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-The Project Gutenberg EBook of Peregrinaciones, by Rubén Darío
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
-almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
-re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
-with this eBook or online at www.gutenberg.org/license
-
-
-Title: Peregrinaciones
- Obras Completas Vol. XII
-
-Author: Rubén Darío
-
-Illustrator: Enrique Ochoa
-
-Release Date: April 26, 2016 [EBook #51870]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PEREGRINACIONES ***
-
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-
-Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online
-Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This
-file was produced from images generously made available
-by The Internet Archive/Canadian Libraries)
-
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- PEREGRINACIONES
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- [imagen: RUBÉN DARIO]
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- [imagen:
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- RUBÉN
- DARÍO
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- PEREGRINACIONES]
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-
- ES PROPIEDAD
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- [imagen:
-
- PEREGRINACIONES
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- [imagen]
-
- [imagen:
-
- PEREGRINACIONES
-
- POR
-
- RUBÉN DARÍO
-
- ILUSTRACIONES
-
- DE
-
- ENRIQUE OCHOA
-
- [imagen]
-
- VOLUMEN XII
- DE LAS OBRAS COMPLETAS
-
- ADMINISTRACIÓN:
- EDITORIAL «MUNDO LATINO»
-
- MADRID
- ]
-
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-
- EN PARIS
-
- [imagen]
-
-
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-
-EN PARÍS
-
-[imagen]
-
-
-
-
-I
-
-París, 20 de Abril de 1900.
-
-
-En el momento en que escribo la vasta feria está ya abierta. Aun falta
-la conclusión de ciertas instalaciones: aun dar una vuelta por el enorme
-conjunto de palacios y pabellones es exponerse a salir lleno de polvo.
-Pero ya la ola repetida de este mar humano ha invadido las calles de esa
-ciudad fantástica que, florecida de torres, de cúpulas de oro, de
-flechas, erige su hermosura dentro de la gran ciudad.
-
-Hay parisienses de París que dicen que los parisienses se van lejos al
-llegar esta invasión del mundo; yo sólo diré que las parisienses
-permanecen, y entre los grupos de _english_, entre los blancos
-albornoces árabes, entre los rostros amarillos del Extremo Oriente,
-entre las faces bronceadas de las Américas latinas, entre la confusión
-de razas que hoy se agitan en París, la fina y bella y fugaz silueta de
-las mujeres más encantadoras de la tierra, pasa. Es el instante en que
-empieza el inmenso movimiento. La obra está realizada y París _ve_ que
-es buena. Quedará, por la vida, en la memoria de los innumerables
-visitantes que afluyen de todos los lugares del globo, este conjunto de
-cosas grandiosas y bellas en que cristaliza su potencia y su avance la
-actual civilización humana.
-
-Visto el magnífico espectáculo como lo vería un águila, es decir, desde
-las alturas de la torre Eiffel, aparece la ciudad fabulosa de manera que
-cuesta convencerse de que no se asiste a la realización de un ensueño.
-La mirada se fatiga, pero aun más el espíritu ante la perspectiva
-abrumadora, monumental. Es la confrontación con lo real de la impresión
-hipnagógica de Quincey. Claro está que no para todo el mundo, pues no
-faltará el turista a quien tan sólo le extraiga tamaña contemplación una
-frase paralela al famoso: _Que d’eau!_ A la clara luz solar con que la
-entrada de la primavera gratifica al cielo y suelo de París, os
-deslumbra, desde la eminencia, el panorama.
-
-Es la agrupación de todas las arquitecturas, la profusión de todos los
-estilos, de la habitación y el movimiento humanos; es Bagdad, son las
-cúpulas de los templos asiáticos; es la Giralda esbelta y ágil de
-Sevilla; es lo gótico, lo románico, lo del renacimiento; son «el color y
-la piedra» triunfando de consuno; y en una sucesión que rinde, es la
-expresión por medio de fábricas que se han alzado como por capricho para
-que desaparezcan en un instante de medio año, de cuanto puede el hombre
-de hoy, por la fantasía, por la ciencia y por el trabajo.
-
-Y el mundo vierte sobre París su vasta corriente como en la concavidad
-maravillosa de una gigantesca copa de oro. Vierte su energía, su
-entusiasmo, su aspiración, su ensueño, y París todo lo recibe y todo lo
-embellece cual con el mágico influjo de un imperio secreto. Me
-excusaréis que a la entrada haya hecho sonar los violines y trompetas de
-mi lirismo; pero París ya sabéis que bien vale una misa, y yo he vuelto
-a asistir a la misa de París, esta mañana, cuando la custodia de Hugo se
-alzaba dorando aún más el dorado casco de los Inválidos, en la alegría
-franca y vivificadora de la nueva estación.
-
-Una de las mayores virtudes de este certamen, fuera de la apoteosis de
-la labor formidable de cerebros y de brazos, fuera de la cita fraterna
-de los pueblos todos, fuera de lo que dicen al pensamiento y al culto de
-lo bello y de lo útil, el arte y la industria, es la exaltación del gozo
-humano, la glorificación de la alegría, en el fin de un siglo que ha
-traído consigo todas las tristezas, todas las desilusiones y
-desesperanzas. Porque en esta fiesta el corazón de los pueblos se
-siente, en una palpitación de orgullo, y el pensador y el trabajador ven
-su obra, y el vidente adivina lo que está próximo, en días cuyos pasos
-ya se oyen, en que ha de haber en las sociedades una nueva luz y en las
-leyes un nuevo rumbo y en las almas la contemplación de una aurora
-presentida. Pues esta celebración que vendrán a visitar los reyes, es la
-más victoriosa prueba de lo que pueden la idea y el trabajo de los
-pueblos. Los pabellones, las banderas, están juntos, como los
-espíritus. Se alzan como estrofas de alados poemas las fábricas
-pintorescas, majestuosas, severas o risueñas que han elevado, en cantos
-plásticos de paz, las manos activas. Y todas las razas llegan aquí como
-en otros días de siglos antiguos acudían a Atenas, a Alejandría, a Roma.
-Llegan y sienten los sordos truenos de la industria, ruidos vencedores
-que antes no oyeron las generaciones de los viejos tiempos; el gran
-temblor de vida que en la ciudad augusta se percibe, y la dulce voz de
-arte, el canto de armonía suprema que pasa sobre todo en la capital de
-la cultura. Dicen que invaden los yanquis; que el influjo de los
-bárbaros se hace sentir desde hace algún tiempo. Lo que los bárbaros
-traen es, a pesar de todo, su homenaje a la belleza precipitado en
-dólares. El ambiente de París, la luz de París, el espíritu de París,
-son inconquistables, y la ambición del hombre amarillo, del hombre rojo
-y del hombre negro, que vienen a París, es ser conquistados. En cuanto a
-la mayoría que de los cuatro puntos cardinales se precipita hoy a la
-atrayente feria, merece un capítulo de psicología aparte, que quizá
-luego intente.
-
-Más grande en extensión que todas las exposiciones anteriores, se
-advierte desde luego en ésta la ventaja de lo pintoresco. En la del 89
-prevalecía el hierro--que hizo escribir a Huysmans una de sus más
-hermosas páginas--; en ésta la ingeniería ha estado más unida con el
-arte; el color, en blancas arquitecturas, en los palacios grises, en los
-pabellones de distintos aspectos, pone su nota, sus matices, y el
-«cabochon» y los dorados, y la policromia que impera, dan por cierto, a
-la luz del sol o al resplandor de las lámparas eléctricas, una repetida
-y variada sensación miliunanochesca.
-
-La vista desde la Explanada de los Inválidos es de una grandeza
-soberbia; una vuelta en el camino que anda, es hacer un viaje a través
-de un cuento, como un paseo por el agua en uno de los rápidos
-vaporcitos.
-
-No hay que imaginarse que en cada una de las construcciones surja una
-nueva revelación artística, por otra parte. Notas originales hay pocas,
-pero las hay, ante las grandes combinaciones de arquitectos que han
-procurado «deslumbrar» a la muchedumbre. Los palacios de los Campos
-Elíseos--el Petit Palais y el Grand Palais--son verdaderas inspiraciones
-de la más elegante y atrayente masonería; la Puerta Monumental es un
-hallazgo, de una nota desusada, aunque la afea a mi entender la figura
-pintiparada de la parisiense, que parece concebida en su intento
-simbólico para _reclame_ de un modisto, y cuyo «modernismo» tan atacado
-por algunos críticos y tan defendido por otros, francamente, no
-entiendo. La calle de las Naciones aglomera sus vistosas fábricas en la
-orilla izquierda del Sena, y presenta, como sabéis, a los ojos, que se
-cansan, la multiplicidad de los estilos y el contraste de los
-caracteres. «Carácter», propiamente entre tanta obra, lo tienen pocas,
-como lo iremos viendo paso a paso, lector, en las visitas en que has de
-acompañarme; pues unos arquitectos han reproducido sencillamente
-edificios antiguos, y otros han recurrido a profusas combinaciones y
-mezclas que hacen de la fábrica el triunfo de lo híbrido.
-
-El conjunto, en su unidad, contiene bien pensadas divisiones,
-facilitando así el orden en la visita y observación. El lado del
-Trocadero, el de los Campos Elíseos, el de la Explanada de los
-Inválidos, el de la orilla izquierda del Sena, el de la orilla derecha y
-el del Campo de Marte, son puntos diversos con sus particularidades
-especiales y diferentes atractivos, y, vínculo principal entre orilla y
-orilla del río, tiende su magnífico arco, custodiado por sus cuatro
-pegasos de oro y adornado por sus carnales náyades de bronce, el puente
-Alejandro III. La unión total, la mágica villa de muros de madera, tiene
-treinta y seis entradas además de la puerta colosal de Binet, y las dos
-que, llamadas de honor, se abren en el comienzo de la avenida Nicolás
-II. Por todas partes hallan su gloria los ojos, con verdores de árboles,
-gracia de líneas y de formas, brillo de metales, blancuras y oros de
-estatuas, muros, domos, columnas, fino encanto de mosaicos, perspectivas
-de jardines, y, circulando por Babel, toda ella una sonrisa, la flor
-viviente de París.
-
-He aquí la gran entrada por donde penetraremos, lector, la puerta
-magnífica que rodeada de banderas y entre astas elegantes que sostienen
-grandes lámparas eléctricas, es en su novedad arquitectural digna de ser
-contemplada; admírese la vasta cúpula, la arcada soberbia, la labor de
-calado, y la decoración, y evítese el pecado de Moreau-Vauthier, la
-señorita peripuesta que hace equilibrio sobre su bola de billar. ¿Es que
-este escultor ha querido lanzar a su manera el _ohé! les grecs, faudraît
-voir!_ de George D’Esparbes? Pues ha fracasado lamentablemente.
-
-Eso no es arte, ni símbolo, ni nada más que una figura de cera para
-vitrina de confecciones. La maravillosa desnudez de las diosas, es la
-única que, besada por el aire y bañada de luz, puede erguirse en la
-coronación de un monumento de belleza. Sin llegar a la afirmación de
-Goethe: «el arte empieza en donde acaba la vida», los que alaban esa
-estatua por lo que tiene de realismo y de actualidad, deberían
-comprender que la ciudad de París, no puede simbolizarse en una figura
-igual a la de Yvette Guilbert o mademoiselle de Pougy.
-
-¡Por Dios! La ciudad de París tiene una corona de torres, y tal
-aditamento descompondría los tocados de las amables niñas locas de su
-cuerpo.
-
-La moda parisiense es encantadora: pero todavía lo mundano moderno no
-puede sustituir en la gloria de la alegoría o del símbolo a lo
-consagrado por Roma y Grecia...
-
-Es hermoso y real lo hecho por Guillot en cambio. Ha puesto en el friso
-del Trabajo, las figuras de los trabajadores; y su idea y su obra son
-buenas y plausibles; así se da, aunque sea en pequeña parte, la suya, a
-los albañiles, a los carpinteros, a los hombres de los oficios que con
-sus manos han puesto fin al pensamiento y los cálculos de artistas e
-ingenieros. Por la noche es una impresión fantasmagórica la que da la
-blanca puerta con sus decoraciones de oro y rojo y negro y sus miles de
-luces eléctricas que brotan de los vidrios de colores. Es la puerta de
-entrada de un país de misterio y de poesía habitado por magos.
-Ciertamente, en toda alma que contempla estas esplendorosas _féeries_ se
-despierta una sensación de infancia. Bajo la cúpula se detienen los
-visitantes; y el hindú pensará en míticas pagodas y el árabe soñará con
-Camarazalmanes y Baduras; y todo el que tenga un grano de imaginación
-creerá entrar en una inaudita Basora. Y allí está Isis sin velo. Es la
-Electricidad, simbolizada en una hierática figura; aquí lo moderno de la
-conquista científica se junta a la antigua iconoplastía sagrada, y la
-diosa sobre sus bobinas, ceñida de joyas raras como de virtudes
-talismánicas, con sus brazos en un gesto de misterio, es de una
-concepción serena y fuerte. Hay en ella la representación de la
-naturaleza, la elevación de la fuerza en tranquila actitud, y el arcano
-de esa propia forma de fuerza que apareció lo mismo en las cumbres del
-Sinaí mosaico que en las sorpresas de Edison o en las animaciones
-luminosa de Lumière. ¡Admirable centinela de entrada! La gente pasa,
-pasa, invade el recinto, se detiene bajo los tres arcos unidos
-triangularmente, mientras en lo alto, hacia la plaza de la Concordia,
-sobre el barco de la _Caput Galliæ_, el gallo simbólico lanza al
-horizonte el más orgulloso cocoricó que puede enarcar su cuello.
-
-La gente pasa, pasa. Se oye un rumoroso parlar babélico y un ir y venir
-creciente. Allí va la familia provinciana que viene a la capital como a
-cumplir un deber; van los parisienses, desdeñosos de todo lo que no sea
-de su circunscripción; van el ruso gigantesco y el japones pequeño; y la
-familia ineludible, _hélas!_, inglesa, guía y plano en mano; y el chino
-que no sabe qué hacer con el sombrero de copa y el sobretodo que se ha
-encasquetado en nombre de la civilización occidental; y los hombres de
-Marruecos y de la India con sus trajes nacionales; y los notables de
-Hispano-América y los negros de Haití que hablan su francés y gestean,
-con la creencia de que París es tan suyo como Port-au-Prince. Todos
-sienten la alegría del vivir y del tener francos para gozar de Francia.
-
-Todos admiran y muestran un aire sonriente. Respiran en el ambiente más
-grato de la tierra; al pasar la puerta enorme, se entregan a la
-sugestión del hechizo. Desde sus lejanos países, los extranjeros habían
-soñado en el instante presente. La predisposición general es el admirar.
-¿A qué se ha venido, por qué se ha hecho tan largo viaje sino para
-contemplar maravillas? En una exposición todo el mundo es algo _badaud_.
-Se nota el deseo de ser sorprendido. Algo que aisladamente habría
-producido un sencillo agrado, aquí arranca a los visitantes los más
-estupendos _¡ah!_ Y en las corrientes de viandantes que se cruzan, los
-inevitables y siempre algo cómicos encuentros: _¡Tú por aquí! ¡Mein
-Herr! ¡Caríssimo Tomasso!_ Y cosas en ruso, en árabe, en kalmuko, en
-malgacho, ¡y qué sé yo! Y entre todo, ¡oh, manes del señor de
-Graindorge! una figurita se desliza, _fru, fru, fru_, hecha de seda y
-de perfume; y el malgacho y el kalmuko, y el árabe, y el ruso, y el
-inglés, y el italiano, y el español, y todo ciudadano de Cosmópolis,
-vuelven inmediatamente la vista: un relámpago les pasa por los ojos, una
-sonrisa les juega en los labios. Es la parisiense que pasa. Allá, muy
-lejos, en su smalah, en su estancia, en su bosque, en su clima ardoroso
-o frígido, el visitante había pensado largo tiempo en la Exposición,
-pero también en la parisiense. Hay en todo forastero, en todo el que ha
-llegado, la convicción de que ella es el complemento de la prestigiosa
-fiesta. Y los manes del señor de Graindorge vagan por aquí complacidos.
-
-La muchedumbre pasa, pasa. Deja el magnífico parasol de la cúpula, y
-entra ya en la villa proteiforme y políglota. Es la primavera. Los
-árboles comienzan a sentir su nuevo gozo, y, con ademanes de dicha
-tienden a la luz sus hojas recién nacidas. Una onda de perfumes llega.
-Es el palacio de las flores, son los jardines cercanos. Y pues es la
-pascua de las flores, a las flores el principio. Después, a medida de lo
-fortuito, sin preconcebido plan, iremos viendo, lector, la serie de
-cosas bellas, enormes, grandiosas y curiosas.
-
-
-II
-
-Abril de 1900.
-
-
-«On n’a jamais admiré une rose parce qu’elle ressemble á une femme; mais
-on admire une femme parce qu’elle ressemble á une rose.» Esta admirable
-frase de un maestro de estética ha venido a mi pensamiento al sentir en
-el palacio de la Horticultura y de la Arboricultura el suave encanto
-floral de tanta exquisita colaboración de la naturaleza y del hombre
-como se expone en mazos, girándulas, ramilletes, cestos y plantíos. Y he
-recordado también al loco admirable que se enamoró de una flor y
-mantenía por ella la pasión que se concibe únicamente por una mujer. A
-la entrada de la exposición por la puerta monumental, ya se impone la
-habilidad y el gusto de los modernos La Quintinil, en la ordenada gracia
-de las arboledas, en la avenida elegante y noblemente decorativa, los
-«parterres» con sabiduría dispuestos, y los macizos de flores nuevas que
-exteriorizan como el gozo y la sonrisa de la tierra. La caricia de la
-recién llegada primavera lustra las hojas de los castaños, aterciopela
-los céspedes, pone como un deseo de expansión amorosa en tanta corola
-fina y fresca. Aquí se ha vertido el tesoro de las _serres_, la riqueza
-florida de Longchamps, del Parc des Princes, de Auteuil, aumentando el
-acervo de la capital; y en los soberbios jardines de los Campos Elíseos,
-poetas de la jardinería han recurrido a sus clásicos, y con ellos y la
-inventiva o inspiración propia, han llevado a cabo poemas que habrían
-deleitado a Poe, quien, como sabéis, consideraba este oficio, de dulzura
-y de paciente ejecución, como una de las Bellas Artes.
-
-Árboles extranjeros, frondosas pawlonias, copudos árboles de Francia,
-ofrecen sombra y meditación; y los soñadores chorros de agua--tan dulces
-bajo la luna y en Verlaine--hacen sus juegos y cantan tenuemente versos
-versalleses.
-
-Mas en el palacio de las flores, que está a la orilla del río, se
-entroniza la esplendidez de esas bellas y delicadas cosas, de modo que
-no dejan que se aparte la mirada de su varia maravilla y de su tentadora
-gracia. Los tres _serres_ en combinación triangular encierran la vasta
-joyería perfumada. Llega el sol como a través de un velo de opaca
-muselina, de manera que no ofenda tanta fragilidad de color, ni
-disminuya el encanto de las medias tintas. En este pequeño imperio
-creería verse un revuelo de pájaros y amores. Los amores pasan, al lado
-de sombreros claros y de trajes que son labores artísticas; los
-sombreros sobre cabezas que se armonizan divinamente con las flores: los
-trajes, producto de las tijeras y agujas más pinpleas, revelando
-exquisitas músicas de líneas y de formas. Y se me antoja pensar que la
-frase ruskiniana traducida por Sizeranne, bien pudiera volverse del
-revés: «On n’a jamais admiré une femme parce qu’elle ressemble à une
-rose; mais on admire une rose parce qu’elle ressemble á une femme.»
-
-Grato deliquio de los ojos, hay ya una explosión de rosas rojas, ya un
-grupo exuberante de rosas blancas; un derrame de tintas violetas, o la
-sutil sordina de las lilas, las paletas desfallecientes, la gradación
-casi imperceptible de las suavísimas coloraciones. La preciosa _misa de
-las flores_ de Gutiérrez Nájera y antes de Víctor Hugo, me canta en el
-alma. Atraen las flores que se asemejan a niñas enfermizas, flores
-delicadas, para vasos venecianos--ciertos vasos que según Mauclair son
-seres vivientes--un casi desvanecido género de violetas casi blancas;
-ciertas pálidas mimosas; lirios de una celeste anemia, o las anémonas
-que sueñan, y tienen por obra del consonante, entre las flores amorosas,
-su moro de Venecia.
-
-Enormes, enormísimas rosas, de un rojo veroniano, instalan los anchos
-vuelos de sus trajes purpúreos. Los lises se erigen en la _rêverie_ de
-invisibles anunciaciones; y los tulipanes de color, y los tulipanes
-cremas y blancos, tienen en los pétalos entreabiertos como una
-sensualidad labial. Las flores triunfan, las flores expresan delicias
-primitivas, a través de los tiempos y de «las avalanchas de oro del
-viejo azul» que promulga el celeste verso de Mallarmé. Luego son las
-flores extrañas, de jardineros simbolistas y decadentes, de señoritas
-Boticelli, de poetas malignos y de mister Chamberlain. Entre la
-orquestación de todos los perfumes, las orquídeas lanzan sus notas
-enervadoras. Con sus nombres de venenos exhiben sus extraordinarias
-formas, Aroideas, guarias, alocasias, el anthurium colombiano,
-cipripedium, toda la flora propicia a Des Esseintes, semejantes a
-objetos, a animales, aun a mujeres; lisas o vellosas y arrugadas,
-caracolares o atirabuzonadas, metálicas o sedosas, casi hediondas, o de
-perfume femenino, como bocas de víboras o como corsés, orgullosas,
-pomposas, provocantes, obscenas, en la más inaudita polimorfia, en la
-variedad extravagante extraída, se diría de los lugares secretos, de los
-senos ocultos de la naturaleza vegetal. Detenerme más en análisis y
-nomenclaturas sería repetir a Huysmans, o recurrir a los formidables
-inventarios zolescos, caros a la literatura Roret. Pero he de recordar
-una visión obsesionante, un iris casi marchito, cuya expresión
-verdaderamente animada pugnaba por traducir a los ojos del artista, no
-sé qué misterios de esos mundos herméticos en que las relaciones de
-forma, y de color y de ademán tienen una clave en ocasiones casi
-adivinada por el comprensivo y por el poeta. Era una flor con faz
-_propia_, y cuyo retrato habría hecho a maravilla una de estas dos
-inquietantes pintoras: madame Bonemin, o madame Louise Desborde, la
-Rachilde del pincel. La onda de aromas pesa por fin entre tanta
-exhalación distinta, a modo de llegar a causar opresión o mareo. Busco
-una salida para ir a respirar el aire de afuera, y a contemplar la
-orilla izquierda del Sena, que se divisa mágicamente por los vidrios; y
-se presentan a mi imaginación, como en una galería pintada por un
-pintor de ensueños, en
-
- La terre jeune encore et vierge de désastres,
-
-las faces de flores mallarmeanas: la gladiola fiera, el rojo laurel, el
-jacinto, y, «semejante a la carne de la mujer, la rosa cruel, Herodías
-en flor del jardín claro regado por una sangre feroz y radiante»; y el
-lirio «de blancura que solloza»...
-
- Hosannah sur le cistre et sur les encensoirs
- Notre Père. Hosannah du jardin de nos Limbes!
- Et finisse l’écho par les mystiques soirs,
- Extase des regards, scintillement des nimbes!
-
-Mas en el gran departamento del fondo me llama otro espectáculo: y lo
-primero, las patatas. En cestitos, o en grandes montones, las hay de
-todas clases. La patatita _mignone_, flor de Parmentier, que me parece
-más comparable a _l’orteil du séraphin_ que _le divin laurier_ del poeta
-esotérico; la patata enorme, que una sola persona no podría concluir y
-que el pre-naturista Bernardino habría creído hecha ex profeso por la
-buena Divinidad para ser comida en familia; patatas doradas, pálidas,
-rojizas, lisas o de cortezas ásperas, con lunares y hoyuelos o sin
-ellos; patatas redondas, alargadas, aperadas o aovadas, toda suerte de
-patatas, que me hacían pensar en los cucuruchos llenos de las fritas
-sabrosísimas, que se venden en largos y blancos cucuruchos, y que
-muerden y mascan con verdadera sensualidad las más lindas bocas de la
-capital de Francia. Luego desfilo ante el grupo de los nabos y
-zanahorias, de los espárragos como cetros, de los zapallos que obligan a
-la veneración con sus inmensas panzas monacales; y una cantidad de las
-más variadas legumbres, desde las majestuosas calabazas hasta las finas
-arvejas, y habiendo cumplido en mi tarea con dar una parte a la idea del
-ensueño y otra a la idea del puchero, salgo contento, en la creencia de
-que he tenido un buen día.
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-EL VIEJO PARÍS
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-Viejo París, Abril 30 de 1900.
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-Estoy en el Viejo París, la curiosa reconstrucción de Robida. Aunque,
-como todo, no está todavía completamente concluído, la impresión es
-agradable. Desde el río, la vista de los antiguos edificios se asemeja a
-una decoración teatral. Casas, torrecillas, techos, barrios enteros
-evocados por el talento de un artista ingenioso y erudito halagan al
-contemplador con su pintoresca perspectiva.
-
-Al entrar, ya se ve uno que otro _travesti_, desde el arcabucero o el
-lancero que se pasean ante los portales, hasta las vendedoras de
-chucherías que tras los mostradores y las mesitas erigen en las
-graciosas cabezas el alto gorro picudo, cuyo nombre en viejo francés se
-me traspapela en la memoria. El sol se cuela por los armazones de
-madera, se quiebra en las joyas y dorados de las ventas y en las
-brigandinas de los soldados: y un aire de vida circula, el mismo que la
-primavera sopla sobre la Exposición enorme y fastuosa, sobre el
-glorioso París. Como la imaginación contribuye con la generosidad de su
-poder, no puede uno menos que encontrar chocante en medio de tal
-escenario, la aparición de una levita, de unos prosaicos pantalones
-modernísimos y del odioso sombrero de copa, justicieramente bautizado
-_galera_, que llegan a causar un grave desperfecto a la página de vieja
-vida que uno se halla en el deseo de animar así sea por cortos
-instantes. Si las cosas actuales anduvieran de otro modo, allí se
-debería entrar con traje antiguo y hablando en francés arcaico.
-Entretanto, conformémonos.
-
-La puerta de Saint-Michel alza sus techos coronados de banderolas y abre
-la ancha ojiva de su entrada hacia el Sena. La calle Vielles-Écoles
-presenta su barriada pintoresca, sus fachadas angulares, balcones y
-ventanales; por los pasajes anchos se oyen risas alegres de visitantes;
-en una calle un émulo de Nostradamus, por unos cuantos céntimos dice el
-horóscopo a quien lo solicita: y hay _badauds_ que se hacen decir el
-horóscopo y dan los céntimos.
-
-Creo que hace falta la figura de Sarrazin-el-de-las-aceitunas,
-circulando por estos lugares, repartiendo como en Montmartre sus
-anuncios rabelesianos y vendiendo su sabroso artículo.
-
-Robida, el reconstructor es, como sabéis, hábil dibujante y escritor de
-chispa. Su erudición artística y arqueológica se demuestra en esta
-tentativa, como su talento picaresco y previsor ha podido, en amenos
-rasgos, imaginar costumbres, arquitecturas y adelantos científicos de lo
-porvenir. En esta obra que he visitado y que será de seguro uno de los
-principales atractivos de la Exposición, quiso hacer algo variado,
-aunque reducido. Hay edificio que se compone de varias construcciones, y
-que restituye así, en una sola pieza, distintos motivos que recuerdan
-tales o cuales tipos a los arqueólogos.
-
-Las diversiones del Viejo París no están aún abiertas, con excepción de
-un teatro en donde nos hemos llevado algunos un soberano chasco.
-Imaginaos que no es poco venir a encontrar en el Viejo París, en vez de
-recitaciones de trovadores o juegos de juglares, una zarzuela infantil
-que está dando _La viejecita_ del maestro Caballero! Faltan aún los
-lugares en donde se pueda comer platos antiguos en su correspondiente
-vajilla, y las tabernas con sus mozas hermosas que sirvan la cerveza.
-Falta el pasado París de las Escuelas, que hiciese ver un poco de la
-vida que llevaban los clásicos _escholiers_, y que cuando vinieran sus
-colegas de Salamanca o de Oviedo con sus bandurrias y sus guitarras, les
-saludasen en latín y renovasen en cada cual un Juan Frollo de
-_Notre-Dame de París_. Falta que no se mezclen en los puestos de
-bisutería y bebidas, los disfraces medioevales con los tocados modernos;
-pues ahora se suelen ver unos pasos anacrónicos que ponen
-involuntariamente la sonrisa en los labios. Falta asimismo presentar la
-sección de los oficios, y resucitar los _gritos de París_, con señalados
-vendedores ambulantes. La animación falta al barrio de la Edad Media,
-al barrio de los Mercados, en que ha de revivir el siglo XVII; las
-instalaciones completas de la calle Foire-Saint-Laurent, Châtelet y
-Pont-au-Change. Cuando todo esté abierto y dispuesto, el aspecto no
-podrá menos que ser en extremo atrayente. Lo que no juzgo propio es la
-concesión que se hará al progreso y a la comodidad, con sacrificio de la
-propiedad. Por la noche en vez de multiplicar las linternas de la época,
-se verán brillar en los renovados barrios, lámparas eléctricas.
-
-Se anuncian para dentro de poco festivales, justas y torneos, y no sé si
-Cortes de amor. Es una lástima que no se haya tenido todo lo preciso
-preparado para que no saliese el visitante algo descontento después de
-una vuelta por esta obra inconclusa. Entre lo que llama la atención
-ahora, están las distintas enseñas de las tiendas y los puestos,
-copiados de viejas colecciones. Al pasar se evocan nombres que
-constituyen época: Villon, Flamel, Renaudot, Etienne Marcel. Quizá
-dentro de pocos días se vean ya con un alma estas cosas; y al pasar por
-la casa de Moliére creamos ver al gran cómico, y en otro lugar
-sospechemos encontrarnos con el redactor de la _Gazette_; y al cruzar
-frente a la iglesia de Saint-Julien-des-Ménétriers oigamos sones de
-viola y gritos de saltimbanquis.
-
-No me perdonaríais que pusiese cátedra de arquitectura y comenzase en
-estas líneas una explicación y nomenclatura técnicas de edificios,
-calles y barrios. Mas permitidme que os envíe la impresión del golpe de
-vista, en una tarde apacible y dorada, en que he mirado deslizarse a mis
-ojos el ameno y arcaico panorama.
-
-Desde lejos, suavizados los colores de la vasta decoración, la visión es
-deliciosa, sobre el puente de l’Alma y el palacio de los Ejércitos de
-mar y tierra. Al paso que avanza el _bateau-mouche_, se reconoce, en el
-oro del sol que se pone, la torre del Arzobispado, y las dos naves de la
-Santa Capilla, la construcción pintoresca del Palais, con su Grande
-Salle; el Molino, el Gran Chatelet, con su aguda torrecilla; la fonda
-Cour de París y cerca el hotel de los Ursinos, el de Coligny;
-la gran Chambre des Comptes de Louis XII; la iglesia de
-Saint-Julien-des-Ménétriers, y buena cantidad de edificios más que os
-habéis acostumbrado a ver en los grabados y a distinguir en los planos,
-hasta la puerta de Saint-Michel y el portal de la Cartuja de Luxemburgo.
-
-Y como el espíritu tiende a la amable regresión a lo pasado, aparecen en
-la memoria las mil cosas de la historia y de la leyenda que se
-relacionan con todos esos nombres y esos lugares. Asuntos de amor, actos
-de guerra, belleza de tiempos en que la existencia no estaba aún
-fatigada de prosa y de progreso prácticos cual hoy en día. Los layes y
-villanelas, los decires y rondeles y baladas que los poetas componían a
-las bellas y honestas damas que tenían por el amor y la poesía otra idea
-que la actual, no eran apagados por el ruido de las industrias y de los
-tráficos modernos.
-
-Por las noches será ese un refugio grato para los amantes del ensueño.
-Ignoro si los paseantes caros a Baedeker, los ingleses angulares y los
-que de todas partes del globo vienen a divertirse en el sentido más
-_swell_ de la palabra, gozarán con la renovación imaginaria de tantas
-escenas y cuadros que el arte prefiere. En cuanto a los poetas, a los
-artistas, estoy seguro de que hallarán allí campo libre para más de una
-dulce _rêverie_. Tanto peor para los que, entre las agitaciones de la
-vida turbulenta y aplastante, no pueden tener alguna vez siquiera el
-consuelo de sacar de la propia mina el oro de una hermosa ilusión.
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-EN EL GRAN PALACIO
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-París, Mayo 1 de 1900.
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-Demostrando su majestad o su gracia en el espacio, reposados o ágiles,
-se alzan, y atraen la mirada antes que otra cosa, los palacios. Es el
-Gran Palacio, con la serenidad magnífica de sus columnas, coronado por
-atrevida cuadriga; el Petit Palais, que instala su elegancia, también
-lleno de columnas adornadas de capiteles jónicos, con sus bellas
-rotondas en los ángulos, y cuya puerta principal guardan admirables
-desnudeces de mármol; o el palacio de Minas y Metalurgia con sus largas
-arcadas y su bizarra tiara central; el palacio de Industrias textiles e
-hilados también con arcadas; o el de la Electricidad, que con el Chateau
-d’eau, forma la decoración de un cuento de genios. Y en el Campo de
-Marte, el de ingeniería civil y medios de transporte; y el de letras,
-ciencias y artes, cerca de la aplastante torre Eiffiel, lleno de novedad
-y de atrevimiento; y en la Explanada de los inválidos, con sus dos
-cuerpos, el de las manufacturas nacionales, que se ha llamado con razón
-un _grand rideau d’avant scène_, o el de las industrias diversas. Y en
-las orillas del Sena el gran palacio de la ciudad de París, y el de la
-Horticultura, con sus dos _serres_ y su jardín al aire libre; el palacio
-de los Congresos y de Economía social, vistoso y soberbio; el de los
-Ejércitos de tierra y mar, sobre el que se levantan torres y mástiles;
-casa de la Fuerza; el de florestas, caza y pesca, cuya decoración es
-apropiada a su objeto, y el de la navegación, y el pequeño palacio de la
-Óptica en cuyo centro parece que un enorme pavo real abriese el
-maravilloso naipe de su cola; y más, y más: os aseguro que años enteros
-serían precisos para pintar y describir estas obras en que la piedra y
-el hierro, el bronce y el staff, el mármol y las madera, forman tan
-hermosas manifestaciones de talento, de audacia, de gusto. Ya os he
-dicho que no voy a ocuparme de técnica, aunque tendría qué decir a causa
-de la conversación que entre tanta obra he tenido un día entero con mi
-amigo Albert Traschel, el admirable arquitecto del Ensueño, que tan bien
-ha estudiado Stuart Merril. Hoy, me dedico al gran palacio de Bellas
-Artes, en donde se han inaugurado las exposiciones Central y Decenal.
-¡Cien años del arte de Francia! ¡Diez años! Aun para los diez, quien
-quisiera ocuparse en cada una de las obras expuestas, buen tiempo
-gastaría tan solamente en nombrarlas... La mayor parte de los críticos
-hacen catálogos. Pienso que lo mejor es decir algo de aquellas obras y
-de aquellos maestros que más impresión causan; y aun así, apenas unas
-cuantas palabras será posible aplicar.
-
-El gran palacio enfrente del pequeño, es la gravedad armoniosa enfrente
-de la gracia risueña y noble. Hacia la avenida Nicolás II, muestra su
-fachada romana. Las columnas múltiples que adornan el edificio son de
-sabia ordenación y no en vano se señalan como «modelos del género», y
-por las tres entradas del peristilo se diría que se espera como la
-aparición continua de un ceremonial antiguo.
-
-Las artes bellas están representadas por magníficas esculturas en que el
-desnudo una vez más sella el poder de su encanto plástico. Y al lado de
-la avenida de Antin, en arcaicos mosaicos la historia de las artes
-aparece en frisos policromos. Al penetrar en el magno edificio
-sorprenden la monumental escalera y la techumbre de vidrio. Allí dentro
-está, como os he dicho, el arte francés de los últimos cien años, del
-cual claro es que no he de haceros ni la historia ni el análisis; y la
-exposición decenal, es decir, lo que el arte de esta potente Francia ha
-creado desde 1889.
-
-Hay maravillas, hay cuadros enormes de mérito relativo y oficial, y
-pequeñas telas en que se reconcentra un mundo de meditación, de audacia,
-de ensueño. Están representadas todas las tendencias que en estos
-últimos tiempos han luchado, con excepción de ciertas obras sublimes a
-que la crítica de los discernidores de medallas no ha puesto su pase
-autoritario. Todo adorador de la belleza sugestiva y profunda lamentará
-no encontrarse por ejemplo, con el sublime _Cristo de los Ultrajes_ del
-formidable y apocalíptico Henri de Groux, que aunque nacido en Bélgica,
-ha hecho más por el arte francés que señalados y enriquecidos miembros
-del Instituto. Pues ha cambiado bastante la época en que el autor de
-Graindorge escribía: «Le métier est dur. Des hommes de cinquante ans qui
-ont un nom célébre, ne gagnent pas dix mille francs». Que le pregunten
-sobre esto a Carolus-Durán, o al benemérito señor de Bouguereau.
-
-Entre tanta obra producida por pinceles franceses, se ve que no siempre
-existe lo que llama Ruskin el amor a «la espontánea o inviolada
-naturaleza.» La rebusca ha sido perjudicial por un lado, y la ciega
-sujeción al academismo por otro. Cuando libremente se han manifestado
-los temperamentos y los caracteres artísticos, ha surgido en su
-superioridad la obra maestra.
-
-Atraen al gran público dos especies de trabajos: las _grandes machines_
-de historia y sobre todo de batalla, y los desnudos. El alto vulgo no
-dejará de detenerse ante los retratos de Bonnat, cuya seriedad fría es
-dominadora en la vanidad oficial de ese mundo selecto. Benjamín Constant
-se impone con cuadros como la _Entrada en Tolosa del Papa Urbano II_ y
-un retrato de la reina Victoria. Entra el hábil orientalista ahora bajo
-los auspicios de la iglesia, pues después del Papa Urbano ha de darnos
-el Papa León; así, en estos momentos trabaja en Roma en perpetuar la
-imagen del Sumo Pontífice.
-
-Siento que una fuerte corriente simpática me atrae hacia Carrière,
-cuyas varias telas representan en este certamen la noble y generosa
-conciencia de un artista de verdad. Con su visión especial en que los
-lineamientos se esfuman, en lo indeciso revelador, hace entrever el alma
-de los personajes que reproduce, y concediendo a éstos como una
-existencia distinta de la real, en la realidad misma, halla el medio de
-expresar lo inexplicable, en una comunicación casi exclusivamente
-espiritual. Ya es en _El sueño_ la poetización de una idea, o en el
-_Cristo en la cruz_ la imposición visible de lo supernatural, o en el
-retrato de ese otro crucificado, Paul Verlaine, la concreción de todas
-las tristezas en la miseria y debilidad humanas, prodigiosamente
-habitadas por el genio.
-
-No por admirar a Carrière que es lo vago, he de dejar de acercarme a
-Collin, que halaga con sus claros plenos aires y sus figuras en que una
-sangre viviente circula, o a Cotlet, que vence dificultades en la
-composición y en el colorido, faltando tan sólo que triunfe en las de
-movimiento; o a Roll, que cultiva el vigor con tanta maestría, y cuya
-_Fiesta del puente Alejandro III_ llama de continuo la curiosidad de los
-visitantes. En la Centenal luce con su serena luz antigua la obra del
-gran Puvis; en la Decenal no figura nada del ilustre maestro de las
-nobles actitudes, de las figuras simples y grandiosas. El hijo de un
-insigne profesor de belleza a quien con justicia se denominará el Platón
-moderno, Ary Renan, deleita con diminutos paisajes en que se contiene la
-visión y el sentimiento de la vasta naturaleza--así en un caracol se
-contiene al ruido del océano--; y hay en esas pinturas que abarcan
-escasos centímetros de tela, una religiosidad augusta que indica el paso
-de la musa misteriosa que hace comprender y significar obras grandes,
-según la palabra de Leonardo. Herencia. Quizás. De mí diré que no he
-podido menos que recordar los prodigiosos espectáculos de armonía que en
-una sencilla página sabía crear aquel levita mágico de la palabra. Con
-la diferencia de que el padre obraba en la plena luz de un sol griego,
-como el que dorase su frente de artista cuando pronunciara su oración
-divina delante de la acrópolis sagrada; y el hijo suele internarse en
-vagarosas indecisiones de ensueño a través de las cuales aparece la
-eterna X de la vida, el problema misterioso de las cosas, entre brumas
-de luz y de sombra. Hacen también el gozo de las almas meditativas los
-trabajos de Harpignies, con sus melancolías crepusculares, de luces
-desfallecientes, de tonos suaves y tamizados.
-
-Entre los retratos, fuera de los admirables de Carrière, de los
-protocolares de Bonnat, este pintor de cámara de los reyes burgueses,
-están los de Benjamín Constant, entre los cuales sobresale el de la
-Calvé, los ojos y la gracia de la picante Carmen. M. de la Gándara, que
-ha impuesto tan vivos rasgos en sus retratos, sobre todo en los de las
-mujeres, en que la felinidad femenina está asida de tan personal manera,
-M. de la Gándara tiene aquí varias páginas fisonómicas comentadas con
-una seguridad de toques y una aristocracia de factura, que explican sea
-hoy, al mismo tiempo que uno de los preferidos de la aristocracia, uno
-de los más queridos de los artistas.
-
-Rodeado de un mar de colores y de formas, mi espíritu no encuentra
-ciertamente en dónde poner atención con fijeza. Sucede que, cuando un
-cuadro os llama por una razón directa, otro y cien más os gritan las
-potencias de sus pinceladas o la melodía de sus tintas y matices. Y en
-tal caso pensáis en la realización de muchos libros, en la meditación de
-muchas páginas. Mil nebulosas de poemas flotan en el firmamento oculto
-de vuestro cerebro; mil gérmenes se despiertan en vuestra voluntad y en
-vuestra ansia artística; pero el útil del trabajador, vuestro oficio,
-vuestra obligación para con el público del periódico, os llaman a la
-realidad. Así apuntáis, informáis, vais de un punto a otro, cogéis aquí
-una impresión como quien corta una flor, allá una idea, como quien
-encuentra una perla; y a pocos, a pasos contados, hacéis vuestra tarea,
-cumplís con el deber de hoy, para recomenzar al sol siguiente, en la
-labor danaideana de quien ayuda a llenar el ánfora sin fondo de un
-diario.
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-LA CASA DE ITALIA
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-París, Junio 7 de 1900.
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-Al comenzar la calle de las Naciones del lado del palacio de los
-Inválidos, se destaca la fastuosa fábrica que ha elevado Italia en el
-inmenso concurso. Semeja una catedral de piedra y oro, y al llamarla
-«catedral» los obreros italianos, han expresado el verdadero estilo
-arquitectónico de este fugaz y bello monumento. Un ave de oro abre las
-alas, allá arriba, sobre el domo de oro. Juntos la madera y el hierro
-sostienen la unidad compacta del atrayente edificio, que es una fiesta,
-un regalo para los ojos. Allí se une la ojiva gótica a la manera y
-decoraciones del Renacimiento. En la combinación surge a la memoria el
-recuerdo soberbio de San Marcos. Los muros coloreados semejan ricos
-mármoles. En mezcla pintoresca se juntan elementos cristianos y paganos.
-Los amores tejen guirnaldas sobre los fondos rojizos: cabezas esculpidas
-se presentan entre los festones y astrágalos. Airosas esculturas vigilan
-las entradas laterales: y la luz del sol hace resaltar de manera
-gloriosa el conjunto magnífico, quebrándose en los estucados y dorados y
-concentrándose en el águila del coronamiento que se asemeja, encendida
-por la luz solar, a una llama que vuela. En lo interior, en donde
-presiden las efigies del rey y de la reina y de los príncipes herederos
-de la corona--(¿por qué no está, en homenaje al valor y a la ciencia, el
-del bizarro Duque de los Abbruzzos?)--la idea de encontrarse en una
-basílica se acentúa. Los _vitraux_ con sus tamices de color, dejan pasar
-la luz amortiguada. La ancha nave en su techumbre de oro ostenta
-decoraciones, ligeros frescos, que embellecen la extensión; flores
-hábilmente ordenadas forman sus graciosos dibujos; los _iris_ hablan de
-paz al monarca de los grandes bigotes y las margaritas sonríen a la
-reina.
-
-Hago mi visita a este magnífico pabellón en compañía de un artista y
-pensador, Hugues Rebell, el autor de la _Nichina_, de _la Camorra_, de
-_l’Espionne de l’Empereur_ y demás obras llenas de pasión y de encanto
-verbal. Es un amante de Italia, de todos los países latinos, y se
-prepara para partir en seguida a España, a ver la exposición Goya, pues
-tiene por propósito publicar un libro sobre aquel soberano maestro y su
-obra. Como algunos diarios han atacado la sección italiana de la
-exposición y, como para decir verdad, hay un ambiente poco simpático
-para Italia, procuro sondear el alma de Rebell, a quien juzgo muy lejos
-de sentirse influído por los afectos de la Tríplice. Sé que es un
-admirador de _Arrigo Beyle_, _milanese_, y por algo sus mejores obras
-tienen por escenario la bella tierra amada de los artistas.
-
---¿Mi opinión? me dice, con su voz de confesor, callada y aterciopelada.
-Que amo a Italia grandemente, y que sobre esta exhibición momentánea, de
-industriales hábiles o de artistas verdaderos, veo alzarse el enorme
-árbol de gloria de aquel país singular. ¿No recordáis mis _Cantos de la
-Lluvia y del Sol_? Cuando he visto Florencia y sus palacios, en donde
-sueña todo un pasado de luchas y glorias, cuando he contemplado esas
-obras maestras del arte que en todas las calles os llaman a un sueño de
-belleza, mi ser se ha estremecido y ha querido clamar: «¡Soy toscano!
-¡soy toscano!» Si he nacido en Francia, mi alma debió tomar su vuelo al
-sol una mañana de estío, desde las alturas de Fiesole, sobre las bellas
-sombras negras de los cipreses, sobre el valle del Arno, lleno del canto
-de las cigarras.
-
-A menos que no venga de esas llanuras donde tiemblan los sauces, donde
-las viñas en guirnaldas se doblan bajo los racimos, de esas llanuras que
-regocijaron la mirada del Sodoma, del Corregio, del gran Leonardo.
-Quizás es hija de esa fértil Campania que Ceres y el dios del vino
-protegen; tal vez nació a los murmullos del mar amoroso de Baia. Sé
-solamente que formáis parte de un paisaje familiar visto en sueños, o
-conocido otras veces, ¡oh tierras de luz, montes de azul en la mar azul,
-campañas en donde el crepúsculo se eleva en grandes sombras majestuosas!
-¡Italia, tierra santa para los que una tarde Virgilio vino a encantar
-con su solemne tristeza, para los que vivieron en los siglos de acción
-y de belleza, Italia, quisiera arrodillarme y besar tu suelo de
-recuerdos! ¿Quién viéndote ahora dormir podrá creer que estás muerta?
-¡Oh durmiente, cansada de obras maestras, entre los monumentos de gloria
-que diste al mundo, agotada por tantos divinos partos, descansa, que
-bien has ganado tu sueño! ¡Cómo, llegada la hora, te alzarás de tu
-lecho, presta para nuevas labores y coronada de la diadema! ¡Oh
-durmiente! ¿No has sido, aun en este siglo, una gran trabajadora, no
-hemos visto unirse el Orgullo veneciano, la Risa de Nápoles, la
-Actividad genovesa, la Gracia milanesa, el Espíritu de Florencia, y este
-orgullo romano, pesado de las coronas que los siglos amontonaron sobre
-su frente? Almas diversas de Italia, no sois ahora sino una alma, pues
-tenéis todas un mismo amor: la Belleza. Pero, Italia, cuna de mis
-sueños, tú no me has educado; mi madre y mi nodriza es Francia la dulce,
-y no quiero ser ingrato con ella ni con mis maestros familiares:
-Montaigne, el gran Montesquieu y La Fontaine, ese hijo de las malicias
-sonrientes. Mi sueño de amor crece en medio de las lindas y voluptuosas
-hijas de Fragonard, en los parques en que Watteau, bajo vastos boscajes,
-hace avanzar, con reverencias, jóvenes de nucas rubias, de faldas
-amplias y luminosas. Mi deseo y mi pensamiento es Francia quien me los
-ha dado; sería incapaz de vivir si se me prohibiese vivir en francés.
-Pueblo de fuerza, pueblo de gracia, cuya lengua es vaporosa como un
-bello valle en la aurora, cuyas palabras huyen y se desvanecen como el
-río entre los sauces, caro genio de sonrisas y de claros pensamientos,
-cómo serían mi crimen y mi locura si osara negarte! Preciso es ser un
-pesado bebedor de cerveza de ultra Rhin, discípulo de Marx, un pesado
-socialista servidor del Vientre, para renegar de la patria. Todo hombre
-que tiene una virilidad, todo pueblo que no es esclavo, siente un genio
-de fuego palpitar en sí, que le impulsa a dominar. Todo hombre altivo,
-todo pueblo noble tiene un orgullo que alimentar, y por él se bate y por
-él quiere vencer. Es en esa lucha eterna que se encuentran la gloria y
-el gozo de la humanidad, por tanto dinero vertido, tanta sangre regada.
-La guerra da la fuerza, dispensa la vida. La guerra es la grande alcoba
-de humillación y de orgullo en que un pueblo se baja, o un pueblo se
-eleva. Que los alemanes deseen la gloria de Alemania, está bien; yo debo
-querer la Francia victoriosa. Todos los pueblos, cada uno a su turno,
-estarán a la cabeza del desfile...
-
-La sonrisa de una parisiense, que al ver la cara episcopal de Rebell se
-pudo imaginar que el poeta me recitaba una homilía, o me predicaba un
-sermón, suspendió la tirada lírica. Estábamos en una de las más bellas
-instalaciones del pabellón italiano, la de tejidos y encajes florentinos
-y venecianos, que sugieren visiones de épocas novelescas y de escenas
-suntuosas, de patricios y de príncipes, de caballeros de largos mantos y
-gentiles dogaresas. La cerámica de Salviati nos atrae con sus deliciosas
-formas y su delicadeza de líneas y colores, y los frágiles muranos
-evocan interiores amorosos, fugaces vidas de flor, la escena
-d’annunziana de la Foscarina, o el cuento sutil y simbólico de mi muy
-querido Julio Piquet... Y hablan de las pasadas glorias romanas los
-bronces, los alabados San Giorgi, y los que el poeta de la Alegoría del
-Otoño celebrara en una de sus más admirables páginas, en honor del
-fundidor que ha sabido encontrar los viejos procedimientos y, en sus
-estatuas y demás trabajos modernos, transmitir la misma alma material
-nacida del fuego y de la combinación metálica, que hace inmortales de
-belleza las obras antiguas: _To make eternity_, que diría Carlyle. Las
-porcelanas halagan la vista con sus colores, aunque entre mucha labor
-fina se noten piezas que desmerecen, la censurable promiscuidad. Un
-arte, el de la ferretería, que un tiempo tuvo en España su mayor
-triunfo, se ve representado aquí por labores de bastante mérito. Mas no
-compite lo hoy trabajado con lo que podemos admirar en las viejas rejas
-de las iglesias, en maravillas que el martillo dejara para admiración de
-las sucesivas generaciones. Los _vitraux_ que se exhiben no son
-comparables con los que hoy se hacen en Francia, Alemania e Inglaterra;
-pero hay una habitación de Florencia, en que bien se puede colocar el
-más moderno y grato sueño de amor. Es un estuche de vida feliz. El
-toscano arcaico de las decoraciones, la chimenea en piedra florentina,
-el mobiliario que cubre un tejido riquísimo de punto de Hungría, la
-tapicería lujosa y graciosa, hacen pensar en las horas incomparables que
-una pareja amada de la suerte podría sentir deslizarse en tan exquisito
-recinto. Se presentan también a la vista bien trabajados mosaicos; los
-asuntos, reproducciones de cuadros religiosos célebres, hacen creer en
-encargos parroquiales. En las paredes, al subir las escaleras que
-conducen a las galerías superiores, se ven imitaciones hábiles de
-antiguos manuscritos iluminados, y en el centro, un gran busto de
-Humberto, que no pretende ser una obra maestra, preside. Allá arriba se
-despliega la labor de las escuelas; desde las escuelas de artes y
-oficios hasta los establecimientos en que las manos de las niñas hacen
-sus bordados y labores. La muchedumbre lo invade todo. Quiénes van a
-observar las instalaciones de los constructores de navíos; quiénes, un
-dibujo; y los grupos de mujeres se detienen delante de las vitrinas en
-que se expone un bello tejido de punto, o una miniatura, o un plano.
-
-Allá por la Avenida de Suffren, está Venecia, una reducción para feria,
-con imitaciones de las conocidas arquitecturas, góndolas y gondoleros; y
-por la noche la iluminación da, en efecto, la sensación de horas
-italianas en la ciudad divina, de arte y de amor, mientras se escuchan
-músicas de bandolinas y canciones importadas de los canales. A Rebell no
-le gustan estas falsificaciones. El autor de la _Nichina_ cree que para
-gustar de Italia hay que ir a Italia, y que esta Venecia de guardarropía
-es únicamente propia para divertir a los _snobs_ de París y del
-extranjero que no han tenido la suerte de sentir cómo es bajo su propio
-cielo, el beso de la luz y del aire venecianos, florentinos, milaneses,
-napolitanos. Esta Venecia, sin embargo, ayuda a soñar. La imaginación no
-necesita de mucho para transportarle a uno a donde quiere, y da idea de
-la realidad, al reflejar el agua del Sena las linternas que van como
-errantes flores de fuego, en la sombra nocturna, sobre las góndolas
-negras. Como el elemento italiano frecuenta mucho este lado de la
-Exposición, es frecuente oir sonar el _si_ en labios armoniosos de
-hermosísimas italianas. Quiero decir, entiéndase bien, que el _si
-suona_. Los franceses y las francesas que se hacen pasear por las
-góndolas, no desperdician la oportunidad de chapurrear el italiano, y de
-entonar a coro el _Funiculí-funiculá_, o la indestructible e inevitable
-_Mandolinata_.
-
-Pero donde Italia triunfa, a pesar de la hostilidad de buena parte de la
-crítica, es en el gran palacio de Bellas Artes, con sus artistas
-admirables. El desdén proverbial de cierto París se ha hecho manifiesto
-ahora al tratarse de pintor tan eximio como Segantini, a quien se ha
-dedicado una sala en la sección italiana. Digo de «cierto París», pues
-el malogrado artista ha recibido en vida y en muerte el justo homenaje
-de la crítica sin prejuicios, en este país difícil. No hay sino recordar
-las páginas que a su obra dedicara revista de tanta autoridad como la
-_Gazzette des Beaux Arts_. Mas me ha dado pena el leer juicios como el
-del crítico de la _Revue Bleue_, en que se desconoce el altísimo mérito
-de aquel maestro de luz cuya ideal vida armoniosa tiene pocos parangones
-en su siglo. Segantini, el de los dulces y profundos paisajes, el
-revelador de las alturas y de las nieves, el rey de los Alpes, ha sido
-maltratado por la pluma de más de un revistero ocasional tocado de
-_chauvinisme_.
-
-Siento grandemente que mi deber de informador me reduzca a tomar nada
-más que rápidas impresiones; si no, sería el momento en que con placer
-dedicaría un estudio aislado al adorador de la Naturaleza que ha muerto
-en Italia entre el duelo de los intelectuales y la admiración de todas
-las gentes, a aquel artista cuyo genio comprendió el alma de las cosas,
-el misterio de los animales, y que tenía la cara de Cristo.
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-LOS ANGLOSAJONES
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-
-París, Agosto 27 de 1900.
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-En Bradford sobre el Avon, Wiltshire, al noroeste de Salisbury, se alza
-el castillo de Kinston House, de tiempos de Jacobo I. Es una de esas
-construcciones severas y sencillas que placen al gusto inglés, y que el
-arquitecto de Inglaterra en la Exposición, ha reproducido. La casa de la
-Gran Bretaña, en la calle de las Naciones, es el _home_ antiguo, con
-todas las comodidades modernas. Desde luego, el arte dice sus victorias
-en un país que puede mostrar como gema de noble orgullo el nombre de un
-John Ruskin. No podéis menos que sentiros, al entrar, complacidos con
-los motivos de los tapices que se deben a Burne Jones, y que atestiguan
-el triunfo del prerafaelismo, al halago de un arte de gracia y de
-aristocracia. Entre tantas salas en que han puesto su más voluntario
-esfuerzo decoradores y mueblistas, detienen con el encanto de su
-atractivo, valiosísimas joyas de pinacotecas británicas, y sobre todas,
-las que representan esas nobles y deliciosas figuras femeninas que
-sonríen, piensan o cautivan bajo sus pintorescos sombreros, en las telas
-de Gainsborough y de sir Joshua Reynolds. No habréis dejado de observar,
-seguramente, que si la mujer inglesa no es por lo general bella, cuando
-lo es, resulta de manera tan imperiosa, que hay que reconocer una
-incomparable diadema sobre esas frentes puras y reales, que sostienen
-cuellos únicos como formados de un marfil rosa increíble.
-
-Muebles de todos los estilos--, descollante el _modern
-style_--certifican la rebusca de la elegancia al par que el firme
-sentimiento de la comodidad. En todo hallaréis el don geométrico y
-fuerte de la raza y la preocupación del hogar. Es la muestra de todo lo
-logrado en la industria doméstica, bajo el predominio de la preocupación
-casera que heredaron y mantienen a su manera y a su vez, los yanquis que
-cantan su _Sweet home_. Y no se puede sino pensar en que este país en
-que se asienta la inmensa y taciturna Londres, este país de hombres
-prácticos y de ávidos comerciantes, es un reino de poesía, una tierra de
-meditación y de ensueño. Allá en el palacio de Bellas Artes, no está,
-con todo lo que se ha enviado, no está representado el coro de sus
-artistas que en esta centuria ha hecho florecer una primavera
-inesperada, el amor de una pasión sincera y honda de la belleza, que,
-como en lo antiguo, volvió a tener verdaderos sacerdotes, apóstoles y
-predicadores. Las obras expuestas traen en seguida a la memoria los
-tesoros de la National Gallery, el trabajo colectivo de los
-prerafaelitas. Hay flores cogidas en todos los caminos artísticos. Desde
-Turner a Franck Brangwyn, están representadas escuelas y modalidades,
-tentativas comunes y personales esfuerzos. Allí os retiene la _Caza de
-Cupido_. Delicado y arcaico, flotante en un mundo de visiones
-legendarias, o en la dulce luz de un maravilloso paganismo, sir Edward,
-desde su amable retiro de West Kensington, ha derramado en su áspera
-época mucho ideal óleo sobre el alma del mundo. ¿Qué espíritu soñador no
-ha sentido la íntima dominación, el imán insólito de sus mujeres
-singularmente expresivas y fascinantes? «¡Las mujeres de
-Burne-Jones!--dice con fervor un devoto, Gabriel Mouray--, su
-ondulosidad capciosa, la especie de sensualidad dulcísima que encurva su
-boca, sobre todo, el sentido tan profundo tan misterioso--o tan simple,
-quien sabe, tan fácil de adivinar--de su mirada, bajo el ala de las
-pestañas entrecerradas, ¿qué poeta sabría decirlos? ¿Qué perfecto mágico
-de la palabra evocará su seducción voluptuosa, esta especie de
-enlazamiento de alma que parecen prometer con sus frágiles manos, y sus
-cabellos de delicias y a pesar de sus largos vestidos de pureza?»
-Gozaréis del arte ante la _Caza de Cupido_ y ante el _Cuento de la
-Priora_. Al lado de un clásico y rosado Alma Tadema, Millais os ofrece
-su _Verónica_, y un admirable retrato. De Lord Leyton hay unos dibujos.
-El actual director de la Royal Academy, sir Edward John Poynter, ha
-remitido una reconstitución griega. Orcharson un retrato oficial;
-retratos, también, Herkoner y Sargent. De Walter Crane, páginas
-ornamentales para _vitraux_. ¿Por qué no habéis venido, admirable
-mendigo del rey Cophetua, divina _Beata Beatrix_, niña bienaventurada;
-celeste _Rosa Triplex_, gentil y suave _Mathilda_, sublime y amorosa
-_Francesca_? ¿Y todos vosotros, caballeros de los poemas, armados como
-arcángeles y hermosos como mujeres? Visitante, que te quedas absorto y
-meditabundo, hay que ir a Inglaterra.
-
-El orgullo británico no ha dejado de manifestar si no quejas, bastante
-razonables observaciones. El «hombre de la paz», el hábil Stead, hace
-notar que el _english speaking world_ no ocupa en la Exposición un
-espacio relativo al área que cubre sobre la tierra. Sobre todo, en lo
-referente a las secciones coloniales, Argelia, por ejemplo, que apenas
-podría ser una provincia del Indostán, representa tanto como el imperio
-de la India. La Exposición puede ser mirada, en un sentido, como un
-gigantesco anuncio del hecho--que el mundo a veces olvida--de que
-Francia es una de las más grandes potencias coloniales.
-
-Sin embargo, la exposición de las colonias inglesas es hermosa y vasta.
-En el Quai Debilly se eleva, imponente y lleno de carácter, el edificio
-de las Indias. Es un compuesto arquitectural que evoca los palacios
-hindus y las viejas pagodas. Y en lo interior, desconcierta la minucia y
-la elegancia complicada de esos decoradores birmanos que esculpen la
-madera con singular maestría, y han hecho de la gran escalera una
-estupenda muestra de arte oriental. Más allá admiran también otros
-trabajos semejantes, hechos por finas manos de Penjab, sutilezas de
-labrado realizadas por cinceles maisuritas, de Madras y de Rajfontana.
-Allí han enviado los mahrajhaes suntuosas vajillas, curiosas y raras
-piezas de orfebrería, labores criselefantinas, armas y sedas y
-paramentos femeninos de las Mil Noches y Una Noche, como diría el Dr.
-Mardrus.
-
-No lejos está Ceylan, caro a los poetas. Allí podéis tomar delicioso te
-en el pabellón, te servido por singalesas de París y singaleses
-auténticos. Lo que expone Ceylan daría los materiales preciosos para un
-poema de Leconte o un soneto de Baudelaire. La canela está al lado del
-te, de las hierbas aromáticas, del café; y luego, entre las vitrinas,
-algo nos hace creer que estamos en casa de Aladino o en el obrador de un
-divino Lalique. Son los rubíes de todos tonos y tamaños, los granates,
-los zafiros, las turquesas, y, sobre todo, las perlas, perlas rosas,
-perlas albas, perlas negras, perlas doradas, perlas de los más
-peregrinos colores y matices, suficientes para encantar a diez princesas
-caprichosas y para poner en delirio a la musa heráldica y enigmática del
-singular poeta Roberto de Montesquiou. ¿Recordáis el mapa imponente del
-sonoro libro de Demoulins? El color correspondiente a los anglosajones
-ocupa casi toda la tierra. La reina Victoria es emperatriz de los mares.
-Cuando su jubileo, súbditos de todas las razas le ofrecieron su
-homenaje. Aquí están, en el palacio colonial, representados todos los
-lugares en donde se canta fervorosamente--o a la fuerza _if you
-please_--el _God save the queen_. El Transvaal todavía viene solo. En
-grupo vienen desde la tierra negra de Fidji--hasta Gibraltar, colonias
-de todas clases, con gobiernos representativos o sin ellos, la rica y
-enorme Australia, el Canadá, Santa Elena, Jamaica, Nueva Guinea, y más,
-y más, y más tierras. Traen todo lo que da su suelo y lo que produce su
-industria, y sale uno de ver todas estas cosas convencido de que la
-superioridad de los anglosajones es innegable, aunque no sepa a punto
-fijo en lo que consiste... _¡Rule Britannia!_
-
-_Rule Britannia..._ Sir John Lubbock lo repite a quien desee escucharlo,
-para decir una galantería a Mariana: «Señores franceses, por todas
-partes en donde haya un país en donde vosotros no colonicéis, el interés
-de vuestra industria es que sea colonizado por nosotros.»
-
-«El inglés contemporáneo, se dice, se estima como el tipo más perfecto
-de humanidad.» ¿Por qué no? Por un lado el rost-beaf, el porter, el
-whisky and soda, las regatas, el box, la gimnasia, el cultivo del
-cuerpo; por otro la universidad, los museos, los viajes, el ejercicio de
-la voluntad, el cultivo del alma. ¡Brava raza, bravos espíritus! Y esa
-seguridad, esa convicción, esa firmeza, en el cumplimiento de toda
-acción, desde lo sublime hasta lo vulgar, desde el parlamento hasta
-Whitechapel, desde el príncipe, el poeta y el clown hasta el pastor, el
-obrero y el mendigo, desde el heroísmo hasta la borrachera. Aquí hay
-anglófobos, ya se sabe, y no es nueva la antipatía por la gran nación
-de presa; pero no son raros los anglófilos y los que desean para Francia
-una vía igual a la que sigue el poderoso país imperialista.
-
-Lo cierto es que se habla mucho de la _cupidité_ y de la falta de
-humanidad de los matadores de Boers; y este fin de siglo ha visto el
-singular espectáculo de un Rudyard Kipling armando a las nueve musas y
-al Apolo inglés de fusiles de precisión con balas dum-dum. Mas no hay
-que olvidar que bajo ese mismo cielo hermoso han resonado las voces de
-paz humana y de nobleza y elevación, de un Gladstone, de un Ruskin, de
-un Mill. Pocas figuras de todos los siglos comparables al insigne y
-victorioso artesano William Morris. ¿Inglaterra no ha sido el país en
-donde, en este siglo, la belleza ha tenido sus más fervientes y sinceros
-seguidores y levitas?
-
-A esta exposición ha venido la Gran Bretaña con su ciencia, con su arte,
-con sus máquinas pacíficas y sus poderosas máquinas militares. Los
-telares hablan de la inmensa fuerza fabril de ultra-Mancha, y Maxim
-indica con sus cañones, incontestables argumentos que, no obstante, en
-el África del Sur rebatieron los soldados rústicos del tío Pablo.
-
-Por las calles de París, por los rumorosos lugares de la Exposición,
-pasan los caricaturales miembros de la Salvation Army. Se oyen cantos
-con acordeón, en uno que otro recodo, cantos que oyen los _badauds_,
-unos creyentes, otros burlones. Los lores llenan con sus fiestas los
-salones de los hoteles y los restaurantes de la feria. Los _toast_
-entre franceses e ingleses se multiplican, y los sabios, los artistas,
-y sobre todo, los industriales y comerciantes de ambas naciones, se dan
-los más francos _shakehands_, alternando el champaña y el whisky. Y dice
-el sabio sir Avebury: «Estamos muy contentos de estar aquí. Saludamos y
-amamos a la bella Francia. Hoy, sobre todo, nuestras simpatías se avivan
-con el pensamiento de que, lejos de aquí, vuestros soldados y los
-nuestros combaten lado a lado por la causa de la civilización y de la
-justicia...» Y esto mucho más claro: «Nuestros intereses son los mismos
-en el mundo. Todo nos obliga a ser amigos... La Francia es tan buena
-cliente de la Inglaterra, que nosotros tenemos interés en que ella se
-enriquezca. Inglaterra es tan buena cliente de Francia, que Francia no
-puede menos que desearla muy próspera.»
-
-Por otra parte, las relaciones entre París y Londres son absolutamente
-necesarias. Porque si no, ¿adonde mandaría M. Prevost a planchar sus
-camisas?
-
-
-II
-
---Voy a ver, dije, en qué consiste la superioridad de los anglosajones.
-
-Mi acompañante norteamericano me contestó:--era al entrar al pabellón de
-los Estados Unidos en el _quai d’Orsay_:--El congreso de U. S. A., votó
-un crédito de 7.500.000 francos.
-
-¡Y todo está muy bien!, repliqué.
-
---_¡All righ!_ afirmó.
-
-Sobre la cúpula presuntuosa, el águila yanqui abría sus vastas alas,
-dorada como una moneda de 20 dólares, protectora como una compañía de
-seguros.
-
---Ustedes, dije a mi amigo, que tienen buenos arquitectos y hasta la
-vanidad de un estilo propio, ¿por qué han elevado un edificio romano en
-vez de un edificio de Norte América?
-
---No hubiera quedado muy bien, contestóme--, una casa de 20 pisos; a no
-ser que la colonia viniese a vivir en ella. En cuanto a lo romano, nos
-sienta perfectamente.--Nosotros también podemos decir hoy: _Civis_, etc.
-
-En el pabellón imponen el repetido motivo del Capitolio. En dimensiones,
-_es el más alto de todos_. Sobre la base arquitectural cuadrangular, se
-alza la vasta cúpula, en la que se posa el glorioso pájaro de rapiña.
-Hay un arco al lado del Sena sobre el cual la Libertad en el carro del
-Progreso, es llevada por una cuadriga; entre las columnas corintias del
-arco, el general Washington está montado a caballo.
-
-Entramos. Mister Woodward ha dicho: «En lo interior de ese monumento el
-americano estará en su casa, con sus amigos, sus diarios, sus guías, sus
-facilidades estenográficas, sus máquinas de escribir su oficina de
-correos, su oficina de cambio, su _bureau_ de informes, y hasta su agua
-helada.» Y mister Woodward tenía razón a fe mía.
-
-Al penetrar en el gran hall, no encuentro sino compatriotas de Edison
-que van y vienen, o leen periódicos, o consultan guías, o toman agua
-helada, y oficinas por todas partes, en un ambiente de la Quinta
-Avenida. Allí hay un salón de recepción de la comisaría; más allá, una
-serie de buzones; más allá, telégrafo; más allá un banco.
-
---¿Quiere usted cambiar algunos geenbacks, o águilas americanas? me
-pregunta mi yanqui. Le contesto con mi modestia latina, que propiamente
-en ese instante, no tengo tales intenciones... Y agrego: «¡Las águilas
-vuelan tan alto como las odas!...»
-
-A los dos pisos superiores se sube en ascensor _made in United States_.
-
---Aquí, me dice mi sonrosado compañero--, primer premio de
-_rowing_--aquí está únicamente nuestra casa, nuestro _home_. Nuestro
-progreso, nuestras conquistas en agricultura, en ingeniería, en
-electricidad, en instrucción pública, en artes, en ciencias, en todas
-las labores y especulaciones humanas, están expuestas en los distintos
-grupos de la Exposición, como ya lo habréis visto. Venimos con la
-completa satisfacción de nuestras victorias. Somos un gran pueblo y
-saludamos al mundo.
-
-Le contesté con versos de Walt Whitman:
-
- O take my hand Walt Whitman!
- Such gliding wonders! such sights and sounds!
- Such join’d unended links each hook’d to the next,
- Each answering all, each sharing the earth with all,
-
-Ese pueblo adolescente y colosal ha demostrado una vez más su plétora de
-vitalidad. Como agricultores han ganado los norteamericanos justísimos
-premios; como maquinistas e industriales han estado en el grupo de
-primera fila; como cultivadores del cuerpo y de la gallardía humana un
-Píndaro de ahora merecen sus atletas, discóbolos y saltadores; como
-artistas, ante los latinos que les solemos negar facultad y el gusto de
-las artes, han presentado pintores como Sargent y Whistler y unos
-cuantos escultores de osados pulgares y valientes cinceles. En el
-Palacio de Bellas Artes se han revelado nombres nuevos, como Platt, como
-Winslow Homer, como John Lafargue, que aparece en la exposición con sus
-temas samoanos como el R. L. Stevenson de la pintura. No, no están
-desposeídos esos hombres fuertes del Norte, del don artístico. Tienen
-también el pensamiento y el ensueño. Los hispano-americanos todavía no
-podemos enseñar al mundo en nuestro cielo mental constelaciones en que
-brillen los Poes, Whitmans y Emersons. Allá donde la mayoría se dedica
-al culto del dolar, se desarrolla, ante el imperio plutocrático, una
-minoría intelectual de innegable excelencia. Es tan vasto aquel océano,
-que en su seno existen islas en que florecen raras flores de la más
-exquisita flora espiritual. (¿En qué país de Europa se superan
-publicaciones como el _Chap Book_?) Whistler ha contribuido con su
-influencia a una de las corrientes en boga del arte francés
-contemporáneo. En la poesía francesa modernísima dos nombres principales
-son de dos norteamericanos: Villié-Griffin y Stuart Merrill. Los yanquis
-tienen escuela propia en París, como tienen escuela propia en Atenas.
-Entre esos millones de Calibanes nacen los más maravillosos Arieles. Su
-lengua ha evolucionado rápida y vigorosamente, y los escritores yanquis
-se parecen menos a los ingleses que los hispano-americanos a los
-españoles. Tienen «carácter», tienen el valor de su energía, y como todo
-lo basan en un cimiento de oro, consiguen todo lo que desean. No son
-simpáticos como nación; sus enormes ciudades de cíclopes abruman, no es
-fácil amarles, pero es imposible no admirarles. ¡Soberbios cultivadores
-de la fuerza! Sus escultores parecen en este certamen sus intérpretes;
-han enviado en bronce fuertes tigres, magníficos leones; Mac Monnier, el
-ímpetu dionisíaco en una bacante y la libertad de la naturaleza en un
-grupo de caballos; French, al bueno y fundamental Wáshington; St.
-Gaudens, al bizarro Sherman, y a un puritano; una mujer, miss Herring,
-su parte de poesía, simbolizada en _Eco_. Allá, en el palacio de la
-decoración, mobiliario e industrias diversas, sus muestras dicen el
-gusto conquistado, el _home_, que ama la comodidad y lo confortable, el
-lujo, la novedad del estilo moderno, la persecución de lo elegante; sus
-orfebres y plateros asientan la fama de tales labores en el país caro a
-Tiffany; sus relojeros compiten con los finos franceses y los hábiles
-suizos. En el palacio de la Electricidad, como en el anexo de Vincennes,
-el país de Edison, conserva su prepotencia aunque la fuerte Alemania se
-la disputa y en opinión de muchos se la gana. País que trabaja bien, se
-nutre bien; así en el grupo de agricultura y alimentación esos
-vigorosos trabajadores son ciertamente dominantes.
-
-Han traído mucho y han traído bueno. Bajo los arcos de la soberbia
-galería están _las Campanas de la Libertad_; y se exhibe la flor de lo
-que produce la rica tierra del norte, de Chicago a Frisco, del Oregón a
-Lusiana, de Nueva Orleáns a Nueva York. Están el trigo profuso que teme
-hoy a su rival argentino; el arroz y las ricas legumbres, y sus
-infinitos maíces, de los que una cocina agregada a la sección compone
-platos sabrosísimos que distribuye a los visitantes: sopas de maíz,
-guisos de maíz, postres de maíz. La gama de los azúcares atrae; las
-carnes conservadas, los enormes jamones chicagüenses, el apretado
-corned-beef evocan los innumerables rebaños, las vastas praderas del
-cowboy, gaucho del yanqui, y esas exposiciones monstruos que de sus
-ganados suelen hacer los norteamericanos, como aquella que una vez
-celebró en _La Nación_, con su prosa lírica y pletórica, el pobre y
-grande José Martí, en una correspondencia que se asemeja a un canto de
-Homero. Traen vinos californianos, café, te y cervezas; y grandes
-troncos de sus bosques y manzanas, cananeas, y granjas en miniatura, que
-son juguetes, en donde los hombrecitos de zinc, guían caballitos de
-cinc, que arrastran máquinas agrícolas sobre campos de _papier mâché_,
-todo movido por mecanismo que instruye a los grandes y divierte a los
-chicos. Allí hay nuevos arados, nuevas segadoras, y otros inventos que
-perfeccionan y facilitan el cultivo de la tierra.
-
-En el palacio de las Artes Liberales muestran el estado de su enseñanza,
-vistas de sus escuelas primarias y secundarias, fotografías de sus
-universidades, exposición de sus interesantes métodos, sus edificios
-ricos y elegantes, sus jardines y parque, sus instrumentos de cirugía,
-sus planos y mapas, y sus grupos de estudiantes, en sus ejercicios,
-nutridos de ciencia y fuertes de sport, helenistas y remeros, y que van
-con Aristóteles y Horacio a una partida de football. Y allá en
-Vincennes, al lado el velódromo municipal, en una construcción propia,
-una verdadera montaña de hierro y acero, en movimiento, propaga la
-expansión fabril e industrial de la nueva república anglosajona, y la
-potencia sorprendente de sus fraguas ciclópeas.
-
-En la sección francesa de la exposición, en el palacio de bellas artes,
-ante la _Salomé_ de Gustave Moreau, una mujer rubia, de fascinadora
-elegancia, de una belleza fina y fuerte a la vez, se detiene. Largo rato
-está, como poseída de la evocación, como penetrada del ambiente fabuloso
-de la mágica realidad del poeta. Su mirada, su atención a la música
-pictórica, su apasionado admirar, son de un espíritu muy sutil y culto.
-Las gentes pasan, pasan, y se agrupan ante los militares de Detaille, o
-ante las flores de la Sra. Lemaire. La rubia, cuyos ojos son divinamente
-azules y cuyos labios son floralmente rojos, la bella intelectual que
-esta magnetizada, clavada por la virtud del genio lleno de prestigios
-que se revela en la obra del aristocrático pintor, como de esas raras y
-sublimes estatuas de carne femenina, que habita por excepción un alma
-de sensitiva y de soñadora: esa mujer exterioriza su alcurnia espiritual
-y ante el artista es una princesa por derecho propio. Esa señorita es
-una ciudadana de los Estados Unidos.
-
-En un bar elegante. Mientras «esas damas» ríen y gallinean ante sus
-botellas de champaña helado, y en sus sillas altas unos cuantos ingleses
-conversan con el barman y apuran sendos vasos de whisky and soda, y en
-las mesitas contiguas un mundo de alegres internacionales celebra los
-placeres parisienses, entra un hombre rojo, robusto, muy robusto, con
-una gran rosa en la solapa del frac, un gran brillante en un gran
-anillo, y un gran habano en la gran boca. Saluda a dos conocidas y se
-sienta a su lado. El barman le sonríe, el gerente le sonríe, el patrón
-le sonríe, y «esas damas» le acaparan con los ojos. El fuerte varón,
-gran bebedor delante del Eterno, y gran comedor, pide sandwiches, pide
-porter, pide champaña y todo desaparece en su persona inmensa. Mira a
-todo el mundo como sobre un pedestal. Su cara congestionada, de
-gladiador que fuese cochero, refleja una suma convicción de soberanía.
-Se habla de monedas y muestra luises, libras, águilas americanas. Se
-habla de billetes, y compara un grueso paquete de azules del Banco de
-Francia, con otro grueso paquete de espaldas verdes. Todos le observan.
-Al rato, pide más champaña, se lo bebe en dos sorbos, paga, da una
-respetable propina, se levanta, dos estupendas pecadoras se prenden a
-sus brazos, y sale contento, augusto, brutal, colorado, gordo,
-admirable! Ese es un ciudadano de los Estados Unidos.
-
-En el concurso atlético. Los franceses han ganado la carrera de Maratón,
-que en los juegos de Atenas fué lograda por un griego. Va a tirarse el
-disco, va a lograrse el campeonato del mundo en ese _ludus_ antiguo, y
-los griegos no encuentran rivales en el bando internacional, cuando se
-presenta un joven, vivaz, hermoso, de hermosura clásica, casi
-adolescente, de impecable anatomía apolónica, propio para ser trasladado
-a un cuadro de gracia natural y primitiva por Puvis de Chavannes. En
-cuanto los griegos le miraron tomar el disco, con el mismo ademán y la
-misma planta que el discóbolo del Louvre, y con una agilidad y
-elasticidad de miembros que maravillaban, se consideraron vencidos.
-Triunfó en efecto el joven extranjero, triunfó serenamente y sin fatiga.
-Ese joven pindárico, es un ciudadano de los Estados Unidos.
-
-Después que Sada Yacco, la prodigiosa artista japonesa ha dado la
-sensación de su extraña muerte, en _La Geisha y el daimío_, la sala del
-pequeño teatro de la Rue de París, en la Exposición, queda en la
-obscuridad, mientras una música discreta impregna de armonía el recinto.
-Permitid que deje la palabra al recientemente malogrado Albert Samain,
-pues sus versos franceses son un regalo exquisito:
-
- Dans la salle en rumeur un silence a passé...
- Pannyre aux talons d’or s’avance pour danser.
- Un voile aux mille plis la cache tout entière.
- D’un long trille d’argent la flûte la première
- L’invite, elle s’élance, entrecroise ses pas,
- Et, du lent mouvement imprimé par ses bras,
- Donne un rythme bizarre à l’étoffe nombreuse,
- Qui s’élargit, ondule et se gonfle et se creuse,
- Et se déploie enfin en large tourbillon...
- Et Pannyre devient fleur, flamme, papillon!
- Tous se taisent; les yeux la suivent en extase.
- Peu à peu la fureur de la danse l’embrae.
- Elle tourne toujours; vite! plus vite encore!
- La flamme éperdûment vacille aux flambeaux d’or!
- Puis, brusque, elle s’arrête au milieu de la salle;
- Et le voile qui tourne autour d’elle en spirale,
- Suspendu dans sa course, apaise ses longs plis.
- Et se collant aux seins aigus, aux flancs polis,
- Comme au travers d’une eau soyeuse et continue,
- Dans un divin éclair, montre Pannyre nue.
-
-Panira de los talones de oro, esa figura deliciosa que el lírico
-ceramista ha dejado magistralmente «en los flancos del vaso», Loïe
-Fuller, en fin, es una ciudadana de los Estados Unidos.
-
-En la nave del templo, sobre el aristocrático silencio, se alza en el
-púlpito la figura severa de un orador, vibra su voz, en excelente
-francés, regando frases bravas, frases generosas, palabras vibrantes,
-oraciones de medula, razones, consejos cuerdos, doctrinas evangélicas
-que enseñan una paz y una libertad ecuménicas. Las viejas marquesas del
-faubourg Saint-Permain le oyen gustosas. Las elegantes damitas de los
-cotillones se encantan con el sermón, con el discurso de ese prelado de
-un país extranjero, cuyo nombre famoso va entre inciensos y rosas, por
-los salones y por los Periódicos. El sacerdote dice a los franceses:
-«Uníos, amad sobre todo a vuestra madre Francia; dejad vuestras luchas
-interiores y consagraos a una saludable obra común.» Sus sentimientos se
-propagan en entusiásticos períodos que los oyentes encuentran
-admirables. El predicador es un orador, y un orador de primer orden. En
-cierta ocasión, el discurso brota con mayor aliento, con gracias y
-virtudes superiores; el gesto es magnífico, la voz conmueve y levanta a
-la asamblea; y el lugar sagrado, el sacramento desde el altar lleno de
-oro y de cirios, la solemnidad de las ceremonias anteriores, la dignidad
-de los nobles asistentes, nada impide que en varios pasajes, la oración
-sea aplaudida, como en un congreso, y al final, estalle con ruido la más
-suelta ovación para monseñor Ireland. Ese obispo sonoro es un ciudadano
-de los Estados Unidos.
-
-[imagen]
-
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-
-RODIN
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-[imagen]
-
-
-I
-
-1.º de Julio de 1900.
-
-Antes de visitar la exposición Rodin he leído todo lo que del gran
-artista y su obra se ha publicado, desde los ditirambos de los que le
-juzgan un dios, hasta los ataques en que se declara poco menos que un
-imbécil. La bibliografía rodiniana es ya bastante considerable. Luego,
-me propuse apartar de mi mente todas esas opiniones, ir sin prejuicio
-ninguno, a entregarme a la influencia directa de la magia artística,
-poniendo tan sólo de mi parte, el entusiasmo y el amor que guardo por
-toda labor mental de sinceridad y conciencia, por todo osado trabajador,
-por todo combatiente de bellos combates. Después de mi primera visita,
-volví varias ocasiones. Una sola estatua me ocupaba a veces una hora
-larga.
-
-Quería oir la voz misteriosa de la plasmada materia, el canto de la
-línea, la revelación del oculto sentido de las formas. Me atrevo a
-decir--no sin cierto temor--, que comprendo a Mallarmé--en Madrid, me he
-sublevado contra los que no entendían la música de Vincent D’Indy; he
-leído a Rene Ghil, sacando algún provecho, cosa que parece bastante
-difícil; soy apasionado de Odilón Redon, de Toroop, de Rops; he
-publicado un ingenuo libro de admiración que se llama _Los Raros_...
-Pues bien, al hacer mi suma de impresiones sobre la obra de este potente
-escultor, indudablemente el primero de su tiempo, estoy desconcertado.
-Los críticos de arte no me han servido para maldita la cosa, sino para
-amontonar a los ojos de mi pensamiento innumerables contradicciones.
-Ante ellos la obra rodiniana es como esos barriles de los
-prestidigitadores, que por una sola espita dan el licor que place a cada
-cual. Hay en ella lo que se le antoja a no importa quién. Es el caos y
-es el cosmos. El uno habla de la filosofía; el otro se ase al generoso
-símbolo; el otro encuentra su manía social; el otro su visión ocultista.
-Yo expondré, con toda la transparencia de que me siento capaz, este
-resumen: he hallado a dos Rodines: un Rodin maravilloso de fuerza y de
-gracia artística, que domina a la inmediata, vencedor en la luz, maestro
-plástico y prometeico encendedor de vida, y otro Rodin cultivador de la
-fealdad, torturador del movimiento, incomprensible, excesivo,
-ultraviolento, u obrando a veces _como entregado a esa cosa extraña que
-se llama la casualidad_. Procuraré explicarme.
-
-Al contemplar la mayor parte de esas esculturas, rudos esbozos, larvas
-de estatuas, creaciones deliberadamente inconclusas, figuras que
-solicitan un complemento de nuestro esfuerzo imaginativo me preguntaba:
-¿dónde he visto algo semejante? Y era en las rocas de los campos, en los
-árboles de los caminos, en el lienzo arrugado, en las manchas que la
-humedad forma en los muros y en los cielos rasos, o en la gota de tinta
-que aplastáis entre dos papeles. Esto último resultó súbitamente a mi
-vista delante de algunos dibujos del maestro que han sido apuntes y
-documentos para la realización de formas esculpidas y plasmadas.
-
-Una página de Eugene Carrière vino en mi ayuda. «El arte de Rodin, dice
-el gran pintor, sale de la tierra y a ella vuelve, semejante a los
-bloques gigantes, rocas o dólmenes que afirman las soledades, y en cuyo
-heroico engrandecimiento se ha reconocido el hombre. La transmisión del
-pensamiento por el arte, como la transmisión de la vida, es obra de
-pasión y de amor. La pasión, de que Rodin es el servidor obediente, le
-hace descubrir las leyes que sirven para expresarla, es ella la que le
-da el sentido de los volúmenes y de las proporciones, la elección del
-relieve expresivo.
-
-«Así la tierra proyecta sus formas aparentes, imágenes, estatuas que nos
-penetran del sentido de su vida interior. Son esas formas terrestres las
-que fueron iniciadoras verdaderas de Rodin.» Se trata, pues, desde
-luego, de un gran espíritu libre, cuyo director es la naturaleza misma.
-Al pasar la cordillera de los Andes, ¿no habéis visto los colosales
-frailes de piedra que en la roca viva ha esculpido un cíclope y divino
-escultor? Ese es el maestro de Rodin. Éste persigue conscientemente el
-arte inconsciente de la naturaleza. Tal figura suya os trae a la
-memoria el bifurcado tronco de un árbol; otra, el gesto extraño que las
-aguas han labrado en una piedra, a la orilla del mar; otra, los
-caprichos que chorrea en amontonadas estalactitas, la cerca de un cirio.
-Lo que se manifiesta más imperiosamente es el don singular de poner en
-esas formas, una suma de vida que al contemplador causa un insólito
-pasmo. Mas confieso que hay muchas obras delante de las cuales el
-pensamiento no encuentra vía. Algunas figuras en su preconcebida rudeza,
-en obligadas posiciones y con el procedimiento rodiniano que descuida el
-detalle, me despertaron la idea de no sé qué vaciados hechos en
-desenterradas Pompeyas o Herculanos.
-
-La prensa, las distintas interpretaciones de los críticos de arte, y las
-exageraciones del snobismo, causaron a Rodin bastante daño. Se ha
-querido y se ha conseguido que su obra excéntrica prive sobre su obra de
-claridad vibrante, de vigor plástico indiscutible, que no entraña más
-que la formidable omnipotencia de la belleza, sobre todos los
-procedimientos y sobre todas las escuelas. Mirbeau ha tenido razón, los
-señores de la crítica han dicho lo que se les ha antojado, menos que
-Rodin es un artesano genial, que en su oficio, y en su consagración
-realiza el milagro sin imponerse tareas sociales, mitos trascendentes,
-fórmulas esotéricas. Claro es y es sencillo, que todo espíritu
-investigador, y sobre todo, el imaginativo, puede sacar lo que quiera de
-esa misteriosa e inextricable complicación de formas y de movimientos.
