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-The Project Gutenberg EBook of De Sobremesa; crónicas, Segunda Parte (de 5), by
-Jacinto Benavente
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and most
-other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of
-the Project Gutenberg License included with this eBook or online at
-www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you'll have
-to check the laws of the country where you are located before using this ebook.
-
-
-
-Title: De Sobremesa; crónicas, Segunda Parte (de 5)
-
-Author: Jacinto Benavente
-
-Release Date: July 3, 2017 [EBook #55038]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: ISO-8859-1
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK DE SOBREMESA; CRÓNICAS ***
-
-
-
-
-Produced by Nahum Maso i Carcases, Josep Cols Canals,
-Carlos Colón and the Online Distributed Proofreading Team
-at http://www.pgdp.net (This file was produced from images
-generously made available by The Internet Archive/Canadian
-Libraries)
-
-
-
-
-
- Notas del Transcriptor
-
-Se han respetado la ortografía y la acentuación del original.
-
-Los errores obvios de puntuación y de imprenta se han corregido.
-
-El texto en cursiva se indica entre _guiones bajos_.
-
-El texto en letra versalita (versalilla) se ha sustituido por
-mayúsculas.
-
-Las páginas en blanco presentes en el original se han eliminado en la
-versión electrónica.
-
- * * * * *
-
-
-
-
- De sobremesa
-
- CRÓNICAS
-
- _Segunda serie_
-
-
-
-
- Jacinto Benavente
-
-
- De sobremesa
-
- CRÓNICAS
-
-
- _SEGUNDA SERIE_
-
-
- MADRID
-
- LIBRERÍA DE FERNANDO FÉ
-
- Puerta del Sol, 15
-
- 1910
-
-
-
-
- ES PROPIEDAD.--DERECHOS RESERVADOS
-
-
- MADRID.--Imprenta Española, calle del Olivar, 8
-
-
-
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- De sobremesa.
-
-
-
-
- I
-
-
-EL señor ministro de la Gobernación ha propuesto el mejor remedio para
-evitar conflictos en la Plaza de Toros; que el público se abstenga de
-asistir á las corridas si tanto le disgustan. El remedio es excelente,
-pero ya dijo el sabio que: Á trueque de quejarse, habían las desdichas
-de buscarse. Y el gustazo de protestar nunca se paga bastante caro.
-Tiene además, ese remedio, el peligro de caer el público en su
-eficacia y en ese caso, bien pudiera dar en aplicarlo á otros muchos
-espectáculos caros y malos, que él sostiene con su buen dinero. Pero ha
-de comprenderse que lo de ver al público echarse al redondel, no puede
-ser del gusto de ningún gobierno. Aunque bien pudieran pensar los
-espectadores que siendo ellos los toreados, ningún sitio mejor que el
-redondel les corresponde.
-
-Y á propósito de plazas de toros; los sombreros de señora van
-alcanzando sus dimensiones. En Londres acaba de presentarse una actriz
-con uno que mide un metro ochenta de diámetro, y sobre él se levantan
-todavía culminantes dos magníficas plumas de avestruz, de sesenta
-centímetros. Semejante edificio, por más señas es de color malva y
-de las plumas, una azul y la otra «assortié» al sombrero. No hay que
-decir si habrá causado sensación. Supongo que la obra en que se ha
-presentado, llevará esta acotación: La escena representa un sombrero.
-La moda es graciosa y en una mujer alta y de esbelto talle, esos
-sombreros circundan como una gran flor la linda cabecita que parece
-nimbada. Pero las mujeres bajas y rechonchillas deben evitarnos el
-espectáculo de una monstruosa seta que anda. Por fortuna, nuestras
-señoras, han sido las más dóciles en atender el ruego, más que la orden
-de presentarse en los teatros sin sombrero. En otros países, donde
-las mujeres se la dan más de «superhembras», ni ruegos, ni censuras,
-ni órdenes, han podido apear los sombreros de su cabeza... Siempre
-se dijo que cuando á una mujer se le pone una cosa en la cabeza, es
-difícil quitársela. En este caso particular, las nuestras merecen los
-mayores elogios. Nuestras mujeres son muy gobernables; no suelen ser de
-oposición más que cuando sus maridos están en el gobierno: dígalo la
-ley de asociaciones.
-
- * * * * *
-
-Menos mal; en la manifestación conmemorativa de la revolución de
-Septiembre hubo algunas levitas de buen corte y algunos pantalones de
-airosa caída y bastante camisa limpia... Menos mal, que de otro modo ya
-hubiera salido á relucir lo de ¡Cuatro desarrapados! ¡Populacherías!
-No, justamente la blusa--tan apreciada cuando vota con los gobiernos,
-tan despreciada cuando se manifiesta en contra,--es la prenda más
-retraída de manifestaciones liberales. ¡Pobre gente! Ha oído la voz
-del taimado cocodrilo ¡Bebe quieto! Dejaos de libertades y de derechos
-políticos; al pobre lo que le conviene es tener trabajo, dinero, lo
-material, lo positivo... ustedes á lo suyo... Y el pobre, bastante
-desagradecido con los que trajeron las libertades, gracias á las que
-ha podido y podrá conquistar poco á poco algo de lo suyo, se cree hoy
-más listo y más avisado, porque, como él dice: Á mí ya no me la da
-nadie. No, ¡pobrecito!, te la dan los otros; que te hacen instrumento
-suyo cuando les conviene... ¡Ah, pueblo, pueblo! Has vendido tu
-primogenitura por un plato de lentejas.
-
- * * * * *
-
-Contra los pronósticos metereológicos teatrales, «La Nube» pasó sin la
-menor protesta de los aludidos. Lo suponía; es gente que sabe con quién
-ha de gastarse los cuartos y de la que dice: «Dame pan y llámame...
-lo que quieras». Que la obra á más de haber sido aplaudida, es muy
-plausible, por la valentía que supone en un autor empresario, ponerse
-enfrente del público más decorativo y más saneado metálicamente, no
-hay para qué decirlo. En cuanto á su eficacia, ya es más discutible.
-En esta ocasión, como en otras, por ser más aparente van dirigidos
-los ataques á lo que parece causa y no es sino efecto. Las nubes, de
-cualquier género que sean, solo se forman en determinadas condiciones
-atmosféricas. La patología social debe distinguir las enfermedades
-sintomáticas de las esenciales y la nube, esa nube negra que
-entenebrece el aire de España y parece causa de muchos males, es solo
-efecto de ellos. No es ella la que tiene culpa de nuestro atraso, es
-nuestro atraso el culpable de que la nube exista. Poco se consigue con
-atacar al parásito si no se robustece la naturaleza que hace posible su
-vida. Esos espíritus, dominados por la nube, lo serían del mismo modo
-por la «cocotte» ó por la echadora de cartas ó por cualquier inventor
-de la fabricación de diamantes. Nadie abrió jamás tienda de género
-que nadie solicita. ¿Qué culpa tiene el fabricante de naipes de que
-se juegue? Excelente es la obra de Ceferino Palencia, pero, créame el
-distinguido autor, tantas veces aplaudido, la nube es algo, pero no es
-todo. ¡Á los cascos, á los cascos! ¡Dejad las arboladuras!
-
- * * * * *
-
-En cuanto deja uno Madrid por algún tiempo y vuelve á pasear por
-sus calles, cada día encuentra un teatro y una iglesia ó capilla de
-nueva planta. Así dice un señor: «Yo no sé cómo en Madrid pueden
-sostenerse tantos espectáculos». Pero hay público para todo. Como antes
-al estanco, ya cada vecino puede permitirse la comodidad de ir al
-teatro de la esquina. De este modo se establece cierta cordialidad de
-relaciones entre los actores y su público. Ya que Madrid no llenaba los
-teatros, los teatros han decidido llenar á Madrid. Y no hay duda que en
-este caso, como con el anuncio prodigado, la sugestión triunfa... No
-entrará usted en el primer teatro que se encuentra, pero al noveno ó
-décimo, cae usted. Y una vez que se entró usted en uno, ya cae usted en
-la manía coleccionista y acaba usted por recorrerlos todos.
-
-Es un error de los empresarios creer que tan formidable competencia
-les perjudica. Cuanto mayor sea el número de teatros, más irán todos
-ganando, aunque no sea más que en la comparación. Por malos que
-parezcan algunos siempre hay otros peores.
-
- * * * * *
-
-Las reformas en la indumentaria de nuestro ejército, ha dado algo que
-decir y más que murmurar. Hasta verlas realizadas no sabremos si en
-ellas se ha atendido más á lo práctico que á lo estético ó viceversa.
-Si fué á lo práctico, bien estará, si lo estético no padece. Si fué
-á lo estético, quiera Marte y no pese á su amante Venus, diosa de la
-belleza; que lo estético no sea tan alemán ó tan inglés ó tan japonés,
-que al físico nacional le caiga malamente.
-
-Un uniforme puede ser elegante en un arrogante mocetón de una guardia
-imperial, y sentarle desgarbado al airoso soldado español. La gorra de
-plato, por ejemplo, necesita elevada estatura, que no es lo general
-en nuestra raza. El soldado español es el más naturalmente elegante
-del mundo, sin afectación, sin empaque; sería lastimoso que en estas
-reformas no se hubiera tenido en cuenta lo que mas importa, el elemento
-natural, la figura. Un ejército para ser verdaderamente nacional, debe
-vestir «nacionalmente». ¿Hubiera estorbado algún artista, algún pintor
-ilustre, en la comisión reformadora? Napoleón fué un genio militar,
-pero también fué un gran maestro en estética. ¿Se figuran ustedes á
-Napoleón con un gran casco ó con un gran morrión sobre su cabeza? ¿No
-basta su inmortal sombrero para evocar toda su figura y todo su genio?
-
- * * * * *
-
-Á lo mejor recibo cartas de personas desconocidas para mí, cartas que
-yo agradezco, porque suponen más atención de la que ello merece, á
-estos ligeros apuntes semanales. Lo mismo á los que me celebran, porque
-dije lo que ellos pensaban--¡qué fácil es agradar á los lectores cuando
-se piensa lo mismo que ellos!--como á los que se indignan tal vez por
-alguna de mis apreciaciones, les diré que, yo no pretendo sustentar
-aquí doctrina de ninguna clase; que todo cuanto aquí digo es...
-semanal, y muy bien pudiera decir lo contrario á la semana siguiente;
-aunque no soy hombre de grandes contradicciones, acaso por no serlo
-tampoco de grandes afirmaciones ni negaciones.
-
-Tengan unos y otros en cuenta, que todo esto no es más que charla
-de sobremesa; que alguna vez estoy entre personas de confianza y
-puedo decir lo que pienso, pero otras, me atengo á la opinión de los
-comensales. Y ¿no eres tú siempre, lector amigo, el verdadero convidado
-de piedra, con cubierto puesto siempre á la mesa de todo escritor?
-¡Pues si tú no te aparecieras de cuando en cuando, aun habrías de
-leer cosas que te agradaran ó te indignaran mucho más, según los
-casos! Como Polonio aseguraba á Hamlet, de los cómicos, al temer si
-no se atreverían á representar cierta comedia, también yo pudiera
-decirte: Señor, como vos no os avergoncéis de oirla, ellos tampoco se
-avergonzarán de representarla.
-
- * * * * *
-
-Este último viaje de nuestros reyes á Barcelona, tal vez haya sido
-el más provechoso. La bella, la noble princesa inglesa, hoy reina de
-España, sólo habrá podido juzgar desde aquí, que tal vez Cataluña
-era una despoblada y lamentable Irlanda... ¡Tales eran sus quejas y
-clamores! Al contemplar la riqueza y prosperidad de Barcelona, su
-aspecto de gran ciudad europea, lo ameno de sus alrededores, que
-no habla de tristezas ni abandonos, no podrá por menos de pensar,
-que de Cataluña á Irlanda hay mucha distancia, y que, absolutista ó
-parlamentario, monárquico ó republicano, no habrá padecido grandes
-tiranías, ni grandes vejaciones, bajo ningún régimen de gobierno
-nacional, región que entre todas las de España sobresale por adelantada
-y por próspera.
-
-Mucho, no obstante, se han suavizado asperezas de allá, en estos
-últimos tiempos. Bien está así, que de nada nos asustamos como que
-puestos á pedir todos estamos en el mismo caso, sin salirnos de las
-aspiraciones legítimas. En cuanto á la ley de jurisdicciones, la más
-pronunciada arruga en el ceño catalanista... ¡Es tan fácil derogarla!
-El legislador espartano no consignó en sus leyes pena alguna contra
-el parricida; juzgó que en Esparta no había nadie capaz de cometer
-ese delito. Cierto que los delitos que dieron razón á esta ley--que
-no debió existir nunca en España, por el mismo motivo que aquella
-otra en Esparta,--por su falta de grandeza y lo mezquino de sus
-manifestaciones, tal vez no merecía mayor sanción que la de un agravio
-á la buena educación y al buen gusto; que no otra cosa eran aquellas
-caricaturas y aquellos dicharachos ofensivos para la patria y para el
-ejército, su más alta y noble representación.
-
-Justamente, nuestro ejército tuvo siempre el más amplio espíritu
-de tolerancia para admitir discusión sobre su organización, sobre
-sus condiciones; no digamos sobre el pacifista antimilitarismo de
-sociólogos y socialistas. Si dictadores hubo en España fueron civiles
-ó clericales; al ejército se debe cuanta libertad gozamos, él fué
-siempre freno de la reacción y acicate del progreso. Nada más injusto
-que considerarle instrumento de tiranía. Y conste que no soy nada
-militarista, que no soy de los que creen la guerra un mal necesario,
-sino muy innecesario; de los que esperan y confían en que los ejércitos
-serán en lo porvenir una decorativa policía internacional; pero esto
-solo ha de conseguirse por el mismo ejército; por eso, en su bandera,
-que aprendí á saludar desde niño, cuando aun no se acostumbraba en
-España, no saludo sólo la bandera de la patria, sino la bandera futura
-de ese ideal estado de paz, que sólo el ejército puede asegurarnos.
-
- * * * * *
-
-La distinguida escritora que firma con el risueño nombre de
-«Colombine», propone en un artículo, publicado en «España Artística»,
-la fundación de un teatro para los niños.
-
-En España, ¡triste es decirlo!, no se sabe amar á los niños. Si no
-hubiera otras pruebas, bastaría esta falta de una literatura y de un
-arte dedicada á ellos. ¿Qué libros españoles pueden leer nuestros
-niños? De la literatura clásica, ninguno. El «Quijote» es una obra de
-desencanto, de desilusión, propia para la edad razonadora. Sería cruel
-que los niños rieran con «Don Quijote», y más cruel que pensaran. De
-los escritores modernos, tal vez Galdós, en la primera parte de sus
-Episodios Nacionales, fué el único que escribió para los niños, sin
-proponérselo; quizás, por lo mismo, con mayor acierto.
-
-Digo por lo mismo, porque los escritores que deliberadamente intentan
-escribir para niños, suelen padecer el error de considerarlos demasiado
-pueriles y se creen en el caso de puerilizar su espíritu. Por esto
-las mejores obras para la infancia, son las que no fueron escritas
-con intención de conquistarla. «Robinsón Crusoé», algunas novelas de
-Dickens... En cambio, ¡cuánta ñoñería, cuánta bobada en muchos cuentos
-y narraciones pensados y escritos especialmente para los niños, que no
-pueden por menos de aburrirles!
-
-¡Un teatro para los niños! Sí, es preciso, tan preciso como un teatro
-para el pueblo. ¡Ese otro niño grande, tan poco amado también y tan mal
-entendido!
-
-Y en ese teatro, nada de ironías; la ironía, tan á propósito para
-endulzar verdades agrias ó amargas á los poderosos de la tierra, que
-de otro modo no consentirían en escucharlas, es criminal con los niños
-y con el pueblo. Para ello, entusiasmo y fe y cantos de esperanza
-llenos de poesía...
-
-Y nada de esa moral practicona, que á cada virtud ofrece su recompensa
-y cada pecadillo su castigo; esa moral que convierte el mundo en una
-distribución de premios y pudiera resumirse en un dístico por el estilo:
-
- No comáis melocotones
- porque dan indigestiones.
-
-La verdadera moral del teatro consiste, en que, aun suponiendo que Yago
-consumara su obra de perfidia, coronándose Dux de Venecia, sobre los
-cadáveres de Otelo y Desdémona, no haya espectador que entre la suerte
-de uno y otros no prefiera la de las víctimas sacrificadas á la del
-triunfador glorioso.
-
-La verdadera moral esta sobre los premios y sobre los castigos, está
-en lo mas hondo, en lo más íntimo de nosotros mismos, allí, donde está
-Dios, siempre que queremos verle y oirle... Consiste en una limpieza
-espiritual de la que solo nosotros gozamos. Nadie piensa al lavarse
-todo su cuerpo en que ha de ir desnudo por la calle, se lava uno por
-propia satisfacción y limpieza... Y aunque la ropa sea mala, va más
-tranquilo el que así se ha lavado, que los que, muy bien vestidos, solo
-se lavaron la cara y las manos.
-
-Esta moral es la que conviene al teatro y al arte dedicado á los niños
-y al pueblo.
-
-La amable escritora cita mi nombre entre los de otros escritores que,
-seguramente, no dejarán de escribir obras para ese teatro. Por mi
-parte, ¡nunca con mayor ilusión, nunca también con mayor respeto á mi
-público!
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- II
-
-
-Un periódico de la cascara dulce, ya sabemos cuáles son los de la
-amarga, celebra determinadas obras de determinados escritores, por
-juzgarlas aproximación á sus ideales. Tiene el buen sentido de no
-cantar victoria definitiva. Con no tan buen sentido y en un artículo,
-por lo menos indiscreto, otro periódico liberal muy significado, se
-desata en denuestos contra los aludidos escritores y contra gran parte
-de la juventud literaria, pluralizando de un modo lastimoso, pues bien
-sabe el que escribió ese artículo, que eso de las casas de huéspedes
-y sus cocidos indigestos--aparte de no ser delito imputable y menos
-por un buen demócrata,--eso de los busca-dotes y del «Se alquila»
-levantado no reza con la mayoría de los literatos de la actual hornada.
-Eso de suponer á dos escritores poco menos que á punto de levantar
-partida porque uno eligió por asunto de una novela episodios de las
-guerras carlistas, y el otro presentó en el teatro á una hermana de
-la Caridad, que no baila la machicha, es mostrar una intransigencia
-indigna de espíritus que se juzgan por liberales. Yo no sé que mi
-obra--«La fuerza bruta»,--sea distinta de otras muchas mías, como «Alma
-triunfante», «Más fuerte que el amor», etc. Sé, en cambio, que en otras
-muchas obras, en todas, no se me ha quedado por decir nada que deje
-lugar á dudas sobre mi espíritu reaccionario. No así muchos autores
-cucos, de los que sería difícil saber por sus obras lo que piensan de
-lo divino y aun de lo humano. Si algún remordimiento escarabajea mi
-conciencia artística, es haber sacrificado muchas veces el arte á la
-predicación; pero en España... ¡hay que predicar tanto, y el teatro es
-tan buen púlpito!
-
-Bien puedo exigir algo más de reflexión al que lanza excomuniones tan
-de ligero. Ya sé que estas palabras escritas no lograrán convencerle,
-á él que solo en la oratoria cree como fuerza persuasiva y abomina de
-los que leemos cuartillas en vez de pronunciar discursos. Por eso,
-todo lo fío de su elocuencia, ella sabrá persuadirle mejor que cuanto
-yo escriba, de que fué injusto y de que fué ligero y que en momento
-de alistar fuerzas, no es la mejor ocasión para restarlas, porque,
-francamente, ¡hablar de libertad y negar libertad al arte, no es para
-convencer ni á los convencidos, cuanto más á los desconfiados!
-
- * * * * *
-
-Y ahora... El juglar caminaba por la vida y vió pasar á los soldados;
-marchaban á la guerra temerosos los bisoños; jóvenes, casi niños,
-arrancados á todos sus amores; trazando ardides para medrar sin
-peligro, los veteranos; todos ellos sin ardor y sin fe. El juglar,
-al verlos, entonó una canción á la patria, á la guerra, y sobre los
-soldados pasó con ala de fuego la visión de la gloria y sus corazones
-despreciaron la muerte...
-
---Ven con nosotros--dijeron al juglar...--Quien canta así la guerra
-será buen soldado...
-
---No--dijo el poeta.--En la batalla quizás sería el más cobarde. Supe
-infundiros valor... No pidáis otra cosa...--Y el juglar quedó solo y
-los soldados marcharon repitiendo las estrofas vibrantes de la canción
-guerrera.
-
-Por el camino pasaron unos monjes; unos con otros murmuraban de asuntos
-mundanos.
-
-El juglar entonó una canción religiosa, toda caridad, toda amor divino,
-toda fe y esperanza.
-
-Los monjes miraban al cielo.
-
---Ven con nosotros--dijeron al juglar,--serás gloria de nuestra orden y
-de nuestra casa.
-
---No--dijo el juglar,--hoy no; mañana volvería á dudar. En vez de
-ejemplo tal vez fuera escándalo...
-
-Los monjes siguieron rezando y el juglar quedó solo.
-
-Y así pasaron trabajadores y jóvenes enamorados y cortejos de boda y
-cortejos de duelo, y para todos tuvo el juglar canción adecuada y en
-todo dejó la música de sus canciones y todos le dijeron:
-
---Ven con nosotros, trabaja, ama, ríe, llora.
-
-Y él á todos dejó proseguir su camino y él siempre siguió solo...
-
---No me pidáis que vaya con vosotros. Despreciadme ó amadme, pero
-respetad mi libre canción, que solo sabe sentir y comprender vuestros
-afanes, vuestros amores, vuestras alegrías y vuestras tristezas...
-
-¿No es la Venus de Milo la expresión más sublime del Arte, no tanto por
-ser bella y por ser diosa, como por no tener brazos?
-
- * * * * *
-
-Los obreros inauguran su palacio, señal de poderío y de riquezas.
-Ahora que el elogio pudiera parecer adulación, lo mejor que podemos
-desear es que en ese palacio no entre nunca la lisonja cortesana, como
-en los palacios de los reyes y los grandes señores; que por todas sus
-puertas y ventanas llegue á todas horas la verdad, que esclarece el
-pasado y muestra el porvenir como un camino seguro. ¡Y el porvenir!...
-Las sombras son muchas. Acaso será como asegura Anatole France, en
-su «Isla de los pingüinos», el anarquismo; acaso, después--como tras
-la revolución francesa la reacción del Imperio,--será un socialismo
-despótico, una absorción del individuo por el Estado, absoluta y
-tiránica, pero después... será el verdadero socialismo, el socialismo
-individualista, en el que nadie hablará de derechos, porque todos
-comprenderán sus deberes; porque el bienestar de cada uno dependerá del
-bienestar de todos y será el reino de Dios sobre la tierra; Dios, hijo
-del hombre, el hombre mismo divinizado... ¿Cuando? No mañana, ni al
-otro siglo, ni al otro... Muchos, muchos siglos, muchas vidas... ¿qué
-importa? Será, y... ¿si no fuera? Basta creerlo. ¿No es la mejor verdad
-la más bella mentira?
-
- * * * * *
-
-Todo está compensado en el mundo: Carreras vuelve al teatro de Apolo
-y el señor obispo de Jaca se ausenta del Senado. No se juzgue la
-comparación irreverente. Amenizar la vida es, según va el mundo de
-triste, obra meritoria, ya sea en el teatro, ya en sesiones de Cortes.
-¿No fué siempre la risa el mejor vehículo de las verdades? La risa es
-la gran demoledora. Cuando se ríe de un asunto... asunto terminado.
-Por algo todos preferimos dar que llorar á dar que reir. Que se nos
-tome en serio ante todo. Perdonaremos la injuria, la calumnia, por
-monstruosas que sean. Ya es suponernos grandeza si nos juzgan capaces
-de grandes crímenes. Pero no perdonaremos nunca el ridículo. Llegaremos
-á reconciliarnos con el que nos llamó ladrones ó asesinos, nunca
-sinceramente con el que se permitió observar que nuestras corbatas eran
-de mal gusto.
-
-Los oradores que cultivan la nota jocosa son siempre temibles para
-las huestes políticas. La risa es rebelde á toda disciplina. Puede
-resistirse impávido las más tremendas imprecaciones, pero la hilaridad
-general...
-
-Lamentemos la decisión del señor obispo de Jaca. ¿Cuándo volverá á reir
-el Senado? Y es que ya sólo las palabras sinceras tienen la virtud de
-hacernos reir; por lo raras y por lo inútiles.--Es verdad, es verdad;
-decimos todos... Y como es verdad, nos reímos mucho.
-
- * * * * *
-
-¿Si estaremos desengañados de todo los españoles que, lo que nunca ha
-sucedido, á estas fechas todavía quedan billetes de Navidad en las
-loterías? Es la bancarrota de la ilusión, mas triste que la bancarrota
-de la ciencia, de que nos habló Brunetière.
-
-Poco á poco nos vamos haciendo trabajadores y formalitos. Verdad es
-que los grandes capitalistas tienen otras loterías en que emplear su
-dinero. Todos los billetes premiados. Caseros, arquitectos, maestros de
-obras, con la Gran Vía; autores dramáticos y actores, con la fundación
-del Teatro Nacional. ¡Esto es Jauja! ¿Quién quiere morirse? Sólo algún
-adorador sin esperanzas de alguna tiple. La verdad es que, cuando todo
-está tan caro, el amor inclusive, no debía permitirse la exhibición
-de carne pecadora en esas especies de tablajerías que han llegado á
-ser algunos escenarios. Es una crueldad ofrecer de continuo aperitivos
-á los que no han de saciar después su apetito. No se puede jugar con
-ninguna clase de hambre. Los escaparates de todo género son grandes
-desmoralizadores. Á mí me da tanta pena ver á un golfo hambriento
-extasiado ante el escaparate de Lhardy, como á una obrerilla ante el de
-una joyería, como á un estudiante ó humilde empleado en su delantera
-de anfiteatro, congestionado por un garrotín ó unas coplillas bien
-salpimentadas...
-
-Estoy seguro de que la última visión de casi todos los suicidas es la
-de algún escaparate deslumbrador, con sus luces eléctricas, brillantes
-en la sombra devoradora de la eternidad, como la esperanza de un
-Paraíso entreabierto.
-
- * * * * *
-
-De la Argentina, y escrita por un argentino, llega una historia de la
-vieja España, triste y consoladora al mismo tiempo. Lo segundo, por
-que su autor, Enrique Larreta, muestra en su obra--«La gloria de Don
-Ramiro»--un profundo y cuidadoso estudio de nuestra historia, y sabido
-es que comprender es amar. Lo primero porque las páginas de esa nuestra
-historia no son todo luz y alegría, aunque sean grandeza. «Una vida en
-tiempos de Felipe II», subtitula su autor á esta novela interesantísima
-para nosotros, como lo es siempre el concepto que merecemos á los
-extraños, y si el extraño es persona de quien nos importa mucho la
-simpatía, con mayor causa.
-
-Evita el autor, con excelente criterio artístico, los juicios
-personales. La historia, mas ó menos novelesca, habla por sí sola,
-y habla de pasiones violentas, de austeridad, de misticismos y de
-fanatismos, de torpezas políticas y de heroísmos guerreros... Tal vez
-no fué todo así, ni tan heroico, ni tan torpe, ni tan cruel, ni tan
-místico... La distancia, en el tiempo y en el espacio, acusa con mayor
-relieve los contrastes de luz y de sombra, que de cerca parecen mas
-fundidos, apenas perceptibles, en ese claro obscuro de los hechos
-cercanos, que, por serlo, nos parecen siempre menos heroicos, menos
-poéticos, más insignificantes... Pero ¿somos otra cosa que lo que
-parecemos? Si la verdad de nuestra historia ha de perderse entre
-leyendas, ¿no es preferible que sea entre leyendas de poesía que entre
-falsedades del vulgo?
-
-Enrique Larreta es un historiador poeta; es además un excelente
-escritor, de un estilo cuya severidad no excluye lo pintoresco, y sobre
-todo hay en su obra palpitaciones de admiración y de amor á nuestra
-España... á pesar de todo. Y esa es nuestra gloria, como fué la gloria
-de Don Ramiro la flor que una mujer enamorada dejó caer sobre su cuerpo
-muerto, en que un alma española alentó en vida, con todo lo que fué
-vida de España en aquel tiempo.
-
- * * * * *
-
-Yo no sé si la intención del autor puso el simbolismo. Propiedad de
-toda obra fuerte es tener vida propia y decirnos más de lo que su autor
-quiso decir en ella.
-
-En el Pedro Minio, de la admirable comedia de Galdós, yo veo un
-símbolo de nuestra España. Como Pedro Minio, el viejo paisano de Don
-Quijote--¡oh, la Mancha, tierra de ensueños!--el eterno enamorador,
-el eterno idealista, mal comerciante y peor trabajador; así España,
-envejecida, derrotada, aun quiere vivir alegre en la ilusión de su
-juventud, aun se embriaga de optimismo, y ante cualquier ofrecimiento,
-piensa, proyecta como Pedro Minio, edificaciones, pabellones,
-mejoras... El ideal apto de la indulgencia ofrece á los viejos la
-ilusión de la vida integral y en ella prolongan dichosos su ruinoso
-existir. Pero llegan los severos reformadores, los graves moralistas y
-á la ilusión y al alegre ensueño quieren sustituirlos con la disciplina
-monástica, con la austeridad penitenciaria; la alegría les parece
-indecorosa; nada de esparcimientos, nada de deshonestas promiscuidades
-de hombres y mujeres; acabó el reir y el bromear:--Sólo hablará usted
-con los frailes y de los temas que ellos propongan, dice la señora
-improvisada--símbolo de nuestra plutocracia--al viejo soñador, Pedro
-Minio. ¿No es esto lo que nos dicen á todas horas los que pretenden ser
-nuestros directores? Pedro Minio, como buen español, prefiere continuar
-en el ideal y alegre asilo de la Indulgencia, donde la ruinosa vejez
-goza las ilusiones de la juventud.
-
-¡Oh, excelentes reformadores y moralistas! Pedro Minio es España. Si no
-sabéis hacer cosa mejor, dejadle en el asilo de sus ilusiones. Mejor
-una vejez alegre que una juventud triste. Preferible siempre el asilo
-de la Indulgencia al de la Paciencia... que es preciso para soportaros.
-
- * * * * *
-
-Pérez Galdós, en mi opinión, nuestro primer autor dramático, no acaba
-de serlo en opinión de todos, acaso por ser nuestro primer novelista
-y haberse declarado en nuestro país incompatible el ejercicio de dos
-soberanías.
-
-Este es el país del encasillado y de las especialidades.
-
-Se estima en más al que entiende poco de una sola cosa, que al que
-entiende mucho de todas. La insistencia en un mismo asunto, basta
-á darnos autoridad en la materia. Fulano pasó su vida hablándonos
-de antigüedades fenicias ó asirias ó caldeas. ¿Quién duda que sabe
-de ellas? Mengano pintó siempre los mismos borregos: para borregos,
-Mengano. Á nadie que quiera tener unos borregos bien pintados se le
-ocurrirá encargárselos más que á Mengano. El día en que se le ocurra
-pintar una vaca, así este mugiendo de propia, todo el mundo dirá: Esto
-no es lo suyo, que vuelva á pintar borregos... ¡En borregos, el único!
-
-Somos poco amigos de trastornar nuestras ideas á cada paso; preferimos
-creer por fe á meternos en averiguaciones. Sabiendo que cada cual no
-hace más que una cosa, y siempre lo mismo, nos ahorramos el trabajo de
-examinar lo que hace.
-
-¡Y no se diga de nuestro agradecimiento á los que no hacen nada! Esos
-sí que nos ahorran quebraderos de cabeza. Por supuesto, ellos sí que se
-quitan de muchos. Para los ociosos y los vagos, la envidia es siempre
-admiración, nunca censura. ¡Bienaventurados los que jamás trabajaron,
-porque de ellos será el reino de España!
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- III
-
-
-El año que, con tan buen éxito, hemos tenido el gusto de representar,
-no ha querido despedirse sin dejar una memorable fecha en la historia
-de las grandes catástrofes.
-
-Estos cataclismos, superiores á todas las previsiones humanas, son los
-únicos que tienen virtud para hacernos pensar en la muerte, como en
-algo ineludible. Todos sabemos que hemos de morir; pero con dichoso
-optimismo, todos nos creemos capaces de aplazar ilimitadamente el pago
-de ese vencimiento. Todos nos creemos lo bastante listos y somos lo
-suficiente desagradecidos, para estimar que son nuestra prudencia y
-nuestro orden de vida lo que prolonga nuestra estancia sobre la tierra,
-cuando en verdad, debiéramos agradecer como un indulto, cada hora de
-nuestra vida.
-
-Nótese, que en el fondo, sentimos cierto desprecio por los que
-tienen la imprudencia de recordarnos con su muerte, que también
-nosotros somos mortales. El que de puro viejo está ya con un pie
-en la sepultura, como suele decirse, denigra y vilipendia á sus
-contemporáneos, según van cayendo...
-
---Fulano murió ayer á los ochenta años.--¡Si no se cuidaba nada! ¡Si
-no hacía más que disparates! Ya vé usted yo qué bueno estoy con mis
-ochenta y cuatro. Pero es que yo me cuido...
-
-Esto el que se cuida, que el descuidado, atribuye á su misma
-despreocupación la buena salud de que disfruta.
-
-Y así todos; el sobrio achacará la muerte del vicioso á los excesos y
-el vicioso achacará la muerte del bien ordenado á su pazguatería. El
-que de continuo callejea y pasea y trisca, se reirá del que no sale de
-casa sin consultar barómetros y termómetros y disponer el abrigo de su
-cuerpo en consecuencia. Éste dirá del otro: ¡Anda, anda, toma ejercicio
-y aires de invierno y calores de verano!
-
-No digamos si la causa de una muerte fué por enfermedad crónica,
-accidente de viaje, ya sea en ferrocarril, automóvil ó aeroplano,
-lance de honor ó asesinato. Entonces sobre el muerto se desatarán los
-mayores denuestos: ¡Falta de higiene, imprudencia, locura, la vida
-que llevaba, la que dejó de llevar!... Crean ustedes que vivir sin dar
-lugar á murmuraciones es muy difícil, pero morir, sin exponernos á
-ellas, es casi imposible.
-
-Solo muriendo en uno de esos trastornos de la Naturaleza, podemos ir
-relativamente seguros de que no dará qué decir nuestra muerte.
-
-Esas cosas sí, le ponen á uno serio. ¡Caramba! ¡Terremotos, volcanes,
-la tierra que se abre, el cielo que se viene abajo!... Para eso no hay
-prudencia, ni vida ordenada, ni preceptos higiénicos que valgan... Eso
-nos puede suceder á todos y entonces no hay más remedio que morirse.
-Por eso estas catástrofes nos conmueven á todos. Después de leer el
-trágico relato, nadie se considera inmortal. Ni siquiera cabe el
-consuelo de culpar á los gobiernos, como en caso de epidemias, guerras
-y otras calamidades de tejas abajo.
-
-No hay idea del trastorno moral producido en algunos espíritus ante
-un «Morir tenemos», anunciado en tan expresiva forma. Durante tres ó
-cuatro días, el avaro se siente capaz de inusitadas generosidades.
-¡Es triste cosa morirse sin haber disfrutado de nada! Y se compra
-su purito de quince ó se regala con su café con media tostada. El
-malhumorado dulcifica su carácter: ¡No vale la pena de tomarse
-disgustos! La novia pudorosa se muestra más propicia á ciertas
-expansiones... ¡Mañana pudiera haber un terremoto!
-
-Por fortuna, la idea de la muerte es pasajera y solo ante un cataclismo
-de cielo y tierra, imprevisto, inevitable, consigue imprimirse
-por algunos días en nuestro pensamiento.--¿Han visto ustedes, qué
-horror?--Ya, ya... ¡una cosa horrible!...
-
-Á los pocos días nadie se acuerda y todos volvemos á creernos
-inmortales y á pensar que solo se mueren los que no viven como
-nosotros, los que hacen locuras y cometen imprudencias.
-
- * * * * *
-
-Se habla de grandes fiestas de caridad, á beneficio de las víctimas
-de Mesina. Es de esperar que el resultado sea brillante. El dinero de
-nuestros potentados, y aun el de los que sin serlo, contribuyen á las
-cargas del Estado español, tiene bien aprendido el camino de Italia;
-pero nunca fué más allá de Roma. Justo es que en esta ocasión, ya que
-de Roma misma viene el ejemplo, nuestra intransigente religiosidad
-reconozca la unidad italiana; más que esto, la verdadera y católica
-fraternidad.
-
-El Sumo Pontífice sabrá agradecer esa ofrenda, tanto como las
-destinadas al dinero de San Pedro, y al bendecirla, como padre de toda
-la cristiandad, sin fronteras ni patrias, estad seguro de que Italia la
-agradecerá con su corazón de patriota italiano. ¡Qué hermoso hubiera
-sido sobre las ruinas de Mesina, el abrazo del Papa y del rey de
-Italia! Nunca como en esta ocasión, al romper su prisión voluntaria del
-Vaticano, hubiera podido creerse el Pontífice inspirado por el Espíritu
-Santo. La infalibilidad del corazón es anterior á todos los dogmas
-proclamados en los concilios.
-
- * * * * *
-
-Yo no sé cómo ha podido decirse que el Cristianismo es una religión
-de tristeza y que el ejercicio de sus virtudes exige todo género
-de mortificaciones. La Caridad, por lo menos, cuando con motivo de
-alguna gran desdicha pública se manifiesta, reviste el aspecto más
-regocijado. Funciones teatrales, fiestas de toros, bailes, rifas...
-Los paganos, con su alegre religión, solían mostrarse más austeros y
-entristecidos en estas ocasiones. Muy dormida debe de estar caridad
-que ha menester de todo ese cosquilleo para avivarse; un severo duelo
-y una noble tristeza sentarían mejor al ofrecer la dádiva. No es
-esto murmurar, y siendo milagro tan dificultoso el de sacar dinero
-y el dinero tan empecatado, sin duda es este de los milagros en que
-puede estar más admitida la intervención diabólica. Pero, conste,
-que no hemos adelantado mucho desde los tiempos--primeros años de la
-Era Cristiana--en que los fariseos repartían sus limosnas á son de
-trompetas. En fin, ya que la Caridad en todo tiempo es más eficaz
-cuanto más sonada, quiera Dios que por esta vez, no sea más el ruido
-que las nueces: que no sea todo el metal el de las trompetas.
-
- * * * * *
-
-El arte y la moda, por lo que tiene de arte, son el último refugio
-de lo que está llamado á desaparecer ó ha desaparecido por completo.
-Por la moda resucitan el Directorio, el Imperio; hasta la época
-del buen rey Dagoberto, evocada recientemente en bellos trajes por
-hermosas actrices del Teatro Francés. Á medida que los últimos pueblos
-conservadores de sus trajes tradicionales, los van desechando para
-adoptar las modas de los más civilizados, éstos recogen piadosamente
-lo que aquéllos abandonan. Del Japón vinieron los kimonos; de Turquía
-llegan los turbantes; de Rusia los gorros de cosaco. Cuando las
-elegantes de estos países encarguen las nuevas modas á París, ¡cuál no
-será su sorpresa al ver como vuelve lo que ellas despreciaron!
-
-La moda actual es una completa mascarada histórica cosmopolita y
-zoológica. Trajes de todas las épocas, tocados de todos los países,
-plumas y pieles de toda la fauna conocida. Pieles, sobre todo. Debe de
-haber sido un invierno horrible para los gatos. Nunca se ha conocido
-un mes de Enero tan tranquilo en los tejados. Están todos haciendo de
-nutria, de armiño y de marta sobre nuestras señoras. Á su influencia se
-atribuye algunos recientes disgustos matrimoniales y algunas fugas de
-enamorados.
-
- * * * * *
-
-Todo vendrá á parar en que suban el vino, solía decirse; pero en esta
-ocasión nos vemos más apurados, pues todo ha venido á parar en que
-suben el agua; como si desde tiempo inmemorial no estuviéramos con el
-agua al cuello. Ya que por la supresión del impuesto de consumos sobre
-el vino y el cierre dominical de las tabernas, es el vino lo que se ha
-abaratado, tal vez nuestros gobernantes quieran parodiar la ingeniosa
-«boutade» de María Antonieta cuando el pueblo de París, hambriento,
-clamaba por pan, amotinado: No tienen pan, que coman bizcochos. El agua
-está cara... que beban vino. Lo malo será si con el cambio de precio
-hay también cambio de propiedades y es el agua la que se sube á la
-cabeza. Á quien no parodian nuestros directores es á Luis XV, y si él
-dijo: Detrás de mí, el diluvio; ellos dicen: Detrás de nosotros... la
-sequía.
-
-El caso es que, con este estira y afloja en la mejora de las
-costumbres, ya no nos van á quedar ni costumbres. Cuando empezábamos á
-tomar el gusto al agua y ya eran muchos los que se bañaban y algunos
-los que habían caído en la cuenta de que el agua hasta podía usarse
-como bebida, el encarecimiento de su consumo viene á dar al traste con
-tan buenos propósitos.
-
-Y que no sabe uno á quién compadecer. Si oye usted á la empresa del
-Canal, la razón está de su parte, y poco menos que le convence á usted
-de que el suyo no es un negocio industrial, sino un apostolado. Si oye
-usted al Ayuntamiento... El Ayuntamiento se lava las manos. ¡Feliz él,
-que puede permitirse ese lujo! Si oye usted á los caseros, ¡infelices
-caseros! Ser propietario hoy día es otro apostolado: ¡La contribución,
-los reparos, los inquilinos morosos, impuestos por aquí, impuestos por
-allá!... Las mejores fincas no rentan más de un cuatro por ciento. ¡Una
-miseria! Hasta los usureros, con lo mal que se ha puesto el negocio,
-rechazan ya despreciativamente las hipotecas sobre fincas.
-
-¡Si oye usted á los simples vecinos, no propietarios!...
-
-Aunque en verdad, á éstos es á los que menos se oye, debiendo ser los
-que pusieran el grito en el cielo. Saben por experiencia que si no
-es el agua, será otra cosa la que se encarezca y que todo es variar
-de dolor. Pero, cuando ni la tierra que pisamos es nuestra, ¿qué de
-particular que tampoco sea nuestra el agua que bebemos? ¡Ay! El mundo,
-como la isla de Caliban, es un sitio en que se encuentra todo lo
-necesario para la vida; excepto el modo de vivir. Y Caliban campa por
-sus respetos. Próspero lee en sus libros que el dolor es eterno y es
-inútil buscar alivio á los males fuera del espiritual de la lectura.
-Ariel proyecta la invención de un aeroplano, y cuando lo haya inventado
-dirá que el aire le pertenece, y ni el aire que respiramos será
-nuestro. ¿Quién sabe?
-
-Acaso debemos desear que el mal sea insoportable. Entonces estaremos
-más cerca de buscar el remedio.
-
- * * * * *
-
-Antes, si no en murmuraciones privadas, que éstas son responso obligado
-en el mismo cortejo funerario, por lo menos, en discursos y artículos
-necrológicos, solía respetarse la memoria de cualquier muerto ilustre,
-siquiera durante el novenario. Ahora lo hemos arreglado de otra manera,
-y como de la hora de la muerte se dijo siempre que era la hora de la
-verdad, hemos decidido no retrasarla un solo instante y que la verdad,
-como el llanto, sea sobre el difunto.
-
-Excelente determinación me parece; de este modo andara todo el mundo
-más derecho, sin confiar para nada en esa tregua de impunidad que
-parecía asegurarnos la muerte con el respeto de los vivos. ¿Qué se
-creían ustedes, señores cadáveres, que con quitarse para siempre de
-delante nos dábamos por satisfechos? ¿Que íbamos á dejarles á ustedes
-esperar muy tranquilos la hora del juicio final inapelable ó del juicio
-mas reposado de la Historia? ¡Nada, nada: respetables muertos, no sirve
-dárselas de ricos! Todo lo que puede concedérseles á ustedes es la
-satisfacción de no verse obligados á volver en demanda de explicaciones
-por las injurias, ofensas, calumnias y demás oraciones, piadoso
-recordatorio de los supervivientes. Los muertos están dispensados de
-tener honor. Ya lo dicen las papeletas de entierro: el duelo se despide
-en el cementerio.
-
-Digo, si el pobre Catulle Mende, duelista empedernido, capaz de
-batirse, como un artista del Renacimiento, por la belleza de un
-endecasílabo ó por la gracia de un madrigal, hubiera concedido
-importancia, desde el inmortal seguro á donde asiste, á los mil
-injuriosos, despectivos y desagradables comentarios á que ha dado
-ocasión su desdichada muerte...
-
-Nada se ha respetado; desde su obra literaria, á la que todo puede
-negarse, menos amenidad y sincero amor al arte, sospechoso de
-apasionada parcialidad á veces, por ser tan sincero; hasta su vida
-privada, solo culpable también de sinceridad y de amor tan ferviente á
-la vida que, por amarla demasiado, pretendió prolongar la juventud con
-amable despreocupación del ridículo.
-
-Estos fueron tus pecados y no merecías por ello tan pronta
-desconsideración. Si una severa crítica, acaso no ofrenda á tu memoria,
-las inmortales siemprevivas, razón de más para no apresurarnos tus
-contemporáneos á pisotear tan pronto las rosas que aun cubren tu
-cadáver, y aun son frescura y aroma en tus poesías, en tus cuentos, en
-tu obra toda de artista gentilísimo.
-
-Por tu amor al arte, amaste también á nuestra España, y si en tu
-«Santa Teresa» venció la fantasía francesa á la severidad española,
-como en Víctor Hugo, ¿cuál será de nuestros poetas románticos el
-que pueda arrojarte la primera piedra? No serán Lope ni Calderón,
-que á sus anchas y para su gloria, fantasearon con la Historia y la
-vida españolas; no será Zorrilla, que hoy te saludará como hermano;
-hermano en todo, hasta en lo de ver cernirse como tú, sobre su
-tumba, siniestras aves de rapiña. Por fortuna, ¡oh, poetas!, si estos
-pajarracos, con su pico, pueden roer sobre vuestros huesos la carne
-muerta, no pueden con sus parduzcas alas obscurecer la luz de vuestra
-gloria.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- IV
-
-
-Poco sabrá de la vida quien no haya vivido por edades, las edades
-todas de la humanidad. Es el hombre en sus primeros años un pequeño
-salvaje, más parecido por sus instintos al hombre primitivo que al
-ciudadano civilizado de cualquier gran nación moderna. Si la educación
-no acudiera al reparo--y no en todas partes acude,--tendríamos
-perfectos ejemplares de trogloditas, contemporáneos nuestros. No es
-preciso salir de España para encontrar pueblos enteros de ellos. La
-vida es el mejor libro de historia, abierto á todas horas, y ella nos
-ofrece continuamente vivientes ejemplares de todos los hombres, desde
-el primitivo de las cavernas, al anticipo del superhombre futuro. Con
-salvar espacios podemos retroceder en el tiempo. Hay hombres y pueblos
-enteros medioevales, los hay del siglo XVI y del XVII. Existen en
-medio de las metrópolis mas civilizadas, verdaderos salvajes. Ya dijo
-Zola, que nada puede darnos tan cabal idea de las homéricas luchas de
-la Iliada como las peleas entre jayanes de dos aldeas rivales. No en
-documentos empolvados, en textos vivientes ha de hallar el verdadero
-historiador artista, los más fieles datos para reconstruir la vida de
-los tiempos pasados.
-
-Debemos ser tolerantes con las fiestas de Carnaval, que á tantos
-espíritus superiores disgustan y escandalizan, como con una niñería
-de la humanidad, por la que han de pasar sucesivamente todos los que
-nacen. Sería muy triste que todos naciéramos sabiendo que hemos de
-aburrirnos en un baile de máscaras. Es, además, acaso por primitiva,
-esta fiesta de los disfraces, la única fiesta de la verdad. Nunca
-sigue tanto el hombre sus naturales inclinaciones como al intentar
-travestirse en estos días. Vemos con faldas y moños femeninos á los
-que debieran llevarlos todo el año; con caretas de animales á muchos,
-que ese día sólo no engañan á nadie; de bebés á otros que, solo con
-vestirse de ese modo, muestran que están en lo cierto. Y de las
-mujeres, ¿qué diremos? La que sin careta tardaría dos ó tres días en
-darse á conocer, ya está conocida apenas aparece en el baile. Dinero
-podrá no ahorrarse con una belleza encubierta, ¡pero, tiempo!...
-
-¡Si todos los negocios de este mundo pudieran tratarse con mascara,
-cuanto enojoso trámite nos ahorraríamos del mismo modo! ¡Ah, la cara,
-la cara! Mascara imperfecta que el más hábil no llegó á dominar y á
-pesar nuestro enrojece de vergüenza ó palidece de espanto, y llora ó
-ríe inoportuna, y es sensible, por curtida que esté, á escrúpulos de
-conciencia, á preceptos de educación, á preocupaciones sociales... Solo
-el que haya logrado completo dominio sobre su rostro, logrará completo
-dominio sobre los hombres. Por algo la glorificación de la belleza
-corporal ó espiritual del hombre es su escultura: la plenitud de la
-mascara.
-
- * * * * *
-
-¿Por qué cerrar en estos días las Cortes y no permitir en ellas una
-mascarada que sería también su única verdad? Los más conspicuos
-parlamentarios, tal vez bajo el incógnito de la careta se atreverían
-por una vez á decir lo que sienten. Este liberal, mal disfrazado todo
-el año hablaría como conservador; tal otro, forzado por compromisos
-electorales á oponerse á todo negocio dudoso, pediría participación
-en él, sin empacho, y tal cual, metido por complacencia, en algún
-callejón sin salida, podría hallarla con muy gentil despejo, al amparo
-de un buen disfraz. Con careta de ministeriales, los conservadores
-podrían cantar las glorias de Cataluña, y los catalanistas, con careta
-de conservadores, podrían desenmascararse del todo. Los republicanos
-podrían decir la verdad disfrazados de monárquicos, y los carlistas no
-dirían nada, porque entre conservadores y solidarios les darían dicho
-todo lo que ellos pudieran decir. Los periodistas, con achaque de no
-conocer á ninguno, suprimirían adjetivos personales y la presidencia
-no se atrevería á llamar al orden á nadie, por temor á graves
-equivocaciones. Los maceros podrían actuar á guisa de bastoneros, para
-impedir, como en los bailes, aproximaciones demasiado deshonestas.
-Serían memorables estas sesiones de Carnaval. ¡Y si se aprovechara
-para «confettis» algunas de las leyes discutidas durante el año!
-Hecha «confettis» quedó la famosa del terrorismo. En cambio, la de
-administración local es una serpentina que entre Maura y Cambó se
-arrojan jugueteando y graciosamente se enrosca sobre otras cabezas,
-como debió enroscarse la serpiente diabólica del Paraíso en el árbol
-del bien y del mal, al ofrecer á nuestra incauta madre la fruta de
-perdición.
-
- * * * * *
-
-Ningún arte tan espiritual como la música, y ninguno tan propio de
-estos días del año consagrados á la meditación y al recogimiento
-espirituales. La devoción de nuestros buenos aficionados á la música
-bien ha tenido en donde escoger en esta temporada. El cuarteto checo
-en la Filarmónica, Wagner á toda hora, y por fortuna el arte nacional,
-sin llegar todavía á «preferido», algo salió de su condición de
-«ceniciento», gracias á muy laudables empresas de nuestros músicos.
-Chapí, con su ópera, mas apreciada á cada representación, el cuarteto
-Francés, el cuarteto Vela, el quinteto de instrumentos de viento,
-nueva sociedad, de inteligentes y modestos artistas, dignos de todo
-encomio y de mayor atención por quien pueda dispensársela, sobre todo
-para mejorar su instrumental, cuyas deficiencias, vencidas en fuerza
-de arte, bastarían para obligar á la admiración. Labor es toda esta
-de inteligencia y de entusiasmo que nunca agradeceremos bastante, ya
-que nunca pagaremos lo suficiente. De todo podrá acusarse á estos
-nuestros artistas menos de interesados. Estudian y trabajan por puro
-amor al arte; tal vez por esto trabajan con preferencia en Cuaresma.
-Justo es que, después de los ayunos y penitencias, llegue la Pascua
-de Resurrección para la música nacional. No quiero ser injusto ni
-egoísta; soy el primero en reconocer que el autor dramático no está
-tan necesitado de protección oficial en España, como el compositor de
-obras musicales, que no sean género chico. La obra del Teatro Nacional,
-no será completa, si la fundación de un teatro de comedia española, no
-coincide con otro de ópera y zarzuela. Para éste cuenta el Estado con
-un edificio inmejorable; contamos con músicos y artistas en calidad y
-en cantidad importantes. ¿Qué falta?... ¡Por vida de los inconvenientes!
-
- * * * * *
-
-Como tanto se ha discutido la sinceridad del «wagnerismo» de muchos
-que dicen ser wagneristas, sin duda, la empresa del teatro Real ha
-querido ponerla á prueba, y al mismo tiempo la resistencia física de
-músicos y cantantes. Para ayer domingo estaban anunciados: «El Ocaso
-de los Dioses», por la tarde, y «Lohengrín», por la noche. No creo que
-el programa se haya cumplido, pero si así fuera, leeré hoy lunes con
-interés, las noticias, para saber cuántos profesores de la orquesta
-hubieron de ser conducidos en camilla á su domicilio al final de tan
-ruda jornada. Si solo el asistir de espectador tarde y noche supondría
-un vigor extraordinario y por ello merecería cualquiera mención
-especial, ascenso inmediato y condecoración pensionada en el cuerpo de
-«wagneristas» denodados, ¿qué decir de los ejecutantes? Para éstos sí
-que será día de prueba su fervor artístico y admirativo por el genio
-de Wagner. Vamos, que si al caer el telón y caer ellos desfallecidos,
-no reniegan de tres generaciones anteriores, por lo menos, del sublime
-músico y de las posteriores, hasta la cuarta, como una maldición
-bíblica, ya pueden dar fe de su wagnerismo.
-
- * * * * *
-
-Algo quisiera decir de la nueva ópera española «Margarita la Tornera»;
-algo de su autor tan maltratado, tan discutido, tan injuriado antes
-de ahora, que siendo estas las señales más ciertas de ser glorioso en
-España, no necesitaba de mayor triunfo, ni para satisfacción propia,
-ni para nuevos desahogos de sus enemigos. ¿Enemigos? No. Enemigos son
-los que usan nobles armas y combaten con ellas. Los que solo usan de
-su natural veneno, no pueden ser considerados como enemigos. Tienen su
-clasificación en las últimas escalas zoológicas.
-
-¿No parece ya á algunos que hemos hablado bastante de «Margarita la
-Tornera»? ¿No dicen otros que se ha abusado del bombo? ¿Del bombo?
-Y días antes del estreno nos tenían afligidos á los constantes
-admiradores del maestro Chapí, los agoreros de un fracaso...
-
-¿Que se ha hablado bastante? No tanto como de esta ópera italiana ó
-de tal otra francesa ó de aquella otra rusa, que fatigan sin cesar
-las columnas de los periódicos en todo el mundo. No tanto como del
-«Chantecler» de Rostand, ni como del Vivillo ni la Juaneca...
-
-¡Oh admirable y extraño patriotismo el nuestro, que quisiéramos una
-España grande, pero en la que todos los españoles fueran pequeños! Mal
-país de sembradores, pero excelente de tijereteros, dedicados á cimar
-cuanto amenace ser árbol en tierra de arbustos.
-
-Hay, por dicha para todos, un público, el público que no es de
-literatos ni de músicos, que tal vez no entiende de letras ni de notas,
-pero entiende con el corazón, como pedía San Pablo, al artista y á todo
-el que le habla con la honradez desinteresada del amor al arte y á la
-verdad.
-
-Ese público no ha regateado su aplauso ni su admiración al insigne
-músico español; ese público sabe cuánta generosidad supone el habernos
-ofrecido ese regalo de arte. «Margarita la tornera» le producirá á
-su autor... treinta ó cuarenta mil pesetas de menos, que dejará de
-percibir en esta temporada, por haber desatendido los trabajos del
-género chico.
-
-De modo que, en efecto, no debe hablarse más de «Margarita la Tornera».
-¡Un hombre que va á hacerse rico con una ópera! ¡Y encima un poco de
-gloria!... No, no es posible. ¡Ni que fuéramos tontos!
-
- * * * * *
-
-Lujosos trenes, coches y automóviles, forman fila, después círculo,
-después caracol, por fin masa compacta á la puerta de la humilde
-iglesia. ¿Qué sucede? ¿No sabéis? Es la devoción á la moda. La imagen
-milagrosa que, de tres peticiones, concede una. Pero una sola, y no
-puede hacérsele más de tres. De tres cosas, una. ¡Dios mío! ¿Cómo
-pueden conformarse á tal mezquindad esas bellas y elegantes damas,
-acostumbradas á conseguir todo lo que piden? Sin duda piden cosas muy
-difíciles ó imposibles, cuando se dan por muy contentas con obtener
-una. Secretos serán entre el cielo y ellas, porque en asuntos de la
-tierra, todos sabemos que si ellas desearan tres cosas, no tendrían
-para empezar con una sola.
-
-¡Quién pudiera penetrar el misterio de vuestras peticiones, y quién
-tuviera poder para exaudir todos vuestros deseos! Cierto que á
-la divinidad no es posible engañarla, pero ¡es tanto el arte de
-seducción en las mujeres! que la divinidad sonreirá bondadosa cuando
-ellas oculten entre dos peticiones insignificantes la de verdadera
-importancia. Ó, cuando las peticiones en aparente forma distinta,
-sean en realidad una misma. Yo pienso acudir uno de estos días á la
-devoción milagrosa y haré muy humilde mis tres peticiones. Un millón
-de pesetas, un millón de francos ó un millón de liras. Veremos si es
-verdad que de las tres cosas se consigue una. Con cualquiera de las
-tres me contentaría y todas las tardes verían ustedes un automóvil
-más á la puerta de la humilde iglesia, cuyo nombre y sitio no diré á
-ustedes, porque los anuncios son asunto de la administración. Y ¡qué
-mejor anuncio que tanto coche blasonado y tanta distinguida dama en la
-plazoleta antigua del Madrid viejo; este Madrid que tantos rincones
-guarda de siglos pasados en sus calles y no menos en el espíritu de sus
-nobles y bellas damas!
-
- * * * * *
-
-Si alguien dudara de los sentimientos religiosos de este país católico
-por excelencia, de la honda preocupación religiosa de nuestro espíritu,
-de lo importante que es para los gobiernos el no ofender ni menoscabar
-en nada nuestras venerandas creencias, bastaría con la más superficial
-observación de lo que significan para nosotros estos días solemnes en
-que la Iglesia, nuestra madre, conmemora la Pasión y Muerte de Jesús.
-
-En calles y templos las más expresivas muestras de verdadero fervor
-cristiano. Severidad en el adorno y en las ceremonias de iglesia;
-raudales, cuando no de arrebatada elocuencia, de sencillez evangélica,
-en los púlpitos; los pocos lugares de esparcimiento ofrecidos al
-público, como cafés, pastelerías, etc., abandonados de su habitual
-parroquia masculina, no digamos de señoras y señoritas; todas
-fidelisísimas observantes del riguroso ayuno. Las mujeres desdeñosas
-de solicitar la atención de los hombres, en estos días consagrados á
-la meditación y al recogimiento, con la mayor sencillez en su persona;
-los hombres, respetuosos con la actitud severa de ellas, sin atreverse
-á ofenderlas con un mal piropo. ¡Oh! Es un espectáculo edificante.
-La vida parece haber suspendido todo el anhelo pecaminoso con que de
-continuo nos solicita para perpetuidad de la especie y del pecado.
-
-No es de extrañar que los extranjeros que en estos días solemnes
-visiten principales ciudades de España: Madrid, Sevilla, Murcia,
-Toledo, etcétera nos juzguen de una imponente austeridad religiosa,
-que les hace más comprensible el legendario fanatismo que propagó las
-hogueras inquisitoriales de España por medio mundo.
-
-Y si en algo puede haber disculpa para tantas atrocidades cometidas
-en nombre de la Religión, nuestra mejor disculpa está en eso, en la
-sinceridad del sentimiento religioso de nuestro espíritu; el mismo
-que sobrevive con la misma sinceridad y del cual pueden hacerse cargo
-cuantos nos visitan en estos días solemnes de meditación y recogimiento.
-
- * * * * *
-
-Ningún ejercicio espiritual más propio del bondadoso escéptico en
-estos días, que la lectura de un bonito libro, recientemente publicado
-en París. Su autor, Salomón Reinach; su título «Orfeo». Historia de
-las religiones. Un substancioso compendio, acaso despreciable para
-los eruditos especialistas que sonríen desdeñosos á todo extracto de
-ciencia: pero muy de agradecer para los «pica-platos» intelectuales,
-deseosos de asomarnos á todas las ventanas y aun á todas las alacenas
-de la inteligencia, sin tiempo para otra cosa que oler donde se guisa y
-pellizcar donde se sirve. Y como bien guisado y bien servido, está el
-manual en cuestión. En un perspicaz vistazo de pájaro sobre todas las
-creencias religiosas que han inquietado al mundo.
-
-Desde la altura todas parecen en el mismo plano y, cuando menos,
-aprendemos á estimarlas lo mismo, como una necesidad universal del
-humano espíritu: niño preguntón que quisiera saber el por qué de todo,
-y á falta de verdades ciertas se contenta con suposiciones fantásticas.
-
-En los más claros y habitables aposentos de nuestra inteligencia,
-asentamos las pocas verdades que poseemos; allá, en los camaranchones
-interiores y obscuros de nuestro cerebro, ó arrinconamos los trastos
-inservibles que nos correspondieron por antiguas herencias, ó suponemos
-duendes y fantasmas que justifican nuestro horror á penetrar en ellos y
-la imposibilidad de habitarlos.
-
-Cierto que, puestos á elegir fantasmas, debiéramos elegir los más
-gratos, y es preferible imaginar duendes alegres y juguetones á trasgos
-espantables. Pero ¡ay! que son los hombres los que hicieron á sus
-dioses á su imagen y semejanza, y así hay dioses bondadosos, dioses
-crueles, dioses vengativos, dioses indiferentes, dioses ridículos,
-dioses respetables, dioses humanos y dioses divinos. Dioses para todos
-los gustos y para todas las aspiraciones.
-
-Somos el molde de nuestras creencias, y no ya cada pueblo, cada hombre,
-llevamos á nuestro dios, hecho carne en nosotros. Por eso, entre todos,
-ningún símbolo tan espiritualmente bello, como el de nuestro Dios,
-hecho hombre, hijo del hombre, hombre como nosotros; que en nosotros
-puede nacer, y en nosotros y por nosotros padecer pasión y muerte y en
-nosotros resucitar y divinizarse.
-
- * * * * *
-
-Un distinguido pintor escenógrafo y dos populares y aplaudidas tiples
-han tenido uno de sus más ruidosos éxitos... ¿En dónde, dirán ustedes?
-En la parroquia de San Sebastián.
-
-El Teatro y la Iglesia ó la Iglesia y el Teatro--las señoras
-primero--aunque alguna vez hayan andado á la greña, en el fondo han
-sido siempre buenos amigos. No es preciso remontarse á los orígenes
-del teatro ni á la representación de los Autos Sacramentales para
-demostrarlo. La capilla de la Virgen de la Novena, que el fervor de
-nuestros actores costea y sostiene sin decaimiento de su original
-esplendor, lo atestigua bien claramente hoy en día.
-
-En esta Semana Santa, con su decoración teatral y la presencia de
-nuestras más bellas actrices, la capilla de la Novena ha conseguido
-la mejor entrada. Los devotos tal vez se escandalicen; pero, nada
-importaría que los templos tuvieran algo de teatro, si los teatros
-alguna vez tuvieran algo de templo.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- V
-
-
-La capa, la española capa, prenda inseparable de la mantilla, en todo
-canto al españolismo, parecía desmentir hasta ahora, el mayor apego
-en la mujer á lo tradicional y castizo; pues mientras sobre femeniles
-cabezas pasaron mil hechuras de sombreros, relegada la mantilla á
-fiestas de religión ó de tauromaquia--los extremos se tocan y las
-tradiciones se semejan,--la capa persistía con firmeza, gallardeando
-sobre varoniles hombros, en amistosa alternativa con toda clase de
-abrigos, nobles y plebeyos; desde el gabán aforrado en nutrias ó martas
-cibelinas, á la bufanda con honores de manta.
-
-Y, en este invierno, sin prescripciones de la moda, ni de la higiene,
-la hemos visto de pronto desaparecida; tan de pronto, que mal puede
-decirse que la hemos visto desaparecer.
-
-Y el pueblo; el último baluarte siempre del casticismo pintoresco, en
-lenguaje, vestidos y costumbres, ha sido el primero en desecharla,
-sustituyéndola por la zamarra; prenda sin carácter, sin gracia, sin
-historia, sin nacionalidad.
-
-¿Habrán influído las recientes disposiciones sobre las casas de
-préstamos, con la menor facilidad en la pignoración, al desprestigio
-y abandono de la clásica prenda, considerada antes como un billete de
-Banco, valor al portador?
-
-¿Será que todas las capas madrileñas padecían cautividad, y el negarse
-los prestamistas á la renovación de papeletas, ha hecho imposible el
-rescate en esta temporada de invierno?
-
-Si así fuera, esperemos el saldo del año próximo, que volverá á
-ponerlas al alcance de todas las fortunas, sin menoscabo de la de sus
-actuales poseedores. ¡Habrá capa que pudiera estar bordada en oro, si á
-enriquecerla con tal adorno se hubiera aplicado el interés cobrado en
-tantas renovaciones!
-
-Pero, si la causa no fuera esta y la zamarra triunfara en definitiva,
-como prenda de abrigo popular, entonces la capa no tardaría en ser el
-abrigo aristocrático, y por imitación volvería á serlo de la clase
-media, y por fin volvería á ser el de las clases populares, deseosas
-siempre de igualarse con los de arriba, mientras éstos quisieran
-diferenciarse de todos.
-
-¿No están recientes las luchas y protestas de los camareros de café,
-hasta conseguir les fuera permitido el uso del bigote, por considerar
-como signo deprimente de servilismo la cara rasurada? Y he aquí, al
-poco tiempo, que ya son los mozos de café los únicos que llevan bigote,
-y todo pelo en la cara es anatematizado por la distinción y por la
-higiene. Ni una ni otra son señoras muy de fiar, por lo veleidosas.
-Ahora nos dicen las dos, puestas de acuerdo, que barbas y bigotes son
-terribles nidos de microbios y, aun cuando vaya uno para viejo, no hará
-muchos años, «leía yo, en los libros que tenía»--como dice Segismundo,
-el de «La vida es sueño», no confundirle con el de «El sueño es
-vida»,--leía yo, como iba diciendo, en mis buenos libros de higiene,
-cómo era menor la mortalidad y el peligro de la tuberculosis, entre los
-obreros que, empleados en industrias, como la fabricación de hilados
-y otras similares, dejaban crecer barbas y bigotes, que entre los
-afeitados ó barbilampiños; pues barbas y bigotes eran como red cazadora
-de partículas que, sin ese natural obstáculo, penetrarían directamente
-en los pulmones. Toda esta explicación venía muy cimentada sobre
-sólidas estadísticas y lo mismo vendrán éstas de ahora, que afirman
-todo lo contrario.
-
-Yo no sé si ahora será cuando la higiene está en la fija; de la moda,
-sé decir que, para rostros de pura cepa castellana, no puede ser más
-desfavorable. Para bien parecer un rostro varonil afeitado, necesita
-ser de buen color y armonizar con rubios cabellos que den claridad y
-juventud á la fisonomía. Pero el ceñudo castellano, de negro pelo,
-color verdinegro ó amarillento, cobra un aspecto duro de presidiario ó
-cura de facción, con el rostro afeitado, más sombrío sin el contraste
-de bigote ó barba.
-
-Y ¿qué diremos de los que deciden el afeitado sin contar con los
-veinticinco céntimos necesarios para la diaria operación? Entre éstos
-figuran muchos jóvenes artistas, que estarían mejor con su buena
-melena y todo lo que buenamente quisiera crecerles. Todo, mejor que
-verles con la pelusa de una semana, como quincenarios, y oirles decir
-todavía:--¿Sabe usted? No llevo nada en la cara porque es mucho más
-limpio y más higiénico.--¡Vaya con la limpieza y con la higiene!
-
- * * * * *
-
-De las famosas turbias del Lozoya, ninguna tan turbia como esta de
-ahora, tan de color de chocolate, que pasa de castaño obscuro. El
-Manzanares, por otra parte, celoso al cabo de los años del injusto
-predominio sobre Madrid, que su rival le usurpaba, y de las clásicas
-burlas á su pobre caudal, quiere probarnos que, si no en agua, en lodo,
-tiene fuerza bastante para alcanzar á respetables alturas. Por suerte,
-aquí todos sabemos nadar entre dos aguas, y aun entre agua y lodo,
-que no siempre el ser animal anfibio tiene sus inconvenientes, como
-aseguran en popular zarzuela.
-
-El Señor nos libre de juicios temerarios, pero es desgracia nacional
-que todo negocio y toda industria emprendidos en tierra española, aun
-los que mas beneficiosos parecen para el interés general, lleven mancha
-de origen por la pícara intervención política en todos los asuntos.
-Así el trabajo honrado y el dinero, nunca más honrado, que cuando
-al servicio del trabajador se pone, andan siempre tan desconfiados
-de emplearse en nuestra industria y en nuestros negocios. Apenas se
-proyecta algo provechoso, todo el mundo se escama: ¡Chanchullo! ¡Manos
-puercas! ¿Escuadra? un momio. ¿Gran Vía? otro momio. ¿Teatro Nacional?
-momio de ambos sexos; si ha de venir á ser refugio hospitalario de
-ruinas artísticas y literarias. De toda empresa española puede decirse,
-como de aquellas famosas Cortes: ¡deshonradas antes que nacidas!
-
-De aquí proviene que el celoso de su buena opinión huya, como el
-diablo, de intervenir en todo negocio, y vienen á parar todos ellos
-en manos de gente despreocupada, á la que, al fin y al cabo, hay que
-agradecer su despreocupación, que ya es una prueba de valentía, y tan
-necesitados estamos de emprendedores, que bien podemos decir: Hágase el
-milagro y hágalo el diablo. Hágase el negocio, aunque saliere un poco
-sucio.
-
-Todas estas desconfianzas y recelos, más son señales de nuestra
-pobretería que de nuestra moralidad. Hay tanta escasez de dinero que no
-se comprende cómo nadie puede manejarlo sin resistir á la tentación de
-quedarse con algo entre las uñas. Para juzgar de los demás no solemos
-tener más norma que nosotros mismos; lo que haríamos en su caso.
-
-Nunca he oído á ningún gran señor quejarse de que le sise su cocinero,
-ni su jefe de cuadra, ni su administrador. Verdad es que su mesa está
-bien servida, sus trenes bien presentados y á él nada le falta.
-
-Esto es lo que no nos sucede á los españoles. Á poco que nos sisen, ya
-se nota en todo, particularmente en la mesa, falta que no se disimula.
-Y no es que nuestros cocineros tengan menos conciencia que los de otras
-partes, es que damos menos dinero para la compra, y para comer bien hay
-que contar con la sisa.
-
-Somos, además, tan apegados á rancias hidalguías que, aunque tan
-necesitados de dinero, seguimos considerando como despreciables los
-medios para su adquisición; así es que preferimos buscarle ocultamente
-por caminos subterráneos, como si fuera un crimen buscarle á la luz,
-abiertamente. Aquí es todavía la mayor gloria de un político, de un
-artista, de un hombre de ciencia, decir: Murió pobre. ¿Por qué? ¿Han
-de ser solo el dinero y la independencia que da el dinero, de los que
-explotaron la influencia del político, la gloria del artista y la
-ciencia del sabio?
-
-Cuando el dinero lo compra todo, ¿no habrá algo que pueda comprar el
-dinero?
-
-Hacer valer dinero á nuestra inteligencia no es envilecerse, es
-ennoblecer al dinero.
-
-Cuando los hombres inteligentes dan en no venderse, por escrúpulos de
-conciencia, entonces es peor; porque todos los negocios van á parar á
-los tontos, que para la circunstancia, se meten á pillos: ya se sabe
-que nada imita mejor á la inteligencia que la pillería.
-
- * * * * *
-
-Se anuncia en Madrid y para fecha próxima una Exposición, la más
-simpática y la más conveniente para ejemplo y estímulo de todos: la
-Exposición de la Infancia.
-
-De todos los dicterios con que el mayor enemigo de España pudiera
-ofendernos, el de infanticidas sería, quizás, el más merecido.
-
-No será Malthus nuestro previsor apóstol; pero es, en cambio, Herodes,
-el buen reparador de nuestra prolífica imprevisión. Tan descuidados
-sembradores como descuidados cultivadores y recolectores. Al celo
-previo, en que cualquier hombre se iguala al animal, no corresponde el
-celo ulterior por la prole, en que cualquier animal puede dar lecciones
-al hombre.
-
-Y no haya ofensa para las madres y los padres españoles. ¿Cómo
-suponerlos menos amantes de sus hijos que en otros países? Los aman
-con ceguedad; pero ¡ay! con ceguedad de ignorancia, que es la peor de
-las ceguedades.
-
-Dos tristes suertes hay en el mundo; verse pájaro en manos de niño;
-verse niño en manos de padres españoles.
-
-Dijérase que la fe cristiana, en la seguridad de verlos al morir
-niños, trasplántalos ángeles al cielo; ó las inseguridades de nuestro
-vivir nacional azaroso, consuelan y hasta estimulan á los padres en la
-temprana muerte de sus hijos.
-
-No es que no los amemos mucho; es que amamos tan poco la vida, que
-acaso el haberlos traído á ella nos pesa como un remordimiento, de
-que sólo su muerte prematura puede aliviarnos...--¡Para él ha sido un
-bien!... ¡Angelitos al cielo!--¡Se ha quitado de penas!--¡Quién sabe lo
-que hubiera tenido que pasar en este mundo!--Hay en todas estas frases
-vulgares, al morir un niño, una resignación que, siendo amor, más
-parece feroz egoísmo.
-
-Y es el espíritu español, seco para el niño, y esta sequedad se refleja
-en nuestro arte, apenas esclarecido por gracias infantiles, en los
-cuadros de Murillo y en alguna imagen del Niño Jesús del escultor
-murciano Salcillo.
-
-No hay en España una literatura, un arte para los niños. Nos
-preocupamos poco de higienizar ni de alegrar su vida.--¿Hay mejor
-higiene que la alegría?--Aun los niños ricos son aquí más desgraciados
-que los niños pobres de otros países.
-
-La Exposición puede ser una buena obra, si á ella acuden con la mejor
-voluntad todos los que, sin haber perdido la fe en otra vida con su
-cielo saben que ya es bastante antesala para esperarla ésta nuestra
-tierra, tal como ella será siempre, por mucho que procuremos mejorarla
-entre todos, y no hay necesidad de hacer de ella un infierno, único
-lugar que no admite mejora; porque nada puede mejorarse en lugar donde
-no se ama, que es también lugar donde no se trabaja.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- VI
-
-
-Paréceme que, en la admiración de nuestros jóvenes por Larra, entra
-por mucho el atractivo de su fin prematuro. Hay quien juzga que fué
-mejor así; pues acaso la vida, con su roce desgastador de energías
-y suavizador de asperezas hubiera subyugado altiveces en el rebelde
-espíritu de «Fígaro», y una vez más hubiéramos asistido á la abdicación
-de una inteligencia vencida por algún interés.
-
-¿Qué importaba? ¡Hubiera sido tan interesante! De un alto entendimiento
-es tan admirable la sumisión como la rebeldía. ¿No fué admirable
-la aparente conformidad de un Campoamor, de un Valera, por todo lo
-establecido? Y después, cuando la aparente sumisión, efectiva para el
-vulgo oficial, nos ha dado autoridad y respeto, ¿no podremos con mayor
-eficacia volver á decir la verdad, á los que antes no quisieron oirla?
-
-«Fígaro» sometido, acaso nos hubiera dicho algo más profundo que
-«Fígaro» rebelde. Sobre la verdad de nuestra vida, que él creyó afirmar
-dándose muerte, está la verdad de la vida; sobre la que, acaso, podemos
-triunfar cuando más abdicamos de nuestra voluntad.
-
-Cuando hemos renunciado á nuestra dicha y nos contentamos con ver
-dichosos á los que nos rodean, es quizás cuando empezamos á serlo.
-
-¡Qué inaccesible ideal si pensamos al escribir una obra en la gloria
-sin término! ¡Qué fácil, si pensamos en comprar con su producto
-inmediato el juguete que alegre á un niño querido! ¡Vender la gloria
-remota por sonrisas cercanas! Si la gloria tiene algún camino, ¿no es
-el amor quien por él ha de llevarnos?
-
-Poner muy alto y muy lejos el ideal, tal vez es airoso pretexto para
-la caída al alcanzarle. Acerquémonos, aunque se empequeñezcan nuestros
-ideales.
-
-Fingió la fábula que el águila volaba por llegar al sol, y en realidad
-sólo vuela por traer alimento á su nido. Y por eso no es menos
-arrogante su vuelo.
-
-¡Jóvenes admiradores del fin prematuro de «Fígaro», no pretendáis volar
-tan alto por el aire, que olvidéis deberes de la tierra! El también os
-lo hubiera dicho si hubiera vuelto de su volar altivo.
-
- * * * * *
-
-_El Teatro en España_, interesante libro publicado por Francos
-Rodríguez, á mas de muy atinados juicios sobre muchas de las obras
-estrenadas en el año de 1908, contiene una parte de estadística,
-reveladora de la desproporción alarmante entre la cantidad y la calidad
-en el producto dramático. Asusta lo que devora el público en un año, y
-no será de extrañar que, por no exponerse á morir de empacho, prefiera
-ponerse á dieta rigurosa, de más rigurosa repercusión en estómagos de
-autores y comediantes.
-
-Á bien que el público toma el prudente partido de no interesarse por
-nada y ha delegado su misión de juzgador en manos de la «claque» y de
-los amigos del autor, pródigos en aplausos que ya nada significan ni á
-nada comprometen, ni siquiera á que la obra permanezca en el cartel los
-tres días de reglamento. Se ha conseguido con esto, que ya no haya más
-opinión valedera que la de la taquilla, y que los empresarios después
-del buen éxito, más ruidoso, en vez de regocijarse, digan desconfiados:
-Mañana veremos... Y lo que ven mañana es... tres pesetas.
-
-No ha de pedirse á la crítica mayor severidad que al público, y si
-éste adoptó por sistema el muy cómodo de «Dejad hacer, dejar pasar»,
-¿qué ha de decir la crítica? Por mí que hagan, y por mí que pasen.
