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If you are not located in the United States, you'll -have to check the laws of the country where you are located before using -this ebook. - - - -Title: El Quijote apócrifo - -Author: Alonso Fernández de Avellaneda - -Release Date: December 9, 2019 [EBook #60884] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL QUIJOTE APÓCRIFO *** - - - - -Produced by Ramon Pajares Box and the Online Distributed -Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was -produced from images generously made available by Biblioteca -Digital Hispánica/Biblioteca Nacional de España.) - - - - - - -NOTA DE TRANSCRIPCIÓN - - * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se - han convertido a MAYÚSCULAS. - - * Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar. - - * Se ha respetado la ortografía del original, que difiere - apreciablemente de la actual. - - * No se han normalizado las variantes a la grafía de mayor - frecuencia, pero se han completado los emparejamientos de comillas, - paréntesis, admiraciones e interrogaciones. - - * Las erratas declaradas al comienzo del volumen se han incorporado - al cuerpo principal del texto. - - * Las notas a pie de página se han renumerado y colocado al final - del párrafo que contiene la llamada. - - - - - EL QUIJOTE APOCRIFO - - COMPUESTO POR EL LICENCIADO - ALONSO FERNÁNDEZ DE AVELLANEDA - NATURAL DE TORDESILLAS - - - EDICIÓN - CUIDADOSAMENTE COTEJADA CON LA ORIGINAL, - PUBLICADA - EN TARRAGONA EN 1614. - - - [Ilustración] - - - MCMV - BARCELONA: LIBRERÍA CIENTÍFICO-LITERARIA - TOLEDANO LÓPEZ & C.ª - 4, Elisabets, 4 - - - - -ERRATAS QUE SE HAN NOTADO - - - PÁG. LÍNEA DICE LÉASE - - _6_ _5_ _Galera_ _Galatea_ - _8_ _29_ _guia_ _Guia_ - _257_ _3_ _come_ _como_ - - - - -[Ilustración: FACSÍMILE DE LA PORTADA DE LA PRIMERA EDICIÓN.] - - SEGVNDO - TOMO DEL - INGENIOSO HIDALGO - DON QVIXOTE DE LA MANCHA, - que contiene su tercera salida: y es la - quinta parte de sus auenturas. - - _Compuesto por el Licenciado Alonso Fernandez de - Auellaneda, natural de la Villa de - Tordesillas._ - - Al Alcalde, Regidores, y hidalgos, de la noble - villa del Argamesilla, patria feliz del hidalgo - Cauallero Don Quixote - de la Mancha. - - - Con Licencia, En Tarragona en casa de Felipe - Roberto, Año 1614. - - - - -[Ilustración: FACSÍMILE DE LA PORTADA DE LA EDICIÓN DE 1732.] - - VIDA, Y HECHOS - DEL INGENIOSO HIDALGO - DON QUIXOTE - DE LA MANCHA. - QUE CONTIENE SU QUARTA SALIDA, - Y ES LA QUINTA PARTE DE SUS AVENTURAS. - - _COMPUESTO POR EL LICENCIADO ALONSO FERNANDEZ - de Avellaneda, natural de la Villa de Tordesillas._ - - PARTE II. TOMO III. - - _NUEVAMENTE AÑADIDO, Y CORREGIDO EN ESTA - Impression, por el Licenciado Don Isidro Perales y Torres._ - - DEDICADA, AL ALCALDE, REGIDORES, HIDALGOS, - de la Noble Villa de Argamesilla, Patria feliz del Hidalgo Cavallero - Don Quixote de la Mancha. - - Año 1732. - - CON PRIVILEGIO: - - EN MADRID. Acosta de Juan Oliveras, Mercader de Libros, Heredero de - Francisco Lasso. Se hallará en su casa enfrente de San Phelipe el Real. - - - - -Por comision del señor dotor Francisco de Torme y de Liori, Canonigo -de la santa Iglesia de Tarragona, Oficial y Vicario general, por el -ilustrísimo y reverendisimo señor don Juan de Moncada, Arçobispo de -Tarragona y del Consejo de su Magestad: he leydo yo Raphael Orthoneda, -dotor en santa Theologia, el libro intitulado Segundo tomo del -ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, compuesto por el Licenciado -Alonso Fernandez de Avellaneda, y me parece que no contiene cosa -deshonesta ni prohibida, por lo cual no se deba imprimir, y que es -libro curioso y de entretenimiento; y por tanto lo firmo de mi mano, -hoy á 18 de Abril del año de 1614. - - _El Dotor Raphael Orthoneda._ - - -_Nos el dotor Francisco de Torme y de Liori, Canonigo de la Santa -Iglesia de Tarragona y por el ilustrisimo y Reverendisimo señor don -Juan de Moncada por la gracia de Dios Arçobispo de Tarragona y del -Consejo de su Magestad, en el Espiritual y temporal, Vicario general -y Oficial. Atendida la relacion del dotor Raphael Orthoneda, á quien -comitimos que viese y examinase este libro que se intitula Segundo -tomo de don Quixote de la Mancha, compuesto por el Licenciado Alonso -Fernandez de Avellaneda que no contiene cosa deshonesta, ni prohibida, -damos y otorgamos licencia que se pueda imprimir y vender en este -Arçobispado, Fecha de nuestra propia mano en la dicha ciudad de -Tarragona á 4 de Julio, 1614._ - - El dotor y canonigo Francisco de Torme y de Liori, - Vicar. Gen. y Offi. - - - - - AL ALCALDE, - REGIDORES Y HIDALGOS DE LA NOBLE VILLA - DEL ARGAMESILLA DE LA MANCHA, - PATRIA FELIZ DEL HIDALGO CABALLERO DON - QVIXOTE, LUSTRE DE LOS PROFESORES - DE LA CABALLERIA ANDANTESCA. - - -Antigua es la costumbre de dirigirse los libros de las excelencias y -hazañas de algun hombre famoso á las patrias ilustres que como madres -los criaron y sacaron á luz, y aun competir mil ciudades sobre cual -lo habia de ser de un buen ingenio y grave personage; y como lo sea -tanto el hidalgo caballero don Quixote de la Mancha (tan conocido en -el mundo por sus inauditas proezas) justo es, para que lo sea tambien -esa venturosa villa que vs. ms. rigen, patria suya y de su fidelisimo -escudero Sancho Pança, dirigirles esta Segunda Parte, que relata las -vitorias del uno y buenos servicios del otro, no menos invidiados que -verdaderos. Reciban pues vs. ms. baxo de su manchega proteccion el -libro y el celo de quien, contra mil detracciones le ha trabajado, -pues lo merece por él y por el peligro á que su autor se ha puesto, -poniendole en la plaça del vulgo, que es dezir en los cuernos de un -toro indomito, etc. - - - - -PROLOGO - - -Como casi es comedia la historia de Don Quixote de la Mancha, no puede -ni debe ir sin prologo; y asi sale al principio desta segunda parte -de sus hazañas este, menos cacareado y agresor de sus lectores que el -que á su primera parte puso Miguel de Cervantes Saavedra y más humilde -que el que segundó en sus novelas, más satíricas que exemplares, si -bien no poco ingeniosas. No le pareceran á él lo son las razones desta -historia, que se prosigue con la autoridad que él la començó, y con -la copia de fieles relaciones que á su mano llegaron (y digo mano, -pues confiesa de sí que tiene sola una; y hablando tanto de todos, -hemos de dezir del que, como soldado tan viejo en años cuanto moço en -brios, tiene más lengua que manos) pero quexese de mi trabajo por la -ganancia que le quito de su segunda parte; pues no podrá, por lo menos, -dexar de confesar tenemos ambos un fin, que es desterrar la perniciosa -licion de los vanos libros de caballerias, tan ordinaria en gente -rustica y ociosa; si bien en los medios diferenciamos; pues él tomó -por tales el ofender á mí; y particularmente á quien tan justamente -celebran las naciones más extrangeras, y la nuestra debe tanto, por -haber entretenido honestisima y fecundamente tantos años los teatros -de España con estupendas é inumerables comedias, con el rigor del arte -que pide el mundo, y con la seguridad y limpieza que de un ministro del -Santo Ofizio se debe esperar. - -No solo he tomado por medio entremesar la presente comedia con las -simplicidades de Sancho Pança, huyendo de ofender á nadie ni de hazer -ostentacion de sinonomos voluntarios, si bien supiera hazer lo segundo, -y mal lo primero; solo digo que nadie se espante de que salga de -diferente autor esta segunda parte, pues no es nuevo el proseguir una -historia diferentes sugetos. ¿Cuantos han hablado de los amores de -Angelica y de sus sucesos? Las Arcadias, diferentes las han escrito, la -Diana no es toda de una mano. Y pues Miguel de Cervantes es ya de viejo -como el castillo de San Cervantes, y por los años tan mal contentadizo, -que todo y todos le enfadan, y por ello está tan falto de amigos, que -cuando quisiera adornar sus libros con sonetos campanudos, habia de -ahijarlos (como él dize) al Preste Juan de las Indias ó al emperador de -Trapisonda, por no hallar titulo quiças en España que no se ofendiera -de que tomara su nombre en la boca, con permitir tantos vayan los -suyos en los principios de los libros del autor de quien murmura, y -plegue á Dios aun dexe, ahora que se ha acogido á la Iglesia y sagrado: -Contentese con su Galatea y comedias en prosa; que eso son las más de -sus novelas: no nos canse. Santo Thomas, en la 2, 2, q. 36, enseña que -la invidia es tristeza del bien y aumento ageno, dotrina que la tomó -de san Juan Damasceno: á este vicio da por hijos S. Gregorio, en el -libr. 31, capit. 31 de la exposicion moral que hizo á la historia del -santo Job, al odio,[1] susurracion y detraccion del proximo, gozo de -sus pesares, y pesar de sus buenas dichas; y bien se llama este pecado -invidia _a non videndo, quia invidus non potest videre bona aliorum_: -efectos todos tan infernales como su causa, tan contrarios á los de la -caridad cristiana, de quien dixo san Pablo, I. Corint., 13. _Charitas -patiens est, benigna est, non emulatur, non agit perperam, non -inflatur, non est ambitiosa, congaudet veritati, etc._ Pero disculpa -los yerros[2] de su Primera Parte, en esta materia, el haberse escrito -entre los de una carcel; y asi no pudo dexar de salir tiznada dellos, -ni salir menos que quexosa, murmuradora, impaciente y colerica, cual lo -estan los encarcelados. En algo diferencia esta parte, de la primera -suya; porque tengo opuesto humor tambien al suyo; y en materia de -opiniones en cosas de historia, y tan autentica como esta, cada cual -puede echar por donde le pareciere; y más dando para ello tan dilatado -campo la cafila de los papeles que para componerla he leido, que son -tantos como los que he dexado de leer. - - [1] Tanto en la edición de Tarragona como en la hecha en Madrid - en 1732 se lee _aludio_. - - [2] En la primera edición, _hierros_. - -No me murmure nadie de que se permitan impresiones de semejantes -libros, pues este no enseña á ser deshonesto, sino á no ser loco; y -permitiendose tantas Celestinas, que ya andan madre y hija por las -plaças, bien se puede permitir por los campos un Don Quixote y un -Sancho Pança, á quienes jamas se les conoció vicio; antes bien buenos -deseos de desagraviar huerfanas y deshazer tuertos, etc. - - - - -DE PERO FERNANDEZ - -SONETO - - - Maguer que las mas altas fechorias - homes requieren doctos e sesudos, - e yo soy el menguado entre los rudos, - de buen talante escribo á mas porfias. - Puesto que habia una sin fin de dias - que la fama escondia en libros mudos - los fechos mas sin tino y cabeçudos - que se han visto de Illescas hasta Olias; - yo vos endono, nobles leyenderos, - las segundas sandeces sin medida - del manchego fidalgo Don Quixote, - para que escarmenteis en sus aceros; - que el que correr quisiere tan al trote, - non puede haber mejor solaz de vida. - - - - - QUINTA PARTE DEL INGENIOSO - HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA - Y DE SU ANDANTESCA - CABALLERIA[3] - - [3] El primer volumen del Quijote de Cervantes, se publicó - dividido en cuatro partes, de extensión muy desigual. Estas - divisiones desaparecieron cuando estuvo la obra completa. - Avellaneda se ajusta al plan primitivo de Cervantes y divide el - libro en tres partes. - - - - -CAPITULO PRIMERO - -De como don Quixote de la Mancha volvió á sus desvanecimientos de -caballero andante, y de la venida á su lugar del Argamesilla ciertos -caballeros granadinos. - - -El sabio Alisolan, historiador no menos moderno que verdadero, dize -que, siendo expelidos los moros agarenos de Aragon, de cuya nacion él -decendia, entre ciertos anales de historias halló escrita en arabigo la -tercera salida que hizo del lugar del Argamesilla el invicto hidalgo -don Quixote de la Mancha, para ir á unas justas que se hazian en la -insigne ciudad de Çaragoça, y dize desta manera. Despues de haber sido -llevado don Quixote por el Cura y el Barbero y la hermosa Dorotea á -su lugar en una jaula, con Sancho Pança, su escudero, fue metido en -un aposento con una muy gruesa y pesada cadena al pie; adonde, no con -pequeño regalo de pistos y cosas conservativas y sustanciales, le -volvieron poco á poco a su natural juizio; y para que no volviese á -los antiguos desvanecimientos de sus fabulosos libros de caballerias, -pasados algunos dias de su encerramiento, empezó con mucha instancia á -rogar á Madalena, su sobrina, que le buscase algun buen libro en que -poder entretener aquellos setecientos años que él pensaba estar en -aquel duro encantamiento; la cual, por consejo del cura Pedro Perez -y de maese Nicolas, barbero, le dió un Flos Sanctorum, de Villegas, -y los Evangelios y Epistolas de todo el año en vulgar, y la Guia de -pecadores, de fray Luis de Granada; con la cual licion, olvidandose -de las quimeras de los caballeros andantes, fue reducido dentro -de seis meses á su antiguo juizio, y suelto de la prision en que -estaba. Començó tras esto á ir á misa con su rosario en las manos, con -las Horas de nuestra Señora, oyendo tambien con mucha atencion los -sermones; de tal manera, que ya todos los vecinos del lugar pensaban, -que totalmente estaba sano de su accidente, y daban muchas gracias á -Dios, sin osarle dezir ninguno (por consejo del Cura) cosa de las que -por él habian pasado. Ya no le llamaban don Quixote, sino el señor -Martin Quijada, que era su propio nombre; aunque en ausencia suya -tenian algunos ratos de pasatiempo con lo que dél se dezia, y de que -se acordaban todos, como lo del rescatar ó libertar los galeotes, lo -de la penitencia que hizo en Sierra Morena, y todo lo demas que en -las primeras partes de su historia se refiere. Sucedió pues en este -tiempo, que, dandola á su sobrina, el mes de agosto, una calentura -de las que los fisicos llaman efimeras, que son de veinte y cuatro, -horas, el accidente fue tal, que dentro dese tiempo la sobrina Madalena -murió quedando el buen hidalgo solo y desconsolado; pero el Cura le -dió una harto devota vieja y buena cristiana, para que la tuviese en -casa, le guisase la comida, le hiziese la cama, y acudiese á lo demas -del servicio de su persona, y para que, finalmente, les diese aviso á -él ó al Barbero de todo lo que don Quixote hiziese ó dixese dentro ó -fuera de casa, para ver si volvia á la necia porfia de su caballeria -andantesca. Sucedió pues en este tiempo que un dia de fiesta, despues -de comer, que hazia un calor excesivo, vino á visitarle Sancho Pança, -y hallandole en su aposento leyendo el Flos Sanctorum, le dixo: ¿Que -haze, señor Quijada? ¿Como va? ¡Oh Sancho! dixo don Quixote, seas -bien venido: sientate aqui un poco; que á fe que tenia harto deseo de -hablar contigo. ¿Que libro es ese, dixo Sancho, en que lee su mercé? -¿Es de algunas caballerias como aquellas en que nosotros anduvimos -tan neciamente el otro año? Lea un poco por su vida, á ver si hay -algun escudero que medrase mejor que yo; que por vida de mi sayo, -que me costó la burla de la caballeria más de veinte y seis reales, -mi buen Rucio, que me hurtó Ginesillo, el buena voya, y yo me quedé -tras todo eso sin ser rey ni Roque, si ya estas carnestoliendas no -me hazen los muchachos rey de los gallos: en fin, todo mi trabajo -ha sido hasta agora en vano. No leo, dixo don Quixote, en libro de -caballerias; que no tengo alguno: pero leo en este Flos Sanctorum, -que es muy bueno. ¿Y quien fue ese Flas Sanctorum? replicó Sancho; -¿fue rey, ó algun gigante de aquellos que se tornaron molinos ahora -un año? Todavia, Sancho, dixo don Quixote, eres necio y rudo. Este -libro trata de las vidas de los santos, como de san Lorenço, que fue -asado; de san Bartolome, que fue desollado; de santa Catalina, que -fue pasada por la rueda de las navajas; y asimismo de todos los demas -santos y martires de todo el año. Sientate, y leerte hé la vida del -santo que hoy, á 20 de agosto, celebra la Iglesia, que es san Bernardo. -Par Dios, dixo Sancho, que yo no soy amigo de saber vidas agenas, y -más de mala gana me dexaria quitar el pellejo ni asar en parrillas. -Pero digame: ¿á san Bartolome quitaronle el pellejo, y á san Lorenço -pusieronle á asar despues de muerto ó acabando de vivir? ¡Oigan que -necedad! dixo don Quixote: vivo desollaron al uno, y vivo asaron al -otro. ¡Oh, hi de puta, dixo Sancho, y como les escoceria! Pardiobre, -no valia yo un higo para Flas Santorum; rezar de rodillas media dozena -de credos, vaya enhorabuena; y aun ayunar, como comiese tres vezes al -dia razonablemente, bien lo podria llevar. Todos los trabajos, dixo -don Quixote, que padecieron los santos que te he dicho, y los demas -de quien trata este libro, los sufrian ellos valerosamente por amor -de Dios, y asi ganaron el reino de los cielos. A fe, dixo Sancho, -que pasamos nosotros, ahora un año, hartos desafortunios para ganar -el reino Micomicon, y nos quedamos hechos micos; pero creo que v. m. -querrá ahora que nos volvamos santos andantes para ganar el paraiso -terrenal. Mas dexado esto aparte, lea, y veamos la vida que dize, de -san Bernardo. Leyola el buen hidalgo, y á cada hoja le dezia algunas -cosas de buena consideracion, mezclando sentencias de filosofos, -por donde se descubria ser hombre de buen entendimiento y de juizio -claro, si no le hubiera perdido por haberse dado sin moderacion á leer -libros de caballerias, que fueron la causa de todo su desvanecimiento. -Acabando don Quixote de leer la vida de san Bernardo, dixo: ¿Que te -parece, Sancho? ¿Has leido santo que más aficionado fuese á nuestra -Señora que este? ¿Más devoto en la oracion, más tierno en las lagrimas -y más humilde en obras y palabras? A fe, dixo Sancho, que era santo -de chapa: yo le quiero tomar por devoto de aqui adelante, por si me -viere en algun trabajo (como aquel de los batanes de marras ó manta -de la venta), y me ayude, ya que v. m. no pudo saltar las bardas del -corral. ¿Pero sabe, señor Quijada, que me acuerdo que el domingo -pasado llevó el hijo de Pedro Alonso, el que anda á la escuela, un -libro debaxo de un arbol, junto al molino, y nos estuvo leyendo -más de dos horas en él? El libro es lindo á las mil maravillas, y -mucho mayor que ese Flas Santorum, tras que tiene al principio un -hombre armado en su caballo, con una espada más ancha que esta mano, -desenvainada, y da en una peña un golpe tal, que la parte por medio, -de un terrible porrazo, y por la cortadura sale una serpiente, y él -le corta la cabeça. ¡Este sí, cuerpo non de Dios, que es buen libro! -¿Como se llama? dixo don Quixote; que si yo no me engaño, el muchacho -de Pedro Alonso creo que me le hurtó ahora un año, y se ha de llamar -Don Florisbian de Candaria, un caballero valerosisimo, de quien -trata, y de otros valerosos, como son Almiral de Çuazia, Palmerin -del Pomo, Blastrodas de la Torre y el gigante Maleorte de Bradanca, -con las dos famosas encantadoras Zuldasa y Dalfadea. A fe que tiene -razon, dixo Sancho; que esas dos llevaron á un caballero al castillo -de no sé como se llama. De Azefaros, dixo don Quixote. Si, á la fe; -y que si puedo, se lo tengo de hurtar, dixo Sancho, y traerle acá el -domingo para que leamos; que aunque no sé leer, me alegro mucho en -oir aquellos terribles porrazos y cuchilladas que parten hombre y -caballo. Pues, Sancho, dixo don Quixote, hazme plazer de traermele; -pero ha de ser de manera que no lo sepa el Cura ni otra persona. Yo -se lo prometo, dixo Sancho, y aun esta noche, si puedo, tengo de -procurar traersele debaxo de la halda de mi sayo; y con esto quede -con Dios; que mi muger me estará aguardando para cenar. Fuese Sancho, -y quedó el buen hidalgo levantada la mollera con el nuevo refresco -que Sancho le traxo á la memoria, de las desvanecidas caballerias. -Cerró el libro, y començó á pasearse por el aposento, haziendo en su -imaginacion terribles quimeras, trayendo á la fantasia todo aquello -en que solia antes desvanecerse. En esto tocaron á visperas, y él, -tomando su capa y rosario, se fue á oirlas con el Alcalde, que vivia -junto á su casa; las cuales acabadas, se fueron los alcaldes, el Cura, -don Quixote y toda la demas gente de cuenta del lugar á la plaça, y -puestos en corrillo, començaron á tratar de lo que más les agradaba. -En este punto vieron entrar por la calle principal en la plaça cuatro -hombres principales á caballo, con sus criados y pajes, y doze lacayos -que traian doze caballos del diestro ricamente enjaezados; lo cual -visto por los que en la plaça estaban, aguardaron un poco á ver que -seria aquello, y entonces dixo el Cura, hablando con don Quixote: Por -mi santiguada, señor Quijada, que si esta gente viniera por aqui hoy -haze seis meses, que á v. m. le pareciera una de las más extrañas y -peligrosas aventuras que en sus libros de caballerias habia jamas oido -ni visto; y que imaginara v. m. que estos caballeros llevarian alguna -princesa de alta guisa forçada; y que aquellos que ahora se apean eran -cuatro descomunales gigantes, señores del castillo de Bramiforan, el -encantador. Ya todo eso, señor licenciado, dixo don Quixote, es agua -pasada, con la cual, como dizen, no puede moler molino, mas lleguemonos -hazia ellos á saber quien son; que si yo no me engaño, deben de ir á -la corte á negocios de importancia, pues su trage muestra ser gente -principal. Llegaronse todos á ellos, y hecha la debida cortesia, el -Cura, como más avisado, les dixo de esta manera: Por cierto, señores -caballeros, que nos pesa en extremo que tanta nobleza haya venido á -dar cabo en un lugar tan pequeño como este, y tan desapercibido de -todo regalo y buen acogimiento, como vs. ms. merecen; porque en él no -hay meson ni posada capaz de tanta gente y caballos como aqui vienen; -mas con todo, estos señores y yo, si de algun provecho fueremos, y -vs. ms. determinaren de quedar aqui esta noche, procuraremos que se -les dé el mejor recado que ser pudiere. El uno de ellos, que parecia -ser el más principal, le rindió las gracias, diziendo en nombre de -todos: En extremo, señores, agradecemos esa buena voluntad que sin -conocernos se nos muestra, y quedaremos obligados con muy justa razon á -agradecer y tener en memoria tan buen deseo. Nosotros somos caballeros -granadinos, y vamos á la insigne ciudad de Çaragoça á unas justas que -alli se hazen; que teniendo noticia que es su mantenedor un valiente -caballero, nos habemos dispuesto á tomar este trabajo, para ganar en -ellas alguna honra, la cual sin él es imposible alcançarse. Pensabamos -pasar dos leguas más adelante; pero los caballos y gente vienen algo -fatigada, y asi nos pareció quedar aqui esta noche, aunque hayamos de -dormir sobre los poyos de la iglesia, si el señor Cura diere licencia -para ello. Uno de los alcaldes, que sabia más de segar y de uncir las -mulas y bueyes de su labrança, que de razones cortesanas, le dixo: No -se les dé nada á sus mercedes; que aqui les haremos merced de alojarles -esta noche; que sietecientas vezes al año tenemos capitanias de otros -mayores fanfarrones que ellos, y no son tan agradecidos y bien hablados -como vs. ms. son; y á fe que nos cuesta al Concejo más de noventa -maravedis por año. El Cura, por atajarle que no pasase adelante con -sus necedades, les dixo: vs. ms., mis señores, han de tener paciencia; -que yo les tengo de alojar por mi mano, y ha de ser desta manera: -que los dos señores alcaldes se lleven á sus casas estos dos señores -caballeros con todos sus criados y caballos, y yo á v. m., y el señor -Quijada, á esotro señor; y cada uno, conforme sus fuerças alcançaren, -procure de regalar á su huesped; porque, como dizen, el huesped, quien -quiera que sea, merece ser honrado; y siendolo estos señores, tanta -mayor obligacion tenemos de servirles, siquiera porque no se diga que -llegando á un lugar de gente tan politica, aunque pequeño, se fueron á -dormir, como este señor dixo lo harian, á los poyos de la iglesia. Don -Quixote dixo á aquel que por suerte le cupo, que parecia ser el más -principal: Por cierto, señor caballero, que yo he sido muy dichoso en -que v. m. se quiera servir de mi casa, que, aunque es pobre de lo que -es necesario para acudir al perfeto servicio de un tan gran caballero, -será á lo menos muy rica de voluntad, la cual podrá v. m. recebir sin -más ceremonias. Por cierto, señor hidalgo, respondió el caballero, que -yo me tengo por bien afortunado en recebir merced de quien tan buenas -palabras tiene, con las cuales es cierto conformarán las obras. Tras -esto, despidiendose los unos de los otros, cada uno con su huesped, se -resolvieron, al partir, en que tomasen un poco la mañana, por causa de -los excesivos calores que en aquel tiempo hazian. Don Quixote se fue á -su casa con el caballero que le cupo en suerte; y poniendo los caballos -en un pequeño establo, mandó á su vieja ama que adereçase algunas aves -y palominos, de que él tenia en casa no pequeña abundancia, para cenar -toda aquella gente que consigo traia; y mandó juntamente á un muchacho -llamase á Sancho Pança para que ayudase en lo que fuese menester en -casa; el cual vino al punto de muy buena gana. Entre tanto que la cena -se aparejaba, començaron á pasearse el caballero y don Quixote por el -patio, que estaba fresco; y entre otras razones le preguntó don Quixote -la causa que le habia movido á venir de tantas leguas á aquellas -justas, y como se llamaba: á lo cual respondió el caballero que se -llamaba don Alvaro Tarfe, y que decendia del antiguo linage de los -moros Tarfes de Granada, deudos cercanos de sus reyes, y valerosos por -sus personas, como se lee en las historias de los reyes de aquel reino, -de los Abencerrajes, Zegries, Gomeles y Muzas,[4] que fueron cristianos -despues que el Catolico rey Fernando ganó la insigne ciudad de Granada; -y ahora[5] esta jornada por mandado de un serafin en habito de muger, -el cual es reina de mi voluntad, objeto de mis deseos, centro de mis -suspiros, archivo de mis pensamientos, paraiso de mis memorias, y -finalmente, consumada gloria de la vida que poseo. Esta, como digo, me -mandó que partiese para estas justas, y entrase en ellas en su nombre, -y le truxese alguna de las ricas joyas y preseas que en premio se -les ha de dar á los venturosos aventureros vencedores; y voy cierto -y no poco seguro de que no dexaré de llevarsela; porque yendo ella -conmigo, como va dentro de mi coraçon, será el vencimiento infalible, -la vitoria cierta, el premio seguro, y mis trabajos alcançaran la -gloria que por tan largos dias he con tan inflamado afecto deseado. -Por cierto, señor don Alvaro Tarfe, dixo don Quixote, que aquella -señora tiene grandisima obligacion á corresponder á los justos ruegos -de v. m. por muchas razones. La primera, por el trabajo que toma v. -m. en hazer tan largo camino en tiempo tan terrible. La segunda, por -el ir por solo su mandado, pues con él, aunque las cosas sucedan al -contrario de su deseo, habrá cumplido con la obligacion de fiel amante, -habiendo hecho de su parte todo lo posible. Mas suplico á v. m. me dé -cuenta desa hermosa señora y de su edad y nombre, y del de sus nobles -padres. Menester era, respondió don Alvaro, un muy grande calapino para -declarar una de las tres cosas que v. m. me ha preguntado; y pasando -por alto las dos postreras, por el respeto que debo á su calidad, -solo digo de sus años que son diez y seis, y su hermosura tanta, que -á dicho de todos los que la miran aun con ojos menos apasionados que -los mios, afirman della no haber visto, no solamente en Granada, pero -ni en toda la Andaluzia, más hermosa criatura; porque, fuera de las -virtudes del animo, es sin duda blanca como el sol, las mexillas de -rosas recien cortadas, los dientes de marfil, los labios de coral, el -cuello de alabastro, las manos de leche, y finalmente, tiene todas las -gracias perfetisimas de que puede juzgar la vista; si bien es verdad -que es algo pequeña de cuerpo. Pareceme, señor don Alvaro, replicó don -Quixote, que no dexa esa de ser alguna pequeña falta; porque una de las -condiciones que ponen los curiosos para hazer á una dama hermosa es la -buena disposicion del cuerpo; aunque es verdad que esta falta muchas -damas la remedian con un palmo de chapin valenciano; pero quitado este, -que no en todas partes ni á todas horas se puede traer, parecen las -damas, quedando en çapatillas, algo feas, porque las basquiñas y ropas -de seda y brocados, que estan cortadas á la medida de la disposicion -que tienen sobre los chapines, les vienen largas de tal modo que -arrastran dos palmos por el suelo; y asi no dexará esto de ser alguna -pequeña imperfecion en la dama de v. m. Antes, señor hidalgo, dixo -don Alvaro, esa la hallo yo por una muy grande perfecion. Verdad es -que Aristoteles, en el cuarto de sus Eticas, entre las cosas que ha -de tener una muger hermosa cual él alli la describe, dize que ha de -ser de una disposicion que tire á lo grande; mas otros ha habido de -contrario parecer, porque la naturaleza, como dizen los filosofos, -mayores milagros haze en las cosas pequeñas que en las grandes[6]; y -cuando ella en alguna parte hubiese errado en la formacion de un cuerpo -pequeño, será más dificultoso de conocer el yerro, que si fuese hecho -en cuerpo grande. No hay piedra preciosa que no sea pequeña, y los -ojos de nuestros cuerpos son las partes más pequeñas que hay en él, y -son las más bellas y más hermosas; asi que mi serafin es un milagro de -la naturaleza, la cual ha querido darnos á conocer por ella como en -poco espacio puede recoger con su maravilloso artificio el inumerable -numero de gracias que puede produzir; porque la hermosura, como dize -Ciceron, no consiste en otra cosa que en una conveniente disposicion -de los miembros, que con deleite mueve los ojos de los otros á mirar -aquel cuerpo cuyas partes entre sí mesmas con una cierta ociosidad se -corresponden. Pareceme, señor don Alvaro, dixo don Quixote, que v. -m. ha satisfecho con muy sutiles razones á la objecion que contra la -pequeñez del cuerpo de su reina propuse; y porque me parece que ya -la cena por ser poca estará aparejada, suplico á v. m. nos entremos -á cenar; que despues sobre cena tengo un negocio de importancia que -tratar con v. m., como con persona que tan bien sabe hablar en todas -materias. - - [4] En la edición de 1614 y en la de 1732 dice _Mazas_. - - [5] Falta el verbo _hacía_, ú otro análogo. - - [6] En la primera edición: _haze las cosas pequeñas que las - grandes_. Lo mismo se lee en la edición de 1732. - - - - -CAPITULO II - -De las razones que pasaron entre don Alvaro Tarfe y don Quixote sobre -cena, y como le descubre los amores que tiene con Dulcinea del Toboso, -comunicandole dos cartas ridiculas: por todo lo cual el caballero cae -en la cuenta de lo que es don Quixote. - - -Despues de haber dado don Quixote razonablemente de cenar á su noble -huesped, por postre de la cena, levantados ya los manteles, oyó de sus -cuerdos labios las siguientes razones: Por cierto, señor Quijada, que -estoy en extremo maravillado de que en el tiempo que nos ha durado la -cena, he visto á v. m. algo diferente del que le ví cuando entré en su -casa; pues en la mayor parte della le he visto tan absorto y elevado en -no sé que imaginacion, que apenas me ha respondido jamas á proposito, -sino tan ad Ephesios, como dizen, que he venido á sospechar que algun -grave cuidado le aflige y aprieta el animo; porque le he visto quedarse -á ratos con el bocado en la boca, mirando sin pestañear á los manteles, -con tal suspension que, preguntandole si era casado, me respondió: -¿Rocinante? señor, el mejor caballo es que se ha criado en Cordoba; -y por esto digo que alguna pasion ó interno cuidado atormenta á v. -m.; porque no es posible nazca de otra causa tal efecto; y tal puede -ser que, como otras muchas vezes he visto en otros, pueda quitarle -la vida, ó á lo menos, si es vehemente, apurarle el juizio; y asi -suplico á v. m. se sirva comunicarme su sentimiento; porque si fuere -tal la causa dél que yo con mi persona pueda remediarla, lo haré con -las veras que la razon y mis obligaciones piden, pues asi como con las -lagrimas, que son sangre del coraçon, él mesmo desfoga y descansa, y -queda aliviado de las melancolias que le oprimen, vaporeando por el -venero de los ojos; asi, ni más ni menos el dolor y afliccion, siendo -comunicado, se alivian algun tanto, porque suele el que lo oye, como -desapasionado, dar el consejo que es más sano y seguro al remedio de -la persona afligida. Don Quixote entonzes le respondió: Agradezco, -señor don Alvaro, esa buena voluntad, y el deseo que muestra tener -v. m. de hazermela; pero es fuerça que los que profesamos el orden -de caballeria, y nos hemos visto en tanta multitud de peligros, ya -con fieros y descomunales jayanes, ya con malandrines sabios ó magos, -desencantando princesas, matando grifos, y serpientes, rinocerontes y -endriagos,[7] llevados de alguna imaginacion destas, como son negocios -de honra, quedemos suspensos y elevados y puestos en un honroso extasi, -como el en que v. m. dize haberme visto, aunque yo no he echado de -verlo: verdad es que ninguna cosa destas por ahora me ha suspendido -la imaginacion; que ya todas han pasado por mí. Maravillose mucho don -Alvaro Tarfe de oirle dezir que habia desencantado princesas y muerto -gigantes, y començó á tenerle por hombre que la faltaba algun poco de -juizio; y asi, para enterarse dello le dixo: ¿Pues no se podrá saber -que causa por ahora aflige á v. m.? Son negocios, dixo don Quixote, -que aunque á los caballeros andantes no todas las vezes es licito -dezirlos, por ser v. m. quien es y tan noble y discreto, y estar herido -con la propia saeta con que el hijo de Venus me tiene herido á mí, le -quiero descubrir mi dolor, no para que me dé remedio para él, que solo -me le puede dar aquella bella ingrata y dulcisima Dulcinea, robadora de -mi voluntad; sino para que v. m. entienda que yo camino y he caminado -por el camino real de la caballeria andantesca, imitando en obras y -en amores á aquellos valerosos y primitivos caballeros andantes que -fueron luz y espejo de todos aquellos que despues dellos han por sus -buenas prendas merecido profesar el sacro orden de caballeria que yo -profeso, como fueron el invicto Amadis de Gaula, don Belianis de Grecia -y su hijo Esplandian, Palmerin de Oliva, Tablante de Ricamonte, el -caballero del Febo[8] y su hermano Rosicler, con otros valentisimos -principes aun de nuestros tiempos, á todos los cuales, ya que les he -imitado en obras y hazañas, los sigo tambien en los amores: asi que, -v. m. sabrá que estoy enamorado. Don Alvaro, como era hombre de sutil -entendimiento, luego cayó en todo lo que su huesped podia ser, pues -dezia haber imitado á aquellos caballeros fabulosos de los libros de -caballeria; y asi, maravillado de su loca enfermedad, para enterarse -cumplidamente della le dixo: Admirome no poco, señor Quijada, que un -hombre como v. m., flaco y seco de cara, y que á mi parecer pasa ya de -los cuarenta y cinco, ande enamorado; porque el amor no se alcança sino -con muchos trabajos, malas noches, peores dias, mil disgustos, celos, -zozobras, pendencias y peligros; que todos estos y otros semejantes -son los caminos por donde se camina al amor. Y si v. m. ha de pasar -por ellos, no me parece tiene sujeto para sufrir dos noches malas -al sereno, aguas y nieves, como yo sé por experiencia que pasan los -enamorados. Mas digame v. m. con todo: esa muger que ama, ¿es de aqui -del lugar, ó forastera? que gustaria en extremo, si fuese posible, -verla antes que me fuese; porque un hombre de tan buen gusto como v. -m. es, no es creible sino que ha de haber puesto los ojos en no menos -que en una Diana efesina, Policena troyana, Dido cartaginense, Lucrecia -romana ó Doralize granadina. A todas esas, respondió don Quixote, -excede en hermosura y gracia; y solo imita en fiereza y crueldad á -la inhumana Medea; pero ya querrá Dios que con el tiempo, que todas -las cosas muda, trueque su coraçon diamantino, y con las nuevas que -de mí y mis invencibles fazañas terná, se molifique y sujete á mis -no menos importunos que justos ruegos. Asi que, señor, ella se llama -Princesa Dulcinea del Toboso (como yo don Quixote de la Mancha), si -nunca v. m. la ha oido nombrar; que si habrá, siendo tan celebre por -sus milagros y celestiales prendas. Quiso reirse de muy buena gana don -Alvaro cuando oyo decir la princesa Dulcinea del Toboso; pero disimuló, -porque su huesped no lo echase de ver y se enojase, y asi le dixo: -Por cierto, señor hidalgo, ó por mejor dezir, señor caballero, que yo -no he oido en todos los dias de mi vida nombrar tal princesa, ni creo -la hay en toda la Mancha, si no es que ella se llame por sobrenombre -Princesa, como otras se llaman Marquesas. No todos saben todas las -cosas, replicó don Quixote; pero yo haré antes de mucho tiempo que -su nombre sea conocido, no solamente en España, pero en los reinos y -provincias más distantes del mundo. Esta es pues, señor, la que me -eleva los pensamientos; esta me enagena de mí mismo; por esta he estado -desterrado muchos dias de mi casa y patria, haziendo en su servicio -heroicas hazañas, enviandole gigantes y bravos jayanes y caballeros -rendidos á sus pies; y con todo eso ella se muestra á mis ruegos una -leona de Africa y una tigre de Hircania, respondiendome á los papeles -que le envio, llenos de amor y dulzura, con el mayor desabrimiento y -despego que jamas princesa á caballero andante escribió. Yo le escribo -más largas arengas, que las que Catilina[9] hizo al senado de Roma; más -heroicas poesias, que las de Homero ó Virgilio; con más ternezas, el -Petrarca escribió á su querida Laura, y con más agradables episodios, -que Lucano ni Ariosto pudieron escribir en su tiempo, ni en el nuestro -ha hecho Lope de Vega á su Filis, Celia, Lucinda, ni á las demas que -tan divinamente ha celebrado, hecho en aventuras un Amadis, en gravedad -un Cévola, en sufrimiento un Perineo de Persia, en nobleza un Eneas, -en astucia un Ulises, en constancia un Belisario, y en derramar sangre -humana un bravo Cid Campeador; y porque v. m., señor don Alvaro, vea -ser verdad todo lo que digo, quiero sacar dos cartas que tengo alli en -aquel escritorio: una que con mi escudero Sancho Pança la escribi en -los dias pasados, y otra que ella me envió en respuesta suya. Levantose -para sacarlas, y don Alvaro se quedó haziendo cruces de ver la locura -del huesped, y acabó de caer en la cuenta de que él estaba desvanecido -con los vanos libros de caballerias, teniendolos por muy autenticos -y verdaderos. Al ruido que don Quixote hizo abriendo el escritorio, -entró Sancho Pança, harto bien llena la barriga de los relieves que -habian sobrado de la cena. Y como don Quixote se asentó con las dos -cartas en la mano, él se puso repantigado tras las espaldas de su silla -para gustar un poco de la conversacion. Ve aqui, dixo don Quixote, v. -m. á Sancho Pança mi escudero, que no me dexará mentir á lo que toca -al inhumano rigor de aquella mi señora. Si á fe, dixo Sancho Pança; -que Aldonza Lorenço, alias Nogales (como asi se llamaba la infanta -Dulcinea del Toboso por propio nombre, como consta de las primeras -partes desta grave historia), es una grandisima... Tengaselo por -dicho; porque ¡cuerpo den ciruelo! ¿ha de andar mi señor hendo tantas -caballerias de dia y de noche, y hendo cruel penitencia en Sierra -Morena, dandose de calabaçadas, y sin comer por una?... Mas quiero -callar; alla se lo haya, con su pan se lo coma; que quien yerra y se -emienda, á Dios se encomienda; que una anima sola ni canta ni llora; y -cuando la perdiz canta, señal es de agua; y á falta de pan, buenas son -tortas. Pasara adelante Sancho con sus refranes, si don Quixote no le -mandara, imperativo modo, que callara; mas con todo replicó diziendo: -¿Quiere[10] saber, señor don Tarfe, lo que hizo la muy zurrada cuando -la llevé esa carta que ahora mi señor quiere leer? Estabase en la -caballeriça la muy puerca, porque llovia, hinchendo un seron de basura -con una pala; y cuando yo le dixe que le traia una carta de mi señor -(¡infernal torçon le dé Dios por ello!), tomó una gran palada del -estiercol que estaba más hondo y más remojado, y arrojomele de boleo, -sin dezir agua va, en estas pecadoras barbas. Yo, como por mis pecados -las tengo más espesas que escobilla de barbero, estuve despues más -de tres dias sin poder acabar de agotar la porqueria que en ellas me -dexó, perfetamente. Diose, oyendo esto, una palmada en la frente don -Alvaro, diziendo: Por cierto, señor Sancho, que semejante porte que -ese no le merecia la mucha discrecion vuestra. No se espante v. m. -replicó Sancho; que á fe que nos ha sucedido á mí y á mi señor, andando -por amor della en las aventuras ó desventuras del año pasado, darnos -pasadas de cuatro vezes muy gentiles garrotaços. Yo os prometo, dixo -colerico don Quixote, que si me levanto, don bellaco desvergonçado, y -cojo una estaca de aquel carro, que os muela las costillas y haga que -se os acuerde per omnia saecula saeculorum. Amen, respondió Sancho. -Levantarase don Quixote á castigarle la desvergüença, si don Alvaro -no le tuviera el braço y le hiziera volver á sentar en su silla, -haziendo con el dedo señas á Sancho para que callase, con que lo hizo -por entonzes; y don Quixote, abriendo la carta, dixo: Ve aqui v. m. la -carta que este moço llevó los dias pasados á mi señora, y juntamente -la respuesta della, para que de ambas colija v. m. si tengo razon de -quexarme de su inaudita ingratitud. - - [7] _Endrigos_ en la primera edición. - - [8] En la edición de Tarragona, _Pueblo_. - - [9] En la edición de Tarragona, _Catalina_. - - [10] _Quiero_, en la primera edición, pero es evidente errata. - - - _Sobrescrito de la carta. A la infanta Dulcinea del Toboso_ - - «Si el amor afincado, ¡oh bella ingrata! que asaz bulle por los - poros de mis venas, diera lugar á que me ensañara contra vuestra - fermosura, cedo tomara vengança de la sandez con que mis cuitas - os dan enojoso reproche. Cuidades, dulce enemiga mia, que non - atiendo con todas mis fuerças en al que en desfazer tuertos de - gente menesterosa: magüer que muchas vezes ando envuelto en sangre - de jayanes, cedo el pensamiento sin polilla está ademas ledo, y - tiene remembrança que está preso por una de las más altas fembras - que entre las reinas de alta guisa fallar se puede. Empero lo que - agora vos demando es, que si alguna desmesurança he tenido, me - perdonedes; que los yerros por amare, dignos son de perdonare. Esto - pido de finojos ante vuestro imperial acatamiento. Vuestro hasta el - fin de la vida. - - _El caballero de la Triste Figura, - Don Quixote de la Mancha._» - -Por Dios, dixo don Alvaro riendose, que es la más donosa carta que -en su tiempo pudo escribir el rey don Sancho de Leon á la noble doña -Ximena Gomez, al tiempo que, por estar ausente della, el Cid, la -consolaba; pero siendo v. m. tan cortesano, me espanto que escribiese -esa carta ahora tan á lo del tiempo antiguo; porque ya no se usan esos -vocablos en Castilla sino es cuando se hazen comedias de los reyes y -condes de aquellos siglos dorados. Escribola desta suerte, dixo don -Quixote, porque, ya que imito á los antiguos en la fortaleça, como son -al conde Fernan Gonzalez, Peranzules, Bernardo y al Cid, los quiero -tambien imitar en las palabras. ¿Pues para qué, replicó don Alvaro, -puso v. m. en la firma El caballero de la Triste Figura? Sancho Pança, -que habia estado escuchando la carta, dixo: Yo se lo aconsejé, y á fe -en toda ella no va cosa más verdadera que esa. Puseme El de la Triste -Figura, añadió don Quixote, no por lo que este necio dize, sino porque -la ausencia de mi señora Dulcinea me causaba tanta tristeza, que no me -podia alegrar: de la suerte que Amadis se llamó Beltenebros, otro el -caballero de los Fuegos, otro de las Imagenes, ó de la Ardiente espada. -Don Alvaro le replicó: y el llamarse v. m. don Quixote, ¿á imitacion de -quien fue? A imitacion de ninguno, dixo don Quixote, sino como me llamo -Quijada, saqué deste nombre el de don Quixote el dia que me dieron el -orden de caballeria. Pero oiga v. m., le suplico, la respuesta que -aquella enemiga de mi libertad me escribe. - - -_Sobrescrito. A Martin Quijada, el Mentecapto._ - -«El portador desta habia de ser un hermano mio, para darle la respuesta -en las costillas con un gentil garrote. ¿No sabe lo que le digo, señor -Quijada? Que por el siglo de mi madre, que si otra vez me escribe de -emperatriz ó reina, poniendome nombres burlescos, como es A la infanta -manchega Dulcinea del Toboso y otros semejantes que me suele escribir, -que tengo de hazer que se le acuerde. Mi nombre propio es Aldonza -Lorenço ó Nogales, por mar y por tierra.» - -Vea v. m. si habrá en el mundo caballero andante, por más discreto y -sufrido que sea, que pueda sin morir tolerar semejantes razones. ¡Oh, -hi de puta! dixo Sancho Pança, conmigo las habia de haber la relamida: -á fe que la habia de her peer por ingeño; que aunque es moça forçuda, -yo fio que si la agarro, no se me escape de entre las uñas: mi señor -don Quixote es muy demasiado de blando. Si él la enviase media dozena -de cozes dentro de una carta, para que se la depositasen en la barriga, -á fe que no fuera tan repostona. Sepa v. m. que estas moças yo las -conozco mejor que un huevo vale una blanca, si las hablan bien, dan al -hombre el pescoçon y pasagonçalo que le hacen saltar las lagrimas de -los ojos: sobre mí, que conmigo no se burlan, porque luego les arroxo -una coz mas redonda que de mula de frayle hieronymo; y más si me pongo -los çapatos nuevos: ¡mal año para la mula del Preste Juan que mejor -las endilgue! Levantose riendo don Alvaro, y dixo: Por Dios que si el -rey de España supiese que este entretenimiento habia en este lugar, -que aunque le costase un millon, procurara tenerlo consigo en su casa. -Señor don Quixote, ello hemos de madrugar por lo menos una hora antes -del dia, por huir del sol; y asi, con licencia de v. m. querria tratar -de acostarme. Don Quixote dixo que su merced la tenia; y asi començó -á desnudarse para hazerle la cama que en el mesmo aposento estaba, y -mandó á Sancho Pança que le desçalzase las botas. Llegaron en esto á -quererlo hazer dos pajes del mesmo don Alvaro que habian estado oyendo -la conversacion desde la puerta; pero no consintió Sancho Pança que -otro que él hiziese tal ofizio, de que gustó en extremo don Alvaro, -el cual le dixo, mientras don Quixote salió afuera por unas peras en -conserva para darle: Tirá, hermano Sancho, bien, y tened paciencia. Si -tendran, respondió Sancho; que no son bestias; y aunque no soy don, mi -padre lo era. ¿Como es eso? dixo don Alvaro: ¡vuestro padre tenia don! -Sí, señor, dixo Sancho; pero teniale á la postre. ¿Como á la postre? -replicó don Alvaro. ¿Llamabase Francisco Don, Juan Don ó Diego Don? No, -señor, dixo Sancho, sino Pedro el Remendon. Rieron mucho del dicho los -pajes y don Alvaro, que prosiguió preguntandole si era aun su padre -vivo; y él respondió: No, señor; que más há de diez años que murió -de una de las más malas enfermedades que se puede imaginar. ¿De que -enfermedad murió? replicó don Alvaro. De sabañones, respondió Sancho. -¡Santo Dios! dixo don Alvaro con grandisima risa: ¡de sabañones! El -primer hombre que en los dias de mi vida oí dezir que muriese desa -enfermedad fue vuestro padre, y asi no lo creo. ¿No puede cada uno, -dixo Sancho, morir la muerte que le da gusto? Pues si mi padre quiso -morir de sabañones, ¿que se le da á v. m.? En medio de la risa de don -Alvaro y sus pajes, entró don Quixote y su ama la vieja con un plato de -peras en conserva y una garrafa de buen vino blanco, y dixo: V. m., mi -señor don Alvaro, podrá comer un par destas peras, y tras ellas tomar -una vez de vino, que le dará mil vidas. Yo beso á v. m. las manos, -respondió don Alvaro, señor don Quixote, por la merced que me haze; -pero no podré servirle; porque no acostumbro comer cosa alguna sobre -cena; que me daña, y tengo larga experiencia en mi de la verdad del -aforismo de Avicena ó Galeno, que dize que lo crudo sobre lo indigesto -engendra enfermedad. Pues por vida de la que me parió, dixo Sancho, que -aunque ese Açucena ó Galena que su merced dize, me dixese más latines -que tiene todo el a, b, c, asi dexase yo de comer, habiendolo á mano, -como de escupir. ¡Mirá que cuerpo de San Belorge! El no comer para los -castraleones, que se sustentan del aire. Pues por vida de la que adoro, -dixo don Alvaro, tomando una pera con la punta del cuchillo, que os -habeis de comer esta, con licencia del señor don Quixote. ¡Ah! no, por -vida, señor don Tarfe, respondió Sancho; que estas cosas dulces, siendo -pocas, me hazen mal; aunque es verdad que cuando son en cantidad, me -hazen grandisimo provecho. Con todo, la comió, y tras esto se puso don -Alvaro en la cama, y á los pajes les hizieron otra junto á ella do se -acostasen, como lo hizieron. En esto dixo don Quixote á Sancho: Vamos, -Sancho amigo, al aposento de arriba; que alli podremos dormir lo poco -que de la noche queda; que no hay para que irte ahora á tu casa; que -ya tu muger estará acostada; y tambien que tengo un poco que comunicar -contigo esta noche sobre un negocio de importancia. Pardiez, señor, -dixo Sancho, que estoy yo esta noche para dar buenos consejos, porque -estoy redondo como una chueca; solo será la falta que me dormiré luego, -porque ya los bostezos menudean mucho. Subieronse arriba tras esto -ambos á acostar, y puestos en una misma cama, dixo don Quixote: Hijo -Sancho, bien sabes ó has leido que la ociosidad es madre y principio -de todos los vicios, y que el hombre ocioso está dispuesto para pensar -cualquier mal, y pensandolo, ponerlo por obra, y que el diablo de -ordinario acomete y vence facilmente á los ociosos, porque haze como -el cazador, que no tira á las aves mientras que las ve andar volando, -porque entonzes seria la caza incierta y dificultosa, sino que aguarda -á que se asienten en algun puesto, y viendolas ociosas, les tira y -las mata. Digo esto, amigo Sancho, porque veo que há algunos meses -que estamos ociosos, y no cumplimos, yo con el orden de caballeria -que recebi, y tú con la lealtad de escudero fiel que me prometiste. -Querria pues (para que no se diga que yo he recebido en vano el talento -que Dios me dió, y sea reprehendido como aquel del Evangelio, que ató -el que su amo le fió en el pañizuelo, y no quiso granjear con él) que -volviesemos lo más presto que ser pudiese á nuestro militar exercicio, -porque en ello haremos dos cosas: la una, servicio muy grande á Dios, -y la otra, provecho al mundo, desterrando dél los descomunales jayanes -y soberbios gigantes que hazen tuertos de sus fueros, y agravios -á caballeros menesterosos y á donzellas afligidas; y juntamente -ganaremos honra y fama para nosotros y nuestros sucesores, conservando -y aumentando la de nuestros antepasados; tras que adquiriremos mil -reinos y provincias en un quita allá esas pajas, con que seremos ricos, -y enriquezeremos nuestra patria. Señor, dixo Sancho, no tiene que -meterme en el caletre esos guerreamientos, pues ya ve lo mucho que me -costaron ese otro año, con la perdida de mi Rucio, que buen siglo haya; -tras que jamas me cumplió lo que mil vezes me tenia prometido, de que -nos veriamos dentro de un año, yo adelantando, ó rey por lo menos, mi -muger almiranta y mis hijos infantes; ninguna de las cuales cosas veo -cumplidas por mí (¿oye v. m., ó duerme?), y mi muger tan Mari-Gutierrez -se es hoy como agora un año: asi que, yo no quiero perro con cencerro. -Y fuera deso, si nuestro cura el licenciado Pero Perez sabe que -queremos tornar á nuestras caballerias, le tiene de meter á v. m. con -una cadena por unos seis ó siete meses en domus Jetro, que dizen, como -la otra vez; y asi, digo que no quiero ir con v. m., y dexeme dormir -por vida suya; que ya se van pegando los ojos. Mira, Sancho, dixo don -Quixote, que yo no quiero que vayas como la otra vez; antes quiero -comprarte un asno en que vayas como un patriarca, mucho mejor que el -otro que te hurtó Ginesillo; y en fin, iremos ambos con mejor orden, y -llevaremos dineros y provisiones, y una maleta con nuestra ropa; que ya -he echado de ver que es muy necesario, porque no nos suceda lo que en -aquellos malditos castillos encantados nos sucedió. Aun desa manera, -respondió Sancho, y pagandome cada mes mi trabajo, yo iré de muy buena -gana. Oyendo su resolucion, alegre don Quixote, prosiguió diziendo: -Pues Dulcinea se me ha mostrado tan inhumana y cruel, y lo que peor -es, desagradecida á mis servicios, sorda á mis ruegos, incredula á -mis palabras, y finalmente, contraria á mis deseos, quiero probar, á -imitacion del caballero del Febo, que dexó[11] á Claridana, y otros -muchos que buscaron nuevo amor, y ver si en otra hallo mejor fe y -mayor correspondencia á mis fervorosos intentos, y ver juntamente... -¿Duermes, Sancho? ¡Ah Sancho! En esto Sancho recordó, diziendo: Digo, -señor, que tiene razon; que esos jayanazos son grandisimos bellacos, y -es muy bien que les hagamos tuertos. ¡Por Dios, dixo don Quixote, que -estás muy bien en el cuento! Estoyme yo quebrando la cabeça diziendote -lo que á ti y á mí más, despues de Dios, nos importa, y tú duermes -como un liron. Lo que digo, Sancho, es, ¿entiendes?... ¡Oh! reniego -de la puta que me parió, dixo Sancho: dexeme dormir con Barrabas; que -yo creo bien y verdaderamente cuanto me dixere y piensa dezir todos -los dias de su vida. Harto trabajo tiene un hombre, dixo don Quixote, -que trata cosas de peso con salvajes como este: quierole dexar dormir; -que yo, mientras que no diere fin y cabo á estas honradas justas, -ganando en ellas el primero, segundo y tercero dia las joyas de más -importancia que hubiere, no quiero dormir, sino velar, traçando con -la imaginacion lo que despues tengo de poner por efecto, como haze el -sabio arquitecto, que antes que comienze la obra, tiene confusamente -en su imaginativa todos los aposentos, patios, chapiteles y ventanas -de la casa, para despues sacallos perfectamente á luz. En fin, al buen -hidalgo se le pasó lo que de la noche quedaba, haziendo grandisimas -quimeras en su desvanecida fantasia, ya hablando con los caballeros, ya -con los jueces de las justas, pidiendoles el premio; ya, finalmente, -saludando con grandisima mesura á una dama hermosisima y ricamente -adereçada, á quien presentaba desde el caballo con la punta de la lança -una rica joya. Con estos y otros semejantes desvanecimientos se quedó -al cabo dormido. - - [11] _Dixo_, por errata, en la primera edición. - - - - -CAPITULO III - -De como el Cura y don Quixote se despidieron de aquellos caballeros, y -de lo que á él le sucedió con Sancho Pança despues de ellos idos. - - -Una hora antes que amaneciese llegaron á la puerta de don Quixote el -Cura y los alcaldes á llamar, que venian á despertar al señor don -Alvaro; á cuyas vozes don Quixote llamó á Sancho Pança para que les -fuese á abrir, el cual despertó con harto dolor de su coraçon. Entrados -que fueron al aposento de don Alvaro, el Cura se asentó junto á su -cama, y le començó á preguntar como le habia ido con su huesped; á -lo cual respondió contandole brevemente lo que con él y con Sancho -Pança le habia pasado aquella noche; y dixo que si no fuera el plaço -de las justas tan corto, se quedara alli cuatro ó seis dias á gustar -de la buena conversacion de su huesped; pero propuso de estarse alli -más despacio á la vuelta. El Cura le contó todo lo que don Quixote -era, y lo que con él le habia acontecido el año pasado, de lo cual -quedó muy maravillado; y mudando platica, fingieron hablaban de otro, -porque vieron entrar á don Quixote, con cuyos buenos dias y apacible -vision se levantó don Alvaro, y mandó aprestar los caballos y demas -recado para irse. Entre tanto los alcaldes y el Cura volvieron á dar -de almorzar á sus huespedes, quedando concertados que todos volverian -á casa de don Quixote, para partirse desde alli juntos. Idos ellos, y -vestido don Alvaro, dixo aparte á don Quixote: Señor mio, v. m. me la -ha de hazer de que unas armas grabadas de Milan, que traigo aqui en un -baul grande, se me guarden con cuidado en su casa hasta la vuelta; -que me parece que en Çaragoça no serán menester, pues no faltarán en -ella amigos que me provean de otras que sean menos sutiles, pues estas -lo son tanto, que solo pueden servir para la vista, y es notable el -embaraço que me causa el llevarlas. Hízolas sacar luego alli todas en -diziendo esto, y eran peto, espaldar, gola, braçaletes, escarcelas -y morrion; y don Quixote, cuando las vió, se le alegró la paxarilla -infinitamente, y propuso luego en su entendimiento lo que habia de -hazer dellas, y asi le dixo: Por cierto, mi señor don Alvaro, que esto -es lo menos en que yo pienso servir á v. m., pues espero en Dios vendrá -tiempo en que v. m. se holgará más de verme á su lado, que no en el -Argamesilla. Y prosiguió preguntandole, mientras se volvian á poner en -el baul las armas, qué divisa pensaba sacar en las justas, qué libreas, -qué letras ó qué motes: á todo lo cual, por complazerle, le respondió -don Alvaro, no entendiendo que le pasaba por la imaginacion el ir á -Çaragoça ni hazer lo que hizo, y adelante se dirá. En esto entró Sancho -muy colorado, sudandole la cara y diziendo: Bien puede, mi señor don -Tarfe, sentarse á la mesa; que ya está el almuerzo á punto. A lo cual -respondió don Alvaro: ¿Teneis buen apetito de almorzar, Sancho amigo? -Ese, dixo él, señor mio, gloria tibi, Domine, nunca me falta, y es de -manera, que (en salud sea mentado, y vaya el diablo para ruin) no me -acuerdo en todos los dias de mi vida haberme levantado harto de la -mesa, sino fue ahora un año, que, siendo mi tio Diego Alonso mayordomo -del Rosario, me hizo á mí repartidor del pan y queso de la caridad que -da la cofradia, y entonces alli hube de afloxar dos agujeros al cinto. -Dios os conserve, dixo don Alvaro, esa disposicion; que solo della -y de vuestra buena condicion os tengo envidia. Almorzó don Alvaro, -y luego llegaron los tres caballeros con su gente y con el Cura; -porque ya amanecia; y viendolos don Alvaro, se puso al momento las -espuelas y subió á caballo; tras lo cual sacó don Quixote del establo á -Rocinante ensillado y enfrenado para acompañarles, y dixo, teniendole -por el freno, á don Alvaro: Ve aqui v. m., señor don Alvaro, uno de -los mejores caballos que á duras penas se podrian hallar en todo el -mundo. No hay Bucefalo, Alfana, Seyano, Babieca ni Pegaso que se le -iguale. Por cierto, dixo don Alvaro, mirandole y sonriendose, que ello -puede ser como v. m. dize; pero no lo muestra en el talle, porque es -demasiado de alto y sobrado de largo, fuera de estar muy delgado; pero -debe ser la causa del estar tan flaco el ser de su naturaleça algo -astrologo ó filosofo, ó la larga experiencia que tendrá de las cosas -del mundo; que no deben haber pasado pocas por él, segun los muchos -años que descubre tener encubiertos baxo la silla; pero, como quiera -que sea, él es digno de alabança, por lo que muestra ser discreto y -pacifico. En esto salieron todos á caballo, y el Cura y don Quixote les -acompañaron casi un cuarto de legua del lugar. Iba el Cura tratando -con don Alvaro de las cosas de don Quixote; el cual se maravillaba en -extremo de su extraña locura. Despidieronse, forçados de los ruegos de -los caballeros, y vueltos al Argamesilla, el Cura se fue á su casa, -y llegando á la suya don Quixote, lo primero que hizo en apeandose, -fue enviar luego á llamar con su ama á Sancho Pança, con orden de que -le dixese traxese consigo, cuando viniese, aquello que le habia dicho -le traeria, que era Florisbian de Candaria, libro no menos necio que -impertinente. Vino luego volando Sancho; y cerrando el aposento por -adentro, y quedando en él solos, sacó el libro debaxo de las haldas -del sayo, y diosele; el cual le tomó en las manos con mucha alegria, -diziendo: Ves aqui, Sancho, uno de los mejores y más verdaderos libros -del mundo, donde hay caballeros de tan grande fama y valor, que ¡mal -año para el Cid ó Bernardo del Carpio que les lleguen al çapato! Al -punto le puso sobre un escritorio, y volvió de nuevo á repetir á Sancho -muy por extenso todo lo que la noche pasada le habia dicho, y no habia -podido entender por estar tan dormido, concluyendo la platica con -dezir queria partir para Çaragoça á las justas, y que pensaba olvidar -á la ingrata infanta Dulcinea del Toboso, y buscar otra dama que mejor -correspondiese á sus servicios; y que de alli pensaba despues ir á -la corte del rey de España para darse á conocer por sus fazañas. Y -trabaré amistad, añadia el buen don Quixote, con los grandes, duques, -marqueses y condes que al servicio de su real persona asisten; do veré -si alguna de aquellas fermosas damas que están con la Reina, enamorada -de mi tallaço, en competencia de otras, muestra algunas señales de -verdadero amor, ya con apariencias exteriores de la persona y vestido, -ya con papeles ó recados enviados al cuarto que sin duda el Rey me -dará en su real palacio, para que desta manera, siendo invidiado de -muchos caballeros de los del tuson, procuren todos por varios caminos -descomponerme con el Rey; á los cuales, en sabiendolo, desafio y reto, -matando la mayor parte dellos: con que vista mi gran valentia por el -Rey nuestro señor, es fuerça que su magestad Catolica me alabe por uno -de los mejores caballeros de Europa. Todo esto dezia él con tanto -brio, levantando las cejas, con voz sonora, y puesta la mano sobre la -guarnicion de la espada, que no se habia aun quitado desde que habia -salido á acompañar á don Alvaro, que parecia que ya pasaba por él todo -lo que iba diziendo. Quiero pues, Sancho mio, proseguia luego, que veas -ahora unas armas que el sabio Alquife, mi grande amigo, esta noche me -ha traido, estando yo traçando la dicha ida de Çaragoça, porque quiere -que con ellas entre en las aplaçadas justas, y lleve el mejor precio -que dieren los juezes, con inaudita fama y gloria de mi nombre y de los -andantes caballeros antepasados, á quien imito y aun excedo. Y abriendo -una arca grande, á donde las habia metido, las sacó. Cuando Sancho -vió las armas nuevas y tan buenas, llenas de trofeos y grabaduras -milanesas, acicaladas y limpias, pensó sin duda que eran de plata, y -dixo pasmado: Por vida del fundador de la torre de Babilonia, que si -ellas fueran mias, que las habia de hazer todas de reales de á ocho, -destos que corren ahora, más redondos que hostias; porque solamente la -plata, fuera de las imagines que tienen, vale al menorete, á quererlas -echar en la calle, mas de noventa mil millones. ¡Oh hi de puta, -traidoras, y cómo reluzen! Y tomando el morrion en las manos, dixo: -Pues el sombrero de plata ¡es bobo! Por las barbas de Pilatos, que si -tuviera cuatro dedos más de falda, se le podria poner el mesmo Rey, y -aun juro que el dia de la procesion del Rosario se le habemos de poner -en la cabeça al señor Cura, pues saldrá con él y con la capa de brocado -por esas calles hecho un relox. Mas digame, señor, estas armas ¿quién -las hizo? ¿Hizolas ese sabio Esquife, ó nacieronse asi del vientre -de su madre? ¡Oh gran necio! dixo don Quixote: estas se hizieron y -forjaron junto al rio Leteo, media legua de la barca de Acaronte, por -las manos de Vulcano, herrero del infierno. ¡Oh, pestilencia en el -herrero! dixo Sancho: ¡el diablo podrá ir á su fragua á sacar la punta -de la reja del arado! Yo apostaré que, como no me conoce, me echase -una grande escudilla de aquella pez y trementina que tiene ardiendo, -sobre estas virginales barbas, tal, que fuera harto peor de quitar -y aun de sanar que la basura que me echó en ellas Aldonza Lorenço -los otros dias. Tomó en esto las armas don Quixote, diziendo: Quiero -amigo Sancho, que veas como me estan: ayudamelas á poner. Y diziendo -y haziendo, se puso la gola, peto y espaldar, y dixo Sancho: Par diez -que aquestas planchas parecen un capote, y si no fueran tan pesadas, -eran lindisimas para segar, y más con estos guantes:--lo cual dixo -tomando las manoplas en la mano. Armose don Quixote de todas pieças, -y luego habló con voz entonada á Sancho desta manera: ¿Que te parece, -Sancho? ¿Estanme bien? ¿No te admiras de mi gallardia y brava postura? -Esto dezia paseandose por el aposento, haziendo piernas y continentes, -pisando de carcaño, y levantando más la voz y haziendola más gruesa, -grave y reposada; tras lo cual le vino luego subitamente un accidente -tal en la fantasia, que, metiendo con mucha presteza mano á la espada, -se fue acercando con notable colera á Sancho, diziendo: Espera, dragon -maldito, sierpe de Libia, basilisco infernal: verás por expiriencia el -valor de don Quixote, segundo san Jorge en fortaleça; verás, digo, si -de un golpe solo puedo partir, no solamente á tí, sino á los diez más -fieros gigantes que la nacion gigantea jamas produjo. Sancho, que le -vió venir para sí tan desaforado, començó á correr por el aposento; y -metiendose detras de la cama, andaba al derredor della huyendo de la -furia de su amo, el cual dezia, dando muchas cuchilladas á tuertas y -derechas por el aposento, cortando muchas vezes las cortinas, mantas -y almohadas de la cama: Espera, jayan soberbio; que ya ha llegado la -hora en que quiere la Magestad divina que pagues las malas obras que -has hecho en el mundo. Andaba en esto tras del pobre Sancho al derredor -de la cama, diziendole mil palabras injuriosas, y juntamente con cada -una arrojandole una estocada ó cuchillada larga; que si la cama no -fuera tan ancha como era, lo pasara el pobre de Sancho harto mal; el -cual le dixo: Señor don Quixote, por todas cuantas llagas tuvieron -Job, el señor san Lazaro, el señor san Francisco, y lo que más es, -nuestro Señor Jesucristo, y por aquellas benditas saetas que sus padres -tiraron al señor san Sebastian, que tenga compasion, piedad, lastima -y misericordia de mi anima pecadora. Embraveciase más con todo esto -don Quixote, diziendo: ¡Oh soberbio! ¿Agora piensas con tus blandas -palabras y ruegos aplacar la justa ira que contigo tengo? Vuelve, -vuelve las princesas y caballeros que contra ley y razon en este tu -castillo tienes; vuelve los grandes tesoros que tienes usurpados, las -donzellas que tienes encantadas, y la maga encantadora, causadora de -todos estos males. Señor, ¡pecador de mí! dezia Sancho Pança, que yo -no soy princesa ni caballero, ni esa señora maga que dize, sino el -negro de Sancho Pança, su vecino y antiguo escudero, marido de la -buena Mari-Gutierrez, que ya v. m. tiene media viuda. ¡Desventurada -de la madre que me parió, y de quien me metió aqui! Sacame aqui -luego, añadia con más colera don Quixote, sana y salva y sin lision -ni detrimento alguno la emperatriz que digo; que despues quedará tu -vil y superba persona á mi merced, dandoteme primero por vencido. Si -haré con todos los diablos, dixo Sancho: abrame la puerta, y meta la -espada en la vaina primero; que yo le traeré luego, no solamente todas -las princesas que hay en el mundo, sino al mesmo Anas y Caifas, cada -y cuando su merced los quiera. Envainó don Quixote con mucha pausa -y gravedad, quedando molido y sudado de dar cuchilladas en la pobre -cama, cuyas mantas y almohadas dexó hechas una criba y lo mesmo hiziera -del pobre Sancho si pudiera alcançarle; el cual salió de detras de la -cama descolorido, ronco y lleno de lagrimas de miedo, y hincandose de -rodillas delante de don Quixote, le dixo: Yo me doy por vencido, señor -caballero andante: su merced mande perdonarme; que yo seré bueno todo -lo restante de mi vida. Don Quixote le respondió con un verso latino -que él sabia y repetia muchas vezes, diziendo: _Parcere prostratis -docuit nobis ira leonis_; y tras él le dixo: Soberbio jayan, aunque -tu arrogancia no merecia clemencia alguna, á imitacion de aquellos -caballeros y principes antiguos, á quien imito y pienso imitar, te -perdono, con presupuesto que del todo dexes las malas obras pasadas, -y seas de aqui adelante amparo de pobres y menesterosos, desfaziendo -los tuertos y agravios que en el mundo con tanta sinrazon se hazen. -Yo lo juro y prometo, dixo Sancho, de her todo eso que me dize; pero -digame, en lo de hashazer esos tuertos, ¿ha de entrar tambien el -licenciado Pedro Garcia, beneficiado del Toboso, que es tuerto de un -ojo? Porque no me quisiera meter en cosas de nuestra santa madre la -Iglesia. Levantó entonzes don Quixote á Sancho, diziendo: ¿Que te -parece, amigo Sancho? Quien haze esto en un aposento cerrado con un -hombre solo como tú, mejor lo hiziera en una campaña con un exercito -de hombres, por bravos que fuesen. Lo que me parece, dixo Sancho, que -si[12] estas experiencias quiere her muchas vezes conmigo, que me -echaré con la carga. Don Quixote le respondió: ¿No ves, Sancho, que -era fingido, no más de por darte á entender mi grande esfuerço en el -combatir, destreza en el derribar y maña en el acometer? ¡Mal haya el -puto de mi linage! replicó Sancho: pues ¿por que me arrojaba aquellas -descomunales cuchilladas, que si no fuera porque cuando tiró una me -encomendé al glorioso san Anton, me llevara medias narizes, pues el -aire de la espada me pasó zorriando por las orejas? Esos ensayamientos -quisiera que v. m. hubiera hecho cuando aquellos pastores de marras, -de aquellos dos exercitos de ovejas, le tiraron con las hondas aquellas -lagrimas de Moisen, con que le derribaron la mitad de las muelas, y -no conmigo; pero por ser la primera vez, pase, y mire lo que haze de -aqui adelante; y perdone, que me voy á comer. Eso no, Sancho, dixo don -Quixote: desarmame, y quedate á comer conmigo, para que despues de -comer tratemos de nuestra partida. Acetó facilmente el convite Sancho, -y despues de comer le mandó que de casa de un çapatero le truxese dos -ó tres badanas grandes para hazer una fina adarga, la cual él hizo -con ciertos papelones y engrudo, tan grande como una rueda de hilar -cañamo. Vendió tambien dos tierras y una harto buena viña, y lo hizo -todo dineros para la jornada que pensaba hazer. Hizo tambien un buen -lançón con un hierro ancho como la mano y compró un jumento á Sancho -Pança, en el cual llevara una maleta pequeña con algunas camisas suyas -y de Sancho, y el dinero, que seria más de trecientos ducados: de -suerte que Sancho con su jumento, y don Quixote con Rocinante, segun -dize la nueva y fiel historia, hizieron su tercera y más famosa salida -del Argamesilla por el fin de agosto del año que Dios sabe, sin que el -Cura ni el Barbero ni otra persona alguna los echase menos hasta el dia -siguiente de su salida. - - [12] Falta el _si_ en la primera edición. - - - - -CAPITULO IV - -Como don Quixote de la Mancha y Sancho Pança su escudero salieron -tercera vez del Argamesilla, de noche; y de lo que en el camino desta -tercera y famosa salida les sucedió. - - -Tres horas antes que el rojo Apolo esparziese sus rayos sobre la -tierra, salieron de su lugar el buen hidalgo don Quixote y Sancho -Pança: el uno sobre su caballo Rocinante, armado de todas pieças y el -morrion puesto en la cabeça con gentil talante y postura, y Sancho -con su jumento enalbardado, con unas muy buenas alforjas encima y una -maleta pequeña, en que llevaban la ropa blanca. Salidos del lugar, dixo -don Quixote á Sancho: Ya ves, Sancho mio, como en nuestra salida todo -se nos muestra favorable, pues, como ves, la luna resplandece y está -clara, no hemos topado en lo que hasta aqui habemos andado, cosa de -que podamos tomar mal agüero, tras que nadie nos ha sentido al salir: -en fin, hasta ahora todo nos viene á pedir de boca. Es verdad, dixo -Sancho: pero temo que en echandonos menos en el lugar, han de salir -en nuestra busca el Cura y el Barbero con otra gente, y topandonos, -á pesar nuestro nos han de volver á nuestras casas, agarrados por -los cabeçones ó metidos en una jaula, como el año pasado; y si tal -fuese, par diez que seria peor la caida que la recaida. ¡Oh barbero -cobarde! dixo don Quixote: juro por el orden de caballeria que recebi, -que solo por eso que has dicho, y porque entiendas que no puede caber -temor alguno en mi coraçon, estoy por volver al lugar y desafiar á -singular batalla, no solamente al Cura, sino á cuantos curas, vicarios, -sacristanes, canonigos, arcedianos, deanes, chantres, racioneros y -beneficiados tiene toda la Iglesia romana, griega y latina, y á todos -cuantos barberos, medicos, cirujanos y albeitares militan debaxo de -la bandera de Esculapio, Galeno, Hipocrates y Avicena. ¿Es posible, -Sancho, que en tan poca opinion estoy acerca de tí, y que nunca has -echado de ver el valor de mi persona, las invencibles fuerças de mi -braço, la inaudita ligereza de mis pies y el vigor intrinseco de mi -animo? Osariate apostar (y esto es sin duda) que si me abriesen por -medio y sacasen el coraçón, que le hallarian como aquel de Alexandro -Magno, de quien se dize que le tenia lleno de vello, señal evidentisima -de su gran virtud y fortaleça: por tanto, Sancho, de aqui adelante no -pienses asombrarme, aunque me pongas delante más tigres que produce la -Hircania, más leones que sustenta la Africa, más sierpes que habitan -la Libia, y más exercitos que tuvo Cesar, Anibal ó Xerxes; y quedemos -en esto por ahora; que la verdad de todo verás en aquellas famosas -justas de Çaragoça, donde ahora vamos. Alli verás por vista de ojos -lo que te digo; pero es menester, Sancho, para esto, en esta adarga -que llevo (mejor que aquella de Fez que pedia el bravo moro granadino -cuando á vozes mandaba que le ensillasen el potro rucio del alcalde -de los Velez), poner alguna letra ó divisa que denote la pasion que -lleva en el coraçon el caballero que la trae en su braço; y asi quiero -que en el primer lugar que llegaremos, un pintor me pinte en ella dos -hermosisimas donzellas que esten enamoradas de mi brio, y el dios -Cupido encima, que me esté asestando una flecha, la cual yo reciba en -el adarga, riendo dél y teniendolas en poco á ellas, con una letra que -diga al derredor de la adarga, El Caballero Desamorado, poniendo encima -esta, curiosa aunque agena, de suerte que esté entre mi, entre Cupido y -las damas: - - Sus flechas saca Cupido - De las venas del Pirú, - A los hombres dando el Cu, - Y á las damas dando el pido. - -¿Y que habemos de her, dixo Sancho, nosotros con esa Cu? ¿Es alguna -joya de las que habemos de traer de las justas? No, replicó don -Quixote; que aquel Cu es un plumaje de dos relevadas plumas, que suelen -ponerse, algunos sobre la cabeça á vezes de oro, á vezes de plata, y á -vezes de la madera que haze diafano encerado á las linternas, llegando -unos con dichas plumas hasta el signo Aries, otros al de Capricornio, -y otros se fortifican en el castillo de San Cervantes. Par diez, dixo -Sancho, que ya que yo me hubiese de poner esas plumas, me las habia -de poner de oro ó de plata. No te convienen á ti, dixo don Quixote, -esos dijes; que tienes la muger buena cristiana y fea. No importa -eso, dixo Sancho; que de noche todos los gatos son pardos, y á falta -de colcha no es mala manta. Dexemos eso, replicó don Quixote; porque -delante de nosotros tenemos ya uno de los mejores castillos que á duras -penas se podran hallar en todos los paises altos y baxos, y estados -de Milan y Lombardia. Esto dixo por una venta que un cuarto de legua -lejos se divisaba. Respondió Sancho: En buena fe que me huelgo, porque -aquello que v. m. llama castillo es una venta, para la cual, pues -ya el sol se va poniendo, será bueno que enderecemos el camino para -pasar en ella la noche muy á nuestro placer; que mañana proseguiremos -nuestro viage. Porfiaba don Quixote en que era castillo, y Sancho en -que era venta: Acertaron en esto á pasar dos caminantes á pie, los -cuales, maravillados de ver la figura de don Quixote, armado de todas -pieças, y con morrion, haziendo el calor que hazia, que no era poco, -se detuvieron mirandole, á los cuales se llegó don Quixote diziendo: -Valerosos caballeros, á quien algun soberbio jayan, contra todo orden -de caballeria, haziendo batalla con vosotros, ha quitado los caballos y -alguna fermosa donzella que en vuestra compañia traiades, hija de algun -principe ó señor destos reinos, la cual habia de ser casada con un hijo -de un conde, que aunque moço, es valeroso caballero por su persona: -fablad, y dezidme punto por punto vuestra cuita; que aqui está en -vuestra presencia el Caballero Desamorado, si nunca le oisteis nombrar -(que si habreis, pues tan conocido es por sus fazañas), el cual os jura -por las ingratitudes de la infanta Dulcinea del Toboso, causa total -de mi desamor, de vos fazer tan bien vengados y tan á vuestro sabor, -que digais que en buen dia la fortuna os ha ofrecido en este camino -quien vos desfaga el tuerto que se os ha fecho. Los dos caminantes no -supieron que le responder sino, mirandose el uno al otro le dixeron: -Señor caballero, nosotros con ningun soberbio jayan hemos peleado, ni -tenemos caballos ni donzellas que se nos hayan quitado; pero si su -merced habla de una batalla que habemos tenido alli debaxo de aquellos -arboles con cierto numero de gentes que nos daba harto fastidio en el -cuello del jubon y pliegues de los calzones, ya hemos habido cumplida -vitoria de semejante gente; y si no es que alguno se nos haya escapado -por entre los bosques de los remiendos, todos los demas han sido -muertos por el conde de Uñate. Antes que respondiese don Quixote, salió -Sancho diziendo: Dígannos, señores caminantes; aquella casa que alli se -ve, ¿es venta ó castillo? Replicó don Quixote: Majadero, insensato, ¿no -ves desde aqui los altos chapiteles, la famosa puente levadiza, y los -dos muy fieros grifos que defienden su entrada á aquellos que contra -la voluntad del castellano pretenden entrar dentro? Los caminantes -dixeron: Si v. m. es servido, señor caballero armado, aquella es la -venta que llaman del Ahorcado desde que junto á ella ahorcaron ahora un -año al ventero, porque mató á un huesped y le robó lo que tenia. Ahora -pues andad en hora mala, dixo don Quixote; que ello será lo que yo digo -á pesar de todo el mundo. Los caminantes se fueron muy maravillados -de la locura del caballero; y don Quixote, ya que llegaban á tiro de -arcabuz de la venta, dixo á Sancho: Conviene mucho, Sancho, para que en -todo cumplamos con el orden de caballeria, y vayamos por el camino que -la verdadera milicia enseña, que tú vayas delante, y te llegues á aquel -castillo como si fueses verdadera espia, y adviertas en él con mucho -cuidado la anchura, altura y profundidad del foso, la disposicion de -las puertas y puentes levadizas, los torreones, plataformas, estradas -encubiertas, diques, contradiques, trincheas, rastrillos, garitas, -plaças y cuerpos de guardia que hay en él; la artilleria que tienen -los de dentro; qué bastimentos y para cuantos años; que municiones; -si tiene agua en las cisternas; y finalmente, cuantos y que tales son -los que tan gran fortaleça defienden. ¡Cuerpo de quien me parió! dixo -Sancho: esto es lo que me agota la paciencia en estas aventuras ó -desventuras que andamos buscando por nuestros pecados. Tenemos la venta -aqui al ojo, donde podemos entrar sin embarazo ninguno y cenar con -nuestros dineros muy á nuestro placer, sin tener batalla ni pendencia -con nadie; y quiere v. m. que yo vaya á reconocer puentes y fosos y -extrañas cubiertas, ó como diablos llama esa letania que ha nombrado, -adonde salga el ventero, viendome andar alrededor de la casa midiendo -las paredes, con algun garrote, y me muela las costillas, pensando -que le voy á hurtar por los trascorrales las gallinas ó otra cosa. -Vamos, por vida suya; que yo salgo por fiador á todo aquello que nos -puede suceder, si no es que nosotros mismos nos tomemos las pendencias -con las manos. Bien parece, Sancho, dixo don Quixote, que no sabes lo -que á la buena espia toca de hazer: pues porque lo sepas, entiende -que lo primero ha de ser fiel; que si es espia doble, dando aviso á -una parte y á otra de lo que pasa, es muy perjudicial al exercito y -digna de cualquier castigo. Lo segundo, ha de ser deligente, avisando -con presteza de todo lo que ha oido y visto en los contrarios, pues -por venir tarde el aviso se suele á vezes perder todo un campo. Lo -tercero, ha de ser secreta, de tal manera, que á persona nacida, aunque -sea grande amigo ó camarada, no ha de dezir el secreto que trae en su -pecho, sino es al propio general en persona. Por tanto, Sancho, vé al -momento y haz lo que te digo, sin replica alguna; que bien sabes y -has leido que una de las cosas por donde los españoles son la nacion -más temida y estimada en el mundo, fuera de su valor y fortaleça, es -por la prompta obediencia que tienen á sus superiores en la milicia: -esta los haze victoriosos casi en todas las ocasiones; esta desmaya al -enemigo; esta da animo á los cobardes y temerosos; y finalmente, por -esta los reyes de España han alcançado el venir á ser señores de todo -el orbe; porque, siendo obedientes los inferiores á los superiores, con -buen orden y concierto se hazen firmes y estables, y dificultosamente -son rompidos y desbaratados, como vemos lo son con facilidad muchas -naciones, por faltarles esta obediencia, que es la llave de todo suceso -prospero en la guerra y en la paz. Ahora bien, dixo Sancho, no quiero -más replicar, pues nunca acabariamos. V. m. se venga tras mí poco á -poco; que yo voy con mi jumento á her lo que me manda; y si no hay -nada de lo que v. m. me dize, podremos quedar allá; porque á fe que -me zorrian ya las tripas de pura hambre. Dios te dé ventura en lides, -dixo don Quixote, para que en esta empresa que ahora vas salgas con -mucha honra, y alcances por los maeses de campo ó generales de algun -exercito, alguna ventaja honrosa para todos los dias de tu vida; y -mi bendicion y la de Dios te alcance; y mira que no te olvides de lo -que te he dicho, de hazer la buena espia. Començó Sancho á arrear su -asno de tal manera, que llegó brevemente á la venta; y como vió que -no habia fosos, puentes ni chapiteles, como su amo dezia, riose mucho -entre sí, diziendo: Sin duda que todos los torreones y fosos que mi amo -dezia que habia en esta venta, los debe él tener metidos en la cabeça; -porque yo no veo aqui sino solo una casa con un corralazo, y es sin -duda venta como yo dixe. Acercose á la puerta della y preguntó al -ventero si habia posada. Dixole que sí, con que baxó luego de su asno, -y dió al ventero la maleta para que le diese cuenta della cuando se la -pidiese, tras lo cual le preguntó si habia qué cenar; y respondiole el -ventero que habia una muy buena olla de vaca, carnero y tocino, con -muy lindas berças, y un conejo asado, dió dos saltos de contento en -oir nombrar aquella devota olla el buen Sancho. Pidió al punto cebada -y paja para su jumento, y llevole con esta provision á la caballeriza, -y mientras estaba ocupado en ella en darsela, llegó don Quixote cerca -de la venta sobre su rocin, con la figura ya dicha. El ventero y otros -cuatro ó cinco que estaban con él á la puerta, se maravillaron infinito -de ver semejante estantigua, y esperaron á ver lo que haria ó diria. -Llegó él, sin hablar palabra, á dos picas de la puerta, y mirando -de medio lado y con grave continente á la gente que en ella estaba, -pasó sin hablar palabra, y dió una vuelta alrededor de toda la venta, -mirandola por arriba y por abaxo, y á vezes midiendo con el lançon la -tierra desde la pared por defuera; y habiendo dado la vuelta, se puso -otra vez delante la puerta, y con una voz arrogante, puesto de pies -sobre los estribos, començó á dezir: Castellano desta fortaleça, y -vosotros, caballeros, que para defenderla con todos los soldados que -dentro están, atalayais, puestos en perpetua centinela dias y noches, -invierno y verano, con intolerables frios y fastidiosos calores, -los enemigos que os vienen á dar asaltos y hazer salir en campaña á -probar ventura, dadme luego aqui sin replica alguna un escudero mio -que, como falsos y alevosos, contra todo orden de caballeria habeis -prendido, sin hazer batalla primero con él; que yo sé por experiencia -que él es tal por su persona, que á hazerlo, no tenia para empezar en -diez de vosotros; y pues estoy certificado de que le prendisteis como -alevosos, con la fuerça del encantamiento de la vieja maga que dentro -teneis, ó por traicion, demasiado comedimiento os hago en pediroslo -con el termino que os le pido. Volvedmele, digo otra vez, al punto, si -quereis quedar con las vidas y excusar de que no os pase á todos con -los filos de mi espada, y deshaga este castillo sin dexar en él piedra -sobre piedra. Ea, entregadmelo luego, dezia levantando la voz con más -colera, aqui, sano, salvo y sin lesion alguna, juntamente con todos los -caballeros, donzellas y escuderos que en vuestras escuras mazmorras -con crueldad inhumana teneis presos; y si no, salid todos preciados -caballeros, puestas vuestras coraças fuertes y vuestras blandeadoras -lanças de recio fresno; que á todos os espera aqui. Y con esto tiraba -á cada paso á Rocinante de las riendas hazia atras, porque se fatigaba -mucho por entrar en la venta; que tambien tenia picado el molino como -Sancho Pança. El ventero y los demas, maravillados de las razones de -don Quixote, y, viendo que, la lança baxa, les desafiaba á batalla, -llamándoles gallinas y cobardes, haziendo piernas en su caballo, -llegaronse á él, y dixole el ventero: Señor caballero, aqui no hay -castillo ni fortaleça; y si alguna hay es la del vino, que es tan bravo -y fuerte, que basta no solamente para derribar sino para hazer dezir -mucho más de lo que v. m. nos ha dicho, y asi dezimos y respondemos -todos en mí, y yo por todos, que aqui no ha venido escudero alguno -de v. m.: si quiere posada, entre; que le daremos buena cena y mejor -cama, y aun, si fuere menester, no le faltará una moça gallega que le -quite los çapatos; que aunque tiene las tetas grandes, es ya cerrada -de años; y como v. m. no cierre la bolsa, no haya miedo que cierre los -braços ni dexe de recebirle en ellos. Por el orden de caballeria que -profeso, replicó don Quixote, que si, como digo, no me dais el escudero -y aquesa princesa gallega que dezis, que habeis de morir la más abatida -muerte que venteros andantes hayan muerto en el mundo. Al ruido salió -Sancho diziendo: Señor don Quixote, bien puede entrar; que al punto -que yo llegué se dieron todos por vencidos: baxe, baxe; que todos son -amigos, y habemos hechado pelillos á la mar, y nos están aguardando con -una muy gentil olla de vaca, tocino, carnero, nabos y berças, que está -diziendo: comeme, comeme. Como don Quixote vió á Sancho tan alegre, -le dixo: Dime por Dios, Sancho amigo, si esta gente te ha hecho algun -tuerto ó desaguisado; que aqui estoy, como ves, á punto de pelear. -Señor, dixo Sancho, ninguno desta casa me ha hecho tuerto; que, como -v. m. ve, los dos ojos me tengo sanos y buenos, que saqué del vientre -de mi madre; ni tampoco me han hecho desaguisado; antes tienen guisada -una olla y un conejo, tal, que el mismo Juan de Espera en Dios la puede -comer. Pues toma, Sancho, dixo don Quixote, esta adarga, y tenme del -estribo mientras me apeo; que me parece esta gente de buena condicion, -aunque pagana. ¡Y como si es pagana! respondió Sancho, pues en pagando -tres reales y medio, seremos señores disolutos de aquella grasisima -olla. Baxó en esto del caballo, y Sancho le llevó á la caballeriza con -su jumento. El ventero dixo á Don Quixote que se desarmase; que en -parte segura estaba, donde, pagando la cena y cama, no habria pendencia -alguna; pero el no lo quiso hazer, diziendo que entre gente pagana no -era menester fiarse de todos. Llegó en esto Sancho, y pudo acabar con -él á puros ruegos se quitase el morrion: tras lo cual le puso delante -una mesa pequeña con sus manteles, y dixo al ventero que truxese luego -la olla y el conejo asado, lo cual fue traido en un punto; de todo lo -cual cenó harto poco don Quixote, pues lo más de la cena se le fue en -hazer discursos y visages; pero Sancho sacó de vergüença á su amo, pues -á dos carrillos se comió todo lo que quedaba de la olla y conejo, con -la ayuda de un gentil azumbre de lo de Yepes, de suerte que se puso -hecho una trompa. Alçada la mesa, llevó el ventero á don Quixote y á -Sancho á un razonable aposento para acostarse; y despues que Sancho le -hubo desarmado, se fue á echar el segundo pienso á Rocinante y á su -jumento, y á llevarles á la agua. Mientras pues que Sancho andaba en -estos bestiales exercicios, llegó una moça gallega, que por ser muy -cortes era facil en el prometer y mucho más en el cumplir, y dixo á -don Quixote: Buenas noches tenga v. m., señor caballero: ¿manda algo -en su servicio? que aunque negras, no tiznamos: ¿gusta v. m. le quite -las botas, ó le limpie los çapatos, ó que me quede aqui esta noche -por si algo se le ofreciere? que por el siglo de mi madre, que me -parece haberle visto aqui otra vez, y aunque en su cara y figura me -parece á otro que yo quise harto; pero agua pasada no muele molino: -dexome y dexele libre como el cuclillo: no soy yo muger de todos, como -otras disolutas. Donzella, pero recogida; muger de bien, y criada de -un ventero honrado, y engañome un traidor de un capitan que me sacó -de mi casa, dandome palabra de casamiento: fuese á Italia, y dexome -perdida, como v. m. ve: llevome todas mis ropas y joyas que de casa de -mi padre habia sacado. Començó la moça á llorar tras esto, y dezir: -¡Ay de mí! ¡Ay de mí, huerfana y sola, y sin remedio alguno sino del -cielo! ¡Ay de mí! ¡Y si Dios deparase quien, á aquel bellaco diese -de puñaladas, vengandome de tantos agravios como me ha hecho! Don -Quixote, que oyó llorar aquella moça, como era compasivo de suyo, le -dixo: Cierto, fermosa donzella, que vuestras dolorosas cuitas de tal -manera han ferido mi coraçon, que, con ser para las lides de acero, -vos me le habedes tornado de cera; y asi, por el orden de caballeria -que juro y prometo, como verdadero caballero andante cuyo ofizio es -desfazer semejantes tuertos, de no comer pan en manteles, nin con la -Reina folgare, nin peinarme barba ó cabello, nin cortarme las uñas -de los pies ni de las manos, y aun de non entrar en poblado, pasadas -las justas donde agora voy á Çaragoça, fasta fazeros bien vengada de -aquese desleal caballero ó capitan tan á vuestro sabor, que digais -que Dios vos ha topado con un verdadero desfazedor de agravios. Dadme, -donzella mia, esa mano; que yo vos la doy de caballero de cumplir -cuanto digo; y mañana en ese dia subid sobre vuestro preciado palafren, -puesto vuestro velo delante de vuestros ojos, sola ó con vuestro enano -que yo vos seguiré, y aun podria ser, en las justas reales donde -agora voy defender con los filos de mi espada contra todo el mundo -vuestra fermosura, y despues fazeros reina de algun estraño reino ó -isla, adonde seais casada con algun principe poderoso: por tanto, -idos agora á acostar, y reposad en vuestro blando lecho, y fiad de mi -palabra, que no puede faltar. La disoluta moçuela, que se vió despedir -de aquella manera, contra la esperança que ella tenia de dormir con -don Quixote y que le daria tres ó cuatro reales, se puso muy triste -con tan resoluta respuesta tras tan prolixa arenga, y asi le dixo: Yo -por agora, señor, no puedo salir de mi casa por cierto inconveniente: -lo que á v. m. suplico, si alguna me piensa hazer, es se sirva de -prestarme hasta mañana dos reales, que los he mucho menester; porque -fregando ayer quebré dos platos de Talavera, y si no los pago, me dará -mi amo dos dozenas de palos muy bien dados. Quien á vos os tocare, -dixo don Quixote, me tocará á mí en las niñas de los ojos, y yo solo -seré bastante para desafiar á singular batalla, no solamente á ese -vuestro amo que dezis, sino á cuantos amos hoy gobiernan castillos y -fortaleças. Andad y acostadvos sin temor; que aqui está mi braço, que -faltarvos non puede. Asi lo tengo yo creido, dixo la moça; y mire si -me haze merced de esos dos reales agora, que aqui estoy para lo que -v. m. mandare. Don Quixote no entendia la musica de la gallega, y asi -le dixo: Señora infanta, no digo yo los dos reales que me pedis, sino -docientos ducados os quiero dar luego á la hora. La moça, que sabia -que quien mucho abraça poco aprieta, y que más vale pajaro en mano que -buitre volando, se llegó á él para abraçarle, por ver si por alli le -podia sacar los dos reales que le habia pedido; pero don Quixote se -levantó diziendo: Muy pocos caballeros andantes he visto ni leido que, -puestos en semejantes trances cual este en que yo me veo, hayan caido -en deshonestidad alguna; y asi, ni yo tampoco, imitandoles á estos, -pienso caer en ella. Començó tras esto á llamar á Sancho, diziendo: -Sancho, Sancho, sube y traeme esa maleta. Subió Sancho (que habia -estado hasta entonzes ocupado en una grande platica con el ventero y -los huespedes, alabandoles la singular fortaleça de su señor, echando -de la gloriosa, como estaba tan relleno con la olla podrida que habia -cenado), subiendo juntamente la maleta, y dixole don Quixote: Sancho, -abre esa maleta, y dale á esta señora infanta á buena cuenta docientos -ducados desos que ahi traemos; que en haziendola vengada de cierto -agravio que contra su voluntad le han fecho, ella te dará, no solamente -eso, pero muchas y muy ricas joyas que un descortes caballero á pesar -suyo la ha robado. Sancho, que oyó el mandato, le respondió colerico: -¡Como docientos ducados! Por los huesos de mis padres, y aun de mis -agüelos, los puedo yo dar como dar una testarada en el cielo. Mirese -la muy zurrada, hija de otra: ¿no es ella la que denantes me dixo en -la caballeriza que si queria dormir con ella, que como le diese ocho -cuartos, estaba alli para herme toda merced? Pues á fe que si la agarro -por los cabellos, que ha de saltar de un brinco las escaleras. Como -la pobre gallega vió tan enojado á Sancho, le dixo: Hermano, vuestro -señor ha mandado que me deis dos reales; que ni pido ni quiero los -docientos ducados; que bien veo que este señor lo dize por hazer burla -de mí. Estaba en esto don Quixote maravillado de ver lo que Sancho -dezia, y asi le dixo: Haz, Sancho, luego lo que te digo: dale luego los -docientos ducados, y si más te pidiere, dale más; que mañana iremos con -ella hasta su tierra, donde seremos[13] cumplidamente pagados. Ahora -sus, dixo Sancho, baxe acá abaxo, señora: ¡asi señora seais de la mala -perra que os parió! Y agarrando la maleta, baxó la moça delante dél, -y diole cuatro cuartos, diziendo: Por las armas del gigante Golias, -que si dezis á mi amo que no os he dado los docientos ducados, que os -tengo de hazer más tajadas que hay puntos en la albarda de mi asno. -Señor, dixo la gallega, deme esos cuatro cuartos; que con ellos quedo -contentisima. Sancho se les dió diziendo: Y bien pagada queda la muy -zurrada de lo que no ha trabajado. Y el ventero en esto llamó á Sancho -para que se acostase en una cama que de dos jalmas le habia hecho, y -Sancho lo hizo, echando su maleta por cabecera, con que durmió aquella -noche muy de repapo. - - [13] _Iremos_ en la edición original, pero es errata evidente. - - - - -CAPITULO V - -De la repentina pendencia que á nuestro don Quixote se le ofreció con -el huesped al salir de la venta. - - -Llegada la mañana, Sancho echó de comer á Rocinante y á su jumento, y -hizo poner á asar un razonable pedazo de carnero, si no es que fuese -de su madre (que de la virtud del ventero todo se podia presumir), y -tras esto se fue á despertar á don Quixote, el cual en toda la noche -no habia podido pegar los ojos, sino al amanecer un poco, desvelado -con las traças de sus negras justas, que le sacaban de juizio; y más -aquella noche, que habia imaginado defender la hermosura de la gallega -contra todos los caballeros extrangeros y naturales, y llevarla al -reino ó provincia de donde imaginaba que era reina ó señora. Despertó -don Quixote despavorido á las vozes que dió Sancho, diziendo: Date -por vencido, ¡oh valiente caballero! y confiesa la hermosura de la -princesa gallega, la cual es tan grande, que ni Policena, Porcia, -Albana ni Dido fueran dignas, si vivieran, de descalçarle su muy justo -y pequeño çapato. Señor, dixo Sancho, la gallega está muy contenta y -bien pagada; que ya yo le he dado los docientos ducados que v. m. me -mandó; y dize que besa á v. m. las manos, y que la mande; que alli -está pintipintada para helle toda merced. Pues dile, Sancho, dixo -don Quixote, que apareje su preciado palafren mientras yo me visto y -armo, para que partamos. Baxó Sancho, y lo que primero hizo fue ir á -ver si estaba adereçado el almuerzo. Ensilló á Rocinante y enalbardó -á su jumento, poniendo á punto el adarga y lançon de don Quixote, el -cual baxó muy de espacio con sus armas en la mano, y dixo á Sancho que -le armase, porque queria partir luego. Sancho le dixo que almorzase; -que despues se podria armar; lo cual él no quiso hazer en ninguna -manera, ni quiso tampoco sentarse á la mesa, porque dixo que no podia -comer en manteles hasta acabar cierta aventura que habia prometido; -y asi comió en pie cuatro bocados de pan y un poco de carnero asado, -y luego subió en su caballo con gentil continente, y dixo al ventero -y á los demas huespedes que alli estaban: Castellano y caballeros, -mirad si de presente se os ofrece alguna cosa en que yo os sea de -provecho; que aqui estoy pronto y aparejado para serviros. El ventero -respondió: Señor caballero, aqui no habemos menester cosa alguna, -salvo que v. m. ó este labrador que consigo trae me paguen la cena, -cama, paja y cebada, y vayanse tras esto muy en hora buena. Amigo, -dixo don Quixote, yo no he visto en libro alguno que haya leido, que -cuando algun castellano ó señor de fortaleça merece por su buena dicha -hospedar en su casa á algun caballero andante, le pida dinero por la -posada; pero pues vos, dexando el honroso nombre de castellano, os -hazeis ventero, yo soy contento que os paguen: mirad cuanto es lo que -os debemos. Dixo el ventero que se le debian catorze reales y cuatro -cuartos. De vos hiziera yo esos por la desvergüença de la cuenta, -replicó don Quixote, si me estuviera bien; pero no quiero emplear tan -mal mi valor:--y volviendose á Sancho, le mandó se los pagase. A la -que volvió la cabeça para dezirselo, vió junto al ventero á la moça -gallega, que estaba con la escoba en la mano para barrer el patio, y -dixola con mucha cortesia: Soberana señora, yo estoy dispuesto para -cumplir todo aquello que la noche pasada vos he prometido, y sereis sin -duda alguna muy presto colocada en vuestro precioso reino; que no es -justo que una infanta como vos ande asi desa suerte, y tan mal vestida -como estais, y barriendo las ventas de gente tan infame como esta es: -por tanto, subid luego en vuestro vistoso palafren; y si acaso, por -la vuelta que ha dado la enemiga fortuna, no le teneis, subid en este -jumento de Sancho Pança, mi fiel escudero: venios conmigo á la ciudad -de Çaragoça; que alli, despues de las justas, defenderé contra todo el -mundo vuestra extremada fermosura, poniendo una rica tienda en medio -de la plaça, y junto á ella un cartel, junto al cartel un pequeño -aunque bien rico tablado con un precioso sitial, adonde vos esteis -vestida de riquisimas vestiduras, mientras yo pelearé contra muchos -caballeros, que por ganar las voluntades de sus amantes damas vendran -alli con infinitas cifras y motes, que declararán bien la pasion que -traerán en sus fogosos coraçones y el deseo de vencerme; aunque les -será dificultosa empresa (por no dezir imposible) emprender ganar la -prez y honra que yo les ganaré con facilidad, amparado de vuestra -beldad; y asi digo, señora, que dexando todas las cosas, os vengais -luego conmigo. El ventero y los demas huespedes, que semejantes razones -oyeron á don Quixote, le tuvieron totalmente por loco, y se rieron de -oir llamar á su gallega, princesa y infanta: con todo, el ventero se -volvió á su moça colerico, diziendola: Yo os voto á tal, doña puta -desvergonçada, que os tengo de hazer que se os acuerde el concierto que -con este loco habeis hecho; que ya yo os entiendo. ¿Asi me agradeceis -el haberos sacado de la puteria de Alcala y haberos traido aqui á mi -casa, donde estais honrada, y haberos comprado esa sayuela, que me -costó diez y seis reales, y los çapatos tres y medio, tras que estaba -de hoy para mañana para compraros una camisa, viendo no teneis andrajo -della? Pero no me la haga yo en bacin de barbero si no me lo pagaredes -todo junto; y despues os tengo de enviar como vos mereceis, con un -espigon (como dizen) en el rabo, á ver si hallareis que nadie os haga -el bien que yo en esta venta os he hecho: andad ahora en hora mala, -bellaca, á fregar los platos; que despues nos veremos. Y diziendo -esto, alçó la mano y diola una bofetada, con tres ó cuatro cozes en -las costillas, de suerte que la hizo ir tropeçando y medio cayendo. -¡Oh santo Dios, y quien pudiera en esta hora notar la inflamada ira y -encendida colera que en el coraçon de nuestro caballero entró! No hay -aspid pisado, con mayor rabia que la con que él puso mano á su espada, -levantandose bien sobre los estribos, de los cuales, con voz soberbia -y arrogante dixo: ¡Oh sandio y vil caballero! ¡asi has ferido en el -rostro á una de las más fermosas fembras que á duras penas en todo el -mundo se podrá fallar! Pero no querrá el cielo que tan grande follonia -y sandez quede sin castigo. Arrojó en esto una terrible cuchillada al -ventero, y diole con toda su fuerça sobre la cabeça, de suerte que á -no torcer un poco la mano don Quixote, lo pasara sin duda mal; pero -con todo eso le descalabró muy bien. Alborotaronse todos los de la -venta, y cada uno tomó las armas que más cerca de sí halló. El ventero -entró en la cocina y sacó un asador de tres ganchos bien grande, y -su muger un medio chuzo de viñadero. Don Quixote volvió las riendas -á Rocinante, diziendo á grandes vozes: ¡Guerra, guerra! La venta -estaba en una cuestecilla, y luego á tiro de piedra habia un prado -bien grande, en medio del cual se puso don Quixote haziendo gambetas -con su caballo, la espada desnuda en la mano, porque Sancho tenia la -adarga y lançon; al cual, luego que vió todo el caldo revuelto, se -le representó que habia de ser segunda vez manteado, y asi peleaba -cuanto podia por sosegar la gente y aplacar aquella pendencia; pero el -ventero, como se sintió descalabrado, estaba hecho un leon, y pedia muy -aprisa su escopeta, y sin duda fuera y matara con ella á don Quixote, -si el cielo no le tuviera guardado para mayores trances. Estorbolo -la muger y los huespedes con Sancho, diziendo que aquel hombre era -falto de juizio; y pues la herida era poca, que le dexase ir con todos -los diablos. Con esto se sosegó, y Sancho, excusandose que no tenia -culpa de lo sucedido, se despidió dellos muy cortesmente, y se fue -para su amo, llevando al jumento del cabestro, y la adarga y lançon. -Llegando á don Quixote, le dixo: ¿Es posible, señor, que por una moça -de soldada, peor que la de Pilatos, Anas y Caifas, que está hecha una -picara, quiera v. m. que nos veamos en tanta revuelta, que casi nos -costara el pellejo, pues queria venir el ventero con su escopeta á -tirarle? Y á hacerlo, sobre mí, que no le defendieran sus armas de -plata, aunque estuvieran aforradas en terciopelo. ¡Oh Sancho! dixo don -Quixote, ¿cuanta gente es la que viene? ¿Viene un escuadron volante, -ó viene por tercios? ¿Cuanta es la artilleria, coraças y morriones -que traen, y cuantas compañias de flecheros? Los soldados ¿son viejos -ó bisoños? ¿Están bien pagados? ¿Hay hambre ó peste en el exercito? -¿Cuantos son los alemanes, tudescos, franceses, españoles, italianos y -esgüizaros? ¿Como se llaman los generales, maeses de campo, prebostes, -y capitanes de campaña? Presto, Sancho, presto, dilo; que importa para -que, conforme á la gente, hagamos en este grande prado trincheras, -fosos, contrafosos, rebellines, plataformas, bastiones, estacadas, -mantas y reparos, para que dentro les echemos naranjas y bombas de -fuego, disparando todos á un tiempo nuestra artilleria, y primero las -pieças que están llenas de clavos y medias balas, porque estas hazen -grande efeto al primero impetu y asalto. Respondió Sancho: Señor, aqui -no hay peto ni salto, ¡pecador de mí! ni hay exercitos de turquescos, -ni animales, ni borricadas ni bestiones; bestias sí que lo seremos -nosotros si no nos vamos al punto. Tome su adarga y lança; que quiero -subir en mi asno; y pues nuestra Señora de los Dolores nos ha librado -de los que nos podian causar los palos que tan bien merecidos teniamos -en esta venta, huyamos de ella como de la ballena de Jonas; que no le -faltarán á v. m. por esos mundos otras aventuras más faciles de vencer -que esta. Calla, Sancho, dixo don Quixote; que si me ven huir, dirán -que soy un gallina cobarde. Pues par diez, replicó Sancho, que aunque -digan que somos gallinas, capones ó faisanes, que por esta vez que nos -tenemos de ir: arre acá, señor jumento. Don Quixote, que vió resuelto -á Sancho, no quiso contradezirle más; antes començó á caminar tras él -diziendo: Por cierto, Sancho, que lo hemos errado mucho en no volver -á la venta y retar á todos aquellos por traidores y alevosos, pues lo -son verdaderamente, dandoles despues desto á todos la muerte; porque -tan vil canalla y tan soez no es bien viva sobre la haz de la tierra; -pues quedando, como ves quedan, vivos, mañana dirán que no tuvimos -animo para acometellos, cosa que sentiré á par de muerte se diga de -mí. En fin, Sancho, nosotros habemos sido, en volvernos, grandisimos -borrachos. ¿Borrachos, señor? respondió Sancho: borrachos seamos -delante de Dios; que para lo deste mundo, ello hemos hecho lo que toca -á nuestras fuerças; por tanto, caminemos antes que entre más el sol; -que dexa v. m. bien castigados todos los de la venta. - - - - -CAPITULO VI - -De la no menos extraña que peligrosa batalla que nuestro caballero tuvo -con un guarda de un melonar, que él pensaba ser Roldan el Furioso. - - -Caminaron la via de Çaragoça el buen hidalgo don Quixote y Sancho Pança -su escudero, y anduvieron seis dias sin que les sucediese en ellos cosa -de notable consideracion, solo que por todos los lugares que pasaban -eran en extremo notados, y en cualquier parte daban harto que reir las -simplicidades de Sancho Pança y las quimeras de don Quixote; porque -se ofreció en Ariza hazer él proprio un cartel y fixarle en un poste -de la plaça, diziendo que cualquier caballero natural ó andante que -dixese que las mugeres merecian ser amadas de los caballeros, mentia, -como él solo se lo haria confesar uno á uno ó diez á diez; bien que -merecian ser defendidas y amparadas en sus cuitas, como lo manda -el orden de caballeria; pero que en lo demas, que se sirviesen los -hombres dellas para la generacion con el vinculo del santo matrimonio, -sin mas arrequives de festeos; pues desengañaban bien de cuan gran -locura era lo contrario las ingratitudes de la infanta Dulcinea del -Toboso; y luego firmaba al pie del cartel: El Caballero Desamorado. -Tras este pasaron otros tan apacibles y más estraños cuentos en los -demas lugares del camino, hasta que sucedió que llegando él y Sancho -cerca de Calatayud, en un lugar que llaman Ateca, á tiro de mosquete -de la tierra, yendo platicando los dos sobre lo que pensaba hazer en -las justas de Çaragoça, y como desde alli pensaba dar la vuelta á la -corte del Rey, y dar en ella á conocer el valor de su persona, volvió -la cabeça y vió enmedio de un melonar una cabaña, y junto á ella un -hombre que le estaba guardando con un lançon en la mano. Detuvose un -poco mirandole de hito á hito; y despues de haber hecho en su fantasia -un desvariado discurso, dixo: Detente, Sancho, detente; que si yo no -me engaño, esta es una de las más estrañas y nunca vistas aventuras -que en los dias de tu vida hayas visto ni oido dezir; porque aquel -que alli ves con la lança ó venablo en la mano, es sin duda el señor -de Anglante, Orlando el Furioso, que, como se dize en el autentico y -verdadero libro que llaman Espejo de caballerias, fue encantado por -un moro, y llevado á que guardase y defendiese la entrada de cierto -castillo, por ser él el caballero de mayores fuerças del universo; -encantandole el moro de suerte, que por ninguna parte puede ser ferido -ni muerto, si no es por la planta del pie. Este es aquel furioso Roldan -que, de rabia y enojo porque un moro de Agramante llamado Medoro, le -robó á Angélica la bella, se tornó loco, arrancando los arboles de -raiz; y aun se dize por muy cierto (cosa que yo la creo rebien de -sus fuerças) que asió de una pierna á una yegua sobre quien iba un -desdichado pastor, y volteandola sobre el braço derecho, la arrojó -de sí dos leguas, con otras cosas estrañas, semejantes á esta, que -alli se cuentan por muy extenso, donde los podrás tú leer. Asi que, -Sancho mio, yo estoy resuelto de no pasar adelante hasta probar con -él la ventura; y si fuere tal la mia (que si será, segun el esfuerço -de mi persona y ligereza de mi caballo), que yo le venciere y matare, -todas las glorias, victorias y buenos sucesos que tuvo, serán sin -duda mios, y á mí solo se atribuiran todas las fazañas, vencimientos, -muertes de gigantes, desquixaramientos de leones y rompimientos de -exercitos que por sola su persona hizo; y si él echó, como se cuenta -por verdad, la yegua con el pastor dos leguas, dirá todo el mundo que -quien venció á este que tal hazia, bien podrá arrojar á otro pastor -como aquel á cuatro leguas: con esto seré nombrado por el mundo y -será temido mi nombre; y finalmente, sabiendolo el rey de España, me -enviará á llamar y me preguntará punto por punto cómo fue la batalla, -que golpes le dí, con que ardides le derribé y con que estratagemas le -falseé las tretas para que diesen en vazio; y finalmente, cómo le dí -la muerte por la planta del pie con un alfiler de á blanca. Informado -su magestad de todo, y dandote á tí por testigo ocular, seré sin duda -creido; y llevando, como llevaremos, la cabeça en esas alforjas, el -Rey la mirará, y dirá: ¡Ah Roldan, Roldan, y como siendo vos la cabeça -de los Doze Pares de Francia habeis hallado vuestro par! No os valió -¡oh fuerte caballero! vuestro encantamiento ni el haber rompido de -sola una cuchillada una grandisima peña. ¡Oh Roldan, Roldan, y como -de hoy más se lleva la gala y fama el invicto manchego y gran español -don Quixote! Asi que, Sancho, no te muevas de aqui hasta que yo haya -dado cabo y cima á esta dudosa aventura, matando al señor de Anglante y -cortandole la cabeça. Sancho, que habia estado muy atento á lo que su -amo dezia, le respondió diziendo: Señor Caballero Desamorado, lo que -á mi me parece es que no hay aqui, á lo que yo entiendo, ningun señor -de Argante; porque lo que yo alli veo no es sino un hombre que está -con un lançon guardando su melonar; que como va por aqui mucha gente á -Çaragoça á las fiestas, se le deben de festear por los melones; y asi -digo que mi parecer es, no obstante el de v. m., que no alborotemos á -quien guarda su hacienda, y guardela muy enhorabuena; que asi hago yo -con la mia. ¿Quien le mete á v. m. con Giraldo el Furioso, ni en cortar -la cabeça á un pobre melonero? ¿Quiere que despues se sepa, y que -luego salga tras nosotros la Santa Hermandad, y nos ahorque y asaetee, -y despues eche á galeras por sietecientos años, de donde primero que -salgamos ternemos canas en las pantorrillas? Señor don Quixote, ¿no -sabe lo que dize el refran, que quien ama el peligro, mal que le pese -ha de caer en él? Delo al diablo, y vamos al lugar, que está cerca: -cenaremos muy á nuestro plazer, y comerán las cabalgaduras; que á fe -que si á Rocinante, que va un poco cabizbaxo, le preguntase donde -querria más ir, al meson ó guerrear con el melonero, que dixese que más -querria medio celemin de cebada, que cien hanegas de meloneros. Pues si -esta bestia, siendo insensitiva, lo dize y se lo ruega, y yo tambien en -nombre della y de mi jumento, se lo suplicamos mal y caramente, razon -es nos crea; y mire v. m. que por no haber querido muchas vezes tomar -mi consejo nos han sucedido algunas desgracias. Lo que podemos her, es: -yo llegaré y le compraré un par de melones para cenar; y si él dize que -es Gaiteros ó Bradamonte ó esotro demonio que dize, yo soy muy contento -que le despanzorremos; si no, dexemosle para quien es, y vamos nosotros -á nuestras justas reales. ¡Oh Sancho, Sancho, dixo don Quixote, y que -poco sabes de achaque de aventuras! Yo no salí de mi casa sino para -ganar honra y fama, para lo cual tenemos ahora ocasion en la mano; y -bien sabes que la pintaban los antiguos con copete en la frente y calva -de todo el celebro, dandonos con eso á entender que pasada ella, no -hay de donde asirla. Yo, Sancho, por todo lo que tú y todo el mundo -me dixere, no he de dexar de probar esta empresa, ni de llevar el dia -que entrare en Çaragoça, la cabeça de este Roldan en una lança, con -una letra debaxo della que diga: «Vencí al vencedor.» Mira pues tú, -Sancho, ¡cuanta gloria se me seguirá de esto! pues será ocasion de que -en las justas todos me rindan vasallage y se me den por vencidos; con -lo cual todos los precios dellas serán sin duda mios. Y asi, Sancho, -encomiendame á Dios; que voy á meterme en uno de los mayores peligros -que en todos los dias de mi vida me he visto; y si acaso, por ser -varios los peligros de la guerra, muriese en esta batalla, llevarme has -á San Pedro de Cardeña; que muerto, estando con mi espada en la mano, -como el Cid, sentado en una silla, yo fio que si, como á él, algun -judio, acaso por hazer burla de mí, quisiere llegarme á las barbas, -que mi braço yerto sepa meter mano y tratarle peor que el catolico -Campeador trató al que con él hizo lo proprio. ¡Oh señor! respondió -Sancho, por el arca de Noe le suplico que no me diga eso de morir; que -me haze saltar de los ojos las lagrimas como el puño, y se me haze el -coraçon añicos de oirselo, de puro tierno que soy de mio. ¡Desdichada -de la madre que me parió! ¿Que haria despues el triste Sancho Pança -solo en la tierra agena, cargado de dos bestias, si v. m. muriese en -esta batalla? Començó Sancho tras esto á llorar muy de veras, y dezir: -¡Ay de mí, señor don Quixote! ¡nunca yo le hubiera conocido por tan -poco! ¿Que haran las donzellas desaguisadas? ¿Quien hará y deshará -tuertos? Perdida queda de hoy más toda la nacion manchega; no habrá -fruto de caballeros andantes, pues hoy acabó la flor dellos en v. m.; -más valiera que nos hubieran muerto ahora un año aquellos desalmados -yangüeses, cuando nos molieron las costillas á garrotazos. ¡Ay señor -don Quixote! ¡Pobre de mí! ¿y que tengo de her solo y sin v. m.? -¡Ay de mí! Don Quixote lo consoló diziendo: Sancho, no llores; que -aun no soy muerto; antes he oido y leido de infinitos caballeros, y -principalmente de Amadis de Gaula, que habiendo estado muchas vezes á -pique de ser muertos, vivian despues muchos años, y venian á morirse -en sus tierras, en casa de sus padres, rodeados de hijos y mugeres. -Con todo eso, estese dicho, hagas, si muriere, lo que te digo. Yo lo -prometo, señor, dixo Sancho, si Dios le lleva para sí, de llevar á -enterrar su cuerpo, no solamente al San Pedro de Cerdeña que dize, -sino que aunque me cueste el valor del jumento, le tengo de llevar á -enterrar á Constantinopla; y pues va determinado de matar ese melonero, -arrojeme acá, antes que parta, su bendicion, y deme la mano para que -se la bese; que la mia y la del señor san Cristobal le caiga. Diosela -don Quixote con mucho amor, y luego començó á espolear á Rocinante, -que de cansado ya no se podia mover. Entrando por el melonar y picando -derecho hazia la cabaña donde estaba la guarda, iba dando á cada paso -á la maldicion á Rocinante, por ver que cada mata, como era verde, -le daba apetito, aunque tenia freno, de probar algunas de sus hojas -ó melones, fatigado de la hambre. Cuando el melonero vió que se iba -allegando más á él aquella fantasma, sin que reparase en el daño que -hazia en las matas y melones, començole á dezir á vozes que se tuviese -afuera; si no, que le haria salir con todos los diablos del melonar. -No curandose don Quixote de las palabras que el hombre le dezia, iba -prosiguiendo su camino; y ya que estuvo dos ó tres picas dél, començó -á dezirle, puesta la lança en tierra: Valeroso conde Orlando, cuya -fama y cuyos hechos tiene celebrados el famoso y laureado Ariosto, y -cuya figura tienen esculpida sus divinos y heroicos versos; hoy es el -dia, invencible caballero, en que tengo de probar contigo la fuerça de -mis armas y los agudos filos de mi cortadora espada; hoy es el dia, -valiente Roldan, en que no te han de valer tus encantamientos ni el -ser cabeça de aquellos Doze Pares de cuya nobleza y esfuerço la gran -Francia se gloria; que por mi has de ser, si quiere la fortuna, vencido -y muerto, y llevada tu soberbia cabeça, ¡oh fuerte frances! en esta -lança á Çaragoça. Hoy es el dia en que yo gozaré de todas tus fazañas -y vitorias, sin que te pueda valer el fuerte exercito de Carlo-Magno, -ni la valentia de Reinaldos de Montalvan, tu primo; ni Montesinos, ni -Oliveros, ni el hechicero Malgisi con todos sus encantamientos: vente, -vente para mí, que un solo español soy: no vengo, como Bernardo del -Carpio y el rey Marsillo de Aragon, con poderoso exercito contra tu -persona; solo vengo con mis armas y caballo contra tí, que te tuviste -algun tiempo por afrentado de entrar en batalla con diez caballeros -solos. Responde, no estés mudo, sube sobre tu caballo, ó vente para mi -de la manera que quisieres; mas porque entiendo, segun he leido, que -el encantador que aqui te puso no te dió caballo, yo quiero baxar del -mio; que no quiero hazer batalla contigo con ventaja alguna. Y baxó -en esto del caballo, y viendolo Sancho, començó á dar vozes diziendo: -Arremeta, nuesamo, arremeta; que yo estoy aqui rezando por su ayuda, y -he prometido una misa á las benditas animas, y otra al señor san Anton, -que guarde á v. m. y á Rocinante. El melonero, que vió venir para sí á -don Quixote con la lança en la mano y cubierto con el adarga, començole -á dezir que se tuviese afuera; si no, que le mataria á pedradas. Como -don Quixote prosiguiese adelante, el melonero arrojó su lançon y puso -una piedra poco mayor que un huevo en una honda, y dando media vuelta -al braço, la despidió como de un trabuco contra don Quixote, el cual la -recibió en el adarga; mas falseola facilmente, como era de solo badana -y papelones, y dió á nuestro caballero tan terrible golpe en el braço -izquierdo, que á no cogelle armado con el braçalete, no fuera mucho -quebrarsele; aunque sintió el golpe bravisimamente. Como el melonero -vió que todavia porfiaba para acercarsele, puso otra piedra mayor en -la honda, y tirola tan derecha y con tanta fuerça, que dió con ella á -don Quixote en medio de los pechos, de suerte que á no tener puesto -el peto grabado, sin duda se la escondiera en el estomago: con todo, -como iba tirada por buen braço, dió con el buen hidalgo de espaldas en -tierra, recibiendo una mala y peligrosa caida, y tal, que con el peso -de las armas y fuerça del golpe, quedó en el suelo medio aturdido. El -melonero, pensando que le habia muerto ó malparado, se fue huyendo -al lugar. Sancho, que vió caido á su amo, entendiendo que de aquella -pedrada habia acabado don Quixote con todas las aventuras, se fue para -él, llevando al jumento del cabestro, lamentandose y diziendo: ¡Oh -pobre de mi señor desamorado! ¿No se lo dezia yo, que nos fueramos -muy en hora mala al lugar, y no hizieramos batalla con este melonero, -que es más luterano que el gigante Golias? Pues ¿como se atrevió á -llegarse á él sin caballo, pues sabia en Dios y en su conciencia que -no le podia matar sino metiendole una aguja ó alfiler de á blanca por -la planta del pie? Llegose en esto á su señor, y preguntole si estaba -mal ferido: él respondió que no; pero que aquel soberbio Roldan le -habia tirado una gran peña y le habia derribado con ella en tierra; -añadiendo: Dame, Sancho, la mano, pues ya he salido con muy cumplida -vitoria; que para alcançarla, bastame que mi contrario haya huido de -mí y no ha osado aguardarme: al enemigo que huye, hazerle la puente de -plata, como dizen. Dexemosle pues ir; que ya vendrá tiempo en que yo -le busque, y á pesar suyo acabe la batalla començada: solo me siento -en este braço izquierdo mal herido; que aquel furioso Orlando me debió -tirar una terrible maça que tenia en la mano; y si no me defendieran -mis finas armas, entiendo que me hubiera quebrado el braço. Maça, dixo -Sancho, bien sé yo que no la tenia; pero le tiró dos guijarros con la -honda, que si con cualquiera dellos le diera sobre la cabeça, sobre mí, -que por más que tuviera puesto en ella ese chapitel de plata ó como le -llama, hubieramos acabado con el trabajo que habemos de pasar en las -justas de Çaragoça; pero agradezca la vida que tiene á un romance que -yo le rezé del conde Peranzules, que es cosa muy probada para el dolor -de hijada. Dame la mano, Sancho, dixo don Quixote, y entremos un rato -á descansar en aquella cabaña, y luego nos iremos, pues el lugar está -cerca. Levantose don Quixote tras esto, y quitó el freno á Rocinante, -y Sancho quitó la maleta de encima de su jumento, juntamente con la -albarda; metiolo todo en la cabaña, quedando Rocinante y el jumento -señores absolutos del melonar, del cual cogió Sancho dos melones harto -buenos, y con un mal cuchillo que traia los partió y puso encima de -la albarda para que comiese don Quixote; si bien él, tras solo cuatro -bocados que tomó dellos, mandó á Sancho que los guardase para cenar en -el meson á la noche. Pero apenas habia Sancho comido media dozena de -rebanadas, cuando el melonero vino con otros tres harto bien dispuestos -moços, trayendo cada uno una gentil estaca en la mano; y como vieron -el rocin y jumento sueltos, pisando las matas y comiendo los melones, -encendidos en colera, entraron en la cabaña, llamandolos ladrones y -robadores de la hacienda agena, acompañando estos requiebros con media -dozena de palos que les dieron muy bien dados, antes que se pudiesen -levantar; y á don Quixote, que por su desgracia se habia quitado el -morrion, le dieron tres ó cuatro en la cabeça, con que le dexaron -medio aturdido, y aun muy bien descalabrado; pero Sancho lo pasó peor; -que como no tenia reparo de coselete, no se le perdió garrotazo en -costillas, braços y cabeça, quedando tambien aturdido como lo quedaba -su amo. Los hombres, sin curar dellos, se llevaron al lugar en prendas -el rocin y jumento por el daño que habian hecho. De alli á un buen -rato, vuelto Sancho en sí, y viendo el estado en que sus cosas estaban, -y que le dolian las costillas y braços de suerte que casi no se podia -levantar, començó á llamar á don Quixote, diziendo: ¡Ah señor caballero -andante (andado se vea él con todos cuantos diablos hay en los -infiernos)! ¿parecele que quedamos buenos? ¿Es este el triunfo con que -habemos de entrar en las justas de Çaragoça? ¿Que es de la cabeça de -Roldan el encantado, que hemos de llevar espetada en lança? Los diablos -le espeten en un asador, ¡plegue á santa Apolonia! Estoyle diziendo -sietecientas vezes que no nos metamos en estas batallas impertinentes, -sino que vamos nuestro camino sin hazer mal á nadie, y no hay remedio. -Pues tomese esos peruetanos que le han venido, y aun plegue á Dios, -si aqui estamos mucho, no vengan otra media dozena dellos á acabar la -batalla que los primeros començaron. Alzese, pesia á las herraduras del -caballo de san Martin, y mire que tiene la cabeça llena de chichones, -y le corre la sangre por la cara abaxo, siendo ahora de veras el de -la Triste Figura, por sus bien merecidos disparates. Don Quixote, -volviendo en sí y sosegandose un poco, començó á dezir: - - Rey don Sancho, rey don Sancho - No dirás que no te aviso - Que del cerco de Zamora - Un traidor habia salido. - -¡Mal haya el anima del Anticristo! dixo Sancho: estamos con las -nuestras en los dientes, ¡y ahora se pone muy de espacio al romance -del rey don Sancho! Vamonos de aqui, por las entrañas de todo nuestro -linage, y curemonos; que estos Barrabases de Gaiteros, ó quien son, -nos han molido más que sal, y á mí me han dexado los braços de suerte, -que no los puedo levantar á la cabeça. ¡Oh buen escudero y amigo! -respondió don Quixote, has de saber que el traidor que desta suerte me -ha puesto es Bellido de Olfos, hijo de Olfos Bellido.--¡Oh, reniego -de ese Bellido ó bellaco de Olfos, y aun de quien nos metió en este -melonar!--Este traidor, dixo don Quixote, saliendo conmigo mano á -mano, camino de Zamora, mientras que yo me baxé de mi caballo para -proveerme detrás de unas mantas; este alevoso, digo, de Bellido, me -tiró un venablo á traicion, y me ha puesto de la suerte que ves: por -tanto ¡oh fiel vasallo! conviene mucho que tú subas en un poderoso -caballo, llamandote don Diego Ordoñez de Lara, y que vayas á Zamora, y -en llegando junto á la muralla, verás entre dos almenas el buen viejo -Arias Gonzalo, ante quien retarás á toda la ciudad, torres, cimientos, -almenas, hombres, niños y mugeres, el pan que comen y el agua que -beben, con todos los demas retos con que el hijo de don Bermudo retó á -dicha ciudad, y matarás á los hijos de Arias Gonzalo, Pedro Arias y los -demas. ¡Cuerpo de san Quintin! dixo Sancho: si v. m. ve cuales nos han -puesto cuatro meloneros, ¿para que diablos quiere que vamos á Zamora á -desafiar toda una ciudad tan principal como aquella? ¿Quiere que salgan -della cinco ó seis millones de hombres á caballo y acaben con nuestras -vidas, sin que gozemos de los premios de las reales justas de Çaragoça? -Deme la mano y levantese, y iremos al lugar que está cerca, para que -nos curen y á v. m. le tomen esa sangre. Levantose don Quixote, aunque -con harto trabajo, y salieron los dos fuera de la cabaña; pero cuando -no vieron el Rocinante ni el jumento, fue grandisimo el sentimiento que -don Quixote hizo por él; y Sancho, dando vueltas alrededor de la cabaña -buscando su asno, dezia llorando: ¡Ay asno de mi anima! ¿y que pecados -has hecho para que te hayan llevado de delante de mis ojos? Tú eres -la lumbre dellos, asno de mis entrañas, espejo en que yo me miraba; -¿quien te me ha llevado? ¡Ay jumento mio, que por tí solo y por tu -pico podias ser rey de todos los asnos del mundo! ¿á donde hallaré yo -otro tan hombre de bien como tú? Alivio de mis trabajos, consuelo de -mis tribulaciones, tú solo me entendias los pensamientos, y yo á tí, -como si fuera tu propio hermano de leche. ¡Ay, asno mio!, y como tengo -en la memoria que cuando te iba á echar de comer á la caballeriza, en -viendo cerner la cebada, rebuznabas y reias con una gracia como si -fueras persona; y cuando respirabas hazia dentro, dabas un gracioso -silbo, respondiendo por el organo trasero con un gamaut, que ¡mal año -para la guitarra del barbero de mi lugar que mejor musica haga cuando -canta el pasacalle de noche! Don Quixote le consoló diziendo: Sancho, -no te aflijas tanto por tu jumento; que yo he perdido el mejor caballo -del mundo; pero sufro y disimulo hasta que le halle, porque le pienso -buscar por toda la redondez del universo. ¡Oh señor! dixo Sancho: -¿no quiere que me lamente, ¡pecador de mí! si me dixeron en nuestro -lugar que este mi asno era pariente muy cercano de aquel gran retorico -asno de Balan, que buen siglo haya? Y bien se ha echado de ver en el -valor que ha mostrado en esta reñida batalla que con los más soberbios -meloneros del mundo habemos tenido. Sancho, dixo don Quixote, para lo -pasado no hay poder alguno, segun dize Aristoteles; y asi lo que por -ahora puedes hazer, es tomar esta maleta debaxo del braço, y llevar -esta albarda á cuestas hasta el lugar, y alli nos informaremos de todo -lo que nos fuere necesario para hallar nuestras bestias. Sea como v. -m. mandare, dixo Sancho tomando la maleta y diziendo á don Quixote que -le echase la albarda encima. Mira, Sancho, replicó él, si la podrás -llevar; si no, lleva primero la maleta, y luego volverás por ella. Si -podré, dixo Sancho; que no es esta la primera albarda que he llevado á -cuestas en esta vida. Pusosela encima; y como el ataharre le viniese -junto á la boca, dixo á don Quixote que se la echase tras de la cabeça, -porque le olia á paja mal mascada. - - - - -CAPITULO VII - -Como don Quixote y Sancho Pança llegaron á Ateca, y como un caritativo -clerigo llamado Mosen Valentin los recogió en su casa, haziendoles todo -buen acogimiento. - - -Començaron á caminar don Quixote con su adarga y Sancho con su albarda, -que le venia como anillo en dedo, y en entrando por la primera calle -del lugar, se les començó á juntar una grande multitud de muchachos -hasta que llegaron á la plaça, donde en viendo llegar aquellas estrañas -figuras, se empeçaron á reir los que en ella estaban, y llegaronseles -los jurados y seis ó siete clerigos, y otra gente honrada que con ellos -estaban. Como se vió don Quixote en la plaça cercado de tanta gente, -viendo que todos se reian, començó á dezir: Senado ilustre y pueblo -romano invicto, cuya ciudad es y ha sido cabeça del universo, mirad -si es licito que de vuestra famosa ciudad hayan salido salteadores, -los cuales vosotros jamas consentistes en vuestra clara republica en -los antiguos siglos, y me hayan robado á mí mi preciado caballo y á -mi fiel escudero su jumento, sobre quien trae las joyas y precios que -en diferentes justas y torneos he ganado ó podido ganar: por tanto, -si aquel valor antiguo ha quedado en vuestros coraçones de piadosos -romanos, dadnos aqui luego lo que se nos ha robado, juntamente con los -traidores que, estando nosotros á pie y descuidados, nos han ferido -de la suerte que veis; si no, yo os reto á todos por alevosos y hijos -de otros tales; y asi os aplaço á que salgais conmigo á singular -batalla uno á uno, ó todos para mí solo. Dieron todos, en oyendo estos -disparates, una grandisima risada, y llegandoseles un clerigo que más -discreto parecia, les rogó callasen; que él, poco más ó menos, conocia -la enfermedad de aquel hombre, y le haria dar de sí con entretenimiento -de todos; y tras esto y el universal silencio que los circunstantes -le dieron, se llegó á don Quixote diziendo: V. m., señor caballero, -sabranos dezir las señas de los que le han descalabrado y hurtado -ese caballo que dize; porque dando aqui á los ilustres consules -los malhechores, no solamente seran por ellos castigados, sino que -justamente se le volverá á v. m. todo lo que se hallare ser suyo. Don -Quixote le respondió: Al que hizo batalla conmigo, dificultosa cosa -será hallarlo, porque á mi parecer dixo que era el valeroso Orlando -el Furioso, ó por lo menos el traidor de Bellido de Olfos. Rieronse -todos; pero Sancho, que estaba cargado con su albarda á cuestas, dixo: -¿Para que es menester andar por zorrinloquios? El que derribó á mi amo -con una pedrada, es un hombre que guardaba un melonar; moço lampiño, -de barba larga, con unos mostachos rehondidos, á quien Dios cohonda: -este le hurtó á mi señor el rocin, y á mí me ha llevado el jumento; que -más quisiera me hubiera llevado las orejas que veo. Mosen Valentin, -que asi se llamaba el clerigo, acabó de conocer de que pie coxqueaban -don Quixote y su escudero; y asi, como era hombre caritativo, dixo -á don Quixote: V. m., señor caballero, se venga conmigo, y este su -moço; que todo se hará á su gusto. Llevoles luego á su casa, y hizo -acostar á don Quixote en una harto buena cama, y llamó al barbero del -lugar, que le curase los chichones que tenia en la cabeça, aunque no -eran heridas de mucho peligro; mas como vió don Quixote al barbero, -que ya le queria curar, le dixo: Huelgo mucho en extremo ¡oh maestro -Elicebad! en haber caido hoy en vuestras venturosas manos; que yo sé -y he leido que vos las teneis tales, juntamente con las medicinas y -yerbas que á las heridas aplicais, que Avicena, Averroes y Galeno -pudieran venir á aprender de vos. Asi que, ¡oh sabio maestro! dezidme -si estas penetrantes feridas son mortales; porque aquel furioso Orlando -me hirió con un terrible tronco de encina, y asi es imposible no lo -sean; y siendolo, os juro por el orden de caballeria que profeso, -de no consentir ser curado hasta que tome entera satisfaccion y -vengança de quien tan á su salvo me hirió á traicion, sin aguardar -como caballero á que yo metiese mano á la espada. El Clerigo y el -Barbero, que semejantes razones oyeron dezir á don Quixote, acabaron -de entender que estaba loco; y sin responderle, dixo el clerigo al -barbero que le curase y no le respondiese palabra, por no darle nueva -materia para hablar. Despues que fue curado, mandó Mosen Valentin que -le dexasen reposar; lo cual se hizo asi. Sancho, que habia tenido la -candela para curar á su amo, estaba reventando por hablar; y asi, en -viendose fuera del aposento, dixo á Mosen Valentin: V. m. ha de saber -que aquel Girnaldo el furioso me dió, no sé si era con la mesma encina -que dió á mi amo, ó con alguna barra de oro; y si haria, pues dizen -dél está encantado, y segun me duelen las costillas, sin duda me debió -de dexar alguna endiablada calentura en ellas; y es de suerte mi mal, -que en todo mi cuerpo, que Dios haya, ninguna cosa me ha dexado en -pie sino es, cuando mucho, alguna poquilla gana de comer; que si esta -me quitara, al diablo hubiera yo dado á todos los Roldanes, Ordoños y -Claras del mundo. Mosen Valentin, que entendió el apetito de Sancho, -le hizo dar de cenar muy bien, mientras él iba á informarse de quien -seria el que llevó á don Quixote el caballo y á Sancho su jumento; y -averiguado quien les hizo el asalto, dió orden en cobrar y volver á su -casa á Rocinante con el jumento, al cual, como vió Sancho, que estaba -sentado al çaguan, se levantó de la mesa, y abraçandolo le dixo: ¡Ay -asno de mi alma! tú seas tan bien venido como las buenas pascuas, y -detelas Dios á tí y á todas las cosas en que pusieres mano, tan buenas -como me las has dado á mí con tu vuelta; mas dime, ¿como te ha ido á tí -en el cerco de Zamora con aquel Rodamonte, á quien rodado vea yo por -el monte abaxo, en que Satanás tentó á nuestro Señor Jesucristo? Mosen -Valentin, que vió á Sancho tan alegre por haber hallado su asno, le -dixo: No se os dé nada, Sancho; que cuando vuestro asno no pareciera, -yo, por lo mucho que os quiero, os diera una burra tan buena como él, -y aun mejor. Eso no podia ser, dixo Sancho, porque este mi jumento me -sabe ya la condicion y yo sé la suya, de suerte que apenas ha començado -á rebuznar, cuando le entiendo, y sé si pide cebada ó paja, ó si quiere -beber ó que le desalbarde para echarse en la caballeriza; y en fin, le -conozco mejor que si le pariera. Pues ¿como, dixo el clerigo, señor -Sancho, entendeis vos cuando el jumento quiere reposar? Yo, señor -Valentin, respondió Sancho, entiendo la lengua asnuna muy lindamente. -Riyó el clerigo mucho de su respuesta, y mandó que le diesen muy buen -recado asi á él como á su jumento y á Rocinante, pues ya don Quixote -reposaba; lo cual fue hecho con mucha puntualidad. Despues de cena -llegaron otros dos clerigos, amigos de Mosen Valentin, á su casa, -á saber como le iba con los huespedes; el cual les dixo: Por Dios, -señores, que tenemos con ellos el mas lindo pasatiempo agora en esta -casa, que se puede imaginar; porque el principal, que es el que está -en la cama, se finge en su fantasia caballero andante como aquellos -antiguos Amadis ó Febo, que los mentirosos libros de caballerias -llaman andantes; y asi, segun me pareze, él piensa con esta locura ir -á las justas de Çaragoça y ganar en ellas muchas joyas y premios de -importancia; pero goçaremos de su conversacion los dias que aqui en -mi casa se estuviere curando, y aumentará nuestro entretenimiento la -intrinseca simplicidad deste labrador á quien el otro llama su fiel -escudero. Tras esto començaron á platicar con Sancho, y preguntole -punto por punto de todas las cosas de don Quixote; el cual les contó -todo lo que con él habia pasado el otro año, y los amores de Dulcinea -del Toboso, y como se llamaba don Quixote de la Mancha, y agora el -Caballero Desamorado para ir á las justas de Çaragoça; y á este compas -desbuchó Sancho todo lo que de[14] don Quixote sabia; pero rieron mucho -con lo de los galeotes y penitencia de Sierra Morena y encerramiento de -la jaula, con la cual acabaron de entender lo que don Quixote era, y -la simplicidad con que Sancho le seguia, alabando sus cosas. De suerte -que estuvieron en casa de Mosen Valentin casi ocho dias Sancho y don -Quixote, al cabo de los cuales, pareciendole á él que estaba ya bueno y -que era tiempo de ir á Çaragoça á mostrar el valor de su persona en las -justas, dixo un dia, despues de comer á Mosen Valentin: A mí me parece, -¡oh buen sabio Lirgando! pues por vuestro gran saber he sido traido y -curado en este vuestro insigne castillo sin tenerlo servido, que ya es -tiempo de que con vuestra buena licencia me parta luego para Çaragoça, -pues vos sabeis lo mucho que importa á mi honra y reputacion; que si -la fortuna me fuere favorable (y sí será siendo vos de mi parte), yo -pienso presentaros alguna de las mejores joyas que en ellas hubiere, -y la habeis de recebir por me hazer merced: solo os suplico que no me -olvideis en las mayores necesidades, porque muchos dias ha que el sabio -Alquife, á cuya cuenta está el escribir mis fazañas, no lo he visto, y -creo que de industria haze el dexarme solo en algunos trabajos, para -que asi aprenda dellos á comer el pan con corteça, y me valga por mi -pico, como dizen: por tanto, yo me quiero partir luego á la hora; y si -sois servido de enviar conmigo algun recado en mi recomendacion á la -sabia Urganda la desconocida, para que si fuere herido en las justas, -ella me cure, me hareis muy grande merced en ello. Mosen Valentin, -despues de haberle escuchado con mucha atencion, le dixo: V. m., señor -Quijada, se podrá ir cuando fuere servido; pero advierta que yo no -soy Lirgando, ese mentiroso sabio que dize, sino un sacerdote honrado -que, movido de compasion de ver la locura en que v. m. anda con sus -quimeras y caballerias, le he recebido con fin de dezirle y aconsejarle -lo que le haze al caso, y advertirle á solas, de las puertas adentro -de mi casa, como anda en pecado mortal, dexando la suya y su hacienda, -con aquel sobrinito que tiene, andando por esos caminos como loco, -dando nota de su persona, y haziendo tantos desatinos; y advierta que -alguna vez podrá hazer alguno por el cual le prenda la justicia, y -no conociendo su humor, le castigue con castigo público y publica -deshonra de su linage; ó no habiendo quien le favorezca y conozca, -quiçá por haber muerto alguno en la campaña, tomado de su locura, le -cogerá tal vez la Hermandad, que no consiente burlas, y le ahorcará, -perdiendo la vida del cuerpo, y lo que peor es, la del alma: tras que -anda escandaliçando, no solamente á los de su lugar, sino á todos los -que le ven ir desa suerte armado por los caminos; si no, v. m. lo vea -por el dia en que entró en este pueblo, como le seguian los muchachos -por las calles como si fuera loco, diziendo á vozes: ¡Al hombre -armado, muchachos, al hombre armado! Bien sé que v. m. ha hecho lo que -haze, por imitar, como dize, á aquellos caballeros antiguos Amadis y -Esplandian, con otros que los no menos fabulosos que perjudiciales[15] -libros de caballerias fingen, á los cuales v. m. tiene por autenticos -y verdaderos, sabiendo, como es verdad, que nunca hubo en el mundo -semejantes caballeros, ni hay historia española, francesa ni italiana, -á lo menos autentica, que haga dellos mencion; porque no son sino una -composicion ficticia, sacada á luz por gente de capricho, á fin de dar -entretenimiento á personas ociosas y amigas de semejantes mentiras; de -cuya licion se engendran secretamente en los animos malas costumbres, -como de los buenos buenas; y de aqui nace que hay tanta gente ignorante -en el mundo, que viendo aquellos libros tan grandes impresos, les -parece como á v. m. le ha parecido, que son verdaderos, siendo, como -tengo dicho, composicion mentirosa: por tanto, señor Quijada, por la -pasion que Dios pasó, le ruego que vuelva sobre sí y dexe esa locura -en que anda, volviendose á su tierra; y pues me dize Sancho que v. m. -tiene razonablemente hacienda, gastela en servicio de Dios y en hazer -bien á los pobres, confesando y comulgando á menudo, oyendo cada dia -su misa, visitando enfermos, leyendo libros devotos y conversando con -gente honrada, y sobre todo con los clerigos de su lugar, que no le -dirán otra cosa de lo que yo le digo; y verá con esto como será querido -y honrado, y no juzgado por hombre falto de juizio, como todos los de -su lugar y los que le ven andar desa manera le tienen; y más, que le -juro por las ordenes que tengo, que iré con v. m., si dello gusta, -hasta dexarle en su propria casa, aunque haya de aqui á ella cuarenta -leguas, y aun le haré todo el gasto por el camino, porque vea v. m. -como deseo yo más su honra y el bien de su alma, que v. m. proprio; -y dexe esas vanidades de aventuras, ó por mejor dezir, desventuras; -que ya es hombre mayor: no digan que se vuelve á la edad de los -niños, echandose á perder á sí y á este buen labrador que le sigue, -que tan poco ha cerrado la mollera como v. m. Sancho, que á todo lo -que Mosen Valentin habia dicho habia estado muy atento, sentado sobre -la albarda de su caro jumento, dixo: Por cierto, señor licenciado, -que su reverencia, tiene muchisima razon, y lo proprio que v. m. le -dize á mi señor, le digo yo y le ha dicho el cura de mi tierra; y -no hay remedio con él, sino que habemos de ir buscando tuertos por -ese mundo. El año pasado y este jamas habemos hallado sino quien nos -sacuda el polvo de las costillas, viendonos cada dia en peligro de -perder el pellejo por los grandes desaforismos que mi señor haze por -esos caminos, llamando á las ventas castillos, y á los hombres, á unos -Gaiteros, á otros Guirnaldos, á otros Bermudos, á otros Rodamontes, y -á otros diablos que se los lleven; y es lo bueno que son ó meloneros ó -arrieros ó gente pasagera, tanto que el otro dia á una moça gallega de -una venta, hecha una picarona, que me brindaba por cuatro cuartos con -los que sacó del vientre de su madre, llamaba á boca llena la infanta -galiciana, y por ella aporreó al ventero, y nos pensamos ver en un -inflicto de la maldicion; y creame v. m., y plegue á santa Barbara, -abogada de los truenos y relampagos, que si miento en cuanto digo, -esta albarda me falte á la hora de mi muerte; y tengo quebrada la -cabeça de predicarle sobre estos avisos; pero no hay remedio con él, -sino que quiere que aunque me pese le siga, y para ello me ha comprado -este mi buen jumento, y me da cada mes por mi trabajo nueve reales y -de comer; y mi muger que se lo busque, que asi hago yo, pues tiene tan -buenos cuartos. Don Quixote habia estado cabizbaxo á todo lo que Mosen -Valentin y Sancho Pança habian dicho; y como quien despierta, començó -á dezir desta manera: Afuera pereça. Mucho, señor Arçobispo Turpin, me -espanto de que siendo vueseñoria de aquella ilustre casa del emperador -Carlos, llamado el Magno por excelencia, pariente de los Doze Pares de -la noble Francia, sea tanta su pusilanimidad y cobardia, que huya de -las cosas arduas y dificultosas, apartandose de los peligros, sin los -cuales es imposible poderse alcançar la verdadera honra. Nunca cosas -grandes se adquirieron sin grandes dificultades y riesgos; y si yo me -pongo á los presentes y venideros, solo lo hago como magnanimo, por -alcançar honra para mí y cuantos me sucedieren; y esto es licito, pues -quien no mira por su honra, mal mirará por la de Dios; y asi, Sancho, -dame luego á la hora mis armas y caballo, y partamos para Çaragoça; que -si yo supiera la cobardia y pusilanimidad que habia en esta casa, nunca -jamas la ocupara; pero salgamos della al punto, porque no se nos apegue -tan mala polilla. Sancho fue luego á ensillar á Rocinante y albardar -juntamente su rucio; pero el buen clerigo, que vió tan resuelto y -empedernido á don Quixote, no le quiso replicar más; antes estaba -escuchando todo cuanto dezia á cada pieça que Sancho ponia del arnes, -que eran cosas graciosisimas, ensartando mil principios de romances -viejos sin ningun orden ni concierto; y al subir en el caballo dixo -con gravedad: Ya cabalga, Calainos, Calainos, el infante:--y luego, -volviendose á Mosen Valentin, con su lança y adarga en la mano, le dixo -con voz arrogante: Caballero ilustre, yo estoy muy agradecido de la -merced que en este vuestro imperial alcazar se me ha hecho á mí y á mi -escudero: por tanto mirad si yo os soy de algun provecho para hazeros -vengado de algun agravio que algun fiero gigante os haya hecho; que -aqui está Mucio Cevola, aquel que sin pavor ni miedo, pensando matar -al Porsena que tenia cercada á Roma, puso intrepido su desnudo braço -sobre el brasero de fuego, dando muestras en el hecho, de tan grande -esfuerço y valentia, cuanto las dió de corrimiento en la causa dél; y -estad cierto que os haré vengado de vuestros enemigos tan á vuestro -sabor, que digais que en buena hora me recebisteis en vuestra casa.--Y -diziendole tras esto se quedase con Dios, sin aguardar respuesta, -dió de espuelas á Rocinante; y llegando á la plaça, en viéndole los -muchachos començaron á gritar: ¡Al hombre armado, al hombre armado!--Y -seguido dellos, pasó adelante á medio galope, hasta que salió del -lugar, dexando maravillados á todos los que le miraban. El bueno de -Sancho enalbardó su jumento, y subiendo en él, dixo: Señor Valentin -yo no le ofrezco á v. m. peleas como mi amo ha hecho, porque más sé -de ser apaleado que de pelear; pero yo le agradezco mucho el servicio -que nos ha hecho: por muchos años lo pueda continuar. Mi lugar se -llama el Argamesilla: cuando yo esté allá, estaré aparejado para helle -toda merced, y mi muger Mari-Gutierrez sé de cierto que le besa á v. -m. las manos en este punto. Sancho hermano, dixo Mosen Valentin, Dios -os guarde; y mirad que os ruego que cuando vuestro señor vuelva á su -tierra, vengais por aqui; que sereis vos y él bien recebidos, y no -haya falta. Respondió Sancho: Yo se lo prometo á v. m.; y quedese con -Dios; y plegue á la señora santa Agueda, abogada de las tetas, que -viva v. m. tan largos años como vivió nuestro padre Abraham. Començó -tras esto con toda priesa á arrear su asno, y pasando por la plaça, -le cercaron los jurados y todos los que en ella estaban, por reir un -poco con él; el cual, como los vió juntos, les dixo: Señores, mi amo -va á Çaragoça á hazer unas justas y torneos reales; si matamos alguna -gruesa de aquellos gigantones ó Fierablases, que dizen hay allá muchos, -yo les prometo, pues nos han hecho servicio de volvernos á Rocinante -y al rucio, de traelles una de aquellas ricas joyas que ganaremos y -una media dozena de gigantones en escabeche; y si mi amo llegare á ser -(que sí hará, segun es de valiente) rey, ó por lo menos emperador, y -yo tras él me viere papa ó monarca de alguna iglesia, les prometemos -de hellos á todos los deste lugar, cuando menos canonigos de Toledo. -Dieron todos con el dicho de Sancho una grandísima risada, y los -muchachos que estaban detrás de todos, como vieron que los jurados y -clerigos hazian burla de Sancho, el cual estaba caballero en su asno, -començaron á silbarle, y juntamente á tirarle con pepinos y berenjenas, -de suerte que no bastaron todos los que alli estaban á detener su -furia; y asi á Sancho le fue forçoso baxar del asno y darle con el -palo muy aprisa, hasta que salió del lugar y topó á don Quixote, que -le estaba esperando, el cual le dixo: ¿Que es, Sancho? ¿Que has hecho? -¿En que te has entretenido? Respondió Sancho: ¡Oh, reniego de los -çancajos de la muger de Job! ¿Como se vino v. m. y me dexó en las manos -de los caldereros de Sodoma? Que le prometo, asi yo me vea arçobispo -de aquella ciudad que me prometió el año pasado, que me agarraron en -yendose v. m., entre seis ó siete de aquellos escribas y fariseos, y -me llevaron en casa del boticario, y me echaron una melecina de plomo -derretido, tal, que me haze venir despidiendo perdigones calientes por -la puerta falsa, sin que pueda reposar un punto. No se te dé nada, dixo -don Quixote; que ya vendrá tiempo en que nos hagamos bien vengados de -todos los agravios que en este lugar por no conocernos nos han hecho; -pero ahora caminemos para Çaragoça, que es lo que importa; que alli -oirás y verás maravillas. - - [14] En la edición primera falta la preposición _de_. - - [15] En la primera edición, _por judiciales_. - - - - -CAPITULO VIII - -De como el buen hidalgo don Quixote llegó á la ciudad de Çaragoça, y de -la estraña aventura que á la entrada della le sucedió con un hombre que -llevaban açotando. - - -Tan buena maña se dieron á caminar el buen don Quixote y Sancho, que á -otro dia á las onze se hallaron una milla de Çaragoça. Toparon por el -camino mucha gente de pie y de á caballo, la cual venia de las justas -que en ella se habian hecho; que como don Quixote se detuvo en Ateca -ocho dias curandose de sus palos, se hizieron sin que él las honrase -con su presencia, como deseaba; de lo cual informado en el camino, -de los pasageros, estaba como desesperado; y asi iba maldiziendo su -fortuna por ello, y echaba la culpa al sabio encantador su contrario, -diziendo que él habia hecho por donde las justas se hubiesen hecho -con tanta presteça para quitarle la honra y gloria que en ellas era -forçoso ganar, dando la vitoria, á él debida, á quien él maliciosamente -favorecia. Con esto iba tan mohino y melancolico, que á nadie queria -hablar por el camino, hasta tanto que llegó cerca de la Aljaferia, -adonde, como se le llegasen por verle de cerca algunas personas con -deseo de saber quien era y á que fin entraba armado de todas pieças -en la ciudad, les dixo en voz alta: Dezidme, caballeros, ¿cuantos -dias ha que se acabaron las justas que en esta ciudad se han hecho, -en las cuales no he merecido poderme hallar? Cosa de que estoy tan -desesperado cuanto descubre mi rostro; pero la causa ha sido el estar -yo ocupado en cierta aventura y encuentro que con el furioso Roldan -he tenido (¡nunca yo con él topara!), pero no seré yo Bernardo del -Carpio, si ya que no tuve ventura de hallarme en ellas, no hiziere un -público desafio á todos los caballeros que en esta ciudad se hallaren -enamorados, de suerte que venga por él á cobrar la honra que no he -podido ganar por no haberme hallado en tan celebres fiestas; y será -mañana el dia dél; y ¡desdichado aquel que yo encontrare con mi lança -ó arrebataren los filos de mi espada! que en él, por ellos, pienso -quebrar la colera y enojo con que á esta ciudad vengo. Y si hay aqui -alguno de vosotros, ó estan algunos en este vuestro fuerte castillo, -que sean enamorados, yo los desafio y reto luego á la hora por cobardes -y fementidos, y se lo haré confesar á vozes en este llano; y salga -el Justicia que dizen hay en esta ciudad, con todos los jurados y -caballeros de ella; que todos son follones y para poco, pues un solo -caballero los reta, y no salen como buenos caballeros á hazer batalla -conmigo solo; y porque sé que son tales, que no tendran atrevimiento de -aguardarme en el campo, me entro luego en la ciudad, donde fixaré mis -carteles por todas sus plaças y cantones, pues de miedo de mi persona -y de envidia de que no llevase el premio y honras de las justas, las -han hecho con toda brevedad. Salid, salid, malandrines çaragoçanos; -que yo vos faré confesar vuestra sandez y descortesia. Dezia esto -volviendo y revolviendo acá y acullá su caballo, de suerte que todos -los que le estaban mirando, siendo más de cincuenta los que se habian -juntado á hazello, estaban maravillados y no sabian á que atribuirlo. -Unos dezian: ¡Voto á tal, que este hombre se ha vuelto loco y que es -lunatico! Otros: No, sino que es algun grandisimo bellaco; y á fe que -si le coge la justicia, que se le ha de acordar para todos los dias -de su vida. Mientras él andaba haziendo dar saltos á Rocinante, que -quisiera más medio celemin de cebada, dixo Sancho á todos los que -estaban hablando de su amo: Señores, no tienen que dezir de mi señor; -porque es uno de los mejores caballeros que se hallan en todo mi lugar; -y le he visto con estos ojos hazer tantas garreaciones en la Mancha y -Sierra Morena, que si las hubiese de contar, seria menester la pluma -del gigante Golias: ello es verdad que no todas vezes nos salian las -aventuras como nosotros quisieramos; porque cuatro ó cinco vezes nos -santiguaron las costillas con unas raxas; mas con su pan se lo coman; -que á fe que tiene jurado mi señor que en topándolos otra vez, como -les cojamos solos y dormidos, atados de pies y manos, que les hemos -de quitar los pellejos y hazer dellos una adarga muy linda para mi -amo. Començaron todos con esto á reir, y uno dellos le preguntó que -de donde era, á lo cual respondió Sancho: Yo, señores, hablando con -debido acatamiento de las barbas honradas, soy natural de mi lugar, -que con perdon se llama Argamesilla de la Mancha. Por Dios, dixo otro, -que entendia que vuestro lugar se llamaba otra cosa, segun hablastes -de cortesmente al nombralle; pero ¿que lugar es la Argamesilla, que yo -nunca le oido dezir? ¡Oh cuerpo de quien me comadreó al nacer! dixo -Sancho: un lugar es harto mejor que esta Çaragoça: ello es verdad que -no tiene tantas torres como esta; que no hay en mi lugar más de una -sola; ni tiene esta tapia grande de tierra que la cerca al derredor; -pero tiene las casas, ya que no son muchas, con lindísimos corrales, -que caben en cada uno dos mil cabeças de ganado: tenemos un lindisimo -herrero que aguza las rejas, que es para dar mil gracias á Dios. -Ahora cuando salimos dél, trataban los alcaldes de enviar al Toboso -que no le hay en mi lugar[16] tenemos tambien una iglesia, que aunque -es chica, tiene muy lindo altar mayor, y otro de nuestra señora del -Rosario, con una Madre de Dios que tiene dos varas en alto, con un -gran rosario alrededor, con los padres nuestros de oro, tan gordos -como este puño: ello es verdad que no tenemos relox; pero á fe que ha -jurado el Cura que el primer año santo que venga, tenemos de her unos -riquísimos órganos. Con esto el buen Sancho queria irse adonde estaba -su amo cercado de otra tanta gente; mas asiéndole uno del braço, le -dixo: Amigo, dezidnos como se llama aquel caballero, para que sepamos -su nombre. Señores, para dezilles la verdad, dixo Sancho, él se llama -don Quixote de la Mancha, y agora un año se llamaba el de la Triste -Figura, cuando hizo penitencia en la Sierra Morena, como ya deben de -saber por acá; y ahora se llama el Caballero Desamorado; yo me llamo -Sancho Pança, su fiel escudero, hombre de bien, segun dizen los de -mi pueblo, y mi muger se llama Mari-Gutierrez, tan buena y honrada, -que puede con su persona dar satisfaccion á toda una comunidad. Con -esto baxó del asno, dexando riendo á todos los que presentes estaban, -y caminó para donde estaba su amo cercado de más de cien personas, -y los más dellos caballeros que habian salido á tomar el fresco; y -como habian visto tanta gente junta en corrillo, y un hombre armado -en medio, llegaron con los caballos á ver lo que era: á los cuales, -como viese don Quixote, les començó á dezir, puesto el cuento de la -lança en tierra: Valerosos príncipes y caballeros griegos, cuyo nombre -y cuya fama del uno hasta el otro polo, del Artico al Antartico, del -oriente al poniente, del setentrion al mediodia, del blanco aleman -hasta el adusto scita, está esparcida, floreciendo en vuestro grande -imperio de Grecia no solamente aquel grande emperador Trebacio y don -Belianis de Grecia, pero los dos valerosos y nunca vencidos hermanos -el caballero del Febo y Rosicler; ya veis el porfiado cerco que sobre -esta ciudad famosa de Troya por tantos años habemos tenido, y que -en cuantas escaramuças habemos trabado con estos troyanos y Hector, -mi contrario, á quien, siendo yo como soy Aquiles, vuestro capitan -general, nunca he podido coger solo para pelear con él cuerpo á cuerpo -y hazerle dar, á pesar de toda su fuerte ciudad, á Elena, con la cual -se nos han alçado por fuerça. Conviene pues ¡oh valerosos heroes! que -tomeis agora mi consejo (si es que deseais salgamos con cumplida -vitoria destos troyanos, acabandolos todos á fuego y á sangre, sin que -dellos se escape sino el piadoso Eneas, que por disposicion de los -cielos, sacando del incendio á su padre Anquises en los hombros, ha -de ir con cierta gente y naves á Cartago, y de alli á Italia á poblar -aquella fertil provincia con toda aquella noble gente que llevará en su -compañia), el cual es que hagamos un paladion ó un caballo grande de -bronce, y que metamos en él todos los hombres armados que pudieremos, -y le dexemos en este campo con solo Sinon, á quien los más conoceis, -atado de pies y manos, y que nosotros finjamos retirarnos del cerco, -para que ellos, saliendo de la ciudad, informados de Sinon y engañados -por él con sus fingidas lágrimas, á persuasion suya metan dentro della -nuestro gran caballo á fin de sacrificarle á sus dioses; que lo haran -sin duda rompiendo para su entrada un lienzo de la muralla; y despues -que todos se sosieguen, seguros saldran á la media noche de su preñado -vientre los caballeros armados que estaran en él, y pegarán fuego á su -salvo á toda la ciudad, acudiendo despues nosotros de improviso, como -acudiremos, á aumentar su fiero incendio, levantando los gritos al -cielo al compas de las llamas, que se cebarán en torres, chapiteles, -almenas y balcones diziendo: «Fuego suena, fuego suena; que se nos alza -Troya con Elena.» Y con esto dió de espuelas á Rocinante, dexandolos -á todos maravillados de su estraña locura. Sancho tambien començó á -arrear su asno, y fuese tras su amo, el cual, en entrando por la puerta -del Portillo, començó á detener su rocin é ir la calle adelante muy -poco á poco, mirando las calles y ventanas con mucha pausa. Iba Sancho -detras dél con el asno del cabestro, aguardando ver en que meson paraba -su amo, porque Rocinante á cada tablilla de meson que veia, se paraba y -no queria pasar; pero don Quixote lo espoleaba hasta que á pesar suyo -le hazia ir adelante, lo cual sentia Sancho á par de muerte, porque -rabiaba de cansancio y de hambre. Sucedio pues, que yendo don Quixote -la calle adelante, dando harto que dezir á toda la gente que le veia -ir de aquella manera, traia la justicia por ella á un hombre caballero -en un asno, desnudo de la cintura arriba, con una soga al cuello, -dandole docientos açotes por ladron, al cual acompañaban tres ó cuatro -alguaciles y escribanos, con más de docientos muchachos detras. Visto -este espectaculo por nuestro caballero, deteniendo á Rocinante y puesto -en mitad de la calle con gentil continente, la lança baxa, començó -á dezir en alta voz desta manera: ¡Oh vosotros, infames y atrevidos -caballeros, indignos deste nombre! dexad luego al punto libre, sano y -salvo á este caballero que injustamente con traicion habeis prendido, -usando, como villanos, inauditas estratagemas y enredos para cogerle -descuidado; porque él estaba durmiendo cerca de una clara fuente, á la -sombra de unos frondosos alisos, por el dolor que le debia de causar -el ausencia ó el rigor de su dama; y vosotros, follones y malandrines, -le quitastes sin hazer rumor su caballo, espada y lança y las demas -armas, y le habeis desnudado sus preciosas vestiduras, llevandole -atado de pies y manos á vuestro fuerte castillo, para metelle con los -demas caballeros y princesas que alli sin razon teneis en vuestras -tan oscuras cuanto humedas mazmorras: por tanto, dadle luego aqui sus -armas, y suba en su poderoso caballo; que él es tal por su persona, que -en breve espacio dara cuenta de vuestra vil canalla gigantea: soltadle, -soltadle presto, bellacos, ó venios todos juntos, como es vuestra -costumbre, para mí solo; que yo os daré á entender á vosotros y á quien -con él os envia, que todos sois infames y vil canalla. Los que llevaban -el açotado, que semejantes razones oyeron dezir á un hombre armado -con espada y lança, no supieron que le responder; pero un escribano -de los que iban á caballo, viendo que estaban detenidos en medio de -la calle, y que aquel hombre no dexaba pasar adelante la execucion de -la justicia, dando de espuelas al rocin en que iba, se llegó á don -Quixote, y asiendo de la rienda á Rocinante, le dixo: ¿Que diablos -dezis, hombre de Satanas? Tiraos afuera: ¿estais loco? ¡Oh santo Dios, -y quien pudiera pintar la encendida colera que del coraçon de nuestro -caballero se apoderó en este punto! El cual, haziendose un poco atras, -arremetió con su lançon para el pobre del escribano, de suerte que -si no se dexara caer por las ancas del rocin, sin duda le escondiera -don Quixote en el estomago el hierro mohoso del lançon: mas esto fue -causa de que nuestro caballero errase el golpe. Los alguaciles y demas -ministros de justicia que alli venian, viendo un caso tan no pensado, -sospechando que aquel hombre era pariente del que iban açotando, y -que se les queria quitar por fuerça, començaron á gritar: ¡Favor á la -justicia, favor á la justicia! La gente que alli se halló, que no era -poca, y algunos de á caballo que al rumor llegaron, procuraban con toda -instancia de ayudar á la justicia y prender á don Quixote, el cual, -viendo toda aquella gente sobre si con las espadas desnudas, començó á -dezir á grandes vozes: ¡Guerra, guerra, á ellos, Santiago, san Dionis, -cierra, cierra, mueran! Y arrojó tras las vozes la lança á un alguacil -con tal fuerça, que si no le acertara á pasar por debaxo del braço -izquierdo, lo pasara harto mal: soltó luego la adarga en tierra, y -metiendo mano á la espada, de tal manera la revolvia entre todos con -tanta braveza y colera, que si el caballo le ayudara, que á duras penas -se queria mover, segun estaba cansado y muerto de hambre, pudiera -ser no pasarlo tan mal como lo pasó. Pero como la gente era mucha, y -la grita que todos daban siempre de ¡favor á la justicia! allegase -siempre más, las espadas que sobre don Quixote caian eran infinitas: -con lo cual y con la pereça de Rocinante, junto con el cansancio con -que nuestro caballero andaba, pudieron todos en breve rato ganarle la -espada, y quitandosela de la mano, le abaxaron de Rocinante, y á pesar -suyo se las ataron ambas atras, y agarrandole cinco ó seis corchetes, -le llevaron á empellones á la carcel: el cual, viendose llevar de -aquella manera, daba vozes, diziendo: ¡Oh sabio Alquife! ¡Oh mi Urganda -astuta! ahora es tiempo que mostreis contra este falso hechicero si -sois verdaderos amigos. Y con esto hazia toda resistencia que podia -para soltarse; pero era en vano. El açotado prosiguió adelante su -procesion; y á nuestro caballero, por las mismas calles que él la habia -empeçado, le llevaron á la carcel y le metieron los pies en un cepo, -con unas esposas en las manos, habiendole primero quitado todas sus -armas. En esto, llegando un hijo del carcelero cerca dél para dezir -á un corchete que le echase una cadena al cuerpo, oyendolo, alçó en -alto las manos con las esposas, y le dió con ellas al pobre moço tan -terrible golpe sobre la cabeça, que no valiendole el sombrero, que -era nuevo, le hizo una muy buena herida; y segundara con otra, si el -padre del moço, que estaba presente, no levantara el puño y le diera -media dozena de moxicones en la cara, haziendole saltar la sangre por -las narizes y boca, dexando con esto al pobre caballero, que aun no se -podia limpiar, hecho un retablo de duelos. Las cosas que dezia y hazia -en el cepo, no habra historiador, por diligente que sea, que baste á -contarlas. El bueno de Sancho, que se habia hallado presente á todo lo -pasado con su asno del cabestro, como vió llevar á su amo de aquella -manera, començó á llorar amargamente, prosiguiendo el camino por donde -le llevaban, sin dezir que era su criado: maldezia su fortuna y la hora -en que á don Quixote habia conocido, diziendo: ¡Oh, reniego de quien -mal me quiere y de quien no se duele de mí en tan triste trance! ¿Quien -demonios me mandó á mí volver con este hombre, habiendo pasado la otra -vez tantos desafortunios, siendo ya apaleado, ya amanteado, y puesto -otras vezes á peligro de que si me cogiera la Santa Hermandad me -pusiera en cuatro caminos para que despues no pudiera ser rey ni Roque? -¿Que haré, ¡pobre de mí! que estoy por irme desesperado por esos mundos -y por esas Indias, y meterme por esos mares, entre montes y valles, -comiendo aves del cielo y alimañas de la tierra, haziendo grandisima -penitencia y tornandome otro fray Juan Guarismas, andando á gachas -como un oso selvatico hasta tanto que un niño de sesenta años me diga: -Levantate, Sancho; que ya don Quixote esta fuera de la carcel? Con -estas endechas y mesandose las espesas barbas, llegó á la puerta de la -carcel, en que vió meter á su amo, y él se quedó arrimado á una pared -con su asno del cabestro hasta ver en que paraba el negocio. Lloraba -de rato en rato, particularmente cuando oia dezian los que baxaban de -la cárcel á cuantos pasaban por delante della, como ya querian sacar á -açotar al hombre armado; de quien unos dezian que merecia la horca por -su atrevimiento, otros le condenaban solo, movidos de más piedad, á -docientos y galeras por el breve rato que con su buena platica detuvo -la execucion de la justicia. Otros dezian: No quisiera yo estar en su -pellejo, aunque ponga por excusa de su insolencia que estaba borracho -ó loco. Todo esto sentia Sancho á par de muerte; pero callaba como un -santo. Sucedió pues que los dos alguaciles, el carcelero y su hijo se -fueron juntos á la justicia, ante quien acriminaron de suerte el caso, -que el Justicia mandó que luego en fragante, sin más informacion, le -sacasen á la vergüença por las calles, y le volviesen despues otra -vez á la carcel hasta saber juridicamente la verdad del delicto. -Cuando los alguaciles venian de vuelta á executar la dicha repentina -sentencia, acababa de volver el açotado en su asno á la puerta de la -carcel, con el acompañamiento de muchachos que los tales suelen; y -al punto que le vió uno de los alguaciles, dixo, á vista de Sancho, -al verdugo: Ea, baxad ese hombre, y no volvais el asno; porque en él -habeis de subir luego á pasear por las mismas calles aquel medio loco -que ha pretendido estorbar la justicia; que esto manda la mayor de la -ciudad se le dé luego como por principio de las galeras y açotes que -se le esperan. Infinita fue la tristeza que en el coraçon del pobre -Sancho entró cuando oyó semejantes palabras al alguacil, y más cuando -vió que todo se aparejaba para sacar á la vergüença á su amo, y que -toda aquella gente estaba á la puerta de la carcel diziendo: Bien se -merece el pobre caballero armado los açotes que le esperan, pues fue -tan necio que metió mano sin para qué contra la justicia; y sin eso, -en la misma carcel ha descalabrado al hijo del carcelero. Estas y otras -semejantes razones tenian á Sancho hecho loco y sin saber qué hazer ni -dezir; y asi no hazia otra cosa sino escuchar aqui y preguntar alli; -pero en todas partes oia malas nuevas de las cosas de su amo, al cual -començaban ya de hecho á desherrar del cepo para sacarle á la vergüença. - - [16] Probablemente debe leerse _el lugar_ en vez de _mi lugar_. - - - - -CAPITULO IX - -De como don Quixote, por una estraña aventura, fué libre de la carcel y -de la vergüença á que estaba condenado. - - -Estando el pobre de Sancho llorando lagrimas vivas, y esperando, -hecho ojos, cuando habia de ver á su señor desnudo de medio arriba y -caballero en su asno para darle los docientos açotes que habia oido -le habian de dar de presente, pasaron siete ó ocho caballeros de los -principales de la ciudad por alli á caballo, y como vieron tanta gente -á la puerta de la carcel á hora tan extraordinaria, pues eran más de -las cuatro, preguntaron la ocasion de la junta, y un mancebo les contó -lo que aquel hombre armado que dezian habian de baxar para açotarle por -las calles, habia hecho y dicho dentro y fuera de la ciudad y en la -carcel, y como habia querido quitar un açotado á la justicia en medio -de la calle; de lo cual se maravillaron, y mucho más cuando supieron -que no habia hombre ni muger en toda la ciudad que le conociese. Tras -este llegó otro y les dixo todo lo que antes de entrar en la ciudad -habia dicho á una tropa de caballeros, los cuales alli nombró, con lo -cual rieron mucho; pero maravillandose de que no hubiese persona que -les dixese á que proposito iba armado con adarga y lança. Estando en -esto, quiso la suerte que Sancho se llegase á escuchar lo que alli -se dezia de su amo; y mirando bien á los caballeros, conoció entre -ellos á don Alvaro Tarfe, el cual, aunque habia seis dias que las -justas se habian hecho, él no se habia ido, por aguardar una sortija -que unos caballeros de la ciudad de los mas principales y él tenian -ordenada para el domingo siguiente. Soltó Sancho el asno del cabestro -en viendole, y puesto de rodillas en mitad de la calle, delante de los -caballeros, con su caperuça en la mano, llorando amargamente, començó -á dezir: ¡Ah señor don Alvaro Tarfe! Por los evangelios del señor san -Lucas, que v. m. tenga compasion de mí y de mi señor don Quixote, el -cual está en esta carcel y le quieren sacar á açotar cuando menos, si -el señor san Anton y v. m. no lo remedian; porque dizen que ha hecho -aqui á la justicia no sé que sin justicia y desaguisado, y por ello le -quieren echar á galeras por treinta ó cuarenta años. Don Alvaro Tarfe -luego conoció á Sancho Pança, y sospechó todo lo que podia ser; y asi, -maravillado de verle, le dixo: ¡Oh Sancho! ¿que es esto? ¿Que vuestro -señor es para quien se apareja todo este carruage? Pero de su locura y -vana fantasia y de vuestra necedad todo se puede presumir; pero no lo -acabo de creer, aunque me lo afirmais con los extremos con que me lo -habeis representado. El es, señor, ¡pecador de mí! dixo Sancho: entre -v. m. allá, y hagale una visita de mi parte, diziendo que le beso las -manos, y que le advierto que si le han de sacar en aquel asnillo que -metieron ahora, que de ninguna manera suba en él, porque yo le tengo -aparejado aqui el rucio, en que podrá ir como un patriarca; el cual, -como ya sabe, anda llano, de tal manera que el que va encima puede -llevar una taza de vino en la mano, vacia, sin que se le derrame gota. -Don Alvaro Tarfe, riendose de lo que el simple de Sancho le habia -dicho, le mandó que no se fuese de alli hasta que él volviese á salir; -y hablando con dos caballeros de aquellos, se entró con ellos en la -carcel, donde hallaron al buen hidalgo don Quixote, que le estaban -desherrando para sacarle á la vergüença; al cual como vió don Alvaro -tan mal parado, llena de sangre la cara y manos, y con unas esposas -en ellas, le dixo: ¿Que es esto, señor Quijada? ¿Y que aventura ó -desventura ha sido la presente? ¿Parecele á v. m. que es ahora bueno -tener amigos en la corte? Pues yo lo seré esta vez tal de v. m., como -verá por la experiencia. Pero digame, ¿que desgracia ha sido esta? Don -Quixote le miró en la cara, y luego le conoció; y con una risa grave le -dixo: ¡Oh mi señor don Alvaro Tarfe! V. m. sea bien venido. Maravillome -en extremo de la estraña aventura que v. m. ha acabado: digame luego -por Dios de que suerte ha entrado en este inexpugnable castillo, adonde -yo por arte de encantamiento he sido preso con todos estos principes, -caballeros, donzellas y escuderos que en estas duras prisiones hemos -estado tan largo tiempo; de que manera ha muerto los dos fieros -gigantes que á la puerta estan, levantados los braços, con dos maças de -fino acero, para estorbar la entrada á los que á pesar suyo quisieren -entrar dentro; como ó de que suerte mató aquel ferocisimo grifo que -en el primer patio del castillo está, el cual con sus rapantes garras -coge un hombre armado de todas pieças, y le sube á los vientos, y -alli le despedaza. Envidia tengo, sin duda, á tan soberana hazaña, -pues por manos de v. m. todos seremos libres. Ese sabio encantador mi -contrario será cruelisimamente muerto, y la maga su muger, que tantos -males ha causado en el mundo, ha de ser luego sin misericordia açotada -con publica vergüença. Sacaranle á ella á v. m., dixo don Alvaro, sin -duda, si su buena fortuna ó por mejor dezir, Dios que dispone todas las -cosas con suavidad, no hubiera ordenado mi venida; pero, como quiera -que sea, yo he muerto todos esos gigantes que dize, y dado la libertad -deseada á esos caballeros que le acompañan; pero conviene por agora, -pues yo he sido su libertador, que v. m., obedeciendome, como lo pide -el agradecimiento que me debe, se esté solo aqui en esta sala con esas -esposas en las manos hasta que yo ordene lo contrario; que asi importa -para el buen remate de mi feliz aventura. Mi señor don Alvaro, dixo -don Quixote, será v. m. obedecido en eso puntualmente; y quiero, por -hazer algun nuevo servicio á v. m., permitirle que de aqui adelante se -acompañe conmigo, cosa que jamas pensé hazer con caballero del mundo; -pero quien ha dado cabo y cima á una tan peligrosa hazaña como esta, -justamente merece mi amistad y compañia, porque vaya viendo en mí, -como en un espejo, lo que por todos los reinos del mundo, insulas y -peninsulas he hecho y pienso hazer hasta ganar el grandisimo imperio -de Trapisonda, y ser casado alli con una hermosa reina de Inglaterra, -y tener en ella dos hijos, habidos por muchas lagrimas, promesas y -oraciones: el primero de los cuales, porque nacerá con una señal de una -espada de fuego en los pechos, se llamará el de la Ardiente Espada; el -otro, porque en el lado derecho tendrá otra señal parda de color de -acero, significadora de las terribles maçadas que ha de dar en este -mundo, se llamará Mazimbruno de Trapisonda. Dieron todos una gran -risada, mas don Alvaro Tarfe, disimulando, los mandó salir á todos -fuera, y rogó á uno de los dos caballeros que con él habian entrado, -se quedase alli para que ninguno hiziese mal á don Quixote, mientras -el con el otro, que era deudo muy cercano del Justicia mayor, iban á -negociar su libertad, pues seria cosa facil el alcançarsela, constando -tan publicamente á todos de su locura. En salir de la carcel subieron -en sus caballos, y dixo don Alvaro á un paje suyo que llevase á Sancho -Pança, pues ya le conocia, á su casa, y le diese luego en ella muy -bien de comer, sin permitirle saliese della un punto hasta su vuelta. -Replicó Sancho á vozes: Mi señor don Alvaro, advierta v. m. que mi -rucio está tan melancolico por no ver á Rocinante, su buen amigo y -fiel compañero, como yo por no ver ya por esas calles á mi señor don -Quixote; y asi v. m. pida cuenta á los fariseos que prendieron á mi -amo, de dicho noble Rocinante; porque ellos se lo llevaron, sin que el -pobre en la pendencia hubiese dicho á ninguno ninguna mala palabra; y -sepa v. m. tambien nuevas, que ellos se las daran, de la insigne lança -y preciosa adarga de mi señor; que á fe que nos costó treze reales -de hazerla pintar toda al olio á un pintor viejo que tenia una gran -barriga en las espaldas, y vivia en no se que calle de las de Ariza; -que mi amo me daria á la landre si no le diese cuenta dello. Andad, -Sancho, dixo don Alvaro: comed y reposad, y descuidad de lo demas, -que todo tendrá buen recado. Fuese Sancho con el paje, tirando del -cabestro á su jumento poco á poco; y llegados á casa, le pusieron en la -caballeriza con bastante comida, y á Sancho se la dieron tan buena en -cantidad cuanto él la dió graciosa con mil simplicidades á los pajes y -gente de casa, á todos los cuales contó cuanto por el camino les habia -sucedido á él y á su amo, asi con el ventero como con el melonero, y en -Ateca: lo cual todo refirieron ellos despues á don Alvaro, que á estas -horas estaba con el otro caballero, informado al Justicia mayor de lo -que era don Quixote, y de cuanto le habia sucedido, asi con el açotado, -como con el carcelero y con ellos en la carcel. El Justicia mandó luego -con mucho gusto á un portero fuese á la carcel y mandase de su parte, -asi al carcelero como á los alguaciles, entregasen aquel preso libre y -sin costas, con el caballo y todo lo demas que le habian quitado, al -señor don Alvaro Tarfe; lo cual todo fue hecho asi. Llegó don Alvaro -á la carcel, á la que volvian á armar á don Quixote, ya libre de las -prisiones; y á la que le entregaron la adarga, rieron mucho cuando -la vieron con la letra del Caballero Desamorado y figuras de Cupido -y damas; y aguardando que anocheciese para que no fuese visto, le -hizo llevar á su posada con un paje, á caballo en Rocinante. Cenaron -en ella con él los caballeros amigos de don Alvaro con mucho gusto, -haziendo dezir á Sancho Pança sobre cena todo lo que por el camino les -habia sucedido; y cuando Sancho dixo que habia burlado á su amo en no -haber querido dar á la gallega los docientos ducados, sino solo cuatro -cuartos, se metió don Quixote en colera diziendo: ¡Oh infame vil y de -vil casta! Bien parece que no eres caballero noble, pues á una princesa -como aquella, á quien tan injustamente hazes moça de venta, diste -cuatro cuartos: yo juro por el orden de caballeria que recebí, que la -primera provincia, insula ó peninsula que gane, ha de ser suya á pesar -tuyo y de cuantos villanos como tú hay en el mundo. Maravillaronse -todos aquellos caballeros de la colera de don Quixote; y Sancho, viendo -enojado á su amo, le respondió: ¡Oh pesia á los viejos de Santa Susana! -¿Y no conocia v. m. en la filomia y andrajos de aquella moça, que no -era infanta ni almiranta? Y más, que le juro á v. m. que si no fuera -por mí, se la llevara un mercadante de trapos viejos para her della -papel de estraza, y la muy sucia no me lo agradece agora; pues á fe -que si no fuera porque le tuve miedo, que la hubiera hecho á moxicones -que se acordara de Sancho Pança, flor de cuantos escuderos andantes ha -habido en el mundo; pero vaya en hora buena; que si una vez me dió una -bofetada y dos cozes en estas espaldas, buen pedazo de queso le comí -que tenia escondido en el vasar. Levantose don Alvaro riendo de lo que -Sancho Pança habia dicho, y con él los demas; y dió orden que llevasen -á don Quixote á un buen aposento, donde le hizieron una honrada cama, -en la cual estuvo reposando y rehaziendose dos ó tres dias, y á Sancho -se le llevaron los pajes á su cuarto; con el cual tuvieron donosisima -conversacion. - - - - -CAPITULO X - -Como don Alvaro Tarfe convidó ciertos amigos suyos á comer para dar con -ellos orden que libreas habian de sacar en la sortija. - - -Venida la mañana, entró don Alvaro Tarfe en el aposento de don -Quixote, y sentandose junto á su cama en una silla, le dixo: ¿Como le -va á v. m., mi señor don Quixote, flor de la caballeria manchega, en -esta tierra? ¿Hay alguna aventura de nuevo en que los amigos podamos -ayudar á v. m.? Porque en este reino de Aragon se ofrecen muchas y muy -peligrosas cada dia á los caballeros andantes; y en los dias pasados, -en las justas que aqui se hizieron, vinieron de diversas provincias -muchos y muy membrudos gigantes y descomunales jayanes, y hubo aqui -algunos caballeros á quien dieron bien en que entender; y solo faltó -que v. m. se hallase aqui para que diera á semejante gente el castigo -que por sus malas obras merecen; pero ya podrá ser que v. m. los tope -por el mundo, y les haga pagar lo de antaño y lo de hogaño. Mi señor -don Alvaro, respondió don Quixote, yo estoy y he estado con grandisima -pena por no haberme hallado en esas reales justas; pues si en ellas me -hallara, creo que ni esos gigantazos se fueran riendo, ni algunos de -los caballeros llevaran las preciosas joyas que á falta mia llevaron; -pero yo sospecho que _nondum sunt completa peccata Amorreorum_: quiero -dezir, que no debe de ser cumplido aun el numero de sus pecados, -y que Dios querrá que cuando lo sea, yo los castigue. Pues, señor -don Quixote, dixo don Alvaro, v. m. ha de saber que para despues de -mañana, que es domingo, tenemos concertada una famosa sortija entre los -caballeros desta ciudad y yo, en la cual ha de haber muy ricas joyas -y premios de importancia. Han de ser jueces délla los mismos que lo -fueron de las justas, que son tres caballeros de los más principales -deste reino, un titular y dos de encomienda. Asistiran tambien á ellas -muchas y muy hermosas infantas, princesas y camareras de peregrina -belleza, volviendo en cielo las ventanas y balcones de la famosa calle -del Coso, adonde podrá v. m. hallar á manos llenas dos mil aventuras. -Todos habemos de salir en ella de librea, echando al entrar de la -calle sus motes volantes ó escritos en las tarjetas de los escudos, -que contengan dichos de risa y de pasatiempo: si v. m. se dispone y -esfuerça para entrar en ella, yo me ofrezco de acompañarle y darle -librea, para que quede con su lado participante de su buena fortuna, -y para que entienda esta ciudad y reino que tengo un amigo tal y tan -buen caballero, que basta por sí solo á ganar todos los precios de -la sortija. Yo soy dello muy contento, dixo don Quixote sentandose -en la cama, solo porque v. m. vea por vista de ojos las cosas que -ha oido de mi esfuerço; que aunque es verdad, como dize el refran -latino, que la alabança pierde, dicha por la boca del sugeto á quien -se encamina, con todo, puedo y quiero dezir de mí lo que digo, por ser -tan publico. Yo lo creo asi, dixo don Alvaro; pero v. m. se esté quedo -en la cama y repose, para que lo haga con más comodidad. Aqui delante -della pondremos la mesa, y comeremos yo y algunos caballeros de mi -cuadrilla, y sobre mesa trataremos de lo que se ha de hazer, guiandonos -todos en todo por el discreto voto de quien tanta experiencia tiene de -semejantes juegos, como v. m. Fuese don Alvaro, y quedó el buen hidalgo -con la fantasia llena de quimeras; y sin poder reposar, se levantó y -començó á vestirse, imaginando ahincadamente en su negra sortija; y -con la vehemente imaginacion se quedó mirando al suelo sin pestañear, -con las bragas á medio poner; y de alli á un buen rato arremetió con -el braço muy derecho hazia la pared, dando una carrera y diziendo: De -la primera vez he llevado el anillo metido en la lança; y asi, vuesas -excelencias, rectisimos jueces, me manden dar el mejor premio, pues -de justicia se me debe, á pesar de la invidia de los circunstantes -aventureros y miradores. A la voz grande que dió, subieron un paje y -Sancho Pança; y entrando dentro del aposento, hallaron á don Quixote, -las bragas caidas, hablando con los jueces, mirando al techo; y como -la camisa era un poco corta por delante, no dexaba de descubrir -alguna fealdad: lo cual visto por Sancho Pança, le dixo: Cubra, señor -Desamorado, ¡pecador de mí! el etcetera; que aqui no hay jueces que le -pretendan echar otra vez preso, ni dar docientos açotes, ni sacar á -la vergüença, aunque harto saca v. m. á ella las suyas sin para que; -que bien puede estar seguro. Volvió la cabeça don Quixote, y alçando -las bragas de espaldas para ponerselas, baxose un poco y descubrió -de la trasera lo que de la delantera habia descubierto y algo más -asqueroso. Sancho, que lo vió, le dixo: Pesia á mi sayo: Señor, ¿que -haze? que peor está que estaba: eso es querer saludarnos con todas las -inmundicias que Dios le ha dado. Riose mucho el paje; y don Quixote, -componiendose lo mejor que pudo, se volvió á él diziendo: Digo que soy -muy contento, señor caballero, que la vuestra batalla se haga de la -suerte que á vos os parece, sea á pie ó sea á caballo, con armas ó sin -ellas; que á todo me hallareis dispuesto; que aunque estoy seguro de -la vitoria, con todo, me huelgo en extremo de hazer batalla con un tan -nombrado caballero y delante de tanta gente, que veran por vista de -ojos el valor de persona tan desamorada como yo soy. Señor caballero, -respondió el paje, aqui no hay alguno que pretenda hazer batalla con -v. m.; y si alguna habemos de hazer, ha de ser de aqui á dos horas con -un gentil pavo que está aguardandonos para ser nuestro convidado á la -mesa. Ese caballero, replicó don Quixote, que llamais pavo, ¿es natural -deste reino, ó extrangero? Porque no querria por todas las cosas del -mundo que fuese pariente ni paniaguado del señor don Alvaro. Oyendo -esto, salió de través Sancho, diziendo: Por vida del soguero que hizo -el lazo con que se ahorcó Judas, que no lo entiende v. m. con todos -sus libros que ha leido y latines ó letanias que ha estudiado: baxe -acá abaxo, y verá la cocina llena de asadores, con dos ó tres ollas -como medias tinajillas de las que usamos en el Toboso, tanto pastel -en bote, pelota de carne y empanadas, que parece toda ella un paraiso -terrenal; y aun á fe que si me pidiese un poco de saliva en ayunas, -que no se la podria dar; que tengo en el cuerpo tres de malvasia, que -llaman en esta tierra, y á fe con razon, porque está mal la taza cuando -está vacia della; y es mejor que el de Yepes, que v. m. tambien conoce; -y este señor, porque el beber no me hiziese mal, me dió un panecillo -blanco de casi dos libras y media; y dos pescuezos el cocinero coxo, -que no sé si eran de avestruzes; y si serian, porque yo me comia las -manos tras ellos; con todo lo cual en un instante hize la cama á la -bebida y refocilé el estomago. Estas me parecen á mi, señor, que son -las verdaderas aventuras, pues las topo yo en la cocina, dispensa y -boticaria, ó como la llaman, muy á mi gusto; y le perdonaria á v. m. el -salario que me da cada mes, si nos quedasemos aqui sin andar buscando -meloneros que nos santigüen el espinazo; y creame v. m. que esto es lo -más acertado; que alli está el cocinero coxo que me adora, y todas las -vezes que entro á velle, que no son pocas, me hinche un gran plato de -carne friatica, que en her asi, me la espeto como quien se sorbe un -huevo; y él no haze sino reir de ver la gracia y liberalidad con que -como, que es para dar mil gracias á Dios. Ello es verdad que anoche -uno destos señores pajes ó pajaros, ó que son, me dixo que sorbiese -una escudilla de caldo que traia en la mano, porque me daria la vida, -despues de Dios; y yo, no cayendo en la bellaqueria, la agarré con -ambas manos, y por helle servicio, dí tres ó cuatro sorbiscones, que -no debiera, porque el grandisimo... (y tengaselo por dicho) del paje, -habia puesto la escudilla sobre las brasas, de manera que me iba -zorriando por el estomago abaxo, y me hizo saltar de los ojos otro -tanto caldo como el que sorbí; y el cocinero y él y este señorete se -reían que se desquixaraban; mas á fe que no me burlen otra vez de -aquella manera; porque, como quedé escarmentado, denantes me dió el -cocinero una gentil rebanada de melon, y la tenté poco á poco por ver -si estaba abrasando. ¡Oh gran bestia! dixo don Quixote: ¿y la rebanada -habia de abrasar? Por ahi se echa de ver que eres goloso, y que no -es tu principal intento buscar la verdadera honra de los caballeros -andantes; sino, como Epicuro, henchir la pança. Hago en eso como quien -soy, dixo Sancho. Estando en esto, sintieron que venia á comer don -Alvaro con cinco ó seis caballeros principales, de los que habian de -salir á la sortija, á los cuales habia convidado para dar orden en -las libreas que cada una habia de sacar en ella, y para que gustasen -de don Quixote como de unica pieça; y asi se subieron derechos á su -aposento, y hallandole medio vestido y con la figura que queda dicho, -rieron mucho; pero riñole don Alvaro porque se habia levantado contra -su orden, y mandole se volviese á acostar luego, porque no comerian -de otra suerte. Hizolo á puras porfias, tras lo cual se puso la mesa -y traxo la comida, llamandole siempre todos ellos soberano principe -á don Quixote. Pasaron en el discurso della graciosos cuentos, -haziendole todos estrañas preguntas de sus aventuras, á las cuales -respondia él con mucha gravedad y reposo, olvidándose muchas vezes de -comer por contar lo que pensaba hazer en Constantinopla y Trapisonda, -ya con tal infanta, y ya con tal gigante, diziendo unos nombres tan -extraordinarios, que con cada uno de ellos daban mil arqueadas de risa -los convidados; y si no fuera por don Alvaro, que volvia siempre por -don Quixote, abonando sus cosas con discreto artificio y disimulacion, -algunas vezes se enojara muy de veras. Con todo, les dezia que no era -de valientes caballeros reirse sin proposito de las cosas que cada -dia suceden á los caballeros andantes, cual él era; y don Alvaro les -dixo: Bien parece, señores, que vs. ms. son noveles y que no conocen -el valor del señor don Quixote de la Mancha como yo; pues si no saben -quien es, pregúntenselo á aquellos caballeros que llevaban açotando por -las calles el otro dia á aquel soldado; que ellos diran lo que hizo y -dixo en su presencia y en defensa del açotado, á fin de deshazer el -tuerto que le hazian, como verdadero caballero andante. Acabose en -estas platicas la comida, y alçaronse las mesas, y començaron á tratar -de las libreas que cada uno tenia para la sortija, y las cifras y motes -que habian de llevar. Despues dixo el uno: Y el señor don Quixote ¿que -librea ha de sacar? No dexemos al mejor jugador sin cartas; porque á mí -me parece que la saque de verde, de color de alcacel, que es esperança, -pues él la tiene de alcançar y ganar todos los premios de la sortija. -Otro dixo que no, sino, pues se llamaba el Caballero Desamorado, -saliese de morado, con algun mote con que picase á las damas. Antes -por ser desamorado, dixo otro caballero, ha de llevar la librea blanca -en señal de su gran castidad; que no es poco un caballero de tantas -prendas estar sin amor, si ya no es que dexe de amar por no haber en -el mundo quien le merezca. El ultimo caballero replicó diziendo: Pues -mi voto, señores, es que, pues el señor don Quixote es hombre que ha -muerto y mata tantos gigantes y jayanes, haziendo viudas á sus mugeres, -que salga con librea negra; que asi dará á entender á todos los que con -él pretendieren entrar en batalla, que han de tener negra la ventura. -Ahora sus, dixo don Alvaro, que con licencia de vs. ms. tengo de dar mi -parecer, y ha de ser singular, como lo es el señor don Quixote; y asi -me parece que su merced no saque librea alguna; antes, como verdadero -caballero andante, es bien salga en la plaça armado de todas pieças -y armas; y porque sean proprias las que sacare, le hago donacion de -las que trae, que son las famosas de Milan que en el Argamesilla le -dexé en guarda, pues solo estan honradas en su poder, como en el mio -ociosas; y porque estan algo deslustradas del polvo del camino y de la -sangre que ha derramado de diversos gigantes en diferentes batallas, -daré orden se le limpien y acicalen para que salga más lucido. Por -empresa bastale la que trae en el campo de su adarga; que pues nadie -la ha visto en Çaragoça, y desde Ariza, donde la pintó, hasta aqui -la ha traido cubierta de un cendal todo el camino porque no se le -deslustrase, nueva será y bien mirada, sirviendole de arma el lançon -proprio, que llevará; siendo ella, su gallardo talle y la ligereza del -famoso Rocinante señas bastantes para que por ellas entiendan todos -que su merced es el ilustre caballero andante que el otro dia volvió -publicamente por la honra de aquel honrado açotado, y quien ha hecho -las aventuras del melonero, con las demas que muchos ignoran. Dixeron -todos que era muy acertado lo que el señor don Alvaro habia pensado; -y á don Quixote le pareció de perlas; y asi dixo: Lo que el señor don -Alvaro ha dicho es verdaderamente lo que importa; porque suele suceder -en semejantes fiestas venir algun famoso gigante ó descomunal jayan -rey de alguna isla estrangera, y hazer algunos descomedidos desafios -contra la honra del rey ó principes de la ciudad; y para abatir -semejante soberbia, es bien que yo esté armado de todas pieças y armas; -y beso al señor don Alvaro mil vezes las manos por la liberalidad con -que me haze merced de las que venia á restituille en esta ocasion y -tierra; pero yo aseguro que con ellas haga que el traidor alevoso de -cierto gigantazo que va haziendo grandes desaguisados por el mundo, -no se alabe que en este famoso reino de Aragon no hay quien se atreva -á hazer singular batalla con él. Y saltando en un brinco de la cama -con una repentina y no pensada furia, se salió del aposento y cama á -la sala, con su camisa corta como estaba, y metió mano á la espada, -que tenia en el mismo aposento, y començó á dezir á vozes, sin que -los circunstantes tuviesen tiempo de reconocerse ni detenerle: Pero -aqui estoy yo, ¡oh soberbio gigante! contra quien no valen arrogantes -palabras ni valerosas obras;--y dando seis ó siete cuchilladas en los -tapices que estaban colgados por las paredes, dezia: ¡Oh pobre rey, si -lo eres! llegado es el tiempo en que Dios está ya cansado de tus malas -obras. Los caballeros y don Alvaro, que semejante accidente vieron, -se levantaron y retiraron todos á una parte, pensando que don Quixote -daria tambien tras ellos, y los tendria por jayanes de allá de allende -la insula Maleandritica. Con todo, don Alvaro le asió del braço, con -notable pasion de reir él y los demas, de ver la infernal vision del -manchego, diziendo: Ea, flor de la caballeria de la Mancha, meta v. m. -la espada en la vaina, y vuelvase á acostar; que el gigante ha huido -por la escalera abaxo, y no ha osado aguardar los filos de su cortadora -espada. Asi lo creo yo, dixo don Quixote; que estos y otros semejantes -más temen de vozes y palabras á vezes, que de obras; yo por amor de v. -m. no le he querido seguir; pero viva; que para mayor mal suyo será. -Pero yo fio que él se guarde de encontrar otra vez conmigo. Quedó con -esto, como estaba tan flaco y debilitado, hijadeando de suerte, que no -le alcançaba una respiracion á otra; y dexandole puesto en la cama, -con orden de que no se moviese della hasta el dia de la sortija, mandó -don Alvaro subir á Sancho para que le hiziese compañia; y el con los -demas caballeros se despidieron dél, diziendo iban á ver á los otros -sus amigos granadinos en la posada de cierto caballero principal, donde -posaban, para saber dellos como pensaban salir á la sortija; á lo cual -fueron de hecho, y á dar parte á mucha gente principal y de humor del -extraordinario que gastaba don Quixote, y de lo que con él pensaban -holgarse y dar que reir á toda la plaça el dia de la sortija. - - - - -CAPITULO XI - -De como don Alvaro Tarfe y otros caballeros çaragoçanos y granadinos -jugaron la sortija en la calle del Coso, y de lo que en ella sucedió á -don Quixote. - - -Tres dias estuvo violentado en la cama, á puros ruegos y guardas, don -Quixote, pues tenia siempre como tales á Sancho Pança y algunos pajes -de don Alvaro y dos caballeros amigos suyos, asi granadinos como de los -naturales de Çaragoça, con los cuales pasaron historias donosisimas; -porque por momentos se le representaba salia á la sortija, disputaba -con los jueces, reñia con gigantes forasteros, y otros cien mil -dislates; porque estaba rematadamente loco, y Sancho ayudaba más á todo -con sus simplicidades y boberias. Solo tenia de bueno don Quixote el -recado y regalo; porque se le daba bonisimo en presencia de don Alvaro, -que siempre comia y cenaba con él, acompañado de diferentes caballeros -cada vez. Llegó pues el domingo, en que los que habian de jugar la -sortija para universal pasatiempo, se aprestaron y adereçaron lo mejor -que pudieron de sus ricas libreas, llevando todos solamente á la -entrada del Coso unos escudos ó targetas blancas, y en ellas escrita -cada uno la letra que más á proposito venia á su pensamiento y al fin -de alegrar la fiesta. Pero no quiero pasar en silencio lo que habia en -dos arcos triunfales que estaban costosa y curiosamente hechos á las -dos bocas de la calle. El primero de la primera entrada, como venimos -de la plaça, era todo de damasco azul, de color de cielo, y estaba en -el medio dél, por lo alto, el invictisimo emperador Carlos V, abuelo -gloriosisimo de nuestro catolico y gran monarca el tercero Filipo -Hermenegildo, armado á la romana, con una guirnalda de laurel sobre la -cabeça y un baston de general sobre la mano derecha, ocupando lo más -alto del arco dos versos latinos que dezian desta manera: - - Fraena quod imperii longo moderaris ab aevo - Austria, non hominis, numinis exstat opus. - -El pie derecho tenia puesto sobre un mundo de oro, y al derredor dél -una letra que dezia: - - Mandó su medio Alejandro; - Mas nuestro Cesar de veras - Sus tres partes mandó enteras. - -El pie izquierdo tenia sobre tres ó cuatro turcos rendidos, con una -letra latina que dezia: - - Qui oves amat, in lupos saevit. - -Al pie del arco de la mano derecha, arrimado á la mesma coluna del -arco, estaba sobre una pequeña peana el famoso duque de Alba, don -Fernando Alvarez de Toledo, armado, con su baston de general en la mano -derecha, y al pie dél la fama, como la pintan, con una trompa, y en -ella escrito: - - A solis ortu usque ad occasum. - -Al pie de la otra coluna del arco, que era la izquierda, sobre otra -pequeña peana, estaba don Antonio Leiva, armado y con baston de -general, como el Duque, y tenia esta letra sobre la cabeça: - - Si bien á mi rey servi, - Bien tambien premió mi amor. - A mi don dando un señor. - -El segundo arco era todo de damasco blanco bordado, y sobre lo alto dél -estaba el prudentisimo rey don Felipe II, riquisimamente vestido, y á -sus pies este famoso epigrama del excelente poeta Lope de Vega Carpio, -familiar del santo ofizio: - - Philippo Regi, Caesari invictissimo, - Omnium maximo Regum triumphatori, - Orbis utriusque et maris felicissimo, - Catholici Caroli successori, - Totius Hispaniae principi dignissimo, - Ecclesiae Christi et fidei defensori, - Fama, praecingens tempora alma, lauro, - Hoc simulacrum dedicat ex auro. - -A la mano derecha estaba su cristianisimo y unico fenix don Felipe III, -nuestro rey y señor, vestido todo de una tela riquisima de oro, con dos -versos juntos a sí, que en lengua latina dezian: - - Nulla est virtutis species quae, maxime Princeps, - Non colat ingenium nobilitate tuum. - -A la siniestra mano estaba el invictisimo principe don Juan de Austria, -armado de todas pieças, con el baston de general en la mano, y puesto -el pie derecho sobre la rueda de la fortuna, y la mesma fortuna, que -con un clavo y martillo clavaba la rueda, haziendola inmoble, y esta -letra: - - El merecimiento insigne - Que te levantó en mi rueda, - Cual clavo la tiene queda. - -Otras muchas curiosidades de enigmas y cifras habia en los arcos, -que por evitar prolixidad y no hazer á nuestro proposito se dexan. -Solo digo que el dia que la sortija se habia de jugar, estuvo, en -comiendo, la calle del Coso riquisimamente adereçada, y compuestos -todos sus balcones y ventanas con brocados y tapices muy bien bordados, -ocupandolos infinitos serafines, con esperanças cada uno de recebir -de la mano de su amante, de la de alguno de aquellos caballeros -aventureros, la joya que ganase. Vino á la fiesta la nobleza del reino -y ciudad, Visorey, Justicia mayor, diputados, jurados y los demas -titulos y caballeros, poniendose cada uno en el puesto que le tocaba. -Vinieron tambien los jueces de la sortija, muy acompañados y galanes -que, como hemos dicho, eran un titular y dos caballeros de habito, y -pusieronse en un tablado no muy alto curiosamente compuesto; á cuyo -recebimiento començaron á sonar los menestriles y trompetas, y al -mesmo son començaron á entrar por la ancha calle, de dos en dos, los -caballeros que habian de correr. Los primeros fueron dos gallardos -mancebos con una mesma librea, sin diferenciar en caballos ni vestidos: -eran de raso blanco y verde, con plumas en los bonetes, de lo alto -de los cuales sacó el uno una mano con un rico salero, cuya sal iba -derramando sobre las mismas plumas, que daban al viento esta letra: - - En mi alma el sol divino - Los rayos con que me inflama, - Cual sol de gracias, derrama. - -El otro, que era recien casado con una dama muy hermosa, venia pintado -en el escudo trayendola él mismo de la mano, como que la escudereaba; -con una letra cual la siguiente: - - Della gozo, y me ha quedado, - Por ser tan unica y bella, - Solo el temor de perdella. - -Tras estos salieron otros dos, entrando vestidos de damasco azul -ricamente bordado: traian esta librea porque ambos eran moços -enamorados y celosos: el uno traia en el escudo pintada una ferocisima -leona vestida de piel de oveja, y él mismo venia pintado y puesto de -rodillas delante della, y con esta letra: - - Solo con piel de cordero - De palabras me corona; - Que en las obras es leona. - -El otro llevaba en campo negro el retrato de su dama, á quien él, -quitada[17] la gorra, pedia la mano, negandosela ella con desden; causa -por la cual habia venido á la sortija; y siendo mancebo desbarbado, -salió con barba blanca postiza, disfraz que dió harta suspension á toda -la gente que le conocia; pero quitabasela esta siguiente letra que -traia en el escudo: - - [17] _Quitaba_, dice, por errata, la primera edición. - - Amando tan desamado, - Caducando juzgo estoy, - Y asi dello muestras doy. - -Tras estos dos, entraron otros dos, tambien gallardos moços totalmente -diferentes en las libreas; porque el uno venia vestido de tela de -plata, ricamente bordado, sobre