-El milagro es la revelación subitánea de la vida, el encuentro en la
-materia, de la voluntad humana, del designio del artista, con la
-voluntad suelta y el designio de la naturaleza, que tiende a decir su
-secreto, a formular su íntima esencia. Si Rodin no fuera Rodin, habría
-franqueado el paso de lo sublime a lo ridículo. Felizmente para él, no
-le invade la «literatura». Es un dedicado, un consagrado a su caza de
-gestos, a su persecución de actitudes. Lo que no se puede poner en duda
-es su sinceridad, su lealtad al arte. A lo más se podría suponer que la
-influencia de sus intérpretes literarios y la humareda de la lucha
-intelectual encendida alrededor del _Balzac_, le han afianzado en su
-propósito de firmeza en el choque deliberado con el ambiente normal que
-le rechaza. Él obliga a inclinarse ante su fuerza, ante su estupendo
-gozo dionisiaco. Aplico la palabra en el sentido nietzschiano; pues si
-Rodin demuestra una innegable tendencia a lo _feo_, ello vendrá de lo
-que Nietzsche denomina _la necesidad de lo feo_--absolutamente
-griega--«la sincera y áspera inclinación de los primeros helenos hacia
-el pesimismo, hacia el mito trágico, hacia la representación de todo lo
-que hay de terror, de crueldad, de misterio, de nada, de fatalidad, en
-el fondo de las cosas de la vida». Espíritu aislado, como todos los
-grandes, va solo. «Es de la raza de los que _marchan solos_», dice de él
-un severo y apostólico artista, Jean Paul Laurens. Además, su armadura,
-a los golpes de los que le atacan, resuena con hermoso resonar. Está
-construída de lógica, a martillazos ciclópeos. Lo que constituye su
-talón aquíleo es su tácita sujeción a la idea de los críticos
-oraculares, el querer hacer símbolo e intelectualismo, cuando su fuente
-propia está en el sentimiento, en un gran sentimiento, y en la pasión,
-en una gran pasión. Es el divino escultor del _Beso_, el robusto creador
-de los _Burgueses de Calais_.
-
-Por la tanto, os perturban, os desconciertan, labores como ese _Genio
-del Reposo eterno_, que encontráis frusto e incomprensible, sobre todo
-cuando recordáis el Praxiteles del Louvre en idéntica interpretación.
-
-Entre árboles que la primavera anima está la casa en que el maestro ha
-juntado su producción: entre árboles, como un templo antiguo de Grecia.
-Hay días de moda, los viernes: «--¡Oh, marquise!--¡Oh ma chère!» Entra
-baste gente y los ingleses, como ya lo debéis suponer, abundan. Hay
-quienes sonríen, desde la entrada, como si entraran a un lugar vedado, y
-quienes tienen aire de decir a la humanidad toda: «¡Ah, imbéciles! entro
-en mi casa».
-
-Ya en el interior, comienza la lucha de sensaciones.
-
-Al pasar, sentís cómo os asen las manos de la vida, cómo os penetran los
-ojos, cómo os envuelve el aliento. Súbitamente, al entrar, _la Guerra_.
-Se ha hablado al tratar de ella, de la victoria de Samotracia como único
-parangón. Pero, ante todo, debo declarar que no concibo en Rodin un
-representativo del espíritu griego; Rodin no tiene de Grecia más que el
-concepto de la tragedia; es la máscara trágica la que le obsede. Vida,
-sí; pero _humana_, mientras en el arte puro griego existe la imposición
-de la vida _divina_. Ahí está la suprema particularidad de Rodin, en
-haber buscado y encontrado la fórmula de todo lo que el cuerpo humano
-tiene de extraño, en el movimiento, en el gesto, en la certificación de
-la vida. Pero no hay en él la virtud olímpica de Fidias, de Proxíteles,
-de los antiguos maestros helenos. Se comunica con los dioses inferiores.
-Una náyade, un fauno, una sirena, son suyos; mas con Júpiter o Apolo, se
-desequilibra. Cuando ha querido representar a Apolo, lo ha concebido
-soberbiamente, sobre las hidras, esparciendo la luz, creando las ideas;
-y la ejecución nos ha dado un muchacho agradable que no nos convence en
-su excelente mímica, de ser la encarnación de tan estupendo símbolo. La
-culpa es del predominio absolutamente humano y realista que existe en la
-obra de Rodin. La _Guerra_ es de pequeñas dimensiones, y, como os he
-dicho, está a la entrada. Cuesta, indudablemente, detenerse, y no pasar,
-de modo sumario, a ver la gran masa blanca, el esfídgico volumen, la
-piedra de escándalo, el _Balzac_, que advertís en el centro de la sala,
-entronizado dominador. Y la _Guerra_, es de fuerte magnificencia. Esas
-dos figuras, el genio clamoroso y el combatiente caído, son dignos
-liminares de la exposición. Os certifican la influencia del genio, o si
-queréis mejor, del estupendo _instinto_, las soberanas anatomías,
-vibrantes de una idea simbólica y trascendente. Los brazos del genio
-abarcan toda la furia humana. Hasta el detalle del ala doblada, expresa
-el soplo de tempestad. El soldado musculoso que cae herido, dice la
-muerte y el desastre. Luego, os detiene una muchedumbre de figuras y
-figuritas como inacabadas, como proyectadas, y que sin embargo, se
-expresan definitivas. Y os cuesta convenceros de que sea el autor de
-esos caprichos minerales, de esas bizarras cristalizaciones, el mismo
-que ha hecho la bellísima _Edad de bronce_ que erige su espléndida
-desnudez en el jardín del Luxemburgo.
-
-¿Qué se os incrusta, sobre todo, en el cerebro, en medio de la
-contemplación? La obsesión de los elementos sexuales. Siendo el amor la
-ley de lo inmortal, Rodin lo clama a cada paso, hijo de la tierra,
-formulador de expresiones. Una cabeza de mujer, sugiere, en el mármol,
-la supremacía del abrazo, el límite del gozo. La vaga sonrisa, la
-revelación facial, son el poema. En _l’emprise_, es la victoria de la
-fuerza masculina en la conquista amorosa; eso es rudo, primitivo,
-elemental. Un fauno corre por el bosque--vosotros evocáis el bosque o
-rememoráis el verso de mi muy querido amigo Moreas:
-
- Hier j’ai rencontré dans un sentier du bois
- Où j’aime de ma peine á rêver quelquefois...
-
-un fauno corre por el bosque llevando a una ninfa; es todo el pillaje
-selvático, la franca y alegre lujuria bajo el imperio de Dionisio. En
-otro grupo es la mujer, presa de las potencias amorosas la que vence al
-hombre. La osadía de las líneas canta la derrota del macho y al propio
-tiempo su victoria. Otro fauno porta a otra mujer, en un impulso
-glorioso. Y los motivos y los sujetos poemales se suceden. Venus y
-Adonis moribundo; sirenas y un tritón, que hacen comparar esta poesía
-escultórica de Rodin con uno de los más bellos y valientes cuadros de
-Boeklin; y un sinnúmero de intenciones y documentos plasmados:
-mujercitas de yeso con los pies para arriba, o acurrucadas, o en
-posiciones imposibles; martirizados torsos, lazos inextricables de
-brazos, de piernas; una faunesa que a primera vista os parece una rana;
-sobre un gran libro una funámbula de Liliput. Y no halláis qué pensar.
-Aquí decís: «este hombre es supremo»; y allá: «a este hombre le gusta el
-_titeo_»; y más allá: «este hombre es un genio»; y más alla: «este
-hombre está loco». Digo la verdad de mi impresión.
-
-Y sátiros y más sátiros, y mujeres desnudas y más mujeres desnudas. Todo
-sincero, leal, franco, sin maldad, sin perversidad.
-
-
-II
-
-Así como para comprender en toda su intensidad la obra musical de
-ciertos autores, hay que escucharla varias veces y formar con ella una
-especie de intimidad mental, una escultura de Rodin invita y obliga a
-mirarla mucho y muchas veces. He pensado en una escultura «di camera»,
-como se ha hablado de una literatura «di camera». Hay, pues, fuertes
-razones para que Rodin no sea accesible a la muchedumbre y, por lo
-tanto, que sus obras monumentales escollen. Los monumentos son hechos
-para las muchedumbres. La muchedumbre gusta de los grandes conceptos
-claros, de la retórica y de la oratoria. Un soneto de Mallarmé o un
-cuento de Poe no son para recitados en público.
-
-Así, la belleza de cierta parte de los trabajos rodinianos es para
-iniciados. A primera impresión, un visitante que no tenga prejuicio
-artístico y que se detenga delante de algunas estatuas, no verá nada. La
-muchedumbre, por su parte, no comprendería, en absoluto. La simbólica de
-los decoradores de la Edad Media era interpretada, en los muros de los
-templos, en las tallas de las catedrales, en altares y puertas, por un
-pueblo cuya alma sencilla tenía fe, tenía esperanza e ideales.
-
-La muchedumbre, la _foule_ moderna no posee ese sentido de comprensión,
-envenenada de democracia, de charlatanería libresca y trabajada por
-todos los apetitos.
-
-Surge ante mi vista el blanco menhir. Conozco la historia. Si algún
-_parti pris_ tengo, es el de la admiración, el de la pasión intelectual.
-Y lo que brota en mi mente, primero, es la idea de que estoy delante de
-un _fantasma_.
-
-Esto evoca las fotografías espiritas y las figuras de los malos sueños.
-Y todos los artículos de revista y la decidida voluntad de admirar, no
-impiden mi temorosa incomprensión, y el vago miedo de que estuviese
-envainada mi personalidad en la piel de un filisteo. No, decididamente,
-después de tomar por varios caminos, no entiendo del todo. Se trata de
-la más plástica de las artes. ¿Para qué haber modelado de antemano con
-loable tenacidad anatomía del autor de la _Comedia Humana_ para venir a
-presentar esa cara deforme y esos grandes pies que se escapan de esa
-salida de baño? Miro de frente, y un profundo respeto por el genial
-artista no contiene la vaga sonrisa que se escurre a la violenta
-imposición de un aspecto de foca. ¡Deliberadas faltas de ortografía del
-Arte! _M’introduire en ton histoire..._ Miro detrás y la masa inclinada
-clama por un puntal. Miro de lado y el dolmen elefantino se obstina en
-no querer revelarme su secreto. Entonces, con resolución completa, no me
-acepto a mí mismo, me increpo y me llamo en alemán _bildungphilister_,
-para castigarme por el lado de Nietzsche. Persisto en creer en la
-lealtad de Rodin. Sacerdote de la síntesis, nos habrá querido dar la
-esfinge moderna o la fórmula de un arte futuro.
-
-Sus amigos de exagerado entusiasmo han aumentado la bruma sibilina, por
-sus distintas maneras de explicar, por sus contradicciones y por sus
-feroces ataques al simple burgués y al artista o crítico que no piensa
-como ellos. André Veidaux propone como lógica suprema, como medio de
-convencimiento decisivo, los puñetazos. El dulce anarquista llama como
-eufemismo, a tal sistema, «discurso atlético.» Confieso que no me
-complace mucho el box como _última ratío_ artística.
-
-Cuenta León Maillard que cuando se inauguró el monumento de Claude
-Gelée, un senador exclamó: «Nosotros encontramos mala esta estatua, y
-sin embargo, no somos bestias.» No suelen ser propiamente los senadores
-jueces en asuntos intelectuales; pero el ser senador no excluye el tener
-talento o buen gusto. Hugo lo fué; y un bibliotecario del senado hubo
-aquí que se llamó Leconte de Lisie. La frase del senador de Maillard la
-han repetido infinitos visitantes a la exposición Rodin...
-
-Insistiré sobre la dificultad de que la estatuaria monumental rodiniana
-llegue a tener éxito a los ojos de las ciudades. No me refiero a joyas
-armoniosas que habría podido bañar con su luz el cielo griego, como la
-_Edad de Bronce_, o el _San Juan Bautista_. El monumento a _Claude
-Gelée_ es una maravilla de concepción, y sin embargo, costó mucho que
-fuese aceptada por la ciudad de Nancy. Los _Burgueses de Calais_, poema
-de poemas de fuerza, cuyo conjunto es la obra compuesta más conmovedora
-que se pueda contemplar y cuyas figuras aisladas son otras tantas obras
-maestras--entre todas el portallave, cuyas piernas se afirman en tierra
-con viviente energía y en cuya faz se revela el sencillo heroísmo
-doloroso--tuvo también grandes dificultades municipales. El primer
-_Víctor Hugo_ no fué aceptado.
-
-El segundo, soberbio de grandeza, ser hecatonquero, pensativo gigante
-lírico que oye la voz de los elementos, creemos que será erigido
-triunfantemente: excepción. El _Balzac_, ya conocéis el escándalo que
-produjera cuando fué exhibido por primera vez. La _Patria vencida_, o
-el genio de _La guerra_ no fué aceptada en el concurso a que se
-presentó. Ignoro cómo en los Estados Unidos fué recibida la estatua del
-general Lynch; pero en la _maquette_ que he visto, no encuentro ni el
-genio raro del autor, ni la gracia elegante de un Carrier-Belleuve. Se
-habla de un monumento a _Vicuña_, en Chile. No hay aquí de él ni
-_maquette_, ni fotografía.
-
-En cuanto al _Sarmiento_, que ha despertado en Buenos Aires las mismas
-tempestades que aquí el _Balzac_, no me es posible deciros nada. Aquí se
-exponen varias fotografías. Conozco las distintas opiniones de la prensa
-argentina, los rudos mazazos del Sr. Groussac, los líricos y sutiles
-comentos de Eduardo Schiaffino y la necesidad de vigilancia policial
-para librar el monumento de la indignación iconoclasta. No me ha
-ruborizado esto último; aquí se ha hablado de amenazas semejantes, así
-sea por boca de humorista.
-
-Los que han visto el _Sarmiento_, admiran la obra, sobre todo el
-pedestal, el Apolo. André Veidaux dice de él en un reciente estudio
-sobre el estatuario: «Pronto va a enviar al Sur de América el bronce del
-presidente _Sarmiento_, cuyo pedestal, un altorelieve de Apolo, es una
-cosa maravillosa de decoración, un prodigio desconcertante de gracia
-olímpica y de brillante juventud. Espanta de arte este efebo bañado de
-luz y de belleza...» Opinión francesa. Ved ahora una inglesa, de Arthur
-Symons, el exquisito escritor y crítico de ultra Mancha: «Pero siempre,
-en el mármol, en el menor boceto de barro, existe el éxtasis. A menudo
-es un éxtasis perverso; a veces, como en la radiosa figura que abre de
-par en par las puertas de las montañas, sobre el pedestal de la estatua
-del general Sarmiento, es un puro gozo...»
-
-Ernest Lajeneusse, a quien he pedido su juicio sobre el particular, me
-dice: «No es extraño, querido compañero, lo que ha pasado en su ciudad,
-Buenos Aires, con el Sarmiento, pues ya en la mía pasó hace ocho años
-algo análogo, que sin duda habéis olvidado, y que quiero en dos palabras
-recordaros: En 1892, Rodin ejecutó para una plaza de Nancy, una estatua
-de Claude Lorrain. La estatua pareció muy mala, y el pedestal pareció
-peor.
-
-Las discusiones locales de la prensa envenenáronse poco a poco, y tanto
-defensores como enemigos fueron poco hábiles, exaltando el sentimiento
-popular hasta conseguir que las masas amenazaran destruir el monumento.
-El pedestal, sobre todo, desconcertó a mis paisanos. Nadie sabía ver en
-el carro romano tirado por una cuadriga y conducido por Febo, un símbolo
-aplicable al genio de nuestro gran pintor de marinas.
-
-Rodin quiso explicar su pensamiento diciendo que aquel carro era la
-representación de la Luz triunfante. Ahora, ha querido aplicar el mismo
-Febo, Apolo, a vuestro Sarmiento, quien, según me lo pintáis, fué un
-gran educador y director de pueblos. Por mi parte, admiro a Rodin, como
-Clémenceau admira la revolución francesa; _en bloc_. Admiro en él lo
-claro y lo obscuro, lo definido y lo indefinido y también lo
-atormentado y lo que apenas es un signo. No creo que haya otro modo de
-admirarle.»
-
-Y el poeta Jean Moreas: «Querido poeta, no me interesa mucho ese asunto
-Rodin. Soy amigo del estatuario, pero no me pasmo de admiración ante su
-obra. Rodin es un albañil (_maçon_) genial. Su talento es superior al de
-todos los otros escultores. Buenos Aires, y cualquier ciudad, debe estar
-contenta de poseer un monumento firmado por él. Vuestro.--_Jean
-Moreas._»
-
-Viendo el _Pensamiento_ de Rodin, he pensado que más que Apolo, vencedor
-de las tinieblas, habría quedado como un hermoso símbolo, en el pedestal
-de la estatua, aquella admirable obra maestra. La cabeza bella de vida
-interior, que surge del bloque puro, en donde está aún aprisionado el
-cuerpo que ha de surgir a plena luz, lleno de movimiento y listo para la
-acción.
-
-Recuerdo también algo que me refiriera en el taller de Víctor del Pol,
-en Buenos Aires, el nieto del ilustre luchador, Augusto Belín Sarmiento.
-El grande hombre alguna vez que se hablara de su estatua delante de
-él--¡oh, él estaba seguro de ella!--exclamó: «¿El mejor monumento que se
-me podría levantar? Ir a la Cordillera y arrancar un buen pedazo de
-picacho andino, y traerlo a Buenos Aires y plantarlo en donde quisieran.
-En la piedra bruta, en la roca viva, grabar _Sarmiento_; y nada más.»
-
-Y a fe que el gran original tenía razón.
-
-
-
-
-OOM PAUL
-
-[imagen]
-
-Noviembre 27 de 1900.
-
-
-Quien ha presenciado estos espectáculos no los podrá nunca olvidar: la
-llegada del varón provecto semiprimitivo a la tierra de la cultura, y la
-capital ática loca de atar por el viejo boer boyero, cuya pesada alma
-hugonota exprimida por la mano de París ha dado su jugo de lágrimas,
-como la roca aceite en el rudo versículo bíblico. Yo fuí a Marsella a
-ver arribar el Gelderland en triunfo, y vi a Marsella vibrante como una
-cigarra, recibir al anciano capitán náufrago que viene a Europa a probar
-la última esperanza mientras su barco se hunde. La nave de Guillermina
-entrando al puerto entre barcos empavesados, las salvas del saludo, los
-gritos y aclamaciones de una multitud en delirio, los vendedores de
-periódicos, himnos y retratos, la alegría meridional frente al mar azul,
-las damas en los muelles agitando sus pañuelos y los hombres sus
-sombreros... todo para un vencido. Cuando apareció la figura del viejo
-Krüger, noble rostro de león, que en nada se parece a esa cara de gorila
-canoso que han multiplicado las ilustraciones, un trueno de voces
-resonó en toda la costa. La sonora e hirviente Cannebière estaba animada
-de manifestantes; las banderas republicanas se agitaban; Marsella clara
-y griega, se abría al gozo y al entusiasmo, lírica granada como la de
-los versos de Roumanille; los marselleses cantaban la Marsellesa; todo
-era bullicio y ardor ante esa seca alma bátava, nutrida de savia
-protestante, tan ajena a la gracia y al vuelo franceses, y que debe
-haber estado más que conmovida, sorprendida ante la recepción de esta
-gente ruidosa y solar.
-
-Y era toda la Francia unida para saludar al que viene encarnando una
-idea, un símbolo: la justicia. Después de la bienvenida de Marsella y la
-voz del poeta Mistral que envió desde su Provenza palabras conmovidas:
-«Con mi veneración, con mi admiración profunda saludo al presidente
-Krüger en Marsella. De pie, a la entrada del nuevo siglo, ese patriarca
-aldeano representa hoy, representa solo, la dignidad humana en su más
-alto aspecto. Con los brazos alzados al cielo, él ha sostenido, como
-Moisés, la esperanza y la fe de su pueblo, contra el invasor insolente.
-Todos aquellos cuyo corazón palpita a la vieja palabra de justicia, a la
-vieja palabra de patria, se inclinan delante de Krüger, conductor y
-profeta del santo pueblo boer.» Felicísima la comparación con Moisés...
-Díganlo la figura de vejez fuerte, el espíritu de la Biblia que precede
-a esas tribus combatientes; las familias errantes con sus rebaños en un
-éxodo desgraciado; pero, sobre todo, el Becerro de Oro que aparece,
-causa y fin de toda la sangre vertida y de todo el dolor causado, el
-ídolo de la Chartered, fundido por Cecil Rhodes y visto a través del
-_monocle_ de Chamberlain.
-
-Después de Marsella, saludó Avignón, luego Lyón, luego Dijón, luego
-París. ¡Curioso contraste entre el pueblo y el presidente!
-
-La entrevista con Loubet ha sido singular. Es algo como el saludo del
-que va a morir: el triunfo, no obstante, de la fórmula, el apogeo del
-protocolo, para resultar en suma de cuentas: «Siento mucho vuestras
-desventuras, pero estáis condenados a perecer. El mundo civilizado os
-admira, celebra vuestro valor y lamenta vuestras desgracias; pero no se
-puede hacer más, y estáis ya entre las quijadas del león». Hay algo en
-esas consolaciones de última hora y lisonjas en capilla, de los
-discursos suntuosos al guillotinado por persuasión. «Que os lleve el
-diablo; pero morís muy bien y el universo os aplaude». Serían de ver los
-pensares ocultos de Tío Pablo cuando ha entrado al Elíseo entre el
-brillo de las corazas que hacen los honores reglamentarios a los reyes,
-las vistosas libreas palatinas, el lujo oficial que se emplea para el
-cha, o para Jorge, o para Leopoldo, mientras él viene, rústico Néstor, a
-demandar una limosna de justicia. Y cuando Loubet--_très pâle_ dice un
-periódico--le dice sus consuelos platónicos, Krüger todavía le habla de
-Dios, le habla de su fe, de su confianza en la justicia suprema, con
-palabras simples que en su duro holandés de hierro muestran su espíritu
-patriarcal alimentado de salmos.
-
-Y el pueblo de París... El tiempo estaba lluvioso, el bulevar inundado
-de gentes. Abriéndome paso en un bosque de paraguas llegué a colocarme
-en buen puesto el día de la llegada del jefe transvaalense. La
-muchedumbre se apretaba en los alrededores, los cafés no podían contener
-a los parroquianos. Aquí, allá, cantores ambulantes cantaban versos al
-_père_ Krüger con música de aires conocidos. Muchachas guapas pasaban
-con los colores del Transvaal en los corpiños y los del amor de París,
-en las mejillas. París loco, loco de atar, por el viejo boer boyero,
-sacaba todos sus brillos a relucir y ponía todas sus cuerdas a vibrar. Y
-no había sino una confusión de cosas; y todas las opiniones y todos las
-partidos se juntaban para dar los buenos días de París al recién
-llegado. Es la primera vez en que nacionalistas y dreyfusards se han
-unido en idéntica comunión, mientras estaban ya listos los besos de la
-princesa Matilde para los nietos del patriarca. Y cuando el clamor
-inmenso y tempestuoso asordó el bulevar y llegó en el coche Oom Paul, la
-ciudad histérica tuvo un verdadero espasmo. Se alzó el viejo Krüger;
-pude verle mejor que en Marsella. No es colosal, como se le ha pintado,
-pero de bueno y fornido cuerpo; amacizado de caza y labores rurales; es
-el pastor tres veces, pastor de bestias y pastor de pueblos, y pastor
-también evangélico, metido en su hopalanda negra, clergyman abuelo, que
-cuando no masca su pipa masca a San Pablo, o al santo rey David. Hay un
-retrato del Tío que le revela en absoluto leonino, león de África; león
-quieto ya, que ha sabido saltar y desgarrar a tiempo, león de combate;
-y al propio tiempo león viejo que sueña en vagos horizontes, león que
-clava sus anchas pupilas fatigadas en las lejanías de las puestas de
-sol. Es el retrato en que está a la puerta de su casa de Pretoria entre
-dos regias fieras de mármol. Y las dos fieras de mármol parece que
-fuesen copias y representaciones, no de leones libres, sino de animales
-de Pezón, domados cuadrúpedos carniceros, fieras de feria que se
-humillan al pistoletazo y al chasquear del látigo y tienen el cuello
-como cuello de buey, para el yugo. Diez yuntas tenía la carreta que
-condujera el mismo tío Pablo, diez yuntas de bueyes... A los leones,
-mejor antes la muerte de un tiro que sufrir finalmente la supresión del
-monte libre y la cadena impuesta. Venerable león que confía en Dios, Oom
-Paul debería estar ya convencido de que los sarracenos cuando son más,
-muelen a palos a los cristianos, y que, en nuestros tiempos por lo
-menos, hasta ahora. Dios no tiene otra ocupación más interesante que
-salvar a la reina.
-
-París se ha estremecido, se ha conmovido y ha hecho ver su locura al
-mundo una vez más. Es la locura noble de las razas generosas, de las
-ciudades cordiales, de los pueblos gentiles y altivos. París sonríe al
-pompón y al penacho, y a la flor de lis y al sombrero del Cabito, y al
-caballo negro y al _toupet_ blanco; pero París sonríe sobre todo, como
-Atenas, como Roma, a las altas ideas y a las acciones magnas. Darío,
-será bien recibido en casa de Alejandro. Los pueblos caídos, los héroes
-todos que combaten por la libertad, los Kosiusckos, los Garibaldis, los
-rojos John Brown, los negros Maceos, los amarillos Aguinaldos, todos los
-soldados de todas las naciones que vienen a la ciudad incomparable a
-pedir ayuda, o simpatía, la encuentran, la han encontrado, copiosa,
-ardorosa, a veces fanática. Los poetas (¡ah, si Hugo existiese, qué oda;
-qué carta a la reina Victoria sobre el arbitraje, qué entrevista con
-Krüger!) los poetas han hecho sus versos modernísimos como los de Stuart
-Merrill, fofos como los del Coppée de hoy; los dibujantes han esbozado
-simbólicas alegorías, retratos varios, figuras, paisajes, símbolos
-aplicables al suceso famoso; los escaparates de los libreros se han
-cuajado de obras geográficas, etnográficas e históricas referentes al
-pueblo pastoril y medio bárbaro que ha tenido el valor de oponerse a la
-conquista inglesa; en el libro de inscripciones simpáticas han dejado su
-nombre aristócratas y obreros; y han ido a visitar al ídolo del momento
-los mandarines de la política, los directores de la literatura,
-militares y jueces, princesas y damitas apasionadas del Aguilucho de
-Rostand o a quienes el orleanismo acaricia. Solamente los socialistas no
-se han hecho notar. ¿Por qué?
-
-No hay duda de que Tío Pablo es pintoresco, y que la novelería de la
-capital, después de la exposición necesitaba algo fuerte para su
-apetito, un aperitivo tal vez para cosas mayores que quizá están ya en
-la puerta del siglo que comienza; y en que la innegable antipatía que
-existe para el inglés, para el país del _Belerofonte_, para el odioso
-vecino de enfrente, hallaría oportunidad de encender sus fuegos, sobre
-todo después del contenido ímpetu de Fachoda. El Tío es pintoresco, no
-hay duda, con sus anteojos, con su sabia ignorancia, con su Biblia, con
-su sombrero legendario que ha sustituído con un «ocho-reflejos», y con
-sus nietas rosadas y nietecitos. Para sus nietas, las mejores flores de
-los jardines parisienses. Lo merecen estas bellas damas...
-
- * * * * *
-
-En _La Nación_ he hablado varias veces de Jean Carrère, desde su famosa
-aventura en los levantamientos barriolatinescos del 93. Este poeta, de
-la familia de Mistral, todo entusiasmos y todo nobleza, que ha dejado
-hace tiempo las rimas por el periodismo, y que ha resultado un
-periodista de primer orden, fué enviado recientemente al Transvaal por
-_Le Matin_ y ha contado en cartas chispeantes, pintorescas y líricas sus
-impresiones sudafricanas. Él nos ha pintado, sobre todo, la rara bravura
-de las mujeres boers, que explican la fiereza especial de esos cazadores
-de ingleses, de cafres y de búfalos. Elogia sus palabras y sus actos, y
-agrega con su tono meridional:--«Eh! eh! savez vous que ces Boers ont
-tout simplement des cœurs et des formules de romains!» Las dos boeras
-que ya he visto en París, confieso que me han causado gran sorpresa. Con
-la general creencia pensaba que no había en la república heroica más que
-espesas Cornelias, o gruesas parideras a la suiza, sólo maternidad. Y
-rosa y lirio, la Sra. Gutmann me dió a entender con su dulce presencia,
-que en Pretoria no huelgan los tesoros de madrigales. Allí en el hotel
-Scribe se han dejado, ella y madama Eloff, admirar y _kodakear_ por la
-curiosidad parisiense. Bellas como son, con sus ojos pasivos de amorosas
-y cumplidas hembras, muestran un aspecto de energía que hace adivinar a
-las esposas de los estancieros rebeldes que con su cartuchera terciada
-se van en su caballo corredor, de caza o de guerra, a poner la bala
-donde fijan el ojo, y saben matar y saben morir, hábiles y esforzados
-jinetes como gauchos, resistentes y testarudos como paraguayos.
-
-Para París el alma de Krüger es extranjera, y el pueblo boer no es sino
-un pueblo bárbaro. El presidente pastoril no sabe más que lo que le ha
-enseñado el libro santo de su religión restricta, y cuando llega a
-Francia por la tercera vez, necesita todavía de intérprete. Se admira
-como un simple cha del mecanismo de la torre Eiffel, y muestra ante la
-civilización latina su instinto nórdico, silencioso y taimado. Es el
-retoño africano y colonial del holandés espeso, ante este sutil y ligero
-espíritu galo que recorta las ideas con la intención. Está más cerca de
-los alemanes que de los franceses, es más bebedor de cerveza que de
-vino. Y ese pueblo suyo es un pueblo de vaqueros, sin artes, sin
-literatura, sin siquiera un Santos Vega entre sus campesinos, pues no
-valen nada ante el natural soplo lírico de la pampa las canciones que ha
-intentado improvisar en tarea periodística y aprovechando la
-actualidad, más de un afecto al folk-lore; pueblo sin ideales, más que
-el ordeñar, el cazar, el sembrar, el engendrar y el sacar riquezas de
-las minas (¡lo cual quizá sea de una superior filosofía!...); pueblo de
-gentes taciturnas y opacas. No puede en ningún caso--excepto el de la
-representación de una idea transcendental y absolutamente humana y
-universal--ser visto como un pueblo simpático y fraterno por este pueblo
-que tiene sus antecesores en la Hélade y en países y bosques donde los
-ruiseñores no sabían de coros luteranos.
-
-Lo que se ve es sencillamente al anciano vencido. Si Lear viniera, el
-rey Enrique le daría su ciudad de París, como en la canción que tanto
-complacía a Alceste. Y luego, hay el enemigo probable, el enemigo que
-mañana puede estar en frente; la amenaza de la isla de rapiña que
-enjauló al vencedor del mundo, y que está allí, al otro lado del canal
-de la Mancha. Y además, los partidos han aprovechado la venida del
-anciano luchador, para tomar como una bandera su nombre, como un torreón
-de victoria su figura, esa figura que han aprovechado tanto los
-caricaturistas. Y los de la revancha por un lado, y los otros por otro,
-han agitado sendas palmas al que llega en nombre de la justicia.
-
-París ha recibido como debía a ese vencido. París sabe lo que es la
-interjección de los idiomas bárbaros, París sabe lo que son botas.
-
-¡Ah, ellos han sido fuertes, los boers, han sido invencibles, pequeños
-en número, ratón contra gato, gato contra leopardo, azorado caballo
-salvaje contra ferrados unicornios! Aun más, ellos han sido _los
-superiores_. Porque, como dice el gran poeta inglés cuyo nombre no se
-puede pronunciar: «Los ingleses son fuertes porque cada uno tiene una
-Biblia; pero los boers son más fuertes porque cada uno tiene una Biblia
-_y una escopeta_». Para Krüger la mejor palabra es la de ese admirable
-shakespearista del lápiz, Olivier Merson; _Moriamur_. Una cabeza de
-Cristo. Prepararse a morir, dejarse morir, ante la injusticia, ante la
-fuerza, ante la soberanía de los piratas, ante los cañones mejor
-fabricados y ante las codicias mejor dirigidas. Morir, es decir, dejarse
-comer. El último filósofo es Niestzche; el último poeta Kipling.
-Solamente que en este caso, a pesar de mis simpatías, no puedo dejar de
-ver cambiarse la cabeza simbólica y sagrada de Merson, por una cabeza
-encornada de diamantes, una dorada cabeza de ternero.
-
-Ante la cual Krüger romperá su Biblia.
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-“LA NUEVA JERUSALÉN”
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-
-8 de Enero de 1901.
-
-
-La primera nieve del año caía sobre París, y yo iba, al amor de su
-blancura, a lo largo del bulevar du Port-Royal, camino del templo
-neocristiano de Swedenborg, situado en la rue Thouin. Había visto en el
-_New York Herald_ que el servicio era público y que se efectuaba el
-primero y tercer domingo de cada mes. Luego, la casualidad en la forma
-del pintor de Groux me había puesto en contacto con un singular
-personaje; artista e iluminado, que pretende nada menos, y sus razones
-ha de tener, revolucionar la música en el mundo. He nombrado a M. G.
-Núñez, sobre el cual y su obra rara he de volver en ocasión próxima. M.
-Núñez, iniciado desde hace largo tiempo en las doctrinas
-swedenborguianas, que guían hacia lo que se llama la Nueva Jerusalén,
-hombre culto y ferviente de fe, se ofreció a ser mi compañero en mis
-místicas investigaciones.
-
-Cuando llegamos a la iglesita no había en ella ninguna alma. El aspecto
-del lugar me pareció el de una capilla protestante cualquiera. Sobre un
-fondo azulado se destaca la cátedra. El recinto, apenas si dará cabida a
-más de doscientas personas. Hay una galería alta, a graderías. En ella
-está el armonium para cantar los himnos. A los lados de la cátedra, dos
-ramas de pino, ignoro el por qué--en dos macetas.
-
-Poco a poco fueron llegando los fieles. Tipos de viejas viudas, jóvenes
-pálidas, un anciano de aspecto militar, y algunos gentlemen de
-apariencias mundanas, quizá curiosos, o periodistas como yo. Por fin,
-después de largo esperar, apareció el pastor, un hombre de cierta edad,
-manera de empleado de gobierno o de profesor de lenguas, o antiguo
-tenedor de libros; pero con ojos de visionario y rostro moldeado de fe.
-Nos levantamos para rezar la oración del comienzo, el Padrenuestro, con
-una frase agregada. Después de: «Mas líbranos, Señor, de todo mal», hay
-que decir: «Porque tuyos son el reino, el poder y la gloria.»
-
-El pastor abre una Biblia y comienza a comentar el _Génesis_.
-
-Es una exégesis absolutamente voluntaria, como cierta doctrina
-etimológica. Las palabras adquieren los sentidos más caprichosos, y es
-una sorpresa el ver salir de donde menos pensáis una porción de cosas
-que os producen irresistible estupefacción. Este es, por otra parte, el
-sistema del maestro sueco cuya iniciación en los divinos misterios
-empezó con estas palabras, un tanto confianzudas, que le dirigiera un
-ángel: _¡No comas tanto!_
-
-Concluído el comento de la Biblia, el pastor hace una seña, y el
-armónium ataca un himno cristiano que los asistentes corean con más o
-menos afinación. Yo dirijo la vista alrededor. ¡Somos muy pocos! y,
-prudentemente, expongo a mi acompañante mis temores de un escaso éxito
-neohierosolimitano. Pero él, bravo varón de fe, me contesta en español
-que pudo ser oído de toda la asistencia. «¡No importa! Con menos gente
-empezó su iglesia Nuestro Señor Jesucristo!» El pastor vuelve a hablar y
-expone, en un largo discurso, doctrinas, propósitos y esperanzas. Dice
-cosas curiosas y originales, entre ellas la exposición de lo siguiente;
-«La primera iglesia de Cristo ha concluído. Empieza la nueva. Aquí no
-triunfaremos. Europa está cerrada y gastada para nosotros. (¡Ya lo decía
-yo!) Y ¿sabéis por qué el cristianismo católico o protestante no ha
-podido ser propagado en Asia y en África? Porque Dios ha dispuesto que
-esos numerosos millones de hombres sean catequizados por la Nueva
-Jerusalén. El mundo negro y el mundo amarillo, la China, el Japón, la
-India, el África toda, son para nosotros.» Después otro himno, otra
-oración, y, con los brazos extendidos, el pastor nos bendice. ¿Quién
-sabe cuándo y dónde el espíritu sopla? Yo recibo la bendición con toda
-seriedad y fervor. Y, mientras las gentes se van, me dirijo a abordar al
-sacerdotal funcionario. M. Núñez me presenta como un adepto. Quiero, con
-timidez, explicar que no soy propiamente eso; pero ya el pastor me ha
-colmado de estimulantes palabras; y, al saber que soy de Buenos Aires,
-creo ver en sus ojos esta admonición: «Ve, y enseña a todas las
-gentes». Buenos Aires, qué conquista para la nueva iglesia! Al saber que
-soy periodista, me conduce al piso alto de la casa vecina, unida a la
-iglesia, en donde vive Mme. Humann, la sacerdotisa swadenborguiana, la
-cual ha de darme todos los detalles que necesite. Mme. Humann, fuerte
-norteamericana, todavía agradable y bastante simpática, me da,
-complaciente unas cuantas noticias, en su francés marcado de vigoroso
-acento anglosajón. Me habla de los progresos de su religión, y de la
-guerra que hacen a la Nueva Jerusalén los católicos y sobre todo los
-jesuítas. Pero esta religión vencerá por fin. Es la verdad y la viuda
-Swendeborg, teólogo para yanquis, ha expuesto el ideal supremo. La
-señora expone la «plataforma» espiritual admirablemente, y habla de la
-vida eterna como de una compañía de seguros. Por otra parte, ella es
-sincera, y ha gastado muchos miles de dólares en la empresa mística,
-_limited_, como todas las religiones de los Estados Unidos. Me muestra
-la biblioteca, en donde compro unos libros, y parto de nuevo, bajo la
-nieve.
-
-Al día siguiente, recibí del amable pastor la carta siguiente:
-
-«Señor:--Ayer me habéis pedido que os diese una ligera idea sobre el
-estado actual de la Nueva Jerusalén, o Verderada Religión Cristiana en
-Francia.
-
-»Respondo a vuestro deseo y os envío estas líneas bien incompletas en
-verdad, para tratar un asunto tan vasto, pero que considero como una
-simiente que esparciréis en un medio nuevo para nosotros, con la
-esperanza de verla fructificar, y mostrar a vuestros lectores que todo
-no es sino ruina y obscuridad sobre nuestra tierra.
-
-»Leemos en Mateo XXIV 3: «Dinos cuando eso será, y cuál será el signo de
-tu Advenimiento y de la consumación del siglo?»
-
-»Véase también en Marcos XIII.--Lucas XXI 7 y también en los Actos de
-los Apóstoles.
-
-»En esa frase del Señor estaba significado su segundo Advenimiento al
-fin de la primera Iglesia Cristiana, fin que hoy es llegado.
-
-»La Nueva Iglesia es la Iglesia del Segundo Advenimiento de Nuestro
-Señor, y tal como existe hoy en Francia y en Paris en particular, no es
-aun sino como un niño recién llegado a la primera edad.
-
-»Su centro principal está situado como sabéis, 12 rue Thouin en donde
-posee un templo y una biblioteca.
-
-»El templo fué construído en 1883, por M. y Madame Humann que dedicaron
-a ello una parte de su fortuna, y cuya vida ha sido enteramente
-consagrada a perfeccionar bajo los auspicios de Dios una obra tan
-loable.
-
-»M. Humann está en el otro Mundo desde hace cuatro años poco más o menos
-y Mme. la viuda Humann continúa el trabajo de su marido con el
-desinterés más absoluto.
-
-»El culto se hace por un pastor, a las tres, el primero y tercer domingo
-de cada mes, según los principios más puros de la Nueva Jerusalén y
-todas las enseñanzas deseables se dan a cualquier persona que llega en
-busca de la verdad.
-
-»Nuestros principios están fundados sobre el amor de Dios y el amor del
-prójimo; la libertad más grande es nuestra base, pues nada puede crecer
-ni desarrollarse sin la libertad.
-
-»Nuestro número va en aumento cada año, y no hay que fijarse en la
-presencia de los fieles en el templo para hacer una apreciación
-cualquiera sobre nosotros, pues muchos otros miembros que los que
-asisten, conocen nuestras doctrinas, sin necesidad de estar presentes
-entre nosotros.
-
-»No somos ni una secta del protestantismo, ni una rama cualquiera del
-catolicismo: somos una viña nueva plantada por el Señor para regenerar
-el mundo y conducirle a su Dios.
-
-»Para todo espíritu exento de prevenciones en contra de nosotros, es de
-toda evidencia que tiempos nuevos son llegados y que solamente una
-religión nueva debe esclarecer el mundo.
-
-»Estamos actualmente como en la misma época del nacimiento de Jesucristo
-Nuestro Señor. Una estrella brilla en el cielo, estrella más brillante
-que la primera, y que en su marcha debe arrastrar a la humanidad entera
-con ella.
-
-»He aquí, señor, en pocas palabras, los detalles que yo puedo daros para
-LA NACIÓN, dejándoos el cuidado de tratarlos con sinceridad, sin _parti
-pris_, contra nosotros.
-
-»Soy, señor, vuestro afectísimo.--_F. Hussenet_, pastor de la Nueva
-Jerusalén.»
-
-No, señor pastor, no tengo ninguna prevención contra vosotros. ¡Al
-contrario! Me sois altamente simpáticos, con vuestras creencias, en
-medio de un mundo sin fe, con vuestro altruismo, o mejor con vuestra
-caridad, en medio de un mundo sin amor. Y el profeta anunciador no puede
-ser más grato a los ojos de quien admire la potencia de la voluntad y la
-gracia de la fantasía. Solamente a esta religión le miro la cara un poco
-hugonota y el espíritu un poco mahometano, así sea nada más la
-concepción demasiado naturalista del paraíso, en donde, exceptuando la
-poligamía, podremos, los que merezcamos, gustar todos los deleites de
-las Mil y una noches.
-
-Swedenborg, una especie de Flammarión con genio, de Julio Verne místico,
-de Wells teólogo e iluminado, atrae las imaginaciones, aminorando quizás
-un tanto el vuelo celeste, los detalles de una existencia demasiado
-práctica para los espíritus puros, sujetos a la alimentación, por
-ejemplo, como en la tierra, y al matrimonio sin divorcio. Bien es verdad
-que todo pasa en el mejor de los mundos y en un ambiente y bajo una ley
-absolutamente angélicas. Swedenborg conversaba con los ángeles, conoció
-en vida, el cielo, que, como el infierno, tiene la forma humana; visitó
-Júpiter, Marte y Mercurio, cuyos maravillosos países describió, así como
-M. Sardou ha dibujado después sus arquitecturas, guiado por los
-espíritus. Se comprende que un hombre como Kant no le haya dedicado más
-de una dura sonrisa.
-
-Leída la obra de Swedenborg se admira el prodigioso talento e ingenio
-de este varón, cuya sinceridad es innegable y fué sostenida hasta las
-últimas palabras de su muerte.
-
-El pastor antecesor de M. Hussenet, que se llamaba M. Decembre, decía a
-Jules Bois en una visita que este escritor le hizo: «Swedenborg es un
-hecho excepcional, y, por mi parte, estoy lejos de admitir toda su
-doctrina de visionario. No veo, según mis luces, sino los sueños o las
-pesadillas de un genio; no admito así, con el profeta, que «los
-africanos piensan de una manera más espiritual que los otros pueblos y
-que los ángeles tienen un sexo.»
-
-La libre interpretación de la Biblia tiene sus inconvenientes que ya
-previenen los santos padres, y una fe que se basa en absoluto en la
-razón, es decir, un contrasentido, no creo yo que tenga esperanzas de
-triunfo, ni entre los chinos, ni entre los negros.
-
-El swedenborguismo, o la Nueva Jerusalén, rama de las mil que le han
-salido al cristianismo, sobre todo en el fecundo terreno de los Estados
-Unidos, fué introducido en Francia por el año de 1837.
-
-M. Le Boys de Guays inició un culto público en Saint-Amand en 1837, y un
-cura católico, el abate Ledru, predicó primeramente las flamantes
-doctrinas en Chartres. En París comenzó el culto en casa de M.
-Broussais, y luego M. Humann, abogado construyó el templo con el apoyo
-de su mujer.
-
-Hay aquí mismo otro centro de reunión, disidente, en donde se hacen
-evocaciones, y cosas un tanto diabólicas según los verdaderos fieles.
-
-El número de iglesias en EE. UU., e Inglaterra es crecido según se
-dice. En Italia, en no sé qué ciudad, hay un pequeño centro, y en la
-América del Sur, creo que solamente en el Brasil existe la propaganda
-bajo la dirección del Sr. Lafayatte. Vagamente sospecho que se me ha
-querido convertir en el Jonás de la República Argentina. Pongo, con
-modestia, mi dimisión, y dejo el puesto para otro que lo quiera tomar.
-
-[imagen]
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-
-PURIFICACIONES DE LA PIEDAD
-
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-
-Diciembre 8 de 1900.
-
-
-Hay un cuento de Tolstoï en que se habla de un perro muerto encontrado
-en una calle. Los transeúntes se detienen y cada cual hace su
-observación ante los restos del pobre animal. Uno dice, que era un perro
-sarnoso y que está muy bien que haya reventado; otro supone, que haya
-tenido rabia y que ha sido útil y justo matarlo a palos; otro dice que
-esa inmundicia es horrible; otro, que apesta; otro, que esa cosa odiosa
-e infecta debe llevarse pronto al muladar. Ante ese pellejo hinchado y
-hediondo, se alza de pronto una voz que exclama: «Sus dientes son más
-blancos que las más finas perlas». Entonces se pensó: Este no debe ser
-otro que Jesús de Nazareth, porque sólo él podría encontrar en esa
-fétida carroña algo que alabar. En efecto, era esa la voz de la suprema
-Piedad.
-
-Un hombre acaba de morir, un verdadero y grande poeta, que pasó los
-últimos años de su existencia, cortada de repente, en el dolor, en la
-afrenta, y que ha querido irse del mundo al estar a las puertas de la
-miseria. Este hombre, este poeta, dotado de maravillosos dones de arte,
-ha tenido en su corta vida sobre la tierra los mayores triunfos que un
-artista pueda desear, y las más horribles desgracias que un espíritu
-puede resistir. Inglaterra y los Estados Unidos le vieron victorioso,
-ganando enormes cantidades con sus escritos y piezas teatrales; la
-_fashion_ fué suya durante un tiempo; el renombre y la posición de que
-hoy disfruta Rudyard Kipling son tan solo comparables a la posición y al
-renombre que aquél tuvo en todo el _english speaking world_; las damas
-llevaban en sus trajes sus colores preferidos, los jóvenes poetas
-seguían sus prosas y sus versos; la aristocracia se encantaba con su
-presencia en los más elegantes salones; en Londres salía a dar una
-conferencia, en un teatro, con un cigarrillo encendido, y eso se
-encontraba de un gusto supremo; y en París comía en casa de la princesa
-de Polignac y eran sus amigos Anatole France, Marcel Schwob, y otros
-admiradores de su literatura.
-
-Era, pues, ese poeta, dueño de la camisa del hombre feliz. Salud
-completa, mucha fama, y el porvenir en el bolsillo.
-
-Pero no se puede jugar con las palabras y menos con los actos. Los
-arranques, las paradojas, son como puñales de juglar. Muy brillantes,
-muy asombrosos en manos del que los maneja, pero tienen punta y filos
-que pueden herir y dar la muerte. El desventurado Wilde cayó desde muy
-alto por haber querido abusar de la sonrisa. La proclamación y alabanza
-de cosas tenidas por infames, el brummelismo exagerado, el querer a toda
-costa _épater les bourgeois_--¡y qué bourgeois, los de la incomparable
-Albión!--el tomar las ideas primordiales como asunto comediable, el
-salirse del mundo en que se vive rozando ásperamente a ese mismo mundo
-que no perdonará ni la ofensa ni la burla, el confundir la nobleza del
-arte con la parada caprichosa, a pesar de un inmenso talento, a pesar de
-un temperamento exquisito, a pesar de todas las ventajas de su buena
-suerte, le hizo bajar hasta la vergüenza, hasta la cárcel, hasta la
-miseria, hasta la muerte. Y él no comprendió sino muy tarde que los
-dones sagrados de lo invisible son depósitos que hay que saber guardar,
-fortunas que hay que saber emplear, altas misiones que hay que saber
-cumplir.
-
-Luego vino el escándalo de un proceso célebre, que empezó con muchas
-risas y acabó con mucho crujir de dientes, en un suplicio inquisitorial
-que no hacía por cierto honor al sistema penitenciario inglés, y que
-conmovió a todos los hombres de buen corazón y principalmente a los
-artistas.
-
-¡Y luego vino algo peor! La cobardía de sus amigos y colegas, que
-olvidando toda piedad, se alejaron en absoluto de él, como de un
-leproso, no le llevaron ningún consuelo a sus negras horas de prisión,
-de horrible prisión, a donde tan solamente le veían en días
-excepcionales su mujer, sus hijos y uno o dos compañeros caritativos.
-¿En dónde estaban los que le pedían dinero prestado, los que se
-regodeaban en su yate _Clair de lune_, los que juraban por él en los
-días de éxitos y de rentas fabulosas, los que aplaudían sus
-excentricidades, sus _boutades_, sus disparates y sus locuras?
-
-Se esfumaron, ante lo que llama Byron--otra víctima--con exceso de
-expresión: _the degraded and hypocritical mas wich leavens the present
-english generation_.
-
-Este mártir de su propia excentricidad y de la honorable Inglaterra,
-aprendió duramente en el _hard labour_ que la vida es seria, que la
-_pose_ es peligrosa, que la literatura, por más que se suene, no puede
-separarse de la vida; que los tiempos cambian, que Grecia antigua no es
-la Gran Bretaña moderna, que las psicopatías se tratan en las clínicas;
-que las deformidades, que las cosas monstruosas, deben huir de la luz,
-deben tener el pudor del sol; y que a la sociedad, mientras no venga una
-revolución de todos los diablos que la destruya o que la dé vuelta como
-un guante, hay que tenerle, ya que no respeto, siquiera temor; porque si
-no la sociedad sacude; pone la mano al cuello, aprieta, ahoga, aplasta.
-El burgués, a quien queréis _épater_, tiene rudezas espantosas y
-refinamientos crueles de venganza. Desdeñando el consejo de la cábala,
-ese triste Wilde _jugó al fantasma y llegó a serlo_; y el cigarrillo
-perfumado que tenía en su labios las noches de conferencia, era ya el
-precursor de la estricnina que llevara a su boca en la postrera
-desesperación, cuando murió, el _arbitrer elegantiarum_, como un perro.
-Como un perro murió. Como un perro muerto estaba en su cuarto de
-soledad, su miserable cadáver. En verdad sus versos y sus cuentos
-tienen el valor de las más finas perlas.
-
-Cuando salió de la prisión, estaba en la mayor pobreza. Desde su
-condena, las librerías habían quitado de las vitrinas sus volúmenes, y
-los directores de teatro borraron de sus carteles el nombre del autor de
-_A woman of no importance_ y de _Lady Windermare’s fan_. En Francia se
-conocía _The portrait of Dorian Gray_, cuya traducción publicó Savine, y
-Sarah Bernhardt iba a representar la _Salomé_ de cabellos azules. Cuando
-para aminorar los sufrimientos del castigado, un grupo de artistas y
-escritores franceses dirigió un memorial a su graciosa majestad, el
-número de consecuentes estaba ya demasiado restricto. Cuando salió de la
-prisión y vino a vivir a Francia con un nombre balzaciano--Sébastien
-Melmoth--apenas se relacionaba con uno que otro espíritu generoso; entre
-los que no le volvieron la espalda, hay que señalar al noble poeta
-Moreas, a Ernesto Lajeneusse. El _Mercure_ publicó una traducción de la
-maravillosa _Balada_ que escribiera en la cárcel, y en la cual puede
-adivinarse ya su próxima conversión al catolicismo. Ya en París, no
-publicó nada; y no se sabe si al morir deja algo inédito. Cuando sus
-hijos sean mayores de edad, será su principal obligación presentar al
-mundo dignamente la obra de su padre desgraciado e infamado. Junto a las
-purificaciones de la muerte están las purificaciones de la Piedad.
-
-Una tarde, en el bar _Calisaya_ del bulevar de los Italianos, estábamos
-reunidos unos cuantos escritores y hombres de prensa, entre los cuales
-Henry de Brouchard, el vizconde de Croze y Ernesto Lajeunesse, cuando
-llegó a sentarse al lado de este mi distinguido amigo un hombre de
-aspecto abacial, un poco obeso, con aire de perfecta distinción y cuyo
-acento revelaba en seguida su origen inglés. En la conversación su
-habilidad de decidor se marcaba de singular manera. Siempre trataba
-asuntos altos, ideas puras, cuestiones de belleza. Su vocabulario era
-pintoresco; fino y sutil. Parecía mentira que aquel gentleman
-absolutamente correcto fuese el predilecto de la Ignominia y el
-_revenant_ de un infierno carcelario.
-
-Su obra es de un mérito artístico eminente.
-
-En el libro de _Dorian Gray_ se ve la influencia del _A rebours_ de
-Huysmans. Era la época de exasperación estética que en Londres tuviese
-tanta repercusión, cuando el pobre Wilde era quien imponía su elegancia
-y su extravagancia en la capital del _cant_ y le vió Picadilly pasearse
-con un girasol en la mano. _Patience_, la opereta de Sullivan, ponía en
-berlina la novación ruidosa, y el _Lady Windermare’s fan_ se daban en
-los teatros ingleses por cientos de noches. En el Dorian Gray enfermizo,
-desgraciadamente, está ya la prisión y el inevitable suicidio. Mas su
-cerebración, es para sibaritas de ideología, según puede verse en este
-juicio del augusto Mallarmé que publicó el autor de _Almas y cerebros_:
-«_J’achéve le livre, un des seuls qui puissent émouvoir, vu que d’une
-rêverie essentielle et de parfums d’âme les plus étrangers et
-compliqués, est fait son ouvrage: redevenir poignant à travers l’inouï
-raffinement d’intellect, et humain en une pareille perverse atmosphère
-de beauté est un miracle que vous accomplissez, selon quel emploi de
-tous les arts de l’écrivain! C’est le portrait qui a été cause de tout.
-Ce tableau en pied, inquiétant, d’un Dorian Gray hantera, mais écrit,
-étant livre lui-même._»
-
-_Intentions_--que fué un gran éxito para Tauchnitz--es un _drageoir aux
-épices_ y una complicación de deliciosas paradojas. La erudición
-elegante y alusiva no es menos que la habilidad verbal y el juego de
-pensamientos. Hay que ver ese _Decay of lying_ en que se hace el más
-sutil elogio de la mentira, o _Pen, pensil and Poison_, o cualquiera de
-los diálogos que componen el volumen y en los cuales Alcibiades le corta
-a cada instante la cola a su perro.
-
-A mi entender lo preferible en la obra de ese poeta maldito, de ese
-admirable infeliz, son sus poemas, poemas en verso y poemas en prosa, en
-los cuales la estética inglesa cuenta muy ricas joyas. Os aseguro que el
-Cristo que suele aparecer en ellos, sin nombre--_¡Él!_--es de una
-visible y pacífica divinidad, y en su presencia no tendríais sino que
-reconocer la blancura margarítica de los dientes del perro muerto...
-
-Y de la carroña fétida, cuando venga la primavera de Dios, en la
-purificación de la Tierra, nacerá, como dicen los versos del condenado
-en vida, «la rosa blanca, más blanca, y la rosa roja, más roja.»
-
-Y el alma, purificada por la Piedad, se verá libre de la Ignominia.
-
-
-
-
-NOEL PARISIENSE
-
-[imagen]
-
-Diciembre 26 de 1900.
-
-
-Oid la overtura:
-
-La morcilla estupenda para entrar al horno; los faisanes de oro y las
-langostas de coral y los pescados de plata aguardando su principal
-momento; la nieve sin caer aún, aunque el frío va en creciente; Noël a
-las puertas, en los bulevares, en la plaza de la Concordia, en la de la
-República, en la de la Bastilla, etc.; las barracas que hacen de la
-vasta ciudad una difundida feria momentánea; el Louvre, Dufayel, el Bon
-Marché, el Printemps, todos los almacenes fabulosos, caros a la
-honorable burguesía, invadidos profusamente por papá, mamá y el niño; en
-las chimeneas crepitando la leña y el carbón; los zorros, las martas
-cebellinas acariciando los cuellos de las mujeres: el _flirt_ y la
-lujuria, con su cómplice el frío; en las calles asaltos y asesinatos con
-más furia y habilidad que nunca; la Comedia Francesa lista para dar de
-nuevo los tres golpes; un incógnito hombre descuartizado, un nuevo
-Farbos que pone a la policía de París, en esta como en varias cosas,
-inferior a la de Buenos Aires; y a Krüger, ya, que se lo coma un gato!
-
-Los niños de París esperaron ayer a su Krüger, cuyo parecimiento con el
-émulo del anglosajón Santa Claus, el bizarro Ponchon lo ha encontrado en
-uno de esos versos periodísticos que suele extraer de sus más preciados
-_crus_. Los niños de París... Cabalmente en estos días vuelve a ponerse
-de actualidad el asunto de la despoblación de nuestro muy amado país de
-Francia. Dadas las estadísticas, parece que la cantidad de nacimientos
-disminuye, lo que la traería por resultado ser esta soberbia república
-la nación que menos juguetes recibe de la mochila inagotable del buen
-hombre Noël. Pierre Louys ha proclamado una vez más su libertad de amor
-y Octave Mirbeau ha encontrado una ocasión nueva para clavar todo un
-buen carcaj de sus más duras y aguzadas ironías.
-
-La verdad es que se ven pocos niños en París. Puedo asegurar con toda
-seriedad, que durante el tiempo que llevo de vecino de esta gloriosa
-villa, no he encontrado aún una señora, una mujer, que parezca... ¿cómo
-diré? que esté... ¿cuál palabra emplear? que se encuentre en el
-estado--digámoslo con cierta elegancia--en el estado de la divina
-_Gravida_ del divino Rafael. Está demás que los moralistas redacten
-sesudas homilías y que los estadistas señalen el daño. Demasiado ha
-dicho y explicado en un libro célebre que conocen los suscriptores de
-_La Nación_, Emile Zola.
-
-Otra cosa. Los pocos niños que se encuentran en los jardines, que van a
-respirar el oxígeno de los paseos y parques, no tienen, por lo general,
-aspecto de niños. Son hombrecitos y mujercitas.
-
-Es raro encontrar la faz de rosas del fresco niño inglés, o la vivacidad
-sana de nuestros muchachos. Hay en la mayor parte un prematuro desgaste;
-se ve de manifiesto en muchos el lote doloroso de las tristes herencias.
-En el parque Monceaux, cerca del bonito monumento de Maupassant,
-recuerdo la impresión que me causó un día una chiquilla de ocho a diez
-años que se paseaba con su _gouvernante_. ¡Dios mío! la de una verdadera
-cocotita, bajo su gran sombrero de lujo, preciosa, coqueta, ya sabia en
-seducciones. Arte diabólica es, dije, torciendo el mostacho...
-
-Pero estas son cosas en que puede ocuparse larga y sabiamente M.
-Bergeret. Yo sé que en Francia, que en París mismo, hay hogares llenos
-de sonrisas, familias en que el árbol tradicional ha encontrado bajo sus
-ramas muchas sanas y bellas faces infantiles, muchos bracitos sonrosados
-que recibieron con gran contentamiento la muñeca, el tambor y el sable.
-
-El juguete, como todas las cosas, ha sufrido en el tiempo las
-modificaciones del progreso, y la mejor lección sobre este objeto ha
-sido la curiosa y numerosa exposición que fué uno de los atractivos de
-la feria mundial del año que se va. Allí se veían desde las muñecas
-arcaicas y primitivas hasta las más modernas y graciosas invenciones que
-deleitan a los pequeños. Mas la imaginación de los fabricantes es
-inagotable, y, fuera de la fantasía, el juguete tiene también su reino
-en la actualidad; refleja las opiniones, los gustos, los sucesos del
-día. El país de la Puppenfee tan conocido del europeo Noël y de Santa
-Claus, no puede quejarse del daño de la despoblación. Las tribus de
-muñecas se perpetúan y multiplican, las familias de bebés _de todas las
-clases sociales_ aumentan cada año. He visitado una juguetería y no he
-podido sino recordar el delicioso cuento del malogrado y singular Albert
-Samain. Hay una almita en cada una de esas figuras; y, si no la hay, es
-el caso de creer en la preocupación oriental con los pintores de la
-persona humana: el día del Juicio, esos diminutos sujetos que tienen un
-«carácter», irán a pedir a sus respectivos creadores una alma, para
-presentarse ante el Padre Eterno.
-
-Es algo como un mundo de opio y de pesadilla, o de dulce y gracioso
-ensueño; un mundo de Simbad el Marino, o un mundo como el del entierro
-de Watteau de los Goncourt--dos sabios niños que tuvieron muy lindos
-juguetes--o el mundo animado y parlante del Guignol. Hay allí gentes
-simpáticas y gentes odiosas, buenas y malas gentes, y caminos por donde
-se va a un pequeñito Molino Rojo, y caminos que llevan al reino de los
-cielos. No sabía qué hacer entre tan raros paisajes, complicadas cosas,
-extrañas figuras. Y todo se resuelve en la memoria como en una gran caja
-en que todas esas cosas fueran echadas a la diabla. Veo los sempiternos
-bebés, sencillos, modestos, de los que sabría manejar y amaría mejor en
-sus ambiciones cualquier pequeña Coseta, o lujosos, pomposos, con
-sombreros como los que lleva la virtuosa Srta. de Pougy, o mi niña del
-parque Monceaux; y el bebé Mignon, como hecho de azúcar, que cierra los
-ojos, con su trajecillo de satin y encajes; y el Jumeau, con su camisa
-Pompadour; y los insultantes, con trajes «firmados», con joyas, con
-gemas, muñequitas de princesas--; con una sola de ellas comerían varios
-días y tendrían con que calentarse los extrabajadores de la Exposición
-que andan matando gente, matando de frío y hambre, por la _banlieue_.
-Claro es que en el mundo de esa _féerie_ no faltan ni Pierrot, ni
-Arlequín, ni Colombina, y que ví a Pulchinela en ciertas maromas:
-también le ví a caballo vestido de sedas y oros. No me dejaron de
-turbar, como en la isla del Doctor Moreau de ese extraño y fuerte Wells,
-los animales que hacen cosas humanas; el gato zapatero, a pesar de que
-hace ya bastantes años, _¡hélas!_ que conozco al Gato Calzado; el conejo
-que patina, el cordero biciclista, y un pescado pescador, que estaba,
-¡oh, amigo fraternal que gustas tanto de estas cosas! pescando como
-nuestro Simón el bobito, en el propio balde de mamá Leonor. Repito que
-la confusión era grande y mi espíritu quería hacer amistades por todas
-partes. Concertadme estas medidas: cerca de la torre de Babel un
-batallón de infantería marchaba en dirección a una pesca de ranas,
-mientras un cimbalero se oponía al paso de un triciclo, y un gato
-_passe-boules_ maullaba delante de un fonógrafo. A un lado un fuerte de
-madera continuaba un lago de estaño, y junto a varios oficiales rojos,
-un clown montado sobre un cerdo hacía la _nique_ a un juego de
-caballitos y a una batería de cocina con que Shakespeare haría cocinar a
-Grano de Mostaza. El director, por ejemplo, de la _Revista Colorada_,
-_fâché tout rouge_, creería que yo trato de un poema decadente...
-
-Todos los objetos domésticos, con todos los utensilios de los oficios, y
-aparatos de química y de física, y el automóvil, naturalmente, y
-anzuelos y boleros, y entre todo eso la Actualidad, con el imposible de
-evitar tío Pablo, _le père Krüger_, que no sé lo que hace cerca de unos
-chinos armados de flechas, en vez de ir a ponerse al lado de un batallón
-de boers, allá lejos, junto a los bebés y que está en peligro de que se
-lo coman unos enormes ratones.
-
-¡Ah! los bebés vivos, que se comían con los ojos, ellos sí, a los
-ratones, a los Oom Paul, las camitas, los utensilios, los fuertes, todo,
-todo el mundo de aquella soñación palpable! Rubios o morenos, sanos y
-rosados, o enfermizos, iban con sus mamás, al parecer, algunos, con sus
-papás otros, con sus ayas los más. Unos movían las manos, sonriendo,
-riendo, como el cimbalero que estaba junto al triciclo; otros graves,
-consideraban con afectuosa devoción, y todos ellos no hallaban, no
-hallaban qué elegir! En un cupé forrado de rosa, se fueron un tío Pablo,
-un pescado pescador, varios sables y fusiles y varios bebés Pompadour.
-En otro cupé forrado de lila se llevaron dos lindas conquistadorzuelas,
-cuatro muñecas como infantas reales, y dos hermosos muchachos bellos
-como los «hijos de Eduardo», prendieron a varios chinos, se apoderaron
-de un fuerte, y agregando a esto un _mail_ con sus caballos y un arsenal
-de guerra, se fueron, metiéndolo todo en su gran carruaje que se fué
-haciendo resonar el pavimento de la inmensa avenida ardiente de luces
-que hacían el día.
-
-Yo también tuve mi muñeca, que me costó diez francos--mi asiento de
-_loge_--una muñeca viviente y divina, toda ardiente, o dulce, o trágica,
-con una cabellera de balada del norte, piernas maravillosas, boca mágica
-y muda, pues ni siquiera dice _papá_ y _mamá_, la más encantadora muñeca
-que hay hoy en París, desde los días de la Exposición, la que ha
-entusiasmado al viejo Ibsen, la rosa de la mímica, la sin igual Carlota
-Wiehe. Como Sada Yacco, cuyo idioma exótico no entraba para nada en la
-comprensión de sus admiradores parisienses, esta mujer genial es
-sencillamente deliciosa. El talento mímico de la extranjera es tan
-grande, que Severin, el primer mimo de Francia, dice... que no vale
-nada. Ya Sarah Bernhardt había llamado a Sada Yacco una _guenon_, y la
-pobre oriental, que no sabe de estas parisianerías, se echó a llorar
-desolada. La Wiehe no llora, al contrario, ríe, como la marquesa Eulalia
-que quizá hayáis oído nombrar. Y el público está hechizado: y el
-teatrito en que trabaja la mima, que es grande como un palco de la
-Ópera, está siempre lleno, y hay críticos que le han dicho francamente
-que se quede. El juego artístico de esta especial mujer es la
-fascinación misma. Sin una sola palabra, el gesto y el movimiento
-fisonómicos dicen todo el argumento; en el poema plástico, el ritmo del
-ademán, revela una infinita potencia en ese arte de excepción. Y lo que
-más maravilla es cómo resulta de todo ese conjunto de detalles
-silenciosos, de esa armonía suma en que los ojos y la boca llevan las
-dos principales voces sin sonido, y de la felinidad de los hombros y
-brazos, y de todo el giro y discurso del cuerpo, el aparecimiento lento
-o subitáneo de sensualidad, malignidad, gracia punzante o aterciopelada,
-dulcísima o amarga lujuria, caricia, zarpazo gatuno, e inconsciencia
-absoluta de su obra terrible y adorable--, la que según el Eclesiastes,
-que debe haber sabido mucho de estos asuntos, es más amarga que la
-muerte. Para los que no me perdonen este exceso de erudición: la mujer.
-Al mirar mover las mandíbulas y mostrar su finos dientes a la Wiehe,
-creía yo oir un ruido de fresas masticadas, como si estuviese gustando
-corazones. ¡Los que se habrá comido la rubia y rosada gatita del norte!
-
-Al salir del teatro, París se sentó a la mesa. Y la brama y la riqueza y
-la lujuria y el dolor y la alegría y la muerte, también se sentaron con
-él.
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-MAIS QUELQU’UN TROUBLA LA FÊTE
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-2 de Agosto de 1900.
-
-
-Laurent Tahilade, el del «bello gesto», a quien debo muchas atenciones,
-tuvo la amabilidad, el otro día, de invitarme a una fiesta anarquista.
-
-Estaba anunciada una conferencia suya, varios números de poesías y
-canciones y la representación de una pieza de Octave Mirbeau:
-_L’Epidémie_. El autor haría de actor; Mirbeau representaría el papel de
-_maire_, en su acto. No podía faltar a tan excelente programa, y fuí
-puntual, a la hora señalada, en la Casa del Pueblo.
-
-Esto es allá, por Montmartre, en el Montmartre que trabaja, en el de los
-obreros, lejos de infectos _Cyranos_ y embrutecedoras _Abbayes de
-Thélème_. El teatro, lugar de reuniones y conferencias, está situado al
-extremo de un callejón, y el aspecto de la entrada, no es ciertamente
-decorativo. Se ve que es la casa del pueblo, y que el pueblo es pobre.
-En lo interior había ya bastante gente, y a poco, todo el recinto
-estaba lleno. El calor era de asar. En los palcos, o especies de palcos,
-había algunas levitas, algunas señoras elegantes. Estaba Natanson, el de
-la _Revue Blanche_, Faure, otros más. En los bancos de madera, obreros
-con sus familias, viejos trabajadores de barbas blancas, jóvenes de
-rostros enérgicos y decisivos, caras vulgares, caras hermosas, aspectos
-de combatientes y también faces de atormentadores y de bandidos. En las
-paredes se leen inscripciones conmemorativas, nombres de mártires de la
-causa. Noté con cierta sorpresa que estas gentes de la anarquía francesa
-se habían puesto camisa limpia--los que la tenían--; otros, con un
-pañuelo al cuello, se arreglaban. En tal ambiente, la democracia no
-«olía mal». La insignia roja estaba en todas las solapas y en los
-corpiños de las mujeres. Se conversaba, y no con grandes gestos ni a
-grandes gritos. Todo el mundo tenía educación, tenía buenas maneras.
-Había jovencitos cuya _politesse_ era notable. Se creería que en el
-momento dado exclamarían con toda corrección: ¿Una bomba de dinamita, s.
-v. p.? Pero también había formidables compadres cabelludos que iban de
-un lado a otro, con aire de fieras. Por fin se alzó el telón, cuando el
-concurso comenzaba a dar muestra de impaciencia. Y en aquel escenario
-feo, remendado de tablas fueron saliendo por orden los recitadores y
-cancionistas. Unos con voz escasa, otros sonoros y tronantes, dijeron la
-desventura de los caídos, las negruras ásperas del hambre, la
-prostitución, el militarismo corrompido, el peso abrumador del capital,
-y la esperanza en un día de terribles represalias, la venganza del
-oprimido. A medida que los versos se recitaban o que se detallaban las
-canciones, brotaban de los grupos de oyentes, bravos, interrupciones,
-afirmaciones, o protestas, cuando el concepto no era del todo igual a la
-opinión propia. Apareció la Carriere Xanroff, de la Ópera, y un profundo
-silencio esperó su canto ¡La Ópera! ¿Cuántos de esos oyentes habrían
-estado en la Ópera, siquiera en un día público? La Ópera es para los
-ricos. Y la Carriere-Xanroff les llevaba su aristocrática presencia, su
-voz singular, su arte refinado. Ella ponía también su óbolo lírico en el
-plato de los proletarios. Era conmovedor el espectáculo de los rojos
-enemigos de la sociedad, encadenados por el prodigio de la melodía.
-Estaban encantados; pero sacaban de pronto la zarpa; para aplaudir,
-entre la ovación final, después de un fragmento de _Julieta y Romeo_ de
-Gounod, creo, se gritaba: _¡Vive l’anarchie! ¡Vive la Commune!_ Luego
-apareció una soberbia muchachona a recitar versos revolucionarios.
-Tendría unos quince años, pero estaba desarrollada y bien dotada como la
-Libertad de Chenier. Morena, magnífica máscara y magnífico cuerpo, con
-un poco de conservatorio, pudiera arrostrar la tragedia. Con gran
-entusiasmo se la escucha, y al final se la recompensa con un grueso ramo
-de flores rojas. Y después de la recitación de la joven musa de
-Montmartre, ya está Laurent Tailhade, delante de la mesa, con sus
-papeles y su vaso de agua.
-
-Ya conocéis la fama y la obra de este combatiente, un tiempo lírico
-rimador de amorosas liturgias y después implacable sagitario de
-ridículos vicios y vulgaridades sociales. Es el terrible argonauta de
-las Cólguidas burguesas, el explorador del país del _Muffle_, el autor
-de la célebre frase sobre el «bello gesto» anarquista y a quien una
-bomba hizo perder un ojo a raíz de tan comentado arranque. Tailhade
-comenzó su lectura entre el unánime saludo de su público. No es orador,
-pero su voz clara escandía y lanzaba las palabras de manera que a nadie
-se escapaba un solo detalle. En su discurso con un estilo amargo,
-hiriente y de una crueldad elegante que le ha valido tantos duelos y
-rencores, infligió, a propósito de la pieza de Mirbeau, muy duros
-castigos verbales a las torpezas nacionalistas, a las odiosas pasiones
-de círculos y partidos mezquinos, al antisemitismo irreflexivo y a la
-pacatería patriótica. (_¡Vive Zola!_ interrumpió una voz.) Atacó la mala
-magistratura al lado de la pésima política, y concluyó hablando del
-generoso y fuerte talento de Mirbeau, cuya obra habríamos de celebrar
-dentro de pocos momentos.
-
-Mi gozo en un pozo. La obrita de Mirbeau _L’Epidémie_, debe ser
-indudablemente admirable leída, pues no son de discutirse la habilidad y
-la maestría estilísticas de este propagador de ideas. Bastaría para
-demostrarlo el _Jardín de los suplicios_, con su frontispicio que
-contiene una de las páginas más terriblemente «humanas» que jamás se
-hayan escrito.
-
-Mas la representación, con actores ocasionales, entre ellos el mismo
-Mirbeau, fué de muy relativo mérito. El público aplaudía porque era la
-pieza de Mirbeau y porque Mirbeau estaba en las tablas. _L’Epidémie_ es
-más bien un diálogo que una pieza teatral; en ella no hay más que una
-sucesión de frases contra la burguesía y sobre todo contra la autoridad.
-Se demuestra, como en una lección sobre objetos, que el pueblo, el pobre
-pueblo, es la constante víctima de las clases favorecidas de la fortuna,
-lo cual no es propiamente una novedad. El _maire_, los consejeros
-municipales, son caricaturados corrosivamente, sin escatimar lo bufo. Es
-lástima que talento como el de Mirbeau sea esta vez justiciero tan
-solamente por un lado. El pueblo parece siempre bueno, impecable.
-Lucilio el satírico hacía tabla rasa de todo, y al señalar las tachas de
-las personas consulares, no le impedía ver hacia abajo y mostrar los
-defectos del pueblo.
-
- Primores populi arripuit, populumque tributim.
-
-El telón bajó al son de la Carmañola. Hubo uno que otro grito, pero el
-todo mundo se levantó en orden. Los ancianos de las grandes barbas, los
-muchachos, las muchachas, todos cantaban, como poseídos de un mismo
-soplo:
-
- Vive le son,
- Vive le son
- Du canon!...
-
-y en todos los ojos vi un relámpago, que venía de un cielo de tempestad.
-Y a la luz de ese relámpago vi la convicción. Vi espíritus decididos a
-todo, resueltos a todo: hasta el martirio, y el mismo fuego brotaba del
-rostro de la joven hermosa y de la cara del tipo lombrosiano. Así todos
-los sinceros, todos los fanáticos, cristianos o mahometanos, católicos o
-anarquistas. Todavía en la calle, por el aire llegaban a mis oídos vagos
-ecos:
-
- Dansons la carmagnole,
- Viv’le son...
-
-Después estuve en una fiesta socialista. Me acompañaba un joven
-argentino, poeta y escritor de talento, el Sr. Ugarte. Fué en el
-_Théâtre Civique_, cerca de la Plaza de la República. La función era
-también privada, por invitaciones. Había conferencia de Jaurés,
-recitaciones de Sylvain, de la Comédie Française, canciones por los
-mejores cancioneros de Montmartre, y, sobre todo, plato de resistencia,
-la pieza de Marsollau, prohibida en l’Oeuvre: _Mais quelqu’un troubla la
-fête_. Un lindo teatro el teatro Cívico, extenso, bien acondicionado.
-Estaba también lleno de compañeros y compañeras; pero aquí abundaban las
-levitas, los _couplets_ elegantes, las caras finas de las mujeres. En el
-fondo, es la misma cosa. Allá se trataba del derecho al pan; aquí del
-derecho a la trufa. Allá se llega hasta la propaganda por la acción,
-aquí se leen muchos libros y se hacen diputados. Mas en uno y otro lugar
-existe la convicción de que la máquina está descompuesta. «Hay que
-componerla», dicen aquí. Y allá dicen: «Hay que romperla».
-
-He allí al sonoro Privas, rey de los cancioneros, con su melena, su
-facha completamente «artista», sentado al piano y lanzando _couplets_
-que hacen levantar el vuelo a las bandadas de aplausos. Luego Yon Lug,
-cuyo nombre parece el de un mandarín y cuyo aspecto es el de un apóstol
-del arroyo. Simpático cancionero, que los montmartreses conocen,
-familiarmente, allá en su cabaret famoso, de _Quat-Z’arts_. Con su gran
-voz de sochantre, y con notas de canto llano, dice las glorias de la
-calle:
-
- Ave
- Pavé...
-
-y la gran voz brota sobre la selva negra de la barba y bajo la copiosa
-montaña de la cabellera.
-
-Se le aplaude y parte haciendo reverencias entre las olas de sus
-inmensos pantalones. Y llega Jehan Rictus, con su cara cristiana y su
-figura toda que han comparado _a una lágrima_. El lírico argótico, el
-poeta que escribe en lunfardo parisiense, el favorito de los cocheros,
-de las prostitutas, de los miserables, casi no puede dar principio a su
-dicción, pues de las altas galerías le gritan unos que recite una cosa y
-otros otra, y se armó así una de todos los diablos, hasta que Rictus se
-hizo oir: «Sí, diré primero el _Revenant_, y luego la _Complainte_.»
-Todos quedaron así satisfechos. El _Revenant_ es Jesucristo. Este
-cancionero originalísimo hace comparecer la divina figura, y en sus
-versos, los labios de los caídos, de los perdidos, hallan manera de
-saludarle con bajas palabras que ascienden por su sencillez sentimental
-hasta la categoría de vocablos de laudes y de letanías. En el fondo de
-_Le Revenant_ hay una profunda oración al Doctor de la dulzura. Hubo
-aplausos, y no hubo gritos. Parecería que aquellas gentes meditasen por
-un momento.
-
-Después fué la célebre _Complainte des petits déménagements parisiens_.
-Y todo el mundo a reir, a aplaudir, a gritar,
-
- Badadang boum! Badadang d’zing!
- Janvier, Avril, Juillet, Octobre,
- Quoi c’est que c’chambarde dans Paris
- De Montmertre à l’av’nu’du Maine
- Et d’Lénilmuche à Montsouris?
-
-Y la serie de versos que burla burlando dejan al paso los más terribles
-vitriolos. Rictus dice sus estrofas con una voz triste, el cuerpo
-inmóvil, los brazos caídos, y la boca contraída por un marcado _rictus_,
-que quizá le haya dado su nombre de guerra.
-
- Badadang boum! Badadang d’zing!
-
-Al fin llegó Jaurés. «El primer orador de Francia», me previene mi
-vecino. El primer orador de Francia me parece por de pronto un obrero; y
-cuando empieza a hablar, un campesino. «Citoyennes et citoyens!...» La
-vocecita no promete nada y el gesto zurdo desanima. Pero no; no pasan
-muchos minutos sin que el orador haya cambiado por completo. Es un
-obrero el que habla, pero un gran forjador, un vigoroso herrero de la
-palabra. El discurso brota sin detenciones. No hay una idea que no salte
-limpia y clara, bien martillada, bien lanzada. Trata de la misión social
-del teatro. Es sencillo y es admirable. Lee una página de Diderot,
-comenta, explica, saluda al precursor. Señala el momento en que el
-pueblo empieza a aparecer en los escenarios como persona que obra. Alaba
-a Hauptmann. Analiza el teatro individualista. Se inclina ante la
-venerable y fiera figura de Ibsen. Y ese hombre que al principio os
-parecía de aspecto vulgar, se convierte en un soberbio órgano de
-pensamientos. ¡Cuán lejos las músicas españolas; cuán lejos nuestra
-oratoria de retores! Cuando habla Jaurés, sus ademanes son de quien
-siente la idea viva y asible. A veces parece que forja, a veces que
-amasa, a veces que siembra, en un largo gesto.
-
-Su público le aplaude repetidas veces. Cuando concluye, los vivas
-resuenan. Todo el mundo de pie, canta el himno internacional de
-fraternidad. Un consejero municipal, en el centro de la sala, dice las
-estrofas, y el gran coro, cierto, levanta el espíritu. Allá arriba
-alguien inicia el _Ça ira_, gran parte del público le acompaña. Otro
-comienza la _Carmagnole_:
-
- Vive le son,
- Vive le son,
- Du canon!
-
---«¡No!» grita uno de la platea. «Nada de cañones; ¡muera el cañón,
-muera la guerra!» y otro le replica:--«¡No! ¡Viva el son del cañón,
-puesto que necesitamos también de los cañones para demoler al enemigo!»
-
-Se alza el telón, para la pieza de Marsolleau. Teatro simbolista. Como
-en la de Mirbeau, un largo diálogo, sin intriga, sin complicación. Un
-comedor lujoso; una mesa a la cual se sientan un general, un obispo, un
-diputado, un juez, un pequeño propietario, una dama del alto mundo y una
-cortesana. Todo lo principal de la «máquina» social, como veis. Comen,
-ríen, se divierten. De pronto alguien llega a interrumpir la fiesta. Es
-un campesino. Tiene hambre. Su llegada es de un pésimo efecto; ese
-rústico no huele a piel de España ni a rosas de Alejandría. Tiene hambre
-y quiere comer lo que ellos comen. Se le obliga a irse. Él protesta. El
-general quiere echarle y él se subleva contra el general; pero se
-interpone el obispo... y el campesino se inclina, y se va, ante las
-promesas de consuelo ideal y de vida eterna. La fiesta continúa, más
-viva, más alegre aún. El diálogo, en versos muy bellos, es obra de un
-pensador y de un artista. Hay mil detalles que admirar. Alguien
-interrumpe la fiesta otra vez. Es el mismo campesino, pero ya vestido de
-blusa. Es el obrero. Va por su parte, quiere tomar asiento en el
-banquete de todos esos favorecidos, de todos esos grandes. «Vengo por mi
-parte» dice.--«¿De qué?»--«¡De todo!» Se le quiere arrojar, pero él se
-encabrita como un bravo caballo. El obispo intercede. Él no le hace caso
-al obispo. «Ya no, dice, ya no creo. Tus palabras no me hacen ya ningún
-efecto. Tus promesas me importan poco. Quiero comer, quiero gozar de mi
-parte de dicha en este mundo.»
-
-Y cuando va a apropiarse por la fuerza de los mejores vinos y manjares,
-el diputado interviene.--«¡Cómo! No debes hacer eso. Para representar
-tus intereses estoy yo, el elegido del pueblo. Yo te defiendo en las
-cámaras, soy quien vela por tus intereses y por tu engrandecimiento.
-Confía en mí.»--«¡Pero es que tengo hambre!»--«¡Mañana comerás!» Y el
-obrero, dudoso, se va rezongando entre dientes.
-
-La fiesta continúa. Se cierran las puertas para que nadie pueda llegar a
-turbar la alegría de los dueños sociales. El champaña, los besos, las
-risas, iluminan de gozo el habitáculo de los felices. Para celebrar la
-belleza, el amor, la cortesana va a desnudarse y a ofrecer el
-maravilloso espectáculo del poema divino de su carne. Mas de pronto,
-entre las risas, entre las detonaciones del champaña, se ve por los
-vidrios de un balcón, un relámpago, y otro, y otro, y se oye el ruido de
-un gran viento y un gran trueno. Y a la luz del relámpago, la cortesana
-da un grito, porque ha visto aparecer tras los vidrios una cara pálida,
-horrible, demacrada, la cara de la Miseria, la cara del Hambre. Es de un
-efecto terrible esta simbólica escena.
-
-Como nadie ha visto la visión de la cortesana, la alegría continúa, y la
-visión se repite.
-
-Y la fiesta llega a su colmo, cuando, de pronto, un relámpago más vivo
-se ve, un trueno más rudo truena, las arañas caen, las luces se apagan,
-las paredes tiemblan, el pavor se pinta en todos los rostros. Y las
-puertas de la sala ceden a un fuerte empuje, y se abren dando paso a un
-desconocido, a un hombre con el rostro cubierto que con una voz que pone
-espanto clama:
-
---_¡Mais quelqu’un trubla la fête!_
-
- * * * * *
-
-La tragedia de Monza ha causado honda impresión en Francia.
-
- * * * * *
-
-El cha de Persia partirá dentro de pocos días a su estados.
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-REFLEXIONES DE AÑO NUEVO PARISIENSE
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-1.º de Enero de 1901.
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-
-«Al salir del teatro (la Noche Buena) París se sentó a la mesa. Y la
-Brama y la Lujuria y la Riqueza y el Dolor y la Alegría y la Muerte
-también se sentaron con él». Al llegar el año nuevo, cuando el mundo
-vuelve la vista al siglo que pasó, hay alguien que hace notar su
-presencia de todas maneras, mientras París no hace sino quitarse su
-traje de color de rosa para ponerse otro color de amaranto: la Miseria.
-
-Peor que la miseria de los melodramas, esta es, cierta, horrible y
-dantesca en su realidad. Y no hay mayor contraste que el de esta riqueza
-y placer insolentes, y ese frío negro en que tanto pobre muere y tanto
-crimen se comete, de manera que, las bombas que de cuando en cuando
-suenan, en el trágico y aislado sport de algunos pobres locos, vienen a
-resultar ridículas e inexplicables. Esto no se acabará sino con un
-enorme movimiento, con aquel movimiento que presentía Enrique Heine,
-«ante el cual la revolución francesa será un dulce idilio», si mal no
-recuerdo.
-
-Se ha hecho mucho por aminorar la miseria, desde los buenos tiempos del
-excelente rey Childeberto hasta las actuales donaciones de banqueros
-ricos y _quêtes_ de damas de la aristocracia.
-
-Pero todo es poco en el hoyo obscuro de donde sale tanto clamor y olor
-de muerte. Y además, el buen Dios parece que no estuviese completamente
-satisfecho con las manifestaciones de la caridad elegante. Tal aparentó
-demostrarlo con el bazar fúnebremente célebre que concluyó donde hoy se
-levanta una capilla gracias a la generosidad de una distinguida
-norteamericana que llama la atención con su marido en un sonoro y
-comentado litigio: la condesa Boni de Castellane.
-
-El gobierno por su parte, tiende su protección al pueblo lleno de
-apetito. Y si ya en su tiempo Carlomagno, emperador de la barba florida,
-había ordenado que se consagrase a los pobres exclusivamente la cuarta
-parte de los bienes eclesiásticos, hasta la administración de M. Loubet
-se ha adelantado bastante.
-
-La prensa tiene sus limosneros, Hugues le Roux es uno de ellos, y es
-sabido que Santa _Severine_ es la limosnera mayor.
-
-Al mismo tiempo que la policía conduce a la cárcel a innumerables
-rateros de carbón, combate la mendicidad y emprende saludables _râfles_
-contra la prostitución callejera y la rufianería profesional. Cada día
-se llenan las comisarías de pobres mujeres de los más humildes y bajos
-medios, y de indescriptibles _marlous_. _Chez Maxim’s_ se continúa en
-los alegres juegos. El Americaine, el Grand Café, todos los lugares
-semejantes continúan con su vaga clientela. La infeliz _gigolette_ de
-los barrios bajos está irremisiblemente condenada. La Sra. Otero es una
-artista: la Srta. de Pougy es una artista y una autora; la Srta. Marion
-de Lorme es una propietaria. Sus amigos, frecuentadores de medios
-elegantes, de círculos y casinos, señores X, I y Z, son conocidos de
-todo el mundo por su miseria moral, por su desvergüenza y su aditamento
-ictiológico. La señora Otero arruinará a varias familias, las Srtas. de
-Pougy y de Lorme llevarán a la locura y al delito a más de un joven de
-buena familia. El caballero X jugará a la mala, y el caballero Z hará
-ostentación del poco honesto origen de sus lujos y derroches. La
-_gigolette_ se prostituye _por necesidad_... Hace mucho frío...
-
---«Diga usted, me dice un pintor tremendo, y hombre tan tremendo como el
-pintor--, Henry de Groux, el autor del _Cristo de los Ultrajes_:--Diga
-usted que la Francia está podrida, que al final del siglo ha hecho ya
-tabla rasa de todo. _Finis latinorum._ ¡Abyecta muerte!»
-
-Un paralelo iconográfico que tengo ante mis ojos me da más de un
-pensamiento; un paralelo entre la Francia en los comienzos del siglo
-actual.