-La indiferencia, tal vez cruel del público, es en la crítica más
-compasiva. Aquella obra es acaso el pan de una familia ó la felicidad
-de un ilusionado, ó la satisfacción vanidosa de un majadero. ¿Para qué
-privarles de esos goces materiales ó espirituales? ¿No es injusticia
-toda justicia innecesaria? ¿Pesan más los agravios al arte que la
-miseria ó la pena de un autor desdichado?
-
-Como decía aquella dama, dadivosa de suyo, para justificar sus
-prodigalidades: ¡Á una le cuesta tan poco, y ellos se quedan tan
-contentos!...
-
-Es hoy el teatro rama de la Beneficencia. Y no está mal así; que es
-tan dura la vida, que en nada puede emplearse mejor todo templo, sea
-artístico ó religioso, que en asilo benéfico del dolor y de la miseria.
-El Arte como la Divinidad es bondadoso, y sonríe sin ofenderse al que
-llega en nombre del Arte á pedir á su puerta una limosna, ya de pan,
-ya de aplauso.
-
- * * * * *
-
-Tan poco acostumbrada está la Gloria á coronar en vida frentes
-españolas y tan hecha á no llegarse á las más excelsas, si no es traída
-por mano de la muerte, que, cuando por no poder menos, la hora gloriosa
-llega en vida, no es de extrañar que la muerte crea también su hora
-llegada y sólo por ver al luchador triunfante, con razón crea que ya le
-pertenece.
-
-Era, para el músico insigne, un descanso en la lucha incesante, era el
-triunfo, concedido por los más rehacios en otorgar honores de vencedor
-á quien todavía pelea en pie con denuedo; era la gloria: pero era
-gloria española... ¡Tenía que ser la muerte!
-
-Mezquina concepción de la divinidad es considerarla como á maestro de
-párvulos, distribuyendo vales de buen comportamiento para un premio
-futuro; pero, ante el rudo corte de una noble vida, toda honrado
-trabajo y fecunda lucha, que no pudo hallar aquí justa recompensa, ¿no
-hemos de pensar en una satisfacción suprema, en una gloria sobrehumana
-de luz y de armonía?
-
-¡Ah, los que juzgáis escepticismo la ironía, no sabéis cómo el irónico
-guarda la sinceridad de su sentimiento para cuando es bien emplearlo,
-más entero cuanto menos gastado!
-
-Porque sabe de la verdadera bondad, burla de apariencias virtuosas;
-porque sabe del esfuerzo y de los sacrificios que impone el verdadero
-arte, burla de esos simuladores, bien hallados con la fácil «gloriola»,
-más contentos con aparentar que con ser. Esos que pueden reposar
-satisfechos al decir: Hemos llegado; cuando llegaron á una posición
-oficial, obtenida á fuerza de intrigas y de concesiones.
-
-Pero ante un nombre como el de Chapí, ante una vida de trabajo digno,
-en que todo se debe al propio esfuerzo, la admiración es culto y el
-respeto obliga al ejemplo... Y el cronista llora con limpio llanto,
-porque nunca lloró con llanto inútil por farsantes ni por malvados.
-
- * * * * *
-
-Sobremesa es esta de espiritual convite, de mística comunión, como en
-la última Cena de Cristo, como en torno al Santo Grial, la de sus
-caballeros guardadores, los hermanos de Percival y de Lohengrín.
-
-Sobre la vulgaridad cotidiana de nuestra vida, resplandeció la gloria
-del Arte y sus alas de luz nos elevaron, aliviados de toda terrenal
-pesadumbre, y la caricia de lo sublime estremeció nuestras almas
-transfiguradas por el divino milagro del Arte.
-
-Y cuanto hay de divino en nosotros nos habló de inmortalidad. ¿No es
-esta la verdadera, la única moralidad que debemos pedir al Arte?
-
-Después de oir «El Ocaso de los Dioses», yo no creo sinceros los
-aplausos; esa vulgar aclamación no es digna de tanta grandeza. Nadie
-palmotea ante el mar, nadie palmotea ante las tempestades, nadie ante
-la serenidad armoniosa del cielo en una noche de verano. El espíritu
-se recoge como en oración, y un silencio solemne de llanto contenido,
-el llanto bueno que purifica como fuego sagrado, es la mejor acción de
-gracias de nuestras almas.
-
-El único aplauso digno sería caer de rodillas, prosternados como ante
-la elevación eucarística.
-
- * * * * *
-
-¿Qué nos dirán ahora para justificar su desdén por el público, los
-inmaculados castellanos de las marfileñas torres? ¿Es inútil pretender
-llegar á la multitud, como ellos aseguran? ¿Solo ignorancia y grosería
-encontraremos en ella? El público madrileño respondió el domingo pasado
-y en noches sucesivas, como acaso no esperaban muchos, á cuantos
-quieren disculpar su vagancia ó su impotencia con la falta de sentido
-artístico en el público.
-
-Con ser todo admirable--pasemos por alto deficiencias en la
-interpretación y presentación de la obra,--lo más admirable, sin
-duda, lo mejor de la gloriosa jornada, fué la actitud del público;
-este admirable público madrileño, tan calumniado, pero de un instinto
-artístico tan seguro, que, al contrario que en otros países, antes
-que en la crítica sabia, hallan en el sostén y aliento los luchadores
-sinceros por nuevas formas de Arte.
-
- * * * * *
-
-Y, en el triunfo del genio, ¿será justo olvidar á su compañera
-inseparable la locura--según los modernos, algo ya anticuados
-antropólogos,--personificada en el caso de Wagner, por aquel rey Luis
-de Baviera; Nerón de poquito, Nerón todo dulzura, solo tirano en el
-Imperio del Arte?
-
-¿Hubiera triunfado el genio sin el loco? ¡Gran asunto para nueva
-trilogía! El emperador Guillermo, el rey Luis de Baviera y Wagner. La
-fuerza, la locura y el genio, unidos para gloria del imperio grande y
-fuerte.
-
-La crítica histórica minuciosa distribuirá razonablemente alabanzas y
-censuras. Todas éstas para el noble rey loco. ¿Qué importa? Él también
-fué necesario para la grande obra, y en la universal armonía, el fuerte
-y el genio llaman hermano al loco.
-
- * * * * *
-
-Después de una representación del «Ocaso de los Dioses», pensaba yo,
-cómo yerran los sintetizadores rotundos que para mayor comodidad,
-clasifican á todo pueblo del Norte, como razonador y positivista, y á
-todo pueblo meridional como idealista y soñador. Y he aquí, cómo en el
-arte germánico, perduran los mitos heroicos y legendarios, y cómo entre
-nosotros, apenas si concedemos un modesto lugar en la tradición; muy
-desposeída de leyendas, á nuestros héroes. ¡Nosotros sí que sabemos
-del Ocaso de los Dioses! Aquel gran socarrón de Cervantes fué el gran
-enterrador de España. Verdad es que el entierro fué suntuoso, con gran
-asistencia de monjas y frailes. No se puede morir más devotamente. Toda
-la herencia se nos fué en fundaciones piadosas. Esperémoslo todo de
-la desesperación de los desheredados. Cuando falte toda esperanza, la
-desesperación puede ser también madre del heroísmo.
-
-¡Triste Rocinante, triste rucio de Sancho Panza, que vais tardos y
-fatigosos por áridas llanuras, no hemos de trocaros por el caballo de
-Brunilda, que galopó sobre nubes y en carrera loca fué conducido al
-fuego, para que sobre la muerte del héroe y el perecer de los dioses,
-triunfara el amor ideal de dos almas heroicas!
-
-¡Qué impropiamente llamado «Marcha fúnebre» el mas sublime pasaje
-musical y dramático del Ocaso! Marcha al combate, al triunfo, á la
-inmortalidad, debiera llamarse.
-
-Hay en la música de Wagner más filosofía que en todos los filósofos
-alemanes. La que despierta en lo más íntimo y en lo más hondo de
-nuestro espíritu el sentimiento de inmortalidad.
-
-La Vida es un enigma, el Arte es su revelación. ¿Nos dice la verdad?
-No. ¿Para qué? Nos hace olvidarla.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- VII
-
-
-La coincidencia en el arribo á Buenos Aires de dos gloriosos
-escritores, de tan opuesto carácter y tendencias, como Anatole France y
-Blasco Ibáñez, es comidilla en círculos literarios, donde se discute en
-pro y en contra del efecto que cada uno podrá lograr con sus anunciadas
-conferencias.
-
-Cuentan, los mantenedores por el gallo francés, con el «snobismo»
-porteño, tan afecto á cuanto proceda de París, sean figurines de
-modisto, sean figurines de literatura. Confiamos, los que ponemos por
-el nuestro, fuera de méritos, que no es ocasión de parangonar, con la
-indudable supremacía que la literatura española va logrando en aquellas
-tierras, lenta, pero seguramente con el mayor entusiasmo que aportará
-nuestro Blasco Ibáñez, y el mayor conocimiento del terreno que pisa,
-con el espíritu español, más efusivo que el francés para entregarse al
-extranjero; no digamos á lo que nosotros no podemos llamar extranjero,
-por ser tan nuestro, hasta en eso de haberse entregado al francés
-incautamente.
-
-Anatole France irá, de seguro, muy poseído de su superioridad, que es
-la superioridad francesa; más dispuesto á ser admirado que á admirarse;
-irá con la misma displicencia que los grandes actores franceses en sus
-«tournées» por América, que suelen presentarse con lo más ramplón de su
-repertorio y de su equipaje; muy convencidos de que les basta con su
-nombre de París, para ser aplaudidos. Á esto se debe algunos fracasos
-muy sonados y el que hoy sean preferidas las compañías españolas é
-italianas.
-
-Yo deseo un viaje triunfal á Blasco Ibáñez, y desde ahora me atrevo á
-pronosticar que lo será seguramente; sin desconocer que para Anatole
-France serán los mayores éxtasis de los exquisitos. Lo mejor que
-pueden desear los argentinos es que el sutil ironista francés quede
-tan satisfecho de su viaje, que pretenda volver por allá, más tarde ó
-más temprano; porque si no entra en sus planes el volver... ¡ya pueden
-prepararse para leer lo que escriba de ellos á su regreso! De menos
-hizo Dios á Juana de Arco.
-
- * * * * *
-
-Á la distinguida señora que me escribe, indignada por algunas
-apreciaciones mías referentes á los padres españoles, recomiendo
-para mi disculpa y su consuelo, la lectura de un libro recientemente
-publicado en Francia: «La educación en la familia», por Thomas.
-
-Dice el autor: «Al tratar de la educación, y en particular de la
-educación de los hijos en la familia burguesa, procuramos destacar los
-pecados de los padres, persuadidos de que de ellos proviene la mayor
-parte de los males que afligen á la sociedad. La tarea es ingrata,
-porque pocas veces agradecemos las censuras.
-
-¡Cuánto más agradable sería exaltar los méritos del padre y el de
-la madre; disculpar sus errores y sus preocupaciones y cultivar con
-engaños discretos sus ilusiones! Tarea ingrata por su misma vulgaridad.
-¿No se ha dicho ya todo sobre este asunto y no llegamos demasiado
-tarde? Todo se ha dicho, pero ya que parece que no se ha oído, ¿haremos
-mal en decirlo otra vez? Es conveniente, dijo Voltaire, despertar á
-menudo la conciencia de las modistas y la de los reyes con una moral
-que puede causarles impresión. Lo mismo puede decirse de la conciencia
-de los padres.»
-
-Como vé mi ofendida comunicante, también en Francia hay padres
-descuidados, y lo mismo podría decirse de todo el mundo, y si el autor
-francés particulariza, como yo, por mi parte, es porque, además de que
-cada uno habla de la feria según le va en ella, es natural que cada uno
-hable de la feria que mejor conoce.
-
-No es que yo no haya conocido excelentes y admirables madres é
-inteligentísimos padres. Tal vez por haber conocido lo mejor, soy más
-exigente con lo mediano y con lo malo.
-
-Y si sólo á la salud física atendemos, ya no soy yo, es la estadística
-implacable la que acusa á los padres españoles. Y nos quejamos de
-Madrid, pero ¡cuando ve uno de cerca pueblos y aldeas!... Diga mi
-amable, aunque airada comunicante, que, al juzgar por sí misma,
-pretende igualar á todas las madres españolas: ¿no vió nunca en
-apreturas y bullangas callejeras, en teatros y hasta en tendido de
-sol en los toros mujeres con niños de muy corta edad, de pecho, en
-los brazos, y no sintió indignación muy justificada? ¿Es por exceso
-de cariño, es por lo que puedan gozar los angelitos á esa edad con el
-espectáculo? ¿Que son pobres mujeres sin ilustración? No siempre; que
-también en la clase media y en las más elevadas se cometen á diario,
-como esos conatos de infanticidio, que alguna vez llega á consumación
-y entonces es el acudir á los santos, porque al médico también suele
-acudirse tarde.
-
-De la educación en su parte moral no hablemos, y vuelvo á recomendar el
-supradicho libro; pero ¿quién no ha presenciado, aun en familias muy
-distinguidas, discusiones violentas entre marido y mujer, en presencia
-de los hijos? ¿Quién no conoce padres de esos que tienen por sistema
-desautorizarse mutuamente ante los hijos, por ridícula competencia
-de cariño y basta que el uno reprenda para que el otro disculpe y
-viceversa; de modo que los hijos, dueños de la situación, acaban por
-provocar á cada paso estas disidencias paternales, sabiendo que al cabo
-siempre han de resultar gananciosos?
-
-De otros muchos errores y torpezas, no menos graves por ser hijas del
-cariño, todos podemos catalogar por observación personal, un buen
-número.
-
-No vale, pues, ofenderse, señora mía. Los ejemplos hay que buscarlos
-en singular; las razones en plural. Yo sé de algunos admirables
-ejemplos de padres y de madres; pero tengo muchas razones para hablar
-como he hablado de las madres y de los padres. Por algo soy hijo de
-quien mereció el nombre de «Médico de los niños», y más que contra las
-enfermedades tuvo que luchar en su vida profesional con la ignorancia
-de muchas madres y de muchos padres. Recuerdo haberle oído decir á
-una madre que no sabía cómo expresar su agradecimiento, por creer que
-le había salvado la vida de su hijo, enfermo de difteria, entonces
-de más complicada y difícil curación que ahora.--No tiene usted que
-agradecerme nada. Su hijo se ha salvado por bien educado. No he visto
-niño más dócil para dejarse curar.
-
-Ya ven los padres cuánto importa una buena educación, hasta para las
-enfermedades de sus hijos.
-
- * * * * *
-
-Algernon Carlos Swinburne era, con Jorge Meredith, el único gran poeta
-inglés viviente; últimos los dos de aquella serie de grandes poetas
-ingleses del siglo XIX, que empezó con Byron, Wordsworth, Shelley y
-Keats, para continuar con Tennyson, Browning, Rossetti, Morris y el
-que, aunque menor, no menos «Thoug the last not least», como Cordelia;
-entre todos pudo brillar y con los mayores competir.
-
-Sus principios poéticos, de una escabrosidad que la Inglaterra oficial
-no pudo perdonarle nunca, impidieron que, á la muerte de Tennyson--que
-tan bien supo guardar todas las formas poéticas y sociales,--fuera
-Swinburne nombrado poeta de cámara; que no otra cosa viene á ser el
-título de «laureado poeta», concedido en Inglaterra.
-
-Como Shelley, como Byron, ¡qué ingleses en esto! pretendió ser un
-revolucionario social, sin conseguir ser más que un admirable poeta.
-Nunca el verso inglés, tan perfecto desde sus orígenes, con Spencer,
-con Shakespeare, con Milton, alcanzó la fluidez, la variedad, la
-armonía de las estrofas de Swinburne, de imposible traducción á otro
-idioma. ¿Cómo ni á qué lenguaje se traduce una sonata, una sinfonía de
-Beethoven?
-
-Fué el cantor de los mares y lo fué también de los niños, y al morir,
-si no el aura popular de los contemporáneos, pudo sentir sobre su
-frente el viento de los mares; el viento que él supo cantar y de quien
-él dijo cómo sentía:
-
- «The delight that his doom is forever
- To seek and desire and rejoice.
- And the sense that eternity never
- Shall silence his voice.»
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- VIII
-
-
-Cuando surge el héroe popular, ya sea héroe de un día, ya de los que
-dan nombre y gloria á toda una época, criminal ó santo, víctima ó
-triunfador, no importa estudiar la persona del héroe tanto como las
-circunstancias, el ambiente social de que fué producto. Héroes causa
-hay muy pocos; la mayor parte son héroes efecto.
-
-El héroe de estos días estaba en el ambiente; en las conversaciones
-familiares, en las tertulias de café, en las discusiones técnicas,
-en los bastidores de la política. Murmuración que apunta á ciegas,
-acusaciones injustas tal vez al particularizar, pero ¡qué lógicas al
-ser castigo, aunque no castiguen la verdadera falta!
-
-Y la falta no es de ahora, la falta es de origen; estuvo en aquella
-memorable sesión, no lejana, que hizo vibrar las fibras más hondas del
-patriotismo de aquellos, todo superficie, que lo echan todo en flores
-más que en raíces.
-
-Así se hubiera encargado de la construcción de la escuadra un gobierno
-de ángeles y los barcos hubieran caído del cielo á punto de navegar por
-esos mares, la voz popular hubiera tenido siempre que poner tilde en
-ellos, desconfiada del divino milagro.
-
-¿Por qué? Porque el país aun tiene la ropa en la orilla, tendida á
-secar, como dijo el poeta; porque la herida aún no está cicatrizada;
-porque quien una vez fué engañado en su confianza, tarda mucho en
-volver á confiar, y acaso exagera su malicia por temor á caer otra
-vez en confiado; porque el país sabe que dos ni cuatro barcos no son
-una escuadra; porque había otras cosas más urgentes que recomponer,
-y á ellas debió atenderse con preferencia, y la prisa en nuestros
-directores por atender antes que todo á lo que el país no consideraba
-tan apremiante hizo que el país desconfiara desde un principio. Aquí
-hay negocio, se dijo. No lo habrá, no debe haberlo, la intención y los
-hechos serán los más puros del mundo, pero los errores se pagan como
-las culpas, y la acusación, las murmuraciones, la calumnia quizás,
-si son injustas al señalar culpables, son justicieras al castigar la
-culpa. No es hoy, fué el día de la memorable sesión, cuando alguien
-debió levantarse y acusar muy alto. Aquel día fué cuando se engañó
-al país, y eso es lo que el país no ha perdonado, y acusando hoy sin
-pruebas, queremos creerlo, sin acertar en sus acusaciones, acusa con
-justicia.
-
- * * * * *
-
-La gente anda por las calles como de costumbre; unos á sus ocupaciones,
-otros á sus ocios, nadie piensa en asonadas ni en revoluciones; la
-mayor parte de las calles tienen piso de asfalto y las barricadas no
-son posibles sin adoquines.
-
-Pero, ante el alarde de fuerzas, el ir y venir de la policía, los
-preparativos bélicos de enarenar las calles, la gente se detuvo
-curiosa, los curiosos aumentan, se empieza á temer algo. ¿Qué va
-á pasar aquí? Los comerciantes se alarman, entornan sus puertas y
-resguardan sus vidrieras; la circulación de coches se dificulta, los
-guardias pretenden despejar la calle, se discute, se protesta; un
-guardia, malhumorado por el exceso de horas de servicio, increpa al más
-pacífico curioso, que al verse increpado tan á destiempo se insolenta
-con el guardia; un grupo toma partido por el transeúnte, increpa á su
-vez al guardia, otros guardias intervienen á favor de su compañero,
-salen los sables, gritos, carreras, atropellos.
-
-Al otro día el gobierno anuncia en nota oficiosa que no está dispuesto
-á consentir que nadie altere el orden público con ningún pretexto,
-y que tomará las más rigurosas medidas, y vuelve á desplegar gran
-aparato bélico y vuelven los curiosos á curiosear, y vuelve á repetirse
-la misma escena. Y yo pienso: ¿Quién altera el orden? Si la gente
-no viera guardias, ni arena, ni parejas de la Guardia civil... ¿con
-quién discutiría? ¿Por qué se formarían grupos á ver lo que pasaba?
-Y ¿qué pasaría? Probablemente, que la gente iría tranquilamente por
-las calles, como de costumbre, unos á sus ocupaciones, otros á sus
-ocios. Si cuando uno no quiere, dos no riñen, ¿qué será cuando, aunque
-uno quiera reñir, no tiene con quién? Pues en este procedimiento tan
-sencillo, todavía no ha caído ningún gobierno, y esta medida de sentido
-común es la única que no se le ocurre tomar para que nadie, con ningún
-pretexto pueda alterar el orden público. Y, el orden público no se
-alteraría si los del orden público no se alteraran tanto.
-
-Los detenidos ingresan por docenas en la cárcel. Si la detención se
-prolonga, mal principio van á tener las primeras elecciones con voto
-obligatorio, y si antes de ese día les dan suelta... votos seguros para
-la candidatura ministerial, ó no hay gratitud en el mundo.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- IX
-
-
-Basta que el señor obispo de Orense lo afirme, para creer que
-el baldaquino famoso, amenazando ruina, el peor día, se hubiera
-desprendido sobre los devotos y causado mayor número de víctimas que
-las ocasionadas ahora por unos disparos de fusil, de mas inminente
-efecto que el baldaquino. La letra, aunque sea episcopal, con sangre
-entra y con sangre están regadas las páginas del Evangelio y las
-páginas más gloriosas de la historia de la Iglesia; pero bueno
-hubiera sido que el señor obispo, antes de la efectiva persuasión
-de los fusiles, hubiera empleado algo de persuasión pastoral, hasta
-convencer á sus borregos de la necesaria obra. No es de creer, por
-muy duros de mollera que fuesen, capaces de resistir sobre ellas todo
-el peso del baldaquino; ni por muy recelosos, como buenos aldeanos
-gallegos, de que alguien tratara de lucrarse, como tantas veces en
-casos semejantes; á poco que el Espíritu Santo hubiera inspirado á su
-Ilustrísima, y mostrándoles además con razones la verdad del peligro,
-hubieran desatendido á su buen pastor, obligándole á valerse del brazo
-secular, como en los mejores tiempos del feudalismo episcopal; aquellos
-buenos tiempos, más recordados en Galicia que en región alguna, por la
-dramática leyenda del obispo D. Suero.
-
-Por algo el obispo de Jaca quiere, ante todo, contar con sus buenos
-órganos en la prensa; así, en casos semejantes podrá llevar la palabra
-persuasiva á sus feligreses, sin necesidad de convencerlos á tiro
-limpio. Quizás con un buen periódico se hubiera evitado el sangriento
-conflicto y muy desacertados están cuantos censuran al señor obispo de
-Jaca por su propaganda. Compárese un procedimiento con otro. Siempre
-será mejor poner periódicos que fusiles á disposición de los señores
-obispos.
-
- * * * * *
-
-¡Valiente mico! ó mejor ¡valiente «lapin»! como allá se dice, le ha
-colocado á su dulce amiga la República francesa, su aliado el Imperio
-ruso. ¡Para que veas Marianita con quien te gastas los cuartos! Por
-esta vez tu soberano amigo se ha mostrado digno de la «casquette á
-trois ponts», distintivo clásico del «souteneur» parisiense.
-
-Después de haber sido su «marmita» apresurándote á cubrirle sus
-empréstitos, en la primera ocasión que se le presenta de corresponder,
-al muy cosaco, sale con que se niega á pagarte derechos de traducción
-y representación por tus obras, fundado en que la pobreza de su país
-no le permite esos lujos; aunque le permite el de sostener á sus
-grandes duques; algo más pródigos en pagar, sin traducir, á las grandes
-«cocottes» que á los grandes escritores franceses. Estos, aparentan no
-darse por sentidos; altas razones patrióticas les obligan á ello, pero
-otras les queda dentro y la alianza franco-rusa, ya muy resquebrajada,
-quedará con esto para el divorcio; tema preferente de los escritores
-franceses.
-
-El pueblo francés, tan amante de sus artistas, no tolera desdenes ni
-ofensas para los gloriosos representantes de su intelectualidad.
-
-En cambio no sabrán agradecernos á nosotros, aunque no les debemos
-las atenciones ni el dinero que los rusos; á más de los derechos
-de traducción y de representación, nunca escatimamos, la oficial
-oficiosidad de no molestarles en lo más mínimo con el recuerdo del Dos
-de Mayo; cuya conmemoración, según rumores, quedará suprimida este año.
-
-No hay bien ni mal que cien años dure, y este recuerdo, que cumplió los
-cien años en el pasado, no era justo que durase uno más en memoria tan
-olvidadiza como la española.
-
-En vez de estas fiestas nacionales, podemos ir celebrando por
-regiones, por pueblecitos y hasta por barrios, una porción de fiestas
-conmemorativas de nuestras guerras civiles, pronunciamientos y motines.
-Así, todo quedará en casa sin molestia para los de fuera. Cada uno
-lo suyo, y á lo suyo. Por eso, ya que el Dos de Mayo no se celebre
-como fiesta nacional, en recuerdo de una gloriosa guerra por la
-Independencia española, ¿no será permitido á los madrileños celebrarla,
-siquiera como recuerdo de un motín madrileño, un modesto motincito sin
-importancia? Siquiera en el barrio de Maravillas, con mucha modestia,
-no vayan á molestarse en Francia y paguemos nosotros el enfado que no
-se han atrevido á mostrar á Rusia.
-
- * * * * *
-
-El honor de las mujeres hemos convenido desde muy antiguo, en
-localizarlo. Por fortuna para ellas y aun para nosotros, la bondad
-no es lo mismo que el honor y no tiene tan frágil asiento. El honor
-de los hombres... ya anda más repartido; por la inteligencia, por el
-corazón, por los brazos, por los bolsillos; por regiones materiales
-y espirituales. Por lo mismo es más opinable y por lo mismo no debe
-opinarse de él con tan ligera facilidad como ha dado en opinarse
-ahora, de un modo definitivo é inapelable, por medio de los llamados
-tribunales de honor. Bastaba con los tribunales de justicia, sólo
-llamados á juzgar de los hechos, único juicio que en lo humano, puede
-presumir de acercarse á la verdadera justicia. ¡Juzgar del honor! ¿Quién
-sabe de eso? ¿Quién sabe en dónde está nuestro deber más cercano, más
-imperativo?
-
-Aceptaré todavía los tribunales de honor y sus juicios, en cuerpos que
-por tener sus deberes bien definidos, al cumplimiento de ellos han de
-ajustar sus resoluciones. Pero en un círculo de sociedad, de recreo,
-fuera de las incorrecciones cometidas en él, ¿en nombre de qué justicia
-va á juzgarse?
-
-No han tenido confirmación determinaciones apuntadas con maliciosa
-intención, y la verdadera justicia y el buen gusto deben celebrarlo. El
-honor no se gana en un día, para que en un día pueda perderse. Quien
-en una hora puede dejar de ser honrado es que no lo fué nunca. Todos
-los que somos amigos del Sr. Macías sabemos que no es este su caso.
-Podríamos dudar de sus razones, hasta de su razón, nunca de su honradez.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- X
-
-
-¡Oh, el «sport» de París! En una revista representada en
-«Folies-Bergère»--el que no haya visto una de estas revistas no
-tiene idea del ingenio parisiense; es para elevar un monumento al peor
-de nuestros currinches,--se ha introducido una escena: «El presidente
-Castro en París», y ¿qué dirán ustedes que se les ha ocurrido? Hacerla
-representar por Cónsul Peter; un chimpancé inteligentísimo; superior,
-seguramente, en inteligencia al autor de la escena, al público que la
-ríe y al que sin reírse la tolera.
-
-No es ocasión de juzgar la figura política del presidente Castro, y
-mucho menos su figura particular; pero, habría de ser muy despreciable
-y siempre merecería siquiera por ciudadano de un noble país, algo más
-de consideración que la simiesca caricatura. No será por tirano por lo
-que merezca de los franceses un desprecio que no han merecido de ellos
-el zar de Rusia ni el sultán de Turquía. Ni por especulador de mal
-género, suponiendo que lo hubiera sido; cuando ellos están á partir
-un piñón con el buen Leopoldo de Bélgica y del Congo. ¿Qué espíritu
-de moral justiciera es ese, tan severo con un presidente caído, como
-tolerante con majestades encumbradas? Es que los franceses le hubieran
-perdonado todo al presidente Castro; lo que no pueden perdonarle es la
-oposición á dejar explotar su país por los especuladores franceses.
-
-Aprendan, aprendan los buenos americanos, lo que significan para
-esa Francia y su París, al que ellos adoran y á donde ellos acuden
-inocentes á copiar todos los figurines materiales y espirituales.
-París que inventó por ellos y para ellos las palabras «rastaquere» y
-«rastaquerisme»; París, que los arruina y se ríe de ellos.
-
-Por si la escena del mono, por ser en tal lugar y de tal arte, no
-mereciera tomarse en cuenta como síntoma característico, ahí está
-flamante y literaria la obra de Abel Hermant: «Trenes de lujo»; en
-donde los americanos hacen también un papel ridículo. ¡Y tan contentos!
-¿Qué dirían si en España, donde siempre se les ha tratado con respeto,
-los escritores nos permitiéramos esas desconsideraciones? Pero en
-París... ¡Ah, en París! ¡Son tan ingeniosos, tan espirituales! En
-cualquier parte un chimpancé sería un chimpancé; pero allí no; es el
-presidente de una nación americana; es todo un símbolo... ¡Ni los de
-Ibsen!
-
- * * * * *
-
-La masa neutra ha demostrado en su primera presentación y á pesar de la
-falta de ensayos, que no es tan neutra como algunos creían. ¡Gran error
-pensar que los que no están con nadie no están en contra de uno!
-
-No ha sido el despertar de ningún león, seguramente, el pacífico salir
-de sus casillas, aunque no del encasillado--todo se andará,--de los
-retraídos electores. Pero vamos, como despertar de gato doméstico,
-que duerme sosegado y vienen á molestarle, no ha estado mal el primer
-arañazo.
-
-Algunos disgustos está llamada á dar esta masa neutra, que una vez
-despierta, ha de avisparse más cada día. Malo para los gobernantes
-si lo toman en serio, y peor si lo toman á broma y las elecciones
-se convierten en «sport» á la moda. Por lo pronto, en estas
-elecciones, las señoras se han movido como nunca... ¡No sean ustedes
-maliciosos! Muy pronto habrá tés electorales y «soirees» de señoras
-compromisarias. En las reuniones cursis se jugará á sacar diputados,
-como antes á la lotería y á los estrechos. El clásico pucherazo,
-reservado para interventores traviesos y secretarios de Ayuntamiento
-marrulleros, correrá ahora á cargo de femeninas manos: más propias para
-manejar pucheros. Con el voto obligatorio, la intervención electoral de
-las mujeres será decisiva. Con cada varón votarán su esposa, su novia,
-sus amigas. Será el voto neutro. Pero la masa será lo menos neutra
-posible. Nada de medias tintas. Las mujeres son extremosas en todo; con
-Dios ó con el diablo. Por eso, con la intervención de la masa neutra
-en las votaciones, los que deben decidirse pronto por uno de estos
-extremos, son los partidos neutros. Hay que decidirse; el país ya se ha
-visto que esta decidido.
-
- * * * * *
-
-D. Enrique Vargas, en la redondez del mundo; Minuto, en la redondez
-de las plazas, publica un reglamento de apuestas, con aplicación á
-las corridas de toros, que vendrían á competir de esta suerte con los
-frontones, hipódromos, casinos veraniegos y círculos aristocráticos.
-Los verdaderos aficionados pondrán el grito en el cielo, al saber cómo
-intenta desnaturalizarse nuestro castizo espectáculo; el más típico
-ejemplar de arte por el arte mismo; estética pura.
-
-Mal síntoma es, en verdad, que ya sea preciso aderezar el filete,
-como si lo sangrante no le bastara, con esta salsilla picante. Y peor
-síntoma que haya sido un lidiador el primero que lo proponga; porque
-indica cierta desconfianza en los propios recursos para amenizar la
-fiesta.
-
-No es decir que ya no se haya puesto en práctica lo que ahora se
-pretende. Recuerdo haber jugado varias «poules» en corridas de toros,
-en que había de ganar el agraciado con el toro que más caballos
-destripase. Recuerdo también, que para mayor aliciente, jugábamos
-alguna vez una «poule» ilustrada, en las que un picador cogido valía
-por un caballo, un banderillero por dos y un matador por cuatro.
-La equivalencia, como puede juzgarse, era por sueldos. Esta última
-combinación en las apuestas hubo de suprimirse á ruegos de una
-distinguida señora, abonada á delantera de grada; porque, según nos
-dijo aquello le parecía una barbaridad, porque cuando el toro que
-se jugaba no había matado ningún caballo, no podía uno evitar el
-mal pensamiento de desear que cogiera á alguien, aunque no fuera más
-que un rasguñito, claro está... Todos los jugadores convinimos en
-que, efectivamente, se sentía uno bárbaro, y suprimimos la «poule»
-ilustrada. Nos sentíamos compasivos y era de ver cómo, en nuestro toro
-increpábamos á los monos sabios porque no daban la puntilla en el acto
-á los pobres caballos heridos... ¡Era una crueldad verlos padecer! El
-corazón humano guarda tesoros de bondad incalculables; todo está en
-saber llegar á su fibra sensible.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XI
-
-
-Por mi parte, no sé cómo corresponder á la atención del nuevo jefe
-superior de policía. Su reciente circular, encaminada á la represión de
-la blasfemia, trae, á modo de brindis, ofrecimiento ó envío, como en
-balada antigua ó modernista--los extremos se tocan,--los nombres de D.
-Mariano de Cávia, el mayor maestro, y el de este su menor discípulo.
-Y ya quisiéramos ¡pardiez! á tan poca costa, ser siempre atendidos en
-empresas de mayor empeño; porque, en verdad, si no da muy buena idea de
-la cultura de un pueblo, ese verdadero derroche de torpes vocablos y
-groseras frases y, repetidas veces, en cuanto al teatro se refiere, he
-censurado el abuso de chulerías; de eso á pedir la intervención de la
-autoridad, hay un abismo; temible siempre, como lo es toda intervención
-de la autoridad en España.
-
-La grosería en el lenguaje, es sólo síntoma de la grosería espiritual,
-que podrá taparse, pero no desaparecer con cataplasmas y parchecitos.
-Buenos reconstituyentes y depurativos á cargo de padres, maestros y
-educadores, han de ser más eficaces y procedentes.
-
-Entre tanto, sería de lamentar para nosotros, de reir para todos, que,
-los mal supuestos inspiradores de la circular, fuéramos los primeros
-en caer bajo su peso. ¿Quién puede responder de su pícara lengua en
-cualquier momento? Y que, hay días, la verdad, en que sin dos ó tres
-palabrotas bien colocadas, reventaría uno. Los fisiólogos saben que
-esto de blasfemar y palabrotear, no tiene muchas veces más importancia
-que la de cualquier otra necesidad fisiológica: una expansión de los
-nervios, un escape de energías en palabras rimbombantes que acaso no
-tienen más valor que el puramente onomatopéyico.
-
-Sabido es el cuento de aquel marinero que, desde la punta del palo
-mayor, sintió escurrírsele pies y manos, y al prorrumpir en horrible
-blasfemia, con desesperada contracción, logró asirse á una escala, casi
-en el aire y salvó su vida. El cura del barco, espectador y oyente de
-todo, le reprendió después muy severo: ¡Desdichado! ¡En tan horrible
-peligro y no encontrar otras palabras que esa infernal blasfemia! ¿No
-pensaste que Dios pudo haberte castigado? Ya puedes darle gracias.
-
---Sí, padre; tiene usted razón... Fué una barbaridad lo que dije; pero,
-mire usted, padre, como en vez de decir eso, me hubiera entretenido en
-decir: ¡Jesús mío, Virgencita mía, salvadme!... Entonces es cuando no
-agarro la cuerda y me descrismo...
-
- * * * * *
-
-Otra aplicación del sistema tan nacional, de preocuparse por lo
-sintomático, es lo de andar pensando en festejos para remediar la
-llamada crisis del comercio madrileño. ¡Pobre ciudad y pobre comercio
-los que no cuenten para atraer viajeros y compradores con otros
-recursos que unos malos festejos de feria!
-
-La gente sabe ya lo bastante, para haber aprendido que, justamente en
-días de fiestas y jolgorios, es cuando se hace más insoportable la
-estancia en cualquier parte. Esos señores comerciantes y fondistas,
-tan interesados ahora en el atractivo de las fiestas, son después
-los primeros en contribuir á que los pobres forasteros salgan de
-Madrid como gatos escaldados. No hay en Madrid un solo hotel en
-justa proporción de sus precios con sus comodidades. Hoteles que, en
-cualquier capital del mundo, se considerarían como de tercer orden,
-tienen aquí pretensiones como de primero. Del estado de calles, paseos,
-coches de alquiler, servicio de tranvía, de la novedad y buen gusto
-en los espectáculos públicos; de todo, en fin, lo que contribuye de
-un modo permanente á la atracción de viajeros en otras capitales, no
-hay para qué hablar, porque ya es milagroso, en estas condiciones, que
-Madrid no se despueble á toda prisa para pensar en que vengan los de
-fuera á gozar de sus encantos.
-
-Antes de pensar en fiestas, pensemos en barrer y en fregar la casa. Ya
-que no vengan los de fuera, que estemos más á gusto los de dentro.
-
-Y cuando se piense en fiestas, sea en verdaderas fiestas de arte.
-Bayreuth, ahora Munich, llaman gentes de todo el mundo, con sus ciclos
-wagnerianos; Dresde con su teatro de arte; Strafford-sur Avon con sus
-representaciones de obras de Shakespeare. Contamos nosotros con un
-teatro clásico que es admiración de los extranjeros; representaciones
-artísticas de sus obras más famosas atraerían, seguramente, á muchos
-de sus admiradores, franceses, ingleses, alemanes particularmente.
-Exposiciones arqueológicas, música y bailes nacionales; cabalgatas
-históricas, en que no se desdeñaran de tomar parte activa, como
-en otros países se acostumbra, sin el ridículo temor al ridículo,
-nuestros aristócratas y nuestros artistas. Mucho puede hacerse con
-buena voluntad y verdadero patriotismo, del grande; el que consiste en
-hacer cada uno lo suyo, en vez de irle pidiendo al vecino que haga por
-nosotros.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XII
-
-
-El piropo supone amabilidad y galantería; cuando era verdadero piropo
-no era lo peor que las mujeres podían oir al pasar por las calles. Con
-prohibirlo, ¿dejarán de oir groserías? El respeto á la calle que, por
-ser tan de todos, es donde menos debemos ser cada cual como somos,
-es la señal mas evidente de la cultura de un pueblo. Y aquí ¡cielo
-santo! por la calle se habla á gritos de religión y de política, y
-de mujeres y de hombres; por la calle le espetan á uno en su cara lo
-mismo la admiración que el desprecio; que el comentario á la figura
-que el juicio crítico del atavío, modesto ó llamativo; en la calle le
-para á uno cualquiera, al sol ó la lluvia, sin conocernos mas que de
-vista, y de plantón, nos refiere su lastimosa historia ó nos anuncia la
-lectura de una comedia; en la calle nos interpela el amigo francote,
-de acera á acera, sobre los asuntos más reservados:--Ya hablé con ese
-hombre... Dice que te llevara al Juzgado... Ya nos veremos... Otras
-veces, desde la plataforma de un tranvía, otro campechano, pero algo
-más discreto, nos grita, cuando vamos sentados en el interior, entre
-otros viajeros:--¿Cómo va? ¿Se le arregló á usted aquello?... ¡Aquello!
-que abre amplios horizontes á la imaginación, y lo mismo puede ser
-un pleito, que un disgusto de familia, que un órgano importante...
-¿Habrá ordenanzas de policía capaces de evitar estas y otras mil
-impertinencias callejeras, que no son piropos, ni blasfemias, ni
-vendedores ambulantes?
-
- * * * * *
-
-Acabo de leer el nuevo libro de poesías de Fernández Shaw: «La vida
-loca». Yo diría del libro y del poeta... Pero no; seamos discretos.
-El propio autor nos ha dado una provechosa, y quiero demostrar que
-aprovechada, lección de tacto y de mesura en esto de opinar sobre
-autores contemporáneos. Preguntándole un crítico su opinión sobre el
-teatro moderno, el señor Fernández Shaw no quiso en modo alguno soltar
-prenda, se limitó á sonreir. ¡Oh, la sonrisa, qué discreta opinión! Y
-á decir: No me pregunte usted. De los autores del siglo XIX, admiro á
-Tamayo y á Ayala.--Sí que es un gusto; teniendo á Zorrilla y á García
-Gutiérrez, más propios para ser admirados por un poeta. Pero el Sr.
-Fernández Shaw respondió muy juiciosamente. «No se debe opinar en
-público sobre autores vivos; otra cosa es en dedicatorias particulares.
-Preferir á unos es molestar á los otros; celebrar á todos por igual, es
-demasiado; decir francamente que todos son malos, es contradecir las
-dedicatorias... Nada, nada; lo más discreto es sonreir y remontarse á
-los muertos». Prudentísima actitud que yo tengo ahora muy en cuenta
-y, aunque sabe Dios, que sólo flores pensaba decir del nuevo libro,
-me limitaré á sonreir y á decirles á ustedes: Admiro á Góngora y á
-Garcilaso. Ni con los del siglo XVIII ni con los del siglo XIX quiero
-compromisos.
-
- * * * * *
-
-Los buenos propósitos duran poco. Leo otro libro: «Tardes del
-Sanatorio», de Silvio Kosstti, y sin saber quién sea el autor, ni
-tener de él otra noticia que su libro y nombre--suponiendo que sea el
-verdadero y no un pseudónimo, como parece,--me atrevo á opinar y á
-proclamarlo como libro de muy agradable y sabrosa lectura; libro que
-sabe á vida, entre tantos que sólo saben á libros. Libro de humor y de
-donaires, á la manera de aquel D. Francisco de Torres y Villarroel,
-original excéntrico de nuestra literatura, tan poco estudiado todavía y
-tan digno de serlo.
-
- * * * * *
-
-Un nuevo nombre viene, sacado á luz por minuciosa crítica literaria, á
-disputar una vez más á Shakespeare la paternidad de sus obras. Antes
-fué el de Bacon; después el del conde de Pembroke; ahora es el de
-Rutland... Crítica sabia, crítica erudita, que no puede resignarse
-á juzgar obras tan admirables, como obra de un comediante vulgar;
-de un hombre que no podía ser literato... Pero ¿hay literatura en
-las obras de Shakespeare? ¿Literatura personal, literatura que no
-sea la de todos los predecesores y contemporáneos suyos en el teatro
-inglés? ¿Hay en la técnica, en los asuntos, en la composición de sus
-obras algo que no esté en los demás autores de su tiempo? ¿Qué hay
-sobre todo esto en las obras de Shakespeare, para que á todas sean
-superiores? ¿Es literatura? No. Es saber de la vida, del bien y del
-mal de ella, de los palacios y de los tugurios, de los reyes y de
-los rufianes... Y para esto, ¿quién mejor que el humilde comediante?
-Shakespeare, literato, hubiera sido solo el autor de «Venus y Adonis»;
-como Cervantes lo hubiera sido solo de «La Galatea» ó del «Persiles».
-Shakespeare, como Cervantes, fueron ellos... por ser ellos; los que de
-todo sufrieron y por todo pasaron... ¡Pasaron! Esa es la grandeza de
-los espíritus superiores; pasar por todo. Los pequeños son los que no
-pasan; se quedan en cualquier parte: en la literatura, por ejemplo:
-Como esos críticos, empeñados en encontrar al literato en las obras
-de Shakespeare; sin saber encontrar al hombre; el que reveló todo el
-secreto de su alma y de su arte en aquel: «And I, Poor monster!» «Y yo
-¡Pobre monstruo!» de su «Noche de Reyes».
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XIII
-
-
-No sé si algún liberal de los fósiles, después de leer «El resplandor
-de la hoguera», la última novela de Valle Inclán, le juzgara
-definitivamente afiliado al partido carlista y le llorara muerto
-para la literatura; para la literatura liberal, que no es toda la
-literatura, por lo mismo que toda la literatura sea ante todo libertad.
-
-Por mí, sé decir que no conozco narración de nuestras guerras civiles
-tan artísticamente desapasionada de toda idea de partido. Son en ella,
-los de uno y otro bando, seres humanos de toda humanidad, y sobre ellos
-pasa, fatídica, esa ventolera de locura colectiva que de cuando en
-cuando enardece á los pueblos y los lleva á guerrear por cosas que el
-día antes nada les importaban y que, en razón, no debieran importarles
-nunca. Pasa entonces, sobre los espíritus más vulgares y pacíficos,
-un aliento de grandeza, que convierte en gran estratégico á un rudo
-cabecilla; en héroe, capaz del martirio, á un rústico idiota, en madre
-de los Gracos, á la menos cívica campesina... en temibles conspiradoras
-á buenas señoras de pueblo y á monjas bobaliconas... Los espíritus se
-afinan, se sutilizan, se subliman... ¿En nombre de una idea? ¡Bah! Esto
-de tener simpatía por una idea ó por otra, ¡depende de tan poca cosa!
-Que fueran los carlistas ó los liberales los que robaron unas gallinas
-ó los que llegaron con mal modo; que fuera de un partido ó del otro el
-que prestó los cuartos sobre las tierras... ¡Ideas! ¿Qué saben de ideas
-los que matan y los que mueren? «We are flies that gods kill for their
-sport». Como decía el rey Lear: Somos como moscas, que los dioses matan
-por pasatiempo.
-
-Este pasatiempo de los dioses, que se llama la guerra; esta fatalidad
-de las pobres moscas humanas, que las lleva á combatir unas contra
-otras, enloquecidas, parece sobre todo en la admirable narración de
-Valle-Inclán; cuyo espíritu de artista no permite vulgares filiaciones
-de partido político, ni siquiera de escuela literaria.
-
- * * * * *
-
-La Asociación Matritense de Caridad vuelve á solicitar el auxilio
-y la atención de todos, en su loable propósito de extinguir la
-mendicidad callejera. Para conseguirlo por completo hay algunos graves
-inconvenientes. Somos desconfiados y sensibleros. Para ser desconfiados
-tenemos muy buenas razones. Muchos siglos de pésima administración.
-Para ser sensibleros no tenemos tantas, si consideramos que el problema
-de la mendicidad no se remedia con sentimentalismos. Se trata de una
-enfermedad social que es preciso combatir en sus raíces. Médicos y
-sociólogos son los llamados á proponer remedios.
-
-El emplastito de los cinco céntimos, que nos quita por el momento
-al mendigo molesto de delante, si basta á tranquilizar conciencias
-fáciles, no basta á remediar miseria alguna. Sólo contribuye á fomentar
-la vagancia. Téngase en cuenta que muchos de esos pobres madrileños
-bigardos de todos conocidos, suelen ser santeros de ladrones y rateros,
-cómplices de estafas y de mil trapisondas. No poco contribuyen
-también al fomento de la vagancia y de la pillería nuestros señoritos
-chirigoteros que dan en proteger á cualquier golfo desvergonzado y
-le ríen las bufonadas y le celebran las desvergüenzas. Esa simpatía
-estaría mejor empleada en el trabajador; pero acaso les es más fácil
-ponerse en el caso del golfo y de ahí la simpatía.
-
-Triste es, también, rechazar con dureza al niño que nos tiende la mano;
-pero debemos pensar que, si explotado por sus padres ó abandonado á sí
-mismo, halla mayor facilidad en el pordioseo que en el trabajo ó en la
-escuela, será ya imposible que desista de tan fácil vida.
-
-Dejémonos, pues, de sensiblerías; dejemos también la desconfianza.
-Ayudemos entre todos á la Asociación de Caridad; que no hay motivos
-para que en Madrid sea imposible lo que ha podido ser en otras
-capitales de menos dinero, y tal vez de menos caridad. Un poco más de
-cabeza y menos corazón. Cuando habiendo contribuído todos con la mejor
-voluntad veamos que nada se ha remediado, tiempo será de considerar
-fracasadas las gestiones de la Asociación y de las autoridades, y
-podremos volver á repartir perritos chicos á tontas y locas, es decir,
-á vagos y á pillos. No hay idea de lo bien que se duerme, cuando con
-veinticinco ó treinta céntimos, cree uno haber resuelto el problema
-social y haber ganado un buen asiento de paraíso.
-
- * * * * *
-
-El aristocrático público que asiste á las representaciones de Tina de
-Lorenzo, en el teatro de la Comedia, no suele acudir hasta hora muy
-avanzada de la noche. En este tiempo se prolonga el paseo, se come
-tarde... Si alguna vez veis llegar presurosos, á las nueve en punto,
-coches y automóviles, y al levantarse el telón, veis el teatro lleno,
-podéis asegurar á qué género pertenece la comedia representada: es una
-obra verde. Ahora sí, es preciso que la verdura sea alegre; que dé que
-reir y no dé en qué pensar. Entre «La Sfumatura» y «La Donna Nuda», no
-hay comparación posible.
-
-En los turnos blancos triunfan Feuillet y Ohnet, más blancos que la
-nieve. ¡Señor! ¡Y á mí que no hay nada que me parezca tan inmoral como
-la tontería!
-
-Por fortuna, las preciosas niñas abonadas tienen cara de estar pensando
-en otra cosa. Y las mamás también, rejuvenecidas por los recuerdos del
-«Romanzo d'un giovane povero»... ¡Recuerdos y esperanzas de vida! La
-moral llama al orden desde el proscenio, con severa campanilla. Por la
-sala, la vida agita sus cascabeles que suenan á risas.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XIV
-
-
-Á las naturales bromas, inspiradas por la natural desconfianza en la
-aplicación de tanta y tanta pragmática como diluvia sobre madrileñas
-cabezas--porque en provincias, ríanse ustedes de cierres á hora fija,
-descansos dominicales, etc., etc.,--responden los ministerialísimos,
-con atribuirlas á «críticos de café». Y en esa frase ponen todo el
-desprecio que les inspiran los cuatro madrileños gatos que, á falta de
-una tertulia ministerial, donde tomarlo de gorra, van á tomar un café
-al café, con gotas de censura á la infalible política que nos gobierna.
-
-Estos críticos de café, gentecilla de poco más ó menos, con echarlo
-todo á crítica y á broma, son los que impiden el buen éxito de tanta
-sabia y moralizadora ordenanza. Se trata de prohibir la mendicidad
-callejera; el crítico de café, ¡habrá escéptico! como va de su casa
-al café por sus pasos contados y no en coche como las autoridades,
-y en cada esquina le acosan veinte pobres, y si lleva prisa, ha
-de echarse por medio de la calle, á riesgo de ser atropellado por
-los automóviles--obedientes también á lo ordenado para regular su
-marcha,--porque las aceras son círculo de recreo á los de la venerable
-y castiza orden del Plantón; á poco práctico que sea en los golfos
-de este mar, como dijo Tirso de Molina, verá cómo campan hampones,
-recién salidos de presidio, vagos de profesión, agentes de toda clase
-de negocios, toreros sin contrata, vendedores del «ful», libreros á la
-menta... ¿Cómo no ha de tomar á broma las ordenanzas?
-
-Se prohibe la blasfemia, y hasta en los salones de conferencias del
-Senado y Congreso, no hay divinidad que se respete, ni la de D.
-Antonio Maura, y los que tenemos creencias, no sabemos ya á qué santo
-encomendarnos, de quien no se haya dicho algo.
-
-Se prohibe molestar á las mujeres con piropos y se las deja á ellas en
-libertad de molestarnos, como si nosotros no tuviéramos también nuestro
-pudor y cada uno no supiera cuando le aprieta el zapato, y dónde ir á
-calzarse lo que mejor le convenga.
-
-Y cuando todo esto vemos á cada hora, ¿no ha de sernos permitida la
-más ligera crítica de café, sin vernos tratar de vulgacho? Todos no
-podemos ir á murmurar en las mismísimas antecámaras de los ministerios,
-ni en dorados salones, ni en despachos de directores de periódicos
-ministeriales. ¡Oh! No hay duda de que allí la murmuración es más
-sabrosa que en el vulgar café. Como que allí se cobra y aquí se paga.
-
-Pero en la política sucede como en el teatro; el público que paga es el
-que menos aplaude ni silba; en cambio los de la gorra, sin perjuicio de
-aparentar que aplauden en público, son los que desacreditan la obra y á
-los actores en los corrillos del vestíbulo.
-
-No, señores ministeriales, la opinión, la prensa, el país, en general,
-nunca han estado mejor dispuestos; nunca han querido «creer», tanto
-como ahora, en que sería posible mejorar en algo, nunca han esperado
-tanto... ¡Y aun lo envuelven ustedes todo en el despectivo nombre de
-críticos de café! ¡Como están ustedes tan mal acostumbrados! No han
-tenido ustedes otra verdadera oposición que la de esos críticos. Porque
-la otra no ha sido de café, precisamente: ha sido... lo que suele
-acompañarle á más del azúcar.
-
- * * * * *
-
-Nada más fácil que un poco de sociología á propósito del dispendio que
-supone la nueva banda municipal. Pero yo, que en la aldea, en donde
-paso largas temporadas, cuando llega algún pobre chicuelo á mi puerta y
-allí se para á admirar las rosas del jardín, únicas flores en tan pobre
-tierra, suelo unir á un pedazo de pan una rosa, no sin que alguien me
-advierta que con el pan bastaba, aunque yo veo cómo muchas veces, la
-boca hambrienta del chicuelo, antes que morder el pan, sonríe á la
-rosa... ¿Cómo no he de estimar en lo que vale, aunque mucho cueste,
-esta flor de arte prendida en nuestra pobreza, para alegrarla? Bien
-está el pan, pero no están mal las rosas.
-
-Y bien está la banda municipal, y por esta vez sólo plácemes merece
-nuestro Concejo. No frunza el ceño el «leader» del socialismo que, al
-fin, el socialismo, por lo que tiene de armonía social, tiene mucho de
-ideal artístico y mucho debe al arte, aunque nuestros socialistas le
-traten con despego.
-
-Magnífico instrumental, excelentes músicos, dirección entusiasta. El
-maestro Villa nada tiene que envidiar á los directores alemanes en
-precisión y en claridad, con algo que no estorba nunca, el calor y la
-sangre de la tierra. Como aquí trabaja uno por cada veinte que no hacen
-nada, ese uno trabaja por los veinte: gracias á eso vamos tirando. El
-maestro Villa es de los que trabajan.
-
-La banda madrileña, que desde hoy será orgullo de este pueblo, el del
-gracioso andar de sus mujeres, aprendido al són de músicas callejeras,
-tuvo un digno comienzo; saludar con la marcha de infantes á la
-madrileñísima infanta Doña Isabel. Después... ¿hubo alguien que pensara
-en lo que puede costar la banda? ¡Poder soberano del arte! Al salir del
-concierto, nos parecía que los faroles de la villa alumbraban con mayor
-claridad y que las calles estaban mas limpias y mejor cuidadas.
-
- * * * * *
-
-Moritz I es un chimpancé de los que alegran la vida á un «darwinista».
-¡Que ocasión para un sabio aspirante á Menelao científico! como el
-gracioso doctor de «Las tardes del Sanatorio».
-
-Pero no hay que olvidar á los de casa por los de fuera. ¿Ustedes no
-conocen á la Nena, chimpancé hembra, residente en nuestra Casa de
-fieras del Retiro? Nada tiene que envidiar á Moritz I, ni á Cónsul I y
-II, ni á la mismísima Eva mona, de la que, acaso, todos descendemos.
-Nena es una verdadera monada; posee todas las virtudes femeninas y una
-más, la de vestirse con muy poco y no llevar sombrero. Tiene adoración
-por el encargado de cuidarla, es cariñosa con los niños, rara condición
-en monos y en institutrices; sus gracias son muchas y no profesionales,
-ni enseñadas, sino de lo más espontáneo é instintivo. No debe
-avergonzarnos nuestro origen. Yo no creo á Nena capaz de ir á sonsacar
-á ningún mono Adán con la manzana. Nena se la hubiera comido ella sola.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XV
-
-
-Verdaderas fiestas de arte son las que prepara la ciudad de Munich,
-para lograr honra y provecho que á despecho de nuestro pesimista
-proverbio, bien caben en un saco. El programa no puede ser mas
-atractivo. De Julio á Agosto, en el teatro Real de la Residencia,
-festival de Mozart, en dos series de representaciones. «Las bodas de
-Fígaro», «Don Juan», «El rapto en el serrallo», «Así hacen todas»;
-obras maestras de gracia, de sentimiento, de cortesanía, propias para
-ser cantadas en salones de príncipes artistas. De Agosto á Septiembre,
-en el teatro del Príncipe Regente, ciclos wagnerianos: «Los maestros
-cantores», «Tristán é Iseo», «Tanhauser» y la trilogía con su prólogo
-«El oro del Rhin». Estas representaciones, al decir de cuantos han
-podido comparar unas y otras, exceden á las de Bayreuth por el mérito
-de los cantantes y lo perfecto de la presentación en escena. Por si no
-fuera bastante, de Junio á Septiembre actuará la compañía del teatro
-de los Artistas, la más renombrada de Alemania, bajo la dirección
-del profesor Max Rheinhardt. En el repertorio figuran: «Hamlet»,
-«Sueño en noche estival», «El mercader de Venecia», de Shakespeare;
-«Fausto», de Goethe; «Los bandidos», de Schiller; «Lisistrata», de
-Aristófanes. Obras que estamos hartos de ver por aquí, á petición de
-los distinguidos abonados á turno de moda.
-
-Con estas bagatelas basta para que á la ciudad de Munich llegue
-gente de todas partes á dejar muy gustosa su dinero. El arte bien
-administrado puede ser industria muy provechosa. No lo olviden nuestras
-inevitables comisiones cuando vuelvan á pensar, con mejor fortuna,
-en organizar festejos. El Teatro Nacional, bien organizado, pudiera
-ser excelente base para estas fiestas de arte. El Teatro español,
-antiguo y moderno, interesa más de lo que nosotros creemos á muchos
-extranjeros. No hay que juzgar por lo que signifiquemos en Francia. Es
-vulgar creencia española que, por nuestra amable vecina, nos llega á
-los españoles toda claridad intelectual. Yo creo que en muchos casos, ó
-la intercepta ó la refleja del color de sus cristales; que no son los
-más claros. Los franceses ó no se interesan por lo extranjero, ó, si se
-interesan por algo, han de decir que es suyo. Ahora mismo, admirados
-ante los bailarines rusos, aseguran que si son admirables es porque han
-recogido la tradición del baile francés, casi perdida en Francia. En
-los saltos prodigiosos del bailarín Nijinsky aplauden, más que nada, lo
-que tienen de salto hacia atrás, hacia el gran arte del baile francés.
-De los franceses procede todo; ellos solos son principio y fin de todas
-las cosas.
-
- * * * * *
-
-La Exposición de la Infancia no ha pasado de ser una plausible
-buena intención; un modesto ensayo, que no debe desanimar á sus
-organizadores, para acometer de nuevo la empresa. Tal como esta es muy
-poco, en algo de tan sagrado interés como la infancia. Una escuela
-modelo que, en efecto lo es, si recordamos muchas que hemos visto.
-Libros para niños, con vistosas, no muy artísticas cubiertas... ¡Ah,
-los libros ingleses para niños, primores de arte!
-
-En la Exposición se muestran cerrados; y si hemos de juzgar por algunos
-que en alguna ocasión hojeamos, bien están así; es como pueden ser más
-provechosos.
-
-Aun así, la Exposición debe ser visitada por todos. Lo deficiente
-es el mejor acicate al deseo de mejorar. Si hubiéramos llegado á la
-perfección, tal vez nos dormiríamos; y ahora que á muchos sabios les
-ha dado por predicar las ventajas de la ignorancia, no es hora de que
-duerman cuantos creen, como dijo Jesús, que sólo no es perdonable un
-pecado; el pecado contra el Espíritu. En España llevamos mucho tiempo
-de pecar contra él; porque el mayor pecado es la ignorancia.
-
- * * * * *
-
-Llueven censuras sobre Felipe Trigo á cada nueva novela que publica.
-Graves moralistas lanzan contra él los más terribles anatemas. Dicen
-sus detractores que abusa de la cuerda sensible amatoria. ¿No hay
-asunto más interesante para el señor Trigo que este de la sexualidad? Y
-¿creen ustedes en efecto, que hay otro mas importante? De ahí nacimos
-todos y esa es toda la vida. No sirve hacerse los desentendidos. Si
-hombres y mujeres civilizados pretenden hacer asunto de misterio de
-ese asunto, es porque saben bien que en él está el verdadero secreto
-de nuestra vida y hay pocas vidas que puedan mostrar sus secretos.
-Dime cómo amas, te diré quién eres. Obras de arte, empresas guerreras
-y políticas, heroísmos de la santidad, monstruosidades del crimen...
-Todo lo que admira ó espanta en la historia de la humanidad... ¿En
-dónde está nuestro secreto? «Behind the veil»; detrás del velo, como
-dijo Tennyson, en otro sentido, pero más exacto en éste. Detrás del
-velo pudoroso con que todos procuramos ocultar el misterio de nuestros
-amores... Todos, y más que nadie, los fanfarrones del amor... ¡Ah! De
-esos, ya se sabe: dime de lo que presumes y te diré lo que no tienes.
-De Don Juan Tenorio se sabe lo que él pregonaba, la lista de sus
-conquistas; pero también se sabe que no tuvo hijos. Hay para dar en qué
-pensar. En cambio, ¡hay tantos que no presumen y podrían llevar una
-lista más numerosa y más completa que la de Don Juan Tenorio!
-
-Y en las mujeres... ¡Pobre Don Juan, qué sabía él de las muchas mujeres
-que le harían cara sólo por el gusto de añadir uno más á su lista!
-
-Los más impenetrables secretos de la historia serían de una diafanidad
-asombrosa si los historiadores hubieran sabido darnos tan cabal cuenta
-del acto de amor, en sus personajes, como Felipe Trigo sabe dárnosla de
-los suyos en sus novelas.
-
-Por ejemplo; del proceso y prisión del príncipe D. Carlos, tan
-diversamente comentado por historiadores y poetas, yo creo... Pero
-seamos pudorosos. Si yo dijera lo que creo, se escandalizarían ustedes
-como de una novela de Felipe Trigo.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XVI
-
-
-Nuestro previsor y paternal gobierno, en vista de que el verano se
-presenta aburrido, y acaso la banda municipal, no por falta de méritos,
-sino por falta de lugares acomodados en que lucirlos, no baste á la
-amenidad de nuestra vida, ha resuelto sustituir el acreditado crimen
-misterioso de todos los veranos con algo tan interesante por lo menos:
-la guerra misteriosa. Ella será el acertijo, la inquietud y el interés
-de todos: ¿Iremos á Marruecos? ¿Vamos? ¿No vamos? ¿Tenemos que hacer
-allí? ¿No tenemos que hacer allí nada?
-
-Nuestros mejores talentos geográficos, diplomáticos, sociológicos,
-financieros, los que conocen el imperio vecino como su propia casa
-y los que pasaron cuatro días en Tánger en aventuras exóticas á lo
-Loti, hartándose de judías, que ellos toman por moras, y figurándose
-correr mil peligros en la conquista de alguna noble favorita de moro
-rico, que luego resulta ser una bella Fátima de Marsella y su dueño
-y celoso señor un apache con turbante y babuchas; todos ellos pueden
-hacer gala en artículos periodísticos y conversaciones de playa ó
-Casino de sus profundos conocimientos, y volveremos á oir aquello de:
-«El país no quiere aventuras», ó «No debemos renunciar al importante
-papel que, por nuestra historia y nuestro porvenir, estamos llamados
-á representar en Marruecos». Y habrá planos trazados en las arenosas
-playas ó en los tableros de mármol de los cafés, y habrá estadísticas
-comerciales abrumadoras. Nuestro comercio de exportación, nuestra
-industria... Y unos gritarán: «¡Guerra, guerra!», y otros clamarán que
-la guerra sería el fin de España, ese fin anunciado tantas veces y que,
-por fortuna, no llegará nunca; porque España es tan dura de pelar como
-el imperio de Marruecos, amenazado siempre también de aniquilamiento
-y ruina. ¡Nadie puede calcular la fuerza de los débiles! Ni nadie en
-mejores condiciones que ellos para atreverse á todo. Si algo debe
-hacernos dudar en acometer la aventura, es esa consideración: Por poco
-que tengamos que perder nosotros, aún tienen menos que perder ellos,
-y esa ventaja es inapreciable para toda clase de luchas. Las guerras
-y los negocios, sin dinero; es el único modo de no perder nunca. Yo
-creo que si algo nos estorba en España para volver á recobrar nuestro
-prestigio en el mundo, no es nuestra pobreza, sino los cuatro cuartos
-que tenemos. El día que nos decidamos á tirarlos por la ventana,
-empezaremos á ser alguien.
-
- * * * * *
-
-El señor ministro de la Gobernación piensa en enérgicas medidas para
-evitar que en lo sucesivo registre la crónica tauromáquica jornadas tan
-desastrosas como la última de las cinco cogidas. ¡Cinco en un solo día!
-Es demasiado. ¡Y en distintas plazas! Para que no puedan disfrutar de
-todas ellas los mismos espectadores... Es lamentable.
-
-¿Medidas enérgicas?
-
-La profusión de accidentes no es el mejor motivo para tomar medidas
-enérgicas contra la fiesta taurina. ¿Qué más enérgica medida que la de
-los mismos toros? Á pocos domingos como el de marras, no quedaba un
-torero, y asunto resuelto.
-
-¿Vendrá la supresión en absoluto? Hombre es D. Juan capaz de
-atreverse, no digo con la torería, hasta con el clero, si esto no fuera
-contra la doctrina conservadora. ¡Ah, si D. Juan fuera liberal como es
-conservador, la ley de Asociaciones no hubiera quedado en proyecto!
-
-¿Tendremos corridas á la portuguesa? ¿Se exigirá á cuantos toreros
-pisen plazas un certificado de suficiencia; bachillerato para torear
-novillos, licenciatura para toros y doctorado para miuras?
-
-¿Por dónde vendrá la muerte? Mal haría el señor ministro en querer
-precipitarla, exponiéndose por el contrario á levantar al toro,
-como cachetero desmañado. Deje, deje á toreros, ganaderos, toros y
-público, que ellos solos se bastan para concluir con la fiesta, por
-aburrimiento, que es la más segura muerte.
-
-Entre esos toreros, en vano aupados por los amigos; esos toreros de una
-estocada, que bien pudiera llamarse la estocada del hambre, cada cinco
-años; las exigencias de los eminentes, la falta de tradición en los
-aprendices toreros y en el público aficionado que ya, por no haberlo
-visto en muchos años, no sabe distinguir un volapié de una carrerilla
-de esas con que ahora se caza, no se mata, á los toros... Además, las
-clases obreras están más alejadas cada día del espectáculo, sostenido
-por la clase media desocupada y la aristocracia aburrida, y... síntoma
-significativo: á los niños de ahora no les gustan los toros. He podido
-comprobarlo en repetidas observaciones.
-
-Unos cuantos años más y habrá que sostener las corridas de toros con
-subvenciones del Estado, como una curiosidad arqueológica que puede
-interesar á los extranjeros.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XVII
-
-
-Y ¡aun hay vanidosos! Esto pensaba yo el otro día, ante el mausoleo de
-Chueca, inaugurado con... ¿solemnidad? ¡Oh, sí! Demasiada solemnidad.
-
-Amables oradores, lisonjeros poetas nos hablaron del pueblo allí
-presente para honrar á su músico... ¿El pueblo? Yo no le ví por ninguna
-parte. Allí no estábamos mas que los precisos operarios, el grupo de
-siempre, los de obligación. Y no todos. Las bellas artistas de nuestros
-teatros alegaron en disculpa de su ausencia, la hora inconveniente;
-hora de ensayos ó de sección «vermouth»... ¡Vaya por Dios! ¿Para qué
-mejor ocasión juzgarán las empresas que valía la pena de conceder un
-día de asueto á sus artistas?
-
-Y esto por Chueca, el popular, el glorioso entre todos. ¿Se entera
-usted, señor don Nadie? Usted, el que cree haber conquistado el
-derecho á la inmortalidad, con una crónica colorista ó con un soneto
-cincelado; usted, el que apenas se digna saludar á los amigos, y va
-usted, por esas calles, despreciando las baldosas que pisa; indigno
-pedestal de su grandeza... ¿No le aprovechará á usted de nada esta
-lección y tantas otras? ¡Cúrate vanidad!, como dice el Rey Lear.
-Aprende que no es preciso salir de España para que el nombre de
-Cervantes sea ignorado; que de Zorrilla, el popular poeta, no hay,
-fuera del consabido círculo, quien sepa más allá del «Tenorio»; y yo sé
-de personas bastante cultas, que confundieron al poeta con el político.
-
-¡Cómo nos engañamos unos á otros con esto de la popularidad! Se
-lamentaba un buen señor, indignamente puesto en ridículo por su
-esposa... ¡Ya ve usted! ¡Todo Madrid lo sabe!--¡Bah!--le consolaba un
-amigo;--¿todo Madrid? Váyase usted á Carabanchel.
-
-¿Es usted popular? Pues pregunte, pregunte al primero que pase por la
-calle... Y aun queda mucho mundo y otros mundos... y ¡aun hay vanidosos!
-
- * * * * *
-
-El reglamento del Teatro Español--por fin, es Español,--aun no esta
-aprobado oficialmente, y claro está que cuanto de él se anticipe,
-estará expuesto á rectificaciones. Mas, como una vez aprobado, sería
-tarde para ponerle peros, es preferible pecar de anticipado, llamando
-la atención sobre algunas ligeras enormidades anunciadas, que aun es
-tiempo de rectificar.
-
-Primeramente se anuncia que el cuadro de artistas se dividirá en dos,
-uno dramático y otro cómico. ¿Á qué esa división? En el Teatro Francés
-puede estar justificada, porque en Francia la tragedia clásica es un
-género aparte, y es tragedia desde antes de levantarse el telón hasta
-que termina, sin mezcla de comedia alguna. Pero en el Teatro Español,
-aparte media docena de tragedias á lo clásico, de que vale mas no
-acordarse, lo mismo en el teatro antiguo que en el moderno, lo trágico
-y lo cómico se entremezclan de tal manera, no ya en cada obra, sino en
-cada personaje, que esa división entre actores dramáticos y cómicos
-sólo puede conducir á promover un conflicto por obra.
-
-Se reparte «El alcalde de Zalamea». ¿Que cuadro debe representarlo? ¿El
-dramático? ¿El cómico? El papel de Don Lope de Figueroa, ¿es trágico?
-¿es cómico?
-
-¡Así que nuestros actores necesitan mucho para clasificarse y rechazar
-papeles que no creen de su cuerda! Yo soy del cuadro dramático--diría
-alguno,--y en este papel que me han repartido hay dos chistes y una
-situación cómica. Yo estoy aquí para hacer reir--diría el otro,--y al
-personaje que represento se le muere un tío, que no le deja nada, en
-el segundo acto. Suprima, suprima la comisión ese articulito. Compañía
-una; dramática y cómica. Nada de clasificaciones. Jóvenes, los jóvenes;
-actores de carácter, los veteranos; graciosos ó tristes, según pida
-el carácter de los personajes. Nada de damitas con cuarenta años de
-servicios, poniendo la boca chiquita para decir: ¡papá y mamá! Nada
-de galanes jóvenes con bisoñé y dentadura postiza. Esto en cuanto se
-refiere á la organización de la compañía.
-
-La otra pequeña atrocidad es la siguiente: El criterio para retirar las
-obras del cartel no será otro que el ingreso en taquilla. ¿Sí? Pues
-¡vive Dios! que para eso no hacía falta teatro subvencionado, y ese
-criterio es el de cualquier empresario negociante y aun no tan á punta
-de perro chico. Según ese criterio, muy expuestos estarán Lope de Vega,
-Calderón y el mismísimo Shakespeare, á tener que ceder el sitio más
-que á paso á cualquier bufonada ó melodrama de público. Todos creíamos
-que, justamente, la subvención sería para eso; para imponer una obra de
-arte, cuando el dinero del público no bastara á sostenerla.
-
-Con ese criterio, el Museo de Pinturas ya debiera de estar cerrado ó
-haberse sustituído por un «cine»; ¡si se fuera á juzgar del mérito de
-Velázquez por el número de entradas vendidas para ver sus cuadros!
-
-Claro es que no hay autor vivo que no crea sus obras del más soberano
-arte, y todos pretenderían verlas perpetuarse en el cartel, á costa del
-Estado. El criterio del ingreso es el más seguro... La obra de usted
-es una obra de arte, pero no da tres pesetas... ¡Mal, muy mal van á
-pasarlo nuestros clásicos, con Shakespeare, Molière, Ibsen, etc., en el
-nuevo Teatro Español!
-
-Los vivos, los verdaderos vivos, menos mal, ya se ingeniarán para
-tomarle el aire al abono, al público y á la dirección artística; y el
-teatro subvencionado será... un teatro más. Y es lo menos malo que
-puede sucederle.
-
-Conste que en nada de lo dicho, hay el menor deseo de destripar el
-cuento. Muy pocos se habrán interesado, mejor dicho, desinteresado
-tanto como yo, por el nuevo teatro. Por lo mismo, quisiera verle nacer
-en las condiciones más viables y, si de mí dependiera, su vida sería
-larga y próspera. ¿No es de agradecer todo esto? Porque, en fin, que
-recen y practiquen los creyentes, que algo esperan, después de todo,
-bien está... Pero, ¿los que no creemos y rezamos? Y eso me pasa á mí
-con el Teatro Español... ¡Á ver si no es virtud!
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XVIII
-
-
-Si en casa del jugador poco dura la alegría, en casa del aficionado
-á toreros aun suele durar menos. Es tan natural orden de la vida
-una alternada distribución en los sucesos, que las rachas son algo
-extraordinario, y el jugador prudente se atiene en sus combinaciones al
-más probable «tierce á tout»; dejando lo de jugar á la repetida para el
-jugador de fortuna, siempre en espera de lo inusitado y fuera del orden.
-
-Del mismo modo los buenos aficionados saben de antiguo lo ocasionado
-que es con toreros y toros jugar á la repetida; como saben las empresas
-lo fácil de engañar al público, con anunciar el mismo juego.
-
-En esta temporada los aficionados quieren distraer su aburrimiento,
-dedicándose á la inocente ilusión de inventar toreros. ¡Para que
-aprendan los eminentes! Ya en tiempos del Guerra fueron muchos los que
-pusieron el mismo empeño en la misma empresa. ¡Pobres flores de una
-tarde con suerte!; todo lo más de una temporada. Y menos mal, cuando
-no dejándose «inventar», se resignan á volver al montón y no toman en
-serio un papel superior á sus fuerzas y conocimientos, que, de otra
-suerte, el desengaño suele llegar con una cornada, de las muchas que
-los espectadores tienen á su cargo.
-
-No es hora de predicar contra la sublime fiesta y no soy de los que
-creen que ella tenga gran culpa en el atraso de España. De los toros,
-como del clericalismo, creo que no son causa de nada, sino efecto de
-mucho. No son unos ni otro los que tienen la culpa de nuestro atraso;
-es nuestro atraso el que tiene la culpa de toros y de clericales.
-
-El que no tiene inteligencia bastante para pensar por sí propio, si no
-se dejara influir por un director espiritual, iría á consultar con la
-sonámbula ó con la echadora de cartas ó con el primer embaucador que
-se le presentara. El que no halla diversión más de su gusto que una
-corrida de toros, si se las suprimieran, buscaría otra más bárbara, más
-estúpida, y nada abríamos adelantado.
-
-Cuantos han combatido las corridas de toros, han fundado siempre sus
-invectivas en la parte menos vulnerable del espectáculo, lo peligroso
-y lo sangriento. ¡Bah! Si á eso fuéramos... Todo el mundo es plaza y
-toda la vida es lidia.
-
-Por esa parte, el espectáculo hasta es beneficioso; un derivativo
-muy atenuado para nuestro espíritu inquisitoral, atormentador... El
-fogueo de toros nos compensa del fogueo de herejes; cada gritería al
-presidente, acaso evita un motín popular, y cada cincuenta corridas,
-por lo menos, suponen un desgaste de ferocidad que hace imposible una
-guerra civil.
-
-No es por lo cruel, ni por lo sangriento, por donde hay que atacar al
-espectáculo, es sencillamente... por tonto.
-
-El toro bravo, verdaderamente de lidia, es un producto artificial, cada
-vez más raro y más difícil de obtener. La natural condición del toro es
-pacífica; por algo el ornamento cornamental fué siempre símbolo de la
-más apacible conformidad conyugal. Así, bien puede asegurarse que de
-cien toros, los noventa y nueve salen al coso más dispuestos á mugir
-saudades dehesiles que á meterse en pelea. Y ¡es de ver el lastimoso
-espectáculo del acoso, en torno al triste animalito! Se le persigue, se
-le azuza, se estrecha el círculo de tortura... Por fin, se consigue
-enfurecerle, empuja, derriba á ciegas... ¡Un triunfo de arte y de
-gracia!
-
-¿Qué diremos de la elegante suerte de varas? ¿Qué diremos del forzado
-valor, todo para la galería; el chulesco valor de los lidiadores? La
-palidez de los rostros, distendidos los músculos en rictus, que bien
-quisiera aparentar una sonrisa... ¡Ah, la sonrisita del torero! Un buen
-anatómico ó buen pintor pueden dar razón de ella...
-
-Y ¿qué diremos de la alegría del espectáculo? Alegre un espectáculo en
-que el espectador se pasa la tarde rabiando. Rabieta si rajaron al toro
-de un puyazo y le quitaron facultades; rabieta si no le castigaron lo
-bastante y conserva demasiado poder; rabieta si le recortan; rabieta
-si no le paran los pies; rabieta si el torero de las simpatías no
-estuvo muy afortunado, y rabieta si lo estuvo el de las antipatías...
-Rabietas regionales, si quedó Córdoba mejor que Sevilla ó Sevilla mejor
-que Madrid... Rabieta con el presidente; rabieta con el matador de las
-6.000 pesetas; rabieta y discusión acalorada con el espectador de al
-lado y con el de detrás y con los de delante... ¡Si les digo á ustedes
-que no hay diversión que se le parezca! Y después de proferir toda
-clase de insultos, de injurias, contra los toreros sobrado prudentes,
-de echarles en cara sus ganancias y sus glorias, cuando la desgracia
-ocurre y el torero es entre los cuernos y las patas del toro un
-andrajo humano... la compasión más sensiblera; una compasión que, no
-diremos mal empleada en este caso, pero sí que debiera repartirse más
-equitativamente entre el obrero víctima de un accidente en su trabajo,
-la costurera enferma de tuberculosis, de tanto darle á la aguja y
-tantas otras víctimas de un trabajo sin luz, sin aire y sin aplausos.
-
-¿Que hay exageración en todo esto? Prueben, prueben los aficionados á
-dejar de asistir á las corridas durante una temporada, y si después de
-algún tiempo, al volver á presenciar una, no sienten como yo toda la
-estupidez del ridículo espectáculo, será... ¡Triste sería! porque la
-verdad no tiene para ellos ningún camino; ni el del aburrimiento.
