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-Project Gutenberg's El Quijote apócrifo, by Alonso Fernández de Avellaneda
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and
-most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions
-whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms
-of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at
-www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you'll
-have to check the laws of the country where you are located before using
-this ebook.
-
-
-
-Title: El Quijote apócrifo
-
-Author: Alonso Fernández de Avellaneda
-
-Release Date: December 9, 2019 [EBook #60884]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL QUIJOTE APÓCRIFO ***
-
-
-
-
-Produced by Ramon Pajares Box and the Online Distributed
-Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was
-produced from images generously made available by Biblioteca
-Digital Hispánica/Biblioteca Nacional de España.)
-
-
-
-
-
-
-NOTA DE TRANSCRIPCIÓN
-
- * Las cursivas se muestran entre _subrayados_ y las versalitas se
- han convertido a MAYÚSCULAS.
-
- * Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar.
-
- * Se ha respetado la ortografía del original, que difiere
- apreciablemente de la actual.
-
- * No se han normalizado las variantes a la grafía de mayor
- frecuencia, pero se han completado los emparejamientos de comillas,
- paréntesis, admiraciones e interrogaciones.
-
- * Las erratas declaradas al comienzo del volumen se han incorporado
- al cuerpo principal del texto.
-
- * Las notas a pie de página se han renumerado y colocado al final
- del párrafo que contiene la llamada.
-
-
-
-
- EL QUIJOTE APOCRIFO
-
- COMPUESTO POR EL LICENCIADO
- ALONSO FERNÁNDEZ DE AVELLANEDA
- NATURAL DE TORDESILLAS
-
-
- EDICIÓN
- CUIDADOSAMENTE COTEJADA CON LA ORIGINAL,
- PUBLICADA
- EN TARRAGONA EN 1614.
-
-
- [Ilustración]
-
-
- MCMV
- BARCELONA: LIBRERÍA CIENTÍFICO-LITERARIA
- TOLEDANO LÓPEZ & C.ª
- 4, Elisabets, 4
-
-
-
-
-ERRATAS QUE SE HAN NOTADO
-
-
- PÁG. LÍNEA DICE LÉASE
-
- _6_ _5_ _Galera_ _Galatea_
- _8_ _29_ _guia_ _Guia_
- _257_ _3_ _come_ _como_
-
-
-
-
-[Ilustración: FACSÍMILE DE LA PORTADA DE LA PRIMERA EDICIÓN.]
-
- SEGVNDO
- TOMO DEL
- INGENIOSO HIDALGO
- DON QVIXOTE DE LA MANCHA,
- que contiene su tercera salida: y es la
- quinta parte de sus auenturas.
-
- _Compuesto por el Licenciado Alonso Fernandez de
- Auellaneda, natural de la Villa de
- Tordesillas._
-
- Al Alcalde, Regidores, y hidalgos, de la noble
- villa del Argamesilla, patria feliz del hidalgo
- Cauallero Don Quixote
- de la Mancha.
-
-
- Con Licencia, En Tarragona en casa de Felipe
- Roberto, Año 1614.
-
-
-
-
-[Ilustración: FACSÍMILE DE LA PORTADA DE LA EDICIÓN DE 1732.]
-
- VIDA, Y HECHOS
- DEL INGENIOSO HIDALGO
- DON QUIXOTE
- DE LA MANCHA.
- QUE CONTIENE SU QUARTA SALIDA,
- Y ES LA QUINTA PARTE DE SUS AVENTURAS.
-
- _COMPUESTO POR EL LICENCIADO ALONSO FERNANDEZ
- de Avellaneda, natural de la Villa de Tordesillas._
-
- PARTE II. TOMO III.
-
- _NUEVAMENTE AÑADIDO, Y CORREGIDO EN ESTA
- Impression, por el Licenciado Don Isidro Perales y Torres._
-
- DEDICADA, AL ALCALDE, REGIDORES, HIDALGOS,
- de la Noble Villa de Argamesilla, Patria feliz del Hidalgo Cavallero
- Don Quixote de la Mancha.
-
- Año 1732.
-
- CON PRIVILEGIO:
-
- EN MADRID. Acosta de Juan Oliveras, Mercader de Libros, Heredero de
- Francisco Lasso. Se hallará en su casa enfrente de San Phelipe el Real.
-
-
-
-
-Por comision del señor dotor Francisco de Torme y de Liori, Canonigo
-de la santa Iglesia de Tarragona, Oficial y Vicario general, por el
-ilustrísimo y reverendisimo señor don Juan de Moncada, Arçobispo de
-Tarragona y del Consejo de su Magestad: he leydo yo Raphael Orthoneda,
-dotor en santa Theologia, el libro intitulado Segundo tomo del
-ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, compuesto por el Licenciado
-Alonso Fernandez de Avellaneda, y me parece que no contiene cosa
-deshonesta ni prohibida, por lo cual no se deba imprimir, y que es
-libro curioso y de entretenimiento; y por tanto lo firmo de mi mano,
-hoy á 18 de Abril del año de 1614.
-
- _El Dotor Raphael Orthoneda._
-
-
-_Nos el dotor Francisco de Torme y de Liori, Canonigo de la Santa
-Iglesia de Tarragona y por el ilustrisimo y Reverendisimo señor don
-Juan de Moncada por la gracia de Dios Arçobispo de Tarragona y del
-Consejo de su Magestad, en el Espiritual y temporal, Vicario general
-y Oficial. Atendida la relacion del dotor Raphael Orthoneda, á quien
-comitimos que viese y examinase este libro que se intitula Segundo
-tomo de don Quixote de la Mancha, compuesto por el Licenciado Alonso
-Fernandez de Avellaneda que no contiene cosa deshonesta, ni prohibida,
-damos y otorgamos licencia que se pueda imprimir y vender en este
-Arçobispado, Fecha de nuestra propia mano en la dicha ciudad de
-Tarragona á 4 de Julio, 1614._
-
- El dotor y canonigo Francisco de Torme y de Liori,
- Vicar. Gen. y Offi.
-
-
-
-
- AL ALCALDE,
- REGIDORES Y HIDALGOS DE LA NOBLE VILLA
- DEL ARGAMESILLA DE LA MANCHA,
- PATRIA FELIZ DEL HIDALGO CABALLERO DON
- QVIXOTE, LUSTRE DE LOS PROFESORES
- DE LA CABALLERIA ANDANTESCA.
-
-
-Antigua es la costumbre de dirigirse los libros de las excelencias y
-hazañas de algun hombre famoso á las patrias ilustres que como madres
-los criaron y sacaron á luz, y aun competir mil ciudades sobre cual
-lo habia de ser de un buen ingenio y grave personage; y como lo sea
-tanto el hidalgo caballero don Quixote de la Mancha (tan conocido en
-el mundo por sus inauditas proezas) justo es, para que lo sea tambien
-esa venturosa villa que vs. ms. rigen, patria suya y de su fidelisimo
-escudero Sancho Pança, dirigirles esta Segunda Parte, que relata las
-vitorias del uno y buenos servicios del otro, no menos invidiados que
-verdaderos. Reciban pues vs. ms. baxo de su manchega proteccion el
-libro y el celo de quien, contra mil detracciones le ha trabajado,
-pues lo merece por él y por el peligro á que su autor se ha puesto,
-poniendole en la plaça del vulgo, que es dezir en los cuernos de un
-toro indomito, etc.
-
-
-
-
-PROLOGO
-
-
-Como casi es comedia la historia de Don Quixote de la Mancha, no puede
-ni debe ir sin prologo; y asi sale al principio desta segunda parte
-de sus hazañas este, menos cacareado y agresor de sus lectores que el
-que á su primera parte puso Miguel de Cervantes Saavedra y más humilde
-que el que segundó en sus novelas, más satíricas que exemplares, si
-bien no poco ingeniosas. No le pareceran á él lo son las razones desta
-historia, que se prosigue con la autoridad que él la començó, y con
-la copia de fieles relaciones que á su mano llegaron (y digo mano,
-pues confiesa de sí que tiene sola una; y hablando tanto de todos,
-hemos de dezir del que, como soldado tan viejo en años cuanto moço en
-brios, tiene más lengua que manos) pero quexese de mi trabajo por la
-ganancia que le quito de su segunda parte; pues no podrá, por lo menos,
-dexar de confesar tenemos ambos un fin, que es desterrar la perniciosa
-licion de los vanos libros de caballerias, tan ordinaria en gente
-rustica y ociosa; si bien en los medios diferenciamos; pues él tomó
-por tales el ofender á mí; y particularmente á quien tan justamente
-celebran las naciones más extrangeras, y la nuestra debe tanto, por
-haber entretenido honestisima y fecundamente tantos años los teatros
-de España con estupendas é inumerables comedias, con el rigor del arte
-que pide el mundo, y con la seguridad y limpieza que de un ministro del
-Santo Ofizio se debe esperar.
-
-No solo he tomado por medio entremesar la presente comedia con las
-simplicidades de Sancho Pança, huyendo de ofender á nadie ni de hazer
-ostentacion de sinonomos voluntarios, si bien supiera hazer lo segundo,
-y mal lo primero; solo digo que nadie se espante de que salga de
-diferente autor esta segunda parte, pues no es nuevo el proseguir una
-historia diferentes sugetos. ¿Cuantos han hablado de los amores de
-Angelica y de sus sucesos? Las Arcadias, diferentes las han escrito, la
-Diana no es toda de una mano. Y pues Miguel de Cervantes es ya de viejo
-como el castillo de San Cervantes, y por los años tan mal contentadizo,
-que todo y todos le enfadan, y por ello está tan falto de amigos, que
-cuando quisiera adornar sus libros con sonetos campanudos, habia de
-ahijarlos (como él dize) al Preste Juan de las Indias ó al emperador de
-Trapisonda, por no hallar titulo quiças en España que no se ofendiera
-de que tomara su nombre en la boca, con permitir tantos vayan los
-suyos en los principios de los libros del autor de quien murmura, y
-plegue á Dios aun dexe, ahora que se ha acogido á la Iglesia y sagrado:
-Contentese con su Galatea y comedias en prosa; que eso son las más de
-sus novelas: no nos canse. Santo Thomas, en la 2, 2, q. 36, enseña que
-la invidia es tristeza del bien y aumento ageno, dotrina que la tomó
-de san Juan Damasceno: á este vicio da por hijos S. Gregorio, en el
-libr. 31, capit. 31 de la exposicion moral que hizo á la historia del
-santo Job, al odio,[1] susurracion y detraccion del proximo, gozo de
-sus pesares, y pesar de sus buenas dichas; y bien se llama este pecado
-invidia _a non videndo, quia invidus non potest videre bona aliorum_:
-efectos todos tan infernales como su causa, tan contrarios á los de la
-caridad cristiana, de quien dixo san Pablo, I. Corint., 13. _Charitas
-patiens est, benigna est, non emulatur, non agit perperam, non
-inflatur, non est ambitiosa, congaudet veritati, etc._ Pero disculpa
-los yerros[2] de su Primera Parte, en esta materia, el haberse escrito
-entre los de una carcel; y asi no pudo dexar de salir tiznada dellos,
-ni salir menos que quexosa, murmuradora, impaciente y colerica, cual lo
-estan los encarcelados. En algo diferencia esta parte, de la primera
-suya; porque tengo opuesto humor tambien al suyo; y en materia de
-opiniones en cosas de historia, y tan autentica como esta, cada cual
-puede echar por donde le pareciere; y más dando para ello tan dilatado
-campo la cafila de los papeles que para componerla he leido, que son
-tantos como los que he dexado de leer.
-
- [1] Tanto en la edición de Tarragona como en la hecha en Madrid
- en 1732 se lee _aludio_.
-
- [2] En la primera edición, _hierros_.
-
-No me murmure nadie de que se permitan impresiones de semejantes
-libros, pues este no enseña á ser deshonesto, sino á no ser loco; y
-permitiendose tantas Celestinas, que ya andan madre y hija por las
-plaças, bien se puede permitir por los campos un Don Quixote y un
-Sancho Pança, á quienes jamas se les conoció vicio; antes bien buenos
-deseos de desagraviar huerfanas y deshazer tuertos, etc.
-
-
-
-
-DE PERO FERNANDEZ
-
-SONETO
-
-
- Maguer que las mas altas fechorias
- homes requieren doctos e sesudos,
- e yo soy el menguado entre los rudos,
- de buen talante escribo á mas porfias.
- Puesto que habia una sin fin de dias
- que la fama escondia en libros mudos
- los fechos mas sin tino y cabeçudos
- que se han visto de Illescas hasta Olias;
- yo vos endono, nobles leyenderos,
- las segundas sandeces sin medida
- del manchego fidalgo Don Quixote,
- para que escarmenteis en sus aceros;
- que el que correr quisiere tan al trote,
- non puede haber mejor solaz de vida.
-
-
-
-
- QUINTA PARTE DEL INGENIOSO
- HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA
- Y DE SU ANDANTESCA
- CABALLERIA[3]
-
- [3] El primer volumen del Quijote de Cervantes, se publicó
- dividido en cuatro partes, de extensión muy desigual. Estas
- divisiones desaparecieron cuando estuvo la obra completa.
- Avellaneda se ajusta al plan primitivo de Cervantes y divide el
- libro en tres partes.
-
-
-
-
-CAPITULO PRIMERO
-
-De como don Quixote de la Mancha volvió á sus desvanecimientos de
-caballero andante, y de la venida á su lugar del Argamesilla ciertos
-caballeros granadinos.
-
-
-El sabio Alisolan, historiador no menos moderno que verdadero, dize
-que, siendo expelidos los moros agarenos de Aragon, de cuya nacion él
-decendia, entre ciertos anales de historias halló escrita en arabigo la
-tercera salida que hizo del lugar del Argamesilla el invicto hidalgo
-don Quixote de la Mancha, para ir á unas justas que se hazian en la
-insigne ciudad de Çaragoça, y dize desta manera. Despues de haber sido
-llevado don Quixote por el Cura y el Barbero y la hermosa Dorotea á
-su lugar en una jaula, con Sancho Pança, su escudero, fue metido en
-un aposento con una muy gruesa y pesada cadena al pie; adonde, no con
-pequeño regalo de pistos y cosas conservativas y sustanciales, le
-volvieron poco á poco a su natural juizio; y para que no volviese á
-los antiguos desvanecimientos de sus fabulosos libros de caballerias,
-pasados algunos dias de su encerramiento, empezó con mucha instancia á
-rogar á Madalena, su sobrina, que le buscase algun buen libro en que
-poder entretener aquellos setecientos años que él pensaba estar en
-aquel duro encantamiento; la cual, por consejo del cura Pedro Perez
-y de maese Nicolas, barbero, le dió un Flos Sanctorum, de Villegas,
-y los Evangelios y Epistolas de todo el año en vulgar, y la Guia de
-pecadores, de fray Luis de Granada; con la cual licion, olvidandose
-de las quimeras de los caballeros andantes, fue reducido dentro
-de seis meses á su antiguo juizio, y suelto de la prision en que
-estaba. Començó tras esto á ir á misa con su rosario en las manos, con
-las Horas de nuestra Señora, oyendo tambien con mucha atencion los
-sermones; de tal manera, que ya todos los vecinos del lugar pensaban,
-que totalmente estaba sano de su accidente, y daban muchas gracias á
-Dios, sin osarle dezir ninguno (por consejo del Cura) cosa de las que
-por él habian pasado. Ya no le llamaban don Quixote, sino el señor
-Martin Quijada, que era su propio nombre; aunque en ausencia suya
-tenian algunos ratos de pasatiempo con lo que dél se dezia, y de que
-se acordaban todos, como lo del rescatar ó libertar los galeotes, lo
-de la penitencia que hizo en Sierra Morena, y todo lo demas que en
-las primeras partes de su historia se refiere. Sucedió pues en este
-tiempo, que, dandola á su sobrina, el mes de agosto, una calentura
-de las que los fisicos llaman efimeras, que son de veinte y cuatro,
-horas, el accidente fue tal, que dentro dese tiempo la sobrina Madalena
-murió quedando el buen hidalgo solo y desconsolado; pero el Cura le
-dió una harto devota vieja y buena cristiana, para que la tuviese en
-casa, le guisase la comida, le hiziese la cama, y acudiese á lo demas
-del servicio de su persona, y para que, finalmente, les diese aviso á
-él ó al Barbero de todo lo que don Quixote hiziese ó dixese dentro ó
-fuera de casa, para ver si volvia á la necia porfia de su caballeria
-andantesca. Sucedió pues en este tiempo que un dia de fiesta, despues
-de comer, que hazia un calor excesivo, vino á visitarle Sancho Pança,
-y hallandole en su aposento leyendo el Flos Sanctorum, le dixo: ¿Que
-haze, señor Quijada? ¿Como va? ¡Oh Sancho! dixo don Quixote, seas
-bien venido: sientate aqui un poco; que á fe que tenia harto deseo de
-hablar contigo. ¿Que libro es ese, dixo Sancho, en que lee su mercé?
-¿Es de algunas caballerias como aquellas en que nosotros anduvimos
-tan neciamente el otro año? Lea un poco por su vida, á ver si hay
-algun escudero que medrase mejor que yo; que por vida de mi sayo,
-que me costó la burla de la caballeria más de veinte y seis reales,
-mi buen Rucio, que me hurtó Ginesillo, el buena voya, y yo me quedé
-tras todo eso sin ser rey ni Roque, si ya estas carnestoliendas no
-me hazen los muchachos rey de los gallos: en fin, todo mi trabajo
-ha sido hasta agora en vano. No leo, dixo don Quixote, en libro de
-caballerias; que no tengo alguno: pero leo en este Flos Sanctorum,
-que es muy bueno. ¿Y quien fue ese Flas Sanctorum? replicó Sancho;
-¿fue rey, ó algun gigante de aquellos que se tornaron molinos ahora
-un año? Todavia, Sancho, dixo don Quixote, eres necio y rudo. Este
-libro trata de las vidas de los santos, como de san Lorenço, que fue
-asado; de san Bartolome, que fue desollado; de santa Catalina, que
-fue pasada por la rueda de las navajas; y asimismo de todos los demas
-santos y martires de todo el año. Sientate, y leerte hé la vida del
-santo que hoy, á 20 de agosto, celebra la Iglesia, que es san Bernardo.
-Par Dios, dixo Sancho, que yo no soy amigo de saber vidas agenas, y
-más de mala gana me dexaria quitar el pellejo ni asar en parrillas.
-Pero digame: ¿á san Bartolome quitaronle el pellejo, y á san Lorenço
-pusieronle á asar despues de muerto ó acabando de vivir? ¡Oigan que
-necedad! dixo don Quixote: vivo desollaron al uno, y vivo asaron al
-otro. ¡Oh, hi de puta, dixo Sancho, y como les escoceria! Pardiobre,
-no valia yo un higo para Flas Santorum; rezar de rodillas media dozena
-de credos, vaya enhorabuena; y aun ayunar, como comiese tres vezes al
-dia razonablemente, bien lo podria llevar. Todos los trabajos, dixo
-don Quixote, que padecieron los santos que te he dicho, y los demas
-de quien trata este libro, los sufrian ellos valerosamente por amor
-de Dios, y asi ganaron el reino de los cielos. A fe, dixo Sancho,
-que pasamos nosotros, ahora un año, hartos desafortunios para ganar
-el reino Micomicon, y nos quedamos hechos micos; pero creo que v. m.
-querrá ahora que nos volvamos santos andantes para ganar el paraiso
-terrenal. Mas dexado esto aparte, lea, y veamos la vida que dize, de
-san Bernardo. Leyola el buen hidalgo, y á cada hoja le dezia algunas
-cosas de buena consideracion, mezclando sentencias de filosofos,
-por donde se descubria ser hombre de buen entendimiento y de juizio
-claro, si no le hubiera perdido por haberse dado sin moderacion á leer
-libros de caballerias, que fueron la causa de todo su desvanecimiento.
-Acabando don Quixote de leer la vida de san Bernardo, dixo: ¿Que te
-parece, Sancho? ¿Has leido santo que más aficionado fuese á nuestra
-Señora que este? ¿Más devoto en la oracion, más tierno en las lagrimas
-y más humilde en obras y palabras? A fe, dixo Sancho, que era santo
-de chapa: yo le quiero tomar por devoto de aqui adelante, por si me
-viere en algun trabajo (como aquel de los batanes de marras ó manta
-de la venta), y me ayude, ya que v. m. no pudo saltar las bardas del
-corral. ¿Pero sabe, señor Quijada, que me acuerdo que el domingo
-pasado llevó el hijo de Pedro Alonso, el que anda á la escuela, un
-libro debaxo de un arbol, junto al molino, y nos estuvo leyendo
-más de dos horas en él? El libro es lindo á las mil maravillas, y
-mucho mayor que ese Flas Santorum, tras que tiene al principio un
-hombre armado en su caballo, con una espada más ancha que esta mano,
-desenvainada, y da en una peña un golpe tal, que la parte por medio,
-de un terrible porrazo, y por la cortadura sale una serpiente, y él
-le corta la cabeça. ¡Este sí, cuerpo non de Dios, que es buen libro!
-¿Como se llama? dixo don Quixote; que si yo no me engaño, el muchacho
-de Pedro Alonso creo que me le hurtó ahora un año, y se ha de llamar
-Don Florisbian de Candaria, un caballero valerosisimo, de quien
-trata, y de otros valerosos, como son Almiral de Çuazia, Palmerin
-del Pomo, Blastrodas de la Torre y el gigante Maleorte de Bradanca,
-con las dos famosas encantadoras Zuldasa y Dalfadea. A fe que tiene
-razon, dixo Sancho; que esas dos llevaron á un caballero al castillo
-de no sé como se llama. De Azefaros, dixo don Quixote. Si, á la fe;
-y que si puedo, se lo tengo de hurtar, dixo Sancho, y traerle acá el
-domingo para que leamos; que aunque no sé leer, me alegro mucho en
-oir aquellos terribles porrazos y cuchilladas que parten hombre y
-caballo. Pues, Sancho, dixo don Quixote, hazme plazer de traermele;
-pero ha de ser de manera que no lo sepa el Cura ni otra persona. Yo
-se lo prometo, dixo Sancho, y aun esta noche, si puedo, tengo de
-procurar traersele debaxo de la halda de mi sayo; y con esto quede
-con Dios; que mi muger me estará aguardando para cenar. Fuese Sancho,
-y quedó el buen hidalgo levantada la mollera con el nuevo refresco
-que Sancho le traxo á la memoria, de las desvanecidas caballerias.
-Cerró el libro, y començó á pasearse por el aposento, haziendo en su
-imaginacion terribles quimeras, trayendo á la fantasia todo aquello
-en que solia antes desvanecerse. En esto tocaron á visperas, y él,
-tomando su capa y rosario, se fue á oirlas con el Alcalde, que vivia
-junto á su casa; las cuales acabadas, se fueron los alcaldes, el Cura,
-don Quixote y toda la demas gente de cuenta del lugar á la plaça, y
-puestos en corrillo, començaron á tratar de lo que más les agradaba.
-En este punto vieron entrar por la calle principal en la plaça cuatro
-hombres principales á caballo, con sus criados y pajes, y doze lacayos
-que traian doze caballos del diestro ricamente enjaezados; lo cual
-visto por los que en la plaça estaban, aguardaron un poco á ver que
-seria aquello, y entonces dixo el Cura, hablando con don Quixote: Por
-mi santiguada, señor Quijada, que si esta gente viniera por aqui hoy
-haze seis meses, que á v. m. le pareciera una de las más extrañas y
-peligrosas aventuras que en sus libros de caballerias habia jamas oido
-ni visto; y que imaginara v. m. que estos caballeros llevarian alguna
-princesa de alta guisa forçada; y que aquellos que ahora se apean eran
-cuatro descomunales gigantes, señores del castillo de Bramiforan, el
-encantador. Ya todo eso, señor licenciado, dixo don Quixote, es agua
-pasada, con la cual, como dizen, no puede moler molino, mas lleguemonos
-hazia ellos á saber quien son; que si yo no me engaño, deben de ir á
-la corte á negocios de importancia, pues su trage muestra ser gente
-principal. Llegaronse todos á ellos, y hecha la debida cortesia, el
-Cura, como más avisado, les dixo de esta manera: Por cierto, señores
-caballeros, que nos pesa en extremo que tanta nobleza haya venido á
-dar cabo en un lugar tan pequeño como este, y tan desapercibido de
-todo regalo y buen acogimiento, como vs. ms. merecen; porque en él no
-hay meson ni posada capaz de tanta gente y caballos como aqui vienen;
-mas con todo, estos señores y yo, si de algun provecho fueremos, y
-vs. ms. determinaren de quedar aqui esta noche, procuraremos que se
-les dé el mejor recado que ser pudiere. El uno de ellos, que parecia
-ser el más principal, le rindió las gracias, diziendo en nombre de
-todos: En extremo, señores, agradecemos esa buena voluntad que sin
-conocernos se nos muestra, y quedaremos obligados con muy justa razon á
-agradecer y tener en memoria tan buen deseo. Nosotros somos caballeros
-granadinos, y vamos á la insigne ciudad de Çaragoça á unas justas que
-alli se hazen; que teniendo noticia que es su mantenedor un valiente
-caballero, nos habemos dispuesto á tomar este trabajo, para ganar en
-ellas alguna honra, la cual sin él es imposible alcançarse. Pensabamos
-pasar dos leguas más adelante; pero los caballos y gente vienen algo
-fatigada, y asi nos pareció quedar aqui esta noche, aunque hayamos de
-dormir sobre los poyos de la iglesia, si el señor Cura diere licencia
-para ello. Uno de los alcaldes, que sabia más de segar y de uncir las
-mulas y bueyes de su labrança, que de razones cortesanas, le dixo: No
-se les dé nada á sus mercedes; que aqui les haremos merced de alojarles
-esta noche; que sietecientas vezes al año tenemos capitanias de otros
-mayores fanfarrones que ellos, y no son tan agradecidos y bien hablados
-como vs. ms. son; y á fe que nos cuesta al Concejo más de noventa
-maravedis por año. El Cura, por atajarle que no pasase adelante con
-sus necedades, les dixo: vs. ms., mis señores, han de tener paciencia;
-que yo les tengo de alojar por mi mano, y ha de ser desta manera:
-que los dos señores alcaldes se lleven á sus casas estos dos señores
-caballeros con todos sus criados y caballos, y yo á v. m., y el señor
-Quijada, á esotro señor; y cada uno, conforme sus fuerças alcançaren,
-procure de regalar á su huesped; porque, como dizen, el huesped, quien
-quiera que sea, merece ser honrado; y siendolo estos señores, tanta
-mayor obligacion tenemos de servirles, siquiera porque no se diga que
-llegando á un lugar de gente tan politica, aunque pequeño, se fueron á
-dormir, como este señor dixo lo harian, á los poyos de la iglesia. Don
-Quixote dixo á aquel que por suerte le cupo, que parecia ser el más
-principal: Por cierto, señor caballero, que yo he sido muy dichoso en
-que v. m. se quiera servir de mi casa, que, aunque es pobre de lo que
-es necesario para acudir al perfeto servicio de un tan gran caballero,
-será á lo menos muy rica de voluntad, la cual podrá v. m. recebir sin
-más ceremonias. Por cierto, señor hidalgo, respondió el caballero, que
-yo me tengo por bien afortunado en recebir merced de quien tan buenas
-palabras tiene, con las cuales es cierto conformarán las obras. Tras
-esto, despidiendose los unos de los otros, cada uno con su huesped, se
-resolvieron, al partir, en que tomasen un poco la mañana, por causa de
-los excesivos calores que en aquel tiempo hazian. Don Quixote se fue á
-su casa con el caballero que le cupo en suerte; y poniendo los caballos
-en un pequeño establo, mandó á su vieja ama que adereçase algunas aves
-y palominos, de que él tenia en casa no pequeña abundancia, para cenar
-toda aquella gente que consigo traia; y mandó juntamente á un muchacho
-llamase á Sancho Pança para que ayudase en lo que fuese menester en
-casa; el cual vino al punto de muy buena gana. Entre tanto que la cena
-se aparejaba, començaron á pasearse el caballero y don Quixote por el
-patio, que estaba fresco; y entre otras razones le preguntó don Quixote
-la causa que le habia movido á venir de tantas leguas á aquellas
-justas, y como se llamaba: á lo cual respondió el caballero que se
-llamaba don Alvaro Tarfe, y que decendia del antiguo linage de los
-moros Tarfes de Granada, deudos cercanos de sus reyes, y valerosos por
-sus personas, como se lee en las historias de los reyes de aquel reino,
-de los Abencerrajes, Zegries, Gomeles y Muzas,[4] que fueron cristianos
-despues que el Catolico rey Fernando ganó la insigne ciudad de Granada;
-y ahora[5] esta jornada por mandado de un serafin en habito de muger,
-el cual es reina de mi voluntad, objeto de mis deseos, centro de mis
-suspiros, archivo de mis pensamientos, paraiso de mis memorias, y
-finalmente, consumada gloria de la vida que poseo. Esta, como digo, me
-mandó que partiese para estas justas, y entrase en ellas en su nombre,
-y le truxese alguna de las ricas joyas y preseas que en premio se
-les ha de dar á los venturosos aventureros vencedores; y voy cierto
-y no poco seguro de que no dexaré de llevarsela; porque yendo ella
-conmigo, como va dentro de mi coraçon, será el vencimiento infalible,
-la vitoria cierta, el premio seguro, y mis trabajos alcançaran la
-gloria que por tan largos dias he con tan inflamado afecto deseado.
-Por cierto, señor don Alvaro Tarfe, dixo don Quixote, que aquella
-señora tiene grandisima obligacion á corresponder á los justos ruegos
-de v. m. por muchas razones. La primera, por el trabajo que toma v.
-m. en hazer tan largo camino en tiempo tan terrible. La segunda, por
-el ir por solo su mandado, pues con él, aunque las cosas sucedan al
-contrario de su deseo, habrá cumplido con la obligacion de fiel amante,
-habiendo hecho de su parte todo lo posible. Mas suplico á v. m. me dé
-cuenta desa hermosa señora y de su edad y nombre, y del de sus nobles
-padres. Menester era, respondió don Alvaro, un muy grande calapino para
-declarar una de las tres cosas que v. m. me ha preguntado; y pasando
-por alto las dos postreras, por el respeto que debo á su calidad,
-solo digo de sus años que son diez y seis, y su hermosura tanta, que
-á dicho de todos los que la miran aun con ojos menos apasionados que
-los mios, afirman della no haber visto, no solamente en Granada, pero
-ni en toda la Andaluzia, más hermosa criatura; porque, fuera de las
-virtudes del animo, es sin duda blanca como el sol, las mexillas de
-rosas recien cortadas, los dientes de marfil, los labios de coral, el
-cuello de alabastro, las manos de leche, y finalmente, tiene todas las
-gracias perfetisimas de que puede juzgar la vista; si bien es verdad
-que es algo pequeña de cuerpo. Pareceme, señor don Alvaro, replicó don
-Quixote, que no dexa esa de ser alguna pequeña falta; porque una de las
-condiciones que ponen los curiosos para hazer á una dama hermosa es la
-buena disposicion del cuerpo; aunque es verdad que esta falta muchas
-damas la remedian con un palmo de chapin valenciano; pero quitado este,
-que no en todas partes ni á todas horas se puede traer, parecen las
-damas, quedando en çapatillas, algo feas, porque las basquiñas y ropas
-de seda y brocados, que estan cortadas á la medida de la disposicion
-que tienen sobre los chapines, les vienen largas de tal modo que
-arrastran dos palmos por el suelo; y asi no dexará esto de ser alguna
-pequeña imperfecion en la dama de v. m. Antes, señor hidalgo, dixo
-don Alvaro, esa la hallo yo por una muy grande perfecion. Verdad es
-que Aristoteles, en el cuarto de sus Eticas, entre las cosas que ha
-de tener una muger hermosa cual él alli la describe, dize que ha de
-ser de una disposicion que tire á lo grande; mas otros ha habido de
-contrario parecer, porque la naturaleza, como dizen los filosofos,
-mayores milagros haze en las cosas pequeñas que en las grandes[6]; y
-cuando ella en alguna parte hubiese errado en la formacion de un cuerpo
-pequeño, será más dificultoso de conocer el yerro, que si fuese hecho
-en cuerpo grande. No hay piedra preciosa que no sea pequeña, y los
-ojos de nuestros cuerpos son las partes más pequeñas que hay en él, y
-son las más bellas y más hermosas; asi que mi serafin es un milagro de
-la naturaleza, la cual ha querido darnos á conocer por ella como en
-poco espacio puede recoger con su maravilloso artificio el inumerable
-numero de gracias que puede produzir; porque la hermosura, como dize
-Ciceron, no consiste en otra cosa que en una conveniente disposicion
-de los miembros, que con deleite mueve los ojos de los otros á mirar
-aquel cuerpo cuyas partes entre sí mesmas con una cierta ociosidad se
-corresponden. Pareceme, señor don Alvaro, dixo don Quixote, que v.
-m. ha satisfecho con muy sutiles razones á la objecion que contra la
-pequeñez del cuerpo de su reina propuse; y porque me parece que ya
-la cena por ser poca estará aparejada, suplico á v. m. nos entremos
-á cenar; que despues sobre cena tengo un negocio de importancia que
-tratar con v. m., como con persona que tan bien sabe hablar en todas
-materias.
-
- [4] En la edición de 1614 y en la de 1732 dice _Mazas_.
-
- [5] Falta el verbo _hacía_, ú otro análogo.
-
- [6] En la primera edición: _haze las cosas pequeñas que las
- grandes_. Lo mismo se lee en la edición de 1732.
-
-
-
-
-CAPITULO II
-
-De las razones que pasaron entre don Alvaro Tarfe y don Quixote sobre
-cena, y como le descubre los amores que tiene con Dulcinea del Toboso,
-comunicandole dos cartas ridiculas: por todo lo cual el caballero cae
-en la cuenta de lo que es don Quixote.
-
-
-Despues de haber dado don Quixote razonablemente de cenar á su noble
-huesped, por postre de la cena, levantados ya los manteles, oyó de sus
-cuerdos labios las siguientes razones: Por cierto, señor Quijada, que
-estoy en extremo maravillado de que en el tiempo que nos ha durado la
-cena, he visto á v. m. algo diferente del que le ví cuando entré en su
-casa; pues en la mayor parte della le he visto tan absorto y elevado en
-no sé que imaginacion, que apenas me ha respondido jamas á proposito,
-sino tan ad Ephesios, como dizen, que he venido á sospechar que algun
-grave cuidado le aflige y aprieta el animo; porque le he visto quedarse
-á ratos con el bocado en la boca, mirando sin pestañear á los manteles,
-con tal suspension que, preguntandole si era casado, me respondió:
-¿Rocinante? señor, el mejor caballo es que se ha criado en Cordoba;
-y por esto digo que alguna pasion ó interno cuidado atormenta á v.
-m.; porque no es posible nazca de otra causa tal efecto; y tal puede
-ser que, como otras muchas vezes he visto en otros, pueda quitarle
-la vida, ó á lo menos, si es vehemente, apurarle el juizio; y asi
-suplico á v. m. se sirva comunicarme su sentimiento; porque si fuere
-tal la causa dél que yo con mi persona pueda remediarla, lo haré con
-las veras que la razon y mis obligaciones piden, pues asi como con las
-lagrimas, que son sangre del coraçon, él mesmo desfoga y descansa, y
-queda aliviado de las melancolias que le oprimen, vaporeando por el
-venero de los ojos; asi, ni más ni menos el dolor y afliccion, siendo
-comunicado, se alivian algun tanto, porque suele el que lo oye, como
-desapasionado, dar el consejo que es más sano y seguro al remedio de
-la persona afligida. Don Quixote entonzes le respondió: Agradezco,
-señor don Alvaro, esa buena voluntad, y el deseo que muestra tener
-v. m. de hazermela; pero es fuerça que los que profesamos el orden
-de caballeria, y nos hemos visto en tanta multitud de peligros, ya
-con fieros y descomunales jayanes, ya con malandrines sabios ó magos,
-desencantando princesas, matando grifos, y serpientes, rinocerontes y
-endriagos,[7] llevados de alguna imaginacion destas, como son negocios
-de honra, quedemos suspensos y elevados y puestos en un honroso extasi,
-como el en que v. m. dize haberme visto, aunque yo no he echado de
-verlo: verdad es que ninguna cosa destas por ahora me ha suspendido
-la imaginacion; que ya todas han pasado por mí. Maravillose mucho don
-Alvaro Tarfe de oirle dezir que habia desencantado princesas y muerto
-gigantes, y començó á tenerle por hombre que la faltaba algun poco de
-juizio; y asi, para enterarse dello le dixo: ¿Pues no se podrá saber
-que causa por ahora aflige á v. m.? Son negocios, dixo don Quixote,
-que aunque á los caballeros andantes no todas las vezes es licito
-dezirlos, por ser v. m. quien es y tan noble y discreto, y estar herido
-con la propia saeta con que el hijo de Venus me tiene herido á mí, le
-quiero descubrir mi dolor, no para que me dé remedio para él, que solo
-me le puede dar aquella bella ingrata y dulcisima Dulcinea, robadora de
-mi voluntad; sino para que v. m. entienda que yo camino y he caminado
-por el camino real de la caballeria andantesca, imitando en obras y
-en amores á aquellos valerosos y primitivos caballeros andantes que
-fueron luz y espejo de todos aquellos que despues dellos han por sus
-buenas prendas merecido profesar el sacro orden de caballeria que yo
-profeso, como fueron el invicto Amadis de Gaula, don Belianis de Grecia
-y su hijo Esplandian, Palmerin de Oliva, Tablante de Ricamonte, el
-caballero del Febo[8] y su hermano Rosicler, con otros valentisimos
-principes aun de nuestros tiempos, á todos los cuales, ya que les he
-imitado en obras y hazañas, los sigo tambien en los amores: asi que,
-v. m. sabrá que estoy enamorado. Don Alvaro, como era hombre de sutil
-entendimiento, luego cayó en todo lo que su huesped podia ser, pues
-dezia haber imitado á aquellos caballeros fabulosos de los libros de
-caballeria; y asi, maravillado de su loca enfermedad, para enterarse
-cumplidamente della le dixo: Admirome no poco, señor Quijada, que un
-hombre como v. m., flaco y seco de cara, y que á mi parecer pasa ya de
-los cuarenta y cinco, ande enamorado; porque el amor no se alcança sino
-con muchos trabajos, malas noches, peores dias, mil disgustos, celos,
-zozobras, pendencias y peligros; que todos estos y otros semejantes
-son los caminos por donde se camina al amor. Y si v. m. ha de pasar
-por ellos, no me parece tiene sujeto para sufrir dos noches malas
-al sereno, aguas y nieves, como yo sé por experiencia que pasan los
-enamorados. Mas digame v. m. con todo: esa muger que ama, ¿es de aqui
-del lugar, ó forastera? que gustaria en extremo, si fuese posible,
-verla antes que me fuese; porque un hombre de tan buen gusto como v.
-m. es, no es creible sino que ha de haber puesto los ojos en no menos
-que en una Diana efesina, Policena troyana, Dido cartaginense, Lucrecia
-romana ó Doralize granadina. A todas esas, respondió don Quixote,
-excede en hermosura y gracia; y solo imita en fiereza y crueldad á
-la inhumana Medea; pero ya querrá Dios que con el tiempo, que todas
-las cosas muda, trueque su coraçon diamantino, y con las nuevas que
-de mí y mis invencibles fazañas terná, se molifique y sujete á mis
-no menos importunos que justos ruegos. Asi que, señor, ella se llama
-Princesa Dulcinea del Toboso (como yo don Quixote de la Mancha), si
-nunca v. m. la ha oido nombrar; que si habrá, siendo tan celebre por
-sus milagros y celestiales prendas. Quiso reirse de muy buena gana don
-Alvaro cuando oyo decir la princesa Dulcinea del Toboso; pero disimuló,
-porque su huesped no lo echase de ver y se enojase, y asi le dixo:
-Por cierto, señor hidalgo, ó por mejor dezir, señor caballero, que yo
-no he oido en todos los dias de mi vida nombrar tal princesa, ni creo
-la hay en toda la Mancha, si no es que ella se llame por sobrenombre
-Princesa, como otras se llaman Marquesas. No todos saben todas las
-cosas, replicó don Quixote; pero yo haré antes de mucho tiempo que
-su nombre sea conocido, no solamente en España, pero en los reinos y
-provincias más distantes del mundo. Esta es pues, señor, la que me
-eleva los pensamientos; esta me enagena de mí mismo; por esta he estado
-desterrado muchos dias de mi casa y patria, haziendo en su servicio
-heroicas hazañas, enviandole gigantes y bravos jayanes y caballeros
-rendidos á sus pies; y con todo eso ella se muestra á mis ruegos una
-leona de Africa y una tigre de Hircania, respondiendome á los papeles
-que le envio, llenos de amor y dulzura, con el mayor desabrimiento y
-despego que jamas princesa á caballero andante escribió. Yo le escribo
-más largas arengas, que las que Catilina[9] hizo al senado de Roma; más
-heroicas poesias, que las de Homero ó Virgilio; con más ternezas, el
-Petrarca escribió á su querida Laura, y con más agradables episodios,
-que Lucano ni Ariosto pudieron escribir en su tiempo, ni en el nuestro
-ha hecho Lope de Vega á su Filis, Celia, Lucinda, ni á las demas que
-tan divinamente ha celebrado, hecho en aventuras un Amadis, en gravedad
-un Cévola, en sufrimiento un Perineo de Persia, en nobleza un Eneas,
-en astucia un Ulises, en constancia un Belisario, y en derramar sangre
-humana un bravo Cid Campeador; y porque v. m., señor don Alvaro, vea
-ser verdad todo lo que digo, quiero sacar dos cartas que tengo alli en
-aquel escritorio: una que con mi escudero Sancho Pança la escribi en
-los dias pasados, y otra que ella me envió en respuesta suya. Levantose
-para sacarlas, y don Alvaro se quedó haziendo cruces de ver la locura
-del huesped, y acabó de caer en la cuenta de que él estaba desvanecido
-con los vanos libros de caballerias, teniendolos por muy autenticos
-y verdaderos. Al ruido que don Quixote hizo abriendo el escritorio,
-entró Sancho Pança, harto bien llena la barriga de los relieves que
-habian sobrado de la cena. Y como don Quixote se asentó con las dos
-cartas en la mano, él se puso repantigado tras las espaldas de su silla
-para gustar un poco de la conversacion. Ve aqui, dixo don Quixote, v.
-m. á Sancho Pança mi escudero, que no me dexará mentir á lo que toca
-al inhumano rigor de aquella mi señora. Si á fe, dixo Sancho Pança;
-que Aldonza Lorenço, alias Nogales (como asi se llamaba la infanta
-Dulcinea del Toboso por propio nombre, como consta de las primeras
-partes desta grave historia), es una grandisima... Tengaselo por
-dicho; porque ¡cuerpo den ciruelo! ¿ha de andar mi señor hendo tantas
-caballerias de dia y de noche, y hendo cruel penitencia en Sierra
-Morena, dandose de calabaçadas, y sin comer por una?... Mas quiero
-callar; alla se lo haya, con su pan se lo coma; que quien yerra y se
-emienda, á Dios se encomienda; que una anima sola ni canta ni llora; y
-cuando la perdiz canta, señal es de agua; y á falta de pan, buenas son
-tortas. Pasara adelante Sancho con sus refranes, si don Quixote no le
-mandara, imperativo modo, que callara; mas con todo replicó diziendo:
-¿Quiere[10] saber, señor don Tarfe, lo que hizo la muy zurrada cuando
-la llevé esa carta que ahora mi señor quiere leer? Estabase en la
-caballeriça la muy puerca, porque llovia, hinchendo un seron de basura
-con una pala; y cuando yo le dixe que le traia una carta de mi señor
-(¡infernal torçon le dé Dios por ello!), tomó una gran palada del
-estiercol que estaba más hondo y más remojado, y arrojomele de boleo,
-sin dezir agua va, en estas pecadoras barbas. Yo, como por mis pecados
-las tengo más espesas que escobilla de barbero, estuve despues más
-de tres dias sin poder acabar de agotar la porqueria que en ellas me
-dexó, perfetamente. Diose, oyendo esto, una palmada en la frente don
-Alvaro, diziendo: Por cierto, señor Sancho, que semejante porte que
-ese no le merecia la mucha discrecion vuestra. No se espante v. m.
-replicó Sancho; que á fe que nos ha sucedido á mí y á mi señor, andando
-por amor della en las aventuras ó desventuras del año pasado, darnos
-pasadas de cuatro vezes muy gentiles garrotaços. Yo os prometo, dixo
-colerico don Quixote, que si me levanto, don bellaco desvergonçado, y
-cojo una estaca de aquel carro, que os muela las costillas y haga que
-se os acuerde per omnia saecula saeculorum. Amen, respondió Sancho.
-Levantarase don Quixote á castigarle la desvergüença, si don Alvaro
-no le tuviera el braço y le hiziera volver á sentar en su silla,
-haziendo con el dedo señas á Sancho para que callase, con que lo hizo
-por entonzes; y don Quixote, abriendo la carta, dixo: Ve aqui v. m. la
-carta que este moço llevó los dias pasados á mi señora, y juntamente
-la respuesta della, para que de ambas colija v. m. si tengo razon de
-quexarme de su inaudita ingratitud.
-
- [7] _Endrigos_ en la primera edición.
-
- [8] En la edición de Tarragona, _Pueblo_.
-
- [9] En la edición de Tarragona, _Catalina_.
-
- [10] _Quiero_, en la primera edición, pero es evidente errata.
-
-
- _Sobrescrito de la carta. A la infanta Dulcinea del Toboso_
-
- «Si el amor afincado, ¡oh bella ingrata! que asaz bulle por los
- poros de mis venas, diera lugar á que me ensañara contra vuestra
- fermosura, cedo tomara vengança de la sandez con que mis cuitas
- os dan enojoso reproche. Cuidades, dulce enemiga mia, que non
- atiendo con todas mis fuerças en al que en desfazer tuertos de
- gente menesterosa: magüer que muchas vezes ando envuelto en sangre
- de jayanes, cedo el pensamiento sin polilla está ademas ledo, y
- tiene remembrança que está preso por una de las más altas fembras
- que entre las reinas de alta guisa fallar se puede. Empero lo que
- agora vos demando es, que si alguna desmesurança he tenido, me
- perdonedes; que los yerros por amare, dignos son de perdonare. Esto
- pido de finojos ante vuestro imperial acatamiento. Vuestro hasta el
- fin de la vida.
-
- _El caballero de la Triste Figura,
- Don Quixote de la Mancha._»
-
-Por Dios, dixo don Alvaro riendose, que es la más donosa carta que
-en su tiempo pudo escribir el rey don Sancho de Leon á la noble doña
-Ximena Gomez, al tiempo que, por estar ausente della, el Cid, la
-consolaba; pero siendo v. m. tan cortesano, me espanto que escribiese
-esa carta ahora tan á lo del tiempo antiguo; porque ya no se usan esos
-vocablos en Castilla sino es cuando se hazen comedias de los reyes y
-condes de aquellos siglos dorados. Escribola desta suerte, dixo don
-Quixote, porque, ya que imito á los antiguos en la fortaleça, como son
-al conde Fernan Gonzalez, Peranzules, Bernardo y al Cid, los quiero
-tambien imitar en las palabras. ¿Pues para qué, replicó don Alvaro,
-puso v. m. en la firma El caballero de la Triste Figura? Sancho Pança,
-que habia estado escuchando la carta, dixo: Yo se lo aconsejé, y á fe
-en toda ella no va cosa más verdadera que esa. Puseme El de la Triste
-Figura, añadió don Quixote, no por lo que este necio dize, sino porque
-la ausencia de mi señora Dulcinea me causaba tanta tristeza, que no me
-podia alegrar: de la suerte que Amadis se llamó Beltenebros, otro el
-caballero de los Fuegos, otro de las Imagenes, ó de la Ardiente espada.
-Don Alvaro le replicó: y el llamarse v. m. don Quixote, ¿á imitacion de
-quien fue? A imitacion de ninguno, dixo don Quixote, sino como me llamo
-Quijada, saqué deste nombre el de don Quixote el dia que me dieron el
-orden de caballeria. Pero oiga v. m., le suplico, la respuesta que
-aquella enemiga de mi libertad me escribe.
-
-
-_Sobrescrito. A Martin Quijada, el Mentecapto._
-
-«El portador desta habia de ser un hermano mio, para darle la respuesta
-en las costillas con un gentil garrote. ¿No sabe lo que le digo, señor
-Quijada? Que por el siglo de mi madre, que si otra vez me escribe de
-emperatriz ó reina, poniendome nombres burlescos, como es A la infanta
-manchega Dulcinea del Toboso y otros semejantes que me suele escribir,
-que tengo de hazer que se le acuerde. Mi nombre propio es Aldonza
-Lorenço ó Nogales, por mar y por tierra.»
-
-Vea v. m. si habrá en el mundo caballero andante, por más discreto y
-sufrido que sea, que pueda sin morir tolerar semejantes razones. ¡Oh,
-hi de puta! dixo Sancho Pança, conmigo las habia de haber la relamida:
-á fe que la habia de her peer por ingeño; que aunque es moça forçuda,
-yo fio que si la agarro, no se me escape de entre las uñas: mi señor
-don Quixote es muy demasiado de blando. Si él la enviase media dozena
-de cozes dentro de una carta, para que se la depositasen en la barriga,
-á fe que no fuera tan repostona. Sepa v. m. que estas moças yo las
-conozco mejor que un huevo vale una blanca, si las hablan bien, dan al
-hombre el pescoçon y pasagonçalo que le hacen saltar las lagrimas de
-los ojos: sobre mí, que conmigo no se burlan, porque luego les arroxo
-una coz mas redonda que de mula de frayle hieronymo; y más si me pongo
-los çapatos nuevos: ¡mal año para la mula del Preste Juan que mejor
-las endilgue! Levantose riendo don Alvaro, y dixo: Por Dios que si el
-rey de España supiese que este entretenimiento habia en este lugar,
-que aunque le costase un millon, procurara tenerlo consigo en su casa.
-Señor don Quixote, ello hemos de madrugar por lo menos una hora antes
-del dia, por huir del sol; y asi, con licencia de v. m. querria tratar
-de acostarme. Don Quixote dixo que su merced la tenia; y asi començó
-á desnudarse para hazerle la cama que en el mesmo aposento estaba, y
-mandó á Sancho Pança que le desçalzase las botas. Llegaron en esto á
-quererlo hazer dos pajes del mesmo don Alvaro que habian estado oyendo
-la conversacion desde la puerta; pero no consintió Sancho Pança que
-otro que él hiziese tal ofizio, de que gustó en extremo don Alvaro,
-el cual le dixo, mientras don Quixote salió afuera por unas peras en
-conserva para darle: Tirá, hermano Sancho, bien, y tened paciencia. Si
-tendran, respondió Sancho; que no son bestias; y aunque no soy don, mi
-padre lo era. ¿Como es eso? dixo don Alvaro: ¡vuestro padre tenia don!
-Sí, señor, dixo Sancho; pero teniale á la postre. ¿Como á la postre?
-replicó don Alvaro. ¿Llamabase Francisco Don, Juan Don ó Diego Don? No,
-señor, dixo Sancho, sino Pedro el Remendon. Rieron mucho del dicho los
-pajes y don Alvaro, que prosiguió preguntandole si era aun su padre
-vivo; y él respondió: No, señor; que más há de diez años que murió
-de una de las más malas enfermedades que se puede imaginar. ¿De que
-enfermedad murió? replicó don Alvaro. De sabañones, respondió Sancho.
-¡Santo Dios! dixo don Alvaro con grandisima risa: ¡de sabañones! El
-primer hombre que en los dias de mi vida oí dezir que muriese desa
-enfermedad fue vuestro padre, y asi no lo creo. ¿No puede cada uno,
-dixo Sancho, morir la muerte que le da gusto? Pues si mi padre quiso
-morir de sabañones, ¿que se le da á v. m.? En medio de la risa de don
-Alvaro y sus pajes, entró don Quixote y su ama la vieja con un plato de
-peras en conserva y una garrafa de buen vino blanco, y dixo: V. m., mi
-señor don Alvaro, podrá comer un par destas peras, y tras ellas tomar
-una vez de vino, que le dará mil vidas. Yo beso á v. m. las manos,
-respondió don Alvaro, señor don Quixote, por la merced que me haze;
-pero no podré servirle; porque no acostumbro comer cosa alguna sobre
-cena; que me daña, y tengo larga experiencia en mi de la verdad del
-aforismo de Avicena ó Galeno, que dize que lo crudo sobre lo indigesto
-engendra enfermedad. Pues por vida de la que me parió, dixo Sancho, que
-aunque ese Açucena ó Galena que su merced dize, me dixese más latines
-que tiene todo el a, b, c, asi dexase yo de comer, habiendolo á mano,
-como de escupir. ¡Mirá que cuerpo de San Belorge! El no comer para los
-castraleones, que se sustentan del aire. Pues por vida de la que adoro,
-dixo don Alvaro, tomando una pera con la punta del cuchillo, que os
-habeis de comer esta, con licencia del señor don Quixote. ¡Ah! no, por
-vida, señor don Tarfe, respondió Sancho; que estas cosas dulces, siendo
-pocas, me hazen mal; aunque es verdad que cuando son en cantidad, me
-hazen grandisimo provecho. Con todo, la comió, y tras esto se puso don
-Alvaro en la cama, y á los pajes les hizieron otra junto á ella do se
-acostasen, como lo hizieron. En esto dixo don Quixote á Sancho: Vamos,
-Sancho amigo, al aposento de arriba; que alli podremos dormir lo poco
-que de la noche queda; que no hay para que irte ahora á tu casa; que
-ya tu muger estará acostada; y tambien que tengo un poco que comunicar
-contigo esta noche sobre un negocio de importancia. Pardiez, señor,
-dixo Sancho, que estoy yo esta noche para dar buenos consejos, porque
-estoy redondo como una chueca; solo será la falta que me dormiré luego,
-porque ya los bostezos menudean mucho. Subieronse arriba tras esto
-ambos á acostar, y puestos en una misma cama, dixo don Quixote: Hijo
-Sancho, bien sabes ó has leido que la ociosidad es madre y principio
-de todos los vicios, y que el hombre ocioso está dispuesto para pensar
-cualquier mal, y pensandolo, ponerlo por obra, y que el diablo de
-ordinario acomete y vence facilmente á los ociosos, porque haze como
-el cazador, que no tira á las aves mientras que las ve andar volando,
-porque entonzes seria la caza incierta y dificultosa, sino que aguarda
-á que se asienten en algun puesto, y viendolas ociosas, les tira y
-las mata. Digo esto, amigo Sancho, porque veo que há algunos meses
-que estamos ociosos, y no cumplimos, yo con el orden de caballeria
-que recebi, y tú con la lealtad de escudero fiel que me prometiste.
-Querria pues (para que no se diga que yo he recebido en vano el talento
-que Dios me dió, y sea reprehendido como aquel del Evangelio, que ató
-el que su amo le fió en el pañizuelo, y no quiso granjear con él) que
-volviesemos lo más presto que ser pudiese á nuestro militar exercicio,
-porque en ello haremos dos cosas: la una, servicio muy grande á Dios,
-y la otra, provecho al mundo, desterrando dél los descomunales jayanes
-y soberbios gigantes que hazen tuertos de sus fueros, y agravios
-á caballeros menesterosos y á donzellas afligidas; y juntamente
-ganaremos honra y fama para nosotros y nuestros sucesores, conservando
-y aumentando la de nuestros antepasados; tras que adquiriremos mil
-reinos y provincias en un quita allá esas pajas, con que seremos ricos,
-y enriquezeremos nuestra patria. Señor, dixo Sancho, no tiene que
-meterme en el caletre esos guerreamientos, pues ya ve lo mucho que me
-costaron ese otro año, con la perdida de mi Rucio, que buen siglo haya;
-tras que jamas me cumplió lo que mil vezes me tenia prometido, de que
-nos veriamos dentro de un año, yo adelantando, ó rey por lo menos, mi
-muger almiranta y mis hijos infantes; ninguna de las cuales cosas veo
-cumplidas por mí (¿oye v. m., ó duerme?), y mi muger tan Mari-Gutierrez
-se es hoy como agora un año: asi que, yo no quiero perro con cencerro.
-Y fuera deso, si nuestro cura el licenciado Pero Perez sabe que
-queremos tornar á nuestras caballerias, le tiene de meter á v. m. con
-una cadena por unos seis ó siete meses en domus Jetro, que dizen, como
-la otra vez; y asi, digo que no quiero ir con v. m., y dexeme dormir
-por vida suya; que ya se van pegando los ojos. Mira, Sancho, dixo don
-Quixote, que yo no quiero que vayas como la otra vez; antes quiero
-comprarte un asno en que vayas como un patriarca, mucho mejor que el
-otro que te hurtó Ginesillo; y en fin, iremos ambos con mejor orden, y
-llevaremos dineros y provisiones, y una maleta con nuestra ropa; que ya
-he echado de ver que es muy necesario, porque no nos suceda lo que en
-aquellos malditos castillos encantados nos sucedió. Aun desa manera,
-respondió Sancho, y pagandome cada mes mi trabajo, yo iré de muy buena
-gana. Oyendo su resolucion, alegre don Quixote, prosiguió diziendo:
-Pues Dulcinea se me ha mostrado tan inhumana y cruel, y lo que peor
-es, desagradecida á mis servicios, sorda á mis ruegos, incredula á
-mis palabras, y finalmente, contraria á mis deseos, quiero probar, á
-imitacion del caballero del Febo, que dexó[11] á Claridana, y otros
-muchos que buscaron nuevo amor, y ver si en otra hallo mejor fe y
-mayor correspondencia á mis fervorosos intentos, y ver juntamente...
-¿Duermes, Sancho? ¡Ah Sancho! En esto Sancho recordó, diziendo: Digo,
-señor, que tiene razon; que esos jayanazos son grandisimos bellacos, y
-es muy bien que les hagamos tuertos. ¡Por Dios, dixo don Quixote, que
-estás muy bien en el cuento! Estoyme yo quebrando la cabeça diziendote
-lo que á ti y á mí más, despues de Dios, nos importa, y tú duermes
-como un liron. Lo que digo, Sancho, es, ¿entiendes?... ¡Oh! reniego
-de la puta que me parió, dixo Sancho: dexeme dormir con Barrabas; que
-yo creo bien y verdaderamente cuanto me dixere y piensa dezir todos
-los dias de su vida. Harto trabajo tiene un hombre, dixo don Quixote,
-que trata cosas de peso con salvajes como este: quierole dexar dormir;
-que yo, mientras que no diere fin y cabo á estas honradas justas,
-ganando en ellas el primero, segundo y tercero dia las joyas de más
-importancia que hubiere, no quiero dormir, sino velar, traçando con
-la imaginacion lo que despues tengo de poner por efecto, como haze el
-sabio arquitecto, que antes que comienze la obra, tiene confusamente
-en su imaginativa todos los aposentos, patios, chapiteles y ventanas
-de la casa, para despues sacallos perfectamente á luz. En fin, al buen
-hidalgo se le pasó lo que de la noche quedaba, haziendo grandisimas
-quimeras en su desvanecida fantasia, ya hablando con los caballeros, ya
-con los jueces de las justas, pidiendoles el premio; ya, finalmente,
-saludando con grandisima mesura á una dama hermosisima y ricamente
-adereçada, á quien presentaba desde el caballo con la punta de la lança
-una rica joya. Con estos y otros semejantes desvanecimientos se quedó
-al cabo dormido.
-
- [11] _Dixo_, por errata, en la primera edición.
-
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-
-CAPITULO III
-
-De como el Cura y don Quixote se despidieron de aquellos caballeros, y
-de lo que á él le sucedió con Sancho Pança despues de ellos idos.
-
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-Una hora antes que amaneciese llegaron á la puerta de don Quixote el
-Cura y los alcaldes á llamar, que venian á despertar al señor don
-Alvaro; á cuyas vozes don Quixote llamó á Sancho Pança para que les
-fuese á abrir, el cual despertó con harto dolor de su coraçon. Entrados
-que fueron al aposento de don Alvaro, el Cura se asentó junto á su
-cama, y le començó á preguntar como le habia ido con su huesped; á
-lo cual respondió contandole brevemente lo que con él y con Sancho
-Pança le habia pasado aquella noche; y dixo que si no fuera el plaço
-de las justas tan corto, se quedara alli cuatro ó seis dias á gustar
-de la buena conversacion de su huesped; pero propuso de estarse alli
-más despacio á la vuelta. El Cura le contó todo lo que don Quixote
-era, y lo que con él le habia acontecido el año pasado, de lo cual
-quedó muy maravillado; y mudando platica, fingieron hablaban de otro,
-porque vieron entrar á don Quixote, con cuyos buenos dias y apacible
-vision se levantó don Alvaro, y mandó aprestar los caballos y demas
-recado para irse. Entre tanto los alcaldes y el Cura volvieron á dar
-de almorzar á sus huespedes, quedando concertados que todos volverian
-á casa de don Quixote, para partirse desde alli juntos. Idos ellos, y
-vestido don Alvaro, dixo aparte á don Quixote: Señor mio, v. m. me la
-ha de hazer de que unas armas grabadas de Milan, que traigo aqui en un
-baul grande, se me guarden con cuidado en su casa hasta la vuelta;
-que me parece que en Çaragoça no serán menester, pues no faltarán en
-ella amigos que me provean de otras que sean menos sutiles, pues estas
-lo son tanto, que solo pueden servir para la vista, y es notable el
-embaraço que me causa el llevarlas. Hízolas sacar luego alli todas en
-diziendo esto, y eran peto, espaldar, gola, braçaletes, escarcelas
-y morrion; y don Quixote, cuando las vió, se le alegró la paxarilla
-infinitamente, y propuso luego en su entendimiento lo que habia de
-hazer dellas, y asi le dixo: Por cierto, mi señor don Alvaro, que esto
-es lo menos en que yo pienso servir á v. m., pues espero en Dios vendrá
-tiempo en que v. m. se holgará más de verme á su lado, que no en el
-Argamesilla. Y prosiguió preguntandole, mientras se volvian á poner en
-el baul las armas, qué divisa pensaba sacar en las justas, qué libreas,
-qué letras ó qué motes: á todo lo cual, por complazerle, le respondió
-don Alvaro, no entendiendo que le pasaba por la imaginacion el ir á
-Çaragoça ni hazer lo que hizo, y adelante se dirá. En esto entró Sancho
-muy colorado, sudandole la cara y diziendo: Bien puede, mi señor don
-Tarfe, sentarse á la mesa; que ya está el almuerzo á punto. A lo cual
-respondió don Alvaro: ¿Teneis buen apetito de almorzar, Sancho amigo?
-Ese, dixo él, señor mio, gloria tibi, Domine, nunca me falta, y es de
-manera, que (en salud sea mentado, y vaya el diablo para ruin) no me
-acuerdo en todos los dias de mi vida haberme levantado harto de la
-mesa, sino fue ahora un año, que, siendo mi tio Diego Alonso mayordomo
-del Rosario, me hizo á mí repartidor del pan y queso de la caridad que
-da la cofradia, y entonces alli hube de afloxar dos agujeros al cinto.
-Dios os conserve, dixo don Alvaro, esa disposicion; que solo della
-y de vuestra buena condicion os tengo envidia. Almorzó don Alvaro,
-y luego llegaron los tres caballeros con su gente y con el Cura;
-porque ya amanecia; y viendolos don Alvaro, se puso al momento las
-espuelas y subió á caballo; tras lo cual sacó don Quixote del establo á
-Rocinante ensillado y enfrenado para acompañarles, y dixo, teniendole
-por el freno, á don Alvaro: Ve aqui v. m., señor don Alvaro, uno de
-los mejores caballos que á duras penas se podrian hallar en todo el
-mundo. No hay Bucefalo, Alfana, Seyano, Babieca ni Pegaso que se le
-iguale. Por cierto, dixo don Alvaro, mirandole y sonriendose, que ello
-puede ser como v. m. dize; pero no lo muestra en el talle, porque es
-demasiado de alto y sobrado de largo, fuera de estar muy delgado; pero
-debe ser la causa del estar tan flaco el ser de su naturaleça algo
-astrologo ó filosofo, ó la larga experiencia que tendrá de las cosas
-del mundo; que no deben haber pasado pocas por él, segun los muchos
-años que descubre tener encubiertos baxo la silla; pero, como quiera
-que sea, él es digno de alabança, por lo que muestra ser discreto y
-pacifico. En esto salieron todos á caballo, y el Cura y don Quixote les
-acompañaron casi un cuarto de legua del lugar. Iba el Cura tratando
-con don Alvaro de las cosas de don Quixote; el cual se maravillaba en
-extremo de su extraña locura. Despidieronse, forçados de los ruegos de
-los caballeros, y vueltos al Argamesilla, el Cura se fue á su casa,
-y llegando á la suya don Quixote, lo primero que hizo en apeandose,
-fue enviar luego á llamar con su ama á Sancho Pança, con orden de que
-le dixese traxese consigo, cuando viniese, aquello que le habia dicho
-le traeria, que era Florisbian de Candaria, libro no menos necio que
-impertinente. Vino luego volando Sancho; y cerrando el aposento por
-adentro, y quedando en él solos, sacó el libro debaxo de las haldas
-del sayo, y diosele; el cual le tomó en las manos con mucha alegria,
-diziendo: Ves aqui, Sancho, uno de los mejores y más verdaderos libros
-del mundo, donde hay caballeros de tan grande fama y valor, que ¡mal
-año para el Cid ó Bernardo del Carpio que les lleguen al çapato! Al
-punto le puso sobre un escritorio, y volvió de nuevo á repetir á Sancho
-muy por extenso todo lo que la noche pasada le habia dicho, y no habia
-podido entender por estar tan dormido, concluyendo la platica con
-dezir queria partir para Çaragoça á las justas, y que pensaba olvidar
-á la ingrata infanta Dulcinea del Toboso, y buscar otra dama que mejor
-correspondiese á sus servicios; y que de alli pensaba despues ir á
-la corte del rey de España para darse á conocer por sus fazañas. Y
-trabaré amistad, añadia el buen don Quixote, con los grandes, duques,
-marqueses y condes que al servicio de su real persona asisten; do veré
-si alguna de aquellas fermosas damas que están con la Reina, enamorada
-de mi tallaço, en competencia de otras, muestra algunas señales de
-verdadero amor, ya con apariencias exteriores de la persona y vestido,
-ya con papeles ó recados enviados al cuarto que sin duda el Rey me
-dará en su real palacio, para que desta manera, siendo invidiado de
-muchos caballeros de los del tuson, procuren todos por varios caminos
-descomponerme con el Rey; á los cuales, en sabiendolo, desafio y reto,
-matando la mayor parte dellos: con que vista mi gran valentia por el
-Rey nuestro señor, es fuerça que su magestad Catolica me alabe por uno
-de los mejores caballeros de Europa. Todo esto dezia él con tanto
-brio, levantando las cejas, con voz sonora, y puesta la mano sobre la
-guarnicion de la espada, que no se habia aun quitado desde que habia
-salido á acompañar á don Alvaro, que parecia que ya pasaba por él todo
-lo que iba diziendo. Quiero pues, Sancho mio, proseguia luego, que veas
-ahora unas armas que el sabio Alquife, mi grande amigo, esta noche me
-ha traido, estando yo traçando la dicha ida de Çaragoça, porque quiere
-que con ellas entre en las aplaçadas justas, y lleve el mejor precio
-que dieren los juezes, con inaudita fama y gloria de mi nombre y de los
-andantes caballeros antepasados, á quien imito y aun excedo. Y abriendo
-una arca grande, á donde las habia metido, las sacó. Cuando Sancho
-vió las armas nuevas y tan buenas, llenas de trofeos y grabaduras
-milanesas, acicaladas y limpias, pensó sin duda que eran de plata, y
-dixo pasmado: Por vida del fundador de la torre de Babilonia, que si
-ellas fueran mias, que las habia de hazer todas de reales de á ocho,
-destos que corren ahora, más redondos que hostias; porque solamente la
-plata, fuera de las imagines que tienen, vale al menorete, á quererlas
-echar en la calle, mas de noventa mil millones. ¡Oh hi de puta,
-traidoras, y cómo reluzen! Y tomando el morrion en las manos, dixo:
-Pues el sombrero de plata ¡es bobo! Por las barbas de Pilatos, que si
-tuviera cuatro dedos más de falda, se le podria poner el mesmo Rey, y
-aun juro que el dia de la procesion del Rosario se le habemos de poner
-en la cabeça al señor Cura, pues saldrá con él y con la capa de brocado
-por esas calles hecho un relox. Mas digame, señor, estas armas ¿quién
-las hizo? ¿Hizolas ese sabio Esquife, ó nacieronse asi del vientre
-de su madre? ¡Oh gran necio! dixo don Quixote: estas se hizieron y
-forjaron junto al rio Leteo, media legua de la barca de Acaronte, por
-las manos de Vulcano, herrero del infierno. ¡Oh, pestilencia en el
-herrero! dixo Sancho: ¡el diablo podrá ir á su fragua á sacar la punta
-de la reja del arado! Yo apostaré que, como no me conoce, me echase
-una grande escudilla de aquella pez y trementina que tiene ardiendo,
-sobre estas virginales barbas, tal, que fuera harto peor de quitar
-y aun de sanar que la basura que me echó en ellas Aldonza Lorenço
-los otros dias. Tomó en esto las armas don Quixote, diziendo: Quiero
-amigo Sancho, que veas como me estan: ayudamelas á poner. Y diziendo
-y haziendo, se puso la gola, peto y espaldar, y dixo Sancho: Par diez
-que aquestas planchas parecen un capote, y si no fueran tan pesadas,
-eran lindisimas para segar, y más con estos guantes:--lo cual dixo
-tomando las manoplas en la mano. Armose don Quixote de todas pieças,
-y luego habló con voz entonada á Sancho desta manera: ¿Que te parece,
-Sancho? ¿Estanme bien? ¿No te admiras de mi gallardia y brava postura?
-Esto dezia paseandose por el aposento, haziendo piernas y continentes,
-pisando de carcaño, y levantando más la voz y haziendola más gruesa,
-grave y reposada; tras lo cual le vino luego subitamente un accidente
-tal en la fantasia, que, metiendo con mucha presteza mano á la espada,
-se fue acercando con notable colera á Sancho, diziendo: Espera, dragon
-maldito, sierpe de Libia, basilisco infernal: verás por expiriencia el
-valor de don Quixote, segundo san Jorge en fortaleça; verás, digo, si
-de un golpe solo puedo partir, no solamente á tí, sino á los diez más
-fieros gigantes que la nacion gigantea jamas produjo. Sancho, que le
-vió venir para sí tan desaforado, començó á correr por el aposento; y
-metiendose detras de la cama, andaba al derredor della huyendo de la
-furia de su amo, el cual dezia, dando muchas cuchilladas á tuertas y
-derechas por el aposento, cortando muchas vezes las cortinas, mantas
-y almohadas de la cama: Espera, jayan soberbio; que ya ha llegado la
-hora en que quiere la Magestad divina que pagues las malas obras que
-has hecho en el mundo. Andaba en esto tras del pobre Sancho al derredor
-de la cama, diziendole mil palabras injuriosas, y juntamente con cada
-una arrojandole una estocada ó cuchillada larga; que si la cama no
-fuera tan ancha como era, lo pasara el pobre de Sancho harto mal; el
-cual le dixo: Señor don Quixote, por todas cuantas llagas tuvieron
-Job, el señor san Lazaro, el señor san Francisco, y lo que más es,
-nuestro Señor Jesucristo, y por aquellas benditas saetas que sus padres
-tiraron al señor san Sebastian, que tenga compasion, piedad, lastima
-y misericordia de mi anima pecadora. Embraveciase más con todo esto
-don Quixote, diziendo: ¡Oh soberbio! ¿Agora piensas con tus blandas
-palabras y ruegos aplacar la justa ira que contigo tengo? Vuelve,
-vuelve las princesas y caballeros que contra ley y razon en este tu
-castillo tienes; vuelve los grandes tesoros que tienes usurpados, las
-donzellas que tienes encantadas, y la maga encantadora, causadora de
-todos estos males. Señor, ¡pecador de mí! dezia Sancho Pança, que yo
-no soy princesa ni caballero, ni esa señora maga que dize, sino el
-negro de Sancho Pança, su vecino y antiguo escudero, marido de la
-buena Mari-Gutierrez, que ya v. m. tiene media viuda. ¡Desventurada
-de la madre que me parió, y de quien me metió aqui! Sacame aqui
-luego, añadia con más colera don Quixote, sana y salva y sin lision
-ni detrimento alguno la emperatriz que digo; que despues quedará tu
-vil y superba persona á mi merced, dandoteme primero por vencido. Si
-haré con todos los diablos, dixo Sancho: abrame la puerta, y meta la
-espada en la vaina primero; que yo le traeré luego, no solamente todas
-las princesas que hay en el mundo, sino al mesmo Anas y Caifas, cada
-y cuando su merced los quiera. Envainó don Quixote con mucha pausa
-y gravedad, quedando molido y sudado de dar cuchilladas en la pobre
-cama, cuyas mantas y almohadas dexó hechas una criba y lo mesmo hiziera
-del pobre Sancho si pudiera alcançarle; el cual salió de detras de la
-cama descolorido, ronco y lleno de lagrimas de miedo, y hincandose de
-rodillas delante de don Quixote, le dixo: Yo me doy por vencido, señor
-caballero andante: su merced mande perdonarme; que yo seré bueno todo
-lo restante de mi vida. Don Quixote le respondió con un verso latino
-que él sabia y repetia muchas vezes, diziendo: _Parcere prostratis
-docuit nobis ira leonis_; y tras él le dixo: Soberbio jayan, aunque
-tu arrogancia no merecia clemencia alguna, á imitacion de aquellos
-caballeros y principes antiguos, á quien imito y pienso imitar, te
-perdono, con presupuesto que del todo dexes las malas obras pasadas,
-y seas de aqui adelante amparo de pobres y menesterosos, desfaziendo
-los tuertos y agravios que en el mundo con tanta sinrazon se hazen.