-
-Bonaparte; primer cónsul, en su caballo de dibujo convencional, con su
-corvo sable, y en el fondo, las tiendas de campaña; y M. Emile Loubet,
-fotografía género _Nos contemporaines chez soi_ en espera de Mollard o
-de Crozier, caros al protocolo. No se ha adelantado tanto. Carnot, de
-rostro simpáticamente enérgico, de ojos que revelan grandes propósitos,
-«organizando la victoria», y André el ministro de la guerra que hoy
-provoca por sus disposiciones un movimiento de antipatía en la aliada
-Rusia. No se ha adelantado lo bastante. Fouché y Lépine en la policía,
-Luciano Bonaparte y Waldeck-Rousseau en el ministerio del interior. No
-se ha adelantado gran cosa. El cabriolé ágil y gracioso que asombra al
-sencillo _populo_ y el automóvil de última hornada capaz de recorrer
-todo París en un segundo y de reventar a todos los _Cahen d’Anvers_ de
-la tierra. Se ha adelantado muchísimo. La vieja y pintoresca diligencia,
-«de las largas diligencias» de Mallarmé, y la locomotora _coupe-vent_.
-No se puede negar: se ha adelantado. Talleyrand en el ministerio de
-relaciones exteriores, y Delcassé. No, no se ha adelantado mucho... A la
-cabeza del ejército Berthier y Brugere: no se ha adelantado maldita la
-cosa! La ópera de la plaza Louvois seca y pelada, y la empingorotada
-ópera de Garnier, abominada por Huyssmans. Es un adelanto. El bulevar de
-los Italianos antiguo, sin circulación y sin edificación, y el de hoy
-con el Pabellón de Hanover modernizado y su movimiento y su vida.
-Adelanto. Si en muchas cosas se ha adelantado, en muchas cosas el siglo
-XX puede salir victorioso de la comparación. Pero en otras. ¡Dios santo!
-En los reinos del pensamiento no estamos muy seguros del triunfo. El
-siglo pasado empezó bajo el soplo de la Enciclopedia. El siglo pasado
-empezó con ideales, con miras, con decisiones; el siglo pasado comenzó
-con una fuerza de que se carece hoy: el entusiasmo. ¿En qué vientre de
-madre irá a aparecer el año entrante la preñez que dé al mundo un nuevo
-Víctor Hugo?
-
-Como Atenas, como Roma, París cumple su misión de centro de la luz.
-Pero, actualmente, ¿es París, en verdad, el centro de toda sabiduría y
-de toda iniciación? Hombres de ciencia extranjeros dicen que no, y
-muchos artistas son de opinión igual; pero la consagración no puede
-negarse que la da París, sobre todo, en arte. Y para eso vienen
-D’Annunzio de Italia, Sienkiewicz de Polonia, la Wiehe de Dinamarca, la
-Guerrero de España y Sada Yacco del Japón.
-
-Lo que en París se alza al comenzar el siglo xx es el aparato de la
-decadencia. El endiosamiento de la mujer como máquina de goces carnales,
-y--alguien lo ha dicho con más duras palabras--el endiosamiento del
-histrión, en todas las formas y bajo todas sus faces. Es el caso de
-Juvenal: _quod non dant proceres, dabit histrio_. Hay muchos franceses
-ilustres, muchos franceses nobles, muchos franceses honrados que meditan
-silenciosos, luchan con bravura o lamentan la catástrofe moral. Pero las
-ideas de honor, las viejas ideas de generosidad, de grandeza, de virtud
-han pasado, o se toman como un pretexto para joviales ejercicios.
-Escritores osados como Mirbeau, como Rachilde y Pierre Louys, declaran
-en los pe riódicos el adulterio como un _uso_ esencialmente parisiense.
-La antigua familia cruje y se desmorona. Los sentimientos sociales se
-bastardean y desaparecen. Los extranjeros que en los comienzos y aun a
-mediados del siglo pasado venían a París, encontraban hospitalidad,
-amabilidad, algún desinterés. El poeta Guido tenía derecho de venir a
-querer hacerse matar en una barricada. Bilbao el chileno encontraba en
-Lamennais, en Michelet, en Comte, maestros sinceros, bondadosos y
-abiertos. Garibaldi podía ofrecer su espada. Hoy reina la _pose_ y la
-farsa en todo. Apenas la ciencia se refugia en los silenciosos
-laboratorios, en las cátedras y gabinetes de señalados y estudiosos
-varones. La mujer es una decoración y un sexo. El estudiante extranjero
-no encuentra el apoyo de otros días, y desde luego le está cortado el
-ejercicio de su profesión. Los norteamericanos han metido sus cuñas a
-golpe de mazos de oro. La enfermedad del dinero ha invadido hasta el
-corazón de la Francia y sobre todo de París. El patrioterismo, el
-nacionalismo, ha sucedido al antiguo patriotismo, y las nobles simpatías
-de antaño con la Grecia de la independencia, no son las mismas que las
-demostradas con el pobre viejo Krüger y los héroes rústicos del África
-del Sur.
-
-Las ideas de justicia se vieron patentes en la vergonzosa cuestión
-Dreyfus. Pero por todas partes veréis el imperio de la fórmula y la
-contradicción entre la palabra y el hecho. Es esta más que los Estados
-Unidos, a ese respecto, la tierra de los contrastes, _the land of
-contrastes_, de Muirhead.
-
-La literatura, ha caído en una absoluta y única finalidad, el asunto
-sexual. La concepción del amor que aun existe entre nosotros, es aquí
-absurda. Más que nunca, el amor se ha reducido a un simple acto animal.
-La despoblación, la infecundidad, se han hecho notar de enorme manera, y
-es en vano que hombres sanos y de buena voluntad como Zola hayan querido
-contener el desmoronamiento haciendo resaltar el avance del peligro.
-
-Mutuamente se han reflejado las literaturas y las costumbres. En todos
-lugares existen vicios de todas clases, desventuras conyugales; pero lo
-terrible en París es que es la norma. Las conclusiones de los libros
-novelescos, las revelaciones de los procesos que todos los días se hacen
-públicos, los incidentes y desenlaces de las piezas teatrales, hacen que
-el ambiente esté completamente saturado de tales doctrinas, y que un
-modo de juzgar las cosas como los excelentes sentimentales de comienzos
-del siglo pasado, sería considerado _arriéré_ y a la papá. En los
-diarios, en el momento en que escribo, se gasta tinta y tiempo
-escribiendo artículos a causa de que el hijo mayor del cómico Guitry, de
-diez y seis años, tiene queridas de trece, con el consentimiento
-maternal, según las cartas del marido. Pues bien, lo malo no es tan sólo
-el hecho, sino la indiferencia que todo acaecimiento de esa clase causa
-en el sentido moral del público, que, cuando más, encuentra eso _très
-rigolo_. Los moralistas ocasionales publican sendas opiniones, se ríe un
-poco, y se prosigue en la corriente continua que gira en este abismo de
-gozo, de belleza y de locura. París da la sensación de una ciudad que
-estuviese soñando, y que se mirase en sueños, o la de una ciudad loca de
-una locura universal y colectiva; loco el gobierno, las cámaras, los
-jueces, las gentes todas, y entre toda esta locura la mujer, en el
-apogeo de su poderío, en la fatalidad de su misión, revelando más que en
-ninguna otra época algo de su misterio extraordinario. El intérprete
-gráfico de tal misterio ha sido indudablemente Rops, y sus terribles
-aguas fuertes secretas son el más serio comentario y el más moralizador
-espectáculo.
-
-Como hago muy poca vida social, tengo todavía el mal gusto de creer en
-Dios, un Dios que no está en San Sulpicio ni en la Magdalena, y creo que
-ciertos sucedidos, como lo del Bazar de Caridad y la singular muerte de
-Félix Faure, son vagas señas que hacen los guardatrenes invisibles a
-esta locomotora que va con una presión de todos los diablos a
-estrellarse en no sé qué paredón de la historia y a caer en no sé qué
-abismo de la eternidad.
-
-
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-
-DIARIO DE ITALIA
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-TURÍN
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-11 de Septiembre de 1900.
-
-
-Del hervor de la Exposición de París, bajo aquel cielo tan triste que
-sirve de palio a tanta alegría, paso a esta jira en la tierra de gloria
-que sonríe bajo el domo azul del más puro y complaciente cielo. Estoy en
-Italia, y mis labios murmuran una oración semejante en fervor a la que
-formulara la mente serena y libre del armonioso Renán ante el Acrópolis.
-Una oración semejante en fervor. Pues Italia ha sido para mi espíritu
-una innata adoración; así en su mismo nombre hay tanto de luz y de
-melodía, que, eufónica y platónicamente, paréceme que si la lira no se
-llamase lira, podría llamarse Italia. Bien se reconoce aquí la antigua
-huella apolónica. Bien vinieron siempre aquí los peregrinos de la
-belleza, de los cuatro puntos cardinales. Aquí encontraron la dulce paz
-espiritual que trae consigo el contacto de las cosas consagradas por la
-divinidad del entendimiento, la visión de suaves paisajes, de
-incomparables firmamentos, de mágicas auroras y ponientes prestigiosos
-en que se revela una amorosa y rica naturaleza; la hospitalidad de una
-raza vivaz, de gentes que aman los cantos y las danzas que heredaron de
-seres primitivos y poéticos que comunicaban con los númenes; y la
-contemplación de mármoles divinos de hermosura, de bronces orgullosos de
-eternidad, de cuadros, de obras en que la perfección ha acariciado el
-esfuerzo humano, conservadoras de figuras legendarias, de signos de
-grandeza, de simulacros que traen al artista desterrado en el hoy
-fragancias pretéritas, memorias de ayer, alfas que inician el alfabeto
-misterioso en que se pierden las omegas del porvenir. Bendita es para el
-poeta esta fecunda y fecundadora tierra en que Títiro hizo danzar sus
-cabras. Aquí vuelan aún, ¡oh, Petrarca! las palomas de tus sonetos.
-Aquí, Horacio antiguo y dilecto, has dejado tu viña plantada; aquí,
-celebrantes egregios del amor latino, nacen aún, como antaño, vuestras
-rosas, y se repiten vuestros juegos y vuestros besos; aquí, Lamartine,
-ríen y lloran las Graziellas; aquí, Byron, Shelley, Keats, los laureles
-hablan de vosotros; aquí, viejo Ruskin, están encendidas las siete
-lámparas, y aquí, enorme Dante, tu figura sombría, colosal, imperiosa de
-oculta fuerza demiúrgica, sobresale, se alza ya dominando la selva
-sonora, los seres y las cosas, con la majestad de un inmenso pino entre
-cuyas ramas se oye la palabra oracular de un dios.
-
-Recorreré la divina península, rápidamente, en un vuelo artístico, como
-un pájaro sobre un jardín. No esperéis largos e inquietantes solos
-poéticos y sentimentales. _Solos_, en el sentido criollo, ni de
-ruiseñor. Comenzaré diciéndoos, por ejemplo, cómo salí de París en un
-tren del P. L. M., una alegre noche, en compañía de un caballero
-argentino, a quien me acababan de presentar y que llevaba el mismo
-itinerario mío. ¿Conocéis esos admirables _paniers_ que venden en las
-estaciones francesas, verdaderos estuches culinarios que dicen los
-laúdes de la previsión humana? En esas preciosas cajas se contiene desde
-el pollo hasta el mondadientes, pasando por el vinillo y el agua mineral
-y saludando los varios fiambres y postres. Canto estas ricas cosas
-epicúreras. _Gaudeamus igitur._ Y entre el jamón y la manzana, mientras
-unos señores franceses pretenden iniciar un sueño, mi compañero criollo
-y yo somos los mejores amigos. Charlamos, recordamos, reímos, hacemos un
-poco de Buenos Aires, mas hay que descansar, y a nuestra vez, cerramos
-los ojos, al son de la música de hierro del tren. Os recomiendo que
-hagáis la observación si no la tenéis ya hecha. Hay en el traqueteo
-acompasado de los vagones, en ese ruido rudo y metálico, todas las
-músicas que gustéis, con tal de que pongáis un poco de buena voluntad.
-La sugestión luego es completa y casi tenéis la seguridad de que una
-orquesta o una banda toca no lejos de vosotros, en algún carro vecino.
-
-Al son, pues, de esa orquesta, me duermo, o nos dormimos. Muy buenas
-noches.
-
- * * * * *
-
-Al día siguiente, en Modane, se llega al dominio italiano. Queda atrás
-la sierra de la dulce Francia y se posesiona uno de la dulcísima
-Italia. Los _carabinieri_ pasan, con sus colas de pato y sus pintorescos
-bicornios. El tren bordea la ciudad, a la luz de un sol nuevo y
-cariñoso, que nos ofrece la mejor vista de la Vanoise y la ondulación
-graciosa y la vegetación y cultivo del valle del Arc. Los Alpes nos
-hacen recordar los Andes.
-
-Poco después entramos al famoso túnel de Mont Cenis, y a su extremo, nos
-encontramos en Bardonachia. Flores recién abiertas, azul fino de un
-zafiro glorioso, casitas de estampa, ojos que saben latín de Virgilio y
-bocas que sonríen al ofrecernos café con leche y uvas de las próximas
-viñas. Delicioso paisaje, deliciosas muchachas, delicioso Virgilio,
-deliciosa copa de leche y uvas frescas.
-
-El tren corre, sofocándose, pasa túneles y túneles. En los flancos de
-las montanas se ven, cargadas de fruto, las viñas frondosas. En todo el
-trayecto casi no se advierte un solo animal. Apenas allá, en un
-vallecito, al paso, divisamos unas cuantas cabras conducidas por su
-pastor. Más adelante, cuatro o cinco vacas. Gentes de estas Europas, que
-vais a las lejanas pampas en busca de labor y de vida, ¡cómo se explican
-aquí harto elocuentemente, los furiosos atracones de carne con cuero y
-de asado al asador, con que os regodeáis allá, bajo el hospitalario sol
-de América, en la buena y grande Argentina! Entre estos hondos valles,
-entre estos amontonamientos ciclópeos de rocas, no turba el silencio ni
-un mugido, no saluda al sol con su fuerte tuba el toro.
-
-Estaciones pequeñas y más estaciones, hasta que se abre más el ancho
-valle, y allá, en su altura, como un juguete, la Superga, nos anuncia
-que hemos llegado a Turín.
-
-
-12 de Septiembre.
-
-Turín, nombre sonoro, noble ciudad. Severa, «un poco antigua», como el
-español caballero de Gracia, aparece, para quien viene de enormes y
-bulliciosos centros, tranquila y como retrasada. Mas luego sus calles
-bien ordenadas y bien limpias, sus distintos comercios, sus plazas, sus
-numerosos tranvías eléctricos, os demuestran la vida moderna. Después
-sabréis de sus ricas y florecientes industrias, si es que no habéis
-visto allá en la Exposición de París el triunfo de los telares
-turineses.
-
-Aquí se comienza a ver que hay una Italia práctica y vigorosa de trabajo
-y de esfuerzo, además de la Italia de los museos y de las músicas.
-
-Notamos en los edificios públicos banderas con lazos de luto. Es que
-ayer ha entregado el duque de Aosta, en nombre del rey Víctor Manuel, a
-la ciudad de Turín, la espada, las condecoraciones, el yelmo del difunto
-Humberto. Pobre monarca de los grandes bigotes y de los ojos terribles,
-que ocultaba tras esa apariencia truculenta un bello corazón, según me
-dicen casi todas las personas con quienes tengo ocasión de hablar.
-
-Turín, noble ciudad. Aquí todo es Saboya. No hay monumento, no hay vía,
-no hay edificio que no os hable de la ilustre casa.
-
-He visitado la Pinacoteca. La primera sala está llena de príncipes de
-esa familia, desde la entrada, en donde un admirable retrato de François
-Clouet perpetúa la figura de Margarita de Valois, hija de Francisco I y
-mujer de Emanuel Filiberto, duque de Saboya. Nada más sugerente que esta
-pintura en que esa princesa, que podría ser una priora, parece hablar
-por toda una época. Así el retrato cercano, de Carlo Emanuel I, duque de
-Saboya, obra del Argenta, que representa al principito de diez años,
-exangue, casi penoso, apoyado en la cabeza de su enano.
-
-El museo es grande y posee verdaderas riquezas. El catálogo oficial,
-Bædeker u otro libro semejante, os dirá el nombre del fundador, el año
-de la fundación, y datos semejantes. Yo os diré lo que me ha atraído,
-detenido o encantado en la rápida visita. Ante todo, los primitivos, que
-ya en la sala segunda están representados. Confieso no sentirme
-fascinado ante la célebre Virgen con el Niño, de Barnaba da Modena, pero
-Macrino d’Alba en más de uno de sus cuadros me hace sentir la impresión
-de su arte, así como Defendente Ferrari me cautiva con los _Esponsales
-de Santa Catarina_, y el _Giovenone_ me para, con su Madona entronizada
-y sus místicos acompañantes. En la sala tercera, casi toda ocupada por
-Gaudenzio Ferrari, hay muchas cosas bellas, pero lo que principalmente
-admiro, al paso, es la Madona, Santa Ana y el Niño, en que el concepto
-de la religiosidad unido a un ingenuo don de humanidad, forman la
-excelencia de la obra artística. La figura de María sola es un delicado
-y maternal poema.
-
-En la sala tercera está el dos veces divino Sodoma, pintor de nombre
-maldito y de incomparables creaciones de vida y de idealidad. La
-idealidad está en su _Sacra familia_, con su pura y espiritual Madona y
-el Dios Niño que juega; la vida en carnaciones estupendas como ese seno
-de esa abrasante Lucrecia que en vez de la puñalada atrae el beso. Ante
-este cuadro no puedo menos que recordar una reciente polémica, entre los
-señores Groussac y Schiaffino. Este muy distinguido amigo mío, señalaba
-a su terrible contendiente el error de haber confundido en una ocasión
-una tabla con una tela. La cosa parecerá muy rara, pero al gran Vasari
-le sucedió lo mismo. Hablando del cuadro la _Morte di Lucrezia_, del
-Sodoma, dice el actual director de la Pinacoteca, Sr. Bandi di Vesme:
-«Vasari lo annovera fra quelli eseguiti dal Sodoma nei suoi bei tempi:
-«Similmene... una _tela_ que fece per Assuero Retori de San Martino,
-nelle quale e una Lucrezia Romana che si ferisce, mentre e tenuta dal
-padre e dal marito: fatta con belle attitudine e bella gracia di teste».
-«_L’aver il Vasari chiamato questo cuadro una tela_», mentre dipinto su
-legno, e una semplice inavvertenza, se pure non e per errore di stampa
-che la edizione del Vasari hanno «tela» per «tavola».
-
-Hay también del Sodoma, en esta misma sala, una _Madona e quattro santi_
-de señalado mérito.
-
-No dejaré de nombrar un cuadro de tema semejante, de Bernardino Lanino,
-en que, con el encanto del suave color y del dibujo, se anima sobre
-todo una sensual Santa Lucía que es una de las representaciones
-femeninas más atrayentes que se puedan señalar en todas las galerías del
-mundo.
-
-En la sala quinta, una _Abadesa_ de Giovanni Antonino Molinari. En la
-sexta, sobre un fondo de oro, un ángel de Frate Angelico canta toda la
-primitiva gracia, la ingenua virtud de la concepción y ejecución
-prerafaelitas. Una deliciosa Madona del mismo, con el bambino. Observo
-que para poder rezar convenientemente delante de estas pinturas, sería
-preciso un libro de horas escrito en verso por Dante Gabriel Rossetti, o
-un antifonario de Ruskin, o de su vicario francés Robert de la
-Sizerenne. Otra Madona. ¡Descubríos! La hizo Sandro Botticelli. Es la
-pintura simple y al propio tiempo intensa y profunda que habéis oído
-celebrar por tantos aedas del arte moderno, que levantaron a su mayor
-gloria los prerafaelitas ingleses y que todos los _snobs_ y _prigs_ del
-mundo se creyeron en el deber de admirar hasta el delirio.
-
-Hay otro Botticelli, ante el cual largas horas debe haber pasado
-Burne-Jones y el viejo profeta de las Piedras de Venecia. Es _El viaje
-del hijo de Tobías_. Es el mismo expresivo amaneramiento de los gestos,
-la traducción del íntimo sentido por la remarca de las actitudes, el
-vago énfasis del estilo y la certeza de los lineamientos. Los dos
-arcángeles de la composición son hermanos de las figuras alegóricas de
-la «Primavera». Miguel precede, armado de su espada. Una madona de Credi
-me disputa el tiempo con un Tobías y el arcángel Rafael, de los
-hermanos Benci del Pollainolo. (Con este cuadro comete también el error
-Vasari, de confundir tela con tabla.)
-
-Imposible observar tanta y tanta obra meritoria. Mas en la sala séptima
-me inclino delante del Mantegna, con su «Madona con il Bambino e sei
-Santi», ante varios Tizianos; en la octava, Donatello llama con una
-Madona bajo-relieve en mármol y alegran los ojos las fiestas de color de
-los esmaltes de Constantín. No veo sino de un vistazo la sala nona, de
-pequeñas dimensiones y que contiene algunos grabados y dibujos de
-distintas épocas y de diferentes escuelas. Y en la sala décima al entrar
-me impide continuar más adelante por algunos minutos. ¿Y una
-«Visitación» de Vander Weyden, en que una idea naturalísima se traduce
-tan poéticamente? Y Memling con su tumultuosa «Pasión». Y un desfile de
-maestros: Teniers, Brueghel, Jordaens, Van Dyck: «Tres gracias», de la
-escuela flamenca, que recuerdan las tres comadres brutalmente
-encarnadas, de Rubens, en el Museo del Prado, y varios cuadros de ese
-artista, entre los cuales el retrato notabilísimo de un «Magistrado
-flamenco.»
-
-En la sala undécima impera Van Dyck, con el cuadro que para muchos es el
-mejor de todos los suyos, el grupo de «Los tres hijos de Carlos I de
-Inglaterra». Los principitos fueron pintados con trajes lujosos, y todos
-tres parecen hembras. La vida les anima; y es admirable la que hay en el
-noble animal que les acompaña. Según está escrito, el rey no estuvo muy
-contento de la obra por motivos mediocremente domésticos. El conde Cisa,
-decía en carta al duque Víctor Amadeo I... «Le roy estoit fasché contre
-le peintre Vendec, pour ne leur avoir mis leur tablié, comme on
-accoustume aux petits enfans»... A este cuadro acompañan otros tantos
-del mismo Van Dyck y varios de Teniers, de Brueghel y otros.
-
-En la sala duodécima hay varios holandeses y alemanes. Se impone al
-instante un retrato de «Desiderio Erasmo», de Holbein, que estuvo en el
-Louvre durante la dominación francesa. Hoy Turín está orgullosa de su
-reconquista y dice: _Hic Jacet Erasmos qui quondam pravus erat mus_.
-
-Los españoles tienen representación honrosa en la sala duodécima, pero
-es poco y de relativo valor lo que hay de Velázquez, Murillo, Ribera y
-Sánchez Coello. Envío mi pensamiento a aquel soberbio tesoro de Madrid
-que constituye, en el Museo del Prado, la sala Velázquez. Hay aquí del
-gran maestro dos retratos, uno es uno de tantos Felipes Cuartos que
-produjo su pincel. Del Españoleto hay un San Jerónimo. De Murillo el
-retrato de un niño; una de las repetidas Concepciones y cierto expresivo
-busto de capuchino. Sánchez Coello ha dejado con su singular manera la
-imagen de la joven reina que más tarde retratara Van Dyck en su vejez:
-Isabel Clara Eugenia de Austria.
-
-Y en la sala décimotercia dos preciosos retratos de Coypel; el busto de
-mujer de la Vigée Le Brum tan popularizado por las reproducciones; y en
-la décimocuarta, entre cien cosas, el estupendo autorretrato de
-Rembrandt, hecho de sombra y vida; y apenas hay un momento para el
-naturalismo rústico de Paul Potter; y en la décimoquinta magistrales
-paisajes, entre los cuales de Ruysdael. En la décimosexta sonríe el
-Caravaggio con su _Sonatore di liutto_ y os llama Gentileschi con una
-Anunciación; y Vanni hace perdurar la voluptuosidad de la más tentadora
-Magdalena que pueda un pincel pintar y un hombre amar. En la
-decimoséptima Albani, en varios cuadros, renueva el mito de
-
- Il bello Hermafrodito adolescente,
-
-como dice el verso de D’Annunzio. El Domenichino y Guido Reni y Albani,
-llenan esta sala con bellas mitologías, a que Carracci y Guercino oponen
-sus representaciones cristianas. En la decimoséptima se impone el grupo
-de Apolo y Dafne, y la figura del dios crinado, de un colorido vivo y
-luminoso, sobresale de manera vencedora. Del Guercino hay en la
-décimoctava un _San Paolo Eremita_ que recuerda una igual tela
-hagiográfica de Velázquez. Ambos grandes ingenios, poseídos más o menos
-del fervor cristiano en la interpretación de los santos, demuestran que
-no les es indiferente la naturaleza muerta: las galletas de ambos
-cuervos solícitos, en ambos cuadros, son admirables y suculentas de
-verdad. En la décimonona todas las miradas y contemplaciones son para la
-riquísima _Danae_ del Veronese, a pesar de los grandes cuadros vecinos.
-En la vigésima no dejéis de inclinaros ante el Veronese y Tiépolo, y en
-la última soportad las varias batallas de Huchtemburg en que la mancha
-roja y el caballo blanco del príncipe Eugenio de Saboya aparecen
-irremisiblemente.
-
-
-15 de Septiembre.
-
-Anoche he presenciado la llegada del duque de los Abruzzos a su buena
-ciudad de Turín. Turín es la villa de los Saboyas, la verdadera ciudad
-del _Fert_. Con gran entusiasmo fué recibido el joven explorador, entre
-calles de aplausos y bajo arcos de vivas. Como yo alabase la audacia
-brava y el peligroso _sport_ de su alteza, indudablemente enamorado de
-la gloria y de la ciencia, me dijo un distinguido caballero turinés,
-mientras los cocheros rojos conducían al príncipe, a los Aosta y al
-capitán Cagni:
-
---«Todo está muy bien. Pero ¿qué provecho práctico trae a Italia el
-hecho de este joven que se gasta una buena serie de miles de liras y
-pierde dos dedos en una exploración de la que no ha sacado sino ir un
-poco más sobre el hielo que Nansen? La empresa es insegura, fantástica y
-poco probable.»
-
-Señor, contesté a mi interlocutor, todas las grandes y geniales empresas
-son por lo general fantásticas, inseguras, poco probables: y vuestro
-compatriota el genovés Colón es una prueba de ello. Poco ha perdido el
-duque con perder dos dedos en donde muchos, hasta su compañero Querini,
-han perdido todo el cuerpo. Por otra parte, todo eso vale más que las
-ocupaciones generales de sus colegas: ver correr caballos flacos,
-fusilar pichones, agitar raquetas y disputarse pelotas, a la manera
-imperante de los ingleses, fomentar la cría de perros y entretenimiento
-de señoritas joviales. El duque de los Abruzzos, a quien he visto en
-Buenos Aires muy simpático y muy gentil, en esa obra de valor y de
-singularidad, ha interpretado a su manera el _Sempre avanti Saboia_ de
-su casa. Además le debemos que los estados Unidos, por medio de uno de
-sus órganos de más páginas y de mayor tiraje, se haya admirado de que un
-latino haya puesto antes el pie en un lugar que no ha sido hollado por
-anglosajones. Lo cual debe mortificar al Sr. Demolins y alegrar a mi
-amigo Arreguine.»
-
-El duque pasó entre las sonoras ovaciones. Buen aspecto, aunque se nota
-en él las durezas de la vida de la invernada. A su lado iba Cagni,
-verdadero héroe del viaje. En la estación he visto a la risueña y bella
-novia de Cagni, y al viejo general su padre. No he podido menos que
-pensar en los que quedaron allá en la nieve, en la soledad, en la muerte
-irremisible...
-
- * * * * *
-
-Comida con el _onorevole_ Gianolio, y otras distinguidas personas; un
-_avvocato_ y el decano de notarios turineses. El diputado es un
-excelente y filosófico caballero, que entre sus barbas llenas de años
-deja salir las más sesudas razones; y junta a una cortesía un tanto
-campechana, la más sincera amabilidad. No conoce bien la Argentina,
-pero tiene informes de sus riquezas, de su hospitalidad, del desarrollo
-fabuloso de Buenos Aires. Se sorprende cuando se le habla del número de
-italianos que hay en nuestra capital, lo cual demuestra que no todos, en
-el parlamento, están aquí muy al tanto de estos asuntos. Hablamos
-política, estadística, un poco, muy poco de literatura, pues el elemento
-no es propicio, a pesar de estar a la mesa un par de hermosos ojos
-italianos. Mi calidad de poeta ¡a Dios gracias! permanece incógnita, y
-un madrigal comenzado se desvanecería al olor de la _fonduta_. ¡La
-_fonduta_! ¿no sabéis lo que es esto, el plato especial de Turín, rubio
-como el oro, apetitoso y perfumado de trufas blancas?
-
-No sé cómo el señor de Ámicis, que aquí reside, ha conservado sus
-cualidades plañideras y sentimentales a pesar del frecuente encuentro
-con esta invención que es gozo de los ojos y del paladar. La _fonduta_
-va custodiada de un chianti noble y de un barolo viejo que exigen
-respetuosas inclinaciones.
-
- * * * * *
-
-Paseo por las galerías de la ciudad, por la vía Roma, y entramos con mi
-compañero de viaje, al Giardino Romano, teatro estival bastante
-desmantelado. Impera aquí también el café-concert. Y pensamos en el
-Casino de Buenos Aires, cuando después de varios números deplorables,
-salen los dos Colombel, que acabamos de ver en el Alcázar d’Été de
-París, y nos gratifican con la romance, la romance... _¡la romance du
-Muguet!_
-
-
-16 de Septiembre.
-
-Los monumentos de Turín, confieso realmente, no me fascinan. Por todas
-partes estos políticos, estos generales, estos príncipes, me aguan la
-fiesta ideal que busca mi espíritu. Estos políticos son demasiado
-conocidos y demasiado cercanos para que interesen a quien busca en
-Italia sobre todo el reino de la Belleza, de la poesía, del Arte. Por lo
-tanto, saludo con respeto al héroe Pietro Mica, a los hábiles y
-esforzados patriotas y a los Saboyas de bronce, y me detengo ante el
-monumento del Mont-Cenis, que, con su idea ciclópea, dice a mi alma, en
-su simbolismo, más cosas que las que me puede decir el ilustre Mazzini y
-el no menos ilustre Cavour.
-
-En el parque--porque es un parque, aunque le llamen jardín--del
-Valentino, deleitan las gracias de una acariciante naturaleza. El Po que
-corre bajo los arcos de los puentes, pacíficamente; los montes cercanos,
-feraces, cultivados, coronados por la Superga, sembrados de villas y
-casitas. En la tarde dulce cae con la luz una paz y una melancolía que
-hacen nacer luceros en el alma. Dichosa gente la que a la orilla de este
-viejo río vive la perpetua juventud que se revela en la hermosura de
-estos espectáculos.
-
-Al ponerse el sol vuelven al club los _yachtmen_ que se ejercitan en su
-_rowing_. Unos pescadores recogen sus cañas.
-
-Antes he tenido tiempo de visitar un castillo medioeval que se ha
-dejado para los turistas, desde que se construyó, con motivo de la
-exposición de 1884. Es algo mejor que lo realizado por Robida en el
-Viejo París. Todo, hasta los menores detalles interiores y exteriores,
-dan la ilusión de un retroceso a la vida del siglo XV. Quisiera uno tan
-solamente que los ferreros que abajo trabajan con gran habilidad sus
-obras de un arte injustamente venido a menos, vistiesen y hablasen como
-en lo antiguo.
-
-
-17 de Septiembre.
-
-Por el funicular que hay que tomar atravesando el Po, se va a la
-Superga. Es ésta, como sabréis, una iglesia construída en lo más
-empinado de la altura, al oriente de Turín.
-
-Los trenes van jadeantes, en un camino que refresca la sombra y la
-verdura de los árboles. El domo corona soberbiamente el monte. Ese
-templo para águilas es una tumba de príncipes. Allí, en la cueva
-fúnebre, están los huesos de muchos miembros de la casa reinante. Es lo
-que, artísticamente, se va a visitar con mayor interés, a causa de uno
-que otro hermoso mausoleo. Nada más impresionante que un simple nicho en
-que se guarda la corona que las lavanderas de España enviaron a la buena
-reina doña María de la Gloria, esposa de Amadeo.
-
-Vasto y magnífico panorama, desde la eminencia. A lo lejos los Alpes,
-que el sol llena de luz; el Levanna, el Roche Melon, la punta de nieve
-del Mont-Rose. Más cerca los campos que divide el Po en su curso, en
-que las ciudades y pueblos se miran como cajas de juguetes de Nuremberg;
-las ondulaciones de las verdes colinas, los senos de los valles, el Viso
-erguido, y Turín allí cerca, corona del Piamonte. Comienzan a asediar
-los vendedores de tarjetas postales y los solicitadores de _buona
-mancia_. Todavía no he encontrado, ¡asombraos! ingleses. Pero los
-siento. Ellos han de aparecer dentro de poco, ineludibles andadores,
-doctores oxfordianos en Bædeker, compradores de pisapapeles de
-alabastro, o prigs que asedian a los primitivos.
-
-Turín está solitario ahora, y paréceme que ha de ser triste siempre. Las
-gentes de pro andan en el veraneo. Las que quedan, por negocio o por
-necesidad, parecen muy tranquilas y poco ruidosas. Por las calles hay
-escasa circulación. En la noche las galerías están sin vida, con
-excepción de una que otra en que se ven militares y burgueses que se
-pasean. Las mujeres que encuentro no se parecen a las italianas de mi
-imaginación. Luego, son hasta las que se diría dedicadas a una
-existencia poco austera, escasamente expansivas y hasta serias, Turín,
-convengamos, es una ciudad muy honrada. Reconozcamos estas condiciones a
-Turín.
-
-[imagen]
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-
-
-
-GÉNOVA
-
-[imagen]
-
-
-19 de Septiembre.
-
-Génova la Superba no parece a primera vista una ciudad grata. La masa
-urbana es ciertamente soberbia, cuando se ve a la llegada, desde el
-tren, en San Pietro D’Arena. Mas ya de cerca, esas casas altas, con las
-cien manchas verdes de sus ventanas, esas casas descuidadas, esos
-barrios sucios, nos dan la impresión marcada de una higiene en olvido,
-de una aglomeración de conventillos. De algunas ventanas se cuelgan
-ropas a secar, como en España. Ciertos rincones y ciertas callejuelas
-tienen el mismo cariz de algunos puntos de la Boca. La parte vieja de la
-ciudad es tortuosa, descuidada. En lo nuevo, se alzan construcciones, se
-demuelen muros antiguos y se inician casas y palacios.
-
-Vasto puerto, y relativamente escaso movimiento. Las fortificaciones
-dominan, en las alturas. Castellaccio, Begato, San Benigno, llenos de
-cañones. La ciudad, a la orilla del mar, sube hacia los montes. Ciudad
-comerciante y marinera, aun conserva el orgullo de antaño y procura
-mantener su vitalidad y su energía, guardando sus viejos recuerdos de
-conquistas y de guerras, cuando sus estandartes fueron vencedores, o en
-tiempos de duros reveses.
-
- * * * * *
-
-Vía Garibaldi. La calle es estrecha, sus aceras flanquedas de palacios
-históricos. Piedras de siglos, vetustos portones en donde podéis ver
-esculpidas las armas heráldicas. Ahí está el palacio Rosso, regalado por
-la duquesa de Galiera a la ciudad y que contiene valioso tesoro de arte.
-Entre lo principal, un retrato del marqués de Brignole-Sale, de Van
-Dyck, un Durero, y una copia muy buena del San Juan de Leonardo que hay
-en el Louvre. En el Palazzo Bianco que está en frente, hay también obras
-excelentes. No puedo, dado el plan de este diario, ni citar todo lo que
-me interesa; pero me es imposible callar mi gozo ante un antifonario de
-Neroni que se guarda en esta casa, entre muchas riquezas dignas de la
-mayor atención.
-
-He visitado la Catedral, en la vía San Lorenzo. Por ella ha pasado lo
-romano, lo gótico, el renacimiento. La fachada gótica es de una
-imponente hermosura; en ella alternan mármoles blancos y negros;
-adórnanla leones y variadas labores y calados. Piadosos e ingenuos
-escultores trecentistas han dejado figuras y símbolos. Es hasta ahora,
-la más venerable fábrica que hayan visto mis ojos en la tierra de
-Italia.
-
-Soberbio es, asentado en la Piazza Nuova, el palacio Ducal, en que hoy
-trabajan oficinas del gobierno; y en varias calles os dicen grandezas de
-lo pasado los palacios Doria, Spínola, Parodi, Gambaro y Cataldi.
-Génova, la de los suburbios infectos, está llena de mármol y de orgullo.
-
-El palacio Rosozza, es un lugar deseable para la realización de una vida
-de amor. Está dominando el mar, y a sus espaldas se extiende, en la
-colina, un jardín bellísimo lleno de verdura y de flores, en donde los
-chorros de agua dicen rimas de D’Annunzio. Y más palacios, y más villas,
-sobre la ciudad que a la orilla del Mediterráneo mantiene el renombre de
-sus comerciantes y de sus armadores.
-
- * * * * *
-
-Tengo la mejor idea de los genoveses. Parécenme amables, obsequiosos,
-atentos. No he podido certificar si tienen doblez o falsedad. No he
-hecho ningún comercio con ninguno. Y el mal humorado padre Alighieri
-creo que exageró cuando deseaba para ellos tantas terribles cosas:
-
- Ahi genovesi, uomini diversi
- D’ogni costume, e pien d’ogni magagna
- Perché non siete voi del mondo spersi?
-
-Las genovesas que he visto, son esbeltas, garbosas, gentiles, de grandes
-ojos que se han embriagado de mar y de cielo.
-
- * * * * *
-
-Paseo por la rada. El agua está serena y el horizonte está «histórico»
-como diría Roberto Montesquiou. Amarrados a los muelles, los barcos
-descansan, esperando sus cargas. Un acorazado italiano, el Garibaldi,
-está de estación. Al lado, están remendando la cáscara de hierro de un
-buque de guerra turco. Advierto que en una de las planchas de popa, un
-salaz obrero sin duda, ha pintado, con tiza, con visible irrespeto por
-la media luna, una figura obscena que cualquiera puede notar de lejos.
-
-El bote que me conduce se dirige al lado opuesto, hacia la barrera de
-piedra que se ha alzado a la rabia del mar, y que éste en ocasiones ha
-mordido y despedazado por algunos puntos.
-
-Hermoso de toda hermosura el panorama de la ciudad, recostada sobre su
-vasto anfiteatro, dorada por el sol que se pone. Es una tarde azul
-acariciada de fuego. Las alturas se destacan como labradas sobre el
-cielo. En el Rhighi, comienzan a encenderse vivas luces. El cristal
-marino refleja la ciudad y la luz celeste que declina. Hay una dulzura
-pacífica e íntima que llama al silencio y al recuerdo. Mi compañero y yo
-no nos decimos una palabra. Es uno de esos instantes en que se piensa,
-al callado amor de la naturaleza misteriosa, en seres y cosas amadas que
-están lejos... en la ausencia, o en la muerte. La suavidad del agua y
-del firmamento compenetra nuestros cuerpos y nuestras almas.
-
-La bondad y la ternura de la existencia ocupan un momento la máquina
-hecha a los esfuerzos y a las luchas. Nuestro espíritu es en esos
-instantes como un blanco palomar de donde se envían a lejanas
-distancias, mensajes de cariño, de consecuencia, o de pasión. La
-campana de la iglesia de los Ángeles, tocó el Ave María. El eco
-religioso que iba en la brisa pasó como un soplo de bien sobre nuestras
-frentes. El barquero dejó los remos y se descubrió. Cuando volvimos la
-vista al horizonte crepuscular, habían aparecido las primeras estrellas.
-
-
-19 Septiembre.
-
-El cementerio de Génova es famoso; veamos el cementerio de Génova. No me
-place visitar a los muertos en su ciudad. He visto el presuntuoso Green
-Wood, allá en los Estados Unidos, y el célebre Père Lachaise, en París.
-Casi siempre he notado, aun allí, las injusticias de la suerte. Poe, en
-Boston, tiene un pobre busto; Verlaine no tiene aún nada sobre sus
-huesos. Los Sres. Bouvard y Pécuchet en todos los cementerios del mundo
-ostentan mármoles y bronces por toneladas; y más que los Sres. Bouvard y
-Pécuchet, los Sres. Chose y Machin. Pero jamás me ha chocado tanto lo
-grotesco de la vanidad burguesa, en la muerte, como en este enorme
-camposanto. Graciosas, elegantes, pintorescas, muchas de las capillitas
-y mausoleos que decoran la pendiente de la colina, hermosean el lugar
-fúnebre; así son admirables también y de mérito artístico, bastantes
-sarcófagos y estatuas que se encuentran en las galerías. Pero la
-profusión de lo contrario choca. Buenas gentes que poseen los
-suficientes escudos, se hacen fabricar un papá de bronce, una mamá de
-mármol, y se colocan ellas mismas en actitud dolorosa. Y así el cincel
-o la fundición perpetúan máscaras codiciosas, faces de enfermos,
-_bons-hommes_ satisfechos, imágenes de gordos rentistas o de secos
-traficantes. Ello da al contemplador
-
- Parte da riso e parte da vergogna
-
-como dice el Magnífico en su _Beoni_. Todo eso va aumentado con las
-largas leyendas en forma monumental, con todos los circunloquios y
-énfasis que son de ley en este país de la retórica latina. En algunas
-tumbas el dolor ha tenido talentosos intérpretes en simulacros
-personales, o en figuras simbólicas. Os recomiendo entre otros la figura
-de un anciano encorvado, que llega al imperio de lo desconocido y bajo
-el cual se lee un verso de la _Comedia_: (Inf. III).
-
- Tutti convengnon qui d’ogni paese.
-
-No recuerdo el nombre del escultor. En esa enorme población de finados,
-los grandes habitan, como en la vida, palacios; los pobres, un hoyo en
-la tierra. Pero como estamos en Italia, hasta los pobres tienen una cruz
-de mármol o una lámpara graciosa; y entre las cruces, revientan a la luz
-flores de un rojo violento, o florecillas blancas, que parecen salir de
-sepulturas infantiles. Nada me indican los ángeles caderudos de
-Monteverde, iguales al de la Recoleta de Buenos Aires; antes bien, la
-obra de otros escultores sin renombre, en que aparece la tradición de
-un arte sincero y piadoso, se impone en el silencio y en la paz de la
-ciudad difunta. Mientras medito ante una melancólica estatua de mujer
-junto a la cual una mano afectuosa ha colocado un ramo de flores frescas
-y ha encendido un cirio, oigo cerca de mí unos pasos secos y un más seco
-_yes_. _Voilà les Anglais!_
-
-De la Zecca, asciendo en el funicular entre viñas y casitas, al Righi,
-un restaurante situado en lo más alto del monte, al norte de la ciudad.
-¡Soberbia vista de Génova la soberbia! La población se presenta en
-frente, con sus macizos de construcciones, sus torres, sus villas; y su
-rada, en que se erizan los grupos de mástiles y chimeneas. Se alcanza a
-ver, en la confusión de calles lejanas, el reloj del Carlo Felice; se
-divisan y reconocen los palacios conocidos; y se extiende el vasto mar,
-el vasto mar azul y armonioso, por donde han partido a la gloria tantas
-velas, tantas mentes, tantos corazones. El Righi es un establecimiento
-lujoso y de loable buen gusto. Se imagina uno que vivir en un lugar como
-ese, en esa situación excepcional, sería una delicia, si no fuese que no
-hay panorama, ni delicia humana que no pida substitución en tiempo más o
-menos lejano. Esa vista encantadora, esa perspectiva, ese mar y ese
-cielo, y las ricas ostras y compañía que allí encontráis, por ineludible
-ley humana, necesitan luego ser cambiados por otra perspectiva, por otro
-mar, por otro cielo, por otros astros y compañía, so pena de caer en el
-reino gris del fastidio. Nunca, sino en los viajes, se puede comprender
-mejor el pequeño poema de Baudelaire _Any where out of the world_...
-
- * * * * *
-
-Al pasar por el palazzo Doria me señalan el segundo piso, en donde
-habita o habitaba el maestro Verdi, que ahora está en Santa Agueda
-veraneando.
-
-Noto entre casa y casa por las calles genovesas, callejuelas a las que
-se desciende por escaleras empinadas, pasadizos obscuros, estrechos,
-sucios.
-
-Suele acontecer que de un antro de esos surge de repente la cara risueña
-de una fresca muchacha.
-
-Al partir de Génova, en la estación, dos nombres que he visto encarnados
-en dos estatuas, me vienen a la memoria, nombres absolutamente
-representativos en lo antiguo, en lo moderno: Colón, Rubattino.
-
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-
-
-
-
-PISA
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-
-20 Septiembre.
-
- Ahi Pisa, vituperio delle genti
- Del bel paese là dove il _si_ suona;
- Poiche i vicine a le punir son lenti
-
- Muovanse la Capraia e la Gorgona
- E facian siepe ad Arno in su la foce,
- Si ch’egli annieghi in te ogni persona.
-
-
-Estos versos de Dante no pudieron dejar de venir a mi memoria al entrar
-en la vieja ciudad llena de historia y de arte. Va el Arno silencioso;
-casi creeríais que sus aguas semiparalizadas no tienen curso. Río
-turbio, río sin vida, entre las dos barreras de casas, bajo los puentes
-que unen los dos famosos Lungarnos. Ciudad abuela, cargada de siglos,
-que tiene su torre inclinada, como una inmóvil rueca. El movimiento
-urbano es escaso. Uno que otro carruaje cargado de turistas; muchísimos
-sajones a pie, con, en la mano, la insignia roja del Bædeker. Por la
-vasta curva del Lungarno podéis ver tipos que conservan la antigua
-hermosura de la raza, hombres de rasgos bellos, de elegantes talantes,
-muchachas que andan graciosamente, con ese especial calzado un poco a
-la turquesca, entre zueco y babucha, _zuccole_ o _pianelli_. Los pisanos
-tienen el orgullo de su villa; y si no fuese el mal servicio del hotel
-en que me alojo, y la perversidad de un cochero que ha estrujado mi
-paciencia, no hallaría nada que vituperar, ni creo que tengan por qué
-moverse ahora la Capraia y la Gorgona.
-
-Traigo la mente llena de Benozzo Gozzoli, de los Pisano, de Giotto.
-Poemas, lecciones, impresiones que he leído, inspirados en el Duomo, o
-en el Campo Santo, cantan, reviven, se despiertan de nuevo en mi
-cerebro. Antes de entrar en esos santuarios artísticos, siente el alma
-como una sensación de primera comunión. Además, aquí, por todas partes,
-el mármol dice con su presencia, la frecuencia de los héroes, de los
-príncipes y de los dioses. Esta tierra es tierra sagrada; de su seno
-maravilloso han brotado como en una primavera de formas, en esas
-estaciones del arte en que floreal corresponde al renacimiento, un mundo
-de estatuas, una teoría interminable de armoniosas figuras.
-
-Los _badauds_ van a ver desde luego la casa de Galileo, con algo como la
-esperanza de encontrar allí al famoso sabio. Los viajeros de la especie
-de los dos inmortales amigos flaubertianos, se dirigen inmediatamente a
-la torre inclinada, al Campanile: «Vamos a ver: ¿los arquitectos la
-construyeron así, o esto es debido a un hundimiento del terreno?» Yo, no
-bien me desembarazo del polvo del camino, vuelo al Campo Santo. Brilla
-el sol, el sol glorioso italiano, caro a las ardientes mujeres, a las
-dulces naranjas, a las sonoras cigarras. En la puerta del sacro
-cementerio una anciana mendiga agita en un plato de lata unos cuantos
-céntimos, demandando limosna. Me libro de la persecución de ciertos
-cicerones parlanchines e importunos. Entro, y tengo el inmenso placer de
-encontrarme solo en esos momentos, sin turistas, sin anglosajones, sin
-visitantes, a pesar de que en el día de hoy, 20 de Septiembre,
-celebración nacional, la entrada es gratuita.
-
-En lo interior cae el sol sobre las piedras, sobre las hierbas que
-crecen en la tierra santa. Cuentan que en tiempo de la expedición de
-Soria por la república de Pisa, se hicieron traer, por disposición del
-arzobispo Ubaldo Lanfranchi, cinco barcos cargados de tierra del monte
-Calvario. La carga fué recibida en Porta a Mare, con regocijo y lujosa
-ceremonia, por los pisanos.
-
-Sobre deshechos huesos aparecen hoy allí flores humildes. Y fortifica el
-suelo y dora el recinto la «onda de sol» que deslumbró los ojos de
-Taine. Por los vastos muros se desenvuelven los frescos; a los lados de
-las galerías se ven las filas de sarcófagos, las estatuas, los antiguos
-fragmentos de antiguos mármoles; la luz pasa por las arcadas
-semicirculares, por los ventanales góticos. El techo de madera, de una
-imponente sencillez primitiva, da idea de una resistencia secular. Hay
-en los muros inscripciones latinas, promesas de gloria o advertencias
-saludables. En una de ellas: «Mira, observa, desgraciado que pasas, lo
-que eres. Todo hombre está contenido en esta mansión. Mortal, cualquiera
-que seas, detente, lee y llora. Soy lo que serás, fuí lo que eres; por
-favor, ora por mí». Hay aquí el atractivo severo de un museo, y la
-solemnidad de un templo; y la gracia solar, como que hace, en la suave
-gradación con que invade, más propicio el ambiente para altas
-meditaciones, más pura la atmósfera para el vuelo de las ideas. Es un
-lugar sacro en el mundo. _Rien de plus noble et de plus simple_, dice
-Taine. _Verdadero y noble museo_, había dicho la reina Cristina
-Alejandrina de Suecia. Yo he traído conmigo un libro moderno, rico de
-esenciales armonías, florecido de pensamientos celestes, el libro de un
-joven filósofo que maravillosamente pitagoriza, y a quien ha coronado de
-lauros el Imaginífico. Y leo: «¿Cuál es la idea que vive y que se
-manifiesta en el Campo Santo de Pisa?» Fuí muchas veces a contemplar el
-misterio de aquella divina soledad en un estado como de estupor. Pero
-una mañana de Agosto, atravesada la selva de San Rossore en medio del
-coro ardiente de las cigarras y Pisa ardiente bajo la canícula, llegué a
-la puerta del recinto monumental, y entré con el ánimo de quien espera
-una respuesta a una ansiosa interrogación. Antes de partir había abierto
-un libro de fragmentos de Leonardo, para encontrar un rayo de luz que
-guiase mi espíritu en el viaje, y había leído las siguientes palabras:
-«_El sol ilumina todos los cuerpos celestes que por el universo se
-comparten; todas las almas descienden de él, porque el calor que está en
-los animales vivos viene del alma, y ningún otro calor ni luz hay en el
-universo_». Por toda la senda recorrida sentí repetirse en mi memoria
-como un ritornelo incesante aquel laude del sol. El sol, que dominaba
-sobre la llanura en donde surgen el duomo, la torre, el baptisterio,
-estaba también en el Campo Santo; ¿pero era el mismo sol? Afuera había
-un ardor de incendio y las cosas heridas por sus rayos parecían exhalar
-una respiración de llama; aquí su luz, bien que más intensa por el
-contraste de la sombra, parecía fría y calma como la luz de la luna.
-
-«Ya no era el sol que fecunda los frutos de la tierra y dora las mieses
-y torna enceguecedoras las vías polvosas y hace cintilar los vidrios de
-las casas en el poniente; era otro sol. Su luz, del patio desierto había
-penetrado en el gran espacio habitado por las figuras de Benozzo...» Y
-así continúa, en un suave himno a la luz, que formaba un ambiente de
-vida singular a las creaciones de los frescos, «...y por breves
-instantes sentí verdaderamente mi corazón libre de toda angustia vana y
-las cosas de que nace el tormento de la existencia, palidecer y tornarse
-como sombras de sueño en aquella soledad, en aquel silencio y entre
-aquellas formas de belleza». He de confesar que, a mi vez, me he sentido
-como en una duda ideal, y poco han venido a mi mente las observaciones
-de mis maestros de crítica. Más bien he dado curso libre a mi
-imaginación y a mi sentimiento. He creído ver aparecer, de un momento,
-por aquellos lugares solitarios, a Juan de Pisa, que consagrara tanto
-ardor y voluntad a la elevación de esta casa venerable y fúnebre:
-_Tempore Domini Federizi archiepiscopi Pisani et Dominis Tertati
-potestatis, operario Orlando Sardella, Joanne magistro ædificante_. Y
-todos los pintores que a su manera realizaron estos poemas de la luz
-amable, que sobre los muros perpetúan tan varias y ricas imágenes y
-escenas. No quiero saber si uno de los Orcagna es un «Dante sin
-talento»; antes bien le miro como un sincero e ingenuo ilustrador del
-poeta, sobre la larga página de piedra.
-
-Sobre una de las puertas que dan ingreso a la galería, una _Asunción_ de
-Memnis, inicia la obra de este consagrado hiogiógrafo del pincel que ha
-de mostrar después en otros frescos y en unión de Antonio Veneziano, la
-vida del patrón de Pisa, San Ranieri. Primero es la juventud alegre y
-risueña del joven noble, entre las bellas damas de su tiempo, cantos y
-amor; luego la nueva dirección de su espíritu hacia Cristo, y la partida
-al convento de San Vito en que mora el bienaventurado Alberto
-Leccapecore. Antonio Veneziano continúa la vida del santo en otra serie.
-Ranieri se embarca para volver a Pisa y comienza la operación de sus
-milagros en Mesina. Todo esto es de una sencillez primitiva, de una fe
-simple. Como casi todos sus contemporáneos, el pintor retrata a
-personajes conocidos en sus cuadros; y Antonio ha puesto a varios
-eminentes pisanos, como Guido de la Gherardesca. ¡El milagro en que
-descubre el santo la superchería del tabernero que agua el vino, es de
-una moralidad municipal ejemplar! ¡Es todo esto tan natural y sin
-malicia! Así en otras series, se narra la historia del santo hasta su
-muerte, en escenas que necesitarían observaciones más detenidas.
-Spinello, discípulo de Giotto, trata de la vida de San Efesio, y su
-maestro ilustrísimo representa las desventuras de Job. Dice el Vassari:
-«Percio dunque andato Giotto a Pisa, fece nel principio d’una facciata
-di quel Campo Santo sei storie grandi in fresco del pazientissimo Jobbe.
-E perchè giudiziosamente consideró che i marmi da quella parte della
-fabbrica, dove aveva a laborare erano volti verso la marina, e che tutti
-essendo saligni per gli scilocchi, sempre sono umidi e gettano una certa
-salsedini, siccome i mattoni di Pisa fanno per lo piú, e che per ció
-acciecano e si mangiano y colori e le pitture, fece fare, perchè si
-conservasse quanto potesse il piú l’opera sua, per tutto dove voleva
-lavorare in fresco, in arriciato ovvero intonaco o incrostatura che
-vogliane dire, con calcina, gesso e matton pesto, mescolati cosi a
-proposito, che le pitture che egli poi sopra vi fece, si no insino a
-questo giorno conservate, e meglio starebbono se la trascurataggine di
-chi ne doveva aver cura, non l’avesse lasciate molto offendere
-dall’umido...» La pintura, hoy mismo, se conserva bastante bien; los
-colores, sobre todo, a través del tiempo, han luchado por mantenerse, y
-las bíblicas figuras dicen, si no el arte de recursos perfectos, las
-intenciones cumplidas, la traducción completa de la voluntad y deseo del
-artista. Refutando la crítica de Cavalcaselle que en su _Storia della
-pittura in Italia_ afirma que «el arte imperfecto de Giotto puede
-llamarse grande respecto a su tiempo», aquel a quien ha llamado
-D’Annunzio «il dottore místico», afirma esta verdad que me parece
-innegable: Es imperfecto el arte cuando la _forma no se acuerda_ con sus
-_intenciones_; pero cuando la _materia_, no más _sorda_, _responde_ al
-mandato del artista, el arte es grande, es perfecto, y la obra que crea
-es una obra maestra.
-
-En medio de mis meditaciones de arte, una banda militar me trae a la
-vida presente. Recuerdo que es el 20 de Septiembre, día nacional
-italiano; y el conde de Turín ha de presidir hoy maniobras, en un campo
-cercano a Pisa. Volveré a ver a Benozzo y compañía.
-
-El carruaje sale de los muros de la ciudad, después de pasar por la
-plaza en que las Tres maravillas de mármol se destacan en el azul puro.
-El largo _stradone_ llega hacia el punto lejano, en donde la caballería
-ha de hacer sus ejercicios. El camino va entre dos filas de plátanos
-vigorosos, cuyas pobladas copas de hojas frescas, menea un sutil viento.
-En los campos cultivados, cuelgan, profusas, negras, las uvas que están
-ya en tiempo de vendimia. A lo lejos se divisan las montañas, los Alpes
-apuanos, los montes de mármol. A la derecha, en las praderas reales,
-pasan relinchando y trotando yeguas y potros de hermosa estampa.
-
-Al final del larguísimo _stradone_, un bosque admirable de pinos
-obscuros; luego, una llanura, y allí, palcos que se han levantado para
-las personas oficiales que presencian las maniobras. El público discurre
-cerca de las barreras. La música militar toca. Del fondo de la llanura
-se destaca un grupo de oficiales, a gran galope, o media carrera.
-
-Los jinetes son airosos y parecen hechos a manejar con destreza sus
-cabalgaduras. Los saltos de obstáculos se efectúan con todo éxito. Los
-grupos desfilan, frente al palco en que está el conde de Turín, en
-compañía de un coronel austriaco, y hacen el saludo de ordenanza. Los
-ejercicios se prolongan, vuelvo al hotel, que encuentro revuelto,
-invadido por gentes de la milicia. Por la noche, se ilumina el Lungarno,
-suenan músicas por las calles, una banda da un concierto y el pueblo,
-vestido de fiesta, circula, habla y ríe. Esto es en la Pisa que vive, o
-parece vivir, en la vida moderna y actual, la Pisa que sabe que han
-existido los hombres de la unidad italiana, la levita de Cavour, la
-camisa de Garibaldi, el uniforme de Víctor Manuel. Allá al otro lado
-duerme la señora de la vida antigua, la ciudad de los recuerdos de
-gloria, la Pisa de mármol, la del duomo, la del baptisterio, la que
-tiene su campanario inclinado, como una inmóvil rueca.
-
-
-18 de Octubre de 1900.
-
-El Guirlanda ha colocado, en los frescos que narran la historia de
-Ester, los retratos del gran duque de Toscana, Cosme, del emperador
-Carlos V, del duque de Urbino y del príncipe de Carrara. Estas gloriosas
-adulaciones indican el espíritu del tiempo. No estalla la presencia de
-esos nobles señores en una escena bíblica. Cuando Jean Béraud ha
-querido, en nuestra época, poner a odiosos contemporáneos en presencia
-de Jesucristo, rehacer el Calvario en Montmartre y convertir en
-Magdalena a una dama cualquiera de _chez Maxim’s_, la abominación del
-intento ha sido igualada por lo absurdo del resultado, el estallido ha
-sido súbito.
-
-La concepción del mundo de Puccio de Orvieto, deriva de la Summa. El
-fresco teológico que aquí conserva la memoria del pintor, está bien
-custodiado por las figuras de Santo Tomás y de San Agustín. En _La
-Creación_ el sentimiento místico se une ya al influjo de la naturaleza y
-se traduce en un realismo sencillo e ingenuo. La narración del Génesis
-está interpretada, o mejor dicho, ilustrada, en varias escenas, en que
-la intención del artista se expresa en figuras de una ejecución todavía
-balbuciente. Nada más «al pie de la letra» que la salida de Eva del
-costado de Adán. El demonio, como muchas veces se nota en obras de la
-época y aun posteriores, tiene, en el cuerpo de serpiente, la cabeza de
-mujer. Caín, sufre la maldición de la fealdad, y tal concepción habrá de
-continuar hasta que haya un artista que le reahabilite. Abel, el niño
-mimado y hermoso, que en lo futuro ha de tener _stud_ y ha de ser
-miembro del Jockey Club, ofrece su homenaje y el Señor le envía a su
-altar el fuego del cielo, para la consumación del sacrificio. Caín, cara
-de pobre diablo, quemado de sol y que da a Dios lo que puede, se ve
-desdeñado por la divinidad parcial. Con el tiempo no será de extrañar
-que Abel muera dinamitado, cuando la quijada de burro ha quedado en
-desuso. Hay otra escena en que Caín, anciano, muere herido por una
-flecha de su hijo Lamech. Es de señalar la singular habilidad de estos
-decoradores para pintar de manera que produce ilusión de verdad, la
-sangre.
-
-Me detengo con Benozzo Gozzoli. Benozzo es un gran manejador de
-sentimientos y un diestro animador de facciones. Ya es la _Embriaguez de
-Noé_, con su interesante composición, su colorido aun conservado, su
-delicioso paisaje y sus detalles, con la célebre _Vergognosa_ que no me
-convence del todo; la _Torre de Babel_, en que veréis en un escenario
-anacrónico a personajes contemporáneos del artista--Lorenzo el
-magnífico, Policiano, Juliano y Juan de Médicis; Abraham y los
-adoradores de Belo, muy decorativo y lleno de alegorías; _Lot_, _Abraham
-Victorioso_, el _Incendio de Sodoma_, el admirable _Sacrificio de
-Abraham_ y muchos más frescos de pintor de tantas excelencias, os
-arrancan a la idea banal de una jira de turistas y gratifican vuestro
-entendimiento con el efluvio de una vida de pura elevación, de gozo
-mental, de sana humanidad.
-
-Los Orcagnas encantan en su simplicidad. El _Triunfo de la Muerte_ es un
-largo poema ante el cual el contemplador podría pasar días de deleite
-estético. Nunca se ha expresado más claro el eterno contraste, que en
-esta página de piedra en que el pincel relata la obra de la invencible
-Perseguidora.
-
-Por un lado la primavera de la vida, con sus amores y músicas, canciones
-de placer, besos y pompas. Por otro la miseria, la áspera pobreza, en el
-polvo del camino, el hambre, el dolor. Y la muerte con su hoz, en medio,
-en los aires, que dará su golpe a quien menos piense en ella, y no oirá
-la llamada de los miserables, y les dejará seguir padeciendo en lo duro
-de la existencia. ¿Cuál figura más horrible que esta descarnada vieja de
-alas de murciélago y pies de largas uñas, que maneja su arma inevitable
-sobre la fiesta de las rosas y de los labios?
-
-Taine es demasiado seco en su grandeza, demasiado frío en su fuerza. No
-puedo olvidar su juicio neto y geométrico sobre este espectáculo de
-arte, y su severidad profesoral ante el _Infierno_, por ejemplo, de
-Bernardo Occagna. «Un mundo poético de donde la poesía se ha retirado,
-una tragedia sublime que se convierte en una parada de verdugos y un
-taller de torturas, he ahí lo que ese Dante sin talento fabrica sobre
-los muros». Yo encuentro la elocuencia simple de un artista que expresa
-con un lenguaje comprensible de la muchedumbre, las tendencias; los
-temores, las ideas de una época. Hallo en estos frescos el mismo
-espíritu y la misma expresión de los misterios, de las moralidades, de
-los autos. Dice Conti estas palabras que concentran mis ideas respecto a
-este arte primitivo en que miro una escuela de sinceridad: «Vi sono in
-pittura scorrozioni, imperfezioni, contorcimenti che hanno vita e
-bellezza assai maggiori di moltissime cose condotte a compimento nei piú
-minuti particolari e secondo la piú fidele imitazione della realtá».
-
-Es este uno de los lugares de la tierra en que no debían penetrar sino
-los merecedores de la recompensa secreta, del oculto premio que en la
-meditación y en el recogimiento ofrece el misterioso numen: el
-encuentro, el hallazgo, en la profundidad del propio ser, de lejanas
-señales, de signos perdidos en la complicación de largas
-trasmigraciones, en que se reconoce algo de la personalidad vencedora
-sobre el espacio y sobre el tiempo. Siento que salgo de este sagrado
-recinto como impregnado de benéficas claridades. Sobre la tierra del
-Calvario en que crecen hierbas y flores, con la fecundidad luminosa del
-cielo azul.
-
-Toda aristocrática alma vacilante debe venir aquí. Los ojos se anegarán
-en la magnificencia severa de los frescos; los pies hollarán mármoles
-funerarios, entre sarcófagos en que el arte antiguo pone en la misma
-idea de la muerte, la floración inmensa de la vida. Toda noble voluntad
-sentirá fuerzas nuevas. Alma que te has nutrido de desconocida savia,
-que has encontrado aquí un refugio inesperado para el viaje de las
-futuras ascensiones, ¿no sientes como un íntimo anhelo, como una
-vivificante invasión de sangre pura y flamante? A las puertas, con
-impaciencia, Pegaso piafa.
-
-
-22 de Septiembre.
-
-Solo, por estas calles, me encuentro, cuando menos pensaba en la plaza
-de los Caballeros. Entro en la iglesia de San Esteban y miro los
-estandartes antiguos que fueron ganados en las batallas contra los
-infieles. Al salir, en el palacio de los condes Finocchieti, un
-especialísimo lugar me impresiona verdaderamente. Es el punto en que,
-en la Torre del Hambre, Ugolino,
-
- La bocca solevó dal fiero pasto.
-
-Una persona pretende explicarme que la puerta de hierro que se descubrió
-en 1884, y que se exhibe como perteneciente a la prisión, bien puede no
-ser tal, sino que, etc., etc. Como Anatole France con sus reyes magos,
-yo permanezco en mi creencia, y nada me haría dudar de la autenticidad
-de lo que miro. Sí, ese viejo hierro vió la escena pavorosa, que para la
-inmortalidad fundió Dante en el bajo-relieve de sus sublimes tercetos de
-bronce. La visión del poeta cobra realidad a medida que pasa el vuelo de
-los siglos. La fábula se encarna en la tradición; la tradición se
-alimenta y vive con la sangre misma del pueblo. Ninguna demostración
-histórica, ningún comento de centón, ninguna memoria de erudito,
-destruirán lo que certifica la creencia de sucesivas generaciones. De
-ahí la absoluta inutilidad de los intentos para borrar de la conciencia
-popular la idea del milagro y el influjo de la leyenda.
-
-Por las calles, recuerdo la aventura de Goldoni. Cuenta el célebre
-comediógrafo que, encontrándose en Pisa, sin conocer a persona alguna,
-salió a dar una vuelta por la ciudad. De pronto vió una gran puerta
-abierta por donde entraba mucha gente. En el interior, un jardín, en
-donde gran cantidad de personas estaba sentada. Un criado de librea, a
-quien preguntara qué cosa significase tal reunión, le responde: «El
-concurso que aquí miráis, oh señor, es una colonia de los árcades de
-Roma, llamada colonia Alfea o de Alfeo, río célebre en Grecia, que
-regaba la antigua Pisa, en Aulide». Como veis, el portero de los árcades
-se expresaba como convenía. Goldoni, que era listo y abogado, pide
-entrada y se le concede. Allí donde se decían versos y se discutían
-cosas poéticas con corteses razones, desenvainó un soneto viejo que pasó
-por inspiración, y le captó las simpatías y los abrazos de los nobles
-circunstantes. Además, un puesto en la ciudad, con renta regular. Los
-pastores apolíneos sabían entender las cosas. Yo no encuentro en mi
-solitaria andanza sino zapateros de viejo que remiendan en plena calle,
-una que otra hermosa muchacha asomada a la ventana de una casa vieja, y
-en un almacén en que ciertamente no habitan ni laboran los geniales
-artesanos de antaño, leo: _Marble Works_. Perfectamente. _All right!_
-
-
-23 de Septiembre.
-
-El Duomo, el Baptisterio, la Torre o Campanile. Lejos de las arterias
-principales de la población en que circula una escasa vida, esos
-monumentos perpetúan la grandeza pasada, y halagan con el marmóreo
-florecimiento de sus nobles construcciones. Os repetiré que delante de
-estas obras, desde largos siglos bañadas de religiosas contemplaciones,
-o bruñidas y lustradas de ojos de turistas y de estudiosos, no he de
-comenzar con inoportunos datos técnicos, ni sumas de columnas, ni
-medida de extensiones. Yo sólo sé que esto es bello, de una belleza
-serena e imponente, que sobre la solidez de la fábrica se erige la pompa
-de las formas; que los muros, las cúpulas, las arcadas, la labor de una
-arquitectura graciosa y sincera, dicen en su cristalizada elocuencia,
-tanto como los libros y los cuadros, las victorias orgullosas de aquella
-Pisa industriosa, conquistadora y batalladora, que de todas partes traía
-ideas y riquezas. Busqueto plantó los cimientos de la ilustre iglesia
-sobre el botín de los bárbaros.
-
-La fachada del Duomo es una página de piedra en que la «música» del
-arquitecto seduce como la lectura de un armonioso poema. Las puertas son
-a su vez, otras magníficas hojas de este libro soberbio, en que se
-multiplican los temas, en el bronce fundido por Partigiani y Serrano,
-según la fantasía de Juan de Bolonia. En la lateral, hay el encanto de
-lo arcaico. De mi visita a lo interior traigo llena la retina, del gran
-Cristo del mosaico del ábside; de una singular madona de Pierini del
-Vaga; de deliciosas figuras del Sodoma que me exigirían un página por lo
-menos para cada una; del Caín rojo de Sogliani, que dice la primordial
-injusticia al lado de su papagayo. Y entre tantas cosas ¿cómo olvidar el
-grupo de mármol del Moschino, el Adán y Eva del fondo?
-
-El Baptisterio, tiara de piedra, relicario de mármol, joya de gracia y
-de majestad. La perla que atrae en esta maravillosa concha labrada por
-un poeta de arquitectura, es el célebre púlpito de Nicolás Pisano,
-sobre el cual os recomiendo volváis a nuestro Vasari.
-
-El Campanile, ya os lo he dicho: la rueca de Pisa. El indestructible
-mono que hay en cada cual, y los ejercicios del sentido común ilustrado,
-encuentran en este deleitoso lugar que reune tan preciadas
-magnificencias, tres cosas que harán producir siempre reflexiones de la
-más exquisita calidad: en el Duomo la lámpara de Galileo; en el
-Baptisterio el eco; en el Campanile la inclinación.
-
-
-25 de Septiembre de 1900.
-
-El tranvía a vapor pasa por una parte de la ciudad, y sale a la campaña
-entre sembrados y plantíos de coles y tomates, quintas modestas y
-rústicas habitaciones. Luego una sucesión de bellos paisajes recrea la
-mirada, hasta llegar al valle de Calei, donde el vehículo se detiene. De
-allí, para ir a la Cartuja, hay que seguir a pie, por retorcida cuesta
-que conduce a la altura en que se alza el antiguo edificio. Es la hora
-del comienzo de la tarde y el sol hace brillar como polvo de plata el
-camino trillado. Los montes pisanos marcan su relieve gris sobre el
-azulado fondo del cielo, y en su cima, la Verruca, sobre su asiento de
-rocas desgreñadas, calca su silueta de castillo de cuento. Voy en la
-llamarada del sol y en el vaho ardiente del suelo. Un exceso de vida se
-desborda de los campos circunstantes, y sigo mi camino entre verdores de
-hojas, al estridente aserrar de las cigarras. El verde de las viñas a
-un lado, y las uvas negras manchan, colgadas de las guirnaldas, las
-ramas hojosas; el verde de los olivos al otro, y las hojas semejan
-manojos de láminas argentadas y hacen un manso ruido al roce del viento.
-¿Cuánto tiempo hacía que no escuchaba el bullicio de las cigarras? Era
-desde los años que viviera en el caliente trópico, donde los mangos
-sonoros se debaten al soplo de aires furiosos, y el sol violento y
-calcinante hace humear los pantanos y gritar los bosques. Gritan las
-cigarras como presas de desesperación o de locura. Aquí, más bien
-paréceme que ponen en su ruido un ritmo, aunque no llego a comprender
-los adjetivos flagrantemente aduladores que a estas borrachas de rocío
-prodigaba la lírica griega. Hermoso de noble hermosura este campo en que
-se muestra larga y magnífica la generosidad del cielo y de la tierra. El
-valle cultivado y pintoresco, la Verruca delineada finamente y el Poemo
-y el Serra, atalayando los horizontes. Sobre su altura, el edificio de
-la cartuja es serio e imponente. A la entrada, un grupo de mendigos
-espera. Es la hora en que se les da un plato de comida, según la antigua
-costumbre.
-
-Sobre la puerta, está el sabido religioso lema, escrito en grandes
-letras: _O beata Solitudo! O sola beatitudo!_ Y a los lados, dos
-leyendas tomadas de sendos elogios de la soledad, de Jerónimo y de
-Basilio: _Habitantibus hic oppidum carcer est, et solitudo paradisus.
-Solitaria vita celestis doctrina schola est, et divinarum artium
-disciplina._
-
-Llamé. Llevaba una carta de recomendación para D. Bruno el prior. No
-estaba su reverencia, pero el portero, un macizo viejo dentro de su
-blanco sayal decorado de una gran barba blanca, me hizo entrar.
-Preparaba a la sazón unas cuantas escudillas de cierto arroz dudoso,
-para los pobres. Un empleado me condujo a lo interior, no sin que antes
-hubiese yo advertido otra inscripción: _Quanto varius tanto melius_.
-
-No hay nada que verdaderamente pueda atraer por singular valor
-artístico, en este convento, sobre todo, a quien va a visitar los
-tesoros inmensos que el arte italiano guarda en sus ciudades ilustres.
-Es el atractivo de esta vida monacal lo que llama, el misterio y la paz
-que han conquistado el espíritu de Huysmans, en plenas agitaciones y
-vacilaciones finiseculares.
-
-Mi guía me conduce a través de un dédalo de capillas, después de hacerme
-ver la iglesia. Pero yo insinúo que mi objeto sería poder hablar con
-algunos de los reclusos. Mi interlocutor me gime imposibilidades. Los
-monjes no hablan con nadie sino en días determinados, y con previo
-permiso del padre superior. Sé después que tienen un día de salida cada
-semana, y que van a los montes cercanos a herborizar y a hacer ejercicio
-físico.
-
-Penetramos a una celda vacía; celda no; más bien departamento amueblado,
-modesto, pero confortablemente. Una especie de antesalita, un cuarto
-comedor, con alacena y mesa; un cuarto dormitorio, con cama en que,
-según me afirman, no se usa otro colchón que uno hecho de paja; una
-puertecilla, por donde se puede hablar con el cartujo desde fuera, un
-oratorio. En el oratorio veo un viejo libro abierto, que ha dejado allí
-el padre que ocupó últimamente la habitación.
-
-Es el _Apparechio alla morte_ de Liguori. La celda da a un pequeño
-patio, al cual descendemos. Una verde viña a la sazón cargada de fruto,
-da sombra fresca; en el reducido trecho de las cuatro paredes, cuelgan
-de sus árboles peras doradas, manzanas, y jugosísimos higos; y cerca de
-un pozo antiguo, tendiendo hacia el cielo sereno y fecundador,
-misteriosa, como temerosa, amorosa, se abre la pasiflora.
-
-Salimos hacia el gran patio del convento, en que una fuente, serena y
-solitaria, vierte una agua diamantina y sabrosa. Decóranla testas de
-becerros y delfines, y águilas enteras por cuyos picos caen los sonantes
-chorros. Bajo el sol caliente que hace arder la piel, esa agua está rica
-y fría, como sacada de una nevera. Vamos por los largos corredores;
-resuenan nuestros pasos sobre las lisas baldosas; entramos de nuevo en
-la nave de la iglesia. En un marco especial, cerca de un altar, está el
-libro de indicaciones para los monjes. Leo en una caligrafía anticuada y
-clara:
-
-_Die 15e. sept.--Missae dicendae in conventu.--Feria II pro
-Benefactoribus.--III de anniversaribus.--V de Beata.--Cœteris Diebus ut
-in Calendario.--Abstinentia erit feria II.--In hac hebdomada securrunt
-iejunia temporatia._
-
---A propósito--digo a mi acompañante--y ¿qué tal comen los reverendos?
-
---Cuando no ayunan, comen alimentos sencillos y sanos.
-
-Y recordé que al pasar por el refectorio, había visto los frescos que
-representan a los buenos religiosos de antaño servidos por princesas
-piadosas, comiendo modestos platitos de sopa y huevitos pasados por
-agua. Pero también recordaba al portero, vigoroso y sonrosado a pesar de
-sus años; y los impagables ágapes a que he asistido en otras partes,
-invitado por mis amigos los frailes; el _embonpoint des chanoines_ de
-que habla en su _Lutrin_ el excelente Boileau; el chocolate de mis
-primeros maestros los jesuítas, y las venganzas de la simpática gula
-contra las terriblezas de la cuaresma. Místicas pinturas y la severidad
-del recinto borraron mis inoportunas reflexiones epicúreas. Allí, dentro
-de sus solitarios habitáculos, unos cuantos hombres, fatigados del
-siglo, o consagrados a la meditación de Dios por vocación, sirven, como
-dice Durtal, de pararrayos. Oran, piensan en la eternidad, saben domar
-la bestia, ascienden perpetuamente, en la _beata solitudo_.
-
-Al salir, oigo un coro de alegres voces en charlas y vivas, lo cual no
-deja de sorprenderme. Y luego miro que las risas y las voces salen de
-las más frescas y rojas bocas que pueden obstentar garridas y frondosas
-adolescentes.
-
-Sí, me explico. Es un colegio de niñas. El gobierno ha dispuesto que se
-le ceda la parte derecha del local. ¡Dios de Dios!
-
-Pero, ¿qué está pensando el gobierno? ¡Estos varones del Señor buscan
-la soledad y se les planta junto a ellos la alegría en su más dulce
-forma; estos pobres ratones se aislan y esperan la hora en que la
-descarnada gata se los ha de llevar, y les vienen a poner a las puertas
-de la cueva el queso! Pueden los fuertes religiosos luchar como
-Jerónimo, como Antonio, como Pacomio, pero si luego aparece un proceso
-famoso, echan las gentes la culpa a una comunidad de carne y hueso, en
-que la debilidad humana o el imperio de la naturaleza, como gustéis, se
-manifiesta.
-
-El tranvía me lleva a Pisa, y hoy mismo partiré para Roma, pasando por
-Livorno.
-
-
-27 de Septiembre.
-
-Livorno, a la orilla del mar, comercia, se agita, vive en los afanes
-modernos. Uno que otro viejo edificio, uno que otro monumento recuerda a
-los reyes pasados. En cuanto al bravo Víctor Manuel, no ignoráis que
-está en todas partes.
-
-Una buena línea de tranvía eléctrico lleva hacia Antignano. Se va
-bordeando el mar y se goza de vistas hermosísimas y pintorescas. Se ven
-los astilleros de Ansaldo en donde unos cuantos barcos en construcción
-muestran sus costillares de cetáceo mondados, entre los cuales aborda un
-incesante martilleo. De aquí salió como sabéis, más de un barco
-argentino. Ansaldo, el viejo senador que tanto hizo por este puerto,
-tiene su estatua de bronce en la plaza que lleva su nombre. El tranvía
-va, según os he dicho, a la orilla del mar. Paseos llenos de amables
-verdores y boscajes decoran la ribera, en la que, más adelante, hay
-establecimientos balnearios y hoteles y restaurantes de veraneo. Y al
-otro lado, un buen número de villas, chalets y casitas, alegran y animan
-el lugar con sus elegancias, lujos y primores. Se ve que es el barrio de
-descanso de gentes ricas; se ve la consecución del esfuerzo, la
-certificación del engrandecimiento de una población que cada día irá
-aumentando su actividad y su energía.
-
-Cuando el tren se detiene, después de pasado el parque principal, leo en
-una casa cercana: _Orfeo, ristoratore_. Lección simbólica de vida
-práctica.
-
-
-28 de Septiembre.
-
-A Ardenza se va en carruaje; así llego sobre el brasero del suelo y
-hostilizado por un sol implacable. Tiene razón el padre Malaspina con su
-pomposa manera de decir; aquí en verdad «il cocente ardore del sole,
-massime quando sferza dall’inflammato Leone, abbrucia come fornace le
-aperte spiagge, e spariscono assorbiti dal suelo arenoso minori
-ruscelli.» Me dirijo hacia el santuario de Montenero, en donde es
-adorada desde pasados siglos una milagrosa virgen que, según es fama,
-llegó providencialmente de la isla griega de Negroponto. Hay que pasar
-por Antignano, y allí se alquila una diminuta calesa para hacer la
-ascensión. Despacio subo el monte. En las puertas de las casas, viejas
-hacendosas hilan en ruecas antiguas. Otras mujeres me ofrecen vírgenes
-hechas de pasta azucarada, o racimos de uvas. Me como una virgen y me
-refresca un negro racimo. Por fin, he ahí el santuario. Desde la cima
-del monte se domina un espléndido panorama. Hacia el lado del mar, en el
-azul flechado de plata, surgen Cerdeña y Elba, y las dos islas que
-incitaban a Dante a moverse contra Pisa, la Capraia y la Gorgona; y a la
-orilla del agua inmensa. Livorno, y más allá la ciudad del Arno, y el
-Serchio; y en relieve sobre el fondo celeste, los Alpes apuanos. Al otro
-lado se levantan los Apeninos, y más cerca los montes de Pisa, y a sus
-pies la ciudad de la inclinada torre.
-
-Un poeta del seiscientos cuyo nombre se ignora, dejó escrita en verso la
-tradición de la virgen de Montenero. Sus octavas ingenuas cuentan que
-siendo papa Clemente VI y césar romano Carlos IV, cansada esta virgen de
-vivir entre otomanos, que no la honraban, abandonó Negroponto y se vino
-al suelo toscano, a traer más esplendores al cielo y aliento a los
-corazones fieles. Unos pastores, a la orilla del pequeño río de Ardenza,
-apacentaban sus ganados. Vieron en una piedra, de pronto, un resplandor,
-y encontraron en el hueco de ella la santa imagen pintada en campo de
-oro.
-
- Era in asse dipinta, e cossi bella
- Che ritrata parea da un serafino,
- Havea da parte destra aurata stella,
- Et in bracio tenea Gesu bambino,
- Con un incatenatta rondinella;
- Sedera sopra un serico cuscino
- Estava qu’angelica regina
- Nel caro sen di quella selce alpina.
-
-Un pastor oyó que alguien le llamaba, y no viendo a nadie, notó por fin
-que la voz era de la imagen de María. «Pastor, alza esa pesada piedra y
-condúcela a Montenero». El favorecido rústico era viejo y, para mayor
-pena, cojo: mas ayudado por su fe, cargó con la pesada piedra. Subió al
-monte y depositó la sacra carga.
-
- Deposto il vasso il pastorel devoto
- Come mai non avesse affaticatto,
- Perché in prodigio tal non stesse ignoto,
- E fosse al mondo tutto publicato.
- Al popol di Livorno lo fe noto.
- Essendo a quello in un momento andato:
- Quindi sin fe per cosi lieto avisso
- Il bel porto d’Etruria un paradiso.
-
-La historia de este santuario es larga e interesante, desde su fundación
-hasta nuestros días, en los cuales, carcomida de ciencia más o menos
-segura, la fe de los pueblos va en mengua progresiva. Esta virgen es
-famosa en toda Italia y aun fuera de la Península. Los marineros la han
-tenido siempre especial predilección, como se ve por los profusos votos
-que ornan el altar y una parte de la iglesia.
-
-La madona, que logré ver, iluminada en su camarín, es de antiquísima
-factura. Ha habido quien la haya atribuído al evangelista San Lucas;
-otros opinan que es obra griega. Muchos la juzgan del aretino
-Margheritone, aunque hay quien arguye en contrario, porque éste no pintó
-nunca madonas. El estilo recuerda la escuela del Giotto, el origen
-cimabuesco.
-
-Estas vírgenes amadas y veneradas por los marinos, siempre me han
-parecido las más maternales, las más dulces y las más potentes. Esto he
-pensado una vez más, delante de las pinturas votivas de una ingenuidad
-que hace sonreir en el santuario de Montenero. Y no olvido al saludar a
-esta noble patrona que en la cima de este monte tiene casa de mármol y
-oro y cirios y frescos, y que ha sido visitada por emperadores y reyes y
-poetas, como Byron, a la Virgen Negra de Harfleur, que ví un día ya
-lejano, allá en las costas normandas, toda de bronce, bajo el cielo,
-curtida por las tempestades, de cara al mar.
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-ROMA
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-
-3 de Octubre de 1900.
-
-Pasada la aridez del Agro romano llego a Roma al anochecer. La primera
-impresión es la de una ciudad triste, descuidada, fea; pero todo lo
-borra la influencia del suelo sagrado, la evidencia de la tierra
-gloriosa. En el viaje de la estación al hotel, a través de los vidrios
-del ómnibus, aparecen, ante mis ojos deseosos, una y otra visión
-monumental, que reconozco, ya las arruinadas termas, ya la columna de
-Marco Aurelio. Con el espíritu poblado de pensamientos y de recuerdos me
-duermo en un cuarto de un hotel de la Piazza Colonna--, que, dejando que
-desear por mil causas--, quizá por un exceso de arqueología, hace que
-los clientes se alumbren con simples velas. Por mi parte, habría
-preferido cualquier vetusto candil desenterrado, ya que no un noble
-lampadario.
-
-Por la mañana, un vistazo a la ciudad. El célebre corso me sorprende por
-su modestia, exactamente como a Pedro Froment.
-
-Una larga calle estrecha, llena de comercio, por donde, en las tardes,
-se pasean las gentes; de cuando en cuando la imposición de un palacio,
-cuyo nombre es una página de historia. Os advierto desde luego: el
-pecado de querer convertir a Roma en una capital moderna, no podría
-realizarse, so pena de padecer la verdadera grandeza de la capital
-católica; pero como Roma, dígase lo que venga en voluntad, es a pesar de
-todo, la ciudad del Papa y no la ciudad del rey, todas las disposiciones
-gubernativas no prevalecerán contra ella.
-
-Es la ciudad papal. Lo que han dejado, con raíces de siglos, los sucesos
-religiosos, la larga dominación de los pontífices y una adoración
-ecuménica que converge al lugar en que Cristo dejó su Piedra, no lo
-pueden destruir hechos políticos de un interés parcial. Por la brecha de
-Porta Pía entró poco y no salió nada.
-
-Mientras me dirijo hacia la Piazza Venecia para tomar el tranvía que ha
-de conducirme a San Pablo, un ejército cosmopolita pasa a mi lado, con
-sus insignias en el pecho y sus guías en la mano. Hablan aquí en alemán,
-allá en húngaro, más allá en inglés, en español, en francés, en
-dialectos de Italia, en todo idioma. Son miembros de distintas
-peregrinaciones que vienen con motivo del Año Santo. Se atropellan, se
-estrujan, por tomar un puesto en los carros. Veo escenas penosas y
-ridículas. Ramilletes humanos se desgranan al partir el vehículo. Una
-vieja de rara papalina se ase a las faldas de un obeso cura y ambos
-ruedan por el empedrado. Como los cocheros están en huelga, esta
-irrupción es continua, fuera de verse a cada instante, carruajes de
-_remise_ que pasan con cargas de peregrinos. Ancianos, hombres de
-distintas edades, niños, nodrizas con bebés, frailes de todo plumaje,
-curas de toda catadura, se han desprendido de los cuatro puntos del
-globo, para venir a visitar santuarios, besar piedras, admirar templos,
-y sobre todo, ver a un viejecito ebúrneo que alza apenas la diestra casi
-secular, y esboza bajo la inmensa basílica, el ademán de una bendición.
-
-Y todos traen, poco o mucho, oro que queda en la Villa Santa; y para el
-tesoro del Vicario de Jesucristo y rey de Roma, la contribución de buena
-parte de la humanidad. ¡Ah, bien saben los Saboyas que hay que conservar
-esa misteriosa ave blanca encerrada en su colosal jaula de mármoles y
-oro!
-
-Ya en San Pablo, la basílica nueva, veo repetirse a las puertas las
-mismas escenas de los tranvías. Todo el mundo pugna por entrar primero,
-como si dentro se repartiese algo que debiera concluirse pronto. Yo
-también hago palanca de mis hombros, y, lleno de atención--, _beware of
-pickpockets!_--entro. Basílica enorme, llena de alegría fastuosa. Oro,
-mosaicos, columnas de majestuosa elegancia; naves anchas y claras.
-Alejan ciertamente la oración estas magníficas cosas y se piensa en la
-orquesta que ha de atacar el primer vals, o en el _foyer_ de un
-estupendo café-concert. Las gentes hormiguean sobre las baldosas,
-admirando, calculando, clavando los ojos en las ricas techumbres, o en
-los medallones de los papas, y desprendiéndolos, para asombrarse ante
-los altares, ante las labores, ante los marmóreos simulacros. Y la
-pregunta universal: ¿Cuánto habrá costado esto? Y la unción en el
-bolsillo. Los sacerdotes, guías de sus distintas peregrinaciones, van
-conduciendo sus rebaños llevándolos de un punto a otro; haciéndoles
-rezar unos, y leyéndoles la guía, con uno que otro comentario, otros.