-
-Solo el valor de un Frascuelo, superior á las cobardías del público,
-ó el arte primoroso de un Lagartijo y su frescura y despreocupación,
-superior á los insultos de ese mismo público, ó la maestría suprema de
-un Guerra, superior á los toros, al público y al espectáculo, pueden
-dar un aire de grandeza á las corridas. Pero la excepción confirma la
-regla, y el genio es superior á todo, á la misma esfera social en que
-emplea su actividad. Han existido ladrones y asesinos de genio, que no
-disculpan por eso el robo ni el asesinato.
-
-Algo hay en los toros, no obstante, que les hace ser digno espectáculo
-de un filósofo. Si en la vida fuera todo bondad; si los hombres fueran
-siempre dignos y justos y razonables, la idea de la muerte sería
-tormento insoportable para el espíritu... ¡Dejar un mundo de delicias;
-separarse para siempre de una humanidad tan perfecta!
-
-Conviene de cuando en cuando asomarse á donde toda la estupidez y la
-bajeza humanas se muestran en toda su desnudez, para que la idea de la
-muerte no nos parezca tan triste y hasta nos sea apetecible. Y hay que
-confesar que nada para esto como una corrida de toros.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XIX
-
-
-El verano es la estación de las grandes crisis en las compañías
-teatrales. Se comprende; después de toda una larga temporada de
-invierno, los artistas con los empresarios, éstos con los artistas, y
-los artistas unos con otros, están que no pueden ya aguantarse. Tiene
-la vida del teatro algo de la vida á bordo; los primeros días todos
-los pasajeros simpatizan, todos parecen encantadores, se organiza
-toda clase de fiestas en que todos toman parte; poco á poco se van
-separando en grupos, cada día mas reducidos; en cada uno se murmura de
-los otros; al final de la travesía, ya no hay ni grupos; cada pasajero
-pasea solitario ó lee apartado de los demás, y en su interior piensa
-que en su vida ha tratado con gente más antipática y desagradable. Unos
-días más, y acabarían todos arrojándose unos á otros por las bordas en
-descomunal pelea.
-
-El teatro es lo mismo. Á principios de temporada todos se adoran, se
-recibe con efusión á los recién llegados.--Aquí, aquí es donde tiene
-usted su puesto.--¡Qué gusto verme entre ustedes!--Las actrices se
-hacen confidencias de todo género. Los actores se muestran galantes con
-todas ellas. Aquello es un paraíso... Pero no va mediada la temporada,
-cuando ya sólo se juntan unos para murmurar de los otros, y viceversa;
-y si se juntan todos es para conspirar contra el empresario ó hablar
-mal de una obra. Y al terminar la temporada, ni para eso.--«Ciascun per
-se»--como cantan en «Los Hugonotes».
-
-No hay que pensar por esto que los actores sean de peor condición que
-los demás humanos. Si en todas las profesiones el trabajo hubiera de
-ser en comunidad y las relaciones tan constantes, también veríamos
-cosas. Más separados viven unos de otros pintores, escritores,
-médicos, abogados, y no se quieren más ni mejor por eso. No hablemos
-de la fraternidad periodística... Y los chismes de bastidores no
-son nada, comparados con los de sacristía. ¡Hay cada párroco y cada
-teniente cura, que... ríanse ustedes de las primeras tiples en lo de
-despellejarse unos á otros!
-
-En fin, que la temporada próxima promete, y lo único de lamentar por mi
-parte es... que me cogerá sin dinero...
-
-Porque en el teatro, como en todo, ¡es tan agradable el papel de
-espectador!
-
- * * * * *
-
-Son muchas las personas que me escriben, unas para felicitarme, otras
-para increparme, por mis ligeras consideraciones sobre las corridas de
-toros; otras, sencillamente, para mostrarme su extrañeza.
-
---¡Hombre, usted tan aficionado antes!...
-
---¿Aficionado? Le diré á usted. Á no ser en los tiempos del Guerra á
-mi juicio el torero más asombroso, la verdad es que siempre me han
-aburrido las corridas de toros. Esto, en cuanto al espectáculo; que
-de los espectadores, ¡no se diga! Siempre he buscado la localidad más
-tranquila de la plaza. Me han indignado siempre esos energúmenos que no
-se divierten si no pasan la tarde gritando, molestando á todo el mundo;
-que si ¡Ladrón!, que si ¡Criminal!, que si ¡Por derecho!, que si ¡Á la
-cárcel!, que si la madre, que si toda la familia... todo un «specimen»
-de educación nacional. Esos energúmenos son los mismos que en el
-teatro no se contentarían con menos que ver ahorcado al autor que tuvo
-la desgracia de equivocarse; los mismos para quienes no hay político
-honrado, ni escritor que no se venda; los mismos que piden desde la
-mesa del café heroísmos sobrenaturales en la guerra, para poder decir
-ellos:--¡Qué valientes somos! ¡No hay quien pueda con nosotros!--Los
-mismos que van por esas calles perdonando honras á las mujeres... Y
-como este es el espectador, no diré más frecuente, pero sí el que da
-tono al espectáculo, él por sí solo se basta para hacer de una fiesta,
-que podía ser una de tantas como andan por esos mundos civilizados, la
-de apariencia más salvaje.
-
-En Barcelona se ha celebrado, ó va á celebrarse, una manifestación
-contra las corridas de toros. En esto ya no estoy conforme; creo que
-todo eso es contraproducente. Los toros, como tantas otras cosas,
-caerán por sí solas, cuando deban caer. Encomendemos la tarea á los
-educadores. El maestro es el que ha de acabar con los «maestros».
-
-Ha de notarse que la Iglesia, tan intransigente en ocasiones con
-el teatro, con el libro y con la prensa, dispensa la más benévola
-tolerancia á las corridas de toros. Las señoras, tan influídas por la
-Iglesia, no ponen tampoco todo el empeño que debieran en combatirlas.
-Nada de esto habla muy en favor de la delicadeza de sus sentimientos.
-En cuanto á la Iglesia, ya es sabido que todo lo que no sea pensar le
-ha preocupado siempre poco.
-
- * * * * *
-
-El más cordial saludo al boletín «Pro Infantia», publicado por el
-Ministerio de la Gobernación. Todo en él es buenas intenciones, que
-debemos desear no vayan á empedrar el infierno, á cuya pavimentación ya
-han contribuído no poco los legisladores españoles. Los hombres tienen
-mal gobernar; acariciemos la ilusión de que estarán mejor empleados
-nuestros desvelos en los pequeños. No olvidemos, como dijo el admirable
-poeta Wordsworth, que «el niño es el padre del hombre».
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XX
-
-
-Moral del último--esperemos que aun sea el último--crimen. Los
-periódicos se recriminan unos á otros por sus indiscreciones y juicios
-temerarios; naturalmente, los más clamorosos en lamentarlas son los que
-siempre están más dispuestos á recoger cualquier especie del arroyo.
-
-Una vez más salen á relucir las deficiencias de nuestras leyes
-procesales, en cuanto se refiere á supuestas culpabilidades y prisión
-preventiva. Y una vez más, nadie será osado á poner remedio. Lo de
-considerar á todo sospechoso como criminal es antiguo achaque de la
-Señora Justicia. Y aun peor al sospechoso que al verdadero criminal,
-que á éste, en fin, cuando ya está convicto y confeso, siempre se
-le agradece el descanso de tanta molestia como ocasionó su captura,
-y al otro, en cambio, á cada negativa se le pone peor gesto y se le
-considera como criminal más empedernido.
-
-Y es de notar, también, el mayor respeto que inspira todo delincuente
-cuanto mayor sea la fechoría cometida. Así, tal vez el raterillo
-primerizo no escape de una buena solfa, como primera diligencia; pero
-á un feroz asesino nunca le faltará un admirador que le obsequie con
-un suculento «beefsteak», para que reponga sus fuerzas, después de una
-declaración emocionante.
-
-El buen burgués, por su parte, también moraliza á cada crimen de
-estos sensacionales; habla de la corrupción de costumbres, se promete
-mayor cuidado en la selección de sus relaciones y más severidad
-con el pariente derrotado, que de vez en cuando suele pedirle dos
-pesetas:--Cuando venga el señorito Fulano, dicen á la criada, dígale
-usted que no estamos en casa, y no abra usted la puerta.
-
-Las criadas ven á un posible asesino en toda persona regularmente
-trajeada; no se arriesgan á franquear la puerta sin minuciosa
-inspección por el ventanillo, y en resumen, las casas estarán mejor
-guardadas por unos días y los parientes pobres se morirán de hambre
-más pronto. Y esta es toda la moral de estos crímenes, en que todo el
-mundo sólo atiende á los hechos, los hechos brutales, unánimemente
-reprobados por los buenos burgueses, á la hora de la digestión,
-ligeramente entorpecida por algo así, entre indignación y miedo.
-
- * * * * *
-
-Los congresistas de la Paz, los creyentes en la eficacia de los
-tribunales arbitrales, para dirimir pacíficamente toda cuestión
-internacional, estarán encantados con el feliz éxito del arbitraje
-argentino, entre el Perú y Bolivia. Ambas modernas y civilizadas
-repúblicas, acudieron muy humildemente y bien dispuestas á respetar
-el fallo del presidente de la República Argentina. ¡Para que vea el
-viejo mundo europeo cómo arreglamos estos asuntos los del nuevo!
-Pero, apenas se enteraron los de Bolivia de que el fallo no les era
-todo lo favorable que ellos apetecían, ¡adiós mi árbitro y adiós mis
-procedimientos modernos!
-
-No es el primer caso en las repúblicas americanas, y en alguno de
-estos enojosos arbitrajes anduvo la vieja madre España de por medio y
-como ahora, la república que se creyó perjudicada puso el grito en el
-cielo. Por donde, si el árbitro toma su divino papel en serio, en vez
-de un disgusto y de una guerra, pueden resultar dos guerras y muchos
-disgustos.
-
-Pasarán muchos años hasta que el cañón deje de ser el gran pacificador
-y el supremo árbitro. Para ello será preciso ante todo que las naciones
-no se preocupen tanto de añadir unas leguas de tierra á su territorio;
-como si la nación más floreciente no tuviera ya bastantes incultas y
-despobladas.
-
- * * * * *
-
-Muy moderno también, muy europeo, muy culto y muy lindo, el bando de
-nuestro señor alcalde; enderezado, con la mejor intención, á proteger á
-los animales. Muy bien está el bando, que los animales deben agradecer
-tanto como debiera ofendernos á las personas. Porque, ¿quién duda
-que si bien está el bando, mucho mejor estaría que no hubiera habido
-necesidad de dictarlo? Por eso mismo creo muy poco en su eficacia.
-¿Buenos sentimientos por ordeno y mando? Á otra puerta. Fué siempre la
-nuestra de las más cerradas á toda blandura con los animales. Y cuanto
-más cerca el hombre de la Naturaleza, cuando más parece que debiera
-sentir la simpatía por sus compañeros de trabajo, más duro se muestra
-con ellos. Parece que ya no debiera tratarse de compasión sino de
-interés propio. ¡Pues hay que ver cómo trata el labriego á su yunta y
-el carretero á sus mulas y el traficante á su infeliz borrico! Pero,
-lo que ellos dirán en su disculpa: ¿Estamos nosotros mejor tratados?
-¿Cuándo la misma Naturaleza, con sus rigores, siempre en contra del
-logro de nuestro trabajo; cuando los demás hombres son tan crueles con
-nosotros, vamos á ser nosotros más piadosos con los animales?
-
-Para la pobre gente, esto del amor á los animales, es un lujo de
-afectividad imposible para ella, como todo lujo. Para la gente rica
-suele ser una dulce forma de misantropía. Se ama á los animales...
-porque los animales no suelen ser ingratos, porque no dan malas
-contestaciones, porque los manejamos mejor que á los hombres y los
-tenemos más sujetos á nuestra voluntad. No hay que fiar mucho en la
-bondad de estos ricos que aman demasiado á los animales.
-
-Amarlos en justa proporción, tratarlos, no tan mal como á los criados
-ni mejor que á tantos niños desvalidos, sería lo justo, lo natural, lo
-que debiera hacer innecesario ese bando, en todo país digno de llamarse
-cristiano y civilizado. Pero... con la excepción de San Francisco
-de Asís, nuestra religión no fué nunca muy dulce con los animales.
-Recuérdese cómo en la Biblia, casi siempre les toca á ellos pagar el
-pato en los sacrificios. Isaac se salva; pero en su lugar se sacrifica
-á un pobre corderillo. En el mismo Evangelio, de más suave doctrina,
-Jesús lanza á la legión de demonios, expulsada de un poseído, sobre una
-piara de cerdos, que corre á arrojarse al mar, alocada por los malos
-espíritus. ¡Pobres cochinos! ¿Qué culpa tenían ellos?
-
-El origen superior atribuído al hombre por nuestra católica doctrina,
-limita el sentimiento de fraternidad universal entre el hombre y los
-demás seres de la creación. No hay en la religión cristiana ninguna
-plegaria tan hermosa como aquella del Budha: ¡Dios mío, librad del
-dolor á cuanto existe!
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXI
-
-
-No podemos quejarnos del actual verano; él ha sido tardío en calor
-y en sucesos, pero bien quiere desquitarse en pocos días, y el
-calor aprieta y los sucesos se precipitan, sin tiempo apenas para
-solicitar la atención ni el par de días que se concede de comentarios
-á la actualidad más pasajera. ¿Dónde está ya la romántica boda del
-infante? ¿Dónde está ya la muerte de Don Carlos? Cualquiera de estas
-actualidades hubiera bastado en otro verano para abastecer periódicos
-y tertulias. Pero baza mayor quita menor, y nuestra baza, la que nos
-hemos creído en el caso de meter en los asuntos de Marruecos, es de tal
-importancia, que ella sola se impone á nuestra consideración, con todos
-sus prestigios seculares. Porque desde los tiempos de D. Rodrigo y la
-Cava, ¿cuándo ha dejado de ser actualidad para los españoles alguna
-cuestión africana? Dividida España en regiones, guerreando unas con
-otras muchas veces, sólo al combatir contra el agareno y en ponerse á
-su avance solían estar de acuerdo las más enemigas; y ahora que somos,
-ó parecemos, una nación unida, no hay dos... no digamos regiones,
-personas que parezcan animadas del mismo espíritu, y mientras unos
-gritan: ¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra! como en los mejores tiempos del
-romancero y de nuestras comedias de moros y cristianos, otros claman
-por la paz á todo trance, y no diremos á toda costa, porque la paz es
-mucho más barata.
-
-Difícil es decidirse por unos ó por otros. Los que piensan más
-razonablemente... no saben qué pensar en este caso. Ni vale refugiarse
-en las serenas regiones idealistas porque... el ideal está en todo, en
-la paz y en la guerra; en la evangélica resignación á perderlo todo
-y en la fuerte voluntad de ganar algo... Lo peor, lo más triste para
-los pueblos como para las personas, es la indecisión... Fluctuar, como
-Hamlet, resistirse á ser instrumentos conscientes del destino, para
-que, al fin, el destino se imponga brutalmente, inexorablemente, á
-nuestra indecisión.
-
-Fortimbrás, inventando pretextos pequeños para grandes acciones, es de
-mejor ejemplo que Hamlet, quien, con grandes motivos, no supo decidirse
-á la acción nunca.
-
-Por fortuna para los pueblos y para los gobiernos, en estos casos de
-incertidumbres, de desalientos, de indecisión nacional, están banderas,
-trompetas y tambores; está el marchar de las tropas juveniles, y... á
-su paso todo se olvida, es uno el sentimiento y una la aspiración. El
-mismo Pablo Iglesias daría un ¡Viva! Y decir vivir, es decir pelear.
-
- * * * * *
-
-El papel de rey destronado es siempre algo ridículo. El de rey
-aspirante, idealizado con aureolas de esperanzas que nunca nubló la
-realidad, es, en cambio, de tan romántica poesía, que una regular
-presencia y una regular discreción bastan á sostenerle con decoro. Y
-así supo sostenerle Don Carlos, muy á gusto de todos. En España muchos
-le amaban, y... á pesar de todo, nadie le odiaba. Supo salvar la
-majestad de su figura, del vencimiento y de la difamación. No fué nunca
-ridículo, cosa que no consiguen siempre muchos reyes reinantes. Dicen
-que amaba mucho á España. Era más de agradecer ese cariño, por lo mismo
-que había de expresarlo con acento extranjero.
-
- * * * * *
-
-«Azorín» ha aprovechado la ocasión de haberse publicado en el periódico
-en que él dogmatiza, ó mejor dicho, «esceptiza» á lo Montaigne,
-la fantástica noticia de mi viaje á Buenos Aires, á servir unas
-conferencias á cien mil pesetas... ¡Cincuenta mil más que Anatole
-France! Muchas gracias por la tasación, querido compañero, para
-significar su displicencia por estas idas y venidas, al mismo tiempo su
-desprecio por las glorias populares... ¡Ah! ¡La popularidad!...
-
-Claro es que yo no puedo darme por aludido. Yo estuve ya en Buenos
-Aires, y no fuí en clase de popular, ni me recibieron con músicas, ni
-pronuncié discursos, ni nos volvimos nadie loco, ni ellos conmigo, ni
-yo con ellos. Fuí... por viajar, por ver; sin darle más importancia
-que á otro viaje cualquiera. Ni me creí en el caso de publicar, á mi
-regreso, «Impresiones», «Mi viaje á la Argentina», ó cualquier otro
-libro por el estilo, porque no creo que un mes ni dos sean lo bastante
-para conocer nada, ni perorar del porvenir de la Argentina, de su
-intelectualidad, industria, etc... Lo que ví, para mí lo guardo, y lo
-que aprendiera... ya irá saliendo. Conste solamente que yo no fuí allá
-en clase de conferenciante. Sin que esto quiera decir que si alguna
-vez se me propusiera, y sobre materias de que pudiera tratar, como arte
-dramático, presentación de obras, etc., no aceptara muy gustoso, sin
-creer por eso que iba á estrechar lazos, á reconquistar América, ni
-otras fantasías castelarinas.
-
-En lo modesto de mi representación, sí procuré, mientras allí estuve,
-considerarme como, según un escritor francés, debe considerarse todo el
-que viaja por país extranjero, representante de mi propio país, y en
-toda ocasión procuré cumplir mi deber de viajero.
-
-Sabiendo muy bien que ni en sus correspondencias ni en sus
-conversaciones, muchos me tratan del mismo modo, hablé bien de todos
-los escritores españoles de quien me pidieron noticias. Por cierto que
-nadie me preguntó por «Azorín», y esto debe servirle de satisfacción,
-dado su desprecio por la popularidad.
-
-Y este era el punto á discutir. «Azorín» sostiene que el mérito de todo
-escritor está en razón inversa del número de sus admiradores. Un gran
-escritor debe ser letra cerrada para el vulgo. Quisiera yo saber cuándo
-lo fueron Homero, Dante, Shakespeare, Cervantes, etc. Si no es que por
-vulgo entendemos al que ni de letras sabe. Entiéndase que hablo del
-vulgo literario.
-
-Y este, en verdad, es muy reducido, aun para esos grandes hombres.
-¡Pero decir que en su tiempo ninguno fué estimado! Algunos, quizás,
-más justamente y en su punto que lo habrán sido después; al través de
-estudios críticos que los desfiguran.
-
-Ya sé yo que hay ejemplos para todo, Wagner, Bizet, Ibsen... Pero nunca
-fué el público el que los rechazó; si así hubiera sido en absoluto,
-toda reparación hubiera sido imposible. ¿Quién iba á resucitar obras
-de quien nadie se acordaba? No el público, la crítica, siempre más
-conservadora que revolucionaria, fué la que ridiculizó, combatió y
-retrasó el triunfo de muchos artistas. ¿El público? Sí... extraña, no
-comprende tal vez del todo... pero algo queda, y, como dice Bernardo
-Shaw: «El que ha visto una vez un drama de Ibsen, acaso se aburrió
-durante su representación, acaso dice: «Esto no es teatro»; pero, á
-pesar de ello, sigue pensando en él, y... acaso no le gusten los dramas
-de Ibsen; pero lo cierto es que no vuelven á gustarle los de Sardou.»
-
-No, no hay que maldecir del público y de las glorias populares.
-«Azorín» es demasiado modesto. Acaso cree que él no puede ser popular.
-Pues qué, ¿cree usted que si sólo le leyeran á usted en la tertulia de
-D. Antonio Maura, iba usted á ser tan apreciado y tan conocido? Y si ya
-cree usted que le lee toda la mayoría... ¡ahí es nada! Contar con una
-mayoría. No cuenta con más el Sr. Maura, y nos gobierna á todos.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXII
-
-
-Es para que reflexionen los partidarios de la paz á todo trance; hasta
-para pedir paz hay que armar guerra, y en verdad, sería muy triste que
-para convencernos unos á otros de que no debemos pelear con el moro,
-diéramos en pelearnos dentro de casa, sin que por eso el moro dejara de
-pelear con nosotros.
-
-Lo de cuando uno no quiere dos no riñen, no siempre es cierto entre
-particulares; pero, en fin, siempre le queda al más prudente el recurso
-de acudir á la policía ó á los jueces, si se ve atropellado y no quiere
-responder al atropello en la misma forma brutal. Por desgracia, para
-las agresiones colectivas no hay otra apelación que la fuerza, y eso
-es lo que no han comprendido muchos en esta ocasión. ¡No queremos
-guerra, no queremos guerra! Nadie la quiere; pero... ¿Vamos á llamar
-á la pareja de la esquina ó vamos á querellarnos al juez de guardia?
-¡Y que son de confianza los mirones que nos rodean para irles con el
-cuento de que no queremos belenes! ¡Ah! ¿No quieren ustedes guerra?,
-nos dirán. Pues ya están ustedes demás aquí... Y ¿qué dirán entonces
-los pacíficos? Habría aquello de: ¡Gran vergüenza! ¡Estamos vendidos!
-¡Lo último que nos quedaba!...
-
-Lo que hay es que no se saca á los niños de casa, haciéndoles creer
-que se les lleva de paseo, para meterlos en el colegio. Y no se lleva
-á un pueblo á la guerra, haciéndole creer que no se trata de semejante
-cosa. El funesto sistema de tratar al pueblo como á eterno niño, suele
-traer malas consecuencias. «Honesty is the best policy», dicen los
-ingleses. La verdad es la mayor habilidad en política. ¿Cuándo acabarán
-de comprenderlo así nuestros gobernantes? ¡Gran lástima, cuando les
-ha tocado gobernar un pueblo con tesoros inagotables de heroísmo y de
-resignación!
-
- * * * * *
-
-No es por amor propio el insistir. Pero, contra todas las razones,
-textos y ejemplos aportados por Azorín, sigo creyendo: que la
-popularidad no está nunca en razón inversa del mérito; que han sido
-pocos los talentos mal apreciados en su tiempo, y si alguno lo fué,
-tal vez tuvieron más parte en ello motivos de presencia, carácter
-antipático del artista, vida desordenada, etc.
-
-Shakespeare fué apreciado en su tiempo y no sólo logró glorioso nombre
-sino muy buen dinero, que le permitió retirarse á su lugar, «aprés
-fortune faite», como un buen comerciante. La obra de Cervantes, ni
-en cantidad ni en género, era para enriquecer á su autor, pero de su
-relativa popularidad--la popularidad es siempre relativa,--en vida
-misma del autor, ¿no existen numerosos testimonios? Azorín cita el
-ejemplo del Greco. No sería tan menospreciado en su tiempo, cuando
-nunca le faltaron encargos, que no le pagarían tan mal, cuando dejó
-fama de hombre caprichoso y dado á lujosas fantasías.
-
-¿Qué más? Yo creí halagar á mi contradictor en sus convicciones,
-diciéndole que nadie me había preguntado por él en Buenos Aires, y él
-me contesta que es allí muy conocido. Ya ve Azorín cómo se puede tener
-talento y ser apreciado.
-
-Y de mi, ¿qué voy á decirle? Soy el mismo que en el año 97; hasta mis
-concesiones al sentimentalismo burgués, pudiera demostrar con textos
-que no son de ahora... Y ¿por qué no? Tiene uno toda la obra para
-decir lo que siente y lo que piensa; después, en el desenlace, puesto
-que la vida no desenlaza nada, ¿por qué no complacer al público? Pero
-si éste, con concesiones ó sin ellas, no hubiera estado de mi parte
-desde mis comienzos como autor dramático, ¿hubiera yo podido continuar
-estrenando? El público fué mi verdadero apoyo contra la crítica, casi
-unánime en afirmar que aquello no era teatro. ¡Cuántas obras, con
-asombro de empresarios y actores, cuando parecían enterradas por la
-crítica revivían por el público! Créalo Azorín, no es el público, que
-pudiéramos llamar vulgar, es el literario el que más resistencia opone
-á toda novedad y á todo mérito. Son los intereses creados los que
-protestan siempre. El mismo Azorín declara que no hay novedad absoluta
-en ninguna forma, ni expresión de arte, que todo existía antes en el
-ambiente. Si es así, si el ambiente es anterior á la obra, ¿cómo no ha
-de caer bien la obra, que el público no puede por menos de conocer por
-suya? Azorín sabe bien que los grandes artistas son quizás los menos
-originales; su obra es de todos; alma de muchas almas.
-
-Yo me explico perfectamente la convicción de Azorín. Alguna vez,
-comparando en justicia méritos con glorias, habrá pensado que el ruido
-de su nombre es menor que el de algún autor dramático, por ejemplo.
-Esto ya es cuestión del género cultivado, no del mérito de los
-escritores. Créalo Azorín; en vida y en muerte, al cabo del año todos
-estamos en el sitio en que debemos estar; el vulgo no es tan vulgo como
-creemos.
-
-En fin, el mejor ejemplo, ¿no es el mismo Azorín? Según él, pocos
-debieran apreciarle, supuesto que la popularidad está en razón inversa
-del talento. Yo sé, aparte la broma de Buenos Aires, que son muchos
-los que le admiran como se merece. Acaso él juzgue equivocadamente del
-público, como tal vez juzga de mí: ¡Ese Benavente!--dirá,--siempre me
-lleva la contraria; se ve que me quiere mal... Azorín dirá si prefiere
-mi «malquerencia», que le lee siempre con atención y toma muy en cuenta
-sus opiniones y juicios, á la buena amistad de los que le felicitan sin
-discutirle por cada artículo... sin haberlo leído.
-
-
-
-
- XXIII
-
-
-En la más que intrincada, pintoresca selva de nuestra política, hay
-más murmullos que en la de Sigfredo, cuando nada sucede ó cuando ha
-sucedido ya todo, en cambio, cuando sucede algo, reina el silencio más
-absoluto; que, á pesar de lo absoluto, es el rey más constitucional,
-por lo irresponsable.
-
-Apenas suenan cuatro tiros, material ó moralmente, ya se sabe, silencio
-sepulcral en la selva; sus más canoras aves enmudecen y antes que en
-los valores públicos, con ser de suyo apocaditos, hay una baja sensible
-de elocuencia en nuestros mas notorios y fluidos oradores. ¡Valientes
-pájaros! ¡Y estos son los que miran de sobrehombro á la gente de pluma,
-de otra pluma!
-
-El escritor, aun sin estar amparado, en muchos casos, por la inmunidad
-parlamentaria, arrostra el peligro de la suspensión de garantías y se
-atreve á opinar, en las circunstancias más difíciles, comprometiendo
-tal vez su popularidad. ¡Pero los otros, á casita, que llueve! Y
-tenemos aquello de: Callaremos hasta que llegue el día de exigir
-responsabilidades... ¿Exigir responsabilidades? No lo dirán ustedes de
-veras. Si ese día llegara, ¿quién escaparía de ser ahorcado?, como le
-decía Hamlet á Polonio, aconsejándole tratara á los comediantes mejor
-de lo que se merecían.
-
-También justifica muy bien el mutismo aquello de: Es preciso prescindir
-de toda idea política mientras se hallan comprometidos más altos
-intereses... ¿Dónde está la verdad? ¿Dónde estarán los más altos
-intereses? Y ¿qué ideas políticas serán esas que estorban precisamente
-cuando de altos intereses se trata?
-
-En los sucesos de Barcelona, por ejemplo, todos, como en Cristo,
-pusieron sus manos. ¿Quién no ha dejado caer su gota de agua ó su
-salivita para contribuir en algo á la disolución y desmoronamiento de
-lo que debiera ser más firme que roca viva, la idea de la patria? Y
-ahora... todos son á lavarse sus manos...
-
-No, no ha sido el anarquismo; ha sido el sanchopancismo burgués,
-el bien sesudo, que de un caso particular quiere deducir una regla
-de conducta para toda la vida. El mismo que dice cuando sucede un
-descarrilamiento: No se puede viajar en ferrocarril; el mismo que al
-ser una vez engañado, proclama: No puede uno fiarse de nadie. Ese buen
-sentido de gato escaldado, era el que había decidido para siempre no
-volver á meterse en aventuras. ¡Qué rica paz!--¡No queremos guerra, no
-queremos guerra! Pero al ver cómo cuatro locos--los locos, como los
-héroes, el éxito los diferencia, son los que van siempre en línea recta
-del pensamiento á la acción,--les armaban la guerra en su misma casa,
-volvieron los ojos acongojados á todo lo que ellos habían tratado de
-desprestigiar: poder del Estado, fuerza... Y los cuatro locos pagaron
-por todos, y los muchos cuerdos dicen ahora:--¡Caramba! ¡Si fuera á
-hacerse todo lo que se piensa, no se podría vivir en el mundo!
-
- * * * * *
-
-El dolor es el gran desinfectante moral. Tanto como el heroísmo
-de nuestros soldados, conforta el espíritu ver cómo de todas
-partes--¡olvidemos á los cuatro locos!--se acude y se atiende á los que
-pelean y á los que sucumben. El ambiente nacional tal vez necesitaba
-esta sacudida para purificarse.
-
-Ahora, yo desearía que esta vez, se acudiera á todo con severa
-dignidad. Nada de fiestas, nada de espectáculos benéficos. El que
-buenamente quiera divertirse, ¿por qué no?--todavía no es el fin del
-mundo,--que no invoque el pretexto del socorro, y el que no hubiese de
-dar nada, sino á cambio de una localidad de teatro ó de plaza de toros,
-más vale que no dé nada. ¡Mezquina dádiva la que necesita mejor ocasión
-que la verdadera para ofrecerse!
-
-Agradézcase á los toreros su generosidad; ofrecen su vida, pero nada
-de corridas patrióticas. Aparte el que suele traer «mala pata», no hay
-espectáculo más lastimoso. Allá, hombres que arriesgan, que pierden
-su vida; en la plaza, hombres también que la exponen y también pueden
-perderla... Y una multitud que se divierte con todo esto y cree estar
-haciendo por la patria con aplaudir á una hembra que se adorna con los
-colores nacionales ó rugir de entusiasmo por un brindis torero: ¡porque
-el toro fuera uno de esos rifeños!... Es cuestión de seriedad, de buen
-gusto. Guardemos las fiestas para el día--¡quiéralo Dios cercano!--de
-verdadera fiesta. Pongamos dignidad en nuestra dádiva. Dé cada uno
-lo que pueda, sin más estímulo. Crispa los nervios, después de leer
-hazañas y trabajos de nuestros soldados, tropezar más abajo con la
-relación de una «kermesse» en Pantanillo ó en Lagunilla, organizada por
-la colonia veraniega y las señoritas más distinguidas de la localidad.
-Tiempo habrá para todo, hasta para ser cursis.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXIV
-
-
-La opinión general, tan reacia á toda empresa guerrera en un principio,
-se halla al fin poseída de tan belicoso entusiasmo, que sería
-defraudarla no terminar, por lo menos, con la conquista del imperio
-de Marruecos. Con menos entusiasmo, pero más constancia, años ha que
-esa conquista debiera haberse llevado á cabo lo más pacíficamente del
-mundo. Pero ¡ay! el dinero de nuestros capitalistas no es tan valiente
-como nuestros soldados, y cuesta más encontrar hombres de voluntad que
-de corazón.
-
-Hemos convenido en que á ciertos pueblos sólo es posible civilizarlos
-á cañonazos. Sin duda es el medio más cómodo, aunque no sea el más
-eficaz. Yo creo que no hay pueblo tan salvaje en el mundo que se
-resista á las ventajas de la civilización, cuando los civilizadores le
-permiten disfrutar de esas ventajas. Á lo que se resiste todo el mundo
-no es á que la civilización se le entre por las puertas, sino á que
-le pase por encima. Civilización automóvil; atropella con todos los
-adelantos modernos, pero, ¡mal consuelo para el atropellado!
-
-Nada de esto es pretender quitar hierro. Aunque otra cosa afirme
-Metternich, en su admirable libro «La prudencia y el destino», no hay
-prudencia, suficiencia ó sabiduría, como quiera traducirse, «sagesse»,
-capaz de oponerse al destino de los pueblos ó de las personas. Y mucho
-menos cuando el destino tiene ya la palabra. En aquellos días de la
-Conferencia de Algeciras, gloria de nuestra diplomacia... Entonces,
-sí; entonces acaso hubiera podido escucharse la voz del prudente.
-Una nación poderosa, rival de otra no menos fuerte, sólo procuraba
-aislar á su enemiga y halagando á otras dos naciones, rivales á su
-vez en intereses, procuró conciliarlas por eso mismo. ¡Como si dos
-intereses iguales pudieran conciliarse nunca! No era preciso ser un
-Maquiavelo ni un Metternich para pensar que entre una nación interesada
-en dominar por completo á Marruecos y otra interesada en oponerse á
-esa dominación, nuestro interés, aparte simpatías de raza tan mal
-correspondidas en ocasión, estaba en inclinarnos al lado del contrapeso.
-
-Ahora sólo podemos desear que se enmiende con gloria un nuevo error
-de nuestros estadistas, hombres de pocos libros y de menos mundo. ¡Á
-Dios sean dadas! Que la gloria se logre á costa de la menor cantidad de
-sangre posible, y que la opinión, sin desmayar en sus entusiasmos, no
-llegue á exaltarse tanto que sea bien recordar aquello de «El gaitero
-de Bujalance»: un maravedí porque empiece y dos porque acabe.
-
- * * * * *
-
-Sabido es que á todos los padres les parece siempre que están muy mal
-educados los hijos... de los demás, y á los que no tienen hijos, ¡no
-se diga! Por lo que no sería mal acuerdo que cada padre se encargara
-de los hijos del vecino, y á su vez le confiara los propios, y los
-solterones ó matrimonios sin prole se hicieran cargo de los más
-rebeldes y empecatados. Y aplicando á todos los órdenes de la vida el
-sistema, acaso todo andaría mejor con este procedimiento. En España,
-por lo menos, es admirable cómo los que nunca dieron pie con bola en
-asunto propio, se echan á discurrir y disponer por los más ajenos á su
-profesión y conocimientos.
-
-Á estas horas tenemos un Napoleón ó un Moltke en cualquier ciudadano,
-antes de paz y hoy tan de guerra que no deja vivir á nadie. ¿Quién no
-tiene su plan estratégico? ¿Quién no ha tomado algo á estas horas? ¡Oh,
-país admirable en que todos entendemos de todo sin haber estudiado de
-nada!
-
-Cuentan de un zapatero remendón, de cierto pueblo, que era el más
-severo crítico de sermones. Predicador que se presentara en la fiesta
-del Santo patrono ó cualquier otra solemnidad, podía darse por perdido
-si al zapatero no le caía en gracia. El pueblo no tenía más opinión
-que la emitida con inapelable autoridad por el crítico. Sucedió que
-un predicador, advertido de antemano, al observar durante un bien
-estudiado sermón, el gesto desdeñoso del zapatero y en consecuencia
-el de todos los oyentes, se apresuró, apenas bajó del púlpito á
-preguntarle los motivos de su disgusto. ¿Qué le ha parecido á usted el
-sermón?--¡Phs! No está mal... pero poca teología.--¿Pero, usted sabe
-de teología?, preguntó el predicador asombrado.--¡Anda!, replicó el
-zapatero. ¡Pues si yo supiera de leer y escribir lo que sé de teología!
-
-¿No es este un poco el caso de todos los españoles?
-
-¡El Señor nos libre de los «teólogos» militares que andan desatados en
-estos días y no son la menor calamidad, con ser tantas las calamidades
-de la guerra!
-
- * * * * *
-
-Dice Bernardo Shaw que los ejércitos se pasan la vida preparándose
-para una guerra que, ó no sucede nunca ó cuando sucede, sucede del
-modo contrario á como se había previsto. Bueno fuera, no obstante, á
-pesar de que lo imprevisto está sobre todo, alguna mayor discreción
-en apuntar planes y posibles acciones. Hay siempre entre los rifeños
-quien se entera de todo. No hay que fiarse en esa aparente indiferencia
-salvaje, que no es tan salvaje como parece. Yo conocí en Tánger á un
-moro de la última condición; acarreaba equipajes y fregaba los suelos
-en el hotel; pues cualquiera de nuestros ministros de Estado no está
-tan enterado como él de asuntos internacionales. Hablaba, aparte del
-árabe vulgar y el hebreo, inglés, francés, español; conocía los nombres
-de todos los ministros del gobierno español entonces, sabía historias
-muy sabrosas de muchos personajes españoles, y hasta de los amantes
-de algunas damas empingorotadas, como cualquier cronista de salones.
-Era extraordinario, sin ser excepcional. Claro es, que el Rif no es la
-Cosmópolis de Tánger; pero la natural sagacidad del moro es la misma.
-¡Raza inferior, raza de salvajes! Se dice muy pronto, cuando hablan el
-odio ó la conveniencia. Acercándose con simpatía, con verdadero amor de
-civilización, en todas partes hay hombres buenos y malos, pero no hay
-razas inferiores, no hay razas de salvajes. La bondad del corazón, la
-perspicacia del entendimiento florecen en todas las tierras; aun en las
-que solo se ha sembrado odio, con pretexto de civilizarlas.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXV
-
-
-No tendrá queja el señor presidente de la Sociedad de Conciertos, en el
-mundo ministro de la Gobernación. Su soberana batuta se impone á todos.
-Que «allegro vivace», pues «allegro»; que andante «maestoso» y con
-sordina, pues ya se percibe el aleteo de una mosca. Verdad es que su
-tiempo preferido es «forte che forte», y el del país sería un «largo»
-que no tuviera fin.
-
-Que hoy podremos decirles á ustedes algo, pues todo el mundo á esperar
-noticias, con la más justificada ansiedad; que tengan ustedes un poco
-de paciencia; pues á esperar en calma: quizá, recordando aquellos
-alambicados versos, que tanto sublevaban el buen gusto de Alcestes
-el Misántropo de Molière: «Phyllis, on desespere alors q'on espere
-toujours!»
-
-¡Ah, si en tiempos de paz y de continuo todos nos preocupáramos tanto
-del avance como ahora! ¡Aquí, donde por el contrario, son tantos los
-que en todo quieren á cada paso hallar motivo, ocasión ó pretexto para
-un retroceso, y hay gente que no se hallaría á gusto con menos de
-«recular» hasta la Edad Media!
-
-¿Sucesos de Barcelona? ¡Ah! Todo es por haber fracasado la ley del
-terrorismo, y si se restableciera la Inquisición... nada habría que
-temer en lo futuro.
-
-¡El avance! ¡Santa palabra! ¡Que ella sea siempre nuestro santo y seña!
-
-Hoy por hoy no se oye otra cosa. Yo sé de algunos maridos que
-sintiéndose gubernamentales, han prohibido á su mujer hablar de
-esto. No hay idea de los horizontes que abren á la imaginación estas
-palabras, pronunciadas por labios femeninos: ¿Cuándo es el avance?
-
- * * * * *
-
-Los autores dramáticos franceses están que trinan con sus colegas de
-Italia, porque éstos pretenden defenderse no de la invasión de obras
-francesas, sino de la exclusión de las propias, por las facilidades
-que los empresarios y directores de compañía hallan en los autores
-franceses y en sus traductores para pagar derechos convencionales.
-Recuérdese el atracón de obras francesas con que suelen obsequiarnos
-las compañías italianas. ¿Preferencias artísticas? Nada de eso.
-Baratura y rico saldo. Es como el amor al teatro antiguo de algunos de
-nuestros directores artísticos... Que no hubiera facilidad de cobrar
-las refundiciones, muchas veces refundición de refundición, como una
-obra original y nuevecita, y veríamos quién se acordaba de Lope ni de
-Calderón.
-
-Por cierto que en una gacetilla del periódico «Comedia», que trasciende
-á conferencia con alguien de casa, se asegura que también algunos
-empresarios españoles piensan prescindir de las traducciones, á pesar
-de que cuentan con pocas obras originales, para evitar el disgusto de
-los autores, aunque algunos, refractarios á las traducciones, no lo
-sean tanto á los plagios. Es posible. Eso de los plagios puede probarse
-siempre. Y de los plagios de los actores, ¿no se dice nada? Porque hay
-eminencias que no viven de otra cosa. ¡Si Sarah y la Duse y la Réjane,
-Le Bargy ó Guitry cobraran derechos de traducción y reproducción!
-
- * * * * *
-
-El teatro de los Niños es una de tantas ilusiones mías; pero nada de
-monopolizar ideas; no es mía solo: son muchos los autores dispuestos
-á realizarla. Uno de ellos, el simpático López Marín, se propuso nada
-menos que edificar un teatro de nueva planta, para este especial
-objeto. Echóse á buscar capitalistas con el mayor optimismo. No le
-acompaño en él, no tratándose de consagrar como primera tiple á una
-corista distinguida por algún ricacho de aluvión ó de abrir una nueva
-tablajería escénica de carnes averiadas, bases de los más sólidos
-negocios teatrales. Ignoro el resultado de sus gestiones. Pero, en fin,
-con dinero ó sin él, con nuevo teatro ó en cualquiera de los muchos
-existentes, el Teatro de los Niños empezará en la próxima temporada,
-modestamente, como un ensayo. Como los empresarios grandes tienen
-bastante en qué pensar con su gran público, preferiremos un pequeño
-empresario y un pequeño teatro. Fernando Porredón y el Príncipe Alfonso.
-
-No es tan fácil como parece divertir á los niños, sin aburrir demasiado
-á los grandes. Los niños modernos nacen enseñados. ¡Oyen unas cosas
-en casa! El numeroso repertorio de obras infantiles con que cuenta
-el teatro inglés, no es aprovechable. Demasiado inocente. No por lo
-fantástico de sus asuntos, casi siempre basados en los cuentos de
-hadas más populares; no soy de los que abominan de la fantasía en la
-educación, como el maestro de «Los tiempos difíciles» de Dickens, con
-su muletilla: ¡Hechos, hechos! Al contrario, es preciso huir de toda
-pretensión docente, y mucho más, utilitaria. Lamartine abominaba de las
-fábulas de Lafontaine, como obra educadora. Tenía razón; su moralidad,
-mejor dicho, inmoralidad practicona, desengañada, toda malicias y
-desconfianzas de rústico, es deplorable para el espíritu de los niños,
-abierto siempre á la generosidad y á la esperanza.
-
-Contra la opinión de Lombroso, que ve en el niño á un pequeño salvaje
-y casi á un criminal en germen, y asegura que todo niño es egoísta,
-embustero y ladronzuelo, menos uno que era un encanto; uno que se le
-murió al doctor... ¡Oh, bancarrota de la ciencia en esta página de
-uno de sus libros, que contradice con lágrimas la afirmación rotunda!
-Yo creo que todos los niños son buenos... hasta que los padres y los
-educadores los hacen malos.
-
-Cuando se oye á algunos padres decir: ¡Qué niño este! ¡Es muy malo,
-muy malo!, pensad siempre: Y ustedes, ¿son ustedes buenos? Lo que hay
-es que el niño manifiesta sin fingimiento las malas cualidades que los
-padres encubren con la hipocresía que da la experiencia. Cuando ellos
-se lamentan de que el niño les pone en ridículo, sacando á relucir los
-defectos de alguna visita, ¿no será que el niño les oyó murmurar en su
-presencia de todos los conocidos y amigos?
-
-Sucede muchas veces que el niño es quien no puede explicarse por qué
-sus padres y los mayores de la casa, hablan siempre mal de alguna
-visita que él no encuentra antipática por ningún estilo. Claro es,
-que en fuerza de oir cómo los mayores la ridiculizan y menosprecian,
-él acabará también por retirarle su simpatía, aun sin explicarse las
-razones.
-
-Cuando reprendéis á un niño porque trata con altanería á un criado,
-¿estáis seguros de que no imita vuestro tono, al reprenderle cuando
-cayó en vuestro desagrado? Por lo regular, muchos padres sólo reprenden
-á sus hijos cuando les molestan á ellos, aun con juegos ó travesuras
-propias de niños; en cambio, son de una lenidad punible, cuando
-molestan á los demás, con cosas que suelen ser aprendidas de los
-padres.
-
-Entonces, dirán ustedes: más que un teatro para divertir á los niños,
-hacía falta uno para educar á los grandes... Sería inútil. Habría que
-cerrarlo. Parecería inmoral.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXVI
-
-
-Me preguntan, unos de buena fe, otros, acaso con la misma intención
-con que el cura del cuento preguntaba al muchacho si, puesto que Dios
-estaba en todas partes, estaría también en el corral de su casa; para
-poder decir: ¡Cogíte!, si en el futuro teatro de los niños tomarán
-parte principal actores infantiles. No, señores, no; no hay cogíte,
-que en casa no hay corral. Y si el teatro de los niños á divertirlos
-ha de estar dedicado, mal cumpliría, si para divertir á unos había de
-mortificar á otros. Cuando alguna obra exija algún personaje infantil,
-niña ó niño, no faltarán zangolotinos de ambos sexos que sepan dar al
-público la ilusión de la infancia.
-
-Garridos muchachotes fueron Ofelia y Julieta, en tiempos de
-Shakespeare--sin que el autor de _Un drama nuevo_ se hubiera
-enterado.--Y después de todo, de la juventud á la niñez no es tanta
-la distancia como de la juventud á la madurez bien madura, y todos
-los días vemos en esos teatros galanes y damas polleando--sobre todo,
-damas, que ya eran gallos, con sus patas de lo mismo y todo, cuando uno
-estaba en plena edad del pavo. Como que al verlos suspirando amores,
-más ó menos contrariados le dan á uno ganas de vestirse de marinero y
-rodar una naranjita, si no fuera el temor, que ellos no tienen, á la
-voz implacable que oyó en semejante caso, el famoso Sr. Patiño.
-
-No quiere esto decir que, el estudiar y representar comedias, no
-sea conveniente para los niños. Es un buen ejercicio de memoria, de
-entendimiento y de pulmones; se adquiere, además, soltura y elegancia
-en la dicción y en los modales. Para niños están escritas y para ser
-representadas por ellos, numerosas comedias inglesas y ¿quién duda que
-los ingleses saben educar á sus niños? Pero una cosa es representar
-particularmente para recreo propio y de los amigos, y otra la profesión
-teatral, más agradable en apariencia, pero no menos nociva que otras
-para la salud de los niños.
-
-Tranquilícense, pues, los que quisieran verle á uno cogerse los dedos
-á cada paso. En el teatro de los niños no habrá más niños que los
-espectadores.
-
- * * * * *
-
-Algo de bizantinismo puede parecer en las presentes circunstancias,
-preocuparse por fruslerías; aunque ¿quién sabe en el mundo cuáles serán
-las verdaderas fruslerías? Todo consiste en contemplar el hormiguero de
-la tierra ó el hormiguero de los astros, como lo contemplaba Orozco, el
-magno personaje de Galdós, limpiando en la contemplación su espíritu de
-mezquinas pasiones terrenas.
-
-Nada se dice del Teatro Nacional, nada tampoco de la concesión
-del Español. El primero, ya sabemos que lucha con dificultades de
-instalación. Pero el segundo... ¿Á qué se espera? ¿Se adjudicará,
-como siempre á última hora, sin tiempo de preparar compañía ni obras?
-No valía la pena entonces de mostrarse tan intransigentes con otros
-concesionarios, ni de negarse á ceder el teatro al Estado.
-
-Una temporada digna del que hemos convenido en llamar nuestro primer
-teatro, no se improvisa en cuatro días. Se asegura que son varios
-los solicitantes; que la santa recomendación hace de las suyas. Entre
-los nombres que suenan--y este no necesita recomendación,--figura el
-de Carmen Cobeña. De otros se habla también con grandes méritos y
-prestigio... para el teatro francés. El Ayuntamiento tiene la palabra.
-No creemos que por ser de Madrid, pretenda hacer en su teatro un Dos de
-Mayo á la inversa.
-
- * * * * *
-
-Continúan en Munich las representaciones del teatro Artístico;
-muy interesantes para todos los que de arte teatral se preocupan.
-Su sistema de _mise en scene_, que pudiera llamarse sintética ó
-simplificada, es muy digno de estudio y debiera aplicarse siempre que
-de obras de imaginación y de poesía se trata. Las obras de Shakespeare
-pueden así representarse con todos sus cuadros y mutaciones, sin el
-cansancio que producen los repetidos intermedios prolongados. Contra el
-sistema de acumular detalles, de mayor vistosidad que buen gusto, casi
-siempre, la decoración, en el teatro Artístico, es sólo un fondo de
-cuadro, lo preciso para animar á las figuras con su propio ambiente,
-sin avanzar ni sobreponerse á ellas. La armonía de luces y color es
-perfecta. En _El Mercader de Venecia_, un fondo de cortinas verdosas,
-una mesa con las tres cajas del enigma; la figura de Porcia, vestida de
-un brocado de rosa y oro; la de su dama, vestida de verde, en tono más
-claro que el fondo; la figura del príncipe de Marruecos, envuelta en un
-blanco albornoz; la del príncipe de Aragón, como figura de una talla
-del siglo XV, forman un cuadro acabado, con los más sencillos medios
-de ejecución. En el último cuadro, un muro agrisado, la sombra de unos
-pinos, bastan á proclamar toda la poética emoción de aquellas últimas
-escenas en el jardín de Porcia, saturadas de poesía.
-
-No en todas las obras representadas se ofrece el mismo artístico
-conjunto. En algunas, la _mise en scene_ es del antiguo régimen, y en
-alguna del malo. Pero en _El Mercader de Venecia_, en _Lysistrata_,
-en _Hamlet_, tienen mucho que aprender los directores de escena y los
-escenógrafos.
-
-Sabido es que en Alemania fracasó el célebre actor inglés Mr. Tree,
-que presenta las obras de Shakespeare con una suntuosidad más propia
-de comedias de magia ó revistas de espectáculos. Los alemanes,
-acostumbrados á su teatro Artístico, opinaron que en el Shakespeare de
-mister Tree, como en el conocido cuento, los árboles no dejaban ver el
-bosque. ¡Y cuando el bosque es Shakespeare!
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXVII
-
-
-El Señor nos libre de jueces negligentes ó corruptibles; pero no deje
-de librarnos también de los íntegros y celosos, que apenas tropiezan
-con persona de algún viso social en el enredijo de sus actuaciones, por
-dejar bien sentada la inflexibilidad de su justicia, al menor indicio
-no dudarán en presumir la culpa; como si quisieran decirnos: Aquí, que
-no me dirán que peco.
-
-Bien está que la recta espada y la fiel balanza no distingan de clases
-ni de personas; pero no por igualar desigualemos tanto que la camisa
-limpia venga á ser un indicio de culpabilidad, y el ser grande de
-España y caballero de alguna orden, antecedentes penales. Peligrosas
-prendas son en estos tiempos la levita de los caballeros y el sombrero
-de las señoras; pero aun no deben considerarse como agravantes. Se
-puede vestir bien y ser persona decente.
-
- * * * * *
-
-Aunque otras ventajas no tuvieran las guerras--deben de tener otras
-muchas,--la más indudable es la de contribuir á la difusión de la
-cultura. Así, en España, gracias á las algaradas rifeñas, es seguro que
-cada diez ó doce años venimos á enterarnos de una porción de cosas que,
-apenas pasada la excitación guerrera, nos apresuramos á olvidar, para
-tener el gusto de volver á recordarlas á la primera ocasión.
-
-Difícil es, sin embargo, poner de acuerdo las diferentes versiones.
-Á estas horas hay quien nos ha mostrado el Rif como una tierra de
-promisión; y sólo le ha faltado enviarnos de muestra un buen racimo
-de uvas, como aquel de que nos habla la Biblia. Otros, en cambio, nos
-dicen que aquello es de una aridez que espanta; arenales ó riscos. Ello
-dependerá de la parte que cada uno mire, y lo más probable es que allí
-haya un poco de todo. Más cerca está nuestra Castilla y hay quien la
-supone una llanura sin fin, seca y desolada; mientras otros nos hablan
-de sus sierras pintorescas, de sus arboledas frondosas...
-
-Sin ir más lejos; se habló de la utilidad que en la campaña podrían
-prestar los camellos--produciendo la natural alarma en algunos
-organismos oficiales docentes.--En seguida hubo quien puso el grito
-en el desierto. ¿Camellos? Los camellos no sirven allí para nada. Y
-nos dieron un curso de zoología y otro de topografía, y á todo esto
-sin saber á qué joroba quedarnos. ¿Sirve el camello? ¿No sirve el
-camello? ¿El camello es lo mismo que el dromedario? ¿El camello tiene
-una sola joroba ó puede tener dos jorobas, como se puede ser miembro de
-dos Academias ó presidente de varias corporaciones, como D. Alejandro
-Pidal: pongo por compatibilidades?
-
-No hay duda; las guerras ilustran. La letra con sangre entra. No
-hay idea de lo que vamos aprendiendo ahora, y que nunca hubiéramos
-llegado á saber en tiempo de paz. La paz enmohece los espíritus. Sin
-las guerras napoleónicas, el espíritu de la Revolución francesa no
-se hubiera difundido tan rápidamente por Europa. Hay quien dice que
-nada se hubiera perdido y hasta que podía perdonarse el bollo por el
-coscorrón, como si todo progreso de la humanidad no hubiera costado
-muchos coscorrones.
-
-Hay quien contradice: ¿Y las conquistas de la Ciencia y del Arte y de
-la Industria, no son pacíficas? Tampoco. Pacíficas para los pueblos;
-pero los hombres de ciencia, los artistas, los industriales, los
-trabajadores, ¿no han regado con su sangre--del cuerpo y del alma,--el
-campo fecundo de sus descubrimientos, de sus creaciones, de sus
-inventos? No hay trabajo sin pena, y hasta la contemplación es dolor.
-
-¡Guerra, guerra siempre y en todo! El reino de los cielos ha de ganarse
-con violencia, nos dice el Evangelio. Sin duda, con violencia sobre
-nuestras pasiones, sobre nuestros instintos. ¿Qué mayor combate? El que
-quiera lograr algo en la vida, hay día que pueda encontrarse sin alguna
-baja en su corazón y en su entendimiento: El amor de ayer, la verdad de
-ayer, la ilusión, que parecía de toda la vida...
-
-¡Cuántos muertos enterraremos al cabo del tiempo en nosotros! Así,
-cuando alguien nos dice: Usted, que ya ha triunfado; nos da ganas de
-decirle: Triunfar, ¿dice usted?... Y yo creí que venía derrotado. Y es
-que si nos paramos á contar nuestros muertos, cualquier triunfo parece
-una derrota.
-
- * * * * *
-
-Ecos del veraneo. En la terraza de un casino.
-
-Se habla de una señora casada, que se permite los más variados y
-escandalosos coqueteos con unos y con otros.
-
---Está dando mucho que hablar--dice una amiga.
-
---Pues hace muy mal--dice otra.--Porque ella no tiene posición.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXVIII
-
-
-Peligroso sistema es el de algunos predicadores y moralistas, que
-para llevarnos después con mayor fuerza al aborrecimiento de vicios
-y pecados, van puntualizándolos y describiéndolos primeramente, con
-tal viveza de colorido, que tal vez cuando llega la ducha fría de la
-moraleja, anda ya el mismo demonio desatado por nuestra imaginación,
-impresionada por la primera parte del discurso, más pintoresca y amena
-que la segunda. Sabido es que de cien lectores de la _Divina Comedia_,
-noventa y nueve no pasan más adelante del Infierno, y si algunos pasan
-del Purgatorio, pocos son los que llegan al Paraíso.
-
-Los episodios dramáticos y pasionales del Infierno, con la sabrosa
-comidilla de saber allí á muchos ilustres personajes, interesan
-nuestra atención con mayor fuerza que las disquisiciones teológicas y
-descripción de celestiales bienaventuranzas de la segunda y la tercera
-parte.
-
-Cuando se quiere moralizar con fruto, bueno es ir á lo moral por lo más
-derecho, sin entretenerse en pinturas de inmoralidades, porque, aparte
-de que las comparaciones son odiosas, es el espíritu humano de tan
-depravada condición, desde la caída del primer hombre, que ¿quién nos
-asegura de que metidos en comparaciones no salga perdiendo la moralidad
-y todo el sermón venga á ser perdido? Sin contar con que nunca faltan
-descreidotes y socarrones, muy al tanto de los efectos oratorios, que
-acudan á divertirse con la primera parte, la de las vivas pinturas, y
-cuando toquen á moralizar salgan más que á paso y más empecatados que
-vinieron.
-
-Por todo esto, y algo más, tengo por peligrosa la publicación de
-proclamas disolventes en que se abomina de todo el orden social. Este
-admirable orden social en que tan á gusto vive una pequeña parte de
-la sociedad que, por fortuna, es la que tiene el dinero. Claro es
-que á ésta le pondrá carne de gallina la lectura de esas abominables
-proclamas, y comprenderá la buena intención al publicarlas en poner
-de manifiesto lo que tanto energúmeno piensa y maquina para acabar
-con el mundo, si les dejaran. Pero ¿y á la otra mayor parte, no tan
-bien hallada en este rico mundo? Á tanto cerebro debilitado por la
-escasa alimentación, ¿qué efecto puede producirles? Son lecturas esas
-demasiado fuertes para estómagos desfallecidos.
-
-Y ¡si después de las terribles proclamas, el moralista nos brindara con
-palabras de paz y de dulzura!, pero no; á la proclama del desorden,
-responde la del orden; no sabemos cuál más temible; energúmenos por
-abajo y energúmenos por arriba... ¡Sí que es para pacificar los
-espíritus!... Á los de casa no nos llega la camisa al cuerpo. ¡Qué
-extraño es que los de fuera quieran meterse en camisa de once varas!
-Y á todo esto sin saber si Anatole France vale ó no vale. En la duda,
-bueno es volver á leer _La Isla de los Pingüinos_, mas que traducida al
-español, adaptada á la vida española. ¡Porque vaya si estamos pingüinos
-unos y otros! Y el que quiera salirse del corro, que levante el vuelo.
-
- * * * * *
-
-Tan metidos estamos en pelea, que hasta de asunto en apariencia tan
-pacífico como la adjudicación de un teatro--verdad es que se trata del
-teatro Español, y el nombre obliga,--damos batallas y nos dividimos en
-bandos.
-
-Se habla de intereses materiales y de intereses artísticos. ¡Otro afán
-español, este de separar lo material y lo espiritual, como si fuera
-posible plena vida sin el sano consorcio de espíritu y materia!
-
-La palabra negociante está muy desacreditada, y conviene rehabilitarla.
-De lo que hay que huir es de un mal negociante, pero del que sepa
-serlo, nunca. El buen negociante sabe lo que son cantidades morales y
-sabe sumarlas. El mal negociante cree que el arte no da dinero; el buen
-negociante sabe que el arte puede dar dinero, si es verdadero arte. No
-es bueno todo lo que da dinero por esos teatros; pero obsérvese que
-siempre es lo menos malo.
-
-Yo aconsejaría á Federico Oliver, ya que por garantías artísticas
-ha conseguido la concesión del teatro, que se sintiera ahora lo más
-negociante posible, y en este caso, atento al negocio sobre todo,
-contratara una buena compañía; admitiera muy buenas obras y las
-presentara con la mayor propiedad. En esto consiste el buen éxito de
-los negocios teatrales, y del conjunto de todo esto--¡qué rareza!,
-¿verdad?--cuando se ha hecho un buen negocio, suele resultar que
-también se ha hecho arte.
-
-¡Ah! Evítense las falsificaciones. Las más corrientes en las obras
-teatrales suelen ser: de lo literario con lo soso, de lo profundo
-con lo aburrido, de lo nuevo con lo extravagante, de lo poético con
-lo cursi, de lo atrevido con lo grosero. Todas estas falsificaciones
-se encierran en una: Tener el teatro vacío y decir que fué porque
-se hizo arte y el público no supo apreciarlo. El verdadero arte del
-teatro es... hacer negocio, y el verdadero negocio es... hacer arte.
-Shakespeare y Molière ganaron mucho dinero como empresarios. No sé si
-podrá decir lo mismo el señor Reinot.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXIX
-
-
-Si alguna vez--no lo permita Clio,--me viera precisado á escribir ó
-á explicar un curso de Historia de España en los tiempos modernos,
-por cuanto á su historia política se refiere, les aseguro á ustedes
-que saldría pronto del paso. ¿Gobiernos? ¿Cambios de política?
-¿Conservadores, liberales? Es lo mismo. En España, en los modernos
-tiempos, no hemos tenido mas que un solo gobernante: el miedo.
-
-Véase la clase: período de la Restauración; miedo á los republicanos.
-Todos los esfuerzos, toda la energía y todas las habilidades del
-que por entonces fué el amo de España, no tuvieron más alto fin que
-desbaratar y quebrantar á los republicanos. Acaso hubiera sido mejor
-política educar al país y fortalecer su voluntad por si llegaba el
-caso en que tuviera que gobernarse por sí mismo... Pero no, aquel
-gran pedagogo á la antigua española era de los que consideraban á
-los pueblos como eternos niños ó incapacitados... Adelante. Período
-de la Regencia: miedo á los carlistas, concesiones y mimos á Roma y
-contemplación de toda clase de gaitas eclesiásticas... Después, hasta
-nuestros días, un poco de miedo á los obreros; coqueteos socialistas,
-leyes y disposiciones mal meditadas, como procedentes del miedo más que
-de un espíritu de justicia... Después, miedo al catalanismo. Ídem, ídem
-de lienzo, con el feliz éxito que todos hemos podido apreciar... Ahora,
-miedo á... Miedo al valor, que es un colmo; miedo siempre y á todo. Y
-¿es posible que una nación gobernada por el miedo pueda prosperar ni
-engrandecerse?
-
-Muchas vueltas da en estos días el espíritu nacional en torno al
-Gurugú; esos riscos que han llegado á ser como símbolo de la barbarie
-atrincherada entre piedras y sombras... Más debiera de preocuparnos los
-muchos _gurugús_ que tenemos en nuestra casa.
-
-Hay en España una juventud que, ó se ha educado por sí misma, ó ha
-sabido elegir mejor conductores que los designados por la sabiduría
-oficial; hay en esa juventud políticos no malogrados todavía por el
-contacto con _los viejos_, aunque por mal entendidos respetos parezcan
-dejarse dirigir por ellos... ¡Déjense de respetos que nadie ha de
-agradecerles! ¡Juventud española, adelante, arriba á la conquista del
-Gurugú nacional! El Miedo ha gobernado bastante.
-
- * * * * *
-
-En estos días, principio de la temporada teatral, es cuando mas
-compadezco á los ministros y grandes personajes. ¿Qué será de ellos
-todo el año, si uno, pobre autorcillo de comedias, con esfera de
-influencia tan reducida, se ve abrumado de solicitudes y demandas de
-recomendaciones?
-
-De todas ellas, ningunas tan embarazosas como las acompañadas de
-manuscrito; con aquello de: Deseo conocer su sincera opinión... Y aquí
-del problema. ¿Puede darse la sincera opinión? _Doit-on la dire?_ Como
-preguntaba el autor cómico francés, en asunto no menos peliagudo que
-este de opinar sinceramente sobre una comedia.
-
-Aparte la desconfianza en el propio criterio y mucho más en el del
-público. ¡Ve uno aplaudido tanto desatino! ¿Quien cae en el lazo de
-opinar sinceramente, cuando la opinión es desfavorable, y por serlo,
-inmediatamente ha de parecer equivocada, ó lo que es peor, tal vez
-envidiosa?
-
-Pedirle á uno opinión en materia tan delicada, que atañe al buen juicio
-y entendimiento del demandante, es examinarle á uno de educación más
-que de otra cosa.
-
-Del: Usted, que es una autoridad; al: ¿Quién es él para juzgar mi
-obra?, no hay más que un tramo de escalera. Y, sin embargo, hay
-ocasiones en que quisiéramos bien ser sinceros y que nuestra sinceridad
-no dejara lugar á dudas. El desengaño es triste, pero el engaño es
-cruel. Si aun las verdaderas y legítimas musas suelen causar muchos
-destrozos á su paso, ¿qué estragos no causará la _musa loca_?; esa musa
-que tan bien nos presentaron los Quintero en los lances sainetescos y
-trágicos de una bella comedia.
-
-No saben los portadores del manuscrito de sus ilusiones, el verdadero
-conflicto dramático que nos plantean al solicitar humildes una opinión
-franca.
-
-¡Cuántas veces á trueque de antipatías, con la dudosa esperanza de
-que algún día fuera mejor apreciada mi lealtad, he preferido como
-Segismundo: _Por ser piadoso contigo, ser cruel contigo ahora_!...
-¡Pero advierto una tal expresión de tristeza ante el desengaño! ¡Hay
-tan pocas verdades que compensen la pérdida de una sola ilusión! Y,
-después de todo, ¿para qué anticiparnos unos años, unas horas, á la
-verdad que ha de decidir, por fin, la vida, con su autoridad inapelable?
-
-Y aun la vida no suele convencernos. También puede equivocarse. Y
-nosotros, ya que podamos como ella equivocarnos, no seamos crueles como
-ella. ¡Permitid, señora conciencia, que nunca falte una amable mentira
-en nuestros labios, cuando alguien se llega á pedirnos una opinión
-sincera!
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXX
-
-
-Sultán estar amigo, francés estar amigo, todos amigos; pero entre las
-grandes potencias y las pequeñas impotencias, entre notas diplomáticas,
-manifestaciones callejeras delante de nuestras embajadas y artículos
-periodísticos, nos están poniendo por esos mundos, cual dirían
-conservadores, si estuvieran en el poder los liberales.
-
-En vano es que de cuando en cuando, la contaduría de aquí procure
-endulzarnos tanta amarga píldora, copiando algún artículo ó sueltecillo
-de las contadurías de por ahí. Todos sabemos á qué atenernos, y el
-público hace de ellos el mismo caso que de los desacreditados reclamos
-teatrales cuando anuncian después de un fracaso en parecidos términos:
-Cada día es más aplaudida la obra tal, estrenada con tan extraordinario
-éxito. Aligeradas algunas escenas, suprimidos varios números de música,
-más seguros los actores en sus papeles y corregidas las deficiencias en
-decorado y vestuario, las representaciones se cuentan por llenos. En
-vista de tan extraordinario éxito, la empresa ha acordado rebajar el
-precio de las localidades.
-
-Una cosa así, salvo la rebaja, vienen á ser esos sueltos, soltados
-por algún amable periódico europeo, con los que se ufanan nuestros
-gobernantes, como se ufana el que soltó una paloma mensajera, al verla
-regresar con toda felicidad al palomar de procedencia.
-
-Entre tanto, vuelan á su antojo aves de rapiña; aves de mal agüero y
-toda clase de «canards».
-
-Siempre fué prudente regla de conducta lavar en casa la ropa sucia;
-ahora nos hemos vuelto rumbosos y la damos á lavar fuera, y como está
-algo pasadita, van á dejarnos sin tener que ponernos, como no sea
-un conservador atrás y un neo _alante_; traje poco á propósito para
-presentarnos en la buena sociedad europea.
-
-Los franceses, sobre todo, se exceden en demostrarnos su buena amistad.
-Están seguros de que no hemos de enfadarnos. Tenemos allí, para
-corresponderles con agradecimiento, á la flor de nuestra aristocracia y
-de nuestra elegancia, veraneando en Biarritz y vistiéndose en Bayona.
-
-En España no hay donde veranear á gusto. San Sebastián es demasiado
-ciudad para vida de veraneo, y las pequeñas playas carecen de todo
-«confort»... Es posible; pero, ¿faltan veraneantes porque faltan
-comodidades, ó faltan comodidades porque faltan veraneantes? San
-Sebastián y Biarritz no improvisaron hoteles, villas y casinos en
-espera de gente; fué la gente, prefiriendo esos, que eran pueblos de
-pescadores, y pasando por mil incomodidades en los primeros años, la
-que fué dando vida y comodidad á esos pueblos. Como ellos hay muchos en
-España, que pudieran rivalizar con las playas francesas y con la única
-de moda en España. Claro está que es más cómodo encontrarse con todo
-hecho y bien dispuesto que pasar fatigas y molestias de descubridores
-y colonizadores. Pero, ¡señoras y señores míos! El patriotismo no debe
-mostrarse sólo en caso de guerra, hay un patriotismo de la paz, tal vez
-más difícil y menos brillante, que consiste en una porción de pequeños
-sacrificios por parte de todos; pequeños sacrificios que hacen á las
-naciones grandes.
-
-Esos pequeños sacrificios, no tan penosos como labrar surcos, partir
-piedras ó sepultarse en minas, consisten para las clases pudientes
-y directoras en bien poco; en vestir algo más cursi unos cuantos
-años con lo de casa, para enriquecer á la industria y al comercio
-nacionales, y llegar á vestir con lujo y con gusto, sin necesidad de
-acudir para ello á Bayona y otras grandes capitales extranjeras; en
-conformarse con veranear modestamente en un modesto pueblecillo, para
-que vaya prosperando, y al cabo de unos años nada tenga que envidiar
-á esas encantadoras playas francesas; en aburrirse por algún tiempo
-benévolamente, como saben aburrirse los grandes señores, con nuestros
-novelistas, con nuestros autores dramáticos, con nuestros músicos, con
-nuestro pobre, pero bien intencionado arte, para que, animados nuestros
-modestos artistas con nuestra benevolencia, lleguen á sentirse grandes
-y capaces de producir grandes obras.
-
-Todo esto y algo más, por este orden, supone pequeñas molestias,
-ocultos sacrificios que no hallarán eco en las crónicas de sociedad
-ni harán figurar tanto nuestros nombres como las listas de las
-suscripciones benéficas y patrióticas. ¡Es tan fácil ser generoso y
-magnánimo y valiente, cuando todos nos miran! Lo difícil es serlo
-humildes y callados, en el anónimo de una obra donde sólo se lea un
-nombre: Patria.
-
- * * * * *
-
-Todos los días y en los sitios más céntricos, saluda uno ó procura _no_
-saludar, aunque en Madrid á nada compromete el saludo, á conocidos
-carteristas, estafadores, _chanteurs_, jugadores de ventaja, etc. etc.;
-el que más y el que menos con una docena de causas pendientes y todos
-ellos paseándose en la más dulce libertad y sin desatender los negocios
-de su profesión, mediante fianza pecuniaria ó personal, prestada por
-algún conocido tabernero.
-
-Estas facilidades no rezan con el escritor procesado por delitos de
-pluma, que no fué falsificadora. Á éste no se le excusan rigores ni
-molestias. ¡Suprema voluptuosidad de unos Nerones de poquito!
-
-No están los tiempos para hacer de tigres y se contentan con ser
-chinches. Porque toda esa rigurosidad, cuando en la conciencia de
-todos está que, por muy excepcionales que sean las circunstancias,
-no puede ser delito un mes al año, lo que no debe serlo nunca, no
-pasa de ser... chinchorrerías. Gusto de poder decir á cuatro amigos,
-frotándose las manos de gusto: Para que vean cómo las gastamos. ¡Que se
-fastidien!
-
-Sí que saben ustedes fastidiar, pero ¡si ustedes vieran que no es por
-eso!
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXXI
-
-
-Impacientes por recibir una ovación, los autores de la obra
-representada, con mejor éxito para la interpretación que para la obra,
-han querido aprovechar un aplauso arrancado por los intérpretes, para
-dar la obra por terminada; cuando en realidad, sólo estábamos en un
-final de acto. Ya nos disponíamos todos á regocijarnos con el fin de
-fiesta, cuando por orden superior ha vuelto á levantarse el telón con
-gran descontento de algunos impacientes. Todo por no haber rehusado
-modestamente los autores, aplausos prematuros, como es uso y costumbre,
-con la consabida fórmula: Los autores suplican al público reserve su
-juicio hasta la terminación de la obra. ¡Poco seguros deben de estar
-de su éxito personal, cuando tales impaciencias revelan! Gracias á que
-el público es bonachón de suyo y está ya resignado á todo, pero no
-es bueno jugar con él á este tira y afloja, porque cuando menos se
-espere, pudiera tirar las butacas al escenario.
-
-Todos confiamos en que el éxito será brillante, aunque la obra no dé
-grandes rendimientos. Pero aquí se trabaja por el arte. Cuando todo
-esté apaciguado, nosotros sostendremos un ejército de ocupación,
-los ingleses y los franceses explotarán las minas, y los alemanes
-explotarán á todos, vendiéndoles sus géneros. Nuestros capitalistas
-continuarán prestando al Estado y á los particulares en buenas
-condiciones, los trabajadores continuarán emigrando y no hacia el Rif,
-precisamente, porque serán tan torpes que no se habrán dado cuenta
-todavía de que nuestro porvenir está en África, como dijo la buena
-reina Isabel la Católica, que no sabemos por qué empeñaría sus joyas
-para descubrir América.
-
-Está visto que nuestra historia es una lamentable serie de
-equivocaciones, y mientras apuntamos al pájaro que está en el aire,
-dejamos escapar al que teníamos en la jaula.
-
- * * * * *
-
-Las _sufragitas_ de Londres son unas fieras y no reparan en gasto
-ni sacrificio para salirse con la suya. Encarceladas las más
-recalcitrantes, decidieron dejarse morir de hambre, para que su muerte
-pesara siempre sobre la conciencia de los hombres, sus perseguidores,
-políticos, se entiende, que de perseguirlas en otro orden de ideas, no
-serían ellas las que se dejaran morir de hambre.
-
-Ello es que los médicos y empleados de la cárcel, se vieron precisados
-á violentarlas--en el mejor sentido de la palabra,--echándolas de comer
-como quien ceba pollos. Y ahora ellas protestan como un solo hombre
-contra ese atropello en tan mala forma. ¡Si el atropello hubiera sido
-integral! Lo que dirán ellas: No sólo de pan vive el hombre, y la mujer
-mucho menos. Pero el hombre es bárbaro y tiránico hasta cuando quiere
-ser compasivo. Las atraca para no dejarlas morir de hambre material
-y grosera, y no repara en otros ayunos más espirituales, que acaso,
-remediados á tiempo, hubieran evitado la excitación política de esas
-denodadas mujeres. Pero el hombre, bárbaro y tiránico para esos ayunos
-espirituales, sólo tiene una despectiva frase: Á falta de pan buenas
-son tortas. Y esto lo saben bien las _sufragitas_.
-
-Y ¿por qué no conceder á las mujeres todos los derechos, civiles y
-políticos? Aunque ellas con uno solo se contentarían y mejor si era de
-los civiles.
-
- * * * * *
-
-Como los teatros serios aun no han inaugurado su temporada, y los
-semiserios ofrecen tan pocas novedades, el público llena los salones
-de _varietés_. Por poco dinero se siente uno sultán de un sin fin
-de odaliscas dispuestas á divertirle con danzas y canciones. Cierto
-que las hay del tiempo de Muley el Abbas, pero con las luces y el
-colorete, y considerando la eternidad del tiempo, aún dan su golpe.
-¡Ojalá!--pensarán algunos de los contemporáneos al contemplarlas--que
-uno pudiera darlo lo mismo.
-
-Los estudiantes, recién llegados para emprender sus tareas del curso,
-acuden presurosos á iniciarse en los placeres de estos paraísos
-artificiales, y desde luego empiezan á tomar apuntes.
-
-Los tangos y los garrotines se suceden, y lo que es peor, se parecen.
-La juventud relincha y patea, la formalidad se congestiona, los
-acomodadores están pálidos y ojerosos. Las odaliscas se deshacen por
-complacer al público, y lo mismo sonríen á un aplauso que á una
-grosería; allí todo es lo mismo. Lo que ellas dirán, parodiando al
-torero: Mas grosera es el hambre.
-
-Alguna vez pasa una ráfaga de belleza ó de arte, y el público guarda
-respetuosa compostura. Para que el público respete hay que empezar
-por respetarle... pero en seguida vuelve el garrotín, vuelve el
-tango, vuelve la canción grosera y las patadas y los dicharachos, y
-un matrimonio de burgués aspecto que, sin duda, entró allí por ver de
-todo, se levanta antes de que termine el espectáculo y sale presuroso.
-
---Ese señor se lleva á su señora. ¡Si no la trajera á estos sitios!
-
---Pero, ¿usted cree?--dice otro mejor informado.--Si es ella la que le
-trae á él, y es ella la que se le lleva... Y es un matrimonio que se
-lleva muy bien.
-
---Ya lo creo. Aplicado así el _cine_ es un espectáculo moralizador y
-reconstituyente.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXXII
-
-
-Hay algo más triste para el escritor que no ser leído: ser
-mal interpretado. Un anónimo comunicante, persona de gran
-inteligencia--esto no lo encubre el anónimo,--me censura por no mostrar
-grandes entusiasmos bélicos. Con la lectura de anteriores artículos
-podrá convencerse de lo contrario. Fuí de los primeros en censurar
-el _sanchopancismo_ que huye de las aventuras como del agua fría
-gato escaldado. ¡Sí, que soy yo autoridad para burlarme del espíritu
-aventurero, cuando casi no me queda por correr más aventura que la de
-meterme fraile! Todos los peligros y contingencias que mi comunicante,
-con gran acierto, preveía para España de no haber aceptado la guerra
-del Rif, son para mí evidentes, y siento no poder publicar su carta,
-pues, sobre todo en lo que se refiere á la cuestión de Cataluña, es de
-una clarividencia profética.
-
-Lo que yo lamentaba no es la guerra, sino la ineficacia de sus
-resultados. Nos falta idealismo del mejor, que es el idealismo
-práctico. Triunfaremos en el Rif con las armas y no triunfaremos con
-el espíritu, y sin él todas las ametralladoras, escuadras y soldados
-del mundo son inútiles. Después que las armas y la sangre vertida nos
-hayan abierto el camino, ¿irá allí el dinero que duerme en nuestros
-Bancos, esperando la buena hipoteca ó el buen empréstito que venga á
-despertarlo? ¿Irá nuestra industria? ¿Irá nuestro comercio? Lo difícil
-no es emprender, sino persistir. Delante Don Quijote
-
- con su adarga al brazo todo fantasía;
- con su lanza en ristre, todo corazón,
-
-como canta Rubén Darío; pero detrás Sancho, con sus buenas alforjas y
-su manso rucio, á gobernar las ínsulas ganadas por su amo, con buen
-juicio y mejor sentido. Y ¡quiera Dios que algún Tirteafuera de por
-esos mundos diplomáticos no deje caer su varita privativa al primer
-bocado! Por lo demás, muy agradecido á mi comunicante por su cortés
-misiva.