un caballo blanco no menos ligero que -el viento, trayendo en el escudo, en campo tambien blanco, el retrato -de su dama, la cual abaxandose, daba la mano á un muerto que estaba ya -con la mortaja puesta y tenia por cruz en los pechos esta letra: - - Matome su vista sola; - Mas por su divina mano - Nueva vida y gloria gano. - -El segundo era un mancebo recien casado, rico de patrimonio, pero -grandisimo gastador, y tan prodigo, que siempre andaba lleno de deudas, -sin haber mercader ni ofizial á quien no debiese; porque aqui pedia, -acullá engañaba, aqui hazia una mohatra, alli empeñaba ya la más rica -cadena de oro que tenia, ya su mejor colgadura; de suerte que despues -que el padre le faltó, andaba tan empeñado, que la necesidad le -obligaba á no vestir sino bayeta, atribuyendolo al luto y sentimiento -de la muerte de su padre; y para satisfacer á la murmuracion del vulgo, -traia pintada en el campo negro de la adarga una beata, cubierta -tambien de negro, más oscura que el del campo de la adarga, con esta -letra: - - Pues beata es la pobreza, - Cubrame la mia bien: - Bayeta y vaya me dén. - -Tras estos entraron veinte ó treinta caballeros, de dos en dos, con -libreas tambien muy ricas y costosas, y con letras, cifras y motes -graciosisimos y de agudo ingenio, que dexo de referir por no hazer -libro de versos el que solo es coronica de los quimericos hechos de -don Quixote; y asi, de sola su entrada haremos mencion, la cual fue en -la retaguardia de todos los aventureros, al lado del señor don Alvaro -Tarfe; que esta traza habian dado para su entrada los jueces. Venia don -Alvaro en un buen caballo cordobes, rucio, rodado, enjaezado ricamente, -el vestido de tela de oro, bordado de azuçenas y rosas enlazadas, y -en el campo blanco de su escudo traia pintado á don Quixote con la -aventura del açotado, muy al vivo, y esta letra en él: - - Aqui traigo al que ha de ser, - Segun son sus disparates, - Principe de los orates. - -Con la letra rieron todos cuantos sabian las cosas de don Quixote, el -cual venia armado de todas pieças, trayendo hasta su morrion en la -cabeça. Entró con gentil continente sobre Rocinante, y en la punta del -lançon traia con un cordel atado un pergamino grande tendido escrita en -él con letras goticas, el Ave Maria, y sobre los motes y pinturas que -traia en su adarga habia añadido á ellas este cuartete, en explicacion -del pergamino que traia pendiente de la lança: - - Soy muy más que Garcilaso, - Pues quité de un turco cruel - El Ave que le honra á él. - -Maravillabase mucho el vulgo de ver aquel hombre armado para jugar -la sortija, sin saber á que proposito traia aquel pergamino atado -en la lança; si bien de solo ver su figura, flaqueza de Rocinante y -grande adarga llena de pinturas y figuras de bellaquisima mano, se -reian todos y le silbaban. No causaba esta admiracion su vista á la -gente principal, pues ya todos los que entraban en este numero sabian -de don Alvaro Tarfe y demas caballeros amigos suyos, quien era don -Quixote, su estraña locura y el fin para que salia á la plaça, pues -era para regocijarla con alguna disparatada aventura; y no es cosa -nueva en semejantes regocijos sacar los caballeros á la plaça, locos -vestidos y adereçados y con humos en la cabeça de que han de hazer -suerte, tornear, justar y llevarse premios, como se ha visto algunas -vezes en ciudades principales y en la misma Çaragoça. Con presupuesto -pues de regocijar la plaça, pasaron todos aquellos caballeros delante -de sus damas, haziendoles la debida cortesia: cual hazia hincar al -enseñado caballo de rodillas delante de aquella que era señora de su -libertad; cual le hazia dar saltos y corcovos con mucha ligereza; cual -le hazia hazer caracoles; y finalmente, todos hazian todo lo que con -ellos podian para parecer bien. Solo el de don Quixote iba pacifico y -manso, el cual llegando con don Alvaro á emparejar con el balcon donde -estaban los jueces, haziendo una cumplida cortesia los dos al titulo -y á los demas, uno dellos, que era el de mejor humor, se echó sobre -el antepecho del tablado y habló á don Quixote desta manera en voz -alta, con risa de los circunstantes: Famoso principe, espejo y flor -de la caballeria andantesca, yo y toda esta ciudad estamos en extremo -agradecidos de que v. m. haya tenido por bien el habernosla querido -honrar con su valerosa persona: ello es verdad que algunos destos -señores caballeros estan tristes porque tienen por cosa cierta que v. -m. les ha de ganar en esta sortija las más preciosas joyas; pero yo -he determinado, aunque v. m. las merezca y gane todas, no darle sino -solamente una de las más preciosas para mejor poder asi satisfacer á -todos estos principes y caballeros. Don Quixote con mucho sosiego y -gravedad le respondió, diziendo: Por cierto, ilustrisimo juez, más -recto que Rodamonte, espejo de los jueces, que estoy tan pesaroso en -no haberme hallado en las justas pasadas, que estoy para reventar; mas -la causa fue el estar ocupado en no sé que aventuras de no pequeña -importancia; pero ya que en ellas no pude por mi ausencia mostrar el -valor que hay en mi persona, quiero que en esta sortija, aunque ello -es cosa de juguete para mis exorbitantes brios, v. m. vea con sus -ojos si todo lo que ha oido dezir de mí y de mis cosas son tan firmes -y verdaderas como las de Amadis y las de los demas caballeros antiguos -que tanta honra ganaron por el mundo; aunque bien se echará de ver -mi valor, pues ya esta mañana al asomar por los balcones de nuestro -horizonte el ardiente enamorado de la esquiva Dafnes, me coroné con el -Ave de la fortaleça de Dios, que es dezir de la que traxo á la Virgen -el angel san Gabriel, habiendola quitado, como muestra la letra de -mi adarga, á un desaforado turco que la traia colgando de la cola de -un soberbio frison, con quien pasó delante de mi balcon, irritando -mi cristiana paciencia. Pero topó en mí otro manchego Garcilaso, con -mas brios y años que el primero, que vengó tal insolencia. Con esto -tomó el juez que hablaba con don Quixote su pergamino y adarga, y -enseñandolo todo á los otros dos jueces y demas caballeros que los -acompañaban, despues de haberlo mirado y bien reido, se lo volvió -todo. Pasó adelante don Quixote, tomadas sus prendas pomponeandose y -mirando muy hueco á todas partes; y llegado al cabo de la calle donde -los demas que habian de jugar la sortija estaban parados, començaron á -sonar las chirimias y trompetas en señal de que los primeros caballeros -querian ya empezar á correrla. Habian ordenado los jueces que despues -de haber corrido todos la sortija, se darian cada vez cuatro joyas á -los cuatro caballeros que mejor lo hubiesen hecho; asi, desta vez se -las dieron á cuatro, aunque solo el uno dellos se llevó el anillo en -la lança, que fue don Alvaro Tarfe, que quiso correr con los primeros; -el cual, por orden de los jueces, dixo á don Quixote que no corriese -hasta la postre, porque asi convenia. Llevaron aquellos caballeros -los precios que habian ganado, cada uno á su dama; y don Alvaro, que -tenia el sugeto de sus pasiones en Granada, dió el suyo, que era unos -guantes de ambar ricamente bordados, á una donzella harto hermosa, -hermana de un titular de aquel reino, la cual le recebió con muestras -de gran cortesia y agradecimiento. Corrieron segunda vez, y fueles -dado el premio á otros cuatro, de los cuales los dos se llevaron el -anillo, y estos, como los primeros, les presentaron á sus damas; de -suerte que muy pocos ó ningun caballero hubo que no presentase joyas -á la dama que mejor le parecia. Pues como ya se hiziese tarde, y don -Quixote diese prisa á don Alvaro que le dexase correr su lança, si no, -que á pesar de cuantos jueces habia en la Europa correria; advertida -su locura de los jueces, hizieron señas á don Alvaro para que le -dexase correr dos carreras; y asi, tomandole él por la mano, le puso -en medio de la calle, frontero del anillo, aguardando la seña de las -trompetas; al son de las cuales partió nuestro caballero solo con su -adarga en el braço izquierdo, espoleando muy aprisa á Rocinante, que -con toda la que él le daba, corria poco más de á medio galope; pero fue -tan desgraciado, que llegando á la sortija, echó el lançon cosa de dos -palmos más arriba della por encima de la cuerda y acabando la carrera, -baxó muy aprisa la lança, mirando con mucha atencion si llevaba en ella -el anillo; lo cual causó notable risa en toda la gente, y más viendo -que, como él no la halló en ella, començó con gran colera á volver el -caballo al principio de la carrera, adonde estaba don Alvaro, que le -dixo con disimulacion: V. m., señor don Quixote, dé luego al punto -segunda carrera, porque el caballo no se le resfrie; que aunque v. m. -no llevó la sortija, el golpe ha sido extremado, pues fue por arriba -no más de media vara. Don Quixote, sin responderle palabra, volvió -la rienda á Rocinante, y començó á correr, no con poca risa de los -que le miraban, yendo don Alvaro á medio galope tras él: llegó pues -don Quixote á la sortija segunda vez, y con la colera y turbacion que -llevaba, errola por parte de abaxo otra media vara; pero el discreto -don Alvaro, viendo cuan desgraciadamente lo habia hecho su compañero, -puesto de pies sobre los estribos, alargó cuanto pudo la mano desde -el caballo, y asiendo la sortija y llegandose á don Quixote con mucha -sutileza, se la puso en el hierro de la lança; que lo pudo hazer sin -que él lo echase de ver, por llevarla puesta sobre el hombro desque -hizo el golpe en señal de gala, y dixole: ¡Ay mi señor don Quixote, -lustre de la Mancha! ¡vitoria, vitoria! que la sortija lleva v. m. -en la lança, si no me engaño. Miró arriba don Quixote, el cual no -pensaba haber topado en ella, como era la verdad, y dixo: Ya yo me -maravillaba, señor don Alvaro, de que dos vezes la hubiese errado; -pero la culpa de la primer carrera la tuvo Rocinante, que mala pascua -le dé Dios, pues que no pasó con la velocidad que yo quisiera. Todo -se ha hecho muy bien, dixo don Alvaro, y asi vamos á los jueces, y -pidales v. m. la justicia que tiene. Iba el buen hidalgo tan ancho y -vanaglorioso, que no cabia en toda la calle; y puesto delante de los -jueces, dixo, levantando la lança con la sortija puesta en ella: Miren -vuesas señorias lo que pide esta lança y el anillo que della cuelga, -y adviertan que ella mesma por sí demanda el premio que justamente se -me debe. El juez que al entrar en la plaça habia hablado con él, habia -hecho traer á un paje dos dozenas de agujetas grandes de cuero, que -valdrian hasta medio real, y tomandolas en la mano, llamando primero á -todos los caballeros para que oyesen lo que dezia á don Quixote, se las -ató en el lançon, diziendole en voz alta: Yo, segundo rey Fernando, os -doy con mi propria mano, á vos el invicto caballero andante, flor de la -andantesca caballeria, esta insigne joya, que son unas cintas traidas -de la India, hechas de pellejo del ave fenix, para que las deis, -pues sois caballero desamorado, á la dama que os pareciere que tiene -menos amor de cuantas ocupan esos balcones; y fuera deso os mando, so -pena de mi desgracia, que vos y don Alvaro Tarfe ceneis conmigo en -mi propria casa esta noche, juntamente con un escudero vuestro, de -quien sé que es fidelisimo y digno de servir á persona de vuestras -prendas. Tocaron luego las chirimias, y don Quixote, al son dellas, -fue mirando á todos los balcones y ventanas, y vió en una que estaba -algo baxa á una honrada vieja, que debia saber más de la propriedad -de la ruda y verbena, que de recebir joyas; la cual estaba con dos -donzellas afeitadas de las que se usan en Çaragoça: á esta pues llegó -nuestro caballero, y poniendo las agujetas en el poyo de la ventana -con el lançon, la dixo en voz que todos lo pudieron oir: Sapientisima -Urganda la desconocida, este vuestro caballero, á quien tanto siempre -vos habeis favorecido en todas las ocasiones, os suplica le perdoneis -el atrevimiento, y recebais estas peregrinas cintas, hechas, segun -estoy informado, del mismo ave fenix, y tenedlas en mucho, porque -valen una ciudad. Las dos mugeres, que semejantes razones oyeron dezir -á aquel hombre armado, y veian que todo el mundo se estaba riendo de -verle presentar las agujetas de cuero á una vieja tal cual la que las -acompañaba, que pasaba de los sesenta, corridas y medio riendose, le -dieron con la ventana en los ojos, cerrandola y entrandose dentro sin -hablarle palabra. Quedó algo corrido don Quixote del suceso; pero -Sancho Pança, que desde el principio de las justas habia estado con -dos moços de cocina á ver la sortija y los premios que su amo habia de -ganar, como vió que daba las agujetas á aquella vieja, y no las habia -querido recebir, antes le habia cerrado la ventana, levantó la voz, -diziendo: ¡Cuerpo de quien la parió á la muy puta vieja del tiempo de -Mari-Castaña, muger del gran judio y más puto viejo de los dos de santa -Susana! ¿Asi ha de cerrar la ventana á uno de los mejores caballeros -de todo mi lugar, y no ha de querer recebir las agujetas que le dan, y -mal provecho le hagan si buena no ha de ser? Pero ¿que ha de ser quien, -como mi señor dize, se llama Urganda? Y siendolo, mal puede merecer -tales agujetas, que segun son ellas de grandes y buenas, sin duda -deben de ser de perro. Pues á fe que si agarro un medio ladrillo, que -yo las haga á todas que abran, aunque les pese. Y volviendose á don -Quixote, le dixo: Echelas acá v. m., pues no las quieren ni merecen; -que yo las guardaré, y eso nos ahorraremos; y más, que yo he menester -una como el pan de la boca para mis çaragüelles; que ya tengo esta -de delante llena de ñudos: muese acá digo, ¡cuerpo non de Dios! pues -servirán para esta mejor ocasion. Don Quixote abaxó la lança, diziendo: -Toma, Sancho, guarda estas preciosas cintas, y metelas en nuestra -maleta hasta su tiempo. Sancho las tomó, diziendo: ¡Miren, cuerpo de -Barrabas, lo que no quiso la muy hechicera! Pues en buena fe que no -me las saquen de las uñas ahora por menos de veinte maravedis, aunque -no los valgan; que por el menorete, son de liebre ó trucha ó no sé de -que diablos. Llegaronse diez ó doze personas á ver las joyas de las -agujetas que aquel labrador tenia en la mano: y fue el caso que entre -aquella gente que se juntó, llegó un moço de harta poca ropa, no menos -ligero de pies que sutil de manos, el cual con suma presteza asió de -dichas agujetas, y tomando las armas del conejo, en cuatro brincos -se puso fuera de la calle del Coso. Esto no lo vió don Quixote; que -á verlo, la mayor tajada del moço fuera la oreja. Pero el bueno de -Sancho Pança, que estaba seguro, á su parecer, de caso tan repentino, -començó á dar vozes, diziendo: Tenganle, señores, tenganle, pecador -de mí; que me lleva hurtada la mejor joya del torneo. Mas cuando el -pobre vió las esperanças perdidas de poderle alcançar, començó á llorar -amargamente, mesandose las espesas barbas, juntando una mano con otra -y diziendo: ¡Oh desventurada de la madre que me parió! ¡Oh dia aciago -para mí, pues en él he perdido unas agujetas tan preciosas y las -mejores de toda la Lombardia! ¡Ay de mí! ¿Que haré, y que cuenta daré -á mi señor de la joya que me encomendó? ¿Que excusa tendré para huir -de su andantesca colera, para que no me sacuda con ella las costillas -con algun ñudoso roble? Si le digo que las he perdido, tendrame por -escudero desmazalado; y si le digo que me las hurtó un picaro, tomará -tanto enojo, que desafiará luego á batalla campal, no solamente al -que las hurtó, sino á cuantos picaros se puedan hallar en toda la -picardia. ¡No vendria ya la muerte á llevarme para sí antes que pasar -tan gran dolor! Yo digo que de muy buena gana me mataria, si no fuera -porque temo hazerme mal: alto, manos á la labor; yo quiero ir luego -al cocinero coxo de don Alvaro, y pedirle dos cuartos prestados para -comprar una soga y ahorcarme con ella; que despues se los tornaré -doblados; y si acaso hallo algun arbol, como sea tal que desde él -pueda llegar los pies al suelo, echaré el cordel en la primera rama, y -aguardaré á que pase algun hombre caritativo, á quien rogaré con muchas -lagrimas me haga la limosna y caridad de ayudarme á ahorcar por amor de -Dios; que soy un pobre hombre, huerfano de padre y madre. Y asi, alto, -quedate con Cristo, don Quixote de la Mancha, el más valiente caballero -de cuantos andantes cria el cierzo y la tramontana; quedate en paz -tambien, Rocinante de mi alma, y acuerdate de mí, pues yo me acordaba -de tí todas las vezes que te iba á echar de comer; y acuerdate tambien -de aquel dia en que pasando descuidado por junto tu postigo trasero, -diziendo: ¿Amigo Rocinante, como va? Y tú, que no sabias aun hablar -romance, me respondiste con dos pares de castañetas, disparando por el -puerto muladar un arcabuzazo con tanta gracia, que si no le recebiera -entre hocicos y narizes, no sé que fuera de mí. Quedate pues, rocin de -mis ojos, con la bendicion de todos los rocines de Roncesvalles; que si -supieses la tribulacion en que estoy puesto, yo fio me enviaras algun -consuelo para alivio de mi gran dolor. Ahora sus, yo voy á contar mi -desgracia, como digo, á mi amigo el cocinero, de quien espero algun -remedio, pues más vale que lo que se ha de hazer temprano se haga -tarde; que al que Dios madruga, mucho se ayuda: en fin, allá darás, -sayo, en casa el rayo, pues más vale buitre volando que pajaro en -mano:--y á este compas se fue ensartando más de cuarenta refranes á -desproposito. - - - - -CAPITULO XII - -Como don Quixote y don Alvaro Tarfe fueron convidados á cenar con el -juez que en la sortija les convidó, y de la estraña y jamas pensada -aventura que en la sala se ofreció aquella noche á nuestro valeroso -hidalgo. - - -Acabada de jugar la sortija y de haber corrido en ella los caballeros -de dos en dos delante de toda la ciudad, desocuparon todos sus puestos, -volviendose á sus casas, por venir la noche. Para hazer pues lo mesmo, -don Alvaro asió de la mano á don Quixote, diziendole: Vamos, mi señor -don Quixote, á dar un par de vueltas por esas calles mientras se haze -hora de acudir á cenar con el señor que v. m. sabe que como juez -liberalisimo nos ha convidado esta noche. Vamos, dixo don Quixote, -donde v. m. mandare. Y sin que hubiese remedio con él de que diera -la adarga y lançon á un paje, para que, como don Alvaro queria, -lo llevase á su casa, se fue con todo este carruage acompañandole. -Llegaron á muy buena hora á la noble casa del huesped que los habia -convidado á cenar; y tomando en el çaguan un paje suyo la lança y -adarga de don Quixote, se apearon y subieron al punto al aposento de -don Carlos, que asi se llamaba el juez, el cual se levantó, con otros -caballeros amigos que tenia tambien convidados, para ir á abraçar -á don Quixote, como lo hizo, diziendole: Bien sea venido el señor -caballero andante, y con la salud que todos deseamos, como lo hazemos -tambien que para mayor alivio del trabajo pasado, se quite v. m. las -armas, pues está en parte segura y entre amigos que desean servir á -v. m. y aprender de su valor todo buen orden de milicia; que creo lo -habemos bien menester, segun lo mal que los caballeros lo han hecho -en la sortija; que si v. m. no remediara sus faltas, quedaran las -fiestas harto frias. Don Quixote le respondió: Señor don Carlos, yo -no tengo por costumbre, en ninguna parte que vaya, sea de amigos ó -enemigos, quitarme las armas, por dos razones. La primera, porque -trayendolas siempre puestas, se haze el hombre á ellas; que como dizen -los filosofos, ab assuetis non fit passio; pues la costumbre, como v. -m. sabe, convierte las cosas en naturaleza, con que ningun trabajo hay -que dé pesadumbre. La segunda, porque no sabe el hombre de quien se -ha de fiar ni lo que le puede acontecer, por ser varios los sucesos -de la guerra; y me acuerdo haber leido en el autentico libro de las -hazañas de don Belianis de Grecia, que yendo él y otro caballero -armados de todas pieças, perdidos por un bosque, llegaron á cierto -prado donde hallaron diez ó doze salvages que estaban asando un venado, -los cuales por señas les convidaron á comer dél. Los caballeros, que -llevaban no poca necesidad y hambre, viendo la humanidad que mostraban -aquellos barbaros, baxaron de los caballos, quitandoles los frenos para -que paciesen; pero ellos no se quisieron quitar las celadas, sino, -levantadas un poco las viseras, sentados en las yerbas, comieron de -una pierna del venado que los salvages les pusieron delante; y apenas -hubieron comido media dozena de bocados, cuando, concertados entre -si, en lenguage que no entendieron los forasteros, llegando pasito -por detras dos de ellos con dos maças, á un tiempo les dieron tan -fuertemente sobre las cabeças, que á no llevar puestas las celadas, -fueran sin duda fatal sustento de aquellos barbaros: con todo, -cayeron en tierra aturdidos, y ellos con grande algazara començaron -á desarmarlos; pero como no sabian de aquel menester, no hazian sino -revolverlos por aquel prado acá y acullá: de suerte que dandoles un -poco el viento, y viendo el triste estado en que sus cosas estaban, -se levantaron muy ligeramente, y metiendo mano en sus ricas espadas, -començaron á dar tras los salvages como en real de enemigos, sin dar -reves con que no hiziesen de un salvage dos, por estar desnudos. Dezia -esto don Quixote con tanta colera, que metiendo él tambien mano en -su espada, prosiguió diziendo: Dando aqui tajos, acullá cuchilladas, -aqui partian uno hasta los pechos, alli dexaban otro en un pie como -grulla, hasta que mataron la mayor parte dellos. Don Carlos le hizo -envainar, riendo con aquellos caballeros de la colera que habia tomado -contra los salvages, pues parecia que los tenia delante; y asiendole -por la mano y entrandole en otra sala, hallaron puestas las mesas para -cenar; donde volviendo la cabeça don Carlos, dixo á un paje suyo de -los que alli estaban: Id volando á la posada del señor don Alvaro, -pues ya sabeis, y llamad al escudero del señor don Quixote, Sancho -Pança, diziendole que su amo le manda se venga luego con vos, que -tambien está convidado; y no vengais sin él de ninguna suerte. Tomó el -paje la capa, fue por él al momento, y hallandole en la cocina con el -cocinero, á quien con mucha melancolia estaba contando la desgracia del -hurto de las preciosas agujetas, le dixo: Señor Sancho, v. m. se venga -conmigo al instante, porque el señor don Quixote le llama, viendo que -mi señor don Carlos no se quiere asentar á la mesa con los convidados -hasta verle á v. m. en la sala. Señor paje, respondió con mucha flema -Sancho, v. m. podrá dezir á esos señores que les beso las manos, y que -no estoy en casa, y que por esto no voy, y porque ando por la plaça -buscando un cierto negocio de importancia que se me ha perdido; pero -que si Dios me alumbra con bien para que lo halle, les doy palabra de -ir luego. Eso no, dixo el paje: v. m. ha de venir conmigo; que asi -me lo han mandado, porque es tambien convidado á la cena. Hablara yo -para mañana, respondió Sancho; que siendo asi, claro está que iré de -muy rebuena gana al punto; y á fe que me coge en tiempo que no tengo -muy mala disposicion, porque há más de tres horas que no ha entrado -en mi cuerpo cosa alguna, sino es un platillo de carne fiambre y un -panecillo que me dió aqui el señor cocinero, que Dios guarde, con que -me tornó el alma al cuerpo. Pero vamos; que no quiero hazer falta -ni que me tengan por descuidado. Fueronse ambos en diziendo esto, -despidiendose primero del cocinero. Llegaron á la sala donde estaban -ya cenando, don Carlos á la cabeçera con don Quixote á su lado, y los -demas caballeros por su orden, que serian más de veinte. Llegó Sancho -junto á su amo, y quitandose la caperuça con entrambas manos, haziendo -una gran reverencia, dixo: Buenas noches dé Dios á vs. ms. y los tenga -en su santa gloria. ¡Oh Sancho, dixo don Carlos, seais bien venido! -Pero, ¿como dezis que Dios nos tenga en su santa gloria, pues aun no -somos muertos, si no es que estos caballeros lo estén de hambre, segun -es la cena poca? aunque si es asi, su falta suplirá mi voluntad, que -es mucha. Mi señor, dixo Sancho, como para mí no hay otra gloria sino -cuando está la mesa puesta, tengola grande viendo sobre esta tantos -platos llenos de avestruzes y carne y de pastel en botes, que no puedo -tragar la saliva de contento. Tomó don Alvaro Tarfe en esto un melon -que estaba en la mesa, y le dió á Sancho diziendo: Probad, Sancho, este -melon, y si sale bueno, yo os daré su peso de carne de la deste plato. -Dabale con él un cuchillo para que le hiziese la cala, y él dixo que -no le habia ido bien en el melonar de Ateca en partir con cuchillo los -melones, y que asi le partiria, con su licencia, como los partia en su -tierra; y diziendo esto le dexó caer de golpe en el suelo, y luego le -levantó hecho cuatro pieças diziendo: Hele aqui partido de una vez á -v. m., sin andar hendo rebanadicas con el cuchillo. A fe, Sancho, dixo -don Carlos, que sois curioso, y me huelgo de vuestra discrecion pues -hazeis de una vez lo que otros no hizieran de ocho. Tomad; que por mi -os habeis de comer este capon (esto dixo dandole uno famoso que habia -en un plato), que me dizen que para hazello os ha dado Dios particular -gracia. La santa Trinidad se lo pague á v. m., replicó Sancho, cuando -deste mundo vaya. Tomó el capon, el cual estaba ya partido por sus -junturas, y espetosele casi invisiblemente. Viendo la sutileza de sus -dientes, los pajes dieron en vaziarle en la caperuça cuantos platos -alcançaban de la mesa, con lo cual se puso en breve rato Sancho -hecho una trompa de Paris; pero don Carlos, tomando un gran plato de -albondiguillas, dixo: ¿Atreveros heis, Sancho, á comer dos dozenas de -albondiguillas si estuviesen bien guisadas? No sé, respondió Sancho, -que cosas son alhondiguillas; alhondigas sí, que las hay en mi pueblo; -pero no son esas de comer, sino el trigo que está dentro, despues de -amasado. No son sino estas pelotillas de carne, dixo don Carlos dandole -el plato, el cual tomó Sancho, y una á una, como quien come un racimo -de uvas, se las metió entre pecho y espalda, con harta maravilla de los -que su buena disposicion veian; y en acabando de comerlas dixo: ¡Oh hi -de puta, traidores, y que bien me han sabido! Pardiez que pueden ser -pelotillas con que juegen los niños del limbo: á fe que si torno á mi -lugar, que en un huerto que tengo junto á mi casa he de sembrar por -lo menos un celemin dellas, porque sé que no se siembran en todo el -Argamesilla; y aun podrá ser, si el año se acierta, que los regidores -me las pongan á ocho maravedis la libra; y si es asi, no seran oidas -ni vistas. Dezia esto Sancho tan sencillamente, como si en realidad -de verdad fuera cosa que se pudiera sembrar; y viendo que todos se -reian, dixo: Solo un desconveniente hallo yo en sembrar estas, y es, -que como soy de mi naturaleza aficionado á ellas, me las comeria -antes que llegasen á madurar, si no es que mi muger me pusiese algun -espantajo para que no llegase á ellas, y aun Dios y ayuda que bastase. -¿Casado sois, Sancho, dixo don Carlos, segun eso? Para servir á v. -m., con mi muger lo soy, replicó Sancho, la cual le besa muchas vezes -las manos por la merced que me haze. Rieron todos de la respuesta, y -preguntole de nuevo don Carlos si era hermosa; á lo cual respondió: -¡Y como, cuerpo de san Ciruelo, si es hermosa! Ello es verdad que, -si bien me acuerdo, hará por estas yerbas que vienen cincuenta y -tres años, y está un poco la cara prieta de andar al sol, con tres -dientes que le faltan arriba y dos muelas abaxo; más con todo eso no -hay Aristoteles que le llegue al çapato; solo tiene que en llegando á -su poder los dos ó tres cuartos, luego los deposita en casa de Juan -Perez, tabernero de mi lugar, para llevallos despues de agua de cepas -en un jarro grande que tenemos, desbocado de puro boquearle ella con -la boca. Vuestra muger buena bebedora, dixo don Carlos, y vos siempre -con buena disposicion de comer, hareis muy buenos casados. Y alargando -la mano tras esto á un plato grande que tenia seis pellas de manjar -blanco, le dixo: ¿Habeis dexado, Sancho, algun rincon desembarazado -para comer estas seis pellas? que segun habeis comido, no tendreis -apetito dellas. Beso á v. m. las manos, dixo Sancho alargando las -suyas y tomandolas, por la que me haze; y fie de mí que me las comeré, -siendo Dios servido y su bendita Madre. Y apartandose á un lado, se -comió las cuatro con tanta prisa y gusto, como dieron señales dello -las barbas, que quedaron no poco enjalbegadas del manjar blanco: las -otras dos que dél le quedaban se las metió en el seno con intencion de -guardarlas para la mañana. Acabada la cena, se sentaron todos, quitadas -las mesas, por su orden alrededor de la sala, y don Alvaro Tarfe y -don Quixote á la mano izquierda de don Carlos, que hizo sentar á sus -pies á Sancho Pança. A la que platicaban don Alvaro con don Quixote -(haziendole dezir mil dislates, por lo que en la cena habia estado -mudo, parte por dar lugar á que gustasen de Sancho los convidados, -y parte por las quimeras que revolvia en su entendimiento sobre la -vengança que seria bien tomase de la sabia Urganda, que tan en -publico le habia desfavorecido, cerrandole la ventana sin aceptar las -preciosas agujetas que le presentaba), y don Carlos con Sancho Pança, -y los demas caballeros entre sí, entraron por la sala dos extremados -musicos con sus instrumentos, y un moço que traian los representantes, -gallardo çapateador. Cantaron muchas muy buenas letras y tonos los -musicos, y despues çapateó y volteó el moço por extremo; y mientras lo -iba haziendo, baxó don Carlos la cabeça y preguntó á Sancho de manera -que todos lo pudieron oir, si se atreveria á dar algunas vueltas de -las que aquel moço daba; el cual respondió bosteçando y haziendose la -cruz con el dedo pulgar en la boca, porque le cargaba el sueño con -la mucha cena: Pardiobre, señor, que voltearia yo lindisimamente, -recostado ahora sobre dos ó tres jalmas: este diablo de hombre no debe -de tener tripas ni asadura, pues tan ligero salta; y si está hueco -de por dentro, no hay más que meterle una candela encendida por el -organo trasero y servirá de linterna. En esto llamó don Carlos á un -paje, y le habló al oido, diziendo: Andad y dezid al secretario que -ya es hora. Hase de advertir que entre don Alvaro Tarfe, don Carlos y -el mismo secretario habia concierto hecho de traer aquella noche á la -sala uno de los gigantes que sacan en Çaragoça el dia de Corpus en la -procesion, que son de más de tres varas en alto; y con serlo tanto, -con cierta invencion los trae un hombre solo sobre los hombros. Pues -estando la gente, como he dicho, en la sala, en recebiendo el recado -de don Carlos el secretario, entró con el gigante por un cabo della, -que de proposito estaba ya sin luz, y encima de la puerta por donde -entró estaba en lo alto, junto al techo, una ventana pequeña á modo de -claraboya, que venia á dar en la cabeça del mismo gigante, por ser de -su misma altura, y por la cual, arrimado á ella, habia, sin ser visto, -de hablar el secretario, que en sacando y poniendo en dicho puesto al -que traia sobre sus hombros dicho gigante, se volvió á entrar para -ponerse en dicha ventanilla. A la vista primera que todos tuvieron -del gigante, hizieron de industria como que se alborotaban, poniendo -las manos sobre las guarniciones de las espadas; mas don Quixote se -levantó diciendo: Las vs. ms. se sosieguen; que esto no es nada, y yo -solo sé que cosa puede ser; que destas aventuras cada dia sucedian en -casa de los emperadores antiguos: sientense todos, digo, y veremos lo -que este gigante quiere, y conforme á ello se le dará la respuesta. -Todos se asentaron; y el secretario, que era un hombre muy discreto -y estaba bien enseñado de lo que habia de hazer, cuando vió toda la -gente sosegada, començó á dezir en voz alta: ¿Quien de vosotros aqui -es el Caballero Desamorado? Todos callaron, y don Quixote con una voz -muy reposada le respondió, diziendo: Soberbio y descomunal gigante, yo -soy ese por quien preguntas. Gracias doy, dixo el secretario, hablando -desde lo alto, metida la cabeça dentro del hueco de la del gigante, á -los dioses inmortales, y principalmente al gran Marte, que lo es de -las batallas, pues al cabo de tan largo camino y de tantos trabajos he -venido á hallar en esta ciudad lo que con tanta solicitud mil dias ha -que ando buscando, que es el Caballero Desamorado. Sabed, principes y -caballeros que en este vuestro real palacio os habeis juntado, que soy -yo, si nunca le oistes dezir, Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, el -cual reino gané por sola mi persona, quitandosele á su legitimo señor -y aplicandomele á mí, como quien mejor que él le merecia; y llegando -en dicho mi reino á mis oidos las nuevas de las inauditas fazañas y -estrañas aventuras del principe don Quixote de la Mancha, llamado por -otro nombre el de la Triste Figura ó Desamorado; sintiendo por gran -mengua mia que haya en toda la redondez de la tierra quien á mi valor y -fortaleça iguale, he dexado mi reino, pasando por otros muchos estraños -á pesar de los que los gobernaban, buscando, inquiriendo y preguntando, -con asombro y miedo de cuantos me veian, adonde ó en que reino ó -provincia estaria dicho caballero, que tanta fama tenia por todo el -mundo; porque, como es verdad y no lo puedo negar, por do quiera que -he pasado no se trata ni se habla otra cosa en las plaças, templos, -calles, hornos, tabernas y caballerizas, hoy, sino de don Quixote de la -Mancha. Yo pues, como digo, estimulado de la invidia de tantas hazañas -tuyas, ¡oh gran don Quixote! he venido á buscarte solamente para dos -cosas: la primera, para hazer batalla contigo, y quitarte la cabeça -y llevarla á Chipre para ponerla en la puerta de mi real palacio, -haziendome con esto señor de todas las vitorias que has habido con -tantos gigantes y jayanes, para que acabe el mundo de entender que yo -solo soy sin segundo y solo quien merece ser alabado, estimado, honrado -y nombrado en todos los reinos del universo por más bravo, más valiente -y de mayor fama que tú y cuantos antes de ti fueron y despues de ti -seran. Por tanto, si te quieres excusar del trabajo de entrar conmigo -en batalla, manda luego á la hora, sin excusa ninguna, darme tu cabeça -para que la lleve en mi lança, y quedate á la buena ventura. La segunda -cosa á que vengo es, que tambien he oido dezir como tiene don Carlos, -dueño deste fuerte alcazar, una hermana de quinze años, de peregrina -hermosura y gracia, la cual quiero y es mi voluntad que juntamente con -tu cabeça se me dé al punto, para que me la lleve á Chipre y la tenga -por mi amiga todo el tiempo que me pareciere, pues dello le resultará -sobrada honra; y si no lo quisiere hazer, le desafio y reto á él y á -todo el reino de Aragon junto, y á cuantos aragoneses, catalanes y -valencianos hay en su corona, que salgan contra mí á pie ó á caballo; -que á la puerta deste gran palacio tengo mis fortisimas y encantadas -armas, las cuales tiran de un carro seis pares de robustisimos bueyes -de Palestina; porque mi lança es una entena de un navio, mi celada -iguala en grandeza al chapitel del campanario del gran templo de Santa -Sofia de Constantinopla, y mi escudo á una rueda de molino. Responde -pues luego á todo, tú, el Desamorado Caballero; porque estoy de prisa -y tengo mucho que hazer, y hago falta en mi reino. Calló en esto el -gigante, y todos los que la maraña sabian disimularon cuanto pudieron, -aguardando á ver lo que don Quixote responderia al gigante. El cual, -levantandose de su asiento, hincó las rodillas en tierra delante de don -Carlos, diziendole: Soberano emperador Trebacio de Grecia, la vuestra -magestad sea servida, pues me habeis acetado en este vuestro imperio -por hijo, de me dar licencia de hablar y responder por todos á esta -endiablada bestia, particularmente por vos y por todo este nobilisimo -reino, para que asi pueda mejor despues darle el castigo que sus -blasfemias y sacrilegas palabras merecen. Don Carlos, mordiendose los -labios de risa y disimulando cuanto pudo, le echó los braços al cuello -y le levantó diziendo: Soberano principe de la Mancha, esta causa no -solamente es mia, sino tambien vuestra; pero yo he cobrado tan gran -temor al gigante Bramidan de Tajayunque, que el coraçon se me quiere -saltar del cuerpo; y asi digo que, si á vos os parece, será bueno, -para librarnos de la universal perdicion que nos amenaza, concederle -las dos cosas que nos pide; y es que vos le deis vuestra cabeça: que -ya yo de mi parte estoy dispuesto, más por fuerça que por grado, de -darle tambien á mi bella hermana Lucrecia; y que se vaya con todos -los diablos antes que haga mayores males; y aunque este es mi voto, -con todo dexo al vuestro la resolucion del caso; y asi, conforme á él -dadle, amado principe, la respuesta que os pareciere, pues será la -más acertada. Sancho, que habia cobrado grandisimo temor al gigante, -como oyó lo que don Carlos habia dicho á su amo, le dixo hecho ojos: -Ea, mi señor don Quixote, por los quinze auxiliadores, de quien es -Miguel Aguileldo, sacristan de la Argamesilla, que es muy devoto, le -suplico haga lo que el señor don Carlos le dize. ¿Para que quiere hazer -batalla con este gigante? que dizen dél que parte por medio una yunque -mayor que la del herrero de nuestro lugar; que por eso refieren graves -autores se llama Tajayunque; y más, que, segun él dize, y lo creo -(porque tan gran hombre de bien no dirá una cosa por otra), trae una -rueda de molino por escudo: délo, pues esto es asi, á los satanases, -y despachemosle con lo que pide de una vez, y no perdamos más tiempo -con él ni demos que reir al diablo. Don Quixote le dió un puntillon -terrible en las nalgas, diziendo: ¡Oh villano, sandio y soez, harto -de ajos desde la cuna! ¿y quien te mete á tí en lo que no te va ni te -viene? Y poniendose en medio de la sala frontero del gigante, le dixo -con voz grave desta manera: Soberbio gigante Bramidan de Tajayunque, -con atencion he escuchado tus arrogantes palabras, de las cuales -entiendo tus locos y desvariados deseos; y ya hubieras llevado el pago -dellas y dellos antes que desta real sala salieras, si no fuera porque -guardo el debido respeto al emperador y principes que presentes estan, -y porque quiero darte el castigo merecido en publica plaça delante de -todo el mundo, y porque sirva de escarmiento para que otros tales como -tú no se atrevan de aqui adelante á semejantes disparates y locuras: -con que respondiendo ahora á tus demandas, digo que aceto la batalla -que pides, señalando por puesto della, para mañana despues de comer, la -ancha plaça que en esta ciudad llaman del Pilar, por estar en ella el -sacro templo y dichoso santuario que es felicisimo deposito del pilar -divino sobre quien la Virgen benditisima habló y consoló en vida á su -sobrino y gran patron de nuestra España el apostol Santiago. Era esta -plaça pues podras salir con las armas que quisieres, seguro de que si -tú tienes por escudo una rueda de molino, yo tengo una adarga de Fez -que no le haze ventaja la mesma rueda de la fortuna; y en cambio de -la cabeça que me pides, juro y prometo de no comer pan en manteles ni -holgarme con la reina (y en suma juro todos los demas juramentos que -en semejantes trances suelen jurar los verdaderos caballeros andantes, -cuya lista hallaras en la historia que refiere el amargo llanto que se -hizo sobre el malogrado Baldovinos) hasta cortarte la tuya y ponerla -sobre la puerta deste gran palacio del Emperador mi señor y padre. -¡Oh dioses immortales! dixo el secretario con voz gruesa y tremenda, -¿y como consentis que semejantes afrentas me diga un hombre solo, sin -que le haga y convierta luego mi colera en albondiguillas? Yo juro -por el orden de secretario que recebí, de no comer pan en el suelo -ni folgar con la reina de espadas, copas, bastos ni oros, ni dormir -sobre la punta de mi espada, hasta tomar tan sanguinolenta vengança -del principe don Quixote de la Mancha, que los braços le queden -colgados de los hombros, y las piernas y muslos asidos á las caderas, -y la cabeça se le ande á todas partes, y la boca, á pesar de cuantos -ni han nacido ni han de nacer, le ha de quedar debaxo de las narizes. -Aturdido Sancho del tropel de tan graves amenazas y execraciones, se -levantó del suelo donde estaba asentado, y poniendose entre don Quixote -y el gigante, quitandose primero la caperuça con ambas manos, le dixo -con mucha cortesia. ¡Ah señor Bramidan de Parteyunques! no, por la -pasion que Dios pasó, no le haga tanto mal á mi amo, que es hombre de -bien y no quiere her batalla con v. m., porque no está hecho á hazerla -con semejantes Comeyunques: traigale v. m. media dozena de meloneros; -que á fe que con ellos se entienda él lindisimamente; y aun con todo -es menester el favor del señor san Roque, abogado de la pestilencia. -El gigante, sin hazer caso de lo que Sancho dezia, sacó un guante de -dos pellejos de cabrito, que traia ya hecho para aquel efeto, y dixo -arrojandole á don Quixote: Levanta caballero cobarde, ese mi estrecho -y pequeño guante en señal y gaje de que mañana te espero en la plaça -que dixiste, despues de comer. Y con esto volvió las espaldas por la -puerta que habia entrado. Don Quixote alçó el guante, que era sin duda -de tres palmos, y diosele á Sancho, diziendo: Toma, Sancho, guarda ese -guante de Bramidan hasta mañana despues de comer; que verás maravillas. -Tomole Sancho, y santiguandose dixo: ¡Valgate el diablo por Balandran -de Tragayunques ó como es tu gracia, y que terribles manos que tienes! -¡Oh hi de puta, traidor, el bellaco que le esperase un bofeton! A fe, -señor, que tenemos bien en que entender con este demonio, segun es de -grande y despavorido; y acuerdese lleva jurado le ha de hazer como -aquellas albondiguillas que comimos esta noche. Pero v. m., antes que -llegue ese tiempo, hagale á él pellas de manjar blanco; que tambien -las hemos cenado, y me saben bien, y aun yo tengo dos dellas en el -seno para un menester. En esto se levantó don Carlos de la silla, -mandando encender hachas para acompañar con ellas aquellos caballeros -á sus casas, y por ser tarde, se despidió dellos y de don Quixote y -de don Alvaro, que asiendole de la mano, se le llevó, juntamente con -Sancho Pança, á su casa, adonde el buen hidalgo pasó una de las peores -noches que jamas habia pasado, pensando en la peligrosa batalla en que -otro dia habia de entrar con aquel desproporcionado gigante, que él -imaginaba ser verdadero rey de Chipre, como él mismo habia dicho. - - -_Aqui da fin la quinta parte del ingenioso hidalgo don Quixote de la -Mancha_ - - - - -SEXTA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA - - - - -CAPITULO XIII - -Como don Quixote salió de Çaragoça para ir á la corte del rey Catolico -de España á hazer la batalla con el rey de Chipre. - - -Atormentaron tanto las traças de la desvanecida fantasia del desamorado -manchego su triste juizio y desvelado sosiego, que cuando empeçaban -sus ojos á tomar alguno á la madrugada, tocaron al arma de tal suerte -las fantasmas de los dislates quimereados en el sentido comun, que -siendolo en todos sus miembros la alteracion que por esta causa, y la -que dió con ella un sueño que tuvo de que habia entrado por traicion -en aquel castillo el soberbio Bramidan para matarle con ella más á su -salvo, cogiendolo descuidado, se levantó furiosisimo en su busca, como -si realmente supiera que estaba en casa, y con la vehemente aprension y -colera desto iba diziendo: Espera, traidor; que no te valdran traças, -estratagemas, embustes ni encantamientos para librarte de mis manos. En -esto se puso la celada, peto y espaldar, y tomando la adarga y lançon, -iba mirando por todas partes. Salió luego á la sala, en la cual vió -claridad que salia por la puerta de un aposentillo; que por amanecer -ya y estar la ventanilla dél entreabierta, entraba la primera luz de -la clara aurora por ella. Entrose ciego de rabia en el dicho aposento, -y quiso la desgracia que era el en que dormia el triste Sancho; y como -se habia acostado cansado y tarde, habiase dormido medio cubierta -la cabeça, junto á la cual se habia dexado el grande guante que le -habia él mesmo encomendado, y era el gaje del desafio que el rey de -Chipre Tajayunque habia hecho con él la noche antes. Antojosele á don -Quixote, en viendo el guante, que era el compañero del que él habia -dado en guarda á Sancho, y que el que dormia era el mismo gigante, -que, de cansado de escalar el castillo por la ventana, se habia echado -á reposar hasta hallar ocasion de poder executar lo que pensaba, á su -salvo, con muerte del mismo don Quixote. Con esta quimera, pues, le dió -luego con el lançon un terrible porrazo en las costillas, diziendo: -Asi pagan los traidores y alevosos las traiciones que urden. Muere, -vil Tajayunque, pues lo merece hazer quien, teniendo tales enemigos -como tú en mi tienes, duerme descuidado. Despertó Sancho á las vozes y -golpe, medio aturdido, y apenas se sentó en la cama para levantarse -y ver quien le daba tan buenos dias, cuando ya don Quixote, que habia -arrojado el lançon, le dió una grande puñada en los hocicos, diziendo: -No hay que levantarte, traidor; que aqui morirás. Empeçó Sancho á -vozear, saltando de la cama lo mejor que pudo; y saliendo á la sala, -dezia: ¿Que haze, señor? que ni yo he escalado el castillo ni soy sino -su escudero Sancho. No eres sino Bramidan, traidor, dixo don Quixote; -que bien se echa de ver en el guante con que te he hallado, compañero -del que ayer me arrojaste cuando aplaçaste el desafio. Estaban los dos -en camisa; porque don Quixote, con la imaginacion vehemente con que se -levantó, no se puso más de celada, peto y espaldar, como queda dicho, -olvidandose de las partes que por mil razones piden mayor cuidado de -guardarse. Sancho tambien salió en camisa, y no tan entera como lo -era su madre el dia que nació: la sala estaba algo escura; y como con -esto y con la colera no acabase don Quixote de conocer á Sancho, más -porfiaba en que le habia de matar; y estaba tan terco en esto, cuanto -Sancho lo estaba en invocar santos en su ayuda, en vozear y pedir -socorro. Alborotose la casa á las vozes de ambos, que eran tantas, -que bien se podia llamar casa de locos, pues lo eran los principales -que la regocijaban; y saliendo de sus aposentos en camisa algunos -criados para apaciguar la cuestion y ver quien la movia, fue su salida -echar leña al fuego; porque en viendolos don Quixote á todos de una -librea, antojosele que eran gigantes de nuevo venidos alli por arte de -encantamiento para ayudar al encantado Bramidan; y con esta quimera -empezó á jugar del lançon por todas partes con tanto desatino, que -aqui derribaba al uno, acullá descalabraba al otro, y todo tan á su -salvo, por haber salido sin ningunas armas, que eran un juizio oir los -gritos y maldiziones de los heridos; y lo peor fue que para asegurarse -de ellos cerró tras sí el aposento de Sancho, y se puso con un lançon -en la puerta de los criados, diziendo: Veamos si todos juntos ¡oh -viles malandrines! me ganareis la famosa puente deste inexpugnable -baluarte. Levantaba Sancho las vozes al cielo, llamando á don Alvaro, -el cual, sospechando todo lo que podia ser, abriendo las ventanas de -su aposento y tomando la espada en la mano, vestido de una ropa larga -de damasco, salió con chinelas á la sala; y pasmado de las figuras que -vió, y del miedo y llanto de tres ó cuatro pajes suyos, y de ver que -don Quixote estaba echando bravatas con el guante en la mano, se puso -para apaciguar aquella tragedia al lado de Sancho, diziendo: Ea, señor -don Quixote, mueran los bellacos; que aqui estamos Sancho y yo prestos -para dar la vida en servicio de v. m. y en defensa de su honra y en -vengança de sus agravios; pero para que lo podamos hazer todo como -deseamos, refieranos v. m. luego los que ha recebido y de qué gente; -que por vida de cuanto puedo jurar, juro de tomar vengança exemplar -de sus contrarios al punto. ¿Quienes han de ser los mios, dixo don -Quixote, sino los descomunales jayanes, insolentes gigantes, que tienen -por ofizio ir por el mundo haciendo tuertos, forjando desaguisados, -agraviando princesas, ofendiendo dueñas de honor, y finalmente traçando -otras traiciones iguales á la que contra mi persona y valor habia -traçado esta noche el insolente Bramidan de Tajayunque, que por arte -de encantamiento, acompañado desos malandrines que v. m. ahi ve, habia -escalado este fuerte castillo para darme muerte á traicion, medroso de -la que tenia por cierto le daria yo esta tarde en la plaça del Pilar -si conmigo salia en la aplaçada batalla? Pero no se le han logrado sus -intentos; que por secreto aviso del sabio Lirgando, en cuyo castillo -estuve en Ateca, y por cuyas manos recebí la salud y fuerças que las -del furioso Orlando con mil desaforadas feridas me habian quitado, he -sabido que habia escalado esta fortaleça para cogerme á su salvo y -descuidado; pero estandolo él, mi buena diligencia le ha cogido con -el hurto[18] en las manos y con este guante, adorno de las suyas y -compañero del que tiene Sancho; y por ello las mias se han dado la -debida priesa y diligencia en acabar con él; y hizieralo presto si v. -m. no saliera á enfrenar mi furia en compañia de Sancho; pero debo -al uno por mercedes recebidas, y al otro por fidelisimos servicios, -toda buena correspondencia y paga. ¡A fe que me la dió, dixo Sancho, -bonisima! Tal se la dé Dios á v. m. y á sus huesos. ¿Que le deben -los mios, señor, para molermelos á palos al amanecer? que ni soy yo -Bramidan ni Parteyunques; bramidos sí que los dan todos mis miembros -al cielo, cansados de verse molidos, ya en castillos, ya por caminos y -ya en melonares. Esa es mi quexa, dixo don Quixote, hijo Sancho: ¿que -es posible que á tí te ha ahora aporreado el desaforado Bramidan? ¡Oh -perro, vil, soez y de ruin ralea, que en mi fidelisimo escudero has -puesto las manos! Por todos los doze signos del zodiaco te juro que me -lo has de pagar al momento. Iba en esto á segondar los palos en los -pajes con una furia infernal; pero baxandose por la escalera ellos, y -deteniendole don Alvaro á él, hubo de dar los golpes en vazio; y asi, -con esto y con la impaciencia de Sancho, que se daba á treinta mil -diablos de ver que su amo, despues de haberle muy bien aporreado, -echaba la culpa á Bramidan, vino á dezir á don Alvaro con mucha -humildad don Quixote: En trance tan preciso, negocio tan arduo, peligro -tan grave y suceso tan estraño, déme v. m. el consejo que le pareciere -será bien siga: que no saldré dél un punto. Más de espacio, dixo don -Alvaro, se ha de hazer la consulta de tan inaudito caso; y asi, hasta -el debido tiempo; y hasta saber con resolucion deste mal gigante, y -la que ha tomado acerca de si saldrá ó no á la plaça, me pareze debe -v. m. recogerse en su aposento, sin mostrarse en publico, para más -asegurarle; que en lo demas yo haré los ofizios que debo en buscarle y -espiarle, y lo mismo hará Sancho por su parte; que harto por contento -se debe v. m. tener por ahora de haberle ahuyentado y obligado á que -se dexase en su poder ese guante, que será perpetuo testigo asi de su -cobardia como del valor dese braço. Pareciole bien á don Quixote el -consejo; y sin mas replicar se entró en su aposento, adonde volviendose -á desarmar, se acostó muy satisfecho de la vitoria alcançada. Cerrole -la puerta don Alvaro para más asegurarle; y estandolo de que no podia -salir, llamó á los pajes, que estaban no poco desatinados de la pesada -burla; y consolandolos lo mejor que pudo, con representacion de que -no habia que hazer caso ni que quexarse de cosas de un loco, sino -guardarse dél y dellas, les mandó se vistiesen para acompañarle fuera -de la casa los que estaban menos descalabrados para poderlo hazer. -Entrose, hecho esto, en un aposento á vestirse, y mandó á Sancho -trujese en él su ropa, de aquel en que habia dormido, porque queria -le hiziese compañia y le entretuviese en él mientras se vestia, pues -podria hazer él alli lo proprio; pero estaba Sancho tan medroso, que le -dixo: V. m. perdone; que por las encias, barbas y huesos de mi rucio le -juro de no entrar más en ese aposento ni tomar la ropa que tengo en él -en todos los dias de mi vida, aunque sepa andarme en cueros; que más -valia nuestro padre Adan, y lo andaba. ¡Cuerpo de mi sayo! Habiendome -sucedido dentro lo que me ha sucedido, ¿quiere v. m. que en entrando -vuelva otra vez mi amo hecho un Roldan, y me acabe de moler por el -lado derecho, como ha hecho por el izquierdo, para igualar la sangre, -pensando que otra vez ha vuelto á revestirse en mí Parteyunques? Bonita -ha sido la burla: yo se la daré á v. m. de cuatro la una, que se ponga -en mi lugar en mi cama, y sufra de mi amo lo que yo he sufrido: harto -hago en no salirme luego de casa y dexarle; pero no quiero perder lo -que tengo ganado por mi buena lança (ó por la mala de mi amo, que -mala se la dé Dios), que es el gobierno de la primera peninsula que -conquistará, que tantos dias há me ha ofrecido. Riose don Alvaro -infinito de su simplicidad y miedo; y entrando él mismo en el aposento, -le arrojó afuera la ropa, la cual tomandola Sancho baxo el sobaco, se -entró con don Alvaro en su aposento, siguiendole y vistiendose dentro -con la misma sorna que lo iba haziendo don Alvaro; pero iba diziendo -tantas simplicidades todo el dicho tiempo, que aunque duró más de hora -y media detenerse ambos dentro, se le hizo un instante á don Alvaro. -Apenas se habia acabado de vestir y salir del aposento para tratar -de hazerlo de casa, con fin de ir á la de don Carlos á darle cuenta -de la sucedida aventura y á reir della con él, tomando ocasion para -nuevos entretenimientos del desvanecimiento de don Quixote, en materia -de tener ojeriza con Bramidan, cuando vió subir por la escalera de su -casa al secretario de don Carlos, autor de la burla primera, que venia -de parte de su amo, bien ageno desta, á tratar con él de una ida que -á la corte se le ofrecia de repente, para concluir el casamiento de -su hermana con un titular de la Camara, deudo suyo, por cartas que -para emprenderla acababa de recebir con un proprio. Holgose don Alvaro -con la nueva por ser de tanto gusto para su amigo, y tambien porque -se le ofrecia la mejor compañia que podia desear para su vuelta hasta -la corte, que pensaba hacer luego; y despues de haber hablado en este -negocio y de cosas concernientes á él, le dixo: El mayor inconveniente -que hallo para efectuar mi partida, es el no saber como desembaraçarme -de don Quixote; porque es imposible yendo con él ir con la diligencia -necesaria, pues á cada paso se les ofreceran aventuras y historias que -habran menester muchos dias para reirlas y apaciguarlas, como la que -ahora se le acaba de ofrecer, la más donosa del mundo, con que me ha -dado tanto que reir á mi como á otros que llorar:--y contandosela muy -por extenso, se hizo cruzes el secretario del disparate, y eso mismo -le dió pie para dezirle: Antes es de importancia que demos orden, si -á v. m. le parece, que pieça tan singular y que es tan de rey, entre -por nuestra industria en la corte para regocijarla; y eso habemos de -procurar todos. No holgaria yo poco, dixo don Alvaro, de que él allá -llegase, como fuese yendo por diferente camino, y no con nosotros, sino -de suerte que hiziese el viage á su modo con Sancho, de manera que -cuando llegasemos allá, ó dentro de breves dias, topasemos con él para -darle á conozer. Traça se me ofrece á mi luego, dixo el secretario, -para hazer se haga todo muy á nuestro gusto, y más ahora que él está -con la quimera de que Bramidan se le ha escapado de miedo por los pies; -y para efectuarla, dexeme v. m. disfraçar y poner en trage de negro; -que con él entraré delante de todos los de casa á darle un recado, -como criado del mismo Bramidan, desafiandole con él de su parte, para -que dentro de cuarenta dias, so pena de cobarde, se presente en la -corte á ejecutar en ella la batalla y desafio aplaçado, atento que -no tiene para él por seguro este lugar, donde tiene tantos amigos, -padrinos y aficionados. Pareció tan aguda la invencion á don Alvaro, -que alabando por ella al secretario, le rogó se entrase luego en su -aposento para hazer el disfraz de la suerte que mejor le pareciese. -Hizolo asi en un instante, porque halló muy á mano en él cuanto podia -desear para el efeto. Disfrazado pues y salido á la sala, llamó don -Alvaro á todos sus criados, con uno de los cuales envió á sacar de la -cocina tambien á Sancho, que ya estaba en ella dando buenos dias á -sus tripas con lo que le habia ofrecido el cocinero coxo, compadecido -en parte de la lastima con que le habia contado los palos que su amo -le habia dado porque por ilusion del demonio le habia topado en su -cama en figura de Bramidan; y subido él y puesto al lado dellos, que -no sabiendo el misterio, estaban pasmados de ver aquel hombre vestido -con una ropa de terciopelo negro, y debaxo della una calça de color de -obra, con bonete muy adereçado de camafeos y plumas, cargado el cuello -de cadenas y joyas, con dorados tiros y espada, grande cuello, y el -rostro tiznado todo, y lo mesmo las manos, llenos sus dedos de sortijas -y anillos, y estaba en fin tal, que parecia un rey negro de los que -pintan en los retablos de la Adoracion, dixo don Alvaro: Ahora que hay -testigos, y tan abonados, podreis, noble mensagero, dezir quien sois -y lo que quereis. Al invicto principe manchego don Quixote, replicó -el secretario, busco, á quien traigo una importante embaxada, y sé -que posa en este gran palacio. Si posa, añadió don Alvaro, y en este -cuarto le podreis hablar. Y abriendo luego la puerta del aposento de -don Quixote, le entró en él con todos los demas, diziendo: Aqui tiene -v. m., señor don Quixote, un embaxador de no sé que principe:--y dicho -esto, levantó don Quixote la cabeça, y visto el negro, le preguntó -que embaxada tenia y de parte de quien, diziendo todo esto con voz -desentonada. El secretario respondió: ¿Eres tu por ventura el Caballero -Desamorado? Ese soy yo, replicó don Quixote: ¿que es lo que quieres? -Caballero Desamorado, dixo luego con grande boato el secretario, -Bramidan de Tajayunque, rey potentisimo de Chipre y señor mio, me envia -á tí, principe, para que te haga saber como se le ha ofrecido cierta -aventura de ayer acá en la corte del rey de España, á la cual no puede -dexar de acudir luego; y en parte huelga dello, por sacarte para el -desafio en la plaça mayor de Europa, y donde tengas menos padrinos -que tendrias en la desta ciudad; para aquella pues te desafia y reta, -con plaço de que vayas de comparecer en ella armado de todas armas -dentro de cuarenta dias; que alli quiere probar si todas las cosas -que el mundo publica y dize de tí son verdaderas, pues confirmará tu -opinion el animo que mostrares en no faltar á tan precisa obligacion y -justo reto: donde no, irá por todos los reinos y provincias del orbe -publicando tu cobardia y la poca opinion que mereces por eso: ocasion -se te ofrece de aumentarla, lo que no creo que hagas, peleando con un -principe de las fuerças que tiene mi rey, y en puesto en que, saliendo -con vitoria, seran la nobleza de España testigos de como quedas por -legitimo rey y señor por la fuerça de tu invencible espada, del -ilustre y ameno reino de Chipre, en el cual podrás hacer gobernador de -Famagusta ó Belgrado, que son las dos principales ciudades suyas, á un -fiel escudero que me dizen tienes, llamado Sancho Pança, proprio por -su buen natural y escuderil vigilancia, para regirlas, pues en ellas -se crian los fertiles arboles que producen las sabrosas albondiguillas -y dulces pellas de manjar blanco. Sancho, que habia estado escuchando -al mensagero, haziendosele la boca agua de oir nombrar albondiguillas -y manjar blanco, le dixo: Digame, señor negro (¡asi tales pascuas le -dé Dios como él tiene la cara!), esas dos benditas ciudades de Buen -grado y Fambre ajusta ¿estan pasado más allá de Sevilla y Barcelona ó -desta otra parte hazia Roma y Constantinopla? que daria un ojo de la -cara porque nos partiesemos luego para ellas. ¿Por ventura, dixo el -secretario, sois vos el escudero del Caballero Desamorado? El entonzes, -poniendose muy derecho, haziendo piernas y adereçandose los bigotes, -le dixo con voz arrogante, soñandose ya por gobernador de Chipre: -Soberbio y descomunal escudero, yo soy ese por quien preguntas, como -se echa de de ver en mi filosomococia. Aqui se le agotó á don Alvaro -todo el sufrimiento de disimulacion que habia tenido, y hubo de volver -el rostro diziendo: ¡Oh mi don Carlos, y que paso te pierdes! Disimuló -cuanto pudo con todo eso la risa, y prosiguió el secretario diziendo: -Respondeme con brevedad, Caballero Desamorado, porque tengo de alcançar -al gigante mi señor, que va ya camino de Madrid con mucha prisa. Tal -se la han dado mis manos, dixo don Quixote, para no ir por la posta; -pero decidle que vaya seguro de que acudiré dentro del aplaçado tiempo; -que las mismas manos y brios me terné alli que he tenido aqui esta -madrugada; pero bien haze de dilatar la batalla cuarenta dias, para -tener siquiera esos de vida quien la ha tenido tan jugada poco ha. -Id con esto en paz, y agradeced sois mensagero, y por serlo teneis -salvoconducto, segun buenas leyes, en todas las naciones, por más -contrarias que sean; que si no, sobre mi que pagarades la traicion -de vuestro amo y el mal tratamiento que ha hecho á mi fiel escudero -cogiendole durmiendo. El secretario se despidió medio riendo, y á la -que llegaba á la puerta del aposento, le llamó Sancho, diziendo: ¡Ah -señor negro! por los palos que dize mi amo que el suyo me dió, lo cual -no creo, que me diga si el gobernador de esas ciudades, que tengo de -ser yo, es señor disoluto de todas esas albondiguillas que dize. Sí, -hermano, respondió el secretario. Pues andad con Dios, dixo Sancho; que -presto iremos allá mi señor y yo con Mari-Gutierrez, que es mi muger, -como saben Dios y todo el mundo. Bien podeis, dixo el secretario; que -tambien ha de gobernar con el que rige la tierra, la muger suya á las -mugeres de Chipre. Par diez, dixo Sancho, mi muger no sabrá gobernar -más que mi rucio; y más, que si yo me empiezo á entretener entre -aquellas alhondiguillas, no se me acordará más de la gobernaduria, que -si no naciera para ello. Fuese el secretario, y volviendose al aposento -de don Alvaro, se desnudó y lavó y volvió á vestir sus vestidos sin -que los criados lo echasen de ver; porque de industria su amo los -habia entretenido con Sancho y don Quixote, hablando de la embaxada -y haziendo mil disparatados discursos y traças sobre ella, hasta que -le pareció habria tenido tiempo el secretario de hazer lo que habemos -dicho hizo, y de volverse á su casa á dar cuenta de todo á don Carlos, -como realmente lo habia ya hecho. Desde este dia siempre daba Sancho -prisa á su amo que fuesen á Chipre, y cada mañana se levantaba con -esta oracion, hasta que le dixo don Quixote que no podia ir allá sin -matar primero en publica batalla, en la plaça de Madrid, al gran -Tajayunque, rey de aquel reino. Don Alvaro se fue á ver con don Carlos, -y á tratar asi de la partida como de los dislates de don Quixote, y de -la determinacion con que quedaba por la embaxada del negro escudero -de Tajayunque; y concertados de que se partirian ambos con los demas -caballeros granadinos amigos suyos dentro de dos dias, se volvió á casa -á dar calor á la partida de don Quixote, para desembaraçarse dél. Llegó -de vuelta á casa y habló en ella á don Quixote, y aprestaron su viage -con tanta diligencia, que poca necesidad tuvo de valerse de la suya -don Alvaro para despedirle; porque en viendole, le dixo don Quixote: -No permite mi reputacion, señor don Alvaro, que me detenga más de un -dia en esta ciudad; sino que me es forçoso salir luego della, y ir á -los alcançes de mi soberbio contrario: v. m. me tenga por excusado, si -con tan pocos cumplimientos agradezco las mercedes recebidas; pero viva -seguro de que por ellas tendrá en mí un alquitran de sus enemigos, un -rayo de sus emulos, y mil Hercules, Hectores y Aquiles en este braço -invencible, para castigar las injurias que solo con el pensamiento le -hizieron los que mal le procuraren, aunque sean los mesmos gigantes que -fundaron la torre de Babilonia, si de nuevo volviesen á resucitar solo -para ello. Y volviendose á Sancho, le dixo: Ea, Sancho, ensilla presto -á Rocinante, pues te va tanto á tí en la brevedad del negocio como á -mí, por la feliz gobernacion que esperas. Sí espero, dixo Sancho; pero -tambien nos espera abaxo una muy buena comida, y no es razon perderla, -ni hacer agravio de no comerla al cocinero coxo, mi grande amigo, que -por mi respeto me dixo denantes la ha adereçado con la mayor elegancia -y policia que pueden imaginar cuantas imagenes hay en las boticas y -tiendas de todos los pintores del nuevo mundo; y á fe que por ello le -he ya ofrecido llevar á Chipre, y helle allá rey de los cocineros y -adelantado de las cazuelas, pues es más sabio en cosas de platos, que -lo fue Platon ó Pluton, ó como diablos le llaman los boticarios. Alabó -mucho don Alvaro el parecer de Sancho, y asi, mandó poner las mesas por -su voto; que si aguardaran el de don Quixote en esta parte, jamas se -tratara de comer. Hizieronlo todos juntos con gusto luego, dandoles una -muy buena comida el cocinero, que estaba prevenido de que lo hiziese, -porque aguardaba don Alvaro nuevos convidados y de consideracion, si -bien despues se le quedó con ellos don Carlos cuando fue á visitarle, -porque ya los halló con él tratando de su partida, cuya nueva se iba -publicando. Acabado de comer, ensilló Sancho á Rocinante y armó á su -amo, el cual subiendo con lança y adarga luego á caballo, se salió de -casa con una presteza increible, despedido de don Alvaro con esperanças -de verle en la corte, adonde le habia ofrecido acudir para apadrinarle -sin falta en el desafio. Enalbardó tambien Sancho á su jumento, y -echando en sus alforjas, por mandado de don Alvaro, los relieves de pan -y carne que de la mesa habian sobrado, que no eran pocos, envueltos en -una toalla, se despidió con mil aleluyas, disparates y promesas de su -gobernacion de Chipre, de amo y criados, y tras esto cargó al rucio de -las alforjas y maleta y de sus repolludos cuartos, arreandole á prisa -para ir, como él dezia, en busca de su señor don Quixote y en alcançe -del soberbio Bramidan. - - [18] En la primera edición dice, por errata, _huerto_. - - - - -CAPITULO XIV - -De la repentina pendencia que tuvo Sancho Pança con un soldado que, de -vuelta de Flandes, iba destroçado á Castilla en compañia de un pobre -ermitaño. - - -No pudo Sancho alcançar á su amo, por mucha diligencia que se dió -para hazello, hasta á la salida de la ciudad, donde le halló parado -frontero á la Aljaferia, que, de corrido de la grita de los muchachos -que llevaba tras sí, no se atrevió irle aguardando; pero hizolo en -dicho puesto, seguro dellos, con la compañia de un pobre soldado y -venerable ermitaño, que iban á Castilla y Dios le deparó, con quienes -le halló hablando. Iban ambos á pie, y empeçaron á caminar viendo lo -hazia don Quixote luego que llegó Sancho, el cual se maravilló de verle -platicar con mucha atencion con el soldado, preguntandole de donde -venia, coligiendolo de que oyó dezir al soldado venia de servir á su -magestad en los estados de Flandes, donde le habia sucedido cierta -desgracia, la cual le forçó á salir del campo sin licencia y que en los -confines de los estados y del reino de Francia le habian desbalijado -ciertos fragutes, y quitado los papeles y dineros que traia. ¿Cuantos -eran ellos? dixo don Quixote. Cuatro, respondió él, y con bocas de -fuego. Salió Sancho, oyendo la respuesta, diziendo: ¡Oh hi de puta, -traidores! ¿y bocas de fuego traian? Yo apostaré que eran fantasmas -del otro mundo, si ya no eran animas del purgatorio, pues que dezis -que echaban fuego por las bocas. Volvió el soldado á mirar á Sancho, -y como le vió con las barbas espesas, cara de bobo, y rellanado en su -jumento, pensando que era algun labrador zafio de las aldeas vecinas, -y no criado de don Quixote, le dixo: ¿Quien le mete al muy villano en -echar su cucharada donde no le va ni le viene? Yo le voto á tal que le -dé, si meto mano, más espaldaraços que cerdas de puerco espin tiene en -la barba; que no debe de saber tengo yo más villanos como él apaleados, -que he bebido tragos de agua desde que naci. Sancho, que oyó lo que -el soldado habia dicho, dando muchos palos á su asno, arremetió para -él con intento de atropellarle, diziendo: Vos sois el puerco espin y -medio celemin, y el tragador de puercos espines y medios celemines. El -soldado, que no sabia de burlas, metió mano, y sin que el ermitaño ni -don Quixote lo pudiesen estorbar, le dió media dozena de espaldaraços, -y asiendole de un pie, le echó del asno abaxo; y prosiguiera en darle -de cozes si don Quixote no se pusiera en medio; el cual, dando con el -cuento del lançon al soldado en los pechos le dixo: Teneos, mucho -enhoramala para vos, y tened respeto siquiera á que estoy yo presente, -y que este moço es mi criado. El soldado, reportandose, dixo: Perdone -v. m., señor caballero; que no entendi que este labrador era cosa -suya. Ya se habia Sancho levantado en esto, y con un gentil guijarro -que habia cogido del suelo començó á dezir á grandes vozes: Quitese, -mi señor don Quixote, de delante y apartese, dexandome solo con él; -que yo le haré, de la primera pedrada, que se acuerde de la grandisima -puta que le parió. El ermitaño se asió dél, y no podia detenerle, -segun estaba de colerico. Mas ya que reportó su furia un poco, dixo: -¡Cuerpo de mi sayo, señor don Quixote! yo ¿no le dexo á v. m. en sus -aventuras, sin hazerle ningun estorbo? Pues ¿por que, siendo asi, no me -dexa á mi tambien con las que Dios me depara? ¿Como quiere que aprenda -yo á vencer los gigantes? Y aunque este picaro no lo es, bien sabe v. -m. que en la barba del ruin se enseña el barbero. El ermitaño dixo: -Hermano, no haya más por caridad; soltad la piedra. Sancho respondió -que no queria si primero aquel jayan no se daba por vencido. Llegó al -soldado el ermitaño, diziendo: Señor soldado, este labrador es medio -tonto, como ha podido colegir de sus razones; no haya más, por amor -de Dios. Digo, señor, dixo el soldado, que yo quiero ser su amigo, -por mandarlo su reverencia y este señor caballero. Llegaronse todos á -Sancho, y dixo el ermitaño: Ya este soldado se da por vencido, como v. -m. quiere; solo falta sean amigos, y que le dé la mano. Quiero pues -antes, y es mi voluntad, respondió Sancho, ¡oh soberbio y descomunal -gigante, ó soldado, ó lo que diablos fueres! ya que te me has dado por -vencido, que vayas á mi lugar y te presentes delante de mi noble muger -y fermosa señora, Mari-Gutierrez, gobernadora que ha de ser de Chipre -y de todas sus alhondiguillas, á quien ya sin duda debes de conocer -por su fama; y puesto de rodillas delante della, le digas de mi parte -como yo te venci en batalla campal; y si tienes por ahi á mano ó en la -faltriquera alguna gruesa cadena de hierro, pontela al cuello para que -parezcas á Ginesillo de Pasamonte y á los demas galeotes que envió mi -señor Desamorado, cuando Dios quiso que fuese el de la Triste Figura, -á Dulcinea del Toboso, llamada por su propio nombre Aldonza Lorenço, -fija de Aldonza Nogales y de Lorenço Corchuelo:--y volviose, dicho -esto, á don Quixote, diziendo: ¿Que le parece, señor don Quixote, á v. -m.? ¿Hanse de her desta manera las aventuras? ¿Parecele que les voy -dando en el hito? Pareçeme, Sancho, dixo don Quixote, que el que se -llega á los buenos ha de ser uno dellos, y quien anda entre leones -á bramar se enseña. Eso sí, dixo Sancho; pero no á rebuznar quien -va entre asnos; que de otra suerte, dias ha que podria ser yo maese -de capilla de semejantes monacillos, segun ha tiempo que ando con -ellos; pero he aqui la mano con el diablo: tomela con mucha alegria -y vanagloria, señor soldado, y seamos amigos usque ad mortuorum; y -en lo de la ida al Toboso á verse con mi muger, yo le doy licencia -para que lo dexe por ahora. Y abraçandole, sacó de las alforjas un -pedazo de carnero fiambre de los relieves que traia en ellas, y se -le dió; y el soldado, con un çoquete de pan que tenia guardado en la -faltriquera, refociló su debilitado estomago. Subio luego Sancho en su -rucio, y començaron á caminar todos poco á poco; y don Quixote dixo -á Sancho: Reflexion he estado haziendo, hijo Sancho, de lo que acabo -de ver has hecho agora; y dello colijo que con pocas aventuras destas -te podras graduar meritisimamente de caballero andante. ¡Oh cuerpo de -Aristoteles! dixo Sancho, jurole por el orden de escudero andante que -recebi el dia que mantearon mis güesos á vista de todo el cielo y de -la honestisima Maritornes, que si v. m. me diese cada dia dos ó tres -dozenas de liciones en ayunas, que está el ingenio más quillotrado, -de lo que tengo de her, que me obligase dentro de veinte años á salir -tan buen caballero andante como le haya de Zocodover al Alcana de -la imperial ciudad de Toledo. El soldado y ermitaño començaron á ir -conociendo el humor de los compañeros con quien iban. Pero al fin don -Quixote los convidó á cenar aquella noche y otras dos que anduvieron -juntos y poco á poco, hasta tanto que cerca de Ateca les dixo á boca -de noche: Señores, yo y Sancho, mi fiel escudero, tenemos de ir -forçosamente esta noche á alojar en casa de un amigo clerigo: vs. ms. -se vengan con nosotros; que él es hombre de tan buenas entrañas y tan -cumplido, que á todos nos hará merced de recebir y dar posada. Como -iban los dos tan flacos de bolsa, acetaron facilmente el envite; y -asi se fueron juntos para el lugar; y don Quixote preguntó, antes de -llegar á él al ermitaño como se llamaba; el cual le respondió que su -nombre era fray Esteban, y que era natural de la ciudad de Cuenca, y -por habersele ofrecido cierto negocio, habia ido forçosamente á Roma; -que ya se volvia á su tierra, donde seria bien recebido, y podria -ser ocasion en que le pagase en ella la merced que le hazia en este -camino. El soldado le dixo luego, preguntado tambien de su nombre, que -se llamaba Antonio de Bracamonte, natural de la ciudad de Avila y de -gente ilustre della. Tras lo cual llegaron juntos al lugar, y fueronse -derechamente en casa de mosen Valentin; y llegando á su puerta, se -apeó Sancho de su asno, y entrando en el çaguan, començó á dar vozes, -diziendo: ¡Ah señor mosen como se llama! aqui estan sus antiguos -huespedes, que vuelven á herle toda merced y honra, como se lo rogó -hiziesen cuando ibamos á las justas reales de Çaragoça. Salió la ama -á las vozes con un candil en la mano, y como conoció á Sancho, entró -corriendo á su amo, diziendole: Salga, señor; que aqui está nuestro -amigo Sancho Pança. Salió el clerigo con una vela en la mano; y como -vió á don Quixote y á Sancho, que ya estaban apeados, diola á la ama, -y fuese para don Quixote y abraçandole, le dixo: Bien sea venido el -espejo de la caballeria andantesca con el bueno y fiel escudero suyo -Sancho Pança. Don Quixote le abraçó tambien, diziendo: A mí me pareció, -señor licenciado, que fuera cometer un grave delito, si pasando por -este lugar, no viniera á posar y recebir merced en su casa con estos -reverendo y señor soldado, que conmigo vienen haziendome bonisima -compañia. A la cual respondió mosen Valentin, diziendo: Aunque yo no -conozca á estos señores sino para servirles, basta venir con v. m. para -que les haga el servicio que pudiere. Y volviendose á Sancho, le dixo: -Pues, Sancho, ¿como va? Bien á su servicio, respondió Sancho. Pero la -mula castaña de su merced ¿está buena? que me dixeron personas de mucho -credito en Çaragoça, que habia estado malisima de ciatica y pasacolica, -de una gran colera que habia tomado con el macho del medico, y que -á causa deso no podia atravesar bocado de pan. Mosen Valentin se -riyó mucho y le respondió: Ya le pasó esa indisposicion y enojo, y -está ahora bonisima y á vuestro servicio, besandoos las manos por el -cuidado. Y tras esto dixo á los huespedes: Entren todos vs. ms. en mi -aposento, y adereçarse ha, mientras reposan en él, de cenar. Entraron -todos; y el buen mosen Valentin hizo adereçar una muy buena cena, -regalando á don Quixote y á los huespedes con mucho amor y voluntad. -Servia Sancho á la mesa, sin desembaraçar jamas el pajar, porque -siempre traia la boca llena; al cual dixo mosen Valentin: ¿Que es de -aquella joya, hermano Sancho, que me prometistes traer de las justas de -Çaragoça? ¡Asi cumplen su palabra los hombres de bien! Se lo prometo -á v. m., dixo Sancho, que si hubieramos muerto aquel gigantazo del -rey de Chipre, Bramidan, que yo se la hubiera traido tal y tan buena -como la hayan tenido gigantes en este mundo; pero yo creo que antes de -muchos dias llegaremos á Chipre, que ya no puede estar muy lejos; y -matandole, dexeme á mi el cargo. ¿Que gigante es ese, preguntó mosen -Valentin, ó que Chipre? ¿Es por desgracia como la aventura del morisco -melonero, que los dias pasados llamabades Vellido de Olfos? Y tomando -la mano don Quixote para responderle, contó punto por punto lo que -en Çaragoça les habia sucedido con el gigante en casa de don Carlos, -juez de la sortija en que él ganó en publica plaça unas agujetas del -cuero del ave fenix, y lo que despues á la madrugada le habia sucedido -con el mismo gigante Bramidan en la posada de su amigo don Alvaro -Tarfe, la cual habia escalado por encantamiento para matarlos á todos -dentro della á traicion, y excusar asi el haber de salir al desafio -que con él tenia aplaçado para la tarde del mismo dia en la plaça del -Pilar, de donde temia habia de salir vencido; pero saliolo, si no de -la plaça dicha, á lo menos de la posada de don Alvaro, en la cual le -di mil lançadas y palos. A mis costillas las dió ¡cuerpo non de mis -çaragüelles! dixo Sancho, y muy buenos. Este fue, Sancho, el gigante, -replicó don Quixote, que no pudiendose volver al asno, se volvió á la -albarda. Es verdad que al asno no pudo llegar, porque estaba en la -caballeriza, añadió Sancho; pero ¡pluguiera á Dios hubiera yo tenido -encima la albarda cuando me dió los palos el gigante, v. m., ó la puta -que los parió á ambos, como la tuve cuando venimos desde el melonar, -bien aporreados, hasta esta misma casa santa y sacerdotal, huerfanos, -yo de mi rucio, y v. m. de Rocinante! Celebraron todos las verdaderas -simplicidades de Sancho; y mosen Valentin, como ya conocia el humor de -don Quixote, cayó en cuanto podia ser, y dixo al ermitaño y soldado: -Que me maten si algunos caballeros de buen gusto no han hecho alguna -invencion de gigante para reir con don Quixote. Oyolo Sancho, que -estaba tras su silla, y dixo: No, señor, no crea tal; que yo mesmo le -ví, por estos ojos que saqué del vientre de mi madre, entrar por la -sala de don Carlos; y más, que le traen las armas cinco ó seis dozenas -de bueyes en carros, y la adarga es una grandisima rueda de molino, -segun él mismo dixo; y es imposible mienta un tan gran personage, de -quien se lee en las mapamundis se come cada dia seis ó siete hanegas -de cebada. Acabaron de conocer en esto el soldado y ermitaño que don -Quixote era falto de juizio, y Sancho simple de su naturaleça; y -viendolos mosen Valentin mirar con mucha atencion á don Quixote, dixo -al soldado le hiziese merced de dezirle su patria y nombre, todo á -fin de divertir las locuras y quimeras que temia de don Quixote, si -continuaban en darle pie. El soldado, que tenia tanto de discreto y -noble, cuanto de platica militar, conoció luego el blanco á que tiraba -con la pregunta su cortes huesped, y asi dixo: Yo soy, señor mio, de la -ciudad de Avila, conocida y famosa en España por los graves sugetos -con que la ha honrado y honra en letras, virtud, nobleza y armas, pues -en todo ha tenido ilustres hijos. Vengo ahora de Flandes, adonde me -llevaron los honrados deseos que de mis padres heredé, con fin de no -degenerar dellos, sino aumentar por mí lo que de valor y inclinacion -á la guerra me comunicaron con la primera leche; y aunque v. m. me -ve desta manera roto, soy de los Bracamontes, linage tan conocido en -Avila, que no hay alguno en ella que ignore haber emparentado con -los mejores que la ilustran. ¿Hallose, dixo mosen Valentin, v. m. -acaso en Flandes cuando el sitio de Ostende? Desde el dia en que se -començó, dixo el soldado, hasta el en que se entregó el fuerte, me -hallé señor, alli; y aun tengo más de dos balazos, que podria mostrar, -en los muslos, y este hombro medio tostado de una bomba de fuego que -arrojó el enemigo sobre cuatro ó seis animosos soldados españoles que -intentabamos dar el primer asalto al muro, y no fue poca ventura no -acabarnos. Mandó, acabada la cena, mosen Valentin alçar la mesa; y tras -esto, el y don Quixote, que començó á gustar de la miel de la batalla -y asalto, cosas todas muy conformes á su humor, rogaron al soldado les -contase algo de aquel tan porfiado sitio; el cual lo hizo asi con mucha -gracia; porque la tenia en el hablar, asi latin como romance. Mandó -antes de empezar tender sobre la mesa un ferreruelo negro, y que le -traxesen un pedaçito de yeso; y traido, les dibuxó con él sobre la capa -el sitio del fuerte de Ostende, distinguiendo con harta propriedad los -puestos de sus torreones, plataformas, estradas encubiertas, diques -y todo lo demas que le fortificaba, de suerte que fue el verlo de -mucho gusto para mosen Valentin, que era curioso: dixoles tras esto de -memoria los nombres de los generales, maestres de campo y capitanes -que sobre el sitio se hallaron, y el numero y calidad de las personas -que, asi de parte del enemigo como de la nuestra, alli murieron, que -por no hazer á nuestro proposito, no se dizen aqui: solo referiremos -lo que de Sancho Pança cuenta la historia en esta parte, y es que, -como hubiese escuchado con mucha atencion lo que el soldado dezia de -Ostende, y como era tan fuerte, y que nos habia muerto tantos maestres -de campo y un numero infinito de soldados, y que costó el ganarle -tanto derramamiento de sangre, salió tan á desproposito como solia, -diziendo: ¡Cuerpo de quien me hizo! ¿Y es imposible que no hubiese en -todo Flandes algun caballero andante que á ese bellaconaço de Ostende -le diera una lançada por los ijares y le pasara de parte á parte, para -que otra vez no se atreviera á hazer tan grande carniceria de los -nuestros? Dieron todos una gran risada, y don Quixote le dixo: ¿Pues -no ves, animalazo, que Ostende es una gran ciudad de Flandes puesta á -la marina? Hablara yo para mañana, dixo Sancho: par diez, que pensé -que era otro gigantazo como el rey de Chipre que vamos á buscar á la -corte, donde le toparemos, si ya no es que de miedo nos huya por arte -de encantamiento; que ya todas nuestras cosas ha dias que van tan -encantadas, que temo que no se nos encante alguna vez el pan en las -manos, la bebida en los labios, y todas las bascosidades, cada una en -el baul en que la depositó naturaleza. Mosen Valentin, interrumpiendo -la platica, se levantó de la mesa, por parecerle se hazia tarde, y que -si se daba lugar á las preguntas y respuestas de amo y escudero, habria -para mil noches; y asi les dixo: Señores, vs. ms. vienen cansados, y -pareceme será hora de reposar: el señor don Quixote ya de la otra vez -sabe el aposento en que lo ha de hazer; este señor y el reverendo, pues -son compañeros de camino, no se les hará mal de serlo esta noche de -cama, pues la falta dellas me obliga á suplicarselo; Sancho con esta -candela vaya y desarme á su amo, y despues subase á su camaranchon; y -finalmente vamonos todos á dormir. Fuese Sancho alumbrando á su amo, y -el soldado y ermitaño siguieron á mosen Valentin, que asiendoles por la -mano, les paseó un breve rato por la sala, contandoles todo lo que la -otra vez le habia pasado con don Quixote, de que quedaron maravillados; -pero no tanto cuanto lo quedaran á no haberle visto hazer de Çaragoça -hasta alli, por los caminos y en todas las posadas, cosas que un -insensato no las hiziera, poniendoles con ellas y con sus desaforadas -palabras en mil contingencias á cada paso. Con todo, quedaron de comun -acuerdo de procurar probar con todas sus fuerças por la mañana si le -podrian reducir á que dexase aquella vanidad y locura en que andaba, -persuadiendole con razones eficaces y cristianas lo que le convenia -y dexarse de caminos y aventuras, y volverse á su tierra y casa, sin -querer morir como bestia en algun barranco, valle ó campo, descalabrado -ó aporreado. Reposaron la noche con harta comodidad todos, y venida -la mañana, apretaron el negocio de la reduccion de don Quixote; pero -todo fue trabajar en vano; antes le dieron motivo sus amonestaciones -á que se levantase más temprano (que en la cama le cogieron para con -más quietud poderle hablar), y mandase, como mandó, con mucho ahinco -á Sancho ensillase á Rocinante, queriendose partir sin desayunarse; -y viendo mosen Valentin que era perder tiempo el darle consejo, hubo -de callar; y dandoles de almorzar á todos, dió á don Quixote ocasion -de hazer lo que deseaba, que era salir de su casa, como lo hizo, con -los demas, despedidos todos primero con mucho comedimiento del honrado -clerigo y de su ama. Pusieronse camino de Madrid; pero apenas hubieron -andado tres leguas, cuando començó á herir el sol, que entonzes estaba -en toda su fuerça, de manera, que les dixo el ermitaño, como más -cansado y más anciano: Señores, pues el calor, como vs. ms. ven, es -escesivo, y no nos faltan para hazer la concertada jornada más de dos -pequeñas leguas, pareceme que lo que podriamos, y aun deberiamos hazer, -es irnos á sestear hasta las tres ó cuatro de la tarde alli donde se -ven apartados del camino aquellos frescos sauces, que hay una hermosa -fuente al pie dellos, si bien me acuerdo; que despues, caido el sol, -proseguiremos nuestro camino. A todos agradó el consejo; y asi guiaron -hazia allá los pasos, y cuando llegaron cerca de dichos arboles, vieron -sentados á su sombra dos canonigos del Sepulcro de Calatayud, y un -jurado de la misma ciudad, los cuales, por esperar como ellos á que -pasase el calor del sol, se acababan de asentar alli. Llegaron todos; -y el ermitaño, saludandoles muy cortesmente, les dixo: Con licencia de -vs. ms., mis señores, yo y estos caballeros nos asentaremos en esta -frescura á pasar en ella un rato la siesta mientras la inclemencia del -calor se modera:--á lo cual respondieron ellos con muestras de gusto, -que le tendrian grandisimo en gozar de tan buena compañia las cuatro ó -cinco horas que alli pensaban estar; y uno dellos, maravillado de ver -aquel hombre armado de todas pieças, preguntó al ermitaño al oido que -cosa fuese, á lo cual respondió que no sabia otra cosa más que cerca -de Çaragoça habia topado con él y aquel labrador su criado, hombre -simplicisimo, y que, á lo que imaginaba, se habia vuelto loco leyendo -libros de caballerias, y con aquella locura, segun estaba informado, -habia un año que andaba de aquella suerte por el mundo, teniendose por -uno de los caballeros andantes antiguos que en tales libros se leen; y -que si queria gustar un poco dél, que le diese materia en asentandose -alli, y oiria maravillas. En esto llegaron á ellos don Quixote y -Sancho, que habian estado quitando el freno á Rocinante y la albarda -al rucio, y despues de haberse saludado todos, le dixo uno de aquellos -canonigos que se quitase las armas, porque venia muy caluroso, y alli -estaba en parte segura, donde todos eran amigos. A lo cual respondió -don Quixote le perdonase; que no se las podia quitar jamas, sino era -para acostarse; que á eso le obligaban las leyes de su profesion. En -esto se asentó con gravedad; y ellos, que vieron su resolucion, no -quisieron porfiarle más; y asi, despues de haber tratado de lo que -más le agradaba un rato, dixo don Quixote: Pareceme, señores, ya que -habemos de estar aqui cuatro ó seis horas, que pasemos el tiempo de la -siesta con el entretenimiento de algun buen cuento sobre la materia -que mejor les pareciere á vs. ms. Sentose en esto Sancho, diziendo: Si -no es más desto, yo les contaré riquisimos cuentos; que á fe que los -sé lindos á pedir de boca. Escuchen pues; que ya comienço. Erase que -se era, en hora buena sea, el mal que se vaya, el bien que se venga, á -pesar de Menga. Erase un hongo y una honga que iban á buscar mar abaxo -reyes... Quitate allá, bestia, dixo don Quixote; que aqui el señor -Bracamonte nos hará merced de dar principio á los cuentos con alguno -digno de su ingenio, de Flandes ó de la parte que mejor le pareciere. -El soldado respondió que no queria replicar ni excusarse; porque -deseaba servirles y dar juntamente materia para que alguno de aquellos -señores contase algo curioso, supliendo la falta que de serlo ternia el -siguiente tragico suceso. - - - - -CAPITULO XV - -En que el soldado Antonio de Bracamonte da principio á su cuento del -Rico desesperado. - - -En el ducado de Brabante, en Flandes, en una ciudad llamada Lovayna, -principal universidad de aquellas provincias, habia un caballero -mancebo llamado monsiur de Japelin, de edad de veinte y cinco años, -buen estudiante en ambos derechos, civil y canonico, y dotado tan -copiosamente de los bienes que llaman de fortuna, que pocos habia en -la ciudad que se le pudiesen igualar en riqueza. Quedó el mancebo, -por muerte de padre y madre, señor absoluto de toda ella; y asi, con -la libertad y regalo (alas que sacan á volar y precipitarse mocedades -prodigas, con peligrosos pronosticos de infelices fines) començó á -afloxar en el estudio y á andar envuelto en mil generos de vicios, -con otros de su edad y partes, sin perder ocasion de convites y -borracheras, que en aquella tierra se usan mucho. Sucedió pues, andando -en estos pasos, que un domingo de cuaresma dirigió acaso los suyos á -oir un sermon en un templo de padres de santo Domingo, por predicarle -un religioso eminente en dotrina y espiritu, donde tocandole Dios al -libre y descuidado oyente en el coraçon con la fuerça y virtud de -las palabras del predicador, salió de la iglesia trocado de suerte, -que començó á tratar consigo proprio de dexar el mundo con toda su -vanidad y pompa, y entrarse en la insigne y grave religion de los -Predicadores. Encargó en este presupuesto toda su casa y hacienda á un -pariente suyo, para que se la administrase algunos dias en que pensaba -hazer una precisa ausencia, con cargo de que le diese fiel cuenta della -cuando se la pidiese. Tras esto se fue á Santo Domingo, y hablando con -el religioso predicador, le descubrió su pecho. En resolucion, como -era hombre de prendas singulares y conocido por ellas de todos, fue -facil darle luego el habito, como en resolucion se le dió en dicho -convento. Vivió en él con mucho gusto y muestras de exemplar religioso -por espacio de diez meses; pero nuestro general adversario (que anda -dando vueltas como leon rabioso buscando á quien tragarse, como dize -en no sé que parte la Escritura), para daño de su conciencia, traxo -á aquella universidad dos amigos suyos que habian estado ausentes de -Lovayna algunos meses, no poco viciosos y aun sospechosos de la fe, -plaga que ha cundido no poco, por nuestros pecados, en aquellos estados -y en los circunvecinos suyos. Sabido por ellos como Japelin, su amigo, -se habia entrado religioso dominicano, lo sintieron en el alma, y -propusieron de ir al convento y persuadirle con las mayores veras que -les fuese posible, dexase el camino que habia començado á seguir, y -volviese á sus estudios. Efectuaronlo de suerte que lo determinaron, y -la mesma tarde del concierto fueron á verle; y obtenida licencia para -ello del Prior (que por allá no se observa el rigor que en nuestra -España en hazer guardar el debido recogimiento á los novicios el año -de su noviciado), le abraçaron con mucho amor; y despues de haber -hablado mil cosas diferentes y de gusto, el que debia de ser más libre -començó á dezirle las siguientes razones: Maravillado estoy, monsiur de -Japelin, de ver que, siendo vos tan prudente y discreto, y un caballero -en quien toda esta ciudad tiene puestos los ojos, hayais dexado -vuestros estudios, contra la esperança que todos teniamos de veros -antes de muchos años catedratico de prima, y celebrado por vuestra -rara habilidad, no solo en Lovayna, sino en todas las universidades -de Flandes, y aun en las de todo el mundo; porque vuestro divino -entendimiento y feliz memoria claros presagios daban de que habiades -de alcançar esto y todo lo demas á que aspirasedes; y lo que aumenta -el espanto es ver hayais querido, contra el gusto de toda esta ciudad, -y aun contra vuestra reputacion y la de vuestros deudos, tomar el -habito de religioso, como si fuerades hombre á quien faltasen bienes de -fortuna, ó fuerades persona simple y desaparentada, y por eso obligado -á tomar semejante profesion de pobreza. ¿No sabeis, señor, que la -cosa más preciosa que el hombre posee es la libertad, y que vale más, -como dize el poeta, que todo el oro que la Arabia cria? ¿Pues por que -la quereis perder tan facilmente, y quedar sugeto y hecho esclavo de -quien, siendo menos doto y principal que vos, os mandará mañana, como -dizen, á çapataços, y por cuyas manos habrán de llegar á las vuestras -hasta las cartas y papeles que para consuelo vuestro os escribiremos -los amigos? Miradlo, señor, bien, y acordaos que vuestro padre, que -buen siglo haya, no podia ver pintados los religiosos; y asi, amigo -del alma, os suplico por la ley del amistad que os debo, que volvais -sobre vos, y desistais desta necedad, ó por mejor dezir ceguera, y -volvais á vuestra hacienda, que anda toda como Dios sabe, por faltarle -vos. Volved á vuestros estudios, pues si os pareciere, siendo vos, -como sois, tan principal y rico, os podeis casar con una de las damas -hermosas y de hacienda desta tierra, en el cual estado os podeis muy -bien salvar, y alegrar á vuestros parientes, los cuales estan muy -tristes por lo que habeis hecho, teniendoos ya por muerto en vida. No -os quiero, señor, dezir más de que metais la mano en vuestro pecho; que -sé que con esto echareis de ver que os digo la verdad y como amigo que -desea en todo vuestro bien; y pues agora teneis tiempo, que no ha mas -de diez meses que entrastes aqui, para enmendar el yerro empezado y dar -contento á los que os amamos, dadnosle cumplido con vuestra salida; que -os prometo, á fe de quien soy, que no os arrepintais de haber tomado -mi consejo, como dirá el tiempo. Estuvo el religioso mancebo callando -á todo lo que el ministro del demonio le dezia, y mirando al suelo con -suma turbacion y melancolia; y en fin, como era flaco y estaba poco -fundado en las cosas tocantes á la perfecion y mortificacion de sus -apetitos, convencieronle las razones frivolas y pestilenciales avisos -que aquel falso amigo y verdadero enemigo de su bien le habia dado; y -asi le respondió, diziendo: Bien echo de ver, señor mio, que todo lo -que me habeis dicho es mucha verdad; y estoy yo ya tan arrepentido de -lo hecho más ha de ocho dias, que si no fuera por el que diran y por -mi propria reputacion, me hubiera ya salido deste convento; pero con -todo eso, estoy determinado de seguir el consejo y parecer de quien -tan sin pasion y con tan buenas entrañas me dize lo que me está bien. -Yo, en suma, me resuelvo de pedir hoy por todo el dia mis vestidos -y volver á mi casa y hacienda; que ya tengo echado de ver lo que me -importa; y con esto no hay sino que os vais y me aguardeis á cenar -esta noche en vuestra posada, seguros de que no faltaré á la cena; -pero tenedme secreta, os suplico, esta mi resolucion. Con notable -alegria abraçandole, se despidieron todos dél, por la buena nueva; y -el engañado mancebo se fué derecho á la celda del Prior, y le dixo le -mandase volver luego sus vestidos de secular, porque le importaba á -su reputacion volver á su casa y hacienda, tras que no podia llevar -los trabajos de la orden, de vestir lana, no comer carne, levantarse -todas las noches á maitines, y los demas que en ella se profesaban: -demas desto, le dixo, mintiendo, como habia dado palabra de casamiento -á una dama, y que forçosamente se la habia de cumplir casandose con -ella, á que le obligaba la conciencia y las recebidas prendas de su -honra. Maravillose no poco el Prior de oir lo que el novicio le dezia, -y lleno de suspension, le respondió, diziendo: Espantome, monsiur de -Japelin, de vuestra indiscrecion, y que tan poco os hayan aprovechado -los exercicios espirituales en que en diez meses de religioso habeis -tratado, y los buenos consejos mios que como padre os he siempre dado. -¿No os acordais, hijo, haberme oido dezir muchas vezes que mirasedes -por vos, principalmente este año de noviciado, porque el demonio os -habia de hazer crudelisima guerra en él, procurando con todas sus -astucias y fuerças persuadiros, como ahora lo ha hecho, á que dexeis -la religion, volviendo á las ollas de Egipto; que eso es volver á la -confusion del siglo, en que él sabe que con mejor facilidad os podrá -engañar y hazer caer en graves pecados, á manos de los cuales perdais, -no solo la vida del cuerpo, sino, lo que peor es, la del alma? Acordaos -tambien, hijo, que me habeis oido dezir como hasta hoy ninguno dexó el -habito que una vez tomó de religioso, que haya tenido buen fin; que -justo juizio es de Dios que quien siendo llamado por su divina vocacion -á su servicio, si despues le dexa de su voluntad en vida, que el mismo -Dios le dexe á él en muerte; siendo esto lo que él dixo á los tales por -su Profeta: Vocavi, et renuistis, ego quoque in interitu vestro ridebo. -Verdad es que he visto por mis ojos mil experiencias, y plegue á Dios, -como se lo ruego, no lo haga su divina justicia en vuestra ingratitud -y precipitada determinacion; que lo temo por veros tan engañado del -demonio; que las razones que vos me dezis, claramente descubren no ser -forjadas en otra fragua sino en la infernal que él habita. Advertid -que si al principio hallais la dificultad que dezis en la religion, -no hay que maravillarse dello, pues, como dize el filosofo, todos los -principios son dificultosos, y más los que lo son de cosas arduas. -Los hijos de Israel despues de haber pasado á pie enjuto el mar -Bermejo enviaron ciertas espias á reconocer la tierra de promision, -para la cual caminaban; y volviendo ellas con grandisimo racimo de -uvas, tan grande, que menos que en un palo traido en hombros de dos -valerosos soldados, no le podian traer, dixeron: Amigos, esta fruta -lleva la tierra que vamos á conquistar; pero sabed que los hombres -que la defienden son tan grandes como unos pinos:--con que dixeron -que el principio de la conquista de aquella fertilisima tierra era -dificultoso, siendo sus habitadores gigantes. Desa manera, hijo mio, -os ha acontecido á vos, me parece, al principio de vuestra conversion, -en la cual ha permitido Dios sintais las presentes dificultades, con -que pretende probar vuestra perseverancia, á fin de obligaros á que -acudais á él solo á pedirle favor para salir con vitoria; si bien -veo os habeis dado por vencido de vuestros enemigos á los primeros -encuentros, dexandoos atar por ellos las manos, sin haber acudido á -quien las tiene liberalisimas y prontas para remediaros, de lo cual -nace el venirme á pedir con tan ciega resolucion vuestros vestidos. -Por la pasion que Cristo padeció por vos, os ruego, amado Japelin, -que hagais una cosa por mí, y es, que os reporteis por tres ó cuatro -dias, y en ellos hagais oracion á Dios; que yo de mi parte os prometo -de hazer lo mesmo con todos los religiosos desta casa, y vereis como -usa su Magestad con vos de misericordia, haziendoos salir vitorioso -desta infernal tentacion. Todas estas razones que el santo Prior dixo -al inquieto novicio no fueron bastantes para apartarle de su proposito; -antes al cabo dellas le dixo: No hay padre mio, que dar ni tomar más -sobre este negocio; que estoy resuelto en lo que tengo dicho, y lo -tengo muy bien mirado y tanteado todo. El, en efeto, se salió aquella -noche del convento, y se fue derecho, como lo tenia concertado, á la -posada de sus dos amigos, donde le esperaban á cenar; dieronle un bravo -convite, y brindaronse en él con mucho contento y abundancia los unos -á los otros. Volvió tras esto Japelin á tomar posesion de su hacienda, -y començó á seguir de nuevo el humor de sus compañeros, andando de dia -y de noche con ellos, sin hazerse convite ó fiesta en toda la ciudad -donde los tres disolutos mancebos no se hallasen. Sucedió pues que -un dia se fue á hablar muy de pensado con un caballero algo pariente -suyo, el cual tenia una sobrina en extremo hermosa, discreta y rica; y -pidiosela por muger, atento que ya antes que entrase á ser religioso -le habia hecho muchos dias del galan con demostraciones de aficion, -en un monasterio de religiosas donde habia estado encomendada. Viendo -el caballero cuan bien le venia el casamiento á su sobrina, por ser -Japelin en todo su igual, se la prometió con gusto suyo y della, á -la cual su mismo tio aun no habia un mes entero que tambien la habia -sacado del convento de religiosas, en que, como queda dicho, habia -estado encomendada á una prima suya, perlada, sin haberle consentido -que fuese monja en él, como sus padres habian deseado y procurado -en vida: fin para el cual desde niña la habian hecho criar baxo de -su clausura. Casaronse, en efeto, los dos recien salidos de sendos -conventos, con grandes fiestas y universales regocijos, y estuvieron -casados tres años, al cabo de los cuales concibió la dama; y viendola -su marido preñada, perdia el juizio de contento, sin haber regalo -en el mundo que no fuese para su muger, acariciandola y poniendola -sobre su cabeça, con increible desvelo y mil amorosas ternuras; pero -sucedió que á los seis meses de su preñez, un tio deste caballero, -que era gobernador de un lugar en los confines de Flandes, que se -llama Cambray, murió; y sabido por el sobrino, partió para Bruselas, -donde está la corte, y negoció sin mucha dificultad (representadas sus -prendas y los buenos servicios de su tio) le diesen aquel gobierno, -del cual fue luego á tomar posesion, con intento de volver despues por -toda su casa y hacienda. Antes de la partida se despidió de su muger -con harto sentimiento de entrambas partes, diziendo: Señora mia, yo -voy á dar asiento á las cosas de mi difunto tio el gobernador, y á -poner en cobro la hacienda que por su muerte heredo: cosa que, como -sabeis, no la puedo excusar; de alli pienso llegarme á Bruselas á -pretender sucederle en el cargo, y á que me hagan sus altezas merced -dél, por los buenos servicios de mi tio: cosa que creo me será facil -de alcançar. Lo que os suplico es mireis por vos en esta ausencia, -y que al punto que parieredes, me aviseis para que me halle en el -bautismo; que lo haré sin falta; y creo será de igual regocijo para -mi vuestra vista que la del hijo ó hija que parieredes. Prometioselo -ella, de quien despidiendose con mil abraços y amorosas lagrimas, se -partió para Cambray, donde y en Bruselas negoció muy á su gusto lo que -pretendia, como queda dicho; tardando en los negocios y en volver á su -casa casi tres meses. Antes que lo hiziese, le dieron á la señora los -dolores del parto, la cual luego que se le sintió despachó un correo -á su marido, rogandole partiese, vista la presente, pues ya lo estaba -el dia de su parto. No tardó Japelin á ponerse á caballo y dar la -vuelta para su casa más[19] de lo que tardó en leer la deseada carta. -A la que llegaba cerca de la ciudad de Lovayna encontró por el camino -un soldado español, á quien preguntó, en emparejando con él, adonde -caminaba; y respondiendole el soldado que iba á Amberes á holgarse -con ciertos amigos que le habian enviado á llamar, y que estaba de -guarnicion en el castillo de Cambray, le fue preguntado por el camino -muchas cosas acerca de como lo pasaban los soldados en el castillo, á -todo lo cual respondia el español con mucha discrecion, porque era no -poco practico, aunque moço. Ya que llegaban á las puertas de la ciudad, -le dixo Japelin. Señor soldado, si v. m. esta noche no ha de pasar -adelante, podrá, si gustare, venirse conmigo á mi casa, adonde se le -dará alojamiento; y aunque no será conforme su valor merece, recebirá á -lo menos el buen deseo deste su servidor, dueño de una razonable casa -y del caudal que para sustentarla con el adereço y fausto que v. m. -verá en ella, es necesario; porque sepa soy muy aficionado á la nacion -española, y el ser della v. m., y sus prendas, me obligan á usar desta -llaneza: reposará, y por la mañana podrá emprender la jornada con más -comodidad, habiendo precedido el descanso de una acomodada noche. El -soldado le respondió que le agradecia la merced que le ofrecia, no -poco, y que por ella y la voluntad con que iba envuelta, le besaba las -manos mil vezes, y que le parecia pasar los limites de la cortesia -que su nacion profesaba el dexar de aceptar el ofrecimiento con que -se resolvió quedar esa noche en Lovayna, aunque por ello perdiera la -comodidad de su jornada. Llegaron ambos, yendo en estas platicas, á -la deseada puerta de la casa de Japelin, de la cual salia acaso una -criada, que viendole, volvió corriendo, sin hablarle palabra, la -escalera arriba, dando una mano con otra con muestras de regocijo, y -diziendo turbada: ¡Monsiur de Japelin, monsiur de Japelin!--Y tras -esto volvió á baxar á su amo con las mismas muestras de contento, -diziendole: Albricias, señor, albricias; que mi señora ha parido esta -noche un niño como mil flores. Apeose del caballo, con la nueva, él -como un viento, y subió en dos saltos la escalera, sin que el gozo le -diese lugar de hazer comedimientos con el soldado; y puesto en la sala, -vió á su muger que estaba en la cama; y saludandola y abraçandola, -llegando á ella, muchas vezes, le dixo: Dad, mi bien, un millon de -gracias al cielo por la merced que nos ha hecho agora en darnos hijo, -que, siendo heredero de nuestra hacienda, pueda ser baculo de nuestra -senectud, consuelo de nuestros trabajos y alegria de todas nuestras -afliciones. Sentose en esto en una silla que estaba en la cabeçera -de la cama, teniendola siempre asida de la mano, platicando los dos, -ya del camino y buen suceso de sus negocios, ya del venturoso parto -y cosas de su casa. A la que se hizo de noche mandó que le pusiesen -alli junto á la cama la mesa, porque gustaba de cenar con su muger: -hizo llamar al soldado luego, para que se asentase á cenar tambien -con ambos, lo cual él hizo con mucha cortesia, y no con el recato -que debiera tener en los ojos en orden á mirar á la dama; porque le -pareció, desde el punto que la vió, la más bella criatura que hubiese -visto en todo Flandes. (Y eralo sin duda, segun me refirieron los que -me dieron noticia del cuento, que eran personas que la conocieron.) -Traxeron abundantisimamente de cenar; pero el español, que habia -hecho pasto de sus ojos á la hermosura de la partera y la gracia -con que estaba asentada sobre la cama, algo descubiertos los pechos -(que usan más llaneza las flamencas en este particular que nuestras -españolas), comió poquisimo, y eso con notable suspension. Acabada la -cena y quitados los manteles, mandó Japelin á un paje que le trajese -un clavicordio, que él tocaba por extremo; que en aquellos paises se -usa entre caballeros y damas el tocar este instrumento, como en España -la arpa ó vihuela. Traido y templado, començó á tañer y á cantar en él -con extremada melodia las siguientes letras, de las cuales él mismo era -autor; porque, como queda dicho, tenia gallardo ingenio y era universal -en todo genero de sciencias: - - [19] Falta el _más_ en la primera edición. - - Celebrad, instrumento, - El ver que no podrá el tiempo variable - Alterar mi contento - Ni hazerme con sus fuerças miserable, - Pues hoy con regocijo - Me ha dado un angel bello, un bello hijo. - Alçome la fortuna - Sobre lo más constante de su rueda; - Y aunque ella es como luna, - Le manda mi ventura que esté queda - Y que la tenga firme, - Y su poder en mi favor confirme. - Y asi, señora mia, - No temais que ella nuestro bien altere - Jamas; porque este dia - El mismo cielo nuestro aumento quiere; - Que eso dize el juntarnos - En uno á ambos para más amarnos. - Sin duda fui dichoso - Cuando me aconsejaron dos amigos - No fuese religioso, - Pues los gustos que gozo son testigos - De que su triste suerte - En vida les iguala con la muerte. - Razon es, pues soy rico, - Que viva alegre, coma y me regale, - Y que el avaro inico - Me tema siempre, y nunca ese me iguale, - Pues puedo en paz y en guerra - Honrar á los más nobles desta tierra. - Que viva sin zozobras - Tambien mil años, libre de cuidados, - Es justo, pues mis sobras - Invidian muchos de los más honrados, - Viendo como de renta - Más de diez mil al año, á buena cuenta. - Y sobre todo aquesto, - Mi braço, mi fortuna y buena estrella - Echaron hoy su resto - En darme un hijo de una diosa bella, - Por quienes, noble y moço, - Mil parabienes y contentos gozo. - -Acabose la musica con la letra, y començó la suspension del español -á subir de punto, por haber oido los suavisimos de garganta del rico -flamenco, dichoso dueño del serafin por quien ya se abrasaba. Llegó -un paje, por mandado de su amo, en dando fin al canto, á quitarle de -delante el clavicordio; que ya era tarde y tiempo de dar lugar al -soldado á que descansase; y para que lo hiziese mandó luego tras esto -á otro criado tomase uno de los candeleros de la mesa, y le fuese -alumbrando con él al aposento primero del cuarto en que solia dormir -su paje de camara, que era vecino de la cuadra en que la dama estaba -acostada; con orden de que la diese al mayordomo ó dispensero, para -que tuviese en amaneciendo aderezado un buen almuerzo para aquel señor -soldado, con deseo de que pudiese salir de madrugada de Lovayna y -hazer de un tiron la jornada, llevando hecha la alforja y saliendo -desayunado. Despidiose agradecidisimo deste cuidado, y de la merced -y regalo recebido del caballero y de su esposa, el soldado, con mil -corteses ofrecimientos; y puesto en su aposento y acostado en él, -fue tal la bateria que le dieron las memorias del bello angel que -adoraba, que totalmente estaba fuera de sí. Reprendia su temeridad, -representandosele la imposibilidad del negocio á que aspiraba, y -procuraba desechar de su animo una imaginacion tal, cual la que daba -garrote á su sosiego. El caballero, al cabo de breve rato que se hubo -ido á reposar el soldado, hizo lo proprio, despidiendose de su esposa -con las muestras de amor que del suyo, tras tan larga ausencia, se -puede creer, guardando el debido decoro al parto recien sucedido; -que para no ponerse en ocasion de lo contrario, se entró en otro -aposento más adentro del en que la partera estaba. Tuvo el paje que -llevó á acostar al soldado consideracion á que venia cansado, y por -no haberse de obligar á darle mala noche, le dixo se iria á dormir en -otro aposento con otros criados, y asi, que sin cuidado de su vuelta -reposase, pues lo haria mejor estando solo; que para el mismo efecto -su señor tambien habia apartado cama, y se habia acostado en una que -habia en otra pieça más adentro. Fuese con esto, dexando sus ultimas -razones con más confusion al amartelado español; porque del entender -dormia la dama sola y tan vecina dél, y del verse (contra el orden de -Japelin) sin compañia en el aposento, nació la resolucion diabolica -que tomó en ofensa de Dios, infidelidad de su nacion, y en agravio -del honrado hospedaje que le habia hecho su noble huesped; que á todo -le precipitó el vehemente fuego y rabiosa concupiscencia en que se -abrasaba. Resolviose pues en levantarse de su cama, y en ir á la de -la dama sin ser sentido, persuadido de que ella por su honra y por -no dar pesadumbre á su marido ni alborotar la casa, callaria, y aun -podria ser que se le aficionase de manera, que yendose su marido, le -diese libre entrada y le regalase; y si bien consideraba el peligro de -la vida que corria si acaso ella (como era justo) daba vozes, pues á -ellas era fuerça saliese el marido y se matasen el uno al otro, de lo -cual sucederian notables escandalos y graves inconvenientes; todavia -su gran ceguera rompió con todas estas dificultades. Levantose pues á -media noche en camisa, y entró en la sala de la dama; y llegandose á -ella sin çapatos por no ser sentido, estuvo un rato en pie sin acabarse -de resolver; pero hizolo de volver á su aposento, y de tomar la espada -que tenia en él; y sacandola desenvainada, volvió muy pasito á la cama -de la flamenca, y poniendo la espada en tierra, alargó la mano, y -metiendola debaxo de las sabanas muy quedito, la puso sobre los pechos -de la señora, que despertó al punto alborotada; y asiendosela, pensando -que fuese su marido (que no imaginaba ella que otro que él en el mundo -pudiese atreverse á tal), le dixo: ¿Es posible, señor mio, que un -hombre tan prudente como vos haya salido á estas horas de su aposento -y cama para venirse á la mia, sabiendo estoy parida de ayer noche, -y por ello imposibilitada de poder por ahora acudir á lo que podeis -pretender? Tened, por mi vida, señor, un poco de sufrimiento; y pues -soy tan vuestra, y vos mi marido y señor, lugar habrá, en estando como -es razon, para acudir á todo aquello que fuere de vuestro gusto, como -lo debo por las leyes de esposa. No habia acabado ella de dezir estas -honestas razones, cuando el soldado la besó en el rostro sin hablar -palabra; y pensando ella siempre fuese su marido, le replicó: Bien sé, -señor, que de lo que intentais hazer teneis harta vergüença, pues por -tenerla no me osais responder palabra; y echó de ver tambien que el -intentar tal proceda del grandisimo amor que me teneis, y de la represa -de tan larga ausencia, pues á no ser eso, no salierades de vuestra cama -para venir á la mia, sabiendo me habiais de hallar en ella de la suerte -que me hallais. Oyendo el soldado estas razones, y coligiendo dellas -el engaño en que la dama estaba, alçó la ropa callando, y metiose en -la cama, do puso en execucion su desordenado apetito; porque viendo -ella su resolucion, no quiso contradezirle, por no enojarle, como le -tenia por su marido; si bien quedó maravillada no poco de ver que no -le hubiese hablado palabra; porque sin dezirle cosa se levantó, hecha -su obra, y tomando con todo el silencio que pudo su desnuda espada, se -volvió á su aposento y cama, harto apesarado de lo que habia hecho; que -en fin, como se consigue á la culpa el arrepentimiento, y al pecado la -vergüença y pesar, tuvole tan grande luego de su maldad, que maldezia -por ello su poco discurso y sufrimiento y su maldita determinacion, -imaginando el delito que habia cometido, y el peligro en que estaba -si acaso el ofendido marido se levantase antes que él. Tambien á la -dama asaltaron sus pensamientos, poniendola en cuidado el no haberle -hablado palabra quien con ella habia estado, si seria su marido ó no. -Pero resolviese en que seria él, y que la vergüença de haber hecho cosa -tan indecente en tiempo que lo estaba ella para semejantes burlas, -le habria cerrado la boca. Con todo, propuso, (que no debiera), en -su coraçon darle por lo hecho á la mañana una reprehension amorosa, -afeandole su poca continencia. Llegada la madrugada, y apenas vistas -sus primeras luzes, se levantó el soldado, que no habia podido pegar -las de sus ojos con la rabia que tenia de lo hecho; y estando aun la -dama durmiendo, pidió á los primeros criados que topó le abriesen -la puerta y le excusasen con su señor de no aceptar el preparado -almuerzo y provision, pues la prisa de la jornada no le daba lugar -para detenerse, ni sus obligaciones permitian aumentase las muchas con -que quedaba á toda aquella casa; y aunque los criados porfiaron con -él, queriendo ponerle en la alforja lo que para almorzar le tenian -aparejado, no hubo remedio consintiese lo hiziesen, diziendo no era -de su humor el ir cargado, y que asi le tuviesen por excusado; á más -de que una legua de alli, en el camino habia una famosa hosteria, y -en ella pensaba detenerse á almorzar con lo cual se despidió dellos y -salió del lugar. - - - - -CAPITULO XVI - -En que Bracamonte da fin al cuento del Rico desesperado. - - -Estuvieron con atencion los canonigos y jurados al cuento, y don -Quixote, aunque lo estuvo, daba de cuando en cuando asomos de querer -salir con algo en contrapusicion de los malos consejos que los -estudiantes dieron á Japelin cuando era novicio, ya en abono de su -buena eleccion en haberse casado con muger hermosa, y particularmente -en loa de su valor por haber pretendido seguir la milicia en -prosecucion de la gobernacion de su tio; pero ibale á la mano á todo -el venerable ermitaño que le tenia al lado. Pero como no lo estaba -al suyo Sancho, no pudo obviar á que no saliese de traves cuando oyó -la bellaqueria del soldado, y particularmente su poco estomago en no -querer llevar el matalotaje que le daban los criados para acudir á -las necesidades venideras; y asi dixo con una colera donosa: Juro á -Dios y á esta cruz, que merecia el muy grandisimo bellaco más palos -que tiene pelos mi rucio, y que si le tuviera aqui me le comiera á -bocados. ¿Donde aprendió el muy grandisimo hi de puta á no tomar lo que -le daban, siendo verdad que no está eso prohibido, no digo yo á los -soldados y reyes, pero ni á los mismos señores caballeros andantes, que -son lo mejor del mundo? En mi anima, que creo que ha de arder la suya -en el infierno, más por ese pecado que por cuantas cuchilladas ha dado -á luteranos y moriscos; pero no me espanto fuese el muy follon tan mal -mirado y tan poco quillotrado, si como v. m. dize venia de Cambray; -que juro á los años del gigante Golias que debe de ser esa la más mala -tierra del mundo, pues segun dizen por las calles y plaças chicos y -grandes, hombres y mugeres, no se coge en ella pan ni vino ni cosa que -lo parezca, sino estopilla, de lo cual se quexan con un perpetuo ay, -ay, que es señal que debe de ser malisima y que debe de causar torçon -á cuantos la comen. Rieron destas boberias los canonigos y Bracamonte, -pero no don Quixote, que con una melancolia y sentimiento digno de -su honrado celo dixo: Dexate, Sancho hijo, de llorar el descuido y -poca prudencia del soldado, y de si el ay, ay, ay que dizes se dize -por la estopilla maldita que en Cambray se coge ó no; llora lagrimas -de sangre por el agravio y tuerto fecho á aquella noble princesa, y -por la ofensa y mancha que en la honra del famoso Japelin cayó por -industria ó inconsideracion, ó por la maldad, que es lo más cierto, de -aquel soldado, infamia de nuestra España, y deshonra de todo el arte -militar, cuyo aumento procuran tantos nobles, y yo entre ellos, á -costa de la hidalga sangre de mis venas; pero yo sacaré la alevosa de -las suyas antes de muchos dias, si le topo, como deseo. Deste cuidado -queda ya libre v. m. (dixo Bracamonte), como verá si me la haze de -oir con paciencia lo que queda de la historia. Rogaron todos á don -Quixote reprimiese su justa colera, y á Sancho le pidieron callase, sin -meterse en dibuxos de averiguar lo que oiria; y prometiendolo ambos -con mucha seguridad y algunos juramentos, prosiguió Bracamonte la -tela de su cuento, diziendo: Ido el soldado con la cortedad referida, -y cargado de miedo y vergüença, salió de su aposento el noble y -descuidado Japelin, á la hora en que el bullicio de la gente de casa -dió muestras de que era ya la de levantarse; y llegandose á la cama -de su esposa á darle los buenos dias, y cuidadoso de saber como habia -pasado la noche asegurandola de que con el contento de verse él en -su cama y con heredero della no habia podido apenas sosegar. Riose -su muger de la disimulacion que mostraba en sus razones y en tomarle -la blanca mano, y mostrando un fingido enojo con su risa, le dixo, -retirando hacia adentro el braço: Por cierto, señor mio, que sabeis -disimular lindamente, y que anda ahora bien ligera esa lengua, que -anoche tan muda tuvistes conmigo: idos de ahi con Dios, y no me hableis -por lo menos hoy en todo el dia; que bien lo habré menester todo para -desenojarme del enojo que tengo con vos tan justamente; y aun despues -de pasado, os será menester me pidais perdon, y no será poco si os lo -concedo. Riose Japelin del desvio, y cayendole en gracia, á pesar suyo -la besó en el rostro, diziendo: Por mi vida, señora que me digais el -enojo que os he hecho; que gustaré infinito de sabello, si bien ya, -poco más ó menos, sospecho yo será porque habreis imaginado que he -dormido dentro con compañia, en ofensa vuestra; y muera yo en la de -Dios si jamas os la he hecho ni con el pensamiento; y asi, quiteseos -del vuestro, os suplico, ese temerario juizio; que con él me ofendeis -no poco. Por cierto (dixo ella de nuevo) que sabeis encubrir bien y -negar mejor ahora lo que fuera justo negarais á vuestro apetito antes -de ejecutalle tan sin consideracion; que si la tuvierais, no efectuara -un hombre tan prudente y discreto como vos lo que tan contra toda -razon os pedia vuestro desordenado deseo. Corrida estoy no poco de ver -no lo esteis más de lo que lo estais de haber tenido atrevimiento de -llegar á mi cama esta noche á tratar conmigo, sabiendo de la suerte -que estoy; y siento muchisimo ver hayan podido tan poco con vos mis -justos ruegos, que no bastasen á obligaros á que, volviendoos á vuestra -cama, dexaseis de entrar en la mia con los excesos de aficion que la -primer noche de nuestras bodas. Y añadiendo agravio á agravio, habeisme -dexado sin hablar palabra; si bien doy por disculpa de vuestro silencio -el justo empacho que os causó el atrevimiento. No ignoro, señor, -direis nació él del sobrado amor que me teneis; y aunque esa parezca -bastante disculpa, no la admito por tal, pues habiais de considerar -el tiempo y indispisicion mía, teniendo algun respeto y sufrimiento á -tan justo obstaculo; que no se perdia el mundo en ser continente siete -ó ocho dias más, cuando mucho; pero pase esta, que os la perdona mi -grande amor, con esperanças de enmienda en lo porvenir. No se puede -pintar la suspension que cayó en el animo de Japelin cuando oyó á su -esposa tales razones, y dichas con tantas veras y circunstancias; -y como era de agudo ingenio, sospechó luego todo lo que podia ser, -imaginando (como era la verdad) que el soldado español habria dormido -solo, por inconsideracion del paje de guarda, el cual pensaba él le -haria compañia en el aposento, sin dexarle á solas, y que asi, con -la ocasion, que es madre de graves maldades, habria cometido aquel -delito con artificioso silencio; y disimulando cuanto pudo, le dixo -á la dama: No haya más, mis ojos, por vida de los vuestros; que del -amor excesivo que os tengo ha nacido el desorden de que os quexais; -pero yo os prometo á ley de quien soy, corregirme, y aun vengaros -cabalmente de todo. Y volviendose á otro lado, dezia entre dientes, -bramando de colera: ¡Oh vil y alevoso soldado! por el cielo santo -juro de no volver á mi casa sin buscarte por todo el mundo y hazerte -pedazos do quiera que te encontrare:--tras lo cual, disimulando con -su muger con notable artificio, se despidió della fingiendo cierta -necesidad precisa. Llamó luego aparte un moço, diziendole: Ensillame -al punto, sin dezir cosa, el alazan español; que me importa ir fuera -en él con brevedad. Mientras el caballo se ensillaba se acabó de -vestir, y entrando en un aposento do tenia diferentes armas, sacó dél -un famoso venablo. Violo la dama, y recelosa le preguntó que pensaba -hazer de aquel venablo. Quierole (dixo él) inviar á un vecino nuestro -que ayer me le pidió prestado. ¿Que vecino puede ser nuestro (replicó -ella) que no tenga armas en su casa, y necesita de venir por ellas á -la nuestra? En verdad, mi bien, que si no lo recebis por enojo, que me -habeis de dezir para que es. El la respondió que no le importaba nada -á ella el saberlo; pero que con todo lo sabria dentro de breves horas. -Saliose tras esto fuera de la sala, demudado el rostro; y despidiendo -un sospiro tras otro, se baxó la escalera abaxo, y se puso á pasear -delante la caballeriza, aguardando le sacasen el caballo; y mientras -el criado tardaba en hazello, dezia con rabioso despecho entre sí: ¡Oh -perverso y vil español, que mal me has pagado la buena obra que te -hize en darte alojamiento, que no debiera! Aguarda, traidor adultero -á costa de la inocencia de mi engañada esposa; que te juro por las -vidas della, de mi hijo y mia, que te cueste la tuya la alevosia: -vuela, infame, y mueve los pies; que yo haré que los de mi caballo -igualen al pensamiento con que voy en tu busca, con determinacion -de no volver á mi patrio suelo hasta hallarte, aunque te escondas -en las entrañas del mismo siciliano Etna. No habia bien dicho estas -razones, cuando el criado, que las habia oido todas estando en la -caballeriza, sacó della el caballo, en el cual subió Japelin como un -viento, diziendole á él que se quedasen todos, sin acompañarle ninguno, -pues no necesitaba de compañia en la breve jornada que iba á hazer; y -tomando el venablo, salió de casa, dando de espuelas al caballo, hecho -un frenetico, guiandole asi á la parte y camino que entendia llevaba -el soldado, dexando maravillados á los criados de su casa la furia -y repentina jornada con que la dexaba; si bien de las palabras que -dezia haberle oido el que le ensilló el caballo, colegian iba tras el -soldado por haberle hurtado algo de casa, ó por haber dicho al salir -della algunas palabras deshonestas á su esposa, y que como tan celoso -y noble, pretendia tomar vengança de quien con solo el pensamiento le -agraviaba. El caballero, en fin, se dió tan buena maña en caminar tras -el soldado, que dentro de una hora le alcançó, y calandose el sombrero -antes de emparejar con él, porque no le conociese, en medio de un -valle, sin que se recelase el soldado ni tener testigos á quienes poder -remitir la disposicion de su violenta muerte, con la mayor presteza -que pudo, sin hablar palabra, le escondió el robusto y agraviado -Japelin la ancha cuchilla ó penetrante hierro del milanes venablo por -las espaldas, sacandosele más de dos palmos por delante, á vista de -los lascivos ojos que en su honestisima esposa puso, sin darle lugar -de meter mano ni defenderse de tan repentino asalto. Cayó luego en -tierra el misero español...--¡Oh, buena pascua le dé Dios y buen San -Juan, dixo don Quixote! Ese sí que fue buen caballero: en verdad que -puede agradecer á su buena diligencia el haberme ganado por la mano -la toma de la vengança dese delito; que, si no, juro por la vitoria -que espero presto alcançar del rey de Chipre, que la tomara yo dél -tan inaudita, que pusiera terror hasta á las narizes de los miseros y -nefandos sodomitas, á quien abrasó Dios. Pues á fe que si v. m., mi -señor, no lo hiziera, que yo acudiera á mi obligacion (dixo Sancho), -y que cuando eso de Sodoma y Gomorra, que v. m. dize, faltara, le -ahogara yo con un diluvio de gargajos como aquel del tiempo de Noe. -Pues no pára en esto, señores, la tragedia, dixo Bracamonte, ni la -vengança que Japelin tomó del soldado; porque luego, tras lo dicho, -se apeó del caballo, y sacando el venablo del cuerpo del cadaver, le -volvió á herir con él cinco ó seis vezes, haciendole pedazos la cabeça -y hechos con una crueldad inexplicable, pagando bien con muerte de las -dos vidas (á lo que se puede presumir) y con fin tan aciago el pequeño -gusto de su desenfrenado apetito, quedando alli revolcado en su propria -sangre para exemplo de temerarias deliberaciones y comida de aves y -bestias: el caballero, algo aconsolado con la referida vengança que -de su ofensor habia tomado, se volvió poco á poco hazia su casa. En -el tiempo que él tardó della, quiso la desgracia que su muger, viendo -eran más de las diez y no le veia ni sabia adonde estaba, preguntó á un -paje por él, y respondiole el indiscreto criado luego, le dixo: Señora, -mi señor ha ido fuera á caballo, con un venablo en la mano, más ha de -dos horas, sin criado alguno y no podemos imaginar adonde ni adonde -no; solo sé que iba demudadisimo de color y dando algunos pequeños -suspiros, mirando al cielo. Llegaron, estando en estas razones, el moço -de caballos, una criada y la ama que criaba el niño, y la dixeron: V. -m., mi señora, ha de saber que hay algun grande mal, porque mi señor -ha estado paseandose á la puerta de la caballeriza todo el rato que yo -tardé (dixo el moço) á ensillarle el caballo suspirando y quexandose de -aquel soldado español que esta noche durmió en la cama y aposento del -paje de camara, llamandole (aunque pensó que nadie le oia) perverso y -vil traidor y adultero á costa de la inocencia de su engañada esposa; -tras lo cual juró por su vida, la de v. m. y de su hijo de hazerle -pedazos, siguiendo hasta alcançarle; pero no le oí jamas quexar de v. -m.; antes me parece que en sus razones la iba disculpando; tras lo -cual, en sacandole el caballo, subió en él, y salió de casa como rayo, -en busca suya. Cuando la noble flamenca oyó los ultimos acentos desta -sospechosa nueva, cayó sobre la almohada, de los braços de la criada -que la habia levantado, y sentado en la cama, con un mortal desmayo; y -volviendo en sí al cabo de breve rato, començó á llorar amargamente, -sospechando (como era asi) que aquel que la noche antes habia llegado -á su cama sin duda habia sido el soldado español, con quien, como -ella misma tenia confesado á su marido, habia cometido adulterio -teniendole por su esposo. Començó pues con esta imaginacion á maldezir -su fortuna, diziendo: ¡Oh traidora, perversa y adultera de mí! ¿Con -que ojos osaré mirar á mi noble y querido esposo, habiendole quitado -en un instante la honra que en tantos años de proprio valor y natural -nobleza heredado tenia? ¡Oh ciega y desatinada hembra! ¿Como es posible -no echases de ver que el que con tanto silencio se metia en tu honesto -lecho no era tu marido, sino algun aleve tal cual el falso español? -¡Desdichada de mí! ¿Y con que cara osaré parecer delante de mi querido -Japelin, pues no hay duda sino que no seré creida dél por más que con -mil juramentos le asegure de mi inocencia, habiendo dado lugar á que -otros pies violasen su honrado talamo? Con razon, dulce esposo mio, -podrás quexarte de mí de aqui adelante, y negarme los amorosos favores -que me solias hazer en correspondencia de la fe grande que siempre -he profesado guardarte; pero ya justamente (pues he desdicho de mi -fidelidad, aunque tan sin culpa cuanto sabe el cielo) seré aborrecible -á tus ojos, pesada á tus oidos, desabrida á tu gusto, enojosa á tu -voluntad, é inutil finalmente á todas las cosas de tu provecho. Vuelve -presto, señor mio, si acaso has ido á matar al adultero español: con el -mismo venablo con que le castigares traspasa este desconocido y desleal -pecho; que pues fuí complice en el adulterio, justa cosa es iguale -tambien con él en la muerte: ven, digo, y toma entera vengança de mi -desconcierto, con la seguridad que puedes tener de quien, por muger y -culpada, no sabrá hazerte resistencia. Pero no es bien aguarde que tú -vengas á vengarte ni á castigar con el hierro del venablo el mio, sino -que es justo que yo te vengue de suerte que digas lo estás al igual de -mi alevosia y de la ofensa hecha. Y diziendo esto la desesperada señora -(que lo estaba de pasion, colera y corrimiento), saltó de la cama, -mesandose las rubias y compuestas trenças, y esmaltando sus honestas -mexillas con un diluvio de menudo y espeso aljofar que de sus nublados -ojos salia; y poniendose un faldellin, se començó á pasear por la sala -con tan descompuestos pasos, acompañados de sospiros, sollozos y quexas -por lo hecho, que no bastaban á consolarla todos los de casa; antes -su pena les tenia á todos necesitados de consuelo, por lo mucho que -les enternecia. Estando pues de la suerte que digo, turbados ellos, el -marido ausente, el adultero muerto, y ella fuera de sí, se salió al -patio á vista de todos; y despues de haber hecho una nueva repeticion -de las quexas dichas, se arrojó de cabeça en un hondo pozo que en -medio del patio habia, sin poder ser socorrida de los que presentes -estaban, haziendosela dos mil pedazos: de suerte que cuando llegó al -suelo el cuerpo, habia ya llegado su alma libre dél en bien diferente -lugar del en que yo querria llegase la mia á la hora de mi muerte. -Aumentaronse las vozes y gritos de los de casa con el nuevo y funesto -espectaculo; y con la turbacion, unos acudian á mirar el pozo, otros -á dar gritos á la calle, con los cuales se alborotó toda: de suerte -que en un instante se vió la casa llena de gente afligida toda, y toda -ocupada ó en consolar á los de ella ó en echar sogas y cuerdas, aunque -en vano, pensando podria ser socorrida quien ya no estaba en estado de -poderlo ser. Entre esta universal turbacion sucedió llegar á su casa el -desdichado Japelin, ignorante de la desgracia que acababa de suceder -en ella; y maravillado de ver tantas personas juntas en su patio, -unas de pie sobre el brocal del pozo, otras al derredor dél, y todas -llorando, entró con su caballo y el venablo ensagrentado en la mano; -y preguntando que habia de nuevo, llegaron los criados de la casa, -dando una mano con otra y arañandose la cara, diziendo: ¡Ay, mi señor, -que acaba de suceder la mayor desgracia que los nacidos hayan visto! -pues mi señora, sin que sepamos por que, quexandose de aquel maldito -español que esta noche durmió en casa, llamandose engañada y adultera, -y diziendo palabras que moviera á compasion á una peña, arrancandose á -puños los cabellos, se echó, sin que la pudiesemos remediar, de cabeça -en este hondo pozo, donde se hizo pedazos antes de llegar al suelo. -El caballero, en oyendo tal, se quedó atonito sin hablar palabra por -grande rato; y de alli á poco, vuelto en sí, se arrojó del caballo, y -teniendose en el suelo, empeçó á lamentarse amargamente, suspirando y -arrancandose con dolor increible las barbas, diziendo en presencia de -todos: ¡Ay muger de mi alma! ¿Que es esto? ¿Como te apartaste de mí? -¿Como me dexaste, serafin mio, solo y sin llevarme contigo? ¡Ay esposa -mia y bien mio! ¿Que culpa tenias, si aquel enemigo español te engañó -fingiendo ser tu amado marido? El solo tenia la culpa; pero ya pagó la -pena. ¡Ay prenda de mis ojos! ¿Como será posible que yo viva un dia -entero sin verte? ¿Adonde te fuiste, señora de mis ojos? Aguardaras -siquiera á que yo volviera de vengarte, como agora vengo, y mataraste -despues; que yo te acompañara en la muerte, como lo he hecho en vida. -¡Ay de mí! ¿Que haré? ¡Triste de mí! ¿A donde iré ó que consejo tomaré? -Pero ya le tengo tomado conmigo. Y diziendo esto, se levantó muy -furioso, y metiendo mano á la espada, dezia: Juro por Dios verdadero -que el que llegare á estorbarme lo que voy á executar ha de probar los -filos de mi cortadora espada, sea quien se fuere. Llegose tras esto al -brocal del pozo, haziendo una grandisima lamentacion, diziendo: Si tú -¡oh muger mia! te desesperaste sin razon ninguna, y tu anima está en -parte adonde no puedo acompañarla si no te imito en la muerte, razon -será y justicia, pues tanto te amé y quise en vida, que no procure -estar eternamente sino en la parte en que estuvieres; y asi, no temas, -dulcisima prenda mia, que tarde en acompañarte. Como la gente que -presente estaba, que no era poca y entre quien habia muchos caballeros -y nobles de la ciudad, oyeron lo que dezia, porque no sucediese alguna -desgracia se llegaron á él á darle algun consuelo, el cual estuvo -escuchando echado de pechos sobre el brocal del pozo; y volviendo la -cabeça de alli á un rato, vió cerca de sí á la ama que criaba su hijo, -llorando amargamente con el niño en los braços; llegandose á ella con -una furia diabolica, se le arrebató, y asiendole por la faja, dió -con él cuatro ó seis golpes sobre la piedra del pozo, de suerte que -le hizo la cabeza y braços dos mil pedazos, causando en todos esta -desesperada determinacion increible lastima y espanto; si bien con -todo, ninguno osaba llegarsele, temiendo su diabolica furia. Con lo -cual començó tras esto á darse de bofetadas, diziendo: No viva hijo -de un tan desventurado padre y de madre tan infeliz, ni haya tampoco -memoria de un hombre cual yo en el mundo. Y diziendo esto, començó á -llamar á su muger y á dezir: Señora y bien mio, si tú no estás en el -cielo, ni yo quiero cielo ni paraiso, pues donde tú estuvieres estaré -yo consoladisimo, siendo imposible que la pena del infierno me la dé -estando contigo; porque donde tu estás no puede estar sino toda mi -gloria. Ya voy, señora mia, aguarda, aguarda. Y con esto, sin poder -ser detenido de nadie, se arrojó tambien de cabeça en el mismo pozo, -haziendosela mil pedazos, y cayendo su desventurado cuerpo sobre el -de su triste muger. Aqui fue el renovar los llantos cuantos presentes -estaban; aqui el levantar las vozes al cielo, y el hinchirse la casa -y calle de gente, maravillados cuantos llegaban á ella de semejante -caso. A las nuevas dél, vino luego el gobernador de la ciudad, y -informado del desdichado suceso, hizo sacar los cuerpos del pozo, y -con parecer del obispo, los llevaron á un bosque vecino á la ciudad, -donde fueron quemados, y echadas sus cenizas en un arroyo que cerca -dél pasaba. En verdad que merece, dixo Sancho, el señor Bracamonte -remojar el gaznate, segun se le ha enjugado en contar la vida y muerte, -osequias y cabo de año de toda la familia flamenca de aquel malogrado -caballero: yo reniego de su vengança, y mi anima con la de san Pedro. -No dize mal Sancho, dixo uno de los canonigos; porque muy de temer es -el fin triste de todos los interlocutores desa tragedia; pero no podran -tenerle mejor (moralmente hablando) los principales personages della, -habiendo dexado el estado de religiosos que habian empeçado á tomar, -pues, como dixo bien el sabio prior al galan cuando quiso salirse de la -religion, por maravilla acaban bien los que la dexan. En verdad, dixo -don Quixote, que si el señor Japelin acabara tan bien su vida cuanto -honrosamente acabó la del adultero soldado, que diera por ser él la -mitad del reino de Chipre, que tengo de ganar; pues como muriera, no -desesperado como murió, sino en alguna batalla, quedara gloriosisimo; -que en fin un bel morir tutta la vita onora. Quiso Sancho salir á -contar otro cuento, y impidieronselo los canonigos y su amo, diziendo -que despues le contaria; que ahora era bien, guardando el decoro á los -habitos religiosos de aquel venerable señor ermitaño, darle la primer -tanda. Y asi le suplicaron la aceptase, contandoles algo que fuese -menos melancolico que el cuento pasado, y que no pusiese como él las -almas de todas las figuras en el infierno; porque era cosa que los -habia dexado tristisimos; si bien todos alabaron al curioso soldado de -la buena disposicion de la historia, y de la propriedad y honestidad -con que habia tratado cosas que de sí eran algo infames. Excusose el -ermitaño cuanto pudo, y viendo era en vano, con pretesto de que nadie -interromperia el hilo de su historia, empeçó la siguiente, diferente en -todo de la pasada, y más en el fin. - - - - -CAPITULO XVII - -En que el ermitaño da principio á su cuento de los Felizes Amantes. - - -Cerca los muros de una ciudad de las buenas de España hay un monasterio -de religiosas de cierta orden, en el cual habia una, entre otras, que -lo era tanto, que no era menos conocida por su honestidad y virtudes, -que por su rara belleza: llamabase doña Luisa, la cual, yendo cada dia -creciendo de virtud en virtud, llegó á ser tan famosa en ella, que -por su oracion, penitencia y recogimiento mereció que siendo de solos -veinte y cinco años, la eligiesen por su perlada las religiosas del -convento, de comun acuerdo, en el cual cargo procedió con tanto exemplo -y discrecion, que cuantos la conocian y trataban la tenian por un angel -del cielo. Sucedió pues que cierta tarde, estando en el locutorio -del convento un caballero llamado don Gregorio, moço rico, galan y -discreto, hablando con una deuda suya, llegó la Priora, á quien él -conocia bien por haberse criado juntos cuando niño, y aun querido -algo con sencillo amor, por la vecindad de las casas de sus padres; y -viendola él, se levantó con el sombrero en la mano, y pidiendola de su -salud, y suplicandola emplease la cumplida de que gozaba en cosas de -su servicio, le dixo ella: Esté v. m., mi señor don Gregorio, muy en -hora buena, y sepamos de su boca lo que hay de nuevo, ya que sabemos -de su valor con la merced que nos haze. Ninguna, respondió él, puede -hazer quien nació para servir hasta los perros desta dichosa casa: -ni sé nuevas de que avisar á v. m., pues no lo seran de que de las -obligaciones que tengo á mi prima nacen mis frecuentes visitas, y la -que hoy hago es á cuenta de un deudo que le suplica en un papel le -regale con no sé que alcorzas, en cambio de ocho varas de un picotillo -famoso ó perpetuan vareteado que le envia. Bien me parece, dixo la -Priora; pero con todo, v. m. me la ha de hazer á mí de que, en acabando -con doña Catalina, se sirva de llevar de mi parte este papel á mi -hermana; que basta dezir esto para que sepa en que convento, pues no -tengo más que la religiosa, de la cual aguardo ciertas floreras para -una fiesta de la Virgen que tengo de hazer, con obligacion de que ha de -dar orden v. m. en que se me traigan esta tarde con la respuesta; que -por ser el recado de cosa tan justificada, y v. m. tan señor mio casi -desde la cuna, me atrevo á usar esta llaneza. Puede v. m., respondió -el caballero, mandarme, mi señora, cosas de mayor consideracion; que -pues no me falta para conocer mis obligaciones, tampoco me faltará, -mientras viva, el gusto de acudir á ellas; que más en la memoria tengo -los pueriles juguetes y los asomos que entre ellos dí de muy aficionado -servidor dese singular valor, de lo que v. m. puede representarme. -Riose la Priora, y medio corriose de la preñez de dichas razones, -con que se despidió luego, diziendo lo hazia por no impedir la buena -conversacion, y porque le quedase lugar de hazerle la merced suplicada, -cuya respuesta quedaba aguardando. Apenas se hubo despedido ella, -cuando don Gregorio hizo lo mismo de su prima, deseosisimo de mostrar -su voluntad en la brevedad con que acudia á lo que se le habia mandado. -Fue al monasterio do estaba la hermana de la Priora, cuyas memorias -fueron representando de suerte á la suya su singular perfecion, -hermosura, cortesia de palabras, discrecion, y la gravedad y decoro de -su persona, juntamente con la prudencia con que le habia dado pie para -que, sirviendola en aquella niñeria, la visitase, que con la bateria -deste pensamiento se le fue aficionando en tanto extremo, que propuso -descubrille muy de proposito el infinito deseo que tenia de servilla, -luego que volviese á traelle la respuesta. Llegó con esta resolucion -al torno del convento de la hermana; llamola, diole el papel y prisa -por su respuesta, y ofreciosele cuanto pudo; y agradeciendo su termino -doña Ines (que este era el nombre de la hermana de la Priora), diole -la deseada respuesta á él, y á un paje suyo las curiosas flores de -seda que pedia, compuestas en un açafate grande de vistosos mimbres. -Volvió luego, contentisimo con todo, don Gregorio á los ojos de la -discreta Priora, y llegando al torno de su convento y llamandola, pasó -al mismo locutorio en que la habia hablado, por orden della, no poco -loco del gozo que sintió su animo, por la ocasion que se le ofrecia de -explicarle su deseo en la platica, que de proposito pensaba alargar -para este efecto, como quien totalmente estaba ya enamorado della. -Apenas entró en la grada el recien amartelado mancebo, cuando acudió -á ella la Priora, diziendole: A fe, mi señor don Gregorio, que haze -fielmente v. m. el ofizio de recaudero, pues dentro de una hora me veo -con las deseadas flores, respuesta de mi hermana, y en presencia de v. -m., á quien vengo á agradecer como debo tan extraordinaria diligencia. -Señora mia, respondió él, por eso dize el refran: Al moço malo ponedle -la mesa y enviadle al recaudo. Está bien dicho, replicó ella; pero -ese proverbio no haze (á mi juizio) al proposito; porque ni á v. m. -tengo por malo ni en esta grada hay mesa puesta, ni es hora de comer; -si no es que v. m. lo diga (que á eso obligan esas razones) porque -le sirva con algunas pastillas de boca ó otra niñeria de dulce; y si -á ese fin se dirige el refran, acudiré presto á mi obligacion con -grande gusto. No ha dado v. m. en el blanco, respondió don Gregorio; -que sin que hable de pastillas ni conservas, sustentaré facilmente -se halla y verifica en este locutorio cuanto el refran dize. ¿Como, -respondió doña Luisa, me probará v. m. que es mal moço? Lo más facil -de probar, dixo él, es eso, pues malo es todo aquello que para el -fin deseado vale poco; y valiendolo yo para cosas del servicio de v. -m., que es lo que más deseo, y á quien tengo puesta la mira, bien -claro se sigue mi poco valor; y no teniendole, ¿que puedo tener de -bondad, si ya no es que la de v. m. me la comunique, como quien está -riquisima della y de perfeciones? Gran retorico, dixo la Priora, viene -v. m., y más de lo que por acá lo somos para responderle; que, en fin, -somos mugeres que no vamos por el camino carretero, hablando á lo -sano de Castilla la Vieja; aunque, con todo, no dexaré de obligarle -á que me pruebe como se salva lo que dixo, que dexó la mesa puesta -cuando fue con el papel que le supliqué llevase á mi hermana, ya que -aparentemente me ha probado que es mal moço. Eso, señora mia, respondió -él, tambien me será cosa poco dificultosa de probar; porque donde -se ve el alegria de los convidados y el contento y regocijo de los -moços pereçosos, juntamente con el concurso de pobres que se llegan -á la puerta, se dize que está ya la mesa puesta y que hay convite; -lo mismo colegí yo del gozo que sentí cuando merecí ver esa generosa -presencia de v. m., que se me ofrecia con ella, pues vi en ese bello -aspecto, digno de todo respeto, una esplendidisima mesa de regalados -manjares para el gusto, pues le tuve y tengo el mayor que jamas he -tenido, en ver la virtud que resplandece en v. m., pan confortativo -de mis desmayados alientos, acompañada de la sal de sus gracias, y -vino de su risueña afabilidad; si bien me acobarda el cuchillo del -rigor con que espero ha de tratar su honestidad mi atrevimiento, si ya -esa singular hermosura, despertador concertado dél, no le disculpa. -Quedosela mirando sin pestañear, dichas estas razones, saltaronseles -tras ellas algunas lagrimas de los amorosos ojos, harto bien vistas y -mejor notadas de doña Luisa, á cuyo coraçon dieron no pequeña bateria; -aunque disimulandola, y encubriendo cuanto pudo la turbacion que le -causaron, le respondió con alegre rostro, diziendo: Jamas pensara de -la mucha prudencia y discrecion de v. m., señor don Gregorio, que, -conociendome tantos años ha, pudiese juzgarme por tan bozal, que no -llegue á conocer la doblez de sus palabras, el fingimiento de sus -razones y la falsedad de los argumentos con que ha querido probar la -suficiencia de mi corto caudal; mas pase por agora el donaire (que -por tal tengo cuanto v. m. ha dicho); y pues tiene en esta casa prima -de las prendas de doña Catalina, que le desea servir en extremo, no -tiene que pretender más, pues cuando lo haga no sacará de sus desvelos -sino un alquitran de deseos dificiles de apagar si una vez cobran -fuerça, pues la mesma imposibilidad les sirve á los tales de ordinario -incentivo, en quien se ceban, pues de contino el objeto presente, que -mueve con más eficacia que el ausente á la potencia muestra la suya -cuando lucha con los imposibles que tenemos las religiosas. Con esto -(pues v. m. me entenderá como discreto) pienso he bastantisimamente -satisfecho á las palabras y muestras de voluntad de v. m.; y con ello -se despide la mia; pero no de que me mande cosas de su servicio, más -conformes á razon y de menos imposibilidad; que haziendolo, podrá v. -m. acudir una y mil vezes á probar las veras de mi agradecimiento; y -cuando las ocupaciones de mi ofizio me tuvieren ocupada, no faltaran -religiosas de buen gusto que no lo estén para acudir en mi lugar á -servir y entretener á v. m. Habia estado don Gregorio oyendo esta -despedida equivoca con estraña suspension, mirando siempre de hito en -hito á quien se la daba; y desocupado de oir, respondió agradecia mucho -la merced que se le hazia, pues cualquiera, por pequeña que fuese, le -sobraba; pero que entendia quedaba de suerte con la llaga que la vista -de sus blancas tocas y bellisimo rostro (manteles ricos de la mesa que -de sus gracias habia puesto á su voluntad) le habia causado, que tenia -su vida por muy corta si su mano, en quien ella estaba, no le concedia -algun remedio para sustentarla. Despidiose la Priora tras esto dél, -diziendole se reportase, y fiase lo demas del tiempo y de la frecuencia -de las visitas, para las cuales de nuevo le daba licencia. Volviose don -Gregorio á su casa tan enamorado de doña Luisa, que de ninguna manera -podia hallar sosiego: acostose sin cenar, lamentandose lo más de la -noche de su fortuna y de la triste hora en que habia visto el bello -angel de la Priora, la cual luego tambien que se apartó dél se subió -con el mismo cuidado á su celda, do començó á revolver en su coraçon -las cuerdas razones que don Gregorio le habia dicho, las lagrimas que -en su presencia y por su amor habia derramado, la aficion grande que -le mostraba tener, y el peligro de la vida con que á su parecer iba si -no le hazia algun favor; y el ser él tan principal y gentil hombre, -y conocido suyo desde niño, ayudó á que el demonio (que lo que á las -mugeres se dize una vez, se lo dize á solas él diez) tuviese bastante -leña con ello para encender, como encendió, el lascivo fuego con que -començó á abrasarse el casto coraçon de la descuidada Priora; y fue -tan cruel el incendio, que pasó con él la noche con la misma inquietud -que la pasó don Gregorio, imaginando siempre en la traça que tendria -para declararle su amoroso intento. Venida la mañana, baxó luego con -este cuidado al torno, y llamando una confidente mandadera, le dixo: -Id luego á casa del señor don Gregorio, primo de doña Catalina, y -dezidle de mi parte que le beso las manos, y que le suplico me haga -merced de llegarse acá esta tarde; que tengo que tratar con él un -negocio de importancia. Fue al punto la recaudera, cuyo recado recebió -don Gregorio con el gusto que imaginar se puede, asentado en la cama; -de la cual no pensaba levantarse tan presto, y dixo á la muger: Dezid -á la señora Priora que beso á su merced las manos, y que me habeis -hallado en la cama, en la cual estaba de suerte, que, á no mandarmelo -su merced, no me levantara della en muchos dias, porque el mal con -que sali de su presencia ayer tarde me ha apretado esta noche con -increible fuerça; pero ya con el recado cobro la necesaria para -poder acudir, como acudiré á las dos en punto, á ver lo que manda su -merced. Fuese la mandadera, y quedó el amante caballero totalmente -maravillado de aquella novedad, y no sabia á que atribuirla: por una -parte consideraba el rigor con que el dia pasado le habia despedido; -y por otra, el enviarle á llamar tan de prisa para comunicarle (como -la mandadera le habia dicho) un negocio de importancia, le aseguraba -ó prometia algun piadoso remedio. Aguardaba con sumo deseo el fin de -la visita, y llegada la hora de hazella, fue puntualisimamente al -convento; y avisando en el torno, y cobrada respuesta en él de que -pasase á la grada, fue á ella, do estuvo esperando á que la Priora -saliese, haziendosele cada instante de su tardanza un siglo; pero salió -dentro de breve rato, risueña y con muestras de mucha afabilidad, -diziendole, no sin turbacion interior: No quiere tan mal á v. m. -como piensa, mi señor don Gregorio, quien le ha enviado á llamar en -amaneciendo con tanto cuidado; pero hanmele causado tan grande las -muestras de indisposicion con que v. m. se fue anoche, que temiendo -no naciese ella del cansancio tomado en ir y venir del convento de mi -hermana á este á mi cuenta, me ha parecido quedaba tambien á ella el -saber, lo uno de su salud, y lo otro el divertille esta tarde de la -pasada melancolia, causada de mi inadvertencia; que sin duda de la que -debi tener en el hablar tomó v. m. ocasion para dezirme aquellas tan -amorosas cuanto estudiadas razones con que pretendió darme á entender, -á vueltas de aquellas fingidas lagrimas, le desvelaban mis memorias y -enamoraban mis cortas prendas; pero no le ha salido mal el intento, -si le tuvo de obligarme con eso á que le enviase á llamar, pues en -efecto ha salido con él; y si ese ha sido el artificio motriz de -aquel fingimiento, digame v. m. agora sin él, pues me tiene presente, -su pretension; que para ello le da cumplidisima licencia mi natural -vergüença, pues (como dizen) el oir no puede ofender; y hago esto -porque, como me dixo v. m. al despedirse, habia yo de ser causa de -su temprana muerte, no me ha parecido debia dar lugar á que el mundo -me tuviese por homicida de quien tantas partes tiene, y es por ellas -digno de vivir los años que mi buen deseo suplica á Dios le dé de vida, -confiada en que no perderemos nada los desta casa en que la tenga -larguisima quien tan bienhechor es della. Respondiole don Gregorio, -cobrando un nuevo y cortes atrevimiento, diziendo: Ha sido tan grande, -señora mia, la merced que hoy se me ha hecho y va haziendo agora, y -hallome tan incapaz de merecerla, que me parece que aunque los años de -mi vida llegasen á ser tantos cuantos prometen los nobles y religiosos -deseos de v. m., no podia pagar en ellos, por más que los emplease en -servicio de esta casa, la minima parte della; pero ya que no la puedo -pagar con caudal equivalente, pagarela, á lo menos, con el que agora -corre entre discretos, que es con notable agradecimiento y confesion -de perpetuo reconocimiento; aunque quiero que v. m. entienda (y esto -sabe el cielo cuanta verdad es) que si no acudiera con la brevedad -que acudió con el recaudo y esperanças de su visita, ya no la tuviera -yo, ni vida con ella, á la hora presente, segun me apretaba la pasion -amorosa que las gracias de v. m. me causan; pero ya de aqui adelante -pretendo mirar por mi vida, para tener siquiera qué emplear en servicio -de quien tan bien sabe darmela cuando menos la confio; y porque acabe -de conocer proseguirá v. m. el hazermela, quiero atrevidamente pedir -otra de nuevo, confiado en lo que acaba de dezir, de que gusta de mi -vida. Veamos, dixo la Priora, que cosa es, y conforme á la peticion, -se podrá facilmente juzgar si será justo concederla ó no: diga v. m. -Yo, señora, no pido nada, replicó él; que no querria me sucediese lo -de anoche, de dar pesadumbre á v. m. Sin duda, dixo ella, que debe de -ser, segun se le haze de mal el dezirlo, algun pie de monte de oro. No -es, respondió don Gregorio, sino una mano de plata (que tales son las -blanquisimas de v. m.) para besarla por entre esta reja. Aunque haya -sido atrevimiento, señor don Gregorio, replicó la Priora, no dexaré de -usar desa llaneza y libertad, por haberlo prometido;--y sacando de un -curioso guante la mano, la metió por la reja, y don Gregorio, loco de -contento, la besó, haziendo y diziendo con ella mil amorosas agudezas, -y ella le dixo: Agora ¿estará v. m. contento? Estoylo tanto, replicó -el nuevo amante, que salgo de juizio, pues con esto cobro nueva vida, -nuevo aliento, nuevo gozo, y sobre todo, nuevas esperanças de que se -lograrán más de cada dia las mias; y asi podré dezir está todo mi ser -en la mano de v. m., en la cual, como pongo los ojos, pongo y pondré -mientras viva mis deseos y memorias. Pues, señor don Gregorio, dixo -doña Luisa, ya no es tiempo de disimulacion ni de que v. m. ignore que -si me ama con las veras que finge, no haze cosa que no me la deba; -y si he disimulado hasta agora, ha sido no con poca violencia de mi -voluntad; pero forçabanla el ser muger y religiosa y cabeça de cuantas -lo son en esta grave casa, y tambien que deseaba enterarme y ver si -la perseverancia confirmaba los asomos del amor que con palabras y -lagrimas me començó á mostrar; pero ya que mi ceguera me obliga á que -crea lo que tan dificil es de averiguar, digo que soy contentisima de -que todos los dias me visite, y aun le suplico lo haga, variando las -horas para mayor disimulacion; y advierta v. m. hago más en confesarme -ciega y amante, que en cuanto tras eso diere lugar á v. m., pues el -mayor imposible que sentimos las mugeres es el haber de otorgar amamos -á quien con sola esa confesion suele tomar animo para condenarnos á -perpetuo desprecio y desesperados celos: ¡plegue á Dios no me suceda á -mí asi! Libertad terná v. m. de hablarme sin impedimento; que el ser -priora me da aquella y me quita estos; y crea v. m. que perseverando, -pienso serle autora de mayores servicios; y baste por agora, y v. m. -se vaya; que quedo confusisima de mi determinacion y de la poca fuerça -que en mí siento para resistir á mayores baterias; y lo demas quede -para otro dia. Despidieronse con esto, quedando los dos tan enamorados -como dirá el suceso del verdadero cuento. Luego començaron á andar -los recaudos, los billetes, y á frecuentarse las visitas, enviandose -regalos y presentes de una parte y otra con tanta frecuencia, que ya -daban de sí no poca nota; si bien, como todos veian la autoridad de la -Priora, no reparaban tanto en ello como fuera razon. Duroles este trato -por más de seis meses, hasta que, estando los dos un dia hablando en el -locutorio, començó don Gregorio á maldezir las rejas, que eran estorbo -de que él gozase del mejor bien que gozar podia y deseaba; y lo mesmo -dezia ella; que era de suerte su amor, y estaba tan perdida por el -moço, y tan otra de lo que solia, y era tan frecuentadora de billetes y -ternuras, que hasta el mismo don Gregorio se espantaba de verla tal; y -fue de manera, que ella fue quien dió principio á su misma perdicion, -pues le dixo esa mesma tarde: ¿Es posible, señor, que mostrandome el -amor que me mostrais, seais tan pusilanime y tan para poco, que no deis -traça de entrar de noche por alguna secreta parte adonde podamos gozar -ambos sin çoçobras el dulce fruto de nuestros amores? ¿No advertis -que soy priora y que tengo libertad para poderlo hazer con el debido -secreto? Yo, á lo menos, de mi parte, si vos os disponeis para ello, -harto bien traçado lo tengo con mi deseo y facilitado con vuestra -cobardia; y aun si no fuera ella tanta, podriais sacarme de aqui y -llevarme adonde os diese gusto, pues vivo y estoy en todo dispuesta de -seguir el vuestro. Maravillado don Gregorio desta determinacion, la -respondió: Ya, prenda mia, os he dicho muchas vezes que estoy aparejado -para todo aquello que fuere de vuestro entretenimiento y regalo; y asi, -pues me enseñais lo que debo hazer, será el negocio desta manera. Yo -tomaré dos caballos de casa de mi padre, recogiendo juntamente della -todo el más dinero que pudiere, y vendré á la media noche por la parte -del convento que mejor y más secreto os pareciere; y saliendo dél, -subireis en el uno, yo en el otro, y asi nos iremos juntos á media -posta á algun reino estraño, donde, sin ser conocidos, podremos vivir -todo el tiempo que nos diere gusto; y vos, pues teneis las llaves del -dinero, plata y depositos deste convento, podreis tambien recoger la -mayor suma de cosas de valor que podais, para que vamos asi seguros -de no vernos jamas en necesidad. Asi me parece bien, replicó ella, -que se debe hazer. Quedaron desde luego de concierto de que su ida -fuese á la una de la noche del siguiente domingo, despues de dichos -los maitines, hora en que el galan sin falta estaria aguardando á la -puerta de la iglesia con los caballos; que pues ella se quedaba las -noches con las llaves de casa, facilmente podria abrir la sacristia, y -salir por ella al dicho puesto por la puerta principal de la iglesia, -con presupuesto de caminar la misma noche diez ó doze leguas á toda -deligencia, para que cuando los echasen menos fuese más dificultoso el -hallarlos. Con este concierto y con el de que don Gregorio le enviaria -bien envueltos, como si fuese colgadura, unos curiosos vestidos de dama -con que saliese, se despidieron; y en haziendolo, començó la Priora á -dar orden en su partida, cosiendo en un honesto faldellin que habia -de llevar debaxo, las doblas que pudo recoger, que no fueron pocas, -poniendo en una bolsa otra gran cantidad de moneda de plata, para -llevarla más á mano; de suerte que sacó del convento entre moneda y -joyas más de mil ducados. La mesma prevencion hizo don Gregorio, el -cual, contrahaziendo las llaves de ciertos cofres de su padre, sacó -dellos más de otros mil ducados, sin otra gran cantidad de dineros -que pidió prestados á amigos; que con la confianza de que era hijo -unico y mayorazgo de caballeros de más de tres mil de renta, fue facil -hallar algunos que se los prestasen. Llegado el concertado domingo, á -las doze de media noche, hora de universal silencio por la seguridad -que dan los primeros sueños, que, por serlo, son más profundos, se -baxó don Gregorio con la aprestada maleta de lo que habia de llevar, -á la caballeriza, y ensillando en ella dos de los mejores caballos, -sin ser de nadie sentido se salió de casa, y fue al monasterio, do -estuvo aguardando en la puerta de la iglesia á que su querida doña -Luisa saliese, la cual, acabados los maitines, se volvió á su celda, -y quitandose en ella los habitos, se vistió las ropas de secular que -don Gregorio le habia enviado, y tenia en un arca, como queda dicho; -y poniendo las de religiosa sobre una mesa, y dexando alli una bien -larga carta escrita de la causa que sus amores le dieron para irse -(como se iba) con don Gregorio, dexó, ni más ni menos, alli una vela -encendida, con el breviario y rosario, de quien siempre habia sido -devotisima, y por él lo habia sido en sumo grado de la Virgen, señora -nuestra, toda su vida; y tomando tras esto un gran manojo de llaves, -las cuales eran de toda la casa y de la iglesia, se salió de la celda -lo más pasito que le fue posible, y se fue por el claustro, y baxó -á la sacristia; y abriendola sin ser sentida, salió al cuerpo de la -iglesia con las llaves en la mano; y habiendo de pasar al salir della -por delante de un altar de la Virgen benditisima, de cuya imagen era -particular devota, y le celebraba todas las fiestas suyas con la mayor -solenidad y devocion que podia, á la que llegó delante della, se hincó -de rodillas, diziendo con particular ternura interior y notable cariño -de despedirse della, privandose del verla, porque era la cosa que más -queria en esta vida: Madre de Dios y Virgen purisima, sabe el cielo y -sabeis vos cuanto siento el ausentarme de vuestros ojos; pero estan tan -ciegos los mios por el moço que me lleva, sin hallar fuerças en mí, -con que resistir á la pasion amorosa que me lleva tras sí, voy yo tras -ella sin reparar en los inconvenientes y daños que me estan amenaçando; -pero no quiero emprender la jornada sin encomendaros, Señora, como os -encomiendo con las mayores veras que puedo, estas religiosas que hasta -ahora han estado á mi cargo: tenedle pues dellas, Madre de piedad, -pues son vuestras hijas, á las cuales yo, como mala madastra, dexo y -desamparo: amparadlas, digo, Virgen santisima, por vuestra angelica -puridad, como verdadero manantial de todas las misericordias, siendo -como sois la madre de la fuente dellas: de Cristo, digo, nuestro Dios -y Señor. Volved y mirad, os suplico otra vez, en mi lugar, por estas -siervas vuestras que aqui quedan, más cuidadosas de su limpieza y -salvacion que yo, que voy despeñandome tras lo que me ha de hazer -perder lo uno y lo otro, si vos, Señora, no os apiadais de mí; pero -confio que lo hareis, obligada de vuestra inexplicable y natural piedad -y de la devocion con que siempre he rezado vuestro santisimo rosario. Y -dicha esta breve oracion, y hecha tras ella una profunda reverencia á -la imagen, abrió el postigo de la iglesia, y abierto, se volvió á dexar -las llaves delante del dicho altar de la Virgen, tras lo cual se salió -á la calle, entornando tras sí la puerta. Apenas estuvo fuera della, -cuando le salió al encuentro don Gregorio, que la estaba aguardando -hecho ojos, y tomandola en braços (tras haberla tenido un breve rato -entre los suyos amorosos haziendo desenvolturas que el recelo de no -ser vistos le consintió), la subió en el caballo que le pareció más -manso, con que començaron luego á caminar de suerte que los vino á -tomar el dia seis ó siete leguas lexos de adonde habian salido; y en el -primer lugar se proveyeron de todo lo necesario tocante á la comida, -con fin de no entrar en poblado, si no fuese de noche, para hurtar asi -el cuerpo á la mucha gente que tenian por sin duda iria en su busca. -En efeto, señores, que aquella habia profesado y prometido castidad -á Dios, y la habia guardado hasta entonzes con notables muestras de -virtud, permitiendolo asi su divina Magestad por su secreto juizio y -por dar muestras de su omnipotencia (la cual manifiesta, como canta -la Iglesia, en perdonar á grandes pecadores gravisimos pecados), y -por mostrar tambien lo que con él vale la intercesion de la Virgen -gloriosisima, madre suya, y con cuantas veras la interpone ella en -favor de los devotos de su santisimo rosario, la perdió por un deleite -sensual y momentaneo, yendo á rienda suelta por el camino fragoso de -sus torpezas, olvidada de Dios, de su profesion y de todos los buenos -respetos que á quien era debia. Mas no hay que maravillarse hiziese -esto, dexada de la mano de Dios, pues, como dize san Agustin, más -hay que espantarse de los pecados que dexa de hazer el alma á quien -desampara su divina misericordia, que de los que comete; que eso, -dize David, vozean los demonios, enemigos de nuestra salvacion, al -hombre que llega á tal miseria tomando animo por ello de perseguirle, -y prometiendose vencerle en todo genero de vicios: Deus dereliquit -eum: persequimini et comprehendite eum, quia non est qui eripiat. -Continuaron su camino los ciegos amantes, con los justos miedos y -sobresaltos que imaginar se pueden de quien anda en desgracia de Dios, -algunos dias, sin parar jamas hasta que llegaron á la gran ciudad -de Lisboa, cabeça del ilustre reino de Portugal. Alli pues hizo don -Gregorio una carta falsa de matrimonio, y alquilando una buena casa, -compró sillas, tapices, bufetes, camas y estrado con almohadas para -su dama, con el demas ajuar necesario para moblar una honrada casa, -comprando juntamente para el servicio della un negro y una negra: -cargó tras esto de galas y joyas para adorno suyo y de su bella doña -Luisa. Pasaron la vida muchos dias, acudiendo en aquella ciudad á todo -cuanto apetecian sus ciegos sentidos, como fuese de entretenimiento, -disolucion y fausto, sin perder fiesta ni comedia la gallarda forastera -(que asi la llamaban los portugueses) de cuantas en Lisboa se hazian. -Paseaba tambien sus calles don Gregorio de dia, ya con una gala y -caballo, y ya con otro, gozando sin escrupulo ninguno de conciencia -de aquella pobre apostata perlada, olvidado totalmente de Dios y sin -rastro de temor de su divina justicia; porque, como dize el Espiritu -Santo por boca de Salomon, lo que menos teme el malo cuando llega -á lo ultimo de su maldad, es á Dios. Dos años estuvieron en Lisboa -los ciegos amantes, gastandolos en la vida más libre y deleitosa que -imaginarse puede, pues todo fue galas, convites, fiestas, y sobre todo -juegos, á que don Gregorio se dió sin moderacion alguna. - - - - -CAPITULO XVIII - -En que el ermitaño cuenta la baxa que dieron los Felizes Amantes en -Lisboa por la poca moderacion que tuvieron en su trato. - - -Es infalible que se llegue al cabo de adonde se saca algo (como dize -el refran) y no se echa. Digolo, señores, porque, como dieron tanta -prisa las libertades de don Gregorio y sus juegos, y las galas de su -doña Luisa y sus saraos, á desembolsar los dineros que habian traido -de su tierra, sin que de ninguna parte ni de ningun modo les viniese -ganancia, començaron al cabo de los dos años dichos á echar de ver -ambos se iban empobreziendo; y hizieronlo tan por la posta, que en -breve les fue forçoso vender las colgaduras y aun muchas ó todas las -joyas de casa, tras lo cual vendió él tres ó cuatro caballos que tenia; -pero remediose poco con su venta, porque con el dinero que sacó della, -codicioso de ganar ó picado de lo perdido, se fue á una casa de juego, -do tras perderle todo, vino á perder hasta un famoso ferreruelo que -traia, siendole necesario detenerse hasta la noche sin volver á su -casa, porque no le viesen los que le conocian, ir (como de hecho fue) -en cuerpo por las calles; y llegando apesarado, corrido, pobre y sin -capa á los ojos de su doña Luisa, que le aguardaba con harta necesidad, -no tuvo animo la triste dama de reprenderle su inconsideracion, -temerosa de no darle materia para que la dexase ó hiziese alguna -baxeza; antes consolandole, dió orden de que vendiesen los negros, como -lo hizieron; pero acabaronse presto los dineros que sacaron dellos, -parte con el gasto ordinario, y parte con los escesos del juego de don -Gregorio, que eran grandes (quiçá por permision divina, para reducirlos -á su conocimiento, mediante la necesidad), y llegaron al cabo á verse -tales, que ni prenda que empeñar, ni pieça que vender tuvieron: con -que el dueño de la casa, conociendo el peligro que corria la cobranza -de sus alquileres, dió orden de executarlos por ellos si no le daban -por seguro algun abonado fiador: fueles imposible hallarle; y asi, -hubo el galan de rematar con los vestidos de su doña Luisa, á la cual -viendo llorosa, desnuda, corrida y medio desesperada, dixo el prodigo -moço un dia: Ya veis, mi bien, lo que pasa y cuan imposible nos es -vivir en esta ciudad sin notable nota della y vergüença nuestra, por -ser tan conocidos de la gente principal, de quien no tengo cara para -ampararme. Muy sin consideracion hemos andado en gastar tan sin tino -lo que de nuestras tierras sacamos, y sin mirar en lo que adelante nos -podia suceder; pero pues para lo hecho no hay remedio, pareceme que -lo que agora debemos hazer, previniendo mayores daños, es, que pues -nos vemos tales, nos salgamos una noche, sin ser vistos, de Lisboa, y -vamos á dar cabo á la primer ciudad de Castilla, que es Badajoz, do, -por no conocernos ni habernos visto con la pompa y fausto que los de -Lisboa, podremos pasarlo mejor y con menos gasto; que pues vos teneis -tan buenas manos para cosas de labor, facil será el ganar con ellas con -que moderadamente vivamos, ya enseñando á labrar á algunas niñas, y ya -labrando para otros. Respondiole con no pocas lagrimas y sentimiento la -triste dama que hiziese della cuanto fuese de su gusto, pues estaba ya -dispuesta á seguirle en todo sin contradizion alguna. Salieronse, cual -pueden pensar vs. ms., de la gran Lisboa, haziendo su viage á pie y sin -más provision ni ropa que la que llevaban á cuestas, yendo sin espada -y en cuerpo don Gregorio, por la perdida que habia hecho de su capa en -el juego; pero lo que él más sentia era verse imposibilitado de poder -llevar á caballo á su doña Luisa, que por la aspereza de los caminos -y delgadeza de sus pies, los llevaba abiertos y cribillados, por ir, -como iba, con pobrisimo calçado, y necesitada, en fin, de pedir limosna -por las puertas de las casas de los pueblos por donde pasaba, como -tambien lo iba haziendo él, llenas sus plantas de vejigas. Llegaron -al cabo de algunos dias á Badajoz despeados, do llegando, les fue -forçoso irse á alojar por su gran pobreza al hospital; que era tanta, -que si algunos compasivos pobres dél no les dieran de los mendrugos -que por las casas habian recogido de limosna, quedaran la noche que -llegaron, sin cenar. Aqui fue el llorar, hecha otro hijo prodigo, de -la afligida doña Luisa, y el considerar la abundancia que tenia en el -monasterio de donde era priora; aqui el arrepentirse de haber salido -tan inconsideradamente dél con don Gregorio, con tan grave ofensa de -Dios y tan en deshonra de los linajes de entrambos; aqui, finalmente, -el solloçar por la perdida de la irrecuperable joya de la virginidad. -Pasó la noche, en efeto, la aburrida señora lamentando con estraño -sentimiento su desventura, tanto, que el afligido don Gregorio no le -osaba hablar; antes corridisimo y melancolico, se estaba escuchandola -en un rincon del mismo aposento; y si algo dezia, era tambien endechas -y pesares por los que padecia y esperaba padecer, sin esperanças -de poder volver en toda su vida á su tierra, en la cual era rico y -regalado mayorazgo: con cuya consideracion y con la que tenia del -sentimiento de sus padres, deudos y amigos, arrancaba de rato en rato -un doloroso suspiro del centro de su afligida alma, con que enternecia -las piedras, maldiziendo su desconcierto, ciega determinacion, locos -amores y á los infernales gustos, y finalmente la primer vista de quien -habia sido causa total de tan fatales principios y del fin peligroso -que ellos las vidas de su cuerpo y alma amenazaban. Pasada la noche -en estas ocupaciones y sentimientos, y venida la mañana, entró en el -hospital un caballero mancebo, á quien tocaba reconocer aquella semana -que gente habia entrado y dormido en él; que para no dar lugar á que -se poblase de vagamundos tenia esta cuerda providencia aquella ciudad, -de tener administradores que por semana visitasen los peregrinos y se -informasen de sus necesidades; y llegandose á doña Luisa, luego que -la vió moça y hermosa, aunque mal vestida, le preguntó que de donde -era; y respondiendo ella con muestras de vergüenza que de Toledo, -replicó él si conocia á tales y tales personas bien señaladas en dicha -ciudad: respondió la dama luego que no, porque habia mucho tiempo -que habia salido de allá. Estando en esta platica, se les juntó don -Gregorio, diziendo: Esta muger, señor mio, es natural de Valladolid, -y es mi esposa. ¿Pues para que, dijo el caballero, es menester mentir -aqui? Muestrenme acá la carta del casamiento; porque, si no son marido -y muger, seran muy bien castigados. Sacó luego su carta falsa don -Gregorio, y enseñosela, de la cual el caballero quedó satisfecho, y les -preguntó que adonde caminaban; porque alli no podian estar más de solo -un dia. Respondió don Gregorio que venian á aquella ciudad de asiento -para vivir en ella. ¿Pues que ofizio teneis? replicó el administrador. -Respondiole que no tenia ofizio; pero que su muger era labrandera, y -queria alli, habiendo comodidad, enseñar á labrar algunas niñas. De -suerte, dixo el caballero, que ella os ha de sustentar á vos: harto -trabajo tendreis ambos: con todo, por amor de Dios os llevaré hoy á -mi casa, y os daré en ella de comer hasta buscaros alguna comodidad -con que vos y vuestra muger, que parece honrada, podais vivir en -esta tierra. Mandó tras esto á un paje que los llevase á su casa: -agradecieronselo mucho ellos; y por el camino, preguntando por las -prendas de quien tanta merced les hazia, respondió el paje que era un -mancebo rico y tan caritativo, que hazia los más de los dias muchas -limosnas; y asi, que confiasen que él sin duda les buscaria adonde -pudiesen vivir, y aun si fuese menester les pagaria el alquiler de -la casa; nueva fue esta que les dió á ambos notable contento. El -caballero les buscó, en saliendo del hospital, una razonable posada -en que vivian unas costureras, y les hizo dar alquiladas una buena -cama y algunas alhajas de casa, saliendo él á pagar el alquiler de -todo cuanto los huespedes para quien habia de servir, no le pagasen. -Hecha esta diligencia, se fue á mediodia á su posada, en la cual les -hizo dar bien de comer, y en comiendo, les llevó él proprio á la -que les habia buscado, donde le besaron las manos por ello y por un -real de á ocho que les dió de limosna, con que pasaron aquella noche -razonablemente. A la mañana començó doña Luisa á preguntar á aquellas -vecinas que quien le daria que labrar; porque ella no conocia á nadie -en aquella ciudad; las cuales la respondieron: Nosotras, con ser -naturales de aqui y hazer, como dizen, pajaritos de nuestras manos, -morimos de hambre: mirad que hareis, señora, vos venida de ayer acá. -A la fe, hermana mia, que habeis llegado á muy ruin puesto para ganar -de comer, como os enseñará la experiencia. Con todo eso, para dos ó -tres dias, dixo la una, yo os daré con que ganeis siquiera para pan. -Agradecioselo ella, y començó á labrar en cierta obra que le puso en -las manos, quedandose don Gregorio en la cama, pensando pasar mejor la -hambre en ella que paseando. Esa mesma mañana se llegó el caballero, -despues de haber visitado el hospital, á saber de los dos forasteros; -y hallando acostado á don Gregorio, le dixo: ¿Que es, gentil hombre? -¿Como va? ¿Adonde está vuestra muger? Bien hasta agora me va, respondió -el, y ahi con la vecina está mi muger, por quien pregunta v. m., á -quien suplico no se espante de no hallarme levantado; que el no tener -andrajo de çapatos me obliga á ello. No será tanto esa la causa, dijo -el administrador, cuanto poltroneria. Y volviendo las espaldas, se -salió á ver á doña Luisa, y sentandose en un taburete junto á ella, -se la puso á mirar de proposito á las manos y rostro; y reparando -en sus facciones y en la modestia con que estaba, le pareció la más -hermosa muger y más digna de ser amada que en su vida hubiese visto. -Aficionosele luego; que es imposible dexe la voluntad de amar á aquello -que se le representa vestido de bondad, hermosura ó gusto; y rendido -ya á sus partes, le preguntó con muestras de aficion por su nombre y -la causa por que habia dexado su patria. Respondió ella sin levantar -el rostro, con alguna turbacion, que se llamaba doña Luisa, y que por -haber sucedido cierta desgracia á su marido en Valladolid, habian -salido ambos huyendo á uña de caballo (cosa que le pesaba confesar, -y que por no hazerlo, habia dicho al principio que eran de Toledo), -y habiendo dado cabo en Lisboa, habian vivido alli dos años, en el -cual tiempo habian gastado no poca suma de dinero que consigo habian -traido. Por cierto, señora doña Luisa, que siento en el alma (dixo -el caballero) veros empleada en quien tan poco os merece, como este -picaronazo de vuestro marido, pues por una parte os veo hermosa y -discreta, y considero por otra que él os ha de consumir y gastar lo -poco que aqui ganaredes: con todo si quereis hazer por mí lo que os -suplicare, os juro á fe de caballero de remediaros y favoreceros á -ambos en cuanto pudiere, pues no puedo negar sino que os he mirado con -buenos ojos, y de suerte estan los mios enamorados de los vuestros, que -ya vivo con deseo intenso de serviros y agradaros en cuanto pudiere; -y asi, desde luego os suplico me mandeis todo lo que fuere de vuestro -gusto; que á todo acudirá el mio, sin querer mis fieles deseos más -premio que verse admitidos de vuestra memoria, pues con solo esa gloria -juzgaré verme en la mayor que puedo desear. No perdais, bellisima -forastera, la ocasion que á vuestras desdichas ofrece en mis dichosos -cuidados la fortuna, y advertid no es cosa que os pueda estar mal el -hazerme merced. Agradezco cuanto puedo, señor, respondió ella, la -que ese valor me ofrece, sin haberle yo servido ni merecido; pero -siendo muger casada y estando mi marido presente, en gravisimo yerro y -peligro caeria si le ofendiese; y asi por esto, y, lo más principal, -por lo que debo á Dios y á mi misma, suplico á v. m. desista de tal -pretension; y en cuanto no tocare á ella, mandeme; que en todo verá mi -debido agradecimiento. Miradlo, señora, bien, dixo el mancebo; que yo -me encargo en dar orden como vuestro marido no lo sepa ni entienda; y -veis aqui por agora ese doblon para que ceneis esta noche; que dobles -os los daré las que vinieren, como gusteis emplearlas en darme gusto, y -no le tendré hasta que mañana me deis la respuesta que deseo; y me le -puede solo causar el ser ella cual mi fe merece y esa beldad asegura. -Constreñida doña Luisa de la necesidad, que es poderoso tiro para -derribar las flacas almenas de la mugeril vergüença, tomó el doblon, -dandole por el no pocas gracias ni pocas esperanças con recebirle, -pues siempre quien lo haze se obliga á mucho. Levantose tras esto el -administrador, y llamó aparte á la vecina más vieja de la casa y le -dixo: Si acabais con doña Luisa que corresponda á mis ruegos y acete -mis ofertas, os prometo, á ley de quien soy, de daros una saya de -famoso paño, sin otras cosas de consideracion; pero eso rogadselo y -persuadidselo con las mayores veras que pudieredes; y si salis con la -empresa, venid volando con la nueva á mi casa; que della llevareis al -punto las ofrecidas albricias. Asegurole la astuta tercera serlo con -las veras que dirian las obras; y llegandose el caballero, oida esta -respuesta, á la descuidada dama, le asió la mano y se la besó, sin -que lo pudiese ella impedir, partiendose luego. Començó, tras su ida, -la solicita vieja á persuadir eficazmente á la perplexa señora, por -saber ella más de estos ensalmos que de los salmos de David; y fue -de suerte la bateria que le dió, que convencida della doña Luisa, le -vino á responder que, como el negocio fuese secreto, procuraria servir -cuanto pudiese á aquel caballero, con tal que él hiziese tambien por -ella lo que le habia ofrecido: encargose la vieja, agradecida á la -respuesta, de tratar el negocio con igualdad y satisfaccion de ambas -partes, como el efeto mostraria. Entrose doña Luisa en su cuarto, por -ser hora de comer, do contó punto por punto á don Gregorio cuanto -con el caballero le habia pasado; el cual le respondió que, atento -que padecian extrema necesidad y que era imposible remediarla por -otro camino, que condescendiese con su gusto; que para todo daba su -consentimiento y daria el lugar necesario, con tal que le sacase -cuanto pudiese, asi en dineros como en joyas, fingiendo siempre temor -y recelo, y encargandole el secreto. Ya en esto habia ido corriendo la -vieja á ganar las albricias del enamorado caballero; y teniendolas, -y concertado con ella tratase con doña Luisa, se viesen la siguiente -noche donde y como ella mandase, se efetuó todo asi; porque, fingiendo -don Gregorio salirse de la ciudad, dió ella entrada en su propria casa -al caballero, el cual durmió con ella aquella y otras noches, dandole -dineros y todo lo necesario para su sustento y reparo, con que pudieron -ambos vertirse razonablemente. Publicose el negocio, con escandalo del -pueblo; que de ver el toldo de la dama, la bizarria de don Gregorio -y la familiaridad con que trataba con el caballero, frecuentando las -entradas de casa el uno del otro (que todo lo allanó el gusto del -natural y necesidad del forastero), nació el echar de ver todos tenia -tienda la forastera de entretenimientos, la cual aumentó la ocasion -de la murmuracion con el engalanarse, ponerse á la ventana y gustar -de ser vista y visitada, todo con consentimiento de don Gregorio; -que ya no se le daba nada del medrar á costa de la votada honestidad -(pero profanada escandalosamente) de la ciega religiosa, de quien de -nuevo començaron á picarse otros tres mancebos ricos de la ciudad, -admitiendo sus presentes billetes y recados la dama, sin reparar en -comprarlos á costa de su honra. Llegó el negocio á termino que una -noche, encontrandose todos en su calle, trabaron celosos una tan cruel -pendencia, que della salió muerto un hijo de vecino principal: prendió -luego la justicia por indicio á todos los de la riña, depositando á -doña Luisa en casa de un letrado; y al cabo de un mes que corrió la -causa, no pudiendose averiguar quien fuese el homicida, los sacaron á -todos en fiado, dandoles la ciudad por carcel. Don Gregorio fue quien -peor libró, pues salió el postrero della, con sentencia de destierro -perpetuo de Badajoz y su tierra; y hubiera de salir á la vergüença -por las calles, si la buena diligencia del administrador, su amigo, -no lo remediara con dinero: diole, en viendole libre, todo lo que -fue necesario para salirse de la ciudad y irse á la de Merida, do le -aconsejó se entretuviese regalando un par de meses, mientras él en -ellos negociaba se le alçase el destierro, ofreciendole se encargaba de -mirar en ellos por doña Luisa como si fuera su propria hermana. Acetó -de muy buena gana don Gregorio el partido, porque vió en él la puerta -abierta para hazer lo que pretendia, que era dexar á doña Luisa, de -quien ya estaba cansado, y arrepentido de la locura que habia hecho de -encargarse de tan impertinente carga; temiendo, si perseveraba en tal -vida, no lo viniese á ser él de algun burro por las calles publicas -de algun pueblo, ó de alguna horca si se descubria su delito: con -todo, disimuló con ella, de quien se despidió encargandole el recato y -honestidad, y la deligencia en procurar se le alçase el destierro, ó -se fuese tras él á Merida, do la esperaria, si no se podia negociar. -Toda esta platica pasó delante del administrador, que gustaba ya de -verle ausente, no menos que la dama, que deseaba lo mismo por tener más -libertad para sus disoluciones: todos, en efeto, deseaban una misma -cosa, aunque por diferentes fines. Tomó don Gregorio de mano de su -amigo más de quinientos reales, y con ellos y muy bien vestido se salió -de Badajoz á pie para Merida, ciudad que dista poco della. Par Dios, -dixo Sancho, que eso de badajos y esotro que por su mal olor no lo oso -nombrar, declaran bien cuan gran puerco y badajo era ese don Gregorio, -que dexó la monja entre tantos cuervos ó demonios: el tuerto desa pobre -señora, mi señor don Quixote, será bien deshazer, pues ganariamos en -ello las catorze obras de misericordia; y más le digo, que si quiere -ir luego allá, le acompañaré de muy buena gana, aunque sepa perder ó -dilatar la posesion del gobierno de la gran insula y reino de Chipre, -que me toca por linea recta en virtud de la palabra de v. m. y de la -muerte que ha de dar al soberbio Tajayunque, su rey, cuyo guante traigo -bien guardado en esta maleta. No se le encaxaba mal á don Quixote el -consejo de Sancho, y ya con él se le començaban á levantar la mollera, -de suerte, que si los circunstantes, que gustaban infinito de saber el -fin del cuento, no le apaciguaran con buenas razones, echara el bodegon -por la ventana, y se fuera luego de alli, dexandoles en porreta; -pero diziendole el soldado Bracamonte que en acabando de oir donde y -como quedaba aquella señora, le daba palabra de irle á acompañar en -tan santa empresa (pues no teniendo noticia más clara de sus cosas y -sucesos, no le parecia acertado hacer la jornada, porque podria ser -que cuando ellos llegasen á Badajoz ya ella estuviese en otra parte), -se sosegó don Quixote, y ofreció grata atencion á todo, obligandose á -hazer la tuviese tambien su escudero. Con esto, y con agradecerselo -todos, y rogar tras ello al discreto ermitaño prosiguiese tan suspensa -historia, seguro de que, aunque larga, no les cansaba, la prosiguió -diziendo: - - - - -CAPITULO XIX - -Del suceso que tuvieron los Felizes Amantes hasta llegar á su amada -patria[20]. - - [20] En la primera edición dice _porcia_. - - -No se fue don Gregorio á Merida, como habia prometido al caballero -y á doña Luisa, sino á Madrid, donde por la babilonia de la corte -facilmente se encubre y disimula cualquier desdichado; y como él lo -era tanto, vino á parar con toda su nobleza en servir á un caballero -de habito, mudado el nombre, sin acordarse más de su dama que si jamas -la hubiera visto, la cual le pagó con la mesma moneda á los primeros -dias de su ausencia, empleandolos todos en nuevos gustos y en tratar -de estafar á cuantos podia, teniendo por blanco solo el interes; -pero conociendo todos el suyo, començaron á hazer alto, divulgandose -entre ellos la baxa ley y libertad de la forastera; por lo cual, -viendose sin muñidores, y sobre todo, viendo que le hazia algunos malos -tratamientos el administrador, enfadado de su ingratitud y disolucion, -cayó en la cuenta del peligro en que estaba su alma y cuerpo. Advirtió -tambien luego como, habiendo tantos dias que don Gregorio faltaba, -jamas le habia escrito, siendole facil el hazerlo estando en Merida, -por la vecindad, y forçoso el procurarlo por las obligaciones que le -tenia, si como hombre, en fin, no hubiera mudado de intento y dexadola, -como lo tenia por sin duda lo habia hecho. Començó á cavar en la -consideracion de su mal estado tras esto, y Dios á obrar secretamente -en su conocimiento, como aquel que la queria dexar por exemplo de -penitentes y de lo que con su divina misericordia puede la intercesion -de su electisima Madre, y finalmente, de lo que á ella la obligan los -devotos de su santisimo rosario con la frecuentacion de tan eficaz -y facil devocion; que se encendió de suerte su espiritu en amor y -temor de Dios, que empezó á deshazerse en lagrimas, apesarada de las -ofensas cometidas contra su Magestad, confusa por no saber como ni en -quien hallar remedio ni consejo; que tan cargada estaba de desatinos. -Advirtieron su llanto algunos de sus galanes, y deseando enxugarsele, -le preguntaban la causa con gran cuidado y deseo de saberla; pero era -en vano, porque ya aspiraba la reconocida señora á superior consuelo; -y asi, despidiendoles lo mejor que pudo (que no le fue facil, por ser -las arremetidas de los amartelados más fogosas en prosecucion de lo -que despues de amado han procurado dexar, y más si ven desvio en el -gusto), propuso, alumbrada de Dios, volverse á su ciudad y presentarse -en ella secretamente á un caballero deudo suyo, y descubrirle todo el -suceso de su vida, con fin de que él la ayudase á ir sin ser conocida, -á Roma, á procurar alli, echada á los pies de Su Santidad, algun modo -para volver á su monesterio ó á otro cualquiera de su misma orden, -con fin de tener donde enmendar, como deseaba, la infernal vida que -hasta entonzes habia tenido. Con este pensamiento, y encomendandose de -coraçon á Maria sacratisima, madre de piedad y fuente de misericordia, -recogiendo cuanto dinero tenia, y haziendo de sus vestidos y alhajas -todo lo que pudo, se vistió de peregrina con sombrero, esclavina, -bordon y un grueso rosario al cuello y alpargatas á los pies; y -cubierta deste penitente trage, arrebozado el rostro, se salió una -noche obscurisima de Badajoz, tomando la derrota hazia su tierra, -acompañada solo de suspiros, lagrimas y deseos de salvarse, desviandose -cuanto le era posible de los caminos reales, y procurando caminar casi -siempre las noches, en las cuales entraba en las posadas de menos -bullicio á tomar dellas lo más necesario para su sustento, saliendose -luego al campo. No le faltaron algunos trabajos y desasosiegos de gente -libre en el camino; pero vencioles á todos su modestia y sacudimiento, -y sobre todo la santa resolucion que la eficaz gracia le habia hecho -hazer de no ofender más á su Dios en toda su vida, aunque la supiera -perder mil vezes á manos de un millon de tormentos. Padeció tambien -hambre, sed y frio, por ser tiempo en que le hazia grande el en que -caminaba, y por la misma causa le molestaron las aguas y arroyos; -pero acompañabase en ellos de la gente más pobre que hallaba, hasta -pasarlos, á quien despues daba buenas limosnas. Hazia las jornadas -cortas, por el cansancio y tiempo, siendo esto la causa de que fuese -tan largo el que gastó en el camino, pues tardó en llegar á su tierra -más de cuatro meses, visitando en ellos algunos pios santuarios que -le venian á cuento. Quiso ya el cielo apiadarse della y dar fin á su -prolixa jornada; y asi llegando á la ultima, antes de entrar en su -ciudad, á la que descubrió, y reconoció el campanario de su monasterio, -fue tal el sentimiento que hizo postrada en tierra, que no hay lengua -¡oh discretos señores! que lo acierte á pintar. Resolviose en lagrimas, -y resolvió juntamente de quedarse alli en el campo hasta el anochecer, -por entrar á media noche, para mayor seguridad. Hizolo asi, y llegado -el plaço, començó á enderezar los turbados pasos hazia la casa del -deudo de quien pensaba valerse; pero llegando á pasar por delante su -monasterio (que no se si la obligó tanto á ello la necesidad cuanto -el cariño y deseo de ver sus paredes; pero no debió de ser lo uno ni -lo otro, sino inspiracion de Dios para que tuviese su viaje el feliz -fin que se sigue) al punto que daban las onze, y emparejando con el -mismo postigo de la puerta de la iglesia, la vió abierta; y asombrada -de semejante caso, començó á dezir entre sí: ¡Valgame Dios! ¿que -descuido ha sido este de las monjas ó del sacristan que tiene cargo de -cerrar la iglesia? ¿Es posible que se hayan dexado abierto el postigo -de su puerta? Mas ¿si acaso han robado algunos ladrones los frontales -y manteles de los altares ó la corona de la Virgen, que ha de ser de -plata si no me engaño? Por mi vida, que tengo de llegar pasito (aunque -aventure en ello la vida, pues en dichosa parte la perderé cuando aqui -la pierda), y mirar si hay alguna persona dentro, y avisar, por si ha -sido descuido de quien tiene cargo de cerrarle. Metió en esto la cabeça -hazia dentro con gran tiento, y estuvo un rato escuchando; pero no -sintiendo ruido, ni viendo más que dos lamparas encendidas, una delante -del Santisimo Sacramento, y otra delante del altar de la Virgen -benditisima, estuvo suspensa una gran pieça, sin que osase determinase -á entrar, temiendo no estuviese alguna monja rezando acaso en el coro, -y viendola alli, hiziese algun rumor por do se viese en peligro de ser -conocida, y por consiguiente rigurosamente castigada; pero no obstante -este miedo, se resolvió á seguir la primera deliberacion, aunque fuese -con el riesgo de la vida. Entró tras esto osadamente, y pasando por -delante del altar de la Virgen, tropeçó en un gran manojo de llaves -que delante dél estaban en el suelo, del cual suceso maravillada, se -abaxó para verlas y levantarlas con notable turbacion; y apenas lo -hubo començado á poner por obra, cuando la devotisima imagen de la -Virgen la nombró por su nombre con una voz como de reprehension, de -la cual quedó tan atemorizada doña Luisa, que cayó medio muerta en -tierra; y prosiguiendo la Virgen sacratisima, le dixo: ¡Oh perversa y -una de las más malas mugeres que han nacido en este mundo! ¿como has -tenido atrevimiento para osar parecer delante de mi limpieza, habiendo -tú perdido desenfrenadamente la tuya á vueltas de tantos y de tan -sacrilegos pecados como son los que has cometido? ¿De que suerte, di, -ingrata, soldarás la irreparable quiebra de tan preciosa joya? ¿Y con -que penitencia, insolentisima profesa, satisfarás á mi amado Hijo, á -quien tan ofendido tienes? ¿Que enmienda piensas emprender ¡oh atrevida -apostata! para volver por medio della á recuperar algo de lo mucho -que tenias merecido, y has perdido tan sin consideracion, volviendo -las espaldas á las infinitas misericordias que habias recebido de mi -divinisimo Hijo? Estaba en esto la afligidisima religiosa acobardada -de suerte que ni osaba ni podia levantar el rostro, ni hazer otra cosa -sino llorar acerbisimamente; pero la piadosa Virgen, consolandola -despues de la reprehension, no ignorando la amargura y el dolor de su -animo, incitandola á verdadera penitencia, le dixo: Con todo, para que -eches de ver que es infinitamente mi Hijo más misericordioso que tú -mala, y que sabe más perdonar que ofenderle todo el mundo, y que no -quiere la muerte de los pecadores, sino que se conviertan y vivan, le -he yo rogado por tu reparo (obligada de las fiestas, solemnidades y -rosarios que en honra mia celebraste, festejaste y me rezaste cuando -eras la que debias), sin que tú lo merezcas; y él, como piadosisimo que -es, ha puesto tu causa en mis manos; y yo, por imitarle en cuanto es -hacer misericordias, deseando verificar en ti el titulo que de madre -de ellas me da la Iglesia, como á él se la da de padre de tan grande -atributo, he hecho por ti lo que no piensas ni podrás pagarme aunque -vivas dos mil años y los emplees todos en hazerme los servicios que -me solias hazer en los primeros años de tu profesion. Acuerdate que -cuando desta casa saliste, ahora haze cuatro años, pasando delante -deste mi altar, me digiste que te ibas ciega del amor de aquel don -Gregorio con quien te fuiste, y que me encomendabas las religiosas -desta casa, tus hijas, para que mirase por ellas como verdadera madre, -cuando tú les eras madastra; y que las rigiese y gobernase, pues eran -mias; tras lo cual arrojaste en mi presencia esas mismas llaves del -convento que en la mano tienes. Entiende pues que yo, como piadosa -madre, he querido hazer para confusion tuya lo que me encomendaste; y -asi has de saber que desde entonzes hasta ahora he sido yo la priora -deste monasterio en tu lugar, tomando tu propia figura, envejeciendome -al parecer al compás que tú lo has ido haziendo, tomando juntamente -tu habla, nombre y vestido; con que he estado entre ellas todo este -tiempo, asi de dia como de noche, en el claustro, coro, iglesia y -refitorio, tratando con todas como si fuera tú propria: por tanto, lo -que ahora has de hazer, es que tomes esas llaves, y cerrando la puerta -de la iglesia con ellas, te vayas por la sacristia y demas pasos por -donde te saliste, á tu celda, la cual hallarás de la propria forma y -manera que la dexaste, hallando hasta tus habitos doblados sobre el -bufete; pontelos en llegando, y guarda esos de peregrina en la arca; -y advierte que hallarás tambien sobre la propria mesa el breviario y -la carta que dexaste escrita, sin que nadie la haya abierto ni leido, -y la vela encendida junto á ella. En efeto, hallarás todas las cosas, -por mi piadosa diligencia, en el estado en que las dexaste, sin hallar -novedad en alguna, y sin que se haya echado de ver tu falta ni la del -dinero que has desperdiciado: vete, por tanto, á recoger antes que -despierten á maitines, y enmienda tu vida como debes, y lava tus culpas -con las lagrimas que ellas piden; que lo mismo han hecho cuantas tras -tan graves pecados han merecido el ilustre nombre de penitentes que -les da la Iglesia. Quedó la en que estaba doña Luisa, acabando estas -razones la celestial Princesa de todas las hierarquias, llena de un -olor suavisimo; y ella contrita y tan consolada en su espiritu, cuanto -corrida de haber obligado á la Madre del mismo Dios á serlo de sus -subditas; pero obedeciendo á su celestial mandato, recelosa de que no -se llegase la hora de los maitines, se levantó del suelo, cubierta de -sudor y lagrimas, y haziendo una profunda inclinacion á la preciosisima -imagen y otra al Santisimo Sacramento, y tomando las llaves, cerró la -puerta de la iglesia, y se fue á su celda por los mismos pasos que -habia salido della, en la cual lo halló todo del modo que lo habia -dexado y la Virgen le habia dicho. Pusose, en entrando dentro, sus -habitos, guardando en el arca los de peregrina, y apenas lo habia -acabado de hazer, cuando tocaron á maitines; y enjugandose el rostro, -tomó el breviario y estuvo aguardando hasta que vino la monja que solia -llamarla, la cual, tomando el candelero de la mesa, como cada noche -tenia de costumbre, se fue delante alumbrando hasta el coro, donde -estuvo aguardando de rodillas (con no pequeña turbacion, por aparecerle -sueño cuanto veia) á que se juntasen las religiosas; y en habiendolo -hecho, hizo la señal acostumbrada, tras que començaron los maitines; y -acabados ellos y la oracion que de ordinario suelen dezir, se volvieron -á salir todas, y se fueron á sus celdas al postrer señal de la Priora, -la cual tambien hizo lo proprio, acompañandola con luz á la suya la -mesma religiosa que la habia sacado della. Cuando se vió sola començó -de nuevo á derramar lagrimas, parte de dolor por sus culpas, y parte de -agradecimiento por la nunca oida merced que la misericordiosisima Maria -le habia hecho; y haziendole una breve oracion llena de fervorosos -deseos y celestiales conatos, descolgó de la cabeçera de su cama unas -gruesas diciplinas que solia tener en ella, y tomandolas se dió con -ellas por espacio de media hora una cruelisima diciplina sin ninguna -piedad, por principio de la rigurosa penitencia que pensaba hazer -todos los dias de su vida, de aquel sacrilego y deshonesto cuerpo, de -cuya roja sangre quedó el suelo esmaltado en testimonio del verdadero -dolor de sus pecados. Acabado este penitente acto, abrió una arca, -de adonde sacó un aspero cilicio que solia ponerse en las cuaresmas -cuando era la que debia, hecho de cerdas y esparto machacado, el cual -le tomaba desde el cuello á las rodillas, con sus mangas justas hasta -la muñeca; pusose juntamente debaxo de una cadenilla que en la mesma -arca tenia, que le daba tres vueltas, y apretandosela con todo rigor -al delicado cuerpo, dezia: Agora, traidor, me pagarás los agravios que -al espiritu has hecho: no esperes, lo poco que la vida me durare, otro -regalo más que este, y agradece á la madre de afligidos y fuente de -consuelos, Maria, y á su clementisimo Hijo que no te hayan enviado á -los infiernos á hazer esta penitencia, donde fuera sin fruto, forçosa -y tan eterna, que durara lo que el mismo Dios, sin la esperança del -perdon y remedio que agora tienes en la mano, teniendole tan poco -merecido. Y saliendose luego de su celda, se volvió otra vez al -coro, donde estuvo pasando el santisimo rosario delante de la misma -imagen que la habia hablado, hasta la hora de prima, la cual acabada, -hizo al instante llamar al confesor del convento, con quien hizo una -general confesion con no vistas muestras de dolor y arrepentimiento, -contandole todo el suceso de su vida y las abominaciones y pecados que -contra su divina y inmensa Magestad habia cometido los cuatro años -que habia estado fuera del convento: refiriole juntamente el milagro -y merced que por la devocion del rosario, la Reina de los cielos, su -patrona, le habia hecho, supliendo su falta y acudiendo á todas sus -obligaciones, movida de su virginea piedad, salvandole la honra en que -no se echase de ver su falta. El secreto del milagro encargó tras esto -cuanto fue posible, para mientras le durase la vida al confesor, el -cual quedó sumamente maravillado de su grandeza, y lleno de ternura y -devocion en el espiritu, cosa que le aseguraba de la verdad del caso; -y pasmabase cuando consideraba habia merecido su indignidad confesar -y comulgar por su mano, no una, sino muchisimas vezes, á la puridad, -ante quien y en cuya comparacion no la tienen los más puros angeles -del cielo. Con todo, quiso ver el rostro de la penitente perlada y -certificarse de que era ella misma, y no demonio (como temia) que en -figura suya le queria engañar; y vistas sus lagrimas y enterado de la -verdad, la consoló cuanto pudo, y animó para la continuacion de la -empezada penitencia y devocion del santisimo rosario; y perseveró ella -en todo, haziendose mil ventajas cada dia á sí misma, de suerte que -las que la veian con tanta repentina mudança, en el retiro de gradas, -asistencia continua á la oracion, y mortificacion y ordinario curso de -lagrimas, estaban pasmadas, por no saber la causa, como la sabian ella -y su confesor, con que se confesaba los más de los dias, recebiendo el -Santisimo Sacramento muy á menudo. Perseveró en estos exercicios toda -la vida; y al cabo de meses que los continuaba, quiso Dios apiadarse -de su perdido galan, como lo habia hecho della, tomando por medio un -sermon que acaso oyó á un religioso dominico de soberano espiritu, en -una parroquia de la corte, que moviendo el cielo la lengua en él, se -engolfó á deshora en las alabanças de la Virgen y en las misericordias -que habia hecho y hacia cada dia con infernados pecadores, por la suave -devocion de su benditisimo rosario, trayendo en consecuencia desto el -sabido milagro del desesperado hombre que, habiendo hecho donacion de -su alma al demonio con cedula escrita y firmada de su mano y sangre, -por la dicha devocion fue libre de todo, y acabó su vida, perseverando -en ella, santisimamente, tras una bien premeditada y llorosa confesion -general de todos los cometidos desatinos. Cayó en la cuenta de los -suyos el ciego de don Gregorio luego que oyó el doto sermon; y -acordandose tambien de lo mucho que acerca del celestial poder del -rosario le habia dicho diversas vezes su doña Luisa; premeditando las -razones del predicador, y confiriendolas con las que de su dama en -esta parte le traxo Dios á la memoria, le pareció que arrimandose á la -frecuentacion de tan soberano rezo, hallaria en él braço que le sacase -del cieno de sus torpezas, y otra escala, cual la de Jacob, con que -pudiese llegar al cielo, por más entumecido que estuviese en la fragosa -y mal cultivada tierra de sus bestiales apetitos: propuso tras esto -irse al religioso convento de la Virgen de Atocha y confesarse luego -con el santo predicador, cuyo nombre sabia, por haberlo preguntado á -su compañero al baxar del pulpito. Efectuolo eficazmente; que no es -pereçosa la divina gracia ni admite tardanzas: fue al convento, entrose -en la iglesia, postrose delante la imagen milagrosa de la Virgen, -derritiose, puesto alli, en lagrimas: pedia perdon á Dios, piedad á su -Madre, y ayuda á ambos para enmendar los yerros de la pasada y hazer -dellos una general confesion. Alzose luego; entrose en el claustro, -pidió por el predicador, y puesto en su presencia, empeçaron sus ojos -á dezirle lo que su lengua no acertaba: con todo, cuando las lagrimas -le dieron lugar, le dixo: ¡Remedio padre! ¡Socorro, varon de Dios, para -esta alma, que es la más mala de cuantas la misericordia y caridad -inmensa de Jesucristo ha salvado! Entrose al instante el predicador á -su celda, y apenas estuvo dentro, cuando, postrado á sus pies, empeçó á -hazer con acerbo llanto una confesion general de sus excesos, tal, que -estaba el confesor igualmente compungido, confuso y consolado de ver -tal trueco en un moço de los años y prendas de aquel, consolole cuanto -pudo, animandole á la continuacion de sus propositos y del rezo del -santo rosario, cuya era tan feliz mudanza. Y asegurandole del perdon de -sus culpas y de la largueza de las perpetuas misericordias que Dios, -con celestial regocijo de todos los cielos y sus angeles, ha usado -y usa de cada dia con los pecadores recien convertidos de verdadero -coraçon, le envió absuelto, consolado y lleno de mil santos propositos -y fervores; y no fue el menor el con que propuso de ir á Roma á visitar -los santos lugares, besar el pie á Su Santidad, y obtener, para mayor -bien suyo, su plenisima absolucion. Volvió, al salirse del convento, -á hazer oracion á la Virgen, y hecha con las demostraciones del -agradecimiento que tan gran merced como la que acababa de recebir[21] -se volvió á la villa, y en ella trocó luego sus vestidos por unos -de peregrino, hechos de sayal basto; y sin despedirse de su amo ni -de persona, empezó á caminar hazia Roma, do llegó cansado, pero no -menoscabado el fervor con que emprendió tan santa peregrinacion. -Cumplió en aquella grandiosa ciudad con cuanto los deseos que le habian -llevado á ella pedian, y obtenido el fin dellos, dió la vuelta hazia -su tierra, deseando saber, con aquel disfraz y sin ser conocido, de -sus padres; que bien seguro iba de no poderselo ser, segun iba de -flaco, macilento, triste y desfigurado, asi de los trabajos del camino, -como de las penitencias que iba haziendo en él; y no fue la menor -el sufrimiento con que llevó las vexaciones que ciertos salteadores -le hizieron en un peligroso paso. Entró al cabo de dias, cubierto -de confusion, lagrimas y sobresalto, en su amantisima patria, y lo -primero que hizo, llegado á ella, fue irse á pedir limosna al torno -del convento de do sacó la Priora, queriendo fuese teatro del primer -acto de su penitencia en su patrio suelo el mismo que lo habia sido del -que dió principio á su tragica perdicion y ciego desatino. Dieronle -facilmente honrada limosna las caritativas torneras, y en recebiendola, -se llegó á la misma mandadera que le habia llevado el primer recado -de doña Luisa la mañana en que se principiaron sus locos amores, y -preguntole quien era priora de aquella casa; y diziendole ella que -doña Luisa lo era años habia, porque continuaban las religiosas en -reelegirla siempre, no sin gusto de sus superiores, por su gran -virtud,--¡Doña Luisa, replicó él atonito, dezis que es priora! ¿Como es -posible? Ella es, digo, añadió la muger, sin duda. Que os burlais de -mí, porfió él, he de pensar, pues quereis persuadirme es priora desta -casa doña Luisa, de quien he oido dezir estaba muy lexos de poderlo -ser. Doña Luisa, respondió ella, es, ha sido y será priora muchos -años, á pesar de cuantos invidian su virtud y aumento, pues no faltan -muchos que lo hazen. Baxó la cabeça don Gregorio con la confusion y -perplexidad que pensar se puede, sin osar replicar más con la muger, -que ya conocia se iba encolerizando en defensa de su señora, temiendo -por una parte no le conociese en la voz, y por otra, que descuidandose, -no descubriese algo de lo mucho que con la Priora le habia pasado; y -asi, saliendose de alli, se fue por diferentes partes de la ciudad, -fuera de sí y pidiendo igualmente limosna y el nombre de la priora de -tal convento, y dandole unos y otros la misma respuesta que le habia -dado la mandadera, por salir del todo de la confusion en que se veia, -determinó irse de rondon á casa de sus padres, para echarse alli con la -carga, como dizen, y descubriendoseles, fiar, como era justo hazerlo, -dellos el paso de tan grave suceso. Entró por sus puertas, y al primer -criado que vió en ellas preguntó si le darian limosna los dueños de la -casa, y respondiendole que si harian, que eran muy caritativos marido -y muger, le replicó se sirviese dezirle sus nombres y si tenian hijos; -y sabido dél, por la respuesta vivian sus padres, aunque afligidisimos -por la ausencia de un solo hijo que tenian, y se les habia ido sin -saber donde, con quien ni por que, por el mundo, y que lo que más les -entristecia era no saber si vivia ni en que parte habia dado cabo, -para poderle remediar; saltaronsele las lagrimas de los ojos á don -Gregorio con la respuesta, y volviendo el rostro á la otra parte, y -enxugandolas y disimulandolas cuanto pudo, dixo de nuevo al criado: -¿Llamabase por dicha el hijo destos señores don Gregorio? Porque si -tenia ese nombre, es sin duda un soldado que he conocido en Napoles en -el cuartel de los españoles; y si seria; que por las señas que él me -daba de sus calidades, y de que era unico mayorazgo en este lugar, y de -la disposicion de las casas de sus padres (que todo me lo comunicaba, -por ser muy mi camarada), estas han de ser las dellos, y el de quien -hablo, su hijo; y sabrase presto si es él, si hay quien me diga si -se fue deste lugar con alguna muger de calidad. No estaba yo aun en -servicio desta casa cuando él faltó della, ni le conocí; pero sé que -su nombre era, como dezis, don Gregorio; y que no hizo otra baxeza ni -se tiene dél otra quexa que haberse llevado algun dinero prestado de -amigos, aunque ya todo lo han pagado sus padres; que de dos caballos -que á ellos les llevó y otra gran cantidad de moneda, nunca han hecho -caso, porque en fin todo habia de venir á ser suyo.