-Salgo de San Pablo con otro espíritu, ya lo creo, que de la catedral de
-Pisa o de Notre-Dame. San Pablo es la iglesia fin de siglo, en donde no
-falta sino la nota liberty en arte. ¿Para cuándo la basílica
-modern-style? Es la iglesia club, la iglesia tea-room, la iglesia del
-five o’clock. Es la casa de la religiosidad mundana a donde se va a
-buscar al _flirt_. Una, dos, tres, cuatro, cinco palabras inglesas,
-absolutamente del caso. Ya veis que el lugar impone. ¡Oh, la
-religiosidad serena y severa de las iglesias viejas, hechas para gentes
-de fe, en siglos de piedad y de temor de Dios, y qué lejos está de estas
-Alhambras pomposas, Empires imperiales y Casinos de Nuestro Señor! Y
-fijaos que todo esto corresponde a las políticas de la cancillería
-vaticana, a los paseos de turismo a Lourdes, a las exhibiciones líricas
-del abate Perosi. En gran parte Zola tiene razón, y hay que venir aquí
-para certificarlo.
-
-Al caer el agua de las fuentes, entre el vasto hemiciclo de columnas,
-voy acercándome a la basílica de las basílicas, que se alza gigantesca y
-pesada. Parecía muy grande; a medida que me arrimo parece mayor. Y al
-penetrar, y tender la mirada hacia el ábside, la enormidad se presenta
-en toda su realidad. Es un edificio para pueblos. Las oleadas de
-visitantes que se aumentan a cada momento, no se advierten sino como
-pequeños grupos que van de un lado a otro. Allá, bajo la cúpula, cae la
-luz a chorros anchos y dorados. El gran baldaquino de las columnas
-salomónicas alza su magnificencia; la baranda que rodea la tumba de San
-Pedro, con las lámparas encendidas, atrae una muchedumbre de curiosos. A
-un lado, el Júpiter de bronce, el San Pedro negro, con su célebre dedo
-gastado a besos, recibe el inacabable homenaje de los grupos que se
-renuevan por momentos. Las tumbas de los papas, con sus distintas
-capillas y sus estatuas, las telas, las magníficas decoraciones, dan la
-sensación de un museo. Esto se siente más cuando por todas partes se ven
-los visitantes provistos de anteojos, de libros de apuntes, de manuales
-y de guías inglesas, francesas o italianas. Y una palabra vibra en
-vuestro interior: Renacimiento. Desde el San Pedro negro, hasta las
-estatuas con camisa, los ángeles equívocos, las virtudes y figuras
-simbólicas que labraron artistas paganos para papas paganizantes, todo
-habla de ese tiempo admirable en que los dioses pretendieron hacer un
-pacto con Jesucristo. De allí empezó la fe a desfallecer, el alma a
-disminuir sus vuelos ascéticos.
-
-Esta magnificencia me encanta, pero no me hace sentir al doctor de la
-Humildad--por muy otras razones que las que los Sres. Prudhomme y Homais
-aducirían contra las riquezas de la iglesia, que juzgan innecesarias y
-atentatorias.--Bajo el domo que llueve sol, siento a los Bramante, a los
-Miguel Angel Esta pompa es oriental, es salomónica. Verdad es que
-Salomón es más un visir que un sacerdote. Las figuras blancas de las
-virtudes incitan más a abrazos que a plegarias y los querubines son más
-olímpicos que paradisíacos. Los mármoles de colores, los mármoles
-blancos, los ónices y las ágatas y el oro, y la plata, y el oro y el
-bronce y el oro; y, hasta las colgaduras purpúreas, todo habla al
-orgullo de la tierra, a la gloria de los sentidos, a los placeres
-cesáreos y a la dicha de este mundo. Allá arriba se lee: _Tu es Petrus
-et super hanc petram ædificabo ecelsiam meam_.
-
-
-3 de Octubre.
-
-Al salir de un restaurant cercano a la redacción del _Giorno_, un grupo
-de señores pasa ante mi vista, y entre ellos uno, cuya fisonomía me es
-familiar por las fotografías y los grabados. Le forman como una _suite_
-los que le acompañan. Ni muy joven, ni muy viejo, el aire de un
-Alcibiades clubman seguro de su efecto, pasa. Entra a la redacción del
-diario vecino. Tengo la tentación de abordarle. Una entrevista sería
-interesante y mi admiración de poeta quedaría complacida con unos
-cuantos momentos de conversación. Pero un amigo romano me detiene:
-«Sería una imprudencia. Ni como periodista ni como poeta quedaría usted
-satisfecho. Es un original y un hombre demasiado esquivo y lleno de sí
-mismo. Ha venido a comprar un caballo, y un diario le ha cantado un
-nuevo ditirambo con este motivo.»--«¡Pues iré a Settignano!»--«No le
-recibirá a usted, como no recibe a nadie. Está con una mujer, como casi
-siempre.»--«¡Pero me concederá un minuto!»--«¡Ni un segundo: esa mujer
-es la Duse!»--«¡Después del _Fuoco_! ¡_Enfoncée_ Sarah Bernhardt!
-
-
-4 de Octubre de 1900.
-
-¿Es una madeja de seda, es una flor, un lirio de cinco pétalos, un
-viviente lirio pálido, o acaso una pequeña ave de fina pluma? No, ni
-madeja de seda, ni lirio, ni pájaro delicado; es la mano del pontífice,
-es la diestra de León XIII, la que acabo de tener entre mis dedos, y mi
-beso sincero se ha posado sobre la gran esmeralda de la esposa que
-recompensa en una irradiación de infinita esperanza la fe que no han
-podido borrar de mi espíritu los rudos roces del mundo maligno y la lima
-de los libros y los ácidos ásperos de nuevas filosofías. Bien haya la
-mano que me movió de París, para que la casualidad me hiciese estar en
-Roma en el momento de la llegada de la peregrinación argentina. Nada más
-misterioso y divino que la casualidad. No pensaba yo alcanzar a conocer
-al Papa Blanco; creía que cuando llegase a la ciudad ecuménica ya se
-habría apagado la leve lámpara de alabastro. La lámpara se está
-apagando, o parece que se apaga, aunque en veces la luz tiene brillos
-inusitados, como de un sobrenatural aceite, y hace creer en los milagros
-de la voluntad, que de todas maneras son los milagros de Dios. Es
-tiempo en que el Año Santo trae a Roma caravanas de creyentes de todo el
-mundo católico. Lo que a París lleva el placer trae a la Villa Eterna la
-religión, una incesante corriente humana que se renueva a la continua,
-corazones fervorosos que animan sangres de diversas razas, labios que
-rezan en distintas lenguas, ciudadanos de la cosmópolis cristiana que
-con un mismo aliento proclaman la unidad de la fe en la capital de Pedro
-y de Pablo. _Civis romanus sum._
-
-Antes de ver al pontífice de cerca, de besar su mano, de escuchar su
-voz, le había visto dos veces en San Pedro, una en ceremoniales de
-beatificación, otra dando la bendición a miles de peregrinos. No fué la
-primera ocasión la que mayormente conmoviera mi ánimo, con todo y llamar
-más a lo imaginativo la pompa solemne de los ritos, la música singular
-bajo las techumbres suntuosas e imponentes de la basílica, las rojas
-colgaduras que empurpuran la vasta nave central en que el soberbio
-baldaquino retuerce sus columnas salomónicas, el concurso de altos
-ministros y príncipes eclesiásticos, y la asamblea de fieles que saluda
-al emperador de los católicos. Desde Taine la palabra «ópera» se ha
-escrito muchas veces a este respecto, para que mi lealtad de respetuoso
-no haya sido perturbada por los inconvenientes que traen la tarea de
-pensar y el oficio de escribir. La segunda vez fué cuando ví mejor y
-sentí más hondamente al pálido vicario de Jesucristo.
-
-Hervían las naves de gentes diversas. Peregrinos de varias
-peregrinaciones lucían en los brazos o en los pechos sus insignias.
-Religiosos de varios colores circulaban en el inmenso concurso; altos y
-rubios teutones, de caras macizas, de anchas espaldas, conversaban
-serios; curas y seminaristas españoles hablaban, se embromaban,
-bulliciosos; sacerdotes franceses, con ferviente _chauvinisme_, cantaban
-en alta voz himnos, recomendando especialmente la Francia al Eterno
-Padre. Gentes de la campaña italiana, con sus vestidos pintorescos,
-alegraban de vistosas estofas y de curiosas y brillantes orfebrerías la
-masa compacta, la apretada reunión de correligionarios. Aparecieron los
-estandartes de los peregrinos, y se oyeron largos aplausos de grupos
-parciales. Una bandera francesa, que llegó sola, tuvo un general saludo
-de palmas y aclamaciones.
-
-Allá arriba, sobre el altar, sobre la tumba de Pedro el Pescador, una
-inscripción latina pide al Señor que prolongue la vida de León XIII. Es
-la petición tácita de todas esas almas reunidas con un mismo fin al
-abrigo del colosal monumento del Bramante: es la plegaria que en todos
-los climas de la tierra se eleva de millones de fieles. Las tribunas
-levantadas alrededor del altar en que ha de oficiar su santidad están
-negras de fracs y de mantillas. Se confunden los rostros de todas las
-edades. Las mantillas cubren cabelleras blancas o decoran cabezas en que
-se encienden jóvenes ojos amorosos que pugnan por ser severos en la
-majestad del recinto. De pronto, mientras los franceses continúan con
-sus cantos, comienza allá por la entrada de la iglesia, por el lado que
-da a la Puerta de Bronce, entrada del papa, un rumor que crece y se
-convierte en un claro aplauso; y éste se propaga con un ruido resonante,
-bajo los dorados artesones basilicales. Han aparecido los guardias
-suizos: brillan los cascos romanos de la oficialidad, los soldados del
-uniforme miguelangelesco presentan las alabardas, y una cosa se divisa
-blanca en marco rojo, una cosa que se va acercando entre explosiones de
-voces y agitar de pañuelos: es el papa en su silla. Ya está cercano el
-papa León, ya va a pasar frente a mis ojos. Un grupo de españoles clama
-sus vivas de manera detonante; un grupo de alemanes hace tronar sus
-_¡hoch!_, _¡hoch!_, _¡hoch!_, mientras los italianos repiten su
-conocido, _¡E viva il papa re!_ Sobre la silla escarlata, de cuando en
-cuando, se alza en esfuerzo visible, un dulce fantasma, un ser que no es
-ya terrestre, poniendo en un solo impulso seguridad de aliento, creando
-fuerza de la nada; el brazo se agita débil, se desgranan de la mano
-blanca las bendiciones, como las cuentas de un rosario invisible, como
-las uvas de un ramo celeste. Al pasar frente a mí un chorro de sol cae
-oblicuo y vibrante sobre la misteriosa figura, y puedo ver por primera
-vez bien, en un baño de luz, al papa León. Cien veces pintado, mil veces
-descripto, no hay palabras ni colores que hayan dado la sensación de la
-realidad. Todos se encontraron en lo cierto cuando se sintieron
-impresionados de blancura. ¿Recordáis el verso: _Qué cosa más
-blanca..._? Sumad nieves y linos, cisnes y espumas, y juntad palideces
-de ceras, color suave de pulpas de lirios y de rosas te, y agregad alba
-transparencia, como de un ámbar eucarístico, y poned la animación de una
-inexplicable onda vital, y he allí lo que pasó ante mis ojos, bajo la
-gloria solar, en ese instante. ¿Cómo alienta ese dulce ser fantasmal?
-¡Cómo da luz aun la frágil lámpara alabastrina! Y cuando los cantos del
-ritual comenzaron, y fué el padre santo al altar, ¿qué brazos
-desconocidos le sostuvieron? ¿Y qué onda sonora puso en su voz la fuerza
-que hizo esparcir su canto por las naves inmensas, de manera tal que no
-se creería brotase de ese cuerpo de paloma? Cuando volvió, otra
-tempestad de entusiasmo se desencadenó a su presencia. Ví a mi rededor
-barbas de plata y mejillas frescas, húmedas de las más puras lágrimas.
-El pontífice no tenía la constelada tiara tres veces regia, no llevaba a
-su lado los flabeles orientales. Sencillo pasó en su roja portantina
-como una perla en un pétalo de rosa. Y se desvaneció a mis ojos, como en
-un sueño. La tercera vez...
-
-La tercera vez, agregado a la peregrinación argentina, pude estar por
-dos ocasiones, gracias al obispo monseñor Romero, amable de toda
-amabilidad, delante del pontífice. Muy temprano, por la mañana, el
-peluquero me había encontrado algunas canas nuevas; yo en cambio, ¿por
-qué no decirlo? sentía en el corazón y en la cabeza mucho de lo que
-hubiera el día de la primera cita de amor, y de la publicación del
-primer libro. Se despertaba en el fondo de mi ser como un perfume de
-primera juventud; y todas las lecturas y todas las opiniones no pudieron
-poner el más ligero vaho empañador en esas horas cristalinas. El viejo
-feo de Zola, el avaro de los decires de antecámara, el sinuoso
-ajesuítado o jesuíta del todo, el contemporizador con la democracia
-moderna, el papa de los periódicos, desapareció, se borró por completo
-de mi memoria, para dar lugar al papa columbino, al viejecito sagrado
-que representa veinte siglos de cristianismo, al restaurador de la
-filosofía tomística, al pastor blanco de la suave sonrisa, al anciano
-paternal y al poeta.
-
-A las once era la cita, y, presididos por monseñor, fuimos, demás está
-decirlo, puntuales. Nuestra insignia azul y blanca en el pecho, nuestras
-tarjetas, rojas o moradas, en la mano, subimos las escaleras vaticanas,
-pasamos por la Puerta de Bronce y penetramos en la Sala Clementina,
-guardada por suizos, en donde habíamos de recibir la personal bendición.
-La Sala Clementina, ¿recordáis? Es aquella que vió Pedro Froment en la
-novela. «Esta sala Clementina, inmensa, parecía sin límites, a esa hora,
-en la claridad crepuscular de las lámparas. La decoración tan rica,
-esculturas, pinturas, dorados, se esfumaba, no era sino una vaga
-aparición flava, muros de ensueño, en que dormían reflejos de joyas y
-pedrerías. Y, por otra parte, ni un mueble, el pavimento sin fin, una
-soledad alargada, perdiéndose en el fondo de las semitinieblas... Él se
-contentó con mirar a su alrededor evocando las muchedumbres que habían
-poblado esa sala. Hoy aun, era la sala accesible a todos, y que todos
-debían atravesar, simplemente una sala de guardias, llena siempre de un
-tumulto de pasos, de idas y venidas innumerables. ¡Pero qué muerte
-gravitante, desde que la noche la había invadido, y cómo estaba
-desesperada y cansada de haber visto desfilar tantas cosas y tantos
-seres!» No tuve la impresión de Pedro. Al contrario, invadida por la luz
-que entraba por las ventanas laterales, la sala extensísima y severa
-parecía dar la bienvenida. Las figuras de los frescos en sus posiciones,
-en sus énfasis simbólicos, la Justicia, la Fe, las escenas de la
-entrada, la gloria del Santo Espíritu en el cuadro del fondo, y sobre
-nuestras frentes en el vasto plafón, los brazos abiertos del pontífice
-que asciende al empíreo sostenido por el apoyo de los ángeles, decían
-felices augurios, daban reconfortantes pensamientos. Sí, el papa
-Clemente era un buen introductor ante el papa León. Este debía pasar,
-dentro de poco, detenerse con nosotros, para ir luego a bendecir en la
-basílica a otros miles de peregrinos de distintos puntos de la tierra.
-Mientras un maestro de ceremonias nos coloca en el orden usual y
-monseñor Romero entra a los salones interiores en compañía de otro
-prelado, observo. A la entrada de la sala dos alabarderos guardan la
-puerta, y al extremo opuesto una escolta de ese vistoso y arcaico cuerpo
-aguarda el instante de los honores.
-
-Circulan, pasan de un punto a otro, rojos _bussolanti_. Un franciscano
-joven, de rostro noble e inteligente, sale de lo interior y da algunas
-órdenes. Tengo la suerte de que mi nombre haya llegado a sus oídos, y me
-sorprende su inesperada afabilidad. Es el secretario del cardenal Vives.
-Los argentinos son divididos en dos grupos. A un lado los sacerdotes, a
-otro los laicos. Los rostros, casi todos, revelan una indudable creencia
-en la extrahumanidad del varón apostólico que ha de aparecer a nuestra
-vista dentro de cortos instantes; algunos, ciertamente, reflejan como la
-preconcebida esperanza de un espectáculo de profana teatralidad. Las
-señoras, desde luego, todas, damas altas y modestas, todas, sin
-excepción, manifiestan la gracia de una fe sin reservas. Por otra parte,
-con sus sencillos y negros trajes y tocados, todas parecen iguales: y
-allá en lo invisible y supremo, el hijo del Carpintero que también era
-de la raza de David, no hace diferencia entre esos millones y aquellos
-pobres pesos que atravesaron el mar. Un golpe de alabarda en tierra, una
-voz, la guardia se forma. Es un cardenal que pasa. Conversamos en el
-grupo de la prensa. Hay, únicos y vistosos, dos fracs coloreados de
-condecoraciones. Un fotógrafo prepara su máquina, que ha de resultar
-inútil. Tras largo esperar, se oye un rumor, un ruido de pasos, la
-guardia se forma, presenta las armas. Cascos romanos crestados de oro,
-antiguas gorgueras y jubones, espadas desnudas, cardenales, obispos y
-una roja silla de manos que se coloca en tierra. Entre la roja silla de
-manos, semejante a una joya en un estuche, está León XIII. Las guardias
-le forman cuadro. El besamanos comienza. Hay que detenerse tan sólo unos
-cuantos segundos, pues somos muchos. Monseñor Romero, al lado de la
-silla de manos, hace las presentaciones. Mientras me toca mi turno puedo
-ver bien al Padre Santo. No, no hay ningún retrato que se le parezca,
-ni el reciente que acabo de ver en París, de Benjamín Constant, y que
-está señalado como una obra maestra. ¿Quién ha sido el _farceur_ que vió
-en esta boca grande, de labios finos y bondadosos, la sonrisa de
-Voltaire? La cabeza es vivaz, de una vivacidad infantil que se juntara a
-la extrema vejez; la frente hermosa, bien moldeada, bajo los cabellos
-blanquísimos y solideo de nieve; los ojos son obscuros y brillantes,
-pero no los escrutadores diamantes negros de Zola, sino dos luces
-anunciadoras de interiores iluminaciones; las orejas grandes,
-transparentes, como la nariz, de dignidad gentilicia; el cuello lilial,
-que sostiene apenas el globo del cráneo; el cuerpo delgado, de
-delicadeza inverosímil. Cuando estuve frente a frente a darle el beso de
-respeto, ví la mano, toqué esa increíble mano papal, sobre la que brilla
-la enorme esmeralda de la esposa, esa mano que me parecía una madeja de
-seda, o una flor, un lirio de cinco pétalos, un viviente lirio pálido, o
-acaso una pequeña ave de fina pluma, y la mirada de los ojos, casi
-extraterrestre, y la voz que se escapaba de aquel cuerpo frágil, de
-aquella carne de Sevres, daban la idea de un hilo milagroso que
-sostuviese por virtud de prodigio el peso vital. ¿Cómo esta pasta sutil
-no se quiebra al menor soplo de aire, al menor estremecimiento de los
-nervios? ¿Cómo esa hebra tan leve, como un hilo de la Virgen, no se
-rompe a la más insignificante impresión, y resiste no obstante a la
-continua corriente de tantos inviernos, a la palpitación del orbe
-católico que tiende al blanco Pastor, a la tarea física que cansaría a
-un hombre robusto, de levantar el brazo, ese pobre brazo senil, en la
-impartición de miles y miles de bendiciones? Una niña pasó, besó a su
-vez la mano; el papa la sonrió como otro niño; quiso hacerle una
-caricia, y la criollita, asustada, se escapó veloz. Alzaron la silla; la
-escolta, los caballeros palatinos, los dignatarios áulicos se pusieron
-en marcha hacia San Pedro.
-
-Un aire de veneración flotaba sobre aquel triunfo tranquilo cuando los
-vivas estallaron--inútiles, insólitos. ¡Nuestro silencio estaba lleno de
-tantas cosas en aquel instante! De mí diré que viví por un momento en un
-mundo de recuerdos. Era la infancia de músicas y rosas, la lejana
-infancia, en que el alma nueva y libre parecía volar ágil como un pájaro
-de encanto entre los árboles del Paraíso. Eran las viejas campanas de la
-iglesia llamando a misa; la ropa dominical, sacada de los muebles de
-alcanfor, la ida a la catedral al claror del alba, la salida en plena
-luz matutina, la dulzura de la casa pacífica, la buena abuela y sus
-responsorios, la imagen de la Virgen venida de Roma, el cura que iba a
-jugar tresillo, y el granado en flor bajo el cual los labios
-adolescentes supieron lo que era el primer beso de los labios de la
-prima rubia: porque el primer tiempo de la fe era también el primer
-tiempo del amor. Y era la semana santa, con sus ceremonias simbólicas,
-con sus procesiones alegres como fiestas nupciales, con el entierro del
-Viernes santo, a que las mujeres asistían vestidas de luto, y en que
-los canónigos me atraían con sus largas caudas violetas; el _lignum
-crucis_, llevado en la noche al son de tristes trompetas que rompían la
-sombra en el silencio del negro firmamento. Y eran aquellos mis años
-primeros, en la amistad de los jesuítas, en el convento silencioso o en
-la capilla florida de cirios, en que mi mente juzgaba posibles las
-palmas de los Gonzagas, los nimbos de los Estanislaos. Entonces se
-abrieron a la aurora los primeros sueños, entonces se rimaron las
-primeras estrofas. Y la memoria de los sentidos me despertaba ahora la
-sensación de las cosas pasadas, ya perdidas en lo largo del tiempo.
-Visión de lámparas rituales, de velas profusas, de altares decorados en
-que estaban en su inmovilidad de ídolos los simulacros de las vírgenes y
-de los santos; colores y pedrerías y oros de casullas, negras siluetas
-de sacerdotes que se perdían en lo obscuro de las naves, o a lo largo de
-los complicados corredores del convento; olor de la cera, del incienso,
-de las flores naturales que se colocaban delante de las imágenes, olor
-de los hábitos del padre confesor, olor de la cajita de rapé de aquel
-anciano encorvado, de aquel anciano santo que me colmaba de consejos y
-de medallas y cuyo nombre de ave inocente le venía tan bien... ¡Pobre
-padre Tortolini!
-
-Cuando León XIII retornó de San Pedro, otro grupo de los peregrinos
-debía recibir la bendición; volví a verle otra vez. Estaba más pálido
-aún si cabe; parecía que hiciese con más dificultad los movimientos de
-la cabeza y del brazo. Me temo que el doctor Lapponi no consienta
-dentro de poco la repetición de estas audiencias, de estas idas y
-venidas a la basílica, ¡Quién sabe si algún día de estos el milagro
-cesa, el prodigio tiene fin, y esa vida rara, así como un cáliz de
-Murano, al fino aliento del aire, cruja, se quiebre, se deshaga!
-
-Vuelvo a contemplar sus ojos que brillan en un fuego amable, su sonrisa
-un poco triste, un poco fatigada, su mano que da todavía una última
-bendición.
-
-Y se lo llevan, con el mismo ceremonial de la venida. Cascos romanos
-crestados de oro, suizos con su uniforme rojo, negro y amarillo,
-alabardas, espadas desnudas, collares, gorgueras, jubones, como en los
-cuadros, como en las tablas. Rumor de gentes. Silencio. Pasó.
-
-Ah, la Pálida anda rondando por el palacio; la _camarde_ está impaciente
-por entrar en el Vaticano y hacer que el martillo de plata del cardenal
-camarlengo toque la frente de Joaquín. Y el anciano siente sus vueltas,
-su revuelo, el ruido metálico de la hoz, lista como en el fresco de
-Orcagna. Y repetirá sus propios versos, el tiarado poeta:
-
- Quanto all’orechio mio suona soave
- Ate, madre Maria ripeter _Ave_!
- Ripeter Ave e dirti, _o madre pía_,
- E a me dolce e ineffabile armonia.
- Delizia, casto amor, buona speranza
- Tale tu sé, ch’ogni desiere avanza.
- Quanto spirto m’assal maligno e immondo,
- Quando d’ambascie piú m’opprime il pondo,
- E l’affano del cor si fa piú crudo,
- Tu mio conforto, mia difesa e scudo
- Se a me, tuo figlio, apri il materno seno,
- Fuggi ogni nube, il ciel si fa sereno.
- Ma gia morte s’apressa: deh! in quell’ora,
- Madre, m’aiuta: lene, lene allora
- Quando l’ultimo di ne disfaville,
- Con la man chiudi le stanche pupille;
- E conquiso il demon che intorno rugge,
- Cupidamente, all’anima che fugge
- Tu pietosa, o Maria, l’ala distendi;
- Ratto la leva al cielo, a Dio la rendi.
-
-Estas notas que rememoran en lo moderno la plegaria rimada del más
-católico y desgraciado de los poetas, y en lo antiguo el fervoroso y
-armonioso Jacopone da Todi, os harán recordar que el pastor de los
-corderos de Jesucristo es también árcade en las praderas de Apolo. Nada
-más hermoso que esos luchadores provectos de Dios o de los pueblos;
-favorecidos por el numen, en los resplandores de su ocaso, en los años
-de las tranquilas nieves, guardan el culto de la belleza, la pasión
-generosa del arte, y conciertan sus números, cultivando las flores
-perennes, las rosas que no mueren, al amor siempre fecundo y sano de la
-lira. Me he imaginado encontrar al Padre Santo, en una mañana de las
-calendas de mayo, rejuvenecido, sonriente siempre, poseído en esos
-instantes de su _deus_ olímpico, del que le ha hecho manejar
-vibrantemente las cuerdas de su lírico instrumento, de manera que los
-pies de sus exámetros han golpeado el sagrado suelo latino, al mismo
-són y compás con que galopan las cuadrigas magníficas de Horacio. El
-pontífice me acoge, y, puesto el pegaso a pacer, le digo, poco más o
-menos, mientras los lirios nos inciensan con sus incensarios y los
-jazmines llueven sus estrellas de nieve, y los gorriones forman
-conciliábulos entre las copas de los pinos: Beatísimo padre y querido
-colega, ¿os repetiré una cosa que sabéis tanto como yo, y que os diría
-en sabios dáctilos y flamantísimos espondeos, si supiese tanto latín
-como vos? El cielo es azul, la primavera avanza gentil, con su cortejo
-florido como en la pintura de Sandro; la tierra palpita, al canto del
-agua y al fulgor solar; alabemos al Señor. Frate Sole nos envía su
-saludo, nuestra hermana la rosa su mensaje, nuestra hermana la mujer su
-sonrisa; alabemos al Señor. Os habéis mezclado a las luchas de los
-hombres; cuando vuestros rebaños han empezado a topetazos, habéis
-intervenido con el cayado, y habéis hecho bien. Habéis enviado, como
-águilas de paz, vuestras encíclicas, a revolar sobre el mundo. Sois
-divino, habéis sido sacerdotal, _sacerdos magnus_; sois humano, habéis
-sido hábil. Para lo uno profundizasteis la teología: para lo otro os
-ejercitasteis en la diplomacia. Habéis mostrado a los pueblos que estáis
-con ellos y a los reyes indicado el camino. ¿Acaso ha dicho a vuestro
-oído, el rumor del porvenir, lo que se acerca; acaso _Lumen in cœlo_,
-sabéis lo que anuncian los signos de hoy, para cuando aparezca el sol en
-su alba roja el día de mañana? Padre Santo, Pedro Froment no dejaba de
-tener razón. La palabra _de conditione opificum_ ha pasado sobre la
-cabeza de los de abajo, que muy pocos han sentido su benéfica
-influencia, bajo la opresión.
-
-Habéis señalado más de una vez el camino probable de la verdad, habéis
-hecho lo posible por evitar guerras y desconciertos. Habéis tenido que
-ver con los cancilleres y con los embajadores, con el señor de Bismarck
-y con el señor de Cánovas, y con el señor Hanotaux y con el señor de
-Giers. Querido colega, Maron es mejor. ¡Oh pontífice poeta! En vuestra
-tiara está Marbodio, a vuestra izquierda Minucio, a vuestra derecha
-Gregorio; y cuando decís la misa hacéis comulgar a las nueve musas,
-mientras la misma infecundidad florece en blancos ramilletes de cánticos
-en los coros de la Sixtina. Habitáis el más maravilloso de los palacios;
-allí al lado de la fe ha tenido siempre su mansión el arte. Gloria sea
-dada a los papas que se rodearon de pintores, de escultores, de
-orífices, a los que protegieron y amaron a los poetas y a los que como
-aquel Eneas Silvio Picolommini y vos mismo, juntaron a la triple corona
-pontificia la corona de laurel y pusieron en su vaso de oro el agua
-castalia. Sois filósofo, y volando sobre lo moderno habéis ascendido a
-la fuente de la _Summa_; sois teólogo, y en vuestras pastorales dais la
-esencia de vuestro pensamiento, caldeado por las lenguas de fuego del
-Santo Espíritu; sois justo, y desde vuestro altísimo trono dais a cada
-cual lo que es suyo, aun cuando con el César no andéis en las mejores
-relaciones; sois poeta, y discurriendo y cantando en exámetros latinos y
-en endecasílabos italianos, habéis alabado a Dios y su potencia y
-gracia sobre la tierra.
-
-Allí, en vuestro palacio, en la Stanza de la Segnatura, Rafael, a quien
-llaman el divino, ha pintado cuatro figuras que encierran los puntos
-cardinales de vuestro espíritu. La Filosofía, grave, sobre las cosas de
-la tierra, muestra su mirada penetradora y su actitud noble; la
-Justicia, en la severidad de su significación, es la maestra de la
-armonía; la Teología sobre su nube, está vestida de caridad, de fe y de
-esperanza; mas la Poesía parece como que en sí encerrase lo que une lo
-visible y lo invisible, la virtud del cielo y la belleza de la tierra; y
-así, cuando vayáis a tocar a las puertas de la eternidad, no dejará ella
-de acompañaros, y de conduciros, en la ciudad paradisíaca, al jardín en
-donde suelen recrearse Cecilia y Beatriz, y a donde, de seguro, no
-entran los que tan solamente fueron justos. Y León XIII sonreía, con una
-sonrisa más alegre que su habitual sonrisa, y los gorriones y las abejas
-del jardín me daban la razón. Los chorros de agua se encorvaban en arcos
-diamantinos, sobre las conchas marmóreas, en las pilas sonoras,
-reventaban las espumas irisadas; la sacra naturaleza en una vibración
-invisible pugnaba por manifestar el misterio de su corazón profundo; y
-al lado de León ví como un coro hermosísimo de Horas que llevaban en las
-manos flautas y cistros. Y Jesucristo pasaba por los azules aires, como
-en un carro triunfal, no un Jesucristo de pasión, sino de
-transfiguración, un divino Musagetes, fuerte y soberbio como el del
-juicio de Miguel Angel, crinado de oro augusto en su magnificencia. Y
-volví a decir: Beatísimo padre: la religión y el arte deben ir juntos en
-el servicio del Eterno Padre. Ved las viñas frescas, tendiendo sus ramos
-al sol; las ramas de los olivos parecen, al soplo del viento, armónicos
-metales; bajo los ramajes ríen las niñas; la luz vivaz se esparce sobre
-el Tíber taciturno. Las naciones aguardan la venida de la inconmovible
-paz; los hombres quieren por fin, ser redimidos del sufrimiento, y es
-hora ya de que Dios haga que resuenen juntos nuevos salmos y nuevas
-arpas.
-
-Y él a mí:--¡Alabemos al Señor!
-
-
-7 Octubre de 1900.
-
-El Pincio, un paseo que se enrolla en una colina. Desde una plataforma
-de la altura, se divisa el panorama romano. Cúpulas por todas partes,
-aunque no me animo a contar las trescientas que vieron los ojos de aquel
-admirable y exuberante Castelar. El paseo no está concurrido en esta
-sazón. El veraneo ha alejado a la sociedad capitolina. Se ve uno que
-otro carruaje, pocos paseantes a pie, y, en los bancos, los clientes que
-en todas partes tienen los lugares umbrosos, los parques y las alamedas:
-el solitario que lee, el que medita, la dama vestida de negro, con la
-niña melancólica y, en ciertos recodos, al cariño de los árboles, grupos
-infantiles que ríen y juegan. Pero aquí no falta, además, el joven
-seminarista, la pareja de estudiantes religiosos, la venerable figura de
-un viejo sacerdote, o, dentro de su carruaje, la silueta de un
-eminentísimo. Asimismo, no dejaréis de ver una que otra especie de
-amable dama que, precariamente, busca adoradores, tan lejana de la
-triunfante amorosa de París, como de su antecesora la cortesana de Roma.
-Siempre en Italia encontraréis el lujo de los mármoles. Aquí veis la
-piedra ilustre, desde los bajos relieves de la entrada, por la escalera
-monumental, hasta la serie larga de bustos terminales que pueblan las
-arboledas. Estos parajes están como impregnados de perfumes de amor, de
-lecturas de breviario, cribados de conversaciones mundanas. Y allí, a un
-lado, en uno de los paredones, un lugar hay en que la muerte atrae. Es
-en el paredón de los suicidas, el punto elegido por los desesperados
-para borrar la mala pesadilla de sus vidas, el refugio de los pobres de
-fe o presidiarios de la suerte. París tiene el Sena, Londres el Támesis,
-Madrid el Viaducto, Roma el paredón del Pincio.
-
-A un lado del Pincio se halla villa Borghese. A ambos lugares se entra
-por la piazza del Popolo. Al Pincio por la escalera monumental; a la
-villa por una amplia puerta en donde un empleado municipal cobra el
-precio del paso. Desde la entrada se nota lo vasto y bello de ese parque
-armonioso, lleno de sitios encantados y deliciosas umbrías y rincones de
-amor. Cipreses, encinas, pinos, se alzan, evocadores, en el vasto
-convento de árboles. Columnas desvencijadas, invadidas de hiedra,
-ilustradas de arcaicas inscripciones, templetes y fuentes de un
-prestigio antiguo deleitan con su gracia clásica. Se pasa por una
-construcción de estilo egipcio, para llegar, entre simulacros paganos,
-flores y hojas que mueve la más dulce brisa de los cielos, a un precioso
-lago, compuesto con gusto lírico, en donde una _loggia_ central a que se
-accede por un puentecillo, se alza sobre el agua esmeraldina y
-transparente en que se solazan silenciosos cisnes y evolucionan
-cardúmenes de truchas rosadas. A la orilla del lago, copiando un trozo
-en que se alzan tallos de flores acuáticas, veo a un viejo pintor. Sobre
-una roja anémona que crece cerca del banco en que me he sentado,
-trabajan dos abejas, y se me antoja que una ha salido del jardín de
-Horacio y otra se ha posado en la barba del Bembo. En frente, se abre
-una maravillosa perspectiva hacia los suburbios romanos. Desde ese
-magnífico mirador la vista descubre valles y colinas y pintorescos
-perfiles, en una lejanía de las que gustaba el mágico Leonardo para
-fondo de sus cuadros. El sol va bajando como en una suavidad de
-adormecimiento, la luz se agota lentamente en un interminable suspiro de
-crepúsculo. Las estatuas, los peristilos, adquieren un misterioso
-resplandor de oro y violeta. Y cuando dejo con pesar ese paraíso, al
-pasar por una senda nueva, veo un luminoso revoloteo de faisanes. Siento
-en mi espíritu de poeta el saludo amable de la tierra, la generosidad de
-la naturaleza. Los pinos, de una elegancia gentilicia, elevan al
-firmamento sus espesos y obscuros parasoles, en un gesto de oferta; los
-cipreses prolongan la languidez de sus inclinaciones, las encinas
-centenarias ostentan la misma nobleza que en los poemas y en los
-cuadros. Revive en un minuto un mundo pasado, un mundo heráldico,
-cardenalicio, real, imperial, papal, un mundo de valor, de cultura, de
-fuertes virtudes y de nobles vicios, un mundo de púrpura, de mármol, de
-acero y de oro; un mundo que allí mismo, en el museo de la villa,
-eterniza las glorias de una edad de belleza, de lucha y de vida. Y me da
-verdaderamente pesadumbre y fastidio tener que ir luego a saludar
-personas, a comunicar con tantas gentes que me son extrañas, a entrar de
-nuevo en la abominación de mis contemporáneos... En la Piazza del Popolo
-compro un periódico.
-
-No hay duda de que, a pesar de todo, Italia no perderá nunca su lado
-novelesco. En un solo número de diario leo tres informaciones que ocupan
-largos espacios. Se trata primero de _La gesta del brigante Musolino_.
-El título no más es ya un hallazgo. Existe, pues, mientras estoy en Roma
-y veo las oficinas de una compañía de seguros yanqui en el primer piso
-de un palacio histórico, mientras Gabriel D’Annunzio pasa de los
-aristócratas a los socialistas, mientras la basílica de San Pedro se
-alumbra con luz eléctrica, existe, pues, en Italia todavía un verdadero
-bandido, que vive en un verdadero bosque en donde le dan caza con
-fusiles de precisión, y que tiene todavía el buen gusto de llamarse con
-un nombre que habría complacido a D. Miguel de Cervantes: existe el
-brigante Musolino. Como en las pasadas épocas, le buscan afanosamente
-compañías de carabinieri y él se les escurre como una murena. Aparece
-en un punto y otro, adopta disfraces diversos, es el terror de las
-comarcas por donde pasa, y, como en otros casos, ofrece a la muchedumbre
-rasgos simpáticos. Corolario: Juan Moreira, Fra Diávolo y el mauser,
-pueden coexistir.
-
-El otro caso curioso es el siguiente, que tampoco es nuevo, pero que
-también cae en el _mélo_ y en el folletín: Un hombre acaba de ser puesto
-en libertad por las autoridades de una provincia de Italia, después de
-haber estado en presidio, inocentemente, treinta y tantos años. No se
-dice qué indemnización se dará al infeliz, pero el suceso interesa a
-todas las imaginaciones y ocupa todas las lenguas que no escatiman
-comentarios. Y el otro sucedido es todo lo contrario al anterior.
-Después de treinta años de olvido, se ha descubierto a dos asesinos,
-marido y mujer, que, para realizar sus deseos de unión, dieron muerte,
-envenenándoles lentamente, al marido de ella y al padre de él. Los
-detalles del proceso tienen a Roma en el «se continuará» de una novela
-del Sr. Gorón.
-
-
-8 Octubre.
-
-_Roma veduta, fede perduta_, dice el proloquio. Según el color del
-cristal con que se mire Roma. En los días en que el pontífice se ha
-presentado ante el inmenso concurso de peregrinos que le ha aclamado en
-San Pedro, he visto correr por todo aquel recinto magnificente un
-verdadero y hondo estremecimiento de fe. Eran los corazones simples,
-las muchedumbres que venían de lejanas regiones o de las más apartadas
-provincias italianas, conmovidas ante la aparición del papa blanco, en
-quien, milagrosamente, veían la persistencia de una vida increíble, el
-representante de Dios sobre la tierra, el que ata y desata, portero del
-palacio celeste. Espectáculo interesante era por cierto las distintas
-manifestaciones del entusiasmo religioso en ese mundo de gentes
-conmovidas. Unos pálidos, silenciosos, como llenos de un santo terror;
-otros murmurando oraciones; otros ruidosos, congestionados, agitando
-pañuelos, moviendo los brazos, alzándose sobre las puntas de los pies.
-No puedo menos que recordar una escena impagable y sugerente. Un alto
-mocetón de la peregrinación alemana, sobre un banco, en medio del mar
-humano que surcaba en su silla gestatoria León XIII, comenzó, dominando
-todos los ruidos, a emitir con la voz de un ronco cuerno, con la fuerza
-de un pulmón de bronce, repetidos y acompasados _hoch! hoch! hoch!_ Y
-una vieja italiana que estaba cerca, se volvió, furiosa, fulminándole
-con los ojos y deseándole un mal accidente.--«_Ah! la bruta bestia!_» Y
-aquel súbito y afilado apóstrofe deslió la devoción circunstante en
-carcajadas.
-
-Se cree aún, hay aún muchas almas que tienen esperanza y fe. A pesar de
-los escándalos religiosos; a pesar de la política pontificia; a pesar de
-lo que se dice del dinero de San Pedro; a pesar de los libros-catapultas
-contra la curia romana, en que no todo es pasión o fantasía; a pesar de
-la democracia igualitaria y de la plaga de las nociones científicas y
-filosóficas, se cree todavía, hay espíritus que creen. Reduciré mi
-pensar a la fórmula criolla de un mi amigo: «¡Esto, me dice, es como lo
-que pasa entre nosotros, en nuestras repúblicas americanas: la
-constitución, muy buena, la administración, muy mala!»
-
-Rueda el carruaje por la antigua vía Apía, cuyo pavimento de piedras
-anchas resuena bajo los cascos. Queda atrás la Porta Capena, en donde
-los aduaneros espían lo que se llama en España el matute. A lo largo de
-la _regina viarum_ otros cuantos vehículos se dirigen hacia las
-catacumbas de San Calixto. Tabernas y hosterías suburbanas llaman, en
-rótulos de una caligrafía primitiva o infantil, a gustar el vino célebre
-de los Castillos Romanos. Pasado el paraje por donde hoy hacen
-estremecerse la tierra de Appio Claudio las locomotoras del ferrocarril
-que va a Civitavecchía, llego ante la iglesita del _Quo Vadis_, cuya
-inscripción me parece de pronto--perdonadme mi ingenuidad--la _réclame_
-de una casa editora para la notable, compacta y demasiado resonante
-novela del polaco Sienkiewicz.
-
-Al llegar a las Catacumbas, una escena curiosa y desagradable me hizo
-detener. Nada más repulsivo y ridículo para mí, que los boticarios
-ateos, los rentistas que han leído a Lachattre y los concienzudos
-frailófagos que recitan el apócrifo Hugo de _Jesucristo en el Vaticano_.
-Hay sujetos de esos que desearían ver al papa pidiendo limosna, al
-clero descalzo y con una cruz a cuestas, alimentándose y abrigándose con
-lo que el Señor da a las raposas y a los lirios del campo.
-
-Juzgan a todo sacerdote un bandido, y al pontífice, capitán de la gran
-cuadrilla. El mal gusto de estas viejas facecias ha tiempo que está
-flagrantemente reconocido. Pues bien, a la entrada de las Catacumbas he
-asistido al repugnante espectáculo de un cambalache sagrado. Frailes
-odiosos vendían cirios como macarrones, frascos de específicos, medallas
-y recuerdos santos, con la misma avidez y las mismas maneras que el más
-sórdido y brutal almacenista. Descendí, en compañía de unos peregrinos
-franceses, por el dédalo obscuro. El guía recitó su cien veces repetida
-lección, delante de los peces simbólicos, delante de la tumba de Santa
-Cecilia. Los muros ennegrecidos por el humo de las antorchas y rayados
-de inscripciones, en las capillas y pasadizos; la estrechez del lugar,
-lo mecánico del viaje a través de esa cueva de «viejos topos» y la
-confusión en el rebaño indocto y cornacqueado por su reverencia, me
-dejaron una desilusión inmensa. ¡Me quedo con Fabiola! Y luego, por
-todas partes, como en todos los lugares dignos de la veneración de la
-historia o del arte, la pata del ciudadano particular que deja su huella
-en la seguridad de ser reconocido cuarenta siglos más tarde. Leí, entre
-mil nombres: _Pierre Durand_. ¡Pierre Durand! En la torre inclinada de
-Pisa había encontrado: _Pedro Pérez_. Oh, Señor Dios, tu sabiduría es
-infinita.
-
-
-12 Octubre de 1900.
-
-Al partir de la ciudad inmortal, al son ronco del tren, hago un
-inventario de recuerdos. Desde luego, es una tarde pasada en el Foro y
-en el Coliseo, la revelación de la piedra, el «pan» de Ruskin, ruina,
-columna rota, lápida, estatua, inscripción. Todas vuestras lecturas
-despertarán en vuestra memoria, ante esos amontonamientos de basas,
-pavimentos, muros en que perduran los mosaicos. No podréis menos que
-sentir la presencia del espíritu de Cicerón--la «ardiente elocuencia»
-dice Byron--en ese foro en que resonaron tan magníficas arengas, y el
-ambiente vibró al clamor sabino. Se alzan aún, sosteniendo sus rajados
-arquitrabes, las columnas del templo de Saturno. Y en las _rostra_
-creeríase el aire agitado de gestos, sonante de cláusulas rotundas, lo
-propio que más allá, en donde se levantaba el templo de la Concordia.
-Fué allí donde Porcio Catón opuso la ruda y fuerte palabra suya a los
-argumentos ordenados de Cayo César sobre la conjuración de Catilina.
-Cetego, Lentulo, Estrabilio, Gabinio, Cepario, pagaron con su vida, la
-apretada cuerda al cuello, su culpabilidad.
-
-Perdido entre un dédalo de excavaciones, llegué hasta donde unos
-trabajadores procedían a desenterrar los más recientes hallazgos. Y es
-una impresión singular la que se experimenta, al ver brotar de la tierra
-amontonada por las centurias, los signos aun vivos y reveladores de una
-civilización, de una época que estamos hechos a considerar casi
-legendaria. Delante de mí, con sus barras de hierro, los cavadores
-apartan las grandes piedras. Con mucho cuidado se quita la tierra de las
-paredes; y de repente van apareciendo, sobre el antiguo estuco,
-decoraciones grecas, figuras graciosas. Y fué grande mi emoción, os lo
-juro, cuando, de un óvalo, en el rincón de una sala, no sé de qué
-edificio recién descubierto, vi salir hecha, con modo arcaico y extraño,
-una como cabeza de Cristo.
-
-Cuando se tiende la vista en derredor, los templos de Faustino y
-Antonino, y el de Roma y Venus que Adriano levantaron, y la basílica de
-Constantino, evocan los grandes hechos antiguos. Allí, en el Palatino,
-refugio de la gloriosa Loba, sobre la altura, aun se contemplan las
-arcadas y muros del palacio de los Césares, en donde mosaicos y frescos
-guardan memoria de las pompas imperiales. Y no lejos, los baños de
-Livia, el palacio de los Flavios y lo que aun queda de la mansión en
-donde exprimió la soberbia y el placer Calígula.
-
-El sol caía a ondas claras del cielo puro. Jamás el cielo se presenta
-más hermoso que cuando la mirada va a su inmensidad azul entre un grupo
-de columnas o sobre los ruinosos capiteles.
-
-He sentido un ansia de vuelo espiritual cuando, al pasar del Foro al
-Palacio de los Césares, he visto el firmamento recortado por el vasto
-arco de Tito, que elevaron el senado y el pueblo en recuerdo de la
-destrucción hierosolimitana. En el fondo celeste, en el marco de piedra,
-parecía como si palpitase un enjambre de ideas. Y erré de un lugar a
-otro. Del altar de las vestales, cerca del cual permanecen las estatuas
-de las paganas vírgenes, a la _Meta Sudans_, en donde apagaron su sed
-tantos gladiadores.
-
-Por allí habitaba el cordobés Séneca, y desde su casa oía en las
-próximas termas, según cuenta a su amigo Lucilio Junior, «el ruido que
-hace el frotador, a un jugador de pelota que lleva la cuenta de los
-puntos, a un cantante que encuentra su voz más encantadora en el baño,
-los gritos de un pastelero, los de un carnicero, los de un ropavejero,
-de un herrero, y los de ese que cerca de la _Meta Sudans_ prueba sus
-trompetas y sus flautas y muge más que toca.» Y en la vía de los
-triunfadores una onda de imágenes asalta la fantasía. Y es un ruido de
-carros, un resonar de trompas y de clarines, un agitar de palmas; son
-los bueyes coronados de rosas; las túnicas blancas de las vestales, los
-estandartes, los haces, las águilas; es la muchedumbre aglomerada y el
-coro inmenso de las aclamaciones; son las estolas, las togas, las
-diademas, los ornamentos de los sacerdotes y las literas de las
-cortesanas; son los viejos versos de Virgilio y la reciente lectura de
-Boissier, o las sombras de los Goncourt que van a observar cómo en los
-agujeros del arco de Septimio Severo hacen su nido las golondrinas.
-
-Cerca del templo de Cástor y Pólux, oí una voz como en discurso o
-arenga. Un gran grupo de gentes, unas sentadas sobre las piedras, otras
-de pie, se presentó a mi vista. Acerquéme llevado de la curiosidad.
-
-Había damas, hombres, niños. Todos oían en s¡lencio y religiosidad a un
-clérigo joven, de fácil palabra, que, por lo poco que pude entender,
-daba a sus oyentes, en pleno aire, una lección de historia y
-arqueología. Era la peregrinación alemana, y no pude menos ante ese
-espectáculo de cultura, de recordar el nombre ilustre del germano a
-quien deben la erudición romanista y la sabiduría clásica moderna un
-extraordinario luminar: Teodoro Mommsen.
-
- * * * * *
-
-En el coliseo rememoré el apunte de los Goncourt: «Como una ronda de
-danza, de pronto violentamente interrumpida y con una parte de los
-bailadores caída de espaldas--todo un lado del Coliseo caído en tierra».
-Colosal, ciclópeo, enorme, lugar de leones y de emperadores. Y es la
-imaginación del antiguo espectáculo circense, que no tiene hoy nada
-comparable sino las corridas de toros en los cosos actuales. En
-verdad--como ante el Acueducto, la Cloaca Máxima, las Termas--ante estas
-ruinas viene la usual frase: obra de romanos. Los yanquis quieren para
-sí en nuestra época la aplicación del decir, por su tendencia a realizar
-«lo más grande del mundo». Y leo en un artículo sobre la próxima
-exposición de Búffalo, en donde se construirá un enorme estadio. «El
-estadio ofrecerá a los adictos al sport la arena más espaciosa y
-espléndida que se ha construído hasta ahora en los Estados Unidos. El
-Carnaval Atlético que se efectuará durante la gran exposición, será el
-más notable en la historia del sport en los Estados Unidos, pues
-cuéntase con la cooperación de los mejores promotores de juegos,
-contiendas y partidas atléticas en el país. Por lo tanto, las personas
-que visitaren la exposición panamericana tendrán ocasión de ver
-contiendas entre los atletas más célebres del mundo, que se esforzarán
-en ganar premios dignos de los mayores hechos de resistencia, fuerza y
-habilidad. El Coliseo de Roma, construído el siglo I de la era
-cristiana, dícese que podía contener 80.000 personas. El estadio
-panamericano tendrá 129 pies más de largo y no será sino 10 pies más
-angosto que el histórico anfiteatro de Roma; pero su arena será más
-grande y habrá asientos para 25.000 personas. Se consigue lo colosal,
-_Colosseum_. Mas la sonrisa no vacila entre estos _matchs_ de feria al
-amparo de la democracia igualitaria, y aquellas formidables funciones en
-que la magnificencia cesárea regaba con sangre la tierra en que se
-alzaría el árbol simbólico de Cristo. Dicen que hay turistas que se
-pagan el espectáculo de una iluminación con antorchas y románticos que
-van en las noches de luna a recordar a Eudoro y Cimodocea.
-
-Lo primero es un exceso de Bædeker, lo segundo excesivamente anacrónico.
-El Coliseo sorprende y asombra en pleno día, bañado de sol; así os
-abruma la inmensa armazón de piedra, las arcadas derruídas, los muros
-rajados de siglos, horadados de años, labrados del paso incesante de las
-horas y mutilado el cuerpo vasto y soberbio por bárbaros y _barberines_.
-
-Al salir del vasto anfiteatro, pasó como un gran insecto ante mi vista,
-un hombre en una bicicleta.
-
-Y fué luego un amanecer en las cercanías de Roma, cerca de los lugares
-encantados que dieron a Poussin sus magníficos paisajes. El Tíber iba
-despacioso entre colinas y frescas campiñas. Apenas comenzaba la luz a
-insinuarse en el lado oriental y el horizonte se teñía de un dulce
-violeta y a trechos, un baño de perla suavizaba una tenue irrupción de
-oro. Y colinas y campiñas se iban poco a poco iluminando en un aumento
-progresivo de resplandor. Salía de la tierra como un vaho de vida. No
-era el envenenado respirar de los pantanos pontinos, sino un aliento
-sano y vivificante. Al vuelo sutil de una brisa impregnada del perfume
-del campo, temblaban los céspedes ambarinos y las hojas de las anémonas
-silvestres, y una fina flor áurea que enciende su estrella de fuego a la
-orilla del río. Y en una barca, al amor de la corriente, seguimos, con
-un amigo soñador, un rumbo sobre las aguas en que se desleían los tintes
-del cielo. Un solitario pescador arreglaba una red. De los caseríos
-cercanos llegaba el agudo canto del gallo. Y de pronto fué una fiesta
-solar en el firmamento romano.
-
-El sol había roto las brumas matinales, y surgía, en su imperial pompa,
-entre peñascos candentes, bajo bóvedas de rubíes vivos. El agua se tiñó
-de sangre y se encendió de la oriental llamarada. La naturaleza parecía
-iniciar un canto sin palabras, o con palabras íntimas que iban al
-espíritu sin formularse, en la armonía de las cosas, en la comunión de
-las ideas humanas con las ideas eternas que emergen en enjambre
-misterioso de la misteriosa mente del mundo.
-
-En la ribera tiberina nos hacía señas el dueño de la rústica hostería.
-Ya el humo del fogón brotaba por la chimenea, y las truchas recién
-cogidas hacían chillar el aceite de las ricas olivas en la sartén
-caliente. Y una joven fresca, que hacía recordar a la sierva de Horacio,
-nos recibía con la más matinal de sus sonrisas, mientras ponía el mantel
-del desayuno, bajo una parra cargada de racimos de uvas claras que
-invitaban a hacer la experiencia del sátiro mallarmeano: chupar el jugo,
-soplar en el pellejo vacío, y a través de la cápsula transparente, mirar
-el sol!
-
- * * * * *
-
-Y fué un día luminoso, en la plaza del Capitolio; ya ante la larga
-escalera de la iglesia de Ara Cœli, o delante del palacio Cafarelli,
-entre las estatuas de Cástor y Pólux, o junto a la jaula de la loba viva
-que encarna el símbolo original de la ciudad de Rómulo. He recordado, al
-contemplar la estatua de Marco Aurelio, la superstición tradicional; he
-visto si el simulacro se va dorando más, y si llegará de nuevo a ser
-todo áureo, y así la fin del mundo llegará con el de la villa ya no
-eterna sino perecedera como toda obra del hombre...
-
-Así llegaron los primeros pobladores de Roma, allí se sembró la primer
-semilla que formaría el bosque inmenso que propaga por la tierra la
-estirpe latina.
-
-Tendidos como representaciones fluviales, negros de tiempo, los dos ríos
-de mármol de la fuente del palazzo Senatorio, el Tíber y el Nilo, oyen
-continuamente el canto del cristal del agua que en la ancha pila forma
-velos diamantinos y sonoros encajes, y encima, la Roma triunfante de
-Covi--que Miguel Angel quisiera sustituir por un colosal
-Júpiter--preside, augusta y secular. Y una paloma que se posa en un
-árbol cercano, verde en la dulce estación, me recuerda que en este mismo
-punto, un día de gloria, la cabeza del Petrarca fué coronada con el
-laurel que tan sólo consiguen el Arte y la divina Poesía.
-
-
- Entre Roma y Nápoles, Noviembre 1900.
-
-Rueda que rueda, con ruido de herramientas que se entrechocan y un
-resuello penoso, el tren sigue: un largo infierno que anda. El Gibelino
-lo hubiera hecho rodar por las planicies de sombra de su Infierno; así
-lo piensa aquella inquietante María Barskitcheff, en sus cartas. Si
-Capua no estuviera en esta vez al fin del viaje, abriendo su maravilloso
-semicírculo de colinas con cruzamientos de villas al borde del mar
-pensativo... Capua es por ahora Nápoles, con los primeros azules y rosas
-delicados de los inviernos meridionales.
-
-Los últimos recuerdos de Roma que insisten, con la insinuación ya
-discreta y melancólica de la distancia y de lo recientemente pasado, son
-los de la capilla Sixtina. Es preciso ver la capilla Sixtina; pero es un
-desacato verla sin los propios ojos, sin los personales ojos del artista
-que ponen una mirada más en los colores de las telas y en las alburas de
-los mármoles, fatigados del secular mariposeo de tantas pupilas. Porque
-en esos sancta sanctorum del arte, se ven dos cosas: la _chef d’œuvre_
-y los ojos que la han visto: las miradas que han dejado en ellas algo de
-su esencia diáfana y misteriosa. La capilla Sixtina está llena de esas
-miradas, satisfechas o escépticas, o irónicas, o estáticas, o incoloras.
-Desde luego la vieja mirada de los maestros que, realizada la obra,
-hallaron que era buena; y las miradas de los papas, de los papas
-gentiles o ascetas; y la escrutadora mirada de los amigos del artista, y
-después, cuando la muerte hubo serenado todos los juicios, pulido todas
-las asperezas, humanizado todas las controversias, uniformado todos los
-cultos y consagrado todos los sufragios, las miradas de los
-intelectuales que pasan. Todavía se disciernen en el delirante
-misticismo de la transfiguración, por ejemplo, las miradas llenas de
-análisis tranquilo de Taine, tan distintas de las miradas de los
-espectadores de ayer, ayunas de razonamientos y de distinciones morales,
-poco o nada introspectivas simplificadas de nuevo, al sol del
-Renacimiento, por la majestad sencilla de la línea antigua... Porque los
-ojos han hecho un inmenso y triste camino de complicación y de
-complexidad desde el Renacimiento hasta estos días de esteticismo y de
-connotaciones múltiples. Ya no hay un cerebro bastante puro y amplio que
-vea con la mirada de un Leonardo. Han desaparecido en el juicio las
-perspectivas vastas, los lineamientos tranquilos: nuestros ojos están
-tristes y nuestras miradas están enfermas; y aun parece que los
-inmortales cuadros y los mármoles eternos, sienten que ya no sabemos
-mirarlos. Quién sabe. ¿Por qué no ha de haber en el alma inefable de un
-_capolavoro_, el melancólico despecho de no ser bien mirados? ¿Por qué
-el espíritu nobilísimo de las cosas bellas no ha de encogerse de
-angustia ante el enfermizo reflejo de las miradas de hoy? ¿Quién se
-atrevería a negar que esta tristeza no modifica al aspecto mismo, la
-fisonomía, la expresión de la obra de arte? ¿Quién podría afirmar que el
-Moisés de Miguel Angel, es hoy el mismo que hace doscientos años, que
-antes aún, cuando el maestro que esculpía las tablas de la ley soñando
-en el haz de rayos de Zeus, golpeaba con su martillo el mármol vital,
-ordenándole el movimiento y la acción?
-
- * * * * *
-
-Y el tren rueda aún con su desesperante machacar de herramientas, y mis
-reminiscencias le siguen jadeantes por el camino. Vuelvo a escuchar las
-ambiguas voces de los castrados, complemento extraño de todo lo visto y
-sentido en el milagroso santuario. Paréceme como que todos los frescos,
-todos los zócalos, las bíblicas figuras de los muros laterales que
-cuentan las peregrinaciones mosaicas, y los más tremendos episodios
-bíblicos; las grandes figuras sedentes del profeta y de la sibila; los
-nueve grandes cuadros que reproducen en la bóveda la creación del mundo;
-Dios, las pitonisas, los profetas, los santos de la nueva ley; todo eso,
-cantaba en la voz blanca y singular, que esta era su propia voz, su
-lengua propia, el verbo misterioso que los papas habíanles dado para que
-se manifestasen a la emoción de los pueblos que van en romerías a
-contemplarlos. _¡Miguel Angel y su juicio!..._ Todo heroísmo de arte
-lleva a una hipersensibilidad atormentadora. Acaso el arte no es una
-gran tranquilidad, sino una gran angustia. Toda la literatura está ahí
-para comprobarlo: El infierno sale al paso a los grandes espíritus,
-llámense Homero, Virgilo, Dante, Milton o Swedenborg, llámense
-Buonarroti o Rops...
-
-Sandro Botticelli; he ahí, la heredad del exquisito y raro, y no se
-divaga por cierto el ánima de ese estremecimiento de angustia íntima que
-trae consigo el deletrear todas las aristocracias de ese pincel. Porque
-Botticelli no es de los que serenan; es quizá de aquellos cinco (que en
-Taine son cuatro: Dante, Shakespeare, Beethoven y Miguel Angel) que
-parecen de una raza aparte. Tiene un supremo privilegio, el que Víctor
-Hugo halló siglos después en Baudelaire; ha creado un estremecimiento
-nuevo, con una noción nueva de la expresión, que antes de él no está
-condensada en parte alguna, sino difundida en las legiones de maestros
-prerafaelitas, expresión de belleza convencional, o de fealdad resuelta
-para algunos; pero de real belleza y armonía innegables para muchos que
-llevan en el larario de sus emociones ese _coin maladif_ de que hablaba
-Goncourt. Como ellos este hombre tiene una fisonomía y un sello de
-poderoso individualismo; es solitario como ellos; tiene como ellos la
-obra sin analogías, sin más que las lógicas analogías que ensartan en un
-mismo hilo resplandeciente todas las demostraciones de un mismo arte, a
-través de las épocas. ¡Cómo ansío llegar a Florencia para apacentar mis
-admiraciones en el foco principal de las obras de Sandro! ¡Porque él
-tiene ahí, en la ciudad dantesca, su reino, con el seráfico Fra
-Angélico, aprisionador de éxtasis! Sin embargo, para hablar de la
-Sixtina es preciso hablar de Botticelli, a condición de haber rezado
-antes a Miguel Angel, esa alma de Dios caído ante la que rezó Taine. El
-Juicio Final; sí, aquello no convierte mis apostasías ni enfervorece mi
-fe; el protestante del cuento vuelto ortodoxo por obra y gracia del
-_Juicio Final_, es de una conmovedora ingenuidad; por el camino de ese
-cuadro se va mejor a Atenas que a Jerusalén; esas dos o trescientas
-figuras que ensayan actitudes, no sugieren el _miserere mei_, sino el
-himno a Phoibos Apollon: se está más cerca del nevado Olimpo, que del
-trágico Josafat; más cerca de la gloria del músculo, que del aleteo
-medroso de la plegaria. Es un gran escultor el que pinta,
-esculturalmente (¿no hay acaso muchos pintores que esculpen cuadros?
-Para no citar más que un talento moderno, ahí está Leonardo Bistolfi,
-con sus monumentales bajo relieves fúnebres y su _Dolor confortado por
-la memoria_.) Ha buscado Miguel Angel el agrupamiento de las figuras
-curándose poco de las radiaciones sobrenaturales del cielo de los justos
-y de las rojas bocanadas de hornaza del infierno de los réprobos:
-quiere, ante todo, quiere grandiosamente la expresión inmortal del
-cuerpo humano, la nobleza clásica del gesto; está cerca de Jove y ha
-visto el fruncimiento de sus cejas y los hinchados músculos de su
-diestra que blande la centella... Los tiernos colores, los dulces o
-imperiosos matices, las perspectivas que ayudan al vuelo de la
-imaginación moderna, el azul en que está sentado el Padre, el rosa de
-las auroras de la resurrección, las policromías de los pinceles en las
-manos que han mezclado colores, pero que no han labrado granitos... eso
-no está aquí, no lo busquéis aquí; aquí está el relieve poderoso, aquí
-está su plástica: el color que queréis está ahí en frente, mirad... El
-tren acrece su estrueado bajo los cristales de una estación: el mar y
-los verjeles se besan: ¡Nápoles! Hemos llegado a Nápoles. La Sixtina se
-pierde en un desvanecimiento de ensueño.
-
-
-Nápoles.
-
-¡Nápoles! El Vesubio es todavía una pira digna de los funerales de
-Patroclo. ¿Estamos por ventura en la era cristiana?
-
-Se necesitaría embridar la imaginación aventurera con dura brida para
-creerlo. La mañana arde mansamente en un impecable azul. He subido a las
-alturas que corona el puente de San Telmo, punto clásico para las
-perspectivas, a fin de _ver_ y _vencer_ antes de abismarme en ese mundo
-ruidoso que gira y ríe a mis pies. Y en verdad os digo que estamos bajo
-el imperio de los Augustos. Nada recuerda aquí el madero del Nazareno,
-nada su religión de angustia: este sol que en pleno otoño tuesta las
-rosas de Pœstum, las cuales dos veces florecen en el año, es el mismo
-sol jovial que doraba la frente de Séneca. La bahía de Nápoles,
-suavemente encorvada y palpitante como una seda azul sobre un inmenso
-regazo, canta aún el _cum placidum ventis staret mare_, en su perpetuo
-idilio con los islotes de Sirenusa, coros de las rubias oceanidas. El
-azul del cielo, el histórico azul de ese cielo inmortal, se burla con su
-flamante brillo, de los veinte siglos que han pasado desde que en la
-dulzura piadosa del Pausílipo se acostaba para dormir su sueño eterno,
-el dulce mantuano gorjeador de églogas. A su derecha la isla de Capri da
-a las ondas reflejos de aventurina estriada de oro vivo y se aduerme en
-la misma ociosidad que le valió el mote de Augusto.
-
-A la izquierda, desde _capo del monte_ hasta el cono poblado de mitos
-del Vesubio, las montañas de voluptuosas o ásperas ondulaciones engastan
-sus moles en el zafiro inconmensurable. Enfrente, Castellamare y
-Sorrento; ¡Sorrento! cuya sangre divina no corre ya por las venas del
-mundo para letificarlos, como corre ahora ese
-
- Insípido brebaje de cebada
-
-anatematizado por Menéndez Pelayo, Sorrento, cuyo vino luminoso inspira
-la _Jerusalén libertada_.
-
-Y un poeta me dijo:
-
---Una peregrinación se impone aún, después del beso placentero que la
-mirada envía a todo ese paisaje pintado por los afables dioses: vamos a
-rezar un exámetro a la tumba de Virgilio, situada sobre la vertiente de
-la gruta del Pausílipo y después a seguir respirando paganismo en la
-hirviente ciudad: paganismo desde luego en el _Museo borbónico_ que
-encierra toda la resurrección pompeyana: vasos, ánforas, lacrimatorios,
-tinteros, estiletes, lámparas, candelabros, buclineos _speculums_ en
-cuya agua muerta parecen aún flotar, como extraños lotos, los rostros de
-las patricias que en ella se contemplaron; paganismo en las vías
-resonantes de una muchedumbre que parece hiperestesiada por la vida, que
-la absorbe a enormes tragos, que tiene a Dionisio en los labios y a San
-Jenaro en el corazón, invirtiendo frecuentemente los nombres. He aquí a
-la bien amada de Lúculo, de Mario, de Pompeyo y de Plinio que la
-reconocerían en su tocado y en su risa... He aquí a la reina de las
-divinas galeras, atareada como para recibir los marfiles de Cartago. He
-aquí a la novia de César, coronada de mirtos. Jove Capitolino extiende
-aún hasta este refugio de delicias la piedad de su sombra; los dioses
-resucitan diariamente al surgir como una discreta apoteosis la aurora
-sobre la mansedumbre especular del golfo. Se comprende aquí la
-resistencia al cristianismo, la taimada protesta del meridional epicúreo
-y jovial a una ley de tristeza y de mortificación: Un Dios nuevo, _¿â
-quoi bon?_ si los viejos no han dejado de ser buenos. ¿Vale este
-doliente hombre coronado de espinas por aquellos radiantes silenos
-coronados de parra? ¿Qué papel puede desempeñar la Providencia cristiana
-en un pueblo que mendiga el azar? ¿A qué pensar en las delicias de una
-gloria cuyo precio es la oblación y d martirio, cuando llegan hasta
-nosotros los alientos aromatizados de Misena, de Cumas, de Baya Caras a
-Nerón, de Prócida y de Ischia? ¿Por ventura ese cielo que promete el
-crucificado será más azul que el ciclo del Mediodía? ¿Las delicias de
-ese empireo nuevo igualarán al beso que al incendiarse las púrpuras de
-la tarde pone el pescador en la boca de la pálida pescadora? ¿Los
-ángeles tienen acaso los inmensos ojos luminosos de estas mujeres
-doctoras del amor? ¡La tortura, el martirio! ¿para qué si la vida está
-llena de sol, si huelen tan bien las flores de los naranjos y el obscuro
-vino tiene aún el secreto de las risas de los dioses? Y Cristo tendió
-mucho tiempo sus brazos hacia esta otra Jerusalén del placer y quiso
-ampararla bajo sus alas como la gallina a sus polluelos, pero la
-Jerusalén del placer era esquiva y levantisca. Vanamente se extendieron
-esos brazos mucho tiempo, y al fin la bacante cayó en ellos. Pero siguió
-su danza loca y su loca risa; cambió sólo la letra de la tarantela, se
-juraba por Cristo, pero se seguía jurando _per Baco_, y la superstición
-reemplazaba a las pitonisas y la sangre hirviente de San Jenaro a la
-hirviente espuma de la Sibila de Cumas.
-
-Esto que pasaba en el reinado de Constantino el Grande lo propio que en
-el reinado de Nerón, pasa aún bajo el poder de Víctor Manuel III. La
-impenitente grita y ríe en mi rededor como en las saturnales: nada ha
-cambiado, la cruz abre estérilmente sus brazos sobre la perenne
-apostasía de las vidas: Cephas no ha podido asentar sus sillares al
-borde del Golfo que vió las sirenas; y los Olímpicos llamean y detonan
-como dueños absolutos sobre la conflagración perpetua del Vesubio.
-
-Nápoles está por Zeus contra el Cristo.
-
-[imagen]
-
-
-
-
-INDICE
-
-
- _Páginas._
-
-EN PARÍS
-
-En París 11
-
-El viejo París 27
-
-En el Gran Palacio 33
-
-La casa de Italia 41
-
-Los anglosajones 51
-
-Rodín 69
-
-Oom Paul 85
-
-La nueva Jerusalén 95
-
-Purificaciones de la piedad 105
-
-Noel parisiense 113
-
-Mais quelqu’un troubla la fête 121
-
-Reflexiones del Año Nuevo parisiense 133
-
-
-DIARIO DE ITALIA
-
-Turín 143
-
-Génova 161
-
-Pisa 169
-
-Roma 195
-
- [imagen:
-
- Acabóse
- de imprimir
- este libro en
- Madrid, en la
- TIPOGRAFÍA YAGÜES
- el día xxix
- de Julio
- del año
- mcmxviii]
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of Peregrinaciones, by Rubén Darío
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PEREGRINACIONES ***
-
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-remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
-Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
-and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
-To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
-and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
-and the Foundation web page at http://www.pglaf.org.
-
-
-Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
-Foundation
-
-The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
-501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
-state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
-Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
-number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
-http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg
-Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
-permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
-
-The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
-Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
-throughout numerous locations. Its business office is located at
-809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
-business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
-information can be found at the Foundation's web site and official
-page at http://pglaf.org
-
-For additional contact information:
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- Chief Executive and Director
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-
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-Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
-Literary Archive Foundation
-
-Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
-spread public support and donations to carry out its mission of
-increasing the number of public domain and licensed works that can be
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-array of equipment including outdated equipment. Many small donations
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-status with the IRS.
-
-The Foundation is committed to complying with the laws regulating
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-States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
-considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
-with these requirements. We do not solicit donations in locations
-where we have not received written confirmation of compliance. To
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-particular state visit http://pglaf.org
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-While we cannot and do not solicit contributions from states where we
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-methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
-ways including checks, online payments and credit card donations.
-To donate, please visit: http://pglaf.org/donate
-
-
-Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
-works.
-
-Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
-concept of a library of electronic works that could be freely shared
-with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
-Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.
-
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-Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
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-unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
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-
-
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-
-This Web site includes information about Project Gutenberg-tm,
-including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
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- The Project Gutenberg eBook of Peregrinaciones, por Rubén Darío.
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-<pre>
-
-The Project Gutenberg EBook of Peregrinaciones, by Rubén Darío
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-This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
-almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
-re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
-with this eBook or online at www.gutenberg.org/license
-
-
-Title: Peregrinaciones
- Obras Completas Vol. XII
-
-Author: Rubén Darío
-
-Illustrator: Enrique Ochoa
-
-Release Date: April 26, 2016 [EBook #51870]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PEREGRINACIONES ***
-
-
-
-
-Produced by Josep Cols Canals, Chuck Greif and the Online
-Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This
-file was produced from images generously made available
-by The Internet Archive/Canadian Libraries)
-
-
-
-
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-
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-<hr class="full" />
-
-<div class="figcenter">
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-
-<h1>PEREGRINA-<br />CIONES</h1>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_001" id="page_001"></a>{1}</span></p>
-
-<p class="c"><img src="images/illus-001.png"
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- /></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_002" id="page_002"></a>{2}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
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-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_003" id="page_003"></a>{3}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
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-DARÍO" /></div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_004" id="page_004"></a>{4}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_005" id="page_005"></a>{5}</span><br />
-<span style="margin-left: 2em;"><img src="images/illus-004.png" width="50" height="67" alt="" title="" /></span>
-<br />
-<b>ES PROPIEDAD</b></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-005.png" width="323" height="500" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_006" id="page_006"></a>{6}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_007" id="page_007"></a>{7}</span></p>
-
-<div class="bbox">
-<p class="cbhead">
-<big><big><span class="red">P</span></big>EREGRINA-<br />CIONES</big><br />
-<br />
-<small>POR</small><br />
-<br />
-<span class="smcap"><span class="red">R</span>ubén <span class="red">D</span>arío</span><br />
-<br />
-<small>ILUSTRACIONES</small><br />
-
-<small><small>DE</small></small><br />
-
-<span class="smcap"><span class="red">E</span>nrique <span class="red">O</span>choa</span><br />
-<br />
-<img src="images/illus-007.png"
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-height="114"
-alt=""
- />
-<br />
-<small>VOLUMEN XII<br />
-DE LAS OBRAS COMPLETAS<br />
-
-ADMINISTRACIÓN:<br />
-EDITORIAL «MUNDO LATINO»<br />
-
-MADRID</small></p>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_008" id="page_008"></a>{8}</span></p>
-<table border="2" cellpadding="10" cellspacing="0" summary="">
-<tr><td class="c"><a href="#INDICE">AL INDICE</a></td></tr>
-</table>
-<p><span class="pagenum"><a name="page_009" id="page_009"></a>{9}</span></p>
-
-<h2><a name="EN_PARIS" id="EN_PARIS"></a>EN PARIS</h2>
-
-<p class="c"><img src="images/illus-009.png"
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-alt="" /></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_010" id="page_010"></a>{10}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_011" id="page_011"></a>{11}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="EN_PARIS2" id="EN_PARIS2"></a>EN PARÍS</h3>
-
-<p class="imgrt"><img src="images/illus-011.png"
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-alt="" /></p>
-
-<h4><a name="I" id="I"></a>I</h4>
-
-<p class="r">
-París, 20 de Abril de 1900.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-e.png"
-width="80"
-height="82"
-alt="E"
-/></span>N el momento en que escribo la vasta feria está ya abierta. Aun falta
-la conclusión de ciertas instalaciones: aun dar una vuelta por el enorme
-conjunto de palacios y pabellones es exponerse a salir lleno de polvo.
-Pero ya la ola repetida de este mar humano ha invadido las calles de esa
-ciudad fantástica que, florecida de torres, de cúpulas de oro, de
-flechas, erige su hermosura dentro de la gran ciudad.</p>
-
-<p>Hay parisienses de París que dicen que los parisienses se van lejos al
-llegar esta invasión del mundo; yo sólo diré que las parisienses
-permanecen, y entre los grupos de <i>english</i>, entre los blancos
-albornoces árabes, entre los rostros amarillos del Extremo Oriente,
-entre las faces bronceadas de las Américas latinas, entre la confusión
-de razas que hoy se agitan en París, la fina y bella y fugaz silueta de
-las mujeres más encantadoras de la tierra, pasa. Es el instante en que
-empieza el inmenso movimiento. La obra está realizada y París <i>ve</i> que
-es buena. Quedará,<span class="pagenum"><a name="page_012" id="page_012"></a>{12}</span> por la vida, en la memoria de los innumerables
-visitantes que afluyen de todos los lugares del globo, este conjunto de
-cosas grandiosas y bellas en que cristaliza su potencia y su avance la
-actual civilización humana.</p>
-
-<p>Visto el magnífico espectáculo como lo vería un águila, es decir, desde
-las alturas de la torre Eiffel, aparece la ciudad fabulosa de manera que
-cuesta convencerse de que no se asiste a la realización de un ensueño.
-La mirada se fatiga, pero aun más el espíritu ante la perspectiva
-abrumadora, monumental. Es la confrontación con lo real de la impresión
-hipnagógica de Quincey. Claro está que no para todo el mundo, pues no
-faltará el turista a quien tan sólo le extraiga tamaña contemplación una
-frase paralela al famoso: <i>Que d’eau!</i> A la clara luz solar con que la
-entrada de la primavera gratifica al cielo y suelo de París, os
-deslumbra, desde la eminencia, el panorama.</p>
-
-<p>Es la agrupación de todas las arquitecturas, la profusión de todos los
-estilos, de la habitación y el movimiento humanos; es Bagdad, son las
-cúpulas de los templos asiáticos; es la Giralda esbelta y ágil de
-Sevilla; es lo gótico, lo románico, lo del renacimiento; son «el color y
-la piedra» triunfando de consuno; y en una sucesión que rinde, es la
-expresión por medio de fábricas que se han alzado como por capricho para
-que desaparezcan en un instante de medio año, de cuanto puede el hombre
-de hoy, por la fantasía, por la ciencia y por el trabajo.</p>
-
-<p>Y el mundo vierte sobre París su vasta corriente<span class="pagenum"><a name="page_013" id="page_013"></a>{13}</span> como en la concavidad
-maravillosa de una gigantesca copa de oro. Vierte su energía, su
-entusiasmo, su aspiración, su ensueño, y París todo lo recibe y todo lo
-embellece cual con el mágico influjo de un imperio secreto. Me
-excusaréis que a la entrada haya hecho sonar los violines y trompetas de
-mi lirismo; pero París ya sabéis que bien vale una misa, y yo he vuelto
-a asistir a la misa de París, esta mañana, cuando la custodia de Hugo se
-alzaba dorando aún más el dorado casco de los Inválidos, en la alegría
-franca y vivificadora de la nueva estación.</p>
-
-<p>Una de las mayores virtudes de este certamen, fuera de la apoteosis de
-la labor formidable de cerebros y de brazos, fuera de la cita fraterna
-de los pueblos todos, fuera de lo que dicen al pensamiento y al culto de
-lo bello y de lo útil, el arte y la industria, es la exaltación del gozo
-humano, la glorificación de la alegría, en el fin de un siglo que ha
-traído consigo todas las tristezas, todas las desilusiones y
-desesperanzas. Porque en esta fiesta el corazón de los pueblos se
-siente, en una palpitación de orgullo, y el pensador y el trabajador ven
-su obra, y el vidente adivina lo que está próximo, en días cuyos pasos
-ya se oyen, en que ha de haber en las sociedades una nueva luz y en las
-leyes un nuevo rumbo y en las almas la contemplación de una aurora
-presentida. Pues esta celebración que vendrán a visitar los reyes, es la
-más victoriosa prueba de lo que pueden la idea y el trabajo de los
-pueblos. Los pabellones, las banderas, están juntos, como los
-espíritus.<span class="pagenum"><a name="page_014" id="page_014"></a>{14}</span> Se alzan como estrofas de alados poemas las fábricas
-pintorescas, majestuosas, severas o risueñas que han elevado, en cantos
-plásticos de paz, las manos activas. Y todas las razas llegan aquí como
-en otros días de siglos antiguos acudían a Atenas, a Alejandría, a Roma.
-Llegan y sienten los sordos truenos de la industria, ruidos vencedores
-que antes no oyeron las generaciones de los viejos tiempos; el gran
-temblor de vida que en la ciudad augusta se percibe, y la dulce voz de
-arte, el canto de armonía suprema que pasa sobre todo en la capital de
-la cultura. Dicen que invaden los yanquis; que el influjo de los
-bárbaros se hace sentir desde hace algún tiempo. Lo que los bárbaros
-traen es, a pesar de todo, su homenaje a la belleza precipitado en
-dólares. El ambiente de París, la luz de París, el espíritu de París,
-son inconquistables, y la ambición del hombre amarillo, del hombre rojo
-y del hombre negro, que vienen a París, es ser conquistados. En cuanto a
-la mayoría que de los cuatro puntos cardinales se precipita hoy a la
-atrayente feria, merece un capítulo de psicología aparte, que quizá
-luego intente.</p>
-
-<p>Más grande en extensión que todas las exposiciones anteriores, se
-advierte desde luego en ésta la ventaja de lo pintoresco. En la del 89
-prevalecía el hierro&mdash;que hizo escribir a Huysmans una de sus más
-hermosas páginas&mdash;; en ésta la ingeniería ha estado más unida con el
-arte; el color, en blancas arquitecturas, en los palacios grises, en los
-pabellones de distintos aspectos, pone su nota, sus matices,<span class="pagenum"><a name="page_015" id="page_015"></a>{15}</span> y el
-«cabochon» y los dorados, y la policromia que impera, dan por cierto, a
-la luz del sol o al resplandor de las lámparas eléctricas, una repetida
-y variada sensación miliunanochesca.</p>
-
-<p>La vista desde la Explanada de los Inválidos es de una grandeza
-soberbia; una vuelta en el camino que anda, es hacer un viaje a través
-de un cuento, como un paseo por el agua en uno de los rápidos
-vaporcitos.</p>
-
-<p>No hay que imaginarse que en cada una de las construcciones surja una
-nueva revelación artística, por otra parte. Notas originales hay pocas,
-pero las hay, ante las grandes combinaciones de arquitectos que han
-procurado «deslumbrar» a la muchedumbre. Los palacios de los Campos
-Elíseos&mdash;el Petit Palais y el Grand Palais&mdash;son verdaderas inspiraciones
-de la más elegante y atrayente masonería; la Puerta Monumental es un
-hallazgo, de una nota desusada, aunque la afea a mi entender la figura
-pintiparada de la parisiense, que parece concebida en su intento
-simbólico para <i>reclame</i> de un modisto, y cuyo «modernismo» tan atacado
-por algunos críticos y tan defendido por otros, francamente, no
-entiendo. La calle de las Naciones aglomera sus vistosas fábricas en la
-orilla izquierda del Sena, y presenta, como sabéis, a los ojos, que se
-cansan, la multiplicidad de los estilos y el contraste de los
-caracteres. «Carácter», propiamente entre tanta obra, lo tienen pocas,
-como lo iremos viendo paso a paso, lector, en las visitas en que has de
-acompañarme; pues unos arquitectos han reproducido sencillamente<span class="pagenum"><a name="page_016" id="page_016"></a>{16}</span>
-edificios antiguos, y otros han recurrido a profusas combinaciones y
-mezclas que hacen de la fábrica el triunfo de lo híbrido.</p>
-
-<p>El conjunto, en su unidad, contiene bien pensadas divisiones,
-facilitando así el orden en la visita y observación. El lado del
-Trocadero, el de los Campos Elíseos, el de la Explanada de los
-Inválidos, el de la orilla izquierda del Sena, el de la orilla derecha y
-el del Campo de Marte, son puntos diversos con sus particularidades
-especiales y diferentes atractivos, y, vínculo principal entre orilla y
-orilla del río, tiende su magnífico arco, custodiado por sus cuatro
-pegasos de oro y adornado por sus carnales náyades de bronce, el puente
-Alejandro III. La unión total, la mágica villa de muros de madera, tiene
-treinta y seis entradas además de la puerta colosal de Binet, y las dos
-que, llamadas de honor, se abren en el comienzo de la avenida Nicolás
-II. Por todas partes hallan su gloria los ojos, con verdores de árboles,
-gracia de líneas y de formas, brillo de metales, blancuras y oros de
-estatuas, muros, domos, columnas, fino encanto de mosaicos, perspectivas
-de jardines, y, circulando por Babel, toda ella una sonrisa, la flor
-viviente de París.</p>
-
-<p>He aquí la gran entrada por donde penetraremos, lector, la puerta
-magnífica que rodeada de banderas y entre astas elegantes que sostienen
-grandes lámparas eléctricas, es en su novedad arquitectural digna de ser
-contemplada; admírese la vasta cúpula, la arcada soberbia, la labor de
-calado, y la decoración, y evítese el pecado de Moreau-Vauthier, la<span class="pagenum"><a name="page_017" id="page_017"></a>{17}</span>
-señorita peripuesta que hace equilibrio sobre su bola de billar. ¿Es que
-este escultor ha querido lanzar a su manera el <i>ohé! les grecs, faudraît
-voir!</i> de George D’Esparbes? Pues ha fracasado lamentablemente.</p>
-
-<p>Eso no es arte, ni símbolo, ni nada más que una figura de cera para
-vitrina de confecciones. La maravillosa desnudez de las diosas, es la
-única que, besada por el aire y bañada de luz, puede erguirse en la
-coronación de un monumento de belleza. Sin llegar a la afirmación de
-Goethe: «el arte empieza en donde acaba la vida», los que alaban esa
-estatua por lo que tiene de realismo y de actualidad, deberían
-comprender que la ciudad de París, no puede simbolizarse en una figura
-igual a la de Yvette Guilbert o mademoiselle de Pougy.</p>
-
-<p>¡Por Dios! La ciudad de París tiene una corona de torres, y tal
-aditamento descompondría los tocados de las amables niñas locas de su
-cuerpo.</p>
-
-<p>La moda parisiense es encantadora: pero todavía lo mundano moderno no
-puede sustituir en la gloria de la alegoría o del símbolo a lo
-consagrado por Roma y Grecia...</p>
-
-<p>Es hermoso y real lo hecho por Guillot en cambio. Ha puesto en el friso
-del Trabajo, las figuras de los trabajadores; y su idea y su obra son
-buenas y plausibles; así se da, aunque sea en pequeña parte, la suya, a
-los albañiles, a los carpinteros, a los hombres de los oficios que con
-sus manos han puesto fin al pensamiento y los cálculos de artistas e
-ingenieros. Por la noche es una impresión fantasmagórica<span class="pagenum"><a name="page_018" id="page_018"></a>{18}</span> la que da la
-blanca puerta con sus decoraciones de oro y rojo y negro y sus miles de
-luces eléctricas que brotan de los vidrios de colores. Es la puerta de
-entrada de un país de misterio y de poesía habitado por magos.
-Ciertamente, en toda alma que contempla estas esplendorosas <i>féeries</i> se
-despierta una sensación de infancia. Bajo la cúpula se detienen los
-visitantes; y el hindú pensará en míticas pagodas y el árabe soñará con
-Camarazalmanes y Baduras; y todo el que tenga un grano de imaginación
-creerá entrar en una inaudita Basora. Y allí está Isis sin velo. Es la
-Electricidad, simbolizada en una hierática figura; aquí lo moderno de la
-conquista científica se junta a la antigua iconoplastía sagrada, y la
-diosa sobre sus bobinas, ceñida de joyas raras como de virtudes
-talismánicas, con sus brazos en un gesto de misterio, es de una
-concepción serena y fuerte. Hay en ella la representación de la
-naturaleza, la elevación de la fuerza en tranquila actitud, y el arcano
-de esa propia forma de fuerza que apareció lo mismo en las cumbres del
-Sinaí mosaico que en las sorpresas de Edison o en las animaciones
-luminosa de Lumière. ¡Admirable centinela de entrada! La gente pasa,
-pasa, invade el recinto, se detiene bajo los tres arcos unidos
-triangularmente, mientras en lo alto, hacia la plaza de la Concordia,
-sobre el barco de la <i>Caput Galliæ</i>, el gallo simbólico lanza al
-horizonte el más orgulloso cocoricó que puede enarcar su cuello.</p>
-
-<p>La gente pasa, pasa. Se oye un rumoroso parlar babélico y un ir y venir
-creciente. Allí va la familia<span class="pagenum"><a name="page_019" id="page_019"></a>{19}</span> provinciana que viene a la capital como a
-cumplir un deber; van los parisienses, desdeñosos de todo lo que no sea
-de su circunscripción; van el ruso gigantesco y el japones pequeño; y la
-familia ineludible, <i>hélas!</i>, inglesa, guía y plano en mano; y el chino
-que no sabe qué hacer con el sombrero de copa y el sobretodo que se ha
-encasquetado en nombre de la civilización occidental; y los hombres de
-Marruecos y de la India con sus trajes nacionales; y los notables de
-Hispano-América y los negros de Haití que hablan su francés y gestean,
-con la creencia de que París es tan suyo como Port-au-Prince. Todos
-sienten la alegría del vivir y del tener francos para gozar de Francia.</p>
-
-<p>Todos admiran y muestran un aire sonriente. Respiran en el ambiente más
-grato de la tierra; al pasar la puerta enorme, se entregan a la
-sugestión del hechizo. Desde sus lejanos países, los extranjeros habían
-soñado en el instante presente. La predisposición general es el admirar.
-¿A qué se ha venido, por qué se ha hecho tan largo viaje sino para
-contemplar maravillas? En una exposición todo el mundo es algo <i>badaud</i>.