-
- * * * * *
-
-Hay quien reniega de toda blandura con el enemigo y pide guerra de
-exterminio. ¿Exterminio de qué? Porque no es tan fácil exterminar una
-raza, y exterminarla á medias es dar vida perdurable al odio, y medio
-pueblo con odio vale por un pueblo entero.
-
-Los ejemplos históricos de la guerra sin cuartel no son de lo más
-convincente. Todavía sirve para espantar muchachos el recuerdo del
-duque de Alba en los Países Bajos; pero, ¿son independientes? Los
-rigores de algún general en provincias españolas, ¿han servido de algo?
-Recientes sucesos son la mejor respuesta. En Argelia y en Casablanca
-los franceses, y los ingleses en sus posesiones y en la última guerra
-del Transvaal, después de los primeros furores, ¿no tuvieron que
-pastelear dulcemente, como cualquier hijo de vecino?
-
-Dejemos el espíritu inquisitorial, único que hemos paseado por el
-mundo y así nos ha lucido el pelo. Dejemos de ser el país de las
-intransigencias feroces, donde no es raro oir, como oí yo á un buen
-señor, poseído de la mayor indignación.
-
---¡Quite usted! Al que hace eso, yo le mataba. Y ¿saben ustedes lo que
-hacía quien así se indignaba? Añadir un poco de agua á media jícara de
-chocolate. Figúrense ustedes; si á tan inocente porquería señalaba
-tan terrible pena en su código particular, ¿qué no sería en más graves
-asuntos? Yo salí aterrado del establecimiento lugar de la escena.
-
- * * * * *
-
-_Chantecler_, el más cacareante gallo de todos los gallos tapados,
-se apresta á la pelea. Las butacas para la _première_ se cotizan á
-cien francos.--Hay _premières_ de más importancia que no se cotizan
-tan alto; verdad que luego se encarece el precio en sucesivas
-representaciones.--Esta reflexión es de una _cocotte_, celosa de
-Rostand. Los palcos están _hors de prix_.
-
-De los Estados Unidos encargan localidades por lo que sea. Los que
-de mejor ó peor fe hacen el reclamo, y los que con absoluta buena fe
-protestan contra el reclamo, hablan de lo mismo y todo es reclamo. No
-parece sino que ese gallo es el mismísimo gallo de la Galia, que no
-cantó nunca más sonoro ni desde Vercingitorix á Napoleón el Grande, ni
-desde Ronsard á Víctor Hugo.
-
-Todo esto sería ridículo si no fuera simpático. No es de Rostand ni de
-su obra de lo que se trata, para los franceses, es de la supremacía
-del Arte francés, que ellos, con noble aspiración, quieren sobreponer
-al del mundo entero. Algo parecido á lo que hacemos aquí con el nuestro.
-
-Apenas alguno de nuestros escritores viaja por el mundo ó le piden
-noticias de otros escritores españoles (hay algunas excepciones), se
-arrea un formidable bombo á sí mismo, y á los demás los deja como para
-que nadie quiera saber de ellos. Así lee uno tan peregrinas cosas en
-esos libros de hispanófilos, al través de los cuales no es difícil
-descubrir al Pájaro Pinto ó Ninfa Egeria que apuntó nombres y adjetivos.
-
-Hay quien se cartea con medio mundo por el gusto de desacreditar al
-otro medio. De las obras de nuestros autores no se sabrá mucho por
-tierras extranjeras, pero de si Fulano maltrata á su señora y atormenta
-á sus niños, y si Mengano estuvo complicado en un escalo, eso, como en
-casa.
-
-Así es, que al primer escritor español que visita á un escritor
-extranjero, se le recibe con agrado; pero cuando llega el segundo...
-encierra la plata. El primero dejó preparado el terreno á los demás, y,
-para que no cupiera duda de sus afirmaciones, se llevó unas cucharas.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXXIII
-
-
-Perdonen los jóvenes autores, que por varios periódicos y
-particularmente me han enviado una carta abierta, mi tardanza en
-contestarles. Falta de salud, no de buena voluntad, ha sido culpable de
-mi descortesía.
-
-Cuenten ustedes con que no han de hallar en mi respuesta ni desdenes ni
-adulaciones. Tienen ustedes mucha razón de su parte, pero no toda la
-razón; por lo menos, en los medios que quisieran ustedes emplear para
-imponerla.
-
-Aun las dificultades para darse á conocer un autor son muchas, no lo
-niego, y no pretenderé consolarles con la consideración de que son
-ahora mucho menores que en mis tiempos, con el recuerdo de luchas y
-amarguras propias, con el sinnúmero de obras que yo hube de escribir
-antes de lograr que se representara una, no la mejor, de las que tenía
-escritas, que alguna fué después también representada con mejor éxito
-que la primera. Todo esto que digo pudiera ser consuelo, pero no
-remedio, y como dice Brabancio en «Otelo»: Nunca se curaron heridas
-del corazón con emplastos para los oídos. Ustedes hablan por su
-herida y es justo acudir á ella con algún remedio práctico. Este sólo
-puede consistir en buena voluntad por parte de todos; de ustedes en
-primer término, trabajando con fe, con entusiasmo, sin desmayar por
-la primera, ni la segunda, ni muchas obras rechazadas. Todo llega á
-su hora, cuando debe llegar. ¡Si ustedes supieran cuántas veces me he
-alegrado después de no haber empezado demasiado pronto!
-
-Las empresas, dicen ustedes, no admiten obras de los desconocidos;
-desconfían de ellas. No obstante, en estos cuatro ó cinco años últimos
-ha aumentado la lista de autores seguramente en doble número que en
-cualquier período anterior de veinte años. Esto prueba mayor fecundidad
-ó mayor consumo; de cualquier modo, mas facilidades. Las empresas no
-temen tanto los fracasos posibles como los falsos éxitos. He aquí
-la plaga que todos debemos combatir. Los estrenos con el teatro
-lleno de amigos y abarrotado de _claque_; la crítica abrumada de
-recomendaciones. Nuestra crítica es con exceso benévola; de ahí que
-alguna, vez, cuando deja de serlo, parezca injusta. El público, cansado
-ya de ver obras muy aplaudidas y muy celebradas que no corresponden á
-sus esperanzas, acaba por no acudir ni á los estrenos como la firma del
-autor no le dé alguna garantía. Teatro ha habido que bien pudo poner en
-sus puertas: «Cerrado por éxitos». Todas las obras eran ovacionadas y
-ninguna daba dos reales. Esto hace á las empresas huir de los estrenos
-y preferir el repertorio, de no contar con obras de alguna garantía,
-siquiera para que el público acuda al estreno. Hay autores que se
-contentan con esta _gloriola_ del parecer y no ser, y salen á escena
-tan satisfechos, sabiendo que todo el teatro ha sido regalado por ellos
-y que las críticas ó sencillas gacetillas del día siguiente les ha
-costado mas pasos y mas recomendaciones que trabajo les costó componer
-la obra.
-
-Y ¡pobre empresario si ante el vacío de los días siguientes se decide
-á retirar la obra!--¡Cómo! ¡Un éxito de público y de prensa! ¡Y la
-obra tal que fué pateada sigue en el cartel todavía!--¿Qué quiere
-usted?--protesta el empresario.--La gente viene á verla.--Ellos no
-comprenden que de un pateo del público verdadero pueda salir una obra
-con más vida que de los aplausos de un público amañado.
-
-Verdad en los estrenos; equidad en la crítica. He aquí la mejor
-garantía para las empresas. Limítese el número de billetes de autor,
-suprímase la _claque_, si es posible, y déjense de recomendaciones para
-la crítica. ¡Una friolera! Dirán ustedes. No es tan difícil el remedio.
-Bastaría con que la Sociedad de Autores publicara el ingreso verdad de
-cada estreno y las empresas el número de localidades regaladas. Á mí no
-me duelen prendas.
-
-Ya es más difícil y atentatorio á la libertad de los empresarios,
-dueños de un negocio, imponerles la obligación de estrenar ó de no
-estrenar obras de determinados autores. En primer lugar, ¿dónde
-empieza, y sobre todo, dónde y cuándo acaba lo que ustedes llaman
-_firmas_? Y suponiendo que los autores se dividieran en categorías y
-solo pudieran estrenar en los teatros de categoría correspondiente,
-¿cómo impedir las representaciones de obras del repertorio, que serían
-obstáculo á los noveles, lo mismo que los estrenos de _firmas_?
-
-No puede decirse tampoco que éstas han abusado de un perfecto derecho
-á estrenar en los _cines_. Ni podrá suponerse que ha sido por idea
-de lucro. Cualquiera de las obras estrenadas en ellos, en teatros de
-mayor categoría les hubiera producido cuatro veces más en menor número
-de representaciones. Estoy seguro de que algunos de estos escritores
-de firma no han llevado más idea que la de complacer á un empresario
-ó á un actor amigo; la de favorecer con la mejor voluntad á un género
-de teatros populares que merece toda simpatía. Es injusto acusar de
-egoísmo ni de pretensiones de monopolios á estos autores. Cada uno de
-ellos recomienda por lo menos cinco ó seis obras de autores noveles por
-temporada.
-
-Mucho más diría á mis amables y simpáticos comunicantes si no temiera
-entrar en particularidades poco interesantes para el público.
-
-Tengo mucho gusto en ponerme á su disposición para hablar más
-largamente de este asunto y perdonen si la contestación no fué del todo
-á gusto suyo. Ya empecé diciendo que no hallarían en ella ni desdenes
-ni adulaciones.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXXIV
-
-
-Si en España no pensara una el bayo y otra el que lo ensilla, y el
-bayo mejor que el palafrenero, en poco hubiera estado no tener nuestro
-poquito de asunto _Dreyfus_, con su guerra civil _ideal_, al grito de
-¡Patria, patria! de una parte, y de otra al de ¡Humanidad, humanidad!
-Por fortuna, ó por desgracia, no hay asunto que nos interese más de
-cuatro días, y á las cuestiones ideales se sobreponen las personales,
-que son las que más nos preocupan. Todo cede ante el interés de los
-nuevos nombramientos. La designación de un gobernador importa más que
-nada; dentro de poco las elecciones, y vamos viviendo.
-
-En el extranjero, aunque en apariencia parezca un disfavor, nos hacen
-el favor todavía de juzgarnos fanáticos luchadores por las ideas... Sí,
-sí; ¡buenas ideas nos dé Dios! ¡Personas, personas y personas! como
-diría Hamlet, si hubiera nacido español. Somos realistas, en el sentido
-filosófico de la palabra. Aquí las personas no son símbolo de nada,
-sino de su persona misma. Se dirá que hay pocas personas capaces de
-elevarse hasta el símbolo. Pero, no; son creyentes los que faltan, no
-son santos. Con un poco de devoción no es difícil levantar altares.
-
-Ahora, digamos: ¿Por qué siendo el pueblo más indiferente en todo, en
-Religión, en Política, en Arte, nos damos traza para parecer á los
-extraños un pueblo intolerante y fanático? ¿Es todo desconocimiento
-de los extranjeros, ó no habrá algo de culpa por nuestra parte? Esto
-es lo que debe interesarnos más que todos los dimes y diretes de
-casa y de fuera de casa. ¿Por qué somos una cosa y parecemos otra? Ó
-¿es que nosotros mismos no nos damos cuenta de lo que somos ni de lo
-que parecemos? Es lo que importa averiguar. Nada más triste que la
-inconsciencia para los pueblos y para las personas. Fanáticos por una
-idea, tuerta ó derecha, todavía podemos parecer grandes; inconscientes
-de todas, sólo podemos parecer ridículos.
-
- * * * * *
-
-¿Quién había de decirnos, pocos días antes que, en esta próxima
-conmemoración de los difuntos, nuestro más fervoroso responso
-sería por el partido conservador? ¡No somos nada! Á bien que los
-conservadores podrán consolarse con la idea de que en este país no se
-puede ser cosa mejor que difunto. Por algo, entre nosotros, tiene su
-conmemoración tanto de fiesta pagana, con su bulliciosa visita á los
-cementerios, el vistoso adorno de sepulturas, sus buñuelos de viento
-y sus representaciones del «Tenorio», á modo de auto sacramental, más
-regocijado que severo. Tierra de un glorioso pasado, nuestro mayor
-consuelo está en los muertos. Hay quien llora todavía por Felipe II, y
-quien suspira por no haber conocido á Doña Juana la Loca.
-
-Al político joven y bien intencionado se le abruma con el recuerdo de
-Cisneros, y al escritor novel se le aplasta con la balumba de nuestra
-literatura clásica. Inútil escribir después de Cervantes; vano esfuerzo
-pintar después de Velázquez.
-
-Lo que puede uno hacer de más provecho es... hacerse el muerto.
-Esto es lo que acaso no comprende el partido conservador, que ahora
-quiere mostrarse más _vivo_ que nunca. ¡Gran desconocimiento de sus
-intereses! La agitación de tantos años de mando no puede por menos de
-haber alterado su organismo. Nada mejor que el reposo y el silencio.
-Es el mejor sistema curativo para la neurastenia. Crean en mi consejo
-desinteresado: cuanto más quietecitos y más muertos parezcan, más
-pronto lograrán nuestra admiración. Los vivos molestan á todo el
-mundo. Los muertos sirven para que medio mundo moleste al otro medio,
-recordando las virtudes de los difuntos. Procuren sacar todo el partido
-posible de su papel de muertos, que es el más airoso en esta tierra de
-los recuerdos... y de los olvidos fáciles. Ellos deben saber mejor que
-nadie cómo una corona de difunto puede convertirse en aureola.
-
- * * * * *
-
-Entre todos los personajes de nuestro teatro ninguno despierta tanta
-simpatía como Don Juan Tenorio. Ningún otro podría soportar la
-periódica reaparición con tanta seguridad de aplauso. ¡Es tan español
-este Don Juan, de Zorrilla, de quien hay que creer en empresas y
-amoríos, más por lo que dice que por lo que hace, como á casi todos
-nuestros políticos!
-
-Y de un pueblo que adora á Don Juan, ¿no podrá decirse como á él mismo
-su amada: «Con Don Juan te salvarás ó te perderás con él?» Confiemos,
-como Don Juan, en la infinita misericordia divina que le abrió las
-puertas del cielo, no por sus acciones, seguramente, sino por los
-bellos versos en que supo decirlas. ¿Por qué no han de pesar tanto en
-la justicia divina las bellas palabras como las buenas obras?
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXXV
-
-
-Quien llamó á París _Cabotin ville_ ¡vaya si supo ponerle nombre! Todo
-en ella reviste aspecto teatral, y no es extraño que los comediantes de
-París sean, si no los más artistas, los más actores del mundo; porque
-en todo parisién hay un comediante nato, y en toda parisiense ¡no se
-diga!
-
-El proceso Steinheil es en estos comienzos de temporada, la
-pieza de mejor éxito, y lo será, por lo menos, hasta el estreno
-de _Chanteclair_. Sólo Rostand puede competir con esa admirable
-artista hembra, que es á la vez autora y actriz en la interesante
-obra representada. Hay que convenir en que cuenta con inteligentes
-_partenaires_ para darle la réplica, y el público, por su parte,
-interviniendo en la acción, como el coro en la tragedia griega,
-contribuye á sostener el interés de la enredada trama, que para sí
-quisieran todos los escritores _rocambolistas_ y _sherlockholmistas_
-que en el mundo han sido.
-
-Difícil será para los magistrados desenlazar la obra á gusto de todos,
-y de condenar á la protagonista, todos podrán exclamar con ella misma,
-y con mayor razón que Nerón: ¡Qué artista pierde el mundo! He ahí
-una mujer que no pudo ó no supo acertar con su camino. En el teatro
-hubiera llegado á _socia_ de la Comedia Francesa. No le hubiera servido
-de poco, aparte las condiciones artísticas, su mano izquierda... ó
-su derecha ¡vaya usted á saber! con personajes políticos de talla.
-Obligada á emplear sus condiciones dramáticas en la vida, quizás el fin
-de su carrera sea lo más desastroso.
-
-Eso sí; lo de _socia_ no se lo quita nadie, y de la mejor sociedad.
-
-De lo que han sido privadas las elegantes, con el rigorismo del
-presidente no permitiendo la entrada á las señoras, es de saber á
-qué atenerse respecto al último figurín para vistas de procesos
-sensacionales ¡Cuánta exquisita _toilette_, dispuesta para la ocasión,
-habrá quedado en esos roperos! ¡Infeliz señora; tan odiada por unos,
-tan compadecida por otros... y tan envidiada por todos!... Porque
-¡vaya si se ha divertido en este mundo! Y eso será lo que acaso no la
-perdonen, aunque su inocencia quedara demostrada.
-
- * * * * *
-
-Supongamos que en cualquier parte del mundo se hubiera estrenado una
-obra póstuma de tan gran artista como el maestro Chapí, y así hubiera
-sido esa obra--y no lo es ésta--lo mas endeble é insignificante, ¡con
-qué respeto no hubiera asistido el público á la representación! El
-nuestro no lo entiende de esa manera y dió un lamentable espectáculo
-en el estreno de _El diablo con faldas_. Y eso con una obra que era
-de su agrado. Y es que esos _cines_ del garrotín y de la machicha
-son grandes centros de cultura, y hay espectador que si no berrea y
-patea y relincha y suelta cuatro palabrotas, se figura que no se ha
-divertido, y cuando asiste á otros espectáculos cambia de lugar, pero
-no de costumbres. Si el glorioso músico español, que tanto padeció
-en vida de esas irrespetuosidades de nuestro público, pudo, desde la
-región _donde asiste eternamente_, contemplar el estreno de su última
-obra, ¡qué satisfacción la suya haber abandonado este pequeño mundo!
-Cuando espera todavía la iniciativa para erigir un monumento que
-dé testimonio á la posteridad, no de su gloria, pero sí de nuestra
-gratitud, ¡pateo, protestas, groserías!... ¿Es que ya no se perdona la
-gloria ni á los muertos?
-
- * * * * *
-
-Yo, que este año me sentía un poco muerto, con tantos honores. ¡Hay
-años felices! Un teatro con mi nombre. Ustedes no saben el efecto que
-produce ir por la calle y oir de pronto á unos señores que dicen:
-¿Vamos á Benavente esta noche? ó ¿Qué _echan_ hoy en Benavente? Yo
-procuro, por no hincharme de vanidad, suponer que se refieren á
-Benavente, provincia de Zamora; pero... vamos, me siento cadáver.
-
-Además, mi retrato en el saloncillo del teatro Español. Gracias mil á
-sus amables directores; gracias también á Juan Antonio Benlliure, y
-más agradecido á todos, si ya que, por aquello de «los últimos serán
-los primeros», se acordaron de mí para anticiparme en vida este honor,
-no tardan en aumentar la galería con otros retratos que allí faltan,
-y que yo soy el primero en echar de menos, y mucho más cuando el mío
-sobra--Sellés, Galdós, Dicenta,--y sólo nombro á los que son anteriores
-por orden cronológico en la historia del Teatro Español. Sólo en la
-seguridad de que más se atendió á facilidades de ejecución, por mis
-muchas desocupaciones, puedo aceptar una primacía que de ningún modo
-me corresponde. Y si alguien lo juzga falsa modestia, no sabe que yo
-tengo una vanidad tan grande que está por encima de esas vanidades. Yo
-quisiera ser cien veces mejor autor dramático de lo que soy, y ser, sin
-embargo, el peor de todos entre cien autores más que honran el Teatro
-Español. ¡España sobre todo y sobre todos!
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXXVI
-
-
-El sentido moral indignado sería muy respetable si se indignara á
-tiempo y con absoluta justicia. Por ejemplo: con tantos malos maridos
-y peores padres como andan por todas las esferas sociales; con el
-que vive á costa de su mujer ó de la ajena; con el que no repara en
-transmitir á sus hijos dolorosa herencia de enfermedades, por lograr
-su bienestar con un matrimonio conveniente; con el funcionario torpe
-ó prevaricador; con el adulterador de substancias alimenticias; con
-el usurero sin entrañas; con el explotador sin conciencia... En todos
-éstos podía emplearse mejor esa indignación derrochada por ligeros
-indicios contra mujeres indefensas, siempre respetables. La descortesía
-masculina sería disculpa en este caso, y en otros parecidos, de lo
-mismo que con ella pensaban castigar. Si así son los hombres, se
-comprende que toda mujer de sentimientos delicados procure evitarlos.
-De estas cosas, como de la influencia clerical en el espíritu de las
-mujeres, como de todos sus extravíos, tiene siempre la culpa el hombre,
-por su grosería ó por su indiferencia. La mujer necesita una fe, un
-apoyo, una creencia en algo, humano ó divino. Si el hombre renuncia á
-ser el sacerdote de su casa, en doctrina y en ejemplo, ¿cómo impedir
-que la mujer acuda á otros altares, paganos ó cristianos? La mujer
-que acude al hombre de su cariño en demanda de ayuda y consejo y le
-oye contestar desalmado: «¡Déjame en paz! ¿Qué entiendo yo de eso?
-¡Cosas de mujeres!» ¿No se sentirá desligada de él para siempre, por el
-corazón y por la inteligencia? «¡Gran cosa es entender un alma!»--dijo
-Santa Teresa.--Mientras los hombres ignoren el alma de la mujer,
-¿pueden quejarse de que ella busque ser entendida? Por algo la Iglesia
-católica, gran conocedora de la psicología femenina, viste con traje
-talar á sus ministros. Sabe que sus mejores conquistas espirituales
-son las de las mujeres que llegan desengañadas de los pantalones.
-El confesor no dice nunca como el marido: «¿Qué entiendo yo de eso?
-¡Cosas de mujeres!» El entiende de todo. Por eso domina sobre nuestras
-mujeres. No le culpen los hombres, ni las culpen á ellas; cúlpense á
-sí mismos, y no se quejen de que el sacerdote llegue á ser padre de
-familia, cuando ellos no supieron ser los sacerdotes de su casa.
-
- * * * * *
-
-De todos los problemas que deben solicitar la atención de nuestros
-gobiernos, ninguno tan urgente, tan necesario como el aumento de
-sueldos. Existe una desproporción monstruosa entre el aumento de
-necesidades en la vida moderna y la mezquindad de los sueldos; aun
-los que parecen más excesivos por comparación con los inferiores. No
-hay derecho á exigir solicitud, diligencia, ni siquiera honradez, á
-servidores que carecen de lo necesario y han de aparentar lo superfluo.
-
-Y mientras tan urgente resolución alcance á todos, me dirijo á la
-noble inteligencia y al gran corazón del nuevo director de Correos,
-señor Francos Rodríguez: ¿No cree de justicia--no he de invocar la
-compasión con tan recto espíritu--el aumento de retribución á los
-peatones de Correos, verdaderos parias entre los servidores del Estado?
-Todo el que haya residido algún tiempo en lugares donde estos humildes
-depositarios de tantos intereses prestan sus penosos servicios,
-sentirán que nada más justo ni más urgente. Y después... ¿olvidarán á
-los maestros y á toda esa clase media burocrática, tan desdeñada, que
-nunca se declaró en huelga, ni alarmó con manifestaciones, ni tiene su
-Primero de Mayo, ni sus sociedades de resistencia, ni una lujosa casa
-donde congregarse?
-
-Los gobiernos, demasiado preocupados con los que pueden hacer alarde
-de fuerza, se preocupan muy poco de los que sólo pueden hacer alarde
-de debilidad. Es preciso fortalecerlos, siquiera para contar con
-aliados el día de la gran batalla; porque al chocar de dos fuerzas
-contrarias y poderosas, nadie sabe lo que puede influir de un lado ó de
-otro la indiferencia de los neutrales que, cruzados de brazos, con la
-impasibilidad de la desesperación, exclamen: «¿Y á mí, qué?» Hay que
-procurar que todos tengan un por qué para luchar por algo.
-
- * * * * *
-
-El pueblo madrileño no ha podido demostrar sus simpatías al pueblo
-hermano en la representación visible de su monarca. Comprendo la
-difícil situación de un gobierno que, si peca de confiado, puede
-incurrir en grandes responsabilidades, y si peca de previsor desagrada
-á todos, quizás á los mismos con tan excesiva solicitud guardados.
-Los tiempos no están para excesivas confianzas; acaso tampoco para
-excesivos recelos. Lo mejor en estos casos es dejar algo en manos de
-Dios, ya que los ojos de la policía no pueden estar en todo, y algo
-también al corazón del pueblo, que siempre responde á toda confianza, y
-á quien siempre ofende todo recelo.
-
-¡Triste cosa es que el temor á un loco ó á un malvado haya impedido al
-rey de Portugal conocer al pueblo madrileño! En cambio habrá conocido
-mejor nuestra política. Cuando tantas precauciones hay que tomar--se
-habrá dicho,--no hay duda, por aquí ha pasado un Juan Franco. En
-efecto, señor. Esperemos que vuestra majestad vuelva á visitarnos
-cuando ni en España ni en Portugal quede sombra de estas pesadillas.
-Sólo en los pueblos verdaderamente libres pueden pasear los reyes
-libremente. Ahora os lo podrá decir el rey Eduardo.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXXVII
-
-
-¿Se acaba la guerra? ¿No se acaba? ¿Se acabó ya? Todo hace esperar y
-creer que sí; sólo algunos espectadores del antiguo régimen echan de
-menos un final de efecto; alguna gran batalla decisiva; una apoteosis
-con bengalas y desfile general, como en zarzuela de espectáculo. No
-tienen en cuenta que la guerra moderna no admite esos finales de efecto
-preparado. Ya no son posibles caballos de Troya, buen cuadro final de
-una empeñada guerra; ni el asolamiento de ciudades y reinos, ni la
-cautividad de pueblos enteros. Hay que contentarse con un desenlace
-modesto, y es de notar que ahora les parece poca guerra á muchos de
-los que antes les pareció demasiada, y hubieran renunciado á todo
-por no vernos metidos en aventuras. No á ganar más, sino á conservar
-lo ganado debemos aspirar todos, y á que la gloriosa sangre vertida
-no sea infecunda, y esa será la mayor gloria de los que sucumbieron.
-Señores capitalistas españoles: ya que no sea todavía ley el servicio
-obligatorio para vuestros hijos, se impone el servicio obligatorio para
-vuestro dinero.
-
- * * * * *
-
-De ser cierto lo que se murmura, el solar de la Zarzuela viene á
-ser como símbolo del solar de España. De una parte, los autores y
-músicos españoles pretenden reivindicar su dominio, como de propia
-casa solariega; de otra parte, una poderosa Compañía de electricidad,
-símbolo de la ciencia y de la vida modernas, pretende hacerlo suyo, y,
-por último, otra poderosa compañía, símbolo de obscurantismo, según
-muchos--aunque no es tan negro el cuervo como sus alas, y si de cerca
-se advierte, más que de cuervo tiene de cuco el pájaro,--aspira también
-á levantar una de sus mansiones, que algunos verían complacidos, como
-monumento expiatorio. ¿Quién vencerá? ¿El Arte? ¿La Ciencia? ¿La ola
-negra? ¡Admirable asunto para un poema simbólico! Me recuerda la
-explicación que daba un pintor, de más colores que luces, á la alegoría
-de un gran techo pintado por él, en un edificio consagrado á la
-enseñanza: «De una parte los murciélagos del obscurantismo, huyendo de
-la luz; de la otra, los papagayos de la libertad, _personificando_ el
-descubrimiento de América».
-
-Debemos desear que, en esta lucha de Compañías, triunfe la que
-representa el Arte lírico español, más necesitado que nadie de templos,
-y, á no poder ser otra cosa, de capillas en que ofrecerle culto. Las
-Compañías de electricidad no necesitan un sitio céntrico; las otras,
-menos; tienen un público fiel que va á buscarlas, aunque sea al
-extrarradio. Todos sus parroquianos tienen coche propio y automóvil.
-
- * * * * *
-
-En la _Carmen_, de Merimée, como en la ópera de Bizet, inspirada en la
-novela, se sobreponen la pasión y la vida; verdad humana, á la verdad
-local; que, en este caso, debiera ser española y lo mismo pudiera ser
-japonesa, como en la _Butterfly_, de Puccini.
-
-Esta funesta Carmen, con el contoneo de sus caderas, sus toreros,
-sus contrabandistas, sus trabucos y sus navajas, ha sido la mayor
-contribuyente á la representación de esa España de pandereta, tan
-impresa en el extranjero, que nos señala como un pueblo aparte de
-Europa.
-
-Una gran artista española se atiene, en la interpretación de Carmen,
-á la verdad del novelista y del músico. Es el deber de todo artista
-intérprete. La Carmen de Merimée y de Bizet es ésa. La mujer española,
-la andaluza en particular... ¿Son así? De ningún modo. Justamente
-en España, la mujer meridional es mucho más reservada, más casta en
-sus manifestaciones amorosas, que la mujer del Norte. Ninguna menos
-provocativa, como no sea por su propia belleza, que la mujer andaluza;
-ninguna que, aun muy bajo caída, guarde siempre más esquivos pudores.
-
-Yo he visto bailadoras sevillanas que, en sus momentos de reposo,
-evocaban más el recuerdo de las vírgenes de Murillo que el de la Carmen
-de Merimée.
-
-El baile andaluz, el verdadero baile andaluz, no el adulterado por
-escenarios franceses y españoles, es de un ritmo sacerdotal, religioso;
-como Romero Torres, pintor artista, lo representó en uno de sus cuadros.
-
-_Carmen_ es una calumnia más del extranjero. Un tipo de mujer que los
-franceses no debieron buscar en España para darle más realidad. Mucho
-más parecido á Mad. Steinheil, sin ir más lejos, que á cualquier mujer
-española. Pero, en fin, digamos como el duque de Glocester en el _Rey
-Lear_: «No he de sentir desliz que dió tan buen fruto». Por admirar á
-una gran artista española, tan admirable intérprete de esa calumnia,
-démosla por bien empleada.
-
- * * * * *
-
-Á propósito del _Rey Lear_. ¿No le parece á Enrique Borrás, único
-primer actor que _llena la escena de actor_, como en sus tiempos
-Valero, Rafael Calvo y Antonio Vico, que nos debe una interpretación
-de la tragedia de Shakespeare? Hay que agrandar y que engrandecer
-ese repertorio. Tan extraordinarias condiciones de actor no pueden
-limitarse al repertorio catalán; ni siquiera al castellano:
-Shakespeare, Ibsen, esperan su intérprete en la escena española.
-Ninguno como Enrique Borrás puede acometer esa empresa, que es de
-Arte... y de dinero.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXXVIII
-
-
-La Réjane, propietaria y empresaria del teatro que lleva su nombre,
-cansada de ver fracasar obras y obras, excepto _Raffles_, en que ella
-no tenía papel--otra contrariedad, capaz de entristecer el mejor éxito
-á una actriz directora,--ha discurrido convocar á la crítica, durante
-los primeros ensayos de las obras, para atender todos sus juicios y
-observaciones, y poder, con tiempo, reformar las comedias de acuerdo
-con ellos. De este modo, la obra sería de los críticos más que del
-autor, y, naturalmente, no habrían de meterse con ella al estrenarse.
-La crisis del teatro francés, acostumbrado á dominar en todo el mundo,
-es tan notoria, que empresarios y autores no saben como defenderse,
-y es natural que la Réjane, mujer inteligente, crea haber dado con
-la mejor solución. Pero, suponiendo que toda la crítica, ó una gran
-mayoría, por lo menos, fuera de una misma opinión respecto á las
-reformas, ¿no faltaría siempre el fallo inapelable del público, más
-que espectador, colaborador insustituíble en toda obra dramática?
-Difícil es explicar la causa: la psicología de las multitudes aún no se
-ha estudiado bastante; pero ¡es tan distinto el efecto de una comedia
-en la lectura ó ante un limitado auditorio, al que produce la misma
-comedia ante un público numeroso! Aun los que ya creyeron más seguro un
-juicio en el primer caso, sienten que la impresión es distinta, y no
-pueden substraerse á la influencia del público. En la lectura, en los
-ensayos, más que el efecto total de la obra, se aprecian el detalle, la
-finura de los trazos y de la observación. En las representaciones, todo
-esto se pierde, se funde en el conjunto, y el brochazo parece finísima
-pincelada, y la caricatura retrato, y lo más fuera de juicio, lo más
-encajado y, en cambio, primores de diálogos, sutilezas de observación,
-pasan inadvertidas.
-
-Sucede muchas veces con las comedias como con algunas telas, que por el
-revés tienen mejor vista, y es lo mejor que puede sucederles, porque
-lo cierto es que el público siempre ve el revés de las comedias. Por
-eso, el autor hábil debe cuidar el tejido de las dos caras: la una, de
-esmerado dibujo; la otra, de llamativos colorines.
-
- * * * * *
-
-Por los teatros madrileños han causado la natural alarma no sé qué
-nuevas disposiciones de la autoridad, que amenazan complicar la ya
-difícil marcha de los negocios teatrales. Son las tales disposiciones,
-á lo que se dice, de lo más arbitrario é injusto que darse puede, y
-las empresas, muy cargadas de razón, se aprestan á protestar contra
-ellas. Si no es que, dada la buena armonía que entre ellas reina, y la
-natural y española satisfacción de quedarse sin los dos ojos por el
-gusto de ver al vecino tuerto, no les lleva á pasar por todo, como en
-otros asuntos que les interesan: las representaciones de tarde, por
-ejemplo, en el extranjero teatro Real, que nunca estuvieron permitidas,
-con excepción de las fiestas de Navidad, y que tanto perjudican á los
-teatros nacionales.
-
-¡Dichoso país éste, en que gozamos de una Constitución y de Códigos
-que parecen garantizar todas las libertades y derechos individuales,
-para que después, cualquier tiranuelo de monterilla, entre ordenanzas,
-bandos y reglamentos de policía, deje Constitución y Códigos, derechos
-y libertades como para limpiarse las narices!
-
-Trátase, según parece, con este nuevo atropello, de reglamentar el
-número de localidades que han de venderse en contaduría y las que han
-de venderse en despacho; del precio y sobreprecio que ha de fijarse en
-días de moda ó de estreno. Como si cada uno, y tratándose de algo que
-no es artículo de primera ni aun de última necesidad, como el teatro,
-no fuera dueño en su casa, de vender cuándo, cómo y á quién mejor le
-parezca.
-
-Pero siempre fué achaque de nuestros gobernantes, altos y bajos,
-gobernar á gusto de sus amigos. Llega á casa de uno de ellos una señora
-amiga, muy sofocada:--¡Lo que pasa en este Madrid no pasa en ninguna
-parte!--¿Qué es ello?--le pregunta el señor de autoridad--Figúrese
-usted que yo quería ir esta noche al estreno de... ó á la inauguración
-ó á lo que sea. Mando esta mañana por localidades, y me dicen que
-no queda ninguna. ¿Ha visto usted qué abuso?--¡Escandaloso! ¡Esas
-empresas abusan del público! ¡Habráse visto! ¡Vender todo el teatro!
-Hay que poner orden en ello.
-
-Y ¡cataplúm!, al día siguiente _ukase_ á rajatabla para que á la buena
-amiga no vuelva á sucederle lo de quedarse sin billetes á la hora
-que le acomode ir por ellos. Las felicitaciones de los amigos bastan
-á compensar al señor autoridad de las pestes y maldiciones de los
-molestados por sus sabias y bien meditadas disposiciones.
-
-Como no se puede dar gusto á todo el mundo, es natural que se prefiera
-contentar á los amigos. Bien vale la pena de que los empresarios,
-pudiendo vender sus localidades anticipadamente, tengan la galantería
-de reservarlas para que, cuando á la buena señora amiga se le ocurra ir
-al teatro, tenga dónde escoger.
-
- * * * * *
-
-El divino Emperador de Alemania, en su deseo de fomentar por todos los
-medios la cría y reproducción de sus súbditos, se compromete á ser
-padrino del octavo hijo que se digne tener cualquier matrimonial pareja
-de su Imperio. ¿Cómo han de oponerse sus leales súbditos á tan amable
-«Creced y multiplicaos», de tanta fuerza como el divino precepto? Ya me
-figuro á los matrimonios alemanes empeñados en esta especie de juego
-de la siete y media ó la treinta y una. Cuando una señora, cansada ya
-de juego tan poco divertido para ella, se atreva á decir con cuatro
-ó cinco: «¡Me planto!» Su marido replicará furioso: «¡Cómo! ¿Vas á
-plantarte en tan buen punto?» Carta, señora. ¡Hay que abatir con ocho!
-¡Cualquiera renuncia al honor de llamar compadre al Emperador!
-
-Estas naciones montadas militarmente, y en las que todo ha de estar
-montado por el mismo orden, son un puro contrasentido. Por un lado,
-prohiben á los jóvenes contraer matrimonio mientras están sujetos
-al servicio militar; prohiben el matrimonio de los subalternos y
-dificultan el de los oficiales hasta cierta graduación y cierto sueldo.
-Y por otra parte, todo es achuchar á los ciudadanos pacíficos para
-que no se paralice la producción de soldados. ¡Cualquiera entiende el
-lío! Hay que contar también con que, ocupados en el servicio militar
-los campesinos más jóvenes y vigorosos, la producción de las tierras
-decrece, y hay menos probabilidades de que los recién nacidos puedan
-traer un pan debajo del brazo. Pero, ¿qué importa? Con que traigan
-brazos para coger el fusil de mayores, el Emperador se da por
-contento. Antes que en el campo de batalla hay que vencer al enemigo
-en lo que Góngora llamó «campo de pluma». Esto es lo que se llama
-la Nación armada, en paz y en guerra. ¡Oh! ¡Felices los matrimonios
-alemanes que, cuando ya estén más disgustados de la vida matrimonial,
-todavía continuaran en buenas relaciones con el consuelo y la
-satisfacción de complacer á su Emperador!
-
-Lo que decía aquel matrimonio que fué al teatro con sus chicos:
-«Nosotros no nos divertimos nada, pero los niños se han reído mucho».
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XXXIX
-
-
-La vida de sociedad, lánguida en otoño, estación de parada, renace
-con los rigores del invierno. Los turnos de moda en el Real, en la
-Princesa, en la Comedia, resplandecen de lujo y de elegancia. Para
-los que van y vuelven en coche, de los teatros y reuniones, Madrid es
-alegre. Para los noctámbulos callejeros hay algo más entre cielo y
-tierra de lo que suelen decirnos los revisteros de salones.
-
-La Escalerilla, los soportales de la Plaza Mayor, las puertas cocheras
-de calles poco frecuentadas, tienen también un público de abonados á
-diario: el público de todos los inviernos. Evocan horrores de campo de
-batalla los cuerpos tendidos, amontonados; y ¿qué son, sino bajas en la
-batalla de la vida? Unas por inutilidad física, otras por inutilidad
-moral; irredimibles muchos; algunos, tal vez, capaces de redención. Una
-noche y otra pasamos indiferentes ante ellos, porque las preocupaciones
-propias no dejan lugar á preocuparnos por los demás. Alguna vez,
-una clara espiritual nos predispone á la compasión, y dejamos unas
-monedas que alivian el frío y el hambre de una noche; pero ¡son tantas
-y tan largas las noches del invierno! Procuramos tranquilizar nuestra
-conciencia ó nuestro miedo, considerando la ineficacia de nuestra
-compasión individual. Las autoridades no debieran consentir esto,
-decimos, y todos asienten. ¡Es un horror!
-
-Las autoridades, en efecto, empiezan á preocuparse al principio de
-todos los inviernos, y siguen preocupándose hasta la primavera.
-
-Unos cuantos beneficios, unas cuantas raciones de sopa distribuídas,
-nos permiten creer que hemos hecho todo lo humanamente posible.
-¡Siempre ha de haber pobres y ricos! ¡Ese es el mundo!
-
-Hay asilos de noche; pero esa gente, sin duda temerosa de dar la cara á
-luz alguna, prefiere dormir á la intemperie. Ama la libertad con todos
-sus rigores. Tal vez sí; pero téngase también en cuenta que los asilos
-están todos en barrios extremos, y mucha de esa gente, que vive de las
-sobras del lujo, tiene sus negocios en el centro, y no le conviene
-alejarse tanto si ha de acudir, desde muy temprano, á sus empleos y
-negocios.
-
-Un asilo en cada distrito sería algo más práctico y más á vista de los
-ricos, que con mayor solicitud podrían acudir con mucho de lo que sobra
-en sus casas.
-
-Hay, lo sabemos, entre esa gente miserable, muchos indignos de
-compasión; si alguien puede ser indigno de compasión, y si el llegar
-á ese extremo, no fuera mayor motivo de ser compadecido. Pero ¿y los
-niños? ¿Qué culpa puede haber en los niños? Y mientras haya uno, uno
-solo que duerma al aire frío en estas noches crueles de invierno, ¿no
-es verdad que no tenemos derecho á vivir tranquilos, ni á llamarnos
-cristianos, ni á creernos civilizados?
-
- * * * * *
-
-Eduardo Marquina, el admirable poeta, no debe dejarse seducir por
-los que vuelvan á decirle, con el mejor deseo: Hay que hacer teatro,
-usted es un gran poeta, pero le falta á usted picardía teatral. ¡Hay
-que tener picardía! Y cuenta que el consejo es de quien, alguna vez,
-también se dejó seducir por complacencias y cayó en el mismo pecado.
-
-Á su hermoso romancero histórico «Doña María la Brava» nada le falta,
-y si algo le sobra es, justamente, lo que más habrán celebrado en él
-gentes expertas en teatros; las picardías teatrales. Para triunfar le
-hubiera bastado el ambiente histórico, de romancero popular, la noble
-figura de Don Álvaro de Luna, ambicioso de guerrear contra los moros
-por su rey y por su Castilla, y obligado á contiendas civiles, sin
-provecho y sin gloria. ¡Qué hermoso y claro símbolo de España!
-
-¿Por qué prefirió el poeta interesarnos con amores y asesinatos
-misteriosos? Yo, menos que nadie, le culpo; sé lo que influye en el
-artista más seguro y consciente esa preocupación de que el teatro es
-una cosa aparte.
-
-Créame el admirable poeta Eduardo Marquina: no se deje influir nunca
-por los que dicen conocer al público. El público es como las mujeres,
-sólo ama á quien le domina, aunque por el pronto parezca inclinarse á
-quien le halaga. Pero un poeta como Marquina no debe contentarse con
-ser el amante de una noche, sino el esposo de toda una vida.
-
- * * * * *
-
-Cuando empresas y autores y público padecemos á tantas señoritas de
-mejor ó de peor familia, que sin figura, sin condición alguna, y hasta
-sin vocación, se dedican al teatro, bien merece un aplauso excepcional
-la que, sin necesitar del teatro para nada, le ofrece por verdadera
-vocación todos los prestigios de su figura, de su talento y de su
-nombre ilustre. El éxito de Anita Martos, en su presentación, es de los
-que permiten toda sinceridad sin ampararse de la galantería. Tenemos
-una excelente actriz, y cuantos se interesan por el Arte dramático
-deben alentarla y sostenerla, no con el público y con la crítica, que
-en esto, como César, llegó... la vieron y venció, sino con ella misma,
-para que no desmaye en el camino emprendido, que no es todo de flores,
-y quien tantas venturas puede lograr en la vida, no es difícil que á la
-primera contrariedad renuncie á las del Arte. Hagamos votos por que los
-suyos sean de verdadera profesión. El Arte es un divino señor que bien
-merece todo sacrificio.
-
- * * * * *
-
-_¿Quién disparó?_--Novela de Joaquín Belda--bien pudiera ser el
-_Quijote_ de las novelas policíacas, de las que Sherlock Holmes es algo
-así como el Amadís de Gaula.
-
-Decir que en la novela de Belda hay risa para todo el año, es decir
-muy poco; porque estamos á fines del de gracia de 1909. No conviene
-tampoco tal avidez de placeres desordenados; según están el mundo y
-la literatura, con unas horas de regocijo sano bien puede darse por
-contento el más asiduo lector de libros modernos. Sobre la risa,
-hallaréis por adehala, y, burla burlando, primores de estilo y hasta
-un poco de verdor; con que nada echaréis de menos de lo que cualquier
-novelista del día puede ofreceros por el mismo precio y sin la risa,
-que vale más que todo; que no es lo mismo reírse de un libro que reírse
-con un libro.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XL
-
-
-Á los que andábamos á gatas--primeros animalitos femeninos á los que
-acude el hombre en su vida--cuando Juana Granier estrenaba el famoso
-«Petit Duc» del Maestro Lecoq, no puede por menos de rejuvenecernos
-el saber que la graciosa «divette» aún se halla en condiciones de dar
-juego por esos mundos y de favorecer según unos, de perturbar según
-otros, las relaciones diplomáticas entre Francia y Alemania.
-
-Las mujeres no pueden soportar los irreparables ultrajes del tiempo,
-como dijo el trágico, y no tienen razón para lamentarse. La mejor edad
-para las mujeres empieza á los cuarenta años. Recuérdese qué mujeres
-son las reinas de la moda, del arte y la galantería en París. Sarah,
-la inmortal Sarah, que á sus años, á sus años había de ser, representa
-á la «Pucelle» de Orleans muy á satisfacción del público; Mme. Bartet,
-la divina, que tampoco es de ayer por la tarde, y aún interpreta las
-ingenuas de Musset y la Antígona de Sófocles; Cecilia Sorel, algo más
-nuevecita, por comparación, por eso no representa damitas jóvenes,
-pero también con lo suyo, muy bien llevado, eso sí; la Réjane, á
-quien el divorcio ha rehecho una segunda juventud, y en otro orden de
-ideas recordemos á Carolina Otero, á Émilienne d'Alençon, á Colette
-Willy, ahora en dimes y diretes con su marido por un quítame allá esas
-colaboraciones, que tanto les han producido en uno y en otro género.
-La más elemental discreción impide citar ejemplos de casa. Pero aquí,
-como en Francia, como en el mundo todo, á excepción de los países
-salvajes, el «jamonismo» impera. Esto habla muy alto en favor de la
-espiritualidad masculina, que aprecia en más lo cultivado por el saber
-y la experiencia, que lo natural sin apresto. También puede significar
-ilusión de creerse ellos más niños al aprender que con enseñar. La
-mujer tiene más vocación docente que el hombre. Verdad es que no han
-fatigado tanto su inteligencia durante el día. Además, en el camino del
-amor, como por los caminos de la vida, es menos frecuente alcanzar al
-que nos lleva delantera en la misma dirección, que encontrarse con el
-que viene en dirección contraria. Y el que va con nosotros y adonde
-nosotros, ¿qué noticias puede darnos? En cambio, el que regresa puede
-darnos informes interesantes y provechosos.
-
- * * * * *
-
-Gómez Carrillo comenta, y me dedica sus comentarios, el nuevo «sport»
-á que se han entregado los elegantes de París. Novedad de retorno,
-como todas las novedades; porque en otros tiempos, cuando la fuerza
-física era plebeya y la cultura del espíritu noble--tiempos hubo en que
-fué todo lo contrario, y así va el mundo,--fueron muchos los grandes
-señores y damas aficionados á representar comedias. Luis XIV dignábase
-danzar en los intermedios de algunas farsas de Molière; María Antonieta
-representó, en lo más florido de su corte, «El matrimonio de Fígaro»,
-con una inconsciencia propia de una cabecita que había de truncar la
-guillotina; Catalina de Rusia tuvo un teatro en su palacio y dejó todo
-un repertorio de obras, si no escrito, á lo menos inspirado por ella.
-Claro es que entonces no hacían lucro los señores de sus gracias y de
-sus aficiones; como tampoco lo hacían de los productos de sus fincas y
-de sus tierras. Pero ahora, cuando escudos nobiliarios son el mejor
-anuncio de un vino ó de unas conservas, ¿por qué no ha de sacarse
-producto de todo?
-
-Dolencia del siglo es el «exhibicionismo». La prensa moderna, causa ó
-efecto de este gran impudor público, con sus informaciones íntimas,
-con sus fotograbados, con su persecución incesante de la actualidad
-en todas las esferas sociales, nos ha quitado á todos la «miaja» de
-vergüenza que nos hacía reservar ciertas gracias para el sagrado de
-la intimidad. Ahora, cuando la gran señora y el noble caballero saben
-que todo el mundo ha de saber si pintan, si esculpen, si representan
-comedias, si voltean sobre un caballo ó si hacen cuadros plásticos en
-familia, ¿por qué no solicitar directamente el aplauso y la admiración?
-Y como el dinero es la medida y tasa de todo, ¿cómo no buscar en el
-dinero la verdad de ese aplauso y de esa admiración?
-
-En los primeros momentos podrá perjudicar á los verdaderos artistas la
-invasión de los nobles actores, pero pronto vendrá el desengaño. El
-verdadero público no es adulador. Sabido es el caso de aquella dama de
-continuo celebrada de hermosa entre las hermosas por cuantos formaban
-su círculo, y como un día quiso probar el atractivo de su hermosura en
-lugar donde se cotiza sin galanterías, padeció el más cruel desengaño.
-Á todas las sacaban á bailar menos á ella. Al otro día despidió con
-cajas destempladas á todos sus adoradores. El público se encargará de
-desengañar á muchos de estos artistas, y si alguno triunfa con arte
-verdadero, ¡bien venido sea! Y aun los que destrozan las comedias...
-¡De todos modos habían de destrozarlas, con su charla y su crítica
-insustancial, desde sus palcos ó desde sus butacas. En el escenario,
-siquiera pueden aprender lo que cuesta divertir á un público. Algo
-más que disponer una comida ó una «soirée». Todos debiéramos ser un
-rato algo de todo. Una indulgencia y una tolerancia universal harían
-entonces del mundo un Paraíso; algo aburrido, eso sí, como todos los
-paraísos.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XLI
-
-
-Muy próxima la fecha en que ha de celebrarse en la República Argentina
-el Centenario de su Independencia, no se advierte, en las esferas
-oficiales ni en las particulares, señal alguna de preparativos
-para la representación lucida de España en tan señalada fiesta.
-Desdicha es que siempre cuidados propios nos impidan estar con toda
-tranquilidad de espíritu y holgura de bolsillo necesarias para asistir
-á fiestas ajenas; pero pocas veces, como en esta ocasión, era preciso
-sobreponerse á todo y hacer lo que se debe; aunque se debiera lo que se
-hiciese, como dijo el clásico.
-
-Cuando tan traída y tan llevada anda nuestra reputación por esos
-mundos, era más urgente demostrar á todos que la vida política no es
-toda la vida española. Nuestra industria y nuestro arte pueden hacer un
-brillante papel en la Argentina; pero de nada servirá algún esfuerzo
-y algún alarde aislados sin la iniciativa y la protección oficiales.
-Queda poco tiempo; no hay que malgastarlo en nombrar comisiones.
-Piensen todos que sobre la América española, toda Europa y América
-del Norte tienen puestos sus ojos y sus manos, y entre todos tienden
-á desespañolizarla. Hasta ahora tuvimos en los naturales la mejor
-defensa. Pero ¿vamos á pedirles que sean más papistas que el Papa? Si
-nosotros, que tenemos allí mucho en qué comerciar y mucho que explotar,
-no nos acordamos de ellos, ¿van ellos á acordarse de nosotros, si para
-nada nos necesitan?
-
-El que España figure dignamente, á costa de todos los sacrificios, en
-el Centenario de la Independencia argentina, es de un interés del que
-no se han dado cuenta nuestros gobiernos. Algo más importante que unas
-elecciones.
-
- * * * * *
-
-Hoy empezará sus representaciones el «Teatro para los niños». Nada diré
-de sus principios, por tener yo tanta parte en ellos. Otros autores
-vendrán después que justifiquen el elogio. Por ahora, baste con alabar
-la intención y agradecer á la compañía del teatro y á su director,
-Fernando Porredón, el entusiasmo, la fe ciega, el desinterés absoluto,
-puestos al servicio de la idea. En compañías de pretensiones y en
-empresas de fuste no es tan fácil encontrar todo eso.
-
-No se aspira á la perfección, ni mucho menos; es un ensayo, un modesto
-ensayo de un teatro en que los niños no oirán ni verán nada que pueda
-empañar la limpidez de su corazón ni de su inteligencia. No saldrán de
-allí con adquisiciones preciosas en su vocabulario, como «la vértiga»,
-«la órdiga» y otras expresiones. No se iniciarán en los encantos del
-garrotín y del molinete.
-
-Si la idea fracasara y yo tuviera la conciencia de que no era por culpa
-mía ni de cuantos han de ayudar y servir en la empresa, hago voto
-solemne de escribir, en desagravio de mi error y agravio del ajeno,
-«Una cachunda» de gran espectáculo, que dedicaré á cuantas y á cuantos
-se lamentan de la inmoralidad en el teatro.
-
- * * * * *
-
-En Alemania, tan atenta á la reproducción y á la cría de la raza
-humana, se proyecta una ley encaminada á su selección, impidiendo
-contraigan matrimonio los individuos que padecen enfermedades
-hereditarias ó incurables.
-
-En verdad, que cuando todo se cultiva, se selecciona y se mejora por el
-cultivo ó el cruce, en las especies vegetales y animales sólo al hombre
-se le permite la más inculta espontaneidad en su reproducción.
-
-El «fetiche» de la espiritualidad del amor--espiritualidad que es sólo
-una coquetería más del celo--ha impedido hasta ahora la intervención de
-la Ciencia en los matrimonios desiguales y disparatados.
-
-El remedio no será todo lo eficaz que la ley se propone, porque fuera
-de la ley, justamente, queda siempre el más vasto campo al amor, y
-¡cualquiera le pone puertas al campo! Pero algo podrá conseguirse ¿Otro
-remedio más eficaz? No es este lugar para exponer algunas atrevidas
-consideraciones sobre este asunto. Algún día las expondré con entera
-libertad en un libro ó folleto, ó lo que salga, con espanto de muchos,
-como todas las verdades.
-
- * * * * *
-
-Oído en el día de las últimas elecciones para concejales:
-
-Un cochero de punto ve pasar desde su pescante á un compañero, fuera de
-servicio y algo apuntado de bebida.
-
---¡Eh! ¿Estás de fiesta? ¿Adonde vas?
-
---¡Á votar!
-
---¡Á votar, tú! ¿Á quién?
-
---¿Á quién ha de ser? Á los socialistas; á los hijos del trabajo... ¡Yo
-soy también un hijo del trabajo! Sólo que yo estoy reñido con mi padre.
-
- [Ilustración]
-
-
-
-
- XLII
-
-
-Ya pareció Maese Reparos; y ¿cómo pudiera faltar? Con motivo de la
-inauguración del Teatro para los niños, hay quien advierte que los
-niños están mejor en el campo que en el teatro. ¿De veras? ¿Creen
-ustedes que yo lo había puesto en duda por un momento? Sólo que...
-¿Campo en Madrid y en invierno? Yo sólo creía que, dado el egoísmo de
-ciertos padres, incapaces de privarse de un espectáculo impropio de
-niños y capaces de llevarlos al teatro, lo mismo á un terrible drama
-con su buen adulterio, que á una comedia de malas costumbres, que á una
-chulería del género chico, donde nada bueno pueden oir los muchachos,
-siempre sería preferible que existiera un teatro en que, aunque por
-sistema no se moralice, nada se oiga al menos que pueda manchar, esta
-es la palabra, el espíritu de los niños.
-
-No es que yo considere ese teatro como remedio de todos los males;
-supongamos que es un mal menor: ya será algo. Pero, francamente, de eso
-á que unos cuantos señores, á quienes nunca se les ocurrió protestar
-por ver á los niños en otros teatros, nos vengan ahora con la monserga
-del campo y del aire puro, á propósito del Teatro para los niños, hay
-la distancia del criticarlo todo al hacer algo, aunque sea poco. Yo
-no me considero un héroe ni un bienhechor de la humanidad por haber
-patrocinado ese teatro, pero tampoco es para que se me considere como
-un malhechor. Con menos trabajo y menos entusiasmo, un par de piezas
-sicalípticas me dejarían más en limpio. ¡Bello país! ¡Cuántas veces
-hubiera uno emigrado si no hubiera uno aprendido á despreciar desde muy
-joven!
-
- * * * * *
-
-¡Vaya si está vidriosa nuestra moralidad! La gente se ha indignado
-mucho con un torero que fué ídolo de una tarde--¡cómo le gustan á
-Madrid los ídolos de un día!--por creerle culpable del suicidio de una
-señorita mejicana. Nunca he creído en el poder de seducción de los
-hombres, que, por lo regular, siempre predican á convencidas; pero en
-este caso, y según referencias, mucho menos. La señorita había mostrado
-grandes deseos de conocer al torero; la señorita aceptó una invitación
-para asistir á una juerga, y la señorita... se llamó después á engaño.
-¡Caramba con la señorita!
-
-Siempre es bueno recordar aquellos versos del maestro Tirso de Molina:
-
- «Yo aseguro,
- si como echa á galeras la justicia
- los forzados, echara las forzadas...
- que hubiera menos, y esas más honradas.»
-
- * * * * *
-
-El que ha ido bien despachado en las oraciones fúnebres ha sido el rey
-Leopoldo de Bélgica. Si por historia puede tenerse el juicio apasionado
-de los contemporáneos, no ha sido tardío para él el fallo de la
-historia.
-
-Y ¿por qué tanto rigor? Por enamorado. ¡Bah! Hubo muchos grandes
-reyes que lo fueron mucho más y con mayor escándalo. ¿Por explotador
-del Congo? ¡Ah! ¿Será Inglaterra la que pueda arrojarle la primera
-piedra? ¿Por administrador prudente de su capital? Pues qué, ¿no hemos
-censurado mil veces á los reyes pródigos y dilapidadores? ¿En qué
-quedamos? El papel de rey se va poniendo muy difícil. Lo cierto es
-que Bélgica ha prosperado bajo su reinado en industria, en comercio,
-en arte, y que el buen Leopoldo no merecía tanta severidad de los
-contemporáneos. Por fortuna, la historia tiene sus modas, y ya se sabe
-que cada cinco años las grandes figuras pasan á ser insignificantes,
-y viceversa. Hoy es moda presentar á Nerón como un monstruo, y mañana
-como á un excelente hombre. Un día escribe Voltaire su «Pucelle
-d'Orleans» con regocijo de todos, y á la vuelta de unos años se la
-canoniza. Todos hemos conocido estas alternativas de la historia con
-Don Pedro el Cruel, con Felipe II, con Isabel la Católica y otras
-grandes figuras, tan pronto admirables como despreciadas. En algo
-han de entretenerse los historiadores. Siempre hay nuevos documentos
-para la historia. Es natural. Pregunten ustedes por cualquiera de sus
-más íntimos amigos á su portero, á su criado, á otros amigos, á sus
-acreedores, etc. ¡Verán ustedes qué distintas versiones de su vida y
-costumbres! Somos una serie de imágenes falsas y ridículas, como las
-múltiples fotografías de una vista cinematográfica. El pasar rápido por
-una luz poderosa es lo que puede darnos unidad y verosimilitud. ¡El
-cielo depare á los grandes hombres un buen manipulador!
-
-
- FIN
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of De Sobremesa; crónicas, Segunda Parte
-(de 5), by Jacinto Benavente
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK DE SOBREMESA; CRÓNICAS ***
-
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-
-<pre>
-
-The Project Gutenberg EBook of De Sobremesa; crónicas, Segunda Parte (de 5), by
-Jacinto Benavente
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and most
-other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of
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-to check the laws of the country where you are located before using this ebook.
-
-
-
-Title: De Sobremesa; crónicas, Segunda Parte (de 5)
-
-Author: Jacinto Benavente
-
-Release Date: July 3, 2017 [EBook #55038]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: ISO-8859-1
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK DE SOBREMESA; CRÓNICAS ***
-
-
-
-
-Produced by Nahum Maso i Carcases, Josep Cols Canals,
-Carlos Colón and the Online Distributed Proofreading Team
-at http://www.pgdp.net (This file was produced from images
-generously made available by The Internet Archive/Canadian
-Libraries)
-
-
-
-
-
-
-</pre>
-
-
-<hr class="chap" />
-<div class="transnote">
-<p class="no-indent center bold">Notas del Transcriptor</p>
-<p>Se han respetado la ortografía y la acentuación del original.</p>
-<p>Los errores obvios de puntuación y de imprenta se han corregido.</p>
-<p>Las páginas en blanco presentes en el original se han eliminado en la versión electrónica.</p>
-</div>
-<hr class="chap" />
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p class="no-indent center xlarge p2">De sobremesa</p>
-
-<p class="no-indent center p1">CRÓNICAS</p>
-
-<p class="no-indent center p1"><i>Segunda serie</i></p>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p class="no-indent center xlarge bold p2">Jacinto Benavente</p>
-
-<h1>De sobremesa</h1>
-
-<p class="no-indent center large bold p2">CRÓNICAS</p>
-
-<p class="no-indent center large bold p2"><i>SEGUNDA SERIE</i></p>
-
-<p class="no-indent center p2">MADRID</p>
-
-<p class="no-indent center small">LIBRERÍA DE FERNANDO FÉ
-<br />
-Puerta del Sol, 15</p>
-
-<p class="no-indent center">1910</p>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p class="no-indent center small p2">ES PROPIEDAD.&mdash;DERECHOS RESERVADOS</p>
-
-<p class="no-indent center small p2">MADRID.&mdash;Imprenta Española, calle del Olivar, 8</p>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_1" id="Page_1">[1]</a></span></p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 400px;">
-<img src="images/illus01.jpg" width="400" height="80" alt="" />
-</div>
-
-
-
-
-<p class="no-indent center xxlarge bold p2">De sobremesa.</p>
-
-</div>
-
-
-<div class="chapter">
-
-<h2>I</h2>
-
-
-<div><img class="drop-cap" src="images/drop-e.jpg" width="75" height="113" alt="" /></div>
-<p class="drop-cap"><span class="smcap">El</span> señor ministro de la Gobernación ha
-propuesto el mejor remedio para evitar
-conflictos en la Plaza de Toros; que el
-público se abstenga de asistir á las
-corridas si tanto le disgustan. El remedio es
-excelente, pero ya dijo el sabio que: Á trueque
-de quejarse, habían las desdichas de buscarse.
-Y el gustazo de protestar nunca se paga bastante
-caro. Tiene además, ese remedio, el peligro
-de caer el público en su eficacia y en ese
-caso, bien pudiera dar en aplicarlo á otros muchos
-espectáculos caros y malos, que él sostiene
-con su buen dinero. Pero ha de comprenderse
-que lo de ver al público echarse al redondel,
-no puede ser del gusto de ningún gobierno.<span class="pagenum"><a name="Page_2" id="Page_2">[2]</a></span>
-Aunque bien pudieran pensar los espectadores
-que siendo ellos los toreados, ningún sitio mejor
-que el redondel les corresponde.</p>
-
-<p>Y á propósito de plazas de toros; los sombreros
-de señora van alcanzando sus dimensiones.
-En Londres acaba de presentarse una actriz
-con uno que mide un metro ochenta de diámetro,
-y sobre él se levantan todavía culminantes
-dos magníficas plumas de avestruz, de sesenta
-centímetros. Semejante edificio, por más señas
-es de color malva y de las plumas, una azul y
-la otra «assortié» al sombrero. No hay que
-decir si habrá causado sensación. Supongo que
-la obra en que se ha presentado, llevará esta
-acotación: La escena representa un sombrero.
-La moda es graciosa y en una mujer alta y de
-esbelto talle, esos sombreros circundan como
-una gran flor la linda cabecita que parece nimbada.
-Pero las mujeres bajas y rechonchillas
-deben evitarnos el espectáculo de una monstruosa
-seta que anda. Por fortuna, nuestras
-señoras, han sido las más dóciles en atender el
-ruego, más que la orden de presentarse en los
-teatros sin sombrero. En otros países, donde
-las mujeres se la dan más de «superhembras»,
-ni ruegos, ni censuras, ni órdenes, han podido<span class="pagenum"><a name="Page_3" id="Page_3">[3]</a></span>
-apear los sombreros de su cabeza... Siempre se
-dijo que cuando á una mujer se le pone una
-cosa en la cabeza, es difícil quitársela. En este
-caso particular, las nuestras merecen los mayores
-elogios. Nuestras mujeres son muy gobernables;
-no suelen ser de oposición más que cuando
-sus maridos están en el gobierno: dígalo la
-ley de asociaciones.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Menos mal; en la manifestación conmemorativa
-de la revolución de Septiembre hubo algunas
-levitas de buen corte y algunos pantalones
-de airosa caída y bastante camisa limpia... Menos
-mal, que de otro modo ya hubiera salido á
-relucir lo de ¡Cuatro desarrapados! ¡Populacherías!
-No, justamente la blusa&mdash;tan apreciada
-cuando vota con los gobiernos, tan despreciada
-cuando se manifiesta en contra,&mdash;es la prenda
-más retraída de manifestaciones liberales. ¡Pobre
-gente! Ha oído la voz del taimado cocodrilo
-¡Bebe quieto! Dejaos de libertades y de derechos
-políticos; al pobre lo que le conviene es
-tener trabajo, dinero, lo material, lo positivo...
-ustedes á lo suyo... Y el pobre, bastante desagradecido<span class="pagenum"><a name="Page_4" id="Page_4">[4]</a></span>
-con los que trajeron las libertades,
-gracias á las que ha podido y podrá conquistar
-poco á poco algo de lo suyo, se cree hoy más
-listo y más avisado, porque, como él dice: Á
-mí ya no me la da nadie. No, ¡pobrecito!, te la
-dan los otros; que te hacen instrumento suyo
-cuando les conviene... ¡Ah, pueblo, pueblo! Has
-vendido tu primogenitura por un plato de lentejas.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Contra los pronósticos metereológicos teatrales,
-«La Nube» pasó sin la menor protesta de
-los aludidos. Lo suponía; es gente que sabe
-con quién ha de gastarse los cuartos y de la
-que dice: «Dame pan y llámame... lo que quieras».
-Que la obra á más de haber sido aplaudida,
-es muy plausible, por la valentía que supone
-en un autor empresario, ponerse enfrente
-del público más decorativo y más saneado metálicamente,
-no hay para qué decirlo. En cuanto
-á su eficacia, ya es más discutible. En esta
-ocasión, como en otras, por ser más aparente
-van dirigidos los ataques á lo que parece causa
-y no es sino efecto. Las nubes, de cualquier
-género que sean, solo se forman en determinadas<span class="pagenum"><a name="Page_5" id="Page_5">[5]</a></span>
-condiciones atmosféricas. La patología social
-debe distinguir las enfermedades sintomaticas
-de las esenciales y la nube, esa nube negra
-que entenebrece el aire de España y parece
-causa de muchos males, es solo efecto de ellos.
-No es ella la que tiene culpa de nuestro atraso,
-es nuestro atraso el culpable de que la nube
-exista. Poco se consigue con atacar al parásito
-si no se robustece la naturaleza que hace posible
-su vida. Esos espíritus, dominados por la
-nube, lo serían del mismo modo por la «cocotte»
-ó por la echadora de cartas ó por cualquier inventor
-de la fabricación de diamantes. Nadie
-abrió jamás tienda de género que nadie solicita.
-¿Qué culpa tiene el fabricante de naipes de que
-se juegue? Excelente es la obra de Ceferino Palencia,
-pero, créame el distinguido autor, tantas
-veces aplaudido, la nube es algo, pero no es
-todo. ¡Á los cascos, á los cascos! ¡Dejad las arboladuras!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>En cuanto deja uno Madrid por algún tiempo
-y vuelve á pasear por sus calles, cada día
-encuentra un teatro y una iglesia ó capilla de
-nueva planta. Así dice un señor: «Yo no sé<span class="pagenum"><a name="Page_6" id="Page_6">[6]</a></span>
-cómo en Madrid pueden sostenerse tantos espectáculos».
-Pero hay público para todo. Como
-antes al estanco, ya cada vecino puede permitirse
-la comodidad de ir al teatro de la esquina.
-De este modo se establece cierta cordialidad de
-relaciones entre los actores y su público. Ya
-que Madrid no llenaba los teatros, los teatros
-han decidido llenar á Madrid. Y no hay duda
-que en este caso, como con el anuncio prodigado,
-la sugestión triunfa... No entrará usted en
-el primer teatro que se encuentra, pero al noveno
-ó décimo, cae usted. Y una vez que se entró
-usted en uno, ya cae usted en la manía coleccionista
-y acaba usted por recorrerlos todos.</p>
-
-<p>Es un error de los empresarios creer que tan
-formidable competencia les perjudica. Cuanto
-mayor sea el número de teatros, más irán todos
-ganando, aunque no sea más que en la comparación.
-Por malos que parezcan algunos siempre
-hay otros peores.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Las reformas en la indumentaria de nuestro
-ejército, ha dado algo que decir y más que
-murmurar. Hasta verlas realizadas no sabremos
-si en ellas se ha atendido más á lo práctico que<span class="pagenum"><a name="Page_7" id="Page_7">[7]</a></span>
-á lo estético ó viceversa. Si fué á lo práctico,
-bien estará, si lo estético no padece. Si fué á
-lo estético, quiera Marte y no pese á su amante
-Venus, diosa de la belleza; que lo estético no
-sea tan alemán ó tan inglés ó tan japonés, que
-al físico nacional le caiga malamente.</p>
-
-<p>Un uniforme puede ser elegante en un arrogante
-mocetón de una guardia imperial, y sentarle
-desgarbado al airoso soldado español. La
-gorra de plato, por ejemplo, necesita elevada
-estatura, que no es lo general en nuestra raza.
-El soldado español es el más naturalmente
-elegante del mundo, sin afectación, sin empaque;
-sería lastimoso que en estas reformas no
-se hubiera tenido en cuenta lo que mas importa,
-el elemento natural, la figura. Un ejército
-para ser verdaderamente nacional, debe vestir
-«nacionalmente». ¿Hubiera estorbado algún artista,
-algún pintor ilustre, en la comisión reformadora?
-Napoleón fué un genio militar, pero
-también fué un gran maestro en estética. ¿Se
-figuran ustedes á Napoleón con un gran casco
-ó con un gran morrión sobre su cabeza? ¿No
-basta su inmortal sombrero para evocar toda
-su figura y todo su genio?</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_8" id="Page_8">[8]</a></span></p>
-
-<p>Á lo mejor recibo cartas de personas desconocidas
-para mí, cartas que yo agradezco, porque
-suponen más atención de la que ello merece,
-á estos ligeros apuntes semanales. Lo mismo
-á los que me celebran, porque dije lo que
-ellos pensaban&mdash;¡qué fácil es agradar á los lectores
-cuando se piensa lo mismo que ellos!&mdash;como
-á los que se indignan tal vez por alguna de
-mis apreciaciones, les diré que, yo no pretendo
-sustentar aquí doctrina de ninguna clase; que
-todo cuanto aquí digo es... semanal, y muy bien
-pudiera decir lo contrario á la semana siguiente;
-aunque no soy hombre de grandes contradicciones,
-acaso por no serlo tampoco de grandes
-afirmaciones ni negaciones.</p>
-
-<p>Tengan unos y otros en cuenta, que todo esto
-no es más que charla de sobremesa; que alguna
-vez estoy entre personas de confianza y puedo
-decir lo que pienso, pero otras, me atengo á la
-opinión de los comensales. Y ¿no eres tú siempre,
-lector amigo, el verdadero convidado de
-piedra, con cubierto puesto siempre á la mesa
-de todo escritor? ¡Pues si tú no te aparecieras
-de cuando en cuando, aun habrías de leer cosas
-que te agradaran ó te indignaran mucho más, según
-los casos! Como Polonio aseguraba á Hamlet,<span class="pagenum"><a name="Page_9" id="Page_9">[9]</a></span>
-de los cómicos, al temer si no se atreverían
-á representar cierta comedia, también yo pudiera
-decirte: Señor, como vos no os avergoncéis
-de oirla, ellos tampoco se avergonzarán de
-representarla.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Este último viaje de nuestros reyes á Barcelona,
-tal vez haya sido el más provechoso. La
-bella, la noble princesa inglesa, hoy reina de
-España, sólo habrá podido juzgar desde aquí,
-que tal vez Cataluña era una despoblada y lamentable
-Irlanda... ¡Tales eran sus quejas y clamores!
-Al contemplar la riqueza y prosperidad
-de Barcelona, su aspecto de gran ciudad europea,
-lo ameno de sus alrededores, que no habla
-de tristezas ni abandonos, no podrá por menos
-de pensar, que de Cataluña á Irlanda hay mucha
-distancia, y que, absolutista ó parlamentario,
-monárquico ó republicano, no habrá padecido
-grandes tiranías, ni grandes vejaciones,
-bajo ningún régimen de gobierno nacional, región
-que entre todas las de España sobresale
-por adelantada y por próspera.</p>
-
-<p>Mucho, no obstante, se han suavizado asperezas<span class="pagenum"><a name="Page_10" id="Page_10">[10]</a></span>
-de allá, en estos últimos tiempos. Bien
-está así, que de nada nos asustamos como que
-puestos á pedir todos estamos en el mismo caso,
-sin salirnos de las aspiraciones legítimas. En
-cuanto á la ley de jurisdicciones, la más pronunciada
-arruga en el ceño catalanista... ¡Es tan fácil
-derogarla! El legislador espartano no consignó
-en sus leyes pena alguna contra el parricida;
-juzgó que en Esparta no había nadie capaz de
-cometer ese delito. Cierto que los delitos que
-dieron razón á esta ley&mdash;que no debió existir
-nunca en España, por el mismo motivo que
-aquella otra en Esparta,&mdash;por su falta de grandeza
-y lo mezquino de sus manifestaciones, tal
-vez no merecía mayor sanción que la de un agravio
-á la buena educación y al buen gusto; que
-no otra cosa eran aquellas caricaturas y aquellos
-dicharachos ofensivos para la patria y para
-el ejército, su más alta y noble representación.</p>
-
-<p>Justamente, nuestro ejército tuvo siempre el
-más amplio espíritu de tolerancia para admitir
-discusión sobre su organización, sobre sus condiciones;
-no digamos sobre el pacifista antimilitarismo
-de sociólogos y socialistas. Si dictadores
-hubo en España fueron civiles ó clericales;
-al ejército se debe cuanta libertad gozamos, él<span class="pagenum"><a name="Page_11" id="Page_11">[11]</a></span>
-fué siempre freno de la reacción y acicate del
-progreso. Nada más injusto que considerarle instrumento
-de tiranía. Y conste que no soy nada
-militarista, que no soy de los que creen la guerra
-un mal necesario, sino muy innecesario; de
-los que esperan y confían en que los ejércitos
-serán en lo porvenir una decorativa policía internacional;
-pero esto solo ha de conseguirse
-por el mismo ejército; por eso, en su bandera,
-que aprendí á saludar desde niño, cuando aun
-no se acostumbraba en España, no saludo sólo
-la bandera de la patria, sino la bandera futura de
-ese ideal estado de paz, que sólo el ejército puede
-asegurarnos.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>La distinguida escritora que firma con el risueño
-nombre de «Colombine», propone en un
-artículo, publicado en «España Artística», la
-fundación de un teatro para los niños.</p>
-
-<p>En España, ¡triste es decirlo!, no se sabe
-amar á los niños. Si no hubiera otras pruebas,
-bastaría esta falta de una literatura y de un arte
-dedicada á ellos. ¿Qué libros españoles pueden
-leer nuestros niños? De la literatura clásica, ninguno.<span class="pagenum"><a name="Page_12" id="Page_12">[12]</a></span>
-El «Quijote» es una obra de desencanto,
-de desilusión, propia para la edad razonadora. Sería
-cruel que los niños rieran con «Don Quijote»,
-y más cruel que pensaran. De los escritores modernos,
-tal vez Galdós, en la primera parte de
-sus Episodios Nacionales, fué el único que escribió
-para los niños, sin proponérselo; quizás,
-por lo mismo, con mayor acierto.</p>
-
-<p>Digo por lo mismo, porque los escritores que
-deliberadamente intentan escribir para niños,
-suelen padecer el error de considerarlos demasiado
-pueriles y se creen en el caso de puerilizar
-su espíritu. Por esto las mejores obras para
-la infancia, son las que no fueron escritas con
-intención de conquistarla. «Robinsón Crusoé»,
-algunas novelas de Dickens... En cambio, ¡cuánta
-ñoñería, cuánta bobada en muchos cuentos
-y narraciones pensados y escritos especialmente
-para los niños, que no pueden por menos de
-aburrirles!</p>
-
-<p>¡Un teatro para los niños! Sí, es preciso, tan
-preciso como un teatro para el pueblo. ¡Ese otro
-niño grande, tan poco amado también y tan mal
-entendido!</p>
-
-<p>Y en ese teatro, nada de ironías; la ironía,
-tan á propósito para endulzar verdades agrias ó<span class="pagenum"><a name="Page_13" id="Page_13">[13]</a></span>
-amargas á los poderosos de la tierra, que de
-otro modo no consentirían en escucharlas, es
-criminal con los niños y con el pueblo. Para
-ello, entusiasmo y fe y cantos de esperanza llenos
-de poesía...</p>
-
-<p>Y nada de esa moral practicona, que á cada
-virtud ofrece su recompensa y cada pecadillo su
-castigo; esa moral que convierte el mundo en
-una distribución de premios y pudiera resumirse
-en un dístico por el estilo:</p>
-
-<div class="poetry-container"><div class="poem"><div class="stanza">
-<div class="verse i2">No comáis melocotones</div>
-<div class="verse i0">porque dan indigestiones.</div>
-</div></div></div>
-
-<p>La verdadera moral del teatro consiste, en
-que, aun suponiendo que Yago consumara su
-obra de perfidia, coronándose Dux de Venecia,
-sobre los cadáveres de Otelo y Desdémona, no
-haya espectador que entre la suerte de uno y
-otros no prefiera la de las víctimas sacrificadas
-á la del triunfador glorioso.</p>
-
-<p>La verdadera moral esta sobre los premios y
-sobre los castigos, está en lo mas hondo, en lo
-más íntimo de nosotros mismos, allí, donde está
-Dios, siempre que queremos verle y oirle... Consiste
-en una limpieza espiritual de la que solo
-nosotros gozamos. Nadie piensa al lavarse todo<span class="pagenum"><a name="Page_14" id="Page_14">[14]</a></span>
-su cuerpo en que ha de ir desnudo por la calle,
-se lava uno por propia satisfacción y limpieza...
-Y aunque la ropa sea mala, va más tranquilo el
-que así se ha lavado, que los que, muy bien vestidos,
-solo se lavaron la cara y las manos.</p>
-
-<p>Esta moral es la que conviene al teatro y al
-arte dedicado á los niños y al pueblo.</p>
-
-<p>La amable escritora cita mi nombre entre los
-de otros escritores que, seguramente, no dejarán
-de escribir obras para ese teatro. Por mi
-parte, ¡nunca con mayor ilusión, nunca también
-con mayor respeto á mi público!</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img01.jpg" width="50" height="52" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_15" id="Page_15">[15]</a></span></p>
-
-<h2>II</h2>
-
-
-<p>Un periódico de la cascara dulce, ya sabemos
-cuáles son los de la amarga, celebra
-determinadas obras de determinados escritores,
-por juzgarlas aproximación á sus ideales. Tiene
-el buen sentido de no cantar victoria definitiva.