--Pues, amigo, por -las entrañas de Dios os ruego que digais á esos señores si gustan de -hazerme limosna, siquiera por lo que pienso haber conocido á su hijo. -¡Y como si os la haran de bonisima gana! dixo el criado: yo fio que -no solo eso hagan por vos, sino que os regalarán muy mucho y tendran -á merced de que les deis nuevas de prenda que tanto quieren; y asi, -aguardadme, os ruego, mientras subo volando á darles el aviso y recado. -Subiose, dicho esto, el criado arriba, sin curarse, con el contento, -de mirar en el rostro al peregrino; que si lo hiziera, fuera imposible -no leyera en su turbacion y lagrimas que él mismo era su señor y el -mayorazgo de la casa. - - [21] Falta el verbo _merecía_, ú otro análogo. - - - - -CAPITULO XX - -En que se da fin al cuento de los Felizes Amantes. - - -No habia bien subido á dar el aviso el criado á sus amos, cuando se -arrepintió don Gregorio dello; porque, como venia con intencion de -saber de solo de la vida dellos, y sin darseles á conocer irse luego -á meter religioso en la mesma religion en que lo era la Priora, para -hazer alli una condigna penitencia con que en parte satisfaciese sus -graves culpas, pareciole que todo se lo impidiria lo que habia empezado -á intentar. Con la melancolia que esto le causó, y deseando obviar los -inconvenientes que de ver á sus padres se le podian seguir, volvió las -espaldas para retirarse de la puerta; pero apenas lo habia començado -á hazer, cuando ya el criado estuvo en ella á buscarle, y los padres -salieron á la ventana á llamarle. No se pudo excusar de entrar el -turbado peregrino en su casa; y haziendolo, y subido arriba en una -cuadra, le rogaron los venerables viejos se sentase en una silla, y -poniendosele cada uno á su lado, le hizieron mil preguntas del don -Gregorio que habia dicho al criado habia conocido y tratado en Napoles, -haziendole tras cada una un millon de ofrecimientos. Dezianle con no -pocas lagrimas: ¡Ay, hermano mio, y que dieramos por haber visto como -vos ese unico y amantisimo hijo nuestro, absoluto señor de nuestra -hacienda y total causa del llanto con que pasamos la vida! ¿Está bueno? -¿Tiene que comer? ¿Sirve ó es soldado? ¿Hase casado ó que vida tiene -quien tan sin piedad es verdugo de las nuestras? Estaba don Gregorio -cuando oia estas razones más muerto que vivo de ternura y sentimiento; -pero, disimulando cuanto pudo les dixo: Lo que dél ¡oh ilustres -señores! os puedo dezir, es que, segun me comunicó, ha padecido -infinitos trabajos desde que salió de vuestra casa y obediencia; pero -¿cuando los dexó de dar al cielo al hijo que, saliendo de la que -debe á sus padres, ofende su valor, lastima sus canas, menoscabando -su propria salud, fuerças y reputacion? Digolo porque en todo sé que -ha padecido don Gregorio mucho, y creo que volviera de buena gana á -vuestros ojos si lo permitiera la vergüença que se lo impide. ¿De que -la ha de tener Gregorio, replicó la madre, pues en su vida ha hecho -baxeza ni hay en la ciudad quien se pueda quexar dél? No significaban -sus razones (añadió el peregrino) cuando me hablaba, eso; antes siempre -colegí dellas se habia ausentado por alguna aficion que tenia á no sé -que religiosa, á quien él llamaba doña Luisa; y temí algunas vezes no -hubiese escalado por ella el convento ó sacadola dél, segun andaba de -receloso de cuantos le podian conocer. La mejor seña que nos podiais -dar, dixo el padre, de que el que habeis conocido es nuestro hijo, es -dezirnos nombraba él á doña Luisa; porque es una religiosa gravisima -deste lugar, y priora ha años de tal convento; á quien él visitaba á -menudo; pero habeisle hecho agravio á ella y á su valor en pensar cosa -de su persona que desdiga della y de la virtud singular que profesa. -Cuando don Gregorio oyó el abono que sus padres daban de la Priora, -en confirmacion de lo que toda la ciudad habia dado della, y reparó -por otra parte en la ternura y sentimiento con que hablaban dél, se -demudó de suerte, que, dandole un parasismo mortal, quedó como muerto -reclinado á la silla. Acudieron de improviso los padres á darle algo -confortativo, pensando era desmayo de hambre el que le habia tomado; y -quitandole el sombrero que tenia calado, y desabrochandole con piedad -cristiana; reparando en el rostro la madre, que hazia este ofizio y -le enxugaba el sudor dél, le conoció, y levantó los gritos al cielo, -diziendo: ¡Ay, hijo de mis ojos, y que disfraz es el con que que has -querido entrar en esta tu propria casa! El padre, que oyendo los gritos -de la madre, percibió llamaba de hijo al peregrino, se llegó, tan -desmayado como él lo estaba, á mirarle, y conociendole, ayudó tambien -á las endechas de la madre, diziendo: ¿Que peregrina invencion ha sido -esta, Gregorio mio, de querer disimulartenos, dandotenos á conocer tan -por rodeos? ¿Pensarias hazer con tus padres, sin duda, lo que con los -suyos hizo san Alexo? Mas no creo tal, pues tan lexos está de parecerse -á aquel santo quien tan sin ocasion ni violencia de casamientos ha -usado tan peregrino rigor. Alborotose luego la casa, corriendo las -nuevas de la vuelta de don Gregorio por el barrio, y antes que él -volviese del desmayo en sí, estaba rodeado de criados y vecinos; y -corrido, cuando volvió á cobrar sus sentidos, de ver la publicidad -de su vuelta, abraçó á sus padres, postrandoseles luego á sus pies y -pidiendoles le dexasen reposar á solas, despidiendo los circunstantes, -pues bastaba hubiesen sido testigos de su corrimiento y del perdon que -les pedia por los enojos causados. Fueronse cuantos esto le oyeron, -contentos de ver lo quedaban los padres, los cuales luego dieron -tambien orden en que se acostase y reposase. Hizolo, y preguntando á -su madre en la cama cuanto habia que no se habia visto con la Priora, -supo della que tres dias, y como, hablandole en la conversacion dél, -y representandole el sentimiento con que vivian todos en su casa por -su ausencia y no saber si era muerto ni vivo, habia en ella vertido -no pocas lagrimas y despedido del pecho algunos lastimosos suspiros, -indicio claro del sincero amor que le tenia, y de lo que sentia su -perdicion. Más le crecia el asombro á don Gregorio cuando estas cosas -oia; porque, como no sabia el milagro, y estaba cierto por otra parte -de su maldad y de lo que con la Priora le habia acontecido, pareciale -todo sueño, y que era ilusion del demonio el pensar verse en casa de -sus padres y vuelto tan á su salvo en su patria; y asi á ratos con la -vehemencia desta imaginacion se suspendia de suerte que no acertaba á -responder. Con todo, rogó á su madre, despues de haber reposado algunos -dias, le hiziese merced de llegar al convento y verse con la Priora, -dandole aviso de su vuelta y de como habia sido con habito penitente -de peregrino, despues de haber estado en Roma á pedir absolucion -á Su Santidad de las moçedades que habia cometido en los años que -habia faltado de su casa, en cuyo conocimiento habia venido por sus -oraciones, á lo que creia, y por haber oido un sermon de las alabanças -del santisimo rosario y de las misericordias que por su devocion hazia -la Virgen benditisima en grandisimos pecadores. Rogola juntamente -instase con ella le diese licencia en todo caso para ir á besarle las -manos y darle cuenta de los sucesos de su persona, sola aquella vez, -pues en hazello ó dexarlo de hazer estaba su consuelo y quietud. Fue -la madre luego á hazer la visita, encargadisima de sacar la licencia -que deseaba su hijo, cuyo alivio procuraban ella y todos los demas -deudos, por ver cuanto necesitaba dello la melancolia con que le veian. -Habló, en llegando al convento, á la Priora; y cuando la hubo dado -las referidas nuevas y recado, vió en las lagrimas que de contento -derramó tras él (que á eso atribuia la madre de don Gregorio las que -doña Luisa derramaba de confusion y vergüença), el gozo que mostraba de -su vuelta y mudanza; y alegre de ver que ya por su instancia permitia -le hablase (enterada primero della de cuan otro venia de la fuente de -indulgencias y perdones que da Dios á los pecadores por manos de su -supremo vicario, cosas todas que se las aseguraba ser asi el enviarle -á dezir el mismo don Gregorio venia de Roma; lo cual y el entender -juntamente que habia alcançado tan grande misericordia por el mismo -medio que ella, del santisimo rosario, fueron bastantes causas para -obligarla á concederle sin escrupulo la licencia que le pedia para -llegar á hablarla el dia siguiente; porque siempre el coraçon le dixo -habia de ser tan feliz el fin desta segunda visita, cuanto le habia -sido nocivo el de la primera), volviose la madre con esta respuesta -contentisima á su casa, y con razon, pues en ella llevaba, aunque -sin entenderlo asi, la medicina que más convenia al consuelo de su -hijo y á su salvacion; el cual, deseandola con las veras que lo -suele hazer aquel á quien Dios abre los ojos del alma, pasó la noche -toda en oracion, suplicando á su divina Magestad, por la puridad de -su santisima Madre, cuyo rosario nunca se le cayó de las manos, se -sirviese de darle en la esperada visita el espiritu, para cosas de -edificacion de su alma, que convenia tuviese quien en aquel puesto en -que se habia de ver, tan desatinado habia andado. La misma oracion hizo -en su coro la santa Priora, y preparandose, venida la mañana, ambos -con recebir los divinos sacramentos de la confesion y Eucaristia, se -pusieron, llegando el plaço, en el locutorio, do se habian de ver con -iguales deseos de saber el uno el suceso del otro. No tiene, señores, -mi ruda lengua palabras con que explicar bastantemente la turbacion de -las con que se saludaron al primer encuentro los dos felizes amantes; -porque, en viendose el uno al otro (si es que las lagrimas les dexaron -mirarse), se turbó él y encalmó ella de suerte que por muy gran rato no -supieron ni de sí ni de adonde estaban. Las galas con que don Gregorio -entró á verla, con un vestido de paño liso, sin gorbion alguno, el -sombrero puesto en los ojos, sin espada ni más compañia que bonisimos -deseos y unas planchas grandes de hoja de lata, hechas rallo, en pecho -y espaldas, y una cruz entre la ropilla y jubon, con rosario y horas -en la faltriquera; sacando la Priora el adorno que queda dicho se -puso la primera noche que llegó al convento, y con que en ella dió -principio á su rigurosa penitencia. Puestos pues de la suerte dicha, -cuando la suspension y llanto les dió lugar, empezó él á dezirle: Por -la cruz en que remedió mi eterno Dios pecadores tales cual yo soy, y -por las lagrimas, afrentas y angustias con que en ella espiró, y por -las que al pie de tan salutifero arbol sintió su purisima Madre, que -por serlo tanto, pudo ser solo su hechura de su omnipotencia, os pido -me digais ¡oh religiosa señora! si sois vos la priora doña Luisa que -cuatro años ha con vuestra vista me cegastes, perdistes y enamorastes -de suerte que, loco, desatinado y sin temor de Dios, me resolvi en -sacaros de aqui y llevaros á Lisboa y á Badajoz, cometiendo las ofensas -y sacrilegios contra el cielo, que solo un merecido infierno puedo; y -si acaso sois la que pienso, dezidme tambien como yendoos conmigo os -quedastes acá, y quedandoos acá os fuistes conmigo; que cierto estoy -(¡y ojalá no lo estuviera tanto!) que os vi, hablé, amé y solicité y -saqué del convento, sin temor de hazer á vuestro estado y profesion -la ofensa que se siguió por postre de tan infernales principios; -porque veo me aseguran cuantos de vos pregunto por otra parte (cosa -que vuelvo loco), que jamas habeis faltado de esta casa; antes dizen -que siempre la habeis regido con notables exemplos y mil virtuosas -medras. Yo soy don Gregorio el malo, el sacrilego, el aleve, el -traidor, y finalmente el peor de los hombres y el igual á Lucifer en -los pensamientos, pues los puse en quien era esposa de mi mismo Dios, -cielo suyo y niñas de sus ojos. A la Virgen bendita del Rosario debo -el conocimiento de mis culpas, pues dexandoos (si sois la que pienso, -y no fantasma) en Badajoz, y dando cabo en la corte, descuidado de mi -bien, mereci un dia oir acaso un sermon de uno de los apostoles que -la predicacion de su santo rosario tiene Maria en el mundo; en que -pintando las misericordias que por tal devocion haze su clemencia, -pintó mi ceguera y dibuxó mi perversa vida, dando juntamente remedio á -todos mis males; que todo lo hizo predicando un milagro y la eficacia -de la dicha devocion. Senti tras sus palabras la de la divina gracia, -pues supe confesarme luego y dexar la corte del rey de España, y buscar -la de quien es vicario de aquel por quien los reyes reinan y en cuyo -servicio consiste solo el verdadero reinar; alcanzé absolucion de -aquella santa silla; y volviendo peregrino á saber, disfraçado, de mis -padres, y á saber la nota y escandalo que de vuestra persona y de la -mia habia en esta ciudad, he hallado en ella que en boca de todos sois -vos la santa, la recogida y exemplar, sin haberseos notado falta ni -ausencia; siendo yo solo el que os he pintado y saben los cielos y vos -(si sois la que pienso) y mi misma conciencia, que es el más riguroso -fiscal y quien me trae á sombras de tejado de temor de la divina -justicia, de quien solo pienso escapar recogido en el templo de la -divina misericordia, mediante la intercesion de quien es madre dellas. -Acabó en esto la lengua de don Gregorio las razones, y començaron de -nuevo sus ojos á confesar sus yerros y á mostrar el sentimiento que -tenia dellos. Consoladisima quedó la Priora cuando hubo oido del autor -de sus desventuras el conocimiento que tenia dellas, y más cuando supo -que le habia venido tan grande bien por las manos clementisimas de -quien habia vuelto por su honra y suplido su falta en el gobierno los -años que, dexada de Dios, habia seguido desenfrenadamente sus apetitos -y las sendas de su condenacion. Y consolandole y dandole cuenta de sus -sucesos y de lo que debia á Maria benditisima, y como pensaba pagarle -en parte tan grande deuda con una verdadera y perpetua penitencia de -sus culpas y un privarse de verle jamas á él, le rogó fuese el que -debia, mirase por su alma y huyese del mundo cuanto le fuese posible -y de vanas conversaciones y platicas; que le daba palabra ella de -hazer lo mismo, como tambien se la daba de callar el suceso mientras -viviese; pero no muerta, pues antes de morir le pensaba dexar escrito -en manos de su confesor, con orden de que le divulgase el mesmo dia -para gloria de Dios y recomendacion de la celestial aurora de tal -misericordia. Ofreciole don Gregorio hazer las mismas diligencias, y -de no quedar en el mundo, sino entrarse en un retirado convento de su -propia orden, do pagase su sensualidad el debido escote de los excesos -pasados, á fuerça de ayunos y disciplinas; y tras celebrar él con mil -alabanças de la Virgen y un millon de asombros y admiraciones la merced -milagrosa y favor inaudito que su infinita clemencia habia usado por la -devocion del santo rosario con la Priora y con él mesmo, se despidió -del convento para nunca más llegar á él, y della para jamas verla; y -lo proprio hizo ella, pidiendose ambos con lagrimas perdon reciproco, -y las oraciones el uno del otro. Continuó siempre, como queda dicho, -la Priora sus mortificaciones, consoladisima de la conversion de don -Gregorio, dando por ella iguales gracias á la Virgen que por la suya -propria, á quien le encomendó toda su vida. Volviose de alli él á su -casa, do estuvo algunos dias asentando cosas; y comunicada al cabo -dellos á sus padres su devocion, y representandoles las obligaciones -que tenia de consolarse con haberle visto vuelto vivo, les pidió su -bendicion y licencia para ser religioso, pues lo debia á Dios y á -su Madre, rogandoles ahincadamente se la diesen, y tuviesen á bien -tomase tan divino estado; tras lo cual tambien les rogó dexasen sus -bienes despues de sus dias á pobres, que son los verdaderos depositos -y en quien mejor se guardan, pues en su poder jamas se menoscaban las -haciendas. Alcançaronlo todo dellos sus lagrimas y raro espiritu; con -que se fue contentisimo á ser religioso en la misma ciudad, profesando -en la religion que tomó, con notables demostraciones de virtud; y -llegando por ellas á ser perlado de su convento, quiso Dios acabase sus -dias, ordenando juntamente el cielo fuese el de su muerte en el mesmo -en que fue la de la Priora y á la misma hora; y haziendo cada uno antes -de espirar una devotisima platica á su comunidad, murieron con notables -señales de su salvacion, recebidos todos los divinos sacramentos. -Hallaronse en poder de los confesores de ambos, luego que espiraron, -las relaciones de los amores, sucesos, conversiones, milagros, y de -los favores que la Virgen les habia hecho; y publicandose el caso y -verificandose, acudió toda la ciudad á ver sus santos cuerpos, que -estaban hermosisimos en los feretros. Hizoseles sumptuosisimo entierro, -invidiando todos la buena suerte de los padres de fray Gregorio, los -cuales tuvieron honradisima y consoladora vejez con su feliz fin. -Llegado el de su vida dellos, repartieron su hacienda en los conventos -de la Priora y de su hijo, con exemplo de todos, muriendo cargados de -años y de buenas obras. De los de la santa Priora no digo nada, porque -asi ellos como la otra hermana que tenia religiosa murieron mucho antes -que ella. - - - - -CAPITULO XXI - -De como los canonigos y jurados se despidieron de don Quixote y su -compañia, y de lo que á él y á Sancho les pasó con ella. - - -Apenas hubo el ermitaño dado fin á las razones del cuento, cuando dió -principios á las de su alabança y encarecimiento uno de los canonigos, -diziendo: Maravillado y suspenso en igual grado me dexa, padre, el -suceso de la historia referida y el concierto guardado en su narracion, -pues él la haze tan apacible cuanto ella de sí prodigiosa; si bien otra -igual á ella en la sustancia tengo leida en el milagro veinte y cinco -de los noventa y nueve que de la Virgen sacratisima recogió en su tomo -de sermones el grave autor y maestro que por humildad quiso llamarse -el discipulo: libro bien conocido, y aprobado, por cuyo testimonio á -nadie parecerá apocrifo el referido milagro; por el cual, y por los -infinitos que andan escritos, recogidos de diversos, graves y piadosos -autores, en confirmacion del santo uso y devocion del rosario, protesto -ser toda mi vida de aqui adelante muy devoto de su santa cofradia; y en -llegando á Calatayud, tengo sin duda de asentarme en ella y procurar -ser admitido en el numero de los ciento y cincuenta que se emplean -en servirla y administrarla, trayendo visiblemente el rosario, por -el interes de las muchas indulgencias que he oido predicar se ganan -en ella. No dexó Sancho con sus dislates ordinarios proseguir al -canonigo los devotos encomios que iba diziendo de la santa cofradia -del Rosario y de la Virgen Santisima, su singular patrona; porque, -saliendo de traves, dixo: Lindamente, señor ermitaño, ha departido y -devisado la vida y muerte desa bendita monja y penitente fraile: juro, -non de Dios, que diera cuanto tengo en las faltriqueras, que son cinco -ó seis cuartos, por saberla contar de la suerte que la ha contado, á -las moças del horno de mi lugar; y desde aqui protesto que si Dios me -diere algun hijo en Mari-Gutierrez, que le tengo de inviar á estudiar -á Salamanca, do, como este buen padre, aprenda teologia, y poco á poco -llegue por sus puntos contados á decorar toda la gramatica y medecina -del mundo; porque no quiero se quede tan grande asno como yo. Pero no -piense el grandisimo bellaco gastar en el estudio la hacienda de su -padre, yendose á jugar con otros tales como él, que por las barbas -que en la cara tengo, juro que le tengo de dar, si tal haze, con este -cinto más açotes que caben higos en un seron de arroba. Dezia esto él -quitandose el cinto y dando con él con una colera desatinada en el -suelo, repitiendo: Ser bueno, ser bueno; estudiar, estudiar mucho; en -hora mala para él y para cuantos le valieren y me le quitaren de las -manos. Rieron mucho los circunstantes de su boberia; y no obstante su -necia maldizion, le tuvieron del braço, diciendo: Baste ya, hermano -Sancho; no más, por amor de Dios; que aun no está engendrado el rapaz -que ha de llevar los açotes. Con esto lo dexó, diziendo: A fe que -lo puede agradecer á vs. ms.; pero otra vez lo pagará todo junto: -pase esta por primilla. Don Quixote le dixo: ¿Que tonteria es esa -Sancho? Aun no tienes el hijo, ni aun esperança de tenelle, ¿y ya le -açotas porque no va á la escuela? ¿No ve v. m., replicó él, que estos -muchachos, si desde chiquitos no se castigan, y se amoldan antes de -tener ser, se vuelven haraganes y respostones? Es menester pues, para -evitar semejantes inconvenientes, que sepan desde el vientre de su -madre que la letra con sangre entra; que asi me crió mi padre á mí; y -si algun buen entendimiento tengo, me lo embebió él en el caletre á -puros açotes, tanto que el cura viejo de mi lugar (santa anima haya su -gloria), cuando me topaba por la calle, poniendome la mano sobre la -cabeça, dezia á los circunstantes: Si este niño no muere de los açotes -con que le crian, ha de crecer por puntos. Eso, Sancho, respondió el -ermitaño, tambien me lo dixera yo. Pues sepa v. m., replicó él, que -aquel cura era grande hombre, porque habia estudiado en el Alcana -toda la latrineria de pe á pa. Alcala dirás, dixo don Quixote; que en -el Alcana de Toledo no se aprenden letras, sino como se han de hazer -compras y ventas de sedas y otras mercancias. Eso ó esotro, replicó -Sancho, lo que sé es que era medio adevino, pues conocia una muger de -buena cara entre veinte feas; y era tan doto, que pasando una vez por -mi lugar un estudiante, argumentaron bravamente ambos de las epistolas -y evangelios del misal, y le vino nuestro cura á cohondir, porque -le preguntó, tratando de no sé que latin de la Iglesia, que ya no -se me acuerda, no sé que honduras, y le dexó patas arriba hecho un -cesto, confesando dél que era hombre preeminente. Por cierto, dixo un -canonigo, señor Sancho, que v. m. tiene bravo ingenio, y que gustaré no -poco, y lo mismo creo haran todos estos señores, de oirle contar algun -cuento igual á los que nos han referido el señor soldado y reverendo -ermitaño, pues siendo tanta su memoria y habilidad, no dexará de ser -el que nos contare muy curioso. Yo les prometo á vs. ms., dixo Sancho, -que tocan tecla á la cual responderan más de dos dozenas de flautas; -porque sé los más lindos cuentos que se pueden imaginar; y si gustan, -les contaré uno diez vezes mejor que los referidos, aunque muy más -corto y verdadero. Quitate allá, animalazo, dixo don Quixote: ¿que has -de contar que sea de consideracion? Saldrasnos á moler con una frialdad -á mí y á estos señores, como me moliste en el bosque en que encontré -con aquellos seis valerosos gigantes en figura de batanes, con la necia -historia de Lope Ruiz, cabrerizo extremeño, y de su pastora Torralba, -vagamunda perdida por sus pedazos, hasta seguirle enamorada dellos, -despues de reconocida y llorosa por los melindrosos desdenes con que le -trató (ordinario efecto del amor en las mugeres, que buscadas huyen, y -huidas buscan), desde Portugal hasta las orillas de Guadiana, en las -cuales atollaron sus cabras tu cuento, y mis narizes con el mal olor -con que atrevido las sahumaste. ¡Malillo, pues, era el cuento! dixo -Sancho; y á fe que me huelgo que á v. m. se le acuerden tan bien sus -circunstancias, para que por ellas y las del que agora referiré, si -me dan grato silencio todos, conozca la diferencia que hay del uno al -otro. Rogaron todos á don Quixote le dexase contar su cuento, y dandole -él licencia para ello, y entonando Pança su voz, començó á dezir: Erase -que se era, que en hora buena sea, el bien que viniere para todos sea, -y el mal para la manceba del abad, frio y calentura para la amiga del -cura, dolor de costado para la ama del vicario, y gota de coral para el -rufo sacristan, hambre y pestilencia para los contrarios de la Iglesia. -¿No lo digo yo, dixo don Quixote, que este animal es afrenta-buenos, -y no ha de dezir sino dislates? ¡Miren la arenga de los diablos que -ha tomado para su cuento, tan larga como la cuaresma! ¿Pues son malos -los arenques para ella, cuerpo de mi sayo? dixo Sancho. No me vaya v. -m. á la mano, y verá si digo bien: ya me iba engolfando en lo mejor de -la historia, y agora me la ha hecho desgarrar de la mollera: escuchen, -si quieren, con Barrabas, pues yo les he escuchado á ellos. Erase, -como digo, volviendo á mi cuento, señores de mi alma, un Rey y una -Reina, y este Rey y esta Reina estaban en su reino, y todos al que -era macho llamaban el Rey, y á la que era hembra la Reina. Este Rey y -esta Reina tenian un aposento tan grande como aquel que en mi lugar -tiene mi señor don Quixote para Rocinante; en el cual tenian el Rey -y la Reina muchos reales amarillos y blancos, y tantos, que llegaban -hasta el techo. Yendo dias y viniendo dias, dixo el Rey á la Reina: Ya -veis, Reina deste Rey, los muchos dineros que tenemos: ¿en que pues os -parece seria bueno emplearlos, para que dentro de poco tiempo ganasemos -muchos más y mercasemos nuevos reinos? Dixo luego la Reina al Rey: Rey -y señor, pareceme que seria bueno que los comprasemos de carneros. -Dixo el Rey: No, Reina, mejor seria que los comprasemos de bueyes. -No, Rey, dixo la Reina, mejor será, si bien lo miras, emplearlos en -paños, y llevarlos á la feria del Toboso. Anduvieron en esto haziendo -varios arbitrios, diziendo la Reina no á cuanto el Rey dezia sí: y el -Rey sí á cuanto la Reina dezia no. A la postre, postre, vinieron ambos -en que seria bueno ir con los dineros á Castilla la Vieja ó tierra -de Campos, do por haber muchos gansos, los podrian emplear en ellos, -mercandolos á dos reales; y añadia la Reina, que dió este consejo: Y -luego mercados, los llevaremos á vender á cuatro reales, y á pocos -caminos multiplicaremos asi infinitamente el dinero en breve tiempo. Al -fin el Rey y la Reina llevaron todos sus dineros á Castilla en carros, -coches, carroças, literas, caballos, acemilas, machos, mulas, jumentos -y otras personas deste compas. Tales como la tuya serian todos, dixo -don Quixote: ¡maldigate Dios á ti y á quien tiene paciencia para oirte! -Ya es la segunda vez que me desbarata, replicó Sancho, y creo que es -de invidia de ver la gravedad de la historia y la elegancia con que la -refiero; y si eso es, dela por acabada. Que no permitiese tal rogaron -á don Quixote, y á Sancho pidieron con insistencia la prosiguiese. -Hizolo, diziendo, porque estaba de buen humor: Consideren, señores, -con tanto real que tantos gansos comprarian el Rey y la Reina; que -yo sé de cierto que eran tantos, que tomaban más de veinte leguas: -en fin estaba España tal de gansos, cual estuvo el mundo de agua en -tiempo de Noe. Y si fuera cuales estuvieron de fuego Sodoma, Gomorra -y las demas ciudades, dixo Bracamonte, ¿cuales quedaran los gansos, -señor Pança?--Para la mia buenos y bien asados, señor Bracamonte; -pero ni eso fue, ni se me da nada, pues no me hallé en ello: lo que -sé es que el Rey y la Reina iban con ellos por los caminos, hasta -que llegaron á un grandisimo rio... Que sin duda, dixo el jurado, -seria Manzanares, pues su grandiosa puente segoviana muestra que -antiguamente seria caudalosisimo. Solo sé, replicó Sancho, que por no -haber en él pasadizo, llegados el Rey y la Reina á su orilla, dixo -el uno al otro: ¿Como habemos de pasar agora estos gansos? porque si -los soltamos, se iran nadando por el rio abaxo, y no los podrá despues -coger el diablo de Palermo; por otra parte, si los queremos pasar en -barcas, no los podremos recoger en un año. Lo que me parece, dixo el -Rey, es que hagamos hazer luego en este rio una puente de palo, tan -angosta que solo pueda pasar por ella un ganso; y asi, yendo uno tras -otro, ni se nos descarriaran, ni tendremos trabajo de pasarlos todos -juntos. Alabó la Reina la traça; y efectuada, començaron uno á uno á -pasar los gansos. Calló Sancho en esto; y don Quixote le dixo: Pasa tú -con ellos, con todos los diablos, y acabemos ya con su pasage y con -el cuento. ¿Para que te paras? ¿Hasete olvidado? No respondió palabra -Sancho á su amo, lo cual visto por el ermitaño, le dixo: Pase v. m., -señor Sancho, adelante con el cuento; que en verdad que es lindisimo. -A esto respondió él, diziendo: Aguardense: ¡cuerpo non de Dios, y que -supitos que son! Dexen pasar los gansos, y pasará el cuento adelante. -Dadlos por pasados, replicó uno de los canonigos. No, señor, dixo -Sancho: gansos que ocupan veinte leguas de tierra no pasan tan presto; -y asi resuelvase en que no pasaré adelante con mi cuento, ni lo puedo -hazer con buena conciencia, hasta que los gansos no esten de uno en -uno desotra parte del rio, en que no tardaran más que un par de años -cuando mucho. Con esto se levantaron del suelo, riendo todos como unos -locos, sino don Quixote, que le quiso dar á todos los diablos; pero -apaciguaronle los de la compañia, despues de lo cual se despidieron -dél, diziendole: Sirvase v. m., señor caballero andante, de darnos -licencia; que pues el sol, ya negandonos su luz por comunicarla á los -antipodas, dexa la tierra sin la molestia que su riguroso calor le -causaba, razon será le mostremos en el caminar, por tener la jornada -algo más larga que v. m. y su compañia, á la cual suplicamos nos mande -y emplee en su servicio; que á todo acudiremos como pide la obligacion -en que nos ha puesto la merced recebida y la buena compañia que se nos -ha hecho. Ese agradecimiento noble estimo yo en nombre destos señores -en lo que es razon, replicó don Quixote; y por él y en nombre dellos -rindo las debidas gracias, ofreciendo en servicio de vs. ms. cuanto -nuestras fuerças valieren; y acompañaramoslos todos con prisa, aunque -voy á la corte por un forçoso desafio, si me igualaran los pies deste -señor soldado, y reverendo ermitaño, con cuyo cansancio me acomodo, -obligado de su buen termino y mi natural piedad. Despidieronse en -esto con mucha cortesia los unos de los otros, y don Quixote puso el -freno á Rocinante, en que subido, començó á caminar con el ermitaño y -soldado por diferente parte poco á poco, hazia un lugarejo donde tenian -determinado quedarse aquella noche, yendo aguardando á Sancho, que -se quedó enalbardando su rucio. Entre tanto que llegaban al pueblo, -platicaron el ermitaño y el soldado sobre los referidos cuentos; y -como eran agudos y estudiantes, pudieron facilmente meterse en puntos -de teologia, y uno dellos fue admirandose del siniestro fin que tuvo -Japelin, y el feliz de don Gregorio y la Priora. En esto volvieron -todos las cabeças, y más don Quixote, que con mucha atencion les iba -escuchando, y vieron á Sancho Pança, que venia muy repantigado sobre -su asno. Llegandoseles cerca, dixo: Por la vida de Matusalen juro que -aunque murió muy buena muerte aquel don Gregorio, con todo, por el -camino he venido pensando en cuan mal lo hizo en dexar á la pobre doña -Luisa en Badajoz sola, y en las manos de aquellos fariseos que tan -enamorados andaban della, con que le dió ocasion de ser peor de lo que -era ya. ¿No veis, Sancho, respondió el ermitaño, que todo fue permision -de Dios, el cual de muy grandes males suele sacar mayores bienes, y no -permitiera aquellos, si no fuera por ocasionarse con ellos para mostrar -su omnipotencia y misericordia en estos otros? que en fin, de lo mesmo -que el demonio traça para perdernos, toma nuestro buen Dios ocasion de -ganarnos; que son el demonio y Dios como la araña y abeja, que de una -misma flor saca la una ponçoña que mata, y la otra miel suave y dulce -que regala y da vida. - - - - -CAPITULO XXII - -Como prosiguiendo su camino don Quixote con toda su compañia, toparon -una estraña y peligrosa aventura en un bosque, la cual Sancho quiso ir -á probar como buen escudero. - - -Yendo nuestro buen hidalgo caminando con toda su compañia y platicando -de lo dicho, ya que llegaban á un cuarto de legua del pueblo do habian -de hazer noche, oyeron en un pinar, á la mano derecha, una voz como de -muger afligida; y parandose todos, volvieron á escuchar lo que seria, -y sintieron la misma voz lamentable, que dezia: ¡Ay de mí, la más -desdichada muger de cuantas hasta agora han nacido! ¿Y no habrá quien -me socorra en esta tribulacion, en que la fortuna por mis grandes -pecados me ha puesto? ¡Ay de mí, que sin duda habre de perecer aqui -esta noche, entre dientes, garras y colmillos de alguna de las muchas -fieras que semejantes soledades suelen poblar! ¡Oh traidor perverso! -¿Y por que me dexaste con vida, pues me fuera harto mejor que con -los filos de tu cruel espada me cortaras el cuello, que no haberme -dexado desta suerte con tanta inhumanidad? ¡Ay de mí! Don Quixote, que -semejantes razones oyó sin ver quien las dezia dixo á los compañeros: -Señores, esta es una de las más estrañas y peligrosas aventuras que -jamas he visto ni probado desde que recebí el orden de caballeria; -porque este pinar, es un bosque encantado, donde no se puede entrar -sin grandisima dificultad, en medio del cual tiene el sabio Freston, -mi contrario antiguo, una cueva, y en ella muchos y muy nobilisimos -caballeros y donzellas encantadas, entre los cuales, por saber que -en ello me haze singular agravio y sinsabor, ha traido presa á mi -intima amiga la sabia Urganda la desconocida, y la tiene llena de -cadenas, atada á una rueda de molino de aceite, la cual voltean dos -ferozisimos demonios; y cada vez que la pobre sabia llega abaxo, y -la coge la piedra por el cuerpo, da aquellas terribles vozes: por -tanto ¡oh clementisimos heroes! atended; que solo á mi persona atañe -y de juro pertenece probar esta insolita aventura, y libertar á la -afligida sabia ó morir en la demanda. Cuando el ermitaño y Bracamonte -oyeron semejantes dislates á don Quixote, y ponderaron los visages y -afectos con lo que dezia, le tuvieron totalmente por loco; pero con -todo, disimulando este conceto que dél tenian, le dixeron: Mire v. -m., señor don Quixote, que por esta tierra no se usan encantamientos, -ni este pinar está encantado, ni puede haber cosa de las que v. m. -dize; y solo se puede buenamente colegir de las vozes que se oyen, que -algunos salteadores habran robado alguna muger y dadola de puñaladas, -la habran dexado en medio deste pinar, y desto se debe de lamentar. A -pesar de cuantos lo contradizen, replicó don Quixote, son las vozes de -la persona y por las causas que dicho tengo. Viendo Sancho Pança lo -que altercaban sobre dezernir quien y por que razon pronunciaba los -confusos lamentos que oian, se llegó á su amo, muy repolludo en el -rucio, y quitandose la caperuça, puesto en su presencia, le dixo: Ya -los dias pasados vió v. m., mi señor don Quixote, saliendo de Çaragoça, -como me las tuve tiesas con el señor Bracamonte, que está presente; -y que si no fuera por v. m. y por el respeto que tuve á la venerable -presencia deste señor ermitaño, no dexara de dar cima, tronco, ó como -diablos lo llaman los caballeros andantes, á la aventura ó batalla -que con él tuve, pero batalla en que se me dió por vencido; y asi -para que merezca venir á ser por mis pulgares, andando los tiempos, -tenido por esos mundos, insulas y peninsulas por caballero andante, -como v. m. lo es, y haga á cuantos topare tuertos y coxos, le pido -desencarecidamente se esté aqui con estos señores; que yo iré quedito, -subido en mi rucio, sin permitirle diga en el camino palabra buena ni -mala, á ver si es la que ahi dentro se quexa la sabia Urganda, ó como -se llama; y si cojo descuidado al bellaconazo del sabio que v. m. dize, -verá como, despues de haberle dado media dozena de gentiles moxicones, -se le traigo aqui agarrado de los cabeçones; pero si acaso muriesemos -en la demanda yo y mi fidelisimo jumento, suplico á v. m. por amor -del señor san Julian, abogado de los cazadores, que nos haga enterrar -juntos en una sepultura; que pues en vida nos quisimos como si fueramos -hermanos de leche, bien es que en la muerte tambien lo seamos; y -mandeme enterrar en los montes de Oca; y si por mi ventura fuere camino -para llevarnos á ellos la Argamesilla de la Mancha, nuestro lugar, -detenganos en ella siete dias con sus noches, en honra y gloria de las -siete cabrillas y de los siete sabios de Grecia; lo cual hecho, iremos -alegres nuestro camino, habiendo empero almorzado primero lindamente. -Riose don Quixote, diziendo: ¡Oh Sancho, y que grande necio que eres! -Pues si te he de llevar muerto con tu rucio, ¿como quieres descansar -siete dias con sus noches en la Argamesilla, y despues almorzar para -ir adelante? Par diez, replicó Sancho, que tiene razon: v. m. perdone; -que no habia caido en que iba muerto. Pues, Sancho, dixo entonzes don -Quixote, porque veas que deseo tu aprovechamiento en las aventuras, te -doy plenaria licencia para que vayas y pruebes esta, y ganes la honra -della que se me debia; y me la quito para dartela, con el fin de que -comiençes á ser caballero novel, prometiendote que si le das, cual -confio de tu braço, á esta peligrosa hazaña que emprendes, en llegando -á la española corte, tengo de hazer con su catolico monarca que por -fuerça ó por grado te dé el orden de caballeria, para que, dexando el -sayo y la caperuça, subas armado de todas pieças en un andaluz caballo, -y vayas á justas y torneos, matando fieros gigantes y desagraviando -opresos caballeros y tiraniçadas princesas con los filos de tu espada, -sin trepidar los soberbios gigantes y fieros grifos que te hizieren -resistencia. Señor don Quixote, dixo Sancho, dexeme á mí; que á -cachetes haré yo más en un dia que otros en una hora; y si puedo poner -un poco de tierra en medio, como haya abundancia de guijarros, quedará -la vitoria por mia, y muertos todos los gigantes aunque tope un cahiz -de ellos; y con esto, adios; que voy á ver en que pára esta aventura; -mas deme primero su bendicion. Don Quixote le santiguó, diziendo: -Dete Dios en este trance y semejantes lides la ventura y acierto que -tuvieron Josue, Gedeon, Sanson, David y el santo Macabeo contra sus -contrarios, por serlo de Dios y de su pueblo. Començó luego Sancho á -caminar; y andados cuatro pasos, volvió á su amo, diziendo: Mire v. m., -señor, que si acaso diere vozes, viendome en algun peligro, que acuda -luego, y no demos que reir al mal ladron, pues podria v. m. llegar tan -tarde, que ya Sancho hubiese llevado, cuando llegase, media dozena -de maçadas de gigantes. Anda, Sancho, dixo don Quixote, y no tengas -miedo; que yo acudiré á tiempo. Con esto se fue; y apenas hubo andado -otros seis pasos, cuando volvió diziendo: Y mire v. m., tome esto -por seña de que me va mal con este sabio, que encomendado sea á las -furias infernales: que cuando yo diga dos vezes ¡ay, ay! venga como un -pensamiento; porque será señal infalible de que ya me tiene en tierra -atado de pies y manos para quitarme el pellejo como un san Bartolome. -No harás cosa buena, dixo don Quixote, pues tanto temor tienes. Pues, -¡pesia á la madre que me parió! dixo Sancho, estase v. m. arrellenado -en su caballo, y esotros dos señores riendose, como si fuese cosa de -burla el irme yo triste á meter solo entre millones de gigantes más -grandes que la torre de Babilonia, ¡y no quiere que tema! Yo le aseguro -que si alguno de sus mercedes viniera, hiziera peor: ¡cuerpo non de -Dios con ellos, y aun con la puta perra que me hizo pedir tal licencia, -ni tratar de meterme en estos ruidos, y buscar perro con cencerro! Tras -esto se entró el pinar adentro; y habiendo andado medrosisimo cosa de -veinte pasos, començó á dar gritos en seco, diziendo: ¡Ay, ay, que me -matan! Apretó las espuelas don Quixote á Rocinante en oyendo las vozes, -y tras él el ermitaño y soldado; y llegando todos á Sancho, que estaba -caballero en su asno, le dixo su amo: ¿Que es ó que has habido, mi fiel -escudero? que aqui estoy. ¡Eso sí! dixo Sancho: no he visto aun nada, -y solo he gritado por ver si acudiria al primer repiquete de broquel. -Volvieron atras todos riendo, y Sancho se emboscó; pero á poco trecho -oyó como no muy lexos dél se quexaban y dezian: ¡Ay Madre de Dios! ¿Y -es posible que no haya en el mundo quien me socorra? Sancho que iba -con más miedo que vergüença, alargando el cuello acá y acullá, oyó -de nuevo cerca de sí la mesma voz, que entre unos arboles le dezia: -¡Ah, hermano labrador! por amor de Dios, quitadme de aqui. Volviendo -en esto, turbado, la cabeça Sancho, vió una muger en camisa, atada -de pies y manos á un pino; y apenas la hubo visto, cuando dando una -gran voz se arrojó del asno abaxo, y volviendose á pie, corriendo y -tropeçando, por donde habia venido, iba diziendo á vozes: ¡Socorro, -socorro, señor don Quixote; que matan á Sancho Pança! Don Quixote y los -demas que oyeron á Sancho entraron el pinar adentro, donde toparon con -él, que se volvia turbadisimo, mirando hazia atras de cuando en cuando, -y tropeçando en una mata y dando de ojos en otra; al cual, asiendole -del braço el soldado, y no pudiendole detener, segun se daba prisa -por salir del pinar, le dixo: ¿Que es esto, señor caballero novel? -¿Cuantos gigantes ha muerto á moxicones? Reportese, pues queda con -vida y nos ha excusado el trabajo de llevarle á enterrar á los montes -de Oca. ¡Ay señor! respondió Sancho, no vaya allá, por las llagas de -Jesus Nazareno, Rex Judœorum; porque le asiguro he visto por estos ojos -pecatrizes, los cuales no soy digno de jurar, una anima del purgatorio -vestida de blanco como ellas, segun dezia el cura de mi lugar; y á fe -que no esté sola; que siempre estas andan á bandadas como palomas; lo -que sé dezir es que la que yo acabo de ver está atada á un pino; y si -no me encomendara aprisa á san Longinos benditisimo, y apretara los -pies, me tragara sin duda, como se ha tragado ya al triste rucio y á mi -caperuça, que no la hallo. Començó don Quixote á caminar poco á poco, -y los demas tras él; y Sancho, que apenas se podia mover, segun iba -de cortado, dixo: ¡Ah señor don Quixote! mire por amor de Dios lo que -haze, no tengamos que llorar para toda nuestra vida. En esto, como la -muger que estaba atada sintió rumor de gente, començó á levantar la -voz y á dezir: ¡Ay señores! por reverencia del que murió por todos, -que me quiten deste tormento en que estoy puesta, y si son cristianos -hayan misericordia de mí. Don Quixote y los demas, que vieron aquella -muger atada de pies y manos al pino, llorosa y desnuda, tuvieron gran -compasion de ella; pero Sancho, asido del habito del ermitaño y puesto -tras él, medio acechando, con el miedo que tenia le dixo: Doña anima -del purgatorio (¡purgada os vea yo con todos los diablos del infierno -á vos y á quien acá os traxo, supuesto que no puedo creer sea cosa -buena!), dad acá el rucio que os habeis comido; si no, por vida de -cuantos verdugos hay en el Flas Sanctorum, que mi señor don Quixote os -le saque del buche á puras lançadas. El soldado le respondió: Callad, -Sancho; que alli anda vuestro asno paziendo, la caperuça, que se os -cayó, está junto á él. ¡Oh bendito sea Dios, dixo Sancho, y como me -huelgo! Y asiendo del asno, le abraçó y dixo: Bien seas venido de los -otros mundos, asno de mi alma; mas dime como te ha ido en ellos:--y -llegandose tras esto á su amo, le dixo: Mire v. m., señor, lo que haze, -y no la desate, porque esta anima me parece pintiparada á la anima de -una tia mia que murió habrá dos años, de sarna y mal de ojos, en mi -lugar; y nos importa á todos los de mi linage no verla más que á la -landre, porque era la más maldita vieja que hayan tenido todas las -Asturias de Oviedo que hay en todo el mundo. No curó don Quixote de las -boberias de su escudero; y asi, volviendose al ermitaño y á Bracamonte, -les dixo: Habeis de saber, señores, que esta dama que veis aqui atada -con tanto rigor y crueldad, es sin duda la gran Zenobia, reina de las -Amazonas, si nunca la oistes dezir; la cual, habiendo salido á caza con -la muchedumbre de sus más diestros cazadores, vestida de verde, en un -hermoso caballo rucio rodado, con su arco en la mano y una rica aljaba -al hombro, llena de doradas y herboladas flechas, habiendose apartado -de su gente por haber seguido un ferozisimo jabalí, se perdió en estos -obscuros bosques; y siendo hallada por alguno ó algunos jayanes de los -que van por el mundo haziendo dos mil alevosias le robaron su preciado -caballo, quitandole sus ricos y bordados vestidos y todas las joyas, -perlas, axorcas y anillos que en su cuello, braços y blancas manos -traia; y la dexaron, como veis, desnuda en camisa y atada á ese pino: -por tanto, señor soldado, v. m. la desate luego, y sabremos de su boca -elegantisima toda la historia. La muger era tal, que pasaba de los -cincuenta, y tras de tener bellaquisima cara, tenia un rasguño de á -jeme en el carrillo derecho, que le debieron de dar siendo moça, por su -virtuosa lengua y santa vida. El soldado la fue á desatar, diziendo: -Yo le juro á v. m., señor caballero, que la dueña que está aqui no -tiene cara de reina Zenobia, si bien tiene el talle de amazona; y si -no me engaño, me parece haberla visto en Alcala de Henares, en la -calle de los Bodegones, y se ha de llamar Barbara la de la cuchillada. -Y llegandola á desatar, dixo ella que era la verdad y que aquel era -su nombre. En esto se quitó el manto que traia el ermitaño, y se le -puso á la pobre muger para que asi con él llegase hasta el lugar con -más decencia; la cual, en viendose cubierta, se llegó adonde estaba -don Quixote, y viendole armado de todas pieças, le dixo: Infinitas -gracias, señor caballero, rindo á v. m. por la que me acaba de hazer, -pues con ella y por sus manos quedo libre de las de la muerte, -en las cuales sin duda me viera esta noche, si por piedad de los -cielos no hubiera v. m. pasado por aqui con esta noble compañia. Don -Quixote con mucho reposo y gravedad le respondió, diziendo: Soberana -señora y famosa reina Zenobia, cuyas fazañas estan ya tan sabidas -por el mundo, y cuyo nombre y valor conocieron tan bien los famosos -griegos á costa de su sangre generosa, pues vos con vuestras fermosas -cuanto intrepidas amazonas fuistes poderosa para dar la vitoria á la -parte que favoreciades de los dos lucidos exercitos del emperador -de Babilonia y Constantinopla, yo me tengo por muy felize y dichoso -en haberos hecho hoy este pequeño servicio, principio de los que á -vuestra real persona de aqui adelante pienso hazer en la grandiosa -corte del catolico monarca de las Españas, en la cual tengo aplaçada -una peligrosa y dudosa batalla con el gigante Bramidan de Tajayunque, -rey de Chipre. Yo os juro y prometo desde aqui coronaros por reina y -señora de aquella amenisima isla y regalado reino, despues de haber por -cuarenta dias defendido contra todos los caballeros del mundo vuestra -rara y peregrina fermosura. El ermitaño y Bracamonte, que semejantes -disparates oyeron dezir á don Quixote, no se podian valer de risa; -pero considerando la obligacion en que le estaban por lo que cuidaba -de su regalo, y cuanto por no perderle les importaba sobrellevarle, -disimulaban cuanto podian, siguiendole el humor como discretos; aunque, -cuando se hallaban ambos á solas, lo reian todo por junto. La buena -muger, que se vió tratar de reina, no supo que le responder, sino -dezir: Yo, señor mio, si bien soy moçona, no soy la reina Zenobia, como -v. m. me llama; si es que no lo dize fisgando por verme tan fea. Pues -á fe que en mi tiempo no lo fui; que vivido he en Alcala de Henares -toda mi vida, donde, cuando era muchacha, era bien regalada y querida -de los más galanos estudiantes que ilustraban entonzes aquella celebre -universidad, sin haber rotulada por todos sus patios y casa otra que -Barbara; y hasta en todas las puertas de los conventos y colegios -estaba mi nombre escrito con letras coloradas y verdes, cubierto de -coronas y ladeado de palmas, diziendo: Barbara victor; pero ya por -mis pecados, despues que un escolastico capigorron me hizo esta señal -en el rostro (que mala se la de Dios en el anima), no hay quien haga -caso de mí. Pues á fe que, aunque fea, no espanto. A esto respondió -Sancho: Por vida de mi madre, que esté en el otro mundo por muchos años -y buenos, señora reina Zenobia, que aunque le parece á v. m. que no -espanta, que me espantó denantes cuando la ví con tan mala catadura; -que habia de la cera que destilaba la colmena trasera que naturaleza -me dió, para hazer bien hechas media dozena de hachas de á cuatro -pabilos. Don Quixote, que ya en su fantasia idolatraba en Barbara, -teniendola por la reina Zenobia, le dixo, dando un empujon á Sancho, -con que le hizo callar: Vamos, serenisima señora, al lugar, que ya -está cerca, y dezirnos heis por el camino como os sucedió la desgracia -de ser robada, y atada de pies y manos en aquel pino. Y volviendose á -Sancho, le dixo: ¿Ois, escudero? Traed vuestro jumento, y subireis en -él luego á la señora reina Zenobia de aqui al lugar. Traxole Sancho, -y poniendose á gachas á cuatro pies para que subiese, volviendo la -cabeça, le dixo: Suba, señora reina; y ponga los pies sobre mí. Hizolo -ella con mucha desenvoltura y sin hazerse de rogar; y puesta á caballo, -començaron á caminar para el pueblo. A pocos pasos que habia andado, le -dixo Bracamonte: Diganos, señora Barbara, por vida desa suya que tantas -ha pensado costar en la moçedad, ¿quien fue aquel bellaco que la dexó -de tal suerte, y quien el que la sacó de la calle de los Bodegones de -Alcala, donde estaba como una princesa y tan visitada de estudiantes -novatos que la henchian las medidas y bolsas? ¡Ay señor soldado! -respondió ella. ¿Conociome á mí alli en mi prosperidad? ¿Entró alguna -vez en mi casa? ¿O acaso comió jamas del mondongo que yo guisaba? que -le solia algunas vezes hazer tan bueno, que se comian los estudiantes -las manos tras ello. Yo, señora, respondió él, jamas comí en casa de -v. m., porque estaba en el Colegio Trilingüe, donde dan de comer á -los colegiales; pero acuerdome bien de que alababan mucho las agujas -de v. m. y su limpieza, la cual, segun me dezian, era tanta, que con -solo un caldero de agua lavaba por el pensamiento dos y tres vientres: -de manera que salian de sus manos unas morcillas verdinegras, que era -gloria mirallas; que como la calle es angosta y obscura, no se podia -echar de ver la superabundancia del mugre con que convidaban al más -hambriento machuca de Alcala. ¡Ay! ¡mal haya él, replicó Barbara, y -que gran bellaco y socarron me parece! Pues á fe que si no me engaño, -que ha él comido de mis manos más de cuatro vezes; porque su talle y -vestido no es para hazerme creer que ha estado en el Colegio Trilingüe, -como dize. Digame la verdad, acabe. Bracamonte la satisfizo, diziendo: -Antes que yo entrase en el colegio, agora cuatro años, estaba con otros -seis estudiantes amigos en la calle de Santa Ursula, en las casas que -se alquilan alli junto á la iglesia mayor del mercado; y me acuerdo -que v. m. subió á ellas con una olla no muy pequeña llena de mondongo; -y un estudiante, que se llamaba Lopez, la cogió en sus braços sin -derramarla, y la metió en su aposento, donde él con todos los amigos -comimos de la olla que v. m. se traia baxo sus mugrientas sayas, sin -tocar á la del mondongo. Por el siglo de mi madre, respondió Barbara, -que me acuerdo deso como de lo que he hecho hoy. Pues á fe que toda era -gente honrada; que aunque no tuvieron razon de hazer lo que hizieron, -siendo yo muger de mis prendas, todavia tuvieron respeto de no tocarme -á la olla. ¡Jesus, Jesus! ¿que estaba alli? Pues sepa que Lopez es -ya licenciado y un grandisimo bellaco enamoradizo, mas con todo eso, -á fe que las vezes que yo subia á su aposento, que no me escupia. -Pues, señora reina mia, dixo Sancho, si tan buena ofiziala es de hazer -mondongos, sepa que si mi amo la lleva, como dize, al reino de Chipre, -alli tendrá bastantisima ocasion de mostrar su habilidad, porque -habrá tripas infinitas de los enemigos que mataremos; de los cuales -podrá hazer pasteles, pelotas de carne y ollas podridas, y echarles -toda la caparrosa que quisiere, pues es lo que da mejor gusto á los -guisados. ¡Ay amarga de mí! respondió Barbara: si la caparrosa es para -hazer tinta, ¿como dezis vos, hermano, que la eche en los guisados? -No sé, en mi conciencia, replicó Sancho, lo que me echaron encima de -las alhondiguillas que me dieron en casa de don Carlos en Çaragoça; lo -que sé es que ellas me supieron riquisimamente. Albondiguillas direis, -dixo Barbara; que ansi se llaman en todo el mundo. Poco monta; replicó -Sancho, que se llamen de una suerte ó de otra, lo que hemos de procurar -es sembrar muchas en estando en Chipre. - - - - -CAPITULO XXIII - -En que Barbara da cuenta de su vida á don Quixote y sus compañeros -hasta el lugar, y de lo que les sucedió desde que entraron hasta que -salieron dél. - - -Salieron del pinar á la que Sancho acababa de dezir las referidas -simplicidades. Juntoseles don Quixote en el camino real, donde les -esperaba haziendo mil discursos acerca del modo que tendria en llevar -á la corte á la que él tenia por reina Zenobia; y luego que vió que -ella llegaba al puesto en que la esperaba, la dixo con grande respeto -y mesura: Suplico á vuesa magestad se sirva, poderosisima reina, de -darnos cuenta, de aqui á que con la fresca lleguemos al vecino lugar, -de quienes fueron los follones que la robaron sus ricas joyas y la -desnudaron de sus reales galas, dexandola atada con tanta crueldad en -aquel arbol. A lo cual respondió ella al punto: V. m., señor mio, ha -de saber que viviendo yo en Alcala de Henares, en la calle que llaman -de los Bodegones, con mi honrado y ordinario trato, quiso la fortuna, -que siempre es contraria á los buenos, que viniese alli un mancebo de -muy bonita cara y harto discreto, el cual entró dos ó tres vezes á -comer en mi casa. Como le vi al principio tan cortes, prudente y bien -hablado, aficionemele (que no debiera) de tal suerte, que no podia -de noche ni de dia sosegar sin verle, hablarle y tenerle á mi lado. -Dabale de comer y cenar todos los dias como á un principe, comprabale -medias, çapatos, cuellos y aun los libros que me pedia, mirandome -en él cual en un un espejo: en fin, él estuvo en mi casa con esta -vida más de un año y medio, sin gastar blanca suya, y muchas mias. -En este tiempo sucedió que estando una noche conmigo en la cama, me -dixo como estaba determinado de ir á Çaragoça, adonde tenia parientes -muy ricos; y que me prometia, si queria ir con él, que en llegando -allá se casaria conmigo, por lo mucho que me amaba; y yo, que soy una -bestia, creyendo sus engañosas palabras y falsas promesas, le dixe que -era contentisima de seguirle; y luego començé á vender mis alhajas -que eran dos camas de buena ropa, dos pares de vestidos mios, una -grande arca de cosas de lienzo, y finalmente todo lo demas que en mi -casa tenia; de lo cual hize más de ochenta ducados, todo en reales -de á ocho. Con ellos y notable gusto nos salimos juntos una tarde de -Alcala; y llegados al segundo dia á la entrada del bosque de quien -ahora acabamos de salir, me dixo nos entrasemos á sestear en él; que -se queria holgar conmigo: ¡asi mala holgura le dé Dios en el alma y -en el cuerpo! Pero no le quiero maldezir; porque quiçá algun dia nos -toparemos, y me pedirá perdon de lo hecho; y como le quiero tanto, -facilmente le perdonaré. Seguile, creyendo en sus razones (que no -debiera); y viendome sola y en lugar tal y tan secreto, metió mano á -una daga, diziendome que si no sacaba alli todo el dinero que traia -conmigo, que él me sacaria el alma del cuerpo con aquel puñal. Yo, que -vi una furia tan repentina en la prenda que más queria en el mundo, -no supe qué le responder, sino, llorando, suplicarle que no hiziese -tal alevosia; pero començome á apretar tanto, sin hazer caso de mis -justas razones y llorosas palabras, que, viendo tardaba en darle los -ochenta ducados más de lo que su codicia permitia, empezó á decirme á -vozes colerico: Acabe de darme presto el dinero la muy puta, vieja, -bruxa, hechicera. Sancho, que estaba escuchando con mucha atencion á -Barbara, cuando le oyó referir tantos y tan honrados epitetos, le -dixo: Y digame, señora reina, ¿era acaso verdadero todo ese calendario -que le dixo el estudiante? porque de sus hechos colixo que era tan -hombre de bien, que por todo el mundo no diria una cosa por otra, sino -la verdad pura. ¡Como verdad! replicó ella: á lo menos en lo que dixo -de bruxa, mintió como bellaco; que si una vez me pusieron á la puerta -mayor de la iglesia de San Yuste en una escalera, fue por testimonio -que unas vecinas mias invidiosas, por no más que sospechosas, me -levantaron: ¡ansi levantadas tengan las alas del coraçon, pues por -ello me hizieron echar en la trena, donde gasté lo que Dios sabe! Pero -vaya en hora buena, con su pan se lo coman; que á fe que me vengué, á -lo menos de la una dellas, muy á mi salvo, pues á un perro que ella -tenia en casa y con quien se entretenia, le dí çarazas en vengança -del dicho agravio. Rieronse todos del dicho de Barbara, y Sancho la -replicó diziendo: Pues ¡cuerpo de Poncio Pilatos, señora reina! ¿que -culpa tenia el pobre perro? ¿Fuese él acaso á quexar de v. m. á la -justicia, ó levantola el falso testimonio que dize? Que el perro seria -muy bueno y no haria mal á nadie, y por lo menos sabria cazar alguna -olla, por podrida que fuese. ¡Triste perro! si no me quiebra el coraçon -de dolor su homicidio... Don Quixote le dixo: Oyete, pecora: ¿por -ventura conociste ni viste aquel perro? ¿Que se te da á tí dél? ¿Pues -no quiere que se me dé, replicó Sancho, si no sé si el honrado y mal -logrado y yo eramos primos hermanos? Que el diablo es sutil, y donde -no se piensa se caza la liebre; y como dizen, do quiera que vayas, -de los tuyos hayas. Y de aqui començó á ensartar refranes, de suerte -que no le podian acallar; mas don Quixote suplicó á la reina Zenobia -pasase adelante, y no hiziese caso de Sancho, que era un animal. Pues -como digo, prosiguió ella, mi bueno de Martin (que asi se llamaba la -lumbre de mis ojos), nombre para mi bien aciago, pues tanta parte tiene -Martin de martes, començó á darme prisa por el dinero, acompañando -cada palabra injuriosa que me dezia con un piquete en estas pecadoras -nalgas, tal que me hazia poner el grito en el cielo; y asi, viendome -tan apretada, y considerando que si no hazia lo que me pedia, podria -ser darme algun golpe peor que el que otro tal cual él me habia dado -en la cara por menos que eso, saqué todo mi dinero y diselo; mas, no -contento con él, me quitó una saya y corpiño y un faldellin harto bueno -que traia vestido; y atandome á un pino, me dexó de la manera que vs. -ms. me han hallado, á quien pague Dios la merced que me han hecho. Pues -en buena fe dixo Sancho, que si la desnudara un dedo más adentro, -que la dexara hecha un Adan y Eva. ¡Oh hi de puta, socarron, bellaco! -¿No será bueno, señor don Quixote, que yo vaya por esos mundos en mi -rucio buscando á ese descomunal estudiante, y que le desafie á batalla -campal, y en cortandole la cabeça, la traiga espetada en el hierro de -algun lançon, y con ella entre en las justas y torneos con aplauso de -cuantos me vieren? Pues es cierto que admirados han de dezir: ¿Quien -es este caballero andante? Y con orgullo creo les sabré responder: Yo -soy Sancho Pança, escudero andante del invito don Quixote de la Mancha, -flor, nata y espuma de la andantesca escuderia. Pero no quiero meterme -con estudiantes; doylos á Belcebu; que el otro dia cuando fuimos á -las justas de Çaragoça, yo y el cocinero coxo llegamos á hablar á -uno dellos al colegio, y me dió un demonio de otro un tan infernal -pescoçon en esto del gaznate, que casi me hizo dar de ojos; y como me -abaxé por la caperuça, acudió otro á las asentaderas con una coz tal, -que toda la ventosidad que habia de salir por alli, me la hizo salir -por arriba, envuelta en un regüeldo que, segun dixo él mismo, olia á -rabano serenado; y no hube bien levantado la cabeça, cuando començó -á llover sobre mí tanta multitud de gargajos, que si no fuera porque -sé de nadar como Leandro y Nero... Pero un cararelamido, que parece -que aun agora me le veo delante, me arrojó tan diestramente un moco -verde, que le debia tener represado de tres dias, segun estaba de -cuajado, que me tapó de suerte este ojo derecho, que me hube de salir -corriendo y gritando: ¡Ah de la justicia! que han muerto el escudero -del mejor caballero andante que han conocido cuantos visten cueras de -ante. Llegaron en esto al lugarcillo, lo cual atajó las razones de -Sancho; y llegados á su meson, se apearon en él todos por mandado de -don Quixote, el cual se quedó en la puerta hablando con la gente que -se habia juntado á ver su figura. Entre los que alli á esto habian -acudido, no habian sido de los postreros los dos alcaldes del lugar, el -uno de los cuales, que parecia más despierto, con la autoridad que la -vara y el concepto que él de sí tenia le daban, le preguntó mirandole: -Diganos v. m., señor armado, para donde es su camino y como va por -este con ese sayo de hierro y adarga tan grande; que le juro en mi -conciencia que ha años que no he visto á otro hombre con tal librea -cual la que v. m. trae: solo en el retablo del Rosario hay un tablon -de la Resurreccion, donde hay unos judiazos despavoridos, y enjaezados -al talle de v. m., si bien no estan pintados con esas ruedas de cuero -que v. m. trae, ni con tan largas lanças. Don Quixote, volviendo las -riendas á Rocinante hazia la gente que le tenia cercado en corrillo, -dixo á todos con voz reposada y grave, sin reparar en lo que el alcalde -le habia dicho: Valerosos leoneses, reliquias de aquella ilustre sangre -de los godos, que por entrar Muça por España, perdida por la alevosia -del conde Julian, en vengança de Rodrigo y de su incontinencia, y -en desagravio de su hija Florinda, llamada la Cava, os fue forçoso -haberos de retirar á la inculta Vizcaya, Asturias y Galicia para que -se conservase en las inaccesibles quiebras de sus montes y bosques la -nobilisima y generosa sangre que habia de ser, como ha sido, açote -de los moros africanos; pues alentados del invencible y gloriosisimo -Pelayo y del esclarecido Sandoval, su suegro, amparo y fidelisima -defensa á cuyo celo debe España la sucesion de los catolicos reyes -de que goza, pues dél nació el valor con que los filos de vuestras -cortadoras espadas tornaron cumplidamente á recobrar todo lo perdido -y á conquistar nuevos reinos y mundos, con invidia del mismo sol, que -solo hasta que vosotros les asaltastes sabia dellos y los conocia: ya -veis, inclitos Guzmanes, Quiñones, Lorençanas y los demas que me ois, -como mi tio el rey don Alfonso el Casto, siendo yo hijo de su hermana, -y tan nombrado cuanto temido por Bernardo, me tiene á mi padre el de -Saldaña preso, sin querermele dar; demas de lo cual, tiene prometido -al emperador Carlo-Magno darle los reinos de Castilla y Leon despues -de sus dias; agravio por el cual no tengo de pasar de ninguna manera, -pues no teniendo él otro heredero sino á mí, á quien toca por ley -y derecho, como á sobrino suyo legitimo, y mas propincuo á la casa -real, no tengo de permitir que extrangeros entren en posesion de cosa -tan mia: por tanto, señores, partamos luego para Roncesvalles, y -llevaremos en nuestra compañia al rey Marsilio de Aragon, con Bravonel -de Çaragoça; que, ayudandonos Galalon con sus astucias y con el favor -que nos promete, facilmente mataremos á Roldan y á todos los doze -Pares; y quedando en aquellos valles mal ferido Durandarte, se saldrá -de la batalla; y por el rastro de la sangre que dexará, irá caminando -Montesinos por una aspera montaña, aconteciendole mil varios sucesos, -hasta que topando con él, le saque por sus manos, á instancia suya, el -coraçon, y se le lleve á Belerma, la cual en vida fue la mira de sus -cuidados. Advertid pues, famosos leoneses y asturianos, que para el -acierto de la guerra os prevengo en que no tengais disensiones sobre -el partir de las tierras y señalar de moxones. Y volviendo en esto las -riendas á Rocinante y apretandole las espuelas, se entró furioso en el -meson, gritando: ¡Al arma, al arma; que - - Con los mejores de Asturias - Sale de Leon Bernardo, - Todos á punto de guerra, - A impedir á Francia el paso![22] - - [22] Estos cuatro versos de romance están escritos como prosa en - la edición original. - -Toda la gente se quedó pasmada de oir lo que el armado habia dicho, y -no sabian á que se lo atribuir. Unos dezian que era loco, y otros no, -sino algun caballero principal; que su trage eso mostraba; tras lo -cual querian todos entrarse á tratar con él; pero el ermitaño se puso -á la puerta en resistencia diziendoles: Vayanse, señores, con Dios; -que este hidalgo está loco, y le llevamos á curar á la casa de los -orates de Toledo: no nos le alteren más de lo que él se está. Oidas -estas razones al venerable ermitaño, se fueron al punto cuantos alli -estaban; y llevando Sancho á Rocinante á la caballeriza, se entraron -don Quixote y los demas de su compañia en un aposento, donde le -ayudaron á desarmar Bracamonte y el ermitaño, con cuyo manto buriel -estaba cubierta la buena Barbara, sentada en su presencia en el suelo, -á la cual viendo don Quixote dixo: Soberana señora, tened un poco de -paciencia; que muy en breve sereis llevada á vuestro famoso imperio de -las Amazonas, siendo primero coronada por reina del vicioso reino de -Chipre, en cuya pacifica posesion os porné en matando su tirano dueño, -el valiente Bramidan de Tajayunque, en la corte española; que para -eso con toda diligencia entraremos mañana en la fuerte y bien murada -ciudad de Sigüença, en la cual os compraré unos ricos vestidos, en -cambio de los que aquel alevoso principe don Martin os quitó contra -toda ley de razon y cortesia. Señor caballero, respondió ella, beso á -v. m. las manos por la buena obra que sin haberle servido me haze; yo -quisiera ser de quinze años y más hermosa que Lucrecia, para servir -con todos mis bienes habidos y por haber á v. m.; pero puede creer -que si llegamos á Alcala, le tengo de servir alli, como lo verá por -la obra, con un par de truchas que no pasen de los catorze, lindas á -mil maravillas y no de mucha costa. Don Quixote, que no entendia la -musica de Barbara, le respondió: Señora mia, no soy hombre que se me dé -demasiado por el comer y beber; con eso á mi escudero Sancho Pança; con -todo, si esas truchas fueren empanadas, las pagaré y las llevaremos en -las alforjas para el camino; aunque es verdad que mi escudero Sancho, -en picandosele el molino, no dexará trucha á vida. La buena señora, -como vió que don Quixote no le había entendido, se volvió al soldado, -que se estaba riendo, y le dixo: ¡Ay amarga de mí, y que moscatel es -este caballero! Mucho quiçá ha comido: menester habrá, si va á Alcala, -acepillar un poco el entendimiento, que le tiene muy gordo. ¿Que dize -vuesa alteza de gordo?, dixo don Quixote. Que no lo está v. m. mucho, -respondió ella, dezia, señor; cosa que me maravilla de quien tiene -tan buena condicion. Señora, replicó don Quixote, de tres generos de -gente murmuraba mucho un filosofo moderno que yo conocí: del medico -sarnoso, del letrado engañado, y del que emprende largos caminos y -pleitos siendo gordo; y pues yo emprendo por mi profesion de caballero -andante las dos ultimas cosas dichas, no será bien que esté gordo; -porque el estarlo es de hombres ociosos y que viven sin cuidados; y -asi no es posible engordar más de lo que estoy, teniendo tantos como -tengo. Tratando desto, entró Sancho corriendo, dando una mano con otra -y diziendo: ¡Albricias, señor don Quixote, albricias! ¡Buena nueva, -buena nueva! Yo te las prometo, dixo don Quixote, hijo Sancho; y más si -son las nuevas de que ha parecido aquel estudiante que robó á la gran -reina Zenobia. Mejor, respondió Sancho, es la nueva. ¿Es por ventura, -añadió don Quixote, que el gigante Bramidan de Tajayunque está en el -lugar, y me busca para acabar la batalla que entre los dos tenemos -aplaçada? Mejor sin comparacion es, replicó Sancho. Dinosla, pues, -presto, dixo don Quixote; que si es de tanta importancia como dizes, no -te faltaran buenas albricias. Han de saber vs. ms., respondió Sancho, -que dice el mesonero (y no burla, porque yo lo he visto por mis ojos) -que tiene para que cenemos una riquisima olla con cuatro manecillas -de vaca y una libra de tocino, con bofes y livianos de carnero y con -sus nabos; y es tal, en fin, que en dandole cinco reales de contado y -á letra vista, se verná ella misma á cenar por sus pies con nosotros. -Don Quixote le dió una coz diziendo: ¡Miren el tonto goloso, las nuevas -de importancia que nos traia! Las albricias dellas le diera yo de muy -buena gana con un garrote, si por aqui le hubiera á mano. Entró, cuando -esto dezia don Quixote con colera, muy sin ella el mesonero diziendo: -¿Que es lo que vs. ms. quieren cenar, señores? que se les dará luego al -punto. Don Quixote le dixo que para él le traxese dos pares de huevos -asados, blandos, y para aquellos señores lo que á ellos les pareciese; -pero que adereçase algun faisan, si le tenia á mano, para la reina -Zenobia, porque era persona delicada y regalada, y le haria daño otra -cosa. Miró el mesonero á la que don Quixote llamaba reina, y dixo: -¿No es v. m. la que cenó anoche con un estudiante, y nos dixo que iba -á casarse con él á Çaragoça? Pues ¿como ayer, como este caballero -dize, no era Zenobia (aunque si novia del tan falto de barbas cuanto -de vergüença), y agora lo es? A fe que anoche no cenó de faisan, si -no de un plato de mondongo que consigo traxo de Sigüença, envuelto en -una servilleta no muy limpia, ni tampoco se nos hizo reina. Hermano, -respondió ella, yo no os pido nada: traed de cenar; que lo que todos -estos señores cenaren, cenaré yo tambien, pues este caballero nos haze -á todos merced. Fue el mesonero y pusoles la mesa, y cenaron todos, -con mucho contento de Sancho, que servia, yendosele los ojos y el alma -tras cada bocado de sus amos. Levantados los manteles, mientras él se -fue á cenar, quedando todos sobre mesa, dixo el ermitaño á don Quixote. -V. m., señor, nos la ha hecho grandisima á mí y al señor Bracamonte -en este camino, y por ella quedamos ambos obligadisimos; pero porque -ya nos es forçoso irnos por otra parte, él de aqui á Avila, de donde -es natural, y yo á Cuenca, habrá v. m. de servirse darnos licencia, -y mandarnos en dichas ciudades en cuanto se le ofreciere y viere -le podemos servir, pues lo haremos como lo debemos y con las veras -posibles; y lo mismo ofrecemos á su diligente escudero Sancho. Don -Quixote le respondió que le pesaba mucho perder tan buena compañia; -pero que si no se podia hazer otra cosa, que fuesen sus mercedes con la -bendicion de Dios, mandando á Sancho que les diese un ducado á cada uno -para el camino, el cual ellos recebieron con mucho agradecimiento; y -don Quixote les dixo: Por cierto, señores, que entiendo verdaderamente -que á duras penas se podran hallar tres sugetos tales como los tres -que habemos caminado desde Çaragoça hasta aqui, pues cada uno de -nosotros merece por sí grande honra y fama; porque, como sabemos, por -una de tres cosas se alcançan en el mundo las dos dichas: ó por la -sangre, ó por las armas, ó por las letras, incluyendo en sí cada una -dellas la virtud, para que sea perfecto cumplimiento. Por la sangre -el señor Bracamonte es famoso, pues la suya es tan conocida en toda -Castilla; por las armas yo, pues por ellas he adquirido tanto valor en -el mundo, que ya mi nombre es conocido en toda su redondez; y por las -letras el padre, de quien he colegido que es tan grande teologo, que -entiendo sabrá dar cuenta de sí en cualesquier universidades, aunque -sean las Salmantina, Parisiense y Alcaladina. Sancho, que en acabando -de cenar se habia puesto en pie detras de don Quixote á escuchar la -conversacion, salió diziendo: Y yo ¿de que tengo fama? ¿No soy tambien -persona como los demas? Tú, respondió don Quixote, tienes fama del -mayor tragon goloso que se haya visto. Pues sepan (replicó Sancho), -burlas aparte, que no solamente me toca á mí uno de los nombres que -cada uno de vs. ms. tiene y con que se hazen famosos, sino que lo soy -por todos tres juntos, por sangre, por armas y por letras. Riose don -Quixote, diziendo: ¡Oh simple! ¿y como ó cuando mereciste tú tener -alguno de los renombres que nosotros por excelencia tenemos, para que -vuele tu fama como la nuestra por el orbe? Yo se lo diré á vs. ms., -dixo Sancho, y no se me rian, ¡cuerpo de mi sayo! Lo primero, yo soy -famoso por sangre, porque, como sabe mi señor don Quixote, mi padre fue -carnicero en mi lugar, y cual tal, siempre andaba lleno de sangre de -las vacas, terneras, corderos, ovejas, cabritos y carneros que mataba, -y siempre traia llenos della los braços, manos y delantal. Por las -armas tambien soy famoso, porque un tio mio, hermano de mi padre, es -en mi tierra espadero, y agora está en Valencia, ó donde él se sabe, y -siempre él anda limpiando espadas, montantes, dagas, puñales, estoques, -cuchillos, cuchillas, lanças, alabardas, chuzos, partesanas, petos y -morriones y todo genero armorum. Por las letras, tambien un cuñado mio -es encuadernador de libros en Toledo, y siempre anda con pergaminos -escritos, y envuelto entre libraços tan grandes como la albarda de -mi rucio, llenos de letras goticas. Levantaronse todos riendo de las -necedades de Sancho, y fueronse á acostar cada uno donde el huesped los -llevó. - - - - -CAPITULO XXIV - -De como don Quixote, Barbara y Sancho llegaron á Sigüença, y de los -sucesos que alli todos tuvieron, particularmente Sancho que se vió -apretado en la carcel. - - -En amaneciendo Dios se despertó don Quixote; que el caos que tenia -en su entendimiento, y confusion de especies de que traia embutida -la imaginativa, le servian de tan desconcertado despertador, que -apenas le dexaban dormir media hora seguida. Pusose, en despertando, -en pie, dando gritos á Sancho, que apenas podia despegar los ojos; -pero fuele forçoso hazerlo, por la prisa que su amo le daba. Con ella -pues ensilló á Rocinante y jumento, mientras don Quixote pagaba la -cama y cena de todos. Hecha esta diligencia y salidos juntos de la -posada, se despidieron de don Quixote el ermitaño y Bracamonte, y -lo mismo hicieron tambien de Sancho Pança, el cual andaba ocupado en -subir á Barbara en una borrica vieja del huesped, que se la alquiló -don Quixote hasta Sigüença, juntamente con una ropa, asimismo vieja, -de su muger, que lo era harto; y habiendo caminado los cuatro desta -suerte lo más del dia, llegaron á la ciudad, y se fueron á un meson, -al cual les encaminó su huesped, que les guiaba, entrando en él bien -acompañados de muchachos, que iban detras diziendo á gritos: ¡Al hombre -armado, muchachos, al hombre armado! En apeandose don Quixote, pidió -al mesonero tinta y papel, y encerrandose con ello en un aposento, -escribió media dozena de carteles para poner en los cantones, que -dezian desta manera: - - CARTEL - - «El Caballero Desamorado, flor y espejo de la nacion manchega, - desafia á singular batalla aquel ó aquellos que no confesaren que - la gran Zenobia, reina de las Amazonas, que conmigo viene, es la - más alta y fermosa fembra que en la redondez del universo se halla: - que será defendida con los filos de mi espada su rara y singular - belleza en la real plaça desta ciudad desde mañana á mediodia hasta - la noche; y el que intentare salir en batalla con dicho Caballero - Desamorado, ponga su nombre en el pie deste cartel.» - -Hechas las copias dél, llamó á Sancho, diziendo: Toma, Sancho, estos -papeles, y busca un poco de engrudo ó cola, y ponlos en las esquinas de -la ciudad de manera que puedan ser leidos de todos; y advierte con toda -diligencia en cuanto los caballeros que llegaren á leerlos dixeren, -y en si se meten en colera, volviendo por sus amantes damas, y en si -dizen algun improperio (porque la virtud siempre es invidiada), ó en si -se alegran por la honra que ganan de solo entrar conmigo en batalla, -y finalmente, en si te preguntan donde estoy ó donde está la Reina -mi señora. Ve volando, Sancho mio, y por tus ojos que lo adviertas y -notes todo, para que me sepas dar, cuando vuelvas, cumplida cuenta y -razon dello; que yo, si fuere necesario, no haziendo caso de la cena, -iré luego á la hora á castigar su sandez y atrevimiento, para que de -aqui adelante no le tengan otros tales como ellos para dezir semejantes -desvarios contra quien tan bien sabe castigarlos. Sancho estuvo un -rato con los papeles en la mano pensativo, porque hazia él esto del -fijar carteles de desafio de muy mala gana, y quisiera más que don -Quixote le inviara por una pierna de carnero, porque traía razonable -apetito de cenar; y ansi con la cabeça baxa le dixo: ¡Valgame las -parrillas del señor san Lorenço, mi señor don Quixote! ¿Es imposible -que pudiendo nosotros vivir en haz y en paz de la santa madre Iglesia -catolica romana, gustemos de meternos de nuestro proprio caletre en -pendencias y guerreaciones necias que no nos va ni nos viene, y sin -para qué? ¿Quiere v. m. que salga algun Barrabas de caballero que, -habiendo estado muy descansado y regalado en esta ciudad él y su -caballo, y queriendo her batalla con nosotros, que venimos cansados, -y con Rocinante, que de puro molido no puede comer bocado, permita -la misericordia de Dios que nos venza, y demos con toda nuestra -caballeria en casa de Judas? ¿No será mejor, ya que tal intente, pedir -licencia al alcalde deste lugar para poner estos papeles, puesto me -veo ya desta hecha en cuatro mil peligros, desastres y desventuras? -Don Quixote le dixo: ¡Oh necio, oh pusilanime, oh cobarde! ¿Y eres tú -el que piensas recebir el orden de caballeria en Madrid con publico -honor, en presencia de la sacra, cesarea y real magestad del Rey -nuestro señor? Pues sabete que no es la miel para la boca del asno, ni -el orden de caballeria se suele ni puede dar sino á hombres de brio, -animosos, valientes y esforçados, y no á golosos ni pereçosos como tú. -Ve luego, y haz lo que te digo sin más replica. Sancho, que vió tan -enojado á su amo, calló y fuese, maldiziendo mil vezes á quien con él -le habia juntado; y compró en casa de un çapatero un cuarto de engrudo, -y llevandolo puesto sobre la suela de un çapato viejo, se fué á la -plaça, en la cual, como era sobre tarde, estaban algunos caballeros -y hidalgos y otra mucha gente tomando el fresco con el Corregidor. -Llegose Sancho sin dezir palabra á nadie á la Audiencia, y començó á -pegar en sus mismas puertas un papelon de aquellos; pero un alguacil -que estaba detras del Corregidor, viendo fixar á aquel labrador en -la Audiencia un cartel de letras gordas, pensando que fuesen papeles -de comediantes, se le llegó diciendo: ¿Que es lo que aqui poneis, -hermano? ¿Sois criado de algunos comediantes? Respondió Sancho: ¿Que -comediantes ó que nonada? Esto que aqui se pone, majadero, no es para -vos; que más alto pica el negocio; para aquellos de las capas prietas -se haze, y mañana lo vereis. Leyó el cartel el alguacil confuso, y -volviendose luego á Sancho, que estaba alli junto poniendo otro en un -poste, le dixo: Ven acá, hombre del diablo, ¿quien os ha mandado poner -aqui estos papelones? Respondió Sancho: Llegaos vos acá, hombre de -Satanas; que no os lo quiero dezir. A las porfias y vozes que Sancho y -el alguacil daban se volvieron el Corregidor y los que con él estaban, -y preguntando qué era aquello, llegó el alguacil diziendo: Señor, -aquel labrador anda, fixando por la plaça unos carteles en que desafia -no sé quien á batalla á todos los caballeros desta ciudad. ¡Desafios -pone! dixo el Corregidor. Pues ¿estamos ahora en carnestolendas? -Andad y traednos un papel de aquellos: veremos qué cosa es; no sea -algun dislate que llegue á oidos del Obispo antes que tengamos acá -noticia dél. Llegó el alguacil, y quitó el primero que halló fixado -en un poste, para llevarle al Corregidor; lo cual visto por Sancho, -se encendió en tanta colera, que se fue para él con un guijarro en -la mano, diziendo: ¡Oh sandio y descomunal alguacil! por el orden de -caballeria que mi amo ha recebido, que si no fuera porque tengo miedo -de ti y dese rey que traes en el cuerpo, te hiziera que pagaras con -la primer pedrada todas las alguacilerias que hasta aqui has hecho, -para que otros tales como tú y la puta que te parió, no se atrevieran -de aqui adelante á semejantes locuras. Como vió el Corregidor aquel -labrador con la piedra en la mano para tirar al alguacil, mandó que -le prendiesen y llevasen alli en su presencia. Llegaron media dozena -de corchetes á hazello, y él con su guijarro en la mano no se dexaba -asir de ninguno; pero cuando vió que el negocio iba de veras y que -ya desenvainaban las espadas contra él, soltó la piedra, y puesta -la caperuça sobre las dos manos, començó á dezir: ¡Ah señores! por -reverencia de Dios, que me dexen ir á dezir á mi amo como unos follones -y malandrines no me dexan poner los papelones del desafio; que veran -como viene hecho un cisne encantado y no dexa ningun pagano dellos á -vida. Los corchetes, que no entendian aquel lenguaje, tenian á Sancho -agarrado delante del Corregidor mientras acababa de leer el papel; y -cuando lo hubo leido, le comunicó con todos los circunstantes, que le -celebraron infinito; y vuelto á Sancho, le preguntó: Veni acá, buen -hombre; ¿quien os ha mandado poner estos papelones en la Audiencia? -porque á fe de hidalgo, que os ha de costar á vos y á quien os ha -enviado á fixarlos, más caro que pensais. ¡Ah desventurada de la madre -que me parió y del ama que me dió leche! dixo Sancho. Señor, mi amo, -que mal siglo haya, me los ha mandado poner; y bien se lo dezia yo, que -no tuviesemos guerreaciones en esta tierra hasta que primero hubiesemos -muerto aquel gigantazo del rey de Chipre, adonde habemos de llevar -á la señora reina Zenobia: sueltenme; que les juro, á fe de Sancho -Pança, que iré á dezirle corriendo lo que pasa, y veran como se viene -él aqui por sus pies ó por los de Rocinante, á hazer una carniceria -tal, que jamas otra como ella se haya oido ni visto. Preguntole el -Corregidor: ¿Como se llama tu amo? Sancho le respondió que su proprio -nombre era Martin Quijada, y que el año pasado se llamaba don Quixote -de la Mancha, y por sobrenombre el Caballero de la Triste Figura; pero -que hogaño, porque ya habia dexado á Dulcinea del Toboso (ingrata -causa de la excesiva penitencia que habia hecho en Sierra-Morena, si -bien despues mereció en premio della la conquista del precioso yelmo -de Mambrino), se llamaba el Caballero Desamorado. ¡Bueno por Dios! -dixo el Corregidor; y vos ¿como os llamais? Yo, señor, respondió él, -hablando con perdon de las barbas honradas que me oyen, me llamo Sancho -Pança, que no debiera, escudero feliz del referido caballero andante, -natural del Argamesilla de la Mancha, engendrado y nacido de mis padre -y madre, y bautizado por el cura. ¿Como lo fuerais si dixerades que -erais hijo de asno y bestia? respondió lleno de risa el Corregidor, -mandando juntamente al alguacil y corchetes que le llevasen á la -carcel, y echasen dos pares de grillos hasta que se informase de todo -el caso; y hecho esto, fuesen luego por todas las posadas del lugar, y -buscasen el amo de aquel labrador y se le traxesen alli. Llevaron al -desgraciado Sancho al punto á la carcel; y las cosas que hizo y dixo -por el camino y cuando se vió en ella y que le echaban dos pares de -grillos, no hay historiador, por diligente que sea, que las baste á -escribir; pero entre otras muchas simplicidades que se cuentan dél, es -que, cuando se los hubieron echado, dixo: Tornenme, señores, á quitar -estos demonios de trabas de hierro; que no puedo andar con ellas, y no -tenian para qué ponermelas, porque yo las diera por muy bien recebidas -sin que tomaran este trabajo. En dexandole en la carcel, se le llegaron -tres ó cuatro picaros que alli habia presos, con ciertos cañutillos -de piojos en las manos; y como le vieron simple, pareciendoles sano -de Castilla la Vieja, y viendo por otra parte que á cada paso daba -de ojos con los grillos, y que de ninguna manera sabia andar con -ellos, le echaron por lo descubierto del pescueço más de cuatrocientos -piojos, con que le dieron bien de rascar y sacar todo el tiempo que -en la carcel estuvo; y como ellos le daban tanta pesadumbre, no hazia -sino lamentarse de su fortuna y de la hora en que habia conocido á -don Quixote. Mesabase las barbas, despidiendose ya de su muger, ya -del rucio, ya de Rocinante; y obligado de la gran pesadumbre que los -grillos le daban, dixo á uno de aquellos moços: ¡Ah señor picaro! Asi -Dios le dé la salud cual el contento que muestra de mi trabajo, que -me quite esas cormas, que no me dexan remecer; y si esta noche las -tengo en los pies, no podré de ninguna manera pegar los ojos. Llegó -un moço del carcelero que le oyó, y dixo: Hermano, como vos deis un -real á mi amo, os los quitará por esta noche, para hazeros, placer y -buena obra. En oyendo esto, sacó Sancho de la faltriquera una bolsilla -de cuero, en la cual tenia seis ó siete reales; para el gasto que -aquella noche se habia de hazer en el meson; de la cual sacó un real -de plata, y se le dió al moço, con que al punto le quitó los grillos. -Cuatro ó cinco de aquellos presos, que eran aguilas en hallarse las -cosas antes que las perdiesen los dueños, mirando bien adonde habian -visto poner la bolsa á Sancho, se concertaron, y llegandose uno dellos -á él, le abraçó diziendo: ¡Ay, buen hombre, y como nos holgamos que -os hayan quitado aquellos malditos grillos! Por muchos años y buenos. -Y con esto guió la mano con tanta sutileza camino de la faltriquera, -que sin errar el golpe ni ser sentido le sacó della la bolsa; pero -procedió, hecho el lance, como liberal y honrado, pues le convidó á su -misma costa á unos barquillos, fruta y vino, en que gastó el dinero. -Mas volviendo á don Quixote, como viese que Sancho tardaba tanto en -poner los papeles por los cantones, sospechando lo que podia ser, se -entró en la caballeriza, y con toda presteza ensilló á Rocinante, y -subiendo en él con su adarga y lançon, caminó para la plaça; y como -entrase en ella muy paso á paso, acompañado de muchachos, y fuese visto -por el Corregidor, y todos los que con él estaban se admirasen de ver -aquella fantasma armada y circuida de gente, llegandose todos para -ver su pretension ó lo que hazia, oyeron que don Quixote, concebiendo -que estaba rodeado de principes, sin hazer cortesia á nadie, fixando -el cuento del lançon en tierra, les començó á dezir con gravedad. ¡Oh -vosotros, infanzones, que fincasteis de las lides, que no fincarades -ende! ¿Non sabedes por ventura que Muça y don Julian, magüer que el -uno moro y el otro á mi real corona aleve, las tierras talan por mí -luengo tiempo poseidas, y que fincar ademas piensan en ellas? Tan -cuellierguidos estan con las vitorias que asaz contra razon han ganado, -fugiendo nosotros de sus airadas fazes, non faziendo la resistencia que -á tales infanzones y homes buenos atañen, non considerando las cuitas -de nuestras fembras, ni los muchos desaguisados y fuerças que aquestos -mal andantes, con infinitos tuertos, cuidan fazer en pro de Mahoma y -en reproche de nuestra fe, fablando cosas non dezideras, llenas de mil -sandezes. ¡Erguid, erguid pues vuestras derrumbadas cuchillas! salga -Galindo, salga Garcilaso, salga el buen Maestre y Machuca, salga -Rodrigo de Narvaez. ¡Muera Muça, Zegri, Gomel, Almoradi, Abencerraje, -Tarfe, Abenamar, Zaide, mejor para cazar liebres que para andar en las -lides! Fernando soy de Aragon, doña Isabel es mi amantisima esposa y -reina; desde este caballo quiero ver si hay entre vosotros alguien tan -valiente, - - Que me traiga la cabeça - De aquel moro renegado - Que delante de mis ojos - Ha muerto cuatro cristianos[23]. - - [23] Como prosa, en el original. - -Fablad, fablad; non estedes mudos; que quiero ver si en esta plaça -se topa entre vosotros home que, teniendo sangre en el ojo, sepa -volver por su dama, contra la grande fermosura de la reina Zenobia que -conmigo traigo, la cual por sí sola es bastante como yo sé por luenga -experiencia, á daros bien que hazer á todos juntos y á cada uno por -sí: por tanto dadme luego la respuesta; que uno solo soy y manchego, -que para cuantos sois basta. El Corregidor y cuantos con él estaban, -que semejantes razones oyeron dezir á don Quixote, no sabian á qué -las atribuir ni qué responderle á ellas. Mas quiso Dios que, estando -en esta confesion, llegasen á la plaça dos hidalgos mancebos de la -ciudad, y viendo el estado y corrillo que hazian al hombre armado toda -aquella gente y el Corregidor, llegandose á ellos, el uno le dixo: Han -de saber vs. ms. que el armado que miran ha dias que me causó la misma -admiracion que á todos les causa; porque habrá como un mes, poco más -ó menos, que pasó por aqui con el mismo traje que le ven, y posó en -el meson del Sol, do viendole yo, y aqui el señor don Alfonso, á la -puerta, llegamos á hablarle, y de sus palabras coleximos que es loco -ó falto de juizio; porque él nos dixo tantos dislates, y con tales -afectos y visajes, ya del imperio de Trapisonda, ya de la infanta -Micomicona, ya de las inmensas heridas que en diferentes batallas -habia recebido, y de quien habia salido curado por el milagroso -balsamo de Fierabras, que jamas le podimos acabar de entender; pero -informandonos de un labrador harto simple que traia consigo y él -le llamaba su escudero, nos dixo como su amo era de un lugar de la -Mancha, hidalgo muy honrado y rico y muy amigo de leer libros de -caballerias, y por imitar los antiguos caballeros andantes habia dos -años que andaba de aquella manera; y con esto nos contó muchas cosas -que le habian sucedido á él y á su amo en la Mancha y Sierra-Morena; -de lo cual quedamos maravillados sin saber á qué poderlo atribuir, -sino solo á que el triste se habria desvanecido leyendo libros de -caballerias, teniendolos por autenticos y verdaderos: ansi que, de -cuanto aqui dixere no hagan vs. ms. caso; antes, si quieren gustar -dél, preguntemosle algo, y veran como habla con tal reposo, que parece -algun gran principe de los antiguos; y lea v. m., señor Corregidor, -las letras que trae en la adarga, que son tan ridiculas, que confirman -bastantemente cuanto he dicho. Oyendo esto el Corregidor, volvió la -cabeça, y llamando á un alguacil, le mandó fuese volando á la carcel, -y que, sacando della y de las prisiones en que estaba aquel labrador -que poco ha habia llevado á ella por su orden, se lo traxese suelto á -su presencia; y volviendose á don Quixote, que estaba aguardando la -respuesta lleno de coraje, le dixo: Señor caballero, yo el emperador y -todos estos duques, condes y marqueses que conmigo estan, agradecemos -mucho á v. m. su buena venida á esta corte, pues merecemos tener en -ella hoy la flor de la caballeria manchega y el desfazedor de los -agravios del mundo: por tanto, respondiendo á la su demanda, dezimos -que ninguno se atreve á entrar en batalla con v. m., porque su valor -es conocido y su nombre es manifiesto en este imperio, como lo es en -todos los del universo; y asi nos damos por vencidos y confesamos la -hermosura desa señora reina que dize. Solo pedimos á la su merced -sea servido de nos la hazer quedandose en esta corte quinze ó veinte -dias, en los cuales toda ella le servirá y regalará, no conforme v. -m. mereze, sino segun nuestra posibilidad permitiere; y tenga v. m. -por bien que yo y todos estos principes vamos á ver á su casa á esa -señora reina, para que, mereciendo besarle las manos, le ofrezcamos -nuestras vidas y haciendas. Don Quixote le respondió: Señor emperador, -de hombres sabios y discretos es arrimarse siempre al mejor y más -sano consejo; y asi vs. ms., como tales, reconociendo el valor de mi -persona, la fuerça de mi braço y la razon que llevo en defender la -grandisima fermosura de la reina Zenobia, han dado en la cuenta y -caido en el punto de la verdad; no como otros fieros jayanes, que, -fiandose del furor de sus indomitos coraçones y de las fuerças de sus -braços y de los filos de sus cortadoras espadas, han presumido como -locos entrar en batalla conmigo; pero ellos han llevado, y llevaran -cuantos los imitaren, el justo pago que merecieron sus sandezes y locas -arrogancias: por tanto, respondiendo á lo que vuesa serenidad y esos -potentados me piden, de que les honre con mi persona esta corte por -quinze dias, digo que no lo puedo hazer por agora de ninguna manera, -porque tengo aplaçada una fiera batalla para la corte del rey Catolico, -contra el arrogante y membrudo gigante Bramidan de Tajayunque, rey de -Chipre, y se acerca el plaço della; pero en acabandola, doy palabra -á todas vuesas altezas que, no estorbandolo otra alguna importante y -nueva aventura, como suele suceder muchas vezes, volveré á visitarles -y á ennoblecer este grandioso imperio con mi persona. Estando en estas -platicas, llegó el alguacil con el bueno de Sancho, el cual, como -viese á don Quixote en medio de tanta gente, se llegó á él diziendo: -¡Ah señor don Quixote! ¿no sabe ¡cuerpo non de Dios! como vengo de -pasar una de las más terribilisimas aventuras que el Preste Juan de -las Indias, ni el rey Cuco de Antiopia, ni cuantos caballeros andantes -se crian en toda la andantesca provincia pueden haber pasado? Ello es -verdad que unos estantiguos ó picarones que estaban alli presos me han -hurtado la bolsa por arte de encantamiento, y echado por el pescueço -abaxo invisiblemente más de setecientos mil millones de piojos; pero -á fe que quedan buenos, pues los dexo acomodados como ellos merecen, -para que otros tales no se atrevan á tal de aqui adelante con escuderos -tan andantes y de estofa como yo, sino que tomen exemplo, y viendo la -barba de su amigo remojar, echen la suya á quemar. ¡Oh mi Sancho! dixo -don Quixote: ¿que has habido y que te ha sucedido con esos malandrines -y ladrones que dizes? Cuentamelo, con el castigo que les has dado. -¿Disteles acaso á todos de palos? Peor, dixo Sancho. ¿Cortasteles -las cabeças? Peor, respondió él. ¿Partistelos por medio? Peor hize, -respondió. ¿Hiziste sus carnes tajadas muy pequeñas, para echarlas á -las aves del cielo? Peor, replicó Sancho. ¿Pues que castigo, dixo don -Quixote, les diste? El castigo, añadió Sancho, que les di (¡ay pobres -dellos, y cuales quedan!), que començamos á jugar al que es cosa y -cosa, y cuando hubieron dicho todos, les pregunté yo: ¿Qué es cosa y -cosa que parece burro en pelo, cabeça, orejas, dientes, cola, manos -y pies, y lo que más es, hasta en la voz, y realmente no lo es? Y no -me supieron jamas dezir que era la burra. ¡Mire v. m. si les paré -buenos, pues de corridos quedan hechos unas monas, sin saber qué les -ha sucedido! Y aun si no me llamara tan por la posta aqui el señor -alguacil, yo les dexara como nuevos con otra pescuda que tenia ya en -el pico de la lengua. Rieronse todos los que la simpleza de Sancho -oyeron; pero don Quixote, sin hazer caso della, haziendoles señas con -las manos les dixo que cuantos quisieren ver y besar las hermosisimas -manos de la reina Zenobia, se fuesen tras él. Hizieronlo todos asi, -yendo siempre por el camino el Corregidor hablando con Sancho, y riendo -mucho de las boberias que dezia. Llegaron pues al meson del Sol, y -entrando delante don Quixote, baxó de Rocinante, y llamando á Barbara -por su nombre de invictisima reina Zenobia, salió luego ella de la -cocina, donde estaba, con una capa vieja del huesped por saya; porque, -como arriba queda dicho, habia quedado la pobre en el bosque en camisa, -y faltabale el reparo que le habia hecho el manto del ermitaño, y -despues el de la ropa vieja de la muger del mesonero, que hasta alli -la habia traido. Apenas la vió don Quixote, cuando con grande mesura -le dixo: Estos principes, soberana señora, quieren besar las manos á -vuesa alteza. Y entrandose tras esto con Sancho en la caballeriza para -hazer desensillar y dar de comer á Rocinante, salió ella á la puerta -del meson con la figura siguiente: descabellada, con la madeja medio -castaña y medio cana, llena de liendres y algo corta; por detras la -capa del huesped, que diximos, traia atada por la cintura en lugar -del faldellin: era viejisima y llena de agujeros, y sobre todo tan -corta, que descubria media pierna y vara y media de pies llenos de -polvo, metidos en unas rotas alpargatas, por cuyas puntas sacaban -razonable pedazo de uñas sus dedos; las tetas, que descubria entre -la sucia camisa y faldellin dicho, eran negras y arrugadas, pero tan -largas y flacas, que le colgaban dos palmos; la cara trasudada y no -poco sucia del polvo del camino y tizne de la cocina, de do salia; y -hermoseaba tan bello rostro el apacible lunar de la cuchillada que se -le atravesaba: en fin, estaba tal, que solo podia agradar á un galeote -de cuarenta años de buena boya. Apenas hubo salido de la puerta, -obligada de las vozes de su bienhechor don Quixote, cuando, viendo -en ella al Corregidor, caballeros y alguaciles que le acompañaban, -quedó tan corrida, que se quiso volver á entrar; más detuvola el -Corregidor diziendole, disimulando cuanto pudo la risa que le causó -el verla: ¿Sois vos acaso la hermosa reina Zenobia, cuya singular -hermosura defiende el señor don Quixote el manchego? Porque si sois -vos, él anda muy necio en esta demanda, pues con sola vuestra figura -podeis defenderos, no digo de todo el mundo, pero aun del infierno; -que esa cara de requiem y talle luciferino, con ese resguiño[24] que -le amplifica, y esa boca tan poco ocupada de dientes cuanto bastante -para servir de postigo de muladar á cualquier honrada ciudad, y esas -tetas carilargas, adornadas de las pocas y pobres galas que os cubren, -descubren que más pareceis criada de Proserpina, reina del estigio -lago, que persona humana, cuanto menos reina. Turbada la triste Barbara -de oirle, y sospechando que la querria llevar á la carcel, porque acaso -habia sabido el mal trato de hechicera que, como abaxo diremos, habia -usado en Alcala, le respondió llorando: Yo, mi señor Corregidor, no soy -reina ni princesa, como este loco de don Quixote me llama, sino una -pobre muger natural de Alcala de Henares, llamada Barbara, que siendo -engañada por un estudiante, me sacó de mi casa, y á seis ó siete leguas -de Sigüença me dexó desnuda y desbalijada como estoy, atada de pies y -manos á un arbol, y me llevó cuanto tenia y quiso Dios que estando en -tal conflito, pasaron por junto de aquel pinar este don Quixote y el -labrador que le sirve de escudero, y me desataron, trayendome consigo -y prometiendome volver á mi tierra. Como el Corregidor le oyó dezir -que era de Alcala, llamó á un pajecillo suyo que detras dél estaba, y -dixo á Barbara: ¿Veis aqui este muchacho que ha venido de allá no ha un -mes? El paje, mirandola bien, la conoció, y dixo: ¡Valate el diablo, -Barbara de la cuchillada! ¿quien te ha traido á Sigüença? Su amo le -preguntó si la conocia, y él respondió que sí, y que era mondonguera en -la calle de los Bodegones de Alcala, con fama de harto espesa, y que -habia dos meses que la habian puesto á la puerta de la iglesia de San -Yuste en una escalera, con una coroça por alcahueta y hechicera; y que -se dezia por Alcala sabia bravamente de revender donzellas destrozadas -por enteras, mejor que Celestina. Como ella oyó lo que el paje dezia y -vió que se reian todos, le respondió con mucha colera, diziendo: Por -el siglo de mi madre, que miente el picaro desvergonçado; que si me -pusieron en la escalera, como dize, fue por invidia de unas bellacas -vecinas que yo tenia; cuanto y más, que por hazer bien á ciertos amigos -que me lo rogaron me vino todo ese mal. Pero á fe que no podran dezir -de mí otra cosa, pues no estuve alli por ladrona, como otras que sacan -á açotar cada dia por esas calles: por hazer bien, sea Dios alabado. -Y començó á llorar tras esto, al compas que los demas á reir. Salió -luego don Quixote; y como la vió llorando de aquella manera, le asió -de la mano, diziendola: Non vos cuitedes, fermosisima é poderosa reina -Zenobia; que asaz seria yo mal andante caballero si non vos fiziese tan -bien vengada de las sandezes de aquel estudiante y de las alevosias -que vos han fecho, que podais dezir sin reproche que si sois fermosa -fembra, que tambien el caballero que desfizo tal tuerto es uno de -los mejores del mundo. Y volviendose el Corregidor y á los que con -él venian, les dixo: Soberanos principes, yo me parto mañana para -la corte; si por algun tiempo, como suele suceder, algun caballero -tartaro ó rey tirano viniere á quereros perturbar la paz, cercando con -su fuerte exercito esta vuestra imperial ciudad, y llegare á teneros -tan apretados y puestos en tal extremo, que os vieredes compelidos, -por la grandisima hambre y falta de bastimentos en duro cerco á comer -los hombres, los caballos, jumentos, perros y ratones, y las mugeres -sus amados hijos, enviadme á llamar do quiera que estuviere; que os -juro y prometo por el orden de caballeria que recebi, de venir solo y -armado como veis, y entrar por el campo del pagano, de noche, haziendo, -en dos ó tres dellas, en él una espantosisima riça, pasando en la -ultima dellas, á fuerça de mi braço, por medio de todo el exercito del -contrario, y entrando, á pesar de sus centinelas, escaramuças y armas, -en la ciudad, de la cual luego saldreis todos con mucha alegria, al -son de una suave musica, á recebirme, acompañados de muchas hachas, y -estando las ventanas llenas de luminarias y de asombrados serafines -de mi valor, más hermosos todos que las tres bellas damas que vió -desnudas el venturoso Paris en el monte Ida, siendo imposible contener -sus regaladas vozes y dexar de dezirme: ¡Bien venga el valentisimo -caballero! Y porque no sé si será entonzes mi apellido del Sol, ó -de los Fuegos, ó de la Ardiente Espada, ó del Escudero Encantado, -no aseguro el que me daran; pero sin duda sé que al que me dieren -añadiran: Bien venga el deseado de las damas, el Febo de la discrecion, -el norte de los galanes, el açote de nuestros enemigos, el libertador -de nuestra patria, y finalmente, la fortaleça de nuestros muros. -Tras lo cual me llevará el Rey á su real casa, do regalandome él y -sirviendome sus grandes, y sobre todo, recuestandome importunamente -su hija, unica en sucesion y más en beldad y prudencia; dando exemplo -al mundo, y á los caballeros andantes que en él me sucedieren, de -continencia, cortesia y fuerças, emplearé las mias en atropellar los -nuciales deleites que toda la corte y la misma infanta me ofreceran, -obligado de algun benevolo planeta que para mayores y más grandiosas -empresas me llamará, en gloria de los dichosos coronistas, y más de -mi grande amigo Alquife, uno de los mayores sabios del mundo, que con -ellos merecerá en los siglos dorados que estan por venir, historiar -mis invencibles hechos. Salió en esto muy aprisa de la cocina Sancho -diziendo: Venga v. m., señor, pesia á cuantos historiadores han tenido -todos los caballeros andantes desde Adan hasta el Antecristo (que -mal siglo le dé Dios al muy hijo de puta); que es tarde, y dize el -mesonero que tiene, para v. m. y la reina Zenobia, asada á las mil -maravillas con ajos y canela una hermosisima pierna de carnero; y si -se tarda, temo no se vuelva en pierna de carbon, segun se va poniendo -ya dura, de cansada de aguardarnos. Fueronse, en oyendo el recado, el -Corregidor y los que con él venian llenos de risa y asombro, unos de -oir los dislates del amo y simplicidades del escudero, y otros de ver -el estraño genero de locura del triste manchego, efeto maldito de los -nocivos y perjudiciales libros de fabulosas caballerias y aventuras, -dignos ellos, sus autores, y aun sus letores, de que las republicas -bien regidas igualmente los desterrasen de sus confines; pero de lo que -más se fueron admirados, era de ver la facilidad que tenia don Quixote -en hablar el lenguaje que antiguamente se hablaba en Castilla en los -candidos siglos del conde Fernan Gonçalez, Perançules, Cid Ruiz-Diaz, y -de los demas antiguos. Cenaron don Quixote, la reina Zenobia y Sancho -con grande gusto, los dos por la buena cena y hambre con que llegaron á -ella, y don Quixote por la vanagloria con que quedó de ver el aplauso -con que á su parecer le habian recebido los principes de aquella -ciudad; y despues de cena, llamando al mesonero, dixo le traxese alli -un ropavejero, porque queria comprar luego un curioso vestido para -la reina Zenobia; y diziendole el mesonero que era imposible hazerlo -entonzes, por ser ya muy tarde, pero que en amaneciendo se levantaria y -le iria á buscar, se fueron á acostar cada uno en su aposento. - - [24] Así en la edición original. Pero creemos que debe leerse - _rasguño_. - - - _Aqui da fin la sexta parte del - ingenioso hidalgo, don Quixote - de la Mancha_ - - - - -SEPTIMA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA - - - - -CAPITULO XXV - -De como al salir nuestro caballero de Sigüença encontró con dos -estudiantes, y de las graciosas cosas que con ellos pasaron hasta -Alcala. - - -Luego que hubo amanecido, se fue el mesonero á llamar, como don Quixote -le habia mandado, un ropavejero, y traxo consigo el más hacendado -del lugar, que vino cargado de dos ó tres vestidos de muger, para -que quien le mandaba llamar escogiese el que más le contentase. -Llegados á casa, hallaron á don Quixote y á Sancho, que se acababan -de levantar; y dando aviso el mesonero á su huesped de como estaba -alli quien traia las ropas de muger que le habia mandado buscar, salió -á verlas, y saludandole cortesmente, mandó salir á la reina Zenobia -para que escogiese la que fuese más de su gusto; y mirandolas todas, -á la postre, por mejor y de más gala, que era en lo que don Quixote -tenia más puesta la mira, escogieron una saya, jubon y ropa colorada, -con gorbiones amarillos y verdes, y vivos de raso azul; y dandole al -dueño por todo doze ducados, se lo mandó vestir alli en su propria -presencia á la señora Barbara, á la cual, como viese Sancho vestida -toda de rojo, dixo, lleno de risa: Por vida de mi amantisima muger -Mari-Gutierrez, que es sola mi consorte, por no permitir otra cosa -nuestra madre la Iglesia, señora reina Zenobia, que cuando la miro con -tan bellaca cara, y en ella con ese rasguño mal igual, vestida por otra -parte toda de colorado, me parece que veo pintiparada una yegua vieja -cuando la acaban de desollar para hazer de su duro pellejo harneros y -cribas. Fuese el ropavejero contento de la venta; y quedando el huesped -tambien de la que hizo á don Quixote de una mula razonable que tenia -de alquiler, en veinte y seis ducados, en que determinó llevar con el -mayor toldo que le fuese posible á la reina Zenobia hasta la corte, -donde pensaba hazer maravillas defendiendo su rara belleza y hermosura -en publico palenque, almorzaron esa mañana todos con mucho contento, -hechas las dichas compras; y habiendose armado don Quixote, se salió -de la posada, dexandola pagada, diziendo á Sancho Pança que se viniese -poco á poco con la Reina, cuidando solo de su regalo y comodidad; -que él los iria aguardando sin adelantarse demasiado. Albardó Sancho -su rucio y acomodó sobre él la maleta del dinero y la demas ropa; y -llamando luego á Barbara, le dixo: Venga acá, señora reina; que por -vida de nuestra madre Eva, que puede ser vuesa magestad, segun está -de colorada, reina de cuantas amapolas hay, no solo en los trigos de -mi lugar, pero aun en los de toda la Mancha. Y poniendose tras esto -á gatas, como solia, volvió la cabeça diziendo: Suba: ¡subida la -vea yo en la horca á ella, y á quien acá nos traxo tan gentil carga -de abadejo! Barbara subió diziendo: ¡Oh Sancho, qué gran bellaco -eres! Pues calla; que si la fortuna nos lleva con bien á Alcala, yo -te regalaré mejor que piensas. ¿Con que me ha de regalar? replicó -Sancho; porque sepa que si no ha de ser con cosas de comer, y desas -con abundancia, no le daria un higo de oro tamaño como el puño por -todo lo demas que me puede dar. Mal gusto teneis, dixo Barbara, Sancho -mio, pues poneis el vuestro en cosas más de brutos que de hombres. Lo -con que yo, amigo, os regalaré, si llegamos á Alcala con la salud que -deseo, y paramos alli algunos dias, será con una mocita como un pino -de oro, con que os divertais más de dos siestas; que las tengo alli -muchas y bonisimas, muy de manga; y aun si vuestro amo quisiera otra y -otras, se las daré á escoger como en botica. Pues á fe, señora reina -Zenobia, dixo Sancho, que me holgaria mucho de que me endilgase alguna -buena zagala; pero ha de ser, si lo haze, hermosa y de linda pezuña, y -amostachada, para que nadie me la aoje ni desencamine, dando que reir -al diablo, que sudar á alguna partera, y que hazer á algun vicario ó -cura en cristianar algun fructus ventris. Necio sois, dixo Barbara, en -quererla amostachada, pues no hay Barrabas que se llegue á muger que -lo sea: dexadme á mí la elecion; que yo la buscaré de tan buena carne, -que no sea más comer della que comer de una perdiz. ¡Oxte, puto! dixo -Sancho; eso no. Alla darás, sayo; que no en mi rayo, como dizen los -sabios; que no soy yo de los negros de las Indias ni de los luteranos -de Constantinopla, de quienes se dize que comen carne humana. No me -faltaba otro para que, sabiendolo la justicia, me castigara; pues -sin duda me echaran, á probarseme tal delito, tan á galeras como las -trescientas de Juan de Mena. A la que ambos iban en esto, emparejaron -con don Quixote, que yendo aguardando, habia encontrado con dos -mancebitos estudiantes que iban á Alcala, con quienes habia trabado -platica, hablandoles en un latin macarronico y lleno de solecismos, -olvidado, con las negras leturas de sus libros de caballerias, del -bueno y congruo que siendo muchacho habia estudiado. Y si bien los -compañeros estaban para reventar de risa, por ver los disparates que -dezia, todavia no le osaban contradezir, temerosos del humor colerico -que las armas con que le veian armado pronosticaban debia gastar. -Cuando llegó Sancho á ellos y les vió hablar de aquella manera, dixo, á -su amo: Guardese v. m., mi señor, destos vestidos como tordos, porque -son del linage de aquellos del colegio de Çaragoça, que me echaron más -de setecientos gargajos encima; pero con su pan se lo coman; que á fe -que les costó poco menos caro que la vida; porque, como dizen, haz mal -y no cates á quien, haz bien y guardate. Al reves lo habias, necio, de -dezir, dixo don Quixote; pero veamos qué vengança tomaste dellos, y si -será mejor que la que tomaste en la carcel de Sigüença de los que tan -mal te pararon en ella. Mucho mejor es, replicó Sancho, aunque á fe que -aquella no fue mala; pero oigan esta otra; que gustaran de mi animo. -Erase que se era, que nora buena sea... Cuando don Quixote le començó -á oir, le dixo riendo: Por Dios que eres simple de marca mayor, pues -comienças á fuer de conseja la narracion de tu vengança. Razon tiene, -por vida mia, dixo Sancho, y corrigiendome, digo que, como aquellos -hideputas de estudiantes, progenitores sin duda destos dos señores -barbiponientes, me començaron á gargajear y á darme de pescoçones, -recebido aquel cruel gargajo con que, como dize un grandisimo bellaco -me tapó este pobre ojo, començé á enhilar hazia la puerta; pero -luego otro demonio de aquellos, como me vió ir corriendo con solo un -ojo, me puso el pie atravesado delante, con que dí un tan terrible -tropeçon, que vine á dar con él de manos fuera de la puerta; aunque -de todo cuanto tengo dicho, me vengué muy á mi gusto, pues alçando la -caperuça que se me habia caido, la tiré á otro que vi estaba cerca de -mí, con la cual le dí un porrazo tal en su capa negra, que lo fuera -no poco su ventura si el golpe que le dí con ella se lo diera con una -culebrina. Diablo sois, señor Sancho, dixo uno de los estudiantes; y -si asi tratais á los de mi habito, aunque no fueron aquellos cosa mia, -como dezis, no quiero con vos guerra, sino mucha paz y serviros lo que -nos durare este camino por mí y por mi compañero, que sé dél ajustará -su gusto al mio en cosa tan justa. Seralo, dixo don Quixote, que vs. -ms. nos hagan merced de contar y referir las curiosas enigmas de que -me venian dando noticia; que lo seran siendo parto desos fecundos -ingenios; que los que profesamos el orden de la caballeria andantesca, -movidos de fervorosos deseos, espoleados ellos de las prendas de -alguna hermosisima dama, tambien gustamos de cosas de poesia, y aun -tenemos voto en ellas, y nuestra punta nos cabe del furor divino; que -dixo Horacio, est Deus in nobis. Tales cuales fueron los borrones -nuestros, replicó el estudiante, serviremos á vs. ms. con referirlos. Y -será, dixo don Quixote, con no poca calificacion de sus prendas de vs. -ms. el hazerlo en presencia de la gran reina Zenobia, que aqui asiste, -pues su raro discurso bastará á dar eterno valor á cuanto ella alabare, -y haralo como discretisima en las cosas de vs. ms. Miraron en esto á -Barbara los estudiantes con no poca risa suya y corrimiento della, que -conoció el humor de los moscateles en las lisonjas y aplauso con que de -fisga se le ofrecieron ambos; tras lo cual dixo el uno: Con condicion -que declare Sancho con su eminente ingenio los siguientes versos, va de -enigma: - - -ENIGMA - - Metida en dura cadena - Me tienen sin culpa alguna, - Sujeta á caso y fortuna, - Colgada sin culpa y pena. - La forma tengo del viento, - Aunque dél soy maltratada: - Muerta no soy estimada, - Vivo y muero en un momento. - Con agua estoy de contino, - Aunque es causa de mi muerte: - Si caigo en tierra por suerte, - Pierdo la forma y me fino. - Estoy baxa y estoy alta, - Cercana á Dios verdadero, - Y en comiendo lo postrero, - Luego la vida me falta. - Soy resplandeciente y clara - Alegro la vista al hombre, - Y el fin de mi proprio nombre - Se viene á acabar en para. - -Don Quixote se la hizo repetir otras dos vezes, y la ultima le dixo: -Por cierto, señor estudiante, que la enigma es bonisima, y aun el serlo -tanto debe de ser la causa de que no dé alcance á su significacion; y -asi suplico á v. m. me la declare, porque en llegando á la noche en -la posada, la pienso escribir para encomendarla á la memoria. Sancho, -que siempre habia estado callando y oyendola con mucha atencion, -puesto el dedo en la frente mientras el estudiante la repetia, salió -muy alegre diziendo: Ea, mi señor don Quixote, vitoria, vitoria; que -ya yo la sé. El estudiante le dixo luego: Bien lo sospechaba yo, -señor Sancho, y hube por imposible desde el principio que ella y su -inteligencia pudiese escaparse por los pies á un tan agudo juizio como -el de v. m.; y asi suplicole se sirva de dezirnos lo que sobre ella ha -discurrido. Estuvo Sancho pensativo un rato, y luego dixo: Ella es una -de dos cosas, ó es la montaña ó el cerrojo. Dieron todos una grandisima -risada con el disparate de Sancho, el cual viendo como se reian de lo -que acababa de dezir, replicó: Pues si no es ninguna cosa de las que -he dicho, diganos v. m. lo que es, por su vida; que mi señor y yo nos -damos por vencidos. El estudiante respondió diziendo: Pues sepan, mis -señores, que el sugeto de la enigma propuesta es la lampara, la cual -está metida entre cadenas sin culpa alguna, de las cuales cuelga. -Dicese della que tiene la forma del viento, porque, como es verdad y se -ve por experiencia, el vidriero la forja á soplos. Tiene agua, la cual -es causa de su muerte, porque en las lamparas, si bien se echa la mitad -de agua, ella las apaga luego que no está acompañada de aceite. De que -en cayendo en tierra se quiebra no hay que probarlo con más testigos -que la experiencia. En lo que dixe que ya está baxa ya alta, es llano, -pues mientras se dizen los ofizios divinos suele estar arriba, estando -de noche abaxo. Tambien es verdad que está cercana á Dios verdadero, -pues de ordinario se pone delante del Santisimo Sacramento. Tambien es -llano que en comiendo lo postrero le falta la vida, pues en acabandose -el aceite, se muere, como ya he dicho. Al mismo compas se ve en ella -que es clara y alegra al hombre, y que finalmente acaba su nombre en -para, que eso es lampara. Por vida de quien me parió, dixo Sancho, que -lo ha desplanado riquisimamente. ¡Oh hi de puta, bellaco! el diablo lo -podia acertar. Don Quixote le dixo que estaba bonisima, y rogó al otro -mancebo que dixese la suya, porque sospechaba que no debia ser menos -aguda que la de su compañero, el cual sin hazerse de rogar començó á -dezir desta manera: - - -ENIGMA - - Yo tengo de andar encima, - Por ser, como soy, ligero: - De oveja naci primero; - Solo el turco no me estima. - De mil formas y señales, - Redondo estoy sin cantones, - Cubro más de diez millones, - Y hay entre ellos animales. - Adorno al pobre y al rico, - Sin guardar costumbre ó ley; - Sobre emperador y rey - Me asiento, y soy grande y chico. - Si hay canicula excesiva, - Me suelo andar en las manos, - Y me traen los cortesanos - Con la merced boca arriba. - Luego torno á entronizarme, - Más hueco que una bazia, - Aunque viento y cortesia - Bastan para derribarme. - -No la hubo bien acabado el cuerdo estudiante, cuando salió muy agudo -Sancho diziendo: Señores, esa esgrima, ó como la llaman, es muy clara, -y desde la primera copla vi que no podia ser otra cosa sino el tocino, -porque dize: «solo el turco no me estima;» y el turco, es claro que -ni lo come ni haze caso dello, porque ansi se lo mandó el zancarron -de Mahoma. Don Quixote rogó al estudiante que sin hazer caso de los -dislates de su escudero, se la declarase al punto; que deseaba infinito -entendella; y ansi dixo: Vs. ms. han de saber que la propuesta enigma -es del sombrero; y asi empieza diziendo que anda encima: verdad llana, -pues se pone en las cabeças. Es su principio de oveja, por lo que de -ordinario se haze de lana dellas: no le precia el turco, porque entre -ellos no se usan sombreros, sino turbantes: dizese tambien que es de -muchas formas y señales y sin cantones, porque, si bien ya se usan -altos, ya baxos, ya voleados, ya romos, todos vienen á tener las alas -redondas y sin esquinas: cubre muchos millares, lo cual se verifica -de los cabellos, entre los cuales se crian los piojos, como en bosque -proprio de tales animales: sientase sobre el rey y emperador, y á vezes -es de dos palmos de alto, como los de Francia, y otras chicos, como -los de Saboya: traenle los hombres en las manos cuando haze calor, y -los cortesanos boca arriba cuando saludan con besamanos; tras lo cual -le vuelven á entronizar sobre sus cabeças de do basta á derribarle el -viento si viene recio, y la cortesia cuando se pasa por delante de -quien se debe hazer. Agora digo, respondió Sancho, que es más bellaca -de entenderse esta que la pasada; pero apostemos, con todo, lo que -quisieren, que si las tornan á dezir las acierto de la primera vez. -¡Miren el ignorante! dixo don Quixote: desa manera cualquier hombre del -mundo, si se lo dizen antes, lo acertará. Pues ¿cuando dixo Sancho cosa -que no se la dixesen antes? replicó Barbara; pero eso no es maravilla, -pues nunca nadie acertó á dezir lo que primero no lo haya aprendido -y estudiado; y si no diganme ¿quien hay que sepa nombrar cosa por su -nombre, aunque sean las más comunes, ni aun el Pater noster, que es -la cartilla de nuestra fe, si primero no se le dizen y repiten? Holgó -infinito Sancho con el cuerdo abono que de su respuesta habia dado -Barbara; y celebrandole todos por agudo, y él por soberano, con mil -agradecimientos, dixo don Quixote: No se admiren vs. ms. de la agudeça -de su magestad; porque si los filos de mi espada fueran tan agudos -como los conceptos de su divino entendimiento, no estuviera su real -persona sin la pacifica posesion de su reino y Amazonas, ni yo tuviera -por conquistar el reino de Chipre, ni aun que ensuciar mis manos en -el soberbio Bramidan de Tajayunque. Pero dexemos esto para hasta que -me vea en la corte, pues son memorias que me provocan de suerte á -colera, que temo della no me haga hazer por las tierras que voy, más -muertes que hizo Dios en el mundo con el diluvio universal; y volviendo -á nuestra apacible platica, suplico á vs. ms. se sirvan de darme por -escrito las enigmas, si tienen sus copias. Y diziendo el uno que en la -posada se la escribiria, por no traer en papel la suya, metió el otro -mano á la faltriquera, y sacó della la de la lampara, diziendo: Tome -v. m. la mia; que ya la tengo á punto. Tomola don Quixote con mucho -comedimiento; y al darsela, se le cayó al estudiante otro papel de la -mano; y preguntandole don Quixote que era aquello; le respondió que -unas coplillas que acababa de hazer en su lugar á una donzella parienta -suya, á quien queria mucho, la cual se llamaba Ana, por cuya causa las -habia hecho con tal artificio, que todas ellas començaban en Ana. Don -Quixote le rogó con notable instancia se las leyese, seguro de que, -siendo suyas, no podian dexar de ser curiosisimas; y el estudiante, con -no pequeña vanagloria, propriedad inseparable de los poetas, y rara -atencion de los circunstantes, las fue leyendo; y dezian desta manera, -segun fielmente las he sacado de la historia de nuestro ingenioso -hidalgo, la cual traduzco, y en que se refieren. - - -COPLAS Á UNA DAMA LLAMADA ANA - - Ana, amor me cautivó - Con vos, cuyo nombre tiene - Dos aes entre una ene, - Que es dos almas entre un no. - A nadie dize la ene - Que ameis, sino solo á mí, - Advirtiendo os ofrecí - Lo mejor que mi alma tiene. - Anaxarte fue entre sabios - Ilustre por homicida, - Cual los sois vos de mi vida, - Ana, con mover los labios. - Anade es una avecilla - Que nada con gran primor; - Yo, Ana, en el mar de amor - Tras vos nado, bella orilla. - Anatema es en la Iglesia - Quien de la fe está apartado; - No yo, que con fe he amado - En vos otra Diana Efesia. - Anastasia fue la esposa - De un rey que en el cielo reina, - Y desta alma, Ana, sois reina - Vos, que en todo sois hermosa. - Anania y sus consortes - Cantaron dentro de un horno; - Y vos, Ana, cual bochorno, - Me abrasais con esos nortes. - Analogia se llama - Lo que dize proporcion, - Como vuestra perficion, - Que la tiene con su fama. - Anabatistas profesan - Ser dos vezes bautizados; - Y yo duplicar cuidados - Profeso, Ana, sin que cesen. - Anacoretas imito - En lo que es llanto y silencio, - Con que, Ana, reverencio - Ese valor infinito. - Anales, cualquiera historia - Son, que algun curioso escribe, - Y cual en anales vive, - Ana, en mi vuestra memoria. - A Namur dizen ser villa - Rica, fuerte y de beldad; - Mas vos, Ana, sois ciudad - Que cualquiera ha de servilla. - -Por cierto, dixo don Quixote cuando acabó de leer el estudiante las -coplas, que ellas son curiosas, y unicas á mi ver en su genero: tras -lo cual salió Sancho, como solia, diziendo: Señor estudiante, en mi -conciencia le juro que son lindisimas, si bien me parece les falta -la vida y muerte de Anas y Caifas, personas de quienes hazen copiosa -memoria todos los cuatro santos evangelios; y no fuera malo la hiziera -v. m. tambien dellos, siquiera para lisongear los muchos y honrados -decendientes que aun tienen hoy en el mundo. Pero dexando esto aparte, -¿no me haria placer de hazer otras que, como esas comiençan por Ana, -començasen por Mari-Gutierrez, la cual, con perdon de vs. ms. y á -pesar mio, es mi muger y lo será mientras Dios quisiere? Pero advierta -si determina hazerlas, en que de ninguna manera la llame reina, sino -almiranta, porque mi señor don Quixote no me parece que lleva talle -de hazerme rey en su vida; y asi de fuerça habré de parar, mal que me -pese, en almirante ó adelantado cuando su merced gane alguna insula ó -peninsula de las que me ha prometido; y á fe que si como él y yo hemos -dado por lo secular, dieramos por lo eclesiastico, que quedaramos -bien medrados desde que andamos en busca de aventuras, pues nos han -hecho á los dos más cardenales y más colorados que hay en Roma ni en -Santiago de Galicia; mas en fin, bien dizen que quien más no dexa, -morir se puede. Con este buen entretenimiento llegaron á la noche á -la posada, yendo siempre con ellos los dos estudiantes, por lo poco -que don Quixote caminaba; que no era más que cuatro ó cinco leguas -cada dia; ni aun Rocinante podia hazer mayor jornada; que no le daban -lugar para ello la flaqueça y años que tenia á cuestas. De suerte que -caminaron tres dias sin sucederles cosa de consideracion; aunque en -todos los lugares eran bien notados y reidos, particularmente en Hita, -por las cosas que don Quixote hazia con la reina Zenobia, la cual no -era poco conocida de toda aquella tierra, ni menos de los estudiantes, -que cada dia dezian á don Quixote sus virtudes; si bien era imposible -persuadirle cosa en contrario de lo que della tenia aprehendido su -quimerica y loca fantasia. - - - - -CAPITULO XXVI - -De las graciosas cosas que pasaron entre don Quixote y una compañia de -representantes, con quien se encontró en una venta cerca de Alcala. - - -Caminando don Quixote con su compañia y con los dos estudiantes que -arriba diximos, sucedió que llegando á poco más de dos leguas de -Alcala, se les hizo á Sancho y á su amo tarde para poder entrar en -ella de dia, como deseaban; y con la pesadumbre que esto le daba, dixo -don Quixote á los estudiantes si habia algun lugar antes de Alcala, -donde pudiesen hazer noche; y respondieron ellos que no, quiçá deseosos -de que se quedasen en el campo ó desacomodados, añadieron que solo -á un cuarto de legua de alli habia una venta, donde podrian pasar -razonablemente la noche. Apenas oyó Sancho el nombre de venta, cuando -se dió á todos los diablos, y dixo: Por las entrañas de la ballena de -Jonas, mi señor don Quixote, le suplico que no vamos allá por ningun -caso, pues las que estos señores llaman ventas, son los castillos -encantados que v. m. dize, y adonde nos han aporreado invisiblemente -los gigantes, duendes, fantasmas, jayanes, estantiguas ó folletos, ó -como los llaman á los que nos han dado millares de vezes tanto que -llorar y curar, cuanto saben mis escuderiles huesos; que los de v. m. -han siempre mejor librado con el remedio de aquel precioso balsamo, -cuya eficacia solo ha faltado para mí, que no soy armado caballero. No -hizo caso don Quixote de los miedos y conjuros de su escudero, sino que -animoso dixo: Venga lo que viniere; que para todo estamos dispuestos -los caballeros andantes; y asi vamos allá en nombre de Dios. Apenas -hubieron andado treinta pasos, cuando descubrieron la venta; y á la -que llegaban á tiro de arcabuz della, habiendo hecho don Quixote hasta -alli reflexion de lo que Sancho le habia dicho, le dixo: Agora me -acabo de acordar, Sancho mio, de los grandes trabajos, infortunios, -desasosiegos, trances, peligros y desastres que agora un año pasamos -en los castillos semejantes á este que vemos, do nos alojamos á causa -de estar en ellos secretamente escondido aquel sabio encantador mi -contrario, el cual siempre ha procurado y procura hazerme todo el mal -que ha podido y puede con sus malas y perversas artes; y lo peor es que -tengo agora por sin duda que ha venido de nuevo á este castillo para -hazerme en él algun grave daño, como acostumbra; aunque al cabo no han -de poder más sus artes que el valor de mi persona. Lo que se puede y -debe pues hazer para obviar este gran peligro, es que tú y mi señora -la reina y estos dos señores estudiantes os vengais en pos de mí como -en retaguardia, poco á poco; que yo quiero ir adelante, si es verdad, -para ver todo lo que he sospechado. Sancho le replicó, diziendo: ¡Si v. -m. me creyera al principio, no nos meteriamos en estas trabacuentas, y -plegue á Dios no lo lloremos todos! Pero vaya delante, como dize v. m., -en hora buena; que acá nos iremos tan detras dél como podremos, si bien -no tanto como querriamos. Adelantose luego don Quixote un poco; y como -viese cerca de la venta siete ó ocho personas vestidas de diferente -mezcla, volvió luego turbado las riendas á Rocinante, y llegandose á -los de su compañia, les dixo: Todo el mundo, señores, calle, y ojo -á la puerta del castillo y á los vestiglos que en ella hay. Miraron -todos hazia allá; y como los que en la venta estaban vieron venir un -hombre armado de aquella suerte, y con grande adarga, cosa por alli -poco usada, y que ya se adelantaba, y ya volvia atrás á hablar con -una muger vestida de colorado, salieron á ver maravillados la novedad -fuera de la venta, no siendo pocos los miradores, pues eran los de -una compañia grave de comediantes, de los nombrados en Castilla, los -cuales con su autor se habian determinado quedar alli aquella tarde á -hazer algunos ensayos de comedias, para entrar con ellas esotro dia -con buen pie en Alcala, teatro de consideracion y cuenta, por los -agudos y extremados ingenios que á toda España le dan lustre. Pues -como don Quixote los viese puestos en hilera y en su mira, y entre -ellos su autor, hombre moreno y alto de cuerpo, que estaba delante -de todos, teniendo en la mano una varilla y en la otra una comedia, -que iba leyendo, començó á dezir: Agora echo de ver, amigo Sancho, -las grandisimas mercedes que cada dia recibo de la sabia Urganda, mi -benevola y fidelisima protectora, pues hoy me lo ha dado claramente -á entender; que en esta fortaleça está aquel perverso encantador -Freston, mi contrario, aguardandome con alguna estratagema ó engaño, -con soberbio talante, entre duras cadenas, en su obscura mazmorra; -pero ya que voy del caso bien advertido, me determino á acabar de una -vez con él, si puedo, para que de aqui adelante pueda andar más seguro -y libre por todas las partes del mundo que caminare. Y porque creas, -Sancho, y vos, poderosisima reina, y vosotros, virtuosisimos mancebos, -que digo verdad, ¿no veis entre aquellos soldados que en la puerta del -castillo estan haziendo centinela, un hombre alto y moreno de cara, -con una varilla en la mano derecha y en la izquierda un libro? Pues -aquel es mi mortal enemigo, el cual ha venido á estorbarme la batalla -que con el rey de Chipre, Bramidan de Tajayunque, tenia aplaçada, con -fin de irse luego por el mundo baldonandome, y publicando de mí que no -me atrevi de puro cobarde á llegar á la corte á verme con él, donde me -aguardaba para la pelea; y si tal me estorbase con sus encantamientos, -lo sentiria á par de muerte; por tanto, yo me determino de ir y ver -si de alguna manera puedo quitar del mundo á quien tantos males y -daños ha causado y causa en él. Los estudiantes, maravillados de los -disparates de don Quixote, se le llegaron, quitados los sombreros, y -el uno le dixo: Mire v. m., señor don Quixote, si es servido, en lo -que dize y piensa hazer; que nosotros sabemos muy bien que esto es -venta; y no fortaleça ni castillo, ni hay la guarda en ella de soldados -que v. m. piensa; y la gente que está en su puerta es bien conocida -en España, que son comediantes; y el que v. m. llama encantador, es -su autor Fulano, y el otro del ferreruelo caido sobre el hombro, -Zutano:--y asi fue nombrando casi todos por sus nombres, por conocerlos -bien. De lo cual enojado don Quixote, replicó: Eso es lo que yo digo, -á pesar de todos los que contradezirme quisieren; y otra vez afirmo -que aquel grande es el dicho encantador mi contrario, que con aquella -vara que tiene en la una mano, haze los cercos, figuras y caracteres -en invocacion de los demonios, y con aquel libro que tiene en la otra -los conjura, oprime y atrae á cuanto quiere, mal que les pese; y para -que veais claramente ser verdad lo que digo, andad vosotros delante, -y dezidle como sois pajes del Caballero Desamorado que aqui viene, y -vereis lo que pasa. Ofrecieronse ellos á ir allá de muy buena gana; -y llegados que fueron, contaron al autor y á su compañia todo lo que -don Quixote era, y lo que había hecho y dicho por el camino y en -Sigüença, y como llamaba reina Zenobia á Barbara, la bodegonera de -la cuchillada de Alcala, bien conocida de todos, con quien se habia -encontrado en el viage: de lo cual rieron el autor y sus compañeros -bravamente, holgandose infinito de que se les ofreciese ocasion en -que pasar el tiempo aquella noche. A la que estaban en esto, fue don -Quixote acercandose poco á poco á la venta, y viendolo Sancho, baxó -luego de su rucio para ver en que paraba aquello que su amo iba á -emprender: también Barbara le rogó la baxase de la mula, pues estaba -tan cerca de la venta; el cual lo hizo tomandola en braços; y como -para hazello fuese forzoso juntar él su cara con la de Barbara, ella -le dixo: ¡Ay, Sancho, y que duras y asperas tienes las barbas! Mal -haya yo si no parecen cerdas de çapatero. ¡Jesus mio, y que trabajos -tendrá la muger que durmiere contigo, todas las vezes que la besares! -¿Pues para que diablos, dixo Sancho, la tengo de besar? Beselas la -madre que las hizo, ó Barrabas, que no tiene mocos; que para lo deste -mundo yo no beso á nadie, si no es á la hogaça cuando la cojo por la -mañana, ó á la bota cualquiera hora del dia. Ea, replicó Barbara, -no se nos haga bobo, hermano; que á fe no le saben mal las mugeres; -y, si me cogiese esta noche en la cama en que tengo de dormir sola, -viniendose á ella quedito, y se me metiese entre las sabanas sin que -persona lo sintiese, ¡mal año y que tal me pararia! De una sola cosa -me pesaria en tal caso, y es que no osaria dar vozes por temor de don -Quixote y los huespedes; que más vale pasar que gritar; y cuando algo -hiziesemos, en fin estariamos á escuras y nadie lo habria de saber; -que en fin está claro que yo por mi vergüença, y vos por ser hombre -honrado, lo habiamos de callar. Sancho, que no entendió la música de -Barbara, dixo: A fe que tiene razon; que cuando no dan vozes y estamos -á escuras, duermo yo muy mejor y más á pierna tendida, y de suerte que -no me recordaran con un millon de campanas destempladas. ¡Ay, amarga -de mí, respondió Barbara, y que lerdo que eres! Menester es llevarte -por el camino de los carros: dame la mano, ladron mio, que estoy -entumecida y no me puedo tener en pies. Diosela Sancho, diziendole: -Tomela con todos los diablos, y vayase poco á poco en eso de ladron; -que sepa que no sufro burlas; y podrialo oir tal vez algun escriba ó -fariseo de los muchos y maliciosos que hay en el mundo, y acusandome -dello á la justicia, hazerme dar docientos açotes. Volvieron en esto -la cabeça, porque vieron hablar en alta voz á don Quixote, el cual -llegandose bien cerca de la venta, puesto el cuento del lançon en -tierra, començó á dezir á los que estaban en su puerta desta manera: -¡Oh sabio encantador, tú, quien quiera que seas, que desde el dia de mi -nacimiento hasta la hora en que estoy siempre has sido mi contrario, -favoreciendo, como pagano que eres, á aquel ó aquellos caballeros -que sabes que yo traigo acosados con mi fuerte braço, quitandoles la -opinion que por el mundo tienen, alçandome con la fama dellos, siendo -pregoneros de mis hechos y de su cobardia la misma que lo fue de los -Alexandro, Cesares, Anibales y Scipiones antiguos! dime, perverso y -luciferino nigromantico, ¿por que hazes tantos y tan grandes males en -el orbe, contra toda ley natural y divina, saliendo por los anchos -caminos y sus forçosas encrucijadas, acompañado de los descomunales -jayanes que en esta tu fortaleça se fortifican, prendiendo, robando -y maltratando á los amantes caballeros que poco pueden, y forçando -á las fembras de alta guisa y dueñas de honor, que acompañadas de -astutos enanos y diligentes escuderos, van por los caminos reales con -algunas cartas de confidencia y joyas y preseas de estima, buscando á -los caballeros á quien sus señoras tiernamente aman; y no solo no te -avergüenças de hazer lo que digo, pero como inhumano y tirano cruel las -metes en este castillo, y no para regalarlas y darles buen acogimiento, -sino para metellas en crueles y obscuras mazmorras con otras muchas -princesas, caballeros, pajes, escuderos, carrozas y caballos que en -él tienes? Por tanto ¡oh sangriento, fiero é indomito gigante! sacame -luego aqui sin replica ninguna toda la gente que digo, volviendoles -á cada uno la oprimida libertad y cuantos tesoros con ella les has -robado, y jura prostrado en tierra, en manos de la fermosa y sin par -gran reina Zenobia que conmigo viene, de enmendar la mala vida pasada, -y de favorecer de aqui adelante á dueñas y donzellas, y de desfazer -juntamente los tuertos de la gente menesterosa; que con esto y con -darte á merced, te dexaré por agora con la vida que tan justamente -muchos años ha te habia de haber quitado; y si no lo quieres hazer, -salgan luego á batalla conmigo todos los que en esa tu fortaleça -tienes, á pie ó á caballo y con el genero de armas que quisieren, -todos juntos, como es costumbre de la gente pagana y barbara, tal cual -vosotros sois. Y no pienses que porque estás con ese libro y vara en -las manos, cual encantador y supersticioso mago, que por más que lo -seas, han de valer tus hechizos contra los filos de mi espada; porque -conmigo traigo invisiblemente al sabio Alquife, mi coronista y defensor -en todos mis trabajos, y á la sabia Urganda la desconocida, con cuya -sciencia comparada la tuya, es ignorancia. Salid, salid presto, presto. -Y con esto començó á revolver el caballo por acá y acullá, haziendo -gambetas, de lo cual reian mucho los comediantes, á los cuales, como -Sancho viese reir de tan buena gana, tras haberles dicho su amo las -razones, á su parecer, tan dignas de amedrentarlos, les dixo en alta -voz: Ea, soberbios y descomunales representantes, oprimidores de -las vergonçosas infantas que estan ahi detras de vosotros haziendo -humildes oraciones á los cielos para que las libren de vuestra tiranica -representante vida, acabemos ya; y si os habeis de dar por vencidos á -mi señor don Quixote de la Mancha, sea luego; porque queremos entrar -en la venta yo y la señora reina de Segovia; que á fe que tenemos -muy bien picados los molinos; y si no, aparejaos para enviarnos aqui -algunos cuartales de pan, en cuya destroça nos ocupemos su magestad y -yo, mientras mi señor la haze en vosotros en esta vecina guerreacion; -¡asi guerreado le vea yo en casa de todos los griegos de Galicia! Los -representantes estaban tan maravillados, que no sabian que responder -á los disparates del uno y simplicidades del otro; mas el autor, con -cuatro ó cinco de los compañeros, se salió de la venta, y llegandose -donde estaba don Quixote, le dixo: Señor caballero andante, estos -señores estudiantes nos han informado del gran valor, virtud y fuerças -de v. m., las cuales son tales, que bastan á sujetar, no solamente esta -fortaleça ó castillo, donde ha más de sietecientos años que yo hago mi -habitacion, sino al más fiero y bravo gigante que en toda la gigantesca -nacion se halla: por tanto, yo y todos estos principes y caballeros -que conmigo estan nos damos por vencidos, y rendimos vasallage á v. -m., suplicandole se apee de ese hermoso caballo y dexe la adarga y -lança, quitandose esas ricas armas para que sin su embaraço pueda v. -m. recebir el debido servicio que estos sus criados le desean hazer; y -viva seguro de que, aunque soy pagano, como mi morena cara y membrudo -talle muestra, todavia solo tengo librados mis encantamientos para -hazer mal á quien yo me sé. Venga v. m., entre, y cenará con nosotros, -y verá como se huelga de habernos conocido; y entre segura tambien la -señora reina Zenobia, alias Barbara; que gustaremos todos saber della -cual de las yerbas le da más fastidio de noche, la ruda ó la verbena -que se coge la mañana de san Juan. ¡Oh falso hechicero! respondió -don Quixote. ¿Agora piensas con tus falazes y halagüeñas palabras -engañarme, para que, entrando dentro de tu castillo fiado dellas, -caiga en la trampa que á la entrada de su puerta me tienes armada, -deseoso de hazer luego de mí á tu sabor? No me engañarás; que ya te -conozco desde que en Çaragoça me encerraste con esposas en las manos -y un grande tronco en los pies, en aquel duro calaboço que tú sabes, -del cual me sacó el valeroso granadino don Alvaro Tarfe. Sancho, que -habia estado escuchando lo que pasaba, se puso al lado de don Quixote -diziendo, mirando de hito á hito al autor: ¡Oh hi de puta, paganazo! -¿piensa que aqui no le entendemos? A otro hueso con ese perro; que -aqui todos somos cristianos, por la gracia de Dios, de pies á cabeça, -y sabemos que tres y cuatro son nueve; que no somos bobos porque nos -habemos criado en el Argamesilla, junto al Toboso; y si no quiere -creernos, metanos el puño en la boca, y verá si le mamamos. Dese por -vencido, digo, él y todos esos luteranos que le rodean, si no quiere -que se nos suba el humo á las narizes: echemos pelillos en la mar, y -con esto tan amigos como de antes. Don Quixote le dixo colerico, dando -de espuelas á Rocinante: Quitate, Sancho, no hagas pazes con gente -infiel y pagana; porque los que somos cristianos no podemos hazer -con estos más que treguas, cuando mucho. Pues, señor, dixo Sancho -poniendose delante de Rocinante, si ello es verdad que v. m. es tan -cristiano como yo (que eso Dios lo sabe), que sé que lo soy desde -el vientre de mi madre, pues desde él creo bien y verdaderamente en -Jesucristo y en cuanto él manda, y en las santas iglesias de Roma, y -en todas sus calles, plaças, campanarios y corrales, á pie juntillas, -hagamos esas treguas que dize; que parece que es un poco tarde, y -las tripas me andan ya espoleando el vientre de hambre. Quitate de -delante de mis ojos, pecora, dixo don Quixote; quitate digo. Y en -esto, baxando la lança, dió un apreton á Rocinante hazia el autor, -el cual dexó venir, y hurtandole el cuerpo, le asió de la rienda del -rocin, que al punto estuvo quedo como si fuera de piedra: acudieron al -punto los demas compañeros, y uno le quitó la lança, otro la adarga, -y otro asiendole del pie, le volcó por la otra parte; tras lo cual -acudieron también tres ó cuatro moços de los que llaman metemuertos -y sacasillas, que, agarrandole los unos por los pies y los otros por -los braços, le llevaron á la venta mal de su grado, donde le tuvieron -buen rato echado en el suelo, sin que se pudiese levantar. Las cosas -que el triste Caballero Desamorado hizo y dixo viendose de aquella -suerte, colixanlas los curiosos, de su condicion y braveza, pues ya -la ternan penetrada de las primeras partes de su historia; que no se -atreve el historiador desta, por ser tan extraordinarias y dignas de -elegantisimas exageraciones, á referirlas. Lo que sé dezir es que -el autor mandó á los moços le tuviesen de la suerte que estaba, sin -soltarle de ninguna manera hasta que él volviese; y tras esto salió -con algunos compañeros en busca de Sancho, á quien halló abraçado con -Barbara, mesandose las espesas barbas, llorando amargamente por ver -lo que su amo padecia; al cual dixo: Agora, don bellaco, me pagareis -lo de antaño y lo de hogaño; levantaos; que no hay para mí lagrimas -ni ruegos; porque pienso luego á la hora, en llegando con vos al -castillo, desollaros muy bien, y cenarme en esta noche vuestros -higadillos, y mañana asar todo lo demas de vuestro cuerpo y comermelo; -que no me sustento yo de otra cosa que de carnes de hombres. Sancho, -que oyó aquella cruelisima sentencia, luego se hincó de rodillas y -cruzando las manos debaxo de la caperuça, començó á dezirle. ¡Oh -señor pagano, el más honrado que hay en todas las paganerias! por las -llagas del señor san Lazaro, que santa gloria haya, le ruego que tenga -misericordia de mi; y si es servido, antes que me coma, mande v. m. -dexarme ir á despedirme de Mari-Gutierrez, mi muger, que es colerica, -y si sabe que v. m. me ha comido sin que yo me haya despedido della, -me terná por un grandisimo descuidado, y no podré despues verle una -buena cara: basta, que le prometo bien y verdaderamente de volver -aqui para el dia en que v. m. mandare; y plegue á Dios, si faltare, -que esta caperuça me falte á la hora de mi muerte, que es cuando más -la habré menester. Amigo, respondió el autor, no hay remedio de ese -negocio;--y levantando la voz dixo: ¡Hola! ¿á quien digo? criados, -traedme luego aqui aquel asador de tres puas en que suelo espetar los -hombres enteros, y asadme al punto á este labrador. El pobre Sancho, -que tal oyó dezir, volvió la cabeça y vió á Barbara que estaba hablando -con uno de los representantes, llena de risa, y dixola con increible -dolor de su anima: ¡Ay, señora reina Segovia! ¡Compasion del pobre -de Sancho, su leal lacayo y servidor, y mire la tribulacion en que -está puesto! Y pues es tan impotente, ruegue á ese señor moro que me -eche á aquellas partes en que más de mí se sirva; sólo no me mate. -Entonzes llegó Barbara diziendo: Suplico á v. m., poderosisimo señor -alcaide y noble castellano deste alcazar, remita por amor de mí esta -vez á Sancho vida y miembros; que le debo buenos servicios, y salgo -por fiadora de su enmienda, obligando, si no lo hiziere, todos sus -bienes muebles y raizes, habidos y por haber, al castigo que ordenare -v. m. darle. Respondiole el autor con gran boato y fingida colera: V. -m., señora reina de la calle de los Bodegones de Alcala, me perdone; -que de ninguna manera puedo dexar de acabar con este villano, si ya -no es que, volviendose moro, siguiese el alcoran de nuestro Mahoma. -Digo, respondió Sancho, señor turco, que creo en cuantos Mahomas hay -de levante á poniente, y en su alcoran, de la suerte y como v. m. lo -manda, y como lo permite y consiente nuestra madre la Iglesia, por -quien daré la vida y anima y cuanto puedo dezir. Pues es menester, -dixo el autor que con un cuchillo muy agudo os cortemos un poco del -pluscuamperfecto. Respondió Sancho: ¿Qué pluscuam, señor, es ese que -dize? que yo no entiendo esas algarabias. Digo, replicó el autor, que -para que seais buen turco, es menester primero, con un cuchillo bien -afilado, retaxaros. ¡Ah señor! Por las tenazas de Nicomemos, dixo -Sancho, que v. m. no me corte nada de ahi, porque lo tiene tan bien -contado y medido mi muger Mari-Gutierrez, que por momentos lo reconoce -y pide cuenta dello, y por poco que le faltase, lo echaria luego -menos, y seria tocarle en las niñas de los ojos, y me diria que soy -un perdulario y desperdiciador de los bienes de naturaleza; y si á v. -m. le parece, esto que me ha de cortar, no sea de ahi; porque, como -digo, bien echa de ver que es menester todo en casa, y algunas vezes -aun falta; sino cortenmelo de esta caperuça; que, aunque es verdad -que hará falta en ella, todavia mejor se podrá remediar que esotro. -Volvió en esto la cabeça[25] hazia atras por no poder disimular la -risa que le causó la simplicidad de Sancho; y disimulando cuanto pudo, -le dixo al cabo de un rato: Levantaos, señor moro nuevo, dad acá la -mano, y mirad que de aqui adelante habeis de hablar algarabia como -yo; que presto subireis á arraez, alfaqui y á gran bajan. Par diez -señor, dixo Sancho, que aunque me hagan rabadan, querria más llegar -primero á mi lugar á dar cuenta de mí á dos bueyes que tengo en casa, -seis ovejas, dos cabras, ocho gallinas y un porquete, y á despedirme -de Mari-Gutierrez en lengua moruna, y á dezirle como me he vuelto ya -turco; que quiçás ella tambien se querrá tornar turca; pero hallo un -inconveniente en si lo quisiere hazer, y es que no sé de adonde la -podremos retaxar, porque no tiene debaxo del cielo de adonde. Respondió -el autor diziendo: Eso no importa nada, porque ya la cortaremos el dedo -pulgar de la mano derecha, y esto bastará. A fe, dixo Sancho, que ha -dicho muy bien, porque ese dedo no le hará la falta que me hará á mí -lo que me quiere cortar; que en efeto es muy mala hilandera; mas con -todo he pensado de do será mejor circuncidarla, porque no le quite -el dedo que dize; que todavia es bueno tenga cinco dedos en la mano, -como Dios manda en las obras de misericordia. ¿De donde pues: preguntó -el autor, la circuncidaremos? De la lengua, respondió Sancho, porque -la tiene más larga que la del gigante Golias, y es la mayor parlera -y repostona que hay en todas las parlerias y tierras de papagayos. -Con esto se volvieron á la puerta de la venta, adonde tenían al buen -hidalgo don Quixote los moços del hato, sentado en una silla, desarmado -y asido de suerte, que no le dexaban menear; y viendole el autor, -dixo á Sancho: Hermano, ya veis como está vuestro amo; es menester -que le digais como ya sois moro, y le persuadais á que tambien él lo -sea si quiere librarse de la tribulacion en que está puesto, porque -si no, dentro de dos horas nos le comeremos asado en el asador en que -pensabamos asaros á vos.--Dexeme v. m. á mí, dixo; que yo le haré -tornar moro por la posta. Pusose delante de don Quixote el autor -diziendole: ¿Qué es, caballero? ¿Cómo va? Al fin habeis venido á parar -en mis manos, de donde primero que salgais, habeis de tener las barbas -tan largas, que os arrastren por el suelo, y las uñas de pies y manos -tan grandes como unos colmillos de elefante; tras que os vereis comido -de ratones, lagartos, chinches, piojos, pulgas, moscas, mosquitos, -tabanos y otras asquerosas sabandijas; y maniatado con una gruesisima -cadena en una lobrega carcel, con otros de vuestro jaez, que alli -estan con grillos á los pies y esposas en las manos hasta que acaben -sus tristes y desventuradas vidas. Don Quixote le respondió diziendo: -No pienses ¡oh sabio contrario mio! que tus locas y vanas palabras y -perjudiciales obras han de ser bastantes á hazerme quebrantar un punto -lo que debo guardar como verdadero caballero andante, ni amedrentarme -en el debido sufrimiento á los vecinos trabajos y tribulaciones que me -amenaçan, pues estoy cierto que por discurso de tiempo, y al cabo, -cuando mucho, de sietecientos años he de quedar libre deste tu cruel -encantamiento, en que contra toda ley y razon, por solo tu gusto, me -tienes puesto; y no desespero ¡oh inhumano encantador! de que antes -del dicho plaço algun principe griego novel me saque de aqui, pues uno -habrá que saldrá de Constantinopla de noche, sin despedirse de nadie -de la corte y sin que lo sepan sus padres, espoleando de su honor, y -alentado con el consejo de un grande y sapientisimo mago, amigo suyo; y -despues de haber pasado grandisimos trabajos y peligros, y haber ganado -mucha honra por todos los reinos y provincias del universo, llegará -aqui á este fortisimo castillo, y matando los fieros gigantes que por -prevencion tuya su entrada defiendan como guardas della y de la puente -levadiza que le fortifica, matará tambien á los dos rapantes grifos, -inhumanos porteros de su primera puerta; y entrando en el primer patio, -y no sintiendo rumor ni viendo persona que se le oponga, se sentará, -de cansado, en el suelo un rato, y luego oirá una furiosa voz que, sin -saber quien la pronuncia, le dirá: Levantate, principe griego; que en -aciaga hora y para tu daño entraste en este castillo;--y apenas habrá -acabado de dezillo, cuando saldrá un ferozisimo dragon echando fuego -por la boca y ponçoña por los ojos, con las uñas crecidas más que dagas -vizcainas, y con una cola tan aguda y larga como un acicalado montante, -con la cual todo cuanto encontrare echará por el suelo; pero matandole -el dicho principe, ayudado de su favorable y benevolo sabio con -invencibles socorros, se deshará á la postre todo este encantamiento; y -entrando vitorioso otra puerta más adentro, se hallará en un apacible -jardin lleno de varias flores, poblado de amenisimos, fructiferos y -aromaticos arboles, cuyas copas poblaran cisnes, calandrias, ruiseñores -y mil otras diferencias de jucundisimas aves, fertilizandole mil -arroyos, dificultosas de discenir sus aguas si son de cristal ó leche; -en medio del cual se le aparecerá una hermosisima ninfa vestida de una -rozagante ropa sembrada de carbunclos, diamantes, esmeraldas, rubies, -topacios y amatistas; la cual, dandole con rostro benevolo con la -una mano un manojo de llaves de oro, y poniendole con la otra en la -cabeça una guirnalda de agno casto y amaranto, desaparecerá tras una -celestial musica; y luego dicho principe con las llaves de oro llegará -á abrir las mazmorras, dando libertad jucundisima á todos los presos y -presas dellas, y á mí el postrero, pidiendome por merced le arme por -mis manos caballero andante y le admita por inseparable compañero: lo -cual, concediendoselo yo todo, obligado de su hermosura, discrecion y -esfuerço, iremos por el mundo despues innumerables años juntos, dando -fin y cima á cuantas aventuras se nos ofrecieren. - - [25] Falta el sujeto de esta oración, que es «el representante.» - - - - -CAPITULO XXVII - -Donde se prosiguen los sucesos de don Quixote con los representantes. - - -Admirados quedaron en sumo grado los comediantes de ver el estraño -genero de locura de don Quixote, y los disparates que ensartaba; pero -Sancho, que habia estado escuchando detras del autor todo lo que su amo -habia dicho, le dixo: Pues, señor Desamorado, ¿como va? Acá estamos -todos por la gracia de Dios. ¡Oh Sancho! dixo don Quixote, ¿qué hazes? -¿Hate hecho algun mal este nuestro enemigo? Ninguno, respondió Sancho; -si bien es verdad que me he visto ya casi con un asador en el rabo, en -que queria este señor moro asarme para comerme; pero hame perdonado -por ver me he tornado moro. ¿Qué dizes, Sancho? dixo don Quixote: -¡moro te has tornado!¿Es posible que tan gran necedad has hecho? Pues -pesie á las barbas del sacristan del Argamesilla, respondió Sancho, -¿no fuera peor que me comiera, y que despues no pudiera ser moro ni -cristiano? Calle; que yo me entiendo; escapemos una vez de aqui; que -luego despues verá lo que pasa. Entonzes el autor, apiadandose de las -congojas y trasudores en que veia á don Quixote, cansados ya de reir -los estudiantes, Barbara y toda la compañia, dixo: Agora sus, señor -caballero, no es ya tiempo de más disimular ni de traer encubierto lo -que es razon que se descubra; y asi habeis de saber, señor don Quixote, -que yo no soy el sabio vuestro contrario de ninguna manera; antes soy -un grande y fiel amigo vuestro, y cual tal siempre y en todas partes -he mirado y miro por vuestros negocios mejor que vos proprio, y agora -por probar vuestra prudencia y sufrimiento he hecho todo lo que habeis -visto: por tanto, dexenle todos luego, y huelgue y repose en este mi -castillo todo el tiempo que le pareciere; que para tales principes -y caballeros como él le tengo yo aparejado; y dadme ¡oh famosisimo -caballero andante! un abraço; que aqui estoy para serviros, y para -no hazeros daño alguno, como pensastes; y advertid que el venir aqui -vos y la gran reina Zenobia ha sido todo guiado por mi gran saber, -porque os importa infinito á vos y á vuestros servidores llegueis á -la gran corte del rey Catolico, en la cual os aguardan por momentos -un millon de principes, y de do habeis de salir con grande aplauso -y vitoria. Soltaronle en esos los moços, y el autor le abraçó, y -con él los compañeros hizieron lo mismo. Cuando don Quixote se vió -suelto, asombrado de como él le tenia por nigromantico, y lo que le -habia dicho, teniendolo todo por verdad, se levantó, y abiertos los -braços, se fue para él diziendo: Ya yo me maravillaba ¡oh sabio amigo! -que en tan grande trabajo y tribulacion como en la que agora me habia -puesto, dexasedes de favorecerme con vuestra prudentisima persona y -eficazes ardides: dadme esos braços, y tomad los mios, desmembradores -de robustos gigantes, y verdugos expertos de enemigos vuestros y -mios. Con esto todos le volvieron á abraçar con nuevas muestras de -alegria, y llegandose la muger del autor á ver el rostro de aquel loco, -á quien todos abraçaban, le dixo, considerada su ridicula figura: -Señor caballero, yo soy hija de aqueste grande sabio su amigo: mire -v. m. que si en algun tiempo hubiere menester su favor, ó si algun -gigante ó mago me llevare encantada, que no dexe de favorecerme en -todo caso; que aqui mi padre se lo pagará:--y aun (dixo otra de las -representantes, que estaba aparte riendo) le dexará entrar de balde -en la comedia, con solo medio real que le ponga en la mano. Respondió -don Quixote: No es menester, soberana señora, encargarme á mi lo que -á vuestro servicio toca, teniendo yo tantas obligaciones á vuestro -sabio padre; pero creedme, que aunque todo el universo se conjurase -contra vuestra beldad, y todos cuantos sabios y magos nacen en Egipto -viniesen á España para tocaros en un solo pelo de la cabeça, que -yo solo, dexado aparte el gran poder de vuestro padre, bastaria, -no sólo para defenderos y sacaros á pesar suyo de sus manos, sino -para poner en las vuestras sus alevosas y falsas cabeças. En esto le -llamó el autor diziendo: Señor caballero, ya la cena está aparejada -y las mesas puestas; y asi v. m. se sirva de venirnosla á honrar en -compañia mia y destos señores, porque despues tenemos que hazer un -negocio de importancia. Esto dixo porque pensaba ensayar en cenando -una comedia que habian estudiado para Alcala y la corte. Estaba Sancho -maravillado de ver á su amo libre de aquella prision, y tan alegre, -que llegandose al autor le dixo: ¡Ah señor sabio! esto de tornarme yo -moro, ya que su merced nos ha dado á conocer su valor, ¿ha de pasar -adelante? porque en Dios y en mi conciencia me parece que no lo puedo -ser de ninguna manera. Respondiole el autor diciendo: ¿Pues por que -no lo podeis ser? Porque quebrantaré, dixo él, cada dia la ley de -Mahoma, que manda no comer tocino ni beber vino; y soy tan bellaco -guardador deso, que en viendolo á mano, no dexaré de comer y beber -dello si me aspan. A esto respondió un clerigo que acaso se halló -en la venta: Si v. m., señor Sancho, ha prometido á este sabio mago -volverse moro, no se le dé nada de la promesa, pues yo, en virtud de -la bula de compesacion, le absuelvo asi della como de lo hecho; y lo -puedo hazer en su virtud, con sólo darle de penitencia que no coma ni -beba en tres dias enteros; y advierta que con sólo cumplir esta leve -penitencia se quedará tan cristiano como antes se estaba. Eso, señor -licenciado, no me lo mande, respondió Sancho, pues no digo tres dias, -pero aun tres horas no me atreveria á cumplir esa penitencia, aunque -supiese que me habian de quemar, no haziendolo: lo que v. m. me puede -recetar, si le parece, es que no duerma con los ojos abiertos, ni beba -con los dientes cerrados, ni traiga el sayo baxo la camisa, ni haga -mis necesidades atacado. Estas cosas, aunque tienen su dificultad, -yo le doy palabra de cumplillas, en Dios y mi conciencia. Llegaron -tras estas razones á sentarse á cenar á la mesa; y antes de hazello, -estando todos al rededor della en pie y quitados los sombreros, començó -el clerigo á echar la bendicion en latin, y començaron á cenar; y -dixo el autor: Sepan vs. ms., señores, que la causa por que Sancho -no se quitó la caperuça á la bendicion, es porque aun le han quedado -las reliquias de cuando era moro, si bien es verdad que aun está por -retaxar y circuncidar; pero he dilatado el hazello, porque lleno de -lagrimas me rogó denantes que le retaxase, si era forçoso hazello, -de la caperuça, y no de la parte en que de ordinario se ejecuta la -circuncision, por ser esa la de que su muger estaba más celosa, y de -quien le pedia más cuenta. Y tras esto fue contando todo lo que con -él le habia sucedido; y acabando de hazello con la cena, levantados -ya los manteles, prosiguió volviendose á don Quixote, y diziendole -como para hazerle fiesta en aquel su castillo habia mandado hazer una -comedia, en la cual entraba tambien él, y la que le dixo que era su -hija. Don Quixote se lo agradeció con mucho comedimiento; y sentandose -en el patio de la venta en compañia de Barbara, del clerigo, de los dos -estudiantes, y de Sancho y de los de la posada, començaron á ensayar -la grave comedia de El testimonio vengado, del insigne Lope de Vega -Carpio, en la cual un hijo levanta un testimonio á la Reina su madre en -ausencia del Rey, de que comete adulterio con cierto criado, instigado -del demonio, y agraviado de que le negase un caballo cordobes en cierta -ocasion de su gusto, guardando en negarle orden expreso que el Rey su -esposo le habia dado. Llegando pues la comedia á este paso, cuando don -Quixote vió á la muger del autor, á quien él tenia por su hija, tan -afligida, por hazer el personage de la Reina, á quien se levantaba el -testimonio, y por otra parte advirtió que no habia quien defendiese -su causa, se levantó con una repentina colera, diziendo: Esto es una -grandisima maldad, traicion y alevosia, que contra Dios y toda ley se -haze á la inocentisima y castisima señora reina; y aquel caballero que -tal testimonio le levanta, es traidor, fementido y alevoso, y por tal -le desafio y reto luego aqui á singular batalla, sin otras armas más -de las con que agora me hallo, que son sola espada. Y diziendo esto, -metió mano con increible furia, y començó á llamar al que levantaba el -testimonio, que era un buen representante, el cual riendose con todos -los demas de la necia colera de don Quixote, se puso en medio con -su espada desnuda, diziendole que aceptaba la batalla para la corte -delante de su magestad, con solos veinte dias de plaço; y mirando si -hallaba alguna cosa por alli que dalle en gaje, vió arrimada á un poste -de la venta una albarda, y sobre della un ataharre, y tomandole medio -riendo, se le arrojó diziendo: Alçad, caballero cobarde, esa mi rica -y preciada liga, en gaje y señal de que sea nuestra batalla delante -de su magestad para el tiempo que tengo dicho. Don Quixote se abaxó y -la tomó en la mano; y como vió que del hazello se reian todos, dixo: -No es de valientes principes reirse de que un traidor y alevoso como -este tenga animo para hazer batalla conmigo; antes habian de llorar, -viendo á la señora reina tan afligida, aunque su ventura ha sido no -poca en haberme hallado yo presente en tal trance, para que semejante -traicion no pase adelante. Y volviendo la cabeça dixo á Sancho: ¡Oh -mi fiel escudero! toma esta preciada liga del hijo del Rey, y metela -en nuestra maleta hasta de hoy en veinte dias; que tengo de matar á -este alevoso principe que tal testimonio ha levantado á mi señora la -Reina. Sancho la tomó y dixo á su amo: ¿Para que quiere v. m. que -metamos este ataharre en la maleta entre la ropa blanca, estando tan -sucio? Dele al diablo; que yo le ataré en la cincha del rucio, y alli -irá hasta que topemos cuyo es. ¡Oh necio! dixo don Quixote, ¡y eso -llamas ataharre! Pues ¿que diablos, dixo Sancho, es, sino ataharre? -¿No ves, animalazo, replicó don Quixote, que es una riquisima liga -del hijo del Rey, como lo dizen estos rapacejos de oro, de cada uno -de los cuales cuelga una esmeralda ó un rubi ó un diamante? Lo que yo -veo aqui, respondió Sancho, si no estoy borracho, es una empleita de -esparto con dos cordeles á los cabos, harto sucios, y sirve de ataharre -de algun jumento. ¿Hay tal locura semejante, dixo don Quixote, como -la de este escudero, que una liga de tafetan doble, encarnado, diga -que es ataharre? Digo, respondió Sancho, una y docientas vezes que -es tan ataharre como mi agüelo: no tiene que porfiar. Maravillaronse -todos de la porfia del amo y del criado sobre el ataharre; y llegando -el autor, le tomó en la mano diziendo: Señor Sancho, mire v. m. bien -lo que dize y abra los ojos; que este ataharre, para lo deste mundo -es liga, y de grandisimo valor; para lo del otro, no digo nada. Ello -será lo que yo digo, respondió Sancho; que no soy ciego, y tengo -gastados más ataharres destos, que hay estrellas en el limbo. En esto -salió un labrador de la caballeriza, cuya era la albarda y ataharre, y -llegandose á Sancho le dixo: Hermano, dad acá mi ataharre; que no está -ahi para que vos os alçeis con él. Holgó Sancho infinito de oir esto; y -volviendose lleno de risa á los circunstantes, les dixo: ¡Bendito sea -Dios, señores, que estaran contentos! A fe que agora, aunque les pese, -han de confesar mi buen juizio, pues ven que acerté de la primera vez -que este era ataharre, cosa en que jamas supieron caer tantos y tan -buenos entendimientos. Y diziendo esto, dió el ataharre al labrador, -lo cual viendolo don Quixote, se llegó á él, y tirando reciamente, se -le quitó diziendo: ¡Ah villano soez! ¿y de cuando acá fuiste tú digno -de traer una tan preciada liga como esta, ni todo tu çafio linage? -Tras lo cual se le iba á meter en la faltriquera; pero impedioselo el -labrador, que no sabia de burlas, asiendole del braço, y porfiando don -Quixote que se lo contradezia. El labrador, en fin, como era hombre -membrudo y de fuerça, y esas le faltaban á don Quixote, por estar tan -flaco, pudo darle un empellon tal en los pechos, que le hizo caer con -él de espaldas, y saltandole encima, le quitó por fuerça el ataharre -de la mano. Llegó Sancho en esto á ayudar á su amo, dando dos ó tres -crueles moxicones en la cabeça al labrador, el cual revolviendo hecho -un leon contra Sancho, le cinchó dos ó tres vezes el ataharre por -la cara. La risa de los comediantes era notable, grande la prisa de -los estudiantes en despartilles, notable la diligencia de Barbara en -ayudar á levantar á don Quixote, cuya colera era infinita, y mayor -el sufrimiento del pobre Sancho, el cual puesta la mano sobre las -narizes, de las cuales le salia mucha sangre, por haberle alcançado -el labrador con el ataharre en ellas, començó á ir furioso tras él -hazia la caballeriza diziendo: Aguarda, aguarda, descomunal arriero, -y verás si te hago confesar, mal que te pese, que eres mejor que yo, -con ser un grandisimo bellaco, puto y hijo de otro tal. Don Quixote -le dió vozes diziendo: Vuelvete, hijo Sancho, y dexale ir; que harto -trabajo lleva consigo, pues como infame ha huido de la batalla sin osar -atendernos; pero ¿qué ha de osar atender un sandio tal cual él es? Y ya -te he dicho muchas vezes que al enemigo que huye, la puente de plata; -y si nos lleva la preciada liga, no hay que espantar dello; porque -muchos ladrones, yo he leido en libros, que han robado á caballeros -andantes no sólo sus preciados caballos, sino tambien sus ricas armas, -ropa y joyas. No me espanto del hurto, dixo Sancho; que avezado está -v. m. á que ladrones se le atrevan á hurtar joyas preciosas; que ya en -Çaragoça otro me hurtó de las manos, con las uñas de las suyas, las -reales agujetas del ave fetrix, ó como se llama, que v. m. ganó por -su buena lança en la sortija. Encolerizose don Quixote desta nueva, -diziendo: Pues, ¿como villano, si tal pasó, no me lo dixiste luego -alli, para que hiziera añicos, al ladron atrevido? Por ahorrar de -pesadumbre á v. m., respondió Sancho, lo he callado, y por temor de que -no le causase alguna pasacolera el enojo; pero baste el que he tenido -por ello, y las lagrimas que me han costado las negras agujetas. Y -diziendo esto començó á llorar, repitiendo: ¡Ay agujetas de mi anima! -¡desdichada de la madre que os parió, pues tal desgracia ha visto -pasar por vosotras! No os olvideis, os ruego, por las entrañas de -Cristo, deste vuestro fiel y leal servidor, pues yo mientras viviere -no me olvidaré de vosotras ni de vuestra bonisima condicion. ¡Asi mal -provecho le hagan al ladron vuestra dulzura y sabor! Acallole don -Quixote, dandose por pagado de sus lagrimas y del perdon que tras -ellas le pidió por la perdida; y saliendo de su asiento el autor, -lleno de risa, le tomó por la mano y le dixo: V. m., señor caballero, -lo ha hecho muy bien en esta batalla, y asi tras ella será razon nos -vamos á acostar, por ser ya tarde y estar v. m. cansado; y quedese la -comedia en este punto. Y llevandole con Sancho á un mal aposento que -les habia prevenido, no se quiso salir dél hasta que los dexó á ambos -acostados y cerrados, temiendo no echasen sus moços al pobre de Sancho -una melecina de agua fria, como sabia lo tenian pensado. Llegada la -mañana, se salió sin dezirles nada, por consejo de los estudiantes, -el autor con toda su compañia, de la venta, y se fue para Alcala. -Levantose algo tarde, por el cansancio de las pendencias pasadas, don -Quixote, abriendole la puerta el ventero; y la primer cosa que hizo -en despertar fue preguntar á Sancho por la reina Zenobia, y si la -habian dado cama y todo recado la noche pasada, con la decencia que -su real persona merecia. Yo, señor, respondió Sancho, como estuve tan -ocupado en la sangrienta batalla que tuvimos con aquel que nos hurtó -el ataharre ó liga, ó como es su gracia, no me acordé della más que -si no fuera reina; pero á lo que entendi, dos moços de aquellos de los -representantes la hizieron merced de llevarla consigo, con no poco -gusto della, por no dar que dezir á malas lenguas. Estando en esto, -subió Barbara con los estudiantes adonde estaba don Quixote y Sancho, -diziendo: Muy buenos dias tenga la flor de los caballeros: ¿como le -ha ido á v. m. esta noche? ¡Oh señora reina! respondió don Quixote, -la v. m. perdone el descuido que con su real persona esta noche se ha -tenido, porque la culpa tiene el negligente Sancho, que, teniendole -mandado que ande siempre delante de v. m. para ver lo que se le antoja, -mirandola á la cara, se ha descuidado, de puro molido de las batallas -pasadas, segun agora me acababa de dezir. A esto respondió Sancho: Yo, -señor, harto la miro á la cara; pero como la tiene tan bellaca, todas -las vezes que la miro y la veo con aquel sepan cuantos en ella, me -provoca á dezirle, «cocale, marta,» cancion que dezian los niños á una -mona vieja que estos años atras tenia en la puerta de su casa el cura -de nuestro lugar. ¡Malos dias vivas, respondió Barbara, y no llegues, -bellaconazo, á los mios, plegue á Cristo! pero calla; que á fe no lo -vayas á penar al otro mundo; que hartas pesadumbres sé yo dar de noche -á otros más agudos que tú, y en manos está el pandero que le sabran -bien tañer. Los estudiantes dixeron á Sancho: Señor Sancho, no moleste -v. m. á la señora Reina, que sabe hazer lo que dize, mejor de obras -que de palabras. ¿Para qué, diga, quiere verse alguna noche volando -por las chimeneas entre vasares, platos y asadores, donde se vea y se -desee, y llore el no haber querido obedecerla? Pues si ella, respondió -Sancho, me haze volar por los vasares, yo me quexaré á quien por toda -su vida le haga bogar en las galeras. ¿Pues no ve v. m., replicó el -uno de los estudiantes, que las mugeres no reman? ¿Y que se me da á -mí que no remen? respondió Sancho; basta que si ella no remare, á lo -menos servirá de dar refresco á la chusma; que para eso yo sé que no -le faltará gracia; y estando alli con más comodidad, podrá parecerse -de veras en todo á las nubes, ya que por muger en algo les haya de -parecer. ¿Pues en qué, dixo el estudiante, les ha de parecer, ó como -les parece en todo? Respondió Sancho: En que cargará en la mar, como -hazen las nubes, lo que despues á pura fuerça de truenos y relampagos, -descargará en lluvia sobre la tierra; que eso hará si se empreñare -en el agua, pues á fuerça de gritos y suspiros, habrá despues de -vaziar su cargaçon; que en lo demas, llano es que todas las mugeres se -parecen á las nubes, de las cuales por experiencia sabemos donde y -como descargan, lo mismo que ignoramos donde y como se entró en ellas. -Rieron los estudiantes y la misma Barbara de la astrologa aplicacion -de Sancho; pero don Quixote, que no tenia de risible más que la nariz -y potencia remota, dixo con despego y zuño á Barbara: La v. m. no haga -caso ya más de lo que dixere este necio, pues lo es tanto, que jamas -dirá sino badajadas: lo que por agora importa es que tratemos de partir -de aqui; porque hoy pretendo entrar en la corte, si no es que se me -ofrezca en contrario alguna forçosa ocupacion y peligrosa aventura -que me detenga en Alcala. Y llamando al huesped, remató con él las -cuentas con solo agradecerle el hospedaje, y fuele facil salir de su -venta él y sus compañeros con tan ligera paga, por haberla ya hecho -cumplida por todos el autor de la dicha compañia, apiadado de la locura -de don Quixote y simplicidad de su escudero, y dandose por pagado con -los malos ratos que les habia dado, y buenos y entretenidos que él y -su compañia habian recebido. Subió don Quixote en Rocinante, armado -como solia, Sancho en su rucio, y Barbara en su mula, quedandose los -estudiantes atras, por estar ya tan cerca de Alcala, do por su honra -no quisieron entrar acompañados de compañia tan ocasionada para vayas -y fisgas y matracas, como la de don Quixote, á quien dixo Barbara en -començando á caminar: Señor caballero, v. m. me la ha hecho muy grande -en haberme traido desde Sigüença hasta aqui, y en haberme vestido, dado -de comer y cabalgadura, como si fuera una hermana suya; pero si v. m. -no me manda otra cosa, yo determino quedarme aqui en Alcala, que es mi -patria, do si en alguna cosa le pudiere servir, lo haré, mandandome -con la voluntad que diran las obras. Señora reina Zenobia, respondió -don Quixote, mucho me maravillo de oir tal resolucion á persona tan -discreta, y que ha hecho tantos, tan grandes y peligrosos caminos por -reinos incognitos solo por hallarme, obligada de la fama de mi valor y -persona. ¡Como es posible que agora que tiene mi compañia, que tanto ha -deseado y procurado, que la quiera asi dexar, no reparando en lo mucho -que he hecho y pienso hazer en su servicio, ni en las desgracias que -se le pueden ofrecer, atreviendosele sus enemigos y rebeldes vasallos, -sin el respeto debido al gran valor de su persona, viendola fuera de -mi amparo y lado! Por evitar pues estos y otros mayores inconvenientes -que se le pueden ofrecer, suplico á la v. m. cuan encarecidamente -puedo, se venga conmigo hasta la corte; que no pasaremos della en -muchos dias, atento que sabiendo los grandes mi llegada, es fuerça me -detengan, regalandome á porfia por honrarse de mi lado y aprender -cosas militares; y alli verá v. m. lo que en su servicio hago; y -despues que hubiere muerto al rey de Chipre, Bramidan de Tajayunque, -con quien tengo aplaçada la batalla, y al otro hijo del rey de Cordoba, -que ayer levantó aquel grave falso testimonio á su madre, quedará á la -eleccion de v. m. el irse á Chipre ó quedarse en la corte de España; -y asi por amor de mí se ha de hazer lo que agora suplico. Sancho, que -oyó lo que don Quixote habia dicho á Barbara, se llegó á él con mucha -colera diziendo: Par diez, señor, que yo no sé para que quiere que -llevemos con nosotros á la señora Reina; mucho mejor será que se quede -aqui en su lugar; que tanto nos ahorraremos. ¿Para que queremos llevar -con ella costa sin ningun provecho? ¡Gentil carga de basura para entrar -cargados de ella en la corte! Dela á Lucifer y no la ruegue más; que -el ruin, cuando le ruegan luego se ensancha; y no nos faltará sin ella -la misericordia de Dios. ¡Mirad que cuerpo, non de Judas Escariote, -con ella y con quien le parió y nos la dió á conocer! Pues á fe que -si se me suben las narizes á la mostaça y comienço á desbotricar, que -no sea mucho, estandose en su tierra, que la haga echar por la boca y -narizes más mocos y gargajos que echa un ahorcado en el rollo. Estanle -aqui haziendo á la muy cotorrera mil regalos y servicios, llamandola -reina y princesa, siendo lo que ella se sabe, como aquellos estudiantes -han dicho, ¡y agora se nos haze de pencas! Paguenos la saya y sayuelo -colorado y la mula y lo que nos ha hecho de costa, y adios, que me -mudo; ó como dize Aristoteles, alon, que pinta la uva; y á fe que si yo -fuera que mi señor, que se lo habia de quitar todo á moxicones, pues no -me conoce bien. ¡Oh villano! dixo don Quixote, y ¿quien te mete á tí -con la señora Reina? ¿Mereces tú, por ventura, descalçarle su pequeño -çapato? ¡Pequeño! respondió Sancho: en Sigüença me dixo suplicase á v. -m. la comprase un par de çapatos, y preguntandole yo cuantos puntos -calçaba, me respondió que entre quinze y diez y nueve, poco más.