-Yo lo juro y prometo, dixo Sancho, de her todo eso que me dize; pero
-digame, en lo de hashazer esos tuertos, ¿ha de entrar tambien el
-licenciado Pedro Garcia, beneficiado del Toboso, que es tuerto de un
-ojo? Porque no me quisiera meter en cosas de nuestra santa madre la
-Iglesia. Levantó entonzes don Quixote á Sancho, diziendo: ¿Que te
-parece, amigo Sancho? Quien haze esto en un aposento cerrado con un
-hombre solo como tú, mejor lo hiziera en una campaña con un exercito
-de hombres, por bravos que fuesen. Lo que me parece, dixo Sancho, que
-si[12] estas experiencias quiere her muchas vezes conmigo, que me
-echaré con la carga. Don Quixote le respondió: ¿No ves, Sancho, que
-era fingido, no más de por darte á entender mi grande esfuerço en el
-combatir, destreza en el derribar y maña en el acometer? ¡Mal haya el
-puto de mi linage! replicó Sancho: pues ¿por que me arrojaba aquellas
-descomunales cuchilladas, que si no fuera porque cuando tiró una me
-encomendé al glorioso san Anton, me llevara medias narizes, pues el
-aire de la espada me pasó zorriando por las orejas? Esos ensayamientos
-quisiera que v. m. hubiera hecho cuando aquellos pastores de marras,
-de aquellos dos exercitos de ovejas, le tiraron con las hondas aquellas
-lagrimas de Moisen, con que le derribaron la mitad de las muelas, y
-no conmigo; pero por ser la primera vez, pase, y mire lo que haze de
-aqui adelante; y perdone, que me voy á comer. Eso no, Sancho, dixo don
-Quixote: desarmame, y quedate á comer conmigo, para que despues de
-comer tratemos de nuestra partida. Acetó facilmente el convite Sancho,
-y despues de comer le mandó que de casa de un çapatero le truxese dos
-ó tres badanas grandes para hazer una fina adarga, la cual él hizo
-con ciertos papelones y engrudo, tan grande como una rueda de hilar
-cañamo. Vendió tambien dos tierras y una harto buena viña, y lo hizo
-todo dineros para la jornada que pensaba hazer. Hizo tambien un buen
-lançón con un hierro ancho como la mano y compró un jumento á Sancho
-Pança, en el cual llevara una maleta pequeña con algunas camisas suyas
-y de Sancho, y el dinero, que seria más de trecientos ducados: de
-suerte que Sancho con su jumento, y don Quixote con Rocinante, segun
-dize la nueva y fiel historia, hizieron su tercera y más famosa salida
-del Argamesilla por el fin de agosto del año que Dios sabe, sin que el
-Cura ni el Barbero ni otra persona alguna los echase menos hasta el dia
-siguiente de su salida.
-
- [12] Falta el _si_ en la primera edición.
-
-
-
-
-CAPITULO IV
-
-Como don Quixote de la Mancha y Sancho Pança su escudero salieron
-tercera vez del Argamesilla, de noche; y de lo que en el camino desta
-tercera y famosa salida les sucedió.
-
-
-Tres horas antes que el rojo Apolo esparziese sus rayos sobre la
-tierra, salieron de su lugar el buen hidalgo don Quixote y Sancho
-Pança: el uno sobre su caballo Rocinante, armado de todas pieças y el
-morrion puesto en la cabeça con gentil talante y postura, y Sancho
-con su jumento enalbardado, con unas muy buenas alforjas encima y una
-maleta pequeña, en que llevaban la ropa blanca. Salidos del lugar, dixo
-don Quixote á Sancho: Ya ves, Sancho mio, como en nuestra salida todo
-se nos muestra favorable, pues, como ves, la luna resplandece y está
-clara, no hemos topado en lo que hasta aqui habemos andado, cosa de
-que podamos tomar mal agüero, tras que nadie nos ha sentido al salir:
-en fin, hasta ahora todo nos viene á pedir de boca. Es verdad, dixo
-Sancho: pero temo que en echandonos menos en el lugar, han de salir
-en nuestra busca el Cura y el Barbero con otra gente, y topandonos,
-á pesar nuestro nos han de volver á nuestras casas, agarrados por
-los cabeçones ó metidos en una jaula, como el año pasado; y si tal
-fuese, par diez que seria peor la caida que la recaida. ¡Oh barbero
-cobarde! dixo don Quixote: juro por el orden de caballeria que recebi,
-que solo por eso que has dicho, y porque entiendas que no puede caber
-temor alguno en mi coraçon, estoy por volver al lugar y desafiar á
-singular batalla, no solamente al Cura, sino á cuantos curas, vicarios,
-sacristanes, canonigos, arcedianos, deanes, chantres, racioneros y
-beneficiados tiene toda la Iglesia romana, griega y latina, y á todos
-cuantos barberos, medicos, cirujanos y albeitares militan debaxo de
-la bandera de Esculapio, Galeno, Hipocrates y Avicena. ¿Es posible,
-Sancho, que en tan poca opinion estoy acerca de tí, y que nunca has
-echado de ver el valor de mi persona, las invencibles fuerças de mi
-braço, la inaudita ligereza de mis pies y el vigor intrinseco de mi
-animo? Osariate apostar (y esto es sin duda) que si me abriesen por
-medio y sacasen el coraçón, que le hallarian como aquel de Alexandro
-Magno, de quien se dize que le tenia lleno de vello, señal evidentisima
-de su gran virtud y fortaleça: por tanto, Sancho, de aqui adelante no
-pienses asombrarme, aunque me pongas delante más tigres que produce la
-Hircania, más leones que sustenta la Africa, más sierpes que habitan
-la Libia, y más exercitos que tuvo Cesar, Anibal ó Xerxes; y quedemos
-en esto por ahora; que la verdad de todo verás en aquellas famosas
-justas de Çaragoça, donde ahora vamos. Alli verás por vista de ojos
-lo que te digo; pero es menester, Sancho, para esto, en esta adarga
-que llevo (mejor que aquella de Fez que pedia el bravo moro granadino
-cuando á vozes mandaba que le ensillasen el potro rucio del alcalde
-de los Velez), poner alguna letra ó divisa que denote la pasion que
-lleva en el coraçon el caballero que la trae en su braço; y asi quiero
-que en el primer lugar que llegaremos, un pintor me pinte en ella dos
-hermosisimas donzellas que esten enamoradas de mi brio, y el dios
-Cupido encima, que me esté asestando una flecha, la cual yo reciba en
-el adarga, riendo dél y teniendolas en poco á ellas, con una letra que
-diga al derredor de la adarga, El Caballero Desamorado, poniendo encima
-esta, curiosa aunque agena, de suerte que esté entre mi, entre Cupido y
-las damas:
-
- Sus flechas saca Cupido
- De las venas del Pirú,
- A los hombres dando el Cu,
- Y á las damas dando el pido.
-
-¿Y que habemos de her, dixo Sancho, nosotros con esa Cu? ¿Es alguna
-joya de las que habemos de traer de las justas? No, replicó don
-Quixote; que aquel Cu es un plumaje de dos relevadas plumas, que suelen
-ponerse, algunos sobre la cabeça á vezes de oro, á vezes de plata, y á
-vezes de la madera que haze diafano encerado á las linternas, llegando
-unos con dichas plumas hasta el signo Aries, otros al de Capricornio,
-y otros se fortifican en el castillo de San Cervantes. Par diez, dixo
-Sancho, que ya que yo me hubiese de poner esas plumas, me las habia
-de poner de oro ó de plata. No te convienen á ti, dixo don Quixote,
-esos dijes; que tienes la muger buena cristiana y fea. No importa
-eso, dixo Sancho; que de noche todos los gatos son pardos, y á falta
-de colcha no es mala manta. Dexemos eso, replicó don Quixote; porque
-delante de nosotros tenemos ya uno de los mejores castillos que á duras
-penas se podran hallar en todos los paises altos y baxos, y estados
-de Milan y Lombardia. Esto dixo por una venta que un cuarto de legua
-lejos se divisaba. Respondió Sancho: En buena fe que me huelgo, porque
-aquello que v. m. llama castillo es una venta, para la cual, pues
-ya el sol se va poniendo, será bueno que enderecemos el camino para
-pasar en ella la noche muy á nuestro placer; que mañana proseguiremos
-nuestro viage. Porfiaba don Quixote en que era castillo, y Sancho en
-que era venta: Acertaron en esto á pasar dos caminantes á pie, los
-cuales, maravillados de ver la figura de don Quixote, armado de todas
-pieças, y con morrion, haziendo el calor que hazia, que no era poco,
-se detuvieron mirandole, á los cuales se llegó don Quixote diziendo:
-Valerosos caballeros, á quien algun soberbio jayan, contra todo orden
-de caballeria, haziendo batalla con vosotros, ha quitado los caballos y
-alguna fermosa donzella que en vuestra compañia traiades, hija de algun
-principe ó señor destos reinos, la cual habia de ser casada con un hijo
-de un conde, que aunque moço, es valeroso caballero por su persona:
-fablad, y dezidme punto por punto vuestra cuita; que aqui está en
-vuestra presencia el Caballero Desamorado, si nunca le oisteis nombrar
-(que si habreis, pues tan conocido es por sus fazañas), el cual os jura
-por las ingratitudes de la infanta Dulcinea del Toboso, causa total
-de mi desamor, de vos fazer tan bien vengados y tan á vuestro sabor,
-que digais que en buen dia la fortuna os ha ofrecido en este camino
-quien vos desfaga el tuerto que se os ha fecho. Los dos caminantes no
-supieron que le responder sino, mirandose el uno al otro le dixeron:
-Señor caballero, nosotros con ningun soberbio jayan hemos peleado, ni
-tenemos caballos ni donzellas que se nos hayan quitado; pero si su
-merced habla de una batalla que habemos tenido alli debaxo de aquellos
-arboles con cierto numero de gentes que nos daba harto fastidio en el
-cuello del jubon y pliegues de los calzones, ya hemos habido cumplida
-vitoria de semejante gente; y si no es que alguno se nos haya escapado
-por entre los bosques de los remiendos, todos los demas han sido
-muertos por el conde de Uñate. Antes que respondiese don Quixote, salió
-Sancho diziendo: Dígannos, señores caminantes; aquella casa que alli se
-ve, ¿es venta ó castillo? Replicó don Quixote: Majadero, insensato, ¿no
-ves desde aqui los altos chapiteles, la famosa puente levadiza, y los
-dos muy fieros grifos que defienden su entrada á aquellos que contra
-la voluntad del castellano pretenden entrar dentro? Los caminantes
-dixeron: Si v. m. es servido, señor caballero armado, aquella es la
-venta que llaman del Ahorcado desde que junto á ella ahorcaron ahora un
-año al ventero, porque mató á un huesped y le robó lo que tenia. Ahora
-pues andad en hora mala, dixo don Quixote; que ello será lo que yo digo
-á pesar de todo el mundo. Los caminantes se fueron muy maravillados
-de la locura del caballero; y don Quixote, ya que llegaban á tiro de
-arcabuz de la venta, dixo á Sancho: Conviene mucho, Sancho, para que en
-todo cumplamos con el orden de caballeria, y vayamos por el camino que
-la verdadera milicia enseña, que tú vayas delante, y te llegues á aquel
-castillo como si fueses verdadera espia, y adviertas en él con mucho
-cuidado la anchura, altura y profundidad del foso, la disposicion de
-las puertas y puentes levadizas, los torreones, plataformas, estradas
-encubiertas, diques, contradiques, trincheas, rastrillos, garitas,
-plaças y cuerpos de guardia que hay en él; la artilleria que tienen
-los de dentro; qué bastimentos y para cuantos años; que municiones;
-si tiene agua en las cisternas; y finalmente, cuantos y que tales son
-los que tan gran fortaleça defienden. ¡Cuerpo de quien me parió! dixo
-Sancho: esto es lo que me agota la paciencia en estas aventuras ó
-desventuras que andamos buscando por nuestros pecados. Tenemos la venta
-aqui al ojo, donde podemos entrar sin embarazo ninguno y cenar con
-nuestros dineros muy á nuestro placer, sin tener batalla ni pendencia
-con nadie; y quiere v. m. que yo vaya á reconocer puentes y fosos y
-extrañas cubiertas, ó como diablos llama esa letania que ha nombrado,
-adonde salga el ventero, viendome andar alrededor de la casa midiendo
-las paredes, con algun garrote, y me muela las costillas, pensando
-que le voy á hurtar por los trascorrales las gallinas ó otra cosa.
-Vamos, por vida suya; que yo salgo por fiador á todo aquello que nos
-puede suceder, si no es que nosotros mismos nos tomemos las pendencias
-con las manos. Bien parece, Sancho, dixo don Quixote, que no sabes lo
-que á la buena espia toca de hazer: pues porque lo sepas, entiende
-que lo primero ha de ser fiel; que si es espia doble, dando aviso á
-una parte y á otra de lo que pasa, es muy perjudicial al exercito y
-digna de cualquier castigo. Lo segundo, ha de ser deligente, avisando
-con presteza de todo lo que ha oido y visto en los contrarios, pues
-por venir tarde el aviso se suele á vezes perder todo un campo. Lo
-tercero, ha de ser secreta, de tal manera, que á persona nacida, aunque
-sea grande amigo ó camarada, no ha de dezir el secreto que trae en su
-pecho, sino es al propio general en persona. Por tanto, Sancho, vé al
-momento y haz lo que te digo, sin replica alguna; que bien sabes y
-has leido que una de las cosas por donde los españoles son la nacion
-más temida y estimada en el mundo, fuera de su valor y fortaleça, es
-por la prompta obediencia que tienen á sus superiores en la milicia:
-esta los haze victoriosos casi en todas las ocasiones; esta desmaya al
-enemigo; esta da animo á los cobardes y temerosos; y finalmente, por
-esta los reyes de España han alcançado el venir á ser señores de todo
-el orbe; porque, siendo obedientes los inferiores á los superiores, con
-buen orden y concierto se hazen firmes y estables, y dificultosamente
-son rompidos y desbaratados, como vemos lo son con facilidad muchas
-naciones, por faltarles esta obediencia, que es la llave de todo suceso
-prospero en la guerra y en la paz. Ahora bien, dixo Sancho, no quiero
-más replicar, pues nunca acabariamos. V. m. se venga tras mí poco á
-poco; que yo voy con mi jumento á her lo que me manda; y si no hay
-nada de lo que v. m. me dize, podremos quedar allá; porque á fe que
-me zorrian ya las tripas de pura hambre. Dios te dé ventura en lides,
-dixo don Quixote, para que en esta empresa que ahora vas salgas con
-mucha honra, y alcances por los maeses de campo ó generales de algun
-exercito, alguna ventaja honrosa para todos los dias de tu vida; y
-mi bendicion y la de Dios te alcance; y mira que no te olvides de lo
-que te he dicho, de hazer la buena espia. Començó Sancho á arrear su
-asno de tal manera, que llegó brevemente á la venta; y como vió que
-no habia fosos, puentes ni chapiteles, como su amo dezia, riose mucho
-entre sí, diziendo: Sin duda que todos los torreones y fosos que mi amo
-dezia que habia en esta venta, los debe él tener metidos en la cabeça;
-porque yo no veo aqui sino solo una casa con un corralazo, y es sin
-duda venta como yo dixe. Acercose á la puerta della y preguntó al
-ventero si habia posada. Dixole que sí, con que baxó luego de su asno,
-y dió al ventero la maleta para que le diese cuenta della cuando se la
-pidiese, tras lo cual le preguntó si habia qué cenar; y respondiole el
-ventero que habia una muy buena olla de vaca, carnero y tocino, con
-muy lindas berças, y un conejo asado, dió dos saltos de contento en
-oir nombrar aquella devota olla el buen Sancho. Pidió al punto cebada
-y paja para su jumento, y llevole con esta provision á la caballeriza,
-y mientras estaba ocupado en ella en darsela, llegó don Quixote cerca
-de la venta sobre su rocin, con la figura ya dicha. El ventero y otros
-cuatro ó cinco que estaban con él á la puerta, se maravillaron infinito
-de ver semejante estantigua, y esperaron á ver lo que haria ó diria.
-Llegó él, sin hablar palabra, á dos picas de la puerta, y mirando
-de medio lado y con grave continente á la gente que en ella estaba,
-pasó sin hablar palabra, y dió una vuelta alrededor de toda la venta,
-mirandola por arriba y por abaxo, y á vezes midiendo con el lançon la
-tierra desde la pared por defuera; y habiendo dado la vuelta, se puso
-otra vez delante la puerta, y con una voz arrogante, puesto de pies
-sobre los estribos, començó á dezir: Castellano desta fortaleça, y
-vosotros, caballeros, que para defenderla con todos los soldados que
-dentro están, atalayais, puestos en perpetua centinela dias y noches,
-invierno y verano, con intolerables frios y fastidiosos calores,
-los enemigos que os vienen á dar asaltos y hazer salir en campaña á
-probar ventura, dadme luego aqui sin replica alguna un escudero mio
-que, como falsos y alevosos, contra todo orden de caballeria habeis
-prendido, sin hazer batalla primero con él; que yo sé por experiencia
-que él es tal por su persona, que á hazerlo, no tenia para empezar en
-diez de vosotros; y pues estoy certificado de que le prendisteis como
-alevosos, con la fuerça del encantamiento de la vieja maga que dentro
-teneis, ó por traicion, demasiado comedimiento os hago en pediroslo
-con el termino que os le pido. Volvedmele, digo otra vez, al punto, si
-quereis quedar con las vidas y excusar de que no os pase á todos con
-los filos de mi espada, y deshaga este castillo sin dexar en él piedra
-sobre piedra. Ea, entregadmelo luego, dezia levantando la voz con más
-colera, aqui, sano, salvo y sin lesion alguna, juntamente con todos los
-caballeros, donzellas y escuderos que en vuestras escuras mazmorras
-con crueldad inhumana teneis presos; y si no, salid todos preciados
-caballeros, puestas vuestras coraças fuertes y vuestras blandeadoras
-lanças de recio fresno; que á todos os espera aqui. Y con esto tiraba
-á cada paso á Rocinante de las riendas hazia atras, porque se fatigaba
-mucho por entrar en la venta; que tambien tenia picado el molino como
-Sancho Pança. El ventero y los demas, maravillados de las razones de
-don Quixote, y, viendo que, la lança baxa, les desafiaba á batalla,
-llamándoles gallinas y cobardes, haziendo piernas en su caballo,
-llegaronse á él, y dixole el ventero: Señor caballero, aqui no hay
-castillo ni fortaleça; y si alguna hay es la del vino, que es tan bravo
-y fuerte, que basta no solamente para derribar sino para hazer dezir
-mucho más de lo que v. m. nos ha dicho, y asi dezimos y respondemos
-todos en mí, y yo por todos, que aqui no ha venido escudero alguno
-de v. m.: si quiere posada, entre; que le daremos buena cena y mejor
-cama, y aun, si fuere menester, no le faltará una moça gallega que le
-quite los çapatos; que aunque tiene las tetas grandes, es ya cerrada
-de años; y como v. m. no cierre la bolsa, no haya miedo que cierre los
-braços ni dexe de recebirle en ellos. Por el orden de caballeria que
-profeso, replicó don Quixote, que si, como digo, no me dais el escudero
-y aquesa princesa gallega que dezis, que habeis de morir la más abatida
-muerte que venteros andantes hayan muerto en el mundo. Al ruido salió
-Sancho diziendo: Señor don Quixote, bien puede entrar; que al punto
-que yo llegué se dieron todos por vencidos: baxe, baxe; que todos son
-amigos, y habemos hechado pelillos á la mar, y nos están aguardando con
-una muy gentil olla de vaca, tocino, carnero, nabos y berças, que está
-diziendo: comeme, comeme. Como don Quixote vió á Sancho tan alegre,
-le dixo: Dime por Dios, Sancho amigo, si esta gente te ha hecho algun
-tuerto ó desaguisado; que aqui estoy, como ves, á punto de pelear.
-Señor, dixo Sancho, ninguno desta casa me ha hecho tuerto; que, como
-v. m. ve, los dos ojos me tengo sanos y buenos, que saqué del vientre
-de mi madre; ni tampoco me han hecho desaguisado; antes tienen guisada
-una olla y un conejo, tal, que el mismo Juan de Espera en Dios la puede
-comer. Pues toma, Sancho, dixo don Quixote, esta adarga, y tenme del
-estribo mientras me apeo; que me parece esta gente de buena condicion,
-aunque pagana. ¡Y como si es pagana! respondió Sancho, pues en pagando
-tres reales y medio, seremos señores disolutos de aquella grasisima
-olla. Baxó en esto del caballo, y Sancho le llevó á la caballeriza con
-su jumento. El ventero dixo á Don Quixote que se desarmase; que en
-parte segura estaba, donde, pagando la cena y cama, no habria pendencia
-alguna; pero el no lo quiso hazer, diziendo que entre gente pagana no
-era menester fiarse de todos. Llegó en esto Sancho, y pudo acabar con
-él á puros ruegos se quitase el morrion: tras lo cual le puso delante
-una mesa pequeña con sus manteles, y dixo al ventero que truxese luego
-la olla y el conejo asado, lo cual fue traido en un punto; de todo lo
-cual cenó harto poco don Quixote, pues lo más de la cena se le fue en
-hazer discursos y visages; pero Sancho sacó de vergüença á su amo, pues
-á dos carrillos se comió todo lo que quedaba de la olla y conejo, con
-la ayuda de un gentil azumbre de lo de Yepes, de suerte que se puso
-hecho una trompa. Alçada la mesa, llevó el ventero á don Quixote y á
-Sancho á un razonable aposento para acostarse; y despues que Sancho le
-hubo desarmado, se fue á echar el segundo pienso á Rocinante y á su
-jumento, y á llevarles á la agua. Mientras pues que Sancho andaba en
-estos bestiales exercicios, llegó una moça gallega, que por ser muy
-cortes era facil en el prometer y mucho más en el cumplir, y dixo á
-don Quixote: Buenas noches tenga v. m., señor caballero: ¿manda algo
-en su servicio? que aunque negras, no tiznamos: ¿gusta v. m. le quite
-las botas, ó le limpie los çapatos, ó que me quede aqui esta noche
-por si algo se le ofreciere? que por el siglo de mi madre, que me
-parece haberle visto aqui otra vez, y aunque en su cara y figura me
-parece á otro que yo quise harto; pero agua pasada no muele molino:
-dexome y dexele libre como el cuclillo: no soy yo muger de todos, como
-otras disolutas. Donzella, pero recogida; muger de bien, y criada de
-un ventero honrado, y engañome un traidor de un capitan que me sacó
-de mi casa, dandome palabra de casamiento: fuese á Italia, y dexome
-perdida, como v. m. ve: llevome todas mis ropas y joyas que de casa de
-mi padre habia sacado. Començó la moça á llorar tras esto, y dezir:
-¡Ay de mí! ¡Ay de mí, huerfana y sola, y sin remedio alguno sino del
-cielo! ¡Ay de mí! ¡Y si Dios deparase quien, á aquel bellaco diese
-de puñaladas, vengandome de tantos agravios como me ha hecho! Don
-Quixote, que oyó llorar aquella moça, como era compasivo de suyo, le
-dixo: Cierto, fermosa donzella, que vuestras dolorosas cuitas de tal
-manera han ferido mi coraçon, que, con ser para las lides de acero,
-vos me le habedes tornado de cera; y asi, por el orden de caballeria
-que juro y prometo, como verdadero caballero andante cuyo ofizio es
-desfazer semejantes tuertos, de no comer pan en manteles, nin con la
-Reina folgare, nin peinarme barba ó cabello, nin cortarme las uñas
-de los pies ni de las manos, y aun de non entrar en poblado, pasadas
-las justas donde agora voy á Çaragoça, fasta fazeros bien vengada de
-aquese desleal caballero ó capitan tan á vuestro sabor, que digais
-que Dios vos ha topado con un verdadero desfazedor de agravios. Dadme,
-donzella mia, esa mano; que yo vos la doy de caballero de cumplir
-cuanto digo; y mañana en ese dia subid sobre vuestro preciado palafren,
-puesto vuestro velo delante de vuestros ojos, sola ó con vuestro enano
-que yo vos seguiré, y aun podria ser, en las justas reales donde
-agora voy defender con los filos de mi espada contra todo el mundo
-vuestra fermosura, y despues fazeros reina de algun estraño reino ó
-isla, adonde seais casada con algun principe poderoso: por tanto,
-idos agora á acostar, y reposad en vuestro blando lecho, y fiad de mi
-palabra, que no puede faltar. La disoluta moçuela, que se vió despedir
-de aquella manera, contra la esperança que ella tenia de dormir con
-don Quixote y que le daria tres ó cuatro reales, se puso muy triste
-con tan resoluta respuesta tras tan prolixa arenga, y asi le dixo: Yo
-por agora, señor, no puedo salir de mi casa por cierto inconveniente:
-lo que á v. m. suplico, si alguna me piensa hazer, es se sirva de
-prestarme hasta mañana dos reales, que los he mucho menester; porque
-fregando ayer quebré dos platos de Talavera, y si no los pago, me dará
-mi amo dos dozenas de palos muy bien dados. Quien á vos os tocare,
-dixo don Quixote, me tocará á mí en las niñas de los ojos, y yo solo
-seré bastante para desafiar á singular batalla, no solamente á ese
-vuestro amo que dezis, sino á cuantos amos hoy gobiernan castillos y
-fortaleças. Andad y acostadvos sin temor; que aqui está mi braço, que
-faltarvos non puede. Asi lo tengo yo creido, dixo la moça; y mire si
-me haze merced de esos dos reales agora, que aqui estoy para lo que
-v. m. mandare. Don Quixote no entendia la musica de la gallega, y asi
-le dixo: Señora infanta, no digo yo los dos reales que me pedis, sino
-docientos ducados os quiero dar luego á la hora. La moça, que sabia
-que quien mucho abraça poco aprieta, y que más vale pajaro en mano que
-buitre volando, se llegó á él para abraçarle, por ver si por alli le
-podia sacar los dos reales que le habia pedido; pero don Quixote se
-levantó diziendo: Muy pocos caballeros andantes he visto ni leido que,
-puestos en semejantes trances cual este en que yo me veo, hayan caido
-en deshonestidad alguna; y asi, ni yo tampoco, imitandoles á estos,
-pienso caer en ella. Començó tras esto á llamar á Sancho, diziendo:
-Sancho, Sancho, sube y traeme esa maleta. Subió Sancho (que habia
-estado hasta entonzes ocupado en una grande platica con el ventero y
-los huespedes, alabandoles la singular fortaleça de su señor, echando
-de la gloriosa, como estaba tan relleno con la olla podrida que habia
-cenado), subiendo juntamente la maleta, y dixole don Quixote: Sancho,
-abre esa maleta, y dale á esta señora infanta á buena cuenta docientos
-ducados desos que ahi traemos; que en haziendola vengada de cierto
-agravio que contra su voluntad le han fecho, ella te dará, no solamente
-eso, pero muchas y muy ricas joyas que un descortes caballero á pesar
-suyo la ha robado. Sancho, que oyó el mandato, le respondió colerico:
-¡Como docientos ducados! Por los huesos de mis padres, y aun de mis
-agüelos, los puedo yo dar como dar una testarada en el cielo. Mirese
-la muy zurrada, hija de otra: ¿no es ella la que denantes me dixo en
-la caballeriza que si queria dormir con ella, que como le diese ocho
-cuartos, estaba alli para herme toda merced? Pues á fe que si la agarro
-por los cabellos, que ha de saltar de un brinco las escaleras. Como
-la pobre gallega vió tan enojado á Sancho, le dixo: Hermano, vuestro
-señor ha mandado que me deis dos reales; que ni pido ni quiero los
-docientos ducados; que bien veo que este señor lo dize por hazer burla
-de mí. Estaba en esto don Quixote maravillado de ver lo que Sancho
-dezia, y asi le dixo: Haz, Sancho, luego lo que te digo: dale luego los
-docientos ducados, y si más te pidiere, dale más; que mañana iremos con
-ella hasta su tierra, donde seremos[13] cumplidamente pagados. Ahora
-sus, dixo Sancho, baxe acá abaxo, señora: ¡asi señora seais de la mala
-perra que os parió! Y agarrando la maleta, baxó la moça delante dél,
-y diole cuatro cuartos, diziendo: Por las armas del gigante Golias,
-que si dezis á mi amo que no os he dado los docientos ducados, que os
-tengo de hazer más tajadas que hay puntos en la albarda de mi asno.
-Señor, dixo la gallega, deme esos cuatro cuartos; que con ellos quedo
-contentisima. Sancho se les dió diziendo: Y bien pagada queda la muy
-zurrada de lo que no ha trabajado. Y el ventero en esto llamó á Sancho
-para que se acostase en una cama que de dos jalmas le habia hecho, y
-Sancho lo hizo, echando su maleta por cabecera, con que durmió aquella
-noche muy de repapo.
-
- [13] _Iremos_ en la edición original, pero es errata evidente.
-
-
-
-
-CAPITULO V
-
-De la repentina pendencia que á nuestro don Quixote se le ofreció con
-el huesped al salir de la venta.
-
-
-Llegada la mañana, Sancho echó de comer á Rocinante y á su jumento, y
-hizo poner á asar un razonable pedazo de carnero, si no es que fuese
-de su madre (que de la virtud del ventero todo se podia presumir), y
-tras esto se fue á despertar á don Quixote, el cual en toda la noche
-no habia podido pegar los ojos, sino al amanecer un poco, desvelado
-con las traças de sus negras justas, que le sacaban de juizio; y más
-aquella noche, que habia imaginado defender la hermosura de la gallega
-contra todos los caballeros extrangeros y naturales, y llevarla al
-reino ó provincia de donde imaginaba que era reina ó señora. Despertó
-don Quixote despavorido á las vozes que dió Sancho, diziendo: Date
-por vencido, ¡oh valiente caballero! y confiesa la hermosura de la
-princesa gallega, la cual es tan grande, que ni Policena, Porcia,
-Albana ni Dido fueran dignas, si vivieran, de descalçarle su muy justo
-y pequeño çapato. Señor, dixo Sancho, la gallega está muy contenta y
-bien pagada; que ya yo le he dado los docientos ducados que v. m. me
-mandó; y dize que besa á v. m. las manos, y que la mande; que alli
-está pintipintada para helle toda merced. Pues dile, Sancho, dixo
-don Quixote, que apareje su preciado palafren mientras yo me visto y
-armo, para que partamos. Baxó Sancho, y lo que primero hizo fue ir á
-ver si estaba adereçado el almuerzo. Ensilló á Rocinante y enalbardó
-á su jumento, poniendo á punto el adarga y lançon de don Quixote, el
-cual baxó muy de espacio con sus armas en la mano, y dixo á Sancho que
-le armase, porque queria partir luego. Sancho le dixo que almorzase;
-que despues se podria armar; lo cual él no quiso hazer en ninguna
-manera, ni quiso tampoco sentarse á la mesa, porque dixo que no podia
-comer en manteles hasta acabar cierta aventura que habia prometido;
-y asi comió en pie cuatro bocados de pan y un poco de carnero asado,
-y luego subió en su caballo con gentil continente, y dixo al ventero
-y á los demas huespedes que alli estaban: Castellano y caballeros,
-mirad si de presente se os ofrece alguna cosa en que yo os sea de
-provecho; que aqui estoy pronto y aparejado para serviros. El ventero
-respondió: Señor caballero, aqui no habemos menester cosa alguna,
-salvo que v. m. ó este labrador que consigo trae me paguen la cena,
-cama, paja y cebada, y vayanse tras esto muy en hora buena. Amigo,
-dixo don Quixote, yo no he visto en libro alguno que haya leido, que
-cuando algun castellano ó señor de fortaleça merece por su buena dicha
-hospedar en su casa á algun caballero andante, le pida dinero por la
-posada; pero pues vos, dexando el honroso nombre de castellano, os
-hazeis ventero, yo soy contento que os paguen: mirad cuanto es lo que
-os debemos. Dixo el ventero que se le debian catorze reales y cuatro
-cuartos. De vos hiziera yo esos por la desvergüença de la cuenta,
-replicó don Quixote, si me estuviera bien; pero no quiero emplear tan
-mal mi valor:--y volviendose á Sancho, le mandó se los pagase. A la
-que volvió la cabeça para dezirselo, vió junto al ventero á la moça
-gallega, que estaba con la escoba en la mano para barrer el patio, y
-dixola con mucha cortesia: Soberana señora, yo estoy dispuesto para
-cumplir todo aquello que la noche pasada vos he prometido, y sereis sin
-duda alguna muy presto colocada en vuestro precioso reino; que no es
-justo que una infanta como vos ande asi desa suerte, y tan mal vestida
-como estais, y barriendo las ventas de gente tan infame como esta es:
-por tanto, subid luego en vuestro vistoso palafren; y si acaso, por
-la vuelta que ha dado la enemiga fortuna, no le teneis, subid en este
-jumento de Sancho Pança, mi fiel escudero: venios conmigo á la ciudad
-de Çaragoça; que alli, despues de las justas, defenderé contra todo el
-mundo vuestra extremada fermosura, poniendo una rica tienda en medio
-de la plaça, y junto á ella un cartel, junto al cartel un pequeño
-aunque bien rico tablado con un precioso sitial, adonde vos esteis
-vestida de riquisimas vestiduras, mientras yo pelearé contra muchos
-caballeros, que por ganar las voluntades de sus amantes damas vendran
-alli con infinitas cifras y motes, que declararán bien la pasion que
-traerán en sus fogosos coraçones y el deseo de vencerme; aunque les
-será dificultosa empresa (por no dezir imposible) emprender ganar la
-prez y honra que yo les ganaré con facilidad, amparado de vuestra
-beldad; y asi digo, señora, que dexando todas las cosas, os vengais
-luego conmigo. El ventero y los demas huespedes, que semejantes razones
-oyeron á don Quixote, le tuvieron totalmente por loco, y se rieron de
-oir llamar á su gallega, princesa y infanta: con todo, el ventero se
-volvió á su moça colerico, diziendola: Yo os voto á tal, doña puta
-desvergonçada, que os tengo de hazer que se os acuerde el concierto que
-con este loco habeis hecho; que ya yo os entiendo. ¿Asi me agradeceis
-el haberos sacado de la puteria de Alcala y haberos traido aqui á mi
-casa, donde estais honrada, y haberos comprado esa sayuela, que me
-costó diez y seis reales, y los çapatos tres y medio, tras que estaba
-de hoy para mañana para compraros una camisa, viendo no teneis andrajo
-della? Pero no me la haga yo en bacin de barbero si no me lo pagaredes
-todo junto; y despues os tengo de enviar como vos mereceis, con un
-espigon (como dizen) en el rabo, á ver si hallareis que nadie os haga
-el bien que yo en esta venta os he hecho: andad ahora en hora mala,
-bellaca, á fregar los platos; que despues nos veremos. Y diziendo
-esto, alçó la mano y diola una bofetada, con tres ó cuatro cozes en
-las costillas, de suerte que la hizo ir tropeçando y medio cayendo.
-¡Oh santo Dios, y quien pudiera en esta hora notar la inflamada ira y
-encendida colera que en el coraçon de nuestro caballero entró! No hay
-aspid pisado, con mayor rabia que la con que él puso mano á su espada,
-levantandose bien sobre los estribos, de los cuales, con voz soberbia
-y arrogante dixo: ¡Oh sandio y vil caballero! ¡asi has ferido en el
-rostro á una de las más fermosas fembras que á duras penas en todo el
-mundo se podrá fallar! Pero no querrá el cielo que tan grande follonia
-y sandez quede sin castigo. Arrojó en esto una terrible cuchillada al
-ventero, y diole con toda su fuerça sobre la cabeça, de suerte que á
-no torcer un poco la mano don Quixote, lo pasara sin duda mal; pero
-con todo eso le descalabró muy bien. Alborotaronse todos los de la
-venta, y cada uno tomó las armas que más cerca de sí halló. El ventero
-entró en la cocina y sacó un asador de tres ganchos bien grande, y
-su muger un medio chuzo de viñadero. Don Quixote volvió las riendas
-á Rocinante, diziendo á grandes vozes: ¡Guerra, guerra! La venta
-estaba en una cuestecilla, y luego á tiro de piedra habia un prado
-bien grande, en medio del cual se puso don Quixote haziendo gambetas
-con su caballo, la espada desnuda en la mano, porque Sancho tenia la
-adarga y lançon; al cual, luego que vió todo el caldo revuelto, se
-le representó que habia de ser segunda vez manteado, y asi peleaba
-cuanto podia por sosegar la gente y aplacar aquella pendencia; pero el
-ventero, como se sintió descalabrado, estaba hecho un leon, y pedia muy
-aprisa su escopeta, y sin duda fuera y matara con ella á don Quixote,
-si el cielo no le tuviera guardado para mayores trances. Estorbolo
-la muger y los huespedes con Sancho, diziendo que aquel hombre era
-falto de juizio; y pues la herida era poca, que le dexase ir con todos
-los diablos. Con esto se sosegó, y Sancho, excusandose que no tenia
-culpa de lo sucedido, se despidió dellos muy cortesmente, y se fue
-para su amo, llevando al jumento del cabestro, y la adarga y lançon.
-Llegando á don Quixote, le dixo: ¿Es posible, señor, que por una moça
-de soldada, peor que la de Pilatos, Anas y Caifas, que está hecha una
-picara, quiera v. m. que nos veamos en tanta revuelta, que casi nos
-costara el pellejo, pues queria venir el ventero con su escopeta á
-tirarle? Y á hacerlo, sobre mí, que no le defendieran sus armas de
-plata, aunque estuvieran aforradas en terciopelo. ¡Oh Sancho! dixo don
-Quixote, ¿cuanta gente es la que viene? ¿Viene un escuadron volante,
-ó viene por tercios? ¿Cuanta es la artilleria, coraças y morriones
-que traen, y cuantas compañias de flecheros? Los soldados ¿son viejos
-ó bisoños? ¿Están bien pagados? ¿Hay hambre ó peste en el exercito?
-¿Cuantos son los alemanes, tudescos, franceses, españoles, italianos y
-esgüizaros? ¿Como se llaman los generales, maeses de campo, prebostes,
-y capitanes de campaña? Presto, Sancho, presto, dilo; que importa para
-que, conforme á la gente, hagamos en este grande prado trincheras,
-fosos, contrafosos, rebellines, plataformas, bastiones, estacadas,
-mantas y reparos, para que dentro les echemos naranjas y bombas de
-fuego, disparando todos á un tiempo nuestra artilleria, y primero las
-pieças que están llenas de clavos y medias balas, porque estas hazen
-grande efeto al primero impetu y asalto. Respondió Sancho: Señor, aqui
-no hay peto ni salto, ¡pecador de mí! ni hay exercitos de turquescos,
-ni animales, ni borricadas ni bestiones; bestias sí que lo seremos
-nosotros si no nos vamos al punto. Tome su adarga y lança; que quiero
-subir en mi asno; y pues nuestra Señora de los Dolores nos ha librado
-de los que nos podian causar los palos que tan bien merecidos teniamos
-en esta venta, huyamos de ella como de la ballena de Jonas; que no le
-faltarán á v. m. por esos mundos otras aventuras más faciles de vencer
-que esta. Calla, Sancho, dixo don Quixote; que si me ven huir, dirán
-que soy un gallina cobarde. Pues par diez, replicó Sancho, que aunque
-digan que somos gallinas, capones ó faisanes, que por esta vez que nos
-tenemos de ir: arre acá, señor jumento. Don Quixote, que vió resuelto
-á Sancho, no quiso contradezirle más; antes començó á caminar tras él
-diziendo: Por cierto, Sancho, que lo hemos errado mucho en no volver
-á la venta y retar á todos aquellos por traidores y alevosos, pues lo
-son verdaderamente, dandoles despues desto á todos la muerte; porque
-tan vil canalla y tan soez no es bien viva sobre la haz de la tierra;
-pues quedando, como ves quedan, vivos, mañana dirán que no tuvimos
-animo para acometellos, cosa que sentiré á par de muerte se diga de
-mí. En fin, Sancho, nosotros habemos sido, en volvernos, grandisimos
-borrachos. ¿Borrachos, señor? respondió Sancho: borrachos seamos
-delante de Dios; que para lo deste mundo, ello hemos hecho lo que toca
-á nuestras fuerças; por tanto, caminemos antes que entre más el sol;
-que dexa v. m. bien castigados todos los de la venta.
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-CAPITULO VI
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-De la no menos extraña que peligrosa batalla que nuestro caballero tuvo
-con un guarda de un melonar, que él pensaba ser Roldan el Furioso.
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-Caminaron la via de Çaragoça el buen hidalgo don Quixote y Sancho Pança
-su escudero, y anduvieron seis dias sin que les sucediese en ellos cosa
-de notable consideracion, solo que por todos los lugares que pasaban
-eran en extremo notados, y en cualquier parte daban harto que reir las
-simplicidades de Sancho Pança y las quimeras de don Quixote; porque
-se ofreció en Ariza hazer él proprio un cartel y fixarle en un poste
-de la plaça, diziendo que cualquier caballero natural ó andante que
-dixese que las mugeres merecian ser amadas de los caballeros, mentia,
-como él solo se lo haria confesar uno á uno ó diez á diez; bien que
-merecian ser defendidas y amparadas en sus cuitas, como lo manda
-el orden de caballeria; pero que en lo demas, que se sirviesen los
-hombres dellas para la generacion con el vinculo del santo matrimonio,
-sin mas arrequives de festeos; pues desengañaban bien de cuan gran
-locura era lo contrario las ingratitudes de la infanta Dulcinea del
-Toboso; y luego firmaba al pie del cartel: El Caballero Desamorado.
-Tras este pasaron otros tan apacibles y más estraños cuentos en los
-demas lugares del camino, hasta que sucedió que llegando él y Sancho
-cerca de Calatayud, en un lugar que llaman Ateca, á tiro de mosquete
-de la tierra, yendo platicando los dos sobre lo que pensaba hazer en
-las justas de Çaragoça, y como desde alli pensaba dar la vuelta á la
-corte del Rey, y dar en ella á conocer el valor de su persona, volvió
-la cabeça y vió enmedio de un melonar una cabaña, y junto á ella un
-hombre que le estaba guardando con un lançon en la mano. Detuvose un
-poco mirandole de hito á hito; y despues de haber hecho en su fantasia
-un desvariado discurso, dixo: Detente, Sancho, detente; que si yo no
-me engaño, esta es una de las más estrañas y nunca vistas aventuras
-que en los dias de tu vida hayas visto ni oido dezir; porque aquel
-que alli ves con la lança ó venablo en la mano, es sin duda el señor
-de Anglante, Orlando el Furioso, que, como se dize en el autentico y
-verdadero libro que llaman Espejo de caballerias, fue encantado por
-un moro, y llevado á que guardase y defendiese la entrada de cierto
-castillo, por ser él el caballero de mayores fuerças del universo;
-encantandole el moro de suerte, que por ninguna parte puede ser ferido
-ni muerto, si no es por la planta del pie. Este es aquel furioso Roldan
-que, de rabia y enojo porque un moro de Agramante llamado Medoro, le
-robó á Angélica la bella, se tornó loco, arrancando los arboles de
-raiz; y aun se dize por muy cierto (cosa que yo la creo rebien de
-sus fuerças) que asió de una pierna á una yegua sobre quien iba un
-desdichado pastor, y volteandola sobre el braço derecho, la arrojó
-de sí dos leguas, con otras cosas estrañas, semejantes á esta, que
-alli se cuentan por muy extenso, donde los podrás tú leer. Asi que,
-Sancho mio, yo estoy resuelto de no pasar adelante hasta probar con
-él la ventura; y si fuere tal la mia (que si será, segun el esfuerço
-de mi persona y ligereza de mi caballo), que yo le venciere y matare,
-todas las glorias, victorias y buenos sucesos que tuvo, serán sin
-duda mios, y á mí solo se atribuiran todas las fazañas, vencimientos,
-muertes de gigantes, desquixaramientos de leones y rompimientos de
-exercitos que por sola su persona hizo; y si él echó, como se cuenta
-por verdad, la yegua con el pastor dos leguas, dirá todo el mundo que
-quien venció á este que tal hazia, bien podrá arrojar á otro pastor
-como aquel á cuatro leguas: con esto seré nombrado por el mundo y
-será temido mi nombre; y finalmente, sabiendolo el rey de España, me
-enviará á llamar y me preguntará punto por punto cómo fue la batalla,
-que golpes le dí, con que ardides le derribé y con que estratagemas le
-falseé las tretas para que diesen en vazio; y finalmente, cómo le dí
-la muerte por la planta del pie con un alfiler de á blanca. Informado
-su magestad de todo, y dandote á tí por testigo ocular, seré sin duda
-creido; y llevando, como llevaremos, la cabeça en esas alforjas, el
-Rey la mirará, y dirá: ¡Ah Roldan, Roldan, y como siendo vos la cabeça
-de los Doze Pares de Francia habeis hallado vuestro par! No os valió
-¡oh fuerte caballero! vuestro encantamiento ni el haber rompido de
-sola una cuchillada una grandisima peña. ¡Oh Roldan, Roldan, y como
-de hoy más se lleva la gala y fama el invicto manchego y gran español
-don Quixote! Asi que, Sancho, no te muevas de aqui hasta que yo haya
-dado cabo y cima á esta dudosa aventura, matando al señor de Anglante y
-cortandole la cabeça. Sancho, que habia estado muy atento á lo que su
-amo dezia, le respondió diziendo: Señor Caballero Desamorado, lo que
-á mi me parece es que no hay aqui, á lo que yo entiendo, ningun señor
-de Argante; porque lo que yo alli veo no es sino un hombre que está
-con un lançon guardando su melonar; que como va por aqui mucha gente á
-Çaragoça á las fiestas, se le deben de festear por los melones; y asi
-digo que mi parecer es, no obstante el de v. m., que no alborotemos á
-quien guarda su hacienda, y guardela muy enhorabuena; que asi hago yo
-con la mia. ¿Quien le mete á v. m. con Giraldo el Furioso, ni en cortar
-la cabeça á un pobre melonero? ¿Quiere que despues se sepa, y que
-luego salga tras nosotros la Santa Hermandad, y nos ahorque y asaetee,
-y despues eche á galeras por sietecientos años, de donde primero que
-salgamos ternemos canas en las pantorrillas? Señor don Quixote, ¿no
-sabe lo que dize el refran, que quien ama el peligro, mal que le pese
-ha de caer en él? Delo al diablo, y vamos al lugar, que está cerca:
-cenaremos muy á nuestro plazer, y comerán las cabalgaduras; que á fe
-que si á Rocinante, que va un poco cabizbaxo, le preguntase donde
-querria más ir, al meson ó guerrear con el melonero, que dixese que más
-querria medio celemin de cebada, que cien hanegas de meloneros. Pues si
-esta bestia, siendo insensitiva, lo dize y se lo ruega, y yo tambien en
-nombre della y de mi jumento, se lo suplicamos mal y caramente, razon
-es nos crea; y mire v. m. que por no haber querido muchas vezes tomar
-mi consejo nos han sucedido algunas desgracias. Lo que podemos her, es:
-yo llegaré y le compraré un par de melones para cenar; y si él dize que
-es Gaiteros ó Bradamonte ó esotro demonio que dize, yo soy muy contento
-que le despanzorremos; si no, dexemosle para quien es, y vamos nosotros
-á nuestras justas reales. ¡Oh Sancho, Sancho, dixo don Quixote, y que
-poco sabes de achaque de aventuras! Yo no salí de mi casa sino para
-ganar honra y fama, para lo cual tenemos ahora ocasion en la mano; y
-bien sabes que la pintaban los antiguos con copete en la frente y calva
-de todo el celebro, dandonos con eso á entender que pasada ella, no
-hay de donde asirla. Yo, Sancho, por todo lo que tú y todo el mundo
-me dixere, no he de dexar de probar esta empresa, ni de llevar el dia
-que entrare en Çaragoça, la cabeça de este Roldan en una lança, con
-una letra debaxo della que diga: «Vencí al vencedor.» Mira pues tú,
-Sancho, ¡cuanta gloria se me seguirá de esto! pues será ocasion de que
-en las justas todos me rindan vasallage y se me den por vencidos; con
-lo cual todos los precios dellas serán sin duda mios. Y asi, Sancho,
-encomiendame á Dios; que voy á meterme en uno de los mayores peligros
-que en todos los dias de mi vida me he visto; y si acaso, por ser
-varios los peligros de la guerra, muriese en esta batalla, llevarme has
-á San Pedro de Cardeña; que muerto, estando con mi espada en la mano,
-como el Cid, sentado en una silla, yo fio que si, como á él, algun
-judio, acaso por hazer burla de mí, quisiere llegarme á las barbas,
-que mi braço yerto sepa meter mano y tratarle peor que el catolico
-Campeador trató al que con él hizo lo proprio. ¡Oh señor! respondió
-Sancho, por el arca de Noe le suplico que no me diga eso de morir; que
-me haze saltar de los ojos las lagrimas como el puño, y se me haze el
-coraçon añicos de oirselo, de puro tierno que soy de mio. ¡Desdichada
-de la madre que me parió! ¿Que haria despues el triste Sancho Pança
-solo en la tierra agena, cargado de dos bestias, si v. m. muriese en
-esta batalla? Començó Sancho tras esto á llorar muy de veras, y dezir:
-¡Ay de mí, señor don Quixote! ¡nunca yo le hubiera conocido por tan
-poco! ¿Que haran las donzellas desaguisadas? ¿Quien hará y deshará
-tuertos? Perdida queda de hoy más toda la nacion manchega; no habrá
-fruto de caballeros andantes, pues hoy acabó la flor dellos en v. m.;
-más valiera que nos hubieran muerto ahora un año aquellos desalmados
-yangüeses, cuando nos molieron las costillas á garrotazos. ¡Ay señor
-don Quixote! ¡Pobre de mí! ¿y que tengo de her solo y sin v. m.?
-¡Ay de mí! Don Quixote lo consoló diziendo: Sancho, no llores; que
-aun no soy muerto; antes he oido y leido de infinitos caballeros, y
-principalmente de Amadis de Gaula, que habiendo estado muchas vezes á
-pique de ser muertos, vivian despues muchos años, y venian á morirse
-en sus tierras, en casa de sus padres, rodeados de hijos y mugeres.
-Con todo eso, estese dicho, hagas, si muriere, lo que te digo. Yo lo
-prometo, señor, dixo Sancho, si Dios le lleva para sí, de llevar á
-enterrar su cuerpo, no solamente al San Pedro de Cerdeña que dize,
-sino que aunque me cueste el valor del jumento, le tengo de llevar á
-enterrar á Constantinopla; y pues va determinado de matar ese melonero,
-arrojeme acá, antes que parta, su bendicion, y deme la mano para que
-se la bese; que la mia y la del señor san Cristobal le caiga. Diosela
-don Quixote con mucho amor, y luego començó á espolear á Rocinante,
-que de cansado ya no se podia mover. Entrando por el melonar y picando
-derecho hazia la cabaña donde estaba la guarda, iba dando á cada paso
-á la maldicion á Rocinante, por ver que cada mata, como era verde,
-le daba apetito, aunque tenia freno, de probar algunas de sus hojas
-ó melones, fatigado de la hambre. Cuando el melonero vió que se iba
-allegando más á él aquella fantasma, sin que reparase en el daño que
-hazia en las matas y melones, començole á dezir á vozes que se tuviese
-afuera; si no, que le haria salir con todos los diablos del melonar.
-No curandose don Quixote de las palabras que el hombre le dezia, iba
-prosiguiendo su camino; y ya que estuvo dos ó tres picas dél, començó
-á dezirle, puesta la lança en tierra: Valeroso conde Orlando, cuya
-fama y cuyos hechos tiene celebrados el famoso y laureado Ariosto, y
-cuya figura tienen esculpida sus divinos y heroicos versos; hoy es el
-dia, invencible caballero, en que tengo de probar contigo la fuerça de
-mis armas y los agudos filos de mi cortadora espada; hoy es el dia,
-valiente Roldan, en que no te han de valer tus encantamientos ni el
-ser cabeça de aquellos Doze Pares de cuya nobleza y esfuerço la gran
-Francia se gloria; que por mi has de ser, si quiere la fortuna, vencido
-y muerto, y llevada tu soberbia cabeça, ¡oh fuerte frances! en esta
-lança á Çaragoça. Hoy es el dia en que yo gozaré de todas tus fazañas
-y vitorias, sin que te pueda valer el fuerte exercito de Carlo-Magno,
-ni la valentia de Reinaldos de Montalvan, tu primo; ni Montesinos, ni
-Oliveros, ni el hechicero Malgisi con todos sus encantamientos: vente,
-vente para mí, que un solo español soy: no vengo, como Bernardo del
-Carpio y el rey Marsillo de Aragon, con poderoso exercito contra tu
-persona; solo vengo con mis armas y caballo contra tí, que te tuviste
-algun tiempo por afrentado de entrar en batalla con diez caballeros
-solos. Responde, no estés mudo, sube sobre tu caballo, ó vente para mi
-de la manera que quisieres; mas porque entiendo, segun he leido, que
-el encantador que aqui te puso no te dió caballo, yo quiero baxar del
-mio; que no quiero hazer batalla contigo con ventaja alguna. Y baxó
-en esto del caballo, y viendolo Sancho, començó á dar vozes diziendo:
-Arremeta, nuesamo, arremeta; que yo estoy aqui rezando por su ayuda, y
-he prometido una misa á las benditas animas, y otra al señor san Anton,
-que guarde á v. m. y á Rocinante. El melonero, que vió venir para sí á
-don Quixote con la lança en la mano y cubierto con el adarga, començole
-á dezir que se tuviese afuera; si no, que le mataria á pedradas. Como
-don Quixote prosiguiese adelante, el melonero arrojó su lançon y puso
-una piedra poco mayor que un huevo en una honda, y dando media vuelta
-al braço, la despidió como de un trabuco contra don Quixote, el cual la
-recibió en el adarga; mas falseola facilmente, como era de solo badana
-y papelones, y dió á nuestro caballero tan terrible golpe en el braço
-izquierdo, que á no cogelle armado con el braçalete, no fuera mucho
-quebrarsele; aunque sintió el golpe bravisimamente. Como el melonero
-vió que todavia porfiaba para acercarsele, puso otra piedra mayor en
-la honda, y tirola tan derecha y con tanta fuerça, que dió con ella á
-don Quixote en medio de los pechos, de suerte que á no tener puesto
-el peto grabado, sin duda se la escondiera en el estomago: con todo,
-como iba tirada por buen braço, dió con el buen hidalgo de espaldas en
-tierra, recibiendo una mala y peligrosa caida, y tal, que con el peso
-de las armas y fuerça del golpe, quedó en el suelo medio aturdido. El
-melonero, pensando que le habia muerto ó malparado, se fue huyendo
-al lugar. Sancho, que vió caido á su amo, entendiendo que de aquella
-pedrada habia acabado don Quixote con todas las aventuras, se fue para
-él, llevando al jumento del cabestro, lamentandose y diziendo: ¡Oh
-pobre de mi señor desamorado! ¿No se lo dezia yo, que nos fueramos
-muy en hora mala al lugar, y no hizieramos batalla con este melonero,
-que es más luterano que el gigante Golias? Pues ¿como se atrevió á
-llegarse á él sin caballo, pues sabia en Dios y en su conciencia que
-no le podia matar sino metiendole una aguja ó alfiler de á blanca por
-la planta del pie? Llegose en esto á su señor, y preguntole si estaba
-mal ferido: él respondió que no; pero que aquel soberbio Roldan le
-habia tirado una gran peña y le habia derribado con ella en tierra;
-añadiendo: Dame, Sancho, la mano, pues ya he salido con muy cumplida
-vitoria; que para alcançarla, bastame que mi contrario haya huido de
-mí y no ha osado aguardarme: al enemigo que huye, hazerle la puente de
-plata, como dizen. Dexemosle pues ir; que ya vendrá tiempo en que yo
-le busque, y á pesar suyo acabe la batalla començada: solo me siento
-en este braço izquierdo mal herido; que aquel furioso Orlando me debió
-tirar una terrible maça que tenia en la mano; y si no me defendieran
-mis finas armas, entiendo que me hubiera quebrado el braço. Maça, dixo
-Sancho, bien sé yo que no la tenia; pero le tiró dos guijarros con la
-honda, que si con cualquiera dellos le diera sobre la cabeça, sobre mí,
-que por más que tuviera puesto en ella ese chapitel de plata ó como le
-llama, hubieramos acabado con el trabajo que habemos de pasar en las
-justas de Çaragoça; pero agradezca la vida que tiene á un romance que
-yo le rezé del conde Peranzules, que es cosa muy probada para el dolor
-de hijada. Dame la mano, Sancho, dixo don Quixote, y entremos un rato
-á descansar en aquella cabaña, y luego nos iremos, pues el lugar está
-cerca. Levantose don Quixote tras esto, y quitó el freno á Rocinante,
-y Sancho quitó la maleta de encima de su jumento, juntamente con la
-albarda; metiolo todo en la cabaña, quedando Rocinante y el jumento
-señores absolutos del melonar, del cual cogió Sancho dos melones harto
-buenos, y con un mal cuchillo que traia los partió y puso encima de
-la albarda para que comiese don Quixote; si bien él, tras solo cuatro
-bocados que tomó dellos, mandó á Sancho que los guardase para cenar en
-el meson á la noche. Pero apenas habia Sancho comido media dozena de
-rebanadas, cuando el melonero vino con otros tres harto bien dispuestos
-moços, trayendo cada uno una gentil estaca en la mano; y como vieron
-el rocin y jumento sueltos, pisando las matas y comiendo los melones,
-encendidos en colera, entraron en la cabaña, llamandolos ladrones y
-robadores de la hacienda agena, acompañando estos requiebros con media
-dozena de palos que les dieron muy bien dados, antes que se pudiesen
-levantar; y á don Quixote, que por su desgracia se habia quitado el
-morrion, le dieron tres ó cuatro en la cabeça, con que le dexaron
-medio aturdido, y aun muy bien descalabrado; pero Sancho lo pasó peor;
-que como no tenia reparo de coselete, no se le perdió garrotazo en
-costillas, braços y cabeça, quedando tambien aturdido como lo quedaba
-su amo. Los hombres, sin curar dellos, se llevaron al lugar en prendas
-el rocin y jumento por el daño que habian hecho. De alli á un buen
-rato, vuelto Sancho en sí, y viendo el estado en que sus cosas estaban,
-y que le dolian las costillas y braços de suerte que casi no se podia
-levantar, començó á llamar á don Quixote, diziendo: ¡Ah señor caballero
-andante (andado se vea él con todos cuantos diablos hay en los
-infiernos)! ¿parecele que quedamos buenos? ¿Es este el triunfo con que
-habemos de entrar en las justas de Çaragoça? ¿Que es de la cabeça de
-Roldan el encantado, que hemos de llevar espetada en lança? Los diablos
-le espeten en un asador, ¡plegue á santa Apolonia! Estoyle diziendo
-sietecientas vezes que no nos metamos en estas batallas impertinentes,
-sino que vamos nuestro camino sin hazer mal á nadie, y no hay remedio.
-Pues tomese esos peruetanos que le han venido, y aun plegue á Dios,
-si aqui estamos mucho, no vengan otra media dozena dellos á acabar la
-batalla que los primeros començaron. Alzese, pesia á las herraduras del
-caballo de san Martin, y mire que tiene la cabeça llena de chichones,
-y le corre la sangre por la cara abaxo, siendo ahora de veras el de
-la Triste Figura, por sus bien merecidos disparates. Don Quixote,
-volviendo en sí y sosegandose un poco, començó á dezir:
-
- Rey don Sancho, rey don Sancho
- No dirás que no te aviso
- Que del cerco de Zamora
- Un traidor habia salido.
-
-¡Mal haya el anima del Anticristo! dixo Sancho: estamos con las
-nuestras en los dientes, ¡y ahora se pone muy de espacio al romance
-del rey don Sancho! Vamonos de aqui, por las entrañas de todo nuestro
-linage, y curemonos; que estos Barrabases de Gaiteros, ó quien son,
-nos han molido más que sal, y á mí me han dexado los braços de suerte,
-que no los puedo levantar á la cabeça. ¡Oh buen escudero y amigo!
-respondió don Quixote, has de saber que el traidor que desta suerte me
-ha puesto es Bellido de Olfos, hijo de Olfos Bellido.--¡Oh, reniego
-de ese Bellido ó bellaco de Olfos, y aun de quien nos metió en este
-melonar!--Este traidor, dixo don Quixote, saliendo conmigo mano á
-mano, camino de Zamora, mientras que yo me baxé de mi caballo para
-proveerme detrás de unas mantas; este alevoso, digo, de Bellido, me
-tiró un venablo á traicion, y me ha puesto de la suerte que ves: por
-tanto ¡oh fiel vasallo! conviene mucho que tú subas en un poderoso
-caballo, llamandote don Diego Ordoñez de Lara, y que vayas á Zamora, y
-en llegando junto á la muralla, verás entre dos almenas el buen viejo
-Arias Gonzalo, ante quien retarás á toda la ciudad, torres, cimientos,
-almenas, hombres, niños y mugeres, el pan que comen y el agua que
-beben, con todos los demas retos con que el hijo de don Bermudo retó á
-dicha ciudad, y matarás á los hijos de Arias Gonzalo, Pedro Arias y los
-demas. ¡Cuerpo de san Quintin! dixo Sancho: si v. m. ve cuales nos han
-puesto cuatro meloneros, ¿para que diablos quiere que vamos á Zamora á
-desafiar toda una ciudad tan principal como aquella? ¿Quiere que salgan
-della cinco ó seis millones de hombres á caballo y acaben con nuestras
-vidas, sin que gozemos de los premios de las reales justas de Çaragoça?
-Deme la mano y levantese, y iremos al lugar que está cerca, para que
-nos curen y á v. m. le tomen esa sangre. Levantose don Quixote, aunque
-con harto trabajo, y salieron los dos fuera de la cabaña; pero cuando
-no vieron el Rocinante ni el jumento, fue grandisimo el sentimiento que
-don Quixote hizo por él; y Sancho, dando vueltas alrededor de la cabaña
-buscando su asno, dezia llorando: ¡Ay asno de mi anima! ¿y que pecados
-has hecho para que te hayan llevado de delante de mis ojos? Tú eres
-la lumbre dellos, asno de mis entrañas, espejo en que yo me miraba;
-¿quien te me ha llevado? ¡Ay jumento mio, que por tí solo y por tu
-pico podias ser rey de todos los asnos del mundo! ¿á donde hallaré yo
-otro tan hombre de bien como tú? Alivio de mis trabajos, consuelo de
-mis tribulaciones, tú solo me entendias los pensamientos, y yo á tí,
-como si fuera tu propio hermano de leche. ¡Ay, asno mio!, y como tengo
-en la memoria que cuando te iba á echar de comer á la caballeriza, en
-viendo cerner la cebada, rebuznabas y reias con una gracia como si
-fueras persona; y cuando respirabas hazia dentro, dabas un gracioso
-silbo, respondiendo por el organo trasero con un gamaut, que ¡mal año
-para la guitarra del barbero de mi lugar que mejor musica haga cuando
-canta el pasacalle de noche! Don Quixote le consoló diziendo: Sancho,
-no te aflijas tanto por tu jumento; que yo he perdido el mejor caballo
-del mundo; pero sufro y disimulo hasta que le halle, porque le pienso
-buscar por toda la redondez del universo. ¡Oh señor! dixo Sancho:
-¿no quiere que me lamente, ¡pecador de mí! si me dixeron en nuestro
-lugar que este mi asno era pariente muy cercano de aquel gran retorico
-asno de Balan, que buen siglo haya? Y bien se ha echado de ver en el
-valor que ha mostrado en esta reñida batalla que con los más soberbios
-meloneros del mundo habemos tenido. Sancho, dixo don Quixote, para lo
-pasado no hay poder alguno, segun dize Aristoteles; y asi lo que por
-ahora puedes hazer, es tomar esta maleta debaxo del braço, y llevar
-esta albarda á cuestas hasta el lugar, y alli nos informaremos de todo
-lo que nos fuere necesario para hallar nuestras bestias. Sea como v.
-m. mandare, dixo Sancho tomando la maleta y diziendo á don Quixote que
-le echase la albarda encima. Mira, Sancho, replicó él, si la podrás
-llevar; si no, lleva primero la maleta, y luego volverás por ella. Si
-podré, dixo Sancho; que no es esta la primera albarda que he llevado á
-cuestas en esta vida. Pusosela encima; y como el ataharre le viniese
-junto á la boca, dixo á don Quixote que se la echase tras de la cabeça,
-porque le olia á paja mal mascada.
-
-
-
-
-CAPITULO VII
-
-Como don Quixote y Sancho Pança llegaron á Ateca, y como un caritativo
-clerigo llamado Mosen Valentin los recogió en su casa, haziendoles todo
-buen acogimiento.
-
-
-Començaron á caminar don Quixote con su adarga y Sancho con su albarda,
-que le venia como anillo en dedo, y en entrando por la primera calle
-del lugar, se les començó á juntar una grande multitud de muchachos
-hasta que llegaron á la plaça, donde en viendo llegar aquellas estrañas
-figuras, se empeçaron á reir los que en ella estaban, y llegaronseles
-los jurados y seis ó siete clerigos, y otra gente honrada que con ellos
-estaban. Como se vió don Quixote en la plaça cercado de tanta gente,
-viendo que todos se reian, començó á dezir: Senado ilustre y pueblo
-romano invicto, cuya ciudad es y ha sido cabeça del universo, mirad
-si es licito que de vuestra famosa ciudad hayan salido salteadores,
-los cuales vosotros jamas consentistes en vuestra clara republica en
-los antiguos siglos, y me hayan robado á mí mi preciado caballo y á
-mi fiel escudero su jumento, sobre quien trae las joyas y precios que
-en diferentes justas y torneos he ganado ó podido ganar: por tanto,
-si aquel valor antiguo ha quedado en vuestros coraçones de piadosos
-romanos, dadnos aqui luego lo que se nos ha robado, juntamente con los
-traidores que, estando nosotros á pie y descuidados, nos han ferido
-de la suerte que veis; si no, yo os reto á todos por alevosos y hijos
-de otros tales; y asi os aplaço á que salgais conmigo á singular
-batalla uno á uno, ó todos para mí solo. Dieron todos, en oyendo estos
-disparates, una grandisima risada, y llegandoseles un clerigo que más
-discreto parecia, les rogó callasen; que él, poco más ó menos, conocia
-la enfermedad de aquel hombre, y le haria dar de sí con entretenimiento
-de todos; y tras esto y el universal silencio que los circunstantes
-le dieron, se llegó á don Quixote diziendo: V. m., señor caballero,
-sabranos dezir las señas de los que le han descalabrado y hurtado
-ese caballo que dize; porque dando aqui á los ilustres consules
-los malhechores, no solamente seran por ellos castigados, sino que
-justamente se le volverá á v. m. todo lo que se hallare ser suyo. Don
-Quixote le respondió: Al que hizo batalla conmigo, dificultosa cosa
-será hallarlo, porque á mi parecer dixo que era el valeroso Orlando
-el Furioso, ó por lo menos el traidor de Bellido de Olfos. Rieronse
-todos; pero Sancho, que estaba cargado con su albarda á cuestas, dixo:
-¿Para que es menester andar por zorrinloquios? El que derribó á mi amo
-con una pedrada, es un hombre que guardaba un melonar; moço lampiño,
-de barba larga, con unos mostachos rehondidos, á quien Dios cohonda:
-este le hurtó á mi señor el rocin, y á mí me ha llevado el jumento; que
-más quisiera me hubiera llevado las orejas que veo. Mosen Valentin,
-que asi se llamaba el clerigo, acabó de conocer de que pie coxqueaban
-don Quixote y su escudero; y asi, como era hombre caritativo, dixo
-á don Quixote: V. m., señor caballero, se venga conmigo, y este su
-moço; que todo se hará á su gusto. Llevoles luego á su casa, y hizo
-acostar á don Quixote en una harto buena cama, y llamó al barbero del
-lugar, que le curase los chichones que tenia en la cabeça, aunque no
-eran heridas de mucho peligro; mas como vió don Quixote al barbero,
-que ya le queria curar, le dixo: Huelgo mucho en extremo ¡oh maestro
-Elicebad! en haber caido hoy en vuestras venturosas manos; que yo sé
-y he leido que vos las teneis tales, juntamente con las medicinas y
-yerbas que á las heridas aplicais, que Avicena, Averroes y Galeno
-pudieran venir á aprender de vos. Asi que, ¡oh sabio maestro! dezidme
-si estas penetrantes feridas son mortales; porque aquel furioso Orlando
-me hirió con un terrible tronco de encina, y asi es imposible no lo
-sean; y siendolo, os juro por el orden de caballeria que profeso,
-de no consentir ser curado hasta que tome entera satisfaccion y
-vengança de quien tan á su salvo me hirió á traicion, sin aguardar
-como caballero á que yo metiese mano á la espada. El Clerigo y el
-Barbero, que semejantes razones oyeron dezir á don Quixote, acabaron
-de entender que estaba loco; y sin responderle, dixo el clerigo al
-barbero que le curase y no le respondiese palabra, por no darle nueva
-materia para hablar. Despues que fue curado, mandó Mosen Valentin que
-le dexasen reposar; lo cual se hizo asi. Sancho, que habia tenido la
-candela para curar á su amo, estaba reventando por hablar; y asi, en
-viendose fuera del aposento, dixo á Mosen Valentin: V. m. ha de saber
-que aquel Girnaldo el furioso me dió, no sé si era con la mesma encina
-que dió á mi amo, ó con alguna barra de oro; y si haria, pues dizen
-dél está encantado, y segun me duelen las costillas, sin duda me debió
-de dexar alguna endiablada calentura en ellas; y es de suerte mi mal,
-que en todo mi cuerpo, que Dios haya, ninguna cosa me ha dexado en
-pie sino es, cuando mucho, alguna poquilla gana de comer; que si esta
-me quitara, al diablo hubiera yo dado á todos los Roldanes, Ordoños y
-Claras del mundo. Mosen Valentin, que entendió el apetito de Sancho,
-le hizo dar de cenar muy bien, mientras él iba á informarse de quien
-seria el que llevó á don Quixote el caballo y á Sancho su jumento; y
-averiguado quien les hizo el asalto, dió orden en cobrar y volver á su
-casa á Rocinante con el jumento, al cual, como vió Sancho, que estaba
-sentado al çaguan, se levantó de la mesa, y abraçandolo le dixo: ¡Ay
-asno de mi alma! tú seas tan bien venido como las buenas pascuas, y
-detelas Dios á tí y á todas las cosas en que pusieres mano, tan buenas
-como me las has dado á mí con tu vuelta; mas dime, ¿como te ha ido á tí
-en el cerco de Zamora con aquel Rodamonte, á quien rodado vea yo por
-el monte abaxo, en que Satanás tentó á nuestro Señor Jesucristo? Mosen
-Valentin, que vió á Sancho tan alegre por haber hallado su asno, le
-dixo: No se os dé nada, Sancho; que cuando vuestro asno no pareciera,
-yo, por lo mucho que os quiero, os diera una burra tan buena como él,
-y aun mejor. Eso no podia ser, dixo Sancho, porque este mi jumento me
-sabe ya la condicion y yo sé la suya, de suerte que apenas ha començado
-á rebuznar, cuando le entiendo, y sé si pide cebada ó paja, ó si quiere
-beber ó que le desalbarde para echarse en la caballeriza; y en fin, le
-conozco mejor que si le pariera. Pues ¿como, dixo el clerigo, señor
-Sancho, entendeis vos cuando el jumento quiere reposar? Yo, señor
-Valentin, respondió Sancho, entiendo la lengua asnuna muy lindamente.