-Con no tan buen sentido y en un artículo, por
-lo menos indiscreto, otro periódico liberal muy
-significado, se desata en denuestos contra los
-aludidos escritores y contra gran parte de la
-juventud literaria, pluralizando de un modo
-lastimoso, pues bien sabe el que escribió ese artículo,
-que eso de las casas de huéspedes y sus
-cocidos indigestos&mdash;aparte de no ser delito imputable
-y menos por un buen demócrata,&mdash;eso
-de los busca-dotes y del «Se alquila» levantado
-no reza con la mayoría de los literatos de la
-actual hornada. Eso de suponer á dos escritores
-poco menos que á punto de levantar partida
-porque uno eligió por asunto de una novela
-episodios de las guerras carlistas, y el otro presentó<span class="pagenum"><a name="Page_16" id="Page_16">[16]</a></span>
-en el teatro á una hermana de la Caridad,
-que no baila la machicha, es mostrar una intransigencia
-indigna de espíritus que se juzgan
-por liberales. Yo no sé que mi obra&mdash;«La fuerza
-bruta»,&mdash;sea distinta de otras muchas mías,
-como «Alma triunfante», «Más fuerte que el
-amor», etc. Sé, en cambio, que en otras muchas
-obras, en todas, no se me ha quedado por
-decir nada que deje lugar á dudas sobre mi espíritu
-reaccionario. No así muchos autores
-cucos, de los que sería difícil saber por sus
-obras lo que piensan de lo divino y aun de lo
-humano. Si algún remordimiento escarabajea
-mi conciencia artística, es haber sacrificado
-muchas veces el arte á la predicación; pero en
-España... ¡hay que predicar tanto, y el teatro
-es tan buen púlpito!</p>
-
-<p>Bien puedo exigir algo más de reflexión al
-que lanza excomuniones tan de ligero. Ya sé
-que estas palabras escritas no lograrán convencerle,
-á él que solo en la oratoria cree como
-fuerza persuasiva y abomina de los que leemos
-cuartillas en vez de pronunciar discursos. Por
-eso, todo lo fío de su elocuencia, ella sabrá
-persuadirle mejor que cuanto yo escriba, de
-que fué injusto y de que fué ligero y que en<span class="pagenum"><a name="Page_17" id="Page_17">[17]</a></span>
-momento de alistar fuerzas, no es la mejor ocasión
-para restarlas, porque, francamente, ¡hablar
-de libertad y negar libertad al arte, no es para
-convencer ni á los convencidos, cuanto más á
-los desconfiados!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Y ahora... El juglar caminaba por la vida y
-vió pasar á los soldados; marchaban á la guerra
-temerosos los bisoños; jóvenes, casi niños,
-arrancados á todos sus amores; trazando ardides
-para medrar sin peligro, los veteranos; todos
-ellos sin ardor y sin fe. El juglar, al verlos,
-entonó una canción á la patria, á la guerra, y
-sobre los soldados pasó con ala de fuego la visión
-de la gloria y sus corazones despreciaron
-la muerte...</p>
-
-<p>&mdash;Ven con nosotros&mdash;dijeron al juglar...&mdash;Quien
-canta así la guerra será buen soldado...</p>
-
-<p>&mdash;No&mdash;dijo el poeta.&mdash;En la batalla quizás
-sería el más cobarde. Supe infundiros valor...
-No pidáis otra cosa...&mdash;Y el juglar quedó solo
-y los soldados marcharon repitiendo las estrofas
-vibrantes de la canción guerrera.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_18" id="Page_18">[18]</a></span></p>
-
-<p>Por el camino pasaron unos monjes; unos
-con otros murmuraban de asuntos mundanos.</p>
-
-<p>El juglar entonó una canción religiosa,
-toda caridad, toda amor divino, toda fe y esperanza.</p>
-
-<p>Los monjes miraban al cielo.</p>
-
-<p>&mdash;Ven con nosotros&mdash;dijeron al juglar,&mdash;serás
-gloria de nuestra orden y de nuestra casa.</p>
-
-<p>&mdash;No&mdash;dijo el juglar,&mdash;hoy no; mañana volvería
-á dudar. En vez de ejemplo tal vez fuera
-escándalo...</p>
-
-<p>Los monjes siguieron rezando y el juglar
-quedó solo.</p>
-
-<p>Y así pasaron trabajadores y jóvenes enamorados
-y cortejos de boda y cortejos de duelo, y
-para todos tuvo el juglar canción adecuada y
-en todo dejó la música de sus canciones y todos
-le dijeron:</p>
-
-<p>&mdash;Ven con nosotros, trabaja, ama, ríe, llora.</p>
-
-<p>Y él á todos dejó proseguir su camino y él
-siempre siguió solo...</p>
-
-<p>&mdash;No me pidáis que vaya con vosotros. Despreciadme
-ó amadme, pero respetad mi libre
-canción, que solo sabe sentir y comprender
-vuestros afanes, vuestros amores, vuestras alegrías
-y vuestras tristezas...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_19" id="Page_19">[19]</a></span></p>
-
-<p>¿No es la Venus de Milo la expresión más
-sublime del Arte, no tanto por ser bella y por
-ser diosa, como por no tener brazos?</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Los obreros inauguran su palacio, señal de
-poderío y de riquezas. Ahora que el elogio pudiera
-parecer adulación, lo mejor que podemos
-desear es que en ese palacio no entre nunca la
-lisonja cortesana, como en los palacios de los
-reyes y los grandes señores; que por todas sus
-puertas y ventanas llegue á todas horas la verdad,
-que esclarece el pasado y muestra el porvenir
-como un camino seguro. ¡Y el porvenir!...
-Las sombras son muchas. Acaso será como
-asegura Anatole France, en su «Isla de los pingüinos»,
-el anarquismo; acaso, después&mdash;como
-tras la revolución francesa la reacción del Imperio,&mdash;será
-un socialismo despótico, una absorción
-del individuo por el Estado, absoluta y
-tiránica, pero después... será el verdadero socialismo,
-el socialismo individualista, en el que
-nadie hablará de derechos, porque todos comprenderán
-sus deberes; porque el bienestar de
-cada uno dependerá del bienestar de todos y<span class="pagenum"><a name="Page_20" id="Page_20">[20]</a></span>
-será el reino de Dios sobre la tierra; Dios, hijo
-del hombre, el hombre mismo divinizado...
-¿Cuando? No mañana, ni al otro siglo, ni al
-otro... Muchos, muchos siglos, muchas vidas...
-¿qué importa? Será, y... ¿si no fuera? Basta
-creerlo. ¿No es la mejor verdad la más bella
-mentira?</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Todo está compensado en el mundo: Carreras
-vuelve al teatro de Apolo y el señor obispo
-de Jaca se ausenta del Senado. No se juzgue la
-comparación irreverente. Amenizar la vida es,
-según va el mundo de triste, obra meritoria, ya
-sea en el teatro, ya en sesiones de Cortes. ¿No
-fué siempre la risa el mejor vehículo de las verdades?
-La risa es la gran demoledora. Cuando
-se ríe de un asunto... asunto terminado. Por
-algo todos preferimos dar que llorar á dar que
-reir. Que se nos tome en serio ante todo. Perdonaremos
-la injuria, la calumnia, por monstruosas
-que sean. Ya es suponernos grandeza
-si nos juzgan capaces de grandes crímenes. Pero
-no perdonaremos nunca el ridículo. Llegaremos
-á reconciliarnos con el que nos llamó ladrones<span class="pagenum"><a name="Page_21" id="Page_21">[21]</a></span>
-ó asesinos, nunca sinceramente con el que se
-permitió observar que nuestras corbatas eran
-de mal gusto.</p>
-
-<p>Los oradores que cultivan la nota jocosa son
-siempre temibles para las huestes políticas. La
-risa es rebelde á toda disciplina. Puede resistirse
-impávido las más tremendas imprecaciones,
-pero la hilaridad general...</p>
-
-<p>Lamentemos la decisión del señor obispo de
-Jaca. ¿Cuándo volverá á reir el Senado? Y es
-que ya sólo las palabras sinceras tienen la virtud
-de hacernos reir; por lo raras y por lo inútiles.&mdash;Es
-verdad, es verdad; decimos todos...
-Y como es verdad, nos reímos mucho.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>¿Si estaremos desengañados de todo los españoles
-que, lo que nunca ha sucedido, á estas
-fechas todavía quedan billetes de Navidad en
-las loterías? Es la bancarrota de la ilusión, mas
-triste que la bancarrota de la ciencia, de que
-nos habló Brunetière.</p>
-
-<p>Poco á poco nos vamos haciendo trabajadores
-y formalitos. Verdad es que los grandes
-capitalistas tienen otras loterías en que emplear<span class="pagenum"><a name="Page_22" id="Page_22">[22]</a></span>
-su dinero. Todos los billetes premiados. Caseros,
-arquitectos, maestros de obras, con la Gran
-Vía; autores dramáticos y actores, con la fundación
-del Teatro Nacional. ¡Esto es Jauja!
-¿Quién quiere morirse? Sólo algún adorador sin
-esperanzas de alguna tiple. La verdad es que,
-cuando todo está tan caro, el amor inclusive, no
-debía permitirse la exhibición de carne pecadora
-en esas especies de tablajerías que han llegado
-á ser algunos escenarios. Es una crueldad
-ofrecer de continuo aperitivos á los que no han
-de saciar después su apetito. No se puede jugar
-con ninguna clase de hambre. Los escaparates
-de todo género son grandes desmoralizadores.
-Á mí me da tanta pena ver á un golfo hambriento
-extasiado ante el escaparate de Lhardy,
-como á una obrerilla ante el de una joyería,
-como á un estudiante ó humilde empleado en
-su delantera de anfiteatro, congestionado por
-un garrotín ó unas coplillas bien salpimentadas...</p>
-
-<p>Estoy seguro de que la última visión de casi
-todos los suicidas es la de algún escaparate deslumbrador,
-con sus luces eléctricas, brillantes
-en la sombra devoradora de la eternidad, como
-la esperanza de un Paraíso entreabierto.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_23" id="Page_23">[23]</a></span></p>
-
-<p>De la Argentina, y escrita por un argentino,
-llega una historia de la vieja España, triste y
-consoladora al mismo tiempo. Lo segundo, por
-que su autor, Enrique Larreta, muestra en su
-obra&mdash;«La gloria de Don Ramiro»&mdash;un profundo
-y cuidadoso estudio de nuestra historia, y
-sabido es que comprender es amar. Lo primero
-porque las páginas de esa nuestra historia no
-son todo luz y alegría, aunque sean grandeza.
-«Una vida en tiempos de Felipe II», subtitula
-su autor á esta novela interesantísima para
-nosotros, como lo es siempre el concepto que
-merecemos á los extraños, y si el extraño es
-persona de quien nos importa mucho la simpatía,
-con mayor causa.</p>
-
-<p>Evita el autor, con excelente criterio artístico,
-los juicios personales. La historia, mas ó
-menos novelesca, habla por sí sola, y habla de
-pasiones violentas, de austeridad, de misticismos
-y de fanatismos, de torpezas políticas y de
-heroísmos guerreros... Tal vez no fué todo así,
-ni tan heroico, ni tan torpe, ni tan cruel, ni tan
-místico... La distancia, en el tiempo y en el espacio,
-acusa con mayor relieve los contrastes
-de luz y de sombra, que de cerca parecen mas
-fundidos, apenas perceptibles, en ese claro obscuro<span class="pagenum"><a name="Page_24" id="Page_24">[24]</a></span>
-de los hechos cercanos, que, por serlo, nos
-parecen siempre menos heroicos, menos poéticos,
-más insignificantes... Pero ¿somos otra cosa
-que lo que parecemos? Si la verdad de nuestra
-historia ha de perderse entre leyendas, ¿no es
-preferible que sea entre leyendas de poesía que
-entre falsedades del vulgo?</p>
-
-<p>Enrique Larreta es un historiador poeta; es
-además un excelente escritor, de un estilo cuya
-severidad no excluye lo pintoresco, y sobre
-todo hay en su obra palpitaciones de admiración
-y de amor á nuestra España... á pesar de
-todo. Y esa es nuestra gloria, como fué la gloria
-de Don Ramiro la flor que una mujer enamorada
-dejó caer sobre su cuerpo muerto, en
-que un alma española alentó en vida, con todo
-lo que fué vida de España en aquel tiempo.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Yo no sé si la intención del autor puso el
-simbolismo. Propiedad de toda obra fuerte es
-tener vida propia y decirnos más de lo que su
-autor quiso decir en ella.</p>
-
-<p>En el Pedro Minio, de la admirable comedia
-de Galdós, yo veo un símbolo de nuestra España.
-Como Pedro Minio, el viejo paisano de Don<span class="pagenum"><a name="Page_25" id="Page_25">[25]</a></span>
-Quijote&mdash;¡oh, la Mancha, tierra de ensueños!&mdash;el
-eterno enamorador, el eterno idealista, mal
-comerciante y peor trabajador; así España, envejecida,
-derrotada, aun quiere vivir alegre en
-la ilusión de su juventud, aun se embriaga de
-optimismo, y ante cualquier ofrecimiento, piensa,
-proyecta como Pedro Minio, edificaciones,
-pabellones, mejoras... El ideal apto de la indulgencia
-ofrece á los viejos la ilusión de la vida
-integral y en ella prolongan dichosos su ruinoso
-existir. Pero llegan los severos reformadores,
-los graves moralistas y á la ilusión y al alegre
-ensueño quieren sustituirlos con la disciplina
-monástica, con la austeridad penitenciaria; la
-alegría les parece indecorosa; nada de esparcimientos,
-nada de deshonestas promiscuidades de
-hombres y mujeres; acabó el reir y el bromear:&mdash;Sólo
-hablará usted con los frailes y de los
-temas que ellos propongan, dice la señora improvisada&mdash;símbolo
-de nuestra plutocracia&mdash;al
-viejo soñador, Pedro Minio. ¿No es esto lo que
-nos dicen á todas horas los que pretenden ser
-nuestros directores? Pedro Minio, como buen
-español, prefiere continuar en el ideal y alegre
-asilo de la Indulgencia, donde la ruinosa vejez
-goza las ilusiones de la juventud.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_26" id="Page_26">[26]</a></span></p>
-
-<p>¡Oh, excelentes reformadores y moralistas!
-Pedro Minio es España. Si no sabéis hacer cosa
-mejor, dejadle en el asilo de sus ilusiones. Mejor
-una vejez alegre que una juventud triste. Preferible
-siempre el asilo de la Indulgencia al de la
-Paciencia... que es preciso para soportaros.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Pérez Galdós, en mi opinión, nuestro primer
-autor dramático, no acaba de serlo en opinión
-de todos, acaso por ser nuestro primer novelista
-y haberse declarado en nuestro país incompatible
-el ejercicio de dos soberanías.</p>
-
-<p>Este es el país del encasillado y de las especialidades.</p>
-
-<p>Se estima en más al que entiende poco de
-una sola cosa, que al que entiende mucho de
-todas. La insistencia en un mismo asunto, basta
-á darnos autoridad en la materia. Fulano pasó
-su vida hablándonos de antigüedades fenicias ó
-asirias ó caldeas. ¿Quién duda que sabe de ellas?
-Mengano pintó siempre los mismos borregos:
-para borregos, Mengano. Á nadie que quiera
-tener unos borregos bien pintados se le ocurrirá
-encargárselos más que á Mengano. El día en<span class="pagenum"><a name="Page_27" id="Page_27">[27]</a></span>
-que se le ocurra pintar una vaca, así este mugiendo
-de propia, todo el mundo dirá: Esto no
-es lo suyo, que vuelva á pintar borregos... ¡En
-borregos, el único!</p>
-
-<p>Somos poco amigos de trastornar nuestras
-ideas á cada paso; preferimos creer por fe á meternos
-en averiguaciones. Sabiendo que cada
-cual no hace más que una cosa, y siempre lo
-mismo, nos ahorramos el trabajo de examinar
-lo que hace.</p>
-
-<p>¡Y no se diga de nuestro agradecimiento á
-los que no hacen nada! Esos sí que nos ahorran
-quebraderos de cabeza. Por supuesto, ellos sí
-que se quitan de muchos. Para los ociosos y los
-vagos, la envidia es siempre admiración, nunca
-censura. ¡Bienaventurados los que jamás trabajaron,
-porque de ellos será el reino de España!</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img02.jpg" width="50" height="51" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_29" id="Page_29">[29]</a></span></p>
-
-<h2>III</h2>
-
-
-<p>El año que, con tan buen éxito, hemos tenido
-el gusto de representar, no ha querido despedirse
-sin dejar una memorable fecha en la
-historia de las grandes catástrofes.</p>
-
-<p>Estos cataclismos, superiores á todas las previsiones
-humanas, son los únicos que tienen
-virtud para hacernos pensar en la muerte, como
-en algo ineludible. Todos sabemos que hemos
-de morir; pero con dichoso optimismo, todos
-nos creemos capaces de aplazar ilimitadamente
-el pago de ese vencimiento. Todos nos creemos
-lo bastante listos y somos lo suficiente desagradecidos,
-para estimar que son nuestra prudencia
-y nuestro orden de vida lo que prolonga
-nuestra estancia sobre la tierra, cuando en verdad,
-debiéramos agradecer como un indulto,
-cada hora de nuestra vida.</p>
-
-<p>Nótese, que en el fondo, sentimos cierto desprecio
-por los que tienen la imprudencia de recordarnos
-con su muerte, que también nosotros<span class="pagenum"><a name="Page_30" id="Page_30">[30]</a></span>
-somos mortales. El que de puro viejo está ya
-con un pie en la sepultura, como suele decirse,
-denigra y vilipendia á sus contemporáneos, según
-van cayendo...</p>
-
-<p>&mdash;Fulano murió ayer á los ochenta años.&mdash;¡Si
-no se cuidaba nada! ¡Si no hacía más que
-disparates! Ya vé usted yo qué bueno estoy con
-mis ochenta y cuatro. Pero es que yo me
-cuido...</p>
-
-<p>Esto el que se cuida, que el descuidado, atribuye
-á su misma despreocupación la buena salud
-de que disfruta.</p>
-
-<p>Y así todos; el sobrio achacará la muerte del
-vicioso á los excesos y el vicioso achacará la
-muerte del bien ordenado á su pazguatería. El
-que de continuo callejea y pasea y trisca, se
-reirá del que no sale de casa sin consultar barómetros
-y termómetros y disponer el abrigo
-de su cuerpo en consecuencia. Éste dirá del
-otro: ¡Anda, anda, toma ejercicio y aires de invierno
-y calores de verano!</p>
-
-<p>No digamos si la causa de una muerte fué
-por enfermedad crónica, accidente de viaje, ya
-sea en ferrocarril, automóvil ó aeroplano, lance
-de honor ó asesinato. Entonces sobre el muerto
-se desatarán los mayores denuestos: ¡Falta<span class="pagenum"><a name="Page_31" id="Page_31">[31]</a></span>
-de higiene, imprudencia, locura, la vida que llevaba,
-la que dejó de llevar!... Crean ustedes
-que vivir sin dar lugar á murmuraciones es muy
-difícil, pero morir, sin exponernos á ellas, es casi
-imposible.</p>
-
-<p>Solo muriendo en uno de esos trastornos de
-la Naturaleza, podemos ir relativamente seguros
-de que no dará qué decir nuestra muerte.</p>
-
-<p>Esas cosas sí, le ponen á uno serio. ¡Caramba!
-¡Terremotos, volcanes, la tierra que se abre,
-el cielo que se viene abajo!... Para eso no hay
-prudencia, ni vida ordenada, ni preceptos higiénicos
-que valgan... Eso nos puede suceder á
-todos y entonces no hay más remedio que morirse.
-Por eso estas catástrofes nos conmueven
-á todos. Después de leer el trágico relato, nadie
-se considera inmortal. Ni siquiera cabe el
-consuelo de culpar á los gobiernos, como en
-caso de epidemias, guerras y otras calamidades
-de tejas abajo.</p>
-
-<p>No hay idea del trastorno moral producido
-en algunos espíritus ante un «Morir tenemos»,
-anunciado en tan expresiva forma. Durante
-tres ó cuatro días, el avaro se siente capaz de
-inusitadas generosidades. ¡Es triste cosa morirse
-sin haber disfrutado de nada! Y se compra<span class="pagenum"><a name="Page_32" id="Page_32">[32]</a></span>
-su purito de quince ó se regala con su café con
-media tostada. El malhumorado dulcifica su
-carácter: ¡No vale la pena de tomarse disgustos!
-La novia pudorosa se muestra más propicia á
-ciertas expansiones... ¡Mañana pudiera haber
-un terremoto!</p>
-
-<p>Por fortuna, la idea de la muerte es pasajera
-y solo ante un cataclismo de cielo y tierra, imprevisto,
-inevitable, consigue imprimirse por
-algunos días en nuestro pensamiento.&mdash;¿Han
-visto ustedes, qué horror?&mdash;Ya, ya... ¡una cosa
-horrible!...</p>
-
-<p>Á los pocos días nadie se acuerda y todos
-volvemos á creernos inmortales y á pensar que
-solo se mueren los que no viven como nosotros,
-los que hacen locuras y cometen imprudencias.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Se habla de grandes fiestas de caridad, á
-beneficio de las víctimas de Mesina. Es de esperar
-que el resultado sea brillante. El dinero
-de nuestros potentados, y aun el de los que sin
-serlo, contribuyen á las cargas del Estado español,
-tiene bien aprendido el camino de Italia;
-pero nunca fué más allá de Roma. Justo es que<span class="pagenum"><a name="Page_33" id="Page_33">[33]</a></span>
-en esta ocasión, ya que de Roma misma viene
-el ejemplo, nuestra intransigente religiosidad
-reconozca la unidad italiana; más que esto, la
-verdadera y católica fraternidad.</p>
-
-<p>El Sumo Pontífice sabrá agradecer esa ofrenda,
-tanto como las destinadas al dinero de San
-Pedro, y al bendecirla, como padre de toda la
-cristiandad, sin fronteras ni patrias, estad seguro
-de que Italia la agradecerá con su corazón
-de patriota italiano. ¡Qué hermoso hubiera sido
-sobre las ruinas de Mesina, el abrazo del Papa
-y del rey de Italia! Nunca como en esta ocasión,
-al romper su prisión voluntaria del Vaticano,
-hubiera podido creerse el Pontífice inspirado
-por el Espíritu Santo. La infalibilidad
-del corazón es anterior á todos los dogmas proclamados
-en los concilios.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Yo no sé cómo ha podido decirse que el
-Cristianismo es una religión de tristeza y que
-el ejercicio de sus virtudes exige todo género
-de mortificaciones. La Caridad, por lo menos,
-cuando con motivo de alguna gran desdicha
-pública se manifiesta, reviste el aspecto más<span class="pagenum"><a name="Page_34" id="Page_34">[34]</a></span>
-regocijado. Funciones teatrales, fiestas de toros,
-bailes, rifas... Los paganos, con su alegre religión,
-solían mostrarse más austeros y entristecidos
-en estas ocasiones. Muy dormida debe de
-estar caridad que ha menester de todo ese cosquilleo
-para avivarse; un severo duelo y una
-noble tristeza sentarían mejor al ofrecer la dádiva.
-No es esto murmurar, y siendo milagro
-tan dificultoso el de sacar dinero y el dinero tan
-empecatado, sin duda es este de los milagros
-en que puede estar más admitida la intervención
-diabólica. Pero, conste, que no hemos adelantado
-mucho desde los tiempos&mdash;primeros
-años de la Era Cristiana&mdash;en que los fariseos
-repartían sus limosnas á son de trompetas. En
-fin, ya que la Caridad en todo tiempo es más
-eficaz cuanto más sonada, quiera Dios que por
-esta vez, no sea más el ruido que las nueces:
-que no sea todo el metal el de las trompetas.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>El arte y la moda, por lo que tiene de arte,
-son el último refugio de lo que está llamado á
-desaparecer ó ha desaparecido por completo.
-Por la moda resucitan el Directorio, el Imperio;<span class="pagenum"><a name="Page_35" id="Page_35">[35]</a></span>
-hasta la época del buen rey Dagoberto, evocada
-recientemente en bellos trajes por hermosas
-actrices del Teatro Francés. Á medida que los
-últimos pueblos conservadores de sus trajes tradicionales,
-los van desechando para adoptar las
-modas de los más civilizados, éstos recogen
-piadosamente lo que aquéllos abandonan. Del
-Japón vinieron los kimonos; de Turquía llegan
-los turbantes; de Rusia los gorros de cosaco.
-Cuando las elegantes de estos países encarguen
-las nuevas modas á París, ¡cuál no será
-su sorpresa al ver como vuelve lo que ellas
-despreciaron!</p>
-
-<p>La moda actual es una completa mascarada
-histórica cosmopolita y zoológica. Trajes de todas
-las épocas, tocados de todos los países,
-plumas y pieles de toda la fauna conocida. Pieles,
-sobre todo. Debe de haber sido un invierno
-horrible para los gatos. Nunca se ha conocido
-un mes de Enero tan tranquilo en los tejados.
-Están todos haciendo de nutria, de armiño
-y de marta sobre nuestras señoras. Á su influencia
-se atribuye algunos recientes disgustos
-matrimoniales y algunas fugas de enamorados.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_36" id="Page_36">[36]</a></span></p>
-
-<p>Todo vendrá á parar en que suban el vino,
-solía decirse; pero en esta ocasión nos vemos
-más apurados, pues todo ha venido á parar en
-que suben el agua; como si desde tiempo inmemorial
-no estuviéramos con el agua al cuello. Ya
-que por la supresión del impuesto de consumos
-sobre el vino y el cierre dominical de las tabernas,
-es el vino lo que se ha abaratado, tal vez
-nuestros gobernantes quieran parodiar la ingeniosa
-«boutade» de María Antonieta cuando el
-pueblo de París, hambriento, clamaba por pan,
-amotinado: No tienen pan, que coman bizcochos.
-El agua está cara... que beban vino. Lo
-malo será si con el cambio de precio hay también
-cambio de propiedades y es el agua la que
-se sube á la cabeza. Á quien no parodian nuestros
-directores es á Luis XV, y si él dijo:
-Detrás de mí, el diluvio; ellos dicen: Detrás de
-nosotros... la sequía.</p>
-
-<p>El caso es que, con este estira y afloja en la
-mejora de las costumbres, ya no nos van á quedar
-ni costumbres. Cuando empezábamos á tomar
-el gusto al agua y ya eran muchos los que
-se bañaban y algunos los que habían caído en
-la cuenta de que el agua hasta podía usarse
-como bebida, el encarecimiento de su consumo<span class="pagenum"><a name="Page_37" id="Page_37">[37]</a></span>
-viene á dar al traste con tan buenos propósitos.</p>
-
-<p>Y que no sabe uno á quién compadecer. Si
-oye usted á la empresa del Canal, la razón está
-de su parte, y poco menos que le convence á usted
-de que el suyo no es un negocio industrial,
-sino un apostolado. Si oye usted al Ayuntamiento...
-El Ayuntamiento se lava las manos. ¡Feliz
-él, que puede permitirse ese lujo! Si oye
-usted á los caseros, ¡infelices caseros! Ser propietario
-hoy día es otro apostolado: ¡La contribución,
-los reparos, los inquilinos morosos, impuestos
-por aquí, impuestos por allá!... Las mejores
-fincas no rentan más de un cuatro por ciento.
-¡Una miseria! Hasta los usureros, con lo mal
-que se ha puesto el negocio, rechazan ya despreciativamente
-las hipotecas sobre fincas.</p>
-
-<p>¡Si oye usted á los simples vecinos, no propietarios!...</p>
-
-<p>Aunque en verdad, á éstos es á los que menos
-se oye, debiendo ser los que pusieran el grito
-en el cielo. Saben por experiencia que si no
-es el agua, será otra cosa la que se encarezca y
-que todo es variar de dolor. Pero, cuando ni
-la tierra que pisamos es nuestra, ¿qué de particular
-que tampoco sea nuestra el agua que bebemos?
-¡Ay! El mundo, como la isla de Caliban,<span class="pagenum"><a name="Page_38" id="Page_38">[38]</a></span>
-es un sitio en que se encuentra todo lo necesario
-para la vida; excepto el modo de vivir. Y
-Caliban campa por sus respetos. Próspero lee
-en sus libros que el dolor es eterno y es inútil
-buscar alivio á los males fuera del espiritual de
-la lectura. Ariel proyecta la invención de un
-aeroplano, y cuando lo haya inventado dirá que
-el aire le pertenece, y ni el aire que respiramos
-será nuestro. ¿Quién sabe?</p>
-
-<p>Acaso debemos desear que el mal sea insoportable.
-Entonces estaremos más cerca de buscar
-el remedio.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Antes, si no en murmuraciones privadas, que
-éstas son responso obligado en el mismo cortejo
-funerario, por lo menos, en discursos y artículos
-necrológicos, solía respetarse la memoria
-de cualquier muerto ilustre, siquiera durante
-el novenario. Ahora lo hemos arreglado de otra
-manera, y como de la hora de la muerte se dijo
-siempre que era la hora de la verdad, hemos decidido
-no retrasarla un solo instante y que la
-verdad, como el llanto, sea sobre el difunto.</p>
-
-<p>Excelente determinación me parece; de este<span class="pagenum"><a name="Page_39" id="Page_39">[39]</a></span>
-modo andara todo el mundo más derecho, sin
-confiar para nada en esa tregua de impunidad
-que parecía asegurarnos la muerte con el respeto
-de los vivos. ¿Qué se creían ustedes, señores
-cadáveres, que con quitarse para siempre de
-delante nos dábamos por satisfechos? ¿Que íbamos
-á dejarles á ustedes esperar muy tranquilos
-la hora del juicio final inapelable ó del juicio
-mas reposado de la Historia? ¡Nada, nada: respetables
-muertos, no sirve dárselas de ricos!
-Todo lo que puede concedérseles á ustedes es
-la satisfacción de no verse obligados á volver en
-demanda de explicaciones por las injurias, ofensas,
-calumnias y demás oraciones, piadoso recordatorio
-de los supervivientes. Los muertos
-están dispensados de tener honor. Ya lo dicen
-las papeletas de entierro: el duelo se despide en
-el cementerio.</p>
-
-<p>Digo, si el pobre Catulle Mende, duelista empedernido,
-capaz de batirse, como un artista del
-Renacimiento, por la belleza de un endecasílabo
-ó por la gracia de un madrigal, hubiera concedido
-importancia, desde el inmortal seguro á
-donde asiste, á los mil injuriosos, despectivos y
-desagradables comentarios á que ha dado ocasión
-su desdichada muerte...</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_40" id="Page_40">[40]</a></span></p>
-
-<p>Nada se ha respetado; desde su obra literaria,
-á la que todo puede negarse, menos amenidad
-y sincero amor al arte, sospechoso de apasionada
-parcialidad á veces, por ser tan sincero; hasta
-su vida privada, solo culpable también de sinceridad
-y de amor tan ferviente á la vida que, por
-amarla demasiado, pretendió prolongar la juventud
-con amable despreocupación del ridículo.</p>
-
-<p>Estos fueron tus pecados y no merecías por
-ello tan pronta desconsideración. Si una severa
-crítica, acaso no ofrenda á tu memoria, las inmortales
-siemprevivas, razón de más para no
-apresurarnos tus contemporáneos á pisotear tan
-pronto las rosas que aun cubren tu cadáver, y
-aun son frescura y aroma en tus poesías, en tus
-cuentos, en tu obra toda de artista gentilísimo.</p>
-
-<p>Por tu amor al arte, amaste también á nuestra
-España, y si en tu «Santa Teresa» venció la
-fantasía francesa á la severidad española, como
-en Víctor Hugo, ¿cuál será de nuestros poetas
-románticos el que pueda arrojarte la primera
-piedra? No serán Lope ni Calderón, que á sus
-anchas y para su gloria, fantasearon con la Historia
-y la vida españolas; no será Zorrilla, que
-hoy te saludará como hermano; hermano en
-todo, hasta en lo de ver cernirse como tú, sobre<span class="pagenum"><a name="Page_41" id="Page_41">[41]</a></span>
-su tumba, siniestras aves de rapiña. Por fortuna,
-¡oh, poetas!, si estos pajarracos, con su pico,
-pueden roer sobre vuestros huesos la carne
-muerta, no pueden con sus parduzcas alas obscurecer
-la luz de vuestra gloria.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img03.jpg" width="50" height="50" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_43" id="Page_43">[43]</a></span></p>
-
-<h2>IV</h2>
-
-
-<p>Poco sabrá de la vida quien no haya vivido
-por edades, las edades todas de la humanidad.
-Es el hombre en sus primeros años un pequeño
-salvaje, más parecido por sus instintos al
-hombre primitivo que al ciudadano civilizado de
-cualquier gran nación moderna. Si la educación
-no acudiera al reparo&mdash;y no en todas partes
-acude,&mdash;tendríamos perfectos ejemplares de
-trogloditas, contemporáneos nuestros. No es
-preciso salir de España para encontrar pueblos
-enteros de ellos. La vida es el mejor libro de
-historia, abierto á todas horas, y ella nos ofrece
-continuamente vivientes ejemplares de todos los
-hombres, desde el primitivo de las cavernas, al
-anticipo del superhombre futuro. Con salvar espacios
-podemos retroceder en el tiempo. Hay
-hombres y pueblos enteros medioevales, los
-hay del siglo <span class="smcap lowercase">XVI</span> y del <span class="smcap lowercase">XVII</span>. Existen en medio
-de las metrópolis mas civilizadas, verdaderos<span class="pagenum"><a name="Page_44" id="Page_44">[44]</a></span>
-salvajes. Ya dijo Zola, que nada puede darnos
-tan cabal idea de las homéricas luchas de la
-Iliada como las peleas entre jayanes de dos aldeas
-rivales. No en documentos empolvados,
-en textos vivientes ha de hallar el verdadero
-historiador artista, los más fieles datos para
-reconstruir la vida de los tiempos pasados.</p>
-
-<p>Debemos ser tolerantes con las fiestas de
-Carnaval, que á tantos espíritus superiores disgustan
-y escandalizan, como con una niñería
-de la humanidad, por la que han de pasar sucesivamente
-todos los que nacen. Sería muy
-triste que todos naciéramos sabiendo que hemos
-de aburrirnos en un baile de máscaras.
-Es, además, acaso por primitiva, esta fiesta de
-los disfraces, la única fiesta de la verdad. Nunca
-sigue tanto el hombre sus naturales inclinaciones
-como al intentar travestirse en estos días.
-Vemos con faldas y moños femeninos á los que
-debieran llevarlos todo el año; con caretas de
-animales á muchos, que ese día sólo no engañan
-á nadie; de bebés á otros que, solo con
-vestirse de ese modo, muestran que están en
-lo cierto. Y de las mujeres, ¿qué diremos? La
-que sin careta tardaría dos ó tres días en darse
-á conocer, ya está conocida apenas aparece en<span class="pagenum"><a name="Page_45" id="Page_45">[45]</a></span>
-el baile. Dinero podrá no ahorrarse con una
-belleza encubierta, ¡pero, tiempo!...</p>
-
-<p>¡Si todos los negocios de este mundo pudieran
-tratarse con mascara, cuanto enojoso trámite
-nos ahorraríamos del mismo modo! ¡Ah,
-la cara, la cara! Mascara imperfecta que el más
-hábil no llegó á dominar y á pesar nuestro enrojece
-de vergüenza ó palidece de espanto, y
-llora ó ríe inoportuna, y es sensible, por curtida
-que esté, á escrúpulos de conciencia, á preceptos
-de educación, á preocupaciones sociales...
-Solo el que haya logrado completo dominio
-sobre su rostro, logrará completo dominio
-sobre los hombres. Por algo la glorificación de
-la belleza corporal ó espiritual del hombre es
-su escultura: la plenitud de la mascara.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>¿Por qué cerrar en estos días las Cortes y no
-permitir en ellas una mascarada que sería también
-su única verdad? Los más conspicuos parlamentarios,
-tal vez bajo el incógnito de la careta
-se atreverían por una vez á decir lo que
-sienten. Este liberal, mal disfrazado todo el año
-hablaría como conservador; tal otro, forzado<span class="pagenum"><a name="Page_46" id="Page_46">[46]</a></span>
-por compromisos electorales á oponerse á todo
-negocio dudoso, pediría participación en él, sin
-empacho, y tal cual, metido por complacencia,
-en algún callejón sin salida, podría hallarla con
-muy gentil despejo, al amparo de un buen disfraz.
-Con careta de ministeriales, los conservadores
-podrían cantar las glorias de Cataluña, y
-los catalanistas, con careta de conservadores,
-podrían desenmascararse del todo. Los republicanos
-podrían decir la verdad disfrazados de
-monárquicos, y los carlistas no dirían nada, porque
-entre conservadores y solidarios les darían
-dicho todo lo que ellos pudieran decir. Los periodistas,
-con achaque de no conocer á ninguno,
-suprimirían adjetivos personales y la presidencia
-no se atrevería á llamar al orden á nadie,
-por temor á graves equivocaciones. Los maceros
-podrían actuar á guisa de bastoneros, para
-impedir, como en los bailes, aproximaciones
-demasiado deshonestas. Serían memorables estas
-sesiones de Carnaval. ¡Y si se aprovechara
-para «confettis» algunas de las leyes discutidas
-durante el año! Hecha «confettis» quedó la famosa
-del terrorismo. En cambio, la de administración
-local es una serpentina que entre
-Maura y Cambó se arrojan jugueteando y graciosamente<span class="pagenum"><a name="Page_47" id="Page_47">[47]</a></span>
-se enrosca sobre otras cabezas, como
-debió enroscarse la serpiente diabólica del Paraíso
-en el árbol del bien y del mal, al ofrecer
-á nuestra incauta madre la fruta de perdición.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Ningún arte tan espiritual como la música, y
-ninguno tan propio de estos días del año consagrados
-á la meditación y al recogimiento espirituales.
-La devoción de nuestros buenos aficionados
-á la música bien ha tenido en donde
-escoger en esta temporada. El cuarteto checo
-en la Filarmónica, Wagner á toda hora, y por
-fortuna el arte nacional, sin llegar todavía á
-«preferido», algo salió de su condición de «ceniciento»,
-gracias á muy laudables empresas
-de nuestros músicos. Chapí, con su ópera, mas
-apreciada á cada representación, el cuarteto
-Francés, el cuarteto Vela, el quinteto de instrumentos
-de viento, nueva sociedad, de inteligentes
-y modestos artistas, dignos de todo
-encomio y de mayor atención por quien pueda
-dispensársela, sobre todo para mejorar su instrumental,
-cuyas deficiencias, vencidas en fuerza
-de arte, bastarían para obligar á la admiración.<span class="pagenum"><a name="Page_48" id="Page_48">[48]</a></span>
-Labor es toda esta de inteligencia y de
-entusiasmo que nunca agradeceremos bastante,
-ya que nunca pagaremos lo suficiente. De todo
-podrá acusarse á estos nuestros artistas menos
-de interesados. Estudian y trabajan por puro
-amor al arte; tal vez por esto trabajan con preferencia
-en Cuaresma. Justo es que, después de
-los ayunos y penitencias, llegue la Pascua de
-Resurrección para la música nacional. No quiero
-ser injusto ni egoísta; soy el primero en reconocer
-que el autor dramático no está tan necesitado
-de protección oficial en España, como
-el compositor de obras musicales, que no sean
-género chico. La obra del Teatro Nacional,
-no será completa, si la fundación de un teatro
-de comedia española, no coincide con otro de
-ópera y zarzuela. Para éste cuenta el Estado
-con un edificio inmejorable; contamos con músicos
-y artistas en calidad y en cantidad importantes.
-¿Qué falta?... ¡Por vida de los inconvenientes!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Como tanto se ha discutido la sinceridad del
-«wagnerismo» de muchos que dicen ser wagneristas,
-sin duda, la empresa del teatro Real ha<span class="pagenum"><a name="Page_49" id="Page_49">[49]</a></span>
-querido ponerla á prueba, y al mismo tiempo la
-resistencia física de músicos y cantantes. Para
-ayer domingo estaban anunciados: «El Ocaso
-de los Dioses», por la tarde, y «Lohengrín»,
-por la noche. No creo que el programa se haya
-cumplido, pero si así fuera, leeré hoy lunes con
-interés, las noticias, para saber cuántos profesores
-de la orquesta hubieron de ser conducidos
-en camilla á su domicilio al final de tan ruda
-jornada. Si solo el asistir de espectador tarde y
-noche supondría un vigor extraordinario y por
-ello merecería cualquiera mención especial, ascenso
-inmediato y condecoración pensionada en
-el cuerpo de «wagneristas» denodados, ¿qué
-decir de los ejecutantes? Para éstos sí que será
-día de prueba su fervor artístico y admirativo
-por el genio de Wagner. Vamos, que si al caer
-el telón y caer ellos desfallecidos, no reniegan
-de tres generaciones anteriores, por lo menos,
-del sublime músico y de las posteriores, hasta
-la cuarta, como una maldición bíblica, ya pueden
-dar fe de su wagnerismo.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Algo quisiera decir de la nueva ópera española<span class="pagenum"><a name="Page_50" id="Page_50">[50]</a></span>
-«Margarita la Tornera»; algo de su autor tan
-maltratado, tan discutido, tan injuriado antes de
-ahora, que siendo estas las señales más ciertas
-de ser glorioso en España, no necesitaba de
-mayor triunfo, ni para satisfacción propia, ni
-para nuevos desahogos de sus enemigos. ¿Enemigos?
-No. Enemigos son los que usan nobles
-armas y combaten con ellas. Los que solo usan
-de su natural veneno, no pueden ser considerados
-como enemigos. Tienen su clasificación en
-las últimas escalas zoológicas.</p>
-
-<p>¿No parece ya á algunos que hemos hablado
-bastante de «Margarita la Tornera»? ¿No dicen
-otros que se ha abusado del bombo? ¿Del bombo?
-Y días antes del estreno nos tenían afligidos
-á los constantes admiradores del maestro Chapí,
-los agoreros de un fracaso...</p>
-
-<p>¿Que se ha hablado bastante? No tanto como
-de esta ópera italiana ó de tal otra francesa ó
-de aquella otra rusa, que fatigan sin cesar las
-columnas de los periódicos en todo el mundo.
-No tanto como del «Chantecler» de Rostand, ni
-como del Vivillo ni la Juaneca...</p>
-
-<p>¡Oh admirable y extraño patriotismo el nuestro,
-que quisiéramos una España grande, pero
-en la que todos los españoles fueran pequeños!<span class="pagenum"><a name="Page_51" id="Page_51">[51]</a></span>
-Mal país de sembradores, pero excelente de tijereteros,
-dedicados á cimar cuanto amenace
-ser árbol en tierra de arbustos.</p>
-
-<p>Hay, por dicha para todos, un público, el
-público que no es de literatos ni de músicos,
-que tal vez no entiende de letras ni de notas,
-pero entiende con el corazón, como pedía San
-Pablo, al artista y á todo el que le habla con la
-honradez desinteresada del amor al arte y á la
-verdad.</p>
-
-<p>Ese público no ha regateado su aplauso ni su
-admiración al insigne músico español; ese público
-sabe cuánta generosidad supone el habernos
-ofrecido ese regalo de arte. «Margarita la
-tornera» le producirá á su autor... treinta ó
-cuarenta mil pesetas de menos, que dejará de
-percibir en esta temporada, por haber desatendido
-los trabajos del género chico.</p>
-
-<p>De modo que, en efecto, no debe hablarse
-más de «Margarita la Tornera». ¡Un hombre
-que va á hacerse rico con una ópera! ¡Y encima
-un poco de gloria!... No, no es posible. ¡Ni que
-fuéramos tontos!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_52" id="Page_52">[52]</a></span></p>
-
-<p>Lujosos trenes, coches y automóviles, forman
-fila, después círculo, después caracol, por fin
-masa compacta á la puerta de la humilde iglesia.
-¿Qué sucede? ¿No sabéis? Es la devoción á la
-moda. La imagen milagrosa que, de tres peticiones,
-concede una. Pero una sola, y no puede
-hacérsele más de tres. De tres cosas, una. ¡Dios
-mío! ¿Cómo pueden conformarse á tal mezquindad
-esas bellas y elegantes damas, acostumbradas
-á conseguir todo lo que piden? Sin duda piden
-cosas muy difíciles ó imposibles, cuando se
-dan por muy contentas con obtener una. Secretos
-serán entre el cielo y ellas, porque en asuntos
-de la tierra, todos sabemos que si ellas
-desearan tres cosas, no tendrían para empezar
-con una sola.</p>
-
-<p>¡Quién pudiera penetrar el misterio de vuestras
-peticiones, y quién tuviera poder para
-exaudir todos vuestros deseos! Cierto que á la
-divinidad no es posible engañarla, pero ¡es tanto
-el arte de seducción en las mujeres! que la
-divinidad sonreirá bondadosa cuando ellas oculten
-entre dos peticiones insignificantes la de
-verdadera importancia. Ó, cuando las peticiones
-en aparente forma distinta, sean en realidad
-una misma. Yo pienso acudir uno de estos días<span class="pagenum"><a name="Page_53" id="Page_53">[53]</a></span>
-á la devoción milagrosa y haré muy humilde
-mis tres peticiones. Un millón de pesetas, un
-millón de francos ó un millón de liras. Veremos
-si es verdad que de las tres cosas se consigue
-una. Con cualquiera de las tres me contentaría
-y todas las tardes verían ustedes un automóvil
-más á la puerta de la humilde iglesia, cuyo nombre
-y sitio no diré á ustedes, porque los anuncios
-son asunto de la administración. Y ¡qué mejor
-anuncio que tanto coche blasonado y tanta distinguida
-dama en la plazoleta antigua del Madrid
-viejo; este Madrid que tantos rincones
-guarda de siglos pasados en sus calles y no
-menos en el espíritu de sus nobles y bellas
-damas!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Si alguien dudara de los sentimientos religiosos
-de este país católico por excelencia, de la
-honda preocupación religiosa de nuestro espíritu,
-de lo importante que es para los gobiernos
-el no ofender ni menoscabar en nada nuestras
-venerandas creencias, bastaría con la más superficial
-observación de lo que significan para
-nosotros estos días solemnes en que la Iglesia,<span class="pagenum"><a name="Page_54" id="Page_54">[54]</a></span>
-nuestra madre, conmemora la Pasión y Muerte
-de Jesús.</p>
-
-<p>En calles y templos las más expresivas muestras
-de verdadero fervor cristiano. Severidad en
-el adorno y en las ceremonias de iglesia; raudales,
-cuando no de arrebatada elocuencia, de
-sencillez evangélica, en los púlpitos; los pocos
-lugares de esparcimiento ofrecidos al público,
-como cafés, pastelerías, etc., abandonados de
-su habitual parroquia masculina, no digamos
-de señoras y señoritas; todas fidelisísimas observantes
-del riguroso ayuno. Las mujeres desdeñosas
-de solicitar la atención de los hombres,
-en estos días consagrados á la meditación y al
-recogimiento, con la mayor sencillez en su persona;
-los hombres, respetuosos con la actitud
-severa de ellas, sin atreverse á ofenderlas con
-un mal piropo. ¡Oh! Es un espectáculo edificante.
-La vida parece haber suspendido todo el
-anhelo pecaminoso con que de continuo nos
-solicita para perpetuidad de la especie y del
-pecado.</p>
-
-<p>No es de extrañar que los extranjeros que
-en estos días solemnes visiten principales ciudades
-de España: Madrid, Sevilla, Murcia, Toledo,
-etcétera nos juzguen de una imponente austeridad<span class="pagenum"><a name="Page_55" id="Page_55">[55]</a></span>
-religiosa, que les hace más comprensible el
-legendario fanatismo que propagó las hogueras
-inquisitoriales de España por medio mundo.</p>
-
-<p>Y si en algo puede haber disculpa para tantas
-atrocidades cometidas en nombre de la Religión,
-nuestra mejor disculpa está en eso, en la
-sinceridad del sentimiento religioso de nuestro
-espíritu; el mismo que sobrevive con la misma
-sinceridad y del cual pueden hacerse cargo
-cuantos nos visitan en estos días solemnes de
-meditación y recogimiento.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Ningún ejercicio espiritual más propio del
-bondadoso escéptico en estos días, que la lectura
-de un bonito libro, recientemente publicado
-en París. Su autor, Salomón Reinach; su título
-«Orfeo». Historia de las religiones. Un substancioso
-compendio, acaso despreciable para los
-eruditos especialistas que sonríen desdeñosos
-á todo extracto de ciencia: pero muy de agradecer
-para los «pica-platos» intelectuales, deseosos
-de asomarnos á todas las ventanas y aun á
-todas las alacenas de la inteligencia, sin tiempo
-para otra cosa que oler donde se guisa y pellizcar<span class="pagenum"><a name="Page_56" id="Page_56">[56]</a></span>
-donde se sirve. Y como bien guisado y bien
-servido, está el manual en cuestión. En un perspicaz
-vistazo de pájaro sobre todas las creencias
-religiosas que han inquietado al mundo.</p>
-
-<p>Desde la altura todas parecen en el mismo
-plano y, cuando menos, aprendemos á estimarlas
-lo mismo, como una necesidad universal del
-humano espíritu: niño preguntón que quisiera
-saber el por qué de todo, y á falta de verdades
-ciertas se contenta con suposiciones fantásticas.</p>
-
-<p>En los más claros y habitables aposentos de
-nuestra inteligencia, asentamos las pocas verdades
-que poseemos; allá, en los camaranchones
-interiores y obscuros de nuestro cerebro, ó arrinconamos
-los trastos inservibles que nos correspondieron
-por antiguas herencias, ó suponemos
-duendes y fantasmas que justifican nuestro horror
-á penetrar en ellos y la imposibilidad de habitarlos.</p>
-
-<p>Cierto que, puestos á elegir fantasmas, debiéramos
-elegir los más gratos, y es preferible
-imaginar duendes alegres y juguetones á trasgos
-espantables. Pero ¡ay! que son los hombres
-los que hicieron á sus dioses á su imagen y semejanza,
-y así hay dioses bondadosos, dioses<span class="pagenum"><a name="Page_57" id="Page_57">[57]</a></span>
-crueles, dioses vengativos, dioses indiferentes,
-dioses ridículos, dioses respetables, dioses humanos
-y dioses divinos. Dioses para todos los
-gustos y para todas las aspiraciones.</p>
-
-<p>Somos el molde de nuestras creencias, y no
-ya cada pueblo, cada hombre, llevamos á nuestro
-dios, hecho carne en nosotros. Por eso, entre
-todos, ningún símbolo tan espiritualmente bello,
-como el de nuestro Dios, hecho hombre, hijo
-del hombre, hombre como nosotros; que en nosotros
-puede nacer, y en nosotros y por nosotros
-padecer pasión y muerte y en nosotros resucitar
-y divinizarse.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Un distinguido pintor escenógrafo y dos populares
-y aplaudidas tiples han tenido uno de
-sus más ruidosos éxitos... ¿En dónde, dirán ustedes?
-En la parroquia de San Sebastián.</p>
-
-<p>El Teatro y la Iglesia ó la Iglesia y el Teatro&mdash;las
-señoras primero&mdash;aunque alguna vez hayan
-andado á la greña, en el fondo han sido
-siempre buenos amigos. No es preciso remontarse
-á los orígenes del teatro ni á la representación
-de los Autos Sacramentales para demostrarlo.<span class="pagenum"><a name="Page_58" id="Page_58">[58]</a></span>
-La capilla de la Virgen de la Novena, que
-el fervor de nuestros actores costea y sostiene
-sin decaimiento de su original esplendor, lo atestigua
-bien claramente hoy en día.</p>
-
-<p>En esta Semana Santa, con su decoración
-teatral y la presencia de nuestras más bellas actrices,
-la capilla de la Novena ha conseguido la
-mejor entrada. Los devotos tal vez se escandalicen;
-pero, nada importaría que los templos tuvieran
-algo de teatro, si los teatros alguna vez
-tuvieran algo de templo.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img04.jpg" width="50" height="52" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_59" id="Page_59">[59]</a></span></p>
-
-<h2>V</h2>
-
-
-<p>La capa, la española capa, prenda inseparable
-de la mantilla, en todo canto al españolismo,
-parecía desmentir hasta ahora, el mayor apego
-en la mujer á lo tradicional y castizo; pues mientras
-sobre femeniles cabezas pasaron mil hechuras
-de sombreros, relegada la mantilla á fiestas
-de religión ó de tauromaquia&mdash;los extremos se
-tocan y las tradiciones se semejan,&mdash;la capa
-persistía con firmeza, gallardeando sobre varoniles
-hombros, en amistosa alternativa con toda
-clase de abrigos, nobles y plebeyos; desde el
-gabán aforrado en nutrias ó martas cibelinas,
-á la bufanda con honores de manta.</p>
-
-<p>Y, en este invierno, sin prescripciones de la
-moda, ni de la higiene, la hemos visto de pronto
-desaparecida; tan de pronto, que mal puede
-decirse que la hemos visto desaparecer.</p>
-
-<p>Y el pueblo; el último baluarte siempre del
-casticismo pintoresco, en lenguaje, vestidos y
-costumbres, ha sido el primero en desecharla,<span class="pagenum"><a name="Page_60" id="Page_60">[60]</a></span>
-sustituyéndola por la zamarra; prenda sin carácter,
-sin gracia, sin historia, sin nacionalidad.</p>
-
-<p>¿Habrán influído las recientes disposiciones
-sobre las casas de préstamos, con la menor facilidad
-en la pignoración, al desprestigio y abandono
-de la clásica prenda, considerada antes
-como un billete de Banco, valor al portador?</p>
-
-<p>¿Será que todas las capas madrileñas padecían
-cautividad, y el negarse los prestamistas á la
-renovación de papeletas, ha hecho imposible el
-rescate en esta temporada de invierno?</p>
-
-<p>Si así fuera, esperemos el saldo del año próximo,
-que volverá á ponerlas al alcance de todas
-las fortunas, sin menoscabo de la de sus actuales
-poseedores. ¡Habrá capa que pudiera estar
-bordada en oro, si á enriquecerla con tal adorno
-se hubiera aplicado el interés cobrado en tantas
-renovaciones!</p>
-
-<p>Pero, si la causa no fuera esta y la zamarra
-triunfara en definitiva, como prenda de abrigo
-popular, entonces la capa no tardaría en ser el
-abrigo aristocrático, y por imitación volvería á
-serlo de la clase media, y por fin volvería á ser
-el de las clases populares, deseosas siempre de
-igualarse con los de arriba, mientras éstos quisieran
-diferenciarse de todos.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_61" id="Page_61">[61]</a></span></p>
-
-<p>¿No están recientes las luchas y protestas de
-los camareros de café, hasta conseguir les fuera
-permitido el uso del bigote, por considerar como
-signo deprimente de servilismo la cara rasurada?
-Y he aquí, al poco tiempo, que ya son los
-mozos de café los únicos que llevan bigote, y
-todo pelo en la cara es anatematizado por la
-distinción y por la higiene. Ni una ni otra son
-señoras muy de fiar, por lo veleidosas. Ahora
-nos dicen las dos, puestas de acuerdo, que barbas
-y bigotes son terribles nidos de microbios
-y, aun cuando vaya uno para viejo, no hará muchos
-años, «leía yo, en los libros que tenía»&mdash;como
-dice Segismundo, el de «La vida es sueño»,
-no confundirle con el de «El sueño es vida»,&mdash;leía
-yo, como iba diciendo, en mis buenos
-libros de higiene, cómo era menor la mortalidad
-y el peligro de la tuberculosis, entre los
-obreros que, empleados en industrias, como la
-fabricación de hilados y otras similares, dejaban
-crecer barbas y bigotes, que entre los afeitados
-ó barbilampiños; pues barbas y bigotes eran como
-red cazadora de partículas que, sin ese natural
-obstáculo, penetrarían directamente en los
-pulmones. Toda esta explicación venía muy cimentada
-sobre sólidas estadísticas y lo mismo<span class="pagenum"><a name="Page_62" id="Page_62">[62]</a></span>
-vendrán éstas de ahora, que afirman todo lo contrario.</p>
-
-<p>Yo no sé si ahora será cuando la higiene está
-en la fija; de la moda, sé decir que, para rostros
-de pura cepa castellana, no puede ser más desfavorable.
-Para bien parecer un rostro varonil
-afeitado, necesita ser de buen color y armonizar
-con rubios cabellos que den claridad y juventud
-á la fisonomía. Pero el ceñudo castellano, de
-negro pelo, color verdinegro ó amarillento, cobra
-un aspecto duro de presidiario ó cura de
-facción, con el rostro afeitado, más sombrío sin
-el contraste de bigote ó barba.</p>
-
-<p>Y ¿qué diremos de los que deciden el afeitado
-sin contar con los veinticinco céntimos necesarios
-para la diaria operación? Entre éstos figuran
-muchos jóvenes artistas, que estarían mejor
-con su buena melena y todo lo que buenamente
-quisiera crecerles. Todo, mejor que verles con
-la pelusa de una semana, como quincenarios, y
-oirles decir todavía:&mdash;¿Sabe usted? No llevo nada
-en la cara porque es mucho más limpio y
-más higiénico.&mdash;¡Vaya con la limpieza y con la
-higiene!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_63" id="Page_63">[63]</a></span></p>
-
-<p>De las famosas turbias del Lozoya, ninguna
-tan turbia como esta de ahora, tan de color de
-chocolate, que pasa de castaño obscuro. El Manzanares,
-por otra parte, celoso al cabo de los
-años del injusto predominio sobre Madrid, que
-su rival le usurpaba, y de las clásicas burlas á
-su pobre caudal, quiere probarnos que, si no en
-agua, en lodo, tiene fuerza bastante para alcanzar
-á respetables alturas. Por suerte, aquí todos
-sabemos nadar entre dos aguas, y aun entre
-agua y lodo, que no siempre el ser animal anfibio
-tiene sus inconvenientes, como aseguran en
-popular zarzuela.</p>
-
-<p>El Señor nos libre de juicios temerarios, pero
-es desgracia nacional que todo negocio y toda
-industria emprendidos en tierra española, aun
-los que mas beneficiosos parecen para el interés
-general, lleven mancha de origen por la pícara
-intervención política en todos los asuntos. Así
-el trabajo honrado y el dinero, nunca más honrado,
-que cuando al servicio del trabajador se
-pone, andan siempre tan desconfiados de emplearse
-en nuestra industria y en nuestros negocios.
-Apenas se proyecta algo provechoso, todo
-el mundo se escama: ¡Chanchullo! ¡Manos puercas!
-¿Escuadra? un momio. ¿Gran Vía? otro momio.<span class="pagenum"><a name="Page_64" id="Page_64">[64]</a></span>
-¿Teatro Nacional? momio de ambos sexos;
-si ha de venir á ser refugio hospitalario de ruinas
-artísticas y literarias. De toda empresa española
-puede decirse, como de aquellas famosas
-Cortes: ¡deshonradas antes que nacidas!</p>
-
-<p>De aquí proviene que el celoso de su buena
-opinión huya, como el diablo, de intervenir en
-todo negocio, y vienen á parar todos ellos en
-manos de gente despreocupada, á la que, al
-fin y al cabo, hay que agradecer su despreocupación,
-que ya es una prueba de valentía, y tan
-necesitados estamos de emprendedores, que
-bien podemos decir: Hágase el milagro y hágalo
-el diablo. Hágase el negocio, aunque saliere
-un poco sucio.</p>
-
-<p>Todas estas desconfianzas y recelos, más son
-señales de nuestra pobretería que de nuestra
-moralidad. Hay tanta escasez de dinero que no
-se comprende cómo nadie puede manejarlo sin
-resistir á la tentación de quedarse con algo entre
-las uñas. Para juzgar de los demás no solemos
-tener más norma que nosotros mismos; lo
-que haríamos en su caso.</p>
-
-<p>Nunca he oído á ningún gran señor quejarse
-de que le sise su cocinero, ni su jefe de cuadra,
-ni su administrador. Verdad es que su<span class="pagenum"><a name="Page_65" id="Page_65">[65]</a></span>
-mesa está bien servida, sus trenes bien presentados
-y á él nada le falta.</p>
-
-<p>Esto es lo que no nos sucede á los españoles.
-Á poco que nos sisen, ya se nota en todo, particularmente
-en la mesa, falta que no se disimula.
-Y no es que nuestros cocineros tengan menos
-conciencia que los de otras partes, es que
-damos menos dinero para la compra, y para
-comer bien hay que contar con la sisa.</p>
-
-<p>Somos, además, tan apegados á rancias hidalguías
-que, aunque tan necesitados de dinero,
-seguimos considerando como despreciables
-los medios para su adquisición; así es que preferimos
-buscarle ocultamente por caminos subterráneos,
-como si fuera un crimen buscarle á
-la luz, abiertamente. Aquí es todavía la mayor
-gloria de un político, de un artista, de un hombre
-de ciencia, decir: Murió pobre. ¿Por qué?
-¿Han de ser solo el dinero y la independencia
-que da el dinero, de los que explotaron la influencia
-del político, la gloria del artista y la
-ciencia del sabio?</p>
-
-<p>Cuando el dinero lo compra todo, ¿no habrá
-algo que pueda comprar el dinero?</p>
-
-<p>Hacer valer dinero á nuestra inteligencia no
-es envilecerse, es ennoblecer al dinero.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_66" id="Page_66">[66]</a></span></p>
-
-<p>Cuando los hombres inteligentes dan en no
-venderse, por escrúpulos de conciencia, entonces
-es peor; porque todos los negocios van á
-parar á los tontos, que para la circunstancia, se
-meten á pillos: ya se sabe que nada imita mejor
-á la inteligencia que la pillería.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Se anuncia en Madrid y para fecha próxima
-una Exposición, la más simpática y la más conveniente
-para ejemplo y estímulo de todos: la
-Exposición de la Infancia.</p>
-
-<p>De todos los dicterios con que el mayor enemigo
-de España pudiera ofendernos, el de infanticidas
-sería, quizás, el más merecido.</p>
-
-<p>No será Malthus nuestro previsor apóstol;
-pero es, en cambio, Herodes, el buen reparador
-de nuestra prolífica imprevisión. Tan descuidados
-sembradores como descuidados cultivadores
-y recolectores. Al celo previo, en que cualquier
-hombre se iguala al animal, no corresponde
-el celo ulterior por la prole, en que cualquier
-animal puede dar lecciones al hombre.</p>
-
-<p>Y no haya ofensa para las madres y los padres
-españoles. ¿Cómo suponerlos menos<span class="pagenum"><a name="Page_67" id="Page_67">[67]</a></span>
-amantes de sus hijos que en otros países? Los
-aman con ceguedad; pero ¡ay! con ceguedad
-de ignorancia, que es la peor de las ceguedades.</p>
-
-<p>Dos tristes suertes hay en el mundo; verse
-pájaro en manos de niño; verse niño en manos
-de padres españoles.</p>
-
-<p>Dijérase que la fe cristiana, en la seguridad
-de verlos al morir niños, trasplántalos ángeles
-al cielo; ó las inseguridades de nuestro vivir nacional
-azaroso, consuelan y hasta estimulan á
-los padres en la temprana muerte de sus hijos.</p>
-
-<p>No es que no los amemos mucho; es que
-amamos tan poco la vida, que acaso el haberlos
-traído á ella nos pesa como un remordimiento,
-de que sólo su muerte prematura puede
-aliviarnos...&mdash;¡Para él ha sido un bien!...
-¡Angelitos al cielo!&mdash;¡Se ha quitado de penas!&mdash;¡Quién
-sabe lo que hubiera tenido que pasar
-en este mundo!&mdash;Hay en todas estas frases
-vulgares, al morir un niño, una resignación que,
-siendo amor, más parece feroz egoísmo.</p>
-
-<p>Y es el espíritu español, seco para el niño, y
-esta sequedad se refleja en nuestro arte, apenas
-esclarecido por gracias infantiles, en los cuadros
-de Murillo y en alguna imagen del Niño
-Jesús del escultor murciano Salcillo.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_68" id="Page_68">[68]</a></span></p>
-
-<p>No hay en España una literatura, un arte
-para los niños. Nos preocupamos poco de higienizar
-ni de alegrar su vida.&mdash;¿Hay mejor higiene
-que la alegría?&mdash;Aun los niños ricos son
-aquí más desgraciados que los niños pobres de
-otros países.</p>
-
-<p>La Exposición puede ser una buena obra, si
-á ella acuden con la mejor voluntad todos los
-que, sin haber perdido la fe en otra vida con su
-cielo saben que ya es bastante antesala para
-esperarla ésta nuestra tierra, tal como ella será
-siempre, por mucho que procuremos mejorarla
-entre todos, y no hay necesidad de hacer de
-ella un infierno, único lugar que no admite mejora;
-porque nada puede mejorarse en lugar
-donde no se ama, que es también lugar donde
-no se trabaja.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img05.jpg" width="50" height="51" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_69" id="Page_69">[69]</a></span></p>
-
-<h2>VI</h2>
-
-
-<p>Paréceme que, en la admiración de nuestros
-jóvenes por Larra, entra por mucho el atractivo
-de su fin prematuro. Hay quien juzga que fué
-mejor así; pues acaso la vida, con su roce desgastador
-de energías y suavizador de asperezas
-hubiera subyugado altiveces en el rebelde espíritu
-de «Fígaro», y una vez más hubiéramos
-asistido á la abdicación de una inteligencia vencida
-por algún interés.</p>
-
-<p>¿Qué importaba? ¡Hubiera sido tan interesante!
-De un alto entendimiento es tan admirable
-la sumisión como la rebeldía. ¿No fué admirable
-la aparente conformidad de un Campoamor, de
-un Valera, por todo lo establecido? Y después,
-cuando la aparente sumisión, efectiva para el
-vulgo oficial, nos ha dado autoridad y respeto,
-¿no podremos con mayor eficacia volver á decir
-la verdad, á los que antes no quisieron oirla?</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_70" id="Page_70">[70]</a></span></p>
-
-<p>«Fígaro» sometido, acaso nos hubiera dicho
-algo más profundo que «Fígaro» rebelde. Sobre
-la verdad de nuestra vida, que él creyó afirmar
-dándose muerte, está la verdad de la vida; sobre
-la que, acaso, podemos triunfar cuando más
-abdicamos de nuestra voluntad.</p>
-
-<p>Cuando hemos renunciado á nuestra dicha y
-nos contentamos con ver dichosos á los que nos
-rodean, es quizás cuando empezamos á serlo.</p>
-
-<p>¡Qué inaccesible ideal si pensamos al escribir
-una obra en la gloria sin término! ¡Qué fácil, si
-pensamos en comprar con su producto inmediato
-el juguete que alegre á un niño querido! ¡Vender
-la gloria remota por sonrisas cercanas! Si la
-gloria tiene algún camino, ¿no es el amor quien
-por él ha de llevarnos?</p>
-
-<p>Poner muy alto y muy lejos el ideal, tal vez
-es airoso pretexto para la caída al alcanzarle.
-Acerquémonos, aunque se empequeñezcan nuestros
-ideales.</p>
-
-<p>Fingió la fábula que el águila volaba por llegar
-al sol, y en realidad sólo vuela por traer alimento
-á su nido. Y por eso no es menos arrogante
-su vuelo.</p>
-
-<p>¡Jóvenes admiradores del fin prematuro de
-«Fígaro», no pretendáis volar tan alto por el<span class="pagenum"><a name="Page_71" id="Page_71">[71]</a></span>
-aire, que olvidéis deberes de la tierra! El también
-os lo hubiera dicho si hubiera vuelto de su
-volar altivo.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><i>El Teatro en España</i>, interesante libro publicado
-por Francos Rodríguez, á mas de muy
-atinados juicios sobre muchas de las obras estrenadas
-en el año de 1908, contiene una parte
-de estadística, reveladora de la desproporción
-alarmante entre la cantidad y la calidad en el producto
-dramático. Asusta lo que devora el público
-en un año, y no será de extrañar que, por
-no exponerse á morir de empacho, prefiera ponerse
-á dieta rigurosa, de más rigurosa repercusión
-en estómagos de autores y comediantes.</p>
-
-<p>Á bien que el público toma el prudente partido
-de no interesarse por nada y ha delegado
-su misión de juzgador en manos de la «claque»
-y de los amigos del autor, pródigos en aplausos
-que ya nada significan ni á nada comprometen,
-ni siquiera á que la obra permanezca en el cartel
-los tres días de reglamento. Se ha conseguido
-con esto, que ya no haya más opinión valedera
-que la de la taquilla, y que los empresarios<span class="pagenum"><a name="Page_72" id="Page_72">[72]</a></span>
-después del buen éxito, más ruidoso, en vez de
-regocijarse, digan desconfiados: Mañana veremos...
-Y lo que ven mañana es... tres pesetas.</p>
-
-<p>No ha de pedirse á la crítica mayor severidad
-que al público, y si éste adoptó por sistema el
-muy cómodo de «Dejad hacer, dejar pasar»,
-¿qué ha de decir la crítica? Por mí que hagan, y
-por mí que pasen. La indiferencia, tal vez cruel
-del público, es en la crítica más compasiva.
-Aquella obra es acaso el pan de una familia ó la
-felicidad de un ilusionado, ó la satisfacción
-vanidosa de un majadero. ¿Para qué privarles
-de esos goces materiales ó espirituales? ¿No es
-injusticia toda justicia innecesaria? ¿Pesan más
-los agravios al arte que la miseria ó la pena
-de un autor desdichado?</p>
-
-<p>Como decía aquella dama, dadivosa de suyo,
-para justificar sus prodigalidades: ¡Á una
-le cuesta tan poco, y ellos se quedan tan contentos!...</p>
-
-<p>Es hoy el teatro rama de la Beneficencia. Y
-no está mal así; que es tan dura la vida, que en
-nada puede emplearse mejor todo templo, sea
-artístico ó religioso, que en asilo benéfico del
-dolor y de la miseria. El Arte como la Divinidad
-es bondadoso, y sonríe sin ofenderse al que llega<span class="pagenum"><a name="Page_73" id="Page_73">[73]</a></span>
-en nombre del Arte á pedir á su puerta una
-limosna, ya de pan, ya de aplauso.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Tan poco acostumbrada está la Gloria á coronar
-en vida frentes españolas y tan hecha á
-no llegarse á las más excelsas, si no es traída
-por mano de la muerte, que, cuando por no poder
-menos, la hora gloriosa llega en vida, no
-es de extrañar que la muerte crea también su
-hora llegada y sólo por ver al luchador triunfante,
-con razón crea que ya le pertenece.</p>
-
-<p>Era, para el músico insigne, un descanso en
-la lucha incesante, era el triunfo, concedido por
-los más rehacios en otorgar honores de vencedor
-á quien todavía pelea en pie con denuedo;
-era la gloria: pero era gloria española... ¡Tenía
-que ser la muerte!</p>
-
-<p>Mezquina concepción de la divinidad es considerarla
-como á maestro de párvulos, distribuyendo
-vales de buen comportamiento para un
-premio futuro; pero, ante el rudo corte de una
-noble vida, toda honrado trabajo y fecunda lucha,
-que no pudo hallar aquí justa recompensa,
-¿no hemos de pensar en una satisfacción suprema,<span class="pagenum"><a name="Page_74" id="Page_74">[74]</a></span>
-en una gloria sobrehumana de luz y de
-armonía?</p>
-
-<p>¡Ah, los que juzgáis escepticismo la ironía,
-no sabéis cómo el irónico guarda la sinceridad
-de su sentimiento para cuando es bien emplearlo,
-más entero cuanto menos gastado!</p>
-
-<p>Porque sabe de la verdadera bondad, burla
-de apariencias virtuosas; porque sabe del esfuerzo
-y de los sacrificios que impone el verdadero
-arte, burla de esos simuladores, bien hallados
-con la fácil «gloriola», más contentos con
-aparentar que con ser. Esos que pueden reposar
-satisfechos al decir: Hemos llegado; cuando
-llegaron á una posición oficial, obtenida á fuerza
-de intrigas y de concesiones.</p>
-
-<p>Pero ante un nombre como el de Chapí, ante
-una vida de trabajo digno, en que todo se debe
-al propio esfuerzo, la admiración es culto y el
-respeto obliga al ejemplo... Y el cronista llora
-con limpio llanto, porque nunca lloró con llanto
-inútil por farsantes ni por malvados.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Sobremesa es esta de espiritual convite, de
-mística comunión, como en la última Cena de<span class="pagenum"><a name="Page_75" id="Page_75">[75]</a></span>
-Cristo, como en torno al Santo Grial, la de sus
-caballeros guardadores, los hermanos de Percival
-y de Lohengrín.</p>
-
-<p>Sobre la vulgaridad cotidiana de nuestra vida,
-resplandeció la gloria del Arte y sus alas de
-luz nos elevaron, aliviados de toda terrenal pesadumbre,
-y la caricia de lo sublime estremeció
-nuestras almas transfiguradas por el divino milagro
-del Arte.</p>
-
-<p>Y cuanto hay de divino en nosotros nos habló
-de inmortalidad. ¿No es esta la verdadera,
-la única moralidad que debemos pedir al Arte?</p>
-
-<p>Después de oir «El Ocaso de los Dioses», yo
-no creo sinceros los aplausos; esa vulgar aclamación
-no es digna de tanta grandeza. Nadie
-palmotea ante el mar, nadie palmotea ante las
-tempestades, nadie ante la serenidad armoniosa
-del cielo en una noche de verano. El espíritu
-se recoge como en oración, y un silencio solemne
-de llanto contenido, el llanto bueno que
-purifica como fuego sagrado, es la mejor acción
-de gracias de nuestras almas.</p>
-
-<p>El único aplauso digno sería caer de rodillas,
-prosternados como ante la elevación eucarística.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_76" id="Page_76">[76]</a></span></p>
-
-<p>¿Qué nos dirán ahora para justificar su desdén
-por el público, los inmaculados castellanos
-de las marfileñas torres? ¿Es inútil pretender
-llegar á la multitud, como ellos aseguran? ¿Solo
-ignorancia y grosería encontraremos en ella?
-El público madrileño respondió el domingo
-pasado y en noches sucesivas, como acaso no
-esperaban muchos, á cuantos quieren disculpar
-su vagancia ó su impotencia con la falta de
-sentido artístico en el público.</p>
-
-<p>Con ser todo admirable&mdash;pasemos por alto
-deficiencias en la interpretación y presentación
-de la obra,&mdash;lo más admirable, sin duda, lo
-mejor de la gloriosa jornada, fué la actitud del
-público; este admirable público madrileño, tan
-calumniado, pero de un instinto artístico tan
-seguro, que, al contrario que en otros países,
-antes que en la crítica sabia, hallan en el sostén
-y aliento los luchadores sinceros por nuevas
-formas de Arte.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Y, en el triunfo del genio, ¿será justo olvidar
-á su compañera inseparable la locura&mdash;según
-los modernos, algo ya anticuados antropólogos,&mdash;personificada<span class="pagenum"><a name="Page_77" id="Page_77">[77]</a></span>
-en el caso de Wagner,
-por aquel rey Luis de Baviera; Nerón de poquito,
-Nerón todo dulzura, solo tirano en el
-Imperio del Arte?</p>
-
-<p>¿Hubiera triunfado el genio sin el loco? ¡Gran
-asunto para nueva trilogía! El emperador Guillermo,
-el rey Luis de Baviera y Wagner. La
-fuerza, la locura y el genio, unidos para gloria
-del imperio grande y fuerte.</p>
-
-<p>La crítica histórica minuciosa distribuirá razonablemente
-alabanzas y censuras. Todas éstas
-para el noble rey loco. ¿Qué importa? Él también
-fué necesario para la grande obra, y en la
-universal armonía, el fuerte y el genio llaman
-hermano al loco.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Después de una representación del «Ocaso
-de los Dioses», pensaba yo, cómo yerran los
-sintetizadores rotundos que para mayor comodidad,
-clasifican á todo pueblo del Norte, como
-razonador y positivista, y á todo pueblo meridional
-como idealista y soñador. Y he aquí, cómo
-en el arte germánico, perduran los mitos
-heroicos y legendarios, y cómo entre nosotros,<span class="pagenum"><a name="Page_78" id="Page_78">[78]</a></span>
-apenas si concedemos un modesto lugar en la
-tradición; muy desposeída de leyendas, á nuestros
-héroes. ¡Nosotros sí que sabemos del Ocaso
-de los Dioses! Aquel gran socarrón de Cervantes
-fué el gran enterrador de España. Verdad
-es que el entierro fué suntuoso, con gran
-asistencia de monjas y frailes. No se puede
-morir más devotamente. Toda la herencia se
-nos fué en fundaciones piadosas. Esperémoslo
-todo de la desesperación de los desheredados.
-Cuando falte toda esperanza, la desesperación
-puede ser también madre del heroísmo.</p>
-
-<p>¡Triste Rocinante, triste rucio de Sancho Panza,
-que vais tardos y fatigosos por áridas llanuras,
-no hemos de trocaros por el caballo de
-Brunilda, que galopó sobre nubes y en carrera
-loca fué conducido al fuego, para que sobre la
-muerte del héroe y el perecer de los dioses,
-triunfara el amor ideal de dos almas heroicas!</p>
-
-<p>¡Qué impropiamente llamado «Marcha fúnebre»
-el mas sublime pasaje musical y dramático
-del Ocaso! Marcha al combate, al triunfo, á
-la inmortalidad, debiera llamarse.</p>
-
-<p>Hay en la música de Wagner más filosofía
-que en todos los filósofos alemanes. La que
-despierta en lo más íntimo y en lo más hondo<span class="pagenum"><a name="Page_79" id="Page_79">[79]</a></span>
-de nuestro espíritu el sentimiento de inmortalidad.</p>
-
-<p>La Vida es un enigma, el Arte es su revelación.
-¿Nos dice la verdad? No. ¿Para qué? Nos
-hace olvidarla.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img06.jpg" width="50" height="47" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_81" id="Page_81">[81]</a></span></p>
-
-<h2>VII</h2>
-
-
-<p>La coincidencia en el arribo á Buenos Aires
-de dos gloriosos escritores, de tan opuesto carácter
-y tendencias, como Anatole France y
-Blasco Ibáñez, es comidilla en círculos literarios,
-donde se discute en pro y en contra del
-efecto que cada uno podrá lograr con sus anunciadas
-conferencias.</p>
-
-<p>Cuentan, los mantenedores por el gallo francés,
-con el «snobismo» porteño, tan afecto á
-cuanto proceda de París, sean figurines de modisto,
-sean figurines de literatura. Confiamos,
-los que ponemos por el nuestro, fuera de méritos,
-que no es ocasión de parangonar, con la
-indudable supremacía que la literatura española
-va logrando en aquellas tierras, lenta, pero
-seguramente con el mayor entusiasmo que
-aportará nuestro Blasco Ibáñez, y el mayor conocimiento
-del terreno que pisa, con el espíritu
-español, más efusivo que el francés para entregarse
-al extranjero; no digamos á lo que nosotros
-no podemos llamar extranjero, por ser tan<span class="pagenum"><a name="Page_82" id="Page_82">[82]</a></span>
-nuestro, hasta en eso de haberse entregado al
-francés incautamente.</p>
-
-<p>Anatole France irá, de seguro, muy poseído
-de su superioridad, que es la superioridad francesa;
-más dispuesto á ser admirado que á admirarse;
-irá con la misma displicencia que los
-grandes actores franceses en sus «tournées» por
-América, que suelen presentarse con lo más
-ramplón de su repertorio y de su equipaje; muy
-convencidos de que les basta con su nombre de
-París, para ser aplaudidos. Á esto se debe algunos
-fracasos muy sonados y el que hoy sean
-preferidas las compañías españolas é italianas.</p>
-
-<p>Yo deseo un viaje triunfal á Blasco Ibáñez,
-y desde ahora me atrevo á pronosticar que lo
-será seguramente; sin desconocer que para Anatole
-France serán los mayores éxtasis de los exquisitos.