--¿Pues -no ves, insensato, que las amazonas son gente varonil, y como andan -siempre en las lides, no son tan delicadas y hermosas de pies como las -damas de la corte, que se estan en sus estrados regaladas y ociosas, -con que son más tiernas y femeniles que las valerosas amazonas? Con no -poca resolucion replicó Barbara á las malicias de Sancho, de que estaba -ofendida, diziendo: No pensaba, señor don Quixote, pasar de aqui; pero -por saber que doy á v. m. contento y hago rabiar á este bellaco de -Sancho, quiero llegar hasta Madrid, y alli servir á v. m. en cuanto -me mandare, á pesar deste villano harto de ajos. ¿Villano? respondió -Sancho; villano sea yo delante de Dios; que para lo deste mundo importa -poco serlo ó dexarlo de ser; pero es grandisima mentira dezir eso otro, -de que estoy harto de ajos, pues no comi esta mañana en la venta sino -cinco cabeças dellos que el ladron del ventero me dió por un cuarto: -¡miren si me habia de hartar con ellas! Mas dexando esto aparte, digame -por su vida, señora reina, ¿cual es peor? ¿haber estado ella esta noche -con aquellos dos moços de los comediantes, y almorzar con ellos esta -mañana una gentil asadura frita, bebiendose con ella dos azumbres de -vino, como dixo el ventero que ha hecho su merced, ó comer yo cinco -cabeças de ajos crudos? Hermano, respondió Barbara, si estuve con ellos -no fue por hazer mal á nadie; que libre soy como el cuclillo, y no -tengo marido á quien dar cuenta, gracias á Domino Dio: et vivit Domine; -que más lo hize porque hazia un poco de fresco que no por bellaqueria, -como vos sospechais, que sois un grandisimo malicioso. ¿Malicioso me -llamais? replicó Sancho; á fe que no me lo osarades vos dezir detras -como me lo dezis delante; pero vaya; que más longaniças hay que días, y -bien sabemos aqui mamarnos el dedo, aunque bobos. - - - - -CAPITULO XXVIII - -De como don Quixote y su compañia llegaron á Alcala, do fue libre de la -muerte por un estraño caso, y del peligro en que alli se vió por querer -probar una peligrosa aventura. - - -Todo su cuidado ponia don Quixote en que la reina Barbara le honrase -en la entrada que pensaba hazer en la corte, y en que no hiziese caso -de los atrevimientos de su escudero; y asi le dixo: Suplico á v. m., -altisima señora, no repare en cosa que le diga este animal, sino que -disimule con él, como yo hago, dexandole para quien es, siquiera porque -lo habemos menester por estos caminos; y pues ya estamos en Alcala, -pareceme marchemos por aqui poco á poco detras destas murallas, sin -pasar por medio del lugar, que es grande y poblado de gente de cuenta; -y pareceme será acertado tambien que v. m. se cubra el rostro con -ese precioso volante hasta que pasemos de la otra parte, por lo que -es conocida de todos; que puestos en ella, nos podremos quedar, si -nos pareciere, en algun meson secretamente esta noche, y á la mañana -entrarnos con la fresca en Madrid. Hizose asi, y á la que començaron -á rodear el muro, volviendo la cabeça Barbara á Sancho, le dixo: Ea, -señor galan, seamos amigos, y no haya más enojos conmigo por su -vida; que yo le perdono todo lo pasado. ¿Amigos? respondió Sancho; -antes seré amigo de un diablo del infierno que della, aunque todo se -es uno. Pues por el siglo de mi madre, dixo Barbara, que hemos de -hazer las amistades antes que lleguemos á Madrid. Pues por el siglo -de mi rucio, replicó Sancho, que primero me vuelva Poncio Pilatos que -sea su amigo. Barbara le dixo: ¡Ea ya, leon! y Sancho le respondió: -¡Ea ya, sierpe! Pero don Quixote, que vió la enemistad que Sancho y -Barbara tenian y los remoquetes que se iban echando por el camino, -dixo: Agora sus, Sancho, tú ¿no eres mi escudero, y no te tengo yo de -pagar tu salario, como tenemos entre los dos concertado, sirviendome -en todo bien y puntualmente? Pues en virtud de dicho concierto quiero -y es mi voluntad que agora, sin replica ninguna, seas amigo de mi -señora la reina Zenobia; que yo tomo á mi cargo hazer esta noche un -famoso convite á su merced y á ti, en señal y firmeça de las futuras y -perpetuas amistades, pues no es bien que seamos tres y mal avenidos. -Por cierto, mi señor, replicó Sancho, que cuando no sea por otra cosa -más de por ese convite que v. m. dize, lo habré de hazer; aunque fuera -razon que, guardando mi punto, aguardara se pusieran de por medio -personas de cuenta á rogarmelo, cual son media dozena de canonigos de -Toledo, ó á lo menos unos cuantos cardenales; pero vaya, pues v. m. lo -manda. Ea, señora reina, arrojeme acá esas manos, si bien las quisiera -más de vaca bien cocidas y con su perejil; que sobre mí que me hizieran -harto más provecho. Diole Barbara la mano riendo, y al darsela le dixo: -Tomad, amores, esta mano de reina; que yo fio que más de dos principes -escolasticos de los de la corte alcaladina, en que esta noche habemos -de dormir, preciaran harto recebir este favor. Como don Quixote les vió -dadas las manos, se fue un poco adelante, imaginando en su fantasia lo -que habia de hazer en la corte con la reina Zenobia, y batallas del -gigante y del hijo alevoso del rey de Cordoba, y cómo se habia de dar á -conocer á los reyes y grandes: lo cual le hazia ir tan absorto y fuera -de sí, que no advertia en que á Sancho venia diziendo Barbara: De aqui -adelante, amigo Sancho, nos hemos de querer con el extremo que dos -buenos casados se aman, pues ha sido el padrino de nuestras pazes el -señor don Quixote; y en confirmacion dellas, quiero que durmamos esta -noche dambos en el meson donde llegaremos; que el coraçon me dize no -dexará de correr fresco que me obligue á procurar cubrirme con gusto -con alguna manta, como la del pelo de v. m., mi señor Sancho: verdad es -que imagino será menester rogarselo poco, pues tiene más de bellaco -que de bobo. No entendió Sancho á Barbara de ninguna manera, y asi le -respondió: Lleguemos una vez con salud al meson, y cenemos en señal de -nuestras amistades, con el cumplimiento que mi amo nos tiene prometido; -que en eso de la manta no faltaran dos y aun tres; que yo se las pediré -al huesped para que las eche v. m. en su cama, cuanto y más, que no -haze agora tanto frio que obligue á procurallas. Como Barbara vió que -no le habia entendido, le dixo hablando más claro: Pues, Sancho, si -vuestro amo ha de alquilar dos camas, una para mi y otra para vos, ¿no -será mejor que nos ahorremos el real de la una cama, para comprar con -él un gentil plato de mondongo y un cuartal de pan, con que os pongais -hecho un trompo, y vaya el diablo para ruin? A fe que tiene razon, -respondió Sancho: ahorremos sin que mi amo lo sepa ese real de la una -cama; que yo dormiré sobre un poyo del meson; que para mí, tan bien -me dormiré alli como acullá, á trueque de que nos demos, como dize, -una buena pançada con ese real. Viendo Barbara la rudeza de Sancho, no -quiso tratarle más de aquella materia; y asi alargaron el paso tras -don Quixote hasta que le alcançaron, el cual, en viendolos junto á -sí, les dixo: Pareceme que es tarde para poder hoy llegar á Madrid, -y que no será malo nos quedemos esta noche aqui en Alcalá, y mañana -proseguiremos nuestro camino; que bien podrá v. m., señora reina, estar -encubierta, cerrada en un aposento, tapado el rostro cuando le sirvan -á la mesa, por no ser conocida. Ella le dixo que hiziese lo que fuese -servido; que en todo acudiria á lo que fuese de su gusto; y llegaron -en esto á un meson fuera de la puerta que llaman de Madrid, y entrando -todos en él, dixo don Quixote á Sancho que llevase las cabalgaduras -á la caballeriza y las diese recado, y al huesped pidió un aposento -secreto y bien adereçado, do mandó acompañase luego á la reina Zenobia; -y quedandose él paseando por el patio sin desarmarse, oyó tocar á -deshora con mucho concierto cuatro trompetas, y despues dellas un ronco -son de atabales; lo cual oido por nuestro buen caballero, le causó -notable suspension, con la cual estuvo atentisimamente escuchando, -sin saber que cosa fuese; y al cabo de rato, despues de haber hecho -en su fantasia un desvariado discurso, llamó á Sancho y le dixo: ¡Oh -mi buen escudero Sancho! ¿oyes por ventura aquella acordada musica -de trompetas y atabales? Pues has de saber que es señal de que hay -sin duda en esta universidad algunas celebres justas ó torneos para -alegrar el festivo casamiento de alguna famosa infanta que se habrá -casado aqui; á las cuales habrá acudido un caballero extrangero, cuyo -nombre no es aun conocido, por ser mancebo novel; pero no obstante -su poca edad, en el principio de sus famosas fazañas ha ya vencido á -todos los caballeros desta ciudad y á los que de la corte han acudido -á ella y á sus fiestas, si ya no ha venido á celebrarlas; y esto es -lo más cierto; ó algun bravo jayan que, habiendo vencido y derribado -á todos los mantenedores y aventureros, se ha quedado por absoluto -señor de todas las joyas de dichas justas, y no hay caballero ahora, -por valiente que sea, que se atreva á entrar segunda vez con él -en el palenque, de lo cual estan los principes tan pesarosos, que -darian cuanto dar se puede porque Dios les deparase un tal y tan buen -caballero que baxase la soberbia deste cruel pagano, con que dexase -alegre toda la tierra, y las fiestas fuesen consumadamente perfetas. -Por tanto, Sancho mio, ensillame luego á Rocinante; que quiero ir allá -y entrar con gallardia y gracia por la plaça, pues maravillados de -mi presencia los que ocupan sus dorados balcones, altos miradores y -entoldados andamios, levantaran entre sí un alegre murmullo, diziendo: -Ea, que Dios sin duda ha deparado venga este gallardo caballero -extrangero á volver por la honra de los naturales, viendo que ninguno -dellos ha podido resistir á los incomparables brios deste fiero jayan. -Tocaran en esto todas las trompetas, chirimias, sacabuches y atabales, -al son de los cuales se començará mi bueno y esforçado caballo á -engreir y relinchar, deseoso de entrar en la batalla; con que callaran -todos, y yo poco á poco me iré llegando al cadahalso adonde estan los -juezes y caballeros; y haziendo hincar dos ó tres vezes de rodillas -delante dellos á mi enseñado caballo, les haré una cumplida cortesia, -haziendole dar despues terribles saltos y gallardos corvetes por la -ancha plaça: llegandose luego á la parte donde estará el fiero jayan, -el cual reconocido por mí, me acercaré adonde estaran las astas de -duro fresno, y tomando dellas la que mejor me pareciere, y llegandome -cerca del dicho jayan, sin hazerle cortesia alguna le diré: Caballero, -si te parece, yo querria entrar contigo en batalla; pero con condicion -que fuese ella á todo trance, que es decir que uno de los dos haya -de quedar por general vencedor de las justas, quitando al otro la -cabeça, y presentandola á la dama que mejor le pareciere; es cierto -que, como él es soberbio, ha de responder que sea asi. Tras lo cual, -volviendo yo luego las riendas á Rocinante para tomar la parte del sol -que más me tocare, començaran á sonar las trompetas, al son de las -cuales arrancaremos como el viento los dos valerosos guerreros; y él -no errará el golpe; porque, dandome en medio de la adarga sin poderla -pasar, me hará con la fuerça dél torcer un poco el cuerpo, volando las -pieças de la lança por el aire; pero yo, como más diestro, le daré por -medio de la visera con tal fuerça, que, siendole sacada de la cabeça, -caerá del atroz golpe en tierra por las ancas del caballo; si bien, -como es ligero, se pondrá luego otra vez en pie, y se vendrá para mí -con la espada en la mano; y yo, por no hazer la batalla con ventaja, -abaxaré de mi caballo en el aire, no obstante que muchos lo juzgaran á -locura; y metiendo mano á mi cortadora espada, començaremos entre los -dos el porfiado combate; mas él, no pudiendo atender á mis golpes, me -rogará que descansemos un poco, por verse algo fatigado; aunque yo, sin -atender á sus ruegos, tomaré la espada á dos manos, y levantandola con -un heroico despecho, la dexaré caer con tal furia sobre su desarmada -cabeça, que acertandole de lleno, se la abriré hasta los pechos, dando -del cruel golpe tan horrenda caida en tierra, que hará estremecer toda -la ancha plaça, y aun venir al suelo más de cuatro barreras y tablados. -Los gritos de la gente seran muchos, la alegria de los juezes grande, -el contento de todos los vencidos caballeros extremado, el aplauso del -vulgo singular, é inaudita la musica que sonará en exaltacion de mi -buen suceso; y desde entonces pasaran cosas por mi, que dé bien que -hazer á los historiadores venideros el escribirlas y exagerarlas. Por -tanto, Sancho, presto sacame á Rocinante. Sancho, con harto dolor de su -coraçon, por ver se iba dilatando la deseada cena, fue á ensillarle, -y entre tanto que lo hazia, se llegó el mesonero á don Quixote, al -cual habia estado oyendo todo aquel largo y desvariado discurso, y le -dixo: Señor caballero, v. m. se podrá desarmar; que viene cansado; y -digame lo que quiere cenar; que este muchacho está aqui, que traerá -buen recado. ¡Por Dios, dixo don Quixote, que estais bien en el caso! -Veis lo que pasa en la plaça, la deshonra de vuestra patria y la -afrenta de vuestros caballeros, y que yo voy á remediarlos, ¡y ahora -me salis con cena! Digo que no quiero cenar, ni comer bocado hasta -honrar con mi persona esta universidad, y matar todos aquellos que lo -contradixeren; que es vergüença, y muy grande, que un jayan solo rinda -y sujete á una ciudad como esta: por tanto, andad con Dios, y mirad si -viene mi escudero con el caballo. El mesonero le dixo: Perdone v. m.; -que yo pensé que lo que contó denantes á su criado era algun cuento de -Mari-Castaña ó de los libros de caballerias de Amadis de Gaula; pero -si v. m. quiere ir armado asi como está á honrar al catedratico, se lo -agradeceran mucho todos. ¡Qué catedratico ó qué nonada! respondió don -Quixote. Tres ó cuatro que á la puerta se habian detenido, viendo aquel -hombre armado, le dixeron: Si v. m. ha de ir al paseo, bien puede; que -ya es hora, pues llegará en esta el catedratico al mercado; que aqui no -hay justas ni jayanes de los que v. m. ha dicho, sino un paseo que haze -la universidad á un dotor medico que ha llevado la catedra de medicina -con más de cincuenta votos de exceso, y llevan delante dél, por más -fiesta, un carro triunfal con las siete virtudes y una celestial musica -dentro, y tal, que si no fue la que se llevó el año pasado en el paseo -del catedratico que llevó la catedra de prima de teologia, jamas se -ha visto otra igual; y las trompetas y atabales que v. m. oye, es que -van ya pasando por todas las calles principales, con más de dos mil -estudiantes que con ramos en las manos van gritando: Fulano victor. A -pesar de todo el mundo, á pesar vuestro y de cuantos contradezir lo -quisieren, replicó don Quixote, es lo que tengo dicho. Sacó Sancho -en esto el caballo, y subiendo don Quixote en él, estaba tal y tan -cansado, que aun hiriendole con el duro acicate, apenas se podia -menear, y no dexaba casa en la cual no procurase entrarse. Sancho quedó -con Barbara en un aposento, la cual, como arriba diximos, procuraba no -ser conocida de persona alguna en Alcala. Caminó nuestro caballero por -aquellas calles poco á poco, yendo siempre hazia la parte que sentia -el sonido de las trompetas, hasta tanto que encontró la bulla de la -gente en medio de la calle Mayor; la cual, cuando vieron aquel hombre -armado y con la figura dicha, pensaban que era algun estudiante que -por alegrar la fiesta venia con aquella invencion; y poniendose él -frontero del carro triunfal que delante del catedratico iba, viendo -su gran maquina y que caminaba sin que le tirasen mulas, caballos ni -otros animales, se maravilló mucho, y se puso á escuchar despacio la -dulce musica que dentro sonaba. Iban delante de los musicos en el mismo -carro dos estudiantes con mascaras, con vestidos y adorno de mugeres, -representando el uno la Sabiduria, ricamente vestida, con una guirnalda -de laurel sobre la cabeça, trayendo en la mano siniestra un libro, y en -la derecha un alcazar ó castillo pequeño, pero muy curioso, hecho de -papelones, y unas letras goticas que dezian: - - Sapientia ædificavit sibi domum. - -A los pies della estaba la Ignorancia, toda desnuda y llena de -artificiosas cadenas hechas de hoja de lata, la cual tenia debaxo de -los pies dos ó tres libros, con esta letra: - - Qui ignorat, ignorabitur. - -Al otro lado de la Sabiduria venia la Prudencia, vestida de un azul -claro, con una sierpe en la mano, y esta letra: - - Prudens sicut serpens. - -Venia con la otra mano, como ahogando á una vieja ciega, de quien venia -asido otro ciego, y entre los dos esta letra: - - Ambo in foveam cadunt. - -Pusose don Quixote delante de dicho carro, y haziendo en su fantasia -uno de los más desvariados discursos que jamas habia hecho, dixo en -alta voz: ¡Oh tú, mago encantador, quien quiera que seas, que con tus -malas y perversas artes guias aqueste encantado carro, llevando en él -presas estas damas y las dos dueñas, la una con cadenas desnuda, y la -otra sin ojos y con violencia de su esposo, que procura no dexarla -de la mano, siendo sin duda ellas, como su beldad demuestra, hijas -herederas de algunos grandes principes ó señores de algunas islas, -para meterlas en tus crueles prisiones! dexalas luego aqui libres, -sanas y salvas, restituyendoles todas las joyas que les has robado; -si no, suelta luego contra mí todo el poder del infierno; que á -todos se las quitaré por fuerças de armas, pues que se sabe que los -demonios, con quien los de tu profesion comunican, no pueden contra -los caballeros griegos cristianos, cual yo soy. Pasara adelante don -Quixote con su razonamiento; pero la gente de la catedra, viendo que -aquel hombre armado hazia detener el carro y estorbaba que no pasase -adelante, hizo se llegasen á él cuatro ó cinco del acompañamiento, -pensando fuese estudiante que venia con aquella invencion; los cuales -le dixeron: ¡Ah señor licenciado! hagase v. m., por hazernosla, á una -parte y dexe pasar la gente; que es muy tarde. Pero respondioles don -Quixote diziendo: Sin duda sereis vosotros ¡oh vil canalla! criados -deste perverso encantador que lleva presas aquesas hermosas infantas; -y pues asi es, aguardad; que de los enemigos los menos. Y metiendo en -esto mano á su espada, arrojó á uno de aquellos estudiantes que venia -en una mula, una tan terrible cuchillada, que si su cuerda prevencion -en hurtarle el cuerpo, y la ligereza de la mula no le ayudaran, lo -pasara harto mal: revolvió luego sobre otro que detras dél venia; y de -reves acertó con tanta fuerça en la cabeça de su mula, que la abrió -una cuchillada de un geme. Començaron al instante todos á gritar y -alborotarse: cesó la musica; y corriendo, unos á pie, otros á caballo, -hazia donde don Quixote estaba con la espada en la mano, viendole tan -furioso, apenas nadie se le osaba llegar, porque arrojaba tajos y -reveses á diestro y á siniestro con tanto impetu, que si el caballo le -ayudara algo más, no le sucediera la siguiente desgracia. Fue pues el -caso que, como vieron todos que en realidad de verdad no se burlaba, -como al principio pensaban, començaron á cercarle, unos á pie, otros á -caballo más de cerca, tirandole unos piedras, otros palos, otros los -ramos que llevaban en las manos, y aun desde las ventanas le dieron -con dos ó tres ladrillos sobre el morrion, de suerte[26] que á no -llevarle puesto, no saliera vivo de la calle Mayor; y aunque la gente -era mucha, la grita excesiva, y las piedras menudeaban, con todo se -le llegaron diez ó doze de tropel, y asiendole uno por los pies, otro -por el freno de Rocinante, le echaron del caballo abaxo, quitandole -la adarga y espada de la mano; trás lo cual le cargaron de gentiles -moxicones, y le ahogaran alli en efeto, si la fortuna no le tuviera -guardado para mayores trances; pero debió su vida al autor de la -compañia de comediantes con quien se encontró la noche pasada en la -venta, el cual á las vozes y grita que tenia el pueblo, se llegó á el, -yendose acaso paseando por debaxo los soportales de la calle Mayor; -y viendo llevar aquel hombre armado entre seis ó siete arrastrando, -sospechó que era don Quixote, como realmente lo era, que á la saçon le -habian metido en una grande casa, donde hazia toda la resistencia que -podia, aunque todo era en vano; y viendole tal el autor, y algunos de -su compañia que con él iban, se apiadaron dél; y haziendo salir á puros -ruegos fuera de la casa á todos los estudiantes que le maltrataron, se -quedaron solos con él, y pasado el catedratico con su triunfante paseo -adelante, y desocupada la calle de la gente que le seguia, se llegó el -autor á don Quixote diziendo: ¿Que es esto, señor Caballero Desamorado? -¿Que aventura tan desgraciada ha sido esta, y que nigromantico le ha -puesto en tal aprieto? ¡Es posible se hayan hallado encantos contra -su valor! Pero paciencia y buen animo, pues aqui está otro más sabio -mago, su grande amigo, el cual, á no hazerle lado, hiziera contra la -ley de buena amistad, pero hesela hecho tan grande, que á no acudir con -mi magico poder, sin duda acabara v. m. desta vez con las caballerias -andantes. Alcese, ¡pecador de mí! que tiene los dientes bañados en -sangre, y está sin adarga, sin espada y sin caballo; que todo se lo -han llevado los estudiantes. Levantose don Quixote, y cuando reconoció -al autor, le dixo alegre: Ya me maravillaba yo ¡oh sabio Alquife, -mi buen historiador y amigo! que dexasedes de favorecerme en esta -grande tribulacion y trabajo en que me he visto por la gran pereça de -mi caballo, que mala pascua le dé Dios: por tanto, ¡oh sabio fiel! -hazedmele tornar, ó dadme otro, para que vaya tras aquellos alevosos y -los rete á todos por traidores é hijos de otros tales, y tome dellos -la vengança que su soberbia y viciosa vida merece. En oyendole el -autor, rogó á uno de sus compañeros que en todo caso fuese y traxese -el caballo, adarga y espada de don Quixote, rescatandolo todo por -cualquier dinero de donde quiera que estuviese. Fue el representante -preguntando por ello; y sacando el caballo de un meson, la adarga y -espada de una pasteleria, donde ya todo estaba empeñado, lo volvió al -autor, y él á don Quixote, que se lo agradeció infinito, atribuyendolo -todo al poder de su magica sabiduria; y preguntandole el mismo autor -adonde estaban su escudero Sancho Pança y Barbara, le respondió que -fuera del lugar, en un meson que está junto á la puerta de Madrid, -los habia dexado. Pues vamos allá luego, dixo el autor; que yo por -agora mando, y v. m. debe obedecerme; que importa mucho, Don Quixote -respondió que por todo lo del mundo no le dexaria de obedecer como á -persona tan sabia y en cuyas manos tenia ya puestas habia dos dias -todas sus cosas. Hizo llevar el autor delante con un moço el caballo, -lança y adarga de don Quixote, y á él le mandó que se fuese á pie en -su compañia mano á mano hasta la posada, adonde le dexó encargado al -mesonero, con orden que de ninguna manera le dexase salir á pie ni á -caballo aquella tarde, y cumpliolo el huesped puntualisimamente. Cuando -Sancho vió á su amo los dientes ensangrentados, le dixo: ¡Cuerpo de -san Quintin, señor Desamorado! ¿No le he dicho yo cuatrocientas mil -dozenas de millones de vezes que no nos metamos en lo que no nos va ni -nos viene, y más con estos demonios de estudiantes? Apostemos que le -han hinchido de gargajos, como á mi en Çaragoça: lavese, pecador soy -á Dios, que tiene las narizes llenas de sangre. ¡Oh Sancho, Sancho, -respondió don Quixote, y como aquellos follones que asi me han parado -se lo pueden agradecer al sabio Alquife, mi amigo! Que si por él no -fuera, yo hiziera tal carniceria dellos, que sus viejos padres tuvieran -bien que enterrar, y sus mugeres que llorar todos los dias de su vida; -pero ya vendrá tiempo en que paguen por junto lo de antaño y lo de -hogaño. Respondió el mesonero oyendole: Por su vida, señor caballero, -que no se meta con estudiantes; porque hay en esta universidad pasados -de cuatro mil, y tales, que cuando se mancomunan y ajuntan, hazen -temblar á todos los de la tierra; y dé gracias á Dios, pues le han -dexado con la vida, que no ha sido poco. ¡Oh cobarde gallina, dixo don -Quixote, y uno de los más viles caballeros que ciñen espada! ¿Y piensas -tú que el valor de mi persona y las fuerças de mi braço y la ligereça -de mis pies, y sobre todo, el vigor de mi coraçon, es tan pusilanime -como el tuyo? Juro por vida de la reina Zenobia, que es la que hoy más -precio, que solo por lo que has dicho, estoy por tornar á subir en mi -caballo y entrar otra vez en la ciudad, y no dexar en ella persona -viva, acabando hasta perros y gatos, hombres y mugeres, y cuantos -vivientes racionales é irracionales la habitan, y despues asolalla -toda con fuego hasta que quede, como otra Troya, escarmiento á todas -las naciones, del griego furor. Sancho, traeme presto á Rocinante; que -quiero que vea este caballero ó mesonero, ó lo que es, que sé poner -por obra lo que digo, mejor que dezillo de palabra. Eso del caballo, -respondió el mesonero, señor caballero armado, no llevará v. m. esta -vez, porque el autor de la compañia de comediantes que está aqui me ha -dexado encargado infinitamente que no se le diese por ningun caso, y -por eso tengo cerrada con llave la caballeriza. ¡Que comediantes ó que -nonada! replicó don Quixote: ¿puede haber en el mundo persona que vaya -contra mi gusto? Yo os prometo que lo podeis agradecer á aquel sabio mi -amigo que aqui me traxo, cuyo mandamiento no es razon que yo quebrante -por ningun caso; que de otra suerte, hoy hiziera un hecho tal, que -hubiera memoria dél para muchos siglos. Si hiziera, dixo el mesonero; -pero por agora v. m. se entre á cenar; que haze reir mucho á la gente -que está en la puerta, y se nos va hinchendo la casa de muchachos, de -suerte que ya no cabemos en ella. Y con esto le asió de la mano y le -subió adonde Barbara estaba, con la cual pasó graciosisimos coloquios, -y no poco entremesados con las simplicidades de Sancho. Cenaron juntos -bien y con gusto, y tras ello se fueron todos á reposar, y más don -Quixote, que lo habia menester por los molimientos pasados en la venta -y calle Mayor: solo hubo que al acostarse estuvo porfiadisimo en -querer volver á hazer el brebaje, ó precioso balsamo que él dezia de -Fierabras, para curar las mortales heridas que sentia en los dientes; -pero fuele imposible hazerlo, porque dió el mesonero, conociendo su -locura, en dezir no se hallaria en el pueblo cosa de cuantas pedia. - - [26] _Sangre_, en la primera edición. - - - - -CAPITULO XXIX - -Como el valeroso don Quixote llegó á Madrid con Sancho y Barbara y de -lo que á la entrada le sucedió con un titular. - - -Levantose el valeroso don Quixote de la Mancha la mañana siguiente -bien reposado, por haberlo hecho la noche; y llamando á Sancho, mandó -adereçase á Rocinante y palafren de la Reina con su rucio, echandoles -de comer y ensillandoles mientras el huesped aprestaba el almuerzo -que la noche antes habian concertado les aprestase. Hizose todo asi; -y almorzando bien de unos pasteles y pollos, rematadas las cuentas y -pagadas, subió don Quixote en Rocinante como tenia de costumbre, y -la reina Barbara, tapada (con harto cuidado de los de la posada, que -procuraban verle la cara, si bien les fue imposible), en su mula, -ayudada para ello de Sancho, el cual, repantigandose en el rucio, salió -tras su amo y la Reina de la posada y lugar con harta prisa; y fue -tanta la que se dieron en el camino, que á las tres y media de la tarde -llegaron junto á Madrid, á los caños que llaman de Alcala, habiendo -salido della á más de las nueve. Viendo don Quixote el calor que hazia, -por consejo de Barbara se determinó apear en el prado de san Hieronimo -á reposar y gozar de la frescura de sus alamos, junto al caño Dorado, -que llaman, do estuvieron todos hasta más de las seis, con descanso -dellos y de las cabalgaduras, paciendo ellas, y durmiendo sus amos á -ratos, y á ratos platicando; pero llegadas las seis, como sintiesen -la gente que iba saliendo al ordinario paseo del Prado, determinaron -subir á caballo y entrarse en la corte; y á la que iban cruzando la -calle, viendo don Quixote tanta gente, caballos y carroças, caballeros -y damas como alli suelen acudir, se paró un poco, y volviendo la -rienda á Rocinante, dió en pasear el Prado sin dezir nada á nadie, -apesarados Barbara y Sancho de su humor, y siguiendole por ver si le -podrian poner en razon y dandose al diablo viendo que llevaban ya tras -si de la primer vuelta más de cincuenta personas, y que se les iban -allegando muchos caballeros de los que por alli paseaban, admirados -y llenos de risa de ver aquel hombre armado con lança y adarga, y á -leer las letras y ver las figuras que en ella traia, por no saber á -que proposito traia aquello. Iba don Quixote tanto más ufano cuantos -más se le llegaban, é ibase parando adrede para que pudiesen leer los -motes que traia en la empresa, sin hablar palabra: otros le daban la -vaya cuando le veian con aquella figura y acompañado de la simple -presencia de Sancho y de aquella muger atapada, vestida de colorado, -atribuyendolo todo á disfraz y á que venian de mascara. Sucedió pues -que yendo adelante don Quixote con este paseo y acompañamiento, sin que -bastasen á ponerle en razon sus consortes, vió venir una rica carroça -tirada de cuatro famosos caballos blancos, á la cual acompañaban más de -treinta caballeros á caballo y muchos lacayos y pajes á pie: detuvose -don Quixote luego que la vió, en mitad del camino por donde habia de -pasar, puesto el cuento de la lança en tierra, esperando con gentil -continente. Los que venian con ella, cuando vieron tanta gente junta -que tomaba media calle, y vieron juntamente aquel hombre armado de -todas pieças y con su grande adarga, se llegaron al que dentro venia, -que era un titular grave, que habia salido á tomar el fresco, y le -dixeron: Señor, alli abaxo se ve una grande tropa de gente, y en medio -della está un hombre armado, con una adarga tan grande como una rueda -de molino, y no sabemos, ni nadie sabe quien es ó á que proposito viene -de aquella suerte. Cuando esto oyó el caballero, sacó la cabeça fuera -de la carroça, y como le vió llegar ya cerca, dixo á un alguazil de -corte que iba hablando con él, le hiziese placer de ir á saber que era -aquello: fue á verlo, y apenas se apartó de la carroça cuando llegó á -ella un lacayo del mismo señor y le dixo: Ha de saber vuesa señoria -que aquel hombre armado que alli viene, le vi yo en Çaragoça habrá un -mes, cuando fui á llevar el recado del casamiento de vuesa señoria á mi -señor don Carlos, en cuya casa comi con su escudero un dia, despues de -una famosa sortija que alli hubo en la cual fue convidado este armado, -que es medio loco, ó no se como me lo diga; si bien dezian que es rico -y honrado hidalgo de no sé que lugar de la Mancha; pero por haberse -dado demasiado á leer los fabulosos libros de caballerias que andan -impresos, teniendolos por verdaderos, ha quedado desvanecido de manera, -que saliendo de su tierra, se le ha antojado que es caballero andante -y que anda por tierras ajenas, de la suerte que se ve; y trae por -escudero un pobre labrador de su mismo lugar, que es el que viene á su -lado en un jumento, unica pieça, y muy gracioso, y grandisimo comedor. -Y tras esto le fue contando todo lo que don Quixote habia hecho en -Çaragoça con el açotado y lo de la sortija, y como el secretario de don -Carlos se habia hecho el gigante Bramidan de Tajayunque, y que sin duda -vernia ahora á buscarle á la corte para hazer batalla con él; porque -de todo tenia bastantisima noticia el lacayo, por lo que los criados -de don Carlos le habian referido. Maravillose mucho el caballero de lo -que se le dezia de aquel hombre, y propuso luego llevarsele á su casa -aquella noche con la compañia que traia, para divertirse con ellos. -Estando en esto, volvió el alguazil á la carroça y dixo: Es, señor, -aquel hombre una de las más raras figuras que vuesa señoria ha visto: -llamase, segun dize, Caballero Desamorado, y trae en la adarga ciertas -letras y pinturas ridiculas; y juntamente viene con él una muger -vestida toda de colorado, la cual dize que es la gran Zenobia, reina -de las Amazonas. Pues guien hazia allá la carroça, dixo el señor, y -veremos qué es lo que dize. Ya que llegaban cerca dél, tiró don Quixote -de la rienda de Rocinante, y llegose á un lado de la carroça, y puesto -en presencia del caballero, dixo con voz arrogante, que lo oyesen los -circunstantes: Inclito y soberano principe Perianeo de Persia, cuyo -valor y esfuerço tuvo á costa suya bien experimentado el nunca vencido -don Belianis de Grecia, vuestro mortal enemigo y competidor sobre los -amores de la sin par Florisbella, hija del emperador de Babilonia, á -quien en muchos y varios lugares diste bien que entender, haziendo -con él singular batalla, sin hallarse entre los dos jamas ventaja -alguna, asistiendo de vuestra parte el prudentisimo sabio Friston, mi -contrario: yo, como caballero andante, amigo de buscar las aventuras -del mundo y probar las fuerças de los bravos y valerosos jayanes y -caballeros, he venido hoy á esta corte del rey Catolico, do habiendo -llegado á mis oidos el gran valor de vuestra persona, y siendo tal -cual yo he muchas vezes leido en aquel autentico libro, me ha parecido -me seria mal contado si dexase de probar mi ventura con vuestro -invencible esfuerço hoy aqui en aqueste Prado, delante de todos estos -vuestros caballeros y de la demas gente que nos está mirando; y esto -hago porque soy unico y singular amigo y aficionado al principe don -Belianis de Grecia por muchas razones: la primera, por ser él cristiano -y hijo tambien de emperador cristiano, y vos pagano, de las casas y -casta del emperador Oton, gran turco y soldan de Persia; y la segunda, -por quitar de delante á aquel grande amigo mio un estorbo tan grande -como vos sois, para que asi con mayor facilidad pueda gozar de los -sabrosos amores que con la infanta Florisbella tiene pues se ve y sabe -clarisimamente que la merece mucho mejor que vos, á quien no faltaran -otras turcas hermosas con quien podais casar; que no es posible dexe de -haber muchas en vuestra tierra; y dexar á Florisbella para don Belianis -de Grecia, mi amigo; y si no salis luego de vuestra carroça, y subis -luego en vuestro preciado caballo, en poniendoos vuestras encantadas -armas, para pelear conmigo, mañana publicaré delante de toda esta -corte y de su rey vuestra cobardia y poco animo, despues de haber -muerto al gigante Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, y al hijo -alevoso del rey de Cordoba: por tanto respondedme luego con brevedad, -y si no, daos por vencido, y yo me iré á buscar otras aventuras. -Maravillaronse todos de los disparates que habian oido dezir á don -Quixote, y començaron á hablar sobre ellos unos con otros riendo dél -y de su figura; pero Sancho, que habia estado muy atento á lo que su -amo habia dicho, se llegó, caballero en su asno, junto á la carroça, -diziendo: Señor Perineo, v. m. no conoce bien á mi amo como yo le -conozco; pues sepa que es hombre que ha hecho guerreacion con otros -mejores que v. m., pues la ha hecho con vizcainos, yangüeses, cabreros, -meloneros, estudiantes, y ha conquistado el yelmo de Membrillo, y aun -le conocen la reina Micomicona, Ginesillo de Pasamonte, y lo que más -es, la señora reina Segovia, que aqui asiste; y aun es hombre que en -Çaragoça acometió á más de docientos que llevaban un açotado, como -ya sabran por acá: por tanto mire que tenemos mucho que hazer, y las -cabalgaduras vienen cansadas; yo y la señora Reina vamos con alguna -poquilla de hambre: dese pues por las entrañas de Dios por vencido, -como mi amo le suplica, y tan amigo como de antes, y no busque tres -pies al gato, pues si los desta tierra son como los de la mia, no -tienen menos que cuatro: dexenos ir con Barrabas á nuestro meson, y v. -m. y estos herejes de Persia, su patria, quedense mucho de noramala. -El caballero dixo al alguazil que con él iba, le respondiese de su -parte, y se le llevase aquella noche á su casa. El lo hizo, diziendo -á don Quixote: Señor Caballero Desamorado, en extremo holgamos todos -los circunstantes de haber visto y conocido hoy en v. m. á uno de los -mejores caballeros andantes que en el felize tiempo de Amadis y en el -de Febo hallarse pudieron en Grecia; y doy gracias á los dioses, pues -siendo paganos nosotros, como denantes dixo, habemos merecido ver en -esta corte al que tanta fama y nombre tiene en el mundo, y excede á -todos cuantos hasta hoy hayamos oido visten duras armas y suben en -poderosos caballos; por tanto, excelso principe, aqui el señor Perianeo -aceta de muy buena gana la batalla con v. m.; no porque della pretenda -salir con vitoria, sino para poderse alabar donde quiera que se hallare -(dexandole empero v. m. con la vida) de haber entrado en batalla con el -mejor caballero del mundo, y de quien el ser vencido resultará infinita -gloria suya y lustre de su linage; pero la batalla, si á v. m. le -parece, será el dia que esta noche concertaremos en su casa, en la cual -él y yo hemos de recebir merced que vuesa alteza y toda su compañia -se vayan á alojar, donde los regalará y servirá con mucho cuidado, en -particular á la señora reina Zenobia, á quien desea en extremo conocer; -y asi la ruega que, para que todos demos gracias á los dioses en ver -su peregrina hermosura, sea servida de descubrir el rostro y quitar -la nube que de aquesos sus dos bellos soles está puesta, para que su -resplandor alumbre la redondez de la tierra, y haga detener al dorado -Apolo en su luminosa esfera, admirado de ver tal belleza, bastante á -darle nueva luz á él, pues es cierto vencerá la de su bella Dafne. -Don Quixote se llegó á ella, diziendo que en todo caso descubriese el -rostro delante del principe Perianeo de Persia; que importaba mucho. -Rehusabalo ella, como discreta, cuanto podia; pero Sancho, que habia -estado repantigado en el asno, sin quitarse jamas la caperuça, se -llegó al estribo de la carroça y dixo: Señor pagano, yo y mi señor -don Quixote de la Mancha, Caballero Desamorado por mar y tierra, -dezimos que besamos á vs. ms. las manos por el servicio que nos haze -en convidarnos á cenar á su casa, como lo hizo en Çaragoça don Carlos, -que buen siglo haya; y digo que iremos de muy buena gana todos tres -en cuerpo y en alma, asi como estamos; pero la señora reina Segovia -desde alli donde está me haze del ojo, diziendo que no puede por agora -descubrir la cara, hasta que se ponga la otra de las fiestas, que es -muy mejor que la que agora tiene: por tanto v. m. perdone. En esto se -llegó más cerca por el otro lado á la carroça don Quixote, tirando de -la rienda á la mula de Barbara, á la cual, mal de su grado, traia ya -descubierta la cara, más propria para hazer acallar niños por su mala -cara, que para ser vista de gentes; á la cual como viesen todos los -circunstantes tan fea y arrugada, y por otra parte con el chincharron -mal zurcido y peor apuntado, no pudieron detener la risa; y viendo -Sancho que el caballero de la carroça se la estaba mirando de espacio, -y se santiguaba viendo su fealdad y locura de don Quixote, dixo: Bien -haze v. m. de persinarse, porque no hay caso en el mundo mejor, segun -dize el cura de mi lugar, para hazer huir á los demonios; que aunque la -señora Reina no lo es por agora, podria ser, si Dios le diese diez años -de vida sobre los que tiene, faltarle poco para serlo. El caballero, -disimulando cuanto pudo, dixo á Barbara: Por cierto, señora reina -Zenobia, que ahora digo muy de veras que todo lo que el señor Caballero -Desamorado nos ha dicho de v. m. es mucha verdad, y que él se puede -tener por dichoso en llevar consigo tanta nobleza por el mundo, para -afrentar y correr á todas las damas que hay en él, especialmente en -esta corte: por tanto v. m. nos diga de donde es, y adonde va con este -valiente caballero, si es servida; porque esta noche v. m. y él y este -buen hombre, que dize las verdades desnudas, han de ser mis huespedes -y convidados. Barbara le respondió: Señor, si v. m. es servido, yo no -soy la reina Zenobia, como este caballero dize, sino una pobre muger de -Alcala, que vivo del trabajo de mi honrado ofizio de mondonguera; y por -mi desgracia un bellaco de un estudiante me sacó, ó por mejor dezir, me -sonsacó de mi casa; y llevandome á la de sus padres, con nombre de que -se queria casar conmigo, me robó cuanto tenia en un pinar, dexandome -atada á un pino en camisa; y pasando este caballero con cierta gente, -me desataron y llevaron á Sigüença; y el señor don Quixote, que es el -que viene armado (andaba en esto don Quixote enseñando á unos y á otros -las pinturas de su adarga, ufano de que tantos le mirasen), á quien -falta tanto de juizio cuanto le sobra de piedad, me hizo este vestido y -me compró esta mula en que llegase á Alcala, llamandome por todos los -lugares, caminos y ventas la reina Zenobia, y sacandome algunas vezes -á las plaças para defender, como él dize, mi hermosura, siendo tal -por mis pecados como vuesa señoria ve; y agora, queriendome quedar en -mi tierra, me ha persuadido á que venga á la corte, donde dize que ha -de matar á un hijo del rey de Cordoba, y á un gigante, que es rey de -Chipre, y que á mi me ha de hazer reina de aquel reino; y yo, por no -ser desagradecida á las mercedes que me ha hecho, he venido con él, con -intento de volver lo más presto que pudiere á mi tierra. Y mire vuesa -señoria si manda otra cosa; que me quiero ir; que parece que estos -señores que estan presentes se rien mucho, y podrian dar ocasion á don -Quixote con su risa á que, como loco, hiziese alguna necedad. Volvió -en esto la rienda á la mula, y fuese para donde don Quixote estaba; y -Sancho dixo al titular: Ya ve v. m., señor mio, como la señora Reina -es una buena persona, á quien Dios eche en aquellas partes en que más -della se sirva; y perdonenos si ella no tiene tan buen hocico como mi -amo ha dicho y v. m. merece; pues suya es la culpa, suya es la gran -culpa, porque yo le he dicho muchas vezes que por que no procuraba -que aquel persignum crucis que tiene en la cara, se le dieran en otra -parte, pues fuera mejor donde no se echara tanto de ver; y ella dize -que á quien dan no escoge; por tanto, v. m. se venga luego; que ya se -acerca la noche para cenar, y á fe que por la gracia de Dios no he -menester yo agora más mostaça ni perejil para hazello famosamente, que -el apetito que traigo. Con esto, sin más cortesia, començó á arrear -su asno, y fuese para donde estaba Barbara y don Quixote con toda -aquella gente, á la cual tenia suspensa con un largo razonamiento de -Rasura y Lain Calvo, diziendo que les habia conocido, y que era gente -muy honrada y para mucho; pero que ninguno dellos llegaba á su persona, -porque él era Rodrigo de Vivar, llamado por otro nombre el bravo Cid -Campeador. Oyole Sancho estas ultimas razones, y dixo: ¡Oh reniego de -cuantos Cides hay en toda la cideria! ¡Venga, señor! Pecador soy yo -á Dios; que estas pobres cabalgaduras estan de suerte que no pueden -echar la palabra del cuerpo, segun estan de cansadas y muertas de -hambre. ¡Que mal, oh Sancho, respondió don Quixote, conoces tú á este -caballo! Yo te juro que si le preguntases, y él te supiese responder, -cual quiere más, estar escuchando lo que yo digo de guerras, batallas -y noblezas de caballeros, ó media hanega de cebada, que él diria que -gusta sin comparacion más de que hable de aqui al dia del juizio, que -no de comer ni beber; y es cierto se estaria dias y noches escuchandome -con mucha atencion. Estando en esto, llegó un criado del titular -diziendo á don Quixote: Señor Caballero Desamorado, mi señor le suplica -se venga conmigo á su casa, porque quiere que v. m., la reina Zenobia y -su fiel escudero sean sus huespedes y convidados esta noche y en todos -los demas dias que á v. m. le plugiere, hasta que se remate el desafio -á que le tiene aplaçado. Señor caballero, respondió don Quixote, con -notable gusto iremos á servir al principe Perianeo: por tanto no hay -sino guiar hazia allá; que todos iremos siguiendo. - - - - -CAPITULO XXX - -De la peligrosa y dudosa batalla que nuestro caballero tuvo con un paje -del titular y un alguacil. - - -El criado, don Quixote, Sancho y Barbara començaron á caminar hazia -casa del titular que les habia convidado, con no poca admiracion de -cuantos los topaban por las calles, ni menor trabajo del criado en -dezir á unos y á otros el humor y nombre del armado, y calidad de la -dama, y adonde y para qué fin los llevaba. Con esta molestia los entró -en casa de su señor, y mandando dar recado á las cabalgaduras, los -subió luego á los tres á un rico aposento, diziendo á don Quixote: -Aqui, señor caballero, puede v. m. reposar, quitarse las armas y -asentarse en esta silla hasta que mi señor venga; que no puede tardar -mucho. A la cual respondió don Quixote que no estaba acostumbrado á -desarmarse jamas por ningun caso, y menos en tierra de paganos, donde -no sabe el hombre de quien se ha de fiar ni lo que puede facilmente -suceder á los caballeros andantes, en deshonor del valor de sus -personas. Señor, replicó el criado, aqui todos somos amigos, y deseamos -servir á los caballeros de la calidad de v. m., y asi bien puede estar -en esta casa sin cuidado ni recelo de contraria fortuna. Pero viendo -que todavia porfiaba en no quererse desarmar, se fue diziendo hiziese -su gusto y aguardase á que su señor viniese, dexandolos con un paje -de guarda para mayor seguridad de que no saliesen de casa. Començose -don Quixote á pasear por la sala, y viendose Barbara con buena ocasion -y á solas para hablarle, lo hizo diziendole: Yo, señor don Quixote, -he cumplido mi palabra en venir con v. m. hasta la corte; y pues ya -estamos en esta, le suplico me despache lo más presto que pudiere, -porque tengo de volverme á mi tierra á negocios que me importan; tras -que temo, lo que Dios no quiera, que aquel alguazil que iba con el -señor de la carroça, á quien v. m. llamaba principe de Persia, nos ha -hecho traer á esta casa para saber quien es v. m. y quien soy yo; y -es cierto que viendo como ando en compañia de v. m., ha de pensar que -estamos amancebados, y nos haran llevar á la carcel publica, donde -temo seremos rigurosamente castigados y afrentados; y v. m. creame, y -guardese no le pongan en ocasion de gastar en ella ese poco dinero que -le queda; y despues, cuando quiera, volviendo sobre si, meterse en su -tierra, no se vea forçado á haber de mendigar: por eso mire lo que en -este negocio debemos hazer, pues en todo seguiré de bonisima gana su -parezer. Señora reina Zenobia, dixo don Quixote, yo se claramente que -el caballero que iba en la carroça es el principe Perianeo de Persia, -y el que llama alguazil es un escudero honrado suyo: por tanto pierda -v. m. el miedo: estese conmigo, por me hazer placer, siquiera seis dias -en esta corte; que despues yo proprio la volveré á su tierra con más -honra que piensa. Par Dios, señor don Quixote, dixo Sancho estando en -estas razones, que aquel que iba en la carroça, que nosotros llamamos -pagano, oi dezir á no sé cuantos que era un no sé quien, si sé quien, -hombre bonisimo y cristiano; y á fe que me lo parece, lo uno por su -caridad, pues nos ha convidado á cenar y á comer con tanta liberalidad; -lo otro porque si él fuera pagano, claro está que estuviera vestido -como moro, de colorado, de verde ó amarillo, con su alfanje y turbante; -pero él está, cual Dios le hizo y su madre le parió y v. m. ha visto, -todo vestido de negro, y todos cuantos le acompañaban iban de la -misma suerte; y más, que ninguno hablaba en lengua paganuna, sino en -romance, como nosotros. Porfió á esto don Quixote con colera, diziendo: -Pues aunque tú y la Reina digais lo que quisieredes, él es sin falta -ninguna el que ya tengo dicho. Entonzes Barbara llamó al paje que -estaba á la puerta, y le dixo: Diganos, señor mancebo, aquel señor que -iba en la carroça por el Prado, acompañado de tanta gente, á quien este -caballero y yo hablamos, ¿quién es? El paje le respondió quien era y -su calidad, y como los habia mandado expresamente traer á su casa. ¿Y -que nos quiere hazer? replicó Sancho; no nos veamos en otra tribulacion -como en la que yo me vi en la carcel de Sigüença, tan cargado de -piojos, que, aun de los que me quedan desde entonzes, podria hinchir -media dozena de almohadas. Ninguna cosa pretende mi señor, respondió -el paje, sino tener con vs. ms. algun buen rato de entretenimiento, -y regalarles. Veni acá, paje, dixo don Quixote: ¿vuestro amo no se -llama Perianeo de Persia, hijo del gran soldan de Persia y hermano -de la infanta Imperia, competidor del nunca vencido don Belianis de -Grecia? Riose muy de proposito el paje cuando oyó tantos disparates, y -respondiole: Ni mi señor es principe de Persia ni turco, ni en su vida -estuvo allá ni vió á don Belianis de Grecia, cuyo libro mentiroso tengo -yo en mi aposento. ¡Oh paje vil y de infame ralea! dixo don Quixote: -¡y mentiroso llamas á uno de los mejores libros que los famosos gregos -escribieron! Tú y el barbaro turco de tu amo sois los mentirosos, y -mañana se lo haré yo confesar á él, mal que le pese, delante del Rey, -con los filos desta espada. Digo, respondió el paje, que mi señor es -muy buen cristiano, caballero de lo bueno, y conocido en España; y -quien lo contrario dixere, miente y es un bellaco. Don Quixote, que -tal oyó, metió mano á su espada y se fue, hecho un rayo, para el paje. -El, en viendolo, se baxó por la ancha escalera á la calle, y saliendo -á su puerta, dezia á vozes: Salga el bellaco que pone lengua en mi -señor; que yo haré que le cueste caro. Y diziendo y haziendo tomó -una piedra de la calle contra don Quixote, el cual salió tambien á -ella armado como estaba; y con la espada en la mano y cubierto con su -adarga, se fue contra el paje, el cual anticipandose en la ofensa, le -tiró la piedra que tenia, con tal furia, que le dió con ella tal y tan -desatinado golpe, que á no hallarle el pecho armado le pusiera la vida -en contingencia. Al ruido y vozes que todos daban se llegó mucha gente; -y como vieron aquel hombre armado con la espada y adarga, amenazando y -aun arremetiendo al paje del conocido titular, no sabian que se dezir. -Llegaron dos alguaziles con sus corchetes luego al corrillo, y viendo -lo que pasaba, se le acercó el uno, é intentando quitarle la espada, -le dixo: ¿Que hazeis, hombre de Barrabas? ¿Estais loco? ¡En tal puesto -y contra paje de persona de prendas tales, cual es el dueño dél y de -esta casa, meteis mano! Venga la espada luego, y venios á la carcel; -que á fe que os acordareis de la burla más de cuatro pares de dias. -No respondió palabra don Quixote, sino que echando un pie atras y -levantando la espada, dió al bueno del alguazil una gentil cuchillada -en la cabeça, de la cual le començó á salir mucha sangre. Viendo esto -el herido alguazil, començó á dar vozes diziendo: ¡Favor á la justicia; -que me ha muerto este hombre! Llegaronse al ruido mil corchetes y -alguaziles y otras personas, metiendo todos mano á sus espadas contra -don Quixote, el cual con mucha alegria dezia: Salga Perianeo de Persia -con todos sus aliados; que yo les daré á entender que él y cuantos en -esta casa viven son perros enemigos de la ley de Jesucristo. Y con esto -arrojaba á dos manos cuchilladas á todas partes. El pobre Sancho estaba -á la puerta mirando lo que su amo hazia, y dixo en voz alta: Eso si, -señor don Quixote, no se dé por vencido á esos bellacos de turcos, que -le llevaran al Alcoran, y le circuncidaran mal que le pese, y despues -le pondran á los pies unas trabas de hierro, como á mi en Sigüença. En -esto cargó tanta gente sobre nuestro buen hidalgo, que á pesar suyo -le quitaron la espada, y agarrandole media dozena de corchetes, le -ataron las manos atras. Acertó á pasar por alli, cuando andaba en esta -refriega, que era al anochecer, un alcalde de corte en su caballo, el -cual viendo tanta gente junta, preguntó qué era la causa de aquello, y -uno de los circunstantes le dixo: Señor, una grandisima desvergüença; -que un hombre armado de todas pieças ha entrado en esta casa, do vive, -como v. m. sabe, tal titular, y ha querido matar en ella un paje suyo, -y queriendole prender ciertos alguaziles por ello y la resistencia -que les hazia, temerariamente ha dado á uno de ellos una muy buena -cuchillada. ¡Mal caso! respondió el alcalde de corte; y llegando -donde los corchetes tenian á don Quixote sin poderle llevar, segun -se resistia, mandó que le dexasen; y asi le levantaron de tierra, y -puesto en pie, atadas las manos atras, le dixo el alcalde, maravillado -de verle de aquella suerte y con tanta colera. Veni acá, hombre del -diablo: ¿de donde sois y como os llamais, que tanto atrevimiento habeis -tenido en casa de dueño de tan ilustres cualidades? Don Quixote le -respondió: Y vos, hombre de Lucifer, que eso preguntais, ¿quién sois? -Lo que habeis de hazer es ir vuestro camino adelante mucho de noramala, -y no meteros en lo que no os va ni os viene; que yo quien quiera que -fuere, soy cien vezes mejor que vos y la vil puta que os parió, y os -lo haré confesar aqui á vozes, si hubo en mi preciado caballo y tomo -la lança y adarga que aquesta soez y vil canalla me ha quitado; pero -yo les daré el castigo que su loco atrevimiento merece, en matando -al rey de Chipre Bramidan de Tajayunque, con quien tengo aplaçada -batalla delante del rey Catolico; y juntamente tomaré vengança del -principe Perianeo de Persia, cuyas son estas casas, si no castigara la -descortesia que los de su real palacio me han hecho, siendo yo Fernan -Gonçalez, primer conde de Castilla. Maravillose el alcalde de corte de -oir los disparates de aquel hombre; pero uno de los corchetes dixo: -V. m., señor, crea que este hombre es más bellaco que bobo, y ahora -que ha hecho el disparate y lo conoce, se haze loco para que no le -llevemos á la carcel. Ahora sus, dixo el alcalde de corte, llevenle á -ella, y ponganle á buen recado hasta mañana que salga á la audiencia -y se vea su pleito. Con esto le començaron á asir los corchetes, -resistiendose él cuanto podia. Sucedió pues que á esta hora, que ya -eran cerca de las nueve, llegó el titular á la puerta de su casa -con mucho acompañamiento, y como vió tanta gente junta en su calle, -preguntó la causa, y llegandose á él el alcalde de corte, le contó -cuanto aquel hombre armado habia hecho y dicho. En oyendolo, se rió -mucho el titular dello, y refiriendo al alcalde lo que don Quixote era, -y como por su orden le habian traido á su casa, le suplicó le soltase, -dandoselo como en fiado; que él se obligaba á entregarsele siempre que -le requiriese ó constase que no era lo que le contaba, obligandose -juntamente á todos los daños y costas de la cura del alguazil y á -satisfacerle bastantemente. Lo mismo le rogaron todos los circunstantes -que le acompañaban, deseosos de pasar la noche con el entretenimiento -que les prometia el humor del preso y de los que venian en su compañia. -Viose obligado el alcalde, viendo los ruegos y seguridades que le -daban gente tan principal, á condescender con su deseo; y asi mandó -á los corchetes le soltasen y entregasen al dicho titular, el cual -viendole libre, le dixo: ¿Que es esto, señor Caballero Desamorado? -¿Qué aventura es esta que le ha sucedido? Respondió don Quixote: ¡Oh -mi señor Perianeo de Persia! No es nada: que como toda esta gente es -gente bahuna, no he querido hazer batalla con ella, aunque creo que -alguno ha llevado ya el pago de su locura. En esto llegó Sancho, el -cual estaba de lexos mirando todo lo que su amo habia padecido; y -quitandose la caperuça, dixo: ¡Oh señor principe! Su merced sea bien -venido para que libre á mi señor destos grandisimos bellacos de -alcaldes, peores que el de mi tierra, pues se han atrevido á quererle -llevar agarrado á la carcel, cual si no fuera tan bueno como el rey y -el papa y el que no tiene capa; que he visto el negocio de suerte, que -si no fuera por v. m., creo que sin duda lo efectuaran y aun yo, á no -temerles, les diera dos mil moxicones. Bien podeis creer, amigo, dixo -el caballero, que si no lo fuera yo tanto del alcalde de corte como -lo soy, y el respeto que él, como tal, me tiene, que lo pasara mal el -señor don Quixote:--á quien asiendo de la mano tras esto, dixo: Venga -v. m., señor principe de Grecia, y entre en mi casa; que en ella todo -se hará bien, y los bellacos de sus contrarios seran castigados como -merecen. Y despidiendose con mucho comedimiento de algunos de los que -le acompañaban, como lo habia hecho ya del alcalde, se subió arriba -con don Quixote y con Sancho. Quedaronse los corchetes hechos unos -matachines en la calle sin su presa, y pasmados de ver que el titular -llevase aquel hombre á su lado llamandole principe. - - - - -CAPITULO XXXI - -De lo que le sucedió á nuestro invencible caballero en casa del -titular, y de la llegada que hizo en ella su cuñado don Carlos en -compañia de don Alvaro Tarfe. - - -En subiendo arriba, dió orden el señor á su mayordomo llevase á -cierto cuarto á don Quixote, Barbara y á Sancho, y les diese bien y -abundantemente de cenar; y habiendolo ellos hecho, y lo mismo él, -mandó al mismo mayordomo le sacase en su presencia á Barbara, para dar -principio al entretenimiento que pensaba tener él y los que habian -cenado en su compañia, que eran algunos caballeros, con los dislates -de don Quixote, confiando les daria cuenta de su principio y causa -la dicha Barbara. Baxó pues ella, no poco turbada y medrosa de verse -llamar á solas; y puesta en presencia de los caballeros, la dixo -el que la habia hospedado: Diganos la verdad desnuda, señora reina -Zenobia, de su vida y de la deste galan y valeroso caballero andante -que tanto la cela y defiende. La mia, señores ilustrisimos, es la que -tengo dicha en el Prado, breve y llena de altos y baxos, como tierra -de Galicia. Barbara de Villalobos me llamo, nombre heredado de una -agüela que me crió, buen siglo haya, en Guadalaxara; vieja soy, moça me -vi, y siendolo, tuve los encuentros que otras, no faltandome quien me -rogase y alabase, ni á mí me faltaron los ordinarios desvanecimientos -de las demas mugeres, creyendo aun más de lo que me dezia de mi talle -y gracia el poeta que me la celebraba; pues lo era el bellacon que á -cargo tiene mi pudicicia: entreguesela, y entreguemele amandole, y -mintiendo á las personas que me pedian de derecho cuenta de mis pasos. -Supieronse presto en Guadalaxara los en que andaba; que no hay cosa más -parlera que una muger, perdido el recato, pues en lengua, manos, pies, -ojos, meneos, trage y galas trae escrita su propia deshonra: sintió mi -agüela la mia á par de muerte, y murió presto del sentimiento: tuvele -yo grande por ello, y más porque mi Escarraman me habia ya dexado. -Hube de heredarla; vendi los muebles y hize todo el dinero que pude -dellos, con que me baxé á Alcala, do he vivido más de veinte y seis -años, ocupada en servir á todo el mundo, y más á gente de capa negra -y habito largo; que en efecto soy naturalmente inclinada á cosa de -letras; si bien las mias no se extienden á más que á hazer y deshazer -bien una cama, á adereçar bien un menudo, por grande que sea, y sobre -todo, á dar su punto á una olla podrida, y abahar de populo barbaro -una escudilla de repollo, sopas y caldo. Lo demas de la desgracia -ultima que me sacó de aquella vita bona, ya se lo tengo dicho á vuesa -señoria en el Prado, y le he dado cuenta de cómo crei al socarron del -aragones, que me dió á entender se casaria conmigo si, vendidos mis -muebles, le seguia hasta su tierra; mejor le siga la desgracia, que -él cumplió lo prometido: yo si que fui tonta, y asi es bien que quien -tal haze que tal pague. Metiome en un pinar, y hurtome cuanto llevaba, -dexandome aporreada y maniatada en camisa; pasó por alli este locazo -mentecato de manchego con el tonto de Sancho Pança y otros que iban con -ellos, y sintiendo mis lamentos, me desataron y ampararon, trayendome -consigo hasta Sigüença, do me vistió don Quixote de la ropa que traigo, -con que me veo obligada á acompañarle hasta que se canse de llamarme -reina Zenobia, y de sufrir él y su escudero los porrazos é injurias -que los he visto sufrir en Sigüença y en la venta vecina de Alcala, -do el autor de tal compañia de comediantes les apuró de suerte, que -por poco acabaran con sus desventuradas aventuras. Refirió tras esto -cuanto en la venta y en Alcala les habia sucedido, hasta llegar al -Prado, con un desenfado y donaire que á todos les admiró y provocó á -risa. Mandaron para cumplimiento de la farsa baxar á don Quixote y á -Sancho; y puestos ambos en su presencia, el uno armado y el criado -encaperuçado, dixo el titular á don Quixote: Bien sea venido el nunca -vencido Caballero Desamorado, defensor de gente menesterosa, desfazedor -de tuertos y endilgador de justicias. Y asentandole junto á sí, y á -Barbara á su lado, que no se quiso asentar de otra suerte, prosiguió, -estando la sala llena de la gente de casa, que perecia de risa: ¿Cómo -le va á v. m. en esta corte desde que está en ella? Denos razon de lo -que siente de su grandeza, y perdoneme el atrevimiento que he tenido -en querer alojar en mi casa personas de tan singular valor, cual son -v. m. y la señora reina de las Amazonas, recebiendo la voluntad con -que le sirvo, pues ella suple la falta de las obras. Esa recibo, -respondió don Quixote, invicto principe Perianeo, y lo mismo haze la -poderosa reina Zenobia, que aqui asiste honrando esta sala; y tiempo -vendrá en que yo pague tan buenos servicios con ventaja, y será cuando -yendo con el duque Alfiron persiano á la gran ciudad de Persepolis, -le haga casar á v. m. á pesar de todo el mundo con su bella hermana, -llamandome entonzes yo, por la imagen que traeré en el escudo, el -Caballero de la rica Figura, pues será la que llevaré pintada al vivo -en él, de la infanta Florisbella de Babilonia. Suplico á v. m., dixo -el titular, que era hombre de gallardo humor, no toque esa tecla de -la infanta Florisbella, pues sabe que yo ando muerto por sus pedazos; -y hagame merced de que se quede este negocio aqui; que presto se -averiguará la justicia de mi pretension en esta parte, entrando con -v. m. en la batalla campal que tengo aplaçada. Su execucion insto, -replicó don Quixote, y barras derechas. Salió Sancho Pança en oyendo -esto, y dixo: Par diez, señor pagano, que v. m. es tan hombre de -bien como yo haya visto en toda la Pagania otro, dexando aparte que -es mal cristiano, por ser, como todo el mundo sabe, turco; y asi no -querria pusiese la vida al tablero, entrando en batalla con mi señor; -que seria mal caso viniese á morir á sus manos quien en su casa nos -ha hecho servicio de darnos de cenar como á unos papagayos, tantos y -tales guisados, que bastaban á tornar el cuerpo al alma de una piedra. -¿Sabe con quien querria yo que don Quixote mi señor hiziese pelea? -Con estos demonios de alguaziles y porteros que nos hazen á cada paso -terribles desaguisados, y tales cual es el en que nos acabamos de ver -ahora, pues nos han puesto á amo y criado en el mayor aprieto que nos -habemos visto desde que andamos por esos mundos á caza de aventuras; -y si no fuera porque vino á buen tiempo v. m., mi señor se viera como -en Çaragoça á medio açotar; pero yo le juro por vida de los tres reyes -de Oriente y de cuantos hay en el Poniente, que si cojo alguno dellos -en descampado y de suerte que pueda hazer dél á mi salvo, que me tengo -de hartar de darle de moxicones, dandole moxicon por aqui y moxicon -por alli, este por arriba y este otro por abaxo. Dezia esto Sancho -con tal colera dando moxicones por el aire, como si verdaderamente se -aporreara con el alguazil, dando mil vueltas al derredor, hasta que -cayendosele la caperuça en el suelo, la levantó diziendo: A fe que -lo puede agradecer á que se me cayó la caperuça; que á no ser esto, -llevara su merecido el muy guiton, para que otra vez no se atreviera, -ú otro tal cual él, á tomarse con un escudero andante tan honrado como -yo, y de tan valeroso dueño como mi señor don Quixote. Rieron cuantos -en la sala estaban de ver la necia colera de Sancho, al cual dixo el -titular: Yo, señor Sancho, no puedo dexar de salir en batalla con el -señor Caballero Desamorado de la cual saldré sin duda con vitoria, -porque mi valor es conocido, y singular es el favor que cierto mago que -tengo de mi parte me da siempre. Eso se verá, replicó don Quixote, á -las obras á que me remito. Parecioles en esto á todos que era bien dar -lugar á la noche, y levantandose de la silla el titular, dixo á don -Quixote: Mire v. m., señor Desamorado, lo que emprende en emprender á -pelear conmigo, y duerma sobre ello. Sobre una muy buena cama dormirá -mejor mi señor, respondió Sancho, y yo y la señora reina, otro que -tal. No faltaran esas, dixo el titular. Y mandando llevarlos á ellas, -se fueron á acostar todos. Dos ó tres dias tuvieron los del palacio -semejantes y mejores ratos de entretenimiento á todas horas con los -tres huespedes, que jamas los dexaron salir de casa, conociendoles el -humor y cuan ocasionados eran para alborotar la corte. Al cabo dellos -quiso Dios que llegasen á ella don Carlos con su amigo don Alvaro, -á quien por aguardar que convaleciese de una mala gana que le habia -sobrevenido en Çaragoça, no quiso dexar don Carlos, y esta fue la -causa de no haber llegado mucho antes. Alborotose y regocijose toda -la casa con su venida; que la deseaban para celebrar y concluir el -casamiento del dueño della todos; y al cabo de rato que estaban los -huespedes en ella, acaso les dixo el titular como les daria muy buenos -ratos de entretenimiento con tres interlocutores que tenia de lindo -humor para hazer rediculos entremeses de repente; y diziendoles quien -eran, y del modo que los habia hallado y llevado á su casa y lo que -en ella con ellos les habia sucedido, holgaron infinito don Carlos y -don Alvaro de la nueva, porque venian igualmente deseosos y cuidadosos -de don Quixote, á quien despues de cenar mandaron salir, como solian, -á la sala con Sancho y Barbara, de cuya vida ya habia dado el titulo -tambien noticia á don Carlos y á don Alvaro, como ellos se la habian -dado á él de cuanto les habia pasado en Çaragoça con él y su escudero -Sancho, y en particular don Alvaro, que se la dió de los sucesos del -Argamesilla. Determinaron los dos no darseles á conocer al principio; -y calandose los sombreros, sentados al lado del titular, á la que se -entraron por la sala los tres, reina, amo y criado, empezó á hablar -del tenor siguiente el fingido Perianeo: Presto, valeroso manchego, -mediré mi espada con la vuestra si perseverais en vuestros treze de no -rendirmeos, dexando de favorecer á don Belianis de Grecia; y es cierto -quedareis en la batalla infamemente vencido, pues tengo de mi parte -aqui á mi lado el sabio Friston, mi diligentisimo historiador y gran -agente de mis partes. Y diziendo esto, señaló á don Alvaro, el cual -cubriendose lo mejor que pudo, se puso luego en pie entre don Quixote -y Sancho (que Barbara ya ocupaba su ordinario asiento), y dixo con -voz hueca y arrogante: Caballero Desamorado de la infanta Dulcinea -del Toboso, á quien tanto un tiempo adoraste, serviste, escribiste -y respetaste, y por cuyos desdenes hiziste tan aspera penitencia en -Sierra Morena, como se cuenta en no sé que anales que andan por ahi en -humilde idioma escritos de mano por no sé que Alquife: ¿eres tú por -ventura don Quixote de la Mancha, cuya fama anda esparcida por las -cuatro partes del mundo? Y si lo eres, ¿cómo estas aqui tan cobarde -cuanto ocioso? Don Quixote, oyendo esto, volvió la cabeça diziendole: -Respondele tú, Sancho, á este sabio Friston, porque no merece el oir la -respuesta que pretende de mi boca, pues no me tiro ni pongo con gente -que no tiene más de palabras, cual estos encantadores y nigromanticos. -Quedó Sancho muy alegre de oir lo que su amo le mandaba, y poniendose -frente á frente de don Alvaro, cruzados los braços, le dixo con voz -furiosa desta manera: Soberbio y descomunal sabio, nosotros somos -esos de las cuatro partes del mundo por quien preguntas, como tu eres -hijo de tu madre y nieto de tus abuelos. Pues esta noche, replicó don -Alvaro, tengo de hazer un tan fuerte encantamiento en daño vuestro, que -llevando por los aires á la reina Zenobia, la porné en un punto en los -montes Pirineos, para comerla alli frita en tortilla, volviendo luego -por ti y tu escudero Sancho Pança para hazer lo mesmo de ambos. Por -nosotros dezimos, respondió Sancho, que no queremos ir allá ni nos pasa -por la imaginacion: si quiere llevar á la reina Segovia, hagalo muy -en hora buena; que nos hará mucho placer en ello, y el diablo lleve á -quien lo contradixese, pues no nos sirve de otra cosa por esos caminos -mas que de echarnos en costa, que ya habemos gastado con ella en mula -y vestidos más de cuarenta ducados sin lo que ha comido, y lo bueno -es que quien despues se lleva la mejor parte, son los moços de los -comediantes: solo le advierto, como amigo, que si ha de llevarsela, -mire bien como la come; porque es un poco vieja y estará dura como -todos los diablos; y asi lo que podrá hazer, será echalla en una olla -grande (si la tiene) con sus berças, nabos, ajos, cebollas y tocino, -y dexandola cocer tres ó cuatro dias, estará comedera algun tanto, y -será lo mesmo comer della que comer de un pedazo de vaca, si bien no le -tengo invidia á la comida. No pudo don Alvaro, oyendo esto, disimular -más, viendo que todos se reian, y asi se fue para don Quixote los -braços abiertos diziendole: ¡Oh mi señor Caballero Desamorado! deme -esos braços, y mireme bien la cara, que ella le dirá como el que le -habla y tiene delante es don Alvaro Tarfe, su huesped y gran amigo. -Don Quixote le conoció luego, y abraçandole le dixo: ¡Oh mi señor don -Alvaro! V. m. sea bien venido; ya me espantaba yo que el sabio Friston -se desvergonçara tanto conmigo; pero no ha estado mala la burla que -v. m. nos ha hecho á mí y á Sancho mi criado. Sancho, que oyó lo que -su amo dezia á don Alvaro luego le conoció, hincandose de rodillas á -sus pies, y puesta la caperuça en las manos, le dixo: ¡Oh mi señor don -Tarfe! V. m. sea tan bien venido como lo fuera agora por esa sala una -olla cual la que yo acabo de guisar de la reina Segovia, y perdoneme -la colera; que como dixo que era aquel maldito sabio que nos queria -llevar á los montes Pirineos, mil vezes he estado tentado con estos -aunque pecadores puños cerrados, para cargalle de moxicones antes que -saliera de la sala, confiado de que al primer repiquete de broquel me -habia de ayudar mi señor don Quixote. Don Alvaro le respondió: Yo le -agradezco mucho, señor Sancho, la buena obra que me queria hazer; pues -á fe que no se las he hecho yo tan malas en Çaragoça en mi casa y en -la del señor don Carlos, do les dabamos aquellos regalados platos que -v. m. sabe. ¿Donde, replicó Sancho, está el señor don Carlos? Aqui -está para serviros, respondió el mismo, levantandose de su asiento á -abraçar á don Quixote, como realmente lo hizo, con igual retorno del -y de su criado; y luego le dixo: No llegara á esta corte, señor don -Quixote, si no fuera por apadrinarle en la batalla que ha de hazer con -el rey de Chipre Bramidan, sacandole del mundo, pues me dizen dél está -en medio de la plaça Mayor desafiando cada dia á cuantos caballeros la -pasean, y venciendolos á todos, sin haber quien le resista: cosa que -tiene al Rey y grandes del reino no poco corridos, y estan por momentos -aguardando á que Dios les depare un tal y tan buen caballero, que -sea bastante á vencer y cortar la cabeça á tan infernal monstruo. Don -Quixote le respondió: Ya me parece, señor don Carlos, que los pecados -y maldades del rey de Chipre, los cuales dan vozes delante de Dios, -han llegado á su ultimo punto; y asi esta tarde sin falta se le dará -el castigo que sus malas obras piden. Haga cuenta v. m., dixo Sancho, -señor don Carlos, que hoy acabamos con ese demonio de gigante que tan -cansados nos tiene, pero porque entienda mi señor don Quixote que no -he recebido en vano el orden de escuderia, dixo, que yo tambien quiero -hazer batalla delante de todo el mundo con aquel escudero negro que -dicho gigante trae consigo, á quien yo vi en Çaragoça en casa del -señor don Alvaro, porque me parece que no tiene espada ni otras armas -ningunas, y que está de la manera que yo estoy; y asi digo que se las -quiero tener tiesas, y hazer con él una sanguinolenta pelea de cozes, -moxicones, pellizcos y bocados; que si es escudero él de un gigante -pagano, yo lo soy de un caballero andante cristiano y manchego; y -escudero por escudero, Valladolid en Castilla, y amo por amo, Lisboa -en Portugal. ¡Mirad que cuerpo non de Dios con él y con la negra -de su madre! Pues guardese de mí como del diablo; que si antes de -entrar en la pelea me como media dozena de cabeças de ajos crudos, y -me espeto otras tantas vezes del tinto de Villarobledo, arrojaré el -moxicon que derribe una peña. ¡Oh pobre escudero negro y que bellaca -tarde se le apareja! ¡Más te valiera haber quedado en Monicongo con -los otros hermanos fanchicos que allá estan, que no venir á morir á -moxicones en las manos de Pança: vs. ms. se queden con Dios; que voy á -efetuarlo! Detuvole don Carlos diziendo: Aguardad, amigo, que aun no -es hora de pelear, y descuidad, y dexad el negocio en mis manos. Eso -haré de bonisima gana, replicó Sancho, y aun se las beso por la merced -que me haze; que manos besa el hombre que las querria ver cortadas. -¡Oh Sancho! dixo don Carlos ¡tanto mal os he hecho yo, que querriades -verme cortadas las manos! No lo digo por eso, respondió él, sino que -me vino á la boca ese refran, como se me vienen otros; y antes plegue -á Dios vea yo manos tan honradas envueltas entre aquellos benditos -platos de alhondiguillas y pieles de manjar blanco, que estaban en -Çaragoça, pues confio que me iria mal en ello. Volviose don Quixote, -acabadas estas razones, al titular, diziendo: Aqui tengo, principe -Perianeo, la flor de mis amigos, y quien dará noticia bastante de mi -valor y hazañas á v. m., y le desengañaran de cuan temerario es en no -rendirseme, desistiendo de la pretension de la infanta Florisbella, en -bien de don Belianis, mi intimo familiar. ¿Pues pretende, respondió -don Alvaro, este principe entrar con v. m. señor don Quixote, en -batalla? Es tan grande su atrevimiento replicó él, que se quiere poner -en cuentas conmigo: cosa que siento en el anima, porque no querria -verme obligado á ser verdugo de quien tan honrada y cumplidamente me -ha hospedado; pero lo que podré hazer por él, será, para que tenga más -largo el plaço para deliberar lo que más le conviniere, entrar primero -en batalla con el rey Bramidan de Tajayunque, y luego con el alevoso -hijo del rey de Cordoba, en defensa de la inocencia de su reina madre. -No es poca merced la que se nos haze á todos, le dixo don Carlos, en -diferir esta batalla; que en efeto á todos nos importa se ahorren -pesadumbres entre dos principes tan poderosos como es Perianeo y v. -m., y con las largas confio componer sus pretensiones sin agravio de -ninguna de las partes. Las del señor principe pagano, respondió Sancho, -son tales, que me obligan á desearle servir aun en la misma pelea; y -haziendolo desde aqui, le doy por consejo que no salga á ella sino es -bien comido; que en fin la tarde es larga; y aun será acertado llevarse -alguna cosa fiambre para mientras descansaren, por si acaso les diere -gana de comer el cansancio: yo desde aqui le ofrezco llevarlo todo, si -quisiere, sobre mi rucio, en unas alforjas grandes que tengo; y más, me -ofrezco á mandar á mi amo cuando le haya vencido á su merced y le tenga -derribado en tierra y esto para cortarle la cabeça, se la corte poco á -poco, porque le haga menos mal. Agradeciole el principe Perianeo los -buenos servicios que deseaba hazerle, y á su amo le acetó la dilacion -de la batalla mostrando deseaba mucho su amistad, y que temia el haber -de salir en campaña con él, supuesto el abono que de su valor daban -don Carlos y don Alvaro, el cual dixo á todos: Pareceme, señores, que -estos negocios quedan en buen punto; y asi razon será irnos á reposar; -que harto tendremos que hazer mañana en dar aviso á toda la corte de -la venida del señor don Quixote, y del fin que le trae á ella, que es -el deseo grande que tiene de libertarla de las molestias del insolente -rey Bramidan. Parecioles á todos bien la aguda traça de atajar la -prolixa conversacion; y encaminandose cada uno para su cuarto, salieron -todos de la sala. Apenas estuvo fuera della el pobre Sancho, cuando -le cogieron los criados de don Alvaro y de don Carlos, á quienes -conocia él bien, y preguntando del cocinero coxo, y dandose la bien -venida entre si, le dixo uno de ellos: A fe, señor Sancho, que va v. -m. medrando bravamente; no me desagrada que al cabo de sus dias dé en -rufian; por mi vida que no es mala la moça; rolliça la ha escogido, -señal de buen gusto; pero guardela de los gavilanes desta corte, y v. -m. vaya sobre el aviso, no le coja algun alcalde de corte con el hurto -en las manos; que á fe que no le faltaran docientos y galeras; que -liberalisimamente se dan esas prebendas en la corte. No es mia la moça, -respondió Sancho, sino del diablo que nos la endilgó en camisa en medio -de un bosque; y de esa suerte y por el tanto la podran tomar vs. ms. -siempre que quisieren; que la ropa que trae nuestro dinero nos cuesta; -y juro non de Dios que si por ella me diesen, no digo docientos açotes -y galeras, sino cuatro mil obispados, que la diera á Barrabas á ella y -á todo su linaje, y que hiziera que se acordara de mi mientras viviera. -En esto se le subieron á dormir á sus aposentos, haziendole dezir dos -mil dislates á barato de los relieves que de la cena les habian quedado. - - - - -CAPITULO XXXII - -En que se prosiguen las graciosas demostraciones que nuestro hidalgo -don Quixote y su fidelisimo escudero Sancho hizieron de su valor en la -corte. - - -Parecioles al titular y á don Carlos que la primera cosa que habian de -hazer, salidos de casa y oida misa, era besar las manos á su magestad y -á algunos señores de calidad y del consejo, dandoles parte del estado -del casamiento. Efectuaronlo pues asi saliendo acompañados de don -Alvaro y de otros amigos que habian venido á visitar á don Carlos. Ya -estaban levantados sus huespedes don Quixote, Barbara y Sancho á la -que salian de casa; que no tuvieron poco en que entender con ellos en -hazerles quedar en ella; que no habia remedio con don Quixote, sino que -les habia de honrar con su compañia, subido en Rocinante; y á puras -promesas de que enviarian luego por él, dada razon de su venida á los -grandes, le hizieron quedar, aunque no sin guardas, para que de ninguna -suerte le dexasen á él ni á los de su compañia salir de casa. A la -que los señores salian della, se asomó de prisa Sancho á una ventana, -diziendo á vozes: Señor don Carlos, si acaso topare por ahi aquel -escudero negro, mi contrario, digale que le beso las manos, y que se -apareje para esta tarde ó mañana para acabar aquella batalla que sabe -con uno de los mejores escuderos que tiene barbas en cinta; y más, que -le desafio para despues de la pelea á quien segará mejor y más apriesa, -y aun le daré dos ó tres gabillas de ventaja, con tal condicion que -comamos primero un gentil gazapo con su ajo; que yo lo sé hazer á -las mil maravillas. Tirole en esto don Quixote del sayo con colera, -diziendo: ¿Es posible, Sancho, que no ha de haber para ti guerra, -conversacion ni pasatiempo que no sea de cosas de comer? Dexa estar al -escudero negro; que sobre mí que él te venga sobrado á las manos; y -aun á fe que entiendo que habras bien menester las tuyas para él. No -habré, replicó Sancho, porque pienso ir prevenido á la pelea, llevando -en la mano zurda una gran bola de pez blanda de çapatero, para cuando -el negro me vaya á dar algun gran moxicon en las narizes, reparar el -golpe en dicha bola, pues es cierto que dando él el golpe en ella con -la furia que le dará, se le quedará la mano pegada de manera que no -la pueda desasir; y asi, viendole yo con la mano derecha menos, y que -no se puede aprovechar della, le daré á mi salvo tantos y tan fieros -moxicones en las narizes, que de negras se las volveré coloradas á -pura sangre. Hizieron sus visitas el titular, don Carlos y don Alvaro, -teniendo ventura en poder besar las manos de espacio á su magestad, -y, de poder tratar de sus negocios con él y con los demas señores á -quienes tenian obligacion de dar los primeros avisos del casamiento; -y en la ultima visita que hizieron á un personage de su calidad y muy -familiar y amigo, casado con una dama de buen gusto, dieron cuenta de -los huespedes que tenian en casa y de los buenos ratos que pasaban -con ellos, pues eran los mejores que señor podia pasar en el mundo. -Encarecieron tanto los humores de ellos, que el marido y muger les -rogaron con notables veras se los llevasen á su casa aquella tarde para -pasarla buena. Ofrecieronlo de hazer, con condicion de que se habia -de fingir él gran archipampano de Sevilla, y su muger archipampanesa, -diziendo que don Quixote era hombre que solo se pagaba de principes -de nombres campanudos, porque el tema de su locura era ser caballero -andante, desfazedor de agravios, y defensor de reinos, reyes y reinas; -y que asi se le habia puesto en la cabeça que una feisima mondonguera -de Alcala, que traia por fuerça en su compañia, era la reina Zenobia, -que no la habia dexado menos perenal la vana y ordinaria lectura de -libros de fabulosas caballerias, á la cual se habia dado por el credito -que daba á todas las quimeras que en ellos se cuentan, teniendolas por -verdaderas. Con este concierto se volvieron á su casa á comer, dando -de parte del grande Archipampano un recado á don Quixote sobremesa, y -diziendole juntamente como todos habian de ir, caido el sol, á besarle -las manos él y Sancho, metidos en coches, por ser muy de principes -pasear la corte aquellos meses en carroças, y no en caballos. Aceptó -la ida don Quixote, y lo mismo hizo Sancho. En pareciendoles á los -señores hora, mandaron aprestar los coches, y metiendose todos dentro -con don Quixote, armado y embroquelado con su adarga, y con Sancho, -caminaron hazia la casa del fingido Archipampano, á quien dieron los -pajes luego aviso de las visitas que llegaban. En sabiendolo, se puso -baxo un dosel en una gran sala á recebilles; y entrando el titular, -don Carlos y don Alvaro en ella, le saludaron con notable cortesia y -disimulacion, y asentandose por su mandado junto á él, llena la sala -de la gente que los acompañaba y de la de casa, y estando en otro cabo -della, en un buen estrado, la muger con algunas dueñas y criadas, se -levantó don Alvaro, y tomando de la mano á don Quixote, le presentó -con notable cortesia delante del Archipampano, diziendo: Aqui tiene -vuesa alteza, señor de los flujos y reflujos del mar, y poderosisimo -archipampano de las Indias oceanas y mediterraneas, del Helesponto -y gran Arcadia, la nata y la flor de toda la caballeria manchega, -amigo de vuesa alteza y gran defensor de todos sus reinos, insulas y -peninsulas. Dicho esto, se volvió á asentar, y quedando don Quixote -puesto en mitad de la sala, mirando á todas partes con mucha gravedad, -puesto el cuento de la lança, que un criado le traxo, en tierra, estuvo -callando hasta que vió que todos habian visto y leido las figuras y -letras de su adarga; y cuando vió que callaban y estaban aguardando -á que él hablase, con voz serena y grave començó á dezir: Magnanimo, -poderoso y siempre augusto archipampano de las Indias, decediente de -los Heliogabalos, Sardanapalos y demas emperadores antiguos: hoy ha -venido á vuestra real presencia el Caballero Desamorado, si nunca -le oistes dezir, el cual, despues de haber andado la mayor parte de -nuestro hemisferio, y haber muerto y vencido en él un numero infinito -de jayanes y descomunales gigantes, desencantando castillos, libertando -donzellas, tras haber deshecho tuertos, vengando reyes, vencido reinos, -sujetado provincias, libertado imperios, y traido la deseada paz á las -más remotas insulas, mirando con los ojos de la consideracion á todo lo -restante del mundo, he visto que no hay en toda la redondez dél, rey -ni emperador que más digno sea y mejor merezca mi amistad, conversacion -y trato que vuesa alteza, por el valor de su persona, lustre de sus -progenitores, grandeza de su imperio y patrimonio, y principalmente -por el esfuerço que muestra su bella y robusta presencia, por tanto yo -he venido, magnanimo monarca, no á honrarme con vos, que asaz tengo -de honra adquirida; ni á procurar vuestras riqueças ni reinos, que -ahi tengo yo el imperio de Grecia, Babilonia y Trapisoda para cada y -cuando que los quisiere; ni á deprender cortesias ni otras cualesquier -gracias ni virtudes de vuestros caballeros, que mal puede aprender -quien es conocido por todos los principes de buen gusto, por espejo y -dechado de virtud, crianza y de todo prudencial y buen orden militar; -sino á que desde este dia me tengais por verdadero amigo, pues dello -os resultará no solamente honra y provecho, sino juntamente sumo -contento y alegria; que llano es que todos los emperadores del mundo, -en viendome de vuestra parte, os han de rendir, mal que les pese, -vasallage, enviar parias, multiplicar embaxadores, á fin solo de hazer -con vos inviolables y perpetuas treguas mientras yo en vuestra casa -estuviere, compelidos del temor que con el trueno de mi nombre y con -la gloria de mis fazañas les entrará por los oidos hasta lo intimo del -coraçon, y porque veais que la fama que de mis obras habeis oido, no -es solamente voz que se la lleva el viento, sino valentias heroicas y -conquistas celebres, acabadas con suma felizidad, y felizidad en gloria -de orden de la caballeria andantesca, quiero que luego en vuestra -presencia venga conmigo á las manos aquel soberbio gigante Bramidan de -Tajayunque, rey de Chipre, con quien ha más de un mes tengo aplaçada -batalla para delante de vos y de todos vuestros grandes, en cuya -presencia le he de cortar la monstruosa cabeça, y ofrecerla á la gran -Zenobia, reina hermosisima de las Amazonas, con cuyo lado me honro, -y á quien pienso dar el dicho reino de Chipre entre tanto que este -braço la restituye en el suyo, que el Gran Turco le tiene usurpado, -quedandome atras esta vitoria; la que tambien espero alcançar de cierto -hijo del rey de Cordoba, tan alevoso, que en mi presencia levantó un -falso testimonio á una reina, de quien es aliado; y por remate hazer -desistir de la vida ó de su pretension al principe Perianeo de Persia -en los amores de la infanta Florisbella, pues los solicita mi grande -amigo Belianis de Grecia, y no cumpliria con lo que á quien soy debo si -no le dexase sin pretendiente tan importante en tan grave pretension. -Vuesa alteza, pues, mande luego á los tres venir por orden á esta real -sala; que de nuevo les reto, desafio y aplaço. Dicho esto, quedaron -él callando, y todos los demas de la sala tan suspensos de oir los -concertados disparates de aquel hombre, y la gravedad y visages con que -los dezia, que no sabian quien ni como saliese á responderle. Pero al -cabo de rato el mismo Archipampano le dixo: Infinito huelgo, invicto -y gallardo manchego, de que hayais querido hazer eleccion de mi corte -y de los servicios que en ella os pienso hazer para bien suyo, gloria -vuestra y aumento de mis estados, y más de que haya sido vuestra venida -á ellos en tiempo que tan oprimidos me los tiene ese barbaro principe -de Tajayunque que dezis; pero porque es ardua la empresa del duelo -que con él teneis aplaçado, quiero, para deliberar sobre ello con más -acuerdo, que se dilate hasta que lo consulte con mis grandes; que -esotros desafios de los principes Perianeo y de Cordoba son de menos -consideración, y facilmente se comprenderan ó rendiran ellos despues, -cuando vean triunfais del rey de Chipre. La dilacion pues de su batalla -os pido consintais en primer lugar, y en segundo os ruego os retireis -cuanto pudieredes de las damas de mi casa y corte, pues estando vos en -ella, y siendo el Caballero Desamorado, y tan galan, dispuesto, bien -hablado y valiente, de fuerça han de estar todas ellas con grandisima -vigilancia, y aun competencia, sobre cual ha de ser la tan dichosa -y bien afortunada que os merezca; y no es mi intencion caseis con -ninguna dellas, porque pretendo casaros con la infanta mi hija, que -alli veis, luego que os vea coronado emperador de Grecia, Babilonia y -Trapisonda, y de aqui adelante recebiré á merced de que como yerno mio -en espera, tengais esta casa por propria, sirviendoos della y de mis -proprios caballeros y criados. Don Carlos llamó en esto por un lado de -la silla á Sancho y le dixo: Ahora es tiempo, amigo Sancho, de que el -poderoso Archipampano os conozca y vea vuestro buen entendimiento; y -asi no perdais la ocasion que teneis; antes dezidle con mucha y buena -retorica, se sirva de mandaros dar á vos tambien licencia para hazer -la batalla con aquel escudero negro que sabeis, pues venciendole, es -cierto os dará el orden de caballeria, quedando tan caballero y famoso -para toda vuestra vida, como lo es don Quixote. Apenas hubo oido Sancho -tal consejo, cuando se puso en medio de la sala, delante de su amo, -de rodillas, teniendo la caperuça en las manos, y diziendole en voz -alta: Mi señor don Quixote de la Mancha, si alguna merced le he hecho -en este mundo, le suplico por los buenos servicios de Rocinante, que -es la persona que más puede con v. m., me dé, en pago della y dellos, -licencia para hablar á este señor Arcadepampanos media dozena de -palabras de grandisima importancia, pues visto por él mi ingenio, -sin duda verná, andando dias y viniendo dias, á darme el orden de -caballeria con los hazes y enveses que v. m. le tiene. Don Quixote -le dixo: Sancho, yo te la doy; pero con condición que no hagas ni -digas necedad alguna de las que sueles. Para eso, dixo Sancho, buen -remedio; pongase v. m. tras mí, y en viendo que se me suelta alguna, -que no podrá ser menos, tireme de la halda del sayo, y verá como me -desdigo de cuanto hubiere dicho. Llegose inmediatamente don Quixote al -caballero que tenia por archipampano, y dixole: Para que vuesa alteza, -señor mio, vea que como verdadero andante traigo conmigo escudero de -calidad, y fidelisimo para llevar y traer recados á las princesas y -caballeros con quien se me ofrece comunicar, suplicole oiga este que -aqui le presento, llamado Sancho Pança, natural del Argamesilla de -la Mancha, hombre de bonisimas partes y respetos; porque tiene que -hablar con vuesa alteza un negocio de importancia, si para ello se -le diere licencia. El Archipampano le respondió que se la daba muy -cumplida, pues habia echado de ver en su talle, trage y fisonomia, que -no podia ser menos discreto que su amo. Pusose Sancho luego en medio, y -volviendo la cabeça, dixo á don Quixote: Deme v. m. esa lança, para que -me ponga como v. m. estaba cuando hablaba al Arcapampanos. Don Quixote -le respondió: ¿Para qué diablos la quieres? ¿No ves que no estás armado -como yo? Ya comienças á hacer necedades. Pues vaya v. m. contando, -replicó Sancho, que ya tengo una; y poniendo las manos en arco, sin -quitarse la caperuça, con no poca risa de los que le miraban, estuvo -un buen rato sin hablar, hasta que viendolos callar, començó á dezir, -procurando empeçar como su amo don Quixote, á cuyas razones habia -estado no poco atento: ¡Magnanimo, poderoso y siempre agosto harto -de pampanos...! Don Quixote le tiró del sayo, diziendo: Di augusto -archipampano, y habla con tiento; y él, volviendo la cabeça, dixo: ¿Que -más tiene augusto que agosto, y esotro de pampanos? ¿Todo no se va -allá? Y prosiguió diziendo: Habrá v. m. de saber, señor descendiente -del emperador Eliogallos y Sarganapalos, que yo me llamo Sancho Pança -el escudero, marido de Mari-Gutierrez por delante y por detras, si -nunca le oistes dezir, el cual por la gracia de Dios y de la santa sede -apostolica soy cristiano, y no pagano como el principe Perianeo y aquel -bellaco de escudero negro, y ha dias que ando en mi rucio con mi señor -por la mayor parte de este nuestro... Y volviendo la cabeça á su amo -le dixo: ¿Como diablos se llama aquel? ¡Oh maldito seas! replicó don -Quixote: hemisferio, simple. ¿Pues que quiere agora? replicó Sancho: -haga cuenta que tengo dos necedades á un lado: ¿piensa que el hombre -ha de tener tanta memoria como el misal? Digame como se llama, y tenga -paciencia; que ya se me ha tornado á desgarrar del caletre. Ya te he -dicho, respondió don Quixote, que se llama hemisferio. Digo pues, -prosiguió Sancho, que tornando á mi cuento, señor rey de Hemisferio, -yo no he hasta agora muerto ni dispilfarrado aquellos gigantones que -mi amo dize; antes huyo dellos como de la maldizion, porque el que ví -en Çaragoça en casa del señor don Carlos, era tal, que ¡mal año para -la torre de Babilonia que se le igualase! Y asi no quiero nada con él; -allá se las haya con mi señor: con quien quiero probar mis uñas es -con el escudero negro que trae, que negra pascua le dé Dios; que en -fin es mi mortal enemigo, y no tengo de parar hasta que me lave las -manos en su negra sangre en esta sala, en presencia de todos vs. ms.; -que haziendolo, confio que vuesa altura me hará caballero si bien es -verdad que puesto en mi rucio, tanto me lo soy como cualquiera: solo -advierto que en la pelea no me han de faltar del lado mi amo, el señor -don Carlos y don Alvaro, por lo que pudiese ofrecerse; tras que no -hemos de reñir con palos ni espadas, pues con ellas nos podriamos hazer -algun daño sin querer, teniendo que curar despues; sino que ha de ser -á finos moxicones ó cachetes, y el que se pudiere aprovechar de alguna -coz ó bocado, san Pedro se lo bendiga: bien es verdad que aun en esto -tendrá no poca ventaja el bellaco del negro, porque ha más de dos años -y medio que no he andado á moxicones con nadie, y esto, si no lo usan, -se olvida facilmente como el Ave Maria; pero el remedio está en la mano -del señor don Alvaro. ¿A quien digo? Lleguese acá, pesia á mi sayo. -Diga, señor Sancho, respondió don Alvaro; que bien le oigo, y haré todo -lo que fuere de su gusto. Pues lo que ha de hazer, prosiguió Sancho, -es echarmele unos antojos de caballo cuando salga á la pelea; porque -no viendome con ellos, errará los golpes, y llegando yo pasito, ya por -este lado, ya por esotro, le daré mil porrazos, hasta que le haga ir á -presentarse de rodillas delante de Mari-Gutierrez mi muger, pidiendole -me ruegue le perdone. He aqui señor rey agosto, ya vencida la batalla y -rendido el escudero negro; y asi no hay sino armarme caballero; que no -sufro burlas, y á perro viejo no hay cuz cuz. Por cierto que mereceis, -Sancho, dixo el Archipampano, el orden que pedis de caballeria; yo os -le daré el dia que se concluyere la batalla con el rey de Chipre, -haziendoos otras mercedes; pero contadme, por darme gusto, las hazañas -del señor don Quixote y las aventuras con que se ha topado por esos -hemisferios; que yo y la Archipampanesa mi muger, mi hija la infanta, -y todos estos caballeros holgaremos mucho de oiros. Apenas le dieron -pie para hablar á Sancho, cuando tomó tan de veras la mano á su amo -en referir cuanto les habia sucedido, que jamas le dexó hazer baça, -por más que con colera le porfiaba, contradezia y desmentia; y asi -fue contando lo de Ateca, de ida y vuelta, y cuanto les habia pasado -en Çaragoça, y con la reina Segovia en el bosque, Sigüença, venta, -Alcala, y hasta la misma corte. Tratole mal su amo de palabras cuando -acabó de dezir, y pasaron lindos cuentos sobre la averiguacion del de -la ataharre, de que rieron de suerte los circunstantes, que se vió -obligado don Quixote á dezirles: Por cierto, señores, que me maravillo -mucho de que gente tan grave se ria tan ligeramente de las cosas que -cada dia acontecen ó pueden acontecer á caballeros andantes: pues tan -honrado era como yo el fuerte Amadis de Gaula, y con todo me acuerdo -haber leido que habiendolo echado preso por engaño un encantador, -y teniendole metido en una oscura mazmorra, le echó invisiblemente -una melecina de arena y agua fria, tal, que por poco muriera della. -Levantose, acabadas estas razones, el Archipampano de su asiento, -temeroso de que tras ellas no descargase don Quixote algun diluvio de -cuchilladas sobre todos (que se podia temer dél, segun se iba poniendo -en colera); y llegandose á su muger, le preguntó que le parecia del -valor de amo y criado; y celebrandolos ella por pieças de rey, le -dixo don Carlos: Pues lo mejor falta por ver á vuesa alteza, que es -la reina Zenobia; y si no, digalo Sancho: el cual replicó, mirando á -las damas circunstantes: Par diez, señoras, que pueden vs. ms. ser lo -que mandaren; pero en Dios y en mi conciencia le juro que las excede -á todas en mil cosas la reina Segovia; porque, primeramente, tiene -los cabellos blancos como un copo de nieve, y sus mercedes los tienen -tan prietos como el escudero negro mi contrario: pues en la cara, ¡no -se las dexa atras! Juro non de Dios que la tiene mas grande que una -rodela, más llena de arrugas que gregüescos de soldado, y más colorada -que sangre de vaca; salvo que tiene medio jeme mayor la boca que vs. -ms., y más desembaraçada, pues no tiene dentro de ella tantos huesos ni -tropieços para lo que pusiere en sus escondrijos; y puede ser conocida -dentro de Babilonia, por la linea equinoccial que tiene en ella: las -manos tiene anchas, cortas y llenas de verrugas; las tetas largas, -como calabaças tiernas de verano. Pero ¿para que me canso en pintar -su hermosura, pues basta dezir della, que tiene más en un pie que -todas vs. ms. juntas en cuantos tienen? Y parece, en fin, á mi señor -don Quixote pintipintada, y aun dize della él, que es más hermosa que -la estrella de Venus al tiempo que el sol se pone; si bien á mí no me -parece tanto; como media noche era por hilo, los gallos querian cantar. -Celebraron mucho todos el dibuxo que Sancho habia hecho de la reina -Zenobia, y rogaron á don Carlos la traxese alli el dia siguiente á la -misma hora; y prometiendolo él, y llamando al titular su cuñado, que -estaba apartado á un lado apaciguando á don Quixote, les suplicaron á -ambos les dexasen aquella noche en casa á Sancho. Condescendieron con -los ruegos del Archipampano, y en particular don Quixote, á quien el -titular, don Alvaro y don Carlos dixeron no podia contradezir: tras -lo cual, despidiendose todos de sus altezas, se volvieron á su casa -con el acompañamiento que habian venido, y con no poco consuelo de don -Quixote, por ver empeçaban ya á conocerle y temerle los de la corte. - - - - -CAPITULO XXXIII - -En que se continuan las hazañas de nuestro don Quixote, y la batalla -que su animoso Sancho tuvo con el escudero negro del rey de Chipre, y -juntamente la visita que Barbara hizo al Archipampano. - - -Quedaron con Sancho contentisimos aquella noche el Archipampano y su -muger, porque dixo donosas simplicidades; y no fue la menor dezir, -cuando vió subir la cena; y que le mandaban asentar en una mesilla -pequeña, junto á la de los señores, en la cual estaba una niña muy -hermosa, hija dellos: Pues, ¡cuerpo non de Dios! ¿por que han de sentar -á esa rapaza, tamaña como el puño, en esa mesa tan grande, y la ponen -delante esos platos, mayores que la artesa de Mari-Gutierrez, dexandome -á mí en esta mesilla menor que un harnero, siendo yo tamaño como -tarasca de Toledo, y teniendo tantas barbas como Adan y Eva? Pues si -lo hazen por la paga, tan buenos son los dos reales y medio que tengo -en la faltriquera para pagar lo que cenare, como cuantos tenga el rey, -y los que dieron por Jesucristo los judios á Judas; y si no, mirenlos. -Y diziendo esto, se levantó y sacó hasta tres reales de cuartos sucios -y untados, y echolos sobre la servilleta de la señora; pero apenas lo -hubo hecho, cuando viendo que ella los iba á dar con la mano, pensando -él que los queria tomar, los volvió á coger con furia diziendo: Por -Dios, no les dará golpe su merced, que no haya yo muy bien cenado: -á fe que le habian ya hinchido el ojo, como á la otra gordona moça -gallega de la venta, á quien mi señor llamaba princesa; y si no fuera -porque no traia ella tan buenos vestidos como v. m., ni esa rueda de -molino que trae al gaznate, jurara á Dios y á esta cruz que era v. m. -ella propria. Solemnizaron mucho la letania de simplicidades que habia -ensartado; y diziendole el maestresala: Callá, Sancho, que para que -ceneis más á vuestro placer os hemos puesto esa mesa aparte;--cuanto -mayor fuere la que me tocare desos avechuchos, replicó Sancho, más á -mi placer cenaré. Pues empezad por este plato dellos, le dixo luego, -dandole un buen plato de palominos con sopa dorada: comió ese y los -demas que le dieron, tan sin escrupulo de conciencia, que era bendicion -de Dios y entretenimiento de los circunstantes; y viendo acabada la -cena, y que la señora afloxaba la gorguera ó arandela, le dixo: ¿No me -dirá por vida de quien la mal parió, á que fin trae esas carlancas al -cuello, que no parecen sino las que traen los mastines de los pastores -de mi tierra? Pero tal deben de molestar todos estos podencos de casa, -para que no sea menester eso y más para defenderse dellos. Dicho esto -sacó otra vez el dinero diziendo: Tome v. m. agora y paguese lo que -fuere la cena; que no quiero irme á acostar sin rematar cuentas; que -asi lo haziamos siempre por el camino mi señor don Quixote y yo; que -esto, me dezia el Cura, mandan los mandamientos de la Iglesia cuando -mandan pagar diezmos y primicias. Tomolos el señor diziendo: Yo me doy -por satisfecho con lo que hay aqui, de lo que debeis de cena y cama, y -aun mañana os daré tambien de comer á medio dia por ello sin más paga. -Yo le beso las manos por la merced, respondió Sancho; que para esas -cosas con hilo de arambre me haran estar más quedo que una veleta de -tejado: y mire que le tomo la palabra; que aunque sé que hago harta -falta á mi señor, yo me disculparé con él, diziendo que no acerté la -casa: cuanto y más que cuando el hombre lleve media dozena de palos -por una buena comida, no es tanta la costa que no le salga demasiado -de barato, y otras vezes nos los han dado á mí y á él de balde y sin -comida alguna. Dieron orden en que le llevasen á acostar, haziendo -lo mismo ellos, como tambien lo hizieron, despues de bien cenados en -su casa, el titular, don Carlos, don Alvaro, don Quixote y Barbara; -si bien sobremesa tuvieron su pedazo de pendencia, porque diziendole -á ella el titular se aprestase para ir á visitar el dia siguiente -al Archipampano y Archipampanesa, que la aguardaban, respondió ella -excusandose, no la mandasen salir en publico delante de personas; que -era correrla demasiado y darla mucha prisa; que bien se conocia y sabia -era, como les habia dicho, una triste mondonguera, Barbara en nombre y -en cosas de policia; y que les suplicaba se diesen por satisfechos de -la paciencia con que hasta alli habia pasado con las pesadas burlas y -fisgas que el señor don Quixote hazia, y queria hiziesen todos della. -No hubo oido esto él, cuando le dixo: Por cuanto puede suceder en el -mundo, no niegue vuesa magestad, le suplico, señora reina Zenobia, su -grandeza, ni la encubra diziendo una blasfemia tan grande como la que -agora ha dicho; que ya estoy cansado de oirsela repetir otras vezes, -y no tomemos en la boca eso de mondonguera; que aunque para mí sé yo -claramente quien es y su valor, con todo, es necesario la conozca -todo el mundo: vaya vuesa alteza á hablar con quien el señor principe -Perianeo y estos caballeros la ruegan; que entre damas tales cual la -Archipampanesa y la Infanta su hija, ha de campear su beldad, pues yo -salgo fiador que en viendola, la estimen y respeten en lo que merece -y todos deseamos. No se hizo, como cuerda, de rogar más, conociendo -lo que debia á don Quixote, y que hasta entonzes no le habia ido -sino bien en condescender con sus locuras, de que se llevaba por lo -menos el pasar buena vida, y asi ofreció el ir. Venida la mañana, el -Archipampano salió á misa, llevando consigo á Sancho, al cual preguntó -por el camino si sabia ayudar á misa, y respondió diziendo: Sí, señor, -aunque es verdad que de unos dias á esta parte, como andamos metidos -tanto en este demonio de aventuras, se me ha volado de la testa la -confesion y todo lo demas, y solo me ha quedado de memoria el encender -las candelas y el escurrir las ampollas; y aun á fe que solia yo tañer -invisiblemente los organos por detras en mi pueblo divinamente, y en -no estando yo en ellos, todo el pueblo me echaba de menos. Rieronlo -de gana, y acabada la misa, volvieron á casa á comer, y despues de -haberlo hecho, no sin muy buenos ratos que pasaron con Sancho, le dixo -el Archipampano: Yo, en resolucion, quiero, señor Sancho, que de aqui -adelante os quedeis en mi casa y me sirvais, ofreciendome á daros más -salario del que os da el Caballero Desamorado; que tambien yo soy -caballero andante como él, y he menester servirme de un escudero tal -cual vos, en las aventuras que se me ofrecieren; y asi, para obligaros -desde luego, os mando un buen vestido por principio de paga; pero -dezidme: ¿cuanto es lo que os da por año el señor don Quixote? A esto -respondió Sancho: Señor, mi amo me da nueve reales cada mes, y de -comer, y unos çapatos cada año, y fuera deso me tiene prometido todos -los despojos de las guerras y batallas que vencieremos; aunque hasta -agora, por bien sea, los despojos que habemos llevado no han sido otros -que muy gentiles garrotazos, como nos los dieron los meloneros de -Ateca; mas con todo eso, aunque v. m. me añadiese un real más por mes, -no dexaria al Caballero Desamorado, porque á fe que es muy valiente, -á lo menos segun le oigo dezir cada dia; y lo mejor que tiene es ser -esforçado sin perjuizio ni daño de nadie, pues hasta agora no le he -visto matar una mosca. Replicó el Archipampano diziendo: ¿Es posible, -Sancho, que si yo os regalase más que vuestro amo, y os diese cada mes -un vestido y un par de çapatos, y juntamente un ducado de salario, no -me serviriades? Respondiole él: No es eso malo; pero con todo no le -serviria sino con condicion que me comprase un gentil rucio para ir por -esos caminos; que sepa que soy muy mal caminante de á pie, y más, que -habiamos de llevar muy buena maleta con dineros porque no nos viesemos -en los desafortunios que agora un año nos vimos por aquellas ventas -de la Mancha; tras que juntamente v. m. me habia de jurar y prometer -hazerme por sus tiempos rey ó almirante de alguna insula ó peninsula, -como mi señor don Quixote me tiene prometido desde el primer dia que le -sirvo; que aunque no tenga muy buen expediente para gobernar, todavia -sabriamos Mari-Gutierrez y yo juntos deslindar los desaforismos que en -aquellas islas se hiziesen; verdad es que ella tambien es un poco ruda; -pero creo que desde que ando por acá, no dexara de saber algo más. -Pues, Sancho, dixo el fingido Archipampano, yo me obligo á cumpliros -todas esas condiciones con que quedeis en mi casa, y traigas á ella -juntamente vuestra muger para que sirva á la gran Archipampanesa, que -me dizen sabe lindamente ensartar aljofar. Ensartar azumbres, dixera -v. m. mejor; que á fe que los enhila tan bien como la reina Segovia, -que no lo puedo más encarecer. Pusieron en esto los señores fin á la -platica por sestear un rato, habiendo dado aviso á algunos señores -amigos para que acudiesen aquella tarde á gozar del entretenimiento -que se les esperaba, con el caballero andante, su dama y su escudero. -La misma prevencion hizieron don Carlos, el titular, su cuñado y don -Alvaro. Llegada pues la hora y aprestados los coches, se metieron -en ellos con Barbara, á la cual quiso llevar don Quixote á su lado; -y con este entremes y no poca risa de los que los vian en el coche, -llegaron á casa del Archipampano; y subidos á ella y ocupando los -ordinarios asientos los caballeros y las damas, entró por la sala -don Quixote, armado de todas pieças, trayendo con gentil continente á -la reina Zenobia de la mano. En viendolos entrar, don Alvaro Tarfe se -levantó, y postrado delante del Archipampano, le dixo: El Caballero -Desamorado, poderoso señor, y la sin par reina Zenobia vienen á visitar -á vuesa alteza. Apenas oyó Sancho el nombre de su amo, cuando se -levantó del suelo, en que estaba asentado, y corriendo para su amo, -arrodillandose delante dél, le dixo: Sea mi señor muy bien venido, y -gracias á Dios que aqui estamos todos; mas digame v. m., ¿acordose -de echar de comer al rucio la noche pasada? que estará el pobre del -asno con gran pena por no haberme visto de ayer acá; y asi, le suplico -diga de mi parte cuando le vea, que les beso las manos muchas vezes -á él y á mi buen amigo Rocinante, y que por haber sido esta noche -convidado á cenar y á dormir, y hoy á comer, por solos dos reales y -medio, ¡ahorcado sea tal barato, plegue á la madre de Dios! del señor -Arcapampanos, no los he ido á ver; pero que aqui en el seno les tengo -guardadas para cuando vaya un par de piernas de ciertos mochuelos -reales. No hizo caso don Quixote destos disparates, sino que fue -caminando con gravedad, de la suerte que habia entrado, con la reina -Zenobia, hasta ponerse en presencia del Archipampano, do presentado, -dixo: Poderoso señor y temido monarca: aqui en vuestra presencia está -el Caballero Desamorado, con la escelentisima reina Zenobia, cuyas -virtudes, gracias y hermosura, con vuestra buena licencia, tengo de -defender desde mañana á la tarde en publica plaça contra todos los -caballeros, por rara y sin par. Con esto la soltó de la mano y mientras -los circunstantes, admirados entre sí, celebraban unos con otros la -locura dél y fealdad della, se volvió el amo al escudero á preguntarle -como le habia ido aquella noche con el Archipampano, y que le habia -dicho de su buen brio, fortaleça y postura. En esto llegó Barbara, -llamada adonde los caballeros y damas estaban, do puesta de rodillas, -callaba vergonzosisima, aguardando á ver lo que le dirian; los cuales -tenian tanto que hazer en admirarse de la fealdad que en ella miraban, -y más viendola vestida de colorado, que no acertaban á hablarla -palabra de pura risa: con todo, mortificandola cuanto pudo, le dixo -el Archipampano: Levantaos, señora reina Zenobia; que agora echo de -ver el buen gusto del Caballero Desamorado que os trae, porque siendo -él desamorado, y aborreciendo tanto á las mugeres, como me dizen que -las aborrece, con razon os trae á vos consigo, para que mirandoos á -la cara, con mayor facilidad consiga su pretension, si bien se podria -dezir por él el refran de que qui amat ranam, credit se amare Dianam; -pero con todo, estoy en opinion de que si fueran cual vos todas las -mugeres del mundo, todos los caballeros dél aborrecerian su amor en -sumo grado. El que estaba más cerca de su esposa le preguntó qué le -parecia de la señora reina Zenobia, que el Caballero Desamorado traia -consigo por dechado de hermosura. Yo aseguro, respondió ella, que -le den pocas ocasiones de pendencias los competidores de su beldad. -En esto prosiguió el Archipampano la conversacion con la Reina, -preguntandole de su vida; y enterado de su boca de como se llamaba -Barbara, y de lo demas tocante á su estado y su ofizio, y de la ocasion -por que seguia al loco de don Quixote, le dixo él si se atreveria á -quedar por camarera de su muger, que necesitaba de quien le acallase -una niña que le criaban, ofizio que le parecia que ninguno le haria -mejor que ella; la cual excusandose con su poca capacidad y experiencia -en cosas de palacio, tuvo luego al lado por abogado á Sancho, el cual -salió á la causa diziendo: No tiene, señor, v. m. que pescudarla; que -no saldrá el diablo de la Reina del camino carretero de adereçar un -vientre de carnero y cocer unas manecillas de vaca, pues no sabe otra -cosa. Y llegandose á ella, y tirandola de la saya colorada, que le -venia más de palmo y medio corta, dixo: Abaxe, señora Segovia, esa saya -con todos los Satanases, que se le parecen las piernas hasta cerca de -las rodillas: ¿como, digame, quiere que la tengan por reina tan hermosa -si descubre esas piernas y çancajos, con las calças coloradas llenas -de lodo? Y volviendose al Archipampano, le dixo: ¿Por que piensa v. m. -que mi amo ha mandado á la reina Segovia que traiga las sayas altas y -descubra los pies? Ha de saber que lo haze porque, como ve que tiene -tan mala catadura, y por otra parte aquel borron en el rostro, que -la toma todo el mostacho derecho, quiere con esa invencion hazer un -noverint universi que declare á cuantos le miraren á la cara como no -es diablo, pues no tiene pies de gallo, sino de persona, de que se -podran desengañar mirandola los pies, pues por la bondad de Dios los -trae harto á la vergüença, y aun con todo, Dios y ayuda. Don Quixote le -dixo: Yo apostaré, Sancho, que tienes bien llena la barriga y cargado -el estomago, segun hablas: guarda no se me suba la mostaça á las -narizes y te cargue otro tanto á las espaldas, por igualar la sangre. -Respondió Sancho: Si tengo lleno el estomago, buenos dos reales y -medio me cuesta. Llegó á la que estaban en estos dares y tomares, don -Alvaro, y haziendo apartar á Sancho y á don Quixote á un lado, dixo al -Archipampano, haziendole un gran acatamiento á la puerta de la real -sala: Aqui está, excelso monarca, un escudero negro, criado del rey -de Chipre Bramidan de Tajayunque; el cual trae una embaxada á vuesa -alteza, y viene á hazer no sé que desafio con el escudero del Caballero -Desamorado. En oyendolo, respondió aprisa Sancho, perdido el color: -Pues digale luego, por las entrañas de Jesucristo, que no estoy aqui y -que no me hallo agora para hazer pelea... Pero, ¡cuerpo del anima del -Antecristo! vayan y diganle que entre; que aqui estoy aguardandole, y -que venga mucho de noramala él y la puta negra de su madre; que yo, -si me ayudan mi amo y el señor don Carlos, que me quiere del alma, me -atrevo á hazerle que se acuerde de mí y del dia en que el negro de su -padre le engendró, mientras viva. Hase de advertir aqui que don Alvaro -y don Carlos habian dado orden á su secretario se tiznase el rostro, -como lo hizo en Çaragoça, y entrase en la sala á presentarse á Sancho -de la suerte que allá se le presentó á él y á su amo, continuando el -embuste del desafio. Entro pues dicho secretario, tiznada la cara y las -manos, y vestido una larga ropa de terciopelo negro, con una grande -cadena de oro en el cuello, trayendo juntamente muchos anillos de los -dedos y gruesos çarcillos atados á las orejas. En viendole Sancho, -como ya le conocia de Çaragoça, le dixo: Seais muy bien venido, monte -de humo: ¿que es lo que quereis? que aqui estamos mi señor y yo; y -guardaos del diablo, y mirad como hablais; que por vida de mi rucio, -que no pareceis sino uno de los montes de pez que hay en el Toboso para -empegar las tinajas. El secretario se puso en medio de la sala, y sin -hazer cortesia á nadie, volviendose á don Quixote, despues de haber -estado un rato callando, dixo desta manera: Caballero Desamorado, el -gigante Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre y señor mio, me manda -venir á ti para que le digas cuando quieres acabar la batalla que -con él tienes aplaçada en esta corte; porque él acababa de llegar -ahora de Valladolid, de dar cima á una peligrosa aventura, en que ha -muerto él solo más de docientos caballeros sin más armas que una maça -que trae de acero colado: por tanto mandadme dar luego la respuesta, -para que vuelva con ella al gigante mi señor. Antes que don Quixote -respondiese, se llegó don Carlos á su negro y disfrazado secretario -diziendole: Señor escudero, con licencia del señor don Quixote, os -quiero responder como persona á quien tambien toca ser vengado de -las soberbias palabras de vuestro amo; y asi, digo por ambos, que la -batalla se haga el domingo en la tarde en el puesto que sus altezas -señalen, en cuya presencia se ha de hazer, y sea de la suerte y con las -armas que vinieren á él más á proposito; y con esto os podeis ir con -Dios, si otra cosa no se os ofrece. El secretario respondió diziendo: -Pues antes que me vaya quiero tomar luego en esta sala vengança de un -soberbio y descomunal escudero del Caballero Desamorado, llamado Sancho -Pança, el cual se ha dexado dezir que es mejor y más valiente que yo: -por tanto, si está entre vosotros salga aqui, para que, haziendole con -los dientes menudisimas tajadas, le eche á las aves de rapiña para que -se lo coman. Todos callaron; y viendo Sancho tan general silencio, -dixo: ¿No hay un diablo que, agora que es menester, hable por mí, en -agradecimiento y pago de lo mucho que yo otras vezes hablo por todos? Y -llegandose al secretario, le dixo: Señor escudero negro, Sancho Pança, -que soy yo, no esta aqui por agora; pero hallarle heis á la puerta del -Sol, en casa de un pastelero, do está dando cabo y cima á una grande y -peligrosa aventura de una hornada de pasteles: id por tanto á dezille -de mi parte que digo yo que venga luego á la hora á hazer batalla con -vos. ¿Pues como, replicó el secretario, siendo vos Sancho Pança mi -contrario, dezis que no está aqui? Vos sois una gran gallina. Y vos -un gran gallo, respondió Sancho, porque quereis que yo esté aqui á -pesar mio, no queriendo estar, por más que sea Sancho Pança, escudero -del Caballero Desamorado y marido de Mari-Gutierrez; y si niego lo -que soy, más honrado era san Pedro y negó á Jesucristo, que era mejor -que vos y la puta que os parió, mal que os pese; y si no, dezid al -contrario. No pudieron detener la risa los circunstantes del disparate; -y cobrando nuevo animo, prosiguió: Y sabed, si no lo sabeis, que estoy -aguardando poco á poco á que me venga la colera para reñir con vos; -y creed bien y caramente que si deseais con esa cara de cocinero del -infierno hazerme menudisimas tajadas con los dientes para echarme á -los gorriones, que yo con la mia de pascua, deseo hazeros entre estas -uñas rebanadas de melon, para daros á los puercos á que os coman: por -tanto, manos á la labor; pero ¿de que manera quereis que se haga la -pelea? ¿De que manera se ha de hazer, replicó el secretario, sino con -nuestras cortadoras espadas? ¡Oxte, puto! dixo Sancho; eso no, porque -el diablo es sutil, y donde no se piensa, puede suceder facilmente una -desgracia, y podria ser darnos con la punta de alguna espada en el ojo -sin quererlo hazer, y tener que curar para muchos dias. Lo que se podrá -hazer, si os parece, será hazer nuestra pelea á puros caperuçazos, vos -con ese colorado bonete que traeis en la cabeça, y yo con mi caperuça, -que al fin son cosas blandas, y cuando un hombre la tire y dé al otro -no le puede hazer mucho daño; y si no, hagamos la batalla á moxicones; -y si no, aguardemos al invierno que haya nieve, y á puras pelladas -nos podemos combatir hasta tente bonete, desde tiro de mosquete. Soy -contento, dixo el secretario, de que se haga la batalla en esta sala -á moxicones, como me dezis. Pues aguardaos un poco, respondió Sancho, -que sois demasiado de supito, y aun no estoy del todo determinado de -reñir con vos. Enfadose don Quixote, y dixole: Por cierto, Sancho, que -me parece tienes sobrado temor á ese negro, y asi entiendo es imposible -salgas bien desta hecha. ¡Oh mal haya quien me parió, replicó Sancho, -y aun quien me mete en guerreaciones con nadie! ¿V. m. no sabe que yo -no vengo en su compañia para hazer batallas con hombres ni mugeres, -sino solo para servirle y echar de comer á Rocinante y á mi asno, por -lo cual me da el salario que tenemos concertado? Tanto me hará, que dé -á Judas las peleas, y aun á quien acá me traxo. ¡Mirad que cuerpo non -de tal con v. m.! Estase ahi el señor Arcapampanos y su muger con todo -su abolorio y el principe Perianeo, y el señor don Carlos y don Alvaro -con los demas, desquixarandose de risa, y v. m., armado como un san -Jorge, contemplandose á su reina Segovia; y no quiere que tenga temor -estando delante de mi enemigo, con la candela en la mano, como dizen. -Igual fuera que se pusieran de por medio todos y nos compusieran, pues -saben fuera hazer las siete obras de misericordia. Bien dizes, Sancho, -dixo don Alvaro; y asi, por mi respeto, señor escudero, habeis de hazer -pazes con él y desistir de vuestra pretension y desafio, pues basta el -que tiene hecho vuestro amo con el suyo, para que en virtud dél quede -por vencido el escudero del señor que lo fuere de su contrario. A mí -se me haze, respondió el secretario, muy grande merced en eso; porque -si vá á dezir verdad, ya me bamboleaba el anima dentro las carnes, -de miedo del valeroso Sancho; y (replicó el secretario) no terné las -treguas por firmes si juntamente no nos damos los pies: Los pies, dixo -Sancho, y cuanto tengo os daré á trueque de no veros de mis ojos. Y -diziendo esto, levantó el pie para darsele; pero apenas lo hubo hecho, -cuando lo tuvo asido el secretario dél, de suerte que le hizo dar una -gran caida. Rieron todos, y saliose corriendo el secretario, tras lo -cual se llegó don Quixote á levantar á Sancho, diziendole: Mucho siento -tu desgracia, Sancho; pero puedeste alabar de que quedas vencedor, y -de que á traicion y sobre treguas, y lo que peor es, huyendo, ha hecho -tu contrario esta alevosia; pero si quieres te le traiga aqui para que -te vengues, dilo; que iré por él; hecho un rayo. No, ¡cuerpo de tal! -dixo Sancho, pues peor librará si pelearamos mano á mano; y como v. -m. dize, al enemigo que huye, la puente de plata. Avisaron tras esto -que ya era hora de la cena, porque se les habia pasado el tiempo sin -sentir en oir y ver estos y otra infinidad de disparates; y obligando -el Archipampano á todos que se quedasen á cenar con él, lo hizieron con -mucho gusto, pasando graciosisimos chistes en la cena: tras la cual se -fueron todos á reposar, unos á sus cuartos y otros á sus casas, solo -Sancho, que se hubo de quedar en la del Archipampano, medio mal de su -grado. - - - - -CAPITULO XXXIV - -Del fin que tuvo la batalla aplaçada entre don Quixote y Bramidan -de Tajayunque, rey de Chipre, y de como Barbara fue recogida en las -arrepentidas. - - -Muchos y buenos dias tuvieron, no solo aquellos señores, con don -Quixote, Sancho y Barbara, sino otros muchos á quien dieron parte de -sus buenos humores y de los dislates del uno y simplicidades del otro; -y llegó el negocio á termino que ya eran universal entretenimiento -de la corte. El Archipampano, para mayor recreacion, hizo hazer un -gracioso vestido á Sancho, con unas calças atacadas, que él llamaba -çaragüelles de las Indias, con que parecia extremadamente de bien, -y más, puesto con espada al lado y caperuça nueva; siendo menester; -para persuadirle se la ciñese, dezirle le armaba caballero andante -una tarde, por la vitoria que habia alcançado del escudero negro, -dandole el orden de caballeria con mucho regocijo y fiesta: pero -iba empeorando tan por la posta don Quixote con el aplauso que via -celebrar sus hazañas á gente noble, y más desque vió armado caballero -su escudero, que, movidos de escrupulo, se vieron obligados el -Archipampano y principe Perianeo á cesar de darle prisa, y á dar -orden en que se curase de proposito, apartandole de la compañia de -Barbara y de conversaciones publicas; que Sancho, aunque simple, no -peligraba en el juizio. Comunicaron esta determinacion con don Alvaro, -y pareciendole bien su resolucion, les dixo que él se encargaba, con -industria del secretario de don Carlos, cuando dentro de ocho dias -se volviese á Cordoba, donde ya sus compañeros estarian, por haberse -ido allá por Valencia, de llevarsele en su compañia hasta Toledo, y -dexar muy encargada y pagada alli en casa del Nuncio su cura, pues no -le faltaban amigos en aquella ciudad á quien encomendarle. Añadió que -se obligaba á ello por lo que tenia escrupulo de haber sido causa de -que saliese del Argamesilla para Çaragoça, por haberle dado parte de -las justas que alli se hazian, y hazerle dexado sus armas y alabado su -valentia; pero que era de parecer no se le tratase nada sin dexarle -salir á la batalla de Tajayunque, porque, segun la tenia en la cabeça, -le parecia imposible persuadirle nueva aventura, no rematada aquella -que tan desvanecido le traia; y que lo que se podia hazer era dar orden -en que se aplaçase y fuese el dia siguiente, y para más aplauso, en la -casa del Campo, donde se podria cenar para más recreacion, convidando -muchos amigos, pues tenia por cierto seria graciosisimo el remate de la -aventura, que no esperaba menos del ingenio del secretario. Agradoles -á todos el voto de don Alvaro, y más al Archipampano, el cual tomó -á su cargo el proveer la cena y prevenir el puesto: solo rogó á don -Carlos le hiziese placer de procurar persuadir á Sancho se quedase en -su casa y de traer juntamente á Mari-Gutierrez; que él se encargaba de -ampararles y valerles mientras viviesen, porque gustaba mucho él y su -muger del natural de Sancho, y estaban certificados que no era de menos -gusto el de Mari-Gutierrez; y porque ninguno de los valedores de don -Quixote y su compañia quedase sin cargo en orden á procurar su bien, -le dió al principe Perianeo de que procurase con Barbara aceptase el -recogimiento que le queria procurar en una casa de mugeres recogidas, -pues él tambien se obligaba á darle la dote y renta necesaria para -vivir honradamente en ella. Encargados pues todos y cada uno de por si -de hazer cuanto pudiese en el personage que se le encomendaba, llegado -el plaço señalado para la batalla de Bramidan, se fueron los dichos -señores con otros muchos de su propia calidad á la casa del Campo, do -estaban ya otros haziendo estrado á las damas que con la muger del -Archipampano habian ido á tomar puesto. Llevaronse los señores consigo -á don Quixote, armado de todas pieças, y más de coraje, y con él á la -reina Zenobia y á Sancho, llevando un lacayo del diestro á Rocinante, -que con el ocio y buen recado estaba más lucio, y un paje llevaba la -lança. Estaba ya prevenido el secretario de don Carlos de uno de los -gigantes que el dia del Sacramento se sacan en la procesion en la -corte, para continuar la quimera de Bramidan. Llegados al teatro de la -burla, y ocupados los asientos (tras un buen rato de conversacion y -paseo por la huerta) que dentro la casa estaban prevenidos, y puesto -don Quixote en el suyo, se le llegó Sancho diziendo: ¿Que es, señor -Caballero Desamorado? ¿Como va? ¿Estan buenos el honrado Rocinante y -mi discreto rucio? ¿No le han dicho nada que me dixese? Yo aseguro -que no les ha dado mis recados; que no dexaran de responderme; pero -yo sé el remedio, y es desocuparme de los negocios de palacio, y -buscar tinta y papel, y escribilles media dozena de renglones; que no -faltará un paje ó pajaro, ó como los llaman, que se los lleve. Don -Quixote le respondió: Rocinante está bueno, y ahi le verás presto hazer -maravillas, luego que enfronte con el caballo indomito que traxere -Bramidan: del rucio no te digo, hijo, sino que gusta mucho de la corte -por lo poco que en ella trabaxa y por lo bien que le va. A eso replicó -Sancho: Por ahi echo de ver que somos medio parientes, pues tenemos una -misma condicion; porque le juro, mi señor, que en mi vida he comido -mejor ni tenido mejor tiempo que desde que estoy con el Arcapampanos; -porque á él no se le da más de gastar ocho ó nueve reales cada dia en -comer, que á mí de comermelos; y hame dado una cama en que duermo, -que juro non de Dios no la tienen mejor las animas del limbo, por más -que sean hijas de reyes: solo hay malo que con tanto regalo se me -olvidan los negocios de aventuras y peleas. Pero ¿que me dize destos -çaragüelles de las Indias? La más mala cosa son que se puede pensar; -porque por una parte, si no les poneis treinta agujetas, se os caen por -los lados; y por otra, si les poneis todas las que ellos piden, no se -comediran á caerse en una necesidad si no las desatais de una en una, -aunque se lo supliqueis con el bonete en la mano, por más que os vean -con el alma en los dientes traseros, tras que no se puede un hombre -con ellos rebullir, ni abaxar á coger del suelo las narizes, por más -que se le caigan de mocos. ¡Oh hi de puta, y que bellaca cosa son para -segar! No me atreveria yo á segar con ellos doze haças al dia por todo -el mundo: yo no sé como pueden los indios segar con ellos ni remecerse -sin dar de ojos á cada paso; yo creo que los pajes del Arcapampanos -deben de nacer allá en las Indias de Sevilla con estos diablos de -pedorreras, segun saltan y brincan con ellas; yo no sé los caballeros -andantes si las traian en aquellos tiempos: lo que sé dezir de mí es -que todas las vezes que he de mear, he menester quitar una agujeta de -delante, y aun despues, con todo eso, por más que haga, se me cae lo -medio adentro: linda cosa son çaragüelles de mi tierra, pues si os da, -trayendolos, alguna corrença, apenas habeis desatado una laçada cuando -ya estan abaxo. Mil vezes le he rogado al Arcapampanos se haga unos -para él, como los mios, tan abiertos abaxo como arriba, de buen paño -de llori, pues cuando mucho, no le costaran más de veinte reales, y -con ellos andará hecho persona; y diziendome que lo hará, nunca veo -que lo efetua. Estando en estas razones, sintieron un grande rumor de -los pajes que estaban á la puerta; y sosegandolos á todos don Alvaro, -mandó asentar á Sancho en el suelo á los pies del Archipampano; tras -lo cual entró por la sala el secretario de don Carlos, metido dentro -del gigante, el cual traia una espada de palo entintada, de tres varas -de largo y un palmo de ancho. Apenas le vió Sancho asomar, cuando dixo -á vozes: Ven aqui, señores, una de las más desaforadas bestias que en -toda la bestieria se puede hallar: este es el demonio de Tajayunque, -que solo para perseguir á mi amo ha más de cuatro meses que ha venido -del cabo del mundo; y son tan endiabladas sus armas, que solo para -que se las traigan ha menester diez pares de bueyes; y si no, mirenle -la espada, con que dizen que suele cortar un ayunque de herrero por -medio. Miren pues ¡que hará del pobre mi señor don Quixote! Por las -llagas de Dios mande á todos me hagan placer de echarle de aqui con -Barrabas, á que vaya á tener guerreacion allá con la muy puerca de -su madre; y no piense nos va poco en ello, pues asi partirá de un -reves á diez ó doze de nosotros, como yo con un papirote partiria el -anima de Judas si delante de mi viniese. Mandole don Quixote callar -hasta ver que era lo que queria, pues conforme á ello se le daria -la respuesta. Puesto en medio el crecido gigante, dixo con mucha -pausa, despues de haber obligado á todos á que le diesen silencio con -volver buen rato la cabeça á todas partes: Bien habrás echado de ver, -Caballero Desamorado don Quixote de la Mancha, en mi presencia, como -he cumplido la palabra que te dí en Çaragoça, de venir á la corte del -rey Catolico á acabar delante de sus grandes la singular batalla que -de tu persona á la mia tenemos aplaçada. Hoy pues es el dia en que los -de tu vida han de acabar á los filos desta mi temida espada, porque -hoy tengo de triunfar de ti y hazerme señor de todas tus vitorias, -cortandote la cabeça y llevandola conmigo á mi reino de Chipre, do la -pienso fixar en la puerta de mi casa con un letrero que diga: «La flor -manchega murió á manos de Bramidan.» Hoy es el dia en que, quitandote -á ti del mundo, me coronaré pacificamente por rey de todo él, pues no -habrá fuerças que me lo impidan; y hoy, finalmente, es el dia en que -me llevaré todas las damas que en esta sala y corte estan, á Chipre, -para que haga dellas á mi gusto en mi rico y grande reino, pues hoy -començará Bramidan, y acabará don Quixote de la Mancha: por tanto, si -eres caballero, y tan valeroso como todo el orbe dize, vente luego para -mí; que no traigo otras armas ofensivas ni defensivas más que esta -sola espada hecha en la fragua de Vulcano, herrero del infierno, á -quien yo adoro y reverencio por dios, juntamente con Neptuno, Marte, -Jupiter, Mercurio, Palas y Proserpina. Dicho esto, calló; pero no -Sancho, que se levantó diziendo: Pues á fe, don Gigantazo, que si os -burlais en llamar dioses á todos esos borrachos que dezis, y lo sabe -la santa Inquisicion, que en hora mala venisteis á España. Mas don -Quixote, lleno de saña y pundonor, se puso de pies en su presencia, -y empuñada la espada, con mucha pausa y gravedad començó á dezirle: -No pienses ¡oh soberbio gigante! que las arrogantes palabras con que -sueles espantar á los caballeros de poco vigor y esfuerço han de ser -bastantes á poner un pelo de temor en mi indomito coraçon, siendo yo -el que todo el mundo sabe y tú has oido dezir por todos los reinos y -provincias que has pasado; y echaráslo de ver en que he venido á esta -corte solamente á buscarte, con fin de darte en ella el castigo que ha -tantos años que tus malas obras tienen tan merecido; pero ya me parece -no es tiempo de palabras, sino de manos, pues ellas suelen ser testigo -y prueba de la fineza de los coraçones y del valor de los caballeros. -Mas, porque no te alabes de que entre contigo en batalla con ventaja, -estando armado de todas pieças, y tú de sola tu espada, quiero, para -mayor demostracion de cuan poco te estimo, desarmarme, y pelear contigo -en cuerpo y solo tambien con espada; que aunque la tuya, como se ve, -es más grande y ancha que la mia, por eso es esta regida y gobernada -de mejor y más valerosa mano que la tuya. Volviose á Sancho tras esto, -diziendole: Levantate, mi fiel escudero, y ayudame á desarmar; que -presto verás la destruicion que deste gigante, tu enemigo y mio, hago. -Levantose Sancho, respondiendole: ¿No seria, señor, mejor que todos los -que en esta sala estamos, que somos más de docientos, le arremetiesemos -juntos, y unos le asiesen de los arrapieços, otros de las piernas, -otros de la cabeça y otros de los braços, hasta hazelle dar en el -suelo una gran gigantada, y despues le metiesemos por las tripas todas -cuantas espadas tenemos, cortandole la cabeça, despues los braços, y -tras esto las piernas? Que le aseguro que si despues me dexan á mí con -él, le daré más cozes que podran coger en sus faltriqueras, y me lavaré -las manos en su alevosa sangre. Haz lo que te digo, Sancho, replicó don -Quixote; que no ha de ser el negocio como tú piensas. En fin Sancho -le desarmó, quedando el buen hidalgo en cuerpo y feisimo, como era -alto y seco y estaba tan flaco, el traer de las armas todos los dias, -y aun algunas noches, le tenian consumido y arruinado de suerte, que -no parecia sino una muerte hecha de la armazon de huesos que suelen -poner en los cimenterios que estan en las entradas de los hospitales. -Tenia sobre el sayo negro señalados el peto, espaldar y gola, y la -demas ropa, como jubon y camisa, medio pudrida de sudor; que no era -posible menos de quien tan tarde se desnudaba. Cuando Sancho vió á su -amo de aquella suerte, y que todos se maravillaban de ver su figura y -flaqueza, le dixo: Por mi anima le juro, señor Caballero Desamorado, -que me parece cuando le miro, segun está de flaco y largo, pintiparado -un rocinazo viejo de los que echan á morir al prado. Con esto don -Quixote se volvió para el gigante, diziendo: Ea, tirano y arrogante rey -de Chipre, echa mano á tu espada, y prueba á que saben los agudos filos -de la mia. Hizose, dichas estas razones, dos pasos atrás, y sacando la -espada medio mohosa, se fue poco á poco acercando al gigante, el cual, -viendole venir, fue prontisimo en sacudir de sus hombros la aparente -maquina de papelon que sobre sí traia, en medio de la sala, y quedó el -secretario que la sustentaba vestido riquisimamente de muger; porque -era mancebo y de buen rostro, y en fin, tal, que cualquiera que no -le conociera se podia engañar facilmente. Espantaronse todos los que -el caso no sabian; pero don Quixote, sin hazer movimiento alguno, se -estuvo quedo, puesta la punta de la espada en tierra, aguardando lo -que aquella donzella, que él pensaba ser gigante, dezia; la cual, -reconocidos los circunstantes, dixo á don Quixote sin moverse: Valeroso -Caballero Desamorado, honra y prez de la nacion manchega, maravillado -estarás sin duda de ver vuelto hoy á un tan terrible gigante en una tan -tierna y hermosa donzella cual yo soy; pero no tienes que asombrarte; -que has de entender que yo soy la infanta Burlerina, si nunca la oiste -dezir, hija del desdichado rey de Toledo, el cual, siendo perseguido -y cercado del alevoso principe de Cordoba, levantador de falsos -testimonios á su propia madrastra, le ha enviado á dezir muchas vezes -estos dias, que solo alçaria el cerco y le restituiria todas las -tierras que su padre della habia ganado, cuyo campo dicho principe -como general regia, si le enviaba luego á su hija Burlerina, que soy -yo, para servirse de mí en lo que fuese de su gusto, con condicion de -que habia de ir acompañada de doze donzellas, las más hermosas del -reino, y juntamente de doze millones de oro fino, el más fino que la -Arabia cria, para ayuda de los gastos que en la guerra y cerco habia -hecho, jurando, si no lo cumplia, por los dioses inmortales, de no -dexar en Toledo persona viva ni piedra sobre piedra. Viendose reducido -el afligido de mi padre á tanta necesidad, y que no podian sus fuerças -resistir á las del contrario, sino que le era forçoso morir él y -todos sus vasallos en las crueles manos de tan poderoso enemigo, ó -condecender con su inica condicion, le envió á dezir le diese cuarenta -dias de plaço para buscar en ellos las doze donzellas que pedia y -aquella gran suma de dinero, y que si pasado dicho termino no acudia -con dicha cantidad executase en su reino el rigor con que le amenaçaba. -Constandoles pues ¡oh invicto manchego! á un tio mio, grande encantador -y nigromantico, notable aficionado tuyo, llamado el sabio Alquife, el -gran peligro en que mi padre, su hermano, y yo su sobrina, estabamos, -hizo un fortisimo encantamiento, metiendome en este aparente gigante -que aqui está tendido, y enviandome encubierta en él, por asegurar asi -mi honestidad, á buscarte á tí por todo el mundo, sin dexar reino, -insula ó provincia en que no te haya buscado; y fue tanta mi ventura, -que hallandote en Çaragoça, no hallé mejor medio para sacarte de alli y -traerte á esta corte, que solo dista doze leguas de Toledo, que fingir -el aplaçado desafio: por tanto, oh magnanimo principe, si hay en tí -algun rastro de piedad y sombra del infinito amor que á la ingrata -infanta Dulcinea del Toboso tuviste, aunque ya eres el Caballero -Desamorado, por las leyes de amistad que á mi tio Alquife debes, y por -lo que las esperanças que en ti he puesto merecen, te suplico que, -dexadas aparte todas las aventuras que en esta corte se te pueden -ofrecer, y todas las honras que en ella sus principes te hazen, acudas -luego conmigo á la defensa y amparo de aquel afligido reino, para que -entrando en singular batalla con el maldito principe de Cordoba, le -venzas, y dexes libre de su tirania á mi venerable padre, pues te juro -y prometo por el dios Marte, de ser yo mesma el premio de tus trabajos. -Calló, dichas estas razones, aguardando las que don Quixote le daria de -respuesta; pero Sancho, que estaba totalmente maravillado, antes que -su amo respondiese, dixo: Señora reina de Toledo, no tiene v. m. que -jurar por el dios Martes ni Miercoles; que mi amo irá sin falta á matar -á ese bellaconazo del principe de Cordoba, y yo sin falta iré con él: -por el tanto vayase un poco delante, y digale al señor su padre como -ya vamos, que nos tenga bien de cenar, y que á ese principillo nos le -tenga para cuando lleguemos, muy bien atado á un poste, en cueros; que -yo la aseguro, si lo haze, de hazerle con esta pretina que se acuerde -mientras viva del nombre suyo, y aun de los de su padre y madre. Dió á -todos notable gusto la disparatada respuesta de Sancho; pero suplió su -simplicidad el peso de la que dió don Quixote, diziendo á la dama: Por -cierto, señora infanta Burlerina, que no os ama ni estima quien asi -os haze andar, en lo que yo, por más que sea mi grande amigo el sabio -Alquife vuestro tio, pues con menos prevenciones las hiziera yo para -defender el reino de su hermano vuestro padre, rey de Toledo, obligado -de lo que le debo; pero ya que se interpone el peligro de la libertad -de vuestra noble y hermosisima persona, mayores seran las obligaciones -que me moveran á acudir con gusto al remedio de la referida necesidad: -por tanto respondo que iré en persona á dar favor y socorro á vuestro -padre. Lo que queda que hazer es, que veais cuando y como quereis que -partamos; que pronto y dispuesto estoy yo de mi parte para ir luego con -vos, para hazeros vengada de ese tirano principe que dezis; que ya nos -conocemos los dos, y aun deseo esta ocasion para que vea á que saben -mis manos; que desafiado le tengo; pero cual cobarde ha huido dellas. -El principe Perianeo, viendo la nueva aventura que se le habia ofrecido -á don Quixote, y lo presto y bien que don Alvaro habia entablado con el -secretario de don Carlos el modo con que se podia facilitar el llevar -á la casa del Nuncio de Toledo á don Quixote, le dixo: Desde aqui -desisto, señor Caballero Desamorado, de la pretension de la infanta -Florisbella de Grecia, sin querer entrar en batalla con quien puede -dar seguridad de vitoria á reinos enteros, estando aun ausente; y asi, -en publico me doy por vencido dese valor, con no poca gloria de v. m., -corrimiento mio y contento del principe don Belianis de Grecia. Holgó -mucho don Quixote destas razones, y agradecioselas, dandosele por -amigo, y lo mismo Sancho, que deseaba se excusase esta pendencia; el -cual por mandado del Archipampano se levantó y fue con mucho respeto -por la infanta Burlerina, trayendosela por la mano, de cuya vista -rieron los caballeros y damas en extremo, conociendo era el secretario -de don Carlos, y no muger, como pensaba don Quixote y su escudero, que -viendo la risa de todos, no pudiendo sufrirla, dixo: ¿De que se rien -ellos y ellas, cuerpo non de quien las parió? ¡Nunca han visto á una -hija de un rey puesta en trabajo! Pues sepan que cada dia nos topamos -yo y mi amo con ellas por esos caminos, y si no, digalo la gran reina -Segovia. Lo que vs. ms., señoras, han de hazer, es tenerse por dicho -que ha de dormir esta infanta con una de vs. ms. esta noche; si no, ahi -está mi cama á su servicio, que le beso las manos. Levantaronse todos -tras estas razones á cenar, desapareciendo el secretario. Hubo gran -cena, y mucha continuacion en ella de los disparates de don Quixote -y de Sancho; pero alabaron todos el parecer del Archipampano cuando -supieron trataba de enviar á Toledo á curar en la casa del Nuncio -á don Quixote; y volviendose á sus casas en los coches, como habian -venido, se quedó en la del Archipampano Sancho, como solia, y Barbara -y don Quixote se fueron con don Carlos y don Alvaro á la del principe -Perianeo, el cual apenas estuvo en ella, cuando tomó tan á pechos el -persuadir á Barbara se recogiese en una casa de mugeres de su calidad, -supuesto le estaba tan bien y era gusto del Archipampano, que salia -á pagar la entrada y á darle suficiente renta con que pasar la vida -todo lo que le durase, que ella, convencida de sus buenas razones, y -conociendo cuan mal le estaba volver á Alcala, do ya todos sabian su -trato, tras verse sin tener que comer ni partes para ganarlo con ellas, -dió con no poca alegria el sí de hazer lo que se le pedia y perseverar -donde quiera que la pusiesen, con que se efetuó su recogimiento dentro -de dos dias, sin que don Quixote pudiese entendello; y cuando la -hallaron menos sus diligencias, le persuadieron que las de sus vasallos -habian podido sacarla encubierta secretamente de la corte y volverla á -su reino. - - - - -CAPITULO XXXV - -De las razones que entre don Carlos y Sancho Pança corrieron acerca de -que él se queria volver á su tierra ó escribir una carta á su muger. - - -Estaba ya don Carlos en vigilia de celebrar las bodas de su hermana -con el titular, y queria por gusto del Archipampano y mayor solemnidad -dellas, tener de asiento en Madrid á Sancho; y asi, para obligarle -á que, trayendo alli su muger, no pensase más en su tierra, le dixo -un dia que se halló con él en casa del Archipampano: Ya sabeis, mi -buen Sancho, el deseo que de vuestro bien he tenido desde que os vi -en Çaragoça, y el cuidado con que os regalé de mi mano en la mesa la -primer noche que entrastes en mi casa, y cuanta merced os han hecho -siempre en ella mis criados, particularmente el cocinero coxo: pues -habeis de saber que lo que me ha movido siempre á esto, ha sido el -veros tan hombre de bien y de buenas entrañas, teniendo lastima de -que una persona de vuestra edad y buenas partes padeciese, y más en -compañia de un loco tal cual es don Quixote, en la cual, por serlo -tanto, no podiades dexar de dar en mil desgracias, porque sus locuras, -desatinos y arrojamientos no pueden prometer buen suceso á él ni á -quien le acompañare; y no digo cosa de que ya no tengais experiencia -vos desde el año pasado; y si no, dezidme: ¿que sacastes de las -antiguas aventuras, sino muchos palos, garrotazos, malas noches y -peores dias, tras mucha hambre, sed y cansancio, tras veros manteado -de cuatro villanos, con tantas barbas como teneis? ¡Pues monta, que -es menos lo que habeis padecido en esta ultima salida! en la cual las -insulas, peninsulas, provincias y gobernaciones que habeis conquistado -vos y vuestro amo, son haber sido terrero de desgracias en Ateca, -blanco de desdichas en Çaragoça, recreacion de picaros en la carcel -de Sigüença, irrision de Alcala, y ultimamente mofa y escarnio de -esta corte. Pero pues ha querido Dios que entraseis en ella al fin de -vuestra peregrinacion, agradecedselo; que sin duda lo ha permitido -para que se rematasen aqui vuestros trabajos, como lo han hecho los de -Barbara, que recogida en una casa de virtuosas y arrepentidas mugeres, -está ya apartada de don Quixote, y pasa la vida con descanso y sin -necesidad, con la limosna que le ha hecho de piedad el Archipampano, -la cual es tan grande, que no contentandose de ampararla á ella, trata -de hazer lo mesmo con vuestro amo; y asi le perdereis presto, mal que -os pese, porque dentro de cuatro dias lo envia á Toledo con orden de -que le curen con cuidado en la casa del Nuncio, hospital consignado -para los que enferman del juizio, cual él; y no contenta su grandeza -en amparar á los dichos, trata con mis veras y mayor amor de ampararos -á vos más de cerca, y de las puertas adentro de su casa, en la cual os -tiene con el regalo, abundancia y comodidad que experimentais tantos -dias ha: lo que queda que hazer es que vos de vuestra parte procureis -conservaros en la privanza que estais, que es notable, como lo es lo -que él, su muger y casa os aman, de la cual no saldreis vos y vuestra -muger Mari-Gutierrez mientras vivais, á quien de mi consejo habeis -de traer á ella, enviandola á buscar; que yo daré mensagero seguro y -pagaré los gastos, pues gustará dello y de teneros en este palacio el -Archipampano, dandoos en él á ambos un cuarto y salario y muy honrada -racion todos los dias de vuestra vida, con que la pasareis alegre y -descansadamente en uno de los mejores lugares del mundo: por tanto, -lo que habeis de hazer es condecender con lo que os pido, y darme en -breve la respuesta cual merece el celo que de vuestro bien tengo. Calló -don Carlos dichas estas razones, y despues de haber estado Sancho -suspenso un buen rato de oillas, le respondió á ellas: Muy grande es -por cierto, señor don Carlos, el servicio que v. m. y el Arcadepampanos -me ha hecho estos dias, si bien les pido perdon dello, por si acaso no -ha sido tanto como yo merezco; que eso ya me lo veo, y no me lo podran -pagar con cuanta moneda tienen todos los ropavejeros desta tierra, -pero con todo se lo agradezco, y ahi estan para hazelles merced en la -Argamesilla veinte y seis cabeças de ganado que tengo, dos bueyes, y -un puerco tan grande como los de por acá, el cual habemos de matar, si -Dios quiere, para el dia de San Martin, para el cual estará hecho una -vaca: asi que digo que para respondelle me dé, si le parece, algunos -meses de termino; que no son cosas estas de mudar de tierra que se -hayan de hazer de repente: lo que yo haré será ir á comunicallo con mi -Mari-Gutierrez, ó cuando mucho, le escribiré cuanto v. m. me dize; y si -ella dize con una mano que sí, yo diré lo mesmo con ambas de bonisima -gana: busque pues v. m. tinta y papel, si le parece, y escribamosla -luego al punto una carta, en que se le diga como el Ave Maria todo -eso; y digo escribamos porque harto haze quien haze hazer; que yo por -mis pecados no sé escribir más que un muerto, aunque tuve un tio que -escribia lindamente; pero yo sali tan grandisimo bellaco, que cuando -siendo muchacho me enviaban á la escuela, me iba á las higueras y viñas -á hartarme de uvas y higos, y asi sali mejor comedor dellos que no -escribanador. Quedó contento de la respuesta don Carlos, y difirieron -el escribir la carta hasta despues de comer; y habiendolo hecho con -el Archipampano le dixo sobre mesa don Carlos como ya tenia el sí de -Sancho en lo que era traer á la corte su muger, si á ella le parecia, -y que solo faltaba el escribirselo, y que asi, traxesen tinta y papel -para que alli fuese secretario de la carta que le habia de dictar -Sancho. Traxose todo al punto, y apenas habia empeçado don Carlos á -doblar el pliego, cuando le dixo Sancho: ¿Saben, señores, lo que me -parece? Que á fe mia que seria harto mejor y más acertado volverme yo -á mi casa y quitarme de aquestos cuentos, pues ha que sali della cerca -de seis meses, andandome hecho un haragan tras de mi señor don Quixote -por unos tristes nueve reales de salario cada mes; si bien hasta agora -no me ha dado blanca, lo uno porque dize dará el rucio en cuenta y lo -otro porque harto me pagará, pues me ha de dar la gobernacion de la -primera insula ó peninsula, reino ó provincia que ganare; pero pues -á él le llevan vs. ms., como ha dicho don Carlos, á ser nuncio de -Toledo, y yo no puedo ser de iglesia, desde agora renuncio todos los -derechos y pertinencias que en cuanto conquistare me pueden pertenecer -por herencia ó tema de juizio, y me determino volver á mi tierra agora -que viene la sementera, en que puedo ganar en mi lugar cada dia dos -reales y medio y comida, sin andarme á caça de gangas: por tanto, -burlas aparte. V. m., señor Arcapampanos, me mande volver luego mis -çaragüelles pardos, y tome allá estos suyos de las Indias (¡quemados -ellos sean!) y denme juntamente mi sayo y la otra caperuça, y adios, -que me mudo; que yo sé que mi Mari-Gutierrez y todos los de mi lugar -me estaran aguardando; que me quieren como la lumbre de sus ojos. -¿Quien me mete á mí con pajes, que no me dexan en todo el dia, sin -otros demonios de caballeros, que no hazen sino molerme con Sancho acá, -Sancho acullá? Y aunque aqui se come lindamente, si no siempre con la -boca, á lo menos siempre con los ojos, todavia lo que son salarios se -paga muy mal, y muchas vezes veo que se fingen culpas en los criados -para negarselos ó quitarles la racion ó despedillos mal pagados; y -cuando no suceda en salud, es cierto que en enfermedad no hay señor -que mande ni mayordomo que execute obra de caridad con los pobres -criados: en fin, bien dizen los picaros de la cocina que la vida de -palacio es vida bestial, do se vive de esperanças y se muere en algun -hospital: ello es hecho, señor don Carlos; no hay que replicar; que -mañana, en resolucion, pienso tomar las de Villadiego: verdad es que -si el señor Arcapampanos me asegurase un ducado cada mes y dos ó tres -pares de çapatos por un año, con cedula de que no me lo habia de poner -despues en pleito, y v. m. saliese por fiança dello, sin duda ternia -moço en mí para muchos dias: por eso, si lo determina hazer, no hay -sino efetuarlo, y encomendarme su par de mulas, y dezirme cada noche -lo que tengo de hazer á la mañana, y adonde tengo de ir á arar ó á dar -tal vuelta á tal ó tal rastrojo, y de lo demas dexeme el cargo á mí, -que no se descontentará de mi labor: verdad es que tengo dos faltas; -la una es que soy un poco comedor, y la otra que para despertarme á -las mañanas, algunas vezes es menester que el amo se llegue á la cama -y me dé con algun çapato; que con eso despierto luego como un gamo, y -echado de comer á mi vientre y á las mulas, voy á la fragua á sacar -la reja, alço los fuelles mientras el herrero la machaca, vuelvome á -casa una hora antes que amanezca, cantando por el camino siete ó ocho -siguidillas que sé lindisimas, do por refrigerar el aliento pongo á -asar cuatro cabeças de ajos, tomandolas con dos ó tres vezes de la bota -que tengo de llevar á la labrança; y á la que alborea, subo, hecha -esta prevencion, en la mula castaña que está mas gorda... Y de alli -iba á proseguir; pero atajole don Carlos, maravillado de su simple -discurso, y dixole: Ello se ha de hazer puntualmente lo que os tengo -aconsejado, pues se os cumpliran todas las condiciones que pedis. A fe -que lo dudo, replicó Sancho, de quien no tuvo vergüença de tomar de -un escudero como yo dos reales y medio por la primer cena que me dió, -y asi no quiero nada con él, sino que Dios le eche á aquellas partes -en que más de él se sirva. Dixole el Archipampano, viendo que dezia -las dichas razones por él: Estad cierto, Sancho, que cumpliré cuanto -en mi nombre os ha prometido el señor don Carlos, mejor de lo que vos -lo sabreis desear, y estad cierto de que no os faltará en mi casa la -gracia de Dios. La gracia de Dios, dixo Sancho, es en mi tierra una -gentil tortilla de huevos y torreznos, que la sé yo hazer á las mil -maravillas, y aun de los primeros dineros que Dios me depare, he de -hazer una para mí y el señor don Carlos, que nos comamos las manos -tras ella. Mucho gustaré de comella, respondió don Carlos; pero ha de -ser con condicion de que por amor de mí os pongais sombrero, como lo -usamos en la corte, y dexeis la caperuça. En todos los dias de mi vida, -replicó Sancho, no he gustado de sombreros, ni sé á que saben, porque -se me asienta la caperuça en la cabeça que es bendición de Dios, porque -en fin es bonisimo potage, pues si hace frio, se la mete el hombre -hasta las orejas, y si aire, se cubre con su vuelta el rostro, cual si -llevara un papahigo, yendo tan seguro de que se le caiga, como lo está -la rueda de un molino de moverse, y no se bambalea á todas partes, como -lo hazen los sombreros, que si les da un torbellino ruedan por esos -campos cual si les tomara la maldicion; y más que cuestan doblado una -dozena dellos que media de caperuças, pues no pasa cada una dellas de -dos reales y medio con hechura y todo. Bien parece, Sancho, le dixo -el Archipampano, que conoceis la necesidad que tengo de vos, y que no -tengo de reparar en cosa á trueque de que quedeis en mi casa, pues -pedis tantas gullorias: pero para que conozcais mi liberalidad, mañana -os mandaré pagar dos años de salario adelantados á vos y á vuestra -muger y en llegando ella os vestiré á ambos muy de pascua. Beso á v. -m. las manos, le respondió Sancho, por ese buen servicio. Agora solo -resta saber si las tierras de v. m. que tengo de sembrar este otoño -estan lexos; tras que, como no las sé, será menester ir á ellas el -domingo que viene, y tambien conocer las mulas y saber qué resabios -tienen, y si tienen buenas coyundas y todo el demas aparejo; porque no -quiero diga despues de mí v. m. que soy descuidado. Todo está, Sancho, -le replicó don Carlos de la manera que deseais; lo que se ha de hazer -es que escribamos la carta á vuestra muger. Escribamos por cierto, -respondió él, con la bendicion de Dios; pero v. m. advierta que ella -es un poco sorda, y será menester que la escribamos un poco recio -para que la oiga. Haga la cruz y diga: «Carta para Mari-Gutierrez mi -muger, en el Argamesilla de la Mancha, junto al Toboso.» Ahora bien, -digale que con esto ceso, y no de rogar por su anima. ¡Que es lo que -dezis, Sancho! le dixo don Carlos, aun no le habemos dicho cosa, ¡y ya -dezis: Con esto ceso! Calle, respondió él; que no lo entiende: ¿quiere -saber mejor que yo lo que tengo de dezir? El diablo me lleve si no me -ha hecho quebrar el hilo que llevaba, con la más linda astrologia que -se podia pensar; pero diga, que ya me acuerdo, «Habeis de saber que -desde que yo sali del Argamesilla hasta agora no nos hemos visto; mi -salud dizen todos que es muy buena; solo me duelen los ojos de puro -ver cosas del otro mundo, plegue á Dios que tal sea de los vuestros. -Avisadme de como os va del beber, y si hay harto vino en la Mancha para -remediaros la sed que mi presencia os causa, y mirad por vida vuestra -escardeis bien el huertecillo, de las malas hierbas que le suelen -afligir. Enviadme los çaragüelles viejos de paño pardo que estan sobre -el gallinero, porque acá me ha dado el Arcapampanos unos çaragüelles de -las Indias, que no me puedo remecer con ellos: guardarlos he para vos, -que quiçás se os asentaran mejor, y más que sin mucho trabajo traereis -guardado el hornillo de vidrio, pues tienen por delante una puerta que -se cierra y abre con una sola agujeta. Si quereis venir, ya os tengo -dicho lo que nos dará el Arcapampanos cada mes de salario; y asi, os -mando que antes que esta carta salga de aqui, os vengais á servir á la -Arcapampanesa, trayendo todos los bienes muebles y raizes con vos, que -ahi estan, sin dexar un palmo de tierra ni una sola hoja del huerto; -y no me seais repostona, que me canso ya de vuestras impertinencias, -y tanto será lo de más como lo de menos; y no os haya de dezir, como -acostumbro, con el palo en la mano: Jo, que te estriego, burra de mi -suegro.» Volviose, escritas estas razones, á don Carlos, diziendole: -Sepa v. m., señor, que las mugeres de hogaño son diablos, y en no -dandoles en el caletre, no haran cosa buena si las queman. Pues á fe -que lo ha de hazer, ó sobre eso oxte, morena. Esto dixo quitandose el -cinto, y tomandole en la mano con mucha colera, añadiendo que él sabia -de la suerte que se habia de tratar Mari-Gutierrez, mejor que el papa. -Maravillado estaba el Archipampano y cuantos en la sala asistian, de -ver tan natural simpleza, y aun aguardaban á cuando habia de dar con el -cinto á don Carlos; pero sin hazerlo prosiguió diziendo: «Ya os digo, -Mari-Gutierrez, que estaremos aqui lindamente; que aunque vos seais -enemiga de estar en casa de estos hidalgotes, todavia el Arcapampanos -está tan hombre de bien, que me ha jurado que en estando vos aqui, nos -vestirá á ambos y nos dará el salario de dos años adelantado, que es un -docado por bestia cada mes, el uno á mí y el otro á vos: mirad pues, si -por lo menos vivimos mil meses, si ternemos harto dinero. Del señor don -Quixote solo os digo que está mas valiente que nunca, y le han hecho -nuncio de Toledo: si le habeis menester, en dichas casas le hallareis, -y no poco acompañado, cuando paseis por alli: la Arcapampanesa, vuestra -ama, con quien habeis de estar, os besa las manos y tiene más deseo de -escribiros que de veros: es muger muy honrada, segun dize su marido, si -bien á mí no me lo parece, por lo que la veo holgazana, pues desde que -estoy aqui jamas le he visto la rueca en la cinta. Rocinante me dizen -está bueno y que se ha vuelto muy persona y cortesano: no creo lo sea -tanto el rucio, ó á lo menos no lo muestran sus pocas razones, si ya no -es que calla, enfadado de estar tanto tiempo en la corte.» - -Pareceme que no hay más que escribir, pues aqui se le dize cuanto -le importa, tan bien como se lo podria decir el mejor boticario del -mundo, y yo trasudo de puro sacar letras del caletre. Ved vos, Sancho, -dixo don Carlos, si quereis dezille otra cosa; que aqui estoy yo para -escribillo, pues hay harto papel, gloria á Dios. Cierrela, respondió -Sancho, y horro Mahoma. Mal se puede cerrar, replicó don Carlos, carta -sin firma, y asi dezid de que suerte soleis firmar. ¡Buen recado -se tiene! respondió Sancho: sepa que no es Mari-Gutierrez amiga de -tantas retoricas: no hay que firmar para ella, que cree bien firme y -verdaderamente todo lo que tiene y cree la santa madre Iglesia de Roma, -y asi, no necesita ella de firma ni firmo. Leyose la carta, hecho esto, -en voz alta, con increible risa de los circunstantes y atencion del -mismo Sancho, á quien dixo el Archipampano luego: ¿Como llevará don -Quixote el quedaros, Sancho, vos en mi casa? que no querria se enojase -y viniese despues á ella desafiandome á singular batalla, con que mal -de mi grado me obligase á hazeros volver con él. No tenga v. m. miedo, -respondió Sancho; que yo le hablaré claro antes que vaya á Toledo, y -le volveré su rucio, la maleta y juntamente el desaforado guante del -gigante Bramidan, que puse guardado en ella la noche que él se le -arrojó desafiandole en casa del señor don Carlos, para que le vuelva á -la infanta Burlerina, ó le dé en presente el arçobispo cuando entre por -nuncio en Toledo; que yo no quiero nada de nadie; y más que le diré se -vaya con Dios, pues desde aqui al dia del juizio reniego de las peleas, -sin querer más cosa con ellas; pues tan pelado y apaleado salgo de sus -uñas, cual saben mis pobres espaldas; y libré tan mal habrá dos meses -en una venta, que por poco me hizieran volver moro unos comediantes, y -aun me circuncidaran, si no les rogara con vivas lagrimas no tocasen -en aquellos arrabales, pues seria tocar á las niñas de los ojos de -Mari-Gutierrez; y despues me costó muy gentiles golpes la defensa de un -ataharre que mi amo llamaba preciosa liga; y aunque él me quiere tanto, -que entiendo me dará lo que me tiene prometido, que es la gobernacion -de algun reino, provincia, insula ó peninsula, todavia diré mañana como -no puedo ir allá con él, por estar ya concertado con v. m., y que lo -que podrá hazer será enviarmela, que tan hombre seré para gobernalla -acá como allá. ¿Pero sabe v. m. que me parece? Que pues para de aqui -al Argamesilla no se hallará mensajero cierto, será acertado que yo, -que sé el camino, lleve la carta, pues le aseguro que no haré más de -darle fielmente en manos de mi muger, y volverme luego. Pues para -eso, Sancho, dixo el Archipampano, ¿que era menester escribirla, si -vos habiais de ir allá en persona? No cuideis della; que yo buscaré -quien la lleve con brevedad, y traiga luego respuesta, aunque dudo sea -ella tan elegante como vuestra carta, en que mostrais haber estudiado -en Salamanca toda la sciencia escribal que alli se profesa, segun la -habeis enriquecido de sentencias. No he estudiado, respondió Sancho, -en Salamanca; pero tengo un tio en el Toboso, que hogaño es ya segunda -vez mayordomo del Rosario, el cual escribe tan bien como el barbero, -como dize el cura; y como yo he ido muchas vezes á su casa, todavia me -he aprovechado algo de su buena habilidad; porque, como dizen, ¿quien -es tu enemigo? el de tu ofizio; en la arca abierta siempre el malo -peca: y finalmente, quien hurta al ladron harto digno es de perdon; y -asi dél sé escribir cartas; y si le he hurtado algo de lo que él sabe -desto, como se ve en ese papel, no importa; que bien me lo debia, pues -dia y medio anduve á segar con él, y lleve el diablo otra blanca me -dió sino un real de á cuatro; y á mi muger, que fue á escardar doze -dias en su heredad el mes de março, no le dió sino un real amarillo -que no sabemos cuanto vale: por eso estoy yo mejor con los cuartos y -ochavos, que son moneda que corre, y los han de tomar hasta el mismo -rey y papa, aunque les pese. Levantaronse en esto de la mesa para -salir á pasearse, dexando el Archipampano orden al secretario, de que -enviasen él y el mayordomo luego dos criados con aquella carta al -Argamesilla, con mandato de que no viniesen sin la muger de Sancho en -ningun caso, procurando traerla regalada y con brevedad. Hizose asi. -Llegó Mari-Gutierrez á la corte con ellos dentro de quinze dias, do -la recebió Sancho con donosos favores, y el Archipampano fue el señor -más bien entretenido que habia en la corte aquellos dias; y no solo -él, sino muchos della, con toda su casa, tuvieron alegrisimos ratos de -conversacion y pasatiempo muchos meses con Sancho y su Mari-Gutierrez, -que no era menos simple que él. Los sucesos destos buenos y candidos -casados remito á la historia que dellos se hará andando el tiempo, pues -son tales que piden de por sí un copioso libro. - - - - -CAPITULO XXXVI Y ULTIMO - -De como nuestro buen caballero don Quixote de la Mancha fue llevado á -Toledo por don Alvaro Tarfe, y puesto alli en prisiones en la casa del -Nuncio, para que se procurase su cura. - - -Cuando tuvo aprestada su vuelta para Cordoba don Alvaro, y estuvo -despedido de todos los señores de quienes tenia obligacion hazello -en la corte, traçó la noche antes de la partida, que, para arrancar -della á don Quixote, entrase un criado del Archipampano en casa cuando -acabasen de cenar, vestido de camino y con galas, como que venia de -Toledo en nombre de la infanta Burlerina á buscarle, para que fuese -en su compañia luego con toda diligencia á decercar la ciudad, y -libralla de las molestias que le hazia el alevoso principe de Cordoba. -Tuvole tan bien instruido, asi de lo que habia de hazer y dezir á don -Quixote cuando le diese el recado, como por el camino y en Toledo -(donde por orden del Archipampano le habia de acompañar, para mayor -encubrir el engaño, y traerle nuevas dél y del modo que quedaba), -que llegando la señalada noche y hora, á la que acababan de cenar en -casa del principe Perianeo con él en su mesa don Carlos, don Quixote -y don Alvaro, apenas él hubo dado aviso á don Quixote de como se -partia el dia siguiente para Cordoba, diziendole si mandaba algo para -Toledo, donde habia de pasar, cuando entró por la sala el dicho paje -del Archipampano, gallardamente adereçado, el cual, despues de haber -saludado cortesmente á todos los circunstantes, se volvió á don Quixote -y le dixo: Caballero Desamorado, la infanta Burlerina de Toledo, cuyo -paje soy, te besa las manos humildemente y suplica cuan encarecidamente -puede, que te sirvas de partir mañana sin falta conmigo, á la ligera y -sin ruido, á la gran ciudad de Toledo, donde ella y su afligido padre -y lo mejor y más lucido del reino te está por momentos aguardando, -pues no faltan más de tres dias para cumplirse los cuarenta que el -enemigo principe de Cordoba les tiene dado de plaço para deliberar ó la -entrega de la ciudad, ó el rendimiento de las inhumanas parias que les -tiene pedido; y si tú con tu valeroso braço no los socorres, sin duda -seran miserablemente todos muertos, la ciudad saqueada, quemados los -templos, y los cimientos de torres y las almenas ocuparan las alegres -calles, sirviendoles sus piedras de calçada y empedrado. La infanta mi -señora, y el Rey, por cierto postigo que el enemigo no sabe, te estan -esperando con todos los mejores caballeros de su corte, para que otro -dia antes que amanezca, tocando de repente al arma, con la voz y favor -de Santiago les demos, cogiendolos descuidados, un asalto tal que -quede el enemigo, como sin duda lo quedará, vencido, y tú vencedor; -tras lo cual serás, si te pareciere, aunque sea corto premio de tus -inauditas grandezas, casado con la hermosisima infanta Burlerina, la -cual ha desechado á otros muchos hijos de reyes y principes, solo por -casar contigo: por tanto, valeroso caballero, vete luego á reposar para -que, tomando la mañana, lleguemos á buena hora á la imperial ciudad de -Toledo, que espera tu favor por momentos. Don Quixote con mucha pausa -le respondió, diziendo: A muy buen tiempo habeis llegado, venturoso -paje, pues podré ir en esta ocasion acompañando al señor don Alvaro, -que me acaba de dezir que tambien por la mañana ha de partir para -Toledo: por tanto no hay sino que adereceis todo lo necesario para -que en amaneciendo partamos juntos, y pueda yo llegar con tan honrada -compañia á socorrer al Rey vuestro señor y á la infanta Burlerina, -sobrina del sabio Alquife, mi buen amigo. Verdad es que no soy de -parecer de que se me trate de eso que dezis, de casarme con dicha -infanta despues de vencido y muerto el alevoso principe de Cordoba, su -contrario, y saqueado su campo; que en efecto, siendo conocido en el -mundo por Caballero Desamorado, no será razon que ande en amores hasta -pasar primero algunas dozenas de años, pues podria suceder, como ha -sucedido muchas vezes á otros caballeros andantes, que andando yo por -tanta y tan varia multitud de reinos y provincias, me encontrase y aun -enamorase de alguna infanta de Babilonia, Transilvania, Trapisonda, -Tolomaida, Grecia ó Constantinopla; y si esto me sucede, cual confio, -desde aquel dia me tengo de llamar el Caballero del Amor, pues pasaré -notables trabajos, peligros y dificultades por el que á dicha infanta -tendré, hasta que despues de haber librado su reino ó imperio del -fortisimo enemigo que le tendrá cercado, le descubriré mi amor á dicha -infanta en su mismo aposento, do entraré bien armado con atentados -pasos por un jardin, guiado por una sabia camarera suya, una noche -obscura; y si bien al principio, por ser pagana, se açorará de oirme -soy cristiano todavia, prendada de mis partes y obligada de las razones -con que le persuadiré la verdad de nuestra santa religion, se casará -conmigo con publicas fiestas, bautizada ella y todo su reino; pero -sucederme han tales y tan notables guerras por ciertos motines de -invidiosos vasallos, que daran bien que contar á los historiadores -venideros. Viendo don Alvaro que ya començaba á disparatar, se -levantó diziendo: Vamonos á reposar, señor don Quixote, porque hemos -de madrugar mucho para llegar con tiempo á Toledo, por lo que hay de -peligro en la tardanza. Y dicho esto, se volvió al paje diziendole: Y -vos, discreto embaxador de la noble infanta Burlerina, idos luego á -cenar, y despues á acostar en la cama que el mayordomo os señalare. -Saliose el paje de la sala, y con él los demas, yendose todos á sus -camas sin reparar don Quixote más en Sancho que si nunca le hubiera -visto, que fue particular permision de Dios: verdad es que la mañana, -en levantandose, á la que ensillaban los criados de don Alvaro y paje -del Archipampano, preguntó por el escudero; mas divirtiole el humor -don Alvaro diziendole que no cuidase dél; porque ya se aprestaba -para seguirles, y que poco á poco se vernia detras, como otras vezes -solia. Tras esto y tras almorzar bien y despedirse del principe -Perianeo y de don Carlos, se salieron de la corte y caminaron para -Toledo, ofreciendoseles por el camino graciosisimas ocasiones de reir, -particularmente en Getafe y Illescas. Llegados á la vista de Toledo -dixo don Quixote al paje de la infanta Burlerina: Pareceme, amigo, -que seria bien antes de entrar en la ciudad, dar una gentil rociada -al campo del enemigo, pues vengo yo bien armado, y él muestra estar -descuidado del açote que tan cerca tienen sobre sí sus arrogancias -en mi esfuerço, pues seria empezar á hazerle baxar la cresta, que -tan engreida tiene. El paje le respondió: El orden, señor, que del -Rey é Infanta traigo es que sin rumor alguno vamos adonde nos estan -esperando. Discretisimo es ese orden, añadió don Alvaro, pues no hay -duda sino que seria poner en contingencia la vitoria, si les diese v. -m. la menor ocasion del mundo para prevenirse, y tendrian la grande de -hazello con el rumor que hariamos, pues es cierto que en sintiendonos, -darian aviso las despiertas centinelas de que hay enemigos. Digo, dixo -don Quixote, que quiero seguir ese parecer como más acertado, pues por -lo menos me asegura de que los cogeré de repente; y asi vos, paje de la -infanta Burlerina, guiad por donde habemos de entrar sin ser sentidos; -pero id prevenido de que si solos somos, tengo de hazer antes que -entre en la ciudad una sanguinolenta riça destos andaluzes paganos que -se han atrevido á llegar á los sacros muros de Toledo. El paje fue -caminando un poco adelante, guiando derecho hazia la puerta que llaman -del Cambron, dexando á la mano izquierda la de Visagra. Mas como don -Quixote no viese rumor de gente de guerra al rededor de la ciudad, y -viese por otra parte entrar y salir libremente por la puerta de Visagra -todos cuantos querian, dixo maravillado al paje: Dezidme, amigo, el -principe de Cordoba ¿donde tiene asentado su campo, que no veo por aqui -ningun aparato de guerra? Señor, respondió él, es astuto el enemigo, y -asi se ha alojado á la otra parte del rio, adonde nuestra artilleria -no le puede hazer mal ni ofender. Por cierto, dixo don Quixote, que él -sabe poco del arte militar, pues no echa de ver el necio que dexando -estas dos puertas libres y desembaraçadas, pueden los de adentro meter -facilmente los socorros y provisiones que les pareciere, como en efeto -lo meten todo hoy con sola mi entrada; pero en fin, no todos saben -todas las cosas. Entraron por la puerta del Cambron, como digo, y don -Quixote iba por las calles mirando á todas partes cuando y por donde le -saldrian á recebir el Rey, Infanta y grandes de la corte. Don Alvaro -fingió á la entrada del lugar que se queria quedar á aguardar á Sancho, -por poderse entrar libremente y sin el acompañamiento de muchachos que -don Quixote llevaba, en la posada do habia de aposentarse, como en -efeto lo hizo, enviando dos ó tres criados suyos en compañia del paje -del Archipampano y de don Quixote, con los cuales, y con una multitud -increible de niños que le seguian viendole armado, llegó el triste sin -pensar á las puertas de la casa del Nuncio, y quedandose en ellas para -su guarda los criados de don Alvaro, se entró solo con él y un moço de -mulas que le tuvo á Rocinante. El paje del Archipampano, en apeandose, -dixo á don Quixote: V. m., señor caballero, se esté aqui mientras -subo arriba á dar cuenta á la señora Infanta de su secreta y deseada -venida. Y subiendose una escalera arriba, se quedó solo en medio del -patio don Quixote, y mirando á una parte y á otra, vió cuatro ó seis -aposentos con rejas de hierro, y dentro dellos muchos hombres, de los -cuales unos tenian cadenas, otros grillos, y otros esposas, y dellos -cantaban unos, lloraban otros, reian muchos y predicaban no pocos, y -estaba en fin alli cada loco con su tema. Maravillado don Quixote de -verlos, preguntó al moço de mulas: Amigo, ¿que casa es esta? O dime -¿por que estan aqui estos hombres presos, y algunos con tanta alegria? -El moço de mulas, á quien ya habian instruido don Alvaro y el paje -del Archipampano de cómo se habia de haber con él, le respondió: Señor -caballero, v. m. ha de saber que todos estos que estan aqui son espias -del enemigo, á los cuales habemos cogido de noche dentro de la ciudad, -y los tenemos presos para castigarlos cuando nos diere gusto. Prosiguió -don Quixote preguntandole: ¿Pues como estan tan alegres? Respondiole -el moço: Estanlo tanto porque les han dicho que de aqui á tres dias -se entrega la ciudad al enemigo, y asi la esperada vitoria y libertad -les haze no sentir los trabajos presentes. Estando en esto, salió de -un aposento con un caldero en la mano un moço, el cual era de los -locos que iban ya cobrando un poco de juizio, y cuando oyó lo que el -moço de mulas habia dicho á don Quixote, dió una grandisima risada, -diziendo: Señor armado, este moço le engaña, y sepa que esta casa es -la de los locos, que llaman del Nuncio, y todos los que estan en ella -estan tan faltos de juizio como v. m.; y si no, aguardese un poco, y -verá como bien presto le meten con ellos; que su figura y talle y el -venir armado no prometen otra cosa sino que le traen engañado estos -ladrones de guardianes, para echalle una muy buena cadena y dalle muy -gentiles tundas hasta que tenga seso, aunque le pese, pues lo mismo han -hecho conmigo. El moço le dixo que callase, que era un borracho y que -mentia. En buena fe, replicó el loco, que si vos no creeis que yo digo -la verdad, tambien apostaré que venis á lo mesmo que este pobre armado. -Con esto don Quixote se apartó dél riendo, y se llegó bien á una de -aquellas rejas, y mirando con atencion quien estaba dentro, vió á un -hombre puesto en tierra en cuclillas, vestido de negro, con un bonete -lleno de mugre en la cabeça, el cual tenia una gruesa cadena al pie, y -en las dos manos unos sutiles grillos que le servian de esposas: estaba -mirando de hito en hito al suelo, tan sin pestañear, que parecia estaba -en una profundisima imaginacion, al cual como viese don Quixote, dixo: -¡Ah buen hombre! ¿que hazeis aqui? Y levantando el encarcelado con -gran pausa la cabeça, y viendo á don Quixote armado de todas pieças, -se fue poco á poco llegando á la reja y arrimado á ella se estaba sin -hablar palabra mirandole atentisimamente, de lo cual el buen caballero -estaba maravillado, y más viendo que á más de veinte preguntas que le -hizo, á ninguna respondia, ni hazia otra cosa más que miralle de arriba -abaxo; pero al cabo de un gran rato se puso en seco á reir con muestras -de grande gusto, y luego començó á llorar amarguisimamente, diziendo: -¡Ah señor caballero, y si supieses quien soy! Sin duda os moveria -á grandisima lastima, porque habeis de saber que en profesion soy -teologo, en ordenes sacerdote, en filosofia Aristoteles, en medicina -Galeno, en canones Ezpilcueta, en astrologia Ptolomeo, en leyes Curcio, -en retorica Tulio, en poesia Homero, en musica Enfion; finalmente, en -sangre noble, en valor unico, en amores raro, en armas sin segundo, y -en todo el primero; soy principio de desdichados y fin de venturosos. -Los medicos me persiguen porque les digo con Mantuano: - - His etsi tenebras palpent, est data potestas - Excrutiandi aegros hominesque impune necandi. - -Los poderosos me atormentan porque con Casaneo les digo: - - Omnia sunt hominum, tenui pendentia fila, - Et subito casu quae valuere ruunt. - -Los temerosos, odiosos y avaros me querrian ver abrasado porque siempre -traigo en la boca: - - Quatuor ista, timor, odium, dilectio, sensus, - Saepe solent hominum rectos pervertire sensus. - -Los detractores no me dexan vivir porque les digo ha de restituir la -fama cualquier que dice cosa que la tizna: - - Imponens, augens, manifestans, in malum vertens - Qui negat aut minuit, tacuit, laudetve remisse. - -Los poetas me tienen por hereje porque les digo del afecto con que leen -sus versos, lo de Horacio: - - Indoctum, doctumque fugat recitator acerbus, - Quem vero arripuit tenet, occiditque legendo, - Non missura cutem nisi plena cruoris hirudo. - -Y con ellos me aborrecen los historiadores porque les digo: - - Exit in inmensum fecunda licentia vatum, - Obligat historica nec sua verba fide. - -Los soldados no pueden llevar que les anteponga las letras y les diga -lo de Alciato: - - Cedant arma togae, et quamvis durissima corda, - Eloquio pollens ad sua vota trahit. - -Los letrados no pueden tolerar les dé en rostro, viendolos hablar -en cosas de leyes tan sin guardar la de Dios, con el recato de sus -predecesores sabios, que dezian: - - Erubescimus dum sine lege loquimur. - -Las damas me arman mil çancadillas porque publico dellas: - - Sidera non tot habet coelum, nec flumina pisces - Quot scelerata gerit faemina mente dolos. - -Las casadas reniegan de que haya quien diga de ellas: - - Pessima res uxor, poterit tamen utilis esse - Si propere moriens det tibi quidquid habet. - -Las niñas no toleran oir: - - Verba puellarum foliis leviora caducis - Irritaque ut visum est ventus, et aura ferunt; - -y tambien: - - Ut corpus teneris, sic mens infirma puellis. - -Las hermosas fisgan de oir que - - Formosis levitas semper amica fuit; - -Con ser verdad que de todas se puede dezir: - - Quid sinet inausum faeminae praeceps furor? - -Los ociosos amantes querrian se desterrase del mundo mi lengua, que les -repite: - - Otio si tollas periere cupidinis artes, - Contemptaeque jacent, et sine luve faces. - -Los sacerdotes se avergüençan de que les repita lo que dixo Judit á -los de su vieja ley: Et nunc, fratres, quoniam vos estis presbiteri in -populo Dei, et ex vobis pendet anima illorum ad eloquium vestrum, corda -eorum erigite. La real potencia que, como el amor, no admite compañia, - - Non bene cum sociis regna venusque manet, - -es tal, que se verifica bien de ella lo que dixo Ovidio en cierta -epistola, respondió una reina recuestada á su galan: - - Sic meus hinc vir abest ut me custodiat absens, - An nescis longas regibus esse manus? - -Esas pues ¡oh valerosisimo principe! son las que me tienen aqui, porque -reprendo la razon de Estado, fundada en conservacion de bienes de -fortuna, á los cuales llama el Apostol estiercol con quebrantamiento -de la ley de Dios, como si guardandola, de humildes principios no -hubiera subido á ser David poderoso rey, y capitan invicto el gran -Macabeo Judas, ó como si no supieramos que todos los reinos, naciones -y provincias que con prudencia de carne y de hijos deste siglo han -tratado de ensanchar los estados, los han destruido miserablemente. -Proseguia el loco su tema con tan grande asombro de don Quixote, -que viendo no le dexaba hablar, le dixo á gritos: Amigo sabio, yo -no os conozco ni he visto en mi vida; pero hame dado tanta pena la -prision de persona tan dota, que no pienso salir de aqui hasta daros -la preciosa libertad aunque sea contra la voluntad del Rey y de la -Infanta Burlerina su hija, que este real palacio ocupan; por tanto -traedme vos, que estais con ese caldero en la mano, las llaves luego -aqui deste aposento, y dexad salir libre, sano y salvo dél á este -gran sabio, porque asi es mi voluntad. Luego que esto oyó el loco del -caldero, començó á dezir riendo: Ea, que ciertos son los toros: á fe -que habeis venido á purgar vuestros pecados en buena parte: en mala -hora acá entrasteis. Y dichas estas razones, se subió la escalera -arriba, y el loco clerigo dixo á don Quixote: No crea, señor, á persona -desta casa; porque no hay más verdad en ninguno della que en impresion -de Ginebra; pero si quiere que le diga la buena ventura en pago de la -buena obra que me ha de hazer con darme la libertad que me ofrece, -deme la mano por esta reja; que le diré cuanto le ha sucedido y le ha -de suceder, porque sé mucho de quiromancia. Quitose don Quixote la -manopla, creyendole sencillamente, y metió la mano por entre la reja; -pero apenas lo hubo hecho, cuando sobreviniendole al loco una repentina -furia, le dió tres ó cuatro bocados crueles en ella, asiendole á la -postre el dedo pulgar con los dientes, de suerte que faltó harto poco -para cortasele á cercen. Començó con el dolor á dar vozes, á las -cuales acudieron el moço de mulas y otros tres ó cuatro de la casa, y -tiraron dél tan recio, que hizieron que el loco le soltase, quedandose -riendo muy á su placer en la gavia. Don Quixote en sentirse herido y -suelto se hizo un poco afuera, y metiendo mano á su espada dixo: Yo -te juro ¡oh falso encantador! que si no fuera porque es mengua mia -poner manos en semejante gente cual vosotros sois, que me tomara bien -presto vengança de tamaño atrevimiento y locura. A esta razon baxaron -con el paje del Archipampano cinco ó seis de los que tenian cuenta -de la casa; y como vieron á don Quixote con la espada en la mano, y -que le corria mucha sangre della, sospechando lo que podia ser, se -llegaron á él diziendole: No muera más gente señor caballero armado. -Tras lo cual uno le asió de la espada, y otros de los braços, y los -demas començaron á desarmarle, haziendo él toda la resistencia que -podia; pero aprovechole poco; con que en breve rato le metieron en uno -de aquellos aposentos muy bien atado, do habia una limpia cama con su -servicio; y estando algo sosegado, despues de haberle encomendado el -paje del Archipampano á los mayordomos de la casa con notables veras, -y dicholes su especie de locura, y las calidades de su persona, y de -donde y quien era, habiendoles dado para más obligarles alguna cantidad -de reales, le dixo á don Quixote: Señor Martin Quijada, en parte está -v. m. adonde miraran por su salud y persona con el cuidado y caridad -posible; y advierta que á esta casa llegan otros tan buenos como v. -m., y tan enfermos de su proprio mal, y quiere Dios que en breves dias -salgan curados y con el juizio entero que al entrar les faltaba: lo -mismo confio será de v. m., como vuelva sobre sí y olvide las leturas -y quimeras de los vanos libros de caballerias que á tal extremo le han -reducido; mire por su alma, y reconozca la merced que Dios le ha hecho -en no permitir muriese por esos caminos á manos de las desastradas -ocasiones en que sus locuras le han puesto tantas vezes. Dicho esto, se -salió, y fue con los criados de don Alvaro á la posada en que estaba, á -quien dió cuenta de todo, como hizo al Archipampano, vuelto á la corte. -Detuvose don Alvaro algunos dias en Toledo, y aun visitó y regaló á don -Quixote, y le procuró sosegar cuanto le fue posible, y obligó con no -pocas dadivas á que hiciesen lo mesmo á los sobrestantes de la casa, y -encomendó cuanto le fue posible á los amigos graves que tenia en Toledo -el mirar por aquel enfermo, pues en ello harian grandisimo servicio -á Dios, y á él particularisima merced; tras lo cual dió la vuelta -felizmente á su patria y casa. - -Estas relaciones se han podido solo recoger, con no poco trabajo, de -los archivos manchegos, acerca de la tercera salida de don Quixote, tan -verdades ellas, como las que recogió el autor de las primeras partes -que andan impresas. Lo que toca al fin de esta prision y de su vida, y -de los trabajos que hasta que llegó á él tuvo, no se sabe de cierto; -pero barruntos hay, y tradiciones de viejisimos manchegos, de que sanó -y salió de dicha casa del Nuncio; y pasando por la corte, vió á Sancho, -el cual, como estaba en prosperidad, le dió algunos dineros para que -se volviese á su tierra, viendole ya al parecer asentado; y lo mismo -hizieron el Archipampano y el principe Perianeo, para que mercase -alguna cabalgadura, con fin de que se fuese con más comodidad; porque -Rocinante dexolo don Alvaro en la casa del Nuncio, en servicio de la -cual acabó sus honrados dias, por más que otros digan lo contrario. -Pero como tarde la locura se cura, dizen que en saliendo de la corte, -volvió á su tema, y que comprando otro mejor caballo, se fue la vuelta -de Castilla la Vieja, en la cual le sucedieron estupendas y jamas oidas -aventuras, llevando por escudero á una moça de soldada que halló junto -á Torre de Lodones, vestida de hombre, la cual iba huyendo de su amo -porque en su casa se hizo ó la hizieron preñada sin pensarlo ella, si -bien no sin dar cumplida causa para ello; y con el temor se iba por -el mundo. Llevola el buen caballero sin saber que fuese muger, hasta -que vino á parir en medio de un camino, en presencia suya, dexandole -sumamente maravillado el parto, y haziendo grandisimas quimeras sobre -él: la encomendó, hasta que volviese, á un mesonero de Valdestillas; y -él sin escudero pasó por Salamanca, Avila y Valladolid, llamandose el -Caballero de los Trabajos, los cuales no faltará mejor pluma que los -celebre. - - - AQUI DA FIN LA SEGUNDA PARTE - DE LA HISTORIA DEL INGENIOSO HIDALGO - DON QUIXOTE DE - LA MANCHA - - - - -TABLA - -DE LOS - -CAPÍTULOS DEL PRESENTE LIBRO - - - QUINTA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA Y DE SU - TERCERA SALIDA EN PROSECUCION DE SU ANDANTESCA CABALLERIA - - _CAPITVLO Primero, de como don Quixote de la Mancha volvió á sus - desvanecimientos de caballero andante, y de la venida á su lugar - del Argamesilla ciertos caballeros granadinos._ _8_ - - _Capitulo segundo, de las razones que pasaron entre don Alvaro - Tarfe y don Quixote sobre cena, y como le descubre los amores que - tiene con Dulcinea del Toboso, comunicandole dos cartas ridiculas: - por todo lo cual el caballero cae en la cuenta de lo que es don - Quixote._ _15_ - - _Capitulo tercero, de como el Cura y don Quixote se despidieron de - aquellos caballeros, y de lo que á él le sucedió con Sancho Pança - despues de ellos idos._ _25_ - - _Capitulo cuarto, como don Quixote de la Mancha y Sancho Pança su - escudero salieron tercera vez del Argamesilla, de noche; y de lo - que en el camino desta tercera y famosa salida les sucedió._ _31_ - - _Capitulo quinto, de la repentina pendencia que á nuestro don - Quixote se le ofrecio con el huesped al salir de la venta._ _41_ - - _Capitulo sexto, de la no menos estraña que peligrosa batalla que - nuestro caballero tuvo con un guarda de un melonar, que él pensaba - ser Roldan el Furioso._ _45_ - - _Capitulo setimo, como don Quixote y Sancho Pança llegaron á Ateca, - y como un caritativo clerigo llamado Mosen Valentin los recogió en - su casa, haziendoles todo buen acogimiento._ _54_ - - _Capitulo octavo, de como el buen hidalgo don Quixote llegó á la - ciudad de Çaragoça, y de la estraña aventura que á la entrada della - le sucedió con un hombre que llevaban açotando._ _62_ - - _Capitulo nono, de como don Quixote, por una estraña aventura, fué - libre de la carcel y de la vergüença á que estaba condenado._ _69_ - - _Capitulo dezimo, como don Alvaro Tarfe convidó ciertos amigos - suyos á comer para dar con ellos orden que libreas habian de sacar - en la sortija._ _73_ - - _Capitulo undezimo, de como don Alvaro Tarfe y otros caballeros - çaragoçanos y granadinos jugaron la sortija en la calle del Coso, y - de lo que en ella sucedió á don Quixote._ _79_ - - _Capitulo duodezimo, como don Quixote y don Alvaro Tarfe fueron - convidados á cenar con el juez que en la sortija les convidó, y - de la estraña y jamas pensada aventura que en la sala se ofreció - aquella noche á nuestro valeroso hidalgo._ _89_ - - - SEXTA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA - - _Capitulo treze, como don Quixote salió de Çaragoça para ir á la - corte del rey Catolico de España á hazer la batalla con el rey de - Chipre._ _99_ - - _Capitulo catorze, de la repentina pendencia que tuvo Sancho Pança - con un soldado que, de vuelta de Flandes, iba destroçado á Castilla - en compañia de un pobre ermitaño._ _108_ - - _Capitulo quinze, en que el soldado Antonio de Bracamonte da - principio á su cuento del Rico desesperado._ _116_ - - _Capitulo deciseys, en que Bracamonte da fin al cuento del Rico - desesperado._ _127_ - - _Capitulo decisiete, en que el ermitaño da principio á su cuento de - los Felizes Amantes._ _135_ - - _Capitulo deciocho, en que el ermitaño cuenta la baxa que dieron - los Felizes Amantes en Lisboa por la poca moderacion que tuvieron - en su trato._ _146_ - - _Capitulo decinueve, del suceso que tuvieron los Felizes Amantes - hasta llegar á su amada patria._ _153_ - - _Capitulo veynte, en que se da fin al cuento de los Felizes - Amantes._ _163_ - - _Capitulo veyntiuno, de como los canonigos y jurados se despidieron - de don Quixote y su compañia, y de lo que á él y á Sancho les pasó - con ella._ _169_ - - _Capitulo veyntidos, como prosiguiendo su camino don Quixote con - toda su compañia, toparon una estraña y peligrosa aventura en un - bosque, la cual Sancho quiso ir á probar como buen escudero._ _174_ - - _Capitulo veyntitres, en que Barbara da cuenta de su vida á don - Quixote y sus compañeros hasta el lugar, y de lo que les sucedió - desde que entraron hasta que salieron dél._ _182_ - - _Capitulo veynticuatro, de como don Quixote, Barbara y Sancho - llegaron á Sigüença, y de los sucesos que alli todos tuvieron, - particularmente Sancho que se vió apretado en la carcel._ _190_ - - - SEPTIMA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA - - _Capitulo veynticinco, de como al salir nuestro caballero de - Sigüença encontro con dos estudiantes, y de las graciosas cosas que - con ellos pasaron hasta Alcala._ _203_ - - _Capitulo veyntiseys, de las graciosas cosas que pasaron entre don - Quixote y una compañia de representantes, con quien se encontró en - una venta cerca de Alcala._ _211_ - - _Capitulo veyntisiete, donde se prosiguen los sucesos de don - Quixote con los representantes._ _222_ - - _Capitulo veyntiocho, de como don Quixote y su compañia llegaron - á Alcala, do fue libre de la muerte por un estraño caso, y del - peligro en que alli se vió por querer probar una peligrosa - aventura._ _231_ - - _Capitulo veyntinueve, como el valeroso don Quixote llegó á Madrid - con Sancho y Barbara y de lo que á la entrada le sucedió con un - titular._ _242_ - - _Capitulo treynta, de la peligrosa y dudosa batalla que nuestro - caballero tuvo con un paje del titular y un alguazil._ _247_ - - _Capitulo treynta y uno, de lo que le sucedió á nuestro invencible - caballero en casa del titular y de la llegada que hizo en ella su - cuñado don Carlos en compañia de don Alvaro Tarfe._ _252_ - - _Capitulo treynta y dos, en que se prosiguen las graciosas - demostraciones que nuestro hidalgo don Quixote y su fidelisimo - escudero Sancho hizieron de su valor en la corte._ _260_ - - _Capitulo treynta y tres, en que se continuan las hazañas de - nuestro don Quixote, y la batalla que su animoso Sancho tuvo con - el escudero negro del rey de Chipre, y juntamente la visita que - Barbara hizo al Archipampano._ _268_ - - _Capitulo treynta y cuatro, del fin que tuvo la batalla aplaçada - entre don Quixote y Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, y de - como Barbara fue recogida en las arrepentidas._ _277_ - - _Capitulo treynta y cinco, de las razones que entre don Carlos - y Sancho Pança corrieron acerca de que él se queria volver á su - tierra ó escribir una carta á su muger._ _285_ - - _Capitulo treynta y seis y ultimo, de como nuestro buen caballero - don Quixote de la Mancha fue llevado á Toledo por don Alvaro Tarfe, - y puesto alli en prisiones en la casa del Nuncio, para que se - procurase su cura._ _293_ - - -LAUS DEO - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of El Quijote apócrifo, by -Alonso Fernández de Avellaneda - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL QUIJOTE APÓCRIFO *** - -***** This file should be named 60884-0.txt or 60884-0.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/6/0/8/8/60884/ - -Produced by Ramon Pajares Box and the Online Distributed -Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was -produced from images generously made available by Biblioteca -Digital Hispánica/Biblioteca Nacional de España.) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions will -be renamed. - -Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright -law means that no one owns a United States copyright in these works, -so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United -States without permission and without paying copyright -royalties. 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You may copy it, give it away or re-use it under the terms -of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at -www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you'll -have to check the laws of the country where you are located before using -this ebook. - - - -Title: El Quijote apócrifo - -Author: Alonso Fernández de Avellaneda - -Release Date: December 9, 2019 [EBook #60884] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL QUIJOTE APÓCRIFO *** - - - - -Produced by Ramon Pajares Box and the Online Distributed -Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was -produced from images generously made available by Biblioteca -Digital Hispánica/Biblioteca Nacional de España.) - - - - - - -</pre> - -<div class="front"> - <hr class="full" /> - <p><a href="#tnote">Nota de transcripción</a></p> - <p><a href="#ToC">Índice</a></p> - <p><a href="#Errata">Fe de erratas</a></p> - <p><a href="#Notas">Notas a pie de página</a></p> - <h1 class="faux">El Quijote apócrifo</h1> -</div> - -<div class="screenonly"> - <hr class="chap" /> - <div class="figcenter"> - <img class="thin" - src="images/cover.jpg" - alt="Cubierta del libro" /> - </div> -</div> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="tit"> - <p><span class="pagenum" id="Page_i">p. i</span></p> - <p class="fs200 ws1">EL QUIJOTE APOCRIFO</p> - - <p class="fs80 ws1 mt15">COMPUESTO POR EL LICENCIADO</p> - <p class="fs130 ws1 mt1">ALONSO FERNÁNDEZ DE AVELLANEDA</p> - <p class="fs90 ws1 g1 mt1">NATURAL DE TORDESILLAS</p> - <hr class="sep0" /> - <p class="fs90 mt2"><small>EDICIÓN</small></p> - <p class="fs90 ws1 mt05"><small>CUIDADOSAMENTE COTEJADA CON LA ORIGINAL,</small></p> - <p class="fs90 mt05"><small>PUBLICADA</small></p> - <p class="fs90 ws1 mt05"><small>EN TARRAGONA EN</small> 1614.</p> - - <div class="figcenter mt3"> - <img src="images/logo.jpg" - alt="Logotipo del editor" /> - </div> - - <p class="fs90 mt3">MCMV</p> - <p class="fs90 ws1">BARCELONA: LIBRERÍA CIENTÍFICO-LITERARIA</p> - <p class="fs90 ws1 sans"><b>TOLEDANO LÓPEZ & C.ª</b></p> - <p class="fs90 ws1"><b>4, Elisabets, 4</b></p> -</div> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt6" id="Errata"> - <p><span class="pagenum" id="Page_iii">p. iii</span></p> - <p class="fs110 centra ws1">ERRATAS QUE SE HAN NOTADO</p> - <hr class="sep" /> -</div> - -<table class="err" summary="Fe de erratas"> - <tr> - <td class="tdc"><small>PÁG.</small></td> - <td class="tdc"><small>LÍNEA</small></td> - <td class="tdc"><small>DICE</small></td> - <td class="tdc"><small>LÉASE</small></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdc"><a href="#Page_6"><i>6</i></a></td> - <td class="tdc"><i>5</i></td> - <td class="tdc"><i>Galera</i></td> - <td class="tdc"><a href="#err_1"><i>Galatea</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdc"><a href="#Page_8"><i>8</i></a></td> - <td class="tdc"><i>29</i></td> - <td class="tdc"><i>guia</i></td> - <td class="tdc"><a href="#err_2"><i>Guia</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdc"><a href="#Page_257"><i>257</i></a></td> - <td class="tdc"><i>3</i></td> - <td class="tdc"><i>come</i></td> - <td class="tdc"><a href="#err_3"><i>como</i></a></td> - </tr> -</table> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter"> -<p><span class="pagenum" id="Page_1">p. 1</span></p> -<div class="figcenter mt1"> - <img class="thick" - src="images/facsimil001.jpg" - alt="Ilustración" /> - <p class="caption"> - <span class="smcap">Facsímile de la portada de la primera edición.</span> - </p> - <p class="captionc"> - SEGVNDO<br /> - TOMO DEL<br /> - INGENIOSO HIDALGO<br /> - DON QVIXOTE DE LA MANCHA,<br /> - que contiene su tercera salida: y es la<br /> - quinta parte de sus auenturas.<br /> - - <i>Compuesto por el Licenciado Alonso Fernandez de<br /> - Auellaneda, natural de la Villa de<br /> - Tordesillas.</i><br /> - - Al Alcalde, Regidores, y hidalgos, de la noble<br /> - villa del Argamesilla, patria feliz del hidalgo<br /> - Cauallero Don Quixote<br /> - de la Mancha.<br /> - - Con Licencia, En Tarragona en casa de Felipe<br /> - Roberto, Año 1614. - </p> -</div> -</div> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter"> -<p><span class="pagenum" id="Page_2">p. 2</span></p> -<div class="figcenter mt1"> - <img class="thick" - src="images/facsimil002.jpg" - alt="Ilustración" /> - <p class="caption"> - <span class="smcap">Facsímile de la portada de la edición de 1732.</span> - </p> - <p class="captionc"> - VIDA, Y HECHOS<br /> - DEL INGENIOSO HIDALGO<br /> - DON QUIXOTE<br /> - DE LA MANCHA.<br /> - QUE CONTIENE SU QUARTA SALIDA,<br /> - Y ES LA QUINTA PARTE DE SUS AVENTURAS.<br /> - - <i>COMPUESTO POR EL LICENCIADO ALONSO FERNANDEZ<br /> - de Avellaneda, natural de la Villa de Tordesillas.</i><br /> - - PARTE II. TOMO III.<br /> - - <i>NUEVAMENTE AÑADIDO, Y CORREGIDO EN ESTA<br /> - Impression, por el Licenciado Don Isidro Perales y Torres.</i><br /> - - DEDICADA, AL ALCALDE, REGIDORES, HIDALGOS,<br /> - de la Noble Villa de Argamesilla, Patria feliz del Hidalgo Cavallero<br /> - Don Quixote de la Mancha.<br /> - - Año 1732.<br /> - - CON PRIVILEGIO:<br /> - - EN MADRID. Acosta de Juan Oliveras, Mercader de Libros, Heredero de<br /> - Francisco Lasso. Se hallará en su casa enfrente de San Phelipe el Real. - </p> -</div> -</div> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter"> - - <p class="mt3"><span class="pagenum" id="Page_3">p. 3</span>Por - comision del señor dotor Francisco de Torme y de Liori, Canonigo de - la santa Iglesia de Tarragona, Oficial y Vicario general, por el - ilustrísimo y reverendisimo señor don Juan de Moncada, Arçobispo - de Tarragona y del Consejo de su Magestad: he leydo yo Raphael - Orthoneda, dotor en santa Theologia, el libro intitulado Segundo - tomo del ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, compuesto - por el Licenciado Alonso Fernandez de Avellaneda, y me parece que - no contiene cosa deshonesta ni prohibida, por lo cual no se deba - imprimir, y que es libro curioso y de entretenimiento; y por tanto - lo firmo de mi mano, hoy á 18 de Abril del año de 1614.</p> - - <p class="firma"><i>El Dotor Raphael Orthoneda.</i></p> - - - <p class="mt3"><i>Nos el dotor Francisco de Torme y de Liori, - Canonigo de la Santa Iglesia de Tarragona y por el ilustrisimo - y Reverendisimo señor don Juan de Moncada por la gracia de Dios - Arçobispo de Tarragona y del Consejo de su Magestad, en el - Espiritual y temporal, Vicario general y Oficial. Atendida la - relacion del dotor Raphael Orthoneda, á quien comitimos que viese - y examinase este libro que se intitula Segundo tomo de don Quixote - de la Mancha, compuesto por el Licenciado Alonso Fernandez de - Avellaneda que no contiene cosa deshonesta, ni prohibida, damos - y otorgamos licencia que se pueda imprimir y vender en este - Arçobispado, Fecha de nuestra propia mano en la dicha ciudad de - Tarragona á 4 de Julio, 1614.</i></p> - - <p class="centra mt1">El dotor y canonigo Francisco de Torme y de - Liori,<br /> Vicar. Gen. y Offi.</p> - -</div> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter"> - <p><span class="pagenum" id="Page_4">p. 4</span></p> - <p class="centra lh175">AL ALCALDE,<br /> - REGIDORES Y HIDALGOS DE LA NOBLE VILLA<br /> - DEL ARGAMESILLA DE LA MANCHA,<br /> - PATRIA FELIZ DEL HIDALGO CABALLERO DON<br /> - QVIXOTE, LUSTRE DE LOS PROFESORES<br /> - DE LA CABALLERIA<br /> - ANDANTESCA.</p> -</div> - -<p class="lh175 mt2">Antigua es la costumbre de dirigirse los libros -de las excelencias y hazañas de algun hombre famoso á las patrias -ilustres que como madres los criaron y sacaron á luz, y aun competir -mil ciudades sobre cual lo habia de ser de un buen ingenio y grave -personage; y como lo sea tanto el hidalgo caballero don Quixote de -la Mancha (tan conocido en el mundo por sus inauditas proezas) justo -es, para que lo sea tambien esa venturosa villa que vs. ms. rigen, -patria suya y de su fidelisimo escudero Sancho Pança, dirigirles esta -Segunda Parte, que relata las vitorias del uno y buenos servicios del -otro, no menos invidiados que verdaderos. Reciban pues vs. ms. baxo -de su manchega proteccion el libro y el celo de quien, contra mil -detracciones le ha trabajado, pues lo merece por él y por el peligro -á que su autor se ha puesto, poniendole en la plaça del vulgo, que es -dezir en los cuernos de un toro indomito, etc.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_0"> - <p><span class="pagenum" id="Page_5">p. 5</span></p> - <h2 class="nobreak">PROLOGO</h2> -</div> - -<p>Como casi es comedia la historia de Don Quixote de la Mancha, no -puede ni debe ir sin prologo; y asi sale al principio desta segunda -parte de sus hazañas este, menos cacareado y agresor de sus lectores -que el que á su primera parte puso Miguel de Cervantes Saavedra y -más humilde que el que segundó en sus novelas, más satíricas que -exemplares, si bien no poco ingeniosas. No le pareceran á él lo son -las razones desta historia, que se prosigue con la autoridad que él la -començó, y con la copia de fieles relaciones que á su mano llegaron (y -digo mano, pues confiesa de sí que tiene sola una; y hablando tanto de -todos, hemos de dezir del que, como soldado tan viejo en años cuanto -moço en brios, tiene más lengua que manos) pero quexese de mi trabajo -por la ganancia que le quito de su segunda parte; pues no podrá, por -lo menos, dexar de confesar tenemos ambos un fin, que es desterrar la -perniciosa licion de los vanos libros de caballerias, tan ordinaria -en gente rustica y ociosa; si bien en los medios diferenciamos; pues -él tomó por tales el ofender á mí; y particularmente á quien tan -justamente celebran las naciones más extrangeras, y la nuestra debe -tanto, por haber entretenido honestisima y fecundamente tantos años los -teatros de España con estupendas é inumerables comedias, con el rigor -del arte que pide el mundo, y con la seguridad y limpieza que de un -ministro del Santo Ofizio se debe esperar.</p> - -<p>No solo he tomado por medio entremesar la presente comedia con -las simplicidades de Sancho Pança, huyendo de ofender á nadie ni de -hazer ostentacion de sinonomos voluntarios, si bien supiera hazer lo -segundo, y mal lo primero; solo digo que nadie se espante de que salga -de diferente autor esta segunda parte, pues no es nuevo el proseguir -una historia diferentes sugetos. ¿Cuantos han hablado de los amores de -Angelica y de sus sucesos? Las Arcadias, diferentes las han escrito, la -Diana no es toda de una mano. Y pues Miguel de Cervantes es ya de viejo -como el castillo de San Cervantes, y por los años tan mal contentadizo, -que todo y todos le enfadan, y por ello está tan falto de amigos, que -cuando quisiera adornar sus libros con sonetos campanudos, habia de -ahijarlos (como él dize) al Preste Juan de las Indias ó al emperador de -Trapisonda, por no hallar<span class="pagenum" id="Page_6">p. 6</span> -titulo quiças en España que no se ofendiera de que tomara su nombre -en la boca, con permitir tantos vayan los suyos en los principios de -los libros del autor de quien murmura, y plegue á Dios aun dexe, ahora -que se ha acogido á la Iglesia y sagrado: Contentese con su -<span class="cambiado" - title="Errata. En el libro impreso: Galera" - id="err_1">Galatea</span> y -comedias en prosa; que eso son las más de sus novelas: no nos canse. -Santo Thomas, en la 2, 2, q. 36, enseña que la invidia es tristeza -del bien y aumento ageno, dotrina que la tomó de san Juan Damasceno: -á este vicio da por hijos S. Gregorio, en el libr. 31, capit. 31 de -la exposicion moral que hizo á la historia del santo Job, al odio,<a -id="FNanchor_1" href="#Footnote_1" class="fnanchor">[1]</a> susurracion -y detraccion del proximo, gozo de sus pesares, y pesar de sus buenas -dichas; y bien se llama este pecado invidia <i>a non videndo, quia -invidus non potest videre bona aliorum</i>: efectos todos tan infernales -como su causa, tan contrarios á los de la caridad cristiana, de quien -dixo san Pablo, I. Corint., 13. <i>Charitas patiens est, benigna est, -non emulatur, non agit perperam, non inflatur, non est ambitiosa, -congaudet veritati, etc.</i> Pero disculpa los yerros<a id="FNanchor_2" -href="#Footnote_2" class="fnanchor">[2]</a> de su Primera Parte, en -esta materia, el haberse escrito entre los de una carcel; y asi no pudo -dexar de salir tiznada dellos, ni salir menos que quexosa, murmuradora, -impaciente y colerica, cual lo estan los encarcelados. En algo -diferencia esta parte, de la primera suya; porque tengo opuesto humor -tambien al suyo; y en materia de opiniones en cosas de historia, y tan -autentica como esta, cada cual puede echar por donde le pareciere; y -más dando para ello tan dilatado campo la cafila de los papeles que -para componerla he leido, que son tantos como los que he dexado de -leer.</p> - -<p>No me murmure nadie de que se permitan impresiones de semejantes -libros, pues este no enseña á ser deshonesto, sino á no ser loco; y -permitiendose tantas Celestinas, que ya andan madre y hija por las -plaças, bien se puede permitir por los campos un Don Quixote y un -Sancho Pança, á quienes jamas se les conoció vicio; antes bien buenos -deseos de desagraviar huerfanas y deshazer tuertos, etc.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3"> - <p><span class="pagenum" id="Page_7">p. 7</span></p> - <p class="fs130 centra ws1">DE PERO FERNANDEZ</p> -</div> - -<p class="centra">SONETO</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i2">Maguer que las mas altas fechorias</p> -<p class="i0">homes requieren doctos e sesudos,</p> -<p class="i0">e yo soy el menguado entre los rudos,</p> -<p class="i0">de buen talante escribo á mas porfias.</p> -<p class="i2">Puesto que habia una sin fin de dias</p> -<p class="i0">que la fama escondia en libros mudos</p> -<p class="i0">los fechos mas sin tino y cabeçudos</p> -<p class="i0">que se han visto de Illescas hasta Olias;</p> -<p class="i2">yo vos endono, nobles leyenderos,</p> -<p class="i0">las segundas sandeces sin medida</p> -<p class="i0">del manchego fidalgo Don Quixote,</p> -<p class="i2">para que escarmenteis en sus aceros;</p> -<p class="i0">que el que correr quisiere tan al trote,</p> -<p class="i0">non puede haber mejor solaz de vida.</p> -</div></div> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter" id="Ch_1"> - <p><span class="pagenum" id="Page_8">p. 8</span></p> - <p class="centra ws1 lh175"> - QUINTA PARTE DEL INGENIOSO<br /> - HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA<br /> - Y DE SU ANDANTESCA<br /> - CABALLERIA<a id="FNanchor_3" href="#Footnote_3" class="fnanchor">[3]</a> - </p> - <hr class="sep" /> - <h2 class="nobreak">CAPITULO PRIMERO</h2> - <p class="subh2h">De como don Quixote de la Mancha volvió á sus - desvanecimientos de caballero andante, y de la venida á su lugar - del Argamesilla ciertos caballeros granadinos.