-Riyó el clerigo mucho de su respuesta, y mandó que le diesen muy buen
-recado asi á él como á su jumento y á Rocinante, pues ya don Quixote
-reposaba; lo cual fue hecho con mucha puntualidad. Despues de cena
-llegaron otros dos clerigos, amigos de Mosen Valentin, á su casa,
-á saber como le iba con los huespedes; el cual les dixo: Por Dios,
-señores, que tenemos con ellos el mas lindo pasatiempo agora en esta
-casa, que se puede imaginar; porque el principal, que es el que está
-en la cama, se finge en su fantasia caballero andante como aquellos
-antiguos Amadis ó Febo, que los mentirosos libros de caballerias
-llaman andantes; y asi, segun me pareze, él piensa con esta locura ir
-á las justas de Çaragoça y ganar en ellas muchas joyas y premios de
-importancia; pero goçaremos de su conversacion los dias que aqui en
-mi casa se estuviere curando, y aumentará nuestro entretenimiento la
-intrinseca simplicidad deste labrador á quien el otro llama su fiel
-escudero. Tras esto començaron á platicar con Sancho, y preguntole
-punto por punto de todas las cosas de don Quixote; el cual les contó
-todo lo que con él habia pasado el otro año, y los amores de Dulcinea
-del Toboso, y como se llamaba don Quixote de la Mancha, y agora el
-Caballero Desamorado para ir á las justas de Çaragoça; y á este compas
-desbuchó Sancho todo lo que de[14] don Quixote sabia; pero rieron mucho
-con lo de los galeotes y penitencia de Sierra Morena y encerramiento de
-la jaula, con la cual acabaron de entender lo que don Quixote era, y
-la simplicidad con que Sancho le seguia, alabando sus cosas. De suerte
-que estuvieron en casa de Mosen Valentin casi ocho dias Sancho y don
-Quixote, al cabo de los cuales, pareciendole á él que estaba ya bueno y
-que era tiempo de ir á Çaragoça á mostrar el valor de su persona en las
-justas, dixo un dia, despues de comer á Mosen Valentin: A mí me parece,
-¡oh buen sabio Lirgando! pues por vuestro gran saber he sido traido y
-curado en este vuestro insigne castillo sin tenerlo servido, que ya es
-tiempo de que con vuestra buena licencia me parta luego para Çaragoça,
-pues vos sabeis lo mucho que importa á mi honra y reputacion; que si
-la fortuna me fuere favorable (y sí será siendo vos de mi parte), yo
-pienso presentaros alguna de las mejores joyas que en ellas hubiere,
-y la habeis de recebir por me hazer merced: solo os suplico que no me
-olvideis en las mayores necesidades, porque muchos dias ha que el sabio
-Alquife, á cuya cuenta está el escribir mis fazañas, no lo he visto, y
-creo que de industria haze el dexarme solo en algunos trabajos, para
-que asi aprenda dellos á comer el pan con corteça, y me valga por mi
-pico, como dizen: por tanto, yo me quiero partir luego á la hora; y si
-sois servido de enviar conmigo algun recado en mi recomendacion á la
-sabia Urganda la desconocida, para que si fuere herido en las justas,
-ella me cure, me hareis muy grande merced en ello. Mosen Valentin,
-despues de haberle escuchado con mucha atencion, le dixo: V. m., señor
-Quijada, se podrá ir cuando fuere servido; pero advierta que yo no
-soy Lirgando, ese mentiroso sabio que dize, sino un sacerdote honrado
-que, movido de compasion de ver la locura en que v. m. anda con sus
-quimeras y caballerias, le he recebido con fin de dezirle y aconsejarle
-lo que le haze al caso, y advertirle á solas, de las puertas adentro
-de mi casa, como anda en pecado mortal, dexando la suya y su hacienda,
-con aquel sobrinito que tiene, andando por esos caminos como loco,
-dando nota de su persona, y haziendo tantos desatinos; y advierta que
-alguna vez podrá hazer alguno por el cual le prenda la justicia, y
-no conociendo su humor, le castigue con castigo público y publica
-deshonra de su linage; ó no habiendo quien le favorezca y conozca,
-quiçá por haber muerto alguno en la campaña, tomado de su locura, le
-cogerá tal vez la Hermandad, que no consiente burlas, y le ahorcará,
-perdiendo la vida del cuerpo, y lo que peor es, la del alma: tras que
-anda escandaliçando, no solamente á los de su lugar, sino á todos los
-que le ven ir desa suerte armado por los caminos; si no, v. m. lo vea
-por el dia en que entró en este pueblo, como le seguian los muchachos
-por las calles como si fuera loco, diziendo á vozes: ¡Al hombre
-armado, muchachos, al hombre armado! Bien sé que v. m. ha hecho lo que
-haze, por imitar, como dize, á aquellos caballeros antiguos Amadis y
-Esplandian, con otros que los no menos fabulosos que perjudiciales[15]
-libros de caballerias fingen, á los cuales v. m. tiene por autenticos
-y verdaderos, sabiendo, como es verdad, que nunca hubo en el mundo
-semejantes caballeros, ni hay historia española, francesa ni italiana,
-á lo menos autentica, que haga dellos mencion; porque no son sino una
-composicion ficticia, sacada á luz por gente de capricho, á fin de dar
-entretenimiento á personas ociosas y amigas de semejantes mentiras; de
-cuya licion se engendran secretamente en los animos malas costumbres,
-como de los buenos buenas; y de aqui nace que hay tanta gente ignorante
-en el mundo, que viendo aquellos libros tan grandes impresos, les
-parece como á v. m. le ha parecido, que son verdaderos, siendo, como
-tengo dicho, composicion mentirosa: por tanto, señor Quijada, por la
-pasion que Dios pasó, le ruego que vuelva sobre sí y dexe esa locura
-en que anda, volviendose á su tierra; y pues me dize Sancho que v. m.
-tiene razonablemente hacienda, gastela en servicio de Dios y en hazer
-bien á los pobres, confesando y comulgando á menudo, oyendo cada dia
-su misa, visitando enfermos, leyendo libros devotos y conversando con
-gente honrada, y sobre todo con los clerigos de su lugar, que no le
-dirán otra cosa de lo que yo le digo; y verá con esto como será querido
-y honrado, y no juzgado por hombre falto de juizio, como todos los de
-su lugar y los que le ven andar desa manera le tienen; y más, que le
-juro por las ordenes que tengo, que iré con v. m., si dello gusta,
-hasta dexarle en su propria casa, aunque haya de aqui á ella cuarenta
-leguas, y aun le haré todo el gasto por el camino, porque vea v. m.
-como deseo yo más su honra y el bien de su alma, que v. m. proprio;
-y dexe esas vanidades de aventuras, ó por mejor dezir, desventuras;
-que ya es hombre mayor: no digan que se vuelve á la edad de los
-niños, echandose á perder á sí y á este buen labrador que le sigue,
-que tan poco ha cerrado la mollera como v. m. Sancho, que á todo lo
-que Mosen Valentin habia dicho habia estado muy atento, sentado sobre
-la albarda de su caro jumento, dixo: Por cierto, señor licenciado,
-que su reverencia, tiene muchisima razon, y lo proprio que v. m. le
-dize á mi señor, le digo yo y le ha dicho el cura de mi tierra; y
-no hay remedio con él, sino que habemos de ir buscando tuertos por
-ese mundo. El año pasado y este jamas habemos hallado sino quien nos
-sacuda el polvo de las costillas, viendonos cada dia en peligro de
-perder el pellejo por los grandes desaforismos que mi señor haze por
-esos caminos, llamando á las ventas castillos, y á los hombres, á unos
-Gaiteros, á otros Guirnaldos, á otros Bermudos, á otros Rodamontes, y
-á otros diablos que se los lleven; y es lo bueno que son ó meloneros ó
-arrieros ó gente pasagera, tanto que el otro dia á una moça gallega de
-una venta, hecha una picarona, que me brindaba por cuatro cuartos con
-los que sacó del vientre de su madre, llamaba á boca llena la infanta
-galiciana, y por ella aporreó al ventero, y nos pensamos ver en un
-inflicto de la maldicion; y creame v. m., y plegue á santa Barbara,
-abogada de los truenos y relampagos, que si miento en cuanto digo,
-esta albarda me falte á la hora de mi muerte; y tengo quebrada la
-cabeça de predicarle sobre estos avisos; pero no hay remedio con él,
-sino que quiere que aunque me pese le siga, y para ello me ha comprado
-este mi buen jumento, y me da cada mes por mi trabajo nueve reales y
-de comer; y mi muger que se lo busque, que asi hago yo, pues tiene tan
-buenos cuartos. Don Quixote habia estado cabizbaxo á todo lo que Mosen
-Valentin y Sancho Pança habian dicho; y como quien despierta, començó
-á dezir desta manera: Afuera pereça. Mucho, señor Arçobispo Turpin, me
-espanto de que siendo vueseñoria de aquella ilustre casa del emperador
-Carlos, llamado el Magno por excelencia, pariente de los Doze Pares de
-la noble Francia, sea tanta su pusilanimidad y cobardia, que huya de
-las cosas arduas y dificultosas, apartandose de los peligros, sin los
-cuales es imposible poderse alcançar la verdadera honra. Nunca cosas
-grandes se adquirieron sin grandes dificultades y riesgos; y si yo me
-pongo á los presentes y venideros, solo lo hago como magnanimo, por
-alcançar honra para mí y cuantos me sucedieren; y esto es licito, pues
-quien no mira por su honra, mal mirará por la de Dios; y asi, Sancho,
-dame luego á la hora mis armas y caballo, y partamos para Çaragoça; que
-si yo supiera la cobardia y pusilanimidad que habia en esta casa, nunca
-jamas la ocupara; pero salgamos della al punto, porque no se nos apegue
-tan mala polilla. Sancho fue luego á ensillar á Rocinante y albardar
-juntamente su rucio; pero el buen clerigo, que vió tan resuelto y
-empedernido á don Quixote, no le quiso replicar más; antes estaba
-escuchando todo cuanto dezia á cada pieça que Sancho ponia del arnes,
-que eran cosas graciosisimas, ensartando mil principios de romances
-viejos sin ningun orden ni concierto; y al subir en el caballo dixo
-con gravedad: Ya cabalga, Calainos, Calainos, el infante:--y luego,
-volviendose á Mosen Valentin, con su lança y adarga en la mano, le dixo
-con voz arrogante: Caballero ilustre, yo estoy muy agradecido de la
-merced que en este vuestro imperial alcazar se me ha hecho á mí y á mi
-escudero: por tanto mirad si yo os soy de algun provecho para hazeros
-vengado de algun agravio que algun fiero gigante os haya hecho; que
-aqui está Mucio Cevola, aquel que sin pavor ni miedo, pensando matar
-al Porsena que tenia cercada á Roma, puso intrepido su desnudo braço
-sobre el brasero de fuego, dando muestras en el hecho, de tan grande
-esfuerço y valentia, cuanto las dió de corrimiento en la causa dél; y
-estad cierto que os haré vengado de vuestros enemigos tan á vuestro
-sabor, que digais que en buena hora me recebisteis en vuestra casa.--Y
-diziendole tras esto se quedase con Dios, sin aguardar respuesta,
-dió de espuelas á Rocinante; y llegando á la plaça, en viéndole los
-muchachos començaron á gritar: ¡Al hombre armado, al hombre armado!--Y
-seguido dellos, pasó adelante á medio galope, hasta que salió del
-lugar, dexando maravillados á todos los que le miraban. El bueno de
-Sancho enalbardó su jumento, y subiendo en él, dixo: Señor Valentin
-yo no le ofrezco á v. m. peleas como mi amo ha hecho, porque más sé
-de ser apaleado que de pelear; pero yo le agradezco mucho el servicio
-que nos ha hecho: por muchos años lo pueda continuar. Mi lugar se
-llama el Argamesilla: cuando yo esté allá, estaré aparejado para helle
-toda merced, y mi muger Mari-Gutierrez sé de cierto que le besa á v.
-m. las manos en este punto. Sancho hermano, dixo Mosen Valentin, Dios
-os guarde; y mirad que os ruego que cuando vuestro señor vuelva á su
-tierra, vengais por aqui; que sereis vos y él bien recebidos, y no
-haya falta. Respondió Sancho: Yo se lo prometo á v. m.; y quedese con
-Dios; y plegue á la señora santa Agueda, abogada de las tetas, que
-viva v. m. tan largos años como vivió nuestro padre Abraham. Començó
-tras esto con toda priesa á arrear su asno, y pasando por la plaça,
-le cercaron los jurados y todos los que en ella estaban, por reir un
-poco con él; el cual, como los vió juntos, les dixo: Señores, mi amo
-va á Çaragoça á hazer unas justas y torneos reales; si matamos alguna
-gruesa de aquellos gigantones ó Fierablases, que dizen hay allá muchos,
-yo les prometo, pues nos han hecho servicio de volvernos á Rocinante
-y al rucio, de traelles una de aquellas ricas joyas que ganaremos y
-una media dozena de gigantones en escabeche; y si mi amo llegare á ser
-(que sí hará, segun es de valiente) rey, ó por lo menos emperador, y
-yo tras él me viere papa ó monarca de alguna iglesia, les prometemos
-de hellos á todos los deste lugar, cuando menos canonigos de Toledo.
-Dieron todos con el dicho de Sancho una grandísima risada, y los
-muchachos que estaban detrás de todos, como vieron que los jurados y
-clerigos hazian burla de Sancho, el cual estaba caballero en su asno,
-començaron á silbarle, y juntamente á tirarle con pepinos y berenjenas,
-de suerte que no bastaron todos los que alli estaban á detener su
-furia; y asi á Sancho le fue forçoso baxar del asno y darle con el
-palo muy aprisa, hasta que salió del lugar y topó á don Quixote, que
-le estaba esperando, el cual le dixo: ¿Que es, Sancho? ¿Que has hecho?
-¿En que te has entretenido? Respondió Sancho: ¡Oh, reniego de los
-çancajos de la muger de Job! ¿Como se vino v. m. y me dexó en las manos
-de los caldereros de Sodoma? Que le prometo, asi yo me vea arçobispo
-de aquella ciudad que me prometió el año pasado, que me agarraron en
-yendose v. m., entre seis ó siete de aquellos escribas y fariseos, y
-me llevaron en casa del boticario, y me echaron una melecina de plomo
-derretido, tal, que me haze venir despidiendo perdigones calientes por
-la puerta falsa, sin que pueda reposar un punto. No se te dé nada, dixo
-don Quixote; que ya vendrá tiempo en que nos hagamos bien vengados de
-todos los agravios que en este lugar por no conocernos nos han hecho;
-pero ahora caminemos para Çaragoça, que es lo que importa; que alli
-oirás y verás maravillas.
-
- [14] En la edición primera falta la preposición _de_.
-
- [15] En la primera edición, _por judiciales_.
-
-
-
-
-CAPITULO VIII
-
-De como el buen hidalgo don Quixote llegó á la ciudad de Çaragoça, y de
-la estraña aventura que á la entrada della le sucedió con un hombre que
-llevaban açotando.
-
-
-Tan buena maña se dieron á caminar el buen don Quixote y Sancho, que á
-otro dia á las onze se hallaron una milla de Çaragoça. Toparon por el
-camino mucha gente de pie y de á caballo, la cual venia de las justas
-que en ella se habian hecho; que como don Quixote se detuvo en Ateca
-ocho dias curandose de sus palos, se hizieron sin que él las honrase
-con su presencia, como deseaba; de lo cual informado en el camino,
-de los pasageros, estaba como desesperado; y asi iba maldiziendo su
-fortuna por ello, y echaba la culpa al sabio encantador su contrario,
-diziendo que él habia hecho por donde las justas se hubiesen hecho
-con tanta presteça para quitarle la honra y gloria que en ellas era
-forçoso ganar, dando la vitoria, á él debida, á quien él maliciosamente
-favorecia. Con esto iba tan mohino y melancolico, que á nadie queria
-hablar por el camino, hasta tanto que llegó cerca de la Aljaferia,
-adonde, como se le llegasen por verle de cerca algunas personas con
-deseo de saber quien era y á que fin entraba armado de todas pieças
-en la ciudad, les dixo en voz alta: Dezidme, caballeros, ¿cuantos
-dias ha que se acabaron las justas que en esta ciudad se han hecho,
-en las cuales no he merecido poderme hallar? Cosa de que estoy tan
-desesperado cuanto descubre mi rostro; pero la causa ha sido el estar
-yo ocupado en cierta aventura y encuentro que con el furioso Roldan
-he tenido (¡nunca yo con él topara!), pero no seré yo Bernardo del
-Carpio, si ya que no tuve ventura de hallarme en ellas, no hiziere un
-público desafio á todos los caballeros que en esta ciudad se hallaren
-enamorados, de suerte que venga por él á cobrar la honra que no he
-podido ganar por no haberme hallado en tan celebres fiestas; y será
-mañana el dia dél; y ¡desdichado aquel que yo encontrare con mi lança
-ó arrebataren los filos de mi espada! que en él, por ellos, pienso
-quebrar la colera y enojo con que á esta ciudad vengo. Y si hay aqui
-alguno de vosotros, ó estan algunos en este vuestro fuerte castillo,
-que sean enamorados, yo los desafio y reto luego á la hora por cobardes
-y fementidos, y se lo haré confesar á vozes en este llano; y salga
-el Justicia que dizen hay en esta ciudad, con todos los jurados y
-caballeros de ella; que todos son follones y para poco, pues un solo
-caballero los reta, y no salen como buenos caballeros á hazer batalla
-conmigo solo; y porque sé que son tales, que no tendran atrevimiento de
-aguardarme en el campo, me entro luego en la ciudad, donde fixaré mis
-carteles por todas sus plaças y cantones, pues de miedo de mi persona
-y de envidia de que no llevase el premio y honras de las justas, las
-han hecho con toda brevedad. Salid, salid, malandrines çaragoçanos;
-que yo vos faré confesar vuestra sandez y descortesia. Dezia esto
-volviendo y revolviendo acá y acullá su caballo, de suerte que todos
-los que le estaban mirando, siendo más de cincuenta los que se habian
-juntado á hazello, estaban maravillados y no sabian á que atribuirlo.
-Unos dezian: ¡Voto á tal, que este hombre se ha vuelto loco y que es
-lunatico! Otros: No, sino que es algun grandisimo bellaco; y á fe que
-si le coge la justicia, que se le ha de acordar para todos los dias
-de su vida. Mientras él andaba haziendo dar saltos á Rocinante, que
-quisiera más medio celemin de cebada, dixo Sancho á todos los que
-estaban hablando de su amo: Señores, no tienen que dezir de mi señor;
-porque es uno de los mejores caballeros que se hallan en todo mi lugar;
-y le he visto con estos ojos hazer tantas garreaciones en la Mancha y
-Sierra Morena, que si las hubiese de contar, seria menester la pluma
-del gigante Golias: ello es verdad que no todas vezes nos salian las
-aventuras como nosotros quisieramos; porque cuatro ó cinco vezes nos
-santiguaron las costillas con unas raxas; mas con su pan se lo coman;
-que á fe que tiene jurado mi señor que en topándolos otra vez, como
-les cojamos solos y dormidos, atados de pies y manos, que les hemos
-de quitar los pellejos y hazer dellos una adarga muy linda para mi
-amo. Començaron todos con esto á reir, y uno dellos le preguntó que
-de donde era, á lo cual respondió Sancho: Yo, señores, hablando con
-debido acatamiento de las barbas honradas, soy natural de mi lugar,
-que con perdon se llama Argamesilla de la Mancha. Por Dios, dixo otro,
-que entendia que vuestro lugar se llamaba otra cosa, segun hablastes
-de cortesmente al nombralle; pero ¿que lugar es la Argamesilla, que yo
-nunca le oido dezir? ¡Oh cuerpo de quien me comadreó al nacer! dixo
-Sancho: un lugar es harto mejor que esta Çaragoça: ello es verdad que
-no tiene tantas torres como esta; que no hay en mi lugar más de una
-sola; ni tiene esta tapia grande de tierra que la cerca al derredor;
-pero tiene las casas, ya que no son muchas, con lindísimos corrales,
-que caben en cada uno dos mil cabeças de ganado: tenemos un lindisimo
-herrero que aguza las rejas, que es para dar mil gracias á Dios.
-Ahora cuando salimos dél, trataban los alcaldes de enviar al Toboso
-que no le hay en mi lugar[16] tenemos tambien una iglesia, que aunque
-es chica, tiene muy lindo altar mayor, y otro de nuestra señora del
-Rosario, con una Madre de Dios que tiene dos varas en alto, con un
-gran rosario alrededor, con los padres nuestros de oro, tan gordos
-como este puño: ello es verdad que no tenemos relox; pero á fe que ha
-jurado el Cura que el primer año santo que venga, tenemos de her unos
-riquísimos órganos. Con esto el buen Sancho queria irse adonde estaba
-su amo cercado de otra tanta gente; mas asiéndole uno del braço, le
-dixo: Amigo, dezidnos como se llama aquel caballero, para que sepamos
-su nombre. Señores, para dezilles la verdad, dixo Sancho, él se llama
-don Quixote de la Mancha, y agora un año se llamaba el de la Triste
-Figura, cuando hizo penitencia en la Sierra Morena, como ya deben de
-saber por acá; y ahora se llama el Caballero Desamorado; yo me llamo
-Sancho Pança, su fiel escudero, hombre de bien, segun dizen los de
-mi pueblo, y mi muger se llama Mari-Gutierrez, tan buena y honrada,
-que puede con su persona dar satisfaccion á toda una comunidad. Con
-esto baxó del asno, dexando riendo á todos los que presentes estaban,
-y caminó para donde estaba su amo cercado de más de cien personas,
-y los más dellos caballeros que habian salido á tomar el fresco; y
-como habian visto tanta gente junta en corrillo, y un hombre armado
-en medio, llegaron con los caballos á ver lo que era: á los cuales,
-como viese don Quixote, les començó á dezir, puesto el cuento de la
-lança en tierra: Valerosos príncipes y caballeros griegos, cuyo nombre
-y cuya fama del uno hasta el otro polo, del Artico al Antartico, del
-oriente al poniente, del setentrion al mediodia, del blanco aleman
-hasta el adusto scita, está esparcida, floreciendo en vuestro grande
-imperio de Grecia no solamente aquel grande emperador Trebacio y don
-Belianis de Grecia, pero los dos valerosos y nunca vencidos hermanos
-el caballero del Febo y Rosicler; ya veis el porfiado cerco que sobre
-esta ciudad famosa de Troya por tantos años habemos tenido, y que
-en cuantas escaramuças habemos trabado con estos troyanos y Hector,
-mi contrario, á quien, siendo yo como soy Aquiles, vuestro capitan
-general, nunca he podido coger solo para pelear con él cuerpo á cuerpo
-y hazerle dar, á pesar de toda su fuerte ciudad, á Elena, con la cual
-se nos han alçado por fuerça. Conviene pues ¡oh valerosos heroes! que
-tomeis agora mi consejo (si es que deseais salgamos con cumplida
-vitoria destos troyanos, acabandolos todos á fuego y á sangre, sin que
-dellos se escape sino el piadoso Eneas, que por disposicion de los
-cielos, sacando del incendio á su padre Anquises en los hombros, ha
-de ir con cierta gente y naves á Cartago, y de alli á Italia á poblar
-aquella fertil provincia con toda aquella noble gente que llevará en su
-compañia), el cual es que hagamos un paladion ó un caballo grande de
-bronce, y que metamos en él todos los hombres armados que pudieremos,
-y le dexemos en este campo con solo Sinon, á quien los más conoceis,
-atado de pies y manos, y que nosotros finjamos retirarnos del cerco,
-para que ellos, saliendo de la ciudad, informados de Sinon y engañados
-por él con sus fingidas lágrimas, á persuasion suya metan dentro della
-nuestro gran caballo á fin de sacrificarle á sus dioses; que lo haran
-sin duda rompiendo para su entrada un lienzo de la muralla; y despues
-que todos se sosieguen, seguros saldran á la media noche de su preñado
-vientre los caballeros armados que estaran en él, y pegarán fuego á su
-salvo á toda la ciudad, acudiendo despues nosotros de improviso, como
-acudiremos, á aumentar su fiero incendio, levantando los gritos al
-cielo al compas de las llamas, que se cebarán en torres, chapiteles,
-almenas y balcones diziendo: «Fuego suena, fuego suena; que se nos alza
-Troya con Elena.» Y con esto dió de espuelas á Rocinante, dexandolos
-á todos maravillados de su estraña locura. Sancho tambien començó á
-arrear su asno, y fuese tras su amo, el cual, en entrando por la puerta
-del Portillo, començó á detener su rocin é ir la calle adelante muy
-poco á poco, mirando las calles y ventanas con mucha pausa. Iba Sancho
-detras dél con el asno del cabestro, aguardando ver en que meson paraba
-su amo, porque Rocinante á cada tablilla de meson que veia, se paraba y
-no queria pasar; pero don Quixote lo espoleaba hasta que á pesar suyo
-le hazia ir adelante, lo cual sentia Sancho á par de muerte, porque
-rabiaba de cansancio y de hambre. Sucedio pues, que yendo don Quixote
-la calle adelante, dando harto que dezir á toda la gente que le veia
-ir de aquella manera, traia la justicia por ella á un hombre caballero
-en un asno, desnudo de la cintura arriba, con una soga al cuello,
-dandole docientos açotes por ladron, al cual acompañaban tres ó cuatro
-alguaciles y escribanos, con más de docientos muchachos detras. Visto
-este espectaculo por nuestro caballero, deteniendo á Rocinante y puesto
-en mitad de la calle con gentil continente, la lança baxa, començó
-á dezir en alta voz desta manera: ¡Oh vosotros, infames y atrevidos
-caballeros, indignos deste nombre! dexad luego al punto libre, sano y
-salvo á este caballero que injustamente con traicion habeis prendido,
-usando, como villanos, inauditas estratagemas y enredos para cogerle
-descuidado; porque él estaba durmiendo cerca de una clara fuente, á la
-sombra de unos frondosos alisos, por el dolor que le debia de causar
-el ausencia ó el rigor de su dama; y vosotros, follones y malandrines,
-le quitastes sin hazer rumor su caballo, espada y lança y las demas
-armas, y le habeis desnudado sus preciosas vestiduras, llevandole
-atado de pies y manos á vuestro fuerte castillo, para metelle con los
-demas caballeros y princesas que alli sin razon teneis en vuestras
-tan oscuras cuanto humedas mazmorras: por tanto, dadle luego aqui sus
-armas, y suba en su poderoso caballo; que él es tal por su persona, que
-en breve espacio dara cuenta de vuestra vil canalla gigantea: soltadle,
-soltadle presto, bellacos, ó venios todos juntos, como es vuestra
-costumbre, para mí solo; que yo os daré á entender á vosotros y á quien
-con él os envia, que todos sois infames y vil canalla. Los que llevaban
-el açotado, que semejantes razones oyeron dezir á un hombre armado
-con espada y lança, no supieron que le responder; pero un escribano
-de los que iban á caballo, viendo que estaban detenidos en medio de
-la calle, y que aquel hombre no dexaba pasar adelante la execucion de
-la justicia, dando de espuelas al rocin en que iba, se llegó á don
-Quixote, y asiendo de la rienda á Rocinante, le dixo: ¿Que diablos
-dezis, hombre de Satanas? Tiraos afuera: ¿estais loco? ¡Oh santo Dios,
-y quien pudiera pintar la encendida colera que del coraçon de nuestro
-caballero se apoderó en este punto! El cual, haziendose un poco atras,
-arremetió con su lançon para el pobre del escribano, de suerte que
-si no se dexara caer por las ancas del rocin, sin duda le escondiera
-don Quixote en el estomago el hierro mohoso del lançon: mas esto fue
-causa de que nuestro caballero errase el golpe. Los alguaciles y demas
-ministros de justicia que alli venian, viendo un caso tan no pensado,
-sospechando que aquel hombre era pariente del que iban açotando, y
-que se les queria quitar por fuerça, començaron á gritar: ¡Favor á la
-justicia, favor á la justicia! La gente que alli se halló, que no era
-poca, y algunos de á caballo que al rumor llegaron, procuraban con toda
-instancia de ayudar á la justicia y prender á don Quixote, el cual,
-viendo toda aquella gente sobre si con las espadas desnudas, començó á
-dezir á grandes vozes: ¡Guerra, guerra, á ellos, Santiago, san Dionis,
-cierra, cierra, mueran! Y arrojó tras las vozes la lança á un alguacil
-con tal fuerça, que si no le acertara á pasar por debaxo del braço
-izquierdo, lo pasara harto mal: soltó luego la adarga en tierra, y
-metiendo mano á la espada, de tal manera la revolvia entre todos con
-tanta braveza y colera, que si el caballo le ayudara, que á duras penas
-se queria mover, segun estaba cansado y muerto de hambre, pudiera
-ser no pasarlo tan mal como lo pasó. Pero como la gente era mucha, y
-la grita que todos daban siempre de ¡favor á la justicia! allegase
-siempre más, las espadas que sobre don Quixote caian eran infinitas:
-con lo cual y con la pereça de Rocinante, junto con el cansancio con
-que nuestro caballero andaba, pudieron todos en breve rato ganarle la
-espada, y quitandosela de la mano, le abaxaron de Rocinante, y á pesar
-suyo se las ataron ambas atras, y agarrandole cinco ó seis corchetes,
-le llevaron á empellones á la carcel: el cual, viendose llevar de
-aquella manera, daba vozes, diziendo: ¡Oh sabio Alquife! ¡Oh mi Urganda
-astuta! ahora es tiempo que mostreis contra este falso hechicero si
-sois verdaderos amigos. Y con esto hazia toda resistencia que podia
-para soltarse; pero era en vano. El açotado prosiguió adelante su
-procesion; y á nuestro caballero, por las mismas calles que él la habia
-empeçado, le llevaron á la carcel y le metieron los pies en un cepo,
-con unas esposas en las manos, habiendole primero quitado todas sus
-armas. En esto, llegando un hijo del carcelero cerca dél para dezir
-á un corchete que le echase una cadena al cuerpo, oyendolo, alçó en
-alto las manos con las esposas, y le dió con ellas al pobre moço tan
-terrible golpe sobre la cabeça, que no valiendole el sombrero, que
-era nuevo, le hizo una muy buena herida; y segundara con otra, si el
-padre del moço, que estaba presente, no levantara el puño y le diera
-media dozena de moxicones en la cara, haziendole saltar la sangre por
-las narizes y boca, dexando con esto al pobre caballero, que aun no se
-podia limpiar, hecho un retablo de duelos. Las cosas que dezia y hazia
-en el cepo, no habra historiador, por diligente que sea, que baste á
-contarlas. El bueno de Sancho, que se habia hallado presente á todo lo
-pasado con su asno del cabestro, como vió llevar á su amo de aquella
-manera, començó á llorar amargamente, prosiguiendo el camino por donde
-le llevaban, sin dezir que era su criado: maldezia su fortuna y la hora
-en que á don Quixote habia conocido, diziendo: ¡Oh, reniego de quien
-mal me quiere y de quien no se duele de mí en tan triste trance! ¿Quien
-demonios me mandó á mí volver con este hombre, habiendo pasado la otra
-vez tantos desafortunios, siendo ya apaleado, ya amanteado, y puesto
-otras vezes á peligro de que si me cogiera la Santa Hermandad me
-pusiera en cuatro caminos para que despues no pudiera ser rey ni Roque?
-¿Que haré, ¡pobre de mí! que estoy por irme desesperado por esos mundos
-y por esas Indias, y meterme por esos mares, entre montes y valles,
-comiendo aves del cielo y alimañas de la tierra, haziendo grandisima
-penitencia y tornandome otro fray Juan Guarismas, andando á gachas
-como un oso selvatico hasta tanto que un niño de sesenta años me diga:
-Levantate, Sancho; que ya don Quixote esta fuera de la carcel? Con
-estas endechas y mesandose las espesas barbas, llegó á la puerta de la
-carcel, en que vió meter á su amo, y él se quedó arrimado á una pared
-con su asno del cabestro hasta ver en que paraba el negocio. Lloraba
-de rato en rato, particularmente cuando oia dezian los que baxaban de
-la cárcel á cuantos pasaban por delante della, como ya querian sacar á
-açotar al hombre armado; de quien unos dezian que merecia la horca por
-su atrevimiento, otros le condenaban solo, movidos de más piedad, á
-docientos y galeras por el breve rato que con su buena platica detuvo
-la execucion de la justicia. Otros dezian: No quisiera yo estar en su
-pellejo, aunque ponga por excusa de su insolencia que estaba borracho
-ó loco. Todo esto sentia Sancho á par de muerte; pero callaba como un
-santo. Sucedió pues que los dos alguaciles, el carcelero y su hijo se
-fueron juntos á la justicia, ante quien acriminaron de suerte el caso,
-que el Justicia mandó que luego en fragante, sin más informacion, le
-sacasen á la vergüença por las calles, y le volviesen despues otra
-vez á la carcel hasta saber juridicamente la verdad del delicto.
-Cuando los alguaciles venian de vuelta á executar la dicha repentina
-sentencia, acababa de volver el açotado en su asno á la puerta de la
-carcel, con el acompañamiento de muchachos que los tales suelen; y
-al punto que le vió uno de los alguaciles, dixo, á vista de Sancho,
-al verdugo: Ea, baxad ese hombre, y no volvais el asno; porque en él
-habeis de subir luego á pasear por las mismas calles aquel medio loco
-que ha pretendido estorbar la justicia; que esto manda la mayor de la
-ciudad se le dé luego como por principio de las galeras y açotes que
-se le esperan. Infinita fue la tristeza que en el coraçon del pobre
-Sancho entró cuando oyó semejantes palabras al alguacil, y más cuando
-vió que todo se aparejaba para sacar á la vergüença á su amo, y que
-toda aquella gente estaba á la puerta de la carcel diziendo: Bien se
-merece el pobre caballero armado los açotes que le esperan, pues fue
-tan necio que metió mano sin para qué contra la justicia; y sin eso,
-en la misma carcel ha descalabrado al hijo del carcelero. Estas y otras
-semejantes razones tenian á Sancho hecho loco y sin saber qué hazer ni
-dezir; y asi no hazia otra cosa sino escuchar aqui y preguntar alli;
-pero en todas partes oia malas nuevas de las cosas de su amo, al cual
-començaban ya de hecho á desherrar del cepo para sacarle á la vergüença.
-
- [16] Probablemente debe leerse _el lugar_ en vez de _mi lugar_.
-
-
-
-
-CAPITULO IX
-
-De como don Quixote, por una estraña aventura, fué libre de la carcel y
-de la vergüença á que estaba condenado.
-
-
-Estando el pobre de Sancho llorando lagrimas vivas, y esperando,
-hecho ojos, cuando habia de ver á su señor desnudo de medio arriba y
-caballero en su asno para darle los docientos açotes que habia oido
-le habian de dar de presente, pasaron siete ó ocho caballeros de los
-principales de la ciudad por alli á caballo, y como vieron tanta gente
-á la puerta de la carcel á hora tan extraordinaria, pues eran más de
-las cuatro, preguntaron la ocasion de la junta, y un mancebo les contó
-lo que aquel hombre armado que dezian habian de baxar para açotarle por
-las calles, habia hecho y dicho dentro y fuera de la ciudad y en la
-carcel, y como habia querido quitar un açotado á la justicia en medio
-de la calle; de lo cual se maravillaron, y mucho más cuando supieron
-que no habia hombre ni muger en toda la ciudad que le conociese. Tras
-este llegó otro y les dixo todo lo que antes de entrar en la ciudad
-habia dicho á una tropa de caballeros, los cuales alli nombró, con lo
-cual rieron mucho; pero maravillandose de que no hubiese persona que
-les dixese á que proposito iba armado con adarga y lança. Estando en
-esto, quiso la suerte que Sancho se llegase á escuchar lo que alli
-se dezia de su amo; y mirando bien á los caballeros, conoció entre
-ellos á don Alvaro Tarfe, el cual, aunque habia seis dias que las
-justas se habian hecho, él no se habia ido, por aguardar una sortija
-que unos caballeros de la ciudad de los mas principales y él tenian
-ordenada para el domingo siguiente. Soltó Sancho el asno del cabestro
-en viendole, y puesto de rodillas en mitad de la calle, delante de los
-caballeros, con su caperuça en la mano, llorando amargamente, començó
-á dezir: ¡Ah señor don Alvaro Tarfe! Por los evangelios del señor san
-Lucas, que v. m. tenga compasion de mí y de mi señor don Quixote, el
-cual está en esta carcel y le quieren sacar á açotar cuando menos, si
-el señor san Anton y v. m. no lo remedian; porque dizen que ha hecho
-aqui á la justicia no sé que sin justicia y desaguisado, y por ello le
-quieren echar á galeras por treinta ó cuarenta años. Don Alvaro Tarfe
-luego conoció á Sancho Pança, y sospechó todo lo que podia ser; y asi,
-maravillado de verle, le dixo: ¡Oh Sancho! ¿que es esto? ¿Que vuestro
-señor es para quien se apareja todo este carruage? Pero de su locura y
-vana fantasia y de vuestra necedad todo se puede presumir; pero no lo
-acabo de creer, aunque me lo afirmais con los extremos con que me lo
-habeis representado. El es, señor, ¡pecador de mí! dixo Sancho: entre
-v. m. allá, y hagale una visita de mi parte, diziendo que le beso las
-manos, y que le advierto que si le han de sacar en aquel asnillo que
-metieron ahora, que de ninguna manera suba en él, porque yo le tengo
-aparejado aqui el rucio, en que podrá ir como un patriarca; el cual,
-como ya sabe, anda llano, de tal manera que el que va encima puede
-llevar una taza de vino en la mano, vacia, sin que se le derrame gota.
-Don Alvaro Tarfe, riendose de lo que el simple de Sancho le habia
-dicho, le mandó que no se fuese de alli hasta que él volviese á salir;
-y hablando con dos caballeros de aquellos, se entró con ellos en la
-carcel, donde hallaron al buen hidalgo don Quixote, que le estaban
-desherrando para sacarle á la vergüença; al cual como vió don Alvaro
-tan mal parado, llena de sangre la cara y manos, y con unas esposas
-en ellas, le dixo: ¿Que es esto, señor Quijada? ¿Y que aventura ó
-desventura ha sido la presente? ¿Parecele á v. m. que es ahora bueno
-tener amigos en la corte? Pues yo lo seré esta vez tal de v. m., como
-verá por la experiencia. Pero digame, ¿que desgracia ha sido esta? Don
-Quixote le miró en la cara, y luego le conoció; y con una risa grave le
-dixo: ¡Oh mi señor don Alvaro Tarfe! V. m. sea bien venido. Maravillome
-en extremo de la estraña aventura que v. m. ha acabado: digame luego
-por Dios de que suerte ha entrado en este inexpugnable castillo, adonde
-yo por arte de encantamiento he sido preso con todos estos principes,
-caballeros, donzellas y escuderos que en estas duras prisiones hemos
-estado tan largo tiempo; de que manera ha muerto los dos fieros
-gigantes que á la puerta estan, levantados los braços, con dos maças de
-fino acero, para estorbar la entrada á los que á pesar suyo quisieren
-entrar dentro; como ó de que suerte mató aquel ferocisimo grifo que
-en el primer patio del castillo está, el cual con sus rapantes garras
-coge un hombre armado de todas pieças, y le sube á los vientos, y
-alli le despedaza. Envidia tengo, sin duda, á tan soberana hazaña,
-pues por manos de v. m. todos seremos libres. Ese sabio encantador mi
-contrario será cruelisimamente muerto, y la maga su muger, que tantos
-males ha causado en el mundo, ha de ser luego sin misericordia açotada
-con publica vergüença. Sacaranle á ella á v. m., dixo don Alvaro, sin
-duda, si su buena fortuna ó por mejor dezir, Dios que dispone todas las
-cosas con suavidad, no hubiera ordenado mi venida; pero, como quiera
-que sea, yo he muerto todos esos gigantes que dize, y dado la libertad
-deseada á esos caballeros que le acompañan; pero conviene por agora,
-pues yo he sido su libertador, que v. m., obedeciendome, como lo pide
-el agradecimiento que me debe, se esté solo aqui en esta sala con esas
-esposas en las manos hasta que yo ordene lo contrario; que asi importa
-para el buen remate de mi feliz aventura. Mi señor don Alvaro, dixo
-don Quixote, será v. m. obedecido en eso puntualmente; y quiero, por
-hazer algun nuevo servicio á v. m., permitirle que de aqui adelante se
-acompañe conmigo, cosa que jamas pensé hazer con caballero del mundo;
-pero quien ha dado cabo y cima á una tan peligrosa hazaña como esta,
-justamente merece mi amistad y compañia, porque vaya viendo en mí,
-como en un espejo, lo que por todos los reinos del mundo, insulas y
-peninsulas he hecho y pienso hazer hasta ganar el grandisimo imperio
-de Trapisonda, y ser casado alli con una hermosa reina de Inglaterra,
-y tener en ella dos hijos, habidos por muchas lagrimas, promesas y
-oraciones: el primero de los cuales, porque nacerá con una señal de una
-espada de fuego en los pechos, se llamará el de la Ardiente Espada; el
-otro, porque en el lado derecho tendrá otra señal parda de color de
-acero, significadora de las terribles maçadas que ha de dar en este
-mundo, se llamará Mazimbruno de Trapisonda. Dieron todos una gran
-risada, mas don Alvaro Tarfe, disimulando, los mandó salir á todos
-fuera, y rogó á uno de los dos caballeros que con él habian entrado,
-se quedase alli para que ninguno hiziese mal á don Quixote, mientras
-el con el otro, que era deudo muy cercano del Justicia mayor, iban á
-negociar su libertad, pues seria cosa facil el alcançarsela, constando
-tan publicamente á todos de su locura. En salir de la carcel subieron
-en sus caballos, y dixo don Alvaro á un paje suyo que llevase á Sancho
-Pança, pues ya le conocia, á su casa, y le diese luego en ella muy
-bien de comer, sin permitirle saliese della un punto hasta su vuelta.
-Replicó Sancho á vozes: Mi señor don Alvaro, advierta v. m. que mi
-rucio está tan melancolico por no ver á Rocinante, su buen amigo y
-fiel compañero, como yo por no ver ya por esas calles á mi señor don
-Quixote; y asi v. m. pida cuenta á los fariseos que prendieron á mi
-amo, de dicho noble Rocinante; porque ellos se lo llevaron, sin que el
-pobre en la pendencia hubiese dicho á ninguno ninguna mala palabra; y
-sepa v. m. tambien nuevas, que ellos se las daran, de la insigne lança
-y preciosa adarga de mi señor; que á fe que nos costó treze reales
-de hazerla pintar toda al olio á un pintor viejo que tenia una gran
-barriga en las espaldas, y vivia en no se que calle de las de Ariza;
-que mi amo me daria á la landre si no le diese cuenta dello. Andad,
-Sancho, dixo don Alvaro: comed y reposad, y descuidad de lo demas,
-que todo tendrá buen recado. Fuese Sancho con el paje, tirando del
-cabestro á su jumento poco á poco; y llegados á casa, le pusieron en la
-caballeriza con bastante comida, y á Sancho se la dieron tan buena en
-cantidad cuanto él la dió graciosa con mil simplicidades á los pajes y
-gente de casa, á todos los cuales contó cuanto por el camino les habia
-sucedido á él y á su amo, asi con el ventero como con el melonero, y en
-Ateca: lo cual todo refirieron ellos despues á don Alvaro, que á estas
-horas estaba con el otro caballero, informado al Justicia mayor de lo
-que era don Quixote, y de cuanto le habia sucedido, asi con el açotado,
-como con el carcelero y con ellos en la carcel. El Justicia mandó luego
-con mucho gusto á un portero fuese á la carcel y mandase de su parte,
-asi al carcelero como á los alguaciles, entregasen aquel preso libre y
-sin costas, con el caballo y todo lo demas que le habian quitado, al
-señor don Alvaro Tarfe; lo cual todo fue hecho asi. Llegó don Alvaro
-á la carcel, á la que volvian á armar á don Quixote, ya libre de las
-prisiones; y á la que le entregaron la adarga, rieron mucho cuando
-la vieron con la letra del Caballero Desamorado y figuras de Cupido
-y damas; y aguardando que anocheciese para que no fuese visto, le
-hizo llevar á su posada con un paje, á caballo en Rocinante. Cenaron
-en ella con él los caballeros amigos de don Alvaro con mucho gusto,
-haziendo dezir á Sancho Pança sobre cena todo lo que por el camino les
-habia sucedido; y cuando Sancho dixo que habia burlado á su amo en no
-haber querido dar á la gallega los docientos ducados, sino solo cuatro
-cuartos, se metió don Quixote en colera diziendo: ¡Oh infame vil y de
-vil casta! Bien parece que no eres caballero noble, pues á una princesa
-como aquella, á quien tan injustamente hazes moça de venta, diste
-cuatro cuartos: yo juro por el orden de caballeria que recebí, que la
-primera provincia, insula ó peninsula que gane, ha de ser suya á pesar
-tuyo y de cuantos villanos como tú hay en el mundo. Maravillaronse
-todos aquellos caballeros de la colera de don Quixote; y Sancho, viendo
-enojado á su amo, le respondió: ¡Oh pesia á los viejos de Santa Susana!
-¿Y no conocia v. m. en la filomia y andrajos de aquella moça, que no
-era infanta ni almiranta? Y más, que le juro á v. m. que si no fuera
-por mí, se la llevara un mercadante de trapos viejos para her della
-papel de estraza, y la muy sucia no me lo agradece agora; pues á fe
-que si no fuera porque le tuve miedo, que la hubiera hecho á moxicones
-que se acordara de Sancho Pança, flor de cuantos escuderos andantes ha
-habido en el mundo; pero vaya en hora buena; que si una vez me dió una
-bofetada y dos cozes en estas espaldas, buen pedazo de queso le comí
-que tenia escondido en el vasar. Levantose don Alvaro riendo de lo que
-Sancho Pança habia dicho, y con él los demas; y dió orden que llevasen
-á don Quixote á un buen aposento, donde le hizieron una honrada cama,
-en la cual estuvo reposando y rehaziendose dos ó tres dias, y á Sancho
-se le llevaron los pajes á su cuarto; con el cual tuvieron donosisima
-conversacion.
-
-
-
-
-CAPITULO X
-
-Como don Alvaro Tarfe convidó ciertos amigos suyos á comer para dar con
-ellos orden que libreas habian de sacar en la sortija.
-
-
-Venida la mañana, entró don Alvaro Tarfe en el aposento de don
-Quixote, y sentandose junto á su cama en una silla, le dixo: ¿Como le
-va á v. m., mi señor don Quixote, flor de la caballeria manchega, en
-esta tierra? ¿Hay alguna aventura de nuevo en que los amigos podamos
-ayudar á v. m.? Porque en este reino de Aragon se ofrecen muchas y muy
-peligrosas cada dia á los caballeros andantes; y en los dias pasados,
-en las justas que aqui se hizieron, vinieron de diversas provincias
-muchos y muy membrudos gigantes y descomunales jayanes, y hubo aqui
-algunos caballeros á quien dieron bien en que entender; y solo faltó
-que v. m. se hallase aqui para que diera á semejante gente el castigo
-que por sus malas obras merecen; pero ya podrá ser que v. m. los tope
-por el mundo, y les haga pagar lo de antaño y lo de hogaño. Mi señor
-don Alvaro, respondió don Quixote, yo estoy y he estado con grandisima
-pena por no haberme hallado en esas reales justas; pues si en ellas me
-hallara, creo que ni esos gigantazos se fueran riendo, ni algunos de
-los caballeros llevaran las preciosas joyas que á falta mia llevaron;
-pero yo sospecho que _nondum sunt completa peccata Amorreorum_: quiero
-dezir, que no debe de ser cumplido aun el numero de sus pecados,
-y que Dios querrá que cuando lo sea, yo los castigue. Pues, señor
-don Quixote, dixo don Alvaro, v. m. ha de saber que para despues de
-mañana, que es domingo, tenemos concertada una famosa sortija entre los
-caballeros desta ciudad y yo, en la cual ha de haber muy ricas joyas
-y premios de importancia. Han de ser jueces délla los mismos que lo
-fueron de las justas, que son tres caballeros de los más principales
-deste reino, un titular y dos de encomienda. Asistiran tambien á ellas
-muchas y muy hermosas infantas, princesas y camareras de peregrina
-belleza, volviendo en cielo las ventanas y balcones de la famosa calle
-del Coso, adonde podrá v. m. hallar á manos llenas dos mil aventuras.
-Todos habemos de salir en ella de librea, echando al entrar de la
-calle sus motes volantes ó escritos en las tarjetas de los escudos,
-que contengan dichos de risa y de pasatiempo: si v. m. se dispone y
-esfuerça para entrar en ella, yo me ofrezco de acompañarle y darle
-librea, para que quede con su lado participante de su buena fortuna,
-y para que entienda esta ciudad y reino que tengo un amigo tal y tan
-buen caballero, que basta por sí solo á ganar todos los precios de
-la sortija. Yo soy dello muy contento, dixo don Quixote sentandose
-en la cama, solo porque v. m. vea por vista de ojos las cosas que
-ha oido de mi esfuerço; que aunque es verdad, como dize el refran
-latino, que la alabança pierde, dicha por la boca del sugeto á quien
-se encamina, con todo, puedo y quiero dezir de mí lo que digo, por ser
-tan publico. Yo lo creo asi, dixo don Alvaro; pero v. m. se esté quedo
-en la cama y repose, para que lo haga con más comodidad. Aqui delante
-della pondremos la mesa, y comeremos yo y algunos caballeros de mi
-cuadrilla, y sobre mesa trataremos de lo que se ha de hazer, guiandonos
-todos en todo por el discreto voto de quien tanta experiencia tiene de
-semejantes juegos, como v. m. Fuese don Alvaro, y quedó el buen hidalgo
-con la fantasia llena de quimeras; y sin poder reposar, se levantó y
-començó á vestirse, imaginando ahincadamente en su negra sortija; y
-con la vehemente imaginacion se quedó mirando al suelo sin pestañear,
-con las bragas á medio poner; y de alli á un buen rato arremetió con
-el braço muy derecho hazia la pared, dando una carrera y diziendo: De
-la primera vez he llevado el anillo metido en la lança; y asi, vuesas
-excelencias, rectisimos jueces, me manden dar el mejor premio, pues
-de justicia se me debe, á pesar de la invidia de los circunstantes
-aventureros y miradores. A la voz grande que dió, subieron un paje y
-Sancho Pança; y entrando dentro del aposento, hallaron á don Quixote,
-las bragas caidas, hablando con los jueces, mirando al techo; y como
-la camisa era un poco corta por delante, no dexaba de descubrir
-alguna fealdad: lo cual visto por Sancho Pança, le dixo: Cubra, señor
-Desamorado, ¡pecador de mí! el etcetera; que aqui no hay jueces que le
-pretendan echar otra vez preso, ni dar docientos açotes, ni sacar á
-la vergüença, aunque harto saca v. m. á ella las suyas sin para que;
-que bien puede estar seguro. Volvió la cabeça don Quixote, y alçando
-las bragas de espaldas para ponerselas, baxose un poco y descubrió
-de la trasera lo que de la delantera habia descubierto y algo más
-asqueroso. Sancho, que lo vió, le dixo: Pesia á mi sayo: Señor, ¿que
-haze? que peor está que estaba: eso es querer saludarnos con todas las
-inmundicias que Dios le ha dado. Riose mucho el paje; y don Quixote,
-componiendose lo mejor que pudo, se volvió á él diziendo: Digo que soy
-muy contento, señor caballero, que la vuestra batalla se haga de la
-suerte que á vos os parece, sea á pie ó sea á caballo, con armas ó sin
-ellas; que á todo me hallareis dispuesto; que aunque estoy seguro de
-la vitoria, con todo, me huelgo en extremo de hazer batalla con un tan
-nombrado caballero y delante de tanta gente, que veran por vista de
-ojos el valor de persona tan desamorada como yo soy. Señor caballero,
-respondió el paje, aqui no hay alguno que pretenda hazer batalla con
-v. m.; y si alguna habemos de hazer, ha de ser de aqui á dos horas con
-un gentil pavo que está aguardandonos para ser nuestro convidado á la
-mesa. Ese caballero, replicó don Quixote, que llamais pavo, ¿es natural
-deste reino, ó extrangero? Porque no querria por todas las cosas del
-mundo que fuese pariente ni paniaguado del señor don Alvaro. Oyendo
-esto, salió de través Sancho, diziendo: Por vida del soguero que hizo
-el lazo con que se ahorcó Judas, que no lo entiende v. m. con todos
-sus libros que ha leido y latines ó letanias que ha estudiado: baxe
-acá abaxo, y verá la cocina llena de asadores, con dos ó tres ollas
-como medias tinajillas de las que usamos en el Toboso, tanto pastel
-en bote, pelota de carne y empanadas, que parece toda ella un paraiso
-terrenal; y aun á fe que si me pidiese un poco de saliva en ayunas,
-que no se la podria dar; que tengo en el cuerpo tres de malvasia, que
-llaman en esta tierra, y á fe con razon, porque está mal la taza cuando
-está vacia della; y es mejor que el de Yepes, que v. m. tambien conoce;
-y este señor, porque el beber no me hiziese mal, me dió un panecillo
-blanco de casi dos libras y media; y dos pescuezos el cocinero coxo,
-que no sé si eran de avestruzes; y si serian, porque yo me comia las
-manos tras ellos; con todo lo cual en un instante hize la cama á la
-bebida y refocilé el estomago. Estas me parecen á mi, señor, que son
-las verdaderas aventuras, pues las topo yo en la cocina, dispensa y
-boticaria, ó como la llaman, muy á mi gusto; y le perdonaria á v. m. el
-salario que me da cada mes, si nos quedasemos aqui sin andar buscando
-meloneros que nos santigüen el espinazo; y creame v. m. que esto es lo
-más acertado; que alli está el cocinero coxo que me adora, y todas las
-vezes que entro á velle, que no son pocas, me hinche un gran plato de
-carne friatica, que en her asi, me la espeto como quien se sorbe un
-huevo; y él no haze sino reir de ver la gracia y liberalidad con que
-como, que es para dar mil gracias á Dios. Ello es verdad que anoche
-uno destos señores pajes ó pajaros, ó que son, me dixo que sorbiese
-una escudilla de caldo que traia en la mano, porque me daria la vida,
-despues de Dios; y yo, no cayendo en la bellaqueria, la agarré con
-ambas manos, y por helle servicio, dí tres ó cuatro sorbiscones, que
-no debiera, porque el grandisimo... (y tengaselo por dicho) del paje,
-habia puesto la escudilla sobre las brasas, de manera que me iba
-zorriando por el estomago abaxo, y me hizo saltar de los ojos otro
-tanto caldo como el que sorbí; y el cocinero y él y este señorete se
-reían que se desquixaraban; mas á fe que no me burlen otra vez de
-aquella manera; porque, como quedé escarmentado, denantes me dió el
-cocinero una gentil rebanada de melon, y la tenté poco á poco por ver
-si estaba abrasando. ¡Oh gran bestia! dixo don Quixote: ¿y la rebanada
-habia de abrasar? Por ahi se echa de ver que eres goloso, y que no
-es tu principal intento buscar la verdadera honra de los caballeros
-andantes; sino, como Epicuro, henchir la pança. Hago en eso como quien
-soy, dixo Sancho. Estando en esto, sintieron que venia á comer don
-Alvaro con cinco ó seis caballeros principales, de los que habian de
-salir á la sortija, á los cuales habia convidado para dar orden en
-las libreas que cada una habia de sacar en ella, y para que gustasen
-de don Quixote como de unica pieça; y asi se subieron derechos á su
-aposento, y hallandole medio vestido y con la figura que queda dicho,
-rieron mucho; pero riñole don Alvaro porque se habia levantado contra
-su orden, y mandole se volviese á acostar luego, porque no comerian
-de otra suerte. Hizolo á puras porfias, tras lo cual se puso la mesa
-y traxo la comida, llamandole siempre todos ellos soberano principe
-á don Quixote. Pasaron en el discurso della graciosos cuentos,
-haziendole todos estrañas preguntas de sus aventuras, á las cuales
-respondia él con mucha gravedad y reposo, olvidándose muchas vezes de
-comer por contar lo que pensaba hazer en Constantinopla y Trapisonda,
-ya con tal infanta, y ya con tal gigante, diziendo unos nombres tan
-extraordinarios, que con cada uno de ellos daban mil arqueadas de risa
-los convidados; y si no fuera por don Alvaro, que volvia siempre por
-don Quixote, abonando sus cosas con discreto artificio y disimulacion,
-algunas vezes se enojara muy de veras. Con todo, les dezia que no era
-de valientes caballeros reirse sin proposito de las cosas que cada
-dia suceden á los caballeros andantes, cual él era; y don Alvaro les
-dixo: Bien parece, señores, que vs. ms. son noveles y que no conocen
-el valor del señor don Quixote de la Mancha como yo; pues si no saben
-quien es, pregúntenselo á aquellos caballeros que llevaban açotando por
-las calles el otro dia á aquel soldado; que ellos diran lo que hizo y
-dixo en su presencia y en defensa del açotado, á fin de deshazer el
-tuerto que le hazian, como verdadero caballero andante. Acabose en
-estas platicas la comida, y alçaronse las mesas, y començaron á tratar
-de las libreas que cada uno tenia para la sortija, y las cifras y motes
-que habian de llevar. Despues dixo el uno: Y el señor don Quixote ¿que
-librea ha de sacar? No dexemos al mejor jugador sin cartas; porque á mí
-me parece que la saque de verde, de color de alcacel, que es esperança,
-pues él la tiene de alcançar y ganar todos los premios de la sortija.
-Otro dixo que no, sino, pues se llamaba el Caballero Desamorado,
-saliese de morado, con algun mote con que picase á las damas. Antes
-por ser desamorado, dixo otro caballero, ha de llevar la librea blanca
-en señal de su gran castidad; que no es poco un caballero de tantas
-prendas estar sin amor, si ya no es que dexe de amar por no haber en
-el mundo quien le merezca. El ultimo caballero replicó diziendo: Pues
-mi voto, señores, es que, pues el señor don Quixote es hombre que ha
-muerto y mata tantos gigantes y jayanes, haziendo viudas á sus mugeres,
-que salga con librea negra; que asi dará á entender á todos los que con
-él pretendieren entrar en batalla, que han de tener negra la ventura.
-Ahora sus, dixo don Alvaro, que con licencia de vs. ms. tengo de dar mi
-parecer, y ha de ser singular, como lo es el señor don Quixote; y asi
-me parece que su merced no saque librea alguna; antes, como verdadero
-caballero andante, es bien salga en la plaça armado de todas pieças
-y armas; y porque sean proprias las que sacare, le hago donacion de
-las que trae, que son las famosas de Milan que en el Argamesilla le
-dexé en guarda, pues solo estan honradas en su poder, como en el mio
-ociosas; y porque estan algo deslustradas del polvo del camino y de la
-sangre que ha derramado de diversos gigantes en diferentes batallas,
-daré orden se le limpien y acicalen para que salga más lucido. Por
-empresa bastale la que trae en el campo de su adarga; que pues nadie
-la ha visto en Çaragoça, y desde Ariza, donde la pintó, hasta aqui
-la ha traido cubierta de un cendal todo el camino porque no se le
-deslustrase, nueva será y bien mirada, sirviendole de arma el lançon
-proprio, que llevará; siendo ella, su gallardo talle y la ligereza del
-famoso Rocinante señas bastantes para que por ellas entiendan todos
-que su merced es el ilustre caballero andante que el otro dia volvió
-publicamente por la honra de aquel honrado açotado, y quien ha hecho
-las aventuras del melonero, con las demas que muchos ignoran. Dixeron
-todos que era muy acertado lo que el señor don Alvaro habia pensado;
-y á don Quixote le pareció de perlas; y asi dixo: Lo que el señor don
-Alvaro ha dicho es verdaderamente lo que importa; porque suele suceder
-en semejantes fiestas venir algun famoso gigante ó descomunal jayan
-rey de alguna isla estrangera, y hazer algunos descomedidos desafios
-contra la honra del rey ó principes de la ciudad; y para abatir
-semejante soberbia, es bien que yo esté armado de todas pieças y armas;
-y beso al señor don Alvaro mil vezes las manos por la liberalidad con
-que me haze merced de las que venia á restituille en esta ocasion y
-tierra; pero yo aseguro que con ellas haga que el traidor alevoso de
-cierto gigantazo que va haziendo grandes desaguisados por el mundo,
-no se alabe que en este famoso reino de Aragon no hay quien se atreva
-á hazer singular batalla con él. Y saltando en un brinco de la cama
-con una repentina y no pensada furia, se salió del aposento y cama á
-la sala, con su camisa corta como estaba, y metió mano á la espada,
-que tenia en el mismo aposento, y començó á dezir á vozes, sin que
-los circunstantes tuviesen tiempo de reconocerse ni detenerle: Pero
-aqui estoy yo, ¡oh soberbio gigante! contra quien no valen arrogantes
-palabras ni valerosas obras;--y dando seis ó siete cuchilladas en los
-tapices que estaban colgados por las paredes, dezia: ¡Oh pobre rey, si
-lo eres! llegado es el tiempo en que Dios está ya cansado de tus malas
-obras. Los caballeros y don Alvaro, que semejante accidente vieron,
-se levantaron y retiraron todos á una parte, pensando que don Quixote
-daria tambien tras ellos, y los tendria por jayanes de allá de allende
-la insula Maleandritica. Con todo, don Alvaro le asió del braço, con
-notable pasion de reir él y los demas, de ver la infernal vision del
-manchego, diziendo: Ea, flor de la caballeria de la Mancha, meta v. m.
-la espada en la vaina, y vuelvase á acostar; que el gigante ha huido
-por la escalera abaxo, y no ha osado aguardar los filos de su cortadora
-espada. Asi lo creo yo, dixo don Quixote; que estos y otros semejantes
-más temen de vozes y palabras á vezes, que de obras; yo por amor de v.
-m. no le he querido seguir; pero viva; que para mayor mal suyo será.
-Pero yo fio que él se guarde de encontrar otra vez conmigo. Quedó con
-esto, como estaba tan flaco y debilitado, hijadeando de suerte, que no
-le alcançaba una respiracion á otra; y dexandole puesto en la cama,
-con orden de que no se moviese della hasta el dia de la sortija, mandó
-don Alvaro subir á Sancho para que le hiziese compañia; y el con los
-demas caballeros se despidieron dél, diziendo iban á ver á los otros
-sus amigos granadinos en la posada de cierto caballero principal, donde
-posaban, para saber dellos como pensaban salir á la sortija; á lo cual
-fueron de hecho, y á dar parte á mucha gente principal y de humor del
-extraordinario que gastaba don Quixote, y de lo que con él pensaban
-holgarse y dar que reir á toda la plaça el dia de la sortija.
-
-
-
-
-CAPITULO XI
-
-De como don Alvaro Tarfe y otros caballeros çaragoçanos y granadinos
-jugaron la sortija en la calle del Coso, y de lo que en ella sucedió á
-don Quixote.
-
-
-Tres dias estuvo violentado en la cama, á puros ruegos y guardas, don
-Quixote, pues tenia siempre como tales á Sancho Pança y algunos pajes
-de don Alvaro y dos caballeros amigos suyos, asi granadinos como de los
-naturales de Çaragoça, con los cuales pasaron historias donosisimas;
-porque por momentos se le representaba salia á la sortija, disputaba
-con los jueces, reñia con gigantes forasteros, y otros cien mil
-dislates; porque estaba rematadamente loco, y Sancho ayudaba más á todo
-con sus simplicidades y boberias. Solo tenia de bueno don Quixote el
-recado y regalo; porque se le daba bonisimo en presencia de don Alvaro,
-que siempre comia y cenaba con él, acompañado de diferentes caballeros
-cada vez. Llegó pues el domingo, en que los que habian de jugar la
-sortija para universal pasatiempo, se aprestaron y adereçaron lo mejor
-que pudieron de sus ricas libreas, llevando todos solamente á la
-entrada del Coso unos escudos ó targetas blancas, y en ellas escrita
-cada uno la letra que más á proposito venia á su pensamiento y al fin
-de alegrar la fiesta. Pero no quiero pasar en silencio lo que habia en
-dos arcos triunfales que estaban costosa y curiosamente hechos á las
-dos bocas de la calle. El primero de la primera entrada, como venimos
-de la plaça, era todo de damasco azul, de color de cielo, y estaba en
-el medio dél, por lo alto, el invictisimo emperador Carlos V, abuelo
-gloriosisimo de nuestro catolico y gran monarca el tercero Filipo
-Hermenegildo, armado á la romana, con una guirnalda de laurel sobre la
-cabeça y un baston de general sobre la mano derecha, ocupando lo más
-alto del arco dos versos latinos que dezian desta manera:
-
- Fraena quod imperii longo moderaris ab aevo
- Austria, non hominis, numinis exstat opus.
-
-El pie derecho tenia puesto sobre un mundo de oro, y al derredor dél
-una letra que dezia:
-
- Mandó su medio Alejandro;
- Mas nuestro Cesar de veras
- Sus tres partes mandó enteras.
-
-El pie izquierdo tenia sobre tres ó cuatro turcos rendidos, con una
-letra latina que dezia:
-
- Qui oves amat, in lupos saevit.
-
-Al pie del arco de la mano derecha, arrimado á la mesma coluna del
-arco, estaba sobre una pequeña peana el famoso duque de Alba, don
-Fernando Alvarez de Toledo, armado, con su baston de general en la mano
-derecha, y al pie dél la fama, como la pintan, con una trompa, y en
-ella escrito:
-
- A solis ortu usque ad occasum.
-
-Al pie de la otra coluna del arco, que era la izquierda, sobre otra
-pequeña peana, estaba don Antonio Leiva, armado y con baston de
-general, como el Duque, y tenia esta letra sobre la cabeça:
-
- Si bien á mi rey servi,
- Bien tambien premió mi amor.
- A mi don dando un señor.
-
-El segundo arco era todo de damasco blanco bordado, y sobre lo alto dél
-estaba el prudentisimo rey don Felipe II, riquisimamente vestido, y á
-sus pies este famoso epigrama del excelente poeta Lope de Vega Carpio,
-familiar del santo ofizio:
-
- Philippo Regi, Caesari invictissimo,
- Omnium maximo Regum triumphatori,
- Orbis utriusque et maris felicissimo,
- Catholici Caroli successori,
- Totius Hispaniae principi dignissimo,
- Ecclesiae Christi et fidei defensori,
- Fama, praecingens tempora alma, lauro,
- Hoc simulacrum dedicat ex auro.
-
-A la mano derecha estaba su cristianisimo y unico fenix don Felipe III,
-nuestro rey y señor, vestido todo de una tela riquisima de oro, con dos
-versos juntos a sí, que en lengua latina dezian:
-
- Nulla est virtutis species quae, maxime Princeps,
- Non colat ingenium nobilitate tuum.
-
-A la siniestra mano estaba el invictisimo principe don Juan de Austria,
-armado de todas pieças, con el baston de general en la mano, y puesto
-el pie derecho sobre la rueda de la fortuna, y la mesma fortuna, que
-con un clavo y martillo clavaba la rueda, haziendola inmoble, y esta
-letra:
-
- El merecimiento insigne
- Que te levantó en mi rueda,
- Cual clavo la tiene queda.
-
-Otras muchas curiosidades de enigmas y cifras habia en los arcos,
-que por evitar prolixidad y no hazer á nuestro proposito se dexan.
-Solo digo que el dia que la sortija se habia de jugar, estuvo, en
-comiendo, la calle del Coso riquisimamente adereçada, y compuestos
-todos sus balcones y ventanas con brocados y tapices muy bien bordados,
-ocupandolos infinitos serafines, con esperanças cada uno de recebir
-de la mano de su amante, de la de alguno de aquellos caballeros
-aventureros, la joya que ganase. Vino á la fiesta la nobleza del reino
-y ciudad, Visorey, Justicia mayor, diputados, jurados y los demas
-titulos y caballeros, poniendose cada uno en el puesto que le tocaba.
-Vinieron tambien los jueces de la sortija, muy acompañados y galanes
-que, como hemos dicho, eran un titular y dos caballeros de habito, y
-pusieronse en un tablado no muy alto curiosamente compuesto; á cuyo
-recebimiento començaron á sonar los menestriles y trompetas, y al
-mesmo son començaron á entrar por la ancha calle, de dos en dos, los
-caballeros que habian de correr. Los primeros fueron dos gallardos
-mancebos con una mesma librea, sin diferenciar en caballos ni vestidos:
-eran de raso blanco y verde, con plumas en los bonetes, de lo alto
-de los cuales sacó el uno una mano con un rico salero, cuya sal iba
-derramando sobre las mismas plumas, que daban al viento esta letra:
-
- En mi alma el sol divino
- Los rayos con que me inflama,
- Cual sol de gracias, derrama.
-
-El otro, que era recien casado con una dama muy hermosa, venia pintado
-en el escudo trayendola él mismo de la mano, como que la escudereaba;
-con una letra cual la siguiente:
-
- Della gozo, y me ha quedado,
- Por ser tan unica y bella,
- Solo el temor de perdella.
-
-Tras estos salieron otros dos, entrando vestidos de damasco azul
-ricamente bordado: traian esta librea porque ambos eran moços
-enamorados y celosos: el uno traia en el escudo pintada una ferocisima
-leona vestida de piel de oveja, y él mismo venia pintado y puesto de
-rodillas delante della, y con esta letra:
-
- Solo con piel de cordero
- De palabras me corona;
- Que en las obras es leona.
-
-El otro llevaba en campo negro el retrato de su dama, á quien él,
-quitada[17] la gorra, pedia la mano, negandosela ella con desden; causa
-por la cual habia venido á la sortija; y siendo mancebo desbarbado,
-salió con barba blanca postiza, disfraz que dió harta suspension á toda
-la gente que le conocia; pero quitabasela esta siguiente letra que
-traia en el escudo:
-
- [17] _Quitaba_, dice, por errata, la primera edición.
-
- Amando tan desamado,
- Caducando juzgo estoy,
- Y asi dello muestras doy.
-
-Tras estos dos, entraron otros dos, tambien gallardos moços totalmente
-diferentes en las libreas; porque el uno venia vestido de tela de
-plata, ricamente bordado, sobre un caballo blanco no menos ligero que
-el viento, trayendo en el escudo, en campo tambien blanco, el retrato
-de su dama, la cual abaxandose, daba la mano á un muerto que estaba ya
-con la mortaja puesta y tenia por cruz en los pechos esta letra:
-
- Matome su vista sola;
- Mas por su divina mano
- Nueva vida y gloria gano.
