero esta religión vencerá por fin. Es la verdad y la viuda -Swendeborg, teólogo para yanquis, ha expuesto el ideal supremo. La -señora expone la «plataforma» espiritual admirablemente, y habla de la -vida eterna como de una compañía de seguros. Por otra parte, ella es -sincera, y ha gastado muchos miles de dólares en la empresa mística, -<i>limited</i>, como todas las religiones de los Estados Unidos. Me muestra -la biblioteca, en donde compro unos libros, y parto de nuevo, bajo la -nieve.</p> - -<p>Al día siguiente, recibí del amable pastor la carta siguiente:</p> - -<p>«Señor:—Ayer me habéis pedido que os diese una ligera idea sobre el -estado actual de la Nueva Jerusalén, o Verderada Religión Cristiana en -Francia.</p> - -<p>»Respondo a vuestro deseo y os envío estas líneas bien incompletas en -verdad, para tratar un asunto tan vasto, pero que considero como una -simiente<span class="pagenum"><a name="page_099" id="page_099"></a>{99}</span> que esparciréis en un medio nuevo para nosotros, con la -esperanza de verla fructificar, y mostrar a vuestros lectores que todo -no es sino ruina y obscuridad sobre nuestra tierra.</p> - -<p>»Leemos en Mateo XXIV 3: «Dinos cuando eso será, y cuál será el signo de -tu Advenimiento y de la consumación del siglo?»</p> - -<p>»Véase también en Marcos XIII.—Lucas XXI 7 y también en los Actos de -los Apóstoles.</p> - -<p>»En esa frase del Señor estaba significado su segundo Advenimiento al -fin de la primera Iglesia Cristiana, fin que hoy es llegado.</p> - -<p>»La Nueva Iglesia es la Iglesia del Segundo Advenimiento de Nuestro -Señor, y tal como existe hoy en Francia y en Paris en particular, no es -aun sino como un niño recién llegado a la primera edad.</p> - -<p>»Su centro principal está situado como sabéis, 12 rue Thouin en donde -posee un templo y una biblioteca.</p> - -<p>»El templo fué construído en 1883, por M. y Madame Humann que dedicaron -a ello una parte de su fortuna, y cuya vida ha sido enteramente -consagrada a perfeccionar bajo los auspicios de Dios una obra tan -loable.</p> - -<p>»M. Humann está en el otro Mundo desde hace cuatro años poco más o menos -y Mme. la viuda Humann continúa el trabajo de su marido con el -desinterés más absoluto.</p> - -<p>»El culto se hace por un pastor, a las tres, el primero y tercer domingo -de cada mes, según los principios más puros de la Nueva Jerusalén y -todas<span class="pagenum"><a name="page_100" id="page_100"></a>{100}</span> las enseñanzas deseables se dan a cualquier persona que llega en -busca de la verdad.</p> - -<p>»Nuestros principios están fundados sobre el amor de Dios y el amor del -prójimo; la libertad más grande es nuestra base, pues nada puede crecer -ni desarrollarse sin la libertad.</p> - -<p>»Nuestro número va en aumento cada año, y no hay que fijarse en la -presencia de los fieles en el templo para hacer una apreciación -cualquiera sobre nosotros, pues muchos otros miembros que los que -asisten, conocen nuestras doctrinas, sin necesidad de estar presentes -entre nosotros.</p> - -<p>»No somos ni una secta del protestantismo, ni una rama cualquiera del -catolicismo: somos una viña nueva plantada por el Señor para regenerar -el mundo y conducirle a su Dios.</p> - -<p>»Para todo espíritu exento de prevenciones en contra de nosotros, es de -toda evidencia que tiempos nuevos son llegados y que solamente una -religión nueva debe esclarecer el mundo.</p> - -<p>»Estamos actualmente como en la misma época del nacimiento de Jesucristo -Nuestro Señor. Una estrella brilla en el cielo, estrella más brillante -que la primera, y que en su marcha debe arrastrar a la humanidad entera -con ella.</p> - -<p>»He aquí, señor, en pocas palabras, los detalles que yo puedo daros para -<span class="smcap">La nación</span>, dejándoos el cuidado de tratarlos con sinceridad, sin <i>parti -pris</i>, contra nosotros.</p> - -<p>»Soy, señor, vuestro afectísimo.—<i>F. Hussenet</i>, pastor de la Nueva -Jerusalén.»<span class="pagenum"><a name="page_101" id="page_101"></a>{101}</span></p> - -<p>No, señor pastor, no tengo ninguna prevención contra vosotros. ¡Al -contrario! Me sois altamente simpáticos, con vuestras creencias, en -medio de un mundo sin fe, con vuestro altruismo, o mejor con vuestra -caridad, en medio de un mundo sin amor. Y el profeta anunciador no puede -ser más grato a los ojos de quien admire la potencia de la voluntad y la -gracia de la fantasía. Solamente a esta religión le miro la cara un poco -hugonota y el espíritu un poco mahometano, así sea nada más la -concepción demasiado naturalista del paraíso, en donde, exceptuando la -poligamía, podremos, los que merezcamos, gustar todos los deleites de -las Mil y una noches.</p> - -<p>Swedenborg, una especie de Flammarión con genio, de Julio Verne místico, -de Wells teólogo e iluminado, atrae las imaginaciones, aminorando quizás -un tanto el vuelo celeste, los detalles de una existencia demasiado -práctica para los espíritus puros, sujetos a la alimentación, por -ejemplo, como en la tierra, y al matrimonio sin divorcio. Bien es verdad -que todo pasa en el mejor de los mundos y en un ambiente y bajo una ley -absolutamente angélicas. Swedenborg conversaba con los ángeles, conoció -en vida, el cielo, que, como el infierno, tiene la forma humana; visitó -Júpiter, Marte y Mercurio, cuyos maravillosos países describió, así como -M. Sardou ha dibujado después sus arquitecturas, guiado por los -espíritus. Se comprende que un hombre como Kant no le haya dedicado más -de una dura sonrisa.</p> - -<p>Leída la obra de Swedenborg se admira el prodigioso<span class="pagenum"><a name="page_102" id="page_102"></a>{102}</span> talento e ingenio -de este varón, cuya sinceridad es innegable y fué sostenida hasta las -últimas palabras de su muerte.</p> - -<p>El pastor antecesor de M. Hussenet, que se llamaba M. Decembre, decía a -Jules Bois en una visita que este escritor le hizo: «Swedenborg es un -hecho excepcional, y, por mi parte, estoy lejos de admitir toda su -doctrina de visionario. No veo, según mis luces, sino los sueños o las -pesadillas de un genio; no admito así, con el profeta, que «los -africanos piensan de una manera más espiritual que los otros pueblos y -que los ángeles tienen un sexo.»</p> - -<p>La libre interpretación de la Biblia tiene sus inconvenientes que ya -previenen los santos padres, y una fe que se basa en absoluto en la -razón, es decir, un contrasentido, no creo yo que tenga esperanzas de -triunfo, ni entre los chinos, ni entre los negros.</p> - -<p>El swedenborguismo, o la Nueva Jerusalén, rama de las mil que le han -salido al cristianismo, sobre todo en el fecundo terreno de los Estados -Unidos, fué introducido en Francia por el año de 1837.</p> - -<p>M. Le Boys de Guays inició un culto público en Saint-Amand en 1837, y un -cura católico, el abate Ledru, predicó primeramente las flamantes -doctrinas en Chartres. En París comenzó el culto en casa de M. -Broussais, y luego M. Humann, abogado construyó el templo con el apoyo -de su mujer.</p> - -<p>Hay aquí mismo otro centro de reunión, disidente, en donde se hacen -evocaciones, y cosas un tanto diabólicas según los verdaderos fieles.</p> - -<p>El número de iglesias en EE. UU., e Inglaterra es<span class="pagenum"><a name="page_103" id="page_103"></a>{103}</span> crecido según se -dice. En Italia, en no sé qué ciudad, hay un pequeño centro, y en la -América del Sur, creo que solamente en el Brasil existe la propaganda -bajo la dirección del Sr. Lafayatte. Vagamente sospecho que se me ha -querido convertir en el Jonás de la República Argentina. Pongo, con -modestia, mi dimisión, y dejo el puesto para otro que lo quiera tomar.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-103.png" width="72" height="307" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_104" id="page_104"></a>{104}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_105" id="page_105"></a>{105}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="PURIFICACIONES_DE_LA_PIEDAD" id="PURIFICACIONES_DE_LA_PIEDAD"></a>PURIFICACIONES DE LA PIEDAD</h3> - -<p class="imgrt10"><img src="images/illus-105.png" -width="30" -height="32" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -Diciembre 8 de 1900.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-h.png" -width="80" -height="78" -alt="H" -/></span>AY un cuento de Tolstoï en que se habla de un perro muerto encontrado -en una calle. Los transeúntes se detienen y cada cual hace su -observación ante los restos del pobre animal. Uno dice, que era un perro -sarnoso y que está muy bien que haya reventado; otro supone, que haya -tenido rabia y que ha sido útil y justo matarlo a palos; otro dice que -esa inmundicia es horrible; otro, que apesta; otro, que esa cosa odiosa -e infecta debe llevarse pronto al muladar. Ante ese pellejo hinchado y -hediondo, se alza de pronto una voz que exclama: «Sus dientes son más -blancos que las más finas perlas». Entonces se pensó: Este no debe ser -otro que Jesús de Nazareth, porque sólo él podría encontrar en esa -fétida carroña algo que alabar. En efecto, era esa la voz de la suprema -Piedad.</p> - -<p>Un hombre acaba de morir, un verdadero y grande poeta, que pasó los -últimos años de su existencia, cortada de repente, en el dolor, en la -afrenta, y<span class="pagenum"><a name="page_106" id="page_106"></a>{106}</span> que ha querido irse del mundo al estar a las puertas de la -miseria. Este hombre, este poeta, dotado de maravillosos dones de arte, -ha tenido en su corta vida sobre la tierra los mayores triunfos que un -artista pueda desear, y las más horribles desgracias que un espíritu -puede resistir. Inglaterra y los Estados Unidos le vieron victorioso, -ganando enormes cantidades con sus escritos y piezas teatrales; la -<i>fashion</i> fué suya durante un tiempo; el renombre y la posición de que -hoy disfruta Rudyard Kipling son tan solo comparables a la posición y al -renombre que aquél tuvo en todo el <i>english speaking world</i>; las damas -llevaban en sus trajes sus colores preferidos, los jóvenes poetas -seguían sus prosas y sus versos; la aristocracia se encantaba con su -presencia en los más elegantes salones; en Londres salía a dar una -conferencia, en un teatro, con un cigarrillo encendido, y eso se -encontraba de un gusto supremo; y en París comía en casa de la princesa -de Polignac y eran sus amigos Anatole France, Marcel Schwob, y otros -admiradores de su literatura.</p> - -<p>Era, pues, ese poeta, dueño de la camisa del hombre feliz. Salud -completa, mucha fama, y el porvenir en el bolsillo.</p> - -<p>Pero no se puede jugar con las palabras y menos con los actos. Los -arranques, las paradojas, son como puñales de juglar. Muy brillantes, -muy asombrosos en manos del que los maneja, pero tienen punta y filos -que pueden herir y dar la muerte. El desventurado Wilde cayó desde muy -alto por haber querido abusar de la sonrisa. La proclamación y<span class="pagenum"><a name="page_107" id="page_107"></a>{107}</span> alabanza -de cosas tenidas por infames, el brummelismo exagerado, el querer a toda -costa <i>épater les bourgeois</i>—¡y qué bourgeois, los de la incomparable -Albión!—el tomar las ideas primordiales como asunto comediable, el -salirse del mundo en que se vive rozando ásperamente a ese mismo mundo -que no perdonará ni la ofensa ni la burla, el confundir la nobleza del -arte con la parada caprichosa, a pesar de un inmenso talento, a pesar de -un temperamento exquisito, a pesar de todas las ventajas de su buena -suerte, le hizo bajar hasta la vergüenza, hasta la cárcel, hasta la -miseria, hasta la muerte. Y él no comprendió sino muy tarde que los -dones sagrados de lo invisible son depósitos que hay que saber guardar, -fortunas que hay que saber emplear, altas misiones que hay que saber -cumplir.</p> - -<p>Luego vino el escándalo de un proceso célebre, que empezó con muchas -risas y acabó con mucho crujir de dientes, en un suplicio inquisitorial -que no hacía por cierto honor al sistema penitenciario inglés, y que -conmovió a todos los hombres de buen corazón y principalmente a los -artistas.</p> - -<p>¡Y luego vino algo peor! La cobardía de sus amigos y colegas, que -olvidando toda piedad, se alejaron en absoluto de él, como de un -leproso, no le llevaron ningún consuelo a sus negras horas de prisión, -de horrible prisión, a donde tan solamente le veían en días -excepcionales su mujer, sus hijos y uno o dos compañeros caritativos. -¿En dónde estaban los que le pedían dinero prestado, los que se -regodeaban en su yate <i>Clair de lune</i>, los que juraban<span class="pagenum"><a name="page_108" id="page_108"></a>{108}</span> por él en los -días de éxitos y de rentas fabulosas, los que aplaudían sus -excentricidades, sus <i>boutades</i>, sus disparates y sus locuras?</p> - -<p>Se esfumaron, ante lo que llama Byron—otra víctima—con exceso de -expresión: <i>the degraded and hypocritical mas wich leavens the present -english generation</i>.</p> - -<p>Este mártir de su propia excentricidad y de la honorable Inglaterra, -aprendió duramente en el <i>hard labour</i> que la vida es seria, que la -<i>pose</i> es peligrosa, que la literatura, por más que se suene, no puede -separarse de la vida; que los tiempos cambian, que Grecia antigua no es -la Gran Bretaña moderna, que las psicopatías se tratan en las clínicas; -que las deformidades, que las cosas monstruosas, deben huir de la luz, -deben tener el pudor del sol; y que a la sociedad, mientras no venga una -revolución de todos los diablos que la destruya o que la dé vuelta como -un guante, hay que tenerle, ya que no respeto, siquiera temor; porque si -no la sociedad sacude; pone la mano al cuello, aprieta, ahoga, aplasta. -El burgués, a quien queréis <i>épater</i>, tiene rudezas espantosas y -refinamientos crueles de venganza. Desdeñando el consejo de la cábala, -ese triste Wilde <i>jugó al fantasma y llegó a serlo</i>; y el cigarrillo -perfumado que tenía en su labios las noches de conferencia, era ya el -precursor de la estricnina que llevara a su boca en la postrera -desesperación, cuando murió, el <i>arbitrer elegantiarum</i>, como un perro. -Como un perro murió. Como un perro muerto estaba en su cuarto de -soledad, su miserable cadáver. En verdad<span class="pagenum"><a name="page_109" id="page_109"></a>{109}</span> sus versos y sus cuentos -tienen el valor de las más finas perlas.</p> - -<p>Cuando salió de la prisión, estaba en la mayor pobreza. Desde su -condena, las librerías habían quitado de las vitrinas sus volúmenes, y -los directores de teatro borraron de sus carteles el nombre del autor de -<i>A woman of no importance</i> y de <i>Lady Windermare’s fan</i>. En Francia se -conocía <i>The portrait of Dorian Gray</i>, cuya traducción publicó Savine, y -Sarah Bernhardt iba a representar la <i>Salomé</i> de cabellos azules. Cuando -para aminorar los sufrimientos del castigado, un grupo de artistas y -escritores franceses dirigió un memorial a su graciosa majestad, el -número de consecuentes estaba ya demasiado restricto. Cuando salió de la -prisión y vino a vivir a Francia con un nombre balzaciano—Sébastien -Melmoth—apenas se relacionaba con uno que otro espíritu generoso; entre -los que no le volvieron la espalda, hay que señalar al noble poeta -Moreas, a Ernesto Lajeneusse. El <i>Mercure</i> publicó una traducción de la -maravillosa <i>Balada</i> que escribiera en la cárcel, y en la cual puede -adivinarse ya su próxima conversión al catolicismo. Ya en París, no -publicó nada; y no se sabe si al morir deja algo inédito. Cuando sus -hijos sean mayores de edad, será su principal obligación presentar al -mundo dignamente la obra de su padre desgraciado e infamado. Junto a las -purificaciones de la muerte están las purificaciones de la Piedad.</p> - -<p>Una tarde, en el bar <i>Calisaya</i> del bulevar de los Italianos, estábamos -reunidos unos cuantos escritores<span class="pagenum"><a name="page_110" id="page_110"></a>{110}</span> y hombres de prensa, entre los cuales -Henry de Brouchard, el vizconde de Croze y Ernesto Lajeunesse, cuando -llegó a sentarse al lado de este mi distinguido amigo un hombre de -aspecto abacial, un poco obeso, con aire de perfecta distinción y cuyo -acento revelaba en seguida su origen inglés. En la conversación su -habilidad de decidor se marcaba de singular manera. Siempre trataba -asuntos altos, ideas puras, cuestiones de belleza. Su vocabulario era -pintoresco; fino y sutil. Parecía mentira que aquel gentleman -absolutamente correcto fuese el predilecto de la Ignominia y el -<i>revenant</i> de un infierno carcelario.</p> - -<p>Su obra es de un mérito artístico eminente.</p> - -<p>En el libro de <i>Dorian Gray</i> se ve la influencia del <i>A rebours</i> de -Huysmans. Era la época de exasperación estética que en Londres tuviese -tanta repercusión, cuando el pobre Wilde era quien imponía su elegancia -y su extravagancia en la capital del <i>cant</i> y le vió Picadilly pasearse -con un girasol en la mano. <i>Patience</i>, la opereta de Sullivan, ponía en -berlina la novación ruidosa, y el <i>Lady Windermare’s fan</i> se daban en -los teatros ingleses por cientos de noches. En el Dorian Gray enfermizo, -desgraciadamente, está ya la prisión y el inevitable suicidio. Mas su -cerebración, es para sibaritas de ideología, según puede verse en este -juicio del augusto Mallarmé que publicó el autor de <i>Almas y cerebros</i>: -«<i>J’achéve le livre, un des seuls qui puissent émouvoir, vu que d’une -rêverie essentielle et de parfums d’âme les plus étrangers et -compliqués, est fait son<span class="pagenum"><a name="page_111" id="page_111"></a>{111}</span> ouvrage: redevenir poignant à travers l’inouï -raffinement d’intellect, et humain en une pareille perverse atmosphère -de beauté est un miracle que vous accomplissez, selon quel emploi de -tous les arts de l’écrivain! C’est le portrait qui a été cause de tout. -Ce tableau en pied, inquiétant, d’un Dorian Gray hantera, mais écrit, -étant livre lui-même.</i>»</p> - -<p><i>Intentions</i>—que fué un gran éxito para Tauchnitz—es un <i>drageoir aux -épices</i> y una complicación de deliciosas paradojas. La erudición -elegante y alusiva no es menos que la habilidad verbal y el juego de -pensamientos. Hay que ver ese <i>Decay of lying</i> en que se hace el más -sutil elogio de la mentira, o <i>Pen, pensil and Poison</i>, o cualquiera de -los diálogos que componen el volumen y en los cuales Alcibiades le corta -a cada instante la cola a su perro.</p> - -<p>A mi entender lo preferible en la obra de ese poeta maldito, de ese -admirable infeliz, son sus poemas, poemas en verso y poemas en prosa, en -los cuales la estética inglesa cuenta muy ricas joyas. Os aseguro que el -Cristo que suele aparecer en ellos, sin nombre—<i>¡Él!</i>—es de una -visible y pacífica divinidad, y en su presencia no tendríais sino que -reconocer la blancura margarítica de los dientes del perro muerto...</p> - -<p>Y de la carroña fétida, cuando venga la primavera de Dios, en la -purificación de la Tierra, nacerá, como dicen los versos del condenado -en vida, «la rosa blanca, más blanca, y la rosa roja, más roja.»</p> - -<p>Y el alma, purificada por la Piedad, se verá libre de la Ignominia.</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_112" id="page_112"></a>{112}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_113" id="page_113"></a>{113}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="NOEL_PARISIENSE" id="NOEL_PARISIENSE"></a>NOEL PARISIENSE</h3> - -<p class="imgrt10"><img src="images/illus-113.png" -width="33" -height="84" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -Diciembre 26 de 1900.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-o.png" -width="80" -height="79" -alt="O" -/></span>ID la overtura:</p> - -<p>La morcilla estupenda para entrar al horno; los faisanes de oro y las -langostas de coral y los pescados de plata aguardando su principal -momento; la nieve sin caer aún, aunque el frío va en creciente; Noël a -las puertas, en los bulevares, en la plaza de la Concordia, en la de la -República, en la de la Bastilla, etc.; las barracas que hacen de la -vasta ciudad una difundida feria momentánea; el Louvre, Dufayel, el Bon -Marché, el Printemps, todos los almacenes fabulosos, caros a la -honorable burguesía, invadidos profusamente por papá, mamá y el niño; en -las chimeneas crepitando la leña y el carbón; los zorros, las martas -cebellinas acariciando los cuellos de las mujeres: el <i>flirt</i> y la -lujuria, con su cómplice el frío; en las calles asaltos y asesinatos con -más furia y habilidad que nunca; la Comedia Francesa lista para dar de -nuevo los tres golpes; un incógnito hombre descuartizado, un nuevo<span class="pagenum"><a name="page_114" id="page_114"></a>{114}</span> -Farbos que pone a la policía de París, en esta como en varias cosas, -inferior a la de Buenos Aires; y a Krüger, ya, que se lo coma un gato!</p> - -<p>Los niños de París esperaron ayer a su Krüger, cuyo parecimiento con el -émulo del anglosajón Santa Claus, el bizarro Ponchon lo ha encontrado en -uno de esos versos periodísticos que suele extraer de sus más preciados -<i>crus</i>. Los niños de París... Cabalmente en estos días vuelve a ponerse -de actualidad el asunto de la despoblación de nuestro muy amado país de -Francia. Dadas las estadísticas, parece que la cantidad de nacimientos -disminuye, lo que la traería por resultado ser esta soberbia república -la nación que menos juguetes recibe de la mochila inagotable del buen -hombre Noël. Pierre Louys ha proclamado una vez más su libertad de amor -y Octave Mirbeau ha encontrado una ocasión nueva para clavar todo un -buen carcaj de sus más duras y aguzadas ironías.</p> - -<p>La verdad es que se ven pocos niños en París. Puedo asegurar con toda -seriedad, que durante el tiempo que llevo de vecino de esta gloriosa -villa, no he encontrado aún una señora, una mujer, que parezca... ¿cómo -diré? que esté... ¿cuál palabra emplear? que se encuentre en el -estado—digámoslo con cierta elegancia—en el estado de la divina -<i>Gravida</i> del divino Rafael. Está demás que los moralistas redacten -sesudas homilías y que los estadistas señalen el daño. Demasiado ha -dicho y explicado en un libro célebre que conocen los suscriptores de -<i>La Nación</i>, Emile Zola.<span class="pagenum"><a name="page_115" id="page_115"></a>{115}</span></p> - -<p>Otra cosa. Los pocos niños que se encuentran en los jardines, que van a -respirar el oxígeno de los paseos y parques, no tienen, por lo general, -aspecto de niños. Son hombrecitos y mujercitas.</p> - -<p>Es raro encontrar la faz de rosas del fresco niño inglés, o la vivacidad -sana de nuestros muchachos. Hay en la mayor parte un prematuro desgaste; -se ve de manifiesto en muchos el lote doloroso de las tristes herencias. -En el parque Monceaux, cerca del bonito monumento de Maupassant, -recuerdo la impresión que me causó un día una chiquilla de ocho a diez -años que se paseaba con su <i>gouvernante</i>. ¡Dios mío! la de una verdadera -cocotita, bajo su gran sombrero de lujo, preciosa, coqueta, ya sabia en -seducciones. Arte diabólica es, dije, torciendo el mostacho...</p> - -<p>Pero estas son cosas en que puede ocuparse larga y sabiamente M. -Bergeret. Yo sé que en Francia, que en París mismo, hay hogares llenos -de sonrisas, familias en que el árbol tradicional ha encontrado bajo sus -ramas muchas sanas y bellas faces infantiles, muchos bracitos sonrosados -que recibieron con gran contentamiento la muñeca, el tambor y el sable.</p> - -<p>El juguete, como todas las cosas, ha sufrido en el tiempo las -modificaciones del progreso, y la mejor lección sobre este objeto ha -sido la curiosa y numerosa exposición que fué uno de los atractivos de -la feria mundial del año que se va. Allí se veían desde las muñecas -arcaicas y primitivas hasta las más modernas y graciosas invenciones que -deleitan<span class="pagenum"><a name="page_116" id="page_116"></a>{116}</span> a los pequeños. Mas la imaginación de los fabricantes es -inagotable, y, fuera de la fantasía, el juguete tiene también su reino -en la actualidad; refleja las opiniones, los gustos, los sucesos del -día. El país de la Puppenfee tan conocido del europeo Noël y de Santa -Claus, no puede quejarse del daño de la despoblación. Las tribus de -muñecas se perpetúan y multiplican, las familias de bebés <i>de todas las -clases sociales</i> aumentan cada año. He visitado una juguetería y no he -podido sino recordar el delicioso cuento del malogrado y singular Albert -Samain. Hay una almita en cada una de esas figuras; y, si no la hay, es -el caso de creer en la preocupación oriental con los pintores de la -persona humana: el día del Juicio, esos diminutos sujetos que tienen un -«carácter», irán a pedir a sus respectivos creadores una alma, para -presentarse ante el Padre Eterno.</p> - -<p>Es algo como un mundo de opio y de pesadilla, o de dulce y gracioso -ensueño; un mundo de Simbad el Marino, o un mundo como el del entierro -de Watteau de los Goncourt—dos sabios niños que tuvieron muy lindos -juguetes—o el mundo animado y parlante del Guignol. Hay allí gentes -simpáticas y gentes odiosas, buenas y malas gentes, y caminos por donde -se va a un pequeñito Molino Rojo, y caminos que llevan al reino de los -cielos. No sabía qué hacer entre tan raros paisajes, complicadas cosas, -extrañas figuras. Y todo se resuelve en la memoria como en una gran caja -en que todas esas cosas fueran echadas a la diabla. Veo los sempiternos -bebés, sencillos, modestos, de los que sabría<span class="pagenum"><a name="page_117" id="page_117"></a>{117}</span> manejar y amaría mejor en -sus ambiciones cualquier pequeña Coseta, o lujosos, pomposos, con -sombreros como los que lleva la virtuosa Srta. de Pougy, o mi niña del -parque Monceaux; y el bebé Mignon, como hecho de azúcar, que cierra los -ojos, con su trajecillo de satin y encajes; y el Jumeau, con su camisa -Pompadour; y los insultantes, con trajes «firmados», con joyas, con -gemas, muñequitas de princesas—; con una sola de ellas comerían varios -días y tendrían con que calentarse los extrabajadores de la Exposición -que andan matando gente, matando de frío y hambre, por la <i>banlieue</i>. -Claro es que en el mundo de esa <i>féerie</i> no faltan ni Pierrot, ni -Arlequín, ni Colombina, y que ví a Pulchinela en ciertas maromas: -también le ví a caballo vestido de sedas y oros. No me dejaron de -turbar, como en la isla del Doctor Moreau de ese extraño y fuerte Wells, -los animales que hacen cosas humanas; el gato zapatero, a pesar de que -hace ya bastantes años, <i>¡hélas!</i> que conozco al Gato Calzado; el conejo -que patina, el cordero biciclista, y un pescado pescador, que estaba, -¡oh, amigo fraternal que gustas tanto de estas cosas! pescando como -nuestro Simón el bobito, en el propio balde de mamá Leonor. Repito que -la confusión era grande y mi espíritu quería hacer amistades por todas -partes. Concertadme estas medidas: cerca de la torre de Babel un -batallón de infantería marchaba en dirección a una pesca de ranas, -mientras un cimbalero se oponía al paso de un triciclo, y un gato -<i>passe-boules</i> maullaba delante de un fonógrafo. A un lado un fuerte de -madera continuaba<span class="pagenum"><a name="page_118" id="page_118"></a>{118}</span> un lago de estaño, y junto a varios oficiales rojos, -un clown montado sobre un cerdo hacía la <i>nique</i> a un juego de -caballitos y a una batería de cocina con que Shakespeare haría cocinar a -Grano de Mostaza. El director, por ejemplo, de la <i>Revista Colorada</i>, -<i>fâché tout rouge</i>, creería que yo trato de un poema decadente...</p> - -<p>Todos los objetos domésticos, con todos los utensilios de los oficios, y -aparatos de química y de física, y el automóvil, naturalmente, y -anzuelos y boleros, y entre todo eso la Actualidad, con el imposible de -evitar tío Pablo, <i>le père Krüger</i>, que no sé lo que hace cerca de unos -chinos armados de flechas, en vez de ir a ponerse al lado de un batallón -de boers, allá lejos, junto a los bebés y que está en peligro de que se -lo coman unos enormes ratones.