</p> -</div> - -<p>El sabio Alisolan, historiador no menos moderno que verdadero, dize -que, siendo expelidos los moros agarenos de Aragon, de cuya nacion él -decendia, entre ciertos anales de historias halló escrita en arabigo la -tercera salida que hizo del lugar del Argamesilla el invicto hidalgo -don Quixote de la Mancha, para ir á unas justas que se hazian en la -insigne ciudad de Çaragoça, y dize desta manera. Despues de haber sido -llevado don Quixote por el Cura y el Barbero y la hermosa Dorotea á -su lugar en una jaula, con Sancho Pança, su escudero, fue metido en -un aposento con una muy gruesa y pesada cadena al pie; adonde, no con -pequeño regalo de pistos y cosas conservativas y sustanciales, le -volvieron poco á poco a su natural juizio; y para que no volviese á -los antiguos desvanecimientos de sus fabulosos libros de caballerias, -pasados algunos dias de su encerramiento, empezó con mucha instancia á -rogar á Madalena, su sobrina, que le buscase algun buen libro en que -poder entretener aquellos setecientos años que él pensaba estar en -aquel duro encantamiento; la cual, por consejo del cura Pedro Perez -y de maese Nicolas, barbero, le dió un Flos Sanctorum, de Villegas, -y los Evangelios y Epistolas de todo el año en vulgar, y la -<span class="cambiado" - title="Errata. En el libro impreso: guia" - id="err_2">Guia</span> de -pecadores, de fray Luis de Granada; con la cual licion, olvidandose -de las quime<span class="pagenum" id="Page_9">p. 9</span>ras de los -caballeros andantes, fue reducido dentro de seis meses á su antiguo -juizio, y suelto de la prision en que estaba. Començó tras esto á ir -á misa con su rosario en las manos, con las Horas de nuestra Señora, -oyendo tambien con mucha atencion los sermones; de tal manera, que ya -todos los vecinos del lugar pensaban, que totalmente estaba sano de -su accidente, y daban muchas gracias á Dios, sin osarle dezir ninguno -(por consejo del Cura) cosa de las que por él habian pasado. Ya no le -llamaban don Quixote, sino el señor Martin Quijada, que era su propio -nombre; aunque en ausencia suya tenian algunos ratos de pasatiempo con -lo que dél se dezia, y de que se acordaban todos, como lo del rescatar -ó libertar los galeotes, lo de la penitencia que hizo en Sierra Morena, -y todo lo demas que en las primeras partes de su historia se refiere. -Sucedió pues en este tiempo, que, dandola á su sobrina, el mes de -agosto, una calentura de las que los fisicos llaman efimeras, que son -de veinte y cuatro, horas, el accidente fue tal, que dentro dese tiempo -la sobrina Madalena murió quedando el buen hidalgo solo y desconsolado; -pero el Cura le dió una harto devota vieja y buena cristiana, para -que la tuviese en casa, le guisase la comida, le hiziese la cama, y -acudiese á lo demas del servicio de su persona, y para que, finalmente, -les diese aviso á él ó al Barbero de todo lo que don Quixote hiziese -ó dixese dentro ó fuera de casa, para ver si volvia á la necia porfia -de su caballeria andantesca. Sucedió pues en este tiempo que un dia de -fiesta, despues de comer, que hazia un calor excesivo, vino á visitarle -Sancho Pança, y hallandole en su aposento leyendo el Flos Sanctorum, -le dixo: ¿Que haze, señor Quijada? ¿Como va? ¡Oh Sancho! dixo don -Quixote, seas bien venido: sientate aqui un poco; que á fe que tenia -harto deseo de hablar contigo. ¿Que libro es ese, dixo Sancho, en que -lee su mercé? ¿Es de algunas caballerias como aquellas en que nosotros -anduvimos tan neciamente el otro año? Lea un poco por su vida, á ver si -hay algun escudero que medrase mejor que yo; que por vida de mi sayo, -que me costó la burla de la caballeria más de veinte y seis reales, mi -buen Rucio, que me hurtó Ginesillo, el buena voya, y yo me quedé tras -todo eso sin ser rey ni Roque, si ya estas carnestoliendas no me hazen -los muchachos rey de los gallos: en fin, todo mi trabajo ha sido hasta -agora en vano. No leo, dixo don Quixote, en libro de caballerias; que -no tengo alguno: pero leo en este Flos Sanctorum, que es muy bueno. -¿Y quien fue ese Flas Sanctorum? replicó Sancho; ¿fue rey, ó algun -gi<span class="pagenum" id="Page_10">p. 10</span>gante de aquellos que -se tornaron molinos ahora un año? Todavia, Sancho, dixo don Quixote, -eres necio y rudo. Este libro trata de las vidas de los santos, como -de san Lorenço, que fue asado; de san Bartolome, que fue desollado; de -santa Catalina, que fue pasada por la rueda de las navajas; y asimismo -de todos los demas santos y martires de todo el año. Sientate, y leerte -hé la vida del santo que hoy, á 20 de agosto, celebra la Iglesia, que -es san Bernardo. Par Dios, dixo Sancho, que yo no soy amigo de saber -vidas agenas, y más de mala gana me dexaria quitar el pellejo ni asar -en parrillas. Pero digame: ¿á san Bartolome quitaronle el pellejo, y á -san Lorenço pusieronle á asar despues de muerto ó acabando de vivir? -¡Oigan que necedad! dixo don Quixote: vivo desollaron al uno, y vivo -asaron al otro. ¡Oh, hi de puta, dixo Sancho, y como les escoceria! -Pardiobre, no valia yo un higo para Flas Santorum; rezar de rodillas -media dozena de credos, vaya enhorabuena; y aun ayunar, como comiese -tres vezes al dia razonablemente, bien lo podria llevar. Todos los -trabajos, dixo don Quixote, que padecieron los santos que te he dicho, -y los demas de quien trata este libro, los sufrian ellos valerosamente -por amor de Dios, y asi ganaron el reino de los cielos. A fe, dixo -Sancho, que pasamos nosotros, ahora un año, hartos desafortunios para -ganar el reino Micomicon, y nos quedamos hechos micos; pero creo que v. -m. querrá ahora que nos volvamos santos andantes para ganar el paraiso -terrenal. Mas dexado esto aparte, lea, y veamos la vida que dize, de -san Bernardo. Leyola el buen hidalgo, y á cada hoja le dezia algunas -cosas de buena consideracion, mezclando sentencias de filosofos, -por donde se descubria ser hombre de buen entendimiento y de juizio -claro, si no le hubiera perdido por haberse dado sin moderacion á leer -libros de caballerias, que fueron la causa de todo su desvanecimiento. -Acabando don Quixote de leer la vida de san Bernardo, dixo: ¿Que te -parece, Sancho? ¿Has leido santo que más aficionado fuese á nuestra -Señora que este? ¿Más devoto en la oracion, más tierno en las lagrimas -y más humilde en obras y palabras? A fe, dixo Sancho, que era santo -de chapa: yo le quiero tomar por devoto de aqui adelante, por si me -viere en algun trabajo (como aquel de los batanes de marras ó manta -de la venta), y me ayude, ya que v. m. no pudo saltar las bardas del -corral. ¿Pero sabe, señor Quijada, que me acuerdo que el domingo -pasado llevó el hijo de Pedro Alonso, el que anda á la escuela, un -libro debaxo de un arbol, junto al molino, y nos estuvo leyendo más -de dos<span class="pagenum" id="Page_11">p. 11</span> horas en él? -El libro es lindo á las mil maravillas, y mucho mayor que ese Flas -Santorum, tras que tiene al principio un hombre armado en su caballo, -con una espada más ancha que esta mano, desenvainada, y da en una -peña un golpe tal, que la parte por medio, de un terrible porrazo, y -por la cortadura sale una serpiente, y él le corta la cabeça. ¡Este -sí, cuerpo non de Dios, que es buen libro! ¿Como se llama? dixo don -Quixote; que si yo no me engaño, el muchacho de Pedro Alonso creo que -me le hurtó ahora un año, y se ha de llamar Don Florisbian de Candaria, -un caballero valerosisimo, de quien trata, y de otros valerosos, como -son Almiral de Çuazia, Palmerin del Pomo, Blastrodas de la Torre y el -gigante Maleorte de Bradanca, con las dos famosas encantadoras Zuldasa -y Dalfadea. A fe que tiene razon, dixo Sancho; que esas dos llevaron -á un caballero al castillo de no sé como se llama. De Azefaros, dixo -don Quixote. Si, á la fe; y que si puedo, se lo tengo de hurtar, dixo -Sancho, y traerle acá el domingo para que leamos; que aunque no sé -leer, me alegro mucho en oir aquellos terribles porrazos y cuchilladas -que parten hombre y caballo. Pues, Sancho, dixo don Quixote, hazme -plazer de traermele; pero ha de ser de manera que no lo sepa el Cura -ni otra persona. Yo se lo prometo, dixo Sancho, y aun esta noche, si -puedo, tengo de procurar traersele debaxo de la halda de mi sayo; y -con esto quede con Dios; que mi muger me estará aguardando para cenar. -Fuese Sancho, y quedó el buen hidalgo levantada la mollera con el -nuevo refresco que Sancho le traxo á la memoria, de las desvanecidas -caballerias. Cerró el libro, y començó á pasearse por el aposento, -haziendo en su imaginacion terribles quimeras, trayendo á la fantasia -todo aquello en que solia antes desvanecerse. En esto tocaron á -visperas, y él, tomando su capa y rosario, se fue á oirlas con el -Alcalde, que vivia junto á su casa; las cuales acabadas, se fueron los -alcaldes, el Cura, don Quixote y toda la demas gente de cuenta del -lugar á la plaça, y puestos en corrillo, començaron á tratar de lo que -más les agradaba. En este punto vieron entrar por la calle principal -en la plaça cuatro hombres principales á caballo, con sus criados y -pajes, y doze lacayos que traian doze caballos del diestro ricamente -enjaezados; lo cual visto por los que en la plaça estaban, aguardaron -un poco á ver que seria aquello, y entonces dixo el Cura, hablando -con don Quixote: Por mi santiguada, señor Quijada, que si esta gente -viniera por aqui hoy haze seis meses, que á v. m. le pareciera una de -las más extrañas y peligrosas aventuras que en sus libros de caba<span -class="pagenum" id="Page_12">p. 12</span>llerias habia jamas oido ni -visto; y que imaginara v. m. que estos caballeros llevarian alguna -princesa de alta guisa forçada; y que aquellos que ahora se apean eran -cuatro descomunales gigantes, señores del castillo de Bramiforan, el -encantador. Ya todo eso, señor licenciado, dixo don Quixote, es agua -pasada, con la cual, como dizen, no puede moler molino, mas lleguemonos -hazia ellos á saber quien son; que si yo no me engaño, deben de ir á -la corte á negocios de importancia, pues su trage muestra ser gente -principal. Llegaronse todos á ellos, y hecha la debida cortesia, el -Cura, como más avisado, les dixo de esta manera: Por cierto, señores -caballeros, que nos pesa en extremo que tanta nobleza haya venido á -dar cabo en un lugar tan pequeño como este, y tan desapercibido de -todo regalo y buen acogimiento, como vs. ms. merecen; porque en él no -hay meson ni posada capaz de tanta gente y caballos como aqui vienen; -mas con todo, estos señores y yo, si de algun provecho fueremos, y -vs. ms. determinaren de quedar aqui esta noche, procuraremos que se -les dé el mejor recado que ser pudiere. El uno de ellos, que parecia -ser el más principal, le rindió las gracias, diziendo en nombre de -todos: En extremo, señores, agradecemos esa buena voluntad que sin -conocernos se nos muestra, y quedaremos obligados con muy justa razon á -agradecer y tener en memoria tan buen deseo. Nosotros somos caballeros -granadinos, y vamos á la insigne ciudad de Çaragoça á unas justas que -alli se hazen; que teniendo noticia que es su mantenedor un valiente -caballero, nos habemos dispuesto á tomar este trabajo, para ganar en -ellas alguna honra, la cual sin él es imposible alcançarse. Pensabamos -pasar dos leguas más adelante; pero los caballos y gente vienen algo -fatigada, y asi nos pareció quedar aqui esta noche, aunque hayamos de -dormir sobre los poyos de la iglesia, si el señor Cura diere licencia -para ello. Uno de los alcaldes, que sabia más de segar y de uncir las -mulas y bueyes de su labrança, que de razones cortesanas, le dixo: No -se les dé nada á sus mercedes; que aqui les haremos merced de alojarles -esta noche; que sietecientas vezes al año tenemos capitanias de otros -mayores fanfarrones que ellos, y no son tan agradecidos y bien hablados -como vs. ms. son; y á fe que nos cuesta al Concejo más de noventa -maravedis por año. El Cura, por atajarle que no pasase adelante con -sus necedades, les dixo: vs. ms., mis señores, han de tener paciencia; -que yo les tengo de alojar por mi mano, y ha de ser desta manera: -que los dos señores alcaldes se lleven á sus casas estos dos señores -caballeros con<span class="pagenum" id="Page_13">p. 13</span> todos -sus criados y caballos, y yo á v. m., y el señor Quijada, á esotro -señor; y cada uno, conforme sus fuerças alcançaren, procure de regalar -á su huesped; porque, como dizen, el huesped, quien quiera que sea, -merece ser honrado; y siendolo estos señores, tanta mayor obligacion -tenemos de servirles, siquiera porque no se diga que llegando á un -lugar de gente tan politica, aunque pequeño, se fueron á dormir, como -este señor dixo lo harian, á los poyos de la iglesia. Don Quixote dixo -á aquel que por suerte le cupo, que parecia ser el más principal: Por -cierto, señor caballero, que yo he sido muy dichoso en que v. m. se -quiera servir de mi casa, que, aunque es pobre de lo que es necesario -para acudir al perfeto servicio de un tan gran caballero, será á -lo menos muy rica de voluntad, la cual podrá v. m. recebir sin más -ceremonias. Por cierto, señor hidalgo, respondió el caballero, que yo -me tengo por bien afortunado en recebir merced de quien tan buenas -palabras tiene, con las cuales es cierto conformarán las obras. Tras -esto, despidiendose los unos de los otros, cada uno con su huesped, se -resolvieron, al partir, en que tomasen un poco la mañana, por causa de -los excesivos calores que en aquel tiempo hazian. Don Quixote se fue á -su casa con el caballero que le cupo en suerte; y poniendo los caballos -en un pequeño establo, mandó á su vieja ama que adereçase algunas aves -y palominos, de que él tenia en casa no pequeña abundancia, para cenar -toda aquella gente que consigo traia; y mandó juntamente á un muchacho -llamase á Sancho Pança para que ayudase en lo que fuese menester en -casa; el cual vino al punto de muy buena gana. Entre tanto que la -cena se aparejaba, començaron á pasearse el caballero y don Quixote -por el patio, que estaba fresco; y entre otras razones le preguntó -don Quixote la causa que le habia movido á venir de tantas leguas á -aquellas justas, y como se llamaba: á lo cual respondió el caballero -que se llamaba don Alvaro Tarfe, y que decendia del antiguo linage de -los moros Tarfes de Granada, deudos cercanos de sus reyes, y valerosos -por sus personas, como se lee en las historias de los reyes de aquel -reino, de los Abencerrajes, Zegries, Gomeles y Muzas,<a id="FNanchor_4" -href="#Footnote_4" class="fnanchor">[4]</a> que fueron cristianos -despues que el Catolico rey Fernando ganó la insigne ciudad de Granada; -y ahora<a id="FNanchor_5" href="#Footnote_5" class="fnanchor">[5]</a> -esta jornada por mandado de un serafin en habito de muger, el cual -es reina de mi voluntad, objeto de mis deseos,<span class="pagenum" -id="Page_14">p. 14</span> centro de mis suspiros, archivo de mis -pensamientos, paraiso de mis memorias, y finalmente, consumada gloria -de la vida que poseo. Esta, como digo, me mandó que partiese para estas -justas, y entrase en ellas en su nombre, y le truxese alguna de las -ricas joyas y preseas que en premio se les ha de dar á los venturosos -aventureros vencedores; y voy cierto y no poco seguro de que no dexaré -de llevarsela; porque yendo ella conmigo, como va dentro de mi coraçon, -será el vencimiento infalible, la vitoria cierta, el premio seguro, y -mis trabajos alcançaran la gloria que por tan largos dias he con tan -inflamado afecto deseado. Por cierto, señor don Alvaro Tarfe, dixo don -Quixote, que aquella señora tiene grandisima obligacion á corresponder -á los justos ruegos de v. m. por muchas razones. La primera, por -el trabajo que toma v. m. en hazer tan largo camino en tiempo tan -terrible. La segunda, por el ir por solo su mandado, pues con él, -aunque las cosas sucedan al contrario de su deseo, habrá cumplido -con la obligacion de fiel amante, habiendo hecho de su parte todo lo -posible. Mas suplico á v. m. me dé cuenta desa hermosa señora y de su -edad y nombre, y del de sus nobles padres. Menester era, respondió don -Alvaro, un muy grande calapino para declarar una de las tres cosas -que v. m. me ha preguntado; y pasando por alto las dos postreras, -por el respeto que debo á su calidad, solo digo de sus años que son -diez y seis, y su hermosura tanta, que á dicho de todos los que la -miran aun con ojos menos apasionados que los mios, afirman della no -haber visto, no solamente en Granada, pero ni en toda la Andaluzia, -más hermosa criatura; porque, fuera de las virtudes del animo, es sin -duda blanca como el sol, las mexillas de rosas recien cortadas, los -dientes de marfil, los labios de coral, el cuello de alabastro, las -manos de leche, y finalmente, tiene todas las gracias perfetisimas -de que puede juzgar la vista; si bien es verdad que es algo pequeña -de cuerpo. Pareceme, señor don Alvaro, replicó don Quixote, que no -dexa esa de ser alguna pequeña falta; porque una de las condiciones -que ponen los curiosos para hazer á una dama hermosa es la buena -disposicion del cuerpo; aunque es verdad que esta falta muchas damas -la remedian con un palmo de chapin valenciano; pero quitado este, que -no en todas partes ni á todas horas se puede traer, parecen las damas, -quedando en çapatillas, algo feas, porque las basquiñas y ropas de -seda y brocados, que estan cortadas á la medida de la disposicion que -tienen sobre los chapines, les vienen largas de tal modo que arrastran -dos palmos por el<span class="pagenum" id="Page_15">p. 15</span> -suelo; y asi no dexará esto de ser alguna pequeña imperfecion en la -dama de v. m. Antes, señor hidalgo, dixo don Alvaro, esa la hallo yo -por una muy grande perfecion. Verdad es que Aristoteles, en el cuarto -de sus Eticas, entre las cosas que ha de tener una muger hermosa cual -él alli la describe, dize que ha de ser de una disposicion que tire -á lo grande; mas otros ha habido de contrario parecer, porque la -naturaleza, como dizen los filosofos, mayores milagros haze en las -cosas pequeñas que en las grandes<a id="FNanchor_6" href="#Footnote_6" -class="fnanchor">[6]</a>; y cuando ella en alguna parte hubiese errado -en la formacion de un cuerpo pequeño, será más dificultoso de conocer -el yerro, que si fuese hecho en cuerpo grande. No hay piedra preciosa -que no sea pequeña, y los ojos de nuestros cuerpos son las partes más -pequeñas que hay en él, y son las más bellas y más hermosas; asi que -mi serafin es un milagro de la naturaleza, la cual ha querido darnos á -conocer por ella como en poco espacio puede recoger con su maravilloso -artificio el inumerable numero de gracias que puede produzir; porque -la hermosura, como dize Ciceron, no consiste en otra cosa que en una -conveniente disposicion de los miembros, que con deleite mueve los -ojos de los otros á mirar aquel cuerpo cuyas partes entre sí mesmas -con una cierta ociosidad se corresponden. Pareceme, señor don Alvaro, -dixo don Quixote, que v. m. ha satisfecho con muy sutiles razones á -la objecion que contra la pequeñez del cuerpo de su reina propuse; y -porque me parece que ya la cena por ser poca estará aparejada, suplico -á v. m. nos entremos á cenar; que despues sobre cena tengo un negocio -de importancia que tratar con v. m., como con persona que tan bien sabe -hablar en todas materias.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_2"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO II</h2> - <p class="subh2h">De las razones que pasaron entre don Alvaro - Tarfe y don Quixote sobre cena, y como le descubre los amores que - tiene con Dulcinea del Toboso, comunicandole dos cartas ridiculas: - por todo lo cual el caballero cae en la cuenta de lo que es don - Quixote.</p> -</div> - -<p>Despues de haber dado don Quixote razonablemente de cenar á su noble -huesped, por postre de la cena, levantados ya los manteles, oyó de sus -cuerdos labios las siguientes razones: Por cierto, señor Quijada, que -estoy en extremo maravillado<span class="pagenum" id="Page_16">p. -16</span> de que en el tiempo que nos ha durado la cena, he visto á -v. m. algo diferente del que le ví cuando entré en su casa; pues en -la mayor parte della le he visto tan absorto y elevado en no sé que -imaginacion, que apenas me ha respondido jamas á proposito, sino tan ad -Ephesios, como dizen, que he venido á sospechar que algun grave cuidado -le aflige y aprieta el animo; porque le he visto quedarse á ratos con -el bocado en la boca, mirando sin pestañear á los manteles, con tal -suspension que, preguntandole si era casado, me respondió: ¿Rocinante? -señor, el mejor caballo es que se ha criado en Cordoba; y por esto digo -que alguna pasion ó interno cuidado atormenta á v. m.; porque no es -posible nazca de otra causa tal efecto; y tal puede ser que, como otras -muchas vezes he visto en otros, pueda quitarle la vida, ó á lo menos, -si es vehemente, apurarle el juizio; y asi suplico á v. m. se sirva -comunicarme su sentimiento; porque si fuere tal la causa dél que yo -con mi persona pueda remediarla, lo haré con las veras que la razon y -mis obligaciones piden, pues asi como con las lagrimas, que son sangre -del coraçon, él mesmo desfoga y descansa, y queda aliviado de las -melancolias que le oprimen, vaporeando por el venero de los ojos; asi, -ni más ni menos el dolor y afliccion, siendo comunicado, se alivian -algun tanto, porque suele el que lo oye, como desapasionado, dar el -consejo que es más sano y seguro al remedio de la persona afligida. Don -Quixote entonzes le respondió: Agradezco, señor don Alvaro, esa buena -voluntad, y el deseo que muestra tener v. m. de hazermela; pero es -fuerça que los que profesamos el orden de caballeria, y nos hemos visto -en tanta multitud de peligros, ya con fieros y descomunales jayanes, -ya con malandrines sabios ó magos, desencantando princesas, matando -grifos, y serpientes, rinocerontes y endriagos,<a id="FNanchor_7" -href="#Footnote_7" class="fnanchor">[7]</a> llevados de alguna -imaginacion destas, como son negocios de honra, quedemos suspensos y -elevados y puestos en un honroso extasi, como el en que v. m. dize -haberme visto, aunque yo no he echado de verlo: verdad es que ninguna -cosa destas por ahora me ha suspendido la imaginacion; que ya todas han -pasado por mí. Maravillose mucho don Alvaro Tarfe de oirle dezir que -habia desencantado princesas y muerto gigantes, y començó á tenerle -por hombre que la faltaba algun poco de juizio; y asi, para enterarse -dello le dixo: ¿Pues no se podrá saber que causa por ahora aflige á v. -m.? Son negocios, dixo don Quixote, que aunque<span class="pagenum" -id="Page_17">p. 17</span> á los caballeros andantes no todas las vezes -es licito dezirlos, por ser v. m. quien es y tan noble y discreto, y -estar herido con la propia saeta con que el hijo de Venus me tiene -herido á mí, le quiero descubrir mi dolor, no para que me dé remedio -para él, que solo me le puede dar aquella bella ingrata y dulcisima -Dulcinea, robadora de mi voluntad; sino para que v. m. entienda que yo -camino y he caminado por el camino real de la caballeria andantesca, -imitando en obras y en amores á aquellos valerosos y primitivos -caballeros andantes que fueron luz y espejo de todos aquellos que -despues dellos han por sus buenas prendas merecido profesar el sacro -orden de caballeria que yo profeso, como fueron el invicto Amadis -de Gaula, don Belianis de Grecia y su hijo Esplandian, Palmerin de -Oliva, Tablante de Ricamonte, el caballero del Febo<a id="FNanchor_8" -href="#Footnote_8" class="fnanchor">[8]</a> y su hermano Rosicler, -con otros valentisimos principes aun de nuestros tiempos, á todos los -cuales, ya que les he imitado en obras y hazañas, los sigo tambien -en los amores: asi que, v. m. sabrá que estoy enamorado. Don Alvaro, -como era hombre de sutil entendimiento, luego cayó en todo lo que su -huesped podia ser, pues dezia haber imitado á aquellos caballeros -fabulosos de los libros de caballeria; y asi, maravillado de su loca -enfermedad, para enterarse cumplidamente della le dixo: Admirome no -poco, señor Quijada, que un hombre como v. m., flaco y seco de cara, -y que á mi parecer pasa ya de los cuarenta y cinco, ande enamorado; -porque el amor no se alcança sino con muchos trabajos, malas noches, -peores dias, mil disgustos, celos, zozobras, pendencias y peligros; -que todos estos y otros semejantes son los caminos por donde se camina -al amor. Y si v. m. ha de pasar por ellos, no me parece tiene sujeto -para sufrir dos noches malas al sereno, aguas y nieves, como yo sé por -experiencia que pasan los enamorados. Mas digame v. m. con todo: esa -muger que ama, ¿es de aqui del lugar, ó forastera? que gustaria en -extremo, si fuese posible, verla antes que me fuese; porque un hombre -de tan buen gusto como v. m. es, no es creible sino que ha de haber -puesto los ojos en no menos que en una Diana efesina, Policena troyana, -Dido cartaginense, Lucrecia romana ó Doralize granadina. A todas esas, -respondió don Quixote, excede en hermosura y gracia; y solo imita en -fiereza y crueldad á la inhumana Medea; pero ya querrá Dios que con -el tiempo, que todas las cosas muda, trueque su coraçon diamantino, -y con las nuevas que de mí y mis invencibles<span class="pagenum" -id="Page_18">p. 18</span> fazañas terná, se molifique y sujete á mis -no menos importunos que justos ruegos. Asi que, señor, ella se llama -Princesa Dulcinea del Toboso (como yo don Quixote de la Mancha), si -nunca v. m. la ha oido nombrar; que si habrá, siendo tan celebre por -sus milagros y celestiales prendas. Quiso reirse de muy buena gana don -Alvaro cuando oyo decir la princesa Dulcinea del Toboso; pero disimuló, -porque su huesped no lo echase de ver y se enojase, y asi le dixo: -Por cierto, señor hidalgo, ó por mejor dezir, señor caballero, que yo -no he oido en todos los dias de mi vida nombrar tal princesa, ni creo -la hay en toda la Mancha, si no es que ella se llame por sobrenombre -Princesa, como otras se llaman Marquesas. No todos saben todas las -cosas, replicó don Quixote; pero yo haré antes de mucho tiempo que -su nombre sea conocido, no solamente en España, pero en los reinos y -provincias más distantes del mundo. Esta es pues, señor, la que me -eleva los pensamientos; esta me enagena de mí mismo; por esta he estado -desterrado muchos dias de mi casa y patria, haziendo en su servicio -heroicas hazañas, enviandole gigantes y bravos jayanes y caballeros -rendidos á sus pies; y con todo eso ella se muestra á mis ruegos una -leona de Africa y una tigre de Hircania, respondiendome á los papeles -que le envio, llenos de amor y dulzura, con el mayor desabrimiento -y despego que jamas princesa á caballero andante escribió. Yo le -escribo más largas arengas, que las que Catilina<a id="FNanchor_9" -href="#Footnote_9" class="fnanchor">[9]</a> hizo al senado de Roma; más -heroicas poesias, que las de Homero ó Virgilio; con más ternezas, el -Petrarca escribió á su querida Laura, y con más agradables episodios, -que Lucano ni Ariosto pudieron escribir en su tiempo, ni en el nuestro -ha hecho Lope de Vega á su Filis, Celia, Lucinda, ni á las demas que -tan divinamente ha celebrado, hecho en aventuras un Amadis, en gravedad -un Cévola, en sufrimiento un Perineo de Persia, en nobleza un Eneas, -en astucia un Ulises, en constancia un Belisario, y en derramar sangre -humana un bravo Cid Campeador; y porque v. m., señor don Alvaro, vea -ser verdad todo lo que digo, quiero sacar dos cartas que tengo alli -en aquel escritorio: una que con mi escudero Sancho Pança la escribi -en los dias pasados, y otra que ella me envió en respuesta suya. -Levantose para sacarlas, y don Alvaro se quedó haziendo cruces de ver -la locura del huesped, y acabó de caer en la cuenta de que él estaba -desvanecido con los vanos libros de caballerias, teniendolos por<span -class="pagenum" id="Page_19">p. 19</span> muy autenticos y verdaderos. -Al ruido que don Quixote hizo abriendo el escritorio, entró Sancho -Pança, harto bien llena la barriga de los relieves que habian sobrado -de la cena. Y como don Quixote se asentó con las dos cartas en la mano, -él se puso repantigado tras las espaldas de su silla para gustar un -poco de la conversacion. Ve aqui, dixo don Quixote, v. m. á Sancho -Pança mi escudero, que no me dexará mentir á lo que toca al inhumano -rigor de aquella mi señora. Si á fe, dixo Sancho Pança; que Aldonza -Lorenço, alias Nogales (como asi se llamaba la infanta Dulcinea del -Toboso por propio nombre, como consta de las primeras partes desta -grave historia), es una grandisima... Tengaselo por dicho; porque -¡cuerpo den ciruelo! ¿ha de andar mi señor hendo tantas caballerias -de dia y de noche, y hendo cruel penitencia en Sierra Morena, dandose -de calabaçadas, y sin comer por una?... Mas quiero callar; alla se -lo haya, con su pan se lo coma; que quien yerra y se emienda, á Dios -se encomienda; que una anima sola ni canta ni llora; y cuando la -perdiz canta, señal es de agua; y á falta de pan, buenas son tortas. -Pasara adelante Sancho con sus refranes, si don Quixote no le mandara, -imperativo modo, que callara; mas con todo replicó diziendo: ¿Quiere<a -id="FNanchor_10" href="#Footnote_10" class="fnanchor">[10]</a> saber, -señor don Tarfe, lo que hizo la muy zurrada cuando la llevé esa carta -que ahora mi señor quiere leer? Estabase en la caballeriça la muy -puerca, porque llovia, hinchendo un seron de basura con una pala; y -cuando yo le dixe que le traia una carta de mi señor (¡infernal torçon -le dé Dios por ello!), tomó una gran palada del estiercol que estaba -más hondo y más remojado, y arrojomele de boleo, sin dezir agua va, en -estas pecadoras barbas. Yo, como por mis pecados las tengo más espesas -que escobilla de barbero, estuve despues más de tres dias sin poder -acabar de agotar la porqueria que en ellas me dexó, perfetamente. -Diose, oyendo esto, una palmada en la frente don Alvaro, diziendo: Por -cierto, señor Sancho, que semejante porte que ese no le merecia la -mucha discrecion vuestra. No se espante v. m. replicó Sancho; que á fe -que nos ha sucedido á mí y á mi señor, andando por amor della en las -aventuras ó desventuras del año pasado, darnos pasadas de cuatro vezes -muy gentiles garrotaços. Yo os prometo, dixo colerico don Quixote, -que si me levanto, don bellaco desvergonçado, y cojo una estaca de -aquel carro, que os muela las costillas y haga que se os acuerde per -omnia saecula saeculorum. Amen, respondió San<span class="pagenum" -id="Page_20">p. 20</span>cho. Levantarase don Quixote á castigarle -la desvergüença, si don Alvaro no le tuviera el braço y le hiziera -volver á sentar en su silla, haziendo con el dedo señas á Sancho para -que callase, con que lo hizo por entonzes; y don Quixote, abriendo -la carta, dixo: Ve aqui v. m. la carta que este moço llevó los dias -pasados á mi señora, y juntamente la respuesta della, para que de ambas -colija v. m. si tengo razon de quexarme de su inaudita ingratitud.</p> - -<blockquote> - -<p class="centra mt1"><i>Sobrescrito de la carta. A la infanta Dulcinea -del Toboso</i></p> - -<p class="mt1">«Si el amor afincado, ¡oh bella ingrata! que asaz -bulle por los poros de mis venas, diera lugar á que me ensañara -contra vuestra fermosura, cedo tomara vengança de la sandez con que -mis cuitas os dan enojoso reproche. Cuidades, dulce enemiga mia, que -non atiendo con todas mis fuerças en al que en desfazer tuertos de -gente menesterosa: magüer que muchas vezes ando envuelto en sangre de -jayanes, cedo el pensamiento sin polilla está ademas ledo, y tiene -remembrança que está preso por una de las más altas fembras que entre -las reinas de alta guisa fallar se puede. Empero lo que agora vos -demando es, que si alguna desmesurança he tenido, me perdonedes; que -los yerros por amare, dignos son de perdonare. Esto pido de finojos -ante vuestro imperial acatamiento. Vuestro hasta el fin de la vida.</p> - -<p class="firma"><i>El caballero de la Triste Figura,<br /> Don Quixote -de la Mancha.</i>»</p> - -</blockquote> - -<p>Por Dios, dixo don Alvaro riendose, que es la más donosa carta -que en su tiempo pudo escribir el rey don Sancho de Leon á la noble -doña Ximena Gomez, al tiempo que, por estar ausente della, el Cid, la -consolaba; pero siendo v. m. tan cortesano, me espanto que escribiese -esa carta ahora tan á lo del tiempo antiguo; porque ya no se usan esos -vocablos en Castilla sino es cuando se hazen comedias de los reyes y -condes de aquellos siglos dorados. Escribola desta suerte, dixo don -Quixote, porque, ya que imito á los antiguos en la fortaleça, como son -al conde Fernan Gonzalez, Peranzules, Bernardo y al Cid, los quiero -tambien imitar en las palabras. ¿Pues para qué, replicó don Alvaro, -puso v. m. en la firma El caballero de la Triste Figura? Sancho -Pança, que habia estado escuchando la carta, dixo: Yo se lo aconsejé, -y á fe en toda ella no va cosa más verdadera<span class="pagenum" -id="Page_21">p. 21</span> que esa. Puseme El de la Triste Figura, -añadió don Quixote, no por lo que este necio dize, sino porque la -ausencia de mi señora Dulcinea me causaba tanta tristeza, que no me -podia alegrar: de la suerte que Amadis se llamó Beltenebros, otro el -caballero de los Fuegos, otro de las Imagenes, ó de la Ardiente espada. -Don Alvaro le replicó: y el llamarse v. m. don Quixote, ¿á imitacion de -quien fue? A imitacion de ninguno, dixo don Quixote, sino como me llamo -Quijada, saqué deste nombre el de don Quixote el dia que me dieron el -orden de caballeria. Pero oiga v. m., le suplico, la respuesta que -aquella enemiga de mi libertad me escribe.</p> - -<blockquote> - -<p class="centra mt1"><i>Sobrescrito. A Martin Quijada, el -Mentecapto.</i></p> - -<p class="mt1">«El portador desta habia de ser un hermano mio, para -darle la respuesta en las costillas con un gentil garrote. ¿No sabe lo -que le digo, señor Quijada? Que por el siglo de mi madre, que si otra -vez me escribe de emperatriz ó reina, poniendome nombres burlescos, -como es A la infanta manchega Dulcinea del Toboso y otros semejantes -que me suele escribir, que tengo de hazer que se le acuerde. Mi nombre -propio es Aldonza Lorenço ó Nogales, por mar y por tierra.»</p> - -</blockquote> - -<p>Vea v. m. si habrá en el mundo caballero andante, por más discreto -y sufrido que sea, que pueda sin morir tolerar semejantes razones. -¡Oh, hi de puta! dixo Sancho Pança, conmigo las habia de haber la -relamida: á fe que la habia de her peer por ingeño; que aunque es moça -forçuda, yo fio que si la agarro, no se me escape de entre las uñas: -mi señor don Quixote es muy demasiado de blando. Si él la enviase -media dozena de cozes dentro de una carta, para que se la depositasen -en la barriga, á fe que no fuera tan repostona. Sepa v. m. que estas -moças yo las conozco mejor que un huevo vale una blanca, si las hablan -bien, dan al hombre el pescoçon y pasagonçalo que le hacen saltar las -lagrimas de los ojos: sobre mí, que conmigo no se burlan, porque luego -les arroxo una coz mas redonda que de mula de frayle hieronymo; y más -si me pongo los çapatos nuevos: ¡mal año para la mula del Preste Juan -que mejor las endilgue! Levantose riendo don Alvaro, y dixo: Por Dios -que si el rey de España supiese que este entretenimiento habia en este -lugar, que aunque le costase un millon, procurara tenerlo consigo en -su casa. Señor don Quixote, ello hemos de madrugar por lo menos una -hora antes del dia, por huir del sol; y asi, con licencia de v. m. -querria tratar de acostarme.<span class="pagenum" id="Page_22">p. -22</span> Don Quixote dixo que su merced la tenia; y asi començó á -desnudarse para hazerle la cama que en el mesmo aposento estaba, y -mandó á Sancho Pança que le desçalzase las botas. Llegaron en esto á -quererlo hazer dos pajes del mesmo don Alvaro que habian estado oyendo -la conversacion desde la puerta; pero no consintió Sancho Pança que -otro que él hiziese tal ofizio, de que gustó en extremo don Alvaro, -el cual le dixo, mientras don Quixote salió afuera por unas peras en -conserva para darle: Tirá, hermano Sancho, bien, y tened paciencia. -Si tendran, respondió Sancho; que no son bestias; y aunque no soy -don, mi padre lo era. ¿Como es eso? dixo don Alvaro: ¡vuestro padre -tenia don! Sí, señor, dixo Sancho; pero teniale á la postre. ¿Como -á la postre? replicó don Alvaro. ¿Llamabase Francisco Don, Juan Don -ó Diego Don? No, señor, dixo Sancho, sino Pedro el Remendon. Rieron -mucho del dicho los pajes y don Alvaro, que prosiguió preguntandole -si era aun su padre vivo; y él respondió: No, señor; que más há de -diez años que murió de una de las más malas enfermedades que se puede -imaginar. ¿De que enfermedad murió? replicó don Alvaro. De sabañones, -respondió Sancho. ¡Santo Dios! dixo don Alvaro con grandisima risa: -¡de sabañones! El primer hombre que en los dias de mi vida oí dezir -que muriese desa enfermedad fue vuestro padre, y asi no lo creo. ¿No -puede cada uno, dixo Sancho, morir la muerte que le da gusto? Pues si -mi padre quiso morir de sabañones, ¿que se le da á v. m.? En medio de -la risa de don Alvaro y sus pajes, entró don Quixote y su ama la vieja -con un plato de peras en conserva y una garrafa de buen vino blanco, y -dixo: V. m., mi señor don Alvaro, podrá comer un par destas peras, y -tras ellas tomar una vez de vino, que le dará mil vidas. Yo beso á v. -m. las manos, respondió don Alvaro, señor don Quixote, por la merced -que me haze; pero no podré servirle; porque no acostumbro comer cosa -alguna sobre cena; que me daña, y tengo larga experiencia en mi de la -verdad del aforismo de Avicena ó Galeno, que dize que lo crudo sobre -lo indigesto engendra enfermedad. Pues por vida de la que me parió, -dixo Sancho, que aunque ese Açucena ó Galena que su merced dize, me -dixese más latines que tiene todo el a, b, c, asi dexase yo de comer, -habiendolo á mano, como de escupir. ¡Mirá que cuerpo de San Belorge! -El no comer para los castraleones, que se sustentan del aire. Pues por -vida de la que adoro, dixo don Alvaro, tomando una pera con la punta -del cuchillo, que os habeis de comer esta, con licencia del señor don -Quixote. ¡Ah!<span class="pagenum" id="Page_23">p. 23</span> no, por -vida, señor don Tarfe, respondió Sancho; que estas cosas dulces, siendo -pocas, me hazen mal; aunque es verdad que cuando son en cantidad, me -hazen grandisimo provecho. Con todo, la comió, y tras esto se puso don -Alvaro en la cama, y á los pajes les hizieron otra junto á ella do se -acostasen, como lo hizieron. En esto dixo don Quixote á Sancho: Vamos, -Sancho amigo, al aposento de arriba; que alli podremos dormir lo poco -que de la noche queda; que no hay para que irte ahora á tu casa; que -ya tu muger estará acostada; y tambien que tengo un poco que comunicar -contigo esta noche sobre un negocio de importancia. Pardiez, señor, -dixo Sancho, que estoy yo esta noche para dar buenos consejos, porque -estoy redondo como una chueca; solo será la falta que me dormiré luego, -porque ya los bostezos menudean mucho. Subieronse arriba tras esto -ambos á acostar, y puestos en una misma cama, dixo don Quixote: Hijo -Sancho, bien sabes ó has leido que la ociosidad es madre y principio -de todos los vicios, y que el hombre ocioso está dispuesto para pensar -cualquier mal, y pensandolo, ponerlo por obra, y que el diablo de -ordinario acomete y vence facilmente á los ociosos, porque haze como -el cazador, que no tira á las aves mientras que las ve andar volando, -porque entonzes seria la caza incierta y dificultosa, sino que aguarda -á que se asienten en algun puesto, y viendolas ociosas, les tira y -las mata. Digo esto, amigo Sancho, porque veo que há algunos meses -que estamos ociosos, y no cumplimos, yo con el orden de caballeria -que recebi, y tú con la lealtad de escudero fiel que me prometiste. -Querria pues (para que no se diga que yo he recebido en vano el talento -que Dios me dió, y sea reprehendido como aquel del Evangelio, que ató -el que su amo le fió en el pañizuelo, y no quiso granjear con él) que -volviesemos lo más presto que ser pudiese á nuestro militar exercicio, -porque en ello haremos dos cosas: la una, servicio muy grande á Dios, -y la otra, provecho al mundo, desterrando dél los descomunales jayanes -y soberbios gigantes que hazen tuertos de sus fueros, y agravios -á caballeros menesterosos y á donzellas afligidas; y juntamente -ganaremos honra y fama para nosotros y nuestros sucesores, conservando -y aumentando la de nuestros antepasados; tras que adquiriremos mil -reinos y provincias en un quita allá esas pajas, con que seremos ricos, -y enriquezeremos nuestra patria. Señor, dixo Sancho, no tiene que -meterme en el caletre esos guerreamientos, pues ya ve lo mucho que me -costaron ese otro año, con la perdida de mi Rucio, que buen siglo haya; -tras que jamas me cumplió lo que mil vezes me<span class="pagenum" -id="Page_24">p. 24</span> tenia prometido, de que nos veriamos dentro -de un año, yo adelantando, ó rey por lo menos, mi muger almiranta y -mis hijos infantes; ninguna de las cuales cosas veo cumplidas por mí -(¿oye v. m., ó duerme?), y mi muger tan Mari-Gutierrez se es hoy como -agora un año: asi que, yo no quiero perro con cencerro. Y fuera deso, -si nuestro cura el licenciado Pero Perez sabe que queremos tornar á -nuestras caballerias, le tiene de meter á v. m. con una cadena por -unos seis ó siete meses en domus Jetro, que dizen, como la otra vez; y -asi, digo que no quiero ir con v. m., y dexeme dormir por vida suya; -que ya se van pegando los ojos. Mira, Sancho, dixo don Quixote, que yo -no quiero que vayas como la otra vez; antes quiero comprarte un asno -en que vayas como un patriarca, mucho mejor que el otro que te hurtó -Ginesillo; y en fin, iremos ambos con mejor orden, y llevaremos dineros -y provisiones, y una maleta con nuestra ropa; que ya he echado de ver -que es muy necesario, porque no nos suceda lo que en aquellos malditos -castillos encantados nos sucedió. Aun desa manera, respondió Sancho, -y pagandome cada mes mi trabajo, yo iré de muy buena gana. Oyendo su -resolucion, alegre don Quixote, prosiguió diziendo: Pues Dulcinea se -me ha mostrado tan inhumana y cruel, y lo que peor es, desagradecida -á mis servicios, sorda á mis ruegos, incredula á mis palabras, y -finalmente, contraria á mis deseos, quiero probar, á imitacion del -caballero del Febo, que dexó<a id="FNanchor_11" href="#Footnote_11" -class="fnanchor">[11]</a> á Claridana, y otros muchos que buscaron -nuevo amor, y ver si en otra hallo mejor fe y mayor correspondencia -á mis fervorosos intentos, y ver juntamente... ¿Duermes, Sancho? ¡Ah -Sancho! En esto Sancho recordó, diziendo: Digo, señor, que tiene razon; -que esos jayanazos son grandisimos bellacos, y es muy bien que les -hagamos tuertos. ¡Por Dios, dixo don Quixote, que estás muy bien en -el cuento! Estoyme yo quebrando la cabeça diziendote lo que á ti y -á mí más, despues de Dios, nos importa, y tú duermes como un liron. -Lo que digo, Sancho, es, ¿entiendes?... ¡Oh! reniego de la puta que -me parió, dixo Sancho: dexeme dormir con Barrabas; que yo creo bien -y verdaderamente cuanto me dixere y piensa dezir todos los dias de -su vida. Harto trabajo tiene un hombre, dixo don Quixote, que trata -cosas de peso con salvajes como este: quierole dexar dormir; que yo, -mientras que no diere fin y cabo á estas honradas justas, ganando en -ellas el primero, segundo y tercero dia las joyas de más importancia -que hubiere, no quie<span class="pagenum" id="Page_25">p. 25</span>ro -dormir, sino velar, traçando con la imaginacion lo que despues tengo -de poner por efecto, como haze el sabio arquitecto, que antes que -comienze la obra, tiene confusamente en su imaginativa todos los -aposentos, patios, chapiteles y ventanas de la casa, para despues -sacallos perfectamente á luz. En fin, al buen hidalgo se le pasó lo que -de la noche quedaba, haziendo grandisimas quimeras en su desvanecida -fantasia, ya hablando con los caballeros, ya con los jueces de las -justas, pidiendoles el premio; ya, finalmente, saludando con grandisima -mesura á una dama hermosisima y ricamente adereçada, á quien presentaba -desde el caballo con la punta de la lança una rica joya. Con estos y -otros semejantes desvanecimientos se quedó al cabo dormido.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_3"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO III</h2> - <p class="subh2h">De como el Cura y don Quixote se despidieron de - aquellos caballeros, y de lo que á él le sucedió con Sancho Pança - despues de ellos idos.</p> -</div> - -<p>Una hora antes que amaneciese llegaron á la puerta de don Quixote -el Cura y los alcaldes á llamar, que venian á despertar al señor don -Alvaro; á cuyas vozes don Quixote llamó á Sancho Pança para que les -fuese á abrir, el cual despertó con harto dolor de su coraçon. Entrados -que fueron al aposento de don Alvaro, el Cura se asentó junto á su -cama, y le començó á preguntar como le habia ido con su huesped; á lo -cual respondió contandole brevemente lo que con él y con Sancho Pança -le habia pasado aquella noche; y dixo que si no fuera el plaço de las -justas tan corto, se quedara alli cuatro ó seis dias á gustar de la -buena conversacion de su huesped; pero propuso de estarse alli más -despacio á la vuelta. El Cura le contó todo lo que don Quixote era, y -lo que con él le habia acontecido el año pasado, de lo cual quedó muy -maravillado; y mudando platica, fingieron hablaban de otro, porque -vieron entrar á don Quixote, con cuyos buenos dias y apacible vision se -levantó don Alvaro, y mandó aprestar los caballos y demas recado para -irse. Entre tanto los alcaldes y el Cura volvieron á dar de almorzar á -sus huespedes, quedando concertados que todos volverian á casa de don -Quixote, para partirse desde alli juntos. Idos ellos, y vestido don -Alvaro, dixo aparte á don Quixote: Señor mio, v. m. me la ha de hazer -de que unas armas grabadas de Milan, que traigo aqui en un baul grande, -se me guarden<span class="pagenum" id="Page_26">p. 26</span> con -cuidado en su casa hasta la vuelta; que me parece que en Çaragoça no -serán menester, pues no faltarán en ella amigos que me provean de otras -que sean menos sutiles, pues estas lo son tanto, que solo pueden servir -para la vista, y es notable el embaraço que me causa el llevarlas. -Hízolas sacar luego alli todas en diziendo esto, y eran peto, espaldar, -gola, braçaletes, escarcelas y morrion; y don Quixote, cuando las -vió, se le alegró la paxarilla infinitamente, y propuso luego en su -entendimiento lo que habia de hazer dellas, y asi le dixo: Por cierto, -mi señor don Alvaro, que esto es lo menos en que yo pienso servir á v. -m., pues espero en Dios vendrá tiempo en que v. m. se holgará más de -verme á su lado, que no en el Argamesilla. Y prosiguió preguntandole, -mientras se volvian á poner en el baul las armas, qué divisa pensaba -sacar en las justas, qué libreas, qué letras ó qué motes: á todo lo -cual, por complazerle, le respondió don Alvaro, no entendiendo que le -pasaba por la imaginacion el ir á Çaragoça ni hazer lo que hizo, y -adelante se dirá. En esto entró Sancho muy colorado, sudandole la cara -y diziendo: Bien puede, mi señor don Tarfe, sentarse á la mesa; que -ya está el almuerzo á punto. A lo cual respondió don Alvaro: ¿Teneis -buen apetito de almorzar, Sancho amigo? Ese, dixo él, señor mio, -gloria tibi, Domine, nunca me falta, y es de manera, que (en salud sea -mentado, y vaya el diablo para ruin) no me acuerdo en todos los dias -de mi vida haberme levantado harto de la mesa, sino fue ahora un año, -que, siendo mi tio Diego Alonso mayordomo del Rosario, me hizo á mí -repartidor del pan y queso de la caridad que da la cofradia, y entonces -alli hube de afloxar dos agujeros al cinto. Dios os conserve, dixo don -Alvaro, esa disposicion; que solo della y de vuestra buena condicion -os tengo envidia. Almorzó don Alvaro, y luego llegaron los tres -caballeros con su gente y con el Cura; porque ya amanecia; y viendolos -don Alvaro, se puso al momento las espuelas y subió á caballo; tras lo -cual sacó don Quixote del establo á Rocinante ensillado y enfrenado -para acompañarles, y dixo, teniendole por el freno, á don Alvaro: Ve -aqui v. m., señor don Alvaro, uno de los mejores caballos que á duras -penas se podrian hallar en todo el mundo. No hay Bucefalo, Alfana, -Seyano, Babieca ni Pegaso que se le iguale. Por cierto, dixo don -Alvaro, mirandole y sonriendose, que ello puede ser como v. m. dize; -pero no lo muestra en el talle, porque es demasiado de alto y sobrado -de largo, fuera de estar muy delgado; pero debe ser la causa del -estar tan flaco el ser de su naturaleça algo as<span class="pagenum" -id="Page_27">p. 27</span>trologo ó filosofo, ó la larga experiencia que -tendrá de las cosas del mundo; que no deben haber pasado pocas por él, -segun los muchos años que descubre tener encubiertos baxo la silla; -pero, como quiera que sea, él es digno de alabança, por lo que muestra -ser discreto y pacifico. En esto salieron todos á caballo, y el Cura y -don Quixote les acompañaron casi un cuarto de legua del lugar. Iba el -Cura tratando con don Alvaro de las cosas de don Quixote; el cual se -maravillaba en extremo de su extraña locura. Despidieronse, forçados -de los ruegos de los caballeros, y vueltos al Argamesilla, el Cura se -fue á su casa, y llegando á la suya don Quixote, lo primero que hizo -en apeandose, fue enviar luego á llamar con su ama á Sancho Pança, con -orden de que le dixese traxese consigo, cuando viniese, aquello que -le habia dicho le traeria, que era Florisbian de Candaria, libro no -menos necio que impertinente. Vino luego volando Sancho; y cerrando -el aposento por adentro, y quedando en él solos, sacó el libro debaxo -de las haldas del sayo, y diosele; el cual le tomó en las manos con -mucha alegria, diziendo: Ves aqui, Sancho, uno de los mejores y más -verdaderos libros del mundo, donde hay caballeros de tan grande fama y -valor, que ¡mal año para el Cid ó Bernardo del Carpio que les lleguen -al çapato! Al punto le puso sobre un escritorio, y volvió de nuevo á -repetir á Sancho muy por extenso todo lo que la noche pasada le habia -dicho, y no habia podido entender por estar tan dormido, concluyendo -la platica con dezir queria partir para Çaragoça á las justas, y que -pensaba olvidar á la ingrata infanta Dulcinea del Toboso, y buscar -otra dama que mejor correspondiese á sus servicios; y que de alli -pensaba despues ir á la corte del rey de España para darse á conocer -por sus fazañas. Y trabaré amistad, añadia el buen don Quixote, con los -grandes, duques, marqueses y condes que al servicio de su real persona -asisten; do veré si alguna de aquellas fermosas damas que están con -la Reina, enamorada de mi tallaço, en competencia de otras, muestra -algunas señales de verdadero amor, ya con apariencias exteriores de la -persona y vestido, ya con papeles ó recados enviados al cuarto que sin -duda el Rey me dará en su real palacio, para que desta manera, siendo -invidiado de muchos caballeros de los del tuson, procuren todos por -varios caminos descomponerme con el Rey; á los cuales, en sabiendolo, -desafio y reto, matando la mayor parte dellos: con que vista mi gran -valentia por el Rey nuestro señor, es fuerça que su magestad Catolica -me alabe por uno de los mejores caballeros de Europa. Todo esto dezia -él con tanto<span class="pagenum" id="Page_28">p. 28</span> brio, -levantando las cejas, con voz sonora, y puesta la mano sobre la -guarnicion de la espada, que no se habia aun quitado desde que habia -salido á acompañar á don Alvaro, que parecia que ya pasaba por él todo -lo que iba diziendo. Quiero pues, Sancho mio, proseguia luego, que veas -ahora unas armas que el sabio Alquife, mi grande amigo, esta noche me -ha traido, estando yo traçando la dicha ida de Çaragoça, porque quiere -que con ellas entre en las aplaçadas justas, y lleve el mejor precio -que dieren los juezes, con inaudita fama y gloria de mi nombre y de los -andantes caballeros antepasados, á quien imito y aun excedo. Y abriendo -una arca grande, á donde las habia metido, las sacó. Cuando Sancho -vió las armas nuevas y tan buenas, llenas de trofeos y grabaduras -milanesas, acicaladas y limpias, pensó sin duda que eran de plata, y -dixo pasmado: Por vida del fundador de la torre de Babilonia, que si -ellas fueran mias, que las habia de hazer todas de reales de á ocho, -destos que corren ahora, más redondos que hostias; porque solamente la -plata, fuera de las imagines que tienen, vale al menorete, á quererlas -echar en la calle, mas de noventa mil millones. ¡Oh hi de puta, -traidoras, y cómo reluzen! Y tomando el morrion en las manos, dixo: -Pues el sombrero de plata ¡es bobo! Por las barbas de Pilatos, que si -tuviera cuatro dedos más de falda, se le podria poner el mesmo Rey, y -aun juro que el dia de la procesion del Rosario se le habemos de poner -en la cabeça al señor Cura, pues saldrá con él y con la capa de brocado -por esas calles hecho un relox. Mas digame, señor, estas armas ¿quién -las hizo? ¿Hizolas ese sabio Esquife, ó nacieronse asi del vientre -de su madre? ¡Oh gran necio! dixo don Quixote: estas se hizieron y -forjaron junto al rio Leteo, media legua de la barca de Acaronte, por -las manos de Vulcano, herrero del infierno. ¡Oh, pestilencia en el -herrero! dixo Sancho: ¡el diablo podrá ir á su fragua á sacar la punta -de la reja del arado! Yo apostaré que, como no me conoce, me echase -una grande escudilla de aquella pez y trementina que tiene ardiendo, -sobre estas virginales barbas, tal, que fuera harto peor de quitar -y aun de sanar que la basura que me echó en ellas Aldonza Lorenço -los otros dias. Tomó en esto las armas don Quixote, diziendo: Quiero -amigo Sancho, que veas como me estan: ayudamelas á poner. Y diziendo -y haziendo, se puso la gola, peto y espaldar, y dixo Sancho: Par diez -que aquestas planchas parecen un capote, y si no fueran tan pesadas, -eran lindisimas para segar, y más con estos guantes:—lo cual dixo -tomando las manoplas en la mano. Armose don Quixote de todas pie<span -class="pagenum" id="Page_29">p. 29</span>ças, y luego habló con voz -entonada á Sancho desta manera: ¿Que te parece, Sancho? ¿Estanme -bien? ¿No te admiras de mi gallardia y brava postura? Esto dezia -paseandose por el aposento, haziendo piernas y continentes, pisando -de carcaño, y levantando más la voz y haziendola más gruesa, grave y -reposada; tras lo cual le vino luego subitamente un accidente tal en -la fantasia, que, metiendo con mucha presteza mano á la espada, se -fue acercando con notable colera á Sancho, diziendo: Espera, dragon -maldito, sierpe de Libia, basilisco infernal: verás por expiriencia el -valor de don Quixote, segundo san Jorge en fortaleça; verás, digo, si -de un golpe solo puedo partir, no solamente á tí, sino á los diez más -fieros gigantes que la nacion gigantea jamas produjo. Sancho, que le -vió venir para sí tan desaforado, començó á correr por el aposento; y -metiendose detras de la cama, andaba al derredor della huyendo de la -furia de su amo, el cual dezia, dando muchas cuchilladas á tuertas y -derechas por el aposento, cortando muchas vezes las cortinas, mantas -y almohadas de la cama: Espera, jayan soberbio; que ya ha llegado la -hora en que quiere la Magestad divina que pagues las malas obras que -has hecho en el mundo. Andaba en esto tras del pobre Sancho al derredor -de la cama, diziendole mil palabras injuriosas, y juntamente con cada -una arrojandole una estocada ó cuchillada larga; que si la cama no -fuera tan ancha como era, lo pasara el pobre de Sancho harto mal; el -cual le dixo: Señor don Quixote, por todas cuantas llagas tuvieron -Job, el señor san Lazaro, el señor san Francisco, y lo que más es, -nuestro Señor Jesucristo, y por aquellas benditas saetas que sus padres -tiraron al señor san Sebastian, que tenga compasion, piedad, lastima -y misericordia de mi anima pecadora. Embraveciase más con todo esto -don Quixote, diziendo: ¡Oh soberbio! ¿Agora piensas con tus blandas -palabras y ruegos aplacar la justa ira que contigo tengo? Vuelve, -vuelve las princesas y caballeros que contra ley y razon en este tu -castillo tienes; vuelve los grandes tesoros que tienes usurpados, las -donzellas que tienes encantadas, y la maga encantadora, causadora de -todos estos males. Señor, ¡pecador de mí! dezia Sancho Pança, que yo -no soy princesa ni caballero, ni esa señora maga que dize, sino el -negro de Sancho Pança, su vecino y antiguo escudero, marido de la -buena Mari-Gutierrez, que ya v. m. tiene media viuda. ¡Desventurada de -la madre que me parió, y de quien me metió aqui! Sacame aqui luego, -añadia con más colera don Quixote, sana y salva y sin lision ni -detrimento alguno la emperatriz que digo; que des<span class="pagenum" -id="Page_30">p. 30</span>pues quedará tu vil y superba persona á mi -merced, dandoteme primero por vencido. Si haré con todos los diablos, -dixo Sancho: abrame la puerta, y meta la espada en la vaina primero; -que yo le traeré luego, no solamente todas las princesas que hay en -el mundo, sino al mesmo Anas y Caifas, cada y cuando su merced los -quiera. Envainó don Quixote con mucha pausa y gravedad, quedando molido -y sudado de dar cuchilladas en la pobre cama, cuyas mantas y almohadas -dexó hechas una criba y lo mesmo hiziera del pobre Sancho si pudiera -alcançarle; el cual salió de detras de la cama descolorido, ronco y -lleno de lagrimas de miedo, y hincandose de rodillas delante de don -Quixote, le dixo: Yo me doy por vencido, señor caballero andante: -su merced mande perdonarme; que yo seré bueno todo lo restante de -mi vida. Don Quixote le respondió con un verso latino que él sabia -y repetia muchas vezes, diziendo: <i>Parcere prostratis docuit nobis -ira leonis</i>; y tras él le dixo: Soberbio jayan, aunque tu arrogancia -no merecia clemencia alguna, á imitacion de aquellos caballeros y -principes antiguos, á quien imito y pienso imitar, te perdono, con -presupuesto que del todo dexes las malas obras pasadas, y seas de aqui -adelante amparo de pobres y menesterosos, desfaziendo los tuertos y -agravios que en el mundo con tanta sinrazon se hazen. Yo lo juro y -prometo, dixo Sancho, de her todo eso que me dize; pero digame, en lo -de hashazer esos tuertos, ¿ha de entrar tambien el licenciado Pedro -Garcia, beneficiado del Toboso, que es tuerto de un ojo? Porque no me -quisiera meter en cosas de nuestra santa madre la Iglesia. Levantó -entonzes don Quixote á Sancho, diziendo: ¿Que te parece, amigo Sancho? -Quien haze esto en un aposento cerrado con un hombre solo como tú, -mejor lo hiziera en una campaña con un exercito de hombres, por bravos -que fuesen. Lo que me parece, dixo Sancho, que si<a id="FNanchor_12" -href="#Footnote_12" class="fnanchor">[12]</a> estas experiencias quiere -her muchas vezes conmigo, que me echaré con la carga. Don Quixote le -respondió: ¿No ves, Sancho, que era fingido, no más de por darte á -entender mi grande esfuerço en el combatir, destreza en el derribar y -maña en el acometer? ¡Mal haya el puto de mi linage! replicó Sancho: -pues ¿por que me arrojaba aquellas descomunales cuchilladas, que si no -fuera porque cuando tiró una me encomendé al glorioso san Anton, me -llevara medias narizes, pues el aire de la espada me pasó zorriando por -las orejas? Esos ensayamientos quisiera que v. m. hubiera hecho cuando -aquellos pastores de marras,<span class="pagenum" id="Page_31">p. -31</span> de aquellos dos exercitos de ovejas, le tiraron con las -hondas aquellas lagrimas de Moisen, con que le derribaron la mitad de -las muelas, y no conmigo; pero por ser la primera vez, pase, y mire -lo que haze de aqui adelante; y perdone, que me voy á comer. Eso no, -Sancho, dixo don Quixote: desarmame, y quedate á comer conmigo, para -que despues de comer tratemos de nuestra partida. Acetó facilmente el -convite Sancho, y despues de comer le mandó que de casa de un çapatero -le truxese dos ó tres badanas grandes para hazer una fina adarga, la -cual él hizo con ciertos papelones y engrudo, tan grande como una rueda -de hilar cañamo. Vendió tambien dos tierras y una harto buena viña, y -lo hizo todo dineros para la jornada que pensaba hazer. Hizo tambien -un buen lançón con un hierro ancho como la mano y compró un jumento á -Sancho Pança, en el cual llevara una maleta pequeña con algunas camisas -suyas y de Sancho, y el dinero, que seria más de trecientos ducados: de -suerte que Sancho con su jumento, y don Quixote con Rocinante, segun -dize la nueva y fiel historia, hizieron su tercera y más famosa salida -del Argamesilla por el fin de agosto del año que Dios sabe, sin que el -Cura ni el Barbero ni otra persona alguna los echase menos hasta el dia -siguiente de su salida.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_4"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO IV</h2> - <p class="subh2h">Como don Quixote de la Mancha y Sancho Pança su - escudero salieron tercera vez del Argamesilla, de noche; y de lo - que en el camino desta tercera y famosa salida les sucedió.</p> -</div> - -<p>Tres horas antes que el rojo Apolo esparziese sus rayos sobre la -tierra, salieron de su lugar el buen hidalgo don Quixote y Sancho -Pança: el uno sobre su caballo Rocinante, armado de todas pieças y el -morrion puesto en la cabeça con gentil talante y postura, y Sancho -con su jumento enalbardado, con unas muy buenas alforjas encima y una -maleta pequeña, en que llevaban la ropa blanca. Salidos del lugar, dixo -don Quixote á Sancho: Ya ves, Sancho mio, como en nuestra salida todo -se nos muestra favorable, pues, como ves, la luna resplandece y está -clara, no hemos topado en lo que hasta aqui habemos andado, cosa de -que podamos tomar mal agüero, tras que nadie nos ha sentido al salir: -en fin, hasta ahora todo nos viene á pedir de boca. Es verdad, dixo -Sancho: pero temo que en echandonos menos en el lugar, han de salir -en nuestra busca el Cura y el<span class="pagenum" id="Page_32">p. -32</span> Barbero con otra gente, y topandonos, á pesar nuestro nos han -de volver á nuestras casas, agarrados por los cabeçones ó metidos en -una jaula, como el año pasado; y si tal fuese, par diez que seria peor -la caida que la recaida. ¡Oh barbero cobarde! dixo don Quixote: juro -por el orden de caballeria que recebi, que solo por eso que has dicho, -y porque entiendas que no puede caber temor alguno en mi coraçon, -estoy por volver al lugar y desafiar á singular batalla, no solamente -al Cura, sino á cuantos curas, vicarios, sacristanes, canonigos, -arcedianos, deanes, chantres, racioneros y beneficiados tiene toda la -Iglesia romana, griega y latina, y á todos cuantos barberos, medicos, -cirujanos y albeitares militan debaxo de la bandera de Esculapio, -Galeno, Hipocrates y Avicena. ¿Es posible, Sancho, que en tan poca -opinion estoy acerca de tí, y que nunca has echado de ver el valor de -mi persona, las invencibles fuerças de mi braço, la inaudita ligereza -de mis pies y el vigor intrinseco de mi animo? Osariate apostar (y esto -es sin duda) que si me abriesen por medio y sacasen el coraçón, que le -hallarian como aquel de Alexandro Magno, de quien se dize que le tenia -lleno de vello, señal evidentisima de su gran virtud y fortaleça: por -tanto, Sancho, de aqui adelante no pienses asombrarme, aunque me pongas -delante más tigres que produce la Hircania, más leones que sustenta -la Africa, más sierpes que habitan la Libia, y más exercitos que tuvo -Cesar, Anibal ó Xerxes; y quedemos en esto por ahora; que la verdad de -todo verás en aquellas famosas justas de Çaragoça, donde ahora vamos. -Alli verás por vista de ojos lo que te digo; pero es menester, Sancho, -para esto, en esta adarga que llevo (mejor que aquella de Fez que pedia -el bravo moro granadino cuando á vozes mandaba que le ensillasen el -potro rucio del alcalde de los Velez), poner alguna letra ó divisa que -denote la pasion que lleva en el coraçon el caballero que la trae en su -braço; y asi quiero que en el primer lugar que llegaremos, un pintor -me pinte en ella dos hermosisimas donzellas que esten enamoradas de -mi brio, y el dios Cupido encima, que me esté asestando una flecha, -la cual yo reciba en el adarga, riendo dél y teniendolas en poco á -ellas, con una letra que diga al derredor de la adarga, El Caballero -Desamorado, poniendo encima esta, curiosa aunque agena, de suerte que -esté entre mi, entre Cupido y las damas:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">Sus flechas saca Cupido</p> -<p class="i0">De las venas del Pirú,</p> -<p class="i0">A los hombres dando el Cu,</p> -<p class="i0">Y á las damas dando el pido.</p> -</div></div> - -<p><span class="pagenum" id="Page_33">p. 33</span>¿Y que habemos -de her, dixo Sancho, nosotros con esa Cu? ¿Es alguna joya de las -que habemos de traer de las justas? No, replicó don Quixote; que -aquel Cu es un plumaje de dos relevadas plumas, que suelen ponerse, -algunos sobre la cabeça á vezes de oro, á vezes de plata, y á vezes -de la madera que haze diafano encerado á las linternas, llegando unos -con dichas plumas hasta el signo Aries, otros al de Capricornio, y -otros se fortifican en el castillo de San Cervantes. Par diez, dixo -Sancho, que ya que yo me hubiese de poner esas plumas, me las habia -de poner de oro ó de plata. No te convienen á ti, dixo don Quixote, -esos dijes; que tienes la muger buena cristiana y fea. No importa -eso, dixo Sancho; que de noche todos los gatos son pardos, y á falta -de colcha no es mala manta. Dexemos eso, replicó don Quixote; porque -delante de nosotros tenemos ya uno de los mejores castillos que á duras -penas se podran hallar en todos los paises altos y baxos, y estados -de Milan y Lombardia. Esto dixo por una venta que un cuarto de legua -lejos se divisaba. Respondió Sancho: En buena fe que me huelgo, porque -aquello que v. m. llama castillo es una venta, para la cual, pues -ya el sol se va poniendo, será bueno que enderecemos el camino para -pasar en ella la noche muy á nuestro placer; que mañana proseguiremos -nuestro viage. Porfiaba don Quixote en que era castillo, y Sancho en -que era venta: Acertaron en esto á pasar dos caminantes á pie, los -cuales, maravillados de ver la figura de don Quixote, armado de todas -pieças, y con morrion, haziendo el calor que hazia, que no era poco, -se detuvieron mirandole, á los cuales se llegó don Quixote diziendo: -Valerosos caballeros, á quien algun soberbio jayan, contra todo orden -de caballeria, haziendo batalla con vosotros, ha quitado los caballos -y alguna fermosa donzella que en vuestra compañia traiades, hija de -algun principe ó señor destos reinos, la cual habia de ser casada con -un hijo de un conde, que aunque moço, es valeroso caballero por su -persona: fablad, y dezidme punto por punto vuestra cuita; que aqui -está en vuestra presencia el Caballero Desamorado, si nunca le oisteis -nombrar (que si habreis, pues tan conocido es por sus fazañas), el -cual os jura por las ingratitudes de la infanta Dulcinea del Toboso, -causa total de mi desamor, de vos fazer tan bien vengados y tan á -vuestro sabor, que digais que en buen dia la fortuna os ha ofrecido en -este camino quien vos desfaga el tuerto que se os ha fecho. Los dos -caminantes no supieron que le responder sino, mirandose el uno al otro -le dixeron: Señor caballero, nosotros con ningun soberbio jayan hemos -peleado, ni tenemos<span class="pagenum" id="Page_34">p. 34</span> -caballos ni donzellas que se nos hayan quitado; pero si su merced habla -de una batalla que habemos tenido alli debaxo de aquellos arboles con -cierto numero de gentes que nos daba harto fastidio en el cuello del -jubon y pliegues de los calzones, ya hemos habido cumplida vitoria de -semejante gente; y si no es que alguno se nos haya escapado por entre -los bosques de los remiendos, todos los demas han sido muertos por -el conde de Uñate. Antes que respondiese don Quixote, salió Sancho -diziendo: Dígannos, señores caminantes; aquella casa que alli se ve, -¿es venta ó castillo? Replicó don Quixote: Majadero, insensato, ¿no -ves desde aqui los altos chapiteles, la famosa puente levadiza, y los -dos muy fieros grifos que defienden su entrada á aquellos que contra -la voluntad del castellano pretenden entrar dentro? Los caminantes -dixeron: Si v. m. es servido, señor caballero armado, aquella es la -venta que llaman del Ahorcado desde que junto á ella ahorcaron ahora un -año al ventero, porque mató á un huesped y le robó lo que tenia. Ahora -pues andad en hora mala, dixo don Quixote; que ello será lo que yo digo -á pesar de todo el mundo. Los caminantes se fueron muy maravillados -de la locura del caballero; y don Quixote, ya que llegaban á tiro de -arcabuz de la venta, dixo á Sancho: Conviene mucho, Sancho, para que en -todo cumplamos con el orden de caballeria, y vayamos por el camino que -la verdadera milicia enseña, que tú vayas delante, y te llegues á aquel -castillo como si fueses verdadera espia, y adviertas en él con mucho -cuidado la anchura, altura y profundidad del foso, la disposicion de -las puertas y puentes levadizas, los torreones, plataformas, estradas -encubiertas, diques, contradiques, trincheas, rastrillos, garitas, -plaças y cuerpos de guardia que hay en él; la artilleria que tienen -los de dentro; qué bastimentos y para cuantos años; que municiones; -si tiene agua en las cisternas; y finalmente, cuantos y que tales son -los que tan gran fortaleça defienden. ¡Cuerpo de quien me parió! dixo -Sancho: esto es lo que me agota la paciencia en estas aventuras ó -desventuras que andamos buscando por nuestros pecados. Tenemos la venta -aqui al ojo, donde podemos entrar sin embarazo ninguno y cenar con -nuestros dineros muy á nuestro placer, sin tener batalla ni pendencia -con nadie; y quiere v. m. que yo vaya á reconocer puentes y fosos y -extrañas cubiertas, ó como diablos llama esa letania que ha nombrado, -adonde salga el ventero, viendome andar alrededor de la casa midiendo -las paredes, con algun garrote, y me muela las costillas, pensando que -le voy á hurtar por los trascorrales las gallinas ó otra cosa.<span -class="pagenum" id="Page_35">p. 35</span> Vamos, por vida suya; que yo -salgo por fiador á todo aquello que nos puede suceder, si no es que -nosotros mismos nos tomemos las pendencias con las manos. Bien parece, -Sancho, dixo don Quixote, que no sabes lo que á la buena espia toca de -hazer: pues porque lo sepas, entiende que lo primero ha de ser fiel; -que si es espia doble, dando aviso á una parte y á otra de lo que -pasa, es muy perjudicial al exercito y digna de cualquier castigo. Lo -segundo, ha de ser deligente, avisando con presteza de todo lo que ha -oido y visto en los contrarios, pues por venir tarde el aviso se suele -á vezes perder todo un campo. Lo tercero, ha de ser secreta, de tal -manera, que á persona nacida, aunque sea grande amigo ó camarada, no -ha de dezir el secreto que trae en su pecho, sino es al propio general -en persona. Por tanto, Sancho, vé al momento y haz lo que te digo, sin -replica alguna; que bien sabes y has leido que una de las cosas por -donde los españoles son la nacion más temida y estimada en el mundo, -fuera de su valor y fortaleça, es por la prompta obediencia que tienen -á sus superiores en la milicia: esta los haze victoriosos casi en todas -las ocasiones; esta desmaya al enemigo; esta da animo á los cobardes -y temerosos; y finalmente, por esta los reyes de España han alcançado -el venir á ser señores de todo el orbe; porque, siendo obedientes los -inferiores á los superiores, con buen orden y concierto se hazen firmes -y estables, y dificultosamente son rompidos y desbaratados, como vemos -lo son con facilidad muchas naciones, por faltarles esta obediencia, -que es la llave de todo suceso prospero en la guerra y en la paz. Ahora -bien, dixo Sancho, no quiero más replicar, pues nunca acabariamos. V. -m. se venga tras mí poco á poco; que yo voy con mi jumento á her lo que -me manda; y si no hay nada de lo que v. m. me dize, podremos quedar -allá; porque á fe que me zorrian ya las tripas de pura hambre. Dios -te dé ventura en lides, dixo don Quixote, para que en esta empresa -que ahora vas salgas con mucha honra, y alcances por los maeses de -campo ó generales de algun exercito, alguna ventaja honrosa para todos -los dias de tu vida; y mi bendicion y la de Dios te alcance; y mira -que no te olvides de lo que te he dicho, de hazer la buena espia. -Començó Sancho á arrear su asno de tal manera, que llegó brevemente á -la venta; y como vió que no habia fosos, puentes ni chapiteles, como -su amo dezia, riose mucho entre sí, diziendo: Sin duda que todos los -torreones y fosos que mi amo dezia que habia en esta venta, los debe él -tener metidos en la cabeça; porque yo no veo aqui sino solo una casa -con un corralazo, y es sin duda<span class="pagenum" id="Page_36">p. -36</span> venta como yo dixe. Acercose á la puerta della y preguntó al -ventero si habia posada. Dixole que sí, con que baxó luego de su asno, -y dió al ventero la maleta para que le diese cuenta della cuando se la -pidiese, tras lo cual le preguntó si habia qué cenar; y respondiole el -ventero que habia una muy buena olla de vaca, carnero y tocino, con -muy lindas berças, y un conejo asado, dió dos saltos de contento en -oir nombrar aquella devota olla el buen Sancho. Pidió al punto cebada -y paja para su jumento, y llevole con esta provision á la caballeriza, -y mientras estaba ocupado en ella en darsela, llegó don Quixote cerca -de la venta sobre su rocin, con la figura ya dicha. El ventero y otros -cuatro ó cinco que estaban con él á la puerta, se maravillaron infinito -de ver semejante estantigua, y esperaron á ver lo que haria ó diria. -Llegó él, sin hablar palabra, á dos picas de la puerta, y mirando -de medio lado y con grave continente á la gente que en ella estaba, -pasó sin hablar palabra, y dió una vuelta alrededor de toda la venta, -mirandola por arriba y por abaxo, y á vezes midiendo con el lançon la -tierra desde la pared por defuera; y habiendo dado la vuelta, se puso -otra vez delante la puerta, y con una voz arrogante, puesto de pies -sobre los estribos, començó á dezir: Castellano desta fortaleça, y -vosotros, caballeros, que para defenderla con todos los soldados que -dentro están, atalayais, puestos en perpetua centinela dias y noches, -invierno y verano, con intolerables frios y fastidiosos calores, -los enemigos que os vienen á dar asaltos y hazer salir en campaña á -probar ventura, dadme luego aqui sin replica alguna un escudero mio -que, como falsos y alevosos, contra todo orden de caballeria habeis -prendido, sin hazer batalla primero con él; que yo sé por experiencia -que él es tal por su persona, que á hazerlo, no tenia para empezar en -diez de vosotros; y pues estoy certificado de que le prendisteis como -alevosos, con la fuerça del encantamiento de la vieja maga que dentro -teneis, ó por traicion, demasiado comedimiento os hago en pediroslo -con el termino que os le pido. Volvedmele, digo otra vez, al punto, -si quereis quedar con las vidas y excusar de que no os pase á todos -con los filos de mi espada, y deshaga este castillo sin dexar en él -piedra sobre piedra. Ea, entregadmelo luego, dezia levantando la voz -con más colera, aqui, sano, salvo y sin lesion alguna, juntamente con -todos los caballeros, donzellas y escuderos que en vuestras escuras -mazmorras con crueldad inhumana teneis presos; y si no, salid todos -preciados caballeros, puestas vuestras coraças fuertes y vuestras -blandeadoras lanças de recio fresno; que á todos os espera<span -class="pagenum" id="Page_37">p. 37</span> aqui. Y con esto tiraba á -cada paso á Rocinante de las riendas hazia atras, porque se fatigaba -mucho por entrar en la venta; que tambien tenia picado el molino como -Sancho Pança. El ventero y los demas, maravillados de las razones de -don Quixote, y, viendo que, la lança baxa, les desafiaba á batalla, -llamándoles gallinas y cobardes, haziendo piernas en su caballo, -llegaronse á él, y dixole el ventero: Señor caballero, aqui no hay -castillo ni fortaleça; y si alguna hay es la del vino, que es tan bravo -y fuerte, que basta no solamente para derribar sino para hazer dezir -mucho más de lo que v. m. nos ha dicho, y asi dezimos y respondemos -todos en mí, y yo por todos, que aqui no ha venido escudero alguno -de v. m.: si quiere posada, entre; que le daremos buena cena y mejor -cama, y aun, si fuere menester, no le faltará una moça gallega que le -quite los çapatos; que aunque tiene las tetas grandes, es ya cerrada -de años; y como v. m. no cierre la bolsa, no haya miedo que cierre los -braços ni dexe de recebirle en ellos. Por el orden de caballeria que -profeso, replicó don Quixote, que si, como digo, no me dais el escudero -y aquesa princesa gallega que dezis, que habeis de morir la más abatida -muerte que venteros andantes hayan muerto en el mundo. Al ruido salió -Sancho diziendo: Señor don Quixote, bien puede entrar; que al punto -que yo llegué se dieron todos por vencidos: baxe, baxe; que todos son -amigos, y habemos hechado pelillos á la mar, y nos están aguardando -con una muy gentil olla de vaca, tocino, carnero, nabos y berças, -que está diziendo: comeme, comeme. Como don Quixote vió á Sancho tan -alegre, le dixo: Dime por Dios, Sancho amigo, si esta gente te ha -hecho algun tuerto ó desaguisado; que aqui estoy, como ves, á punto -de pelear. Señor, dixo Sancho, ninguno desta casa me ha hecho tuerto; -que, como v. m. ve, los dos ojos me tengo sanos y buenos, que saqué -del vientre de mi madre; ni tampoco me han hecho desaguisado; antes -tienen guisada una olla y un conejo, tal, que el mismo Juan de Espera -en Dios la puede comer. Pues toma, Sancho, dixo don Quixote, esta -adarga, y tenme del estribo mientras me apeo; que me parece esta gente -de buena condicion, aunque pagana. ¡Y como si es pagana! respondió -Sancho, pues en pagando tres reales y medio, seremos señores disolutos -de aquella grasisima olla. Baxó en esto del caballo, y Sancho le llevó -á la caballeriza con su jumento. El ventero dixo á Don Quixote que se -desarmase; que en parte segura estaba, donde, pagando la cena y cama, -no habria pendencia alguna; pero el no lo quiso hazer, diziendo que -entre gente pagana no era menester fiarse de todos. Llegó en esto<span -class="pagenum" id="Page_38">p. 38</span> Sancho, y pudo acabar con -él á puros ruegos se quitase el morrion: tras lo cual le puso delante -una mesa pequeña con sus manteles, y dixo al ventero que truxese luego -la olla y el conejo asado, lo cual fue traido en un punto; de todo lo -cual cenó harto poco don Quixote, pues lo más de la cena se le fue en -hazer discursos y visages; pero Sancho sacó de vergüença á su amo, pues -á dos carrillos se comió todo lo que quedaba de la olla y conejo, con -la ayuda de un gentil azumbre de lo de Yepes, de suerte que se puso -hecho una trompa. Alçada la mesa, llevó el ventero á don Quixote y á -Sancho á un razonable aposento para acostarse; y despues que Sancho le -hubo desarmado, se fue á echar el segundo pienso á Rocinante y á su -jumento, y á llevarles á la agua. Mientras pues que Sancho andaba en -estos bestiales exercicios, llegó una moça gallega, que por ser muy -cortes era facil en el prometer y mucho más en el cumplir, y dixo á -don Quixote: Buenas noches tenga v. m., señor caballero: ¿manda algo -en su servicio? que aunque negras, no tiznamos: ¿gusta v. m. le quite -las botas, ó le limpie los çapatos, ó que me quede aqui esta noche -por si algo se le ofreciere? que por el siglo de mi madre, que me -parece haberle visto aqui otra vez, y aunque en su cara y figura me -parece á otro que yo quise harto; pero agua pasada no muele molino: -dexome y dexele libre como el cuclillo: no soy yo muger de todos, como -otras disolutas. Donzella, pero recogida; muger de bien, y criada de -un ventero honrado, y engañome un traidor de un capitan que me sacó -de mi casa, dandome palabra de casamiento: fuese á Italia, y dexome -perdida, como v. m. ve: llevome todas mis ropas y joyas que de casa de -mi padre habia sacado. Començó la moça á llorar tras esto, y dezir: -¡Ay de mí! ¡Ay de mí, huerfana y sola, y sin remedio alguno sino del -cielo! ¡Ay de mí! ¡Y si Dios deparase quien, á aquel bellaco diese -de puñaladas, vengandome de tantos agravios como me ha hecho! Don -Quixote, que oyó llorar aquella moça, como era compasivo de suyo, le -dixo: Cierto, fermosa donzella, que vuestras dolorosas cuitas de tal -manera han ferido mi coraçon, que, con ser para las lides de acero, -vos me le habedes tornado de cera; y asi, por el orden de caballeria -que juro y prometo, como verdadero caballero andante cuyo ofizio es -desfazer semejantes tuertos, de no comer pan en manteles, nin con la -Reina folgare, nin peinarme barba ó cabello, nin cortarme las uñas -de los pies ni de las manos, y aun de non entrar en poblado, pasadas -las justas donde agora voy á Çaragoça, fasta fazeros bien vengada de -aquese desleal caballero ó capitan tan á vuestro sabor, que<span -class="pagenum" id="Page_39">p. 39</span> digais que Dios vos ha topado -con un verdadero desfazedor de agravios. Dadme, donzella mia, esa -mano; que yo vos la doy de caballero de cumplir cuanto digo; y mañana -en ese dia subid sobre vuestro preciado palafren, puesto vuestro velo -delante de vuestros ojos, sola ó con vuestro enano que yo vos seguiré, -y aun podria ser, en las justas reales donde agora voy defender con los -filos de mi espada contra todo el mundo vuestra fermosura, y despues -fazeros reina de algun estraño reino ó isla, adonde seais casada con -algun principe poderoso: por tanto, idos agora á acostar, y reposad -en vuestro blando lecho, y fiad de mi palabra, que no puede faltar. -La disoluta moçuela, que se vió despedir de aquella manera, contra la -esperança que ella tenia de dormir con don Quixote y que le daria tres -ó cuatro reales, se puso muy triste con tan resoluta respuesta tras -tan prolixa arenga, y asi le dixo: Yo por agora, señor, no puedo salir -de mi casa por cierto inconveniente: lo que á v. m. suplico, si alguna -me piensa hazer, es se sirva de prestarme hasta mañana dos reales, -que los he mucho menester; porque fregando ayer quebré dos platos de -Talavera, y si no los pago, me dará mi amo dos dozenas de palos muy -bien dados. Quien á vos os tocare, dixo don Quixote, me tocará á mí en -las niñas de los ojos, y yo solo seré bastante para desafiar á singular -batalla, no solamente á ese vuestro amo que dezis, sino á cuantos amos -hoy gobiernan castillos y fortaleças. Andad y acostadvos sin temor; que -aqui está mi braço, que faltarvos non puede. Asi lo tengo yo creido, -dixo la moça; y mire si me haze merced de esos dos reales agora, que -aqui estoy para lo que v. m. mandare. Don Quixote no entendia la musica -de la gallega, y asi le dixo: Señora infanta, no digo yo los dos reales -que me pedis, sino docientos ducados os quiero dar luego á la hora. La -moça, que sabia que quien mucho abraça poco aprieta, y que más vale -pajaro en mano que buitre volando, se llegó á él para abraçarle, por -ver si por alli le podia sacar los dos reales que le habia pedido; pero -don Quixote se levantó diziendo: Muy pocos caballeros andantes he visto -ni leido que, puestos en semejantes trances cual este en que yo me veo, -hayan caido en deshonestidad alguna; y asi, ni yo tampoco, imitandoles -á estos, pienso caer en ella. Començó tras esto á llamar á Sancho, -diziendo: Sancho, Sancho, sube y traeme esa maleta. Subió Sancho (que -habia estado hasta entonzes ocupado en una grande platica con el -ventero y los huespedes, alabandoles la singular fortaleça de su señor, -echando de la gloriosa, como estaba tan relleno con la olla podrida que -habia cenado), subiendo<span class="pagenum" id="Page_40">p. 40</span> -juntamente la maleta, y dixole don Quixote: Sancho, abre esa maleta, y -dale á esta señora infanta á buena cuenta docientos ducados desos que -ahi traemos; que en haziendola vengada de cierto agravio que contra su -voluntad le han fecho, ella te dará, no solamente eso, pero muchas y -muy ricas joyas que un descortes caballero á pesar suyo la ha robado. -Sancho, que oyó el mandato, le respondió colerico: ¡Como docientos -ducados! Por los huesos de mis padres, y aun de mis agüelos, los puedo -yo dar como dar una testarada en el cielo. Mirese la muy zurrada, hija -de otra: ¿no es ella la que denantes me dixo en la caballeriza que si -queria dormir con ella, que como le diese ocho cuartos, estaba alli -para herme toda merced? Pues á fe que si la agarro por los cabellos, -que ha de saltar de un brinco las escaleras. Como la pobre gallega -vió tan enojado á Sancho, le dixo: Hermano, vuestro señor ha mandado -que me deis dos reales; que ni pido ni quiero los docientos ducados; -que bien veo que este señor lo dize por hazer burla de mí. Estaba en -esto don Quixote maravillado de ver lo que Sancho dezia, y asi le -dixo: Haz, Sancho, luego lo que te digo: dale luego los docientos -ducados, y si más te pidiere, dale más; que mañana iremos con ella -hasta su tierra, donde seremos<a id="FNanchor_13" href="#Footnote_13" -class="fnanchor">[13]</a> cumplidamente pagados. Ahora sus, dixo -Sancho, baxe acá abaxo, señora: ¡asi señora seais de la mala perra que -os parió! Y agarrando la maleta, baxó la moça delante dél, y diole -cuatro cuartos, diziendo: Por las armas del gigante Golias, que si -dezis á mi amo que no os he dado los docientos ducados, que os tengo de -hazer más tajadas que hay puntos en la albarda de mi asno. Señor, dixo -la gallega, deme esos cuatro cuartos; que con ellos quedo contentisima. -Sancho se les dió diziendo: Y bien pagada queda la muy zurrada de lo -que no ha trabajado. Y el ventero en esto llamó á Sancho para que se -acostase en una cama que de dos jalmas le habia hecho, y Sancho lo -hizo, echando su maleta por cabecera, con que durmió aquella noche muy -de repapo.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_5"> - <p><span class="pagenum" id="Page_41">p. 41</span></p> - <h2 class="nobreak">CAPITULO V</h2> - <p class="subh2c">De la repentina pendencia que á nuestro don - Quixote se le ofreció con el huesped al salir de la venta.</p> -</div> - -<p>Llegada la mañana, Sancho echó de comer á Rocinante y á su jumento, -y hizo poner á asar un razonable pedazo de carnero, si no es que fuese -de su madre (que de la virtud del ventero todo se podia presumir), y -tras esto se fue á despertar á don Quixote, el cual en toda la noche -no habia podido pegar los ojos, sino al amanecer un poco, desvelado -con las traças de sus negras justas, que le sacaban de juizio; y más -aquella noche, que habia imaginado defender la hermosura de la gallega -contra todos los caballeros extrangeros y naturales, y llevarla al -reino ó provincia de donde imaginaba que era reina ó señora. Despertó -don Quixote despavorido á las vozes que dió Sancho, diziendo: Date -por vencido, ¡oh valiente caballero! y confiesa la hermosura de la -princesa gallega, la cual es tan grande, que ni Policena, Porcia, -Albana ni Dido fueran dignas, si vivieran, de descalçarle su muy justo -y pequeño çapato. Señor, dixo Sancho, la gallega está muy contenta y -bien pagada; que ya yo le he dado los docientos ducados que v. m. me -mandó; y dize que besa á v. m. las manos, y que la mande; que alli -está pintipintada para helle toda merced. Pues dile, Sancho, dixo don -Quixote, que apareje su preciado palafren mientras yo me visto y armo, -para que partamos. Baxó Sancho, y lo que primero hizo fue ir á ver si -estaba adereçado el almuerzo. Ensilló á Rocinante y enalbardó á su -jumento, poniendo á punto el adarga y lançon de don Quixote, el cual -baxó muy de espacio con sus armas en la mano, y dixo á Sancho que le -armase, porque queria partir luego. Sancho le dixo que almorzase; que -despues se podria armar; lo cual él no quiso hazer en ninguna manera, -ni quiso tampoco sentarse á la mesa, porque dixo que no podia comer -en manteles hasta acabar cierta aventura que habia prometido; y asi -comió en pie cuatro bocados de pan y un poco de carnero asado, y luego -subió en su caballo con gentil continente, y dixo al ventero y á los -demas huespedes que alli estaban: Castellano y caballeros, mirad si de -presente se os ofrece alguna cosa en que yo os sea de provecho; que -aqui estoy pronto y aparejado para serviros. El ventero respondió: -Señor caballero, aqui no habemos menester cosa alguna, salvo que v. -m. ó este labrador que consigo trae me paguen la cena, cama, paja y -cebada, y vayanse tras<span class="pagenum" id="Page_42">p. 42</span> -esto muy en hora buena. Amigo, dixo don Quixote, yo no he visto en -libro alguno que haya leido, que cuando algun castellano ó señor -de fortaleça merece por su buena dicha hospedar en su casa á algun -caballero andante, le pida dinero por la posada; pero pues vos, dexando -el honroso nombre de castellano, os hazeis ventero, yo soy contento -que os paguen: mirad cuanto es lo que os debemos. Dixo el ventero que -se le debian catorze reales y cuatro cuartos. De vos hiziera yo esos -por la desvergüença de la cuenta, replicó don Quixote, si me estuviera -bien; pero no quiero emplear tan mal mi valor:—y volviendose á Sancho, -le mandó se los pagase. A la que volvió la cabeça para dezirselo, -vió junto al ventero á la moça gallega, que estaba con la escoba en -la mano para barrer el patio, y dixola con mucha cortesia: Soberana -señora, yo estoy dispuesto para cumplir todo aquello que la noche -pasada vos he prometido, y sereis sin duda alguna muy presto colocada -en vuestro precioso reino; que no es justo que una infanta como vos -ande asi desa suerte, y tan mal vestida como estais, y barriendo -las ventas de gente tan infame como esta es: por tanto, subid luego -en vuestro vistoso palafren; y si acaso, por la vuelta que ha dado -la enemiga fortuna, no le teneis, subid en este jumento de Sancho -Pança, mi fiel escudero: venios conmigo á la ciudad de Çaragoça; que -alli, despues de las justas, defenderé contra todo el mundo vuestra -extremada fermosura, poniendo una rica tienda en medio de la plaça, y -junto á ella un cartel, junto al cartel un pequeño aunque bien rico -tablado con un precioso sitial, adonde vos esteis vestida de riquisimas -vestiduras, mientras yo pelearé contra muchos caballeros, que por ganar -las voluntades de sus amantes damas vendran alli con infinitas cifras -y motes, que declararán bien la pasion que traerán en sus fogosos -coraçones y el deseo de vencerme; aunque les será dificultosa empresa -(por no dezir imposible) emprender ganar la prez y honra que yo les -ganaré con facilidad, amparado de vuestra beldad; y asi digo, señora, -que dexando todas las cosas, os vengais luego conmigo. El ventero y -los demas huespedes, que semejantes razones oyeron á don Quixote, le -tuvieron totalmente por loco, y se rieron de oir llamar á su gallega, -princesa y infanta: con todo, el ventero se volvió á su moça colerico, -diziendola: Yo os voto á tal, doña puta desvergonçada, que os tengo -de hazer que se os acuerde el concierto que con este loco habeis -hecho; que ya yo os entiendo. ¿Asi me agradeceis el haberos sacado de -la puteria de Alcala y haberos traido aqui á mi casa, donde estais -honrada, y haberos comprado esa sayuela, que me<span class="pagenum" -id="Page_43">p. 43</span> costó diez y seis reales, y los çapatos tres -y medio, tras que estaba de hoy para mañana para compraros una camisa, -viendo no teneis andrajo della? Pero no me la haga yo en bacin de -barbero si no me lo pagaredes todo junto; y despues os tengo de enviar -como vos mereceis, con un espigon (como dizen) en el rabo, á ver si -hallareis que nadie os haga el bien que yo en esta venta os he hecho: -andad ahora en hora mala, bellaca, á fregar los platos; que despues nos -veremos. Y diziendo esto, alçó la mano y diola una bofetada, con tres -ó cuatro cozes en las costillas, de suerte que la hizo ir tropeçando -y medio cayendo. ¡Oh santo Dios, y quien pudiera en esta hora notar -la inflamada ira y encendida colera que en el coraçon de nuestro -caballero entró! No hay aspid pisado, con mayor rabia que la con que -él puso mano á su espada, levantandose bien sobre los estribos, de los -cuales, con voz soberbia y arrogante dixo: ¡Oh sandio y vil caballero! -¡asi has ferido en el rostro á una de las más fermosas fembras que á -duras penas en todo el mundo se podrá fallar! Pero no querrá el cielo -que tan grande follonia y sandez quede sin castigo. Arrojó en esto -una terrible cuchillada al ventero, y diole con toda su fuerça sobre -la cabeça, de suerte que á no torcer un poco la mano don Quixote, -lo pasara sin duda mal; pero con todo eso le descalabró muy bien. -Alborotaronse todos los de la venta, y cada uno tomó las armas que -más cerca de sí halló. El ventero entró en la cocina y sacó un asador -de tres ganchos bien grande, y su muger un medio chuzo de viñadero. -Don Quixote volvió las riendas á Rocinante, diziendo á grandes vozes: -¡Guerra, guerra! La venta estaba en una cuestecilla, y luego á tiro -de piedra habia un prado bien grande, en medio del cual se puso don -Quixote haziendo gambetas con su caballo, la espada desnuda en la mano, -porque Sancho tenia la adarga y lançon; al cual, luego que vió todo el -caldo revuelto, se le representó que habia de ser segunda vez manteado, -y asi peleaba cuanto podia por sosegar la gente y aplacar aquella -pendencia; pero el ventero, como se sintió descalabrado, estaba hecho -un leon, y pedia muy aprisa su escopeta, y sin duda fuera y matara con -ella á don Quixote, si el cielo no le tuviera guardado para mayores -trances. Estorbolo la muger y los huespedes con Sancho, diziendo que -aquel hombre era falto de juizio; y pues la herida era poca, que -le dexase ir con todos los diablos. Con esto se sosegó, y Sancho, -excusandose que no tenia culpa de lo sucedido, se despidió dellos muy -cortesmente, y se fue para su amo, llevando al jumento del cabestro, -y la adarga y lançon. Lle<span class="pagenum" id="Page_44">p. -44</span>gando á don Quixote, le dixo: ¿Es posible, señor, que por una -moça de soldada, peor que la de Pilatos, Anas y Caifas, que está hecha -una picara, quiera v. m. que nos veamos en tanta revuelta, que casi -nos costara el pellejo, pues queria venir el ventero con su escopeta -á tirarle? Y á hacerlo, sobre mí, que no le defendieran sus armas de -plata, aunque estuvieran aforradas en terciopelo. ¡Oh Sancho! dixo don -Quixote, ¿cuanta gente es la que viene? ¿Viene un escuadron volante, -ó viene por tercios? ¿Cuanta es la artilleria, coraças y morriones -que traen, y cuantas compañias de flecheros? Los soldados ¿son viejos -ó bisoños? ¿Están bien pagados? ¿Hay hambre ó peste en el exercito? -¿Cuantos son los alemanes, tudescos, franceses, españoles, italianos y -esgüizaros? ¿Como se llaman los generales, maeses de campo, prebostes, -y capitanes de campaña? Presto, Sancho, presto, dilo; que importa para -que, conforme á la gente, hagamos en este grande prado trincheras, -fosos, contrafosos, rebellines, plataformas, bastiones, estacadas, -mantas y reparos, para que dentro les echemos naranjas y bombas de -fuego, disparando todos á un tiempo nuestra artilleria, y primero las -pieças que están llenas de clavos y medias balas, porque estas hazen -grande efeto al primero impetu y asalto. Respondió Sancho: Señor, aqui -no hay peto ni salto, ¡pecador de mí! ni hay exercitos de turquescos, -ni animales, ni borricadas ni bestiones; bestias sí que lo seremos -nosotros si no nos vamos al punto. Tome su adarga y lança; que quiero -subir en mi asno; y pues nuestra Señora de los Dolores nos ha librado -de los que nos podian causar los palos que tan bien merecidos teniamos -en esta venta, huyamos de ella como de la ballena de Jonas; que no le -faltarán á v. m. por esos mundos otras aventuras más faciles de vencer -que esta. Calla, Sancho, dixo don Quixote; que si me ven huir, dirán -que soy un gallina cobarde. Pues par diez, replicó Sancho, que aunque -digan que somos gallinas, capones ó faisanes, que por esta vez que nos -tenemos de ir: arre acá, señor jumento. Don Quixote, que vió resuelto -á Sancho, no quiso contradezirle más; antes començó á caminar tras él -diziendo: Por cierto, Sancho, que lo hemos errado mucho en no volver -á la venta y retar á todos aquellos por traidores y alevosos, pues lo -son verdaderamente, dandoles despues desto á todos la muerte; porque -tan vil canalla y tan soez no es bien viva sobre la haz de la tierra; -pues quedando, como ves quedan, vivos, mañana dirán que no tuvimos -animo para acometellos, cosa que sentiré á par de muerte se diga de mí. -En fin, Sancho, nosotros habemos sido, en volvernos, grandisi<span -class="pagenum" id="Page_45">p. 45</span>mos borrachos. ¿Borrachos, -señor? respondió Sancho: borrachos seamos delante de Dios; que para -lo deste mundo, ello hemos hecho lo que toca á nuestras fuerças; por -tanto, caminemos antes que entre más el sol; que dexa v. m. bien -castigados todos los de la venta.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_6"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO VI</h2> - <p class="subh2h">De la no menos extraña que peligrosa batalla que - nuestro caballero tuvo con un guarda de un melonar, que él pensaba - ser Roldan el Furioso.</p> -</div> - -<p>Caminaron la via de Çaragoça el buen hidalgo don Quixote y Sancho -Pança su escudero, y anduvieron seis dias sin que les sucediese en -ellos cosa de notable consideracion, solo que por todos los lugares que -pasaban eran en extremo notados, y en cualquier parte daban harto que -reir las simplicidades de Sancho Pança y las quimeras de don Quixote; -porque se ofreció en Ariza hazer él proprio un cartel y fixarle en un -poste de la plaça, diziendo que cualquier caballero natural ó andante -que dixese que las mugeres merecian ser amadas de los caballeros, -mentia, como él solo se lo haria confesar uno á uno ó diez á diez; bien -que merecian ser defendidas y amparadas en sus cuitas, como lo manda -el orden de caballeria; pero que en lo demas, que se sirviesen los -hombres dellas para la generacion con el vinculo del santo matrimonio, -sin mas arrequives de festeos; pues desengañaban bien de cuan gran -locura era lo contrario las ingratitudes de la infanta Dulcinea del -Toboso; y luego firmaba al pie del cartel: El Caballero Desamorado. -Tras este pasaron otros tan apacibles y más estraños cuentos en los -demas lugares del camino, hasta que sucedió que llegando él y Sancho -cerca de Calatayud, en un lugar que llaman Ateca, á tiro de mosquete -de la tierra, yendo platicando los dos sobre lo que pensaba hazer en -las justas de Çaragoça, y como desde alli pensaba dar la vuelta á la -corte del Rey, y dar en ella á conocer el valor de su persona, volvió -la cabeça y vió enmedio de un melonar una cabaña, y junto á ella un -hombre que le estaba guardando con un lançon en la mano. Detuvose un -poco mirandole de hito á hito; y despues de haber hecho en su fantasia -un desvariado discurso, dixo: Detente, Sancho, detente; que si yo no -me engaño, esta es una de las más estrañas y nunca vistas aventuras -que en los dias de tu vida hayas visto ni oido dezir; porque aquel -que alli ves con la lança ó venablo en la mano, es sin duda el señor -de Anglante, Orlando el Fu<span class="pagenum" id="Page_46">p. -46</span>rioso, que, como se dize en el autentico y verdadero libro -que llaman Espejo de caballerias, fue encantado por un moro, y llevado -á que guardase y defendiese la entrada de cierto castillo, por ser él -el caballero de mayores fuerças del universo; encantandole el moro de -suerte, que por ninguna parte puede ser ferido ni muerto, si no es por -la planta del pie. Este es aquel furioso Roldan que, de rabia y enojo -porque un moro de Agramante llamado Medoro, le robó á Angélica la -bella, se tornó loco, arrancando los arboles de raiz; y aun se dize por -muy cierto (cosa que yo la creo rebien de sus fuerças) que asió de una -pierna á una yegua sobre quien iba un desdichado pastor, y volteandola -sobre el braço derecho, la arrojó de sí dos leguas, con otras cosas -estrañas, semejantes á esta, que alli se cuentan por muy extenso, donde -los podrás tú leer. Asi que, Sancho mio, yo estoy resuelto de no pasar -adelante hasta probar con él la ventura; y si fuere tal la mia (que -si será, segun el esfuerço de mi persona y ligereza de mi caballo), -que yo le venciere y matare, todas las glorias, victorias y buenos -sucesos que tuvo, serán sin duda mios, y á mí solo se atribuiran todas -las fazañas, vencimientos, muertes de gigantes, desquixaramientos -de leones y rompimientos de exercitos que por sola su persona hizo; -y si él echó, como se cuenta por verdad, la yegua con el pastor dos -leguas, dirá todo el mundo que quien venció á este que tal hazia, bien -podrá arrojar á otro pastor como aquel á cuatro leguas: con esto seré -nombrado por el mundo y será temido mi nombre; y finalmente, sabiendolo -el rey de España, me enviará á llamar y me preguntará punto por punto -cómo fue la batalla, que golpes le dí, con que ardides le derribé y -con que estratagemas le falseé las tretas para que diesen en vazio; y -finalmente, cómo le dí la muerte por la planta del pie con un alfiler -de á blanca. Informado su magestad de todo, y dandote á tí por testigo -ocular, seré sin duda creido; y llevando, como llevaremos, la cabeça -en esas alforjas, el Rey la mirará, y dirá: ¡Ah Roldan, Roldan, y -como siendo vos la cabeça de los Doze Pares de Francia habeis hallado -vuestro par! No os valió ¡oh fuerte caballero! vuestro encantamiento -ni el haber rompido de sola una cuchillada una grandisima peña. ¡Oh -Roldan, Roldan, y como de hoy más se lleva la gala y fama el invicto -manchego y gran español don Quixote! Asi que, Sancho, no te muevas de -aqui hasta que yo haya dado cabo y cima á esta dudosa aventura, matando -al señor de Anglante y cortandole la cabeça. Sancho, que habia estado -muy atento á lo que su amo dezia, le respondió diziendo: Señor<span -class="pagenum" id="Page_47">p. 47</span> Caballero Desamorado, lo que -á mi me parece es que no hay aqui, á lo que yo entiendo, ningun señor -de Argante; porque lo que yo alli veo no es sino un hombre que está -con un lançon guardando su melonar; que como va por aqui mucha gente á -Çaragoça á las fiestas, se le deben de festear por los melones; y asi -digo que mi parecer es, no obstante el de v. m., que no alborotemos á -quien guarda su hacienda, y guardela muy enhorabuena; que asi hago yo -con la mia. ¿Quien le mete á v. m. con Giraldo el Furioso, ni en cortar -la cabeça á un pobre melonero? ¿Quiere que despues se sepa, y que -luego salga tras nosotros la Santa Hermandad, y nos ahorque y asaetee, -y despues eche á galeras por sietecientos años, de donde primero que -salgamos ternemos canas en las pantorrillas? Señor don Quixote, ¿no -sabe lo que dize el refran, que quien ama el peligro, mal que le pese -ha de caer en él? Delo al diablo, y vamos al lugar, que está cerca: -cenaremos muy á nuestro plazer, y comerán las cabalgaduras; que á fe -que si á Rocinante, que va un poco cabizbaxo, le preguntase donde -querria más ir, al meson ó guerrear con el melonero, que dixese que -más querria medio celemin de cebada, que cien hanegas de meloneros. -Pues si esta bestia, siendo insensitiva, lo dize y se lo ruega, y -yo tambien en nombre della y de mi jumento, se lo suplicamos mal y -caramente, razon es nos crea; y mire v. m. que por no haber querido -muchas vezes tomar mi consejo nos han sucedido algunas desgracias. Lo -que podemos her, es: yo llegaré y le compraré un par de melones para -cenar; y si él dize que es Gaiteros ó Bradamonte ó esotro demonio que -dize, yo soy muy contento que le despanzorremos; si no, dexemosle -para quien es, y vamos nosotros á nuestras justas reales. ¡Oh Sancho, -Sancho, dixo don Quixote, y que poco sabes de achaque de aventuras! Yo -no salí de mi casa sino para ganar honra y fama, para lo cual tenemos -ahora ocasion en la mano; y bien sabes que la pintaban los antiguos -con copete en la frente y calva de todo el celebro, dandonos con eso -á entender que pasada ella, no hay de donde asirla. Yo, Sancho, por -todo lo que tú y todo el mundo me dixere, no he de dexar de probar esta -empresa, ni de llevar el dia que entrare en Çaragoça, la cabeça de -este Roldan en una lança, con una letra debaxo della que diga: «Vencí -al vencedor.» Mira pues tú, Sancho, ¡cuanta gloria se me seguirá de -esto! pues será ocasion de que en las justas todos me rindan vasallage -y se me den por vencidos; con lo cual todos los precios dellas serán -sin duda mios. Y asi, Sancho, encomiendame á Dios; que voy á meterme -en uno de los ma<span class="pagenum" id="Page_48">p. 48</span>yores -peligros que en todos los dias de mi vida me he visto; y si acaso, -por ser varios los peligros de la guerra, muriese en esta batalla, -llevarme has á San Pedro de Cardeña; que muerto, estando con mi espada -en la mano, como el Cid, sentado en una silla, yo fio que si, como -á él, algun judio, acaso por hazer burla de mí, quisiere llegarme á -las barbas, que mi braço yerto sepa meter mano y tratarle peor que el -catolico Campeador trató al que con él hizo lo proprio. ¡Oh señor! -respondió Sancho, por el arca de Noe le suplico que no me diga eso -de morir; que me haze saltar de los ojos las lagrimas como el puño, -y se me haze el coraçon añicos de oirselo, de puro tierno que soy -de mio. ¡Desdichada de la madre que me parió! ¿Que haria despues el -triste Sancho Pança solo en la tierra agena, cargado de dos bestias, -si v. m. muriese en esta batalla? Començó Sancho tras esto á llorar -muy de veras, y dezir: ¡Ay de mí, señor don Quixote! ¡nunca yo le -hubiera conocido por tan poco! ¿Que haran las donzellas desaguisadas? -¿Quien hará y deshará tuertos? Perdida queda de hoy más toda la nacion -manchega; no habrá fruto de caballeros andantes, pues hoy acabó la -flor dellos en v. m.; más valiera que nos hubieran muerto ahora un año -aquellos desalmados yangüeses, cuando nos molieron las costillas á -garrotazos. ¡Ay señor don Quixote! ¡Pobre de mí! ¿y que tengo de her -solo y sin v. m.? ¡Ay de mí! Don Quixote lo consoló diziendo: Sancho, -no llores; que aun no soy muerto; antes he oido y leido de infinitos -caballeros, y principalmente de Amadis de Gaula, que habiendo estado -muchas vezes á pique de ser muertos, vivian despues muchos años, y -venian á morirse en sus tierras, en casa de sus padres, rodeados de -hijos y mugeres. Con todo eso, estese dicho, hagas, si muriere, lo que -te digo. Yo lo prometo, señor, dixo Sancho, si Dios le lleva para sí, -de llevar á enterrar su cuerpo, no solamente al San Pedro de Cerdeña -que dize, sino que aunque me cueste el valor del jumento, le tengo de -llevar á enterrar á Constantinopla; y pues va determinado de matar -ese melonero, arrojeme acá, antes que parta, su bendicion, y deme la -mano para que se la bese; que la mia y la del señor san Cristobal le -caiga. Diosela don Quixote con mucho amor, y luego començó á espolear -á Rocinante, que de cansado ya no se podia mover. Entrando por el -melonar y picando derecho hazia la cabaña donde estaba la guarda, -iba dando á cada paso á la maldicion á Rocinante, por ver que cada -mata, como era verde, le daba apetito, aunque tenia freno, de probar -algunas de sus hojas ó melones, fatigado de la hambre. Cuando el -melonero vió<span class="pagenum" id="Page_49">p. 49</span> que se iba -allegando más á él aquella fantasma, sin que reparase en el daño que -hazia en las matas y melones, començole á dezir á vozes que se tuviese -afuera; si no, que le haria salir con todos los diablos del melonar. -No curandose don Quixote de las palabras que el hombre le dezia, iba -prosiguiendo su camino; y ya que estuvo dos ó tres picas dél, començó -á dezirle, puesta la lança en tierra: Valeroso conde Orlando, cuya -fama y cuyos hechos tiene celebrados el famoso y laureado Ariosto, y -cuya figura tienen esculpida sus divinos y heroicos versos; hoy es el -dia, invencible caballero, en que tengo de probar contigo la fuerça de -mis armas y los agudos filos de mi cortadora espada; hoy es el dia, -valiente Roldan, en que no te han de valer tus encantamientos ni el -ser cabeça de aquellos Doze Pares de cuya nobleza y esfuerço la gran -Francia se gloria; que por mi has de ser, si quiere la fortuna, vencido -y muerto, y llevada tu soberbia cabeça, ¡oh fuerte frances! en esta -lança á Çaragoça. Hoy es el dia en que yo gozaré de todas tus fazañas -y vitorias, sin que te pueda valer el fuerte exercito de Carlo-Magno, -ni la valentia de Reinaldos de Montalvan, tu primo; ni Montesinos, ni -Oliveros, ni el hechicero Malgisi con todos sus encantamientos: vente, -vente para mí, que un solo español soy: no vengo, como Bernardo del -Carpio y el rey Marsillo de Aragon, con poderoso exercito contra tu -persona; solo vengo con mis armas y caballo contra tí, que te tuviste -algun tiempo por afrentado de entrar en batalla con diez caballeros -solos. Responde, no estés mudo, sube sobre tu caballo, ó vente para mi -de la manera que quisieres; mas porque entiendo, segun he leido, que -el encantador que aqui te puso no te dió caballo, yo quiero baxar del -mio; que no quiero hazer batalla contigo con ventaja alguna. Y baxó -en esto del caballo, y viendolo Sancho, començó á dar vozes diziendo: -Arremeta, nuesamo, arremeta; que yo estoy aqui rezando por su ayuda, -y he prometido una misa á las benditas animas, y otra al señor san -Anton, que guarde á v. m. y á Rocinante. El melonero, que vió venir -para sí á don Quixote con la lança en la mano y cubierto con el adarga, -començole á dezir que se tuviese afuera; si no, que le mataria á -pedradas. Como don Quixote prosiguiese adelante, el melonero arrojó -su lançon y puso una piedra poco mayor que un huevo en una honda, y -dando media vuelta al braço, la despidió como de un trabuco contra don -Quixote, el cual la recibió en el adarga; mas falseola facilmente, -como era de solo badana y papelones, y dió á nuestro caballero tan -terrible golpe en el braço izquierdo, que á no<span class="pagenum" -id="Page_50">p. 50</span> cogelle armado con el braçalete, no fuera -mucho quebrarsele; aunque sintió el golpe bravisimamente. Como el -melonero vió que todavia porfiaba para acercarsele, puso otra piedra -mayor en la honda, y tirola tan derecha y con tanta fuerça, que dió con -ella á don Quixote en medio de los pechos, de suerte que á no tener -puesto el peto grabado, sin duda se la escondiera en el estomago: -con todo, como iba tirada por buen braço, dió con el buen hidalgo de -espaldas en tierra, recibiendo una mala y peligrosa caida, y tal, que -con el peso de las armas y fuerça del golpe, quedó en el suelo medio -aturdido. El melonero, pensando que le habia muerto ó malparado, se fue -huyendo al lugar. Sancho, que vió caido á su amo, entendiendo que de -aquella pedrada habia acabado don Quixote con todas las aventuras, se -fue para él, llevando al jumento del cabestro, lamentandose y diziendo: -¡Oh pobre de mi señor desamorado! ¿No se lo dezia yo, que nos fueramos -muy en hora mala al lugar, y no hizieramos batalla con este melonero, -que es más luterano que el gigante Golias? Pues ¿como se atrevió á -llegarse á él sin caballo, pues sabia en Dios y en su conciencia que -no le podia matar sino metiendole una aguja ó alfiler de á blanca por -la planta del pie? Llegose en esto á su señor, y preguntole si estaba -mal ferido: él respondió que no; pero que aquel soberbio Roldan le -habia tirado una gran peña y le habia derribado con ella en tierra; -añadiendo: Dame, Sancho, la mano, pues ya he salido con muy cumplida -vitoria; que para alcançarla, bastame que mi contrario haya huido de -mí y no ha osado aguardarme: al enemigo que huye, hazerle la puente de -plata, como dizen. Dexemosle pues ir; que ya vendrá tiempo en que yo -le busque, y á pesar suyo acabe la batalla començada: solo me siento -en este braço izquierdo mal herido; que aquel furioso Orlando me debió -tirar una terrible maça que tenia en la mano; y si no me defendieran -mis finas armas, entiendo que me hubiera quebrado el braço. Maça, dixo -Sancho, bien sé yo que no la tenia; pero le tiró dos guijarros con la -honda, que si con cualquiera dellos le diera sobre la cabeça, sobre mí, -que por más que tuviera puesto en ella ese chapitel de plata ó como -le llama, hubieramos acabado con el trabajo que habemos de pasar en -las justas de Çaragoça; pero agradezca la vida que tiene á un romance -que yo le rezé del conde Peranzules, que es cosa muy probada para el -dolor de hijada. Dame la mano, Sancho, dixo don Quixote, y entremos un -rato á descansar en aquella cabaña, y luego nos iremos, pues el lugar -está cerca. Levantose don Quixote tras esto, y quitó el freno<span -class="pagenum" id="Page_51">p. 51</span> á Rocinante, y Sancho quitó -la maleta de encima de su jumento, juntamente con la albarda; metiolo -todo en la cabaña, quedando Rocinante y el jumento señores absolutos -del melonar, del cual cogió Sancho dos melones harto buenos, y con un -mal cuchillo que traia los partió y puso encima de la albarda para -que comiese don Quixote; si bien él, tras solo cuatro bocados que -tomó dellos, mandó á Sancho que los guardase para cenar en el meson á -la noche. Pero apenas habia Sancho comido media dozena de rebanadas, -cuando el melonero vino con otros tres harto bien dispuestos moços, -trayendo cada uno una gentil estaca en la mano; y como vieron el rocin -y jumento sueltos, pisando las matas y comiendo los melones, encendidos -en colera, entraron en la cabaña, llamandolos ladrones y robadores de -la hacienda agena, acompañando estos requiebros con media dozena de -palos que les dieron muy bien dados, antes que se pudiesen levantar; -y á don Quixote, que por su desgracia se habia quitado el morrion, le -dieron tres ó cuatro en la cabeça, con que le dexaron medio aturdido, y -aun muy bien descalabrado; pero Sancho lo pasó peor; que como no tenia -reparo de coselete, no se le perdió garrotazo en costillas, braços y -cabeça, quedando tambien aturdido como lo quedaba su amo. Los hombres, -sin curar dellos, se llevaron al lugar en prendas el rocin y jumento -por el daño que habian hecho. De alli á un buen rato, vuelto Sancho en -sí, y viendo el estado en que sus cosas estaban, y que le dolian las -costillas y braços de suerte que casi no se podia levantar, començó á -llamar á don Quixote, diziendo: ¡Ah señor caballero andante (andado -se vea él con todos cuantos diablos hay en los infiernos)! ¿parecele -que quedamos buenos? ¿Es este el triunfo con que habemos de entrar en -las justas de Çaragoça? ¿Que es de la cabeça de Roldan el encantado, -que hemos de llevar espetada en lança? Los diablos le espeten en un -asador, ¡plegue á santa Apolonia! Estoyle diziendo sietecientas vezes -que no nos metamos en estas batallas impertinentes, sino que vamos -nuestro camino sin hazer mal á nadie, y no hay remedio. Pues tomese -esos peruetanos que le han venido, y aun plegue á Dios, si aqui estamos -mucho, no vengan otra media dozena dellos á acabar la batalla que los -primeros començaron. Alzese, pesia á las herraduras del caballo de san -Martin, y mire que tiene la cabeça llena de chichones, y le corre la -sangre por la cara abaxo, siendo ahora de veras el de la Triste Figura, -por sus bien merecidos disparates. Don Quixote, volviendo en sí y -sosegandose un poco, començó á dezir:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0"><span class="pagenum" id="Page_52">p. 52</span>Rey don Sancho, rey don Sancho</p> -<p class="i0">No dirás que no te aviso</p> -<p class="i0">Que del cerco de Zamora</p> -<p class="i0">Un traidor habia salido.</p> -</div></div> - -<p>¡Mal haya el anima del Anticristo! dixo Sancho: estamos con las -nuestras en los dientes, ¡y ahora se pone muy de espacio al romance -del rey don Sancho! Vamonos de aqui, por las entrañas de todo nuestro -linage, y curemonos; que estos Barrabases de Gaiteros, ó quien son, nos -han molido más que sal, y á mí me han dexado los braços de suerte, que -no los puedo levantar á la cabeça. ¡Oh buen escudero y amigo! respondió -don Quixote, has de saber que el traidor que desta suerte me ha puesto -es Bellido de Olfos, hijo de Olfos Bellido.—¡Oh, reniego de ese Bellido -ó bellaco de Olfos, y aun de quien nos metió en este melonar!—Este -traidor, dixo don Quixote, saliendo conmigo mano á mano, camino de -Zamora, mientras que yo me baxé de mi caballo para proveerme detrás -de unas mantas; este alevoso, digo, de Bellido, me tiró un venablo -á traicion, y me ha puesto de la suerte que ves: por tanto ¡oh fiel -vasallo! conviene mucho que tú subas en un poderoso caballo, llamandote -don Diego Ordoñez de Lara, y que vayas á Zamora, y en llegando junto á -la muralla, verás entre dos almenas el buen viejo Arias Gonzalo, ante -quien retarás á toda la ciudad, torres, cimientos, almenas, hombres, -niños y mugeres, el pan que comen y el agua que beben, con todos los -demas retos con que el hijo de don Bermudo retó á dicha ciudad, y -matarás á los hijos de Arias Gonzalo, Pedro Arias y los demas. ¡Cuerpo -de san Quintin! dixo Sancho: si v. m. ve cuales nos han puesto cuatro -meloneros, ¿para que diablos quiere que vamos á Zamora á desafiar toda -una ciudad tan principal como aquella? ¿Quiere que salgan della cinco -ó seis millones de hombres á caballo y acaben con nuestras vidas, sin -que gozemos de los premios de las reales justas de Çaragoça? Deme la -mano y levantese, y iremos al lugar que está cerca, para que nos curen -y á v. m. le tomen esa sangre. Levantose don Quixote, aunque con harto -trabajo, y salieron los dos fuera de la cabaña; pero cuando no vieron -el Rocinante ni el jumento, fue grandisimo el sentimiento que don -Quixote hizo por él; y Sancho, dando vueltas alrededor de la cabaña -buscando su asno, dezia llorando: ¡Ay asno de mi anima! ¿y que pecados -has hecho para que te hayan llevado de delante de mis ojos? Tú eres la -lumbre dellos, asno de mis entrañas, espejo en que yo me miraba; ¿quien -te me ha lle<span class="pagenum" id="Page_53">p. 53</span>vado? ¡Ay -jumento mio, que por tí solo y por tu pico podias ser rey de todos -los asnos del mundo! ¿á donde hallaré yo otro tan hombre de bien como -tú? Alivio de mis trabajos, consuelo de mis tribulaciones, tú solo me -entendias los pensamientos, y yo á tí, como si fuera tu propio hermano -de leche. ¡Ay, asno mio!, y como tengo en la memoria que cuando te -iba á echar de comer á la caballeriza, en viendo cerner la cebada, -rebuznabas y reias con una gracia como si fueras persona; y cuando -respirabas hazia dentro, dabas un gracioso silbo, respondiendo por -el organo trasero con un gamaut, que ¡mal año para la guitarra del -barbero de mi lugar que mejor musica haga cuando canta el pasacalle de -noche! Don Quixote le consoló diziendo: Sancho, no te aflijas tanto -por tu jumento; que yo he perdido el mejor caballo del mundo; pero -sufro y disimulo hasta que le halle, porque le pienso buscar por toda -la redondez del universo. ¡Oh señor! dixo Sancho: ¿no quiere que me -lamente, ¡pecador de mí! si me dixeron en nuestro lugar que este mi -asno era pariente muy cercano de aquel gran retorico asno de Balan, -que buen siglo haya? Y bien se ha echado de ver en el valor que ha -mostrado en esta reñida batalla que con los más soberbios meloneros del -mundo habemos tenido. Sancho, dixo don Quixote, para lo pasado no hay -poder alguno, segun dize Aristoteles; y asi lo que por ahora puedes -hazer, es tomar esta maleta debaxo del braço, y llevar esta albarda -á cuestas hasta el lugar, y alli nos informaremos de todo lo que nos -fuere necesario para hallar nuestras bestias. Sea como v. m. mandare, -dixo Sancho tomando la maleta y diziendo á don Quixote que le echase -la albarda encima. Mira, Sancho, replicó él, si la podrás llevar; si -no, lleva primero la maleta, y luego volverás por ella. Si podré, dixo -Sancho; que no es esta la primera albarda que he llevado á cuestas en -esta vida. Pusosela encima; y como el ataharre le viniese junto á la -boca, dixo á don Quixote que se la echase tras de la cabeça, porque le -olia á paja mal mascada.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_7"> - <p><span class="pagenum" id="Page_54">p. 54</span></p> - <h2 class="nobreak">CAPITULO VII</h2> - <p class="subh2h">Como don Quixote y Sancho Pança llegaron á Ateca, - y como un caritativo clerigo llamado Mosen Valentin los recogió en - su casa, haziendoles todo buen acogimiento.</p> -</div> - -<p>Començaron á caminar don Quixote con su adarga y Sancho con su -albarda, que le venia como anillo en dedo, y en entrando por la -primera calle del lugar, se les començó á juntar una grande multitud -de muchachos hasta que llegaron á la plaça, donde en viendo llegar -aquellas estrañas figuras, se empeçaron á reir los que en ella estaban, -y llegaronseles los jurados y seis ó siete clerigos, y otra gente -honrada que con ellos estaban. Como se vió don Quixote en la plaça -cercado de tanta gente, viendo que todos se reian, començó á dezir: -Senado ilustre y pueblo romano invicto, cuya ciudad es y ha sido -cabeça del universo, mirad si es licito que de vuestra famosa ciudad -hayan salido salteadores, los cuales vosotros jamas consentistes en -vuestra clara republica en los antiguos siglos, y me hayan robado á mí -mi preciado caballo y á mi fiel escudero su jumento, sobre quien trae -las joyas y precios que en diferentes justas y torneos he ganado ó -podido ganar: por tanto, si aquel valor antiguo ha quedado en vuestros -coraçones de piadosos romanos, dadnos aqui luego lo que se nos ha -robado, juntamente con los traidores que, estando nosotros á pie y -descuidados, nos han ferido de la suerte que veis; si no, yo os reto -á todos por alevosos y hijos de otros tales; y asi os aplaço á que -salgais conmigo á singular batalla uno á uno, ó todos para mí solo. -Dieron todos, en oyendo estos disparates, una grandisima risada, y -llegandoseles un clerigo que más discreto parecia, les rogó callasen; -que él, poco más ó menos, conocia la enfermedad de aquel hombre, y -le haria dar de sí con entretenimiento de todos; y tras esto y el -universal silencio que los circunstantes le dieron, se llegó á don -Quixote diziendo: V. m., señor caballero, sabranos dezir las señas de -los que le han descalabrado y hurtado ese caballo que dize; porque -dando aqui á los ilustres consules los malhechores, no solamente seran -por ellos castigados, sino que justamente se le volverá á v. m. todo -lo que se hallare ser suyo. Don Quixote le respondió: Al que hizo -batalla conmigo, dificultosa cosa será hallarlo, porque á mi parecer -dixo que era el valeroso Orlando el Furioso, ó por lo menos el traidor -de Bellido de Olfos. Rieronse todos; pero Sancho, que estaba cargado -con su albarda á cuestas, dixo: ¿Para que es<span class="pagenum" -id="Page_55">p. 55</span> menester andar por zorrinloquios? El que -derribó á mi amo con una pedrada, es un hombre que guardaba un melonar; -moço lampiño, de barba larga, con unos mostachos rehondidos, á quien -Dios cohonda: este le hurtó á mi señor el rocin, y á mí me ha llevado -el jumento; que más quisiera me hubiera llevado las orejas que veo. -Mosen Valentin, que asi se llamaba el clerigo, acabó de conocer de -que pie coxqueaban don Quixote y su escudero; y asi, como era hombre -caritativo, dixo á don Quixote: V. m., señor caballero, se venga -conmigo, y este su moço; que todo se hará á su gusto. Llevoles luego -á su casa, y hizo acostar á don Quixote en una harto buena cama, y -llamó al barbero del lugar, que le curase los chichones que tenia en -la cabeça, aunque no eran heridas de mucho peligro; mas como vió don -Quixote al barbero, que ya le queria curar, le dixo: Huelgo mucho -en extremo ¡oh maestro Elicebad! en haber caido hoy en vuestras -venturosas manos; que yo sé y he leido que vos las teneis tales, -juntamente con las medicinas y yerbas que á las heridas aplicais, -que Avicena, Averroes y Galeno pudieran venir á aprender de vos. Asi -que, ¡oh sabio maestro! dezidme si estas penetrantes feridas son -mortales; porque aquel furioso Orlando me hirió con un terrible tronco -de encina, y asi es imposible no lo sean; y siendolo, os juro por el -orden de caballeria que profeso, de no consentir ser curado hasta que -tome entera satisfaccion y vengança de quien tan á su salvo me hirió -á traicion, sin aguardar como caballero á que yo metiese mano á la -espada. El Clerigo y el Barbero, que semejantes razones oyeron dezir á -don Quixote, acabaron de entender que estaba loco; y sin responderle, -dixo el clerigo al barbero que le curase y no le respondiese palabra, -por no darle nueva materia para hablar. Despues que fue curado, mandó -Mosen Valentin que le dexasen reposar; lo cual se hizo asi. Sancho, -que habia tenido la candela para curar á su amo, estaba reventando por -hablar; y asi, en viendose fuera del aposento, dixo á Mosen Valentin: -V. m. ha de saber que aquel Girnaldo el furioso me dió, no sé si era -con la mesma encina que dió á mi amo, ó con alguna barra de oro; y si -haria, pues dizen dél está encantado, y segun me duelen las costillas, -sin duda me debió de dexar alguna endiablada calentura en ellas; y es -de suerte mi mal, que en todo mi cuerpo, que Dios haya, ninguna cosa -me ha dexado en pie sino es, cuando mucho, alguna poquilla gana de -comer; que si esta me quitara, al diablo hubiera yo dado á todos los -Roldanes, Ordoños y Claras del mundo. Mosen Valentin, que entendió el -apetito de Sancho,<span class="pagenum" id="Page_56">p. 56</span> -le hizo dar de cenar muy bien, mientras él iba á informarse de quien -seria el que llevó á don Quixote el caballo y á Sancho su jumento; y -averiguado quien les hizo el asalto, dió orden en cobrar y volver á su -casa á Rocinante con el jumento, al cual, como vió Sancho, que estaba -sentado al çaguan, se levantó de la mesa, y abraçandolo le dixo: ¡Ay -asno de mi alma! tú seas tan bien venido como las buenas pascuas, y -detelas Dios á tí y á todas las cosas en que pusieres mano, tan buenas -como me las has dado á mí con tu vuelta; mas dime, ¿como te ha ido á tí -en el cerco de Zamora con aquel Rodamonte, á quien rodado vea yo por -el monte abaxo, en que Satanás tentó á nuestro Señor Jesucristo? Mosen -Valentin, que vió á Sancho tan alegre por haber hallado su asno, le -dixo: No se os dé nada, Sancho; que cuando vuestro asno no pareciera, -yo, por lo mucho que os quiero, os diera una burra tan buena como él, -y aun mejor. Eso no podia ser, dixo Sancho, porque este mi jumento -me sabe ya la condicion y yo sé la suya, de suerte que apenas ha -començado á rebuznar, cuando le entiendo, y sé si pide cebada ó paja, -ó si quiere beber ó que le desalbarde para echarse en la caballeriza; -y en fin, le conozco mejor que si le pariera. Pues ¿como, dixo el -clerigo, señor Sancho, entendeis vos cuando el jumento quiere reposar? -Yo, señor Valentin, respondió Sancho, entiendo la lengua asnuna muy -lindamente. Riyó el clerigo mucho de su respuesta, y mandó que le -diesen muy buen recado asi á él como á su jumento y á Rocinante, pues -ya don Quixote reposaba; lo cual fue hecho con mucha puntualidad. -Despues de cena llegaron otros dos clerigos, amigos de Mosen Valentin, -á su casa, á saber como le iba con los huespedes; el cual les dixo: -Por Dios, señores, que tenemos con ellos el mas lindo pasatiempo -agora en esta casa, que se puede imaginar; porque el principal, que -es el que está en la cama, se finge en su fantasia caballero andante -como aquellos antiguos Amadis ó Febo, que los mentirosos libros de -caballerias llaman andantes; y asi, segun me pareze, él piensa con -esta locura ir á las justas de Çaragoça y ganar en ellas muchas joyas -y premios de importancia; pero goçaremos de su conversacion los -dias que aqui en mi casa se estuviere curando, y aumentará nuestro -entretenimiento la intrinseca simplicidad deste labrador á quien el -otro llama su fiel escudero. Tras esto començaron á platicar con -Sancho, y preguntole punto por punto de todas las cosas de don Quixote; -el cual les contó todo lo que con él habia pasado el otro año, y los -amores de Dulcinea del Toboso, y como se lla<span class="pagenum" -id="Page_57">p. 57</span>maba don Quixote de la Mancha, y agora el -Caballero Desamorado para ir á las justas de Çaragoça; y á este compas -desbuchó Sancho todo lo que de<a id="FNanchor_14" href="#Footnote_14" -class="fnanchor">[14]</a> don Quixote sabia; pero rieron mucho con lo -de los galeotes y penitencia de Sierra Morena y encerramiento de la -jaula, con la cual acabaron de entender lo que don Quixote era, y la -simplicidad con que Sancho le seguia, alabando sus cosas. De suerte -que estuvieron en casa de Mosen Valentin casi ocho dias Sancho y don -Quixote, al cabo de los cuales, pareciendole á él que estaba ya bueno y -que era tiempo de ir á Çaragoça á mostrar el valor de su persona en las -justas, dixo un dia, despues de comer á Mosen Valentin: A mí me parece, -¡oh buen sabio Lirgando! pues por vuestro gran saber he sido traido y -curado en este vuestro insigne castillo sin tenerlo servido, que ya es -tiempo de que con vuestra buena licencia me parta luego para Çaragoça, -pues vos sabeis lo mucho que importa á mi honra y reputacion; que si -la fortuna me fuere favorable (y sí será siendo vos de mi parte), yo -pienso presentaros alguna de las mejores joyas que en ellas hubiere, -y la habeis de recebir por me hazer merced: solo os suplico que no me -olvideis en las mayores necesidades, porque muchos dias ha que el sabio -Alquife, á cuya cuenta está el escribir mis fazañas, no lo he visto, y -creo que de industria haze el dexarme solo en algunos trabajos, para -que asi aprenda dellos á comer el pan con corteça, y me valga por mi -pico, como dizen: por tanto, yo me quiero partir luego á la hora; y si -sois servido de enviar conmigo algun recado en mi recomendacion á la -sabia Urganda la desconocida, para que si fuere herido en las justas, -ella me cure, me hareis muy grande merced en ello. Mosen Valentin, -despues de haberle escuchado con mucha atencion, le dixo: V. m., señor -Quijada, se podrá ir cuando fuere servido; pero advierta que yo no -soy Lirgando, ese mentiroso sabio que dize, sino un sacerdote honrado -que, movido de compasion de ver la locura en que v. m. anda con sus -quimeras y caballerias, le he recebido con fin de dezirle y aconsejarle -lo que le haze al caso, y advertirle á solas, de las puertas adentro -de mi casa, como anda en pecado mortal, dexando la suya y su hacienda, -con aquel sobrinito que tiene, andando por esos caminos como loco, -dando nota de su persona, y haziendo tantos desatinos; y advierta que -alguna vez podrá hazer alguno por el cual le prenda la justicia,<span -class="pagenum" id="Page_58">p. 58</span> y no conociendo su humor, -le castigue con castigo público y publica deshonra de su linage; ó no -habiendo quien le favorezca y conozca, quiçá por haber muerto alguno en -la campaña, tomado de su locura, le cogerá tal vez la Hermandad, que no -consiente burlas, y le ahorcará, perdiendo la vida del cuerpo, y lo que -peor es, la del alma: tras que anda escandaliçando, no solamente á los -de su lugar, sino á todos los que le ven ir desa suerte armado por los -caminos; si no, v. m. lo vea por el dia en que entró en este pueblo, -como le seguian los muchachos por las calles como si fuera loco, -diziendo á vozes: ¡Al hombre armado, muchachos, al hombre armado! Bien -sé que v. m. ha hecho lo que haze, por imitar, como dize, á aquellos -caballeros antiguos Amadis y Esplandian, con otros que los no menos -fabulosos que perjudiciales<a id="FNanchor_15" href="#Footnote_15" -class="fnanchor">[15]</a> libros de caballerias fingen, á los cuales -v. m. tiene por autenticos y verdaderos, sabiendo, como es verdad, que -nunca hubo en el mundo semejantes caballeros, ni hay historia española, -francesa ni italiana, á lo menos autentica, que haga dellos mencion; -porque no son sino una composicion ficticia, sacada á luz por gente -de capricho, á fin de dar entretenimiento á personas ociosas y amigas -de semejantes mentiras; de cuya licion se engendran secretamente en -los animos malas costumbres, como de los buenos buenas; y de aqui nace -que hay tanta gente ignorante en el mundo, que viendo aquellos libros -tan grandes impresos, les parece como á v. m. le ha parecido, que son -verdaderos, siendo, como tengo dicho, composicion mentirosa: por tanto, -señor Quijada, por la pasion que Dios pasó, le ruego que vuelva sobre -sí y dexe esa locura en que anda, volviendose á su tierra; y pues -me dize Sancho que v. m. tiene razonablemente hacienda, gastela en -servicio de Dios y en hazer bien á los pobres, confesando y comulgando -á menudo, oyendo cada dia su misa, visitando enfermos, leyendo libros -devotos y conversando con gente honrada, y sobre todo con los clerigos -de su lugar, que no le dirán otra cosa de lo que yo le digo; y verá -con esto como será querido y honrado, y no juzgado por hombre falto de -juizio, como todos los de su lugar y los que le ven andar desa manera -le tienen; y más, que le juro por las ordenes que tengo, que iré con v. -m., si dello gusta, hasta dexarle en su propria casa, aunque haya de -aqui á ella cuarenta leguas, y aun le haré todo el gasto por el camino, -porque vea v. m. como deseo yo más su honra y el bien de su alma, que -v. m.<span class="pagenum" id="Page_59">p. 59</span> proprio; y dexe -esas vanidades de aventuras, ó por mejor dezir, desventuras; que ya es -hombre mayor: no digan que se vuelve á la edad de los niños, echandose -á perder á sí y á este buen labrador que le sigue, que tan poco ha -cerrado la mollera como v. m. Sancho, que á todo lo que Mosen Valentin -habia dicho habia estado muy atento, sentado sobre la albarda de su -caro jumento, dixo: Por cierto, señor licenciado, que su reverencia, -tiene muchisima razon, y lo proprio que v. m. le dize á mi señor, le -digo yo y le ha dicho el cura de mi tierra; y no hay remedio con él, -sino que habemos de ir buscando tuertos por ese mundo. El año pasado -y este jamas habemos hallado sino quien nos sacuda el polvo de las -costillas, viendonos cada dia en peligro de perder el pellejo por los -grandes desaforismos que mi señor haze por esos caminos, llamando -á las ventas castillos, y á los hombres, á unos Gaiteros, á otros -Guirnaldos, á otros Bermudos, á otros Rodamontes, y á otros diablos que -se los lleven; y es lo bueno que son ó meloneros ó arrieros ó gente -pasagera, tanto que el otro dia á una moça gallega de una venta, hecha -una picarona, que me brindaba por cuatro cuartos con los que sacó del -vientre de su madre, llamaba á boca llena la infanta galiciana, y -por ella aporreó al ventero, y nos pensamos ver en un inflicto de la -maldicion; y creame v. m., y plegue á santa Barbara, abogada de los -truenos y relampagos, que si miento en cuanto digo, esta albarda me -falte á la hora de mi muerte; y tengo quebrada la cabeça de predicarle -sobre estos avisos; pero no hay remedio con él, sino que quiere que -aunque me pese le siga, y para ello me ha comprado este mi buen -jumento, y me da cada mes por mi trabajo nueve reales y de comer; y mi -muger que se lo busque, que asi hago yo, pues tiene tan buenos cuartos. -Don Quixote habia estado cabizbaxo á todo lo que Mosen Valentin y -Sancho Pança habian dicho; y como quien despierta, començó á dezir -desta manera: Afuera pereça. Mucho, señor Arçobispo Turpin, me espanto -de que siendo vueseñoria de aquella ilustre casa del emperador Carlos, -llamado el Magno por excelencia, pariente de los Doze Pares de la noble -Francia, sea tanta su pusilanimidad y cobardia, que huya de las cosas -arduas y dificultosas, apartandose de los peligros, sin los cuales es -imposible poderse alcançar la verdadera honra. Nunca cosas grandes se -adquirieron sin grandes dificultades y riesgos; y si yo me pongo á -los presentes y venideros, solo lo hago como magnanimo, por alcançar -honra para mí y cuantos me sucedieren; y esto es licito, pues quien no -mira por su honra, mal mirará<span class="pagenum" id="Page_60">p. -60</span> por la de Dios; y asi, Sancho, dame luego á la hora mis armas -y caballo, y partamos para Çaragoça; que si yo supiera la cobardia y -pusilanimidad que habia en esta casa, nunca jamas la ocupara; pero -salgamos della al punto, porque no se nos apegue tan mala polilla. -Sancho fue luego á ensillar á Rocinante y albardar juntamente su rucio; -pero el buen clerigo, que vió tan resuelto y empedernido á don Quixote, -no le quiso replicar más; antes estaba escuchando todo cuanto dezia á -cada pieça que Sancho ponia del arnes, que eran cosas graciosisimas, -ensartando mil principios de romances viejos sin ningun orden ni -concierto; y al subir en el caballo dixo con gravedad: Ya cabalga, -Calainos, Calainos, el infante:—y luego, volviendose á Mosen Valentin, -con su lança y adarga en la mano, le dixo con voz arrogante: Caballero -ilustre, yo estoy muy agradecido de la merced que en este vuestro -imperial alcazar se me ha hecho á mí y á mi escudero: por tanto mirad -si yo os soy de algun provecho para hazeros vengado de algun agravio -que algun fiero gigante os haya hecho; que aqui está Mucio Cevola, -aquel que sin pavor ni miedo, pensando matar al Porsena que tenia -cercada á Roma, puso intrepido su desnudo braço sobre el brasero de -fuego, dando muestras en el hecho, de tan grande esfuerço y valentia, -cuanto las dió de corrimiento en la causa dél; y estad cierto que os -haré vengado de vuestros enemigos tan á vuestro sabor, que digais que -en buena hora me recebisteis en vuestra casa.—Y diziendole tras esto se -quedase con Dios, sin aguardar respuesta, dió de espuelas á Rocinante; -y llegando á la plaça, en viéndole los muchachos començaron á gritar: -¡Al hombre armado, al hombre armado!—Y seguido dellos, pasó adelante á -medio galope, hasta que salió del lugar, dexando maravillados á todos -los que le miraban. El bueno de Sancho enalbardó su jumento, y subiendo -en él, dixo: Señor Valentin yo no le ofrezco á v. m. peleas como mi -amo ha hecho, porque más sé de ser apaleado que de pelear; pero yo le -agradezco mucho el servicio que nos ha hecho: por muchos años lo pueda -continuar. Mi lugar se llama el Argamesilla: cuando yo esté allá, -estaré aparejado para helle toda merced, y mi muger Mari-Gutierrez sé -de cierto que le besa á v. m. las manos en este punto. Sancho hermano, -dixo Mosen Valentin, Dios os guarde; y mirad que os ruego que cuando -vuestro señor vuelva á su tierra, vengais por aqui; que sereis vos y él -bien recebidos, y no haya falta. Respondió Sancho: Yo se lo prometo á -v. m.; y quedese con Dios; y plegue á la señora santa Agueda, abogada -de las tetas, que viva v. m. tan largos años como<span class="pagenum" -id="Page_61">p. 61</span> vivió nuestro padre Abraham. Començó tras -esto con toda priesa á arrear su asno, y pasando por la plaça, le -cercaron los jurados y todos los que en ella estaban, por reir un poco -con él; el cual, como los vió juntos, les dixo: Señores, mi amo va á -Çaragoça á hazer unas justas y torneos reales; si matamos alguna gruesa -de aquellos gigantones ó Fierablases, que dizen hay allá muchos, yo -les prometo, pues nos han hecho servicio de volvernos á Rocinante y -al rucio, de traelles una de aquellas ricas joyas que ganaremos y una -media dozena de gigantones en escabeche; y si mi amo llegare á ser -(que sí hará, segun es de valiente) rey, ó por lo menos emperador, y -yo tras él me viere papa ó monarca de alguna iglesia, les prometemos -de hellos á todos los deste lugar, cuando menos canonigos de Toledo. -Dieron todos con el dicho de Sancho una grandísima risada, y los -muchachos que estaban detrás de todos, como vieron que los jurados y -clerigos hazian burla de Sancho, el cual estaba caballero en su asno, -començaron á silbarle, y juntamente á tirarle con pepinos y berenjenas, -de suerte que no bastaron todos los que alli estaban á detener su -furia; y asi á Sancho le fue forçoso baxar del asno y darle con el -palo muy aprisa, hasta que salió del lugar y topó á don Quixote, que -le estaba esperando, el cual le dixo: ¿Que es, Sancho? ¿Que has hecho? -¿En que te has entretenido? Respondió Sancho: ¡Oh, reniego de los -çancajos de la muger de Job! ¿Como se vino v. m. y me dexó en las manos -de los caldereros de Sodoma? Que le prometo, asi yo me vea arçobispo -de aquella ciudad que me prometió el año pasado, que me agarraron en -yendose v. m., entre seis ó siete de aquellos escribas y fariseos, y -me llevaron en casa del boticario, y me echaron una melecina de plomo -derretido, tal, que me haze venir despidiendo perdigones calientes por -la puerta falsa, sin que pueda reposar un punto. No se te dé nada, dixo -don Quixote; que ya vendrá tiempo en que nos hagamos bien vengados de -todos los agravios que en este lugar por no conocernos nos han hecho; -pero ahora caminemos para Çaragoça, que es lo que importa; que alli -oirás y verás maravillas.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_8"> - <p><span class="pagenum" id="Page_62">p. 62</span></p> - <h2 class="nobreak">CAPITULO VIII</h2> - <p class="subh2h">De como el buen hidalgo don Quixote llegó á la - ciudad de Çaragoça, y de la estraña aventura que á la entrada della - le sucedió con un hombre que llevaban açotando.</p> -</div> - -<p>Tan buena maña se dieron á caminar el buen don Quixote y Sancho, que -á otro dia á las onze se hallaron una milla de Çaragoça. Toparon por el -camino mucha gente de pie y de á caballo, la cual venia de las justas -que en ella se habian hecho; que como don Quixote se detuvo en Ateca -ocho dias curandose de sus palos, se hizieron sin que él las honrase -con su presencia, como deseaba; de lo cual informado en el camino, -de los pasageros, estaba como desesperado; y asi iba maldiziendo su -fortuna por ello, y echaba la culpa al sabio encantador su contrario, -diziendo que él habia hecho por donde las justas se hubiesen hecho -con tanta presteça para quitarle la honra y gloria que en ellas era -forçoso ganar, dando la vitoria, á él debida, á quien él maliciosamente -favorecia. Con esto iba tan mohino y melancolico, que á nadie queria -hablar por el camino, hasta tanto que llegó cerca de la Aljaferia, -adonde, como se le llegasen por verle de cerca algunas personas con -deseo de saber quien era y á que fin entraba armado de todas pieças en -la ciudad, les dixo en voz alta: Dezidme, caballeros, ¿cuantos dias -ha que se acabaron las justas que en esta ciudad se han hecho, en las -cuales no he merecido poderme hallar? Cosa de que estoy tan desesperado -cuanto descubre mi rostro; pero la causa ha sido el estar yo ocupado -en cierta aventura y encuentro que con el furioso Roldan he tenido -(¡nunca yo con él topara!), pero no seré yo Bernardo del Carpio, si ya -que no tuve ventura de hallarme en ellas, no hiziere un público desafio -á todos los caballeros que en esta ciudad se hallaren enamorados, de -suerte que venga por él á cobrar la honra que no he podido ganar por -no haberme hallado en tan celebres fiestas; y será mañana el dia dél; -y ¡desdichado aquel que yo encontrare con mi lança ó arrebataren los -filos de mi espada! que en él, por ellos, pienso quebrar la colera y -enojo con que á esta ciudad vengo. Y si hay aqui alguno de vosotros, -ó estan algunos en este vuestro fuerte castillo, que sean enamorados, -yo los desafio y reto luego á la hora por cobardes y fementidos, y -se lo haré confesar á vozes en este llano; y salga el Justicia que -dizen hay en esta ciudad, con todos los jurados y caballeros de -ella; que todos son follones y para poco, pues un solo caballe<span -class="pagenum" id="Page_63">p. 63</span>ro los reta, y no salen como -buenos caballeros á hazer batalla conmigo solo; y porque sé que son -tales, que no tendran atrevimiento de aguardarme en el campo, me entro -luego en la ciudad, donde fixaré mis carteles por todas sus plaças y -cantones, pues de miedo de mi persona y de envidia de que no llevase -el premio y honras de las justas, las han hecho con toda brevedad. -Salid, salid, malandrines çaragoçanos; que yo vos faré confesar -vuestra sandez y descortesia. Dezia esto volviendo y revolviendo acá -y acullá su caballo, de suerte que todos los que le estaban mirando, -siendo más de cincuenta los que se habian juntado á hazello, estaban -maravillados y no sabian á que atribuirlo. Unos dezian: ¡Voto á tal, -que este hombre se ha vuelto loco y que es lunatico! Otros: No, sino -que es algun grandisimo bellaco; y á fe que si le coge la justicia, -que se le ha de acordar para todos los dias de su vida. Mientras él -andaba haziendo dar saltos á Rocinante, que quisiera más medio celemin -de cebada, dixo Sancho á todos los que estaban hablando de su amo: -Señores, no tienen que dezir de mi señor; porque es uno de los mejores -caballeros que se hallan en todo mi lugar; y le he visto con estos ojos -hazer tantas garreaciones en la Mancha y Sierra Morena, que si las -hubiese de contar, seria menester la pluma del gigante Golias: ello -es verdad que no todas vezes nos salian las aventuras como nosotros -quisieramos; porque cuatro ó cinco vezes nos santiguaron las costillas -con unas raxas; mas con su pan se lo coman; que á fe que tiene jurado -mi señor que en topándolos otra vez, como les cojamos solos y dormidos, -atados de pies y manos, que les hemos de quitar los pellejos y hazer -dellos una adarga muy linda para mi amo. Començaron todos con esto á -reir, y uno dellos le preguntó que de donde era, á lo cual respondió -Sancho: Yo, señores, hablando con debido acatamiento de las barbas -honradas, soy natural de mi lugar, que con perdon se llama Argamesilla -de la Mancha. Por Dios, dixo otro, que entendia que vuestro lugar se -llamaba otra cosa, segun hablastes de cortesmente al nombralle; pero -¿que lugar es la Argamesilla, que yo nunca le oido dezir? ¡Oh cuerpo de -quien me comadreó al nacer! dixo Sancho: un lugar es harto mejor que -esta Çaragoça: ello es verdad que no tiene tantas torres como esta; -que no hay en mi lugar más de una sola; ni tiene esta tapia grande de -tierra que la cerca al derredor; pero tiene las casas, ya que no son -muchas, con lindísimos corrales, que caben en cada uno dos mil cabeças -de ganado: tenemos un lindisimo herrero que aguza las rejas, que es -para dar mil gracias á Dios.<span class="pagenum" id="Page_64">p. -64</span> Ahora cuando salimos dél, trataban los alcaldes de enviar al -Toboso que no le hay en mi lugar<a id="FNanchor_16" href="#Footnote_16" -class="fnanchor">[16]</a> tenemos tambien una iglesia, que aunque -es chica, tiene muy lindo altar mayor, y otro de nuestra señora del -Rosario, con una Madre de Dios que tiene dos varas en alto, con un gran -rosario alrededor, con los padres nuestros de oro, tan gordos como este -puño: ello es verdad que no tenemos relox; pero á fe que ha jurado el -Cura que el primer año santo que venga, tenemos de her unos riquísimos -órganos. Con esto el buen Sancho queria irse adonde estaba su amo -cercado de otra tanta gente; mas asiéndole uno del braço, le dixo: -Amigo, dezidnos como se llama aquel caballero, para que sepamos su -nombre. Señores, para dezilles la verdad, dixo Sancho, él se llama don -Quixote de la Mancha, y agora un año se llamaba el de la Triste Figura, -cuando hizo penitencia en la Sierra Morena, como ya deben de saber -por acá; y ahora se llama el Caballero Desamorado; yo me llamo Sancho -Pança, su fiel escudero, hombre de bien, segun dizen los de mi pueblo, -y mi muger se llama Mari-Gutierrez, tan buena y honrada, que puede con -su persona dar satisfaccion á toda una comunidad. Con esto baxó del -asno, dexando riendo á todos los que presentes estaban, y caminó para -donde estaba su amo cercado de más de cien personas, y los más dellos -caballeros que habian salido á tomar el fresco; y como habian visto -tanta gente junta en corrillo, y un hombre armado en medio, llegaron -con los caballos á ver lo que era: á los cuales, como viese don -Quixote, les començó á dezir, puesto el cuento de la lança en tierra: -Valerosos príncipes y caballeros griegos, cuyo nombre y cuya fama -del uno hasta el otro polo, del Artico al Antartico, del oriente al -poniente, del setentrion al mediodia, del blanco aleman hasta el adusto -scita, está esparcida, floreciendo en vuestro grande imperio de Grecia -no solamente aquel grande emperador Trebacio y don Belianis de Grecia, -pero los dos valerosos y nunca vencidos hermanos el caballero del Febo -y Rosicler; ya veis el porfiado cerco que sobre esta ciudad famosa de -Troya por tantos años habemos tenido, y que en cuantas escaramuças -habemos trabado con estos troyanos y Hector, mi contrario, á quien, -siendo yo como soy Aquiles, vuestro capitan general, nunca he podido -coger solo para pelear con él cuerpo á cuerpo y hazerle dar, á pesar -de toda su fuerte ciudad, á Elena, con la cual se nos han alçado por -fuerça. Conviene pues ¡oh valerosos heroes! que tomeis agora mi consejo -(si es que de<span class="pagenum" id="Page_65">p. 65</span>seais -salgamos con cumplida vitoria destos troyanos, acabandolos todos á -fuego y á sangre, sin que dellos se escape sino el piadoso Eneas, que -por disposicion de los cielos, sacando del incendio á su padre Anquises -en los hombros, ha de ir con cierta gente y naves á Cartago, y de alli -á Italia á poblar aquella fertil provincia con toda aquella noble -gente que llevará en su compañia), el cual es que hagamos un paladion -ó un caballo grande de bronce, y que metamos en él todos los hombres -armados que pudieremos, y le dexemos en este campo con solo Sinon, á -quien los más conoceis, atado de pies y manos, y que nosotros finjamos -retirarnos del cerco, para que ellos, saliendo de la ciudad, informados -de Sinon y engañados por él con sus fingidas lágrimas, á persuasion -suya metan dentro della nuestro gran caballo á fin de sacrificarle á -sus dioses; que lo haran sin duda rompiendo para su entrada un lienzo -de la muralla; y despues que todos se sosieguen, seguros saldran á la -media noche de su preñado vientre los caballeros armados que estaran -en él, y pegarán fuego á su salvo á toda la ciudad, acudiendo despues -nosotros de improviso, como acudiremos, á aumentar su fiero incendio, -levantando los gritos al cielo al compas de las llamas, que se cebarán -en torres, chapiteles, almenas y balcones diziendo: «Fuego suena, fuego -suena; que se nos alza Troya con Elena.» Y con esto dió de espuelas -á Rocinante, dexandolos á todos maravillados de su estraña locura. -Sancho tambien començó á arrear su asno, y fuese tras su amo, el cual, -en entrando por la puerta del Portillo, començó á detener su rocin é -ir la calle adelante muy poco á poco, mirando las calles y ventanas -con mucha pausa. Iba Sancho detras dél con el asno del cabestro, -aguardando ver en que meson paraba su amo, porque Rocinante á cada -tablilla de meson que veia, se paraba y no queria pasar; pero don -Quixote lo espoleaba hasta que á pesar suyo le hazia ir adelante, lo -cual sentia Sancho á par de muerte, porque rabiaba de cansancio y de -hambre. Sucedio pues, que yendo don Quixote la calle adelante, dando -harto que dezir á toda la gente que le veia ir de aquella manera, traia -la justicia por ella á un hombre caballero en un asno, desnudo de la -cintura arriba, con una soga al cuello, dandole docientos açotes por -ladron, al cual acompañaban tres ó cuatro alguaciles y escribanos, con -más de docientos muchachos detras. Visto este espectaculo por nuestro -caballero, deteniendo á Rocinante y puesto en mitad de la calle con -gentil continente, la lança baxa, començó á dezir en alta voz desta -manera: ¡Oh vosotros, infames y atrevidos caballeros, indignos deste -nom<span class="pagenum" id="Page_66">p. 66</span>bre! dexad luego -al punto libre, sano y salvo á este caballero que injustamente con -traicion habeis prendido, usando, como villanos, inauditas estratagemas -y enredos para cogerle descuidado; porque él estaba durmiendo cerca de -una clara fuente, á la sombra de unos frondosos alisos, por el dolor -que le debia de causar el ausencia ó el rigor de su dama; y vosotros, -follones y malandrines, le quitastes sin hazer rumor su caballo, -espada y lança y las demas armas, y le habeis desnudado sus preciosas -vestiduras, llevandole atado de pies y manos á vuestro fuerte castillo, -para metelle con los demas caballeros y princesas que alli sin razon -teneis en vuestras tan oscuras cuanto humedas mazmorras: por tanto, -dadle luego aqui sus armas, y suba en su poderoso caballo; que él es -tal por su persona, que en breve espacio dara cuenta de vuestra vil -canalla gigantea: soltadle, soltadle presto, bellacos, ó venios todos -juntos, como es vuestra costumbre, para mí solo; que yo os daré á -entender á vosotros y á quien con él os envia, que todos sois infames -y vil canalla. Los que llevaban el açotado, que semejantes razones -oyeron dezir á un hombre armado con espada y lança, no supieron que -le responder; pero un escribano de los que iban á caballo, viendo que -estaban detenidos en medio de la calle, y que aquel hombre no dexaba -pasar adelante la execucion de la justicia, dando de espuelas al rocin -en que iba, se llegó á don Quixote, y asiendo de la rienda á Rocinante, -le dixo: ¿Que diablos dezis, hombre de Satanas? Tiraos afuera: ¿estais -loco? ¡Oh santo Dios, y quien pudiera pintar la encendida colera que -del coraçon de nuestro caballero se apoderó en este punto! El cual, -haziendose un poco atras, arremetió con su lançon para el pobre del -escribano, de suerte que si no se dexara caer por las ancas del rocin, -sin duda le escondiera don Quixote en el estomago el hierro mohoso del -lançon: mas esto fue causa de que nuestro caballero errase el golpe. -Los alguaciles y demas ministros de justicia que alli venian, viendo -un caso tan no pensado, sospechando que aquel hombre era pariente del -que iban açotando, y que se les queria quitar por fuerça, començaron á -gritar: ¡Favor á la justicia, favor á la justicia! La gente que alli se -halló, que no era poca, y algunos de á caballo que al rumor llegaron, -procuraban con toda instancia de ayudar á la justicia y prender á don -Quixote, el cual, viendo toda aquella gente sobre si con las espadas -desnudas, començó á dezir á grandes vozes: ¡Guerra, guerra, á ellos, -Santiago, san Dionis, cierra, cierra, mueran! Y arrojó tras las vozes -la lança á un alguacil con tal fuerça, que si no le acertara á pasar -por<span class="pagenum" id="Page_67">p. 67</span> debaxo del braço -izquierdo, lo pasara harto mal: soltó luego la adarga en tierra, y -metiendo mano á la espada, de tal manera la revolvia entre todos con -tanta braveza y colera, que si el caballo le ayudara, que á duras penas -se queria mover, segun estaba cansado y muerto de hambre, pudiera -ser no pasarlo tan mal como lo pasó. Pero como la gente era mucha, y -la grita que todos daban siempre de ¡favor á la justicia! allegase -siempre más, las espadas que sobre don Quixote caian eran infinitas: -con lo cual y con la pereça de Rocinante, junto con el cansancio con -que nuestro caballero andaba, pudieron todos en breve rato ganarle la -espada, y quitandosela de la mano, le abaxaron de Rocinante, y á pesar -suyo se las ataron ambas atras, y agarrandole cinco ó seis corchetes, -le llevaron á empellones á la carcel: el cual, viendose llevar de -aquella manera, daba vozes, diziendo: ¡Oh sabio Alquife! ¡Oh mi Urganda -astuta! ahora es tiempo que mostreis contra este falso hechicero si -sois verdaderos amigos. Y con esto hazia toda resistencia que podia -para soltarse; pero era en vano. El açotado prosiguió adelante su -procesion; y á nuestro caballero, por las mismas calles que él la habia -empeçado, le llevaron á la carcel y le metieron los pies en un cepo, -con unas esposas en las manos, habiendole primero quitado todas sus -armas. En esto, llegando un hijo del carcelero cerca dél para dezir -á un corchete que le echase una cadena al cuerpo, oyendolo, alçó en -alto las manos con las esposas, y le dió con ellas al pobre moço tan -terrible golpe sobre la cabeça, que no valiendole el sombrero, que -era nuevo, le hizo una muy buena herida; y segundara con otra, si el -padre del moço, que estaba presente, no levantara el puño y le diera -media dozena de moxicones en la cara, haziendole saltar la sangre por -las narizes y boca, dexando con esto al pobre caballero, que aun no se -podia limpiar, hecho un retablo de duelos. Las cosas que dezia y hazia -en el cepo, no habra historiador, por diligente que sea, que baste á -contarlas. El bueno de Sancho, que se habia hallado presente á todo lo -pasado con su asno del cabestro, como vió llevar á su amo de aquella -manera, començó á llorar amargamente, prosiguiendo el camino por donde -le llevaban, sin dezir que era su criado: maldezia su fortuna y la -hora en que á don Quixote habia conocido, diziendo: ¡Oh, reniego de -quien mal me quiere y de quien no se duele de mí en tan triste trance! -¿Quien demonios me mandó á mí volver con este hombre, habiendo pasado -la otra vez tantos desafortunios, siendo ya apaleado, ya amanteado, -y puesto otras vezes á peligro de que si me<span class="pagenum" -id="Page_68">p. 68</span> cogiera la Santa Hermandad me pusiera en -cuatro caminos para que despues no pudiera ser rey ni Roque? ¿Que -haré, ¡pobre de mí! que estoy por irme desesperado por esos mundos -y por esas Indias, y meterme por esos mares, entre montes y valles, -comiendo aves del cielo y alimañas de la tierra, haziendo grandisima -penitencia y tornandome otro fray Juan Guarismas, andando á gachas -como un oso selvatico hasta tanto que un niño de sesenta años me diga: -Levantate, Sancho; que ya don Quixote esta fuera de la carcel? Con -estas endechas y mesandose las espesas barbas, llegó á la puerta de la -carcel, en que vió meter á su amo, y él se quedó arrimado á una pared -con su asno del cabestro hasta ver en que paraba el negocio. Lloraba -de rato en rato, particularmente cuando oia dezian los que baxaban de -la cárcel á cuantos pasaban por delante della, como ya querian sacar á -açotar al hombre armado; de quien unos dezian que merecia la horca por -su atrevimiento, otros le condenaban solo, movidos de más piedad, á -docientos y galeras por el breve rato que con su buena platica detuvo -la execucion de la justicia. Otros dezian: No quisiera yo estar en su -pellejo, aunque ponga por excusa de su insolencia que estaba borracho -ó loco. Todo esto sentia Sancho á par de muerte; pero callaba como un -santo. Sucedió pues que los dos alguaciles, el carcelero y su hijo se -fueron juntos á la justicia, ante quien acriminaron de suerte el caso, -que el Justicia mandó que luego en fragante, sin más informacion, le -sacasen á la vergüença por las calles, y le volviesen despues otra vez -á la carcel hasta saber juridicamente la verdad del delicto. Cuando los -alguaciles venian de vuelta á executar la dicha repentina sentencia, -acababa de volver el açotado en su asno á la puerta de la carcel, con -el acompañamiento de muchachos que los tales suelen; y al punto que le -vió uno de los alguaciles, dixo, á vista de Sancho, al verdugo: Ea, -baxad ese hombre, y no volvais el asno; porque en él habeis de subir -luego á pasear por las mismas calles aquel medio loco que ha pretendido -estorbar la justicia; que esto manda la mayor de la ciudad se le dé -luego como por principio de las galeras y açotes que se le esperan. -Infinita fue la tristeza que en el coraçon del pobre Sancho entró -cuando oyó semejantes palabras al alguacil, y más cuando vió que todo -se aparejaba para sacar á la vergüença á su amo, y que toda aquella -gente estaba á la puerta de la carcel diziendo: Bien se merece el pobre -caballero armado los açotes que le esperan, pues fue tan necio que -metió mano sin para qué contra la justicia; y sin<span class="pagenum" -id="Page_69">p. 69</span> eso, en la misma carcel ha descalabrado al -hijo del carcelero. Estas y otras semejantes razones tenian á Sancho -hecho loco y sin saber qué hazer ni dezir; y asi no hazia otra cosa -sino escuchar aqui y preguntar alli; pero en todas partes oia malas -nuevas de las cosas de su amo, al cual començaban ya de hecho á -desherrar del cepo para sacarle á la vergüença.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_9"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO IX</h2> - <p class="subh2h">De como don Quixote, por una estraña aventura, - fué libre de la carcel y de la vergüença á que estaba condenado.</p> -</div> - -<p>Estando el pobre de Sancho llorando lagrimas vivas, y esperando, -hecho ojos, cuando habia de ver á su señor desnudo de medio arriba y -caballero en su asno para darle los docientos açotes que habia oido -le habian de dar de presente, pasaron siete ó ocho caballeros de los -principales de la ciudad por alli á caballo, y como vieron tanta gente -á la puerta de la carcel á hora tan extraordinaria, pues eran más de -las cuatro, preguntaron la ocasion de la junta, y un mancebo les contó -lo que aquel hombre armado que dezian habian de baxar para açotarle por -las calles, habia hecho y dicho dentro y fuera de la ciudad y en la -carcel, y como habia querido quitar un açotado á la justicia en medio -de la calle; de lo cual se maravillaron, y mucho más cuando supieron -que no habia hombre ni muger en toda la ciudad que le conociese. Tras -este llegó otro y les dixo todo lo que antes de entrar en la ciudad -habia dicho á una tropa de caballeros, los cuales alli nombró, con lo -cual rieron mucho; pero maravillandose de que no hubiese persona que -les dixese á que proposito iba armado con adarga y lança. Estando en -esto, quiso la suerte que Sancho se llegase á escuchar lo que alli -se dezia de su amo; y mirando bien á los caballeros, conoció entre -ellos á don Alvaro Tarfe, el cual, aunque habia seis dias que las -justas se habian hecho, él no se habia ido, por aguardar una sortija -que unos caballeros de la ciudad de los mas principales y él tenian -ordenada para el domingo siguiente. Soltó Sancho el asno del cabestro -en viendole, y puesto de rodillas en mitad de la calle, delante de los -caballeros, con su caperuça en la mano, llorando amargamente, començó -á dezir: ¡Ah señor don Alvaro Tarfe! Por los evangelios del señor san -Lucas, que v. m. tenga compasion de mí y de mi señor don Quixote, el -cual está en esta carcel y le quieren sacar á açotar cuando menos, -si el señor san Anton y v. m.<span class="pagenum" id="Page_70">p. -70</span> no lo remedian; porque dizen que ha hecho aqui á la justicia -no sé que sin justicia y desaguisado, y por ello le quieren echar á -galeras por treinta ó cuarenta años. Don Alvaro Tarfe luego conoció -á Sancho Pança, y sospechó todo lo que podia ser; y asi, maravillado -de verle, le dixo: ¡Oh Sancho! ¿que es esto? ¿Que vuestro señor es -para quien se apareja todo este carruage? Pero de su locura y vana -fantasia y de vuestra necedad todo se puede presumir; pero no lo acabo -de creer, aunque me lo afirmais con los extremos con que me lo habeis -representado. El es, señor, ¡pecador de mí! dixo Sancho: entre v. m. -allá, y hagale una visita de mi parte, diziendo que le beso las manos, -y que le advierto que si le han de sacar en aquel asnillo que metieron -ahora, que de ninguna manera suba en él, porque yo le tengo aparejado -aqui el rucio, en que podrá ir como un patriarca; el cual, como ya -sabe, anda llano, de tal manera que el que va encima puede llevar una -taza de vino en la mano, vacia, sin que se le derrame gota. Don Alvaro -Tarfe, riendose de lo que el simple de Sancho le habia dicho, le mandó -que no se fuese de alli hasta que él volviese á salir; y hablando con -dos caballeros de aquellos, se entró con ellos en la carcel, donde -hallaron al buen hidalgo don Quixote, que le estaban desherrando para -sacarle á la vergüença; al cual como vió don Alvaro tan mal parado, -llena de sangre la cara y manos, y con unas esposas en ellas, le -dixo: ¿Que es esto, señor Quijada? ¿Y que aventura ó desventura ha -sido la presente? ¿Parecele á v. m. que es ahora bueno tener amigos -en la corte? Pues yo lo seré esta vez tal de v. m., como verá por la -experiencia. Pero digame, ¿que desgracia ha sido esta? Don Quixote le -miró en la cara, y luego le conoció; y con una risa grave le dixo: -¡Oh mi señor don Alvaro Tarfe! V. m. sea bien venido. Maravillome en -extremo de la estraña aventura que v. m. ha acabado: digame luego por -Dios de que suerte ha entrado en este inexpugnable castillo, adonde -yo por arte de encantamiento he sido preso con todos estos principes, -caballeros, donzellas y escuderos que en estas duras prisiones hemos -estado tan largo tiempo; de que manera ha muerto los dos fieros -gigantes que á la puerta estan, levantados los braços, con dos maças de -fino acero, para estorbar la entrada á los que á pesar suyo quisieren -entrar dentro; como ó de que suerte mató aquel ferocisimo grifo que -en el primer patio del castillo está, el cual con sus rapantes garras -coge un hombre armado de todas pieças, y le sube á los vientos, y alli -le despedaza. Envidia tengo, sin duda, á tan soberana hazaña,<span -class="pagenum" id="Page_71">p. 71</span> pues por manos de v. m. todos -seremos libres. Ese sabio encantador mi contrario será cruelisimamente -muerto, y la maga su muger, que tantos males ha causado en el mundo, ha -de ser luego sin misericordia açotada con publica vergüença. Sacaranle -á ella á v. m., dixo don Alvaro, sin duda, si su buena fortuna ó por -mejor dezir, Dios que dispone todas las cosas con suavidad, no hubiera -ordenado mi venida; pero, como quiera que sea, yo he muerto todos esos -gigantes que dize, y dado la libertad deseada á esos caballeros que le -acompañan; pero conviene por agora, pues yo he sido su libertador, que -v. m., obedeciendome, como lo pide el agradecimiento que me debe, se -esté solo aqui en esta sala con esas esposas en las manos hasta que yo -ordene lo contrario; que asi importa para el buen remate de mi feliz -aventura. Mi señor don Alvaro, dixo don Quixote, será v. m. obedecido -en eso puntualmente; y quiero, por hazer algun nuevo servicio á v. m., -permitirle que de aqui adelante se acompañe conmigo, cosa que jamas -pensé hazer con caballero del mundo; pero quien ha dado cabo y cima -á una tan peligrosa hazaña como esta, justamente merece mi amistad -y compañia, porque vaya viendo en mí, como en un espejo, lo que por -todos los reinos del mundo, insulas y peninsulas he hecho y pienso -hazer hasta ganar el grandisimo imperio de Trapisonda, y ser casado -alli con una hermosa reina de Inglaterra, y tener en ella dos hijos, -habidos por muchas lagrimas, promesas y oraciones: el primero de los -cuales, porque nacerá con una señal de una espada de fuego en los -pechos, se llamará el de la Ardiente Espada; el otro, porque en el lado -derecho tendrá otra señal parda de color de acero, significadora de las -terribles maçadas que ha de dar en este mundo, se llamará Mazimbruno -de Trapisonda. Dieron todos una gran risada, mas don Alvaro Tarfe, -disimulando, los mandó salir á todos fuera, y rogó á uno de los dos -caballeros que con él habian entrado, se quedase alli para que ninguno -hiziese mal á don Quixote, mientras el con el otro, que era deudo muy -cercano del Justicia mayor, iban á negociar su libertad, pues seria -cosa facil el alcançarsela, constando tan publicamente á todos de su -locura. En salir de la carcel subieron en sus caballos, y dixo don -Alvaro á un paje suyo que llevase á Sancho Pança, pues ya le conocia, -á su casa, y le diese luego en ella muy bien de comer, sin permitirle -saliese della un punto hasta su vuelta. Replicó Sancho á vozes: Mi -señor don Alvaro, advierta v. m. que mi rucio está tan melancolico por -no ver á Rocinante, su buen amigo y fiel compañero, como yo por no ver -ya por esas calles<span class="pagenum" id="Page_72">p. 72</span> -á mi señor don Quixote; y asi v. m. pida cuenta á los fariseos que -prendieron á mi amo, de dicho noble Rocinante; porque ellos se lo -llevaron, sin que el pobre en la pendencia hubiese dicho á ninguno -ninguna mala palabra; y sepa v. m. tambien nuevas, que ellos se las -daran, de la insigne lança y preciosa adarga de mi señor; que á fe que -nos costó treze reales de hazerla pintar toda al olio á un pintor viejo -que tenia una gran barriga en las espaldas, y vivia en no se que calle -de las de Ariza; que mi amo me daria á la landre si no le diese cuenta -dello. Andad, Sancho, dixo don Alvaro: comed y reposad, y descuidad -de lo demas, que todo tendrá buen recado. Fuese Sancho con el paje, -tirando del cabestro á su jumento poco á poco; y llegados á casa, le -pusieron en la caballeriza con bastante comida, y á Sancho se la dieron -tan buena en cantidad cuanto él la dió graciosa con mil simplicidades -á los pajes y gente de casa, á todos los cuales contó cuanto por el -camino les habia sucedido á él y á su amo, asi con el ventero como -con el melonero, y en Ateca: lo cual todo refirieron ellos despues á -don Alvaro, que á estas horas estaba con el otro caballero, informado -al Justicia mayor de lo que era don Quixote, y de cuanto le habia -sucedido, asi con el açotado, como con el carcelero y con ellos en la -carcel. El Justicia mandó luego con mucho gusto á un portero fuese á la -carcel y mandase de su parte, asi al carcelero como á los alguaciles, -entregasen aquel preso libre y sin costas, con el caballo y todo lo -demas que le habian quitado, al señor don Alvaro Tarfe; lo cual todo -fue hecho asi. Llegó don Alvaro á la carcel, á la que volvian á armar -á don Quixote, ya libre de las prisiones; y á la que le entregaron -la adarga, rieron mucho cuando la vieron con la letra del Caballero -Desamorado y figuras de Cupido y damas; y aguardando que anocheciese -para que no fuese visto, le hizo llevar á su posada con un paje, á -caballo en Rocinante. Cenaron en ella con él los caballeros amigos de -don Alvaro con mucho gusto, haziendo dezir á Sancho Pança sobre cena -todo lo que por el camino les habia sucedido; y cuando Sancho dixo -que habia burlado á su amo en no haber querido dar á la gallega los -docientos ducados, sino solo cuatro cuartos, se metió don Quixote en -colera diziendo: ¡Oh infame vil y de vil casta! Bien parece que no -eres caballero noble, pues á una princesa como aquella, á quien tan -injustamente hazes moça de venta, diste cuatro cuartos: yo juro por -el orden de caballeria que recebí, que la primera provincia, insula ó -peninsula que gane, ha de ser suya á pesar tuyo y de cuantos villanos -como tú hay en el<span class="pagenum" id="Page_73">p. 73</span> -mundo. Maravillaronse todos aquellos caballeros de la colera de don -Quixote; y Sancho, viendo enojado á su amo, le respondió: ¡Oh pesia -á los viejos de Santa Susana! ¿Y no conocia v. m. en la filomia y -andrajos de aquella moça, que no era infanta ni almiranta? Y más, que -le juro á v. m. que si no fuera por mí, se la llevara un mercadante -de trapos viejos para her della papel de estraza, y la muy sucia no -me lo agradece agora; pues á fe que si no fuera porque le tuve miedo, -que la hubiera hecho á moxicones que se acordara de Sancho Pança, -flor de cuantos escuderos andantes ha habido en el mundo; pero vaya -en hora buena; que si una vez me dió una bofetada y dos cozes en -estas espaldas, buen pedazo de queso le comí que tenia escondido en -el vasar. Levantose don Alvaro riendo de lo que Sancho Pança habia -dicho, y con él los demas; y dió orden que llevasen á don Quixote á un -buen aposento, donde le hizieron una honrada cama, en la cual estuvo -reposando y rehaziendose dos ó tres dias, y á Sancho se le llevaron los -pajes á su cuarto; con el cual tuvieron donosisima conversacion.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_10"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO X</h2> - <p class="subh2h">Como don Alvaro Tarfe convidó ciertos amigos - suyos á comer para dar con ellos orden que libreas habian de sacar - en la sortija.</p> -</div> - -<p>Venida la mañana, entró don Alvaro Tarfe en el aposento de don -Quixote, y sentandose junto á su cama en una silla, le dixo: ¿Como le -va á v. m., mi señor don Quixote, flor de la caballeria manchega, en -esta tierra? ¿Hay alguna aventura de nuevo en que los amigos podamos -ayudar á v. m.? Porque en este reino de Aragon se ofrecen muchas y muy -peligrosas cada dia á los caballeros andantes; y en los dias pasados, -en las justas que aqui se hizieron, vinieron de diversas provincias -muchos y muy membrudos gigantes y descomunales jayanes, y hubo aqui -algunos caballeros á quien dieron bien en que entender; y solo faltó -que v. m. se hallase aqui para que diera á semejante gente el castigo -que por sus malas obras merecen; pero ya podrá ser que v. m. los tope -por el mundo, y les haga pagar lo de antaño y lo de hogaño. Mi señor -don Alvaro, respondió don Quixote, yo estoy y he estado con grandisima -pena por no haberme hallado en esas reales justas; pues si en ellas me -hallara, creo que ni esos gigantazos se fueran riendo, ni algunos de -los caballeros llevaran las preciosas joyas que á falta mia llevaron; -pero yo sospecho que <i>nondum sunt completa pecca<span class="pagenum" -id="Page_74">p. 74</span>ta Amorreorum</i>: quiero dezir, que no debe de -ser cumplido aun el numero de sus pecados, y que Dios querrá que cuando -lo sea, yo los castigue. Pues, señor don Quixote, dixo don Alvaro, v. -m. ha de saber que para despues de mañana, que es domingo, tenemos -concertada una famosa sortija entre los caballeros desta ciudad y -yo, en la cual ha de haber muy ricas joyas y premios de importancia. -Han de ser jueces délla los mismos que lo fueron de las justas, que -son tres caballeros de los más principales deste reino, un titular y -dos de encomienda. Asistiran tambien á ellas muchas y muy hermosas -infantas, princesas y camareras de peregrina belleza, volviendo en -cielo las ventanas y balcones de la famosa calle del Coso, adonde podrá -v. m. hallar á manos llenas dos mil aventuras. Todos habemos de salir -en ella de librea, echando al entrar de la calle sus motes volantes -ó escritos en las tarjetas de los escudos, que contengan dichos de -risa y de pasatiempo: si v. m. se dispone y esfuerça para entrar en -ella, yo me ofrezco de acompañarle y darle librea, para que quede con -su lado participante de su buena fortuna, y para que entienda esta -ciudad y reino que tengo un amigo tal y tan buen caballero, que basta -por sí solo á ganar todos los precios de la sortija. Yo soy dello muy -contento, dixo don Quixote sentandose en la cama, solo porque v. m. -vea por vista de ojos las cosas que ha oido de mi esfuerço; que aunque -es verdad, como dize el refran latino, que la alabança pierde, dicha -por la boca del sugeto á quien se encamina, con todo, puedo y quiero -dezir de mí lo que digo, por ser tan publico. Yo lo creo asi, dixo don -Alvaro; pero v. m. se esté quedo en la cama y repose, para que lo haga -con más comodidad. Aqui delante della pondremos la mesa, y comeremos -yo y algunos caballeros de mi cuadrilla, y sobre mesa trataremos de lo -que se ha de hazer, guiandonos todos en todo por el discreto voto de -quien tanta experiencia tiene de semejantes juegos, como v. m. Fuese -don Alvaro, y quedó el buen hidalgo con la fantasia llena de quimeras; -y sin poder reposar, se levantó y començó á vestirse, imaginando -ahincadamente en su negra sortija; y con la vehemente imaginacion se -quedó mirando al suelo sin pestañear, con las bragas á medio poner; -y de alli á un buen rato arremetió con el braço muy derecho hazia la -pared, dando una carrera y diziendo: De la primera vez he llevado -el anillo metido en la lança; y asi, vuesas excelencias, rectisimos -jueces, me manden dar el mejor premio, pues de justicia se me debe, á -pesar de la invidia de los circunstantes aventureros y miradores. A la -voz grande que dió,<span class="pagenum" id="Page_75">p. 75</span> -subieron un paje y Sancho Pança; y entrando dentro del aposento, -hallaron á don Quixote, las bragas caidas, hablando con los jueces, -mirando al techo; y como la camisa era un poco corta por delante, no -dexaba de descubrir alguna fealdad: lo cual visto por Sancho Pança, le -dixo: Cubra, señor Desamorado, ¡pecador de mí! el etcetera; que aqui -no hay jueces que le pretendan echar otra vez preso, ni dar docientos -açotes, ni sacar á la vergüença, aunque harto saca v. m. á ella las -suyas sin para que; que bien puede estar seguro. Volvió la cabeça don -Quixote, y alçando las bragas de espaldas para ponerselas, baxose un -poco y descubrió de la trasera lo que de la delantera habia descubierto -y algo más asqueroso. Sancho, que lo vió, le dixo: Pesia á mi sayo: -Señor, ¿que haze? que peor está que estaba: eso es querer saludarnos -con todas las inmundicias que Dios le ha dado. Riose mucho el paje; y -don Quixote, componiendose lo mejor que pudo, se volvió á él diziendo: -Digo que soy muy contento, señor caballero, que la vuestra batalla -se haga de la suerte que á vos os parece, sea á pie ó sea á caballo, -con armas ó sin ellas; que á todo me hallareis dispuesto; que aunque -estoy seguro de la vitoria, con todo, me huelgo en extremo de hazer -batalla con un tan nombrado caballero y delante de tanta gente, que -veran por vista de ojos el valor de persona tan desamorada como yo soy. -Señor caballero, respondió el paje, aqui no hay alguno que pretenda -hazer batalla con v. m.; y si alguna habemos de hazer, ha de ser de -aqui á dos horas con un gentil pavo que está aguardandonos para ser -nuestro convidado á la mesa. Ese caballero, replicó don Quixote, que -llamais pavo, ¿es natural deste reino, ó extrangero? Porque no querria -por todas las cosas del mundo que fuese pariente ni paniaguado del -señor don Alvaro. Oyendo esto, salió de través Sancho, diziendo: Por -vida del soguero que hizo el lazo con que se ahorcó Judas, que no lo -entiende v. m. con todos sus libros que ha leido y latines ó letanias -que ha estudiado: baxe acá abaxo, y verá la cocina llena de asadores, -con dos ó tres ollas como medias tinajillas de las que usamos en el -Toboso, tanto pastel en bote, pelota de carne y empanadas, que parece -toda ella un paraiso terrenal; y aun á fe que si me pidiese un poco -de saliva en ayunas, que no se la podria dar; que tengo en el cuerpo -tres de malvasia, que llaman en esta tierra, y á fe con razon, porque -está mal la taza cuando está vacia della; y es mejor que el de Yepes, -que v. m. tambien conoce; y este señor, porque el beber no me hiziese -mal, me dió un panecillo blanco de casi dos libras y media; y dos -pescuezos el coci<span class="pagenum" id="Page_76">p. 76</span>nero -coxo, que no sé si eran de avestruzes; y si serian, porque yo me comia -las manos tras ellos; con todo lo cual en un instante hize la cama á -la bebida y refocilé el estomago. Estas me parecen á mi, señor, que -son las verdaderas aventuras, pues las topo yo en la cocina, dispensa -y boticaria, ó como la llaman, muy á mi gusto; y le perdonaria á v. -m. el salario que me da cada mes, si nos quedasemos aqui sin andar -buscando meloneros que nos santigüen el espinazo; y creame v. m. que -esto es lo más acertado; que alli está el cocinero coxo que me adora, y -todas las vezes que entro á velle, que no son pocas, me hinche un gran -plato de carne friatica, que en her asi, me la espeto como quien se -sorbe un huevo; y él no haze sino reir de ver la gracia y liberalidad -con que como, que es para dar mil gracias á Dios. Ello es verdad que -anoche uno destos señores pajes ó pajaros, ó que son, me dixo que -sorbiese una escudilla de caldo que traia en la mano, porque me daria -la vida, despues de Dios; y yo, no cayendo en la bellaqueria, la agarré -con ambas manos, y por helle servicio, dí tres ó cuatro sorbiscones, -que no debiera, porque el grandisimo... (y tengaselo por dicho) del -paje, habia puesto la escudilla sobre las brasas, de manera que me iba -zorriando por el estomago abaxo, y me hizo saltar de los ojos otro -tanto caldo como el que sorbí; y el cocinero y él y este señorete se -reían que se desquixaraban; mas á fe que no me burlen otra vez de -aquella manera; porque, como quedé escarmentado, denantes me dió el -cocinero una gentil rebanada de melon, y la tenté poco á poco por ver -si estaba abrasando. ¡Oh gran bestia! dixo don Quixote: ¿y la rebanada -habia de abrasar? Por ahi se echa de ver que eres goloso, y que no -es tu principal intento buscar la verdadera honra de los caballeros -andantes; sino, como Epicuro, henchir la pança. Hago en eso como quien -soy, dixo Sancho. Estando en esto, sintieron que venia á comer don -Alvaro con cinco ó seis caballeros principales, de los que habian de -salir á la sortija, á los cuales habia convidado para dar orden en -las libreas que cada una habia de sacar en ella, y para que gustasen -de don Quixote como de unica pieça; y asi se subieron derechos á su -aposento, y hallandole medio vestido y con la figura que queda dicho, -rieron mucho; pero riñole don Alvaro porque se habia levantado contra -su orden, y mandole se volviese á acostar luego, porque no comerian -de otra suerte. Hizolo á puras porfias, tras lo cual se puso la mesa -y traxo la comida, llamandole siempre todos ellos soberano principe -á don Quixote. Pasaron en el discurso della graciosos cuentos,<span -class="pagenum" id="Page_77">p. 77</span> haziendole todos estrañas -preguntas de sus aventuras, á las cuales respondia él con mucha -gravedad y reposo, olvidándose muchas vezes de comer por contar lo que -pensaba hazer en Constantinopla y Trapisonda, ya con tal infanta, y ya -con tal gigante, diziendo unos nombres tan extraordinarios, que con -cada uno de ellos daban mil arqueadas de risa los convidados; y si no -fuera por don Alvaro, que volvia siempre por don Quixote, abonando sus -cosas con discreto artificio y disimulacion, algunas vezes se enojara -muy de veras. Con todo, les dezia que no era de valientes caballeros -reirse sin proposito de las cosas que cada dia suceden á los caballeros -andantes, cual él era; y don Alvaro les dixo: Bien parece, señores, que -vs. ms. son noveles y que no conocen el valor del señor don Quixote -de la Mancha como yo; pues si no saben quien es, pregúntenselo á -aquellos caballeros que llevaban açotando por las calles el otro dia -á aquel soldado; que ellos diran lo que hizo y dixo en su presencia -y en defensa del açotado, á fin de deshazer el tuerto que le hazian, -como verdadero caballero andante. Acabose en estas platicas la comida, -y alçaronse las mesas, y començaron á tratar de las libreas que cada -uno tenia para la sortija, y las cifras y motes que habian de llevar. -Despues dixo el uno: Y el señor don Quixote ¿que librea ha de sacar? -No dexemos al mejor jugador sin cartas; porque á mí me parece que -la saque de verde, de color de alcacel, que es esperança, pues él -la tiene de alcançar y ganar todos los premios de la sortija. Otro -dixo que no, sino, pues se llamaba el Caballero Desamorado, saliese -de morado, con algun mote con que picase á las damas. Antes por ser -desamorado, dixo otro caballero, ha de llevar la librea blanca en señal -de su gran castidad; que no es poco un caballero de tantas prendas -estar sin amor, si ya no es que dexe de amar por no haber en el mundo -quien le merezca. El ultimo caballero replicó diziendo: Pues mi voto, -señores, es que, pues el señor don Quixote es hombre que ha muerto y -mata tantos gigantes y jayanes, haziendo viudas á sus mugeres, que -salga con librea negra; que asi dará á entender á todos los que con -él pretendieren entrar en batalla, que han de tener negra la ventura. -Ahora sus, dixo don Alvaro, que con licencia de vs. ms. tengo de dar mi -parecer, y ha de ser singular, como lo es el señor don Quixote; y asi -me parece que su merced no saque librea alguna; antes, como verdadero -caballero andante, es bien salga en la plaça armado de todas pieças y -armas; y porque sean proprias las que sacare, le hago donacion de las -que trae, que son las famosas de Milan que en el Argamesilla<span -class="pagenum" id="Page_78">p. 78</span> le dexé en guarda, pues solo -estan honradas en su poder, como en el mio ociosas; y porque estan algo -deslustradas del polvo del camino y de la sangre que ha derramado de -diversos gigantes en diferentes batallas, daré orden se le limpien y -acicalen para que salga más lucido. Por empresa bastale la que trae en -el campo de su adarga; que pues nadie la ha visto en Çaragoça, y desde -Ariza, donde la pintó, hasta aqui la ha traido cubierta de un cendal -todo el camino porque no se le deslustrase, nueva será y bien mirada, -sirviendole de arma el lançon proprio, que llevará; siendo ella, su -gallardo talle y la ligereza del famoso Rocinante señas bastantes para -que por ellas entiendan todos que su merced es el ilustre caballero -andante que el otro dia volvió publicamente por la honra de aquel -honrado açotado, y quien ha hecho las aventuras del melonero, con las -demas que muchos ignoran. Dixeron todos que era muy acertado lo que el -señor don Alvaro habia pensado; y á don Quixote le pareció de perlas; -y asi dixo: Lo que el señor don Alvaro ha dicho es verdaderamente lo -que importa; porque suele suceder en semejantes fiestas venir algun -famoso gigante ó descomunal jayan rey de alguna isla estrangera, y -hazer algunos descomedidos desafios contra la honra del rey ó principes -de la ciudad; y para abatir semejante soberbia, es bien que yo esté -armado de todas pieças y armas; y beso al señor don Alvaro mil vezes -las manos por la liberalidad con que me haze merced de las que venia -á restituille en esta ocasion y tierra; pero yo aseguro que con ellas -haga que el traidor alevoso de cierto gigantazo que va haziendo -grandes desaguisados por el mundo, no se alabe que en este famoso -reino de Aragon no hay quien se atreva á hazer singular batalla con -él. Y saltando en un brinco de la cama con una repentina y no pensada -furia, se salió del aposento y cama á la sala, con su camisa corta como -estaba, y metió mano á la espada, que tenia en el mismo aposento, y -començó á dezir á vozes, sin que los circunstantes tuviesen tiempo de -reconocerse ni detenerle: Pero aqui estoy yo, ¡oh soberbio gigante! -contra quien no valen arrogantes palabras ni valerosas obras;—y dando -seis ó siete cuchilladas en los tapices que estaban colgados por las -paredes, dezia: ¡Oh pobre rey, si lo eres! llegado es el tiempo en que -Dios está ya cansado de tus malas obras. Los caballeros y don Alvaro, -que semejante accidente vieron, se levantaron y retiraron todos á -una parte, pensando que don Quixote daria tambien tras ellos, y los -tendria por jayanes de allá de allende la insula Maleandritica. Con -todo, don Alvaro le asió del braço, con notable<span class="pagenum" -id="Page_79">p. 79</span> pasion de reir él y los demas, de ver la -infernal vision del manchego, diziendo: Ea, flor de la caballeria de -la Mancha, meta v. m. la espada en la vaina, y vuelvase á acostar; que -el gigante ha huido por la escalera abaxo, y no ha osado aguardar los -filos de su cortadora espada. Asi lo creo yo, dixo don Quixote; que -estos y otros semejantes más temen de vozes y palabras á vezes, que de -obras; yo por amor de v. m. no le he querido seguir; pero viva; que -para mayor mal suyo será. Pero yo fio que él se guarde de encontrar -otra vez conmigo. Quedó con esto, como estaba tan flaco y debilitado, -hijadeando de suerte, que no le alcançaba una respiracion á otra; y -dexandole puesto en la cama, con orden de que no se moviese della -hasta el dia de la sortija, mandó don Alvaro subir á Sancho para que -le hiziese compañia; y el con los demas caballeros se despidieron dél, -diziendo iban á ver á los otros sus amigos granadinos en la posada -de cierto caballero principal, donde posaban, para saber dellos como -pensaban salir á la sortija; á lo cual fueron de hecho, y á dar parte -á mucha gente principal y de humor del extraordinario que gastaba don -Quixote, y de lo que con él pensaban holgarse y dar que reir á toda la -plaça el dia de la sortija.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_11"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XI</h2> - <p class="subh2h">De como don Alvaro Tarfe y otros caballeros - çaragoçanos y granadinos jugaron la sortija en la calle del Coso, y - de lo que en ella sucedió á don Quixote.</p> -</div> - -<p>Tres dias estuvo violentado en la cama, á puros ruegos y guardas, -don Quixote, pues tenia siempre como tales á Sancho Pança y algunos -pajes de don Alvaro y dos caballeros amigos suyos, asi granadinos -como de los naturales de Çaragoça, con los cuales pasaron historias -donosisimas; porque por momentos se le representaba salia á la sortija, -disputaba con los jueces, reñia con gigantes forasteros, y otros cien -mil dislates; porque estaba rematadamente loco, y Sancho ayudaba más á -todo con sus simplicidades y boberias. Solo tenia de bueno don Quixote -el recado y regalo; porque se le daba bonisimo en presencia de don -Alvaro, que siempre comia y cenaba con él, acompañado de diferentes -caballeros cada vez. Llegó pues el domingo, en que los que habian de -jugar la sortija para universal pasatiempo, se aprestaron y adereçaron -lo mejor que pudieron de sus ricas libreas, llevando todos solamente á -la entrada del Coso unos escudos ó targetas blancas, y en ellas<span -class="pagenum" id="Page_80">p. 80</span> escrita cada uno la letra que -más á proposito venia á su pensamiento y al fin de alegrar la fiesta. -Pero no quiero pasar en silencio lo que habia en dos arcos triunfales -que estaban costosa y curiosamente hechos á las dos bocas de la calle. -El primero de la primera entrada, como venimos de la plaça, era todo -de damasco azul, de color de cielo, y estaba en el medio dél, por lo -alto, el invictisimo emperador Carlos V, abuelo gloriosisimo de nuestro -catolico y gran monarca el tercero Filipo Hermenegildo, armado á la -romana, con una guirnalda de laurel sobre la cabeça y un baston de -general sobre la mano derecha, ocupando lo más alto del arco dos versos -latinos que dezian desta manera:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Fraena quod imperii longo moderaris ab aevo</p> -<p class="i0">Austria, non hominis, numinis exstat opus.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">El pie derecho tenia puesto sobre un mundo de oro, y al -derredor dél una letra que dezia:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">Mandó su medio Alejandro;</p> -<p class="i0">Mas nuestro Cesar de veras</p> -<p class="i0">Sus tres partes mandó enteras.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">El pie izquierdo tenia sobre tres ó cuatro turcos -rendidos, con una letra latina que dezia:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Qui oves amat, in lupos saevit.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Al pie del arco de la mano derecha, arrimado á la mesma -coluna del arco, estaba sobre una pequeña peana el famoso duque de -Alba, don Fernando Alvarez de Toledo, armado, con su baston de general -en la mano derecha, y al pie dél la fama, como la pintan, con una -trompa, y en ella escrito:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">A solis ortu usque ad occasum.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Al pie de la otra coluna del arco, que era la izquierda, -sobre otra pequeña peana, estaba don Antonio Leiva, armado y con baston -de general, como el Duque, y tenia esta letra sobre la cabeça:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">Si bien á mi rey servi,</p> -<p class="i0">Bien tambien premió mi amor.</p> -<p class="i0">A mi don dando un señor.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">El segundo arco era todo de damasco blanco bordado, -y sobre lo alto dél estaba el prudentisimo rey don Felipe II, -riquisimamente vestido, y á sus pies este famoso epigrama del excelente -poeta Lope de Vega Carpio, familiar del santo ofizio:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0"><span class="pagenum" id="Page_81">p. 81</span>Philippo Regi, Caesari invictissimo,</p> -<p class="i0">Omnium maximo Regum triumphatori,</p> -<p class="i0">Orbis utriusque et maris felicissimo,</p> -<p class="i0">Catholici Caroli successori,</p> -<p class="i0">Totius Hispaniae principi dignissimo,</p> -<p class="i0">Ecclesiae Christi et fidei defensori,</p> -<p class="i0">Fama, praecingens tempora alma, lauro,</p> -<p class="i0">Hoc simulacrum dedicat ex auro.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">A la mano derecha estaba su cristianisimo y unico fenix -don Felipe III, nuestro rey y señor, vestido todo de una tela riquisima -de oro, con dos versos juntos a sí, que en lengua latina dezian:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Nulla est virtutis species quae, maxime Princeps,</p> -<p class="i0">Non colat ingenium nobilitate tuum.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">A la siniestra mano estaba el invictisimo principe don -Juan de Austria, armado de todas pieças, con el baston de general en -la mano, y puesto el pie derecho sobre la rueda de la fortuna, y la -mesma fortuna, que con un clavo y martillo clavaba la rueda, haziendola -inmoble, y esta letra:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">El merecimiento insigne</p> -<p class="i0">Que te levantó en mi rueda,</p> -<p class="i0">Cual clavo la tiene queda.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Otras muchas curiosidades de enigmas y cifras habia en -los arcos, que por evitar prolixidad y no hazer á nuestro proposito -se dexan. Solo digo que el dia que la sortija se habia de jugar, -estuvo, en comiendo, la calle del Coso riquisimamente adereçada, y -compuestos todos sus balcones y ventanas con brocados y tapices muy -bien bordados, ocupandolos infinitos serafines, con esperanças cada -uno de recebir de la mano de su amante, de la de alguno de aquellos -caballeros aventureros, la joya que ganase. Vino á la fiesta la nobleza -del reino y ciudad, Visorey, Justicia mayor, diputados, jurados y los -demas titulos y caballeros, poniendose cada uno en el puesto que le -tocaba. Vinieron tambien los jueces de la sortija, muy acompañados y -galanes que, como hemos dicho, eran un titular y dos caballeros de -habito, y pusieronse en un tablado no muy alto curiosamente compuesto; -á cuyo recebimiento començaron á sonar los menestriles y trompetas, y -al mesmo son començaron á entrar por la ancha calle, de dos en dos, -los caballeros que habian de correr. Los primeros fueron dos gallardos -mancebos con una mesma librea, sin diferenciar en caballos ni vestidos: -eran de raso blanco y verde, con plumas en los bonetes, de<span -class="pagenum" id="Page_82">p. 82</span> lo alto de los cuales sacó -el uno una mano con un rico salero, cuya sal iba derramando sobre las -mismas plumas, que daban al viento esta letra:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">En mi alma el sol divino</p> -<p class="i0">Los rayos con que me inflama,</p> -<p class="i0">Cual sol de gracias, derrama.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">El otro, que era recien casado con una dama muy hermosa, -venia pintado en el escudo trayendola él mismo de la mano, como que la -escudereaba; con una letra cual la siguiente:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">Della gozo, y me ha quedado,</p> -<p class="i0">Por ser tan unica y bella,</p> -<p class="i0">Solo el temor de perdella.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Tras estos salieron otros dos, entrando vestidos de -damasco azul ricamente bordado: traian esta librea porque ambos eran -moços enamorados y celosos: el uno traia en el escudo pintada una -ferocisima leona vestida de piel de oveja, y él mismo venia pintado y -puesto de rodillas delante della, y con esta letra:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">Solo con piel de cordero</p> -<p class="i0">De palabras me corona;</p> -<p class="i0">Que en las obras es leona.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">El otro llevaba en campo negro el retrato de su -dama, á quien él, quitada<a id="FNanchor_17" href="#Footnote_17" -class="fnanchor">[17]</a> la gorra, pedia la mano, negandosela ella -con desden; causa por la cual habia venido á la sortija; y siendo -mancebo desbarbado, salió con barba blanca postiza, disfraz que dió -harta suspension á toda la gente que le conocia; pero quitabasela esta -siguiente letra que traia en el escudo:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">Amando tan desamado,</p> -<p class="i0">Caducando juzgo estoy,</p> -<p class="i0">Y asi dello muestras doy.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Tras estos dos, entraron otros dos, tambien gallardos -moços totalmente diferentes en las libreas; porque el uno venia vestido -de tela de plata, ricamente bordado, sobre un caballo blanco no menos -ligero que el viento, trayendo en el escudo, en campo tambien blanco, -el retrato de su dama, la cual abaxandose, daba la mano á un muerto que -estaba ya con la mortaja puesta y tenia por cruz en los pechos esta -letra:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">Matome su vista sola;</p> -<p class="i0">Mas por su divina mano</p> -<p class="i0">Nueva vida y gloria gano.</p> -</div></div> - -<p class="ti0"><span class="pagenum" id="Page_83">p. 83</span>El -segundo era un mancebo recien casado, rico de patrimonio, pero -grandisimo gastador, y tan prodigo, que siempre andaba lleno de deudas, -sin haber mercader ni ofizial á quien no debiese; porque aqui pedia, -acullá engañaba, aqui hazia una mohatra, alli empeñaba ya la más rica -cadena de oro que tenia, ya su mejor colgadura; de suerte que despues -que el padre le faltó, andaba tan empeñado, que la necesidad le -obligaba á no vestir sino bayeta, atribuyendolo al luto y sentimiento -de la muerte de su padre; y para satisfacer á la murmuracion del vulgo, -traia pintada en el campo negro de la adarga una beata, cubierta -tambien de negro, más oscura que el del campo de la adarga, con esta -letra:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">Pues beata es la pobreza,</p> -<p class="i0">Cubrame la mia bien:</p> -<p class="i0">Bayeta y vaya me dén.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Tras estos entraron veinte ó treinta caballeros, de -dos en dos, con libreas tambien muy ricas y costosas, y con letras, -cifras y motes graciosisimos y de agudo ingenio, que dexo de referir -por no hazer libro de versos el que solo es coronica de los quimericos -hechos de don Quixote; y asi, de sola su entrada haremos mencion, -la cual fue en la retaguardia de todos los aventureros, al lado del -señor don Alvaro Tarfe; que esta traza habian dado para su entrada los -jueces. Venia don Alvaro en un buen caballo cordobes, rucio, rodado, -enjaezado ricamente, el vestido de tela de oro, bordado de azuçenas -y rosas enlazadas, y en el campo blanco de su escudo traia pintado á -don Quixote con la aventura del açotado, muy al vivo, y esta letra en -él:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">Aqui traigo al que ha de ser,</p> -<p class="i0">Segun son sus disparates,</p> -<p class="i0">Principe de los orates.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Con la letra rieron todos cuantos sabian las cosas de -don Quixote, el cual venia armado de todas pieças, trayendo hasta su -morrion en la cabeça. Entró con gentil continente sobre Rocinante, y -en la punta del lançon traia con un cordel atado un pergamino grande -tendido escrita en él con letras goticas, el Ave Maria, y sobre los -motes y pinturas que traia en su adarga habia añadido á ellas este -cuartete, en explicacion del pergamino que traia pendiente de la -lança:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">Soy muy más que Garcilaso,</p> -<p class="i0">Pues quité de un turco cruel</p> -<p class="i0">El Ave que le honra á él.</p> -</div></div> - -<p class="ti0"><span class="pagenum" id="Page_84">p. -84</span>Maravillabase mucho el vulgo de ver aquel hombre armado para -jugar la sortija, sin saber á que proposito traia aquel pergamino atado -en la lança; si bien de solo ver su figura, flaqueza de Rocinante y -grande adarga llena de pinturas y figuras de bellaquisima mano, se -reian todos y le silbaban. No causaba esta admiracion su vista á la -gente principal, pues ya todos los que entraban en este numero sabian -de don Alvaro Tarfe y demas caballeros amigos suyos, quien era don -Quixote, su estraña locura y el fin para que salia á la plaça, pues -era para regocijarla con alguna disparatada aventura; y no es cosa -nueva en semejantes regocijos sacar los caballeros á la plaça, locos -vestidos y adereçados y con humos en la cabeça de que han de hazer -suerte, tornear, justar y llevarse premios, como se ha visto algunas -vezes en ciudades principales y en la misma Çaragoça. Con presupuesto -pues de regocijar la plaça, pasaron todos aquellos caballeros delante -de sus damas, haziendoles la debida cortesia: cual hazia hincar al -enseñado caballo de rodillas delante de aquella que era señora de su -libertad; cual le hazia dar saltos y corcovos con mucha ligereza; cual -le hazia hazer caracoles; y finalmente, todos hazian todo lo que con -ellos podian para parecer bien. Solo el de don Quixote iba pacifico -y manso, el cual llegando con don Alvaro á emparejar con el balcon -donde estaban los jueces, haziendo una cumplida cortesia los dos al -titulo y á los demas, uno dellos, que era el de mejor humor, se echó -sobre el antepecho del tablado y habló á don Quixote desta manera en -voz alta, con risa de los circunstantes: Famoso principe, espejo y -flor de la caballeria andantesca, yo y toda esta ciudad estamos en -extremo agradecidos de que v. m. haya tenido por bien el habernosla -querido honrar con su valerosa persona: ello es verdad que algunos -destos señores caballeros estan tristes porque tienen por cosa cierta -que v. m. les ha de ganar en esta sortija las más preciosas joyas; -pero yo he determinado, aunque v. m. las merezca y gane todas, no -darle sino solamente una de las más preciosas para mejor poder asi -satisfacer á todos estos principes y caballeros. Don Quixote con mucho -sosiego y gravedad le respondió, diziendo: Por cierto, ilustrisimo -juez, más recto que Rodamonte, espejo de los jueces, que estoy tan -pesaroso en no haberme hallado en las justas pasadas, que estoy para -reventar; mas la causa fue el estar ocupado en no sé que aventuras de -no pequeña importancia; pero ya que en ellas no pude por mi ausencia -mostrar el valor que hay en mi persona, quiero que en esta sortija, -aunque ello es cosa de juguete para mis exorbi<span class="pagenum" -id="Page_85">p. 85</span>tantes brios, v. m. vea con sus ojos si todo -lo que ha oido dezir de mí y de mis cosas son tan firmes y verdaderas -como las de Amadis y las de los demas caballeros antiguos que tanta -honra ganaron por el mundo; aunque bien se echará de ver mi valor, -pues ya esta mañana al asomar por los balcones de nuestro horizonte el -ardiente enamorado de la esquiva Dafnes, me coroné con el Ave de la -fortaleça de Dios, que es dezir de la que traxo á la Virgen el angel -san Gabriel, habiendola quitado, como muestra la letra de mi adarga, -á un desaforado turco que la traia colgando de la cola de un soberbio -frison, con quien pasó delante de mi balcon, irritando mi cristiana -paciencia. Pero topó en mí otro manchego Garcilaso, con mas brios y -años que el primero, que vengó tal insolencia. Con esto tomó el juez -que hablaba con don Quixote su pergamino y adarga, y enseñandolo todo -á los otros dos jueces y demas caballeros que los acompañaban, despues -de haberlo mirado y bien reido, se lo volvió todo. Pasó adelante don -Quixote, tomadas sus prendas pomponeandose y mirando muy hueco á todas -partes; y llegado al cabo de la calle donde los demas que habian de -jugar la sortija estaban parados, començaron á sonar las chirimias y -trompetas en señal de que los primeros caballeros querian ya empezar á -correrla. Habian ordenado los jueces que despues de haber corrido todos -la sortija, se darian cada vez cuatro joyas á los cuatro caballeros -que mejor lo hubiesen hecho; asi, desta vez se las dieron á cuatro, -aunque solo el uno dellos se llevó el anillo en la lança, que fue don -Alvaro Tarfe, que quiso correr con los primeros; el cual, por orden -de los jueces, dixo á don Quixote que no corriese hasta la postre, -porque asi convenia. Llevaron aquellos caballeros los precios que -habian ganado, cada uno á su dama; y don Alvaro, que tenia el sugeto -de sus pasiones en Granada, dió el suyo, que era unos guantes de ambar -ricamente bordados, á una donzella harto hermosa, hermana de un titular -de aquel reino, la cual le recebió con muestras de gran cortesia y -agradecimiento. Corrieron segunda vez, y fueles dado el premio á otros -cuatro, de los cuales los dos se llevaron el anillo, y estos, como -los primeros, les presentaron á sus damas; de suerte que muy pocos ó -ningun caballero hubo que no presentase joyas á la dama que mejor le -parecia. Pues como ya se hiziese tarde, y don Quixote diese prisa á don -Alvaro que le dexase correr su lança, si no, que á pesar de cuantos -jueces habia en la Europa correria; advertida su locura de los jueces, -hizieron señas á don Alvaro para que le dexase correr dos carreras; -y asi, tomandole él por la mano, le puso<span class="pagenum" -id="Page_86">p. 86</span> en medio de la calle, frontero del anillo, -aguardando la seña de las trompetas; al son de las cuales partió -nuestro caballero solo con su adarga en el braço izquierdo, espoleando -muy aprisa á Rocinante, que con toda la que él le daba, corria poco -más de á medio galope; pero fue tan desgraciado, que llegando á la -sortija, echó el lançon cosa de dos palmos más arriba della por encima -de la cuerda y acabando la carrera, baxó muy aprisa la lança, mirando -con mucha atencion si llevaba en ella el anillo; lo cual causó notable -risa en toda la gente, y más viendo que, como él no la halló en ella, -començó con gran colera á volver el caballo al principio de la carrera, -adonde estaba don Alvaro, que le dixo con disimulacion: V. m., señor -don Quixote, dé luego al punto segunda carrera, porque el caballo no -se le resfrie; que aunque v. m. no llevó la sortija, el golpe ha sido -extremado, pues fue por arriba no más de media vara. Don Quixote, sin -responderle palabra, volvió la rienda á Rocinante, y començó á correr, -no con poca risa de los que le miraban, yendo don Alvaro á medio galope -tras él: llegó pues don Quixote á la sortija segunda vez, y con la -colera y turbacion que llevaba, errola por parte de abaxo otra media -vara; pero el discreto don Alvaro, viendo cuan desgraciadamente lo -habia hecho su compañero, puesto de pies sobre los estribos, alargó -cuanto pudo la mano desde el caballo, y asiendo la sortija y llegandose -á don Quixote con mucha sutileza, se la puso en el hierro de la lança; -que lo pudo hazer sin que él lo echase de ver, por llevarla puesta -sobre el hombro desque hizo el golpe en señal de gala, y dixole: ¡Ay -mi señor don Quixote, lustre de la Mancha! ¡vitoria, vitoria! que la -sortija lleva v. m. en la lança, si no me engaño. Miró arriba don -Quixote, el cual no pensaba haber topado en ella, como era la verdad, -y dixo: Ya yo me maravillaba, señor don Alvaro, de que dos vezes la -hubiese errado; pero la culpa de la primer carrera la tuvo Rocinante, -que mala pascua le dé Dios, pues que no pasó con la velocidad que yo -quisiera. Todo se ha hecho muy bien, dixo don Alvaro, y asi vamos á -los jueces, y pidales v. m. la justicia que tiene. Iba el buen hidalgo -tan ancho y vanaglorioso, que no cabia en toda la calle; y puesto -delante de los jueces, dixo, levantando la lança con la sortija puesta -en ella: Miren vuesas señorias lo que pide esta lança y el anillo que -della cuelga, y adviertan que ella mesma por sí demanda el premio que -justamente se me debe. El juez que al entrar en la plaça habia hablado -con él, habia hecho traer á un paje dos dozenas de agujetas grandes -de cuero, que valdrian hasta medio real, y<span class="pagenum" -id="Page_87">p. 87</span> tomandolas en la mano, llamando primero á -todos los caballeros para que oyesen lo que dezia á don Quixote, se las -ató en el lançon, diziendole en voz alta: Yo, segundo rey Fernando, os -doy con mi propria mano, á vos el invicto caballero andante, flor de la -andantesca caballeria, esta insigne joya, que son unas cintas traidas -de la India, hechas de pellejo del ave fenix, para que las deis, -pues sois caballero desamorado, á la dama que os pareciere que tiene -menos amor de cuantas ocupan esos balcones; y fuera deso os mando, so -pena de mi desgracia, que vos y don Alvaro Tarfe ceneis conmigo en -mi propria casa esta noche, juntamente con un escudero vuestro, de -quien sé que es fidelisimo y digno de servir á persona de vuestras -prendas. Tocaron luego las chirimias, y don Quixote, al son dellas, -fue mirando á todos los balcones y ventanas, y vió en una que estaba -algo baxa á una honrada vieja, que debia saber más de la propriedad -de la ruda y verbena, que de recebir joyas; la cual estaba con dos -donzellas afeitadas de las que se usan en Çaragoça: á esta pues llegó -nuestro caballero, y poniendo las agujetas en el poyo de la ventana -con el lançon, la dixo en voz que todos lo pudieron oir: Sapientisima -Urganda la desconocida, este vuestro caballero, á quien tanto siempre -vos habeis favorecido en todas las ocasiones, os suplica le perdoneis -el atrevimiento, y recebais estas peregrinas cintas, hechas, segun -estoy informado, del mismo ave fenix, y tenedlas en mucho, porque -valen una ciudad. Las dos mugeres, que semejantes razones oyeron dezir -á aquel hombre armado, y veian que todo el mundo se estaba riendo de -verle presentar las agujetas de cuero á una vieja tal cual la que las -acompañaba, que pasaba de los sesenta, corridas y medio riendose, le -dieron con la ventana en los ojos, cerrandola y entrandose dentro sin -hablarle palabra. Quedó algo corrido don Quixote del suceso; pero -Sancho Pança, que desde el principio de las justas habia estado con -dos moços de cocina á ver la sortija y los premios que su amo habia de -ganar, como vió que daba las agujetas á aquella vieja, y no las habia -querido recebir, antes le habia cerrado la ventana, levantó la voz, -diziendo: ¡Cuerpo de quien la parió á la muy puta vieja del tiempo de -Mari-Castaña, muger del gran judio y más puto viejo de los dos de santa -Susana! ¿Asi ha de cerrar la ventana á uno de los mejores caballeros -de todo mi lugar, y no ha de querer recebir las agujetas que le dan, -y mal provecho le hagan si buena no ha de ser? Pero ¿que ha de ser -quien, como mi señor dize, se llama Urganda? Y siendolo, mal puede -merecer tales agujetas, que segun son ellas de<span class="pagenum" -id="Page_88">p. 88</span> grandes y buenas, sin duda deben de ser de -perro. Pues á fe que si agarro un medio ladrillo, que yo las haga á -todas que abran, aunque les pese. Y volviendose á don Quixote, le dixo: -Echelas acá v. m., pues no las quieren ni merecen; que yo las guardaré, -y eso nos ahorraremos; y más, que yo he menester una como el pan de la -boca para mis çaragüelles; que ya tengo esta de delante llena de ñudos: -muese acá digo, ¡cuerpo non de Dios! pues servirán para esta mejor -ocasion. Don Quixote abaxó la lança, diziendo: Toma, Sancho, guarda -estas preciosas cintas, y metelas en nuestra maleta hasta su tiempo. -Sancho las tomó, diziendo: ¡Miren, cuerpo de Barrabas, lo que no quiso -la muy hechicera! Pues en buena fe que no me las saquen de las uñas -ahora por menos de veinte maravedis, aunque no los valgan; que por el -menorete, son de liebre ó trucha ó no sé de que diablos. Llegaronse -diez ó doze personas á ver las joyas de las agujetas que aquel labrador -tenia en la mano: y fue el caso que entre aquella gente que se juntó, -llegó un moço de harta poca ropa, no menos ligero de pies que sutil de -manos, el cual con suma presteza asió de dichas agujetas, y tomando -las armas del conejo, en cuatro brincos se puso fuera de la calle del -Coso. Esto no lo vió don Quixote; que á verlo, la mayor tajada del -moço fuera la oreja. Pero el bueno de Sancho Pança, que estaba seguro, -á su parecer, de caso tan repentino, començó á dar vozes, diziendo: -Tenganle, señores, tenganle, pecador de mí; que me lleva hurtada la -mejor joya del torneo. Mas cuando el pobre vió las esperanças perdidas -de poderle alcançar, començó á llorar amargamente, mesandose las -espesas barbas, juntando una mano con otra y diziendo: ¡Oh desventurada -de la madre que me parió! ¡Oh dia aciago para mí, pues en él he perdido -unas agujetas tan preciosas y las mejores de toda la Lombardia! ¡Ay -de mí! ¿Que haré, y que cuenta daré á mi señor de la joya que me -encomendó? ¿Que excusa tendré para huir de su andantesca colera, para -que no me sacuda con ella las costillas con algun ñudoso roble? Si le -digo que las he perdido, tendrame por escudero desmazalado; y si le -digo que me las hurtó un picaro, tomará tanto enojo, que desafiará -luego á batalla campal, no solamente al que las hurtó, sino á cuantos -picaros se puedan hallar en toda la picardia. ¡No vendria ya la muerte -á llevarme para sí antes que pasar tan gran dolor! Yo digo que de muy -buena gana me mataria, si no fuera porque temo hazerme mal: alto, -manos á la labor; yo quiero ir luego al cocinero coxo de don Alvaro, -y pedirle dos cuartos prestados para comprar una soga y ahor<span -class="pagenum" id="Page_89">p. 89</span>carme con ella; que despues se -los tornaré doblados; y si acaso hallo algun arbol, como sea tal que -desde él pueda llegar los pies al suelo, echaré el cordel en la primera -rama, y aguardaré á que pase algun hombre caritativo, á quien rogaré -con muchas lagrimas me haga la limosna y caridad de ayudarme á ahorcar -por amor de Dios; que soy un pobre hombre, huerfano de padre y madre. -Y asi, alto, quedate con Cristo, don Quixote de la Mancha, el más -valiente caballero de cuantos andantes cria el cierzo y la tramontana; -quedate en paz tambien, Rocinante de mi alma, y acuerdate de mí, pues -yo me acordaba de tí todas las vezes que te iba á echar de comer; y -acuerdate tambien de aquel dia en que pasando descuidado por junto tu -postigo trasero, diziendo: ¿Amigo Rocinante, como va? Y tú, que no -sabias aun hablar romance, me respondiste con dos pares de castañetas, -disparando por el puerto muladar un arcabuzazo con tanta gracia, que -si no le recebiera entre hocicos y narizes, no sé que fuera de mí. -Quedate pues, rocin de mis ojos, con la bendicion de todos los rocines -de Roncesvalles; que si supieses la tribulacion en que estoy puesto, -yo fio me enviaras algun consuelo para alivio de mi gran dolor. Ahora -sus, yo voy á contar mi desgracia, como digo, á mi amigo el cocinero, -de quien espero algun remedio, pues más vale que lo que se ha de hazer -temprano se haga tarde; que al que Dios madruga, mucho se ayuda: en -fin, allá darás, sayo, en casa el rayo, pues más vale buitre volando -que pajaro en mano:—y á este compas se fue ensartando más de cuarenta -refranes á desproposito.