-Se nota el deseo de ser sorprendido. Algo que aisladamente habría
-producido un sencillo agrado, aquí arranca a los visitantes los más
-estupendos <i>¡ah!</i> Y en las corrientes de viandantes que se cruzan, los
-inevitables y siempre algo cómicos encuentros: <i>¡Tú por aquí! ¡Mein
-Herr! ¡Caríssimo Tomasso!</i> Y cosas en ruso, en árabe, en kalmuko, en
-malgacho, ¡y qué sé yo! Y entre todo, ¡oh, manes del señor de
-Graindorge! una figurita se<span class="pagenum"><a name="page_020" id="page_020"></a>{20}</span> desliza, <i>fru, fru, fru</i>, hecha de seda y
-de perfume; y el malgacho y el kalmuko, y el árabe, y el ruso, y el
-inglés, y el italiano, y el español, y todo ciudadano de Cosmópolis,
-vuelven inmediatamente la vista: un relámpago les pasa por los ojos, una
-sonrisa les juega en los labios. Es la parisiense que pasa. Allá, muy
-lejos, en su smalah, en su estancia, en su bosque, en su clima ardoroso
-o frígido, el visitante había pensado largo tiempo en la Exposición,
-pero también en la parisiense. Hay en todo forastero, en todo el que ha
-llegado, la convicción de que ella es el complemento de la prestigiosa
-fiesta. Y los manes del señor de Graindorge vagan por aquí complacidos.</p>
-
-<p>La muchedumbre pasa, pasa. Deja el magnífico parasol de la cúpula, y
-entra ya en la villa proteiforme y políglota. Es la primavera. Los
-árboles comienzan a sentir su nuevo gozo, y, con ademanes de dicha
-tienden a la luz sus hojas recién nacidas. Una onda de perfumes llega.
-Es el palacio de las flores, son los jardines cercanos. Y pues es la
-pascua de las flores, a las flores el principio. Después, a medida de lo
-fortuito, sin preconcebido plan, iremos viendo, lector, la serie de
-cosas bellas, enormes, grandiosas y curiosas.<span class="pagenum"><a name="page_021" id="page_021"></a>{21}</span></p>
-
-<h4>II</h4>
-
-<p class="r">
-Abril de 1900.<br />
-</p>
-
-<p>«On n’a jamais admiré une rose parce qu’elle ressemble á une femme; mais
-on admire une femme parce qu’elle ressemble á une rose.» Esta admirable
-frase de un maestro de estética ha venido a mi pensamiento al sentir en
-el palacio de la Horticultura y de la Arboricultura el suave encanto
-floral de tanta exquisita colaboración de la naturaleza y del hombre
-como se expone en mazos, girándulas, ramilletes, cestos y plantíos. Y he
-recordado también al loco admirable que se enamoró de una flor y
-mantenía por ella la pasión que se concibe únicamente por una mujer. A
-la entrada de la exposición por la puerta monumental, ya se impone la
-habilidad y el gusto de los modernos La Quintinil, en la ordenada gracia
-de las arboledas, en la avenida elegante y noblemente decorativa, los
-«parterres» con sabiduría dispuestos, y los macizos de flores nuevas que
-exteriorizan como el gozo y la sonrisa de la tierra. La caricia de la
-recién llegada primavera lustra las hojas de los castaños, aterciopela
-los céspedes, pone como un deseo de expansión amorosa en tanta corola
-fina y fresca. Aquí se ha vertido el tesoro de las <i>serres</i>, la riqueza
-florida de Longchamps, del<span class="pagenum"><a name="page_022" id="page_022"></a>{22}</span> Parc des Princes, de Auteuil, aumentando el
-acervo de la capital; y en los soberbios jardines de los Campos Elíseos,
-poetas de la jardinería han recurrido a sus clásicos, y con ellos y la
-inventiva o inspiración propia, han llevado a cabo poemas que habrían
-deleitado a Poe, quien, como sabéis, consideraba este oficio, de dulzura
-y de paciente ejecución, como una de las Bellas Artes.</p>
-
-<p>Árboles extranjeros, frondosas pawlonias, copudos árboles de Francia,
-ofrecen sombra y meditación; y los soñadores chorros de agua&mdash;tan dulces
-bajo la luna y en Verlaine&mdash;hacen sus juegos y cantan tenuemente versos
-versalleses.</p>
-
-<p>Mas en el palacio de las flores, que está a la orilla del río, se
-entroniza la esplendidez de esas bellas y delicadas cosas, de modo que
-no dejan que se aparte la mirada de su varia maravilla y de su tentadora
-gracia. Los tres <i>serres</i> en combinación triangular encierran la vasta
-joyería perfumada. Llega el sol como a través de un velo de opaca
-muselina, de manera que no ofenda tanta fragilidad de color, ni
-disminuya el encanto de las medias tintas. En este pequeño imperio
-creería verse un revuelo de pájaros y amores. Los amores pasan, al lado
-de sombreros claros y de trajes que son labores artísticas; los
-sombreros sobre cabezas que se armonizan divinamente con las flores: los
-trajes, producto de las tijeras y agujas más pinpleas, revelando
-exquisitas músicas de líneas y de formas. Y se me antoja pensar que la
-frase ruskiniana traducida por Sizeranne, bien pudiera volverse del
-revés: «On n’a jamais<span class="pagenum"><a name="page_023" id="page_023"></a>{23}</span> admiré une femme parce qu’elle ressemble à une
-rose; mais on admire une rose parce qu’elle ressemble á une femme.»</p>
-
-<p>Grato deliquio de los ojos, hay ya una explosión de rosas rojas, ya un
-grupo exuberante de rosas blancas; un derrame de tintas violetas, o la
-sutil sordina de las lilas, las paletas desfallecientes, la gradación
-casi imperceptible de las suavísimas coloraciones. La preciosa <i>misa de
-las flores</i> de Gutiérrez Nájera y antes de Víctor Hugo, me canta en el
-alma. Atraen las flores que se asemejan a niñas enfermizas, flores
-delicadas, para vasos venecianos&mdash;ciertos vasos que según Mauclair son
-seres vivientes&mdash;un casi desvanecido género de violetas casi blancas;
-ciertas pálidas mimosas; lirios de una celeste anemia, o las anémonas
-que sueñan, y tienen por obra del consonante, entre las flores amorosas,
-su moro de Venecia.</p>
-
-<p>Enormes, enormísimas rosas, de un rojo veroniano, instalan los anchos
-vuelos de sus trajes purpúreos. Los lises se erigen en la <i>rêverie</i> de
-invisibles anunciaciones; y los tulipanes de color, y los tulipanes
-cremas y blancos, tienen en los pétalos entreabiertos como una
-sensualidad labial. Las flores triunfan, las flores expresan delicias
-primitivas, a través de los tiempos y de «las avalanchas de oro del
-viejo azul» que promulga el celeste verso de Mallarmé. Luego son las
-flores extrañas, de jardineros simbolistas y decadentes, de señoritas
-Boticelli, de poetas malignos y de mister Chamberlain. Entre la
-orquestación de todos los perfumes, las orquídeas<span class="pagenum"><a name="page_024" id="page_024"></a>{24}</span> lanzan sus notas
-enervadoras. Con sus nombres de venenos exhiben sus extraordinarias
-formas, Aroideas, guarias, alocasias, el anthurium colombiano,
-cipripedium, toda la flora propicia a Des Esseintes, semejantes a
-objetos, a animales, aun a mujeres; lisas o vellosas y arrugadas,
-caracolares o atirabuzonadas, metálicas o sedosas, casi hediondas, o de
-perfume femenino, como bocas de víboras o como corsés, orgullosas,
-pomposas, provocantes, obscenas, en la más inaudita polimorfia, en la
-variedad extravagante extraída, se diría de los lugares secretos, de los
-senos ocultos de la naturaleza vegetal. Detenerme más en análisis y
-nomenclaturas sería repetir a Huysmans, o recurrir a los formidables
-inventarios zolescos, caros a la literatura Roret. Pero he de recordar
-una visión obsesionante, un iris casi marchito, cuya expresión
-verdaderamente animada pugnaba por traducir a los ojos del artista, no
-sé qué misterios de esos mundos herméticos en que las relaciones de
-forma, y de color y de ademán tienen una clave en ocasiones casi
-adivinada por el comprensivo y por el poeta. Era una flor con faz
-<i>propia</i>, y cuyo retrato habría hecho a maravilla una de estas dos
-inquietantes pintoras: madame Bonemin, o madame Louise Desborde, la
-Rachilde del pincel. La onda de aromas pesa por fin entre tanta
-exhalación distinta, a modo de llegar a causar opresión o mareo. Busco
-una salida para ir a respirar el aire de afuera, y a contemplar la
-orilla izquierda del Sena, que se divisa mágicamente por los vidrios; y
-se presentan a mi imaginación, como en una<span class="pagenum"><a name="page_025" id="page_025"></a>{25}</span> galería pintada por un
-pintor de ensueños, en</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">La terre jeune encore et vierge de désastres,<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind">las faces de flores mallarmeanas: la gladiola fiera, el rojo laurel, el
-jacinto, y, «semejante a la carne de la mujer, la rosa cruel, Herodías
-en flor del jardín claro regado por una sangre feroz y radiante»; y el
-lirio «de blancura que solloza»...</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Hosannah sur le cistre et sur les encensoirs<br /></span>
-<span class="i0">Notre Père. Hosannah du jardin de nos Limbes!<br /></span>
-<span class="i0">Et finisse l’écho par les mystiques soirs,<br /></span>
-<span class="i0">Extase des regards, scintillement des nimbes!<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Mas en el gran departamento del fondo me llama otro espectáculo: y lo
-primero, las patatas. En cestitos, o en grandes montones, las hay de
-todas clases. La patatita <i>mignone</i>, flor de Parmentier, que me parece
-más comparable a <i>l’orteil du séraphin</i> que <i>le divin laurier</i> del poeta
-esotérico; la patata enorme, que una sola persona no podría concluir y
-que el pre-naturista Bernardino habría creído hecha ex profeso por la
-buena Divinidad para ser comida en familia; patatas doradas, pálidas,
-rojizas, lisas o de cortezas ásperas, con lunares y hoyuelos o sin
-ellos; patatas redondas, alargadas, aperadas o aovadas, toda suerte de
-patatas, que me hacían pensar en los cucuruchos llenos de las fritas
-sabrosísimas, que se venden en largos y blancos cucuruchos, y que
-muerden y mascan con verdadera sensualidad las más<span class="pagenum"><a name="page_026" id="page_026"></a>{26}</span> lindas bocas de la
-capital de Francia. Luego desfilo ante el grupo de los nabos y
-zanahorias, de los espárragos como cetros, de los zapallos que obligan a
-la veneración con sus inmensas panzas monacales; y una cantidad de las
-más variadas legumbres, desde las majestuosas calabazas hasta las finas
-arvejas, y habiendo cumplido en mi tarea con dar una parte a la idea del
-ensueño y otra a la idea del puchero, salgo contento, en la creencia de
-que he tenido un buen día.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-026.png" width="142" height="103" alt="
-" title="" />
-<br />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_027" id="page_027"></a>{27}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="EL_VIEJO_PARIS" id="EL_VIEJO_PARIS"></a>EL VIEJO PARÍS</h3>
-
-<p class="imgrt10"><img src="images/illus-027.png"
-width="28"
-height="31"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-Viejo París, Abril 30 de 1900.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-e.png"
-width="80"
-height="82"
-alt="E"
-/></span>STOY en el Viejo París, la curiosa reconstrucción de Robida. Aunque,
-como todo, no está todavía completamente concluído, la impresión es
-agradable. Desde el río, la vista de los antiguos edificios se asemeja a
-una decoración teatral. Casas, torrecillas, techos, barrios enteros
-evocados por el talento de un artista ingenioso y erudito halagan al
-contemplador con su pintoresca perspectiva.</p>
-
-<p>Al entrar, ya se ve uno que otro <i>travesti</i>, desde el arcabucero o el
-lancero que se pasean ante los portales, hasta las vendedoras de
-chucherías que tras los mostradores y las mesitas erigen en las
-graciosas cabezas el alto gorro picudo, cuyo nombre en viejo francés se
-me traspapela en la memoria. El sol se cuela por los armazones de
-madera, se quiebra en las joyas y dorados de las ventas y en las
-brigandinas de los soldados: y un aire de vida circula, el mismo que la
-primavera sopla sobre la Exposición<span class="pagenum"><a name="page_028" id="page_028"></a>{28}</span> enorme y fastuosa, sobre el
-glorioso París. Como la imaginación contribuye con la generosidad de su
-poder, no puede uno menos que encontrar chocante en medio de tal
-escenario, la aparición de una levita, de unos prosaicos pantalones
-modernísimos y del odioso sombrero de copa, justicieramente bautizado
-<i>galera</i>, que llegan a causar un grave desperfecto a la página de vieja
-vida que uno se halla en el deseo de animar así sea por cortos
-instantes. Si las cosas actuales anduvieran de otro modo, allí se
-debería entrar con traje antiguo y hablando en francés arcaico.
-Entretanto, conformémonos.</p>
-
-<p>La puerta de Saint-Michel alza sus techos coronados de banderolas y abre
-la ancha ojiva de su entrada hacia el Sena. La calle Vielles-Écoles
-presenta su barriada pintoresca, sus fachadas angulares, balcones y
-ventanales; por los pasajes anchos se oyen risas alegres de visitantes;
-en una calle un émulo de Nostradamus, por unos cuantos céntimos dice el
-horóscopo a quien lo solicita: y hay <i>badauds</i> que se hacen decir el
-horóscopo y dan los céntimos.</p>
-
-<p>Creo que hace falta la figura de Sarrazin-el-de-las-aceitunas,
-circulando por estos lugares, repartiendo como en Montmartre sus
-anuncios rabelesianos y vendiendo su sabroso artículo.</p>
-
-<p>Robida, el reconstructor es, como sabéis, hábil dibujante y escritor de
-chispa. Su erudición artística y arqueológica se demuestra en esta
-tentativa, como su talento picaresco y previsor ha podido, en<span class="pagenum"><a name="page_029" id="page_029"></a>{29}</span> amenos
-rasgos, imaginar costumbres, arquitecturas y adelantos científicos de lo
-porvenir. En esta obra que he visitado y que será de seguro uno de los
-principales atractivos de la Exposición, quiso hacer algo variado,
-aunque reducido. Hay edificio que se compone de varias construcciones, y
-que restituye así, en una sola pieza, distintos motivos que recuerdan
-tales o cuales tipos a los arqueólogos.</p>
-
-<p>Las diversiones del Viejo París no están aún abiertas, con excepción de
-un teatro en donde nos hemos llevado algunos un soberano chasco.
-Imaginaos que no es poco venir a encontrar en el Viejo París, en vez de
-recitaciones de trovadores o juegos de juglares, una zarzuela infantil
-que está dando <i>La viejecita</i> del maestro Caballero! Faltan aún los
-lugares en donde se pueda comer platos antiguos en su correspondiente
-vajilla, y las tabernas con sus mozas hermosas que sirvan la cerveza.
-Falta el pasado París de las Escuelas, que hiciese ver un poco de la
-vida que llevaban los clásicos <i>escholiers</i>, y que cuando vinieran sus
-colegas de Salamanca o de Oviedo con sus bandurrias y sus guitarras, les
-saludasen en latín y renovasen en cada cual un Juan Frollo de
-<i>Notre-Dame de París</i>. Falta que no se mezclen en los puestos de
-bisutería y bebidas, los disfraces medioevales con los tocados modernos;
-pues ahora se suelen ver unos pasos anacrónicos que ponen
-involuntariamente la sonrisa en los labios. Falta asimismo presentar la
-sección de los oficios, y resucitar los <i>gritos de París</i>, con señalados
-vendedores ambulantes. La animación falta al<span class="pagenum"><a name="page_030" id="page_030"></a>{30}</span> barrio de la Edad Media,
-al barrio de los Mercados, en que ha de revivir el siglo <small>XVII</small>; las
-instalaciones completas de la calle Foire-Saint-Laurent, Châtelet y
-Pont-au-Change. Cuando todo esté abierto y dispuesto, el aspecto no
-podrá menos que ser en extremo atrayente. Lo que no juzgo propio es la
-concesión que se hará al progreso y a la comodidad, con sacrificio de la
-propiedad. Por la noche en vez de multiplicar las linternas de la época,
-se verán brillar en los renovados barrios, lámparas eléctricas.</p>
-
-<p>Se anuncian para dentro de poco festivales, justas y torneos, y no sé si
-Cortes de amor. Es una lástima que no se haya tenido todo lo preciso
-preparado para que no saliese el visitante algo descontento después de
-una vuelta por esta obra inconclusa. Entre lo que llama la atención
-ahora, están las distintas enseñas de las tiendas y los puestos,
-copiados de viejas colecciones. Al pasar se evocan nombres que
-constituyen época: Villon, Flamel, Renaudot, Etienne Marcel. Quizá
-dentro de pocos días se vean ya con un alma estas cosas; y al pasar por
-la casa de Moliére creamos ver al gran cómico, y en otro lugar
-sospechemos encontrarnos con el redactor de la <i>Gazette</i>; y al cruzar
-frente a la iglesia de Saint-Julien-des-Ménétriers oigamos sones de
-viola y gritos de saltimbanquis.</p>
-
-<p>No me perdonaríais que pusiese cátedra de arquitectura y comenzase en
-estas líneas una explicación y nomenclatura técnicas de edificios,
-calles y barrios. Mas permitidme que os envíe la impresión del<span class="pagenum"><a name="page_031" id="page_031"></a>{31}</span> golpe de
-vista, en una tarde apacible y dorada, en que he mirado deslizarse a mis
-ojos el ameno y arcaico panorama.</p>
-
-<p>Desde lejos, suavizados los colores de la vasta decoración, la visión es
-deliciosa, sobre el puente de l’Alma y el palacio de los Ejércitos de
-mar y tierra. Al paso que avanza el <i>bateau-mouche</i>, se reconoce, en el
-oro del sol que se pone, la torre del Arzobispado, y las dos naves de la
-Santa Capilla, la construcción pintoresca del Palais, con su Grande
-Salle; el Molino, el Gran Chatelet, con su aguda torrecilla; la fonda
-Cour de París y cerca el hotel de los Ursinos, el de Coligny; la gran
-Chambre des Comptes de Louis XII; la iglesia de
-Saint-Julien-des-Ménétriers, y buena cantidad de edificios más que os
-habéis acostumbrado a ver en los grabados y a distinguir en los planos,
-hasta la puerta de Saint-Michel y el portal de la Cartuja de Luxemburgo.</p>
-
-<p>Y como el espíritu tiende a la amable regresión a lo pasado, aparecen en
-la memoria las mil cosas de la historia y de la leyenda que se
-relacionan con todos esos nombres y esos lugares. Asuntos de amor, actos
-de guerra, belleza de tiempos en que la existencia no estaba aún
-fatigada de prosa y de progreso prácticos cual hoy en día. Los layes y
-villanelas, los decires y rondeles y baladas que los poetas componían a
-las bellas y honestas damas que tenían por el amor y la poesía otra idea
-que la actual, no eran apagados por el ruido de las industrias y de los
-tráficos modernos.</p>
-
-<p>Por las noches será ese un refugio grato para los<span class="pagenum"><a name="page_032" id="page_032"></a>{32}</span> amantes del ensueño.
-Ignoro si los paseantes caros a Baedeker, los ingleses angulares y los
-que de todas partes del globo vienen a divertirse en el sentido más
-<i>swell</i> de la palabra, gozarán con la renovación imaginaria de tantas
-escenas y cuadros que el arte prefiere. En cuanto a los poetas, a los
-artistas, estoy seguro de que hallarán allí campo libre para más de una
-dulce <i>rêverie</i>. Tanto peor para los que, entre las agitaciones de la
-vida turbulenta y aplastante, no pueden tener alguna vez siquiera el
-consuelo de sacar de la propia mina el oro de una hermosa ilusión.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-032.png" width="139" height="157" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_033" id="page_033"></a>{33}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="EN_EL_GRAN_PALACIO" id="EN_EL_GRAN_PALACIO"></a>EN EL GRAN PALACIO</h3>
-
-<p class="imgrt10"><img src="images/illus-033.png"
-width="32"
-height="28"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-París, Mayo 1 de 1900.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-d.png"
-width="80"
-height="79"
-alt="D"
-/></span>EMOSTRANDO su majestad o su gracia en el espacio, reposados o ágiles,
-se alzan, y atraen la mirada antes que otra cosa, los palacios. Es el
-Gran Palacio, con la serenidad magnífica de sus columnas, coronado por
-atrevida cuadriga; el Petit Palais, que instala su elegancia, también
-lleno de columnas adornadas de capiteles jónicos, con sus bellas
-rotondas en los ángulos, y cuya puerta principal guardan admirables
-desnudeces de mármol; o el palacio de Minas y Metalurgia con sus largas
-arcadas y su bizarra tiara central; el palacio de Industrias textiles e
-hilados también con arcadas; o el de la Electricidad, que con el Chateau
-d’eau, forma la decoración de un cuento de genios. Y en el Campo de
-Marte, el de ingeniería civil y medios de transporte; y el de letras,
-ciencias y artes, cerca de la aplastante torre Eiffiel, lleno de novedad
-y de atrevimiento; y en la Explanada de los inválidos, con sus dos
-cuerpos, el de las manufacturas<span class="pagenum"><a name="page_034" id="page_034"></a>{34}</span> nacionales, que se ha llamado con razón
-un <i>grand rideau d’avant scène</i>, o el de las industrias diversas. Y en
-las orillas del Sena el gran palacio de la ciudad de París, y el de la
-Horticultura, con sus dos <i>serres</i> y su jardín al aire libre; el palacio
-de los Congresos y de Economía social, vistoso y soberbio; el de los
-Ejércitos de tierra y mar, sobre el que se levantan torres y mástiles;
-casa de la Fuerza; el de florestas, caza y pesca, cuya decoración es
-apropiada a su objeto, y el de la navegación, y el pequeño palacio de la
-Óptica en cuyo centro parece que un enorme pavo real abriese el
-maravilloso naipe de su cola; y más, y más: os aseguro que años enteros
-serían precisos para pintar y describir estas obras en que la piedra y
-el hierro, el bronce y el staff, el mármol y las madera, forman tan
-hermosas manifestaciones de talento, de audacia, de gusto. Ya os he
-dicho que no voy a ocuparme de técnica, aunque tendría qué decir a causa
-de la conversación que entre tanta obra he tenido un día entero con mi
-amigo Albert Traschel, el admirable arquitecto del Ensueño, que tan bien
-ha estudiado Stuart Merril. Hoy, me dedico al gran palacio de Bellas
-Artes, en donde se han inaugurado las exposiciones Central y Decenal.
-¡Cien años del arte de Francia! ¡Diez años! Aun para los diez, quien
-quisiera ocuparse en cada una de las obras expuestas, buen tiempo
-gastaría tan solamente en nombrarlas... La mayor parte de los críticos
-hacen catálogos. Pienso que lo mejor es decir algo de aquellas obras y
-de aquellos maestros que más impresión<span class="pagenum"><a name="page_035" id="page_035"></a>{35}</span> causan; y aun así, apenas unas
-cuantas palabras será posible aplicar.</p>
-
-<p>El gran palacio enfrente del pequeño, es la gravedad armoniosa enfrente
-de la gracia risueña y noble. Hacia la avenida Nicolás II, muestra su
-fachada romana. Las columnas múltiples que adornan el edificio son de
-sabia ordenación y no en vano se señalan como «modelos del género», y
-por las tres entradas del peristilo se diría que se espera como la
-aparición continua de un ceremonial antiguo.</p>
-
-<p>Las artes bellas están representadas por magníficas esculturas en que el
-desnudo una vez más sella el poder de su encanto plástico. Y al lado de
-la avenida de Antin, en arcaicos mosaicos la historia de las artes
-aparece en frisos policromos. Al penetrar en el magno edificio
-sorprenden la monumental escalera y la techumbre de vidrio. Allí dentro
-está, como os he dicho, el arte francés de los últimos cien años, del
-cual claro es que no he de haceros ni la historia ni el análisis; y la
-exposición decenal, es decir, lo que el arte de esta potente Francia ha
-creado desde 1889.</p>
-
-<p>Hay maravillas, hay cuadros enormes de mérito relativo y oficial, y
-pequeñas telas en que se reconcentra un mundo de meditación, de audacia,
-de ensueño. Están representadas todas las tendencias que en estos
-últimos tiempos han luchado, con excepción de ciertas obras sublimes a
-que la crítica de los discernidores de medallas no ha puesto su pase
-autoritario. Todo adorador de la belleza sugestiva y profunda lamentará
-no encontrarse por ejemplo,<span class="pagenum"><a name="page_036" id="page_036"></a>{36}</span> con el sublime <i>Cristo de los Ultrajes</i> del
-formidable y apocalíptico Henri de Groux, que aunque nacido en Bélgica,
-ha hecho más por el arte francés que señalados y enriquecidos miembros
-del Instituto. Pues ha cambiado bastante la época en que el autor de
-Graindorge escribía: «Le métier est dur. Des hommes de cinquante ans qui
-ont un nom célébre, ne gagnent pas dix mille francs». Que le pregunten
-sobre esto a Carolus-Durán, o al benemérito señor de Bouguereau.</p>
-
-<p>Entre tanta obra producida por pinceles franceses, se ve que no siempre
-existe lo que llama Ruskin el amor a «la espontánea o inviolada
-naturaleza.» La rebusca ha sido perjudicial por un lado, y la ciega
-sujeción al academismo por otro. Cuando libremente se han manifestado
-los temperamentos y los caracteres artísticos, ha surgido en su
-superioridad la obra maestra.</p>
-
-<p>Atraen al gran público dos especies de trabajos: las <i>grandes machines</i>
-de historia y sobre todo de batalla, y los desnudos. El alto vulgo no
-dejará de detenerse ante los retratos de Bonnat, cuya seriedad fría es
-dominadora en la vanidad oficial de ese mundo selecto. Benjamín Constant
-se impone con cuadros como la <i>Entrada en Tolosa del Papa Urbano II</i> y
-un retrato de la reina Victoria. Entra el hábil orientalista ahora bajo
-los auspicios de la iglesia, pues después del Papa Urbano ha de darnos
-el Papa León; así, en estos momentos trabaja en Roma en perpetuar la
-imagen del Sumo Pontífice.</p>
-
-<p>Siento que una fuerte corriente simpática me atrae<span class="pagenum"><a name="page_037" id="page_037"></a>{37}</span> hacia Carrière,
-cuyas varias telas representan en este certamen la noble y generosa
-conciencia de un artista de verdad. Con su visión especial en que los
-lineamientos se esfuman, en lo indeciso revelador, hace entrever el alma
-de los personajes que reproduce, y concediendo a éstos como una
-existencia distinta de la real, en la realidad misma, halla el medio de
-expresar lo inexplicable, en una comunicación casi exclusivamente
-espiritual. Ya es en <i>El sueño</i> la poetización de una idea, o en el
-<i>Cristo en la cruz</i> la imposición visible de lo supernatural, o en el
-retrato de ese otro crucificado, Paul Verlaine, la concreción de todas
-las tristezas en la miseria y debilidad humanas, prodigiosamente
-habitadas por el genio.</p>
-
-<p>No por admirar a Carrière que es lo vago, he de dejar de acercarme a
-Collin, que halaga con sus claros plenos aires y sus figuras en que una
-sangre viviente circula, o a Cotlet, que vence dificultades en la
-composición y en el colorido, faltando tan sólo que triunfe en las de
-movimiento; o a Roll, que cultiva el vigor con tanta maestría, y cuya
-<i>Fiesta del puente Alejandro III</i> llama de continuo la curiosidad de los
-visitantes. En la Centenal luce con su serena luz antigua la obra del
-gran Puvis; en la Decenal no figura nada del ilustre maestro de las
-nobles actitudes, de las figuras simples y grandiosas. El hijo de un
-insigne profesor de belleza a quien con justicia se denominará el Platón
-moderno, Ary Renan, deleita con diminutos paisajes en que se contiene la
-visión y el sentimiento de la vasta naturaleza<span class="pagenum"><a name="page_038" id="page_038"></a>{38}</span>&mdash;así en un caracol se
-contiene al ruido del océano&mdash;; y hay en esas pinturas que abarcan
-escasos centímetros de tela, una religiosidad augusta que indica el paso
-de la musa misteriosa que hace comprender y significar obras grandes,
-según la palabra de Leonardo. Herencia. Quizás. De mí diré que no he
-podido menos que recordar los prodigiosos espectáculos de armonía que en
-una sencilla página sabía crear aquel levita mágico de la palabra. Con
-la diferencia de que el padre obraba en la plena luz de un sol griego,
-como el que dorase su frente de artista cuando pronunciara su oración
-divina delante de la acrópolis sagrada; y el hijo suele internarse en
-vagarosas indecisiones de ensueño a través de las cuales aparece la
-eterna X de la vida, el problema misterioso de las cosas, entre brumas
-de luz y de sombra. Hacen también el gozo de las almas meditativas los
-trabajos de Harpignies, con sus melancolías crepusculares, de luces
-desfallecientes, de tonos suaves y tamizados.</p>
-
-<p>Entre los retratos, fuera de los admirables de Carrière, de los
-protocolares de Bonnat, este pintor de cámara de los reyes burgueses,
-están los de Benjamín Constant, entre los cuales sobresale el de la
-Calvé, los ojos y la gracia de la picante Carmen. M. de la Gándara, que
-ha impuesto tan vivos rasgos en sus retratos, sobre todo en los de las
-mujeres, en que la felinidad femenina está asida de tan personal manera,
-M. de la Gándara tiene aquí varias páginas fisonómicas comentadas con
-una seguridad de toques y una aristocracia de factura, que explican<span class="pagenum"><a name="page_039" id="page_039"></a>{39}</span> sea
-hoy, al mismo tiempo que uno de los preferidos de la aristocracia, uno
-de los más queridos de los artistas.</p>
-
-<p>Rodeado de un mar de colores y de formas, mi espíritu no encuentra
-ciertamente en dónde poner atención con fijeza. Sucede que, cuando un
-cuadro os llama por una razón directa, otro y cien más os gritan las
-potencias de sus pinceladas o la melodía de sus tintas y matices. Y en
-tal caso pensáis en la realización de muchos libros, en la meditación de
-muchas páginas. Mil nebulosas de poemas flotan en el firmamento oculto
-de vuestro cerebro; mil gérmenes se despiertan en vuestra voluntad y en
-vuestra ansia artística; pero el útil del trabajador, vuestro oficio,
-vuestra obligación para con el público del periódico, os llaman a la
-realidad. Así apuntáis, informáis, vais de un punto a otro, cogéis aquí
-una impresión como quien corta una flor, allá una idea, como quien
-encuentra una perla; y a pocos, a pasos contados, hacéis vuestra tarea,
-cumplís con el deber de hoy, para recomenzar al sol siguiente, en la
-labor danaideana de quien ayuda a llenar el ánfora sin fondo de un
-diario.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-039.png" width="29" height="39" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_040" id="page_040"></a>{40}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_041" id="page_041"></a>{41}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="LA_CASA_DE_ITALIA" id="LA_CASA_DE_ITALIA"></a>LA CASA DE ITALIA</h3>
-
-<p class="imgrt10"><img src="images/illus-041.png"
-width="57"
-height="25"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-París, Junio 7 de 1900.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-a.png"
-width="80"
-height="82"
-alt="A"
-/></span>L comenzar la calle de las Naciones del lado del palacio de los
-Inválidos, se destaca la fastuosa fábrica que ha elevado Italia en el
-inmenso concurso. Semeja una catedral de piedra y oro, y al llamarla
-«catedral» los obreros italianos, han expresado el verdadero estilo
-arquitectónico de este fugaz y bello monumento. Un ave de oro abre las
-alas, allá arriba, sobre el domo de oro. Juntos la madera y el hierro
-sostienen la unidad compacta del atrayente edificio, que es una fiesta,
-un regalo para los ojos. Allí se une la ojiva gótica a la manera y
-decoraciones del Renacimiento. En la combinación surge a la memoria el
-recuerdo soberbio de San Marcos. Los muros coloreados semejan ricos
-mármoles. En mezcla pintoresca se juntan elementos cristianos y paganos.
-Los amores tejen guirnaldas sobre los fondos rojizos: cabezas esculpidas
-se presentan entre los festones y astrágalos. Airosas esculturas vigilan
-las entradas laterales: y la luz del<span class="pagenum"><a name="page_042" id="page_042"></a>{42}</span> sol hace resaltar de manera
-gloriosa el conjunto magnífico, quebrándose en los estucados y dorados y
-concentrándose en el águila del coronamiento que se asemeja, encendida
-por la luz solar, a una llama que vuela. En lo interior, en donde
-presiden las efigies del rey y de la reina y de los príncipes herederos
-de la corona&mdash;(¿por qué no está, en homenaje al valor y a la ciencia, el
-del bizarro Duque de los Abbruzzos?)&mdash;la idea de encontrarse en una
-basílica se acentúa. Los <i>vitraux</i> con sus tamices de color, dejan pasar
-la luz amortiguada. La ancha nave en su techumbre de oro ostenta
-decoraciones, ligeros frescos, que embellecen la extensión; flores
-hábilmente ordenadas forman sus graciosos dibujos; los <i>iris</i> hablan de
-paz al monarca de los grandes bigotes y las margaritas sonríen a la
-reina.</p>
-
-<p>Hago mi visita a este magnífico pabellón en compañía de un artista y
-pensador, Hugues Rebell, el autor de la <i>Nichina</i>, de <i>la Camorra</i>, de
-<i>l’Espionne de l’Empereur</i> y demás obras llenas de pasión y de encanto
-verbal. Es un amante de Italia, de todos los países latinos, y se
-prepara para partir en seguida a España, a ver la exposición Goya, pues
-tiene por propósito publicar un libro sobre aquel soberano maestro y su
-obra. Como algunos diarios han atacado la sección italiana de la
-exposición y, como para decir verdad, hay un ambiente poco simpático
-para Italia, procuro sondear el alma de Rebell, a quien juzgo muy lejos
-de sentirse influído por los afectos de la Tríplice. Sé que es un
-admirador de <i>Arrigo Beyle</i>, <i>milanese</i>, y por algo sus mejores<span class="pagenum"><a name="page_043" id="page_043"></a>{43}</span> obras
-tienen por escenario la bella tierra amada de los artistas.</p>
-
-<p>&mdash;¿Mi opinión? me dice, con su voz de confesor, callada y aterciopelada.
-Que amo a Italia grandemente, y que sobre esta exhibición momentánea, de
-industriales hábiles o de artistas verdaderos, veo alzarse el enorme
-árbol de gloria de aquel país singular. ¿No recordáis mis <i>Cantos de la
-Lluvia y del Sol</i>? Cuando he visto Florencia y sus palacios, en donde
-sueña todo un pasado de luchas y glorias, cuando he contemplado esas
-obras maestras del arte que en todas las calles os llaman a un sueño de
-belleza, mi ser se ha estremecido y ha querido clamar: «¡Soy toscano!
-¡soy toscano!» Si he nacido en Francia, mi alma debió tomar su vuelo al
-sol una mañana de estío, desde las alturas de Fiesole, sobre las bellas
-sombras negras de los cipreses, sobre el valle del Arno, lleno del canto
-de las cigarras.</p>
-
-<p>A menos que no venga de esas llanuras donde tiemblan los sauces, donde
-las viñas en guirnaldas se doblan bajo los racimos, de esas llanuras que
-regocijaron la mirada del Sodoma, del Corregio, del gran Leonardo.
-Quizás es hija de esa fértil Campania que Ceres y el dios del vino
-protegen; tal vez nació a los murmullos del mar amoroso de Baia. Sé
-solamente que formáis parte de un paisaje familiar visto en sueños, o
-conocido otras veces, ¡oh tierras de luz, montes de azul en la mar azul,
-campañas en donde el crepúsculo se eleva en grandes sombras majestuosas!
-¡Italia, tierra santa para los que una tarde Virgilio vino a encantar
-con su solemne tristeza,<span class="pagenum"><a name="page_044" id="page_044"></a>{44}</span> para los que vivieron en los siglos de acción
-y de belleza, Italia, quisiera arrodillarme y besar tu suelo de
-recuerdos! ¿Quién viéndote ahora dormir podrá creer que estás muerta?
-¡Oh durmiente, cansada de obras maestras, entre los monumentos de gloria
-que diste al mundo, agotada por tantos divinos partos, descansa, que
-bien has ganado tu sueño! ¡Cómo, llegada la hora, te alzarás de tu
-lecho, presta para nuevas labores y coronada de la diadema! ¡Oh
-durmiente! ¿No has sido, aun en este siglo, una gran trabajadora, no
-hemos visto unirse el Orgullo veneciano, la Risa de Nápoles, la
-Actividad genovesa, la Gracia milanesa, el Espíritu de Florencia, y este
-orgullo romano, pesado de las coronas que los siglos amontonaron sobre
-su frente? Almas diversas de Italia, no sois ahora sino una alma, pues
-tenéis todas un mismo amor: la Belleza. Pero, Italia, cuna de mis
-sueños, tú no me has educado; mi madre y mi nodriza es Francia la dulce,
-y no quiero ser ingrato con ella ni con mis maestros familiares:
-Montaigne, el gran Montesquieu y La Fontaine, ese hijo de las malicias
-sonrientes. Mi sueño de amor crece en medio de las lindas y voluptuosas
-hijas de Fragonard, en los parques en que Watteau, bajo vastos boscajes,
-hace avanzar, con reverencias, jóvenes de nucas rubias, de faldas
-amplias y luminosas. Mi deseo y mi pensamiento es Francia quien me los
-ha dado; sería incapaz de vivir si se me prohibiese vivir en francés.
-Pueblo de fuerza, pueblo de gracia, cuya lengua es vaporosa como un
-bello valle en la aurora, cuyas palabras huyen y se<span class="pagenum"><a name="page_045" id="page_045"></a>{45}</span> desvanecen como el
-río entre los sauces, caro genio de sonrisas y de claros pensamientos,
-cómo serían mi crimen y mi locura si osara negarte! Preciso es ser un
-pesado bebedor de cerveza de ultra Rhin, discípulo de Marx, un pesado
-socialista servidor del Vientre, para renegar de la patria. Todo hombre
-que tiene una virilidad, todo pueblo que no es esclavo, siente un genio
-de fuego palpitar en sí, que le impulsa a dominar. Todo hombre altivo,
-todo pueblo noble tiene un orgullo que alimentar, y por él se bate y por
-él quiere vencer. Es en esa lucha eterna que se encuentran la gloria y
-el gozo de la humanidad, por tanto dinero vertido, tanta sangre regada.
-La guerra da la fuerza, dispensa la vida. La guerra es la grande alcoba
-de humillación y de orgullo en que un pueblo se baja, o un pueblo se
-eleva. Que los alemanes deseen la gloria de Alemania, está bien; yo debo
-querer la Francia victoriosa. Todos los pueblos, cada uno a su turno,
-estarán a la cabeza del desfile...</p>
-
-<p>La sonrisa de una parisiense, que al ver la cara episcopal de Rebell se
-pudo imaginar que el poeta me recitaba una homilía, o me predicaba un
-sermón, suspendió la tirada lírica. Estábamos en una de las más bellas
-instalaciones del pabellón italiano, la de tejidos y encajes florentinos
-y venecianos, que sugieren visiones de épocas novelescas y de escenas
-suntuosas, de patricios y de príncipes, de caballeros de largos mantos y
-gentiles dogaresas. La cerámica de Salviati nos atrae con sus deliciosas
-formas y su delicadeza de líneas y colores,<span class="pagenum"><a name="page_046" id="page_046"></a>{46}</span> y los frágiles muranos
-evocan interiores amorosos, fugaces vidas de flor, la escena
-d’annunziana de la Foscarina, o el cuento sutil y simbólico de mi muy
-querido Julio Piquet... Y hablan de las pasadas glorias romanas los
-bronces, los alabados San Giorgi, y los que el poeta de la Alegoría del
-Otoño celebrara en una de sus más admirables páginas, en honor del
-fundidor que ha sabido encontrar los viejos procedimientos y, en sus
-estatuas y demás trabajos modernos, transmitir la misma alma material
-nacida del fuego y de la combinación metálica, que hace inmortales de
-belleza las obras antiguas: <i>To make eternity</i>, que diría Carlyle. Las
-porcelanas halagan la vista con sus colores, aunque entre mucha labor
-fina se noten piezas que desmerecen, la censurable promiscuidad. Un
-arte, el de la ferretería, que un tiempo tuvo en España su mayor
-triunfo, se ve representado aquí por labores de bastante mérito. Mas no
-compite lo hoy trabajado con lo que podemos admirar en las viejas rejas
-de las iglesias, en maravillas que el martillo dejara para admiración de
-las sucesivas generaciones. Los <i>vitraux</i> que se exhiben no son
-comparables con los que hoy se hacen en Francia, Alemania e Inglaterra;
-pero hay una habitación de Florencia, en que bien se puede colocar el
-más moderno y grato sueño de amor. Es un estuche de vida feliz. El
-toscano arcaico de las decoraciones, la chimenea en piedra florentina,
-el mobiliario que cubre un tejido riquísimo de punto de Hungría, la
-tapicería lujosa y graciosa, hacen pensar en las horas incomparables que
-una pareja amada de la<span class="pagenum"><a name="page_047" id="page_047"></a>{47}</span> suerte podría sentir deslizarse en tan exquisito
-recinto. Se presentan también a la vista bien trabajados mosaicos; los
-asuntos, reproducciones de cuadros religiosos célebres, hacen creer en
-encargos parroquiales. En las paredes, al subir las escaleras que
-conducen a las galerías superiores, se ven imitaciones hábiles de
-antiguos manuscritos iluminados, y en el centro, un gran busto de
-Humberto, que no pretende ser una obra maestra, preside. Allá arriba se
-despliega la labor de las escuelas; desde las escuelas de artes y
-oficios hasta los establecimientos en que las manos de las niñas hacen
-sus bordados y labores. La muchedumbre lo invade todo. Quiénes van a
-observar las instalaciones de los constructores de navíos; quiénes, un
-dibujo; y los grupos de mujeres se detienen delante de las vitrinas en
-que se expone un bello tejido de punto, o una miniatura, o un plano.</p>
-
-<p>Allá por la Avenida de Suffren, está Venecia, una reducción para feria,
-con imitaciones de las conocidas arquitecturas, góndolas y gondoleros; y
-por la noche la iluminación da, en efecto, la sensación de horas
-italianas en la ciudad divina, de arte y de amor, mientras se escuchan
-músicas de bandolinas y canciones importadas de los canales. A Rebell no
-le gustan estas falsificaciones. El autor de la <i>Nichina</i> cree que para
-gustar de Italia hay que ir a Italia, y que esta Venecia de guardarropía
-es únicamente propia para divertir a los <i>snobs</i> de París y del
-extranjero que no han tenido la suerte de sentir cómo es bajo su propio
-cielo, el beso de la luz y del aire<span class="pagenum"><a name="page_048" id="page_048"></a>{48}</span> venecianos, florentinos, milaneses,
-napolitanos. Esta Venecia, sin embargo, ayuda a soñar. La imaginación no
-necesita de mucho para transportarle a uno a donde quiere, y da idea de
-la realidad, al reflejar el agua del Sena las linternas que van como
-errantes flores de fuego, en la sombra nocturna, sobre las góndolas
-negras. Como el elemento italiano frecuenta mucho este lado de la
-Exposición, es frecuente oir sonar el <i>si</i> en labios armoniosos de
-hermosísimas italianas. Quiero decir, entiéndase bien, que el <i>si
-suona</i>. Los franceses y las francesas que se hacen pasear por las
-góndolas, no desperdician la oportunidad de chapurrear el italiano, y de
-entonar a coro el <i>Funiculí-funiculá</i>, o la indestructible e inevitable
-<i>Mandolinata</i>.</p>
-
-<p>Pero donde Italia triunfa, a pesar de la hostilidad de buena parte de la
-crítica, es en el gran palacio de Bellas Artes, con sus artistas
-admirables. El desdén proverbial de cierto París se ha hecho manifiesto
-ahora al tratarse de pintor tan eximio como Segantini, a quien se ha
-dedicado una sala en la sección italiana. Digo de «cierto París», pues
-el malogrado artista ha recibido en vida y en muerte el justo homenaje
-de la crítica sin prejuicios, en este país difícil. No hay sino recordar
-las páginas que a su obra dedicara revista de tanta autoridad como la
-<i>Gazzette des Beaux Arts</i>. Mas me ha dado pena el leer juicios como el
-del crítico de la <i>Revue Bleue</i>, en que se desconoce el altísimo mérito
-de aquel maestro de luz cuya ideal vida armoniosa tiene pocos parangones
-en su siglo. Segantini, el de<span class="pagenum"><a name="page_049" id="page_049"></a>{49}</span> los dulces y profundos paisajes, el
-revelador de las alturas y de las nieves, el rey de los Alpes, ha sido
-maltratado por la pluma de más de un revistero ocasional tocado de
-<i>chauvinisme</i>.</p>
-
-<p>Siento grandemente que mi deber de informador me reduzca a tomar nada
-más que rápidas impresiones; si no, sería el momento en que con placer
-dedicaría un estudio aislado al adorador de la Naturaleza que ha muerto
-en Italia entre el duelo de los intelectuales y la admiración de todas
-las gentes, a aquel artista cuyo genio comprendió el alma de las cosas,
-el misterio de los animales, y que tenía la cara de Cristo.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-049.png" width="124" height="207" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_050" id="page_050"></a>{50}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_051" id="page_051"></a>{51}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="LOS_ANGLOSAJONES" id="LOS_ANGLOSAJONES"></a>LOS ANGLOSAJONES</h3>
-
-<p class="imgrt10"><img src="images/illus-051.png"
-width="33"
-height="51"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-París, Agosto 27 de 1900.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-e.png"
-width="80"
-height="82"
-alt="E"
-/></span>N Bradford sobre el Avon, Wiltshire, al noroeste de Salisbury, se alza
-el castillo de Kinston House, de tiempos de Jacobo I. Es una de esas
-construcciones severas y sencillas que placen al gusto inglés, y que el
-arquitecto de Inglaterra en la Exposición, ha reproducido. La casa de la
-Gran Bretaña, en la calle de las Naciones, es el <i>home</i> antiguo, con
-todas las comodidades modernas. Desde luego, el arte dice sus victorias
-en un país que puede mostrar como gema de noble orgullo el nombre de un
-John Ruskin. No podéis menos que sentiros, al entrar, complacidos con
-los motivos de los tapices que se deben a Burne Jones, y que atestiguan
-el triunfo del prerafaelismo, al halago de un arte de gracia y de
-aristocracia. Entre tantas salas en que han puesto su más voluntario
-esfuerzo decoradores y mueblistas, detienen con el encanto de su
-atractivo, valiosísimas joyas de pinacotecas británicas, y sobre todas,
-las que representan<span class="pagenum"><a name="page_052" id="page_052"></a>{52}</span> esas nobles y deliciosas figuras femeninas que
-sonríen, piensan o cautivan bajo sus pintorescos sombreros, en las telas
-de Gainsborough y de sir Joshua Reynolds. No habréis dejado de observar,
-seguramente, que si la mujer inglesa no es por lo general bella, cuando
-lo es, resulta de manera tan imperiosa, que hay que reconocer una
-incomparable diadema sobre esas frentes puras y reales, que sostienen
-cuellos únicos como formados de un marfil rosa increíble.</p>
-
-<p>Muebles de todos los estilos&mdash;, descollante el <i>modern
-style</i>&mdash;certifican la rebusca de la elegancia al par que el firme
-sentimiento de la comodidad. En todo hallaréis el don geométrico y
-fuerte de la raza y la preocupación del hogar. Es la muestra de todo lo
-logrado en la industria doméstica, bajo el predominio de la preocupación
-casera que heredaron y mantienen a su manera y a su vez, los yanquis que
-cantan su <i>Sweet home</i>. Y no se puede sino pensar en que este país en
-que se asienta la inmensa y taciturna Londres, este país de hombres
-prácticos y de ávidos comerciantes, es un reino de poesía, una tierra de
-meditación y de ensueño. Allá en el palacio de Bellas Artes, no está,
-con todo lo que se ha enviado, no está representado el coro de sus
-artistas que en esta centuria ha hecho florecer una primavera
-inesperada, el amor de una pasión sincera y honda de la belleza, que,
-como en lo antiguo, volvió a tener verdaderos sacerdotes, apóstoles y
-predicadores. Las obras expuestas traen en seguida a la memoria los
-tesoros de la National Gallery, el trabajo<span class="pagenum"><a name="page_053" id="page_053"></a>{53}</span> colectivo de los
-prerafaelitas. Hay flores cogidas en todos los caminos artísticos. Desde
-Turner a Franck Brangwyn, están representadas escuelas y modalidades,
-tentativas comunes y personales esfuerzos. Allí os retiene la <i>Caza de
-Cupido</i>. Delicado y arcaico, flotante en un mundo de visiones
-legendarias, o en la dulce luz de un maravilloso paganismo, sir Edward,
-desde su amable retiro de West Kensington, ha derramado en su áspera
-época mucho ideal óleo sobre el alma del mundo. ¿Qué espíritu soñador no
-ha sentido la íntima dominación, el imán insólito de sus mujeres
-singularmente expresivas y fascinantes? «¡Las mujeres de
-Burne-Jones!&mdash;dice con fervor un devoto, Gabriel Mouray&mdash;, su
-ondulosidad capciosa, la especie de sensualidad dulcísima que encurva su
-boca, sobre todo, el sentido tan profundo tan misterioso&mdash;o tan simple,
-quien sabe, tan fácil de adivinar&mdash;de su mirada, bajo el ala de las
-pestañas entrecerradas, ¿qué poeta sabría decirlos? ¿Qué perfecto mágico
-de la palabra evocará su seducción voluptuosa, esta especie de
-enlazamiento de alma que parecen prometer con sus frágiles manos, y sus
-cabellos de delicias y a pesar de sus largos vestidos de pureza?»
-Gozaréis del arte ante la <i>Caza de Cupido</i> y ante el <i>Cuento de la
-Priora</i>. Al lado de un clásico y rosado Alma Tadema, Millais os ofrece
-su <i>Verónica</i>, y un admirable retrato. De Lord Leyton hay unos dibujos.
-El actual director de la Royal Academy, sir Edward John Poynter, ha
-remitido una reconstitución griega. Orcharson un retrato oficial;
-retratos, también, Herkoner<span class="pagenum"><a name="page_054" id="page_054"></a>{54}</span> y Sargent. De Walter Crane, páginas
-ornamentales para <i>vitraux</i>. ¿Por qué no habéis venido, admirable
-mendigo del rey Cophetua, divina <i>Beata Beatrix</i>, niña bienaventurada;
-celeste <i>Rosa Triplex</i>, gentil y suave <i>Mathilda</i>, sublime y amorosa
-<i>Francesca</i>? ¿Y todos vosotros, caballeros de los poemas, armados como
-arcángeles y hermosos como mujeres? Visitante, que te quedas absorto y
-meditabundo, hay que ir a Inglaterra.</p>
-
-<p>El orgullo británico no ha dejado de manifestar si no quejas, bastante
-razonables observaciones. El «hombre de la paz», el hábil Stead, hace
-notar que el <i>english speaking world</i> no ocupa en la Exposición un
-espacio relativo al área que cubre sobre la tierra. Sobre todo, en lo
-referente a las secciones coloniales, Argelia, por ejemplo, que apenas
-podría ser una provincia del Indostán, representa tanto como el imperio
-de la India. La Exposición puede ser mirada, en un sentido, como un
-gigantesco anuncio del hecho&mdash;que el mundo a veces olvida&mdash;de que
-Francia es una de las más grandes potencias coloniales.</p>
-
-<p>Sin embargo, la exposición de las colonias inglesas es hermosa y vasta.
-En el Quai Debilly se eleva, imponente y lleno de carácter, el edificio
-de las Indias. Es un compuesto arquitectural que evoca los palacios
-hindus y las viejas pagodas. Y en lo interior, desconcierta la minucia y
-la elegancia complicada de esos decoradores birmanos que esculpen la
-madera con singular maestría, y han hecho de la gran escalera una
-estupenda muestra de arte oriental.<span class="pagenum"><a name="page_055" id="page_055"></a>{55}</span> Más allá admiran también otros
-trabajos semejantes, hechos por finas manos de Penjab, sutilezas de
-labrado realizadas por cinceles maisuritas, de Madras y de Rajfontana.
-Allí han enviado los mahrajhaes suntuosas vajillas, curiosas y raras
-piezas de orfebrería, labores criselefantinas, armas y sedas y
-paramentos femeninos de las Mil Noches y Una Noche, como diría el Dr.
-Mardrus.</p>
-
-<p>No lejos está Ceylan, caro a los poetas. Allí podéis tomar delicioso te
-en el pabellón, te servido por singalesas de París y singaleses
-auténticos. Lo que expone Ceylan daría los materiales preciosos para un
-poema de Leconte o un soneto de Baudelaire. La canela está al lado del
-te, de las hierbas aromáticas, del café; y luego, entre las vitrinas,
-algo nos hace creer que estamos en casa de Aladino o en el obrador de un
-divino Lalique. Son los rubíes de todos tonos y tamaños, los granates,
-los zafiros, las turquesas, y, sobre todo, las perlas, perlas rosas,
-perlas albas, perlas negras, perlas doradas, perlas de los más
-peregrinos colores y matices, suficientes para encantar a diez princesas
-caprichosas y para poner en delirio a la musa heráldica y enigmática del
-singular poeta Roberto de Montesquiou. ¿Recordáis el mapa imponente del
-sonoro libro de Demoulins? El color correspondiente a los anglosajones
-ocupa casi toda la tierra. La reina Victoria es emperatriz de los mares.
-Cuando su jubileo, súbditos de todas las razas le ofrecieron su
-homenaje. Aquí están, en el palacio colonial, representados todos los
-lugares en donde se canta<span class="pagenum"><a name="page_056" id="page_056"></a>{56}</span> fervorosamente&mdash;o a la fuerza <i>if you
-please</i>&mdash;el <i>God save the queen</i>. El Transvaal todavía viene solo. En
-grupo vienen desde la tierra negra de Fidji&mdash;hasta Gibraltar, colonias
-de todas clases, con gobiernos representativos o sin ellos, la rica y
-enorme Australia, el Canadá, Santa Elena, Jamaica, Nueva Guinea, y más,
-y más, y más tierras. Traen todo lo que da su suelo y lo que produce su
-industria, y sale uno de ver todas estas cosas convencido de que la
-superioridad de los anglosajones es innegable, aunque no sepa a punto
-fijo en lo que consiste... <i>¡Rule Britannia!</i></p>
-
-<p><i>Rule Britannia...</i> Sir John Lubbock lo repite a quien desee escucharlo,
-para decir una galantería a Mariana: «Señores franceses, por todas
-partes en donde haya un país en donde vosotros no colonicéis, el interés
-de vuestra industria es que sea colonizado por nosotros.»</p>
-
-<p>«El inglés contemporáneo, se dice, se estima como el tipo más perfecto
-de humanidad.» ¿Por qué no? Por un lado el rost-beaf, el porter, el
-whisky and soda, las regatas, el box, la gimnasia, el cultivo del
-cuerpo; por otro la universidad, los museos, los viajes, el ejercicio de
-la voluntad, el cultivo del alma. ¡Brava raza, bravos espíritus! Y esa
-seguridad, esa convicción, esa firmeza, en el cumplimiento de toda
-acción, desde lo sublime hasta lo vulgar, desde el parlamento hasta
-Whitechapel, desde el príncipe, el poeta y el clown hasta el pastor, el
-obrero y el mendigo, desde el heroísmo hasta la borrachera. Aquí hay
-anglófobos, ya se sabe, y no es<span class="pagenum"><a name="page_057" id="page_057"></a>{57}</span> nueva la antipatía por la gran nación
-de presa; pero no son raros los anglófilos y los que desean para Francia
-una vía igual a la que sigue el poderoso país imperialista.</p>
-
-<p>Lo cierto es que se habla mucho de la <i>cupidité</i> y de la falta de
-humanidad de los matadores de Boers; y este fin de siglo ha visto el
-singular espectáculo de un Rudyard Kipling armando a las nueve musas y
-al Apolo inglés de fusiles de precisión con balas dum-dum. Mas no hay
-que olvidar que bajo ese mismo cielo hermoso han resonado las voces de
-paz humana y de nobleza y elevación, de un Gladstone, de un Ruskin, de
-un Mill. Pocas figuras de todos los siglos comparables al insigne y
-victorioso artesano William Morris. ¿Inglaterra no ha sido el país en
-donde, en este siglo, la belleza ha tenido sus más fervientes y sinceros
-seguidores y levitas?</p>
-
-<p>A esta exposición ha venido la Gran Bretaña con su ciencia, con su arte,
-con sus máquinas pacíficas y sus poderosas máquinas militares. Los
-telares hablan de la inmensa fuerza fabril de ultra-Mancha, y Maxim
-indica con sus cañones, incontestables argumentos que, no obstante, en
-el África del Sur rebatieron los soldados rústicos del tío Pablo.</p>
-
-<p>Por las calles de París, por los rumorosos lugares de la Exposición,
-pasan los caricaturales miembros de la Salvation Army. Se oyen cantos
-con acordeón, en uno que otro recodo, cantos que oyen los <i>badauds</i>,
-unos creyentes, otros burlones. Los lores llenan con sus fiestas los
-salones de los hoteles y los restaurantes de la feria. Los <i>toast</i>
-entre<span class="pagenum"><a name="page_058" id="page_058"></a>{58}</span> franceses e ingleses se multiplican, y los sabios, los artistas,
-y sobre todo, los industriales y comerciantes de ambas naciones, se dan
-los más francos <i>shakehands</i>, alternando el champaña y el whisky. Y dice
-el sabio sir Avebury: «Estamos muy contentos de estar aquí. Saludamos y
-amamos a la bella Francia. Hoy, sobre todo, nuestras simpatías se avivan
-con el pensamiento de que, lejos de aquí, vuestros soldados y los
-nuestros combaten lado a lado por la causa de la civilización y de la
-justicia...» Y esto mucho más claro: «Nuestros intereses son los mismos
-en el mundo. Todo nos obliga a ser amigos... La Francia es tan buena
-cliente de la Inglaterra, que nosotros tenemos interés en que ella se
-enriquezca. Inglaterra es tan buena cliente de Francia, que Francia no
-puede menos que desearla muy próspera.»</p>
-
-<p>Por otra parte, las relaciones entre París y Londres son absolutamente
-necesarias. Porque si no, ¿adonde mandaría M. Prevost a planchar sus
-camisas?</p>
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>&mdash;Voy a ver, dije, en qué consiste la superioridad de los anglosajones.</p>
-
-<p>Mi acompañante norteamericano me contestó:&mdash;era al entrar al pabellón de
-los Estados Unidos en el <i>quai d’Orsay</i>:&mdash;El congreso de U. S. A., votó
-un crédito de 7.500.000 francos.<span class="pagenum"><a name="page_059" id="page_059"></a>{59}</span></p>
-
-<p>¡Y todo está muy bien!, repliqué.</p>
-
-<p>&mdash;<i>¡All righ!</i> afirmó.</p>
-
-<p>Sobre la cúpula presuntuosa, el águila yanqui abría sus vastas alas,
-dorada como una moneda de 20 dólares, protectora como una compañía de
-seguros.</p>
-
-<p>&mdash;Ustedes, dije a mi amigo, que tienen buenos arquitectos y hasta la
-vanidad de un estilo propio, ¿por qué han elevado un edificio romano en
-vez de un edificio de Norte América?</p>
-
-<p>&mdash;No hubiera quedado muy bien, contestóme&mdash;, una casa de 20 pisos; a no
-ser que la colonia viniese a vivir en ella. En cuanto a lo romano, nos
-sienta perfectamente.&mdash;Nosotros también podemos decir hoy: <i>Civis</i>, etc.</p>
-
-<p>En el pabellón imponen el repetido motivo del Capitolio. En dimensiones,
-<i>es el más alto de todos</i>. Sobre la base arquitectural cuadrangular, se
-alza la vasta cúpula, en la que se posa el glorioso pájaro de rapiña.
-Hay un arco al lado del Sena sobre el cual la Libertad en el carro del
-Progreso, es llevada por una cuadriga; entre las columnas corintias del
-arco, el general Washington está montado a caballo.</p>
-
-<p>Entramos. Mister Woodward ha dicho: «En lo interior de ese monumento el
-americano estará en su casa, con sus amigos, sus diarios, sus guías, sus
-facilidades estenográficas, sus máquinas de escribir su oficina de
-correos, su oficina de cambio, su <i>bureau</i> de informes, y hasta su agua
-helada.» Y mister Woodward tenía razón a fe mía.</p>
-
-<p>Al penetrar en el gran hall, no encuentro sino<span class="pagenum"><a name="page_060" id="page_060"></a>{60}</span> compatriotas de Edison
-que van y vienen, o leen periódicos, o consultan guías, o toman agua
-helada, y oficinas por todas partes, en un ambiente de la Quinta
-Avenida. Allí hay un salón de recepción de la comisaría; más allá, una
-serie de buzones; más allá, telégrafo; más allá un banco.</p>
-
-<p>&mdash;¿Quiere usted cambiar algunos geenbacks, o águilas americanas? me
-pregunta mi yanqui. Le contesto con mi modestia latina, que propiamente
-en ese instante, no tengo tales intenciones... Y agrego: «¡Las águilas
-vuelan tan alto como las odas!...»</p>
-
-<p>A los dos pisos superiores se sube en ascensor <i>made in United States</i>.</p>
-
-<p>&mdash;Aquí, me dice mi sonrosado compañero&mdash;, primer premio de
-<i>rowing</i>&mdash;aquí está únicamente nuestra casa, nuestro <i>home</i>. Nuestro
-progreso, nuestras conquistas en agricultura, en ingeniería, en
-electricidad, en instrucción pública, en artes, en ciencias, en todas
-las labores y especulaciones humanas, están expuestas en los distintos
-grupos de la Exposición, como ya lo habréis visto. Venimos con la
-completa satisfacción de nuestras victorias. Somos un gran pueblo y
-saludamos al mundo.</p>
-
-<p>Le contesté con versos de Walt Whitman:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">O take my hand Walt Whitman!<br /></span>
-<span class="i0">Such gliding wonders! such sights and sounds!<br /></span>
-<span class="i0">Such join’d unended links each hook’d to the next,<br /></span>
-<span class="i0">Each answering all, each sharing the earth with all,<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Ese pueblo adolescente y colosal ha demostrado una vez más su plétora de
-vitalidad. Como agricultores<span class="pagenum"><a name="page_061" id="page_061"></a>{61}</span> han ganado los norteamericanos justísimos
-premios; como maquinistas e industriales han estado en el grupo de
-primera fila; como cultivadores del cuerpo y de la gallardía humana un
-Píndaro de ahora merecen sus atletas, discóbolos y saltadores; como
-artistas, ante los latinos que les solemos negar facultad y el gusto de
-las artes, han presentado pintores como Sargent y Whistler y unos
-cuantos escultores de osados pulgares y valientes cinceles. En el
-Palacio de Bellas Artes se han revelado nombres nuevos, como Platt, como
-Winslow Homer, como John Lafargue, que aparece en la exposición con sus
-temas samoanos como el R. L. Stevenson de la pintura. No, no están
-desposeídos esos hombres fuertes del Norte, del don artístico. Tienen
-también el pensamiento y el ensueño. Los hispano-americanos todavía no
-podemos enseñar al mundo en nuestro cielo mental constelaciones en que
-brillen los Poes, Whitmans y Emersons. Allá donde la mayoría se dedica
-al culto del dolar, se desarrolla, ante el imperio plutocrático, una
-minoría intelectual de innegable excelencia. Es tan vasto aquel océano,
-que en su seno existen islas en que florecen raras flores de la más
-exquisita flora espiritual. (¿En qué país de Europa se superan
-publicaciones como el <i>Chap Book</i>?) Whistler ha contribuido con su
-influencia a una de las corrientes en boga del arte francés
-contemporáneo. En la poesía francesa modernísima dos nombres principales
-son de dos norteamericanos: Villié-Griffin y Stuart Merrill. Los yanquis
-tienen escuela propia en París, como tienen escuela<span class="pagenum"><a name="page_062" id="page_062"></a>{62}</span> propia en Atenas.
-Entre esos millones de Calibanes nacen los más maravillosos Arieles. Su
-lengua ha evolucionado rápida y vigorosamente, y los escritores yanquis
-se parecen menos a los ingleses que los hispano-americanos a los
-españoles. Tienen «carácter», tienen el valor de su energía, y como todo
-lo basan en un cimiento de oro, consiguen todo lo que desean. No son
-simpáticos como nación; sus enormes ciudades de cíclopes abruman, no es
-fácil amarles, pero es imposible no admirarles. ¡Soberbios cultivadores
-de la fuerza! Sus escultores parecen en este certamen sus intérpretes;
-han enviado en bronce fuertes tigres, magníficos leones; Mac Monnier, el
-ímpetu dionisíaco en una bacante y la libertad de la naturaleza en un
-grupo de caballos; French, al bueno y fundamental Wáshington; St.
-Gaudens, al bizarro Sherman, y a un puritano; una mujer, miss Herring,
-su parte de poesía, simbolizada en <i>Eco</i>. Allá, en el palacio de la
-decoración, mobiliario e industrias diversas, sus muestras dicen el
-gusto conquistado, el <i>home</i>, que ama la comodidad y lo confortable, el
-lujo, la novedad del estilo moderno, la persecución de lo elegante; sus
-orfebres y plateros asientan la fama de tales labores en el país caro a
-Tiffany; sus relojeros compiten con los finos franceses y los hábiles
-suizos. En el palacio de la Electricidad, como en el anexo de Vincennes,
-el país de Edison, conserva su prepotencia aunque la fuerte Alemania se
-la disputa y en opinión de muchos se la gana. País que trabaja bien, se
-nutre bien; así en el grupo de agricultura y alimentación<span class="pagenum"><a name="page_063" id="page_063"></a>{63}</span> esos
-vigorosos trabajadores son ciertamente dominantes.</p>
-
-<p>Han traído mucho y han traído bueno. Bajo los arcos de la soberbia
-galería están <i>las Campanas de la Libertad</i>; y se exhibe la flor de lo
-que produce la rica tierra del norte, de Chicago a Frisco, del Oregón a
-Lusiana, de Nueva Orleáns a Nueva York. Están el trigo profuso que teme
-hoy a su rival argentino; el arroz y las ricas legumbres, y sus
-infinitos maíces, de los que una cocina agregada a la sección compone
-platos sabrosísimos que distribuye a los visitantes: sopas de maíz,
-guisos de maíz, postres de maíz. La gama de los azúcares atrae; las
-carnes conservadas, los enormes jamones chicagüenses, el apretado
-corned-beef evocan los innumerables rebaños, las vastas praderas del
-cowboy, gaucho del yanqui, y esas exposiciones monstruos que de sus
-ganados suelen hacer los norteamericanos, como aquella que una vez
-celebró en <i>La Nación</i>, con su prosa lírica y pletórica, el pobre y
-grande José Martí, en una correspondencia que se asemeja a un canto de
-Homero. Traen vinos californianos, café, te y cervezas; y grandes
-troncos de sus bosques y manzanas, cananeas, y granjas en miniatura, que
-son juguetes, en donde los hombrecitos de zinc, guían caballitos de
-cinc, que arrastran máquinas agrícolas sobre campos de <i>papier mâché</i>,
-todo movido por mecanismo que instruye a los grandes y divierte a los
-chicos. Allí hay nuevos arados, nuevas segadoras, y otros inventos que
-perfeccionan y facilitan el cultivo de la tierra.<span class="pagenum"><a name="page_064" id="page_064"></a>{64}</span></p>
-
-<p>En el palacio de las Artes Liberales muestran el estado de su enseñanza,
-vistas de sus escuelas primarias y secundarias, fotografías de sus
-universidades, exposición de sus interesantes métodos, sus edificios
-ricos y elegantes, sus jardines y parque, sus instrumentos de cirugía,
-sus planos y mapas, y sus grupos de estudiantes, en sus ejercicios,
-nutridos de ciencia y fuertes de sport, helenistas y remeros, y que van
-con Aristóteles y Horacio a una partida de football. Y allá en
-Vincennes, al lado el velódromo municipal, en una construcción propia,
-una verdadera montaña de hierro y acero, en movimiento, propaga la
-expansión fabril e industrial de la nueva república anglosajona, y la
-potencia sorprendente de sus fraguas ciclópeas.</p>
-
-<p>En la sección francesa de la exposición, en el palacio de bellas artes,
-ante la <i>Salomé</i> de Gustave Moreau, una mujer rubia, de fascinadora
-elegancia, de una belleza fina y fuerte a la vez, se detiene. Largo rato
-está, como poseída de la evocación, como penetrada del ambiente fabuloso
-de la mágica realidad del poeta. Su mirada, su atención a la música
-pictórica, su apasionado admirar, son de un espíritu muy sutil y culto.
-Las gentes pasan, pasan, y se agrupan ante los militares de Detaille, o
-ante las flores de la Sra. Lemaire. La rubia, cuyos ojos son divinamente
-azules y cuyos labios son floralmente rojos, la bella intelectual que
-esta magnetizada, clavada por la virtud del genio lleno de prestigios
-que se revela en la obra del aristocrático pintor, como de esas raras y
-sublimes estatuas de carne femenina,<span class="pagenum"><a name="page_065" id="page_065"></a>{65}</span> que habita por excepción un alma
-de sensitiva y de soñadora: esa mujer exterioriza su alcurnia espiritual
-y ante el artista es una princesa por derecho propio. Esa señorita es
-una ciudadana de los Estados Unidos.</p>
-
-<p>En un bar elegante. Mientras «esas damas» ríen y gallinean ante sus
-botellas de champaña helado, y en sus sillas altas unos cuantos ingleses
-conversan con el barman y apuran sendos vasos de whisky and soda, y en
-las mesitas contiguas un mundo de alegres internacionales celebra los
-placeres parisienses, entra un hombre rojo, robusto, muy robusto, con
-una gran rosa en la solapa del frac, un gran brillante en un gran
-anillo, y un gran habano en la gran boca. Saluda a dos conocidas y se
-sienta a su lado. El barman le sonríe, el gerente le sonríe, el patrón
-le sonríe, y «esas damas» le acaparan con los ojos. El fuerte varón,
-gran bebedor delante del Eterno, y gran comedor, pide sandwiches, pide
-porter, pide champaña y todo desaparece en su persona inmensa. Mira a
-todo el mundo como sobre un pedestal. Su cara congestionada, de
-gladiador que fuese cochero, refleja una suma convicción de soberanía.
-Se habla de monedas y muestra luises, libras, águilas americanas. Se
-habla de billetes, y compara un grueso paquete de azules del Banco de
-Francia, con otro grueso paquete de espaldas verdes. Todos le observan.
-Al rato, pide más champaña, se lo bebe en dos sorbos, paga, da una
-respetable propina, se levanta, dos estupendas pecadoras se prenden a
-sus brazos, y sale contento, augusto,<span class="pagenum"><a name="page_066" id="page_066"></a>{66}</span> brutal, colorado, gordo,
-admirable! Ese es un ciudadano de los Estados Unidos.</p>
-
-<p>En el concurso atlético. Los franceses han ganado la carrera de Maratón,
-que en los juegos de Atenas fué lograda por un griego. Va a tirarse el
-disco, va a lograrse el campeonato del mundo en ese <i>ludus</i> antiguo, y
-los griegos no encuentran rivales en el bando internacional, cuando se
-presenta un joven, vivaz, hermoso, de hermosura clásica, casi
-adolescente, de impecable anatomía apolónica, propio para ser trasladado
-a un cuadro de gracia natural y primitiva por Puvis de Chavannes. En
-cuanto los griegos le miraron tomar el disco, con el mismo ademán y la
-misma planta que el discóbolo del Louvre, y con una agilidad y
-elasticidad de miembros que maravillaban, se consideraron vencidos.
-Triunfó en efecto el joven extranjero, triunfó serenamente y sin fatiga.
-Ese joven pindárico, es un ciudadano de los Estados Unidos.</p>
-
-<p>Después que Sada Yacco, la prodigiosa artista japonesa ha dado la
-sensación de su extraña muerte, en <i>La Geisha y el daimío</i>, la sala del
-pequeño teatro de la Rue de París, en la Exposición, queda en la
-obscuridad, mientras una música discreta impregna de armonía el recinto.
-Permitid que deje la palabra al recientemente malogrado Albert Samain,
-pues sus versos franceses son un regalo exquisito:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Dans la salle en rumeur un silence a passé...<br /></span>
-<span class="i0">Pannyre aux talons d’or s’avance pour danser.<br /></span>
-<span class="i0">Un voile aux mille plis la cache tout entière.<span class="pagenum"><a name="page_067" id="page_067"></a>{67}</span><br /></span>
-<span class="i0">D’un long trille d’argent la flûte la première<br /></span>
-<span class="i0">L’invite, elle s’élance, entrecroise ses pas,<br /></span>
-<span class="i0">Et, du lent mouvement imprimé par ses bras,<br /></span>
-<span class="i0">Donne un rythme bizarre à l’étoffe nombreuse,<br /></span>
-<span class="i0">Qui s’élargit, ondule et se gonfle et se creuse,<br /></span>
-<span class="i0">Et se déploie enfin en large tourbillon...<br /></span>
-<span class="i0">Et Pannyre devient fleur, flamme, papillon!<br /></span>
-<span class="i0">Tous se taisent; les yeux la suivent en extase.<br /></span>
-<span class="i0">Peu à peu la fureur de la danse l’embrae.<br /></span>
-<span class="i0">Elle tourne toujours; vite! plus vite encore!<br /></span>
-<span class="i0">La flamme éperdûment vacille aux flambeaux d’or!<br /></span>
-<span class="i0">Puis, brusque, elle s’arrête au milieu de la salle;<br /></span>
-<span class="i0">Et le voile qui tourne autour d’elle en spirale,<br /></span>
-<span class="i0">Suspendu dans sa course, apaise ses longs plis.<br /></span>
-<span class="i0">Et se collant aux seins aigus, aux flancs polis,<br /></span>
-<span class="i0">Comme au travers d’une eau soyeuse et continue,<br /></span>
-<span class="i0">Dans un divin éclair, montre Pannyre nue.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Panira de los talones de oro, esa figura deliciosa que el lírico
-ceramista ha dejado magistralmente «en los flancos del vaso», Loïe
-Fuller, en fin, es una ciudadana de los Estados Unidos.</p>
-
-<p>En la nave del templo, sobre el aristocrático silencio, se alza en el
-púlpito la figura severa de un orador, vibra su voz, en excelente
-francés, regando frases bravas, frases generosas, palabras vibrantes,
-oraciones de medula, razones, consejos cuerdos, doctrinas evangélicas
-que enseñan una paz y una libertad ecuménicas. Las viejas marquesas del
-faubourg Saint-Permain le oyen gustosas. Las elegantes damitas de los
-cotillones se encantan con el sermón, con el discurso de ese prelado de
-un país<span class="pagenum"><a name="page_068" id="page_068"></a>{68}</span> extranjero, cuyo nombre famoso va entre inciensos y rosas, por
-los salones y por los Periódicos. El sacerdote dice a los franceses:
-«Uníos, amad sobre todo a vuestra madre Francia; dejad vuestras luchas
-interiores y consagraos a una saludable obra común.» Sus sentimientos se
-propagan en entusiásticos períodos que los oyentes encuentran
-admirables. El predicador es un orador, y un orador de primer orden. En
-cierta ocasión, el discurso brota con mayor aliento, con gracias y
-virtudes superiores; el gesto es magnífico, la voz conmueve y levanta a
-la asamblea; y el lugar sagrado, el sacramento desde el altar lleno de
-oro y de cirios, la solemnidad de las ceremonias anteriores, la dignidad
-de los nobles asistentes, nada impide que en varios pasajes, la oración
-sea aplaudida, como en un congreso, y al final, estalle con ruido la más
-suelta ovación para monseñor Ireland. Ese obispo sonoro es un ciudadano
-de los Estados Unidos.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-068.png" width="179" height="135" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_069" id="page_069"></a>{69}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="RODIN" id="RODIN"></a>R O D I N</h3>
-
-<p class="imgrt"><img src="images/illus-069.png"
-width="36"
-height="52"
-alt="" /></p>
-
-<h4>I</h4>
-
-<p class="r">
-1.º de Julio de 1900.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-a.png"
-width="80"
-height="82"
-alt="A"
-/></span>NTES de visitar la exposición Rodin he leído todo lo que del gran
-artista y su obra se ha publicado, desde los ditirambos de los que le
-juzgan un dios, hasta los ataques en que se declara poco menos que un
-imbécil. La bibliografía rodiniana es ya bastante considerable. Luego,
-me propuse apartar de mi mente todas esas opiniones, ir sin prejuicio
-ninguno, a entregarme a la influencia directa de la magia artística,
-poniendo tan sólo de mi parte, el entusiasmo y el amor que guardo por
-toda labor mental de sinceridad y conciencia, por todo osado trabajador,
-por todo combatiente de bellos combates. Después de mi primera visita,
-volví varias ocasiones. Una sola estatua me ocupaba a veces una hora
-larga.</p>
-
-<p>Quería oir la voz misteriosa de la plasmada materia, el canto de la
-línea, la revelación del oculto sentido de las formas. Me atrevo a
-decir&mdash;no sin cierto temor&mdash;, que comprendo a Mallarmé&mdash;en Madrid, me he
-sublevado contra los que no entendían<span class="pagenum"><a name="page_070" id="page_070"></a>{70}</span> la música de Vincent D’Indy; he
-leído a Rene Ghil, sacando algún provecho, cosa que parece bastante
-difícil; soy apasionado de Odilón Redon, de Toroop, de Rops; he
-publicado un ingenuo libro de admiración que se llama <i>Los Raros</i>...
-Pues bien, al hacer mi suma de impresiones sobre la obra de este potente
-escultor, indudablemente el primero de su tiempo, estoy desconcertado.
-Los críticos de arte no me han servido para maldita la cosa, sino para
-amontonar a los ojos de mi pensamiento innumerables contradicciones.
-Ante ellos la obra rodiniana es como esos barriles de los
-prestidigitadores, que por una sola espita dan el licor que place a cada
-cual. Hay en ella lo que se le antoja a no importa quién. Es el caos y
-es el cosmos. El uno habla de la filosofía; el otro se ase al generoso
-símbolo; el otro encuentra su manía social; el otro su visión ocultista.
-Yo expondré, con toda la transparencia de que me siento capaz, este
-resumen: he hallado a dos Rodines: un Rodin maravilloso de fuerza y de
-gracia artística, que domina a la inmediata, vencedor en la luz, maestro
-plástico y prometeico encendedor de vida, y otro Rodin cultivador de la
-fealdad, torturador del movimiento, incomprensible, excesivo,
-ultraviolento, u obrando a veces <i>como entregado a esa cosa extraña que
-se llama la casualidad</i>. Procuraré explicarme.</p>
-
-<p>Al contemplar la mayor parte de esas esculturas, rudos esbozos, larvas
-de estatuas, creaciones deliberadamente inconclusas, figuras que
-solicitan un complemento de nuestro esfuerzo imaginativo me<span class="pagenum"><a name="page_071" id="page_071"></a>{71}</span> preguntaba:
-¿dónde he visto algo semejante? Y era en las rocas de los campos, en los
-árboles de los caminos, en el lienzo arrugado, en las manchas que la
-humedad forma en los muros y en los cielos rasos, o en la gota de tinta
-que aplastáis entre dos papeles. Esto último resultó súbitamente a mi
-vista delante de algunos dibujos del maestro que han sido apuntes y
-documentos para la realización de formas esculpidas y plasmadas.</p>
-
-<p>Una página de Eugene Carrière vino en mi ayuda. «El arte de Rodin, dice
-el gran pintor, sale de la tierra y a ella vuelve, semejante a los
-bloques gigantes, rocas o dólmenes que afirman las soledades, y en cuyo
-heroico engrandecimiento se ha reconocido el hombre. La transmisión del
-pensamiento por el arte, como la transmisión de la vida, es obra de
-pasión y de amor. La pasión, de que Rodin es el servidor obediente, le
-hace descubrir las leyes que sirven para expresarla, es ella la que le
-da el sentido de los volúmenes y de las proporciones, la elección del
-relieve expresivo.</p>
-
-<p>«Así la tierra proyecta sus formas aparentes, imágenes, estatuas que nos
-penetran del sentido de su vida interior. Son esas formas terrestres las
-que fueron iniciadoras verdaderas de Rodin.» Se trata, pues, desde
-luego, de un gran espíritu libre, cuyo director es la naturaleza misma.
-Al pasar la cordillera de los Andes, ¿no habéis visto los colosales
-frailes de piedra que en la roca viva ha esculpido un cíclope y divino
-escultor? Ese es el maestro de Rodin. Éste persigue conscientemente el
-arte inconsciente<span class="pagenum"><a name="page_072" id="page_072"></a>{72}</span> de la naturaleza. Tal figura suya os trae a la
-memoria el bifurcado tronco de un árbol; otra, el gesto extraño que las
-aguas han labrado en una piedra, a la orilla del mar; otra, los
-caprichos que chorrea en amontonadas estalactitas, la cerca de un cirio.
-Lo que se manifiesta más imperiosamente es el don singular de poner en
-esas formas, una suma de vida que al contemplador causa un insólito
-pasmo. Mas confieso que hay muchas obras delante de las cuales el
-pensamiento no encuentra vía. Algunas figuras en su preconcebida rudeza,
-en obligadas posiciones y con el procedimiento rodiniano que descuida el
-detalle, me despertaron la idea de no sé qué vaciados hechos en
-desenterradas Pompeyas o Herculanos.</p>
-
-<p>La prensa, las distintas interpretaciones de los críticos de arte, y las
-exageraciones del snobismo, causaron a Rodin bastante daño. Se ha
-querido y se ha conseguido que su obra excéntrica prive sobre su obra de
-claridad vibrante, de vigor plástico indiscutible, que no entraña más
-que la formidable omnipotencia de la belleza, sobre todos los
-procedimientos y sobre todas las escuelas. Mirbeau ha tenido razón, los
-señores de la crítica han dicho lo que se les ha antojado, menos que
-Rodin es un artesano genial, que en su oficio, y en su consagración
-realiza el milagro sin imponerse tareas sociales, mitos trascendentes,
-fórmulas esotéricas. Claro es y es sencillo, que todo espíritu
-investigador, y sobre todo, el imaginativo, puede sacar lo que quiera de
-esa misteriosa e inextricable complicación de<span class="pagenum"><a name="page_073" id="page_073"></a>{73}</span> formas y de movimientos.
-El milagro es la revelación subitánea de la vida, el encuentro en la
-materia, de la voluntad humana, del designio del artista, con la
-voluntad suelta y el designio de la naturaleza, que tiende a decir su
-secreto, a formular su íntima esencia. Si Rodin no fuera Rodin, habría
-franqueado el paso de lo sublime a lo ridículo. Felizmente para él, no
-le invade la «literatura». Es un dedicado, un consagrado a su caza de
-gestos, a su persecución de actitudes. Lo que no se puede poner en duda
-es su sinceridad, su lealtad al arte. A lo más se podría suponer que la
-influencia de sus intérpretes literarios y la humareda de la lucha
-intelectual encendida alrededor del <i>Balzac</i>, le han afianzado en su
-propósito de firmeza en el choque deliberado con el ambiente normal que
-le rechaza. Él obliga a inclinarse ante su fuerza, ante su estupendo
-gozo dionisiaco. Aplico la palabra en el sentido nietzschiano; pues si
-Rodin demuestra una innegable tendencia a lo <i>feo</i>, ello vendrá de lo
-que Nietzsche denomina <i>la necesidad de lo feo</i>&mdash;absolutamente
-griega&mdash;«la sincera y áspera inclinación de los primeros helenos hacia
-el pesimismo, hacia el mito trágico, hacia la representación de todo lo
-que hay de terror, de crueldad, de misterio, de nada, de fatalidad, en
-el fondo de las cosas de la vida». Espíritu aislado, como todos los
-grandes, va solo. «Es de la raza de los que <i>marchan solos</i>», dice de él
-un severo y apostólico artista, Jean Paul Laurens. Además, su armadura,
-a los golpes de los que le atacan, resuena con hermoso resonar. Está
-construída de lógica, a martillazos ciclópeos.<span class="pagenum"><a name="page_074" id="page_074"></a>{74}</span> Lo que constituye su
-talón aquíleo es su tácita sujeción a la idea de los críticos
-oraculares, el querer hacer símbolo e intelectualismo, cuando su fuente
-propia está en el sentimiento, en un gran sentimiento, y en la pasión,
-en una gran pasión. Es el divino escultor del <i>Beso</i>, el robusto creador
-de los <i>Burgueses de Calais</i>.</p>
-
-<p>Por la tanto, os perturban, os desconciertan, labores como ese <i>Genio
-del Reposo eterno</i>, que encontráis frusto e incomprensible, sobre todo
-cuando recordáis el Praxiteles del Louvre en idéntica interpretación.</p>
-
-<p>Entre árboles que la primavera anima está la casa en que el maestro ha
-juntado su producción: entre árboles, como un templo antiguo de Grecia.
-Hay días de moda, los viernes: «&mdash;¡Oh, marquise!&mdash;¡Oh ma chère!» Entra
-baste gente y los ingleses, como ya lo debéis suponer, abundan. Hay
-quienes sonríen, desde la entrada, como si entraran a un lugar vedado, y
-quienes tienen aire de decir a la humanidad toda: «¡Ah, imbéciles! entro
-en mi casa».</p>
-
-<p>Ya en el interior, comienza la lucha de sensaciones.</p>
-
-<p>Al pasar, sentís cómo os asen las manos de la vida, cómo os penetran los
-ojos, cómo os envuelve el aliento. Súbitamente, al entrar, <i>la Guerra</i>.
-Se ha hablado al tratar de ella, de la victoria de Samotracia como único
-parangón. Pero, ante todo, debo declarar que no concibo en Rodin un
-representativo del espíritu griego; Rodin no tiene de Grecia más que el
-concepto de la tragedia; es la máscara trágica<span class="pagenum"><a name="page_075" id="page_075"></a>{75}</span> la que le obsede. Vida,
-sí; pero <i>humana</i>, mientras en el arte puro griego existe la imposición
-de la vida <i>divina</i>. Ahí está la suprema particularidad de Rodin, en
-haber buscado y encontrado la fórmula de todo lo que el cuerpo humano
-tiene de extraño, en el movimiento, en el gesto, en la certificación de
-la vida. Pero no hay en él la virtud olímpica de Fidias, de Proxíteles,
-de los antiguos maestros helenos. Se comunica con los dioses inferiores.
-Una náyade, un fauno, una sirena, son suyos; mas con Júpiter o Apolo, se
-desequilibra. Cuando ha querido representar a Apolo, lo ha concebido
-soberbiamente, sobre las hidras, esparciendo la luz, creando las ideas;
-y la ejecución nos ha dado un muchacho agradable que no nos convence en
-su excelente mímica, de ser la encarnación de tan estupendo símbolo. La
-culpa es del predominio absolutamente humano y realista que existe en la
-obra de Rodin. La <i>Guerra</i> es de pequeñas dimensiones, y, como os he
-dicho, está a la entrada. Cuesta, indudablemente, detenerse, y no pasar,
-de modo sumario, a ver la gran masa blanca, el esfídgico volumen, la
-piedra de escándalo, el <i>Balzac</i>, que advertís en el centro de la sala,
-entronizado dominador. Y la <i>Guerra</i>, es de fuerte magnificencia. Esas
-dos figuras, el genio clamoroso y el combatiente caído, son dignos
-liminares de la exposición. Os certifican la influencia del genio, o si
-queréis mejor, del estupendo <i>instinto</i>, las soberanas anatomías,
-vibrantes de una idea simbólica y trascendente. Los brazos del genio
-abarcan toda la furia humana. Hasta el detalle del ala doblada, expresa<span class="pagenum"><a name="page_076" id="page_076"></a>{76}</span>
-el soplo de tempestad. El soldado musculoso que cae herido, dice la
-muerte y el desastre. Luego, os detiene una muchedumbre de figuras y
-figuritas como inacabadas, como proyectadas, y que sin embargo, se
-expresan definitivas. Y os cuesta convenceros de que sea el autor de
-esos caprichos minerales, de esas bizarras cristalizaciones, el mismo
-que ha hecho la bellísima <i>Edad de bronce</i> que erige su espléndida
-desnudez en el jardín del Luxemburgo.</p>
-
-<p>¿Qué se os incrusta, sobre todo, en el cerebro, en medio de la
-contemplación? La obsesión de los elementos sexuales. Siendo el amor la
-ley de lo inmortal, Rodin lo clama a cada paso, hijo de la tierra,
-formulador de expresiones. Una cabeza de mujer, sugiere, en el mármol,
-la supremacía del abrazo, el límite del gozo. La vaga sonrisa, la
-revelación facial, son el poema. En <i>l’emprise</i>, es la victoria de la
-fuerza masculina en la conquista amorosa; eso es rudo, primitivo,
-elemental. Un fauno corre por el bosque&mdash;vosotros evocáis el bosque o
-rememoráis el verso de mi muy querido amigo Moreas:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Hier j’ai rencontré dans un sentier du bois<br /></span>
-<span class="i0">Où j’aime de ma peine á rêver quelquefois...<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind">un fauno corre por el bosque llevando a una ninfa; es todo el pillaje
-selvático, la franca y alegre lujuria bajo el imperio de Dionisio. En
-otro grupo es la mujer, presa de las potencias amorosas la que vence al
-hombre. La osadía de las líneas canta la derrota del macho y al propio
-tiempo su victoria. Otro<span class="pagenum"><a name="page_077" id="page_077"></a>{77}</span> fauno porta a otra mujer, en un impulso
-glorioso. Y los motivos y los sujetos poemales se suceden. Venus y
-Adonis moribundo; sirenas y un tritón, que hacen comparar esta poesía
-escultórica de Rodin con uno de los más bellos y valientes cuadros de
-Boeklin; y un sinnúmero de intenciones y documentos plasmados:
-mujercitas de yeso con los pies para arriba, o acurrucadas, o en
-posiciones imposibles; martirizados torsos, lazos inextricables de
-brazos, de piernas; una faunesa que a primera vista os parece una rana;
-sobre un gran libro una funámbula de Liliput. Y no halláis qué pensar.