</p> - -<p>¡Ah! los bebés vivos, que se comían con los ojos, ellos sí, a los -ratones, a los Oom Paul, las camitas, los utensilios, los fuertes, todo, -todo el mundo de aquella soñación palpable! Rubios o morenos, sanos y -rosados, o enfermizos, iban con sus mamás, al parecer, algunos, con sus -papás otros, con sus ayas los más. Unos movían las manos, sonriendo, -riendo, como el cimbalero que estaba junto al triciclo; otros graves, -consideraban con afectuosa devoción, y todos ellos no hallaban, no -hallaban qué elegir! En un cupé forrado de rosa, se fueron un tío Pablo, -un pescado pescador, varios sables y fusiles y varios bebés Pompadour. -En otro cupé forrado de lila se llevaron dos lindas conquistadorzuelas,<span class="pagenum"><a name="page_119" id="page_119"></a>{119}</span> -cuatro muñecas como infantas reales, y dos hermosos muchachos bellos -como los «hijos de Eduardo», prendieron a varios chinos, se apoderaron -de un fuerte, y agregando a esto un <i>mail</i> con sus caballos y un arsenal -de guerra, se fueron, metiéndolo todo en su gran carruaje que se fué -haciendo resonar el pavimento de la inmensa avenida ardiente de luces -que hacían el día.</p> - -<p>Yo también tuve mi muñeca, que me costó diez francos—mi asiento de -<i>loge</i>—una muñeca viviente y divina, toda ardiente, o dulce, o trágica, -con una cabellera de balada del norte, piernas maravillosas, boca mágica -y muda, pues ni siquiera dice <i>papá</i> y <i>mamá</i>, la más encantadora muñeca -que hay hoy en París, desde los días de la Exposición, la que ha -entusiasmado al viejo Ibsen, la rosa de la mímica, la sin igual Carlota -Wiehe. Como Sada Yacco, cuyo idioma exótico no entraba para nada en la -comprensión de sus admiradores parisienses, esta mujer genial es -sencillamente deliciosa. El talento mímico de la extranjera es tan -grande, que Severin, el primer mimo de Francia, dice... que no vale -nada. Ya Sarah Bernhardt había llamado a Sada Yacco una <i>guenon</i>, y la -pobre oriental, que no sabe de estas parisianerías, se echó a llorar -desolada. La Wiehe no llora, al contrario, ríe, como la marquesa Eulalia -que quizá hayáis oído nombrar. Y el público está hechizado: y el -teatrito en que trabaja la mima, que es grande como un palco de la -Ópera, está siempre lleno, y hay críticos que le han dicho francamente -que se quede. El juego artístico de esta especial<span class="pagenum"><a name="page_120" id="page_120"></a>{120}</span> mujer es la -fascinación misma. Sin una sola palabra, el gesto y el movimiento -fisonómicos dicen todo el argumento; en el poema plástico, el ritmo del -ademán, revela una infinita potencia en ese arte de excepción. Y lo que -más maravilla es cómo resulta de todo ese conjunto de detalles -silenciosos, de esa armonía suma en que los ojos y la boca llevan las -dos principales voces sin sonido, y de la felinidad de los hombros y -brazos, y de todo el giro y discurso del cuerpo, el aparecimiento lento -o subitáneo de sensualidad, malignidad, gracia punzante o aterciopelada, -dulcísima o amarga lujuria, caricia, zarpazo gatuno, e inconsciencia -absoluta de su obra terrible y adorable—, la que según el Eclesiastes, -que debe haber sabido mucho de estos asuntos, es más amarga que la -muerte. Para los que no me perdonen este exceso de erudición: la mujer. -Al mirar mover las mandíbulas y mostrar su finos dientes a la Wiehe, -creía yo oir un ruido de fresas masticadas, como si estuviese gustando -corazones. ¡Los que se habrá comido la rubia y rosada gatita del norte!</p> - -<p>Al salir del teatro, París se sentó a la mesa. Y la brama y la riqueza y -la lujuria y el dolor y la alegría y la muerte, también se sentaron con -él.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-120.png" width="28" height="55" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_121" id="page_121"></a>{121}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="MAIS_QUELQUUN_TROUBLA_LA_FETE" -id="MAIS_QUELQUUN_TROUBLA_LA_FETE"></a>MAIS QUELQU’UN<br /> -TROUBLA LA FÊTE</h3> - -<p class="imgrt10"><img src="images/illus-121.png" -width="36" -height="51" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -2 de Agosto de 1900.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-l.png" -width="80" -height="78" -alt="L" -/></span>AURENT Tahilade, el del «bello gesto», a quien debo muchas atenciones, -tuvo la amabilidad, el otro día, de invitarme a una fiesta anarquista.</p> - -<p>Estaba anunciada una conferencia suya, varios números de poesías y -canciones y la representación de una pieza de Octave Mirbeau: -<i>L’Epidémie</i>. El autor haría de actor; Mirbeau representaría el papel de -<i>maire</i>, en su acto. No podía faltar a tan excelente programa, y fuí -puntual, a la hora señalada, en la Casa del Pueblo.</p> - -<p>Esto es allá, por Montmartre, en el Montmartre que trabaja, en el de los -obreros, lejos de infectos <i>Cyranos</i> y embrutecedoras <i>Abbayes de -Thélème</i>. El teatro, lugar de reuniones y conferencias, está situado al -extremo de un callejón, y el aspecto de la entrada, no es ciertamente -decorativo. Se ve que es la casa del pueblo, y que el pueblo es pobre. -En lo interior había ya bastante gente, y a poco, todo<span class="pagenum"><a name="page_122" id="page_122"></a>{122}</span> el recinto -estaba lleno. El calor era de asar. En los palcos, o especies de palcos, -había algunas levitas, algunas señoras elegantes. Estaba Natanson, el de -la <i>Revue Blanche</i>, Faure, otros más. En los bancos de madera, obreros -con sus familias, viejos trabajadores de barbas blancas, jóvenes de -rostros enérgicos y decisivos, caras vulgares, caras hermosas, aspectos -de combatientes y también faces de atormentadores y de bandidos. En las -paredes se leen inscripciones conmemorativas, nombres de mártires de la -causa. Noté con cierta sorpresa que estas gentes de la anarquía francesa -se habían puesto camisa limpia—los que la tenían—; otros, con un -pañuelo al cuello, se arreglaban. En tal ambiente, la democracia no -«olía mal». La insignia roja estaba en todas las solapas y en los -corpiños de las mujeres. Se conversaba, y no con grandes gestos ni a -grandes gritos. Todo el mundo tenía educación, tenía buenas maneras. -Había jovencitos cuya <i>politesse</i> era notable. Se creería que en el -momento dado exclamarían con toda corrección: ¿Una bomba de dinamita, s. -v. p.? Pero también había formidables compadres cabelludos que iban de -un lado a otro, con aire de fieras. Por fin se alzó el telón, cuando el -concurso comenzaba a dar muestra de impaciencia. Y en aquel escenario -feo, remendado de tablas fueron saliendo por orden los recitadores y -cancionistas. Unos con voz escasa, otros sonoros y tronantes, dijeron la -desventura de los caídos, las negruras ásperas del hambre, la -prostitución, el militarismo corrompido, el peso abrumador del capital, -y la<span class="pagenum"><a name="page_123" id="page_123"></a>{123}</span> esperanza en un día de terribles represalias, la venganza del -oprimido. A medida que los versos se recitaban o que se detallaban las -canciones, brotaban de los grupos de oyentes, bravos, interrupciones, -afirmaciones, o protestas, cuando el concepto no era del todo igual a la -opinión propia. Apareció la Carriere Xanroff, de la Ópera, y un profundo -silencio esperó su canto ¡La Ópera! ¿Cuántos de esos oyentes habrían -estado en la Ópera, siquiera en un día público? La Ópera es para los -ricos. Y la Carriere-Xanroff les llevaba su aristocrática presencia, su -voz singular, su arte refinado. Ella ponía también su óbolo lírico en el -plato de los proletarios. Era conmovedor el espectáculo de los rojos -enemigos de la sociedad, encadenados por el prodigio de la melodía. -Estaban encantados; pero sacaban de pronto la zarpa; para aplaudir, -entre la ovación final, después de un fragmento de <i>Julieta y Romeo</i> de -Gounod, creo, se gritaba: <i>¡Vive l’anarchie! ¡Vive la Commune!</i> Luego -apareció una soberbia muchachona a recitar versos revolucionarios. -Tendría unos quince años, pero estaba desarrollada y bien dotada como la -Libertad de Chenier. Morena, magnífica máscara y magnífico cuerpo, con -un poco de conservatorio, pudiera arrostrar la tragedia. Con gran -entusiasmo se la escucha, y al final se la recompensa con un grueso ramo -de flores rojas. Y después de la recitación de la joven musa de -Montmartre, ya está Laurent Tailhade, delante de la mesa, con sus -papeles y su vaso de agua.</p> - -<p>Ya conocéis la fama y la obra de este combatiente,<span class="pagenum"><a name="page_124" id="page_124"></a>{124}</span> un tiempo lírico -rimador de amorosas liturgias y después implacable sagitario de -ridículos vicios y vulgaridades sociales. Es el terrible argonauta de -las Cólguidas burguesas, el explorador del país del <i>Muffle</i>, el autor -de la célebre frase sobre el «bello gesto» anarquista y a quien una -bomba hizo perder un ojo a raíz de tan comentado arranque. Tailhade -comenzó su lectura entre el unánime saludo de su público. No es orador, -pero su voz clara escandía y lanzaba las palabras de manera que a nadie -se escapaba un solo detalle. En su discurso con un estilo amargo, -hiriente y de una crueldad elegante que le ha valido tantos duelos y -rencores, infligió, a propósito de la pieza de Mirbeau, muy duros -castigos verbales a las torpezas nacionalistas, a las odiosas pasiones -de círculos y partidos mezquinos, al antisemitismo irreflexivo y a la -pacatería patriótica. (<i>¡Vive Zola!</i> interrumpió una voz.) Atacó la mala -magistratura al lado de la pésima política, y concluyó hablando del -generoso y fuerte talento de Mirbeau, cuya obra habríamos de celebrar -dentro de pocos momentos.</p> - -<p>Mi gozo en un pozo. La obrita de Mirbeau <i>L’Epidémie</i>, debe ser -indudablemente admirable leída, pues no son de discutirse la habilidad y -la maestría estilísticas de este propagador de ideas. Bastaría para -demostrarlo el <i>Jardín de los suplicios</i>, con su frontispicio que -contiene una de las páginas más terriblemente «humanas» que jamás se -hayan escrito.</p> - -<p>Mas la representación, con actores ocasionales, entre ellos el mismo -Mirbeau, fué de muy relativo<span class="pagenum"><a name="page_125" id="page_125"></a>{125}</span> mérito. El público aplaudía porque era la -pieza de Mirbeau y porque Mirbeau estaba en las tablas. <i>L’Epidémie</i> es -más bien un diálogo que una pieza teatral; en ella no hay más que una -sucesión de frases contra la burguesía y sobre todo contra la autoridad. -Se demuestra, como en una lección sobre objetos, que el pueblo, el pobre -pueblo, es la constante víctima de las clases favorecidas de la fortuna, -lo cual no es propiamente una novedad. El <i>maire</i>, los consejeros -municipales, son caricaturados corrosivamente, sin escatimar lo bufo. Es -lástima que talento como el de Mirbeau sea esta vez justiciero tan -solamente por un lado. El pueblo parece siempre bueno, impecable. -Lucilio el satírico hacía tabla rasa de todo, y al señalar las tachas de -las personas consulares, no le impedía ver hacia abajo y mostrar los -defectos del pueblo.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Primores populi arripuit, populumque tributim.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>El telón bajó al son de la Carmañola. Hubo uno que otro grito, pero el -todo mundo se levantó en orden. Los ancianos de las grandes barbas, los -muchachos, las muchachas, todos cantaban, como poseídos de un mismo -soplo:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Vive le son,<br /></span> -<span class="i0">Vive le son<br /></span> -<span class="i0">Du canon!...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">y en todos los ojos vi un relámpago, que venía de un cielo de tempestad. -Y a la luz de ese relámpago<span class="pagenum"><a name="page_126" id="page_126"></a>{126}</span> vi la convicción. Vi espíritus decididos a -todo, resueltos a todo: hasta el martirio, y el mismo fuego brotaba del -rostro de la joven hermosa y de la cara del tipo lombrosiano. Así todos -los sinceros, todos los fanáticos, cristianos o mahometanos, católicos o -anarquistas. Todavía en la calle, por el aire llegaban a mis oídos vagos -ecos:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Dansons la carmagnole,<br /></span> -<span class="i3">Viv’le son...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Después estuve en una fiesta socialista. Me acompañaba un joven -argentino, poeta y escritor de talento, el Sr. Ugarte. Fué en el -<i>Théâtre Civique</i>, cerca de la Plaza de la República. La función era -también privada, por invitaciones. Había conferencia de Jaurés, -recitaciones de Sylvain, de la Comédie Française, canciones por los -mejores cancioneros de Montmartre, y, sobre todo, plato de resistencia, -la pieza de Marsollau, prohibida en l’Oeuvre: <i>Mais quelqu’un troubla la -fête</i>. Un lindo teatro el teatro Cívico, extenso, bien acondicionado. -Estaba también lleno de compañeros y compañeras; pero aquí abundaban las -levitas, los <i>couplets</i> elegantes, las caras finas de las mujeres. En el -fondo, es la misma cosa. Allá se trataba del derecho al pan; aquí del -derecho a la trufa. Allá se llega hasta la propaganda por la acción, -aquí se leen muchos libros y se hacen diputados. Mas en uno y otro lugar -existe la convicción de que la máquina está descompuesta. «Hay que -componerla», dicen aquí. Y allá dicen: «Hay que romperla».<span class="pagenum"><a name="page_127" id="page_127"></a>{127}</span></p> - -<p>He allí al sonoro Privas, rey de los cancioneros, con su melena, su -facha completamente «artista», sentado al piano y lanzando <i>couplets</i> -que hacen levantar el vuelo a las bandadas de aplausos. Luego Yon Lug, -cuyo nombre parece el de un mandarín y cuyo aspecto es el de un apóstol -del arroyo. Simpático cancionero, que los montmartreses conocen, -familiarmente, allá en su cabaret famoso, de <i>Quat-Z’arts</i>. Con su gran -voz de sochantre, y con notas de canto llano, dice las glorias de la -calle:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Ave<br /></span> -<span class="i0">Pavé...<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">y la gran voz brota sobre la selva negra de la barba y bajo la copiosa -montaña de la cabellera.</p> - -<p>Se le aplaude y parte haciendo reverencias entre las olas de sus -inmensos pantalones. Y llega Jehan Rictus, con su cara cristiana y su -figura toda que han comparado <i>a una lágrima</i>. El lírico argótico, el -poeta que escribe en lunfardo parisiense, el favorito de los cocheros, -de las prostitutas, de los miserables, casi no puede dar principio a su -dicción, pues de las altas galerías le gritan unos que recite una cosa y -otros otra, y se armó así una de todos los diablos, hasta que Rictus se -hizo oir: «Sí, diré primero el <i>Revenant</i>, y luego la <i>Complainte</i>.» -Todos quedaron así satisfechos. El <i>Revenant</i> es Jesucristo. Este -cancionero originalísimo hace comparecer la divina figura, y en sus -versos, los labios de los caídos, de los perdidos, hallan manera de -saludarle con bajas palabras que ascienden por su sencillez<span class="pagenum"><a name="page_128" id="page_128"></a>{128}</span> sentimental -hasta la categoría de vocablos de laudes y de letanías. En el fondo de -<i>Le Revenant</i> hay una profunda oración al Doctor de la dulzura. Hubo -aplausos, y no hubo gritos. Parecería que aquellas gentes meditasen por -un momento.</p> - -<p>Después fué la célebre <i>Complainte des petits déménagements parisiens</i>. -Y todo el mundo a reir, a aplaudir, a gritar,</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Badadang boum! Badadang d’zing!<br /></span> -<span class="i0">Janvier, Avril, Juillet, Octobre,<br /></span> -<span class="i0">Quoi c’est que c’chambarde dans Paris<br /></span> -<span class="i0">De Montmertre à l’av’nu’du Maine<br /></span> -<span class="i0">Et d’Lénilmuche à Montsouris?<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Y la serie de versos que burla burlando dejan al paso los más terribles -vitriolos. Rictus dice sus estrofas con una voz triste, el cuerpo -inmóvil, los brazos caídos, y la boca contraída por un marcado <i>rictus</i>, -que quizá le haya dado su nombre de guerra.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Badadang boum! Badadang d’zing!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Al fin llegó Jaurés. «El primer orador de Francia», me previene mi -vecino. El primer orador de Francia me parece por de pronto un obrero; y -cuando empieza a hablar, un campesino. «Citoyennes et citoyens!...» La -vocecita no promete nada y el gesto zurdo desanima. Pero no; no pasan -muchos minutos sin que el orador haya cambiado por completo. Es un -obrero el que habla, pero un gran forjador,<span class="pagenum"><a name="page_129" id="page_129"></a>{129}</span> un vigoroso herrero de la -palabra. El discurso brota sin detenciones. No hay una idea que no salte -limpia y clara, bien martillada, bien lanzada. Trata de la misión social -del teatro. Es sencillo y es admirable. Lee una página de Diderot, -comenta, explica, saluda al precursor. Señala el momento en que el -pueblo empieza a aparecer en los escenarios como persona que obra. Alaba -a Hauptmann. Analiza el teatro individualista. Se inclina ante la -venerable y fiera figura de Ibsen. Y ese hombre que al principio os -parecía de aspecto vulgar, se convierte en un soberbio órgano de -pensamientos. ¡Cuán lejos las músicas españolas; cuán lejos nuestra -oratoria de retores! Cuando habla Jaurés, sus ademanes son de quien -siente la idea viva y asible. A veces parece que forja, a veces que -amasa, a veces que siembra, en un largo gesto.</p> - -<p>Su público le aplaude repetidas veces. Cuando concluye, los vivas -resuenan. Todo el mundo de pie, canta el himno internacional de -fraternidad. Un consejero municipal, en el centro de la sala, dice las -estrofas, y el gran coro, cierto, levanta el espíritu. Allá arriba -alguien inicia el <i>Ça ira</i>, gran parte del público le acompaña. Otro -comienza la <i>Carmagnole</i>:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Vive le son,<br /></span> -<span class="i0">Vive le son,<br /></span> -<span class="i0">Du canon!<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>—«¡No!» grita uno de la platea. «Nada de cañones; ¡muera el cañón, -muera la guerra!» y otro le<span class="pagenum"><a name="page_130" id="page_130"></a>{130}</span> replica:—«¡No! ¡Viva el son del cañón, -puesto que necesitamos también de los cañones para demoler al enemigo!»</p> - -<p>Se alza el telón, para la pieza de Marsolleau. Teatro simbolista. Como -en la de Mirbeau, un largo diálogo, sin intriga, sin complicación. Un -comedor lujoso; una mesa a la cual se sientan un general, un obispo, un -diputado, un juez, un pequeño propietario, una dama del alto mundo y una -cortesana. Todo lo principal de la «máquina» social, como veis. Comen, -ríen, se divierten. De pronto alguien llega a interrumpir la fiesta. Es -un campesino. Tiene hambre. Su llegada es de un pésimo efecto; ese -rústico no huele a piel de España ni a rosas de Alejandría. Tiene hambre -y quiere comer lo que ellos comen. Se le obliga a irse. Él protesta. El -general quiere echarle y él se subleva contra el general; pero se -interpone el obispo... y el campesino se inclina, y se va, ante las -promesas de consuelo ideal y de vida eterna. La fiesta continúa, más -viva, más alegre aún. El diálogo, en versos muy bellos, es obra de un -pensador y de un artista. Hay mil detalles que admirar. Alguien -interrumpe la fiesta otra vez. Es el mismo campesino, pero ya vestido de -blusa. Es el obrero. Va por su parte, quiere tomar asiento en el -banquete de todos esos favorecidos, de todos esos grandes. «Vengo por mi -parte» dice.—«¿De qué?»—«¡De todo!» Se le quiere arrojar, pero él se -encabrita como un bravo caballo. El obispo intercede. Él no le hace caso -al obispo. «Ya no, dice, ya no creo. Tus palabras no me hacen ya ningún -efecto.<span class="pagenum"><a name="page_131" id="page_131"></a>{131}</span> Tus promesas me importan poco. Quiero comer, quiero gozar de mi -parte de dicha en este mundo.»</p> - -<p>Y cuando va a apropiarse por la fuerza de los mejores vinos y manjares, -el diputado interviene.—«¡Cómo! No debes hacer eso. Para representar -tus intereses estoy yo, el elegido del pueblo. Yo te defiendo en las -cámaras, soy quien vela por tus intereses y por tu engrandecimiento. -Confía en mí.»—«¡Pero es que tengo hambre!»—«¡Mañana comerás!» Y el -obrero, dudoso, se va rezongando entre dientes.</p> - -<p>La fiesta continúa. Se cierran las puertas para que nadie pueda llegar a -turbar la alegría de los dueños sociales. El champaña, los besos, las -risas, iluminan de gozo el habitáculo de los felices. Para celebrar la -belleza, el amor, la cortesana va a desnudarse y a ofrecer el -maravilloso espectáculo del poema divino de su carne. Mas de pronto, -entre las risas, entre las detonaciones del champaña, se ve por los -vidrios de un balcón, un relámpago, y otro, y otro, y se oye el ruido de -un gran viento y un gran trueno. Y a la luz del relámpago, la cortesana -da un grito, porque ha visto aparecer tras los vidrios una cara pálida, -horrible, demacrada, la cara de la Miseria, la cara del Hambre. Es de un -efecto terrible esta simbólica escena.</p> - -<p>Como nadie ha visto la visión de la cortesana, la alegría continúa, y la -visión se repite.</p> - -<p>Y la fiesta llega a su colmo, cuando, de pronto, un relámpago más vivo -se ve, un trueno más rudo<span class="pagenum"><a name="page_132" id="page_132"></a>{132}</span> truena, las arañas caen, las luces se apagan, -las paredes tiemblan, el pavor se pinta en todos los rostros. Y las -puertas de la sala ceden a un fuerte empuje, y se abren dando paso a un -desconocido, a un hombre con el rostro cubierto que con una voz que pone -espanto clama:</p> - -<p>—<i>¡Mais quelqu’un trubla la fête!</i></p> - -<p class="cb">* * * </p> - -<p>La tragedia de Monza ha causado honda impresión en Francia.</p> - -<p class="cb">* * * </p> - -<p>El cha de Persia partirá dentro de pocos días a su estados.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-132.png" width="171" height="133" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_133" id="page_133"></a>{133}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="REFLEXIONES_DE_ANO_NUEVO_PARISIENSE" -id="REFLEXIONES_DE_ANO_NUEVO_PARISIENSE"></a>REFLEXIONES DE AÑO<br /> - NUEVO PARISIENSE</h3> - -<p class="imgrt10"><img src="images/illus-133.png" -width="34" -height="84" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -1.º de Enero de 1901.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-a.png" -width="80" -height="82" -alt="A" -/></span>L salir del teatro (la Noche Buena) París se sentó a la mesa. Y la -Brama y la Lujuria y la Riqueza y el Dolor y la Alegría y la Muerte -también se sentaron con él». Al llegar el año nuevo, cuando el mundo -vuelve la vista al siglo que pasó, hay alguien que hace notar su -presencia de todas maneras, mientras París no hace sino quitarse su -traje de color de rosa para ponerse otro color de amaranto: la Miseria.</p> - -<p>Peor que la miseria de los melodramas, esta es, cierta, horrible y -dantesca en su realidad. Y no hay mayor contraste que el de esta riqueza -y placer insolentes, y ese frío negro en que tanto pobre muere y tanto -crimen se comete, de manera que, las bombas que de cuando en cuando -suenan, en el trágico y aislado sport de algunos pobres locos, vienen a -resultar ridículas e inexplicables. Esto no se acabará sino con un -enorme movimiento, con aquel movimiento<span class="pagenum"><a name="page_134" id="page_134"></a>{134}</span> que presentía Enrique Heine, -«ante el cual la revolución francesa será un dulce idilio», si mal no -recuerdo.</p> - -<p>Se ha hecho mucho por aminorar la miseria, desde los buenos tiempos del -excelente rey Childeberto hasta las actuales donaciones de banqueros -ricos y <i>quêtes</i> de damas de la aristocracia.</p> - -<p>Pero todo es poco en el hoyo obscuro de donde sale tanto clamor y olor -de muerte. Y además, el buen Dios parece que no estuviese completamente -satisfecho con las manifestaciones de la caridad elegante. Tal aparentó -demostrarlo con el bazar fúnebremente célebre que concluyó donde hoy se -levanta una capilla gracias a la generosidad de una distinguida -norteamericana que llama la atención con su marido en un sonoro y -comentado litigio: la condesa Boni de Castellane.</p> - -<p>El gobierno por su parte, tiende su protección al pueblo lleno de -apetito. Y si ya en su tiempo Carlomagno, emperador de la barba florida, -había ordenado que se consagrase a los pobres exclusivamente la cuarta -parte de los bienes eclesiásticos, hasta la administración de M. Loubet -se ha adelantado bastante.</p> - -<p>La prensa tiene sus limosneros, Hugues le Roux es uno de ellos, y es -sabido que Santa <i>Severine</i> es la limosnera mayor.</p> - -<p>Al mismo tiempo que la policía conduce a la cárcel a innumerables -rateros de carbón, combate la mendicidad y emprende saludables <i>râfles</i> -contra la prostitución callejera y la rufianería profesional.<span class="pagenum"><a name="page_135" id="page_135"></a>{135}</span> Cada día -se llenan las comisarías de pobres mujeres de los más humildes y bajos -medios, y de indescriptibles <i>marlous</i>. <i>Chez Maxim’s</i> se continúa en -los alegres juegos. El Americaine, el Grand Café, todos los lugares -semejantes continúan con su vaga clientela. La infeliz <i>gigolette</i> de -los barrios bajos está irremisiblemente condenada. La Sra. Otero es una -artista: la Srta. de Pougy es una artista y una autora; la Srta. Marion -de Lorme es una propietaria. Sus amigos, frecuentadores de medios -elegantes, de círculos y casinos, señores X, I y Z, son conocidos de -todo el mundo por su miseria moral, por su desvergüenza y su aditamento -ictiológico. La señora Otero arruinará a varias familias, las Srtas. de -Pougy y de Lorme llevarán a la locura y al delito a más de un joven de -buena familia. El caballero X jugará a la mala, y el caballero Z hará -ostentación del poco honesto origen de sus lujos y derroches. La -<i>gigolette</i> se prostituye <i>por necesidad</i>... Hace mucho frío...</p> - -<p>—«Diga usted, me dice un pintor tremendo, y hombre tan tremendo como el -pintor—, Henry de Groux, el autor del <i>Cristo de los Ultrajes</i>:—Diga -usted que la Francia está podrida, que al final del siglo ha hecho ya -tabla rasa de todo. <i>Finis latinorum.</i> ¡Abyecta muerte!»</p> - -<p>Un paralelo iconográfico que tengo ante mis ojos me da más de un -pensamiento; un paralelo entre la Francia en los comienzos del siglo -actual.</p> - -<p>Bonaparte; primer cónsul, en su caballo de dibujo convencional, con su -corvo sable, y en el fondo, las<span class="pagenum"><a name="page_136" id="page_136"></a>{136}</span> tiendas de campaña; y M. Emile Loubet, -fotografía género <i>Nos contemporaines chez soi</i> en espera de Mollard o -de Crozier, caros al protocolo. No se ha adelantado tanto. Carnot, de -rostro simpáticamente enérgico, de ojos que revelan grandes propósitos, -«organizando la victoria», y André el ministro de la guerra que hoy -provoca por sus disposiciones un movimiento de antipatía en la aliada -Rusia. No se ha adelantado lo bastante. Fouché y Lépine en la policía, -Luciano Bonaparte y Waldeck-Rousseau en el ministerio del interior. No -se ha adelantado gran cosa. El cabriolé ágil y gracioso que asombra al -sencillo <i>populo</i> y el automóvil de última hornada capaz de recorrer -todo París en un segundo y de reventar a todos los <i>Cahen d’Anvers</i> de -la tierra. Se ha adelantado muchísimo. La vieja y pintoresca diligencia, -«de las largas diligencias» de Mallarmé, y la locomotora <i>coupe-vent</i>. -No se puede negar: se ha adelantado. Talleyrand en el ministerio de -relaciones exteriores, y Delcassé. No, no se ha adelantado mucho... A la -cabeza del ejército Berthier y Brugere: no se ha adelantado maldita la -cosa! La ópera de la plaza Louvois seca y pelada, y la empingorotada -ópera de Garnier, abominada por Huyssmans. Es un adelanto. El bulevar de -los Italianos antiguo, sin circulación y sin edificación, y el de hoy -con el Pabellón de Hanover modernizado y su movimiento y su vida. -Adelanto. Si en muchas cosas se ha adelantado, en muchas cosas el siglo -<small>XX</small> puede salir victorioso de la comparación. Pero en otras. ¡Dios santo! -En los reinos del pensamiento no estamos<span class="pagenum"><a name="page_137" id="page_137"></a>{137}</span> muy seguros del triunfo. El -siglo pasado empezó bajo el soplo de la Enciclopedia. El siglo pasado -empezó con ideales, con miras, con decisiones; el siglo pasado comenzó -con una fuerza de que se carece hoy: el entusiasmo. ¿En qué vientre de -madre irá a aparecer el año entrante la preñez que dé al mundo un nuevo -Víctor Hugo?