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_12"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XII</h2> - <p class="subh2h">Como don Quixote y don Alvaro Tarfe fueron - convidados á cenar con el juez que en la sortija les convidó, y - de la estraña y jamas pensada aventura que en la sala se ofreció - aquella noche á nuestro valeroso hidalgo.</p> -</div> - -<p>Acabada de jugar la sortija y de haber corrido en ella los -caballeros de dos en dos delante de toda la ciudad, desocuparon todos -sus puestos, volviendose á sus casas, por venir la noche. Para hazer -pues lo mesmo, don Alvaro asió de la mano á don Quixote, diziendole: -Vamos, mi señor don Quixote, á dar un par de vueltas por esas calles -mientras se haze hora de acudir á cenar con el señor que v. m. sabe -que como juez liberalisimo nos ha convidado esta noche. Vamos, dixo -don Quixote, donde v. m. mandare. Y sin que hubiese remedio con él -de que diera la adarga y lançon á un paje, para que, como don Alvaro -queria,<span class="pagenum" id="Page_90">p. 90</span> lo llevase á -su casa, se fue con todo este carruage acompañandole. Llegaron á muy -buena hora á la noble casa del huesped que los habia convidado á cenar; -y tomando en el çaguan un paje suyo la lança y adarga de don Quixote, -se apearon y subieron al punto al aposento de don Carlos, que asi se -llamaba el juez, el cual se levantó, con otros caballeros amigos que -tenia tambien convidados, para ir á abraçar á don Quixote, como lo -hizo, diziendole: Bien sea venido el señor caballero andante, y con -la salud que todos deseamos, como lo hazemos tambien que para mayor -alivio del trabajo pasado, se quite v. m. las armas, pues está en -parte segura y entre amigos que desean servir á v. m. y aprender de su -valor todo buen orden de milicia; que creo lo habemos bien menester, -segun lo mal que los caballeros lo han hecho en la sortija; que si -v. m. no remediara sus faltas, quedaran las fiestas harto frias. Don -Quixote le respondió: Señor don Carlos, yo no tengo por costumbre, en -ninguna parte que vaya, sea de amigos ó enemigos, quitarme las armas, -por dos razones. La primera, porque trayendolas siempre puestas, se -haze el hombre á ellas; que como dizen los filosofos, ab assuetis non -fit passio; pues la costumbre, como v. m. sabe, convierte las cosas en -naturaleza, con que ningun trabajo hay que dé pesadumbre. La segunda, -porque no sabe el hombre de quien se ha de fiar ni lo que le puede -acontecer, por ser varios los sucesos de la guerra; y me acuerdo haber -leido en el autentico libro de las hazañas de don Belianis de Grecia, -que yendo él y otro caballero armados de todas pieças, perdidos por un -bosque, llegaron á cierto prado donde hallaron diez ó doze salvages -que estaban asando un venado, los cuales por señas les convidaron á -comer dél. Los caballeros, que llevaban no poca necesidad y hambre, -viendo la humanidad que mostraban aquellos barbaros, baxaron de -los caballos, quitandoles los frenos para que paciesen; pero ellos -no se quisieron quitar las celadas, sino, levantadas un poco las -viseras, sentados en las yerbas, comieron de una pierna del venado -que los salvages les pusieron delante; y apenas hubieron comido media -dozena de bocados, cuando, concertados entre si, en lenguage que no -entendieron los forasteros, llegando pasito por detras dos de ellos -con dos maças, á un tiempo les dieron tan fuertemente sobre las -cabeças, que á no llevar puestas las celadas, fueran sin duda fatal -sustento de aquellos barbaros: con todo, cayeron en tierra aturdidos, -y ellos con grande algazara començaron á desarmarlos; pero como -no sabian de aquel menester, no hazian sino revolverlos por aquel -prado acá y acullá: de suerte que dandoles un poco el viento,<span -class="pagenum" id="Page_91">p. 91</span> y viendo el triste estado en -que sus cosas estaban, se levantaron muy ligeramente, y metiendo mano -en sus ricas espadas, començaron á dar tras los salvages como en real -de enemigos, sin dar reves con que no hiziesen de un salvage dos, por -estar desnudos. Dezia esto don Quixote con tanta colera, que metiendo -él tambien mano en su espada, prosiguió diziendo: Dando aqui tajos, -acullá cuchilladas, aqui partian uno hasta los pechos, alli dexaban -otro en un pie como grulla, hasta que mataron la mayor parte dellos. -Don Carlos le hizo envainar, riendo con aquellos caballeros de la -colera que habia tomado contra los salvages, pues parecia que los tenia -delante; y asiendole por la mano y entrandole en otra sala, hallaron -puestas las mesas para cenar; donde volviendo la cabeça don Carlos, -dixo á un paje suyo de los que alli estaban: Id volando á la posada del -señor don Alvaro, pues ya sabeis, y llamad al escudero del señor don -Quixote, Sancho Pança, diziendole que su amo le manda se venga luego -con vos, que tambien está convidado; y no vengais sin él de ninguna -suerte. Tomó el paje la capa, fue por él al momento, y hallandole -en la cocina con el cocinero, á quien con mucha melancolia estaba -contando la desgracia del hurto de las preciosas agujetas, le dixo: -Señor Sancho, v. m. se venga conmigo al instante, porque el señor don -Quixote le llama, viendo que mi señor don Carlos no se quiere asentar á -la mesa con los convidados hasta verle á v. m. en la sala. Señor paje, -respondió con mucha flema Sancho, v. m. podrá dezir á esos señores que -les beso las manos, y que no estoy en casa, y que por esto no voy, y -porque ando por la plaça buscando un cierto negocio de importancia que -se me ha perdido; pero que si Dios me alumbra con bien para que lo -halle, les doy palabra de ir luego. Eso no, dixo el paje: v. m. ha de -venir conmigo; que asi me lo han mandado, porque es tambien convidado -á la cena. Hablara yo para mañana, respondió Sancho; que siendo asi, -claro está que iré de muy rebuena gana al punto; y á fe que me coge en -tiempo que no tengo muy mala disposicion, porque há más de tres horas -que no ha entrado en mi cuerpo cosa alguna, sino es un platillo de -carne fiambre y un panecillo que me dió aqui el señor cocinero, que -Dios guarde, con que me tornó el alma al cuerpo. Pero vamos; que no -quiero hazer falta ni que me tengan por descuidado. Fueronse ambos en -diziendo esto, despidiendose primero del cocinero. Llegaron á la sala -donde estaban ya cenando, don Carlos á la cabeçera con don Quixote á su -lado, y los demas caballeros por su orden, que serian más de veinte. -Llegó Sancho junto á su amo, y quitandose la caperuça con en<span -class="pagenum" id="Page_92">p. 92</span>trambas manos, haziendo una -gran reverencia, dixo: Buenas noches dé Dios á vs. ms. y los tenga en -su santa gloria. ¡Oh Sancho, dixo don Carlos, seais bien venido! Pero, -¿como dezis que Dios nos tenga en su santa gloria, pues aun no somos -muertos, si no es que estos caballeros lo estén de hambre, segun es -la cena poca? aunque si es asi, su falta suplirá mi voluntad, que es -mucha. Mi señor, dixo Sancho, como para mí no hay otra gloria sino -cuando está la mesa puesta, tengola grande viendo sobre esta tantos -platos llenos de avestruzes y carne y de pastel en botes, que no puedo -tragar la saliva de contento. Tomó don Alvaro Tarfe en esto un melon -que estaba en la mesa, y le dió á Sancho diziendo: Probad, Sancho, este -melon, y si sale bueno, yo os daré su peso de carne de la deste plato. -Dabale con él un cuchillo para que le hiziese la cala, y él dixo que -no le habia ido bien en el melonar de Ateca en partir con cuchillo los -melones, y que asi le partiria, con su licencia, como los partia en -su tierra; y diziendo esto le dexó caer de golpe en el suelo, y luego -le levantó hecho cuatro pieças diziendo: Hele aqui partido de una vez -á v. m., sin andar hendo rebanadicas con el cuchillo. A fe, Sancho, -dixo don Carlos, que sois curioso, y me huelgo de vuestra discrecion -pues hazeis de una vez lo que otros no hizieran de ocho. Tomad; que -por mi os habeis de comer este capon (esto dixo dandole uno famoso -que habia en un plato), que me dizen que para hazello os ha dado Dios -particular gracia. La santa Trinidad se lo pague á v. m., replicó -Sancho, cuando deste mundo vaya. Tomó el capon, el cual estaba ya -partido por sus junturas, y espetosele casi invisiblemente. Viendo la -sutileza de sus dientes, los pajes dieron en vaziarle en la caperuça -cuantos platos alcançaban de la mesa, con lo cual se puso en breve rato -Sancho hecho una trompa de Paris; pero don Carlos, tomando un gran -plato de albondiguillas, dixo: ¿Atreveros heis, Sancho, á comer dos -dozenas de albondiguillas si estuviesen bien guisadas? No sé, respondió -Sancho, que cosas son alhondiguillas; alhondigas sí, que las hay en -mi pueblo; pero no son esas de comer, sino el trigo que está dentro, -despues de amasado. No son sino estas pelotillas de carne, dixo don -Carlos dandole el plato, el cual tomó Sancho, y una á una, como quien -come un racimo de uvas, se las metió entre pecho y espalda, con harta -maravilla de los que su buena disposicion veian; y en acabando de -comerlas dixo: ¡Oh hi de puta, traidores, y que bien me han sabido! -Pardiez que pueden ser pelotillas con que juegen los niños del limbo: -á fe que si torno á mi lugar, que en un huerto que tengo junto á mi -casa he de sembrar por lo menos<span class="pagenum" id="Page_93">p. -93</span> un celemin dellas, porque sé que no se siembran en todo el -Argamesilla; y aun podrá ser, si el año se acierta, que los regidores -me las pongan á ocho maravedis la libra; y si es asi, no seran oidas -ni vistas. Dezia esto Sancho tan sencillamente, como si en realidad de -verdad fuera cosa que se pudiera sembrar; y viendo que todos se reian, -dixo: Solo un desconveniente hallo yo en sembrar estas, y es, que como -soy de mi naturaleza aficionado á ellas, me las comeria antes que -llegasen á madurar, si no es que mi muger me pusiese algun espantajo -para que no llegase á ellas, y aun Dios y ayuda que bastase. ¿Casado -sois, Sancho, dixo don Carlos, segun eso? Para servir á v. m., con mi -muger lo soy, replicó Sancho, la cual le besa muchas vezes las manos -por la merced que me haze. Rieron todos de la respuesta, y preguntole -de nuevo don Carlos si era hermosa; á lo cual respondió: ¡Y como, -cuerpo de san Ciruelo, si es hermosa! Ello es verdad que, si bien me -acuerdo, hará por estas yerbas que vienen cincuenta y tres años, y está -un poco la cara prieta de andar al sol, con tres dientes que le faltan -arriba y dos muelas abaxo; más con todo eso no hay Aristoteles que le -llegue al çapato; solo tiene que en llegando á su poder los dos ó tres -cuartos, luego los deposita en casa de Juan Perez, tabernero de mi -lugar, para llevallos despues de agua de cepas en un jarro grande que -tenemos, desbocado de puro boquearle ella con la boca. Vuestra muger -buena bebedora, dixo don Carlos, y vos siempre con buena disposicion -de comer, hareis muy buenos casados. Y alargando la mano tras esto -á un plato grande que tenia seis pellas de manjar blanco, le dixo: -¿Habeis dexado, Sancho, algun rincon desembarazado para comer estas -seis pellas? que segun habeis comido, no tendreis apetito dellas. Beso -á v. m. las manos, dixo Sancho alargando las suyas y tomandolas, por -la que me haze; y fie de mí que me las comeré, siendo Dios servido -y su bendita Madre. Y apartandose á un lado, se comió las cuatro -con tanta prisa y gusto, como dieron señales dello las barbas, que -quedaron no poco enjalbegadas del manjar blanco: las otras dos que dél -le quedaban se las metió en el seno con intencion de guardarlas para -la mañana. Acabada la cena, se sentaron todos, quitadas las mesas, -por su orden alrededor de la sala, y don Alvaro Tarfe y don Quixote á -la mano izquierda de don Carlos, que hizo sentar á sus pies á Sancho -Pança. A la que platicaban don Alvaro con don Quixote (haziendole -dezir mil dislates, por lo que en la cena habia estado mudo, parte -por dar lugar á que gustasen de Sancho los convidados, y parte por -las quimeras que revolvia en su entendimiento sobre la vengança que -seria<span class="pagenum" id="Page_94">p. 94</span> bien tomase de la -sabia Urganda, que tan en publico le habia desfavorecido, cerrandole -la ventana sin aceptar las preciosas agujetas que le presentaba), y -don Carlos con Sancho Pança, y los demas caballeros entre sí, entraron -por la sala dos extremados musicos con sus instrumentos, y un moço que -traian los representantes, gallardo çapateador. Cantaron muchas muy -buenas letras y tonos los musicos, y despues çapateó y volteó el moço -por extremo; y mientras lo iba haziendo, baxó don Carlos la cabeça y -preguntó á Sancho de manera que todos lo pudieron oir, si se atreveria -á dar algunas vueltas de las que aquel moço daba; el cual respondió -bosteçando y haziendose la cruz con el dedo pulgar en la boca, porque -le cargaba el sueño con la mucha cena: Pardiobre, señor, que voltearia -yo lindisimamente, recostado ahora sobre dos ó tres jalmas: este diablo -de hombre no debe de tener tripas ni asadura, pues tan ligero salta; -y si está hueco de por dentro, no hay más que meterle una candela -encendida por el organo trasero y servirá de linterna. En esto llamó -don Carlos á un paje, y le habló al oido, diziendo: Andad y dezid -al secretario que ya es hora. Hase de advertir que entre don Alvaro -Tarfe, don Carlos y el mismo secretario habia concierto hecho de traer -aquella noche á la sala uno de los gigantes que sacan en Çaragoça el -dia de Corpus en la procesion, que son de más de tres varas en alto; -y con serlo tanto, con cierta invencion los trae un hombre solo sobre -los hombros. Pues estando la gente, como he dicho, en la sala, en -recebiendo el recado de don Carlos el secretario, entró con el gigante -por un cabo della, que de proposito estaba ya sin luz, y encima de -la puerta por donde entró estaba en lo alto, junto al techo, una -ventana pequeña á modo de claraboya, que venia á dar en la cabeça del -mismo gigante, por ser de su misma altura, y por la cual, arrimado á -ella, habia, sin ser visto, de hablar el secretario, que en sacando y -poniendo en dicho puesto al que traia sobre sus hombros dicho gigante, -se volvió á entrar para ponerse en dicha ventanilla. A la vista primera -que todos tuvieron del gigante, hizieron de industria como que se -alborotaban, poniendo las manos sobre las guarniciones de las espadas; -mas don Quixote se levantó diciendo: Las vs. ms. se sosieguen; que esto -no es nada, y yo solo sé que cosa puede ser; que destas aventuras cada -dia sucedian en casa de los emperadores antiguos: sientense todos, -digo, y veremos lo que este gigante quiere, y conforme á ello se le -dará la respuesta. Todos se asentaron; y el secretario, que era un -hombre muy discreto y estaba bien enseñado de lo que habia de hazer, -cuando vió toda la gente sosegada, començó á<span class="pagenum" -id="Page_95">p. 95</span> dezir en voz alta: ¿Quien de vosotros aqui -es el Caballero Desamorado? Todos callaron, y don Quixote con una voz -muy reposada le respondió, diziendo: Soberbio y descomunal gigante, yo -soy ese por quien preguntas. Gracias doy, dixo el secretario, hablando -desde lo alto, metida la cabeça dentro del hueco de la del gigante, á -los dioses inmortales, y principalmente al gran Marte, que lo es de -las batallas, pues al cabo de tan largo camino y de tantos trabajos he -venido á hallar en esta ciudad lo que con tanta solicitud mil dias ha -que ando buscando, que es el Caballero Desamorado. Sabed, principes y -caballeros que en este vuestro real palacio os habeis juntado, que soy -yo, si nunca le oistes dezir, Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, el -cual reino gané por sola mi persona, quitandosele á su legitimo señor -y aplicandomele á mí, como quien mejor que él le merecia; y llegando -en dicho mi reino á mis oidos las nuevas de las inauditas fazañas y -estrañas aventuras del principe don Quixote de la Mancha, llamado por -otro nombre el de la Triste Figura ó Desamorado; sintiendo por gran -mengua mia que haya en toda la redondez de la tierra quien á mi valor y -fortaleça iguale, he dexado mi reino, pasando por otros muchos estraños -á pesar de los que los gobernaban, buscando, inquiriendo y preguntando, -con asombro y miedo de cuantos me veian, adonde ó en que reino ó -provincia estaria dicho caballero, que tanta fama tenia por todo el -mundo; porque, como es verdad y no lo puedo negar, por do quiera que -he pasado no se trata ni se habla otra cosa en las plaças, templos, -calles, hornos, tabernas y caballerizas, hoy, sino de don Quixote de la -Mancha. Yo pues, como digo, estimulado de la invidia de tantas hazañas -tuyas, ¡oh gran don Quixote! he venido á buscarte solamente para dos -cosas: la primera, para hazer batalla contigo, y quitarte la cabeça -y llevarla á Chipre para ponerla en la puerta de mi real palacio, -haziendome con esto señor de todas las vitorias que has habido con -tantos gigantes y jayanes, para que acabe el mundo de entender que -yo solo soy sin segundo y solo quien merece ser alabado, estimado, -honrado y nombrado en todos los reinos del universo por más bravo, más -valiente y de mayor fama que tú y cuantos antes de ti fueron y despues -de ti seran. Por tanto, si te quieres excusar del trabajo de entrar -conmigo en batalla, manda luego á la hora, sin excusa ninguna, darme -tu cabeça para que la lleve en mi lança, y quedate á la buena ventura. -La segunda cosa á que vengo es, que tambien he oido dezir como tiene -don Carlos, dueño deste fuerte alcazar, una hermana de quinze años, de -peregrina hermosura y gracia, la cual quiero y es mi voluntad que<span -class="pagenum" id="Page_96">p. 96</span> juntamente con tu cabeça se -me dé al punto, para que me la lleve á Chipre y la tenga por mi amiga -todo el tiempo que me pareciere, pues dello le resultará sobrada honra; -y si no lo quisiere hazer, le desafio y reto á él y á todo el reino -de Aragon junto, y á cuantos aragoneses, catalanes y valencianos hay -en su corona, que salgan contra mí á pie ó á caballo; que á la puerta -deste gran palacio tengo mis fortisimas y encantadas armas, las cuales -tiran de un carro seis pares de robustisimos bueyes de Palestina; -porque mi lança es una entena de un navio, mi celada iguala en -grandeza al chapitel del campanario del gran templo de Santa Sofia de -Constantinopla, y mi escudo á una rueda de molino. Responde pues luego -á todo, tú, el Desamorado Caballero; porque estoy de prisa y tengo -mucho que hazer, y hago falta en mi reino. Calló en esto el gigante, y -todos los que la maraña sabian disimularon cuanto pudieron, aguardando -á ver lo que don Quixote responderia al gigante. El cual, levantandose -de su asiento, hincó las rodillas en tierra delante de don Carlos, -diziendole: Soberano emperador Trebacio de Grecia, la vuestra magestad -sea servida, pues me habeis acetado en este vuestro imperio por hijo, -de me dar licencia de hablar y responder por todos á esta endiablada -bestia, particularmente por vos y por todo este nobilisimo reino, para -que asi pueda mejor despues darle el castigo que sus blasfemias y -sacrilegas palabras merecen. Don Carlos, mordiendose los labios de risa -y disimulando cuanto pudo, le echó los braços al cuello y le levantó -diziendo: Soberano principe de la Mancha, esta causa no solamente es -mia, sino tambien vuestra; pero yo he cobrado tan gran temor al gigante -Bramidan de Tajayunque, que el coraçon se me quiere saltar del cuerpo; -y asi digo que, si á vos os parece, será bueno, para librarnos de la -universal perdicion que nos amenaza, concederle las dos cosas que nos -pide; y es que vos le deis vuestra cabeça: que ya yo de mi parte estoy -dispuesto, más por fuerça que por grado, de darle tambien á mi bella -hermana Lucrecia; y que se vaya con todos los diablos antes que haga -mayores males; y aunque este es mi voto, con todo dexo al vuestro la -resolucion del caso; y asi, conforme á él dadle, amado principe, la -respuesta que os pareciere, pues será la más acertada. Sancho, que -habia cobrado grandisimo temor al gigante, como oyó lo que don Carlos -habia dicho á su amo, le dixo hecho ojos: Ea, mi señor don Quixote, -por los quinze auxiliadores, de quien es Miguel Aguileldo, sacristan -de la Argamesilla, que es muy devoto, le suplico haga lo que el señor -don Carlos le dize. ¿Para que quiere hazer batalla con este gigante? -que dizen dél que parte por medio<span class="pagenum" id="Page_97">p. -97</span> una yunque mayor que la del herrero de nuestro lugar; que -por eso refieren graves autores se llama Tajayunque; y más, que, segun -él dize, y lo creo (porque tan gran hombre de bien no dirá una cosa -por otra), trae una rueda de molino por escudo: délo, pues esto es -asi, á los satanases, y despachemosle con lo que pide de una vez, y no -perdamos más tiempo con él ni demos que reir al diablo. Don Quixote le -dió un puntillon terrible en las nalgas, diziendo: ¡Oh villano, sandio -y soez, harto de ajos desde la cuna! ¿y quien te mete á tí en lo que -no te va ni te viene? Y poniendose en medio de la sala frontero del -gigante, le dixo con voz grave desta manera: Soberbio gigante Bramidan -de Tajayunque, con atencion he escuchado tus arrogantes palabras, de -las cuales entiendo tus locos y desvariados deseos; y ya hubieras -llevado el pago dellas y dellos antes que desta real sala salieras, si -no fuera porque guardo el debido respeto al emperador y principes que -presentes estan, y porque quiero darte el castigo merecido en publica -plaça delante de todo el mundo, y porque sirva de escarmiento para -que otros tales como tú no se atrevan de aqui adelante á semejantes -disparates y locuras: con que respondiendo ahora á tus demandas, digo -que aceto la batalla que pides, señalando por puesto della, para -mañana despues de comer, la ancha plaça que en esta ciudad llaman del -Pilar, por estar en ella el sacro templo y dichoso santuario que es -felicisimo deposito del pilar divino sobre quien la Virgen benditisima -habló y consoló en vida á su sobrino y gran patron de nuestra España el -apostol Santiago. Era esta plaça pues podras salir con las armas que -quisieres, seguro de que si tú tienes por escudo una rueda de molino, -yo tengo una adarga de Fez que no le haze ventaja la mesma rueda de -la fortuna; y en cambio de la cabeça que me pides, juro y prometo de -no comer pan en manteles ni holgarme con la reina (y en suma juro -todos los demas juramentos que en semejantes trances suelen jurar los -verdaderos caballeros andantes, cuya lista hallaras en la historia que -refiere el amargo llanto que se hizo sobre el malogrado Baldovinos) -hasta cortarte la tuya y ponerla sobre la puerta deste gran palacio del -Emperador mi señor y padre. ¡Oh dioses immortales! dixo el secretario -con voz gruesa y tremenda, ¿y como consentis que semejantes afrentas -me diga un hombre solo, sin que le haga y convierta luego mi colera -en albondiguillas? Yo juro por el orden de secretario que recebí, de -no comer pan en el suelo ni folgar con la reina de espadas, copas, -bastos ni oros, ni dormir sobre la punta de mi espada, hasta tomar -tan sanguinolenta vengança del principe don Quixote de la Mancha, que -los braços<span class="pagenum" id="Page_98">p. 98</span> le queden -colgados de los hombros, y las piernas y muslos asidos á las caderas, -y la cabeça se le ande á todas partes, y la boca, á pesar de cuantos -ni han nacido ni han de nacer, le ha de quedar debaxo de las narizes. -Aturdido Sancho del tropel de tan graves amenazas y execraciones, se -levantó del suelo donde estaba asentado, y poniendose entre don Quixote -y el gigante, quitandose primero la caperuça con ambas manos, le dixo -con mucha cortesia. ¡Ah señor Bramidan de Parteyunques! no, por la -pasion que Dios pasó, no le haga tanto mal á mi amo, que es hombre de -bien y no quiere her batalla con v. m., porque no está hecho á hazerla -con semejantes Comeyunques: traigale v. m. media dozena de meloneros; -que á fe que con ellos se entienda él lindisimamente; y aun con todo -es menester el favor del señor san Roque, abogado de la pestilencia. -El gigante, sin hazer caso de lo que Sancho dezia, sacó un guante de -dos pellejos de cabrito, que traia ya hecho para aquel efeto, y dixo -arrojandole á don Quixote: Levanta caballero cobarde, ese mi estrecho -y pequeño guante en señal y gaje de que mañana te espero en la plaça -que dixiste, despues de comer. Y con esto volvió las espaldas por la -puerta que habia entrado. Don Quixote alçó el guante, que era sin duda -de tres palmos, y diosele á Sancho, diziendo: Toma, Sancho, guarda ese -guante de Bramidan hasta mañana despues de comer; que verás maravillas. -Tomole Sancho, y santiguandose dixo: ¡Valgate el diablo por Balandran -de Tragayunques ó como es tu gracia, y que terribles manos que tienes! -¡Oh hi de puta, traidor, el bellaco que le esperase un bofeton! A fe, -señor, que tenemos bien en que entender con este demonio, segun es de -grande y despavorido; y acuerdese lleva jurado le ha de hazer como -aquellas albondiguillas que comimos esta noche. Pero v. m., antes que -llegue ese tiempo, hagale á él pellas de manjar blanco; que tambien -las hemos cenado, y me saben bien, y aun yo tengo dos dellas en el -seno para un menester. En esto se levantó don Carlos de la silla, -mandando encender hachas para acompañar con ellas aquellos caballeros -á sus casas, y por ser tarde, se despidió dellos y de don Quixote y -de don Alvaro, que asiendole de la mano, se le llevó, juntamente con -Sancho Pança, á su casa, adonde el buen hidalgo pasó una de las peores -noches que jamas habia pasado, pensando en la peligrosa batalla en que -otro dia habia de entrar con aquel desproporcionado gigante, que él -imaginaba ser verdadero rey de Chipre, como él mismo habia dicho.</p> - - -<p class="centra mt2"><i>Aqui da fin la quinta parte del ingenioso hidalgo<br /> -don Quixote de la Mancha</i></p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter" id="Ch_13"> - <p><span class="pagenum" id="Page_99">p. 99</span></p> - <p class="centra ws1 lh175"> - SEXTA PARTE DEL INGENIOSO<br /> - HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA - </p> - <hr class="sep" /> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XIII</h2> - <p class="subh2h">Como don Quixote salió de Çaragoça para ir á la - corte del rey Catolico de España á hazer la batalla con el rey de - Chipre.</p> -</div> - -<p>Atormentaron tanto las traças de la desvanecida fantasia del -desamorado manchego su triste juizio y desvelado sosiego, que -cuando empeçaban sus ojos á tomar alguno á la madrugada, tocaron -al arma de tal suerte las fantasmas de los dislates quimereados en -el sentido comun, que siendolo en todos sus miembros la alteracion -que por esta causa, y la que dió con ella un sueño que tuvo de que -habia entrado por traicion en aquel castillo el soberbio Bramidan -para matarle con ella más á su salvo, cogiendolo descuidado, se -levantó furiosisimo en su busca, como si realmente supiera que -estaba en casa, y con la vehemente aprension y colera desto iba -diziendo: Espera, traidor; que no te valdran traças, estratagemas, -embustes ni encantamientos para librarte de mis manos. En esto se -puso la celada, peto y espaldar, y tomando la adarga y lançon, -iba mirando por todas partes. Salió luego á la sala, en la cual -vió claridad que salia por la puerta de un aposentillo; que por -amanecer ya y estar la ventanilla dél entreabierta, entraba la -primera luz de la clara aurora por ella. Entrose ciego de rabia en -el dicho aposento, y quiso la desgracia que era el en que dormia el -triste Sancho; y como se habia acostado cansado y tarde, habiase -dormido medio cubierta la cabeça, junto á la cual se habia dexado -el grande guante que le habia él mesmo encomendado, y era el gaje -del desafio que el rey de Chipre Tajayunque habia hecho con él la -noche antes. Antojosele á don Quixote, en viendo el guante, que era -el compañero del que él habia dado en guarda á Sancho, y que el que -dormia era el mismo gigante, que, de cansado de escalar el castillo -por la ventana, se habia echado á reposar hasta hallar ocasion de -poder executar lo que pensaba, á su salvo, con muerte del mismo -don Quixote. Con esta quimera, pues, le dió luego con el lançon un -terrible porrazo en las costillas, diziendo: Asi pagan los traidores -y alevosos las traiciones que urden. Muere, vil Tajayunque, pues lo -merece hazer quien, teniendo tales enemigos como tú en mi tienes, -duerme descuidado. Despertó Sancho á las vozes y golpe, me<span -class="pagenum" id="Page_100">p. 100</span>dio aturdido, y apenas -se sentó en la cama para levantarse y ver quien le daba tan buenos -dias, cuando ya don Quixote, que habia arrojado el lançon, le dió -una grande puñada en los hocicos, diziendo: No hay que levantarte, -traidor; que aqui morirás. Empeçó Sancho á vozear, saltando de la -cama lo mejor que pudo; y saliendo á la sala, dezia: ¿Que haze, -señor? que ni yo he escalado el castillo ni soy sino su escudero -Sancho. No eres sino Bramidan, traidor, dixo don Quixote; que bien -se echa de ver en el guante con que te he hallado, compañero del que -ayer me arrojaste cuando aplaçaste el desafio. Estaban los dos en -camisa; porque don Quixote, con la imaginacion vehemente con que se -levantó, no se puso más de celada, peto y espaldar, como queda dicho, -olvidandose de las partes que por mil razones piden mayor cuidado de -guardarse. Sancho tambien salió en camisa, y no tan entera como lo -era su madre el dia que nació: la sala estaba algo escura; y como -con esto y con la colera no acabase don Quixote de conocer á Sancho, -más porfiaba en que le habia de matar; y estaba tan terco en esto, -cuanto Sancho lo estaba en invocar santos en su ayuda, en vozear y -pedir socorro. Alborotose la casa á las vozes de ambos, que eran -tantas, que bien se podia llamar casa de locos, pues lo eran los -principales que la regocijaban; y saliendo de sus aposentos en camisa -algunos criados para apaciguar la cuestion y ver quien la movia, fue -su salida echar leña al fuego; porque en viendolos don Quixote á -todos de una librea, antojosele que eran gigantes de nuevo venidos -alli por arte de encantamiento para ayudar al encantado Bramidan; -y con esta quimera empezó á jugar del lançon por todas partes con -tanto desatino, que aqui derribaba al uno, acullá descalabraba al -otro, y todo tan á su salvo, por haber salido sin ningunas armas, -que eran un juizio oir los gritos y maldiziones de los heridos; y -lo peor fue que para asegurarse de ellos cerró tras sí el aposento -de Sancho, y se puso con un lançon en la puerta de los criados, -diziendo: Veamos si todos juntos ¡oh viles malandrines! me ganareis -la famosa puente deste inexpugnable baluarte. Levantaba Sancho las -vozes al cielo, llamando á don Alvaro, el cual, sospechando todo lo -que podia ser, abriendo las ventanas de su aposento y tomando la -espada en la mano, vestido de una ropa larga de damasco, salió con -chinelas á la sala; y pasmado de las figuras que vió, y del miedo y -llanto de tres ó cuatro pajes suyos, y de ver que don Quixote estaba -echando bravatas con el guante en la mano, se puso para apaciguar -aquella tragedia al lado de Sancho, diziendo: Ea, señor don Quixote, -mueran los bellacos; que aqui estamos Sancho y yo prestos para<span -class="pagenum" id="Page_101">p. 101</span> dar la vida en servicio -de v. m. y en defensa de su honra y en vengança de sus agravios; pero -para que lo podamos hazer todo como deseamos, refieranos v. m. luego -los que ha recebido y de qué gente; que por vida de cuanto puedo -jurar, juro de tomar vengança exemplar de sus contrarios al punto. -¿Quienes han de ser los mios, dixo don Quixote, sino los descomunales -jayanes, insolentes gigantes, que tienen por ofizio ir por el mundo -haciendo tuertos, forjando desaguisados, agraviando princesas, -ofendiendo dueñas de honor, y finalmente traçando otras traiciones -iguales á la que contra mi persona y valor habia traçado esta noche -el insolente Bramidan de Tajayunque, que por arte de encantamiento, -acompañado desos malandrines que v. m. ahi ve, habia escalado este -fuerte castillo para darme muerte á traicion, medroso de la que -tenia por cierto le daria yo esta tarde en la plaça del Pilar si -conmigo salia en la aplaçada batalla? Pero no se le han logrado -sus intentos; que por secreto aviso del sabio Lirgando, en cuyo -castillo estuve en Ateca, y por cuyas manos recebí la salud y fuerças -que las del furioso Orlando con mil desaforadas feridas me habian -quitado, he sabido que habia escalado esta fortaleça para cogerme -á su salvo y descuidado; pero estandolo él, mi buena diligencia -le ha cogido con el hurto<a id="FNanchor_18" href="#Footnote_18" -class="fnanchor">[18]</a> en las manos y con este guante, adorno de -las suyas y compañero del que tiene Sancho; y por ello las mias se -han dado la debida priesa y diligencia en acabar con él; y hizieralo -presto si v. m. no saliera á enfrenar mi furia en compañia de Sancho; -pero debo al uno por mercedes recebidas, y al otro por fidelisimos -servicios, toda buena correspondencia y paga. ¡A fe que me la dió, -dixo Sancho, bonisima! Tal se la dé Dios á v. m. y á sus huesos. ¿Que -le deben los mios, señor, para molermelos á palos al amanecer? que ni -soy yo Bramidan ni Parteyunques; bramidos sí que los dan todos mis -miembros al cielo, cansados de verse molidos, ya en castillos, ya por -caminos y ya en melonares. Esa es mi quexa, dixo don Quixote, hijo -Sancho: ¿que es posible que á tí te ha ahora aporreado el desaforado -Bramidan? ¡Oh perro, vil, soez y de ruin ralea, que en mi fidelisimo -escudero has puesto las manos! Por todos los doze signos del zodiaco -te juro que me lo has de pagar al momento. Iba en esto á segondar -los palos en los pajes con una furia infernal; pero baxandose por -la escalera ellos, y deteniendole don Alvaro á él, hubo de dar los -golpes en vazio; y asi, con esto y con la impaciencia de Sancho, que -se daba á treinta mil dia<span class="pagenum" id="Page_102">p. -102</span>blos de ver que su amo, despues de haberle muy bien -aporreado, echaba la culpa á Bramidan, vino á dezir á don Alvaro con -mucha humildad don Quixote: En trance tan preciso, negocio tan arduo, -peligro tan grave y suceso tan estraño, déme v. m. el consejo que le -pareciere será bien siga: que no saldré dél un punto. Más de espacio, -dixo don Alvaro, se ha de hazer la consulta de tan inaudito caso; y -asi, hasta el debido tiempo; y hasta saber con resolucion deste mal -gigante, y la que ha tomado acerca de si saldrá ó no á la plaça, me -pareze debe v. m. recogerse en su aposento, sin mostrarse en publico, -para más asegurarle; que en lo demas yo haré los ofizios que debo en -buscarle y espiarle, y lo mismo hará Sancho por su parte; que harto -por contento se debe v. m. tener por ahora de haberle ahuyentado y -obligado á que se dexase en su poder ese guante, que será perpetuo -testigo asi de su cobardia como del valor dese braço. Pareciole bien -á don Quixote el consejo; y sin mas replicar se entró en su aposento, -adonde volviendose á desarmar, se acostó muy satisfecho de la -vitoria alcançada. Cerrole la puerta don Alvaro para más asegurarle; -y estandolo de que no podia salir, llamó á los pajes, que estaban -no poco desatinados de la pesada burla; y consolandolos lo mejor -que pudo, con representacion de que no habia que hazer caso ni que -quexarse de cosas de un loco, sino guardarse dél y dellas, les mandó -se vistiesen para acompañarle fuera de la casa los que estaban menos -descalabrados para poderlo hazer. Entrose, hecho esto, en un aposento -á vestirse, y mandó á Sancho trujese en él su ropa, de aquel en que -habia dormido, porque queria le hiziese compañia y le entretuviese -en él mientras se vestia, pues podria hazer él alli lo proprio; pero -estaba Sancho tan medroso, que le dixo: V. m. perdone; que por las -encias, barbas y huesos de mi rucio le juro de no entrar más en ese -aposento ni tomar la ropa que tengo en él en todos los dias de mi -vida, aunque sepa andarme en cueros; que más valia nuestro padre -Adan, y lo andaba. ¡Cuerpo de mi sayo! Habiendome sucedido dentro lo -que me ha sucedido, ¿quiere v. m. que en entrando vuelva otra vez -mi amo hecho un Roldan, y me acabe de moler por el lado derecho, -como ha hecho por el izquierdo, para igualar la sangre, pensando que -otra vez ha vuelto á revestirse en mí Parteyunques? Bonita ha sido -la burla: yo se la daré á v. m. de cuatro la una, que se ponga en -mi lugar en mi cama, y sufra de mi amo lo que yo he sufrido: harto -hago en no salirme luego de casa y dexarle; pero no quiero perder -lo que tengo ganado por mi buena lança (ó por la mala de mi amo, -que mala se la dé Dios), que es el gobierno de la primera peninsula -que conquistará, que tantos dias há me<span class="pagenum" -id="Page_103">p. 103</span> ha ofrecido. Riose don Alvaro infinito -de su simplicidad y miedo; y entrando él mismo en el aposento, le -arrojó afuera la ropa, la cual tomandola Sancho baxo el sobaco, se -entró con don Alvaro en su aposento, siguiendole y vistiendose dentro -con la misma sorna que lo iba haziendo don Alvaro; pero iba diziendo -tantas simplicidades todo el dicho tiempo, que aunque duró más de -hora y media detenerse ambos dentro, se le hizo un instante á don -Alvaro. Apenas se habia acabado de vestir y salir del aposento para -tratar de hazerlo de casa, con fin de ir á la de don Carlos á darle -cuenta de la sucedida aventura y á reir della con él, tomando ocasion -para nuevos entretenimientos del desvanecimiento de don Quixote, -en materia de tener ojeriza con Bramidan, cuando vió subir por la -escalera de su casa al secretario de don Carlos, autor de la burla -primera, que venia de parte de su amo, bien ageno desta, á tratar con -él de una ida que á la corte se le ofrecia de repente, para concluir -el casamiento de su hermana con un titular de la Camara, deudo suyo, -por cartas que para emprenderla acababa de recebir con un proprio. -Holgose don Alvaro con la nueva por ser de tanto gusto para su amigo, -y tambien porque se le ofrecia la mejor compañia que podia desear -para su vuelta hasta la corte, que pensaba hacer luego; y despues -de haber hablado en este negocio y de cosas concernientes á él, le -dixo: El mayor inconveniente que hallo para efectuar mi partida, es -el no saber como desembaraçarme de don Quixote; porque es imposible -yendo con él ir con la diligencia necesaria, pues á cada paso se les -ofreceran aventuras y historias que habran menester muchos dias para -reirlas y apaciguarlas, como la que ahora se le acaba de ofrecer, la -más donosa del mundo, con que me ha dado tanto que reir á mi como -á otros que llorar:—y contandosela muy por extenso, se hizo cruzes -el secretario del disparate, y eso mismo le dió pie para dezirle: -Antes es de importancia que demos orden, si á v. m. le parece, que -pieça tan singular y que es tan de rey, entre por nuestra industria -en la corte para regocijarla; y eso habemos de procurar todos. No -holgaria yo poco, dixo don Alvaro, de que él allá llegase, como -fuese yendo por diferente camino, y no con nosotros, sino de suerte -que hiziese el viage á su modo con Sancho, de manera que cuando -llegasemos allá, ó dentro de breves dias, topasemos con él para -darle á conozer. Traça se me ofrece á mi luego, dixo el secretario, -para hazer se haga todo muy á nuestro gusto, y más ahora que él está -con la quimera de que Bramidan se le ha escapado de miedo por los -pies; y para efectuarla, dexeme v. m. disfraçar y poner en trage de -negro; que con él entraré delante de todos los<span class="pagenum" -id="Page_104">p. 104</span> de casa á darle un recado, como criado -del mismo Bramidan, desafiandole con él de su parte, para que dentro -de cuarenta dias, so pena de cobarde, se presente en la corte á -ejecutar en ella la batalla y desafio aplaçado, atento que no tiene -para él por seguro este lugar, donde tiene tantos amigos, padrinos -y aficionados. Pareció tan aguda la invencion á don Alvaro, que -alabando por ella al secretario, le rogó se entrase luego en su -aposento para hazer el disfraz de la suerte que mejor le pareciese. -Hizolo asi en un instante, porque halló muy á mano en él cuanto podia -desear para el efeto. Disfrazado pues y salido á la sala, llamó don -Alvaro á todos sus criados, con uno de los cuales envió á sacar de la -cocina tambien á Sancho, que ya estaba en ella dando buenos dias á -sus tripas con lo que le habia ofrecido el cocinero coxo, compadecido -en parte de la lastima con que le habia contado los palos que su amo -le habia dado porque por ilusion del demonio le habia topado en su -cama en figura de Bramidan; y subido él y puesto al lado dellos, que -no sabiendo el misterio, estaban pasmados de ver aquel hombre vestido -con una ropa de terciopelo negro, y debaxo della una calça de color -de obra, con bonete muy adereçado de camafeos y plumas, cargado el -cuello de cadenas y joyas, con dorados tiros y espada, grande cuello, -y el rostro tiznado todo, y lo mesmo las manos, llenos sus dedos de -sortijas y anillos, y estaba en fin tal, que parecia un rey negro -de los que pintan en los retablos de la Adoracion, dixo don Alvaro: -Ahora que hay testigos, y tan abonados, podreis, noble mensagero, -dezir quien sois y lo que quereis. Al invicto principe manchego don -Quixote, replicó el secretario, busco, á quien traigo una importante -embaxada, y sé que posa en este gran palacio. Si posa, añadió don -Alvaro, y en este cuarto le podreis hablar. Y abriendo luego la -puerta del aposento de don Quixote, le entró en él con todos los -demas, diziendo: Aqui tiene v. m., señor don Quixote, un embaxador de -no sé que principe:—y dicho esto, levantó don Quixote la cabeça, y -visto el negro, le preguntó que embaxada tenia y de parte de quien, -diziendo todo esto con voz desentonada. El secretario respondió: -¿Eres tu por ventura el Caballero Desamorado? Ese soy yo, replicó -don Quixote: ¿que es lo que quieres? Caballero Desamorado, dixo -luego con grande boato el secretario, Bramidan de Tajayunque, rey -potentisimo de Chipre y señor mio, me envia á tí, principe, para que -te haga saber como se le ha ofrecido cierta aventura de ayer acá en -la corte del rey de España, á la cual no puede dexar de acudir luego; -y en parte huelga dello, por sacarte para el desafio en la plaça -mayor de Eu<span class="pagenum" id="Page_105">p. 105</span>ropa, -y donde tengas menos padrinos que tendrias en la desta ciudad; para -aquella pues te desafia y reta, con plaço de que vayas de comparecer -en ella armado de todas armas dentro de cuarenta dias; que alli -quiere probar si todas las cosas que el mundo publica y dize de tí -son verdaderas, pues confirmará tu opinion el animo que mostrares en -no faltar á tan precisa obligacion y justo reto: donde no, irá por -todos los reinos y provincias del orbe publicando tu cobardia y la -poca opinion que mereces por eso: ocasion se te ofrece de aumentarla, -lo que no creo que hagas, peleando con un principe de las fuerças -que tiene mi rey, y en puesto en que, saliendo con vitoria, seran la -nobleza de España testigos de como quedas por legitimo rey y señor -por la fuerça de tu invencible espada, del ilustre y ameno reino de -Chipre, en el cual podrás hacer gobernador de Famagusta ó Belgrado, -que son las dos principales ciudades suyas, á un fiel escudero que -me dizen tienes, llamado Sancho Pança, proprio por su buen natural -y escuderil vigilancia, para regirlas, pues en ellas se crian los -fertiles arboles que producen las sabrosas albondiguillas y dulces -pellas de manjar blanco. Sancho, que habia estado escuchando al -mensagero, haziendosele la boca agua de oir nombrar albondiguillas y -manjar blanco, le dixo: Digame, señor negro (¡asi tales pascuas le -dé Dios como él tiene la cara!), esas dos benditas ciudades de Buen -grado y Fambre ajusta ¿estan pasado más allá de Sevilla y Barcelona -ó desta otra parte hazia Roma y Constantinopla? que daria un ojo de -la cara porque nos partiesemos luego para ellas. ¿Por ventura, dixo -el secretario, sois vos el escudero del Caballero Desamorado? El -entonzes, poniendose muy derecho, haziendo piernas y adereçandose -los bigotes, le dixo con voz arrogante, soñandose ya por gobernador -de Chipre: Soberbio y descomunal escudero, yo soy ese por quien -preguntas, como se echa de de ver en mi filosomococia. Aqui se le -agotó á don Alvaro todo el sufrimiento de disimulacion que habia -tenido, y hubo de volver el rostro diziendo: ¡Oh mi don Carlos, y -que paso te pierdes! Disimuló cuanto pudo con todo eso la risa, y -prosiguió el secretario diziendo: Respondeme con brevedad, Caballero -Desamorado, porque tengo de alcançar al gigante mi señor, que va ya -camino de Madrid con mucha prisa. Tal se la han dado mis manos, dixo -don Quixote, para no ir por la posta; pero decidle que vaya seguro -de que acudiré dentro del aplaçado tiempo; que las mismas manos y -brios me terné alli que he tenido aqui esta madrugada; pero bien haze -de dilatar la batalla cuarenta dias, para tener siquiera esos de -vida quien la ha tenido tan<span class="pagenum" id="Page_106">p. -106</span> jugada poco ha. Id con esto en paz, y agradeced sois -mensagero, y por serlo teneis salvoconducto, segun buenas leyes, en -todas las naciones, por más contrarias que sean; que si no, sobre mi -que pagarades la traicion de vuestro amo y el mal tratamiento que -ha hecho á mi fiel escudero cogiendole durmiendo. El secretario se -despidió medio riendo, y á la que llegaba á la puerta del aposento, -le llamó Sancho, diziendo: ¡Ah señor negro! por los palos que dize -mi amo que el suyo me dió, lo cual no creo, que me diga si el -gobernador de esas ciudades, que tengo de ser yo, es señor disoluto -de todas esas albondiguillas que dize. Sí, hermano, respondió el -secretario. Pues andad con Dios, dixo Sancho; que presto iremos allá -mi señor y yo con Mari-Gutierrez, que es mi muger, como saben Dios -y todo el mundo. Bien podeis, dixo el secretario; que tambien ha de -gobernar con el que rige la tierra, la muger suya á las mugeres de -Chipre. Par diez, dixo Sancho, mi muger no sabrá gobernar más que -mi rucio; y más, que si yo me empiezo á entretener entre aquellas -alhondiguillas, no se me acordará más de la gobernaduria, que si no -naciera para ello. Fuese el secretario, y volviendose al aposento -de don Alvaro, se desnudó y lavó y volvió á vestir sus vestidos sin -que los criados lo echasen de ver; porque de industria su amo los -habia entretenido con Sancho y don Quixote, hablando de la embaxada -y haziendo mil disparatados discursos y traças sobre ella, hasta -que le pareció habria tenido tiempo el secretario de hazer lo que -habemos dicho hizo, y de volverse á su casa á dar cuenta de todo á -don Carlos, como realmente lo habia ya hecho. Desde este dia siempre -daba Sancho prisa á su amo que fuesen á Chipre, y cada mañana se -levantaba con esta oracion, hasta que le dixo don Quixote que no -podia ir allá sin matar primero en publica batalla, en la plaça -de Madrid, al gran Tajayunque, rey de aquel reino. Don Alvaro se -fue á ver con don Carlos, y á tratar asi de la partida como de los -dislates de don Quixote, y de la determinacion con que quedaba por -la embaxada del negro escudero de Tajayunque; y concertados de que -se partirian ambos con los demas caballeros granadinos amigos suyos -dentro de dos dias, se volvió á casa á dar calor á la partida de don -Quixote, para desembaraçarse dél. Llegó de vuelta á casa y habló en -ella á don Quixote, y aprestaron su viage con tanta diligencia, que -poca necesidad tuvo de valerse de la suya don Alvaro para despedirle; -porque en viendole, le dixo don Quixote: No permite mi reputacion, -señor don Alvaro, que me detenga más de un dia en esta ciudad; sino -que me es forçoso salir luego della, y ir á los alcançes de<span -class="pagenum" id="Page_107">p. 107</span> mi soberbio contrario: v. -m. me tenga por excusado, si con tan pocos cumplimientos agradezco -las mercedes recebidas; pero viva seguro de que por ellas tendrá -en mí un alquitran de sus enemigos, un rayo de sus emulos, y mil -Hercules, Hectores y Aquiles en este braço invencible, para castigar -las injurias que solo con el pensamiento le hizieron los que mal -le procuraren, aunque sean los mesmos gigantes que fundaron la -torre de Babilonia, si de nuevo volviesen á resucitar solo para -ello. Y volviendose á Sancho, le dixo: Ea, Sancho, ensilla presto á -Rocinante, pues te va tanto á tí en la brevedad del negocio como á -mí, por la feliz gobernacion que esperas. Sí espero, dixo Sancho; -pero tambien nos espera abaxo una muy buena comida, y no es razon -perderla, ni hacer agravio de no comerla al cocinero coxo, mi grande -amigo, que por mi respeto me dixo denantes la ha adereçado con la -mayor elegancia y policia que pueden imaginar cuantas imagenes hay -en las boticas y tiendas de todos los pintores del nuevo mundo; y á -fe que por ello le he ya ofrecido llevar á Chipre, y helle allá rey -de los cocineros y adelantado de las cazuelas, pues es más sabio -en cosas de platos, que lo fue Platon ó Pluton, ó como diablos le -llaman los boticarios. Alabó mucho don Alvaro el parecer de Sancho, y -asi, mandó poner las mesas por su voto; que si aguardaran el de don -Quixote en esta parte, jamas se tratara de comer. Hizieronlo todos -juntos con gusto luego, dandoles una muy buena comida el cocinero, -que estaba prevenido de que lo hiziese, porque aguardaba don Alvaro -nuevos convidados y de consideracion, si bien despues se le quedó -con ellos don Carlos cuando fue á visitarle, porque ya los halló con -él tratando de su partida, cuya nueva se iba publicando. Acabado de -comer, ensilló Sancho á Rocinante y armó á su amo, el cual subiendo -con lança y adarga luego á caballo, se salió de casa con una presteza -increible, despedido de don Alvaro con esperanças de verle en la -corte, adonde le habia ofrecido acudir para apadrinarle sin falta -en el desafio. Enalbardó tambien Sancho á su jumento, y echando en -sus alforjas, por mandado de don Alvaro, los relieves de pan y carne -que de la mesa habian sobrado, que no eran pocos, envueltos en una -toalla, se despidió con mil aleluyas, disparates y promesas de su -gobernacion de Chipre, de amo y criados, y tras esto cargó al rucio -de las alforjas y maleta y de sus repolludos cuartos, arreandole á -prisa para ir, como él dezia, en busca de su señor don Quixote y en -alcançe del soberbio Bramidan.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_14"> - <p><span class="pagenum" id="Page_108">p. 108</span></p> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XIV</h2> - <p class="subh2h">De la repentina pendencia que tuvo Sancho Pança - con un soldado que, de vuelta de Flandes, iba destroçado á Castilla - en compañia de un pobre ermitaño.</p> -</div> - -<p>No pudo Sancho alcançar á su amo, por mucha diligencia que se dió -para hazello, hasta á la salida de la ciudad, donde le halló parado -frontero á la Aljaferia, que, de corrido de la grita de los muchachos -que llevaba tras sí, no se atrevió irle aguardando; pero hizolo en -dicho puesto, seguro dellos, con la compañia de un pobre soldado y -venerable ermitaño, que iban á Castilla y Dios le deparó, con quienes -le halló hablando. Iban ambos á pie, y empeçaron á caminar viendo lo -hazia don Quixote luego que llegó Sancho, el cual se maravilló de -verle platicar con mucha atencion con el soldado, preguntandole de -donde venia, coligiendolo de que oyó dezir al soldado venia de servir -á su magestad en los estados de Flandes, donde le habia sucedido -cierta desgracia, la cual le forçó á salir del campo sin licencia y -que en los confines de los estados y del reino de Francia le habian -desbalijado ciertos fragutes, y quitado los papeles y dineros que -traia. ¿Cuantos eran ellos? dixo don Quixote. Cuatro, respondió él, -y con bocas de fuego. Salió Sancho, oyendo la respuesta, diziendo: -¡Oh hi de puta, traidores! ¿y bocas de fuego traian? Yo apostaré que -eran fantasmas del otro mundo, si ya no eran animas del purgatorio, -pues que dezis que echaban fuego por las bocas. Volvió el soldado á -mirar á Sancho, y como le vió con las barbas espesas, cara de bobo, -y rellanado en su jumento, pensando que era algun labrador zafio -de las aldeas vecinas, y no criado de don Quixote, le dixo: ¿Quien -le mete al muy villano en echar su cucharada donde no le va ni le -viene? Yo le voto á tal que le dé, si meto mano, más espaldaraços -que cerdas de puerco espin tiene en la barba; que no debe de saber -tengo yo más villanos como él apaleados, que he bebido tragos de -agua desde que naci. Sancho, que oyó lo que el soldado habia dicho, -dando muchos palos á su asno, arremetió para él con intento de -atropellarle, diziendo: Vos sois el puerco espin y medio celemin, y -el tragador de puercos espines y medios celemines. El soldado, que no -sabia de burlas, metió mano, y sin que el ermitaño ni don Quixote lo -pudiesen estorbar, le dió media dozena de espaldaraços, y asiendole -de un pie, le echó del asno abaxo; y prosiguiera en darle de cozes -si don Quixote no se pusiera en medio; el cual, dando con el cuento -del lançon al soldado en los pechos le dixo: Teneos, mucho<span -class="pagenum" id="Page_109">p. 109</span> enhoramala para vos, -y tened respeto siquiera á que estoy yo presente, y que este moço -es mi criado. El soldado, reportandose, dixo: Perdone v. m., señor -caballero; que no entendi que este labrador era cosa suya. Ya se -habia Sancho levantado en esto, y con un gentil guijarro que habia -cogido del suelo començó á dezir á grandes vozes: Quitese, mi señor -don Quixote, de delante y apartese, dexandome solo con él; que yo le -haré, de la primera pedrada, que se acuerde de la grandisima puta que -le parió. El ermitaño se asió dél, y no podia detenerle, segun estaba -de colerico. Mas ya que reportó su furia un poco, dixo: ¡Cuerpo de -mi sayo, señor don Quixote! yo ¿no le dexo á v. m. en sus aventuras, -sin hazerle ningun estorbo? Pues ¿por que, siendo asi, no me dexa á -mi tambien con las que Dios me depara? ¿Como quiere que aprenda yo -á vencer los gigantes? Y aunque este picaro no lo es, bien sabe v. -m. que en la barba del ruin se enseña el barbero. El ermitaño dixo: -Hermano, no haya más por caridad; soltad la piedra. Sancho respondió -que no queria si primero aquel jayan no se daba por vencido. Llegó al -soldado el ermitaño, diziendo: Señor soldado, este labrador es medio -tonto, como ha podido colegir de sus razones; no haya más, por amor -de Dios. Digo, señor, dixo el soldado, que yo quiero ser su amigo, -por mandarlo su reverencia y este señor caballero. Llegaronse todos -á Sancho, y dixo el ermitaño: Ya este soldado se da por vencido, -como v. m. quiere; solo falta sean amigos, y que le dé la mano. -Quiero pues antes, y es mi voluntad, respondió Sancho, ¡oh soberbio y -descomunal gigante, ó soldado, ó lo que diablos fueres! ya que te me -has dado por vencido, que vayas á mi lugar y te presentes delante de -mi noble muger y fermosa señora, Mari-Gutierrez, gobernadora que ha -de ser de Chipre y de todas sus alhondiguillas, á quien ya sin duda -debes de conocer por su fama; y puesto de rodillas delante della, le -digas de mi parte como yo te venci en batalla campal; y si tienes -por ahi á mano ó en la faltriquera alguna gruesa cadena de hierro, -pontela al cuello para que parezcas á Ginesillo de Pasamonte y á los -demas galeotes que envió mi señor Desamorado, cuando Dios quiso que -fuese el de la Triste Figura, á Dulcinea del Toboso, llamada por su -propio nombre Aldonza Lorenço, fija de Aldonza Nogales y de Lorenço -Corchuelo:—y volviose, dicho esto, á don Quixote, diziendo: ¿Que le -parece, señor don Quixote, á v. m.? ¿Hanse de her desta manera las -aventuras? ¿Parecele que les voy dando en el hito? Pareçeme, Sancho, -dixo don Quixote, que el que se llega á los buenos ha de ser uno -dellos, y quien anda entre leo<span class="pagenum" id="Page_110">p. -110</span>nes á bramar se enseña. Eso sí, dixo Sancho; pero no á -rebuznar quien va entre asnos; que de otra suerte, dias ha que podria -ser yo maese de capilla de semejantes monacillos, segun ha tiempo -que ando con ellos; pero he aqui la mano con el diablo: tomela con -mucha alegria y vanagloria, señor soldado, y seamos amigos usque ad -mortuorum; y en lo de la ida al Toboso á verse con mi muger, yo le -doy licencia para que lo dexe por ahora. Y abraçandole, sacó de las -alforjas un pedazo de carnero fiambre de los relieves que traia en -ellas, y se le dió; y el soldado, con un çoquete de pan que tenia -guardado en la faltriquera, refociló su debilitado estomago. Subio -luego Sancho en su rucio, y començaron á caminar todos poco á poco; -y don Quixote dixo á Sancho: Reflexion he estado haziendo, hijo -Sancho, de lo que acabo de ver has hecho agora; y dello colijo que -con pocas aventuras destas te podras graduar meritisimamente de -caballero andante. ¡Oh cuerpo de Aristoteles! dixo Sancho, jurole -por el orden de escudero andante que recebi el dia que mantearon mis -güesos á vista de todo el cielo y de la honestisima Maritornes, que -si v. m. me diese cada dia dos ó tres dozenas de liciones en ayunas, -que está el ingenio más quillotrado, de lo que tengo de her, que me -obligase dentro de veinte años á salir tan buen caballero andante -como le haya de Zocodover al Alcana de la imperial ciudad de Toledo. -El soldado y ermitaño començaron á ir conociendo el humor de los -compañeros con quien iban. Pero al fin don Quixote los convidó á -cenar aquella noche y otras dos que anduvieron juntos y poco á poco, -hasta tanto que cerca de Ateca les dixo á boca de noche: Señores, yo -y Sancho, mi fiel escudero, tenemos de ir forçosamente esta noche á -alojar en casa de un amigo clerigo: vs. ms. se vengan con nosotros; -que él es hombre de tan buenas entrañas y tan cumplido, que á todos -nos hará merced de recebir y dar posada. Como iban los dos tan flacos -de bolsa, acetaron facilmente el envite; y asi se fueron juntos para -el lugar; y don Quixote preguntó, antes de llegar á él al ermitaño -como se llamaba; el cual le respondió que su nombre era fray Esteban, -y que era natural de la ciudad de Cuenca, y por habersele ofrecido -cierto negocio, habia ido forçosamente á Roma; que ya se volvia á -su tierra, donde seria bien recebido, y podria ser ocasion en que -le pagase en ella la merced que le hazia en este camino. El soldado -le dixo luego, preguntado tambien de su nombre, que se llamaba -Antonio de Bracamonte, natural de la ciudad de Avila y de gente -ilustre della. Tras lo cual llegaron juntos al lugar, y fueronse -derechamente en casa de mosen<span class="pagenum" id="Page_111">p. -111</span> Valentin; y llegando á su puerta, se apeó Sancho de su -asno, y entrando en el çaguan, començó á dar vozes, diziendo: ¡Ah -señor mosen como se llama! aqui estan sus antiguos huespedes, que -vuelven á herle toda merced y honra, como se lo rogó hiziesen cuando -ibamos á las justas reales de Çaragoça. Salió la ama á las vozes con -un candil en la mano, y como conoció á Sancho, entró corriendo á su -amo, diziendole: Salga, señor; que aqui está nuestro amigo Sancho -Pança. Salió el clerigo con una vela en la mano; y como vió á don -Quixote y á Sancho, que ya estaban apeados, diola á la ama, y fuese -para don Quixote y abraçandole, le dixo: Bien sea venido el espejo -de la caballeria andantesca con el bueno y fiel escudero suyo Sancho -Pança. Don Quixote le abraçó tambien, diziendo: A mí me pareció, -señor licenciado, que fuera cometer un grave delito, si pasando por -este lugar, no viniera á posar y recebir merced en su casa con estos -reverendo y señor soldado, que conmigo vienen haziendome bonisima -compañia. A la cual respondió mosen Valentin, diziendo: Aunque yo -no conozca á estos señores sino para servirles, basta venir con -v. m. para que les haga el servicio que pudiere. Y volviendose -á Sancho, le dixo: Pues, Sancho, ¿como va? Bien á su servicio, -respondió Sancho. Pero la mula castaña de su merced ¿está buena? que -me dixeron personas de mucho credito en Çaragoça, que habia estado -malisima de ciatica y pasacolica, de una gran colera que habia tomado -con el macho del medico, y que á causa deso no podia atravesar -bocado de pan. Mosen Valentin se riyó mucho y le respondió: Ya le -pasó esa indisposicion y enojo, y está ahora bonisima y á vuestro -servicio, besandoos las manos por el cuidado. Y tras esto dixo á -los huespedes: Entren todos vs. ms. en mi aposento, y adereçarse -ha, mientras reposan en él, de cenar. Entraron todos; y el buen -mosen Valentin hizo adereçar una muy buena cena, regalando á don -Quixote y á los huespedes con mucho amor y voluntad. Servia Sancho -á la mesa, sin desembaraçar jamas el pajar, porque siempre traia la -boca llena; al cual dixo mosen Valentin: ¿Que es de aquella joya, -hermano Sancho, que me prometistes traer de las justas de Çaragoça? -¡Asi cumplen su palabra los hombres de bien! Se lo prometo á v. m., -dixo Sancho, que si hubieramos muerto aquel gigantazo del rey de -Chipre, Bramidan, que yo se la hubiera traido tal y tan buena como -la hayan tenido gigantes en este mundo; pero yo creo que antes de -muchos dias llegaremos á Chipre, que ya no puede estar muy lejos; y -matandole, dexeme á mi el cargo. ¿Que gigante es ese, preguntó mosen -Valentin, ó que Chipre? ¿Es por desgracia como<span class="pagenum" -id="Page_112">p. 112</span> la aventura del morisco melonero, que -los dias pasados llamabades Vellido de Olfos? Y tomando la mano don -Quixote para responderle, contó punto por punto lo que en Çaragoça -les habia sucedido con el gigante en casa de don Carlos, juez de la -sortija en que él ganó en publica plaça unas agujetas del cuero del -ave fenix, y lo que despues á la madrugada le habia sucedido con el -mismo gigante Bramidan en la posada de su amigo don Alvaro Tarfe, la -cual habia escalado por encantamiento para matarlos á todos dentro -della á traicion, y excusar asi el haber de salir al desafio que con -él tenia aplaçado para la tarde del mismo dia en la plaça del Pilar, -de donde temia habia de salir vencido; pero saliolo, si no de la -plaça dicha, á lo menos de la posada de don Alvaro, en la cual le -di mil lançadas y palos. A mis costillas las dió ¡cuerpo non de mis -çaragüelles! dixo Sancho, y muy buenos. Este fue, Sancho, el gigante, -replicó don Quixote, que no pudiendose volver al asno, se volvió á -la albarda. Es verdad que al asno no pudo llegar, porque estaba en -la caballeriza, añadió Sancho; pero ¡pluguiera á Dios hubiera yo -tenido encima la albarda cuando me dió los palos el gigante, v. m., ó -la puta que los parió á ambos, como la tuve cuando venimos desde el -melonar, bien aporreados, hasta esta misma casa santa y sacerdotal, -huerfanos, yo de mi rucio, y v. m. de Rocinante! Celebraron todos -las verdaderas simplicidades de Sancho; y mosen Valentin, como ya -conocia el humor de don Quixote, cayó en cuanto podia ser, y dixo -al ermitaño y soldado: Que me maten si algunos caballeros de buen -gusto no han hecho alguna invencion de gigante para reir con don -Quixote. Oyolo Sancho, que estaba tras su silla, y dixo: No, señor, -no crea tal; que yo mesmo le ví, por estos ojos que saqué del vientre -de mi madre, entrar por la sala de don Carlos; y más, que le traen -las armas cinco ó seis dozenas de bueyes en carros, y la adarga es -una grandisima rueda de molino, segun él mismo dixo; y es imposible -mienta un tan gran personage, de quien se lee en las mapamundis se -come cada dia seis ó siete hanegas de cebada. Acabaron de conocer -en esto el soldado y ermitaño que don Quixote era falto de juizio, -y Sancho simple de su naturaleça; y viendolos mosen Valentin mirar -con mucha atencion á don Quixote, dixo al soldado le hiziese merced -de dezirle su patria y nombre, todo á fin de divertir las locuras -y quimeras que temia de don Quixote, si continuaban en darle pie. -El soldado, que tenia tanto de discreto y noble, cuanto de platica -militar, conoció luego el blanco á que tiraba con la pregunta su -cortes huesped, y asi dixo: Yo soy, señor mio, de la ciudad de -Avila,<span class="pagenum" id="Page_113">p. 113</span> conocida y -famosa en España por los graves sugetos con que la ha honrado y honra -en letras, virtud, nobleza y armas, pues en todo ha tenido ilustres -hijos. Vengo ahora de Flandes, adonde me llevaron los honrados -deseos que de mis padres heredé, con fin de no degenerar dellos, -sino aumentar por mí lo que de valor y inclinacion á la guerra me -comunicaron con la primera leche; y aunque v. m. me ve desta manera -roto, soy de los Bracamontes, linage tan conocido en Avila, que no -hay alguno en ella que ignore haber emparentado con los mejores que -la ilustran. ¿Hallose, dixo mosen Valentin, v. m. acaso en Flandes -cuando el sitio de Ostende? Desde el dia en que se començó, dixo -el soldado, hasta el en que se entregó el fuerte, me hallé señor, -alli; y aun tengo más de dos balazos, que podria mostrar, en los -muslos, y este hombro medio tostado de una bomba de fuego que arrojó -el enemigo sobre cuatro ó seis animosos soldados españoles que -intentabamos dar el primer asalto al muro, y no fue poca ventura no -acabarnos. Mandó, acabada la cena, mosen Valentin alçar la mesa; y -tras esto, el y don Quixote, que començó á gustar de la miel de la -batalla y asalto, cosas todas muy conformes á su humor, rogaron al -soldado les contase algo de aquel tan porfiado sitio; el cual lo hizo -asi con mucha gracia; porque la tenia en el hablar, asi latin como -romance. Mandó antes de empezar tender sobre la mesa un ferreruelo -negro, y que le traxesen un pedaçito de yeso; y traido, les dibuxó -con él sobre la capa el sitio del fuerte de Ostende, distinguiendo -con harta propriedad los puestos de sus torreones, plataformas, -estradas encubiertas, diques y todo lo demas que le fortificaba, de -suerte que fue el verlo de mucho gusto para mosen Valentin, que era -curioso: dixoles tras esto de memoria los nombres de los generales, -maestres de campo y capitanes que sobre el sitio se hallaron, y el -numero y calidad de las personas que, asi de parte del enemigo como -de la nuestra, alli murieron, que por no hazer á nuestro proposito, -no se dizen aqui: solo referiremos lo que de Sancho Pança cuenta la -historia en esta parte, y es que, como hubiese escuchado con mucha -atencion lo que el soldado dezia de Ostende, y como era tan fuerte, -y que nos habia muerto tantos maestres de campo y un numero infinito -de soldados, y que costó el ganarle tanto derramamiento de sangre, -salió tan á desproposito como solia, diziendo: ¡Cuerpo de quien me -hizo! ¿Y es imposible que no hubiese en todo Flandes algun caballero -andante que á ese bellaconaço de Ostende le diera una lançada por -los ijares y le pasara de parte á parte, para que otra vez no se -atreviera á hazer tan grande<span class="pagenum" id="Page_114">p. -114</span> carniceria de los nuestros? Dieron todos una gran risada, -y don Quixote le dixo: ¿Pues no ves, animalazo, que Ostende es una -gran ciudad de Flandes puesta á la marina? Hablara yo para mañana, -dixo Sancho: par diez, que pensé que era otro gigantazo como el rey -de Chipre que vamos á buscar á la corte, donde le toparemos, si ya -no es que de miedo nos huya por arte de encantamiento; que ya todas -nuestras cosas ha dias que van tan encantadas, que temo que no se -nos encante alguna vez el pan en las manos, la bebida en los labios, -y todas las bascosidades, cada una en el baul en que la depositó -naturaleza. Mosen Valentin, interrumpiendo la platica, se levantó -de la mesa, por parecerle se hazia tarde, y que si se daba lugar -á las preguntas y respuestas de amo y escudero, habria para mil -noches; y asi les dixo: Señores, vs. ms. vienen cansados, y pareceme -será hora de reposar: el señor don Quixote ya de la otra vez sabe -el aposento en que lo ha de hazer; este señor y el reverendo, pues -son compañeros de camino, no se les hará mal de serlo esta noche de -cama, pues la falta dellas me obliga á suplicarselo; Sancho con esta -candela vaya y desarme á su amo, y despues subase á su camaranchon; y -finalmente vamonos todos á dormir. Fuese Sancho alumbrando á su amo, -y el soldado y ermitaño siguieron á mosen Valentin, que asiendoles -por la mano, les paseó un breve rato por la sala, contandoles todo -lo que la otra vez le habia pasado con don Quixote, de que quedaron -maravillados; pero no tanto cuanto lo quedaran á no haberle visto -hazer de Çaragoça hasta alli, por los caminos y en todas las posadas, -cosas que un insensato no las hiziera, poniendoles con ellas y con -sus desaforadas palabras en mil contingencias á cada paso. Con -todo, quedaron de comun acuerdo de procurar probar con todas sus -fuerças por la mañana si le podrian reducir á que dexase aquella -vanidad y locura en que andaba, persuadiendole con razones eficaces -y cristianas lo que le convenia y dexarse de caminos y aventuras, y -volverse á su tierra y casa, sin querer morir como bestia en algun -barranco, valle ó campo, descalabrado ó aporreado. Reposaron la noche -con harta comodidad todos, y venida la mañana, apretaron el negocio -de la reduccion de don Quixote; pero todo fue trabajar en vano; antes -le dieron motivo sus amonestaciones á que se levantase más temprano -(que en la cama le cogieron para con más quietud poderle hablar), y -mandase, como mandó, con mucho ahinco á Sancho ensillase á Rocinante, -queriendose partir sin desayunarse; y viendo mosen Valentin que -era perder tiempo el darle consejo, hubo de callar; y dandoles de -almorzar á todos, dió á don Quixote ocasion de<span class="pagenum" -id="Page_115">p. 115</span> hazer lo que deseaba, que era salir de -su casa, como lo hizo, con los demas, despedidos todos primero con -mucho comedimiento del honrado clerigo y de su ama. Pusieronse camino -de Madrid; pero apenas hubieron andado tres leguas, cuando començó á -herir el sol, que entonzes estaba en toda su fuerça, de manera, que -les dixo el ermitaño, como más cansado y más anciano: Señores, pues -el calor, como vs. ms. ven, es escesivo, y no nos faltan para hazer -la concertada jornada más de dos pequeñas leguas, pareceme que lo que -podriamos, y aun deberiamos hazer, es irnos á sestear hasta las tres -ó cuatro de la tarde alli donde se ven apartados del camino aquellos -frescos sauces, que hay una hermosa fuente al pie dellos, si bien me -acuerdo; que despues, caido el sol, proseguiremos nuestro camino. -A todos agradó el consejo; y asi guiaron hazia allá los pasos, y -cuando llegaron cerca de dichos arboles, vieron sentados á su sombra -dos canonigos del Sepulcro de Calatayud, y un jurado de la misma -ciudad, los cuales, por esperar como ellos á que pasase el calor del -sol, se acababan de asentar alli. Llegaron todos; y el ermitaño, -saludandoles muy cortesmente, les dixo: Con licencia de vs. ms., mis -señores, yo y estos caballeros nos asentaremos en esta frescura á -pasar en ella un rato la siesta mientras la inclemencia del calor -se modera:—á lo cual respondieron ellos con muestras de gusto, que -le tendrian grandisimo en gozar de tan buena compañia las cuatro ó -cinco horas que alli pensaban estar; y uno dellos, maravillado de ver -aquel hombre armado de todas pieças, preguntó al ermitaño al oido -que cosa fuese, á lo cual respondió que no sabia otra cosa más que -cerca de Çaragoça habia topado con él y aquel labrador su criado, -hombre simplicisimo, y que, á lo que imaginaba, se habia vuelto loco -leyendo libros de caballerias, y con aquella locura, segun estaba -informado, habia un año que andaba de aquella suerte por el mundo, -teniendose por uno de los caballeros andantes antiguos que en tales -libros se leen; y que si queria gustar un poco dél, que le diese -materia en asentandose alli, y oiria maravillas. En esto llegaron -á ellos don Quixote y Sancho, que habian estado quitando el freno -á Rocinante y la albarda al rucio, y despues de haberse saludado -todos, le dixo uno de aquellos canonigos que se quitase las armas, -porque venia muy caluroso, y alli estaba en parte segura, donde -todos eran amigos. A lo cual respondió don Quixote le perdonase; -que no se las podia quitar jamas, sino era para acostarse; que á -eso le obligaban las leyes de su profesion. En esto se asentó con -gravedad; y ellos, que vieron su resolucion, no quisieron porfiarle -más;<span class="pagenum" id="Page_116">p. 116</span> y asi, despues -de haber tratado de lo que más le agradaba un rato, dixo don Quixote: -Pareceme, señores, ya que habemos de estar aqui cuatro ó seis horas, -que pasemos el tiempo de la siesta con el entretenimiento de algun -buen cuento sobre la materia que mejor les pareciere á vs. ms. -Sentose en esto Sancho, diziendo: Si no es más desto, yo les contaré -riquisimos cuentos; que á fe que los sé lindos á pedir de boca. -Escuchen pues; que ya comienço. Erase que se era, en hora buena sea, -el mal que se vaya, el bien que se venga, á pesar de Menga. Erase -un hongo y una honga que iban á buscar mar abaxo reyes... Quitate -allá, bestia, dixo don Quixote; que aqui el señor Bracamonte nos hará -merced de dar principio á los cuentos con alguno digno de su ingenio, -de Flandes ó de la parte que mejor le pareciere. El soldado respondió -que no queria replicar ni excusarse; porque deseaba servirles y dar -juntamente materia para que alguno de aquellos señores contase algo -curioso, supliendo la falta que de serlo ternia el siguiente tragico -suceso.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_15"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XV</h2> - <p class="subh2c">En que el soldado Antonio de Bracamonte da - principio á su cuento del Rico desesperado.</p> -</div> - -<p>En el ducado de Brabante, en Flandes, en una ciudad llamada Lovayna, -principal universidad de aquellas provincias, habia un caballero -mancebo llamado monsiur de Japelin, de edad de veinte y cinco años, -buen estudiante en ambos derechos, civil y canonico, y dotado tan -copiosamente de los bienes que llaman de fortuna, que pocos habia en -la ciudad que se le pudiesen igualar en riqueza. Quedó el mancebo, -por muerte de padre y madre, señor absoluto de toda ella; y asi, con -la libertad y regalo (alas que sacan á volar y precipitarse mocedades -prodigas, con peligrosos pronosticos de infelices fines) començó á -afloxar en el estudio y á andar envuelto en mil generos de vicios, -con otros de su edad y partes, sin perder ocasion de convites y -borracheras, que en aquella tierra se usan mucho. Sucedió pues, andando -en estos pasos, que un domingo de cuaresma dirigió acaso los suyos á -oir un sermon en un templo de padres de santo Domingo, por predicarle -un religioso eminente en dotrina y espiritu, donde tocandole Dios al -libre y descuidado oyente en el coraçon con la fuerça y virtud de -las palabras del predicador, salió de la iglesia trocado de suerte, -que començó á tratar consi<span class="pagenum" id="Page_117">p. -117</span>go proprio de dexar el mundo con toda su vanidad y pompa, y -entrarse en la insigne y grave religion de los Predicadores. Encargó -en este presupuesto toda su casa y hacienda á un pariente suyo, para -que se la administrase algunos dias en que pensaba hazer una precisa -ausencia, con cargo de que le diese fiel cuenta della cuando se la -pidiese. Tras esto se fue á Santo Domingo, y hablando con el religioso -predicador, le descubrió su pecho. En resolucion, como era hombre de -prendas singulares y conocido por ellas de todos, fue facil darle luego -el habito, como en resolucion se le dió en dicho convento. Vivió en él -con mucho gusto y muestras de exemplar religioso por espacio de diez -meses; pero nuestro general adversario (que anda dando vueltas como -leon rabioso buscando á quien tragarse, como dize en no sé que parte -la Escritura), para daño de su conciencia, traxo á aquella universidad -dos amigos suyos que habian estado ausentes de Lovayna algunos meses, -no poco viciosos y aun sospechosos de la fe, plaga que ha cundido no -poco, por nuestros pecados, en aquellos estados y en los circunvecinos -suyos. Sabido por ellos como Japelin, su amigo, se habia entrado -religioso dominicano, lo sintieron en el alma, y propusieron de ir al -convento y persuadirle con las mayores veras que les fuese posible, -dexase el camino que habia començado á seguir, y volviese á sus -estudios. Efectuaronlo de suerte que lo determinaron, y la mesma tarde -del concierto fueron á verle; y obtenida licencia para ello del Prior -(que por allá no se observa el rigor que en nuestra España en hazer -guardar el debido recogimiento á los novicios el año de su noviciado), -le abraçaron con mucho amor; y despues de haber hablado mil cosas -diferentes y de gusto, el que debia de ser más libre començó á dezirle -las siguientes razones: Maravillado estoy, monsiur de Japelin, de ver -que, siendo vos tan prudente y discreto, y un caballero en quien toda -esta ciudad tiene puestos los ojos, hayais dexado vuestros estudios, -contra la esperança que todos teniamos de veros antes de muchos años -catedratico de prima, y celebrado por vuestra rara habilidad, no solo -en Lovayna, sino en todas las universidades de Flandes, y aun en las -de todo el mundo; porque vuestro divino entendimiento y feliz memoria -claros presagios daban de que habiades de alcançar esto y todo lo demas -á que aspirasedes; y lo que aumenta el espanto es ver hayais querido, -contra el gusto de toda esta ciudad, y aun contra vuestra reputacion -y la de vuestros deudos, tomar el habito de religioso, como si -fuerades hombre á quien faltasen bienes de fortuna, ó fuerades persona -simple y desaparentada, y por eso obligado<span class="pagenum" -id="Page_118">p. 118</span> á tomar semejante profesion de pobreza. -¿No sabeis, señor, que la cosa más preciosa que el hombre posee es la -libertad, y que vale más, como dize el poeta, que todo el oro que la -Arabia cria? ¿Pues por que la quereis perder tan facilmente, y quedar -sugeto y hecho esclavo de quien, siendo menos doto y principal que vos, -os mandará mañana, como dizen, á çapataços, y por cuyas manos habrán -de llegar á las vuestras hasta las cartas y papeles que para consuelo -vuestro os escribiremos los amigos? Miradlo, señor, bien, y acordaos -que vuestro padre, que buen siglo haya, no podia ver pintados los -religiosos; y asi, amigo del alma, os suplico por la ley del amistad -que os debo, que volvais sobre vos, y desistais desta necedad, ó por -mejor dezir ceguera, y volvais á vuestra hacienda, que anda toda como -Dios sabe, por faltarle vos. Volved á vuestros estudios, pues si os -pareciere, siendo vos, como sois, tan principal y rico, os podeis casar -con una de las damas hermosas y de hacienda desta tierra, en el cual -estado os podeis muy bien salvar, y alegrar á vuestros parientes, los -cuales estan muy tristes por lo que habeis hecho, teniendoos ya por -muerto en vida. No os quiero, señor, dezir más de que metais la mano -en vuestro pecho; que sé que con esto echareis de ver que os digo -la verdad y como amigo que desea en todo vuestro bien; y pues agora -teneis tiempo, que no ha mas de diez meses que entrastes aqui, para -enmendar el yerro empezado y dar contento á los que os amamos, dadnosle -cumplido con vuestra salida; que os prometo, á fe de quien soy, que no -os arrepintais de haber tomado mi consejo, como dirá el tiempo. Estuvo -el religioso mancebo callando á todo lo que el ministro del demonio -le dezia, y mirando al suelo con suma turbacion y melancolia; y en -fin, como era flaco y estaba poco fundado en las cosas tocantes á la -perfecion y mortificacion de sus apetitos, convencieronle las razones -frivolas y pestilenciales avisos que aquel falso amigo y verdadero -enemigo de su bien le habia dado; y asi le respondió, diziendo: Bien -echo de ver, señor mio, que todo lo que me habeis dicho es mucha -verdad; y estoy yo ya tan arrepentido de lo hecho más ha de ocho dias, -que si no fuera por el que diran y por mi propria reputacion, me -hubiera ya salido deste convento; pero con todo eso, estoy determinado -de seguir el consejo y parecer de quien tan sin pasion y con tan buenas -entrañas me dize lo que me está bien. Yo, en suma, me resuelvo de pedir -hoy por todo el dia mis vestidos y volver á mi casa y hacienda; que ya -tengo echado de ver lo que me importa; y con esto no hay sino que os -vais y me aguardeis á cenar esta noche en vues<span class="pagenum" -id="Page_119">p. 119</span>tra posada, seguros de que no faltaré á la -cena; pero tenedme secreta, os suplico, esta mi resolucion. Con notable -alegria abraçandole, se despidieron todos dél, por la buena nueva; y -el engañado mancebo se fué derecho á la celda del Prior, y le dixo le -mandase volver luego sus vestidos de secular, porque le importaba á -su reputacion volver á su casa y hacienda, tras que no podia llevar -los trabajos de la orden, de vestir lana, no comer carne, levantarse -todas las noches á maitines, y los demas que en ella se profesaban: -demas desto, le dixo, mintiendo, como habia dado palabra de casamiento -á una dama, y que forçosamente se la habia de cumplir casandose con -ella, á que le obligaba la conciencia y las recebidas prendas de su -honra. Maravillose no poco el Prior de oir lo que el novicio le dezia, -y lleno de suspension, le respondió, diziendo: Espantome, monsiur de -Japelin, de vuestra indiscrecion, y que tan poco os hayan aprovechado -los exercicios espirituales en que en diez meses de religioso habeis -tratado, y los buenos consejos mios que como padre os he siempre dado. -¿No os acordais, hijo, haberme oido dezir muchas vezes que mirasedes -por vos, principalmente este año de noviciado, porque el demonio os -habia de hazer crudelisima guerra en él, procurando con todas sus -astucias y fuerças persuadiros, como ahora lo ha hecho, á que dexeis -la religion, volviendo á las ollas de Egipto; que eso es volver á la -confusion del siglo, en que él sabe que con mejor facilidad os podrá -engañar y hazer caer en graves pecados, á manos de los cuales perdais, -no solo la vida del cuerpo, sino, lo que peor es, la del alma? Acordaos -tambien, hijo, que me habeis oido dezir como hasta hoy ninguno dexó el -habito que una vez tomó de religioso, que haya tenido buen fin; que -justo juizio es de Dios que quien siendo llamado por su divina vocacion -á su servicio, si despues le dexa de su voluntad en vida, que el mismo -Dios le dexe á él en muerte; siendo esto lo que él dixo á los tales por -su Profeta: Vocavi, et renuistis, ego quoque in interitu vestro ridebo. -Verdad es que he visto por mis ojos mil experiencias, y plegue á Dios, -como se lo ruego, no lo haga su divina justicia en vuestra ingratitud -y precipitada determinacion; que lo temo por veros tan engañado del -demonio; que las razones que vos me dezis, claramente descubren no ser -forjadas en otra fragua sino en la infernal que él habita. Advertid -que si al principio hallais la dificultad que dezis en la religion, -no hay que maravillarse dello, pues, como dize el filosofo, todos los -principios son dificultosos, y más los que lo son de cosas arduas. Los -hijos de Israel despues de haber pasado á pie enjuto el mar Ber<span -class="pagenum" id="Page_120">p. 120</span>mejo enviaron ciertas -espias á reconocer la tierra de promision, para la cual caminaban; y -volviendo ellas con grandisimo racimo de uvas, tan grande, que menos -que en un palo traido en hombros de dos valerosos soldados, no le -podian traer, dixeron: Amigos, esta fruta lleva la tierra que vamos á -conquistar; pero sabed que los hombres que la defienden son tan grandes -como unos pinos:—con que dixeron que el principio de la conquista de -aquella fertilisima tierra era dificultoso, siendo sus habitadores -gigantes. Desa manera, hijo mio, os ha acontecido á vos, me parece, -al principio de vuestra conversion, en la cual ha permitido Dios -sintais las presentes dificultades, con que pretende probar vuestra -perseverancia, á fin de obligaros á que acudais á él solo á pedirle -favor para salir con vitoria; si bien veo os habeis dado por vencido -de vuestros enemigos á los primeros encuentros, dexandoos atar por -ellos las manos, sin haber acudido á quien las tiene liberalisimas y -prontas para remediaros, de lo cual nace el venirme á pedir con tan -ciega resolucion vuestros vestidos. Por la pasion que Cristo padeció -por vos, os ruego, amado Japelin, que hagais una cosa por mí, y es, -que os reporteis por tres ó cuatro dias, y en ellos hagais oracion -á Dios; que yo de mi parte os prometo de hazer lo mesmo con todos -los religiosos desta casa, y vereis como usa su Magestad con vos de -misericordia, haziendoos salir vitorioso desta infernal tentacion. -Todas estas razones que el santo Prior dixo al inquieto novicio no -fueron bastantes para apartarle de su proposito; antes al cabo dellas -le dixo: No hay padre mio, que dar ni tomar más sobre este negocio; -que estoy resuelto en lo que tengo dicho, y lo tengo muy bien mirado y -tanteado todo. El, en efeto, se salió aquella noche del convento, y se -fue derecho, como lo tenia concertado, á la posada de sus dos amigos, -donde le esperaban á cenar; dieronle un bravo convite, y brindaronse -en él con mucho contento y abundancia los unos á los otros. Volvió -tras esto Japelin á tomar posesion de su hacienda, y començó á seguir -de nuevo el humor de sus compañeros, andando de dia y de noche con -ellos, sin hazerse convite ó fiesta en toda la ciudad donde los tres -disolutos mancebos no se hallasen. Sucedió pues que un dia se fue á -hablar muy de pensado con un caballero algo pariente suyo, el cual -tenia una sobrina en extremo hermosa, discreta y rica; y pidiosela -por muger, atento que ya antes que entrase á ser religioso le habia -hecho muchos dias del galan con demostraciones de aficion, en un -monasterio de religiosas donde habia estado encomendada. Viendo el -caballero cuan bien le venia el casamiento á su sobrina, por ser<span -class="pagenum" id="Page_121">p. 121</span> Japelin en todo su igual, -se la prometió con gusto suyo y della, á la cual su mismo tio aun -no habia un mes entero que tambien la habia sacado del convento de -religiosas, en que, como queda dicho, habia estado encomendada á una -prima suya, perlada, sin haberle consentido que fuese monja en él, -como sus padres habian deseado y procurado en vida: fin para el cual -desde niña la habian hecho criar baxo de su clausura. Casaronse, en -efeto, los dos recien salidos de sendos conventos, con grandes fiestas -y universales regocijos, y estuvieron casados tres años, al cabo de -los cuales concibió la dama; y viendola su marido preñada, perdia el -juizio de contento, sin haber regalo en el mundo que no fuese para -su muger, acariciandola y poniendola sobre su cabeça, con increible -desvelo y mil amorosas ternuras; pero sucedió que á los seis meses de -su preñez, un tio deste caballero, que era gobernador de un lugar en -los confines de Flandes, que se llama Cambray, murió; y sabido por -el sobrino, partió para Bruselas, donde está la corte, y negoció sin -mucha dificultad (representadas sus prendas y los buenos servicios de -su tio) le diesen aquel gobierno, del cual fue luego á tomar posesion, -con intento de volver despues por toda su casa y hacienda. Antes de -la partida se despidió de su muger con harto sentimiento de entrambas -partes, diziendo: Señora mia, yo voy á dar asiento á las cosas de mi -difunto tio el gobernador, y á poner en cobro la hacienda que por su -muerte heredo: cosa que, como sabeis, no la puedo excusar; de alli -pienso llegarme á Bruselas á pretender sucederle en el cargo, y á que -me hagan sus altezas merced dél, por los buenos servicios de mi tio: -cosa que creo me será facil de alcançar. Lo que os suplico es mireis -por vos en esta ausencia, y que al punto que parieredes, me aviseis -para que me halle en el bautismo; que lo haré sin falta; y creo será -de igual regocijo para mi vuestra vista que la del hijo ó hija que -parieredes. Prometioselo ella, de quien despidiendose con mil abraços y -amorosas lagrimas, se partió para Cambray, donde y en Bruselas negoció -muy á su gusto lo que pretendia, como queda dicho; tardando en los -negocios y en volver á su casa casi tres meses. Antes que lo hiziese, -le dieron á la señora los dolores del parto, la cual luego que se le -sintió despachó un correo á su marido, rogandole partiese, vista la -presente, pues ya lo estaba el dia de su parto. No tardó Japelin á -ponerse á caballo y dar la vuelta para su casa más<a id="FNanchor_19" -href="#Footnote_19" class="fnanchor">[19]</a> de lo que tardó en leer -la deseada carta. A la que llegaba cerca de la ciudad de Lovayna<span -class="pagenum" id="Page_122">p. 122</span> encontró por el camino -un soldado español, á quien preguntó, en emparejando con él, adonde -caminaba; y respondiendole el soldado que iba á Amberes á holgarse -con ciertos amigos que le habian enviado á llamar, y que estaba de -guarnicion en el castillo de Cambray, le fue preguntado por el camino -muchas cosas acerca de como lo pasaban los soldados en el castillo, á -todo lo cual respondia el español con mucha discrecion, porque era no -poco practico, aunque moço. Ya que llegaban á las puertas de la ciudad, -le dixo Japelin. Señor soldado, si v. m. esta noche no ha de pasar -adelante, podrá, si gustare, venirse conmigo á mi casa, adonde se le -dará alojamiento; y aunque no será conforme su valor merece, recebirá á -lo menos el buen deseo deste su servidor, dueño de una razonable casa -y del caudal que para sustentarla con el adereço y fausto que v. m. -verá en ella, es necesario; porque sepa soy muy aficionado á la nacion -española, y el ser della v. m., y sus prendas, me obligan á usar desta -llaneza: reposará, y por la mañana podrá emprender la jornada con más -comodidad, habiendo precedido el descanso de una acomodada noche. El -soldado le respondió que le agradecia la merced que le ofrecia, no -poco, y que por ella y la voluntad con que iba envuelta, le besaba las -manos mil vezes, y que le parecia pasar los limites de la cortesia -que su nacion profesaba el dexar de aceptar el ofrecimiento con que -se resolvió quedar esa noche en Lovayna, aunque por ello perdiera la -comodidad de su jornada. Llegaron ambos, yendo en estas platicas, á -la deseada puerta de la casa de Japelin, de la cual salia acaso una -criada, que viendole, volvió corriendo, sin hablarle palabra, la -escalera arriba, dando una mano con otra con muestras de regocijo, -y diziendo turbada: ¡Monsiur de Japelin, monsiur de Japelin!—Y tras -esto volvió á baxar á su amo con las mismas muestras de contento, -diziendole: Albricias, señor, albricias; que mi señora ha parido esta -noche un niño como mil flores. Apeose del caballo, con la nueva, él -como un viento, y subió en dos saltos la escalera, sin que el gozo le -diese lugar de hazer comedimientos con el soldado; y puesto en la sala, -vió á su muger que estaba en la cama; y saludandola y abraçandola, -llegando á ella, muchas vezes, le dixo: Dad, mi bien, un millon de -gracias al cielo por la merced que nos ha hecho agora en darnos hijo, -que, siendo heredero de nuestra hacienda, pueda ser baculo de nuestra -senectud, consuelo de nuestros trabajos y alegria de todas nuestras -afliciones. Sentose en esto en una silla que estaba en la cabeçera -de la cama, teniendola siempre asida de la mano, platicando los dos, -ya del camino y buen suceso<span class="pagenum" id="Page_123">p. -123</span> de sus negocios, ya del venturoso parto y cosas de su casa. -A la que se hizo de noche mandó que le pusiesen alli junto á la cama -la mesa, porque gustaba de cenar con su muger: hizo llamar al soldado -luego, para que se asentase á cenar tambien con ambos, lo cual él hizo -con mucha cortesia, y no con el recato que debiera tener en los ojos -en orden á mirar á la dama; porque le pareció, desde el punto que la -vió, la más bella criatura que hubiese visto en todo Flandes. (Y eralo -sin duda, segun me refirieron los que me dieron noticia del cuento, que -eran personas que la conocieron.) Traxeron abundantisimamente de cenar; -pero el español, que habia hecho pasto de sus ojos á la hermosura de -la partera y la gracia con que estaba asentada sobre la cama, algo -descubiertos los pechos (que usan más llaneza las flamencas en este -particular que nuestras españolas), comió poquisimo, y eso con notable -suspension. Acabada la cena y quitados los manteles, mandó Japelin -á un paje que le trajese un clavicordio, que él tocaba por extremo; -que en aquellos paises se usa entre caballeros y damas el tocar este -instrumento, como en España la arpa ó vihuela. Traido y templado, -començó á tañer y á cantar en él con extremada melodia las siguientes -letras, de las cuales él mismo era autor; porque, como queda dicho, -tenia gallardo ingenio y era universal en todo genero de sciencias:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i2">Celebrad, instrumento,</p> -<p class="i0">El ver que no podrá el tiempo variable</p> -<p class="i0">Alterar mi contento</p> -<p class="i0">Ni hazerme con sus fuerças miserable,</p> -<p class="i0">Pues hoy con regocijo</p> -<p class="i0">Me ha dado un angel bello, un bello hijo.</p> -<p class="i2">Alçome la fortuna</p> -<p class="i0">Sobre lo más constante de su rueda;</p> -<p class="i0">Y aunque ella es como luna,</p> -<p class="i0">Le manda mi ventura que esté queda</p> -<p class="i0">Y que la tenga firme,</p> -<p class="i0">Y su poder en mi favor confirme.</p> -<p class="i2">Y asi, señora mia,</p> -<p class="i0">No temais que ella nuestro bien altere</p> -<p class="i0">Jamas; porque este dia</p> -<p class="i0">El mismo cielo nuestro aumento quiere;</p> -<p class="i0">Que eso dize el juntarnos</p> -<p class="i0">En uno á ambos para más amarnos.</p> -<p class="i2">Sin duda fui dichoso</p> -<p class="i0">Cuando me aconsejaron dos amigos</p> -<p class="i0">No fuese religioso,</p> -<p class="i0">Pues los gustos que gozo son testigos</p> -<p class="i0">De que su triste suerte</p> -<p class="i0">En vida les iguala con la muerte.</p> -<p class="i2"><span class="pagenum" id="Page_124">p. 124</span>Razon es, pues soy rico,</p> -<p class="i0">Que viva alegre, coma y me regale,</p> -<p class="i0">Y que el avaro inico</p> -<p class="i0">Me tema siempre, y nunca ese me iguale,</p> -<p class="i0">Pues puedo en paz y en guerra</p> -<p class="i0">Honrar á los más nobles desta tierra.</p> -<p class="i2">Que viva sin zozobras</p> -<p class="i0">Tambien mil años, libre de cuidados,</p> -<p class="i0">Es justo, pues mis sobras</p> -<p class="i0">Invidian muchos de los más honrados,</p> -<p class="i0">Viendo como de renta</p> -<p class="i0">Más de diez mil al año, á buena cuenta.</p> -<p class="i2">Y sobre todo aquesto,</p> -<p class="i0">Mi braço, mi fortuna y buena estrella</p> -<p class="i0">Echaron hoy su resto</p> -<p class="i0">En darme un hijo de una diosa bella,</p> -<p class="i0">Por quienes, noble y moço,</p> -<p class="i0">Mil parabienes y contentos gozo.</p> -</div></div> - -<p>Acabose la musica con la letra, y començó la suspension del español -á subir de punto, por haber oido los suavisimos de garganta del rico -flamenco, dichoso dueño del serafin por quien ya se abrasaba. Llegó -un paje, por mandado de su amo, en dando fin al canto, á quitarle de -delante el clavicordio; que ya era tarde y tiempo de dar lugar al -soldado á que descansase; y para que lo hiziese mandó luego tras esto -á otro criado tomase uno de los candeleros de la mesa, y le fuese -alumbrando con él al aposento primero del cuarto en que solia dormir -su paje de camara, que era vecino de la cuadra en que la dama estaba -acostada; con orden de que la diese al mayordomo ó dispensero, para -que tuviese en amaneciendo aderezado un buen almuerzo para aquel señor -soldado, con deseo de que pudiese salir de madrugada de Lovayna y -hazer de un tiron la jornada, llevando hecha la alforja y saliendo -desayunado. Despidiose agradecidisimo deste cuidado, y de la merced -y regalo recebido del caballero y de su esposa, el soldado, con mil -corteses ofrecimientos; y puesto en su aposento y acostado en él, -fue tal la bateria que le dieron las memorias del bello angel que -adoraba, que totalmente estaba fuera de sí. Reprendia su temeridad, -representandosele la imposibilidad del negocio á que aspiraba, y -procuraba desechar de su animo una imaginacion tal, cual la que daba -garrote á su sosiego. El caballero, al cabo de breve rato que se hubo -ido á reposar el soldado, hizo lo proprio, despidiendose de su esposa -con las muestras de amor que del suyo, tras tan larga ausencia, se -puede creer, guardando el debido decoro al parto recien sucedido; que -para no ponerse en ocasion de lo contrario, se entró en otro aposento -más adentro del en que la partera estaba.<span class="pagenum" -id="Page_125">p. 125</span> Tuvo el paje que llevó á acostar al soldado -consideracion á que venia cansado, y por no haberse de obligar á -darle mala noche, le dixo se iria á dormir en otro aposento con otros -criados, y asi, que sin cuidado de su vuelta reposase, pues lo haria -mejor estando solo; que para el mismo efecto su señor tambien habia -apartado cama, y se habia acostado en una que habia en otra pieça más -adentro. Fuese con esto, dexando sus ultimas razones con más confusion -al amartelado español; porque del entender dormia la dama sola y tan -vecina dél, y del verse (contra el orden de Japelin) sin compañia en -el aposento, nació la resolucion diabolica que tomó en ofensa de Dios, -infidelidad de su nacion, y en agravio del honrado hospedaje que le -habia hecho su noble huesped; que á todo le precipitó el vehemente -fuego y rabiosa concupiscencia en que se abrasaba. Resolviose pues -en levantarse de su cama, y en ir á la de la dama sin ser sentido, -persuadido de que ella por su honra y por no dar pesadumbre á su -marido ni alborotar la casa, callaria, y aun podria ser que se le -aficionase de manera, que yendose su marido, le diese libre entrada y -le regalase; y si bien consideraba el peligro de la vida que corria -si acaso ella (como era justo) daba vozes, pues á ellas era fuerça -saliese el marido y se matasen el uno al otro, de lo cual sucederian -notables escandalos y graves inconvenientes; todavia su gran ceguera -rompió con todas estas dificultades. Levantose pues á media noche en -camisa, y entró en la sala de la dama; y llegandose á ella sin çapatos -por no ser sentido, estuvo un rato en pie sin acabarse de resolver; -pero hizolo de volver á su aposento, y de tomar la espada que tenia -en él; y sacandola desenvainada, volvió muy pasito á la cama de la -flamenca, y poniendo la espada en tierra, alargó la mano, y metiendola -debaxo de las sabanas muy quedito, la puso sobre los pechos de la -señora, que despertó al punto alborotada; y asiendosela, pensando que -fuese su marido (que no imaginaba ella que otro que él en el mundo -pudiese atreverse á tal), le dixo: ¿Es posible, señor mio, que un -hombre tan prudente como vos haya salido á estas horas de su aposento -y cama para venirse á la mia, sabiendo estoy parida de ayer noche, -y por ello imposibilitada de poder por ahora acudir á lo que podeis -pretender? Tened, por mi vida, señor, un poco de sufrimiento; y pues -soy tan vuestra, y vos mi marido y señor, lugar habrá, en estando como -es razon, para acudir á todo aquello que fuere de vuestro gusto, como -lo debo por las leyes de esposa. No habia acabado ella de dezir estas -honestas razones, cuando el soldado la besó en el rostro sin hablar -palabra; y pensando<span class="pagenum" id="Page_126">p. 126</span> -ella siempre fuese su marido, le replicó: Bien sé, señor, que de lo -que intentais hazer teneis harta vergüença, pues por tenerla no me -osais responder palabra; y echó de ver tambien que el intentar tal -proceda del grandisimo amor que me teneis, y de la represa de tan larga -ausencia, pues á no ser eso, no salierades de vuestra cama para venir -á la mia, sabiendo me habiais de hallar en ella de la suerte que me -hallais. Oyendo el soldado estas razones, y coligiendo dellas el engaño -en que la dama estaba, alçó la ropa callando, y metiose en la cama, -do puso en execucion su desordenado apetito; porque viendo ella su -resolucion, no quiso contradezirle, por no enojarle, como le tenia por -su marido; si bien quedó maravillada no poco de ver que no le hubiese -hablado palabra; porque sin dezirle cosa se levantó, hecha su obra, -y tomando con todo el silencio que pudo su desnuda espada, se volvió -á su aposento y cama, harto apesarado de lo que habia hecho; que en -fin, como se consigue á la culpa el arrepentimiento, y al pecado la -vergüença y pesar, tuvole tan grande luego de su maldad, que maldezia -por ello su poco discurso y sufrimiento y su maldita determinacion, -imaginando el delito que habia cometido, y el peligro en que estaba -si acaso el ofendido marido se levantase antes que él. Tambien á la -dama asaltaron sus pensamientos, poniendola en cuidado el no haberle -hablado palabra quien con ella habia estado, si seria su marido ó no. -Pero resolviese en que seria él, y que la vergüença de haber hecho cosa -tan indecente en tiempo que lo estaba ella para semejantes burlas, -le habria cerrado la boca. Con todo, propuso, (que no debiera), en -su coraçon darle por lo hecho á la mañana una reprehension amorosa, -afeandole su poca continencia. Llegada la madrugada, y apenas vistas -sus primeras luzes, se levantó el soldado, que no habia podido pegar -las de sus ojos con la rabia que tenia de lo hecho; y estando aun la -dama durmiendo, pidió á los primeros criados que topó le abriesen -la puerta y le excusasen con su señor de no aceptar el preparado -almuerzo y provision, pues la prisa de la jornada no le daba lugar -para detenerse, ni sus obligaciones permitian aumentase las muchas con -que quedaba á toda aquella casa; y aunque los criados porfiaron con -él, queriendo ponerle en la alforja lo que para almorzar le tenian -aparejado, no hubo remedio consintiese lo hiziesen, diziendo no era -de su humor el ir cargado, y que asi le tuviesen por excusado; á más -de que una legua de alli, en el camino habia una famosa hosteria, y -en ella pensaba detenerse á almorzar con lo cual se despidió dellos y -salió del lugar.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_16"> - <p><span class="pagenum" id="Page_127">p. 127</span></p> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XVI</h2> - <p class="subh2c">En que Bracamonte da fin al cuento del Rico - desesperado.</p> -</div> - -<p>Estuvieron con atencion los canonigos y jurados al cuento, y -don Quixote, aunque lo estuvo, daba de cuando en cuando asomos de -querer salir con algo en contrapusicion de los malos consejos que los -estudiantes dieron á Japelin cuando era novicio, ya en abono de su -buena eleccion en haberse casado con muger hermosa, y particularmente -en loa de su valor por haber pretendido seguir la milicia en -prosecucion de la gobernacion de su tio; pero ibale á la mano á todo -el venerable ermitaño que le tenia al lado. Pero como no lo estaba -al suyo Sancho, no pudo obviar á que no saliese de traves cuando oyó -la bellaqueria del soldado, y particularmente su poco estomago en no -querer llevar el matalotaje que le daban los criados para acudir á -las necesidades venideras; y asi dixo con una colera donosa: Juro á -Dios y á esta cruz, que merecia el muy grandisimo bellaco más palos -que tiene pelos mi rucio, y que si le tuviera aqui me le comiera á -bocados. ¿Donde aprendió el muy grandisimo hi de puta á no tomar lo que -le daban, siendo verdad que no está eso prohibido, no digo yo á los -soldados y reyes, pero ni á los mismos señores caballeros andantes, que -son lo mejor del mundo? En mi anima, que creo que ha de arder la suya -en el infierno, más por ese pecado que por cuantas cuchilladas ha dado -á luteranos y moriscos; pero no me espanto fuese el muy follon tan mal -mirado y tan poco quillotrado, si como v. m. dize venia de Cambray; -que juro á los años del gigante Golias que debe de ser esa la más mala -tierra del mundo, pues segun dizen por las calles y plaças chicos y -grandes, hombres y mugeres, no se coge en ella pan ni vino ni cosa que -lo parezca, sino estopilla, de lo cual se quexan con un perpetuo ay, -ay, que es señal que debe de ser malisima y que debe de causar torçon -á cuantos la comen. Rieron destas boberias los canonigos y Bracamonte, -pero no don Quixote, que con una melancolia y sentimiento digno de -su honrado celo dixo: Dexate, Sancho hijo, de llorar el descuido y -poca prudencia del soldado, y de si el ay, ay, ay que dizes se dize -por la estopilla maldita que en Cambray se coge ó no; llora lagrimas -de sangre por el agravio y tuerto fecho á aquella noble princesa, y -por la ofensa y mancha que en la honra del famoso Japelin cayó por -industria ó inconsideracion, ó por la maldad, que es lo más cierto, de -aquel soldado, infamia de nuestra España, y deshonra de todo el arte -militar, cuyo au<span class="pagenum" id="Page_128">p. 128</span>mento -procuran tantos nobles, y yo entre ellos, á costa de la hidalga sangre -de mis venas; pero yo sacaré la alevosa de las suyas antes de muchos -dias, si le topo, como deseo. Deste cuidado queda ya libre v. m. (dixo -Bracamonte), como verá si me la haze de oir con paciencia lo que queda -de la historia. Rogaron todos á don Quixote reprimiese su justa colera, -y á Sancho le pidieron callase, sin meterse en dibuxos de averiguar -lo que oiria; y prometiendolo ambos con mucha seguridad y algunos -juramentos, prosiguió Bracamonte la tela de su cuento, diziendo: Ido -el soldado con la cortedad referida, y cargado de miedo y vergüença, -salió de su aposento el noble y descuidado Japelin, á la hora en que -el bullicio de la gente de casa dió muestras de que era ya la de -levantarse; y llegandose á la cama de su esposa á darle los buenos -dias, y cuidadoso de saber como habia pasado la noche asegurandola de -que con el contento de verse él en su cama y con heredero della no -habia podido apenas sosegar. Riose su muger de la disimulacion que -mostraba en sus razones y en tomarle la blanca mano, y mostrando un -fingido enojo con su risa, le dixo, retirando hacia adentro el braço: -Por cierto, señor mio, que sabeis disimular lindamente, y que anda -ahora bien ligera esa lengua, que anoche tan muda tuvistes conmigo: -idos de ahi con Dios, y no me hableis por lo menos hoy en todo el dia; -que bien lo habré menester todo para desenojarme del enojo que tengo -con vos tan justamente; y aun despues de pasado, os será menester me -pidais perdon, y no será poco si os lo concedo. Riose Japelin del -desvio, y cayendole en gracia, á pesar suyo la besó en el rostro, -diziendo: Por mi vida, señora que me digais el enojo que os he hecho; -que gustaré infinito de sabello, si bien ya, poco más ó menos, sospecho -yo será porque habreis imaginado que he dormido dentro con compañia, -en ofensa vuestra; y muera yo en la de Dios si jamas os la he hecho -ni con el pensamiento; y asi, quiteseos del vuestro, os suplico, ese -temerario juizio; que con él me ofendeis no poco. Por cierto (dixo -ella de nuevo) que sabeis encubrir bien y negar mejor ahora lo que -fuera justo negarais á vuestro apetito antes de ejecutalle tan sin -consideracion; que si la tuvierais, no efectuara un hombre tan prudente -y discreto como vos lo que tan contra toda razon os pedia vuestro -desordenado deseo. Corrida estoy no poco de ver no lo esteis más de lo -que lo estais de haber tenido atrevimiento de llegar á mi cama esta -noche á tratar conmigo, sabiendo de la suerte que estoy; y siento -muchisimo ver hayan podido tan poco con vos mis justos ruegos, que no -bastasen á obligaros á que, volviendoos á vuestra cama, dexa<span -class="pagenum" id="Page_129">p. 129</span>seis de entrar en la mia -con los excesos de aficion que la primer noche de nuestras bodas. Y -añadiendo agravio á agravio, habeisme dexado sin hablar palabra; si -bien doy por disculpa de vuestro silencio el justo empacho que os causó -el atrevimiento. No ignoro, señor, direis nació él del sobrado amor que -me teneis; y aunque esa parezca bastante disculpa, no la admito por -tal, pues habiais de considerar el tiempo y indispisicion mía, teniendo -algun respeto y sufrimiento á tan justo obstaculo; que no se perdia -el mundo en ser continente siete ó ocho dias más, cuando mucho; pero -pase esta, que os la perdona mi grande amor, con esperanças de enmienda -en lo porvenir. No se puede pintar la suspension que cayó en el animo -de Japelin cuando oyó á su esposa tales razones, y dichas con tantas -veras y circunstancias; y como era de agudo ingenio, sospechó luego -todo lo que podia ser, imaginando (como era la verdad) que el soldado -español habria dormido solo, por inconsideracion del paje de guarda, -el cual pensaba él le haria compañia en el aposento, sin dexarle á -solas, y que asi, con la ocasion, que es madre de graves maldades, -habria cometido aquel delito con artificioso silencio; y disimulando -cuanto pudo, le dixo á la dama: No haya más, mis ojos, por vida de los -vuestros; que del amor excesivo que os tengo ha nacido el desorden de -que os quexais; pero yo os prometo á ley de quien soy, corregirme, y -aun vengaros cabalmente de todo. Y volviendose á otro lado, dezia entre -dientes, bramando de colera: ¡Oh vil y alevoso soldado! por el cielo -santo juro de no volver á mi casa sin buscarte por todo el mundo y -hazerte pedazos do quiera que te encontrare:—tras lo cual, disimulando -con su muger con notable artificio, se despidió della fingiendo cierta -necesidad precisa. Llamó luego aparte un moço, diziendole: Ensillame -al punto, sin dezir cosa, el alazan español; que me importa ir fuera -en él con brevedad. Mientras el caballo se ensillaba se acabó de -vestir, y entrando en un aposento do tenia diferentes armas, sacó dél -un famoso venablo. Violo la dama, y recelosa le preguntó que pensaba -hazer de aquel venablo. Quierole (dixo él) inviar á un vecino nuestro -que ayer me le pidió prestado. ¿Que vecino puede ser nuestro (replicó -ella) que no tenga armas en su casa, y necesita de venir por ellas á -la nuestra? En verdad, mi bien, que si no lo recebis por enojo, que -me habeis de dezir para que es. El la respondió que no le importaba -nada á ella el saberlo; pero que con todo lo sabria dentro de breves -horas. Saliose tras esto fuera de la sala, demudado el rostro; y -despidiendo un sospiro tras otro, se baxó la escalera abaxo, y se puso -á pasear<span class="pagenum" id="Page_130">p. 130</span> delante la -caballeriza, aguardando le sacasen el caballo; y mientras el criado -tardaba en hazello, dezia con rabioso despecho entre sí: ¡Oh perverso y -vil español, que mal me has pagado la buena obra que te hize en darte -alojamiento, que no debiera! Aguarda, traidor adultero á costa de la -inocencia de mi engañada esposa; que te juro por las vidas della, de mi -hijo y mia, que te cueste la tuya la alevosia: vuela, infame, y mueve -los pies; que yo haré que los de mi caballo igualen al pensamiento con -que voy en tu busca, con determinacion de no volver á mi patrio suelo -hasta hallarte, aunque te escondas en las entrañas del mismo siciliano -Etna. No habia bien dicho estas razones, cuando el criado, que las -habia oido todas estando en la caballeriza, sacó della el caballo, en -el cual subió Japelin como un viento, diziendole á él que se quedasen -todos, sin acompañarle ninguno, pues no necesitaba de compañia en la -breve jornada que iba á hazer; y tomando el venablo, salió de casa, -dando de espuelas al caballo, hecho un frenetico, guiandole asi á la -parte y camino que entendia llevaba el soldado, dexando maravillados á -los criados de su casa la furia y repentina jornada con que la dexaba; -si bien de las palabras que dezia haberle oido el que le ensilló el -caballo, colegian iba tras el soldado por haberle hurtado algo de -casa, ó por haber dicho al salir della algunas palabras deshonestas -á su esposa, y que como tan celoso y noble, pretendia tomar vengança -de quien con solo el pensamiento le agraviaba. El caballero, en fin, -se dió tan buena maña en caminar tras el soldado, que dentro de una -hora le alcançó, y calandose el sombrero antes de emparejar con él, -porque no le conociese, en medio de un valle, sin que se recelase -el soldado ni tener testigos á quienes poder remitir la disposicion -de su violenta muerte, con la mayor presteza que pudo, sin hablar -palabra, le escondió el robusto y agraviado Japelin la ancha cuchilla -ó penetrante hierro del milanes venablo por las espaldas, sacandosele -más de dos palmos por delante, á vista de los lascivos ojos que en su -honestisima esposa puso, sin darle lugar de meter mano ni defenderse de -tan repentino asalto. Cayó luego en tierra el misero español...—¡Oh, -buena pascua le dé Dios y buen San Juan, dixo don Quixote! Ese sí que -fue buen caballero: en verdad que puede agradecer á su buena diligencia -el haberme ganado por la mano la toma de la vengança dese delito; -que, si no, juro por la vitoria que espero presto alcançar del rey de -Chipre, que la tomara yo dél tan inaudita, que pusiera terror hasta á -las narizes de los miseros y nefandos sodomitas, á quien abrasó Dios. -Pues á fe que si v. m., mi se<span class="pagenum" id="Page_131">p. -131</span>ñor, no lo hiziera, que yo acudiera á mi obligacion (dixo -Sancho), y que cuando eso de Sodoma y Gomorra, que v. m. dize, faltara, -le ahogara yo con un diluvio de gargajos como aquel del tiempo de Noe. -Pues no pára en esto, señores, la tragedia, dixo Bracamonte, ni la -vengança que Japelin tomó del soldado; porque luego, tras lo dicho, -se apeó del caballo, y sacando el venablo del cuerpo del cadaver, le -volvió á herir con él cinco ó seis vezes, haciendole pedazos la cabeça -y hechos con una crueldad inexplicable, pagando bien con muerte de -las dos vidas (á lo que se puede presumir) y con fin tan aciago el -pequeño gusto de su desenfrenado apetito, quedando alli revolcado en -su propria sangre para exemplo de temerarias deliberaciones y comida -de aves y bestias: el caballero, algo aconsolado con la referida -vengança que de su ofensor habia tomado, se volvió poco á poco hazia -su casa. En el tiempo que él tardó della, quiso la desgracia que su -muger, viendo eran más de las diez y no le veia ni sabia adonde estaba, -preguntó á un paje por él, y respondiole el indiscreto criado luego, -le dixo: Señora, mi señor ha ido fuera á caballo, con un venablo en -la mano, más ha de dos horas, sin criado alguno y no podemos imaginar -adonde ni adonde no; solo sé que iba demudadisimo de color y dando -algunos pequeños suspiros, mirando al cielo. Llegaron, estando en estas -razones, el moço de caballos, una criada y la ama que criaba el niño, -y la dixeron: V. m., mi señora, ha de saber que hay algun grande mal, -porque mi señor ha estado paseandose á la puerta de la caballeriza todo -el rato que yo tardé (dixo el moço) á ensillarle el caballo suspirando -y quexandose de aquel soldado español que esta noche durmió en la cama -y aposento del paje de camara, llamandole (aunque pensó que nadie le -oia) perverso y vil traidor y adultero á costa de la inocencia de -su engañada esposa; tras lo cual juró por su vida, la de v. m. y de -su hijo de hazerle pedazos, siguiendo hasta alcançarle; pero no le -oí jamas quexar de v. m.; antes me parece que en sus razones la iba -disculpando; tras lo cual, en sacandole el caballo, subió en él, y -salió de casa como rayo, en busca suya. Cuando la noble flamenca oyó -los ultimos acentos desta sospechosa nueva, cayó sobre la almohada, -de los braços de la criada que la habia levantado, y sentado en la -cama, con un mortal desmayo; y volviendo en sí al cabo de breve rato, -començó á llorar amargamente, sospechando (como era asi) que aquel que -la noche antes habia llegado á su cama sin duda habia sido el soldado -español, con quien, como ella misma tenia confesado á su marido, habia -cometido adulterio teniendole por su esposo. Co<span class="pagenum" -id="Page_132">p. 132</span>mençó pues con esta imaginacion á maldezir -su fortuna, diziendo: ¡Oh traidora, perversa y adultera de mí! ¿Con -que ojos osaré mirar á mi noble y querido esposo, habiendole quitado -en un instante la honra que en tantos años de proprio valor y natural -nobleza heredado tenia? ¡Oh ciega y desatinada hembra! ¿Como es posible -no echases de ver que el que con tanto silencio se metia en tu honesto -lecho no era tu marido, sino algun aleve tal cual el falso español? -¡Desdichada de mí! ¿Y con que cara osaré parecer delante de mi querido -Japelin, pues no hay duda sino que no seré creida dél por más que con -mil juramentos le asegure de mi inocencia, habiendo dado lugar á que -otros pies violasen su honrado talamo? Con razon, dulce esposo mio, -podrás quexarte de mí de aqui adelante, y negarme los amorosos favores -que me solias hazer en correspondencia de la fe grande que siempre -he profesado guardarte; pero ya justamente (pues he desdicho de mi -fidelidad, aunque tan sin culpa cuanto sabe el cielo) seré aborrecible -á tus ojos, pesada á tus oidos, desabrida á tu gusto, enojosa á tu -voluntad, é inutil finalmente á todas las cosas de tu provecho. Vuelve -presto, señor mio, si acaso has ido á matar al adultero español: con el -mismo venablo con que le castigares traspasa este desconocido y desleal -pecho; que pues fuí complice en el adulterio, justa cosa es iguale -tambien con él en la muerte: ven, digo, y toma entera vengança de mi -desconcierto, con la seguridad que puedes tener de quien, por muger y -culpada, no sabrá hazerte resistencia. Pero no es bien aguarde que tú -vengas á vengarte ni á castigar con el hierro del venablo el mio, sino -que es justo que yo te vengue de suerte que digas lo estás al igual -de mi alevosia y de la ofensa hecha. Y diziendo esto la desesperada -señora (que lo estaba de pasion, colera y corrimiento), saltó de la -cama, mesandose las rubias y compuestas trenças, y esmaltando sus -honestas mexillas con un diluvio de menudo y espeso aljofar que de sus -nublados ojos salia; y poniendose un faldellin, se començó á pasear -por la sala con tan descompuestos pasos, acompañados de sospiros, -sollozos y quexas por lo hecho, que no bastaban á consolarla todos -los de casa; antes su pena les tenia á todos necesitados de consuelo, -por lo mucho que les enternecia. Estando pues de la suerte que digo, -turbados ellos, el marido ausente, el adultero muerto, y ella fuera -de sí, se salió al patio á vista de todos; y despues de haber hecho -una nueva repeticion de las quexas dichas, se arrojó de cabeça en un -hondo pozo que en medio del patio habia, sin poder ser socorrida de -los que presentes estaban, haziendosela dos mil pedazos: de suerte -que<span class="pagenum" id="Page_133">p. 133</span> cuando llegó al -suelo el cuerpo, habia ya llegado su alma libre dél en bien diferente -lugar del en que yo querria llegase la mia á la hora de mi muerte. -Aumentaronse las vozes y gritos de los de casa con el nuevo y funesto -espectaculo; y con la turbacion, unos acudian á mirar el pozo, otros -á dar gritos á la calle, con los cuales se alborotó toda: de suerte -que en un instante se vió la casa llena de gente afligida toda, y -toda ocupada ó en consolar á los de ella ó en echar sogas y cuerdas, -aunque en vano, pensando podria ser socorrida quien ya no estaba en -estado de poderlo ser. Entre esta universal turbacion sucedió llegar á -su casa el desdichado Japelin, ignorante de la desgracia que acababa -de suceder en ella; y maravillado de ver tantas personas juntas en su -patio, unas de pie sobre el brocal del pozo, otras al derredor dél, -y todas llorando, entró con su caballo y el venablo ensagrentado en -la mano; y preguntando que habia de nuevo, llegaron los criados de la -casa, dando una mano con otra y arañandose la cara, diziendo: ¡Ay, mi -señor, que acaba de suceder la mayor desgracia que los nacidos hayan -visto! pues mi señora, sin que sepamos por que, quexandose de aquel -maldito español que esta noche durmió en casa, llamandose engañada -y adultera, y diziendo palabras que moviera á compasion á una peña, -arrancandose á puños los cabellos, se echó, sin que la pudiesemos -remediar, de cabeça en este hondo pozo, donde se hizo pedazos antes -de llegar al suelo. El caballero, en oyendo tal, se quedó atonito -sin hablar palabra por grande rato; y de alli á poco, vuelto en sí, -se arrojó del caballo, y teniendose en el suelo, empeçó á lamentarse -amargamente, suspirando y arrancandose con dolor increible las barbas, -diziendo en presencia de todos: ¡Ay muger de mi alma! ¿Que es esto? -¿Como te apartaste de mí? ¿Como me dexaste, serafin mio, solo y sin -llevarme contigo? ¡Ay esposa mia y bien mio! ¿Que culpa tenias, si -aquel enemigo español te engañó fingiendo ser tu amado marido? El solo -tenia la culpa; pero ya pagó la pena. ¡Ay prenda de mis ojos! ¿Como -será posible que yo viva un dia entero sin verte? ¿Adonde te fuiste, -señora de mis ojos? Aguardaras siquiera á que yo volviera de vengarte, -como agora vengo, y mataraste despues; que yo te acompañara en la -muerte, como lo he hecho en vida. ¡Ay de mí! ¿Que haré? ¡Triste de mí! -¿A donde iré ó que consejo tomaré? Pero ya le tengo tomado conmigo. Y -diziendo esto, se levantó muy furioso, y metiendo mano á la espada, -dezia: Juro por Dios verdadero que el que llegare á estorbarme lo que -voy á executar ha de probar los filos de mi cortadora espada, sea quien -se fuere.<span class="pagenum" id="Page_134">p. 134</span> Llegose -tras esto al brocal del pozo, haziendo una grandisima lamentacion, -diziendo: Si tú ¡oh muger mia! te desesperaste sin razon ninguna, y -tu anima está en parte adonde no puedo acompañarla si no te imito en -la muerte, razon será y justicia, pues tanto te amé y quise en vida, -que no procure estar eternamente sino en la parte en que estuvieres; -y asi, no temas, dulcisima prenda mia, que tarde en acompañarte. Como -la gente que presente estaba, que no era poca y entre quien habia -muchos caballeros y nobles de la ciudad, oyeron lo que dezia, porque -no sucediese alguna desgracia se llegaron á él á darle algun consuelo, -el cual estuvo escuchando echado de pechos sobre el brocal del pozo; -y volviendo la cabeça de alli á un rato, vió cerca de sí á la ama -que criaba su hijo, llorando amargamente con el niño en los braços; -llegandose á ella con una furia diabolica, se le arrebató, y asiendole -por la faja, dió con él cuatro ó seis golpes sobre la piedra del pozo, -de suerte que le hizo la cabeza y braços dos mil pedazos, causando -en todos esta desesperada determinacion increible lastima y espanto; -si bien con todo, ninguno osaba llegarsele, temiendo su diabolica -furia. Con lo cual començó tras esto á darse de bofetadas, diziendo: -No viva hijo de un tan desventurado padre y de madre tan infeliz, ni -haya tampoco memoria de un hombre cual yo en el mundo. Y diziendo -esto, començó á llamar á su muger y á dezir: Señora y bien mio, si -tú no estás en el cielo, ni yo quiero cielo ni paraiso, pues donde -tú estuvieres estaré yo consoladisimo, siendo imposible que la pena -del infierno me la dé estando contigo; porque donde tu estás no puede -estar sino toda mi gloria. Ya voy, señora mia, aguarda, aguarda. Y con -esto, sin poder ser detenido de nadie, se arrojó tambien de cabeça en -el mismo pozo, haziendosela mil pedazos, y cayendo su desventurado -cuerpo sobre el de su triste muger. Aqui fue el renovar los llantos -cuantos presentes estaban; aqui el levantar las vozes al cielo, y el -hinchirse la casa y calle de gente, maravillados cuantos llegaban á -ella de semejante caso. A las nuevas dél, vino luego el gobernador de -la ciudad, y informado del desdichado suceso, hizo sacar los cuerpos -del pozo, y con parecer del obispo, los llevaron á un bosque vecino á -la ciudad, donde fueron quemados, y echadas sus cenizas en un arroyo -que cerca dél pasaba. En verdad que merece, dixo Sancho, el señor -Bracamonte remojar el gaznate, segun se le ha enjugado en contar la -vida y muerte, osequias y cabo de año de toda la familia flamenca de -aquel malogrado caballero: yo reniego de su vengança, y mi anima con la -de san Pedro. No dize mal Sancho, dixo uno de los canonigos; por<span -class="pagenum" id="Page_135">p. 135</span>que muy de temer es el -fin triste de todos los interlocutores desa tragedia; pero no podran -tenerle mejor (moralmente hablando) los principales personages della, -habiendo dexado el estado de religiosos que habian empeçado á tomar, -pues, como dixo bien el sabio prior al galan cuando quiso salirse de la -religion, por maravilla acaban bien los que la dexan. En verdad, dixo -don Quixote, que si el señor Japelin acabara tan bien su vida cuanto -honrosamente acabó la del adultero soldado, que diera por ser él la -mitad del reino de Chipre, que tengo de ganar; pues como muriera, no -desesperado como murió, sino en alguna batalla, quedara gloriosisimo; -que en fin un bel morir tutta la vita onora. Quiso Sancho salir á -contar otro cuento, y impidieronselo los canonigos y su amo, diziendo -que despues le contaria; que ahora era bien, guardando el decoro á los -habitos religiosos de aquel venerable señor ermitaño, darle la primer -tanda. Y asi le suplicaron la aceptase, contandoles algo que fuese -menos melancolico que el cuento pasado, y que no pusiese como él las -almas de todas las figuras en el infierno; porque era cosa que los -habia dexado tristisimos; si bien todos alabaron al curioso soldado de -la buena disposicion de la historia, y de la propriedad y honestidad -con que habia tratado cosas que de sí eran algo infames. Excusose el -ermitaño cuanto pudo, y viendo era en vano, con pretesto de que nadie -interromperia el hilo de su historia, empeçó la siguiente, diferente en -todo de la pasada, y más en el fin.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_17"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XVII</h2> - <p class="subh2c">En que el ermitaño da principio á su cuento de - los Felizes Amantes.</p> -</div> - -<p>Cerca los muros de una ciudad de las buenas de España hay un -monasterio de religiosas de cierta orden, en el cual habia una, entre -otras, que lo era tanto, que no era menos conocida por su honestidad -y virtudes, que por su rara belleza: llamabase doña Luisa, la cual, -yendo cada dia creciendo de virtud en virtud, llegó á ser tan famosa -en ella, que por su oracion, penitencia y recogimiento mereció que -siendo de solos veinte y cinco años, la eligiesen por su perlada las -religiosas del convento, de comun acuerdo, en el cual cargo procedió -con tanto exemplo y discrecion, que cuantos la conocian y trataban la -tenian por un angel del cielo. Sucedió pues que cierta tarde, estando -en el locutorio del convento un caballero llamado don Gregorio, -moço rico, galan y discreto, hablando con una deuda suya, llegó la -Priora,<span class="pagenum" id="Page_136">p. 136</span> á quien él -conocia bien por haberse criado juntos cuando niño, y aun querido -algo con sencillo amor, por la vecindad de las casas de sus padres; y -viendola él, se levantó con el sombrero en la mano, y pidiendola de su -salud, y suplicandola emplease la cumplida de que gozaba en cosas de -su servicio, le dixo ella: Esté v. m., mi señor don Gregorio, muy en -hora buena, y sepamos de su boca lo que hay de nuevo, ya que sabemos -de su valor con la merced que nos haze. Ninguna, respondió él, puede -hazer quien nació para servir hasta los perros desta dichosa casa: -ni sé nuevas de que avisar á v. m., pues no lo seran de que de las -obligaciones que tengo á mi prima nacen mis frecuentes visitas, y la -que hoy hago es á cuenta de un deudo que le suplica en un papel le -regale con no sé que alcorzas, en cambio de ocho varas de un picotillo -famoso ó perpetuan vareteado que le envia. Bien me parece, dixo la -Priora; pero con todo, v. m. me la ha de hazer á mí de que, en acabando -con doña Catalina, se sirva de llevar de mi parte este papel á mi -hermana; que basta dezir esto para que sepa en que convento, pues -no tengo más que la religiosa, de la cual aguardo ciertas floreras -para una fiesta de la Virgen que tengo de hazer, con obligacion de -que ha de dar orden v. m. en que se me traigan esta tarde con la -respuesta; que por ser el recado de cosa tan justificada, y v. m. tan -señor mio casi desde la cuna, me atrevo á usar esta llaneza. Puede -v. m., respondió el caballero, mandarme, mi señora, cosas de mayor -consideracion; que pues no me falta para conocer mis obligaciones, -tampoco me faltará, mientras viva, el gusto de acudir á ellas; que -más en la memoria tengo los pueriles juguetes y los asomos que entre -ellos dí de muy aficionado servidor dese singular valor, de lo que v. -m. puede representarme. Riose la Priora, y medio corriose de la preñez -de dichas razones, con que se despidió luego, diziendo lo hazia por no -impedir la buena conversacion, y porque le quedase lugar de hazerle -la merced suplicada, cuya respuesta quedaba aguardando. Apenas se -hubo despedido ella, cuando don Gregorio hizo lo mismo de su prima, -deseosisimo de mostrar su voluntad en la brevedad con que acudia á lo -que se le habia mandado. Fue al monasterio do estaba la hermana de la -Priora, cuyas memorias fueron representando de suerte á la suya su -singular perfecion, hermosura, cortesia de palabras, discrecion, y -la gravedad y decoro de su persona, juntamente con la prudencia con -que le habia dado pie para que, sirviendola en aquella niñeria, la -visitase, que con la bateria deste pensamiento se le fue aficionando -en tanto extremo, que propuso descubrille muy de<span class="pagenum" -id="Page_137">p. 137</span> proposito el infinito deseo que tenia de -servilla, luego que volviese á traelle la respuesta. Llegó con esta -resolucion al torno del convento de la hermana; llamola, diole el papel -y prisa por su respuesta, y ofreciosele cuanto pudo; y agradeciendo su -termino doña Ines (que este era el nombre de la hermana de la Priora), -diole la deseada respuesta á él, y á un paje suyo las curiosas flores -de seda que pedia, compuestas en un açafate grande de vistosos mimbres. -Volvió luego, contentisimo con todo, don Gregorio á los ojos de la -discreta Priora, y llegando al torno de su convento y llamandola, pasó -al mismo locutorio en que la habia hablado, por orden della, no poco -loco del gozo que sintió su animo, por la ocasion que se le ofrecia de -explicarle su deseo en la platica, que de proposito pensaba alargar -para este efecto, como quien totalmente estaba ya enamorado della. -Apenas entró en la grada el recien amartelado mancebo, cuando acudió -á ella la Priora, diziendole: A fe, mi señor don Gregorio, que haze -fielmente v. m. el ofizio de recaudero, pues dentro de una hora me veo -con las deseadas flores, respuesta de mi hermana, y en presencia de v. -m., á quien vengo á agradecer como debo tan extraordinaria diligencia. -Señora mia, respondió él, por eso dize el refran: Al moço malo ponedle -la mesa y enviadle al recaudo. Está bien dicho, replicó ella; pero -ese proverbio no haze (á mi juizio) al proposito; porque ni á v. m. -tengo por malo ni en esta grada hay mesa puesta, ni es hora de comer; -si no es que v. m. lo diga (que á eso obligan esas razones) porque le -sirva con algunas pastillas de boca ó otra niñeria de dulce; y si á -ese fin se dirige el refran, acudiré presto á mi obligacion con grande -gusto. No ha dado v. m. en el blanco, respondió don Gregorio; que sin -que hable de pastillas ni conservas, sustentaré facilmente se halla -y verifica en este locutorio cuanto el refran dize. ¿Como, respondió -doña Luisa, me probará v. m. que es mal moço? Lo más facil de probar, -dixo él, es eso, pues malo es todo aquello que para el fin deseado -vale poco; y valiendolo yo para cosas del servicio de v. m., que es lo -que más deseo, y á quien tengo puesta la mira, bien claro se sigue mi -poco valor; y no teniendole, ¿que puedo tener de bondad, si ya no es -que la de v. m. me la comunique, como quien está riquisima della y de -perfeciones? Gran retorico, dixo la Priora, viene v. m., y más de lo -que por acá lo somos para responderle; que, en fin, somos mugeres que -no vamos por el camino carretero, hablando á lo sano de Castilla la -Vieja; aunque, con todo, no dexaré de obligarle á que me pruebe como -se salva lo que dixo, que dexó la mesa puesta<span class="pagenum" -id="Page_138">p. 138</span> cuando fue con el papel que le supliqué -llevase á mi hermana, ya que aparentemente me ha probado que es -mal moço. Eso, señora mia, respondió él, tambien me será cosa poco -dificultosa de probar; porque donde se ve el alegria de los convidados -y el contento y regocijo de los moços pereçosos, juntamente con el -concurso de pobres que se llegan á la puerta, se dize que está ya la -mesa puesta y que hay convite; lo mismo colegí yo del gozo que sentí -cuando merecí ver esa generosa presencia de v. m., que se me ofrecia -con ella, pues vi en ese bello aspecto, digno de todo respeto, una -esplendidisima mesa de regalados manjares para el gusto, pues le tuve -y tengo el mayor que jamas he tenido, en ver la virtud que resplandece -en v. m., pan confortativo de mis desmayados alientos, acompañada -de la sal de sus gracias, y vino de su risueña afabilidad; si bien -me acobarda el cuchillo del rigor con que espero ha de tratar su -honestidad mi atrevimiento, si ya esa singular hermosura, despertador -concertado dél, no le disculpa. Quedosela mirando sin pestañear, -dichas estas razones, saltaronseles tras ellas algunas lagrimas de los -amorosos ojos, harto bien vistas y mejor notadas de doña Luisa, á cuyo -coraçon dieron no pequeña bateria; aunque disimulandola, y encubriendo -cuanto pudo la turbacion que le causaron, le respondió con alegre -rostro, diziendo: Jamas pensara de la mucha prudencia y discrecion de -v. m., señor don Gregorio, que, conociendome tantos años ha, pudiese -juzgarme por tan bozal, que no llegue á conocer la doblez de sus -palabras, el fingimiento de sus razones y la falsedad de los argumentos -con que ha querido probar la suficiencia de mi corto caudal; mas pase -por agora el donaire (que por tal tengo cuanto v. m. ha dicho); y pues -tiene en esta casa prima de las prendas de doña Catalina, que le desea -servir en extremo, no tiene que pretender más, pues cuando lo haga no -sacará de sus desvelos sino un alquitran de deseos dificiles de apagar -si una vez cobran fuerça, pues la mesma imposibilidad les sirve á -los tales de ordinario incentivo, en quien se ceban, pues de contino -el objeto presente, que mueve con más eficacia que el ausente á la -potencia muestra la suya cuando lucha con los imposibles que tenemos -las religiosas. Con esto (pues v. m. me entenderá como discreto) pienso -he bastantisimamente satisfecho á las palabras y muestras de voluntad -de v. m.; y con ello se despide la mia; pero no de que me mande cosas -de su servicio, más conformes á razon y de menos imposibilidad; que -haziendolo, podrá v. m. acudir una y mil vezes á probar las veras de -mi agradecimiento; y cuando las ocupaciones de mi ofizio me tuvieren -ocupada,<span class="pagenum" id="Page_139">p. 139</span> no faltaran -religiosas de buen gusto que no lo estén para acudir en mi lugar á -servir y entretener á v. m. Habia estado don Gregorio oyendo esta -despedida equivoca con estraña suspension, mirando siempre de hito en -hito á quien se la daba; y desocupado de oir, respondió agradecia mucho -la merced que se le hazia, pues cualquiera, por pequeña que fuese, le -sobraba; pero que entendia quedaba de suerte con la llaga que la vista -de sus blancas tocas y bellisimo rostro (manteles ricos de la mesa que -de sus gracias habia puesto á su voluntad) le habia causado, que tenia -su vida por muy corta si su mano, en quien ella estaba, no le concedia -algun remedio para sustentarla. Despidiose la Priora tras esto dél, -diziendole se reportase, y fiase lo demas del tiempo y de la frecuencia -de las visitas, para las cuales de nuevo le daba licencia. Volviose don -Gregorio á su casa tan enamorado de doña Luisa, que de ninguna manera -podia hallar sosiego: acostose sin cenar, lamentandose lo más de la -noche de su fortuna y de la triste hora en que habia visto el bello -angel de la Priora, la cual luego tambien que se apartó dél se subió -con el mismo cuidado á su celda, do començó á revolver en su coraçon -las cuerdas razones que don Gregorio le habia dicho, las lagrimas que -en su presencia y por su amor habia derramado, la aficion grande que -le mostraba tener, y el peligro de la vida con que á su parecer iba si -no le hazia algun favor; y el ser él tan principal y gentil hombre, -y conocido suyo desde niño, ayudó á que el demonio (que lo que á las -mugeres se dize una vez, se lo dize á solas él diez) tuviese bastante -leña con ello para encender, como encendió, el lascivo fuego con que -començó á abrasarse el casto coraçon de la descuidada Priora; y fue -tan cruel el incendio, que pasó con él la noche con la misma inquietud -que la pasó don Gregorio, imaginando siempre en la traça que tendria -para declararle su amoroso intento. Venida la mañana, baxó luego con -este cuidado al torno, y llamando una confidente mandadera, le dixo: -Id luego á casa del señor don Gregorio, primo de doña Catalina, y -dezidle de mi parte que le beso las manos, y que le suplico me haga -merced de llegarse acá esta tarde; que tengo que tratar con él un -negocio de importancia. Fue al punto la recaudera, cuyo recado recebió -don Gregorio con el gusto que imaginar se puede, asentado en la cama; -de la cual no pensaba levantarse tan presto, y dixo á la muger: Dezid -á la señora Priora que beso á su merced las manos, y que me habeis -hallado en la cama, en la cual estaba de suerte, que, á no mandarmelo -su merced, no me levantara della en muchos dias, porque el mal con que -sali<span class="pagenum" id="Page_140">p. 140</span> de su presencia -ayer tarde me ha apretado esta noche con increible fuerça; pero ya -con el recado cobro la necesaria para poder acudir, como acudiré á -las dos en punto, á ver lo que manda su merced. Fuese la mandadera, y -quedó el amante caballero totalmente maravillado de aquella novedad, -y no sabia á que atribuirla: por una parte consideraba el rigor con -que el dia pasado le habia despedido; y por otra, el enviarle á llamar -tan de prisa para comunicarle (como la mandadera le habia dicho) un -negocio de importancia, le aseguraba ó prometia algun piadoso remedio. -Aguardaba con sumo deseo el fin de la visita, y llegada la hora de -hazella, fue puntualisimamente al convento; y avisando en el torno, -y cobrada respuesta en él de que pasase á la grada, fue á ella, do -estuvo esperando á que la Priora saliese, haziendosele cada instante de -su tardanza un siglo; pero salió dentro de breve rato, risueña y con -muestras de mucha afabilidad, diziendole, no sin turbacion interior: -No quiere tan mal á v. m. como piensa, mi señor don Gregorio, quien -le ha enviado á llamar en amaneciendo con tanto cuidado; pero hanmele -causado tan grande las muestras de indisposicion con que v. m. se fue -anoche, que temiendo no naciese ella del cansancio tomado en ir y venir -del convento de mi hermana á este á mi cuenta, me ha parecido quedaba -tambien á ella el saber, lo uno de su salud, y lo otro el divertille -esta tarde de la pasada melancolia, causada de mi inadvertencia; -que sin duda de la que debi tener en el hablar tomó v. m. ocasion -para dezirme aquellas tan amorosas cuanto estudiadas razones con que -pretendió darme á entender, á vueltas de aquellas fingidas lagrimas, -le desvelaban mis memorias y enamoraban mis cortas prendas; pero no -le ha salido mal el intento, si le tuvo de obligarme con eso á que le -enviase á llamar, pues en efecto ha salido con él; y si ese ha sido -el artificio motriz de aquel fingimiento, digame v. m. agora sin él, -pues me tiene presente, su pretension; que para ello le da cumplidisima -licencia mi natural vergüença, pues (como dizen) el oir no puede -ofender; y hago esto porque, como me dixo v. m. al despedirse, habia yo -de ser causa de su temprana muerte, no me ha parecido debia dar lugar -á que el mundo me tuviese por homicida de quien tantas partes tiene, y -es por ellas digno de vivir los años que mi buen deseo suplica á Dios -le dé de vida, confiada en que no perderemos nada los desta casa en -que la tenga larguisima quien tan bienhechor es della. Respondiole don -Gregorio, cobrando un nuevo y cortes atrevimiento, diziendo: Ha sido -tan grande, señora mia, la merced que hoy se me ha hecho y va haziendo -agora, y ha<span class="pagenum" id="Page_141">p. 141</span>llome -tan incapaz de merecerla, que me parece que aunque los años de mi -vida llegasen á ser tantos cuantos prometen los nobles y religiosos -deseos de v. m., no podia pagar en ellos, por más que los emplease en -servicio de esta casa, la minima parte della; pero ya que no la puedo -pagar con caudal equivalente, pagarela, á lo menos, con el que agora -corre entre discretos, que es con notable agradecimiento y confesion -de perpetuo reconocimiento; aunque quiero que v. m. entienda (y esto -sabe el cielo cuanta verdad es) que si no acudiera con la brevedad -que acudió con el recaudo y esperanças de su visita, ya no la tuviera -yo, ni vida con ella, á la hora presente, segun me apretaba la pasion -amorosa que las gracias de v. m. me causan; pero ya de aqui adelante -pretendo mirar por mi vida, para tener siquiera qué emplear en servicio -de quien tan bien sabe darmela cuando menos la confio; y porque acabe -de conocer proseguirá v. m. el hazermela, quiero atrevidamente pedir -otra de nuevo, confiado en lo que acaba de dezir, de que gusta de mi -vida. Veamos, dixo la Priora, que cosa es, y conforme á la peticion, -se podrá facilmente juzgar si será justo concederla ó no: diga v. m. -Yo, señora, no pido nada, replicó él; que no querria me sucediese lo -de anoche, de dar pesadumbre á v. m. Sin duda, dixo ella, que debe de -ser, segun se le haze de mal el dezirlo, algun pie de monte de oro. No -es, respondió don Gregorio, sino una mano de plata (que tales son las -blanquisimas de v. m.) para besarla por entre esta reja. Aunque haya -sido atrevimiento, señor don Gregorio, replicó la Priora, no dexaré -de usar desa llaneza y libertad, por haberlo prometido;—y sacando -de un curioso guante la mano, la metió por la reja, y don Gregorio, -loco de contento, la besó, haziendo y diziendo con ella mil amorosas -agudezas, y ella le dixo: Agora ¿estará v. m. contento? Estoylo tanto, -replicó el nuevo amante, que salgo de juizio, pues con esto cobro -nueva vida, nuevo aliento, nuevo gozo, y sobre todo, nuevas esperanças -de que se lograrán más de cada dia las mias; y asi podré dezir está -todo mi ser en la mano de v. m., en la cual, como pongo los ojos, -pongo y pondré mientras viva mis deseos y memorias. Pues, señor don -Gregorio, dixo doña Luisa, ya no es tiempo de disimulacion ni de que -v. m. ignore que si me ama con las veras que finge, no haze cosa que -no me la deba; y si he disimulado hasta agora, ha sido no con poca -violencia de mi voluntad; pero forçabanla el ser muger y religiosa y -cabeça de cuantas lo son en esta grave casa, y tambien que deseaba -enterarme y ver si la perseverancia confirmaba los asomos del amor que -con palabras y lagrimas me començó á mostrar; pe<span class="pagenum" -id="Page_142">p. 142</span>ro ya que mi ceguera me obliga á que crea -lo que tan dificil es de averiguar, digo que soy contentisima de que -todos los dias me visite, y aun le suplico lo haga, variando las horas -para mayor disimulacion; y advierta v. m. hago más en confesarme ciega -y amante, que en cuanto tras eso diere lugar á v. m., pues el mayor -imposible que sentimos las mugeres es el haber de otorgar amamos á -quien con sola esa confesion suele tomar animo para condenarnos á -perpetuo desprecio y desesperados celos: ¡plegue á Dios no me suceda á -mí asi! Libertad terná v. m. de hablarme sin impedimento; que el ser -priora me da aquella y me quita estos; y crea v. m. que perseverando, -pienso serle autora de mayores servicios; y baste por agora, y v. m. -se vaya; que quedo confusisima de mi determinacion y de la poca fuerça -que en mí siento para resistir á mayores baterias; y lo demas quede -para otro dia. Despidieronse con esto, quedando los dos tan enamorados -como dirá el suceso del verdadero cuento. Luego començaron á andar -los recaudos, los billetes, y á frecuentarse las visitas, enviandose -regalos y presentes de una parte y otra con tanta frecuencia, que ya -daban de sí no poca nota; si bien, como todos veian la autoridad de la -Priora, no reparaban tanto en ello como fuera razon. Duroles este trato -por más de seis meses, hasta que, estando los dos un dia hablando en el -locutorio, començó don Gregorio á maldezir las rejas, que eran estorbo -de que él gozase del mejor bien que gozar podia y deseaba; y lo mesmo -dezia ella; que era de suerte su amor, y estaba tan perdida por el -moço, y tan otra de lo que solia, y era tan frecuentadora de billetes y -ternuras, que hasta el mismo don Gregorio se espantaba de verla tal; y -fue de manera, que ella fue quien dió principio á su misma perdicion, -pues le dixo esa mesma tarde: ¿Es posible, señor, que mostrandome el -amor que me mostrais, seais tan pusilanime y tan para poco, que no deis -traça de entrar de noche por alguna secreta parte adonde podamos gozar -ambos sin çoçobras el dulce fruto de nuestros amores? ¿No advertis -que soy priora y que tengo libertad para poderlo hazer con el debido -secreto? Yo, á lo menos, de mi parte, si vos os disponeis para ello, -harto bien traçado lo tengo con mi deseo y facilitado con vuestra -cobardia; y aun si no fuera ella tanta, podriais sacarme de aqui y -llevarme adonde os diese gusto, pues vivo y estoy en todo dispuesta de -seguir el vuestro. Maravillado don Gregorio desta determinacion, la -respondió: Ya, prenda mia, os he dicho muchas vezes que estoy aparejado -para todo aquello que fuere de vuestro entretenimiento y regalo; y asi, -pues me en<span class="pagenum" id="Page_143">p. 143</span>señais lo -que debo hazer, será el negocio desta manera. Yo tomaré dos caballos -de casa de mi padre, recogiendo juntamente della todo el más dinero -que pudiere, y vendré á la media noche por la parte del convento que -mejor y más secreto os pareciere; y saliendo dél, subireis en el uno, -yo en el otro, y asi nos iremos juntos á media posta á algun reino -estraño, donde, sin ser conocidos, podremos vivir todo el tiempo que -nos diere gusto; y vos, pues teneis las llaves del dinero, plata y -depositos deste convento, podreis tambien recoger la mayor suma de -cosas de valor que podais, para que vamos asi seguros de no vernos -jamas en necesidad. Asi me parece bien, replicó ella, que se debe -hazer. Quedaron desde luego de concierto de que su ida fuese á la una -de la noche del siguiente domingo, despues de dichos los maitines, hora -en que el galan sin falta estaria aguardando á la puerta de la iglesia -con los caballos; que pues ella se quedaba las noches con las llaves -de casa, facilmente podria abrir la sacristia, y salir por ella al -dicho puesto por la puerta principal de la iglesia, con presupuesto de -caminar la misma noche diez ó doze leguas á toda deligencia, para que -cuando los echasen menos fuese más dificultoso el hallarlos. Con este -concierto y con el de que don Gregorio le enviaria bien envueltos, como -si fuese colgadura, unos curiosos vestidos de dama con que saliese, -se despidieron; y en haziendolo, començó la Priora á dar orden en su -partida, cosiendo en un honesto faldellin que habia de llevar debaxo, -las doblas que pudo recoger, que no fueron pocas, poniendo en una bolsa -otra gran cantidad de moneda de plata, para llevarla más á mano; de -suerte que sacó del convento entre moneda y joyas más de mil ducados. -La mesma prevencion hizo don Gregorio, el cual, contrahaziendo las -llaves de ciertos cofres de su padre, sacó dellos más de otros mil -ducados, sin otra gran cantidad de dineros que pidió prestados á -amigos; que con la confianza de que era hijo unico y mayorazgo de -caballeros de más de tres mil de renta, fue facil hallar algunos que -se los prestasen. Llegado el concertado domingo, á las doze de media -noche, hora de universal silencio por la seguridad que dan los primeros -sueños, que, por serlo, son más profundos, se baxó don Gregorio con -la aprestada maleta de lo que habia de llevar, á la caballeriza, y -ensillando en ella dos de los mejores caballos, sin ser de nadie -sentido se salió de casa, y fue al monasterio, do estuvo aguardando en -la puerta de la iglesia á que su querida doña Luisa saliese, la cual, -acabados los maitines, se volvió á su celda, y quitandose en ella -los habitos, se vistió las ropas de secular que don Gregorio<span -class="pagenum" id="Page_144">p. 144</span> le habia enviado, y tenia -en un arca, como queda dicho; y poniendo las de religiosa sobre una -mesa, y dexando alli una bien larga carta escrita de la causa que sus -amores le dieron para irse (como se iba) con don Gregorio, dexó, ni más -ni menos, alli una vela encendida, con el breviario y rosario, de quien -siempre habia sido devotisima, y por él lo habia sido en sumo grado de -la Virgen, señora nuestra, toda su vida; y tomando tras esto un gran -manojo de llaves, las cuales eran de toda la casa y de la iglesia, se -salió de la celda lo más pasito que le fue posible, y se fue por el -claustro, y baxó á la sacristia; y abriendola sin ser sentida, salió -al cuerpo de la iglesia con las llaves en la mano; y habiendo de pasar -al salir della por delante de un altar de la Virgen benditisima, de -cuya imagen era particular devota, y le celebraba todas las fiestas -suyas con la mayor solenidad y devocion que podia, á la que llegó -delante della, se hincó de rodillas, diziendo con particular ternura -interior y notable cariño de despedirse della, privandose del verla, -porque era la cosa que más queria en esta vida: Madre de Dios y Virgen -purisima, sabe el cielo y sabeis vos cuanto siento el ausentarme de -vuestros ojos; pero estan tan ciegos los mios por el moço que me lleva, -sin hallar fuerças en mí, con que resistir á la pasion amorosa que -me lleva tras sí, voy yo tras ella sin reparar en los inconvenientes -y daños que me estan amenaçando; pero no quiero emprender la jornada -sin encomendaros, Señora, como os encomiendo con las mayores veras que -puedo, estas religiosas que hasta ahora han estado á mi cargo: tenedle -pues dellas, Madre de piedad, pues son vuestras hijas, á las cuales -yo, como mala madastra, dexo y desamparo: amparadlas, digo, Virgen -santisima, por vuestra angelica puridad, como verdadero manantial de -todas las misericordias, siendo como sois la madre de la fuente dellas: -de Cristo, digo, nuestro Dios y Señor. Volved y mirad, os suplico otra -vez, en mi lugar, por estas siervas vuestras que aqui quedan, más -cuidadosas de su limpieza y salvacion que yo, que voy despeñandome -tras lo que me ha de hazer perder lo uno y lo otro, si vos, Señora, -no os apiadais de mí; pero confio que lo hareis, obligada de vuestra -inexplicable y natural piedad y de la devocion con que siempre he -rezado vuestro santisimo rosario. Y dicha esta breve oracion, y hecha -tras ella una profunda reverencia á la imagen, abrió el postigo de la -iglesia, y abierto, se volvió á dexar las llaves delante del dicho -altar de la Virgen, tras lo cual se salió á la calle, entornando -tras sí la puerta. Apenas estuvo fuera della, cuando le salió al -encuentro don Gregorio, que la estaba aguar<span class="pagenum" -id="Page_145">p. 145</span>dando hecho ojos, y tomandola en braços -(tras haberla tenido un breve rato entre los suyos amorosos haziendo -desenvolturas que el recelo de no ser vistos le consintió), la subió -en el caballo que le pareció más manso, con que començaron luego á -caminar de suerte que los vino á tomar el dia seis ó siete leguas lexos -de adonde habian salido; y en el primer lugar se proveyeron de todo -lo necesario tocante á la comida, con fin de no entrar en poblado, -si no fuese de noche, para hurtar asi el cuerpo á la mucha gente que -tenian por sin duda iria en su busca. En efeto, señores, que aquella -habia profesado y prometido castidad á Dios, y la habia guardado hasta -entonzes con notables muestras de virtud, permitiendolo asi su divina -Magestad por su secreto juizio y por dar muestras de su omnipotencia -(la cual manifiesta, como canta la Iglesia, en perdonar á grandes -pecadores gravisimos pecados), y por mostrar tambien lo que con él -vale la intercesion de la Virgen gloriosisima, madre suya, y con -cuantas veras la interpone ella en favor de los devotos de su santisimo -rosario, la perdió por un deleite sensual y momentaneo, yendo á rienda -suelta por el camino fragoso de sus torpezas, olvidada de Dios, de su -profesion y de todos los buenos respetos que á quien era debia. Mas no -hay que maravillarse hiziese esto, dexada de la mano de Dios, pues, -como dize san Agustin, más hay que espantarse de los pecados que dexa -de hazer el alma á quien desampara su divina misericordia, que de los -que comete; que eso, dize David, vozean los demonios, enemigos de -nuestra salvacion, al hombre que llega á tal miseria tomando animo por -ello de perseguirle, y prometiendose vencerle en todo genero de vicios: -Deus dereliquit eum: persequimini et comprehendite eum, quia non est -qui eripiat. Continuaron su camino los ciegos amantes, con los justos -miedos y sobresaltos que imaginar se pueden de quien anda en desgracia -de Dios, algunos dias, sin parar jamas hasta que llegaron á la gran -ciudad de Lisboa, cabeça del ilustre reino de Portugal. Alli pues hizo -don Gregorio una carta falsa de matrimonio, y alquilando una buena -casa, compró sillas, tapices, bufetes, camas y estrado con almohadas -para su dama, con el demas ajuar necesario para moblar una honrada -casa, comprando juntamente para el servicio della un negro y una negra: -cargó tras esto de galas y joyas para adorno suyo y de su bella doña -Luisa. Pasaron la vida muchos dias, acudiendo en aquella ciudad á todo -cuanto apetecian sus ciegos sentidos, como fuese de entretenimiento, -disolucion y fausto, sin perder fiesta ni comedia la gallarda -forastera (que asi la llamaban los portugueses)<span class="pagenum" -id="Page_146">p. 146</span> de cuantas en Lisboa se hazian. Paseaba -tambien sus calles don Gregorio de dia, ya con una gala y caballo, y ya -con otro, gozando sin escrupulo ninguno de conciencia de aquella pobre -apostata perlada, olvidado totalmente de Dios y sin rastro de temor -de su divina justicia; porque, como dize el Espiritu Santo por boca -de Salomon, lo que menos teme el malo cuando llega á lo ultimo de su -maldad, es á Dios. Dos años estuvieron en Lisboa los ciegos amantes, -gastandolos en la vida más libre y deleitosa que imaginarse puede, -pues todo fue galas, convites, fiestas, y sobre todo juegos, á que don -Gregorio se dió sin moderacion alguna.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_18"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XVIII</h2> - <p class="subh2h">En que el ermitaño cuenta la baxa que dieron los - Felizes Amantes en Lisboa por la poca moderacion que tuvieron en su - trato.</p> -</div> - -<p>Es infalible que se llegue al cabo de adonde se saca algo (como -dize el refran) y no se echa. Digolo, señores, porque, como dieron -tanta prisa las libertades de don Gregorio y sus juegos, y las galas -de su doña Luisa y sus saraos, á desembolsar los dineros que habian -traido de su tierra, sin que de ninguna parte ni de ningun modo les -viniese ganancia, començaron al cabo de los dos años dichos á echar de -ver ambos se iban empobreziendo; y hizieronlo tan por la posta, que -en breve les fue forçoso vender las colgaduras y aun muchas ó todas -las joyas de casa, tras lo cual vendió él tres ó cuatro caballos que -tenia; pero remediose poco con su venta, porque con el dinero que sacó -della, codicioso de ganar ó picado de lo perdido, se fue á una casa de -juego, do tras perderle todo, vino á perder hasta un famoso ferreruelo -que traia, siendole necesario detenerse hasta la noche sin volver á su -casa, porque no le viesen los que le conocian, ir (como de hecho fue) -en cuerpo por las calles; y llegando apesarado, corrido, pobre y sin -capa á los ojos de su doña Luisa, que le aguardaba con harta necesidad, -no tuvo animo la triste dama de reprenderle su inconsideracion, -temerosa de no darle materia para que la dexase ó hiziese alguna -baxeza; antes consolandole, dió orden de que vendiesen los negros, -como lo hizieron; pero acabaronse presto los dineros que sacaron -dellos, parte con el gasto ordinario, y parte con los escesos del -juego de don Gregorio, que eran grandes (quiçá por permision divina, -para reducirlos á su conocimiento, mediante la necesidad), y llegaron -al cabo á verse tales, que ni prenda que empe<span class="pagenum" -id="Page_147">p. 147</span>ñar, ni pieça que vender tuvieron: con que -el dueño de la casa, conociendo el peligro que corria la cobranza de -sus alquileres, dió orden de executarlos por ellos si no le daban -por seguro algun abonado fiador: fueles imposible hallarle; y asi, -hubo el galan de rematar con los vestidos de su doña Luisa, á la cual -viendo llorosa, desnuda, corrida y medio desesperada, dixo el prodigo -moço un dia: Ya veis, mi bien, lo que pasa y cuan imposible nos es -vivir en esta ciudad sin notable nota della y vergüença nuestra, por -ser tan conocidos de la gente principal, de quien no tengo cara para -ampararme. Muy sin consideracion hemos andado en gastar tan sin tino -lo que de nuestras tierras sacamos, y sin mirar en lo que adelante nos -podia suceder; pero pues para lo hecho no hay remedio, pareceme que -lo que agora debemos hazer, previniendo mayores daños, es, que pues -nos vemos tales, nos salgamos una noche, sin ser vistos, de Lisboa, y -vamos á dar cabo á la primer ciudad de Castilla, que es Badajoz, do, -por no conocernos ni habernos visto con la pompa y fausto que los de -Lisboa, podremos pasarlo mejor y con menos gasto; que pues vos teneis -tan buenas manos para cosas de labor, facil será el ganar con ellas con -que moderadamente vivamos, ya enseñando á labrar á algunas niñas, y ya -labrando para otros. Respondiole con no pocas lagrimas y sentimiento -la triste dama que hiziese della cuanto fuese de su gusto, pues estaba -ya dispuesta á seguirle en todo sin contradizion alguna. Salieronse, -cual pueden pensar vs. ms., de la gran Lisboa, haziendo su viage á pie -y sin más provision ni ropa que la que llevaban á cuestas, yendo sin -espada y en cuerpo don Gregorio, por la perdida que habia hecho de su -capa en el juego; pero lo que él más sentia era verse imposibilitado -de poder llevar á caballo á su doña Luisa, que por la aspereza de los -caminos y delgadeza de sus pies, los llevaba abiertos y cribillados, -por ir, como iba, con pobrisimo calçado, y necesitada, en fin, de -pedir limosna por las puertas de las casas de los pueblos por donde -pasaba, como tambien lo iba haziendo él, llenas sus plantas de vejigas. -Llegaron al cabo de algunos dias á Badajoz despeados, do llegando, -les fue forçoso irse á alojar por su gran pobreza al hospital; que -era tanta, que si algunos compasivos pobres dél no les dieran de los -mendrugos que por las casas habian recogido de limosna, quedaran la -noche que llegaron, sin cenar. Aqui fue el llorar, hecha otro hijo -prodigo, de la afligida doña Luisa, y el considerar la abundancia -que tenia en el monasterio de donde era priora; aqui el arrepentirse -de haber salido tan inconsideradamente dél con don Gregorio, con tan -gra<span class="pagenum" id="Page_148">p. 148</span>ve ofensa de Dios -y tan en deshonra de los linajes de entrambos; aqui, finalmente, el -solloçar por la perdida de la irrecuperable joya de la virginidad. -Pasó la noche, en efeto, la aburrida señora lamentando con estraño -sentimiento su desventura, tanto, que el afligido don Gregorio no le -osaba hablar; antes corridisimo y melancolico, se estaba escuchandola -en un rincon del mismo aposento; y si algo dezia, era tambien endechas -y pesares por los que padecia y esperaba padecer, sin esperanças -de poder volver en toda su vida á su tierra, en la cual era rico y -regalado mayorazgo: con cuya consideracion y con la que tenia del -sentimiento de sus padres, deudos y amigos, arrancaba de rato en rato -un doloroso suspiro del centro de su afligida alma, con que enternecia -las piedras, maldiziendo su desconcierto, ciega determinacion, locos -amores y á los infernales gustos, y finalmente la primer vista de quien -habia sido causa total de tan fatales principios y del fin peligroso -que ellos las vidas de su cuerpo y alma amenazaban. Pasada la noche -en estas ocupaciones y sentimientos, y venida la mañana, entró en el -hospital un caballero mancebo, á quien tocaba reconocer aquella semana -que gente habia entrado y dormido en él; que para no dar lugar á que -se poblase de vagamundos tenia esta cuerda providencia aquella ciudad, -de tener administradores que por semana visitasen los peregrinos y se -informasen de sus necesidades; y llegandose á doña Luisa, luego que -la vió moça y hermosa, aunque mal vestida, le preguntó que de donde -era; y respondiendo ella con muestras de vergüenza que de Toledo, -replicó él si conocia á tales y tales personas bien señaladas en dicha -ciudad: respondió la dama luego que no, porque habia mucho tiempo -que habia salido de allá. Estando en esta platica, se les juntó don -Gregorio, diziendo: Esta muger, señor mio, es natural de Valladolid, -y es mi esposa. ¿Pues para que, dijo el caballero, es menester mentir -aqui? Muestrenme acá la carta del casamiento; porque, si no son marido -y muger, seran muy bien castigados. Sacó luego su carta falsa don -Gregorio, y enseñosela, de la cual el caballero quedó satisfecho, y les -preguntó que adonde caminaban; porque alli no podian estar más de solo -un dia. Respondió don Gregorio que venian á aquella ciudad de asiento -para vivir en ella. ¿Pues que ofizio teneis? replicó el administrador. -Respondiole que no tenia ofizio; pero que su muger era labrandera, y -queria alli, habiendo comodidad, enseñar á labrar algunas niñas. De -suerte, dixo el caballero, que ella os ha de sustentar á vos: harto -trabajo tendreis ambos: con todo, por amor de Dios os llevaré<span -class="pagenum" id="Page_149">p. 149</span> hoy á mi casa, y os daré -en ella de comer hasta buscaros alguna comodidad con que vos y vuestra -muger, que parece honrada, podais vivir en esta tierra. Mandó tras esto -á un paje que los llevase á su casa: agradecieronselo mucho ellos; y -por el camino, preguntando por las prendas de quien tanta merced les -hazia, respondió el paje que era un mancebo rico y tan caritativo, -que hazia los más de los dias muchas limosnas; y asi, que confiasen -que él sin duda les buscaria adonde pudiesen vivir, y aun si fuese -menester les pagaria el alquiler de la casa; nueva fue esta que les -dió á ambos notable contento. El caballero les buscó, en saliendo del -hospital, una razonable posada en que vivian unas costureras, y les -hizo dar alquiladas una buena cama y algunas alhajas de casa, saliendo -él á pagar el alquiler de todo cuanto los huespedes para quien habia -de servir, no le pagasen. Hecha esta diligencia, se fue á mediodia á -su posada, en la cual les hizo dar bien de comer, y en comiendo, les -llevó él proprio á la que les habia buscado, donde le besaron las -manos por ello y por un real de á ocho que les dió de limosna, con que -pasaron aquella noche razonablemente. A la mañana començó doña Luisa -á preguntar á aquellas vecinas que quien le daria que labrar; porque -ella no conocia á nadie en aquella ciudad; las cuales la respondieron: -Nosotras, con ser naturales de aqui y hazer, como dizen, pajaritos -de nuestras manos, morimos de hambre: mirad que hareis, señora, vos -venida de ayer acá. A la fe, hermana mia, que habeis llegado á muy -ruin puesto para ganar de comer, como os enseñará la experiencia. Con -todo eso, para dos ó tres dias, dixo la una, yo os daré con que ganeis -siquiera para pan. Agradecioselo ella, y començó á labrar en cierta -obra que le puso en las manos, quedandose don Gregorio en la cama, -pensando pasar mejor la hambre en ella que paseando. Esa mesma mañana -se llegó el caballero, despues de haber visitado el hospital, á saber -de los dos forasteros; y hallando acostado á don Gregorio, le dixo: -¿Que es, gentil hombre? ¿Como va? ¿Adonde está vuestra muger? Bien -hasta agora me va, respondió el, y ahi con la vecina está mi muger, -por quien pregunta v. m., á quien suplico no se espante de no hallarme -levantado; que el no tener andrajo de çapatos me obliga á ello. No -será tanto esa la causa, dijo el administrador, cuanto poltroneria. -Y volviendo las espaldas, se salió á ver á doña Luisa, y sentandose -en un taburete junto á ella, se la puso á mirar de proposito á las -manos y rostro; y reparando en sus facciones y en la modestia con -que estaba, le pareció la más hermosa muger y más digna de ser<span -class="pagenum" id="Page_150">p. 150</span> amada que en su vida -hubiese visto. Aficionosele luego; que es imposible dexe la voluntad -de amar á aquello que se le representa vestido de bondad, hermosura ó -gusto; y rendido ya á sus partes, le preguntó con muestras de aficion -por su nombre y la causa por que habia dexado su patria. Respondió -ella sin levantar el rostro, con alguna turbacion, que se llamaba -doña Luisa, y que por haber sucedido cierta desgracia á su marido en -Valladolid, habian salido ambos huyendo á uña de caballo (cosa que le -pesaba confesar, y que por no hazerlo, habia dicho al principio que -eran de Toledo), y habiendo dado cabo en Lisboa, habian vivido alli -dos años, en el cual tiempo habian gastado no poca suma de dinero que -consigo habian traido. Por cierto, señora doña Luisa, que siento en el -alma (dixo el caballero) veros empleada en quien tan poco os merece, -como este picaronazo de vuestro marido, pues por una parte os veo -hermosa y discreta, y considero por otra que él os ha de consumir y -gastar lo poco que aqui ganaredes: con todo si quereis hazer por mí lo -que os suplicare, os juro á fe de caballero de remediaros y favoreceros -á ambos en cuanto pudiere, pues no puedo negar sino que os he mirado -con buenos ojos, y de suerte estan los mios enamorados de los vuestros, -que ya vivo con deseo intenso de serviros y agradaros en cuanto -pudiere; y asi, desde luego os suplico me mandeis todo lo que fuere -de vuestro gusto; que á todo acudirá el mio, sin querer mis fieles -deseos más premio que verse admitidos de vuestra memoria, pues con solo -esa gloria juzgaré verme en la mayor que puedo desear. No perdais, -bellisima forastera, la ocasion que á vuestras desdichas ofrece en mis -dichosos cuidados la fortuna, y advertid no es cosa que os pueda estar -mal el hazerme merced. Agradezco cuanto puedo, señor, respondió ella, -la que ese valor me ofrece, sin haberle yo servido ni merecido; pero -siendo muger casada y estando mi marido presente, en gravisimo yerro y -peligro caeria si le ofendiese; y asi por esto, y, lo más principal, -por lo que debo á Dios y á mi misma, suplico á v. m. desista de tal -pretension; y en cuanto no tocare á ella, mandeme; que en todo verá mi -debido agradecimiento. Miradlo, señora, bien, dixo el mancebo; que yo -me encargo en dar orden como vuestro marido no lo sepa ni entienda; y -veis aqui por agora ese doblon para que ceneis esta noche; que dobles -os los daré las que vinieren, como gusteis emplearlas en darme gusto, y -no le tendré hasta que mañana me deis la respuesta que deseo; y me le -puede solo causar el ser ella cual mi fe merece y esa beldad asegura. -Constreñida doña Luisa de la necesidad, que es poderoso tiro para<span -class="pagenum" id="Page_151">p. 151</span> derribar las flacas -almenas de la mugeril vergüença, tomó el doblon, dandole por el no -pocas gracias ni pocas esperanças con recebirle, pues siempre quien lo -haze se obliga á mucho. Levantose tras esto el administrador, y llamó -aparte á la vecina más vieja de la casa y le dixo: Si acabais con doña -Luisa que corresponda á mis ruegos y acete mis ofertas, os prometo, á -ley de quien soy, de daros una saya de famoso paño, sin otras cosas -de consideracion; pero eso rogadselo y persuadidselo con las mayores -veras que pudieredes; y si salis con la empresa, venid volando con la -nueva á mi casa; que della llevareis al punto las ofrecidas albricias. -Asegurole la astuta tercera serlo con las veras que dirian las obras; -y llegandose el caballero, oida esta respuesta, á la descuidada -dama, le asió la mano y se la besó, sin que lo pudiese ella impedir, -partiendose luego. Començó, tras su ida, la solicita vieja á persuadir -eficazmente á la perplexa señora, por saber ella más de estos ensalmos -que de los salmos de David; y fue de suerte la bateria que le dió, que -convencida della doña Luisa, le vino á responder que, como el negocio -fuese secreto, procuraria servir cuanto pudiese á aquel caballero, -con tal que él hiziese tambien por ella lo que le habia ofrecido: -encargose la vieja, agradecida á la respuesta, de tratar el negocio -con igualdad y satisfaccion de ambas partes, como el efeto mostraria. -Entrose doña Luisa en su cuarto, por ser hora de comer, do contó punto -por punto á don Gregorio cuanto con el caballero le habia pasado; el -cual le respondió que, atento que padecian extrema necesidad y que -era imposible remediarla por otro camino, que condescendiese con su -gusto; que para todo daba su consentimiento y daria el lugar necesario, -con tal que le sacase cuanto pudiese, asi en dineros como en joyas, -fingiendo siempre temor y recelo, y encargandole el secreto. Ya en -esto habia ido corriendo la vieja á ganar las albricias del enamorado -caballero; y teniendolas, y concertado con ella tratase con doña Luisa, -se viesen la siguiente noche donde y como ella mandase, se efetuó -todo asi; porque, fingiendo don Gregorio salirse de la ciudad, dió -ella entrada en su propria casa al caballero, el cual durmió con ella -aquella y otras noches, dandole dineros y todo lo necesario para su -sustento y reparo, con que pudieron ambos vertirse razonablemente. -Publicose el negocio, con escandalo del pueblo; que de ver el toldo de -la dama, la bizarria de don Gregorio y la familiaridad con que trataba -con el caballero, frecuentando las entradas de casa el uno del otro -(que todo lo allanó el gusto del natural y necesidad del forastero), -nació el echar de ver todos<span class="pagenum" id="Page_152">p. -152</span> tenia tienda la forastera de entretenimientos, la cual -aumentó la ocasion de la murmuracion con el engalanarse, ponerse á -la ventana y gustar de ser vista y visitada, todo con consentimiento -de don Gregorio; que ya no se le daba nada del medrar á costa de -la votada honestidad (pero profanada escandalosamente) de la ciega -religiosa, de quien de nuevo començaron á picarse otros tres mancebos -ricos de la ciudad, admitiendo sus presentes billetes y recados la -dama, sin reparar en comprarlos á costa de su honra. Llegó el negocio -á termino que una noche, encontrandose todos en su calle, trabaron -celosos una tan cruel pendencia, que della salió muerto un hijo de -vecino principal: prendió luego la justicia por indicio á todos los -de la riña, depositando á doña Luisa en casa de un letrado; y al cabo -de un mes que corrió la causa, no pudiendose averiguar quien fuese el -homicida, los sacaron á todos en fiado, dandoles la ciudad por carcel. -Don Gregorio fue quien peor libró, pues salió el postrero della, con -sentencia de destierro perpetuo de Badajoz y su tierra; y hubiera -de salir á la vergüença por las calles, si la buena diligencia del -administrador, su amigo, no lo remediara con dinero: diole, en viendole -libre, todo lo que fue necesario para salirse de la ciudad y irse á la -de Merida, do le aconsejó se entretuviese regalando un par de meses, -mientras él en ellos negociaba se le alçase el destierro, ofreciendole -se encargaba de mirar en ellos por doña Luisa como si fuera su propria -hermana. Acetó de muy buena gana don Gregorio el partido, porque vió -en él la puerta abierta para hazer lo que pretendia, que era dexar á -doña Luisa, de quien ya estaba cansado, y arrepentido de la locura -que habia hecho de encargarse de tan impertinente carga; temiendo, si -perseveraba en tal vida, no lo viniese á ser él de algun burro por las -calles publicas de algun pueblo, ó de alguna horca si se descubria su -delito: con todo, disimuló con ella, de quien se despidió encargandole -el recato y honestidad, y la deligencia en procurar se le alçase el -destierro, ó se fuese tras él á Merida, do la esperaria, si no se podia -negociar. Toda esta platica pasó delante del administrador, que gustaba -ya de verle ausente, no menos que la dama, que deseaba lo mismo por -tener más libertad para sus disoluciones: todos, en efeto, deseaban -una misma cosa, aunque por diferentes fines. Tomó don Gregorio de mano -de su amigo más de quinientos reales, y con ellos y muy bien vestido -se salió de Badajoz á pie para Merida, ciudad que dista poco della. -Par Dios, dixo Sancho, que eso de badajos y esotro que por su mal olor -no lo oso nombrar, declaran bien cuan gran puer<span class="pagenum" -id="Page_153">p. 153</span>co y badajo era ese don Gregorio, que dexó -la monja entre tantos cuervos ó demonios: el tuerto desa pobre señora, -mi señor don Quixote, será bien deshazer, pues ganariamos en ello las -catorze obras de misericordia; y más le digo, que si quiere ir luego -allá, le acompañaré de muy buena gana, aunque sepa perder ó dilatar -la posesion del gobierno de la gran insula y reino de Chipre, que me -toca por linea recta en virtud de la palabra de v. m. y de la muerte -que ha de dar al soberbio Tajayunque, su rey, cuyo guante traigo bien -guardado en esta maleta. No se le encaxaba mal á don Quixote el consejo -de Sancho, y ya con él se le començaban á levantar la mollera, de -suerte, que si los circunstantes, que gustaban infinito de saber el fin -del cuento, no le apaciguaran con buenas razones, echara el bodegon -por la ventana, y se fuera luego de alli, dexandoles en porreta; -pero diziendole el soldado Bracamonte que en acabando de oir donde y -como quedaba aquella señora, le daba palabra de irle á acompañar en -tan santa empresa (pues no teniendo noticia más clara de sus cosas y -sucesos, no le parecia acertado hacer la jornada, porque podria ser -que cuando ellos llegasen á Badajoz ya ella estuviese en otra parte), -se sosegó don Quixote, y ofreció grata atencion á todo, obligandose á -hazer la tuviese tambien su escudero. Con esto, y con agradecerselo -todos, y rogar tras ello al discreto ermitaño prosiguiese tan suspensa -historia, seguro de que, aunque larga, no les cansaba, la prosiguió -diziendo:</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_19"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XIX</h2> - <p class="subh2c">Del suceso que tuvieron los Felizes Amantes hasta - llegar á su amada patria<a id="FNanchor_20" href="#Footnote_20" - class="fnanchor">[20]</a>.</p> -</div> - -<p>No se fue don Gregorio á Merida, como habia prometido al caballero -y á doña Luisa, sino á Madrid, donde por la babilonia de la corte -facilmente se encubre y disimula cualquier desdichado; y como él lo -era tanto, vino á parar con toda su nobleza en servir á un caballero -de habito, mudado el nombre, sin acordarse más de su dama que si -jamas la hubiera visto, la cual le pagó con la mesma moneda á los -primeros dias de su ausencia, empleandolos todos en nuevos gustos y -en tratar de estafar á cuantos podia, teniendo por blanco solo el -interes; pero conociendo todos el suyo, començaron á hazer alto, -divulgandose entre ellos la baxa ley y libertad de la forastera; por -lo<span class="pagenum" id="Page_154">p. 154</span> cual, viendose sin -muñidores, y sobre todo, viendo que le hazia algunos malos tratamientos -el administrador, enfadado de su ingratitud y disolucion, cayó en la -cuenta del peligro en que estaba su alma y cuerpo. Advirtió tambien -luego como, habiendo tantos dias que don Gregorio faltaba, jamas le -habia escrito, siendole facil el hazerlo estando en Merida, por la -vecindad, y forçoso el procurarlo por las obligaciones que le tenia, -si como hombre, en fin, no hubiera mudado de intento y dexadola, -como lo tenia por sin duda lo habia hecho. Començó á cavar en la -consideracion de su mal estado tras esto, y Dios á obrar secretamente -en su conocimiento, como aquel que la queria dexar por exemplo de -penitentes y de lo que con su divina misericordia puede la intercesion -de su electisima Madre, y finalmente, de lo que á ella la obligan los -devotos de su santisimo rosario con la frecuentacion de tan eficaz -y facil devocion; que se encendió de suerte su espiritu en amor y -temor de Dios, que empezó á deshazerse en lagrimas, apesarada de las -ofensas cometidas contra su Magestad, confusa por no saber como ni en -quien hallar remedio ni consejo; que tan cargada estaba de desatinos. -Advirtieron su llanto algunos de sus galanes, y deseando enxugarsele, -le preguntaban la causa con gran cuidado y deseo de saberla; pero era -en vano, porque ya aspiraba la reconocida señora á superior consuelo; -y asi, despidiendoles lo mejor que pudo (que no le fue facil, por ser -las arremetidas de los amartelados más fogosas en prosecucion de lo que -despues de amado han procurado dexar, y más si ven desvio en el gusto), -propuso, alumbrada de Dios, volverse á su ciudad y presentarse en ella -secretamente á un caballero deudo suyo, y descubrirle todo el suceso de -su vida, con fin de que él la ayudase á ir sin ser conocida, á Roma, á -procurar alli, echada á los pies de Su Santidad, algun modo para volver -á su monesterio ó á otro cualquiera de su misma orden, con fin de tener -donde enmendar, como deseaba, la infernal vida que hasta entonzes habia -tenido. Con este pensamiento, y encomendandose de coraçon á Maria -sacratisima, madre de piedad y fuente de misericordia, recogiendo -cuanto dinero tenia, y haziendo de sus vestidos y alhajas todo lo que -pudo, se vistió de peregrina con sombrero, esclavina, bordon y un -grueso rosario al cuello y alpargatas á los pies; y cubierta deste -penitente trage, arrebozado el rostro, se salió una noche obscurisima -de Badajoz, tomando la derrota hazia su tierra, acompañada solo de -suspiros, lagrimas y deseos de salvarse, desviandose cuanto le era -posible de los caminos reales, y procurando caminar casi siempre las -noches, en las<span class="pagenum" id="Page_155">p. 155</span> -cuales entraba en las posadas de menos bullicio á tomar dellas lo más -necesario para su sustento, saliendose luego al campo. No le faltaron -algunos trabajos y desasosiegos de gente libre en el camino; pero -vencioles á todos su modestia y sacudimiento, y sobre todo la santa -resolucion que la eficaz gracia le habia hecho hazer de no ofender más -á su Dios en toda su vida, aunque la supiera perder mil vezes á manos -de un millon de tormentos. Padeció tambien hambre, sed y frio, por -ser tiempo en que le hazia grande el en que caminaba, y por la misma -causa le molestaron las aguas y arroyos; pero acompañabase en ellos -de la gente más pobre que hallaba, hasta pasarlos, á quien despues -daba buenas limosnas. Hazia las jornadas cortas, por el cansancio y -tiempo, siendo esto la causa de que fuese tan largo el que gastó en el -camino, pues tardó en llegar á su tierra más de cuatro meses, visitando -en ellos algunos pios santuarios que le venian á cuento. Quiso ya el -cielo apiadarse della y dar fin á su prolixa jornada; y asi llegando -á la ultima, antes de entrar en su ciudad, á la que descubrió, y -reconoció el campanario de su monasterio, fue tal el sentimiento que -hizo postrada en tierra, que no hay lengua ¡oh discretos señores! que -lo acierte á pintar. Resolviose en lagrimas, y resolvió juntamente -de quedarse alli en el campo hasta el anochecer, por entrar á media -noche, para mayor seguridad. Hizolo asi, y llegado el plaço, començó á -enderezar los turbados pasos hazia la casa del deudo de quien pensaba -valerse; pero llegando á pasar por delante su monasterio (que no se si -la obligó tanto á ello la necesidad cuanto el cariño y deseo de ver -sus paredes; pero no debió de ser lo uno ni lo otro, sino inspiracion -de Dios para que tuviese su viaje el feliz fin que se sigue) al punto -que daban las onze, y emparejando con el mismo postigo de la puerta de -la iglesia, la vió abierta; y asombrada de semejante caso, començó á -dezir entre sí: ¡Valgame Dios! ¿que descuido ha sido este de las monjas -ó del sacristan que tiene cargo de cerrar la iglesia? ¿Es posible que -se hayan dexado abierto el postigo de su puerta? Mas ¿si acaso han -robado algunos ladrones los frontales y manteles de los altares ó la -corona de la Virgen, que ha de ser de plata si no me engaño? Por mi -vida, que tengo de llegar pasito (aunque aventure en ello la vida, -pues en dichosa parte la perderé cuando aqui la pierda), y mirar si -hay alguna persona dentro, y avisar, por si ha sido descuido de quien -tiene cargo de cerrarle. Metió en esto la cabeça hazia dentro con gran -tiento, y estuvo un rato escuchando; pero no sintiendo ruido, ni viendo -más que dos lamparas encendidas, una delante del<span class="pagenum" -id="Page_156">p. 156</span> Santisimo Sacramento, y otra delante del -altar de la Virgen benditisima, estuvo suspensa una gran pieça, sin -que osase determinase á entrar, temiendo no estuviese alguna monja -rezando acaso en el coro, y viendola alli, hiziese algun rumor por do -se viese en peligro de ser conocida, y por consiguiente rigurosamente -castigada; pero no obstante este miedo, se resolvió á seguir la primera -deliberacion, aunque fuese con el riesgo de la vida. Entró tras esto -osadamente, y pasando por delante del altar de la Virgen, tropeçó en -un gran manojo de llaves que delante dél estaban en el suelo, del cual -suceso maravillada, se abaxó para verlas y levantarlas con notable -turbacion; y apenas lo hubo començado á poner por obra, cuando la -devotisima imagen de la Virgen la nombró por su nombre con una voz -como de reprehension, de la cual quedó tan atemorizada doña Luisa, que -cayó medio muerta en tierra; y prosiguiendo la Virgen sacratisima, le -dixo: ¡Oh perversa y una de las más malas mugeres que han nacido en -este mundo! ¿como has tenido atrevimiento para osar parecer delante -de mi limpieza, habiendo tú perdido desenfrenadamente la tuya á -vueltas de tantos y de tan sacrilegos pecados como son los que has -cometido? ¿De que suerte, di, ingrata, soldarás la irreparable quiebra -de tan preciosa joya? ¿Y con que penitencia, insolentisima profesa, -satisfarás á mi amado Hijo, á quien tan ofendido tienes? ¿Que enmienda -piensas emprender ¡oh atrevida apostata! para volver por medio della á -recuperar algo de lo mucho que tenias merecido, y has perdido tan sin -consideracion, volviendo las espaldas á las infinitas misericordias que -habias recebido de mi divinisimo Hijo? Estaba en esto la afligidisima -religiosa acobardada de suerte que ni osaba ni podia levantar el -rostro, ni hazer otra cosa sino llorar acerbisimamente; pero la piadosa -Virgen, consolandola despues de la reprehension, no ignorando la -amargura y el dolor de su animo, incitandola á verdadera penitencia, -le dixo: Con todo, para que eches de ver que es infinitamente mi Hijo -más misericordioso que tú mala, y que sabe más perdonar que ofenderle -todo el mundo, y que no quiere la muerte de los pecadores, sino que -se conviertan y vivan, le he yo rogado por tu reparo (obligada de -las fiestas, solemnidades y rosarios que en honra mia celebraste, -festejaste y me rezaste cuando eras la que debias), sin que tú lo -merezcas; y él, como piadosisimo que es, ha puesto tu causa en mis -manos; y yo, por imitarle en cuanto es hacer misericordias, deseando -verificar en ti el titulo que de madre de ellas me da la Iglesia, -como á él se la da de padre de tan grande atributo, he hecho por -ti<span class="pagenum" id="Page_157">p. 157</span> lo que no piensas -ni podrás pagarme aunque vivas dos mil años y los emplees todos en -hazerme los servicios que me solias hazer en los primeros años de tu -profesion. Acuerdate que cuando desta casa saliste, ahora haze cuatro -años, pasando delante deste mi altar, me digiste que te ibas ciega del -amor de aquel don Gregorio con quien te fuiste, y que me encomendabas -las religiosas desta casa, tus hijas, para que mirase por ellas como -verdadera madre, cuando tú les eras madastra; y que las rigiese y -gobernase, pues eran mias; tras lo cual arrojaste en mi presencia esas -mismas llaves del convento que en la mano tienes. Entiende pues que -yo, como piadosa madre, he querido hazer para confusion tuya lo que -me encomendaste; y asi has de saber que desde entonzes hasta ahora -he sido yo la priora deste monasterio en tu lugar, tomando tu propia -figura, envejeciendome al parecer al compás que tú lo has ido haziendo, -tomando juntamente tu habla, nombre y vestido; con que he estado entre -ellas todo este tiempo, asi de dia como de noche, en el claustro, coro, -iglesia y refitorio, tratando con todas como si fuera tú propria: por -tanto, lo que ahora has de hazer, es que tomes esas llaves, y cerrando -la puerta de la iglesia con ellas, te vayas por la sacristia y demas -pasos por donde te saliste, á tu celda, la cual hallarás de la propria -forma y manera que la dexaste, hallando hasta tus habitos doblados -sobre el bufete; pontelos en llegando, y guarda esos de peregrina en -la arca; y advierte que hallarás tambien sobre la propria mesa el -breviario y la carta que dexaste escrita, sin que nadie la haya abierto -ni leido, y la vela encendida junto á ella. En efeto, hallarás todas -las cosas, por mi piadosa diligencia, en el estado en que las dexaste, -sin hallar novedad en alguna, y sin que se haya echado de ver tu falta -ni la del dinero que has desperdiciado: vete, por tanto, á recoger -antes que despierten á maitines, y enmienda tu vida como debes, y lava -tus culpas con las lagrimas que ellas piden; que lo mismo han hecho -cuantas tras tan graves pecados han merecido el ilustre nombre de -penitentes que les da la Iglesia. Quedó la en que estaba doña Luisa, -acabando estas razones la celestial Princesa de todas las hierarquias, -llena de un olor suavisimo; y ella contrita y tan consolada en su -espiritu, cuanto corrida de haber obligado á la Madre del mismo Dios -á serlo de sus subditas; pero obedeciendo á su celestial mandato, -recelosa de que no se llegase la hora de los maitines, se levantó -del suelo, cubierta de sudor y lagrimas, y haziendo una profunda -inclinacion á la preciosisima imagen y otra al Santisimo Sacramento, y -tomando las llaves, cerró la puerta de la igle<span class="pagenum" -id="Page_158">p. 158</span>sia, y se fue á su celda por los mismos -pasos que habia salido della, en la cual lo halló todo del modo que lo -habia dexado y la Virgen le habia dicho. Pusose, en entrando dentro, -sus habitos, guardando en el arca los de peregrina, y apenas lo habia -acabado de hazer, cuando tocaron á maitines; y enjugandose el rostro, -tomó el breviario y estuvo aguardando hasta que vino la monja que -solia llamarla, la cual, tomando el candelero de la mesa, como cada -noche tenia de costumbre, se fue delante alumbrando hasta el coro, -donde estuvo aguardando de rodillas (con no pequeña turbacion, por -aparecerle sueño cuanto veia) á que se juntasen las religiosas; y en -habiendolo hecho, hizo la señal acostumbrada, tras que començaron -los maitines; y acabados ellos y la oracion que de ordinario suelen -dezir, se volvieron á salir todas, y se fueron á sus celdas al postrer -señal de la Priora, la cual tambien hizo lo proprio, acompañandola con -luz á la suya la mesma religiosa que la habia sacado della. Cuando -se vió sola començó de nuevo á derramar lagrimas, parte de dolor por -sus culpas, y parte de agradecimiento por la nunca oida merced que -la misericordiosisima Maria le habia hecho; y haziendole una breve -oracion llena de fervorosos deseos y celestiales conatos, descolgó de -la cabeçera de su cama unas gruesas diciplinas que solia tener en ella, -y tomandolas se dió con ellas por espacio de media hora una cruelisima -diciplina sin ninguna piedad, por principio de la rigurosa penitencia -que pensaba hazer todos los dias de su vida, de aquel sacrilego y -deshonesto cuerpo, de cuya roja sangre quedó el suelo esmaltado en -testimonio del verdadero dolor de sus pecados. Acabado este penitente -acto, abrió una arca, de adonde sacó un aspero cilicio que solia -ponerse en las cuaresmas cuando era la que debia, hecho de cerdas y -esparto machacado, el cual le tomaba desde el cuello á las rodillas, -con sus mangas justas hasta la muñeca; pusose juntamente debaxo de -una cadenilla que en la mesma arca tenia, que le daba tres vueltas, y -apretandosela con todo rigor al delicado cuerpo, dezia: Agora, traidor, -me pagarás los agravios que al espiritu has hecho: no esperes, lo -poco que la vida me durare, otro regalo más que este, y agradece á la -madre de afligidos y fuente de consuelos, Maria, y á su clementisimo -Hijo que no te hayan enviado á los infiernos á hazer esta penitencia, -donde fuera sin fruto, forçosa y tan eterna, que durara lo que el mismo -Dios, sin la esperança del perdon y remedio que agora tienes en la -mano, teniendole tan poco merecido. Y saliendose luego de su celda, -se volvió otra vez al coro, donde estuvo pasando el santisimo rosario -de<span class="pagenum" id="Page_159">p. 159</span>lante de la misma -imagen que la habia hablado, hasta la hora de prima, la cual acabada, -hizo al instante llamar al confesor del convento, con quien hizo una -general confesion con no vistas muestras de dolor y arrepentimiento, -contandole todo el suceso de su vida y las abominaciones y pecados que -contra su divina y inmensa Magestad habia cometido los cuatro años -que habia estado fuera del convento: refiriole juntamente el milagro -y merced que por la devocion del rosario, la Reina de los cielos, su -patrona, le habia hecho, supliendo su falta y acudiendo á todas sus -obligaciones, movida de su virginea piedad, salvandole la honra en que -no se echase de ver su falta. El secreto del milagro encargó tras esto -cuanto fue posible, para mientras le durase la vida al confesor, el -cual quedó sumamente maravillado de su grandeza, y lleno de ternura y -devocion en el espiritu, cosa que le aseguraba de la verdad del caso; -y pasmabase cuando consideraba habia merecido su indignidad confesar -y comulgar por su mano, no una, sino muchisimas vezes, á la puridad, -ante quien y en cuya comparacion no la tienen los más puros angeles -del cielo. Con todo, quiso ver el rostro de la penitente perlada y -certificarse de que era ella misma, y no demonio (como temia) que en -figura suya le queria engañar; y vistas sus lagrimas y enterado de -la verdad, la consoló cuanto pudo, y animó para la continuacion de -la empezada penitencia y devocion del santisimo rosario; y perseveró -ella en todo, haziendose mil ventajas cada dia á sí misma, de suerte -que las que la veian con tanta repentina mudança, en el retiro de -gradas, asistencia continua á la oracion, y mortificacion y ordinario -curso de lagrimas, estaban pasmadas, por no saber la causa, como la -sabian ella y su confesor, con que se confesaba los más de los dias, -recebiendo el Santisimo Sacramento muy á menudo. Perseveró en estos -exercicios toda la vida; y al cabo de meses que los continuaba, quiso -Dios apiadarse de su perdido galan, como lo habia hecho della, tomando -por medio un sermon que acaso oyó á un religioso dominico de soberano -espiritu, en una parroquia de la corte, que moviendo el cielo la -lengua en él, se engolfó á deshora en las alabanças de la Virgen y -en las misericordias que habia hecho y hacia cada dia con infernados -pecadores, por la suave devocion de su benditisimo rosario, trayendo -en consecuencia desto el sabido milagro del desesperado hombre que, -habiendo hecho donacion de su alma al demonio con cedula escrita y -firmada de su mano y sangre, por la dicha devocion fue libre de todo, -y acabó su vida, perseverando en ella, santisimamente, tras una bien -premeditada y llorosa confesion<span class="pagenum" id="Page_160">p. -160</span> general de todos los cometidos desatinos. Cayó en la cuenta -de los suyos el ciego de don Gregorio luego que oyó el doto sermon; -y acordandose tambien de lo mucho que acerca del celestial poder del -rosario le habia dicho diversas vezes su doña Luisa; premeditando las -razones del predicador, y confiriendolas con las que de su dama en -esta parte le traxo Dios á la memoria, le pareció que arrimandose á la -frecuentacion de tan soberano rezo, hallaria en él braço que le sacase -del cieno de sus torpezas, y otra escala, cual la de Jacob, con que -pudiese llegar al cielo, por más entumecido que estuviese en la fragosa -y mal cultivada tierra de sus bestiales apetitos: propuso tras esto -irse al religioso convento de la Virgen de Atocha y confesarse luego -con el santo predicador, cuyo nombre sabia, por haberlo preguntado á -su compañero al baxar del pulpito. Efectuolo eficazmente; que no es -pereçosa la divina gracia ni admite tardanzas: fue al convento, entrose -en la iglesia, postrose delante la imagen milagrosa de la Virgen, -derritiose, puesto alli, en lagrimas: pedia perdon á Dios, piedad á su -Madre, y ayuda á ambos para enmendar los yerros de la pasada y hazer -dellos una general confesion. Alzose luego; entrose en el claustro, -pidió por el predicador, y puesto en su presencia, empeçaron sus ojos -á dezirle lo que su lengua no acertaba: con todo, cuando las lagrimas -le dieron lugar, le dixo: ¡Remedio padre! ¡Socorro, varon de Dios, para -esta alma, que es la más mala de cuantas la misericordia y caridad -inmensa de Jesucristo ha salvado! Entrose al instante el predicador á -su celda, y apenas estuvo dentro, cuando, postrado á sus pies, empeçó á -hazer con acerbo llanto una confesion general de sus excesos, tal, que -estaba el confesor igualmente compungido, confuso y consolado de ver -tal trueco en un moço de los años y prendas de aquel, consolole cuanto -pudo, animandole á la continuacion de sus propositos y del rezo del -santo rosario, cuya era tan feliz mudanza. Y asegurandole del perdon de -sus culpas y de la largueza de las perpetuas misericordias que Dios, -con celestial regocijo de todos los cielos y sus angeles, ha usado -y usa de cada dia con los pecadores recien convertidos de verdadero -coraçon, le envió absuelto, consolado y lleno de mil santos propositos -y fervores; y no fue el menor el con que propuso de ir á Roma á -visitar los santos lugares, besar el pie á Su Santidad, y obtener, -para mayor bien suyo, su plenisima absolucion. Volvió, al salirse del -convento, á hazer oracion á la Virgen, y hecha con las demostraciones -del agradecimiento que tan gran merced como la<span class="pagenum" -id="Page_161">p. 161</span> que acababa de recebir<a id="FNanchor_21" -href="#Footnote_21" class="fnanchor">[21]</a> se volvió á la villa, -y en ella trocó luego sus vestidos por unos de peregrino, hechos de -sayal basto; y sin despedirse de su amo ni de persona, empezó á caminar -hazia Roma, do llegó cansado, pero no menoscabado el fervor con que -emprendió tan santa peregrinacion. Cumplió en aquella grandiosa ciudad -con cuanto los deseos que le habian llevado á ella pedian, y obtenido -el fin dellos, dió la vuelta hazia su tierra, deseando saber, con aquel -disfraz y sin ser conocido, de sus padres; que bien seguro iba de no -poderselo ser, segun iba de flaco, macilento, triste y desfigurado, asi -de los trabajos del camino, como de las penitencias que iba haziendo -en él; y no fue la menor el sufrimiento con que llevó las vexaciones -que ciertos salteadores le hizieron en un peligroso paso. Entró al -cabo de dias, cubierto de confusion, lagrimas y sobresalto, en su -amantisima patria, y lo primero que hizo, llegado á ella, fue irse á -pedir limosna al torno del convento de do sacó la Priora, queriendo -fuese teatro del primer acto de su penitencia en su patrio suelo el -mismo que lo habia sido del que dió principio á su tragica perdicion -y ciego desatino. Dieronle facilmente honrada limosna las caritativas -torneras, y en recebiendola, se llegó á la misma mandadera que le habia -llevado el primer recado de doña Luisa la mañana en que se principiaron -sus locos amores, y preguntole quien era priora de aquella casa; y -diziendole ella que doña Luisa lo era años habia, porque continuaban -las religiosas en reelegirla siempre, no sin gusto de sus superiores, -por su gran virtud,—¡Doña Luisa, replicó él atonito, dezis que es -priora! ¿Como es posible? Ella es, digo, añadió la muger, sin duda. Que -os burlais de mí, porfió él, he de pensar, pues quereis persuadirme -es priora desta casa doña Luisa, de quien he oido dezir estaba muy -lexos de poderlo ser. Doña Luisa, respondió ella, es, ha sido y será -priora muchos años, á pesar de cuantos invidian su virtud y aumento, -pues no faltan muchos que lo hazen. Baxó la cabeça don Gregorio con -la confusion y perplexidad que pensar se puede, sin osar replicar más -con la muger, que ya conocia se iba encolerizando en defensa de su -señora, temiendo por una parte no le conociese en la voz, y por otra, -que descuidandose, no descubriese algo de lo mucho que con la Priora le -habia pasado; y asi, saliendose de alli, se fue por diferentes partes -de la ciudad, fuera de sí y pidiendo igualmente limosna y el nombre de -la priora de tal convento, y dandole unos y otros la misma respuesta -que le ha<span class="pagenum" id="Page_162">p. 162</span>bia dado la -mandadera, por salir del todo de la confusion en que se veia, determinó -irse de rondon á casa de sus padres, para echarse alli con la carga, -como dizen, y descubriendoseles, fiar, como era justo hazerlo, dellos -el paso de tan grave suceso. Entró por sus puertas, y al primer criado -que vió en ellas preguntó si le darian limosna los dueños de la casa, -y respondiendole que si harian, que eran muy caritativos marido y -muger, le replicó se sirviese dezirle sus nombres y si tenian hijos; y -sabido dél, por la respuesta vivian sus padres, aunque afligidisimos -por la ausencia de un solo hijo que tenian, y se les habia ido sin -saber donde, con quien ni por que, por el mundo, y que lo que más les -entristecia era no saber si vivia ni en que parte habia dado cabo, -para poderle remediar; saltaronsele las lagrimas de los ojos á don -Gregorio con la respuesta, y volviendo el rostro á la otra parte, y -enxugandolas y disimulandolas cuanto pudo, dixo de nuevo al criado: -¿Llamabase por dicha el hijo destos señores don Gregorio? Porque si -tenia ese nombre, es sin duda un soldado que he conocido en Napoles en -el cuartel de los españoles; y si seria; que por las señas que él me -daba de sus calidades, y de que era unico mayorazgo en este lugar, y de -la disposicion de las casas de sus padres (que todo me lo comunicaba, -por ser muy mi camarada), estas han de ser las dellos, y el de quien -hablo, su hijo; y sabrase presto si es él, si hay quien me diga si -se fue deste lugar con alguna muger de calidad. No estaba yo aun en -servicio desta casa cuando él faltó della, ni le conocí; pero sé que -su nombre era, como dezis, don Gregorio; y que no hizo otra baxeza ni -se tiene dél otra quexa que haberse llevado algun dinero prestado de -amigos, aunque ya todo lo han pagado sus padres; que de dos caballos -que á ellos les llevó y otra gran cantidad de moneda, nunca han hecho -caso, porque en fin todo habia de venir á ser suyo.