-Aquí decís: «este hombre es supremo»; y allá: «a este hombre le gusta el
-<i>titeo</i>»; y más allá: «este hombre es un genio»; y más alla: «este
-hombre está loco». Digo la verdad de mi impresión.</p>
-
-<p>Y sátiros y más sátiros, y mujeres desnudas y más mujeres desnudas. Todo
-sincero, leal, franco, sin maldad, sin perversidad.</p>
-
-<h4>II</h4>
-
-<p>Así como para comprender en toda su intensidad la obra musical de
-ciertos autores, hay que escucharla varias veces y formar con ella una
-especie de intimidad mental, una escultura de Rodin invita y obliga a
-mirarla mucho y muchas veces. He pensado en una escultura «di camera»,
-como se ha hablado<span class="pagenum"><a name="page_078" id="page_078"></a>{78}</span> de una literatura «di camera». Hay, pues, fuertes
-razones para que Rodin no sea accesible a la muchedumbre y, por lo
-tanto, que sus obras monumentales escollen. Los monumentos son hechos
-para las muchedumbres. La muchedumbre gusta de los grandes conceptos
-claros, de la retórica y de la oratoria. Un soneto de Mallarmé o un
-cuento de Poe no son para recitados en público.</p>
-
-<p>Así, la belleza de cierta parte de los trabajos rodinianos es para
-iniciados. A primera impresión, un visitante que no tenga prejuicio
-artístico y que se detenga delante de algunas estatuas, no verá nada. La
-muchedumbre, por su parte, no comprendería, en absoluto. La simbólica de
-los decoradores de la Edad Media era interpretada, en los muros de los
-templos, en las tallas de las catedrales, en altares y puertas, por un
-pueblo cuya alma sencilla tenía fe, tenía esperanza e ideales.</p>
-
-<p>La muchedumbre, la <i>foule</i> moderna no posee ese sentido de comprensión,
-envenenada de democracia, de charlatanería libresca y trabajada por
-todos los apetitos.</p>
-
-<p>Surge ante mi vista el blanco menhir. Conozco la historia. Si algún
-<i>parti pris</i> tengo, es el de la admiración, el de la pasión intelectual.
-Y lo que brota en mi mente, primero, es la idea de que estoy delante de
-un <i>fantasma</i>.</p>
-
-<p>Esto evoca las fotografías espiritas y las figuras de los malos sueños.
-Y todos los artículos de revista y la decidida voluntad de admirar, no
-impiden mi temorosa incomprensión, y el vago miedo de<span class="pagenum"><a name="page_079" id="page_079"></a>{79}</span> que estuviese
-envainada mi personalidad en la piel de un filisteo. No, decididamente,
-después de tomar por varios caminos, no entiendo del todo. Se trata de
-la más plástica de las artes. ¿Para qué haber modelado de antemano con
-loable tenacidad anatomía del autor de la <i>Comedia Humana</i> para venir a
-presentar esa cara deforme y esos grandes pies que se escapan de esa
-salida de baño? Miro de frente, y un profundo respeto por el genial
-artista no contiene la vaga sonrisa que se escurre a la violenta
-imposición de un aspecto de foca. ¡Deliberadas faltas de ortografía del
-Arte! <i>M’introduire en ton histoire...</i> Miro detrás y la masa inclinada
-clama por un puntal. Miro de lado y el dolmen elefantino se obstina en
-no querer revelarme su secreto. Entonces, con resolución completa, no me
-acepto a mí mismo, me increpo y me llamo en alemán <i>bildungphilister</i>,
-para castigarme por el lado de Nietzsche. Persisto en creer en la
-lealtad de Rodin. Sacerdote de la síntesis, nos habrá querido dar la
-esfinge moderna o la fórmula de un arte futuro.</p>
-
-<p>Sus amigos de exagerado entusiasmo han aumentado la bruma sibilina, por
-sus distintas maneras de explicar, por sus contradicciones y por sus
-feroces ataques al simple burgués y al artista o crítico que no piensa
-como ellos. André Veidaux propone como lógica suprema, como medio de
-convencimiento decisivo, los puñetazos. El dulce anarquista llama como
-eufemismo, a tal sistema, «discurso atlético.» Confieso que no me
-complace mucho el box como <i>última ratío</i> artística.<span class="pagenum"><a name="page_080" id="page_080"></a>{80}</span></p>
-
-<p>Cuenta León Maillard que cuando se inauguró el monumento de Claude
-Gelée, un senador exclamó: «Nosotros encontramos mala esta estatua, y
-sin embargo, no somos bestias.» No suelen ser propiamente los senadores
-jueces en asuntos intelectuales; pero el ser senador no excluye el tener
-talento o buen gusto. Hugo lo fué; y un bibliotecario del senado hubo
-aquí que se llamó Leconte de Lisie. La frase del senador de Maillard la
-han repetido infinitos visitantes a la exposición Rodin...</p>
-
-<p>Insistiré sobre la dificultad de que la estatuaria monumental rodiniana
-llegue a tener éxito a los ojos de las ciudades. No me refiero a joyas
-armoniosas que habría podido bañar con su luz el cielo griego, como la
-<i>Edad de Bronce</i>, o el <i>San Juan Bautista</i>. El monumento a <i>Claude
-Gelée</i> es una maravilla de concepción, y sin embargo, costó mucho que
-fuese aceptada por la ciudad de Nancy. Los <i>Burgueses de Calais</i>, poema
-de poemas de fuerza, cuyo conjunto es la obra compuesta más conmovedora
-que se pueda contemplar y cuyas figuras aisladas son otras tantas obras
-maestras&mdash;entre todas el portallave, cuyas piernas se afirman en tierra
-con viviente energía y en cuya faz se revela el sencillo heroísmo
-doloroso&mdash;tuvo también grandes dificultades municipales. El primer
-<i>Víctor Hugo</i> no fué aceptado.</p>
-
-<p>El segundo, soberbio de grandeza, ser hecatonquero, pensativo gigante
-lírico que oye la voz de los elementos, creemos que será erigido
-triunfantemente: excepción. El <i>Balzac</i>, ya conocéis el escándalo que
-produjera cuando fué exhibido por primera<span class="pagenum"><a name="page_081" id="page_081"></a>{81}</span> vez. La <i>Patria vencida</i>, o
-el genio de <i>La guerra</i> no fué aceptada en el concurso a que se
-presentó. Ignoro cómo en los Estados Unidos fué recibida la estatua del
-general Lynch; pero en la <i>maquette</i> que he visto, no encuentro ni el
-genio raro del autor, ni la gracia elegante de un Carrier-Belleuve. Se
-habla de un monumento a <i>Vicuña</i>, en Chile. No hay aquí de él ni
-<i>maquette</i>, ni fotografía.</p>
-
-<p>En cuanto al <i>Sarmiento</i>, que ha despertado en Buenos Aires las mismas
-tempestades que aquí el <i>Balzac</i>, no me es posible deciros nada. Aquí se
-exponen varias fotografías. Conozco las distintas opiniones de la prensa
-argentina, los rudos mazazos del Sr. Groussac, los líricos y sutiles
-comentos de Eduardo Schiaffino y la necesidad de vigilancia policial
-para librar el monumento de la indignación iconoclasta. No me ha
-ruborizado esto último; aquí se ha hablado de amenazas semejantes, así
-sea por boca de humorista.</p>
-
-<p>Los que han visto el <i>Sarmiento</i>, admiran la obra, sobre todo el
-pedestal, el Apolo. André Veidaux dice de él en un reciente estudio
-sobre el estatuario: «Pronto va a enviar al Sur de América el bronce del
-presidente <i>Sarmiento</i>, cuyo pedestal, un altorelieve de Apolo, es una
-cosa maravillosa de decoración, un prodigio desconcertante de gracia
-olímpica y de brillante juventud. Espanta de arte este efebo bañado de
-luz y de belleza...» Opinión francesa. Ved ahora una inglesa, de Arthur
-Symons, el exquisito escritor y crítico de ultra Mancha: «Pero siempre,
-en el mármol, en el menor boceto de barro, existe<span class="pagenum"><a name="page_082" id="page_082"></a>{82}</span> el éxtasis. A menudo
-es un éxtasis perverso; a veces, como en la radiosa figura que abre de
-par en par las puertas de las montañas, sobre el pedestal de la estatua
-del general Sarmiento, es un puro gozo...»</p>
-
-<p>Ernest Lajeneusse, a quien he pedido su juicio sobre el particular, me
-dice: «No es extraño, querido compañero, lo que ha pasado en su ciudad,
-Buenos Aires, con el Sarmiento, pues ya en la mía pasó hace ocho años
-algo análogo, que sin duda habéis olvidado, y que quiero en dos palabras
-recordaros: En 1892, Rodin ejecutó para una plaza de Nancy, una estatua
-de Claude Lorrain. La estatua pareció muy mala, y el pedestal pareció
-peor.</p>
-
-<p>Las discusiones locales de la prensa envenenáronse poco a poco, y tanto
-defensores como enemigos fueron poco hábiles, exaltando el sentimiento
-popular hasta conseguir que las masas amenazaran destruir el monumento.
-El pedestal, sobre todo, desconcertó a mis paisanos. Nadie sabía ver en
-el carro romano tirado por una cuadriga y conducido por Febo, un símbolo
-aplicable al genio de nuestro gran pintor de marinas.</p>
-
-<p>Rodin quiso explicar su pensamiento diciendo que aquel carro era la
-representación de la Luz triunfante. Ahora, ha querido aplicar el mismo
-Febo, Apolo, a vuestro Sarmiento, quien, según me lo pintáis, fué un
-gran educador y director de pueblos. Por mi parte, admiro a Rodin, como
-Clémenceau admira la revolución francesa; <i>en bloc</i>. Admiro en él lo
-claro y lo obscuro, lo definido y lo indefinido y<span class="pagenum"><a name="page_083" id="page_083"></a>{83}</span> también lo
-atormentado y lo que apenas es un signo. No creo que haya otro modo de
-admirarle.»</p>
-
-<p>Y el poeta Jean Moreas: «Querido poeta, no me interesa mucho ese asunto
-Rodin. Soy amigo del estatuario, pero no me pasmo de admiración ante su
-obra. Rodin es un albañil (<i>maçon</i>) genial. Su talento es superior al de
-todos los otros escultores. Buenos Aires, y cualquier ciudad, debe estar
-contenta de poseer un monumento firmado por él. Vuestro.&mdash;<i>Jean
-Moreas.</i>»</p>
-
-<p>Viendo el <i>Pensamiento</i> de Rodin, he pensado que más que Apolo, vencedor
-de las tinieblas, habría quedado como un hermoso símbolo, en el pedestal
-de la estatua, aquella admirable obra maestra. La cabeza bella de vida
-interior, que surge del bloque puro, en donde está aún aprisionado el
-cuerpo que ha de surgir a plena luz, lleno de movimiento y listo para la
-acción.</p>
-
-<p>Recuerdo también algo que me refiriera en el taller de Víctor del Pol,
-en Buenos Aires, el nieto del ilustre luchador, Augusto Belín Sarmiento.
-El grande hombre alguna vez que se hablara de su estatua delante de
-él&mdash;¡oh, él estaba seguro de ella!&mdash;exclamó: «¿El mejor monumento que se
-me podría levantar? Ir a la Cordillera y arrancar un buen pedazo de
-picacho andino, y traerlo a Buenos Aires y plantarlo en donde quisieran.
-En la piedra bruta, en la roca viva, grabar <i>Sarmiento</i>; y nada más.»</p>
-
-<p>Y a fe que el gran original tenía razón.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_084" id="page_084"></a>{84}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_085" id="page_085"></a>{85}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="OOM_PAUL" id="OOM_PAUL"></a>OOM PAUL</h3>
-
-<p class="imgrt"><img src="images/illus-085.png"
-width="25"
-height="42"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-Noviembre 27 de 1900.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-q.png"
-width="80"
-height="79"
-alt="Q"
-/></span>UIEN ha presenciado estos espectáculos no los podrá nunca olvidar: la
-llegada del varón provecto semiprimitivo a la tierra de la cultura, y la
-capital ática loca de atar por el viejo boer boyero, cuya pesada alma
-hugonota exprimida por la mano de París ha dado su jugo de lágrimas,
-como la roca aceite en el rudo versículo bíblico. Yo fuí a Marsella a
-ver arribar el Gelderland en triunfo, y vi a Marsella vibrante como una
-cigarra, recibir al anciano capitán náufrago que viene a Europa a probar
-la última esperanza mientras su barco se hunde. La nave de Guillermina
-entrando al puerto entre barcos empavesados, las salvas del saludo, los
-gritos y aclamaciones de una multitud en delirio, los vendedores de
-periódicos, himnos y retratos, la alegría meridional frente al mar azul,
-las damas en los muelles agitando sus pañuelos y los hombres sus
-sombreros... todo para un vencido. Cuando apareció la figura del viejo
-Krüger, noble rostro de león, que en nada se parece a esa cara de gorila
-canoso que han multiplicado<span class="pagenum"><a name="page_086" id="page_086"></a>{86}</span> las ilustraciones, un trueno de voces
-resonó en toda la costa. La sonora e hirviente Cannebière estaba animada
-de manifestantes; las banderas republicanas se agitaban; Marsella clara
-y griega, se abría al gozo y al entusiasmo, lírica granada como la de
-los versos de Roumanille; los marselleses cantaban la Marsellesa; todo
-era bullicio y ardor ante esa seca alma bátava, nutrida de savia
-protestante, tan ajena a la gracia y al vuelo franceses, y que debe
-haber estado más que conmovida, sorprendida ante la recepción de esta
-gente ruidosa y solar.</p>
-
-<p>Y era toda la Francia unida para saludar al que viene encarnando una
-idea, un símbolo: la justicia. Después de la bienvenida de Marsella y la
-voz del poeta Mistral que envió desde su Provenza palabras conmovidas:
-«Con mi veneración, con mi admiración profunda saludo al presidente
-Krüger en Marsella. De pie, a la entrada del nuevo siglo, ese patriarca
-aldeano representa hoy, representa solo, la dignidad humana en su más
-alto aspecto. Con los brazos alzados al cielo, él ha sostenido, como
-Moisés, la esperanza y la fe de su pueblo, contra el invasor insolente.
-Todos aquellos cuyo corazón palpita a la vieja palabra de justicia, a la
-vieja palabra de patria, se inclinan delante de Krüger, conductor y
-profeta del santo pueblo boer.» Felicísima la comparación con Moisés...
-Díganlo la figura de vejez fuerte, el espíritu de la Biblia que precede
-a esas tribus combatientes; las familias errantes con sus rebaños en un
-éxodo desgraciado; pero, sobre todo, el Becerro de Oro que aparece,
-causa y fin de toda<span class="pagenum"><a name="page_087" id="page_087"></a>{87}</span> la sangre vertida y de todo el dolor causado, el
-ídolo de la Chartered, fundido por Cecil Rhodes y visto a través del
-<i>monocle</i> de Chamberlain.</p>
-
-<p>Después de Marsella, saludó Avignón, luego Lyón, luego Dijón, luego
-París. ¡Curioso contraste entre el pueblo y el presidente!</p>
-
-<p>La entrevista con Loubet ha sido singular. Es algo como el saludo del
-que va a morir: el triunfo, no obstante, de la fórmula, el apogeo del
-protocolo, para resultar en suma de cuentas: «Siento mucho vuestras
-desventuras, pero estáis condenados a perecer. El mundo civilizado os
-admira, celebra vuestro valor y lamenta vuestras desgracias; pero no se
-puede hacer más, y estáis ya entre las quijadas del león». Hay algo en
-esas consolaciones de última hora y lisonjas en capilla, de los
-discursos suntuosos al guillotinado por persuasión. «Que os lleve el
-diablo; pero morís muy bien y el universo os aplaude». Serían de ver los
-pensares ocultos de Tío Pablo cuando ha entrado al Elíseo entre el
-brillo de las corazas que hacen los honores reglamentarios a los reyes,
-las vistosas libreas palatinas, el lujo oficial que se emplea para el
-cha, o para Jorge, o para Leopoldo, mientras él viene, rústico Néstor, a
-demandar una limosna de justicia. Y cuando Loubet&mdash;<i>très pâle</i> dice un
-periódico&mdash;le dice sus consuelos platónicos, Krüger todavía le habla de
-Dios, le habla de su fe, de su confianza en la justicia suprema, con
-palabras simples que en su duro holandés de hierro muestran su espíritu
-patriarcal alimentado de salmos.<span class="pagenum"><a name="page_088" id="page_088"></a>{88}</span></p>
-
-<p>Y el pueblo de París... El tiempo estaba lluvioso, el bulevar inundado
-de gentes. Abriéndome paso en un bosque de paraguas llegué a colocarme
-en buen puesto el día de la llegada del jefe transvaalense. La
-muchedumbre se apretaba en los alrededores, los cafés no podían contener
-a los parroquianos. Aquí, allá, cantores ambulantes cantaban versos al
-<i>père</i> Krüger con música de aires conocidos. Muchachas guapas pasaban
-con los colores del Transvaal en los corpiños y los del amor de París,
-en las mejillas. París loco, loco de atar, por el viejo boer boyero,
-sacaba todos sus brillos a relucir y ponía todas sus cuerdas a vibrar. Y
-no había sino una confusión de cosas; y todas las opiniones y todos las
-partidos se juntaban para dar los buenos días de París al recién
-llegado. Es la primera vez en que nacionalistas y dreyfusards se han
-unido en idéntica comunión, mientras estaban ya listos los besos de la
-princesa Matilde para los nietos del patriarca. Y cuando el clamor
-inmenso y tempestuoso asordó el bulevar y llegó en el coche Oom Paul, la
-ciudad histérica tuvo un verdadero espasmo. Se alzó el viejo Krüger;
-pude verle mejor que en Marsella. No es colosal, como se le ha pintado,
-pero de bueno y fornido cuerpo; amacizado de caza y labores rurales; es
-el pastor tres veces, pastor de bestias y pastor de pueblos, y pastor
-también evangélico, metido en su hopalanda negra, clergyman abuelo, que
-cuando no masca su pipa masca a San Pablo, o al santo rey David. Hay un
-retrato del Tío que le revela en absoluto leonino, león de África; león
-quieto ya, que ha sabido<span class="pagenum"><a name="page_089" id="page_089"></a>{89}</span> saltar y desgarrar a tiempo, león de combate;
-y al propio tiempo león viejo que sueña en vagos horizontes, león que
-clava sus anchas pupilas fatigadas en las lejanías de las puestas de
-sol. Es el retrato en que está a la puerta de su casa de Pretoria entre
-dos regias fieras de mármol. Y las dos fieras de mármol parece que
-fuesen copias y representaciones, no de leones libres, sino de animales
-de Pezón, domados cuadrúpedos carniceros, fieras de feria que se
-humillan al pistoletazo y al chasquear del látigo y tienen el cuello
-como cuello de buey, para el yugo. Diez yuntas tenía la carreta que
-condujera el mismo tío Pablo, diez yuntas de bueyes... A los leones,
-mejor antes la muerte de un tiro que sufrir finalmente la supresión del
-monte libre y la cadena impuesta. Venerable león que confía en Dios, Oom
-Paul debería estar ya convencido de que los sarracenos cuando son más,
-muelen a palos a los cristianos, y que, en nuestros tiempos por lo
-menos, hasta ahora. Dios no tiene otra ocupación más interesante que
-salvar a la reina.</p>
-
-<p>París se ha estremecido, se ha conmovido y ha hecho ver su locura al
-mundo una vez más. Es la locura noble de las razas generosas, de las
-ciudades cordiales, de los pueblos gentiles y altivos. París sonríe al
-pompón y al penacho, y a la flor de lis y al sombrero del Cabito, y al
-caballo negro y al <i>toupet</i> blanco; pero París sonríe sobre todo, como
-Atenas, como Roma, a las altas ideas y a las acciones magnas. Darío,
-será bien recibido en casa de Alejandro. Los pueblos caídos, los héroes
-todos<span class="pagenum"><a name="page_090" id="page_090"></a>{90}</span> que combaten por la libertad, los Kosiusckos, los Garibaldis, los
-rojos John Brown, los negros Maceos, los amarillos Aguinaldos, todos los
-soldados de todas las naciones que vienen a la ciudad incomparable a
-pedir ayuda, o simpatía, la encuentran, la han encontrado, copiosa,
-ardorosa, a veces fanática. Los poetas (¡ah, si Hugo existiese, qué oda;
-qué carta a la reina Victoria sobre el arbitraje, qué entrevista con
-Krüger!) los poetas han hecho sus versos modernísimos como los de Stuart
-Merrill, fofos como los del Coppée de hoy; los dibujantes han esbozado
-simbólicas alegorías, retratos varios, figuras, paisajes, símbolos
-aplicables al suceso famoso; los escaparates de los libreros se han
-cuajado de obras geográficas, etnográficas e históricas referentes al
-pueblo pastoril y medio bárbaro que ha tenido el valor de oponerse a la
-conquista inglesa; en el libro de inscripciones simpáticas han dejado su
-nombre aristócratas y obreros; y han ido a visitar al ídolo del momento
-los mandarines de la política, los directores de la literatura,
-militares y jueces, princesas y damitas apasionadas del Aguilucho de
-Rostand o a quienes el orleanismo acaricia. Solamente los socialistas no
-se han hecho notar. ¿Por qué?</p>
-
-<p>No hay duda de que Tío Pablo es pintoresco, y que la novelería de la
-capital, después de la exposición necesitaba algo fuerte para su
-apetito, un aperitivo tal vez para cosas mayores que quizá están ya en
-la puerta del siglo que comienza; y en que la innegable antipatía que
-existe para el inglés, para el<span class="pagenum"><a name="page_091" id="page_091"></a>{91}</span> país del <i>Belerofonte</i>, para el odioso
-vecino de enfrente, hallaría oportunidad de encender sus fuegos, sobre
-todo después del contenido ímpetu de Fachoda. El Tío es pintoresco, no
-hay duda, con sus anteojos, con su sabia ignorancia, con su Biblia, con
-su sombrero legendario que ha sustituído con un «ocho-reflejos», y con
-sus nietas rosadas y nietecitos. Para sus nietas, las mejores flores de
-los jardines parisienses. Lo merecen estas bellas damas...</p>
-
-<p class="cb">* * *</p>
-
-<p>En <i>La Nación</i> he hablado varias veces de Jean Carrère, desde su famosa
-aventura en los levantamientos barriolatinescos del 93. Este poeta, de
-la familia de Mistral, todo entusiasmos y todo nobleza, que ha dejado
-hace tiempo las rimas por el periodismo, y que ha resultado un
-periodista de primer orden, fué enviado recientemente al Transvaal por
-<i>Le Matin</i> y ha contado en cartas chispeantes, pintorescas y líricas sus
-impresiones sudafricanas. Él nos ha pintado, sobre todo, la rara bravura
-de las mujeres boers, que explican la fiereza especial de esos cazadores
-de ingleses, de cafres y de búfalos. Elogia sus palabras y sus actos, y
-agrega con su tono meridional:&mdash;«Eh! eh! savez vous que ces Boers ont
-tout simplement des cœurs et des formules de romains!» Las dos boeras
-que ya he visto en París, confieso que me han causado gran sorpresa. Con
-la general creencia pensaba que no había en la república heroica más que
-espesas Cornelias, o<span class="pagenum"><a name="page_092" id="page_092"></a>{92}</span> gruesas parideras a la suiza, sólo maternidad. Y
-rosa y lirio, la Sra. Gutmann me dió a entender con su dulce presencia,
-que en Pretoria no huelgan los tesoros de madrigales. Allí en el hotel
-Scribe se han dejado, ella y madama Eloff, admirar y <i>kodakear</i> por la
-curiosidad parisiense. Bellas como son, con sus ojos pasivos de amorosas
-y cumplidas hembras, muestran un aspecto de energía que hace adivinar a
-las esposas de los estancieros rebeldes que con su cartuchera terciada
-se van en su caballo corredor, de caza o de guerra, a poner la bala
-donde fijan el ojo, y saben matar y saben morir, hábiles y esforzados
-jinetes como gauchos, resistentes y testarudos como paraguayos.</p>
-
-<p>Para París el alma de Krüger es extranjera, y el pueblo boer no es sino
-un pueblo bárbaro. El presidente pastoril no sabe más que lo que le ha
-enseñado el libro santo de su religión restricta, y cuando llega a
-Francia por la tercera vez, necesita todavía de intérprete. Se admira
-como un simple cha del mecanismo de la torre Eiffel, y muestra ante la
-civilización latina su instinto nórdico, silencioso y taimado. Es el
-retoño africano y colonial del holandés espeso, ante este sutil y ligero
-espíritu galo que recorta las ideas con la intención. Está más cerca de
-los alemanes que de los franceses, es más bebedor de cerveza que de
-vino. Y ese pueblo suyo es un pueblo de vaqueros, sin artes, sin
-literatura, sin siquiera un Santos Vega entre sus campesinos, pues no
-valen nada ante el natural soplo lírico de la pampa las canciones que ha
-intentado improvisar<span class="pagenum"><a name="page_093" id="page_093"></a>{93}</span> en tarea periodística y aprovechando la
-actualidad, más de un afecto al folk-lore; pueblo sin ideales, más que
-el ordeñar, el cazar, el sembrar, el engendrar y el sacar riquezas de
-las minas (¡lo cual quizá sea de una superior filosofía!...); pueblo de
-gentes taciturnas y opacas. No puede en ningún caso&mdash;excepto el de la
-representación de una idea transcendental y absolutamente humana y
-universal&mdash;ser visto como un pueblo simpático y fraterno por este pueblo
-que tiene sus antecesores en la Hélade y en países y bosques donde los
-ruiseñores no sabían de coros luteranos.</p>
-
-<p>Lo que se ve es sencillamente al anciano vencido. Si Lear viniera, el
-rey Enrique le daría su ciudad de París, como en la canción que tanto
-complacía a Alceste. Y luego, hay el enemigo probable, el enemigo que
-mañana puede estar en frente; la amenaza de la isla de rapiña que
-enjauló al vencedor del mundo, y que está allí, al otro lado del canal
-de la Mancha. Y además, los partidos han aprovechado la venida del
-anciano luchador, para tomar como una bandera su nombre, como un torreón
-de victoria su figura, esa figura que han aprovechado tanto los
-caricaturistas. Y los de la revancha por un lado, y los otros por otro,
-han agitado sendas palmas al que llega en nombre de la justicia.</p>
-
-<p>París ha recibido como debía a ese vencido. París sabe lo que es la
-interjección de los idiomas bárbaros, París sabe lo que son botas.</p>
-
-<p>¡Ah, ellos han sido fuertes, los boers, han sido invencibles, pequeños
-en número, ratón contra gato,<span class="pagenum"><a name="page_094" id="page_094"></a>{94}</span> gato contra leopardo, azorado caballo
-salvaje contra ferrados unicornios! Aun más, ellos han sido <i>los
-superiores</i>. Porque, como dice el gran poeta inglés cuyo nombre no se
-puede pronunciar: «Los ingleses son fuertes porque cada uno tiene una
-Biblia; pero los boers son más fuertes porque cada uno tiene una Biblia
-<i>y una escopeta</i>». Para Krüger la mejor palabra es la de ese admirable
-shakespearista del lápiz, Olivier Merson; <i>Moriamur</i>. Una cabeza de
-Cristo. Prepararse a morir, dejarse morir, ante la injusticia, ante la
-fuerza, ante la soberanía de los piratas, ante los cañones mejor
-fabricados y ante las codicias mejor dirigidas. Morir, es decir, dejarse
-comer. El último filósofo es Niestzche; el último poeta Kipling.
-Solamente que en este caso, a pesar de mis simpatías, no puedo dejar de
-ver cambiarse la cabeza simbólica y sagrada de Merson, por una cabeza
-encornada de diamantes, una dorada cabeza de ternero.</p>
-
-<p>Ante la cual Krüger romperá su Biblia.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-094.png" width="140" height="160" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_095" id="page_095"></a>{95}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="LA_NUEVA_JERUSALEN" id="LA_NUEVA_JERUSALEN"></a>“LA NUEVA JERUSALÉN”</h3>
-
-<p class="imgrt10"><img src="images/illus-095.png"
-width="44"
-height="45"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-8 de Enero de 1901.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-l.png"
-width="80"
-height="78"
-alt="L"
-/></span>A primera nieve del año caía sobre París, y yo iba, al amor de su
-blancura, a lo largo del bulevar du Port-Royal, camino del templo
-neocristiano de Swedenborg, situado en la rue Thouin. Había visto en el
-<i>New York Herald</i> que el servicio era público y que se efectuaba el
-primero y tercer domingo de cada mes. Luego, la casualidad en la forma
-del pintor de Groux me había puesto en contacto con un singular
-personaje; artista e iluminado, que pretende nada menos, y sus razones
-ha de tener, revolucionar la música en el mundo. He nombrado a M. G.
-Núñez, sobre el cual y su obra rara he de volver en ocasión próxima. M.
-Núñez, iniciado desde hace largo tiempo en las doctrinas
-swedenborguianas, que guían hacia lo que se llama la Nueva Jerusalén,
-hombre culto y ferviente de fe, se ofreció a ser mi compañero en mis
-místicas investigaciones.</p>
-
-<p>Cuando llegamos a la iglesita no había en ella ninguna alma. El aspecto
-del lugar me pareció el de<span class="pagenum"><a name="page_096" id="page_096"></a>{96}</span> una capilla protestante cualquiera. Sobre un
-fondo azulado se destaca la cátedra. El recinto, apenas si dará cabida a
-más de doscientas personas. Hay una galería alta, a graderías. En ella
-está el armonium para cantar los himnos. A los lados de la cátedra, dos
-ramas de pino, ignoro el por qué&mdash;en dos macetas.</p>
-
-<p>Poco a poco fueron llegando los fieles. Tipos de viejas viudas, jóvenes
-pálidas, un anciano de aspecto militar, y algunos gentlemen de
-apariencias mundanas, quizá curiosos, o periodistas como yo. Por fin,
-después de largo esperar, apareció el pastor, un hombre de cierta edad,
-manera de empleado de gobierno o de profesor de lenguas, o antiguo
-tenedor de libros; pero con ojos de visionario y rostro moldeado de fe.
-Nos levantamos para rezar la oración del comienzo, el Padrenuestro, con
-una frase agregada. Después de: «Mas líbranos, Señor, de todo mal», hay
-que decir: «Porque tuyos son el reino, el poder y la gloria.»</p>
-
-<p>El pastor abre una Biblia y comienza a comentar el <i>Génesis</i>.</p>
-
-<p>Es una exégesis absolutamente voluntaria, como cierta doctrina
-etimológica. Las palabras adquieren los sentidos más caprichosos, y es
-una sorpresa el ver salir de donde menos pensáis una porción de cosas
-que os producen irresistible estupefacción. Este es, por otra parte, el
-sistema del maestro sueco cuya iniciación en los divinos misterios
-empezó con estas palabras, un tanto confianzudas, que le dirigiera un
-ángel: <i>¡No comas tanto!</i><span class="pagenum"><a name="page_097" id="page_097"></a>{97}</span></p>
-
-<p>Concluído el comento de la Biblia, el pastor hace una seña, y el
-armónium ataca un himno cristiano que los asistentes corean con más o
-menos afinación. Yo dirijo la vista alrededor. ¡Somos muy pocos! y,
-prudentemente, expongo a mi acompañante mis temores de un escaso éxito
-neohierosolimitano. Pero él, bravo varón de fe, me contesta en español
-que pudo ser oído de toda la asistencia. «¡No importa! Con menos gente
-empezó su iglesia Nuestro Señor Jesucristo!» El pastor vuelve a hablar y
-expone, en un largo discurso, doctrinas, propósitos y esperanzas. Dice
-cosas curiosas y originales, entre ellas la exposición de lo siguiente;
-«La primera iglesia de Cristo ha concluído. Empieza la nueva. Aquí no
-triunfaremos. Europa está cerrada y gastada para nosotros. (¡Ya lo decía
-yo!) Y ¿sabéis por qué el cristianismo católico o protestante no ha
-podido ser propagado en Asia y en África? Porque Dios ha dispuesto que
-esos numerosos millones de hombres sean catequizados por la Nueva
-Jerusalén. El mundo negro y el mundo amarillo, la China, el Japón, la
-India, el África toda, son para nosotros.» Después otro himno, otra
-oración, y, con los brazos extendidos, el pastor nos bendice. ¿Quién
-sabe cuándo y dónde el espíritu sopla? Yo recibo la bendición con toda
-seriedad y fervor. Y, mientras las gentes se van, me dirijo a abordar al
-sacerdotal funcionario. M. Núñez me presenta como un adepto. Quiero, con
-timidez, explicar que no soy propiamente eso; pero ya el pastor me ha
-colmado de estimulantes palabras; y, al saber que soy de Buenos Aires,
-creo<span class="pagenum"><a name="page_098" id="page_098"></a>{98}</span> ver en sus ojos esta admonición: «Ve, y enseña a todas las
-gentes». Buenos Aires, qué conquista para la nueva iglesia! Al saber que
-soy periodista, me conduce al piso alto de la casa vecina, unida a la
-iglesia, en donde vive Mme. Humann, la sacerdotisa swadenborguiana, la
-cual ha de darme todos los detalles que necesite. Mme. Humann, fuerte
-norteamericana, todavía agradable y bastante simpática, me da,
-complaciente unas cuantas noticias, en su francés marcado de vigoroso
-acento anglosajón. Me habla de los progresos de su religión, y de la
-guerra que hacen a la Nueva Jerusalén los católicos y sobre todo los
-jesuítas. Pero esta religión vencerá por fin. Es la verdad y la viuda
-Swendeborg, teólogo para yanquis, ha expuesto el ideal supremo. La
-señora expone la «plataforma» espiritual admirablemente, y habla de la
-vida eterna como de una compañía de seguros. Por otra parte, ella es
-sincera, y ha gastado muchos miles de dólares en la empresa mística,
-<i>limited</i>, como todas las religiones de los Estados Unidos. Me muestra
-la biblioteca, en donde compro unos libros, y parto de nuevo, bajo la
-nieve.</p>
-
-<p>Al día siguiente, recibí del amable pastor la carta siguiente:</p>
-
-<p>«Señor:&mdash;Ayer me habéis pedido que os diese una ligera idea sobre el
-estado actual de la Nueva Jerusalén, o Verderada Religión Cristiana en
-Francia.</p>
-
-<p>»Respondo a vuestro deseo y os envío estas líneas bien incompletas en
-verdad, para tratar un asunto tan vasto, pero que considero como una
-simiente<span class="pagenum"><a name="page_099" id="page_099"></a>{99}</span> que esparciréis en un medio nuevo para nosotros, con la
-esperanza de verla fructificar, y mostrar a vuestros lectores que todo
-no es sino ruina y obscuridad sobre nuestra tierra.</p>
-
-<p>»Leemos en Mateo XXIV 3: «Dinos cuando eso será, y cuál será el signo de
-tu Advenimiento y de la consumación del siglo?»</p>
-
-<p>»Véase también en Marcos XIII.&mdash;Lucas XXI 7 y también en los Actos de
-los Apóstoles.</p>
-
-<p>»En esa frase del Señor estaba significado su segundo Advenimiento al
-fin de la primera Iglesia Cristiana, fin que hoy es llegado.</p>
-
-<p>»La Nueva Iglesia es la Iglesia del Segundo Advenimiento de Nuestro
-Señor, y tal como existe hoy en Francia y en Paris en particular, no es
-aun sino como un niño recién llegado a la primera edad.</p>
-
-<p>»Su centro principal está situado como sabéis, 12 rue Thouin en donde
-posee un templo y una biblioteca.</p>
-
-<p>»El templo fué construído en 1883, por M. y Madame Humann que dedicaron
-a ello una parte de su fortuna, y cuya vida ha sido enteramente
-consagrada a perfeccionar bajo los auspicios de Dios una obra tan
-loable.</p>
-
-<p>»M. Humann está en el otro Mundo desde hace cuatro años poco más o menos
-y Mme. la viuda Humann continúa el trabajo de su marido con el
-desinterés más absoluto.</p>
-
-<p>»El culto se hace por un pastor, a las tres, el primero y tercer domingo
-de cada mes, según los principios más puros de la Nueva Jerusalén y
-todas<span class="pagenum"><a name="page_100" id="page_100"></a>{100}</span> las enseñanzas deseables se dan a cualquier persona que llega en
-busca de la verdad.</p>
-
-<p>»Nuestros principios están fundados sobre el amor de Dios y el amor del
-prójimo; la libertad más grande es nuestra base, pues nada puede crecer
-ni desarrollarse sin la libertad.</p>
-
-<p>»Nuestro número va en aumento cada año, y no hay que fijarse en la
-presencia de los fieles en el templo para hacer una apreciación
-cualquiera sobre nosotros, pues muchos otros miembros que los que
-asisten, conocen nuestras doctrinas, sin necesidad de estar presentes
-entre nosotros.</p>
-
-<p>»No somos ni una secta del protestantismo, ni una rama cualquiera del
-catolicismo: somos una viña nueva plantada por el Señor para regenerar
-el mundo y conducirle a su Dios.</p>
-
-<p>»Para todo espíritu exento de prevenciones en contra de nosotros, es de
-toda evidencia que tiempos nuevos son llegados y que solamente una
-religión nueva debe esclarecer el mundo.</p>
-
-<p>»Estamos actualmente como en la misma época del nacimiento de Jesucristo
-Nuestro Señor. Una estrella brilla en el cielo, estrella más brillante
-que la primera, y que en su marcha debe arrastrar a la humanidad entera
-con ella.</p>
-
-<p>»He aquí, señor, en pocas palabras, los detalles que yo puedo daros para
-<span class="smcap">La nación</span>, dejándoos el cuidado de tratarlos con sinceridad, sin <i>parti
-pris</i>, contra nosotros.</p>
-
-<p>»Soy, señor, vuestro afectísimo.&mdash;<i>F. Hussenet</i>, pastor de la Nueva
-Jerusalén.»<span class="pagenum"><a name="page_101" id="page_101"></a>{101}</span></p>
-
-<p>No, señor pastor, no tengo ninguna prevención contra vosotros. ¡Al
-contrario! Me sois altamente simpáticos, con vuestras creencias, en
-medio de un mundo sin fe, con vuestro altruismo, o mejor con vuestra
-caridad, en medio de un mundo sin amor. Y el profeta anunciador no puede
-ser más grato a los ojos de quien admire la potencia de la voluntad y la
-gracia de la fantasía. Solamente a esta religión le miro la cara un poco
-hugonota y el espíritu un poco mahometano, así sea nada más la
-concepción demasiado naturalista del paraíso, en donde, exceptuando la
-poligamía, podremos, los que merezcamos, gustar todos los deleites de
-las Mil y una noches.</p>
-
-<p>Swedenborg, una especie de Flammarión con genio, de Julio Verne místico,
-de Wells teólogo e iluminado, atrae las imaginaciones, aminorando quizás
-un tanto el vuelo celeste, los detalles de una existencia demasiado
-práctica para los espíritus puros, sujetos a la alimentación, por
-ejemplo, como en la tierra, y al matrimonio sin divorcio. Bien es verdad
-que todo pasa en el mejor de los mundos y en un ambiente y bajo una ley
-absolutamente angélicas. Swedenborg conversaba con los ángeles, conoció
-en vida, el cielo, que, como el infierno, tiene la forma humana; visitó
-Júpiter, Marte y Mercurio, cuyos maravillosos países describió, así como
-M. Sardou ha dibujado después sus arquitecturas, guiado por los
-espíritus. Se comprende que un hombre como Kant no le haya dedicado más
-de una dura sonrisa.</p>
-
-<p>Leída la obra de Swedenborg se admira el prodigioso<span class="pagenum"><a name="page_102" id="page_102"></a>{102}</span> talento e ingenio
-de este varón, cuya sinceridad es innegable y fué sostenida hasta las
-últimas palabras de su muerte.</p>
-
-<p>El pastor antecesor de M. Hussenet, que se llamaba M. Decembre, decía a
-Jules Bois en una visita que este escritor le hizo: «Swedenborg es un
-hecho excepcional, y, por mi parte, estoy lejos de admitir toda su
-doctrina de visionario. No veo, según mis luces, sino los sueños o las
-pesadillas de un genio; no admito así, con el profeta, que «los
-africanos piensan de una manera más espiritual que los otros pueblos y
-que los ángeles tienen un sexo.»</p>
-
-<p>La libre interpretación de la Biblia tiene sus inconvenientes que ya
-previenen los santos padres, y una fe que se basa en absoluto en la
-razón, es decir, un contrasentido, no creo yo que tenga esperanzas de
-triunfo, ni entre los chinos, ni entre los negros.</p>
-
-<p>El swedenborguismo, o la Nueva Jerusalén, rama de las mil que le han
-salido al cristianismo, sobre todo en el fecundo terreno de los Estados
-Unidos, fué introducido en Francia por el año de 1837.</p>
-
-<p>M. Le Boys de Guays inició un culto público en Saint-Amand en 1837, y un
-cura católico, el abate Ledru, predicó primeramente las flamantes
-doctrinas en Chartres. En París comenzó el culto en casa de M.
-Broussais, y luego M. Humann, abogado construyó el templo con el apoyo
-de su mujer.</p>
-
-<p>Hay aquí mismo otro centro de reunión, disidente, en donde se hacen
-evocaciones, y cosas un tanto diabólicas según los verdaderos fieles.</p>
-
-<p>El número de iglesias en EE. UU., e Inglaterra es<span class="pagenum"><a name="page_103" id="page_103"></a>{103}</span> crecido según se
-dice. En Italia, en no sé qué ciudad, hay un pequeño centro, y en la
-América del Sur, creo que solamente en el Brasil existe la propaganda
-bajo la dirección del Sr. Lafayatte. Vagamente sospecho que se me ha
-querido convertir en el Jonás de la República Argentina. Pongo, con
-modestia, mi dimisión, y dejo el puesto para otro que lo quiera tomar.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-103.png" width="72" height="307" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_104" id="page_104"></a>{104}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_105" id="page_105"></a>{105}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="PURIFICACIONES_DE_LA_PIEDAD" id="PURIFICACIONES_DE_LA_PIEDAD"></a>PURIFICACIONES DE LA PIEDAD</h3>
-
-<p class="imgrt10"><img src="images/illus-105.png"
-width="30"
-height="32"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-Diciembre 8 de 1900.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-h.png"
-width="80"
-height="78"
-alt="H"
-/></span>AY un cuento de Tolstoï en que se habla de un perro muerto encontrado
-en una calle. Los transeúntes se detienen y cada cual hace su
-observación ante los restos del pobre animal. Uno dice, que era un perro
-sarnoso y que está muy bien que haya reventado; otro supone, que haya
-tenido rabia y que ha sido útil y justo matarlo a palos; otro dice que
-esa inmundicia es horrible; otro, que apesta; otro, que esa cosa odiosa
-e infecta debe llevarse pronto al muladar. Ante ese pellejo hinchado y
-hediondo, se alza de pronto una voz que exclama: «Sus dientes son más
-blancos que las más finas perlas». Entonces se pensó: Este no debe ser
-otro que Jesús de Nazareth, porque sólo él podría encontrar en esa
-fétida carroña algo que alabar. En efecto, era esa la voz de la suprema
-Piedad.</p>
-
-<p>Un hombre acaba de morir, un verdadero y grande poeta, que pasó los
-últimos años de su existencia, cortada de repente, en el dolor, en la
-afrenta, y<span class="pagenum"><a name="page_106" id="page_106"></a>{106}</span> que ha querido irse del mundo al estar a las puertas de la
-miseria. Este hombre, este poeta, dotado de maravillosos dones de arte,
-ha tenido en su corta vida sobre la tierra los mayores triunfos que un
-artista pueda desear, y las más horribles desgracias que un espíritu
-puede resistir. Inglaterra y los Estados Unidos le vieron victorioso,
-ganando enormes cantidades con sus escritos y piezas teatrales; la
-<i>fashion</i> fué suya durante un tiempo; el renombre y la posición de que
-hoy disfruta Rudyard Kipling son tan solo comparables a la posición y al
-renombre que aquél tuvo en todo el <i>english speaking world</i>; las damas
-llevaban en sus trajes sus colores preferidos, los jóvenes poetas
-seguían sus prosas y sus versos; la aristocracia se encantaba con su
-presencia en los más elegantes salones; en Londres salía a dar una
-conferencia, en un teatro, con un cigarrillo encendido, y eso se
-encontraba de un gusto supremo; y en París comía en casa de la princesa
-de Polignac y eran sus amigos Anatole France, Marcel Schwob, y otros
-admiradores de su literatura.</p>
-
-<p>Era, pues, ese poeta, dueño de la camisa del hombre feliz. Salud
-completa, mucha fama, y el porvenir en el bolsillo.</p>
-
-<p>Pero no se puede jugar con las palabras y menos con los actos. Los
-arranques, las paradojas, son como puñales de juglar. Muy brillantes,
-muy asombrosos en manos del que los maneja, pero tienen punta y filos
-que pueden herir y dar la muerte. El desventurado Wilde cayó desde muy
-alto por haber querido abusar de la sonrisa. La proclamación y<span class="pagenum"><a name="page_107" id="page_107"></a>{107}</span> alabanza
-de cosas tenidas por infames, el brummelismo exagerado, el querer a toda
-costa <i>épater les bourgeois</i>&mdash;¡y qué bourgeois, los de la incomparable
-Albión!&mdash;el tomar las ideas primordiales como asunto comediable, el
-salirse del mundo en que se vive rozando ásperamente a ese mismo mundo
-que no perdonará ni la ofensa ni la burla, el confundir la nobleza del
-arte con la parada caprichosa, a pesar de un inmenso talento, a pesar de
-un temperamento exquisito, a pesar de todas las ventajas de su buena
-suerte, le hizo bajar hasta la vergüenza, hasta la cárcel, hasta la
-miseria, hasta la muerte. Y él no comprendió sino muy tarde que los
-dones sagrados de lo invisible son depósitos que hay que saber guardar,
-fortunas que hay que saber emplear, altas misiones que hay que saber
-cumplir.</p>
-
-<p>Luego vino el escándalo de un proceso célebre, que empezó con muchas
-risas y acabó con mucho crujir de dientes, en un suplicio inquisitorial
-que no hacía por cierto honor al sistema penitenciario inglés, y que
-conmovió a todos los hombres de buen corazón y principalmente a los
-artistas.</p>
-
-<p>¡Y luego vino algo peor! La cobardía de sus amigos y colegas, que
-olvidando toda piedad, se alejaron en absoluto de él, como de un
-leproso, no le llevaron ningún consuelo a sus negras horas de prisión,
-de horrible prisión, a donde tan solamente le veían en días
-excepcionales su mujer, sus hijos y uno o dos compañeros caritativos.
-¿En dónde estaban los que le pedían dinero prestado, los que se
-regodeaban en su yate <i>Clair de lune</i>, los que juraban<span class="pagenum"><a name="page_108" id="page_108"></a>{108}</span> por él en los
-días de éxitos y de rentas fabulosas, los que aplaudían sus
-excentricidades, sus <i>boutades</i>, sus disparates y sus locuras?</p>
-
-<p>Se esfumaron, ante lo que llama Byron&mdash;otra víctima&mdash;con exceso de
-expresión: <i>the degraded and hypocritical mas wich leavens the present
-english generation</i>.</p>
-
-<p>Este mártir de su propia excentricidad y de la honorable Inglaterra,
-aprendió duramente en el <i>hard labour</i> que la vida es seria, que la
-<i>pose</i> es peligrosa, que la literatura, por más que se suene, no puede
-separarse de la vida; que los tiempos cambian, que Grecia antigua no es
-la Gran Bretaña moderna, que las psicopatías se tratan en las clínicas;
-que las deformidades, que las cosas monstruosas, deben huir de la luz,
-deben tener el pudor del sol; y que a la sociedad, mientras no venga una
-revolución de todos los diablos que la destruya o que la dé vuelta como
-un guante, hay que tenerle, ya que no respeto, siquiera temor; porque si
-no la sociedad sacude; pone la mano al cuello, aprieta, ahoga, aplasta.
-El burgués, a quien queréis <i>épater</i>, tiene rudezas espantosas y
-refinamientos crueles de venganza. Desdeñando el consejo de la cábala,
-ese triste Wilde <i>jugó al fantasma y llegó a serlo</i>; y el cigarrillo
-perfumado que tenía en su labios las noches de conferencia, era ya el
-precursor de la estricnina que llevara a su boca en la postrera
-desesperación, cuando murió, el <i>arbitrer elegantiarum</i>, como un perro.
-Como un perro murió. Como un perro muerto estaba en su cuarto de
-soledad, su miserable cadáver. En verdad<span class="pagenum"><a name="page_109" id="page_109"></a>{109}</span> sus versos y sus cuentos
-tienen el valor de las más finas perlas.</p>
-
-<p>Cuando salió de la prisión, estaba en la mayor pobreza. Desde su
-condena, las librerías habían quitado de las vitrinas sus volúmenes, y
-los directores de teatro borraron de sus carteles el nombre del autor de
-<i>A woman of no importance</i> y de <i>Lady Windermare’s fan</i>. En Francia se
-conocía <i>The portrait of Dorian Gray</i>, cuya traducción publicó Savine, y
-Sarah Bernhardt iba a representar la <i>Salomé</i> de cabellos azules. Cuando
-para aminorar los sufrimientos del castigado, un grupo de artistas y
-escritores franceses dirigió un memorial a su graciosa majestad, el
-número de consecuentes estaba ya demasiado restricto. Cuando salió de la
-prisión y vino a vivir a Francia con un nombre balzaciano&mdash;Sébastien
-Melmoth&mdash;apenas se relacionaba con uno que otro espíritu generoso; entre
-los que no le volvieron la espalda, hay que señalar al noble poeta
-Moreas, a Ernesto Lajeneusse. El <i>Mercure</i> publicó una traducción de la
-maravillosa <i>Balada</i> que escribiera en la cárcel, y en la cual puede
-adivinarse ya su próxima conversión al catolicismo. Ya en París, no
-publicó nada; y no se sabe si al morir deja algo inédito. Cuando sus
-hijos sean mayores de edad, será su principal obligación presentar al
-mundo dignamente la obra de su padre desgraciado e infamado. Junto a las
-purificaciones de la muerte están las purificaciones de la Piedad.</p>
-
-<p>Una tarde, en el bar <i>Calisaya</i> del bulevar de los Italianos, estábamos
-reunidos unos cuantos escritores<span class="pagenum"><a name="page_110" id="page_110"></a>{110}</span> y hombres de prensa, entre los cuales
-Henry de Brouchard, el vizconde de Croze y Ernesto Lajeunesse, cuando
-llegó a sentarse al lado de este mi distinguido amigo un hombre de
-aspecto abacial, un poco obeso, con aire de perfecta distinción y cuyo
-acento revelaba en seguida su origen inglés. En la conversación su
-habilidad de decidor se marcaba de singular manera. Siempre trataba
-asuntos altos, ideas puras, cuestiones de belleza. Su vocabulario era
-pintoresco; fino y sutil. Parecía mentira que aquel gentleman
-absolutamente correcto fuese el predilecto de la Ignominia y el
-<i>revenant</i> de un infierno carcelario.</p>
-
-<p>Su obra es de un mérito artístico eminente.</p>
-
-<p>En el libro de <i>Dorian Gray</i> se ve la influencia del <i>A rebours</i> de
-Huysmans. Era la época de exasperación estética que en Londres tuviese
-tanta repercusión, cuando el pobre Wilde era quien imponía su elegancia
-y su extravagancia en la capital del <i>cant</i> y le vió Picadilly pasearse
-con un girasol en la mano. <i>Patience</i>, la opereta de Sullivan, ponía en
-berlina la novación ruidosa, y el <i>Lady Windermare’s fan</i> se daban en
-los teatros ingleses por cientos de noches. En el Dorian Gray enfermizo,
-desgraciadamente, está ya la prisión y el inevitable suicidio. Mas su
-cerebración, es para sibaritas de ideología, según puede verse en este
-juicio del augusto Mallarmé que publicó el autor de <i>Almas y cerebros</i>:
-«<i>J’achéve le livre, un des seuls qui puissent émouvoir, vu que d’une
-rêverie essentielle et de parfums d’âme les plus étrangers et
-compliqués, est fait son<span class="pagenum"><a name="page_111" id="page_111"></a>{111}</span> ouvrage: redevenir poignant à travers l’inouï
-raffinement d’intellect, et humain en une pareille perverse atmosphère
-de beauté est un miracle que vous accomplissez, selon quel emploi de
-tous les arts de l’écrivain! C’est le portrait qui a été cause de tout.
-Ce tableau en pied, inquiétant, d’un Dorian Gray hantera, mais écrit,
-étant livre lui-même.</i>»</p>
-
-<p><i>Intentions</i>&mdash;que fué un gran éxito para Tauchnitz&mdash;es un <i>drageoir aux
-épices</i> y una complicación de deliciosas paradojas. La erudición
-elegante y alusiva no es menos que la habilidad verbal y el juego de
-pensamientos. Hay que ver ese <i>Decay of lying</i> en que se hace el más
-sutil elogio de la mentira, o <i>Pen, pensil and Poison</i>, o cualquiera de
-los diálogos que componen el volumen y en los cuales Alcibiades le corta
-a cada instante la cola a su perro.</p>
-
-<p>A mi entender lo preferible en la obra de ese poeta maldito, de ese
-admirable infeliz, son sus poemas, poemas en verso y poemas en prosa, en
-los cuales la estética inglesa cuenta muy ricas joyas. Os aseguro que el
-Cristo que suele aparecer en ellos, sin nombre&mdash;<i>¡Él!</i>&mdash;es de una
-visible y pacífica divinidad, y en su presencia no tendríais sino que
-reconocer la blancura margarítica de los dientes del perro muerto...</p>
-
-<p>Y de la carroña fétida, cuando venga la primavera de Dios, en la
-purificación de la Tierra, nacerá, como dicen los versos del condenado
-en vida, «la rosa blanca, más blanca, y la rosa roja, más roja.»</p>
-
-<p>Y el alma, purificada por la Piedad, se verá libre de la Ignominia.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_112" id="page_112"></a>{112}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_113" id="page_113"></a>{113}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="NOEL_PARISIENSE" id="NOEL_PARISIENSE"></a>NOEL PARISIENSE</h3>
-
-<p class="imgrt10"><img src="images/illus-113.png"
-width="33"
-height="84"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-Diciembre 26 de 1900.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-o.png"
-width="80"
-height="79"
-alt="O"
-/></span>ID la overtura:</p>
-
-<p>La morcilla estupenda para entrar al horno; los faisanes de oro y las
-langostas de coral y los pescados de plata aguardando su principal
-momento; la nieve sin caer aún, aunque el frío va en creciente; Noël a
-las puertas, en los bulevares, en la plaza de la Concordia, en la de la
-República, en la de la Bastilla, etc.; las barracas que hacen de la
-vasta ciudad una difundida feria momentánea; el Louvre, Dufayel, el Bon
-Marché, el Printemps, todos los almacenes fabulosos, caros a la
-honorable burguesía, invadidos profusamente por papá, mamá y el niño; en
-las chimeneas crepitando la leña y el carbón; los zorros, las martas
-cebellinas acariciando los cuellos de las mujeres: el <i>flirt</i> y la
-lujuria, con su cómplice el frío; en las calles asaltos y asesinatos con
-más furia y habilidad que nunca; la Comedia Francesa lista para dar de
-nuevo los tres golpes; un incógnito hombre descuartizado, un nuevo<span class="pagenum"><a name="page_114" id="page_114"></a>{114}</span>
-Farbos que pone a la policía de París, en esta como en varias cosas,
-inferior a la de Buenos Aires; y a Krüger, ya, que se lo coma un gato!</p>
-
-<p>Los niños de París esperaron ayer a su Krüger, cuyo parecimiento con el
-émulo del anglosajón Santa Claus, el bizarro Ponchon lo ha encontrado en
-uno de esos versos periodísticos que suele extraer de sus más preciados
-<i>crus</i>. Los niños de París... Cabalmente en estos días vuelve a ponerse
-de actualidad el asunto de la despoblación de nuestro muy amado país de
-Francia. Dadas las estadísticas, parece que la cantidad de nacimientos
-disminuye, lo que la traería por resultado ser esta soberbia república
-la nación que menos juguetes recibe de la mochila inagotable del buen
-hombre Noël. Pierre Louys ha proclamado una vez más su libertad de amor
-y Octave Mirbeau ha encontrado una ocasión nueva para clavar todo un
-buen carcaj de sus más duras y aguzadas ironías.</p>
-
-<p>La verdad es que se ven pocos niños en París. Puedo asegurar con toda
-seriedad, que durante el tiempo que llevo de vecino de esta gloriosa
-villa, no he encontrado aún una señora, una mujer, que parezca... ¿cómo
-diré? que esté... ¿cuál palabra emplear? que se encuentre en el
-estado&mdash;digámoslo con cierta elegancia&mdash;en el estado de la divina
-<i>Gravida</i> del divino Rafael. Está demás que los moralistas redacten
-sesudas homilías y que los estadistas señalen el daño. Demasiado ha
-dicho y explicado en un libro célebre que conocen los suscriptores de
-<i>La Nación</i>, Emile Zola.<span class="pagenum"><a name="page_115" id="page_115"></a>{115}</span></p>
-
-<p>Otra cosa. Los pocos niños que se encuentran en los jardines, que van a
-respirar el oxígeno de los paseos y parques, no tienen, por lo general,
-aspecto de niños. Son hombrecitos y mujercitas.</p>
-
-<p>Es raro encontrar la faz de rosas del fresco niño inglés, o la vivacidad
-sana de nuestros muchachos. Hay en la mayor parte un prematuro desgaste;
-se ve de manifiesto en muchos el lote doloroso de las tristes herencias.
-En el parque Monceaux, cerca del bonito monumento de Maupassant,
-recuerdo la impresión que me causó un día una chiquilla de ocho a diez
-años que se paseaba con su <i>gouvernante</i>. ¡Dios mío! la de una verdadera
-cocotita, bajo su gran sombrero de lujo, preciosa, coqueta, ya sabia en
-seducciones. Arte diabólica es, dije, torciendo el mostacho...</p>
-
-<p>Pero estas son cosas en que puede ocuparse larga y sabiamente M.
-Bergeret. Yo sé que en Francia, que en París mismo, hay hogares llenos
-de sonrisas, familias en que el árbol tradicional ha encontrado bajo sus
-ramas muchas sanas y bellas faces infantiles, muchos bracitos sonrosados
-que recibieron con gran contentamiento la muñeca, el tambor y el sable.</p>
-
-<p>El juguete, como todas las cosas, ha sufrido en el tiempo las
-modificaciones del progreso, y la mejor lección sobre este objeto ha
-sido la curiosa y numerosa exposición que fué uno de los atractivos de
-la feria mundial del año que se va. Allí se veían desde las muñecas
-arcaicas y primitivas hasta las más modernas y graciosas invenciones que
-deleitan<span class="pagenum"><a name="page_116" id="page_116"></a>{116}</span> a los pequeños. Mas la imaginación de los fabricantes es
-inagotable, y, fuera de la fantasía, el juguete tiene también su reino
-en la actualidad; refleja las opiniones, los gustos, los sucesos del
-día. El país de la Puppenfee tan conocido del europeo Noël y de Santa
-Claus, no puede quejarse del daño de la despoblación. Las tribus de
-muñecas se perpetúan y multiplican, las familias de bebés <i>de todas las
-clases sociales</i> aumentan cada año. He visitado una juguetería y no he
-podido sino recordar el delicioso cuento del malogrado y singular Albert
-Samain. Hay una almita en cada una de esas figuras; y, si no la hay, es
-el caso de creer en la preocupación oriental con los pintores de la
-persona humana: el día del Juicio, esos diminutos sujetos que tienen un
-«carácter», irán a pedir a sus respectivos creadores una alma, para
-presentarse ante el Padre Eterno.</p>
-
-<p>Es algo como un mundo de opio y de pesadilla, o de dulce y gracioso
-ensueño; un mundo de Simbad el Marino, o un mundo como el del entierro
-de Watteau de los Goncourt&mdash;dos sabios niños que tuvieron muy lindos
-juguetes&mdash;o el mundo animado y parlante del Guignol. Hay allí gentes
-simpáticas y gentes odiosas, buenas y malas gentes, y caminos por donde
-se va a un pequeñito Molino Rojo, y caminos que llevan al reino de los
-cielos. No sabía qué hacer entre tan raros paisajes, complicadas cosas,
-extrañas figuras. Y todo se resuelve en la memoria como en una gran caja
-en que todas esas cosas fueran echadas a la diabla. Veo los sempiternos
-bebés, sencillos, modestos, de los que sabría<span class="pagenum"><a name="page_117" id="page_117"></a>{117}</span> manejar y amaría mejor en
-sus ambiciones cualquier pequeña Coseta, o lujosos, pomposos, con
-sombreros como los que lleva la virtuosa Srta. de Pougy, o mi niña del
-parque Monceaux; y el bebé Mignon, como hecho de azúcar, que cierra los
-ojos, con su trajecillo de satin y encajes; y el Jumeau, con su camisa
-Pompadour; y los insultantes, con trajes «firmados», con joyas, con
-gemas, muñequitas de princesas&mdash;; con una sola de ellas comerían varios
-días y tendrían con que calentarse los extrabajadores de la Exposición
-que andan matando gente, matando de frío y hambre, por la <i>banlieue</i>.
-Claro es que en el mundo de esa <i>féerie</i> no faltan ni Pierrot, ni
-Arlequín, ni Colombina, y que ví a Pulchinela en ciertas maromas:
-también le ví a caballo vestido de sedas y oros. No me dejaron de
-turbar, como en la isla del Doctor Moreau de ese extraño y fuerte Wells,
-los animales que hacen cosas humanas; el gato zapatero, a pesar de que
-hace ya bastantes años, <i>¡hélas!</i> que conozco al Gato Calzado; el conejo
-que patina, el cordero biciclista, y un pescado pescador, que estaba,
-¡oh, amigo fraternal que gustas tanto de estas cosas! pescando como
-nuestro Simón el bobito, en el propio balde de mamá Leonor. Repito que
-la confusión era grande y mi espíritu quería hacer amistades por todas
-partes. Concertadme estas medidas: cerca de la torre de Babel un
-batallón de infantería marchaba en dirección a una pesca de ranas,
-mientras un cimbalero se oponía al paso de un triciclo, y un gato
-<i>passe-boules</i> maullaba delante de un fonógrafo. A un lado un fuerte de
-madera continuaba<span class="pagenum"><a name="page_118" id="page_118"></a>{118}</span> un lago de estaño, y junto a varios oficiales rojos,
-un clown montado sobre un cerdo hacía la <i>nique</i> a un juego de
-caballitos y a una batería de cocina con que Shakespeare haría cocinar a
-Grano de Mostaza. El director, por ejemplo, de la <i>Revista Colorada</i>,
-<i>fâché tout rouge</i>, creería que yo trato de un poema decadente...</p>
-
-<p>Todos los objetos domésticos, con todos los utensilios de los oficios, y
-aparatos de química y de física, y el automóvil, naturalmente, y
-anzuelos y boleros, y entre todo eso la Actualidad, con el imposible de
-evitar tío Pablo, <i>le père Krüger</i>, que no sé lo que hace cerca de unos
-chinos armados de flechas, en vez de ir a ponerse al lado de un batallón
-de boers, allá lejos, junto a los bebés y que está en peligro de que se
-lo coman unos enormes ratones.</p>
-
-<p>¡Ah! los bebés vivos, que se comían con los ojos, ellos sí, a los
-ratones, a los Oom Paul, las camitas, los utensilios, los fuertes, todo,
-todo el mundo de aquella soñación palpable! Rubios o morenos, sanos y
-rosados, o enfermizos, iban con sus mamás, al parecer, algunos, con sus
-papás otros, con sus ayas los más. Unos movían las manos, sonriendo,
-riendo, como el cimbalero que estaba junto al triciclo; otros graves,
-consideraban con afectuosa devoción, y todos ellos no hallaban, no
-hallaban qué elegir! En un cupé forrado de rosa, se fueron un tío Pablo,
-un pescado pescador, varios sables y fusiles y varios bebés Pompadour.
-En otro cupé forrado de lila se llevaron dos lindas conquistadorzuelas,<span class="pagenum"><a name="page_119" id="page_119"></a>{119}</span>
-cuatro muñecas como infantas reales, y dos hermosos muchachos bellos
-como los «hijos de Eduardo», prendieron a varios chinos, se apoderaron
-de un fuerte, y agregando a esto un <i>mail</i> con sus caballos y un arsenal
-de guerra, se fueron, metiéndolo todo en su gran carruaje que se fué
-haciendo resonar el pavimento de la inmensa avenida ardiente de luces
-que hacían el día.</p>
-
-<p>Yo también tuve mi muñeca, que me costó diez francos&mdash;mi asiento de
-<i>loge</i>&mdash;una muñeca viviente y divina, toda ardiente, o dulce, o trágica,
-con una cabellera de balada del norte, piernas maravillosas, boca mágica
-y muda, pues ni siquiera dice <i>papá</i> y <i>mamá</i>, la más encantadora muñeca
-que hay hoy en París, desde los días de la Exposición, la que ha
-entusiasmado al viejo Ibsen, la rosa de la mímica, la sin igual Carlota
-Wiehe. Como Sada Yacco, cuyo idioma exótico no entraba para nada en la
-comprensión de sus admiradores parisienses, esta mujer genial es
-sencillamente deliciosa. El talento mímico de la extranjera es tan
-grande, que Severin, el primer mimo de Francia, dice... que no vale
-nada. Ya Sarah Bernhardt había llamado a Sada Yacco una <i>guenon</i>, y la
-pobre oriental, que no sabe de estas parisianerías, se echó a llorar
-desolada. La Wiehe no llora, al contrario, ríe, como la marquesa Eulalia
-que quizá hayáis oído nombrar. Y el público está hechizado: y el
-teatrito en que trabaja la mima, que es grande como un palco de la
-Ópera, está siempre lleno, y hay críticos que le han dicho francamente
-que se quede. El juego artístico de esta especial<span class="pagenum"><a name="page_120" id="page_120"></a>{120}</span> mujer es la
-fascinación misma. Sin una sola palabra, el gesto y el movimiento
-fisonómicos dicen todo el argumento; en el poema plástico, el ritmo del
-ademán, revela una infinita potencia en ese arte de excepción. Y lo que
-más maravilla es cómo resulta de todo ese conjunto de detalles
-silenciosos, de esa armonía suma en que los ojos y la boca llevan las
-dos principales voces sin sonido, y de la felinidad de los hombros y
-brazos, y de todo el giro y discurso del cuerpo, el aparecimiento lento
-o subitáneo de sensualidad, malignidad, gracia punzante o aterciopelada,
-dulcísima o amarga lujuria, caricia, zarpazo gatuno, e inconsciencia
-absoluta de su obra terrible y adorable&mdash;, la que según el Eclesiastes,
-que debe haber sabido mucho de estos asuntos, es más amarga que la
-muerte. Para los que no me perdonen este exceso de erudición: la mujer.
-Al mirar mover las mandíbulas y mostrar su finos dientes a la Wiehe,
-creía yo oir un ruido de fresas masticadas, como si estuviese gustando
-corazones. ¡Los que se habrá comido la rubia y rosada gatita del norte!</p>
-
-<p>Al salir del teatro, París se sentó a la mesa. Y la brama y la riqueza y
-la lujuria y el dolor y la alegría y la muerte, también se sentaron con
-él.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-120.png" width="28" height="55" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_121" id="page_121"></a>{121}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="MAIS_QUELQUUN_TROUBLA_LA_FETE"
-id="MAIS_QUELQUUN_TROUBLA_LA_FETE"></a>MAIS &nbsp; QUELQU’UN<br />
-TROUBLA LA FÊTE</h3>
-
-<p class="imgrt10"><img src="images/illus-121.png"
-width="36"
-height="51"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-2 de Agosto de 1900.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-l.png"
-width="80"
-height="78"
-alt="L"
-/></span>AURENT Tahilade, el del «bello gesto», a quien debo muchas atenciones,
-tuvo la amabilidad, el otro día, de invitarme a una fiesta anarquista.</p>
-
-<p>Estaba anunciada una conferencia suya, varios números de poesías y
-canciones y la representación de una pieza de Octave Mirbeau:
-<i>L’Epidémie</i>. El autor haría de actor; Mirbeau representaría el papel de
-<i>maire</i>, en su acto. No podía faltar a tan excelente programa, y fuí
-puntual, a la hora señalada, en la Casa del Pueblo.</p>
-
-<p>Esto es allá, por Montmartre, en el Montmartre que trabaja, en el de los
-obreros, lejos de infectos <i>Cyranos</i> y embrutecedoras <i>Abbayes de
-Thélème</i>. El teatro, lugar de reuniones y conferencias, está situado al
-extremo de un callejón, y el aspecto de la entrada, no es ciertamente
-decorativo. Se ve que es la casa del pueblo, y que el pueblo es pobre.
-En lo interior había ya bastante gente, y a poco, todo<span class="pagenum"><a name="page_122" id="page_122"></a>{122}</span> el recinto
-estaba lleno. El calor era de asar. En los palcos, o especies de palcos,
-había algunas levitas, algunas señoras elegantes. Estaba Natanson, el de
-la <i>Revue Blanche</i>, Faure, otros más. En los bancos de madera, obreros
-con sus familias, viejos trabajadores de barbas blancas, jóvenes de
-rostros enérgicos y decisivos, caras vulgares, caras hermosas, aspectos
-de combatientes y también faces de atormentadores y de bandidos. En las
-paredes se leen inscripciones conmemorativas, nombres de mártires de la
-causa. Noté con cierta sorpresa que estas gentes de la anarquía francesa
-se habían puesto camisa limpia&mdash;los que la tenían&mdash;; otros, con un
-pañuelo al cuello, se arreglaban. En tal ambiente, la democracia no
-«olía mal». La insignia roja estaba en todas las solapas y en los
-corpiños de las mujeres. Se conversaba, y no con grandes gestos ni a
-grandes gritos. Todo el mundo tenía educación, tenía buenas maneras.
-Había jovencitos cuya <i>politesse</i> era notable. Se creería que en el
-momento dado exclamarían con toda corrección: ¿Una bomba de dinamita, s.
-v. p.? Pero también había formidables compadres cabelludos que iban de
-un lado a otro, con aire de fieras. Por fin se alzó el telón, cuando el
-concurso comenzaba a dar muestra de impaciencia. Y en aquel escenario
-feo, remendado de tablas fueron saliendo por orden los recitadores y
-cancionistas. Unos con voz escasa, otros sonoros y tronantes, dijeron la
-desventura de los caídos, las negruras ásperas del hambre, la
-prostitución, el militarismo corrompido, el peso abrumador del capital,
-y la<span class="pagenum"><a name="page_123" id="page_123"></a>{123}</span> esperanza en un día de terribles represalias, la venganza del
-oprimido. A medida que los versos se recitaban o que se detallaban las
-canciones, brotaban de los grupos de oyentes, bravos, interrupciones,
-afirmaciones, o protestas, cuando el concepto no era del todo igual a la
-opinión propia. Apareció la Carriere Xanroff, de la Ópera, y un profundo
-silencio esperó su canto ¡La Ópera! ¿Cuántos de esos oyentes habrían
-estado en la Ópera, siquiera en un día público? La Ópera es para los
-ricos. Y la Carriere-Xanroff les llevaba su aristocrática presencia, su
-voz singular, su arte refinado. Ella ponía también su óbolo lírico en el
-plato de los proletarios. Era conmovedor el espectáculo de los rojos
-enemigos de la sociedad, encadenados por el prodigio de la melodía.
-Estaban encantados; pero sacaban de pronto la zarpa; para aplaudir,
-entre la ovación final, después de un fragmento de <i>Julieta y Romeo</i> de
-Gounod, creo, se gritaba: <i>¡Vive l’anarchie! ¡Vive la Commune!</i> Luego
-apareció una soberbia muchachona a recitar versos revolucionarios.
-Tendría unos quince años, pero estaba desarrollada y bien dotada como la
-Libertad de Chenier. Morena, magnífica máscara y magnífico cuerpo, con
-un poco de conservatorio, pudiera arrostrar la tragedia. Con gran
-entusiasmo se la escucha, y al final se la recompensa con un grueso ramo
-de flores rojas. Y después de la recitación de la joven musa de
-Montmartre, ya está Laurent Tailhade, delante de la mesa, con sus
-papeles y su vaso de agua.</p>
-
-<p>Ya conocéis la fama y la obra de este combatiente,<span class="pagenum"><a name="page_124" id="page_124"></a>{124}</span> un tiempo lírico
-rimador de amorosas liturgias y después implacable sagitario de
-ridículos vicios y vulgaridades sociales. Es el terrible argonauta de
-las Cólguidas burguesas, el explorador del país del <i>Muffle</i>, el autor
-de la célebre frase sobre el «bello gesto» anarquista y a quien una
-bomba hizo perder un ojo a raíz de tan comentado arranque. Tailhade
-comenzó su lectura entre el unánime saludo de su público. No es orador,
-pero su voz clara escandía y lanzaba las palabras de manera que a nadie
-se escapaba un solo detalle. En su discurso con un estilo amargo,
-hiriente y de una crueldad elegante que le ha valido tantos duelos y
-rencores, infligió, a propósito de la pieza de Mirbeau, muy duros
-castigos verbales a las torpezas nacionalistas, a las odiosas pasiones
-de círculos y partidos mezquinos, al antisemitismo irreflexivo y a la
-pacatería patriótica. (<i>¡Vive Zola!</i> interrumpió una voz.) Atacó la mala
-magistratura al lado de la pésima política, y concluyó hablando del
-generoso y fuerte talento de Mirbeau, cuya obra habríamos de celebrar
-dentro de pocos momentos.</p>
-
-<p>Mi gozo en un pozo. La obrita de Mirbeau <i>L’Epidémie</i>, debe ser
-indudablemente admirable leída, pues no son de discutirse la habilidad y
-la maestría estilísticas de este propagador de ideas. Bastaría para
-demostrarlo el <i>Jardín de los suplicios</i>, con su frontispicio que
-contiene una de las páginas más terriblemente «humanas» que jamás se
-hayan escrito.</p>
-
-<p>Mas la representación, con actores ocasionales, entre ellos el mismo
-Mirbeau, fué de muy relativo<span class="pagenum"><a name="page_125" id="page_125"></a>{125}</span> mérito. El público aplaudía porque era la
-pieza de Mirbeau y porque Mirbeau estaba en las tablas. <i>L’Epidémie</i> es
-más bien un diálogo que una pieza teatral; en ella no hay más que una
-sucesión de frases contra la burguesía y sobre todo contra la autoridad.
-Se demuestra, como en una lección sobre objetos, que el pueblo, el pobre
-pueblo, es la constante víctima de las clases favorecidas de la fortuna,
-lo cual no es propiamente una novedad. El <i>maire</i>, los consejeros
-municipales, son caricaturados corrosivamente, sin escatimar lo bufo. Es
-lástima que talento como el de Mirbeau sea esta vez justiciero tan
-solamente por un lado. El pueblo parece siempre bueno, impecable.
-Lucilio el satírico hacía tabla rasa de todo, y al señalar las tachas de
-las personas consulares, no le impedía ver hacia abajo y mostrar los
-defectos del pueblo.</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Primores populi arripuit, populumque tributim.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>El telón bajó al son de la Carmañola. Hubo uno que otro grito, pero el
-todo mundo se levantó en orden. Los ancianos de las grandes barbas, los
-muchachos, las muchachas, todos cantaban, como poseídos de un mismo
-soplo:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Vive le son,<br /></span>
-<span class="i0">Vive le son<br /></span>
-<span class="i0">Du canon!...<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind">y en todos los ojos vi un relámpago, que venía de un cielo de tempestad.
-Y a la luz de ese relámpago<span class="pagenum"><a name="page_126" id="page_126"></a>{126}</span> vi la convicción. Vi espíritus decididos a
-todo, resueltos a todo: hasta el martirio, y el mismo fuego brotaba del
-rostro de la joven hermosa y de la cara del tipo lombrosiano. Así todos
-los sinceros, todos los fanáticos, cristianos o mahometanos, católicos o
-anarquistas. Todavía en la calle, por el aire llegaban a mis oídos vagos
-ecos:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Dansons la carmagnole,<br /></span>
-<span class="i3">Viv’le son...<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Después estuve en una fiesta socialista. Me acompañaba un joven
-argentino, poeta y escritor de talento, el Sr. Ugarte. Fué en el
-<i>Théâtre Civique</i>, cerca de la Plaza de la República. La función era
-también privada, por invitaciones. Había conferencia de Jaurés,
-recitaciones de Sylvain, de la Comédie Française, canciones por los
-mejores cancioneros de Montmartre, y, sobre todo, plato de resistencia,
-la pieza de Marsollau, prohibida en l’Oeuvre: <i>Mais quelqu’un troubla la
-fête</i>. Un lindo teatro el teatro Cívico, extenso, bien acondicionado.
-Estaba también lleno de compañeros y compañeras; pero aquí abundaban las
-levitas, los <i>couplets</i> elegantes, las caras finas de las mujeres. En el
-fondo, es la misma cosa. Allá se trataba del derecho al pan; aquí del
-derecho a la trufa. Allá se llega hasta la propaganda por la acción,
-aquí se leen muchos libros y se hacen diputados. Mas en uno y otro lugar
-existe la convicción de que la máquina está descompuesta. «Hay que
-componerla», dicen aquí. Y allá dicen: «Hay que romperla».<span class="pagenum"><a name="page_127" id="page_127"></a>{127}</span></p>
-
-<p>He allí al sonoro Privas, rey de los cancioneros, con su melena, su
-facha completamente «artista», sentado al piano y lanzando <i>couplets</i>
-que hacen levantar el vuelo a las bandadas de aplausos. Luego Yon Lug,
-cuyo nombre parece el de un mandarín y cuyo aspecto es el de un apóstol
-del arroyo. Simpático cancionero, que los montmartreses conocen,
-familiarmente, allá en su cabaret famoso, de <i>Quat-Z’arts</i>. Con su gran
-voz de sochantre, y con notas de canto llano, dice las glorias de la
-calle:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Ave<br /></span>
-<span class="i0">Pavé...<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind">y la gran voz brota sobre la selva negra de la barba y bajo la copiosa
-montaña de la cabellera.</p>
-
-<p>Se le aplaude y parte haciendo reverencias entre las olas de sus
-inmensos pantalones. Y llega Jehan Rictus, con su cara cristiana y su
-figura toda que han comparado <i>a una lágrima</i>. El lírico argótico, el
-poeta que escribe en lunfardo parisiense, el favorito de los cocheros,
-de las prostitutas, de los miserables, casi no puede dar principio a su
-dicción, pues de las altas galerías le gritan unos que recite una cosa y
-otros otra, y se armó así una de todos los diablos, hasta que Rictus se
-hizo oir: «Sí, diré primero el <i>Revenant</i>, y luego la <i>Complainte</i>.»
-Todos quedaron así satisfechos. El <i>Revenant</i> es Jesucristo. Este
-cancionero originalísimo hace comparecer la divina figura, y en sus
-versos, los labios de los caídos, de los perdidos, hallan manera de
-saludarle con bajas palabras que ascienden por su sencillez<span class="pagenum"><a name="page_128" id="page_128"></a>{128}</span> sentimental
-hasta la categoría de vocablos de laudes y de letanías. En el fondo de
-<i>Le Revenant</i> hay una profunda oración al Doctor de la dulzura. Hubo
-aplausos, y no hubo gritos. Parecería que aquellas gentes meditasen por
-un momento.</p>
-
-<p>Después fué la célebre <i>Complainte des petits déménagements parisiens</i>.
-Y todo el mundo a reir, a aplaudir, a gritar,</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Badadang boum! Badadang d’zing!<br /></span>
-<span class="i0">Janvier, Avril, Juillet, Octobre,<br /></span>
-<span class="i0">Quoi c’est que c’chambarde dans Paris<br /></span>
-<span class="i0">De Montmertre à l’av’nu’du Maine<br /></span>
-<span class="i0">Et d’Lénilmuche à Montsouris?<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Y la serie de versos que burla burlando dejan al paso los más terribles
-vitriolos. Rictus dice sus estrofas con una voz triste, el cuerpo
-inmóvil, los brazos caídos, y la boca contraída por un marcado <i>rictus</i>,
-que quizá le haya dado su nombre de guerra.</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Badadang boum! Badadang d’zing!<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Al fin llegó Jaurés. «El primer orador de Francia», me previene mi
-vecino. El primer orador de Francia me parece por de pronto un obrero; y
-cuando empieza a hablar, un campesino. «Citoyennes et citoyens!...» La
-vocecita no promete nada y el gesto zurdo desanima. Pero no; no pasan
-muchos minutos sin que el orador haya cambiado por completo. Es un
-obrero el que habla, pero un gran forjador,<span class="pagenum"><a name="page_129" id="page_129"></a>{129}</span> un vigoroso herrero de la
-palabra. El discurso brota sin detenciones. No hay una idea que no salte
-limpia y clara, bien martillada, bien lanzada. Trata de la misión social
-del teatro. Es sencillo y es admirable. Lee una página de Diderot,
-comenta, explica, saluda al precursor. Señala el momento en que el
-pueblo empieza a aparecer en los escenarios como persona que obra. Alaba
-a Hauptmann. Analiza el teatro individualista. Se inclina ante la
-venerable y fiera figura de Ibsen. Y ese hombre que al principio os
-parecía de aspecto vulgar, se convierte en un soberbio órgano de
-pensamientos. ¡Cuán lejos las músicas españolas; cuán lejos nuestra
-oratoria de retores! Cuando habla Jaurés, sus ademanes son de quien
-siente la idea viva y asible. A veces parece que forja, a veces que
-amasa, a veces que siembra, en un largo gesto.</p>
-
-<p>Su público le aplaude repetidas veces. Cuando concluye, los vivas
-resuenan. Todo el mundo de pie, canta el himno internacional de
-fraternidad. Un consejero municipal, en el centro de la sala, dice las
-estrofas, y el gran coro, cierto, levanta el espíritu. Allá arriba
-alguien inicia el <i>Ça ira</i>, gran parte del público le acompaña. Otro
-comienza la <i>Carmagnole</i>:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Vive le son,<br /></span>
-<span class="i0">Vive le son,<br /></span>
-<span class="i0">Du canon!<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>&mdash;«¡No!» grita uno de la platea. «Nada de cañones; ¡muera el cañón,
-muera la guerra!» y otro le<span class="pagenum"><a name="page_130" id="page_130"></a>{130}</span> replica:&mdash;«¡No! ¡Viva el son del cañón,
-puesto que necesitamos también de los cañones para demoler al enemigo!»</p>
-
-<p>Se alza el telón, para la pieza de Marsolleau. Teatro simbolista. Como
-en la de Mirbeau, un largo diálogo, sin intriga, sin complicación. Un
-comedor lujoso; una mesa a la cual se sientan un general, un obispo, un
-diputado, un juez, un pequeño propietario, una dama del alto mundo y una
-cortesana. Todo lo principal de la «máquina» social, como veis. Comen,
-ríen, se divierten. De pronto alguien llega a interrumpir la fiesta. Es
-un campesino. Tiene hambre. Su llegada es de un pésimo efecto; ese
-rústico no huele a piel de España ni a rosas de Alejandría. Tiene hambre
-y quiere comer lo que ellos comen. Se le obliga a irse. Él protesta. El
-general quiere echarle y él se subleva contra el general; pero se
-interpone el obispo... y el campesino se inclina, y se va, ante las
-promesas de consuelo ideal y de vida eterna. La fiesta continúa, más
-viva, más alegre aún. El diálogo, en versos muy bellos, es obra de un
-pensador y de un artista. Hay mil detalles que admirar. Alguien
-interrumpe la fiesta otra vez. Es el mismo campesino, pero ya vestido de
-blusa. Es el obrero. Va por su parte, quiere tomar asiento en el
-banquete de todos esos favorecidos, de todos esos grandes. «Vengo por mi
-parte» dice.&mdash;«¿De qué?»&mdash;«¡De todo!» Se le quiere arrojar, pero él se
-encabrita como un bravo caballo. El obispo intercede. Él no le hace caso
-al obispo. «Ya no, dice, ya no creo. Tus palabras no me hacen ya ningún
-efecto.<span class="pagenum"><a name="page_131" id="page_131"></a>{131}</span> Tus promesas me importan poco. Quiero comer, quiero gozar de mi
-parte de dicha en este mundo.»</p>
-
-<p>Y cuando va a apropiarse por la fuerza de los mejores vinos y manjares,
-el diputado interviene.&mdash;«¡Cómo! No debes hacer eso. Para representar
-tus intereses estoy yo, el elegido del pueblo. Yo te defiendo en las
-cámaras, soy quien vela por tus intereses y por tu engrandecimiento.
-Confía en mí.»&mdash;«¡Pero es que tengo hambre!»&mdash;«¡Mañana comerás!» Y el
-obrero, dudoso, se va rezongando entre dientes.</p>
-
-<p>La fiesta continúa. Se cierran las puertas para que nadie pueda llegar a
-turbar la alegría de los dueños sociales. El champaña, los besos, las
-risas, iluminan de gozo el habitáculo de los felices. Para celebrar la
-belleza, el amor, la cortesana va a desnudarse y a ofrecer el
-maravilloso espectáculo del poema divino de su carne. Mas de pronto,
-entre las risas, entre las detonaciones del champaña, se ve por los
-vidrios de un balcón, un relámpago, y otro, y otro, y se oye el ruido de
-un gran viento y un gran trueno. Y a la luz del relámpago, la cortesana
-da un grito, porque ha visto aparecer tras los vidrios una cara pálida,
-horrible, demacrada, la cara de la Miseria, la cara del Hambre. Es de un
-efecto terrible esta simbólica escena.</p>
-
-<p>Como nadie ha visto la visión de la cortesana, la alegría continúa, y la
-visión se repite.</p>
-
-<p>Y la fiesta llega a su colmo, cuando, de pronto, un relámpago más vivo
-se ve, un trueno más rudo<span class="pagenum"><a name="page_132" id="page_132"></a>{132}</span> truena, las arañas caen, las luces se apagan,
-las paredes tiemblan, el pavor se pinta en todos los rostros. Y las
-puertas de la sala ceden a un fuerte empuje, y se abren dando paso a un
-desconocido, a un hombre con el rostro cubierto que con una voz que pone
-espanto clama:</p>
-
-<p>&mdash;<i>¡Mais quelqu’un trubla la fête!</i></p>
-
-<p class="cb">* * * </p>
-
-<p>La tragedia de Monza ha causado honda impresión en Francia.</p>
-
-<p class="cb">* * * </p>
-
-<p>El cha de Persia partirá dentro de pocos días a su estados.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-132.png" width="171" height="133" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_133" id="page_133"></a>{133}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="REFLEXIONES_DE_ANO_NUEVO_PARISIENSE"
-id="REFLEXIONES_DE_ANO_NUEVO_PARISIENSE"></a>REFLEXIONES DE AÑO<br />
- NUEVO &nbsp; PARISIENSE</h3>
-
-<p class="imgrt10"><img src="images/illus-133.png"
-width="34"
-height="84"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-1.º de Enero de 1901.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-a.png"
-width="80"
-height="82"
-alt="A"
-/></span>L salir del teatro (la Noche Buena) París se sentó a la mesa. Y la
-Brama y la Lujuria y la Riqueza y el Dolor y la Alegría y la Muerte
-también se sentaron con él». Al llegar el año nuevo, cuando el mundo
-vuelve la vista al siglo que pasó, hay alguien que hace notar su
-presencia de todas maneras, mientras París no hace sino quitarse su
-traje de color de rosa para ponerse otro color de amaranto: la Miseria.</p>
-
-<p>Peor que la miseria de los melodramas, esta es, cierta, horrible y
-dantesca en su realidad. Y no hay mayor contraste que el de esta riqueza
-y placer insolentes, y ese frío negro en que tanto pobre muere y tanto
-crimen se comete, de manera que, las bombas que de cuando en cuando
-suenan, en el trágico y aislado sport de algunos pobres locos, vienen a
-resultar ridículas e inexplicables. Esto no se acabará sino con un
-enorme movimiento, con aquel movimiento<span class="pagenum"><a name="page_134" id="page_134"></a>{134}</span> que presentía Enrique Heine,
-«ante el cual la revolución francesa será un dulce idilio», si mal no
-recuerdo.</p>
-
-<p>Se ha hecho mucho por aminorar la miseria, desde los buenos tiempos del
-excelente rey Childeberto hasta las actuales donaciones de banqueros
-ricos y <i>quêtes</i> de damas de la aristocracia.</p>
-
-<p>Pero todo es poco en el hoyo obscuro de donde sale tanto clamor y olor
-de muerte. Y además, el buen Dios parece que no estuviese completamente
-satisfecho con las manifestaciones de la caridad elegante. Tal aparentó
-demostrarlo con el bazar fúnebremente célebre que concluyó donde hoy se
-levanta una capilla gracias a la generosidad de una distinguida
-norteamericana que llama la atención con su marido en un sonoro y
-comentado litigio: la condesa Boni de Castellane.</p>
-
-<p>El gobierno por su parte, tiende su protección al pueblo lleno de
-apetito. Y si ya en su tiempo Carlomagno, emperador de la barba florida,
-había ordenado que se consagrase a los pobres exclusivamente la cuarta
-parte de los bienes eclesiásticos, hasta la administración de M. Loubet
-se ha adelantado bastante.</p>
-
-<p>La prensa tiene sus limosneros, Hugues le Roux es uno de ellos, y es
-sabido que Santa <i>Severine</i> es la limosnera mayor.</p>
-
-<p>Al mismo tiempo que la policía conduce a la cárcel a innumerables
-rateros de carbón, combate la mendicidad y emprende saludables <i>râfles</i>
-contra la prostitución callejera y la rufianería profesional.<span class="pagenum"><a name="page_135" id="page_135"></a>{135}</span> Cada día
-se llenan las comisarías de pobres mujeres de los más humildes y bajos
-medios, y de indescriptibles <i>marlous</i>. <i>Chez Maxim’s</i> se continúa en
-los alegres juegos. El Americaine, el Grand Café, todos los lugares
-semejantes continúan con su vaga clientela. La infeliz <i>gigolette</i> de
-los barrios bajos está irremisiblemente condenada. La Sra. Otero es una
-artista: la Srta. de Pougy es una artista y una autora; la Srta. Marion
-de Lorme es una propietaria. Sus amigos, frecuentadores de medios
-elegantes, de círculos y casinos, señores X, I y Z, son conocidos de
-todo el mundo por su miseria moral, por su desvergüenza y su aditamento
-ictiológico. La señora Otero arruinará a varias familias, las Srtas. de
-Pougy y de Lorme llevarán a la locura y al delito a más de un joven de
-buena familia. El caballero X jugará a la mala, y el caballero Z hará
-ostentación del poco honesto origen de sus lujos y derroches. La
-<i>gigolette</i> se prostituye <i>por necesidad</i>... Hace mucho frío...</p>
-
-<p>&mdash;«Diga usted, me dice un pintor tremendo, y hombre tan tremendo como el
-pintor&mdash;, Henry de Groux, el autor del <i>Cristo de los Ultrajes</i>:&mdash;Diga
-usted que la Francia está podrida, que al final del siglo ha hecho ya
-tabla rasa de todo. <i>Finis latinorum.</i> ¡Abyecta muerte!»</p>
-
-<p>Un paralelo iconográfico que tengo ante mis ojos me da más de un
-pensamiento; un paralelo entre la Francia en los comienzos del siglo
-actual.</p>
-
-<p>Bonaparte; primer cónsul, en su caballo de dibujo convencional, con su
-corvo sable, y en el fondo, las<span class="pagenum"><a name="page_136" id="page_136"></a>{136}</span> tiendas de campaña; y M. Emile Loubet,
-fotografía género <i>Nos contemporaines chez soi</i> en espera de Mollard o
-de Crozier, caros al protocolo. No se ha adelantado tanto. Carnot, de
-rostro simpáticamente enérgico, de ojos que revelan grandes propósitos,
-«organizando la victoria», y André el ministro de la guerra que hoy
-provoca por sus disposiciones un movimiento de antipatía en la aliada
-Rusia. No se ha adelantado lo bastante. Fouché y Lépine en la policía,
-Luciano Bonaparte y Waldeck-Rousseau en el ministerio del interior. No
-se ha adelantado gran cosa. El cabriolé ágil y gracioso que asombra al
-sencillo <i>populo</i> y el automóvil de última hornada capaz de recorrer
-todo París en un segundo y de reventar a todos los <i>Cahen d’Anvers</i> de
-la tierra. Se ha adelantado muchísimo. La vieja y pintoresca diligencia,
-«de las largas diligencias» de Mallarmé, y la locomotora <i>coupe-vent</i>.