</p> - -<p>Como Atenas, como Roma, París cumple su misión de centro de la luz. -Pero, actualmente, ¿es París, en verdad, el centro de toda sabiduría y -de toda iniciación? Hombres de ciencia extranjeros dicen que no, y -muchos artistas son de opinión igual; pero la consagración no puede -negarse que la da París, sobre todo, en arte. Y para eso vienen -D’Annunzio de Italia, Sienkiewicz de Polonia, la Wiehe de Dinamarca, la -Guerrero de España y Sada Yacco del Japón.</p> - -<p>Lo que en París se alza al comenzar el siglo xx es el aparato de la -decadencia. El endiosamiento de la mujer como máquina de goces carnales, -y—alguien lo ha dicho con más duras palabras—el endiosamiento del -histrión, en todas las formas y bajo todas sus faces. Es el caso de -Juvenal: <i>quod non dant proceres, dabit histrio</i>. Hay muchos franceses -ilustres, muchos franceses nobles, muchos franceses honrados que meditan -silenciosos, luchan con bravura o lamentan la catástrofe moral. Pero las -ideas de honor, las viejas ideas de generosidad, de grandeza, de virtud -han pasado, o se toman como un pretexto para joviales ejercicios. -Escritores osados como Mirbeau, como Rachilde y Pierre Louys, declaran -en los pe<span class="pagenum"><a name="page_138" id="page_138"></a>{138}</span> riódicos el adulterio como un <i>uso</i> esencialmente parisiense. -La antigua familia cruje y se desmorona. Los sentimientos sociales se -bastardean y desaparecen. Los extranjeros que en los comienzos y aun a -mediados del siglo pasado venían a París, encontraban hospitalidad, -amabilidad, algún desinterés. El poeta Guido tenía derecho de venir a -querer hacerse matar en una barricada. Bilbao el chileno encontraba en -Lamennais, en Michelet, en Comte, maestros sinceros, bondadosos y -abiertos. Garibaldi podía ofrecer su espada. Hoy reina la <i>pose</i> y la -farsa en todo. Apenas la ciencia se refugia en los silenciosos -laboratorios, en las cátedras y gabinetes de señalados y estudiosos -varones. La mujer es una decoración y un sexo. El estudiante extranjero -no encuentra el apoyo de otros días, y desde luego le está cortado el -ejercicio de su profesión. Los norteamericanos han metido sus cuñas a -golpe de mazos de oro. La enfermedad del dinero ha invadido hasta el -corazón de la Francia y sobre todo de París. El patrioterismo, el -nacionalismo, ha sucedido al antiguo patriotismo, y las nobles simpatías -de antaño con la Grecia de la independencia, no son las mismas que las -demostradas con el pobre viejo Krüger y los héroes rústicos del África -del Sur.</p> - -<p>Las ideas de justicia se vieron patentes en la vergonzosa cuestión -Dreyfus. Pero por todas partes veréis el imperio de la fórmula y la -contradicción entre la palabra y el hecho. Es esta más que los Estados -Unidos, a ese respecto, la tierra de los contrastes, <i>the land of -contrastes</i>, de Muirhead.<span class="pagenum"><a name="page_139" id="page_139"></a>{139}</span></p> - -<p>La literatura, ha caído en una absoluta y única finalidad, el asunto -sexual. La concepción del amor que aun existe entre nosotros, es aquí -absurda. Más que nunca, el amor se ha reducido a un simple acto animal. -La despoblación, la infecundidad, se han hecho notar de enorme manera, y -es en vano que hombres sanos y de buena voluntad como Zola hayan querido -contener el desmoronamiento haciendo resaltar el avance del peligro.</p> - -<p>Mutuamente se han reflejado las literaturas y las costumbres. En todos -lugares existen vicios de todas clases, desventuras conyugales; pero lo -terrible en París es que es la norma. Las conclusiones de los libros -novelescos, las revelaciones de los procesos que todos los días se hacen -públicos, los incidentes y desenlaces de las piezas teatrales, hacen que -el ambiente esté completamente saturado de tales doctrinas, y que un -modo de juzgar las cosas como los excelentes sentimentales de comienzos -del siglo pasado, sería considerado <i>arriéré</i> y a la papá. En los -diarios, en el momento en que escribo, se gasta tinta y tiempo -escribiendo artículos a causa de que el hijo mayor del cómico Guitry, de -diez y seis años, tiene queridas de trece, con el consentimiento -maternal, según las cartas del marido. Pues bien, lo malo no es tan sólo -el hecho, sino la indiferencia que todo acaecimiento de esa clase causa -en el sentido moral del público, que, cuando más, encuentra eso <i>très -rigolo</i>. Los moralistas ocasionales publican sendas opiniones, se ríe un -poco, y se prosigue en la corriente continua que gira en este abismo de<span class="pagenum"><a name="page_140" id="page_140"></a>{140}</span> -gozo, de belleza y de locura. París da la sensación de una ciudad que -estuviese soñando, y que se mirase en sueños, o la de una ciudad loca de -una locura universal y colectiva; loco el gobierno, las cámaras, los -jueces, las gentes todas, y entre toda esta locura la mujer, en el -apogeo de su poderío, en la fatalidad de su misión, revelando más que en -ninguna otra época algo de su misterio extraordinario. El intérprete -gráfico de tal misterio ha sido indudablemente Rops, y sus terribles -aguas fuertes secretas son el más serio comentario y el más moralizador -espectáculo.</p> - -<p>Como hago muy poca vida social, tengo todavía el mal gusto de creer en -Dios, un Dios que no está en San Sulpicio ni en la Magdalena, y creo que -ciertos sucedidos, como lo del Bazar de Caridad y la singular muerte de -Félix Faure, son vagas señas que hacen los guardatrenes invisibles a -esta locomotora que va con una presión de todos los diablos a -estrellarse en no sé qué paredón de la historia y a caer en no sé qué -abismo de la eternidad.<span class="pagenum"><a name="page_141" id="page_141"></a>{141}</span></p> - -<h2><a name="DIARIO_DE_ITALIA" id="DIARIO_DE_ITALIA"></a>DIARIO DE ITALIA</h2> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-141.png" width="200" height="269" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_142" id="page_142"></a>{142}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_143" id="page_143"></a>{143}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="TURIN" id="TURIN"></a>T U R Í N</h3> - -<p class="imgrt"><img src="images/illus-143.png" -width="26" -height="41" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -11 de Septiembre de 1900.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-d.png" -width="80" -height="79" -alt="D" -/></span>EL hervor de la Exposición de París, bajo aquel cielo tan triste que -sirve de palio a tanta alegría, paso a esta jira en la tierra de gloria -que sonríe bajo el domo azul del más puro y complaciente cielo. Estoy en -Italia, y mis labios murmuran una oración semejante en fervor a la que -formulara la mente serena y libre del armonioso Renán ante el Acrópolis. -Una oración semejante en fervor. Pues Italia ha sido para mi espíritu -una innata adoración; así en su mismo nombre hay tanto de luz y de -melodía, que, eufónica y platónicamente, paréceme que si la lira no se -llamase lira, podría llamarse Italia. Bien se reconoce aquí la antigua -huella apolónica. Bien vinieron siempre aquí los peregrinos de la -belleza, de los cuatro puntos cardinales. Aquí encontraron la dulce paz -espiritual que trae consigo el contacto de las cosas consagradas por la -divinidad del entendimiento, la visión de suaves paisajes, de -incomparables firmamentos, de mágicas auroras y<span class="pagenum"><a name="page_144" id="page_144"></a>{144}</span> ponientes prestigiosos -en que se revela una amorosa y rica naturaleza; la hospitalidad de una -raza vivaz, de gentes que aman los cantos y las danzas que heredaron de -seres primitivos y poéticos que comunicaban con los númenes; y la -contemplación de mármoles divinos de hermosura, de bronces orgullosos de -eternidad, de cuadros, de obras en que la perfección ha acariciado el -esfuerzo humano, conservadoras de figuras legendarias, de signos de -grandeza, de simulacros que traen al artista desterrado en el hoy -fragancias pretéritas, memorias de ayer, alfas que inician el alfabeto -misterioso en que se pierden las omegas del porvenir. Bendita es para el -poeta esta fecunda y fecundadora tierra en que Títiro hizo danzar sus -cabras. Aquí vuelan aún, ¡oh, Petrarca! las palomas de tus sonetos. -Aquí, Horacio antiguo y dilecto, has dejado tu viña plantada; aquí, -celebrantes egregios del amor latino, nacen aún, como antaño, vuestras -rosas, y se repiten vuestros juegos y vuestros besos; aquí, Lamartine, -ríen y lloran las Graziellas; aquí, Byron, Shelley, Keats, los laureles -hablan de vosotros; aquí, viejo Ruskin, están encendidas las siete -lámparas, y aquí, enorme Dante, tu figura sombría, colosal, imperiosa de -oculta fuerza demiúrgica, sobresale, se alza ya dominando la selva -sonora, los seres y las cosas, con la majestad de un inmenso pino entre -cuyas ramas se oye la palabra oracular de un dios.</p> - -<p>Recorreré la divina península, rápidamente, en un vuelo artístico, como -un pájaro sobre un jardín. No esperéis largos e inquietantes solos -poéticos y sentimentales.<span class="pagenum"><a name="page_145" id="page_145"></a>{145}</span> <i>Solos</i>, en el sentido criollo, ni de -ruiseñor. Comenzaré diciéndoos, por ejemplo, cómo salí de París en un -tren del P. L. M., una alegre noche, en compañía de un caballero -argentino, a quien me acababan de presentar y que llevaba el mismo -itinerario mío. ¿Conocéis esos admirables <i>paniers</i> que venden en las -estaciones francesas, verdaderos estuches culinarios que dicen los -laúdes de la previsión humana? En esas preciosas cajas se contiene desde -el pollo hasta el mondadientes, pasando por el vinillo y el agua mineral -y saludando los varios fiambres y postres. Canto estas ricas cosas -epicúreras. <i>Gaudeamus igitur.</i> Y entre el jamón y la manzana, mientras -unos señores franceses pretenden iniciar un sueño, mi compañero criollo -y yo somos los mejores amigos. Charlamos, recordamos, reímos, hacemos un -poco de Buenos Aires, mas hay que descansar, y a nuestra vez, cerramos -los ojos, al son de la música de hierro del tren. Os recomiendo que -hagáis la observación si no la tenéis ya hecha. Hay en el traqueteo -acompasado de los vagones, en ese ruido rudo y metálico, todas las -músicas que gustéis, con tal de que pongáis un poco de buena voluntad. -La sugestión luego es completa y casi tenéis la seguridad de que una -orquesta o una banda toca no lejos de vosotros, en algún carro vecino.</p> - -<p>Al son, pues, de esa orquesta, me duermo, o nos dormimos. Muy buenas -noches.</p> - -<p> </p> - -<p>Al día siguiente, en Modane, se llega al dominio italiano. Queda atrás -la sierra de la dulce Francia y<span class="pagenum"><a name="page_146" id="page_146"></a>{146}</span> se posesiona uno de la dulcísima -Italia. Los <i>carabinieri</i> pasan, con sus colas de pato y sus pintorescos -bicornios. El tren bordea la ciudad, a la luz de un sol nuevo y -cariñoso, que nos ofrece la mejor vista de la Vanoise y la ondulación -graciosa y la vegetación y cultivo del valle del Arc. Los Alpes nos -hacen recordar los Andes.</p> - -<p>Poco después entramos al famoso túnel de Mont Cenis, y a su extremo, nos -encontramos en Bardonachia. Flores recién abiertas, azul fino de un -zafiro glorioso, casitas de estampa, ojos que saben latín de Virgilio y -bocas que sonríen al ofrecernos café con leche y uvas de las próximas -viñas. Delicioso paisaje, deliciosas muchachas, delicioso Virgilio, -deliciosa copa de leche y uvas frescas.</p> - -<p>El tren corre, sofocándose, pasa túneles y túneles. En los flancos de -las montanas se ven, cargadas de fruto, las viñas frondosas. En todo el -trayecto casi no se advierte un solo animal. Apenas allá, en un -vallecito, al paso, divisamos unas cuantas cabras conducidas por su -pastor. Más adelante, cuatro o cinco vacas. Gentes de estas Europas, que -vais a las lejanas pampas en busca de labor y de vida, ¡cómo se explican -aquí harto elocuentemente, los furiosos atracones de carne con cuero y -de asado al asador, con que os regodeáis allá, bajo el hospitalario sol -de América, en la buena y grande Argentina! Entre estos hondos valles, -entre estos amontonamientos ciclópeos de rocas, no turba el silencio ni -un mugido, no saluda al sol con su fuerte tuba el toro.<span class="pagenum"><a name="page_147" id="page_147"></a>{147}</span></p> - -<p>Estaciones pequeñas y más estaciones, hasta que se abre más el ancho -valle, y allá, en su altura, como un juguete, la Superga, nos anuncia -que hemos llegado a Turín.</p> - -<p class="r"> -12 de Septiembre.<br /> -</p> - -<p>Turín, nombre sonoro, noble ciudad. Severa, «un poco antigua», como el -español caballero de Gracia, aparece, para quien viene de enormes y -bulliciosos centros, tranquila y como retrasada. Mas luego sus calles -bien ordenadas y bien limpias, sus distintos comercios, sus plazas, sus -numerosos tranvías eléctricos, os demuestran la vida moderna. Después -sabréis de sus ricas y florecientes industrias, si es que no habéis -visto allá en la Exposición de París el triunfo de los telares -turineses.</p> - -<p>Aquí se comienza a ver que hay una Italia práctica y vigorosa de trabajo -y de esfuerzo, además de la Italia de los museos y de las músicas.</p> - -<p>Notamos en los edificios públicos banderas con lazos de luto. Es que -ayer ha entregado el duque de Aosta, en nombre del rey Víctor Manuel, a -la ciudad de Turín, la espada, las condecoraciones, el yelmo del difunto -Humberto. Pobre monarca de los grandes bigotes y de los ojos terribles, -que ocultaba tras esa apariencia truculenta un bello corazón, según me -dicen casi todas las personas con quienes tengo ocasión de hablar.</p> - -<p>Turín, noble ciudad. Aquí todo es Saboya. No hay monumento, no hay vía, -no hay edificio que no os hable de la ilustre casa.<span class="pagenum"><a name="page_148" id="page_148"></a>{148}</span></p> - -<p>He visitado la Pinacoteca. La primera sala está llena de príncipes de -esa familia, desde la entrada, en donde un admirable retrato de François -Clouet perpetúa la figura de Margarita de Valois, hija de Francisco I y -mujer de Emanuel Filiberto, duque de Saboya. Nada más sugerente que esta -pintura en que esa princesa, que podría ser una priora, parece hablar -por toda una época. Así el retrato cercano, de Carlo Emanuel I, duque de -Saboya, obra del Argenta, que representa al principito de diez años, -exangue, casi penoso, apoyado en la cabeza de su enano.</p> - -<p>El museo es grande y posee verdaderas riquezas. El catálogo oficial, -Bædeker u otro libro semejante, os dirá el nombre del fundador, el año -de la fundación, y datos semejantes. Yo os diré lo que me ha atraído, -detenido o encantado en la rápida visita. Ante todo, los primitivos, que -ya en la sala segunda están representados. Confieso no sentirme -fascinado ante la célebre Virgen con el Niño, de Barnaba da Modena, pero -Macrino d’Alba en más de uno de sus cuadros me hace sentir la impresión -de su arte, así como Defendente Ferrari me cautiva con los <i>Esponsales -de Santa Catarina</i>, y el <i>Giovenone</i> me para, con su Madona entronizada -y sus místicos acompañantes. En la sala tercera, casi toda ocupada por -Gaudenzio Ferrari, hay muchas cosas bellas, pero lo que principalmente -admiro, al paso, es la Madona, Santa Ana y el Niño, en que el concepto -de la religiosidad unido a un ingenuo don de humanidad, forman la -excelencia de la obra artística.<span class="pagenum"><a name="page_149" id="page_149"></a>{149}</span> La figura de María sola es un delicado -y maternal poema.</p> - -<p>En la sala tercera está el dos veces divino Sodoma, pintor de nombre -maldito y de incomparables creaciones de vida y de idealidad. La -idealidad está en su <i>Sacra familia</i>, con su pura y espiritual Madona y -el Dios Niño que juega; la vida en carnaciones estupendas como ese seno -de esa abrasante Lucrecia que en vez de la puñalada atrae el beso. Ante -este cuadro no puedo menos que recordar una reciente polémica, entre los -señores Groussac y Schiaffino. Este muy distinguido amigo mío, señalaba -a su terrible contendiente el error de haber confundido en una ocasión -una tabla con una tela. La cosa parecerá muy rara, pero al gran Vasari -le sucedió lo mismo. Hablando del cuadro la <i>Morte di Lucrezia</i>, del -Sodoma, dice el actual director de la Pinacoteca, Sr. Bandi di Vesme: -«Vasari lo annovera fra quelli eseguiti dal Sodoma nei suoi bei tempi: -«Similmene... una <i>tela</i> que fece per Assuero Retori de San Martino, -nelle quale e una Lucrezia Romana che si ferisce, mentre e tenuta dal -padre e dal marito: fatta con belle attitudine e bella gracia di teste». -«<i>L’aver il Vasari chiamato questo cuadro una tela</i>», mentre dipinto su -legno, e una semplice inavvertenza, se pure non e per errore di stampa -che la edizione del Vasari hanno «tela» per «tavola».</p> - -<p>Hay también del Sodoma, en esta misma sala, una <i>Madona e quattro santi</i> -de señalado mérito.</p> - -<p>No dejaré de nombrar un cuadro de tema semejante, de Bernardino Lanino, -en que, con el encanto<span class="pagenum"><a name="page_150" id="page_150"></a>{150}</span> del suave color y del dibujo, se anima sobre -todo una sensual Santa Lucía que es una de las representaciones -femeninas más atrayentes que se puedan señalar en todas las galerías del -mundo.</p> - -<p>En la sala quinta, una <i>Abadesa</i> de Giovanni Antonino Molinari. En la -sexta, sobre un fondo de oro, un ángel de Frate Angelico canta toda la -primitiva gracia, la ingenua virtud de la concepción y ejecución -prerafaelitas. Una deliciosa Madona del mismo, con el bambino. Observo -que para poder rezar convenientemente delante de estas pinturas, sería -preciso un libro de horas escrito en verso por Dante Gabriel Rossetti, o -un antifonario de Ruskin, o de su vicario francés Robert de la -Sizerenne. Otra Madona. ¡Descubríos! La hizo Sandro Botticelli. Es la -pintura simple y al propio tiempo intensa y profunda que habéis oído -celebrar por tantos aedas del arte moderno, que levantaron a su mayor -gloria los prerafaelitas ingleses y que todos los <i>snobs</i> y <i>prigs</i> del -mundo se creyeron en el deber de admirar hasta el delirio.</p> - -<p>Hay otro Botticelli, ante el cual largas horas debe haber pasado -Burne-Jones y el viejo profeta de las Piedras de Venecia. Es <i>El viaje -del hijo de Tobías</i>. Es el mismo expresivo amaneramiento de los gestos, -la traducción del íntimo sentido por la remarca de las actitudes, el -vago énfasis del estilo y la certeza de los lineamientos. Los dos -arcángeles de la composición son hermanos de las figuras alegóricas de -la «Primavera». Miguel precede, armado de su espada. Una madona de Credi -me disputa el<span class="pagenum"><a name="page_151" id="page_151"></a>{151}</span> tiempo con un Tobías y el arcángel Rafael, de los -hermanos Benci del Pollainolo. (Con este cuadro comete también el error -Vasari, de confundir tela con tabla.)</p> - -<p>Imposible observar tanta y tanta obra meritoria. Mas en la sala séptima -me inclino delante del Mantegna, con su «Madona con il Bambino e sei -Santi», ante varios Tizianos; en la octava, Donatello llama con una -Madona bajo-relieve en mármol y alegran los ojos las fiestas de color de -los esmaltes de Constantín. No veo sino de un vistazo la sala nona, de -pequeñas dimensiones y que contiene algunos grabados y dibujos de -distintas épocas y de diferentes escuelas. Y en la sala décima al entrar -me impide continuar más adelante por algunos minutos. ¿Y una -«Visitación» de Vander Weyden, en que una idea naturalísima se traduce -tan poéticamente? Y Memling con su tumultuosa «Pasión». Y un desfile de -maestros: Teniers, Brueghel, Jordaens, Van Dyck: «Tres gracias», de la -escuela flamenca, que recuerdan las tres comadres brutalmente -encarnadas, de Rubens, en el Museo del Prado, y varios cuadros de ese -artista, entre los cuales el retrato notabilísimo de un «Magistrado -flamenco.»</p> - -<p>En la sala undécima impera Van Dyck, con el cuadro que para muchos es el -mejor de todos los suyos, el grupo de «Los tres hijos de Carlos I de -Inglaterra». Los principitos fueron pintados con trajes lujosos, y todos -tres parecen hembras. La vida les anima; y es admirable la que hay en el -noble animal que les acompaña. Según está escrito, el<span class="pagenum"><a name="page_152" id="page_152"></a>{152}</span> rey no estuvo muy -contento de la obra por motivos mediocremente domésticos. El conde Cisa, -decía en carta al duque Víctor Amadeo I... «Le roy estoit fasché contre -le peintre Vendec, pour ne leur avoir mis leur tablié, comme on -accoustume aux petits enfans»... A este cuadro acompañan otros tantos -del mismo Van Dyck y varios de Teniers, de Brueghel y otros.</p> - -<p>En la sala duodécima hay varios holandeses y alemanes. Se impone al -instante un retrato de «Desiderio Erasmo», de Holbein, que estuvo en el -Louvre durante la dominación francesa. Hoy Turín está orgullosa de su -reconquista y dice: <i>Hic Jacet Erasmos qui quondam pravus erat mus</i>.</p> - -<p>Los españoles tienen representación honrosa en la sala duodécima, pero -es poco y de relativo valor lo que hay de Velázquez, Murillo, Ribera y -Sánchez Coello. Envío mi pensamiento a aquel soberbio tesoro de Madrid -que constituye, en el Museo del Prado, la sala Velázquez. Hay aquí del -gran maestro dos retratos, uno es uno de tantos Felipes Cuartos que -produjo su pincel. Del Españoleto hay un San Jerónimo. De Murillo el -retrato de un niño; una de las repetidas Concepciones y cierto expresivo -busto de capuchino. Sánchez Coello ha dejado con su singular manera la -imagen de la joven reina que más tarde retratara Van Dyck en su vejez: -Isabel Clara Eugenia de Austria.</p> - -<p>Y en la sala décimotercia dos preciosos retratos de Coypel; el busto de -mujer de la Vigée Le Brum tan popularizado por las reproducciones; y en -la<span class="pagenum"><a name="page_153" id="page_153"></a>{153}</span> décimocuarta, entre cien cosas, el estupendo autorretrato de -Rembrandt, hecho de sombra y vida; y apenas hay un momento para el -naturalismo rústico de Paul Potter; y en la décimoquinta magistrales -paisajes, entre los cuales de Ruysdael. En la décimosexta sonríe el -Caravaggio con su <i>Sonatore di liutto</i> y os llama Gentileschi con una -Anunciación; y Vanni hace perdurar la voluptuosidad de la más tentadora -Magdalena que pueda un pincel pintar y un hombre amar. En la -decimoséptima Albani, en varios cuadros, renueva el mito de</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Il bello Hermafrodito adolescente,<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">como dice el verso de D’Annunzio. El Domenichino y Guido Reni y Albani, -llenan esta sala con bellas mitologías, a que Carracci y Guercino oponen -sus representaciones cristianas. En la decimoséptima se impone el grupo -de Apolo y Dafne, y la figura del dios crinado, de un colorido vivo y -luminoso, sobresale de manera vencedora. Del Guercino hay en la -décimoctava un <i>San Paolo Eremita</i> que recuerda una igual tela -hagiográfica de Velázquez. Ambos grandes ingenios, poseídos más o menos -del fervor cristiano en la interpretación de los santos, demuestran que -no les es indiferente la naturaleza muerta: las galletas de ambos -cuervos solícitos, en ambos cuadros, son admirables y suculentas de -verdad. En la décimonona todas las miradas y contemplaciones son para la -riquísima <i>Danae</i> del Veronese, a pesar de los grandes cuadros vecinos. -En la vigésima no dejéis de inclinaros ante el Veronese y Tiépolo,<span class="pagenum"><a name="page_154" id="page_154"></a>{154}</span> y en -la última soportad las varias batallas de Huchtemburg en que la mancha -roja y el caballo blanco del príncipe Eugenio de Saboya aparecen -irremisiblemente.</p> - -<p class="r"> -15 de Septiembre.<br /> -</p> - -<p>Anoche he presenciado la llegada del duque de los Abruzzos a su buena -ciudad de Turín. Turín es la villa de los Saboyas, la verdadera ciudad -del <i>Fert</i>. Con gran entusiasmo fué recibido el joven explorador, entre -calles de aplausos y bajo arcos de vivas. Como yo alabase la audacia -brava y el peligroso <i>sport</i> de su alteza, indudablemente enamorado de -la gloria y de la ciencia, me dijo un distinguido caballero turinés, -mientras los cocheros rojos conducían al príncipe, a los Aosta y al -capitán Cagni:</p> - -<p>—«Todo está muy bien. Pero ¿qué provecho práctico trae a Italia el -hecho de este joven que se gasta una buena serie de miles de liras y -pierde dos dedos en una exploración de la que no ha sacado sino ir un -poco más sobre el hielo que Nansen? La empresa es insegura, fantástica y -poco probable.»</p> - -<p>Señor, contesté a mi interlocutor, todas las grandes y geniales empresas -son por lo general fantásticas, inseguras, poco probables: y vuestro -compatriota el genovés Colón es una prueba de ello. Poco ha perdido el -duque con perder dos dedos en donde muchos, hasta su compañero Querini, -han perdido todo el cuerpo. Por otra parte, todo eso vale más<span class="pagenum"><a name="page_155" id="page_155"></a>{155}</span> que las -ocupaciones generales de sus colegas: ver correr caballos flacos, -fusilar pichones, agitar raquetas y disputarse pelotas, a la manera -imperante de los ingleses, fomentar la cría de perros y entretenimiento -de señoritas joviales. El duque de los Abruzzos, a quien he visto en -Buenos Aires muy simpático y muy gentil, en esa obra de valor y de -singularidad, ha interpretado a su manera el <i>Sempre avanti Saboia</i> de -su casa. Además le debemos que los estados Unidos, por medio de uno de -sus órganos de más páginas y de mayor tiraje, se haya admirado de que un -latino haya puesto antes el pie en un lugar que no ha sido hollado por -anglosajones. Lo cual debe mortificar al Sr. Demolins y alegrar a mi -amigo Arreguine.»</p> - -<p>El duque pasó entre las sonoras ovaciones. Buen aspecto, aunque se nota -en él las durezas de la vida de la invernada. A su lado iba Cagni, -verdadero héroe del viaje. En la estación he visto a la risueña y bella -novia de Cagni, y al viejo general su padre. No he podido menos que -pensar en los que quedaron allá en la nieve, en la soledad, en la muerte -irremisible...</p> - -<p> </p> - -<p>Comida con el <i>onorevole</i> Gianolio, y otras distinguidas personas; un -<i>avvocato</i> y el decano de notarios turineses. El diputado es un -excelente y filosófico caballero, que entre sus barbas llenas de años -deja salir las más sesudas razones; y junta a una cortesía un tanto -campechana, la más sincera<span class="pagenum"><a name="page_156" id="page_156"></a>{156}</span> amabilidad. No conoce bien la Argentina, -pero tiene informes de sus riquezas, de su hospitalidad, del desarrollo -fabuloso de Buenos Aires. Se sorprende cuando se le habla del número de -italianos que hay en nuestra capital, lo cual demuestra que no todos, en -el parlamento, están aquí muy al tanto de estos asuntos. Hablamos -política, estadística, un poco, muy poco de literatura, pues el elemento -no es propicio, a pesar de estar a la mesa un par de hermosos ojos -italianos. Mi calidad de poeta ¡a Dios gracias! permanece incógnita, y -un madrigal comenzado se desvanecería al olor de la <i>fonduta</i>. ¡La -<i>fonduta</i>! ¿no sabéis lo que es esto, el plato especial de Turín, rubio -como el oro, apetitoso y perfumado de trufas blancas?