—Pues, amigo, por -las entrañas de Dios os ruego que digais á esos señores si gustan de -hazerme limosna, siquiera por lo que pienso haber conocido á su hijo. -¡Y como si os la haran de bonisima gana! dixo el criado: yo fio que -no solo eso hagan por vos, sino que os regalarán muy mucho y tendran -á merced de que les deis nuevas de prenda que tanto quieren; y asi, -aguardadme, os ruego, mientras subo volando á darles el aviso y recado. -Subiose, dicho esto, el criado arriba, sin curarse, con el contento, -de mirar en el rostro al peregrino; que si lo hiziera, fuera imposible -no leyera en su turbacion y lagrimas que él mismo era su señor y el -mayorazgo de la casa.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_20"> - <p><span class="pagenum" id="Page_163">p. 163</span></p> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XX</h2> - <p class="subh2c">En que se da fin al cuento de los Felizes - Amantes.</p> -</div> - -<p>No habia bien subido á dar el aviso el criado á sus amos, cuando -se arrepintió don Gregorio dello; porque, como venia con intencion de -saber de solo de la vida dellos, y sin darseles á conocer irse luego -á meter religioso en la mesma religion en que lo era la Priora, para -hazer alli una condigna penitencia con que en parte satisfaciese sus -graves culpas, pareciole que todo se lo impidiria lo que habia empezado -á intentar. Con la melancolia que esto le causó, y deseando obviar los -inconvenientes que de ver á sus padres se le podian seguir, volvió las -espaldas para retirarse de la puerta; pero apenas lo habia començado -á hazer, cuando ya el criado estuvo en ella á buscarle, y los padres -salieron á la ventana á llamarle. No se pudo excusar de entrar el -turbado peregrino en su casa; y haziendolo, y subido arriba en una -cuadra, le rogaron los venerables viejos se sentase en una silla, y -poniendosele cada uno á su lado, le hizieron mil preguntas del don -Gregorio que habia dicho al criado habia conocido y tratado en Napoles, -haziendole tras cada una un millon de ofrecimientos. Dezianle con no -pocas lagrimas: ¡Ay, hermano mio, y que dieramos por haber visto como -vos ese unico y amantisimo hijo nuestro, absoluto señor de nuestra -hacienda y total causa del llanto con que pasamos la vida! ¿Está bueno? -¿Tiene que comer? ¿Sirve ó es soldado? ¿Hase casado ó que vida tiene -quien tan sin piedad es verdugo de las nuestras? Estaba don Gregorio -cuando oia estas razones más muerto que vivo de ternura y sentimiento; -pero, disimulando cuanto pudo les dixo: Lo que dél ¡oh ilustres -señores! os puedo dezir, es que, segun me comunicó, ha padecido -infinitos trabajos desde que salió de vuestra casa y obediencia; pero -¿cuando los dexó de dar al cielo al hijo que, saliendo de la que debe á -sus padres, ofende su valor, lastima sus canas, menoscabando su propria -salud, fuerças y reputacion? Digolo porque en todo sé que ha padecido -don Gregorio mucho, y creo que volviera de buena gana á vuestros ojos -si lo permitiera la vergüença que se lo impide. ¿De que la ha de tener -Gregorio, replicó la madre, pues en su vida ha hecho baxeza ni hay -en la ciudad quien se pueda quexar dél? No significaban sus razones -(añadió el peregrino) cuando me hablaba, eso; antes siempre colegí -dellas se habia ausentado por alguna aficion que tenia á no sé que -religiosa, á quien él llamaba doña Luisa; y temí algunas vezes no<span -class="pagenum" id="Page_164">p. 164</span> hubiese escalado por ella -el convento ó sacadola dél, segun andaba de receloso de cuantos le -podian conocer. La mejor seña que nos podiais dar, dixo el padre, de -que el que habeis conocido es nuestro hijo, es dezirnos nombraba él á -doña Luisa; porque es una religiosa gravisima deste lugar, y priora ha -años de tal convento; á quien él visitaba á menudo; pero habeisle hecho -agravio á ella y á su valor en pensar cosa de su persona que desdiga -della y de la virtud singular que profesa. Cuando don Gregorio oyó el -abono que sus padres daban de la Priora, en confirmacion de lo que toda -la ciudad habia dado della, y reparó por otra parte en la ternura y -sentimiento con que hablaban dél, se demudó de suerte, que, dandole un -parasismo mortal, quedó como muerto reclinado á la silla. Acudieron de -improviso los padres á darle algo confortativo, pensando era desmayo -de hambre el que le habia tomado; y quitandole el sombrero que tenia -calado, y desabrochandole con piedad cristiana; reparando en el rostro -la madre, que hazia este ofizio y le enxugaba el sudor dél, le conoció, -y levantó los gritos al cielo, diziendo: ¡Ay, hijo de mis ojos, y -que disfraz es el con que que has querido entrar en esta tu propria -casa! El padre, que oyendo los gritos de la madre, percibió llamaba -de hijo al peregrino, se llegó, tan desmayado como él lo estaba, á -mirarle, y conociendole, ayudó tambien á las endechas de la madre, -diziendo: ¿Que peregrina invencion ha sido esta, Gregorio mio, de -querer disimulartenos, dandotenos á conocer tan por rodeos? ¿Pensarias -hazer con tus padres, sin duda, lo que con los suyos hizo san Alexo? -Mas no creo tal, pues tan lexos está de parecerse á aquel santo quien -tan sin ocasion ni violencia de casamientos ha usado tan peregrino -rigor. Alborotose luego la casa, corriendo las nuevas de la vuelta de -don Gregorio por el barrio, y antes que él volviese del desmayo en sí, -estaba rodeado de criados y vecinos; y corrido, cuando volvió á cobrar -sus sentidos, de ver la publicidad de su vuelta, abraçó á sus padres, -postrandoseles luego á sus pies y pidiendoles le dexasen reposar á -solas, despidiendo los circunstantes, pues bastaba hubiesen sido -testigos de su corrimiento y del perdon que les pedia por los enojos -causados. Fueronse cuantos esto le oyeron, contentos de ver lo quedaban -los padres, los cuales luego dieron tambien orden en que se acostase -y reposase. Hizolo, y preguntando á su madre en la cama cuanto habia -que no se habia visto con la Priora, supo della que tres dias, y como, -hablandole en la conversacion dél, y representandole el sentimiento con -que vivian todos en su casa por su ausencia y no saber si era muerto ni -vivo, habia en ella<span class="pagenum" id="Page_165">p. 165</span> -vertido no pocas lagrimas y despedido del pecho algunos lastimosos -suspiros, indicio claro del sincero amor que le tenia, y de lo que -sentia su perdicion. Más le crecia el asombro á don Gregorio cuando -estas cosas oia; porque, como no sabia el milagro, y estaba cierto por -otra parte de su maldad y de lo que con la Priora le habia acontecido, -pareciale todo sueño, y que era ilusion del demonio el pensar verse -en casa de sus padres y vuelto tan á su salvo en su patria; y asi á -ratos con la vehemencia desta imaginacion se suspendia de suerte que -no acertaba á responder. Con todo, rogó á su madre, despues de haber -reposado algunos dias, le hiziese merced de llegar al convento y verse -con la Priora, dandole aviso de su vuelta y de como habia sido con -habito penitente de peregrino, despues de haber estado en Roma á pedir -absolucion á Su Santidad de las moçedades que habia cometido en los -años que habia faltado de su casa, en cuyo conocimiento habia venido -por sus oraciones, á lo que creia, y por haber oido un sermon de las -alabanças del santisimo rosario y de las misericordias que por su -devocion hazia la Virgen benditisima en grandisimos pecadores. Rogola -juntamente instase con ella le diese licencia en todo caso para ir á -besarle las manos y darle cuenta de los sucesos de su persona, sola -aquella vez, pues en hazello ó dexarlo de hazer estaba su consuelo y -quietud. Fue la madre luego á hazer la visita, encargadisima de sacar -la licencia que deseaba su hijo, cuyo alivio procuraban ella y todos -los demas deudos, por ver cuanto necesitaba dello la melancolia con -que le veian. Habló, en llegando al convento, á la Priora; y cuando -la hubo dado las referidas nuevas y recado, vió en las lagrimas que -de contento derramó tras él (que á eso atribuia la madre de don -Gregorio las que doña Luisa derramaba de confusion y vergüença), el -gozo que mostraba de su vuelta y mudanza; y alegre de ver que ya por -su instancia permitia le hablase (enterada primero della de cuan -otro venia de la fuente de indulgencias y perdones que da Dios á los -pecadores por manos de su supremo vicario, cosas todas que se las -aseguraba ser asi el enviarle á dezir el mismo don Gregorio venia de -Roma; lo cual y el entender juntamente que habia alcançado tan grande -misericordia por el mismo medio que ella, del santisimo rosario, -fueron bastantes causas para obligarla á concederle sin escrupulo la -licencia que le pedia para llegar á hablarla el dia siguiente; porque -siempre el coraçon le dixo habia de ser tan feliz el fin desta segunda -visita, cuanto le habia sido nocivo el de la primera), volviose la -madre con esta respuesta contentisima á su casa, y con razon, pues -en ella<span class="pagenum" id="Page_166">p. 166</span> llevaba, -aunque sin entenderlo asi, la medicina que más convenia al consuelo -de su hijo y á su salvacion; el cual, deseandola con las veras que lo -suele hazer aquel á quien Dios abre los ojos del alma, pasó la noche -toda en oracion, suplicando á su divina Magestad, por la puridad de -su santisima Madre, cuyo rosario nunca se le cayó de las manos, se -sirviese de darle en la esperada visita el espiritu, para cosas de -edificacion de su alma, que convenia tuviese quien en aquel puesto en -que se habia de ver, tan desatinado habia andado. La misma oracion hizo -en su coro la santa Priora, y preparandose, venida la mañana, ambos -con recebir los divinos sacramentos de la confesion y Eucaristia, se -pusieron, llegando el plaço, en el locutorio, do se habian de ver con -iguales deseos de saber el uno el suceso del otro. No tiene, señores, -mi ruda lengua palabras con que explicar bastantemente la turbacion de -las con que se saludaron al primer encuentro los dos felizes amantes; -porque, en viendose el uno al otro (si es que las lagrimas les dexaron -mirarse), se turbó él y encalmó ella de suerte que por muy gran rato no -supieron ni de sí ni de adonde estaban. Las galas con que don Gregorio -entró á verla, con un vestido de paño liso, sin gorbion alguno, el -sombrero puesto en los ojos, sin espada ni más compañia que bonisimos -deseos y unas planchas grandes de hoja de lata, hechas rallo, en pecho -y espaldas, y una cruz entre la ropilla y jubon, con rosario y horas -en la faltriquera; sacando la Priora el adorno que queda dicho se -puso la primera noche que llegó al convento, y con que en ella dió -principio á su rigurosa penitencia. Puestos pues de la suerte dicha, -cuando la suspension y llanto les dió lugar, empezó él á dezirle: Por -la cruz en que remedió mi eterno Dios pecadores tales cual yo soy, y -por las lagrimas, afrentas y angustias con que en ella espiró, y por -las que al pie de tan salutifero arbol sintió su purisima Madre, que -por serlo tanto, pudo ser solo su hechura de su omnipotencia, os pido -me digais ¡oh religiosa señora! si sois vos la priora doña Luisa que -cuatro años ha con vuestra vista me cegastes, perdistes y enamorastes -de suerte que, loco, desatinado y sin temor de Dios, me resolvi en -sacaros de aqui y llevaros á Lisboa y á Badajoz, cometiendo las ofensas -y sacrilegios contra el cielo, que solo un merecido infierno puedo; y -si acaso sois la que pienso, dezidme tambien como yendoos conmigo os -quedastes acá, y quedandoos acá os fuistes conmigo; que cierto estoy -(¡y ojalá no lo estuviera tanto!) que os vi, hablé, amé y solicité y -saqué del convento, sin temor de hazer á vuestro estado y profesion la -ofensa que se siguió por postre<span class="pagenum" id="Page_167">p. -167</span> de tan infernales principios; porque veo me aseguran cuantos -de vos pregunto por otra parte (cosa que vuelvo loco), que jamas habeis -faltado de esta casa; antes dizen que siempre la habeis regido con -notables exemplos y mil virtuosas medras. Yo soy don Gregorio el malo, -el sacrilego, el aleve, el traidor, y finalmente el peor de los hombres -y el igual á Lucifer en los pensamientos, pues los puse en quien era -esposa de mi mismo Dios, cielo suyo y niñas de sus ojos. A la Virgen -bendita del Rosario debo el conocimiento de mis culpas, pues dexandoos -(si sois la que pienso, y no fantasma) en Badajoz, y dando cabo en la -corte, descuidado de mi bien, mereci un dia oir acaso un sermon de uno -de los apostoles que la predicacion de su santo rosario tiene Maria -en el mundo; en que pintando las misericordias que por tal devocion -haze su clemencia, pintó mi ceguera y dibuxó mi perversa vida, dando -juntamente remedio á todos mis males; que todo lo hizo predicando un -milagro y la eficacia de la dicha devocion. Senti tras sus palabras -la de la divina gracia, pues supe confesarme luego y dexar la corte -del rey de España, y buscar la de quien es vicario de aquel por quien -los reyes reinan y en cuyo servicio consiste solo el verdadero reinar; -alcanzé absolucion de aquella santa silla; y volviendo peregrino á -saber, disfraçado, de mis padres, y á saber la nota y escandalo que de -vuestra persona y de la mia habia en esta ciudad, he hallado en ella -que en boca de todos sois vos la santa, la recogida y exemplar, sin -haberseos notado falta ni ausencia; siendo yo solo el que os he pintado -y saben los cielos y vos (si sois la que pienso) y mi misma conciencia, -que es el más riguroso fiscal y quien me trae á sombras de tejado de -temor de la divina justicia, de quien solo pienso escapar recogido en -el templo de la divina misericordia, mediante la intercesion de quien -es madre dellas. Acabó en esto la lengua de don Gregorio las razones, -y començaron de nuevo sus ojos á confesar sus yerros y á mostrar el -sentimiento que tenia dellos. Consoladisima quedó la Priora cuando -hubo oido del autor de sus desventuras el conocimiento que tenia -dellas, y más cuando supo que le habia venido tan grande bien por -las manos clementisimas de quien habia vuelto por su honra y suplido -su falta en el gobierno los años que, dexada de Dios, habia seguido -desenfrenadamente sus apetitos y las sendas de su condenacion. Y -consolandole y dandole cuenta de sus sucesos y de lo que debia á Maria -benditisima, y como pensaba pagarle en parte tan grande deuda con una -verdadera y perpetua penitencia de sus culpas y un privarse de verle -jamas á él, le rogó fuese el que debia, mirase por su alma y huye<span -class="pagenum" id="Page_168">p. 168</span>se del mundo cuanto le fuese -posible y de vanas conversaciones y platicas; que le daba palabra ella -de hazer lo mismo, como tambien se la daba de callar el suceso mientras -viviese; pero no muerta, pues antes de morir le pensaba dexar escrito -en manos de su confesor, con orden de que le divulgase el mesmo dia -para gloria de Dios y recomendacion de la celestial aurora de tal -misericordia. Ofreciole don Gregorio hazer las mismas diligencias, y -de no quedar en el mundo, sino entrarse en un retirado convento de su -propia orden, do pagase su sensualidad el debido escote de los excesos -pasados, á fuerça de ayunos y disciplinas; y tras celebrar él con mil -alabanças de la Virgen y un millon de asombros y admiraciones la merced -milagrosa y favor inaudito que su infinita clemencia habia usado por la -devocion del santo rosario con la Priora y con él mesmo, se despidió -del convento para nunca más llegar á él, y della para jamas verla; y -lo proprio hizo ella, pidiendose ambos con lagrimas perdon reciproco, -y las oraciones el uno del otro. Continuó siempre, como queda dicho, -la Priora sus mortificaciones, consoladisima de la conversion de don -Gregorio, dando por ella iguales gracias á la Virgen que por la suya -propria, á quien le encomendó toda su vida. Volviose de alli él á su -casa, do estuvo algunos dias asentando cosas; y comunicada al cabo -dellos á sus padres su devocion, y representandoles las obligaciones -que tenia de consolarse con haberle visto vuelto vivo, les pidió su -bendicion y licencia para ser religioso, pues lo debia á Dios y á -su Madre, rogandoles ahincadamente se la diesen, y tuviesen á bien -tomase tan divino estado; tras lo cual tambien les rogó dexasen sus -bienes despues de sus dias á pobres, que son los verdaderos depositos -y en quien mejor se guardan, pues en su poder jamas se menoscaban las -haciendas. Alcançaronlo todo dellos sus lagrimas y raro espiritu; -con que se fue contentisimo á ser religioso en la misma ciudad, -profesando en la religion que tomó, con notables demostraciones de -virtud; y llegando por ellas á ser perlado de su convento, quiso -Dios acabase sus dias, ordenando juntamente el cielo fuese el de su -muerte en el mesmo en que fue la de la Priora y á la misma hora; -y haziendo cada uno antes de espirar una devotisima platica á su -comunidad, murieron con notables señales de su salvacion, recebidos -todos los divinos sacramentos. Hallaronse en poder de los confesores -de ambos, luego que espiraron, las relaciones de los amores, sucesos, -conversiones, milagros, y de los favores que la Virgen les habia hecho; -y publicandose el caso y verificandose, acudió toda la ciudad á ver sus -santos cuer<span class="pagenum" id="Page_169">p. 169</span>pos, que -estaban hermosisimos en los feretros. Hizoseles sumptuosisimo entierro, -invidiando todos la buena suerte de los padres de fray Gregorio, los -cuales tuvieron honradisima y consoladora vejez con su feliz fin. -Llegado el de su vida dellos, repartieron su hacienda en los conventos -de la Priora y de su hijo, con exemplo de todos, muriendo cargados de -años y de buenas obras. De los de la santa Priora no digo nada, porque -asi ellos como la otra hermana que tenia religiosa murieron mucho antes -que ella.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_21"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXI</h2> - <p class="subh2h">De como los canonigos y jurados se despidieron de - don Quixote y su compañia, y de lo que á él y á Sancho les pasó con - ella.</p> -</div> - -<p>Apenas hubo el ermitaño dado fin á las razones del cuento, cuando -dió principios á las de su alabança y encarecimiento uno de los -canonigos, diziendo: Maravillado y suspenso en igual grado me dexa, -padre, el suceso de la historia referida y el concierto guardado en su -narracion, pues él la haze tan apacible cuanto ella de sí prodigiosa; -si bien otra igual á ella en la sustancia tengo leida en el milagro -veinte y cinco de los noventa y nueve que de la Virgen sacratisima -recogió en su tomo de sermones el grave autor y maestro que por -humildad quiso llamarse el discipulo: libro bien conocido, y aprobado, -por cuyo testimonio á nadie parecerá apocrifo el referido milagro; por -el cual, y por los infinitos que andan escritos, recogidos de diversos, -graves y piadosos autores, en confirmacion del santo uso y devocion del -rosario, protesto ser toda mi vida de aqui adelante muy devoto de su -santa cofradia; y en llegando á Calatayud, tengo sin duda de asentarme -en ella y procurar ser admitido en el numero de los ciento y cincuenta -que se emplean en servirla y administrarla, trayendo visiblemente el -rosario, por el interes de las muchas indulgencias que he oido predicar -se ganan en ella. No dexó Sancho con sus dislates ordinarios proseguir -al canonigo los devotos encomios que iba diziendo de la santa cofradia -del Rosario y de la Virgen Santisima, su singular patrona; porque, -saliendo de traves, dixo: Lindamente, señor ermitaño, ha departido y -devisado la vida y muerte desa bendita monja y penitente fraile: juro, -non de Dios, que diera cuanto tengo en las faltriqueras, que son cinco -ó seis cuartos, por saberla contar de la suerte que la ha contado, á -las moças del horno de mi lugar; y desde aqui protesto que si Dios me -diere algun<span class="pagenum" id="Page_170">p. 170</span> hijo en -Mari-Gutierrez, que le tengo de inviar á estudiar á Salamanca, do, como -este buen padre, aprenda teologia, y poco á poco llegue por sus puntos -contados á decorar toda la gramatica y medecina del mundo; porque no -quiero se quede tan grande asno como yo. Pero no piense el grandisimo -bellaco gastar en el estudio la hacienda de su padre, yendose á jugar -con otros tales como él, que por las barbas que en la cara tengo, -juro que le tengo de dar, si tal haze, con este cinto más açotes que -caben higos en un seron de arroba. Dezia esto él quitandose el cinto -y dando con él con una colera desatinada en el suelo, repitiendo: Ser -bueno, ser bueno; estudiar, estudiar mucho; en hora mala para él y -para cuantos le valieren y me le quitaren de las manos. Rieron mucho -los circunstantes de su boberia; y no obstante su necia maldizion, le -tuvieron del braço, diciendo: Baste ya, hermano Sancho; no más, por -amor de Dios; que aun no está engendrado el rapaz que ha de llevar los -açotes. Con esto lo dexó, diziendo: A fe que lo puede agradecer á vs. -ms.; pero otra vez lo pagará todo junto: pase esta por primilla. Don -Quixote le dixo: ¿Que tonteria es esa Sancho? Aun no tienes el hijo, ni -aun esperança de tenelle, ¿y ya le açotas porque no va á la escuela? -¿No ve v. m., replicó él, que estos muchachos, si desde chiquitos no -se castigan, y se amoldan antes de tener ser, se vuelven haraganes y -respostones? Es menester pues, para evitar semejantes inconvenientes, -que sepan desde el vientre de su madre que la letra con sangre entra; -que asi me crió mi padre á mí; y si algun buen entendimiento tengo, me -lo embebió él en el caletre á puros açotes, tanto que el cura viejo de -mi lugar (santa anima haya su gloria), cuando me topaba por la calle, -poniendome la mano sobre la cabeça, dezia á los circunstantes: Si este -niño no muere de los açotes con que le crian, ha de crecer por puntos. -Eso, Sancho, respondió el ermitaño, tambien me lo dixera yo. Pues sepa -v. m., replicó él, que aquel cura era grande hombre, porque habia -estudiado en el Alcana toda la latrineria de pe á pa. Alcala dirás, -dixo don Quixote; que en el Alcana de Toledo no se aprenden letras, -sino como se han de hazer compras y ventas de sedas y otras mercancias. -Eso ó esotro, replicó Sancho, lo que sé es que era medio adevino, pues -conocia una muger de buena cara entre veinte feas; y era tan doto, que -pasando una vez por mi lugar un estudiante, argumentaron bravamente -ambos de las epistolas y evangelios del misal, y le vino nuestro -cura á cohondir, porque le preguntó, tratando de no sé que latin de -la Iglesia, que ya no se me<span class="pagenum" id="Page_171">p. -171</span> acuerda, no sé que honduras, y le dexó patas arriba hecho un -cesto, confesando dél que era hombre preeminente. Por cierto, dixo un -canonigo, señor Sancho, que v. m. tiene bravo ingenio, y que gustaré no -poco, y lo mismo creo haran todos estos señores, de oirle contar algun -cuento igual á los que nos han referido el señor soldado y reverendo -ermitaño, pues siendo tanta su memoria y habilidad, no dexará de ser -el que nos contare muy curioso. Yo les prometo á vs. ms., dixo Sancho, -que tocan tecla á la cual responderan más de dos dozenas de flautas; -porque sé los más lindos cuentos que se pueden imaginar; y si gustan, -les contaré uno diez vezes mejor que los referidos, aunque muy más -corto y verdadero. Quitate allá, animalazo, dixo don Quixote: ¿que has -de contar que sea de consideracion? Saldrasnos á moler con una frialdad -á mí y á estos señores, como me moliste en el bosque en que encontré -con aquellos seis valerosos gigantes en figura de batanes, con la necia -historia de Lope Ruiz, cabrerizo extremeño, y de su pastora Torralba, -vagamunda perdida por sus pedazos, hasta seguirle enamorada dellos, -despues de reconocida y llorosa por los melindrosos desdenes con que le -trató (ordinario efecto del amor en las mugeres, que buscadas huyen, -y huidas buscan), desde Portugal hasta las orillas de Guadiana, en -las cuales atollaron sus cabras tu cuento, y mis narizes con el mal -olor con que atrevido las sahumaste. ¡Malillo, pues, era el cuento! -dixo Sancho; y á fe que me huelgo que á v. m. se le acuerden tan bien -sus circunstancias, para que por ellas y las del que agora referiré, -si me dan grato silencio todos, conozca la diferencia que hay del uno -al otro. Rogaron todos á don Quixote le dexase contar su cuento, y -dandole él licencia para ello, y entonando Pança su voz, començó á -dezir: Erase que se era, que en hora buena sea, el bien que viniere -para todos sea, y el mal para la manceba del abad, frio y calentura -para la amiga del cura, dolor de costado para la ama del vicario, y -gota de coral para el rufo sacristan, hambre y pestilencia para los -contrarios de la Iglesia. ¿No lo digo yo, dixo don Quixote, que este -animal es afrenta-buenos, y no ha de dezir sino dislates? ¡Miren la -arenga de los diablos que ha tomado para su cuento, tan larga como la -cuaresma! ¿Pues son malos los arenques para ella, cuerpo de mi sayo? -dixo Sancho. No me vaya v. m. á la mano, y verá si digo bien: ya me iba -engolfando en lo mejor de la historia, y agora me la ha hecho desgarrar -de la mollera: escuchen, si quieren, con Barrabas, pues yo les he -escuchado á ellos. Erase, como digo, volviendo á mi cuento, señores de -mi alma, un Rey y una Reina,<span class="pagenum" id="Page_172">p. -172</span> y este Rey y esta Reina estaban en su reino, y todos al que -era macho llamaban el Rey, y á la que era hembra la Reina. Este Rey y -esta Reina tenian un aposento tan grande como aquel que en mi lugar -tiene mi señor don Quixote para Rocinante; en el cual tenian el Rey -y la Reina muchos reales amarillos y blancos, y tantos, que llegaban -hasta el techo. Yendo dias y viniendo dias, dixo el Rey á la Reina: Ya -veis, Reina deste Rey, los muchos dineros que tenemos: ¿en que pues os -parece seria bueno emplearlos, para que dentro de poco tiempo ganasemos -muchos más y mercasemos nuevos reinos? Dixo luego la Reina al Rey: Rey -y señor, pareceme que seria bueno que los comprasemos de carneros. -Dixo el Rey: No, Reina, mejor seria que los comprasemos de bueyes. -No, Rey, dixo la Reina, mejor será, si bien lo miras, emplearlos en -paños, y llevarlos á la feria del Toboso. Anduvieron en esto haziendo -varios arbitrios, diziendo la Reina no á cuanto el Rey dezia sí: y el -Rey sí á cuanto la Reina dezia no. A la postre, postre, vinieron ambos -en que seria bueno ir con los dineros á Castilla la Vieja ó tierra -de Campos, do por haber muchos gansos, los podrian emplear en ellos, -mercandolos á dos reales; y añadia la Reina, que dió este consejo: Y -luego mercados, los llevaremos á vender á cuatro reales, y á pocos -caminos multiplicaremos asi infinitamente el dinero en breve tiempo. Al -fin el Rey y la Reina llevaron todos sus dineros á Castilla en carros, -coches, carroças, literas, caballos, acemilas, machos, mulas, jumentos -y otras personas deste compas. Tales como la tuya serian todos, dixo -don Quixote: ¡maldigate Dios á ti y á quien tiene paciencia para oirte! -Ya es la segunda vez que me desbarata, replicó Sancho, y creo que es -de invidia de ver la gravedad de la historia y la elegancia con que la -refiero; y si eso es, dela por acabada. Que no permitiese tal rogaron -á don Quixote, y á Sancho pidieron con insistencia la prosiguiese. -Hizolo, diziendo, porque estaba de buen humor: Consideren, señores, -con tanto real que tantos gansos comprarian el Rey y la Reina; que yo -sé de cierto que eran tantos, que tomaban más de veinte leguas: en fin -estaba España tal de gansos, cual estuvo el mundo de agua en tiempo -de Noe. Y si fuera cuales estuvieron de fuego Sodoma, Gomorra y las -demas ciudades, dixo Bracamonte, ¿cuales quedaran los gansos, señor -Pança?—Para la mia buenos y bien asados, señor Bracamonte; pero ni eso -fue, ni se me da nada, pues no me hallé en ello: lo que sé es que el -Rey y la Reina iban con ellos por los caminos, hasta que llegaron á -un grandisimo rio... Que sin duda, dixo el jurado, seria Manzanares, -pues su<span class="pagenum" id="Page_173">p. 173</span> grandiosa -puente segoviana muestra que antiguamente seria caudalosisimo. Solo -sé, replicó Sancho, que por no haber en él pasadizo, llegados el Rey -y la Reina á su orilla, dixo el uno al otro: ¿Como habemos de pasar -agora estos gansos? porque si los soltamos, se iran nadando por el rio -abaxo, y no los podrá despues coger el diablo de Palermo; por otra -parte, si los queremos pasar en barcas, no los podremos recoger en un -año. Lo que me parece, dixo el Rey, es que hagamos hazer luego en este -rio una puente de palo, tan angosta que solo pueda pasar por ella un -ganso; y asi, yendo uno tras otro, ni se nos descarriaran, ni tendremos -trabajo de pasarlos todos juntos. Alabó la Reina la traça; y efectuada, -començaron uno á uno á pasar los gansos. Calló Sancho en esto; y don -Quixote le dixo: Pasa tú con ellos, con todos los diablos, y acabemos -ya con su pasage y con el cuento. ¿Para que te paras? ¿Hasete olvidado? -No respondió palabra Sancho á su amo, lo cual visto por el ermitaño, le -dixo: Pase v. m., señor Sancho, adelante con el cuento; que en verdad -que es lindisimo. A esto respondió él, diziendo: Aguardense: ¡cuerpo -non de Dios, y que supitos que son! Dexen pasar los gansos, y pasará -el cuento adelante. Dadlos por pasados, replicó uno de los canonigos. -No, señor, dixo Sancho: gansos que ocupan veinte leguas de tierra no -pasan tan presto; y asi resuelvase en que no pasaré adelante con mi -cuento, ni lo puedo hazer con buena conciencia, hasta que los gansos no -esten de uno en uno desotra parte del rio, en que no tardaran más que -un par de años cuando mucho. Con esto se levantaron del suelo, riendo -todos como unos locos, sino don Quixote, que le quiso dar á todos los -diablos; pero apaciguaronle los de la compañia, despues de lo cual se -despidieron dél, diziendole: Sirvase v. m., señor caballero andante, de -darnos licencia; que pues el sol, ya negandonos su luz por comunicarla -á los antipodas, dexa la tierra sin la molestia que su riguroso calor -le causaba, razon será le mostremos en el caminar, por tener la jornada -algo más larga que v. m. y su compañia, á la cual suplicamos nos mande -y emplee en su servicio; que á todo acudiremos como pide la obligacion -en que nos ha puesto la merced recebida y la buena compañia que se nos -ha hecho. Ese agradecimiento noble estimo yo en nombre destos señores -en lo que es razon, replicó don Quixote; y por él y en nombre dellos -rindo las debidas gracias, ofreciendo en servicio de vs. ms. cuanto -nuestras fuerças valieren; y acompañaramoslos todos con prisa, aunque -voy á la corte por un forçoso desafio, si me igualaran los pies deste -señor soldado, y reverendo ermi<span class="pagenum" id="Page_174">p. -174</span>taño, con cuyo cansancio me acomodo, obligado de su buen -termino y mi natural piedad. Despidieronse en esto con mucha cortesia -los unos de los otros, y don Quixote puso el freno á Rocinante, en -que subido, començó á caminar con el ermitaño y soldado por diferente -parte poco á poco, hazia un lugarejo donde tenian determinado quedarse -aquella noche, yendo aguardando á Sancho, que se quedó enalbardando su -rucio. Entre tanto que llegaban al pueblo, platicaron el ermitaño y el -soldado sobre los referidos cuentos; y como eran agudos y estudiantes, -pudieron facilmente meterse en puntos de teologia, y uno dellos fue -admirandose del siniestro fin que tuvo Japelin, y el feliz de don -Gregorio y la Priora. En esto volvieron todos las cabeças, y más don -Quixote, que con mucha atencion les iba escuchando, y vieron á Sancho -Pança, que venia muy repantigado sobre su asno. Llegandoseles cerca, -dixo: Por la vida de Matusalen juro que aunque murió muy buena muerte -aquel don Gregorio, con todo, por el camino he venido pensando en cuan -mal lo hizo en dexar á la pobre doña Luisa en Badajoz sola, y en las -manos de aquellos fariseos que tan enamorados andaban della, con que le -dió ocasion de ser peor de lo que era ya. ¿No veis, Sancho, respondió -el ermitaño, que todo fue permision de Dios, el cual de muy grandes -males suele sacar mayores bienes, y no permitiera aquellos, si no fuera -por ocasionarse con ellos para mostrar su omnipotencia y misericordia -en estos otros? que en fin, de lo mesmo que el demonio traça para -perdernos, toma nuestro buen Dios ocasion de ganarnos; que son el -demonio y Dios como la araña y abeja, que de una misma flor saca la una -ponçoña que mata, y la otra miel suave y dulce que regala y da vida.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_22"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXII</h2> - <p class="subh2h">Como prosiguiendo su camino don Quixote con toda - su compañia, toparon una estraña y peligrosa aventura en un bosque, - la cual Sancho quiso ir á probar como buen escudero.</p> -</div> - -<p>Yendo nuestro buen hidalgo caminando con toda su compañia y -platicando de lo dicho, ya que llegaban á un cuarto de legua del pueblo -do habian de hazer noche, oyeron en un pinar, á la mano derecha, una -voz como de muger afligida; y parandose todos, volvieron á escuchar -lo que seria, y sintieron la misma voz lamentable, que dezia: ¡Ay de -mí, la más desdichada muger de cuantas hasta agora han nacido! ¿Y no -habrá quien me socorra en esta tribulacion, en que la fortuna por mis -gran<span class="pagenum" id="Page_175">p. 175</span>des pecados me -ha puesto? ¡Ay de mí, que sin duda habre de perecer aqui esta noche, -entre dientes, garras y colmillos de alguna de las muchas fieras que -semejantes soledades suelen poblar! ¡Oh traidor perverso! ¿Y por que -me dexaste con vida, pues me fuera harto mejor que con los filos de -tu cruel espada me cortaras el cuello, que no haberme dexado desta -suerte con tanta inhumanidad? ¡Ay de mí! Don Quixote, que semejantes -razones oyó sin ver quien las dezia dixo á los compañeros: Señores, -esta es una de las más estrañas y peligrosas aventuras que jamas he -visto ni probado desde que recebí el orden de caballeria; porque este -pinar, es un bosque encantado, donde no se puede entrar sin grandisima -dificultad, en medio del cual tiene el sabio Freston, mi contrario -antiguo, una cueva, y en ella muchos y muy nobilisimos caballeros y -donzellas encantadas, entre los cuales, por saber que en ello me haze -singular agravio y sinsabor, ha traido presa á mi intima amiga la -sabia Urganda la desconocida, y la tiene llena de cadenas, atada á una -rueda de molino de aceite, la cual voltean dos ferozisimos demonios; -y cada vez que la pobre sabia llega abaxo, y la coge la piedra por -el cuerpo, da aquellas terribles vozes: por tanto ¡oh clementisimos -heroes! atended; que solo á mi persona atañe y de juro pertenece probar -esta insolita aventura, y libertar á la afligida sabia ó morir en la -demanda. Cuando el ermitaño y Bracamonte oyeron semejantes dislates á -don Quixote, y ponderaron los visages y afectos con lo que dezia, le -tuvieron totalmente por loco; pero con todo, disimulando este conceto -que dél tenian, le dixeron: Mire v. m., señor don Quixote, que por -esta tierra no se usan encantamientos, ni este pinar está encantado, -ni puede haber cosa de las que v. m. dize; y solo se puede buenamente -colegir de las vozes que se oyen, que algunos salteadores habran robado -alguna muger y dadola de puñaladas, la habran dexado en medio deste -pinar, y desto se debe de lamentar. A pesar de cuantos lo contradizen, -replicó don Quixote, son las vozes de la persona y por las causas que -dicho tengo. Viendo Sancho Pança lo que altercaban sobre dezernir quien -y por que razon pronunciaba los confusos lamentos que oian, se llegó -á su amo, muy repolludo en el rucio, y quitandose la caperuça, puesto -en su presencia, le dixo: Ya los dias pasados vió v. m., mi señor don -Quixote, saliendo de Çaragoça, como me las tuve tiesas con el señor -Bracamonte, que está presente; y que si no fuera por v. m. y por el -respeto que tuve á la venerable presencia deste señor ermitaño, no -dexara de dar cima, tronco, ó como diablos lo llaman los caballeros -andantes, á<span class="pagenum" id="Page_176">p. 176</span> la -aventura ó batalla que con él tuve, pero batalla en que se me dió por -vencido; y asi para que merezca venir á ser por mis pulgares, andando -los tiempos, tenido por esos mundos, insulas y peninsulas por caballero -andante, como v. m. lo es, y haga á cuantos topare tuertos y coxos, -le pido desencarecidamente se esté aqui con estos señores; que yo iré -quedito, subido en mi rucio, sin permitirle diga en el camino palabra -buena ni mala, á ver si es la que ahi dentro se quexa la sabia Urganda, -ó como se llama; y si cojo descuidado al bellaconazo del sabio que v. -m. dize, verá como, despues de haberle dado media dozena de gentiles -moxicones, se le traigo aqui agarrado de los cabeçones; pero si acaso -muriesemos en la demanda yo y mi fidelisimo jumento, suplico á v. m. -por amor del señor san Julian, abogado de los cazadores, que nos haga -enterrar juntos en una sepultura; que pues en vida nos quisimos como -si fueramos hermanos de leche, bien es que en la muerte tambien lo -seamos; y mandeme enterrar en los montes de Oca; y si por mi ventura -fuere camino para llevarnos á ellos la Argamesilla de la Mancha, -nuestro lugar, detenganos en ella siete dias con sus noches, en honra y -gloria de las siete cabrillas y de los siete sabios de Grecia; lo cual -hecho, iremos alegres nuestro camino, habiendo empero almorzado primero -lindamente. Riose don Quixote, diziendo: ¡Oh Sancho, y que grande necio -que eres! Pues si te he de llevar muerto con tu rucio, ¿como quieres -descansar siete dias con sus noches en la Argamesilla, y despues -almorzar para ir adelante? Par diez, replicó Sancho, que tiene razon: -v. m. perdone; que no habia caido en que iba muerto. Pues, Sancho, dixo -entonzes don Quixote, porque veas que deseo tu aprovechamiento en las -aventuras, te doy plenaria licencia para que vayas y pruebes esta, y -ganes la honra della que se me debia; y me la quito para dartela, con -el fin de que comiençes á ser caballero novel, prometiendote que si le -das, cual confio de tu braço, á esta peligrosa hazaña que emprendes, en -llegando á la española corte, tengo de hazer con su catolico monarca -que por fuerça ó por grado te dé el orden de caballeria, para que, -dexando el sayo y la caperuça, subas armado de todas pieças en un -andaluz caballo, y vayas á justas y torneos, matando fieros gigantes -y desagraviando opresos caballeros y tiraniçadas princesas con los -filos de tu espada, sin trepidar los soberbios gigantes y fieros grifos -que te hizieren resistencia. Señor don Quixote, dixo Sancho, dexeme -á mí; que á cachetes haré yo más en un dia que otros en una hora; y -si puedo poner un poco de tierra en medio, como haya abundan<span -class="pagenum" id="Page_177">p. 177</span>cia de guijarros, quedará la -vitoria por mia, y muertos todos los gigantes aunque tope un cahiz de -ellos; y con esto, adios; que voy á ver en que pára esta aventura; mas -deme primero su bendicion. Don Quixote le santiguó, diziendo: Dete Dios -en este trance y semejantes lides la ventura y acierto que tuvieron -Josue, Gedeon, Sanson, David y el santo Macabeo contra sus contrarios, -por serlo de Dios y de su pueblo. Començó luego Sancho á caminar; y -andados cuatro pasos, volvió á su amo, diziendo: Mire v. m., señor, -que si acaso diere vozes, viendome en algun peligro, que acuda luego, -y no demos que reir al mal ladron, pues podria v. m. llegar tan tarde, -que ya Sancho hubiese llevado, cuando llegase, media dozena de maçadas -de gigantes. Anda, Sancho, dixo don Quixote, y no tengas miedo; que -yo acudiré á tiempo. Con esto se fue; y apenas hubo andado otros seis -pasos, cuando volvió diziendo: Y mire v. m., tome esto por seña de que -me va mal con este sabio, que encomendado sea á las furias infernales: -que cuando yo diga dos vezes ¡ay, ay! venga como un pensamiento; porque -será señal infalible de que ya me tiene en tierra atado de pies y manos -para quitarme el pellejo como un san Bartolome. No harás cosa buena, -dixo don Quixote, pues tanto temor tienes. Pues, ¡pesia á la madre -que me parió! dixo Sancho, estase v. m. arrellenado en su caballo, y -esotros dos señores riendose, como si fuese cosa de burla el irme yo -triste á meter solo entre millones de gigantes más grandes que la torre -de Babilonia, ¡y no quiere que tema! Yo le aseguro que si alguno de sus -mercedes viniera, hiziera peor: ¡cuerpo non de Dios con ellos, y aun -con la puta perra que me hizo pedir tal licencia, ni tratar de meterme -en estos ruidos, y buscar perro con cencerro! Tras esto se entró el -pinar adentro; y habiendo andado medrosisimo cosa de veinte pasos, -començó á dar gritos en seco, diziendo: ¡Ay, ay, que me matan! Apretó -las espuelas don Quixote á Rocinante en oyendo las vozes, y tras él el -ermitaño y soldado; y llegando todos á Sancho, que estaba caballero en -su asno, le dixo su amo: ¿Que es ó que has habido, mi fiel escudero? -que aqui estoy. ¡Eso sí! dixo Sancho: no he visto aun nada, y solo he -gritado por ver si acudiria al primer repiquete de broquel. Volvieron -atras todos riendo, y Sancho se emboscó; pero á poco trecho oyó como no -muy lexos dél se quexaban y dezian: ¡Ay Madre de Dios! ¿Y es posible -que no haya en el mundo quien me socorra? Sancho que iba con más miedo -que vergüença, alargando el cuello acá y acullá, oyó de nuevo cerca -de sí la mesma voz,<span class="pagenum" id="Page_178">p. 178</span> -que entre unos arboles le dezia: ¡Ah, hermano labrador! por amor de -Dios, quitadme de aqui. Volviendo en esto, turbado, la cabeça Sancho, -vió una muger en camisa, atada de pies y manos á un pino; y apenas -la hubo visto, cuando dando una gran voz se arrojó del asno abaxo, y -volviendose á pie, corriendo y tropeçando, por donde habia venido, iba -diziendo á vozes: ¡Socorro, socorro, señor don Quixote; que matan á -Sancho Pança! Don Quixote y los demas que oyeron á Sancho entraron el -pinar adentro, donde toparon con él, que se volvia turbadisimo, mirando -hazia atras de cuando en cuando, y tropeçando en una mata y dando de -ojos en otra; al cual, asiendole del braço el soldado, y no pudiendole -detener, segun se daba prisa por salir del pinar, le dixo: ¿Que es -esto, señor caballero novel? ¿Cuantos gigantes ha muerto á moxicones? -Reportese, pues queda con vida y nos ha excusado el trabajo de llevarle -á enterrar á los montes de Oca. ¡Ay señor! respondió Sancho, no vaya -allá, por las llagas de Jesus Nazareno, Rex Judœorum; porque le asiguro -he visto por estos ojos pecatrizes, los cuales no soy digno de jurar, -una anima del purgatorio vestida de blanco como ellas, segun dezia el -cura de mi lugar; y á fe que no esté sola; que siempre estas andan á -bandadas como palomas; lo que sé dezir es que la que yo acabo de ver -está atada á un pino; y si no me encomendara aprisa á san Longinos -benditisimo, y apretara los pies, me tragara sin duda, como se ha -tragado ya al triste rucio y á mi caperuça, que no la hallo. Començó -don Quixote á caminar poco á poco, y los demas tras él; y Sancho, -que apenas se podia mover, segun iba de cortado, dixo: ¡Ah señor don -Quixote! mire por amor de Dios lo que haze, no tengamos que llorar -para toda nuestra vida. En esto, como la muger que estaba atada sintió -rumor de gente, començó á levantar la voz y á dezir: ¡Ay señores! por -reverencia del que murió por todos, que me quiten deste tormento en que -estoy puesta, y si son cristianos hayan misericordia de mí. Don Quixote -y los demas, que vieron aquella muger atada de pies y manos al pino, -llorosa y desnuda, tuvieron gran compasion de ella; pero Sancho, asido -del habito del ermitaño y puesto tras él, medio acechando, con el miedo -que tenia le dixo: Doña anima del purgatorio (¡purgada os vea yo con -todos los diablos del infierno á vos y á quien acá os traxo, supuesto -que no puedo creer sea cosa buena!), dad acá el rucio que os habeis -comido; si no, por vida de cuantos verdugos hay en el Flas Sanctorum, -que mi señor don Quixote os le saque del buche á puras lançadas. El -soldado le respondió: Callad,<span class="pagenum" id="Page_179">p. -179</span> Sancho; que alli anda vuestro asno paziendo, la caperuça, -que se os cayó, está junto á él. ¡Oh bendito sea Dios, dixo Sancho, -y como me huelgo! Y asiendo del asno, le abraçó y dixo: Bien seas -venido de los otros mundos, asno de mi alma; mas dime como te ha ido en -ellos:—y llegandose tras esto á su amo, le dixo: Mire v. m., señor, lo -que haze, y no la desate, porque esta anima me parece pintiparada á la -anima de una tia mia que murió habrá dos años, de sarna y mal de ojos, -en mi lugar; y nos importa á todos los de mi linage no verla más que á -la landre, porque era la más maldita vieja que hayan tenido todas las -Asturias de Oviedo que hay en todo el mundo. No curó don Quixote de las -boberias de su escudero; y asi, volviendose al ermitaño y á Bracamonte, -les dixo: Habeis de saber, señores, que esta dama que veis aqui atada -con tanto rigor y crueldad, es sin duda la gran Zenobia, reina de las -Amazonas, si nunca la oistes dezir; la cual, habiendo salido á caza con -la muchedumbre de sus más diestros cazadores, vestida de verde, en un -hermoso caballo rucio rodado, con su arco en la mano y una rica aljaba -al hombro, llena de doradas y herboladas flechas, habiendose apartado -de su gente por haber seguido un ferozisimo jabalí, se perdió en estos -obscuros bosques; y siendo hallada por alguno ó algunos jayanes de los -que van por el mundo haziendo dos mil alevosias le robaron su preciado -caballo, quitandole sus ricos y bordados vestidos y todas las joyas, -perlas, axorcas y anillos que en su cuello, braços y blancas manos -traia; y la dexaron, como veis, desnuda en camisa y atada á ese pino: -por tanto, señor soldado, v. m. la desate luego, y sabremos de su boca -elegantisima toda la historia. La muger era tal, que pasaba de los -cincuenta, y tras de tener bellaquisima cara, tenia un rasguño de á -jeme en el carrillo derecho, que le debieron de dar siendo moça, por su -virtuosa lengua y santa vida. El soldado la fue á desatar, diziendo: -Yo le juro á v. m., señor caballero, que la dueña que está aqui no -tiene cara de reina Zenobia, si bien tiene el talle de amazona; y si no -me engaño, me parece haberla visto en Alcala de Henares, en la calle -de los Bodegones, y se ha de llamar Barbara la de la cuchillada. Y -llegandola á desatar, dixo ella que era la verdad y que aquel era su -nombre. En esto se quitó el manto que traia el ermitaño, y se le puso -á la pobre muger para que asi con él llegase hasta el lugar con más -decencia; la cual, en viendose cubierta, se llegó adonde estaba don -Quixote, y viendole armado de todas pieças, le dixo: Infinitas gracias, -señor caballero, rindo á v. m. por la que me acaba de hazer, pues con -ella y por sus manos quedo<span class="pagenum" id="Page_180">p. -180</span> libre de las de la muerte, en las cuales sin duda me viera -esta noche, si por piedad de los cielos no hubiera v. m. pasado por -aqui con esta noble compañia. Don Quixote con mucho reposo y gravedad -le respondió, diziendo: Soberana señora y famosa reina Zenobia, cuyas -fazañas estan ya tan sabidas por el mundo, y cuyo nombre y valor -conocieron tan bien los famosos griegos á costa de su sangre generosa, -pues vos con vuestras fermosas cuanto intrepidas amazonas fuistes -poderosa para dar la vitoria á la parte que favoreciades de los dos -lucidos exercitos del emperador de Babilonia y Constantinopla, yo -me tengo por muy felize y dichoso en haberos hecho hoy este pequeño -servicio, principio de los que á vuestra real persona de aqui adelante -pienso hazer en la grandiosa corte del catolico monarca de las Españas, -en la cual tengo aplaçada una peligrosa y dudosa batalla con el gigante -Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre. Yo os juro y prometo desde aqui -coronaros por reina y señora de aquella amenisima isla y regalado -reino, despues de haber por cuarenta dias defendido contra todos los -caballeros del mundo vuestra rara y peregrina fermosura. El ermitaño y -Bracamonte, que semejantes disparates oyeron dezir á don Quixote, no se -podian valer de risa; pero considerando la obligacion en que le estaban -por lo que cuidaba de su regalo, y cuanto por no perderle les importaba -sobrellevarle, disimulaban cuanto podian, siguiendole el humor como -discretos; aunque, cuando se hallaban ambos á solas, lo reian todo -por junto. La buena muger, que se vió tratar de reina, no supo que -le responder, sino dezir: Yo, señor mio, si bien soy moçona, no soy -la reina Zenobia, como v. m. me llama; si es que no lo dize fisgando -por verme tan fea. Pues á fe que en mi tiempo no lo fui; que vivido -he en Alcala de Henares toda mi vida, donde, cuando era muchacha, era -bien regalada y querida de los más galanos estudiantes que ilustraban -entonzes aquella celebre universidad, sin haber rotulada por todos sus -patios y casa otra que Barbara; y hasta en todas las puertas de los -conventos y colegios estaba mi nombre escrito con letras coloradas y -verdes, cubierto de coronas y ladeado de palmas, diziendo: Barbara -victor; pero ya por mis pecados, despues que un escolastico capigorron -me hizo esta señal en el rostro (que mala se la de Dios en el anima), -no hay quien haga caso de mí. Pues á fe que, aunque fea, no espanto. A -esto respondió Sancho: Por vida de mi madre, que esté en el otro mundo -por muchos años y buenos, señora reina Zenobia, que aunque le parece á -v. m. que no espanta, que me espantó denantes cuando la ví con tan mala -catadura; que habia<span class="pagenum" id="Page_181">p. 181</span> -de la cera que destilaba la colmena trasera que naturaleza me dió, -para hazer bien hechas media dozena de hachas de á cuatro pabilos. -Don Quixote, que ya en su fantasia idolatraba en Barbara, teniendola -por la reina Zenobia, le dixo, dando un empujon á Sancho, con que le -hizo callar: Vamos, serenisima señora, al lugar, que ya está cerca, y -dezirnos heis por el camino como os sucedió la desgracia de ser robada, -y atada de pies y manos en aquel pino. Y volviendose á Sancho, le dixo: -¿Ois, escudero? Traed vuestro jumento, y subireis en él luego á la -señora reina Zenobia de aqui al lugar. Traxole Sancho, y poniendose á -gachas á cuatro pies para que subiese, volviendo la cabeça, le dixo: -Suba, señora reina; y ponga los pies sobre mí. Hizolo ella con mucha -desenvoltura y sin hazerse de rogar; y puesta á caballo, començaron -á caminar para el pueblo. A pocos pasos que habia andado, le dixo -Bracamonte: Diganos, señora Barbara, por vida desa suya que tantas ha -pensado costar en la moçedad, ¿quien fue aquel bellaco que la dexó de -tal suerte, y quien el que la sacó de la calle de los Bodegones de -Alcala, donde estaba como una princesa y tan visitada de estudiantes -novatos que la henchian las medidas y bolsas? ¡Ay señor soldado! -respondió ella. ¿Conociome á mí alli en mi prosperidad? ¿Entró alguna -vez en mi casa? ¿O acaso comió jamas del mondongo que yo guisaba? que -le solia algunas vezes hazer tan bueno, que se comian los estudiantes -las manos tras ello. Yo, señora, respondió él, jamas comí en casa de -v. m., porque estaba en el Colegio Trilingüe, donde dan de comer á -los colegiales; pero acuerdome bien de que alababan mucho las agujas -de v. m. y su limpieza, la cual, segun me dezian, era tanta, que con -solo un caldero de agua lavaba por el pensamiento dos y tres vientres: -de manera que salian de sus manos unas morcillas verdinegras, que era -gloria mirallas; que como la calle es angosta y obscura, no se podia -echar de ver la superabundancia del mugre con que convidaban al más -hambriento machuca de Alcala. ¡Ay! ¡mal haya él, replicó Barbara, y -que gran bellaco y socarron me parece! Pues á fe que si no me engaño, -que ha él comido de mis manos más de cuatro vezes; porque su talle y -vestido no es para hazerme creer que ha estado en el Colegio Trilingüe, -como dize. Digame la verdad, acabe. Bracamonte la satisfizo, diziendo: -Antes que yo entrase en el colegio, agora cuatro años, estaba con -otros seis estudiantes amigos en la calle de Santa Ursula, en las -casas que se alquilan alli junto á la iglesia mayor del mercado; y me -acuerdo que v. m. subió á ellas con una olla no muy pequeña llena de -mondongo; y un estudiante, que se llamaba Lo<span class="pagenum" -id="Page_182">p. 182</span>pez, la cogió en sus braços sin derramarla, -y la metió en su aposento, donde él con todos los amigos comimos de -la olla que v. m. se traia baxo sus mugrientas sayas, sin tocar á -la del mondongo. Por el siglo de mi madre, respondió Barbara, que -me acuerdo deso como de lo que he hecho hoy. Pues á fe que toda era -gente honrada; que aunque no tuvieron razon de hazer lo que hizieron, -siendo yo muger de mis prendas, todavia tuvieron respeto de no tocarme -á la olla. ¡Jesus, Jesus! ¿que estaba alli? Pues sepa que Lopez es -ya licenciado y un grandisimo bellaco enamoradizo, mas con todo eso, -á fe que las vezes que yo subia á su aposento, que no me escupia. -Pues, señora reina mia, dixo Sancho, si tan buena ofiziala es de hazer -mondongos, sepa que si mi amo la lleva, como dize, al reino de Chipre, -alli tendrá bastantisima ocasion de mostrar su habilidad, porque habrá -tripas infinitas de los enemigos que mataremos; de los cuales podrá -hazer pasteles, pelotas de carne y ollas podridas, y echarles toda la -caparrosa que quisiere, pues es lo que da mejor gusto á los guisados. -¡Ay amarga de mí! respondió Barbara: si la caparrosa es para hazer -tinta, ¿como dezis vos, hermano, que la eche en los guisados? No sé, -en mi conciencia, replicó Sancho, lo que me echaron encima de las -alhondiguillas que me dieron en casa de don Carlos en Çaragoça; lo que -sé es que ellas me supieron riquisimamente. Albondiguillas direis, -dixo Barbara; que ansi se llaman en todo el mundo. Poco monta; replicó -Sancho, que se llamen de una suerte ó de otra, lo que hemos de procurar -es sembrar muchas en estando en Chipre.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_23"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXIII</h2> - <p class="subh2h">En que Barbara da cuenta de su vida á don Quixote - y sus compañeros hasta el lugar, y de lo que les sucedió desde que - entraron hasta que salieron dél.</p> -</div> - -<p>Salieron del pinar á la que Sancho acababa de dezir las referidas -simplicidades. Juntoseles don Quixote en el camino real, donde les -esperaba haziendo mil discursos acerca del modo que tendria en llevar -á la corte á la que él tenia por reina Zenobia; y luego que vió que -ella llegaba al puesto en que la esperaba, la dixo con grande respeto -y mesura: Suplico á vuesa magestad se sirva, poderosisima reina, de -darnos cuenta, de aqui á que con la fresca lleguemos al vecino lugar, -de quienes fueron los follones que la robaron sus ricas joyas y la -desnudaron de sus reales galas, dexandola atada con tanta crueldad -en aquel<span class="pagenum" id="Page_183">p. 183</span> arbol. -A lo cual respondió ella al punto: V. m., señor mio, ha de saber -que viviendo yo en Alcala de Henares, en la calle que llaman de los -Bodegones, con mi honrado y ordinario trato, quiso la fortuna, que -siempre es contraria á los buenos, que viniese alli un mancebo de muy -bonita cara y harto discreto, el cual entró dos ó tres vezes á comer en -mi casa. Como le vi al principio tan cortes, prudente y bien hablado, -aficionemele (que no debiera) de tal suerte, que no podia de noche -ni de dia sosegar sin verle, hablarle y tenerle á mi lado. Dabale de -comer y cenar todos los dias como á un principe, comprabale medias, -çapatos, cuellos y aun los libros que me pedia, mirandome en él cual -en un un espejo: en fin, él estuvo en mi casa con esta vida más de un -año y medio, sin gastar blanca suya, y muchas mias. En este tiempo -sucedió que estando una noche conmigo en la cama, me dixo como estaba -determinado de ir á Çaragoça, adonde tenia parientes muy ricos; y que -me prometia, si queria ir con él, que en llegando allá se casaria -conmigo, por lo mucho que me amaba; y yo, que soy una bestia, creyendo -sus engañosas palabras y falsas promesas, le dixe que era contentisima -de seguirle; y luego començé á vender mis alhajas que eran dos camas -de buena ropa, dos pares de vestidos mios, una grande arca de cosas de -lienzo, y finalmente todo lo demas que en mi casa tenia; de lo cual -hize más de ochenta ducados, todo en reales de á ocho. Con ellos y -notable gusto nos salimos juntos una tarde de Alcala; y llegados al -segundo dia á la entrada del bosque de quien ahora acabamos de salir, -me dixo nos entrasemos á sestear en él; que se queria holgar conmigo: -¡asi mala holgura le dé Dios en el alma y en el cuerpo! Pero no le -quiero maldezir; porque quiçá algun dia nos toparemos, y me pedirá -perdon de lo hecho; y como le quiero tanto, facilmente le perdonaré. -Seguile, creyendo en sus razones (que no debiera); y viendome sola y -en lugar tal y tan secreto, metió mano á una daga, diziendome que si -no sacaba alli todo el dinero que traia conmigo, que él me sacaria el -alma del cuerpo con aquel puñal. Yo, que vi una furia tan repentina -en la prenda que más queria en el mundo, no supe qué le responder, -sino, llorando, suplicarle que no hiziese tal alevosia; pero començome -á apretar tanto, sin hazer caso de mis justas razones y llorosas -palabras, que, viendo tardaba en darle los ochenta ducados más de lo -que su codicia permitia, empezó á decirme á vozes colerico: Acabe de -darme presto el dinero la muy puta, vieja, bruxa, hechicera. Sancho, -que estaba escuchando con mucha atencion á Barbara, cuando le oyó -referir tantos y<span class="pagenum" id="Page_184">p. 184</span> -tan honrados epitetos, le dixo: Y digame, señora reina, ¿era acaso -verdadero todo ese calendario que le dixo el estudiante? porque de sus -hechos colixo que era tan hombre de bien, que por todo el mundo no -diria una cosa por otra, sino la verdad pura. ¡Como verdad! replicó -ella: á lo menos en lo que dixo de bruxa, mintió como bellaco; que si -una vez me pusieron á la puerta mayor de la iglesia de San Yuste en una -escalera, fue por testimonio que unas vecinas mias invidiosas, por no -más que sospechosas, me levantaron: ¡ansi levantadas tengan las alas -del coraçon, pues por ello me hizieron echar en la trena, donde gasté -lo que Dios sabe! Pero vaya en hora buena, con su pan se lo coman; -que á fe que me vengué, á lo menos de la una dellas, muy á mi salvo, -pues á un perro que ella tenia en casa y con quien se entretenia, le -dí çarazas en vengança del dicho agravio. Rieronse todos del dicho de -Barbara, y Sancho la replicó diziendo: Pues ¡cuerpo de Poncio Pilatos, -señora reina! ¿que culpa tenia el pobre perro? ¿Fuese él acaso á quexar -de v. m. á la justicia, ó levantola el falso testimonio que dize? -Que el perro seria muy bueno y no haria mal á nadie, y por lo menos -sabria cazar alguna olla, por podrida que fuese. ¡Triste perro! si no -me quiebra el coraçon de dolor su homicidio... Don Quixote le dixo: -Oyete, pecora: ¿por ventura conociste ni viste aquel perro? ¿Que se -te da á tí dél? ¿Pues no quiere que se me dé, replicó Sancho, si no -sé si el honrado y mal logrado y yo eramos primos hermanos? Que el -diablo es sutil, y donde no se piensa se caza la liebre; y como dizen, -do quiera que vayas, de los tuyos hayas. Y de aqui començó á ensartar -refranes, de suerte que no le podian acallar; mas don Quixote suplicó -á la reina Zenobia pasase adelante, y no hiziese caso de Sancho, que -era un animal. Pues como digo, prosiguió ella, mi bueno de Martin (que -asi se llamaba la lumbre de mis ojos), nombre para mi bien aciago, -pues tanta parte tiene Martin de martes, començó á darme prisa por el -dinero, acompañando cada palabra injuriosa que me dezia con un piquete -en estas pecadoras nalgas, tal que me hazia poner el grito en el cielo; -y asi, viendome tan apretada, y considerando que si no hazia lo que -me pedia, podria ser darme algun golpe peor que el que otro tal cual -él me habia dado en la cara por menos que eso, saqué todo mi dinero -y diselo; mas, no contento con él, me quitó una saya y corpiño y un -faldellin harto bueno que traia vestido; y atandome á un pino, me dexó -de la manera que vs. ms. me han hallado, á quien pague Dios la merced -que me han hecho. Pues en buena fe dixo Sancho, que si la desnudara un -dedo más<span class="pagenum" id="Page_185">p. 185</span> adentro, -que la dexara hecha un Adan y Eva. ¡Oh hi de puta, socarron, bellaco! -¿No será bueno, señor don Quixote, que yo vaya por esos mundos en mi -rucio buscando á ese descomunal estudiante, y que le desafie á batalla -campal, y en cortandole la cabeça, la traiga espetada en el hierro de -algun lançon, y con ella entre en las justas y torneos con aplauso de -cuantos me vieren? Pues es cierto que admirados han de dezir: ¿Quien -es este caballero andante? Y con orgullo creo les sabré responder: Yo -soy Sancho Pança, escudero andante del invito don Quixote de la Mancha, -flor, nata y espuma de la andantesca escuderia. Pero no quiero meterme -con estudiantes; doylos á Belcebu; que el otro dia cuando fuimos á -las justas de Çaragoça, yo y el cocinero coxo llegamos á hablar á -uno dellos al colegio, y me dió un demonio de otro un tan infernal -pescoçon en esto del gaznate, que casi me hizo dar de ojos; y como me -abaxé por la caperuça, acudió otro á las asentaderas con una coz tal, -que toda la ventosidad que habia de salir por alli, me la hizo salir -por arriba, envuelta en un regüeldo que, segun dixo él mismo, olia á -rabano serenado; y no hube bien levantado la cabeça, cuando començó -á llover sobre mí tanta multitud de gargajos, que si no fuera porque -sé de nadar como Leandro y Nero... Pero un cararelamido, que parece -que aun agora me le veo delante, me arrojó tan diestramente un moco -verde, que le debia tener represado de tres dias, segun estaba de -cuajado, que me tapó de suerte este ojo derecho, que me hube de salir -corriendo y gritando: ¡Ah de la justicia! que han muerto el escudero -del mejor caballero andante que han conocido cuantos visten cueras de -ante. Llegaron en esto al lugarcillo, lo cual atajó las razones de -Sancho; y llegados á su meson, se apearon en él todos por mandado de -don Quixote, el cual se quedó en la puerta hablando con la gente que -se habia juntado á ver su figura. Entre los que alli á esto habian -acudido, no habian sido de los postreros los dos alcaldes del lugar, -el uno de los cuales, que parecia más despierto, con la autoridad -que la vara y el concepto que él de sí tenia le daban, le preguntó -mirandole: Diganos v. m., señor armado, para donde es su camino y -como va por este con ese sayo de hierro y adarga tan grande; que le -juro en mi conciencia que ha años que no he visto á otro hombre con -tal librea cual la que v. m. trae: solo en el retablo del Rosario hay -un tablon de la Resurreccion, donde hay unos judiazos despavoridos, -y enjaezados al talle de v. m., si bien no estan pintados con esas -ruedas de cuero que v. m. trae, ni con tan largas lanças. Don Quixote, -volviendo las rien<span class="pagenum" id="Page_186">p. 186</span>das -á Rocinante hazia la gente que le tenia cercado en corrillo, dixo á -todos con voz reposada y grave, sin reparar en lo que el alcalde le -habia dicho: Valerosos leoneses, reliquias de aquella ilustre sangre -de los godos, que por entrar Muça por España, perdida por la alevosia -del conde Julian, en vengança de Rodrigo y de su incontinencia, y -en desagravio de su hija Florinda, llamada la Cava, os fue forçoso -haberos de retirar á la inculta Vizcaya, Asturias y Galicia para que -se conservase en las inaccesibles quiebras de sus montes y bosques la -nobilisima y generosa sangre que habia de ser, como ha sido, açote -de los moros africanos; pues alentados del invencible y gloriosisimo -Pelayo y del esclarecido Sandoval, su suegro, amparo y fidelisima -defensa á cuyo celo debe España la sucesion de los catolicos reyes -de que goza, pues dél nació el valor con que los filos de vuestras -cortadoras espadas tornaron cumplidamente á recobrar todo lo perdido -y á conquistar nuevos reinos y mundos, con invidia del mismo sol, que -solo hasta que vosotros les asaltastes sabia dellos y los conocia: ya -veis, inclitos Guzmanes, Quiñones, Lorençanas y los demas que me ois, -como mi tio el rey don Alfonso el Casto, siendo yo hijo de su hermana, -y tan nombrado cuanto temido por Bernardo, me tiene á mi padre el de -Saldaña preso, sin querermele dar; demas de lo cual, tiene prometido -al emperador Carlo-Magno darle los reinos de Castilla y Leon despues -de sus dias; agravio por el cual no tengo de pasar de ninguna manera, -pues no teniendo él otro heredero sino á mí, á quien toca por ley -y derecho, como á sobrino suyo legitimo, y mas propincuo á la casa -real, no tengo de permitir que extrangeros entren en posesion de cosa -tan mia: por tanto, señores, partamos luego para Roncesvalles, y -llevaremos en nuestra compañia al rey Marsilio de Aragon, con Bravonel -de Çaragoça; que, ayudandonos Galalon con sus astucias y con el favor -que nos promete, facilmente mataremos á Roldan y á todos los doze -Pares; y quedando en aquellos valles mal ferido Durandarte, se saldrá -de la batalla; y por el rastro de la sangre que dexará, irá caminando -Montesinos por una aspera montaña, aconteciendole mil varios sucesos, -hasta que topando con él, le saque por sus manos, á instancia suya, -el coraçon, y se le lleve á Belerma, la cual en vida fue la mira de -sus cuidados. Advertid pues, famosos leoneses y asturianos, que para -el acierto de la guerra os prevengo en que no tengais disensiones -sobre el partir de las tierras y señalar de moxones. Y volviendo en -esto las riendas á Rocinante y apretandole<span class="pagenum" -id="Page_187">p. 187</span> las espuelas, se entró furioso en el meson, -gritando: ¡Al arma, al arma; que</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">Con los mejores de Asturias</p> -<p class="i0">Sale de Leon Bernardo,</p> -<p class="i0">Todos á punto de guerra,</p> -<p class="i0">A impedir á Francia el paso!<a id="FNanchor_22" href="#Footnote_22" class="fnanchor">[22]</a></p> -</div></div> - -<p class="ti0">Toda la gente se quedó pasmada de oir lo que el armado -habia dicho, y no sabian á que se lo atribuir. Unos dezian que era -loco, y otros no, sino algun caballero principal; que su trage eso -mostraba; tras lo cual querian todos entrarse á tratar con él; pero -el ermitaño se puso á la puerta en resistencia diziendoles: Vayanse, -señores, con Dios; que este hidalgo está loco, y le llevamos á curar -á la casa de los orates de Toledo: no nos le alteren más de lo que él -se está. Oidas estas razones al venerable ermitaño, se fueron al punto -cuantos alli estaban; y llevando Sancho á Rocinante á la caballeriza, -se entraron don Quixote y los demas de su compañia en un aposento, -donde le ayudaron á desarmar Bracamonte y el ermitaño, con cuyo manto -buriel estaba cubierta la buena Barbara, sentada en su presencia en el -suelo, á la cual viendo don Quixote dixo: Soberana señora, tened un -poco de paciencia; que muy en breve sereis llevada á vuestro famoso -imperio de las Amazonas, siendo primero coronada por reina del vicioso -reino de Chipre, en cuya pacifica posesion os porné en matando su -tirano dueño, el valiente Bramidan de Tajayunque, en la corte española; -que para eso con toda diligencia entraremos mañana en la fuerte y bien -murada ciudad de Sigüença, en la cual os compraré unos ricos vestidos, -en cambio de los que aquel alevoso principe don Martin os quitó contra -toda ley de razon y cortesia. Señor caballero, respondió ella, beso á -v. m. las manos por la buena obra que sin haberle servido me haze; yo -quisiera ser de quinze años y más hermosa que Lucrecia, para servir -con todos mis bienes habidos y por haber á v. m.; pero puede creer -que si llegamos á Alcala, le tengo de servir alli, como lo verá por -la obra, con un par de truchas que no pasen de los catorze, lindas -á mil maravillas y no de mucha costa. Don Quixote, que no entendia -la musica de Barbara, le respondió: Señora mia, no soy hombre que se -me dé demasiado por el comer y beber; con eso á mi escudero Sancho -Pança; con todo, si esas truchas fueren empanadas, las pagaré y las -llevaremos en las alforjas para el camino; aunque es verdad que mi -escudero San<span class="pagenum" id="Page_188">p. 188</span>cho, -en picandosele el molino, no dexará trucha á vida. La buena señora, -como vió que don Quixote no le había entendido, se volvió al soldado, -que se estaba riendo, y le dixo: ¡Ay amarga de mí, y que moscatel es -este caballero! Mucho quiçá ha comido: menester habrá, si va á Alcala, -acepillar un poco el entendimiento, que le tiene muy gordo. ¿Que dize -vuesa alteza de gordo?, dixo don Quixote. Que no lo está v. m. mucho, -respondió ella, dezia, señor; cosa que me maravilla de quien tiene tan -buena condicion. Señora, replicó don Quixote, de tres generos de gente -murmuraba mucho un filosofo moderno que yo conocí: del medico sarnoso, -del letrado engañado, y del que emprende largos caminos y pleitos -siendo gordo; y pues yo emprendo por mi profesion de caballero andante -las dos ultimas cosas dichas, no será bien que esté gordo; porque el -estarlo es de hombres ociosos y que viven sin cuidados; y asi no es -posible engordar más de lo que estoy, teniendo tantos como tengo. -Tratando desto, entró Sancho corriendo, dando una mano con otra y -diziendo: ¡Albricias, señor don Quixote, albricias! ¡Buena nueva, buena -nueva! Yo te las prometo, dixo don Quixote, hijo Sancho; y más si son -las nuevas de que ha parecido aquel estudiante que robó á la gran reina -Zenobia. Mejor, respondió Sancho, es la nueva. ¿Es por ventura, añadió -don Quixote, que el gigante Bramidan de Tajayunque está en el lugar, -y me busca para acabar la batalla que entre los dos tenemos aplaçada? -Mejor sin comparacion es, replicó Sancho. Dinosla, pues, presto, dixo -don Quixote; que si es de tanta importancia como dizes, no te faltaran -buenas albricias. Han de saber vs. ms., respondió Sancho, que dice el -mesonero (y no burla, porque yo lo he visto por mis ojos) que tiene -para que cenemos una riquisima olla con cuatro manecillas de vaca y una -libra de tocino, con bofes y livianos de carnero y con sus nabos; y es -tal, en fin, que en dandole cinco reales de contado y á letra vista, -se verná ella misma á cenar por sus pies con nosotros. Don Quixote le -dió una coz diziendo: ¡Miren el tonto goloso, las nuevas de importancia -que nos traia! Las albricias dellas le diera yo de muy buena gana con -un garrote, si por aqui le hubiera á mano. Entró, cuando esto dezia -don Quixote con colera, muy sin ella el mesonero diziendo: ¿Que es lo -que vs. ms. quieren cenar, señores? que se les dará luego al punto. -Don Quixote le dixo que para él le traxese dos pares de huevos asados, -blandos, y para aquellos señores lo que á ellos les pareciese; pero -que adereçase algun faisan, si le tenia á mano, para la reina Zenobia, -porque era persona delicada y regalada, y le haria daño otra cosa. -Miró<span class="pagenum" id="Page_189">p. 189</span> el mesonero á la -que don Quixote llamaba reina, y dixo: ¿No es v. m. la que cenó anoche -con un estudiante, y nos dixo que iba á casarse con él á Çaragoça? -Pues ¿como ayer, como este caballero dize, no era Zenobia (aunque si -novia del tan falto de barbas cuanto de vergüença), y agora lo es? A -fe que anoche no cenó de faisan, si no de un plato de mondongo que -consigo traxo de Sigüença, envuelto en una servilleta no muy limpia, -ni tampoco se nos hizo reina. Hermano, respondió ella, yo no os pido -nada: traed de cenar; que lo que todos estos señores cenaren, cenaré yo -tambien, pues este caballero nos haze á todos merced. Fue el mesonero -y pusoles la mesa, y cenaron todos, con mucho contento de Sancho, que -servia, yendosele los ojos y el alma tras cada bocado de sus amos. -Levantados los manteles, mientras él se fue á cenar, quedando todos -sobre mesa, dixo el ermitaño á don Quixote. V. m., señor, nos la ha -hecho grandisima á mí y al señor Bracamonte en este camino, y por ella -quedamos ambos obligadisimos; pero porque ya nos es forçoso irnos por -otra parte, él de aqui á Avila, de donde es natural, y yo á Cuenca, -habrá v. m. de servirse darnos licencia, y mandarnos en dichas ciudades -en cuanto se le ofreciere y viere le podemos servir, pues lo haremos -como lo debemos y con las veras posibles; y lo mismo ofrecemos á su -diligente escudero Sancho. Don Quixote le respondió que le pesaba mucho -perder tan buena compañia; pero que si no se podia hazer otra cosa, que -fuesen sus mercedes con la bendicion de Dios, mandando á Sancho que les -diese un ducado á cada uno para el camino, el cual ellos recebieron -con mucho agradecimiento; y don Quixote les dixo: Por cierto, señores, -que entiendo verdaderamente que á duras penas se podran hallar tres -sugetos tales como los tres que habemos caminado desde Çaragoça hasta -aqui, pues cada uno de nosotros merece por sí grande honra y fama; -porque, como sabemos, por una de tres cosas se alcançan en el mundo -las dos dichas: ó por la sangre, ó por las armas, ó por las letras, -incluyendo en sí cada una dellas la virtud, para que sea perfecto -cumplimiento. Por la sangre el señor Bracamonte es famoso, pues la suya -es tan conocida en toda Castilla; por las armas yo, pues por ellas he -adquirido tanto valor en el mundo, que ya mi nombre es conocido en toda -su redondez; y por las letras el padre, de quien he colegido que es -tan grande teologo, que entiendo sabrá dar cuenta de sí en cualesquier -universidades, aunque sean las Salmantina, Parisiense y Alcaladina. -Sancho, que en acabando de cenar se habia puesto en pie detras de don -Quixote á escuchar la conversacion, salió di<span class="pagenum" -id="Page_190">p. 190</span>ziendo: Y yo ¿de que tengo fama? ¿No soy -tambien persona como los demas? Tú, respondió don Quixote, tienes fama -del mayor tragon goloso que se haya visto. Pues sepan (replicó Sancho), -burlas aparte, que no solamente me toca á mí uno de los nombres que -cada uno de vs. ms. tiene y con que se hazen famosos, sino que lo soy -por todos tres juntos, por sangre, por armas y por letras. Riose don -Quixote, diziendo: ¡Oh simple! ¿y como ó cuando mereciste tú tener -alguno de los renombres que nosotros por excelencia tenemos, para que -vuele tu fama como la nuestra por el orbe? Yo se lo diré á vs. ms., -dixo Sancho, y no se me rian, ¡cuerpo de mi sayo! Lo primero, yo soy -famoso por sangre, porque, como sabe mi señor don Quixote, mi padre fue -carnicero en mi lugar, y cual tal, siempre andaba lleno de sangre de -las vacas, terneras, corderos, ovejas, cabritos y carneros que mataba, -y siempre traia llenos della los braços, manos y delantal. Por las -armas tambien soy famoso, porque un tio mio, hermano de mi padre, es -en mi tierra espadero, y agora está en Valencia, ó donde él se sabe, y -siempre él anda limpiando espadas, montantes, dagas, puñales, estoques, -cuchillos, cuchillas, lanças, alabardas, chuzos, partesanas, petos y -morriones y todo genero armorum. Por las letras, tambien un cuñado mio -es encuadernador de libros en Toledo, y siempre anda con pergaminos -escritos, y envuelto entre libraços tan grandes como la albarda de -mi rucio, llenos de letras goticas. Levantaronse todos riendo de las -necedades de Sancho, y fueronse á acostar cada uno donde el huesped los -llevó.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_24"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXIV</h2> - <p class="subh2h">De como don Quixote, Barbara y Sancho llegaron á - Sigüença, y de los sucesos que alli todos tuvieron, particularmente - Sancho que se vió apretado en la carcel.</p> -</div> - -<p>En amaneciendo Dios se despertó don Quixote; que el caos que tenia -en su entendimiento, y confusion de especies de que traia embutida -la imaginativa, le servian de tan desconcertado despertador, que -apenas le dexaban dormir media hora seguida. Pusose, en despertando, -en pie, dando gritos á Sancho, que apenas podia despegar los ojos; -pero fuele forçoso hazerlo, por la prisa que su amo le daba. Con -ella pues ensilló á Rocinante y jumento, mientras don Quixote pagaba -la cama y cena de todos. Hecha esta diligencia y salidos juntos de -la posada, se despidieron de don Quixote el ermitaño y Bracamonte, -y<span class="pagenum" id="Page_191">p. 191</span> lo mismo hicieron -tambien de Sancho Pança, el cual andaba ocupado en subir á Barbara en -una borrica vieja del huesped, que se la alquiló don Quixote hasta -Sigüença, juntamente con una ropa, asimismo vieja, de su muger, que lo -era harto; y habiendo caminado los cuatro desta suerte lo más del dia, -llegaron á la ciudad, y se fueron á un meson, al cual les encaminó su -huesped, que les guiaba, entrando en él bien acompañados de muchachos, -que iban detras diziendo á gritos: ¡Al hombre armado, muchachos, al -hombre armado! En apeandose don Quixote, pidió al mesonero tinta y -papel, y encerrandose con ello en un aposento, escribió media dozena de -carteles para poner en los cantones, que dezian desta manera:</p> - -<blockquote> - -<p class="centra mt1">CARTEL</p> - -<p class="mt1">«El Caballero Desamorado, flor y espejo de la nacion -manchega, desafia á singular batalla aquel ó aquellos que no confesaren -que la gran Zenobia, reina de las Amazonas, que conmigo viene, es la -más alta y fermosa fembra que en la redondez del universo se halla: que -será defendida con los filos de mi espada su rara y singular belleza en -la real plaça desta ciudad desde mañana á mediodia hasta la noche; y el -que intentare salir en batalla con dicho Caballero Desamorado, ponga su -nombre en el pie deste cartel.»</p> - -</blockquote> - -<p>Hechas las copias dél, llamó á Sancho, diziendo: Toma, Sancho, estos -papeles, y busca un poco de engrudo ó cola, y ponlos en las esquinas de -la ciudad de manera que puedan ser leidos de todos; y advierte con toda -diligencia en cuanto los caballeros que llegaren á leerlos dixeren, -y en si se meten en colera, volviendo por sus amantes damas, y en si -dizen algun improperio (porque la virtud siempre es invidiada), ó en si -se alegran por la honra que ganan de solo entrar conmigo en batalla, -y finalmente, en si te preguntan donde estoy ó donde está la Reina -mi señora. Ve volando, Sancho mio, y por tus ojos que lo adviertas y -notes todo, para que me sepas dar, cuando vuelvas, cumplida cuenta y -razon dello; que yo, si fuere necesario, no haziendo caso de la cena, -iré luego á la hora á castigar su sandez y atrevimiento, para que de -aqui adelante no le tengan otros tales como ellos para dezir semejantes -desvarios contra quien tan bien sabe castigarlos. Sancho estuvo un rato -con los papeles en la mano pensativo, porque hazia él esto del fijar -carteles de desafio de muy mala gana, y quisiera más que don Quixote le -inviara por una pierna de carnero, porque traía razonable apetito de -cenar; y ansi con la cabeça baxa<span class="pagenum" id="Page_192">p. -192</span> le dixo: ¡Valgame las parrillas del señor san Lorenço, mi -señor don Quixote! ¿Es imposible que pudiendo nosotros vivir en haz y -en paz de la santa madre Iglesia catolica romana, gustemos de meternos -de nuestro proprio caletre en pendencias y guerreaciones necias que -no nos va ni nos viene, y sin para qué? ¿Quiere v. m. que salga algun -Barrabas de caballero que, habiendo estado muy descansado y regalado -en esta ciudad él y su caballo, y queriendo her batalla con nosotros, -que venimos cansados, y con Rocinante, que de puro molido no puede -comer bocado, permita la misericordia de Dios que nos venza, y demos -con toda nuestra caballeria en casa de Judas? ¿No será mejor, ya que -tal intente, pedir licencia al alcalde deste lugar para poner estos -papeles, puesto me veo ya desta hecha en cuatro mil peligros, desastres -y desventuras? Don Quixote le dixo: ¡Oh necio, oh pusilanime, oh -cobarde! ¿Y eres tú el que piensas recebir el orden de caballeria en -Madrid con publico honor, en presencia de la sacra, cesarea y real -magestad del Rey nuestro señor? Pues sabete que no es la miel para la -boca del asno, ni el orden de caballeria se suele ni puede dar sino -á hombres de brio, animosos, valientes y esforçados, y no á golosos -ni pereçosos como tú. Ve luego, y haz lo que te digo sin más replica. -Sancho, que vió tan enojado á su amo, calló y fuese, maldiziendo -mil vezes á quien con él le habia juntado; y compró en casa de un -çapatero un cuarto de engrudo, y llevandolo puesto sobre la suela de -un çapato viejo, se fué á la plaça, en la cual, como era sobre tarde, -estaban algunos caballeros y hidalgos y otra mucha gente tomando el -fresco con el Corregidor. Llegose Sancho sin dezir palabra á nadie á -la Audiencia, y començó á pegar en sus mismas puertas un papelon de -aquellos; pero un alguacil que estaba detras del Corregidor, viendo -fixar á aquel labrador en la Audiencia un cartel de letras gordas, -pensando que fuesen papeles de comediantes, se le llegó diciendo: ¿Que -es lo que aqui poneis, hermano? ¿Sois criado de algunos comediantes? -Respondió Sancho: ¿Que comediantes ó que nonada? Esto que aqui se pone, -majadero, no es para vos; que más alto pica el negocio; para aquellos -de las capas prietas se haze, y mañana lo vereis. Leyó el cartel el -alguacil confuso, y volviendose luego á Sancho, que estaba alli junto -poniendo otro en un poste, le dixo: Ven acá, hombre del diablo, ¿quien -os ha mandado poner aqui estos papelones? Respondió Sancho: Llegaos -vos acá, hombre de Satanas; que no os lo quiero dezir. A las porfias -y vozes que Sancho y el alguacil daban se volvieron el Corregidor y -los que con él estaban, y pre<span class="pagenum" id="Page_193">p. -193</span>guntando qué era aquello, llegó el alguacil diziendo: Señor, -aquel labrador anda, fixando por la plaça unos carteles en que desafia -no sé quien á batalla á todos los caballeros desta ciudad. ¡Desafios -pone! dixo el Corregidor. Pues ¿estamos ahora en carnestolendas? -Andad y traednos un papel de aquellos: veremos qué cosa es; no sea -algun dislate que llegue á oidos del Obispo antes que tengamos acá -noticia dél. Llegó el alguacil, y quitó el primero que halló fixado -en un poste, para llevarle al Corregidor; lo cual visto por Sancho, -se encendió en tanta colera, que se fue para él con un guijarro en -la mano, diziendo: ¡Oh sandio y descomunal alguacil! por el orden de -caballeria que mi amo ha recebido, que si no fuera porque tengo miedo -de ti y dese rey que traes en el cuerpo, te hiziera que pagaras con -la primer pedrada todas las alguacilerias que hasta aqui has hecho, -para que otros tales como tú y la puta que te parió, no se atrevieran -de aqui adelante á semejantes locuras. Como vió el Corregidor aquel -labrador con la piedra en la mano para tirar al alguacil, mandó que -le prendiesen y llevasen alli en su presencia. Llegaron media dozena -de corchetes á hazello, y él con su guijarro en la mano no se dexaba -asir de ninguno; pero cuando vió que el negocio iba de veras y que -ya desenvainaban las espadas contra él, soltó la piedra, y puesta -la caperuça sobre las dos manos, començó á dezir: ¡Ah señores! por -reverencia de Dios, que me dexen ir á dezir á mi amo como unos follones -y malandrines no me dexan poner los papelones del desafio; que veran -como viene hecho un cisne encantado y no dexa ningun pagano dellos á -vida. Los corchetes, que no entendian aquel lenguaje, tenian á Sancho -agarrado delante del Corregidor mientras acababa de leer el papel; y -cuando lo hubo leido, le comunicó con todos los circunstantes, que le -celebraron infinito; y vuelto á Sancho, le preguntó: Veni acá, buen -hombre; ¿quien os ha mandado poner estos papelones en la Audiencia? -porque á fe de hidalgo, que os ha de costar á vos y á quien os ha -enviado á fixarlos, más caro que pensais. ¡Ah desventurada de la madre -que me parió y del ama que me dió leche! dixo Sancho. Señor, mi amo, -que mal siglo haya, me los ha mandado poner; y bien se lo dezia yo, que -no tuviesemos guerreaciones en esta tierra hasta que primero hubiesemos -muerto aquel gigantazo del rey de Chipre, adonde habemos de llevar -á la señora reina Zenobia: sueltenme; que les juro, á fe de Sancho -Pança, que iré á dezirle corriendo lo que pasa, y veran como se viene -él aqui por sus pies ó por los de Rocinante, á hazer una carniceria -tal, que jamas otra como ella se haya oido<span class="pagenum" -id="Page_194">p. 194</span> ni visto. Preguntole el Corregidor: ¿Como -se llama tu amo? Sancho le respondió que su proprio nombre era Martin -Quijada, y que el año pasado se llamaba don Quixote de la Mancha, y por -sobrenombre el Caballero de la Triste Figura; pero que hogaño, porque -ya habia dexado á Dulcinea del Toboso (ingrata causa de la excesiva -penitencia que habia hecho en Sierra-Morena, si bien despues mereció en -premio della la conquista del precioso yelmo de Mambrino), se llamaba -el Caballero Desamorado. ¡Bueno por Dios! dixo el Corregidor; y vos -¿como os llamais? Yo, señor, respondió él, hablando con perdon de las -barbas honradas que me oyen, me llamo Sancho Pança, que no debiera, -escudero feliz del referido caballero andante, natural del Argamesilla -de la Mancha, engendrado y nacido de mis padre y madre, y bautizado por -el cura. ¿Como lo fuerais si dixerades que erais hijo de asno y bestia? -respondió lleno de risa el Corregidor, mandando juntamente al alguacil -y corchetes que le llevasen á la carcel, y echasen dos pares de grillos -hasta que se informase de todo el caso; y hecho esto, fuesen luego por -todas las posadas del lugar, y buscasen el amo de aquel labrador y se -le traxesen alli. Llevaron al desgraciado Sancho al punto á la carcel; -y las cosas que hizo y dixo por el camino y cuando se vió en ella y que -le echaban dos pares de grillos, no hay historiador, por diligente que -sea, que las baste á escribir; pero entre otras muchas simplicidades -que se cuentan dél, es que, cuando se los hubieron echado, dixo: -Tornenme, señores, á quitar estos demonios de trabas de hierro; que -no puedo andar con ellas, y no tenian para qué ponermelas, porque yo -las diera por muy bien recebidas sin que tomaran este trabajo. En -dexandole en la carcel, se le llegaron tres ó cuatro picaros que alli -habia presos, con ciertos cañutillos de piojos en las manos; y como -le vieron simple, pareciendoles sano de Castilla la Vieja, y viendo -por otra parte que á cada paso daba de ojos con los grillos, y que de -ninguna manera sabia andar con ellos, le echaron por lo descubierto del -pescueço más de cuatrocientos piojos, con que le dieron bien de rascar -y sacar todo el tiempo que en la carcel estuvo; y como ellos le daban -tanta pesadumbre, no hazia sino lamentarse de su fortuna y de la hora -en que habia conocido á don Quixote. Mesabase las barbas, despidiendose -ya de su muger, ya del rucio, ya de Rocinante; y obligado de la gran -pesadumbre que los grillos le daban, dixo á uno de aquellos moços: ¡Ah -señor picaro! Asi Dios le dé la salud cual el contento que muestra -de mi trabajo, que me quite esas cormas, que no me dexan reme<span -class="pagenum" id="Page_195">p. 195</span>cer; y si esta noche las -tengo en los pies, no podré de ninguna manera pegar los ojos. Llegó un -moço del carcelero que le oyó, y dixo: Hermano, como vos deis un real -á mi amo, os los quitará por esta noche, para hazeros, placer y buena -obra. En oyendo esto, sacó Sancho de la faltriquera una bolsilla de -cuero, en la cual tenia seis ó siete reales; para el gasto que aquella -noche se habia de hazer en el meson; de la cual sacó un real de plata, -y se le dió al moço, con que al punto le quitó los grillos. Cuatro ó -cinco de aquellos presos, que eran aguilas en hallarse las cosas antes -que las perdiesen los dueños, mirando bien adonde habian visto poner la -bolsa á Sancho, se concertaron, y llegandose uno dellos á él, le abraçó -diziendo: ¡Ay, buen hombre, y como nos holgamos que os hayan quitado -aquellos malditos grillos! Por muchos años y buenos. Y con esto guió -la mano con tanta sutileza camino de la faltriquera, que sin errar el -golpe ni ser sentido le sacó della la bolsa; pero procedió, hecho el -lance, como liberal y honrado, pues le convidó á su misma costa á unos -barquillos, fruta y vino, en que gastó el dinero. Mas volviendo á don -Quixote, como viese que Sancho tardaba tanto en poner los papeles por -los cantones, sospechando lo que podia ser, se entró en la caballeriza, -y con toda presteza ensilló á Rocinante, y subiendo en él con su -adarga y lançon, caminó para la plaça; y como entrase en ella muy paso -á paso, acompañado de muchachos, y fuese visto por el Corregidor, y -todos los que con él estaban se admirasen de ver aquella fantasma -armada y circuida de gente, llegandose todos para ver su pretension ó -lo que hazia, oyeron que don Quixote, concebiendo que estaba rodeado -de principes, sin hazer cortesia á nadie, fixando el cuento del lançon -en tierra, les començó á dezir con gravedad. ¡Oh vosotros, infanzones, -que fincasteis de las lides, que no fincarades ende! ¿Non sabedes por -ventura que Muça y don Julian, magüer que el uno moro y el otro á mi -real corona aleve, las tierras talan por mí luengo tiempo poseidas, y -que fincar ademas piensan en ellas? Tan cuellierguidos estan con las -vitorias que asaz contra razon han ganado, fugiendo nosotros de sus -airadas fazes, non faziendo la resistencia que á tales infanzones y -homes buenos atañen, non considerando las cuitas de nuestras fembras, -ni los muchos desaguisados y fuerças que aquestos mal andantes, con -infinitos tuertos, cuidan fazer en pro de Mahoma y en reproche de -nuestra fe, fablando cosas non dezideras, llenas de mil sandezes. -¡Erguid, erguid pues vuestras derrumbadas cuchillas! salga Galindo, -salga Garcilaso,<span class="pagenum" id="Page_196">p. 196</span> -salga el buen Maestre y Machuca, salga Rodrigo de Narvaez. ¡Muera Muça, -Zegri, Gomel, Almoradi, Abencerraje, Tarfe, Abenamar, Zaide, mejor para -cazar liebres que para andar en las lides! Fernando soy de Aragon, doña -Isabel es mi amantisima esposa y reina; desde este caballo quiero ver -si hay entre vosotros alguien tan valiente,</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0">Que me traiga la cabeça</p> -<p class="i0">De aquel moro renegado</p> -<p class="i0">Que delante de mis ojos</p> -<p class="i0">Ha muerto cuatro cristianos<a id="FNanchor_23" href="#Footnote_23" class="fnanchor">[23]</a>.</p> -</div></div> - -<p>Fablad, fablad; non estedes mudos; que quiero ver si en esta plaça -se topa entre vosotros home que, teniendo sangre en el ojo, sepa -volver por su dama, contra la grande fermosura de la reina Zenobia que -conmigo traigo, la cual por sí sola es bastante como yo sé por luenga -experiencia, á daros bien que hazer á todos juntos y á cada uno por -sí: por tanto dadme luego la respuesta; que uno solo soy y manchego, -que para cuantos sois basta. El Corregidor y cuantos con él estaban, -que semejantes razones oyeron dezir á don Quixote, no sabian á qué -las atribuir ni qué responderle á ellas. Mas quiso Dios que, estando -en esta confesion, llegasen á la plaça dos hidalgos mancebos de la -ciudad, y viendo el estado y corrillo que hazian al hombre armado toda -aquella gente y el Corregidor, llegandose á ellos, el uno le dixo: Han -de saber vs. ms. que el armado que miran ha dias que me causó la misma -admiracion que á todos les causa; porque habrá como un mes, poco más -ó menos, que pasó por aqui con el mismo traje que le ven, y posó en -el meson del Sol, do viendole yo, y aqui el señor don Alfonso, á la -puerta, llegamos á hablarle, y de sus palabras coleximos que es loco -ó falto de juizio; porque él nos dixo tantos dislates, y con tales -afectos y visajes, ya del imperio de Trapisonda, ya de la infanta -Micomicona, ya de las inmensas heridas que en diferentes batallas habia -recebido, y de quien habia salido curado por el milagroso balsamo de -Fierabras, que jamas le podimos acabar de entender; pero informandonos -de un labrador harto simple que traia consigo y él le llamaba su -escudero, nos dixo como su amo era de un lugar de la Mancha, hidalgo -muy honrado y rico y muy amigo de leer libros de caballerias, y por -imitar los antiguos caballeros andantes habia dos años que andaba de -aquella manera; y con esto nos contó muchas cosas que le ha<span -class="pagenum" id="Page_197">p. 197</span>bian sucedido á él y á su -amo en la Mancha y Sierra-Morena; de lo cual quedamos maravillados -sin saber á qué poderlo atribuir, sino solo á que el triste se habria -desvanecido leyendo libros de caballerias, teniendolos por autenticos -y verdaderos: ansi que, de cuanto aqui dixere no hagan vs. ms. caso; -antes, si quieren gustar dél, preguntemosle algo, y veran como habla -con tal reposo, que parece algun gran principe de los antiguos; y lea -v. m., señor Corregidor, las letras que trae en la adarga, que son tan -ridiculas, que confirman bastantemente cuanto he dicho. Oyendo esto el -Corregidor, volvió la cabeça, y llamando á un alguacil, le mandó fuese -volando á la carcel, y que, sacando della y de las prisiones en que -estaba aquel labrador que poco ha habia llevado á ella por su orden, -se lo traxese suelto á su presencia; y volviendose á don Quixote, -que estaba aguardando la respuesta lleno de coraje, le dixo: Señor -caballero, yo el emperador y todos estos duques, condes y marqueses que -conmigo estan, agradecemos mucho á v. m. su buena venida á esta corte, -pues merecemos tener en ella hoy la flor de la caballeria manchega y el -desfazedor de los agravios del mundo: por tanto, respondiendo á la su -demanda, dezimos que ninguno se atreve á entrar en batalla con v. m., -porque su valor es conocido y su nombre es manifiesto en este imperio, -como lo es en todos los del universo; y asi nos damos por vencidos -y confesamos la hermosura desa señora reina que dize. Solo pedimos -á la su merced sea servido de nos la hazer quedandose en esta corte -quinze ó veinte dias, en los cuales toda ella le servirá y regalará, -no conforme v. m. mereze, sino segun nuestra posibilidad permitiere; y -tenga v. m. por bien que yo y todos estos principes vamos á ver á su -casa á esa señora reina, para que, mereciendo besarle las manos, le -ofrezcamos nuestras vidas y haciendas. Don Quixote le respondió: Señor -emperador, de hombres sabios y discretos es arrimarse siempre al mejor -y más sano consejo; y asi vs. ms., como tales, reconociendo el valor -de mi persona, la fuerça de mi braço y la razon que llevo en defender -la grandisima fermosura de la reina Zenobia, han dado en la cuenta y -caido en el punto de la verdad; no como otros fieros jayanes, que, -fiandose del furor de sus indomitos coraçones y de las fuerças de sus -braços y de los filos de sus cortadoras espadas, han presumido como -locos entrar en batalla conmigo; pero ellos han llevado, y llevaran -cuantos los imitaren, el justo pago que merecieron sus sandezes y -locas arrogancias: por tanto, respondiendo á lo que vuesa serenidad y -esos potentados me piden, de que les honre con mi persona esta<span -class="pagenum" id="Page_198">p. 198</span> corte por quinze dias, -digo que no lo puedo hazer por agora de ninguna manera, porque tengo -aplaçada una fiera batalla para la corte del rey Catolico, contra el -arrogante y membrudo gigante Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, -y se acerca el plaço della; pero en acabandola, doy palabra á todas -vuesas altezas que, no estorbandolo otra alguna importante y nueva -aventura, como suele suceder muchas vezes, volveré á visitarles y á -ennoblecer este grandioso imperio con mi persona. Estando en estas -platicas, llegó el alguacil con el bueno de Sancho, el cual, como -viese á don Quixote en medio de tanta gente, se llegó á él diziendo: -¡Ah señor don Quixote! ¿no sabe ¡cuerpo non de Dios! como vengo de -pasar una de las más terribilisimas aventuras que el Preste Juan de -las Indias, ni el rey Cuco de Antiopia, ni cuantos caballeros andantes -se crian en toda la andantesca provincia pueden haber pasado? Ello es -verdad que unos estantiguos ó picarones que estaban alli presos me han -hurtado la bolsa por arte de encantamiento, y echado por el pescueço -abaxo invisiblemente más de setecientos mil millones de piojos; pero -á fe que quedan buenos, pues los dexo acomodados como ellos merecen, -para que otros tales no se atrevan á tal de aqui adelante con escuderos -tan andantes y de estofa como yo, sino que tomen exemplo, y viendo la -barba de su amigo remojar, echen la suya á quemar. ¡Oh mi Sancho! dixo -don Quixote: ¿que has habido y que te ha sucedido con esos malandrines -y ladrones que dizes? Cuentamelo, con el castigo que les has dado. -¿Disteles acaso á todos de palos? Peor, dixo Sancho. ¿Cortasteles -las cabeças? Peor, respondió él. ¿Partistelos por medio? Peor hize, -respondió. ¿Hiziste sus carnes tajadas muy pequeñas, para echarlas -á las aves del cielo? Peor, replicó Sancho. ¿Pues que castigo, dixo -don Quixote, les diste? El castigo, añadió Sancho, que les di (¡ay -pobres dellos, y cuales quedan!), que començamos á jugar al que es -cosa y cosa, y cuando hubieron dicho todos, les pregunté yo: ¿Qué es -cosa y cosa que parece burro en pelo, cabeça, orejas, dientes, cola, -manos y pies, y lo que más es, hasta en la voz, y realmente no lo es? -Y no me supieron jamas dezir que era la burra. ¡Mire v. m. si les -paré buenos, pues de corridos quedan hechos unas monas, sin saber -qué les ha sucedido! Y aun si no me llamara tan por la posta aqui el -señor alguacil, yo les dexara como nuevos con otra pescuda que tenia -ya en el pico de la lengua. Rieronse todos los que la simpleza de -Sancho oyeron; pero don Quixote, sin hazer caso della, haziendoles -señas con las manos les dixo que cuantos quisieren ver y besar las -hermosisimas<span class="pagenum" id="Page_199">p. 199</span> manos -de la reina Zenobia, se fuesen tras él. Hizieronlo todos asi, yendo -siempre por el camino el Corregidor hablando con Sancho, y riendo mucho -de las boberias que dezia. Llegaron pues al meson del Sol, y entrando -delante don Quixote, baxó de Rocinante, y llamando á Barbara por su -nombre de invictisima reina Zenobia, salió luego ella de la cocina, -donde estaba, con una capa vieja del huesped por saya; porque, como -arriba queda dicho, habia quedado la pobre en el bosque en camisa, -y faltabale el reparo que le habia hecho el manto del ermitaño, y -despues el de la ropa vieja de la muger del mesonero, que hasta alli -la habia traido. Apenas la vió don Quixote, cuando con grande mesura -le dixo: Estos principes, soberana señora, quieren besar las manos á -vuesa alteza. Y entrandose tras esto con Sancho en la caballeriza para -hazer desensillar y dar de comer á Rocinante, salió ella á la puerta -del meson con la figura siguiente: descabellada, con la madeja medio -castaña y medio cana, llena de liendres y algo corta; por detras la -capa del huesped, que diximos, traia atada por la cintura en lugar -del faldellin: era viejisima y llena de agujeros, y sobre todo tan -corta, que descubria media pierna y vara y media de pies llenos de -polvo, metidos en unas rotas alpargatas, por cuyas puntas sacaban -razonable pedazo de uñas sus dedos; las tetas, que descubria entre -la sucia camisa y faldellin dicho, eran negras y arrugadas, pero tan -largas y flacas, que le colgaban dos palmos; la cara trasudada y no -poco sucia del polvo del camino y tizne de la cocina, de do salia; y -hermoseaba tan bello rostro el apacible lunar de la cuchillada que se -le atravesaba: en fin, estaba tal, que solo podia agradar á un galeote -de cuarenta años de buena boya. Apenas hubo salido de la puerta, -obligada de las vozes de su bienhechor don Quixote, cuando, viendo en -ella al Corregidor, caballeros y alguaciles que le acompañaban, quedó -tan corrida, que se quiso volver á entrar; más detuvola el Corregidor -diziendole, disimulando cuanto pudo la risa que le causó el verla: -¿Sois vos acaso la hermosa reina Zenobia, cuya singular hermosura -defiende el señor don Quixote el manchego? Porque si sois vos, él -anda muy necio en esta demanda, pues con sola vuestra figura podeis -defenderos, no digo de todo el mundo, pero aun del infierno; que esa -cara de requiem y talle luciferino, con ese resguiño<a id="FNanchor_24" -href="#Footnote_24" class="fnanchor">[24]</a> que le amplifica, y -esa boca tan poco ocupada de dientes cuanto bastante para servir de -postigo de muladar á cualquier honrada ciudad, y esas tetas cari<span -class="pagenum" id="Page_200">p. 200</span>largas, adornadas de las -pocas y pobres galas que os cubren, descubren que más pareceis criada -de Proserpina, reina del estigio lago, que persona humana, cuanto -menos reina. Turbada la triste Barbara de oirle, y sospechando que la -querria llevar á la carcel, porque acaso habia sabido el mal trato de -hechicera que, como abaxo diremos, habia usado en Alcala, le respondió -llorando: Yo, mi señor Corregidor, no soy reina ni princesa, como este -loco de don Quixote me llama, sino una pobre muger natural de Alcala -de Henares, llamada Barbara, que siendo engañada por un estudiante, me -sacó de mi casa, y á seis ó siete leguas de Sigüença me dexó desnuda y -desbalijada como estoy, atada de pies y manos á un arbol, y me llevó -cuanto tenia y quiso Dios que estando en tal conflito, pasaron por -junto de aquel pinar este don Quixote y el labrador que le sirve de -escudero, y me desataron, trayendome consigo y prometiendome volver á -mi tierra. Como el Corregidor le oyó dezir que era de Alcala, llamó á -un pajecillo suyo que detras dél estaba, y dixo á Barbara: ¿Veis aqui -este muchacho que ha venido de allá no ha un mes? El paje, mirandola -bien, la conoció, y dixo: ¡Valate el diablo, Barbara de la cuchillada! -¿quien te ha traido á Sigüença? Su amo le preguntó si la conocia, y él -respondió que sí, y que era mondonguera en la calle de los Bodegones -de Alcala, con fama de harto espesa, y que habia dos meses que la -habian puesto á la puerta de la iglesia de San Yuste en una escalera, -con una coroça por alcahueta y hechicera; y que se dezia por Alcala -sabia bravamente de revender donzellas destrozadas por enteras, mejor -que Celestina. Como ella oyó lo que el paje dezia y vió que se reian -todos, le respondió con mucha colera, diziendo: Por el siglo de mi -madre, que miente el picaro desvergonçado; que si me pusieron en la -escalera, como dize, fue por invidia de unas bellacas vecinas que yo -tenia; cuanto y más, que por hazer bien á ciertos amigos que me lo -rogaron me vino todo ese mal. Pero á fe que no podran dezir de mí otra -cosa, pues no estuve alli por ladrona, como otras que sacan á açotar -cada dia por esas calles: por hazer bien, sea Dios alabado. Y començó -á llorar tras esto, al compas que los demas á reir. Salió luego don -Quixote; y como la vió llorando de aquella manera, le asió de la mano, -diziendola: Non vos cuitedes, fermosisima é poderosa reina Zenobia; que -asaz seria yo mal andante caballero si non vos fiziese tan bien vengada -de las sandezes de aquel estudiante y de las alevosias que vos han -fecho, que podais dezir sin reproche que si sois fermosa fembra, que -tambien el caballero que desfizo tal tuerto es uno de los mejores<span -class="pagenum" id="Page_201">p. 201</span> del mundo. Y volviendose el -Corregidor y á los que con él venian, les dixo: Soberanos principes, -yo me parto mañana para la corte; si por algun tiempo, como suele -suceder, algun caballero tartaro ó rey tirano viniere á quereros -perturbar la paz, cercando con su fuerte exercito esta vuestra -imperial ciudad, y llegare á teneros tan apretados y puestos en tal -extremo, que os vieredes compelidos, por la grandisima hambre y falta -de bastimentos en duro cerco á comer los hombres, los caballos, -jumentos, perros y ratones, y las mugeres sus amados hijos, enviadme -á llamar do quiera que estuviere; que os juro y prometo por el orden -de caballeria que recebi, de venir solo y armado como veis, y entrar -por el campo del pagano, de noche, haziendo, en dos ó tres dellas, en -él una espantosisima riça, pasando en la ultima dellas, á fuerça de -mi braço, por medio de todo el exercito del contrario, y entrando, á -pesar de sus centinelas, escaramuças y armas, en la ciudad, de la cual -luego saldreis todos con mucha alegria, al son de una suave musica, á -recebirme, acompañados de muchas hachas, y estando las ventanas llenas -de luminarias y de asombrados serafines de mi valor, más hermosos todos -que las tres bellas damas que vió desnudas el venturoso Paris en el -monte Ida, siendo imposible contener sus regaladas vozes y dexar de -dezirme: ¡Bien venga el valentisimo caballero! Y porque no sé si será -entonzes mi apellido del Sol, ó de los Fuegos, ó de la Ardiente Espada, -ó del Escudero Encantado, no aseguro el que me daran; pero sin duda sé -que al que me dieren añadiran: Bien venga el deseado de las damas, el -Febo de la discrecion, el norte de los galanes, el açote de nuestros -enemigos, el libertador de nuestra patria, y finalmente, la fortaleça -de nuestros muros. Tras lo cual me llevará el Rey á su real casa, do -regalandome él y sirviendome sus grandes, y sobre todo, recuestandome -importunamente su hija, unica en sucesion y más en beldad y prudencia; -dando exemplo al mundo, y á los caballeros andantes que en él me -sucedieren, de continencia, cortesia y fuerças, emplearé las mias en -atropellar los nuciales deleites que toda la corte y la misma infanta -me ofreceran, obligado de algun benevolo planeta que para mayores y más -grandiosas empresas me llamará, en gloria de los dichosos coronistas, -y más de mi grande amigo Alquife, uno de los mayores sabios del mundo, -que con ellos merecerá en los siglos dorados que estan por venir, -historiar mis invencibles hechos. Salió en esto muy aprisa de la cocina -Sancho diziendo: Venga v. m., señor, pesia á cuantos historiadores han -tenido todos los caballeros andantes desde Adan hasta el Ante<span -class="pagenum" id="Page_202">p. 202</span>cristo (que mal siglo le dé -Dios al muy hijo de puta); que es tarde, y dize el mesonero que tiene, -para v. m. y la reina Zenobia, asada á las mil maravillas con ajos y -canela una hermosisima pierna de carnero; y si se tarda, temo no se -vuelva en pierna de carbon, segun se va poniendo ya dura, de cansada de -aguardarnos. Fueronse, en oyendo el recado, el Corregidor y los que con -él venian llenos de risa y asombro, unos de oir los dislates del amo y -simplicidades del escudero, y otros de ver el estraño genero de locura -del triste manchego, efeto maldito de los nocivos y perjudiciales -libros de fabulosas caballerias y aventuras, dignos ellos, sus autores, -y aun sus letores, de que las republicas bien regidas igualmente los -desterrasen de sus confines; pero de lo que más se fueron admirados, -era de ver la facilidad que tenia don Quixote en hablar el lenguaje que -antiguamente se hablaba en Castilla en los candidos siglos del conde -Fernan Gonçalez, Perançules, Cid Ruiz-Diaz, y de los demas antiguos. -Cenaron don Quixote, la reina Zenobia y Sancho con grande gusto, los -dos por la buena cena y hambre con que llegaron á ella, y don Quixote -por la vanagloria con que quedó de ver el aplauso con que á su parecer -le habian recebido los principes de aquella ciudad; y despues de cena, -llamando al mesonero, dixo le traxese alli un ropavejero, porque queria -comprar luego un curioso vestido para la reina Zenobia; y diziendole -el mesonero que era imposible hazerlo entonzes, por ser ya muy tarde, -pero que en amaneciendo se levantaria y le iria á buscar, se fueron á -acostar cada uno en su aposento.</p> - - -<p class="centra mt2"><i>Aqui da fin la sexta parte del ingenioso hidalgo,<br /> -don Quixote de la Mancha</i></p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter" id="Ch_25"> - <p><span class="pagenum" id="Page_203">p. 203</span></p> - <p class="centra ws1 lh175"> - SEPTIMA PARTE DEL INGENIOSO<br /> - HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA - </p> - <hr class="sep" /> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXV</h2> - <p class="subh2h">De como al salir nuestro caballero de Sigüença - encontró con dos estudiantes, y de las graciosas cosas que con - ellos pasaron hasta Alcala.</p> -</div> - -<p>Luego que hubo amanecido, se fue el mesonero á llamar, como don -Quixote le habia mandado, un ropavejero, y traxo consigo el más -hacendado del lugar, que vino cargado de dos ó tres vestidos de muger, -para que quien le mandaba llamar escogiese el que más le contentase. -Llegados á casa, hallaron á don Quixote y á Sancho, que se acababan -de levantar; y dando aviso el mesonero á su huesped de como estaba -alli quien traia las ropas de muger que le habia mandado buscar, salió -á verlas, y saludandole cortesmente, mandó salir á la reina Zenobia -para que escogiese la que fuese más de su gusto; y mirandolas todas, -á la postre, por mejor y de más gala, que era en lo que don Quixote -tenia más puesta la mira, escogieron una saya, jubon y ropa colorada, -con gorbiones amarillos y verdes, y vivos de raso azul; y dandole al -dueño por todo doze ducados, se lo mandó vestir alli en su propria -presencia á la señora Barbara, á la cual, como viese Sancho vestida -toda de rojo, dixo, lleno de risa: Por vida de mi amantisima muger -Mari-Gutierrez, que es sola mi consorte, por no permitir otra cosa -nuestra madre la Iglesia, señora reina Zenobia, que cuando la miro con -tan bellaca cara, y en ella con ese rasguño mal igual, vestida por otra -parte toda de colorado, me parece que veo pintiparada una yegua vieja -cuando la acaban de desollar para hazer de su duro pellejo harneros -y cribas. Fuese el ropavejero contento de la venta; y quedando el -huesped tambien de la que hizo á don Quixote de una mula razonable que -tenia de alquiler, en veinte y seis ducados, en que determinó llevar -con el mayor toldo que le fuese posible á la reina Zenobia hasta la -corte, donde pensaba hazer maravillas defendiendo su rara belleza y -hermosura en publico palenque, almorzaron esa mañana todos con mucho -contento, hechas las dichas compras; y habiendose armado don Quixote, -se salió de la posada, dexandola pagada, diziendo á Sancho Pança que -se viniese poco á poco con la Reina, cuidando<span class="pagenum" -id="Page_204">p. 204</span> solo de su regalo y comodidad; que él los -iria aguardando sin adelantarse demasiado. Albardó Sancho su rucio y -acomodó sobre él la maleta del dinero y la demas ropa; y llamando luego -á Barbara, le dixo: Venga acá, señora reina; que por vida de nuestra -madre Eva, que puede ser vuesa magestad, segun está de colorada, reina -de cuantas amapolas hay, no solo en los trigos de mi lugar, pero aun -en los de toda la Mancha. Y poniendose tras esto á gatas, como solia, -volvió la cabeça diziendo: Suba: ¡subida la vea yo en la horca á ella, -y á quien acá nos traxo tan gentil carga de abadejo! Barbara subió -diziendo: ¡Oh Sancho, qué gran bellaco eres! Pues calla; que si la -fortuna nos lleva con bien á Alcala, yo te regalaré mejor que piensas. -¿Con que me ha de regalar? replicó Sancho; porque sepa que si no ha de -ser con cosas de comer, y desas con abundancia, no le daria un higo de -oro tamaño como el puño por todo lo demas que me puede dar. Mal gusto -teneis, dixo Barbara, Sancho mio, pues poneis el vuestro en cosas -más de brutos que de hombres. Lo con que yo, amigo, os regalaré, si -llegamos á Alcala con la salud que deseo, y paramos alli algunos dias, -será con una mocita como un pino de oro, con que os divertais más de -dos siestas; que las tengo alli muchas y bonisimas, muy de manga; y aun -si vuestro amo quisiera otra y otras, se las daré á escoger como en -botica. Pues á fe, señora reina Zenobia, dixo Sancho, que me holgaria -mucho de que me endilgase alguna buena zagala; pero ha de ser, si lo -haze, hermosa y de linda pezuña, y amostachada, para que nadie me la -aoje ni desencamine, dando que reir al diablo, que sudar á alguna -partera, y que hazer á algun vicario ó cura en cristianar algun fructus -ventris. Necio sois, dixo Barbara, en quererla amostachada, pues no hay -Barrabas que se llegue á muger que lo sea: dexadme á mí la elecion; -que yo la buscaré de tan buena carne, que no sea más comer della que -comer de una perdiz. ¡Oxte, puto! dixo Sancho; eso no. Alla darás, -sayo; que no en mi rayo, como dizen los sabios; que no soy yo de los -negros de las Indias ni de los luteranos de Constantinopla, de quienes -se dize que comen carne humana. No me faltaba otro para que, sabiendolo -la justicia, me castigara; pues sin duda me echaran, á probarseme tal -delito, tan á galeras como las trescientas de Juan de Mena. A la que -ambos iban en esto, emparejaron con don Quixote, que yendo aguardando, -habia encontrado con dos mancebitos estudiantes que iban á Alcala, con -quienes habia trabado platica, hablandoles en un latin macarronico y -lleno de solecismos, olvidado, con las negras leturas de sus libros -de caballe<span class="pagenum" id="Page_205">p. 205</span>rias, del -bueno y congruo que siendo muchacho habia estudiado. Y si bien los -compañeros estaban para reventar de risa, por ver los disparates que -dezia, todavia no le osaban contradezir, temerosos del humor colerico -que las armas con que le veian armado pronosticaban debia gastar. -Cuando llegó Sancho á ellos y les vió hablar de aquella manera, dixo, á -su amo: Guardese v. m., mi señor, destos vestidos como tordos, porque -son del linage de aquellos del colegio de Çaragoça, que me echaron más -de setecientos gargajos encima; pero con su pan se lo coman; que á fe -que les costó poco menos caro que la vida; porque, como dizen, haz mal -y no cates á quien, haz bien y guardate. Al reves lo habias, necio, de -dezir, dixo don Quixote; pero veamos qué vengança tomaste dellos, y si -será mejor que la que tomaste en la carcel de Sigüença de los que tan -mal te pararon en ella. Mucho mejor es, replicó Sancho, aunque á fe que -aquella no fue mala; pero oigan esta otra; que gustaran de mi animo. -Erase que se era, que nora buena sea... Cuando don Quixote le començó -á oir, le dixo riendo: Por Dios que eres simple de marca mayor, pues -comienças á fuer de conseja la narracion de tu vengança. Razon tiene, -por vida mia, dixo Sancho, y corrigiendome, digo que, como aquellos -hideputas de estudiantes, progenitores sin duda destos dos señores -barbiponientes, me començaron á gargajear y á darme de pescoçones, -recebido aquel cruel gargajo con que, como dize un grandisimo bellaco -me tapó este pobre ojo, començé á enhilar hazia la puerta; pero -luego otro demonio de aquellos, como me vió ir corriendo con solo un -ojo, me puso el pie atravesado delante, con que dí un tan terrible -tropeçon, que vine á dar con él de manos fuera de la puerta; aunque -de todo cuanto tengo dicho, me vengué muy á mi gusto, pues alçando la -caperuça que se me habia caido, la tiré á otro que vi estaba cerca de -mí, con la cual le dí un porrazo tal en su capa negra, que lo fuera -no poco su ventura si el golpe que le dí con ella se lo diera con una -culebrina. Diablo sois, señor Sancho, dixo uno de los estudiantes; y -si asi tratais á los de mi habito, aunque no fueron aquellos cosa mia, -como dezis, no quiero con vos guerra, sino mucha paz y serviros lo que -nos durare este camino por mí y por mi compañero, que sé dél ajustará -su gusto al mio en cosa tan justa. Seralo, dixo don Quixote, que vs. -ms. nos hagan merced de contar y referir las curiosas enigmas de que -me venian dando noticia; que lo seran siendo parto desos fecundos -ingenios; que los que profesamos el orden de la caballeria andantesca, -movidos de fervorosos deseos, espoleados ellos de las prendas<span -class="pagenum" id="Page_206">p. 206</span> de alguna hermosisima -dama, tambien gustamos de cosas de poesia, y aun tenemos voto en -ellas, y nuestra punta nos cabe del furor divino; que dixo Horacio, -est Deus in nobis. Tales cuales fueron los borrones nuestros, replicó -el estudiante, serviremos á vs. ms. con referirlos. Y será, dixo don -Quixote, con no poca calificacion de sus prendas de vs. ms. el hazerlo -en presencia de la gran reina Zenobia, que aqui asiste, pues su raro -discurso bastará á dar eterno valor á cuanto ella alabare, y haralo -como discretisima en las cosas de vs. ms. Miraron en esto á Barbara -los estudiantes con no poca risa suya y corrimiento della, que conoció -el humor de los moscateles en las lisonjas y aplauso con que de fisga -se le ofrecieron ambos; tras lo cual dixo el uno: Con condicion que -declare Sancho con su eminente ingenio los siguientes versos, va de -enigma:</p> - -<p class="fs90 centra mt1">ENIGMA</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i2">Metida en dura cadena</p> -<p class="i0">Me tienen sin culpa alguna,</p> -<p class="i0">Sujeta á caso y fortuna,</p> -<p class="i0">Colgada sin culpa y pena.</p> -<p class="i2">La forma tengo del viento,</p> -<p class="i0">Aunque dél soy maltratada:</p> -<p class="i0">Muerta no soy estimada,</p> -<p class="i0">Vivo y muero en un momento.</p> -<p class="i2">Con agua estoy de contino,</p> -<p class="i0">Aunque es causa de mi muerte:</p> -<p class="i0">Si caigo en tierra por suerte,</p> -<p class="i0">Pierdo la forma y me fino.</p> -<p class="i2">Estoy baxa y estoy alta,</p> -<p class="i0">Cercana á Dios verdadero,</p> -<p class="i0">Y en comiendo lo postrero,</p> -<p class="i0">Luego la vida me falta.</p> -<p class="i2">Soy resplandeciente y clara</p> -<p class="i0">Alegro la vista al hombre,</p> -<p class="i0">Y el fin de mi proprio nombre</p> -<p class="i0">Se viene á acabar en para.</p> -</div></div> - -<p>Don Quixote se la hizo repetir otras dos vezes, y la ultima le dixo: -Por cierto, señor estudiante, que la enigma es bonisima, y aun el serlo -tanto debe de ser la causa de que no dé alcance á su significacion; y -asi suplico á v. m. me la declare, porque en llegando á la noche en la -posada, la pienso escribir para encomendarla á la memoria. Sancho, que -siempre habia estado callando y oyendola con mucha atencion, puesto el -dedo en la frente mientras el estudiante la repetia, salió muy alegre -diziendo: Ea, mi señor don Quixote, vitoria, vitoria; que ya yo la sé. -El estudiante le dixo luego: Bien lo sospechaba<span class="pagenum" -id="Page_207">p. 207</span> yo, señor Sancho, y hube por imposible -desde el principio que ella y su inteligencia pudiese escaparse por los -pies á un tan agudo juizio como el de v. m.; y asi suplicole se sirva -de dezirnos lo que sobre ella ha discurrido. Estuvo Sancho pensativo -un rato, y luego dixo: Ella es una de dos cosas, ó es la montaña ó el -cerrojo. Dieron todos una grandisima risada con el disparate de Sancho, -el cual viendo como se reian de lo que acababa de dezir, replicó: Pues -si no es ninguna cosa de las que he dicho, diganos v. m. lo que es, -por su vida; que mi señor y yo nos damos por vencidos. El estudiante -respondió diziendo: Pues sepan, mis señores, que el sugeto de la enigma -propuesta es la lampara, la cual está metida entre cadenas sin culpa -alguna, de las cuales cuelga. Dicese della que tiene la forma del -viento, porque, como es verdad y se ve por experiencia, el vidriero -la forja á soplos. Tiene agua, la cual es causa de su muerte, porque -en las lamparas, si bien se echa la mitad de agua, ella las apaga -luego que no está acompañada de aceite. De que en cayendo en tierra -se quiebra no hay que probarlo con más testigos que la experiencia. -En lo que dixe que ya está baxa ya alta, es llano, pues mientras se -dizen los ofizios divinos suele estar arriba, estando de noche abaxo. -Tambien es verdad que está cercana á Dios verdadero, pues de ordinario -se pone delante del Santisimo Sacramento. Tambien es llano que en -comiendo lo postrero le falta la vida, pues en acabandose el aceite, se -muere, como ya he dicho. Al mismo compas se ve en ella que es clara y -alegra al hombre, y que finalmente acaba su nombre en para, que eso es -lampara. Por vida de quien me parió, dixo Sancho, que lo ha desplanado -riquisimamente. ¡Oh hi de puta, bellaco! el diablo lo podia acertar. -Don Quixote le dixo que estaba bonisima, y rogó al otro mancebo que -dixese la suya, porque sospechaba que no debia ser menos aguda que la -de su compañero, el cual sin hazerse de rogar començó á dezir desta -manera:</p> - -<p class="fs90 centra mt1">ENIGMA</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i2">Yo tengo de andar encima,</p> -<p class="i0">Por ser, como soy, ligero:</p> -<p class="i0">De oveja naci primero;</p> -<p class="i0">Solo el turco no me estima.</p> -<p class="i2">De mil formas y señales,</p> -<p class="i0">Redondo estoy sin cantones,</p> -<p class="i0">Cubro más de diez millones,</p> -<p class="i0">Y hay entre ellos animales.</p> -<p class="i2"><span class="pagenum" id="Page_208">p. 208</span>Adorno al pobre y al rico,</p> -<p class="i0">Sin guardar costumbre ó ley;</p> -<p class="i0">Sobre emperador y rey</p> -<p class="i0">Me asiento, y soy grande y chico.</p> -<p class="i2">Si hay canicula excesiva,</p> -<p class="i0">Me suelo andar en las manos,</p> -<p class="i0">Y me traen los cortesanos</p> -<p class="i0">Con la merced boca arriba.</p> -<p class="i2">Luego torno á entronizarme,</p> -<p class="i0">Más hueco que una bazia,</p> -<p class="i0">Aunque viento y cortesia</p> -<p class="i0">Bastan para derribarme.</p> -</div></div> - -<p>No la hubo bien acabado el cuerdo estudiante, cuando salió muy agudo -Sancho diziendo: Señores, esa esgrima, ó como la llaman, es muy clara, -y desde la primera copla vi que no podia ser otra cosa sino el tocino, -porque dize: «solo el turco no me estima;» y el turco, es claro que -ni lo come ni haze caso dello, porque ansi se lo mandó el zancarron -de Mahoma. Don Quixote rogó al estudiante que sin hazer caso de los -dislates de su escudero, se la declarase al punto; que deseaba infinito -entendella; y ansi dixo: Vs. ms. han de saber que la propuesta enigma -es del sombrero; y asi empieza diziendo que anda encima: verdad llana, -pues se pone en las cabeças. Es su principio de oveja, por lo que de -ordinario se haze de lana dellas: no le precia el turco, porque entre -ellos no se usan sombreros, sino turbantes: dizese tambien que es de -muchas formas y señales y sin cantones, porque, si bien ya se usan -altos, ya baxos, ya voleados, ya romos, todos vienen á tener las alas -redondas y sin esquinas: cubre muchos millares, lo cual se verifica -de los cabellos, entre los cuales se crian los piojos, como en bosque -proprio de tales animales: sientase sobre el rey y emperador, y á vezes -es de dos palmos de alto, como los de Francia, y otras chicos, como -los de Saboya: traenle los hombres en las manos cuando haze calor, y -los cortesanos boca arriba cuando saludan con besamanos; tras lo cual -le vuelven á entronizar sobre sus cabeças de do basta á derribarle el -viento si viene recio, y la cortesia cuando se pasa por delante de -quien se debe hazer. Agora digo, respondió Sancho, que es más bellaca -de entenderse esta que la pasada; pero apostemos, con todo, lo que -quisieren, que si las tornan á dezir las acierto de la primera vez. -¡Miren el ignorante! dixo don Quixote: desa manera cualquier hombre del -mundo, si se lo dizen antes, lo acertará. Pues ¿cuando dixo Sancho cosa -que no se la dixesen antes? replicó Barbara; pero eso no es maravilla, -pues nunca na<span class="pagenum" id="Page_209">p. 209</span>die -acertó á dezir lo que primero no lo haya aprendido y estudiado; y si -no diganme ¿quien hay que sepa nombrar cosa por su nombre, aunque sean -las más comunes, ni aun el Pater noster, que es la cartilla de nuestra -fe, si primero no se le dizen y repiten? Holgó infinito Sancho con el -cuerdo abono que de su respuesta habia dado Barbara; y celebrandole -todos por agudo, y él por soberano, con mil agradecimientos, dixo don -Quixote: No se admiren vs. ms. de la agudeça de su magestad; porque -si los filos de mi espada fueran tan agudos como los conceptos de su -divino entendimiento, no estuviera su real persona sin la pacifica -posesion de su reino y Amazonas, ni yo tuviera por conquistar el reino -de Chipre, ni aun que ensuciar mis manos en el soberbio Bramidan de -Tajayunque. Pero dexemos esto para hasta que me vea en la corte, pues -son memorias que me provocan de suerte á colera, que temo della no me -haga hazer por las tierras que voy, más muertes que hizo Dios en el -mundo con el diluvio universal; y volviendo á nuestra apacible platica, -suplico á vs. ms. se sirvan de darme por escrito las enigmas, si tienen -sus copias. Y diziendo el uno que en la posada se la escribiria, por -no traer en papel la suya, metió el otro mano á la faltriquera, y sacó -della la de la lampara, diziendo: Tome v. m. la mia; que ya la tengo -á punto. Tomola don Quixote con mucho comedimiento; y al darsela, -se le cayó al estudiante otro papel de la mano; y preguntandole don -Quixote que era aquello; le respondió que unas coplillas que acababa -de hazer en su lugar á una donzella parienta suya, á quien queria -mucho, la cual se llamaba Ana, por cuya causa las habia hecho con tal -artificio, que todas ellas començaban en Ana. Don Quixote le rogó -con notable instancia se las leyese, seguro de que, siendo suyas, no -podian dexar de ser curiosisimas; y el estudiante, con no pequeña -vanagloria, propriedad inseparable de los poetas, y rara atencion -de los circunstantes, las fue leyendo; y dezian desta manera, segun -fielmente las he sacado de la historia de nuestro ingenioso hidalgo, la -cual traduzco, y en que se refieren.</p> - -<p class="centra mt1"><span class="smcap">Coplas á una dama llamada Ana</span></p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i2">Ana, amor me cautivó</p> -<p class="i0">Con vos, cuyo nombre tiene</p> -<p class="i0">Dos aes entre una ene,</p> -<p class="i0">Que es dos almas entre un no.</p> -<p class="i2">A nadie dize la ene</p> -<p class="i0">Que ameis, sino solo á mí,</p> -<p class="i0">Advirtiendo os ofrecí</p><span class="pagenum" id="Page_210">p. 210</span> -<p class="i0">Lo mejor que mi alma tiene.</p> -<p class="i2">Anaxarte fue entre sabios</p> -<p class="i0">Ilustre por homicida,</p> -<p class="i0">Cual los sois vos de mi vida,</p> -<p class="i0">Ana, con mover los labios.</p> -<p class="i2">Anade es una avecilla</p> -<p class="i0">Que nada con gran primor;</p> -<p class="i0">Yo, Ana, en el mar de amor</p> -<p class="i0">Tras vos nado, bella orilla.</p> -<p class="i2">Anatema es en la Iglesia</p> -<p class="i0">Quien de la fe está apartado;</p> -<p class="i0">No yo, que con fe he amado</p> -<p class="i0">En vos otra Diana Efesia.</p> -<p class="i2">Anastasia fue la esposa</p> -<p class="i0">De un rey que en el cielo reina,</p> -<p class="i0">Y desta alma, Ana, sois reina</p> -<p class="i0">Vos, que en todo sois hermosa.</p> -<p class="i2">Anania y sus consortes</p> -<p class="i0">Cantaron dentro de un horno;</p> -<p class="i0">Y vos, Ana, cual bochorno,</p> -<p class="i0">Me abrasais con esos nortes.</p> -<p class="i2">Analogia se llama</p> -<p class="i0">Lo que dize proporcion,</p> -<p class="i0">Como vuestra perficion,</p> -<p class="i0">Que la tiene con su fama.</p> -<p class="i2">Anabatistas profesan</p> -<p class="i0">Ser dos vezes bautizados;</p> -<p class="i0">Y yo duplicar cuidados</p> -<p class="i0">Profeso, Ana, sin que cesen.</p> -<p class="i2">Anacoretas imito</p> -<p class="i0">En lo que es llanto y silencio,</p> -<p class="i0">Con que, Ana, reverencio</p> -<p class="i0">Ese valor infinito.</p> -<p class="i2">Anales, cualquiera historia</p> -<p class="i0">Son, que algun curioso escribe,</p> -<p class="i0">Y cual en anales vive,</p> -<p class="i0">Ana, en mi vuestra memoria.</p> -<p class="i2">A Namur dizen ser villa</p> -<p class="i0">Rica, fuerte y de beldad;</p> -<p class="i0">Mas vos, Ana, sois ciudad</p> -<p class="i0">Que cualquiera ha de servilla.</p> -</div></div> - -<p>Por cierto, dixo don Quixote cuando acabó de leer el estudiante -las coplas, que ellas son curiosas, y unicas á mi ver en su genero: -tras lo cual salió Sancho, como solia, diziendo: Señor estudiante, -en mi conciencia le juro que son lindisimas, si bien me parece les -falta la vida y muerte de Anas y Caifas, personas de quienes hazen -copiosa memoria todos los cuatro santos evangelios; y no fuera malo -la hiziera v. m. tambien dellos, siquiera para lisongear los muchos y -honrados decendientes que aun tienen hoy en el mundo. Pero dexando esto -apar<span class="pagenum" id="Page_211">p. 211</span>te, ¿no me haria -placer de hazer otras que, como esas comiençan por Ana, començasen -por Mari-Gutierrez, la cual, con perdon de vs. ms. y á pesar mio, es -mi muger y lo será mientras Dios quisiere? Pero advierta si determina -hazerlas, en que de ninguna manera la llame reina, sino almiranta, -porque mi señor don Quixote no me parece que lleva talle de hazerme -rey en su vida; y asi de fuerça habré de parar, mal que me pese, en -almirante ó adelantado cuando su merced gane alguna insula ó peninsula -de las que me ha prometido; y á fe que si como él y yo hemos dado por -lo secular, dieramos por lo eclesiastico, que quedaramos bien medrados -desde que andamos en busca de aventuras, pues nos han hecho á los -dos más cardenales y más colorados que hay en Roma ni en Santiago de -Galicia; mas en fin, bien dizen que quien más no dexa, morir se puede. -Con este buen entretenimiento llegaron á la noche á la posada, yendo -siempre con ellos los dos estudiantes, por lo poco que don Quixote -caminaba; que no era más que cuatro ó cinco leguas cada dia; ni aun -Rocinante podia hazer mayor jornada; que no le daban lugar para ello -la flaqueça y años que tenia á cuestas. De suerte que caminaron tres -dias sin sucederles cosa de consideracion; aunque en todos los lugares -eran bien notados y reidos, particularmente en Hita, por las cosas que -don Quixote hazia con la reina Zenobia, la cual no era poco conocida de -toda aquella tierra, ni menos de los estudiantes, que cada dia dezian -á don Quixote sus virtudes; si bien era imposible persuadirle cosa -en contrario de lo que della tenia aprehendido su quimerica y loca -fantasia.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_26"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXVI</h2> - <p class="subh2h">De las graciosas cosas que pasaron entre don - Quixote y una compañia de representantes, con quien se encontró en - una venta cerca de Alcala.</p> -</div> - -<p>Caminando don Quixote con su compañia y con los dos estudiantes -que arriba diximos, sucedió que llegando á poco más de dos leguas de -Alcala, se les hizo á Sancho y á su amo tarde para poder entrar en -ella de dia, como deseaban; y con la pesadumbre que esto le daba, -dixo don Quixote á los estudiantes si habia algun lugar antes de -Alcala, donde pudiesen hazer noche; y respondieron ellos que no, quiçá -deseosos de que se quedasen en el campo ó desacomodados, añadieron -que solo á un cuarto de legua de alli habia una venta, donde podrian -pasar razonablemente la noche. Apenas oyó Sancho el nombre<span -class="pagenum" id="Page_212">p. 212</span> de venta, cuando se -dió á todos los diablos, y dixo: Por las entrañas de la ballena de -Jonas, mi señor don Quixote, le suplico que no vamos allá por ningun -caso, pues las que estos señores llaman ventas, son los castillos -encantados que v. m. dize, y adonde nos han aporreado invisiblemente -los gigantes, duendes, fantasmas, jayanes, estantiguas ó folletos, ó -como los llaman á los que nos han dado millares de vezes tanto que -llorar y curar, cuanto saben mis escuderiles huesos; que los de v. m. -han siempre mejor librado con el remedio de aquel precioso balsamo, -cuya eficacia solo ha faltado para mí, que no soy armado caballero. No -hizo caso don Quixote de los miedos y conjuros de su escudero, sino que -animoso dixo: Venga lo que viniere; que para todo estamos dispuestos -los caballeros andantes; y asi vamos allá en nombre de Dios. Apenas -hubieron andado treinta pasos, cuando descubrieron la venta; y á la -que llegaban á tiro de arcabuz della, habiendo hecho don Quixote hasta -alli reflexion de lo que Sancho le habia dicho, le dixo: Agora me -acabo de acordar, Sancho mio, de los grandes trabajos, infortunios, -desasosiegos, trances, peligros y desastres que agora un año pasamos -en los castillos semejantes á este que vemos, do nos alojamos á causa -de estar en ellos secretamente escondido aquel sabio encantador mi -contrario, el cual siempre ha procurado y procura hazerme todo el mal -que ha podido y puede con sus malas y perversas artes; y lo peor es -que tengo agora por sin duda que ha venido de nuevo á este castillo -para hazerme en él algun grave daño, como acostumbra; aunque al cabo -no han de poder más sus artes que el valor de mi persona. Lo que se -puede y debe pues hazer para obviar este gran peligro, es que tú y -mi señora la reina y estos dos señores estudiantes os vengais en pos -de mí como en retaguardia, poco á poco; que yo quiero ir adelante, -si es verdad, para ver todo lo que he sospechado. Sancho le replicó, -diziendo: ¡Si v. m. me creyera al principio, no nos meteriamos en estas -trabacuentas, y plegue á Dios no lo lloremos todos! Pero vaya delante, -como dize v. m., en hora buena; que acá nos iremos tan detras dél -como podremos, si bien no tanto como querriamos. Adelantose luego don -Quixote un poco; y como viese cerca de la venta siete ó ocho personas -vestidas de diferente mezcla, volvió luego turbado las riendas á -Rocinante, y llegandose á los de su compañia, les dixo: Todo el mundo, -señores, calle, y ojo á la puerta del castillo y á los vestiglos que -en ella hay. Miraron todos hazia allá; y como los que en la venta -estaban vieron venir un hombre armado de aquella suerte, y con grande -adar<span class="pagenum" id="Page_213">p. 213</span>ga, cosa por alli -poco usada, y que ya se adelantaba, y ya volvia atrás á hablar con -una muger vestida de colorado, salieron á ver maravillados la novedad -fuera de la venta, no siendo pocos los miradores, pues eran los de -una compañia grave de comediantes, de los nombrados en Castilla, los -cuales con su autor se habian determinado quedar alli aquella tarde á -hazer algunos ensayos de comedias, para entrar con ellas esotro dia -con buen pie en Alcala, teatro de consideracion y cuenta, por los -agudos y extremados ingenios que á toda España le dan lustre. Pues -como don Quixote los viese puestos en hilera y en su mira, y entre -ellos su autor, hombre moreno y alto de cuerpo, que estaba delante -de todos, teniendo en la mano una varilla y en la otra una comedia, -que iba leyendo, començó á dezir: Agora echo de ver, amigo Sancho, -las grandisimas mercedes que cada dia recibo de la sabia Urganda, mi -benevola y fidelisima protectora, pues hoy me lo ha dado claramente -á entender; que en esta fortaleça está aquel perverso encantador -Freston, mi contrario, aguardandome con alguna estratagema ó engaño, -con soberbio talante, entre duras cadenas, en su obscura mazmorra; -pero ya que voy del caso bien advertido, me determino á acabar de una -vez con él, si puedo, para que de aqui adelante pueda andar más seguro -y libre por todas las partes del mundo que caminare. Y porque creas, -Sancho, y vos, poderosisima reina, y vosotros, virtuosisimos mancebos, -que digo verdad, ¿no veis entre aquellos soldados que en la puerta del -castillo estan haziendo centinela, un hombre alto y moreno de cara, -con una varilla en la mano derecha y en la izquierda un libro? Pues -aquel es mi mortal enemigo, el cual ha venido á estorbarme la batalla -que con el rey de Chipre, Bramidan de Tajayunque, tenia aplaçada, con -fin de irse luego por el mundo baldonandome, y publicando de mí que no -me atrevi de puro cobarde á llegar á la corte á verme con él, donde me -aguardaba para la pelea; y si tal me estorbase con sus encantamientos, -lo sentiria á par de muerte; por tanto, yo me determino de ir y ver -si de alguna manera puedo quitar del mundo á quien tantos males y -daños ha causado y causa en él. Los estudiantes, maravillados de los -disparates de don Quixote, se le llegaron, quitados los sombreros, y el -uno le dixo: Mire v. m., señor don Quixote, si es servido, en lo que -dize y piensa hazer; que nosotros sabemos muy bien que esto es venta; -y no fortaleça ni castillo, ni hay la guarda en ella de soldados que -v. m. piensa; y la gente que está en su puerta es bien conocida en -España, que son comediantes; y el que v. m. llama encantador, es su -autor<span class="pagenum" id="Page_214">p. 214</span> Fulano, y el -otro del ferreruelo caido sobre el hombro, Zutano:—y asi fue nombrando -casi todos por sus nombres, por conocerlos bien. De lo cual enojado -don Quixote, replicó: Eso es lo que yo digo, á pesar de todos los que -contradezirme quisieren; y otra vez afirmo que aquel grande es el -dicho encantador mi contrario, que con aquella vara que tiene en la -una mano, haze los cercos, figuras y caracteres en invocacion de los -demonios, y con aquel libro que tiene en la otra los conjura, oprime y -atrae á cuanto quiere, mal que les pese; y para que veais claramente -ser verdad lo que digo, andad vosotros delante, y dezidle como sois -pajes del Caballero Desamorado que aqui viene, y vereis lo que pasa. -Ofrecieronse ellos á ir allá de muy buena gana; y llegados que fueron, -contaron al autor y á su compañia todo lo que don Quixote era, y lo -que había hecho y dicho por el camino y en Sigüença, y como llamaba -reina Zenobia á Barbara, la bodegonera de la cuchillada de Alcala, -bien conocida de todos, con quien se habia encontrado en el viage: -de lo cual rieron el autor y sus compañeros bravamente, holgandose -infinito de que se les ofreciese ocasion en que pasar el tiempo aquella -noche. A la que estaban en esto, fue don Quixote acercandose poco á -poco á la venta, y viendolo Sancho, baxó luego de su rucio para ver -en que paraba aquello que su amo iba á emprender: también Barbara -le rogó la baxase de la mula, pues estaba tan cerca de la venta; el -cual lo hizo tomandola en braços; y como para hazello fuese forzoso -juntar él su cara con la de Barbara, ella le dixo: ¡Ay, Sancho, y que -duras y asperas tienes las barbas! Mal haya yo si no parecen cerdas -de çapatero. ¡Jesus mio, y que trabajos tendrá la muger que durmiere -contigo, todas las vezes que la besares! ¿Pues para que diablos, dixo -Sancho, la tengo de besar? Beselas la madre que las hizo, ó Barrabas, -que no tiene mocos; que para lo deste mundo yo no beso á nadie, si no -es á la hogaça cuando la cojo por la mañana, ó á la bota cualquiera -hora del dia. Ea, replicó Barbara, no se nos haga bobo, hermano; que -á fe no le saben mal las mugeres; y, si me cogiese esta noche en la -cama en que tengo de dormir sola, viniendose á ella quedito, y se me -metiese entre las sabanas sin que persona lo sintiese, ¡mal año y que -tal me pararia! De una sola cosa me pesaria en tal caso, y es que no -osaria dar vozes por temor de don Quixote y los huespedes; que más -vale pasar que gritar; y cuando algo hiziesemos, en fin estariamos á -escuras y nadie lo habria de saber; que en fin está claro que yo por -mi vergüença, y vos por ser hombre honrado, lo habiamos de callar. -Sancho,<span class="pagenum" id="Page_215">p. 215</span> que no -entendió la música de Barbara, dixo: A fe que tiene razon; que cuando -no dan vozes y estamos á escuras, duermo yo muy mejor y más á pierna -tendida, y de suerte que no me recordaran con un millon de campanas -destempladas. ¡Ay, amarga de mí, respondió Barbara, y que lerdo que -eres! Menester es llevarte por el camino de los carros: dame la mano, -ladron mio, que estoy entumecida y no me puedo tener en pies. Diosela -Sancho, diziendole: Tomela con todos los diablos, y vayase poco á -poco en eso de ladron; que sepa que no sufro burlas; y podrialo oir -tal vez algun escriba ó fariseo de los muchos y maliciosos que hay -en el mundo, y acusandome dello á la justicia, hazerme dar docientos -açotes. Volvieron en esto la cabeça, porque vieron hablar en alta voz -á don Quixote, el cual llegandose bien cerca de la venta, puesto el -cuento del lançon en tierra, començó á dezir á los que estaban en su -puerta desta manera: ¡Oh sabio encantador, tú, quien quiera que seas, -que desde el dia de mi nacimiento hasta la hora en que estoy siempre -has sido mi contrario, favoreciendo, como pagano que eres, á aquel ó -aquellos caballeros que sabes que yo traigo acosados con mi fuerte -braço, quitandoles la opinion que por el mundo tienen, alçandome con la -fama dellos, siendo pregoneros de mis hechos y de su cobardia la misma -que lo fue de los Alexandro, Cesares, Anibales y Scipiones antiguos! -dime, perverso y luciferino nigromantico, ¿por que hazes tantos y tan -grandes males en el orbe, contra toda ley natural y divina, saliendo -por los anchos caminos y sus forçosas encrucijadas, acompañado de -los descomunales jayanes que en esta tu fortaleça se fortifican, -prendiendo, robando y maltratando á los amantes caballeros que poco -pueden, y forçando á las fembras de alta guisa y dueñas de honor, que -acompañadas de astutos enanos y diligentes escuderos, van por los -caminos reales con algunas cartas de confidencia y joyas y preseas de -estima, buscando á los caballeros á quien sus señoras tiernamente aman; -y no solo no te avergüenças de hazer lo que digo, pero como inhumano y -tirano cruel las metes en este castillo, y no para regalarlas y darles -buen acogimiento, sino para metellas en crueles y obscuras mazmorras -con otras muchas princesas, caballeros, pajes, escuderos, carrozas y -caballos que en él tienes? Por tanto ¡oh sangriento, fiero é indomito -gigante! sacame luego aqui sin replica ninguna toda la gente que -digo, volviendoles á cada uno la oprimida libertad y cuantos tesoros -con ella les has robado, y jura prostrado en tierra, en manos de la -fermosa y sin par gran reina Zenobia que conmigo viene, de enmendar -la<span class="pagenum" id="Page_216">p. 216</span> mala vida pasada, -y de favorecer de aqui adelante á dueñas y donzellas, y de desfazer -juntamente los tuertos de la gente menesterosa; que con esto y con -darte á merced, te dexaré por agora con la vida que tan justamente -muchos años ha te habia de haber quitado; y si no lo quieres hazer, -salgan luego á batalla conmigo todos los que en esa tu fortaleça -tienes, á pie ó á caballo y con el genero de armas que quisieren, -todos juntos, como es costumbre de la gente pagana y barbara, tal cual -vosotros sois. Y no pienses que porque estás con ese libro y vara en -las manos, cual encantador y supersticioso mago, que por más que lo -seas, han de valer tus hechizos contra los filos de mi espada; porque -conmigo traigo invisiblemente al sabio Alquife, mi coronista y defensor -en todos mis trabajos, y á la sabia Urganda la desconocida, con cuya -sciencia comparada la tuya, es ignorancia. Salid, salid presto, presto. -Y con esto començó á revolver el caballo por acá y acullá, haziendo -gambetas, de lo cual reian mucho los comediantes, á los cuales, como -Sancho viese reir de tan buena gana, tras haberles dicho su amo las -razones, á su parecer, tan dignas de amedrentarlos, les dixo en alta -voz: Ea, soberbios y descomunales representantes, oprimidores de -las vergonçosas infantas que estan ahi detras de vosotros haziendo -humildes oraciones á los cielos para que las libren de vuestra tiranica -representante vida, acabemos ya; y si os habeis de dar por vencidos á -mi señor don Quixote de la Mancha, sea luego; porque queremos entrar -en la venta yo y la señora reina de Segovia; que á fe que tenemos -muy bien picados los molinos; y si no, aparejaos para enviarnos aqui -algunos cuartales de pan, en cuya destroça nos ocupemos su magestad y -yo, mientras mi señor la haze en vosotros en esta vecina guerreacion; -¡asi guerreado le vea yo en casa de todos los griegos de Galicia! Los -representantes estaban tan maravillados, que no sabian que responder -á los disparates del uno y simplicidades del otro; mas el autor, con -cuatro ó cinco de los compañeros, se salió de la venta, y llegandose -donde estaba don Quixote, le dixo: Señor caballero andante, estos -señores estudiantes nos han informado del gran valor, virtud y fuerças -de v. m., las cuales son tales, que bastan á sujetar, no solamente -esta fortaleça ó castillo, donde ha más de sietecientos años que yo -hago mi habitacion, sino al más fiero y bravo gigante que en toda la -gigantesca nacion se halla: por tanto, yo y todos estos principes -y caballeros que conmigo estan nos damos por vencidos, y rendimos -vasallage á v. m., suplicandole se apee de ese hermoso caballo y -dexe la adarga y lança, quitandose esas ricas armas para que sin su -em<span class="pagenum" id="Page_217">p. 217</span>baraço pueda v. m. -recebir el debido servicio que estos sus criados le desean hazer; y -viva seguro de que, aunque soy pagano, como mi morena cara y membrudo -talle muestra, todavia solo tengo librados mis encantamientos para -hazer mal á quien yo me sé. Venga v. m., entre, y cenará con nosotros, -y verá como se huelga de habernos conocido; y entre segura tambien la -señora reina Zenobia, alias Barbara; que gustaremos todos saber della -cual de las yerbas le da más fastidio de noche, la ruda ó la verbena -que se coge la mañana de san Juan. ¡Oh falso hechicero! respondió -don Quixote. ¿Agora piensas con tus falazes y halagüeñas palabras -engañarme, para que, entrando dentro de tu castillo fiado dellas, caiga -en la trampa que á la entrada de su puerta me tienes armada, deseoso de -hazer luego de mí á tu sabor? No me engañarás; que ya te conozco desde -que en Çaragoça me encerraste con esposas en las manos y un grande -tronco en los pies, en aquel duro calaboço que tú sabes, del cual me -sacó el valeroso granadino don Alvaro Tarfe. Sancho, que habia estado -escuchando lo que pasaba, se puso al lado de don Quixote diziendo, -mirando de hito á hito al autor: ¡Oh hi de puta, paganazo! ¿piensa que -aqui no le entendemos? A otro hueso con ese perro; que aqui todos somos -cristianos, por la gracia de Dios, de pies á cabeça, y sabemos que tres -y cuatro son nueve; que no somos bobos porque nos habemos criado en el -Argamesilla, junto al Toboso; y si no quiere creernos, metanos el puño -en la boca, y verá si le mamamos. Dese por vencido, digo, él y todos -esos luteranos que le rodean, si no quiere que se nos suba el humo á -las narizes: echemos pelillos en la mar, y con esto tan amigos como de -antes. Don Quixote le dixo colerico, dando de espuelas á Rocinante: -Quitate, Sancho, no hagas pazes con gente infiel y pagana; porque los -que somos cristianos no podemos hazer con estos más que treguas, cuando -mucho. Pues, señor, dixo Sancho poniendose delante de Rocinante, si -ello es verdad que v. m. es tan cristiano como yo (que eso Dios lo -sabe), que sé que lo soy desde el vientre de mi madre, pues desde él -creo bien y verdaderamente en Jesucristo y en cuanto él manda, y en las -santas iglesias de Roma, y en todas sus calles, plaças, campanarios y -corrales, á pie juntillas, hagamos esas treguas que dize; que parece -que es un poco tarde, y las tripas me andan ya espoleando el vientre -de hambre. Quitate de delante de mis ojos, pecora, dixo don Quixote; -quitate digo. Y en esto, baxando la lança, dió un apreton á Rocinante -hazia el autor, el cual dexó venir, y hurtandole el cuerpo, le asió de -la rienda del rocin, que al punto estuvo quedo<span class="pagenum" -id="Page_218">p. 218</span> como si fuera de piedra: acudieron al -punto los demas compañeros, y uno le quitó la lança, otro la adarga, -y otro asiendole del pie, le volcó por la otra parte; tras lo cual -acudieron también tres ó cuatro moços de los que llaman metemuertos -y sacasillas, que, agarrandole los unos por los pies y los otros por -los braços, le llevaron á la venta mal de su grado, donde le tuvieron -buen rato echado en el suelo, sin que se pudiese levantar. Las cosas -que el triste Caballero Desamorado hizo y dixo viendose de aquella -suerte, colixanlas los curiosos, de su condicion y braveza, pues ya -la ternan penetrada de las primeras partes de su historia; que no se -atreve el historiador desta, por ser tan extraordinarias y dignas de -elegantisimas exageraciones, á referirlas. Lo que sé dezir es que -el autor mandó á los moços le tuviesen de la suerte que estaba, sin -soltarle de ninguna manera hasta que él volviese; y tras esto salió -con algunos compañeros en busca de Sancho, á quien halló abraçado con -Barbara, mesandose las espesas barbas, llorando amargamente por ver lo -que su amo padecia; al cual dixo: Agora, don bellaco, me pagareis lo -de antaño y lo de hogaño; levantaos; que no hay para mí lagrimas ni -ruegos; porque pienso luego á la hora, en llegando con vos al castillo, -desollaros muy bien, y cenarme en esta noche vuestros higadillos, y -mañana asar todo lo demas de vuestro cuerpo y comermelo; que no me -sustento yo de otra cosa que de carnes de hombres. Sancho, que oyó -aquella cruelisima sentencia, luego se hincó de rodillas y cruzando las -manos debaxo de la caperuça, començó á dezirle. ¡Oh señor pagano, el -más honrado que hay en todas las paganerias! por las llagas del señor -san Lazaro, que santa gloria haya, le ruego que tenga misericordia -de mi; y si es servido, antes que me coma, mande v. m. dexarme ir á -despedirme de Mari-Gutierrez, mi muger, que es colerica, y si sabe que -v. m. me ha comido sin que yo me haya despedido della, me terná por un -grandisimo descuidado, y no podré despues verle una buena cara: basta, -que le prometo bien y verdaderamente de volver aqui para el dia en que -v. m. mandare; y plegue á Dios, si faltare, que esta caperuça me falte -á la hora de mi muerte, que es cuando más la habré menester. Amigo, -respondió el autor, no hay remedio de ese negocio;—y levantando la voz -dixo: ¡Hola! ¿á quien digo? criados, traedme luego aqui aquel asador de -tres puas en que suelo espetar los hombres enteros, y asadme al punto -á este labrador. El pobre Sancho, que tal oyó dezir, volvió la cabeça -y vió á Barbara que estaba hablando con uno de los representantes, -llena de risa, y dixola con increible dolor de su anima: ¡Ay, señora -reina Sego<span class="pagenum" id="Page_219">p. 219</span>via! -¡Compasion del pobre de Sancho, su leal lacayo y servidor, y mire la -tribulacion en que está puesto! Y pues es tan impotente, ruegue á ese -señor moro que me eche á aquellas partes en que más de mí se sirva; -sólo no me mate. Entonzes llegó Barbara diziendo: Suplico á v. m., -poderosisimo señor alcaide y noble castellano deste alcazar, remita -por amor de mí esta vez á Sancho vida y miembros; que le debo buenos -servicios, y salgo por fiadora de su enmienda, obligando, si no lo -hiziere, todos sus bienes muebles y raizes, habidos y por haber, al -castigo que ordenare v. m. darle. Respondiole el autor con gran boato -y fingida colera: V. m., señora reina de la calle de los Bodegones -de Alcala, me perdone; que de ninguna manera puedo dexar de acabar -con este villano, si ya no es que, volviendose moro, siguiese el -alcoran de nuestro Mahoma. Digo, respondió Sancho, señor turco, que -creo en cuantos Mahomas hay de levante á poniente, y en su alcoran, -de la suerte y como v. m. lo manda, y como lo permite y consiente -nuestra madre la Iglesia, por quien daré la vida y anima y cuanto -puedo dezir. Pues es menester, dixo el autor que con un cuchillo muy -agudo os cortemos un poco del pluscuamperfecto. Respondió Sancho: ¿Qué -pluscuam, señor, es ese que dize? que yo no entiendo esas algarabias. -Digo, replicó el autor, que para que seais buen turco, es menester -primero, con un cuchillo bien afilado, retaxaros. ¡Ah señor! Por las -tenazas de Nicomemos, dixo Sancho, que v. m. no me corte nada de ahi, -porque lo tiene tan bien contado y medido mi muger Mari-Gutierrez, -que por momentos lo reconoce y pide cuenta dello, y por poco que le -faltase, lo echaria luego menos, y seria tocarle en las niñas de los -ojos, y me diria que soy un perdulario y desperdiciador de los bienes -de naturaleza; y si á v. m. le parece, esto que me ha de cortar, no -sea de ahi; porque, como digo, bien echa de ver que es menester todo -en casa, y algunas vezes aun falta; sino cortenmelo de esta caperuça; -que, aunque es verdad que hará falta en ella, todavia mejor se podrá -remediar que esotro. Volvió en esto la cabeça<a id="FNanchor_25" -href="#Footnote_25" class="fnanchor">[25]</a> hazia atras por no -poder disimular la risa que le causó la simplicidad de Sancho; y -disimulando cuanto pudo, le dixo al cabo de un rato: Levantaos, señor -moro nuevo, dad acá la mano, y mirad que de aqui adelante habeis de -hablar algarabia como yo; que presto subireis á arraez, alfaqui y á -gran bajan. Par diez señor, dixo Sancho, que aunque me hagan rabadan, -querria más llegar primero á mi lugar á dar cuen<span class="pagenum" -id="Page_220">p. 220</span>ta de mí á dos bueyes que tengo en casa, -seis ovejas, dos cabras, ocho gallinas y un porquete, y á despedirme -de Mari-Gutierrez en lengua moruna, y á dezirle como me he vuelto ya -turco; que quiçás ella tambien se querrá tornar turca; pero hallo un -inconveniente en si lo quisiere hazer, y es que no sé de adonde la -podremos retaxar, porque no tiene debaxo del cielo de adonde. Respondió -el autor diziendo: Eso no importa nada, porque ya la cortaremos el dedo -pulgar de la mano derecha, y esto bastará. A fe, dixo Sancho, que ha -dicho muy bien, porque ese dedo no le hará la falta que me hará á mí -lo que me quiere cortar; que en efeto es muy mala hilandera; mas con -todo he pensado de do será mejor circuncidarla, porque no le quite -el dedo que dize; que todavia es bueno tenga cinco dedos en la mano, -como Dios manda en las obras de misericordia. ¿De donde pues: preguntó -el autor, la circuncidaremos? De la lengua, respondió Sancho, porque -la tiene más larga que la del gigante Golias, y es la mayor parlera -y repostona que hay en todas las parlerias y tierras de papagayos. -Con esto se volvieron á la puerta de la venta, adonde tenían al buen -hidalgo don Quixote los moços del hato, sentado en una silla, desarmado -y asido de suerte, que no le dexaban menear; y viendole el autor, -dixo á Sancho: Hermano, ya veis como está vuestro amo; es menester -que le digais como ya sois moro, y le persuadais á que tambien él lo -sea si quiere librarse de la tribulacion en que está puesto, porque -si no, dentro de dos horas nos le comeremos asado en el asador en que -pensabamos asaros á vos.—Dexeme v. m. á mí, dixo; que yo le haré tornar -moro por la posta. Pusose delante de don Quixote el autor diziendole: -¿Qué es, caballero? ¿Cómo va? Al fin habeis venido á parar en mis -manos, de donde primero que salgais, habeis de tener las barbas tan -largas, que os arrastren por el suelo, y las uñas de pies y manos tan -grandes como unos colmillos de elefante; tras que os vereis comido de -ratones, lagartos, chinches, piojos, pulgas, moscas, mosquitos, tabanos -y otras asquerosas sabandijas; y maniatado con una gruesisima cadena -en una lobrega carcel, con otros de vuestro jaez, que alli estan con -grillos á los pies y esposas en las manos hasta que acaben sus tristes -y desventuradas vidas. Don Quixote le respondió diziendo: No pienses -¡oh sabio contrario mio! que tus locas y vanas palabras y perjudiciales -obras han de ser bastantes á hazerme quebrantar un punto lo que debo -guardar como verdadero caballero andante, ni amedrentarme en el debido -sufrimiento á los vecinos trabajos y tribulaciones que me amenaçan, -pues es<span class="pagenum" id="Page_221">p. 221</span>toy cierto que -por discurso de tiempo, y al cabo, cuando mucho, de sietecientos años -he de quedar libre deste tu cruel encantamiento, en que contra toda -ley y razon, por solo tu gusto, me tienes puesto; y no desespero ¡oh -inhumano encantador! de que antes del dicho plaço algun principe griego -novel me saque de aqui, pues uno habrá que saldrá de Constantinopla -de noche, sin despedirse de nadie de la corte y sin que lo sepan sus -padres, espoleando de su honor, y alentado con el consejo de un grande -y sapientisimo mago, amigo suyo; y despues de haber pasado grandisimos -trabajos y peligros, y haber ganado mucha honra por todos los reinos -y provincias del universo, llegará aqui á este fortisimo castillo, -y matando los fieros gigantes que por prevencion tuya su entrada -defiendan como guardas della y de la puente levadiza que le fortifica, -matará tambien á los dos rapantes grifos, inhumanos porteros de su -primera puerta; y entrando en el primer patio, y no sintiendo rumor ni -viendo persona que se le oponga, se sentará, de cansado, en el suelo un -rato, y luego oirá una furiosa voz que, sin saber quien la pronuncia, -le dirá: Levantate, principe griego; que en aciaga hora y para tu daño -entraste en este castillo;—y apenas habrá acabado de dezillo, cuando -saldrá un ferozisimo dragon echando fuego por la boca y ponçoña por los -ojos, con las uñas crecidas más que dagas vizcainas, y con una cola -tan aguda y larga como un acicalado montante, con la cual todo cuanto -encontrare echará por el suelo; pero matandole el dicho principe, -ayudado de su favorable y benevolo sabio con invencibles socorros, se -deshará á la postre todo este encantamiento; y entrando vitorioso otra -puerta más adentro, se hallará en un apacible jardin lleno de varias -flores, poblado de amenisimos, fructiferos y aromaticos arboles, cuyas -copas poblaran cisnes, calandrias, ruiseñores y mil otras diferencias -de jucundisimas aves, fertilizandole mil arroyos, dificultosas de -discenir sus aguas si son de cristal ó leche; en medio del cual se le -aparecerá una hermosisima ninfa vestida de una rozagante ropa sembrada -de carbunclos, diamantes, esmeraldas, rubies, topacios y amatistas; la -cual, dandole con rostro benevolo con la una mano un manojo de llaves -de oro, y poniendole con la otra en la cabeça una guirnalda de agno -casto y amaranto, desaparecerá tras una celestial musica; y luego -dicho principe con las llaves de oro llegará á abrir las mazmorras, -dando libertad jucundisima á todos los presos y presas dellas, y á mí -el postrero, pidiendome por merced le arme por mis manos caballero -andante y le admita por inseparable compañero: lo cual, concediendoselo -yo todo, obli<span class="pagenum" id="Page_222">p. 222</span>gado -de su hermosura, discrecion y esfuerço, iremos por el mundo despues -innumerables años juntos, dando fin y cima á cuantas aventuras se nos -ofrecieren.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_27"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXVII</h2> - <p class="subh2c">Donde se prosiguen los sucesos de don Quixote con - los representantes.</p> -</div> - -<p>Admirados quedaron en sumo grado los comediantes de ver el estraño -genero de locura de don Quixote, y los disparates que ensartaba; pero -Sancho, que habia estado escuchando detras del autor todo lo que su amo -habia dicho, le dixo: Pues, señor Desamorado, ¿como va? Acá estamos -todos por la gracia de Dios. ¡Oh Sancho! dixo don Quixote, ¿qué hazes? -¿Hate hecho algun mal este nuestro enemigo? Ninguno, respondió Sancho; -si bien es verdad que me he visto ya casi con un asador en el rabo, en -que queria este señor moro asarme para comerme; pero hame perdonado -por ver me he tornado moro. ¿Qué dizes, Sancho? dixo don Quixote: -¡moro te has tornado!¿Es posible que tan gran necedad has hecho? Pues -pesie á las barbas del sacristan del Argamesilla, respondió Sancho, -¿no fuera peor que me comiera, y que despues no pudiera ser moro ni -cristiano? Calle; que yo me entiendo; escapemos una vez de aqui; que -luego despues verá lo que pasa. Entonzes el autor, apiadandose de las -congojas y trasudores en que veia á don Quixote, cansados ya de reir -los estudiantes, Barbara y toda la compañia, dixo: Agora sus, señor -caballero, no es ya tiempo de más disimular ni de traer encubierto lo -que es razon que se descubra; y asi habeis de saber, señor don Quixote, -que yo no soy el sabio vuestro contrario de ninguna manera; antes soy -un grande y fiel amigo vuestro, y cual tal siempre y en todas partes -he mirado y miro por vuestros negocios mejor que vos proprio, y agora -por probar vuestra prudencia y sufrimiento he hecho todo lo que habeis -visto: por tanto, dexenle todos luego, y huelgue y repose en este mi -castillo todo el tiempo que le pareciere; que para tales principes -y caballeros como él le tengo yo aparejado; y dadme ¡oh famosisimo -caballero andante! un abraço; que aqui estoy para serviros, y para no -hazeros daño alguno, como pensastes; y advertid que el venir aqui vos -y la gran reina Zenobia ha sido todo guiado por mi gran saber, porque -os importa infinito á vos y á vuestros servidores llegueis á la gran -corte del rey Catolico, en la cual os aguardan por momentos un millon -de principes, y de do habeis de salir con grande aplauso y vi<span -class="pagenum" id="Page_223">p. 223</span>toria. Soltaronle en esos -los moços, y el autor le abraçó, y con él los compañeros hizieron lo -mismo. Cuando don Quixote se vió suelto, asombrado de como él le tenia -por nigromantico, y lo que le habia dicho, teniendolo todo por verdad, -se levantó, y abiertos los braços, se fue para él diziendo: Ya yo me -maravillaba ¡oh sabio amigo! que en tan grande trabajo y tribulacion -como en la que agora me habia puesto, dexasedes de favorecerme con -vuestra prudentisima persona y eficazes ardides: dadme esos braços, -y tomad los mios, desmembradores de robustos gigantes, y verdugos -expertos de enemigos vuestros y mios. Con esto todos le volvieron á -abraçar con nuevas muestras de alegria, y llegandose la muger del -autor á ver el rostro de aquel loco, á quien todos abraçaban, le dixo, -considerada su ridicula figura: Señor caballero, yo soy hija de aqueste -grande sabio su amigo: mire v. m. que si en algun tiempo hubiere -menester su favor, ó si algun gigante ó mago me llevare encantada, que -no dexe de favorecerme en todo caso; que aqui mi padre se lo pagará:—y -aun (dixo otra de las representantes, que estaba aparte riendo) le -dexará entrar de balde en la comedia, con solo medio real que le ponga -en la mano. Respondió don Quixote: No es menester, soberana señora, -encargarme á mi lo que á vuestro servicio toca, teniendo yo tantas -obligaciones á vuestro sabio padre; pero creedme, que aunque todo el -universo se conjurase contra vuestra beldad, y todos cuantos sabios y -magos nacen en Egipto viniesen á España para tocaros en un solo pelo de -la cabeça, que yo solo, dexado aparte el gran poder de vuestro padre, -bastaria, no sólo para defenderos y sacaros á pesar suyo de sus manos, -sino para poner en las vuestras sus alevosas y falsas cabeças. En esto -le llamó el autor diziendo: Señor caballero, ya la cena está aparejada -y las mesas puestas; y asi v. m. se sirva de venirnosla á honrar en -compañia mia y destos señores, porque despues tenemos que hazer un -negocio de importancia. Esto dixo porque pensaba ensayar en cenando -una comedia que habian estudiado para Alcala y la corte. Estaba Sancho -maravillado de ver á su amo libre de aquella prision, y tan alegre, -que llegandose al autor le dixo: ¡Ah señor sabio! esto de tornarme yo -moro, ya que su merced nos ha dado á conocer su valor, ¿ha de pasar -adelante? porque en Dios y en mi conciencia me parece que no lo puedo -ser de ninguna manera. Respondiole el autor diciendo: ¿Pues por que no -lo podeis ser? Porque quebrantaré, dixo él, cada dia la ley de Mahoma, -que manda no comer tocino ni beber vino; y soy tan bellaco guardador -deso, que en viendolo á mano, no<span class="pagenum" id="Page_224">p. -224</span> dexaré de comer y beber dello si me aspan. A esto respondió -un clerigo que acaso se halló en la venta: Si v. m., señor Sancho, -ha prometido á este sabio mago volverse moro, no se le dé nada de la -promesa, pues yo, en virtud de la bula de compesacion, le absuelvo asi -della como de lo hecho; y lo puedo hazer en su virtud, con sólo darle -de penitencia que no coma ni beba en tres dias enteros; y advierta -que con sólo cumplir esta leve penitencia se quedará tan cristiano -como antes se estaba. Eso, señor licenciado, no me lo mande, respondió -Sancho, pues no digo tres dias, pero aun tres horas no me atreveria -á cumplir esa penitencia, aunque supiese que me habian de quemar, no -haziendolo: lo que v. m. me puede recetar, si le parece, es que no -duerma con los ojos abiertos, ni beba con los dientes cerrados, ni -traiga el sayo baxo la camisa, ni haga mis necesidades atacado. Estas -cosas, aunque tienen su dificultad, yo le doy palabra de cumplillas, en -Dios y mi conciencia. Llegaron tras estas razones á sentarse á cenar -á la mesa; y antes de hazello, estando todos al rededor della en pie -y quitados los sombreros, començó el clerigo á echar la bendicion en -latin, y començaron á cenar; y dixo el autor: Sepan vs. ms., señores, -que la causa por que Sancho no se quitó la caperuça á la bendicion, es -porque aun le han quedado las reliquias de cuando era moro, si bien -es verdad que aun está por retaxar y circuncidar; pero he dilatado el -hazello, porque lleno de lagrimas me rogó denantes que le retaxase, -si era forçoso hazello, de la caperuça, y no de la parte en que de -ordinario se ejecuta la circuncision, por ser esa la de que su muger -estaba más celosa, y de quien le pedia más cuenta. Y tras esto fue -contando todo lo que con él le habia sucedido; y acabando de hazello -con la cena, levantados ya los manteles, prosiguió volviendose á don -Quixote, y diziendole como para hazerle fiesta en aquel su castillo -habia mandado hazer una comedia, en la cual entraba tambien él, y la -que le dixo que era su hija. Don Quixote se lo agradeció con mucho -comedimiento; y sentandose en el patio de la venta en compañia de -Barbara, del clerigo, de los dos estudiantes, y de Sancho y de los -de la posada, començaron á ensayar la grave comedia de El testimonio -vengado, del insigne Lope de Vega Carpio, en la cual un hijo levanta -un testimonio á la Reina su madre en ausencia del Rey, de que comete -adulterio con cierto criado, instigado del demonio, y agraviado de -que le negase un caballo cordobes en cierta ocasion de su gusto, -guardando en negarle orden expreso que el Rey su esposo le habia dado. -Llegando pues la comedia á este paso, cuando don Quixote vió á la -muger del<span class="pagenum" id="Page_225">p. 225</span> autor, á -quien él tenia por su hija, tan afligida, por hazer el personage de la -Reina, á quien se levantaba el testimonio, y por otra parte advirtió -que no habia quien defendiese su causa, se levantó con una repentina -colera, diziendo: Esto es una grandisima maldad, traicion y alevosia, -que contra Dios y toda ley se haze á la inocentisima y castisima -señora reina; y aquel caballero que tal testimonio le levanta, es -traidor, fementido y alevoso, y por tal le desafio y reto luego aqui á -singular batalla, sin otras armas más de las con que agora me hallo, -que son sola espada. Y diziendo esto, metió mano con increible furia, -y començó á llamar al que levantaba el testimonio, que era un buen -representante, el cual riendose con todos los demas de la necia colera -de don Quixote, se puso en medio con su espada desnuda, diziendole que -aceptaba la batalla para la corte delante de su magestad, con solos -veinte dias de plaço; y mirando si hallaba alguna cosa por alli que -dalle en gaje, vió arrimada á un poste de la venta una albarda, y sobre -della un ataharre, y tomandole medio riendo, se le arrojó diziendo: -Alçad, caballero cobarde, esa mi rica y preciada liga, en gaje y señal -de que sea nuestra batalla delante de su magestad para el tiempo que -tengo dicho. Don Quixote se abaxó y la tomó en la mano; y como vió que -del hazello se reian todos, dixo: No es de valientes principes reirse -de que un traidor y alevoso como este tenga animo para hazer batalla -conmigo; antes habian de llorar, viendo á la señora reina tan afligida, -aunque su ventura ha sido no poca en haberme hallado yo presente en -tal trance, para que semejante traicion no pase adelante. Y volviendo -la cabeça dixo á Sancho: ¡Oh mi fiel escudero! toma esta preciada liga -del hijo del Rey, y metela en nuestra maleta hasta de hoy en veinte -dias; que tengo de matar á este alevoso principe que tal testimonio ha -levantado á mi señora la Reina. Sancho la tomó y dixo á su amo: ¿Para -que quiere v. m. que metamos este ataharre en la maleta entre la ropa -blanca, estando tan sucio? Dele al diablo; que yo le ataré en la cincha -del rucio, y alli irá hasta que topemos cuyo es. ¡Oh necio! dixo don -Quixote, ¡y eso llamas ataharre! Pues ¿que diablos, dixo Sancho, es, -sino ataharre? ¿No ves, animalazo, replicó don Quixote, que es una -riquisima liga del hijo del Rey, como lo dizen estos rapacejos de oro, -de cada uno de los cuales cuelga una esmeralda ó un rubi ó un diamante? -Lo que yo veo aqui, respondió Sancho, si no estoy borracho, es una -empleita de esparto con dos cordeles á los cabos, harto sucios, y sirve -de ataharre de algun jumento. ¿Hay tal locura semejante, dixo don -Quixote, como la de este escu<span class="pagenum" id="Page_226">p. -226</span>dero, que una liga de tafetan doble, encarnado, diga que es -ataharre? Digo, respondió Sancho, una y docientas vezes que es tan -ataharre como mi agüelo: no tiene que porfiar. Maravillaronse todos -de la porfia del amo y del criado sobre el ataharre; y llegando el -autor, le tomó en la mano diziendo: Señor Sancho, mire v. m. bien lo -que dize y abra los ojos; que este ataharre, para lo deste mundo es -liga, y de grandisimo valor; para lo del otro, no digo nada. Ello será -lo que yo digo, respondió Sancho; que no soy ciego, y tengo gastados -más ataharres destos, que hay estrellas en el limbo. En esto salió -un labrador de la caballeriza, cuya era la albarda y ataharre, y -llegandose á Sancho le dixo: Hermano, dad acá mi ataharre; que no está -ahi para que vos os alçeis con él. Holgó Sancho infinito de oir esto; y -volviendose lleno de risa á los circunstantes, les dixo: ¡Bendito sea -Dios, señores, que estaran contentos! A fe que agora, aunque les pese, -han de confesar mi buen juizio, pues ven que acerté de la primera vez -que este era ataharre, cosa en que jamas supieron caer tantos y tan -buenos entendimientos. Y diziendo esto, dió el ataharre al labrador, lo -cual viendolo don Quixote, se llegó á él, y tirando reciamente, se le -quitó diziendo: ¡Ah villano soez! ¿y de cuando acá fuiste tú digno de -traer una tan preciada liga como esta, ni todo tu çafio linage? Tras lo -cual se le iba á meter en la faltriquera; pero impedioselo el labrador, -que no sabia de burlas, asiendole del braço, y porfiando don Quixote -que se lo contradezia. El labrador, en fin, como era hombre membrudo -y de fuerça, y esas le faltaban á don Quixote, por estar tan flaco, -pudo darle un empellon tal en los pechos, que le hizo caer con él de -espaldas, y saltandole encima, le quitó por fuerça el ataharre de la -mano. Llegó Sancho en esto á ayudar á su amo, dando dos ó tres crueles -moxicones en la cabeça al labrador, el cual revolviendo hecho un leon -contra Sancho, le cinchó dos ó tres vezes el ataharre por la cara. La -risa de los comediantes era notable, grande la prisa de los estudiantes -en despartilles, notable la diligencia de Barbara en ayudar á levantar -á don Quixote, cuya colera era infinita, y mayor el sufrimiento del -pobre Sancho, el cual puesta la mano sobre las narizes, de las cuales -le salia mucha sangre, por haberle alcançado el labrador con el -ataharre en ellas, començó á ir furioso tras él hazia la caballeriza -diziendo: Aguarda, aguarda, descomunal arriero, y verás si te hago -confesar, mal que te pese, que eres mejor que yo, con ser un grandisimo -bellaco, puto y hijo de otro tal. Don Quixote le dió vozes diziendo: -Vuelvete, hijo Sancho, y dexale ir; que harto<span class="pagenum" -id="Page_227">p. 227</span> trabajo lleva consigo, pues como infame ha -huido de la batalla sin osar atendernos; pero ¿qué ha de osar atender -un sandio tal cual él es? Y ya te he dicho muchas vezes que al enemigo -que huye, la puente de plata; y si nos lleva la preciada liga, no hay -que espantar dello; porque muchos ladrones, yo he leido en libros, que -han robado á caballeros andantes no sólo sus preciados caballos, sino -tambien sus ricas armas, ropa y joyas. No me espanto del hurto, dixo -Sancho; que avezado está v. m. á que ladrones se le atrevan á hurtar -joyas preciosas; que ya en Çaragoça otro me hurtó de las manos, con -las uñas de las suyas, las reales agujetas del ave fetrix, ó como se -llama, que v. m. ganó por su buena lança en la sortija. Encolerizose -don Quixote desta nueva, diziendo: Pues, ¿como villano, si tal pasó, no -me lo dixiste luego alli, para que hiziera añicos, al ladron atrevido? -Por ahorrar de pesadumbre á v. m., respondió Sancho, lo he callado, -y por temor de que no le causase alguna pasacolera el enojo; pero -baste el que he tenido por ello, y las lagrimas que me han costado -las negras agujetas. Y diziendo esto començó á llorar, repitiendo: -¡Ay agujetas de mi anima! ¡desdichada de la madre que os parió, pues -tal desgracia ha visto pasar por vosotras! No os olvideis, os ruego, -por las entrañas de Cristo, deste vuestro fiel y leal servidor, pues -yo mientras viviere no me olvidaré de vosotras ni de vuestra bonisima -condicion. ¡Asi mal provecho le hagan al ladron vuestra dulzura y -sabor! Acallole don Quixote, dandose por pagado de sus lagrimas y del -perdon que tras ellas le pidió por la perdida; y saliendo de su asiento -el autor, lleno de risa, le tomó por la mano y le dixo: V. m., señor -caballero, lo ha hecho muy bien en esta batalla, y asi tras ella será -razon nos vamos á acostar, por ser ya tarde y estar v. m. cansado; y -quedese la comedia en este punto. Y llevandole con Sancho á un mal -aposento que les habia prevenido, no se quiso salir dél hasta que -los dexó á ambos acostados y cerrados, temiendo no echasen sus moços -al pobre de Sancho una melecina de agua fria, como sabia lo tenian -pensado. Llegada la mañana, se salió sin dezirles nada, por consejo de -los estudiantes, el autor con toda su compañia, de la venta, y se fue -para Alcala. Levantose algo tarde, por el cansancio de las pendencias -pasadas, don Quixote, abriendole la puerta el ventero; y la primer cosa -que hizo en despertar fue preguntar á Sancho por la reina Zenobia, y si -la habian dado cama y todo recado la noche pasada, con la decencia que -su real persona merecia. Yo, señor, respondió Sancho, como estuve tan -ocupado en la sangrienta batalla que tuvimos con aquel que nos hurtó -el ataharre ó li<span class="pagenum" id="Page_228">p. 228</span>ga, -ó como es su gracia, no me acordé della más que si no fuera reina; -pero á lo que entendi, dos moços de aquellos de los representantes la -hizieron merced de llevarla consigo, con no poco gusto della, por no -dar que dezir á malas lenguas. Estando en esto, subió Barbara con los -estudiantes adonde estaba don Quixote y Sancho, diziendo: Muy buenos -dias tenga la flor de los caballeros: ¿como le ha ido á v. m. esta -noche? ¡Oh señora reina! respondió don Quixote, la v. m. perdone el -descuido que con su real persona esta noche se ha tenido, porque la -culpa tiene el negligente Sancho, que, teniendole mandado que ande -siempre delante de v. m. para ver lo que se le antoja, mirandola á -la cara, se ha descuidado, de puro molido de las batallas pasadas, -segun agora me acababa de dezir. A esto respondió Sancho: Yo, señor, -harto la miro á la cara; pero como la tiene tan bellaca, todas las -vezes que la miro y la veo con aquel sepan cuantos en ella, me provoca -á dezirle, «cocale, marta,» cancion que dezian los niños á una mona -vieja que estos años atras tenia en la puerta de su casa el cura de -nuestro lugar. ¡Malos dias vivas, respondió Barbara, y no llegues, -bellaconazo, á los mios, plegue á Cristo! pero calla; que á fe no lo -vayas á penar al otro mundo; que hartas pesadumbres sé yo dar de noche -á otros más agudos que tú, y en manos está el pandero que le sabran -bien tañer. Los estudiantes dixeron á Sancho: Señor Sancho, no moleste -v. m. á la señora Reina, que sabe hazer lo que dize, mejor de obras -que de palabras. ¿Para qué, diga, quiere verse alguna noche volando -por las chimeneas entre vasares, platos y asadores, donde se vea y se -desee, y llore el no haber querido obedecerla? Pues si ella, respondió -Sancho, me haze volar por los vasares, yo me quexaré á quien por toda -su vida le haga bogar en las galeras. ¿Pues no ve v. m., replicó el -uno de los estudiantes, que las mugeres no reman? ¿Y que se me da á -mí que no remen? respondió Sancho; basta que si ella no remare, á lo -menos servirá de dar refresco á la chusma; que para eso yo sé que no -le faltará gracia; y estando alli con más comodidad, podrá parecerse -de veras en todo á las nubes, ya que por muger en algo les haya de -parecer. ¿Pues en qué, dixo el estudiante, les ha de parecer, ó como -les parece en todo? Respondió Sancho: En que cargará en la mar, como -hazen las nubes, lo que despues á pura fuerça de truenos y relampagos, -descargará en lluvia sobre la tierra; que eso hará si se empreñare en -el agua, pues á fuerça de gritos y suspiros, habrá despues de vaziar su -cargaçon; que en lo demas, llano es que todas las mugeres se parecen -á las nubes, de las cuales<span class="pagenum" id="Page_229">p. -229</span> por experiencia sabemos donde y como descargan, lo mismo -que ignoramos donde y como se entró en ellas. Rieron los estudiantes -y la misma Barbara de la astrologa aplicacion de Sancho; pero don -Quixote, que no tenia de risible más que la nariz y potencia remota, -dixo con despego y zuño á Barbara: La v. m. no haga caso ya más de lo -que dixere este necio, pues lo es tanto, que jamas dirá sino badajadas: -lo que por agora importa es que tratemos de partir de aqui; porque hoy -pretendo entrar en la corte, si no es que se me ofrezca en contrario -alguna forçosa ocupacion y peligrosa aventura que me detenga en Alcala. -Y llamando al huesped, remató con él las cuentas con solo agradecerle -el hospedaje, y fuele facil salir de su venta él y sus compañeros con -tan ligera paga, por haberla ya hecho cumplida por todos el autor de -la dicha compañia, apiadado de la locura de don Quixote y simplicidad -de su escudero, y dandose por pagado con los malos ratos que les habia -dado, y buenos y entretenidos que él y su compañia habian recebido. -Subió don Quixote en Rocinante, armado como solia, Sancho en su rucio, -y Barbara en su mula, quedandose los estudiantes atras, por estar ya -tan cerca de Alcala, do por su honra no quisieron entrar acompañados -de compañia tan ocasionada para vayas y fisgas y matracas, como la -de don Quixote, á quien dixo Barbara en començando á caminar: Señor -caballero, v. m. me la ha hecho muy grande en haberme traido desde -Sigüença hasta aqui, y en haberme vestido, dado de comer y cabalgadura, -como si fuera una hermana suya; pero si v. m. no me manda otra cosa, -yo determino quedarme aqui en Alcala, que es mi patria, do si en -alguna cosa le pudiere servir, lo haré, mandandome con la voluntad que -diran las obras. Señora reina Zenobia, respondió don Quixote, mucho -me maravillo de oir tal resolucion á persona tan discreta, y que ha -hecho tantos, tan grandes y peligrosos caminos por reinos incognitos -solo por hallarme, obligada de la fama de mi valor y persona. ¡Como -es posible que agora que tiene mi compañia, que tanto ha deseado y -procurado, que la quiera asi dexar, no reparando en lo mucho que he -hecho y pienso hazer en su servicio, ni en las desgracias que se le -pueden ofrecer, atreviendosele sus enemigos y rebeldes vasallos, sin el -respeto debido al gran valor de su persona, viendola fuera de mi amparo -y lado! Por evitar pues estos y otros mayores inconvenientes que se le -pueden ofrecer, suplico á la v. m. cuan encarecidamente puedo, se venga -conmigo hasta la corte; que no pasaremos della en muchos dias, atento -que sabiendo los grandes mi llegada, es fuerça me detengan, regalandome -á porfia por<span class="pagenum" id="Page_230">p. 230</span> honrarse -de mi lado y aprender cosas militares; y alli verá v. m. lo que en su -servicio hago; y despues que hubiere muerto al rey de Chipre, Bramidan -de Tajayunque, con quien tengo aplaçada la batalla, y al otro hijo del -rey de Cordoba, que ayer levantó aquel grave falso testimonio á su -madre, quedará á la eleccion de v. m. el irse á Chipre ó quedarse en -la corte de España; y asi por amor de mí se ha de hazer lo que agora -suplico. Sancho, que oyó lo que don Quixote habia dicho á Barbara, se -llegó á él con mucha colera diziendo: Par diez, señor, que yo no sé -para que quiere que llevemos con nosotros á la señora Reina; mucho -mejor será que se quede aqui en su lugar; que tanto nos ahorraremos. -¿Para que queremos llevar con ella costa sin ningun provecho? ¡Gentil -carga de basura para entrar cargados de ella en la corte! Dela á -Lucifer y no la ruegue más; que el ruin, cuando le ruegan luego se -ensancha; y no nos faltará sin ella la misericordia de Dios. ¡Mirad que -cuerpo, non de Judas Escariote, con ella y con quien le parió y nos la -dió á conocer! Pues á fe que si se me suben las narizes á la mostaça -y comienço á desbotricar, que no sea mucho, estandose en su tierra, -que la haga echar por la boca y narizes más mocos y gargajos que echa -un ahorcado en el rollo. Estanle aqui haziendo á la muy cotorrera mil -regalos y servicios, llamandola reina y princesa, siendo lo que ella -se sabe, como aquellos estudiantes han dicho, ¡y agora se nos haze de -pencas! Paguenos la saya y sayuelo colorado y la mula y lo que nos ha -hecho de costa, y adios, que me mudo; ó como dize Aristoteles, alon, -que pinta la uva; y á fe que si yo fuera que mi señor, que se lo habia -de quitar todo á moxicones, pues no me conoce bien. ¡Oh villano! dixo -don Quixote, y ¿quien te mete á tí con la señora Reina? ¿Mereces tú, -por ventura, descalçarle su pequeño çapato? ¡Pequeño! respondió Sancho: -en Sigüença me dixo suplicase á v. m. la comprase un par de çapatos, y -preguntandole yo cuantos puntos calçaba, me respondió que entre quinze -y diez y nueve, poco más.—¿Pues no ves, insensato, que las amazonas son -gente varonil, y como andan siempre en las lides, no son tan delicadas -y hermosas de pies como las damas de la corte, que se estan en sus -estrados regaladas y ociosas, con que son más tiernas y femeniles que -las valerosas amazonas? Con no poca resolucion replicó Barbara á las -malicias de Sancho, de que estaba ofendida, diziendo: No pensaba, señor -don Quixote, pasar de aqui; pero por saber que doy á v. m. contento y -hago rabiar á este bellaco de Sancho, quiero llegar hasta Madrid, y -alli servir á v. m. en cuanto me mandare, á pesar deste villano harto -de<span class="pagenum" id="Page_231">p. 231</span> ajos. ¿Villano? -respondió Sancho; villano sea yo delante de Dios; que para lo deste -mundo importa poco serlo ó dexarlo de ser; pero es grandisima mentira -dezir eso otro, de que estoy harto de ajos, pues no comi esta mañana -en la venta sino cinco cabeças dellos que el ladron del ventero me dió -por un cuarto: ¡miren si me habia de hartar con ellas! Mas dexando esto -aparte, digame por su vida, señora reina, ¿cual es peor? ¿haber estado -ella esta noche con aquellos dos moços de los comediantes, y almorzar -con ellos esta mañana una gentil asadura frita, bebiendose con ella -dos azumbres de vino, como dixo el ventero que ha hecho su merced, ó -comer yo cinco cabeças de ajos crudos? Hermano, respondió Barbara, si -estuve con ellos no fue por hazer mal á nadie; que libre soy como el -cuclillo, y no tengo marido á quien dar cuenta, gracias á Domino Dio: -et vivit Domine; que más lo hize porque hazia un poco de fresco que no -por bellaqueria, como vos sospechais, que sois un grandisimo malicioso. -¿Malicioso me llamais? replicó Sancho; á fe que no me lo osarades vos -dezir detras como me lo dezis delante; pero vaya; que más longaniças -hay que días, y bien sabemos aqui mamarnos el dedo, aunque bobos.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_28"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXVIII</h2> - <p class="subh2h">De como don Quixote y su compañia llegaron á - Alcala, do fue libre de la muerte por un estraño caso, y del - peligro en que alli se vió por querer probar una peligrosa - aventura.</p> -</div> - -<p>Todo su cuidado ponia don Quixote en que la reina Barbara le honrase -en la entrada que pensaba hazer en la corte, y en que no hiziese caso -de los atrevimientos de su escudero; y asi le dixo: Suplico á v. m., -altisima señora, no repare en cosa que le diga este animal, sino que -disimule con él, como yo hago, dexandole para quien es, siquiera porque -lo habemos menester por estos caminos; y pues ya estamos en Alcala, -pareceme marchemos por aqui poco á poco detras destas murallas, sin -pasar por medio del lugar, que es grande y poblado de gente de cuenta; -y pareceme será acertado tambien que v. m. se cubra el rostro con -ese precioso volante hasta que pasemos de la otra parte, por lo que -es conocida de todos; que puestos en ella, nos podremos quedar, si -nos pareciere, en algun meson secretamente esta noche, y á la mañana -entrarnos con la fresca en Madrid. Hizose asi, y á la que començaron -á rodear el muro, volviendo la cabeça Barbara á Sancho, le dixo: Ea, -señor galan, seamos<span class="pagenum" id="Page_232">p. 232</span> -amigos, y no haya más enojos conmigo por su vida; que yo le perdono -todo lo pasado. ¿Amigos? respondió Sancho; antes seré amigo de un -diablo del infierno que della, aunque todo se es uno. Pues por el siglo -de mi madre, dixo Barbara, que hemos de hazer las amistades antes que -lleguemos á Madrid. Pues por el siglo de mi rucio, replicó Sancho, que -primero me vuelva Poncio Pilatos que sea su amigo. Barbara le dixo: -¡Ea ya, leon! y Sancho le respondió: ¡Ea ya, sierpe! Pero don Quixote, -que vió la enemistad que Sancho y Barbara tenian y los remoquetes -que se iban echando por el camino, dixo: Agora sus, Sancho, tú ¿no -eres mi escudero, y no te tengo yo de pagar tu salario, como tenemos -entre los dos concertado, sirviendome en todo bien y puntualmente? -Pues en virtud de dicho concierto quiero y es mi voluntad que agora, -sin replica ninguna, seas amigo de mi señora la reina Zenobia; que yo -tomo á mi cargo hazer esta noche un famoso convite á su merced y á -ti, en señal y firmeça de las futuras y perpetuas amistades, pues no -es bien que seamos tres y mal avenidos. Por cierto, mi señor, replicó -Sancho, que cuando no sea por otra cosa más de por ese convite que v. -m. dize, lo habré de hazer; aunque fuera razon que, guardando mi punto, -aguardara se pusieran de por medio personas de cuenta á rogarmelo, cual -son media dozena de canonigos de Toledo, ó á lo menos unos cuantos -cardenales; pero vaya, pues v. m. lo manda. Ea, señora reina, arrojeme -acá esas manos, si bien las quisiera más de vaca bien cocidas y con -su perejil; que sobre mí que me hizieran harto más provecho. Diole -Barbara la mano riendo, y al darsela le dixo: Tomad, amores, esta mano -de reina; que yo fio que más de dos principes escolasticos de los de la -corte alcaladina, en que esta noche habemos de dormir, preciaran harto -recebir este favor. Como don Quixote les vió dadas las manos, se fue un -poco adelante, imaginando en su fantasia lo que habia de hazer en la -corte con la reina Zenobia, y batallas del gigante y del hijo alevoso -del rey de Cordoba, y cómo se habia de dar á conocer á los reyes y -grandes: lo cual le hazia ir tan absorto y fuera de sí, que no advertia -en que á Sancho venia diziendo Barbara: De aqui adelante, amigo Sancho, -nos hemos de querer con el extremo que dos buenos casados se aman, -pues ha sido el padrino de nuestras pazes el señor don Quixote; y en -confirmacion dellas, quiero que durmamos esta noche dambos en el meson -donde llegaremos; que el coraçon me dize no dexará de correr fresco -que me obligue á procurar cubrirme con gusto con alguna manta, como la -del pelo de v. m., mi señor Sancho: verdad es que imagino será<span -class="pagenum" id="Page_233">p. 233</span> menester rogarselo poco, -pues tiene más de bellaco que de bobo. No entendió Sancho á Barbara -de ninguna manera, y asi le respondió: Lleguemos una vez con salud al -meson, y cenemos en señal de nuestras amistades, con el cumplimiento -que mi amo nos tiene prometido; que en eso de la manta no faltaran -dos y aun tres; que yo se las pediré al huesped para que las eche v. -m. en su cama, cuanto y más, que no haze agora tanto frio que obligue -á procurallas. Como Barbara vió que no le habia entendido, le dixo -hablando más claro: Pues, Sancho, si vuestro amo ha de alquilar dos -camas, una para mi y otra para vos, ¿no será mejor que nos ahorremos el -real de la una cama, para comprar con él un gentil plato de mondongo y -un cuartal de pan, con que os pongais hecho un trompo, y vaya el diablo -para ruin? A fe que tiene razon, respondió Sancho: ahorremos sin que -mi amo lo sepa ese real de la una cama; que yo dormiré sobre un poyo -del meson; que para mí, tan bien me dormiré alli como acullá, á trueque -de que nos demos, como dize, una buena pançada con ese real. Viendo -Barbara la rudeza de Sancho, no quiso tratarle más de aquella materia; -y asi alargaron el paso tras don Quixote hasta que le alcançaron, -el cual, en viendolos junto á sí, les dixo: Pareceme que es tarde -para poder hoy llegar á Madrid, y que no será malo nos quedemos esta -noche aqui en Alcalá, y mañana proseguiremos nuestro camino; que bien -podrá v. m., señora reina, estar encubierta, cerrada en un aposento, -tapado el rostro cuando le sirvan á la mesa, por no ser conocida. -Ella le dixo que hiziese lo que fuese servido; que en todo acudiria á -lo que fuese de su gusto; y llegaron en esto á un meson fuera de la -puerta que llaman de Madrid, y entrando todos en él, dixo don Quixote -á Sancho que llevase las cabalgaduras á la caballeriza y las diese -recado, y al huesped pidió un aposento secreto y bien adereçado, do -mandó acompañase luego á la reina Zenobia; y quedandose él paseando -por el patio sin desarmarse, oyó tocar á deshora con mucho concierto -cuatro trompetas, y despues dellas un ronco son de atabales; lo cual -oido por nuestro buen caballero, le causó notable suspension, con la -cual estuvo atentisimamente escuchando, sin saber que cosa fuese; y -al cabo de rato, despues de haber hecho en su fantasia un desvariado -discurso, llamó á Sancho y le dixo: ¡Oh mi buen escudero Sancho! ¿oyes -por ventura aquella acordada musica de trompetas y atabales? Pues has -de saber que es señal de que hay sin duda en esta universidad algunas -celebres justas ó torneos para alegrar el festivo casamiento de alguna -famosa infanta que se habrá<span class="pagenum" id="Page_234">p. -234</span> casado aqui; á las cuales habrá acudido un caballero -extrangero, cuyo nombre no es aun conocido, por ser mancebo novel; pero -no obstante su poca edad, en el principio de sus famosas fazañas ha ya -vencido á todos los caballeros desta ciudad y á los que de la corte -han acudido á ella y á sus fiestas, si ya no ha venido á celebrarlas; -y esto es lo más cierto; ó algun bravo jayan que, habiendo vencido y -derribado á todos los mantenedores y aventureros, se ha quedado por -absoluto señor de todas las joyas de dichas justas, y no hay caballero -ahora, por valiente que sea, que se atreva á entrar segunda vez con -él en el palenque, de lo cual estan los principes tan pesarosos, que -darian cuanto dar se puede porque Dios les deparase un tal y tan buen -caballero que baxase la soberbia deste cruel pagano, con que dexase -alegre toda la tierra, y las fiestas fuesen consumadamente perfetas. -Por tanto, Sancho mio, ensillame luego á Rocinante; que quiero ir allá -y entrar con gallardia y gracia por la plaça, pues maravillados de -mi presencia los que ocupan sus dorados balcones, altos miradores y -entoldados andamios, levantaran entre sí un alegre murmullo, diziendo: -Ea, que Dios sin duda ha deparado venga este gallardo caballero -extrangero á volver por la honra de los naturales, viendo que ninguno -dellos ha podido resistir á los incomparables brios deste fiero jayan. -Tocaran en esto todas las trompetas, chirimias, sacabuches y atabales, -al son de los cuales se començará mi bueno y esforçado caballo á -engreir y relinchar, deseoso de entrar en la batalla; con que callaran -todos, y yo poco á poco me iré llegando al cadahalso adonde estan los -juezes y caballeros; y haziendo hincar dos ó tres vezes de rodillas -delante dellos á mi enseñado caballo, les haré una cumplida cortesia, -haziendole dar despues terribles saltos y gallardos corvetes por la -ancha plaça: llegandose luego á la parte donde estará el fiero jayan, -el cual reconocido por mí, me acercaré adonde estaran las astas de -duro fresno, y tomando dellas la que mejor me pareciere, y llegandome -cerca del dicho jayan, sin hazerle cortesia alguna le diré: Caballero, -si te parece, yo querria entrar contigo en batalla; pero con condicion -que fuese ella á todo trance, que es decir que uno de los dos haya -de quedar por general vencedor de las justas, quitando al otro la -cabeça, y presentandola á la dama que mejor le pareciere; es cierto -que, como él es soberbio, ha de responder que sea asi. Tras lo cual, -volviendo yo luego las riendas á Rocinante para tomar la parte del -sol que más me tocare, començaran á sonar las trompetas, al son de -las cuales arrancaremos como el viento los dos valerosos guerreros; -y él no errará el<span class="pagenum" id="Page_235">p. 235</span> -golpe; porque, dandome en medio de la adarga sin poderla pasar, me -hará con la fuerça dél torcer un poco el cuerpo, volando las pieças -de la lança por el aire; pero yo, como más diestro, le daré por medio -de la visera con tal fuerça, que, siendole sacada de la cabeça, caerá -del atroz golpe en tierra por las ancas del caballo; si bien, como es -ligero, se pondrá luego otra vez en pie, y se vendrá para mí con la -espada en la mano; y yo, por no hazer la batalla con ventaja, abaxaré -de mi caballo en el aire, no obstante que muchos lo juzgaran á locura; -y metiendo mano á mi cortadora espada, començaremos entre los dos el -porfiado combate; mas él, no pudiendo atender á mis golpes, me rogará -que descansemos un poco, por verse algo fatigado; aunque yo, sin -atender á sus ruegos, tomaré la espada á dos manos, y levantandola con -un heroico despecho, la dexaré caer con tal furia sobre su desarmada -cabeça, que acertandole de lleno, se la abriré hasta los pechos, dando -del cruel golpe tan horrenda caida en tierra, que hará estremecer toda -la ancha plaça, y aun venir al suelo más de cuatro barreras y tablados. -Los gritos de la gente seran muchos, la alegria de los juezes grande, -el contento de todos los vencidos caballeros extremado, el aplauso del -vulgo singular, é inaudita la musica que sonará en exaltacion de mi -buen suceso; y desde entonces pasaran cosas por mi, que dé bien que -hazer á los historiadores venideros el escribirlas y exagerarlas. Por -tanto, Sancho, presto sacame á Rocinante. Sancho, con harto dolor de su -coraçon, por ver se iba dilatando la deseada cena, fue á ensillarle, -y entre tanto que lo hazia, se llegó el mesonero á don Quixote, al -cual habia estado oyendo todo aquel largo y desvariado discurso, y le -dixo: Señor caballero, v. m. se podrá desarmar; que viene cansado; y -digame lo que quiere cenar; que este muchacho está aqui, que traerá -buen recado. ¡Por Dios, dixo don Quixote, que estais bien en el caso! -Veis lo que pasa en la plaça, la deshonra de vuestra patria y la -afrenta de vuestros caballeros, y que yo voy á remediarlos, ¡y ahora -me salis con cena! Digo que no quiero cenar, ni comer bocado hasta -honrar con mi persona esta universidad, y matar todos aquellos que lo -contradixeren; que es vergüença, y muy grande, que un jayan solo rinda -y sujete á una ciudad como esta: por tanto, andad con Dios, y mirad si -viene mi escudero con el caballo. El mesonero le dixo: Perdone v. m.; -que yo pensé que lo que contó denantes á su criado era algun cuento de -Mari-Castaña ó de los libros de caballerias de Amadis de Gaula; pero -si v. m. quiere ir armado asi como está á honrar al catedratico, se lo -agradeceran mucho<span class="pagenum" id="Page_236">p. 236</span> -todos. ¡Qué catedratico ó qué nonada! respondió don Quixote. Tres -ó cuatro que á la puerta se habian detenido, viendo aquel hombre -armado, le dixeron: Si v. m. ha de ir al paseo, bien puede; que ya es -hora, pues llegará en esta el catedratico al mercado; que aqui no hay -justas ni jayanes de los que v. m. ha dicho, sino un paseo que haze la -universidad á un dotor medico que ha llevado la catedra de medicina -con más de cincuenta votos de exceso, y llevan delante dél, por más -fiesta, un carro triunfal con las siete virtudes y una celestial musica -dentro, y tal, que si no fue la que se llevó el año pasado en el paseo -del catedratico que llevó la catedra de prima de teologia, jamas se -ha visto otra igual; y las trompetas y atabales que v. m. oye, es que -van ya pasando por todas las calles principales, con más de dos mil -estudiantes que con ramos en las manos van gritando: Fulano victor. A -pesar de todo el mundo, á pesar vuestro y de cuantos contradezir lo -quisieren, replicó don Quixote, es lo que tengo dicho. Sacó Sancho -en esto el caballo, y subiendo don Quixote en él, estaba tal y tan -cansado, que aun hiriendole con el duro acicate, apenas se podia -menear, y no dexaba casa en la cual no procurase entrarse. Sancho quedó -con Barbara en un aposento, la cual, como arriba diximos, procuraba no -ser conocida de persona alguna en Alcala. Caminó nuestro caballero por -aquellas calles poco á poco, yendo siempre hazia la parte que sentia -el sonido de las trompetas, hasta tanto que encontró la bulla de la -gente en medio de la calle Mayor; la cual, cuando vieron aquel hombre -armado y con la figura dicha, pensaban que era algun estudiante que -por alegrar la fiesta venia con aquella invencion; y poniendose él -frontero del carro triunfal que delante del catedratico iba, viendo -su gran maquina y que caminaba sin que le tirasen mulas, caballos ni -otros animales, se maravilló mucho, y se puso á escuchar despacio la -dulce musica que dentro sonaba. Iban delante de los musicos en el mismo -carro dos estudiantes con mascaras, con vestidos y adorno de mugeres, -representando el uno la Sabiduria, ricamente vestida, con una guirnalda -de laurel sobre la cabeça, trayendo en la mano siniestra un libro, y en -la derecha un alcazar ó castillo pequeño, pero muy curioso, hecho de -papelones, y unas letras goticas que dezian:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Sapientia ædificavit sibi domum.