-No se puede negar: se ha adelantado. Talleyrand en el ministerio de
-relaciones exteriores, y Delcassé. No, no se ha adelantado mucho... A la
-cabeza del ejército Berthier y Brugere: no se ha adelantado maldita la
-cosa! La ópera de la plaza Louvois seca y pelada, y la empingorotada
-ópera de Garnier, abominada por Huyssmans. Es un adelanto. El bulevar de
-los Italianos antiguo, sin circulación y sin edificación, y el de hoy
-con el Pabellón de Hanover modernizado y su movimiento y su vida.
-Adelanto. Si en muchas cosas se ha adelantado, en muchas cosas el siglo
-<small>XX</small> puede salir victorioso de la comparación. Pero en otras. ¡Dios santo!
-En los reinos del pensamiento no estamos<span class="pagenum"><a name="page_137" id="page_137"></a>{137}</span> muy seguros del triunfo. El
-siglo pasado empezó bajo el soplo de la Enciclopedia. El siglo pasado
-empezó con ideales, con miras, con decisiones; el siglo pasado comenzó
-con una fuerza de que se carece hoy: el entusiasmo. ¿En qué vientre de
-madre irá a aparecer el año entrante la preñez que dé al mundo un nuevo
-Víctor Hugo?</p>
-
-<p>Como Atenas, como Roma, París cumple su misión de centro de la luz.
-Pero, actualmente, ¿es París, en verdad, el centro de toda sabiduría y
-de toda iniciación? Hombres de ciencia extranjeros dicen que no, y
-muchos artistas son de opinión igual; pero la consagración no puede
-negarse que la da París, sobre todo, en arte. Y para eso vienen
-D’Annunzio de Italia, Sienkiewicz de Polonia, la Wiehe de Dinamarca, la
-Guerrero de España y Sada Yacco del Japón.</p>
-
-<p>Lo que en París se alza al comenzar el siglo xx es el aparato de la
-decadencia. El endiosamiento de la mujer como máquina de goces carnales,
-y&mdash;alguien lo ha dicho con más duras palabras&mdash;el endiosamiento del
-histrión, en todas las formas y bajo todas sus faces. Es el caso de
-Juvenal: <i>quod non dant proceres, dabit histrio</i>. Hay muchos franceses
-ilustres, muchos franceses nobles, muchos franceses honrados que meditan
-silenciosos, luchan con bravura o lamentan la catástrofe moral. Pero las
-ideas de honor, las viejas ideas de generosidad, de grandeza, de virtud
-han pasado, o se toman como un pretexto para joviales ejercicios.
-Escritores osados como Mirbeau, como Rachilde y Pierre Louys, declaran
-en los pe<span class="pagenum"><a name="page_138" id="page_138"></a>{138}</span> riódicos el adulterio como un <i>uso</i> esencialmente parisiense.
-La antigua familia cruje y se desmorona. Los sentimientos sociales se
-bastardean y desaparecen. Los extranjeros que en los comienzos y aun a
-mediados del siglo pasado venían a París, encontraban hospitalidad,
-amabilidad, algún desinterés. El poeta Guido tenía derecho de venir a
-querer hacerse matar en una barricada. Bilbao el chileno encontraba en
-Lamennais, en Michelet, en Comte, maestros sinceros, bondadosos y
-abiertos. Garibaldi podía ofrecer su espada. Hoy reina la <i>pose</i> y la
-farsa en todo. Apenas la ciencia se refugia en los silenciosos
-laboratorios, en las cátedras y gabinetes de señalados y estudiosos
-varones. La mujer es una decoración y un sexo. El estudiante extranjero
-no encuentra el apoyo de otros días, y desde luego le está cortado el
-ejercicio de su profesión. Los norteamericanos han metido sus cuñas a
-golpe de mazos de oro. La enfermedad del dinero ha invadido hasta el
-corazón de la Francia y sobre todo de París. El patrioterismo, el
-nacionalismo, ha sucedido al antiguo patriotismo, y las nobles simpatías
-de antaño con la Grecia de la independencia, no son las mismas que las
-demostradas con el pobre viejo Krüger y los héroes rústicos del África
-del Sur.</p>
-
-<p>Las ideas de justicia se vieron patentes en la vergonzosa cuestión
-Dreyfus. Pero por todas partes veréis el imperio de la fórmula y la
-contradicción entre la palabra y el hecho. Es esta más que los Estados
-Unidos, a ese respecto, la tierra de los contrastes, <i>the land of
-contrastes</i>, de Muirhead.<span class="pagenum"><a name="page_139" id="page_139"></a>{139}</span></p>
-
-<p>La literatura, ha caído en una absoluta y única finalidad, el asunto
-sexual. La concepción del amor que aun existe entre nosotros, es aquí
-absurda. Más que nunca, el amor se ha reducido a un simple acto animal.
-La despoblación, la infecundidad, se han hecho notar de enorme manera, y
-es en vano que hombres sanos y de buena voluntad como Zola hayan querido
-contener el desmoronamiento haciendo resaltar el avance del peligro.</p>
-
-<p>Mutuamente se han reflejado las literaturas y las costumbres. En todos
-lugares existen vicios de todas clases, desventuras conyugales; pero lo
-terrible en París es que es la norma. Las conclusiones de los libros
-novelescos, las revelaciones de los procesos que todos los días se hacen
-públicos, los incidentes y desenlaces de las piezas teatrales, hacen que
-el ambiente esté completamente saturado de tales doctrinas, y que un
-modo de juzgar las cosas como los excelentes sentimentales de comienzos
-del siglo pasado, sería considerado <i>arriéré</i> y a la papá. En los
-diarios, en el momento en que escribo, se gasta tinta y tiempo
-escribiendo artículos a causa de que el hijo mayor del cómico Guitry, de
-diez y seis años, tiene queridas de trece, con el consentimiento
-maternal, según las cartas del marido. Pues bien, lo malo no es tan sólo
-el hecho, sino la indiferencia que todo acaecimiento de esa clase causa
-en el sentido moral del público, que, cuando más, encuentra eso <i>très
-rigolo</i>. Los moralistas ocasionales publican sendas opiniones, se ríe un
-poco, y se prosigue en la corriente continua que gira en este abismo de<span class="pagenum"><a name="page_140" id="page_140"></a>{140}</span>
-gozo, de belleza y de locura. París da la sensación de una ciudad que
-estuviese soñando, y que se mirase en sueños, o la de una ciudad loca de
-una locura universal y colectiva; loco el gobierno, las cámaras, los
-jueces, las gentes todas, y entre toda esta locura la mujer, en el
-apogeo de su poderío, en la fatalidad de su misión, revelando más que en
-ninguna otra época algo de su misterio extraordinario. El intérprete
-gráfico de tal misterio ha sido indudablemente Rops, y sus terribles
-aguas fuertes secretas son el más serio comentario y el más moralizador
-espectáculo.</p>
-
-<p>Como hago muy poca vida social, tengo todavía el mal gusto de creer en
-Dios, un Dios que no está en San Sulpicio ni en la Magdalena, y creo que
-ciertos sucedidos, como lo del Bazar de Caridad y la singular muerte de
-Félix Faure, son vagas señas que hacen los guardatrenes invisibles a
-esta locomotora que va con una presión de todos los diablos a
-estrellarse en no sé qué paredón de la historia y a caer en no sé qué
-abismo de la eternidad.<span class="pagenum"><a name="page_141" id="page_141"></a>{141}</span></p>
-
-<h2><a name="DIARIO_DE_ITALIA" id="DIARIO_DE_ITALIA"></a>DIARIO DE ITALIA</h2>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-141.png" width="200" height="269" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_142" id="page_142"></a>{142}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_143" id="page_143"></a>{143}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="TURIN" id="TURIN"></a>T U R Í N</h3>
-
-<p class="imgrt"><img src="images/illus-143.png"
-width="26"
-height="41"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-11 de Septiembre de 1900.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-d.png"
-width="80"
-height="79"
-alt="D"
-/></span>EL hervor de la Exposición de París, bajo aquel cielo tan triste que
-sirve de palio a tanta alegría, paso a esta jira en la tierra de gloria
-que sonríe bajo el domo azul del más puro y complaciente cielo. Estoy en
-Italia, y mis labios murmuran una oración semejante en fervor a la que
-formulara la mente serena y libre del armonioso Renán ante el Acrópolis.
-Una oración semejante en fervor. Pues Italia ha sido para mi espíritu
-una innata adoración; así en su mismo nombre hay tanto de luz y de
-melodía, que, eufónica y platónicamente, paréceme que si la lira no se
-llamase lira, podría llamarse Italia. Bien se reconoce aquí la antigua
-huella apolónica. Bien vinieron siempre aquí los peregrinos de la
-belleza, de los cuatro puntos cardinales. Aquí encontraron la dulce paz
-espiritual que trae consigo el contacto de las cosas consagradas por la
-divinidad del entendimiento, la visión de suaves paisajes, de
-incomparables firmamentos, de mágicas auroras y<span class="pagenum"><a name="page_144" id="page_144"></a>{144}</span> ponientes prestigiosos
-en que se revela una amorosa y rica naturaleza; la hospitalidad de una
-raza vivaz, de gentes que aman los cantos y las danzas que heredaron de
-seres primitivos y poéticos que comunicaban con los númenes; y la
-contemplación de mármoles divinos de hermosura, de bronces orgullosos de
-eternidad, de cuadros, de obras en que la perfección ha acariciado el
-esfuerzo humano, conservadoras de figuras legendarias, de signos de
-grandeza, de simulacros que traen al artista desterrado en el hoy
-fragancias pretéritas, memorias de ayer, alfas que inician el alfabeto
-misterioso en que se pierden las omegas del porvenir. Bendita es para el
-poeta esta fecunda y fecundadora tierra en que Títiro hizo danzar sus
-cabras. Aquí vuelan aún, ¡oh, Petrarca! las palomas de tus sonetos.
-Aquí, Horacio antiguo y dilecto, has dejado tu viña plantada; aquí,
-celebrantes egregios del amor latino, nacen aún, como antaño, vuestras
-rosas, y se repiten vuestros juegos y vuestros besos; aquí, Lamartine,
-ríen y lloran las Graziellas; aquí, Byron, Shelley, Keats, los laureles
-hablan de vosotros; aquí, viejo Ruskin, están encendidas las siete
-lámparas, y aquí, enorme Dante, tu figura sombría, colosal, imperiosa de
-oculta fuerza demiúrgica, sobresale, se alza ya dominando la selva
-sonora, los seres y las cosas, con la majestad de un inmenso pino entre
-cuyas ramas se oye la palabra oracular de un dios.</p>
-
-<p>Recorreré la divina península, rápidamente, en un vuelo artístico, como
-un pájaro sobre un jardín. No esperéis largos e inquietantes solos
-poéticos y sentimentales.<span class="pagenum"><a name="page_145" id="page_145"></a>{145}</span> <i>Solos</i>, en el sentido criollo, ni de
-ruiseñor. Comenzaré diciéndoos, por ejemplo, cómo salí de París en un
-tren del P. L. M., una alegre noche, en compañía de un caballero
-argentino, a quien me acababan de presentar y que llevaba el mismo
-itinerario mío. ¿Conocéis esos admirables <i>paniers</i> que venden en las
-estaciones francesas, verdaderos estuches culinarios que dicen los
-laúdes de la previsión humana? En esas preciosas cajas se contiene desde
-el pollo hasta el mondadientes, pasando por el vinillo y el agua mineral
-y saludando los varios fiambres y postres. Canto estas ricas cosas
-epicúreras. <i>Gaudeamus igitur.</i> Y entre el jamón y la manzana, mientras
-unos señores franceses pretenden iniciar un sueño, mi compañero criollo
-y yo somos los mejores amigos. Charlamos, recordamos, reímos, hacemos un
-poco de Buenos Aires, mas hay que descansar, y a nuestra vez, cerramos
-los ojos, al son de la música de hierro del tren. Os recomiendo que
-hagáis la observación si no la tenéis ya hecha. Hay en el traqueteo
-acompasado de los vagones, en ese ruido rudo y metálico, todas las
-músicas que gustéis, con tal de que pongáis un poco de buena voluntad.
-La sugestión luego es completa y casi tenéis la seguridad de que una
-orquesta o una banda toca no lejos de vosotros, en algún carro vecino.</p>
-
-<p>Al son, pues, de esa orquesta, me duermo, o nos dormimos. Muy buenas
-noches.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Al día siguiente, en Modane, se llega al dominio italiano. Queda atrás
-la sierra de la dulce Francia y<span class="pagenum"><a name="page_146" id="page_146"></a>{146}</span> se posesiona uno de la dulcísima
-Italia. Los <i>carabinieri</i> pasan, con sus colas de pato y sus pintorescos
-bicornios. El tren bordea la ciudad, a la luz de un sol nuevo y
-cariñoso, que nos ofrece la mejor vista de la Vanoise y la ondulación
-graciosa y la vegetación y cultivo del valle del Arc. Los Alpes nos
-hacen recordar los Andes.</p>
-
-<p>Poco después entramos al famoso túnel de Mont Cenis, y a su extremo, nos
-encontramos en Bardonachia. Flores recién abiertas, azul fino de un
-zafiro glorioso, casitas de estampa, ojos que saben latín de Virgilio y
-bocas que sonríen al ofrecernos café con leche y uvas de las próximas
-viñas. Delicioso paisaje, deliciosas muchachas, delicioso Virgilio,
-deliciosa copa de leche y uvas frescas.</p>
-
-<p>El tren corre, sofocándose, pasa túneles y túneles. En los flancos de
-las montanas se ven, cargadas de fruto, las viñas frondosas. En todo el
-trayecto casi no se advierte un solo animal. Apenas allá, en un
-vallecito, al paso, divisamos unas cuantas cabras conducidas por su
-pastor. Más adelante, cuatro o cinco vacas. Gentes de estas Europas, que
-vais a las lejanas pampas en busca de labor y de vida, ¡cómo se explican
-aquí harto elocuentemente, los furiosos atracones de carne con cuero y
-de asado al asador, con que os regodeáis allá, bajo el hospitalario sol
-de América, en la buena y grande Argentina! Entre estos hondos valles,
-entre estos amontonamientos ciclópeos de rocas, no turba el silencio ni
-un mugido, no saluda al sol con su fuerte tuba el toro.<span class="pagenum"><a name="page_147" id="page_147"></a>{147}</span></p>
-
-<p>Estaciones pequeñas y más estaciones, hasta que se abre más el ancho
-valle, y allá, en su altura, como un juguete, la Superga, nos anuncia
-que hemos llegado a Turín.</p>
-
-<p class="r">
-12 de Septiembre.<br />
-</p>
-
-<p>Turín, nombre sonoro, noble ciudad. Severa, «un poco antigua», como el
-español caballero de Gracia, aparece, para quien viene de enormes y
-bulliciosos centros, tranquila y como retrasada. Mas luego sus calles
-bien ordenadas y bien limpias, sus distintos comercios, sus plazas, sus
-numerosos tranvías eléctricos, os demuestran la vida moderna. Después
-sabréis de sus ricas y florecientes industrias, si es que no habéis
-visto allá en la Exposición de París el triunfo de los telares
-turineses.</p>
-
-<p>Aquí se comienza a ver que hay una Italia práctica y vigorosa de trabajo
-y de esfuerzo, además de la Italia de los museos y de las músicas.</p>
-
-<p>Notamos en los edificios públicos banderas con lazos de luto. Es que
-ayer ha entregado el duque de Aosta, en nombre del rey Víctor Manuel, a
-la ciudad de Turín, la espada, las condecoraciones, el yelmo del difunto
-Humberto. Pobre monarca de los grandes bigotes y de los ojos terribles,
-que ocultaba tras esa apariencia truculenta un bello corazón, según me
-dicen casi todas las personas con quienes tengo ocasión de hablar.</p>
-
-<p>Turín, noble ciudad. Aquí todo es Saboya. No hay monumento, no hay vía,
-no hay edificio que no os hable de la ilustre casa.<span class="pagenum"><a name="page_148" id="page_148"></a>{148}</span></p>
-
-<p>He visitado la Pinacoteca. La primera sala está llena de príncipes de
-esa familia, desde la entrada, en donde un admirable retrato de François
-Clouet perpetúa la figura de Margarita de Valois, hija de Francisco I y
-mujer de Emanuel Filiberto, duque de Saboya. Nada más sugerente que esta
-pintura en que esa princesa, que podría ser una priora, parece hablar
-por toda una época. Así el retrato cercano, de Carlo Emanuel I, duque de
-Saboya, obra del Argenta, que representa al principito de diez años,
-exangue, casi penoso, apoyado en la cabeza de su enano.</p>
-
-<p>El museo es grande y posee verdaderas riquezas. El catálogo oficial,
-Bædeker u otro libro semejante, os dirá el nombre del fundador, el año
-de la fundación, y datos semejantes. Yo os diré lo que me ha atraído,
-detenido o encantado en la rápida visita. Ante todo, los primitivos, que
-ya en la sala segunda están representados. Confieso no sentirme
-fascinado ante la célebre Virgen con el Niño, de Barnaba da Modena, pero
-Macrino d’Alba en más de uno de sus cuadros me hace sentir la impresión
-de su arte, así como Defendente Ferrari me cautiva con los <i>Esponsales
-de Santa Catarina</i>, y el <i>Giovenone</i> me para, con su Madona entronizada
-y sus místicos acompañantes. En la sala tercera, casi toda ocupada por
-Gaudenzio Ferrari, hay muchas cosas bellas, pero lo que principalmente
-admiro, al paso, es la Madona, Santa Ana y el Niño, en que el concepto
-de la religiosidad unido a un ingenuo don de humanidad, forman la
-excelencia de la obra artística.<span class="pagenum"><a name="page_149" id="page_149"></a>{149}</span> La figura de María sola es un delicado
-y maternal poema.</p>
-
-<p>En la sala tercera está el dos veces divino Sodoma, pintor de nombre
-maldito y de incomparables creaciones de vida y de idealidad. La
-idealidad está en su <i>Sacra familia</i>, con su pura y espiritual Madona y
-el Dios Niño que juega; la vida en carnaciones estupendas como ese seno
-de esa abrasante Lucrecia que en vez de la puñalada atrae el beso. Ante
-este cuadro no puedo menos que recordar una reciente polémica, entre los
-señores Groussac y Schiaffino. Este muy distinguido amigo mío, señalaba
-a su terrible contendiente el error de haber confundido en una ocasión
-una tabla con una tela. La cosa parecerá muy rara, pero al gran Vasari
-le sucedió lo mismo. Hablando del cuadro la <i>Morte di Lucrezia</i>, del
-Sodoma, dice el actual director de la Pinacoteca, Sr. Bandi di Vesme:
-«Vasari lo annovera fra quelli eseguiti dal Sodoma nei suoi bei tempi:
-«Similmene... una <i>tela</i> que fece per Assuero Retori de San Martino,
-nelle quale e una Lucrezia Romana che si ferisce, mentre e tenuta dal
-padre e dal marito: fatta con belle attitudine e bella gracia di teste».
-«<i>L’aver il Vasari chiamato questo cuadro una tela</i>», mentre dipinto su
-legno, e una semplice inavvertenza, se pure non e per errore di stampa
-che la edizione del Vasari hanno «tela» per «tavola».</p>
-
-<p>Hay también del Sodoma, en esta misma sala, una <i>Madona e quattro santi</i>
-de señalado mérito.</p>
-
-<p>No dejaré de nombrar un cuadro de tema semejante, de Bernardino Lanino,
-en que, con el encanto<span class="pagenum"><a name="page_150" id="page_150"></a>{150}</span> del suave color y del dibujo, se anima sobre
-todo una sensual Santa Lucía que es una de las representaciones
-femeninas más atrayentes que se puedan señalar en todas las galerías del
-mundo.</p>
-
-<p>En la sala quinta, una <i>Abadesa</i> de Giovanni Antonino Molinari. En la
-sexta, sobre un fondo de oro, un ángel de Frate Angelico canta toda la
-primitiva gracia, la ingenua virtud de la concepción y ejecución
-prerafaelitas. Una deliciosa Madona del mismo, con el bambino. Observo
-que para poder rezar convenientemente delante de estas pinturas, sería
-preciso un libro de horas escrito en verso por Dante Gabriel Rossetti, o
-un antifonario de Ruskin, o de su vicario francés Robert de la
-Sizerenne. Otra Madona. ¡Descubríos! La hizo Sandro Botticelli. Es la
-pintura simple y al propio tiempo intensa y profunda que habéis oído
-celebrar por tantos aedas del arte moderno, que levantaron a su mayor
-gloria los prerafaelitas ingleses y que todos los <i>snobs</i> y <i>prigs</i> del
-mundo se creyeron en el deber de admirar hasta el delirio.</p>
-
-<p>Hay otro Botticelli, ante el cual largas horas debe haber pasado
-Burne-Jones y el viejo profeta de las Piedras de Venecia. Es <i>El viaje
-del hijo de Tobías</i>. Es el mismo expresivo amaneramiento de los gestos,
-la traducción del íntimo sentido por la remarca de las actitudes, el
-vago énfasis del estilo y la certeza de los lineamientos. Los dos
-arcángeles de la composición son hermanos de las figuras alegóricas de
-la «Primavera». Miguel precede, armado de su espada. Una madona de Credi
-me disputa el<span class="pagenum"><a name="page_151" id="page_151"></a>{151}</span> tiempo con un Tobías y el arcángel Rafael, de los
-hermanos Benci del Pollainolo. (Con este cuadro comete también el error
-Vasari, de confundir tela con tabla.)</p>
-
-<p>Imposible observar tanta y tanta obra meritoria. Mas en la sala séptima
-me inclino delante del Mantegna, con su «Madona con il Bambino e sei
-Santi», ante varios Tizianos; en la octava, Donatello llama con una
-Madona bajo-relieve en mármol y alegran los ojos las fiestas de color de
-los esmaltes de Constantín. No veo sino de un vistazo la sala nona, de
-pequeñas dimensiones y que contiene algunos grabados y dibujos de
-distintas épocas y de diferentes escuelas. Y en la sala décima al entrar
-me impide continuar más adelante por algunos minutos. ¿Y una
-«Visitación» de Vander Weyden, en que una idea naturalísima se traduce
-tan poéticamente? Y Memling con su tumultuosa «Pasión». Y un desfile de
-maestros: Teniers, Brueghel, Jordaens, Van Dyck: «Tres gracias», de la
-escuela flamenca, que recuerdan las tres comadres brutalmente
-encarnadas, de Rubens, en el Museo del Prado, y varios cuadros de ese
-artista, entre los cuales el retrato notabilísimo de un «Magistrado
-flamenco.»</p>
-
-<p>En la sala undécima impera Van Dyck, con el cuadro que para muchos es el
-mejor de todos los suyos, el grupo de «Los tres hijos de Carlos I de
-Inglaterra». Los principitos fueron pintados con trajes lujosos, y todos
-tres parecen hembras. La vida les anima; y es admirable la que hay en el
-noble animal que les acompaña. Según está escrito, el<span class="pagenum"><a name="page_152" id="page_152"></a>{152}</span> rey no estuvo muy
-contento de la obra por motivos mediocremente domésticos. El conde Cisa,
-decía en carta al duque Víctor Amadeo I... «Le roy estoit fasché contre
-le peintre Vendec, pour ne leur avoir mis leur tablié, comme on
-accoustume aux petits enfans»... A este cuadro acompañan otros tantos
-del mismo Van Dyck y varios de Teniers, de Brueghel y otros.</p>
-
-<p>En la sala duodécima hay varios holandeses y alemanes. Se impone al
-instante un retrato de «Desiderio Erasmo», de Holbein, que estuvo en el
-Louvre durante la dominación francesa. Hoy Turín está orgullosa de su
-reconquista y dice: <i>Hic Jacet Erasmos qui quondam pravus erat mus</i>.</p>
-
-<p>Los españoles tienen representación honrosa en la sala duodécima, pero
-es poco y de relativo valor lo que hay de Velázquez, Murillo, Ribera y
-Sánchez Coello. Envío mi pensamiento a aquel soberbio tesoro de Madrid
-que constituye, en el Museo del Prado, la sala Velázquez. Hay aquí del
-gran maestro dos retratos, uno es uno de tantos Felipes Cuartos que
-produjo su pincel. Del Españoleto hay un San Jerónimo. De Murillo el
-retrato de un niño; una de las repetidas Concepciones y cierto expresivo
-busto de capuchino. Sánchez Coello ha dejado con su singular manera la
-imagen de la joven reina que más tarde retratara Van Dyck en su vejez:
-Isabel Clara Eugenia de Austria.</p>
-
-<p>Y en la sala décimotercia dos preciosos retratos de Coypel; el busto de
-mujer de la Vigée Le Brum tan popularizado por las reproducciones; y en
-la<span class="pagenum"><a name="page_153" id="page_153"></a>{153}</span> décimocuarta, entre cien cosas, el estupendo autorretrato de
-Rembrandt, hecho de sombra y vida; y apenas hay un momento para el
-naturalismo rústico de Paul Potter; y en la décimoquinta magistrales
-paisajes, entre los cuales de Ruysdael. En la décimosexta sonríe el
-Caravaggio con su <i>Sonatore di liutto</i> y os llama Gentileschi con una
-Anunciación; y Vanni hace perdurar la voluptuosidad de la más tentadora
-Magdalena que pueda un pincel pintar y un hombre amar. En la
-decimoséptima Albani, en varios cuadros, renueva el mito de</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Il bello Hermafrodito adolescente,<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind">como dice el verso de D’Annunzio. El Domenichino y Guido Reni y Albani,
-llenan esta sala con bellas mitologías, a que Carracci y Guercino oponen
-sus representaciones cristianas. En la decimoséptima se impone el grupo
-de Apolo y Dafne, y la figura del dios crinado, de un colorido vivo y
-luminoso, sobresale de manera vencedora. Del Guercino hay en la
-décimoctava un <i>San Paolo Eremita</i> que recuerda una igual tela
-hagiográfica de Velázquez. Ambos grandes ingenios, poseídos más o menos
-del fervor cristiano en la interpretación de los santos, demuestran que
-no les es indiferente la naturaleza muerta: las galletas de ambos
-cuervos solícitos, en ambos cuadros, son admirables y suculentas de
-verdad. En la décimonona todas las miradas y contemplaciones son para la
-riquísima <i>Danae</i> del Veronese, a pesar de los grandes cuadros vecinos.
-En la vigésima no dejéis de inclinaros ante el Veronese y Tiépolo,<span class="pagenum"><a name="page_154" id="page_154"></a>{154}</span> y en
-la última soportad las varias batallas de Huchtemburg en que la mancha
-roja y el caballo blanco del príncipe Eugenio de Saboya aparecen
-irremisiblemente.</p>
-
-<p class="r">
-15 de Septiembre.<br />
-</p>
-
-<p>Anoche he presenciado la llegada del duque de los Abruzzos a su buena
-ciudad de Turín. Turín es la villa de los Saboyas, la verdadera ciudad
-del <i>Fert</i>. Con gran entusiasmo fué recibido el joven explorador, entre
-calles de aplausos y bajo arcos de vivas. Como yo alabase la audacia
-brava y el peligroso <i>sport</i> de su alteza, indudablemente enamorado de
-la gloria y de la ciencia, me dijo un distinguido caballero turinés,
-mientras los cocheros rojos conducían al príncipe, a los Aosta y al
-capitán Cagni:</p>
-
-<p>&mdash;«Todo está muy bien. Pero ¿qué provecho práctico trae a Italia el
-hecho de este joven que se gasta una buena serie de miles de liras y
-pierde dos dedos en una exploración de la que no ha sacado sino ir un
-poco más sobre el hielo que Nansen? La empresa es insegura, fantástica y
-poco probable.»</p>
-
-<p>Señor, contesté a mi interlocutor, todas las grandes y geniales empresas
-son por lo general fantásticas, inseguras, poco probables: y vuestro
-compatriota el genovés Colón es una prueba de ello. Poco ha perdido el
-duque con perder dos dedos en donde muchos, hasta su compañero Querini,
-han perdido todo el cuerpo. Por otra parte, todo eso vale más<span class="pagenum"><a name="page_155" id="page_155"></a>{155}</span> que las
-ocupaciones generales de sus colegas: ver correr caballos flacos,
-fusilar pichones, agitar raquetas y disputarse pelotas, a la manera
-imperante de los ingleses, fomentar la cría de perros y entretenimiento
-de señoritas joviales. El duque de los Abruzzos, a quien he visto en
-Buenos Aires muy simpático y muy gentil, en esa obra de valor y de
-singularidad, ha interpretado a su manera el <i>Sempre avanti Saboia</i> de
-su casa. Además le debemos que los estados Unidos, por medio de uno de
-sus órganos de más páginas y de mayor tiraje, se haya admirado de que un
-latino haya puesto antes el pie en un lugar que no ha sido hollado por
-anglosajones. Lo cual debe mortificar al Sr. Demolins y alegrar a mi
-amigo Arreguine.»</p>
-
-<p>El duque pasó entre las sonoras ovaciones. Buen aspecto, aunque se nota
-en él las durezas de la vida de la invernada. A su lado iba Cagni,
-verdadero héroe del viaje. En la estación he visto a la risueña y bella
-novia de Cagni, y al viejo general su padre. No he podido menos que
-pensar en los que quedaron allá en la nieve, en la soledad, en la muerte
-irremisible...</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Comida con el <i>onorevole</i> Gianolio, y otras distinguidas personas; un
-<i>avvocato</i> y el decano de notarios turineses. El diputado es un
-excelente y filosófico caballero, que entre sus barbas llenas de años
-deja salir las más sesudas razones; y junta a una cortesía un tanto
-campechana, la más sincera<span class="pagenum"><a name="page_156" id="page_156"></a>{156}</span> amabilidad. No conoce bien la Argentina,
-pero tiene informes de sus riquezas, de su hospitalidad, del desarrollo
-fabuloso de Buenos Aires. Se sorprende cuando se le habla del número de
-italianos que hay en nuestra capital, lo cual demuestra que no todos, en
-el parlamento, están aquí muy al tanto de estos asuntos. Hablamos
-política, estadística, un poco, muy poco de literatura, pues el elemento
-no es propicio, a pesar de estar a la mesa un par de hermosos ojos
-italianos. Mi calidad de poeta ¡a Dios gracias! permanece incógnita, y
-un madrigal comenzado se desvanecería al olor de la <i>fonduta</i>. ¡La
-<i>fonduta</i>! ¿no sabéis lo que es esto, el plato especial de Turín, rubio
-como el oro, apetitoso y perfumado de trufas blancas?</p>
-
-<p>No sé cómo el señor de Ámicis, que aquí reside, ha conservado sus
-cualidades plañideras y sentimentales a pesar del frecuente encuentro
-con esta invención que es gozo de los ojos y del paladar. La <i>fonduta</i>
-va custodiada de un chianti noble y de un barolo viejo que exigen
-respetuosas inclinaciones.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Paseo por las galerías de la ciudad, por la vía Roma, y entramos con mi
-compañero de viaje, al Giardino Romano, teatro estival bastante
-desmantelado. Impera aquí también el café-concert. Y pensamos en el
-Casino de Buenos Aires, cuando después de varios números deplorables,
-salen los dos Colombel, que acabamos de ver en el Alcázar d’Été de
-París, y nos gratifican con la romance, la romance... <i>¡la romance du
-Muguet!</i><span class="pagenum"><a name="page_157" id="page_157"></a>{157}</span></p>
-
-<p class="r">
-16 de Septiembre.<br />
-</p>
-
-<p>Los monumentos de Turín, confieso realmente, no me fascinan. Por todas
-partes estos políticos, estos generales, estos príncipes, me aguan la
-fiesta ideal que busca mi espíritu. Estos políticos son demasiado
-conocidos y demasiado cercanos para que interesen a quien busca en
-Italia sobre todo el reino de la Belleza, de la poesía, del Arte. Por lo
-tanto, saludo con respeto al héroe Pietro Mica, a los hábiles y
-esforzados patriotas y a los Saboyas de bronce, y me detengo ante el
-monumento del Mont-Cenis, que, con su idea ciclópea, dice a mi alma, en
-su simbolismo, más cosas que las que me puede decir el ilustre Mazzini y
-el no menos ilustre Cavour.</p>
-
-<p>En el parque&mdash;porque es un parque, aunque le llamen jardín&mdash;del
-Valentino, deleitan las gracias de una acariciante naturaleza. El Po que
-corre bajo los arcos de los puentes, pacíficamente; los montes cercanos,
-feraces, cultivados, coronados por la Superga, sembrados de villas y
-casitas. En la tarde dulce cae con la luz una paz y una melancolía que
-hacen nacer luceros en el alma. Dichosa gente la que a la orilla de este
-viejo río vive la perpetua juventud que se revela en la hermosura de
-estos espectáculos.</p>
-
-<p>Al ponerse el sol vuelven al club los <i>yachtmen</i> que se ejercitan en su
-<i>rowing</i>. Unos pescadores recogen sus cañas.</p>
-
-<p>Antes he tenido tiempo de visitar un castillo medioeval<span class="pagenum"><a name="page_158" id="page_158"></a>{158}</span> que se ha
-dejado para los turistas, desde que se construyó, con motivo de la
-exposición de 1884. Es algo mejor que lo realizado por Robida en el
-Viejo París. Todo, hasta los menores detalles interiores y exteriores,
-dan la ilusión de un retroceso a la vida del siglo XV. Quisiera uno tan
-solamente que los ferreros que abajo trabajan con gran habilidad sus
-obras de un arte injustamente venido a menos, vistiesen y hablasen como
-en lo antiguo.</p>
-
-<p class="r">
-17 de Septiembre.<br />
-</p>
-
-<p>Por el funicular que hay que tomar atravesando el Po, se va a la
-Superga. Es ésta, como sabréis, una iglesia construída en lo más
-empinado de la altura, al oriente de Turín.</p>
-
-<p>Los trenes van jadeantes, en un camino que refresca la sombra y la
-verdura de los árboles. El domo corona soberbiamente el monte. Ese
-templo para águilas es una tumba de príncipes. Allí, en la cueva
-fúnebre, están los huesos de muchos miembros de la casa reinante. Es lo
-que, artísticamente, se va a visitar con mayor interés, a causa de uno
-que otro hermoso mausoleo. Nada más impresionante que un simple nicho en
-que se guarda la corona que las lavanderas de España enviaron a la buena
-reina doña María de la Gloria, esposa de Amadeo.</p>
-
-<p>Vasto y magnífico panorama, desde la eminencia. A lo lejos los Alpes,
-que el sol llena de luz; el Levanna, el Roche Melon, la punta de nieve
-del Mont-Rose.<span class="pagenum"><a name="page_159" id="page_159"></a>{159}</span> Más cerca los campos que divide el Po en su curso, en
-que las ciudades y pueblos se miran como cajas de juguetes de Nuremberg;
-las ondulaciones de las verdes colinas, los senos de los valles, el Viso
-erguido, y Turín allí cerca, corona del Piamonte. Comienzan a asediar
-los vendedores de tarjetas postales y los solicitadores de <i>buona
-mancia</i>. Todavía no he encontrado, ¡asombraos! ingleses. Pero los
-siento. Ellos han de aparecer dentro de poco, ineludibles andadores,
-doctores oxfordianos en Bædeker, compradores de pisapapeles de
-alabastro, o prigs que asedian a los primitivos.</p>
-
-<p>Turín está solitario ahora, y paréceme que ha de ser triste siempre. Las
-gentes de pro andan en el veraneo. Las que quedan, por negocio o por
-necesidad, parecen muy tranquilas y poco ruidosas. Por las calles hay
-escasa circulación. En la noche las galerías están sin vida, con
-excepción de una que otra en que se ven militares y burgueses que se
-pasean. Las mujeres que encuentro no se parecen a las italianas de mi
-imaginación. Luego, son hasta las que se diría dedicadas a una
-existencia poco austera, escasamente expansivas y hasta serias, Turín,
-convengamos, es una ciudad muy honrada. Reconozcamos estas condiciones a
-Turín.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-159.png" width="32" height="62" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_160" id="page_160"></a>{160}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_161" id="page_161"></a>{161}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="GENOVA" id="GENOVA"></a>GÉNOVA</h3>
-
-<p class="imgrt"><img src="images/illus-161.png"
-width="41"
-height="40"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-19 de Septiembre.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-g.png"
-width="80"
-height="79"
-alt="G"
-/></span>ÉNOVA la Superba no parece a primera vista una ciudad grata. La masa
-urbana es ciertamente soberbia, cuando se ve a la llegada, desde el
-tren, en San Pietro D’Arena. Mas ya de cerca, esas casas altas, con las
-cien manchas verdes de sus ventanas, esas casas descuidadas, esos
-barrios sucios, nos dan la impresión marcada de una higiene en olvido,
-de una aglomeración de conventillos. De algunas ventanas se cuelgan
-ropas a secar, como en España. Ciertos rincones y ciertas callejuelas
-tienen el mismo cariz de algunos puntos de la Boca. La parte vieja de la
-ciudad es tortuosa, descuidada. En lo nuevo, se alzan construcciones, se
-demuelen muros antiguos y se inician casas y palacios.</p>
-
-<p>Vasto puerto, y relativamente escaso movimiento. Las fortificaciones
-dominan, en las alturas. Castellaccio, Begato, San Benigno, llenos de
-cañones. La ciudad, a la orilla del mar, sube hacia los montes.<span class="pagenum"><a name="page_162" id="page_162"></a>{162}</span> Ciudad
-comerciante y marinera, aun conserva el orgullo de antaño y procura
-mantener su vitalidad y su energía, guardando sus viejos recuerdos de
-conquistas y de guerras, cuando sus estandartes fueron vencedores, o en
-tiempos de duros reveses.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Vía Garibaldi. La calle es estrecha, sus aceras flanquedas de palacios
-históricos. Piedras de siglos, vetustos portones en donde podéis ver
-esculpidas las armas heráldicas. Ahí está el palacio Rosso, regalado por
-la duquesa de Galiera a la ciudad y que contiene valioso tesoro de arte.
-Entre lo principal, un retrato del marqués de Brignole-Sale, de Van
-Dyck, un Durero, y una copia muy buena del San Juan de Leonardo que hay
-en el Louvre. En el Palazzo Bianco que está en frente, hay también obras
-excelentes. No puedo, dado el plan de este diario, ni citar todo lo que
-me interesa; pero me es imposible callar mi gozo ante un antifonario de
-Neroni que se guarda en esta casa, entre muchas riquezas dignas de la
-mayor atención.</p>
-
-<p>He visitado la Catedral, en la vía San Lorenzo. Por ella ha pasado lo
-romano, lo gótico, el renacimiento. La fachada gótica es de una
-imponente hermosura; en ella alternan mármoles blancos y negros;
-adórnanla leones y variadas labores y calados. Piadosos e ingenuos
-escultores trecentistas han dejado figuras y símbolos. Es hasta ahora,
-la más venerable fábrica que hayan visto mis ojos en la tierra de
-Italia.</p>
-
-<p>Soberbio es, asentado en la Piazza Nuova, el<span class="pagenum"><a name="page_163" id="page_163"></a>{163}</span> palacio Ducal, en que hoy
-trabajan oficinas del gobierno; y en varias calles os dicen grandezas de
-lo pasado los palacios Doria, Spínola, Parodi, Gambaro y Cataldi.
-Génova, la de los suburbios infectos, está llena de mármol y de orgullo.</p>
-
-<p>El palacio Rosozza, es un lugar deseable para la realización de una vida
-de amor. Está dominando el mar, y a sus espaldas se extiende, en la
-colina, un jardín bellísimo lleno de verdura y de flores, en donde los
-chorros de agua dicen rimas de D’Annunzio. Y más palacios, y más villas,
-sobre la ciudad que a la orilla del Mediterráneo mantiene el renombre de
-sus comerciantes y de sus armadores.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Tengo la mejor idea de los genoveses. Parécenme amables, obsequiosos,
-atentos. No he podido certificar si tienen doblez o falsedad. No he
-hecho ningún comercio con ninguno. Y el mal humorado padre Alighieri
-creo que exageró cuando deseaba para ellos tantas terribles cosas:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Ahi genovesi, uomini diversi<br /></span>
-<span class="i0">D’ogni costume, e pien d’ogni magagna<br /></span>
-<span class="i0">Perché non siete voi del mondo spersi?<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Las genovesas que he visto, son esbeltas, garbosas, gentiles, de grandes
-ojos que se han embriagado de mar y de cielo.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Paseo por la rada. El agua está serena y el horizonte está «histórico»
-como diría Roberto Montesquiou.<span class="pagenum"><a name="page_164" id="page_164"></a>{164}</span> Amarrados a los muelles, los barcos
-descansan, esperando sus cargas. Un acorazado italiano, el Garibaldi,
-está de estación. Al lado, están remendando la cáscara de hierro de un
-buque de guerra turco. Advierto que en una de las planchas de popa, un
-salaz obrero sin duda, ha pintado, con tiza, con visible irrespeto por
-la media luna, una figura obscena que cualquiera puede notar de lejos.</p>
-
-<p>El bote que me conduce se dirige al lado opuesto, hacia la barrera de
-piedra que se ha alzado a la rabia del mar, y que éste en ocasiones ha
-mordido y despedazado por algunos puntos.</p>
-
-<p>Hermoso de toda hermosura el panorama de la ciudad, recostada sobre su
-vasto anfiteatro, dorada por el sol que se pone. Es una tarde azul
-acariciada de fuego. Las alturas se destacan como labradas sobre el
-cielo. En el Rhighi, comienzan a encenderse vivas luces. El cristal
-marino refleja la ciudad y la luz celeste que declina. Hay una dulzura
-pacífica e íntima que llama al silencio y al recuerdo. Mi compañero y yo
-no nos decimos una palabra. Es uno de esos instantes en que se piensa,
-al callado amor de la naturaleza misteriosa, en seres y cosas amadas que
-están lejos... en la ausencia, o en la muerte. La suavidad del agua y
-del firmamento compenetra nuestros cuerpos y nuestras almas.</p>
-
-<p>La bondad y la ternura de la existencia ocupan un momento la máquina
-hecha a los esfuerzos y a las luchas. Nuestro espíritu es en esos
-instantes como un blanco palomar de donde se envían a lejanas
-distancias, mensajes de cariño, de consecuencia, o de<span class="pagenum"><a name="page_165" id="page_165"></a>{165}</span> pasión. La
-campana de la iglesia de los Ángeles, tocó el Ave María. El eco
-religioso que iba en la brisa pasó como un soplo de bien sobre nuestras
-frentes. El barquero dejó los remos y se descubrió. Cuando volvimos la
-vista al horizonte crepuscular, habían aparecido las primeras estrellas.</p>
-
-<p class="r">
-19 Septiembre.<br />
-</p>
-
-<p>El cementerio de Génova es famoso; veamos el cementerio de Génova. No me
-place visitar a los muertos en su ciudad. He visto el presuntuoso Green
-Wood, allá en los Estados Unidos, y el célebre Père Lachaise, en París.
-Casi siempre he notado, aun allí, las injusticias de la suerte. Poe, en
-Boston, tiene un pobre busto; Verlaine no tiene aún nada sobre sus
-huesos. Los Sres. Bouvard y Pécuchet en todos los cementerios del mundo
-ostentan mármoles y bronces por toneladas; y más que los Sres. Bouvard y
-Pécuchet, los Sres. Chose y Machin. Pero jamás me ha chocado tanto lo
-grotesco de la vanidad burguesa, en la muerte, como en este enorme
-camposanto. Graciosas, elegantes, pintorescas, muchas de las capillitas
-y mausoleos que decoran la pendiente de la colina, hermosean el lugar
-fúnebre; así son admirables también y de mérito artístico, bastantes
-sarcófagos y estatuas que se encuentran en las galerías. Pero la
-profusión de lo contrario choca. Buenas gentes que poseen los
-suficientes escudos, se hacen fabricar un papá de bronce, una mamá de
-mármol, y se colocan ellas<span class="pagenum"><a name="page_166" id="page_166"></a>{166}</span> mismas en actitud dolorosa. Y así el cincel
-o la fundición perpetúan máscaras codiciosas, faces de enfermos,
-<i>bons-hommes</i> satisfechos, imágenes de gordos rentistas o de secos
-traficantes. Ello da al contemplador</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Parte da riso e parte da vergogna<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind">como dice el Magnífico en su <i>Beoni</i>. Todo eso va aumentado con las
-largas leyendas en forma monumental, con todos los circunloquios y
-énfasis que son de ley en este país de la retórica latina. En algunas
-tumbas el dolor ha tenido talentosos intérpretes en simulacros
-personales, o en figuras simbólicas. Os recomiendo entre otros la figura
-de un anciano encorvado, que llega al imperio de lo desconocido y bajo
-el cual se lee un verso de la <i>Comedia</i>: (Inf. III).</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Tutti convengnon qui d’ogni paese.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>No recuerdo el nombre del escultor. En esa enorme población de finados,
-los grandes habitan, como en la vida, palacios; los pobres, un hoyo en
-la tierra. Pero como estamos en Italia, hasta los pobres tienen una cruz
-de mármol o una lámpara graciosa; y entre las cruces, revientan a la luz
-flores de un rojo violento, o florecillas blancas, que parecen salir de
-sepulturas infantiles. Nada me indican los ángeles caderudos de
-Monteverde, iguales al de la Recoleta de Buenos Aires; antes bien, la
-obra de<span class="pagenum"><a name="page_167" id="page_167"></a>{167}</span> otros escultores sin renombre, en que aparece la tradición de
-un arte sincero y piadoso, se impone en el silencio y en la paz de la
-ciudad difunta. Mientras medito ante una melancólica estatua de mujer
-junto a la cual una mano afectuosa ha colocado un ramo de flores frescas
-y ha encendido un cirio, oigo cerca de mí unos pasos secos y un más seco
-<i>yes</i>. <i>Voilà les Anglais!</i></p>
-
-<p>De la Zecca, asciendo en el funicular entre viñas y casitas, al Righi,
-un restaurante situado en lo más alto del monte, al norte de la ciudad.
-¡Soberbia vista de Génova la soberbia! La población se presenta en
-frente, con sus macizos de construcciones, sus torres, sus villas; y su
-rada, en que se erizan los grupos de mástiles y chimeneas. Se alcanza a
-ver, en la confusión de calles lejanas, el reloj del Carlo Felice; se
-divisan y reconocen los palacios conocidos; y se extiende el vasto mar,
-el vasto mar azul y armonioso, por donde han partido a la gloria tantas
-velas, tantas mentes, tantos corazones. El Righi es un establecimiento
-lujoso y de loable buen gusto. Se imagina uno que vivir en un lugar como
-ese, en esa situación excepcional, sería una delicia, si no fuese que no
-hay panorama, ni delicia humana que no pida substitución en tiempo más o
-menos lejano. Esa vista encantadora, esa perspectiva, ese mar y ese
-cielo, y las ricas ostras y compañía que allí encontráis, por ineludible
-ley humana, necesitan luego ser cambiados por otra perspectiva, por otro
-mar, por otro cielo, por otros astros y compañía, so pena de caer en el
-reino gris del fastidio. Nunca,<span class="pagenum"><a name="page_168" id="page_168"></a>{168}</span> sino en los viajes, se puede comprender
-mejor el pequeño poema de Baudelaire <i>Any where out of the world</i>...</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Al pasar por el palazzo Doria me señalan el segundo piso, en donde
-habita o habitaba el maestro Verdi, que ahora está en Santa Agueda
-veraneando.</p>
-
-<p>Noto entre casa y casa por las calles genovesas, callejuelas a las que
-se desciende por escaleras empinadas, pasadizos obscuros, estrechos,
-sucios.</p>
-
-<p>Suele acontecer que de un antro de esos surge de repente la cara risueña
-de una fresca muchacha.</p>
-
-<p>Al partir de Génova, en la estación, dos nombres que he visto encarnados
-en dos estatuas, me vienen a la memoria, nombres absolutamente
-representativos en lo antiguo, en lo moderno: Colón, Rubattino.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-168.png" width="116" height="156" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_169" id="page_169"></a>{169}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="PISA" id="PISA"></a>P I S A</h3>
-
-<p class="imgrt"><img src="images/illus-169.png"
-width="30"
-height="32"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-20 Septiembre.<br />
-</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Ahi Pisa, vituperio delle genti<br /></span>
-<span class="i0">Del bel paese là dove il <i>si</i> suona;<br /></span>
-<span class="i0">Poiche i vicine a le punir son lenti<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0">Muovanse la Capraia e la Gorgona<br /></span>
-<span class="i0">E facian siepe ad Arno in su la foce,<br /></span>
-<span class="i0">Si ch’egli annieghi in te ogni persona.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-e.png"
-width="80"
-height="82"
-alt="E"
-/></span>STOS versos de Dante no pudieron dejar de venir a mi memoria al entrar
-en la vieja ciudad llena de historia y de arte. Va el Arno silencioso;
-casi creeríais que sus aguas semiparalizadas no tienen curso. Río
-turbio, río sin vida, entre las dos barreras de casas, bajo los puentes
-que unen los dos famosos Lungarnos. Ciudad abuela, cargada de siglos,
-que tiene su torre inclinada, como una inmóvil rueca. El movimiento
-urbano es escaso. Uno que otro carruaje cargado de turistas; muchísimos
-sajones a pie, con, en la mano, la insignia roja del Bædeker. Por la
-vasta curva del Lungarno podéis ver tipos que conservan la antigua
-hermosura de la raza, hombres de rasgos bellos, de elegantes talantes,
-muchachas que andan graciosamente, con ese<span class="pagenum"><a name="page_170" id="page_170"></a>{170}</span> especial calzado un poco a
-la turquesca, entre zueco y babucha, <i>zuccole</i> o <i>pianelli</i>. Los pisanos
-tienen el orgullo de su villa; y si no fuese el mal servicio del hotel
-en que me alojo, y la perversidad de un cochero que ha estrujado mi
-paciencia, no hallaría nada que vituperar, ni creo que tengan por qué
-moverse ahora la Capraia y la Gorgona.</p>
-
-<p>Traigo la mente llena de Benozzo Gozzoli, de los Pisano, de Giotto.
-Poemas, lecciones, impresiones que he leído, inspirados en el Duomo, o
-en el Campo Santo, cantan, reviven, se despiertan de nuevo en mi
-cerebro. Antes de entrar en esos santuarios artísticos, siente el alma
-como una sensación de primera comunión. Además, aquí, por todas partes,
-el mármol dice con su presencia, la frecuencia de los héroes, de los
-príncipes y de los dioses. Esta tierra es tierra sagrada; de su seno
-maravilloso han brotado como en una primavera de formas, en esas
-estaciones del arte en que floreal corresponde al renacimiento, un mundo
-de estatuas, una teoría interminable de armoniosas figuras.</p>
-
-<p>Los <i>badauds</i> van a ver desde luego la casa de Galileo, con algo como la
-esperanza de encontrar allí al famoso sabio. Los viajeros de la especie
-de los dos inmortales amigos flaubertianos, se dirigen inmediatamente a
-la torre inclinada, al Campanile: «Vamos a ver: ¿los arquitectos la
-construyeron así, o esto es debido a un hundimiento del terreno?» Yo, no
-bien me desembarazo del polvo del camino, vuelo al Campo Santo. Brilla
-el sol, el sol glorioso italiano, caro a las ardientes mujeres, a las
-dulces naranjas,<span class="pagenum"><a name="page_171" id="page_171"></a>{171}</span> a las sonoras cigarras. En la puerta del sacro
-cementerio una anciana mendiga agita en un plato de lata unos cuantos
-céntimos, demandando limosna. Me libro de la persecución de ciertos
-cicerones parlanchines e importunos. Entro, y tengo el inmenso placer de
-encontrarme solo en esos momentos, sin turistas, sin anglosajones, sin
-visitantes, a pesar de que en el día de hoy, 20 de Septiembre,
-celebración nacional, la entrada es gratuita.</p>
-
-<p>En lo interior cae el sol sobre las piedras, sobre las hierbas que
-crecen en la tierra santa. Cuentan que en tiempo de la expedición de
-Soria por la república de Pisa, se hicieron traer, por disposición del
-arzobispo Ubaldo Lanfranchi, cinco barcos cargados de tierra del monte
-Calvario. La carga fué recibida en Porta a Mare, con regocijo y lujosa
-ceremonia, por los pisanos.</p>
-
-<p>Sobre deshechos huesos aparecen hoy allí flores humildes. Y fortifica el
-suelo y dora el recinto la «onda de sol» que deslumbró los ojos de
-Taine. Por los vastos muros se desenvuelven los frescos; a los lados de
-las galerías se ven las filas de sarcófagos, las estatuas, los antiguos
-fragmentos de antiguos mármoles; la luz pasa por las arcadas
-semicirculares, por los ventanales góticos. El techo de madera, de una
-imponente sencillez primitiva, da idea de una resistencia secular. Hay
-en los muros inscripciones latinas, promesas de gloria o advertencias
-saludables. En una de ellas: «Mira, observa, desgraciado que pasas, lo
-que eres. Todo hombre está contenido en esta mansión. Mortal, cualquiera
-que seas,<span class="pagenum"><a name="page_172" id="page_172"></a>{172}</span> detente, lee y llora. Soy lo que serás, fuí lo que eres; por
-favor, ora por mí». Hay aquí el atractivo severo de un museo, y la
-solemnidad de un templo; y la gracia solar, como que hace, en la suave
-gradación con que invade, más propicio el ambiente para altas
-meditaciones, más pura la atmósfera para el vuelo de las ideas. Es un
-lugar sacro en el mundo. <i>Rien de plus noble et de plus simple</i>, dice
-Taine. <i>Verdadero y noble museo</i>, había dicho la reina Cristina
-Alejandrina de Suecia. Yo he traído conmigo un libro moderno, rico de
-esenciales armonías, florecido de pensamientos celestes, el libro de un
-joven filósofo que maravillosamente pitagoriza, y a quien ha coronado de
-lauros el Imaginífico. Y leo: «¿Cuál es la idea que vive y que se
-manifiesta en el Campo Santo de Pisa?» Fuí muchas veces a contemplar el
-misterio de aquella divina soledad en un estado como de estupor. Pero
-una mañana de Agosto, atravesada la selva de San Rossore en medio del
-coro ardiente de las cigarras y Pisa ardiente bajo la canícula, llegué a
-la puerta del recinto monumental, y entré con el ánimo de quien espera
-una respuesta a una ansiosa interrogación. Antes de partir había abierto
-un libro de fragmentos de Leonardo, para encontrar un rayo de luz que
-guiase mi espíritu en el viaje, y había leído las siguientes palabras:
-«<i>El sol ilumina todos los cuerpos celestes que por el universo se
-comparten; todas las almas descienden de él, porque el calor que está en
-los animales vivos viene del alma, y ningún otro calor ni luz hay en el
-universo</i>». Por toda la senda recorrida sentí repetirse<span class="pagenum"><a name="page_173" id="page_173"></a>{173}</span> en mi memoria
-como un ritornelo incesante aquel laude del sol. El sol, que dominaba
-sobre la llanura en donde surgen el duomo, la torre, el baptisterio,
-estaba también en el Campo Santo; ¿pero era el mismo sol? Afuera había
-un ardor de incendio y las cosas heridas por sus rayos parecían exhalar
-una respiración de llama; aquí su luz, bien que más intensa por el
-contraste de la sombra, parecía fría y calma como la luz de la luna.</p>
-
-<p>«Ya no era el sol que fecunda los frutos de la tierra y dora las mieses
-y torna enceguecedoras las vías polvosas y hace cintilar los vidrios de
-las casas en el poniente; era otro sol. Su luz, del patio desierto había
-penetrado en el gran espacio habitado por las figuras de Benozzo...» Y
-así continúa, en un suave himno a la luz, que formaba un ambiente de
-vida singular a las creaciones de los frescos, «...y por breves
-instantes sentí verdaderamente mi corazón libre de toda angustia vana y
-las cosas de que nace el tormento de la existencia, palidecer y tornarse
-como sombras de sueño en aquella soledad, en aquel silencio y entre
-aquellas formas de belleza». He de confesar que, a mi vez, me he sentido
-como en una duda ideal, y poco han venido a mi mente las observaciones
-de mis maestros de crítica. Más bien he dado curso libre a mi
-imaginación y a mi sentimiento. He creído ver aparecer, de un momento,
-por aquellos lugares solitarios, a Juan de Pisa, que consagrara tanto
-ardor y voluntad a la elevación de esta casa venerable y fúnebre:
-<i>Tempore Domini Federizi archiepiscopi Pisani et Dominis<span class="pagenum"><a name="page_174" id="page_174"></a>{174}</span> Tertati
-potestatis, operario Orlando Sardella, Joanne magistro ædificante</i>. Y
-todos los pintores que a su manera realizaron estos poemas de la luz
-amable, que sobre los muros perpetúan tan varias y ricas imágenes y
-escenas. No quiero saber si uno de los Orcagna es un «Dante sin
-talento»; antes bien le miro como un sincero e ingenuo ilustrador del
-poeta, sobre la larga página de piedra.</p>
-
-<p>Sobre una de las puertas que dan ingreso a la galería, una <i>Asunción</i> de
-Memnis, inicia la obra de este consagrado hiogiógrafo del pincel que ha
-de mostrar después en otros frescos y en unión de Antonio Veneziano, la
-vida del patrón de Pisa, San Ranieri. Primero es la juventud alegre y
-risueña del joven noble, entre las bellas damas de su tiempo, cantos y
-amor; luego la nueva dirección de su espíritu hacia Cristo, y la partida
-al convento de San Vito en que mora el bienaventurado Alberto
-Leccapecore. Antonio Veneziano continúa la vida del santo en otra serie.
-Ranieri se embarca para volver a Pisa y comienza la operación de sus
-milagros en Mesina. Todo esto es de una sencillez primitiva, de una fe
-simple. Como casi todos sus contemporáneos, el pintor retrata a
-personajes conocidos en sus cuadros; y Antonio ha puesto a varios
-eminentes pisanos, como Guido de la Gherardesca. ¡El milagro en que
-descubre el santo la superchería del tabernero que agua el vino, es de
-una moralidad municipal ejemplar! ¡Es todo esto tan natural y sin
-malicia! Así en otras series, se narra la historia del santo hasta su
-muerte, en escenas que necesitarían<span class="pagenum"><a name="page_175" id="page_175"></a>{175}</span> observaciones más detenidas.
-Spinello, discípulo de Giotto, trata de la vida de San Efesio, y su
-maestro ilustrísimo representa las desventuras de Job. Dice el Vassari:
-«Percio dunque andato Giotto a Pisa, fece nel principio d’una facciata
-di quel Campo Santo sei storie grandi in fresco del pazientissimo Jobbe.
-E perchè giudiziosamente consideró che i marmi da quella parte della
-fabbrica, dove aveva a laborare erano volti verso la marina, e che tutti
-essendo saligni per gli scilocchi, sempre sono umidi e gettano una certa
-salsedini, siccome i mattoni di Pisa fanno per lo piú, e che per ció
-acciecano e si mangiano y colori e le pitture, fece fare, perchè si
-conservasse quanto potesse il piú l’opera sua, per tutto dove voleva
-lavorare in fresco, in arriciato ovvero intonaco o incrostatura che
-vogliane dire, con calcina, gesso e matton pesto, mescolati cosi a
-proposito, che le pitture che egli poi sopra vi fece, si no insino a
-questo giorno conservate, e meglio starebbono se la trascurataggine di
-chi ne doveva aver cura, non l’avesse lasciate molto offendere
-dall’umido...» La pintura, hoy mismo, se conserva bastante bien; los
-colores, sobre todo, a través del tiempo, han luchado por mantenerse, y
-las bíblicas figuras dicen, si no el arte de recursos perfectos, las
-intenciones cumplidas, la traducción completa de la voluntad y deseo del
-artista. Refutando la crítica de Cavalcaselle que en su <i>Storia della
-pittura in Italia</i> afirma que «el arte imperfecto de Giotto puede
-llamarse grande respecto a su tiempo», aquel a quien ha llamado
-D’Annunzio «il dottore místico», afirma esta verdad que me<span class="pagenum"><a name="page_176" id="page_176"></a>{176}</span> parece
-innegable: Es imperfecto el arte cuando la <i>forma no se acuerda</i> con sus
-<i>intenciones</i>; pero cuando la <i>materia</i>, no más <i>sorda</i>, <i>responde</i> al
-mandato del artista, el arte es grande, es perfecto, y la obra que crea
-es una obra maestra.</p>
-
-<p>En medio de mis meditaciones de arte, una banda militar me trae a la
-vida presente. Recuerdo que es el 20 de Septiembre, día nacional
-italiano; y el conde de Turín ha de presidir hoy maniobras, en un campo
-cercano a Pisa. Volveré a ver a Benozzo y compañía.</p>
-
-<p>El carruaje sale de los muros de la ciudad, después de pasar por la
-plaza en que las Tres maravillas de mármol se destacan en el azul puro.
-El largo <i>stradone</i> llega hacia el punto lejano, en donde la caballería
-ha de hacer sus ejercicios. El camino va entre dos filas de plátanos
-vigorosos, cuyas pobladas copas de hojas frescas, menea un sutil viento.
-En los campos cultivados, cuelgan, profusas, negras, las uvas que están
-ya en tiempo de vendimia. A lo lejos se divisan las montañas, los Alpes
-apuanos, los montes de mármol. A la derecha, en las praderas reales,
-pasan relinchando y trotando yeguas y potros de hermosa estampa.</p>
-
-<p>Al final del larguísimo <i>stradone</i>, un bosque admirable de pinos
-obscuros; luego, una llanura, y allí, palcos que se han levantado para
-las personas oficiales que presencian las maniobras. El público discurre
-cerca de las barreras. La música militar toca. Del fondo de la llanura
-se destaca un grupo de oficiales, a gran galope, o media carrera.<span class="pagenum"><a name="page_177" id="page_177"></a>{177}</span></p>
-
-<p>Los jinetes son airosos y parecen hechos a manejar con destreza sus
-cabalgaduras. Los saltos de obstáculos se efectúan con todo éxito. Los
-grupos desfilan, frente al palco en que está el conde de Turín, en
-compañía de un coronel austriaco, y hacen el saludo de ordenanza. Los
-ejercicios se prolongan, vuelvo al hotel, que encuentro revuelto,
-invadido por gentes de la milicia. Por la noche, se ilumina el Lungarno,
-suenan músicas por las calles, una banda da un concierto y el pueblo,
-vestido de fiesta, circula, habla y ríe. Esto es en la Pisa que vive, o
-parece vivir, en la vida moderna y actual, la Pisa que sabe que han
-existido los hombres de la unidad italiana, la levita de Cavour, la
-camisa de Garibaldi, el uniforme de Víctor Manuel. Allá al otro lado
-duerme la señora de la vida antigua, la ciudad de los recuerdos de
-gloria, la Pisa de mármol, la del duomo, la del baptisterio, la que
-tiene su campanario inclinado, como una inmóvil rueca.</p>
-
-<p class="r">
-18 de Octubre de 1900.<br />
-</p>
-
-<p>El Guirlanda ha colocado, en los frescos que narran la historia de
-Ester, los retratos del gran duque de Toscana, Cosme, del emperador
-Carlos V, del duque de Urbino y del príncipe de Carrara. Estas gloriosas
-adulaciones indican el espíritu del tiempo. No estalla la presencia de
-esos nobles señores en una escena bíblica. Cuando Jean Béraud ha
-querido, en nuestra época, poner a odiosos contemporáneos en presencia
-de Jesucristo, rehacer el Calvario<span class="pagenum"><a name="page_178" id="page_178"></a>{178}</span> en Montmartre y convertir en
-Magdalena a una dama cualquiera de <i>chez Maxim’s</i>, la abominación del
-intento ha sido igualada por lo absurdo del resultado, el estallido ha
-sido súbito.</p>
-
-<p>La concepción del mundo de Puccio de Orvieto, deriva de la Summa. El
-fresco teológico que aquí conserva la memoria del pintor, está bien
-custodiado por las figuras de Santo Tomás y de San Agustín. En <i>La
-Creación</i> el sentimiento místico se une ya al influjo de la naturaleza y
-se traduce en un realismo sencillo e ingenuo. La narración del Génesis
-está interpretada, o mejor dicho, ilustrada, en varias escenas, en que
-la intención del artista se expresa en figuras de una ejecución todavía
-balbuciente. Nada más «al pie de la letra» que la salida de Eva del
-costado de Adán. El demonio, como muchas veces se nota en obras de la
-época y aun posteriores, tiene, en el cuerpo de serpiente, la cabeza de
-mujer. Caín, sufre la maldición de la fealdad, y tal concepción habrá de
-continuar hasta que haya un artista que le reahabilite. Abel, el niño
-mimado y hermoso, que en lo futuro ha de tener <i>stud</i> y ha de ser
-miembro del Jockey Club, ofrece su homenaje y el Señor le envía a su
-altar el fuego del cielo, para la consumación del sacrificio. Caín, cara
-de pobre diablo, quemado de sol y que da a Dios lo que puede, se ve
-desdeñado por la divinidad parcial. Con el tiempo no será de extrañar
-que Abel muera dinamitado, cuando la quijada de burro ha quedado en
-desuso. Hay otra escena en que Caín, anciano, muere herido por una
-flecha de su hijo Lamech. Es de señalar<span class="pagenum"><a name="page_179" id="page_179"></a>{179}</span> la singular habilidad de estos
-decoradores para pintar de manera que produce ilusión de verdad, la
-sangre.</p>
-
-<p>Me detengo con Benozzo Gozzoli. Benozzo es un gran manejador de
-sentimientos y un diestro animador de facciones. Ya es la <i>Embriaguez de
-Noé</i>, con su interesante composición, su colorido aun conservado, su
-delicioso paisaje y sus detalles, con la célebre <i>Vergognosa</i> que no me
-convence del todo; la <i>Torre de Babel</i>, en que veréis en un escenario
-anacrónico a personajes contemporáneos del artista&mdash;Lorenzo el
-magnífico, Policiano, Juliano y Juan de Médicis; Abraham y los
-adoradores de Belo, muy decorativo y lleno de alegorías; <i>Lot</i>, <i>Abraham
-Victorioso</i>, el <i>Incendio de Sodoma</i>, el admirable <i>Sacrificio de
-Abraham</i> y muchos más frescos de pintor de tantas excelencias, os
-arrancan a la idea banal de una jira de turistas y gratifican vuestro
-entendimiento con el efluvio de una vida de pura elevación, de gozo
-mental, de sana humanidad.</p>
-
-<p>Los Orcagnas encantan en su simplicidad. El <i>Triunfo de la Muerte</i> es un
-largo poema ante el cual el contemplador podría pasar días de deleite
-estético. Nunca se ha expresado más claro el eterno contraste, que en
-esta página de piedra en que el pincel relata la obra de la invencible
-Perseguidora.</p>
-
-<p>Por un lado la primavera de la vida, con sus amores y músicas, canciones
-de placer, besos y pompas. Por otro la miseria, la áspera pobreza, en el
-polvo del camino, el hambre, el dolor. Y la muerte con su hoz, en medio,
-en los aires, que dará su golpe<span class="pagenum"><a name="page_180" id="page_180"></a>{180}</span> a quien menos piense en ella, y no oirá
-la llamada de los miserables, y les dejará seguir padeciendo en lo duro
-de la existencia. ¿Cuál figura más horrible que esta descarnada vieja de
-alas de murciélago y pies de largas uñas, que maneja su arma inevitable
-sobre la fiesta de las rosas y de los labios?</p>
-
-<p>Taine es demasiado seco en su grandeza, demasiado frío en su fuerza. No
-puedo olvidar su juicio neto y geométrico sobre este espectáculo de
-arte, y su severidad profesoral ante el <i>Infierno</i>, por ejemplo, de
-Bernardo Occagna. «Un mundo poético de donde la poesía se ha retirado,
-una tragedia sublime que se convierte en una parada de verdugos y un
-taller de torturas, he ahí lo que ese Dante sin talento fabrica sobre
-los muros». Yo encuentro la elocuencia simple de un artista que expresa
-con un lenguaje comprensible de la muchedumbre, las tendencias; los
-temores, las ideas de una época. Hallo en estos frescos el mismo
-espíritu y la misma expresión de los misterios, de las moralidades, de
-los autos. Dice Conti estas palabras que concentran mis ideas respecto a
-este arte primitivo en que miro una escuela de sinceridad: «Vi sono in
-pittura scorrozioni, imperfezioni, contorcimenti che hanno vita e
-bellezza assai maggiori di moltissime cose condotte a compimento nei piú
-minuti particolari e secondo la piú fidele imitazione della realtá».</p>
-
-<p>Es este uno de los lugares de la tierra en que no debían penetrar sino
-los merecedores de la recompensa secreta, del oculto premio que en la
-meditación y en el recogimiento ofrece el misterioso numen:<span class="pagenum"><a name="page_181" id="page_181"></a>{181}</span> el
-encuentro, el hallazgo, en la profundidad del propio ser, de lejanas
-señales, de signos perdidos en la complicación de largas
-trasmigraciones, en que se reconoce algo de la personalidad vencedora
-sobre el espacio y sobre el tiempo. Siento que salgo de este sagrado
-recinto como impregnado de benéficas claridades. Sobre la tierra del
-Calvario en que crecen hierbas y flores, con la fecundidad luminosa del
-cielo azul.</p>
-
-<p>Toda aristocrática alma vacilante debe venir aquí. Los ojos se anegarán
-en la magnificencia severa de los frescos; los pies hollarán mármoles
-funerarios, entre sarcófagos en que el arte antiguo pone en la misma
-idea de la muerte, la floración inmensa de la vida. Toda noble voluntad
-sentirá fuerzas nuevas. Alma que te has nutrido de desconocida savia,
-que has encontrado aquí un refugio inesperado para el viaje de las
-futuras ascensiones, ¿no sientes como un íntimo anhelo, como una
-vivificante invasión de sangre pura y flamante? A las puertas, con
-impaciencia, Pegaso piafa.</p>
-
-<p class="r">
-22 de Septiembre.<br />
-</p>
-
-<p>Solo, por estas calles, me encuentro, cuando menos pensaba en la plaza
-de los Caballeros. Entro en la iglesia de San Esteban y miro los
-estandartes antiguos que fueron ganados en las batallas contra los
-infieles. Al salir, en el palacio de los condes Finocchieti, un
-especialísimo lugar me impresiona verdaderamente.<span class="pagenum"><a name="page_182" id="page_182"></a>{182}</span> Es el punto en que,
-en la Torre del Hambre, Ugolino,</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">La bocca solevó dal fiero pasto.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Una persona pretende explicarme que la puerta de hierro que se descubrió
-en 1884, y que se exhibe como perteneciente a la prisión, bien puede no
-ser tal, sino que, etc., etc. Como Anatole France con sus reyes magos,
-yo permanezco en mi creencia, y nada me haría dudar de la autenticidad
-de lo que miro. Sí, ese viejo hierro vió la escena pavorosa, que para la
-inmortalidad fundió Dante en el bajo-relieve de sus sublimes tercetos de
-bronce. La visión del poeta cobra realidad a medida que pasa el vuelo de
-los siglos. La fábula se encarna en la tradición; la tradición se
-alimenta y vive con la sangre misma del pueblo. Ninguna demostración
-histórica, ningún comento de centón, ninguna memoria de erudito,
-destruirán lo que certifica la creencia de sucesivas generaciones. De
-ahí la absoluta inutilidad de los intentos para borrar de la conciencia
-popular la idea del milagro y el influjo de la leyenda.</p>
-
-<p>Por las calles, recuerdo la aventura de Goldoni. Cuenta el célebre
-comediógrafo que, encontrándose en Pisa, sin conocer a persona alguna,
-salió a dar una vuelta por la ciudad. De pronto vió una gran puerta
-abierta por donde entraba mucha gente. En el interior, un jardín, en
-donde gran cantidad de personas estaba sentada. Un criado de librea, a
-quien preguntara qué cosa significase tal reunión, le responde:<span class="pagenum"><a name="page_183" id="page_183"></a>{183}</span> «El
-concurso que aquí miráis, oh señor, es una colonia de los árcades de
-Roma, llamada colonia Alfea o de Alfeo, río célebre en Grecia, que
-regaba la antigua Pisa, en Aulide». Como veis, el portero de los árcades
-se expresaba como convenía. Goldoni, que era listo y abogado, pide
-entrada y se le concede. Allí donde se decían versos y se discutían
-cosas poéticas con corteses razones, desenvainó un soneto viejo que pasó
-por inspiración, y le captó las simpatías y los abrazos de los nobles
-circunstantes. Además, un puesto en la ciudad, con renta regular. Los
-pastores apolíneos sabían entender las cosas. Yo no encuentro en mi
-solitaria andanza sino zapateros de viejo que remiendan en plena calle,
-una que otra hermosa muchacha asomada a la ventana de una casa vieja, y
-en un almacén en que ciertamente no habitan ni laboran los geniales
-artesanos de antaño, leo: <i>Marble Works</i>. Perfectamente. <i>All right!</i></p>
-
-<p class="r">
-23 de Septiembre.<br />
-</p>
-
-<p>El Duomo, el Baptisterio, la Torre o Campanile. Lejos de las arterias
-principales de la población en que circula una escasa vida, esos
-monumentos perpetúan la grandeza pasada, y halagan con el marmóreo
-florecimiento de sus nobles construcciones. Os repetiré que delante de
-estas obras, desde largos siglos bañadas de religiosas contemplaciones,
-o bruñidas y lustradas de ojos de turistas y de estudiosos, no he de
-comenzar con inoportunos datos<span class="pagenum"><a name="page_184" id="page_184"></a>{184}</span> técnicos, ni sumas de columnas, ni
-medida de extensiones. Yo sólo sé que esto es bello, de una belleza
-serena e imponente, que sobre la solidez de la fábrica se erige la pompa
-de las formas; que los muros, las cúpulas, las arcadas, la labor de una
-arquitectura graciosa y sincera, dicen en su cristalizada elocuencia,
-tanto como los libros y los cuadros, las victorias orgullosas de aquella
-Pisa industriosa, conquistadora y batalladora, que de todas partes traía
-ideas y riquezas. Busqueto plantó los cimientos de la ilustre iglesia
-sobre el botín de los bárbaros.</p>
-
-<p>La fachada del Duomo es una página de piedra en que la «música» del
-arquitecto seduce como la lectura de un armonioso poema. Las puertas son
-a su vez, otras magníficas hojas de este libro soberbio, en que se
-multiplican los temas, en el bronce fundido por Partigiani y Serrano,
-según la fantasía de Juan de Bolonia. En la lateral, hay el encanto de
-lo arcaico. De mi visita a lo interior traigo llena la retina, del gran
-Cristo del mosaico del ábside; de una singular madona de Pierini del
-Vaga; de deliciosas figuras del Sodoma que me exigirían un página por lo
-menos para cada una; del Caín rojo de Sogliani, que dice la primordial
-injusticia al lado de su papagayo. Y entre tantas cosas ¿cómo olvidar el
-grupo de mármol del Moschino, el Adán y Eva del fondo?</p>
-
-<p>El Baptisterio, tiara de piedra, relicario de mármol, joya de gracia y
-de majestad. La perla que atrae en esta maravillosa concha labrada por
-un poeta de arquitectura, es el célebre púlpito de Nicolás<span class="pagenum"><a name="page_185" id="page_185"></a>{185}</span> Pisano,
-sobre el cual os recomiendo volváis a nuestro Vasari.</p>
-
-<p>El Campanile, ya os lo he dicho: la rueca de Pisa. El indestructible
-mono que hay en cada cual, y los ejercicios del sentido común ilustrado,
-encuentran en este deleitoso lugar que reune tan preciadas
-magnificencias, tres cosas que harán producir siempre reflexiones de la
-más exquisita calidad: en el Duomo la lámpara de Galileo; en el
-Baptisterio el eco; en el Campanile la inclinación.</p>
-
-<p class="r">
-25 de Septiembre de 1900.<br />
-</p>
-
-<p>El tranvía a vapor pasa por una parte de la ciudad, y sale a la campaña
-entre sembrados y plantíos de coles y tomates, quintas modestas y
-rústicas habitaciones. Luego una sucesión de bellos paisajes recrea la
-mirada, hasta llegar al valle de Calei, donde el vehículo se detiene. De
-allí, para ir a la Cartuja, hay que seguir a pie, por retorcida cuesta
-que conduce a la altura en que se alza el antiguo edificio. Es la hora
-del comienzo de la tarde y el sol hace brillar como polvo de plata el
-camino trillado. Los montes pisanos marcan su relieve gris sobre el
-azulado fondo del cielo, y en su cima, la Verruca, sobre su asiento de
-rocas desgreñadas, calca su silueta de castillo de cuento. Voy en la
-llamarada del sol y en el vaho ardiente del suelo. Un exceso de vida se
-desborda de los campos circunstantes, y sigo mi camino entre verdores de
-hojas, al estridente aserrar de las cigarras. El verde de las viñas a<span class="pagenum"><a name="page_186" id="page_186"></a>{186}</span>
-un lado, y las uvas negras manchan, colgadas de las guirnaldas, las
-ramas hojosas; el verde de los olivos al otro, y las hojas semejan
-manojos de láminas argentadas y hacen un manso ruido al roce del viento.
-¿Cuánto tiempo hacía que no escuchaba el bullicio de las cigarras? Era
-desde los años que viviera en el caliente trópico, donde los mangos
-sonoros se debaten al soplo de aires furiosos, y el sol violento y
-calcinante hace humear los pantanos y gritar los bosques. Gritan las
-cigarras como presas de desesperación o de locura. Aquí, más bien
-paréceme que ponen en su ruido un ritmo, aunque no llego a comprender
-los adjetivos flagrantemente aduladores que a estas borrachas de rocío
-prodigaba la lírica griega. Hermoso de noble hermosura este campo en que
-se muestra larga y magnífica la generosidad del cielo y de la tierra. El
-valle cultivado y pintoresco, la Verruca delineada finamente y el Poemo
-y el Serra, atalayando los horizontes. Sobre su altura, el edificio de
-la cartuja es serio e imponente. A la entrada, un grupo de mendigos
-espera. Es la hora en que se les da un plato de comida, según la antigua
-costumbre.</p>
-
-<p>Sobre la puerta, está el sabido religioso lema, escrito en grandes
-letras: <i>O beata Solitudo! O sola beatitudo!</i> Y a los lados, dos
-leyendas tomadas de sendos elogios de la soledad, de Jerónimo y de
-Basilio: <i>Habitantibus hic oppidum carcer est, et solitudo paradisus.
-Solitaria vita celestis doctrina schola est, et divinarum artium
-disciplina.</i></p>
-
-<p>Llamé. Llevaba una carta de recomendación para<span class="pagenum"><a name="page_187" id="page_187"></a>{187}</span> D. Bruno el prior. No
-estaba su reverencia, pero el portero, un macizo viejo dentro de su
-blanco sayal decorado de una gran barba blanca, me hizo entrar.
-Preparaba a la sazón unas cuantas escudillas de cierto arroz dudoso,
-para los pobres. Un empleado me condujo a lo interior, no sin que antes
-hubiese yo advertido otra inscripción: <i>Quanto varius tanto melius</i>.</p>
-
-<p>No hay nada que verdaderamente pueda atraer por singular valor
-artístico, en este convento, sobre todo, a quien va a visitar los
-tesoros inmensos que el arte italiano guarda en sus ciudades ilustres.