</p> - -<p>No sé cómo el señor de Ámicis, que aquí reside, ha conservado sus -cualidades plañideras y sentimentales a pesar del frecuente encuentro -con esta invención que es gozo de los ojos y del paladar. La <i>fonduta</i> -va custodiada de un chianti noble y de un barolo viejo que exigen -respetuosas inclinaciones.</p> - -<p> </p> - -<p>Paseo por las galerías de la ciudad, por la vía Roma, y entramos con mi -compañero de viaje, al Giardino Romano, teatro estival bastante -desmantelado. Impera aquí también el café-concert. Y pensamos en el -Casino de Buenos Aires, cuando después de varios números deplorables, -salen los dos Colombel, que acabamos de ver en el Alcázar d’Été de -París, y nos gratifican con la romance, la romance... <i>¡la romance du -Muguet!</i><span class="pagenum"><a name="page_157" id="page_157"></a>{157}</span></p> - -<p class="r"> -16 de Septiembre.<br /> -</p> - -<p>Los monumentos de Turín, confieso realmente, no me fascinan. Por todas -partes estos políticos, estos generales, estos príncipes, me aguan la -fiesta ideal que busca mi espíritu. Estos políticos son demasiado -conocidos y demasiado cercanos para que interesen a quien busca en -Italia sobre todo el reino de la Belleza, de la poesía, del Arte. Por lo -tanto, saludo con respeto al héroe Pietro Mica, a los hábiles y -esforzados patriotas y a los Saboyas de bronce, y me detengo ante el -monumento del Mont-Cenis, que, con su idea ciclópea, dice a mi alma, en -su simbolismo, más cosas que las que me puede decir el ilustre Mazzini y -el no menos ilustre Cavour.</p> - -<p>En el parque—porque es un parque, aunque le llamen jardín—del -Valentino, deleitan las gracias de una acariciante naturaleza. El Po que -corre bajo los arcos de los puentes, pacíficamente; los montes cercanos, -feraces, cultivados, coronados por la Superga, sembrados de villas y -casitas. En la tarde dulce cae con la luz una paz y una melancolía que -hacen nacer luceros en el alma. Dichosa gente la que a la orilla de este -viejo río vive la perpetua juventud que se revela en la hermosura de -estos espectáculos.</p> - -<p>Al ponerse el sol vuelven al club los <i>yachtmen</i> que se ejercitan en su -<i>rowing</i>. Unos pescadores recogen sus cañas.</p> - -<p>Antes he tenido tiempo de visitar un castillo medioeval<span class="pagenum"><a name="page_158" id="page_158"></a>{158}</span> que se ha -dejado para los turistas, desde que se construyó, con motivo de la -exposición de 1884. Es algo mejor que lo realizado por Robida en el -Viejo París. Todo, hasta los menores detalles interiores y exteriores, -dan la ilusión de un retroceso a la vida del siglo XV. Quisiera uno tan -solamente que los ferreros que abajo trabajan con gran habilidad sus -obras de un arte injustamente venido a menos, vistiesen y hablasen como -en lo antiguo.</p> - -<p class="r"> -17 de Septiembre.<br /> -</p> - -<p>Por el funicular que hay que tomar atravesando el Po, se va a la -Superga. Es ésta, como sabréis, una iglesia construída en lo más -empinado de la altura, al oriente de Turín.</p> - -<p>Los trenes van jadeantes, en un camino que refresca la sombra y la -verdura de los árboles. El domo corona soberbiamente el monte. Ese -templo para águilas es una tumba de príncipes. Allí, en la cueva -fúnebre, están los huesos de muchos miembros de la casa reinante. Es lo -que, artísticamente, se va a visitar con mayor interés, a causa de uno -que otro hermoso mausoleo. Nada más impresionante que un simple nicho en -que se guarda la corona que las lavanderas de España enviaron a la buena -reina doña María de la Gloria, esposa de Amadeo.</p> - -<p>Vasto y magnífico panorama, desde la eminencia. A lo lejos los Alpes, -que el sol llena de luz; el Levanna, el Roche Melon, la punta de nieve -del Mont-Rose.<span class="pagenum"><a name="page_159" id="page_159"></a>{159}</span> Más cerca los campos que divide el Po en su curso, en -que las ciudades y pueblos se miran como cajas de juguetes de Nuremberg; -las ondulaciones de las verdes colinas, los senos de los valles, el Viso -erguido, y Turín allí cerca, corona del Piamonte. Comienzan a asediar -los vendedores de tarjetas postales y los solicitadores de <i>buona -mancia</i>. Todavía no he encontrado, ¡asombraos! ingleses. Pero los -siento. Ellos han de aparecer dentro de poco, ineludibles andadores, -doctores oxfordianos en Bædeker, compradores de pisapapeles de -alabastro, o prigs que asedian a los primitivos.</p> - -<p>Turín está solitario ahora, y paréceme que ha de ser triste siempre. Las -gentes de pro andan en el veraneo. Las que quedan, por negocio o por -necesidad, parecen muy tranquilas y poco ruidosas. Por las calles hay -escasa circulación. En la noche las galerías están sin vida, con -excepción de una que otra en que se ven militares y burgueses que se -pasean. Las mujeres que encuentro no se parecen a las italianas de mi -imaginación. Luego, son hasta las que se diría dedicadas a una -existencia poco austera, escasamente expansivas y hasta serias, Turín, -convengamos, es una ciudad muy honrada. Reconozcamos estas condiciones a -Turín.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-159.png" width="32" height="62" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_160" id="page_160"></a>{160}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_161" id="page_161"></a>{161}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="GENOVA" id="GENOVA"></a>GÉNOVA</h3> - -<p class="imgrt"><img src="images/illus-161.png" -width="41" -height="40" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -19 de Septiembre.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-g.png" -width="80" -height="79" -alt="G" -/></span>ÉNOVA la Superba no parece a primera vista una ciudad grata. La masa -urbana es ciertamente soberbia, cuando se ve a la llegada, desde el -tren, en San Pietro D’Arena. Mas ya de cerca, esas casas altas, con las -cien manchas verdes de sus ventanas, esas casas descuidadas, esos -barrios sucios, nos dan la impresión marcada de una higiene en olvido, -de una aglomeración de conventillos. De algunas ventanas se cuelgan -ropas a secar, como en España. Ciertos rincones y ciertas callejuelas -tienen el mismo cariz de algunos puntos de la Boca. La parte vieja de la -ciudad es tortuosa, descuidada. En lo nuevo, se alzan construcciones, se -demuelen muros antiguos y se inician casas y palacios.</p> - -<p>Vasto puerto, y relativamente escaso movimiento. Las fortificaciones -dominan, en las alturas. Castellaccio, Begato, San Benigno, llenos de -cañones. La ciudad, a la orilla del mar, sube hacia los montes.<span class="pagenum"><a name="page_162" id="page_162"></a>{162}</span> Ciudad -comerciante y marinera, aun conserva el orgullo de antaño y procura -mantener su vitalidad y su energía, guardando sus viejos recuerdos de -conquistas y de guerras, cuando sus estandartes fueron vencedores, o en -tiempos de duros reveses.</p> - -<p> </p> - -<p>Vía Garibaldi. La calle es estrecha, sus aceras flanquedas de palacios -históricos. Piedras de siglos, vetustos portones en donde podéis ver -esculpidas las armas heráldicas. Ahí está el palacio Rosso, regalado por -la duquesa de Galiera a la ciudad y que contiene valioso tesoro de arte. -Entre lo principal, un retrato del marqués de Brignole-Sale, de Van -Dyck, un Durero, y una copia muy buena del San Juan de Leonardo que hay -en el Louvre. En el Palazzo Bianco que está en frente, hay también obras -excelentes. No puedo, dado el plan de este diario, ni citar todo lo que -me interesa; pero me es imposible callar mi gozo ante un antifonario de -Neroni que se guarda en esta casa, entre muchas riquezas dignas de la -mayor atención.</p> - -<p>He visitado la Catedral, en la vía San Lorenzo. Por ella ha pasado lo -romano, lo gótico, el renacimiento. La fachada gótica es de una -imponente hermosura; en ella alternan mármoles blancos y negros; -adórnanla leones y variadas labores y calados. Piadosos e ingenuos -escultores trecentistas han dejado figuras y símbolos. Es hasta ahora, -la más venerable fábrica que hayan visto mis ojos en la tierra de -Italia.</p> - -<p>Soberbio es, asentado en la Piazza Nuova, el<span class="pagenum"><a name="page_163" id="page_163"></a>{163}</span> palacio Ducal, en que hoy -trabajan oficinas del gobierno; y en varias calles os dicen grandezas de -lo pasado los palacios Doria, Spínola, Parodi, Gambaro y Cataldi. -Génova, la de los suburbios infectos, está llena de mármol y de orgullo.</p> - -<p>El palacio Rosozza, es un lugar deseable para la realización de una vida -de amor. Está dominando el mar, y a sus espaldas se extiende, en la -colina, un jardín bellísimo lleno de verdura y de flores, en donde los -chorros de agua dicen rimas de D’Annunzio. Y más palacios, y más villas, -sobre la ciudad que a la orilla del Mediterráneo mantiene el renombre de -sus comerciantes y de sus armadores.</p> - -<p> </p> - -<p>Tengo la mejor idea de los genoveses. Parécenme amables, obsequiosos, -atentos. No he podido certificar si tienen doblez o falsedad. No he -hecho ningún comercio con ninguno. Y el mal humorado padre Alighieri -creo que exageró cuando deseaba para ellos tantas terribles cosas:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Ahi genovesi, uomini diversi<br /></span> -<span class="i0">D’ogni costume, e pien d’ogni magagna<br /></span> -<span class="i0">Perché non siete voi del mondo spersi?<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Las genovesas que he visto, son esbeltas, garbosas, gentiles, de grandes -ojos que se han embriagado de mar y de cielo.</p> - -<p> </p> - -<p>Paseo por la rada. El agua está serena y el horizonte está «histórico» -como diría Roberto Montesquiou.<span class="pagenum"><a name="page_164" id="page_164"></a>{164}</span> Amarrados a los muelles, los barcos -descansan, esperando sus cargas. Un acorazado italiano, el Garibaldi, -está de estación. Al lado, están remendando la cáscara de hierro de un -buque de guerra turco. Advierto que en una de las planchas de popa, un -salaz obrero sin duda, ha pintado, con tiza, con visible irrespeto por -la media luna, una figura obscena que cualquiera puede notar de lejos.</p> - -<p>El bote que me conduce se dirige al lado opuesto, hacia la barrera de -piedra que se ha alzado a la rabia del mar, y que éste en ocasiones ha -mordido y despedazado por algunos puntos.</p> - -<p>Hermoso de toda hermosura el panorama de la ciudad, recostada sobre su -vasto anfiteatro, dorada por el sol que se pone. Es una tarde azul -acariciada de fuego. Las alturas se destacan como labradas sobre el -cielo. En el Rhighi, comienzan a encenderse vivas luces. El cristal -marino refleja la ciudad y la luz celeste que declina. Hay una dulzura -pacífica e íntima que llama al silencio y al recuerdo. Mi compañero y yo -no nos decimos una palabra. Es uno de esos instantes en que se piensa, -al callado amor de la naturaleza misteriosa, en seres y cosas amadas que -están lejos... en la ausencia, o en la muerte. La suavidad del agua y -del firmamento compenetra nuestros cuerpos y nuestras almas.</p> - -<p>La bondad y la ternura de la existencia ocupan un momento la máquina -hecha a los esfuerzos y a las luchas. Nuestro espíritu es en esos -instantes como un blanco palomar de donde se envían a lejanas -distancias, mensajes de cariño, de consecuencia, o de<span class="pagenum"><a name="page_165" id="page_165"></a>{165}</span> pasión. La -campana de la iglesia de los Ángeles, tocó el Ave María. El eco -religioso que iba en la brisa pasó como un soplo de bien sobre nuestras -frentes. El barquero dejó los remos y se descubrió. Cuando volvimos la -vista al horizonte crepuscular, habían aparecido las primeras estrellas.</p> - -<p class="r"> -19 Septiembre.<br /> -</p> - -<p>El cementerio de Génova es famoso; veamos el cementerio de Génova. No me -place visitar a los muertos en su ciudad. He visto el presuntuoso Green -Wood, allá en los Estados Unidos, y el célebre Père Lachaise, en París. -Casi siempre he notado, aun allí, las injusticias de la suerte. Poe, en -Boston, tiene un pobre busto; Verlaine no tiene aún nada sobre sus -huesos. Los Sres. Bouvard y Pécuchet en todos los cementerios del mundo -ostentan mármoles y bronces por toneladas; y más que los Sres. Bouvard y -Pécuchet, los Sres. Chose y Machin. Pero jamás me ha chocado tanto lo -grotesco de la vanidad burguesa, en la muerte, como en este enorme -camposanto. Graciosas, elegantes, pintorescas, muchas de las capillitas -y mausoleos que decoran la pendiente de la colina, hermosean el lugar -fúnebre; así son admirables también y de mérito artístico, bastantes -sarcófagos y estatuas que se encuentran en las galerías. Pero la -profusión de lo contrario choca. Buenas gentes que poseen los -suficientes escudos, se hacen fabricar un papá de bronce, una mamá de -mármol, y se colocan ellas<span class="pagenum"><a name="page_166" id="page_166"></a>{166}</span> mismas en actitud dolorosa. Y así el cincel -o la fundición perpetúan máscaras codiciosas, faces de enfermos, -<i>bons-hommes</i> satisfechos, imágenes de gordos rentistas o de secos -traficantes. Ello da al contemplador</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Parte da riso e parte da vergogna<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">como dice el Magnífico en su <i>Beoni</i>. Todo eso va aumentado con las -largas leyendas en forma monumental, con todos los circunloquios y -énfasis que son de ley en este país de la retórica latina. En algunas -tumbas el dolor ha tenido talentosos intérpretes en simulacros -personales, o en figuras simbólicas. Os recomiendo entre otros la figura -de un anciano encorvado, que llega al imperio de lo desconocido y bajo -el cual se lee un verso de la <i>Comedia</i>: (Inf. III).</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Tutti convengnon qui d’ogni paese.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>No recuerdo el nombre del escultor. En esa enorme población de finados, -los grandes habitan, como en la vida, palacios; los pobres, un hoyo en -la tierra. Pero como estamos en Italia, hasta los pobres tienen una cruz -de mármol o una lámpara graciosa; y entre las cruces, revientan a la luz -flores de un rojo violento, o florecillas blancas, que parecen salir de -sepulturas infantiles. Nada me indican los ángeles caderudos de -Monteverde, iguales al de la Recoleta de Buenos Aires; antes bien, la -obra de<span class="pagenum"><a name="page_167" id="page_167"></a>{167}</span> otros escultores sin renombre, en que aparece la tradición de -un arte sincero y piadoso, se impone en el silencio y en la paz de la -ciudad difunta. Mientras medito ante una melancólica estatua de mujer -junto a la cual una mano afectuosa ha colocado un ramo de flores frescas -y ha encendido un cirio, oigo cerca de mí unos pasos secos y un más seco -<i>yes</i>. <i>Voilà les Anglais!</i></p> - -<p>De la Zecca, asciendo en el funicular entre viñas y casitas, al Righi, -un restaurante situado en lo más alto del monte, al norte de la ciudad. -¡Soberbia vista de Génova la soberbia! La población se presenta en -frente, con sus macizos de construcciones, sus torres, sus villas; y su -rada, en que se erizan los grupos de mástiles y chimeneas. Se alcanza a -ver, en la confusión de calles lejanas, el reloj del Carlo Felice; se -divisan y reconocen los palacios conocidos; y se extiende el vasto mar, -el vasto mar azul y armonioso, por donde han partido a la gloria tantas -velas, tantas mentes, tantos corazones. El Righi es un establecimiento -lujoso y de loable buen gusto. Se imagina uno que vivir en un lugar como -ese, en esa situación excepcional, sería una delicia, si no fuese que no -hay panorama, ni delicia humana que no pida substitución en tiempo más o -menos lejano. Esa vista encantadora, esa perspectiva, ese mar y ese -cielo, y las ricas ostras y compañía que allí encontráis, por ineludible -ley humana, necesitan luego ser cambiados por otra perspectiva, por otro -mar, por otro cielo, por otros astros y compañía, so pena de caer en el -reino gris del fastidio. Nunca,<span class="pagenum"><a name="page_168" id="page_168"></a>{168}</span> sino en los viajes, se puede comprender -mejor el pequeño poema de Baudelaire <i>Any where out of the world</i>...</p> - -<p> </p> - -<p>Al pasar por el palazzo Doria me señalan el segundo piso, en donde -habita o habitaba el maestro Verdi, que ahora está en Santa Agueda -veraneando.</p> - -<p>Noto entre casa y casa por las calles genovesas, callejuelas a las que -se desciende por escaleras empinadas, pasadizos obscuros, estrechos, -sucios.</p> - -<p>Suele acontecer que de un antro de esos surge de repente la cara risueña -de una fresca muchacha.</p> - -<p>Al partir de Génova, en la estación, dos nombres que he visto encarnados -en dos estatuas, me vienen a la memoria, nombres absolutamente -representativos en lo antiguo, en lo moderno: Colón, Rubattino.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-168.png" width="116" height="156" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_169" id="page_169"></a>{169}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="PISA" id="PISA"></a>P I S A</h3> - -<p class="imgrt"><img src="images/illus-169.png" -width="30" -height="32" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -20 Septiembre.<br /> -</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Ahi Pisa, vituperio delle genti<br /></span> -<span class="i0">Del bel paese là dove il <i>si</i> suona;<br /></span> -<span class="i0">Poiche i vicine a le punir son lenti<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0">Muovanse la Capraia e la Gorgona<br /></span> -<span class="i0">E facian siepe ad Arno in su la foce,<br /></span> -<span class="i0">Si ch’egli annieghi in te ogni persona.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-e.png" -width="80" -height="82" -alt="E" -/></span>STOS versos de Dante no pudieron dejar de venir a mi memoria al entrar -en la vieja ciudad llena de historia y de arte. Va el Arno silencioso; -casi creeríais que sus aguas semiparalizadas no tienen curso. Río -turbio, río sin vida, entre las dos barreras de casas, bajo los puentes -que unen los dos famosos Lungarnos. Ciudad abuela, cargada de siglos, -que tiene su torre inclinada, como una inmóvil rueca. El movimiento -urbano es escaso. Uno que otro carruaje cargado de turistas; muchísimos -sajones a pie, con, en la mano, la insignia roja del Bædeker. Por la -vasta curva del Lungarno podéis ver tipos que conservan la antigua -hermosura de la raza, hombres de rasgos bellos, de elegantes talantes, -muchachas que andan graciosamente, con ese<span class="pagenum"><a name="page_170" id="page_170"></a>{170}</span> especial calzado un poco a -la turquesca, entre zueco y babucha, <i>zuccole</i> o <i>pianelli</i>. Los pisanos -tienen el orgullo de su villa; y si no fuese el mal servicio del hotel -en que me alojo, y la perversidad de un cochero que ha estrujado mi -paciencia, no hallaría nada que vituperar, ni creo que tengan por qué -moverse ahora la Capraia y la Gorgona.</p> - -<p>Traigo la mente llena de Benozzo Gozzoli, de los Pisano, de Giotto. -Poemas, lecciones, impresiones que he leído, inspirados en el Duomo, o -en el Campo Santo, cantan, reviven, se despiertan de nuevo en mi -cerebro. Antes de entrar en esos santuarios artísticos, siente el alma -como una sensación de primera comunión. Además, aquí, por todas partes, -el mármol dice con su presencia, la frecuencia de los héroes, de los -príncipes y de los dioses. Esta tierra es tierra sagrada; de su seno -maravilloso han brotado como en una primavera de formas, en esas -estaciones del arte en que floreal corresponde al renacimiento, un mundo -de estatuas, una teoría interminable de armoniosas figuras.</p> - -<p>Los <i>badauds</i> van a ver desde luego la casa de Galileo, con algo como la -esperanza de encontrar allí al famoso sabio. Los viajeros de la especie -de los dos inmortales amigos flaubertianos, se dirigen inmediatamente a -la torre inclinada, al Campanile: «Vamos a ver: ¿los arquitectos la -construyeron así, o esto es debido a un hundimiento del terreno?» Yo, no -bien me desembarazo del polvo del camino, vuelo al Campo Santo. Brilla -el sol, el sol glorioso italiano, caro a las ardientes mujeres, a las -dulces naranjas,<span class="pagenum"><a name="page_171" id="page_171"></a>{171}</span> a las sonoras cigarras. En la puerta del sacro -cementerio una anciana mendiga agita en un plato de lata unos cuantos -céntimos, demandando limosna. Me libro de la persecución de ciertos -cicerones parlanchines e importunos. Entro, y tengo el inmenso placer de -encontrarme solo en esos momentos, sin turistas, sin anglosajones, sin -visitantes, a pesar de que en el día de hoy, 20 de Septiembre, -celebración nacional, la entrada es gratuita.</p> - -<p>En lo interior cae el sol sobre las piedras, sobre las hierbas que -crecen en la tierra santa. Cuentan que en tiempo de la expedición de -Soria por la república de Pisa, se hicieron traer, por disposición del -arzobispo Ubaldo Lanfranchi, cinco barcos cargados de tierra del monte -Calvario. La carga fué recibida en Porta a Mare, con regocijo y lujosa -ceremonia, por los pisanos.</p> - -<p>Sobre deshechos huesos aparecen hoy allí flores humildes. Y fortifica el -suelo y dora el recinto la «onda de sol» que deslumbró los ojos de -Taine. Por los vastos muros se desenvuelven los frescos; a los lados de -las galerías se ven las filas de sarcófagos, las estatuas, los antiguos -fragmentos de antiguos mármoles; la luz pasa por las arcadas -semicirculares, por los ventanales góticos. El techo de madera, de una -imponente sencillez primitiva, da idea de una resistencia secular. Hay -en los muros inscripciones latinas, promesas de gloria o advertencias -saludables. En una de ellas: «Mira, observa, desgraciado que pasas, lo -que eres. Todo hombre está contenido en esta mansión. Mortal, cualquiera -que seas,<span class="pagenum"><a name="page_172" id="page_172"></a>{172}</span> detente, lee y llora. Soy lo que serás, fuí lo que eres; por -favor, ora por mí». Hay aquí el atractivo severo de un museo, y la -solemnidad de un templo; y la gracia solar, como que hace, en la suave -gradación con que invade, más propicio el ambiente para altas -meditaciones, más pura la atmósfera para el vuelo de las ideas. Es un -lugar sacro en el mundo. <i>Rien de plus noble et de plus simple</i>, dice -Taine. <i>Verdadero y noble museo</i>, había dicho la reina Cristina -Alejandrina de Suecia. Yo he traído conmigo un libro moderno, rico de -esenciales armonías, florecido de pensamientos celestes, el libro de un -joven filósofo que maravillosamente pitagoriza, y a quien ha coronado de -lauros el Imaginífico. Y leo: «¿Cuál es la idea que vive y que se -manifiesta en el Campo Santo de Pisa?» Fuí muchas veces a contemplar el -misterio de aquella divina soledad en un estado como de estupor. Pero -una mañana de Agosto, atravesada la selva de San Rossore en medio del -coro ardiente de las cigarras y Pisa ardiente bajo la canícula, llegué a -la puerta del recinto monumental, y entré con el ánimo de quien espera -una respuesta a una ansiosa interrogación. Antes de partir había abierto -un libro de fragmentos de Leonardo, para encontrar un rayo de luz que -guiase mi espíritu en el viaje, y había leído las siguientes palabras: -«<i>El sol ilumina todos los cuerpos celestes que por el universo se -comparten; todas las almas descienden de él, porque el calor que está en -los animales vivos viene del alma, y ningún otro calor ni luz hay en el -universo</i>». Por toda la senda recorrida sentí repetirse<span class="pagenum"><a name="page_173" id="page_173"></a>{173}</span> en mi memoria -como un ritornelo incesante aquel laude del sol. El sol, que dominaba -sobre la llanura en donde surgen el duomo, la torre, el baptisterio, -estaba también en el Campo Santo; ¿pero era el mismo sol? Afuera había -un ardor de incendio y las cosas heridas por sus rayos parecían exhalar -una respiración de llama; aquí su luz, bien que más intensa por el -contraste de la sombra, parecía fría y calma como la luz de la luna.</p> - -<p>«Ya no era el sol que fecunda los frutos de la tierra y dora las mieses -y torna enceguecedoras las vías polvosas y hace cintilar los vidrios de -las casas en el poniente; era otro sol. Su luz, del patio desierto había -penetrado en el gran espacio habitado por las figuras de Benozzo...» Y -así continúa, en un suave himno a la luz, que formaba un ambiente de -vida singular a las creaciones de los frescos, «...y por breves -instantes sentí verdaderamente mi corazón libre de toda angustia vana y -las cosas de que nace el tormento de la existencia, palidecer y tornarse -como sombras de sueño en aquella soledad, en aquel silencio y entre -aquellas formas de belleza». He de confesar que, a mi vez, me he sentido -como en una duda ideal, y poco han venido a mi mente las observaciones -de mis maestros de crítica. Más bien he dado curso libre a mi -imaginación y a mi sentimiento. He creído ver aparecer, de un momento, -por aquellos lugares solitarios, a Juan de Pisa, que consagrara tanto -ardor y voluntad a la elevación de esta casa venerable y fúnebre: -<i>Tempore Domini Federizi archiepiscopi Pisani et Dominis<span class="pagenum"><a name="page_174" id="page_174"></a>{174}</span> Tertati -potestatis, operario Orlando Sardella, Joanne magistro ædificante</i>. Y -todos los pintores que a su manera realizaron estos poemas de la luz -amable, que sobre los muros perpetúan tan varias y ricas imágenes y -escenas. No quiero saber si uno de los Orcagna es un «Dante sin -talento»; antes bien le miro como un sincero e ingenuo ilustrador del -poeta, sobre la larga página de piedra.</p> - -<p>Sobre una de las puertas que dan ingreso a la galería, una <i>Asunción</i> de -Memnis, inicia la obra de este consagrado hiogiógrafo del pincel que ha -de mostrar después en otros frescos y en unión de Antonio Veneziano, la -vida del patrón de Pisa, San Ranieri. Primero es la juventud alegre y -risueña del joven noble, entre las bellas damas de su tiempo, cantos y -amor; luego la nueva dirección de su espíritu hacia Cristo, y la partida -al convento de San Vito en que mora el bienaventurado Alberto -Leccapecore. Antonio Veneziano continúa la vida del santo en otra serie. -Ranieri se embarca para volver a Pisa y comienza la operación de sus -milagros en Mesina. Todo esto es de una sencillez primitiva, de una fe -simple. Como casi todos sus contemporáneos, el pintor retrata a -personajes conocidos en sus cuadros; y Antonio ha puesto a varios -eminentes pisanos, como Guido de la Gherardesca. ¡El milagro en que -descubre el santo la superchería del tabernero que agua el vino, es de -una moralidad municipal ejemplar! ¡Es todo esto tan natural y sin -malicia! Así en otras series, se narra la historia del santo hasta su -muerte, en escenas que necesitarían<span class="pagenum"><a name="page_175" id="page_175"></a>{175}</span> observaciones más detenidas. -Spinello, discípulo de Giotto, trata de la vida de San Efesio, y su -maestro ilustrísimo representa las desventuras de Job. Dice el Vassari: -«Percio dunque andato Giotto a Pisa, fece nel principio d’una facciata -di quel Campo Santo sei storie grandi in fresco del pazientissimo Jobbe. -E perchè giudiziosamente consideró che i marmi da quella parte della -fabbrica, dove aveva a laborare erano volti verso la marina, e che tutti -essendo saligni per gli scilocchi, sempre sono umidi e gettano una certa -salsedini, siccome i mattoni di Pisa fanno per lo piú, e che per ció -acciecano e si mangiano y colori e le pitture, fece fare, perchè si -conservasse quanto potesse il piú l’opera sua, per tutto dove voleva -lavorare in fresco, in arriciato ovvero intonaco o incrostatura che -vogliane dire, con calcina, gesso e matton pesto, mescolati cosi a -proposito, che le pitture che egli poi sopra vi fece, si no insino a -questo giorno conservate, e meglio starebbono se la trascurataggine di -chi ne doveva aver cura, non l’avesse lasciate molto offendere -dall’umido...» La pintura, hoy mismo, se conserva bastante bien; los -colores, sobre todo, a través del tiempo, han luchado por mantenerse, y -las bíblicas figuras dicen, si no el arte de recursos perfectos, las -intenciones cumplidas, la traducción completa de la voluntad y deseo del -artista. Refutando la crítica de Cavalcaselle que en su <i>Storia della -pittura in Italia</i> afirma que «el arte imperfecto de Giotto puede -llamarse grande respecto a su tiempo», aquel a quien ha llamado -D’Annunzio «il dottore místico», afirma esta verdad que me<span class="pagenum"><a name="page_176" id="page_176"></a>{176}</span> parece -innegable: Es imperfecto el arte cuando la <i>forma no se acuerda</i> con sus -<i>intenciones</i>; pero cuando la <i>materia</i>, no más <i>sorda</i>, <i>responde</i> al -mandato del artista, el arte es grande, es perfecto, y la obra que crea -es una obra maestra.