-
-El segundo era un mancebo recien casado, rico de patrimonio, pero
-grandisimo gastador, y tan prodigo, que siempre andaba lleno de deudas,
-sin haber mercader ni ofizial á quien no debiese; porque aqui pedia,
-acullá engañaba, aqui hazia una mohatra, alli empeñaba ya la más rica
-cadena de oro que tenia, ya su mejor colgadura; de suerte que despues
-que el padre le faltó, andaba tan empeñado, que la necesidad le
-obligaba á no vestir sino bayeta, atribuyendolo al luto y sentimiento
-de la muerte de su padre; y para satisfacer á la murmuracion del vulgo,
-traia pintada en el campo negro de la adarga una beata, cubierta
-tambien de negro, más oscura que el del campo de la adarga, con esta
-letra:
-
- Pues beata es la pobreza,
- Cubrame la mia bien:
- Bayeta y vaya me dén.
-
-Tras estos entraron veinte ó treinta caballeros, de dos en dos, con
-libreas tambien muy ricas y costosas, y con letras, cifras y motes
-graciosisimos y de agudo ingenio, que dexo de referir por no hazer
-libro de versos el que solo es coronica de los quimericos hechos de
-don Quixote; y asi, de sola su entrada haremos mencion, la cual fue en
-la retaguardia de todos los aventureros, al lado del señor don Alvaro
-Tarfe; que esta traza habian dado para su entrada los jueces. Venia don
-Alvaro en un buen caballo cordobes, rucio, rodado, enjaezado ricamente,
-el vestido de tela de oro, bordado de azuçenas y rosas enlazadas, y
-en el campo blanco de su escudo traia pintado á don Quixote con la
-aventura del açotado, muy al vivo, y esta letra en él:
-
- Aqui traigo al que ha de ser,
- Segun son sus disparates,
- Principe de los orates.
-
-Con la letra rieron todos cuantos sabian las cosas de don Quixote, el
-cual venia armado de todas pieças, trayendo hasta su morrion en la
-cabeça. Entró con gentil continente sobre Rocinante, y en la punta del
-lançon traia con un cordel atado un pergamino grande tendido escrita en
-él con letras goticas, el Ave Maria, y sobre los motes y pinturas que
-traia en su adarga habia añadido á ellas este cuartete, en explicacion
-del pergamino que traia pendiente de la lança:
-
- Soy muy más que Garcilaso,
- Pues quité de un turco cruel
- El Ave que le honra á él.
-
-Maravillabase mucho el vulgo de ver aquel hombre armado para jugar
-la sortija, sin saber á que proposito traia aquel pergamino atado
-en la lança; si bien de solo ver su figura, flaqueza de Rocinante y
-grande adarga llena de pinturas y figuras de bellaquisima mano, se
-reian todos y le silbaban. No causaba esta admiracion su vista á la
-gente principal, pues ya todos los que entraban en este numero sabian
-de don Alvaro Tarfe y demas caballeros amigos suyos, quien era don
-Quixote, su estraña locura y el fin para que salia á la plaça, pues
-era para regocijarla con alguna disparatada aventura; y no es cosa
-nueva en semejantes regocijos sacar los caballeros á la plaça, locos
-vestidos y adereçados y con humos en la cabeça de que han de hazer
-suerte, tornear, justar y llevarse premios, como se ha visto algunas
-vezes en ciudades principales y en la misma Çaragoça. Con presupuesto
-pues de regocijar la plaça, pasaron todos aquellos caballeros delante
-de sus damas, haziendoles la debida cortesia: cual hazia hincar al
-enseñado caballo de rodillas delante de aquella que era señora de su
-libertad; cual le hazia dar saltos y corcovos con mucha ligereza; cual
-le hazia hazer caracoles; y finalmente, todos hazian todo lo que con
-ellos podian para parecer bien. Solo el de don Quixote iba pacifico y
-manso, el cual llegando con don Alvaro á emparejar con el balcon donde
-estaban los jueces, haziendo una cumplida cortesia los dos al titulo
-y á los demas, uno dellos, que era el de mejor humor, se echó sobre
-el antepecho del tablado y habló á don Quixote desta manera en voz
-alta, con risa de los circunstantes: Famoso principe, espejo y flor
-de la caballeria andantesca, yo y toda esta ciudad estamos en extremo
-agradecidos de que v. m. haya tenido por bien el habernosla querido
-honrar con su valerosa persona: ello es verdad que algunos destos
-señores caballeros estan tristes porque tienen por cosa cierta que v.
-m. les ha de ganar en esta sortija las más preciosas joyas; pero yo
-he determinado, aunque v. m. las merezca y gane todas, no darle sino
-solamente una de las más preciosas para mejor poder asi satisfacer á
-todos estos principes y caballeros. Don Quixote con mucho sosiego y
-gravedad le respondió, diziendo: Por cierto, ilustrisimo juez, más
-recto que Rodamonte, espejo de los jueces, que estoy tan pesaroso en
-no haberme hallado en las justas pasadas, que estoy para reventar; mas
-la causa fue el estar ocupado en no sé que aventuras de no pequeña
-importancia; pero ya que en ellas no pude por mi ausencia mostrar el
-valor que hay en mi persona, quiero que en esta sortija, aunque ello
-es cosa de juguete para mis exorbitantes brios, v. m. vea con sus
-ojos si todo lo que ha oido dezir de mí y de mis cosas son tan firmes
-y verdaderas como las de Amadis y las de los demas caballeros antiguos
-que tanta honra ganaron por el mundo; aunque bien se echará de ver
-mi valor, pues ya esta mañana al asomar por los balcones de nuestro
-horizonte el ardiente enamorado de la esquiva Dafnes, me coroné con el
-Ave de la fortaleça de Dios, que es dezir de la que traxo á la Virgen
-el angel san Gabriel, habiendola quitado, como muestra la letra de
-mi adarga, á un desaforado turco que la traia colgando de la cola de
-un soberbio frison, con quien pasó delante de mi balcon, irritando
-mi cristiana paciencia. Pero topó en mí otro manchego Garcilaso, con
-mas brios y años que el primero, que vengó tal insolencia. Con esto
-tomó el juez que hablaba con don Quixote su pergamino y adarga, y
-enseñandolo todo á los otros dos jueces y demas caballeros que los
-acompañaban, despues de haberlo mirado y bien reido, se lo volvió
-todo. Pasó adelante don Quixote, tomadas sus prendas pomponeandose y
-mirando muy hueco á todas partes; y llegado al cabo de la calle donde
-los demas que habian de jugar la sortija estaban parados, començaron á
-sonar las chirimias y trompetas en señal de que los primeros caballeros
-querian ya empezar á correrla. Habian ordenado los jueces que despues
-de haber corrido todos la sortija, se darian cada vez cuatro joyas á
-los cuatro caballeros que mejor lo hubiesen hecho; asi, desta vez se
-las dieron á cuatro, aunque solo el uno dellos se llevó el anillo en
-la lança, que fue don Alvaro Tarfe, que quiso correr con los primeros;
-el cual, por orden de los jueces, dixo á don Quixote que no corriese
-hasta la postre, porque asi convenia. Llevaron aquellos caballeros
-los precios que habian ganado, cada uno á su dama; y don Alvaro, que
-tenia el sugeto de sus pasiones en Granada, dió el suyo, que era unos
-guantes de ambar ricamente bordados, á una donzella harto hermosa,
-hermana de un titular de aquel reino, la cual le recebió con muestras
-de gran cortesia y agradecimiento. Corrieron segunda vez, y fueles
-dado el premio á otros cuatro, de los cuales los dos se llevaron el
-anillo, y estos, como los primeros, les presentaron á sus damas; de
-suerte que muy pocos ó ningun caballero hubo que no presentase joyas
-á la dama que mejor le parecia. Pues como ya se hiziese tarde, y don
-Quixote diese prisa á don Alvaro que le dexase correr su lança, si no,
-que á pesar de cuantos jueces habia en la Europa correria; advertida
-su locura de los jueces, hizieron señas á don Alvaro para que le
-dexase correr dos carreras; y asi, tomandole él por la mano, le puso
-en medio de la calle, frontero del anillo, aguardando la seña de las
-trompetas; al son de las cuales partió nuestro caballero solo con su
-adarga en el braço izquierdo, espoleando muy aprisa á Rocinante, que
-con toda la que él le daba, corria poco más de á medio galope; pero fue
-tan desgraciado, que llegando á la sortija, echó el lançon cosa de dos
-palmos más arriba della por encima de la cuerda y acabando la carrera,
-baxó muy aprisa la lança, mirando con mucha atencion si llevaba en ella
-el anillo; lo cual causó notable risa en toda la gente, y más viendo
-que, como él no la halló en ella, començó con gran colera á volver el
-caballo al principio de la carrera, adonde estaba don Alvaro, que le
-dixo con disimulacion: V. m., señor don Quixote, dé luego al punto
-segunda carrera, porque el caballo no se le resfrie; que aunque v. m.
-no llevó la sortija, el golpe ha sido extremado, pues fue por arriba
-no más de media vara. Don Quixote, sin responderle palabra, volvió
-la rienda á Rocinante, y començó á correr, no con poca risa de los
-que le miraban, yendo don Alvaro á medio galope tras él: llegó pues
-don Quixote á la sortija segunda vez, y con la colera y turbacion que
-llevaba, errola por parte de abaxo otra media vara; pero el discreto
-don Alvaro, viendo cuan desgraciadamente lo habia hecho su compañero,
-puesto de pies sobre los estribos, alargó cuanto pudo la mano desde
-el caballo, y asiendo la sortija y llegandose á don Quixote con mucha
-sutileza, se la puso en el hierro de la lança; que lo pudo hazer sin
-que él lo echase de ver, por llevarla puesta sobre el hombro desque
-hizo el golpe en señal de gala, y dixole: ¡Ay mi señor don Quixote,
-lustre de la Mancha! ¡vitoria, vitoria! que la sortija lleva v. m.
-en la lança, si no me engaño. Miró arriba don Quixote, el cual no
-pensaba haber topado en ella, como era la verdad, y dixo: Ya yo me
-maravillaba, señor don Alvaro, de que dos vezes la hubiese errado;
-pero la culpa de la primer carrera la tuvo Rocinante, que mala pascua
-le dé Dios, pues que no pasó con la velocidad que yo quisiera. Todo
-se ha hecho muy bien, dixo don Alvaro, y asi vamos á los jueces, y
-pidales v. m. la justicia que tiene. Iba el buen hidalgo tan ancho y
-vanaglorioso, que no cabia en toda la calle; y puesto delante de los
-jueces, dixo, levantando la lança con la sortija puesta en ella: Miren
-vuesas señorias lo que pide esta lança y el anillo que della cuelga,
-y adviertan que ella mesma por sí demanda el premio que justamente se
-me debe. El juez que al entrar en la plaça habia hablado con él, habia
-hecho traer á un paje dos dozenas de agujetas grandes de cuero, que
-valdrian hasta medio real, y tomandolas en la mano, llamando primero á
-todos los caballeros para que oyesen lo que dezia á don Quixote, se las
-ató en el lançon, diziendole en voz alta: Yo, segundo rey Fernando, os
-doy con mi propria mano, á vos el invicto caballero andante, flor de la
-andantesca caballeria, esta insigne joya, que son unas cintas traidas
-de la India, hechas de pellejo del ave fenix, para que las deis,
-pues sois caballero desamorado, á la dama que os pareciere que tiene
-menos amor de cuantas ocupan esos balcones; y fuera deso os mando, so
-pena de mi desgracia, que vos y don Alvaro Tarfe ceneis conmigo en
-mi propria casa esta noche, juntamente con un escudero vuestro, de
-quien sé que es fidelisimo y digno de servir á persona de vuestras
-prendas. Tocaron luego las chirimias, y don Quixote, al son dellas,
-fue mirando á todos los balcones y ventanas, y vió en una que estaba
-algo baxa á una honrada vieja, que debia saber más de la propriedad
-de la ruda y verbena, que de recebir joyas; la cual estaba con dos
-donzellas afeitadas de las que se usan en Çaragoça: á esta pues llegó
-nuestro caballero, y poniendo las agujetas en el poyo de la ventana
-con el lançon, la dixo en voz que todos lo pudieron oir: Sapientisima
-Urganda la desconocida, este vuestro caballero, á quien tanto siempre
-vos habeis favorecido en todas las ocasiones, os suplica le perdoneis
-el atrevimiento, y recebais estas peregrinas cintas, hechas, segun
-estoy informado, del mismo ave fenix, y tenedlas en mucho, porque
-valen una ciudad. Las dos mugeres, que semejantes razones oyeron dezir
-á aquel hombre armado, y veian que todo el mundo se estaba riendo de
-verle presentar las agujetas de cuero á una vieja tal cual la que las
-acompañaba, que pasaba de los sesenta, corridas y medio riendose, le
-dieron con la ventana en los ojos, cerrandola y entrandose dentro sin
-hablarle palabra. Quedó algo corrido don Quixote del suceso; pero
-Sancho Pança, que desde el principio de las justas habia estado con
-dos moços de cocina á ver la sortija y los premios que su amo habia de
-ganar, como vió que daba las agujetas á aquella vieja, y no las habia
-querido recebir, antes le habia cerrado la ventana, levantó la voz,
-diziendo: ¡Cuerpo de quien la parió á la muy puta vieja del tiempo de
-Mari-Castaña, muger del gran judio y más puto viejo de los dos de santa
-Susana! ¿Asi ha de cerrar la ventana á uno de los mejores caballeros
-de todo mi lugar, y no ha de querer recebir las agujetas que le dan, y
-mal provecho le hagan si buena no ha de ser? Pero ¿que ha de ser quien,
-como mi señor dize, se llama Urganda? Y siendolo, mal puede merecer
-tales agujetas, que segun son ellas de grandes y buenas, sin duda
-deben de ser de perro. Pues á fe que si agarro un medio ladrillo, que
-yo las haga á todas que abran, aunque les pese. Y volviendose á don
-Quixote, le dixo: Echelas acá v. m., pues no las quieren ni merecen;
-que yo las guardaré, y eso nos ahorraremos; y más, que yo he menester
-una como el pan de la boca para mis çaragüelles; que ya tengo esta
-de delante llena de ñudos: muese acá digo, ¡cuerpo non de Dios! pues
-servirán para esta mejor ocasion. Don Quixote abaxó la lança, diziendo:
-Toma, Sancho, guarda estas preciosas cintas, y metelas en nuestra
-maleta hasta su tiempo. Sancho las tomó, diziendo: ¡Miren, cuerpo de
-Barrabas, lo que no quiso la muy hechicera! Pues en buena fe que no
-me las saquen de las uñas ahora por menos de veinte maravedis, aunque
-no los valgan; que por el menorete, son de liebre ó trucha ó no sé de
-que diablos. Llegaronse diez ó doze personas á ver las joyas de las
-agujetas que aquel labrador tenia en la mano: y fue el caso que entre
-aquella gente que se juntó, llegó un moço de harta poca ropa, no menos
-ligero de pies que sutil de manos, el cual con suma presteza asió de
-dichas agujetas, y tomando las armas del conejo, en cuatro brincos
-se puso fuera de la calle del Coso. Esto no lo vió don Quixote; que
-á verlo, la mayor tajada del moço fuera la oreja. Pero el bueno de
-Sancho Pança, que estaba seguro, á su parecer, de caso tan repentino,
-començó á dar vozes, diziendo: Tenganle, señores, tenganle, pecador
-de mí; que me lleva hurtada la mejor joya del torneo. Mas cuando el
-pobre vió las esperanças perdidas de poderle alcançar, començó á llorar
-amargamente, mesandose las espesas barbas, juntando una mano con otra
-y diziendo: ¡Oh desventurada de la madre que me parió! ¡Oh dia aciago
-para mí, pues en él he perdido unas agujetas tan preciosas y las
-mejores de toda la Lombardia! ¡Ay de mí! ¿Que haré, y que cuenta daré
-á mi señor de la joya que me encomendó? ¿Que excusa tendré para huir
-de su andantesca colera, para que no me sacuda con ella las costillas
-con algun ñudoso roble? Si le digo que las he perdido, tendrame por
-escudero desmazalado; y si le digo que me las hurtó un picaro, tomará
-tanto enojo, que desafiará luego á batalla campal, no solamente al
-que las hurtó, sino á cuantos picaros se puedan hallar en toda la
-picardia. ¡No vendria ya la muerte á llevarme para sí antes que pasar
-tan gran dolor! Yo digo que de muy buena gana me mataria, si no fuera
-porque temo hazerme mal: alto, manos á la labor; yo quiero ir luego
-al cocinero coxo de don Alvaro, y pedirle dos cuartos prestados para
-comprar una soga y ahorcarme con ella; que despues se los tornaré
-doblados; y si acaso hallo algun arbol, como sea tal que desde él
-pueda llegar los pies al suelo, echaré el cordel en la primera rama, y
-aguardaré á que pase algun hombre caritativo, á quien rogaré con muchas
-lagrimas me haga la limosna y caridad de ayudarme á ahorcar por amor de
-Dios; que soy un pobre hombre, huerfano de padre y madre. Y asi, alto,
-quedate con Cristo, don Quixote de la Mancha, el más valiente caballero
-de cuantos andantes cria el cierzo y la tramontana; quedate en paz
-tambien, Rocinante de mi alma, y acuerdate de mí, pues yo me acordaba
-de tí todas las vezes que te iba á echar de comer; y acuerdate tambien
-de aquel dia en que pasando descuidado por junto tu postigo trasero,
-diziendo: ¿Amigo Rocinante, como va? Y tú, que no sabias aun hablar
-romance, me respondiste con dos pares de castañetas, disparando por el
-puerto muladar un arcabuzazo con tanta gracia, que si no le recebiera
-entre hocicos y narizes, no sé que fuera de mí. Quedate pues, rocin de
-mis ojos, con la bendicion de todos los rocines de Roncesvalles; que si
-supieses la tribulacion en que estoy puesto, yo fio me enviaras algun
-consuelo para alivio de mi gran dolor. Ahora sus, yo voy á contar mi
-desgracia, como digo, á mi amigo el cocinero, de quien espero algun
-remedio, pues más vale que lo que se ha de hazer temprano se haga
-tarde; que al que Dios madruga, mucho se ayuda: en fin, allá darás,
-sayo, en casa el rayo, pues más vale buitre volando que pajaro en
-mano:--y á este compas se fue ensartando más de cuarenta refranes á
-desproposito.
-
-
-
-
-CAPITULO XII
-
-Como don Quixote y don Alvaro Tarfe fueron convidados á cenar con el
-juez que en la sortija les convidó, y de la estraña y jamas pensada
-aventura que en la sala se ofreció aquella noche á nuestro valeroso
-hidalgo.
-
-
-Acabada de jugar la sortija y de haber corrido en ella los caballeros
-de dos en dos delante de toda la ciudad, desocuparon todos sus puestos,
-volviendose á sus casas, por venir la noche. Para hazer pues lo mesmo,
-don Alvaro asió de la mano á don Quixote, diziendole: Vamos, mi señor
-don Quixote, á dar un par de vueltas por esas calles mientras se haze
-hora de acudir á cenar con el señor que v. m. sabe que como juez
-liberalisimo nos ha convidado esta noche. Vamos, dixo don Quixote,
-donde v. m. mandare. Y sin que hubiese remedio con él de que diera
-la adarga y lançon á un paje, para que, como don Alvaro queria,
-lo llevase á su casa, se fue con todo este carruage acompañandole.
-Llegaron á muy buena hora á la noble casa del huesped que los habia
-convidado á cenar; y tomando en el çaguan un paje suyo la lança y
-adarga de don Quixote, se apearon y subieron al punto al aposento de
-don Carlos, que asi se llamaba el juez, el cual se levantó, con otros
-caballeros amigos que tenia tambien convidados, para ir á abraçar
-á don Quixote, como lo hizo, diziendole: Bien sea venido el señor
-caballero andante, y con la salud que todos deseamos, como lo hazemos
-tambien que para mayor alivio del trabajo pasado, se quite v. m. las
-armas, pues está en parte segura y entre amigos que desean servir á
-v. m. y aprender de su valor todo buen orden de milicia; que creo lo
-habemos bien menester, segun lo mal que los caballeros lo han hecho
-en la sortija; que si v. m. no remediara sus faltas, quedaran las
-fiestas harto frias. Don Quixote le respondió: Señor don Carlos, yo
-no tengo por costumbre, en ninguna parte que vaya, sea de amigos ó
-enemigos, quitarme las armas, por dos razones. La primera, porque
-trayendolas siempre puestas, se haze el hombre á ellas; que como dizen
-los filosofos, ab assuetis non fit passio; pues la costumbre, como v.
-m. sabe, convierte las cosas en naturaleza, con que ningun trabajo hay
-que dé pesadumbre. La segunda, porque no sabe el hombre de quien se
-ha de fiar ni lo que le puede acontecer, por ser varios los sucesos
-de la guerra; y me acuerdo haber leido en el autentico libro de las
-hazañas de don Belianis de Grecia, que yendo él y otro caballero
-armados de todas pieças, perdidos por un bosque, llegaron á cierto
-prado donde hallaron diez ó doze salvages que estaban asando un venado,
-los cuales por señas les convidaron á comer dél. Los caballeros, que
-llevaban no poca necesidad y hambre, viendo la humanidad que mostraban
-aquellos barbaros, baxaron de los caballos, quitandoles los frenos para
-que paciesen; pero ellos no se quisieron quitar las celadas, sino,
-levantadas un poco las viseras, sentados en las yerbas, comieron de
-una pierna del venado que los salvages les pusieron delante; y apenas
-hubieron comido media dozena de bocados, cuando, concertados entre
-si, en lenguage que no entendieron los forasteros, llegando pasito
-por detras dos de ellos con dos maças, á un tiempo les dieron tan
-fuertemente sobre las cabeças, que á no llevar puestas las celadas,
-fueran sin duda fatal sustento de aquellos barbaros: con todo,
-cayeron en tierra aturdidos, y ellos con grande algazara començaron
-á desarmarlos; pero como no sabian de aquel menester, no hazian sino
-revolverlos por aquel prado acá y acullá: de suerte que dandoles un
-poco el viento, y viendo el triste estado en que sus cosas estaban,
-se levantaron muy ligeramente, y metiendo mano en sus ricas espadas,
-començaron á dar tras los salvages como en real de enemigos, sin dar
-reves con que no hiziesen de un salvage dos, por estar desnudos. Dezia
-esto don Quixote con tanta colera, que metiendo él tambien mano en
-su espada, prosiguió diziendo: Dando aqui tajos, acullá cuchilladas,
-aqui partian uno hasta los pechos, alli dexaban otro en un pie como
-grulla, hasta que mataron la mayor parte dellos. Don Carlos le hizo
-envainar, riendo con aquellos caballeros de la colera que habia tomado
-contra los salvages, pues parecia que los tenia delante; y asiendole
-por la mano y entrandole en otra sala, hallaron puestas las mesas para
-cenar; donde volviendo la cabeça don Carlos, dixo á un paje suyo de
-los que alli estaban: Id volando á la posada del señor don Alvaro,
-pues ya sabeis, y llamad al escudero del señor don Quixote, Sancho
-Pança, diziendole que su amo le manda se venga luego con vos, que
-tambien está convidado; y no vengais sin él de ninguna suerte. Tomó el
-paje la capa, fue por él al momento, y hallandole en la cocina con el
-cocinero, á quien con mucha melancolia estaba contando la desgracia del
-hurto de las preciosas agujetas, le dixo: Señor Sancho, v. m. se venga
-conmigo al instante, porque el señor don Quixote le llama, viendo que
-mi señor don Carlos no se quiere asentar á la mesa con los convidados
-hasta verle á v. m. en la sala. Señor paje, respondió con mucha flema
-Sancho, v. m. podrá dezir á esos señores que les beso las manos, y que
-no estoy en casa, y que por esto no voy, y porque ando por la plaça
-buscando un cierto negocio de importancia que se me ha perdido; pero
-que si Dios me alumbra con bien para que lo halle, les doy palabra de
-ir luego. Eso no, dixo el paje: v. m. ha de venir conmigo; que asi
-me lo han mandado, porque es tambien convidado á la cena. Hablara yo
-para mañana, respondió Sancho; que siendo asi, claro está que iré de
-muy rebuena gana al punto; y á fe que me coge en tiempo que no tengo
-muy mala disposicion, porque há más de tres horas que no ha entrado
-en mi cuerpo cosa alguna, sino es un platillo de carne fiambre y un
-panecillo que me dió aqui el señor cocinero, que Dios guarde, con que
-me tornó el alma al cuerpo. Pero vamos; que no quiero hazer falta
-ni que me tengan por descuidado. Fueronse ambos en diziendo esto,
-despidiendose primero del cocinero. Llegaron á la sala donde estaban
-ya cenando, don Carlos á la cabeçera con don Quixote á su lado, y los
-demas caballeros por su orden, que serian más de veinte. Llegó Sancho
-junto á su amo, y quitandose la caperuça con entrambas manos, haziendo
-una gran reverencia, dixo: Buenas noches dé Dios á vs. ms. y los tenga
-en su santa gloria. ¡Oh Sancho, dixo don Carlos, seais bien venido!
-Pero, ¿como dezis que Dios nos tenga en su santa gloria, pues aun no
-somos muertos, si no es que estos caballeros lo estén de hambre, segun
-es la cena poca? aunque si es asi, su falta suplirá mi voluntad, que
-es mucha. Mi señor, dixo Sancho, como para mí no hay otra gloria sino
-cuando está la mesa puesta, tengola grande viendo sobre esta tantos
-platos llenos de avestruzes y carne y de pastel en botes, que no puedo
-tragar la saliva de contento. Tomó don Alvaro Tarfe en esto un melon
-que estaba en la mesa, y le dió á Sancho diziendo: Probad, Sancho, este
-melon, y si sale bueno, yo os daré su peso de carne de la deste plato.
-Dabale con él un cuchillo para que le hiziese la cala, y él dixo que
-no le habia ido bien en el melonar de Ateca en partir con cuchillo los
-melones, y que asi le partiria, con su licencia, como los partia en su
-tierra; y diziendo esto le dexó caer de golpe en el suelo, y luego le
-levantó hecho cuatro pieças diziendo: Hele aqui partido de una vez á
-v. m., sin andar hendo rebanadicas con el cuchillo. A fe, Sancho, dixo
-don Carlos, que sois curioso, y me huelgo de vuestra discrecion pues
-hazeis de una vez lo que otros no hizieran de ocho. Tomad; que por mi
-os habeis de comer este capon (esto dixo dandole uno famoso que habia
-en un plato), que me dizen que para hazello os ha dado Dios particular
-gracia. La santa Trinidad se lo pague á v. m., replicó Sancho, cuando
-deste mundo vaya. Tomó el capon, el cual estaba ya partido por sus
-junturas, y espetosele casi invisiblemente. Viendo la sutileza de sus
-dientes, los pajes dieron en vaziarle en la caperuça cuantos platos
-alcançaban de la mesa, con lo cual se puso en breve rato Sancho
-hecho una trompa de Paris; pero don Carlos, tomando un gran plato de
-albondiguillas, dixo: ¿Atreveros heis, Sancho, á comer dos dozenas de
-albondiguillas si estuviesen bien guisadas? No sé, respondió Sancho,
-que cosas son alhondiguillas; alhondigas sí, que las hay en mi pueblo;
-pero no son esas de comer, sino el trigo que está dentro, despues de
-amasado. No son sino estas pelotillas de carne, dixo don Carlos dandole
-el plato, el cual tomó Sancho, y una á una, como quien come un racimo
-de uvas, se las metió entre pecho y espalda, con harta maravilla de los
-que su buena disposicion veian; y en acabando de comerlas dixo: ¡Oh hi
-de puta, traidores, y que bien me han sabido! Pardiez que pueden ser
-pelotillas con que juegen los niños del limbo: á fe que si torno á mi
-lugar, que en un huerto que tengo junto á mi casa he de sembrar por
-lo menos un celemin dellas, porque sé que no se siembran en todo el
-Argamesilla; y aun podrá ser, si el año se acierta, que los regidores
-me las pongan á ocho maravedis la libra; y si es asi, no seran oidas
-ni vistas. Dezia esto Sancho tan sencillamente, como si en realidad
-de verdad fuera cosa que se pudiera sembrar; y viendo que todos se
-reian, dixo: Solo un desconveniente hallo yo en sembrar estas, y es,
-que como soy de mi naturaleza aficionado á ellas, me las comeria
-antes que llegasen á madurar, si no es que mi muger me pusiese algun
-espantajo para que no llegase á ellas, y aun Dios y ayuda que bastase.
-¿Casado sois, Sancho, dixo don Carlos, segun eso? Para servir á v.
-m., con mi muger lo soy, replicó Sancho, la cual le besa muchas vezes
-las manos por la merced que me haze. Rieron todos de la respuesta, y
-preguntole de nuevo don Carlos si era hermosa; á lo cual respondió:
-¡Y como, cuerpo de san Ciruelo, si es hermosa! Ello es verdad que,
-si bien me acuerdo, hará por estas yerbas que vienen cincuenta y
-tres años, y está un poco la cara prieta de andar al sol, con tres
-dientes que le faltan arriba y dos muelas abaxo; más con todo eso no
-hay Aristoteles que le llegue al çapato; solo tiene que en llegando á
-su poder los dos ó tres cuartos, luego los deposita en casa de Juan
-Perez, tabernero de mi lugar, para llevallos despues de agua de cepas
-en un jarro grande que tenemos, desbocado de puro boquearle ella con
-la boca. Vuestra muger buena bebedora, dixo don Carlos, y vos siempre
-con buena disposicion de comer, hareis muy buenos casados. Y alargando
-la mano tras esto á un plato grande que tenia seis pellas de manjar
-blanco, le dixo: ¿Habeis dexado, Sancho, algun rincon desembarazado
-para comer estas seis pellas? que segun habeis comido, no tendreis
-apetito dellas. Beso á v. m. las manos, dixo Sancho alargando las
-suyas y tomandolas, por la que me haze; y fie de mí que me las comeré,
-siendo Dios servido y su bendita Madre. Y apartandose á un lado, se
-comió las cuatro con tanta prisa y gusto, como dieron señales dello
-las barbas, que quedaron no poco enjalbegadas del manjar blanco: las
-otras dos que dél le quedaban se las metió en el seno con intencion de
-guardarlas para la mañana. Acabada la cena, se sentaron todos, quitadas
-las mesas, por su orden alrededor de la sala, y don Alvaro Tarfe y
-don Quixote á la mano izquierda de don Carlos, que hizo sentar á sus
-pies á Sancho Pança. A la que platicaban don Alvaro con don Quixote
-(haziendole dezir mil dislates, por lo que en la cena habia estado
-mudo, parte por dar lugar á que gustasen de Sancho los convidados,
-y parte por las quimeras que revolvia en su entendimiento sobre la
-vengança que seria bien tomase de la sabia Urganda, que tan en
-publico le habia desfavorecido, cerrandole la ventana sin aceptar las
-preciosas agujetas que le presentaba), y don Carlos con Sancho Pança,
-y los demas caballeros entre sí, entraron por la sala dos extremados
-musicos con sus instrumentos, y un moço que traian los representantes,
-gallardo çapateador. Cantaron muchas muy buenas letras y tonos los
-musicos, y despues çapateó y volteó el moço por extremo; y mientras lo
-iba haziendo, baxó don Carlos la cabeça y preguntó á Sancho de manera
-que todos lo pudieron oir, si se atreveria á dar algunas vueltas de
-las que aquel moço daba; el cual respondió bosteçando y haziendose la
-cruz con el dedo pulgar en la boca, porque le cargaba el sueño con
-la mucha cena: Pardiobre, señor, que voltearia yo lindisimamente,
-recostado ahora sobre dos ó tres jalmas: este diablo de hombre no debe
-de tener tripas ni asadura, pues tan ligero salta; y si está hueco
-de por dentro, no hay más que meterle una candela encendida por el
-organo trasero y servirá de linterna. En esto llamó don Carlos á un
-paje, y le habló al oido, diziendo: Andad y dezid al secretario que
-ya es hora. Hase de advertir que entre don Alvaro Tarfe, don Carlos y
-el mismo secretario habia concierto hecho de traer aquella noche á la
-sala uno de los gigantes que sacan en Çaragoça el dia de Corpus en la
-procesion, que son de más de tres varas en alto; y con serlo tanto,
-con cierta invencion los trae un hombre solo sobre los hombros. Pues
-estando la gente, como he dicho, en la sala, en recebiendo el recado
-de don Carlos el secretario, entró con el gigante por un cabo della,
-que de proposito estaba ya sin luz, y encima de la puerta por donde
-entró estaba en lo alto, junto al techo, una ventana pequeña á modo de
-claraboya, que venia á dar en la cabeça del mismo gigante, por ser de
-su misma altura, y por la cual, arrimado á ella, habia, sin ser visto,
-de hablar el secretario, que en sacando y poniendo en dicho puesto al
-que traia sobre sus hombros dicho gigante, se volvió á entrar para
-ponerse en dicha ventanilla. A la vista primera que todos tuvieron
-del gigante, hizieron de industria como que se alborotaban, poniendo
-las manos sobre las guarniciones de las espadas; mas don Quixote se
-levantó diciendo: Las vs. ms. se sosieguen; que esto no es nada, y yo
-solo sé que cosa puede ser; que destas aventuras cada dia sucedian en
-casa de los emperadores antiguos: sientense todos, digo, y veremos lo
-que este gigante quiere, y conforme á ello se le dará la respuesta.
-Todos se asentaron; y el secretario, que era un hombre muy discreto
-y estaba bien enseñado de lo que habia de hazer, cuando vió toda la
-gente sosegada, començó á dezir en voz alta: ¿Quien de vosotros aqui
-es el Caballero Desamorado? Todos callaron, y don Quixote con una voz
-muy reposada le respondió, diziendo: Soberbio y descomunal gigante, yo
-soy ese por quien preguntas. Gracias doy, dixo el secretario, hablando
-desde lo alto, metida la cabeça dentro del hueco de la del gigante, á
-los dioses inmortales, y principalmente al gran Marte, que lo es de
-las batallas, pues al cabo de tan largo camino y de tantos trabajos he
-venido á hallar en esta ciudad lo que con tanta solicitud mil dias ha
-que ando buscando, que es el Caballero Desamorado. Sabed, principes y
-caballeros que en este vuestro real palacio os habeis juntado, que soy
-yo, si nunca le oistes dezir, Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, el
-cual reino gané por sola mi persona, quitandosele á su legitimo señor
-y aplicandomele á mí, como quien mejor que él le merecia; y llegando
-en dicho mi reino á mis oidos las nuevas de las inauditas fazañas y
-estrañas aventuras del principe don Quixote de la Mancha, llamado por
-otro nombre el de la Triste Figura ó Desamorado; sintiendo por gran
-mengua mia que haya en toda la redondez de la tierra quien á mi valor y
-fortaleça iguale, he dexado mi reino, pasando por otros muchos estraños
-á pesar de los que los gobernaban, buscando, inquiriendo y preguntando,
-con asombro y miedo de cuantos me veian, adonde ó en que reino ó
-provincia estaria dicho caballero, que tanta fama tenia por todo el
-mundo; porque, como es verdad y no lo puedo negar, por do quiera que
-he pasado no se trata ni se habla otra cosa en las plaças, templos,
-calles, hornos, tabernas y caballerizas, hoy, sino de don Quixote de la
-Mancha. Yo pues, como digo, estimulado de la invidia de tantas hazañas
-tuyas, ¡oh gran don Quixote! he venido á buscarte solamente para dos
-cosas: la primera, para hazer batalla contigo, y quitarte la cabeça
-y llevarla á Chipre para ponerla en la puerta de mi real palacio,
-haziendome con esto señor de todas las vitorias que has habido con
-tantos gigantes y jayanes, para que acabe el mundo de entender que yo
-solo soy sin segundo y solo quien merece ser alabado, estimado, honrado
-y nombrado en todos los reinos del universo por más bravo, más valiente
-y de mayor fama que tú y cuantos antes de ti fueron y despues de ti
-seran. Por tanto, si te quieres excusar del trabajo de entrar conmigo
-en batalla, manda luego á la hora, sin excusa ninguna, darme tu cabeça
-para que la lleve en mi lança, y quedate á la buena ventura. La segunda
-cosa á que vengo es, que tambien he oido dezir como tiene don Carlos,
-dueño deste fuerte alcazar, una hermana de quinze años, de peregrina
-hermosura y gracia, la cual quiero y es mi voluntad que juntamente con
-tu cabeça se me dé al punto, para que me la lleve á Chipre y la tenga
-por mi amiga todo el tiempo que me pareciere, pues dello le resultará
-sobrada honra; y si no lo quisiere hazer, le desafio y reto á él y á
-todo el reino de Aragon junto, y á cuantos aragoneses, catalanes y
-valencianos hay en su corona, que salgan contra mí á pie ó á caballo;
-que á la puerta deste gran palacio tengo mis fortisimas y encantadas
-armas, las cuales tiran de un carro seis pares de robustisimos bueyes
-de Palestina; porque mi lança es una entena de un navio, mi celada
-iguala en grandeza al chapitel del campanario del gran templo de Santa
-Sofia de Constantinopla, y mi escudo á una rueda de molino. Responde
-pues luego á todo, tú, el Desamorado Caballero; porque estoy de prisa
-y tengo mucho que hazer, y hago falta en mi reino. Calló en esto el
-gigante, y todos los que la maraña sabian disimularon cuanto pudieron,
-aguardando á ver lo que don Quixote responderia al gigante. El cual,
-levantandose de su asiento, hincó las rodillas en tierra delante de don
-Carlos, diziendole: Soberano emperador Trebacio de Grecia, la vuestra
-magestad sea servida, pues me habeis acetado en este vuestro imperio
-por hijo, de me dar licencia de hablar y responder por todos á esta
-endiablada bestia, particularmente por vos y por todo este nobilisimo
-reino, para que asi pueda mejor despues darle el castigo que sus
-blasfemias y sacrilegas palabras merecen. Don Carlos, mordiendose los
-labios de risa y disimulando cuanto pudo, le echó los braços al cuello
-y le levantó diziendo: Soberano principe de la Mancha, esta causa no
-solamente es mia, sino tambien vuestra; pero yo he cobrado tan gran
-temor al gigante Bramidan de Tajayunque, que el coraçon se me quiere
-saltar del cuerpo; y asi digo que, si á vos os parece, será bueno,
-para librarnos de la universal perdicion que nos amenaza, concederle
-las dos cosas que nos pide; y es que vos le deis vuestra cabeça: que
-ya yo de mi parte estoy dispuesto, más por fuerça que por grado, de
-darle tambien á mi bella hermana Lucrecia; y que se vaya con todos
-los diablos antes que haga mayores males; y aunque este es mi voto,
-con todo dexo al vuestro la resolucion del caso; y asi, conforme á él
-dadle, amado principe, la respuesta que os pareciere, pues será la
-más acertada. Sancho, que habia cobrado grandisimo temor al gigante,
-como oyó lo que don Carlos habia dicho á su amo, le dixo hecho ojos:
-Ea, mi señor don Quixote, por los quinze auxiliadores, de quien es
-Miguel Aguileldo, sacristan de la Argamesilla, que es muy devoto, le
-suplico haga lo que el señor don Carlos le dize. ¿Para que quiere hazer
-batalla con este gigante? que dizen dél que parte por medio una yunque
-mayor que la del herrero de nuestro lugar; que por eso refieren graves
-autores se llama Tajayunque; y más, que, segun él dize, y lo creo
-(porque tan gran hombre de bien no dirá una cosa por otra), trae una
-rueda de molino por escudo: délo, pues esto es asi, á los satanases,
-y despachemosle con lo que pide de una vez, y no perdamos más tiempo
-con él ni demos que reir al diablo. Don Quixote le dió un puntillon
-terrible en las nalgas, diziendo: ¡Oh villano, sandio y soez, harto
-de ajos desde la cuna! ¿y quien te mete á tí en lo que no te va ni te
-viene? Y poniendose en medio de la sala frontero del gigante, le dixo
-con voz grave desta manera: Soberbio gigante Bramidan de Tajayunque,
-con atencion he escuchado tus arrogantes palabras, de las cuales
-entiendo tus locos y desvariados deseos; y ya hubieras llevado el pago
-dellas y dellos antes que desta real sala salieras, si no fuera porque
-guardo el debido respeto al emperador y principes que presentes estan,
-y porque quiero darte el castigo merecido en publica plaça delante de
-todo el mundo, y porque sirva de escarmiento para que otros tales como
-tú no se atrevan de aqui adelante á semejantes disparates y locuras:
-con que respondiendo ahora á tus demandas, digo que aceto la batalla
-que pides, señalando por puesto della, para mañana despues de comer, la
-ancha plaça que en esta ciudad llaman del Pilar, por estar en ella el
-sacro templo y dichoso santuario que es felicisimo deposito del pilar
-divino sobre quien la Virgen benditisima habló y consoló en vida á su
-sobrino y gran patron de nuestra España el apostol Santiago. Era esta
-plaça pues podras salir con las armas que quisieres, seguro de que si
-tú tienes por escudo una rueda de molino, yo tengo una adarga de Fez
-que no le haze ventaja la mesma rueda de la fortuna; y en cambio de
-la cabeça que me pides, juro y prometo de no comer pan en manteles ni
-holgarme con la reina (y en suma juro todos los demas juramentos que
-en semejantes trances suelen jurar los verdaderos caballeros andantes,
-cuya lista hallaras en la historia que refiere el amargo llanto que se
-hizo sobre el malogrado Baldovinos) hasta cortarte la tuya y ponerla
-sobre la puerta deste gran palacio del Emperador mi señor y padre.
-¡Oh dioses immortales! dixo el secretario con voz gruesa y tremenda,
-¿y como consentis que semejantes afrentas me diga un hombre solo, sin
-que le haga y convierta luego mi colera en albondiguillas? Yo juro
-por el orden de secretario que recebí, de no comer pan en el suelo
-ni folgar con la reina de espadas, copas, bastos ni oros, ni dormir
-sobre la punta de mi espada, hasta tomar tan sanguinolenta vengança
-del principe don Quixote de la Mancha, que los braços le queden
-colgados de los hombros, y las piernas y muslos asidos á las caderas,
-y la cabeça se le ande á todas partes, y la boca, á pesar de cuantos
-ni han nacido ni han de nacer, le ha de quedar debaxo de las narizes.
-Aturdido Sancho del tropel de tan graves amenazas y execraciones, se
-levantó del suelo donde estaba asentado, y poniendose entre don Quixote
-y el gigante, quitandose primero la caperuça con ambas manos, le dixo
-con mucha cortesia. ¡Ah señor Bramidan de Parteyunques! no, por la
-pasion que Dios pasó, no le haga tanto mal á mi amo, que es hombre de
-bien y no quiere her batalla con v. m., porque no está hecho á hazerla
-con semejantes Comeyunques: traigale v. m. media dozena de meloneros;
-que á fe que con ellos se entienda él lindisimamente; y aun con todo
-es menester el favor del señor san Roque, abogado de la pestilencia.
-El gigante, sin hazer caso de lo que Sancho dezia, sacó un guante de
-dos pellejos de cabrito, que traia ya hecho para aquel efeto, y dixo
-arrojandole á don Quixote: Levanta caballero cobarde, ese mi estrecho
-y pequeño guante en señal y gaje de que mañana te espero en la plaça
-que dixiste, despues de comer. Y con esto volvió las espaldas por la
-puerta que habia entrado. Don Quixote alçó el guante, que era sin duda
-de tres palmos, y diosele á Sancho, diziendo: Toma, Sancho, guarda ese
-guante de Bramidan hasta mañana despues de comer; que verás maravillas.
-Tomole Sancho, y santiguandose dixo: ¡Valgate el diablo por Balandran
-de Tragayunques ó como es tu gracia, y que terribles manos que tienes!
-¡Oh hi de puta, traidor, el bellaco que le esperase un bofeton! A fe,
-señor, que tenemos bien en que entender con este demonio, segun es de
-grande y despavorido; y acuerdese lleva jurado le ha de hazer como
-aquellas albondiguillas que comimos esta noche. Pero v. m., antes que
-llegue ese tiempo, hagale á él pellas de manjar blanco; que tambien
-las hemos cenado, y me saben bien, y aun yo tengo dos dellas en el
-seno para un menester. En esto se levantó don Carlos de la silla,
-mandando encender hachas para acompañar con ellas aquellos caballeros
-á sus casas, y por ser tarde, se despidió dellos y de don Quixote y
-de don Alvaro, que asiendole de la mano, se le llevó, juntamente con
-Sancho Pança, á su casa, adonde el buen hidalgo pasó una de las peores
-noches que jamas habia pasado, pensando en la peligrosa batalla en que
-otro dia habia de entrar con aquel desproporcionado gigante, que él
-imaginaba ser verdadero rey de Chipre, como él mismo habia dicho.
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-_Aqui da fin la quinta parte del ingenioso hidalgo don Quixote de la
-Mancha_
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-SEXTA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA
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-CAPITULO XIII
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-Como don Quixote salió de Çaragoça para ir á la corte del rey Catolico
-de España á hazer la batalla con el rey de Chipre.
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-Atormentaron tanto las traças de la desvanecida fantasia del desamorado
-manchego su triste juizio y desvelado sosiego, que cuando empeçaban
-sus ojos á tomar alguno á la madrugada, tocaron al arma de tal suerte
-las fantasmas de los dislates quimereados en el sentido comun, que
-siendolo en todos sus miembros la alteracion que por esta causa, y la
-que dió con ella un sueño que tuvo de que habia entrado por traicion
-en aquel castillo el soberbio Bramidan para matarle con ella más á su
-salvo, cogiendolo descuidado, se levantó furiosisimo en su busca, como
-si realmente supiera que estaba en casa, y con la vehemente aprension y
-colera desto iba diziendo: Espera, traidor; que no te valdran traças,
-estratagemas, embustes ni encantamientos para librarte de mis manos. En
-esto se puso la celada, peto y espaldar, y tomando la adarga y lançon,
-iba mirando por todas partes. Salió luego á la sala, en la cual vió
-claridad que salia por la puerta de un aposentillo; que por amanecer
-ya y estar la ventanilla dél entreabierta, entraba la primera luz de
-la clara aurora por ella. Entrose ciego de rabia en el dicho aposento,
-y quiso la desgracia que era el en que dormia el triste Sancho; y como
-se habia acostado cansado y tarde, habiase dormido medio cubierta
-la cabeça, junto á la cual se habia dexado el grande guante que le
-habia él mesmo encomendado, y era el gaje del desafio que el rey de
-Chipre Tajayunque habia hecho con él la noche antes. Antojosele á don
-Quixote, en viendo el guante, que era el compañero del que él habia
-dado en guarda á Sancho, y que el que dormia era el mismo gigante,
-que, de cansado de escalar el castillo por la ventana, se habia echado
-á reposar hasta hallar ocasion de poder executar lo que pensaba, á su
-salvo, con muerte del mismo don Quixote. Con esta quimera, pues, le dió
-luego con el lançon un terrible porrazo en las costillas, diziendo:
-Asi pagan los traidores y alevosos las traiciones que urden. Muere,
-vil Tajayunque, pues lo merece hazer quien, teniendo tales enemigos
-como tú en mi tienes, duerme descuidado. Despertó Sancho á las vozes y
-golpe, medio aturdido, y apenas se sentó en la cama para levantarse
-y ver quien le daba tan buenos dias, cuando ya don Quixote, que habia
-arrojado el lançon, le dió una grande puñada en los hocicos, diziendo:
-No hay que levantarte, traidor; que aqui morirás. Empeçó Sancho á
-vozear, saltando de la cama lo mejor que pudo; y saliendo á la sala,
-dezia: ¿Que haze, señor? que ni yo he escalado el castillo ni soy sino
-su escudero Sancho. No eres sino Bramidan, traidor, dixo don Quixote;
-que bien se echa de ver en el guante con que te he hallado, compañero
-del que ayer me arrojaste cuando aplaçaste el desafio. Estaban los dos
-en camisa; porque don Quixote, con la imaginacion vehemente con que se
-levantó, no se puso más de celada, peto y espaldar, como queda dicho,
-olvidandose de las partes que por mil razones piden mayor cuidado de
-guardarse. Sancho tambien salió en camisa, y no tan entera como lo
-era su madre el dia que nació: la sala estaba algo escura; y como con
-esto y con la colera no acabase don Quixote de conocer á Sancho, más
-porfiaba en que le habia de matar; y estaba tan terco en esto, cuanto
-Sancho lo estaba en invocar santos en su ayuda, en vozear y pedir
-socorro. Alborotose la casa á las vozes de ambos, que eran tantas,
-que bien se podia llamar casa de locos, pues lo eran los principales
-que la regocijaban; y saliendo de sus aposentos en camisa algunos
-criados para apaciguar la cuestion y ver quien la movia, fue su salida
-echar leña al fuego; porque en viendolos don Quixote á todos de una
-librea, antojosele que eran gigantes de nuevo venidos alli por arte de
-encantamiento para ayudar al encantado Bramidan; y con esta quimera
-empezó á jugar del lançon por todas partes con tanto desatino, que
-aqui derribaba al uno, acullá descalabraba al otro, y todo tan á su
-salvo, por haber salido sin ningunas armas, que eran un juizio oir los
-gritos y maldiziones de los heridos; y lo peor fue que para asegurarse
-de ellos cerró tras sí el aposento de Sancho, y se puso con un lançon
-en la puerta de los criados, diziendo: Veamos si todos juntos ¡oh
-viles malandrines! me ganareis la famosa puente deste inexpugnable
-baluarte. Levantaba Sancho las vozes al cielo, llamando á don Alvaro,
-el cual, sospechando todo lo que podia ser, abriendo las ventanas de
-su aposento y tomando la espada en la mano, vestido de una ropa larga
-de damasco, salió con chinelas á la sala; y pasmado de las figuras que
-vió, y del miedo y llanto de tres ó cuatro pajes suyos, y de ver que
-don Quixote estaba echando bravatas con el guante en la mano, se puso
-para apaciguar aquella tragedia al lado de Sancho, diziendo: Ea, señor
-don Quixote, mueran los bellacos; que aqui estamos Sancho y yo prestos
-para dar la vida en servicio de v. m. y en defensa de su honra y en
-vengança de sus agravios; pero para que lo podamos hazer todo como
-deseamos, refieranos v. m. luego los que ha recebido y de qué gente;
-que por vida de cuanto puedo jurar, juro de tomar vengança exemplar
-de sus contrarios al punto. ¿Quienes han de ser los mios, dixo don
-Quixote, sino los descomunales jayanes, insolentes gigantes, que tienen
-por ofizio ir por el mundo haciendo tuertos, forjando desaguisados,
-agraviando princesas, ofendiendo dueñas de honor, y finalmente traçando
-otras traiciones iguales á la que contra mi persona y valor habia
-traçado esta noche el insolente Bramidan de Tajayunque, que por arte
-de encantamiento, acompañado desos malandrines que v. m. ahi ve, habia
-escalado este fuerte castillo para darme muerte á traicion, medroso de
-la que tenia por cierto le daria yo esta tarde en la plaça del Pilar
-si conmigo salia en la aplaçada batalla? Pero no se le han logrado sus
-intentos; que por secreto aviso del sabio Lirgando, en cuyo castillo
-estuve en Ateca, y por cuyas manos recebí la salud y fuerças que las
-del furioso Orlando con mil desaforadas feridas me habian quitado, he
-sabido que habia escalado esta fortaleça para cogerme á su salvo y
-descuidado; pero estandolo él, mi buena diligencia le ha cogido con
-el hurto[18] en las manos y con este guante, adorno de las suyas y
-compañero del que tiene Sancho; y por ello las mias se han dado la
-debida priesa y diligencia en acabar con él; y hizieralo presto si v.
-m. no saliera á enfrenar mi furia en compañia de Sancho; pero debo
-al uno por mercedes recebidas, y al otro por fidelisimos servicios,
-toda buena correspondencia y paga. ¡A fe que me la dió, dixo Sancho,
-bonisima! Tal se la dé Dios á v. m. y á sus huesos. ¿Que le deben
-los mios, señor, para molermelos á palos al amanecer? que ni soy yo
-Bramidan ni Parteyunques; bramidos sí que los dan todos mis miembros
-al cielo, cansados de verse molidos, ya en castillos, ya por caminos y
-ya en melonares. Esa es mi quexa, dixo don Quixote, hijo Sancho: ¿que
-es posible que á tí te ha ahora aporreado el desaforado Bramidan? ¡Oh
-perro, vil, soez y de ruin ralea, que en mi fidelisimo escudero has
-puesto las manos! Por todos los doze signos del zodiaco te juro que me
-lo has de pagar al momento. Iba en esto á segondar los palos en los
-pajes con una furia infernal; pero baxandose por la escalera ellos, y
-deteniendole don Alvaro á él, hubo de dar los golpes en vazio; y asi,
-con esto y con la impaciencia de Sancho, que se daba á treinta mil
-diablos de ver que su amo, despues de haberle muy bien aporreado,
-echaba la culpa á Bramidan, vino á dezir á don Alvaro con mucha
-humildad don Quixote: En trance tan preciso, negocio tan arduo, peligro
-tan grave y suceso tan estraño, déme v. m. el consejo que le pareciere
-será bien siga: que no saldré dél un punto. Más de espacio, dixo don
-Alvaro, se ha de hazer la consulta de tan inaudito caso; y asi, hasta
-el debido tiempo; y hasta saber con resolucion deste mal gigante, y
-la que ha tomado acerca de si saldrá ó no á la plaça, me pareze debe
-v. m. recogerse en su aposento, sin mostrarse en publico, para más
-asegurarle; que en lo demas yo haré los ofizios que debo en buscarle y
-espiarle, y lo mismo hará Sancho por su parte; que harto por contento
-se debe v. m. tener por ahora de haberle ahuyentado y obligado á que
-se dexase en su poder ese guante, que será perpetuo testigo asi de su
-cobardia como del valor dese braço. Pareciole bien á don Quixote el
-consejo; y sin mas replicar se entró en su aposento, adonde volviendose
-á desarmar, se acostó muy satisfecho de la vitoria alcançada. Cerrole
-la puerta don Alvaro para más asegurarle; y estandolo de que no podia
-salir, llamó á los pajes, que estaban no poco desatinados de la pesada
-burla; y consolandolos lo mejor que pudo, con representacion de que
-no habia que hazer caso ni que quexarse de cosas de un loco, sino
-guardarse dél y dellas, les mandó se vistiesen para acompañarle fuera
-de la casa los que estaban menos descalabrados para poderlo hazer.
-Entrose, hecho esto, en un aposento á vestirse, y mandó á Sancho
-trujese en él su ropa, de aquel en que habia dormido, porque queria
-le hiziese compañia y le entretuviese en él mientras se vestia, pues
-podria hazer él alli lo proprio; pero estaba Sancho tan medroso, que le
-dixo: V. m. perdone; que por las encias, barbas y huesos de mi rucio le
-juro de no entrar más en ese aposento ni tomar la ropa que tengo en él
-en todos los dias de mi vida, aunque sepa andarme en cueros; que más
-valia nuestro padre Adan, y lo andaba. ¡Cuerpo de mi sayo! Habiendome
-sucedido dentro lo que me ha sucedido, ¿quiere v. m. que en entrando
-vuelva otra vez mi amo hecho un Roldan, y me acabe de moler por el
-lado derecho, como ha hecho por el izquierdo, para igualar la sangre,
-pensando que otra vez ha vuelto á revestirse en mí Parteyunques? Bonita
-ha sido la burla: yo se la daré á v. m. de cuatro la una, que se ponga
-en mi lugar en mi cama, y sufra de mi amo lo que yo he sufrido: harto
-hago en no salirme luego de casa y dexarle; pero no quiero perder lo
-que tengo ganado por mi buena lança (ó por la mala de mi amo, que
-mala se la dé Dios), que es el gobierno de la primera peninsula que
-conquistará, que tantos dias há me ha ofrecido. Riose don Alvaro
-infinito de su simplicidad y miedo; y entrando él mismo en el aposento,
-le arrojó afuera la ropa, la cual tomandola Sancho baxo el sobaco, se
-entró con don Alvaro en su aposento, siguiendole y vistiendose dentro
-con la misma sorna que lo iba haziendo don Alvaro; pero iba diziendo
-tantas simplicidades todo el dicho tiempo, que aunque duró más de hora
-y media detenerse ambos dentro, se le hizo un instante á don Alvaro.
-Apenas se habia acabado de vestir y salir del aposento para tratar
-de hazerlo de casa, con fin de ir á la de don Carlos á darle cuenta
-de la sucedida aventura y á reir della con él, tomando ocasion para
-nuevos entretenimientos del desvanecimiento de don Quixote, en materia
-de tener ojeriza con Bramidan, cuando vió subir por la escalera de su
-casa al secretario de don Carlos, autor de la burla primera, que venia
-de parte de su amo, bien ageno desta, á tratar con él de una ida que
-á la corte se le ofrecia de repente, para concluir el casamiento de
-su hermana con un titular de la Camara, deudo suyo, por cartas que
-para emprenderla acababa de recebir con un proprio. Holgose don Alvaro
-con la nueva por ser de tanto gusto para su amigo, y tambien porque
-se le ofrecia la mejor compañia que podia desear para su vuelta hasta
-la corte, que pensaba hacer luego; y despues de haber hablado en este
-negocio y de cosas concernientes á él, le dixo: El mayor inconveniente
-que hallo para efectuar mi partida, es el no saber como desembaraçarme
-de don Quixote; porque es imposible yendo con él ir con la diligencia
-necesaria, pues á cada paso se les ofreceran aventuras y historias que
-habran menester muchos dias para reirlas y apaciguarlas, como la que
-ahora se le acaba de ofrecer, la más donosa del mundo, con que me ha
-dado tanto que reir á mi como á otros que llorar:--y contandosela muy
-por extenso, se hizo cruzes el secretario del disparate, y eso mismo
-le dió pie para dezirle: Antes es de importancia que demos orden, si
-á v. m. le parece, que pieça tan singular y que es tan de rey, entre
-por nuestra industria en la corte para regocijarla; y eso habemos de
-procurar todos. No holgaria yo poco, dixo don Alvaro, de que él allá
-llegase, como fuese yendo por diferente camino, y no con nosotros, sino
-de suerte que hiziese el viage á su modo con Sancho, de manera que
-cuando llegasemos allá, ó dentro de breves dias, topasemos con él para
-darle á conozer. Traça se me ofrece á mi luego, dixo el secretario,
-para hazer se haga todo muy á nuestro gusto, y más ahora que él está
-con la quimera de que Bramidan se le ha escapado de miedo por los pies;
-y para efectuarla, dexeme v. m. disfraçar y poner en trage de negro;
-que con él entraré delante de todos los de casa á darle un recado,
-como criado del mismo Bramidan, desafiandole con él de su parte, para
-que dentro de cuarenta dias, so pena de cobarde, se presente en la
-corte á ejecutar en ella la batalla y desafio aplaçado, atento que
-no tiene para él por seguro este lugar, donde tiene tantos amigos,
-padrinos y aficionados. Pareció tan aguda la invencion á don Alvaro,
-que alabando por ella al secretario, le rogó se entrase luego en su
-aposento para hazer el disfraz de la suerte que mejor le pareciese.
-Hizolo asi en un instante, porque halló muy á mano en él cuanto podia
-desear para el efeto. Disfrazado pues y salido á la sala, llamó don
-Alvaro á todos sus criados, con uno de los cuales envió á sacar de la
-cocina tambien á Sancho, que ya estaba en ella dando buenos dias á
-sus tripas con lo que le habia ofrecido el cocinero coxo, compadecido
-en parte de la lastima con que le habia contado los palos que su amo
-le habia dado porque por ilusion del demonio le habia topado en su
-cama en figura de Bramidan; y subido él y puesto al lado dellos, que
-no sabiendo el misterio, estaban pasmados de ver aquel hombre vestido
-con una ropa de terciopelo negro, y debaxo della una calça de color de
-obra, con bonete muy adereçado de camafeos y plumas, cargado el cuello
-de cadenas y joyas, con dorados tiros y espada, grande cuello, y el
-rostro tiznado todo, y lo mesmo las manos, llenos sus dedos de sortijas
-y anillos, y estaba en fin tal, que parecia un rey negro de los que
-pintan en los retablos de la Adoracion, dixo don Alvaro: Ahora que hay
-testigos, y tan abonados, podreis, noble mensagero, dezir quien sois
-y lo que quereis. Al invicto principe manchego don Quixote, replicó
-el secretario, busco, á quien traigo una importante embaxada, y sé
-que posa en este gran palacio. Si posa, añadió don Alvaro, y en este
-cuarto le podreis hablar. Y abriendo luego la puerta del aposento de
-don Quixote, le entró en él con todos los demas, diziendo: Aqui tiene
-v. m., señor don Quixote, un embaxador de no sé que principe:--y dicho
-esto, levantó don Quixote la cabeça, y visto el negro, le preguntó
-que embaxada tenia y de parte de quien, diziendo todo esto con voz
-desentonada. El secretario respondió: ¿Eres tu por ventura el Caballero
-Desamorado? Ese soy yo, replicó don Quixote: ¿que es lo que quieres?
-Caballero Desamorado, dixo luego con grande boato el secretario,
-Bramidan de Tajayunque, rey potentisimo de Chipre y señor mio, me envia
-á tí, principe, para que te haga saber como se le ha ofrecido cierta
-aventura de ayer acá en la corte del rey de España, á la cual no puede
-dexar de acudir luego; y en parte huelga dello, por sacarte para el
-desafio en la plaça mayor de Europa, y donde tengas menos padrinos
-que tendrias en la desta ciudad; para aquella pues te desafia y reta,
-con plaço de que vayas de comparecer en ella armado de todas armas
-dentro de cuarenta dias; que alli quiere probar si todas las cosas
-que el mundo publica y dize de tí son verdaderas, pues confirmará tu
-opinion el animo que mostrares en no faltar á tan precisa obligacion y
-justo reto: donde no, irá por todos los reinos y provincias del orbe
-publicando tu cobardia y la poca opinion que mereces por eso: ocasion
-se te ofrece de aumentarla, lo que no creo que hagas, peleando con un
-principe de las fuerças que tiene mi rey, y en puesto en que, saliendo
-con vitoria, seran la nobleza de España testigos de como quedas por
-legitimo rey y señor por la fuerça de tu invencible espada, del
-ilustre y ameno reino de Chipre, en el cual podrás hacer gobernador de
-Famagusta ó Belgrado, que son las dos principales ciudades suyas, á un
-fiel escudero que me dizen tienes, llamado Sancho Pança, proprio por
-su buen natural y escuderil vigilancia, para regirlas, pues en ellas
-se crian los fertiles arboles que producen las sabrosas albondiguillas
-y dulces pellas de manjar blanco. Sancho, que habia estado escuchando
-al mensagero, haziendosele la boca agua de oir nombrar albondiguillas
-y manjar blanco, le dixo: Digame, señor negro (¡asi tales pascuas le
-dé Dios como él tiene la cara!), esas dos benditas ciudades de Buen
-grado y Fambre ajusta ¿estan pasado más allá de Sevilla y Barcelona ó
-desta otra parte hazia Roma y Constantinopla? que daria un ojo de la
-cara porque nos partiesemos luego para ellas. ¿Por ventura, dixo el
-secretario, sois vos el escudero del Caballero Desamorado? El entonzes,
-poniendose muy derecho, haziendo piernas y adereçandose los bigotes,
-le dixo con voz arrogante, soñandose ya por gobernador de Chipre:
-Soberbio y descomunal escudero, yo soy ese por quien preguntas, como
-se echa de de ver en mi filosomococia. Aqui se le agotó á don Alvaro
-todo el sufrimiento de disimulacion que habia tenido, y hubo de volver
-el rostro diziendo: ¡Oh mi don Carlos, y que paso te pierdes! Disimuló
-cuanto pudo con todo eso la risa, y prosiguió el secretario diziendo:
-Respondeme con brevedad, Caballero Desamorado, porque tengo de alcançar
-al gigante mi señor, que va ya camino de Madrid con mucha prisa. Tal
-se la han dado mis manos, dixo don Quixote, para no ir por la posta;
-pero decidle que vaya seguro de que acudiré dentro del aplaçado tiempo;
-que las mismas manos y brios me terné alli que he tenido aqui esta
-madrugada; pero bien haze de dilatar la batalla cuarenta dias, para
-tener siquiera esos de vida quien la ha tenido tan jugada poco ha.
-Id con esto en paz, y agradeced sois mensagero, y por serlo teneis
-salvoconducto, segun buenas leyes, en todas las naciones, por más
-contrarias que sean; que si no, sobre mi que pagarades la traicion
-de vuestro amo y el mal tratamiento que ha hecho á mi fiel escudero
-cogiendole durmiendo. El secretario se despidió medio riendo, y á la
-que llegaba á la puerta del aposento, le llamó Sancho, diziendo: ¡Ah
-señor negro! por los palos que dize mi amo que el suyo me dió, lo cual
-no creo, que me diga si el gobernador de esas ciudades, que tengo de
-ser yo, es señor disoluto de todas esas albondiguillas que dize. Sí,
-hermano, respondió el secretario. Pues andad con Dios, dixo Sancho; que
-presto iremos allá mi señor y yo con Mari-Gutierrez, que es mi muger,
-como saben Dios y todo el mundo. Bien podeis, dixo el secretario; que
-tambien ha de gobernar con el que rige la tierra, la muger suya á las
-mugeres de Chipre. Par diez, dixo Sancho, mi muger no sabrá gobernar
-más que mi rucio; y más, que si yo me empiezo á entretener entre
-aquellas alhondiguillas, no se me acordará más de la gobernaduria, que
-si no naciera para ello. Fuese el secretario, y volviendose al aposento
-de don Alvaro, se desnudó y lavó y volvió á vestir sus vestidos sin
-que los criados lo echasen de ver; porque de industria su amo los
-habia entretenido con Sancho y don Quixote, hablando de la embaxada
-y haziendo mil disparatados discursos y traças sobre ella, hasta que
-le pareció habria tenido tiempo el secretario de hazer lo que habemos
-dicho hizo, y de volverse á su casa á dar cuenta de todo á don Carlos,
-como realmente lo habia ya hecho. Desde este dia siempre daba Sancho
-prisa á su amo que fuesen á Chipre, y cada mañana se levantaba con
-esta oracion, hasta que le dixo don Quixote que no podia ir allá sin
-matar primero en publica batalla, en la plaça de Madrid, al gran
-Tajayunque, rey de aquel reino. Don Alvaro se fue á ver con don Carlos,
-y á tratar asi de la partida como de los dislates de don Quixote, y de
-la determinacion con que quedaba por la embaxada del negro escudero
-de Tajayunque; y concertados de que se partirian ambos con los demas
-caballeros granadinos amigos suyos dentro de dos dias, se volvió á casa
-á dar calor á la partida de don Quixote, para desembaraçarse dél. Llegó
-de vuelta á casa y habló en ella á don Quixote, y aprestaron su viage
-con tanta diligencia, que poca necesidad tuvo de valerse de la suya
-don Alvaro para despedirle; porque en viendole, le dixo don Quixote:
-No permite mi reputacion, señor don Alvaro, que me detenga más de un
-dia en esta ciudad; sino que me es forçoso salir luego della, y ir á
-los alcançes de mi soberbio contrario: v. m. me tenga por excusado, si
-con tan pocos cumplimientos agradezco las mercedes recebidas; pero viva
-seguro de que por ellas tendrá en mí un alquitran de sus enemigos, un
-rayo de sus emulos, y mil Hercules, Hectores y Aquiles en este braço
-invencible, para castigar las injurias que solo con el pensamiento le
-hizieron los que mal le procuraren, aunque sean los mesmos gigantes que
-fundaron la torre de Babilonia, si de nuevo volviesen á resucitar solo
-para ello. Y volviendose á Sancho, le dixo: Ea, Sancho, ensilla presto
-á Rocinante, pues te va tanto á tí en la brevedad del negocio como á
-mí, por la feliz gobernacion que esperas. Sí espero, dixo Sancho; pero
-tambien nos espera abaxo una muy buena comida, y no es razon perderla,
-ni hacer agravio de no comerla al cocinero coxo, mi grande amigo, que
-por mi respeto me dixo denantes la ha adereçado con la mayor elegancia
-y policia que pueden imaginar cuantas imagenes hay en las boticas y
-tiendas de todos los pintores del nuevo mundo; y á fe que por ello le
-he ya ofrecido llevar á Chipre, y helle allá rey de los cocineros y
-adelantado de las cazuelas, pues es más sabio en cosas de platos, que
-lo fue Platon ó Pluton, ó como diablos le llaman los boticarios. Alabó
-mucho don Alvaro el parecer de Sancho, y asi, mandó poner las mesas por
-su voto; que si aguardaran el de don Quixote en esta parte, jamas se
-tratara de comer. Hizieronlo todos juntos con gusto luego, dandoles una
-muy buena comida el cocinero, que estaba prevenido de que lo hiziese,
-porque aguardaba don Alvaro nuevos convidados y de consideracion, si
-bien despues se le quedó con ellos don Carlos cuando fue á visitarle,
-porque ya los halló con él tratando de su partida, cuya nueva se iba
-publicando. Acabado de comer, ensilló Sancho á Rocinante y armó á su
-amo, el cual subiendo con lança y adarga luego á caballo, se salió de
-casa con una presteza increible, despedido de don Alvaro con esperanças
-de verle en la corte, adonde le habia ofrecido acudir para apadrinarle
-sin falta en el desafio. Enalbardó tambien Sancho á su jumento, y
-echando en sus alforjas, por mandado de don Alvaro, los relieves de pan
-y carne que de la mesa habian sobrado, que no eran pocos, envueltos en
-una toalla, se despidió con mil aleluyas, disparates y promesas de su
-gobernacion de Chipre, de amo y criados, y tras esto cargó al rucio de
-las alforjas y maleta y de sus repolludos cuartos, arreandole á prisa
-para ir, como él dezia, en busca de su señor don Quixote y en alcançe
-del soberbio Bramidan.
-
- [18] En la primera edición dice, por errata, _huerto_.
-
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-
-CAPITULO XIV
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-De la repentina pendencia que tuvo Sancho Pança con un soldado que, de
-vuelta de Flandes, iba destroçado á Castilla en compañia de un pobre
-ermitaño.
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-
-No pudo Sancho alcançar á su amo, por mucha diligencia que se dió
-para hazello, hasta á la salida de la ciudad, donde le halló parado
-frontero á la Aljaferia, que, de corrido de la grita de los muchachos
-que llevaba tras sí, no se atrevió irle aguardando; pero hizolo en
-dicho puesto, seguro dellos, con la compañia de un pobre soldado y
-venerable ermitaño, que iban á Castilla y Dios le deparó, con quienes
-le halló hablando. Iban ambos á pie, y empeçaron á caminar viendo lo
-hazia don Quixote luego que llegó Sancho, el cual se maravilló de verle
-platicar con mucha atencion con el soldado, preguntandole de donde
-venia, coligiendolo de que oyó dezir al soldado venia de servir á su
-magestad en los estados de Flandes, donde le habia sucedido cierta
-desgracia, la cual le forçó á salir del campo sin licencia y que en los
-confines de los estados y del reino de Francia le habian desbalijado
-ciertos fragutes, y quitado los papeles y dineros que traia. ¿Cuantos
-eran ellos? dixo don Quixote. Cuatro, respondió él, y con bocas de
-fuego. Salió Sancho, oyendo la respuesta, diziendo: ¡Oh hi de puta,
-traidores! ¿y bocas de fuego traian? Yo apostaré que eran fantasmas
-del otro mundo, si ya no eran animas del purgatorio, pues que dezis
-que echaban fuego por las bocas. Volvió el soldado á mirar á Sancho,
-y como le vió con las barbas espesas, cara de bobo, y rellanado en su
-jumento, pensando que era algun labrador zafio de las aldeas vecinas,
-y no criado de don Quixote, le dixo: ¿Quien le mete al muy villano en
-echar su cucharada donde no le va ni le viene? Yo le voto á tal que le
-dé, si meto mano, más espaldaraços que cerdas de puerco espin tiene en
-la barba; que no debe de saber tengo yo más villanos como él apaleados,
-que he bebido tragos de agua desde que naci. Sancho, que oyó lo que
-el soldado habia dicho, dando muchos palos á su asno, arremetió para
-él con intento de atropellarle, diziendo: Vos sois el puerco espin y
-medio celemin, y el tragador de puercos espines y medios celemines. El
-soldado, que no sabia de burlas, metió mano, y sin que el ermitaño ni
-don Quixote lo pudiesen estorbar, le dió media dozena de espaldaraços,
-y asiendole de un pie, le echó del asno abaxo; y prosiguiera en darle
-de cozes si don Quixote no se pusiera en medio; el cual, dando con el
-cuento del lançon al soldado en los pechos le dixo: Teneos, mucho
-enhoramala para vos, y tened respeto siquiera á que estoy yo presente,
-y que este moço es mi criado. El soldado, reportandose, dixo: Perdone
-v. m., señor caballero; que no entendi que este labrador era cosa
-suya. Ya se habia Sancho levantado en esto, y con un gentil guijarro
-que habia cogido del suelo començó á dezir á grandes vozes: Quitese,
-mi señor don Quixote, de delante y apartese, dexandome solo con él;
-que yo le haré, de la primera pedrada, que se acuerde de la grandisima
-puta que le parió. El ermitaño se asió dél, y no podia detenerle,
-segun estaba de colerico. Mas ya que reportó su furia un poco, dixo:
-¡Cuerpo de mi sayo, señor don Quixote! yo ¿no le dexo á v. m. en sus
-aventuras, sin hazerle ningun estorbo? Pues ¿por que, siendo asi, no me
-dexa á mi tambien con las que Dios me depara? ¿Como quiere que aprenda
-yo á vencer los gigantes? Y aunque este picaro no lo es, bien sabe v.