-Lo mejor que pueden desear los argentinos
-es que el sutil ironista francés quede
-tan satisfecho de su viaje, que pretenda volver
-por allá, más tarde ó más temprano; porque si
-no entra en sus planes el volver... ¡ya pueden
-prepararse para leer lo que escriba de ellos á
-su regreso! De menos hizo Dios á Juana de
-Arco.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_83" id="Page_83">[83]</a></span></p>
-
-<p>Á la distinguida señora que me escribe, indignada
-por algunas apreciaciones mías referentes
-á los padres españoles, recomiendo para mi
-disculpa y su consuelo, la lectura de un libro
-recientemente publicado en Francia: «La educación
-en la familia», por Thomas.</p>
-
-<p>Dice el autor: «Al tratar de la educación, y
-en particular de la educación de los hijos en la
-familia burguesa, procuramos destacar los pecados
-de los padres, persuadidos de que de
-ellos proviene la mayor parte de los males que
-afligen á la sociedad. La tarea es ingrata, porque
-pocas veces agradecemos las censuras.</p>
-
-<p>¡Cuánto más agradable sería exaltar los méritos
-del padre y el de la madre; disculpar sus
-errores y sus preocupaciones y cultivar con
-engaños discretos sus ilusiones! Tarea ingrata
-por su misma vulgaridad. ¿No se ha dicho ya
-todo sobre este asunto y no llegamos demasiado
-tarde? Todo se ha dicho, pero ya que parece
-que no se ha oído, ¿haremos mal en decirlo
-otra vez? Es conveniente, dijo Voltaire, despertar
-á menudo la conciencia de las modistas
-y la de los reyes con una moral que puede causarles
-impresión. Lo mismo puede decirse de
-la conciencia de los padres.»</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_84" id="Page_84">[84]</a></span></p>
-
-<p>Como vé mi ofendida comunicante, también
-en Francia hay padres descuidados, y lo mismo
-podría decirse de todo el mundo, y si el
-autor francés particulariza, como yo, por mi
-parte, es porque, además de que cada uno habla
-de la feria según le va en ella, es natural que
-cada uno hable de la feria que mejor conoce.</p>
-
-<p>No es que yo no haya conocido excelentes y
-admirables madres é inteligentísimos padres.
-Tal vez por haber conocido lo mejor, soy más
-exigente con lo mediano y con lo malo.</p>
-
-<p>Y si sólo á la salud física atendemos, ya no
-soy yo, es la estadística implacable la que acusa
-á los padres españoles. Y nos quejamos de
-Madrid, pero ¡cuando ve uno de cerca pueblos
-y aldeas!... Diga mi amable, aunque airada comunicante,
-que, al juzgar por sí misma, pretende
-igualar á todas las madres españolas: ¿no
-vió nunca en apreturas y bullangas callejeras,
-en teatros y hasta en tendido de sol en los toros
-mujeres con niños de muy corta edad, de
-pecho, en los brazos, y no sintió indignación
-muy justificada? ¿Es por exceso de cariño, es
-por lo que puedan gozar los angelitos á esa
-edad con el espectáculo? ¿Que son pobres mujeres
-sin ilustración? No siempre; que también<span class="pagenum"><a name="Page_85" id="Page_85">[85]</a></span>
-en la clase media y en las más elevadas se cometen
-á diario, como esos conatos de infanticidio,
-que alguna vez llega á consumación y
-entonces es el acudir á los santos, porque al
-médico también suele acudirse tarde.</p>
-
-<p>De la educación en su parte moral no hablemos,
-y vuelvo á recomendar el supradicho libro;
-pero ¿quién no ha presenciado, aun en familias
-muy distinguidas, discusiones violentas
-entre marido y mujer, en presencia de los hijos?
-¿Quién no conoce padres de esos que tienen
-por sistema desautorizarse mutuamente
-ante los hijos, por ridícula competencia de cariño
-y basta que el uno reprenda para que el
-otro disculpe y viceversa; de modo que los hijos,
-dueños de la situación, acaban por provocar
-á cada paso estas disidencias paternales,
-sabiendo que al cabo siempre han de resultar
-gananciosos?</p>
-
-<p>De otros muchos errores y torpezas, no menos
-graves por ser hijas del cariño, todos podemos
-catalogar por observación personal, un
-buen número.</p>
-
-<p>No vale, pues, ofenderse, señora mía. Los
-ejemplos hay que buscarlos en singular; las razones
-en plural. Yo sé de algunos admirables<span class="pagenum"><a name="Page_86" id="Page_86">[86]</a></span>
-ejemplos de padres y de madres; pero tengo
-muchas razones para hablar como he hablado
-de las madres y de los padres. Por algo soy
-hijo de quien mereció el nombre de «Médico
-de los niños», y más que contra las enfermedades
-tuvo que luchar en su vida profesional con
-la ignorancia de muchas madres y de muchos
-padres. Recuerdo haberle oído decir á una madre
-que no sabía cómo expresar su agradecimiento,
-por creer que le había salvado la vida
-de su hijo, enfermo de difteria, entonces de
-más complicada y difícil curación que ahora.&mdash;No
-tiene usted que agradecerme nada. Su
-hijo se ha salvado por bien educado. No he visto
-niño más dócil para dejarse curar.</p>
-
-<p>Ya ven los padres cuánto importa una buena
-educación, hasta para las enfermedades de sus
-hijos.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Algernon Carlos Swinburne era, con Jorge
-Meredith, el único gran poeta inglés viviente;
-últimos los dos de aquella serie de grandes
-poetas ingleses del siglo <span class="smcap lowercase">XIX</span>, que empezó con
-Byron, Wordsworth, Shelley y Keats, para<span class="pagenum"><a name="Page_87" id="Page_87">[87]</a></span>
-continuar con Tennyson, Browning, Rossetti,
-Morris y el que, aunque menor, no menos
-«Thoug the last not least», como Cordelia; entre
-todos pudo brillar y con los mayores competir.</p>
-
-<p>Sus principios poéticos, de una escabrosidad
-que la Inglaterra oficial no pudo perdonarle
-nunca, impidieron que, á la muerte de Tennyson&mdash;que
-tan bien supo guardar todas las formas
-poéticas y sociales,&mdash;fuera Swinburne
-nombrado poeta de cámara; que no otra cosa
-viene á ser el título de «laureado poeta», concedido
-en Inglaterra.</p>
-
-<p>Como Shelley, como Byron, ¡qué ingleses en
-esto! pretendió ser un revolucionario social, sin
-conseguir ser más que un admirable poeta.
-Nunca el verso inglés, tan perfecto desde sus
-orígenes, con Spencer, con Shakespeare, con
-Milton, alcanzó la fluidez, la variedad, la armonía
-de las estrofas de Swinburne, de imposible
-traducción á otro idioma. ¿Cómo ni á qué lenguaje
-se traduce una sonata, una sinfonía de
-Beethoven?</p>
-
-<p>Fué el cantor de los mares y lo fué también
-de los niños, y al morir, si no el aura popular
-de los contemporáneos, pudo sentir sobre su<span class="pagenum"><a name="Page_88" id="Page_88">[88]</a></span>
-frente el viento de los mares; el viento que él
-supo cantar y de quien él dijo cómo sentía:</p>
-
-<div class="poetry-container"><div class="poem"><div class="stanza">
-<div class="verse i2">«The delight that his doom is forever</div>
-<div class="verse i0">To seek and desire and rejoice.</div>
-<div class="verse i0">And the sense that eternity never</div>
-<div class="verse i2">Shall silence his voice.»</div>
-</div></div></div>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img07.jpg" width="50" height="51" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_89" id="Page_89">[89]</a></span></p>
-
-<h2>VIII</h2>
-
-
-<p>Cuando surge el héroe popular, ya sea héroe
-de un día, ya de los que dan nombre y gloria á
-toda una época, criminal ó santo, víctima ó
-triunfador, no importa estudiar la persona del
-héroe tanto como las circunstancias, el ambiente
-social de que fué producto. Héroes causa hay
-muy pocos; la mayor parte son héroes efecto.</p>
-
-<p>El héroe de estos días estaba en el ambiente;
-en las conversaciones familiares, en las tertulias
-de café, en las discusiones técnicas, en los bastidores
-de la política. Murmuración que apunta
-á ciegas, acusaciones injustas tal vez al particularizar,
-pero ¡qué lógicas al ser castigo, aunque
-no castiguen la verdadera falta!</p>
-
-<p>Y la falta no es de ahora, la falta es de origen;
-estuvo en aquella memorable sesión, no lejana,
-que hizo vibrar las fibras más hondas del patriotismo
-de aquellos, todo superficie, que lo echan
-todo en flores más que en raíces.</p>
-
-<p>Así se hubiera encargado de la construcción<span class="pagenum"><a name="Page_90" id="Page_90">[90]</a></span>
-de la escuadra un gobierno de ángeles y los
-barcos hubieran caído del cielo á punto de navegar
-por esos mares, la voz popular hubiera
-tenido siempre que poner tilde en ellos, desconfiada
-del divino milagro.</p>
-
-<p>¿Por qué? Porque el país aun tiene la ropa
-en la orilla, tendida á secar, como dijo el poeta;
-porque la herida aún no está cicatrizada; porque
-quien una vez fué engañado en su confianza,
-tarda mucho en volver á confiar, y acaso exagera
-su malicia por temor á caer otra vez en confiado;
-porque el país sabe que dos ni cuatro
-barcos no son una escuadra; porque había otras
-cosas más urgentes que recomponer, y á ellas
-debió atenderse con preferencia, y la prisa en
-nuestros directores por atender antes que todo
-á lo que el país no consideraba tan apremiante
-hizo que el país desconfiara desde un principio.
-Aquí hay negocio, se dijo. No lo habrá, no debe
-haberlo, la intención y los hechos serán los más
-puros del mundo, pero los errores se pagan
-como las culpas, y la acusación, las murmuraciones,
-la calumnia quizás, si son injustas al señalar
-culpables, son justicieras al castigar la
-culpa. No es hoy, fué el día de la memorable
-sesión, cuando alguien debió levantarse y acusar<span class="pagenum"><a name="Page_91" id="Page_91">[91]</a></span>
-muy alto. Aquel día fué cuando se engañó
-al país, y eso es lo que el país no ha perdonado,
-y acusando hoy sin pruebas, queremos
-creerlo, sin acertar en sus acusaciones, acusa
-con justicia.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>La gente anda por las calles como de costumbre;
-unos á sus ocupaciones, otros á sus ocios,
-nadie piensa en asonadas ni en revoluciones; la
-mayor parte de las calles tienen piso de asfalto
-y las barricadas no son posibles sin adoquines.</p>
-
-<p>Pero, ante el alarde de fuerzas, el ir y venir
-de la policía, los preparativos bélicos de enarenar
-las calles, la gente se detuvo curiosa, los
-curiosos aumentan, se empieza á temer algo.
-¿Qué va á pasar aquí? Los comerciantes se alarman,
-entornan sus puertas y resguardan sus
-vidrieras; la circulación de coches se dificulta,
-los guardias pretenden despejar la calle, se
-discute, se protesta; un guardia, malhumorado
-por el exceso de horas de servicio, increpa al
-más pacífico curioso, que al verse increpado
-tan á destiempo se insolenta con el guardia; un
-grupo toma partido por el transeúnte, increpa<span class="pagenum"><a name="Page_92" id="Page_92">[92]</a></span>
-á su vez al guardia, otros guardias intervienen
-á favor de su compañero, salen los sables, gritos,
-carreras, atropellos.</p>
-
-<p>Al otro día el gobierno anuncia en nota oficiosa
-que no está dispuesto á consentir que
-nadie altere el orden público con ningún pretexto,
-y que tomará las más rigurosas medidas,
-y vuelve á desplegar gran aparato bélico y
-vuelven los curiosos á curiosear, y vuelve á repetirse
-la misma escena. Y yo pienso: ¿Quién
-altera el orden? Si la gente no viera guardias,
-ni arena, ni parejas de la Guardia civil... ¿con
-quién discutiría? ¿Por qué se formarían grupos
-á ver lo que pasaba? Y ¿qué pasaría? Probablemente,
-que la gente iría tranquilamente por las
-calles, como de costumbre, unos á sus ocupaciones,
-otros á sus ocios. Si cuando uno no
-quiere, dos no riñen, ¿qué será cuando, aunque
-uno quiera reñir, no tiene con quién? Pues en
-este procedimiento tan sencillo, todavía no ha
-caído ningún gobierno, y esta medida de sentido
-común es la única que no se le ocurre tomar
-para que nadie, con ningún pretexto pueda alterar
-el orden público. Y, el orden público no
-se alteraría si los del orden público no se alteraran
-tanto.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_93" id="Page_93">[93]</a></span></p>
-
-<p>Los detenidos ingresan por docenas en la
-cárcel. Si la detención se prolonga, mal principio
-van á tener las primeras elecciones con voto
-obligatorio, y si antes de ese día les dan suelta...
-votos seguros para la candidatura ministerial, ó
-no hay gratitud en el mundo.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img08.jpg" width="50" height="59" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_95" id="Page_95">[95]</a></span></p>
-
-<h2>IX</h2>
-
-
-<p>Basta que el señor obispo de Orense lo afirme,
-para creer que el baldaquino famoso, amenazando
-ruina, el peor día, se hubiera desprendido
-sobre los devotos y causado mayor número
-de víctimas que las ocasionadas ahora por unos
-disparos de fusil, de mas inminente efecto que
-el baldaquino. La letra, aunque sea episcopal,
-con sangre entra y con sangre están regadas las
-páginas del Evangelio y las páginas más gloriosas
-de la historia de la Iglesia; pero bueno hubiera
-sido que el señor obispo, antes de la efectiva
-persuasión de los fusiles, hubiera empleado
-algo de persuasión pastoral, hasta convencer á
-sus borregos de la necesaria obra. No es de creer,
-por muy duros de mollera que fuesen, capaces
-de resistir sobre ellas todo el peso del baldaquino;
-ni por muy recelosos, como buenos aldeanos
-gallegos, de que alguien tratara de lucrarse,
-como tantas veces en casos semejantes; á poco
-que el Espíritu Santo hubiera inspirado á su<span class="pagenum"><a name="Page_96" id="Page_96">[96]</a></span>
-Ilustrísima, y mostrándoles además con razones
-la verdad del peligro, hubieran desatendido á su
-buen pastor, obligándole á valerse del brazo secular,
-como en los mejores tiempos del feudalismo
-episcopal; aquellos buenos tiempos, más recordados
-en Galicia que en región alguna, por
-la dramática leyenda del obispo D. Suero.</p>
-
-<p>Por algo el obispo de Jaca quiere, ante todo,
-contar con sus buenos órganos en la prensa; así,
-en casos semejantes podrá llevar la palabra persuasiva
-á sus feligreses, sin necesidad de convencerlos
-á tiro limpio. Quizás con un buen periódico
-se hubiera evitado el sangriento conflicto
-y muy desacertados están cuantos censuran
-al señor obispo de Jaca por su propaganda.
-Compárese un procedimiento con otro. Siempre
-será mejor poner periódicos que fusiles á disposición
-de los señores obispos.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>¡Valiente mico! ó mejor ¡valiente «lapin»! como
-allá se dice, le ha colocado á su dulce amiga
-la República francesa, su aliado el Imperio
-ruso. ¡Para que veas Marianita con quien te gastas
-los cuartos! Por esta vez tu soberano amigo<span class="pagenum"><a name="Page_97" id="Page_97">[97]</a></span>
-se ha mostrado digno de la «casquette á trois
-ponts», distintivo clásico del «souteneur» parisiense.</p>
-
-<p>Después de haber sido su «marmita» apresurándote
-á cubrirle sus empréstitos, en la primera
-ocasión que se le presenta de corresponder, al
-muy cosaco, sale con que se niega á pagarte
-derechos de traducción y representación por tus
-obras, fundado en que la pobreza de su país
-no le permite esos lujos; aunque le permite el
-de sostener á sus grandes duques; algo más pródigos
-en pagar, sin traducir, á las grandes «cocottes»
-que á los grandes escritores franceses.
-Estos, aparentan no darse por sentidos; altas
-razones patrióticas les obligan á ello, pero otras
-les queda dentro y la alianza franco-rusa, ya
-muy resquebrajada, quedará con esto para el
-divorcio; tema preferente de los escritores franceses.</p>
-
-<p>El pueblo francés, tan amante de sus artistas,
-no tolera desdenes ni ofensas para los gloriosos
-representantes de su intelectualidad.</p>
-
-<p>En cambio no sabrán agradecernos á nosotros,
-aunque no les debemos las atenciones ni
-el dinero que los rusos; á más de los derechos
-de traducción y de representación, nunca escatimamos,<span class="pagenum"><a name="Page_98" id="Page_98">[98]</a></span>
-la oficial oficiosidad de no molestarles
-en lo más mínimo con el recuerdo del Dos de
-Mayo; cuya conmemoración, según rumores,
-quedará suprimida este año.</p>
-
-<p>No hay bien ni mal que cien años dure, y este
-recuerdo, que cumplió los cien años en el pasado,
-no era justo que durase uno más en memoria
-tan olvidadiza como la española.</p>
-
-<p>En vez de estas fiestas nacionales, podemos
-ir celebrando por regiones, por pueblecitos y
-hasta por barrios, una porción de fiestas conmemorativas
-de nuestras guerras civiles, pronunciamientos
-y motines. Así, todo quedará en
-casa sin molestia para los de fuera. Cada uno lo
-suyo, y á lo suyo. Por eso, ya que el Dos de
-Mayo no se celebre como fiesta nacional, en recuerdo
-de una gloriosa guerra por la Independencia
-española, ¿no será permitido á los madrileños
-celebrarla, siquiera como recuerdo de un
-motín madrileño, un modesto motincito sin importancia?
-Siquiera en el barrio de Maravillas,
-con mucha modestia, no vayan á molestarse en
-Francia y paguemos nosotros el enfado que no se
-han atrevido á mostrar á Rusia.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_99" id="Page_99">[99]</a></span></p>
-
-<p>El honor de las mujeres hemos convenido
-desde muy antiguo, en localizarlo. Por fortuna
-para ellas y aun para nosotros, la bondad no es
-lo mismo que el honor y no tiene tan frágil asiento.
-El honor de los hombres... ya anda más repartido;
-por la inteligencia, por el corazón, por
-los brazos, por los bolsillos; por regiones materiales
-y espirituales. Por lo mismo es más opinable
-y por lo mismo no debe opinarse de él
-con tan ligera facilidad como ha dado en opinarse
-ahora, de un modo definitivo é inapelable,
-por medio de los llamados tribunales de honor.
-Bastaba con los tribunales de justicia, sólo llamados
-á juzgar de los hechos, único juicio que
-en lo humano, puede presumir de acercarse á la
-verdadera justicia. ¡Juzgar del honor! ¿Quién sabe
-de eso? ¿Quién sabe en dónde está nuestro
-deber más cercano, más imperativo?</p>
-
-<p>Aceptaré todavía los tribunales de honor y sus
-juicios, en cuerpos que por tener sus deberes
-bien definidos, al cumplimiento de ellos han de
-ajustar sus resoluciones. Pero en un círculo de
-sociedad, de recreo, fuera de las incorrecciones
-cometidas en él, ¿en nombre de qué justicia va
-á juzgarse?</p>
-
-<p>No han tenido confirmación determinaciones<span class="pagenum"><a name="Page_100" id="Page_100">[100]</a></span>
-apuntadas con maliciosa intención, y la verdadera
-justicia y el buen gusto deben celebrarlo.
-El honor no se gana en un día, para que en un
-día pueda perderse. Quien en una hora puede
-dejar de ser honrado es que no lo fué nunca.
-Todos los que somos amigos del Sr. Macías sabemos
-que no es este su caso. Podríamos dudar
-de sus razones, hasta de su razón, nunca de
-su honradez.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img01.jpg" width="50" height="52" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_101" id="Page_101">[101]</a></span></p>
-
-<h2>X</h2>
-
-
-<p>¡Oh, el «sport» de París! En una revista representada
-en «Folies-Bergère»&mdash;el que no
-haya visto una de estas revistas no tiene idea del
-ingenio parisiense; es para elevar un monumento
-al peor de nuestros currinches,&mdash;se ha introducido
-una escena: «El presidente Castro en París»,
-y ¿qué dirán ustedes que se les ha ocurrido? Hacerla
-representar por Cónsul Peter; un chimpancé
-inteligentísimo; superior, seguramente, en
-inteligencia al autor de la escena, al público que
-la ríe y al que sin reírse la tolera.</p>
-
-<p>No es ocasión de juzgar la figura política del
-presidente Castro, y mucho menos su figura
-particular; pero, habría de ser muy despreciable
-y siempre merecería siquiera por ciudadano de
-un noble país, algo más de consideración que la
-simiesca caricatura. No será por tirano por lo
-que merezca de los franceses un desprecio que
-no han merecido de ellos el zar de Rusia ni el
-sultán de Turquía. Ni por especulador de mal<span class="pagenum"><a name="Page_102" id="Page_102">[102]</a></span>
-género, suponiendo que lo hubiera sido; cuando
-ellos están á partir un piñón con el buen Leopoldo
-de Bélgica y del Congo. ¿Qué espíritu de
-moral justiciera es ese, tan severo con un presidente
-caído, como tolerante con majestades encumbradas?
-Es que los franceses le hubieran
-perdonado todo al presidente Castro; lo que no
-pueden perdonarle es la oposición á dejar explotar
-su país por los especuladores franceses.</p>
-
-<p>Aprendan, aprendan los buenos americanos,
-lo que significan para esa Francia y su París, al
-que ellos adoran y á donde ellos acuden inocentes
-á copiar todos los figurines materiales y espirituales.
-París que inventó por ellos y para ellos
-las palabras «rastaquere» y «rastaquerisme»;
-París, que los arruina y se ríe de ellos.</p>
-
-<p>Por si la escena del mono, por ser en tal lugar
-y de tal arte, no mereciera tomarse en cuenta
-como síntoma característico, ahí está flamante
-y literaria la obra de Abel Hermant: «Trenes
-de lujo»; en donde los americanos hacen también
-un papel ridículo. ¡Y tan contentos! ¿Qué
-dirían si en España, donde siempre se les ha
-tratado con respeto, los escritores nos permitiéramos
-esas desconsideraciones? Pero en París...
-¡Ah, en París! ¡Son tan ingeniosos, tan espirituales!<span class="pagenum"><a name="Page_103" id="Page_103">[103]</a></span>
-En cualquier parte un chimpancé sería
-un chimpancé; pero allí no; es el presidente de
-una nación americana; es todo un símbolo... ¡Ni
-los de Ibsen!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>La masa neutra ha demostrado en su primera
-presentación y á pesar de la falta de ensayos,
-que no es tan neutra como algunos creían. ¡Gran
-error pensar que los que no están con nadie no
-están en contra de uno!</p>
-
-<p>No ha sido el despertar de ningún león, seguramente,
-el pacífico salir de sus casillas, aunque
-no del encasillado&mdash;todo se andará,&mdash;de los
-retraídos electores. Pero vamos, como despertar
-de gato doméstico, que duerme sosegado y
-vienen á molestarle, no ha estado mal el primer
-arañazo.</p>
-
-<p>Algunos disgustos está llamada á dar esta
-masa neutra, que una vez despierta, ha de avisparse
-más cada día. Malo para los gobernantes
-si lo toman en serio, y peor si lo toman á broma
-y las elecciones se convierten en «sport» á la
-moda. Por lo pronto, en estas elecciones, las
-señoras se han movido como nunca... ¡No sean
-ustedes maliciosos! Muy pronto habrá tés electorales<span class="pagenum"><a name="Page_104" id="Page_104">[104]</a></span>
-y «soirees» de señoras compromisarias.
-En las reuniones cursis se jugará á sacar diputados,
-como antes á la lotería y á los estrechos.
-El clásico pucherazo, reservado para interventores
-traviesos y secretarios de Ayuntamiento
-marrulleros, correrá ahora á cargo de femeninas
-manos: más propias para manejar pucheros. Con
-el voto obligatorio, la intervención electoral de
-las mujeres será decisiva. Con cada varón votarán
-su esposa, su novia, sus amigas. Será el
-voto neutro. Pero la masa será lo menos neutra
-posible. Nada de medias tintas. Las mujeres
-son extremosas en todo; con Dios ó con el diablo.
-Por eso, con la intervención de la masa
-neutra en las votaciones, los que deben decidirse
-pronto por uno de estos extremos, son los
-partidos neutros. Hay que decidirse; el país ya
-se ha visto que esta decidido.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>D. Enrique Vargas, en la redondez del mundo;
-Minuto, en la redondez de las plazas, publica
-un reglamento de apuestas, con aplicación á
-las corridas de toros, que vendrían á competir
-de esta suerte con los frontones, hipódromos,<span class="pagenum"><a name="Page_105" id="Page_105">[105]</a></span>
-casinos veraniegos y círculos aristocráticos. Los
-verdaderos aficionados pondrán el grito en el
-cielo, al saber cómo intenta desnaturalizarse
-nuestro castizo espectáculo; el más típico ejemplar
-de arte por el arte mismo; estética pura.</p>
-
-<p>Mal síntoma es, en verdad, que ya sea preciso
-aderezar el filete, como si lo sangrante no
-le bastara, con esta salsilla picante. Y peor síntoma
-que haya sido un lidiador el primero que
-lo proponga; porque indica cierta desconfianza
-en los propios recursos para amenizar la fiesta.</p>
-
-<p>No es decir que ya no se haya puesto en
-práctica lo que ahora se pretende. Recuerdo
-haber jugado varias «poules» en corridas de
-toros, en que había de ganar el agraciado con
-el toro que más caballos destripase. Recuerdo
-también, que para mayor aliciente, jugábamos
-alguna vez una «poule» ilustrada, en las que
-un picador cogido valía por un caballo, un banderillero
-por dos y un matador por cuatro. La
-equivalencia, como puede juzgarse, era por
-sueldos. Esta última combinación en las apuestas
-hubo de suprimirse á ruegos de una distinguida
-señora, abonada á delantera de grada;
-porque, según nos dijo aquello le parecía una
-barbaridad, porque cuando el toro que se jugaba<span class="pagenum"><a name="Page_106" id="Page_106">[106]</a></span>
-no había matado ningún caballo, no podía
-uno evitar el mal pensamiento de desear que
-cogiera á alguien, aunque no fuera más que un
-rasguñito, claro está... Todos los jugadores
-convinimos en que, efectivamente, se sentía
-uno bárbaro, y suprimimos la «poule» ilustrada.
-Nos sentíamos compasivos y era de ver cómo,
-en nuestro toro increpábamos á los monos sabios
-porque no daban la puntilla en el acto á
-los pobres caballos heridos... ¡Era una crueldad
-verlos padecer! El corazón humano guarda tesoros
-de bondad incalculables; todo está en saber
-llegar á su fibra sensible.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img09.jpg" width="50" height="52" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_107" id="Page_107">[107]</a></span></p>
-
-<h2>XI</h2>
-
-
-<p>Por mi parte, no sé cómo corresponder á la
-atención del nuevo jefe superior de policía. Su
-reciente circular, encaminada á la represión de
-la blasfemia, trae, á modo de brindis, ofrecimiento
-ó envío, como en balada antigua ó modernista&mdash;los
-extremos se tocan,&mdash;los nombres
-de D. Mariano de Cávia, el mayor maestro, y
-el de este su menor discípulo. Y ya quisiéramos
-¡pardiez! á tan poca costa, ser siempre atendidos
-en empresas de mayor empeño; porque, en
-verdad, si no da muy buena idea de la cultura
-de un pueblo, ese verdadero derroche de torpes
-vocablos y groseras frases y, repetidas veces,
-en cuanto al teatro se refiere, he censurado el
-abuso de chulerías; de eso á pedir la intervención
-de la autoridad, hay un abismo; temible
-siempre, como lo es toda intervención de la
-autoridad en España.</p>
-
-<p>La grosería en el lenguaje, es sólo síntoma
-de la grosería espiritual, que podrá taparse,<span class="pagenum"><a name="Page_108" id="Page_108">[108]</a></span>
-pero no desaparecer con cataplasmas y parchecitos.
-Buenos reconstituyentes y depurativos á
-cargo de padres, maestros y educadores, han
-de ser más eficaces y procedentes.</p>
-
-<p>Entre tanto, sería de lamentar para nosotros,
-de reir para todos, que, los mal supuestos inspiradores
-de la circular, fuéramos los primeros
-en caer bajo su peso. ¿Quién puede responder
-de su pícara lengua en cualquier momento? Y
-que, hay días, la verdad, en que sin dos ó tres
-palabrotas bien colocadas, reventaría uno. Los
-fisiólogos saben que esto de blasfemar y palabrotear,
-no tiene muchas veces más importancia
-que la de cualquier otra necesidad fisiológica:
-una expansión de los nervios, un escape de
-energías en palabras rimbombantes que acaso
-no tienen más valor que el puramente onomatopéyico.</p>
-
-<p>Sabido es el cuento de aquel marinero que,
-desde la punta del palo mayor, sintió escurrírsele
-pies y manos, y al prorrumpir en horrible
-blasfemia, con desesperada contracción, logró
-asirse á una escala, casi en el aire y salvó su
-vida. El cura del barco, espectador y oyente de
-todo, le reprendió después muy severo: ¡Desdichado!
-¡En tan horrible peligro y no encontrar<span class="pagenum"><a name="Page_109" id="Page_109">[109]</a></span>
-otras palabras que esa infernal blasfemia! ¿No
-pensaste que Dios pudo haberte castigado? Ya
-puedes darle gracias.</p>
-
-<p>&mdash;Sí, padre; tiene usted razón... Fué una
-barbaridad lo que dije; pero, mire usted, padre,
-como en vez de decir eso, me hubiera entretenido
-en decir: ¡Jesús mío, Virgencita mía, salvadme!...
-Entonces es cuando no agarro la
-cuerda y me descrismo...</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Otra aplicación del sistema tan nacional, de
-preocuparse por lo sintomático, es lo de andar
-pensando en festejos para remediar la llamada
-crisis del comercio madrileño. ¡Pobre ciudad y
-pobre comercio los que no cuenten para atraer
-viajeros y compradores con otros recursos que
-unos malos festejos de feria!</p>
-
-<p>La gente sabe ya lo bastante, para haber
-aprendido que, justamente en días de fiestas y
-jolgorios, es cuando se hace más insoportable
-la estancia en cualquier parte. Esos señores
-comerciantes y fondistas, tan interesados ahora
-en el atractivo de las fiestas, son después los
-primeros en contribuir á que los pobres forasteros<span class="pagenum"><a name="Page_110" id="Page_110">[110]</a></span>
-salgan de Madrid como gatos escaldados.
-No hay en Madrid un solo hotel en justa proporción
-de sus precios con sus comodidades.
-Hoteles que, en cualquier capital del mundo, se
-considerarían como de tercer orden, tienen aquí
-pretensiones como de primero. Del estado de
-calles, paseos, coches de alquiler, servicio de
-tranvía, de la novedad y buen gusto en los espectáculos
-públicos; de todo, en fin, lo que
-contribuye de un modo permanente á la atracción
-de viajeros en otras capitales, no hay para
-qué hablar, porque ya es milagroso, en estas
-condiciones, que Madrid no se despueble á toda
-prisa para pensar en que vengan los de fuera á
-gozar de sus encantos.</p>
-
-<p>Antes de pensar en fiestas, pensemos en
-barrer y en fregar la casa. Ya que no vengan
-los de fuera, que estemos más á gusto los de
-dentro.</p>
-
-<p>Y cuando se piense en fiestas, sea en verdaderas
-fiestas de arte. Bayreuth, ahora Munich,
-llaman gentes de todo el mundo, con sus ciclos
-wagnerianos; Dresde con su teatro de arte;
-Strafford-sur Avon con sus representaciones de
-obras de Shakespeare. Contamos nosotros con
-un teatro clásico que es admiración de los extranjeros;<span class="pagenum"><a name="Page_111" id="Page_111">[111]</a></span>
-representaciones artísticas de sus
-obras más famosas atraerían, seguramente, á
-muchos de sus admiradores, franceses, ingleses,
-alemanes particularmente. Exposiciones arqueológicas,
-música y bailes nacionales; cabalgatas
-históricas, en que no se desdeñaran de tomar
-parte activa, como en otros países se acostumbra,
-sin el ridículo temor al ridículo, nuestros
-aristócratas y nuestros artistas. Mucho puede
-hacerse con buena voluntad y verdadero patriotismo,
-del grande; el que consiste en hacer cada
-uno lo suyo, en vez de irle pidiendo al vecino
-que haga por nosotros.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img10.jpg" width="50" height="51" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_113" id="Page_113">[113]</a></span></p>
-
-<h2>XII</h2>
-
-
-<p>El piropo supone amabilidad y galantería;
-cuando era verdadero piropo no era lo peor que
-las mujeres podían oir al pasar por las calles.
-Con prohibirlo, ¿dejarán de oir groserías? El
-respeto á la calle que, por ser tan de todos, es
-donde menos debemos ser cada cual como somos,
-es la señal mas evidente de la cultura de
-un pueblo. Y aquí ¡cielo santo! por la calle se
-habla á gritos de religión y de política, y de
-mujeres y de hombres; por la calle le espetan á
-uno en su cara lo mismo la admiración que el
-desprecio; que el comentario á la figura que el
-juicio crítico del atavío, modesto ó llamativo;
-en la calle le para á uno cualquiera, al sol ó la
-lluvia, sin conocernos mas que de vista, y de
-plantón, nos refiere su lastimosa historia ó nos
-anuncia la lectura de una comedia; en la calle
-nos interpela el amigo francote, de acera á acera,
-sobre los asuntos más reservados:&mdash;Ya hablé
-con ese hombre... Dice que te llevara al<span class="pagenum"><a name="Page_114" id="Page_114">[114]</a></span>
-Juzgado... Ya nos veremos... Otras veces, desde
-la plataforma de un tranvía, otro campechano,
-pero algo más discreto, nos grita, cuando vamos
-sentados en el interior, entre otros viajeros:&mdash;¿Cómo
-va? ¿Se le arregló á usted aquello?...
-¡Aquello! que abre amplios horizontes á
-la imaginación, y lo mismo puede ser un pleito,
-que un disgusto de familia, que un órgano importante...
-¿Habrá ordenanzas de policía capaces
-de evitar estas y otras mil impertinencias
-callejeras, que no son piropos, ni blasfemias,
-ni vendedores ambulantes?</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Acabo de leer el nuevo libro de poesías de
-Fernández Shaw: «La vida loca». Yo diría del
-libro y del poeta... Pero no; seamos discretos.
-El propio autor nos ha dado una provechosa,
-y quiero demostrar que aprovechada, lección
-de tacto y de mesura en esto de opinar sobre
-autores contemporáneos. Preguntándole un crítico
-su opinión sobre el teatro moderno, el señor
-Fernández Shaw no quiso en modo alguno
-soltar prenda, se limitó á sonreir. ¡Oh, la sonrisa,
-qué discreta opinión! Y á decir: No me<span class="pagenum"><a name="Page_115" id="Page_115">[115]</a></span>
-pregunte usted. De los autores del siglo <span class="smcap lowercase">XIX</span>,
-admiro á Tamayo y á Ayala.&mdash;Sí que es un
-gusto; teniendo á Zorrilla y á García Gutiérrez,
-más propios para ser admirados por un poeta.
-Pero el Sr. Fernández Shaw respondió muy
-juiciosamente. «No se debe opinar en público
-sobre autores vivos; otra cosa es en dedicatorias
-particulares. Preferir á unos es molestar á
-los otros; celebrar á todos por igual, es demasiado;
-decir francamente que todos son malos,
-es contradecir las dedicatorias... Nada, nada; lo
-más discreto es sonreir y remontarse á los
-muertos». Prudentísima actitud que yo tengo
-ahora muy en cuenta y, aunque sabe Dios, que
-sólo flores pensaba decir del nuevo libro, me
-limitaré á sonreir y á decirles á ustedes: Admiro
-á Góngora y á Garcilaso. Ni con los del siglo
-<span class="smcap lowercase">XVIII</span> ni con los del siglo <span class="smcap lowercase">XIX</span> quiero compromisos.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Los buenos propósitos duran poco. Leo otro
-libro: «Tardes del Sanatorio», de Silvio Kosstti,
-y sin saber quién sea el autor, ni tener de
-él otra noticia que su libro y nombre&mdash;suponiendo
-que sea el verdadero y no un pseudónimo,<span class="pagenum"><a name="Page_116" id="Page_116">[116]</a></span>
-como parece,&mdash;me atrevo á opinar y á proclamarlo
-como libro de muy agradable y sabrosa
-lectura; libro que sabe á vida, entre tantos
-que sólo saben á libros. Libro de humor y de
-donaires, á la manera de aquel D. Francisco de
-Torres y Villarroel, original excéntrico de nuestra
-literatura, tan poco estudiado todavía y tan
-digno de serlo.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Un nuevo nombre viene, sacado á luz por
-minuciosa crítica literaria, á disputar una vez
-más á Shakespeare la paternidad de sus obras.
-Antes fué el de Bacon; después el del conde de
-Pembroke; ahora es el de Rutland... Crítica sabia,
-crítica erudita, que no puede resignarse á
-juzgar obras tan admirables, como obra de un
-comediante vulgar; de un hombre que no podía
-ser literato... Pero ¿hay literatura en las obras
-de Shakespeare? ¿Literatura personal, literatura
-que no sea la de todos los predecesores y contemporáneos
-suyos en el teatro inglés? ¿Hay en
-la técnica, en los asuntos, en la composición de
-sus obras algo que no esté en los demás autores
-de su tiempo? ¿Qué hay sobre todo esto en las
-obras de Shakespeare, para que á todas sean superiores?<span class="pagenum"><a name="Page_117" id="Page_117">[117]</a></span>
-¿Es literatura? No. Es saber de la vida,
-del bien y del mal de ella, de los palacios y de
-los tugurios, de los reyes y de los rufianes... Y
-para esto, ¿quién mejor que el humilde comediante?
-Shakespeare, literato, hubiera sido solo el
-autor de «Venus y Adonis»; como Cervantes lo
-hubiera sido solo de «La Galatea» ó del «Persiles».
-Shakespeare, como Cervantes, fueron
-ellos... por ser ellos; los que de todo sufrieron
-y por todo pasaron... ¡Pasaron! Esa es la grandeza
-de los espíritus superiores; pasar por todo.
-Los pequeños son los que no pasan; se quedan
-en cualquier parte: en la literatura, por ejemplo:
-Como esos críticos, empeñados en encontrar
-al literato en las obras de Shakespeare; sin
-saber encontrar al hombre; el que reveló todo
-el secreto de su alma y de su arte en aquel:
-«And I, Poor monster!» «Y yo ¡Pobre monstruo!»
-de su «Noche de Reyes».</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img11.jpg" width="50" height="52" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_119" id="Page_119">[119]</a></span></p>
-
-<h2>XIII</h2>
-
-
-<p>No sé si algún liberal de los fósiles, después
-de leer «El resplandor de la hoguera», la última
-novela de Valle Inclán, le juzgara definitivamente
-afiliado al partido carlista y le llorara
-muerto para la literatura; para la literatura
-liberal, que no es toda la literatura, por lo mismo
-que toda la literatura sea ante todo libertad.</p>
-
-<p>Por mí, sé decir que no conozco narración
-de nuestras guerras civiles tan artísticamente
-desapasionada de toda idea de partido. Son en
-ella, los de uno y otro bando, seres humanos de
-toda humanidad, y sobre ellos pasa, fatídica, esa
-ventolera de locura colectiva que de cuando en
-cuando enardece á los pueblos y los lleva á
-guerrear por cosas que el día antes nada les
-importaban y que, en razón, no debieran importarles
-nunca. Pasa entonces, sobre los espíritus
-más vulgares y pacíficos, un aliento de
-grandeza, que convierte en gran estratégico á<span class="pagenum"><a name="Page_120" id="Page_120">[120]</a></span>
-un rudo cabecilla; en héroe, capaz del martirio,
-á un rústico idiota, en madre de los Gracos, á
-la menos cívica campesina... en temibles conspiradoras
-á buenas señoras de pueblo y á monjas
-bobaliconas... Los espíritus se afinan, se sutilizan,
-se subliman... ¿En nombre de una idea?
-¡Bah! Esto de tener simpatía por una idea ó
-por otra, ¡depende de tan poca cosa! Que fueran
-los carlistas ó los liberales los que robaron
-unas gallinas ó los que llegaron con mal
-modo; que fuera de un partido ó del otro el que
-prestó los cuartos sobre las tierras... ¡Ideas!
-¿Qué saben de ideas los que matan y los que
-mueren? «We are flies that gods kill for their
-sport». Como decía el rey Lear: Somos como
-moscas, que los dioses matan por pasatiempo.</p>
-
-<p>Este pasatiempo de los dioses, que se llama
-la guerra; esta fatalidad de las pobres moscas
-humanas, que las lleva á combatir unas contra
-otras, enloquecidas, parece sobre todo en la admirable
-narración de Valle-Inclán; cuyo espíritu
-de artista no permite vulgares filiaciones de
-partido político, ni siquiera de escuela literaria.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>La Asociación Matritense de Caridad vuelve
-á solicitar el auxilio y la atención de todos, en<span class="pagenum"><a name="Page_121" id="Page_121">[121]</a></span>
-su loable propósito de extinguir la mendicidad
-callejera. Para conseguirlo por completo hay
-algunos graves inconvenientes. Somos desconfiados
-y sensibleros. Para ser desconfiados tenemos
-muy buenas razones. Muchos siglos de
-pésima administración. Para ser sensibleros no
-tenemos tantas, si consideramos que el problema
-de la mendicidad no se remedia con sentimentalismos.
-Se trata de una enfermedad social
-que es preciso combatir en sus raíces. Médicos
-y sociólogos son los llamados á proponer
-remedios.</p>
-
-<p>El emplastito de los cinco céntimos, que nos
-quita por el momento al mendigo molesto de
-delante, si basta á tranquilizar conciencias fáciles,
-no basta á remediar miseria alguna. Sólo
-contribuye á fomentar la vagancia. Téngase en
-cuenta que muchos de esos pobres madrileños
-bigardos de todos conocidos, suelen ser santeros
-de ladrones y rateros, cómplices de estafas
-y de mil trapisondas. No poco contribuyen
-también al fomento de la vagancia y de la pillería
-nuestros señoritos chirigoteros que dan en
-proteger á cualquier golfo desvergonzado y le
-ríen las bufonadas y le celebran las desvergüenzas.
-Esa simpatía estaría mejor empleada en el<span class="pagenum"><a name="Page_122" id="Page_122">[122]</a></span>
-trabajador; pero acaso les es más fácil ponerse
-en el caso del golfo y de ahí la simpatía.</p>
-
-<p>Triste es, también, rechazar con dureza al
-niño que nos tiende la mano; pero debemos
-pensar que, si explotado por sus padres ó abandonado
-á sí mismo, halla mayor facilidad en el
-pordioseo que en el trabajo ó en la escuela,
-será ya imposible que desista de tan fácil vida.</p>
-
-<p>Dejémonos, pues, de sensiblerías; dejemos
-también la desconfianza. Ayudemos entre todos
-á la Asociación de Caridad; que no hay
-motivos para que en Madrid sea imposible lo
-que ha podido ser en otras capitales de menos
-dinero, y tal vez de menos caridad. Un poco
-más de cabeza y menos corazón. Cuando habiendo
-contribuído todos con la mejor voluntad
-veamos que nada se ha remediado, tiempo será
-de considerar fracasadas las gestiones de la
-Asociación y de las autoridades, y podremos
-volver á repartir perritos chicos á tontas y locas,
-es decir, á vagos y á pillos. No hay idea
-de lo bien que se duerme, cuando con veinticinco
-ó treinta céntimos, cree uno haber resuelto
-el problema social y haber ganado un buen
-asiento de paraíso.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_123" id="Page_123">[123]</a></span></p>
-
-<p>El aristocrático público que asiste á las representaciones
-de Tina de Lorenzo, en el teatro
-de la Comedia, no suele acudir hasta hora
-muy avanzada de la noche. En este tiempo se
-prolonga el paseo, se come tarde... Si alguna
-vez veis llegar presurosos, á las nueve en punto,
-coches y automóviles, y al levantarse el telón,
-veis el teatro lleno, podéis asegurar á qué
-género pertenece la comedia representada: es
-una obra verde. Ahora sí, es preciso que la verdura
-sea alegre; que dé que reir y no dé en qué
-pensar. Entre «La Sfumatura» y «La Donna Nuda»,
-no hay comparación posible.</p>
-
-<p>En los turnos blancos triunfan Feuillet y Ohnet,
-más blancos que la nieve. ¡Señor! ¡Y á mí que no
-hay nada que me parezca tan inmoral como la
-tontería!</p>
-
-<p>Por fortuna, las preciosas niñas abonadas
-tienen cara de estar pensando en otra cosa. Y
-las mamás también, rejuvenecidas por los recuerdos
-del «Romanzo d'un giovane povero»...
-¡Recuerdos y esperanzas de vida! La moral llama
-al orden desde el proscenio, con severa
-campanilla. Por la sala, la vida agita sus cascabeles
-que suenan á risas.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 75px;">
-<img src="images/img12.jpg" width="75" height="34" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_125" id="Page_125">[125]</a></span></p>
-
-<h2>XIV</h2>
-
-
-<p>Á las naturales bromas, inspiradas por la natural
-desconfianza en la aplicación de tanta y
-tanta pragmática como diluvia sobre madrileñas
-cabezas&mdash;porque en provincias, ríanse ustedes
-de cierres á hora fija, descansos dominicales,
-etc., etc.,&mdash;responden los ministerialísimos,
-con atribuirlas á «críticos de café». Y en
-esa frase ponen todo el desprecio que les inspiran
-los cuatro madrileños gatos que, á falta
-de una tertulia ministerial, donde tomarlo de
-gorra, van á tomar un café al café, con gotas
-de censura á la infalible política que nos gobierna.</p>
-
-<p>Estos críticos de café, gentecilla de poco más
-ó menos, con echarlo todo á crítica y á broma,
-son los que impiden el buen éxito de tanta sabia
-y moralizadora ordenanza. Se trata de prohibir
-la mendicidad callejera; el crítico de café,
-¡habrá escéptico! como va de su casa al café
-por sus pasos contados y no en coche como las<span class="pagenum"><a name="Page_126" id="Page_126">[126]</a></span>
-autoridades, y en cada esquina le acosan veinte
-pobres, y si lleva prisa, ha de echarse por medio
-de la calle, á riesgo de ser atropellado por los
-automóviles&mdash;obedientes también á lo ordenado
-para regular su marcha,&mdash;porque las aceras
-son círculo de recreo á los de la venerable y
-castiza orden del Plantón; á poco práctico que
-sea en los golfos de este mar, como dijo Tirso
-de Molina, verá cómo campan hampones, recién
-salidos de presidio, vagos de profesión,
-agentes de toda clase de negocios, toreros sin
-contrata, vendedores del «ful», libreros á la
-menta... ¿Cómo no ha de tomar á broma las
-ordenanzas?</p>
-
-<p>Se prohibe la blasfemia, y hasta en los salones
-de conferencias del Senado y Congreso, no
-hay divinidad que se respete, ni la de D. Antonio
-Maura, y los que tenemos creencias, no sabemos
-ya á qué santo encomendarnos, de
-quien no se haya dicho algo.</p>
-
-<p>Se prohibe molestar á las mujeres con piropos
-y se las deja á ellas en libertad de molestarnos,
-como si nosotros no tuviéramos también
-nuestro pudor y cada uno no supiera
-cuando le aprieta el zapato, y dónde ir á calzarse
-lo que mejor le convenga.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_127" id="Page_127">[127]</a></span></p>
-
-<p>Y cuando todo esto vemos á cada hora, ¿no
-ha de sernos permitida la más ligera crítica de
-café, sin vernos tratar de vulgacho? Todos no
-podemos ir á murmurar en las mismísimas antecámaras
-de los ministerios, ni en dorados salones,
-ni en despachos de directores de periódicos
-ministeriales. ¡Oh! No hay duda de que
-allí la murmuración es más sabrosa que en el
-vulgar café. Como que allí se cobra y aquí se
-paga.</p>
-
-<p>Pero en la política sucede como en el
-teatro; el público que paga es el que menos
-aplaude ni silba; en cambio los de la gorra, sin
-perjuicio de aparentar que aplauden en público,
-son los que desacreditan la obra y á los actores
-en los corrillos del vestíbulo.</p>
-
-<p>No, señores ministeriales, la opinión, la prensa,
-el país, en general, nunca han estado mejor
-dispuestos; nunca han querido «creer», tanto
-como ahora, en que sería posible mejorar en
-algo, nunca han esperado tanto... ¡Y aun lo envuelven
-ustedes todo en el despectivo nombre
-de críticos de café! ¡Como están ustedes tan
-mal acostumbrados! No han tenido ustedes otra
-verdadera oposición que la de esos críticos.
-Porque la otra no ha sido de café, precisamente:<span class="pagenum"><a name="Page_128" id="Page_128">[128]</a></span>
-ha sido... lo que suele acompañarle á más
-del azúcar.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Nada más fácil que un poco de sociología á
-propósito del dispendio que supone la nueva
-banda municipal. Pero yo, que en la aldea, en
-donde paso largas temporadas, cuando llega
-algún pobre chicuelo á mi puerta y allí se para
-á admirar las rosas del jardín, únicas flores en
-tan pobre tierra, suelo unir á un pedazo de pan
-una rosa, no sin que alguien me advierta que
-con el pan bastaba, aunque yo veo cómo muchas
-veces, la boca hambrienta del chicuelo, antes
-que morder el pan, sonríe á la rosa... ¿Cómo
-no he de estimar en lo que vale, aunque mucho
-cueste, esta flor de arte prendida en nuestra
-pobreza, para alegrarla? Bien está el pan,
-pero no están mal las rosas.</p>
-
-<p>Y bien está la banda municipal, y por esta
-vez sólo plácemes merece nuestro Concejo. No
-frunza el ceño el «leader» del socialismo que,
-al fin, el socialismo, por lo que tiene de armonía
-social, tiene mucho de ideal artístico y mucho
-debe al arte, aunque nuestros socialistas
-le traten con despego.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_129" id="Page_129">[129]</a></span></p>
-
-<p>Magnífico instrumental, excelentes músicos,
-dirección entusiasta. El maestro Villa nada tiene
-que envidiar á los directores alemanes en
-precisión y en claridad, con algo que no estorba
-nunca, el calor y la sangre de la tierra.
-Como aquí trabaja uno por cada veinte que no
-hacen nada, ese uno trabaja por los veinte:
-gracias á eso vamos tirando. El maestro Villa
-es de los que trabajan.</p>
-
-<p>La banda madrileña, que desde hoy será orgullo
-de este pueblo, el del gracioso andar de
-sus mujeres, aprendido al són de músicas callejeras,
-tuvo un digno comienzo; saludar con la
-marcha de infantes á la madrileñísima infanta
-Doña Isabel. Después... ¿hubo alguien que pensara
-en lo que puede costar la banda? ¡Poder
-soberano del arte! Al salir del concierto, nos
-parecía que los faroles de la villa alumbraban
-con mayor claridad y que las calles estaban
-mas limpias y mejor cuidadas.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Moritz I es un chimpancé de los que alegran
-la vida á un «darwinista». ¡Que ocasión para un
-sabio aspirante á Menelao científico! como el<span class="pagenum"><a name="Page_130" id="Page_130">[130]</a></span>
-gracioso doctor de «Las tardes del Sanatorio».</p>
-
-<p>Pero no hay que olvidar á los de casa por
-los de fuera. ¿Ustedes no conocen á la Nena,
-chimpancé hembra, residente en nuestra Casa
-de fieras del Retiro? Nada tiene que envidiar á
-Moritz I, ni á Cónsul I y II, ni á la mismísima
-Eva mona, de la que, acaso, todos descendemos.
-Nena es una verdadera monada; posee
-todas las virtudes femeninas y una más, la de
-vestirse con muy poco y no llevar sombrero.
-Tiene adoración por el encargado de cuidarla,
-es cariñosa con los niños, rara condición en monos
-y en institutrices; sus gracias son muchas
-y no profesionales, ni enseñadas, sino de lo
-más espontáneo é instintivo. No debe avergonzarnos
-nuestro origen. Yo no creo á Nena
-capaz de ir á sonsacar á ningún mono Adán
-con la manzana. Nena se la hubiera comido
-ella sola.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img04.jpg" width="50" height="52" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_131" id="Page_131">[131]</a></span></p>
-
-<h2>XV</h2>
-
-
-<p>Verdaderas fiestas de arte son las que prepara
-la ciudad de Munich, para lograr honra y provecho
-que á despecho de nuestro pesimista
-proverbio, bien caben en un saco. El programa
-no puede ser mas atractivo. De Julio á Agosto,
-en el teatro Real de la Residencia, festival de
-Mozart, en dos series de representaciones. «Las
-bodas de Fígaro», «Don Juan», «El rapto en el
-serrallo», «Así hacen todas»; obras maestras de
-gracia, de sentimiento, de cortesanía, propias
-para ser cantadas en salones de príncipes artistas.
-De Agosto á Septiembre, en el teatro del
-Príncipe Regente, ciclos wagnerianos: «Los
-maestros cantores», «Tristán é Iseo», «Tanhauser»
-y la trilogía con su prólogo «El oro
-del Rhin». Estas representaciones, al decir de
-cuantos han podido comparar unas y otras, exceden
-á las de Bayreuth por el mérito de los
-cantantes y lo perfecto de la presentación en
-escena. Por si no fuera bastante, de Junio á<span class="pagenum"><a name="Page_132" id="Page_132">[132]</a></span>
-Septiembre actuará la compañía del teatro de
-los Artistas, la más renombrada de Alemania,
-bajo la dirección del profesor Max Rheinhardt.
-En el repertorio figuran: «Hamlet», «Sueño en
-noche estival», «El mercader de Venecia», de
-Shakespeare; «Fausto», de Goethe; «Los bandidos»,
-de Schiller; «Lisistrata», de Aristófanes.
-Obras que estamos hartos de ver por aquí, á
-petición de los distinguidos abonados á turno
-de moda.</p>
-
-<p>Con estas bagatelas basta para que á la ciudad
-de Munich llegue gente de todas partes á dejar
-muy gustosa su dinero. El arte bien administrado
-puede ser industria muy provechosa. No lo
-olviden nuestras inevitables comisiones cuando
-vuelvan á pensar, con mejor fortuna, en organizar
-festejos. El Teatro Nacional, bien organizado,
-pudiera ser excelente base para estas
-fiestas de arte. El Teatro español, antiguo y
-moderno, interesa más de lo que nosotros creemos
-á muchos extranjeros. No hay que juzgar
-por lo que signifiquemos en Francia. Es vulgar
-creencia española que, por nuestra amable vecina,
-nos llega á los españoles toda claridad
-intelectual. Yo creo que en muchos casos, ó la
-intercepta ó la refleja del color de sus cristales;<span class="pagenum"><a name="Page_133" id="Page_133">[133]</a></span>
-que no son los más claros. Los franceses ó no
-se interesan por lo extranjero, ó, si se interesan
-por algo, han de decir que es suyo. Ahora mismo,
-admirados ante los bailarines rusos, aseguran
-que si son admirables es porque han recogido
-la tradición del baile francés, casi perdida
-en Francia. En los saltos prodigiosos del bailarín
-Nijinsky aplauden, más que nada, lo que
-tienen de salto hacia atrás, hacia el gran arte
-del baile francés. De los franceses procede todo;
-ellos solos son principio y fin de todas las
-cosas.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>La Exposición de la Infancia no ha pasado de
-ser una plausible buena intención; un modesto
-ensayo, que no debe desanimar á sus organizadores,
-para acometer de nuevo la empresa. Tal
-como esta es muy poco, en algo de tan sagrado
-interés como la infancia. Una escuela modelo
-que, en efecto lo es, si recordamos muchas que
-hemos visto. Libros para niños, con vistosas, no
-muy artísticas cubiertas... ¡Ah, los libros ingleses
-para niños, primores de arte!</p>
-
-<p>En la Exposición se muestran cerrados; y si
-hemos de juzgar por algunos que en alguna<span class="pagenum"><a name="Page_134" id="Page_134">[134]</a></span>
-ocasión hojeamos, bien están así; es como pueden
-ser más provechosos.</p>
-
-<p>Aun así, la Exposición debe ser visitada por
-todos. Lo deficiente es el mejor acicate al deseo
-de mejorar. Si hubiéramos llegado á la perfección,
-tal vez nos dormiríamos; y ahora que á
-muchos sabios les ha dado por predicar las
-ventajas de la ignorancia, no es hora de que
-duerman cuantos creen, como dijo Jesús, que
-sólo no es perdonable un pecado; el pecado
-contra el Espíritu. En España llevamos mucho
-tiempo de pecar contra él; porque el mayor
-pecado es la ignorancia.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Llueven censuras sobre Felipe Trigo á cada
-nueva novela que publica. Graves moralistas
-lanzan contra él los más terribles anatemas. Dicen
-sus detractores que abusa de la cuerda sensible
-amatoria. ¿No hay asunto más interesante
-para el señor Trigo que este de la sexualidad?
-Y ¿creen ustedes en efecto, que hay otro mas
-importante? De ahí nacimos todos y esa es toda
-la vida. No sirve hacerse los desentendidos. Si
-hombres y mujeres civilizados pretenden hacer<span class="pagenum"><a name="Page_135" id="Page_135">[135]</a></span>
-asunto de misterio de ese asunto, es porque saben
-bien que en él está el verdadero secreto de
-nuestra vida y hay pocas vidas que puedan
-mostrar sus secretos. Dime cómo amas, te diré
-quién eres. Obras de arte, empresas guerreras y
-políticas, heroísmos de la santidad, monstruosidades
-del crimen... Todo lo que admira ó espanta
-en la historia de la humanidad... ¿En dónde
-está nuestro secreto? «Behind the veil»; detrás
-del velo, como dijo Tennyson, en otro sentido,
-pero más exacto en éste. Detrás del velo pudoroso
-con que todos procuramos ocultar el misterio
-de nuestros amores... Todos, y más que
-nadie, los fanfarrones del amor... ¡Ah! De esos,
-ya se sabe: dime de lo que presumes y te diré
-lo que no tienes. De Don Juan Tenorio se sabe
-lo que él pregonaba, la lista de sus conquistas;
-pero también se sabe que no tuvo hijos. Hay
-para dar en qué pensar. En cambio, ¡hay tantos
-que no presumen y podrían llevar una lista más
-numerosa y más completa que la de Don Juan
-Tenorio!</p>
-
-<p>Y en las mujeres... ¡Pobre Don Juan, qué sabía
-él de las muchas mujeres que le harían cara
-sólo por el gusto de añadir uno más á su lista!</p>
-
-<p>Los más impenetrables secretos de la historia<span class="pagenum"><a name="Page_136" id="Page_136">[136]</a></span>
-serían de una diafanidad asombrosa si los historiadores
-hubieran sabido darnos tan cabal cuenta
-del acto de amor, en sus personajes, como Felipe
-Trigo sabe dárnosla de los suyos en sus novelas.</p>
-
-<p>Por ejemplo; del proceso y prisión del príncipe
-D. Carlos, tan diversamente comentado
-por historiadores y poetas, yo creo... Pero seamos
-pudorosos. Si yo dijera lo que creo, se
-escandalizarían ustedes como de una novela de
-Felipe Trigo.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img13.jpg" width="50" height="49" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_137" id="Page_137">[137]</a></span></p>
-
-<h2>XVI</h2>
-
-
-<p>Nuestro previsor y paternal gobierno, en vista
-de que el verano se presenta aburrido, y acaso
-la banda municipal, no por falta de méritos,
-sino por falta de lugares acomodados en que lucirlos,
-no baste á la amenidad de nuestra vida,
-ha resuelto sustituir el acreditado crimen misterioso
-de todos los veranos con algo tan interesante
-por lo menos: la guerra misteriosa. Ella
-será el acertijo, la inquietud y el interés de todos:
-¿Iremos á Marruecos? ¿Vamos? ¿No vamos?
-¿Tenemos que hacer allí? ¿No tenemos que hacer
-allí nada?</p>
-
-<p>Nuestros mejores talentos geográficos, diplomáticos,
-sociológicos, financieros, los que conocen
-el imperio vecino como su propia casa y los
-que pasaron cuatro días en Tánger en aventuras
-exóticas á lo Loti, hartándose de judías, que
-ellos toman por moras, y figurándose correr mil
-peligros en la conquista de alguna noble favorita
-de moro rico, que luego resulta ser una bella<span class="pagenum"><a name="Page_138" id="Page_138">[138]</a></span>
-Fátima de Marsella y su dueño y celoso señor
-un apache con turbante y babuchas; todos ellos
-pueden hacer gala en artículos periodísticos y
-conversaciones de playa ó Casino de sus profundos
-conocimientos, y volveremos á oir aquello
-de: «El país no quiere aventuras», ó «No debemos
-renunciar al importante papel que, por
-nuestra historia y nuestro porvenir, estamos llamados
-á representar en Marruecos». Y habrá
-planos trazados en las arenosas playas ó en los
-tableros de mármol de los cafés, y habrá estadísticas
-comerciales abrumadoras. Nuestro comercio
-de exportación, nuestra industria... Y
-unos gritarán: «¡Guerra, guerra!», y otros clamarán
-que la guerra sería el fin de España, ese fin
-anunciado tantas veces y que, por fortuna, no
-llegará nunca; porque España es tan dura de
-pelar como el imperio de Marruecos, amenazado
-siempre también de aniquilamiento y ruina.
-¡Nadie puede calcular la fuerza de los débiles!
-Ni nadie en mejores condiciones que ellos para
-atreverse á todo. Si algo debe hacernos dudar
-en acometer la aventura, es esa consideración:
-Por poco que tengamos que perder nosotros,
-aún tienen menos que perder ellos, y esa ventaja
-es inapreciable para toda clase de luchas. Las<span class="pagenum"><a name="Page_139" id="Page_139">[139]</a></span>
-guerras y los negocios, sin dinero; es el único
-modo de no perder nunca. Yo creo que si algo
-nos estorba en España para volver á recobrar
-nuestro prestigio en el mundo, no es nuestra pobreza,
-sino los cuatro cuartos que tenemos. El
-día que nos decidamos á tirarlos por la ventana,
-empezaremos á ser alguien.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>El señor ministro de la Gobernación piensa en
-enérgicas medidas para evitar que en lo sucesivo
-registre la crónica tauromáquica jornadas tan
-desastrosas como la última de las cinco cogidas.
-¡Cinco en un solo día! Es demasiado. ¡Y en distintas
-plazas! Para que no puedan disfrutar de
-todas ellas los mismos espectadores... Es lamentable.</p>
-
-<p>¿Medidas enérgicas?</p>
-
-<p>La profusión de accidentes no es el mejor motivo
-para tomar medidas enérgicas contra la
-fiesta taurina. ¿Qué más enérgica medida que
-la de los mismos toros? Á pocos domingos como
-el de marras, no quedaba un torero, y asunto
-resuelto.</p>
-
-<p>¿Vendrá la supresión en absoluto? Hombre<span class="pagenum"><a name="Page_140" id="Page_140">[140]</a></span>
-es D. Juan capaz de atreverse, no digo con la
-torería, hasta con el clero, si esto no fuera contra
-la doctrina conservadora. ¡Ah, si D. Juan fuera
-liberal como es conservador, la ley de Asociaciones
-no hubiera quedado en proyecto!</p>
-
-<p>¿Tendremos corridas á la portuguesa? ¿Se exigirá
-á cuantos toreros pisen plazas un certificado
-de suficiencia; bachillerato para torear novillos,
-licenciatura para toros y doctorado para
-miuras?</p>
-
-<p>¿Por dónde vendrá la muerte? Mal haría el
-señor ministro en querer precipitarla, exponiéndose
-por el contrario á levantar al toro, como
-cachetero desmañado. Deje, deje á toreros, ganaderos,
-toros y público, que ellos solos se bastan
-para concluir con la fiesta, por aburrimiento,
-que es la más segura muerte.</p>
-
-<p>Entre esos toreros, en vano aupados por los
-amigos; esos toreros de una estocada, que bien
-pudiera llamarse la estocada del hambre, cada
-cinco años; las exigencias de los eminentes, la
-falta de tradición en los aprendices toreros y en
-el público aficionado que ya, por no haberlo visto
-en muchos años, no sabe distinguir un volapié
-de una carrerilla de esas con que ahora se
-caza, no se mata, á los toros... Además, las<span class="pagenum"><a name="Page_141" id="Page_141">[141]</a></span>
-clases obreras están más alejadas cada día del
-espectáculo, sostenido por la clase media desocupada
-y la aristocracia aburrida, y... síntoma
-significativo: á los niños de ahora no les gustan
-los toros. He podido comprobarlo en repetidas
-observaciones.</p>
-
-<p>Unos cuantos años más y habrá que sostener
-las corridas de toros con subvenciones del Estado,
-como una curiosidad arqueológica que puede
-interesar á los extranjeros.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img14.jpg" width="50" height="49" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_143" id="Page_143">[143]</a></span></p>
-
-<h2>XVII</h2>
-
-
-<p>Y ¡aun hay vanidosos! Esto pensaba yo el
-otro día, ante el mausoleo de Chueca, inaugurado
-con... ¿solemnidad? ¡Oh, sí! Demasiada
-solemnidad.</p>
-
-<p>Amables oradores, lisonjeros poetas nos hablaron
-del pueblo allí presente para honrar á su
-músico... ¿El pueblo? Yo no le ví por ninguna
-parte. Allí no estábamos mas que los precisos
-operarios, el grupo de siempre, los de obligación.
-Y no todos. Las bellas artistas de nuestros
-teatros alegaron en disculpa de su ausencia,
-la hora inconveniente; hora de ensayos ó
-de sección «vermouth»... ¡Vaya por Dios! ¿Para
-qué mejor ocasión juzgarán las empresas que
-valía la pena de conceder un día de asueto á sus
-artistas?</p>
-
-<p>Y esto por Chueca, el popular, el glorioso
-entre todos. ¿Se entera usted, señor don Nadie?
-Usted, el que cree haber conquistado el derecho
-á la inmortalidad, con una crónica colorista ó<span class="pagenum"><a name="Page_144" id="Page_144">[144]</a></span>
-con un soneto cincelado; usted, el que apenas
-se digna saludar á los amigos, y va usted, por
-esas calles, despreciando las baldosas que pisa;
-indigno pedestal de su grandeza... ¿No le aprovechará
-á usted de nada esta lección y tantas
-otras? ¡Cúrate vanidad!, como dice el Rey Lear.
-Aprende que no es preciso salir de España para
-que el nombre de Cervantes sea ignorado; que
-de Zorrilla, el popular poeta, no hay, fuera del
-consabido círculo, quien sepa más allá del «Tenorio»;
-y yo sé de personas bastante cultas, que
-confundieron al poeta con el político.</p>
-
-<p>¡Cómo nos engañamos unos á otros con esto
-de la popularidad! Se lamentaba un buen señor,
-indignamente puesto en ridículo por su esposa...
-¡Ya ve usted! ¡Todo Madrid lo sabe!&mdash;¡Bah!&mdash;le
-consolaba un amigo;&mdash;¿todo Madrid? Váyase
-usted á Carabanchel.</p>
-
-<p>¿Es usted popular? Pues pregunte, pregunte
-al primero que pase por la calle... Y aun queda
-mucho mundo y otros mundos... y ¡aun hay
-vanidosos!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>El reglamento del Teatro Español&mdash;por fin,
-es Español,&mdash;aun no esta aprobado oficialmente,<span class="pagenum"><a name="Page_145" id="Page_145">[145]</a></span>
-y claro está que cuanto de él se anticipe,
-estará expuesto á rectificaciones. Mas, como
-una vez aprobado, sería tarde para ponerle peros,
-es preferible pecar de anticipado, llamando la
-atención sobre algunas ligeras enormidades
-anunciadas, que aun es tiempo de rectificar.</p>
-
-<p>Primeramente se anuncia que el cuadro de
-artistas se dividirá en dos, uno dramático y otro
-cómico. ¿Á qué esa división? En el Teatro
-Francés puede estar justificada, porque en Francia
-la tragedia clásica es un género aparte, y es
-tragedia desde antes de levantarse el telón hasta
-que termina, sin mezcla de comedia alguna.
-Pero en el Teatro Español, aparte media docena
-de tragedias á lo clásico, de que vale mas
-no acordarse, lo mismo en el teatro antiguo
-que en el moderno, lo trágico y lo cómico se
-entremezclan de tal manera, no ya en cada
-obra, sino en cada personaje, que esa división
-entre actores dramáticos y cómicos sólo puede
-conducir á promover un conflicto por obra.</p>
-
-<p>Se reparte «El alcalde de Zalamea». ¿Que
-cuadro debe representarlo? ¿El dramático? ¿El
-cómico? El papel de Don Lope de Figueroa,
-¿es trágico? ¿es cómico?</p>
-
-<p>¡Así que nuestros actores necesitan mucho<span class="pagenum"><a name="Page_146" id="Page_146">[146]</a></span>
-para clasificarse y rechazar papeles que no creen
-de su cuerda! Yo soy del cuadro dramático&mdash;diría
-alguno,&mdash;y en este papel que me han repartido
-hay dos chistes y una situación cómica.
-Yo estoy aquí para hacer reir&mdash;diría el otro,&mdash;y
-al personaje que represento se le muere un
-tío, que no le deja nada, en el segundo acto.
-Suprima, suprima la comisión ese articulito.
-Compañía una; dramática y cómica. Nada de
-clasificaciones. Jóvenes, los jóvenes; actores de
-carácter, los veteranos; graciosos ó tristes, según
-pida el carácter de los personajes. Nada de
-damitas con cuarenta años de servicios, poniendo
-la boca chiquita para decir: ¡papá y mamá!
-Nada de galanes jóvenes con bisoñé y dentadura
-postiza. Esto en cuanto se refiere á la organización
-de la compañía.</p>
-
-<p>La otra pequeña atrocidad es la siguiente:
-El criterio para retirar las obras del cartel no
-será otro que el ingreso en taquilla. ¿Sí? Pues
-¡vive Dios! que para eso no hacía falta teatro
-subvencionado, y ese criterio es el de cualquier
-empresario negociante y aun no tan á punta de
-perro chico. Según ese criterio, muy expuestos
-estarán Lope de Vega, Calderón y el mismísimo
-Shakespeare, á tener que ceder el sitio<span class="pagenum"><a name="Page_147" id="Page_147">[147]</a></span>
-más que á paso á cualquier bufonada ó melodrama
-de público. Todos creíamos que, justamente,
-la subvención sería para eso; para imponer
-una obra de arte, cuando el dinero del
-público no bastara á sostenerla.</p>
-
-<p>Con ese criterio, el Museo de Pinturas ya debiera
-de estar cerrado ó haberse sustituído
-por un «cine»; ¡si se fuera á juzgar del mérito
-de Velázquez por el número de entradas vendidas
-para ver sus cuadros!</p>
-
-<p>Claro es que no hay autor vivo que no crea
-sus obras del más soberano arte, y todos pretenderían
-verlas perpetuarse en el cartel, á costa
-del Estado. El criterio del ingreso es el más
-seguro... La obra de usted es una obra de arte,
-pero no da tres pesetas... ¡Mal, muy mal van á
-pasarlo nuestros clásicos, con Shakespeare, Molière,
-Ibsen, etc., en el nuevo Teatro Español!</p>
-
-<p>Los vivos, los verdaderos vivos, menos mal,
-ya se ingeniarán para tomarle el aire al abono,
-al público y á la dirección artística; y el teatro
-subvencionado será... un teatro más. Y es lo
-menos malo que puede sucederle.</p>
-
-<p>Conste que en nada de lo dicho, hay el menor
-deseo de destripar el cuento. Muy pocos
-se habrán interesado, mejor dicho, desinteresado<span class="pagenum"><a name="Page_148" id="Page_148">[148]</a></span>
-tanto como yo, por el nuevo teatro. Por lo
-mismo, quisiera verle nacer en las condiciones
-más viables y, si de mí dependiera, su vida sería
-larga y próspera. ¿No es de agradecer todo
-esto? Porque, en fin, que recen y practiquen los
-creyentes, que algo esperan, después de todo,
-bien está... Pero, ¿los que no creemos y rezamos?
-Y eso me pasa á mí con el Teatro Español...
-¡Á ver si no es virtud!</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img02.jpg" width="50" height="51" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_149" id="Page_149">[149]</a></span></p>
-
-<h2>XVIII</h2>
-
-
-<p>Si en casa del jugador poco dura la alegría,
-en casa del aficionado á toreros aun suele durar
-menos. Es tan natural orden de la vida una
-alternada distribución en los sucesos, que las
-rachas son algo extraordinario, y el jugador
-prudente se atiene en sus combinaciones al más
-probable «tierce á tout»; dejando lo de jugar á
-la repetida para el jugador de fortuna, siempre
-en espera de lo inusitado y fuera del orden.</p>
-
-<p>Del mismo modo los buenos aficionados saben
-de antiguo lo ocasionado que es con toreros
-y toros jugar á la repetida; como saben las
-empresas lo fácil de engañar al público, con
-anunciar el mismo juego.</p>
-
-<p>En esta temporada los aficionados quieren
-distraer su aburrimiento, dedicándose á la inocente
-ilusión de inventar toreros. ¡Para que
-aprendan los eminentes! Ya en tiempos del Guerra
-fueron muchos los que pusieron el mismo
-empeño en la misma empresa. ¡Pobres flores de<span class="pagenum"><a name="Page_150" id="Page_150">[150]</a></span>
-una tarde con suerte!; todo lo más de una temporada.
-Y menos mal, cuando no dejándose
-«inventar», se resignan á volver al montón y
-no toman en serio un papel superior á sus fuerzas
-y conocimientos, que, de otra suerte, el
-desengaño suele llegar con una cornada, de las
-muchas que los espectadores tienen á su cargo.</p>
-
-<p>No es hora de predicar contra la sublime
-fiesta y no soy de los que creen que ella tenga
-gran culpa en el atraso de España. De los toros,
-como del clericalismo, creo que no son
-causa de nada, sino efecto de mucho. No son
-unos ni otro los que tienen la culpa de nuestro
-atraso; es nuestro atraso el que tiene la culpa
-de toros y de clericales.</p>
-
-<p>El que no tiene inteligencia bastante para
-pensar por sí propio, si no se dejara influir por
-un director espiritual, iría á consultar con la sonámbula
-ó con la echadora de cartas ó con el
-primer embaucador que se le presentara. El
-que no halla diversión más de su gusto que una
-corrida de toros, si se las suprimieran, buscaría
-otra más bárbara, más estúpida, y nada abríamos
-adelantado.</p>
-
-<p>Cuantos han combatido las corridas de toros,
-han fundado siempre sus invectivas en la parte<span class="pagenum"><a name="Page_151" id="Page_151">[151]</a></span>
-menos vulnerable del espectáculo, lo peligroso
-y lo sangriento. ¡Bah! Si á eso fuéramos... Todo
-el mundo es plaza y toda la vida es lidia.</p>
-
-<p>Por esa parte, el espectáculo hasta es beneficioso;
-un derivativo muy atenuado para nuestro
-espíritu inquisitoral, atormentador... El fogueo
-de toros nos compensa del fogueo de
-herejes; cada gritería al presidente, acaso evita
-un motín popular, y cada cincuenta corridas,
-por lo menos, suponen un desgaste de ferocidad
-que hace imposible una guerra civil.</p>
-
-<p>No es por lo cruel, ni por lo sangriento, por
-donde hay que atacar al espectáculo, es sencillamente...
-por tonto.</p>
-
-<p>El toro bravo, verdaderamente de lidia, es
-un producto artificial, cada vez más raro y más
-difícil de obtener. La natural condición del toro
-es pacífica; por algo el ornamento cornamental
-fué siempre símbolo de la más apacible conformidad
-conyugal. Así, bien puede asegurarse
-que de cien toros, los noventa y nueve salen al
-coso más dispuestos á mugir saudades dehesiles
-que á meterse en pelea. Y ¡es de ver el lastimoso
-espectáculo del acoso, en torno al triste
-animalito! Se le persigue, se le azuza, se estrecha
-el círculo de tortura... Por fin, se consigue<span class="pagenum"><a name="Page_152" id="Page_152">[152]</a></span>
-enfurecerle, empuja, derriba á ciegas... ¡Un
-triunfo de arte y de gracia!</p>
-
-<p>¿Qué diremos de la elegante suerte de varas?
-¿Qué diremos del forzado valor, todo para la
-galería; el chulesco valor de los lidiadores? La
-palidez de los rostros, distendidos los músculos
-en rictus, que bien quisiera aparentar una sonrisa...
-¡Ah, la sonrisita del torero! Un buen
-anatómico ó buen pintor pueden dar razón de
-ella...</p>
-
-<p>Y ¿qué diremos de la alegría del espectáculo?
-Alegre un espectáculo en que el espectador se
-pasa la tarde rabiando. Rabieta si rajaron al
-toro de un puyazo y le quitaron facultades; rabieta
-si no le castigaron lo bastante y conserva
-demasiado poder; rabieta si le recortan; rabieta
-si no le paran los pies; rabieta si el torero de
-las simpatías no estuvo muy afortunado, y rabieta
-si lo estuvo el de las antipatías... Rabietas
-regionales, si quedó Córdoba mejor que Sevilla
-ó Sevilla mejor que Madrid... Rabieta con
-el presidente; rabieta con el matador de las
-6.000 pesetas; rabieta y discusión acalorada
-con el espectador de al lado y con el de detrás
-y con los de delante... ¡Si les digo á ustedes
-que no hay diversión que se le parezca! Y después<span class="pagenum"><a name="Page_153" id="Page_153">[153]</a></span>
-de proferir toda clase de insultos, de injurias,
-contra los toreros sobrado prudentes, de
-echarles en cara sus ganancias y sus glorias,
-cuando la desgracia ocurre y el torero es entre
-los cuernos y las patas del toro un andrajo humano...