</p> - -<p>En medio de mis meditaciones de arte, una banda militar me trae a la -vida presente. Recuerdo que es el 20 de Septiembre, día nacional -italiano; y el conde de Turín ha de presidir hoy maniobras, en un campo -cercano a Pisa. Volveré a ver a Benozzo y compañía.</p> - -<p>El carruaje sale de los muros de la ciudad, después de pasar por la -plaza en que las Tres maravillas de mármol se destacan en el azul puro. -El largo <i>stradone</i> llega hacia el punto lejano, en donde la caballería -ha de hacer sus ejercicios. El camino va entre dos filas de plátanos -vigorosos, cuyas pobladas copas de hojas frescas, menea un sutil viento. -En los campos cultivados, cuelgan, profusas, negras, las uvas que están -ya en tiempo de vendimia. A lo lejos se divisan las montañas, los Alpes -apuanos, los montes de mármol. A la derecha, en las praderas reales, -pasan relinchando y trotando yeguas y potros de hermosa estampa.</p> - -<p>Al final del larguísimo <i>stradone</i>, un bosque admirable de pinos -obscuros; luego, una llanura, y allí, palcos que se han levantado para -las personas oficiales que presencian las maniobras. El público discurre -cerca de las barreras. La música militar toca. Del fondo de la llanura -se destaca un grupo de oficiales, a gran galope, o media carrera.<span class="pagenum"><a name="page_177" id="page_177"></a>{177}</span></p> - -<p>Los jinetes son airosos y parecen hechos a manejar con destreza sus -cabalgaduras. Los saltos de obstáculos se efectúan con todo éxito. Los -grupos desfilan, frente al palco en que está el conde de Turín, en -compañía de un coronel austriaco, y hacen el saludo de ordenanza. Los -ejercicios se prolongan, vuelvo al hotel, que encuentro revuelto, -invadido por gentes de la milicia. Por la noche, se ilumina el Lungarno, -suenan músicas por las calles, una banda da un concierto y el pueblo, -vestido de fiesta, circula, habla y ríe. Esto es en la Pisa que vive, o -parece vivir, en la vida moderna y actual, la Pisa que sabe que han -existido los hombres de la unidad italiana, la levita de Cavour, la -camisa de Garibaldi, el uniforme de Víctor Manuel. Allá al otro lado -duerme la señora de la vida antigua, la ciudad de los recuerdos de -gloria, la Pisa de mármol, la del duomo, la del baptisterio, la que -tiene su campanario inclinado, como una inmóvil rueca.</p> - -<p class="r"> -18 de Octubre de 1900.<br /> -</p> - -<p>El Guirlanda ha colocado, en los frescos que narran la historia de -Ester, los retratos del gran duque de Toscana, Cosme, del emperador -Carlos V, del duque de Urbino y del príncipe de Carrara. Estas gloriosas -adulaciones indican el espíritu del tiempo. No estalla la presencia de -esos nobles señores en una escena bíblica. Cuando Jean Béraud ha -querido, en nuestra época, poner a odiosos contemporáneos en presencia -de Jesucristo, rehacer el Calvario<span class="pagenum"><a name="page_178" id="page_178"></a>{178}</span> en Montmartre y convertir en -Magdalena a una dama cualquiera de <i>chez Maxim’s</i>, la abominación del -intento ha sido igualada por lo absurdo del resultado, el estallido ha -sido súbito.</p> - -<p>La concepción del mundo de Puccio de Orvieto, deriva de la Summa. El -fresco teológico que aquí conserva la memoria del pintor, está bien -custodiado por las figuras de Santo Tomás y de San Agustín. En <i>La -Creación</i> el sentimiento místico se une ya al influjo de la naturaleza y -se traduce en un realismo sencillo e ingenuo. La narración del Génesis -está interpretada, o mejor dicho, ilustrada, en varias escenas, en que -la intención del artista se expresa en figuras de una ejecución todavía -balbuciente. Nada más «al pie de la letra» que la salida de Eva del -costado de Adán. El demonio, como muchas veces se nota en obras de la -época y aun posteriores, tiene, en el cuerpo de serpiente, la cabeza de -mujer. Caín, sufre la maldición de la fealdad, y tal concepción habrá de -continuar hasta que haya un artista que le reahabilite. Abel, el niño -mimado y hermoso, que en lo futuro ha de tener <i>stud</i> y ha de ser -miembro del Jockey Club, ofrece su homenaje y el Señor le envía a su -altar el fuego del cielo, para la consumación del sacrificio. Caín, cara -de pobre diablo, quemado de sol y que da a Dios lo que puede, se ve -desdeñado por la divinidad parcial. Con el tiempo no será de extrañar -que Abel muera dinamitado, cuando la quijada de burro ha quedado en -desuso. Hay otra escena en que Caín, anciano, muere herido por una -flecha de su hijo Lamech. Es de señalar<span class="pagenum"><a name="page_179" id="page_179"></a>{179}</span> la singular habilidad de estos -decoradores para pintar de manera que produce ilusión de verdad, la -sangre.</p> - -<p>Me detengo con Benozzo Gozzoli. Benozzo es un gran manejador de -sentimientos y un diestro animador de facciones. Ya es la <i>Embriaguez de -Noé</i>, con su interesante composición, su colorido aun conservado, su -delicioso paisaje y sus detalles, con la célebre <i>Vergognosa</i> que no me -convence del todo; la <i>Torre de Babel</i>, en que veréis en un escenario -anacrónico a personajes contemporáneos del artista—Lorenzo el -magnífico, Policiano, Juliano y Juan de Médicis; Abraham y los -adoradores de Belo, muy decorativo y lleno de alegorías; <i>Lot</i>, <i>Abraham -Victorioso</i>, el <i>Incendio de Sodoma</i>, el admirable <i>Sacrificio de -Abraham</i> y muchos más frescos de pintor de tantas excelencias, os -arrancan a la idea banal de una jira de turistas y gratifican vuestro -entendimiento con el efluvio de una vida de pura elevación, de gozo -mental, de sana humanidad.</p> - -<p>Los Orcagnas encantan en su simplicidad. El <i>Triunfo de la Muerte</i> es un -largo poema ante el cual el contemplador podría pasar días de deleite -estético. Nunca se ha expresado más claro el eterno contraste, que en -esta página de piedra en que el pincel relata la obra de la invencible -Perseguidora.</p> - -<p>Por un lado la primavera de la vida, con sus amores y músicas, canciones -de placer, besos y pompas. Por otro la miseria, la áspera pobreza, en el -polvo del camino, el hambre, el dolor. Y la muerte con su hoz, en medio, -en los aires, que dará su golpe<span class="pagenum"><a name="page_180" id="page_180"></a>{180}</span> a quien menos piense en ella, y no oirá -la llamada de los miserables, y les dejará seguir padeciendo en lo duro -de la existencia. ¿Cuál figura más horrible que esta descarnada vieja de -alas de murciélago y pies de largas uñas, que maneja su arma inevitable -sobre la fiesta de las rosas y de los labios?</p> - -<p>Taine es demasiado seco en su grandeza, demasiado frío en su fuerza. No -puedo olvidar su juicio neto y geométrico sobre este espectáculo de -arte, y su severidad profesoral ante el <i>Infierno</i>, por ejemplo, de -Bernardo Occagna. «Un mundo poético de donde la poesía se ha retirado, -una tragedia sublime que se convierte en una parada de verdugos y un -taller de torturas, he ahí lo que ese Dante sin talento fabrica sobre -los muros». Yo encuentro la elocuencia simple de un artista que expresa -con un lenguaje comprensible de la muchedumbre, las tendencias; los -temores, las ideas de una época. Hallo en estos frescos el mismo -espíritu y la misma expresión de los misterios, de las moralidades, de -los autos. Dice Conti estas palabras que concentran mis ideas respecto a -este arte primitivo en que miro una escuela de sinceridad: «Vi sono in -pittura scorrozioni, imperfezioni, contorcimenti che hanno vita e -bellezza assai maggiori di moltissime cose condotte a compimento nei piú -minuti particolari e secondo la piú fidele imitazione della realtá».</p> - -<p>Es este uno de los lugares de la tierra en que no debían penetrar sino -los merecedores de la recompensa secreta, del oculto premio que en la -meditación y en el recogimiento ofrece el misterioso numen:<span class="pagenum"><a name="page_181" id="page_181"></a>{181}</span> el -encuentro, el hallazgo, en la profundidad del propio ser, de lejanas -señales, de signos perdidos en la complicación de largas -trasmigraciones, en que se reconoce algo de la personalidad vencedora -sobre el espacio y sobre el tiempo. Siento que salgo de este sagrado -recinto como impregnado de benéficas claridades. Sobre la tierra del -Calvario en que crecen hierbas y flores, con la fecundidad luminosa del -cielo azul.</p> - -<p>Toda aristocrática alma vacilante debe venir aquí. Los ojos se anegarán -en la magnificencia severa de los frescos; los pies hollarán mármoles -funerarios, entre sarcófagos en que el arte antiguo pone en la misma -idea de la muerte, la floración inmensa de la vida. Toda noble voluntad -sentirá fuerzas nuevas. Alma que te has nutrido de desconocida savia, -que has encontrado aquí un refugio inesperado para el viaje de las -futuras ascensiones, ¿no sientes como un íntimo anhelo, como una -vivificante invasión de sangre pura y flamante? A las puertas, con -impaciencia, Pegaso piafa.</p> - -<p class="r"> -22 de Septiembre.<br /> -</p> - -<p>Solo, por estas calles, me encuentro, cuando menos pensaba en la plaza -de los Caballeros. Entro en la iglesia de San Esteban y miro los -estandartes antiguos que fueron ganados en las batallas contra los -infieles. Al salir, en el palacio de los condes Finocchieti, un -especialísimo lugar me impresiona verdaderamente.<span class="pagenum"><a name="page_182" id="page_182"></a>{182}</span> Es el punto en que, -en la Torre del Hambre, Ugolino,</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">La bocca solevó dal fiero pasto.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Una persona pretende explicarme que la puerta de hierro que se descubrió -en 1884, y que se exhibe como perteneciente a la prisión, bien puede no -ser tal, sino que, etc., etc. Como Anatole France con sus reyes magos, -yo permanezco en mi creencia, y nada me haría dudar de la autenticidad -de lo que miro. Sí, ese viejo hierro vió la escena pavorosa, que para la -inmortalidad fundió Dante en el bajo-relieve de sus sublimes tercetos de -bronce. La visión del poeta cobra realidad a medida que pasa el vuelo de -los siglos. La fábula se encarna en la tradición; la tradición se -alimenta y vive con la sangre misma del pueblo. Ninguna demostración -histórica, ningún comento de centón, ninguna memoria de erudito, -destruirán lo que certifica la creencia de sucesivas generaciones. De -ahí la absoluta inutilidad de los intentos para borrar de la conciencia -popular la idea del milagro y el influjo de la leyenda.</p> - -<p>Por las calles, recuerdo la aventura de Goldoni. Cuenta el célebre -comediógrafo que, encontrándose en Pisa, sin conocer a persona alguna, -salió a dar una vuelta por la ciudad. De pronto vió una gran puerta -abierta por donde entraba mucha gente. En el interior, un jardín, en -donde gran cantidad de personas estaba sentada. Un criado de librea, a -quien preguntara qué cosa significase tal reunión, le responde:<span class="pagenum"><a name="page_183" id="page_183"></a>{183}</span> «El -concurso que aquí miráis, oh señor, es una colonia de los árcades de -Roma, llamada colonia Alfea o de Alfeo, río célebre en Grecia, que -regaba la antigua Pisa, en Aulide». Como veis, el portero de los árcades -se expresaba como convenía. Goldoni, que era listo y abogado, pide -entrada y se le concede. Allí donde se decían versos y se discutían -cosas poéticas con corteses razones, desenvainó un soneto viejo que pasó -por inspiración, y le captó las simpatías y los abrazos de los nobles -circunstantes. Además, un puesto en la ciudad, con renta regular. Los -pastores apolíneos sabían entender las cosas. Yo no encuentro en mi -solitaria andanza sino zapateros de viejo que remiendan en plena calle, -una que otra hermosa muchacha asomada a la ventana de una casa vieja, y -en un almacén en que ciertamente no habitan ni laboran los geniales -artesanos de antaño, leo: <i>Marble Works</i>. Perfectamente. <i>All right!</i></p> - -<p class="r"> -23 de Septiembre.<br /> -</p> - -<p>El Duomo, el Baptisterio, la Torre o Campanile. Lejos de las arterias -principales de la población en que circula una escasa vida, esos -monumentos perpetúan la grandeza pasada, y halagan con el marmóreo -florecimiento de sus nobles construcciones. Os repetiré que delante de -estas obras, desde largos siglos bañadas de religiosas contemplaciones, -o bruñidas y lustradas de ojos de turistas y de estudiosos, no he de -comenzar con inoportunos datos<span class="pagenum"><a name="page_184" id="page_184"></a>{184}</span> técnicos, ni sumas de columnas, ni -medida de extensiones. Yo sólo sé que esto es bello, de una belleza -serena e imponente, que sobre la solidez de la fábrica se erige la pompa -de las formas; que los muros, las cúpulas, las arcadas, la labor de una -arquitectura graciosa y sincera, dicen en su cristalizada elocuencia, -tanto como los libros y los cuadros, las victorias orgullosas de aquella -Pisa industriosa, conquistadora y batalladora, que de todas partes traía -ideas y riquezas. Busqueto plantó los cimientos de la ilustre iglesia -sobre el botín de los bárbaros.</p> - -<p>La fachada del Duomo es una página de piedra en que la «música» del -arquitecto seduce como la lectura de un armonioso poema. Las puertas son -a su vez, otras magníficas hojas de este libro soberbio, en que se -multiplican los temas, en el bronce fundido por Partigiani y Serrano, -según la fantasía de Juan de Bolonia. En la lateral, hay el encanto de -lo arcaico. De mi visita a lo interior traigo llena la retina, del gran -Cristo del mosaico del ábside; de una singular madona de Pierini del -Vaga; de deliciosas figuras del Sodoma que me exigirían un página por lo -menos para cada una; del Caín rojo de Sogliani, que dice la primordial -injusticia al lado de su papagayo. Y entre tantas cosas ¿cómo olvidar el -grupo de mármol del Moschino, el Adán y Eva del fondo?</p> - -<p>El Baptisterio, tiara de piedra, relicario de mármol, joya de gracia y -de majestad. La perla que atrae en esta maravillosa concha labrada por -un poeta de arquitectura, es el célebre púlpito de Nicolás<span class="pagenum"><a name="page_185" id="page_185"></a>{185}</span> Pisano, -sobre el cual os recomiendo volváis a nuestro Vasari.</p> - -<p>El Campanile, ya os lo he dicho: la rueca de Pisa. El indestructible -mono que hay en cada cual, y los ejercicios del sentido común ilustrado, -encuentran en este deleitoso lugar que reune tan preciadas -magnificencias, tres cosas que harán producir siempre reflexiones de la -más exquisita calidad: en el Duomo la lámpara de Galileo; en el -Baptisterio el eco; en el Campanile la inclinación.</p> - -<p class="r"> -25 de Septiembre de 1900.<br /> -</p> - -<p>El tranvía a vapor pasa por una parte de la ciudad, y sale a la campaña -entre sembrados y plantíos de coles y tomates, quintas modestas y -rústicas habitaciones. Luego una sucesión de bellos paisajes recrea la -mirada, hasta llegar al valle de Calei, donde el vehículo se detiene. De -allí, para ir a la Cartuja, hay que seguir a pie, por retorcida cuesta -que conduce a la altura en que se alza el antiguo edificio. Es la hora -del comienzo de la tarde y el sol hace brillar como polvo de plata el -camino trillado. Los montes pisanos marcan su relieve gris sobre el -azulado fondo del cielo, y en su cima, la Verruca, sobre su asiento de -rocas desgreñadas, calca su silueta de castillo de cuento. Voy en la -llamarada del sol y en el vaho ardiente del suelo. Un exceso de vida se -desborda de los campos circunstantes, y sigo mi camino entre verdores de -hojas, al estridente aserrar de las cigarras. El verde de las viñas a<span class="pagenum"><a name="page_186" id="page_186"></a>{186}</span> -un lado, y las uvas negras manchan, colgadas de las guirnaldas, las -ramas hojosas; el verde de los olivos al otro, y las hojas semejan -manojos de láminas argentadas y hacen un manso ruido al roce del viento. -¿Cuánto tiempo hacía que no escuchaba el bullicio de las cigarras? Era -desde los años que viviera en el caliente trópico, donde los mangos -sonoros se debaten al soplo de aires furiosos, y el sol violento y -calcinante hace humear los pantanos y gritar los bosques. Gritan las -cigarras como presas de desesperación o de locura. Aquí, más bien -paréceme que ponen en su ruido un ritmo, aunque no llego a comprender -los adjetivos flagrantemente aduladores que a estas borrachas de rocío -prodigaba la lírica griega. Hermoso de noble hermosura este campo en que -se muestra larga y magnífica la generosidad del cielo y de la tierra. El -valle cultivado y pintoresco, la Verruca delineada finamente y el Poemo -y el Serra, atalayando los horizontes. Sobre su altura, el edificio de -la cartuja es serio e imponente. A la entrada, un grupo de mendigos -espera. Es la hora en que se les da un plato de comida, según la antigua -costumbre.</p> - -<p>Sobre la puerta, está el sabido religioso lema, escrito en grandes -letras: <i>O beata Solitudo! O sola beatitudo!</i> Y a los lados, dos -leyendas tomadas de sendos elogios de la soledad, de Jerónimo y de -Basilio: <i>Habitantibus hic oppidum carcer est, et solitudo paradisus. -Solitaria vita celestis doctrina schola est, et divinarum artium -disciplina.</i></p> - -<p>Llamé. Llevaba una carta de recomendación para<span class="pagenum"><a name="page_187" id="page_187"></a>{187}</span> D. Bruno el prior. No -estaba su reverencia, pero el portero, un macizo viejo dentro de su -blanco sayal decorado de una gran barba blanca, me hizo entrar. -Preparaba a la sazón unas cuantas escudillas de cierto arroz dudoso, -para los pobres. Un empleado me condujo a lo interior, no sin que antes -hubiese yo advertido otra inscripción: <i>Quanto varius tanto melius</i>.</p> - -<p>No hay nada que verdaderamente pueda atraer por singular valor -artístico, en este convento, sobre todo, a quien va a visitar los -tesoros inmensos que el arte italiano guarda en sus ciudades ilustres. -Es el atractivo de esta vida monacal lo que llama, el misterio y la paz -que han conquistado el espíritu de Huysmans, en plenas agitaciones y -vacilaciones finiseculares.</p> - -<p>Mi guía me conduce a través de un dédalo de capillas, después de hacerme -ver la iglesia. Pero yo insinúo que mi objeto sería poder hablar con -algunos de los reclusos. Mi interlocutor me gime imposibilidades. Los -monjes no hablan con nadie sino en días determinados, y con previo -permiso del padre superior. Sé después que tienen un día de salida cada -semana, y que van a los montes cercanos a herborizar y a hacer ejercicio -físico.</p> - -<p>Penetramos a una celda vacía; celda no; más bien departamento amueblado, -modesto, pero confortablemente. Una especie de antesalita, un cuarto -comedor, con alacena y mesa; un cuarto dormitorio, con cama en que, -según me afirman, no se usa otro colchón que uno hecho de paja; una -puertecilla, por<span class="pagenum"><a name="page_188" id="page_188"></a>{188}</span> donde se puede hablar con el cartujo desde fuera, un -oratorio. En el oratorio veo un viejo libro abierto, que ha dejado allí -el padre que ocupó últimamente la habitación.</p> - -<p>Es el <i>Apparechio alla morte</i> de Liguori. La celda da a un pequeño -patio, al cual descendemos. Una verde viña a la sazón cargada de fruto, -da sombra fresca; en el reducido trecho de las cuatro paredes, cuelgan -de sus árboles peras doradas, manzanas, y jugosísimos higos; y cerca de -un pozo antiguo, tendiendo hacia el cielo sereno y fecundador, -misteriosa, como temerosa, amorosa, se abre la pasiflora.</p> - -<p>Salimos hacia el gran patio del convento, en que una fuente, serena y -solitaria, vierte una agua diamantina y sabrosa. Decóranla testas de -becerros y delfines, y águilas enteras por cuyos picos caen los sonantes -chorros. Bajo el sol caliente que hace arder la piel, esa agua está rica -y fría, como sacada de una nevera. Vamos por los largos corredores; -resuenan nuestros pasos sobre las lisas baldosas; entramos de nuevo en -la nave de la iglesia. En un marco especial, cerca de un altar, está el -libro de indicaciones para los monjes. Leo en una caligrafía anticuada y -clara:</p> - -<p><i>Die 15<sup>e</sup>. sept.—Missae dicendae in conventu.—Feria II pro -Benefactoribus.—III de anniversaribus.—V de Beata.—Cœteris Diebus ut -in Calendario.—Abstinentia erit feria II.—In hac hebdomada securrunt -iejunia temporatia.</i></p> - -<p>—A propósito—digo a mi acompañante—y ¿qué tal comen los reverendos?<span class="pagenum"><a name="page_189" id="page_189"></a>{189}</span></p> - -<p>—Cuando no ayunan, comen alimentos sencillos y sanos.</p> - -<p>Y recordé que al pasar por el refectorio, había visto los frescos que -representan a los buenos religiosos de antaño servidos por princesas -piadosas, comiendo modestos platitos de sopa y huevitos pasados por -agua. Pero también recordaba al portero, vigoroso y sonrosado a pesar de -sus años; y los impagables ágapes a que he asistido en otras partes, -invitado por mis amigos los frailes; el <i>embonpoint des chanoines</i> de -que habla en su <i>Lutrin</i> el excelente Boileau; el chocolate de mis -primeros maestros los jesuítas, y las venganzas de la simpática gula -contra las terriblezas de la cuaresma. Místicas pinturas y la severidad -del recinto borraron mis inoportunas reflexiones epicúreas. Allí, dentro -de sus solitarios habitáculos, unos cuantos hombres, fatigados del -siglo, o consagrados a la meditación de Dios por vocación, sirven, como -dice Durtal, de pararrayos. Oran, piensan en la eternidad, saben domar -la bestia, ascienden perpetuamente, en la <i>beata solitudo</i>.</p> - -<p>Al salir, oigo un coro de alegres voces en charlas y vivas, lo cual no -deja de sorprenderme. Y luego miro que las risas y las voces salen de -las más frescas y rojas bocas que pueden obstentar garridas y frondosas -adolescentes.</p> - -<p>Sí, me explico. Es un colegio de niñas. El gobierno ha dispuesto que se -le ceda la parte derecha del local. ¡Dios de Dios!</p> - -<p>Pero, ¿qué está pensando el gobierno? ¡Estos varones<span class="pagenum"><a name="page_190" id="page_190"></a>{190}</span> del Señor buscan -la soledad y se les planta junto a ellos la alegría en su más dulce -forma; estos pobres ratones se aislan y esperan la hora en que la -descarnada gata se los ha de llevar, y les vienen a poner a las puertas -de la cueva el queso! Pueden los fuertes religiosos luchar como -Jerónimo, como Antonio, como Pacomio, pero si luego aparece un proceso -famoso, echan las gentes la culpa a una comunidad de carne y hueso, en -que la debilidad humana o el imperio de la naturaleza, como gustéis, se -manifiesta.</p> - -<p>El tranvía me lleva a Pisa, y hoy mismo partiré para Roma, pasando por -Livorno.</p> - -<p class="r"> -27 de Septiembre.<br /> -</p> - -<p>Livorno, a la orilla del mar, comercia, se agita, vive en los afanes -modernos. Uno que otro viejo edificio, uno que otro monumento recuerda a -los reyes pasados. En cuanto al bravo Víctor Manuel, no ignoráis que -está en todas partes.</p> - -<p>Una buena línea de tranvía eléctrico lleva hacia Antignano. Se va -bordeando el mar y se goza de vistas hermosísimas y pintorescas. Se ven -los astilleros de Ansaldo en donde unos cuantos barcos en construcción -muestran sus costillares de cetáceo mondados, entre los cuales aborda un -incesante martilleo. De aquí salió como sabéis, más de un barco -argentino. Ansaldo, el viejo senador que tanto hizo por este puerto, -tiene su estatua de bronce en la plaza que lleva su nombre. El tranvía -va,<span class="pagenum"><a name="page_191" id="page_191"></a>{191}</span> según os he dicho, a la orilla del mar. Paseos llenos de amables -verdores y boscajes decoran la ribera, en la que, más adelante, hay -establecimientos balnearios y hoteles y restaurantes de veraneo. Y al -otro lado, un buen número de villas, chalets y casitas, alegran y animan -el lugar con sus elegancias, lujos y primores. Se ve que es el barrio de -descanso de gentes ricas; se ve la consecución del esfuerzo, la -certificación del engrandecimiento de una población que cada día irá -aumentando su actividad y su energía.</p> - -<p>Cuando el tren se detiene, después de pasado el parque principal, leo en -una casa cercana: <i>Orfeo, ristoratore</i>. Lección simbólica de vida -práctica.</p> - -<p class="r"> -28 de Septiembre.<br /> -</p> - -<p>A Ardenza se va en carruaje; así llego sobre el brasero del suelo y -hostilizado por un sol implacable. Tiene razón el padre Malaspina con su -pomposa manera de decir; aquí en verdad «il cocente ardore del sole, -massime quando sferza dall’inflammato Leone, abbrucia come fornace le -aperte spiagge, e spariscono assorbiti dal suelo arenoso minori -ruscelli.» Me dirijo hacia el santuario de Montenero, en donde es -adorada desde pasados siglos una milagrosa virgen que, según es fama, -llegó providencialmente de la isla griega de Negroponto. Hay que pasar -por Antignano, y allí se alquila una diminuta calesa para hacer la -ascensión. Despacio subo el monte. En las puertas de las casas, viejas -hacendosas<span class="pagenum"><a name="page_192" id="page_192"></a>{192}</span> hilan en ruecas antiguas. Otras mujeres me ofrecen vírgenes -hechas de pasta azucarada, o racimos de uvas. Me como una virgen y me -refresca un negro racimo. Por fin, he ahí el santuario. Desde la cima -del monte se domina un espléndido panorama. Hacia el lado del mar, en el -azul flechado de plata, surgen Cerdeña y Elba, y las dos islas que -incitaban a Dante a moverse contra Pisa, la Capraia y la Gorgona; y a la -orilla del agua inmensa. Livorno, y más allá la ciudad del Arno, y el -Serchio; y en relieve sobre el fondo celeste, los Alpes apuanos. Al otro -lado se levantan los Apeninos, y más cerca los montes de Pisa, y a sus -pies la ciudad de la inclinada torre.</p> - -<p>Un poeta del seiscientos cuyo nombre se ignora, dejó escrita en verso la -tradición de la virgen de Montenero. Sus octavas ingenuas cuentan que -siendo papa Clemente VI y césar romano Carlos IV, cansada esta virgen de -vivir entre otomanos, que no la honraban, abandonó Negroponto y se vino -al suelo toscano, a traer más esplendores al cielo y aliento a los -corazones fieles. Unos pastores, a la orilla del pequeño río de Ardenza, -apacentaban sus ganados. Vieron en una piedra, de pronto, un resplandor, -y encontraron en el hueco de ella la santa imagen pintada en campo de -oro.