-m. que en la barba del ruin se enseña el barbero. El ermitaño dixo:
-Hermano, no haya más por caridad; soltad la piedra. Sancho respondió
-que no queria si primero aquel jayan no se daba por vencido. Llegó al
-soldado el ermitaño, diziendo: Señor soldado, este labrador es medio
-tonto, como ha podido colegir de sus razones; no haya más, por amor
-de Dios. Digo, señor, dixo el soldado, que yo quiero ser su amigo,
-por mandarlo su reverencia y este señor caballero. Llegaronse todos á
-Sancho, y dixo el ermitaño: Ya este soldado se da por vencido, como v.
-m. quiere; solo falta sean amigos, y que le dé la mano. Quiero pues
-antes, y es mi voluntad, respondió Sancho, ¡oh soberbio y descomunal
-gigante, ó soldado, ó lo que diablos fueres! ya que te me has dado por
-vencido, que vayas á mi lugar y te presentes delante de mi noble muger
-y fermosa señora, Mari-Gutierrez, gobernadora que ha de ser de Chipre
-y de todas sus alhondiguillas, á quien ya sin duda debes de conocer
-por su fama; y puesto de rodillas delante della, le digas de mi parte
-como yo te venci en batalla campal; y si tienes por ahi á mano ó en la
-faltriquera alguna gruesa cadena de hierro, pontela al cuello para que
-parezcas á Ginesillo de Pasamonte y á los demas galeotes que envió mi
-señor Desamorado, cuando Dios quiso que fuese el de la Triste Figura,
-á Dulcinea del Toboso, llamada por su propio nombre Aldonza Lorenço,
-fija de Aldonza Nogales y de Lorenço Corchuelo:--y volviose, dicho
-esto, á don Quixote, diziendo: ¿Que le parece, señor don Quixote, á v.
-m.? ¿Hanse de her desta manera las aventuras? ¿Parecele que les voy
-dando en el hito? Pareçeme, Sancho, dixo don Quixote, que el que se
-llega á los buenos ha de ser uno dellos, y quien anda entre leones
-á bramar se enseña. Eso sí, dixo Sancho; pero no á rebuznar quien
-va entre asnos; que de otra suerte, dias ha que podria ser yo maese
-de capilla de semejantes monacillos, segun ha tiempo que ando con
-ellos; pero he aqui la mano con el diablo: tomela con mucha alegria
-y vanagloria, señor soldado, y seamos amigos usque ad mortuorum; y
-en lo de la ida al Toboso á verse con mi muger, yo le doy licencia
-para que lo dexe por ahora. Y abraçandole, sacó de las alforjas un
-pedazo de carnero fiambre de los relieves que traia en ellas, y se
-le dió; y el soldado, con un çoquete de pan que tenia guardado en la
-faltriquera, refociló su debilitado estomago. Subio luego Sancho en su
-rucio, y començaron á caminar todos poco á poco; y don Quixote dixo
-á Sancho: Reflexion he estado haziendo, hijo Sancho, de lo que acabo
-de ver has hecho agora; y dello colijo que con pocas aventuras destas
-te podras graduar meritisimamente de caballero andante. ¡Oh cuerpo de
-Aristoteles! dixo Sancho, jurole por el orden de escudero andante que
-recebi el dia que mantearon mis güesos á vista de todo el cielo y de
-la honestisima Maritornes, que si v. m. me diese cada dia dos ó tres
-dozenas de liciones en ayunas, que está el ingenio más quillotrado,
-de lo que tengo de her, que me obligase dentro de veinte años á salir
-tan buen caballero andante como le haya de Zocodover al Alcana de
-la imperial ciudad de Toledo. El soldado y ermitaño començaron á ir
-conociendo el humor de los compañeros con quien iban. Pero al fin don
-Quixote los convidó á cenar aquella noche y otras dos que anduvieron
-juntos y poco á poco, hasta tanto que cerca de Ateca les dixo á boca
-de noche: Señores, yo y Sancho, mi fiel escudero, tenemos de ir
-forçosamente esta noche á alojar en casa de un amigo clerigo: vs. ms.
-se vengan con nosotros; que él es hombre de tan buenas entrañas y tan
-cumplido, que á todos nos hará merced de recebir y dar posada. Como
-iban los dos tan flacos de bolsa, acetaron facilmente el envite; y
-asi se fueron juntos para el lugar; y don Quixote preguntó, antes de
-llegar á él al ermitaño como se llamaba; el cual le respondió que su
-nombre era fray Esteban, y que era natural de la ciudad de Cuenca, y
-por habersele ofrecido cierto negocio, habia ido forçosamente á Roma;
-que ya se volvia á su tierra, donde seria bien recebido, y podria
-ser ocasion en que le pagase en ella la merced que le hazia en este
-camino. El soldado le dixo luego, preguntado tambien de su nombre, que
-se llamaba Antonio de Bracamonte, natural de la ciudad de Avila y de
-gente ilustre della. Tras lo cual llegaron juntos al lugar, y fueronse
-derechamente en casa de mosen Valentin; y llegando á su puerta, se
-apeó Sancho de su asno, y entrando en el çaguan, començó á dar vozes,
-diziendo: ¡Ah señor mosen como se llama! aqui estan sus antiguos
-huespedes, que vuelven á herle toda merced y honra, como se lo rogó
-hiziesen cuando ibamos á las justas reales de Çaragoça. Salió la ama
-á las vozes con un candil en la mano, y como conoció á Sancho, entró
-corriendo á su amo, diziendole: Salga, señor; que aqui está nuestro
-amigo Sancho Pança. Salió el clerigo con una vela en la mano; y como
-vió á don Quixote y á Sancho, que ya estaban apeados, diola á la ama,
-y fuese para don Quixote y abraçandole, le dixo: Bien sea venido el
-espejo de la caballeria andantesca con el bueno y fiel escudero suyo
-Sancho Pança. Don Quixote le abraçó tambien, diziendo: A mí me pareció,
-señor licenciado, que fuera cometer un grave delito, si pasando por
-este lugar, no viniera á posar y recebir merced en su casa con estos
-reverendo y señor soldado, que conmigo vienen haziendome bonisima
-compañia. A la cual respondió mosen Valentin, diziendo: Aunque yo no
-conozca á estos señores sino para servirles, basta venir con v. m. para
-que les haga el servicio que pudiere. Y volviendose á Sancho, le dixo:
-Pues, Sancho, ¿como va? Bien á su servicio, respondió Sancho. Pero la
-mula castaña de su merced ¿está buena? que me dixeron personas de mucho
-credito en Çaragoça, que habia estado malisima de ciatica y pasacolica,
-de una gran colera que habia tomado con el macho del medico, y que
-á causa deso no podia atravesar bocado de pan. Mosen Valentin se
-riyó mucho y le respondió: Ya le pasó esa indisposicion y enojo, y
-está ahora bonisima y á vuestro servicio, besandoos las manos por el
-cuidado. Y tras esto dixo á los huespedes: Entren todos vs. ms. en mi
-aposento, y adereçarse ha, mientras reposan en él, de cenar. Entraron
-todos; y el buen mosen Valentin hizo adereçar una muy buena cena,
-regalando á don Quixote y á los huespedes con mucho amor y voluntad.
-Servia Sancho á la mesa, sin desembaraçar jamas el pajar, porque
-siempre traia la boca llena; al cual dixo mosen Valentin: ¿Que es de
-aquella joya, hermano Sancho, que me prometistes traer de las justas de
-Çaragoça? ¡Asi cumplen su palabra los hombres de bien! Se lo prometo
-á v. m., dixo Sancho, que si hubieramos muerto aquel gigantazo del
-rey de Chipre, Bramidan, que yo se la hubiera traido tal y tan buena
-como la hayan tenido gigantes en este mundo; pero yo creo que antes de
-muchos dias llegaremos á Chipre, que ya no puede estar muy lejos; y
-matandole, dexeme á mi el cargo. ¿Que gigante es ese, preguntó mosen
-Valentin, ó que Chipre? ¿Es por desgracia como la aventura del morisco
-melonero, que los dias pasados llamabades Vellido de Olfos? Y tomando
-la mano don Quixote para responderle, contó punto por punto lo que
-en Çaragoça les habia sucedido con el gigante en casa de don Carlos,
-juez de la sortija en que él ganó en publica plaça unas agujetas del
-cuero del ave fenix, y lo que despues á la madrugada le habia sucedido
-con el mismo gigante Bramidan en la posada de su amigo don Alvaro
-Tarfe, la cual habia escalado por encantamiento para matarlos á todos
-dentro della á traicion, y excusar asi el haber de salir al desafio
-que con él tenia aplaçado para la tarde del mismo dia en la plaça del
-Pilar, de donde temia habia de salir vencido; pero saliolo, si no de
-la plaça dicha, á lo menos de la posada de don Alvaro, en la cual le
-di mil lançadas y palos. A mis costillas las dió ¡cuerpo non de mis
-çaragüelles! dixo Sancho, y muy buenos. Este fue, Sancho, el gigante,
-replicó don Quixote, que no pudiendose volver al asno, se volvió á la
-albarda. Es verdad que al asno no pudo llegar, porque estaba en la
-caballeriza, añadió Sancho; pero ¡pluguiera á Dios hubiera yo tenido
-encima la albarda cuando me dió los palos el gigante, v. m., ó la puta
-que los parió á ambos, como la tuve cuando venimos desde el melonar,
-bien aporreados, hasta esta misma casa santa y sacerdotal, huerfanos,
-yo de mi rucio, y v. m. de Rocinante! Celebraron todos las verdaderas
-simplicidades de Sancho; y mosen Valentin, como ya conocia el humor de
-don Quixote, cayó en cuanto podia ser, y dixo al ermitaño y soldado:
-Que me maten si algunos caballeros de buen gusto no han hecho alguna
-invencion de gigante para reir con don Quixote. Oyolo Sancho, que
-estaba tras su silla, y dixo: No, señor, no crea tal; que yo mesmo le
-ví, por estos ojos que saqué del vientre de mi madre, entrar por la
-sala de don Carlos; y más, que le traen las armas cinco ó seis dozenas
-de bueyes en carros, y la adarga es una grandisima rueda de molino,
-segun él mismo dixo; y es imposible mienta un tan gran personage, de
-quien se lee en las mapamundis se come cada dia seis ó siete hanegas
-de cebada. Acabaron de conocer en esto el soldado y ermitaño que don
-Quixote era falto de juizio, y Sancho simple de su naturaleça; y
-viendolos mosen Valentin mirar con mucha atencion á don Quixote, dixo
-al soldado le hiziese merced de dezirle su patria y nombre, todo á
-fin de divertir las locuras y quimeras que temia de don Quixote, si
-continuaban en darle pie. El soldado, que tenia tanto de discreto y
-noble, cuanto de platica militar, conoció luego el blanco á que tiraba
-con la pregunta su cortes huesped, y asi dixo: Yo soy, señor mio, de la
-ciudad de Avila, conocida y famosa en España por los graves sugetos
-con que la ha honrado y honra en letras, virtud, nobleza y armas, pues
-en todo ha tenido ilustres hijos. Vengo ahora de Flandes, adonde me
-llevaron los honrados deseos que de mis padres heredé, con fin de no
-degenerar dellos, sino aumentar por mí lo que de valor y inclinacion
-á la guerra me comunicaron con la primera leche; y aunque v. m. me
-ve desta manera roto, soy de los Bracamontes, linage tan conocido en
-Avila, que no hay alguno en ella que ignore haber emparentado con
-los mejores que la ilustran. ¿Hallose, dixo mosen Valentin, v. m.
-acaso en Flandes cuando el sitio de Ostende? Desde el dia en que se
-començó, dixo el soldado, hasta el en que se entregó el fuerte, me
-hallé señor, alli; y aun tengo más de dos balazos, que podria mostrar,
-en los muslos, y este hombro medio tostado de una bomba de fuego que
-arrojó el enemigo sobre cuatro ó seis animosos soldados españoles que
-intentabamos dar el primer asalto al muro, y no fue poca ventura no
-acabarnos. Mandó, acabada la cena, mosen Valentin alçar la mesa; y tras
-esto, el y don Quixote, que començó á gustar de la miel de la batalla
-y asalto, cosas todas muy conformes á su humor, rogaron al soldado les
-contase algo de aquel tan porfiado sitio; el cual lo hizo asi con mucha
-gracia; porque la tenia en el hablar, asi latin como romance. Mandó
-antes de empezar tender sobre la mesa un ferreruelo negro, y que le
-traxesen un pedaçito de yeso; y traido, les dibuxó con él sobre la capa
-el sitio del fuerte de Ostende, distinguiendo con harta propriedad los
-puestos de sus torreones, plataformas, estradas encubiertas, diques
-y todo lo demas que le fortificaba, de suerte que fue el verlo de
-mucho gusto para mosen Valentin, que era curioso: dixoles tras esto de
-memoria los nombres de los generales, maestres de campo y capitanes
-que sobre el sitio se hallaron, y el numero y calidad de las personas
-que, asi de parte del enemigo como de la nuestra, alli murieron, que
-por no hazer á nuestro proposito, no se dizen aqui: solo referiremos
-lo que de Sancho Pança cuenta la historia en esta parte, y es que,
-como hubiese escuchado con mucha atencion lo que el soldado dezia de
-Ostende, y como era tan fuerte, y que nos habia muerto tantos maestres
-de campo y un numero infinito de soldados, y que costó el ganarle
-tanto derramamiento de sangre, salió tan á desproposito como solia,
-diziendo: ¡Cuerpo de quien me hizo! ¿Y es imposible que no hubiese en
-todo Flandes algun caballero andante que á ese bellaconaço de Ostende
-le diera una lançada por los ijares y le pasara de parte á parte, para
-que otra vez no se atreviera á hazer tan grande carniceria de los
-nuestros? Dieron todos una gran risada, y don Quixote le dixo: ¿Pues
-no ves, animalazo, que Ostende es una gran ciudad de Flandes puesta á
-la marina? Hablara yo para mañana, dixo Sancho: par diez, que pensé
-que era otro gigantazo como el rey de Chipre que vamos á buscar á la
-corte, donde le toparemos, si ya no es que de miedo nos huya por arte
-de encantamiento; que ya todas nuestras cosas ha dias que van tan
-encantadas, que temo que no se nos encante alguna vez el pan en las
-manos, la bebida en los labios, y todas las bascosidades, cada una en
-el baul en que la depositó naturaleza. Mosen Valentin, interrumpiendo
-la platica, se levantó de la mesa, por parecerle se hazia tarde, y que
-si se daba lugar á las preguntas y respuestas de amo y escudero, habria
-para mil noches; y asi les dixo: Señores, vs. ms. vienen cansados, y
-pareceme será hora de reposar: el señor don Quixote ya de la otra vez
-sabe el aposento en que lo ha de hazer; este señor y el reverendo, pues
-son compañeros de camino, no se les hará mal de serlo esta noche de
-cama, pues la falta dellas me obliga á suplicarselo; Sancho con esta
-candela vaya y desarme á su amo, y despues subase á su camaranchon; y
-finalmente vamonos todos á dormir. Fuese Sancho alumbrando á su amo, y
-el soldado y ermitaño siguieron á mosen Valentin, que asiendoles por la
-mano, les paseó un breve rato por la sala, contandoles todo lo que la
-otra vez le habia pasado con don Quixote, de que quedaron maravillados;
-pero no tanto cuanto lo quedaran á no haberle visto hazer de Çaragoça
-hasta alli, por los caminos y en todas las posadas, cosas que un
-insensato no las hiziera, poniendoles con ellas y con sus desaforadas
-palabras en mil contingencias á cada paso. Con todo, quedaron de comun
-acuerdo de procurar probar con todas sus fuerças por la mañana si le
-podrian reducir á que dexase aquella vanidad y locura en que andaba,
-persuadiendole con razones eficaces y cristianas lo que le convenia
-y dexarse de caminos y aventuras, y volverse á su tierra y casa, sin
-querer morir como bestia en algun barranco, valle ó campo, descalabrado
-ó aporreado. Reposaron la noche con harta comodidad todos, y venida
-la mañana, apretaron el negocio de la reduccion de don Quixote; pero
-todo fue trabajar en vano; antes le dieron motivo sus amonestaciones
-á que se levantase más temprano (que en la cama le cogieron para con
-más quietud poderle hablar), y mandase, como mandó, con mucho ahinco
-á Sancho ensillase á Rocinante, queriendose partir sin desayunarse;
-y viendo mosen Valentin que era perder tiempo el darle consejo, hubo
-de callar; y dandoles de almorzar á todos, dió á don Quixote ocasion
-de hazer lo que deseaba, que era salir de su casa, como lo hizo, con
-los demas, despedidos todos primero con mucho comedimiento del honrado
-clerigo y de su ama. Pusieronse camino de Madrid; pero apenas hubieron
-andado tres leguas, cuando començó á herir el sol, que entonzes estaba
-en toda su fuerça, de manera, que les dixo el ermitaño, como más
-cansado y más anciano: Señores, pues el calor, como vs. ms. ven, es
-escesivo, y no nos faltan para hazer la concertada jornada más de dos
-pequeñas leguas, pareceme que lo que podriamos, y aun deberiamos hazer,
-es irnos á sestear hasta las tres ó cuatro de la tarde alli donde se
-ven apartados del camino aquellos frescos sauces, que hay una hermosa
-fuente al pie dellos, si bien me acuerdo; que despues, caido el sol,
-proseguiremos nuestro camino. A todos agradó el consejo; y asi guiaron
-hazia allá los pasos, y cuando llegaron cerca de dichos arboles, vieron
-sentados á su sombra dos canonigos del Sepulcro de Calatayud, y un
-jurado de la misma ciudad, los cuales, por esperar como ellos á que
-pasase el calor del sol, se acababan de asentar alli. Llegaron todos;
-y el ermitaño, saludandoles muy cortesmente, les dixo: Con licencia de
-vs. ms., mis señores, yo y estos caballeros nos asentaremos en esta
-frescura á pasar en ella un rato la siesta mientras la inclemencia del
-calor se modera:--á lo cual respondieron ellos con muestras de gusto,
-que le tendrian grandisimo en gozar de tan buena compañia las cuatro ó
-cinco horas que alli pensaban estar; y uno dellos, maravillado de ver
-aquel hombre armado de todas pieças, preguntó al ermitaño al oido que
-cosa fuese, á lo cual respondió que no sabia otra cosa más que cerca
-de Çaragoça habia topado con él y aquel labrador su criado, hombre
-simplicisimo, y que, á lo que imaginaba, se habia vuelto loco leyendo
-libros de caballerias, y con aquella locura, segun estaba informado,
-habia un año que andaba de aquella suerte por el mundo, teniendose por
-uno de los caballeros andantes antiguos que en tales libros se leen; y
-que si queria gustar un poco dél, que le diese materia en asentandose
-alli, y oiria maravillas. En esto llegaron á ellos don Quixote y
-Sancho, que habian estado quitando el freno á Rocinante y la albarda
-al rucio, y despues de haberse saludado todos, le dixo uno de aquellos
-canonigos que se quitase las armas, porque venia muy caluroso, y alli
-estaba en parte segura, donde todos eran amigos. A lo cual respondió
-don Quixote le perdonase; que no se las podia quitar jamas, sino era
-para acostarse; que á eso le obligaban las leyes de su profesion. En
-esto se asentó con gravedad; y ellos, que vieron su resolucion, no
-quisieron porfiarle más; y asi, despues de haber tratado de lo que
-más le agradaba un rato, dixo don Quixote: Pareceme, señores, ya que
-habemos de estar aqui cuatro ó seis horas, que pasemos el tiempo de la
-siesta con el entretenimiento de algun buen cuento sobre la materia
-que mejor les pareciere á vs. ms. Sentose en esto Sancho, diziendo: Si
-no es más desto, yo les contaré riquisimos cuentos; que á fe que los
-sé lindos á pedir de boca. Escuchen pues; que ya comienço. Erase que
-se era, en hora buena sea, el mal que se vaya, el bien que se venga, á
-pesar de Menga. Erase un hongo y una honga que iban á buscar mar abaxo
-reyes... Quitate allá, bestia, dixo don Quixote; que aqui el señor
-Bracamonte nos hará merced de dar principio á los cuentos con alguno
-digno de su ingenio, de Flandes ó de la parte que mejor le pareciere.
-El soldado respondió que no queria replicar ni excusarse; porque
-deseaba servirles y dar juntamente materia para que alguno de aquellos
-señores contase algo curioso, supliendo la falta que de serlo ternia el
-siguiente tragico suceso.
-
-
-
-
-CAPITULO XV
-
-En que el soldado Antonio de Bracamonte da principio á su cuento del
-Rico desesperado.
-
-
-En el ducado de Brabante, en Flandes, en una ciudad llamada Lovayna,
-principal universidad de aquellas provincias, habia un caballero
-mancebo llamado monsiur de Japelin, de edad de veinte y cinco años,
-buen estudiante en ambos derechos, civil y canonico, y dotado tan
-copiosamente de los bienes que llaman de fortuna, que pocos habia en
-la ciudad que se le pudiesen igualar en riqueza. Quedó el mancebo,
-por muerte de padre y madre, señor absoluto de toda ella; y asi, con
-la libertad y regalo (alas que sacan á volar y precipitarse mocedades
-prodigas, con peligrosos pronosticos de infelices fines) començó á
-afloxar en el estudio y á andar envuelto en mil generos de vicios,
-con otros de su edad y partes, sin perder ocasion de convites y
-borracheras, que en aquella tierra se usan mucho. Sucedió pues, andando
-en estos pasos, que un domingo de cuaresma dirigió acaso los suyos á
-oir un sermon en un templo de padres de santo Domingo, por predicarle
-un religioso eminente en dotrina y espiritu, donde tocandole Dios al
-libre y descuidado oyente en el coraçon con la fuerça y virtud de
-las palabras del predicador, salió de la iglesia trocado de suerte,
-que començó á tratar consigo proprio de dexar el mundo con toda su
-vanidad y pompa, y entrarse en la insigne y grave religion de los
-Predicadores. Encargó en este presupuesto toda su casa y hacienda á un
-pariente suyo, para que se la administrase algunos dias en que pensaba
-hazer una precisa ausencia, con cargo de que le diese fiel cuenta della
-cuando se la pidiese. Tras esto se fue á Santo Domingo, y hablando con
-el religioso predicador, le descubrió su pecho. En resolucion, como
-era hombre de prendas singulares y conocido por ellas de todos, fue
-facil darle luego el habito, como en resolucion se le dió en dicho
-convento. Vivió en él con mucho gusto y muestras de exemplar religioso
-por espacio de diez meses; pero nuestro general adversario (que anda
-dando vueltas como leon rabioso buscando á quien tragarse, como dize
-en no sé que parte la Escritura), para daño de su conciencia, traxo
-á aquella universidad dos amigos suyos que habian estado ausentes de
-Lovayna algunos meses, no poco viciosos y aun sospechosos de la fe,
-plaga que ha cundido no poco, por nuestros pecados, en aquellos estados
-y en los circunvecinos suyos. Sabido por ellos como Japelin, su amigo,
-se habia entrado religioso dominicano, lo sintieron en el alma, y
-propusieron de ir al convento y persuadirle con las mayores veras que
-les fuese posible, dexase el camino que habia començado á seguir, y
-volviese á sus estudios. Efectuaronlo de suerte que lo determinaron, y
-la mesma tarde del concierto fueron á verle; y obtenida licencia para
-ello del Prior (que por allá no se observa el rigor que en nuestra
-España en hazer guardar el debido recogimiento á los novicios el año
-de su noviciado), le abraçaron con mucho amor; y despues de haber
-hablado mil cosas diferentes y de gusto, el que debia de ser más libre
-començó á dezirle las siguientes razones: Maravillado estoy, monsiur de
-Japelin, de ver que, siendo vos tan prudente y discreto, y un caballero
-en quien toda esta ciudad tiene puestos los ojos, hayais dexado
-vuestros estudios, contra la esperança que todos teniamos de veros
-antes de muchos años catedratico de prima, y celebrado por vuestra
-rara habilidad, no solo en Lovayna, sino en todas las universidades
-de Flandes, y aun en las de todo el mundo; porque vuestro divino
-entendimiento y feliz memoria claros presagios daban de que habiades
-de alcançar esto y todo lo demas á que aspirasedes; y lo que aumenta
-el espanto es ver hayais querido, contra el gusto de toda esta ciudad,
-y aun contra vuestra reputacion y la de vuestros deudos, tomar el
-habito de religioso, como si fuerades hombre á quien faltasen bienes de
-fortuna, ó fuerades persona simple y desaparentada, y por eso obligado
-á tomar semejante profesion de pobreza. ¿No sabeis, señor, que la
-cosa más preciosa que el hombre posee es la libertad, y que vale más,
-como dize el poeta, que todo el oro que la Arabia cria? ¿Pues por que
-la quereis perder tan facilmente, y quedar sugeto y hecho esclavo de
-quien, siendo menos doto y principal que vos, os mandará mañana, como
-dizen, á çapataços, y por cuyas manos habrán de llegar á las vuestras
-hasta las cartas y papeles que para consuelo vuestro os escribiremos
-los amigos? Miradlo, señor, bien, y acordaos que vuestro padre, que
-buen siglo haya, no podia ver pintados los religiosos; y asi, amigo
-del alma, os suplico por la ley del amistad que os debo, que volvais
-sobre vos, y desistais desta necedad, ó por mejor dezir ceguera, y
-volvais á vuestra hacienda, que anda toda como Dios sabe, por faltarle
-vos. Volved á vuestros estudios, pues si os pareciere, siendo vos,
-como sois, tan principal y rico, os podeis casar con una de las damas
-hermosas y de hacienda desta tierra, en el cual estado os podeis muy
-bien salvar, y alegrar á vuestros parientes, los cuales estan muy
-tristes por lo que habeis hecho, teniendoos ya por muerto en vida. No
-os quiero, señor, dezir más de que metais la mano en vuestro pecho; que
-sé que con esto echareis de ver que os digo la verdad y como amigo que
-desea en todo vuestro bien; y pues agora teneis tiempo, que no ha mas
-de diez meses que entrastes aqui, para enmendar el yerro empezado y dar
-contento á los que os amamos, dadnosle cumplido con vuestra salida; que
-os prometo, á fe de quien soy, que no os arrepintais de haber tomado
-mi consejo, como dirá el tiempo. Estuvo el religioso mancebo callando
-á todo lo que el ministro del demonio le dezia, y mirando al suelo con
-suma turbacion y melancolia; y en fin, como era flaco y estaba poco
-fundado en las cosas tocantes á la perfecion y mortificacion de sus
-apetitos, convencieronle las razones frivolas y pestilenciales avisos
-que aquel falso amigo y verdadero enemigo de su bien le habia dado; y
-asi le respondió, diziendo: Bien echo de ver, señor mio, que todo lo
-que me habeis dicho es mucha verdad; y estoy yo ya tan arrepentido de
-lo hecho más ha de ocho dias, que si no fuera por el que diran y por
-mi propria reputacion, me hubiera ya salido deste convento; pero con
-todo eso, estoy determinado de seguir el consejo y parecer de quien
-tan sin pasion y con tan buenas entrañas me dize lo que me está bien.
-Yo, en suma, me resuelvo de pedir hoy por todo el dia mis vestidos
-y volver á mi casa y hacienda; que ya tengo echado de ver lo que me
-importa; y con esto no hay sino que os vais y me aguardeis á cenar
-esta noche en vuestra posada, seguros de que no faltaré á la cena;
-pero tenedme secreta, os suplico, esta mi resolucion. Con notable
-alegria abraçandole, se despidieron todos dél, por la buena nueva; y
-el engañado mancebo se fué derecho á la celda del Prior, y le dixo le
-mandase volver luego sus vestidos de secular, porque le importaba á
-su reputacion volver á su casa y hacienda, tras que no podia llevar
-los trabajos de la orden, de vestir lana, no comer carne, levantarse
-todas las noches á maitines, y los demas que en ella se profesaban:
-demas desto, le dixo, mintiendo, como habia dado palabra de casamiento
-á una dama, y que forçosamente se la habia de cumplir casandose con
-ella, á que le obligaba la conciencia y las recebidas prendas de su
-honra. Maravillose no poco el Prior de oir lo que el novicio le dezia,
-y lleno de suspension, le respondió, diziendo: Espantome, monsiur de
-Japelin, de vuestra indiscrecion, y que tan poco os hayan aprovechado
-los exercicios espirituales en que en diez meses de religioso habeis
-tratado, y los buenos consejos mios que como padre os he siempre dado.
-¿No os acordais, hijo, haberme oido dezir muchas vezes que mirasedes
-por vos, principalmente este año de noviciado, porque el demonio os
-habia de hazer crudelisima guerra en él, procurando con todas sus
-astucias y fuerças persuadiros, como ahora lo ha hecho, á que dexeis
-la religion, volviendo á las ollas de Egipto; que eso es volver á la
-confusion del siglo, en que él sabe que con mejor facilidad os podrá
-engañar y hazer caer en graves pecados, á manos de los cuales perdais,
-no solo la vida del cuerpo, sino, lo que peor es, la del alma? Acordaos
-tambien, hijo, que me habeis oido dezir como hasta hoy ninguno dexó el
-habito que una vez tomó de religioso, que haya tenido buen fin; que
-justo juizio es de Dios que quien siendo llamado por su divina vocacion
-á su servicio, si despues le dexa de su voluntad en vida, que el mismo
-Dios le dexe á él en muerte; siendo esto lo que él dixo á los tales por
-su Profeta: Vocavi, et renuistis, ego quoque in interitu vestro ridebo.
-Verdad es que he visto por mis ojos mil experiencias, y plegue á Dios,
-como se lo ruego, no lo haga su divina justicia en vuestra ingratitud
-y precipitada determinacion; que lo temo por veros tan engañado del
-demonio; que las razones que vos me dezis, claramente descubren no ser
-forjadas en otra fragua sino en la infernal que él habita. Advertid
-que si al principio hallais la dificultad que dezis en la religion,
-no hay que maravillarse dello, pues, como dize el filosofo, todos los
-principios son dificultosos, y más los que lo son de cosas arduas.
-Los hijos de Israel despues de haber pasado á pie enjuto el mar
-Bermejo enviaron ciertas espias á reconocer la tierra de promision,
-para la cual caminaban; y volviendo ellas con grandisimo racimo de
-uvas, tan grande, que menos que en un palo traido en hombros de dos
-valerosos soldados, no le podian traer, dixeron: Amigos, esta fruta
-lleva la tierra que vamos á conquistar; pero sabed que los hombres
-que la defienden son tan grandes como unos pinos:--con que dixeron
-que el principio de la conquista de aquella fertilisima tierra era
-dificultoso, siendo sus habitadores gigantes. Desa manera, hijo mio,
-os ha acontecido á vos, me parece, al principio de vuestra conversion,
-en la cual ha permitido Dios sintais las presentes dificultades, con
-que pretende probar vuestra perseverancia, á fin de obligaros á que
-acudais á él solo á pedirle favor para salir con vitoria; si bien
-veo os habeis dado por vencido de vuestros enemigos á los primeros
-encuentros, dexandoos atar por ellos las manos, sin haber acudido á
-quien las tiene liberalisimas y prontas para remediaros, de lo cual
-nace el venirme á pedir con tan ciega resolucion vuestros vestidos.
-Por la pasion que Cristo padeció por vos, os ruego, amado Japelin,
-que hagais una cosa por mí, y es, que os reporteis por tres ó cuatro
-dias, y en ellos hagais oracion á Dios; que yo de mi parte os prometo
-de hazer lo mesmo con todos los religiosos desta casa, y vereis como
-usa su Magestad con vos de misericordia, haziendoos salir vitorioso
-desta infernal tentacion. Todas estas razones que el santo Prior dixo
-al inquieto novicio no fueron bastantes para apartarle de su proposito;
-antes al cabo dellas le dixo: No hay padre mio, que dar ni tomar más
-sobre este negocio; que estoy resuelto en lo que tengo dicho, y lo
-tengo muy bien mirado y tanteado todo. El, en efeto, se salió aquella
-noche del convento, y se fue derecho, como lo tenia concertado, á la
-posada de sus dos amigos, donde le esperaban á cenar; dieronle un bravo
-convite, y brindaronse en él con mucho contento y abundancia los unos
-á los otros. Volvió tras esto Japelin á tomar posesion de su hacienda,
-y començó á seguir de nuevo el humor de sus compañeros, andando de dia
-y de noche con ellos, sin hazerse convite ó fiesta en toda la ciudad
-donde los tres disolutos mancebos no se hallasen. Sucedió pues que
-un dia se fue á hablar muy de pensado con un caballero algo pariente
-suyo, el cual tenia una sobrina en extremo hermosa, discreta y rica; y
-pidiosela por muger, atento que ya antes que entrase á ser religioso
-le habia hecho muchos dias del galan con demostraciones de aficion,
-en un monasterio de religiosas donde habia estado encomendada. Viendo
-el caballero cuan bien le venia el casamiento á su sobrina, por ser
-Japelin en todo su igual, se la prometió con gusto suyo y della, á
-la cual su mismo tio aun no habia un mes entero que tambien la habia
-sacado del convento de religiosas, en que, como queda dicho, habia
-estado encomendada á una prima suya, perlada, sin haberle consentido
-que fuese monja en él, como sus padres habian deseado y procurado
-en vida: fin para el cual desde niña la habian hecho criar baxo de
-su clausura. Casaronse, en efeto, los dos recien salidos de sendos
-conventos, con grandes fiestas y universales regocijos, y estuvieron
-casados tres años, al cabo de los cuales concibió la dama; y viendola
-su marido preñada, perdia el juizio de contento, sin haber regalo
-en el mundo que no fuese para su muger, acariciandola y poniendola
-sobre su cabeça, con increible desvelo y mil amorosas ternuras; pero
-sucedió que á los seis meses de su preñez, un tio deste caballero,
-que era gobernador de un lugar en los confines de Flandes, que se
-llama Cambray, murió; y sabido por el sobrino, partió para Bruselas,
-donde está la corte, y negoció sin mucha dificultad (representadas sus
-prendas y los buenos servicios de su tio) le diesen aquel gobierno,
-del cual fue luego á tomar posesion, con intento de volver despues por
-toda su casa y hacienda. Antes de la partida se despidió de su muger
-con harto sentimiento de entrambas partes, diziendo: Señora mia, yo
-voy á dar asiento á las cosas de mi difunto tio el gobernador, y á
-poner en cobro la hacienda que por su muerte heredo: cosa que, como
-sabeis, no la puedo excusar; de alli pienso llegarme á Bruselas á
-pretender sucederle en el cargo, y á que me hagan sus altezas merced
-dél, por los buenos servicios de mi tio: cosa que creo me será facil
-de alcançar. Lo que os suplico es mireis por vos en esta ausencia,
-y que al punto que parieredes, me aviseis para que me halle en el
-bautismo; que lo haré sin falta; y creo será de igual regocijo para
-mi vuestra vista que la del hijo ó hija que parieredes. Prometioselo
-ella, de quien despidiendose con mil abraços y amorosas lagrimas, se
-partió para Cambray, donde y en Bruselas negoció muy á su gusto lo que
-pretendia, como queda dicho; tardando en los negocios y en volver á su
-casa casi tres meses. Antes que lo hiziese, le dieron á la señora los
-dolores del parto, la cual luego que se le sintió despachó un correo
-á su marido, rogandole partiese, vista la presente, pues ya lo estaba
-el dia de su parto. No tardó Japelin á ponerse á caballo y dar la
-vuelta para su casa más[19] de lo que tardó en leer la deseada carta.
-A la que llegaba cerca de la ciudad de Lovayna encontró por el camino
-un soldado español, á quien preguntó, en emparejando con él, adonde
-caminaba; y respondiendole el soldado que iba á Amberes á holgarse
-con ciertos amigos que le habian enviado á llamar, y que estaba de
-guarnicion en el castillo de Cambray, le fue preguntado por el camino
-muchas cosas acerca de como lo pasaban los soldados en el castillo, á
-todo lo cual respondia el español con mucha discrecion, porque era no
-poco practico, aunque moço. Ya que llegaban á las puertas de la ciudad,
-le dixo Japelin. Señor soldado, si v. m. esta noche no ha de pasar
-adelante, podrá, si gustare, venirse conmigo á mi casa, adonde se le
-dará alojamiento; y aunque no será conforme su valor merece, recebirá á
-lo menos el buen deseo deste su servidor, dueño de una razonable casa
-y del caudal que para sustentarla con el adereço y fausto que v. m.
-verá en ella, es necesario; porque sepa soy muy aficionado á la nacion
-española, y el ser della v. m., y sus prendas, me obligan á usar desta
-llaneza: reposará, y por la mañana podrá emprender la jornada con más
-comodidad, habiendo precedido el descanso de una acomodada noche. El
-soldado le respondió que le agradecia la merced que le ofrecia, no
-poco, y que por ella y la voluntad con que iba envuelta, le besaba las
-manos mil vezes, y que le parecia pasar los limites de la cortesia
-que su nacion profesaba el dexar de aceptar el ofrecimiento con que
-se resolvió quedar esa noche en Lovayna, aunque por ello perdiera la
-comodidad de su jornada. Llegaron ambos, yendo en estas platicas, á
-la deseada puerta de la casa de Japelin, de la cual salia acaso una
-criada, que viendole, volvió corriendo, sin hablarle palabra, la
-escalera arriba, dando una mano con otra con muestras de regocijo, y
-diziendo turbada: ¡Monsiur de Japelin, monsiur de Japelin!--Y tras
-esto volvió á baxar á su amo con las mismas muestras de contento,
-diziendole: Albricias, señor, albricias; que mi señora ha parido esta
-noche un niño como mil flores. Apeose del caballo, con la nueva, él
-como un viento, y subió en dos saltos la escalera, sin que el gozo le
-diese lugar de hazer comedimientos con el soldado; y puesto en la sala,
-vió á su muger que estaba en la cama; y saludandola y abraçandola,
-llegando á ella, muchas vezes, le dixo: Dad, mi bien, un millon de
-gracias al cielo por la merced que nos ha hecho agora en darnos hijo,
-que, siendo heredero de nuestra hacienda, pueda ser baculo de nuestra
-senectud, consuelo de nuestros trabajos y alegria de todas nuestras
-afliciones. Sentose en esto en una silla que estaba en la cabeçera
-de la cama, teniendola siempre asida de la mano, platicando los dos,
-ya del camino y buen suceso de sus negocios, ya del venturoso parto
-y cosas de su casa. A la que se hizo de noche mandó que le pusiesen
-alli junto á la cama la mesa, porque gustaba de cenar con su muger:
-hizo llamar al soldado luego, para que se asentase á cenar tambien
-con ambos, lo cual él hizo con mucha cortesia, y no con el recato
-que debiera tener en los ojos en orden á mirar á la dama; porque le
-pareció, desde el punto que la vió, la más bella criatura que hubiese
-visto en todo Flandes. (Y eralo sin duda, segun me refirieron los que
-me dieron noticia del cuento, que eran personas que la conocieron.)
-Traxeron abundantisimamente de cenar; pero el español, que habia
-hecho pasto de sus ojos á la hermosura de la partera y la gracia
-con que estaba asentada sobre la cama, algo descubiertos los pechos
-(que usan más llaneza las flamencas en este particular que nuestras
-españolas), comió poquisimo, y eso con notable suspension. Acabada la
-cena y quitados los manteles, mandó Japelin á un paje que le trajese
-un clavicordio, que él tocaba por extremo; que en aquellos paises se
-usa entre caballeros y damas el tocar este instrumento, como en España
-la arpa ó vihuela. Traido y templado, començó á tañer y á cantar en él
-con extremada melodia las siguientes letras, de las cuales él mismo era
-autor; porque, como queda dicho, tenia gallardo ingenio y era universal
-en todo genero de sciencias:
-
- [19] Falta el _más_ en la primera edición.
-
- Celebrad, instrumento,
- El ver que no podrá el tiempo variable
- Alterar mi contento
- Ni hazerme con sus fuerças miserable,
- Pues hoy con regocijo
- Me ha dado un angel bello, un bello hijo.
- Alçome la fortuna
- Sobre lo más constante de su rueda;
- Y aunque ella es como luna,
- Le manda mi ventura que esté queda
- Y que la tenga firme,
- Y su poder en mi favor confirme.
- Y asi, señora mia,
- No temais que ella nuestro bien altere
- Jamas; porque este dia
- El mismo cielo nuestro aumento quiere;
- Que eso dize el juntarnos
- En uno á ambos para más amarnos.
- Sin duda fui dichoso
- Cuando me aconsejaron dos amigos
- No fuese religioso,
- Pues los gustos que gozo son testigos
- De que su triste suerte
- En vida les iguala con la muerte.
- Razon es, pues soy rico,
- Que viva alegre, coma y me regale,
- Y que el avaro inico
- Me tema siempre, y nunca ese me iguale,
- Pues puedo en paz y en guerra
- Honrar á los más nobles desta tierra.
- Que viva sin zozobras
- Tambien mil años, libre de cuidados,
- Es justo, pues mis sobras
- Invidian muchos de los más honrados,
- Viendo como de renta
- Más de diez mil al año, á buena cuenta.
- Y sobre todo aquesto,
- Mi braço, mi fortuna y buena estrella
- Echaron hoy su resto
- En darme un hijo de una diosa bella,
- Por quienes, noble y moço,
- Mil parabienes y contentos gozo.
-
-Acabose la musica con la letra, y començó la suspension del español
-á subir de punto, por haber oido los suavisimos de garganta del rico
-flamenco, dichoso dueño del serafin por quien ya se abrasaba. Llegó
-un paje, por mandado de su amo, en dando fin al canto, á quitarle de
-delante el clavicordio; que ya era tarde y tiempo de dar lugar al
-soldado á que descansase; y para que lo hiziese mandó luego tras esto
-á otro criado tomase uno de los candeleros de la mesa, y le fuese
-alumbrando con él al aposento primero del cuarto en que solia dormir
-su paje de camara, que era vecino de la cuadra en que la dama estaba
-acostada; con orden de que la diese al mayordomo ó dispensero, para
-que tuviese en amaneciendo aderezado un buen almuerzo para aquel señor
-soldado, con deseo de que pudiese salir de madrugada de Lovayna y
-hazer de un tiron la jornada, llevando hecha la alforja y saliendo
-desayunado. Despidiose agradecidisimo deste cuidado, y de la merced
-y regalo recebido del caballero y de su esposa, el soldado, con mil
-corteses ofrecimientos; y puesto en su aposento y acostado en él,
-fue tal la bateria que le dieron las memorias del bello angel que
-adoraba, que totalmente estaba fuera de sí. Reprendia su temeridad,
-representandosele la imposibilidad del negocio á que aspiraba, y
-procuraba desechar de su animo una imaginacion tal, cual la que daba
-garrote á su sosiego. El caballero, al cabo de breve rato que se hubo
-ido á reposar el soldado, hizo lo proprio, despidiendose de su esposa
-con las muestras de amor que del suyo, tras tan larga ausencia, se
-puede creer, guardando el debido decoro al parto recien sucedido;
-que para no ponerse en ocasion de lo contrario, se entró en otro
-aposento más adentro del en que la partera estaba. Tuvo el paje que
-llevó á acostar al soldado consideracion á que venia cansado, y por
-no haberse de obligar á darle mala noche, le dixo se iria á dormir en
-otro aposento con otros criados, y asi, que sin cuidado de su vuelta
-reposase, pues lo haria mejor estando solo; que para el mismo efecto
-su señor tambien habia apartado cama, y se habia acostado en una que
-habia en otra pieça más adentro. Fuese con esto, dexando sus ultimas
-razones con más confusion al amartelado español; porque del entender
-dormia la dama sola y tan vecina dél, y del verse (contra el orden de
-Japelin) sin compañia en el aposento, nació la resolucion diabolica
-que tomó en ofensa de Dios, infidelidad de su nacion, y en agravio
-del honrado hospedaje que le habia hecho su noble huesped; que á todo
-le precipitó el vehemente fuego y rabiosa concupiscencia en que se
-abrasaba. Resolviose pues en levantarse de su cama, y en ir á la de
-la dama sin ser sentido, persuadido de que ella por su honra y por
-no dar pesadumbre á su marido ni alborotar la casa, callaria, y aun
-podria ser que se le aficionase de manera, que yendose su marido, le
-diese libre entrada y le regalase; y si bien consideraba el peligro de
-la vida que corria si acaso ella (como era justo) daba vozes, pues á
-ellas era fuerça saliese el marido y se matasen el uno al otro, de lo
-cual sucederian notables escandalos y graves inconvenientes; todavia
-su gran ceguera rompió con todas estas dificultades. Levantose pues á
-media noche en camisa, y entró en la sala de la dama; y llegandose á
-ella sin çapatos por no ser sentido, estuvo un rato en pie sin acabarse
-de resolver; pero hizolo de volver á su aposento, y de tomar la espada
-que tenia en él; y sacandola desenvainada, volvió muy pasito á la cama
-de la flamenca, y poniendo la espada en tierra, alargó la mano, y
-metiendola debaxo de las sabanas muy quedito, la puso sobre los pechos
-de la señora, que despertó al punto alborotada; y asiendosela, pensando
-que fuese su marido (que no imaginaba ella que otro que él en el mundo
-pudiese atreverse á tal), le dixo: ¿Es posible, señor mio, que un
-hombre tan prudente como vos haya salido á estas horas de su aposento
-y cama para venirse á la mia, sabiendo estoy parida de ayer noche,
-y por ello imposibilitada de poder por ahora acudir á lo que podeis
-pretender? Tened, por mi vida, señor, un poco de sufrimiento; y pues
-soy tan vuestra, y vos mi marido y señor, lugar habrá, en estando como
-es razon, para acudir á todo aquello que fuere de vuestro gusto, como
-lo debo por las leyes de esposa. No habia acabado ella de dezir estas
-honestas razones, cuando el soldado la besó en el rostro sin hablar
-palabra; y pensando ella siempre fuese su marido, le replicó: Bien sé,
-señor, que de lo que intentais hazer teneis harta vergüença, pues por
-tenerla no me osais responder palabra; y echó de ver tambien que el
-intentar tal proceda del grandisimo amor que me teneis, y de la represa
-de tan larga ausencia, pues á no ser eso, no salierades de vuestra cama
-para venir á la mia, sabiendo me habiais de hallar en ella de la suerte
-que me hallais. Oyendo el soldado estas razones, y coligiendo dellas
-el engaño en que la dama estaba, alçó la ropa callando, y metiose en
-la cama, do puso en execucion su desordenado apetito; porque viendo
-ella su resolucion, no quiso contradezirle, por no enojarle, como le
-tenia por su marido; si bien quedó maravillada no poco de ver que no
-le hubiese hablado palabra; porque sin dezirle cosa se levantó, hecha
-su obra, y tomando con todo el silencio que pudo su desnuda espada, se
-volvió á su aposento y cama, harto apesarado de lo que habia hecho; que
-en fin, como se consigue á la culpa el arrepentimiento, y al pecado la
-vergüença y pesar, tuvole tan grande luego de su maldad, que maldezia
-por ello su poco discurso y sufrimiento y su maldita determinacion,
-imaginando el delito que habia cometido, y el peligro en que estaba
-si acaso el ofendido marido se levantase antes que él. Tambien á la
-dama asaltaron sus pensamientos, poniendola en cuidado el no haberle
-hablado palabra quien con ella habia estado, si seria su marido ó no.
-Pero resolviese en que seria él, y que la vergüença de haber hecho cosa
-tan indecente en tiempo que lo estaba ella para semejantes burlas,
-le habria cerrado la boca. Con todo, propuso, (que no debiera), en
-su coraçon darle por lo hecho á la mañana una reprehension amorosa,
-afeandole su poca continencia. Llegada la madrugada, y apenas vistas
-sus primeras luzes, se levantó el soldado, que no habia podido pegar
-las de sus ojos con la rabia que tenia de lo hecho; y estando aun la
-dama durmiendo, pidió á los primeros criados que topó le abriesen
-la puerta y le excusasen con su señor de no aceptar el preparado
-almuerzo y provision, pues la prisa de la jornada no le daba lugar
-para detenerse, ni sus obligaciones permitian aumentase las muchas con
-que quedaba á toda aquella casa; y aunque los criados porfiaron con
-él, queriendo ponerle en la alforja lo que para almorzar le tenian
-aparejado, no hubo remedio consintiese lo hiziesen, diziendo no era
-de su humor el ir cargado, y que asi le tuviesen por excusado; á más
-de que una legua de alli, en el camino habia una famosa hosteria, y
-en ella pensaba detenerse á almorzar con lo cual se despidió dellos y
-salió del lugar.
-
-
-
-
-CAPITULO XVI
-
-En que Bracamonte da fin al cuento del Rico desesperado.
-
-
-Estuvieron con atencion los canonigos y jurados al cuento, y don
-Quixote, aunque lo estuvo, daba de cuando en cuando asomos de querer
-salir con algo en contrapusicion de los malos consejos que los
-estudiantes dieron á Japelin cuando era novicio, ya en abono de su
-buena eleccion en haberse casado con muger hermosa, y particularmente
-en loa de su valor por haber pretendido seguir la milicia en
-prosecucion de la gobernacion de su tio; pero ibale á la mano á todo
-el venerable ermitaño que le tenia al lado. Pero como no lo estaba
-al suyo Sancho, no pudo obviar á que no saliese de traves cuando oyó
-la bellaqueria del soldado, y particularmente su poco estomago en no
-querer llevar el matalotaje que le daban los criados para acudir á
-las necesidades venideras; y asi dixo con una colera donosa: Juro á
-Dios y á esta cruz, que merecia el muy grandisimo bellaco más palos
-que tiene pelos mi rucio, y que si le tuviera aqui me le comiera á
-bocados. ¿Donde aprendió el muy grandisimo hi de puta á no tomar lo que
-le daban, siendo verdad que no está eso prohibido, no digo yo á los
-soldados y reyes, pero ni á los mismos señores caballeros andantes, que
-son lo mejor del mundo? En mi anima, que creo que ha de arder la suya
-en el infierno, más por ese pecado que por cuantas cuchilladas ha dado
-á luteranos y moriscos; pero no me espanto fuese el muy follon tan mal
-mirado y tan poco quillotrado, si como v. m. dize venia de Cambray;
-que juro á los años del gigante Golias que debe de ser esa la más mala
-tierra del mundo, pues segun dizen por las calles y plaças chicos y
-grandes, hombres y mugeres, no se coge en ella pan ni vino ni cosa que
-lo parezca, sino estopilla, de lo cual se quexan con un perpetuo ay,
-ay, que es señal que debe de ser malisima y que debe de causar torçon
-á cuantos la comen. Rieron destas boberias los canonigos y Bracamonte,
-pero no don Quixote, que con una melancolia y sentimiento digno de
-su honrado celo dixo: Dexate, Sancho hijo, de llorar el descuido y
-poca prudencia del soldado, y de si el ay, ay, ay que dizes se dize
-por la estopilla maldita que en Cambray se coge ó no; llora lagrimas
-de sangre por el agravio y tuerto fecho á aquella noble princesa, y
-por la ofensa y mancha que en la honra del famoso Japelin cayó por
-industria ó inconsideracion, ó por la maldad, que es lo más cierto, de
-aquel soldado, infamia de nuestra España, y deshonra de todo el arte
-militar, cuyo aumento procuran tantos nobles, y yo entre ellos, á
-costa de la hidalga sangre de mis venas; pero yo sacaré la alevosa de
-las suyas antes de muchos dias, si le topo, como deseo. Deste cuidado
-queda ya libre v. m. (dixo Bracamonte), como verá si me la haze de
-oir con paciencia lo que queda de la historia. Rogaron todos á don
-Quixote reprimiese su justa colera, y á Sancho le pidieron callase, sin
-meterse en dibuxos de averiguar lo que oiria; y prometiendolo ambos
-con mucha seguridad y algunos juramentos, prosiguió Bracamonte la
-tela de su cuento, diziendo: Ido el soldado con la cortedad referida,
-y cargado de miedo y vergüença, salió de su aposento el noble y
-descuidado Japelin, á la hora en que el bullicio de la gente de casa
-dió muestras de que era ya la de levantarse; y llegandose á la cama
-de su esposa á darle los buenos dias, y cuidadoso de saber como habia
-pasado la noche asegurandola de que con el contento de verse él en
-su cama y con heredero della no habia podido apenas sosegar. Riose
-su muger de la disimulacion que mostraba en sus razones y en tomarle
-la blanca mano, y mostrando un fingido enojo con su risa, le dixo,
-retirando hacia adentro el braço: Por cierto, señor mio, que sabeis
-disimular lindamente, y que anda ahora bien ligera esa lengua, que
-anoche tan muda tuvistes conmigo: idos de ahi con Dios, y no me hableis
-por lo menos hoy en todo el dia; que bien lo habré menester todo para
-desenojarme del enojo que tengo con vos tan justamente; y aun despues
-de pasado, os será menester me pidais perdon, y no será poco si os lo
-concedo. Riose Japelin del desvio, y cayendole en gracia, á pesar suyo
-la besó en el rostro, diziendo: Por mi vida, señora que me digais el
-enojo que os he hecho; que gustaré infinito de sabello, si bien ya,
-poco más ó menos, sospecho yo será porque habreis imaginado que he
-dormido dentro con compañia, en ofensa vuestra; y muera yo en la de
-Dios si jamas os la he hecho ni con el pensamiento; y asi, quiteseos
-del vuestro, os suplico, ese temerario juizio; que con él me ofendeis
-no poco. Por cierto (dixo ella de nuevo) que sabeis encubrir bien y
-negar mejor ahora lo que fuera justo negarais á vuestro apetito antes
-de ejecutalle tan sin consideracion; que si la tuvierais, no efectuara
-un hombre tan prudente y discreto como vos lo que tan contra toda
-razon os pedia vuestro desordenado deseo. Corrida estoy no poco de ver
-no lo esteis más de lo que lo estais de haber tenido atrevimiento de
-llegar á mi cama esta noche á tratar conmigo, sabiendo de la suerte
-que estoy; y siento muchisimo ver hayan podido tan poco con vos mis
-justos ruegos, que no bastasen á obligaros á que, volviendoos á vuestra
-cama, dexaseis de entrar en la mia con los excesos de aficion que la
-primer noche de nuestras bodas. Y añadiendo agravio á agravio, habeisme
-dexado sin hablar palabra; si bien doy por disculpa de vuestro silencio
-el justo empacho que os causó el atrevimiento. No ignoro, señor,
-direis nació él del sobrado amor que me teneis; y aunque esa parezca
-bastante disculpa, no la admito por tal, pues habiais de considerar
-el tiempo y indispisicion mía, teniendo algun respeto y sufrimiento á
-tan justo obstaculo; que no se perdia el mundo en ser continente siete
-ó ocho dias más, cuando mucho; pero pase esta, que os la perdona mi
-grande amor, con esperanças de enmienda en lo porvenir. No se puede
-pintar la suspension que cayó en el animo de Japelin cuando oyó á su
-esposa tales razones, y dichas con tantas veras y circunstancias;
-y como era de agudo ingenio, sospechó luego todo lo que podia ser,
-imaginando (como era la verdad) que el soldado español habria dormido
-solo, por inconsideracion del paje de guarda, el cual pensaba él le
-haria compañia en el aposento, sin dexarle á solas, y que asi, con
-la ocasion, que es madre de graves maldades, habria cometido aquel
-delito con artificioso silencio; y disimulando cuanto pudo, le dixo
-á la dama: No haya más, mis ojos, por vida de los vuestros; que del
-amor excesivo que os tengo ha nacido el desorden de que os quexais;
-pero yo os prometo á ley de quien soy, corregirme, y aun vengaros
-cabalmente de todo. Y volviendose á otro lado, dezia entre dientes,
-bramando de colera: ¡Oh vil y alevoso soldado! por el cielo santo
-juro de no volver á mi casa sin buscarte por todo el mundo y hazerte
-pedazos do quiera que te encontrare:--tras lo cual, disimulando con
-su muger con notable artificio, se despidió della fingiendo cierta
-necesidad precisa. Llamó luego aparte un moço, diziendole: Ensillame
-al punto, sin dezir cosa, el alazan español; que me importa ir fuera
-en él con brevedad. Mientras el caballo se ensillaba se acabó de
-vestir, y entrando en un aposento do tenia diferentes armas, sacó dél
-un famoso venablo. Violo la dama, y recelosa le preguntó que pensaba
-hazer de aquel venablo. Quierole (dixo él) inviar á un vecino nuestro
-que ayer me le pidió prestado. ¿Que vecino puede ser nuestro (replicó
-ella) que no tenga armas en su casa, y necesita de venir por ellas á
-la nuestra? En verdad, mi bien, que si no lo recebis por enojo, que me
-habeis de dezir para que es. El la respondió que no le importaba nada
-á ella el saberlo; pero que con todo lo sabria dentro de breves horas.
-Saliose tras esto fuera de la sala, demudado el rostro; y despidiendo
-un sospiro tras otro, se baxó la escalera abaxo, y se puso á pasear
-delante la caballeriza, aguardando le sacasen el caballo; y mientras
-el criado tardaba en hazello, dezia con rabioso despecho entre sí: ¡Oh
-perverso y vil español, que mal me has pagado la buena obra que te
-hize en darte alojamiento, que no debiera! Aguarda, traidor adultero
-á costa de la inocencia de mi engañada esposa; que te juro por las
-vidas della, de mi hijo y mia, que te cueste la tuya la alevosia:
-vuela, infame, y mueve los pies; que yo haré que los de mi caballo
-igualen al pensamiento con que voy en tu busca, con determinacion
-de no volver á mi patrio suelo hasta hallarte, aunque te escondas
-en las entrañas del mismo siciliano Etna. No habia bien dicho estas
-razones, cuando el criado, que las habia oido todas estando en la
-caballeriza, sacó della el caballo, en el cual subió Japelin como un
-viento, diziendole á él que se quedasen todos, sin acompañarle ninguno,
-pues no necesitaba de compañia en la breve jornada que iba á hazer; y
-tomando el venablo, salió de casa, dando de espuelas al caballo, hecho
-un frenetico, guiandole asi á la parte y camino que entendia llevaba
-el soldado, dexando maravillados á los criados de su casa la furia
-y repentina jornada con que la dexaba; si bien de las palabras que
-dezia haberle oido el que le ensilló el caballo, colegian iba tras el
-soldado por haberle hurtado algo de casa, ó por haber dicho al salir
-della algunas palabras deshonestas á su esposa, y que como tan celoso
-y noble, pretendia tomar vengança de quien con solo el pensamiento le
-agraviaba. El caballero, en fin, se dió tan buena maña en caminar tras
-el soldado, que dentro de una hora le alcançó, y calandose el sombrero
-antes de emparejar con él, porque no le conociese, en medio de un
-valle, sin que se recelase el soldado ni tener testigos á quienes poder
-remitir la disposicion de su violenta muerte, con la mayor presteza
-que pudo, sin hablar palabra, le escondió el robusto y agraviado
-Japelin la ancha cuchilla ó penetrante hierro del milanes venablo por
-las espaldas, sacandosele más de dos palmos por delante, á vista de
-los lascivos ojos que en su honestisima esposa puso, sin darle lugar
-de meter mano ni defenderse de tan repentino asalto. Cayó luego en
-tierra el misero español...--¡Oh, buena pascua le dé Dios y buen San
-Juan, dixo don Quixote! Ese sí que fue buen caballero: en verdad que
-puede agradecer á su buena diligencia el haberme ganado por la mano
-la toma de la vengança dese delito; que, si no, juro por la vitoria
-que espero presto alcançar del rey de Chipre, que la tomara yo dél
-tan inaudita, que pusiera terror hasta á las narizes de los miseros y
-nefandos sodomitas, á quien abrasó Dios. Pues á fe que si v. m., mi
-señor, no lo hiziera, que yo acudiera á mi obligacion (dixo Sancho),
-y que cuando eso de Sodoma y Gomorra, que v. m. dize, faltara, le
-ahogara yo con un diluvio de gargajos como aquel del tiempo de Noe.
-Pues no pára en esto, señores, la tragedia, dixo Bracamonte, ni la
-vengança que Japelin tomó del soldado; porque luego, tras lo dicho,
-se apeó del caballo, y sacando el venablo del cuerpo del cadaver, le
-volvió á herir con él cinco ó seis vezes, haciendole pedazos la cabeça
-y hechos con una crueldad inexplicable, pagando bien con muerte de las
-dos vidas (á lo que se puede presumir) y con fin tan aciago el pequeño
-gusto de su desenfrenado apetito, quedando alli revolcado en su propria
-sangre para exemplo de temerarias deliberaciones y comida de aves y
-bestias: el caballero, algo aconsolado con la referida vengança que
-de su ofensor habia tomado, se volvió poco á poco hazia su casa. En
-el tiempo que él tardó della, quiso la desgracia que su muger, viendo
-eran más de las diez y no le veia ni sabia adonde estaba, preguntó á un
-paje por él, y respondiole el indiscreto criado luego, le dixo: Señora,
-mi señor ha ido fuera á caballo, con un venablo en la mano, más ha de
-dos horas, sin criado alguno y no podemos imaginar adonde ni adonde
-no; solo sé que iba demudadisimo de color y dando algunos pequeños
-suspiros, mirando al cielo. Llegaron, estando en estas razones, el moço
-de caballos, una criada y la ama que criaba el niño, y la dixeron: V.
-m., mi señora, ha de saber que hay algun grande mal, porque mi señor
-ha estado paseandose á la puerta de la caballeriza todo el rato que yo
-tardé (dixo el moço) á ensillarle el caballo suspirando y quexandose de
-aquel soldado español que esta noche durmió en la cama y aposento del
-paje de camara, llamandole (aunque pensó que nadie le oia) perverso y
-vil traidor y adultero á costa de la inocencia de su engañada esposa;
-tras lo cual juró por su vida, la de v. m. y de su hijo de hazerle
-pedazos, siguiendo hasta alcançarle; pero no le oí jamas quexar de v.
-m.; antes me parece que en sus razones la iba disculpando; tras lo
-cual, en sacandole el caballo, subió en él, y salió de casa como rayo,
-en busca suya. Cuando la noble flamenca oyó los ultimos acentos desta
-sospechosa nueva, cayó sobre la almohada, de los braços de la criada
-que la habia levantado, y sentado en la cama, con un mortal desmayo; y
-volviendo en sí al cabo de breve rato, començó á llorar amargamente,
-sospechando (como era asi) que aquel que la noche antes habia llegado
-á su cama sin duda habia sido el soldado español, con quien, como
-ella misma tenia confesado á su marido, habia cometido adulterio
-teniendole por su esposo. Començó pues con esta imaginacion á maldezir
-su fortuna, diziendo: ¡Oh traidora, perversa y adultera de mí! ¿Con
-que ojos osaré mirar á mi noble y querido esposo, habiendole quitado
-en un instante la honra que en tantos años de proprio valor y natural
-nobleza heredado tenia? ¡Oh ciega y desatinada hembra! ¿Como es posible
-no echases de ver que el que con tanto silencio se metia en tu honesto
-lecho no era tu marido, sino algun aleve tal cual el falso español?
-¡Desdichada de mí! ¿Y con que cara osaré parecer delante de mi querido
-Japelin, pues no hay duda sino que no seré creida dél por más que con
-mil juramentos le asegure de mi inocencia, habiendo dado lugar á que
-otros pies violasen su honrado talamo? Con razon, dulce esposo mio,
-podrás quexarte de mí de aqui adelante, y negarme los amorosos favores
-que me solias hazer en correspondencia de la fe grande que siempre
-he profesado guardarte; pero ya justamente (pues he desdicho de mi
-fidelidad, aunque tan sin culpa cuanto sabe el cielo) seré aborrecible
-á tus ojos, pesada á tus oidos, desabrida á tu gusto, enojosa á tu
-voluntad, é inutil finalmente á todas las cosas de tu provecho. Vuelve
-presto, señor mio, si acaso has ido á matar al adultero español: con el
-mismo venablo con que le castigares traspasa este desconocido y desleal
-pecho; que pues fuí complice en el adulterio, justa cosa es iguale
-tambien con él en la muerte: ven, digo, y toma entera vengança de mi
-desconcierto, con la seguridad que puedes tener de quien, por muger y
-culpada, no sabrá hazerte resistencia. Pero no es bien aguarde que tú
-vengas á vengarte ni á castigar con el hierro del venablo el mio, sino
-que es justo que yo te vengue de suerte que digas lo estás al igual de
-mi alevosia y de la ofensa hecha. Y diziendo esto la desesperada señora
-(que lo estaba de pasion, colera y corrimiento), saltó de la cama,
-mesandose las rubias y compuestas trenças, y esmaltando sus honestas
-mexillas con un diluvio de menudo y espeso aljofar que de sus nublados
-ojos salia; y poniendose un faldellin, se començó á pasear por la sala
-con tan descompuestos pasos, acompañados de sospiros, sollozos y quexas
-por lo hecho, que no bastaban á consolarla todos los de casa; antes
-su pena les tenia á todos necesitados de consuelo, por lo mucho que
-les enternecia. Estando pues de la suerte que digo, turbados ellos, el
-marido ausente, el adultero muerto, y ella fuera de sí, se salió al
-patio á vista de todos; y despues de haber hecho una nueva repeticion
-de las quexas dichas, se arrojó de cabeça en un hondo pozo que en
-medio del patio habia, sin poder ser socorrida de los que presentes
-estaban, haziendosela dos mil pedazos: de suerte que cuando llegó al
-suelo el cuerpo, habia ya llegado su alma libre dél en bien diferente
-lugar del en que yo querria llegase la mia á la hora de mi muerte.
-Aumentaronse las vozes y gritos de los de casa con el nuevo y funesto
-espectaculo; y con la turbacion, unos acudian á mirar el pozo, otros
-á dar gritos á la calle, con los cuales se alborotó toda: de suerte
-que en un instante se vió la casa llena de gente afligida toda, y toda
-ocupada ó en consolar á los de ella ó en echar sogas y cuerdas, aunque
-en vano, pensando podria ser socorrida quien ya no estaba en estado de
-poderlo ser. Entre esta universal turbacion sucedió llegar á su casa el
-desdichado Japelin, ignorante de la desgracia que acababa de suceder
-en ella; y maravillado de ver tantas personas juntas en su patio,
-unas de pie sobre el brocal del pozo, otras al derredor dél, y todas
-llorando, entró con su caballo y el venablo ensagrentado en la mano;
-y preguntando que habia de nuevo, llegaron los criados de la casa,
-dando una mano con otra y arañandose la cara, diziendo: ¡Ay, mi señor,
-que acaba de suceder la mayor desgracia que los nacidos hayan visto!
-pues mi señora, sin que sepamos por que, quexandose de aquel maldito
-español que esta noche durmió en casa, llamandose engañada y adultera,
-y diziendo palabras que moviera á compasion á una peña, arrancandose á
-puños los cabellos, se echó, sin que la pudiesemos remediar, de cabeça
-en este hondo pozo, donde se hizo pedazos antes de llegar al suelo.
-El caballero, en oyendo tal, se quedó atonito sin hablar palabra por
-grande rato; y de alli á poco, vuelto en sí, se arrojó del caballo, y
-teniendose en el suelo, empeçó á lamentarse amargamente, suspirando y
-arrancandose con dolor increible las barbas, diziendo en presencia de
-todos: ¡Ay muger de mi alma! ¿Que es esto? ¿Como te apartaste de mí?
-¿Como me dexaste, serafin mio, solo y sin llevarme contigo? ¡Ay esposa
-mia y bien mio! ¿Que culpa tenias, si aquel enemigo español te engañó
-fingiendo ser tu amado marido? El solo tenia la culpa; pero ya pagó la
-pena. ¡Ay prenda de mis ojos! ¿Como será posible que yo viva un dia
-entero sin verte? ¿Adonde te fuiste, señora de mis ojos? Aguardaras
-siquiera á que yo volviera de vengarte, como agora vengo, y mataraste
-despues; que yo te acompañara en la muerte, como lo he hecho en vida.
-¡Ay de mí! ¿Que haré? ¡Triste de mí! ¿A donde iré ó que consejo tomaré?
-Pero ya le tengo tomado conmigo. Y diziendo esto, se levantó muy
-furioso, y metiendo mano á la espada, dezia: Juro por Dios verdadero
-que el que llegare á estorbarme lo que voy á executar ha de probar los
-filos de mi cortadora espada, sea quien se fuere. Llegose tras esto al
-brocal del pozo, haziendo una grandisima lamentacion, diziendo: Si tú
-¡oh muger mia! te desesperaste sin razon ninguna, y tu anima está en
-parte adonde no puedo acompañarla si no te imito en la muerte, razon
-será y justicia, pues tanto te amé y quise en vida, que no procure
-estar eternamente sino en la parte en que estuvieres; y asi, no temas,
-dulcisima prenda mia, que tarde en acompañarte. Como la gente que
-presente estaba, que no era poca y entre quien habia muchos caballeros
-y nobles de la ciudad, oyeron lo que dezia, porque no sucediese alguna
-desgracia se llegaron á él á darle algun consuelo, el cual estuvo
-escuchando echado de pechos sobre el brocal del pozo; y volviendo la
-cabeça de alli á un rato, vió cerca de sí á la ama que criaba su hijo,
-llorando amargamente con el niño en los braços; llegandose á ella con
-una furia diabolica, se le arrebató, y asiendole por la faja, dió
-con él cuatro ó seis golpes sobre la piedra del pozo, de suerte que
-le hizo la cabeza y braços dos mil pedazos, causando en todos esta
-desesperada determinacion increible lastima y espanto; si bien con
-todo, ninguno osaba llegarsele, temiendo su diabolica furia. Con lo
-cual començó tras esto á darse de bofetadas, diziendo: No viva hijo
-de un tan desventurado padre y de madre tan infeliz, ni haya tampoco
-memoria de un hombre cual yo en el mundo. Y diziendo esto, començó á
-llamar á su muger y á dezir: Señora y bien mio, si tú no estás en el
-cielo, ni yo quiero cielo ni paraiso, pues donde tú estuvieres estaré
-yo consoladisimo, siendo imposible que la pena del infierno me la dé
-estando contigo; porque donde tu estás no puede estar sino toda mi
-gloria. Ya voy, señora mia, aguarda, aguarda. Y con esto, sin poder
-ser detenido de nadie, se arrojó tambien de cabeça en el mismo pozo,
-haziendosela mil pedazos, y cayendo su desventurado cuerpo sobre el
-de su triste muger. Aqui fue el renovar los llantos cuantos presentes
-estaban; aqui el levantar las vozes al cielo, y el hinchirse la casa
-y calle de gente, maravillados cuantos llegaban á ella de semejante
-caso. A las nuevas dél, vino luego el gobernador de la ciudad, y
-informado del desdichado suceso, hizo sacar los cuerpos del pozo, y
-con parecer del obispo, los llevaron á un bosque vecino á la ciudad,
-donde fueron quemados, y echadas sus cenizas en un arroyo que cerca
-dél pasaba. En verdad que merece, dixo Sancho, el señor Bracamonte
-remojar el gaznate, segun se le ha enjugado en contar la vida y muerte,
-osequias y cabo de año de toda la familia flamenca de aquel malogrado
-caballero: yo reniego de su vengança, y mi anima con la de san Pedro.