-la compasión más sensiblera; una compasión
-que, no diremos mal empleada en este
-caso, pero sí que debiera repartirse más equitativamente
-entre el obrero víctima de un accidente
-en su trabajo, la costurera enferma de
-tuberculosis, de tanto darle á la aguja y tantas
-otras víctimas de un trabajo sin luz, sin aire y
-sin aplausos.</p>
-
-<p>¿Que hay exageración en todo esto? Prueben,
-prueben los aficionados á dejar de asistir á las
-corridas durante una temporada, y si después
-de algún tiempo, al volver á presenciar una, no
-sienten como yo toda la estupidez del ridículo
-espectáculo, será... ¡Triste sería! porque la verdad
-no tiene para ellos ningún camino; ni el
-del aburrimiento.</p>
-
-<p>Solo el valor de un Frascuelo, superior á las
-cobardías del público, ó el arte primoroso de
-un Lagartijo y su frescura y despreocupación,
-superior á los insultos de ese mismo público, ó
-la maestría suprema de un Guerra, superior á<span class="pagenum"><a name="Page_154" id="Page_154">[154]</a></span>
-los toros, al público y al espectáculo, pueden
-dar un aire de grandeza á las corridas. Pero la
-excepción confirma la regla, y el genio es superior
-á todo, á la misma esfera social en que
-emplea su actividad. Han existido ladrones y
-asesinos de genio, que no disculpan por eso el
-robo ni el asesinato.</p>
-
-<p>Algo hay en los toros, no obstante, que les
-hace ser digno espectáculo de un filósofo. Si
-en la vida fuera todo bondad; si los hombres
-fueran siempre dignos y justos y razonables, la
-idea de la muerte sería tormento insoportable
-para el espíritu... ¡Dejar un mundo de delicias;
-separarse para siempre de una humanidad tan
-perfecta!</p>
-
-<p>Conviene de cuando en cuando asomarse á
-donde toda la estupidez y la bajeza humanas
-se muestran en toda su desnudez, para que la
-idea de la muerte no nos parezca tan triste y
-hasta nos sea apetecible. Y hay que confesar que
-nada para esto como una corrida de toros.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img15.jpg" width="50" height="54" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_155" id="Page_155">[155]</a></span></p>
-
-<h2>XIX</h2>
-
-
-<p>El verano es la estación de las grandes crisis
-en las compañías teatrales. Se comprende; después
-de toda una larga temporada de invierno,
-los artistas con los empresarios, éstos con los
-artistas, y los artistas unos con otros, están que
-no pueden ya aguantarse. Tiene la vida del teatro
-algo de la vida á bordo; los primeros días
-todos los pasajeros simpatizan, todos parecen
-encantadores, se organiza toda clase de fiestas
-en que todos toman parte; poco á poco se van
-separando en grupos, cada día mas reducidos;
-en cada uno se murmura de los otros; al final
-de la travesía, ya no hay ni grupos; cada pasajero
-pasea solitario ó lee apartado de los demás,
-y en su interior piensa que en su vida ha
-tratado con gente más antipática y desagradable.
-Unos días más, y acabarían todos arrojándose
-unos á otros por las bordas en descomunal
-pelea.</p>
-
-<p>El teatro es lo mismo. Á principios de temporada<span class="pagenum"><a name="Page_156" id="Page_156">[156]</a></span>
-todos se adoran, se recibe con efusión
-á los recién llegados.&mdash;Aquí, aquí es donde
-tiene usted su puesto.&mdash;¡Qué gusto verme entre
-ustedes!&mdash;Las actrices se hacen confidencias
-de todo género. Los actores se muestran galantes
-con todas ellas. Aquello es un paraíso...
-Pero no va mediada la temporada, cuando ya
-sólo se juntan unos para murmurar de los otros,
-y viceversa; y si se juntan todos es para conspirar
-contra el empresario ó hablar mal de una
-obra. Y al terminar la temporada, ni para eso.&mdash;«Ciascun
-per se»&mdash;como cantan en «Los
-Hugonotes».</p>
-
-<p>No hay que pensar por esto que los actores
-sean de peor condición que los demás humanos.
-Si en todas las profesiones el trabajo hubiera
-de ser en comunidad y las relaciones tan
-constantes, también veríamos cosas. Más separados
-viven unos de otros pintores, escritores,
-médicos, abogados, y no se quieren más ni mejor
-por eso. No hablemos de la fraternidad periodística...
-Y los chismes de bastidores no son
-nada, comparados con los de sacristía. ¡Hay
-cada párroco y cada teniente cura, que... ríanse
-ustedes de las primeras tiples en lo de despellejarse
-unos á otros!</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_157" id="Page_157">[157]</a></span></p>
-
-<p>En fin, que la temporada próxima promete,
-y lo único de lamentar por mi parte es... que
-me cogerá sin dinero...</p>
-
-<p>Porque en el teatro, como en todo, ¡es tan
-agradable el papel de espectador!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Son muchas las personas que me escriben,
-unas para felicitarme, otras para increparme,
-por mis ligeras consideraciones sobre las corridas
-de toros; otras, sencillamente, para mostrarme
-su extrañeza.</p>
-
-<p>&mdash;¡Hombre, usted tan aficionado antes!...</p>
-
-<p>&mdash;¿Aficionado? Le diré á usted. Á no ser en
-los tiempos del Guerra á mi juicio el torero
-más asombroso, la verdad es que siempre me
-han aburrido las corridas de toros. Esto, en
-cuanto al espectáculo; que de los espectadores,
-¡no se diga! Siempre he buscado la localidad
-más tranquila de la plaza. Me han indignado
-siempre esos energúmenos que no se divierten
-si no pasan la tarde gritando, molestando á todo
-el mundo; que si ¡Ladrón!, que si ¡Criminal!, que
-si ¡Por derecho!, que si ¡Á la cárcel!, que si la
-madre, que si toda la familia... todo un «specimen»<span class="pagenum"><a name="Page_158" id="Page_158">[158]</a></span>
-de educación nacional. Esos energúmenos
-son los mismos que en el teatro no se contentarían
-con menos que ver ahorcado al autor
-que tuvo la desgracia de equivocarse; los mismos
-para quienes no hay político honrado, ni
-escritor que no se venda; los mismos que piden
-desde la mesa del café heroísmos sobrenaturales
-en la guerra, para poder decir ellos:&mdash;¡Qué
-valientes somos! ¡No hay quien pueda con nosotros!&mdash;Los
-mismos que van por esas calles
-perdonando honras á las mujeres... Y como este
-es el espectador, no diré más frecuente, pero sí
-el que da tono al espectáculo, él por sí solo se
-basta para hacer de una fiesta, que podía ser
-una de tantas como andan por esos mundos civilizados,
-la de apariencia más salvaje.</p>
-
-<p>En Barcelona se ha celebrado, ó va á celebrarse,
-una manifestación contra las corridas de
-toros. En esto ya no estoy conforme; creo que
-todo eso es contraproducente. Los toros, como
-tantas otras cosas, caerán por sí solas, cuando
-deban caer. Encomendemos la tarea á los educadores.
-El maestro es el que ha de acabar con
-los «maestros».</p>
-
-<p>Ha de notarse que la Iglesia, tan intransigente
-en ocasiones con el teatro, con el libro y con<span class="pagenum"><a name="Page_159" id="Page_159">[159]</a></span>
-la prensa, dispensa la más benévola tolerancia
-á las corridas de toros. Las señoras, tan influídas
-por la Iglesia, no ponen tampoco todo el
-empeño que debieran en combatirlas. Nada de
-esto habla muy en favor de la delicadeza de sus
-sentimientos. En cuanto á la Iglesia, ya es sabido
-que todo lo que no sea pensar le ha preocupado
-siempre poco.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>El más cordial saludo al boletín «Pro Infantia»,
-publicado por el Ministerio de la Gobernación.
-Todo en él es buenas intenciones, que debemos
-desear no vayan á empedrar el infierno,
-á cuya pavimentación ya han contribuído no
-poco los legisladores españoles. Los hombres
-tienen mal gobernar; acariciemos la ilusión de
-que estarán mejor empleados nuestros desvelos
-en los pequeños. No olvidemos, como dijo el
-admirable poeta Wordsworth, que «el niño es
-el padre del hombre».</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img16.jpg" width="50" height="51" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_161" id="Page_161">[161]</a></span></p>
-
-<h2>XX</h2>
-
-
-<p>Moral del último&mdash;esperemos que aun sea el
-último&mdash;crimen. Los periódicos se recriminan
-unos á otros por sus indiscreciones y juicios temerarios;
-naturalmente, los más clamorosos en
-lamentarlas son los que siempre están más dispuestos
-á recoger cualquier especie del arroyo.</p>
-
-<p>Una vez más salen á relucir las deficiencias
-de nuestras leyes procesales, en cuanto se refiere
-á supuestas culpabilidades y prisión preventiva.
-Y una vez más, nadie será osado á poner
-remedio. Lo de considerar á todo sospechoso
-como criminal es antiguo achaque de la Señora
-Justicia. Y aun peor al sospechoso que al
-verdadero criminal, que á éste, en fin, cuando
-ya está convicto y confeso, siempre se le agradece
-el descanso de tanta molestia como ocasionó
-su captura, y al otro, en cambio, á cada
-negativa se le pone peor gesto y se le considera
-como criminal más empedernido.</p>
-
-<p>Y es de notar, también, el mayor respeto que<span class="pagenum"><a name="Page_162" id="Page_162">[162]</a></span>
-inspira todo delincuente cuanto mayor sea la
-fechoría cometida. Así, tal vez el raterillo primerizo
-no escape de una buena solfa, como primera
-diligencia; pero á un feroz asesino nunca
-le faltará un admirador que le obsequie con un
-suculento «beefsteak», para que reponga sus
-fuerzas, después de una declaración emocionante.</p>
-
-<p>El buen burgués, por su parte, también moraliza
-á cada crimen de estos sensacionales;
-habla de la corrupción de costumbres, se promete
-mayor cuidado en la selección de sus relaciones
-y más severidad con el pariente derrotado,
-que de vez en cuando suele pedirle dos
-pesetas:&mdash;Cuando venga el señorito Fulano, dicen
-á la criada, dígale usted que no estamos
-en casa, y no abra usted la puerta.</p>
-
-<p>Las criadas ven á un posible asesino en toda
-persona regularmente trajeada; no se arriesgan
-á franquear la puerta sin minuciosa inspección
-por el ventanillo, y en resumen, las casas estarán
-mejor guardadas por unos días y los parientes
-pobres se morirán de hambre más pronto.
-Y esta es toda la moral de estos crímenes,
-en que todo el mundo sólo atiende á los hechos,
-los hechos brutales, unánimemente reprobados<span class="pagenum"><a name="Page_163" id="Page_163">[163]</a></span>
-por los buenos burgueses, á la hora de la digestión,
-ligeramente entorpecida por algo así,
-entre indignación y miedo.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Los congresistas de la Paz, los creyentes en
-la eficacia de los tribunales arbitrales, para dirimir
-pacíficamente toda cuestión internacional,
-estarán encantados con el feliz éxito del arbitraje
-argentino, entre el Perú y Bolivia. Ambas modernas
-y civilizadas repúblicas, acudieron muy
-humildemente y bien dispuestas á respetar el
-fallo del presidente de la República Argentina.
-¡Para que vea el viejo mundo europeo cómo
-arreglamos estos asuntos los del nuevo! Pero,
-apenas se enteraron los de Bolivia de que el
-fallo no les era todo lo favorable que ellos apetecían,
-¡adiós mi árbitro y adiós mis procedimientos
-modernos!</p>
-
-<p>No es el primer caso en las repúblicas americanas,
-y en alguno de estos enojosos arbitrajes
-anduvo la vieja madre España de por medio
-y como ahora, la república que se creyó perjudicada
-puso el grito en el cielo. Por donde, si
-el árbitro toma su divino papel en serio, en vez<span class="pagenum"><a name="Page_164" id="Page_164">[164]</a></span>
-de un disgusto y de una guerra, pueden resultar
-dos guerras y muchos disgustos.</p>
-
-<p>Pasarán muchos años hasta que el cañón deje
-de ser el gran pacificador y el supremo árbitro.
-Para ello será preciso ante todo que las naciones
-no se preocupen tanto de añadir unas leguas
-de tierra á su territorio; como si la nación
-más floreciente no tuviera ya bastantes incultas
-y despobladas.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Muy moderno también, muy europeo, muy
-culto y muy lindo, el bando de nuestro señor
-alcalde; enderezado, con la mejor intención, á
-proteger á los animales. Muy bien está el bando,
-que los animales deben agradecer tanto
-como debiera ofendernos á las personas. Porque,
-¿quién duda que si bien está el bando, mucho
-mejor estaría que no hubiera habido necesidad
-de dictarlo? Por eso mismo creo muy poco en
-su eficacia. ¿Buenos sentimientos por ordeno y
-mando? Á otra puerta. Fué siempre la nuestra
-de las más cerradas á toda blandura con los animales.
-Y cuanto más cerca el hombre de la Naturaleza,
-cuando más parece que debiera sentir
-la simpatía por sus compañeros de trabajo, más<span class="pagenum"><a name="Page_165" id="Page_165">[165]</a></span>
-duro se muestra con ellos. Parece que ya no debiera
-tratarse de compasión sino de interés propio.
-¡Pues hay que ver cómo trata el labriego á
-su yunta y el carretero á sus mulas y el traficante
-á su infeliz borrico! Pero, lo que ellos dirán
-en su disculpa: ¿Estamos nosotros mejor
-tratados? ¿Cuándo la misma Naturaleza, con sus
-rigores, siempre en contra del logro de nuestro
-trabajo; cuando los demás hombres son tan
-crueles con nosotros, vamos á ser nosotros más
-piadosos con los animales?</p>
-
-<p>Para la pobre gente, esto del amor á los animales,
-es un lujo de afectividad imposible para
-ella, como todo lujo. Para la gente rica suele ser
-una dulce forma de misantropía. Se ama á los
-animales... porque los animales no suelen ser ingratos,
-porque no dan malas contestaciones,
-porque los manejamos mejor que á los hombres
-y los tenemos más sujetos á nuestra voluntad. No
-hay que fiar mucho en la bondad de estos ricos
-que aman demasiado á los animales.</p>
-
-<p>Amarlos en justa proporción, tratarlos, no tan
-mal como á los criados ni mejor que á tantos
-niños desvalidos, sería lo justo, lo natural, lo
-que debiera hacer innecesario ese bando, en
-todo país digno de llamarse cristiano y civilizado.<span class="pagenum"><a name="Page_166" id="Page_166">[166]</a></span>
-Pero... con la excepción de San
-Francisco de Asís, nuestra religión no fué nunca
-muy dulce con los animales. Recuérdese
-cómo en la Biblia, casi siempre les toca á ellos
-pagar el pato en los sacrificios. Isaac se salva;
-pero en su lugar se sacrifica á un pobre corderillo.
-En el mismo Evangelio, de más suave doctrina,
-Jesús lanza á la legión de demonios, expulsada
-de un poseído, sobre una piara de cerdos,
-que corre á arrojarse al mar, alocada por
-los malos espíritus. ¡Pobres cochinos! ¿Qué culpa
-tenían ellos?</p>
-
-<p>El origen superior atribuído al hombre por
-nuestra católica doctrina, limita el sentimiento
-de fraternidad universal entre el hombre y los
-demás seres de la creación. No hay en la religión
-cristiana ninguna plegaria tan hermosa
-como aquella del Budha: ¡Dios mío, librad del
-dolor á cuanto existe!</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img05.jpg" width="50" height="51" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_167" id="Page_167">[167]</a></span></p>
-
-<h2>XXI</h2>
-
-
-<p>No podemos quejarnos del actual verano; él
-ha sido tardío en calor y en sucesos, pero bien
-quiere desquitarse en pocos días, y el calor aprieta
-y los sucesos se precipitan, sin tiempo apenas
-para solicitar la atención ni el par de días
-que se concede de comentarios á la actualidad
-más pasajera. ¿Dónde está ya la romántica boda
-del infante? ¿Dónde está ya la muerte de Don
-Carlos? Cualquiera de estas actualidades hubiera
-bastado en otro verano para abastecer periódicos
-y tertulias. Pero baza mayor quita menor,
-y nuestra baza, la que nos hemos creído en el
-caso de meter en los asuntos de Marruecos, es
-de tal importancia, que ella sola se impone á
-nuestra consideración, con todos sus prestigios
-seculares. Porque desde los tiempos de D. Rodrigo
-y la Cava, ¿cuándo ha dejado de ser actualidad
-para los españoles alguna cuestión africana?
-Dividida España en regiones, guerreando unas
-con otras muchas veces, sólo al combatir contra<span class="pagenum"><a name="Page_168" id="Page_168">[168]</a></span>
-el agareno y en ponerse á su avance solían estar
-de acuerdo las más enemigas; y ahora que
-somos, ó parecemos, una nación unida, no hay
-dos... no digamos regiones, personas que parezcan
-animadas del mismo espíritu, y mientras
-unos gritan: ¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra! como
-en los mejores tiempos del romancero y de
-nuestras comedias de moros y cristianos, otros
-claman por la paz á todo trance, y no diremos á
-toda costa, porque la paz es mucho más barata.</p>
-
-<p>Difícil es decidirse por unos ó por otros. Los
-que piensan más razonablemente... no saben qué
-pensar en este caso. Ni vale refugiarse en las serenas
-regiones idealistas porque... el ideal está
-en todo, en la paz y en la guerra; en la evangélica
-resignación á perderlo todo y en la fuerte
-voluntad de ganar algo... Lo peor, lo más triste
-para los pueblos como para las personas, es la
-indecisión... Fluctuar, como Hamlet, resistirse
-á ser instrumentos conscientes del destino, para
-que, al fin, el destino se imponga brutalmente,
-inexorablemente, á nuestra indecisión.</p>
-
-<p>Fortimbrás, inventando pretextos pequeños
-para grandes acciones, es de mejor ejemplo que
-Hamlet, quien, con grandes motivos, no supo
-decidirse á la acción nunca.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_169" id="Page_169">[169]</a></span></p>
-
-<p>Por fortuna para los pueblos y para los gobiernos,
-en estos casos de incertidumbres, de
-desalientos, de indecisión nacional, están banderas,
-trompetas y tambores; está el marchar de
-las tropas juveniles, y... á su paso todo se olvida,
-es uno el sentimiento y una la aspiración.
-El mismo Pablo Iglesias daría un ¡Viva! Y decir
-vivir, es decir pelear.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>El papel de rey destronado es siempre algo
-ridículo. El de rey aspirante, idealizado con
-aureolas de esperanzas que nunca nubló la realidad,
-es, en cambio, de tan romántica poesía,
-que una regular presencia y una regular discreción
-bastan á sostenerle con decoro. Y así supo
-sostenerle Don Carlos, muy á gusto de todos.
-En España muchos le amaban, y... á pesar de
-todo, nadie le odiaba. Supo salvar la majestad
-de su figura, del vencimiento y de la difamación.
-No fué nunca ridículo, cosa que no consiguen
-siempre muchos reyes reinantes. Dicen
-que amaba mucho á España. Era más de agradecer
-ese cariño, por lo mismo que había de
-expresarlo con acento extranjero.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_170" id="Page_170">[170]</a></span></p>
-
-<p>«Azorín» ha aprovechado la ocasión de haberse
-publicado en el periódico en que él dogmatiza,
-ó mejor dicho, «esceptiza» á lo Montaigne,
-la fantástica noticia de mi viaje á Buenos
-Aires, á servir unas conferencias á cien mil
-pesetas... ¡Cincuenta mil más que Anatole France!
-Muchas gracias por la tasación, querido
-compañero, para significar su displicencia por
-estas idas y venidas, al mismo tiempo su desprecio
-por las glorias populares... ¡Ah! ¡La popularidad!...</p>
-
-<p>Claro es que yo no puedo darme por aludido.
-Yo estuve ya en Buenos Aires, y no fuí en
-clase de popular, ni me recibieron con músicas,
-ni pronuncié discursos, ni nos volvimos nadie
-loco, ni ellos conmigo, ni yo con ellos. Fuí...
-por viajar, por ver; sin darle más importancia
-que á otro viaje cualquiera. Ni me creí en el
-caso de publicar, á mi regreso, «Impresiones»,
-«Mi viaje á la Argentina», ó cualquier otro libro
-por el estilo, porque no creo que un mes ni
-dos sean lo bastante para conocer nada, ni perorar
-del porvenir de la Argentina, de su intelectualidad,
-industria, etc... Lo que ví, para mí lo
-guardo, y lo que aprendiera... ya irá saliendo.
-Conste solamente que yo no fuí allá en clase de<span class="pagenum"><a name="Page_171" id="Page_171">[171]</a></span>
-conferenciante. Sin que esto quiera decir que
-si alguna vez se me propusiera, y sobre materias
-de que pudiera tratar, como arte dramático,
-presentación de obras, etc., no aceptara muy
-gustoso, sin creer por eso que iba á estrechar
-lazos, á reconquistar América, ni otras fantasías
-castelarinas.</p>
-
-<p>En lo modesto de mi representación, sí procuré,
-mientras allí estuve, considerarme como,
-según un escritor francés, debe considerarse
-todo el que viaja por país extranjero, representante
-de mi propio país, y en toda ocasión procuré
-cumplir mi deber de viajero.</p>
-
-<p>Sabiendo muy bien que ni en sus correspondencias
-ni en sus conversaciones, muchos me
-tratan del mismo modo, hablé bien de todos
-los escritores españoles de quien me pidieron
-noticias. Por cierto que nadie me preguntó por
-«Azorín», y esto debe servirle de satisfacción,
-dado su desprecio por la popularidad.</p>
-
-<p>Y este era el punto á discutir. «Azorín» sostiene
-que el mérito de todo escritor está en razón
-inversa del número de sus admiradores.
-Un gran escritor debe ser letra cerrada para el
-vulgo. Quisiera yo saber cuándo lo fueron Homero,
-Dante, Shakespeare, Cervantes, etc. Si<span class="pagenum"><a name="Page_172" id="Page_172">[172]</a></span>
-no es que por vulgo entendemos al que ni de
-letras sabe. Entiéndase que hablo del vulgo
-literario.</p>
-
-<p>Y este, en verdad, es muy reducido, aun para
-esos grandes hombres. ¡Pero decir que en su
-tiempo ninguno fué estimado! Algunos, quizás,
-más justamente y en su punto que lo habrán
-sido después; al través de estudios críticos que
-los desfiguran.</p>
-
-<p>Ya sé yo que hay ejemplos para todo, Wagner,
-Bizet, Ibsen... Pero nunca fué el público el
-que los rechazó; si así hubiera sido en absoluto,
-toda reparación hubiera sido imposible. ¿Quién
-iba á resucitar obras de quien nadie se acordaba?
-No el público, la crítica, siempre más conservadora
-que revolucionaria, fué la que ridiculizó,
-combatió y retrasó el triunfo de muchos
-artistas. ¿El público? Sí... extraña, no comprende
-tal vez del todo... pero algo queda, y, como
-dice Bernardo Shaw: «El que ha visto una vez
-un drama de Ibsen, acaso se aburrió durante
-su representación, acaso dice: «Esto no es teatro»;
-pero, á pesar de ello, sigue pensando en
-él, y... acaso no le gusten los dramas de Ibsen;
-pero lo cierto es que no vuelven á gustarle los
-de Sardou.»</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_173" id="Page_173">[173]</a></span></p>
-
-<p>No, no hay que maldecir del público y de
-las glorias populares. «Azorín» es demasiado
-modesto. Acaso cree que él no puede ser popular.
-Pues qué, ¿cree usted que si sólo le leyeran
-á usted en la tertulia de D. Antonio Maura,
-iba usted á ser tan apreciado y tan conocido?
-Y si ya cree usted que le lee toda la mayoría...
-¡ahí es nada! Contar con una mayoría. No
-cuenta con más el Sr. Maura, y nos gobierna
-á todos.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img11.jpg" width="50" height="52" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_175" id="Page_175">[175]</a></span></p>
-
-<h2>XXII</h2>
-
-
-<p>Es para que reflexionen los partidarios de la
-paz á todo trance; hasta para pedir paz hay que
-armar guerra, y en verdad, sería muy triste que
-para convencernos unos á otros de que no debemos
-pelear con el moro, diéramos en pelearnos
-dentro de casa, sin que por eso el moro
-dejara de pelear con nosotros.</p>
-
-<p>Lo de cuando uno no quiere dos no riñen, no
-siempre es cierto entre particulares; pero, en
-fin, siempre le queda al más prudente el recurso
-de acudir á la policía ó á los jueces, si se ve
-atropellado y no quiere responder al atropello
-en la misma forma brutal. Por desgracia, para
-las agresiones colectivas no hay otra apelación
-que la fuerza, y eso es lo que no han comprendido
-muchos en esta ocasión. ¡No queremos
-guerra, no queremos guerra! Nadie la quiere;
-pero... ¿Vamos á llamar á la pareja de la esquina
-ó vamos á querellarnos al juez de guardia?
-¡Y que son de confianza los mirones que nos<span class="pagenum"><a name="Page_176" id="Page_176">[176]</a></span>
-rodean para irles con el cuento de que no queremos
-belenes! ¡Ah! ¿No quieren ustedes guerra?,
-nos dirán. Pues ya están ustedes demás
-aquí... Y ¿qué dirán entonces los pacíficos? Habría
-aquello de: ¡Gran vergüenza! ¡Estamos
-vendidos! ¡Lo último que nos quedaba!...</p>
-
-<p>Lo que hay es que no se saca á los niños de
-casa, haciéndoles creer que se les lleva de paseo,
-para meterlos en el colegio. Y no se lleva
-á un pueblo á la guerra, haciéndole creer que
-no se trata de semejante cosa. El funesto sistema
-de tratar al pueblo como á eterno niño,
-suele traer malas consecuencias. «Honesty is
-the best policy», dicen los ingleses. La verdad
-es la mayor habilidad en política. ¿Cuándo acabarán
-de comprenderlo así nuestros gobernantes?
-¡Gran lástima, cuando les ha tocado gobernar
-un pueblo con tesoros inagotables de heroísmo
-y de resignación!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>No es por amor propio el insistir. Pero, contra
-todas las razones, textos y ejemplos aportados
-por Azorín, sigo creyendo: que la popularidad
-no está nunca en razón inversa del<span class="pagenum"><a name="Page_177" id="Page_177">[177]</a></span>
-mérito; que han sido pocos los talentos mal
-apreciados en su tiempo, y si alguno lo fué, tal
-vez tuvieron más parte en ello motivos de presencia,
-carácter antipático del artista, vida desordenada,
-etc.</p>
-
-<p>Shakespeare fué apreciado en su tiempo y
-no sólo logró glorioso nombre sino muy buen
-dinero, que le permitió retirarse á su lugar,
-«aprés fortune faite», como un buen comerciante.
-La obra de Cervantes, ni en cantidad ni en
-género, era para enriquecer á su autor, pero de
-su relativa popularidad&mdash;la popularidad es
-siempre relativa,&mdash;en vida misma del autor,
-¿no existen numerosos testimonios? Azorín cita
-el ejemplo del Greco. No sería tan menospreciado
-en su tiempo, cuando nunca le faltaron
-encargos, que no le pagarían tan mal, cuando
-dejó fama de hombre caprichoso y dado á lujosas
-fantasías.</p>
-
-<p>¿Qué más? Yo creí halagar á mi contradictor
-en sus convicciones, diciéndole que nadie me
-había preguntado por él en Buenos Aires, y él
-me contesta que es allí muy conocido. Ya ve
-Azorín cómo se puede tener talento y ser apreciado.</p>
-
-<p>Y de mi, ¿qué voy á decirle? Soy el mismo<span class="pagenum"><a name="Page_178" id="Page_178">[178]</a></span>
-que en el año 97; hasta mis concesiones al sentimentalismo
-burgués, pudiera demostrar con
-textos que no son de ahora... Y ¿por qué no?
-Tiene uno toda la obra para decir lo que siente
-y lo que piensa; después, en el desenlace, puesto
-que la vida no desenlaza nada, ¿por qué no
-complacer al público? Pero si éste, con concesiones
-ó sin ellas, no hubiera estado de mi parte
-desde mis comienzos como autor dramático,
-¿hubiera yo podido continuar estrenando? El
-público fué mi verdadero apoyo contra la crítica,
-casi unánime en afirmar que aquello no era
-teatro. ¡Cuántas obras, con asombro de empresarios
-y actores, cuando parecían enterradas
-por la crítica revivían por el público! Créalo
-Azorín, no es el público, que pudiéramos llamar
-vulgar, es el literario el que más resistencia
-opone á toda novedad y á todo mérito. Son
-los intereses creados los que protestan siempre.
-El mismo Azorín declara que no hay novedad
-absoluta en ninguna forma, ni expresión de
-arte, que todo existía antes en el ambiente. Si
-es así, si el ambiente es anterior á la obra,
-¿cómo no ha de caer bien la obra, que el público
-no puede por menos de conocer por suya?
-Azorín sabe bien que los grandes artistas son<span class="pagenum"><a name="Page_179" id="Page_179">[179]</a></span>
-quizás los menos originales; su obra es de todos;
-alma de muchas almas.</p>
-
-<p>Yo me explico perfectamente la convicción
-de Azorín. Alguna vez, comparando en justicia
-méritos con glorias, habrá pensado que el ruido
-de su nombre es menor que el de algún autor
-dramático, por ejemplo. Esto ya es cuestión del
-género cultivado, no del mérito de los escritores.
-Créalo Azorín; en vida y en muerte, al
-cabo del año todos estamos en el sitio en que debemos
-estar; el vulgo no es tan vulgo como
-creemos.</p>
-
-<p>En fin, el mejor ejemplo, ¿no es el mismo
-Azorín? Según él, pocos debieran apreciarle,
-supuesto que la popularidad está en razón inversa
-del talento. Yo sé, aparte la broma de
-Buenos Aires, que son muchos los que le admiran
-como se merece. Acaso él juzgue equivocadamente
-del público, como tal vez juzga de mí:
-¡Ese Benavente!&mdash;dirá,&mdash;siempre me lleva la
-contraria; se ve que me quiere mal... Azorín
-dirá si prefiere mi «malquerencia», que le lee
-siempre con atención y toma muy en cuenta
-sus opiniones y juicios, á la buena amistad de
-los que le felicitan sin discutirle por cada artículo... sin
-haberlo leído.</p>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_181" id="Page_181">[181]</a></span></p>
-
-<h2>XXIII</h2>
-
-
-<p>En la más que intrincada, pintoresca selva de
-nuestra política, hay más murmullos que en la
-de Sigfredo, cuando nada sucede ó cuando ha
-sucedido ya todo, en cambio, cuando sucede
-algo, reina el silencio más absoluto; que, á pesar
-de lo absoluto, es el rey más constitucional, por
-lo irresponsable.</p>
-
-<p>Apenas suenan cuatro tiros, material ó moralmente,
-ya se sabe, silencio sepulcral en la selva;
-sus más canoras aves enmudecen y antes que
-en los valores públicos, con ser de suyo apocaditos,
-hay una baja sensible de elocuencia en
-nuestros mas notorios y fluidos oradores. ¡Valientes
-pájaros! ¡Y estos son los que miran de
-sobrehombro á la gente de pluma, de otra
-pluma!</p>
-
-<p>El escritor, aun sin estar amparado, en muchos
-casos, por la inmunidad parlamentaria,
-arrostra el peligro de la suspensión de garantías
-y se atreve á opinar, en las circunstancias más<span class="pagenum"><a name="Page_182" id="Page_182">[182]</a></span>
-difíciles, comprometiendo tal vez su popularidad.
-¡Pero los otros, á casita, que llueve! Y tenemos
-aquello de: Callaremos hasta que llegue el día
-de exigir responsabilidades... ¿Exigir responsabilidades?
-No lo dirán ustedes de veras. Si ese
-día llegara, ¿quién escaparía de ser ahorcado?,
-como le decía Hamlet á Polonio, aconsejándole
-tratara á los comediantes mejor de lo que se
-merecían.</p>
-
-<p>También justifica muy bien el mutismo aquello
-de: Es preciso prescindir de toda idea política
-mientras se hallan comprometidos más altos intereses...
-¿Dónde está la verdad? ¿Dónde estarán
-los más altos intereses? Y ¿qué ideas políticas
-serán esas que estorban precisamente cuando
-de altos intereses se trata?</p>
-
-<p>En los sucesos de Barcelona, por ejemplo,
-todos, como en Cristo, pusieron sus manos.
-¿Quién no ha dejado caer su gota de agua ó su
-salivita para contribuir en algo á la disolución y
-desmoronamiento de lo que debiera ser más firme
-que roca viva, la idea de la patria? Y ahora...
-todos son á lavarse sus manos...</p>
-
-<p>No, no ha sido el anarquismo; ha sido el sanchopancismo
-burgués, el bien sesudo, que de
-un caso particular quiere deducir una regla de<span class="pagenum"><a name="Page_183" id="Page_183">[183]</a></span>
-conducta para toda la vida. El mismo que dice
-cuando sucede un descarrilamiento: No se puede
-viajar en ferrocarril; el mismo que al ser una
-vez engañado, proclama: No puede uno fiarse
-de nadie. Ese buen sentido de gato escaldado,
-era el que había decidido para siempre no volver
-á meterse en aventuras. ¡Qué rica paz!&mdash;¡No
-queremos guerra, no queremos guerra! Pero al
-ver cómo cuatro locos&mdash;los locos, como los héroes,
-el éxito los diferencia, son los que van
-siempre en línea recta del pensamiento á la acción,&mdash;les
-armaban la guerra en su misma casa,
-volvieron los ojos acongojados á todo lo que
-ellos habían tratado de desprestigiar: poder del
-Estado, fuerza... Y los cuatro locos pagaron por
-todos, y los muchos cuerdos dicen ahora:&mdash;¡Caramba!
-¡Si fuera á hacerse todo lo que se piensa,
-no se podría vivir en el mundo!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>El dolor es el gran desinfectante moral. Tanto
-como el heroísmo de nuestros soldados, conforta
-el espíritu ver cómo de todas partes&mdash;¡olvidemos
-á los cuatro locos!&mdash;se acude y se
-atiende á los que pelean y á los que sucumben.<span class="pagenum"><a name="Page_184" id="Page_184">[184]</a></span>
-El ambiente nacional tal vez necesitaba esta sacudida
-para purificarse.</p>
-
-<p>Ahora, yo desearía que esta vez, se acudiera
-á todo con severa dignidad. Nada de fiestas,
-nada de espectáculos benéficos. El que buenamente
-quiera divertirse, ¿por qué no?&mdash;todavía
-no es el fin del mundo,&mdash;que no invoque el
-pretexto del socorro, y el que no hubiese de
-dar nada, sino á cambio de una localidad de
-teatro ó de plaza de toros, más vale que no
-dé nada. ¡Mezquina dádiva la que necesita mejor
-ocasión que la verdadera para ofrecerse!</p>
-
-<p>Agradézcase á los toreros su generosidad;
-ofrecen su vida, pero nada de corridas patrióticas.
-Aparte el que suele traer «mala pata», no
-hay espectáculo más lastimoso. Allá, hombres
-que arriesgan, que pierden su vida; en la plaza,
-hombres también que la exponen y también
-pueden perderla... Y una multitud que se divierte
-con todo esto y cree estar haciendo por la
-patria con aplaudir á una hembra que se adorna
-con los colores nacionales ó rugir de entusiasmo
-por un brindis torero: ¡porque el toro fuera uno
-de esos rifeños!... Es cuestión de seriedad, de
-buen gusto. Guardemos las fiestas para el día&mdash;¡quiéralo
-Dios cercano!&mdash;de verdadera fiesta.<span class="pagenum"><a name="Page_185" id="Page_185">[185]</a></span>
-Pongamos dignidad en nuestra dádiva. Dé cada
-uno lo que pueda, sin más estímulo. Crispa los
-nervios, después de leer hazañas y trabajos de
-nuestros soldados, tropezar más abajo con la
-relación de una «kermesse» en Pantanillo ó en
-Lagunilla, organizada por la colonia veraniega
-y las señoritas más distinguidas de la localidad.
-Tiempo habrá para todo, hasta para ser cursis.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img10.jpg" width="50" height="51" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_187" id="Page_187">[187]</a></span></p>
-
-<h2>XXIV</h2>
-
-
-<p>La opinión general, tan reacia á toda empresa
-guerrera en un principio, se halla al fin poseída
-de tan belicoso entusiasmo, que sería defraudarla
-no terminar, por lo menos, con la conquista
-del imperio de Marruecos. Con menos entusiasmo,
-pero más constancia, años ha que esa conquista
-debiera haberse llevado á cabo lo más
-pacíficamente del mundo. Pero ¡ay! el dinero de
-nuestros capitalistas no es tan valiente como
-nuestros soldados, y cuesta más encontrar hombres
-de voluntad que de corazón.</p>
-
-<p>Hemos convenido en que á ciertos pueblos
-sólo es posible civilizarlos á cañonazos. Sin duda
-es el medio más cómodo, aunque no sea el más
-eficaz. Yo creo que no hay pueblo tan salvaje
-en el mundo que se resista á las ventajas de la
-civilización, cuando los civilizadores le permiten
-disfrutar de esas ventajas. Á lo que se resiste
-todo el mundo no es á que la civilización se le
-entre por las puertas, sino á que le pase por encima.<span class="pagenum"><a name="Page_188" id="Page_188">[188]</a></span>
-Civilización automóvil; atropella con todos
-los adelantos modernos, pero, ¡mal consuelo para
-el atropellado!</p>
-
-<p>Nada de esto es pretender quitar hierro. Aunque
-otra cosa afirme Metternich, en su admirable
-libro «La prudencia y el destino», no hay
-prudencia, suficiencia ó sabiduría, como quiera
-traducirse, «sagesse», capaz de oponerse al destino
-de los pueblos ó de las personas. Y mucho
-menos cuando el destino tiene ya la palabra.
-En aquellos días de la Conferencia de Algeciras,
-gloria de nuestra diplomacia... Entonces, sí; entonces
-acaso hubiera podido escucharse la voz
-del prudente. Una nación poderosa, rival de otra
-no menos fuerte, sólo procuraba aislar á su enemiga
-y halagando á otras dos naciones, rivales
-á su vez en intereses, procuró conciliarlas por
-eso mismo. ¡Como si dos intereses iguales pudieran
-conciliarse nunca! No era preciso ser un
-Maquiavelo ni un Metternich para pensar que
-entre una nación interesada en dominar por completo
-á Marruecos y otra interesada en oponerse
-á esa dominación, nuestro interés, aparte simpatías
-de raza tan mal correspondidas en ocasión,
-estaba en inclinarnos al lado del contrapeso.</p>
-
-<p>Ahora sólo podemos desear que se enmiende<span class="pagenum"><a name="Page_189" id="Page_189">[189]</a></span>
-con gloria un nuevo error de nuestros estadistas,
-hombres de pocos libros y de menos
-mundo. ¡Á Dios sean dadas! Que la gloria se
-logre á costa de la menor cantidad de sangre
-posible, y que la opinión, sin desmayar en sus
-entusiasmos, no llegue á exaltarse tanto que sea
-bien recordar aquello de «El gaitero de Bujalance»:
-un maravedí porque empiece y dos porque
-acabe.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Sabido es que á todos los padres les parece
-siempre que están muy mal educados los hijos...
-de los demás, y á los que no tienen hijos, ¡no
-se diga! Por lo que no sería mal acuerdo que
-cada padre se encargara de los hijos del vecino,
-y á su vez le confiara los propios, y los solterones
-ó matrimonios sin prole se hicieran cargo
-de los más rebeldes y empecatados. Y aplicando
-á todos los órdenes de la vida el sistema,
-acaso todo andaría mejor con este procedimiento.
-En España, por lo menos, es admirable cómo
-los que nunca dieron pie con bola en asunto
-propio, se echan á discurrir y disponer por
-los más ajenos á su profesión y conocimientos.</p>
-
-<p>Á estas horas tenemos un Napoleón ó un<span class="pagenum"><a name="Page_190" id="Page_190">[190]</a></span>
-Moltke en cualquier ciudadano, antes de paz y
-hoy tan de guerra que no deja vivir á nadie.
-¿Quién no tiene su plan estratégico? ¿Quién no
-ha tomado algo á estas horas? ¡Oh, país admirable
-en que todos entendemos de todo sin haber
-estudiado de nada!</p>
-
-<p>Cuentan de un zapatero remendón, de cierto
-pueblo, que era el más severo crítico de sermones.
-Predicador que se presentara en la fiesta
-del Santo patrono ó cualquier otra solemnidad,
-podía darse por perdido si al zapatero no le caía
-en gracia. El pueblo no tenía más opinión que
-la emitida con inapelable autoridad por el crítico.
-Sucedió que un predicador, advertido de antemano,
-al observar durante un bien estudiado
-sermón, el gesto desdeñoso del zapatero y en
-consecuencia el de todos los oyentes, se apresuró,
-apenas bajó del púlpito á preguntarle los motivos
-de su disgusto. ¿Qué le ha parecido á usted
-el sermón?&mdash;¡Phs! No está mal... pero poca
-teología.&mdash;¿Pero, usted sabe de teología?, preguntó
-el predicador asombrado.&mdash;¡Anda!, replicó
-el zapatero. ¡Pues si yo supiera de leer y escribir
-lo que sé de teología!</p>
-
-<p>¿No es este un poco el caso de todos los españoles?</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_191" id="Page_191">[191]</a></span></p>
-
-<p>¡El Señor nos libre de los «teólogos» militares
-que andan desatados en estos días y no son la
-menor calamidad, con ser tantas las calamidades
-de la guerra!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Dice Bernardo Shaw que los ejércitos se pasan
-la vida preparándose para una guerra que,
-ó no sucede nunca ó cuando sucede, sucede del
-modo contrario á como se había previsto. Bueno
-fuera, no obstante, á pesar de que lo imprevisto
-está sobre todo, alguna mayor discreción en
-apuntar planes y posibles acciones. Hay siempre
-entre los rifeños quien se entera de todo. No
-hay que fiarse en esa aparente indiferencia salvaje,
-que no es tan salvaje como parece. Yo conocí
-en Tánger á un moro de la última condición;
-acarreaba equipajes y fregaba los suelos
-en el hotel; pues cualquiera de nuestros ministros
-de Estado no está tan enterado como él de
-asuntos internacionales. Hablaba, aparte del
-árabe vulgar y el hebreo, inglés, francés, español;
-conocía los nombres de todos los ministros
-del gobierno español entonces, sabía historias
-muy sabrosas de muchos personajes españoles,<span class="pagenum"><a name="Page_192" id="Page_192">[192]</a></span>
-y hasta de los amantes de algunas damas empingorotadas,
-como cualquier cronista de salones.
-Era extraordinario, sin ser excepcional. Claro
-es, que el Rif no es la Cosmópolis de Tánger;
-pero la natural sagacidad del moro es la misma.
-¡Raza inferior, raza de salvajes! Se dice muy
-pronto, cuando hablan el odio ó la conveniencia.
-Acercándose con simpatía, con verdadero amor
-de civilización, en todas partes hay hombres
-buenos y malos, pero no hay razas inferiores,
-no hay razas de salvajes. La bondad del corazón,
-la perspicacia del entendimiento florecen en todas
-las tierras; aun en las que solo se ha sembrado
-odio, con pretexto de civilizarlas.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img17.jpg" width="50" height="49" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_193" id="Page_193">[193]</a></span></p>
-
-<h2>XXV</h2>
-
-
-<p>No tendrá queja el señor presidente de la
-Sociedad de Conciertos, en el mundo ministro
-de la Gobernación. Su soberana batuta se impone
-á todos. Que «allegro vivace», pues «allegro»;
-que andante «maestoso» y con sordina,
-pues ya se percibe el aleteo de una mosca.
-Verdad es que su tiempo preferido es «forte
-che forte», y el del país sería un «largo» que no
-tuviera fin.</p>
-
-<p>Que hoy podremos decirles á ustedes algo,
-pues todo el mundo á esperar noticias, con la
-más justificada ansiedad; que tengan ustedes
-un poco de paciencia; pues á esperar en calma:
-quizá, recordando aquellos alambicados versos,
-que tanto sublevaban el buen gusto de Alcestes
-el Misántropo de Molière: «Phyllis, on desespere
-alors q'on espere toujours!»</p>
-
-<p>¡Ah, si en tiempos de paz y de continuo todos
-nos preocupáramos tanto del avance como
-ahora! ¡Aquí, donde por el contrario, son tantos<span class="pagenum"><a name="Page_194" id="Page_194">[194]</a></span>
-los que en todo quieren á cada paso hallar motivo,
-ocasión ó pretexto para un retroceso, y
-hay gente que no se hallaría á gusto con menos
-de «recular» hasta la Edad Media!</p>
-
-<p>¿Sucesos de Barcelona? ¡Ah! Todo es por
-haber fracasado la ley del terrorismo, y si se
-restableciera la Inquisición... nada habría que
-temer en lo futuro.</p>
-
-<p>¡El avance! ¡Santa palabra! ¡Que ella sea
-siempre nuestro santo y seña!</p>
-
-<p>Hoy por hoy no se oye otra cosa. Yo sé de
-algunos maridos que sintiéndose gubernamentales,
-han prohibido á su mujer hablar de esto.
-No hay idea de los horizontes que abren á la
-imaginación estas palabras, pronunciadas por
-labios femeninos: ¿Cuándo es el avance?</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Los autores dramáticos franceses están que
-trinan con sus colegas de Italia, porque éstos
-pretenden defenderse no de la invasión de obras
-francesas, sino de la exclusión de las propias,
-por las facilidades que los empresarios y directores
-de compañía hallan en los autores franceses
-y en sus traductores para pagar derechos<span class="pagenum"><a name="Page_195" id="Page_195">[195]</a></span>
-convencionales. Recuérdese el atracón de obras
-francesas con que suelen obsequiarnos las compañías
-italianas. ¿Preferencias artísticas? Nada
-de eso. Baratura y rico saldo. Es como el amor
-al teatro antiguo de algunos de nuestros directores
-artísticos... Que no hubiera facilidad de
-cobrar las refundiciones, muchas veces refundición
-de refundición, como una obra original y
-nuevecita, y veríamos quién se acordaba de
-Lope ni de Calderón.</p>
-
-<p>Por cierto que en una gacetilla del periódico
-«Comedia», que trasciende á conferencia con
-alguien de casa, se asegura que también algunos
-empresarios españoles piensan prescindir de las
-traducciones, á pesar de que cuentan con pocas
-obras originales, para evitar el disgusto de los
-autores, aunque algunos, refractarios á las traducciones,
-no lo sean tanto á los plagios. Es
-posible. Eso de los plagios puede probarse
-siempre. Y de los plagios de los actores, ¿no se
-dice nada? Porque hay eminencias que no viven
-de otra cosa. ¡Si Sarah y la Duse y la Réjane,
-Le Bargy ó Guitry cobraran derechos de traducción
-y reproducción!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_196" id="Page_196">[196]</a></span></p>
-
-<p>El teatro de los Niños es una de tantas ilusiones
-mías; pero nada de monopolizar ideas; no
-es mía solo: son muchos los autores dispuestos
-á realizarla. Uno de ellos, el simpático López
-Marín, se propuso nada menos que edificar un
-teatro de nueva planta, para este especial objeto.
-Echóse á buscar capitalistas con el mayor
-optimismo. No le acompaño en él, no tratándose
-de consagrar como primera tiple á una corista
-distinguida por algún ricacho de aluvión ó de
-abrir una nueva tablajería escénica de carnes
-averiadas, bases de los más sólidos negocios
-teatrales. Ignoro el resultado de sus gestiones.
-Pero, en fin, con dinero ó sin él, con nuevo teatro
-ó en cualquiera de los muchos existentes, el
-Teatro de los Niños empezará en la próxima
-temporada, modestamente, como un ensayo.
-Como los empresarios grandes tienen bastante
-en qué pensar con su gran público, preferiremos
-un pequeño empresario y un pequeño teatro.
-Fernando Porredón y el Príncipe Alfonso.</p>
-
-<p>No es tan fácil como parece divertir á los niños,
-sin aburrir demasiado á los grandes. Los
-niños modernos nacen enseñados. ¡Oyen unas
-cosas en casa! El numeroso repertorio de obras
-infantiles con que cuenta el teatro inglés, no es<span class="pagenum"><a name="Page_197" id="Page_197">[197]</a></span>
-aprovechable. Demasiado inocente. No por lo
-fantástico de sus asuntos, casi siempre basados
-en los cuentos de hadas más populares; no soy
-de los que abominan de la fantasía en la educación,
-como el maestro de «Los tiempos difíciles»
-de Dickens, con su muletilla: ¡Hechos, hechos!
-Al contrario, es preciso huir de toda pretensión
-docente, y mucho más, utilitaria.
-Lamartine abominaba de las fábulas de Lafontaine,
-como obra educadora. Tenía razón; su
-moralidad, mejor dicho, inmoralidad practicona,
-desengañada, toda malicias y desconfianzas de
-rústico, es deplorable para el espíritu de los
-niños, abierto siempre á la generosidad y á la
-esperanza.</p>
-
-<p>Contra la opinión de Lombroso, que ve en el
-niño á un pequeño salvaje y casi á un criminal
-en germen, y asegura que todo niño es egoísta,
-embustero y ladronzuelo, menos uno que era
-un encanto; uno que se le murió al doctor...
-¡Oh, bancarrota de la ciencia en esta página de
-uno de sus libros, que contradice con lágrimas
-la afirmación rotunda! Yo creo que todos los
-niños son buenos... hasta que los padres y los
-educadores los hacen malos.</p>
-
-<p>Cuando se oye á algunos padres decir: ¡Qué<span class="pagenum"><a name="Page_198" id="Page_198">[198]</a></span>
-niño este! ¡Es muy malo, muy malo!, pensad
-siempre: Y ustedes, ¿son ustedes buenos? Lo
-que hay es que el niño manifiesta sin fingimiento
-las malas cualidades que los padres encubren
-con la hipocresía que da la experiencia. Cuando
-ellos se lamentan de que el niño les pone en ridículo,
-sacando á relucir los defectos de alguna
-visita, ¿no será que el niño les oyó murmurar
-en su presencia de todos los conocidos y
-amigos?</p>
-
-<p>Sucede muchas veces que el niño es quien
-no puede explicarse por qué sus padres y los
-mayores de la casa, hablan siempre mal de alguna
-visita que él no encuentra antipática por
-ningún estilo. Claro es, que en fuerza de oir cómo
-los mayores la ridiculizan y menosprecian,
-él acabará también por retirarle su simpatía,
-aun sin explicarse las razones.</p>
-
-<p>Cuando reprendéis á un niño porque trata
-con altanería á un criado, ¿estáis seguros de
-que no imita vuestro tono, al reprenderle cuando
-cayó en vuestro desagrado? Por lo regular,
-muchos padres sólo reprenden á sus hijos cuando
-les molestan á ellos, aun con juegos ó travesuras
-propias de niños; en cambio, son de una
-lenidad punible, cuando molestan á los demás,<span class="pagenum"><a name="Page_199" id="Page_199">[199]</a></span>
-con cosas que suelen ser aprendidas de los
-padres.</p>
-
-<p>Entonces, dirán ustedes: más que un teatro
-para divertir á los niños, hacía falta uno para
-educar á los grandes... Sería inútil. Habría que
-cerrarlo. Parecería inmoral.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img18.jpg" width="50" height="51" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_201" id="Page_201">[201]</a></span></p>
-
-<h2>XXVI</h2>
-
-
-<p>Me preguntan, unos de buena fe, otros, acaso
-con la misma intención con que el cura del
-cuento preguntaba al muchacho si, puesto que
-Dios estaba en todas partes, estaría también
-en el corral de su casa; para poder decir: ¡Cogíte!,
-si en el futuro teatro de los niños tomarán
-parte principal actores infantiles. No, señores,
-no; no hay cogíte, que en casa no hay corral.
-Y si el teatro de los niños á divertirlos ha
-de estar dedicado, mal cumpliría, si para divertir
-á unos había de mortificar á otros. Cuando
-alguna obra exija algún personaje infantil, niña
-ó niño, no faltarán zangolotinos de ambos
-sexos que sepan dar al público la ilusión de la
-infancia.</p>
-
-<p>Garridos muchachotes fueron Ofelia y Julieta,
-en tiempos de Shakespeare&mdash;sin que el autor
-de <i>Un drama nuevo</i> se hubiera enterado.&mdash;Y
-después de todo, de la juventud á la niñez no<span class="pagenum"><a name="Page_202" id="Page_202">[202]</a></span>
-es tanta la distancia como de la juventud á la
-madurez bien madura, y todos los días vemos
-en esos teatros galanes y damas polleando&mdash;sobre
-todo, damas, que ya eran gallos, con sus
-patas de lo mismo y todo, cuando uno estaba
-en plena edad del pavo. Como que al verlos
-suspirando amores, más ó menos contrariados
-le dan á uno ganas de vestirse de marinero y
-rodar una naranjita, si no fuera el temor, que
-ellos no tienen, á la voz implacable que oyó en
-semejante caso, el famoso Sr. Patiño.</p>
-
-<p>No quiere esto decir que, el estudiar y representar
-comedias, no sea conveniente para los
-niños. Es un buen ejercicio de memoria, de entendimiento
-y de pulmones; se adquiere, además,
-soltura y elegancia en la dicción y en los
-modales. Para niños están escritas y para ser
-representadas por ellos, numerosas comedias
-inglesas y ¿quién duda que los ingleses saben
-educar á sus niños? Pero una cosa es representar
-particularmente para recreo propio y de los
-amigos, y otra la profesión teatral, más agradable
-en apariencia, pero no menos nociva que
-otras para la salud de los niños.</p>
-
-<p>Tranquilícense, pues, los que quisieran verle
-á uno cogerse los dedos á cada paso. En el teatro<span class="pagenum"><a name="Page_203" id="Page_203">[203]</a></span>
-de los niños no habrá más niños que los
-espectadores.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Algo de bizantinismo puede parecer en las
-presentes circunstancias, preocuparse por fruslerías;
-aunque ¿quién sabe en el mundo cuáles
-serán las verdaderas fruslerías? Todo consiste
-en contemplar el hormiguero de la tierra ó el
-hormiguero de los astros, como lo contemplaba
-Orozco, el magno personaje de Galdós, limpiando
-en la contemplación su espíritu de mezquinas
-pasiones terrenas.</p>
-
-<p>Nada se dice del Teatro Nacional, nada tampoco
-de la concesión del Español. El primero,
-ya sabemos que lucha con dificultades de instalación.
-Pero el segundo... ¿Á qué se espera?
-¿Se adjudicará, como siempre á última hora,
-sin tiempo de preparar compañía ni obras? No
-valía la pena entonces de mostrarse tan intransigentes
-con otros concesionarios, ni de negarse
-á ceder el teatro al Estado.</p>
-
-<p>Una temporada digna del que hemos convenido
-en llamar nuestro primer teatro, no se improvisa
-en cuatro días. Se asegura que son varios<span class="pagenum"><a name="Page_204" id="Page_204">[204]</a></span>
-los solicitantes; que la santa recomendación
-hace de las suyas. Entre los nombres que suenan&mdash;y
-este no necesita recomendación,&mdash;figura
-el de Carmen Cobeña. De otros se habla
-también con grandes méritos y prestigio... para
-el teatro francés. El Ayuntamiento tiene la palabra.
-No creemos que por ser de Madrid, pretenda
-hacer en su teatro un Dos de Mayo á la
-inversa.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Continúan en Munich las representaciones del
-teatro Artístico; muy interesantes para todos los
-que de arte teatral se preocupan. Su sistema de
-<i>mise en scene</i>, que pudiera llamarse sintética ó
-simplificada, es muy digno de estudio y debiera
-aplicarse siempre que de obras de imaginación
-y de poesía se trata. Las obras de Shakespeare
-pueden así representarse con todos sus cuadros y
-mutaciones, sin el cansancio que producen los
-repetidos intermedios prolongados. Contra el
-sistema de acumular detalles, de mayor vistosidad
-que buen gusto, casi siempre, la decoración,
-en el teatro Artístico, es sólo un fondo de cuadro,
-lo preciso para animar á las figuras con su propio<span class="pagenum"><a name="Page_205" id="Page_205">[205]</a></span>
-ambiente, sin avanzar ni sobreponerse á
-ellas. La armonía de luces y color es perfecta.
-En <i>El Mercader de Venecia</i>, un fondo de cortinas
-verdosas, una mesa con las tres cajas del enigma;
-la figura de Porcia, vestida de un brocado
-de rosa y oro; la de su dama, vestida de verde,
-en tono más claro que el fondo; la figura del
-príncipe de Marruecos, envuelta en un blanco
-albornoz; la del príncipe de Aragón, como figura
-de una talla del siglo <span class="smcap lowercase">XV</span>, forman un cuadro
-acabado, con los más sencillos medios de ejecución.
-En el último cuadro, un muro agrisado, la
-sombra de unos pinos, bastan á proclamar toda
-la poética emoción de aquellas últimas escenas
-en el jardín de Porcia, saturadas de poesía.</p>
-
-<p>No en todas las obras representadas se ofrece
-el mismo artístico conjunto. En algunas, la <i>mise
-en scene</i> es del antiguo régimen, y en alguna
-del malo. Pero en <i>El Mercader de Venecia</i>, en
-<i>Lysistrata</i>, en <i>Hamlet</i>, tienen mucho que aprender
-los directores de escena y los escenógrafos.</p>
-
-<p>Sabido es que en Alemania fracasó el célebre
-actor inglés Mr. Tree, que presenta las obras de
-Shakespeare con una suntuosidad más propia
-de comedias de magia ó revistas de espectáculos.
-Los alemanes, acostumbrados á su teatro<span class="pagenum"><a name="Page_206" id="Page_206">[206]</a></span>
-Artístico, opinaron que en el Shakespeare de
-mister Tree, como en el conocido cuento, los árboles
-no dejaban ver el bosque. ¡Y cuando el
-bosque es Shakespeare!</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img09.jpg" width="50" height="52" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_207" id="Page_207">[207]</a></span></p>
-
-<h2>XXVII</h2>
-
-
-<p>El Señor nos libre de jueces negligentes ó
-corruptibles; pero no deje de librarnos también
-de los íntegros y celosos, que apenas tropiezan
-con persona de algún viso social en el enredijo de
-sus actuaciones, por dejar bien sentada la inflexibilidad
-de su justicia, al menor indicio no
-dudarán en presumir la culpa; como si quisieran
-decirnos: Aquí, que no me dirán que peco.</p>
-
-<p>Bien está que la recta espada y la fiel balanza
-no distingan de clases ni de personas; pero
-no por igualar desigualemos tanto que la camisa
-limpia venga á ser un indicio de culpabilidad,
-y el ser grande de España y caballero de alguna
-orden, antecedentes penales. Peligrosas prendas
-son en estos tiempos la levita de los caballeros
-y el sombrero de las señoras; pero aun no
-deben considerarse como agravantes. Se puede
-vestir bien y ser persona decente.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_208" id="Page_208">[208]</a></span></p>
-<p>Aunque otras ventajas no tuvieran las guerras&mdash;deben
-de tener otras muchas,&mdash;la más indudable
-es la de contribuir á la difusión de la cultura.
-Así, en España, gracias á las algaradas
-rifeñas, es seguro que cada diez ó doce años
-venimos á enterarnos de una porción de cosas
-que, apenas pasada la excitación guerrera, nos
-apresuramos á olvidar, para tener el gusto de
-volver á recordarlas á la primera ocasión.</p>
-
-<p>Difícil es, sin embargo, poner de acuerdo las
-diferentes versiones. Á estas horas hay quien
-nos ha mostrado el Rif como una tierra de promisión;
-y sólo le ha faltado enviarnos de muestra
-un buen racimo de uvas, como aquel de que
-nos habla la Biblia. Otros, en cambio, nos dicen
-que aquello es de una aridez que espanta; arenales
-ó riscos. Ello dependerá de la parte que cada
-uno mire, y lo más probable es que allí haya
-un poco de todo. Más cerca está nuestra Castilla
-y hay quien la supone una llanura sin fin,
-seca y desolada; mientras otros nos hablan de
-sus sierras pintorescas, de sus arboledas frondosas...</p>
-
-<p>Sin ir más lejos; se habló de la utilidad que
-en la campaña podrían prestar los camellos&mdash;produciendo
-la natural alarma en algunos organismos<span class="pagenum"><a name="Page_209" id="Page_209">[209]</a></span>
-oficiales docentes.&mdash;En seguida hubo
-quien puso el grito en el desierto. ¿Camellos?
-Los camellos no sirven allí para nada. Y nos dieron
-un curso de zoología y otro de topografía,
-y á todo esto sin saber á qué joroba quedarnos.
-¿Sirve el camello? ¿No sirve el camello? ¿El camello
-es lo mismo que el dromedario? ¿El camello
-tiene una sola joroba ó puede tener dos jorobas,
-como se puede ser miembro de dos Academias
-ó presidente de varias corporaciones,
-como D. Alejandro Pidal: pongo por compatibilidades?</p>
-
-<p>No hay duda; las guerras ilustran. La letra
-con sangre entra. No hay idea de lo que vamos
-aprendiendo ahora, y que nunca hubiéramos llegado
-á saber en tiempo de paz. La paz enmohece
-los espíritus. Sin las guerras napoleónicas,
-el espíritu de la Revolución francesa no se hubiera
-difundido tan rápidamente por Europa.
-Hay quien dice que nada se hubiera perdido y
-hasta que podía perdonarse el bollo por el coscorrón,
-como si todo progreso de la humanidad
-no hubiera costado muchos coscorrones.</p>
-
-<p>Hay quien contradice: ¿Y las conquistas de
-la Ciencia y del Arte y de la Industria, no son
-pacíficas? Tampoco. Pacíficas para los pueblos;<span class="pagenum"><a name="Page_210" id="Page_210">[210]</a></span>
-pero los hombres de ciencia, los artistas, los industriales,
-los trabajadores, ¿no han regado con
-su sangre&mdash;del cuerpo y del alma,&mdash;el campo
-fecundo de sus descubrimientos, de sus creaciones,
-de sus inventos? No hay trabajo sin pena,
-y hasta la contemplación es dolor.</p>
-
-<p>¡Guerra, guerra siempre y en todo! El reino de
-los cielos ha de ganarse con violencia, nos dice
-el Evangelio. Sin duda, con violencia sobre
-nuestras pasiones, sobre nuestros instintos.
-¿Qué mayor combate? El que quiera lograr algo
-en la vida, hay día que pueda encontrarse
-sin alguna baja en su corazón y en su entendimiento:
-El amor de ayer, la verdad de ayer, la
-ilusión, que parecía de toda la vida...</p>
-
-<p>¡Cuántos muertos enterraremos al cabo del
-tiempo en nosotros! Así, cuando alguien nos
-dice: Usted, que ya ha triunfado; nos da ganas
-de decirle: Triunfar, ¿dice usted?... Y yo creí que
-venía derrotado. Y es que si nos paramos á
-contar nuestros muertos, cualquier triunfo parece
-una derrota.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_211" id="Page_211">[211]</a></span></p>
-
-<p>Ecos del veraneo. En la terraza de un casino.</p>
-
-<p>Se habla de una señora casada, que se permite
-los más variados y escandalosos coqueteos
-con unos y con otros.</p>
-
-<p>&mdash;Está dando mucho que hablar&mdash;dice una
-amiga.</p>
-
-<p>&mdash;Pues hace muy mal&mdash;dice otra.&mdash;Porque
-ella no tiene posición.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img13.jpg" width="50" height="49" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_213" id="Page_213">[213]</a></span></p>
-
-<h2>XXVIII</h2>
-
-
-<p>Peligroso sistema es el de algunos predicadores
-y moralistas, que para llevarnos después
-con mayor fuerza al aborrecimiento de vicios y
-pecados, van puntualizándolos y describiéndolos
-primeramente, con tal viveza de colorido,
-que tal vez cuando llega la ducha fría de la moraleja,
-anda ya el mismo demonio desatado por
-nuestra imaginación, impresionada por la primera
-parte del discurso, más pintoresca y amena
-que la segunda. Sabido es que de cien lectores
-de la <i>Divina Comedia</i>, noventa y nueve no
-pasan más adelante del Infierno, y si algunos
-pasan del Purgatorio, pocos son los que llegan
-al Paraíso.</p>
-
-<p>Los episodios dramáticos y pasionales del
-Infierno, con la sabrosa comidilla de saber allí
-á muchos ilustres personajes, interesan nuestra
-atención con mayor fuerza que las disquisiciones
-teológicas y descripción de celestiales bienaventuranzas
-de la segunda y la tercera parte.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_214" id="Page_214">[214]</a></span></p>
-
-<p>Cuando se quiere moralizar con fruto, bueno
-es ir á lo moral por lo más derecho, sin entretenerse
-en pinturas de inmoralidades, porque,
-aparte de que las comparaciones son odiosas,
-es el espíritu humano de tan depravada condición,
-desde la caída del primer hombre, que
-¿quién nos asegura de que metidos en comparaciones
-no salga perdiendo la moralidad y todo
-el sermón venga á ser perdido? Sin contar con
-que nunca faltan descreidotes y socarrones, muy
-al tanto de los efectos oratorios, que acudan á
-divertirse con la primera parte, la de las vivas
-pinturas, y cuando toquen á moralizar salgan
-más que á paso y más empecatados que vinieron.</p>
-
-<p>Por todo esto, y algo más, tengo por peligrosa
-la publicación de proclamas disolventes
-en que se abomina de todo el orden social.
-Este admirable orden social en que tan á gusto
-vive una pequeña parte de la sociedad que, por
-fortuna, es la que tiene el dinero. Claro es que
-á ésta le pondrá carne de gallina la lectura de
-esas abominables proclamas, y comprenderá la
-buena intención al publicarlas en poner de manifiesto
-lo que tanto energúmeno piensa y maquina
-para acabar con el mundo, si les dejaran.<span class="pagenum"><a name="Page_215" id="Page_215">[215]</a></span>
-Pero ¿y á la otra mayor parte, no tan bien
-hallada en este rico mundo? Á tanto cerebro
-debilitado por la escasa alimentación, ¿qué
-efecto puede producirles? Son lecturas esas demasiado
-fuertes para estómagos desfallecidos.</p>
-
-<p>Y ¡si después de las terribles proclamas, el moralista
-nos brindara con palabras de paz y de
-dulzura!, pero no; á la proclama del desorden,
-responde la del orden; no sabemos cuál más
-temible; energúmenos por abajo y energúmenos
-por arriba... ¡Sí que es para pacificar los
-espíritus!... Á los de casa no nos llega la camisa
-al cuerpo. ¡Qué extraño es que los de fuera
-quieran meterse en camisa de once varas!
-Y á todo esto sin saber si Anatole France vale
-ó no vale. En la duda, bueno es volver á leer
-<i>La Isla de los Pingüinos</i>, mas que traducida al
-español, adaptada á la vida española. ¡Porque
-vaya si estamos pingüinos unos y otros! Y el
-que quiera salirse del corro, que levante el
-vuelo.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Tan metidos estamos en pelea, que hasta de
-asunto en apariencia tan pacífico como la adjudicación
-de un teatro&mdash;verdad es que se trata<span class="pagenum"><a name="Page_216" id="Page_216">[216]</a></span>
-del teatro Español, y el nombre obliga,&mdash;damos
-batallas y nos dividimos en bandos.</p>
-
-<p>Se habla de intereses materiales y de intereses
-artísticos. ¡Otro afán español, este de separar
-lo material y lo espiritual, como si fuera posible
-plena vida sin el sano consorcio de espíritu
-y materia!</p>
-
-<p>La palabra negociante está muy desacreditada,
-y conviene rehabilitarla. De lo que hay
-que huir es de un mal negociante, pero del
-que sepa serlo, nunca. El buen negociante sabe
-lo que son cantidades morales y sabe sumarlas.
-El mal negociante cree que el arte no da dinero;
-el buen negociante sabe que el arte puede
-dar dinero, si es verdadero arte. No es bueno
-todo lo que da dinero por esos teatros; pero obsérvese
-que siempre es lo menos malo.</p>
-
-<p>Yo aconsejaría á Federico Oliver, ya que
-por garantías artísticas ha conseguido la concesión
-del teatro, que se sintiera ahora lo más
-negociante posible, y en este caso, atento al
-negocio sobre todo, contratara una buena compañía;
-admitiera muy buenas obras y las presentara
-con la mayor propiedad. En esto consiste
-el buen éxito de los negocios teatrales, y
-del conjunto de todo esto&mdash;¡qué rareza!, ¿verdad?&mdash;cuando<span class="pagenum"><a name="Page_217" id="Page_217">[217]</a></span>
-se ha hecho un buen negocio,
-suele resultar que también se ha hecho arte.</p>
-
-<p>¡Ah! Evítense las falsificaciones. Las más
-corrientes en las obras teatrales suelen ser: de
-lo literario con lo soso, de lo profundo con lo
-aburrido, de lo nuevo con lo extravagante, de
-lo poético con lo cursi, de lo atrevido con lo
-grosero. Todas estas falsificaciones se encierran
-en una: Tener el teatro vacío y decir que fué
-porque se hizo arte y el público no supo apreciarlo.
-El verdadero arte del teatro es... hacer
-negocio, y el verdadero negocio es... hacer arte.
-Shakespeare y Molière ganaron mucho dinero
-como empresarios. No sé si podrá decir lo mismo
-el señor Reinot.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img14.jpg" width="50" height="49" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_219" id="Page_219">[219]</a></span></p>
-
-<h2>XXIX</h2>
-
-
-<p>Si alguna vez&mdash;no lo permita Clio,&mdash;me viera
-precisado á escribir ó á explicar un curso de
-Historia de España en los tiempos modernos,
-por cuanto á su historia política se refiere, les
-aseguro á ustedes que saldría pronto del paso.
-¿Gobiernos? ¿Cambios de política? ¿Conservadores,
-liberales? Es lo mismo. En España, en los
-modernos tiempos, no hemos tenido mas que
-un solo gobernante: el miedo.</p>
-
-<p>Véase la clase: período de la Restauración;
-miedo á los republicanos. Todos los esfuerzos,
-toda la energía y todas las habilidades del que por
-entonces fué el amo de España, no tuvieron
-más alto fin que desbaratar y quebrantar á los
-republicanos. Acaso hubiera sido mejor política
-educar al país y fortalecer su voluntad por si
-llegaba el caso en que tuviera que gobernarse
-por sí mismo... Pero no, aquel gran pedagogo
-á la antigua española era de los que consideraban
-á los pueblos como eternos niños ó incapacitados...<span class="pagenum"><a name="Page_220" id="Page_220">[220]</a></span>
-Adelante. Período de la Regencia:
-miedo á los carlistas, concesiones y mimos á
-Roma y contemplación de toda clase de gaitas
-eclesiásticas... Después, hasta nuestros días, un
-poco de miedo á los obreros; coqueteos socialistas,
-leyes y disposiciones mal meditadas, como
-procedentes del miedo más que de un espíritu
-de justicia... Después, miedo al catalanismo.
-Ídem, ídem de lienzo, con el feliz éxito que todos
-hemos podido apreciar... Ahora, miedo á...
-Miedo al valor, que es un colmo; miedo siempre
-y á todo. Y ¿es posible que una nación gobernada
-por el miedo pueda prosperar ni engrandecerse?</p>
-
-<p>Muchas vueltas da en estos días el espíritu
-nacional en torno al Gurugú; esos riscos que
-han llegado á ser como símbolo de la barbarie
-atrincherada entre piedras y sombras... Más debiera
-de preocuparnos los muchos <i>gurugús</i> que
-tenemos en nuestra casa.</p>
-
-<p>Hay en España una juventud que, ó se ha
-educado por sí misma, ó ha sabido elegir mejor
-conductores que los designados por la sabiduría
-oficial; hay en esa juventud políticos no malogrados
-todavía por el contacto con <i>los viejos</i>,
-aunque por mal entendidos respetos parezcan<span class="pagenum"><a name="Page_221" id="Page_221">[221]</a></span>
-dejarse dirigir por ellos... ¡Déjense de respetos
-que nadie ha de agradecerles! ¡Juventud española,
-adelante, arriba á la conquista del Gurugú
-nacional! El Miedo ha gobernado bastante.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>En estos días, principio de la temporada teatral,
-es cuando mas compadezco á los ministros
-y grandes personajes. ¿Qué será de ellos todo
-el año, si uno, pobre autorcillo de comedias, con
-esfera de influencia tan reducida, se ve abrumado
-de solicitudes y demandas de recomendaciones?</p>
-
-<p>De todas ellas, ningunas tan embarazosas
-como las acompañadas de manuscrito; con aquello
-de: Deseo conocer su sincera opinión... Y
-aquí del problema. ¿Puede darse la sincera opinión?
-<i>Doit-on la dire?</i> Como preguntaba el autor
-cómico francés, en asunto no menos peliagudo
-que este de opinar sinceramente sobre una
-comedia.</p>
-
-<p>Aparte la desconfianza en el propio criterio
-y mucho más en el del público. ¡Ve uno aplaudido
-tanto desatino! ¿Quien cae en el lazo de
-opinar sinceramente, cuando la opinión es desfavorable,<span class="pagenum"><a name="Page_222" id="Page_222">[222]</a></span>
-y por serlo, inmediatamente ha de
-parecer equivocada, ó lo que es peor, tal vez
-envidiosa?</p>
-
-<p>Pedirle á uno opinión en materia tan delicada,
-que atañe al buen juicio y entendimiento del
-demandante, es examinarle á uno de educación
-más que de otra cosa.</p>
-
-<p>Del: Usted, que es una autoridad; al: ¿Quién
-es él para juzgar mi obra?, no hay más que un
-tramo de escalera. Y, sin embargo, hay ocasiones
-en que quisiéramos bien ser sinceros y que
-nuestra sinceridad no dejara lugar á dudas. El
-desengaño es triste, pero el engaño es cruel. Si
-aun las verdaderas y legítimas musas suelen
-causar muchos destrozos á su paso, ¿qué estragos
-no causará la <i>musa loca</i>?; esa musa que tan
-bien nos presentaron los Quintero en los lances
-sainetescos y trágicos de una bella comedia.</p>
-
-<p>No saben los portadores del manuscrito de
-sus ilusiones, el verdadero conflicto dramático
-que nos plantean al solicitar humildes una opinión
-franca.</p>
-
-<p>¡Cuántas veces á trueque de antipatías, con
-la dudosa esperanza de que algún día fuera mejor
-apreciada mi lealtad, he preferido como Segismundo:
-<i>Por ser piadoso contigo, ser cruel contigo ahora</i>!...<span class="pagenum"><a name="Page_223" id="Page_223">[223]</a></span>
-¡Pero advierto una tal expresión de
-tristeza ante el desengaño! ¡Hay tan pocas verdades
-que compensen la pérdida de una sola
-ilusión! Y, después de todo, ¿para qué anticiparnos
-unos años, unas horas, á la verdad que ha
-de decidir, por fin, la vida, con su autoridad
-inapelable?</p>
-
-<p>Y aun la vida no suele convencernos. También
-puede equivocarse. Y nosotros, ya que
-podamos como ella equivocarnos, no seamos
-crueles como ella. ¡Permitid, señora conciencia,
-que nunca falte una amable mentira en nuestros
-labios, cuando alguien se llega á pedirnos
-una opinión sincera!</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img15.jpg" width="50" height="54" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_225" id="Page_225">[225]</a></span></p>
-
-<h2>XXX</h2>
-
-
-<p>Sultán estar amigo, francés estar amigo, todos
-amigos; pero entre las grandes potencias y
-las pequeñas impotencias, entre notas diplomáticas,
-manifestaciones callejeras delante de nuestras
-embajadas y artículos periodísticos, nos están
-poniendo por esos mundos, cual dirían conservadores,
-si estuvieran en el poder los liberales.</p>
-
-<p>En vano es que de cuando en cuando, la contaduría
-de aquí procure endulzarnos tanta amarga
-píldora, copiando algún artículo ó sueltecillo
-de las contadurías de por ahí. Todos sabemos á
-qué atenernos, y el público hace de ellos el mismo
-caso que de los desacreditados reclamos teatrales
-cuando anuncian después de un fracaso
-en parecidos términos: Cada día es más aplaudida
-la obra tal, estrenada con tan extraordinario
-éxito. Aligeradas algunas escenas, suprimidos
-varios números de música, más seguros los
-actores en sus papeles y corregidas las deficiencias
-en decorado y vestuario, las representaciones<span class="pagenum"><a name="Page_226" id="Page_226">[226]</a></span>
-se cuentan por llenos. En vista de tan extraordinario
-éxito, la empresa ha acordado rebajar
-el precio de las localidades.</p>
-
-<p>Una cosa así, salvo la rebaja, vienen á ser esos
-sueltos, soltados por algún amable periódico
-europeo, con los que se ufanan nuestros gobernantes,
-como se ufana el que soltó una paloma
-mensajera, al verla regresar con toda felicidad al
-palomar de procedencia.</p>
-
-<p>Entre tanto, vuelan á su antojo aves de rapiña;
-aves de mal agüero y toda clase de «canards».</p>
-
-<p>Siempre fué prudente regla de conducta lavar
-en casa la ropa sucia; ahora nos hemos vuelto
-rumbosos y la damos á lavar fuera, y como está
-algo pasadita, van á dejarnos sin tener que ponernos,
-como no sea un conservador atrás y un
-neo <i>alante</i>; traje poco á propósito para presentarnos
-en la buena sociedad europea.</p>
-
-<p>Los franceses, sobre todo, se exceden en demostrarnos
-su buena amistad. Están seguros de
-que no hemos de enfadarnos. Tenemos allí, para
-corresponderles con agradecimiento, á la flor de
-nuestra aristocracia y de nuestra elegancia, veraneando
-en Biarritz y vistiéndose en Bayona.</p>
-
-<p>En España no hay donde veranear á gusto.<span class="pagenum"><a name="Page_227" id="Page_227">[227]</a></span>
-San Sebastián es demasiado ciudad para vida
-de veraneo, y las pequeñas playas carecen de
-todo «confort»... Es posible; pero, ¿faltan veraneantes
-porque faltan comodidades, ó faltan comodidades
-porque faltan veraneantes? San Sebastián
-y Biarritz no improvisaron hoteles, villas
-y casinos en espera de gente; fué la gente,
-prefiriendo esos, que eran pueblos de pescadores,
-y pasando por mil incomodidades en los
-primeros años, la que fué dando vida y comodidad
-á esos pueblos. Como ellos hay muchos en
-España, que pudieran rivalizar con las playas
-francesas y con la única de moda en España.
-Claro está que es más cómodo encontrarse con
-todo hecho y bien dispuesto que pasar fatigas
-y molestias de descubridores y colonizadores.