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Era in asse dipinta, e cossi bella<br /></span> -<span class="i0">Che ritrata parea da un serafino,<br /></span> -<span class="i0">Havea da parte destra aurata stella,<br /></span> -<span class="i0">Et in bracio tenea Gesu bambino,<span class="pagenum"><a name="page_193" id="page_193"></a>{193}</span><br /></span> -<span class="i0">Con un incatenatta rondinella;<br /></span> -<span class="i0">Sedera sopra un serico cuscino<br /></span> -<span class="i0">Estava qu’angelica regina<br /></span> -<span class="i0">Nel caro sen di quella selce alpina.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Un pastor oyó que alguien le llamaba, y no viendo a nadie, notó por fin -que la voz era de la imagen de María. «Pastor, alza esa pesada piedra y -condúcela a Montenero». El favorecido rústico era viejo y, para mayor -pena, cojo: mas ayudado por su fe, cargó con la pesada piedra. Subió al -monte y depositó la sacra carga.</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Deposto il vasso il pastorel devoto<br /></span> -<span class="i0">Come mai non avesse affaticatto,<br /></span> -<span class="i0">Perché in prodigio tal non stesse ignoto,<br /></span> -<span class="i0">E fosse al mondo tutto publicato.<br /></span> -<span class="i0">Al popol di Livorno lo fe noto.<br /></span> -<span class="i0">Essendo a quello in un momento andato:<br /></span> -<span class="i0">Quindi sin fe per cosi lieto avisso<br /></span> -<span class="i0">Il bel porto d’Etruria un paradiso.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>La historia de este santuario es larga e interesante, desde su fundación -hasta nuestros días, en los cuales, carcomida de ciencia más o menos -segura, la fe de los pueblos va en mengua progresiva. Esta virgen es -famosa en toda Italia y aun fuera de la Península. Los marineros la han -tenido siempre especial predilección, como se ve por los profusos votos -que ornan el altar y una parte de la iglesia.</p> - -<p>La madona, que logré ver, iluminada en su camarín, es de antiquísima -factura. Ha habido quien la haya atribuído al evangelista San Lucas; -otros<span class="pagenum"><a name="page_194" id="page_194"></a>{194}</span> opinan que es obra griega. Muchos la juzgan del aretino -Margheritone, aunque hay quien arguye en contrario, porque éste no pintó -nunca madonas. El estilo recuerda la escuela del Giotto, el origen -cimabuesco.</p> - -<p>Estas vírgenes amadas y veneradas por los marinos, siempre me han -parecido las más maternales, las más dulces y las más potentes. Esto he -pensado una vez más, delante de las pinturas votivas de una ingenuidad -que hace sonreir en el santuario de Montenero. Y no olvido al saludar a -esta noble patrona que en la cima de este monte tiene casa de mármol y -oro y cirios y frescos, y que ha sido visitada por emperadores y reyes y -poetas, como Byron, a la Virgen Negra de Harfleur, que ví un día ya -lejano, allá en las costas normandas, toda de bronce, bajo el cielo, -curtida por las tempestades, de cara al mar.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-194.png" width="144" height="142" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_195" id="page_195"></a>{195}</span></p> - -<h3 class="rhead"><a name="ROMA" id="ROMA"></a>R O M A</h3> - -<p class="imgrt"><img src="images/illus-195.png" -width="32" -height="33" -alt="" /></p> - -<p class="r"> -3 de Octubre de 1900.<br /> -</p> - -<p class="nind"> -<span class="lettre"> -<img src="images/drop-p.png" -width="80" -height="79" -alt="P" -/></span>ASADA la aridez del Agro romano llego a Roma al anochecer. La primera -impresión es la de una ciudad triste, descuidada, fea; pero todo lo -borra la influencia del suelo sagrado, la evidencia de la tierra -gloriosa. En el viaje de la estación al hotel, a través de los vidrios -del ómnibus, aparecen, ante mis ojos deseosos, una y otra visión -monumental, que reconozco, ya las arruinadas termas, ya la columna de -Marco Aurelio. Con el espíritu poblado de pensamientos y de recuerdos me -duermo en un cuarto de un hotel de la Piazza Colonna—, que, dejando que -desear por mil causas—, quizá por un exceso de arqueología, hace que -los clientes se alumbren con simples velas. Por mi parte, habría -preferido cualquier vetusto candil desenterrado, ya que no un noble -lampadario.</p> - -<p>Por la mañana, un vistazo a la ciudad. El célebre corso me sorprende por -su modestia, exactamente como a Pedro Froment.<span class="pagenum"><a name="page_196" id="page_196"></a>{196}</span></p> - -<p>Una larga calle estrecha, llena de comercio, por donde, en las tardes, -se pasean las gentes; de cuando en cuando la imposición de un palacio, -cuyo nombre es una página de historia. Os advierto desde luego: el -pecado de querer convertir a Roma en una capital moderna, no podría -realizarse, so pena de padecer la verdadera grandeza de la capital -católica; pero como Roma, dígase lo que venga en voluntad, es a pesar de -todo, la ciudad del Papa y no la ciudad del rey, todas las disposiciones -gubernativas no prevalecerán contra ella.</p> - -<p>Es la ciudad papal. Lo que han dejado, con raíces de siglos, los sucesos -religiosos, la larga dominación de los pontífices y una adoración -ecuménica que converge al lugar en que Cristo dejó su Piedra, no lo -pueden destruir hechos políticos de un interés parcial. Por la brecha de -Porta Pía entró poco y no salió nada.</p> - -<p>Mientras me dirijo hacia la Piazza Venecia para tomar el tranvía que ha -de conducirme a San Pablo, un ejército cosmopolita pasa a mi lado, con -sus insignias en el pecho y sus guías en la mano. Hablan aquí en alemán, -allá en húngaro, más allá en inglés, en español, en francés, en -dialectos de Italia, en todo idioma. Son miembros de distintas -peregrinaciones que vienen con motivo del Año Santo. Se atropellan, se -estrujan, por tomar un puesto en los carros. Veo escenas penosas y -ridículas. Ramilletes humanos se desgranan al partir el vehículo. Una -vieja de rara papalina se ase a las faldas de un obeso cura y ambos -ruedan por el empedrado.<span class="pagenum"><a name="page_197" id="page_197"></a>{197}</span> Como los cocheros están en huelga, esta -irrupción es continua, fuera de verse a cada instante, carruajes de -<i>remise</i> que pasan con cargas de peregrinos. Ancianos, hombres de -distintas edades, niños, nodrizas con bebés, frailes de todo plumaje, -curas de toda catadura, se han desprendido de los cuatro puntos del -globo, para venir a visitar santuarios, besar piedras, admirar templos, -y sobre todo, ver a un viejecito ebúrneo que alza apenas la diestra casi -secular, y esboza bajo la inmensa basílica, el ademán de una bendición.</p> - -<p>Y todos traen, poco o mucho, oro que queda en la Villa Santa; y para el -tesoro del Vicario de Jesucristo y rey de Roma, la contribución de buena -parte de la humanidad. ¡Ah, bien saben los Saboyas que hay que conservar -esa misteriosa ave blanca encerrada en su colosal jaula de mármoles y -oro!</p> - -<p>Ya en San Pablo, la basílica nueva, veo repetirse a las puertas las -mismas escenas de los tranvías. Todo el mundo pugna por entrar primero, -como si dentro se repartiese algo que debiera concluirse pronto. Yo -también hago palanca de mis hombros, y, lleno de atención—, <i>beware of -pickpockets!</i>—entro. Basílica enorme, llena de alegría fastuosa. Oro, -mosaicos, columnas de majestuosa elegancia; naves anchas y claras. -Alejan ciertamente la oración estas magníficas cosas y se piensa en la -orquesta que ha de atacar el primer vals, o en el <i>foyer</i> de un -estupendo café-concert. Las gentes hormiguean sobre las baldosas, -admirando, calculando, clavando los ojos en las ricas techumbres, o en -los<span class="pagenum"><a name="page_198" id="page_198"></a>{198}</span> medallones de los papas, y desprendiéndolos, para asombrarse ante -los altares, ante las labores, ante los marmóreos simulacros. Y la -pregunta universal: ¿Cuánto habrá costado esto? Y la unción en el -bolsillo. Los sacerdotes, guías de sus distintas peregrinaciones, van -conduciendo sus rebaños llevándolos de un punto a otro; haciéndoles -rezar unos, y leyéndoles la guía, con uno que otro comentario, otros. -Salgo de San Pablo con otro espíritu, ya lo creo, que de la catedral de -Pisa o de Notre-Dame. San Pablo es la iglesia fin de siglo, en donde no -falta sino la nota liberty en arte. ¿Para cuándo la basílica -modern-style? Es la iglesia club, la iglesia tea-room, la iglesia del -five o’clock. Es la casa de la religiosidad mundana a donde se va a -buscar al <i>flirt</i>. Una, dos, tres, cuatro, cinco palabras inglesas, -absolutamente del caso. Ya veis que el lugar impone. ¡Oh, la -religiosidad serena y severa de las iglesias viejas, hechas para gentes -de fe, en siglos de piedad y de temor de Dios, y qué lejos está de estas -Alhambras pomposas, Empires imperiales y Casinos de Nuestro Señor! Y -fijaos que todo esto corresponde a las políticas de la cancillería -vaticana, a los paseos de turismo a Lourdes, a las exhibiciones líricas -del abate Perosi. En gran parte Zola tiene razón, y hay que venir aquí -para certificarlo.</p> - -<p>Al caer el agua de las fuentes, entre el vasto hemiciclo de columnas, -voy acercándome a la basílica de las basílicas, que se alza gigantesca y -pesada. Parecía muy grande; a medida que me arrimo parece mayor. Y al -penetrar, y tender la mirada hacia el<span class="pagenum"><a name="page_199" id="page_199"></a>{199}</span> ábside, la enormidad se presenta -en toda su realidad. Es un edificio para pueblos. Las oleadas de -visitantes que se aumentan a cada momento, no se advierten sino como -pequeños grupos que van de un lado a otro. Allá, bajo la cúpula, cae la -luz a chorros anchos y dorados. El gran baldaquino de las columnas -salomónicas alza su magnificencia; la baranda que rodea la tumba de San -Pedro, con las lámparas encendidas, atrae una muchedumbre de curiosos. A -un lado, el Júpiter de bronce, el San Pedro negro, con su célebre dedo -gastado a besos, recibe el inacabable homenaje de los grupos que se -renuevan por momentos. Las tumbas de los papas, con sus distintas -capillas y sus estatuas, las telas, las magníficas decoraciones, dan la -sensación de un museo. Esto se siente más cuando por todas partes se ven -los visitantes provistos de anteojos, de libros de apuntes, de manuales -y de guías inglesas, francesas o italianas. Y una palabra vibra en -vuestro interior: Renacimiento. Desde el San Pedro negro, hasta las -estatuas con camisa, los ángeles equívocos, las virtudes y figuras -simbólicas que labraron artistas paganos para papas paganizantes, todo -habla de ese tiempo admirable en que los dioses pretendieron hacer un -pacto con Jesucristo. De allí empezó la fe a desfallecer, el alma a -disminuir sus vuelos ascéticos.</p> - -<p>Esta magnificencia me encanta, pero no me hace sentir al doctor de la -Humildad—por muy otras razones que las que los Sres. Prudhomme y Homais -aducirían contra las riquezas de la iglesia, que juzgan<span class="pagenum"><a name="page_200" id="page_200"></a>{200}</span> innecesarias y -atentatorias.—Bajo el domo que llueve sol, siento a los Bramante, a los -Miguel Angel Esta pompa es oriental, es salomónica. Verdad es que -Salomón es más un visir que un sacerdote. Las figuras blancas de las -virtudes incitan más a abrazos que a plegarias y los querubines son más -olímpicos que paradisíacos. Los mármoles de colores, los mármoles -blancos, los ónices y las ágatas y el oro, y la plata, y el oro y el -bronce y el oro; y, hasta las colgaduras purpúreas, todo habla al -orgullo de la tierra, a la gloria de los sentidos, a los placeres -cesáreos y a la dicha de este mundo. Allá arriba se lee: <i>Tu es Petrus -et super hanc petram ædificabo ecelsiam meam</i>.</p> - -<p class="r"> -3 de Octubre.<br /> -</p> - -<p>Al salir de un restaurant cercano a la redacción del <i>Giorno</i>, un grupo -de señores pasa ante mi vista, y entre ellos uno, cuya fisonomía me es -familiar por las fotografías y los grabados. Le forman como una <i>suite</i> -los que le acompañan. Ni muy joven, ni muy viejo, el aire de un -Alcibiades clubman seguro de su efecto, pasa. Entra a la redacción del -diario vecino. Tengo la tentación de abordarle. Una entrevista sería -interesante y mi admiración de poeta quedaría complacida con unos -cuantos momentos de conversación. Pero un amigo romano me detiene: -«Sería una imprudencia. Ni como periodista ni como poeta quedaría usted -satisfecho. Es un original y un hombre demasiado esquivo y lleno de sí -mismo. Ha venido<span class="pagenum"><a name="page_201" id="page_201"></a>{201}</span> a comprar un caballo, y un diario le ha cantado un -nuevo ditirambo con este motivo.»—«¡Pues iré a Settignano!»—«No le -recibirá a usted, como no recibe a nadie. Está con una mujer, como casi -siempre.»—«¡Pero me concederá un minuto!»—«¡Ni un segundo: esa mujer -es la Duse!»—«¡Después del <i>Fuoco</i>! ¡<i>Enfoncée</i> Sarah Bernhardt!</p> - -<p class="r"> -4 de Octubre de 1900.<br /> -</p> - -<p>¿Es una madeja de seda, es una flor, un lirio de cinco pétalos, un -viviente lirio pálido, o acaso una pequeña ave de fina pluma? No, ni -madeja de seda, ni lirio, ni pájaro delicado; es la mano del pontífice, -es la diestra de León XIII, la que acabo de tener entre mis dedos, y mi -beso sincero se ha posado sobre la gran esmeralda de la esposa que -recompensa en una irradiación de infinita esperanza la fe que no han -podido borrar de mi espíritu los rudos roces del mundo maligno y la lima -de los libros y los ácidos ásperos de nuevas filosofías. Bien haya la -mano que me movió de París, para que la casualidad me hiciese estar en -Roma en el momento de la llegada de la peregrinación argentina. Nada más -misterioso y divino que la casualidad. No pensaba yo alcanzar a conocer -al Papa Blanco; creía que cuando llegase a la ciudad ecuménica ya se -habría apagado la leve lámpara de alabastro. La lámpara se está -apagando, o parece que se apaga, aunque en veces la luz tiene brillos -inusitados, como de un sobrenatural aceite, y hace creer en los milagros -de la voluntad, que de<span class="pagenum"><a name="page_202" id="page_202"></a>{202}</span> todas maneras son los milagros de Dios. Es -tiempo en que el Año Santo trae a Roma caravanas de creyentes de todo el -mundo católico. Lo que a París lleva el placer trae a la Villa Eterna la -religión, una incesante corriente humana que se renueva a la continua, -corazones fervorosos que animan sangres de diversas razas, labios que -rezan en distintas lenguas, ciudadanos de la cosmópolis cristiana que -con un mismo aliento proclaman la unidad de la fe en la capital de Pedro -y de Pablo. <i>Civis romanus sum.</i></p> - -<p>Antes de ver al pontífice de cerca, de besar su mano, de escuchar su -voz, le había visto dos veces en San Pedro, una en ceremoniales de -beatificación, otra dando la bendición a miles de peregrinos. No fué la -primera ocasión la que mayormente conmoviera mi ánimo, con todo y llamar -más a lo imaginativo la pompa solemne de los ritos, la música singular -bajo las techumbres suntuosas e imponentes de la basílica, las rojas -colgaduras que empurpuran la vasta nave central en que el soberbio -baldaquino retuerce sus columnas salomónicas, el concurso de altos -ministros y príncipes eclesiásticos, y la asamblea de fieles que saluda -al emperador de los católicos. Desde Taine la palabra «ópera» se ha -escrito muchas veces a este respecto, para que mi lealtad de respetuoso -no haya sido perturbada por los inconvenientes que traen la tarea de -pensar y el oficio de escribir. La segunda vez fué cuando ví mejor y -sentí más hondamente al pálido vicario de Jesucristo.</p> - -<p>Hervían las naves de gentes diversas. Peregrinos de varias -peregrinaciones lucían en los brazos o en<span class="pagenum"><a name="page_203" id="page_203"></a>{203}</span> los pechos sus insignias. -Religiosos de varios colores circulaban en el inmenso concurso; altos y -rubios teutones, de caras macizas, de anchas espaldas, conversaban -serios; curas y seminaristas españoles hablaban, se embromaban, -bulliciosos; sacerdotes franceses, con ferviente <i>chauvinisme</i>, cantaban -en alta voz himnos, recomendando especialmente la Francia al Eterno -Padre. Gentes de la campaña italiana, con sus vestidos pintorescos, -alegraban de vistosas estofas y de curiosas y brillantes orfebrerías la -masa compacta, la apretada reunión de correligionarios. Aparecieron los -estandartes de los peregrinos, y se oyeron largos aplausos de grupos -parciales. Una bandera francesa, que llegó sola, tuvo un general saludo -de palmas y aclamaciones.</p> - -<p>Allá arriba, sobre el altar, sobre la tumba de Pedro el Pescador, una -inscripción latina pide al Señor que prolongue la vida de León XIII. Es -la petición tácita de todas esas almas reunidas con un mismo fin al -abrigo del colosal monumento del Bramante: es la plegaria que en todos -los climas de la tierra se eleva de millones de fieles. Las tribunas -levantadas alrededor del altar en que ha de oficiar su santidad están -negras de fracs y de mantillas. Se confunden los rostros de todas las -edades. Las mantillas cubren cabelleras blancas o decoran cabezas en que -se encienden jóvenes ojos amorosos que pugnan por ser severos en la -majestad del recinto. De pronto, mientras los franceses continúan con -sus cantos, comienza allá por la entrada de la iglesia, por el lado que -da a la Puerta de Bronce, entrada<span class="pagenum"><a name="page_204" id="page_204"></a>{204}</span> del papa, un rumor que crece y se -convierte en un claro aplauso; y éste se propaga con un ruido resonante, -bajo los dorados artesones basilicales. Han aparecido los guardias -suizos: brillan los cascos romanos de la oficialidad, los soldados del -uniforme miguelangelesco presentan las alabardas, y una cosa se divisa -blanca en marco rojo, una cosa que se va acercando entre explosiones de -voces y agitar de pañuelos: es el papa en su silla. Ya está cercano el -papa León, ya va a pasar frente a mis ojos. Un grupo de españoles clama -sus vivas de manera detonante; un grupo de alemanes hace tronar sus -<i>¡hoch!</i>, <i>¡hoch!</i>, <i>¡hoch!</i>, mientras los italianos repiten su -conocido, <i>¡E viva il papa re!</i> Sobre la silla escarlata, de cuando en -cuando, se alza en esfuerzo visible, un dulce fantasma, un ser que no es -ya terrestre, poniendo en un solo impulso seguridad de aliento, creando -fuerza de la nada; el brazo se agita débil, se desgranan de la mano -blanca las bendiciones, como las cuentas de un rosario invisible, como -las uvas de un ramo celeste. Al pasar frente a mí un chorro de sol cae -oblicuo y vibrante sobre la misteriosa figura, y puedo ver por primera -vez bien, en un baño de luz, al papa León. Cien veces pintado, mil veces -descripto, no hay palabras ni colores que hayan dado la sensación de la -realidad. Todos se encontraron en lo cierto cuando se sintieron -impresionados de blancura. ¿Recordáis el verso: <i>Qué cosa más -blanca...</i>? Sumad nieves y linos, cisnes y espumas, y juntad palideces -de ceras, color suave de pulpas de lirios y de rosas te, y agregad alba<span class="pagenum"><a name="page_205" id="page_205"></a>{205}</span> -transparencia, como de un ámbar eucarístico, y poned la animación de una -inexplicable onda vital, y he allí lo que pasó ante mis ojos, bajo la -gloria solar, en ese instante. ¿Cómo alienta ese dulce ser fantasmal? -¡Cómo da luz aun la frágil lámpara alabastrina! Y cuando los cantos del -ritual comenzaron, y fué el padre santo al altar, ¿qué brazos -desconocidos le sostuvieron? ¿Y qué onda sonora puso en su voz la fuerza -que hizo esparcir su canto por las naves inmensas, de manera tal que no -se creería brotase de ese cuerpo de paloma? Cuando volvió, otra -tempestad de entusiasmo se desencadenó a su presencia. Ví a mi rededor -barbas de plata y mejillas frescas, húmedas de las más puras lágrimas. -El pontífice no tenía la constelada tiara tres veces regia, no llevaba a -su lado los flabeles orientales. Sencillo pasó en su roja portantina -como una perla en un pétalo de rosa. Y se desvaneció a mis ojos, como en -un sueño. La tercera vez...</p> - -<p>La tercera vez, agregado a la peregrinación argentina, pude estar por -dos ocasiones, gracias al obispo monseñor Romero, amable de toda -amabilidad, delante del pontífice. Muy temprano, por la mañana, el -peluquero me había encontrado algunas canas nuevas; yo en cambio, ¿por -qué no decirlo? sentía en el corazón y en la cabeza mucho de lo que -hubiera el día de la primera cita de amor, y de la publicación del -primer libro. Se despertaba en el fondo de mi ser como un perfume de -primera juventud; y todas las lecturas y todas las opiniones no pudieron -poner el más ligero vaho empañador en<span class="pagenum"><a name="page_206" id="page_206"></a>{206}</span> esas horas cristalinas. El viejo -feo de Zola, el avaro de los decires de antecámara, el sinuoso -ajesuítado o jesuíta del todo, el contemporizador con la democracia -moderna, el papa de los periódicos, desapareció, se borró por completo -de mi memoria, para dar lugar al papa columbino, al viejecito sagrado -que representa veinte siglos de cristianismo, al restaurador de la -filosofía tomística, al pastor blanco de la suave sonrisa, al anciano -paternal y al poeta.</p> - -<p>A las once era la cita, y, presididos por monseñor, fuimos, demás está -decirlo, puntuales. Nuestra insignia azul y blanca en el pecho, nuestras -tarjetas, rojas o moradas, en la mano, subimos las escaleras vaticanas, -pasamos por la Puerta de Bronce y penetramos en la Sala Clementina, -guardada por suizos, en donde habíamos de recibir la personal bendición. -La Sala Clementina, ¿recordáis? Es aquella que vió Pedro Froment en la -novela. «Esta sala Clementina, inmensa, parecía sin límites, a esa hora, -en la claridad crepuscular de las lámparas. La decoración tan rica, -esculturas, pinturas, dorados, se esfumaba, no era sino una vaga -aparición flava, muros de ensueño, en que dormían reflejos de joyas y -pedrerías. Y, por otra parte, ni un mueble, el pavimento sin fin, una -soledad alargada, perdiéndose en el fondo de las semitinieblas... Él se -contentó con mirar a su alrededor evocando las muchedumbres que habían -poblado esa sala. Hoy aun, era la sala accesible a todos, y que todos -debían atravesar, simplemente una sala de guardias, llena siempre de un -tumulto de pasos, de idas y venidas<span class="pagenum"><a name="page_207" id="page_207"></a>{207}</span> innumerables. ¡Pero qué muerte -gravitante, desde que la noche la había invadido, y cómo estaba -desesperada y cansada de haber visto desfilar tantas cosas y tantos -seres!» No tuve la impresión de Pedro. Al contrario, invadida por la luz -que entraba por las ventanas laterales, la sala extensísima y severa -parecía dar la bienvenida. Las figuras de los frescos en sus posiciones, -en sus énfasis simbólicos, la Justicia, la Fe, las escenas de la -entrada, la gloria del Santo Espíritu en el cuadro del fondo, y sobre -nuestras frentes en el vasto plafón, los brazos abiertos del pontífice -que asciende al empíreo sostenido por el apoyo de los ángeles, decían -felices augurios, daban reconfortantes pensamientos. Sí, el papa -Clemente era un buen introductor ante el papa León. Este debía pasar, -dentro de poco, detenerse con nosotros, para ir luego a bendecir en la -basílica a otros miles de peregrinos de distintos puntos de la tierra. -Mientras un maestro de ceremonias nos coloca en el orden usual y -monseñor Romero entra a los salones interiores en compañía de otro -prelado, observo. A la entrada de la sala dos alabarderos guardan la -puerta, y al extremo opuesto una escolta de ese vistoso y arcaico cuerpo -aguarda el instante de los honores.</p> - -<p>Circulan, pasan de un punto a otro, rojos <i>bussolanti</i>. Un franciscano -joven, de rostro noble e inteligente, sale de lo interior y da algunas -órdenes. Tengo la suerte de que mi nombre haya llegado a sus oídos, y me -sorprende su inesperada afabilidad. Es el secretario del cardenal Vives. -Los argentinos<span class="pagenum"><a name="page_208" id="page_208"></a>{208}</span> son divididos en dos grupos. A un lado los sacerdotes, a -otro los laicos. Los rostros, casi todos, revelan una indudable creencia -en la extrahumanidad del varón apostólico que ha de aparecer a nuestra -vista dentro de cortos instantes; algunos, ciertamente, reflejan como la -preconcebida esperanza de un espectáculo de profana teatralidad. Las -señoras, desde luego, todas, damas altas y modestas, todas, sin -excepción, manifiestan la gracia de una fe sin reservas. Por otra parte, -con sus sencillos y negros trajes y tocados, todas parecen iguales: y -allá en lo invisible y supremo, el hijo del Carpintero que también era -de la raza de David, no hace diferencia entre esos millones y aquellos -pobres pesos que atravesaron el mar. Un golpe de alabarda en tierra, una -voz, la guardia se forma. Es un cardenal que pasa. Conversamos en el -grupo de la prensa. Hay, únicos y vistosos, dos fracs coloreados de -condecoraciones. Un fotógrafo prepara su máquina, que ha de resultar -inútil. Tras largo esperar, se oye un rumor, un ruido de pasos, la -guardia se forma, presenta las armas. Cascos romanos crestados de oro, -antiguas gorgueras y jubones, espadas desnudas, cardenales, obispos y -una roja silla de manos que se coloca en tierra. Entre la roja silla de -manos, semejante a una joya en un estuche, está León XIII. Las guardias -le forman cuadro. El besamanos comienza. Hay que detenerse tan sólo unos -cuantos segundos, pues somos muchos. Monseñor Romero, al lado de la -silla de manos, hace las presentaciones. Mientras me toca mi turno puedo -ver bien<span class="pagenum"><a name="page_209" id="page_209"></a>{209}</span> al Padre Santo. No, no hay ningún retrato que se le parezca, -ni el reciente que acabo de ver en París, de Benjamín Constant, y que -está señalado como una obra maestra. ¿Quién ha sido el <i>farceur</i> que vió -en esta boca grande, de labios finos y bondadosos, la sonrisa de -Voltaire? La cabeza es vivaz, de una vivacidad infantil que se juntara a -la extrema vejez; la frente hermosa, bien moldeada, bajo los cabellos -blanquísimos y solideo de nieve; los ojos son obscuros y brillantes, -pero no los escrutadores diamantes negros de Zola, sino dos luces -anunciadoras de interiores iluminaciones; las orejas grandes, -transparentes, como la nariz, de dignidad gentilicia; el cuello lilial, -que sostiene apenas el globo del cráneo; el cuerpo delgado, de -delicadeza inverosímil. Cuando estuve frente a frente a darle el beso de -respeto, ví la mano, toqué esa increíble mano papal, sobre la que brilla -la enorme esmeralda de la esposa, esa mano que me parecía una madeja de -seda, o una flor, un lirio de cinco pétalos, un viviente lirio pálido, o -acaso una pequeña ave de fina pluma, y la mirada de los ojos, casi -extraterrestre, y la voz que se escapaba de aquel cuerpo frágil, de -aquella carne de Sevres, daban la idea de un hilo milagroso que -sostuviese por virtud de prodigio el peso vital. ¿Cómo esta pasta sutil -no se quiebra al menor soplo de aire, al menor estremecimiento de los -nervios? ¿Cómo esa hebra tan leve, como un hilo de la Virgen, no se -rompe a la más insignificante impresión, y resiste no obstante a la -continua corriente de tantos inviernos, a la palpitación del orbe<span class="pagenum"><a name="page_210" id="page_210"></a>{210}</span> -católico que tiende al blanco Pastor, a la tarea física que cansaría a -un hombre robusto, de levantar el brazo, ese pobre brazo senil, en la -impartición de miles y miles de bendiciones? Una niña pasó, besó a su -vez la mano; el papa la sonrió como otro niño; quiso hacerle una -caricia, y la criollita, asustada, se escapó veloz. Alzaron la silla; la -escolta, los caballeros palatinos, los dignatarios áulicos se pusieron -en marcha hacia San Pedro.