</p> -</div></div> - -<p>A los pies della estaba la Ignorancia, toda desnuda y llena de -artificiosas cadenas hechas de hoja de lata, la cual tenia debaxo de -los pies dos ó tres libros, con esta letra:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0"><span class="pagenum" id="Page_237">p. 237</span>Qui ignorat, ignorabitur.</p> -</div></div> - -<p>Al otro lado de la Sabiduria venia la Prudencia, vestida de un azul -claro, con una sierpe en la mano, y esta letra:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Prudens sicut serpens.</p> -</div></div> - -<p>Venia con la otra mano, como ahogando á una vieja ciega, de quien -venia asido otro ciego, y entre los dos esta letra:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Ambo in foveam cadunt.</p> -</div></div> - -<p>Pusose don Quixote delante de dicho carro, y haziendo en su fantasia -uno de los más desvariados discursos que jamas habia hecho, dixo en -alta voz: ¡Oh tú, mago encantador, quien quiera que seas, que con tus -malas y perversas artes guias aqueste encantado carro, llevando en él -presas estas damas y las dos dueñas, la una con cadenas desnuda, y la -otra sin ojos y con violencia de su esposo, que procura no dexarla -de la mano, siendo sin duda ellas, como su beldad demuestra, hijas -herederas de algunos grandes principes ó señores de algunas islas, -para meterlas en tus crueles prisiones! dexalas luego aqui libres, -sanas y salvas, restituyendoles todas las joyas que les has robado; -si no, suelta luego contra mí todo el poder del infierno; que á -todos se las quitaré por fuerças de armas, pues que se sabe que los -demonios, con quien los de tu profesion comunican, no pueden contra -los caballeros griegos cristianos, cual yo soy. Pasara adelante don -Quixote con su razonamiento; pero la gente de la catedra, viendo que -aquel hombre armado hazia detener el carro y estorbaba que no pasase -adelante, hizo se llegasen á él cuatro ó cinco del acompañamiento, -pensando fuese estudiante que venia con aquella invencion; los cuales -le dixeron: ¡Ah señor licenciado! hagase v. m., por hazernosla, á una -parte y dexe pasar la gente; que es muy tarde. Pero respondioles don -Quixote diziendo: Sin duda sereis vosotros ¡oh vil canalla! criados -deste perverso encantador que lleva presas aquesas hermosas infantas; -y pues asi es, aguardad; que de los enemigos los menos. Y metiendo en -esto mano á su espada, arrojó á uno de aquellos estudiantes que venia -en una mula, una tan terrible cuchillada, que si su cuerda prevencion -en hurtarle el cuerpo, y la ligereza de la mula no le ayudaran, lo -pasara harto mal: revolvió luego sobre otro que detras dél venia; y de -reves acertó con tanta fuerça en la cabeça de su mula, que la abrió -una cuchillada de un geme. Començaron al instante todos á gritar<span -class="pagenum" id="Page_238">p. 238</span> y alborotarse: cesó la -musica; y corriendo, unos á pie, otros á caballo, hazia donde don -Quixote estaba con la espada en la mano, viendole tan furioso, apenas -nadie se le osaba llegar, porque arrojaba tajos y reveses á diestro -y á siniestro con tanto impetu, que si el caballo le ayudara algo -más, no le sucediera la siguiente desgracia. Fue pues el caso que, -como vieron todos que en realidad de verdad no se burlaba, como al -principio pensaban, començaron á cercarle, unos á pie, otros á caballo -más de cerca, tirandole unos piedras, otros palos, otros los ramos -que llevaban en las manos, y aun desde las ventanas le dieron con -dos ó tres ladrillos sobre el morrion, de suerte<a id="FNanchor_26" -href="#Footnote_26" class="fnanchor">[26]</a> que á no llevarle -puesto, no saliera vivo de la calle Mayor; y aunque la gente era -mucha, la grita excesiva, y las piedras menudeaban, con todo se le -llegaron diez ó doze de tropel, y asiendole uno por los pies, otro -por el freno de Rocinante, le echaron del caballo abaxo, quitandole -la adarga y espada de la mano; trás lo cual le cargaron de gentiles -moxicones, y le ahogaran alli en efeto, si la fortuna no le tuviera -guardado para mayores trances; pero debió su vida al autor de la -compañia de comediantes con quien se encontró la noche pasada en la -venta, el cual á las vozes y grita que tenia el pueblo, se llegó á el, -yendose acaso paseando por debaxo los soportales de la calle Mayor; -y viendo llevar aquel hombre armado entre seis ó siete arrastrando, -sospechó que era don Quixote, como realmente lo era, que á la saçon -le habian metido en una grande casa, donde hazia toda la resistencia -que podia, aunque todo era en vano; y viendole tal el autor, y -algunos de su compañia que con él iban, se apiadaron dél; y haziendo -salir á puros ruegos fuera de la casa á todos los estudiantes que le -maltrataron, se quedaron solos con él, y pasado el catedratico con su -triunfante paseo adelante, y desocupada la calle de la gente que le -seguia, se llegó el autor á don Quixote diziendo: ¿Que es esto, señor -Caballero Desamorado? ¿Que aventura tan desgraciada ha sido esta, y -que nigromantico le ha puesto en tal aprieto? ¡Es posible se hayan -hallado encantos contra su valor! Pero paciencia y buen animo, pues -aqui está otro más sabio mago, su grande amigo, el cual, á no hazerle -lado, hiziera contra la ley de buena amistad, pero hesela hecho tan -grande, que á no acudir con mi magico poder, sin duda acabara v. m. -desta vez con las caballerias andantes. Alcese, ¡pecador de mí! que -tiene los dientes bañados en sangre, y está sin adarga, sin espada y -sin caballo; que todo<span class="pagenum" id="Page_239">p. 239</span> -se lo han llevado los estudiantes. Levantose don Quixote, y cuando -reconoció al autor, le dixo alegre: Ya me maravillaba yo ¡oh sabio -Alquife, mi buen historiador y amigo! que dexasedes de favorecerme en -esta grande tribulacion y trabajo en que me he visto por la gran pereça -de mi caballo, que mala pascua le dé Dios: por tanto, ¡oh sabio fiel! -hazedmele tornar, ó dadme otro, para que vaya tras aquellos alevosos y -los rete á todos por traidores é hijos de otros tales, y tome dellos -la vengança que su soberbia y viciosa vida merece. En oyendole el -autor, rogó á uno de sus compañeros que en todo caso fuese y traxese -el caballo, adarga y espada de don Quixote, rescatandolo todo por -cualquier dinero de donde quiera que estuviese. Fue el representante -preguntando por ello; y sacando el caballo de un meson, la adarga y -espada de una pasteleria, donde ya todo estaba empeñado, lo volvió al -autor, y él á don Quixote, que se lo agradeció infinito, atribuyendolo -todo al poder de su magica sabiduria; y preguntandole el mismo autor -adonde estaban su escudero Sancho Pança y Barbara, le respondió que -fuera del lugar, en un meson que está junto á la puerta de Madrid, -los habia dexado. Pues vamos allá luego, dixo el autor; que yo por -agora mando, y v. m. debe obedecerme; que importa mucho, Don Quixote -respondió que por todo lo del mundo no le dexaria de obedecer como á -persona tan sabia y en cuyas manos tenia ya puestas habia dos dias -todas sus cosas. Hizo llevar el autor delante con un moço el caballo, -lança y adarga de don Quixote, y á él le mandó que se fuese á pie en -su compañia mano á mano hasta la posada, adonde le dexó encargado al -mesonero, con orden que de ninguna manera le dexase salir á pie ni á -caballo aquella tarde, y cumpliolo el huesped puntualisimamente. Cuando -Sancho vió á su amo los dientes ensangrentados, le dixo: ¡Cuerpo de -san Quintin, señor Desamorado! ¿No le he dicho yo cuatrocientas mil -dozenas de millones de vezes que no nos metamos en lo que no nos va ni -nos viene, y más con estos demonios de estudiantes? Apostemos que le -han hinchido de gargajos, como á mi en Çaragoça: lavese, pecador soy -á Dios, que tiene las narizes llenas de sangre. ¡Oh Sancho, Sancho, -respondió don Quixote, y como aquellos follones que asi me han parado -se lo pueden agradecer al sabio Alquife, mi amigo! Que si por él no -fuera, yo hiziera tal carniceria dellos, que sus viejos padres tuvieran -bien que enterrar, y sus mugeres que llorar todos los dias de su vida; -pero ya vendrá tiempo en que paguen por junto lo de antaño y lo de -hogaño. Respondió el mesonero oyendole: Por su vida, señor caballero, -que no se me<span class="pagenum" id="Page_240">p. 240</span>ta con -estudiantes; porque hay en esta universidad pasados de cuatro mil, y -tales, que cuando se mancomunan y ajuntan, hazen temblar á todos los -de la tierra; y dé gracias á Dios, pues le han dexado con la vida, -que no ha sido poco. ¡Oh cobarde gallina, dixo don Quixote, y uno de -los más viles caballeros que ciñen espada! ¿Y piensas tú que el valor -de mi persona y las fuerças de mi braço y la ligereça de mis pies, y -sobre todo, el vigor de mi coraçon, es tan pusilanime como el tuyo? -Juro por vida de la reina Zenobia, que es la que hoy más precio, que -solo por lo que has dicho, estoy por tornar á subir en mi caballo -y entrar otra vez en la ciudad, y no dexar en ella persona viva, -acabando hasta perros y gatos, hombres y mugeres, y cuantos vivientes -racionales é irracionales la habitan, y despues asolalla toda con fuego -hasta que quede, como otra Troya, escarmiento á todas las naciones, -del griego furor. Sancho, traeme presto á Rocinante; que quiero que -vea este caballero ó mesonero, ó lo que es, que sé poner por obra lo -que digo, mejor que dezillo de palabra. Eso del caballo, respondió el -mesonero, señor caballero armado, no llevará v. m. esta vez, porque -el autor de la compañia de comediantes que está aqui me ha dexado -encargado infinitamente que no se le diese por ningun caso, y por eso -tengo cerrada con llave la caballeriza. ¡Que comediantes ó que nonada! -replicó don Quixote: ¿puede haber en el mundo persona que vaya contra -mi gusto? Yo os prometo que lo podeis agradecer á aquel sabio mi amigo -que aqui me traxo, cuyo mandamiento no es razon que yo quebrante por -ningun caso; que de otra suerte, hoy hiziera un hecho tal, que hubiera -memoria dél para muchos siglos. Si hiziera, dixo el mesonero; pero por -agora v. m. se entre á cenar; que haze reir mucho á la gente que está -en la puerta, y se nos va hinchendo la casa de muchachos, de suerte que -ya no cabemos en ella. Y con esto le asió de la mano y le subió adonde -Barbara estaba, con la cual pasó graciosisimos coloquios, y no poco -entremesados con las simplicidades de Sancho. Cenaron juntos bien y con -gusto, y tras ello se fueron todos á reposar, y más don Quixote, que lo -habia menester por los molimientos pasados en la venta y calle Mayor: -solo hubo que al acostarse estuvo porfiadisimo en querer volver á hazer -el brebaje, ó precioso balsamo que él dezia de Fierabras, para curar -las mortales heridas que sentia en los dientes; pero fuele imposible -hazerlo, porque dió el mesonero, conociendo su locura, en dezir no se -hallaria en el pueblo cosa de cuantas pedia.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_29"> - <p><span class="pagenum" id="Page_241">p. 241</span></p> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXIX</h2> - <p class="subh2h">Como el valeroso don Quixote llegó á Madrid - con Sancho y Barbara y de lo que á la entrada le sucedió con un - titular.</p> -</div> - -<p>Levantose el valeroso don Quixote de la Mancha la mañana siguiente -bien reposado, por haberlo hecho la noche; y llamando á Sancho, mandó -adereçase á Rocinante y palafren de la Reina con su rucio, echandoles -de comer y ensillandoles mientras el huesped aprestaba el almuerzo -que la noche antes habian concertado les aprestase. Hizose todo asi; -y almorzando bien de unos pasteles y pollos, rematadas las cuentas y -pagadas, subió don Quixote en Rocinante como tenia de costumbre, y -la reina Barbara, tapada (con harto cuidado de los de la posada, que -procuraban verle la cara, si bien les fue imposible), en su mula, -ayudada para ello de Sancho, el cual, repantigandose en el rucio, salió -tras su amo y la Reina de la posada y lugar con harta prisa; y fue -tanta la que se dieron en el camino, que á las tres y media de la tarde -llegaron junto á Madrid, á los caños que llaman de Alcala, habiendo -salido della á más de las nueve. Viendo don Quixote el calor que hazia, -por consejo de Barbara se determinó apear en el prado de san Hieronimo -á reposar y gozar de la frescura de sus alamos, junto al caño Dorado, -que llaman, do estuvieron todos hasta más de las seis, con descanso -dellos y de las cabalgaduras, paciendo ellas, y durmiendo sus amos á -ratos, y á ratos platicando; pero llegadas las seis, como sintiesen -la gente que iba saliendo al ordinario paseo del Prado, determinaron -subir á caballo y entrarse en la corte; y á la que iban cruzando la -calle, viendo don Quixote tanta gente, caballos y carroças, caballeros -y damas como alli suelen acudir, se paró un poco, y volviendo la rienda -á Rocinante, dió en pasear el Prado sin dezir nada á nadie, apesarados -Barbara y Sancho de su humor, y siguiendole por ver si le podrian poner -en razon y dandose al diablo viendo que llevaban ya tras si de la -primer vuelta más de cincuenta personas, y que se les iban allegando -muchos caballeros de los que por alli paseaban, admirados y llenos de -risa de ver aquel hombre armado con lança y adarga, y á leer las letras -y ver las figuras que en ella traia, por no saber á que proposito traia -aquello. Iba don Quixote tanto más ufano cuantos más se le llegaban, -é ibase parando adrede para que pudiesen leer los motes que traia en -la empresa, sin hablar palabra: otros le daban la vaya cuando le veian -con aquella figura y acompañado de la simple presencia de Sancho y -de<span class="pagenum" id="Page_242">p. 242</span> aquella muger -atapada, vestida de colorado, atribuyendolo todo á disfraz y á que -venian de mascara. Sucedió pues que yendo adelante don Quixote con -este paseo y acompañamiento, sin que bastasen á ponerle en razon sus -consortes, vió venir una rica carroça tirada de cuatro famosos caballos -blancos, á la cual acompañaban más de treinta caballeros á caballo y -muchos lacayos y pajes á pie: detuvose don Quixote luego que la vió, -en mitad del camino por donde habia de pasar, puesto el cuento de -la lança en tierra, esperando con gentil continente. Los que venian -con ella, cuando vieron tanta gente junta que tomaba media calle, y -vieron juntamente aquel hombre armado de todas pieças y con su grande -adarga, se llegaron al que dentro venia, que era un titular grave, que -habia salido á tomar el fresco, y le dixeron: Señor, alli abaxo se ve -una grande tropa de gente, y en medio della está un hombre armado, -con una adarga tan grande como una rueda de molino, y no sabemos, ni -nadie sabe quien es ó á que proposito viene de aquella suerte. Cuando -esto oyó el caballero, sacó la cabeça fuera de la carroça, y como le -vió llegar ya cerca, dixo á un alguazil de corte que iba hablando con -él, le hiziese placer de ir á saber que era aquello: fue á verlo, y -apenas se apartó de la carroça cuando llegó á ella un lacayo del mismo -señor y le dixo: Ha de saber vuesa señoria que aquel hombre armado que -alli viene, le vi yo en Çaragoça habrá un mes, cuando fui á llevar el -recado del casamiento de vuesa señoria á mi señor don Carlos, en cuya -casa comi con su escudero un dia, despues de una famosa sortija que -alli hubo en la cual fue convidado este armado, que es medio loco, ó -no se como me lo diga; si bien dezian que es rico y honrado hidalgo de -no sé que lugar de la Mancha; pero por haberse dado demasiado á leer -los fabulosos libros de caballerias que andan impresos, teniendolos -por verdaderos, ha quedado desvanecido de manera, que saliendo de -su tierra, se le ha antojado que es caballero andante y que anda -por tierras ajenas, de la suerte que se ve; y trae por escudero un -pobre labrador de su mismo lugar, que es el que viene á su lado en un -jumento, unica pieça, y muy gracioso, y grandisimo comedor. Y tras -esto le fue contando todo lo que don Quixote habia hecho en Çaragoça -con el açotado y lo de la sortija, y como el secretario de don Carlos -se habia hecho el gigante Bramidan de Tajayunque, y que sin duda -vernia ahora á buscarle á la corte para hazer batalla con él; porque -de todo tenia bastantisima noticia el lacayo, por lo que los criados -de don Carlos le habian referido. Maravillose mucho el caballero de lo -que se le dezia de<span class="pagenum" id="Page_243">p. 243</span> -aquel hombre, y propuso luego llevarsele á su casa aquella noche con -la compañia que traia, para divertirse con ellos. Estando en esto, -volvió el alguazil á la carroça y dixo: Es, señor, aquel hombre una -de las más raras figuras que vuesa señoria ha visto: llamase, segun -dize, Caballero Desamorado, y trae en la adarga ciertas letras y -pinturas ridiculas; y juntamente viene con él una muger vestida toda de -colorado, la cual dize que es la gran Zenobia, reina de las Amazonas. -Pues guien hazia allá la carroça, dixo el señor, y veremos qué es lo -que dize. Ya que llegaban cerca dél, tiró don Quixote de la rienda de -Rocinante, y llegose á un lado de la carroça, y puesto en presencia del -caballero, dixo con voz arrogante, que lo oyesen los circunstantes: -Inclito y soberano principe Perianeo de Persia, cuyo valor y esfuerço -tuvo á costa suya bien experimentado el nunca vencido don Belianis de -Grecia, vuestro mortal enemigo y competidor sobre los amores de la sin -par Florisbella, hija del emperador de Babilonia, á quien en muchos -y varios lugares diste bien que entender, haziendo con él singular -batalla, sin hallarse entre los dos jamas ventaja alguna, asistiendo -de vuestra parte el prudentisimo sabio Friston, mi contrario: yo, como -caballero andante, amigo de buscar las aventuras del mundo y probar -las fuerças de los bravos y valerosos jayanes y caballeros, he venido -hoy á esta corte del rey Catolico, do habiendo llegado á mis oidos el -gran valor de vuestra persona, y siendo tal cual yo he muchas vezes -leido en aquel autentico libro, me ha parecido me seria mal contado si -dexase de probar mi ventura con vuestro invencible esfuerço hoy aqui en -aqueste Prado, delante de todos estos vuestros caballeros y de la demas -gente que nos está mirando; y esto hago porque soy unico y singular -amigo y aficionado al principe don Belianis de Grecia por muchas -razones: la primera, por ser él cristiano y hijo tambien de emperador -cristiano, y vos pagano, de las casas y casta del emperador Oton, -gran turco y soldan de Persia; y la segunda, por quitar de delante á -aquel grande amigo mio un estorbo tan grande como vos sois, para que -asi con mayor facilidad pueda gozar de los sabrosos amores que con -la infanta Florisbella tiene pues se ve y sabe clarisimamente que la -merece mucho mejor que vos, á quien no faltaran otras turcas hermosas -con quien podais casar; que no es posible dexe de haber muchas en -vuestra tierra; y dexar á Florisbella para don Belianis de Grecia, mi -amigo; y si no salis luego de vuestra carroça, y subis luego en vuestro -preciado caballo, en poniendoos vuestras encantadas armas, para pelear -conmigo, mañana publicaré delante de toda esta<span class="pagenum" -id="Page_244">p. 244</span> corte y de su rey vuestra cobardia y poco -animo, despues de haber muerto al gigante Bramidan de Tajayunque, rey -de Chipre, y al hijo alevoso del rey de Cordoba: por tanto respondedme -luego con brevedad, y si no, daos por vencido, y yo me iré á buscar -otras aventuras. Maravillaronse todos de los disparates que habian oido -dezir á don Quixote, y començaron á hablar sobre ellos unos con otros -riendo dél y de su figura; pero Sancho, que habia estado muy atento á -lo que su amo habia dicho, se llegó, caballero en su asno, junto á la -carroça, diziendo: Señor Perineo, v. m. no conoce bien á mi amo como yo -le conozco; pues sepa que es hombre que ha hecho guerreacion con otros -mejores que v. m., pues la ha hecho con vizcainos, yangüeses, cabreros, -meloneros, estudiantes, y ha conquistado el yelmo de Membrillo, y aun -le conocen la reina Micomicona, Ginesillo de Pasamonte, y lo que más -es, la señora reina Segovia, que aqui asiste; y aun es hombre que en -Çaragoça acometió á más de docientos que llevaban un açotado, como -ya sabran por acá: por tanto mire que tenemos mucho que hazer, y las -cabalgaduras vienen cansadas; yo y la señora Reina vamos con alguna -poquilla de hambre: dese pues por las entrañas de Dios por vencido, -como mi amo le suplica, y tan amigo como de antes, y no busque tres -pies al gato, pues si los desta tierra son como los de la mia, no -tienen menos que cuatro: dexenos ir con Barrabas á nuestro meson, y v. -m. y estos herejes de Persia, su patria, quedense mucho de noramala. -El caballero dixo al alguazil que con él iba, le respondiese de su -parte, y se le llevase aquella noche á su casa. El lo hizo, diziendo -á don Quixote: Señor Caballero Desamorado, en extremo holgamos todos -los circunstantes de haber visto y conocido hoy en v. m. á uno de los -mejores caballeros andantes que en el felize tiempo de Amadis y en el -de Febo hallarse pudieron en Grecia; y doy gracias á los dioses, pues -siendo paganos nosotros, como denantes dixo, habemos merecido ver en -esta corte al que tanta fama y nombre tiene en el mundo, y excede á -todos cuantos hasta hoy hayamos oido visten duras armas y suben en -poderosos caballos; por tanto, excelso principe, aqui el señor Perianeo -aceta de muy buena gana la batalla con v. m.; no porque della pretenda -salir con vitoria, sino para poderse alabar donde quiera que se hallare -(dexandole empero v. m. con la vida) de haber entrado en batalla con el -mejor caballero del mundo, y de quien el ser vencido resultará infinita -gloria suya y lustre de su linage; pero la batalla, si á v. m. le -parece, será el dia que esta noche concertaremos en su casa, en la cual -él y yo hemos de recebir merced<span class="pagenum" id="Page_245">p. -245</span> que vuesa alteza y toda su compañia se vayan á alojar, -donde los regalará y servirá con mucho cuidado, en particular á la -señora reina Zenobia, á quien desea en extremo conocer; y asi la ruega -que, para que todos demos gracias á los dioses en ver su peregrina -hermosura, sea servida de descubrir el rostro y quitar la nube que -de aquesos sus dos bellos soles está puesta, para que su resplandor -alumbre la redondez de la tierra, y haga detener al dorado Apolo en su -luminosa esfera, admirado de ver tal belleza, bastante á darle nueva -luz á él, pues es cierto vencerá la de su bella Dafne. Don Quixote se -llegó á ella, diziendo que en todo caso descubriese el rostro delante -del principe Perianeo de Persia; que importaba mucho. Rehusabalo ella, -como discreta, cuanto podia; pero Sancho, que habia estado repantigado -en el asno, sin quitarse jamas la caperuça, se llegó al estribo de la -carroça y dixo: Señor pagano, yo y mi señor don Quixote de la Mancha, -Caballero Desamorado por mar y tierra, dezimos que besamos á vs. ms. -las manos por el servicio que nos haze en convidarnos á cenar á su -casa, como lo hizo en Çaragoça don Carlos, que buen siglo haya; y digo -que iremos de muy buena gana todos tres en cuerpo y en alma, asi como -estamos; pero la señora reina Segovia desde alli donde está me haze del -ojo, diziendo que no puede por agora descubrir la cara, hasta que se -ponga la otra de las fiestas, que es muy mejor que la que agora tiene: -por tanto v. m. perdone. En esto se llegó más cerca por el otro lado á -la carroça don Quixote, tirando de la rienda á la mula de Barbara, á la -cual, mal de su grado, traia ya descubierta la cara, más propria para -hazer acallar niños por su mala cara, que para ser vista de gentes; á -la cual como viesen todos los circunstantes tan fea y arrugada, y por -otra parte con el chincharron mal zurcido y peor apuntado, no pudieron -detener la risa; y viendo Sancho que el caballero de la carroça se la -estaba mirando de espacio, y se santiguaba viendo su fealdad y locura -de don Quixote, dixo: Bien haze v. m. de persinarse, porque no hay -caso en el mundo mejor, segun dize el cura de mi lugar, para hazer -huir á los demonios; que aunque la señora Reina no lo es por agora, -podria ser, si Dios le diese diez años de vida sobre los que tiene, -faltarle poco para serlo. El caballero, disimulando cuanto pudo, dixo á -Barbara: Por cierto, señora reina Zenobia, que ahora digo muy de veras -que todo lo que el señor Caballero Desamorado nos ha dicho de v. m. es -mucha verdad, y que él se puede tener por dichoso en llevar consigo -tanta nobleza por el mundo, para afrentar y correr á todas las damas -que hay en él, especialmente en esta corte: por<span class="pagenum" -id="Page_246">p. 246</span> tanto v. m. nos diga de donde es, y adonde -va con este valiente caballero, si es servida; porque esta noche v. m. -y él y este buen hombre, que dize las verdades desnudas, han de ser -mis huespedes y convidados. Barbara le respondió: Señor, si v. m. es -servido, yo no soy la reina Zenobia, como este caballero dize, sino -una pobre muger de Alcala, que vivo del trabajo de mi honrado ofizio -de mondonguera; y por mi desgracia un bellaco de un estudiante me -sacó, ó por mejor dezir, me sonsacó de mi casa; y llevandome á la de -sus padres, con nombre de que se queria casar conmigo, me robó cuanto -tenia en un pinar, dexandome atada á un pino en camisa; y pasando este -caballero con cierta gente, me desataron y llevaron á Sigüença; y el -señor don Quixote, que es el que viene armado (andaba en esto don -Quixote enseñando á unos y á otros las pinturas de su adarga, ufano de -que tantos le mirasen), á quien falta tanto de juizio cuanto le sobra -de piedad, me hizo este vestido y me compró esta mula en que llegase -á Alcala, llamandome por todos los lugares, caminos y ventas la reina -Zenobia, y sacandome algunas vezes á las plaças para defender, como él -dize, mi hermosura, siendo tal por mis pecados como vuesa señoria ve; -y agora, queriendome quedar en mi tierra, me ha persuadido á que venga -á la corte, donde dize que ha de matar á un hijo del rey de Cordoba, -y á un gigante, que es rey de Chipre, y que á mi me ha de hazer reina -de aquel reino; y yo, por no ser desagradecida á las mercedes que me -ha hecho, he venido con él, con intento de volver lo más presto que -pudiere á mi tierra. Y mire vuesa señoria si manda otra cosa; que me -quiero ir; que parece que estos señores que estan presentes se rien -mucho, y podrian dar ocasion á don Quixote con su risa á que, como -loco, hiziese alguna necedad. Volvió en esto la rienda á la mula, y -fuese para donde don Quixote estaba; y Sancho dixo al titular: Ya ve -v. m., señor mio, como la señora Reina es una buena persona, á quien -Dios eche en aquellas partes en que más della se sirva; y perdonenos -si ella no tiene tan buen hocico como mi amo ha dicho y v. m. merece; -pues suya es la culpa, suya es la gran culpa, porque yo le he dicho -muchas vezes que por que no procuraba que aquel persignum crucis que -tiene en la cara, se le dieran en otra parte, pues fuera mejor donde -no se echara tanto de ver; y ella dize que á quien dan no escoge; por -tanto, v. m. se venga luego; que ya se acerca la noche para cenar, y -á fe que por la gracia de Dios no he menester yo agora más mostaça ni -perejil para hazello famosamente, que el apetito que traigo. Con esto, -sin más cortesia, començó á arrear su asno, y fuese para donde<span -class="pagenum" id="Page_247">p. 247</span> estaba Barbara y don -Quixote con toda aquella gente, á la cual tenia suspensa con un largo -razonamiento de Rasura y Lain Calvo, diziendo que les habia conocido, y -que era gente muy honrada y para mucho; pero que ninguno dellos llegaba -á su persona, porque él era Rodrigo de Vivar, llamado por otro nombre -el bravo Cid Campeador. Oyole Sancho estas ultimas razones, y dixo: -¡Oh reniego de cuantos Cides hay en toda la cideria! ¡Venga, señor! -Pecador soy yo á Dios; que estas pobres cabalgaduras estan de suerte -que no pueden echar la palabra del cuerpo, segun estan de cansadas y -muertas de hambre. ¡Que mal, oh Sancho, respondió don Quixote, conoces -tú á este caballo! Yo te juro que si le preguntases, y él te supiese -responder, cual quiere más, estar escuchando lo que yo digo de guerras, -batallas y noblezas de caballeros, ó media hanega de cebada, que él -diria que gusta sin comparacion más de que hable de aqui al dia del -juizio, que no de comer ni beber; y es cierto se estaria dias y noches -escuchandome con mucha atencion. Estando en esto, llegó un criado del -titular diziendo á don Quixote: Señor Caballero Desamorado, mi señor le -suplica se venga conmigo á su casa, porque quiere que v. m., la reina -Zenobia y su fiel escudero sean sus huespedes y convidados esta noche -y en todos los demas dias que á v. m. le plugiere, hasta que se remate -el desafio á que le tiene aplaçado. Señor caballero, respondió don -Quixote, con notable gusto iremos á servir al principe Perianeo: por -tanto no hay sino guiar hazia allá; que todos iremos siguiendo.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_30"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXX</h2> - <p class="subh2c">De la peligrosa y dudosa batalla que nuestro - caballero tuvo con un paje del titular y un alguacil.</p> -</div> - -<p>El criado, don Quixote, Sancho y Barbara començaron á caminar hazia -casa del titular que les habia convidado, con no poca admiracion de -cuantos los topaban por las calles, ni menor trabajo del criado en -dezir á unos y á otros el humor y nombre del armado, y calidad de la -dama, y adonde y para qué fin los llevaba. Con esta molestia los entró -en casa de su señor, y mandando dar recado á las cabalgaduras, los -subió luego á los tres á un rico aposento, diziendo á don Quixote: -Aqui, señor caballero, puede v. m. reposar, quitarse las armas y -asentarse en esta silla hasta que mi señor venga; que no puede tardar -mucho. A la cual respondió don Quixote que no estaba acostum<span -class="pagenum" id="Page_248">p. 248</span>brado á desarmarse jamas por -ningun caso, y menos en tierra de paganos, donde no sabe el hombre de -quien se ha de fiar ni lo que puede facilmente suceder á los caballeros -andantes, en deshonor del valor de sus personas. Señor, replicó el -criado, aqui todos somos amigos, y deseamos servir á los caballeros de -la calidad de v. m., y asi bien puede estar en esta casa sin cuidado -ni recelo de contraria fortuna. Pero viendo que todavia porfiaba en no -quererse desarmar, se fue diziendo hiziese su gusto y aguardase á que -su señor viniese, dexandolos con un paje de guarda para mayor seguridad -de que no saliesen de casa. Començose don Quixote á pasear por la -sala, y viendose Barbara con buena ocasion y á solas para hablarle, -lo hizo diziendole: Yo, señor don Quixote, he cumplido mi palabra en -venir con v. m. hasta la corte; y pues ya estamos en esta, le suplico -me despache lo más presto que pudiere, porque tengo de volverme á -mi tierra á negocios que me importan; tras que temo, lo que Dios no -quiera, que aquel alguazil que iba con el señor de la carroça, á quien -v. m. llamaba principe de Persia, nos ha hecho traer á esta casa para -saber quien es v. m. y quien soy yo; y es cierto que viendo como ando -en compañia de v. m., ha de pensar que estamos amancebados, y nos haran -llevar á la carcel publica, donde temo seremos rigurosamente castigados -y afrentados; y v. m. creame, y guardese no le pongan en ocasion de -gastar en ella ese poco dinero que le queda; y despues, cuando quiera, -volviendo sobre si, meterse en su tierra, no se vea forçado á haber de -mendigar: por eso mire lo que en este negocio debemos hazer, pues en -todo seguiré de bonisima gana su parezer. Señora reina Zenobia, dixo -don Quixote, yo se claramente que el caballero que iba en la carroça es -el principe Perianeo de Persia, y el que llama alguazil es un escudero -honrado suyo: por tanto pierda v. m. el miedo: estese conmigo, por me -hazer placer, siquiera seis dias en esta corte; que despues yo proprio -la volveré á su tierra con más honra que piensa. Par Dios, señor don -Quixote, dixo Sancho estando en estas razones, que aquel que iba en la -carroça, que nosotros llamamos pagano, oi dezir á no sé cuantos que era -un no sé quien, si sé quien, hombre bonisimo y cristiano; y á fe que -me lo parece, lo uno por su caridad, pues nos ha convidado á cenar y á -comer con tanta liberalidad; lo otro porque si él fuera pagano, claro -está que estuviera vestido como moro, de colorado, de verde ó amarillo, -con su alfanje y turbante; pero él está, cual Dios le hizo y su madre -le parió y v. m. ha visto, todo vestido de negro, y todos cuantos le -acompañaban iban de la misma suerte; y más, que<span class="pagenum" -id="Page_249">p. 249</span> ninguno hablaba en lengua paganuna, sino en -romance, como nosotros. Porfió á esto don Quixote con colera, diziendo: -Pues aunque tú y la Reina digais lo que quisieredes, él es sin falta -ninguna el que ya tengo dicho. Entonzes Barbara llamó al paje que -estaba á la puerta, y le dixo: Diganos, señor mancebo, aquel señor que -iba en la carroça por el Prado, acompañado de tanta gente, á quien este -caballero y yo hablamos, ¿quién es? El paje le respondió quien era y -su calidad, y como los habia mandado expresamente traer á su casa. ¿Y -que nos quiere hazer? replicó Sancho; no nos veamos en otra tribulacion -como en la que yo me vi en la carcel de Sigüença, tan cargado de -piojos, que, aun de los que me quedan desde entonzes, podria hinchir -media dozena de almohadas. Ninguna cosa pretende mi señor, respondió -el paje, sino tener con vs. ms. algun buen rato de entretenimiento, -y regalarles. Veni acá, paje, dixo don Quixote: ¿vuestro amo no se -llama Perianeo de Persia, hijo del gran soldan de Persia y hermano -de la infanta Imperia, competidor del nunca vencido don Belianis de -Grecia? Riose muy de proposito el paje cuando oyó tantos disparates, y -respondiole: Ni mi señor es principe de Persia ni turco, ni en su vida -estuvo allá ni vió á don Belianis de Grecia, cuyo libro mentiroso tengo -yo en mi aposento. ¡Oh paje vil y de infame ralea! dixo don Quixote: -¡y mentiroso llamas á uno de los mejores libros que los famosos gregos -escribieron! Tú y el barbaro turco de tu amo sois los mentirosos, y -mañana se lo haré yo confesar á él, mal que le pese, delante del Rey, -con los filos desta espada. Digo, respondió el paje, que mi señor es -muy buen cristiano, caballero de lo bueno, y conocido en España; y -quien lo contrario dixere, miente y es un bellaco. Don Quixote, que -tal oyó, metió mano á su espada y se fue, hecho un rayo, para el paje. -El, en viendolo, se baxó por la ancha escalera á la calle, y saliendo -á su puerta, dezia á vozes: Salga el bellaco que pone lengua en mi -señor; que yo haré que le cueste caro. Y diziendo y haziendo tomó -una piedra de la calle contra don Quixote, el cual salió tambien á -ella armado como estaba; y con la espada en la mano y cubierto con su -adarga, se fue contra el paje, el cual anticipandose en la ofensa, le -tiró la piedra que tenia, con tal furia, que le dió con ella tal y tan -desatinado golpe, que á no hallarle el pecho armado le pusiera la vida -en contingencia. Al ruido y vozes que todos daban se llegó mucha gente; -y como vieron aquel hombre armado con la espada y adarga, amenazando -y aun arremetiendo al paje del conocido titular, no sabian que se -dezir. Llegaron dos alguaziles con sus corchetes luego al corri<span -class="pagenum" id="Page_250">p. 250</span>llo, y viendo lo que pasaba, -se le acercó el uno, é intentando quitarle la espada, le dixo: ¿Que -hazeis, hombre de Barrabas? ¿Estais loco? ¡En tal puesto y contra paje -de persona de prendas tales, cual es el dueño dél y de esta casa, -meteis mano! Venga la espada luego, y venios á la carcel; que á fe que -os acordareis de la burla más de cuatro pares de dias. No respondió -palabra don Quixote, sino que echando un pie atras y levantando la -espada, dió al bueno del alguazil una gentil cuchillada en la cabeça, -de la cual le començó á salir mucha sangre. Viendo esto el herido -alguazil, començó á dar vozes diziendo: ¡Favor á la justicia; que me ha -muerto este hombre! Llegaronse al ruido mil corchetes y alguaziles y -otras personas, metiendo todos mano á sus espadas contra don Quixote, -el cual con mucha alegria dezia: Salga Perianeo de Persia con todos -sus aliados; que yo les daré á entender que él y cuantos en esta casa -viven son perros enemigos de la ley de Jesucristo. Y con esto arrojaba -á dos manos cuchilladas á todas partes. El pobre Sancho estaba á la -puerta mirando lo que su amo hazia, y dixo en voz alta: Eso si, señor -don Quixote, no se dé por vencido á esos bellacos de turcos, que le -llevaran al Alcoran, y le circuncidaran mal que le pese, y despues le -pondran á los pies unas trabas de hierro, como á mi en Sigüença. En -esto cargó tanta gente sobre nuestro buen hidalgo, que á pesar suyo -le quitaron la espada, y agarrandole media dozena de corchetes, le -ataron las manos atras. Acertó á pasar por alli, cuando andaba en esta -refriega, que era al anochecer, un alcalde de corte en su caballo, el -cual viendo tanta gente junta, preguntó qué era la causa de aquello, y -uno de los circunstantes le dixo: Señor, una grandisima desvergüença; -que un hombre armado de todas pieças ha entrado en esta casa, do vive, -como v. m. sabe, tal titular, y ha querido matar en ella un paje suyo, -y queriendole prender ciertos alguaziles por ello y la resistencia -que les hazia, temerariamente ha dado á uno de ellos una muy buena -cuchillada. ¡Mal caso! respondió el alcalde de corte; y llegando -donde los corchetes tenian á don Quixote sin poderle llevar, segun -se resistia, mandó que le dexasen; y asi le levantaron de tierra, y -puesto en pie, atadas las manos atras, le dixo el alcalde, maravillado -de verle de aquella suerte y con tanta colera. Veni acá, hombre del -diablo: ¿de donde sois y como os llamais, que tanto atrevimiento habeis -tenido en casa de dueño de tan ilustres cualidades? Don Quixote le -respondió: Y vos, hombre de Lucifer, que eso preguntais, ¿quién sois? -Lo que habeis de hazer es ir vuestro camino adelante mucho de noramala, -y no meteros en lo que no os va<span class="pagenum" id="Page_251">p. -251</span> ni os viene; que yo quien quiera que fuere, soy cien vezes -mejor que vos y la vil puta que os parió, y os lo haré confesar aqui -á vozes, si hubo en mi preciado caballo y tomo la lança y adarga que -aquesta soez y vil canalla me ha quitado; pero yo les daré el castigo -que su loco atrevimiento merece, en matando al rey de Chipre Bramidan -de Tajayunque, con quien tengo aplaçada batalla delante del rey -Catolico; y juntamente tomaré vengança del principe Perianeo de Persia, -cuyas son estas casas, si no castigara la descortesia que los de su -real palacio me han hecho, siendo yo Fernan Gonçalez, primer conde de -Castilla. Maravillose el alcalde de corte de oir los disparates de -aquel hombre; pero uno de los corchetes dixo: V. m., señor, crea que -este hombre es más bellaco que bobo, y ahora que ha hecho el disparate -y lo conoce, se haze loco para que no le llevemos á la carcel. Ahora -sus, dixo el alcalde de corte, llevenle á ella, y ponganle á buen -recado hasta mañana que salga á la audiencia y se vea su pleito. Con -esto le començaron á asir los corchetes, resistiendose él cuanto podia. -Sucedió pues que á esta hora, que ya eran cerca de las nueve, llegó el -titular á la puerta de su casa con mucho acompañamiento, y como vió -tanta gente junta en su calle, preguntó la causa, y llegandose á él -el alcalde de corte, le contó cuanto aquel hombre armado habia hecho -y dicho. En oyendolo, se rió mucho el titular dello, y refiriendo al -alcalde lo que don Quixote era, y como por su orden le habian traido -á su casa, le suplicó le soltase, dandoselo como en fiado; que él se -obligaba á entregarsele siempre que le requiriese ó constase que no era -lo que le contaba, obligandose juntamente á todos los daños y costas -de la cura del alguazil y á satisfacerle bastantemente. Lo mismo le -rogaron todos los circunstantes que le acompañaban, deseosos de pasar -la noche con el entretenimiento que les prometia el humor del preso y -de los que venian en su compañia. Viose obligado el alcalde, viendo los -ruegos y seguridades que le daban gente tan principal, á condescender -con su deseo; y asi mandó á los corchetes le soltasen y entregasen -al dicho titular, el cual viendole libre, le dixo: ¿Que es esto, -señor Caballero Desamorado? ¿Qué aventura es esta que le ha sucedido? -Respondió don Quixote: ¡Oh mi señor Perianeo de Persia! No es nada: -que como toda esta gente es gente bahuna, no he querido hazer batalla -con ella, aunque creo que alguno ha llevado ya el pago de su locura. -En esto llegó Sancho, el cual estaba de lexos mirando todo lo que su -amo habia padecido; y quitandose la caperuça, dixo: ¡Oh señor principe! -Su merced sea bien venido para que libre á mi señor destos<span -class="pagenum" id="Page_252">p. 252</span> grandisimos bellacos de -alcaldes, peores que el de mi tierra, pues se han atrevido á quererle -llevar agarrado á la carcel, cual si no fuera tan bueno como el rey y -el papa y el que no tiene capa; que he visto el negocio de suerte, que -si no fuera por v. m., creo que sin duda lo efectuaran y aun yo, á no -temerles, les diera dos mil moxicones. Bien podeis creer, amigo, dixo -el caballero, que si no lo fuera yo tanto del alcalde de corte como -lo soy, y el respeto que él, como tal, me tiene, que lo pasara mal el -señor don Quixote:—á quien asiendo de la mano tras esto, dixo: Venga -v. m., señor principe de Grecia, y entre en mi casa; que en ella todo -se hará bien, y los bellacos de sus contrarios seran castigados como -merecen. Y despidiendose con mucho comedimiento de algunos de los que -le acompañaban, como lo habia hecho ya del alcalde, se subió arriba -con don Quixote y con Sancho. Quedaronse los corchetes hechos unos -matachines en la calle sin su presa, y pasmados de ver que el titular -llevase aquel hombre á su lado llamandole principe.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_31"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXXI</h2> - <p class="subh2h">De lo que le sucedió á nuestro invencible - caballero en casa del titular, y de la llegada que hizo en ella su - cuñado don Carlos en compañia de don Alvaro Tarfe.</p> -</div> - -<p>En subiendo arriba, dió orden el señor á su mayordomo llevase á -cierto cuarto á don Quixote, Barbara y á Sancho, y les diese bien y -abundantemente de cenar; y habiendolo ellos hecho, y lo mismo él, -mandó al mismo mayordomo le sacase en su presencia á Barbara, para dar -principio al entretenimiento que pensaba tener él y los que habian -cenado en su compañia, que eran algunos caballeros, con los dislates -de don Quixote, confiando les daria cuenta de su principio y causa -la dicha Barbara. Baxó pues ella, no poco turbada y medrosa de verse -llamar á solas; y puesta en presencia de los caballeros, la dixo el que -la habia hospedado: Diganos la verdad desnuda, señora reina Zenobia, de -su vida y de la deste galan y valeroso caballero andante que tanto la -cela y defiende. La mia, señores ilustrisimos, es la que tengo dicha -en el Prado, breve y llena de altos y baxos, como tierra de Galicia. -Barbara de Villalobos me llamo, nombre heredado de una agüela que -me crió, buen siglo haya, en Guadalaxara; vieja soy, moça me vi, y -siendolo, tuve los encuentros que otras, no faltandome quien me rogase -y alabase, ni á mí me faltaron los ordinarios desvanecimientos de -las<span class="pagenum" id="Page_253">p. 253</span> demas mugeres, -creyendo aun más de lo que me dezia de mi talle y gracia el poeta -que me la celebraba; pues lo era el bellacon que á cargo tiene mi -pudicicia: entreguesela, y entreguemele amandole, y mintiendo á las -personas que me pedian de derecho cuenta de mis pasos. Supieronse -presto en Guadalaxara los en que andaba; que no hay cosa más parlera -que una muger, perdido el recato, pues en lengua, manos, pies, ojos, -meneos, trage y galas trae escrita su propia deshonra: sintió mi -agüela la mia á par de muerte, y murió presto del sentimiento: tuvele -yo grande por ello, y más porque mi Escarraman me habia ya dexado. -Hube de heredarla; vendi los muebles y hize todo el dinero que pude -dellos, con que me baxé á Alcala, do he vivido más de veinte y seis -años, ocupada en servir á todo el mundo, y más á gente de capa negra -y habito largo; que en efecto soy naturalmente inclinada á cosa de -letras; si bien las mias no se extienden á más que á hazer y deshazer -bien una cama, á adereçar bien un menudo, por grande que sea, y sobre -todo, á dar su punto á una olla podrida, y abahar de populo barbaro -una escudilla de repollo, sopas y caldo. Lo demas de la desgracia -ultima que me sacó de aquella vita bona, ya se lo tengo dicho á vuesa -señoria en el Prado, y le he dado cuenta de cómo crei al socarron del -aragones, que me dió á entender se casaria conmigo si, vendidos mis -muebles, le seguia hasta su tierra; mejor le siga la desgracia, que -él cumplió lo prometido: yo si que fui tonta, y asi es bien que quien -tal haze que tal pague. Metiome en un pinar, y hurtome cuanto llevaba, -dexandome aporreada y maniatada en camisa; pasó por alli este locazo -mentecato de manchego con el tonto de Sancho Pança y otros que iban con -ellos, y sintiendo mis lamentos, me desataron y ampararon, trayendome -consigo hasta Sigüença, do me vistió don Quixote de la ropa que traigo, -con que me veo obligada á acompañarle hasta que se canse de llamarme -reina Zenobia, y de sufrir él y su escudero los porrazos é injurias -que los he visto sufrir en Sigüença y en la venta vecina de Alcala, -do el autor de tal compañia de comediantes les apuró de suerte, que -por poco acabaran con sus desventuradas aventuras. Refirió tras esto -cuanto en la venta y en Alcala les habia sucedido, hasta llegar al -Prado, con un desenfado y donaire que á todos les admiró y provocó á -risa. Mandaron para cumplimiento de la farsa baxar á don Quixote y á -Sancho; y puestos ambos en su presencia, el uno armado y el criado -encaperuçado, dixo el titular á don Quixote: Bien sea venido el nunca -vencido Caballero Desamorado, defensor de gente menesterosa, desfazedor -de tuertos y endilgador de justi<span class="pagenum" id="Page_254">p. -254</span>cias. Y asentandole junto á sí, y á Barbara á su lado, que -no se quiso asentar de otra suerte, prosiguió, estando la sala llena -de la gente de casa, que perecia de risa: ¿Cómo le va á v. m. en esta -corte desde que está en ella? Denos razon de lo que siente de su -grandeza, y perdoneme el atrevimiento que he tenido en querer alojar -en mi casa personas de tan singular valor, cual son v. m. y la señora -reina de las Amazonas, recebiendo la voluntad con que le sirvo, pues -ella suple la falta de las obras. Esa recibo, respondió don Quixote, -invicto principe Perianeo, y lo mismo haze la poderosa reina Zenobia, -que aqui asiste honrando esta sala; y tiempo vendrá en que yo pague -tan buenos servicios con ventaja, y será cuando yendo con el duque -Alfiron persiano á la gran ciudad de Persepolis, le haga casar á v. -m. á pesar de todo el mundo con su bella hermana, llamandome entonzes -yo, por la imagen que traeré en el escudo, el Caballero de la rica -Figura, pues será la que llevaré pintada al vivo en él, de la infanta -Florisbella de Babilonia. Suplico á v. m., dixo el titular, que era -hombre de gallardo humor, no toque esa tecla de la infanta Florisbella, -pues sabe que yo ando muerto por sus pedazos; y hagame merced de que -se quede este negocio aqui; que presto se averiguará la justicia de -mi pretension en esta parte, entrando con v. m. en la batalla campal -que tengo aplaçada. Su execucion insto, replicó don Quixote, y barras -derechas. Salió Sancho Pança en oyendo esto, y dixo: Par diez, señor -pagano, que v. m. es tan hombre de bien como yo haya visto en toda la -Pagania otro, dexando aparte que es mal cristiano, por ser, como todo -el mundo sabe, turco; y asi no querria pusiese la vida al tablero, -entrando en batalla con mi señor; que seria mal caso viniese á morir -á sus manos quien en su casa nos ha hecho servicio de darnos de cenar -como á unos papagayos, tantos y tales guisados, que bastaban á tornar -el cuerpo al alma de una piedra. ¿Sabe con quien querria yo que don -Quixote mi señor hiziese pelea? Con estos demonios de alguaziles y -porteros que nos hazen á cada paso terribles desaguisados, y tales -cual es el en que nos acabamos de ver ahora, pues nos han puesto á amo -y criado en el mayor aprieto que nos habemos visto desde que andamos -por esos mundos á caza de aventuras; y si no fuera porque vino á buen -tiempo v. m., mi señor se viera como en Çaragoça á medio açotar; pero -yo le juro por vida de los tres reyes de Oriente y de cuantos hay -en el Poniente, que si cojo alguno dellos en descampado y de suerte -que pueda hazer dél á mi salvo, que me tengo de hartar de darle de -moxicones, dandole moxicon por aqui y moxicon por<span class="pagenum" -id="Page_255">p. 255</span> alli, este por arriba y este otro por -abaxo. Dezia esto Sancho con tal colera dando moxicones por el aire, -como si verdaderamente se aporreara con el alguazil, dando mil vueltas -al derredor, hasta que cayendosele la caperuça en el suelo, la levantó -diziendo: A fe que lo puede agradecer á que se me cayó la caperuça; -que á no ser esto, llevara su merecido el muy guiton, para que otra -vez no se atreviera, ú otro tal cual él, á tomarse con un escudero -andante tan honrado como yo, y de tan valeroso dueño como mi señor don -Quixote. Rieron cuantos en la sala estaban de ver la necia colera de -Sancho, al cual dixo el titular: Yo, señor Sancho, no puedo dexar de -salir en batalla con el señor Caballero Desamorado de la cual saldré -sin duda con vitoria, porque mi valor es conocido, y singular es el -favor que cierto mago que tengo de mi parte me da siempre. Eso se verá, -replicó don Quixote, á las obras á que me remito. Parecioles en esto -á todos que era bien dar lugar á la noche, y levantandose de la silla -el titular, dixo á don Quixote: Mire v. m., señor Desamorado, lo que -emprende en emprender á pelear conmigo, y duerma sobre ello. Sobre -una muy buena cama dormirá mejor mi señor, respondió Sancho, y yo y -la señora reina, otro que tal. No faltaran esas, dixo el titular. Y -mandando llevarlos á ellas, se fueron á acostar todos. Dos ó tres dias -tuvieron los del palacio semejantes y mejores ratos de entretenimiento -á todas horas con los tres huespedes, que jamas los dexaron salir de -casa, conociendoles el humor y cuan ocasionados eran para alborotar la -corte. Al cabo dellos quiso Dios que llegasen á ella don Carlos con su -amigo don Alvaro, á quien por aguardar que convaleciese de una mala -gana que le habia sobrevenido en Çaragoça, no quiso dexar don Carlos, -y esta fue la causa de no haber llegado mucho antes. Alborotose y -regocijose toda la casa con su venida; que la deseaban para celebrar -y concluir el casamiento del dueño della todos; y al cabo de rato que -estaban los huespedes en ella, acaso les dixo el titular como les -daria muy buenos ratos de entretenimiento con tres interlocutores que -tenia de lindo humor para hazer rediculos entremeses de repente; y -diziendoles quien eran, y del modo que los habia hallado y llevado á su -casa y lo que en ella con ellos les habia sucedido, holgaron infinito -don Carlos y don Alvaro de la nueva, porque venian igualmente deseosos -y cuidadosos de don Quixote, á quien despues de cenar mandaron salir, -como solian, á la sala con Sancho y Barbara, de cuya vida ya habia -dado el titulo tambien noticia á don Carlos y á don Alvaro, como ellos -se la habian dado á él de cuanto les habia pasado en Çaragoça con -él<span class="pagenum" id="Page_256">p. 256</span> y su escudero -Sancho, y en particular don Alvaro, que se la dió de los sucesos del -Argamesilla. Determinaron los dos no darseles á conocer al principio; -y calandose los sombreros, sentados al lado del titular, á la que se -entraron por la sala los tres, reina, amo y criado, empezó á hablar -del tenor siguiente el fingido Perianeo: Presto, valeroso manchego, -mediré mi espada con la vuestra si perseverais en vuestros treze de no -rendirmeos, dexando de favorecer á don Belianis de Grecia; y es cierto -quedareis en la batalla infamemente vencido, pues tengo de mi parte -aqui á mi lado el sabio Friston, mi diligentisimo historiador y gran -agente de mis partes. Y diziendo esto, señaló á don Alvaro, el cual -cubriendose lo mejor que pudo, se puso luego en pie entre don Quixote -y Sancho (que Barbara ya ocupaba su ordinario asiento), y dixo con -voz hueca y arrogante: Caballero Desamorado de la infanta Dulcinea -del Toboso, á quien tanto un tiempo adoraste, serviste, escribiste -y respetaste, y por cuyos desdenes hiziste tan aspera penitencia en -Sierra Morena, como se cuenta en no sé que anales que andan por ahi en -humilde idioma escritos de mano por no sé que Alquife: ¿eres tú por -ventura don Quixote de la Mancha, cuya fama anda esparcida por las -cuatro partes del mundo? Y si lo eres, ¿cómo estas aqui tan cobarde -cuanto ocioso? Don Quixote, oyendo esto, volvió la cabeça diziendole: -Respondele tú, Sancho, á este sabio Friston, porque no merece el oir la -respuesta que pretende de mi boca, pues no me tiro ni pongo con gente -que no tiene más de palabras, cual estos encantadores y nigromanticos. -Quedó Sancho muy alegre de oir lo que su amo le mandaba, y poniendose -frente á frente de don Alvaro, cruzados los braços, le dixo con voz -furiosa desta manera: Soberbio y descomunal sabio, nosotros somos -esos de las cuatro partes del mundo por quien preguntas, como tu eres -hijo de tu madre y nieto de tus abuelos. Pues esta noche, replicó don -Alvaro, tengo de hazer un tan fuerte encantamiento en daño vuestro, -que llevando por los aires á la reina Zenobia, la porné en un punto en -los montes Pirineos, para comerla alli frita en tortilla, volviendo -luego por ti y tu escudero Sancho Pança para hazer lo mesmo de ambos. -Por nosotros dezimos, respondió Sancho, que no queremos ir allá ni -nos pasa por la imaginacion: si quiere llevar á la reina Segovia, -hagalo muy en hora buena; que nos hará mucho placer en ello, y el -diablo lleve á quien lo contradixese, pues no nos sirve de otra cosa -por esos caminos mas que de echarnos en costa, que ya habemos gastado -con ella en mula y vestidos más de cuarenta ducados sin lo que ha -comido, y lo bueno es que<span class="pagenum" id="Page_257">p. -257</span> quien despues se lleva la mejor parte, son los moços de los -comediantes: solo le advierto, como amigo, que si ha de llevarsela, -mire bien -<span class="cambiado" - title="Errata. En el libro impreso: come" - id="err_3">como</span> la come; porque es un poco vieja y estará -dura como todos los diablos; y asi lo que podrá hazer, será echalla en -una olla grande (si la tiene) con sus berças, nabos, ajos, cebollas y -tocino, y dexandola cocer tres ó cuatro dias, estará comedera algun -tanto, y será lo mesmo comer della que comer de un pedazo de vaca, si -bien no le tengo invidia á la comida. No pudo don Alvaro, oyendo esto, -disimular más, viendo que todos se reian, y asi se fue para don Quixote -los braços abiertos diziendole: ¡Oh mi señor Caballero Desamorado! -deme esos braços, y mireme bien la cara, que ella le dirá como el que -le habla y tiene delante es don Alvaro Tarfe, su huesped y gran amigo. -Don Quixote le conoció luego, y abraçandole le dixo: ¡Oh mi señor don -Alvaro! V. m. sea bien venido; ya me espantaba yo que el sabio Friston -se desvergonçara tanto conmigo; pero no ha estado mala la burla que -v. m. nos ha hecho á mí y á Sancho mi criado. Sancho, que oyó lo que -su amo dezia á don Alvaro luego le conoció, hincandose de rodillas á -sus pies, y puesta la caperuça en las manos, le dixo: ¡Oh mi señor don -Tarfe! V. m. sea tan bien venido como lo fuera agora por esa sala una -olla cual la que yo acabo de guisar de la reina Segovia, y perdoneme -la colera; que como dixo que era aquel maldito sabio que nos queria -llevar á los montes Pirineos, mil vezes he estado tentado con estos -aunque pecadores puños cerrados, para cargalle de moxicones antes que -saliera de la sala, confiado de que al primer repiquete de broquel me -habia de ayudar mi señor don Quixote. Don Alvaro le respondió: Yo le -agradezco mucho, señor Sancho, la buena obra que me queria hazer; pues -á fe que no se las he hecho yo tan malas en Çaragoça en mi casa y en -la del señor don Carlos, do les dabamos aquellos regalados platos que -v. m. sabe. ¿Donde, replicó Sancho, está el señor don Carlos? Aqui -está para serviros, respondió el mismo, levantandose de su asiento á -abraçar á don Quixote, como realmente lo hizo, con igual retorno del -y de su criado; y luego le dixo: No llegara á esta corte, señor don -Quixote, si no fuera por apadrinarle en la batalla que ha de hazer con -el rey de Chipre Bramidan, sacandole del mundo, pues me dizen dél está -en medio de la plaça Mayor desafiando cada dia á cuantos caballeros la -pasean, y venciendolos á todos, sin haber quien le resista: cosa que -tiene al Rey y grandes del reino no poco corridos, y estan por momentos -aguardando á que<span class="pagenum" id="Page_258">p. 258</span> -Dios les depare un tal y tan buen caballero, que sea bastante á vencer -y cortar la cabeça á tan infernal monstruo. Don Quixote le respondió: -Ya me parece, señor don Carlos, que los pecados y maldades del rey de -Chipre, los cuales dan vozes delante de Dios, han llegado á su ultimo -punto; y asi esta tarde sin falta se le dará el castigo que sus malas -obras piden. Haga cuenta v. m., dixo Sancho, señor don Carlos, que hoy -acabamos con ese demonio de gigante que tan cansados nos tiene, pero -porque entienda mi señor don Quixote que no he recebido en vano el -orden de escuderia, dixo, que yo tambien quiero hazer batalla delante -de todo el mundo con aquel escudero negro que dicho gigante trae -consigo, á quien yo vi en Çaragoça en casa del señor don Alvaro, porque -me parece que no tiene espada ni otras armas ningunas, y que está de -la manera que yo estoy; y asi digo que se las quiero tener tiesas, y -hazer con él una sanguinolenta pelea de cozes, moxicones, pellizcos -y bocados; que si es escudero él de un gigante pagano, yo lo soy de -un caballero andante cristiano y manchego; y escudero por escudero, -Valladolid en Castilla, y amo por amo, Lisboa en Portugal. ¡Mirad que -cuerpo non de Dios con él y con la negra de su madre! Pues guardese de -mí como del diablo; que si antes de entrar en la pelea me como media -dozena de cabeças de ajos crudos, y me espeto otras tantas vezes del -tinto de Villarobledo, arrojaré el moxicon que derribe una peña. ¡Oh -pobre escudero negro y que bellaca tarde se le apareja! ¡Más te valiera -haber quedado en Monicongo con los otros hermanos fanchicos que allá -estan, que no venir á morir á moxicones en las manos de Pança: vs. ms. -se queden con Dios; que voy á efetuarlo! Detuvole don Carlos diziendo: -Aguardad, amigo, que aun no es hora de pelear, y descuidad, y dexad el -negocio en mis manos. Eso haré de bonisima gana, replicó Sancho, y aun -se las beso por la merced que me haze; que manos besa el hombre que -las querria ver cortadas. ¡Oh Sancho! dixo don Carlos ¡tanto mal os -he hecho yo, que querriades verme cortadas las manos! No lo digo por -eso, respondió él, sino que me vino á la boca ese refran, como se me -vienen otros; y antes plegue á Dios vea yo manos tan honradas envueltas -entre aquellos benditos platos de alhondiguillas y pieles de manjar -blanco, que estaban en Çaragoça, pues confio que me iria mal en ello. -Volviose don Quixote, acabadas estas razones, al titular, diziendo: -Aqui tengo, principe Perianeo, la flor de mis amigos, y quien dará -noticia bastante de mi valor y<span class="pagenum" id="Page_259">p. -259</span> hazañas á v. m., y le desengañaran de cuan temerario es en -no rendirseme, desistiendo de la pretension de la infanta Florisbella, -en bien de don Belianis, mi intimo familiar. ¿Pues pretende, respondió -don Alvaro, este principe entrar con v. m. señor don Quixote, en -batalla? Es tan grande su atrevimiento replicó él, que se quiere poner -en cuentas conmigo: cosa que siento en el anima, porque no querria -verme obligado á ser verdugo de quien tan honrada y cumplidamente me -ha hospedado; pero lo que podré hazer por él, será, para que tenga más -largo el plaço para deliberar lo que más le conviniere, entrar primero -en batalla con el rey Bramidan de Tajayunque, y luego con el alevoso -hijo del rey de Cordoba, en defensa de la inocencia de su reina madre. -No es poca merced la que se nos haze á todos, le dixo don Carlos, en -diferir esta batalla; que en efeto á todos nos importa se ahorren -pesadumbres entre dos principes tan poderosos como es Perianeo y v. -m., y con las largas confio componer sus pretensiones sin agravio de -ninguna de las partes. Las del señor principe pagano, respondió Sancho, -son tales, que me obligan á desearle servir aun en la misma pelea; y -haziendolo desde aqui, le doy por consejo que no salga á ella sino es -bien comido; que en fin la tarde es larga; y aun será acertado llevarse -alguna cosa fiambre para mientras descansaren, por si acaso les diere -gana de comer el cansancio: yo desde aqui le ofrezco llevarlo todo, si -quisiere, sobre mi rucio, en unas alforjas grandes que tengo; y más, me -ofrezco á mandar á mi amo cuando le haya vencido á su merced y le tenga -derribado en tierra y esto para cortarle la cabeça, se la corte poco á -poco, porque le haga menos mal. Agradeciole el principe Perianeo los -buenos servicios que deseaba hazerle, y á su amo le acetó la dilacion -de la batalla mostrando deseaba mucho su amistad, y que temia el haber -de salir en campaña con él, supuesto el abono que de su valor daban -don Carlos y don Alvaro, el cual dixo á todos: Pareceme, señores, que -estos negocios quedan en buen punto; y asi razon será irnos á reposar; -que harto tendremos que hazer mañana en dar aviso á toda la corte de -la venida del señor don Quixote, y del fin que le trae á ella, que es -el deseo grande que tiene de libertarla de las molestias del insolente -rey Bramidan. Parecioles á todos bien la aguda traça de atajar la -prolixa conversacion; y encaminandose cada uno para su cuarto, salieron -todos de la sala. Apenas estuvo fuera della el pobre Sancho, cuando le -cogieron los criados<span class="pagenum" id="Page_260">p. 260</span> -de don Alvaro y de don Carlos, á quienes conocia él bien, y preguntando -del cocinero coxo, y dandose la bien venida entre si, le dixo uno de -ellos: A fe, señor Sancho, que va v. m. medrando bravamente; no me -desagrada que al cabo de sus dias dé en rufian; por mi vida que no -es mala la moça; rolliça la ha escogido, señal de buen gusto; pero -guardela de los gavilanes desta corte, y v. m. vaya sobre el aviso, no -le coja algun alcalde de corte con el hurto en las manos; que á fe que -no le faltaran docientos y galeras; que liberalisimamente se dan esas -prebendas en la corte. No es mia la moça, respondió Sancho, sino del -diablo que nos la endilgó en camisa en medio de un bosque; y de esa -suerte y por el tanto la podran tomar vs. ms. siempre que quisieren; -que la ropa que trae nuestro dinero nos cuesta; y juro non de Dios que -si por ella me diesen, no digo docientos açotes y galeras, sino cuatro -mil obispados, que la diera á Barrabas á ella y á todo su linaje, y que -hiziera que se acordara de mi mientras viviera. En esto se le subieron -á dormir á sus aposentos, haziendole dezir dos mil dislates á barato de -los relieves que de la cena les habian quedado.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_32"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXXII</h2> - <p class="subh2h">En que se prosiguen las graciosas demostraciones - que nuestro hidalgo don Quixote y su fidelisimo escudero Sancho - hizieron de su valor en la corte.</p> -</div> - -<p>Parecioles al titular y á don Carlos que la primera cosa que habian -de hazer, salidos de casa y oida misa, era besar las manos á su -magestad y á algunos señores de calidad y del consejo, dandoles parte -del estado del casamiento. Efectuaronlo pues asi saliendo acompañados -de don Alvaro y de otros amigos que habian venido á visitar á don -Carlos. Ya estaban levantados sus huespedes don Quixote, Barbara y -Sancho á la que salian de casa; que no tuvieron poco en que entender -con ellos en hazerles quedar en ella; que no habia remedio con don -Quixote, sino que les habia de honrar con su compañia, subido en -Rocinante; y á puras promesas de que enviarian luego por él, dada -razon de su venida á los grandes, le hizieron quedar, aunque no sin -guardas, para que de ninguna suerte le dexasen á él ni á los de su -compañia salir de casa. A la que los señores salian della, se asomó -de prisa Sancho á una ventana, diziendo á vozes: Señor don Car<span -class="pagenum" id="Page_261">p. 261</span>los, si acaso topare por -ahi aquel escudero negro, mi contrario, digale que le beso las manos, -y que se apareje para esta tarde ó mañana para acabar aquella batalla -que sabe con uno de los mejores escuderos que tiene barbas en cinta; -y más, que le desafio para despues de la pelea á quien segará mejor -y más apriesa, y aun le daré dos ó tres gabillas de ventaja, con tal -condicion que comamos primero un gentil gazapo con su ajo; que yo lo -sé hazer á las mil maravillas. Tirole en esto don Quixote del sayo -con colera, diziendo: ¿Es posible, Sancho, que no ha de haber para ti -guerra, conversacion ni pasatiempo que no sea de cosas de comer? Dexa -estar al escudero negro; que sobre mí que él te venga sobrado á las -manos; y aun á fe que entiendo que habras bien menester las tuyas para -él. No habré, replicó Sancho, porque pienso ir prevenido á la pelea, -llevando en la mano zurda una gran bola de pez blanda de çapatero, -para cuando el negro me vaya á dar algun gran moxicon en las narizes, -reparar el golpe en dicha bola, pues es cierto que dando él el golpe -en ella con la furia que le dará, se le quedará la mano pegada de -manera que no la pueda desasir; y asi, viendole yo con la mano derecha -menos, y que no se puede aprovechar della, le daré á mi salvo tantos -y tan fieros moxicones en las narizes, que de negras se las volveré -coloradas á pura sangre. Hizieron sus visitas el titular, don Carlos -y don Alvaro, teniendo ventura en poder besar las manos de espacio -á su magestad, y, de poder tratar de sus negocios con él y con los -demas señores á quienes tenian obligacion de dar los primeros avisos -del casamiento; y en la ultima visita que hizieron á un personage de -su calidad y muy familiar y amigo, casado con una dama de buen gusto, -dieron cuenta de los huespedes que tenian en casa y de los buenos ratos -que pasaban con ellos, pues eran los mejores que señor podia pasar en -el mundo. Encarecieron tanto los humores de ellos, que el marido y -muger les rogaron con notables veras se los llevasen á su casa aquella -tarde para pasarla buena. Ofrecieronlo de hazer, con condicion de -que se habia de fingir él gran archipampano de Sevilla, y su muger -archipampanesa, diziendo que don Quixote era hombre que solo se pagaba -de principes de nombres campanudos, porque el tema de su locura era ser -caballero andante, desfazedor de agravios, y defensor de reinos, reyes -y reinas; y que asi se le habia puesto en la cabeça que una feisima -mondonguera de Alcala, que traia por fuerça en su compañia, era la -reina Zenobia, que no la habia dexado menos pere<span class="pagenum" -id="Page_262">p. 262</span>nal la vana y ordinaria lectura de libros -de fabulosas caballerias, á la cual se habia dado por el credito que -daba á todas las quimeras que en ellos se cuentan, teniendolas por -verdaderas. Con este concierto se volvieron á su casa á comer, dando -de parte del grande Archipampano un recado á don Quixote sobremesa, y -diziendole juntamente como todos habian de ir, caido el sol, á besarle -las manos él y Sancho, metidos en coches, por ser muy de principes -pasear la corte aquellos meses en carroças, y no en caballos. Aceptó -la ida don Quixote, y lo mismo hizo Sancho. En pareciendoles á los -señores hora, mandaron aprestar los coches, y metiendose todos dentro -con don Quixote, armado y embroquelado con su adarga, y con Sancho, -caminaron hazia la casa del fingido Archipampano, á quien dieron los -pajes luego aviso de las visitas que llegaban. En sabiendolo, se puso -baxo un dosel en una gran sala á recebilles; y entrando el titular, -don Carlos y don Alvaro en ella, le saludaron con notable cortesia y -disimulacion, y asentandose por su mandado junto á él, llena la sala -de la gente que los acompañaba y de la de casa, y estando en otro cabo -della, en un buen estrado, la muger con algunas dueñas y criadas, se -levantó don Alvaro, y tomando de la mano á don Quixote, le presentó -con notable cortesia delante del Archipampano, diziendo: Aqui tiene -vuesa alteza, señor de los flujos y reflujos del mar, y poderosisimo -archipampano de las Indias oceanas y mediterraneas, del Helesponto -y gran Arcadia, la nata y la flor de toda la caballeria manchega, -amigo de vuesa alteza y gran defensor de todos sus reinos, insulas y -peninsulas. Dicho esto, se volvió á asentar, y quedando don Quixote -puesto en mitad de la sala, mirando á todas partes con mucha gravedad, -puesto el cuento de la lança, que un criado le traxo, en tierra, estuvo -callando hasta que vió que todos habian visto y leido las figuras y -letras de su adarga; y cuando vió que callaban y estaban aguardando -á que él hablase, con voz serena y grave començó á dezir: Magnanimo, -poderoso y siempre augusto archipampano de las Indias, decediente de -los Heliogabalos, Sardanapalos y demas emperadores antiguos: hoy ha -venido á vuestra real presencia el Caballero Desamorado, si nunca -le oistes dezir, el cual, despues de haber andado la mayor parte de -nuestro hemisferio, y haber muerto y vencido en él un numero infinito -de jayanes y descomunales gigantes, desencantando castillos, libertando -donzellas, tras haber deshecho tuertos, vengando reyes, vencido reinos, -sujetado provincias, libertado imperios, y traido la deseada paz á -las más remotas insulas, mirando con los ojos de la consideracion á -todo lo res<span class="pagenum" id="Page_263">p. 263</span>tante -del mundo, he visto que no hay en toda la redondez dél, rey ni -emperador que más digno sea y mejor merezca mi amistad, conversacion -y trato que vuesa alteza, por el valor de su persona, lustre de sus -progenitores, grandeza de su imperio y patrimonio, y principalmente -por el esfuerço que muestra su bella y robusta presencia, por tanto -yo he venido, magnanimo monarca, no á honrarme con vos, que asaz -tengo de honra adquirida; ni á procurar vuestras riqueças ni reinos, -que ahi tengo yo el imperio de Grecia, Babilonia y Trapisoda para -cada y cuando que los quisiere; ni á deprender cortesias ni otras -cualesquier gracias ni virtudes de vuestros caballeros, que mal puede -aprender quien es conocido por todos los principes de buen gusto, por -espejo y dechado de virtud, crianza y de todo prudencial y buen orden -militar; sino á que desde este dia me tengais por verdadero amigo, -pues dello os resultará no solamente honra y provecho, sino juntamente -sumo contento y alegria; que llano es que todos los emperadores del -mundo, en viendome de vuestra parte, os han de rendir, mal que les -pese, vasallage, enviar parias, multiplicar embaxadores, á fin solo de -hazer con vos inviolables y perpetuas treguas mientras yo en vuestra -casa estuviere, compelidos del temor que con el trueno de mi nombre -y con la gloria de mis fazañas les entrará por los oidos hasta lo -intimo del coraçon, y porque veais que la fama que de mis obras habeis -oido, no es solamente voz que se la lleva el viento, sino valentias -heroicas y conquistas celebres, acabadas con suma felizidad, y -felizidad en gloria de orden de la caballeria andantesca, quiero que -luego en vuestra presencia venga conmigo á las manos aquel soberbio -gigante Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, con quien ha más de un -mes tengo aplaçada batalla para delante de vos y de todos vuestros -grandes, en cuya presencia le he de cortar la monstruosa cabeça, y -ofrecerla á la gran Zenobia, reina hermosisima de las Amazonas, con -cuyo lado me honro, y á quien pienso dar el dicho reino de Chipre entre -tanto que este braço la restituye en el suyo, que el Gran Turco le -tiene usurpado, quedandome atras esta vitoria; la que tambien espero -alcançar de cierto hijo del rey de Cordoba, tan alevoso, que en mi -presencia levantó un falso testimonio á una reina, de quien es aliado; -y por remate hazer desistir de la vida ó de su pretension al principe -Perianeo de Persia en los amores de la infanta Florisbella, pues los -solicita mi grande amigo Belianis de Grecia, y no cumpliria con lo -que á quien soy debo si no le dexase sin pretendiente tan importante -en tan grave pretension. Vuesa alteza, pues, mande luego á los tres -venir por<span class="pagenum" id="Page_264">p. 264</span> orden á -esta real sala; que de nuevo les reto, desafio y aplaço. Dicho esto, -quedaron él callando, y todos los demas de la sala tan suspensos de oir -los concertados disparates de aquel hombre, y la gravedad y visages -con que los dezia, que no sabian quien ni como saliese á responderle. -Pero al cabo de rato el mismo Archipampano le dixo: Infinito huelgo, -invicto y gallardo manchego, de que hayais querido hazer eleccion de mi -corte y de los servicios que en ella os pienso hazer para bien suyo, -gloria vuestra y aumento de mis estados, y más de que haya sido vuestra -venida á ellos en tiempo que tan oprimidos me los tiene ese barbaro -principe de Tajayunque que dezis; pero porque es ardua la empresa del -duelo que con él teneis aplaçado, quiero, para deliberar sobre ello con -más acuerdo, que se dilate hasta que lo consulte con mis grandes; que -esotros desafios de los principes Perianeo y de Cordoba son de menos -consideración, y facilmente se comprenderan ó rendiran ellos despues, -cuando vean triunfais del rey de Chipre. La dilacion pues de su batalla -os pido consintais en primer lugar, y en segundo os ruego os retireis -cuanto pudieredes de las damas de mi casa y corte, pues estando vos en -ella, y siendo el Caballero Desamorado, y tan galan, dispuesto, bien -hablado y valiente, de fuerça han de estar todas ellas con grandisima -vigilancia, y aun competencia, sobre cual ha de ser la tan dichosa -y bien afortunada que os merezca; y no es mi intencion caseis con -ninguna dellas, porque pretendo casaros con la infanta mi hija, que -alli veis, luego que os vea coronado emperador de Grecia, Babilonia y -Trapisonda, y de aqui adelante recebiré á merced de que como yerno mio -en espera, tengais esta casa por propria, sirviendoos della y de mis -proprios caballeros y criados. Don Carlos llamó en esto por un lado de -la silla á Sancho y le dixo: Ahora es tiempo, amigo Sancho, de que el -poderoso Archipampano os conozca y vea vuestro buen entendimiento; y -asi no perdais la ocasion que teneis; antes dezidle con mucha y buena -retorica, se sirva de mandaros dar á vos tambien licencia para hazer -la batalla con aquel escudero negro que sabeis, pues venciendole, es -cierto os dará el orden de caballeria, quedando tan caballero y famoso -para toda vuestra vida, como lo es don Quixote. Apenas hubo oido Sancho -tal consejo, cuando se puso en medio de la sala, delante de su amo, -de rodillas, teniendo la caperuça en las manos, y diziendole en voz -alta: Mi señor don Quixote de la Mancha, si alguna merced le he hecho -en este mundo, le suplico por los buenos servicios de Rocinante, que -es la persona que más puede con v. m., me dé, en pago della y dellos, -licencia para<span class="pagenum" id="Page_265">p. 265</span> hablar -á este señor Arcadepampanos media dozena de palabras de grandisima -importancia, pues visto por él mi ingenio, sin duda verná, andando -dias y viniendo dias, á darme el orden de caballeria con los hazes y -enveses que v. m. le tiene. Don Quixote le dixo: Sancho, yo te la doy; -pero con condición que no hagas ni digas necedad alguna de las que -sueles. Para eso, dixo Sancho, buen remedio; pongase v. m. tras mí, y -en viendo que se me suelta alguna, que no podrá ser menos, tireme de la -halda del sayo, y verá como me desdigo de cuanto hubiere dicho. Llegose -inmediatamente don Quixote al caballero que tenia por archipampano, -y dixole: Para que vuesa alteza, señor mio, vea que como verdadero -andante traigo conmigo escudero de calidad, y fidelisimo para llevar -y traer recados á las princesas y caballeros con quien se me ofrece -comunicar, suplicole oiga este que aqui le presento, llamado Sancho -Pança, natural del Argamesilla de la Mancha, hombre de bonisimas partes -y respetos; porque tiene que hablar con vuesa alteza un negocio de -importancia, si para ello se le diere licencia. El Archipampano le -respondió que se la daba muy cumplida, pues habia echado de ver en -su talle, trage y fisonomia, que no podia ser menos discreto que su -amo. Pusose Sancho luego en medio, y volviendo la cabeça, dixo á don -Quixote: Deme v. m. esa lança, para que me ponga como v. m. estaba -cuando hablaba al Arcapampanos. Don Quixote le respondió: ¿Para qué -diablos la quieres? ¿No ves que no estás armado como yo? Ya comienças á -hacer necedades. Pues vaya v. m. contando, replicó Sancho, que ya tengo -una; y poniendo las manos en arco, sin quitarse la caperuça, con no -poca risa de los que le miraban, estuvo un buen rato sin hablar, hasta -que viendolos callar, començó á dezir, procurando empeçar como su amo -don Quixote, á cuyas razones habia estado no poco atento: ¡Magnanimo, -poderoso y siempre agosto harto de pampanos...! Don Quixote le tiró -del sayo, diziendo: Di augusto archipampano, y habla con tiento; y él, -volviendo la cabeça, dixo: ¿Que más tiene augusto que agosto, y esotro -de pampanos? ¿Todo no se va allá? Y prosiguió diziendo: Habrá v. m. -de saber, señor descendiente del emperador Eliogallos y Sarganapalos, -que yo me llamo Sancho Pança el escudero, marido de Mari-Gutierrez por -delante y por detras, si nunca le oistes dezir, el cual por la gracia -de Dios y de la santa sede apostolica soy cristiano, y no pagano como -el principe Perianeo y aquel bellaco de escudero negro, y ha dias que -ando en mi rucio con mi señor por la mayor parte de este nuestro... Y -volviendo la ca<span class="pagenum" id="Page_266">p. 266</span>beça á -su amo le dixo: ¿Como diablos se llama aquel? ¡Oh maldito seas! replicó -don Quixote: hemisferio, simple. ¿Pues que quiere agora? replicó -Sancho: haga cuenta que tengo dos necedades á un lado: ¿piensa que el -hombre ha de tener tanta memoria como el misal? Digame como se llama, -y tenga paciencia; que ya se me ha tornado á desgarrar del caletre. Ya -te he dicho, respondió don Quixote, que se llama hemisferio. Digo pues, -prosiguió Sancho, que tornando á mi cuento, señor rey de Hemisferio, -yo no he hasta agora muerto ni dispilfarrado aquellos gigantones que -mi amo dize; antes huyo dellos como de la maldizion, porque el que ví -en Çaragoça en casa del señor don Carlos, era tal, que ¡mal año para -la torre de Babilonia que se le igualase! Y asi no quiero nada con él; -allá se las haya con mi señor: con quien quiero probar mis uñas es -con el escudero negro que trae, que negra pascua le dé Dios; que en -fin es mi mortal enemigo, y no tengo de parar hasta que me lave las -manos en su negra sangre en esta sala, en presencia de todos vs. ms.; -que haziendolo, confio que vuesa altura me hará caballero si bien es -verdad que puesto en mi rucio, tanto me lo soy como cualquiera: solo -advierto que en la pelea no me han de faltar del lado mi amo, el señor -don Carlos y don Alvaro, por lo que pudiese ofrecerse; tras que no -hemos de reñir con palos ni espadas, pues con ellas nos podriamos hazer -algun daño sin querer, teniendo que curar despues; sino que ha de ser -á finos moxicones ó cachetes, y el que se pudiere aprovechar de alguna -coz ó bocado, san Pedro se lo bendiga: bien es verdad que aun en esto -tendrá no poca ventaja el bellaco del negro, porque ha más de dos años -y medio que no he andado á moxicones con nadie, y esto, si no lo usan, -se olvida facilmente como el Ave Maria; pero el remedio está en la mano -del señor don Alvaro. ¿A quien digo? Lleguese acá, pesia á mi sayo. -Diga, señor Sancho, respondió don Alvaro; que bien le oigo, y haré todo -lo que fuere de su gusto. Pues lo que ha de hazer, prosiguió Sancho, -es echarmele unos antojos de caballo cuando salga á la pelea; porque -no viendome con ellos, errará los golpes, y llegando yo pasito, ya por -este lado, ya por esotro, le daré mil porrazos, hasta que le haga ir á -presentarse de rodillas delante de Mari-Gutierrez mi muger, pidiendole -me ruegue le perdone. He aqui señor rey agosto, ya vencida la batalla y -rendido el escudero negro; y asi no hay sino armarme caballero; que no -sufro burlas, y á perro viejo no hay cuz cuz. Por cierto que mereceis, -Sancho, dixo el Archipampano, el orden que pedis de caballeria; yo os -le daré el dia que se concluyere la batalla con<span class="pagenum" -id="Page_267">p. 267</span> el rey de Chipre, haziendoos otras -mercedes; pero contadme, por darme gusto, las hazañas del señor don -Quixote y las aventuras con que se ha topado por esos hemisferios; -que yo y la Archipampanesa mi muger, mi hija la infanta, y todos -estos caballeros holgaremos mucho de oiros. Apenas le dieron pie para -hablar á Sancho, cuando tomó tan de veras la mano á su amo en referir -cuanto les habia sucedido, que jamas le dexó hazer baça, por más que -con colera le porfiaba, contradezia y desmentia; y asi fue contando -lo de Ateca, de ida y vuelta, y cuanto les habia pasado en Çaragoça, -y con la reina Segovia en el bosque, Sigüença, venta, Alcala, y hasta -la misma corte. Tratole mal su amo de palabras cuando acabó de dezir, -y pasaron lindos cuentos sobre la averiguacion del de la ataharre, de -que rieron de suerte los circunstantes, que se vió obligado don Quixote -á dezirles: Por cierto, señores, que me maravillo mucho de que gente -tan grave se ria tan ligeramente de las cosas que cada dia acontecen -ó pueden acontecer á caballeros andantes: pues tan honrado era como -yo el fuerte Amadis de Gaula, y con todo me acuerdo haber leido que -habiendolo echado preso por engaño un encantador, y teniendole metido -en una oscura mazmorra, le echó invisiblemente una melecina de arena y -agua fria, tal, que por poco muriera della. Levantose, acabadas estas -razones, el Archipampano de su asiento, temeroso de que tras ellas no -descargase don Quixote algun diluvio de cuchilladas sobre todos (que -se podia temer dél, segun se iba poniendo en colera); y llegandose -á su muger, le preguntó que le parecia del valor de amo y criado; y -celebrandolos ella por pieças de rey, le dixo don Carlos: Pues lo -mejor falta por ver á vuesa alteza, que es la reina Zenobia; y si no, -digalo Sancho: el cual replicó, mirando á las damas circunstantes: Par -diez, señoras, que pueden vs. ms. ser lo que mandaren; pero en Dios y -en mi conciencia le juro que las excede á todas en mil cosas la reina -Segovia; porque, primeramente, tiene los cabellos blancos como un -copo de nieve, y sus mercedes los tienen tan prietos como el escudero -negro mi contrario: pues en la cara, ¡no se las dexa atras! Juro non -de Dios que la tiene mas grande que una rodela, más llena de arrugas -que gregüescos de soldado, y más colorada que sangre de vaca; salvo -que tiene medio jeme mayor la boca que vs. ms., y más desembaraçada, -pues no tiene dentro de ella tantos huesos ni tropieços para lo que -pusiere en sus escondrijos; y puede ser conocida dentro de Babilonia, -por la linea equinoccial que tiene en ella: las manos tiene anchas, -cortas y llenas de verrugas; las tetas largas, como calabaças<span -class="pagenum" id="Page_268">p. 268</span> tiernas de verano. Pero -¿para que me canso en pintar su hermosura, pues basta dezir della, -que tiene más en un pie que todas vs. ms. juntas en cuantos tienen? Y -parece, en fin, á mi señor don Quixote pintipintada, y aun dize della -él, que es más hermosa que la estrella de Venus al tiempo que el sol se -pone; si bien á mí no me parece tanto; como media noche era por hilo, -los gallos querian cantar. Celebraron mucho todos el dibuxo que Sancho -habia hecho de la reina Zenobia, y rogaron á don Carlos la traxese -alli el dia siguiente á la misma hora; y prometiendolo él, y llamando -al titular su cuñado, que estaba apartado á un lado apaciguando á -don Quixote, les suplicaron á ambos les dexasen aquella noche en -casa á Sancho. Condescendieron con los ruegos del Archipampano, y en -particular don Quixote, á quien el titular, don Alvaro y don Carlos -dixeron no podia contradezir: tras lo cual, despidiendose todos de -sus altezas, se volvieron á su casa con el acompañamiento que habian -venido, y con no poco consuelo de don Quixote, por ver empeçaban ya á -conocerle y temerle los de la corte.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_33"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXXIII</h2> - <p class="subh2h">En que se continuan las hazañas de nuestro don - Quixote, y la batalla que su animoso Sancho tuvo con el escudero - negro del rey de Chipre, y juntamente la visita que Barbara hizo al - Archipampano.</p> -</div> - -<p>Quedaron con Sancho contentisimos aquella noche el Archipampano y -su muger, porque dixo donosas simplicidades; y no fue la menor dezir, -cuando vió subir la cena; y que le mandaban asentar en una mesilla -pequeña, junto á la de los señores, en la cual estaba una niña muy -hermosa, hija dellos: Pues, ¡cuerpo non de Dios! ¿por que han de sentar -á esa rapaza, tamaña como el puño, en esa mesa tan grande, y la ponen -delante esos platos, mayores que la artesa de Mari-Gutierrez, dexandome -á mí en esta mesilla menor que un harnero, siendo yo tamaño como -tarasca de Toledo, y teniendo tantas barbas como Adan y Eva? Pues si -lo hazen por la paga, tan buenos son los dos reales y medio que tengo -en la faltriquera para pagar lo que cenare, como cuantos tenga el rey, -y los que dieron por Jesucristo los judios á Judas; y si no, mirenlos. -Y diziendo esto, se levantó y sacó hasta tres reales de cuartos sucios -y untados, y echolos sobre la servilleta de la señora; pero apenas lo -hubo hecho, cuando viendo que ella los iba á dar con la mano, pensando -él<span class="pagenum" id="Page_269">p. 269</span> que los queria -tomar, los volvió á coger con furia diziendo: Por Dios, no les dará -golpe su merced, que no haya yo muy bien cenado: á fe que le habian ya -hinchido el ojo, como á la otra gordona moça gallega de la venta, á -quien mi señor llamaba princesa; y si no fuera porque no traia ella tan -buenos vestidos como v. m., ni esa rueda de molino que trae al gaznate, -jurara á Dios y á esta cruz que era v. m. ella propria. Solemnizaron -mucho la letania de simplicidades que habia ensartado; y diziendole -el maestresala: Callá, Sancho, que para que ceneis más á vuestro -placer os hemos puesto esa mesa aparte;—cuanto mayor fuere la que me -tocare desos avechuchos, replicó Sancho, más á mi placer cenaré. Pues -empezad por este plato dellos, le dixo luego, dandole un buen plato de -palominos con sopa dorada: comió ese y los demas que le dieron, tan sin -escrupulo de conciencia, que era bendicion de Dios y entretenimiento de -los circunstantes; y viendo acabada la cena, y que la señora afloxaba -la gorguera ó arandela, le dixo: ¿No me dirá por vida de quien la mal -parió, á que fin trae esas carlancas al cuello, que no parecen sino las -que traen los mastines de los pastores de mi tierra? Pero tal deben -de molestar todos estos podencos de casa, para que no sea menester -eso y más para defenderse dellos. Dicho esto sacó otra vez el dinero -diziendo: Tome v. m. agora y paguese lo que fuere la cena; que no -quiero irme á acostar sin rematar cuentas; que asi lo haziamos siempre -por el camino mi señor don Quixote y yo; que esto, me dezia el Cura, -mandan los mandamientos de la Iglesia cuando mandan pagar diezmos y -primicias. Tomolos el señor diziendo: Yo me doy por satisfecho con lo -que hay aqui, de lo que debeis de cena y cama, y aun mañana os daré -tambien de comer á medio dia por ello sin más paga. Yo le beso las -manos por la merced, respondió Sancho; que para esas cosas con hilo de -arambre me haran estar más quedo que una veleta de tejado: y mire que -le tomo la palabra; que aunque sé que hago harta falta á mi señor, yo -me disculparé con él, diziendo que no acerté la casa: cuanto y más que -cuando el hombre lleve media dozena de palos por una buena comida, no -es tanta la costa que no le salga demasiado de barato, y otras vezes -nos los han dado á mí y á él de balde y sin comida alguna. Dieron orden -en que le llevasen á acostar, haziendo lo mismo ellos, como tambien lo -hizieron, despues de bien cenados en su casa, el titular, don Carlos, -don Alvaro, don Quixote y Barbara; si bien sobremesa tuvieron su pedazo -de pendencia, porque diziendole á ella el titular se aprestase para ir -á visitar el dia siguiente al<span class="pagenum" id="Page_270">p. -270</span> Archipampano y Archipampanesa, que la aguardaban, respondió -ella excusandose, no la mandasen salir en publico delante de personas; -que era correrla demasiado y darla mucha prisa; que bien se conocia -y sabia era, como les habia dicho, una triste mondonguera, Barbara -en nombre y en cosas de policia; y que les suplicaba se diesen por -satisfechos de la paciencia con que hasta alli habia pasado con las -pesadas burlas y fisgas que el señor don Quixote hazia, y queria -hiziesen todos della. No hubo oido esto él, cuando le dixo: Por cuanto -puede suceder en el mundo, no niegue vuesa magestad, le suplico, señora -reina Zenobia, su grandeza, ni la encubra diziendo una blasfemia tan -grande como la que agora ha dicho; que ya estoy cansado de oirsela -repetir otras vezes, y no tomemos en la boca eso de mondonguera; que -aunque para mí sé yo claramente quien es y su valor, con todo, es -necesario la conozca todo el mundo: vaya vuesa alteza á hablar con -quien el señor principe Perianeo y estos caballeros la ruegan; que -entre damas tales cual la Archipampanesa y la Infanta su hija, ha de -campear su beldad, pues yo salgo fiador que en viendola, la estimen y -respeten en lo que merece y todos deseamos. No se hizo, como cuerda, -de rogar más, conociendo lo que debia á don Quixote, y que hasta -entonzes no le habia ido sino bien en condescender con sus locuras, -de que se llevaba por lo menos el pasar buena vida, y asi ofreció el -ir. Venida la mañana, el Archipampano salió á misa, llevando consigo -á Sancho, al cual preguntó por el camino si sabia ayudar á misa, y -respondió diziendo: Sí, señor, aunque es verdad que de unos dias á -esta parte, como andamos metidos tanto en este demonio de aventuras, -se me ha volado de la testa la confesion y todo lo demas, y solo me ha -quedado de memoria el encender las candelas y el escurrir las ampollas; -y aun á fe que solia yo tañer invisiblemente los organos por detras -en mi pueblo divinamente, y en no estando yo en ellos, todo el pueblo -me echaba de menos. Rieronlo de gana, y acabada la misa, volvieron á -casa á comer, y despues de haberlo hecho, no sin muy buenos ratos que -pasaron con Sancho, le dixo el Archipampano: Yo, en resolucion, quiero, -señor Sancho, que de aqui adelante os quedeis en mi casa y me sirvais, -ofreciendome á daros más salario del que os da el Caballero Desamorado; -que tambien yo soy caballero andante como él, y he menester servirme -de un escudero tal cual vos, en las aventuras que se me ofrecieren; -y asi, para obligaros desde luego, os mando un buen vestido por -principio de paga; pero dezidme: ¿cuanto es lo que os da por año el -señor don Quixote? A esto respondió Sancho: Se<span class="pagenum" -id="Page_271">p. 271</span>ñor, mi amo me da nueve reales cada mes, -y de comer, y unos çapatos cada año, y fuera deso me tiene prometido -todos los despojos de las guerras y batallas que vencieremos; aunque -hasta agora, por bien sea, los despojos que habemos llevado no han sido -otros que muy gentiles garrotazos, como nos los dieron los meloneros de -Ateca; mas con todo eso, aunque v. m. me añadiese un real más por mes, -no dexaria al Caballero Desamorado, porque á fe que es muy valiente, -á lo menos segun le oigo dezir cada dia; y lo mejor que tiene es ser -esforçado sin perjuizio ni daño de nadie, pues hasta agora no le he -visto matar una mosca. Replicó el Archipampano diziendo: ¿Es posible, -Sancho, que si yo os regalase más que vuestro amo, y os diese cada mes -un vestido y un par de çapatos, y juntamente un ducado de salario, -no me serviriades? Respondiole él: No es eso malo; pero con todo no -le serviria sino con condicion que me comprase un gentil rucio para -ir por esos caminos; que sepa que soy muy mal caminante de á pie, y -más, que habiamos de llevar muy buena maleta con dineros porque no nos -viesemos en los desafortunios que agora un año nos vimos por aquellas -ventas de la Mancha; tras que juntamente v. m. me habia de jurar y -prometer hazerme por sus tiempos rey ó almirante de alguna insula -ó peninsula, como mi señor don Quixote me tiene prometido desde el -primer dia que le sirvo; que aunque no tenga muy buen expediente para -gobernar, todavia sabriamos Mari-Gutierrez y yo juntos deslindar los -desaforismos que en aquellas islas se hiziesen; verdad es que ella -tambien es un poco ruda; pero creo que desde que ando por acá, no -dexara de saber algo más. Pues, Sancho, dixo el fingido Archipampano, -yo me obligo á cumpliros todas esas condiciones con que quedeis en mi -casa, y traigas á ella juntamente vuestra muger para que sirva á la -gran Archipampanesa, que me dizen sabe lindamente ensartar aljofar. -Ensartar azumbres, dixera v. m. mejor; que á fe que los enhila tan -bien como la reina Segovia, que no lo puedo más encarecer. Pusieron en -esto los señores fin á la platica por sestear un rato, habiendo dado -aviso á algunos señores amigos para que acudiesen aquella tarde á gozar -del entretenimiento que se les esperaba, con el caballero andante, -su dama y su escudero. La misma prevencion hizieron don Carlos, el -titular, su cuñado y don Alvaro. Llegada pues la hora y aprestados los -coches, se metieron en ellos con Barbara, á la cual quiso llevar don -Quixote á su lado; y con este entremes y no poca risa de los que los -vian en el coche, llegaron á casa del Archipampano; y subidos á ella -y ocupando los ordinarios asientos los caballe<span class="pagenum" -id="Page_272">p. 272</span>ros y las damas, entró por la sala don -Quixote, armado de todas pieças, trayendo con gentil continente á la -reina Zenobia de la mano. En viendolos entrar, don Alvaro Tarfe se -levantó, y postrado delante del Archipampano, le dixo: El Caballero -Desamorado, poderoso señor, y la sin par reina Zenobia vienen á visitar -á vuesa alteza. Apenas oyó Sancho el nombre de su amo, cuando se -levantó del suelo, en que estaba asentado, y corriendo para su amo, -arrodillandose delante dél, le dixo: Sea mi señor muy bien venido, y -gracias á Dios que aqui estamos todos; mas digame v. m., ¿acordose -de echar de comer al rucio la noche pasada? que estará el pobre del -asno con gran pena por no haberme visto de ayer acá; y asi, le suplico -diga de mi parte cuando le vea, que les beso las manos muchas vezes -á él y á mi buen amigo Rocinante, y que por haber sido esta noche -convidado á cenar y á dormir, y hoy á comer, por solos dos reales y -medio, ¡ahorcado sea tal barato, plegue á la madre de Dios! del señor -Arcapampanos, no los he ido á ver; pero que aqui en el seno les tengo -guardadas para cuando vaya un par de piernas de ciertos mochuelos -reales. No hizo caso don Quixote destos disparates, sino que fue -caminando con gravedad, de la suerte que habia entrado, con la reina -Zenobia, hasta ponerse en presencia del Archipampano, do presentado, -dixo: Poderoso señor y temido monarca: aqui en vuestra presencia está -el Caballero Desamorado, con la escelentisima reina Zenobia, cuyas -virtudes, gracias y hermosura, con vuestra buena licencia, tengo -de defender desde mañana á la tarde en publica plaça contra todos -los caballeros, por rara y sin par. Con esto la soltó de la mano y -mientras los circunstantes, admirados entre sí, celebraban unos con -otros la locura dél y fealdad della, se volvió el amo al escudero á -preguntarle como le habia ido aquella noche con el Archipampano, y que -le habia dicho de su buen brio, fortaleça y postura. En esto llegó -Barbara, llamada adonde los caballeros y damas estaban, do puesta de -rodillas, callaba vergonzosisima, aguardando á ver lo que le dirian; -los cuales tenian tanto que hazer en admirarse de la fealdad que en -ella miraban, y más viendola vestida de colorado, que no acertaban á -hablarla palabra de pura risa: con todo, mortificandola cuanto pudo, -le dixo el Archipampano: Levantaos, señora reina Zenobia; que agora -echo de ver el buen gusto del Caballero Desamorado que os trae, porque -siendo él desamorado, y aborreciendo tanto á las mugeres, como me -dizen que las aborrece, con razon os trae á vos consigo, para que -mirandoos á la cara, con mayor facilidad consiga su pretension, si bien -se podria dezir por él el re<span class="pagenum" id="Page_273">p. -273</span>fran de que qui amat ranam, credit se amare Dianam; pero con -todo, estoy en opinion de que si fueran cual vos todas las mugeres del -mundo, todos los caballeros dél aborrecerian su amor en sumo grado. -El que estaba más cerca de su esposa le preguntó qué le parecia de -la señora reina Zenobia, que el Caballero Desamorado traia consigo -por dechado de hermosura. Yo aseguro, respondió ella, que le den -pocas ocasiones de pendencias los competidores de su beldad. En esto -prosiguió el Archipampano la conversacion con la Reina, preguntandole -de su vida; y enterado de su boca de como se llamaba Barbara, y de -lo demas tocante á su estado y su ofizio, y de la ocasion por que -seguia al loco de don Quixote, le dixo él si se atreveria á quedar por -camarera de su muger, que necesitaba de quien le acallase una niña que -le criaban, ofizio que le parecia que ninguno le haria mejor que ella; -la cual excusandose con su poca capacidad y experiencia en cosas de -palacio, tuvo luego al lado por abogado á Sancho, el cual salió á la -causa diziendo: No tiene, señor, v. m. que pescudarla; que no saldrá -el diablo de la Reina del camino carretero de adereçar un vientre de -carnero y cocer unas manecillas de vaca, pues no sabe otra cosa. Y -llegandose á ella, y tirandola de la saya colorada, que le venia más -de palmo y medio corta, dixo: Abaxe, señora Segovia, esa saya con -todos los Satanases, que se le parecen las piernas hasta cerca de las -rodillas: ¿como, digame, quiere que la tengan por reina tan hermosa si -descubre esas piernas y çancajos, con las calças coloradas llenas de -lodo? Y volviendose al Archipampano, le dixo: ¿Por que piensa v. m. -que mi amo ha mandado á la reina Segovia que traiga las sayas altas y -descubra los pies? Ha de saber que lo haze porque, como ve que tiene -tan mala catadura, y por otra parte aquel borron en el rostro, que -la toma todo el mostacho derecho, quiere con esa invencion hazer un -noverint universi que declare á cuantos le miraren á la cara como no -es diablo, pues no tiene pies de gallo, sino de persona, de que se -podran desengañar mirandola los pies, pues por la bondad de Dios los -trae harto á la vergüença, y aun con todo, Dios y ayuda. Don Quixote -le dixo: Yo apostaré, Sancho, que tienes bien llena la barriga y -cargado el estomago, segun hablas: guarda no se me suba la mostaça -á las narizes y te cargue otro tanto á las espaldas, por igualar la -sangre. Respondió Sancho: Si tengo lleno el estomago, buenos dos -reales y medio me cuesta. Llegó á la que estaban en estos dares y -tomares, don Alvaro, y haziendo apartar á Sancho y á don Quixote á -un lado, dixo al Archipampano, haziendole un gran acatamiento á la -puerta de la<span class="pagenum" id="Page_274">p. 274</span> real -sala: Aqui está, excelso monarca, un escudero negro, criado del rey -de Chipre Bramidan de Tajayunque; el cual trae una embaxada á vuesa -alteza, y viene á hazer no sé que desafio con el escudero del Caballero -Desamorado. En oyendolo, respondió aprisa Sancho, perdido el color: -Pues digale luego, por las entrañas de Jesucristo, que no estoy aqui y -que no me hallo agora para hazer pelea... Pero, ¡cuerpo del anima del -Antecristo! vayan y diganle que entre; que aqui estoy aguardandole, y -que venga mucho de noramala él y la puta negra de su madre; que yo, -si me ayudan mi amo y el señor don Carlos, que me quiere del alma, me -atrevo á hazerle que se acuerde de mí y del dia en que el negro de su -padre le engendró, mientras viva. Hase de advertir aqui que don Alvaro -y don Carlos habian dado orden á su secretario se tiznase el rostro, -como lo hizo en Çaragoça, y entrase en la sala á presentarse á Sancho -de la suerte que allá se le presentó á él y á su amo, continuando el -embuste del desafio. Entro pues dicho secretario, tiznada la cara y las -manos, y vestido una larga ropa de terciopelo negro, con una grande -cadena de oro en el cuello, trayendo juntamente muchos anillos de los -dedos y gruesos çarcillos atados á las orejas. En viendole Sancho, -como ya le conocia de Çaragoça, le dixo: Seais muy bien venido, monte -de humo: ¿que es lo que quereis? que aqui estamos mi señor y yo; y -guardaos del diablo, y mirad como hablais; que por vida de mi rucio, -que no pareceis sino uno de los montes de pez que hay en el Toboso para -empegar las tinajas. El secretario se puso en medio de la sala, y sin -hazer cortesia á nadie, volviendose á don Quixote, despues de haber -estado un rato callando, dixo desta manera: Caballero Desamorado, el -gigante Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre y señor mio, me manda -venir á ti para que le digas cuando quieres acabar la batalla que -con él tienes aplaçada en esta corte; porque él acababa de llegar -ahora de Valladolid, de dar cima á una peligrosa aventura, en que ha -muerto él solo más de docientos caballeros sin más armas que una maça -que trae de acero colado: por tanto mandadme dar luego la respuesta, -para que vuelva con ella al gigante mi señor. Antes que don Quixote -respondiese, se llegó don Carlos á su negro y disfrazado secretario -diziendole: Señor escudero, con licencia del señor don Quixote, os -quiero responder como persona á quien tambien toca ser vengado de -las soberbias palabras de vuestro amo; y asi, digo por ambos, que la -batalla se haga el domingo en la tarde en el puesto que sus altezas -señalen, en cuya presencia se ha de hazer, y sea de la suerte y con las -armas que vinieren á él más á<span class="pagenum" id="Page_275">p. -275</span> proposito; y con esto os podeis ir con Dios, si otra cosa no -se os ofrece. El secretario respondió diziendo: Pues antes que me vaya -quiero tomar luego en esta sala vengança de un soberbio y descomunal -escudero del Caballero Desamorado, llamado Sancho Pança, el cual se -ha dexado dezir que es mejor y más valiente que yo: por tanto, si -está entre vosotros salga aqui, para que, haziendole con los dientes -menudisimas tajadas, le eche á las aves de rapiña para que se lo coman. -Todos callaron; y viendo Sancho tan general silencio, dixo: ¿No hay -un diablo que, agora que es menester, hable por mí, en agradecimiento -y pago de lo mucho que yo otras vezes hablo por todos? Y llegandose -al secretario, le dixo: Señor escudero negro, Sancho Pança, que soy -yo, no esta aqui por agora; pero hallarle heis á la puerta del Sol, -en casa de un pastelero, do está dando cabo y cima á una grande y -peligrosa aventura de una hornada de pasteles: id por tanto á dezille -de mi parte que digo yo que venga luego á la hora á hazer batalla con -vos. ¿Pues como, replicó el secretario, siendo vos Sancho Pança mi -contrario, dezis que no está aqui? Vos sois una gran gallina. Y vos -un gran gallo, respondió Sancho, porque quereis que yo esté aqui á -pesar mio, no queriendo estar, por más que sea Sancho Pança, escudero -del Caballero Desamorado y marido de Mari-Gutierrez; y si niego lo -que soy, más honrado era san Pedro y negó á Jesucristo, que era mejor -que vos y la puta que os parió, mal que os pese; y si no, dezid al -contrario. No pudieron detener la risa los circunstantes del disparate; -y cobrando nuevo animo, prosiguió: Y sabed, si no lo sabeis, que estoy -aguardando poco á poco á que me venga la colera para reñir con vos; -y creed bien y caramente que si deseais con esa cara de cocinero del -infierno hazerme menudisimas tajadas con los dientes para echarme á -los gorriones, que yo con la mia de pascua, deseo hazeros entre estas -uñas rebanadas de melon, para daros á los puercos á que os coman: por -tanto, manos á la labor; pero ¿de que manera quereis que se haga la -pelea? ¿De que manera se ha de hazer, replicó el secretario, sino con -nuestras cortadoras espadas? ¡Oxte, puto! dixo Sancho; eso no, porque -el diablo es sutil, y donde no se piensa, puede suceder facilmente -una desgracia, y podria ser darnos con la punta de alguna espada en -el ojo sin quererlo hazer, y tener que curar para muchos dias. Lo -que se podrá hazer, si os parece, será hazer nuestra pelea á puros -caperuçazos, vos con ese colorado bonete que traeis en la cabeça, y yo -con mi caperuça, que al fin son cosas blandas, y cuando un hombre la -tire y dé al otro no le puede hazer mucho daño;<span class="pagenum" -id="Page_276">p. 276</span> y si no, hagamos la batalla á moxicones; -y si no, aguardemos al invierno que haya nieve, y á puras pelladas -nos podemos combatir hasta tente bonete, desde tiro de mosquete. Soy -contento, dixo el secretario, de que se haga la batalla en esta sala -á moxicones, como me dezis. Pues aguardaos un poco, respondió Sancho, -que sois demasiado de supito, y aun no estoy del todo determinado de -reñir con vos. Enfadose don Quixote, y dixole: Por cierto, Sancho, que -me parece tienes sobrado temor á ese negro, y asi entiendo es imposible -salgas bien desta hecha. ¡Oh mal haya quien me parió, replicó Sancho, -y aun quien me mete en guerreaciones con nadie! ¿V. m. no sabe que yo -no vengo en su compañia para hazer batallas con hombres ni mugeres, -sino solo para servirle y echar de comer á Rocinante y á mi asno, por -lo cual me da el salario que tenemos concertado? Tanto me hará, que dé -á Judas las peleas, y aun á quien acá me traxo. ¡Mirad que cuerpo non -de tal con v. m.! Estase ahi el señor Arcapampanos y su muger con todo -su abolorio y el principe Perianeo, y el señor don Carlos y don Alvaro -con los demas, desquixarandose de risa, y v. m., armado como un san -Jorge, contemplandose á su reina Segovia; y no quiere que tenga temor -estando delante de mi enemigo, con la candela en la mano, como dizen. -Igual fuera que se pusieran de por medio todos y nos compusieran, pues -saben fuera hazer las siete obras de misericordia. Bien dizes, Sancho, -dixo don Alvaro; y asi, por mi respeto, señor escudero, habeis de hazer -pazes con él y desistir de vuestra pretension y desafio, pues basta el -que tiene hecho vuestro amo con el suyo, para que en virtud dél quede -por vencido el escudero del señor que lo fuere de su contrario. A mí -se me haze, respondió el secretario, muy grande merced en eso; porque -si vá á dezir verdad, ya me bamboleaba el anima dentro las carnes, -de miedo del valeroso Sancho; y (replicó el secretario) no terné las -treguas por firmes si juntamente no nos damos los pies: Los pies, dixo -Sancho, y cuanto tengo os daré á trueque de no veros de mis ojos. Y -diziendo esto, levantó el pie para darsele; pero apenas lo hubo hecho, -cuando lo tuvo asido el secretario dél, de suerte que le hizo dar una -gran caida. Rieron todos, y saliose corriendo el secretario, tras lo -cual se llegó don Quixote á levantar á Sancho, diziendole: Mucho siento -tu desgracia, Sancho; pero puedeste alabar de que quedas vencedor, y -de que á traicion y sobre treguas, y lo que peor es, huyendo, ha hecho -tu contrario esta alevosia; pero si quieres te le traiga aqui para que -te vengues, dilo; que iré por él; hecho un rayo. No, ¡cuerpo de tal! -dixo Sancho, pues peor librará<span class="pagenum" id="Page_277">p. -277</span> si pelearamos mano á mano; y como v. m. dize, al enemigo -que huye, la puente de plata. Avisaron tras esto que ya era hora de -la cena, porque se les habia pasado el tiempo sin sentir en oir y ver -estos y otra infinidad de disparates; y obligando el Archipampano á -todos que se quedasen á cenar con él, lo hizieron con mucho gusto, -pasando graciosisimos chistes en la cena: tras la cual se fueron todos -á reposar, unos á sus cuartos y otros á sus casas, solo Sancho, que se -hubo de quedar en la del Archipampano, medio mal de su grado.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_34"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXXIV</h2> - <p class="subh2h">Del fin que tuvo la batalla aplaçada entre don - Quixote y Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, y de como Barbara - fue recogida en las arrepentidas.</p> -</div> - -<p>Muchos y buenos dias tuvieron, no solo aquellos señores, con don -Quixote, Sancho y Barbara, sino otros muchos á quien dieron parte de -sus buenos humores y de los dislates del uno y simplicidades del otro; -y llegó el negocio á termino que ya eran universal entretenimiento -de la corte. El Archipampano, para mayor recreacion, hizo hazer un -gracioso vestido á Sancho, con unas calças atacadas, que él llamaba -çaragüelles de las Indias, con que parecia extremadamente de bien, -y más, puesto con espada al lado y caperuça nueva; siendo menester; -para persuadirle se la ciñese, dezirle le armaba caballero andante una -tarde, por la vitoria que habia alcançado del escudero negro, dandole -el orden de caballeria con mucho regocijo y fiesta: pero iba empeorando -tan por la posta don Quixote con el aplauso que via celebrar sus -hazañas á gente noble, y más desque vió armado caballero su escudero, -que, movidos de escrupulo, se vieron obligados el Archipampano y -principe Perianeo á cesar de darle prisa, y á dar orden en que se -curase de proposito, apartandole de la compañia de Barbara y de -conversaciones publicas; que Sancho, aunque simple, no peligraba en el -juizio. Comunicaron esta determinacion con don Alvaro, y pareciendole -bien su resolucion, les dixo que él se encargaba, con industria del -secretario de don Carlos, cuando dentro de ocho dias se volviese á -Cordoba, donde ya sus compañeros estarian, por haberse ido allá por -Valencia, de llevarsele en su compañia hasta Toledo, y dexar muy -encargada y pagada alli en casa del Nuncio su cura, pues no le faltaban -amigos en aquella ciudad á quien encomendarle. Añadió que se obli<span -class="pagenum" id="Page_278">p. 278</span>gaba á ello por lo que tenia -escrupulo de haber sido causa de que saliese del Argamesilla para -Çaragoça, por haberle dado parte de las justas que alli se hazian, y -hazerle dexado sus armas y alabado su valentia; pero que era de parecer -no se le tratase nada sin dexarle salir á la batalla de Tajayunque, -porque, segun la tenia en la cabeça, le parecia imposible persuadirle -nueva aventura, no rematada aquella que tan desvanecido le traia; y que -lo que se podia hazer era dar orden en que se aplaçase y fuese el dia -siguiente, y para más aplauso, en la casa del Campo, donde se podria -cenar para más recreacion, convidando muchos amigos, pues tenia por -cierto seria graciosisimo el remate de la aventura, que no esperaba -menos del ingenio del secretario. Agradoles á todos el voto de don -Alvaro, y más al Archipampano, el cual tomó á su cargo el proveer la -cena y prevenir el puesto: solo rogó á don Carlos le hiziese placer de -procurar persuadir á Sancho se quedase en su casa y de traer juntamente -á Mari-Gutierrez; que él se encargaba de ampararles y valerles mientras -viviesen, porque gustaba mucho él y su muger del natural de Sancho, y -estaban certificados que no era de menos gusto el de Mari-Gutierrez; y -porque ninguno de los valedores de don Quixote y su compañia quedase -sin cargo en orden á procurar su bien, le dió al principe Perianeo -de que procurase con Barbara aceptase el recogimiento que le queria -procurar en una casa de mugeres recogidas, pues él tambien se obligaba -á darle la dote y renta necesaria para vivir honradamente en ella. -Encargados pues todos y cada uno de por si de hazer cuanto pudiese en -el personage que se le encomendaba, llegado el plaço señalado para la -batalla de Bramidan, se fueron los dichos señores con otros muchos de -su propia calidad á la casa del Campo, do estaban ya otros haziendo -estrado á las damas que con la muger del Archipampano habian ido á -tomar puesto. Llevaronse los señores consigo á don Quixote, armado -de todas pieças, y más de coraje, y con él á la reina Zenobia y á -Sancho, llevando un lacayo del diestro á Rocinante, que con el ocio y -buen recado estaba más lucio, y un paje llevaba la lança. Estaba ya -prevenido el secretario de don Carlos de uno de los gigantes que el dia -del Sacramento se sacan en la procesion en la corte, para continuar la -quimera de Bramidan. Llegados al teatro de la burla, y ocupados los -asientos (tras un buen rato de conversacion y paseo por la huerta) que -dentro la casa estaban prevenidos, y puesto don Quixote en el suyo, se -le llegó Sancho diziendo: ¿Que es, señor Caballero Desamorado? ¿Como -va? ¿Estan buenos el honrado Rocinante y mi<span class="pagenum" -id="Page_279">p. 279</span> discreto rucio? ¿No le han dicho nada que -me dixese? Yo aseguro que no les ha dado mis recados; que no dexaran de -responderme; pero yo sé el remedio, y es desocuparme de los negocios -de palacio, y buscar tinta y papel, y escribilles media dozena de -renglones; que no faltará un paje ó pajaro, ó como los llaman, que -se los lleve. Don Quixote le respondió: Rocinante está bueno, y ahi -le verás presto hazer maravillas, luego que enfronte con el caballo -indomito que traxere Bramidan: del rucio no te digo, hijo, sino que -gusta mucho de la corte por lo poco que en ella trabaxa y por lo bien -que le va. A eso replicó Sancho: Por ahi echo de ver que somos medio -parientes, pues tenemos una misma condicion; porque le juro, mi señor, -que en mi vida he comido mejor ni tenido mejor tiempo que desde que -estoy con el Arcapampanos; porque á él no se le da más de gastar ocho -ó nueve reales cada dia en comer, que á mí de comermelos; y hame dado -una cama en que duermo, que juro non de Dios no la tienen mejor las -animas del limbo, por más que sean hijas de reyes: solo hay malo que -con tanto regalo se me olvidan los negocios de aventuras y peleas. Pero -¿que me dize destos çaragüelles de las Indias? La más mala cosa son -que se puede pensar; porque por una parte, si no les poneis treinta -agujetas, se os caen por los lados; y por otra, si les poneis todas las -que ellos piden, no se comediran á caerse en una necesidad si no las -desatais de una en una, aunque se lo supliqueis con el bonete en la -mano, por más que os vean con el alma en los dientes traseros, tras que -no se puede un hombre con ellos rebullir, ni abaxar á coger del suelo -las narizes, por más que se le caigan de mocos. ¡Oh hi de puta, y que -bellaca cosa son para segar! No me atreveria yo á segar con ellos doze -haças al dia por todo el mundo: yo no sé como pueden los indios segar -con ellos ni remecerse sin dar de ojos á cada paso; yo creo que los -pajes del Arcapampanos deben de nacer allá en las Indias de Sevilla con -estos diablos de pedorreras, segun saltan y brincan con ellas; yo no sé -los caballeros andantes si las traian en aquellos tiempos: lo que sé -dezir de mí es que todas las vezes que he de mear, he menester quitar -una agujeta de delante, y aun despues, con todo eso, por más que haga, -se me cae lo medio adentro: linda cosa son çaragüelles de mi tierra, -pues si os da, trayendolos, alguna corrença, apenas habeis desatado una -laçada cuando ya estan abaxo. Mil vezes le he rogado al Arcapampanos -se haga unos para él, como los mios, tan abiertos abaxo como arriba, -de buen paño de llori, pues cuando mucho, no le costaran más de veinte -reales, y con ellos andará hecho<span class="pagenum" id="Page_280">p. -280</span> persona; y diziendome que lo hará, nunca veo que lo efetua. -Estando en estas razones, sintieron un grande rumor de los pajes que -estaban á la puerta; y sosegandolos á todos don Alvaro, mandó asentar -á Sancho en el suelo á los pies del Archipampano; tras lo cual entró -por la sala el secretario de don Carlos, metido dentro del gigante, -el cual traia una espada de palo entintada, de tres varas de largo y -un palmo de ancho. Apenas le vió Sancho asomar, cuando dixo á vozes: -Ven aqui, señores, una de las más desaforadas bestias que en toda la -bestieria se puede hallar: este es el demonio de Tajayunque, que solo -para perseguir á mi amo ha más de cuatro meses que ha venido del cabo -del mundo; y son tan endiabladas sus armas, que solo para que se las -traigan ha menester diez pares de bueyes; y si no, mirenle la espada, -con que dizen que suele cortar un ayunque de herrero por medio. Miren -pues ¡que hará del pobre mi señor don Quixote! Por las llagas de Dios -mande á todos me hagan placer de echarle de aqui con Barrabas, á que -vaya á tener guerreacion allá con la muy puerca de su madre; y no -piense nos va poco en ello, pues asi partirá de un reves á diez ó doze -de nosotros, como yo con un papirote partiria el anima de Judas si -delante de mi viniese. Mandole don Quixote callar hasta ver que era -lo que queria, pues conforme á ello se le daria la respuesta. Puesto -en medio el crecido gigante, dixo con mucha pausa, despues de haber -obligado á todos á que le diesen silencio con volver buen rato la -cabeça á todas partes: Bien habrás echado de ver, Caballero Desamorado -don Quixote de la Mancha, en mi presencia, como he cumplido la palabra -que te dí en Çaragoça, de venir á la corte del rey Catolico á acabar -delante de sus grandes la singular batalla que de tu persona á la mia -tenemos aplaçada. Hoy pues es el dia en que los de tu vida han de -acabar á los filos desta mi temida espada, porque hoy tengo de triunfar -de ti y hazerme señor de todas tus vitorias, cortandote la cabeça y -llevandola conmigo á mi reino de Chipre, do la pienso fixar en la -puerta de mi casa con un letrero que diga: «La flor manchega murió á -manos de Bramidan.» Hoy es el dia en que, quitandote á ti del mundo, -me coronaré pacificamente por rey de todo él, pues no habrá fuerças -que me lo impidan; y hoy, finalmente, es el dia en que me llevaré -todas las damas que en esta sala y corte estan, á Chipre, para que -haga dellas á mi gusto en mi rico y grande reino, pues hoy començará -Bramidan, y acabará don Quixote de la Mancha: por tanto, si eres -caballero, y tan valeroso como todo el orbe dize, vente luego para mí; -que no traigo otras armas ofensivas ni defensivas más que esta<span -class="pagenum" id="Page_281">p. 281</span> sola espada hecha en la -fragua de Vulcano, herrero del infierno, á quien yo adoro y reverencio -por dios, juntamente con Neptuno, Marte, Jupiter, Mercurio, Palas y -Proserpina. Dicho esto, calló; pero no Sancho, que se levantó diziendo: -Pues á fe, don Gigantazo, que si os burlais en llamar dioses á todos -esos borrachos que dezis, y lo sabe la santa Inquisicion, que en hora -mala venisteis á España. Mas don Quixote, lleno de saña y pundonor, se -puso de pies en su presencia, y empuñada la espada, con mucha pausa y -gravedad començó á dezirle: No pienses ¡oh soberbio gigante! que las -arrogantes palabras con que sueles espantar á los caballeros de poco -vigor y esfuerço han de ser bastantes á poner un pelo de temor en mi -indomito coraçon, siendo yo el que todo el mundo sabe y tú has oido -dezir por todos los reinos y provincias que has pasado; y echaráslo -de ver en que he venido á esta corte solamente á buscarte, con fin -de darte en ella el castigo que ha tantos años que tus malas obras -tienen tan merecido; pero ya me parece no es tiempo de palabras, sino -de manos, pues ellas suelen ser testigo y prueba de la fineza de los -coraçones y del valor de los caballeros. Mas, porque no te alabes de -que entre contigo en batalla con ventaja, estando armado de todas -pieças, y tú de sola tu espada, quiero, para mayor demostracion de cuan -poco te estimo, desarmarme, y pelear contigo en cuerpo y solo tambien -con espada; que aunque la tuya, como se ve, es más grande y ancha que -la mia, por eso es esta regida y gobernada de mejor y más valerosa mano -que la tuya. Volviose á Sancho tras esto, diziendole: Levantate, mi -fiel escudero, y ayudame á desarmar; que presto verás la destruicion -que deste gigante, tu enemigo y mio, hago. Levantose Sancho, -respondiendole: ¿No seria, señor, mejor que todos los que en esta -sala estamos, que somos más de docientos, le arremetiesemos juntos, y -unos le asiesen de los arrapieços, otros de las piernas, otros de la -cabeça y otros de los braços, hasta hazelle dar en el suelo una gran -gigantada, y despues le metiesemos por las tripas todas cuantas espadas -tenemos, cortandole la cabeça, despues los braços, y tras esto las -piernas? Que le aseguro que si despues me dexan á mí con él, le daré -más cozes que podran coger en sus faltriqueras, y me lavaré las manos -en su alevosa sangre. Haz lo que te digo, Sancho, replicó don Quixote; -que no ha de ser el negocio como tú piensas. En fin Sancho le desarmó, -quedando el buen hidalgo en cuerpo y feisimo, como era alto y seco y -estaba tan flaco, el traer de las armas todos los dias, y aun algunas -noches, le tenian consumido y arruinado de suerte, que no parecia -sino una muerte hecha de la<span class="pagenum" id="Page_282">p. -282</span> armazon de huesos que suelen poner en los cimenterios que -estan en las entradas de los hospitales. Tenia sobre el sayo negro -señalados el peto, espaldar y gola, y la demas ropa, como jubon y -camisa, medio pudrida de sudor; que no era posible menos de quien tan -tarde se desnudaba. Cuando Sancho vió á su amo de aquella suerte, y -que todos se maravillaban de ver su figura y flaqueza, le dixo: Por -mi anima le juro, señor Caballero Desamorado, que me parece cuando le -miro, segun está de flaco y largo, pintiparado un rocinazo viejo de -los que echan á morir al prado. Con esto don Quixote se volvió para el -gigante, diziendo: Ea, tirano y arrogante rey de Chipre, echa mano á tu -espada, y prueba á que saben los agudos filos de la mia. Hizose, dichas -estas razones, dos pasos atrás, y sacando la espada medio mohosa, se -fue poco á poco acercando al gigante, el cual, viendole venir, fue -prontisimo en sacudir de sus hombros la aparente maquina de papelon -que sobre sí traia, en medio de la sala, y quedó el secretario que la -sustentaba vestido riquisimamente de muger; porque era mancebo y de -buen rostro, y en fin, tal, que cualquiera que no le conociera se podia -engañar facilmente. Espantaronse todos los que el caso no sabian; pero -don Quixote, sin hazer movimiento alguno, se estuvo quedo, puesta la -punta de la espada en tierra, aguardando lo que aquella donzella, que -él pensaba ser gigante, dezia; la cual, reconocidos los circunstantes, -dixo á don Quixote sin moverse: Valeroso Caballero Desamorado, honra y -prez de la nacion manchega, maravillado estarás sin duda de ver vuelto -hoy á un tan terrible gigante en una tan tierna y hermosa donzella cual -yo soy; pero no tienes que asombrarte; que has de entender que yo soy -la infanta Burlerina, si nunca la oiste dezir, hija del desdichado rey -de Toledo, el cual, siendo perseguido y cercado del alevoso principe -de Cordoba, levantador de falsos testimonios á su propia madrastra, le -ha enviado á dezir muchas vezes estos dias, que solo alçaria el cerco -y le restituiria todas las tierras que su padre della habia ganado, -cuyo campo dicho principe como general regia, si le enviaba luego á su -hija Burlerina, que soy yo, para servirse de mí en lo que fuese de su -gusto, con condicion de que habia de ir acompañada de doze donzellas, -las más hermosas del reino, y juntamente de doze millones de oro fino, -el más fino que la Arabia cria, para ayuda de los gastos que en la -guerra y cerco habia hecho, jurando, si no lo cumplia, por los dioses -inmortales, de no dexar en Toledo persona viva ni piedra sobre piedra. -Viendose reducido el afligido de mi padre á tanta necesidad, y que no -podian sus fuerças resistir á<span class="pagenum" id="Page_283">p. -283</span> las del contrario, sino que le era forçoso morir él y -todos sus vasallos en las crueles manos de tan poderoso enemigo, ó -condecender con su inica condicion, le envió á dezir le diese cuarenta -dias de plaço para buscar en ellos las doze donzellas que pedia y -aquella gran suma de dinero, y que si pasado dicho termino no acudia -con dicha cantidad executase en su reino el rigor con que le amenaçaba. -Constandoles pues ¡oh invicto manchego! á un tio mio, grande encantador -y nigromantico, notable aficionado tuyo, llamado el sabio Alquife, el -gran peligro en que mi padre, su hermano, y yo su sobrina, estabamos, -hizo un fortisimo encantamiento, metiendome en este aparente gigante -que aqui está tendido, y enviandome encubierta en él, por asegurar asi -mi honestidad, á buscarte á tí por todo el mundo, sin dexar reino, -insula ó provincia en que no te haya buscado; y fue tanta mi ventura, -que hallandote en Çaragoça, no hallé mejor medio para sacarte de alli y -traerte á esta corte, que solo dista doze leguas de Toledo, que fingir -el aplaçado desafio: por tanto, oh magnanimo principe, si hay en tí -algun rastro de piedad y sombra del infinito amor que á la ingrata -infanta Dulcinea del Toboso tuviste, aunque ya eres el Caballero -Desamorado, por las leyes de amistad que á mi tio Alquife debes, y por -lo que las esperanças que en ti he puesto merecen, te suplico que, -dexadas aparte todas las aventuras que en esta corte se te pueden -ofrecer, y todas las honras que en ella sus principes te hazen, acudas -luego conmigo á la defensa y amparo de aquel afligido reino, para que -entrando en singular batalla con el maldito principe de Cordoba, le -venzas, y dexes libre de su tirania á mi venerable padre, pues te juro -y prometo por el dios Marte, de ser yo mesma el premio de tus trabajos. -Calló, dichas estas razones, aguardando las que don Quixote le daria de -respuesta; pero Sancho, que estaba totalmente maravillado, antes que -su amo respondiese, dixo: Señora reina de Toledo, no tiene v. m. que -jurar por el dios Martes ni Miercoles; que mi amo irá sin falta á matar -á ese bellaconazo del principe de Cordoba, y yo sin falta iré con él: -por el tanto vayase un poco delante, y digale al señor su padre como -ya vamos, que nos tenga bien de cenar, y que á ese principillo nos le -tenga para cuando lleguemos, muy bien atado á un poste, en cueros; que -yo la aseguro, si lo haze, de hazerle con esta pretina que se acuerde -mientras viva del nombre suyo, y aun de los de su padre y madre. Dió á -todos notable gusto la disparatada respuesta de Sancho; pero suplió su -simplicidad el peso de la que dió don Quixote, diziendo á la dama: Por -cierto, señora infanta Burleri<span class="pagenum" id="Page_284">p. -284</span>na, que no os ama ni estima quien asi os haze andar, en lo -que yo, por más que sea mi grande amigo el sabio Alquife vuestro tio, -pues con menos prevenciones las hiziera yo para defender el reino de -su hermano vuestro padre, rey de Toledo, obligado de lo que le debo; -pero ya que se interpone el peligro de la libertad de vuestra noble -y hermosisima persona, mayores seran las obligaciones que me moveran -á acudir con gusto al remedio de la referida necesidad: por tanto -respondo que iré en persona á dar favor y socorro á vuestro padre. Lo -que queda que hazer es, que veais cuando y como quereis que partamos; -que pronto y dispuesto estoy yo de mi parte para ir luego con vos, -para hazeros vengada de ese tirano principe que dezis; que ya nos -conocemos los dos, y aun deseo esta ocasion para que vea á que saben -mis manos; que desafiado le tengo; pero cual cobarde ha huido dellas. -El principe Perianeo, viendo la nueva aventura que se le habia ofrecido -á don Quixote, y lo presto y bien que don Alvaro habia entablado con el -secretario de don Carlos el modo con que se podia facilitar el llevar -á la casa del Nuncio de Toledo á don Quixote, le dixo: Desde aqui -desisto, señor Caballero Desamorado, de la pretension de la infanta -Florisbella de Grecia, sin querer entrar en batalla con quien puede -dar seguridad de vitoria á reinos enteros, estando aun ausente; y asi, -en publico me doy por vencido dese valor, con no poca gloria de v. m., -corrimiento mio y contento del principe don Belianis de Grecia. Holgó -mucho don Quixote destas razones, y agradecioselas, dandosele por -amigo, y lo mismo Sancho, que deseaba se excusase esta pendencia; el -cual por mandado del Archipampano se levantó y fue con mucho respeto -por la infanta Burlerina, trayendosela por la mano, de cuya vista -rieron los caballeros y damas en extremo, conociendo era el secretario -de don Carlos, y no muger, como pensaba don Quixote y su escudero, que -viendo la risa de todos, no pudiendo sufrirla, dixo: ¿De que se rien -ellos y ellas, cuerpo non de quien las parió? ¡Nunca han visto á una -hija de un rey puesta en trabajo! Pues sepan que cada dia nos topamos -yo y mi amo con ellas por esos caminos, y si no, digalo la gran reina -Segovia. Lo que vs. ms., señoras, han de hazer, es tenerse por dicho -que ha de dormir esta infanta con una de vs. ms. esta noche; si no, -ahi está mi cama á su servicio, que le beso las manos. Levantaronse -todos tras estas razones á cenar, desapareciendo el secretario. Hubo -gran cena, y mucha continuacion en ella de los disparates de don -Quixote y de Sancho; pero alabaron todos el parecer del Archipampano -cuando supieron trataba de en<span class="pagenum" id="Page_285">p. -285</span>viar á Toledo á curar en la casa del Nuncio á don Quixote; -y volviendose á sus casas en los coches, como habian venido, se quedó -en la del Archipampano Sancho, como solia, y Barbara y don Quixote se -fueron con don Carlos y don Alvaro á la del principe Perianeo, el cual -apenas estuvo en ella, cuando tomó tan á pechos el persuadir á Barbara -se recogiese en una casa de mugeres de su calidad, supuesto le estaba -tan bien y era gusto del Archipampano, que salia á pagar la entrada y -á darle suficiente renta con que pasar la vida todo lo que le durase, -que ella, convencida de sus buenas razones, y conociendo cuan mal le -estaba volver á Alcala, do ya todos sabian su trato, tras verse sin -tener que comer ni partes para ganarlo con ellas, dió con no poca -alegria el sí de hazer lo que se le pedia y perseverar donde quiera -que la pusiesen, con que se efetuó su recogimiento dentro de dos dias, -sin que don Quixote pudiese entendello; y cuando la hallaron menos sus -diligencias, le persuadieron que las de sus vasallos habian podido -sacarla encubierta secretamente de la corte y volverla á su reino.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_35"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXXV</h2> - <p class="subh2h">De las razones que entre don Carlos y Sancho - Pança corrieron acerca de que él se queria volver á su tierra ó - escribir una carta á su muger.</p> -</div> - -<p>Estaba ya don Carlos en vigilia de celebrar las bodas de su hermana -con el titular, y queria por gusto del Archipampano y mayor solemnidad -dellas, tener de asiento en Madrid á Sancho; y asi, para obligarle -á que, trayendo alli su muger, no pensase más en su tierra, le dixo -un dia que se halló con él en casa del Archipampano: Ya sabeis, mi -buen Sancho, el deseo que de vuestro bien he tenido desde que os vi -en Çaragoça, y el cuidado con que os regalé de mi mano en la mesa la -primer noche que entrastes en mi casa, y cuanta merced os han hecho -siempre en ella mis criados, particularmente el cocinero coxo: pues -habeis de saber que lo que me ha movido siempre á esto, ha sido el -veros tan hombre de bien y de buenas entrañas, teniendo lastima de -que una persona de vuestra edad y buenas partes padeciese, y más en -compañia de un loco tal cual es don Quixote, en la cual, por serlo -tanto, no podiades dexar de dar en mil desgracias, porque sus locuras, -desatinos y arrojamientos no pueden prometer buen suceso á él ni á -quien le acompañare; y no digo cosa de que ya no tengais experiencia -vos desde el año pasado; y si no, dezidme: ¿que sacastes de las<span -class="pagenum" id="Page_286">p. 286</span> antiguas aventuras, sino -muchos palos, garrotazos, malas noches y peores dias, tras mucha -hambre, sed y cansancio, tras veros manteado de cuatro villanos, con -tantas barbas como teneis? ¡Pues monta, que es menos lo que habeis -padecido en esta ultima salida! en la cual las insulas, peninsulas, -provincias y gobernaciones que habeis conquistado vos y vuestro amo, -son haber sido terrero de desgracias en Ateca, blanco de desdichas en -Çaragoça, recreacion de picaros en la carcel de Sigüença, irrision -de Alcala, y ultimamente mofa y escarnio de esta corte. Pero pues ha -querido Dios que entraseis en ella al fin de vuestra peregrinacion, -agradecedselo; que sin duda lo ha permitido para que se rematasen aqui -vuestros trabajos, como lo han hecho los de Barbara, que recogida en -una casa de virtuosas y arrepentidas mugeres, está ya apartada de don -Quixote, y pasa la vida con descanso y sin necesidad, con la limosna -que le ha hecho de piedad el Archipampano, la cual es tan grande, que -no contentandose de ampararla á ella, trata de hazer lo mesmo con -vuestro amo; y asi le perdereis presto, mal que os pese, porque dentro -de cuatro dias lo envia á Toledo con orden de que le curen con cuidado -en la casa del Nuncio, hospital consignado para los que enferman del -juizio, cual él; y no contenta su grandeza en amparar á los dichos, -trata con mis veras y mayor amor de ampararos á vos más de cerca, y -de las puertas adentro de su casa, en la cual os tiene con el regalo, -abundancia y comodidad que experimentais tantos dias ha: lo que queda -que hazer es que vos de vuestra parte procureis conservaros en la -privanza que estais, que es notable, como lo es lo que él, su muger y -casa os aman, de la cual no saldreis vos y vuestra muger Mari-Gutierrez -mientras vivais, á quien de mi consejo habeis de traer á ella, -enviandola á buscar; que yo daré mensagero seguro y pagaré los gastos, -pues gustará dello y de teneros en este palacio el Archipampano, -dandoos en él á ambos un cuarto y salario y muy honrada racion todos -los dias de vuestra vida, con que la pasareis alegre y descansadamente -en uno de los mejores lugares del mundo: por tanto, lo que habeis de -hazer es condecender con lo que os pido, y darme en breve la respuesta -cual merece el celo que de vuestro bien tengo. Calló don Carlos dichas -estas razones, y despues de haber estado Sancho suspenso un buen rato -de oillas, le respondió á ellas: Muy grande es por cierto, señor don -Carlos, el servicio que v. m. y el Arcadepampanos me ha hecho estos -dias, si bien les pido perdon dello, por si acaso no ha sido tanto -como yo merezco; que eso ya me lo veo, y no me lo podran pagar con -cuanta mo<span class="pagenum" id="Page_287">p. 287</span>neda tienen -todos los ropavejeros desta tierra, pero con todo se lo agradezco, y -ahi estan para hazelles merced en la Argamesilla veinte y seis cabeças -de ganado que tengo, dos bueyes, y un puerco tan grande como los de -por acá, el cual habemos de matar, si Dios quiere, para el dia de San -Martin, para el cual estará hecho una vaca: asi que digo que para -respondelle me dé, si le parece, algunos meses de termino; que no son -cosas estas de mudar de tierra que se hayan de hazer de repente: lo que -yo haré será ir á comunicallo con mi Mari-Gutierrez, ó cuando mucho, -le escribiré cuanto v. m. me dize; y si ella dize con una mano que sí, -yo diré lo mesmo con ambas de bonisima gana: busque pues v. m. tinta y -papel, si le parece, y escribamosla luego al punto una carta, en que -se le diga como el Ave Maria todo eso; y digo escribamos porque harto -haze quien haze hazer; que yo por mis pecados no sé escribir más que -un muerto, aunque tuve un tio que escribia lindamente; pero yo sali -tan grandisimo bellaco, que cuando siendo muchacho me enviaban á la -escuela, me iba á las higueras y viñas á hartarme de uvas y higos, y -asi sali mejor comedor dellos que no escribanador. Quedó contento de la -respuesta don Carlos, y difirieron el escribir la carta hasta despues -de comer; y habiendolo hecho con el Archipampano le dixo sobre mesa don -Carlos como ya tenia el sí de Sancho en lo que era traer á la corte -su muger, si á ella le parecia, y que solo faltaba el escribirselo, y -que asi, traxesen tinta y papel para que alli fuese secretario de la -carta que le habia de dictar Sancho. Traxose todo al punto, y apenas -habia empeçado don Carlos á doblar el pliego, cuando le dixo Sancho: -¿Saben, señores, lo que me parece? Que á fe mia que seria harto mejor -y más acertado volverme yo á mi casa y quitarme de aquestos cuentos, -pues ha que sali della cerca de seis meses, andandome hecho un haragan -tras de mi señor don Quixote por unos tristes nueve reales de salario -cada mes; si bien hasta agora no me ha dado blanca, lo uno porque dize -dará el rucio en cuenta y lo otro porque harto me pagará, pues me ha de -dar la gobernacion de la primera insula ó peninsula, reino ó provincia -que ganare; pero pues á él le llevan vs. ms., como ha dicho don Carlos, -á ser nuncio de Toledo, y yo no puedo ser de iglesia, desde agora -renuncio todos los derechos y pertinencias que en cuanto conquistare -me pueden pertenecer por herencia ó tema de juizio, y me determino -volver á mi tierra agora que viene la sementera, en que puedo ganar -en mi lugar cada dia dos reales y medio y comida, sin andarme á caça -de gangas: por tanto, burlas aparte. V. m., se<span class="pagenum" -id="Page_288">p. 288</span>ñor Arcapampanos, me mande volver luego mis -çaragüelles pardos, y tome allá estos suyos de las Indias (¡quemados -ellos sean!) y denme juntamente mi sayo y la otra caperuça, y adios, -que me mudo; que yo sé que mi Mari-Gutierrez y todos los de mi lugar -me estaran aguardando; que me quieren como la lumbre de sus ojos. -¿Quien me mete á mí con pajes, que no me dexan en todo el dia, sin -otros demonios de caballeros, que no hazen sino molerme con Sancho acá, -Sancho acullá? Y aunque aqui se come lindamente, si no siempre con la -boca, á lo menos siempre con los ojos, todavia lo que son salarios se -paga muy mal, y muchas vezes veo que se fingen culpas en los criados -para negarselos ó quitarles la racion ó despedillos mal pagados; y -cuando no suceda en salud, es cierto que en enfermedad no hay señor -que mande ni mayordomo que execute obra de caridad con los pobres -criados: en fin, bien dizen los picaros de la cocina que la vida de -palacio es vida bestial, do se vive de esperanças y se muere en algun -hospital: ello es hecho, señor don Carlos; no hay que replicar; que -mañana, en resolucion, pienso tomar las de Villadiego: verdad es que -si el señor Arcapampanos me asegurase un ducado cada mes y dos ó tres -pares de çapatos por un año, con cedula de que no me lo habia de poner -despues en pleito, y v. m. saliese por fiança dello, sin duda ternia -moço en mí para muchos dias: por eso, si lo determina hazer, no hay -sino efetuarlo, y encomendarme su par de mulas, y dezirme cada noche -lo que tengo de hazer á la mañana, y adonde tengo de ir á arar ó á dar -tal vuelta á tal ó tal rastrojo, y de lo demas dexeme el cargo á mí, -que no se descontentará de mi labor: verdad es que tengo dos faltas; -la una es que soy un poco comedor, y la otra que para despertarme á -las mañanas, algunas vezes es menester que el amo se llegue á la cama -y me dé con algun çapato; que con eso despierto luego como un gamo, y -echado de comer á mi vientre y á las mulas, voy á la fragua á sacar -la reja, alço los fuelles mientras el herrero la machaca, vuelvome á -casa una hora antes que amanezca, cantando por el camino siete ó ocho -siguidillas que sé lindisimas, do por refrigerar el aliento pongo á -asar cuatro cabeças de ajos, tomandolas con dos ó tres vezes de la bota -que tengo de llevar á la labrança; y á la que alborea, subo, hecha esta -prevencion, en la mula castaña que está mas gorda... Y de alli iba á -proseguir; pero atajole don Carlos, maravillado de su simple discurso, -y dixole: Ello se ha de hazer puntualmente lo que os tengo aconsejado, -pues se os cumpliran todas las condiciones que pedis. A fe que lo dudo, -replicó Sancho, de quien no tuvo<span class="pagenum" id="Page_289">p. -289</span> vergüença de tomar de un escudero como yo dos reales y medio -por la primer cena que me dió, y asi no quiero nada con él, sino que -Dios le eche á aquellas partes en que más de él se sirva. Dixole el -Archipampano, viendo que dezia las dichas razones por él: Estad cierto, -Sancho, que cumpliré cuanto en mi nombre os ha prometido el señor don -Carlos, mejor de lo que vos lo sabreis desear, y estad cierto de que -no os faltará en mi casa la gracia de Dios. La gracia de Dios, dixo -Sancho, es en mi tierra una gentil tortilla de huevos y torreznos, que -la sé yo hazer á las mil maravillas, y aun de los primeros dineros que -Dios me depare, he de hazer una para mí y el señor don Carlos, que nos -comamos las manos tras ella. Mucho gustaré de comella, respondió don -Carlos; pero ha de ser con condicion de que por amor de mí os pongais -sombrero, como lo usamos en la corte, y dexeis la caperuça. En todos -los dias de mi vida, replicó Sancho, no he gustado de sombreros, ni -sé á que saben, porque se me asienta la caperuça en la cabeça que es -bendición de Dios, porque en fin es bonisimo potage, pues si hace -frio, se la mete el hombre hasta las orejas, y si aire, se cubre con -su vuelta el rostro, cual si llevara un papahigo, yendo tan seguro de -que se le caiga, como lo está la rueda de un molino de moverse, y no -se bambalea á todas partes, como lo hazen los sombreros, que si les da -un torbellino ruedan por esos campos cual si les tomara la maldicion; -y más que cuestan doblado una dozena dellos que media de caperuças, -pues no pasa cada una dellas de dos reales y medio con hechura y -todo. Bien parece, Sancho, le dixo el Archipampano, que conoceis la -necesidad que tengo de vos, y que no tengo de reparar en cosa á trueque -de que quedeis en mi casa, pues pedis tantas gullorias: pero para que -conozcais mi liberalidad, mañana os mandaré pagar dos años de salario -adelantados á vos y á vuestra muger y en llegando ella os vestiré á -ambos muy de pascua. Beso á v. m. las manos, le respondió Sancho, por -ese buen servicio. Agora solo resta saber si las tierras de v. m. que -tengo de sembrar este otoño estan lexos; tras que, como no las sé, -será menester ir á ellas el domingo que viene, y tambien conocer las -mulas y saber qué resabios tienen, y si tienen buenas coyundas y todo -el demas aparejo; porque no quiero diga despues de mí v. m. que soy -descuidado. Todo está, Sancho, le replicó don Carlos de la manera que -deseais; lo que se ha de hazer es que escribamos la carta á vuestra -muger. Escribamos por cierto, respondió él, con la bendicion de Dios; -pero v. m. advierta que ella es un poco sorda, y será menester que la -escribamos un po<span class="pagenum" id="Page_290">p. 290</span>co -recio para que la oiga. Haga la cruz y diga: «Carta para Mari-Gutierrez -mi muger, en el Argamesilla de la Mancha, junto al Toboso.» Ahora bien, -digale que con esto ceso, y no de rogar por su anima. ¡Que es lo que -dezis, Sancho! le dixo don Carlos, aun no le habemos dicho cosa, ¡y ya -dezis: Con esto ceso! Calle, respondió él; que no lo entiende: ¿quiere -saber mejor que yo lo que tengo de dezir? El diablo me lleve si no me -ha hecho quebrar el hilo que llevaba, con la más linda astrologia que -se podia pensar; pero diga, que ya me acuerdo, «Habeis de saber que -desde que yo sali del Argamesilla hasta agora no nos hemos visto; mi -salud dizen todos que es muy buena; solo me duelen los ojos de puro -ver cosas del otro mundo, plegue á Dios que tal sea de los vuestros. -Avisadme de como os va del beber, y si hay harto vino en la Mancha para -remediaros la sed que mi presencia os causa, y mirad por vida vuestra -escardeis bien el huertecillo, de las malas hierbas que le suelen -afligir. Enviadme los çaragüelles viejos de paño pardo que estan sobre -el gallinero, porque acá me ha dado el Arcapampanos unos çaragüelles de -las Indias, que no me puedo remecer con ellos: guardarlos he para vos, -que quiçás se os asentaran mejor, y más que sin mucho trabajo traereis -guardado el hornillo de vidrio, pues tienen por delante una puerta que -se cierra y abre con una sola agujeta. Si quereis venir, ya os tengo -dicho lo que nos dará el Arcapampanos cada mes de salario; y asi, os -mando que antes que esta carta salga de aqui, os vengais á servir á la -Arcapampanesa, trayendo todos los bienes muebles y raizes con vos, que -ahi estan, sin dexar un palmo de tierra ni una sola hoja del huerto; -y no me seais repostona, que me canso ya de vuestras impertinencias, -y tanto será lo de más como lo de menos; y no os haya de dezir, como -acostumbro, con el palo en la mano: Jo, que te estriego, burra de mi -suegro.» Volviose, escritas estas razones, á don Carlos, diziendole: -Sepa v. m., señor, que las mugeres de hogaño son diablos, y en no -dandoles en el caletre, no haran cosa buena si las queman. Pues á fe -que lo ha de hazer, ó sobre eso oxte, morena. Esto dixo quitandose el -cinto, y tomandole en la mano con mucha colera, añadiendo que él sabia -de la suerte que se habia de tratar Mari-Gutierrez, mejor que el papa. -Maravillado estaba el Archipampano y cuantos en la sala asistian, de -ver tan natural simpleza, y aun aguardaban á cuando habia de dar con el -cinto á don Carlos; pero sin hazerlo prosiguió diziendo: «Ya os digo, -Mari-Gutierrez, que estaremos aqui lindamente; que aunque vos seais -enemiga de estar en casa de estos hidalgotes,<span class="pagenum" -id="Page_291">p. 291</span> todavia el Arcapampanos está tan hombre de -bien, que me ha jurado que en estando vos aqui, nos vestirá á ambos y -nos dará el salario de dos años adelantado, que es un docado por bestia -cada mes, el uno á mí y el otro á vos: mirad pues, si por lo menos -vivimos mil meses, si ternemos harto dinero. Del señor don Quixote -solo os digo que está mas valiente que nunca, y le han hecho nuncio -de Toledo: si le habeis menester, en dichas casas le hallareis, y no -poco acompañado, cuando paseis por alli: la Arcapampanesa, vuestra -ama, con quien habeis de estar, os besa las manos y tiene más deseo de -escribiros que de veros: es muger muy honrada, segun dize su marido, si -bien á mí no me lo parece, por lo que la veo holgazana, pues desde que -estoy aqui jamas le he visto la rueca en la cinta. Rocinante me dizen -está bueno y que se ha vuelto muy persona y cortesano: no creo lo sea -tanto el rucio, ó á lo menos no lo muestran sus pocas razones, si ya no -es que calla, enfadado de estar tanto tiempo en la corte.»</p> - -<p>Pareceme que no hay más que escribir, pues aqui se le dize cuanto -le importa, tan bien como se lo podria decir el mejor boticario del -mundo, y yo trasudo de puro sacar letras del caletre. Ved vos, Sancho, -dixo don Carlos, si quereis dezille otra cosa; que aqui estoy yo para -escribillo, pues hay harto papel, gloria á Dios. Cierrela, respondió -Sancho, y horro Mahoma. Mal se puede cerrar, replicó don Carlos, carta -sin firma, y asi dezid de que suerte soleis firmar. ¡Buen recado -se tiene! respondió Sancho: sepa que no es Mari-Gutierrez amiga de -tantas retoricas: no hay que firmar para ella, que cree bien firme -y verdaderamente todo lo que tiene y cree la santa madre Iglesia de -Roma, y asi, no necesita ella de firma ni firmo. Leyose la carta, hecho -esto, en voz alta, con increible risa de los circunstantes y atencion -del mismo Sancho, á quien dixo el Archipampano luego: ¿Como llevará -don Quixote el quedaros, Sancho, vos en mi casa? que no querria se -enojase y viniese despues á ella desafiandome á singular batalla, con -que mal de mi grado me obligase á hazeros volver con él. No tenga v. -m. miedo, respondió Sancho; que yo le hablaré claro antes que vaya á -Toledo, y le volveré su rucio, la maleta y juntamente el desaforado -guante del gigante Bramidan, que puse guardado en ella la noche que él -se le arrojó desafiandole en casa del señor don Carlos, para que le -vuelva á la infanta Burlerina, ó le dé en presente el arçobispo cuando -entre por nuncio en Toledo; que yo no quiero nada de nadie; y más que -le diré se vaya con Dios, pues desde aqui al dia del juizio reniego de -las peleas, sin querer más cosa<span class="pagenum" id="Page_292">p. -292</span> con ellas; pues tan pelado y apaleado salgo de sus uñas, -cual saben mis pobres espaldas; y libré tan mal habrá dos meses en -una venta, que por poco me hizieran volver moro unos comediantes, y -aun me circuncidaran, si no les rogara con vivas lagrimas no tocasen -en aquellos arrabales, pues seria tocar á las niñas de los ojos de -Mari-Gutierrez; y despues me costó muy gentiles golpes la defensa de un -ataharre que mi amo llamaba preciosa liga; y aunque él me quiere tanto, -que entiendo me dará lo que me tiene prometido, que es la gobernacion -de algun reino, provincia, insula ó peninsula, todavia diré mañana como -no puedo ir allá con él, por estar ya concertado con v. m., y que lo -que podrá hazer será enviarmela, que tan hombre seré para gobernalla -acá como allá. ¿Pero sabe v. m. que me parece? Que pues para de aqui -al Argamesilla no se hallará mensajero cierto, será acertado que yo, -que sé el camino, lleve la carta, pues le aseguro que no haré más de -darle fielmente en manos de mi muger, y volverme luego. Pues para -eso, Sancho, dixo el Archipampano, ¿que era menester escribirla, si -vos habiais de ir allá en persona? No cuideis della; que yo buscaré -quien la lleve con brevedad, y traiga luego respuesta, aunque dudo sea -ella tan elegante como vuestra carta, en que mostrais haber estudiado -en Salamanca toda la sciencia escribal que alli se profesa, segun la -habeis enriquecido de sentencias. No he estudiado, respondió Sancho, -en Salamanca; pero tengo un tio en el Toboso, que hogaño es ya segunda -vez mayordomo del Rosario, el cual escribe tan bien como el barbero, -como dize el cura; y como yo he ido muchas vezes á su casa, todavia me -he aprovechado algo de su buena habilidad; porque, como dizen, ¿quien -es tu enemigo? el de tu ofizio; en la arca abierta siempre el malo -peca: y finalmente, quien hurta al ladron harto digno es de perdon; y -asi dél sé escribir cartas; y si le he hurtado algo de lo que él sabe -desto, como se ve en ese papel, no importa; que bien me lo debia, pues -dia y medio anduve á segar con él, y lleve el diablo otra blanca me dió -sino un real de á cuatro; y á mi muger, que fue á escardar doze dias -en su heredad el mes de março, no le dió sino un real amarillo que no -sabemos cuanto vale: por eso estoy yo mejor con los cuartos y ochavos, -que son moneda que corre, y los han de tomar hasta el mismo rey y -papa, aunque les pese. Levantaronse en esto de la mesa para salir á -pasearse, dexando el Archipampano orden al secretario, de que enviasen -él y el mayordomo luego dos criados con aquella carta al Argamesilla, -con mandato de que no viniesen sin la muger de Sancho en ningun caso, -procurando traerla regala<span class="pagenum" id="Page_293">p. -293</span>da y con brevedad. Hizose asi. Llegó Mari-Gutierrez á la -corte con ellos dentro de quinze dias, do la recebió Sancho con donosos -favores, y el Archipampano fue el señor más bien entretenido que habia -en la corte aquellos dias; y no solo él, sino muchos della, con toda su -casa, tuvieron alegrisimos ratos de conversacion y pasatiempo muchos -meses con Sancho y su Mari-Gutierrez, que no era menos simple que él. -Los sucesos destos buenos y candidos casados remito á la historia que -dellos se hará andando el tiempo, pues son tales que piden de por sí un -copioso libro.</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Ch_36"> - <h2 class="nobreak">CAPITULO XXXVI Y ULTIMO</h2> - <p class="subh2h">De como nuestro buen caballero don Quixote de la - Mancha fue llevado á Toledo por don Alvaro Tarfe, y puesto alli en - prisiones en la casa del Nuncio, para que se procurase su cura.</p> -</div> - -<p>Cuando tuvo aprestada su vuelta para Cordoba don Alvaro, y estuvo -despedido de todos los señores de quienes tenia obligacion hazello -en la corte, traçó la noche antes de la partida, que, para arrancar -della á don Quixote, entrase un criado del Archipampano en casa cuando -acabasen de cenar, vestido de camino y con galas, como que venia de -Toledo en nombre de la infanta Burlerina á buscarle, para que fuese en -su compañia luego con toda diligencia á decercar la ciudad, y libralla -de las molestias que le hazia el alevoso principe de Cordoba. Tuvole -tan bien instruido, asi de lo que habia de hazer y dezir á don Quixote -cuando le diese el recado, como por el camino y en Toledo (donde por -orden del Archipampano le habia de acompañar, para mayor encubrir el -engaño, y traerle nuevas dél y del modo que quedaba), que llegando la -señalada noche y hora, á la que acababan de cenar en casa del principe -Perianeo con él en su mesa don Carlos, don Quixote y don Alvaro, apenas -él hubo dado aviso á don Quixote de como se partia el dia siguiente -para Cordoba, diziendole si mandaba algo para Toledo, donde habia -de pasar, cuando entró por la sala el dicho paje del Archipampano, -gallardamente adereçado, el cual, despues de haber saludado cortesmente -á todos los circunstantes, se volvió á don Quixote y le dixo: Caballero -Desamorado, la infanta Burlerina de Toledo, cuyo paje soy, te besa -las manos humildemente y suplica cuan encarecidamente puede, que te -sirvas de partir mañana sin falta conmigo, á la ligera y sin ruido, á -la gran ciudad de Toledo, donde ella y su afligido padre y lo mejor y -más lucido del reino te está por momentos aguardando, pues no faltan -más de<span class="pagenum" id="Page_294">p. 294</span> tres dias -para cumplirse los cuarenta que el enemigo principe de Cordoba les -tiene dado de plaço para deliberar ó la entrega de la ciudad, ó el -rendimiento de las inhumanas parias que les tiene pedido; y si tú con -tu valeroso braço no los socorres, sin duda seran miserablemente todos -muertos, la ciudad saqueada, quemados los templos, y los cimientos de -torres y las almenas ocuparan las alegres calles, sirviendoles sus -piedras de calçada y empedrado. La infanta mi señora, y el Rey, por -cierto postigo que el enemigo no sabe, te estan esperando con todos los -mejores caballeros de su corte, para que otro dia antes que amanezca, -tocando de repente al arma, con la voz y favor de Santiago les demos, -cogiendolos descuidados, un asalto tal que quede el enemigo, como sin -duda lo quedará, vencido, y tú vencedor; tras lo cual serás, si te -pareciere, aunque sea corto premio de tus inauditas grandezas, casado -con la hermosisima infanta Burlerina, la cual ha desechado á otros -muchos hijos de reyes y principes, solo por casar contigo: por tanto, -valeroso caballero, vete luego á reposar para que, tomando la mañana, -lleguemos á buena hora á la imperial ciudad de Toledo, que espera tu -favor por momentos. Don Quixote con mucha pausa le respondió, diziendo: -A muy buen tiempo habeis llegado, venturoso paje, pues podré ir en -esta ocasion acompañando al señor don Alvaro, que me acaba de dezir -que tambien por la mañana ha de partir para Toledo: por tanto no hay -sino que adereceis todo lo necesario para que en amaneciendo partamos -juntos, y pueda yo llegar con tan honrada compañia á socorrer al Rey -vuestro señor y á la infanta Burlerina, sobrina del sabio Alquife, -mi buen amigo. Verdad es que no soy de parecer de que se me trate -de eso que dezis, de casarme con dicha infanta despues de vencido -y muerto el alevoso principe de Cordoba, su contrario, y saqueado -su campo; que en efecto, siendo conocido en el mundo por Caballero -Desamorado, no será razon que ande en amores hasta pasar primero -algunas dozenas de años, pues podria suceder, como ha sucedido muchas -vezes á otros caballeros andantes, que andando yo por tanta y tan -varia multitud de reinos y provincias, me encontrase y aun enamorase -de alguna infanta de Babilonia, Transilvania, Trapisonda, Tolomaida, -Grecia ó Constantinopla; y si esto me sucede, cual confio, desde aquel -dia me tengo de llamar el Caballero del Amor, pues pasaré notables -trabajos, peligros y dificultades por el que á dicha infanta tendré, -hasta que despues de haber librado su reino ó imperio del fortisimo -enemigo que le tendrá cercado, le descubriré mi amor á dicha infanta -en su mismo aposento, do entraré bien armado<span class="pagenum" -id="Page_295">p. 295</span> con atentados pasos por un jardin, guiado -por una sabia camarera suya, una noche obscura; y si bien al principio, -por ser pagana, se açorará de oirme soy cristiano todavia, prendada -de mis partes y obligada de las razones con que le persuadiré la -verdad de nuestra santa religion, se casará conmigo con publicas -fiestas, bautizada ella y todo su reino; pero sucederme han tales y -tan notables guerras por ciertos motines de invidiosos vasallos, que -daran bien que contar á los historiadores venideros. Viendo don Alvaro -que ya començaba á disparatar, se levantó diziendo: Vamonos á reposar, -señor don Quixote, porque hemos de madrugar mucho para llegar con -tiempo á Toledo, por lo que hay de peligro en la tardanza. Y dicho -esto, se volvió al paje diziendole: Y vos, discreto embaxador de la -noble infanta Burlerina, idos luego á cenar, y despues á acostar en -la cama que el mayordomo os señalare. Saliose el paje de la sala, y -con él los demas, yendose todos á sus camas sin reparar don Quixote -más en Sancho que si nunca le hubiera visto, que fue particular -permision de Dios: verdad es que la mañana, en levantandose, á la que -ensillaban los criados de don Alvaro y paje del Archipampano, preguntó -por el escudero; mas divirtiole el humor don Alvaro diziendole que -no cuidase dél; porque ya se aprestaba para seguirles, y que poco -á poco se vernia detras, como otras vezes solia. Tras esto y tras -almorzar bien y despedirse del principe Perianeo y de don Carlos, se -salieron de la corte y caminaron para Toledo, ofreciendoseles por el -camino graciosisimas ocasiones de reir, particularmente en Getafe -y Illescas. Llegados á la vista de Toledo dixo don Quixote al paje -de la infanta Burlerina: Pareceme, amigo, que seria bien antes de -entrar en la ciudad, dar una gentil rociada al campo del enemigo, -pues vengo yo bien armado, y él muestra estar descuidado del açote -que tan cerca tienen sobre sí sus arrogancias en mi esfuerço, pues -seria empezar á hazerle baxar la cresta, que tan engreida tiene. El -paje le respondió: El orden, señor, que del Rey é Infanta traigo es -que sin rumor alguno vamos adonde nos estan esperando. Discretisimo es -ese orden, añadió don Alvaro, pues no hay duda sino que seria poner -en contingencia la vitoria, si les diese v. m. la menor ocasion del -mundo para prevenirse, y tendrian la grande de hazello con el rumor -que hariamos, pues es cierto que en sintiendonos, darian aviso las -despiertas centinelas de que hay enemigos. Digo, dixo don Quixote, -que quiero seguir ese parecer como más acertado, pues por lo menos me -asegura de que los cogeré de repente; y asi vos, paje de la infanta -Burlerina, guiad por donde habemos de entrar sin ser sentidos; pero -id pre<span class="pagenum" id="Page_296">p. 296</span>venido de -que si solos somos, tengo de hazer antes que entre en la ciudad una -sanguinolenta riça destos andaluzes paganos que se han atrevido á -llegar á los sacros muros de Toledo. El paje fue caminando un poco -adelante, guiando derecho hazia la puerta que llaman del Cambron, -dexando á la mano izquierda la de Visagra. Mas como don Quixote no -viese rumor de gente de guerra al rededor de la ciudad, y viese por -otra parte entrar y salir libremente por la puerta de Visagra todos -cuantos querian, dixo maravillado al paje: Dezidme, amigo, el principe -de Cordoba ¿donde tiene asentado su campo, que no veo por aqui ningun -aparato de guerra? Señor, respondió él, es astuto el enemigo, y asi -se ha alojado á la otra parte del rio, adonde nuestra artilleria no -le puede hazer mal ni ofender. Por cierto, dixo don Quixote, que él -sabe poco del arte militar, pues no echa de ver el necio que dexando -estas dos puertas libres y desembaraçadas, pueden los de adentro meter -facilmente los socorros y provisiones que les pareciere, como en efeto -lo meten todo hoy con sola mi entrada; pero en fin, no todos saben -todas las cosas. Entraron por la puerta del Cambron, como digo, y don -Quixote iba por las calles mirando á todas partes cuando y por donde le -saldrian á recebir el Rey, Infanta y grandes de la corte. Don Alvaro -fingió á la entrada del lugar que se queria quedar á aguardar á Sancho, -por poderse entrar libremente y sin el acompañamiento de muchachos -que don Quixote llevaba, en la posada do habia de aposentarse, como -en efeto lo hizo, enviando dos ó tres criados suyos en compañia del -paje del Archipampano y de don Quixote, con los cuales, y con una -multitud increible de niños que le seguian viendole armado, llegó el -triste sin pensar á las puertas de la casa del Nuncio, y quedandose en -ellas para su guarda los criados de don Alvaro, se entró solo con él -y un moço de mulas que le tuvo á Rocinante. El paje del Archipampano, -en apeandose, dixo á don Quixote: V. m., señor caballero, se esté -aqui mientras subo arriba á dar cuenta á la señora Infanta de su -secreta y deseada venida. Y subiendose una escalera arriba, se quedó -solo en medio del patio don Quixote, y mirando á una parte y á otra, -vió cuatro ó seis aposentos con rejas de hierro, y dentro dellos -muchos hombres, de los cuales unos tenian cadenas, otros grillos, y -otros esposas, y dellos cantaban unos, lloraban otros, reian muchos -y predicaban no pocos, y estaba en fin alli cada loco con su tema. -Maravillado don Quixote de verlos, preguntó al moço de mulas: Amigo, -¿que casa es esta? O dime ¿por que estan aqui estos hombres presos, y -algunos con tanta alegria? El moço de mulas, á quien ya habian<span -class="pagenum" id="Page_297">p. 297</span> instruido don Alvaro y el -paje del Archipampano de cómo se habia de haber con él, le respondió: -Señor caballero, v. m. ha de saber que todos estos que estan aqui son -espias del enemigo, á los cuales habemos cogido de noche dentro de la -ciudad, y los tenemos presos para castigarlos cuando nos diere gusto. -Prosiguió don Quixote preguntandole: ¿Pues como estan tan alegres? -Respondiole el moço: Estanlo tanto porque les han dicho que de aqui á -tres dias se entrega la ciudad al enemigo, y asi la esperada vitoria y -libertad les haze no sentir los trabajos presentes. Estando en esto, -salió de un aposento con un caldero en la mano un moço, el cual era de -los locos que iban ya cobrando un poco de juizio, y cuando oyó lo que -el moço de mulas habia dicho á don Quixote, dió una grandisima risada, -diziendo: Señor armado, este moço le engaña, y sepa que esta casa es -la de los locos, que llaman del Nuncio, y todos los que estan en ella -estan tan faltos de juizio como v. m.; y si no, aguardese un poco, y -verá como bien presto le meten con ellos; que su figura y talle y el -venir armado no prometen otra cosa sino que le traen engañado estos -ladrones de guardianes, para echalle una muy buena cadena y dalle muy -gentiles tundas hasta que tenga seso, aunque le pese, pues lo mismo -han hecho conmigo. El moço le dixo que callase, que era un borracho y -que mentia. En buena fe, replicó el loco, que si vos no creeis que yo -digo la verdad, tambien apostaré que venis á lo mesmo que este pobre -armado. Con esto don Quixote se apartó dél riendo, y se llegó bien á -una de aquellas rejas, y mirando con atencion quien estaba dentro, vió -á un hombre puesto en tierra en cuclillas, vestido de negro, con un -bonete lleno de mugre en la cabeça, el cual tenia una gruesa cadena -al pie, y en las dos manos unos sutiles grillos que le servian de -esposas: estaba mirando de hito en hito al suelo, tan sin pestañear, -que parecia estaba en una profundisima imaginacion, al cual como viese -don Quixote, dixo: ¡Ah buen hombre! ¿que hazeis aqui? Y levantando el -encarcelado con gran pausa la cabeça, y viendo á don Quixote armado -de todas pieças, se fue poco á poco llegando á la reja y arrimado á -ella se estaba sin hablar palabra mirandole atentisimamente, de lo -cual el buen caballero estaba maravillado, y más viendo que á más de -veinte preguntas que le hizo, á ninguna respondia, ni hazia otra cosa -más que miralle de arriba abaxo; pero al cabo de un gran rato se puso -en seco á reir con muestras de grande gusto, y luego començó á llorar -amarguisimamente, diziendo: ¡Ah señor caballero, y si supieses quien -soy! Sin duda os moveria á grandisima lastima, porque habeis de<span -class="pagenum" id="Page_298">p. 298</span> saber que en profesion soy -teologo, en ordenes sacerdote, en filosofia Aristoteles, en medicina -Galeno, en canones Ezpilcueta, en astrologia Ptolomeo, en leyes Curcio, -en retorica Tulio, en poesia Homero, en musica Enfion; finalmente, en -sangre noble, en valor unico, en amores raro, en armas sin segundo, y -en todo el primero; soy principio de desdichados y fin de venturosos. -Los medicos me persiguen porque les digo con Mantuano:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">His etsi tenebras palpent, est data potestas</p> -<p class="i0">Excrutiandi aegros hominesque impune necandi.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Los poderosos me atormentan porque con Casaneo les -digo:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Omnia sunt hominum, tenui pendentia fila,</p> -<p class="i0">Et subito casu quae valuere ruunt.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Los temerosos, odiosos y avaros me querrian ver abrasado -porque siempre traigo en la boca:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Quatuor ista, timor, odium, dilectio, sensus,</p> -<p class="i0">Saepe solent hominum rectos pervertire sensus.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Los detractores no me dexan vivir porque les digo ha de -restituir la fama cualquier que dice cosa que la tizna:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Imponens, augens, manifestans, in malum vertens</p> -<p class="i0">Qui negat aut minuit, tacuit, laudetve remisse.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Los poetas me tienen por hereje porque les digo del -afecto con que leen sus versos, lo de Horacio:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Indoctum, doctumque fugat recitator acerbus,</p> -<p class="i0">Quem vero arripuit tenet, occiditque legendo,</p> -<p class="i0">Non missura cutem nisi plena cruoris hirudo.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Y con ellos me aborrecen los historiadores porque les -digo:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Exit in inmensum fecunda licentia vatum,</p> -<p class="i0">Obligat historica nec sua verba fide.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Los soldados no pueden llevar que les anteponga las -letras y les diga lo de Alciato:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Cedant arma togae, et quamvis durissima corda,</p> -<p class="i0">Eloquio pollens ad sua vota trahit.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Los letrados no pueden tolerar les dé en rostro, -viendolos hablar en cosas de leyes tan sin guardar la de Dios, con el -recato de sus predecesores sabios, que dezian:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Erubescimus dum sine lege loquimur.</p> -</div></div> - -<p class="ti0"><span class="pagenum" id="Page_299">p. 299</span>Las -damas me arman mil çancadillas porque publico dellas:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Sidera non tot habet coelum, nec flumina pisces</p> -<p class="i0">Quot scelerata gerit faemina mente dolos.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Las casadas reniegan de que haya quien diga de ellas:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Pessima res uxor, poterit tamen utilis esse</p> -<p class="i0">Si propere moriens det tibi quidquid habet.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Las niñas no toleran oir:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Verba puellarum foliis leviora caducis</p> -<p class="i0">Irritaque ut visum est ventus, et aura ferunt;</p> -</div></div> - -<p class="ti0">y tambien:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Ut corpus teneris, sic mens infirma puellis.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Las hermosas fisgan de oir que</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Formosis levitas semper amica fuit;</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Con ser verdad que de todas se puede dezir:</p> - -<div class="poem"><div class="stanza"> -<p class="i0" xml:lang="la" lang="la">Quid sinet inausum faeminae praeceps furor?</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Los ociosos amantes querrian se desterrase del mundo mi -lengua, que les repite:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Otio si tollas periere cupidinis artes,</p> -<p class="i0">Contemptaeque jacent, et sine luve faces.</p> -</div></div> - -<p class="ti0">Los sacerdotes se avergüençan de que les repita lo que -dixo Judit á los de su vieja ley: Et nunc, fratres, quoniam vos estis -presbiteri in populo Dei, et ex vobis pendet anima illorum ad eloquium -vestrum, corda eorum erigite. La real potencia que, como el amor, no -admite compañia,</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Non bene cum sociis regna venusque manet,</p> -</div></div> - -<p class="ti0">es tal, que se verifica bien de ella lo que dixo Ovidio -en cierta epistola, respondió una reina recuestada á su galan:</p> - -<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza"> -<p class="i0">Sic meus hinc vir abest ut me custodiat absens,</p> -<p class="i0">An nescis longas regibus esse manus?</p> -</div></div> - -<p>Esas pues ¡oh valerosisimo principe! son las que me tienen aqui, -porque reprendo la razon de Estado, fundada en conservacion de bienes -de fortuna, á los cuales llama el Apostol estiercol con quebrantamiento -de la ley de Dios, como si guar<span class="pagenum" id="Page_300">p. -300</span>dandola, de humildes principios no hubiera subido á ser -David poderoso rey, y capitan invicto el gran Macabeo Judas, ó como -si no supieramos que todos los reinos, naciones y provincias que con -prudencia de carne y de hijos deste siglo han tratado de ensanchar los -estados, los han destruido miserablemente. Proseguia el loco su tema -con tan grande asombro de don Quixote, que viendo no le dexaba hablar, -le dixo á gritos: Amigo sabio, yo no os conozco ni he visto en mi -vida; pero hame dado tanta pena la prision de persona tan dota, que no -pienso salir de aqui hasta daros la preciosa libertad aunque sea contra -la voluntad del Rey y de la Infanta Burlerina su hija, que este real -palacio ocupan; por tanto traedme vos, que estais con ese caldero en la -mano, las llaves luego aqui deste aposento, y dexad salir libre, sano y -salvo dél á este gran sabio, porque asi es mi voluntad. Luego que esto -oyó el loco del caldero, començó á dezir riendo: Ea, que ciertos son -los toros: á fe que habeis venido á purgar vuestros pecados en buena -parte: en mala hora acá entrasteis. Y dichas estas razones, se subió la -escalera arriba, y el loco clerigo dixo á don Quixote: No crea, señor, -á persona desta casa; porque no hay más verdad en ninguno della que -en impresion de Ginebra; pero si quiere que le diga la buena ventura -en pago de la buena obra que me ha de hazer con darme la libertad -que me ofrece, deme la mano por esta reja; que le diré cuanto le ha -sucedido y le ha de suceder, porque sé mucho de quiromancia. Quitose -don Quixote la manopla, creyendole sencillamente, y metió la mano por -entre la reja; pero apenas lo hubo hecho, cuando sobreviniendole al -loco una repentina furia, le dió tres ó cuatro bocados crueles en ella, -asiendole á la postre el dedo pulgar con los dientes, de suerte que -faltó harto poco para cortasele á cercen. Començó con el dolor á dar -vozes, á las cuales acudieron el moço de mulas y otros tres ó cuatro de -la casa, y tiraron dél tan recio, que hizieron que el loco le soltase, -quedandose riendo muy á su placer en la gavia. Don Quixote en sentirse -herido y suelto se hizo un poco afuera, y metiendo mano á su espada -dixo: Yo te juro ¡oh falso encantador! que si no fuera porque es mengua -mia poner manos en semejante gente cual vosotros sois, que me tomara -bien presto vengança de tamaño atrevimiento y locura. A esta razon -baxaron con el paje del Archipampano cinco ó seis de los que tenian -cuenta de la casa; y como vieron á don Quixote con la espada en la -mano, y que le corria mucha sangre della, sospechando lo que podia ser, -se llegaron á él diziendole: No muera más gente señor caballero<span -class="pagenum" id="Page_301">p. 301</span> armado. Tras lo cual uno -le asió de la espada, y otros de los braços, y los demas començaron á -desarmarle, haziendo él toda la resistencia que podia; pero aprovechole -poco; con que en breve rato le metieron en uno de aquellos aposentos -muy bien atado, do habia una limpia cama con su servicio; y estando -algo sosegado, despues de haberle encomendado el paje del Archipampano -á los mayordomos de la casa con notables veras, y dicholes su especie -de locura, y las calidades de su persona, y de donde y quien era, -habiendoles dado para más obligarles alguna cantidad de reales, le dixo -á don Quixote: Señor Martin Quijada, en parte está v. m. adonde miraran -por su salud y persona con el cuidado y caridad posible; y advierta -que á esta casa llegan otros tan buenos como v. m., y tan enfermos -de su proprio mal, y quiere Dios que en breves dias salgan curados y -con el juizio entero que al entrar les faltaba: lo mismo confio será -de v. m., como vuelva sobre sí y olvide las leturas y quimeras de los -vanos libros de caballerias que á tal extremo le han reducido; mire -por su alma, y reconozca la merced que Dios le ha hecho en no permitir -muriese por esos caminos á manos de las desastradas ocasiones en que -sus locuras le han puesto tantas vezes. Dicho esto, se salió, y fue con -los criados de don Alvaro á la posada en que estaba, á quien dió cuenta -de todo, como hizo al Archipampano, vuelto á la corte. Detuvose don -Alvaro algunos dias en Toledo, y aun visitó y regaló á don Quixote, y -le procuró sosegar cuanto le fue posible, y obligó con no pocas dadivas -á que hiciesen lo mesmo á los sobrestantes de la casa, y encomendó -cuanto le fue posible á los amigos graves que tenia en Toledo el mirar -por aquel enfermo, pues en ello harian grandisimo servicio á Dios, y á -él particularisima merced; tras lo cual dió la vuelta felizmente á su -patria y casa.</p> - -<p>Estas relaciones se han podido solo recoger, con no poco trabajo, -de los archivos manchegos, acerca de la tercera salida de don Quixote, -tan verdades ellas, como las que recogió el autor de las primeras -partes que andan impresas. Lo que toca al fin de esta prision y de su -vida, y de los trabajos que hasta que llegó á él tuvo, no se sabe de -cierto; pero barruntos hay, y tradiciones de viejisimos manchegos, de -que sanó y salió de dicha casa del Nuncio; y pasando por la corte, vió -á Sancho, el cual, como estaba en prosperidad, le dió algunos dineros -para que se volviese á su tierra, viendole ya al parecer asentado; y -lo mismo hizieron el Archipampano y el principe Perianeo, para que -mercase alguna cabalgadura, con fin de que se fuese con más como<span -class="pagenum" id="Page_302">p. 302</span>didad; porque Rocinante -dexolo don Alvaro en la casa del Nuncio, en servicio de la cual acabó -sus honrados dias, por más que otros digan lo contrario. Pero como -tarde la locura se cura, dizen que en saliendo de la corte, volvió -á su tema, y que comprando otro mejor caballo, se fue la vuelta de -Castilla la Vieja, en la cual le sucedieron estupendas y jamas oidas -aventuras, llevando por escudero á una moça de soldada que halló junto -á Torre de Lodones, vestida de hombre, la cual iba huyendo de su amo -porque en su casa se hizo ó la hizieron preñada sin pensarlo ella, si -bien no sin dar cumplida causa para ello; y con el temor se iba por -el mundo. Llevola el buen caballero sin saber que fuese muger, hasta -que vino á parir en medio de un camino, en presencia suya, dexandole -sumamente maravillado el parto, y haziendo grandisimas quimeras sobre -él: la encomendó, hasta que volviese, á un mesonero de Valdestillas; y -él sin escudero pasó por Salamanca, Avila y Valladolid, llamandose el -Caballero de los Trabajos, los cuales no faltará mejor pluma que los -celebre.</p> - - -<p class="centra lh175 ws1 mt2">AQUI DA FIN LA SEGUNDA PARTE<br /> -DE LA HISTORIA DEL INGENIOSO HIDALGO<br /> -DON QUIXOTE DE LA MANCHA</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="ToC"> - <p><span class="pagenum" id="Page_303">p. 303</span></p> - <h2 class="nobreak lh175"><span class="g2"><big><big>TABLA</big></big></span><br /> - <small><small>DE LOS</small></small><br /> - CAPÍTULOS DEL PRESENTE LIBRO</h2> - <hr class="sep" /> -</div> - -<table class="toc" summary="Índice de contenidos"> - <tr> - <td colspan="2" class="tdc"><p class="centra lh175 ws1"> - QUINTA PARTE DEL INGENIOSO<br /> - HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA Y DE SU<br /> - TERCERA SALIDA EN PROSECUCION DE SU<br /> - ANDANTESCA CABALLERIA</p> - </td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_1">CAPITVLO Primero</a>, - de como don Quixote de la Mancha volvió á sus desvanecimientos - de caballero andante, y de la venida á su lugar del Argamesilla - ciertos caballeros granadinos.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_1"><i>8</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_2">Capitulo segundo</a>, - de las razones que pasaron entre don Alvaro Tarfe y don Quixote - sobre cena, y como le descubre los amores que tiene con Dulcinea - del Toboso, comunicandole dos cartas ridiculas: por todo lo cual el - caballero cae en la cuenta de lo que es don Quixote.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_2"><i>15</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_3">Capitulo tercero</a>, - de como el Cura y don Quixote se despidieron de aquellos caballeros, y - de lo que á él le sucedió con Sancho Pança despues de ellos idos.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_3"><i>25</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_4">Capitulo cuarto</a>, - como don Quixote de la Mancha y Sancho - Pança su escudero salieron tercera vez del Argamesilla, de noche; y de - lo que en el camino desta tercera y famosa salida les sucedió.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_4"><i>31</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_5">Capitulo quinto</a>, - de la repentina pendencia que á nuestro don Quixote se le ofrecio con - el huesped al salir de la venta.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_5"><i>41</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_6">Capitulo sexto</a>, - de la no menos estraña que peligrosa batalla<span class="pagenum" - id="Page_304">p. 304</span> que nuestro caballero tuvo con un guarda de - un melonar, que él pensaba ser Roldan el Furioso.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_6"><i>45</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_7">Capitulo setimo</a>, - como don Quixote y Sancho Pança llegaron á Ateca, y como un caritativo - clerigo llamado Mosen Valentin los recogió en su casa, haziendoles todo - buen acogimiento.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_7"><i>54</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_8">Capitulo octavo</a>, - de como el buen hidalgo don Quixote llegó á la ciudad de Çaragoça, - y de la estraña aventura que á la entrada della le sucedió con un - hombre que llevaban açotando.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_8"><i>62</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_9">Capitulo nono</a>, - de como don Quixote, por una estraña aventura, fué libre de la - carcel y de la vergüença á que estaba condenado.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_9"><i>69</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_10">Capitulo dezimo</a>, - como don Alvaro Tarfe convidó ciertos amigos suyos á comer para dar - con ellos orden que libreas habian de sacar en la sortija.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_10"><i>73</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_11">Capitulo undezimo</a>, - de como don Alvaro Tarfe y otros caballeros çaragoçanos y - granadinos jugaron la sortija en la calle del Coso, y de lo que en - ella sucedió á don Quixote.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_11"><i>79</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_12">Capitulo duodezimo</a>, - como don Quixote y don Alvaro Tarfe fueron convidados á cenar con - el juez que en la sortija les convidó, y de la estraña y jamas - pensada aventura que en la sala se ofreció aquella noche á nuestro - valeroso hidalgo.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_12"><i>89</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td colspan="2" class="tdc pt1"><p class="centra lh175 ws1"> - SEXTA PARTE DEL INGENIOSO<br /> - HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA</p> - </td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_13">Capitulo treze</a>, - como don Quixote salió de Çaragoça para ir á la corte del rey - Catolico de España á hazer la batalla con el rey de Chipre.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_13"><i>99</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_14">Capitulo catorze</a>, - de la repentina pendencia que tuvo Sancho Pança con un soldado que, - de vuelta de Flandes, iba destroçado á Castilla en compañia de un - pobre ermitaño.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_14"><i>108</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_15">Capitulo quinze</a>, - en que el soldado Antonio de Bracamonte da<span class="pagenum" - id="Page_305">p. 305</span> principio á su cuento del Rico - desesperado.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_15"><i>116</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_16">Capitulo deciseys</a>, - en que Bracamonte da fin al cuento del Rico desesperado.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_16"><i>127</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_17">Capitulo decisiete</a>, - en que el ermitaño da principio á su cuento de los Felizes Amantes.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_17"><i>135</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_18">Capitulo deciocho</a>, - en que el ermitaño cuenta la baxa que dieron los Felizes Amantes en - Lisboa por la poca moderacion que tuvieron en su trato.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_18"><i>146</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_19">Capitulo decinueve</a>, - del suceso que tuvieron los Felizes Amantes hasta llegar á su amada - patria.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_19"><i>153</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_20">Capitulo veynte</a>, - en que se da fin al cuento de los Felizes Amantes.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_20"><i>163</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_21">Capitulo veyntiuno</a>, - de como los canonigos y jurados se despidieron de don Quixote y su - compañia, y de lo que á él y á Sancho les pasó con ella.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_21"><i>169</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_22">Capitulo veyntidos</a>, - como prosiguiendo su camino don Quixote con toda su compañia, - toparon una estraña y peligrosa aventura en un bosque, la cual - Sancho quiso ir á probar como buen escudero.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_22"><i>174</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_23">Capitulo veyntitres</a>, - en que Barbara da cuenta de su vida á don Quixote y sus compañeros - hasta el lugar, y de lo que les sucedió desde que entraron hasta - que salieron dél.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_23"><i>182</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_24">Capitulo veynticuatro</a>, - de como don Quixote, Barbara y Sancho llegaron á Sigüença, y de los - sucesos que alli todos tuvieron, particularmente Sancho que se vió - apretado en la carcel.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_24"><i>190</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td colspan="2" class="tdc pt1"><p class="centra lh175 ws1"> - SEPTIMA PARTE DEL INGENIOSO<br /> - HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA</p> - </td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_25">Capitulo veynticinco</a>, - de como al salir nuestro caballero de Sigüença encontro con dos - estudiantes, y de las graciosas cosas que con ellos pasaron hasta - Alcala.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_25"><i>203</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_26">Capitulo veyntiseys</a>, - de las graciosas cosas que pasaron entre don Quixote y una compañia - de representantes, con quien se encontró en una venta cerca de - Alcala.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_26"><i>211</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_27">Capitulo veyntisiete</a>, - donde se prosiguen los sucesos de don Quixote con los - representantes.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_27"><i>222</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"> - <span class="pagenum" id="Page_306">p. 306</span><i><a - href="#Ch_28">Capitulo veyntiocho</a>, de como don Quixote y su - compañia llegaron á Alcala, do fue libre de la muerte por un - estraño caso, y del peligro en que alli se vió por querer probar - una peligrosa aventura.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_28"><i>231</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_29">Capitulo veyntinueve</a>, - como el valeroso don Quixote llegó á Madrid con Sancho y Barbara y - de lo que á la entrada le sucedió con un titular.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_29"><i>242</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_30">Capitulo treynta</a>, - de la peligrosa y dudosa batalla que nuestro caballero tuvo con un - paje del titular y un alguazil.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_30"><i>247</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_31">Capitulo treynta y uno</a>, - de lo que le sucedió á nuestro invencible caballero en casa del - titular y de la llegada que hizo en ella su cuñado don Carlos en - compañia de don Alvaro Tarfe.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_31"><i>252</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_32">Capitulo treynta y dos</a>, - en que se prosiguen las graciosas demostraciones que nuestro - hidalgo don Quixote y su fidelisimo escudero Sancho hizieron de su - valor en la corte.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_32"><i>260</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_33">Capitulo treynta y tres</a>, - en que se continuan las hazañas de nuestro don Quixote, y la - batalla que su animoso Sancho tuvo con el escudero negro del rey de - Chipre, y juntamente la visita que Barbara hizo al Archipampano.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_33"><i>268</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_34">Capitulo treynta y cuatro</a>, - del fin que tuvo la batalla aplaçada entre don Quixote y Bramidan - de Tajayunque, rey de Chipre, y de como Barbara fue recogida en las - arrepentidas.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_34"><i>277</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_35">Capitulo treynta y cinco</a>, - de las razones que entre don Carlos y Sancho Pança corrieron acerca - de que él se queria volver á su tierra ó escribir una carta á su - muger.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_35"><i>285</i></a></td> - </tr> - <tr> - <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_36">Capitulo treynta y seis y ultimo</a>, - de como nuestro buen caballero don Quixote de la Mancha fue llevado - á Toledo por don Alvaro Tarfe, y puesto alli en prisiones en la - casa del Nuncio, para que se procurase su cura.</i> - </td> - <td class="tdrb"><a href="#Ch_36"><i>293</i></a></td> - </tr> -</table> - - -<p class="centra ws1 mt2" xml:lang="la" lang="la">LAUS DEO</p> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3" id="Notas"> -<div class="footnotes"> - -<p class="large centra mt1">NOTAS</p> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_1"><span class="label"><a -href="#FNanchor_1">[1]</a></span> Tanto en la edición de Tarragona como -en la hecha en Madrid en 1732 se lee <i>aludio</i>.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_2"><span class="label"><a -href="#FNanchor_2">[2]</a></span> En la primera edición, <i>hierros</i>.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_3"><span class="label"><a -href="#FNanchor_3">[3]</a></span> El primer volumen del Quijote de -Cervantes, se publicó dividido en cuatro partes, de extensión muy -desigual. Estas divisiones desaparecieron cuando estuvo la obra -completa. Avellaneda se ajusta al plan primitivo de Cervantes y divide -el libro en tres partes.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_4"><span class="label"><a -href="#FNanchor_4">[4]</a></span> En la edición de 1614 y en la de 1732 -dice <i>Mazas</i>.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_5"><span class="label"><a -href="#FNanchor_5">[5]</a></span> Falta el verbo <i>hacía</i>, ú otro -análogo.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_6"><span class="label"><a -href="#FNanchor_6">[6]</a></span> En la primera edición: <i>haze las -cosas pequeñas que las grandes</i>. Lo mismo se lee en la edición de -1732.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_7"><span class="label"><a -href="#FNanchor_7">[7]</a></span> <i>Endrigos</i> en la primera edición.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_8"><span class="label"><a -href="#FNanchor_8">[8]</a></span> En la edición de Tarragona, -<i>Pueblo</i>.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_9"><span class="label"><a -href="#FNanchor_9">[9]</a></span> En la edición de Tarragona, -<i>Catalina</i>.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_10"><span class="label"><a -href="#FNanchor_10">[10]</a></span> <i>Quiero</i>, en la primera edición, -pero es evidente errata.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_11"><span class="label"><a -href="#FNanchor_11">[11]</a></span> <i>Dixo</i>, por errata, en la primera -edición.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_12"><span class="label"><a -href="#FNanchor_12">[12]</a></span> Falta el <i>si</i> en la primera -edición.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_13"><span class="label"><a -href="#FNanchor_13">[13]</a></span> <i>Iremos</i> en la edición original, -pero es errata evidente.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_14"><span class="label"><a -href="#FNanchor_14">[14]</a></span> En la edición primera falta la -preposición <i>de</i>.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_15"><span class="label"><a -href="#FNanchor_15">[15]</a></span> En la primera edición, <i>por -judiciales</i>.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_16"><span class="label"><a -href="#FNanchor_16">[16]</a></span> Probablemente debe leerse <i>el -lugar</i> en vez de <i>mi lugar</i>.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_17"><span class="label"><a -href="#FNanchor_17">[17]</a></span> <i>Quitaba</i>, dice, por errata, la -primera edición.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_18"><span class="label"><a -href="#FNanchor_18">[18]</a></span> En la primera edición dice, por -errata, <i>huerto</i>.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_19"><span class="label"><a -href="#FNanchor_19">[19]</a></span> Falta el <i>más</i> en la primera -edición.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_20"><span class="label"><a -href="#FNanchor_20">[20]</a></span> En la primera edición dice -<i>porcia</i>.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_21"><span class="label"><a -href="#FNanchor_21">[21]</a></span> Falta el verbo <i>merecía</i>, ú otro -análogo.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_22"><span class="label"><a -href="#FNanchor_22">[22]</a></span> Estos cuatro versos de romance -están escritos como prosa en la edición original.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_23"><span class="label"><a -href="#FNanchor_23">[23]</a></span> Como prosa, en el original.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_24"><span class="label"><a -href="#FNanchor_24">[24]</a></span> Así en la edición original. Pero -creemos que debe leerse <i>rasguño</i>.</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_25"><span class="label"><a -href="#FNanchor_25">[25]</a></span> Falta el sujeto de esta oración, -que es «el representante.»</p> - -</div> - -<div class="footnote"> - -<p id="Footnote_26"><span class="label"><a -href="#FNanchor_26">[26]</a></span> <i>Sangre</i>, en la primera edición.</p> - -</div> - -</div> -</div> - -<hr class="chap0" /> - - -<div class="chapter pt3"> -<div class="transnote" id="tnote"> - <p class="tnotetit">Nota de transcripción</p> - <ul> - <li>Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar.</li> - - <li>Se ha respetado la ortografía del original, que difiere - apreciablemente de la actual.</li> - - <li>No se han normalizado las variantes a la grafía de mayor - frecuencia, pero se han completado los emparejamientos de comillas, - paréntesis, admiraciones e interrogaciones.</li> - - <li>Las erratas declaradas al comienzo del volumen se han incorporado - al cuerpo principal del texto.</li> - - <li>Las páginas en blanco han sido eliminadas.</li> - - <li>Las notas a pie de página se han renumerado y colocado al final - del libro.</li> - </ul> -</div> -</div> - - -<hr class="full" /> - - - - - - - - - -<pre> - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of El Quijote apócrifo, by -Alonso Fernández de Avellaneda - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL QUIJOTE APÓCRIFO *** - -***** This file should be named 60884-h.htm or 60884-h.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/6/0/8/8/60884/ - -Produced by Ramon Pajares Box and the Online Distributed -Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was -produced from images generously made available by Biblioteca -Digital Hispánica/Biblioteca Nacional de España.) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions will -be renamed. - -Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright -law means that no one owns a United States copyright in these works, -so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United -States without permission and without paying copyright -royalties. 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It -exists because of the efforts of hundreds of volunteers and donations -from people in all walks of life. - -Volunteers and financial support to provide volunteers with the -assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg-tm's -goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will -remain freely available for generations to come. In 2001, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure -and permanent future for Project Gutenberg-tm and future -generations. To learn more about the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation and how your efforts and donations can help, see -Sections 3 and 4 and the Foundation information page at -www.gutenberg.org Section 3. Information about the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit -501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the -state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal -Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification -number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation are tax deductible to the full extent permitted by -U.S. federal laws and your state's laws. - -The Foundation's principal office is in Fairbanks, Alaska, with the -mailing address: PO Box 750175, Fairbanks, AK 99775, but its -volunteers and employees are scattered throughout numerous -locations. Its business office is located at 809 North 1500 West, Salt -Lake City, UT 84116, (801) 596-1887. Email contact links and up to -date contact information can be found at the Foundation's web site and -official page at www.gutenberg.org/contact - -For additional contact information: - - Dr. Gregory B. Newby - Chief Executive and Director - gbnewby@pglaf.org - -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide -spread public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. - -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. 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