-No dize mal Sancho, dixo uno de los canonigos; porque muy de temer es
-el fin triste de todos los interlocutores desa tragedia; pero no podran
-tenerle mejor (moralmente hablando) los principales personages della,
-habiendo dexado el estado de religiosos que habian empeçado á tomar,
-pues, como dixo bien el sabio prior al galan cuando quiso salirse de la
-religion, por maravilla acaban bien los que la dexan. En verdad, dixo
-don Quixote, que si el señor Japelin acabara tan bien su vida cuanto
-honrosamente acabó la del adultero soldado, que diera por ser él la
-mitad del reino de Chipre, que tengo de ganar; pues como muriera, no
-desesperado como murió, sino en alguna batalla, quedara gloriosisimo;
-que en fin un bel morir tutta la vita onora. Quiso Sancho salir á
-contar otro cuento, y impidieronselo los canonigos y su amo, diziendo
-que despues le contaria; que ahora era bien, guardando el decoro á los
-habitos religiosos de aquel venerable señor ermitaño, darle la primer
-tanda. Y asi le suplicaron la aceptase, contandoles algo que fuese
-menos melancolico que el cuento pasado, y que no pusiese como él las
-almas de todas las figuras en el infierno; porque era cosa que los
-habia dexado tristisimos; si bien todos alabaron al curioso soldado de
-la buena disposicion de la historia, y de la propriedad y honestidad
-con que habia tratado cosas que de sí eran algo infames. Excusose el
-ermitaño cuanto pudo, y viendo era en vano, con pretesto de que nadie
-interromperia el hilo de su historia, empeçó la siguiente, diferente en
-todo de la pasada, y más en el fin.
-
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-
-CAPITULO XVII
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-En que el ermitaño da principio á su cuento de los Felizes Amantes.
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-Cerca los muros de una ciudad de las buenas de España hay un monasterio
-de religiosas de cierta orden, en el cual habia una, entre otras, que
-lo era tanto, que no era menos conocida por su honestidad y virtudes,
-que por su rara belleza: llamabase doña Luisa, la cual, yendo cada dia
-creciendo de virtud en virtud, llegó á ser tan famosa en ella, que
-por su oracion, penitencia y recogimiento mereció que siendo de solos
-veinte y cinco años, la eligiesen por su perlada las religiosas del
-convento, de comun acuerdo, en el cual cargo procedió con tanto exemplo
-y discrecion, que cuantos la conocian y trataban la tenian por un angel
-del cielo. Sucedió pues que cierta tarde, estando en el locutorio
-del convento un caballero llamado don Gregorio, moço rico, galan y
-discreto, hablando con una deuda suya, llegó la Priora, á quien él
-conocia bien por haberse criado juntos cuando niño, y aun querido
-algo con sencillo amor, por la vecindad de las casas de sus padres; y
-viendola él, se levantó con el sombrero en la mano, y pidiendola de su
-salud, y suplicandola emplease la cumplida de que gozaba en cosas de
-su servicio, le dixo ella: Esté v. m., mi señor don Gregorio, muy en
-hora buena, y sepamos de su boca lo que hay de nuevo, ya que sabemos
-de su valor con la merced que nos haze. Ninguna, respondió él, puede
-hazer quien nació para servir hasta los perros desta dichosa casa:
-ni sé nuevas de que avisar á v. m., pues no lo seran de que de las
-obligaciones que tengo á mi prima nacen mis frecuentes visitas, y la
-que hoy hago es á cuenta de un deudo que le suplica en un papel le
-regale con no sé que alcorzas, en cambio de ocho varas de un picotillo
-famoso ó perpetuan vareteado que le envia. Bien me parece, dixo la
-Priora; pero con todo, v. m. me la ha de hazer á mí de que, en acabando
-con doña Catalina, se sirva de llevar de mi parte este papel á mi
-hermana; que basta dezir esto para que sepa en que convento, pues no
-tengo más que la religiosa, de la cual aguardo ciertas floreras para
-una fiesta de la Virgen que tengo de hazer, con obligacion de que ha de
-dar orden v. m. en que se me traigan esta tarde con la respuesta; que
-por ser el recado de cosa tan justificada, y v. m. tan señor mio casi
-desde la cuna, me atrevo á usar esta llaneza. Puede v. m., respondió
-el caballero, mandarme, mi señora, cosas de mayor consideracion; que
-pues no me falta para conocer mis obligaciones, tampoco me faltará,
-mientras viva, el gusto de acudir á ellas; que más en la memoria tengo
-los pueriles juguetes y los asomos que entre ellos dí de muy aficionado
-servidor dese singular valor, de lo que v. m. puede representarme.
-Riose la Priora, y medio corriose de la preñez de dichas razones,
-con que se despidió luego, diziendo lo hazia por no impedir la buena
-conversacion, y porque le quedase lugar de hazerle la merced suplicada,
-cuya respuesta quedaba aguardando. Apenas se hubo despedido ella,
-cuando don Gregorio hizo lo mismo de su prima, deseosisimo de mostrar
-su voluntad en la brevedad con que acudia á lo que se le habia mandado.
-Fue al monasterio do estaba la hermana de la Priora, cuyas memorias
-fueron representando de suerte á la suya su singular perfecion,
-hermosura, cortesia de palabras, discrecion, y la gravedad y decoro de
-su persona, juntamente con la prudencia con que le habia dado pie para
-que, sirviendola en aquella niñeria, la visitase, que con la bateria
-deste pensamiento se le fue aficionando en tanto extremo, que propuso
-descubrille muy de proposito el infinito deseo que tenia de servilla,
-luego que volviese á traelle la respuesta. Llegó con esta resolucion
-al torno del convento de la hermana; llamola, diole el papel y prisa
-por su respuesta, y ofreciosele cuanto pudo; y agradeciendo su termino
-doña Ines (que este era el nombre de la hermana de la Priora), diole
-la deseada respuesta á él, y á un paje suyo las curiosas flores de
-seda que pedia, compuestas en un açafate grande de vistosos mimbres.
-Volvió luego, contentisimo con todo, don Gregorio á los ojos de la
-discreta Priora, y llegando al torno de su convento y llamandola, pasó
-al mismo locutorio en que la habia hablado, por orden della, no poco
-loco del gozo que sintió su animo, por la ocasion que se le ofrecia de
-explicarle su deseo en la platica, que de proposito pensaba alargar
-para este efecto, como quien totalmente estaba ya enamorado della.
-Apenas entró en la grada el recien amartelado mancebo, cuando acudió
-á ella la Priora, diziendole: A fe, mi señor don Gregorio, que haze
-fielmente v. m. el ofizio de recaudero, pues dentro de una hora me veo
-con las deseadas flores, respuesta de mi hermana, y en presencia de v.
-m., á quien vengo á agradecer como debo tan extraordinaria diligencia.
-Señora mia, respondió él, por eso dize el refran: Al moço malo ponedle
-la mesa y enviadle al recaudo. Está bien dicho, replicó ella; pero
-ese proverbio no haze (á mi juizio) al proposito; porque ni á v. m.
-tengo por malo ni en esta grada hay mesa puesta, ni es hora de comer;
-si no es que v. m. lo diga (que á eso obligan esas razones) porque
-le sirva con algunas pastillas de boca ó otra niñeria de dulce; y si
-á ese fin se dirige el refran, acudiré presto á mi obligacion con
-grande gusto. No ha dado v. m. en el blanco, respondió don Gregorio;
-que sin que hable de pastillas ni conservas, sustentaré facilmente
-se halla y verifica en este locutorio cuanto el refran dize. ¿Como,
-respondió doña Luisa, me probará v. m. que es mal moço? Lo más facil
-de probar, dixo él, es eso, pues malo es todo aquello que para el
-fin deseado vale poco; y valiendolo yo para cosas del servicio de v.
-m., que es lo que más deseo, y á quien tengo puesta la mira, bien
-claro se sigue mi poco valor; y no teniendole, ¿que puedo tener de
-bondad, si ya no es que la de v. m. me la comunique, como quien está
-riquisima della y de perfeciones? Gran retorico, dixo la Priora, viene
-v. m., y más de lo que por acá lo somos para responderle; que, en fin,
-somos mugeres que no vamos por el camino carretero, hablando á lo
-sano de Castilla la Vieja; aunque, con todo, no dexaré de obligarle
-á que me pruebe como se salva lo que dixo, que dexó la mesa puesta
-cuando fue con el papel que le supliqué llevase á mi hermana, ya que
-aparentemente me ha probado que es mal moço. Eso, señora mia, respondió
-él, tambien me será cosa poco dificultosa de probar; porque donde
-se ve el alegria de los convidados y el contento y regocijo de los
-moços pereçosos, juntamente con el concurso de pobres que se llegan
-á la puerta, se dize que está ya la mesa puesta y que hay convite;
-lo mismo colegí yo del gozo que sentí cuando merecí ver esa generosa
-presencia de v. m., que se me ofrecia con ella, pues vi en ese bello
-aspecto, digno de todo respeto, una esplendidisima mesa de regalados
-manjares para el gusto, pues le tuve y tengo el mayor que jamas he
-tenido, en ver la virtud que resplandece en v. m., pan confortativo
-de mis desmayados alientos, acompañada de la sal de sus gracias, y
-vino de su risueña afabilidad; si bien me acobarda el cuchillo del
-rigor con que espero ha de tratar su honestidad mi atrevimiento, si ya
-esa singular hermosura, despertador concertado dél, no le disculpa.
-Quedosela mirando sin pestañear, dichas estas razones, saltaronseles
-tras ellas algunas lagrimas de los amorosos ojos, harto bien vistas y
-mejor notadas de doña Luisa, á cuyo coraçon dieron no pequeña bateria;
-aunque disimulandola, y encubriendo cuanto pudo la turbacion que le
-causaron, le respondió con alegre rostro, diziendo: Jamas pensara de
-la mucha prudencia y discrecion de v. m., señor don Gregorio, que,
-conociendome tantos años ha, pudiese juzgarme por tan bozal, que no
-llegue á conocer la doblez de sus palabras, el fingimiento de sus
-razones y la falsedad de los argumentos con que ha querido probar la
-suficiencia de mi corto caudal; mas pase por agora el donaire (que
-por tal tengo cuanto v. m. ha dicho); y pues tiene en esta casa prima
-de las prendas de doña Catalina, que le desea servir en extremo, no
-tiene que pretender más, pues cuando lo haga no sacará de sus desvelos
-sino un alquitran de deseos dificiles de apagar si una vez cobran
-fuerça, pues la mesma imposibilidad les sirve á los tales de ordinario
-incentivo, en quien se ceban, pues de contino el objeto presente, que
-mueve con más eficacia que el ausente á la potencia muestra la suya
-cuando lucha con los imposibles que tenemos las religiosas. Con esto
-(pues v. m. me entenderá como discreto) pienso he bastantisimamente
-satisfecho á las palabras y muestras de voluntad de v. m.; y con ello
-se despide la mia; pero no de que me mande cosas de su servicio, más
-conformes á razon y de menos imposibilidad; que haziendolo, podrá v.
-m. acudir una y mil vezes á probar las veras de mi agradecimiento; y
-cuando las ocupaciones de mi ofizio me tuvieren ocupada, no faltaran
-religiosas de buen gusto que no lo estén para acudir en mi lugar á
-servir y entretener á v. m. Habia estado don Gregorio oyendo esta
-despedida equivoca con estraña suspension, mirando siempre de hito en
-hito á quien se la daba; y desocupado de oir, respondió agradecia mucho
-la merced que se le hazia, pues cualquiera, por pequeña que fuese, le
-sobraba; pero que entendia quedaba de suerte con la llaga que la vista
-de sus blancas tocas y bellisimo rostro (manteles ricos de la mesa que
-de sus gracias habia puesto á su voluntad) le habia causado, que tenia
-su vida por muy corta si su mano, en quien ella estaba, no le concedia
-algun remedio para sustentarla. Despidiose la Priora tras esto dél,
-diziendole se reportase, y fiase lo demas del tiempo y de la frecuencia
-de las visitas, para las cuales de nuevo le daba licencia. Volviose don
-Gregorio á su casa tan enamorado de doña Luisa, que de ninguna manera
-podia hallar sosiego: acostose sin cenar, lamentandose lo más de la
-noche de su fortuna y de la triste hora en que habia visto el bello
-angel de la Priora, la cual luego tambien que se apartó dél se subió
-con el mismo cuidado á su celda, do començó á revolver en su coraçon
-las cuerdas razones que don Gregorio le habia dicho, las lagrimas que
-en su presencia y por su amor habia derramado, la aficion grande que
-le mostraba tener, y el peligro de la vida con que á su parecer iba si
-no le hazia algun favor; y el ser él tan principal y gentil hombre,
-y conocido suyo desde niño, ayudó á que el demonio (que lo que á las
-mugeres se dize una vez, se lo dize á solas él diez) tuviese bastante
-leña con ello para encender, como encendió, el lascivo fuego con que
-començó á abrasarse el casto coraçon de la descuidada Priora; y fue
-tan cruel el incendio, que pasó con él la noche con la misma inquietud
-que la pasó don Gregorio, imaginando siempre en la traça que tendria
-para declararle su amoroso intento. Venida la mañana, baxó luego con
-este cuidado al torno, y llamando una confidente mandadera, le dixo:
-Id luego á casa del señor don Gregorio, primo de doña Catalina, y
-dezidle de mi parte que le beso las manos, y que le suplico me haga
-merced de llegarse acá esta tarde; que tengo que tratar con él un
-negocio de importancia. Fue al punto la recaudera, cuyo recado recebió
-don Gregorio con el gusto que imaginar se puede, asentado en la cama;
-de la cual no pensaba levantarse tan presto, y dixo á la muger: Dezid
-á la señora Priora que beso á su merced las manos, y que me habeis
-hallado en la cama, en la cual estaba de suerte, que, á no mandarmelo
-su merced, no me levantara della en muchos dias, porque el mal con
-que sali de su presencia ayer tarde me ha apretado esta noche con
-increible fuerça; pero ya con el recado cobro la necesaria para
-poder acudir, como acudiré á las dos en punto, á ver lo que manda su
-merced. Fuese la mandadera, y quedó el amante caballero totalmente
-maravillado de aquella novedad, y no sabia á que atribuirla: por una
-parte consideraba el rigor con que el dia pasado le habia despedido;
-y por otra, el enviarle á llamar tan de prisa para comunicarle (como
-la mandadera le habia dicho) un negocio de importancia, le aseguraba
-ó prometia algun piadoso remedio. Aguardaba con sumo deseo el fin de
-la visita, y llegada la hora de hazella, fue puntualisimamente al
-convento; y avisando en el torno, y cobrada respuesta en él de que
-pasase á la grada, fue á ella, do estuvo esperando á que la Priora
-saliese, haziendosele cada instante de su tardanza un siglo; pero salió
-dentro de breve rato, risueña y con muestras de mucha afabilidad,
-diziendole, no sin turbacion interior: No quiere tan mal á v. m.
-como piensa, mi señor don Gregorio, quien le ha enviado á llamar en
-amaneciendo con tanto cuidado; pero hanmele causado tan grande las
-muestras de indisposicion con que v. m. se fue anoche, que temiendo
-no naciese ella del cansancio tomado en ir y venir del convento de mi
-hermana á este á mi cuenta, me ha parecido quedaba tambien á ella el
-saber, lo uno de su salud, y lo otro el divertille esta tarde de la
-pasada melancolia, causada de mi inadvertencia; que sin duda de la que
-debi tener en el hablar tomó v. m. ocasion para dezirme aquellas tan
-amorosas cuanto estudiadas razones con que pretendió darme á entender,
-á vueltas de aquellas fingidas lagrimas, le desvelaban mis memorias y
-enamoraban mis cortas prendas; pero no le ha salido mal el intento,
-si le tuvo de obligarme con eso á que le enviase á llamar, pues en
-efecto ha salido con él; y si ese ha sido el artificio motriz de
-aquel fingimiento, digame v. m. agora sin él, pues me tiene presente,
-su pretension; que para ello le da cumplidisima licencia mi natural
-vergüença, pues (como dizen) el oir no puede ofender; y hago esto
-porque, como me dixo v. m. al despedirse, habia yo de ser causa de
-su temprana muerte, no me ha parecido debia dar lugar á que el mundo
-me tuviese por homicida de quien tantas partes tiene, y es por ellas
-digno de vivir los años que mi buen deseo suplica á Dios le dé de vida,
-confiada en que no perderemos nada los desta casa en que la tenga
-larguisima quien tan bienhechor es della. Respondiole don Gregorio,
-cobrando un nuevo y cortes atrevimiento, diziendo: Ha sido tan grande,
-señora mia, la merced que hoy se me ha hecho y va haziendo agora, y
-hallome tan incapaz de merecerla, que me parece que aunque los años de
-mi vida llegasen á ser tantos cuantos prometen los nobles y religiosos
-deseos de v. m., no podia pagar en ellos, por más que los emplease en
-servicio de esta casa, la minima parte della; pero ya que no la puedo
-pagar con caudal equivalente, pagarela, á lo menos, con el que agora
-corre entre discretos, que es con notable agradecimiento y confesion
-de perpetuo reconocimiento; aunque quiero que v. m. entienda (y esto
-sabe el cielo cuanta verdad es) que si no acudiera con la brevedad
-que acudió con el recaudo y esperanças de su visita, ya no la tuviera
-yo, ni vida con ella, á la hora presente, segun me apretaba la pasion
-amorosa que las gracias de v. m. me causan; pero ya de aqui adelante
-pretendo mirar por mi vida, para tener siquiera qué emplear en servicio
-de quien tan bien sabe darmela cuando menos la confio; y porque acabe
-de conocer proseguirá v. m. el hazermela, quiero atrevidamente pedir
-otra de nuevo, confiado en lo que acaba de dezir, de que gusta de mi
-vida. Veamos, dixo la Priora, que cosa es, y conforme á la peticion,
-se podrá facilmente juzgar si será justo concederla ó no: diga v. m.
-Yo, señora, no pido nada, replicó él; que no querria me sucediese lo
-de anoche, de dar pesadumbre á v. m. Sin duda, dixo ella, que debe de
-ser, segun se le haze de mal el dezirlo, algun pie de monte de oro. No
-es, respondió don Gregorio, sino una mano de plata (que tales son las
-blanquisimas de v. m.) para besarla por entre esta reja. Aunque haya
-sido atrevimiento, señor don Gregorio, replicó la Priora, no dexaré de
-usar desa llaneza y libertad, por haberlo prometido;--y sacando de un
-curioso guante la mano, la metió por la reja, y don Gregorio, loco de
-contento, la besó, haziendo y diziendo con ella mil amorosas agudezas,
-y ella le dixo: Agora ¿estará v. m. contento? Estoylo tanto, replicó
-el nuevo amante, que salgo de juizio, pues con esto cobro nueva vida,
-nuevo aliento, nuevo gozo, y sobre todo, nuevas esperanças de que se
-lograrán más de cada dia las mias; y asi podré dezir está todo mi ser
-en la mano de v. m., en la cual, como pongo los ojos, pongo y pondré
-mientras viva mis deseos y memorias. Pues, señor don Gregorio, dixo
-doña Luisa, ya no es tiempo de disimulacion ni de que v. m. ignore que
-si me ama con las veras que finge, no haze cosa que no me la deba;
-y si he disimulado hasta agora, ha sido no con poca violencia de mi
-voluntad; pero forçabanla el ser muger y religiosa y cabeça de cuantas
-lo son en esta grave casa, y tambien que deseaba enterarme y ver si
-la perseverancia confirmaba los asomos del amor que con palabras y
-lagrimas me començó á mostrar; pero ya que mi ceguera me obliga á que
-crea lo que tan dificil es de averiguar, digo que soy contentisima de
-que todos los dias me visite, y aun le suplico lo haga, variando las
-horas para mayor disimulacion; y advierta v. m. hago más en confesarme
-ciega y amante, que en cuanto tras eso diere lugar á v. m., pues el
-mayor imposible que sentimos las mugeres es el haber de otorgar amamos
-á quien con sola esa confesion suele tomar animo para condenarnos á
-perpetuo desprecio y desesperados celos: ¡plegue á Dios no me suceda á
-mí asi! Libertad terná v. m. de hablarme sin impedimento; que el ser
-priora me da aquella y me quita estos; y crea v. m. que perseverando,
-pienso serle autora de mayores servicios; y baste por agora, y v. m.
-se vaya; que quedo confusisima de mi determinacion y de la poca fuerça
-que en mí siento para resistir á mayores baterias; y lo demas quede
-para otro dia. Despidieronse con esto, quedando los dos tan enamorados
-como dirá el suceso del verdadero cuento. Luego començaron á andar
-los recaudos, los billetes, y á frecuentarse las visitas, enviandose
-regalos y presentes de una parte y otra con tanta frecuencia, que ya
-daban de sí no poca nota; si bien, como todos veian la autoridad de la
-Priora, no reparaban tanto en ello como fuera razon. Duroles este trato
-por más de seis meses, hasta que, estando los dos un dia hablando en el
-locutorio, començó don Gregorio á maldezir las rejas, que eran estorbo
-de que él gozase del mejor bien que gozar podia y deseaba; y lo mesmo
-dezia ella; que era de suerte su amor, y estaba tan perdida por el
-moço, y tan otra de lo que solia, y era tan frecuentadora de billetes y
-ternuras, que hasta el mismo don Gregorio se espantaba de verla tal; y
-fue de manera, que ella fue quien dió principio á su misma perdicion,
-pues le dixo esa mesma tarde: ¿Es posible, señor, que mostrandome el
-amor que me mostrais, seais tan pusilanime y tan para poco, que no deis
-traça de entrar de noche por alguna secreta parte adonde podamos gozar
-ambos sin çoçobras el dulce fruto de nuestros amores? ¿No advertis
-que soy priora y que tengo libertad para poderlo hazer con el debido
-secreto? Yo, á lo menos, de mi parte, si vos os disponeis para ello,
-harto bien traçado lo tengo con mi deseo y facilitado con vuestra
-cobardia; y aun si no fuera ella tanta, podriais sacarme de aqui y
-llevarme adonde os diese gusto, pues vivo y estoy en todo dispuesta de
-seguir el vuestro. Maravillado don Gregorio desta determinacion, la
-respondió: Ya, prenda mia, os he dicho muchas vezes que estoy aparejado
-para todo aquello que fuere de vuestro entretenimiento y regalo; y asi,
-pues me enseñais lo que debo hazer, será el negocio desta manera. Yo
-tomaré dos caballos de casa de mi padre, recogiendo juntamente della
-todo el más dinero que pudiere, y vendré á la media noche por la parte
-del convento que mejor y más secreto os pareciere; y saliendo dél,
-subireis en el uno, yo en el otro, y asi nos iremos juntos á media
-posta á algun reino estraño, donde, sin ser conocidos, podremos vivir
-todo el tiempo que nos diere gusto; y vos, pues teneis las llaves del
-dinero, plata y depositos deste convento, podreis tambien recoger la
-mayor suma de cosas de valor que podais, para que vamos asi seguros
-de no vernos jamas en necesidad. Asi me parece bien, replicó ella,
-que se debe hazer. Quedaron desde luego de concierto de que su ida
-fuese á la una de la noche del siguiente domingo, despues de dichos
-los maitines, hora en que el galan sin falta estaria aguardando á la
-puerta de la iglesia con los caballos; que pues ella se quedaba las
-noches con las llaves de casa, facilmente podria abrir la sacristia, y
-salir por ella al dicho puesto por la puerta principal de la iglesia,
-con presupuesto de caminar la misma noche diez ó doze leguas á toda
-deligencia, para que cuando los echasen menos fuese más dificultoso el
-hallarlos. Con este concierto y con el de que don Gregorio le enviaria
-bien envueltos, como si fuese colgadura, unos curiosos vestidos de dama
-con que saliese, se despidieron; y en haziendolo, començó la Priora á
-dar orden en su partida, cosiendo en un honesto faldellin que habia
-de llevar debaxo, las doblas que pudo recoger, que no fueron pocas,
-poniendo en una bolsa otra gran cantidad de moneda de plata, para
-llevarla más á mano; de suerte que sacó del convento entre moneda y
-joyas más de mil ducados. La mesma prevencion hizo don Gregorio, el
-cual, contrahaziendo las llaves de ciertos cofres de su padre, sacó
-dellos más de otros mil ducados, sin otra gran cantidad de dineros
-que pidió prestados á amigos; que con la confianza de que era hijo
-unico y mayorazgo de caballeros de más de tres mil de renta, fue facil
-hallar algunos que se los prestasen. Llegado el concertado domingo, á
-las doze de media noche, hora de universal silencio por la seguridad
-que dan los primeros sueños, que, por serlo, son más profundos, se
-baxó don Gregorio con la aprestada maleta de lo que habia de llevar,
-á la caballeriza, y ensillando en ella dos de los mejores caballos,
-sin ser de nadie sentido se salió de casa, y fue al monasterio, do
-estuvo aguardando en la puerta de la iglesia á que su querida doña
-Luisa saliese, la cual, acabados los maitines, se volvió á su celda,
-y quitandose en ella los habitos, se vistió las ropas de secular que
-don Gregorio le habia enviado, y tenia en un arca, como queda dicho;
-y poniendo las de religiosa sobre una mesa, y dexando alli una bien
-larga carta escrita de la causa que sus amores le dieron para irse
-(como se iba) con don Gregorio, dexó, ni más ni menos, alli una vela
-encendida, con el breviario y rosario, de quien siempre habia sido
-devotisima, y por él lo habia sido en sumo grado de la Virgen, señora
-nuestra, toda su vida; y tomando tras esto un gran manojo de llaves,
-las cuales eran de toda la casa y de la iglesia, se salió de la celda
-lo más pasito que le fue posible, y se fue por el claustro, y baxó
-á la sacristia; y abriendola sin ser sentida, salió al cuerpo de la
-iglesia con las llaves en la mano; y habiendo de pasar al salir della
-por delante de un altar de la Virgen benditisima, de cuya imagen era
-particular devota, y le celebraba todas las fiestas suyas con la mayor
-solenidad y devocion que podia, á la que llegó delante della, se hincó
-de rodillas, diziendo con particular ternura interior y notable cariño
-de despedirse della, privandose del verla, porque era la cosa que más
-queria en esta vida: Madre de Dios y Virgen purisima, sabe el cielo y
-sabeis vos cuanto siento el ausentarme de vuestros ojos; pero estan tan
-ciegos los mios por el moço que me lleva, sin hallar fuerças en mí,
-con que resistir á la pasion amorosa que me lleva tras sí, voy yo tras
-ella sin reparar en los inconvenientes y daños que me estan amenaçando;
-pero no quiero emprender la jornada sin encomendaros, Señora, como os
-encomiendo con las mayores veras que puedo, estas religiosas que hasta
-ahora han estado á mi cargo: tenedle pues dellas, Madre de piedad,
-pues son vuestras hijas, á las cuales yo, como mala madastra, dexo y
-desamparo: amparadlas, digo, Virgen santisima, por vuestra angelica
-puridad, como verdadero manantial de todas las misericordias, siendo
-como sois la madre de la fuente dellas: de Cristo, digo, nuestro Dios
-y Señor. Volved y mirad, os suplico otra vez, en mi lugar, por estas
-siervas vuestras que aqui quedan, más cuidadosas de su limpieza y
-salvacion que yo, que voy despeñandome tras lo que me ha de hazer
-perder lo uno y lo otro, si vos, Señora, no os apiadais de mí; pero
-confio que lo hareis, obligada de vuestra inexplicable y natural piedad
-y de la devocion con que siempre he rezado vuestro santisimo rosario. Y
-dicha esta breve oracion, y hecha tras ella una profunda reverencia á
-la imagen, abrió el postigo de la iglesia, y abierto, se volvió á dexar
-las llaves delante del dicho altar de la Virgen, tras lo cual se salió
-á la calle, entornando tras sí la puerta. Apenas estuvo fuera della,
-cuando le salió al encuentro don Gregorio, que la estaba aguardando
-hecho ojos, y tomandola en braços (tras haberla tenido un breve rato
-entre los suyos amorosos haziendo desenvolturas que el recelo de no
-ser vistos le consintió), la subió en el caballo que le pareció más
-manso, con que començaron luego á caminar de suerte que los vino á
-tomar el dia seis ó siete leguas lexos de adonde habian salido; y en el
-primer lugar se proveyeron de todo lo necesario tocante á la comida,
-con fin de no entrar en poblado, si no fuese de noche, para hurtar asi
-el cuerpo á la mucha gente que tenian por sin duda iria en su busca.
-En efeto, señores, que aquella habia profesado y prometido castidad
-á Dios, y la habia guardado hasta entonzes con notables muestras de
-virtud, permitiendolo asi su divina Magestad por su secreto juizio y
-por dar muestras de su omnipotencia (la cual manifiesta, como canta
-la Iglesia, en perdonar á grandes pecadores gravisimos pecados), y
-por mostrar tambien lo que con él vale la intercesion de la Virgen
-gloriosisima, madre suya, y con cuantas veras la interpone ella en
-favor de los devotos de su santisimo rosario, la perdió por un deleite
-sensual y momentaneo, yendo á rienda suelta por el camino fragoso de
-sus torpezas, olvidada de Dios, de su profesion y de todos los buenos
-respetos que á quien era debia. Mas no hay que maravillarse hiziese
-esto, dexada de la mano de Dios, pues, como dize san Agustin, más
-hay que espantarse de los pecados que dexa de hazer el alma á quien
-desampara su divina misericordia, que de los que comete; que eso,
-dize David, vozean los demonios, enemigos de nuestra salvacion, al
-hombre que llega á tal miseria tomando animo por ello de perseguirle,
-y prometiendose vencerle en todo genero de vicios: Deus dereliquit
-eum: persequimini et comprehendite eum, quia non est qui eripiat.
-Continuaron su camino los ciegos amantes, con los justos miedos y
-sobresaltos que imaginar se pueden de quien anda en desgracia de Dios,
-algunos dias, sin parar jamas hasta que llegaron á la gran ciudad
-de Lisboa, cabeça del ilustre reino de Portugal. Alli pues hizo don
-Gregorio una carta falsa de matrimonio, y alquilando una buena casa,
-compró sillas, tapices, bufetes, camas y estrado con almohadas para
-su dama, con el demas ajuar necesario para moblar una honrada casa,
-comprando juntamente para el servicio della un negro y una negra:
-cargó tras esto de galas y joyas para adorno suyo y de su bella doña
-Luisa. Pasaron la vida muchos dias, acudiendo en aquella ciudad á todo
-cuanto apetecian sus ciegos sentidos, como fuese de entretenimiento,
-disolucion y fausto, sin perder fiesta ni comedia la gallarda forastera
-(que asi la llamaban los portugueses) de cuantas en Lisboa se hazian.
-Paseaba tambien sus calles don Gregorio de dia, ya con una gala y
-caballo, y ya con otro, gozando sin escrupulo ninguno de conciencia
-de aquella pobre apostata perlada, olvidado totalmente de Dios y sin
-rastro de temor de su divina justicia; porque, como dize el Espiritu
-Santo por boca de Salomon, lo que menos teme el malo cuando llega
-á lo ultimo de su maldad, es á Dios. Dos años estuvieron en Lisboa
-los ciegos amantes, gastandolos en la vida más libre y deleitosa que
-imaginarse puede, pues todo fue galas, convites, fiestas, y sobre todo
-juegos, á que don Gregorio se dió sin moderacion alguna.
-
-
-
-
-CAPITULO XVIII
-
-En que el ermitaño cuenta la baxa que dieron los Felizes Amantes en
-Lisboa por la poca moderacion que tuvieron en su trato.
-
-
-Es infalible que se llegue al cabo de adonde se saca algo (como dize
-el refran) y no se echa. Digolo, señores, porque, como dieron tanta
-prisa las libertades de don Gregorio y sus juegos, y las galas de su
-doña Luisa y sus saraos, á desembolsar los dineros que habian traido
-de su tierra, sin que de ninguna parte ni de ningun modo les viniese
-ganancia, començaron al cabo de los dos años dichos á echar de ver
-ambos se iban empobreziendo; y hizieronlo tan por la posta, que en
-breve les fue forçoso vender las colgaduras y aun muchas ó todas las
-joyas de casa, tras lo cual vendió él tres ó cuatro caballos que tenia;
-pero remediose poco con su venta, porque con el dinero que sacó della,
-codicioso de ganar ó picado de lo perdido, se fue á una casa de juego,
-do tras perderle todo, vino á perder hasta un famoso ferreruelo que
-traia, siendole necesario detenerse hasta la noche sin volver á su
-casa, porque no le viesen los que le conocian, ir (como de hecho fue)
-en cuerpo por las calles; y llegando apesarado, corrido, pobre y sin
-capa á los ojos de su doña Luisa, que le aguardaba con harta necesidad,
-no tuvo animo la triste dama de reprenderle su inconsideracion,
-temerosa de no darle materia para que la dexase ó hiziese alguna
-baxeza; antes consolandole, dió orden de que vendiesen los negros, como
-lo hizieron; pero acabaronse presto los dineros que sacaron dellos,
-parte con el gasto ordinario, y parte con los escesos del juego de don
-Gregorio, que eran grandes (quiçá por permision divina, para reducirlos
-á su conocimiento, mediante la necesidad), y llegaron al cabo á verse
-tales, que ni prenda que empeñar, ni pieça que vender tuvieron: con
-que el dueño de la casa, conociendo el peligro que corria la cobranza
-de sus alquileres, dió orden de executarlos por ellos si no le daban
-por seguro algun abonado fiador: fueles imposible hallarle; y asi,
-hubo el galan de rematar con los vestidos de su doña Luisa, á la cual
-viendo llorosa, desnuda, corrida y medio desesperada, dixo el prodigo
-moço un dia: Ya veis, mi bien, lo que pasa y cuan imposible nos es
-vivir en esta ciudad sin notable nota della y vergüença nuestra, por
-ser tan conocidos de la gente principal, de quien no tengo cara para
-ampararme. Muy sin consideracion hemos andado en gastar tan sin tino
-lo que de nuestras tierras sacamos, y sin mirar en lo que adelante nos
-podia suceder; pero pues para lo hecho no hay remedio, pareceme que
-lo que agora debemos hazer, previniendo mayores daños, es, que pues
-nos vemos tales, nos salgamos una noche, sin ser vistos, de Lisboa, y
-vamos á dar cabo á la primer ciudad de Castilla, que es Badajoz, do,
-por no conocernos ni habernos visto con la pompa y fausto que los de
-Lisboa, podremos pasarlo mejor y con menos gasto; que pues vos teneis
-tan buenas manos para cosas de labor, facil será el ganar con ellas con
-que moderadamente vivamos, ya enseñando á labrar á algunas niñas, y ya
-labrando para otros. Respondiole con no pocas lagrimas y sentimiento la
-triste dama que hiziese della cuanto fuese de su gusto, pues estaba ya
-dispuesta á seguirle en todo sin contradizion alguna. Salieronse, cual
-pueden pensar vs. ms., de la gran Lisboa, haziendo su viage á pie y sin
-más provision ni ropa que la que llevaban á cuestas, yendo sin espada
-y en cuerpo don Gregorio, por la perdida que habia hecho de su capa en
-el juego; pero lo que él más sentia era verse imposibilitado de poder
-llevar á caballo á su doña Luisa, que por la aspereza de los caminos
-y delgadeza de sus pies, los llevaba abiertos y cribillados, por ir,
-como iba, con pobrisimo calçado, y necesitada, en fin, de pedir limosna
-por las puertas de las casas de los pueblos por donde pasaba, como
-tambien lo iba haziendo él, llenas sus plantas de vejigas. Llegaron
-al cabo de algunos dias á Badajoz despeados, do llegando, les fue
-forçoso irse á alojar por su gran pobreza al hospital; que era tanta,
-que si algunos compasivos pobres dél no les dieran de los mendrugos
-que por las casas habian recogido de limosna, quedaran la noche que
-llegaron, sin cenar. Aqui fue el llorar, hecha otro hijo prodigo, de
-la afligida doña Luisa, y el considerar la abundancia que tenia en el
-monasterio de donde era priora; aqui el arrepentirse de haber salido
-tan inconsideradamente dél con don Gregorio, con tan grave ofensa de
-Dios y tan en deshonra de los linajes de entrambos; aqui, finalmente,
-el solloçar por la perdida de la irrecuperable joya de la virginidad.
-Pasó la noche, en efeto, la aburrida señora lamentando con estraño
-sentimiento su desventura, tanto, que el afligido don Gregorio no le
-osaba hablar; antes corridisimo y melancolico, se estaba escuchandola
-en un rincon del mismo aposento; y si algo dezia, era tambien endechas
-y pesares por los que padecia y esperaba padecer, sin esperanças
-de poder volver en toda su vida á su tierra, en la cual era rico y
-regalado mayorazgo: con cuya consideracion y con la que tenia del
-sentimiento de sus padres, deudos y amigos, arrancaba de rato en rato
-un doloroso suspiro del centro de su afligida alma, con que enternecia
-las piedras, maldiziendo su desconcierto, ciega determinacion, locos
-amores y á los infernales gustos, y finalmente la primer vista de quien
-habia sido causa total de tan fatales principios y del fin peligroso
-que ellos las vidas de su cuerpo y alma amenazaban. Pasada la noche
-en estas ocupaciones y sentimientos, y venida la mañana, entró en el
-hospital un caballero mancebo, á quien tocaba reconocer aquella semana
-que gente habia entrado y dormido en él; que para no dar lugar á que
-se poblase de vagamundos tenia esta cuerda providencia aquella ciudad,
-de tener administradores que por semana visitasen los peregrinos y se
-informasen de sus necesidades; y llegandose á doña Luisa, luego que
-la vió moça y hermosa, aunque mal vestida, le preguntó que de donde
-era; y respondiendo ella con muestras de vergüenza que de Toledo,
-replicó él si conocia á tales y tales personas bien señaladas en dicha
-ciudad: respondió la dama luego que no, porque habia mucho tiempo
-que habia salido de allá. Estando en esta platica, se les juntó don
-Gregorio, diziendo: Esta muger, señor mio, es natural de Valladolid,
-y es mi esposa. ¿Pues para que, dijo el caballero, es menester mentir
-aqui? Muestrenme acá la carta del casamiento; porque, si no son marido
-y muger, seran muy bien castigados. Sacó luego su carta falsa don
-Gregorio, y enseñosela, de la cual el caballero quedó satisfecho, y les
-preguntó que adonde caminaban; porque alli no podian estar más de solo
-un dia. Respondió don Gregorio que venian á aquella ciudad de asiento
-para vivir en ella. ¿Pues que ofizio teneis? replicó el administrador.
-Respondiole que no tenia ofizio; pero que su muger era labrandera, y
-queria alli, habiendo comodidad, enseñar á labrar algunas niñas. De
-suerte, dixo el caballero, que ella os ha de sustentar á vos: harto
-trabajo tendreis ambos: con todo, por amor de Dios os llevaré hoy á
-mi casa, y os daré en ella de comer hasta buscaros alguna comodidad
-con que vos y vuestra muger, que parece honrada, podais vivir en
-esta tierra. Mandó tras esto á un paje que los llevase á su casa:
-agradecieronselo mucho ellos; y por el camino, preguntando por las
-prendas de quien tanta merced les hazia, respondió el paje que era un
-mancebo rico y tan caritativo, que hazia los más de los dias muchas
-limosnas; y asi, que confiasen que él sin duda les buscaria adonde
-pudiesen vivir, y aun si fuese menester les pagaria el alquiler de
-la casa; nueva fue esta que les dió á ambos notable contento. El
-caballero les buscó, en saliendo del hospital, una razonable posada
-en que vivian unas costureras, y les hizo dar alquiladas una buena
-cama y algunas alhajas de casa, saliendo él á pagar el alquiler de
-todo cuanto los huespedes para quien habia de servir, no le pagasen.
-Hecha esta diligencia, se fue á mediodia á su posada, en la cual les
-hizo dar bien de comer, y en comiendo, les llevó él proprio á la
-que les habia buscado, donde le besaron las manos por ello y por un
-real de á ocho que les dió de limosna, con que pasaron aquella noche
-razonablemente. A la mañana començó doña Luisa á preguntar á aquellas
-vecinas que quien le daria que labrar; porque ella no conocia á nadie
-en aquella ciudad; las cuales la respondieron: Nosotras, con ser
-naturales de aqui y hazer, como dizen, pajaritos de nuestras manos,
-morimos de hambre: mirad que hareis, señora, vos venida de ayer acá.
-A la fe, hermana mia, que habeis llegado á muy ruin puesto para ganar
-de comer, como os enseñará la experiencia. Con todo eso, para dos ó
-tres dias, dixo la una, yo os daré con que ganeis siquiera para pan.
-Agradecioselo ella, y començó á labrar en cierta obra que le puso en
-las manos, quedandose don Gregorio en la cama, pensando pasar mejor la
-hambre en ella que paseando. Esa mesma mañana se llegó el caballero,
-despues de haber visitado el hospital, á saber de los dos forasteros;
-y hallando acostado á don Gregorio, le dixo: ¿Que es, gentil hombre?
-¿Como va? ¿Adonde está vuestra muger? Bien hasta agora me va, respondió
-el, y ahi con la vecina está mi muger, por quien pregunta v. m., á
-quien suplico no se espante de no hallarme levantado; que el no tener
-andrajo de çapatos me obliga á ello. No será tanto esa la causa, dijo
-el administrador, cuanto poltroneria. Y volviendo las espaldas, se
-salió á ver á doña Luisa, y sentandose en un taburete junto á ella,
-se la puso á mirar de proposito á las manos y rostro; y reparando
-en sus facciones y en la modestia con que estaba, le pareció la más
-hermosa muger y más digna de ser amada que en su vida hubiese visto.
-Aficionosele luego; que es imposible dexe la voluntad de amar á aquello
-que se le representa vestido de bondad, hermosura ó gusto; y rendido
-ya á sus partes, le preguntó con muestras de aficion por su nombre y
-la causa por que habia dexado su patria. Respondió ella sin levantar
-el rostro, con alguna turbacion, que se llamaba doña Luisa, y que por
-haber sucedido cierta desgracia á su marido en Valladolid, habian
-salido ambos huyendo á uña de caballo (cosa que le pesaba confesar,
-y que por no hazerlo, habia dicho al principio que eran de Toledo),
-y habiendo dado cabo en Lisboa, habian vivido alli dos años, en el
-cual tiempo habian gastado no poca suma de dinero que consigo habian
-traido. Por cierto, señora doña Luisa, que siento en el alma (dixo
-el caballero) veros empleada en quien tan poco os merece, como este
-picaronazo de vuestro marido, pues por una parte os veo hermosa y
-discreta, y considero por otra que él os ha de consumir y gastar lo
-poco que aqui ganaredes: con todo si quereis hazer por mí lo que os
-suplicare, os juro á fe de caballero de remediaros y favoreceros á
-ambos en cuanto pudiere, pues no puedo negar sino que os he mirado con
-buenos ojos, y de suerte estan los mios enamorados de los vuestros, que
-ya vivo con deseo intenso de serviros y agradaros en cuanto pudiere;
-y asi, desde luego os suplico me mandeis todo lo que fuere de vuestro
-gusto; que á todo acudirá el mio, sin querer mis fieles deseos más
-premio que verse admitidos de vuestra memoria, pues con solo esa gloria
-juzgaré verme en la mayor que puedo desear. No perdais, bellisima
-forastera, la ocasion que á vuestras desdichas ofrece en mis dichosos
-cuidados la fortuna, y advertid no es cosa que os pueda estar mal el
-hazerme merced. Agradezco cuanto puedo, señor, respondió ella, la
-que ese valor me ofrece, sin haberle yo servido ni merecido; pero
-siendo muger casada y estando mi marido presente, en gravisimo yerro y
-peligro caeria si le ofendiese; y asi por esto, y, lo más principal,
-por lo que debo á Dios y á mi misma, suplico á v. m. desista de tal
-pretension; y en cuanto no tocare á ella, mandeme; que en todo verá mi
-debido agradecimiento. Miradlo, señora, bien, dixo el mancebo; que yo
-me encargo en dar orden como vuestro marido no lo sepa ni entienda; y
-veis aqui por agora ese doblon para que ceneis esta noche; que dobles
-os los daré las que vinieren, como gusteis emplearlas en darme gusto, y
-no le tendré hasta que mañana me deis la respuesta que deseo; y me le
-puede solo causar el ser ella cual mi fe merece y esa beldad asegura.
-Constreñida doña Luisa de la necesidad, que es poderoso tiro para
-derribar las flacas almenas de la mugeril vergüença, tomó el doblon,
-dandole por el no pocas gracias ni pocas esperanças con recebirle,
-pues siempre quien lo haze se obliga á mucho. Levantose tras esto el
-administrador, y llamó aparte á la vecina más vieja de la casa y le
-dixo: Si acabais con doña Luisa que corresponda á mis ruegos y acete
-mis ofertas, os prometo, á ley de quien soy, de daros una saya de
-famoso paño, sin otras cosas de consideracion; pero eso rogadselo y
-persuadidselo con las mayores veras que pudieredes; y si salis con la
-empresa, venid volando con la nueva á mi casa; que della llevareis al
-punto las ofrecidas albricias. Asegurole la astuta tercera serlo con
-las veras que dirian las obras; y llegandose el caballero, oida esta
-respuesta, á la descuidada dama, le asió la mano y se la besó, sin
-que lo pudiese ella impedir, partiendose luego. Començó, tras su ida,
-la solicita vieja á persuadir eficazmente á la perplexa señora, por
-saber ella más de estos ensalmos que de los salmos de David; y fue
-de suerte la bateria que le dió, que convencida della doña Luisa, le
-vino á responder que, como el negocio fuese secreto, procuraria servir
-cuanto pudiese á aquel caballero, con tal que él hiziese tambien por
-ella lo que le habia ofrecido: encargose la vieja, agradecida á la
-respuesta, de tratar el negocio con igualdad y satisfaccion de ambas
-partes, como el efeto mostraria. Entrose doña Luisa en su cuarto, por
-ser hora de comer, do contó punto por punto á don Gregorio cuanto
-con el caballero le habia pasado; el cual le respondió que, atento
-que padecian extrema necesidad y que era imposible remediarla por
-otro camino, que condescendiese con su gusto; que para todo daba su
-consentimiento y daria el lugar necesario, con tal que le sacase
-cuanto pudiese, asi en dineros como en joyas, fingiendo siempre temor
-y recelo, y encargandole el secreto. Ya en esto habia ido corriendo la
-vieja á ganar las albricias del enamorado caballero; y teniendolas,
-y concertado con ella tratase con doña Luisa, se viesen la siguiente
-noche donde y como ella mandase, se efetuó todo asi; porque, fingiendo
-don Gregorio salirse de la ciudad, dió ella entrada en su propria casa
-al caballero, el cual durmió con ella aquella y otras noches, dandole
-dineros y todo lo necesario para su sustento y reparo, con que pudieron
-ambos vertirse razonablemente. Publicose el negocio, con escandalo del
-pueblo; que de ver el toldo de la dama, la bizarria de don Gregorio
-y la familiaridad con que trataba con el caballero, frecuentando las
-entradas de casa el uno del otro (que todo lo allanó el gusto del
-natural y necesidad del forastero), nació el echar de ver todos tenia
-tienda la forastera de entretenimientos, la cual aumentó la ocasion
-de la murmuracion con el engalanarse, ponerse á la ventana y gustar
-de ser vista y visitada, todo con consentimiento de don Gregorio;
-que ya no se le daba nada del medrar á costa de la votada honestidad
-(pero profanada escandalosamente) de la ciega religiosa, de quien de
-nuevo començaron á picarse otros tres mancebos ricos de la ciudad,
-admitiendo sus presentes billetes y recados la dama, sin reparar en
-comprarlos á costa de su honra. Llegó el negocio á termino que una
-noche, encontrandose todos en su calle, trabaron celosos una tan cruel
-pendencia, que della salió muerto un hijo de vecino principal: prendió
-luego la justicia por indicio á todos los de la riña, depositando á
-doña Luisa en casa de un letrado; y al cabo de un mes que corrió la
-causa, no pudiendose averiguar quien fuese el homicida, los sacaron á
-todos en fiado, dandoles la ciudad por carcel. Don Gregorio fue quien
-peor libró, pues salió el postrero della, con sentencia de destierro
-perpetuo de Badajoz y su tierra; y hubiera de salir á la vergüença
-por las calles, si la buena diligencia del administrador, su amigo,
-no lo remediara con dinero: diole, en viendole libre, todo lo que
-fue necesario para salirse de la ciudad y irse á la de Merida, do le
-aconsejó se entretuviese regalando un par de meses, mientras él en
-ellos negociaba se le alçase el destierro, ofreciendole se encargaba de
-mirar en ellos por doña Luisa como si fuera su propria hermana. Acetó
-de muy buena gana don Gregorio el partido, porque vió en él la puerta
-abierta para hazer lo que pretendia, que era dexar á doña Luisa, de
-quien ya estaba cansado, y arrepentido de la locura que habia hecho de
-encargarse de tan impertinente carga; temiendo, si perseveraba en tal
-vida, no lo viniese á ser él de algun burro por las calles publicas
-de algun pueblo, ó de alguna horca si se descubria su delito: con
-todo, disimuló con ella, de quien se despidió encargandole el recato y
-honestidad, y la deligencia en procurar se le alçase el destierro, ó
-se fuese tras él á Merida, do la esperaria, si no se podia negociar.
-Toda esta platica pasó delante del administrador, que gustaba ya de
-verle ausente, no menos que la dama, que deseaba lo mismo por tener más
-libertad para sus disoluciones: todos, en efeto, deseaban una misma
-cosa, aunque por diferentes fines. Tomó don Gregorio de mano de su
-amigo más de quinientos reales, y con ellos y muy bien vestido se salió
-de Badajoz á pie para Merida, ciudad que dista poco della. Par Dios,
-dixo Sancho, que eso de badajos y esotro que por su mal olor no lo oso
-nombrar, declaran bien cuan gran puerco y badajo era ese don Gregorio,
-que dexó la monja entre tantos cuervos ó demonios: el tuerto desa pobre
-señora, mi señor don Quixote, será bien deshazer, pues ganariamos en
-ello las catorze obras de misericordia; y más le digo, que si quiere
-ir luego allá, le acompañaré de muy buena gana, aunque sepa perder ó
-dilatar la posesion del gobierno de la gran insula y reino de Chipre,
-que me toca por linea recta en virtud de la palabra de v. m. y de la
-muerte que ha de dar al soberbio Tajayunque, su rey, cuyo guante traigo
-bien guardado en esta maleta. No se le encaxaba mal á don Quixote el
-consejo de Sancho, y ya con él se le començaban á levantar la mollera,
-de suerte, que si los circunstantes, que gustaban infinito de saber el
-fin del cuento, no le apaciguaran con buenas razones, echara el bodegon
-por la ventana, y se fuera luego de alli, dexandoles en porreta;
-pero diziendole el soldado Bracamonte que en acabando de oir donde y
-como quedaba aquella señora, le daba palabra de irle á acompañar en
-tan santa empresa (pues no teniendo noticia más clara de sus cosas y
-sucesos, no le parecia acertado hacer la jornada, porque podria ser
-que cuando ellos llegasen á Badajoz ya ella estuviese en otra parte),
-se sosegó don Quixote, y ofreció grata atencion á todo, obligandose á
-hazer la tuviese tambien su escudero. Con esto, y con agradecerselo
-todos, y rogar tras ello al discreto ermitaño prosiguiese tan suspensa
-historia, seguro de que, aunque larga, no les cansaba, la prosiguió
-diziendo:
-
-
-
-
-CAPITULO XIX
-
-Del suceso que tuvieron los Felizes Amantes hasta llegar á su amada
-patria[20].
-
- [20] En la primera edición dice _porcia_.
-
-
-No se fue don Gregorio á Merida, como habia prometido al caballero
-y á doña Luisa, sino á Madrid, donde por la babilonia de la corte
-facilmente se encubre y disimula cualquier desdichado; y como él lo
-era tanto, vino á parar con toda su nobleza en servir á un caballero
-de habito, mudado el nombre, sin acordarse más de su dama que si jamas
-la hubiera visto, la cual le pagó con la mesma moneda á los primeros
-dias de su ausencia, empleandolos todos en nuevos gustos y en tratar
-de estafar á cuantos podia, teniendo por blanco solo el interes;
-pero conociendo todos el suyo, començaron á hazer alto, divulgandose
-entre ellos la baxa ley y libertad de la forastera; por lo cual,
-viendose sin muñidores, y sobre todo, viendo que le hazia algunos malos
-tratamientos el administrador, enfadado de su ingratitud y disolucion,
-cayó en la cuenta del peligro en que estaba su alma y cuerpo. Advirtió
-tambien luego como, habiendo tantos dias que don Gregorio faltaba,
-jamas le habia escrito, siendole facil el hazerlo estando en Merida,
-por la vecindad, y forçoso el procurarlo por las obligaciones que le
-tenia, si como hombre, en fin, no hubiera mudado de intento y dexadola,
-como lo tenia por sin duda lo habia hecho. Començó á cavar en la
-consideracion de su mal estado tras esto, y Dios á obrar secretamente
-en su conocimiento, como aquel que la queria dexar por exemplo de
-penitentes y de lo que con su divina misericordia puede la intercesion
-de su electisima Madre, y finalmente, de lo que á ella la obligan los
-devotos de su santisimo rosario con la frecuentacion de tan eficaz
-y facil devocion; que se encendió de suerte su espiritu en amor y
-temor de Dios, que empezó á deshazerse en lagrimas, apesarada de las
-ofensas cometidas contra su Magestad, confusa por no saber como ni en
-quien hallar remedio ni consejo; que tan cargada estaba de desatinos.
-Advirtieron su llanto algunos de sus galanes, y deseando enxugarsele,
-le preguntaban la causa con gran cuidado y deseo de saberla; pero era
-en vano, porque ya aspiraba la reconocida señora á superior consuelo;
-y asi, despidiendoles lo mejor que pudo (que no le fue facil, por ser
-las arremetidas de los amartelados más fogosas en prosecucion de lo
-que despues de amado han procurado dexar, y más si ven desvio en el
-gusto), propuso, alumbrada de Dios, volverse á su ciudad y presentarse
-en ella secretamente á un caballero deudo suyo, y descubrirle todo el
-suceso de su vida, con fin de que él la ayudase á ir sin ser conocida,
-á Roma, á procurar alli, echada á los pies de Su Santidad, algun modo
-para volver á su monesterio ó á otro cualquiera de su misma orden,
-con fin de tener donde enmendar, como deseaba, la infernal vida que
-hasta entonzes habia tenido. Con este pensamiento, y encomendandose de
-coraçon á Maria sacratisima, madre de piedad y fuente de misericordia,
-recogiendo cuanto dinero tenia, y haziendo de sus vestidos y alhajas
-todo lo que pudo, se vistió de peregrina con sombrero, esclavina,
-bordon y un grueso rosario al cuello y alpargatas á los pies; y
-cubierta deste penitente trage, arrebozado el rostro, se salió una
-noche obscurisima de Badajoz, tomando la derrota hazia su tierra,
-acompañada solo de suspiros, lagrimas y deseos de salvarse, desviandose
-cuanto le era posible de los caminos reales, y procurando caminar casi
-siempre las noches, en las cuales entraba en las posadas de menos
-bullicio á tomar dellas lo más necesario para su sustento, saliendose
-luego al campo. No le faltaron algunos trabajos y desasosiegos de gente
-libre en el camino; pero vencioles á todos su modestia y sacudimiento,
-y sobre todo la santa resolucion que la eficaz gracia le habia hecho
-hazer de no ofender más á su Dios en toda su vida, aunque la supiera
-perder mil vezes á manos de un millon de tormentos. Padeció tambien
-hambre, sed y frio, por ser tiempo en que le hazia grande el en que
-caminaba, y por la misma causa le molestaron las aguas y arroyos;
-pero acompañabase en ellos de la gente más pobre que hallaba, hasta
-pasarlos, á quien despues daba buenas limosnas. Hazia las jornadas
-cortas, por el cansancio y tiempo, siendo esto la causa de que fuese
-tan largo el que gastó en el camino, pues tardó en llegar á su tierra
-más de cuatro meses, visitando en ellos algunos pios santuarios que
-le venian á cuento. Quiso ya el cielo apiadarse della y dar fin á su
-prolixa jornada; y asi llegando á la ultima, antes de entrar en su
-ciudad, á la que descubrió, y reconoció el campanario de su monasterio,
-fue tal el sentimiento que hizo postrada en tierra, que no hay lengua
-¡oh discretos señores! que lo acierte á pintar. Resolviose en lagrimas,
-y resolvió juntamente de quedarse alli en el campo hasta el anochecer,
-por entrar á media noche, para mayor seguridad. Hizolo asi, y llegado
-el plaço, començó á enderezar los turbados pasos hazia la casa del
-deudo de quien pensaba valerse; pero llegando á pasar por delante su
-monasterio (que no se si la obligó tanto á ello la necesidad cuanto
-el cariño y deseo de ver sus paredes; pero no debió de ser lo uno ni
-lo otro, sino inspiracion de Dios para que tuviese su viaje el feliz
-fin que se sigue) al punto que daban las onze, y emparejando con el
-mismo postigo de la puerta de la iglesia, la vió abierta; y asombrada
-de semejante caso, començó á dezir entre sí: ¡Valgame Dios! ¿que
-descuido ha sido este de las monjas ó del sacristan que tiene cargo de
-cerrar la iglesia? ¿Es posible que se hayan dexado abierto el postigo
-de su puerta? Mas ¿si acaso han robado algunos ladrones los frontales
-y manteles de los altares ó la corona de la Virgen, que ha de ser de
-plata si no me engaño? Por mi vida, que tengo de llegar pasito (aunque
-aventure en ello la vida, pues en dichosa parte la perderé cuando aqui
-la pierda), y mirar si hay alguna persona dentro, y avisar, por si ha
-sido descuido de quien tiene cargo de cerrarle. Metió en esto la cabeça
-hazia dentro con gran tiento, y estuvo un rato escuchando; pero no
-sintiendo ruido, ni viendo más que dos lamparas encendidas, una delante
-del Santisimo Sacramento, y otra delante del altar de la Virgen
-benditisima, estuvo suspensa una gran pieça, sin que osase determinase
-á entrar, temiendo no estuviese alguna monja rezando acaso en el coro,
-y viendola alli, hiziese algun rumor por do se viese en peligro de ser
-conocida, y por consiguiente rigurosamente castigada; pero no obstante
-este miedo, se resolvió á seguir la primera deliberacion, aunque fuese
-con el riesgo de la vida. Entró tras esto osadamente, y pasando por
-delante del altar de la Virgen, tropeçó en un gran manojo de llaves
-que delante dél estaban en el suelo, del cual suceso maravillada, se
-abaxó para verlas y levantarlas con notable turbacion; y apenas lo
-hubo començado á poner por obra, cuando la devotisima imagen de la
-Virgen la nombró por su nombre con una voz como de reprehension, de
-la cual quedó tan atemorizada doña Luisa, que cayó medio muerta en
-tierra; y prosiguiendo la Virgen sacratisima, le dixo: ¡Oh perversa y
-una de las más malas mugeres que han nacido en este mundo! ¿como has
-tenido atrevimiento para osar parecer delante de mi limpieza, habiendo
-tú perdido desenfrenadamente la tuya á vueltas de tantos y de tan
-sacrilegos pecados como son los que has cometido? ¿De que suerte, di,
-ingrata, soldarás la irreparable quiebra de tan preciosa joya? ¿Y con
-que penitencia, insolentisima profesa, satisfarás á mi amado Hijo, á
-quien tan ofendido tienes? ¿Que enmienda piensas emprender ¡oh atrevida
-apostata! para volver por medio della á recuperar algo de lo mucho
-que tenias merecido, y has perdido tan sin consideracion, volviendo
-las espaldas á las infinitas misericordias que habias recebido de mi
-divinisimo Hijo? Estaba en esto la afligidisima religiosa acobardada
-de suerte que ni osaba ni podia levantar el rostro, ni hazer otra cosa
-sino llorar acerbisimamente; pero la piadosa Virgen, consolandola
-despues de la reprehension, no ignorando la amargura y el dolor de su
-animo, incitandola á verdadera penitencia, le dixo: Con todo, para que
-eches de ver que es infinitamente mi Hijo más misericordioso que tú
-mala, y que sabe más perdonar que ofenderle todo el mundo, y que no
-quiere la muerte de los pecadores, sino que se conviertan y vivan, le
-he yo rogado por tu reparo (obligada de las fiestas, solemnidades y
-rosarios que en honra mia celebraste, festejaste y me rezaste cuando
-eras la que debias), sin que tú lo merezcas; y él, como piadosisimo que
-es, ha puesto tu causa en mis manos; y yo, por imitarle en cuanto es
-hacer misericordias, deseando verificar en ti el titulo que de madre
-de ellas me da la Iglesia, como á él se la da de padre de tan grande
-atributo, he hecho por ti lo que no piensas ni podrás pagarme aunque
-vivas dos mil años y los emplees todos en hazerme los servicios que
-me solias hazer en los primeros años de tu profesion. Acuerdate que
-cuando desta casa saliste, ahora haze cuatro años, pasando delante
-deste mi altar, me digiste que te ibas ciega del amor de aquel don
-Gregorio con quien te fuiste, y que me encomendabas las religiosas
-desta casa, tus hijas, para que mirase por ellas como verdadera madre,
-cuando tú les eras madastra; y que las rigiese y gobernase, pues eran
-mias; tras lo cual arrojaste en mi presencia esas mismas llaves del
-convento que en la mano tienes. Entiende pues que yo, como piadosa
-madre, he querido hazer para confusion tuya lo que me encomendaste; y
-asi has de saber que desde entonzes hasta ahora he sido yo la priora
-deste monasterio en tu lugar, tomando tu propia figura, envejeciendome
-al parecer al compás que tú lo has ido haziendo, tomando juntamente
-tu habla, nombre y vestido; con que he estado entre ellas todo este
-tiempo, asi de dia como de noche, en el claustro, coro, iglesia y
-refitorio, tratando con todas como si fuera tú propria: por tanto, lo
-que ahora has de hazer, es que tomes esas llaves, y cerrando la puerta
-de la iglesia con ellas, te vayas por la sacristia y demas pasos por
-donde te saliste, á tu celda, la cual hallarás de la propria forma y
-manera que la dexaste, hallando hasta tus habitos doblados sobre el
-bufete; pontelos en llegando, y guarda esos de peregrina en la arca;
-y advierte que hallarás tambien sobre la propria mesa el breviario y
-la carta que dexaste escrita, sin que nadie la haya abierto ni leido,
-y la vela encendida junto á ella. En efeto, hallarás todas las cosas,
-por mi piadosa diligencia, en el estado en que las dexaste, sin hallar
-novedad en alguna, y sin que se haya echado de ver tu falta ni la del
-dinero que has desperdiciado: vete, por tanto, á recoger antes que
-despierten á maitines, y enmienda tu vida como debes, y lava tus culpas
-con las lagrimas que ellas piden; que lo mismo han hecho cuantas tras
-tan graves pecados han merecido el ilustre nombre de penitentes que
-les da la Iglesia. Quedó la en que estaba doña Luisa, acabando estas
-razones la celestial Princesa de todas las hierarquias, llena de un
-olor suavisimo; y ella contrita y tan consolada en su espiritu, cuanto
-corrida de haber obligado á la Madre del mismo Dios á serlo de sus
-subditas; pero obedeciendo á su celestial mandato, recelosa de que no
-se llegase la hora de los maitines, se levantó del suelo, cubierta de
-sudor y lagrimas, y haziendo una profunda inclinacion á la preciosisima
-imagen y otra al Santisimo Sacramento, y tomando las llaves, cerró la
-puerta de la iglesia, y se fue á su celda por los mismos pasos que
-habia salido della, en la cual lo halló todo del modo que lo habia
-dexado y la Virgen le habia dicho. Pusose, en entrando dentro, sus
-habitos, guardando en el arca los de peregrina, y apenas lo habia
-acabado de hazer, cuando tocaron á maitines; y enjugandose el rostro,
-tomó el breviario y estuvo aguardando hasta que vino la monja que solia
-llamarla, la cual, tomando el candelero de la mesa, como cada noche
-tenia de costumbre, se fue delante alumbrando hasta el coro, donde
-estuvo aguardando de rodillas (con no pequeña turbacion, por aparecerle
-sueño cuanto veia) á que se juntasen las religiosas; y en habiendolo
-hecho, hizo la señal acostumbrada, tras que començaron los maitines; y
-acabados ellos y la oracion que de ordinario suelen dezir, se volvieron
-á salir todas, y se fueron á sus celdas al postrer señal de la Priora,
-la cual tambien hizo lo proprio, acompañandola con luz á la suya la
-mesma religiosa que la habia sacado della. Cuando se vió sola començó
-de nuevo á derramar lagrimas, parte de dolor por sus culpas, y parte de
-agradecimiento por la nunca oida merced que la misericordiosisima Maria
-le habia hecho; y haziendole una breve oracion llena de fervorosos
-deseos y celestiales conatos, descolgó de la cabeçera de su cama unas
-gruesas diciplinas que solia tener en ella, y tomandolas se dió con
-ellas por espacio de media hora una cruelisima diciplina sin ninguna
-piedad, por principio de la rigurosa penitencia que pensaba hazer
-todos los dias de su vida, de aquel sacrilego y deshonesto cuerpo, de
-cuya roja sangre quedó el suelo esmaltado en testimonio del verdadero
-dolor de sus pecados. Acabado este penitente acto, abrió una arca,
-de adonde sacó un aspero cilicio que solia ponerse en las cuaresmas
-cuando era la que debia, hecho de cerdas y esparto machacado, el cual
-le tomaba desde el cuello á las rodillas, con sus mangas justas hasta
-la muñeca; pusose juntamente debaxo de una cadenilla que en la mesma
-arca tenia, que le daba tres vueltas, y apretandosela con todo rigor
-al delicado cuerpo, dezia: Agora, traidor, me pagarás los agravios que
-al espiritu has hecho: no esperes, lo poco que la vida me durare, otro
-regalo más que este, y agradece á la madre de afligidos y fuente de
-consuelos, Maria, y á su clementisimo Hijo que no te hayan enviado á
-los infiernos á hazer esta penitencia, donde fuera sin fruto, forçosa
-y tan eterna, que durara lo que el mismo Dios, sin la esperança del
-perdon y remedio que agora tienes en la mano, teniendole tan poco
-merecido. Y saliendose luego de su celda, se volvió otra vez al
-coro, donde estuvo pasando el santisimo rosario delante de la misma
-imagen que la habia hablado, hasta la hora de prima, la cual acabada,
-hizo al instante llamar al confesor del convento, con quien hizo una
-general confesion con no vistas muestras de dolor y arrepentimiento,
-contandole todo el suceso de su vida y las abominaciones y pecados que
-contra su divina y inmensa Magestad habia cometido los cuatro años
-que habia estado fuera del convento: refiriole juntamente el milagro
-y merced que por la devocion del rosario, la Reina de los cielos, su
-patrona, le habia hecho, supliendo su falta y acudiendo á todas sus
-obligaciones, movida de su virginea piedad, salvandole la honra en que
-no se echase de ver su falta. El secreto del milagro encargó tras esto
-cuanto fue posible, para mientras le durase la vida al confesor, el
-cual quedó sumamente maravillado de su grandeza, y lleno de ternura y
-devocion en el espiritu, cosa que le aseguraba de la verdad del caso;
-y pasmabase cuando consideraba habia merecido su indignidad confesar
-y comulgar por su mano, no una, sino muchisimas vezes, á la puridad,
-ante quien y en cuya comparacion no la tienen los más puros angeles
-del cielo. Con todo, quiso ver el rostro de la penitente perlada y
-certificarse de que era ella misma, y no demonio (como temia) que en
-figura suya le queria engañar; y vistas sus lagrimas y enterado de la
-verdad, la consoló cuanto pudo, y animó para la continuacion de la
-empezada penitencia y devocion del santisimo rosario; y perseveró ella
-en todo, haziendose mil ventajas cada dia á sí misma, de suerte que
-las que la veian con tanta repentina mudança, en el retiro de gradas,
-asistencia continua á la oracion, y mortificacion y ordinario curso de
-lagrimas, estaban pasmadas, por no saber la causa, como la sabian ella
-y su confesor, con que se confesaba los más de los dias, recebiendo el
-Santisimo Sacramento muy á menudo. Perseveró en estos exercicios toda
-la vida; y al cabo de meses que los continuaba, quiso Dios apiadarse
-de su perdido galan, como lo habia hecho della, tomando por medio un
-sermon que acaso oyó á un religioso dominico de soberano espiritu, en
-una parroquia de la corte, que moviendo el cielo la lengua en él, se
-engolfó á deshora en las alabanças de la Virgen y en las misericordias
-que habia hecho y hacia cada dia con infernados pecadores, por la suave
-devocion de su benditisimo rosario, trayendo en consecuencia desto el
-sabido milagro del desesperado hombre que, habiendo hecho donacion de
-su alma al demonio con cedula escrita y firmada de su mano y sangre,
-por la dicha devocion fue libre de todo, y acabó su vida, perseverando
-en ella, santisimamente, tras una bien premeditada y llorosa confesion
-general de todos los cometidos desatinos. Cayó en la cuenta de los
-suyos el ciego de don Gregorio luego que oyó el doto sermon; y
-acordandose tambien de lo mucho que acerca del celestial poder del
-rosario le habia dicho diversas vezes su doña Luisa; premeditando las
-razones del predicador, y confiriendolas con las que de su dama en
-esta parte le traxo Dios á la memoria, le pareció que arrimandose á la
-frecuentacion de tan soberano rezo, hallaria en él braço que le sacase
-del cieno de sus torpezas, y otra escala, cual la de Jacob, con que
-pudiese llegar al cielo, por más entumecido que estuviese en la fragosa
-y mal cultivada tierra de sus bestiales apetitos: propuso tras esto
-irse al religioso convento de la Virgen de Atocha y confesarse luego
-con el santo predicador, cuyo nombre sabia, por haberlo preguntado á
-su compañero al baxar del pulpito. Efectuolo eficazmente; que no es
-pereçosa la divina gracia ni admite tardanzas: fue al convento, entrose
-en la iglesia, postrose delante la imagen milagrosa de la Virgen,
-derritiose, puesto alli, en lagrimas: pedia perdon á Dios, piedad á su
-Madre, y ayuda á ambos para enmendar los yerros de la pasada y hazer
-dellos una general confesion. Alzose luego; entrose en el claustro,
-pidió por el predicador, y puesto en su presencia, empeçaron sus ojos
-á dezirle lo que su lengua no acertaba: con todo, cuando las lagrimas
-le dieron lugar, le dixo: ¡Remedio padre! ¡Socorro, varon de Dios, para
-esta alma, que es la más mala de cuantas la misericordia y caridad
-inmensa de Jesucristo ha salvado! Entrose al instante el predicador á
-su celda, y apenas estuvo dentro, cuando, postrado á sus pies, empeçó á
-hazer con acerbo llanto una confesion general de sus excesos, tal, que
-estaba el confesor igualmente compungido, confuso y consolado de ver
-tal trueco en un moço de los años y prendas de aquel, consolole cuanto
-pudo, animandole á la continuacion de sus propositos y del rezo del
-santo rosario, cuya era tan feliz mudanza. Y asegurandole del perdon de
-sus culpas y de la largueza de las perpetuas misericordias que Dios,
-con celestial regocijo de todos los cielos y sus angeles, ha usado
-y usa de cada dia con los pecadores recien convertidos de verdadero
-coraçon, le envió absuelto, consolado y lleno de mil santos propositos
-y fervores; y no fue el menor el con que propuso de ir á Roma á visitar
-los santos lugares, besar el pie á Su Santidad, y obtener, para mayor
-bien suyo, su plenisima absolucion. Volvió, al salirse del convento,
-á hazer oracion á la Virgen, y hecha con las demostraciones del
-agradecimiento que tan gran merced como la que acababa de recebir[21]
-se volvió á la villa, y en ella trocó luego sus vestidos por unos
-de peregrino, hechos de sayal basto; y sin despedirse de su amo ni
-de persona, empezó á caminar hazia Roma, do llegó cansado, pero no
-menoscabado el fervor con que emprendió tan santa peregrinacion.