</p> - -<p>Un aire de veneración flotaba sobre aquel triunfo tranquilo cuando los -vivas estallaron—inútiles, insólitos. ¡Nuestro silencio estaba lleno de -tantas cosas en aquel instante! De mí diré que viví por un momento en un -mundo de recuerdos. Era la infancia de músicas y rosas, la lejana -infancia, en que el alma nueva y libre parecía volar ágil como un pájaro -de encanto entre los árboles del Paraíso. Eran las viejas campanas de la -iglesia llamando a misa; la ropa dominical, sacada de los muebles de -alcanfor, la ida a la catedral al claror del alba, la salida en plena -luz matutina, la dulzura de la casa pacífica, la buena abuela y sus -responsorios, la imagen de la Virgen venida de Roma, el cura que iba a -jugar tresillo, y el granado en flor bajo el cual los labios -adolescentes supieron lo que era el primer beso de los labios de la -prima rubia: porque el primer tiempo de la fe era también el primer -tiempo del amor. Y era la semana santa, con sus ceremonias simbólicas, -con sus procesiones alegres como fiestas nupciales, con el entierro del -Viernes santo, a que las mujeres asistían vestidas de luto, y en que -los<span class="pagenum"><a name="page_211" id="page_211"></a>{211}</span> canónigos me atraían con sus largas caudas violetas; el <i>lignum -crucis</i>, llevado en la noche al son de tristes trompetas que rompían la -sombra en el silencio del negro firmamento. Y eran aquellos mis años -primeros, en la amistad de los jesuítas, en el convento silencioso o en -la capilla florida de cirios, en que mi mente juzgaba posibles las -palmas de los Gonzagas, los nimbos de los Estanislaos. Entonces se -abrieron a la aurora los primeros sueños, entonces se rimaron las -primeras estrofas. Y la memoria de los sentidos me despertaba ahora la -sensación de las cosas pasadas, ya perdidas en lo largo del tiempo. -Visión de lámparas rituales, de velas profusas, de altares decorados en -que estaban en su inmovilidad de ídolos los simulacros de las vírgenes y -de los santos; colores y pedrerías y oros de casullas, negras siluetas -de sacerdotes que se perdían en lo obscuro de las naves, o a lo largo de -los complicados corredores del convento; olor de la cera, del incienso, -de las flores naturales que se colocaban delante de las imágenes, olor -de los hábitos del padre confesor, olor de la cajita de rapé de aquel -anciano encorvado, de aquel anciano santo que me colmaba de consejos y -de medallas y cuyo nombre de ave inocente le venía tan bien... ¡Pobre -padre Tortolini!</p> - -<p>Cuando León XIII retornó de San Pedro, otro grupo de los peregrinos -debía recibir la bendición; volví a verle otra vez. Estaba más pálido -aún si cabe; parecía que hiciese con más dificultad los movimientos de -la cabeza y del brazo. Me temo que el<span class="pagenum"><a name="page_212" id="page_212"></a>{212}</span> doctor Lapponi no consienta -dentro de poco la repetición de estas audiencias, de estas idas y -venidas a la basílica, ¡Quién sabe si algún día de estos el milagro -cesa, el prodigio tiene fin, y esa vida rara, así como un cáliz de -Murano, al fino aliento del aire, cruja, se quiebre, se deshaga!</p> - -<p>Vuelvo a contemplar sus ojos que brillan en un fuego amable, su sonrisa -un poco triste, un poco fatigada, su mano que da todavía una última -bendición.</p> - -<p>Y se lo llevan, con el mismo ceremonial de la venida. Cascos romanos -crestados de oro, suizos con su uniforme rojo, negro y amarillo, -alabardas, espadas desnudas, collares, gorgueras, jubones, como en los -cuadros, como en las tablas. Rumor de gentes. Silencio. Pasó.</p> - -<p>Ah, la Pálida anda rondando por el palacio; la <i>camarde</i> está impaciente -por entrar en el Vaticano y hacer que el martillo de plata del cardenal -camarlengo toque la frente de Joaquín. Y el anciano siente sus vueltas, -su revuelo, el ruido metálico de la hoz, lista como en el fresco de -Orcagna. Y repetirá sus propios versos, el tiarado poeta:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Quanto all’orechio mio suona soave<br /></span> -<span class="i0">Ate, madre Maria ripeter <i>Ave</i>!<br /></span> -<span class="i0">Ripeter Ave e dirti, <i>o madre pía</i>,<br /></span> -<span class="i0">E a me dolce e ineffabile armonia.<br /></span> -<span class="i0">Delizia, casto amor, buona speranza<br /></span> -<span class="i0">Tale tu sé, ch’ogni desiere avanza.<br /></span> -<span class="i0">Quanto spirto m’assal maligno e immondo,<br /></span> -<span class="i0">Quando d’ambascie piú m’opprime il pondo,<span class="pagenum"><a name="page_213" id="page_213"></a>{213}</span><br /></span> -<span class="i0">E l’affano del cor si fa piú crudo,<br /></span> -<span class="i0">Tu mio conforto, mia difesa e scudo<br /></span> -<span class="i0">Se a me, tuo figlio, apri il materno seno,<br /></span> -<span class="i0">Fuggi ogni nube, il ciel si fa sereno.<br /></span> -<span class="i0">Ma gia morte s’apressa: deh! in quell’ora,<br /></span> -<span class="i0">Madre, m’aiuta: lene, lene allora<br /></span> -<span class="i0">Quando l’ultimo di ne disfaville,<br /></span> -<span class="i0">Con la man chiudi le stanche pupille;<br /></span> -<span class="i0">E conquiso il demon che intorno rugge,<br /></span> -<span class="i0">Cupidamente, all’anima che fugge<br /></span> -<span class="i0">Tu pietosa, o Maria, l’ala distendi;<br /></span> -<span class="i0">Ratto la leva al cielo, a Dio la rendi.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Estas notas que rememoran en lo moderno la plegaria rimada del más -católico y desgraciado de los poetas, y en lo antiguo el fervoroso y -armonioso Jacopone da Todi, os harán recordar que el pastor de los -corderos de Jesucristo es también árcade en las praderas de Apolo. Nada -más hermoso que esos luchadores provectos de Dios o de los pueblos; -favorecidos por el numen, en los resplandores de su ocaso, en los años -de las tranquilas nieves, guardan el culto de la belleza, la pasión -generosa del arte, y conciertan sus números, cultivando las flores -perennes, las rosas que no mueren, al amor siempre fecundo y sano de la -lira. Me he imaginado encontrar al Padre Santo, en una mañana de las -calendas de mayo, rejuvenecido, sonriente siempre, poseído en esos -instantes de su <i>deus</i> olímpico, del que le ha hecho manejar -vibrantemente las cuerdas de su lírico instrumento, de manera que los -pies de sus exámetros han golpeado el sagrado suelo latino, al<span class="pagenum"><a name="page_214" id="page_214"></a>{214}</span> mismo -són y compás con que galopan las cuadrigas magníficas de Horacio. El -pontífice me acoge, y, puesto el pegaso a pacer, le digo, poco más o -menos, mientras los lirios nos inciensan con sus incensarios y los -jazmines llueven sus estrellas de nieve, y los gorriones forman -conciliábulos entre las copas de los pinos: Beatísimo padre y querido -colega, ¿os repetiré una cosa que sabéis tanto como yo, y que os diría -en sabios dáctilos y flamantísimos espondeos, si supiese tanto latín -como vos? El cielo es azul, la primavera avanza gentil, con su cortejo -florido como en la pintura de Sandro; la tierra palpita, al canto del -agua y al fulgor solar; alabemos al Señor. Frate Sole nos envía su -saludo, nuestra hermana la rosa su mensaje, nuestra hermana la mujer su -sonrisa; alabemos al Señor. Os habéis mezclado a las luchas de los -hombres; cuando vuestros rebaños han empezado a topetazos, habéis -intervenido con el cayado, y habéis hecho bien. Habéis enviado, como -águilas de paz, vuestras encíclicas, a revolar sobre el mundo. Sois -divino, habéis sido sacerdotal, <i>sacerdos magnus</i>; sois humano, habéis -sido hábil. Para lo uno profundizasteis la teología: para lo otro os -ejercitasteis en la diplomacia. Habéis mostrado a los pueblos que estáis -con ellos y a los reyes indicado el camino. ¿Acaso ha dicho a vuestro -oído, el rumor del porvenir, lo que se acerca; acaso <i>Lumen in cœlo</i>, -sabéis lo que anuncian los signos de hoy, para cuando aparezca el sol en -su alba roja el día de mañana? Padre Santo, Pedro Froment no dejaba de -tener razón. La palabra <i>de<span class="pagenum"><a name="page_215" id="page_215"></a>{215}</span> conditione opificum</i> ha pasado sobre la -cabeza de los de abajo, que muy pocos han sentido su benéfica -influencia, bajo la opresión.</p> - -<p>Habéis señalado más de una vez el camino probable de la verdad, habéis -hecho lo posible por evitar guerras y desconciertos. Habéis tenido que -ver con los cancilleres y con los embajadores, con el señor de Bismarck -y con el señor de Cánovas, y con el señor Hanotaux y con el señor de -Giers. Querido colega, Maron es mejor. ¡Oh pontífice poeta! En vuestra -tiara está Marbodio, a vuestra izquierda Minucio, a vuestra derecha -Gregorio; y cuando decís la misa hacéis comulgar a las nueve musas, -mientras la misma infecundidad florece en blancos ramilletes de cánticos -en los coros de la Sixtina. Habitáis el más maravilloso de los palacios; -allí al lado de la fe ha tenido siempre su mansión el arte. Gloria sea -dada a los papas que se rodearon de pintores, de escultores, de -orífices, a los que protegieron y amaron a los poetas y a los que como -aquel Eneas Silvio Picolommini y vos mismo, juntaron a la triple corona -pontificia la corona de laurel y pusieron en su vaso de oro el agua -castalia. Sois filósofo, y volando sobre lo moderno habéis ascendido a -la fuente de la <i>Summa</i>; sois teólogo, y en vuestras pastorales dais la -esencia de vuestro pensamiento, caldeado por las lenguas de fuego del -Santo Espíritu; sois justo, y desde vuestro altísimo trono dais a cada -cual lo que es suyo, aun cuando con el César no andéis en las mejores -relaciones; sois poeta, y discurriendo y cantando en exámetros latinos y -en<span class="pagenum"><a name="page_216" id="page_216"></a>{216}</span> endecasílabos italianos, habéis alabado a Dios y su potencia y -gracia sobre la tierra.</p> - -<p>Allí, en vuestro palacio, en la Stanza de la Segnatura, Rafael, a quien -llaman el divino, ha pintado cuatro figuras que encierran los puntos -cardinales de vuestro espíritu. La Filosofía, grave, sobre las cosas de -la tierra, muestra su mirada penetradora y su actitud noble; la -Justicia, en la severidad de su significación, es la maestra de la -armonía; la Teología sobre su nube, está vestida de caridad, de fe y de -esperanza; mas la Poesía parece como que en sí encerrase lo que une lo -visible y lo invisible, la virtud del cielo y la belleza de la tierra; y -así, cuando vayáis a tocar a las puertas de la eternidad, no dejará ella -de acompañaros, y de conduciros, en la ciudad paradisíaca, al jardín en -donde suelen recrearse Cecilia y Beatriz, y a donde, de seguro, no -entran los que tan solamente fueron justos. Y León XIII sonreía, con una -sonrisa más alegre que su habitual sonrisa, y los gorriones y las abejas -del jardín me daban la razón. Los chorros de agua se encorvaban en arcos -diamantinos, sobre las conchas marmóreas, en las pilas sonoras, -reventaban las espumas irisadas; la sacra naturaleza en una vibración -invisible pugnaba por manifestar el misterio de su corazón profundo; y -al lado de León ví como un coro hermosísimo de Horas que llevaban en las -manos flautas y cistros. Y Jesucristo pasaba por los azules aires, como -en un carro triunfal, no un Jesucristo de pasión, sino de -transfiguración, un divino Musagetes, fuerte y soberbio como el del -juicio de Miguel<span class="pagenum"><a name="page_217" id="page_217"></a>{217}</span> Angel, crinado de oro augusto en su magnificencia. Y -volví a decir: Beatísimo padre: la religión y el arte deben ir juntos en -el servicio del Eterno Padre. Ved las viñas frescas, tendiendo sus ramos -al sol; las ramas de los olivos parecen, al soplo del viento, armónicos -metales; bajo los ramajes ríen las niñas; la luz vivaz se esparce sobre -el Tíber taciturno. Las naciones aguardan la venida de la inconmovible -paz; los hombres quieren por fin, ser redimidos del sufrimiento, y es -hora ya de que Dios haga que resuenen juntos nuevos salmos y nuevas -arpas.</p> - -<p>Y él a mí:—¡Alabemos al Señor!</p> - -<p class="r"> -7 Octubre de 1900.<br /> -</p> - -<p>El Pincio, un paseo que se enrolla en una colina. Desde una plataforma -de la altura, se divisa el panorama romano. Cúpulas por todas partes, -aunque no me animo a contar las trescientas que vieron los ojos de aquel -admirable y exuberante Castelar. El paseo no está concurrido en esta -sazón. El veraneo ha alejado a la sociedad capitolina. Se ve uno que -otro carruaje, pocos paseantes a pie, y, en los bancos, los clientes que -en todas partes tienen los lugares umbrosos, los parques y las alamedas: -el solitario que lee, el que medita, la dama vestida de negro, con la -niña melancólica y, en ciertos recodos, al cariño de los árboles, grupos -infantiles que ríen y juegan. Pero aquí no falta, además, el joven -seminarista, la pareja de estudiantes religiosos, la venerable figura de -un viejo sacerdote, o, dentro de su carruaje,<span class="pagenum"><a name="page_218" id="page_218"></a>{218}</span> la silueta de un -eminentísimo. Asimismo, no dejaréis de ver una que otra especie de -amable dama que, precariamente, busca adoradores, tan lejana de la -triunfante amorosa de París, como de su antecesora la cortesana de Roma. -Siempre en Italia encontraréis el lujo de los mármoles. Aquí veis la -piedra ilustre, desde los bajos relieves de la entrada, por la escalera -monumental, hasta la serie larga de bustos terminales que pueblan las -arboledas. Estos parajes están como impregnados de perfumes de amor, de -lecturas de breviario, cribados de conversaciones mundanas. Y allí, a un -lado, en uno de los paredones, un lugar hay en que la muerte atrae. Es -en el paredón de los suicidas, el punto elegido por los desesperados -para borrar la mala pesadilla de sus vidas, el refugio de los pobres de -fe o presidiarios de la suerte. París tiene el Sena, Londres el Támesis, -Madrid el Viaducto, Roma el paredón del Pincio.</p> - -<p>A un lado del Pincio se halla villa Borghese. A ambos lugares se entra -por la piazza del Popolo. Al Pincio por la escalera monumental; a la -villa por una amplia puerta en donde un empleado municipal cobra el -precio del paso. Desde la entrada se nota lo vasto y bello de ese parque -armonioso, lleno de sitios encantados y deliciosas umbrías y rincones de -amor. Cipreses, encinas, pinos, se alzan, evocadores, en el vasto -convento de árboles. Columnas desvencijadas, invadidas de hiedra, -ilustradas de arcaicas inscripciones, templetes y fuentes de un -prestigio antiguo deleitan con su gracia clásica. Se pasa<span class="pagenum"><a name="page_219" id="page_219"></a>{219}</span> por una -construcción de estilo egipcio, para llegar, entre simulacros paganos, -flores y hojas que mueve la más dulce brisa de los cielos, a un precioso -lago, compuesto con gusto lírico, en donde una <i>loggia</i> central a que se -accede por un puentecillo, se alza sobre el agua esmeraldina y -transparente en que se solazan silenciosos cisnes y evolucionan -cardúmenes de truchas rosadas. A la orilla del lago, copiando un trozo -en que se alzan tallos de flores acuáticas, veo a un viejo pintor. Sobre -una roja anémona que crece cerca del banco en que me he sentado, -trabajan dos abejas, y se me antoja que una ha salido del jardín de -Horacio y otra se ha posado en la barba del Bembo. En frente, se abre -una maravillosa perspectiva hacia los suburbios romanos. Desde ese -magnífico mirador la vista descubre valles y colinas y pintorescos -perfiles, en una lejanía de las que gustaba el mágico Leonardo para -fondo de sus cuadros. El sol va bajando como en una suavidad de -adormecimiento, la luz se agota lentamente en un interminable suspiro de -crepúsculo. Las estatuas, los peristilos, adquieren un misterioso -resplandor de oro y violeta. Y cuando dejo con pesar ese paraíso, al -pasar por una senda nueva, veo un luminoso revoloteo de faisanes. Siento -en mi espíritu de poeta el saludo amable de la tierra, la generosidad de -la naturaleza. Los pinos, de una elegancia gentilicia, elevan al -firmamento sus espesos y obscuros parasoles, en un gesto de oferta; los -cipreses prolongan la languidez de sus inclinaciones, las encinas -centenarias ostentan la misma nobleza que en<span class="pagenum"><a name="page_220" id="page_220"></a>{220}</span> los poemas y en los -cuadros. Revive en un minuto un mundo pasado, un mundo heráldico, -cardenalicio, real, imperial, papal, un mundo de valor, de cultura, de -fuertes virtudes y de nobles vicios, un mundo de púrpura, de mármol, de -acero y de oro; un mundo que allí mismo, en el museo de la villa, -eterniza las glorias de una edad de belleza, de lucha y de vida. Y me da -verdaderamente pesadumbre y fastidio tener que ir luego a saludar -personas, a comunicar con tantas gentes que me son extrañas, a entrar de -nuevo en la abominación de mis contemporáneos... En la Piazza del Popolo -compro un periódico.</p> - -<p>No hay duda de que, a pesar de todo, Italia no perderá nunca su lado -novelesco. En un solo número de diario leo tres informaciones que ocupan -largos espacios. Se trata primero de <i>La gesta del brigante Musolino</i>. -El título no más es ya un hallazgo. Existe, pues, mientras estoy en Roma -y veo las oficinas de una compañía de seguros yanqui en el primer piso -de un palacio histórico, mientras Gabriel D’Annunzio pasa de los -aristócratas a los socialistas, mientras la basílica de San Pedro se -alumbra con luz eléctrica, existe, pues, en Italia todavía un verdadero -bandido, que vive en un verdadero bosque en donde le dan caza con -fusiles de precisión, y que tiene todavía el buen gusto de llamarse con -un nombre que habría complacido a D. Miguel de Cervantes: existe el -brigante Musolino. Como en las pasadas épocas, le buscan afanosamente -compañías de carabinieri y él se les escurre como<span class="pagenum"><a name="page_221" id="page_221"></a>{221}</span> una murena. Aparece -en un punto y otro, adopta disfraces diversos, es el terror de las -comarcas por donde pasa, y, como en otros casos, ofrece a la muchedumbre -rasgos simpáticos. Corolario: Juan Moreira, Fra Diávolo y el mauser, -pueden coexistir.</p> - -<p>El otro caso curioso es el siguiente, que tampoco es nuevo, pero que -también cae en el <i>mélo</i> y en el folletín: Un hombre acaba de ser puesto -en libertad por las autoridades de una provincia de Italia, después de -haber estado en presidio, inocentemente, treinta y tantos años. No se -dice qué indemnización se dará al infeliz, pero el suceso interesa a -todas las imaginaciones y ocupa todas las lenguas que no escatiman -comentarios. Y el otro sucedido es todo lo contrario al anterior. -Después de treinta años de olvido, se ha descubierto a dos asesinos, -marido y mujer, que, para realizar sus deseos de unión, dieron muerte, -envenenándoles lentamente, al marido de ella y al padre de él. Los -detalles del proceso tienen a Roma en el «se continuará» de una novela -del Sr. Gorón.</p> - -<p class="r"> -8 Octubre.<br /> -</p> - -<p><i>Roma veduta, fede perduta</i>, dice el proloquio. Según el color del -cristal con que se mire Roma. En los días en que el pontífice se ha -presentado ante el inmenso concurso de peregrinos que le ha aclamado en -San Pedro, he visto correr por todo aquel recinto magnificente un -verdadero y hondo<span class="pagenum"><a name="page_222" id="page_222"></a>{222}</span> estremecimiento de fe. Eran los corazones simples, -las muchedumbres que venían de lejanas regiones o de las más apartadas -provincias italianas, conmovidas ante la aparición del papa blanco, en -quien, milagrosamente, veían la persistencia de una vida increíble, el -representante de Dios sobre la tierra, el que ata y desata, portero del -palacio celeste. Espectáculo interesante era por cierto las distintas -manifestaciones del entusiasmo religioso en ese mundo de gentes -conmovidas. Unos pálidos, silenciosos, como llenos de un santo terror; -otros murmurando oraciones; otros ruidosos, congestionados, agitando -pañuelos, moviendo los brazos, alzándose sobre las puntas de los pies. -No puedo menos que recordar una escena impagable y sugerente. Un alto -mocetón de la peregrinación alemana, sobre un banco, en medio del mar -humano que surcaba en su silla gestatoria León XIII, comenzó, dominando -todos los ruidos, a emitir con la voz de un ronco cuerno, con la fuerza -de un pulmón de bronce, repetidos y acompasados <i>hoch! hoch! hoch!</i> Y -una vieja italiana que estaba cerca, se volvió, furiosa, fulminándole -con los ojos y deseándole un mal accidente.—«<i>Ah! la bruta bestia!</i>» Y -aquel súbito y afilado apóstrofe deslió la devoción circunstante en -carcajadas.</p> - -<p>Se cree aún, hay aún muchas almas que tienen esperanza y fe. A pesar de -los escándalos religiosos; a pesar de la política pontificia; a pesar de -lo que se dice del dinero de San Pedro; a pesar de los libros-catapultas -contra la curia romana, en que no<span class="pagenum"><a name="page_223" id="page_223"></a>{223}</span> todo es pasión o fantasía; a pesar de -la democracia igualitaria y de la plaga de las nociones científicas y -filosóficas, se cree todavía, hay espíritus que creen. Reduciré mi -pensar a la fórmula criolla de un mi amigo: «¡Esto, me dice, es como lo -que pasa entre nosotros, en nuestras repúblicas americanas: la -constitución, muy buena, la administración, muy mala!»</p> - -<p>Rueda el carruaje por la antigua vía Apía, cuyo pavimento de piedras -anchas resuena bajo los cascos. Queda atrás la Porta Capena, en donde -los aduaneros espían lo que se llama en España el matute. A lo largo de -la <i>regina viarum</i> otros cuantos vehículos se dirigen hacia las -catacumbas de San Calixto. Tabernas y hosterías suburbanas llaman, en -rótulos de una caligrafía primitiva o infantil, a gustar el vino célebre -de los Castillos Romanos. Pasado el paraje por donde hoy hacen -estremecerse la tierra de Appio Claudio las locomotoras del ferrocarril -que va a Civitavecchía, llego ante la iglesita del <i>Quo Vadis</i>, cuya -inscripción me parece de pronto—perdonadme mi ingenuidad—la <i>réclame</i> -de una casa editora para la notable, compacta y demasiado resonante -novela del polaco Sienkiewicz.</p> - -<p>Al llegar a las Catacumbas, una escena curiosa y desagradable me hizo -detener. Nada más repulsivo y ridículo para mí, que los boticarios -ateos, los rentistas que han leído a Lachattre y los concienzudos -frailófagos que recitan el apócrifo Hugo de <i>Jesucristo en el Vaticano</i>. -Hay sujetos de esos que desearían<span class="pagenum"><a name="page_224" id="page_224"></a>{224}</span> ver al papa pidiendo limosna, al -clero descalzo y con una cruz a cuestas, alimentándose y abrigándose con -lo que el Señor da a las raposas y a los lirios del campo.</p> - -<p>Juzgan a todo sacerdote un bandido, y al pontífice, capitán de la gran -cuadrilla. El mal gusto de estas viejas facecias ha tiempo que está -flagrantemente reconocido. Pues bien, a la entrada de las Catacumbas he -asistido al repugnante espectáculo de un cambalache sagrado. Frailes -odiosos vendían cirios como macarrones, frascos de específicos, medallas -y recuerdos santos, con la misma avidez y las mismas maneras que el más -sórdido y brutal almacenista. Descendí, en compañía de unos peregrinos -franceses, por el dédalo obscuro. El guía recitó su cien veces repetida -lección, delante de los peces simbólicos, delante de la tumba de Santa -Cecilia. Los muros ennegrecidos por el humo de las antorchas y rayados -de inscripciones, en las capillas y pasadizos; la estrechez del lugar, -lo mecánico del viaje a través de esa cueva de «viejos topos» y la -confusión en el rebaño indocto y cornacqueado por su reverencia, me -dejaron una desilusión inmensa. ¡Me quedo con Fabiola! Y luego, por -todas partes, como en todos los lugares dignos de la veneración de la -historia o del arte, la pata del ciudadano particular que deja su huella -en la seguridad de ser reconocido cuarenta siglos más tarde. Leí, entre -mil nombres: <i>Pierre Durand</i>. ¡Pierre Durand! En la torre inclinada de -Pisa había encontrado: <i>Pedro Pérez</i>. Oh, Señor Dios, tu sabiduría es -infinita.<span class="pagenum"><a name="page_225" id="page_225"></a>{225}</span></p> - -<p class="r"> -12 Octubre de 1900.<br /> -</p> - -<p>Al partir de la ciudad inmortal, al son ronco del tren, hago un -inventario de recuerdos. Desde luego, es una tarde pasada en el Foro y -en el Coliseo, la revelación de la piedra, el «pan» de Ruskin, ruina, -columna rota, lápida, estatua, inscripción. Todas vuestras lecturas -despertarán en vuestra memoria, ante esos amontonamientos de basas, -pavimentos, muros en que perduran los mosaicos. No podréis menos que -sentir la presencia del espíritu de Cicerón—la «ardiente elocuencia» -dice Byron—en ese foro en que resonaron tan magníficas arengas, y el -ambiente vibró al clamor sabino. Se alzan aún, sosteniendo sus rajados -arquitrabes, las columnas del templo de Saturno. Y en las <i>rostra</i> -creeríase el aire agitado de gestos, sonante de cláusulas rotundas, lo -propio que más allá, en donde se levantaba el templo de la Concordia. -Fué allí donde Porcio Catón opuso la ruda y fuerte palabra suya a los -argumentos ordenados de Cayo César sobre la conjuración de Catilina. -Cetego, Lentulo, Estrabilio, Gabinio, Cepario, pagaron con su vida, la -apretada cuerda al cuello, su culpabilidad.</p> - -<p>Perdido entre un dédalo de excavaciones, llegué hasta donde unos -trabajadores procedían a desenterrar los más recientes hallazgos. Y es -una impresión singular la que se experimenta, al ver brotar de la tierra -amontonada por las centurias, los signos aun vivos y reveladores de una -civilización, de<span class="pagenum"><a name="page_226" id="page_226"></a>{226}</span> una época que estamos hechos a considerar casi -legendaria. Delante de mí, con sus barras de hierro, los cavadores -apartan las grandes piedras. Con mucho cuidado se quita la tierra de las -paredes; y de repente van apareciendo, sobre el antiguo estuco, -decoraciones grecas, figuras graciosas. Y fué grande mi emoción, os lo -juro, cuando, de un óvalo, en el rincón de una sala, no sé de qué -edificio recién descubierto, vi salir hecha, con modo arcaico y extraño, -una como cabeza de Cristo.</p> - -<p>Cuando se tiende la vista en derredor, los templos de Faustino y -Antonino, y el de Roma y Venus que Adriano levantaron, y la basílica de -Constantino, evocan los grandes hechos antiguos. Allí, en el Palatino, -refugio de la gloriosa Loba, sobre la altura, aun se contemplan las -arcadas y muros del palacio de los Césares, en donde mosaicos y frescos -guardan memoria de las pompas imperiales. Y no lejos, los baños de -Livia, el palacio de los Flavios y lo que aun queda de la mansión en -donde exprimió la soberbia y el placer Calígula.</p> - -<p>El sol caía a ondas claras del cielo puro. Jamás el cielo se presenta -más hermoso que cuando la mirada va a su inmensidad azul entre un grupo -de columnas o sobre los ruinosos capiteles.</p> - -<p>He sentido un ansia de vuelo espiritual cuando, al pasar del Foro al -Palacio de los Césares, he visto el firmamento recortado por el vasto -arco de Tito, que elevaron el senado y el pueblo en recuerdo de la -destrucción hierosolimitana. En el fondo celeste, en el marco de piedra, -parecía como si palpitase un<span class="pagenum"><a name="page_227" id="page_227"></a>{227}</span> enjambre de ideas. Y erré de un lugar a -otro. Del altar de las vestales, cerca del cual permanecen las estatuas -de las paganas vírgenes, a la <i>Meta Sudans</i>, en donde apagaron su sed -tantos gladiadores.</p> - -<p>Por allí habitaba el cordobés Séneca, y desde su casa oía en las -próximas termas, según cuenta a su amigo Lucilio Junior, «el ruido que -hace el frotador, a un jugador de pelota que lleva la cuenta de los -puntos, a un cantante que encuentra su voz más encantadora en el baño, -los gritos de un pastelero, los de un carnicero, los de un ropavejero, -de un herrero, y los de ese que cerca de la <i>Meta Sudans</i> prueba sus -trompetas y sus flautas y muge más que toca.» Y en la vía de los -triunfadores una onda de imágenes asalta la fantasía. Y es un ruido de -carros, un resonar de trompas y de clarines, un agitar de palmas; son -los bueyes coronados de rosas; las túnicas blancas de las vestales, los -estandartes, los haces, las águilas; es la muchedumbre aglomerada y el -coro inmenso de las aclamaciones; son las estolas, las togas, las -diademas, los ornamentos de los sacerdotes y las literas de las -cortesanas; son los viejos versos de Virgilio y la reciente lectura de -Boissier, o las sombras de los Goncourt que van a observar cómo en los -agujeros del arco de Septimio Severo hacen su nido las golondrinas.