-Pero, ¡señoras y señores míos! El patriotismo no
-debe mostrarse sólo en caso de guerra, hay un
-patriotismo de la paz, tal vez más difícil y menos
-brillante, que consiste en una porción de
-pequeños sacrificios por parte de todos; pequeños
-sacrificios que hacen á las naciones
-grandes.</p>
-
-<p>Esos pequeños sacrificios, no tan penosos
-como labrar surcos, partir piedras ó sepultarse
-en minas, consisten para las clases pudientes y<span class="pagenum"><a name="Page_228" id="Page_228">[228]</a></span>
-directoras en bien poco; en vestir algo más cursi
-unos cuantos años con lo de casa, para enriquecer
-á la industria y al comercio nacionales, y
-llegar á vestir con lujo y con gusto, sin necesidad
-de acudir para ello á Bayona y otras grandes
-capitales extranjeras; en conformarse con
-veranear modestamente en un modesto pueblecillo,
-para que vaya prosperando, y al cabo de
-unos años nada tenga que envidiar á esas encantadoras
-playas francesas; en aburrirse por
-algún tiempo benévolamente, como saben aburrirse
-los grandes señores, con nuestros novelistas,
-con nuestros autores dramáticos, con nuestros
-músicos, con nuestro pobre, pero bien intencionado
-arte, para que, animados nuestros
-modestos artistas con nuestra benevolencia,
-lleguen á sentirse grandes y capaces de producir
-grandes obras.</p>
-
-<p>Todo esto y algo más, por este orden, supone
-pequeñas molestias, ocultos sacrificios
-que no hallarán eco en las crónicas de sociedad
-ni harán figurar tanto nuestros nombres
-como las listas de las suscripciones benéficas
-y patrióticas. ¡Es tan fácil ser generoso y
-magnánimo y valiente, cuando todos nos miran!
-Lo difícil es serlo humildes y callados, en el anónimo<span class="pagenum"><a name="Page_229" id="Page_229">[229]</a></span>
-de una obra donde sólo se lea un nombre:
-Patria.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Todos los días y en los sitios más céntricos,
-saluda uno ó procura <i>no</i> saludar, aunque en Madrid
-á nada compromete el saludo, á conocidos
-carteristas, estafadores, <i>chanteurs</i>, jugadores de
-ventaja, etc. etc.; el que más y el que menos con
-una docena de causas pendientes y todos ellos
-paseándose en la más dulce libertad y sin desatender
-los negocios de su profesión, mediante
-fianza pecuniaria ó personal, prestada por algún
-conocido tabernero.</p>
-
-<p>Estas facilidades no rezan con el escritor procesado
-por delitos de pluma, que no fué falsificadora.
-Á éste no se le excusan rigores ni molestias.
-¡Suprema voluptuosidad de unos Nerones
-de poquito!</p>
-
-<p>No están los tiempos para hacer de tigres y
-se contentan con ser chinches. Porque toda esa
-rigurosidad, cuando en la conciencia de todos
-está que, por muy excepcionales que sean las
-circunstancias, no puede ser delito un mes al
-año, lo que no debe serlo nunca, no pasa de ser...<span class="pagenum"><a name="Page_230" id="Page_230">[230]</a></span>
-chinchorrerías. Gusto de poder decir á cuatro
-amigos, frotándose las manos de gusto: Para
-que vean cómo las gastamos. ¡Que se fastidien!</p>
-
-<p>Sí que saben ustedes fastidiar, pero ¡si ustedes
-vieran que no es por eso!</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img04.jpg" width="50" height="52" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_231" id="Page_231">[231]</a></span></p>
-
-<h2>XXXI</h2>
-
-
-<p>Impacientes por recibir una ovación, los autores
-de la obra representada, con mejor éxito
-para la interpretación que para la obra, han
-querido aprovechar un aplauso arrancado por
-los intérpretes, para dar la obra por terminada;
-cuando en realidad, sólo estábamos en un final
-de acto. Ya nos disponíamos todos á regocijarnos
-con el fin de fiesta, cuando por orden superior
-ha vuelto á levantarse el telón con gran
-descontento de algunos impacientes. Todo por
-no haber rehusado modestamente los autores,
-aplausos prematuros, como es uso y costumbre,
-con la consabida fórmula: Los autores suplican
-al público reserve su juicio hasta la terminación
-de la obra. ¡Poco seguros deben de estar de su
-éxito personal, cuando tales impaciencias revelan!
-Gracias á que el público es bonachón de
-suyo y está ya resignado á todo, pero no es
-bueno jugar con él á este tira y afloja, porque<span class="pagenum"><a name="Page_232" id="Page_232">[232]</a></span>
-cuando menos se espere, pudiera tirar las butacas
-al escenario.</p>
-
-<p>Todos confiamos en que el éxito será brillante,
-aunque la obra no dé grandes rendimientos.
-Pero aquí se trabaja por el arte. Cuando todo
-esté apaciguado, nosotros sostendremos un ejército
-de ocupación, los ingleses y los franceses
-explotarán las minas, y los alemanes explotarán
-á todos, vendiéndoles sus géneros. Nuestros
-capitalistas continuarán prestando al Estado y á
-los particulares en buenas condiciones, los trabajadores
-continuarán emigrando y no hacia el
-Rif, precisamente, porque serán tan torpes que
-no se habrán dado cuenta todavía de que
-nuestro porvenir está en África, como dijo la
-buena reina Isabel la Católica, que no sabemos
-por qué empeñaría sus joyas para descubrir
-América.</p>
-
-<p>Está visto que nuestra historia es una lamentable
-serie de equivocaciones, y mientras apuntamos
-al pájaro que está en el aire, dejamos
-escapar al que teníamos en la jaula.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Las <i>sufragitas</i> de Londres son unas fieras y
-no reparan en gasto ni sacrificio para salirse<span class="pagenum"><a name="Page_233" id="Page_233">[233]</a></span>
-con la suya. Encarceladas las más recalcitrantes,
-decidieron dejarse morir de hambre, para que
-su muerte pesara siempre sobre la conciencia de
-los hombres, sus perseguidores, políticos, se entiende,
-que de perseguirlas en otro orden de
-ideas, no serían ellas las que se dejaran morir de
-hambre.</p>
-
-<p>Ello es que los médicos y empleados de la
-cárcel, se vieron precisados á violentarlas&mdash;en
-el mejor sentido de la palabra,&mdash;echándolas de
-comer como quien ceba pollos. Y ahora ellas
-protestan como un solo hombre contra ese
-atropello en tan mala forma. ¡Si el atropello
-hubiera sido integral! Lo que dirán ellas: No
-sólo de pan vive el hombre, y la mujer mucho
-menos. Pero el hombre es bárbaro y tiránico
-hasta cuando quiere ser compasivo. Las atraca
-para no dejarlas morir de hambre material y
-grosera, y no repara en otros ayunos más espirituales,
-que acaso, remediados á tiempo, hubieran
-evitado la excitación política de esas
-denodadas mujeres. Pero el hombre, bárbaro y
-tiránico para esos ayunos espirituales, sólo tiene
-una despectiva frase: Á falta de pan buenas son
-tortas. Y esto lo saben bien las <i>sufragitas</i>.</p>
-
-<p>Y ¿por qué no conceder á las mujeres todos<span class="pagenum"><a name="Page_234" id="Page_234">[234]</a></span>
-los derechos, civiles y políticos? Aunque ellas
-con uno solo se contentarían y mejor si era de
-los civiles.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Como los teatros serios aun no han inaugurado
-su temporada, y los semiserios ofrecen tan
-pocas novedades, el público llena los salones de
-<i>varietés</i>. Por poco dinero se siente uno sultán
-de un sin fin de odaliscas dispuestas á divertirle
-con danzas y canciones. Cierto que las hay del
-tiempo de Muley el Abbas, pero con las luces y
-el colorete, y considerando la eternidad del tiempo,
-aún dan su golpe. ¡Ojalá!&mdash;pensarán algunos
-de los contemporáneos al contemplarlas&mdash;que
-uno pudiera darlo lo mismo.</p>
-
-<p>Los estudiantes, recién llegados para emprender
-sus tareas del curso, acuden presurosos á
-iniciarse en los placeres de estos paraísos artificiales,
-y desde luego empiezan á tomar
-apuntes.</p>
-
-<p>Los tangos y los garrotines se suceden, y lo
-que es peor, se parecen. La juventud relincha y
-patea, la formalidad se congestiona, los acomodadores
-están pálidos y ojerosos. Las odaliscas
-se deshacen por complacer al público, y lo mismo<span class="pagenum"><a name="Page_235" id="Page_235">[235]</a></span>
-sonríen á un aplauso que á una grosería;
-allí todo es lo mismo. Lo que ellas dirán, parodiando
-al torero: Mas grosera es el hambre.</p>
-
-<p>Alguna vez pasa una ráfaga de belleza ó de
-arte, y el público guarda respetuosa compostura.
-Para que el público respete hay que empezar
-por respetarle... pero en seguida vuelve el garrotín,
-vuelve el tango, vuelve la canción grosera y
-las patadas y los dicharachos, y un matrimonio
-de burgués aspecto que, sin duda, entró allí por
-ver de todo, se levanta antes de que termine el
-espectáculo y sale presuroso.</p>
-
-<p>&mdash;Ese señor se lleva á su señora. ¡Si no la
-trajera á estos sitios!</p>
-
-<p>&mdash;Pero, ¿usted cree?&mdash;dice otro mejor informado.&mdash;Si
-es ella la que le trae á él, y es ella la
-que se le lleva... Y es un matrimonio que se
-lleva muy bien.</p>
-
-<p>&mdash;Ya lo creo. Aplicado así el <i>cine</i> es un espectáculo
-moralizador y reconstituyente.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img01.jpg" width="50" height="52" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_237" id="Page_237">[237]</a></span></p>
-
-<h2>XXXII</h2>
-
-
-<p>Hay algo más triste para el escritor que no
-ser leído: ser mal interpretado. Un anónimo comunicante,
-persona de gran inteligencia&mdash;esto
-no lo encubre el anónimo,&mdash;me censura por no
-mostrar grandes entusiasmos bélicos. Con la
-lectura de anteriores artículos podrá convencerse
-de lo contrario. Fuí de los primeros en censurar
-el <i>sanchopancismo</i> que huye de las aventuras
-como del agua fría gato escaldado. ¡Sí,
-que soy yo autoridad para burlarme del espíritu
-aventurero, cuando casi no me queda por correr
-más aventura que la de meterme fraile! Todos
-los peligros y contingencias que mi comunicante,
-con gran acierto, preveía para España
-de no haber aceptado la guerra del Rif, son
-para mí evidentes, y siento no poder publicar
-su carta, pues, sobre todo en lo que se refiere
-á la cuestión de Cataluña, es de una clarividencia
-profética.</p>
-
-<p>Lo que yo lamentaba no es la guerra, sino<span class="pagenum"><a name="Page_238" id="Page_238">[238]</a></span>
-la ineficacia de sus resultados. Nos falta idealismo
-del mejor, que es el idealismo práctico.
-Triunfaremos en el Rif con las armas y no
-triunfaremos con el espíritu, y sin él todas las
-ametralladoras, escuadras y soldados del mundo
-son inútiles. Después que las armas y la sangre
-vertida nos hayan abierto el camino, ¿irá
-allí el dinero que duerme en nuestros Bancos,
-esperando la buena hipoteca ó el buen empréstito
-que venga á despertarlo? ¿Irá nuestra industria?
-¿Irá nuestro comercio? Lo difícil no es emprender,
-sino persistir. Delante Don Quijote</p>
-
-<div class="poetry-container"><div class="poem"><div class="stanza">
-<div class="verse i0">con su adarga al brazo todo fantasía;</div>
-<div class="verse i0">con su lanza en ristre, todo corazón,</div>
-</div></div></div>
-
-<p class="no-indent">como canta Rubén Darío; pero detrás Sancho,
-con sus buenas alforjas y su manso rucio, á gobernar
-las ínsulas ganadas por su amo, con
-buen juicio y mejor sentido. Y ¡quiera Dios que
-algún Tirteafuera de por esos mundos diplomáticos
-no deje caer su varita privativa al primer
-bocado! Por lo demás, muy agradecido á mi comunicante
-por su cortés misiva.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Hay quien reniega de toda blandura con el
-enemigo y pide guerra de exterminio. ¿Exterminio<span class="pagenum"><a name="Page_239" id="Page_239">[239]</a></span>
-de qué? Porque no es tan fácil exterminar
-una raza, y exterminarla á medias es dar vida
-perdurable al odio, y medio pueblo con odio
-vale por un pueblo entero.</p>
-
-<p>Los ejemplos históricos de la guerra sin cuartel
-no son de lo más convincente. Todavía sirve
-para espantar muchachos el recuerdo del duque
-de Alba en los Países Bajos; pero, ¿son independientes?
-Los rigores de algún general en
-provincias españolas, ¿han servido de algo? Recientes
-sucesos son la mejor respuesta. En Argelia
-y en Casablanca los franceses, y los ingleses
-en sus posesiones y en la última guerra del
-Transvaal, después de los primeros furores, ¿no
-tuvieron que pastelear dulcemente, como cualquier
-hijo de vecino?</p>
-
-<p>Dejemos el espíritu inquisitorial, único que
-hemos paseado por el mundo y así nos ha lucido
-el pelo. Dejemos de ser el país de las intransigencias
-feroces, donde no es raro oir, como
-oí yo á un buen señor, poseído de la mayor indignación.</p>
-
-<p>&mdash;¡Quite usted! Al que hace eso, yo le mataba.
-Y ¿saben ustedes lo que hacía quien así se
-indignaba? Añadir un poco de agua á media jícara
-de chocolate. Figúrense ustedes; si á tan<span class="pagenum"><a name="Page_240" id="Page_240">[240]</a></span>
-inocente porquería señalaba tan terrible pena
-en su código particular, ¿qué no sería en más
-graves asuntos? Yo salí aterrado del establecimiento
-lugar de la escena.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><i>Chantecler</i>, el más cacareante gallo de todos
-los gallos tapados, se apresta á la pelea. Las
-butacas para la <i>première</i> se cotizan á cien francos.&mdash;Hay
-<i>premières</i> de más importancia que
-no se cotizan tan alto; verdad que luego se encarece
-el precio en sucesivas representaciones.&mdash;Esta
-reflexión es de una <i>cocotte</i>, celosa de
-Rostand. Los palcos están <i>hors de prix</i>.</p>
-
-<p>De los Estados Unidos encargan localidades
-por lo que sea. Los que de mejor ó peor fe hacen
-el reclamo, y los que con absoluta buena
-fe protestan contra el reclamo, hablan de lo
-mismo y todo es reclamo. No parece sino que
-ese gallo es el mismísimo gallo de la Galia, que
-no cantó nunca más sonoro ni desde Vercingitorix
-á Napoleón el Grande, ni desde Ronsard
-á Víctor Hugo.</p>
-
-<p>Todo esto sería ridículo si no fuera simpático.
-No es de Rostand ni de su obra de lo que se
-trata, para los franceses, es de la supremacía<span class="pagenum"><a name="Page_241" id="Page_241">[241]</a></span>
-del Arte francés, que ellos, con noble aspiración,
-quieren sobreponer al del mundo entero. Algo
-parecido á lo que hacemos aquí con el nuestro.</p>
-
-<p>Apenas alguno de nuestros escritores viaja
-por el mundo ó le piden noticias de otros escritores
-españoles (hay algunas excepciones),
-se arrea un formidable bombo á sí mismo, y á
-los demás los deja como para que nadie quiera
-saber de ellos. Así lee uno tan peregrinas cosas
-en esos libros de hispanófilos, al través de los
-cuales no es difícil descubrir al Pájaro Pinto ó
-Ninfa Egeria que apuntó nombres y adjetivos.</p>
-
-<p>Hay quien se cartea con medio mundo por
-el gusto de desacreditar al otro medio. De las
-obras de nuestros autores no se sabrá mucho
-por tierras extranjeras, pero de si Fulano maltrata
-á su señora y atormenta á sus niños, y si
-Mengano estuvo complicado en un escalo, eso,
-como en casa.</p>
-
-<p>Así es, que al primer escritor español que visita
-á un escritor extranjero, se le recibe con
-agrado; pero cuando llega el segundo... encierra
-la plata. El primero dejó preparado el terreno
-á los demás, y, para que no cupiera duda de
-sus afirmaciones, se llevó unas cucharas.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img19.jpg" width="50" height="33" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_243" id="Page_243">[243]</a></span></p>
-
-<h2>XXXIII</h2>
-
-
-<p>Perdonen los jóvenes autores, que por varios
-periódicos y particularmente me han enviado
-una carta abierta, mi tardanza en contestarles.
-Falta de salud, no de buena voluntad, ha sido
-culpable de mi descortesía.</p>
-
-<p>Cuenten ustedes con que no han de hallar en
-mi respuesta ni desdenes ni adulaciones. Tienen
-ustedes mucha razón de su parte, pero no toda
-la razón; por lo menos, en los medios que quisieran
-ustedes emplear para imponerla.</p>
-
-<p>Aun las dificultades para darse á conocer un
-autor son muchas, no lo niego, y no pretenderé
-consolarles con la consideración de que son
-ahora mucho menores que en mis tiempos, con
-el recuerdo de luchas y amarguras propias, con
-el sinnúmero de obras que yo hube de escribir
-antes de lograr que se representara una, no la
-mejor, de las que tenía escritas, que alguna fué
-después también representada con mejor éxito
-que la primera. Todo esto que digo pudiera ser<span class="pagenum"><a name="Page_244" id="Page_244">[244]</a></span>
-consuelo, pero no remedio, y como dice Brabancio
-en «Otelo»: Nunca se curaron heridas del corazón
-con emplastos para los oídos. Ustedes
-hablan por su herida y es justo acudir á ella
-con algún remedio práctico. Este sólo puede
-consistir en buena voluntad por parte de todos;
-de ustedes en primer término, trabajando con
-fe, con entusiasmo, sin desmayar por la primera,
-ni la segunda, ni muchas obras rechazadas.
-Todo llega á su hora, cuando debe llegar. ¡Si
-ustedes supieran cuántas veces me he alegrado
-después de no haber empezado demasiado
-pronto!</p>
-
-<p>Las empresas, dicen ustedes, no admiten
-obras de los desconocidos; desconfían de ellas.
-No obstante, en estos cuatro ó cinco años últimos
-ha aumentado la lista de autores seguramente
-en doble número que en cualquier período
-anterior de veinte años. Esto prueba mayor
-fecundidad ó mayor consumo; de cualquier modo,
-mas facilidades. Las empresas no temen tanto
-los fracasos posibles como los falsos éxitos. He
-aquí la plaga que todos debemos combatir. Los estrenos
-con el teatro lleno de amigos y abarrotado
-de <i>claque</i>; la crítica abrumada de recomendaciones.
-Nuestra crítica es con exceso benévola;<span class="pagenum"><a name="Page_245" id="Page_245">[245]</a></span>
-de ahí que alguna, vez, cuando deja de serlo,
-parezca injusta. El público, cansado ya de
-ver obras muy aplaudidas y muy celebradas que
-no corresponden á sus esperanzas, acaba por no
-acudir ni á los estrenos como la firma del autor
-no le dé alguna garantía. Teatro ha habido que
-bien pudo poner en sus puertas: «Cerrado por
-éxitos». Todas las obras eran ovacionadas y
-ninguna daba dos reales. Esto hace á las empresas
-huir de los estrenos y preferir el repertorio,
-de no contar con obras de alguna garantía, siquiera
-para que el público acuda al estreno. Hay
-autores que se contentan con esta <i>gloriola</i> del
-parecer y no ser, y salen á escena tan satisfechos,
-sabiendo que todo el teatro ha sido regalado
-por ellos y que las críticas ó sencillas gacetillas
-del día siguiente les ha costado mas pasos
-y mas recomendaciones que trabajo les costó
-componer la obra.</p>
-
-<p>Y ¡pobre empresario si ante el vacío de los
-días siguientes se decide á retirar la obra!&mdash;¡Cómo!
-¡Un éxito de público y de prensa! ¡Y la
-obra tal que fué pateada sigue en el cartel todavía!&mdash;¿Qué
-quiere usted?&mdash;protesta el empresario.&mdash;La
-gente viene á verla.&mdash;Ellos no comprenden
-que de un pateo del público verdadero<span class="pagenum"><a name="Page_246" id="Page_246">[246]</a></span>
-pueda salir una obra con más vida que de los
-aplausos de un público amañado.</p>
-
-<p>Verdad en los estrenos; equidad en la crítica.
-He aquí la mejor garantía para las empresas.
-Limítese el número de billetes de autor, suprímase
-la <i>claque</i>, si es posible, y déjense de recomendaciones
-para la crítica. ¡Una friolera! Dirán
-ustedes. No es tan difícil el remedio. Bastaría
-con que la Sociedad de Autores publicara el ingreso
-verdad de cada estreno y las empresas el
-número de localidades regaladas. Á mí no me
-duelen prendas.</p>
-
-<p>Ya es más difícil y atentatorio á la libertad
-de los empresarios, dueños de un negocio, imponerles
-la obligación de estrenar ó de no estrenar
-obras de determinados autores. En primer
-lugar, ¿dónde empieza, y sobre todo, dónde y
-cuándo acaba lo que ustedes llaman <i>firmas</i>? Y
-suponiendo que los autores se dividieran en categorías
-y solo pudieran estrenar en los teatros
-de categoría correspondiente, ¿cómo impedir las
-representaciones de obras del repertorio, que
-serían obstáculo á los noveles, lo mismo que los
-estrenos de <i>firmas</i>?</p>
-
-<p>No puede decirse tampoco que éstas han abusado
-de un perfecto derecho á estrenar en los<span class="pagenum"><a name="Page_247" id="Page_247">[247]</a></span>
-<i>cines</i>. Ni podrá suponerse que ha sido por idea
-de lucro. Cualquiera de las obras estrenadas en
-ellos, en teatros de mayor categoría les hubiera
-producido cuatro veces más en menor número
-de representaciones. Estoy seguro de que algunos
-de estos escritores de firma no han llevado
-más idea que la de complacer á un empresario
-ó á un actor amigo; la de favorecer con la mejor
-voluntad á un género de teatros populares
-que merece toda simpatía. Es injusto acusar de
-egoísmo ni de pretensiones de monopolios á estos
-autores. Cada uno de ellos recomienda por
-lo menos cinco ó seis obras de autores noveles
-por temporada.</p>
-
-<p>Mucho más diría á mis amables y simpáticos
-comunicantes si no temiera entrar en particularidades
-poco interesantes para el público.</p>
-
-<p>Tengo mucho gusto en ponerme á su disposición
-para hablar más largamente de este asunto
-y perdonen si la contestación no fué del todo á
-gusto suyo. Ya empecé diciendo que no hallarían
-en ella ni desdenes ni adulaciones.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img06.jpg" width="50" height="47" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_249" id="Page_249">[249]</a></span></p>
-
-<h2>XXXIV</h2>
-
-
-<p>Si en España no pensara una el bayo y otra
-el que lo ensilla, y el bayo mejor que el palafrenero,
-en poco hubiera estado no tener nuestro
-poquito de asunto <i>Dreyfus</i>, con su guerra civil
-<i>ideal</i>, al grito de ¡Patria, patria! de una parte, y
-de otra al de ¡Humanidad, humanidad! Por fortuna,
-ó por desgracia, no hay asunto que nos interese
-más de cuatro días, y á las cuestiones
-ideales se sobreponen las personales, que son
-las que más nos preocupan. Todo cede ante el
-interés de los nuevos nombramientos. La designación
-de un gobernador importa más que nada;
-dentro de poco las elecciones, y vamos viviendo.</p>
-
-<p>En el extranjero, aunque en apariencia parezca
-un disfavor, nos hacen el favor todavía de
-juzgarnos fanáticos luchadores por las ideas...
-Sí, sí; ¡buenas ideas nos dé Dios! ¡Personas, personas
-y personas! como diría Hamlet, si hubiera
-nacido español. Somos realistas, en el sentido
-filosófico de la palabra. Aquí las personas<span class="pagenum"><a name="Page_250" id="Page_250">[250]</a></span>
-no son símbolo de nada, sino de su persona misma.
-Se dirá que hay pocas personas capaces de
-elevarse hasta el símbolo. Pero, no; son creyentes
-los que faltan, no son santos. Con un poco
-de devoción no es difícil levantar altares.</p>
-
-<p>Ahora, digamos: ¿Por qué siendo el pueblo
-más indiferente en todo, en Religión, en Política,
-en Arte, nos damos traza para parecer á los
-extraños un pueblo intolerante y fanático? ¿Es
-todo desconocimiento de los extranjeros, ó no
-habrá algo de culpa por nuestra parte? Esto es
-lo que debe interesarnos más que todos los dimes
-y diretes de casa y de fuera de casa. ¿Por
-qué somos una cosa y parecemos otra? Ó ¿es
-que nosotros mismos no nos damos cuenta de
-lo que somos ni de lo que parecemos? Es lo que
-importa averiguar. Nada más triste que la inconsciencia
-para los pueblos y para las personas.
-Fanáticos por una idea, tuerta ó derecha,
-todavía podemos parecer grandes; inconscientes
-de todas, sólo podemos parecer ridículos.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>¿Quién había de decirnos, pocos días antes
-que, en esta próxima conmemoración de los difuntos,
-nuestro más fervoroso responso sería<span class="pagenum"><a name="Page_251" id="Page_251">[251]</a></span>
-por el partido conservador? ¡No somos nada! Á
-bien que los conservadores podrán consolarse
-con la idea de que en este país no se puede ser
-cosa mejor que difunto. Por algo, entre nosotros,
-tiene su conmemoración tanto de fiesta pagana,
-con su bulliciosa visita á los cementerios, el vistoso
-adorno de sepulturas, sus buñuelos de viento
-y sus representaciones del «Tenorio», á modo
-de auto sacramental, más regocijado que severo.
-Tierra de un glorioso pasado, nuestro mayor
-consuelo está en los muertos. Hay quien llora
-todavía por Felipe II, y quien suspira por no
-haber conocido á Doña Juana la Loca.</p>
-
-<p>Al político joven y bien intencionado se le
-abruma con el recuerdo de Cisneros, y al escritor
-novel se le aplasta con la balumba de nuestra
-literatura clásica. Inútil escribir después de
-Cervantes; vano esfuerzo pintar después de Velázquez.</p>
-
-<p>Lo que puede uno hacer de más provecho
-es... hacerse el muerto. Esto es lo que acaso no
-comprende el partido conservador, que ahora
-quiere mostrarse más <i>vivo</i> que nunca. ¡Gran desconocimiento
-de sus intereses! La agitación de
-tantos años de mando no puede por menos de
-haber alterado su organismo. Nada mejor que<span class="pagenum"><a name="Page_252" id="Page_252">[252]</a></span>
-el reposo y el silencio. Es el mejor sistema curativo
-para la neurastenia. Crean en mi consejo
-desinteresado: cuanto más quietecitos y más
-muertos parezcan, más pronto lograrán nuestra
-admiración. Los vivos molestan á todo el mundo.
-Los muertos sirven para que medio mundo
-moleste al otro medio, recordando las virtudes
-de los difuntos. Procuren sacar todo el partido
-posible de su papel de muertos, que es el más
-airoso en esta tierra de los recuerdos... y de los
-olvidos fáciles. Ellos deben saber mejor que
-nadie cómo una corona de difunto puede convertirse
-en aureola.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Entre todos los personajes de nuestro teatro
-ninguno despierta tanta simpatía como Don
-Juan Tenorio. Ningún otro podría soportar la
-periódica reaparición con tanta seguridad de
-aplauso. ¡Es tan español este Don Juan, de Zorrilla,
-de quien hay que creer en empresas y
-amoríos, más por lo que dice que por lo que
-hace, como á casi todos nuestros políticos!</p>
-
-<p>Y de un pueblo que adora á Don Juan, ¿no
-podrá decirse como á él mismo su amada: «Con
-Don Juan te salvarás ó te perderás con él?»<span class="pagenum"><a name="Page_253" id="Page_253">[253]</a></span>
-Confiemos, como Don Juan, en la infinita misericordia
-divina que le abrió las puertas del cielo,
-no por sus acciones, seguramente, sino por
-los bellos versos en que supo decirlas. ¿Por
-qué no han de pesar tanto en la justicia divina
-las bellas palabras como las buenas obras?</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img11.jpg" width="50" height="52" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_255" id="Page_255">[255]</a></span></p>
-
-<h2>XXXV</h2>
-
-
-<p>Quien llamó á París <i>Cabotin ville</i> ¡vaya si
-supo ponerle nombre! Todo en ella reviste aspecto
-teatral, y no es extraño que los comediantes
-de París sean, si no los más artistas, los más
-actores del mundo; porque en todo parisién hay
-un comediante nato, y en toda parisiense ¡no se
-diga!</p>
-
-<p>El proceso Steinheil es en estos comienzos de
-temporada, la pieza de mejor éxito, y lo será,
-por lo menos, hasta el estreno de <i>Chanteclair</i>.
-Sólo Rostand puede competir con esa admirable
-artista hembra, que es á la vez autora y actriz
-en la interesante obra representada. Hay que
-convenir en que cuenta con inteligentes <i>partenaires</i>
-para darle la réplica, y el público, por su
-parte, interviniendo en la acción, como el coro
-en la tragedia griega, contribuye á sostener el
-interés de la enredada trama, que para sí quisieran<span class="pagenum"><a name="Page_256" id="Page_256">[256]</a></span>
-todos los escritores <i>rocambolistas</i> y <i>sherlockholmistas</i>
-que en el mundo han sido.</p>
-
-<p>Difícil será para los magistrados desenlazar
-la obra á gusto de todos, y de condenar á la
-protagonista, todos podrán exclamar con ella
-misma, y con mayor razón que Nerón: ¡Qué artista
-pierde el mundo! He ahí una mujer que no
-pudo ó no supo acertar con su camino. En el
-teatro hubiera llegado á <i>socia</i> de la Comedia
-Francesa. No le hubiera servido de poco, aparte
-las condiciones artísticas, su mano izquierda... ó
-su derecha ¡vaya usted á saber! con personajes
-políticos de talla. Obligada á emplear sus condiciones
-dramáticas en la vida, quizás el fin de
-su carrera sea lo más desastroso.</p>
-
-<p>Eso sí; lo de <i>socia</i> no se lo quita nadie, y de
-la mejor sociedad.</p>
-
-<p>De lo que han sido privadas las elegantes,
-con el rigorismo del presidente no permitiendo
-la entrada á las señoras, es de saber á qué atenerse
-respecto al último figurín para vistas de
-procesos sensacionales ¡Cuánta exquisita <i>toilette</i>,
-dispuesta para la ocasión, habrá quedado en
-esos roperos! ¡Infeliz señora; tan odiada por unos,
-tan compadecida por otros... y tan envidiada
-por todos!... Porque ¡vaya si se ha divertido en<span class="pagenum"><a name="Page_257" id="Page_257">[257]</a></span>
-este mundo! Y eso será lo que acaso no la perdonen,
-aunque su inocencia quedara demostrada.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Supongamos que en cualquier parte del mundo
-se hubiera estrenado una obra póstuma de
-tan gran artista como el maestro Chapí, y así
-hubiera sido esa obra&mdash;y no lo es ésta&mdash;lo mas
-endeble é insignificante, ¡con qué respeto no
-hubiera asistido el público á la representación!
-El nuestro no lo entiende de esa manera y dió
-un lamentable espectáculo en el estreno de <i>El
-diablo con faldas</i>. Y eso con una obra que era
-de su agrado. Y es que esos <i>cines</i> del garrotín
-y de la machicha son grandes centros de cultura,
-y hay espectador que si no berrea y patea
-y relincha y suelta cuatro palabrotas, se figura
-que no se ha divertido, y cuando asiste á otros
-espectáculos cambia de lugar, pero no de costumbres.
-Si el glorioso músico español, que
-tanto padeció en vida de esas irrespetuosidades
-de nuestro público, pudo, desde la región <i>donde
-asiste eternamente</i>, contemplar el estreno de
-su última obra, ¡qué satisfacción la suya haber
-abandonado este pequeño mundo! Cuando espera<span class="pagenum"><a name="Page_258" id="Page_258">[258]</a></span>
-todavía la iniciativa para erigir un monumento
-que dé testimonio á la posteridad, no de
-su gloria, pero sí de nuestra gratitud, ¡pateo,
-protestas, groserías!... ¿Es que ya no se perdona
-la gloria ni á los muertos?</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Yo, que este año me sentía un poco muerto,
-con tantos honores. ¡Hay años felices! Un teatro
-con mi nombre. Ustedes no saben el efecto
-que produce ir por la calle y oir de pronto á
-unos señores que dicen: ¿Vamos á Benavente
-esta noche? ó ¿Qué <i>echan</i> hoy en Benavente?
-Yo procuro, por no hincharme de vanidad, suponer
-que se refieren á Benavente, provincia
-de Zamora; pero... vamos, me siento cadáver.</p>
-
-<p>Además, mi retrato en el saloncillo del teatro
-Español. Gracias mil á sus amables directores;
-gracias también á Juan Antonio Benlliure,
-y más agradecido á todos, si ya que, por aquello
-de «los últimos serán los primeros», se
-acordaron de mí para anticiparme en vida este
-honor, no tardan en aumentar la galería con
-otros retratos que allí faltan, y que yo soy el
-primero en echar de menos, y mucho más cuando<span class="pagenum"><a name="Page_259" id="Page_259">[259]</a></span>
-el mío sobra&mdash;Sellés, Galdós, Dicenta,&mdash;y
-sólo nombro á los que son anteriores por orden
-cronológico en la historia del Teatro Español.
-Sólo en la seguridad de que más se atendió á
-facilidades de ejecución, por mis muchas desocupaciones,
-puedo aceptar una primacía que
-de ningún modo me corresponde. Y si alguien
-lo juzga falsa modestia, no sabe que yo tengo
-una vanidad tan grande que está por encima de
-esas vanidades. Yo quisiera ser cien veces mejor
-autor dramático de lo que soy, y ser, sin
-embargo, el peor de todos entre cien autores
-más que honran el Teatro Español. ¡España sobre
-todo y sobre todos!</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img07.jpg" width="50" height="51" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_261" id="Page_261">[261]</a></span></p>
-
-<h2>XXXVI</h2>
-
-
-<p>El sentido moral indignado sería muy respetable
-si se indignara á tiempo y con absoluta
-justicia. Por ejemplo: con tantos malos maridos
-y peores padres como andan por todas las esferas
-sociales; con el que vive á costa de su mujer
-ó de la ajena; con el que no repara en transmitir
-á sus hijos dolorosa herencia de enfermedades,
-por lograr su bienestar con un matrimonio
-conveniente; con el funcionario torpe ó prevaricador;
-con el adulterador de substancias alimenticias;
-con el usurero sin entrañas; con el explotador
-sin conciencia... En todos éstos podía
-emplearse mejor esa indignación derrochada
-por ligeros indicios contra mujeres indefensas,
-siempre respetables. La descortesía masculina
-sería disculpa en este caso, y en otros parecidos,
-de lo mismo que con ella pensaban castigar.
-Si así son los hombres, se comprende que toda
-mujer de sentimientos delicados procure evitarlos.
-De estas cosas, como de la influencia clerical<span class="pagenum"><a name="Page_262" id="Page_262">[262]</a></span>
-en el espíritu de las mujeres, como de todos
-sus extravíos, tiene siempre la culpa el hombre,
-por su grosería ó por su indiferencia. La mujer
-necesita una fe, un apoyo, una creencia en algo,
-humano ó divino. Si el hombre renuncia á ser
-el sacerdote de su casa, en doctrina y en ejemplo,
-¿cómo impedir que la mujer acuda á otros
-altares, paganos ó cristianos? La mujer que acude
-al hombre de su cariño en demanda de ayuda
-y consejo y le oye contestar desalmado:
-«¡Déjame en paz! ¿Qué entiendo yo de eso?
-¡Cosas de mujeres!» ¿No se sentirá desligada
-de él para siempre, por el corazón y por la inteligencia?
-«¡Gran cosa es entender un alma!»&mdash;dijo
-Santa Teresa.&mdash;Mientras los hombres ignoren
-el alma de la mujer, ¿pueden quejarse de
-que ella busque ser entendida? Por algo la Iglesia
-católica, gran conocedora de la psicología
-femenina, viste con traje talar á sus ministros.
-Sabe que sus mejores conquistas espirituales
-son las de las mujeres que llegan desengañadas
-de los pantalones. El confesor no dice nunca
-como el marido: «¿Qué entiendo yo de eso?
-¡Cosas de mujeres!» El entiende de todo. Por
-eso domina sobre nuestras mujeres. No le culpen
-los hombres, ni las culpen á ellas; cúlpense<span class="pagenum"><a name="Page_263" id="Page_263">[263]</a></span>
-á sí mismos, y no se quejen de que el sacerdote
-llegue á ser padre de familia, cuando ellos
-no supieron ser los sacerdotes de su casa.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>De todos los problemas que deben solicitar
-la atención de nuestros gobiernos, ninguno tan
-urgente, tan necesario como el aumento de
-sueldos. Existe una desproporción monstruosa
-entre el aumento de necesidades en la
-vida moderna y la mezquindad de los sueldos;
-aun los que parecen más excesivos por comparación
-con los inferiores. No hay derecho á exigir
-solicitud, diligencia, ni siquiera honradez, á
-servidores que carecen de lo necesario y han de
-aparentar lo superfluo.</p>
-
-<p>Y mientras tan urgente resolución alcance á
-todos, me dirijo á la noble inteligencia y al gran
-corazón del nuevo director de Correos, señor
-Francos Rodríguez: ¿No cree de justicia&mdash;no he
-de invocar la compasión con tan recto espíritu&mdash;el
-aumento de retribución á los peatones de
-Correos, verdaderos parias entre los servidores
-del Estado? Todo el que haya residido algún
-tiempo en lugares donde estos humildes depositarios<span class="pagenum"><a name="Page_264" id="Page_264">[264]</a></span>
-de tantos intereses prestan sus penosos
-servicios, sentirán que nada más justo ni más
-urgente. Y después... ¿olvidarán á los maestros
-y á toda esa clase media burocrática, tan desdeñada,
-que nunca se declaró en huelga, ni
-alarmó con manifestaciones, ni tiene su Primero
-de Mayo, ni sus sociedades de resistencia, ni
-una lujosa casa donde congregarse?</p>
-
-<p>Los gobiernos, demasiado preocupados con
-los que pueden hacer alarde de fuerza, se preocupan
-muy poco de los que sólo pueden hacer
-alarde de debilidad. Es preciso fortalecerlos, siquiera
-para contar con aliados el día de la gran
-batalla; porque al chocar de dos fuerzas contrarias
-y poderosas, nadie sabe lo que puede influir
-de un lado ó de otro la indiferencia de los
-neutrales que, cruzados de brazos, con la impasibilidad
-de la desesperación, exclamen: «¿Y á
-mí, qué?» Hay que procurar que todos tengan
-un por qué para luchar por algo.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>El pueblo madrileño no ha podido demostrar
-sus simpatías al pueblo hermano en la representación
-visible de su monarca. Comprendo la<span class="pagenum"><a name="Page_265" id="Page_265">[265]</a></span>
-difícil situación de un gobierno que, si peca de
-confiado, puede incurrir en grandes responsabilidades,
-y si peca de previsor desagrada á todos,
-quizás á los mismos con tan excesiva solicitud
-guardados. Los tiempos no están para
-excesivas confianzas; acaso tampoco para excesivos
-recelos. Lo mejor en estos casos es dejar
-algo en manos de Dios, ya que los ojos de la
-policía no pueden estar en todo, y algo también
-al corazón del pueblo, que siempre responde á
-toda confianza, y á quien siempre ofende todo
-recelo.</p>
-
-<p>¡Triste cosa es que el temor á un loco ó á un
-malvado haya impedido al rey de Portugal conocer
-al pueblo madrileño! En cambio habrá
-conocido mejor nuestra política. Cuando tantas
-precauciones hay que tomar&mdash;se habrá dicho,&mdash;no
-hay duda, por aquí ha pasado un Juan
-Franco. En efecto, señor. Esperemos que vuestra
-majestad vuelva á visitarnos cuando ni en
-España ni en Portugal quede sombra de estas
-pesadillas. Sólo en los pueblos verdaderamente
-libres pueden pasear los reyes libremente.
-Ahora os lo podrá decir el rey Eduardo.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img10.jpg" width="50" height="51" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_267" id="Page_267">[267]</a></span></p>
-
-<h2>XXXVII</h2>
-
-
-<p>¿Se acaba la guerra? ¿No se acaba? ¿Se acabó
-ya? Todo hace esperar y creer que sí; sólo algunos
-espectadores del antiguo régimen echan
-de menos un final de efecto; alguna gran batalla
-decisiva; una apoteosis con bengalas y desfile
-general, como en zarzuela de espectáculo.
-No tienen en cuenta que la guerra moderna
-no admite esos finales de efecto preparado. Ya
-no son posibles caballos de Troya, buen cuadro
-final de una empeñada guerra; ni el asolamiento
-de ciudades y reinos, ni la cautividad
-de pueblos enteros. Hay que contentarse con un
-desenlace modesto, y es de notar que ahora les
-parece poca guerra á muchos de los que antes
-les pareció demasiada, y hubieran renunciado
-á todo por no vernos metidos en aventuras. No
-á ganar más, sino á conservar lo ganado debemos
-aspirar todos, y á que la gloriosa sangre
-vertida no sea infecunda, y esa será la mayor
-gloria de los que sucumbieron. Señores capitalistas<span class="pagenum"><a name="Page_268" id="Page_268">[268]</a></span>
-españoles: ya que no sea todavía ley el
-servicio obligatorio para vuestros hijos, se impone
-el servicio obligatorio para vuestro dinero.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>De ser cierto lo que se murmura, el solar de
-la Zarzuela viene á ser como símbolo del solar
-de España. De una parte, los autores y músicos
-españoles pretenden reivindicar su dominio,
-como de propia casa solariega; de otra parte,
-una poderosa Compañía de electricidad, símbolo
-de la ciencia y de la vida modernas, pretende
-hacerlo suyo, y, por último, otra poderosa
-compañía, símbolo de obscurantismo, según
-muchos&mdash;aunque no es tan negro el cuervo
-como sus alas, y si de cerca se advierte, más
-que de cuervo tiene de cuco el pájaro,&mdash;aspira
-también á levantar una de sus mansiones, que
-algunos verían complacidos, como monumento
-expiatorio. ¿Quién vencerá? ¿El Arte? ¿La Ciencia?
-¿La ola negra? ¡Admirable asunto para un
-poema simbólico! Me recuerda la explicación
-que daba un pintor, de más colores que luces,
-á la alegoría de un gran techo pintado por él,
-en un edificio consagrado á la enseñanza: «De<span class="pagenum"><a name="Page_269" id="Page_269">[269]</a></span>
-una parte los murciélagos del obscurantismo,
-huyendo de la luz; de la otra, los papagayos de
-la libertad, <i>personificando</i> el descubrimiento de
-América».</p>
-
-<p>Debemos desear que, en esta lucha de Compañías,
-triunfe la que representa el Arte lírico
-español, más necesitado que nadie de templos,
-y, á no poder ser otra cosa, de capillas en que
-ofrecerle culto. Las Compañías de electricidad
-no necesitan un sitio céntrico; las otras, menos;
-tienen un público fiel que va á buscarlas, aunque
-sea al extrarradio. Todos sus parroquianos
-tienen coche propio y automóvil.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>En la <i>Carmen</i>, de Merimée, como en la ópera
-de Bizet, inspirada en la novela, se sobreponen
-la pasión y la vida; verdad humana, á la
-verdad local; que, en este caso, debiera ser española
-y lo mismo pudiera ser japonesa, como
-en la <i>Butterfly</i>, de Puccini.</p>
-
-<p>Esta funesta Carmen, con el contoneo de sus
-caderas, sus toreros, sus contrabandistas, sus
-trabucos y sus navajas, ha sido la mayor contribuyente
-á la representación de esa España de<span class="pagenum"><a name="Page_270" id="Page_270">[270]</a></span>
-pandereta, tan impresa en el extranjero, que
-nos señala como un pueblo aparte de Europa.</p>
-
-<p>Una gran artista española se atiene, en la interpretación
-de Carmen, á la verdad del novelista
-y del músico. Es el deber de todo artista
-intérprete. La Carmen de Merimée y de Bizet
-es ésa. La mujer española, la andaluza en particular...
-¿Son así? De ningún modo. Justamente
-en España, la mujer meridional es mucho
-más reservada, más casta en sus manifestaciones
-amorosas, que la mujer del Norte. Ninguna
-menos provocativa, como no sea por su propia
-belleza, que la mujer andaluza; ninguna que,
-aun muy bajo caída, guarde siempre más esquivos
-pudores.</p>
-
-<p>Yo he visto bailadoras sevillanas que, en sus
-momentos de reposo, evocaban más el recuerdo
-de las vírgenes de Murillo que el de la Carmen
-de Merimée.</p>
-
-<p>El baile andaluz, el verdadero baile andaluz,
-no el adulterado por escenarios franceses y españoles,
-es de un ritmo sacerdotal, religioso;
-como Romero Torres, pintor artista, lo representó
-en uno de sus cuadros.</p>
-
-<p><i>Carmen</i> es una calumnia más del extranjero.
-Un tipo de mujer que los franceses no debieron<span class="pagenum"><a name="Page_271" id="Page_271">[271]</a></span>
-buscar en España para darle más realidad. Mucho
-más parecido á Mad. Steinheil, sin ir más
-lejos, que á cualquier mujer española. Pero, en
-fin, digamos como el duque de Glocester en el
-<i>Rey Lear</i>: «No he de sentir desliz que dió tan
-buen fruto». Por admirar á una gran artista española,
-tan admirable intérprete de esa calumnia,
-démosla por bien empleada.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Á propósito del <i>Rey Lear</i>. ¿No le parece á
-Enrique Borrás, único primer actor que <i>llena la
-escena de actor</i>, como en sus tiempos Valero,
-Rafael Calvo y Antonio Vico, que nos debe una
-interpretación de la tragedia de Shakespeare?
-Hay que agrandar y que engrandecer ese repertorio.
-Tan extraordinarias condiciones de actor
-no pueden limitarse al repertorio catalán; ni siquiera
-al castellano: Shakespeare, Ibsen, esperan
-su intérprete en la escena española. Ninguno
-como Enrique Borrás puede acometer esa empresa,
-que es de Arte... y de dinero.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img15.jpg" width="50" height="54" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_273" id="Page_273">[273]</a></span></p>
-
-<h2>XXXVIII</h2>
-
-
-<p>La Réjane, propietaria y empresaria del teatro
-que lleva su nombre, cansada de ver fracasar
-obras y obras, excepto <i>Raffles</i>, en que ella
-no tenía papel&mdash;otra contrariedad, capaz de entristecer
-el mejor éxito á una actriz directora,&mdash;ha
-discurrido convocar á la crítica, durante los
-primeros ensayos de las obras, para atender
-todos sus juicios y observaciones, y poder, con
-tiempo, reformar las comedias de acuerdo con
-ellos. De este modo, la obra sería de los críticos
-más que del autor, y, naturalmente, no habrían
-de meterse con ella al estrenarse. La crisis
-del teatro francés, acostumbrado á dominar
-en todo el mundo, es tan notoria, que empresarios
-y autores no saben como defenderse, y es
-natural que la Réjane, mujer inteligente, crea
-haber dado con la mejor solución. Pero, suponiendo
-que toda la crítica, ó una gran mayoría,
-por lo menos, fuera de una misma opinión respecto
-á las reformas, ¿no faltaría siempre el fallo<span class="pagenum"><a name="Page_274" id="Page_274">[274]</a></span>
-inapelable del público, más que espectador,
-colaborador insustituíble en toda obra dramática?
-Difícil es explicar la causa: la psicología
-de las multitudes aún no se ha estudiado bastante;
-pero ¡es tan distinto el efecto de una comedia
-en la lectura ó ante un limitado auditorio,
-al que produce la misma comedia ante un
-público numeroso! Aun los que ya creyeron
-más seguro un juicio en el primer caso, sienten
-que la impresión es distinta, y no pueden substraerse
-á la influencia del público. En la lectura,
-en los ensayos, más que el efecto total de la
-obra, se aprecian el detalle, la finura de los trazos
-y de la observación. En las representaciones,
-todo esto se pierde, se funde en el conjunto,
-y el brochazo parece finísima pincelada, y
-la caricatura retrato, y lo más fuera de juicio, lo
-más encajado y, en cambio, primores de diálogos,
-sutilezas de observación, pasan inadvertidas.</p>
-
-<p>Sucede muchas veces con las comedias como
-con algunas telas, que por el revés tienen mejor
-vista, y es lo mejor que puede sucederles, porque
-lo cierto es que el público siempre ve el revés
-de las comedias. Por eso, el autor hábil debe
-cuidar el tejido de las dos caras: la una, de<span class="pagenum"><a name="Page_275" id="Page_275">[275]</a></span>
-esmerado dibujo; la otra, de llamativos colorines.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Por los teatros madrileños han causado la
-natural alarma no sé qué nuevas disposiciones
-de la autoridad, que amenazan complicar la ya
-difícil marcha de los negocios teatrales. Son las
-tales disposiciones, á lo que se dice, de lo más
-arbitrario é injusto que darse puede, y las empresas,
-muy cargadas de razón, se aprestan á
-protestar contra ellas. Si no es que, dada la
-buena armonía que entre ellas reina, y la natural
-y española satisfacción de quedarse sin los
-dos ojos por el gusto de ver al vecino tuerto,
-no les lleva á pasar por todo, como en otros
-asuntos que les interesan: las representaciones
-de tarde, por ejemplo, en el extranjero teatro
-Real, que nunca estuvieron permitidas, con excepción
-de las fiestas de Navidad, y que tanto
-perjudican á los teatros nacionales.</p>
-
-<p>¡Dichoso país éste, en que gozamos de una
-Constitución y de Códigos que parecen garantizar
-todas las libertades y derechos individuales,
-para que después, cualquier tiranuelo de
-monterilla, entre ordenanzas, bandos y reglamentos<span class="pagenum"><a name="Page_276" id="Page_276">[276]</a></span>
-de policía, deje Constitución y Códigos,
-derechos y libertades como para limpiarse las
-narices!</p>
-
-<p>Trátase, según parece, con este nuevo atropello,
-de reglamentar el número de localidades
-que han de venderse en contaduría y las que
-han de venderse en despacho; del precio y sobreprecio
-que ha de fijarse en días de moda ó
-de estreno. Como si cada uno, y tratándose de
-algo que no es artículo de primera ni aun de
-última necesidad, como el teatro, no fuera dueño
-en su casa, de vender cuándo, cómo y á
-quién mejor le parezca.</p>
-
-<p>Pero siempre fué achaque de nuestros gobernantes,
-altos y bajos, gobernar á gusto de sus
-amigos. Llega á casa de uno de ellos una señora
-amiga, muy sofocada:&mdash;¡Lo que pasa en este
-Madrid no pasa en ninguna parte!&mdash;¿Qué es
-ello?&mdash;le pregunta el señor de autoridad&mdash;Figúrese
-usted que yo quería ir esta noche al estreno
-de... ó á la inauguración ó á lo que sea. Mando
-esta mañana por localidades, y me dicen que
-no queda ninguna. ¿Ha visto usted qué abuso?&mdash;¡Escandaloso!
-¡Esas empresas abusan del
-público! ¡Habráse visto! ¡Vender todo el teatro!
-Hay que poner orden en ello.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_277" id="Page_277">[277]</a></span></p>
-
-<p>Y ¡cataplúm!, al día siguiente <i>ukase</i> á rajatabla
-para que á la buena amiga no vuelva á sucederle
-lo de quedarse sin billetes á la hora que
-le acomode ir por ellos. Las felicitaciones de
-los amigos bastan á compensar al señor autoridad
-de las pestes y maldiciones de los molestados
-por sus sabias y bien meditadas disposiciones.</p>
-
-<p>Como no se puede dar gusto á todo el mundo,
-es natural que se prefiera contentar á los amigos.
-Bien vale la pena de que los empresarios,
-pudiendo vender sus localidades anticipadamente,
-tengan la galantería de reservarlas para que,
-cuando á la buena señora amiga se le ocurra ir
-al teatro, tenga dónde escoger.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>El divino Emperador de Alemania, en su
-deseo de fomentar por todos los medios la cría
-y reproducción de sus súbditos, se compromete
-á ser padrino del octavo hijo que se digne tener
-cualquier matrimonial pareja de su Imperio.
-¿Cómo han de oponerse sus leales súbditos á
-tan amable «Creced y multiplicaos», de tanta
-fuerza como el divino precepto? Ya me figuro á<span class="pagenum"><a name="Page_278" id="Page_278">[278]</a></span>
-los matrimonios alemanes empeñados en esta
-especie de juego de la siete y media ó la treinta
-y una. Cuando una señora, cansada ya de
-juego tan poco divertido para ella, se atreva á
-decir con cuatro ó cinco: «¡Me planto!» Su marido
-replicará furioso: «¡Cómo! ¿Vas á plantarte
-en tan buen punto?» Carta, señora. ¡Hay que
-abatir con ocho! ¡Cualquiera renuncia al honor
-de llamar compadre al Emperador!</p>
-
-<p>Estas naciones montadas militarmente, y en
-las que todo ha de estar montado por el mismo
-orden, son un puro contrasentido. Por un
-lado, prohiben á los jóvenes contraer matrimonio
-mientras están sujetos al servicio militar;
-prohiben el matrimonio de los subalternos y dificultan
-el de los oficiales hasta cierta graduación
-y cierto sueldo. Y por otra parte, todo es
-achuchar á los ciudadanos pacíficos para que no
-se paralice la producción de soldados. ¡Cualquiera
-entiende el lío! Hay que contar también
-con que, ocupados en el servicio militar los
-campesinos más jóvenes y vigorosos, la producción
-de las tierras decrece, y hay menos
-probabilidades de que los recién nacidos puedan
-traer un pan debajo del brazo. Pero, ¿qué
-importa? Con que traigan brazos para coger el<span class="pagenum"><a name="Page_279" id="Page_279">[279]</a></span>
-fusil de mayores, el Emperador se da por contento.
-Antes que en el campo de batalla hay
-que vencer al enemigo en lo que Góngora llamó
-«campo de pluma». Esto es lo que se llama
-la Nación armada, en paz y en guerra. ¡Oh!
-¡Felices los matrimonios alemanes que, cuando
-ya estén más disgustados de la vida matrimonial,
-todavía continuaran en buenas relaciones
-con el consuelo y la satisfacción de complacer
-á su Emperador!</p>
-
-<p>Lo que decía aquel matrimonio que fué al
-teatro con sus chicos: «Nosotros no nos divertimos
-nada, pero los niños se han reído mucho».</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img02.jpg" width="50" height="51" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_281" id="Page_281">[281]</a></span></p>
-
-<h2>XXXIX</h2>
-
-
-<p>La vida de sociedad, lánguida en otoño, estación
-de parada, renace con los rigores del invierno.
-Los turnos de moda en el Real, en la
-Princesa, en la Comedia, resplandecen de lujo
-y de elegancia. Para los que van y vuelven en
-coche, de los teatros y reuniones, Madrid es
-alegre. Para los noctámbulos callejeros hay algo
-más entre cielo y tierra de lo que suelen decirnos
-los revisteros de salones.</p>
-
-<p>La Escalerilla, los soportales de la Plaza Mayor,
-las puertas cocheras de calles poco frecuentadas,
-tienen también un público de abonados á
-diario: el público de todos los inviernos. Evocan
-horrores de campo de batalla los cuerpos tendidos,
-amontonados; y ¿qué son, sino bajas en la
-batalla de la vida? Unas por inutilidad física,
-otras por inutilidad moral; irredimibles muchos;
-algunos, tal vez, capaces de redención. Una noche
-y otra pasamos indiferentes ante ellos, porque
-las preocupaciones propias no dejan lugar<span class="pagenum"><a name="Page_282" id="Page_282">[282]</a></span>
-á preocuparnos por los demás. Alguna vez, una
-clara espiritual nos predispone á la compasión,
-y dejamos unas monedas que alivian el frío y el
-hambre de una noche; pero ¡son tantas y tan
-largas las noches del invierno! Procuramos tranquilizar
-nuestra conciencia ó nuestro miedo,
-considerando la ineficacia de nuestra compasión
-individual. Las autoridades no debieran consentir
-esto, decimos, y todos asienten. ¡Es un
-horror!</p>
-
-<p>Las autoridades, en efecto, empiezan á preocuparse
-al principio de todos los inviernos, y
-siguen preocupándose hasta la primavera.</p>
-
-<p>Unos cuantos beneficios, unas cuantas raciones
-de sopa distribuídas, nos permiten creer
-que hemos hecho todo lo humanamente posible.
-¡Siempre ha de haber pobres y ricos! ¡Ese
-es el mundo!</p>
-
-<p>Hay asilos de noche; pero esa gente, sin duda
-temerosa de dar la cara á luz alguna, prefiere
-dormir á la intemperie. Ama la libertad con todos
-sus rigores. Tal vez sí; pero téngase también
-en cuenta que los asilos están todos en barrios
-extremos, y mucha de esa gente, que vive
-de las sobras del lujo, tiene sus negocios en el
-centro, y no le conviene alejarse tanto si ha de<span class="pagenum"><a name="Page_283" id="Page_283">[283]</a></span>
-acudir, desde muy temprano, á sus empleos y
-negocios.</p>
-
-<p>Un asilo en cada distrito sería algo más práctico
-y más á vista de los ricos, que con mayor
-solicitud podrían acudir con mucho de lo que
-sobra en sus casas.</p>
-
-<p>Hay, lo sabemos, entre esa gente miserable,
-muchos indignos de compasión; si alguien puede
-ser indigno de compasión, y si el llegar á ese
-extremo, no fuera mayor motivo de ser compadecido.
-Pero ¿y los niños? ¿Qué culpa puede
-haber en los niños? Y mientras haya uno, uno solo
-que duerma al aire frío en estas noches crueles
-de invierno, ¿no es verdad que no tenemos derecho
-á vivir tranquilos, ni á llamarnos cristianos,
-ni á creernos civilizados?</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Eduardo Marquina, el admirable poeta, no
-debe dejarse seducir por los que vuelvan á decirle,
-con el mejor deseo: Hay que hacer teatro,
-usted es un gran poeta, pero le falta á usted picardía
-teatral. ¡Hay que tener picardía! Y cuenta
-que el consejo es de quien, alguna vez, también
-se dejó seducir por complacencias y cayó
-en el mismo pecado.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_284" id="Page_284">[284]</a></span></p>
-
-<p>Á su hermoso romancero histórico «Doña
-María la Brava» nada le falta, y si algo le sobra
-es, justamente, lo que más habrán celebrado en
-él gentes expertas en teatros; las picardías teatrales.
-Para triunfar le hubiera bastado el ambiente
-histórico, de romancero popular, la noble
-figura de Don Álvaro de Luna, ambicioso de
-guerrear contra los moros por su rey y por su
-Castilla, y obligado á contiendas civiles, sin
-provecho y sin gloria. ¡Qué hermoso y claro
-símbolo de España!</p>
-
-<p>¿Por qué prefirió el poeta interesarnos con
-amores y asesinatos misteriosos? Yo, menos
-que nadie, le culpo; sé lo que influye en el artista
-más seguro y consciente esa preocupación
-de que el teatro es una cosa aparte.</p>
-
-<p>Créame el admirable poeta Eduardo Marquina:
-no se deje influir nunca por los que dicen
-conocer al público. El público es como las mujeres,
-sólo ama á quien le domina, aunque por
-el pronto parezca inclinarse á quien le halaga.
-Pero un poeta como Marquina no debe contentarse
-con ser el amante de una noche, sino el
-esposo de toda una vida.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_285" id="Page_285">[285]</a></span></p>
-
-<p>Cuando empresas y autores y público padecemos
-á tantas señoritas de mejor ó de peor familia,
-que sin figura, sin condición alguna, y
-hasta sin vocación, se dedican al teatro, bien
-merece un aplauso excepcional la que, sin necesitar
-del teatro para nada, le ofrece por verdadera
-vocación todos los prestigios de su figura,
-de su talento y de su nombre ilustre. El
-éxito de Anita Martos, en su presentación, es
-de los que permiten toda sinceridad sin ampararse
-de la galantería. Tenemos una excelente
-actriz, y cuantos se interesan por el Arte dramático
-deben alentarla y sostenerla, no con el
-público y con la crítica, que en esto, como César,
-llegó... la vieron y venció, sino con ella
-misma, para que no desmaye en el camino emprendido,
-que no es todo de flores, y quien
-tantas venturas puede lograr en la vida, no es
-difícil que á la primera contrariedad renuncie á
-las del Arte. Hagamos votos por que los suyos
-sean de verdadera profesión. El Arte es un divino
-señor que bien merece todo sacrificio.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_286" id="Page_286">[286]</a></span></p>
-
-<p><i>¿Quién disparó?</i>&mdash;Novela de Joaquín Belda&mdash;bien
-pudiera ser el <i>Quijote</i> de las novelas policíacas,
-de las que Sherlock Holmes es algo
-así como el Amadís de Gaula.</p>
-
-<p>Decir que en la novela de Belda hay risa para
-todo el año, es decir muy poco; porque estamos
-á fines del de gracia de 1909. No conviene tampoco
-tal avidez de placeres desordenados; según
-están el mundo y la literatura, con unas horas
-de regocijo sano bien puede darse por contento
-el más asiduo lector de libros modernos. Sobre
-la risa, hallaréis por adehala, y, burla burlando,
-primores de estilo y hasta un poco de verdor;
-con que nada echaréis de menos de lo que
-cualquier novelista del día puede ofreceros por
-el mismo precio y sin la risa, que vale más que
-todo; que no es lo mismo reírse de un libro que
-reírse con un libro.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img11.jpg" width="50" height="52" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_287" id="Page_287">[287]</a></span></p>
-
-<h2>XL</h2>
-
-
-<p>Á los que andábamos á gatas&mdash;primeros animalitos
-femeninos á los que acude el hombre
-en su vida&mdash;cuando Juana Granier estrenaba el
-famoso «Petit Duc» del Maestro Lecoq, no puede
-por menos de rejuvenecernos el saber que la
-graciosa «divette» aún se halla en condiciones
-de dar juego por esos mundos y de favorecer según
-unos, de perturbar según otros, las relaciones
-diplomáticas entre Francia y Alemania.</p>
-
-<p>Las mujeres no pueden soportar los irreparables
-ultrajes del tiempo, como dijo el trágico, y
-no tienen razón para lamentarse. La mejor edad
-para las mujeres empieza á los cuarenta años.
-Recuérdese qué mujeres son las reinas de la
-moda, del arte y la galantería en París. Sarah,
-la inmortal Sarah, que á sus años, á sus años
-había de ser, representa á la «Pucelle» de Orleans
-muy á satisfacción del público; Mme. Bartet,
-la divina, que tampoco es de ayer por la
-tarde, y aún interpreta las ingenuas de Musset<span class="pagenum"><a name="Page_288" id="Page_288">[288]</a></span>
-y la Antígona de Sófocles; Cecilia Sorel, algo
-más nuevecita, por comparación, por eso no
-representa damitas jóvenes, pero también con
-lo suyo, muy bien llevado, eso sí; la Réjane,
-á quien el divorcio ha rehecho una segunda
-juventud, y en otro orden de ideas recordemos
-á Carolina Otero, á Émilienne d'Alençon, á Colette
-Willy, ahora en dimes y diretes con su marido
-por un quítame allá esas colaboraciones,
-que tanto les han producido en uno y en otro
-género. La más elemental discreción impide
-citar ejemplos de casa. Pero aquí, como en Francia,
-como en el mundo todo, á excepción de los
-países salvajes, el «jamonismo» impera. Esto
-habla muy alto en favor de la espiritualidad masculina,
-que aprecia en más lo cultivado por el
-saber y la experiencia, que lo natural sin apresto.
-También puede significar ilusión de creerse
-ellos más niños al aprender que con enseñar. La
-mujer tiene más vocación docente que el hombre.
-Verdad es que no han fatigado tanto su inteligencia
-durante el día. Además, en el camino
-del amor, como por los caminos de la vida, es
-menos frecuente alcanzar al que nos lleva delantera
-en la misma dirección, que encontrarse con
-el que viene en dirección contraria. Y el que va<span class="pagenum"><a name="Page_289" id="Page_289">[289]</a></span>
-con nosotros y adonde nosotros, ¿qué noticias
-puede darnos? En cambio, el que regresa puede
-darnos informes interesantes y provechosos.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Gómez Carrillo comenta, y me dedica sus comentarios,
-el nuevo «sport» á que se han entregado
-los elegantes de París. Novedad de retorno,
-como todas las novedades; porque en otros
-tiempos, cuando la fuerza física era plebeya y
-la cultura del espíritu noble&mdash;tiempos hubo en
-que fué todo lo contrario, y así va el mundo,&mdash;fueron
-muchos los grandes señores y damas aficionados
-á representar comedias. Luis XIV dignábase
-danzar en los intermedios de algunas farsas
-de Molière; María Antonieta representó, en
-lo más florido de su corte, «El matrimonio de
-Fígaro», con una inconsciencia propia de una
-cabecita que había de truncar la guillotina; Catalina
-de Rusia tuvo un teatro en su palacio y
-dejó todo un repertorio de obras, si no escrito,
-á lo menos inspirado por ella. Claro es que entonces
-no hacían lucro los señores de sus gracias
-y de sus aficiones; como tampoco lo hacían
-de los productos de sus fincas y de sus tierras.<span class="pagenum"><a name="Page_290" id="Page_290">[290]</a></span>
-Pero ahora, cuando escudos nobiliarios son el
-mejor anuncio de un vino ó de unas conservas,
-¿por qué no ha de sacarse producto de todo?</p>
-
-<p>Dolencia del siglo es el «exhibicionismo». La
-prensa moderna, causa ó efecto de este gran
-impudor público, con sus informaciones íntimas,
-con sus fotograbados, con su persecución incesante
-de la actualidad en todas las esferas sociales,
-nos ha quitado á todos la «miaja» de vergüenza
-que nos hacía reservar ciertas gracias
-para el sagrado de la intimidad. Ahora, cuando
-la gran señora y el noble caballero saben que
-todo el mundo ha de saber si pintan, si esculpen,
-si representan comedias, si voltean sobre
-un caballo ó si hacen cuadros plásticos en familia,
-¿por qué no solicitar directamente el aplauso
-y la admiración? Y como el dinero es la medida
-y tasa de todo, ¿cómo no buscar en el dinero la
-verdad de ese aplauso y de esa admiración?</p>
-
-<p>En los primeros momentos podrá perjudicar
-á los verdaderos artistas la invasión de los nobles
-actores, pero pronto vendrá el desengaño.
-El verdadero público no es adulador. Sabido es
-el caso de aquella dama de continuo celebrada
-de hermosa entre las hermosas por cuantos formaban
-su círculo, y como un día quiso probar<span class="pagenum"><a name="Page_291" id="Page_291">[291]</a></span>
-el atractivo de su hermosura en lugar donde se
-cotiza sin galanterías, padeció el más cruel desengaño.
-Á todas las sacaban á bailar menos á
-ella. Al otro día despidió con cajas destempladas
-á todos sus adoradores. El público se encargará
-de desengañar á muchos de estos artistas,
-y si alguno triunfa con arte verdadero, ¡bien venido
-sea! Y aun los que destrozan las comedias...
-¡De todos modos habían de destrozarlas, con su
-charla y su crítica insustancial, desde sus palcos
-ó desde sus butacas. En el escenario, siquiera
-pueden aprender lo que cuesta divertir á un público.
-Algo más que disponer una comida ó una
-«soirée». Todos debiéramos ser un rato algo de
-todo. Una indulgencia y una tolerancia universal
-harían entonces del mundo un Paraíso; algo
-aburrido, eso sí, como todos los paraísos.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img13.jpg" width="50" height="49" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_293" id="Page_293">[293]</a></span></p>
-
-<h2>XLI</h2>
-
-
-<p>Muy próxima la fecha en que ha de celebrarse
-en la República Argentina el Centenario de
-su Independencia, no se advierte, en las esferas
-oficiales ni en las particulares, señal alguna de
-preparativos para la representación lucida de
-España en tan señalada fiesta. Desdicha es que
-siempre cuidados propios nos impidan estar
-con toda tranquilidad de espíritu y holgura de
-bolsillo necesarias para asistir á fiestas ajenas;
-pero pocas veces, como en esta ocasión, era
-preciso sobreponerse á todo y hacer lo que se
-debe; aunque se debiera lo que se hiciese, como
-dijo el clásico.</p>
-
-<p>Cuando tan traída y tan llevada anda nuestra
-reputación por esos mundos, era más urgente
-demostrar á todos que la vida política no es
-toda la vida española. Nuestra industria y nuestro
-arte pueden hacer un brillante papel en la
-Argentina; pero de nada servirá algún esfuerzo
-y algún alarde aislados sin la iniciativa y la<span class="pagenum"><a name="Page_294" id="Page_294">[294]</a></span>
-protección oficiales. Queda poco tiempo; no
-hay que malgastarlo en nombrar comisiones.
-Piensen todos que sobre la América española,
-toda Europa y América del Norte tienen puestos
-sus ojos y sus manos, y entre todos tienden á
-desespañolizarla. Hasta ahora tuvimos en los naturales
-la mejor defensa. Pero ¿vamos á pedirles
-que sean más papistas que el Papa? Si nosotros,
-que tenemos allí mucho en qué comerciar y
-mucho que explotar, no nos acordamos de ellos,
-¿van ellos á acordarse de nosotros, si para nada
-nos necesitan?</p>
-
-<p>El que España figure dignamente, á costa de
-todos los sacrificios, en el Centenario de la Independencia
-argentina, es de un interés del que
-no se han dado cuenta nuestros gobiernos. Algo
-más importante que unas elecciones.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>Hoy empezará sus representaciones el «Teatro
-para los niños». Nada diré de sus principios,
-por tener yo tanta parte en ellos. Otros autores
-vendrán después que justifiquen el elogio. Por
-ahora, baste con alabar la intención y agradecer á
-la compañía del teatro y á su director, Fernando<span class="pagenum"><a name="Page_295" id="Page_295">[295]</a></span>
-Porredón, el entusiasmo, la fe ciega, el desinterés
-absoluto, puestos al servicio de la idea. En
-compañías de pretensiones y en empresas de
-fuste no es tan fácil encontrar todo eso.</p>
-
-<p>No se aspira á la perfección, ni mucho menos;
-es un ensayo, un modesto ensayo de un teatro
-en que los niños no oirán ni verán nada que
-pueda empañar la limpidez de su corazón ni de
-su inteligencia. No saldrán de allí con adquisiciones
-preciosas en su vocabulario, como «la
-vértiga», «la órdiga» y otras expresiones. No
-se iniciarán en los encantos del garrotín y del
-molinete.</p>
-
-<p>Si la idea fracasara y yo tuviera la conciencia
-de que no era por culpa mía ni de cuantos han
-de ayudar y servir en la empresa, hago voto solemne
-de escribir, en desagravio de mi error y
-agravio del ajeno, «Una cachunda» de gran espectáculo,
-que dedicaré á cuantas y á cuantos
-se lamentan de la inmoralidad en el teatro.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>En Alemania, tan atenta á la reproducción y
-á la cría de la raza humana, se proyecta una ley
-encaminada á su selección, impidiendo contraigan<span class="pagenum"><a name="Page_296" id="Page_296">[296]</a></span>
-matrimonio los individuos que padecen enfermedades
-hereditarias ó incurables.</p>
-
-<p>En verdad, que cuando todo se cultiva, se
-selecciona y se mejora por el cultivo ó el cruce,
-en las especies vegetales y animales sólo al
-hombre se le permite la más inculta espontaneidad
-en su reproducción.</p>
-
-<p>El «fetiche» de la espiritualidad del amor&mdash;espiritualidad
-que es sólo una coquetería más
-del celo&mdash;ha impedido hasta ahora la intervención
-de la Ciencia en los matrimonios desiguales
-y disparatados.</p>
-
-<p>El remedio no será todo lo eficaz que la ley
-se propone, porque fuera de la ley, justamente,
-queda siempre el más vasto campo al amor, y
-¡cualquiera le pone puertas al campo! Pero algo
-podrá conseguirse ¿Otro remedio más eficaz? No
-es este lugar para exponer algunas atrevidas
-consideraciones sobre este asunto. Algún día las
-expondré con entera libertad en un libro ó
-folleto, ó lo que salga, con espanto de muchos,
-como todas las verdades.</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_297" id="Page_297">[297]</a></span></p>
-
-<p>Oído en el día de las últimas elecciones para
-concejales:</p>
-
-<p>Un cochero de punto ve pasar desde su pescante
-á un compañero, fuera de servicio y algo
-apuntado de bebida.</p>
-
-<p>&mdash;¡Eh! ¿Estás de fiesta? ¿Adonde vas?</p>
-
-<p>&mdash;¡Á votar!</p>
-
-<p>&mdash;¡Á votar, tú! ¿Á quién?</p>
-
-<p>&mdash;¿Á quién ha de ser? Á los socialistas; á los
-hijos del trabajo... ¡Yo soy también un hijo del
-trabajo! Sólo que yo estoy reñido con mi
-padre.</p>
-
-<div class="figcenter" style="width: 50px;">
-<img src="images/img14.jpg" width="50" height="49" alt="" />
-</div>
-
-<hr class="chap2" />
-</div>
-
-
-
-
-<div class="chapter">
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_299" id="Page_299">[299]</a></span></p>
-
-<h2>XLII</h2>
-
-
-<p>Ya pareció Maese Reparos; y ¿cómo pudiera
-faltar? Con motivo de la inauguración del Teatro
-para los niños, hay quien advierte que los
-niños están mejor en el campo que en el teatro.
-¿De veras? ¿Creen ustedes que yo lo había
-puesto en duda por un momento? Sólo que...
-¿Campo en Madrid y en invierno? Yo sólo creía
-que, dado el egoísmo de ciertos padres, incapaces
-de privarse de un espectáculo impropio
-de niños y capaces de llevarlos al teatro, lo
-mismo á un terrible drama con su buen adulterio,
-que á una comedia de malas costumbres,
-que á una chulería del género chico, donde nada
-bueno pueden oir los muchachos, siempre sería
-preferible que existiera un teatro en que, aunque
-por sistema no se moralice, nada se oiga al
-menos que pueda manchar, esta es la palabra,
-el espíritu de los niños.</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="Page_300" id="Page_300">[300]</a></span></p>
-
-<p>No es que yo considere ese teatro como remedio
-de todos los males; supongamos que es
-un mal menor: ya será algo. Pero, francamente,
-de eso á que unos cuantos señores, á quienes
-nunca se les ocurrió protestar por ver á los niños
-en otros teatros, nos vengan ahora con la
-monserga del campo y del aire puro, á propósito
-del Teatro para los niños, hay la distancia
-del criticarlo todo al hacer algo, aunque sea
-poco. Yo no me considero un héroe ni un bienhechor
-de la humanidad por haber patrocinado
-ese teatro, pero tampoco es para que se me
-considere como un malhechor. Con menos trabajo
-y menos entusiasmo, un par de piezas sicalípticas
-me dejarían más en limpio. ¡Bello
-país! ¡Cuántas veces hubiera uno emigrado si
-no hubiera uno aprendido á despreciar desde
-muy joven!</p>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>¡Vaya si está vidriosa nuestra moralidad! La
-gente se ha indignado mucho con un torero que
-fué ídolo de una tarde&mdash;¡cómo le gustan á Madrid
-los ídolos de un día!&mdash;por creerle culpable
-del suicidio de una señorita mejicana. Nunca he<span class="pagenum"><a name="Page_301" id="Page_301">[301]</a></span>
-creído en el poder de seducción de los hombres,
-que, por lo regular, siempre predican á convencidas;
-pero en este caso, y según referencias,
-mucho menos. La señorita había mostrado
-grandes deseos de conocer al torero; la señorita
-aceptó una invitación para asistir á una
-juerga, y la señorita... se llamó después á engaño.
-¡Caramba con la señorita!</p>
-
-<p>Siempre es bueno recordar aquellos versos
-del maestro Tirso de Molina:</p>
-
-<div class="poetry-container"><div class="poem"><div class="stanza">
-<div class="verse i2">«Yo aseguro,</div>
-<div class="verse i0">si como echa á galeras la justicia</div>
-<div class="verse i0">los forzados, echara las forzadas...</div>
-<div class="verse i0">que hubiera menos, y esas más honradas.»</div>
-</div></div></div>
-
-<p class="asterism">*&nbsp;&nbsp;*&nbsp;&nbsp;*</p>
-
-<p>El que ha ido bien despachado en las oraciones
-fúnebres ha sido el rey Leopoldo de Bélgica.
-Si por historia puede tenerse el juicio apasionado
-de los contemporáneos, no ha sido tardío
-para él el fallo de la historia.</p>
-
-<p>Y ¿por qué tanto rigor? Por enamorado. ¡Bah!
-Hubo muchos grandes reyes que lo fueron mucho
-más y con mayor escándalo. ¿Por explotador
-del Congo? ¡Ah! ¿Será Inglaterra la que<span class="pagenum"><a name="Page_302" id="Page_302">[302]</a></span>
-pueda arrojarle la primera piedra? ¿Por administrador
-prudente de su capital? Pues qué, ¿no
-hemos censurado mil veces á los reyes pródigos
-y dilapidadores? ¿En qué quedamos? El papel
-de rey se va poniendo muy difícil. Lo cierto es
-que Bélgica ha prosperado bajo su reinado en
-industria, en comercio, en arte, y que el buen
-Leopoldo no merecía tanta severidad de los
-contemporáneos. Por fortuna, la historia tiene
-sus modas, y ya se sabe que cada cinco años
-las grandes figuras pasan á ser insignificantes,
-y viceversa. Hoy es moda presentar á Nerón
-como un monstruo, y mañana como á un excelente
-hombre. Un día escribe Voltaire su «Pucelle
-d'Orleans» con regocijo de todos, y á la
-vuelta de unos años se la canoniza. Todos hemos
-conocido estas alternativas de la historia
-con Don Pedro el Cruel, con Felipe II, con Isabel
-la Católica y otras grandes figuras, tan
-pronto admirables como despreciadas. En algo
-han de entretenerse los historiadores. Siempre
-hay nuevos documentos para la historia. Es natural.
-Pregunten ustedes por cualquiera de sus
-más íntimos amigos á su portero, á su criado, á
-otros amigos, á sus acreedores, etc. ¡Verán ustedes
-qué distintas versiones de su vida y costumbres!<span class="pagenum"><a name="Page_303" id="Page_303">[303]</a></span>
-Somos una serie de imágenes falsas y
-ridículas, como las múltiples fotografías de una
-vista cinematográfica. El pasar rápido por una
-luz poderosa es lo que puede darnos unidad y
-verosimilitud. ¡El cielo depare á los grandes
-hombres un buen manipulador!</p>
-
-
-<p class="no-indent center p2">FIN</p>
-
-<hr class="chap" />
-</div>
-
-
-
-
-
-
-
-
-<pre>
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of De Sobremesa; crónicas, Segunda Parte
-(de 5), by Jacinto Benavente
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK DE SOBREMESA; CRÓNICAS ***
-
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-
-
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-
-</body>
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+++ /dev/null
Binary files differ
diff --git a/old/55038-h/images/img19.jpg b/old/55038-h/images/img19.jpg
deleted file mode 100644
index 336ddd8..0000000
--- a/old/55038-h/images/img19.jpg
+++ /dev/null
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