-Es el atractivo de esta vida monacal lo que llama, el misterio y la paz
-que han conquistado el espíritu de Huysmans, en plenas agitaciones y
-vacilaciones finiseculares.</p>
-
-<p>Mi guía me conduce a través de un dédalo de capillas, después de hacerme
-ver la iglesia. Pero yo insinúo que mi objeto sería poder hablar con
-algunos de los reclusos. Mi interlocutor me gime imposibilidades. Los
-monjes no hablan con nadie sino en días determinados, y con previo
-permiso del padre superior. Sé después que tienen un día de salida cada
-semana, y que van a los montes cercanos a herborizar y a hacer ejercicio
-físico.</p>
-
-<p>Penetramos a una celda vacía; celda no; más bien departamento amueblado,
-modesto, pero confortablemente. Una especie de antesalita, un cuarto
-comedor, con alacena y mesa; un cuarto dormitorio, con cama en que,
-según me afirman, no se usa otro colchón que uno hecho de paja; una
-puertecilla, por<span class="pagenum"><a name="page_188" id="page_188"></a>{188}</span> donde se puede hablar con el cartujo desde fuera, un
-oratorio. En el oratorio veo un viejo libro abierto, que ha dejado allí
-el padre que ocupó últimamente la habitación.</p>
-
-<p>Es el <i>Apparechio alla morte</i> de Liguori. La celda da a un pequeño
-patio, al cual descendemos. Una verde viña a la sazón cargada de fruto,
-da sombra fresca; en el reducido trecho de las cuatro paredes, cuelgan
-de sus árboles peras doradas, manzanas, y jugosísimos higos; y cerca de
-un pozo antiguo, tendiendo hacia el cielo sereno y fecundador,
-misteriosa, como temerosa, amorosa, se abre la pasiflora.</p>
-
-<p>Salimos hacia el gran patio del convento, en que una fuente, serena y
-solitaria, vierte una agua diamantina y sabrosa. Decóranla testas de
-becerros y delfines, y águilas enteras por cuyos picos caen los sonantes
-chorros. Bajo el sol caliente que hace arder la piel, esa agua está rica
-y fría, como sacada de una nevera. Vamos por los largos corredores;
-resuenan nuestros pasos sobre las lisas baldosas; entramos de nuevo en
-la nave de la iglesia. En un marco especial, cerca de un altar, está el
-libro de indicaciones para los monjes. Leo en una caligrafía anticuada y
-clara:</p>
-
-<p><i>Die 15<sup>e</sup>. sept.&mdash;Missae dicendae in conventu.&mdash;Feria II pro
-Benefactoribus.&mdash;III de anniversaribus.&mdash;V de Beata.&mdash;Cœteris Diebus ut
-in Calendario.&mdash;Abstinentia erit feria II.&mdash;In hac hebdomada securrunt
-iejunia temporatia.</i></p>
-
-<p>&mdash;A propósito&mdash;digo a mi acompañante&mdash;y ¿qué tal comen los reverendos?<span class="pagenum"><a name="page_189" id="page_189"></a>{189}</span></p>
-
-<p>&mdash;Cuando no ayunan, comen alimentos sencillos y sanos.</p>
-
-<p>Y recordé que al pasar por el refectorio, había visto los frescos que
-representan a los buenos religiosos de antaño servidos por princesas
-piadosas, comiendo modestos platitos de sopa y huevitos pasados por
-agua. Pero también recordaba al portero, vigoroso y sonrosado a pesar de
-sus años; y los impagables ágapes a que he asistido en otras partes,
-invitado por mis amigos los frailes; el <i>embonpoint des chanoines</i> de
-que habla en su <i>Lutrin</i> el excelente Boileau; el chocolate de mis
-primeros maestros los jesuítas, y las venganzas de la simpática gula
-contra las terriblezas de la cuaresma. Místicas pinturas y la severidad
-del recinto borraron mis inoportunas reflexiones epicúreas. Allí, dentro
-de sus solitarios habitáculos, unos cuantos hombres, fatigados del
-siglo, o consagrados a la meditación de Dios por vocación, sirven, como
-dice Durtal, de pararrayos. Oran, piensan en la eternidad, saben domar
-la bestia, ascienden perpetuamente, en la <i>beata solitudo</i>.</p>
-
-<p>Al salir, oigo un coro de alegres voces en charlas y vivas, lo cual no
-deja de sorprenderme. Y luego miro que las risas y las voces salen de
-las más frescas y rojas bocas que pueden obstentar garridas y frondosas
-adolescentes.</p>
-
-<p>Sí, me explico. Es un colegio de niñas. El gobierno ha dispuesto que se
-le ceda la parte derecha del local. ¡Dios de Dios!</p>
-
-<p>Pero, ¿qué está pensando el gobierno? ¡Estos varones<span class="pagenum"><a name="page_190" id="page_190"></a>{190}</span> del Señor buscan
-la soledad y se les planta junto a ellos la alegría en su más dulce
-forma; estos pobres ratones se aislan y esperan la hora en que la
-descarnada gata se los ha de llevar, y les vienen a poner a las puertas
-de la cueva el queso! Pueden los fuertes religiosos luchar como
-Jerónimo, como Antonio, como Pacomio, pero si luego aparece un proceso
-famoso, echan las gentes la culpa a una comunidad de carne y hueso, en
-que la debilidad humana o el imperio de la naturaleza, como gustéis, se
-manifiesta.</p>
-
-<p>El tranvía me lleva a Pisa, y hoy mismo partiré para Roma, pasando por
-Livorno.</p>
-
-<p class="r">
-27 de Septiembre.<br />
-</p>
-
-<p>Livorno, a la orilla del mar, comercia, se agita, vive en los afanes
-modernos. Uno que otro viejo edificio, uno que otro monumento recuerda a
-los reyes pasados. En cuanto al bravo Víctor Manuel, no ignoráis que
-está en todas partes.</p>
-
-<p>Una buena línea de tranvía eléctrico lleva hacia Antignano. Se va
-bordeando el mar y se goza de vistas hermosísimas y pintorescas. Se ven
-los astilleros de Ansaldo en donde unos cuantos barcos en construcción
-muestran sus costillares de cetáceo mondados, entre los cuales aborda un
-incesante martilleo. De aquí salió como sabéis, más de un barco
-argentino. Ansaldo, el viejo senador que tanto hizo por este puerto,
-tiene su estatua de bronce en la plaza que lleva su nombre. El tranvía
-va,<span class="pagenum"><a name="page_191" id="page_191"></a>{191}</span> según os he dicho, a la orilla del mar. Paseos llenos de amables
-verdores y boscajes decoran la ribera, en la que, más adelante, hay
-establecimientos balnearios y hoteles y restaurantes de veraneo. Y al
-otro lado, un buen número de villas, chalets y casitas, alegran y animan
-el lugar con sus elegancias, lujos y primores. Se ve que es el barrio de
-descanso de gentes ricas; se ve la consecución del esfuerzo, la
-certificación del engrandecimiento de una población que cada día irá
-aumentando su actividad y su energía.</p>
-
-<p>Cuando el tren se detiene, después de pasado el parque principal, leo en
-una casa cercana: <i>Orfeo, ristoratore</i>. Lección simbólica de vida
-práctica.</p>
-
-<p class="r">
-28 de Septiembre.<br />
-</p>
-
-<p>A Ardenza se va en carruaje; así llego sobre el brasero del suelo y
-hostilizado por un sol implacable. Tiene razón el padre Malaspina con su
-pomposa manera de decir; aquí en verdad «il cocente ardore del sole,
-massime quando sferza dall’inflammato Leone, abbrucia come fornace le
-aperte spiagge, e spariscono assorbiti dal suelo arenoso minori
-ruscelli.» Me dirijo hacia el santuario de Montenero, en donde es
-adorada desde pasados siglos una milagrosa virgen que, según es fama,
-llegó providencialmente de la isla griega de Negroponto. Hay que pasar
-por Antignano, y allí se alquila una diminuta calesa para hacer la
-ascensión. Despacio subo el monte. En las puertas de las casas, viejas
-hacendosas<span class="pagenum"><a name="page_192" id="page_192"></a>{192}</span> hilan en ruecas antiguas. Otras mujeres me ofrecen vírgenes
-hechas de pasta azucarada, o racimos de uvas. Me como una virgen y me
-refresca un negro racimo. Por fin, he ahí el santuario. Desde la cima
-del monte se domina un espléndido panorama. Hacia el lado del mar, en el
-azul flechado de plata, surgen Cerdeña y Elba, y las dos islas que
-incitaban a Dante a moverse contra Pisa, la Capraia y la Gorgona; y a la
-orilla del agua inmensa. Livorno, y más allá la ciudad del Arno, y el
-Serchio; y en relieve sobre el fondo celeste, los Alpes apuanos. Al otro
-lado se levantan los Apeninos, y más cerca los montes de Pisa, y a sus
-pies la ciudad de la inclinada torre.</p>
-
-<p>Un poeta del seiscientos cuyo nombre se ignora, dejó escrita en verso la
-tradición de la virgen de Montenero. Sus octavas ingenuas cuentan que
-siendo papa Clemente VI y césar romano Carlos IV, cansada esta virgen de
-vivir entre otomanos, que no la honraban, abandonó Negroponto y se vino
-al suelo toscano, a traer más esplendores al cielo y aliento a los
-corazones fieles. Unos pastores, a la orilla del pequeño río de Ardenza,
-apacentaban sus ganados. Vieron en una piedra, de pronto, un resplandor,
-y encontraron en el hueco de ella la santa imagen pintada en campo de
-oro.</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Era in asse dipinta, e cossi bella<br /></span>
-<span class="i0">Che ritrata parea da un serafino,<br /></span>
-<span class="i0">Havea da parte destra aurata stella,<br /></span>
-<span class="i0">Et in bracio tenea Gesu bambino,<span class="pagenum"><a name="page_193" id="page_193"></a>{193}</span><br /></span>
-<span class="i0">Con un incatenatta rondinella;<br /></span>
-<span class="i0">Sedera sopra un serico cuscino<br /></span>
-<span class="i0">Estava qu’angelica regina<br /></span>
-<span class="i0">Nel caro sen di quella selce alpina.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Un pastor oyó que alguien le llamaba, y no viendo a nadie, notó por fin
-que la voz era de la imagen de María. «Pastor, alza esa pesada piedra y
-condúcela a Montenero». El favorecido rústico era viejo y, para mayor
-pena, cojo: mas ayudado por su fe, cargó con la pesada piedra. Subió al
-monte y depositó la sacra carga.</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Deposto il vasso il pastorel devoto<br /></span>
-<span class="i0">Come mai non avesse affaticatto,<br /></span>
-<span class="i0">Perché in prodigio tal non stesse ignoto,<br /></span>
-<span class="i0">E fosse al mondo tutto publicato.<br /></span>
-<span class="i0">Al popol di Livorno lo fe noto.<br /></span>
-<span class="i0">Essendo a quello in un momento andato:<br /></span>
-<span class="i0">Quindi sin fe per cosi lieto avisso<br /></span>
-<span class="i0">Il bel porto d’Etruria un paradiso.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>La historia de este santuario es larga e interesante, desde su fundación
-hasta nuestros días, en los cuales, carcomida de ciencia más o menos
-segura, la fe de los pueblos va en mengua progresiva. Esta virgen es
-famosa en toda Italia y aun fuera de la Península. Los marineros la han
-tenido siempre especial predilección, como se ve por los profusos votos
-que ornan el altar y una parte de la iglesia.</p>
-
-<p>La madona, que logré ver, iluminada en su camarín, es de antiquísima
-factura. Ha habido quien la haya atribuído al evangelista San Lucas;
-otros<span class="pagenum"><a name="page_194" id="page_194"></a>{194}</span> opinan que es obra griega. Muchos la juzgan del aretino
-Margheritone, aunque hay quien arguye en contrario, porque éste no pintó
-nunca madonas. El estilo recuerda la escuela del Giotto, el origen
-cimabuesco.</p>
-
-<p>Estas vírgenes amadas y veneradas por los marinos, siempre me han
-parecido las más maternales, las más dulces y las más potentes. Esto he
-pensado una vez más, delante de las pinturas votivas de una ingenuidad
-que hace sonreir en el santuario de Montenero. Y no olvido al saludar a
-esta noble patrona que en la cima de este monte tiene casa de mármol y
-oro y cirios y frescos, y que ha sido visitada por emperadores y reyes y
-poetas, como Byron, a la Virgen Negra de Harfleur, que ví un día ya
-lejano, allá en las costas normandas, toda de bronce, bajo el cielo,
-curtida por las tempestades, de cara al mar.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-194.png" width="144" height="142" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_195" id="page_195"></a>{195}</span></p>
-
-<h3 class="rhead"><a name="ROMA" id="ROMA"></a>R O M A</h3>
-
-<p class="imgrt"><img src="images/illus-195.png"
-width="32"
-height="33"
-alt="" /></p>
-
-<p class="r">
-3 de Octubre de 1900.<br />
-</p>
-
-<p class="nind">
-<span class="lettre">
-<img src="images/drop-p.png"
-width="80"
-height="79"
-alt="P"
-/></span>ASADA la aridez del Agro romano llego a Roma al anochecer. La primera
-impresión es la de una ciudad triste, descuidada, fea; pero todo lo
-borra la influencia del suelo sagrado, la evidencia de la tierra
-gloriosa. En el viaje de la estación al hotel, a través de los vidrios
-del ómnibus, aparecen, ante mis ojos deseosos, una y otra visión
-monumental, que reconozco, ya las arruinadas termas, ya la columna de
-Marco Aurelio. Con el espíritu poblado de pensamientos y de recuerdos me
-duermo en un cuarto de un hotel de la Piazza Colonna&mdash;, que, dejando que
-desear por mil causas&mdash;, quizá por un exceso de arqueología, hace que
-los clientes se alumbren con simples velas. Por mi parte, habría
-preferido cualquier vetusto candil desenterrado, ya que no un noble
-lampadario.</p>
-
-<p>Por la mañana, un vistazo a la ciudad. El célebre corso me sorprende por
-su modestia, exactamente como a Pedro Froment.<span class="pagenum"><a name="page_196" id="page_196"></a>{196}</span></p>
-
-<p>Una larga calle estrecha, llena de comercio, por donde, en las tardes,
-se pasean las gentes; de cuando en cuando la imposición de un palacio,
-cuyo nombre es una página de historia. Os advierto desde luego: el
-pecado de querer convertir a Roma en una capital moderna, no podría
-realizarse, so pena de padecer la verdadera grandeza de la capital
-católica; pero como Roma, dígase lo que venga en voluntad, es a pesar de
-todo, la ciudad del Papa y no la ciudad del rey, todas las disposiciones
-gubernativas no prevalecerán contra ella.</p>
-
-<p>Es la ciudad papal. Lo que han dejado, con raíces de siglos, los sucesos
-religiosos, la larga dominación de los pontífices y una adoración
-ecuménica que converge al lugar en que Cristo dejó su Piedra, no lo
-pueden destruir hechos políticos de un interés parcial. Por la brecha de
-Porta Pía entró poco y no salió nada.</p>
-
-<p>Mientras me dirijo hacia la Piazza Venecia para tomar el tranvía que ha
-de conducirme a San Pablo, un ejército cosmopolita pasa a mi lado, con
-sus insignias en el pecho y sus guías en la mano. Hablan aquí en alemán,
-allá en húngaro, más allá en inglés, en español, en francés, en
-dialectos de Italia, en todo idioma. Son miembros de distintas
-peregrinaciones que vienen con motivo del Año Santo. Se atropellan, se
-estrujan, por tomar un puesto en los carros. Veo escenas penosas y
-ridículas. Ramilletes humanos se desgranan al partir el vehículo. Una
-vieja de rara papalina se ase a las faldas de un obeso cura y ambos
-ruedan por el empedrado.<span class="pagenum"><a name="page_197" id="page_197"></a>{197}</span> Como los cocheros están en huelga, esta
-irrupción es continua, fuera de verse a cada instante, carruajes de
-<i>remise</i> que pasan con cargas de peregrinos. Ancianos, hombres de
-distintas edades, niños, nodrizas con bebés, frailes de todo plumaje,
-curas de toda catadura, se han desprendido de los cuatro puntos del
-globo, para venir a visitar santuarios, besar piedras, admirar templos,
-y sobre todo, ver a un viejecito ebúrneo que alza apenas la diestra casi
-secular, y esboza bajo la inmensa basílica, el ademán de una bendición.</p>
-
-<p>Y todos traen, poco o mucho, oro que queda en la Villa Santa; y para el
-tesoro del Vicario de Jesucristo y rey de Roma, la contribución de buena
-parte de la humanidad. ¡Ah, bien saben los Saboyas que hay que conservar
-esa misteriosa ave blanca encerrada en su colosal jaula de mármoles y
-oro!</p>
-
-<p>Ya en San Pablo, la basílica nueva, veo repetirse a las puertas las
-mismas escenas de los tranvías. Todo el mundo pugna por entrar primero,
-como si dentro se repartiese algo que debiera concluirse pronto. Yo
-también hago palanca de mis hombros, y, lleno de atención&mdash;, <i>beware of
-pickpockets!</i>&mdash;entro. Basílica enorme, llena de alegría fastuosa. Oro,
-mosaicos, columnas de majestuosa elegancia; naves anchas y claras.
-Alejan ciertamente la oración estas magníficas cosas y se piensa en la
-orquesta que ha de atacar el primer vals, o en el <i>foyer</i> de un
-estupendo café-concert. Las gentes hormiguean sobre las baldosas,
-admirando, calculando, clavando los ojos en las ricas techumbres, o en
-los<span class="pagenum"><a name="page_198" id="page_198"></a>{198}</span> medallones de los papas, y desprendiéndolos, para asombrarse ante
-los altares, ante las labores, ante los marmóreos simulacros. Y la
-pregunta universal: ¿Cuánto habrá costado esto? Y la unción en el
-bolsillo. Los sacerdotes, guías de sus distintas peregrinaciones, van
-conduciendo sus rebaños llevándolos de un punto a otro; haciéndoles
-rezar unos, y leyéndoles la guía, con uno que otro comentario, otros.
-Salgo de San Pablo con otro espíritu, ya lo creo, que de la catedral de
-Pisa o de Notre-Dame. San Pablo es la iglesia fin de siglo, en donde no
-falta sino la nota liberty en arte. ¿Para cuándo la basílica
-modern-style? Es la iglesia club, la iglesia tea-room, la iglesia del
-five o’clock. Es la casa de la religiosidad mundana a donde se va a
-buscar al <i>flirt</i>. Una, dos, tres, cuatro, cinco palabras inglesas,
-absolutamente del caso. Ya veis que el lugar impone. ¡Oh, la
-religiosidad serena y severa de las iglesias viejas, hechas para gentes
-de fe, en siglos de piedad y de temor de Dios, y qué lejos está de estas
-Alhambras pomposas, Empires imperiales y Casinos de Nuestro Señor! Y
-fijaos que todo esto corresponde a las políticas de la cancillería
-vaticana, a los paseos de turismo a Lourdes, a las exhibiciones líricas
-del abate Perosi. En gran parte Zola tiene razón, y hay que venir aquí
-para certificarlo.</p>
-
-<p>Al caer el agua de las fuentes, entre el vasto hemiciclo de columnas,
-voy acercándome a la basílica de las basílicas, que se alza gigantesca y
-pesada. Parecía muy grande; a medida que me arrimo parece mayor. Y al
-penetrar, y tender la mirada hacia el<span class="pagenum"><a name="page_199" id="page_199"></a>{199}</span> ábside, la enormidad se presenta
-en toda su realidad. Es un edificio para pueblos. Las oleadas de
-visitantes que se aumentan a cada momento, no se advierten sino como
-pequeños grupos que van de un lado a otro. Allá, bajo la cúpula, cae la
-luz a chorros anchos y dorados. El gran baldaquino de las columnas
-salomónicas alza su magnificencia; la baranda que rodea la tumba de San
-Pedro, con las lámparas encendidas, atrae una muchedumbre de curiosos. A
-un lado, el Júpiter de bronce, el San Pedro negro, con su célebre dedo
-gastado a besos, recibe el inacabable homenaje de los grupos que se
-renuevan por momentos. Las tumbas de los papas, con sus distintas
-capillas y sus estatuas, las telas, las magníficas decoraciones, dan la
-sensación de un museo. Esto se siente más cuando por todas partes se ven
-los visitantes provistos de anteojos, de libros de apuntes, de manuales
-y de guías inglesas, francesas o italianas. Y una palabra vibra en
-vuestro interior: Renacimiento. Desde el San Pedro negro, hasta las
-estatuas con camisa, los ángeles equívocos, las virtudes y figuras
-simbólicas que labraron artistas paganos para papas paganizantes, todo
-habla de ese tiempo admirable en que los dioses pretendieron hacer un
-pacto con Jesucristo. De allí empezó la fe a desfallecer, el alma a
-disminuir sus vuelos ascéticos.</p>
-
-<p>Esta magnificencia me encanta, pero no me hace sentir al doctor de la
-Humildad&mdash;por muy otras razones que las que los Sres. Prudhomme y Homais
-aducirían contra las riquezas de la iglesia, que juzgan<span class="pagenum"><a name="page_200" id="page_200"></a>{200}</span> innecesarias y
-atentatorias.&mdash;Bajo el domo que llueve sol, siento a los Bramante, a los
-Miguel Angel Esta pompa es oriental, es salomónica. Verdad es que
-Salomón es más un visir que un sacerdote. Las figuras blancas de las
-virtudes incitan más a abrazos que a plegarias y los querubines son más
-olímpicos que paradisíacos. Los mármoles de colores, los mármoles
-blancos, los ónices y las ágatas y el oro, y la plata, y el oro y el
-bronce y el oro; y, hasta las colgaduras purpúreas, todo habla al
-orgullo de la tierra, a la gloria de los sentidos, a los placeres
-cesáreos y a la dicha de este mundo. Allá arriba se lee: <i>Tu es Petrus
-et super hanc petram ædificabo ecelsiam meam</i>.</p>
-
-<p class="r">
-3 de Octubre.<br />
-</p>
-
-<p>Al salir de un restaurant cercano a la redacción del <i>Giorno</i>, un grupo
-de señores pasa ante mi vista, y entre ellos uno, cuya fisonomía me es
-familiar por las fotografías y los grabados. Le forman como una <i>suite</i>
-los que le acompañan. Ni muy joven, ni muy viejo, el aire de un
-Alcibiades clubman seguro de su efecto, pasa. Entra a la redacción del
-diario vecino. Tengo la tentación de abordarle. Una entrevista sería
-interesante y mi admiración de poeta quedaría complacida con unos
-cuantos momentos de conversación. Pero un amigo romano me detiene:
-«Sería una imprudencia. Ni como periodista ni como poeta quedaría usted
-satisfecho. Es un original y un hombre demasiado esquivo y lleno de sí
-mismo. Ha venido<span class="pagenum"><a name="page_201" id="page_201"></a>{201}</span> a comprar un caballo, y un diario le ha cantado un
-nuevo ditirambo con este motivo.»&mdash;«¡Pues iré a Settignano!»&mdash;«No le
-recibirá a usted, como no recibe a nadie. Está con una mujer, como casi
-siempre.»&mdash;«¡Pero me concederá un minuto!»&mdash;«¡Ni un segundo: esa mujer
-es la Duse!»&mdash;«¡Después del <i>Fuoco</i>! ¡<i>Enfoncée</i> Sarah Bernhardt!</p>
-
-<p class="r">
-4 de Octubre de 1900.<br />
-</p>
-
-<p>¿Es una madeja de seda, es una flor, un lirio de cinco pétalos, un
-viviente lirio pálido, o acaso una pequeña ave de fina pluma? No, ni
-madeja de seda, ni lirio, ni pájaro delicado; es la mano del pontífice,
-es la diestra de León XIII, la que acabo de tener entre mis dedos, y mi
-beso sincero se ha posado sobre la gran esmeralda de la esposa que
-recompensa en una irradiación de infinita esperanza la fe que no han
-podido borrar de mi espíritu los rudos roces del mundo maligno y la lima
-de los libros y los ácidos ásperos de nuevas filosofías. Bien haya la
-mano que me movió de París, para que la casualidad me hiciese estar en
-Roma en el momento de la llegada de la peregrinación argentina. Nada más
-misterioso y divino que la casualidad. No pensaba yo alcanzar a conocer
-al Papa Blanco; creía que cuando llegase a la ciudad ecuménica ya se
-habría apagado la leve lámpara de alabastro. La lámpara se está
-apagando, o parece que se apaga, aunque en veces la luz tiene brillos
-inusitados, como de un sobrenatural aceite, y hace creer en los milagros
-de la voluntad, que de<span class="pagenum"><a name="page_202" id="page_202"></a>{202}</span> todas maneras son los milagros de Dios. Es
-tiempo en que el Año Santo trae a Roma caravanas de creyentes de todo el
-mundo católico. Lo que a París lleva el placer trae a la Villa Eterna la
-religión, una incesante corriente humana que se renueva a la continua,
-corazones fervorosos que animan sangres de diversas razas, labios que
-rezan en distintas lenguas, ciudadanos de la cosmópolis cristiana que
-con un mismo aliento proclaman la unidad de la fe en la capital de Pedro
-y de Pablo. <i>Civis romanus sum.</i></p>
-
-<p>Antes de ver al pontífice de cerca, de besar su mano, de escuchar su
-voz, le había visto dos veces en San Pedro, una en ceremoniales de
-beatificación, otra dando la bendición a miles de peregrinos. No fué la
-primera ocasión la que mayormente conmoviera mi ánimo, con todo y llamar
-más a lo imaginativo la pompa solemne de los ritos, la música singular
-bajo las techumbres suntuosas e imponentes de la basílica, las rojas
-colgaduras que empurpuran la vasta nave central en que el soberbio
-baldaquino retuerce sus columnas salomónicas, el concurso de altos
-ministros y príncipes eclesiásticos, y la asamblea de fieles que saluda
-al emperador de los católicos. Desde Taine la palabra «ópera» se ha
-escrito muchas veces a este respecto, para que mi lealtad de respetuoso
-no haya sido perturbada por los inconvenientes que traen la tarea de
-pensar y el oficio de escribir. La segunda vez fué cuando ví mejor y
-sentí más hondamente al pálido vicario de Jesucristo.</p>
-
-<p>Hervían las naves de gentes diversas. Peregrinos de varias
-peregrinaciones lucían en los brazos o en<span class="pagenum"><a name="page_203" id="page_203"></a>{203}</span> los pechos sus insignias.
-Religiosos de varios colores circulaban en el inmenso concurso; altos y
-rubios teutones, de caras macizas, de anchas espaldas, conversaban
-serios; curas y seminaristas españoles hablaban, se embromaban,
-bulliciosos; sacerdotes franceses, con ferviente <i>chauvinisme</i>, cantaban
-en alta voz himnos, recomendando especialmente la Francia al Eterno
-Padre. Gentes de la campaña italiana, con sus vestidos pintorescos,
-alegraban de vistosas estofas y de curiosas y brillantes orfebrerías la
-masa compacta, la apretada reunión de correligionarios. Aparecieron los
-estandartes de los peregrinos, y se oyeron largos aplausos de grupos
-parciales. Una bandera francesa, que llegó sola, tuvo un general saludo
-de palmas y aclamaciones.</p>
-
-<p>Allá arriba, sobre el altar, sobre la tumba de Pedro el Pescador, una
-inscripción latina pide al Señor que prolongue la vida de León XIII. Es
-la petición tácita de todas esas almas reunidas con un mismo fin al
-abrigo del colosal monumento del Bramante: es la plegaria que en todos
-los climas de la tierra se eleva de millones de fieles. Las tribunas
-levantadas alrededor del altar en que ha de oficiar su santidad están
-negras de fracs y de mantillas. Se confunden los rostros de todas las
-edades. Las mantillas cubren cabelleras blancas o decoran cabezas en que
-se encienden jóvenes ojos amorosos que pugnan por ser severos en la
-majestad del recinto. De pronto, mientras los franceses continúan con
-sus cantos, comienza allá por la entrada de la iglesia, por el lado que
-da a la Puerta de Bronce, entrada<span class="pagenum"><a name="page_204" id="page_204"></a>{204}</span> del papa, un rumor que crece y se
-convierte en un claro aplauso; y éste se propaga con un ruido resonante,
-bajo los dorados artesones basilicales. Han aparecido los guardias
-suizos: brillan los cascos romanos de la oficialidad, los soldados del
-uniforme miguelangelesco presentan las alabardas, y una cosa se divisa
-blanca en marco rojo, una cosa que se va acercando entre explosiones de
-voces y agitar de pañuelos: es el papa en su silla. Ya está cercano el
-papa León, ya va a pasar frente a mis ojos. Un grupo de españoles clama
-sus vivas de manera detonante; un grupo de alemanes hace tronar sus
-<i>¡hoch!</i>, <i>¡hoch!</i>, <i>¡hoch!</i>, mientras los italianos repiten su
-conocido, <i>¡E viva il papa re!</i> Sobre la silla escarlata, de cuando en
-cuando, se alza en esfuerzo visible, un dulce fantasma, un ser que no es
-ya terrestre, poniendo en un solo impulso seguridad de aliento, creando
-fuerza de la nada; el brazo se agita débil, se desgranan de la mano
-blanca las bendiciones, como las cuentas de un rosario invisible, como
-las uvas de un ramo celeste. Al pasar frente a mí un chorro de sol cae
-oblicuo y vibrante sobre la misteriosa figura, y puedo ver por primera
-vez bien, en un baño de luz, al papa León. Cien veces pintado, mil veces
-descripto, no hay palabras ni colores que hayan dado la sensación de la
-realidad. Todos se encontraron en lo cierto cuando se sintieron
-impresionados de blancura. ¿Recordáis el verso: <i>Qué cosa más
-blanca...</i>? Sumad nieves y linos, cisnes y espumas, y juntad palideces
-de ceras, color suave de pulpas de lirios y de rosas te, y agregad alba<span class="pagenum"><a name="page_205" id="page_205"></a>{205}</span>
-transparencia, como de un ámbar eucarístico, y poned la animación de una
-inexplicable onda vital, y he allí lo que pasó ante mis ojos, bajo la
-gloria solar, en ese instante. ¿Cómo alienta ese dulce ser fantasmal?
-¡Cómo da luz aun la frágil lámpara alabastrina! Y cuando los cantos del
-ritual comenzaron, y fué el padre santo al altar, ¿qué brazos
-desconocidos le sostuvieron? ¿Y qué onda sonora puso en su voz la fuerza
-que hizo esparcir su canto por las naves inmensas, de manera tal que no
-se creería brotase de ese cuerpo de paloma? Cuando volvió, otra
-tempestad de entusiasmo se desencadenó a su presencia. Ví a mi rededor
-barbas de plata y mejillas frescas, húmedas de las más puras lágrimas.
-El pontífice no tenía la constelada tiara tres veces regia, no llevaba a
-su lado los flabeles orientales. Sencillo pasó en su roja portantina
-como una perla en un pétalo de rosa. Y se desvaneció a mis ojos, como en
-un sueño. La tercera vez...</p>
-
-<p>La tercera vez, agregado a la peregrinación argentina, pude estar por
-dos ocasiones, gracias al obispo monseñor Romero, amable de toda
-amabilidad, delante del pontífice. Muy temprano, por la mañana, el
-peluquero me había encontrado algunas canas nuevas; yo en cambio, ¿por
-qué no decirlo? sentía en el corazón y en la cabeza mucho de lo que
-hubiera el día de la primera cita de amor, y de la publicación del
-primer libro. Se despertaba en el fondo de mi ser como un perfume de
-primera juventud; y todas las lecturas y todas las opiniones no pudieron
-poner el más ligero vaho empañador en<span class="pagenum"><a name="page_206" id="page_206"></a>{206}</span> esas horas cristalinas. El viejo
-feo de Zola, el avaro de los decires de antecámara, el sinuoso
-ajesuítado o jesuíta del todo, el contemporizador con la democracia
-moderna, el papa de los periódicos, desapareció, se borró por completo
-de mi memoria, para dar lugar al papa columbino, al viejecito sagrado
-que representa veinte siglos de cristianismo, al restaurador de la
-filosofía tomística, al pastor blanco de la suave sonrisa, al anciano
-paternal y al poeta.</p>
-
-<p>A las once era la cita, y, presididos por monseñor, fuimos, demás está
-decirlo, puntuales. Nuestra insignia azul y blanca en el pecho, nuestras
-tarjetas, rojas o moradas, en la mano, subimos las escaleras vaticanas,
-pasamos por la Puerta de Bronce y penetramos en la Sala Clementina,
-guardada por suizos, en donde habíamos de recibir la personal bendición.
-La Sala Clementina, ¿recordáis? Es aquella que vió Pedro Froment en la
-novela. «Esta sala Clementina, inmensa, parecía sin límites, a esa hora,
-en la claridad crepuscular de las lámparas. La decoración tan rica,
-esculturas, pinturas, dorados, se esfumaba, no era sino una vaga
-aparición flava, muros de ensueño, en que dormían reflejos de joyas y
-pedrerías. Y, por otra parte, ni un mueble, el pavimento sin fin, una
-soledad alargada, perdiéndose en el fondo de las semitinieblas... Él se
-contentó con mirar a su alrededor evocando las muchedumbres que habían
-poblado esa sala. Hoy aun, era la sala accesible a todos, y que todos
-debían atravesar, simplemente una sala de guardias, llena siempre de un
-tumulto de pasos, de idas y venidas<span class="pagenum"><a name="page_207" id="page_207"></a>{207}</span> innumerables. ¡Pero qué muerte
-gravitante, desde que la noche la había invadido, y cómo estaba
-desesperada y cansada de haber visto desfilar tantas cosas y tantos
-seres!» No tuve la impresión de Pedro. Al contrario, invadida por la luz
-que entraba por las ventanas laterales, la sala extensísima y severa
-parecía dar la bienvenida. Las figuras de los frescos en sus posiciones,
-en sus énfasis simbólicos, la Justicia, la Fe, las escenas de la
-entrada, la gloria del Santo Espíritu en el cuadro del fondo, y sobre
-nuestras frentes en el vasto plafón, los brazos abiertos del pontífice
-que asciende al empíreo sostenido por el apoyo de los ángeles, decían
-felices augurios, daban reconfortantes pensamientos. Sí, el papa
-Clemente era un buen introductor ante el papa León. Este debía pasar,
-dentro de poco, detenerse con nosotros, para ir luego a bendecir en la
-basílica a otros miles de peregrinos de distintos puntos de la tierra.
-Mientras un maestro de ceremonias nos coloca en el orden usual y
-monseñor Romero entra a los salones interiores en compañía de otro
-prelado, observo. A la entrada de la sala dos alabarderos guardan la
-puerta, y al extremo opuesto una escolta de ese vistoso y arcaico cuerpo
-aguarda el instante de los honores.</p>
-
-<p>Circulan, pasan de un punto a otro, rojos <i>bussolanti</i>. Un franciscano
-joven, de rostro noble e inteligente, sale de lo interior y da algunas
-órdenes. Tengo la suerte de que mi nombre haya llegado a sus oídos, y me
-sorprende su inesperada afabilidad. Es el secretario del cardenal Vives.
-Los argentinos<span class="pagenum"><a name="page_208" id="page_208"></a>{208}</span> son divididos en dos grupos. A un lado los sacerdotes, a
-otro los laicos. Los rostros, casi todos, revelan una indudable creencia
-en la extrahumanidad del varón apostólico que ha de aparecer a nuestra
-vista dentro de cortos instantes; algunos, ciertamente, reflejan como la
-preconcebida esperanza de un espectáculo de profana teatralidad. Las
-señoras, desde luego, todas, damas altas y modestas, todas, sin
-excepción, manifiestan la gracia de una fe sin reservas. Por otra parte,
-con sus sencillos y negros trajes y tocados, todas parecen iguales: y
-allá en lo invisible y supremo, el hijo del Carpintero que también era
-de la raza de David, no hace diferencia entre esos millones y aquellos
-pobres pesos que atravesaron el mar. Un golpe de alabarda en tierra, una
-voz, la guardia se forma. Es un cardenal que pasa. Conversamos en el
-grupo de la prensa. Hay, únicos y vistosos, dos fracs coloreados de
-condecoraciones. Un fotógrafo prepara su máquina, que ha de resultar
-inútil. Tras largo esperar, se oye un rumor, un ruido de pasos, la
-guardia se forma, presenta las armas. Cascos romanos crestados de oro,
-antiguas gorgueras y jubones, espadas desnudas, cardenales, obispos y
-una roja silla de manos que se coloca en tierra. Entre la roja silla de
-manos, semejante a una joya en un estuche, está León XIII. Las guardias
-le forman cuadro. El besamanos comienza. Hay que detenerse tan sólo unos
-cuantos segundos, pues somos muchos. Monseñor Romero, al lado de la
-silla de manos, hace las presentaciones. Mientras me toca mi turno puedo
-ver bien<span class="pagenum"><a name="page_209" id="page_209"></a>{209}</span> al Padre Santo. No, no hay ningún retrato que se le parezca,
-ni el reciente que acabo de ver en París, de Benjamín Constant, y que
-está señalado como una obra maestra. ¿Quién ha sido el <i>farceur</i> que vió
-en esta boca grande, de labios finos y bondadosos, la sonrisa de
-Voltaire? La cabeza es vivaz, de una vivacidad infantil que se juntara a
-la extrema vejez; la frente hermosa, bien moldeada, bajo los cabellos
-blanquísimos y solideo de nieve; los ojos son obscuros y brillantes,
-pero no los escrutadores diamantes negros de Zola, sino dos luces
-anunciadoras de interiores iluminaciones; las orejas grandes,
-transparentes, como la nariz, de dignidad gentilicia; el cuello lilial,
-que sostiene apenas el globo del cráneo; el cuerpo delgado, de
-delicadeza inverosímil. Cuando estuve frente a frente a darle el beso de
-respeto, ví la mano, toqué esa increíble mano papal, sobre la que brilla
-la enorme esmeralda de la esposa, esa mano que me parecía una madeja de
-seda, o una flor, un lirio de cinco pétalos, un viviente lirio pálido, o
-acaso una pequeña ave de fina pluma, y la mirada de los ojos, casi
-extraterrestre, y la voz que se escapaba de aquel cuerpo frágil, de
-aquella carne de Sevres, daban la idea de un hilo milagroso que
-sostuviese por virtud de prodigio el peso vital. ¿Cómo esta pasta sutil
-no se quiebra al menor soplo de aire, al menor estremecimiento de los
-nervios? ¿Cómo esa hebra tan leve, como un hilo de la Virgen, no se
-rompe a la más insignificante impresión, y resiste no obstante a la
-continua corriente de tantos inviernos, a la palpitación del orbe<span class="pagenum"><a name="page_210" id="page_210"></a>{210}</span>
-católico que tiende al blanco Pastor, a la tarea física que cansaría a
-un hombre robusto, de levantar el brazo, ese pobre brazo senil, en la
-impartición de miles y miles de bendiciones? Una niña pasó, besó a su
-vez la mano; el papa la sonrió como otro niño; quiso hacerle una
-caricia, y la criollita, asustada, se escapó veloz. Alzaron la silla; la
-escolta, los caballeros palatinos, los dignatarios áulicos se pusieron
-en marcha hacia San Pedro.</p>
-
-<p>Un aire de veneración flotaba sobre aquel triunfo tranquilo cuando los
-vivas estallaron&mdash;inútiles, insólitos. ¡Nuestro silencio estaba lleno de
-tantas cosas en aquel instante! De mí diré que viví por un momento en un
-mundo de recuerdos. Era la infancia de músicas y rosas, la lejana
-infancia, en que el alma nueva y libre parecía volar ágil como un pájaro
-de encanto entre los árboles del Paraíso. Eran las viejas campanas de la
-iglesia llamando a misa; la ropa dominical, sacada de los muebles de
-alcanfor, la ida a la catedral al claror del alba, la salida en plena
-luz matutina, la dulzura de la casa pacífica, la buena abuela y sus
-responsorios, la imagen de la Virgen venida de Roma, el cura que iba a
-jugar tresillo, y el granado en flor bajo el cual los labios
-adolescentes supieron lo que era el primer beso de los labios de la
-prima rubia: porque el primer tiempo de la fe era también el primer
-tiempo del amor. Y era la semana santa, con sus ceremonias simbólicas,
-con sus procesiones alegres como fiestas nupciales, con el entierro del
-Viernes santo, a que las mujeres asistían vestidas de luto, y en que
-los<span class="pagenum"><a name="page_211" id="page_211"></a>{211}</span> canónigos me atraían con sus largas caudas violetas; el <i>lignum
-crucis</i>, llevado en la noche al son de tristes trompetas que rompían la
-sombra en el silencio del negro firmamento. Y eran aquellos mis años
-primeros, en la amistad de los jesuítas, en el convento silencioso o en
-la capilla florida de cirios, en que mi mente juzgaba posibles las
-palmas de los Gonzagas, los nimbos de los Estanislaos. Entonces se
-abrieron a la aurora los primeros sueños, entonces se rimaron las
-primeras estrofas. Y la memoria de los sentidos me despertaba ahora la
-sensación de las cosas pasadas, ya perdidas en lo largo del tiempo.
-Visión de lámparas rituales, de velas profusas, de altares decorados en
-que estaban en su inmovilidad de ídolos los simulacros de las vírgenes y
-de los santos; colores y pedrerías y oros de casullas, negras siluetas
-de sacerdotes que se perdían en lo obscuro de las naves, o a lo largo de
-los complicados corredores del convento; olor de la cera, del incienso,
-de las flores naturales que se colocaban delante de las imágenes, olor
-de los hábitos del padre confesor, olor de la cajita de rapé de aquel
-anciano encorvado, de aquel anciano santo que me colmaba de consejos y
-de medallas y cuyo nombre de ave inocente le venía tan bien... ¡Pobre
-padre Tortolini!</p>
-
-<p>Cuando León XIII retornó de San Pedro, otro grupo de los peregrinos
-debía recibir la bendición; volví a verle otra vez. Estaba más pálido
-aún si cabe; parecía que hiciese con más dificultad los movimientos de
-la cabeza y del brazo. Me temo que el<span class="pagenum"><a name="page_212" id="page_212"></a>{212}</span> doctor Lapponi no consienta
-dentro de poco la repetición de estas audiencias, de estas idas y
-venidas a la basílica, ¡Quién sabe si algún día de estos el milagro
-cesa, el prodigio tiene fin, y esa vida rara, así como un cáliz de
-Murano, al fino aliento del aire, cruja, se quiebre, se deshaga!</p>
-
-<p>Vuelvo a contemplar sus ojos que brillan en un fuego amable, su sonrisa
-un poco triste, un poco fatigada, su mano que da todavía una última
-bendición.</p>
-
-<p>Y se lo llevan, con el mismo ceremonial de la venida. Cascos romanos
-crestados de oro, suizos con su uniforme rojo, negro y amarillo,
-alabardas, espadas desnudas, collares, gorgueras, jubones, como en los
-cuadros, como en las tablas. Rumor de gentes. Silencio. Pasó.</p>
-
-<p>Ah, la Pálida anda rondando por el palacio; la <i>camarde</i> está impaciente
-por entrar en el Vaticano y hacer que el martillo de plata del cardenal
-camarlengo toque la frente de Joaquín. Y el anciano siente sus vueltas,
-su revuelo, el ruido metálico de la hoz, lista como en el fresco de
-Orcagna. Y repetirá sus propios versos, el tiarado poeta:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Quanto all’orechio mio suona soave<br /></span>
-<span class="i0">Ate, madre Maria ripeter <i>Ave</i>!<br /></span>
-<span class="i0">Ripeter Ave e dirti, <i>o madre pía</i>,<br /></span>
-<span class="i0">E a me dolce e ineffabile armonia.<br /></span>
-<span class="i0">Delizia, casto amor, buona speranza<br /></span>
-<span class="i0">Tale tu sé, ch’ogni desiere avanza.<br /></span>
-<span class="i0">Quanto spirto m’assal maligno e immondo,<br /></span>
-<span class="i0">Quando d’ambascie piú m’opprime il pondo,<span class="pagenum"><a name="page_213" id="page_213"></a>{213}</span><br /></span>
-<span class="i0">E l’affano del cor si fa piú crudo,<br /></span>
-<span class="i0">Tu mio conforto, mia difesa e scudo<br /></span>
-<span class="i0">Se a me, tuo figlio, apri il materno seno,<br /></span>
-<span class="i0">Fuggi ogni nube, il ciel si fa sereno.<br /></span>
-<span class="i0">Ma gia morte s’apressa: deh! in quell’ora,<br /></span>
-<span class="i0">Madre, m’aiuta: lene, lene allora<br /></span>
-<span class="i0">Quando l’ultimo di ne disfaville,<br /></span>
-<span class="i0">Con la man chiudi le stanche pupille;<br /></span>
-<span class="i0">E conquiso il demon che intorno rugge,<br /></span>
-<span class="i0">Cupidamente, all’anima che fugge<br /></span>
-<span class="i0">Tu pietosa, o Maria, l’ala distendi;<br /></span>
-<span class="i0">Ratto la leva al cielo, a Dio la rendi.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Estas notas que rememoran en lo moderno la plegaria rimada del más
-católico y desgraciado de los poetas, y en lo antiguo el fervoroso y
-armonioso Jacopone da Todi, os harán recordar que el pastor de los
-corderos de Jesucristo es también árcade en las praderas de Apolo. Nada
-más hermoso que esos luchadores provectos de Dios o de los pueblos;
-favorecidos por el numen, en los resplandores de su ocaso, en los años
-de las tranquilas nieves, guardan el culto de la belleza, la pasión
-generosa del arte, y conciertan sus números, cultivando las flores
-perennes, las rosas que no mueren, al amor siempre fecundo y sano de la
-lira. Me he imaginado encontrar al Padre Santo, en una mañana de las
-calendas de mayo, rejuvenecido, sonriente siempre, poseído en esos
-instantes de su <i>deus</i> olímpico, del que le ha hecho manejar
-vibrantemente las cuerdas de su lírico instrumento, de manera que los
-pies de sus exámetros han golpeado el sagrado suelo latino, al<span class="pagenum"><a name="page_214" id="page_214"></a>{214}</span> mismo
-són y compás con que galopan las cuadrigas magníficas de Horacio. El
-pontífice me acoge, y, puesto el pegaso a pacer, le digo, poco más o
-menos, mientras los lirios nos inciensan con sus incensarios y los
-jazmines llueven sus estrellas de nieve, y los gorriones forman
-conciliábulos entre las copas de los pinos: Beatísimo padre y querido
-colega, ¿os repetiré una cosa que sabéis tanto como yo, y que os diría
-en sabios dáctilos y flamantísimos espondeos, si supiese tanto latín
-como vos? El cielo es azul, la primavera avanza gentil, con su cortejo
-florido como en la pintura de Sandro; la tierra palpita, al canto del
-agua y al fulgor solar; alabemos al Señor. Frate Sole nos envía su
-saludo, nuestra hermana la rosa su mensaje, nuestra hermana la mujer su
-sonrisa; alabemos al Señor. Os habéis mezclado a las luchas de los
-hombres; cuando vuestros rebaños han empezado a topetazos, habéis
-intervenido con el cayado, y habéis hecho bien. Habéis enviado, como
-águilas de paz, vuestras encíclicas, a revolar sobre el mundo. Sois
-divino, habéis sido sacerdotal, <i>sacerdos magnus</i>; sois humano, habéis
-sido hábil. Para lo uno profundizasteis la teología: para lo otro os
-ejercitasteis en la diplomacia. Habéis mostrado a los pueblos que estáis
-con ellos y a los reyes indicado el camino. ¿Acaso ha dicho a vuestro
-oído, el rumor del porvenir, lo que se acerca; acaso <i>Lumen in cœlo</i>,
-sabéis lo que anuncian los signos de hoy, para cuando aparezca el sol en
-su alba roja el día de mañana? Padre Santo, Pedro Froment no dejaba de
-tener razón. La palabra <i>de<span class="pagenum"><a name="page_215" id="page_215"></a>{215}</span> conditione opificum</i> ha pasado sobre la
-cabeza de los de abajo, que muy pocos han sentido su benéfica
-influencia, bajo la opresión.</p>
-
-<p>Habéis señalado más de una vez el camino probable de la verdad, habéis
-hecho lo posible por evitar guerras y desconciertos. Habéis tenido que
-ver con los cancilleres y con los embajadores, con el señor de Bismarck
-y con el señor de Cánovas, y con el señor Hanotaux y con el señor de
-Giers. Querido colega, Maron es mejor. ¡Oh pontífice poeta! En vuestra
-tiara está Marbodio, a vuestra izquierda Minucio, a vuestra derecha
-Gregorio; y cuando decís la misa hacéis comulgar a las nueve musas,
-mientras la misma infecundidad florece en blancos ramilletes de cánticos
-en los coros de la Sixtina. Habitáis el más maravilloso de los palacios;
-allí al lado de la fe ha tenido siempre su mansión el arte. Gloria sea
-dada a los papas que se rodearon de pintores, de escultores, de
-orífices, a los que protegieron y amaron a los poetas y a los que como
-aquel Eneas Silvio Picolommini y vos mismo, juntaron a la triple corona
-pontificia la corona de laurel y pusieron en su vaso de oro el agua
-castalia. Sois filósofo, y volando sobre lo moderno habéis ascendido a
-la fuente de la <i>Summa</i>; sois teólogo, y en vuestras pastorales dais la
-esencia de vuestro pensamiento, caldeado por las lenguas de fuego del
-Santo Espíritu; sois justo, y desde vuestro altísimo trono dais a cada
-cual lo que es suyo, aun cuando con el César no andéis en las mejores
-relaciones; sois poeta, y discurriendo y cantando en exámetros latinos y
-en<span class="pagenum"><a name="page_216" id="page_216"></a>{216}</span> endecasílabos italianos, habéis alabado a Dios y su potencia y
-gracia sobre la tierra.</p>
-
-<p>Allí, en vuestro palacio, en la Stanza de la Segnatura, Rafael, a quien
-llaman el divino, ha pintado cuatro figuras que encierran los puntos
-cardinales de vuestro espíritu. La Filosofía, grave, sobre las cosas de
-la tierra, muestra su mirada penetradora y su actitud noble; la
-Justicia, en la severidad de su significación, es la maestra de la
-armonía; la Teología sobre su nube, está vestida de caridad, de fe y de
-esperanza; mas la Poesía parece como que en sí encerrase lo que une lo
-visible y lo invisible, la virtud del cielo y la belleza de la tierra; y
-así, cuando vayáis a tocar a las puertas de la eternidad, no dejará ella
-de acompañaros, y de conduciros, en la ciudad paradisíaca, al jardín en
-donde suelen recrearse Cecilia y Beatriz, y a donde, de seguro, no
-entran los que tan solamente fueron justos. Y León XIII sonreía, con una
-sonrisa más alegre que su habitual sonrisa, y los gorriones y las abejas
-del jardín me daban la razón. Los chorros de agua se encorvaban en arcos
-diamantinos, sobre las conchas marmóreas, en las pilas sonoras,
-reventaban las espumas irisadas; la sacra naturaleza en una vibración
-invisible pugnaba por manifestar el misterio de su corazón profundo; y
-al lado de León ví como un coro hermosísimo de Horas que llevaban en las
-manos flautas y cistros. Y Jesucristo pasaba por los azules aires, como
-en un carro triunfal, no un Jesucristo de pasión, sino de
-transfiguración, un divino Musagetes, fuerte y soberbio como el del
-juicio de Miguel<span class="pagenum"><a name="page_217" id="page_217"></a>{217}</span> Angel, crinado de oro augusto en su magnificencia. Y
-volví a decir: Beatísimo padre: la religión y el arte deben ir juntos en
-el servicio del Eterno Padre. Ved las viñas frescas, tendiendo sus ramos
-al sol; las ramas de los olivos parecen, al soplo del viento, armónicos
-metales; bajo los ramajes ríen las niñas; la luz vivaz se esparce sobre
-el Tíber taciturno. Las naciones aguardan la venida de la inconmovible
-paz; los hombres quieren por fin, ser redimidos del sufrimiento, y es
-hora ya de que Dios haga que resuenen juntos nuevos salmos y nuevas
-arpas.</p>
-
-<p>Y él a mí:&mdash;¡Alabemos al Señor!</p>
-
-<p class="r">
-7 Octubre de 1900.<br />
-</p>
-
-<p>El Pincio, un paseo que se enrolla en una colina. Desde una plataforma
-de la altura, se divisa el panorama romano. Cúpulas por todas partes,
-aunque no me animo a contar las trescientas que vieron los ojos de aquel
-admirable y exuberante Castelar. El paseo no está concurrido en esta
-sazón. El veraneo ha alejado a la sociedad capitolina. Se ve uno que
-otro carruaje, pocos paseantes a pie, y, en los bancos, los clientes que
-en todas partes tienen los lugares umbrosos, los parques y las alamedas:
-el solitario que lee, el que medita, la dama vestida de negro, con la
-niña melancólica y, en ciertos recodos, al cariño de los árboles, grupos
-infantiles que ríen y juegan. Pero aquí no falta, además, el joven
-seminarista, la pareja de estudiantes religiosos, la venerable figura de
-un viejo sacerdote, o, dentro de su carruaje,<span class="pagenum"><a name="page_218" id="page_218"></a>{218}</span> la silueta de un
-eminentísimo. Asimismo, no dejaréis de ver una que otra especie de
-amable dama que, precariamente, busca adoradores, tan lejana de la
-triunfante amorosa de París, como de su antecesora la cortesana de Roma.
-Siempre en Italia encontraréis el lujo de los mármoles. Aquí veis la
-piedra ilustre, desde los bajos relieves de la entrada, por la escalera
-monumental, hasta la serie larga de bustos terminales que pueblan las
-arboledas. Estos parajes están como impregnados de perfumes de amor, de
-lecturas de breviario, cribados de conversaciones mundanas. Y allí, a un
-lado, en uno de los paredones, un lugar hay en que la muerte atrae. Es
-en el paredón de los suicidas, el punto elegido por los desesperados
-para borrar la mala pesadilla de sus vidas, el refugio de los pobres de
-fe o presidiarios de la suerte. París tiene el Sena, Londres el Támesis,
-Madrid el Viaducto, Roma el paredón del Pincio.</p>
-
-<p>A un lado del Pincio se halla villa Borghese. A ambos lugares se entra
-por la piazza del Popolo. Al Pincio por la escalera monumental; a la
-villa por una amplia puerta en donde un empleado municipal cobra el
-precio del paso. Desde la entrada se nota lo vasto y bello de ese parque
-armonioso, lleno de sitios encantados y deliciosas umbrías y rincones de
-amor. Cipreses, encinas, pinos, se alzan, evocadores, en el vasto
-convento de árboles. Columnas desvencijadas, invadidas de hiedra,
-ilustradas de arcaicas inscripciones, templetes y fuentes de un
-prestigio antiguo deleitan con su gracia clásica. Se pasa<span class="pagenum"><a name="page_219" id="page_219"></a>{219}</span> por una
-construcción de estilo egipcio, para llegar, entre simulacros paganos,
-flores y hojas que mueve la más dulce brisa de los cielos, a un precioso
-lago, compuesto con gusto lírico, en donde una <i>loggia</i> central a que se
-accede por un puentecillo, se alza sobre el agua esmeraldina y
-transparente en que se solazan silenciosos cisnes y evolucionan
-cardúmenes de truchas rosadas. A la orilla del lago, copiando un trozo
-en que se alzan tallos de flores acuáticas, veo a un viejo pintor. Sobre
-una roja anémona que crece cerca del banco en que me he sentado,
-trabajan dos abejas, y se me antoja que una ha salido del jardín de
-Horacio y otra se ha posado en la barba del Bembo. En frente, se abre
-una maravillosa perspectiva hacia los suburbios romanos. Desde ese
-magnífico mirador la vista descubre valles y colinas y pintorescos
-perfiles, en una lejanía de las que gustaba el mágico Leonardo para
-fondo de sus cuadros. El sol va bajando como en una suavidad de
-adormecimiento, la luz se agota lentamente en un interminable suspiro de
-crepúsculo. Las estatuas, los peristilos, adquieren un misterioso
-resplandor de oro y violeta. Y cuando dejo con pesar ese paraíso, al
-pasar por una senda nueva, veo un luminoso revoloteo de faisanes. Siento
-en mi espíritu de poeta el saludo amable de la tierra, la generosidad de
-la naturaleza. Los pinos, de una elegancia gentilicia, elevan al
-firmamento sus espesos y obscuros parasoles, en un gesto de oferta; los
-cipreses prolongan la languidez de sus inclinaciones, las encinas
-centenarias ostentan la misma nobleza que en<span class="pagenum"><a name="page_220" id="page_220"></a>{220}</span> los poemas y en los
-cuadros. Revive en un minuto un mundo pasado, un mundo heráldico,
-cardenalicio, real, imperial, papal, un mundo de valor, de cultura, de
-fuertes virtudes y de nobles vicios, un mundo de púrpura, de mármol, de
-acero y de oro; un mundo que allí mismo, en el museo de la villa,
-eterniza las glorias de una edad de belleza, de lucha y de vida. Y me da
-verdaderamente pesadumbre y fastidio tener que ir luego a saludar
-personas, a comunicar con tantas gentes que me son extrañas, a entrar de
-nuevo en la abominación de mis contemporáneos... En la Piazza del Popolo
-compro un periódico.</p>
-
-<p>No hay duda de que, a pesar de todo, Italia no perderá nunca su lado
-novelesco. En un solo número de diario leo tres informaciones que ocupan
-largos espacios. Se trata primero de <i>La gesta del brigante Musolino</i>.
-El título no más es ya un hallazgo. Existe, pues, mientras estoy en Roma
-y veo las oficinas de una compañía de seguros yanqui en el primer piso
-de un palacio histórico, mientras Gabriel D’Annunzio pasa de los
-aristócratas a los socialistas, mientras la basílica de San Pedro se
-alumbra con luz eléctrica, existe, pues, en Italia todavía un verdadero
-bandido, que vive en un verdadero bosque en donde le dan caza con
-fusiles de precisión, y que tiene todavía el buen gusto de llamarse con
-un nombre que habría complacido a D. Miguel de Cervantes: existe el
-brigante Musolino. Como en las pasadas épocas, le buscan afanosamente
-compañías de carabinieri y él se les escurre como<span class="pagenum"><a name="page_221" id="page_221"></a>{221}</span> una murena. Aparece
-en un punto y otro, adopta disfraces diversos, es el terror de las
-comarcas por donde pasa, y, como en otros casos, ofrece a la muchedumbre
-rasgos simpáticos. Corolario: Juan Moreira, Fra Diávolo y el mauser,
-pueden coexistir.</p>
-
-<p>El otro caso curioso es el siguiente, que tampoco es nuevo, pero que
-también cae en el <i>mélo</i> y en el folletín: Un hombre acaba de ser puesto
-en libertad por las autoridades de una provincia de Italia, después de
-haber estado en presidio, inocentemente, treinta y tantos años. No se
-dice qué indemnización se dará al infeliz, pero el suceso interesa a
-todas las imaginaciones y ocupa todas las lenguas que no escatiman
-comentarios. Y el otro sucedido es todo lo contrario al anterior.
-Después de treinta años de olvido, se ha descubierto a dos asesinos,
-marido y mujer, que, para realizar sus deseos de unión, dieron muerte,
-envenenándoles lentamente, al marido de ella y al padre de él. Los
-detalles del proceso tienen a Roma en el «se continuará» de una novela
-del Sr. Gorón.</p>
-
-<p class="r">
-8 Octubre.<br />
-</p>
-
-<p><i>Roma veduta, fede perduta</i>, dice el proloquio. Según el color del
-cristal con que se mire Roma. En los días en que el pontífice se ha
-presentado ante el inmenso concurso de peregrinos que le ha aclamado en
-San Pedro, he visto correr por todo aquel recinto magnificente un
-verdadero y hondo<span class="pagenum"><a name="page_222" id="page_222"></a>{222}</span> estremecimiento de fe. Eran los corazones simples,
-las muchedumbres que venían de lejanas regiones o de las más apartadas
-provincias italianas, conmovidas ante la aparición del papa blanco, en
-quien, milagrosamente, veían la persistencia de una vida increíble, el
-representante de Dios sobre la tierra, el que ata y desata, portero del
-palacio celeste. Espectáculo interesante era por cierto las distintas
-manifestaciones del entusiasmo religioso en ese mundo de gentes
-conmovidas. Unos pálidos, silenciosos, como llenos de un santo terror;
-otros murmurando oraciones; otros ruidosos, congestionados, agitando
-pañuelos, moviendo los brazos, alzándose sobre las puntas de los pies.
-No puedo menos que recordar una escena impagable y sugerente. Un alto
-mocetón de la peregrinación alemana, sobre un banco, en medio del mar
-humano que surcaba en su silla gestatoria León XIII, comenzó, dominando
-todos los ruidos, a emitir con la voz de un ronco cuerno, con la fuerza
-de un pulmón de bronce, repetidos y acompasados <i>hoch! hoch! hoch!</i> Y
-una vieja italiana que estaba cerca, se volvió, furiosa, fulminándole
-con los ojos y deseándole un mal accidente.&mdash;«<i>Ah! la bruta bestia!</i>» Y
-aquel súbito y afilado apóstrofe deslió la devoción circunstante en
-carcajadas.</p>
-
-<p>Se cree aún, hay aún muchas almas que tienen esperanza y fe. A pesar de
-los escándalos religiosos; a pesar de la política pontificia; a pesar de
-lo que se dice del dinero de San Pedro; a pesar de los libros-catapultas
-contra la curia romana, en que no<span class="pagenum"><a name="page_223" id="page_223"></a>{223}</span> todo es pasión o fantasía; a pesar de
-la democracia igualitaria y de la plaga de las nociones científicas y
-filosóficas, se cree todavía, hay espíritus que creen. Reduciré mi
-pensar a la fórmula criolla de un mi amigo: «¡Esto, me dice, es como lo
-que pasa entre nosotros, en nuestras repúblicas americanas: la
-constitución, muy buena, la administración, muy mala!»</p>
-
-<p>Rueda el carruaje por la antigua vía Apía, cuyo pavimento de piedras
-anchas resuena bajo los cascos. Queda atrás la Porta Capena, en donde
-los aduaneros espían lo que se llama en España el matute. A lo largo de
-la <i>regina viarum</i> otros cuantos vehículos se dirigen hacia las
-catacumbas de San Calixto. Tabernas y hosterías suburbanas llaman, en
-rótulos de una caligrafía primitiva o infantil, a gustar el vino célebre
-de los Castillos Romanos. Pasado el paraje por donde hoy hacen
-estremecerse la tierra de Appio Claudio las locomotoras del ferrocarril
-que va a Civitavecchía, llego ante la iglesita del <i>Quo Vadis</i>, cuya
-inscripción me parece de pronto&mdash;perdonadme mi ingenuidad&mdash;la <i>réclame</i>
-de una casa editora para la notable, compacta y demasiado resonante
-novela del polaco Sienkiewicz.</p>
-
-<p>Al llegar a las Catacumbas, una escena curiosa y desagradable me hizo
-detener. Nada más repulsivo y ridículo para mí, que los boticarios
-ateos, los rentistas que han leído a Lachattre y los concienzudos
-frailófagos que recitan el apócrifo Hugo de <i>Jesucristo en el Vaticano</i>.
-Hay sujetos de esos que desearían<span class="pagenum"><a name="page_224" id="page_224"></a>{224}</span> ver al papa pidiendo limosna, al
-clero descalzo y con una cruz a cuestas, alimentándose y abrigándose con
-lo que el Señor da a las raposas y a los lirios del campo.</p>
-
-<p>Juzgan a todo sacerdote un bandido, y al pontífice, capitán de la gran
-cuadrilla. El mal gusto de estas viejas facecias ha tiempo que está
-flagrantemente reconocido. Pues bien, a la entrada de las Catacumbas he
-asistido al repugnante espectáculo de un cambalache sagrado. Frailes
-odiosos vendían cirios como macarrones, frascos de específicos, medallas
-y recuerdos santos, con la misma avidez y las mismas maneras que el más
-sórdido y brutal almacenista. Descendí, en compañía de unos peregrinos
-franceses, por el dédalo obscuro. El guía recitó su cien veces repetida
-lección, delante de los peces simbólicos, delante de la tumba de Santa
-Cecilia. Los muros ennegrecidos por el humo de las antorchas y rayados
-de inscripciones, en las capillas y pasadizos; la estrechez del lugar,
-lo mecánico del viaje a través de esa cueva de «viejos topos» y la
-confusión en el rebaño indocto y cornacqueado por su reverencia, me
-dejaron una desilusión inmensa. ¡Me quedo con Fabiola! Y luego, por
-todas partes, como en todos los lugares dignos de la veneración de la
-historia o del arte, la pata del ciudadano particular que deja su huella
-en la seguridad de ser reconocido cuarenta siglos más tarde. Leí, entre
-mil nombres: <i>Pierre Durand</i>. ¡Pierre Durand! En la torre inclinada de
-Pisa había encontrado: <i>Pedro Pérez</i>. Oh, Señor Dios, tu sabiduría es
-infinita.<span class="pagenum"><a name="page_225" id="page_225"></a>{225}</span></p>
-
-<p class="r">
-12 Octubre de 1900.<br />
-</p>
-
-<p>Al partir de la ciudad inmortal, al son ronco del tren, hago un
-inventario de recuerdos. Desde luego, es una tarde pasada en el Foro y
-en el Coliseo, la revelación de la piedra, el «pan» de Ruskin, ruina,
-columna rota, lápida, estatua, inscripción. Todas vuestras lecturas
-despertarán en vuestra memoria, ante esos amontonamientos de basas,
-pavimentos, muros en que perduran los mosaicos. No podréis menos que
-sentir la presencia del espíritu de Cicerón&mdash;la «ardiente elocuencia»
-dice Byron&mdash;en ese foro en que resonaron tan magníficas arengas, y el
-ambiente vibró al clamor sabino. Se alzan aún, sosteniendo sus rajados
-arquitrabes, las columnas del templo de Saturno. Y en las <i>rostra</i>
-creeríase el aire agitado de gestos, sonante de cláusulas rotundas, lo
-propio que más allá, en donde se levantaba el templo de la Concordia.
-Fué allí donde Porcio Catón opuso la ruda y fuerte palabra suya a los
-argumentos ordenados de Cayo César sobre la conjuración de Catilina.
-Cetego, Lentulo, Estrabilio, Gabinio, Cepario, pagaron con su vida, la
-apretada cuerda al cuello, su culpabilidad.</p>
-
-<p>Perdido entre un dédalo de excavaciones, llegué hasta donde unos
-trabajadores procedían a desenterrar los más recientes hallazgos. Y es
-una impresión singular la que se experimenta, al ver brotar de la tierra
-amontonada por las centurias, los signos aun vivos y reveladores de una
-civilización, de<span class="pagenum"><a name="page_226" id="page_226"></a>{226}</span> una época que estamos hechos a considerar casi
-legendaria. Delante de mí, con sus barras de hierro, los cavadores
-apartan las grandes piedras. Con mucho cuidado se quita la tierra de las
-paredes; y de repente van apareciendo, sobre el antiguo estuco,
-decoraciones grecas, figuras graciosas. Y fué grande mi emoción, os lo
-juro, cuando, de un óvalo, en el rincón de una sala, no sé de qué
-edificio recién descubierto, vi salir hecha, con modo arcaico y extraño,
-una como cabeza de Cristo.</p>
-
-<p>Cuando se tiende la vista en derredor, los templos de Faustino y
-Antonino, y el de Roma y Venus que Adriano levantaron, y la basílica de
-Constantino, evocan los grandes hechos antiguos. Allí, en el Palatino,
-refugio de la gloriosa Loba, sobre la altura, aun se contemplan las
-arcadas y muros del palacio de los Césares, en donde mosaicos y frescos
-guardan memoria de las pompas imperiales. Y no lejos, los baños de
-Livia, el palacio de los Flavios y lo que aun queda de la mansión en
-donde exprimió la soberbia y el placer Calígula.</p>
-
-<p>El sol caía a ondas claras del cielo puro. Jamás el cielo se presenta
-más hermoso que cuando la mirada va a su inmensidad azul entre un grupo
-de columnas o sobre los ruinosos capiteles.</p>
-
-<p>He sentido un ansia de vuelo espiritual cuando, al pasar del Foro al
-Palacio de los Césares, he visto el firmamento recortado por el vasto
-arco de Tito, que elevaron el senado y el pueblo en recuerdo de la
-destrucción hierosolimitana. En el fondo celeste, en el marco de piedra,
-parecía como si palpitase un<span class="pagenum"><a name="page_227" id="page_227"></a>{227}</span> enjambre de ideas. Y erré de un lugar a
-otro. Del altar de las vestales, cerca del cual permanecen las estatuas
-de las paganas vírgenes, a la <i>Meta Sudans</i>, en donde apagaron su sed
-tantos gladiadores.</p>
-
-<p>Por allí habitaba el cordobés Séneca, y desde su casa oía en las
-próximas termas, según cuenta a su amigo Lucilio Junior, «el ruido que
-hace el frotador, a un jugador de pelota que lleva la cuenta de los
-puntos, a un cantante que encuentra su voz más encantadora en el baño,
-los gritos de un pastelero, los de un carnicero, los de un ropavejero,
-de un herrero, y los de ese que cerca de la <i>Meta Sudans</i> prueba sus
-trompetas y sus flautas y muge más que toca.» Y en la vía de los
-triunfadores una onda de imágenes asalta la fantasía. Y es un ruido de
-carros, un resonar de trompas y de clarines, un agitar de palmas; son
-los bueyes coronados de rosas; las túnicas blancas de las vestales, los
-estandartes, los haces, las águilas; es la muchedumbre aglomerada y el
-coro inmenso de las aclamaciones; son las estolas, las togas, las
-diademas, los ornamentos de los sacerdotes y las literas de las
-cortesanas; son los viejos versos de Virgilio y la reciente lectura de
-Boissier, o las sombras de los Goncourt que van a observar cómo en los
-agujeros del arco de Septimio Severo hacen su nido las golondrinas.</p>
-
-<p>Cerca del templo de Cástor y Pólux, oí una voz como en discurso o
-arenga. Un gran grupo de gentes, unas sentadas sobre las piedras, otras
-de pie, se presentó a mi vista. Acerquéme llevado de la curiosidad.</p>
-
-<p>Había damas, hombres, niños. Todos oían en s¡<span class="pagenum"><a name="page_228" id="page_228"></a>{228}</span>lencio y religiosidad a un
-clérigo joven, de fácil palabra, que, por lo poco que pude entender,
-daba a sus oyentes, en pleno aire, una lección de historia y
-arqueología. Era la peregrinación alemana, y no pude menos ante ese
-espectáculo de cultura, de recordar el nombre ilustre del germano a
-quien deben la erudición romanista y la sabiduría clásica moderna un
-extraordinario luminar: Teodoro Mommsen.</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>En el coliseo rememoré el apunte de los Goncourt: «Como una ronda de
-danza, de pronto violentamente interrumpida y con una parte de los
-bailadores caída de espaldas&mdash;todo un lado del Coliseo caído en tierra».
-Colosal, ciclópeo, enorme, lugar de leones y de emperadores. Y es la
-imaginación del antiguo espectáculo circense, que no tiene hoy nada
-comparable sino las corridas de toros en los cosos actuales. En
-verdad&mdash;como ante el Acueducto, la Cloaca Máxima, las Termas&mdash;ante estas
-ruinas viene la usual frase: obra de romanos. Los yanquis quieren para
-sí en nuestra época la aplicación del decir, por su tendencia a realizar
-«lo más grande del mundo». Y leo en un artículo sobre la próxima
-exposición de Búffalo, en donde se construirá un enorme estadio. «El
-estadio ofrecerá a los adictos al sport la arena más espaciosa y
-espléndida que se ha construído hasta ahora en los Estados Unidos. El
-Carnaval Atlético que se efectuará durante la gran exposición, será el
-más notable en la historia del sport en los Estados Unidos, pues
-cuéntase con la cooperación de los mejores promotores de juegos,<span class="pagenum"><a name="page_229" id="page_229"></a>{229}</span>
-contiendas y partidas atléticas en el país. Por lo tanto, las personas
-que visitaren la exposición panamericana tendrán ocasión de ver
-contiendas entre los atletas más célebres del mundo, que se esforzarán
-en ganar premios dignos de los mayores hechos de resistencia, fuerza y
-habilidad. El Coliseo de Roma, construído el siglo I de la era
-cristiana, dícese que podía contener 80.000 personas. El estadio
-panamericano tendrá 129 pies más de largo y no será sino 10 pies más
-angosto que el histórico anfiteatro de Roma; pero su arena será más
-grande y habrá asientos para 25.000 personas. Se consigue lo colosal,
-<i>Colosseum</i>. Mas la sonrisa no vacila entre estos <i>matchs</i> de feria al
-amparo de la democracia igualitaria, y aquellas formidables funciones en
-que la magnificencia cesárea regaba con sangre la tierra en que se
-alzaría el árbol simbólico de Cristo. Dicen que hay turistas que se
-pagan el espectáculo de una iluminación con antorchas y románticos que
-van en las noches de luna a recordar a Eudoro y Cimodocea.</p>
-
-<p>Lo primero es un exceso de Bædeker, lo segundo excesivamente anacrónico.
-El Coliseo sorprende y asombra en pleno día, bañado de sol; así os
-abruma la inmensa armazón de piedra, las arcadas derruídas, los muros
-rajados de siglos, horadados de años, labrados del paso incesante de las
-horas y mutilado el cuerpo vasto y soberbio por bárbaros y <i>barberines</i>.</p>
-
-<p>Al salir del vasto anfiteatro, pasó como un gran insecto ante mi vista,
-un hombre en una bicicleta.</p>
-
-<p>Y fué luego un amanecer en las cercanías de<span class="pagenum"><a name="page_230" id="page_230"></a>{230}</span> Roma, cerca de los lugares
-encantados que dieron a Poussin sus magníficos paisajes. El Tíber iba
-despacioso entre colinas y frescas campiñas. Apenas comenzaba la luz a
-insinuarse en el lado oriental y el horizonte se teñía de un dulce
-violeta y a trechos, un baño de perla suavizaba una tenue irrupción de
-oro. Y colinas y campiñas se iban poco a poco iluminando en un aumento
-progresivo de resplandor. Salía de la tierra como un vaho de vida. No
-era el envenenado respirar de los pantanos pontinos, sino un aliento
-sano y vivificante. Al vuelo sutil de una brisa impregnada del perfume
-del campo, temblaban los céspedes ambarinos y las hojas de las anémonas
-silvestres, y una fina flor áurea que enciende su estrella de fuego a la
-orilla del río. Y en una barca, al amor de la corriente, seguimos, con
-un amigo soñador, un rumbo sobre las aguas en que se desleían los tintes
-del cielo. Un solitario pescador arreglaba una red. De los caseríos
-cercanos llegaba el agudo canto del gallo. Y de pronto fué una fiesta
-solar en el firmamento romano.</p>
-
-<p>El sol había roto las brumas matinales, y surgía, en su imperial pompa,
-entre peñascos candentes, bajo bóvedas de rubíes vivos. El agua se tiñó
-de sangre y se encendió de la oriental llamarada. La naturaleza parecía
-iniciar un canto sin palabras, o con palabras íntimas que iban al
-espíritu sin formularse, en la armonía de las cosas, en la comunión de
-las ideas humanas con las ideas eternas que emergen en enjambre
-misterioso de la misteriosa mente del mundo.<span class="pagenum"><a name="page_231" id="page_231"></a>{231}</span></p>
-
-<p>En la ribera tiberina nos hacía señas el dueño de la rústica hostería.
-Ya el humo del fogón brotaba por la chimenea, y las truchas recién
-cogidas hacían chillar el aceite de las ricas olivas en la sartén
-caliente. Y una joven fresca, que hacía recordar a la sierva de Horacio,
-nos recibía con la más matinal de sus sonrisas, mientras ponía el mantel
-del desayuno, bajo una parra cargada de racimos de uvas claras que
-invitaban a hacer la experiencia del sátiro mallarmeano: chupar el jugo,
-soplar en el pellejo vacío, y a través de la cápsula transparente, mirar
-el sol!</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Y fué un día luminoso, en la plaza del Capitolio; ya ante la larga
-escalera de la iglesia de Ara Cœli, o delante del palacio Cafarelli,
-entre las estatuas de Cástor y Pólux, o junto a la jaula de la loba viva
-que encarna el símbolo original de la ciudad de Rómulo. He recordado, al
-contemplar la estatua de Marco Aurelio, la superstición tradicional; he
-visto si el simulacro se va dorando más, y si llegará de nuevo a ser
-todo áureo, y así la fin del mundo llegará con el de la villa ya no
-eterna sino perecedera como toda obra del hombre...</p>
-
-<p>Así llegaron los primeros pobladores de Roma, allí se sembró la primer
-semilla que formaría el bosque inmenso que propaga por la tierra la
-estirpe latina.</p>
-
-<p>Tendidos como representaciones fluviales, negros de tiempo, los dos ríos
-de mármol de la fuente del palazzo Senatorio, el Tíber y el Nilo, oyen
-continuamente el canto del cristal del agua que en la ancha<span class="pagenum"><a name="page_232" id="page_232"></a>{232}</span> pila forma
-velos diamantinos y sonoros encajes, y encima, la Roma triunfante de
-Covi&mdash;que Miguel Angel quisiera sustituir por un colosal
-Júpiter&mdash;preside, augusta y secular. Y una paloma que se posa en un
-árbol cercano, verde en la dulce estación, me recuerda que en este mismo
-punto, un día de gloria, la cabeza del Petrarca fué coronada con el
-laurel que tan sólo consiguen el Arte y la divina Poesía.</p>
-
-<p class="r">Entre Roma y Nápoles, Noviembre 1900.</p>
-
-<p>Rueda que rueda, con ruido de herramientas que se entrechocan y un
-resuello penoso, el tren sigue: un largo infierno que anda. El Gibelino
-lo hubiera hecho rodar por las planicies de sombra de su Infierno; así
-lo piensa aquella inquietante María Barskitcheff, en sus cartas. Si
-Capua no estuviera en esta vez al fin del viaje, abriendo su maravilloso
-semicírculo de colinas con cruzamientos de villas al borde del mar
-pensativo... Capua es por ahora Nápoles, con los primeros azules y rosas
-delicados de los inviernos meridionales.</p>
-
-<p>Los últimos recuerdos de Roma que insisten, con la insinuación ya
-discreta y melancólica de la distancia y de lo recientemente pasado, son
-los de la capilla Sixtina. Es preciso ver la capilla Sixtina; pero es un
-desacato verla sin los propios ojos, sin los personales ojos del artista
-que ponen una mirada más en los colores de las telas y en las alburas de
-los mármoles, fatigados del secular mariposeo de tantas pupilas. Porque
-en esos sancta sanctorum<span class="pagenum"><a name="page_233" id="page_233"></a>{233}</span> del arte, se ven dos cosas: la <i>chef d’œuvre</i>
-y los ojos que la han visto: las miradas que han dejado en ellas algo de
-su esencia diáfana y misteriosa. La capilla Sixtina está llena de esas
-miradas, satisfechas o escépticas, o irónicas, o estáticas, o incoloras.
-Desde luego la vieja mirada de los maestros que, realizada la obra,
-hallaron que era buena; y las miradas de los papas, de los papas
-gentiles o ascetas; y la escrutadora mirada de los amigos del artista, y
-después, cuando la muerte hubo serenado todos los juicios, pulido todas
-las asperezas, humanizado todas las controversias, uniformado todos los
-cultos y consagrado todos los sufragios, las miradas de los
-intelectuales que pasan. Todavía se disciernen en el delirante
-misticismo de la transfiguración, por ejemplo, las miradas llenas de
-análisis tranquilo de Taine, tan distintas de las miradas de los
-espectadores de ayer, ayunas de razonamientos y de distinciones morales,
-poco o nada introspectivas simplificadas de nuevo, al sol del
-Renacimiento, por la majestad sencilla de la línea antigua... Porque los
-ojos han hecho un inmenso y triste camino de complicación y de
-complexidad desde el Renacimiento hasta estos días de esteticismo y de
-connotaciones múltiples. Ya no hay un cerebro bastante puro y amplio que
-vea con la mirada de un Leonardo. Han desaparecido en el juicio las
-perspectivas vastas, los lineamientos tranquilos: nuestros ojos están
-tristes y nuestras miradas están enfermas; y aun parece que los
-inmortales cuadros y los mármoles eternos, sienten que ya no sabemos
-mirarlos.<span class="pagenum"><a name="page_234" id="page_234"></a>{234}</span> Quién sabe. ¿Por qué no ha de haber en el alma inefable de un
-<i>capolavoro</i>, el melancólico despecho de no ser bien mirados? ¿Por qué
-el espíritu nobilísimo de las cosas bellas no ha de encogerse de
-angustia ante el enfermizo reflejo de las miradas de hoy? ¿Quién se
-atrevería a negar que esta tristeza no modifica al aspecto mismo, la
-fisonomía, la expresión de la obra de arte? ¿Quién podría afirmar que el
-Moisés de Miguel Angel, es hoy el mismo que hace doscientos años, que
-antes aún, cuando el maestro que esculpía las tablas de la ley soñando
-en el haz de rayos de Zeus, golpeaba con su martillo el mármol vital,
-ordenándole el movimiento y la acción?</p>
-
-<p>&nbsp;</p>
-
-<p>Y el tren rueda aún con su desesperante machacar de herramientas, y mis
-reminiscencias le siguen jadeantes por el camino. Vuelvo a escuchar las
-ambiguas voces de los castrados, complemento extraño de todo lo visto y
-sentido en el milagroso santuario. Paréceme como que todos los frescos,
-todos los zócalos, las bíblicas figuras de los muros laterales que
-cuentan las peregrinaciones mosaicas, y los más tremendos episodios
-bíblicos; las grandes figuras sedentes del profeta y de la sibila; los
-nueve grandes cuadros que reproducen en la bóveda la creación del mundo;
-Dios, las pitonisas, los profetas, los santos de la nueva ley; todo eso,
-cantaba en la voz blanca y singular, que esta era su propia voz, su
-lengua propia, el verbo misterioso que los papas habíanles dado para que
-se manifestasen a la<span class="pagenum"><a name="page_235" id="page_235"></a>{235}</span> emoción de los pueblos que van en romerías a
-contemplarlos. <i>¡Miguel Angel y su juicio!...</i> Todo heroísmo de arte
-lleva a una hipersensibilidad atormentadora. Acaso el arte no es una
-gran tranquilidad, sino una gran angustia. Toda la literatura está ahí
-para comprobarlo: El infierno sale al paso a los grandes espíritus,
-llámense Homero, Virgilo, Dante, Milton o Swedenborg, llámense
-Buonarroti o Rops...</p>
-
-<p>Sandro Botticelli; he ahí, la heredad del exquisito y raro, y no se
-divaga por cierto el ánima de ese estremecimiento de angustia íntima que
-trae consigo el deletrear todas las aristocracias de ese pincel. Porque
-Botticelli no es de los que serenan; es quizá de aquellos cinco (que en
-Taine son cuatro: Dante, Shakespeare, Beethoven y Miguel Angel) que
-parecen de una raza aparte. Tiene un supremo privilegio, el que Víctor
-Hugo halló siglos después en Baudelaire; ha creado un estremecimiento
-nuevo, con una noción nueva de la expresión, que antes de él no está
-condensada en parte alguna, sino difundida en las legiones de maestros
-prerafaelitas, expresión de belleza convencional, o de fealdad resuelta
-para algunos; pero de real belleza y armonía innegables para muchos que
-llevan en el larario de sus emociones ese <i>coin maladif</i> de que hablaba
-Goncourt. Como ellos este hombre tiene una fisonomía y un sello de
-poderoso individualismo; es solitario como ellos; tiene como ellos la
-obra sin analogías, sin más que las lógicas analogías que ensartan en un
-mismo hilo resplandeciente todas las demostraciones de un<span class="pagenum"><a name="page_236" id="page_236"></a>{236}</span> mismo arte, a
-través de las épocas. ¡Cómo ansío llegar a Florencia para apacentar mis
-admiraciones en el foco principal de las obras de Sandro! ¡Porque él
-tiene ahí, en la ciudad dantesca, su reino, con el seráfico Fra
-Angélico, aprisionador de éxtasis! Sin embargo, para hablar de la
-Sixtina es preciso hablar de Botticelli, a condición de haber rezado
-antes a Miguel Angel, esa alma de Dios caído ante la que rezó Taine. El
-Juicio Final; sí, aquello no convierte mis apostasías ni enfervorece mi
-fe; el protestante del cuento vuelto ortodoxo por obra y gracia del
-<i>Juicio Final</i>, es de una conmovedora ingenuidad; por el camino de ese
-cuadro se va mejor a Atenas que a Jerusalén; esas dos o trescientas
-figuras que ensayan actitudes, no sugieren el <i>miserere mei</i>, sino el
-himno a Phoibos Apollon: se está más cerca del nevado Olimpo, que del
-trágico Josafat; más cerca de la gloria del músculo, que del aleteo
-medroso de la plegaria. Es un gran escultor el que pinta,
-esculturalmente (¿no hay acaso muchos pintores que esculpen cuadros?
-Para no citar más que un talento moderno, ahí está Leonardo Bistolfi,
-con sus monumentales bajo relieves fúnebres y su <i>Dolor confortado por
-la memoria</i>.) Ha buscado Miguel Angel el agrupamiento de las figuras
-curándose poco de las radiaciones sobrenaturales del cielo de los justos
-y de las rojas bocanadas de hornaza del infierno de los réprobos:
-quiere, ante todo, quiere grandiosamente la expresión inmortal del
-cuerpo humano, la nobleza clásica del gesto; está cerca de Jove y ha
-visto el fruncimiento de sus cejas y los hinchados<span class="pagenum"><a name="page_237" id="page_237"></a>{237}</span> músculos de su
-diestra que blande la centella... Los tiernos colores, los dulces o
-imperiosos matices, las perspectivas que ayudan al vuelo de la
-imaginación moderna, el azul en que está sentado el Padre, el rosa de
-las auroras de la resurrección, las policromías de los pinceles en las
-manos que han mezclado colores, pero que no han labrado granitos... eso
-no está aquí, no lo busquéis aquí; aquí está el relieve poderoso, aquí
-está su plástica: el color que queréis está ahí en frente, mirad... El
-tren acrece su estrueado bajo los cristales de una estación: el mar y
-los verjeles se besan: ¡Nápoles! Hemos llegado a Nápoles. La Sixtina se
-pierde en un desvanecimiento de ensueño.</p>
-
-<p class="r">
-Nápoles.<br />
-</p>
-
-<p>¡Nápoles! El Vesubio es todavía una pira digna de los funerales de
-Patroclo. ¿Estamos por ventura en la era cristiana?</p>
-
-<p>Se necesitaría embridar la imaginación aventurera con dura brida para
-creerlo. La mañana arde mansamente en un impecable azul. He subido a las
-alturas que corona el puente de San Telmo, punto clásico para las
-perspectivas, a fin de <i>ver</i> y <i>vencer</i> antes de abismarme en ese mundo
-ruidoso que gira y ríe a mis pies. Y en verdad os digo que estamos bajo
-el imperio de los Augustos. Nada recuerda aquí el madero del Nazareno,
-nada su religión de angustia: este sol que en pleno otoño tuesta las
-rosas de Pœstum, las cuales dos veces florecen en el<span class="pagenum"><a name="page_238" id="page_238"></a>{238}</span> año, es el mismo
-sol jovial que doraba la frente de Séneca. La bahía de Nápoles,
-suavemente encorvada y palpitante como una seda azul sobre un inmenso
-regazo, canta aún el <i>cum placidum ventis staret mare</i>, en su perpetuo
-idilio con los islotes de Sirenusa, coros de las rubias oceanidas. El
-azul del cielo, el histórico azul de ese cielo inmortal, se burla con su
-flamante brillo, de los veinte siglos que han pasado desde que en la
-dulzura piadosa del Pausílipo se acostaba para dormir su sueño eterno,
-el dulce mantuano gorjeador de églogas. A su derecha la isla de Capri da
-a las ondas reflejos de aventurina estriada de oro vivo y se aduerme en
-la misma ociosidad que le valió el mote de Augusto.</p>
-
-<p>A la izquierda, desde <i>capo del monte</i> hasta el cono poblado de mitos
-del Vesubio, las montañas de voluptuosas o ásperas ondulaciones engastan
-sus moles en el zafiro inconmensurable. Enfrente, Castellamare y
-Sorrento; ¡Sorrento! cuya sangre divina no corre ya por las venas del
-mundo para letificarlos, como corre ahora ese</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">Insípido brebaje de cebada<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p class="nind">anatematizado por Menéndez Pelayo, Sorrento, cuyo vino luminoso inspira
-la <i>Jerusalén libertada</i>.</p>
-
-<p>Y un poeta me dijo:</p>
-
-<p>&mdash;Una peregrinación se impone aún, después del beso placentero que la
-mirada envía a todo ese paisaje pintado por los afables dioses: vamos a
-rezar un exámetro a la tumba de Virgilio, situada sobre la<span class="pagenum"><a name="page_239" id="page_239"></a>{239}</span> vertiente de
-la gruta del Pausílipo y después a seguir respirando paganismo en la
-hirviente ciudad: paganismo desde luego en el <i>Museo borbónico</i> que
-encierra toda la resurrección pompeyana: vasos, ánforas, lacrimatorios,
-tinteros, estiletes, lámparas, candelabros, buclineos <i>speculums</i> en
-cuya agua muerta parecen aún flotar, como extraños lotos, los rostros de
-las patricias que en ella se contemplaron; paganismo en las vías
-resonantes de una muchedumbre que parece hiperestesiada por la vida, que
-la absorbe a enormes tragos, que tiene a Dionisio en los labios y a San
-Jenaro en el corazón, invirtiendo frecuentemente los nombres. He aquí a
-la bien amada de Lúculo, de Mario, de Pompeyo y de Plinio que la
-reconocerían en su tocado y en su risa... He aquí a la reina de las
-divinas galeras, atareada como para recibir los marfiles de Cartago. He
-aquí a la novia de César, coronada de mirtos. Jove Capitolino extiende
-aún hasta este refugio de delicias la piedad de su sombra; los dioses
-resucitan diariamente al surgir como una discreta apoteosis la aurora
-sobre la mansedumbre especular del golfo. Se comprende aquí la
-resistencia al cristianismo, la taimada protesta del meridional epicúreo
-y jovial a una ley de tristeza y de mortificación: Un Dios nuevo, <i>¿â
-quoi bon?</i> si los viejos no han dejado de ser buenos. ¿Vale este
-doliente hombre coronado de espinas por aquellos radiantes silenos
-coronados de parra? ¿Qué papel puede desempeñar la Providencia cristiana
-en un pueblo que mendiga el azar? ¿A qué pensar en las delicias de una
-gloria cuyo precio<span class="pagenum"><a name="page_240" id="page_240"></a>{240}</span> es la oblación y d martirio, cuando llegan hasta
-nosotros los alientos aromatizados de Misena, de Cumas, de Baya Caras a
-Nerón, de Prócida y de Ischia? ¿Por ventura ese cielo que promete el
-crucificado será más azul que el ciclo del Mediodía? ¿Las delicias de
-ese empireo nuevo igualarán al beso que al incendiarse las púrpuras de
-la tarde pone el pescador en la boca de la pálida pescadora? ¿Los
-ángeles tienen acaso los inmensos ojos luminosos de estas mujeres
-doctoras del amor? ¡La tortura, el martirio! ¿para qué si la vida está
-llena de sol, si huelen tan bien las flores de los naranjos y el obscuro
-vino tiene aún el secreto de las risas de los dioses? Y Cristo tendió
-mucho tiempo sus brazos hacia esta otra Jerusalén del placer y quiso
-ampararla bajo sus alas como la gallina a sus polluelos, pero la
-Jerusalén del placer era esquiva y levantisca. Vanamente se extendieron
-esos brazos mucho tiempo, y al fin la bacante cayó en ellos. Pero siguió
-su danza loca y su loca risa; cambió sólo la letra de la tarantela, se
-juraba por Cristo, pero se seguía jurando <i>per Baco</i>, y la superstición
-reemplazaba a las pitonisas y la sangre hirviente de San Jenaro a la
-hirviente espuma de la Sibila de Cumas.</p>
-
-<p>Esto que pasaba en el reinado de Constantino el Grande lo propio que en
-el reinado de Nerón, pasa aún bajo el poder de Víctor Manuel III. La
-impenitente grita y ríe en mi rededor como en las saturnales: nada ha
-cambiado, la cruz abre estérilmente sus brazos sobre la perenne
-apostasía de las vidas: Cephas no ha podido asentar sus sillares al
-borde<span class="pagenum"><a name="page_241" id="page_241"></a>{241}</span> del Golfo que vió las sirenas; y los Olímpicos llamean y detonan
-como dueños absolutos sobre la conflagración perpetua del Vesubio.</p>
-
-<p>Nápoles está por Zeus contra el Cristo.</p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-241.png" width="166" height="240" alt="" title="" />
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_242" id="page_242"></a>{242}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_243" id="page_243"></a>{243}</span></p>
-
-<h3><a name="INDICE" id="INDICE"></a>INDICE</h3>
-
-<table border="0" cellpadding="1" cellspacing="0" summary="">
-
-<tr><td>&nbsp;</td><td class="rt"><span class="ul"><i><small>Páginas.</small></i></span></td></tr>
-
-<tr><th class="c"><a href="#EN_PARIS">EN PARÍS</a></th></tr>
-
-<tr><td><a href="#EN_PARIS2">En París</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_011">11</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#EL_VIEJO_PARIS">El viejo París</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_027">27</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#EN_EL_GRAN_PALACIO">En el Gran Palacio</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_033">33</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#LA_CASA_DE_ITALIA">La casa de Italia</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_041">41</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#LOS_ANGLOSAJONES">Los anglosajones</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_051">51</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#RODIN">Rodín</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_069">69</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#OOM_PAUL">Oom Paul</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_085">85</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#LA_NUEVA_JERUSALEN">La nueva Jerusalén</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_095">95</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#PURIFICACIONES_DE_LA_PIEDAD">Purificaciones de la piedad</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_105">105</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#NOEL_PARISIENSE">Noel parisiense</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_113">113</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#MAIS_QUELQUUN_TROUBLA_LA_FETE">Mais quelqu’un troubla la fête</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_121">121</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#REFLEXIONES_DE_ANO_NUEVO_PARISIENSE">Reflexiones del Año Nuevo parisiense</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_133">133</a></td></tr>
-
-<tr><th class="c"><a href="#DIARIO_DE_ITALIA">DIARIO DE ITALIA</a></th></tr>
-
-<tr><td><a href="#TURIN">Turín</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_143">143</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#GENOVA">Génova</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_161">161</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#PISA">Pisa</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_169">169</a></td></tr>
-
-<tr><td><a href="#ROMA">Roma</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_195">195</a></td></tr>
-</table>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_244" id="page_244"></a>{244}</span></p>
-
-<div class="figcenter">
-<img src="images/illus-244.png" width="289" height="450" alt="
-Acabóse
-de imprimir
-este libro en
-Madrid, en la
-TIPOGRAFÍA YAGÜES
-el día xxix
-de Julio
-del año
-mcmxviii" />
-</div>
-
-<hr class="full" />
-
-
-
-
-
-
-
-<pre>
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of Peregrinaciones, by Rubén Darío
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-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK PEREGRINACIONES ***
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-Foundation
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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Binary files differ
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