</p> - -<p>Cerca del templo de Cástor y Pólux, oí una voz como en discurso o -arenga. Un gran grupo de gentes, unas sentadas sobre las piedras, otras -de pie, se presentó a mi vista. Acerquéme llevado de la curiosidad.</p> - -<p>Había damas, hombres, niños. Todos oían en s¡<span class="pagenum"><a name="page_228" id="page_228"></a>{228}</span>lencio y religiosidad a un -clérigo joven, de fácil palabra, que, por lo poco que pude entender, -daba a sus oyentes, en pleno aire, una lección de historia y -arqueología. Era la peregrinación alemana, y no pude menos ante ese -espectáculo de cultura, de recordar el nombre ilustre del germano a -quien deben la erudición romanista y la sabiduría clásica moderna un -extraordinario luminar: Teodoro Mommsen.</p> - -<p> </p> - -<p>En el coliseo rememoré el apunte de los Goncourt: «Como una ronda de -danza, de pronto violentamente interrumpida y con una parte de los -bailadores caída de espaldas—todo un lado del Coliseo caído en tierra». -Colosal, ciclópeo, enorme, lugar de leones y de emperadores. Y es la -imaginación del antiguo espectáculo circense, que no tiene hoy nada -comparable sino las corridas de toros en los cosos actuales. En -verdad—como ante el Acueducto, la Cloaca Máxima, las Termas—ante estas -ruinas viene la usual frase: obra de romanos. Los yanquis quieren para -sí en nuestra época la aplicación del decir, por su tendencia a realizar -«lo más grande del mundo». Y leo en un artículo sobre la próxima -exposición de Búffalo, en donde se construirá un enorme estadio. «El -estadio ofrecerá a los adictos al sport la arena más espaciosa y -espléndida que se ha construído hasta ahora en los Estados Unidos. El -Carnaval Atlético que se efectuará durante la gran exposición, será el -más notable en la historia del sport en los Estados Unidos, pues -cuéntase con la cooperación de los mejores promotores de juegos,<span class="pagenum"><a name="page_229" id="page_229"></a>{229}</span> -contiendas y partidas atléticas en el país. Por lo tanto, las personas -que visitaren la exposición panamericana tendrán ocasión de ver -contiendas entre los atletas más célebres del mundo, que se esforzarán -en ganar premios dignos de los mayores hechos de resistencia, fuerza y -habilidad. El Coliseo de Roma, construído el siglo I de la era -cristiana, dícese que podía contener 80.000 personas. El estadio -panamericano tendrá 129 pies más de largo y no será sino 10 pies más -angosto que el histórico anfiteatro de Roma; pero su arena será más -grande y habrá asientos para 25.000 personas. Se consigue lo colosal, -<i>Colosseum</i>. Mas la sonrisa no vacila entre estos <i>matchs</i> de feria al -amparo de la democracia igualitaria, y aquellas formidables funciones en -que la magnificencia cesárea regaba con sangre la tierra en que se -alzaría el árbol simbólico de Cristo. Dicen que hay turistas que se -pagan el espectáculo de una iluminación con antorchas y románticos que -van en las noches de luna a recordar a Eudoro y Cimodocea.</p> - -<p>Lo primero es un exceso de Bædeker, lo segundo excesivamente anacrónico. -El Coliseo sorprende y asombra en pleno día, bañado de sol; así os -abruma la inmensa armazón de piedra, las arcadas derruídas, los muros -rajados de siglos, horadados de años, labrados del paso incesante de las -horas y mutilado el cuerpo vasto y soberbio por bárbaros y <i>barberines</i>.</p> - -<p>Al salir del vasto anfiteatro, pasó como un gran insecto ante mi vista, -un hombre en una bicicleta.</p> - -<p>Y fué luego un amanecer en las cercanías de<span class="pagenum"><a name="page_230" id="page_230"></a>{230}</span> Roma, cerca de los lugares -encantados que dieron a Poussin sus magníficos paisajes. El Tíber iba -despacioso entre colinas y frescas campiñas. Apenas comenzaba la luz a -insinuarse en el lado oriental y el horizonte se teñía de un dulce -violeta y a trechos, un baño de perla suavizaba una tenue irrupción de -oro. Y colinas y campiñas se iban poco a poco iluminando en un aumento -progresivo de resplandor. Salía de la tierra como un vaho de vida. No -era el envenenado respirar de los pantanos pontinos, sino un aliento -sano y vivificante. Al vuelo sutil de una brisa impregnada del perfume -del campo, temblaban los céspedes ambarinos y las hojas de las anémonas -silvestres, y una fina flor áurea que enciende su estrella de fuego a la -orilla del río. Y en una barca, al amor de la corriente, seguimos, con -un amigo soñador, un rumbo sobre las aguas en que se desleían los tintes -del cielo. Un solitario pescador arreglaba una red. De los caseríos -cercanos llegaba el agudo canto del gallo. Y de pronto fué una fiesta -solar en el firmamento romano.</p> - -<p>El sol había roto las brumas matinales, y surgía, en su imperial pompa, -entre peñascos candentes, bajo bóvedas de rubíes vivos. El agua se tiñó -de sangre y se encendió de la oriental llamarada. La naturaleza parecía -iniciar un canto sin palabras, o con palabras íntimas que iban al -espíritu sin formularse, en la armonía de las cosas, en la comunión de -las ideas humanas con las ideas eternas que emergen en enjambre -misterioso de la misteriosa mente del mundo.<span class="pagenum"><a name="page_231" id="page_231"></a>{231}</span></p> - -<p>En la ribera tiberina nos hacía señas el dueño de la rústica hostería. -Ya el humo del fogón brotaba por la chimenea, y las truchas recién -cogidas hacían chillar el aceite de las ricas olivas en la sartén -caliente. Y una joven fresca, que hacía recordar a la sierva de Horacio, -nos recibía con la más matinal de sus sonrisas, mientras ponía el mantel -del desayuno, bajo una parra cargada de racimos de uvas claras que -invitaban a hacer la experiencia del sátiro mallarmeano: chupar el jugo, -soplar en el pellejo vacío, y a través de la cápsula transparente, mirar -el sol!</p> - -<p> </p> - -<p>Y fué un día luminoso, en la plaza del Capitolio; ya ante la larga -escalera de la iglesia de Ara Cœli, o delante del palacio Cafarelli, -entre las estatuas de Cástor y Pólux, o junto a la jaula de la loba viva -que encarna el símbolo original de la ciudad de Rómulo. He recordado, al -contemplar la estatua de Marco Aurelio, la superstición tradicional; he -visto si el simulacro se va dorando más, y si llegará de nuevo a ser -todo áureo, y así la fin del mundo llegará con el de la villa ya no -eterna sino perecedera como toda obra del hombre...</p> - -<p>Así llegaron los primeros pobladores de Roma, allí se sembró la primer -semilla que formaría el bosque inmenso que propaga por la tierra la -estirpe latina.</p> - -<p>Tendidos como representaciones fluviales, negros de tiempo, los dos ríos -de mármol de la fuente del palazzo Senatorio, el Tíber y el Nilo, oyen -continuamente el canto del cristal del agua que en la ancha<span class="pagenum"><a name="page_232" id="page_232"></a>{232}</span> pila forma -velos diamantinos y sonoros encajes, y encima, la Roma triunfante de -Covi—que Miguel Angel quisiera sustituir por un colosal -Júpiter—preside, augusta y secular. Y una paloma que se posa en un -árbol cercano, verde en la dulce estación, me recuerda que en este mismo -punto, un día de gloria, la cabeza del Petrarca fué coronada con el -laurel que tan sólo consiguen el Arte y la divina Poesía.</p> - -<p class="r">Entre Roma y Nápoles, Noviembre 1900.</p> - -<p>Rueda que rueda, con ruido de herramientas que se entrechocan y un -resuello penoso, el tren sigue: un largo infierno que anda. El Gibelino -lo hubiera hecho rodar por las planicies de sombra de su Infierno; así -lo piensa aquella inquietante María Barskitcheff, en sus cartas. Si -Capua no estuviera en esta vez al fin del viaje, abriendo su maravilloso -semicírculo de colinas con cruzamientos de villas al borde del mar -pensativo... Capua es por ahora Nápoles, con los primeros azules y rosas -delicados de los inviernos meridionales.</p> - -<p>Los últimos recuerdos de Roma que insisten, con la insinuación ya -discreta y melancólica de la distancia y de lo recientemente pasado, son -los de la capilla Sixtina. Es preciso ver la capilla Sixtina; pero es un -desacato verla sin los propios ojos, sin los personales ojos del artista -que ponen una mirada más en los colores de las telas y en las alburas de -los mármoles, fatigados del secular mariposeo de tantas pupilas. Porque -en esos sancta sanctorum<span class="pagenum"><a name="page_233" id="page_233"></a>{233}</span> del arte, se ven dos cosas: la <i>chef d’œuvre</i> -y los ojos que la han visto: las miradas que han dejado en ellas algo de -su esencia diáfana y misteriosa. La capilla Sixtina está llena de esas -miradas, satisfechas o escépticas, o irónicas, o estáticas, o incoloras. -Desde luego la vieja mirada de los maestros que, realizada la obra, -hallaron que era buena; y las miradas de los papas, de los papas -gentiles o ascetas; y la escrutadora mirada de los amigos del artista, y -después, cuando la muerte hubo serenado todos los juicios, pulido todas -las asperezas, humanizado todas las controversias, uniformado todos los -cultos y consagrado todos los sufragios, las miradas de los -intelectuales que pasan. Todavía se disciernen en el delirante -misticismo de la transfiguración, por ejemplo, las miradas llenas de -análisis tranquilo de Taine, tan distintas de las miradas de los -espectadores de ayer, ayunas de razonamientos y de distinciones morales, -poco o nada introspectivas simplificadas de nuevo, al sol del -Renacimiento, por la majestad sencilla de la línea antigua... Porque los -ojos han hecho un inmenso y triste camino de complicación y de -complexidad desde el Renacimiento hasta estos días de esteticismo y de -connotaciones múltiples. Ya no hay un cerebro bastante puro y amplio que -vea con la mirada de un Leonardo. Han desaparecido en el juicio las -perspectivas vastas, los lineamientos tranquilos: nuestros ojos están -tristes y nuestras miradas están enfermas; y aun parece que los -inmortales cuadros y los mármoles eternos, sienten que ya no sabemos -mirarlos.<span class="pagenum"><a name="page_234" id="page_234"></a>{234}</span> Quién sabe. ¿Por qué no ha de haber en el alma inefable de un -<i>capolavoro</i>, el melancólico despecho de no ser bien mirados? ¿Por qué -el espíritu nobilísimo de las cosas bellas no ha de encogerse de -angustia ante el enfermizo reflejo de las miradas de hoy? ¿Quién se -atrevería a negar que esta tristeza no modifica al aspecto mismo, la -fisonomía, la expresión de la obra de arte? ¿Quién podría afirmar que el -Moisés de Miguel Angel, es hoy el mismo que hace doscientos años, que -antes aún, cuando el maestro que esculpía las tablas de la ley soñando -en el haz de rayos de Zeus, golpeaba con su martillo el mármol vital, -ordenándole el movimiento y la acción?</p> - -<p> </p> - -<p>Y el tren rueda aún con su desesperante machacar de herramientas, y mis -reminiscencias le siguen jadeantes por el camino. Vuelvo a escuchar las -ambiguas voces de los castrados, complemento extraño de todo lo visto y -sentido en el milagroso santuario. Paréceme como que todos los frescos, -todos los zócalos, las bíblicas figuras de los muros laterales que -cuentan las peregrinaciones mosaicas, y los más tremendos episodios -bíblicos; las grandes figuras sedentes del profeta y de la sibila; los -nueve grandes cuadros que reproducen en la bóveda la creación del mundo; -Dios, las pitonisas, los profetas, los santos de la nueva ley; todo eso, -cantaba en la voz blanca y singular, que esta era su propia voz, su -lengua propia, el verbo misterioso que los papas habíanles dado para que -se manifestasen a la<span class="pagenum"><a name="page_235" id="page_235"></a>{235}</span> emoción de los pueblos que van en romerías a -contemplarlos. <i>¡Miguel Angel y su juicio!...</i> Todo heroísmo de arte -lleva a una hipersensibilidad atormentadora. Acaso el arte no es una -gran tranquilidad, sino una gran angustia. Toda la literatura está ahí -para comprobarlo: El infierno sale al paso a los grandes espíritus, -llámense Homero, Virgilo, Dante, Milton o Swedenborg, llámense -Buonarroti o Rops...</p> - -<p>Sandro Botticelli; he ahí, la heredad del exquisito y raro, y no se -divaga por cierto el ánima de ese estremecimiento de angustia íntima que -trae consigo el deletrear todas las aristocracias de ese pincel. Porque -Botticelli no es de los que serenan; es quizá de aquellos cinco (que en -Taine son cuatro: Dante, Shakespeare, Beethoven y Miguel Angel) que -parecen de una raza aparte. Tiene un supremo privilegio, el que Víctor -Hugo halló siglos después en Baudelaire; ha creado un estremecimiento -nuevo, con una noción nueva de la expresión, que antes de él no está -condensada en parte alguna, sino difundida en las legiones de maestros -prerafaelitas, expresión de belleza convencional, o de fealdad resuelta -para algunos; pero de real belleza y armonía innegables para muchos que -llevan en el larario de sus emociones ese <i>coin maladif</i> de que hablaba -Goncourt. Como ellos este hombre tiene una fisonomía y un sello de -poderoso individualismo; es solitario como ellos; tiene como ellos la -obra sin analogías, sin más que las lógicas analogías que ensartan en un -mismo hilo resplandeciente todas las demostraciones de un<span class="pagenum"><a name="page_236" id="page_236"></a>{236}</span> mismo arte, a -través de las épocas. ¡Cómo ansío llegar a Florencia para apacentar mis -admiraciones en el foco principal de las obras de Sandro! ¡Porque él -tiene ahí, en la ciudad dantesca, su reino, con el seráfico Fra -Angélico, aprisionador de éxtasis! Sin embargo, para hablar de la -Sixtina es preciso hablar de Botticelli, a condición de haber rezado -antes a Miguel Angel, esa alma de Dios caído ante la que rezó Taine. El -Juicio Final; sí, aquello no convierte mis apostasías ni enfervorece mi -fe; el protestante del cuento vuelto ortodoxo por obra y gracia del -<i>Juicio Final</i>, es de una conmovedora ingenuidad; por el camino de ese -cuadro se va mejor a Atenas que a Jerusalén; esas dos o trescientas -figuras que ensayan actitudes, no sugieren el <i>miserere mei</i>, sino el -himno a Phoibos Apollon: se está más cerca del nevado Olimpo, que del -trágico Josafat; más cerca de la gloria del músculo, que del aleteo -medroso de la plegaria. Es un gran escultor el que pinta, -esculturalmente (¿no hay acaso muchos pintores que esculpen cuadros? -Para no citar más que un talento moderno, ahí está Leonardo Bistolfi, -con sus monumentales bajo relieves fúnebres y su <i>Dolor confortado por -la memoria</i>.) Ha buscado Miguel Angel el agrupamiento de las figuras -curándose poco de las radiaciones sobrenaturales del cielo de los justos -y de las rojas bocanadas de hornaza del infierno de los réprobos: -quiere, ante todo, quiere grandiosamente la expresión inmortal del -cuerpo humano, la nobleza clásica del gesto; está cerca de Jove y ha -visto el fruncimiento de sus cejas y los hinchados<span class="pagenum"><a name="page_237" id="page_237"></a>{237}</span> músculos de su -diestra que blande la centella... Los tiernos colores, los dulces o -imperiosos matices, las perspectivas que ayudan al vuelo de la -imaginación moderna, el azul en que está sentado el Padre, el rosa de -las auroras de la resurrección, las policromías de los pinceles en las -manos que han mezclado colores, pero que no han labrado granitos... eso -no está aquí, no lo busquéis aquí; aquí está el relieve poderoso, aquí -está su plástica: el color que queréis está ahí en frente, mirad... El -tren acrece su estrueado bajo los cristales de una estación: el mar y -los verjeles se besan: ¡Nápoles! Hemos llegado a Nápoles. La Sixtina se -pierde en un desvanecimiento de ensueño.</p> - -<p class="r"> -Nápoles.<br /> -</p> - -<p>¡Nápoles! El Vesubio es todavía una pira digna de los funerales de -Patroclo. ¿Estamos por ventura en la era cristiana?</p> - -<p>Se necesitaría embridar la imaginación aventurera con dura brida para -creerlo. La mañana arde mansamente en un impecable azul. He subido a las -alturas que corona el puente de San Telmo, punto clásico para las -perspectivas, a fin de <i>ver</i> y <i>vencer</i> antes de abismarme en ese mundo -ruidoso que gira y ríe a mis pies. Y en verdad os digo que estamos bajo -el imperio de los Augustos. Nada recuerda aquí el madero del Nazareno, -nada su religión de angustia: este sol que en pleno otoño tuesta las -rosas de Pœstum, las cuales dos veces florecen en el<span class="pagenum"><a name="page_238" id="page_238"></a>{238}</span> año, es el mismo -sol jovial que doraba la frente de Séneca. La bahía de Nápoles, -suavemente encorvada y palpitante como una seda azul sobre un inmenso -regazo, canta aún el <i>cum placidum ventis staret mare</i>, en su perpetuo -idilio con los islotes de Sirenusa, coros de las rubias oceanidas. El -azul del cielo, el histórico azul de ese cielo inmortal, se burla con su -flamante brillo, de los veinte siglos que han pasado desde que en la -dulzura piadosa del Pausílipo se acostaba para dormir su sueño eterno, -el dulce mantuano gorjeador de églogas. A su derecha la isla de Capri da -a las ondas reflejos de aventurina estriada de oro vivo y se aduerme en -la misma ociosidad que le valió el mote de Augusto.</p> - -<p>A la izquierda, desde <i>capo del monte</i> hasta el cono poblado de mitos -del Vesubio, las montañas de voluptuosas o ásperas ondulaciones engastan -sus moles en el zafiro inconmensurable. Enfrente, Castellamare y -Sorrento; ¡Sorrento! cuya sangre divina no corre ya por las venas del -mundo para letificarlos, como corre ahora ese</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">Insípido brebaje de cebada<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p class="nind">anatematizado por Menéndez Pelayo, Sorrento, cuyo vino luminoso inspira -la <i>Jerusalén libertada</i>.</p> - -<p>Y un poeta me dijo:</p> - -<p>—Una peregrinación se impone aún, después del beso placentero que la -mirada envía a todo ese paisaje pintado por los afables dioses: vamos a -rezar un exámetro a la tumba de Virgilio, situada sobre la<span class="pagenum"><a name="page_239" id="page_239"></a>{239}</span> vertiente de -la gruta del Pausílipo y después a seguir respirando paganismo en la -hirviente ciudad: paganismo desde luego en el <i>Museo borbónico</i> que -encierra toda la resurrección pompeyana: vasos, ánforas, lacrimatorios, -tinteros, estiletes, lámparas, candelabros, buclineos <i>speculums</i> en -cuya agua muerta parecen aún flotar, como extraños lotos, los rostros de -las patricias que en ella se contemplaron; paganismo en las vías -resonantes de una muchedumbre que parece hiperestesiada por la vida, que -la absorbe a enormes tragos, que tiene a Dionisio en los labios y a San -Jenaro en el corazón, invirtiendo frecuentemente los nombres. He aquí a -la bien amada de Lúculo, de Mario, de Pompeyo y de Plinio que la -reconocerían en su tocado y en su risa... He aquí a la reina de las -divinas galeras, atareada como para recibir los marfiles de Cartago. He -aquí a la novia de César, coronada de mirtos. Jove Capitolino extiende -aún hasta este refugio de delicias la piedad de su sombra; los dioses -resucitan diariamente al surgir como una discreta apoteosis la aurora -sobre la mansedumbre especular del golfo. Se comprende aquí la -resistencia al cristianismo, la taimada protesta del meridional epicúreo -y jovial a una ley de tristeza y de mortificación: Un Dios nuevo, <i>¿â -quoi bon?</i> si los viejos no han dejado de ser buenos. ¿Vale este -doliente hombre coronado de espinas por aquellos radiantes silenos -coronados de parra? ¿Qué papel puede desempeñar la Providencia cristiana -en un pueblo que mendiga el azar? ¿A qué pensar en las delicias de una -gloria cuyo precio<span class="pagenum"><a name="page_240" id="page_240"></a>{240}</span> es la oblación y d martirio, cuando llegan hasta -nosotros los alientos aromatizados de Misena, de Cumas, de Baya Caras a -Nerón, de Prócida y de Ischia? ¿Por ventura ese cielo que promete el -crucificado será más azul que el ciclo del Mediodía? ¿Las delicias de -ese empireo nuevo igualarán al beso que al incendiarse las púrpuras de -la tarde pone el pescador en la boca de la pálida pescadora? ¿Los -ángeles tienen acaso los inmensos ojos luminosos de estas mujeres -doctoras del amor? ¡La tortura, el martirio! ¿para qué si la vida está -llena de sol, si huelen tan bien las flores de los naranjos y el obscuro -vino tiene aún el secreto de las risas de los dioses? Y Cristo tendió -mucho tiempo sus brazos hacia esta otra Jerusalén del placer y quiso -ampararla bajo sus alas como la gallina a sus polluelos, pero la -Jerusalén del placer era esquiva y levantisca. Vanamente se extendieron -esos brazos mucho tiempo, y al fin la bacante cayó en ellos. Pero siguió -su danza loca y su loca risa; cambió sólo la letra de la tarantela, se -juraba por Cristo, pero se seguía jurando <i>per Baco</i>, y la superstición -reemplazaba a las pitonisas y la sangre hirviente de San Jenaro a la -hirviente espuma de la Sibila de Cumas.</p> - -<p>Esto que pasaba en el reinado de Constantino el Grande lo propio que en -el reinado de Nerón, pasa aún bajo el poder de Víctor Manuel III. La -impenitente grita y ríe en mi rededor como en las saturnales: nada ha -cambiado, la cruz abre estérilmente sus brazos sobre la perenne -apostasía de las vidas: Cephas no ha podido asentar sus sillares al -borde<span class="pagenum"><a name="page_241" id="page_241"></a>{241}</span> del Golfo que vió las sirenas; y los Olímpicos llamean y detonan -como dueños absolutos sobre la conflagración perpetua del Vesubio.</p> - -<p>Nápoles está por Zeus contra el Cristo.</p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-241.png" width="166" height="240" alt="" title="" /> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_242" id="page_242"></a>{242}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_243" id="page_243"></a>{243}</span></p> - -<h3><a name="INDICE" id="INDICE"></a>INDICE</h3> - -<table border="0" cellpadding="1" cellspacing="0" summary=""> - -<tr><td> </td><td class="rt"><span class="ul"><i><small>Páginas.</small></i></span></td></tr> - -<tr><th class="c"><a href="#EN_PARIS">EN PARÍS</a></th></tr> - -<tr><td><a href="#EN_PARIS2">En París</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_011">11</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#EL_VIEJO_PARIS">El viejo París</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_027">27</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#EN_EL_GRAN_PALACIO">En el Gran Palacio</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_033">33</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#LA_CASA_DE_ITALIA">La casa de Italia</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_041">41</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#LOS_ANGLOSAJONES">Los anglosajones</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_051">51</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#RODIN">Rodín</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_069">69</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#OOM_PAUL">Oom Paul</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_085">85</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#LA_NUEVA_JERUSALEN">La nueva Jerusalén</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_095">95</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#PURIFICACIONES_DE_LA_PIEDAD">Purificaciones de la piedad</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_105">105</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#NOEL_PARISIENSE">Noel parisiense</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_113">113</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#MAIS_QUELQUUN_TROUBLA_LA_FETE">Mais quelqu’un troubla la fête</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_121">121</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#REFLEXIONES_DE_ANO_NUEVO_PARISIENSE">Reflexiones del Año Nuevo parisiense</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_133">133</a></td></tr> - -<tr><th class="c"><a href="#DIARIO_DE_ITALIA">DIARIO DE ITALIA</a></th></tr> - -<tr><td><a href="#TURIN">Turín</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_143">143</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#GENOVA">Génova</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_161">161</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#PISA">Pisa</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_169">169</a></td></tr> - -<tr><td><a href="#ROMA">Roma</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_195">195</a></td></tr> -</table> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_244" id="page_244"></a>{244}</span></p> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/illus-244.png" width="289" height="450" alt=" -Acabóse -de imprimir -este libro en -Madrid, en la -TIPOGRAFÍA YAGÜES -el día xxix -de Julio -del año -mcmxviii" /> -</div> - -<hr class="full" /> - - - - - - - -<pre> - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of Peregrinaciones, by Rubén Darío - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PEREGRINACIONES *** - -***** This file should be named 51870-h.htm or 51870-h.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/1/8/7/51870/ - -Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online -Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This -file was produced from images generously made available -by The Internet Archive/Canadian Libraries) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions -will be renamed. - -Creating the works from public domain print editions means that no -one owns a United States copyright in these works, so the Foundation -(and you!) can copy and distribute it in the United States without -permission and without paying copyright royalties. Special rules, -set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to -copying and distributing Project Gutenberg-tm electronic works to -protect the PROJECT GUTENBERG-tm concept and trademark. Project -Gutenberg is a registered trademark, and may not be used if you -charge for the eBooks, unless you receive specific permission. If you -do not charge anything for copies of this eBook, complying with the -rules is very easy. You may use this eBook for nearly any purpose -such as creation of derivative works, reports, performances and -research. They may be modified and printed and given away--you may do -practically ANYTHING with public domain eBooks. Redistribution is -subject to the trademark license, especially commercial -redistribution. - - - -*** START: FULL LICENSE *** - -THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE -PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK - -To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free -distribution of electronic works, by using or distributing this work -(or any other work associated in any way with the phrase "Project -Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project -Gutenberg-tm License (available with this file or online at -http://gutenberg.org/license). - - -Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm -electronic works - -1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm -electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to -and accept all the terms of this license and intellectual property -(trademark/copyright) agreement. 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