-Cumplió en aquella grandiosa ciudad con cuanto los deseos que le habian
-llevado á ella pedian, y obtenido el fin dellos, dió la vuelta hazia
-su tierra, deseando saber, con aquel disfraz y sin ser conocido, de
-sus padres; que bien seguro iba de no poderselo ser, segun iba de
-flaco, macilento, triste y desfigurado, asi de los trabajos del camino,
-como de las penitencias que iba haziendo en él; y no fue la menor
-el sufrimiento con que llevó las vexaciones que ciertos salteadores
-le hizieron en un peligroso paso. Entró al cabo de dias, cubierto
-de confusion, lagrimas y sobresalto, en su amantisima patria, y lo
-primero que hizo, llegado á ella, fue irse á pedir limosna al torno
-del convento de do sacó la Priora, queriendo fuese teatro del primer
-acto de su penitencia en su patrio suelo el mismo que lo habia sido del
-que dió principio á su tragica perdicion y ciego desatino. Dieronle
-facilmente honrada limosna las caritativas torneras, y en recebiendola,
-se llegó á la misma mandadera que le habia llevado el primer recado
-de doña Luisa la mañana en que se principiaron sus locos amores, y
-preguntole quien era priora de aquella casa; y diziendole ella que
-doña Luisa lo era años habia, porque continuaban las religiosas en
-reelegirla siempre, no sin gusto de sus superiores, por su gran
-virtud,--¡Doña Luisa, replicó él atonito, dezis que es priora! ¿Como es
-posible? Ella es, digo, añadió la muger, sin duda. Que os burlais de
-mí, porfió él, he de pensar, pues quereis persuadirme es priora desta
-casa doña Luisa, de quien he oido dezir estaba muy lexos de poderlo
-ser. Doña Luisa, respondió ella, es, ha sido y será priora muchos
-años, á pesar de cuantos invidian su virtud y aumento, pues no faltan
-muchos que lo hazen. Baxó la cabeça don Gregorio con la confusion y
-perplexidad que pensar se puede, sin osar replicar más con la muger,
-que ya conocia se iba encolerizando en defensa de su señora, temiendo
-por una parte no le conociese en la voz, y por otra, que descuidandose,
-no descubriese algo de lo mucho que con la Priora le habia pasado; y
-asi, saliendose de alli, se fue por diferentes partes de la ciudad,
-fuera de sí y pidiendo igualmente limosna y el nombre de la priora de
-tal convento, y dandole unos y otros la misma respuesta que le habia
-dado la mandadera, por salir del todo de la confusion en que se veia,
-determinó irse de rondon á casa de sus padres, para echarse alli con la
-carga, como dizen, y descubriendoseles, fiar, como era justo hazerlo,
-dellos el paso de tan grave suceso. Entró por sus puertas, y al primer
-criado que vió en ellas preguntó si le darian limosna los dueños de la
-casa, y respondiendole que si harian, que eran muy caritativos marido
-y muger, le replicó se sirviese dezirle sus nombres y si tenian hijos;
-y sabido dél, por la respuesta vivian sus padres, aunque afligidisimos
-por la ausencia de un solo hijo que tenian, y se les habia ido sin
-saber donde, con quien ni por que, por el mundo, y que lo que más les
-entristecia era no saber si vivia ni en que parte habia dado cabo,
-para poderle remediar; saltaronsele las lagrimas de los ojos á don
-Gregorio con la respuesta, y volviendo el rostro á la otra parte, y
-enxugandolas y disimulandolas cuanto pudo, dixo de nuevo al criado:
-¿Llamabase por dicha el hijo destos señores don Gregorio? Porque si
-tenia ese nombre, es sin duda un soldado que he conocido en Napoles en
-el cuartel de los españoles; y si seria; que por las señas que él me
-daba de sus calidades, y de que era unico mayorazgo en este lugar, y de
-la disposicion de las casas de sus padres (que todo me lo comunicaba,
-por ser muy mi camarada), estas han de ser las dellos, y el de quien
-hablo, su hijo; y sabrase presto si es él, si hay quien me diga si
-se fue deste lugar con alguna muger de calidad. No estaba yo aun en
-servicio desta casa cuando él faltó della, ni le conocí; pero sé que
-su nombre era, como dezis, don Gregorio; y que no hizo otra baxeza ni
-se tiene dél otra quexa que haberse llevado algun dinero prestado de
-amigos, aunque ya todo lo han pagado sus padres; que de dos caballos
-que á ellos les llevó y otra gran cantidad de moneda, nunca han hecho
-caso, porque en fin todo habia de venir á ser suyo.--Pues, amigo, por
-las entrañas de Dios os ruego que digais á esos señores si gustan de
-hazerme limosna, siquiera por lo que pienso haber conocido á su hijo.
-¡Y como si os la haran de bonisima gana! dixo el criado: yo fio que
-no solo eso hagan por vos, sino que os regalarán muy mucho y tendran
-á merced de que les deis nuevas de prenda que tanto quieren; y asi,
-aguardadme, os ruego, mientras subo volando á darles el aviso y recado.
-Subiose, dicho esto, el criado arriba, sin curarse, con el contento,
-de mirar en el rostro al peregrino; que si lo hiziera, fuera imposible
-no leyera en su turbacion y lagrimas que él mismo era su señor y el
-mayorazgo de la casa.
-
- [21] Falta el verbo _merecía_, ú otro análogo.
-
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-
-CAPITULO XX
-
-En que se da fin al cuento de los Felizes Amantes.
-
-
-No habia bien subido á dar el aviso el criado á sus amos, cuando se
-arrepintió don Gregorio dello; porque, como venia con intencion de
-saber de solo de la vida dellos, y sin darseles á conocer irse luego
-á meter religioso en la mesma religion en que lo era la Priora, para
-hazer alli una condigna penitencia con que en parte satisfaciese sus
-graves culpas, pareciole que todo se lo impidiria lo que habia empezado
-á intentar. Con la melancolia que esto le causó, y deseando obviar los
-inconvenientes que de ver á sus padres se le podian seguir, volvió las
-espaldas para retirarse de la puerta; pero apenas lo habia començado
-á hazer, cuando ya el criado estuvo en ella á buscarle, y los padres
-salieron á la ventana á llamarle. No se pudo excusar de entrar el
-turbado peregrino en su casa; y haziendolo, y subido arriba en una
-cuadra, le rogaron los venerables viejos se sentase en una silla, y
-poniendosele cada uno á su lado, le hizieron mil preguntas del don
-Gregorio que habia dicho al criado habia conocido y tratado en Napoles,
-haziendole tras cada una un millon de ofrecimientos. Dezianle con no
-pocas lagrimas: ¡Ay, hermano mio, y que dieramos por haber visto como
-vos ese unico y amantisimo hijo nuestro, absoluto señor de nuestra
-hacienda y total causa del llanto con que pasamos la vida! ¿Está bueno?
-¿Tiene que comer? ¿Sirve ó es soldado? ¿Hase casado ó que vida tiene
-quien tan sin piedad es verdugo de las nuestras? Estaba don Gregorio
-cuando oia estas razones más muerto que vivo de ternura y sentimiento;
-pero, disimulando cuanto pudo les dixo: Lo que dél ¡oh ilustres
-señores! os puedo dezir, es que, segun me comunicó, ha padecido
-infinitos trabajos desde que salió de vuestra casa y obediencia; pero
-¿cuando los dexó de dar al cielo al hijo que, saliendo de la que
-debe á sus padres, ofende su valor, lastima sus canas, menoscabando
-su propria salud, fuerças y reputacion? Digolo porque en todo sé que
-ha padecido don Gregorio mucho, y creo que volviera de buena gana á
-vuestros ojos si lo permitiera la vergüença que se lo impide. ¿De que
-la ha de tener Gregorio, replicó la madre, pues en su vida ha hecho
-baxeza ni hay en la ciudad quien se pueda quexar dél? No significaban
-sus razones (añadió el peregrino) cuando me hablaba, eso; antes siempre
-colegí dellas se habia ausentado por alguna aficion que tenia á no sé
-que religiosa, á quien él llamaba doña Luisa; y temí algunas vezes no
-hubiese escalado por ella el convento ó sacadola dél, segun andaba de
-receloso de cuantos le podian conocer. La mejor seña que nos podiais
-dar, dixo el padre, de que el que habeis conocido es nuestro hijo, es
-dezirnos nombraba él á doña Luisa; porque es una religiosa gravisima
-deste lugar, y priora ha años de tal convento; á quien él visitaba á
-menudo; pero habeisle hecho agravio á ella y á su valor en pensar cosa
-de su persona que desdiga della y de la virtud singular que profesa.
-Cuando don Gregorio oyó el abono que sus padres daban de la Priora,
-en confirmacion de lo que toda la ciudad habia dado della, y reparó
-por otra parte en la ternura y sentimiento con que hablaban dél, se
-demudó de suerte, que, dandole un parasismo mortal, quedó como muerto
-reclinado á la silla. Acudieron de improviso los padres á darle algo
-confortativo, pensando era desmayo de hambre el que le habia tomado; y
-quitandole el sombrero que tenia calado, y desabrochandole con piedad
-cristiana; reparando en el rostro la madre, que hazia este ofizio y
-le enxugaba el sudor dél, le conoció, y levantó los gritos al cielo,
-diziendo: ¡Ay, hijo de mis ojos, y que disfraz es el con que que has
-querido entrar en esta tu propria casa! El padre, que oyendo los gritos
-de la madre, percibió llamaba de hijo al peregrino, se llegó, tan
-desmayado como él lo estaba, á mirarle, y conociendole, ayudó tambien
-á las endechas de la madre, diziendo: ¿Que peregrina invencion ha sido
-esta, Gregorio mio, de querer disimulartenos, dandotenos á conocer tan
-por rodeos? ¿Pensarias hazer con tus padres, sin duda, lo que con los
-suyos hizo san Alexo? Mas no creo tal, pues tan lexos está de parecerse
-á aquel santo quien tan sin ocasion ni violencia de casamientos ha
-usado tan peregrino rigor. Alborotose luego la casa, corriendo las
-nuevas de la vuelta de don Gregorio por el barrio, y antes que él
-volviese del desmayo en sí, estaba rodeado de criados y vecinos; y
-corrido, cuando volvió á cobrar sus sentidos, de ver la publicidad
-de su vuelta, abraçó á sus padres, postrandoseles luego á sus pies y
-pidiendoles le dexasen reposar á solas, despidiendo los circunstantes,
-pues bastaba hubiesen sido testigos de su corrimiento y del perdon que
-les pedia por los enojos causados. Fueronse cuantos esto le oyeron,
-contentos de ver lo quedaban los padres, los cuales luego dieron
-tambien orden en que se acostase y reposase. Hizolo, y preguntando á
-su madre en la cama cuanto habia que no se habia visto con la Priora,
-supo della que tres dias, y como, hablandole en la conversacion dél,
-y representandole el sentimiento con que vivian todos en su casa por
-su ausencia y no saber si era muerto ni vivo, habia en ella vertido
-no pocas lagrimas y despedido del pecho algunos lastimosos suspiros,
-indicio claro del sincero amor que le tenia, y de lo que sentia su
-perdicion. Más le crecia el asombro á don Gregorio cuando estas cosas
-oia; porque, como no sabia el milagro, y estaba cierto por otra parte
-de su maldad y de lo que con la Priora le habia acontecido, pareciale
-todo sueño, y que era ilusion del demonio el pensar verse en casa de
-sus padres y vuelto tan á su salvo en su patria; y asi á ratos con la
-vehemencia desta imaginacion se suspendia de suerte que no acertaba á
-responder. Con todo, rogó á su madre, despues de haber reposado algunos
-dias, le hiziese merced de llegar al convento y verse con la Priora,
-dandole aviso de su vuelta y de como habia sido con habito penitente
-de peregrino, despues de haber estado en Roma á pedir absolucion
-á Su Santidad de las moçedades que habia cometido en los años que
-habia faltado de su casa, en cuyo conocimiento habia venido por sus
-oraciones, á lo que creia, y por haber oido un sermon de las alabanças
-del santisimo rosario y de las misericordias que por su devocion hazia
-la Virgen benditisima en grandisimos pecadores. Rogola juntamente
-instase con ella le diese licencia en todo caso para ir á besarle las
-manos y darle cuenta de los sucesos de su persona, sola aquella vez,
-pues en hazello ó dexarlo de hazer estaba su consuelo y quietud. Fue
-la madre luego á hazer la visita, encargadisima de sacar la licencia
-que deseaba su hijo, cuyo alivio procuraban ella y todos los demas
-deudos, por ver cuanto necesitaba dello la melancolia con que le veian.
-Habló, en llegando al convento, á la Priora; y cuando la hubo dado
-las referidas nuevas y recado, vió en las lagrimas que de contento
-derramó tras él (que á eso atribuia la madre de don Gregorio las que
-doña Luisa derramaba de confusion y vergüença), el gozo que mostraba de
-su vuelta y mudanza; y alegre de ver que ya por su instancia permitia
-le hablase (enterada primero della de cuan otro venia de la fuente de
-indulgencias y perdones que da Dios á los pecadores por manos de su
-supremo vicario, cosas todas que se las aseguraba ser asi el enviarle
-á dezir el mismo don Gregorio venia de Roma; lo cual y el entender
-juntamente que habia alcançado tan grande misericordia por el mismo
-medio que ella, del santisimo rosario, fueron bastantes causas para
-obligarla á concederle sin escrupulo la licencia que le pedia para
-llegar á hablarla el dia siguiente; porque siempre el coraçon le dixo
-habia de ser tan feliz el fin desta segunda visita, cuanto le habia
-sido nocivo el de la primera), volviose la madre con esta respuesta
-contentisima á su casa, y con razon, pues en ella llevaba, aunque
-sin entenderlo asi, la medicina que más convenia al consuelo de su
-hijo y á su salvacion; el cual, deseandola con las veras que lo
-suele hazer aquel á quien Dios abre los ojos del alma, pasó la noche
-toda en oracion, suplicando á su divina Magestad, por la puridad de
-su santisima Madre, cuyo rosario nunca se le cayó de las manos, se
-sirviese de darle en la esperada visita el espiritu, para cosas de
-edificacion de su alma, que convenia tuviese quien en aquel puesto en
-que se habia de ver, tan desatinado habia andado. La misma oracion hizo
-en su coro la santa Priora, y preparandose, venida la mañana, ambos
-con recebir los divinos sacramentos de la confesion y Eucaristia, se
-pusieron, llegando el plaço, en el locutorio, do se habian de ver con
-iguales deseos de saber el uno el suceso del otro. No tiene, señores,
-mi ruda lengua palabras con que explicar bastantemente la turbacion de
-las con que se saludaron al primer encuentro los dos felizes amantes;
-porque, en viendose el uno al otro (si es que las lagrimas les dexaron
-mirarse), se turbó él y encalmó ella de suerte que por muy gran rato no
-supieron ni de sí ni de adonde estaban. Las galas con que don Gregorio
-entró á verla, con un vestido de paño liso, sin gorbion alguno, el
-sombrero puesto en los ojos, sin espada ni más compañia que bonisimos
-deseos y unas planchas grandes de hoja de lata, hechas rallo, en pecho
-y espaldas, y una cruz entre la ropilla y jubon, con rosario y horas
-en la faltriquera; sacando la Priora el adorno que queda dicho se
-puso la primera noche que llegó al convento, y con que en ella dió
-principio á su rigurosa penitencia. Puestos pues de la suerte dicha,
-cuando la suspension y llanto les dió lugar, empezó él á dezirle: Por
-la cruz en que remedió mi eterno Dios pecadores tales cual yo soy, y
-por las lagrimas, afrentas y angustias con que en ella espiró, y por
-las que al pie de tan salutifero arbol sintió su purisima Madre, que
-por serlo tanto, pudo ser solo su hechura de su omnipotencia, os pido
-me digais ¡oh religiosa señora! si sois vos la priora doña Luisa que
-cuatro años ha con vuestra vista me cegastes, perdistes y enamorastes
-de suerte que, loco, desatinado y sin temor de Dios, me resolvi en
-sacaros de aqui y llevaros á Lisboa y á Badajoz, cometiendo las ofensas
-y sacrilegios contra el cielo, que solo un merecido infierno puedo; y
-si acaso sois la que pienso, dezidme tambien como yendoos conmigo os
-quedastes acá, y quedandoos acá os fuistes conmigo; que cierto estoy
-(¡y ojalá no lo estuviera tanto!) que os vi, hablé, amé y solicité y
-saqué del convento, sin temor de hazer á vuestro estado y profesion
-la ofensa que se siguió por postre de tan infernales principios;
-porque veo me aseguran cuantos de vos pregunto por otra parte (cosa
-que vuelvo loco), que jamas habeis faltado de esta casa; antes dizen
-que siempre la habeis regido con notables exemplos y mil virtuosas
-medras. Yo soy don Gregorio el malo, el sacrilego, el aleve, el
-traidor, y finalmente el peor de los hombres y el igual á Lucifer en
-los pensamientos, pues los puse en quien era esposa de mi mismo Dios,
-cielo suyo y niñas de sus ojos. A la Virgen bendita del Rosario debo
-el conocimiento de mis culpas, pues dexandoos (si sois la que pienso,
-y no fantasma) en Badajoz, y dando cabo en la corte, descuidado de mi
-bien, mereci un dia oir acaso un sermon de uno de los apostoles que
-la predicacion de su santo rosario tiene Maria en el mundo; en que
-pintando las misericordias que por tal devocion haze su clemencia,
-pintó mi ceguera y dibuxó mi perversa vida, dando juntamente remedio á
-todos mis males; que todo lo hizo predicando un milagro y la eficacia
-de la dicha devocion. Senti tras sus palabras la de la divina gracia,
-pues supe confesarme luego y dexar la corte del rey de España, y buscar
-la de quien es vicario de aquel por quien los reyes reinan y en cuyo
-servicio consiste solo el verdadero reinar; alcanzé absolucion de
-aquella santa silla; y volviendo peregrino á saber, disfraçado, de mis
-padres, y á saber la nota y escandalo que de vuestra persona y de la
-mia habia en esta ciudad, he hallado en ella que en boca de todos sois
-vos la santa, la recogida y exemplar, sin haberseos notado falta ni
-ausencia; siendo yo solo el que os he pintado y saben los cielos y vos
-(si sois la que pienso) y mi misma conciencia, que es el más riguroso
-fiscal y quien me trae á sombras de tejado de temor de la divina
-justicia, de quien solo pienso escapar recogido en el templo de la
-divina misericordia, mediante la intercesion de quien es madre dellas.
-Acabó en esto la lengua de don Gregorio las razones, y començaron de
-nuevo sus ojos á confesar sus yerros y á mostrar el sentimiento que
-tenia dellos. Consoladisima quedó la Priora cuando hubo oido del autor
-de sus desventuras el conocimiento que tenia dellas, y más cuando supo
-que le habia venido tan grande bien por las manos clementisimas de
-quien habia vuelto por su honra y suplido su falta en el gobierno los
-años que, dexada de Dios, habia seguido desenfrenadamente sus apetitos
-y las sendas de su condenacion. Y consolandole y dandole cuenta de sus
-sucesos y de lo que debia á Maria benditisima, y como pensaba pagarle
-en parte tan grande deuda con una verdadera y perpetua penitencia de
-sus culpas y un privarse de verle jamas á él, le rogó fuese el que
-debia, mirase por su alma y huyese del mundo cuanto le fuese posible
-y de vanas conversaciones y platicas; que le daba palabra ella de
-hazer lo mismo, como tambien se la daba de callar el suceso mientras
-viviese; pero no muerta, pues antes de morir le pensaba dexar escrito
-en manos de su confesor, con orden de que le divulgase el mesmo dia
-para gloria de Dios y recomendacion de la celestial aurora de tal
-misericordia. Ofreciole don Gregorio hazer las mismas diligencias, y
-de no quedar en el mundo, sino entrarse en un retirado convento de su
-propia orden, do pagase su sensualidad el debido escote de los excesos
-pasados, á fuerça de ayunos y disciplinas; y tras celebrar él con mil
-alabanças de la Virgen y un millon de asombros y admiraciones la merced
-milagrosa y favor inaudito que su infinita clemencia habia usado por la
-devocion del santo rosario con la Priora y con él mesmo, se despidió
-del convento para nunca más llegar á él, y della para jamas verla; y
-lo proprio hizo ella, pidiendose ambos con lagrimas perdon reciproco,
-y las oraciones el uno del otro. Continuó siempre, como queda dicho,
-la Priora sus mortificaciones, consoladisima de la conversion de don
-Gregorio, dando por ella iguales gracias á la Virgen que por la suya
-propria, á quien le encomendó toda su vida. Volviose de alli él á su
-casa, do estuvo algunos dias asentando cosas; y comunicada al cabo
-dellos á sus padres su devocion, y representandoles las obligaciones
-que tenia de consolarse con haberle visto vuelto vivo, les pidió su
-bendicion y licencia para ser religioso, pues lo debia á Dios y á
-su Madre, rogandoles ahincadamente se la diesen, y tuviesen á bien
-tomase tan divino estado; tras lo cual tambien les rogó dexasen sus
-bienes despues de sus dias á pobres, que son los verdaderos depositos
-y en quien mejor se guardan, pues en su poder jamas se menoscaban las
-haciendas. Alcançaronlo todo dellos sus lagrimas y raro espiritu; con
-que se fue contentisimo á ser religioso en la misma ciudad, profesando
-en la religion que tomó, con notables demostraciones de virtud; y
-llegando por ellas á ser perlado de su convento, quiso Dios acabase sus
-dias, ordenando juntamente el cielo fuese el de su muerte en el mesmo
-en que fue la de la Priora y á la misma hora; y haziendo cada uno antes
-de espirar una devotisima platica á su comunidad, murieron con notables
-señales de su salvacion, recebidos todos los divinos sacramentos.
-Hallaronse en poder de los confesores de ambos, luego que espiraron,
-las relaciones de los amores, sucesos, conversiones, milagros, y de
-los favores que la Virgen les habia hecho; y publicandose el caso y
-verificandose, acudió toda la ciudad á ver sus santos cuerpos, que
-estaban hermosisimos en los feretros. Hizoseles sumptuosisimo entierro,
-invidiando todos la buena suerte de los padres de fray Gregorio, los
-cuales tuvieron honradisima y consoladora vejez con su feliz fin.
-Llegado el de su vida dellos, repartieron su hacienda en los conventos
-de la Priora y de su hijo, con exemplo de todos, muriendo cargados de
-años y de buenas obras. De los de la santa Priora no digo nada, porque
-asi ellos como la otra hermana que tenia religiosa murieron mucho antes
-que ella.
-
-
-
-
-CAPITULO XXI
-
-De como los canonigos y jurados se despidieron de don Quixote y su
-compañia, y de lo que á él y á Sancho les pasó con ella.
-
-
-Apenas hubo el ermitaño dado fin á las razones del cuento, cuando dió
-principios á las de su alabança y encarecimiento uno de los canonigos,
-diziendo: Maravillado y suspenso en igual grado me dexa, padre, el
-suceso de la historia referida y el concierto guardado en su narracion,
-pues él la haze tan apacible cuanto ella de sí prodigiosa; si bien otra
-igual á ella en la sustancia tengo leida en el milagro veinte y cinco
-de los noventa y nueve que de la Virgen sacratisima recogió en su tomo
-de sermones el grave autor y maestro que por humildad quiso llamarse
-el discipulo: libro bien conocido, y aprobado, por cuyo testimonio á
-nadie parecerá apocrifo el referido milagro; por el cual, y por los
-infinitos que andan escritos, recogidos de diversos, graves y piadosos
-autores, en confirmacion del santo uso y devocion del rosario, protesto
-ser toda mi vida de aqui adelante muy devoto de su santa cofradia; y en
-llegando á Calatayud, tengo sin duda de asentarme en ella y procurar
-ser admitido en el numero de los ciento y cincuenta que se emplean
-en servirla y administrarla, trayendo visiblemente el rosario, por
-el interes de las muchas indulgencias que he oido predicar se ganan
-en ella. No dexó Sancho con sus dislates ordinarios proseguir al
-canonigo los devotos encomios que iba diziendo de la santa cofradia
-del Rosario y de la Virgen Santisima, su singular patrona; porque,
-saliendo de traves, dixo: Lindamente, señor ermitaño, ha departido y
-devisado la vida y muerte desa bendita monja y penitente fraile: juro,
-non de Dios, que diera cuanto tengo en las faltriqueras, que son cinco
-ó seis cuartos, por saberla contar de la suerte que la ha contado, á
-las moças del horno de mi lugar; y desde aqui protesto que si Dios me
-diere algun hijo en Mari-Gutierrez, que le tengo de inviar á estudiar
-á Salamanca, do, como este buen padre, aprenda teologia, y poco á poco
-llegue por sus puntos contados á decorar toda la gramatica y medecina
-del mundo; porque no quiero se quede tan grande asno como yo. Pero no
-piense el grandisimo bellaco gastar en el estudio la hacienda de su
-padre, yendose á jugar con otros tales como él, que por las barbas
-que en la cara tengo, juro que le tengo de dar, si tal haze, con este
-cinto más açotes que caben higos en un seron de arroba. Dezia esto él
-quitandose el cinto y dando con él con una colera desatinada en el
-suelo, repitiendo: Ser bueno, ser bueno; estudiar, estudiar mucho; en
-hora mala para él y para cuantos le valieren y me le quitaren de las
-manos. Rieron mucho los circunstantes de su boberia; y no obstante su
-necia maldizion, le tuvieron del braço, diciendo: Baste ya, hermano
-Sancho; no más, por amor de Dios; que aun no está engendrado el rapaz
-que ha de llevar los açotes. Con esto lo dexó, diziendo: A fe que
-lo puede agradecer á vs. ms.; pero otra vez lo pagará todo junto:
-pase esta por primilla. Don Quixote le dixo: ¿Que tonteria es esa
-Sancho? Aun no tienes el hijo, ni aun esperança de tenelle, ¿y ya le
-açotas porque no va á la escuela? ¿No ve v. m., replicó él, que estos
-muchachos, si desde chiquitos no se castigan, y se amoldan antes de
-tener ser, se vuelven haraganes y respostones? Es menester pues, para
-evitar semejantes inconvenientes, que sepan desde el vientre de su
-madre que la letra con sangre entra; que asi me crió mi padre á mí; y
-si algun buen entendimiento tengo, me lo embebió él en el caletre á
-puros açotes, tanto que el cura viejo de mi lugar (santa anima haya su
-gloria), cuando me topaba por la calle, poniendome la mano sobre la
-cabeça, dezia á los circunstantes: Si este niño no muere de los açotes
-con que le crian, ha de crecer por puntos. Eso, Sancho, respondió el
-ermitaño, tambien me lo dixera yo. Pues sepa v. m., replicó él, que
-aquel cura era grande hombre, porque habia estudiado en el Alcana
-toda la latrineria de pe á pa. Alcala dirás, dixo don Quixote; que en
-el Alcana de Toledo no se aprenden letras, sino como se han de hazer
-compras y ventas de sedas y otras mercancias. Eso ó esotro, replicó
-Sancho, lo que sé es que era medio adevino, pues conocia una muger de
-buena cara entre veinte feas; y era tan doto, que pasando una vez por
-mi lugar un estudiante, argumentaron bravamente ambos de las epistolas
-y evangelios del misal, y le vino nuestro cura á cohondir, porque
-le preguntó, tratando de no sé que latin de la Iglesia, que ya no
-se me acuerda, no sé que honduras, y le dexó patas arriba hecho un
-cesto, confesando dél que era hombre preeminente. Por cierto, dixo un
-canonigo, señor Sancho, que v. m. tiene bravo ingenio, y que gustaré no
-poco, y lo mismo creo haran todos estos señores, de oirle contar algun
-cuento igual á los que nos han referido el señor soldado y reverendo
-ermitaño, pues siendo tanta su memoria y habilidad, no dexará de ser
-el que nos contare muy curioso. Yo les prometo á vs. ms., dixo Sancho,
-que tocan tecla á la cual responderan más de dos dozenas de flautas;
-porque sé los más lindos cuentos que se pueden imaginar; y si gustan,
-les contaré uno diez vezes mejor que los referidos, aunque muy más
-corto y verdadero. Quitate allá, animalazo, dixo don Quixote: ¿que has
-de contar que sea de consideracion? Saldrasnos á moler con una frialdad
-á mí y á estos señores, como me moliste en el bosque en que encontré
-con aquellos seis valerosos gigantes en figura de batanes, con la necia
-historia de Lope Ruiz, cabrerizo extremeño, y de su pastora Torralba,
-vagamunda perdida por sus pedazos, hasta seguirle enamorada dellos,
-despues de reconocida y llorosa por los melindrosos desdenes con que le
-trató (ordinario efecto del amor en las mugeres, que buscadas huyen, y
-huidas buscan), desde Portugal hasta las orillas de Guadiana, en las
-cuales atollaron sus cabras tu cuento, y mis narizes con el mal olor
-con que atrevido las sahumaste. ¡Malillo, pues, era el cuento! dixo
-Sancho; y á fe que me huelgo que á v. m. se le acuerden tan bien sus
-circunstancias, para que por ellas y las del que agora referiré, si
-me dan grato silencio todos, conozca la diferencia que hay del uno al
-otro. Rogaron todos á don Quixote le dexase contar su cuento, y dandole
-él licencia para ello, y entonando Pança su voz, començó á dezir: Erase
-que se era, que en hora buena sea, el bien que viniere para todos sea,
-y el mal para la manceba del abad, frio y calentura para la amiga del
-cura, dolor de costado para la ama del vicario, y gota de coral para el
-rufo sacristan, hambre y pestilencia para los contrarios de la Iglesia.
-¿No lo digo yo, dixo don Quixote, que este animal es afrenta-buenos,
-y no ha de dezir sino dislates? ¡Miren la arenga de los diablos que
-ha tomado para su cuento, tan larga como la cuaresma! ¿Pues son malos
-los arenques para ella, cuerpo de mi sayo? dixo Sancho. No me vaya v.
-m. á la mano, y verá si digo bien: ya me iba engolfando en lo mejor de
-la historia, y agora me la ha hecho desgarrar de la mollera: escuchen,
-si quieren, con Barrabas, pues yo les he escuchado á ellos. Erase,
-como digo, volviendo á mi cuento, señores de mi alma, un Rey y una
-Reina, y este Rey y esta Reina estaban en su reino, y todos al que
-era macho llamaban el Rey, y á la que era hembra la Reina. Este Rey y
-esta Reina tenian un aposento tan grande como aquel que en mi lugar
-tiene mi señor don Quixote para Rocinante; en el cual tenian el Rey
-y la Reina muchos reales amarillos y blancos, y tantos, que llegaban
-hasta el techo. Yendo dias y viniendo dias, dixo el Rey á la Reina: Ya
-veis, Reina deste Rey, los muchos dineros que tenemos: ¿en que pues os
-parece seria bueno emplearlos, para que dentro de poco tiempo ganasemos
-muchos más y mercasemos nuevos reinos? Dixo luego la Reina al Rey: Rey
-y señor, pareceme que seria bueno que los comprasemos de carneros.
-Dixo el Rey: No, Reina, mejor seria que los comprasemos de bueyes.
-No, Rey, dixo la Reina, mejor será, si bien lo miras, emplearlos en
-paños, y llevarlos á la feria del Toboso. Anduvieron en esto haziendo
-varios arbitrios, diziendo la Reina no á cuanto el Rey dezia sí: y el
-Rey sí á cuanto la Reina dezia no. A la postre, postre, vinieron ambos
-en que seria bueno ir con los dineros á Castilla la Vieja ó tierra
-de Campos, do por haber muchos gansos, los podrian emplear en ellos,
-mercandolos á dos reales; y añadia la Reina, que dió este consejo: Y
-luego mercados, los llevaremos á vender á cuatro reales, y á pocos
-caminos multiplicaremos asi infinitamente el dinero en breve tiempo. Al
-fin el Rey y la Reina llevaron todos sus dineros á Castilla en carros,
-coches, carroças, literas, caballos, acemilas, machos, mulas, jumentos
-y otras personas deste compas. Tales como la tuya serian todos, dixo
-don Quixote: ¡maldigate Dios á ti y á quien tiene paciencia para oirte!
-Ya es la segunda vez que me desbarata, replicó Sancho, y creo que es
-de invidia de ver la gravedad de la historia y la elegancia con que la
-refiero; y si eso es, dela por acabada. Que no permitiese tal rogaron
-á don Quixote, y á Sancho pidieron con insistencia la prosiguiese.
-Hizolo, diziendo, porque estaba de buen humor: Consideren, señores,
-con tanto real que tantos gansos comprarian el Rey y la Reina; que
-yo sé de cierto que eran tantos, que tomaban más de veinte leguas:
-en fin estaba España tal de gansos, cual estuvo el mundo de agua en
-tiempo de Noe. Y si fuera cuales estuvieron de fuego Sodoma, Gomorra
-y las demas ciudades, dixo Bracamonte, ¿cuales quedaran los gansos,
-señor Pança?--Para la mia buenos y bien asados, señor Bracamonte;
-pero ni eso fue, ni se me da nada, pues no me hallé en ello: lo que
-sé es que el Rey y la Reina iban con ellos por los caminos, hasta
-que llegaron á un grandisimo rio... Que sin duda, dixo el jurado,
-seria Manzanares, pues su grandiosa puente segoviana muestra que
-antiguamente seria caudalosisimo. Solo sé, replicó Sancho, que por no
-haber en él pasadizo, llegados el Rey y la Reina á su orilla, dixo
-el uno al otro: ¿Como habemos de pasar agora estos gansos? porque si
-los soltamos, se iran nadando por el rio abaxo, y no los podrá despues
-coger el diablo de Palermo; por otra parte, si los queremos pasar en
-barcas, no los podremos recoger en un año. Lo que me parece, dixo el
-Rey, es que hagamos hazer luego en este rio una puente de palo, tan
-angosta que solo pueda pasar por ella un ganso; y asi, yendo uno tras
-otro, ni se nos descarriaran, ni tendremos trabajo de pasarlos todos
-juntos. Alabó la Reina la traça; y efectuada, començaron uno á uno á
-pasar los gansos. Calló Sancho en esto; y don Quixote le dixo: Pasa tú
-con ellos, con todos los diablos, y acabemos ya con su pasage y con
-el cuento. ¿Para que te paras? ¿Hasete olvidado? No respondió palabra
-Sancho á su amo, lo cual visto por el ermitaño, le dixo: Pase v. m.,
-señor Sancho, adelante con el cuento; que en verdad que es lindisimo.
-A esto respondió él, diziendo: Aguardense: ¡cuerpo non de Dios, y que
-supitos que son! Dexen pasar los gansos, y pasará el cuento adelante.
-Dadlos por pasados, replicó uno de los canonigos. No, señor, dixo
-Sancho: gansos que ocupan veinte leguas de tierra no pasan tan presto;
-y asi resuelvase en que no pasaré adelante con mi cuento, ni lo puedo
-hazer con buena conciencia, hasta que los gansos no esten de uno en
-uno desotra parte del rio, en que no tardaran más que un par de años
-cuando mucho. Con esto se levantaron del suelo, riendo todos como unos
-locos, sino don Quixote, que le quiso dar á todos los diablos; pero
-apaciguaronle los de la compañia, despues de lo cual se despidieron
-dél, diziendole: Sirvase v. m., señor caballero andante, de darnos
-licencia; que pues el sol, ya negandonos su luz por comunicarla á los
-antipodas, dexa la tierra sin la molestia que su riguroso calor le
-causaba, razon será le mostremos en el caminar, por tener la jornada
-algo más larga que v. m. y su compañia, á la cual suplicamos nos mande
-y emplee en su servicio; que á todo acudiremos como pide la obligacion
-en que nos ha puesto la merced recebida y la buena compañia que se nos
-ha hecho. Ese agradecimiento noble estimo yo en nombre destos señores
-en lo que es razon, replicó don Quixote; y por él y en nombre dellos
-rindo las debidas gracias, ofreciendo en servicio de vs. ms. cuanto
-nuestras fuerças valieren; y acompañaramoslos todos con prisa, aunque
-voy á la corte por un forçoso desafio, si me igualaran los pies deste
-señor soldado, y reverendo ermitaño, con cuyo cansancio me acomodo,
-obligado de su buen termino y mi natural piedad. Despidieronse en
-esto con mucha cortesia los unos de los otros, y don Quixote puso el
-freno á Rocinante, en que subido, començó á caminar con el ermitaño y
-soldado por diferente parte poco á poco, hazia un lugarejo donde tenian
-determinado quedarse aquella noche, yendo aguardando á Sancho, que
-se quedó enalbardando su rucio. Entre tanto que llegaban al pueblo,
-platicaron el ermitaño y el soldado sobre los referidos cuentos; y
-como eran agudos y estudiantes, pudieron facilmente meterse en puntos
-de teologia, y uno dellos fue admirandose del siniestro fin que tuvo
-Japelin, y el feliz de don Gregorio y la Priora. En esto volvieron
-todos las cabeças, y más don Quixote, que con mucha atencion les iba
-escuchando, y vieron á Sancho Pança, que venia muy repantigado sobre
-su asno. Llegandoseles cerca, dixo: Por la vida de Matusalen juro que
-aunque murió muy buena muerte aquel don Gregorio, con todo, por el
-camino he venido pensando en cuan mal lo hizo en dexar á la pobre doña
-Luisa en Badajoz sola, y en las manos de aquellos fariseos que tan
-enamorados andaban della, con que le dió ocasion de ser peor de lo que
-era ya. ¿No veis, Sancho, respondió el ermitaño, que todo fue permision
-de Dios, el cual de muy grandes males suele sacar mayores bienes, y no
-permitiera aquellos, si no fuera por ocasionarse con ellos para mostrar
-su omnipotencia y misericordia en estos otros? que en fin, de lo mesmo
-que el demonio traça para perdernos, toma nuestro buen Dios ocasion de
-ganarnos; que son el demonio y Dios como la araña y abeja, que de una
-misma flor saca la una ponçoña que mata, y la otra miel suave y dulce
-que regala y da vida.
-
-
-
-
-CAPITULO XXII
-
-Como prosiguiendo su camino don Quixote con toda su compañia, toparon
-una estraña y peligrosa aventura en un bosque, la cual Sancho quiso ir
-á probar como buen escudero.
-
-
-Yendo nuestro buen hidalgo caminando con toda su compañia y platicando
-de lo dicho, ya que llegaban á un cuarto de legua del pueblo do habian
-de hazer noche, oyeron en un pinar, á la mano derecha, una voz como de
-muger afligida; y parandose todos, volvieron á escuchar lo que seria,
-y sintieron la misma voz lamentable, que dezia: ¡Ay de mí, la más
-desdichada muger de cuantas hasta agora han nacido! ¿Y no habrá quien
-me socorra en esta tribulacion, en que la fortuna por mis grandes
-pecados me ha puesto? ¡Ay de mí, que sin duda habre de perecer aqui
-esta noche, entre dientes, garras y colmillos de alguna de las muchas
-fieras que semejantes soledades suelen poblar! ¡Oh traidor perverso!
-¿Y por que me dexaste con vida, pues me fuera harto mejor que con
-los filos de tu cruel espada me cortaras el cuello, que no haberme
-dexado desta suerte con tanta inhumanidad? ¡Ay de mí! Don Quixote, que
-semejantes razones oyó sin ver quien las dezia dixo á los compañeros:
-Señores, esta es una de las más estrañas y peligrosas aventuras que
-jamas he visto ni probado desde que recebí el orden de caballeria;
-porque este pinar, es un bosque encantado, donde no se puede entrar
-sin grandisima dificultad, en medio del cual tiene el sabio Freston,
-mi contrario antiguo, una cueva, y en ella muchos y muy nobilisimos
-caballeros y donzellas encantadas, entre los cuales, por saber que
-en ello me haze singular agravio y sinsabor, ha traido presa á mi
-intima amiga la sabia Urganda la desconocida, y la tiene llena de
-cadenas, atada á una rueda de molino de aceite, la cual voltean dos
-ferozisimos demonios; y cada vez que la pobre sabia llega abaxo, y
-la coge la piedra por el cuerpo, da aquellas terribles vozes: por
-tanto ¡oh clementisimos heroes! atended; que solo á mi persona atañe
-y de juro pertenece probar esta insolita aventura, y libertar á la
-afligida sabia ó morir en la demanda. Cuando el ermitaño y Bracamonte
-oyeron semejantes dislates á don Quixote, y ponderaron los visages y
-afectos con lo que dezia, le tuvieron totalmente por loco; pero con
-todo, disimulando este conceto que dél tenian, le dixeron: Mire v.
-m., señor don Quixote, que por esta tierra no se usan encantamientos,
-ni este pinar está encantado, ni puede haber cosa de las que v. m.
-dize; y solo se puede buenamente colegir de las vozes que se oyen, que
-algunos salteadores habran robado alguna muger y dadola de puñaladas,
-la habran dexado en medio deste pinar, y desto se debe de lamentar. A
-pesar de cuantos lo contradizen, replicó don Quixote, son las vozes de
-la persona y por las causas que dicho tengo. Viendo Sancho Pança lo
-que altercaban sobre dezernir quien y por que razon pronunciaba los
-confusos lamentos que oian, se llegó á su amo, muy repolludo en el
-rucio, y quitandose la caperuça, puesto en su presencia, le dixo: Ya
-los dias pasados vió v. m., mi señor don Quixote, saliendo de Çaragoça,
-como me las tuve tiesas con el señor Bracamonte, que está presente;
-y que si no fuera por v. m. y por el respeto que tuve á la venerable
-presencia deste señor ermitaño, no dexara de dar cima, tronco, ó como
-diablos lo llaman los caballeros andantes, á la aventura ó batalla
-que con él tuve, pero batalla en que se me dió por vencido; y asi
-para que merezca venir á ser por mis pulgares, andando los tiempos,
-tenido por esos mundos, insulas y peninsulas por caballero andante,
-como v. m. lo es, y haga á cuantos topare tuertos y coxos, le pido
-desencarecidamente se esté aqui con estos señores; que yo iré quedito,
-subido en mi rucio, sin permitirle diga en el camino palabra buena ni
-mala, á ver si es la que ahi dentro se quexa la sabia Urganda, ó como
-se llama; y si cojo descuidado al bellaconazo del sabio que v. m. dize,
-verá como, despues de haberle dado media dozena de gentiles moxicones,
-se le traigo aqui agarrado de los cabeçones; pero si acaso muriesemos
-en la demanda yo y mi fidelisimo jumento, suplico á v. m. por amor
-del señor san Julian, abogado de los cazadores, que nos haga enterrar
-juntos en una sepultura; que pues en vida nos quisimos como si fueramos
-hermanos de leche, bien es que en la muerte tambien lo seamos; y
-mandeme enterrar en los montes de Oca; y si por mi ventura fuere camino
-para llevarnos á ellos la Argamesilla de la Mancha, nuestro lugar,
-detenganos en ella siete dias con sus noches, en honra y gloria de las
-siete cabrillas y de los siete sabios de Grecia; lo cual hecho, iremos
-alegres nuestro camino, habiendo empero almorzado primero lindamente.
-Riose don Quixote, diziendo: ¡Oh Sancho, y que grande necio que eres!
-Pues si te he de llevar muerto con tu rucio, ¿como quieres descansar
-siete dias con sus noches en la Argamesilla, y despues almorzar para
-ir adelante? Par diez, replicó Sancho, que tiene razon: v. m. perdone;
-que no habia caido en que iba muerto. Pues, Sancho, dixo entonzes don
-Quixote, porque veas que deseo tu aprovechamiento en las aventuras, te
-doy plenaria licencia para que vayas y pruebes esta, y ganes la honra
-della que se me debia; y me la quito para dartela, con el fin de que
-comiençes á ser caballero novel, prometiendote que si le das, cual
-confio de tu braço, á esta peligrosa hazaña que emprendes, en llegando
-á la española corte, tengo de hazer con su catolico monarca que por
-fuerça ó por grado te dé el orden de caballeria, para que, dexando el
-sayo y la caperuça, subas armado de todas pieças en un andaluz caballo,
-y vayas á justas y torneos, matando fieros gigantes y desagraviando
-opresos caballeros y tiraniçadas princesas con los filos de tu espada,
-sin trepidar los soberbios gigantes y fieros grifos que te hizieren
-resistencia. Señor don Quixote, dixo Sancho, dexeme á mí; que á
-cachetes haré yo más en un dia que otros en una hora; y si puedo poner
-un poco de tierra en medio, como haya abundancia de guijarros, quedará
-la vitoria por mia, y muertos todos los gigantes aunque tope un cahiz
-de ellos; y con esto, adios; que voy á ver en que pára esta aventura;
-mas deme primero su bendicion. Don Quixote le santiguó, diziendo:
-Dete Dios en este trance y semejantes lides la ventura y acierto que
-tuvieron Josue, Gedeon, Sanson, David y el santo Macabeo contra sus
-contrarios, por serlo de Dios y de su pueblo. Començó luego Sancho á
-caminar; y andados cuatro pasos, volvió á su amo, diziendo: Mire v. m.,
-señor, que si acaso diere vozes, viendome en algun peligro, que acuda
-luego, y no demos que reir al mal ladron, pues podria v. m. llegar tan
-tarde, que ya Sancho hubiese llevado, cuando llegase, media dozena
-de maçadas de gigantes. Anda, Sancho, dixo don Quixote, y no tengas
-miedo; que yo acudiré á tiempo. Con esto se fue; y apenas hubo andado
-otros seis pasos, cuando volvió diziendo: Y mire v. m., tome esto
-por seña de que me va mal con este sabio, que encomendado sea á las
-furias infernales: que cuando yo diga dos vezes ¡ay, ay! venga como un
-pensamiento; porque será señal infalible de que ya me tiene en tierra
-atado de pies y manos para quitarme el pellejo como un san Bartolome.
-No harás cosa buena, dixo don Quixote, pues tanto temor tienes. Pues,
-¡pesia á la madre que me parió! dixo Sancho, estase v. m. arrellenado
-en su caballo, y esotros dos señores riendose, como si fuese cosa de
-burla el irme yo triste á meter solo entre millones de gigantes más
-grandes que la torre de Babilonia, ¡y no quiere que tema! Yo le aseguro
-que si alguno de sus mercedes viniera, hiziera peor: ¡cuerpo non de
-Dios con ellos, y aun con la puta perra que me hizo pedir tal licencia,
-ni tratar de meterme en estos ruidos, y buscar perro con cencerro! Tras
-esto se entró el pinar adentro; y habiendo andado medrosisimo cosa de
-veinte pasos, començó á dar gritos en seco, diziendo: ¡Ay, ay, que me
-matan! Apretó las espuelas don Quixote á Rocinante en oyendo las vozes,
-y tras él el ermitaño y soldado; y llegando todos á Sancho, que estaba
-caballero en su asno, le dixo su amo: ¿Que es ó que has habido, mi fiel
-escudero? que aqui estoy. ¡Eso sí! dixo Sancho: no he visto aun nada,
-y solo he gritado por ver si acudiria al primer repiquete de broquel.
-Volvieron atras todos riendo, y Sancho se emboscó; pero á poco trecho
-oyó como no muy lexos dél se quexaban y dezian: ¡Ay Madre de Dios! ¿Y
-es posible que no haya en el mundo quien me socorra? Sancho que iba
-con más miedo que vergüença, alargando el cuello acá y acullá, oyó
-de nuevo cerca de sí la mesma voz, que entre unos arboles le dezia:
-¡Ah, hermano labrador! por amor de Dios, quitadme de aqui. Volviendo
-en esto, turbado, la cabeça Sancho, vió una muger en camisa, atada
-de pies y manos á un pino; y apenas la hubo visto, cuando dando una
-gran voz se arrojó del asno abaxo, y volviendose á pie, corriendo y
-tropeçando, por donde habia venido, iba diziendo á vozes: ¡Socorro,
-socorro, señor don Quixote; que matan á Sancho Pança! Don Quixote y los
-demas que oyeron á Sancho entraron el pinar adentro, donde toparon con
-él, que se volvia turbadisimo, mirando hazia atras de cuando en cuando,
-y tropeçando en una mata y dando de ojos en otra; al cual, asiendole
-del braço el soldado, y no pudiendole detener, segun se daba prisa
-por salir del pinar, le dixo: ¿Que es esto, señor caballero novel?
-¿Cuantos gigantes ha muerto á moxicones? Reportese, pues queda con
-vida y nos ha excusado el trabajo de llevarle á enterrar á los montes
-de Oca. ¡Ay señor! respondió Sancho, no vaya allá, por las llagas de
-Jesus Nazareno, Rex Judœorum; porque le asiguro he visto por estos ojos
-pecatrizes, los cuales no soy digno de jurar, una anima del purgatorio
-vestida de blanco como ellas, segun dezia el cura de mi lugar; y á fe
-que no esté sola; que siempre estas andan á bandadas como palomas; lo
-que sé dezir es que la que yo acabo de ver está atada á un pino; y si
-no me encomendara aprisa á san Longinos benditisimo, y apretara los
-pies, me tragara sin duda, como se ha tragado ya al triste rucio y á mi
-caperuça, que no la hallo. Començó don Quixote á caminar poco á poco,
-y los demas tras él; y Sancho, que apenas se podia mover, segun iba
-de cortado, dixo: ¡Ah señor don Quixote! mire por amor de Dios lo que
-haze, no tengamos que llorar para toda nuestra vida. En esto, como la
-muger que estaba atada sintió rumor de gente, començó á levantar la
-voz y á dezir: ¡Ay señores! por reverencia del que murió por todos,
-que me quiten deste tormento en que estoy puesta, y si son cristianos
-hayan misericordia de mí. Don Quixote y los demas, que vieron aquella
-muger atada de pies y manos al pino, llorosa y desnuda, tuvieron gran
-compasion de ella; pero Sancho, asido del habito del ermitaño y puesto
-tras él, medio acechando, con el miedo que tenia le dixo: Doña anima
-del purgatorio (¡purgada os vea yo con todos los diablos del infierno
-á vos y á quien acá os traxo, supuesto que no puedo creer sea cosa
-buena!), dad acá el rucio que os habeis comido; si no, por vida de
-cuantos verdugos hay en el Flas Sanctorum, que mi señor don Quixote os
-le saque del buche á puras lançadas. El soldado le respondió: Callad,
-Sancho; que alli anda vuestro asno paziendo, la caperuça, que se os
-cayó, está junto á él. ¡Oh bendito sea Dios, dixo Sancho, y como me
-huelgo! Y asiendo del asno, le abraçó y dixo: Bien seas venido de los
-otros mundos, asno de mi alma; mas dime como te ha ido en ellos:--y
-llegandose tras esto á su amo, le dixo: Mire v. m., señor, lo que haze,
-y no la desate, porque esta anima me parece pintiparada á la anima de
-una tia mia que murió habrá dos años, de sarna y mal de ojos, en mi
-lugar; y nos importa á todos los de mi linage no verla más que á la
-landre, porque era la más maldita vieja que hayan tenido todas las
-Asturias de Oviedo que hay en todo el mundo. No curó don Quixote de las
-boberias de su escudero; y asi, volviendose al ermitaño y á Bracamonte,
-les dixo: Habeis de saber, señores, que esta dama que veis aqui atada
-con tanto rigor y crueldad, es sin duda la gran Zenobia, reina de las
-Amazonas, si nunca la oistes dezir; la cual, habiendo salido á caza con
-la muchedumbre de sus más diestros cazadores, vestida de verde, en un
-hermoso caballo rucio rodado, con su arco en la mano y una rica aljaba
-al hombro, llena de doradas y herboladas flechas, habiendose apartado
-de su gente por haber seguido un ferozisimo jabalí, se perdió en estos
-obscuros bosques; y siendo hallada por alguno ó algunos jayanes de los
-que van por el mundo haziendo dos mil alevosias le robaron su preciado
-caballo, quitandole sus ricos y bordados vestidos y todas las joyas,
-perlas, axorcas y anillos que en su cuello, braços y blancas manos
-traia; y la dexaron, como veis, desnuda en camisa y atada á ese pino:
-por tanto, señor soldado, v. m. la desate luego, y sabremos de su boca
-elegantisima toda la historia. La muger era tal, que pasaba de los
-cincuenta, y tras de tener bellaquisima cara, tenia un rasguño de á
-jeme en el carrillo derecho, que le debieron de dar siendo moça, por su
-virtuosa lengua y santa vida. El soldado la fue á desatar, diziendo:
-Yo le juro á v. m., señor caballero, que la dueña que está aqui no
-tiene cara de reina Zenobia, si bien tiene el talle de amazona; y si
-no me engaño, me parece haberla visto en Alcala de Henares, en la
-calle de los Bodegones, y se ha de llamar Barbara la de la cuchillada.
-Y llegandola á desatar, dixo ella que era la verdad y que aquel era
-su nombre. En esto se quitó el manto que traia el ermitaño, y se le
-puso á la pobre muger para que asi con él llegase hasta el lugar con
-más decencia; la cual, en viendose cubierta, se llegó adonde estaba
-don Quixote, y viendole armado de todas pieças, le dixo: Infinitas
-gracias, señor caballero, rindo á v. m. por la que me acaba de hazer,
-pues con ella y por sus manos quedo libre de las de la muerte,
-en las cuales sin duda me viera esta noche, si por piedad de los
-cielos no hubiera v. m. pasado por aqui con esta noble compañia. Don
-Quixote con mucho reposo y gravedad le respondió, diziendo: Soberana
-señora y famosa reina Zenobia, cuyas fazañas estan ya tan sabidas
-por el mundo, y cuyo nombre y valor conocieron tan bien los famosos
-griegos á costa de su sangre generosa, pues vos con vuestras fermosas
-cuanto intrepidas amazonas fuistes poderosa para dar la vitoria á la
-parte que favoreciades de los dos lucidos exercitos del emperador
-de Babilonia y Constantinopla, yo me tengo por muy felize y dichoso
-en haberos hecho hoy este pequeño servicio, principio de los que á
-vuestra real persona de aqui adelante pienso hazer en la grandiosa
-corte del catolico monarca de las Españas, en la cual tengo aplaçada
-una peligrosa y dudosa batalla con el gigante Bramidan de Tajayunque,
-rey de Chipre. Yo os juro y prometo desde aqui coronaros por reina y
-señora de aquella amenisima isla y regalado reino, despues de haber por
-cuarenta dias defendido contra todos los caballeros del mundo vuestra
-rara y peregrina fermosura. El ermitaño y Bracamonte, que semejantes
-disparates oyeron dezir á don Quixote, no se podian valer de risa;
-pero considerando la obligacion en que le estaban por lo que cuidaba
-de su regalo, y cuanto por no perderle les importaba sobrellevarle,
-disimulaban cuanto podian, siguiendole el humor como discretos; aunque,
-cuando se hallaban ambos á solas, lo reian todo por junto. La buena
-muger, que se vió tratar de reina, no supo que le responder, sino
-dezir: Yo, señor mio, si bien soy moçona, no soy la reina Zenobia, como
-v. m. me llama; si es que no lo dize fisgando por verme tan fea. Pues
-á fe que en mi tiempo no lo fui; que vivido he en Alcala de Henares
-toda mi vida, donde, cuando era muchacha, era bien regalada y querida
-de los más galanos estudiantes que ilustraban entonzes aquella celebre
-universidad, sin haber rotulada por todos sus patios y casa otra que
-Barbara; y hasta en todas las puertas de los conventos y colegios
-estaba mi nombre escrito con letras coloradas y verdes, cubierto de
-coronas y ladeado de palmas, diziendo: Barbara victor; pero ya por
-mis pecados, despues que un escolastico capigorron me hizo esta señal
-en el rostro (que mala se la de Dios en el anima), no hay quien haga
-caso de mí. Pues á fe que, aunque fea, no espanto. A esto respondió
-Sancho: Por vida de mi madre, que esté en el otro mundo por muchos años
-y buenos, señora reina Zenobia, que aunque le parece á v. m. que no
-espanta, que me espantó denantes cuando la ví con tan mala catadura;
-que habia de la cera que destilaba la colmena trasera que naturaleza
-me dió, para hazer bien hechas media dozena de hachas de á cuatro
-pabilos. Don Quixote, que ya en su fantasia idolatraba en Barbara,
-teniendola por la reina Zenobia, le dixo, dando un empujon á Sancho,
-con que le hizo callar: Vamos, serenisima señora, al lugar, que ya
-está cerca, y dezirnos heis por el camino como os sucedió la desgracia
-de ser robada, y atada de pies y manos en aquel pino. Y volviendose á
-Sancho, le dixo: ¿Ois, escudero? Traed vuestro jumento, y subireis en
-él luego á la señora reina Zenobia de aqui al lugar. Traxole Sancho,
-y poniendose á gachas á cuatro pies para que subiese, volviendo la
-cabeça, le dixo: Suba, señora reina; y ponga los pies sobre mí. Hizolo
-ella con mucha desenvoltura y sin hazerse de rogar; y puesta á caballo,
-començaron á caminar para el pueblo. A pocos pasos que habia andado, le
-dixo Bracamonte: Diganos, señora Barbara, por vida desa suya que tantas
-ha pensado costar en la moçedad, ¿quien fue aquel bellaco que la dexó
-de tal suerte, y quien el que la sacó de la calle de los Bodegones de
-Alcala, donde estaba como una princesa y tan visitada de estudiantes
-novatos que la henchian las medidas y bolsas? ¡Ay señor soldado!
-respondió ella. ¿Conociome á mí alli en mi prosperidad? ¿Entró alguna
-vez en mi casa? ¿O acaso comió jamas del mondongo que yo guisaba? que
-le solia algunas vezes hazer tan bueno, que se comian los estudiantes
-las manos tras ello. Yo, señora, respondió él, jamas comí en casa de
-v. m., porque estaba en el Colegio Trilingüe, donde dan de comer á
-los colegiales; pero acuerdome bien de que alababan mucho las agujas
-de v. m. y su limpieza, la cual, segun me dezian, era tanta, que con
-solo un caldero de agua lavaba por el pensamiento dos y tres vientres:
-de manera que salian de sus manos unas morcillas verdinegras, que era
-gloria mirallas; que como la calle es angosta y obscura, no se podia
-echar de ver la superabundancia del mugre con que convidaban al más
-hambriento machuca de Alcala. ¡Ay! ¡mal haya él, replicó Barbara, y
-que gran bellaco y socarron me parece! Pues á fe que si no me engaño,
-que ha él comido de mis manos más de cuatro vezes; porque su talle y
-vestido no es para hazerme creer que ha estado en el Colegio Trilingüe,
-como dize. Digame la verdad, acabe. Bracamonte la satisfizo, diziendo:
-Antes que yo entrase en el colegio, agora cuatro años, estaba con otros
-seis estudiantes amigos en la calle de Santa Ursula, en las casas que
-se alquilan alli junto á la iglesia mayor del mercado; y me acuerdo
-que v. m. subió á ellas con una olla no muy pequeña llena de mondongo;
-y un estudiante, que se llamaba Lopez, la cogió en sus braços sin
-derramarla, y la metió en su aposento, donde él con todos los amigos
-comimos de la olla que v. m. se traia baxo sus mugrientas sayas, sin
-tocar á la del mondongo. Por el siglo de mi madre, respondió Barbara,
-que me acuerdo deso como de lo que he hecho hoy. Pues á fe que toda era
-gente honrada; que aunque no tuvieron razon de hazer lo que hizieron,
-siendo yo muger de mis prendas, todavia tuvieron respeto de no tocarme
-á la olla. ¡Jesus, Jesus! ¿que estaba alli? Pues sepa que Lopez es
-ya licenciado y un grandisimo bellaco enamoradizo, mas con todo eso,
-á fe que las vezes que yo subia á su aposento, que no me escupia.
-Pues, señora reina mia, dixo Sancho, si tan buena ofiziala es de hazer
-mondongos, sepa que si mi amo la lleva, como dize, al reino de Chipre,
-alli tendrá bastantisima ocasion de mostrar su habilidad, porque
-habrá tripas infinitas de los enemigos que mataremos; de los cuales
-podrá hazer pasteles, pelotas de carne y ollas podridas, y echarles
-toda la caparrosa que quisiere, pues es lo que da mejor gusto á los
-guisados. ¡Ay amarga de mí! respondió Barbara: si la caparrosa es para
-hazer tinta, ¿como dezis vos, hermano, que la eche en los guisados?
-No sé, en mi conciencia, replicó Sancho, lo que me echaron encima de
-las alhondiguillas que me dieron en casa de don Carlos en Çaragoça; lo
-que sé es que ellas me supieron riquisimamente. Albondiguillas direis,
-dixo Barbara; que ansi se llaman en todo el mundo. Poco monta; replicó
-Sancho, que se llamen de una suerte ó de otra, lo que hemos de procurar
-es sembrar muchas en estando en Chipre.
-
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-CAPITULO XXIII
-
-En que Barbara da cuenta de su vida á don Quixote y sus compañeros
-hasta el lugar, y de lo que les sucedió desde que entraron hasta que
-salieron dél.
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-
-Salieron del pinar á la que Sancho acababa de dezir las referidas
-simplicidades. Juntoseles don Quixote en el camino real, donde les
-esperaba haziendo mil discursos acerca del modo que tendria en llevar
-á la corte á la que él tenia por reina Zenobia; y luego que vió que
-ella llegaba al puesto en que la esperaba, la dixo con grande respeto
-y mesura: Suplico á vuesa magestad se sirva, poderosisima reina, de
-darnos cuenta, de aqui á que con la fresca lleguemos al vecino lugar,
-de quienes fueron los follones que la robaron sus ricas joyas y la
-desnudaron de sus reales galas, dexandola atada con tanta crueldad en
-aquel arbol. A lo cual respondió ella al punto: V. m., señor mio, ha
-de saber que viviendo yo en Alcala de Henares, en la calle que llaman
-de los Bodegones, con mi honrado y ordinario trato, quiso la fortuna,
-que siempre es contraria á los buenos, que viniese alli un mancebo de
-muy bonita cara y harto discreto, el cual entró dos ó tres vezes á
-comer en mi casa. Como le vi al principio tan cortes, prudente y bien
-hablado, aficionemele (que no debiera) de tal suerte, que no podia
-de noche ni de dia sosegar sin verle, hablarle y tenerle á mi lado.
-Dabale de comer y cenar todos los dias como á un principe, comprabale
-medias, çapatos, cuellos y aun los libros que me pedia, mirandome
-en él cual en un un espejo: en fin, él estuvo en mi casa con esta
-vida más de un año y medio, sin gastar blanca suya, y muchas mias.
-En este tiempo sucedió que estando una noche conmigo en la cama, me
-dixo como estaba determinado de ir á Çaragoça, adonde tenia parientes
-muy ricos; y que me prometia, si queria ir con él, que en llegando
-allá se casaria conmigo, por lo mucho que me amaba; y yo, que soy una
-bestia, creyendo sus engañosas palabras y falsas promesas, le dixe que
-era contentisima de seguirle; y luego començé á vender mis alhajas
-que eran dos camas de buena ropa, dos pares de vestidos mios, una
-grande arca de cosas de lienzo, y finalmente todo lo demas que en mi
-casa tenia; de lo cual hize más de ochenta ducados, todo en reales
-de á ocho. Con ellos y notable gusto nos salimos juntos una tarde de
-Alcala; y llegados al segundo dia á la entrada del bosque de quien
-ahora acabamos de salir, me dixo nos entrasemos á sestear en él; que
-se queria holgar conmigo: ¡asi mala holgura le dé Dios en el alma y
-en el cuerpo! Pero no le quiero maldezir; porque quiçá algun dia nos
-toparemos, y me pedirá perdon de lo hecho; y como le quiero tanto,
-facilmente le perdonaré. Seguile, creyendo en sus razones (que no
-debiera); y viendome sola y en lugar tal y tan secreto, metió mano á
-una daga, diziendome que si no sacaba alli todo el dinero que traia
-conmigo, que él me sacaria el alma del cuerpo con aquel puñal. Yo, que
-vi una furia tan repentina en la prenda que más queria en el mundo,
-no supe qué le responder, sino, llorando, suplicarle que no hiziese
-tal alevosia; pero començome á apretar tanto, sin hazer caso de mis
-justas razones y llorosas palabras, que, viendo tardaba en darle los
-ochenta ducados más de lo que su codicia permitia, empezó á decirme á
-vozes colerico: Acabe de darme presto el dinero la muy puta, vieja,
-bruxa, hechicera. Sancho, que estaba escuchando con mucha atencion á
-Barbara, cuando le oyó referir tantos y tan honrados epitetos, le
-dixo: Y digame, señora reina, ¿era acaso verdadero todo ese calendario
-que le dixo el estudiante? porque de sus hechos colixo que era tan
-hombre de bien, que por todo el mundo no diria una cosa por otra, sino
-la verdad pura. ¡Como verdad! replicó ella: á lo menos en lo que dixo
-de bruxa, mintió como bellaco; que si una vez me pusieron á la puerta
-mayor de la iglesia de San Yuste en una escalera, fue por testimonio
-que unas vecinas mias invidiosas, por no más que sospechosas, me
-levantaron: ¡ansi levantadas tengan las alas del coraçon, pues por
-ello me hizieron echar en la trena, donde gasté lo que Dios sabe! Pero
-vaya en hora buena, con su pan se lo coman; que á fe que me vengué, á
-lo menos de la una dellas, muy á mi salvo, pues á un perro que ella
-tenia en casa y con quien se entretenia, le dí çarazas en vengança
-del dicho agravio. Rieronse todos del dicho de Barbara, y Sancho la
-replicó diziendo: Pues ¡cuerpo de Poncio Pilatos, señora reina! ¿que
-culpa tenia el pobre perro? ¿Fuese él acaso á quexar de v. m. á la
-justicia, ó levantola el falso testimonio que dize? Que el perro seria
-muy bueno y no haria mal á nadie, y por lo menos sabria cazar alguna
-olla, por podrida que fuese. ¡Triste perro! si no me quiebra el coraçon
-de dolor su homicidio... Don Quixote le dixo: Oyete, pecora: ¿por
-ventura conociste ni viste aquel perro? ¿Que se te da á tí dél? ¿Pues
-no quiere que se me dé, replicó Sancho, si no sé si el honrado y mal
-logrado y yo eramos primos hermanos? Que el diablo es sutil, y donde
-no se piensa se caza la liebre; y como dizen, do quiera que vayas,
-de los tuyos hayas. Y de aqui començó á ensartar refranes, de suerte
-que no le podian acallar; mas don Quixote suplicó á la reina Zenobia
-pasase adelante, y no hiziese caso de Sancho, que era un animal. Pues
-como digo, prosiguió ella, mi bueno de Martin (que asi se llamaba la
-lumbre de mis ojos), nombre para mi bien aciago, pues tanta parte tiene
-Martin de martes, començó á darme prisa por el dinero, acompañando
-cada palabra injuriosa que me dezia con un piquete en estas pecadoras
-nalgas, tal que me hazia poner el grito en el cielo; y asi, viendome
-tan apretada, y considerando que si no hazia lo que me pedia, podria
-ser darme algun golpe peor que el que otro tal cual él me habia dado
-en la cara por menos que eso, saqué todo mi dinero y diselo; mas, no
-contento con él, me quitó una saya y corpiño y un faldellin harto bueno
-que traia vestido; y atandome á un pino, me dexó de la manera que vs.
-ms. me han hallado, á quien pague Dios la merced que me han hecho. Pues
-en buena fe dixo Sancho, que si la desnudara un dedo más adentro,
-que la dexara hecha un Adan y Eva. ¡Oh hi de puta, socarron, bellaco!
-¿No será bueno, señor don Quixote, que yo vaya por esos mundos en mi
-rucio buscando á ese descomunal estudiante, y que le desafie á batalla
-campal, y en cortandole la cabeça, la traiga espetada en el hierro de
-algun lançon, y con ella entre en las justas y torneos con aplauso de
-cuantos me vieren? Pues es cierto que admirados han de dezir: ¿Quien
-es este caballero andante? Y con orgullo creo les sabré responder: Yo
-soy Sancho Pança, escudero andante del invito don Quixote de la Mancha,
-flor, nata y espuma de la andantesca escuderia. Pero no quiero meterme
-con estudiantes; doylos á Belcebu; que el otro dia cuando fuimos á
-las justas de Çaragoça, yo y el cocinero coxo llegamos á hablar á
-uno dellos al colegio, y me dió un demonio de otro un tan infernal
-pescoçon en esto del gaznate, que casi me hizo dar de ojos; y como me
-abaxé por la caperuça, acudió otro á las asentaderas con una coz tal,
-que toda la ventosidad que habia de salir por alli, me la hizo salir
-por arriba, envuelta en un regüeldo que, segun dixo él mismo, olia á
-rabano serenado; y no hube bien levantado la cabeça, cuando començó
-á llover sobre mí tanta multitud de gargajos, que si no fuera porque
-sé de nadar como Leandro y Nero... Pero un cararelamido, que parece
-que aun agora me le veo delante, me arrojó tan diestramente un moco
-verde, que le debia tener represado de tres dias, segun estaba de
-cuajado, que me tapó de suerte este ojo derecho, que me hube de salir
-corriendo y gritando: ¡Ah de la justicia! que han muerto el escudero
-del mejor caballero andante que han conocido cuantos visten cueras de
-ante. Llegaron en esto al lugarcillo, lo cual atajó las razones de
-Sancho; y llegados á su meson, se apearon en él todos por mandado de
-don Quixote, el cual se quedó en la puerta hablando con la gente que
-se habia juntado á ver su figura. Entre los que alli á esto habian
-acudido, no habian sido de los postreros los dos alcaldes del lugar, el
-uno de los cuales, que parecia más despierto, con la autoridad que la
-vara y el concepto que él de sí tenia le daban, le preguntó mirandole:
-Diganos v. m., señor armado, para donde es su camino y como va por
-este con ese sayo de hierro y adarga tan grande; que le juro en mi
-conciencia que ha años que no he visto á otro hombre con tal librea
-cual la que v. m. trae: solo en el retablo del Rosario hay un tablon
-de la Resurreccion, donde hay unos judiazos despavoridos, y enjaezados
-al talle de v. m., si bien no estan pintados con esas ruedas de cuero
-que v. m. trae, ni con tan largas lanças. Don Quixote, volviendo las
-riendas á Rocinante hazia la gente que le tenia cercado en corrillo,
-dixo á todos con voz reposada y grave, sin reparar en lo que el alcalde
-le habia dicho: Valerosos leoneses, reliquias de aquella ilustre sangre
-de los godos, que por entrar Muça por España, perdida por la alevosia
-del conde Julian, en vengança de Rodrigo y de su incontinencia, y
-en desagravio de su hija Florinda, llamada la Cava, os fue forçoso
-haberos de retirar á la inculta Vizcaya, Asturias y Galicia para que
-se conservase en las inaccesibles quiebras de sus montes y bosques la
-nobilisima y generosa sangre que habia de ser, como ha sido, açote
-de los moros africanos; pues alentados del invencible y gloriosisimo
-Pelayo y del esclarecido Sandoval, su suegro, amparo y fidelisima
-defensa á cuyo celo debe España la sucesion de los catolicos reyes
-de que goza, pues dél nació el valor con que los filos de vuestras
-cortadoras espadas tornaron cumplidamente á recobrar todo lo perdido
-y á conquistar nuevos reinos y mundos, con invidia del mismo sol, que
-solo hasta que vosotros les asaltastes sabia dellos y los conocia: ya
-veis, inclitos Guzmanes, Quiñones, Lorençanas y los demas que me ois,
-como mi tio el rey don Alfonso el Casto, siendo yo hijo de su hermana,
-y tan nombrado cuanto temido por Bernardo, me tiene á mi padre el de
-Saldaña preso, sin querermele dar; demas de lo cual, tiene prometido
-al emperador Carlo-Magno darle los reinos de Castilla y Leon despues
-de sus dias; agravio por el cual no tengo de pasar de ninguna manera,
-pues no teniendo él otro heredero sino á mí, á quien toca por ley
-y derecho, como á sobrino suyo legitimo, y mas propincuo á la casa
-real, no tengo de permitir que extrangeros entren en posesion de cosa
-tan mia: por tanto, señores, partamos luego para Roncesvalles, y
-llevaremos en nuestra compañia al rey Marsilio de Aragon, con Bravonel
-de Çaragoça; que, ayudandonos Galalon con sus astucias y con el favor
-que nos promete, facilmente mataremos á Roldan y á todos los doze
-Pares; y quedando en aquellos valles mal ferido Durandarte, se saldrá
-de la batalla; y por el rastro de la sangre que dexará, irá caminando
-Montesinos por una aspera montaña, aconteciendole mil varios sucesos,
-hasta que topando con él, le saque por sus manos, á instancia suya, el
-coraçon, y se le lleve á Belerma, la cual en vida fue la mira de sus
-cuidados. Advertid pues, famosos leoneses y asturianos, que para el
-acierto de la guerra os prevengo en que no tengais disensiones sobre
-el partir de las tierras y señalar de moxones. Y volviendo en esto las
-riendas á Rocinante y apretandole las espuelas, se entró furioso en el
-meson, gritando: ¡Al arma, al arma; que
-
- Con los mejores de Asturias
- Sale de Leon Bernardo,
- Todos á punto de guerra,
- A impedir á Francia el paso![22]
-
- [22] Estos cuatro versos de romance están escritos como prosa en
- la edición original.
-
-Toda la gente se quedó pasmada de oir lo que el armado habia dicho, y
-no sabian á que se lo atribuir. Unos dezian que era loco, y otros no,
-sino algun caballero principal; que su trage eso mostraba; tras lo
-cual querian todos entrarse á tratar con él; pero el ermitaño se puso
-á la puerta en resistencia diziendoles: Vayanse, señores, con Dios;
-que este hidalgo está loco, y le llevamos á curar á la casa de los
-orates de Toledo: no nos le alteren más de lo que él se está. Oidas
-estas razones al venerable ermitaño, se fueron al punto cuantos alli
-estaban; y llevando Sancho á Rocinante á la caballeriza, se entraron
-don Quixote y los demas de su compañia en un aposento, donde le
-ayudaron á desarmar Bracamonte y el ermitaño, con cuyo manto buriel
-estaba cubierta la buena Barbara, sentada en su presencia en el suelo,
-á la cual viendo don Quixote dixo: Soberana señora, tened un poco de
-paciencia; que muy en breve sereis llevada á vuestro famoso imperio de
-las Amazonas, siendo primero coronada por reina del vicioso reino de
-Chipre, en cuya pacifica posesion os porné en matando su tirano dueño,
-el valiente Bramidan de Tajayunque, en la corte española; que para
-eso con toda diligencia entraremos mañana en la fuerte y bien murada
-ciudad de Sigüença, en la cual os compraré unos ricos vestidos, en
-cambio de los que aquel alevoso principe don Martin os quitó contra
-toda ley de razon y cortesia. Señor caballero, respondió ella, beso á
-v. m. las manos por la buena obra que sin haberle servido me haze; yo
-quisiera ser de quinze años y más hermosa que Lucrecia, para servir
-con todos mis bienes habidos y por haber á v. m.; pero puede creer
-que si llegamos á Alcala, le tengo de servir alli, como lo verá por
-la obra, con un par de truchas que no pasen de los catorze, lindas á
-mil maravillas y no de mucha costa. Don Quixote, que no entendia la
-musica de Barbara, le respondió: Señora mia, no soy hombre que se me dé
-demasiado por el comer y beber; con eso á mi escudero Sancho Pança; con
-todo, si esas truchas fueren empanadas, las pagaré y las llevaremos en
-las alforjas para el camino; aunque es verdad que mi escudero Sancho,
-en picandosele el molino, no dexará trucha á vida. La buena señora,
-como vió que don Quixote no le había entendido, se volvió al soldado,
-que se estaba riendo, y le dixo: ¡Ay amarga de mí, y que moscatel es
-este caballero! Mucho quiçá ha comido: menester habrá, si va á Alcala,
-acepillar un poco el entendimiento, que le tiene muy gordo. ¿Que dize
-vuesa alteza de gordo?, dixo don Quixote. Que no lo está v. m. mucho,
-respondió ella, dezia, señor; cosa que me maravilla de quien tiene
-tan buena condicion. Señora, replicó don Quixote, de tres generos de
-gente murmuraba mucho un filosofo moderno que yo conocí: del medico
-sarnoso, del letrado engañado, y del que emprende largos caminos y
-pleitos siendo gordo; y pues yo emprendo por mi profesion de caballero
-andante las dos ultimas cosas dichas, no será bien que esté gordo;
-porque el estarlo es de hombres ociosos y que viven sin cuidados; y
-asi no es posible engordar más de lo que estoy, teniendo tantos como
-tengo. Tratando desto, entró Sancho corriendo, dando una mano con otra
-y diziendo: ¡Albricias, señor don Quixote, albricias! ¡Buena nueva,
-buena nueva! Yo te las prometo, dixo don Quixote, hijo Sancho; y más si
-son las nuevas de que ha parecido aquel estudiante que robó á la gran
-reina Zenobia. Mejor, respondió Sancho, es la nueva. ¿Es por ventura,
-añadió don Quixote, que el gigante Bramidan de Tajayunque está en el
-lugar, y me busca para acabar la batalla que entre los dos tenemos
-aplaçada? Mejor sin comparacion es, replicó Sancho. Dinosla, pues,
-presto, dixo don Quixote; que si es de tanta importancia como dizes, no
-te faltaran buenas albricias. Han de saber vs. ms., respondió Sancho,
-que dice el mesonero (y no burla, porque yo lo he visto por mis ojos)
-que tiene para que cenemos una riquisima olla con cuatro manecillas
-de vaca y una libra de tocino, con bofes y livianos de carnero y con
-sus nabos; y es tal, en fin, que en dandole cinco reales de contado y
-á letra vista, se verná ella misma á cenar por sus pies con nosotros.
-Don Quixote le dió una coz diziendo: ¡Miren el tonto goloso, las nuevas
-de importancia que nos traia! Las albricias dellas le diera yo de muy
-buena gana con un garrote, si por aqui le hubiera á mano. Entró, cuando
-esto dezia don Quixote con colera, muy sin ella el mesonero diziendo:
-¿Que es lo que vs. ms. quieren cenar, señores? que se les dará luego al
-punto. Don Quixote le dixo que para él le traxese dos pares de huevos
-asados, blandos, y para aquellos señores lo que á ellos les pareciese;
-pero que adereçase algun faisan, si le tenia á mano, para la reina
-Zenobia, porque era persona delicada y regalada, y le haria daño otra
-cosa. Miró el mesonero á la que don Quixote llamaba reina, y dixo:
-¿No es v. m. la que cenó anoche con un estudiante, y nos dixo que iba
-á casarse con él á Çaragoça? Pues ¿como ayer, como este caballero
-dize, no era Zenobia (aunque si novia del tan falto de barbas cuanto
-de vergüença), y agora lo es? A fe que anoche no cenó de faisan, si
-no de un plato de mondongo que consigo traxo de Sigüença, envuelto en
-una servilleta no muy limpia, ni tampoco se nos hizo reina. Hermano,
-respondió ella, yo no os pido nada: traed de cenar; que lo que todos
-estos señores cenaren, cenaré yo tambien, pues este caballero nos haze
-á todos merced. Fue el mesonero y pusoles la mesa, y cenaron todos,
-con mucho contento de Sancho, que servia, yendosele los ojos y el alma
-tras cada bocado de sus amos. Levantados los manteles, mientras él se
-fue á cenar, quedando todos sobre mesa, dixo el ermitaño á don Quixote.
-V. m., señor, nos la ha hecho grandisima á mí y al señor Bracamonte
-en este camino, y por ella quedamos ambos obligadisimos; pero porque
-ya nos es forçoso irnos por otra parte, él de aqui á Avila, de donde
-es natural, y yo á Cuenca, habrá v. m. de servirse darnos licencia,
-y mandarnos en dichas ciudades en cuanto se le ofreciere y viere
-le podemos servir, pues lo haremos como lo debemos y con las veras
-posibles; y lo mismo ofrecemos á su diligente escudero Sancho. Don
-Quixote le respondió que le pesaba mucho perder tan buena compañia;
-pero que si no se podia hazer otra cosa, que fuesen sus mercedes con la
-bendicion de Dios, mandando á Sancho que les diese un ducado á cada uno
-para el camino, el cual ellos recebieron con mucho agradecimiento; y
-don Quixote les dixo: Por cierto, señores, que entiendo verdaderamente
-que á duras penas se podran hallar tres sugetos tales como los tres
-que habemos caminado desde Çaragoça hasta aqui, pues cada uno de
-nosotros merece por sí grande honra y fama; porque, como sabemos, por
-una de tres cosas se alcançan en el mundo las dos dichas: ó por la
-sangre, ó por las armas, ó por las letras, incluyendo en sí cada una
-dellas la virtud, para que sea perfecto cumplimiento. Por la sangre
-el señor Bracamonte es famoso, pues la suya es tan conocida en toda
-Castilla; por las armas yo, pues por ellas he adquirido tanto valor en
-el mundo, que ya mi nombre es conocido en toda su redondez; y por las
-letras el padre, de quien he colegido que es tan grande teologo, que
-entiendo sabrá dar cuenta de sí en cualesquier universidades, aunque
-sean las Salmantina, Parisiense y Alcaladina. Sancho, que en acabando
-de cenar se habia puesto en pie detras de don Quixote á escuchar la
-conversacion, salió diziendo: Y yo ¿de que tengo fama? ¿No soy tambien
-persona como los demas? Tú, respondió don Quixote, tienes fama del
-mayor tragon goloso que se haya visto. Pues sepan (replicó Sancho),
-burlas aparte, que no solamente me toca á mí uno de los nombres que
-cada uno de vs. ms. tiene y con que se hazen famosos, sino que lo soy
-por todos tres juntos, por sangre, por armas y por letras. Riose don
-Quixote, diziendo: ¡Oh simple! ¿y como ó cuando mereciste tú tener
-alguno de los renombres que nosotros por excelencia tenemos, para que
-vuele tu fama como la nuestra por el orbe? Yo se lo diré á vs. ms.,
-dixo Sancho, y no se me rian, ¡cuerpo de mi sayo! Lo primero, yo soy
-famoso por sangre, porque, como sabe mi señor don Quixote, mi padre fue
-carnicero en mi lugar, y cual tal, siempre andaba lleno de sangre de
-las vacas, terneras, corderos, ovejas, cabritos y carneros que mataba,
-y siempre traia llenos della los braços, manos y delantal. Por las
-armas tambien soy famoso, porque un tio mio, hermano de mi padre, es
-en mi tierra espadero, y agora está en Valencia, ó donde él se sabe, y
-siempre él anda limpiando espadas, montantes, dagas, puñales, estoques,
-cuchillos, cuchillas, lanças, alabardas, chuzos, partesanas, petos y
-morriones y todo genero armorum. Por las letras, tambien un cuñado mio
-es encuadernador de libros en Toledo, y siempre anda con pergaminos
-escritos, y envuelto entre libraços tan grandes como la albarda de
-mi rucio, llenos de letras goticas. Levantaronse todos riendo de las
-necedades de Sancho, y fueronse á acostar cada uno donde el huesped los
-llevó.
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-
-
-CAPITULO XXIV
-
-De como don Quixote, Barbara y Sancho llegaron á Sigüença, y de los
-sucesos que alli todos tuvieron, particularmente Sancho que se vió
-apretado en la carcel.
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-En amaneciendo Dios se despertó don Quixote; que el caos que tenia
-en su entendimiento, y confusion de especies de que traia embutida
-la imaginativa, le servian de tan desconcertado despertador, que
-apenas le dexaban dormir media hora seguida. Pusose, en despertando,
-en pie, dando gritos á Sancho, que apenas podia despegar los ojos;
-pero fuele forçoso hazerlo, por la prisa que su amo le daba. Con ella
-pues ensilló á Rocinante y jumento, mientras don Quixote pagaba la
-cama y cena de todos. Hecha esta diligencia y salidos juntos de la
-posada, se despidieron de don Quixote el ermitaño y Bracamonte, y
-lo mismo hicieron tambien de Sancho Pança, el cual andaba ocupado en
-subir á Barbara en una borrica vieja del huesped, que se la alquiló
-don Quixote hasta Sigüença, juntamente con una ropa, asimismo vieja,
-de su muger, que lo era harto; y habiendo caminado los cuatro desta
-suerte lo más del dia, llegaron á la ciudad, y se fueron á un meson,
-al cual les encaminó su huesped, que les guiaba, entrando en él bien
-acompañados de muchachos, que iban detras diziendo á gritos: ¡Al hombre
-armado, muchachos, al hombre armado! En apeandose don Quixote, pidió
-al mesonero tinta y papel, y encerrandose con ello en un aposento,
-escribió media dozena de carteles para poner en los cantones, que
-dezian desta manera:
-
- CARTEL
-
- «El Caballero Desamorado, flor y espejo de la nacion manchega,
- desafia á singular batalla aquel ó aquellos que no confesaren que
- la gran Zenobia, reina de las Amazonas, que conmigo viene, es la
- más alta y fermosa fembra que en la redondez del universo se halla:
- que será defendida con los filos de mi espada su rara y singular
- belleza en la real plaça desta ciudad desde mañana á mediodia hasta
- la noche; y el que intentare salir en batalla con dicho Caballero
- Desamorado, ponga su nombre en el pie deste cartel.»
-
-Hechas las copias dél, llamó á Sancho, diziendo: Toma, Sancho, estos
-papeles, y busca un poco de engrudo ó cola, y ponlos en las esquinas de
-la ciudad de manera que puedan ser leidos de todos; y advierte con toda
-diligencia en cuanto los caballeros que llegaren á leerlos dixeren,
-y en si se meten en colera, volviendo por sus amantes damas, y en si
-dizen algun improperio (porque la virtud siempre es invidiada), ó en si
-se alegran por la honra que ganan de solo entrar conmigo en batalla,
-y finalmente, en si te preguntan donde estoy ó donde está la Reina
-mi señora. Ve volando, Sancho mio, y por tus ojos que lo adviertas y
-notes todo, para que me sepas dar, cuando vuelvas, cumplida cuenta y
-razon dello; que yo, si fuere necesario, no haziendo caso de la cena,
-iré luego á la hora á castigar su sandez y atrevimiento, para que de
-aqui adelante no le tengan otros tales como ellos para dezir semejantes
-desvarios contra quien tan bien sabe castigarlos. Sancho estuvo un
-rato con los papeles en la mano pensativo, porque hazia él esto del
-fijar carteles de desafio de muy mala gana, y quisiera más que don
-Quixote le inviara por una pierna de carnero, porque traía razonable
-apetito de cenar; y ansi con la cabeça baxa le dixo: ¡Valgame las
-parrillas del señor san Lorenço, mi señor don Quixote! ¿Es imposible
-que pudiendo nosotros vivir en haz y en paz de la santa madre Iglesia
-catolica romana, gustemos de meternos de nuestro proprio caletre en
-pendencias y guerreaciones necias que no nos va ni nos viene, y sin
-para qué? ¿Quiere v. m. que salga algun Barrabas de caballero que,
-habiendo estado muy descansado y regalado en esta ciudad él y su
-caballo, y queriendo her batalla con nosotros, que venimos cansados,
-y con Rocinante, que de puro molido no puede comer bocado, permita
-la misericordia de Dios que nos venza, y demos con toda nuestra
-caballeria en casa de Judas? ¿No será mejor, ya que tal intente, pedir
-licencia al alcalde deste lugar para poner estos papeles, puesto me
-veo ya desta hecha en cuatro mil peligros, desastres y desventuras?
-Don Quixote le dixo: ¡Oh necio, oh pusilanime, oh cobarde! ¿Y eres tú
-el que piensas recebir el orden de caballeria en Madrid con publico
-honor, en presencia de la sacra, cesarea y real magestad del Rey
-nuestro señor? Pues sabete que no es la miel para la boca del asno, ni
-el orden de caballeria se suele ni puede dar sino á hombres de brio,
-animosos, valientes y esforçados, y no á golosos ni pereçosos como tú.
-Ve luego, y haz lo que te digo sin más replica. Sancho, que vió tan
-enojado á su amo, calló y fuese, maldiziendo mil vezes á quien con él
-le habia juntado; y compró en casa de un çapatero un cuarto de engrudo,
-y llevandolo puesto sobre la suela de un çapato viejo, se fué á la
-plaça, en la cual, como era sobre tarde, estaban algunos caballeros
-y hidalgos y otra mucha gente tomando el fresco con el Corregidor.
-Llegose Sancho sin dezir palabra á nadie á la Audiencia, y començó á
-pegar en sus mismas puertas un papelon de aquellos; pero un alguacil
-que estaba detras del Corregidor, viendo fixar á aquel labrador en
-la Audiencia un cartel de letras gordas, pensando que fuesen papeles
-de comediantes, se le llegó diciendo: ¿Que es lo que aqui poneis,
-hermano? ¿Sois criado de algunos comediantes? Respondió Sancho: ¿Que
-comediantes ó que nonada? Esto que aqui se pone, majadero, no es para
-vos; que más alto pica el negocio; para aquellos de las capas prietas
-se haze, y mañana lo vereis. Leyó el cartel el alguacil confuso, y
-volviendose luego á Sancho, que estaba alli junto poniendo otro en un
-poste, le dixo: Ven acá, hombre del diablo, ¿quien os ha mandado poner
-aqui estos papelones? Respondió Sancho: Llegaos vos acá, hombre de
-Satanas; que no os lo quiero dezir. A las porfias y vozes que Sancho y
-el alguacil daban se volvieron el Corregidor y los que con él estaban,
-y preguntando qué era aquello, llegó el alguacil diziendo: Señor,
-aquel labrador anda, fixando por la plaça unos carteles en que desafia
-no sé quien á batalla á todos los caballeros desta ciudad. ¡Desafios
-pone! dixo el Corregidor. Pues ¿estamos ahora en carnestolendas?
-Andad y traednos un papel de aquellos: veremos qué cosa es; no sea
-algun dislate que llegue á oidos del Obispo antes que tengamos acá
-noticia dél. Llegó el alguacil, y quitó el primero que halló fixado
-en un poste, para llevarle al Corregidor; lo cual visto por Sancho,
-se encendió en tanta colera, que se fue para él con un guijarro en
-la mano, diziendo: ¡Oh sandio y descomunal alguacil! por el orden de
-caballeria que mi amo ha recebido, que si no fuera porque tengo miedo
-de ti y dese rey que traes en el cuerpo, te hiziera que pagaras con
-la primer pedrada todas las alguacilerias que hasta aqui has hecho,
-para que otros tales como tú y la puta que te parió, no se atrevieran
-de aqui adelante á semejantes locuras. Como vió el Corregidor aquel
-labrador con la piedra en la mano para tirar al alguacil, mandó que
-le prendiesen y llevasen alli en su presencia. Llegaron media dozena
-de corchetes á hazello, y él con su guijarro en la mano no se dexaba
-asir de ninguno; pero cuando vió que el negocio iba de veras y que
-ya desenvainaban las espadas contra él, soltó la piedra, y puesta
-la caperuça sobre las dos manos, començó á dezir: ¡Ah señores! por
-reverencia de Dios, que me dexen ir á dezir á mi amo como unos follones
-y malandrines no me dexan poner los papelones del desafio; que veran
-como viene hecho un cisne encantado y no dexa ningun pagano dellos á
-vida. Los corchetes, que no entendian aquel lenguaje, tenian á Sancho
-agarrado delante del Corregidor mientras acababa de leer el papel; y
-cuando lo hubo leido, le comunicó con todos los circunstantes, que le
-celebraron infinito; y vuelto á Sancho, le preguntó: Veni acá, buen
-hombre; ¿quien os ha mandado poner estos papelones en la Audiencia?
-porque á fe de hidalgo, que os ha de costar á vos y á quien os ha
-enviado á fixarlos, más caro que pensais. ¡Ah desventurada de la madre
-que me parió y del ama que me dió leche! dixo Sancho. Señor, mi amo,
-que mal siglo haya, me los ha mandado poner; y bien se lo dezia yo, que
-no tuviesemos guerreaciones en esta tierra hasta que primero hubiesemos
-muerto aquel gigantazo del rey de Chipre, adonde habemos de llevar
-á la señora reina Zenobia: sueltenme; que les juro, á fe de Sancho
-Pança, que iré á dezirle corriendo lo que pasa, y veran como se viene
-él aqui por sus pies ó por los de Rocinante, á hazer una carniceria
-tal, que jamas otra como ella se haya oido ni visto. Preguntole el
-Corregidor: ¿Como se llama tu amo? Sancho le respondió que su proprio
-nombre era Martin Quijada, y que el año pasado se llamaba don Quixote
-de la Mancha, y por sobrenombre el Caballero de la Triste Figura; pero
-que hogaño, porque ya habia dexado á Dulcinea del Toboso (ingrata
-causa de la excesiva penitencia que habia hecho en Sierra-Morena, si
-bien despues mereció en premio della la conquista del precioso yelmo
-de Mambrino), se llamaba el Caballero Desamorado. ¡Bueno por Dios!
-dixo el Corregidor; y vos ¿como os llamais? Yo, señor, respondió él,
-hablando con perdon de las barbas honradas que me oyen, me llamo Sancho
-Pança, que no debiera, escudero feliz del referido caballero andante,
-natural del Argamesilla de la Mancha, engendrado y nacido de mis padre
-y madre, y bautizado por el cura. ¿Como lo fuerais si dixerades que
-erais hijo de asno y bestia? respondió lleno de risa el Corregidor,
-mandando juntamente al alguacil y corchetes que le llevasen á la
-carcel, y echasen dos pares de grillos hasta que se informase de todo
-el caso; y hecho esto, fuesen luego por todas las posadas del lugar, y
-buscasen el amo de aquel labrador y se le traxesen alli. Llevaron al
-desgraciado Sancho al punto á la carcel; y las cosas que hizo y dixo
-por el camino y cuando se vió en ella y que le echaban dos pares de
-grillos, no hay historiador, por diligente que sea, que las baste á
-escribir; pero entre otras muchas simplicidades que se cuentan dél, es
-que, cuando se los hubieron echado, dixo: Tornenme, señores, á quitar
-estos demonios de trabas de hierro; que no puedo andar con ellas, y no
-tenian para qué ponermelas, porque yo las diera por muy bien recebidas
-sin que tomaran este trabajo. En dexandole en la carcel, se le llegaron
-tres ó cuatro picaros que alli habia presos, con ciertos cañutillos
-de piojos en las manos; y como le vieron simple, pareciendoles sano
-de Castilla la Vieja, y viendo por otra parte que á cada paso daba
-de ojos con los grillos, y que de ninguna manera sabia andar con
-ellos, le echaron por lo descubierto del pescueço más de cuatrocientos
-piojos, con que le dieron bien de rascar y sacar todo el tiempo que
-en la carcel estuvo; y como ellos le daban tanta pesadumbre, no hazia
-sino lamentarse de su fortuna y de la hora en que habia conocido á
-don Quixote. Mesabase las barbas, despidiendose ya de su muger, ya
-del rucio, ya de Rocinante; y obligado de la gran pesadumbre que los
-grillos le daban, dixo á uno de aquellos moços: ¡Ah señor picaro! Asi
-Dios le dé la salud cual el contento que muestra de mi trabajo, que
-me quite esas cormas, que no me dexan remecer; y si esta noche las
-tengo en los pies, no podré de ninguna manera pegar los ojos. Llegó
-un moço del carcelero que le oyó, y dixo: Hermano, como vos deis un
-real á mi amo, os los quitará por esta noche, para hazeros, placer y
-buena obra. En oyendo esto, sacó Sancho de la faltriquera una bolsilla
-de cuero, en la cual tenia seis ó siete reales; para el gasto que
-aquella noche se habia de hazer en el meson; de la cual sacó un real
-de plata, y se le dió al moço, con que al punto le quitó los grillos.
-Cuatro ó cinco de aquellos presos, que eran aguilas en hallarse las
-cosas antes que las perdiesen los dueños, mirando bien adonde habian
-visto poner la bolsa á Sancho, se concertaron, y llegandose uno dellos
-á él, le abraçó diziendo: ¡Ay, buen hombre, y como nos holgamos que
-os hayan quitado aquellos malditos grillos! Por muchos años y buenos.
-Y con esto guió la mano con tanta sutileza camino de la faltriquera,
-que sin errar el golpe ni ser sentido le sacó della la bolsa; pero
-procedió, hecho el lance, como liberal y honrado, pues le convidó á su
-misma costa á unos barquillos, fruta y vino, en que gastó el dinero.
-Mas volviendo á don Quixote, como viese que Sancho tardaba tanto en
-poner los papeles por los cantones, sospechando lo que podia ser, se
-entró en la caballeriza, y con toda presteza ensilló á Rocinante, y
-subiendo en él con su adarga y lançon, caminó para la plaça; y como
-entrase en ella muy paso á paso, acompañado de muchachos, y fuese visto
-por el Corregidor, y todos los que con él estaban se admirasen de ver
-aquella fantasma armada y circuida de gente, llegandose todos para
-ver su pretension ó lo que hazia, oyeron que don Quixote, concebiendo
-que estaba rodeado de principes, sin hazer cortesia á nadie, fixando
-el cuento del lançon en tierra, les començó á dezir con gravedad. ¡Oh
-vosotros, infanzones, que fincasteis de las lides, que no fincarades
-ende! ¿Non sabedes por ventura que Muça y don Julian, magüer que el
-uno moro y el otro á mi real corona aleve, las tierras talan por mí
-luengo tiempo poseidas, y que fincar ademas piensan en ellas? Tan
-cuellierguidos estan con las vitorias que asaz contra razon han ganado,
-fugiendo nosotros de sus airadas fazes, non faziendo la resistencia que
-á tales infanzones y homes buenos atañen, non considerando las cuitas
-de nuestras fembras, ni los muchos desaguisados y fuerças que aquestos
-mal andantes, con infinitos tuertos, cuidan fazer en pro de Mahoma y
-en reproche de nuestra fe, fablando cosas non dezideras, llenas de mil
-sandezes. ¡Erguid, erguid pues vuestras derrumbadas cuchillas! salga
-Galindo, salga Garcilaso, salga el buen Maestre y Machuca, salga
-Rodrigo de Narvaez. ¡Muera Muça, Zegri, Gomel, Almoradi, Abencerraje,
-Tarfe, Abenamar, Zaide, mejor para cazar liebres que para andar en las
-lides! Fernando soy de Aragon, doña Isabel es mi amantisima esposa y
-reina; desde este caballo quiero ver si hay entre vosotros alguien tan
-valiente,
-
- Que me traiga la cabeça
- De aquel moro renegado
- Que delante de mis ojos
- Ha muerto cuatro cristianos[23].
-
- [23] Como prosa, en el original.
-
-Fablad, fablad; non estedes mudos; que quiero ver si en esta plaça
-se topa entre vosotros home que, teniendo sangre en el ojo, sepa
-volver por su dama, contra la grande fermosura de la reina Zenobia que
-conmigo traigo, la cual por sí sola es bastante como yo sé por luenga
-experiencia, á daros bien que hazer á todos juntos y á cada uno por
-sí: por tanto dadme luego la respuesta; que uno solo soy y manchego,
-que para cuantos sois basta. El Corregidor y cuantos con él estaban,
-que semejantes razones oyeron dezir á don Quixote, no sabian á qué
-las atribuir ni qué responderle á ellas. Mas quiso Dios que, estando
-en esta confesion, llegasen á la plaça dos hidalgos mancebos de la
-ciudad, y viendo el estado y corrillo que hazian al hombre armado toda
-aquella gente y el Corregidor, llegandose á ellos, el uno le dixo: Han
-de saber vs. ms. que el armado que miran ha dias que me causó la misma
-admiracion que á todos les causa; porque habrá como un mes, poco más
-ó menos, que pasó por aqui con el mismo traje que le ven, y posó en
-el meson del Sol, do viendole yo, y aqui el señor don Alfonso, á la
-puerta, llegamos á hablarle, y de sus palabras coleximos que es loco
-ó falto de juizio; porque él nos dixo tantos dislates, y con tales
-afectos y visajes, ya del imperio de Trapisonda, ya de la infanta
-Micomicona, ya de las inmensas heridas que en diferentes batallas
-habia recebido, y de quien habia salido curado por el milagroso
-balsamo de Fierabras, que jamas le podimos acabar de entender; pero
-informandonos de un labrador harto simple que traia consigo y él
-le llamaba su escudero, nos dixo como su amo era de un lugar de la
-Mancha, hidalgo muy honrado y rico y muy amigo de leer libros de
-caballerias, y por imitar los antiguos caballeros andantes habia dos
-años que andaba de aquella manera; y con esto nos contó muchas cosas
-que le habian sucedido á él y á su amo en la Mancha y Sierra-Morena;
-de lo cual quedamos maravillados sin saber á qué poderlo atribuir,
-sino solo á que el triste se habria desvanecido leyendo libros de
-caballerias, teniendolos por autenticos y verdaderos: ansi que, de
-cuanto aqui dixere no hagan vs. ms. caso; antes, si quieren gustar
-dél, preguntemosle algo, y veran como habla con tal reposo, que parece
-algun gran principe de los antiguos; y lea v. m., señor Corregidor,
-las letras que trae en la adarga, que son tan ridiculas, que confirman
-bastantemente cuanto he dicho. Oyendo esto el Corregidor, volvió la
-cabeça, y llamando á un alguacil, le mandó fuese volando á la carcel,
-y que, sacando della y de las prisiones en que estaba aquel labrador
-que poco ha habia llevado á ella por su orden, se lo traxese suelto á
-su presencia; y volviendose á don Quixote, que estaba aguardando la
-respuesta lleno de coraje, le dixo: Señor caballero, yo el emperador y
-todos estos duques, condes y marqueses que conmigo estan, agradecemos
-mucho á v. m. su buena venida á esta corte, pues merecemos tener en
-ella hoy la flor de la caballeria manchega y el desfazedor de los
-agravios del mundo: por tanto, respondiendo á la su demanda, dezimos
-que ninguno se atreve á entrar en batalla con v. m., porque su valor
-es conocido y su nombre es manifiesto en este imperio, como lo es en
-todos los del universo; y asi nos damos por vencidos y confesamos la
-hermosura desa señora reina que dize. Solo pedimos á la su merced
-sea servido de nos la hazer quedandose en esta corte quinze ó veinte
-dias, en los cuales toda ella le servirá y regalará, no conforme v.
-m. mereze, sino segun nuestra posibilidad permitiere; y tenga v. m.
-por bien que yo y todos estos principes vamos á ver á su casa á esa
-señora reina, para que, mereciendo besarle las manos, le ofrezcamos
-nuestras vidas y haciendas. Don Quixote le respondió: Señor emperador,
-de hombres sabios y discretos es arrimarse siempre al mejor y más
-sano consejo; y asi vs. ms., como tales, reconociendo el valor de mi
-persona, la fuerça de mi braço y la razon que llevo en defender la
-grandisima fermosura de la reina Zenobia, han dado en la cuenta y
-caido en el punto de la verdad; no como otros fieros jayanes, que,
-fiandose del furor de sus indomitos coraçones y de las fuerças de sus
-braços y de los filos de sus cortadoras espadas, han presumido como
-locos entrar en batalla conmigo; pero ellos han llevado, y llevaran
-cuantos los imitaren, el justo pago que merecieron sus sandezes y locas
-arrogancias: por tanto, respondiendo á lo que vuesa serenidad y esos
-potentados me piden, de que les honre con mi persona esta corte por
-quinze dias, digo que no lo puedo hazer por agora de ninguna manera,
-porque tengo aplaçada una fiera batalla para la corte del rey Catolico,
-contra el arrogante y membrudo gigante Bramidan de Tajayunque, rey de
-Chipre, y se acerca el plaço della; pero en acabandola, doy palabra
-á todas vuesas altezas que, no estorbandolo otra alguna importante y
-nueva aventura, como suele suceder muchas vezes, volveré á visitarles
-y á ennoblecer este grandioso imperio con mi persona. Estando en estas
-platicas, llegó el alguacil con el bueno de Sancho, el cual, como
-viese á don Quixote en medio de tanta gente, se llegó á él diziendo:
-¡Ah señor don Quixote! ¿no sabe ¡cuerpo non de Dios! como vengo de
-pasar una de las más terribilisimas aventuras que el Preste Juan de
-las Indias, ni el rey Cuco de Antiopia, ni cuantos caballeros andantes
-se crian en toda la andantesca provincia pueden haber pasado? Ello es
-verdad que unos estantiguos ó picarones que estaban alli presos me han
-hurtado la bolsa por arte de encantamiento, y echado por el pescueço
-abaxo invisiblemente más de setecientos mil millones de piojos; pero
-á fe que quedan buenos, pues los dexo acomodados como ellos merecen,
-para que otros tales no se atrevan á tal de aqui adelante con escuderos
-tan andantes y de estofa como yo, sino que tomen exemplo, y viendo la
-barba de su amigo remojar, echen la suya á quemar. ¡Oh mi Sancho! dixo
-don Quixote: ¿que has habido y que te ha sucedido con esos malandrines
-y ladrones que dizes? Cuentamelo, con el castigo que les has dado.
-¿Disteles acaso á todos de palos? Peor, dixo Sancho. ¿Cortasteles
-las cabeças? Peor, respondió él. ¿Partistelos por medio? Peor hize,
-respondió. ¿Hiziste sus carnes tajadas muy pequeñas, para echarlas á
-las aves del cielo? Peor, replicó Sancho. ¿Pues que castigo, dixo don
-Quixote, les diste? El castigo, añadió Sancho, que les di (¡ay pobres
-dellos, y cuales quedan!), que començamos á jugar al que es cosa y
-cosa, y cuando hubieron dicho todos, les pregunté yo: ¿Qué es cosa y
-cosa que parece burro en pelo, cabeça, orejas, dientes, cola, manos
-y pies, y lo que más es, hasta en la voz, y realmente no lo es? Y no
-me supieron jamas dezir que era la burra. ¡Mire v. m. si les paré
-buenos, pues de corridos quedan hechos unas monas, sin saber qué les
-ha sucedido! Y aun si no me llamara tan por la posta aqui el señor
-alguacil, yo les dexara como nuevos con otra pescuda que tenia ya en
-el pico de la lengua. Rieronse todos los que la simpleza de Sancho
-oyeron; pero don Quixote, sin hazer caso della, haziendoles señas con
-las manos les dixo que cuantos quisieren ver y besar las hermosisimas
-manos de la reina Zenobia, se fuesen tras él. Hizieronlo todos asi,
-yendo siempre por el camino el Corregidor hablando con Sancho, y riendo
-mucho de las boberias que dezia. Llegaron pues al meson del Sol, y
-entrando delante don Quixote, baxó de Rocinante, y llamando á Barbara
-por su nombre de invictisima reina Zenobia, salió luego ella de la
-cocina, donde estaba, con una capa vieja del huesped por saya; porque,
-como arriba queda dicho, habia quedado la pobre en el bosque en camisa,
-y faltabale el reparo que le habia hecho el manto del ermitaño, y
-despues el de la ropa vieja de la muger del mesonero, que hasta alli
-la habia traido. Apenas la vió don Quixote, cuando con grande mesura
-le dixo: Estos principes, soberana señora, quieren besar las manos á
-vuesa alteza. Y entrandose tras esto con Sancho en la caballeriza para
-hazer desensillar y dar de comer á Rocinante, salió ella á la puerta
-del meson con la figura siguiente: descabellada, con la madeja medio
-castaña y medio cana, llena de liendres y algo corta; por detras la
-capa del huesped, que diximos, traia atada por la cintura en lugar
-del faldellin: era viejisima y llena de agujeros, y sobre todo tan
-corta, que descubria media pierna y vara y media de pies llenos de
-polvo, metidos en unas rotas alpargatas, por cuyas puntas sacaban
-razonable pedazo de uñas sus dedos; las tetas, que descubria entre
-la sucia camisa y faldellin dicho, eran negras y arrugadas, pero tan
-largas y flacas, que le colgaban dos palmos; la cara trasudada y no
-poco sucia del polvo del camino y tizne de la cocina, de do salia; y
-hermoseaba tan bello rostro el apacible lunar de la cuchillada que se
-le atravesaba: en fin, estaba tal, que solo podia agradar á un galeote
-de cuarenta años de buena boya. Apenas hubo salido de la puerta,
-obligada de las vozes de su bienhechor don Quixote, cuando, viendo
-en ella al Corregidor, caballeros y alguaciles que le acompañaban,
-quedó tan corrida, que se quiso volver á entrar; más detuvola el
-Corregidor diziendole, disimulando cuanto pudo la risa que le causó
-el verla: ¿Sois vos acaso la hermosa reina Zenobia, cuya singular
-hermosura defiende el señor don Quixote el manchego? Porque si sois
-vos, él anda muy necio en esta demanda, pues con sola vuestra figura
-podeis defenderos, no digo de todo el mundo, pero aun del infierno;
-que esa cara de requiem y talle luciferino, con ese resguiño[24] que
-le amplifica, y esa boca tan poco ocupada de dientes cuanto bastante
-para servir de postigo de muladar á cualquier honrada ciudad, y esas
-tetas carilargas, adornadas de las pocas y pobres galas que os cubren,
-descubren que más pareceis criada de Proserpina, reina del estigio
-lago, que persona humana, cuanto menos reina. Turbada la triste Barbara
-de oirle, y sospechando que la querria llevar á la carcel, porque acaso
-habia sabido el mal trato de hechicera que, como abaxo diremos, habia
-usado en Alcala, le respondió llorando: Yo, mi señor Corregidor, no soy
-reina ni princesa, como este loco de don Quixote me llama, sino una
-pobre muger natural de Alcala de Henares, llamada Barbara, que siendo
-engañada por un estudiante, me sacó de mi casa, y á seis ó siete leguas
-de Sigüença me dexó desnuda y desbalijada como estoy, atada de pies y
-manos á un arbol, y me llevó cuanto tenia y quiso Dios que estando en
-tal conflito, pasaron por junto de aquel pinar este don Quixote y el
-labrador que le sirve de escudero, y me desataron, trayendome consigo
-y prometiendome volver á mi tierra. Como el Corregidor le oyó dezir
-que era de Alcala, llamó á un pajecillo suyo que detras dél estaba, y
-dixo á Barbara: ¿Veis aqui este muchacho que ha venido de allá no ha un
-mes? El paje, mirandola bien, la conoció, y dixo: ¡Valate el diablo,
-Barbara de la cuchillada! ¿quien te ha traido á Sigüença? Su amo le
-preguntó si la conocia, y él respondió que sí, y que era mondonguera en
-la calle de los Bodegones de Alcala, con fama de harto espesa, y que
-habia dos meses que la habian puesto á la puerta de la iglesia de San
-Yuste en una escalera, con una coroça por alcahueta y hechicera; y que
-se dezia por Alcala sabia bravamente de revender donzellas destrozadas
-por enteras, mejor que Celestina. Como ella oyó lo que el paje dezia y
-vió que se reian todos, le respondió con mucha colera, diziendo: Por
-el siglo de mi madre, que miente el picaro desvergonçado; que si me
-pusieron en la escalera, como dize, fue por invidia de unas bellacas
-vecinas que yo tenia; cuanto y más, que por hazer bien á ciertos amigos
-que me lo rogaron me vino todo ese mal. Pero á fe que no podran dezir
-de mí otra cosa, pues no estuve alli por ladrona, como otras que sacan
-á açotar cada dia por esas calles: por hazer bien, sea Dios alabado.
-Y començó á llorar tras esto, al compas que los demas á reir. Salió
-luego don Quixote; y como la vió llorando de aquella manera, le asió
-de la mano, diziendola: Non vos cuitedes, fermosisima é poderosa reina
-Zenobia; que asaz seria yo mal andante caballero si non vos fiziese tan
-bien vengada de las sandezes de aquel estudiante y de las alevosias
-que vos han fecho, que podais dezir sin reproche que si sois fermosa
-fembra, que tambien el caballero que desfizo tal tuerto es uno de
-los mejores del mundo. Y volviendose el Corregidor y á los que con
-él venian, les dixo: Soberanos principes, yo me parto mañana para
-la corte; si por algun tiempo, como suele suceder, algun caballero
-tartaro ó rey tirano viniere á quereros perturbar la paz, cercando con
-su fuerte exercito esta vuestra imperial ciudad, y llegare á teneros
-tan apretados y puestos en tal extremo, que os vieredes compelidos,
-por la grandisima hambre y falta de bastimentos en duro cerco á comer
-los hombres, los caballos, jumentos, perros y ratones, y las mugeres
-sus amados hijos, enviadme á llamar do quiera que estuviere; que os
-juro y prometo por el orden de caballeria que recebi, de venir solo y
-armado como veis, y entrar por el campo del pagano, de noche, haziendo,
-en dos ó tres dellas, en él una espantosisima riça, pasando en la
-ultima dellas, á fuerça de mi braço, por medio de todo el exercito del
-contrario, y entrando, á pesar de sus centinelas, escaramuças y armas,
-en la ciudad, de la cual luego saldreis todos con mucha alegria, al
-son de una suave musica, á recebirme, acompañados de muchas hachas, y
-estando las ventanas llenas de luminarias y de asombrados serafines
-de mi valor, más hermosos todos que las tres bellas damas que vió
-desnudas el venturoso Paris en el monte Ida, siendo imposible contener
-sus regaladas vozes y dexar de dezirme: ¡Bien venga el valentisimo
-caballero! Y porque no sé si será entonzes mi apellido del Sol, ó
-de los Fuegos, ó de la Ardiente Espada, ó del Escudero Encantado,
-no aseguro el que me daran; pero sin duda sé que al que me dieren
-añadiran: Bien venga el deseado de las damas, el Febo de la discrecion,
-el norte de los galanes, el açote de nuestros enemigos, el libertador
-de nuestra patria, y finalmente, la fortaleça de nuestros muros.
-Tras lo cual me llevará el Rey á su real casa, do regalandome él y
-sirviendome sus grandes, y sobre todo, recuestandome importunamente
-su hija, unica en sucesion y más en beldad y prudencia; dando exemplo
-al mundo, y á los caballeros andantes que en él me sucedieren, de
-continencia, cortesia y fuerças, emplearé las mias en atropellar los
-nuciales deleites que toda la corte y la misma infanta me ofreceran,
-obligado de algun benevolo planeta que para mayores y más grandiosas
-empresas me llamará, en gloria de los dichosos coronistas, y más de
-mi grande amigo Alquife, uno de los mayores sabios del mundo, que con
-ellos merecerá en los siglos dorados que estan por venir, historiar
-mis invencibles hechos. Salió en esto muy aprisa de la cocina Sancho
-diziendo: Venga v. m., señor, pesia á cuantos historiadores han tenido
-todos los caballeros andantes desde Adan hasta el Antecristo (que
-mal siglo le dé Dios al muy hijo de puta); que es tarde, y dize el
-mesonero que tiene, para v. m. y la reina Zenobia, asada á las mil
-maravillas con ajos y canela una hermosisima pierna de carnero; y si
-se tarda, temo no se vuelva en pierna de carbon, segun se va poniendo
-ya dura, de cansada de aguardarnos. Fueronse, en oyendo el recado, el
-Corregidor y los que con él venian llenos de risa y asombro, unos de
-oir los dislates del amo y simplicidades del escudero, y otros de ver
-el estraño genero de locura del triste manchego, efeto maldito de los
-nocivos y perjudiciales libros de fabulosas caballerias y aventuras,
-dignos ellos, sus autores, y aun sus letores, de que las republicas
-bien regidas igualmente los desterrasen de sus confines; pero de lo que
-más se fueron admirados, era de ver la facilidad que tenia don Quixote
-en hablar el lenguaje que antiguamente se hablaba en Castilla en los
-candidos siglos del conde Fernan Gonçalez, Perançules, Cid Ruiz-Diaz, y
-de los demas antiguos. Cenaron don Quixote, la reina Zenobia y Sancho
-con grande gusto, los dos por la buena cena y hambre con que llegaron á
-ella, y don Quixote por la vanagloria con que quedó de ver el aplauso
-con que á su parecer le habian recebido los principes de aquella
-ciudad; y despues de cena, llamando al mesonero, dixo le traxese alli
-un ropavejero, porque queria comprar luego un curioso vestido para
-la reina Zenobia; y diziendole el mesonero que era imposible hazerlo
-entonzes, por ser ya muy tarde, pero que en amaneciendo se levantaria y
-le iria á buscar, se fueron á acostar cada uno en su aposento.
-
- [24] Así en la edición original. Pero creemos que debe leerse
- _rasguño_.
-
-
- _Aqui da fin la sexta parte del
- ingenioso hidalgo, don Quixote
- de la Mancha_
-
-
-
-
-SEPTIMA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA
-
-
-
-
-CAPITULO XXV
-
-De como al salir nuestro caballero de Sigüença encontró con dos
-estudiantes, y de las graciosas cosas que con ellos pasaron hasta
-Alcala.
-
-
-Luego que hubo amanecido, se fue el mesonero á llamar, como don Quixote
-le habia mandado, un ropavejero, y traxo consigo el más hacendado
-del lugar, que vino cargado de dos ó tres vestidos de muger, para
-que quien le mandaba llamar escogiese el que más le contentase.
-Llegados á casa, hallaron á don Quixote y á Sancho, que se acababan
-de levantar; y dando aviso el mesonero á su huesped de como estaba
-alli quien traia las ropas de muger que le habia mandado buscar, salió
-á verlas, y saludandole cortesmente, mandó salir á la reina Zenobia
-para que escogiese la que fuese más de su gusto; y mirandolas todas,
-á la postre, por mejor y de más gala, que era en lo que don Quixote
-tenia más puesta la mira, escogieron una saya, jubon y ropa colorada,
-con gorbiones amarillos y verdes, y vivos de raso azul; y dandole al
-dueño por todo doze ducados, se lo mandó vestir alli en su propria
-presencia á la señora Barbara, á la cual, como viese Sancho vestida
-toda de rojo, dixo, lleno de risa: Por vida de mi amantisima muger
-Mari-Gutierrez, que es sola mi consorte, por no permitir otra cosa
-nuestra madre la Iglesia, señora reina Zenobia, que cuando la miro con
-tan bellaca cara, y en ella con ese rasguño mal igual, vestida por otra
-parte toda de colorado, me parece que veo pintiparada una yegua vieja
-cuando la acaban de desollar para hazer de su duro pellejo harneros y
-cribas. Fuese el ropavejero contento de la venta; y quedando el huesped
-tambien de la que hizo á don Quixote de una mula razonable que tenia
-de alquiler, en veinte y seis ducados, en que determinó llevar con el
-mayor toldo que le fuese posible á la reina Zenobia hasta la corte,
-donde pensaba hazer maravillas defendiendo su rara belleza y hermosura
-en publico palenque, almorzaron esa mañana todos con mucho contento,
-hechas las dichas compras; y habiendose armado don Quixote, se salió
-de la posada, dexandola pagada, diziendo á Sancho Pança que se viniese
-poco á poco con la Reina, cuidando solo de su regalo y comodidad;
-que él los iria aguardando sin adelantarse demasiado. Albardó Sancho
-su rucio y acomodó sobre él la maleta del dinero y la demas ropa; y
-llamando luego á Barbara, le dixo: Venga acá, señora reina; que por
-vida de nuestra madre Eva, que puede ser vuesa magestad, segun está
-de colorada, reina de cuantas amapolas hay, no solo en los trigos de
-mi lugar, pero aun en los de toda la Mancha. Y poniendose tras esto
-á gatas, como solia, volvió la cabeça diziendo: Suba: ¡subida la
-vea yo en la horca á ella, y á quien acá nos traxo tan gentil carga
-de abadejo! Barbara subió diziendo: ¡Oh Sancho, qué gran bellaco
-eres! Pues calla; que si la fortuna nos lleva con bien á Alcala, yo
-te regalaré mejor que piensas. ¿Con que me ha de regalar? replicó
-Sancho; porque sepa que si no ha de ser con cosas de comer, y desas
-con abundancia, no le daria un higo de oro tamaño como el puño por
-todo lo demas que me puede dar. Mal gusto teneis, dixo Barbara, Sancho
-mio, pues poneis el vuestro en cosas más de brutos que de hombres. Lo
-con que yo, amigo, os regalaré, si llegamos á Alcala con la salud que
-deseo, y paramos alli algunos dias, será con una mocita como un pino
-de oro, con que os divertais más de dos siestas; que las tengo alli
-muchas y bonisimas, muy de manga; y aun si vuestro amo quisiera otra y
-otras, se las daré á escoger como en botica. Pues á fe, señora reina
-Zenobia, dixo Sancho, que me holgaria mucho de que me endilgase alguna
-buena zagala; pero ha de ser, si lo haze, hermosa y de linda pezuña, y
-amostachada, para que nadie me la aoje ni desencamine, dando que reir
-al diablo, que sudar á alguna partera, y que hazer á algun vicario ó
-cura en cristianar algun fructus ventris. Necio sois, dixo Barbara, en
-quererla amostachada, pues no hay Barrabas que se llegue á muger que
-lo sea: dexadme á mí la elecion; que yo la buscaré de tan buena carne,
-que no sea más comer della que comer de una perdiz. ¡Oxte, puto! dixo
-Sancho; eso no. Alla darás, sayo; que no en mi rayo, como dizen los
-sabios; que no soy yo de los negros de las Indias ni de los luteranos
-de Constantinopla, de quienes se dize que comen carne humana. No me
-faltaba otro para que, sabiendolo la justicia, me castigara; pues
-sin duda me echaran, á probarseme tal delito, tan á galeras como las
-trescientas de Juan de Mena. A la que ambos iban en esto, emparejaron
-con don Quixote, que yendo aguardando, habia encontrado con dos
-mancebitos estudiantes que iban á Alcala, con quienes habia trabado
-platica, hablandoles en un latin macarronico y lleno de solecismos,
-olvidado, con las negras leturas de sus libros de caballerias, del
-bueno y congruo que siendo muchacho habia estudiado. Y si bien los
-compañeros estaban para reventar de risa, por ver los disparates que
-dezia, todavia no le osaban contradezir, temerosos del humor colerico
-que las armas con que le veian armado pronosticaban debia gastar.
-Cuando llegó Sancho á ellos y les vió hablar de aquella manera, dixo, á
-su amo: Guardese v. m., mi señor, destos vestidos como tordos, porque
-son del linage de aquellos del colegio de Çaragoça, que me echaron más
-de setecientos gargajos encima; pero con su pan se lo coman; que á fe
-que les costó poco menos caro que la vida; porque, como dizen, haz mal
-y no cates á quien, haz bien y guardate. Al reves lo habias, necio, de
-dezir, dixo don Quixote; pero veamos qué vengança tomaste dellos, y si
-será mejor que la que tomaste en la carcel de Sigüença de los que tan
-mal te pararon en ella. Mucho mejor es, replicó Sancho, aunque á fe que
-aquella no fue mala; pero oigan esta otra; que gustaran de mi animo.
-Erase que se era, que nora buena sea... Cuando don Quixote le començó
-á oir, le dixo riendo: Por Dios que eres simple de marca mayor, pues
-comienças á fuer de conseja la narracion de tu vengança. Razon tiene,
-por vida mia, dixo Sancho, y corrigiendome, digo que, como aquellos
-hideputas de estudiantes, progenitores sin duda destos dos señores
-barbiponientes, me començaron á gargajear y á darme de pescoçones,
-recebido aquel cruel gargajo con que, como dize un grandisimo bellaco
-me tapó este pobre ojo, començé á enhilar hazia la puerta; pero
-luego otro demonio de aquellos, como me vió ir corriendo con solo un
-ojo, me puso el pie atravesado delante, con que dí un tan terrible
-tropeçon, que vine á dar con él de manos fuera de la puerta; aunque
-de todo cuanto tengo dicho, me vengué muy á mi gusto, pues alçando la
-caperuça que se me habia caido, la tiré á otro que vi estaba cerca de
-mí, con la cual le dí un porrazo tal en su capa negra, que lo fuera
-no poco su ventura si el golpe que le dí con ella se lo diera con una
-culebrina. Diablo sois, señor Sancho, dixo uno de los estudiantes; y
-si asi tratais á los de mi habito, aunque no fueron aquellos cosa mia,
-como dezis, no quiero con vos guerra, sino mucha paz y serviros lo que
-nos durare este camino por mí y por mi compañero, que sé dél ajustará
-su gusto al mio en cosa tan justa. Seralo, dixo don Quixote, que vs.
-ms. nos hagan merced de contar y referir las curiosas enigmas de que
-me venian dando noticia; que lo seran siendo parto desos fecundos
-ingenios; que los que profesamos el orden de la caballeria andantesca,
-movidos de fervorosos deseos, espoleados ellos de las prendas de
-alguna hermosisima dama, tambien gustamos de cosas de poesia, y aun
-tenemos voto en ellas, y nuestra punta nos cabe del furor divino; que
-dixo Horacio, est Deus in nobis. Tales cuales fueron los borrones
-nuestros, replicó el estudiante, serviremos á vs. ms. con referirlos. Y
-será, dixo don Quixote, con no poca calificacion de sus prendas de vs.
-ms. el hazerlo en presencia de la gran reina Zenobia, que aqui asiste,
-pues su raro discurso bastará á dar eterno valor á cuanto ella alabare,
-y haralo como discretisima en las cosas de vs. ms. Miraron en esto á
-Barbara los estudiantes con no poca risa suya y corrimiento della, que
-conoció el humor de los moscateles en las lisonjas y aplauso con que de
-fisga se le ofrecieron ambos; tras lo cual dixo el uno: Con condicion
-que declare Sancho con su eminente ingenio los siguientes versos, va de
-enigma:
-
-
-ENIGMA
-
- Metida en dura cadena
- Me tienen sin culpa alguna,
- Sujeta á caso y fortuna,
- Colgada sin culpa y pena.
- La forma tengo del viento,
- Aunque dél soy maltratada:
- Muerta no soy estimada,
- Vivo y muero en un momento.
- Con agua estoy de contino,
- Aunque es causa de mi muerte:
- Si caigo en tierra por suerte,
- Pierdo la forma y me fino.
- Estoy baxa y estoy alta,
- Cercana á Dios verdadero,
- Y en comiendo lo postrero,
- Luego la vida me falta.
- Soy resplandeciente y clara
- Alegro la vista al hombre,
- Y el fin de mi proprio nombre
- Se viene á acabar en para.
-
-Don Quixote se la hizo repetir otras dos vezes, y la ultima le dixo:
-Por cierto, señor estudiante, que la enigma es bonisima, y aun el serlo
-tanto debe de ser la causa de que no dé alcance á su significacion; y
-asi suplico á v. m. me la declare, porque en llegando á la noche en
-la posada, la pienso escribir para encomendarla á la memoria. Sancho,
-que siempre habia estado callando y oyendola con mucha atencion,
-puesto el dedo en la frente mientras el estudiante la repetia, salió
-muy alegre diziendo: Ea, mi señor don Quixote, vitoria, vitoria; que
-ya yo la sé. El estudiante le dixo luego: Bien lo sospechaba yo,
-señor Sancho, y hube por imposible desde el principio que ella y su
-inteligencia pudiese escaparse por los pies á un tan agudo juizio como
-el de v. m.; y asi suplicole se sirva de dezirnos lo que sobre ella ha
-discurrido. Estuvo Sancho pensativo un rato, y luego dixo: Ella es una
-de dos cosas, ó es la montaña ó el cerrojo. Dieron todos una grandisima
-risada con el disparate de Sancho, el cual viendo como se reian de lo
-que acababa de dezir, replicó: Pues si no es ninguna cosa de las que
-he dicho, diganos v. m. lo que es, por su vida; que mi señor y yo nos
-damos por vencidos. El estudiante respondió diziendo: Pues sepan, mis
-señores, que el sugeto de la enigma propuesta es la lampara, la cual
-está metida entre cadenas sin culpa alguna, de las cuales cuelga.
-Dicese della que tiene la forma del viento, porque, como es verdad y se
-ve por experiencia, el vidriero la forja á soplos. Tiene agua, la cual
-es causa de su muerte, porque en las lamparas, si bien se echa la mitad
-de agua, ella las apaga luego que no está acompañada de aceite. De que
-en cayendo en tierra se quiebra no hay que probarlo con más testigos
-que la experiencia. En lo que dixe que ya está baxa ya alta, es llano,
-pues mientras se dizen los ofizios divinos suele estar arriba, estando
-de noche abaxo. Tambien es verdad que está cercana á Dios verdadero,
-pues de ordinario se pone delante del Santisimo Sacramento. Tambien es
-llano que en comiendo lo postrero le falta la vida, pues en acabandose
-el aceite, se muere, como ya he dicho. Al mismo compas se ve en ella
-que es clara y alegra al hombre, y que finalmente acaba su nombre en
-para, que eso es lampara. Por vida de quien me parió, dixo Sancho, que
-lo ha desplanado riquisimamente. ¡Oh hi de puta, bellaco! el diablo lo
-podia acertar. Don Quixote le dixo que estaba bonisima, y rogó al otro
-mancebo que dixese la suya, porque sospechaba que no debia ser menos
-aguda que la de su compañero, el cual sin hazerse de rogar començó á
-dezir desta manera:
-
-
-ENIGMA
-
- Yo tengo de andar encima,
- Por ser, como soy, ligero:
- De oveja naci primero;
- Solo el turco no me estima.
- De mil formas y señales,
- Redondo estoy sin cantones,
- Cubro más de diez millones,
- Y hay entre ellos animales.
- Adorno al pobre y al rico,
- Sin guardar costumbre ó ley;
- Sobre emperador y rey
- Me asiento, y soy grande y chico.
- Si hay canicula excesiva,
- Me suelo andar en las manos,
- Y me traen los cortesanos
- Con la merced boca arriba.
- Luego torno á entronizarme,
- Más hueco que una bazia,
- Aunque viento y cortesia
- Bastan para derribarme.
-
-No la hubo bien acabado el cuerdo estudiante, cuando salió muy agudo
-Sancho diziendo: Señores, esa esgrima, ó como la llaman, es muy clara,
-y desde la primera copla vi que no podia ser otra cosa sino el tocino,
-porque dize: «solo el turco no me estima;» y el turco, es claro que
-ni lo come ni haze caso dello, porque ansi se lo mandó el zancarron
-de Mahoma. Don Quixote rogó al estudiante que sin hazer caso de los
-dislates de su escudero, se la declarase al punto; que deseaba infinito
-entendella; y ansi dixo: Vs. ms. han de saber que la propuesta enigma
-es del sombrero; y asi empieza diziendo que anda encima: verdad llana,
-pues se pone en las cabeças. Es su principio de oveja, por lo que de
-ordinario se haze de lana dellas: no le precia el turco, porque entre
-ellos no se usan sombreros, sino turbantes: dizese tambien que es de
-muchas formas y señales y sin cantones, porque, si bien ya se usan
-altos, ya baxos, ya voleados, ya romos, todos vienen á tener las alas
-redondas y sin esquinas: cubre muchos millares, lo cual se verifica
-de los cabellos, entre los cuales se crian los piojos, como en bosque
-proprio de tales animales: sientase sobre el rey y emperador, y á vezes
-es de dos palmos de alto, como los de Francia, y otras chicos, como
-los de Saboya: traenle los hombres en las manos cuando haze calor, y
-los cortesanos boca arriba cuando saludan con besamanos; tras lo cual
-le vuelven á entronizar sobre sus cabeças de do basta á derribarle el
-viento si viene recio, y la cortesia cuando se pasa por delante de
-quien se debe hazer. Agora digo, respondió Sancho, que es más bellaca
-de entenderse esta que la pasada; pero apostemos, con todo, lo que
-quisieren, que si las tornan á dezir las acierto de la primera vez.
-¡Miren el ignorante! dixo don Quixote: desa manera cualquier hombre del
-mundo, si se lo dizen antes, lo acertará. Pues ¿cuando dixo Sancho cosa
-que no se la dixesen antes? replicó Barbara; pero eso no es maravilla,
-pues nunca nadie acertó á dezir lo que primero no lo haya aprendido
-y estudiado; y si no diganme ¿quien hay que sepa nombrar cosa por su
-nombre, aunque sean las más comunes, ni aun el Pater noster, que es
-la cartilla de nuestra fe, si primero no se le dizen y repiten? Holgó
-infinito Sancho con el cuerdo abono que de su respuesta habia dado
-Barbara; y celebrandole todos por agudo, y él por soberano, con mil
-agradecimientos, dixo don Quixote: No se admiren vs. ms. de la agudeça
-de su magestad; porque si los filos de mi espada fueran tan agudos
-como los conceptos de su divino entendimiento, no estuviera su real
-persona sin la pacifica posesion de su reino y Amazonas, ni yo tuviera
-por conquistar el reino de Chipre, ni aun que ensuciar mis manos en
-el soberbio Bramidan de Tajayunque. Pero dexemos esto para hasta que
-me vea en la corte, pues son memorias que me provocan de suerte á
-colera, que temo della no me haga hazer por las tierras que voy, más
-muertes que hizo Dios en el mundo con el diluvio universal; y volviendo
-á nuestra apacible platica, suplico á vs. ms. se sirvan de darme por
-escrito las enigmas, si tienen sus copias. Y diziendo el uno que en la
-posada se la escribiria, por no traer en papel la suya, metió el otro
-mano á la faltriquera, y sacó della la de la lampara, diziendo: Tome
-v. m. la mia; que ya la tengo á punto. Tomola don Quixote con mucho
-comedimiento; y al darsela, se le cayó al estudiante otro papel de la
-mano; y preguntandole don Quixote que era aquello; le respondió que
-unas coplillas que acababa de hazer en su lugar á una donzella parienta
-suya, á quien queria mucho, la cual se llamaba Ana, por cuya causa las
-habia hecho con tal artificio, que todas ellas començaban en Ana. Don
-Quixote le rogó con notable instancia se las leyese, seguro de que,
-siendo suyas, no podian dexar de ser curiosisimas; y el estudiante, con
-no pequeña vanagloria, propriedad inseparable de los poetas, y rara
-atencion de los circunstantes, las fue leyendo; y dezian desta manera,
-segun fielmente las he sacado de la historia de nuestro ingenioso
-hidalgo, la cual traduzco, y en que se refieren.
-
-
-COPLAS Á UNA DAMA LLAMADA ANA
-
- Ana, amor me cautivó
- Con vos, cuyo nombre tiene
- Dos aes entre una ene,
- Que es dos almas entre un no.
- A nadie dize la ene
- Que ameis, sino solo á mí,
- Advirtiendo os ofrecí
- Lo mejor que mi alma tiene.
- Anaxarte fue entre sabios
- Ilustre por homicida,
- Cual los sois vos de mi vida,
- Ana, con mover los labios.
- Anade es una avecilla
- Que nada con gran primor;
- Yo, Ana, en el mar de amor
- Tras vos nado, bella orilla.
- Anatema es en la Iglesia
- Quien de la fe está apartado;
- No yo, que con fe he amado
- En vos otra Diana Efesia.
- Anastasia fue la esposa
- De un rey que en el cielo reina,
- Y desta alma, Ana, sois reina
- Vos, que en todo sois hermosa.
- Anania y sus consortes
- Cantaron dentro de un horno;
- Y vos, Ana, cual bochorno,
- Me abrasais con esos nortes.
- Analogia se llama
- Lo que dize proporcion,
- Como vuestra perficion,
- Que la tiene con su fama.
- Anabatistas profesan
- Ser dos vezes bautizados;
- Y yo duplicar cuidados
- Profeso, Ana, sin que cesen.
- Anacoretas imito
- En lo que es llanto y silencio,
- Con que, Ana, reverencio
- Ese valor infinito.
- Anales, cualquiera historia
- Son, que algun curioso escribe,
- Y cual en anales vive,
- Ana, en mi vuestra memoria.
- A Namur dizen ser villa
- Rica, fuerte y de beldad;
- Mas vos, Ana, sois ciudad
- Que cualquiera ha de servilla.
-
-Por cierto, dixo don Quixote cuando acabó de leer el estudiante las
-coplas, que ellas son curiosas, y unicas á mi ver en su genero: tras
-lo cual salió Sancho, como solia, diziendo: Señor estudiante, en mi
-conciencia le juro que son lindisimas, si bien me parece les falta
-la vida y muerte de Anas y Caifas, personas de quienes hazen copiosa
-memoria todos los cuatro santos evangelios; y no fuera malo la hiziera
-v. m. tambien dellos, siquiera para lisongear los muchos y honrados
-decendientes que aun tienen hoy en el mundo. Pero dexando esto aparte,
-¿no me haria placer de hazer otras que, como esas comiençan por Ana,
-començasen por Mari-Gutierrez, la cual, con perdon de vs. ms. y á
-pesar mio, es mi muger y lo será mientras Dios quisiere? Pero advierta
-si determina hazerlas, en que de ninguna manera la llame reina, sino
-almiranta, porque mi señor don Quixote no me parece que lleva talle
-de hazerme rey en su vida; y asi de fuerça habré de parar, mal que me
-pese, en almirante ó adelantado cuando su merced gane alguna insula ó
-peninsula de las que me ha prometido; y á fe que si como él y yo hemos
-dado por lo secular, dieramos por lo eclesiastico, que quedaramos
-bien medrados desde que andamos en busca de aventuras, pues nos han
-hecho á los dos más cardenales y más colorados que hay en Roma ni en
-Santiago de Galicia; mas en fin, bien dizen que quien más no dexa,
-morir se puede. Con este buen entretenimiento llegaron á la noche á
-la posada, yendo siempre con ellos los dos estudiantes, por lo poco
-que don Quixote caminaba; que no era más que cuatro ó cinco leguas
-cada dia; ni aun Rocinante podia hazer mayor jornada; que no le daban
-lugar para ello la flaqueça y años que tenia á cuestas. De suerte que
-caminaron tres dias sin sucederles cosa de consideracion; aunque en
-todos los lugares eran bien notados y reidos, particularmente en Hita,
-por las cosas que don Quixote hazia con la reina Zenobia, la cual no
-era poco conocida de toda aquella tierra, ni menos de los estudiantes,
-que cada dia dezian á don Quixote sus virtudes; si bien era imposible
-persuadirle cosa en contrario de lo que della tenia aprehendido su
-quimerica y loca fantasia.
-
-
-
-
-CAPITULO XXVI
-
-De las graciosas cosas que pasaron entre don Quixote y una compañia de
-representantes, con quien se encontró en una venta cerca de Alcala.
-
-
-Caminando don Quixote con su compañia y con los dos estudiantes que
-arriba diximos, sucedió que llegando á poco más de dos leguas de
-Alcala, se les hizo á Sancho y á su amo tarde para poder entrar en
-ella de dia, como deseaban; y con la pesadumbre que esto le daba, dixo
-don Quixote á los estudiantes si habia algun lugar antes de Alcala,
-donde pudiesen hazer noche; y respondieron ellos que no, quiçá deseosos
-de que se quedasen en el campo ó desacomodados, añadieron que solo
-á un cuarto de legua de alli habia una venta, donde podrian pasar
-razonablemente la noche. Apenas oyó Sancho el nombre de venta, cuando
-se dió á todos los diablos, y dixo: Por las entrañas de la ballena de
-Jonas, mi señor don Quixote, le suplico que no vamos allá por ningun
-caso, pues las que estos señores llaman ventas, son los castillos
-encantados que v. m. dize, y adonde nos han aporreado invisiblemente
-los gigantes, duendes, fantasmas, jayanes, estantiguas ó folletos, ó
-como los llaman á los que nos han dado millares de vezes tanto que
-llorar y curar, cuanto saben mis escuderiles huesos; que los de v. m.
-han siempre mejor librado con el remedio de aquel precioso balsamo,
-cuya eficacia solo ha faltado para mí, que no soy armado caballero. No
-hizo caso don Quixote de los miedos y conjuros de su escudero, sino que
-animoso dixo: Venga lo que viniere; que para todo estamos dispuestos
-los caballeros andantes; y asi vamos allá en nombre de Dios. Apenas
-hubieron andado treinta pasos, cuando descubrieron la venta; y á la
-que llegaban á tiro de arcabuz della, habiendo hecho don Quixote hasta
-alli reflexion de lo que Sancho le habia dicho, le dixo: Agora me
-acabo de acordar, Sancho mio, de los grandes trabajos, infortunios,
-desasosiegos, trances, peligros y desastres que agora un año pasamos
-en los castillos semejantes á este que vemos, do nos alojamos á causa
-de estar en ellos secretamente escondido aquel sabio encantador mi
-contrario, el cual siempre ha procurado y procura hazerme todo el mal
-que ha podido y puede con sus malas y perversas artes; y lo peor es que
-tengo agora por sin duda que ha venido de nuevo á este castillo para
-hazerme en él algun grave daño, como acostumbra; aunque al cabo no han
-de poder más sus artes que el valor de mi persona. Lo que se puede y
-debe pues hazer para obviar este gran peligro, es que tú y mi señora
-la reina y estos dos señores estudiantes os vengais en pos de mí como
-en retaguardia, poco á poco; que yo quiero ir adelante, si es verdad,
-para ver todo lo que he sospechado. Sancho le replicó, diziendo: ¡Si v.
-m. me creyera al principio, no nos meteriamos en estas trabacuentas, y
-plegue á Dios no lo lloremos todos! Pero vaya delante, como dize v. m.,
-en hora buena; que acá nos iremos tan detras dél como podremos, si bien
-no tanto como querriamos. Adelantose luego don Quixote un poco; y como
-viese cerca de la venta siete ó ocho personas vestidas de diferente
-mezcla, volvió luego turbado las riendas á Rocinante, y llegandose á
-los de su compañia, les dixo: Todo el mundo, señores, calle, y ojo
-á la puerta del castillo y á los vestiglos que en ella hay. Miraron
-todos hazia allá; y como los que en la venta estaban vieron venir un
-hombre armado de aquella suerte, y con grande adarga, cosa por alli
-poco usada, y que ya se adelantaba, y ya volvia atrás á hablar con
-una muger vestida de colorado, salieron á ver maravillados la novedad
-fuera de la venta, no siendo pocos los miradores, pues eran los de
-una compañia grave de comediantes, de los nombrados en Castilla, los
-cuales con su autor se habian determinado quedar alli aquella tarde á
-hazer algunos ensayos de comedias, para entrar con ellas esotro dia
-con buen pie en Alcala, teatro de consideracion y cuenta, por los
-agudos y extremados ingenios que á toda España le dan lustre. Pues
-como don Quixote los viese puestos en hilera y en su mira, y entre
-ellos su autor, hombre moreno y alto de cuerpo, que estaba delante
-de todos, teniendo en la mano una varilla y en la otra una comedia,
-que iba leyendo, començó á dezir: Agora echo de ver, amigo Sancho,
-las grandisimas mercedes que cada dia recibo de la sabia Urganda, mi
-benevola y fidelisima protectora, pues hoy me lo ha dado claramente
-á entender; que en esta fortaleça está aquel perverso encantador
-Freston, mi contrario, aguardandome con alguna estratagema ó engaño,
-con soberbio talante, entre duras cadenas, en su obscura mazmorra;
-pero ya que voy del caso bien advertido, me determino á acabar de una
-vez con él, si puedo, para que de aqui adelante pueda andar más seguro
-y libre por todas las partes del mundo que caminare. Y porque creas,
-Sancho, y vos, poderosisima reina, y vosotros, virtuosisimos mancebos,
-que digo verdad, ¿no veis entre aquellos soldados que en la puerta del
-castillo estan haziendo centinela, un hombre alto y moreno de cara,
-con una varilla en la mano derecha y en la izquierda un libro? Pues
-aquel es mi mortal enemigo, el cual ha venido á estorbarme la batalla
-que con el rey de Chipre, Bramidan de Tajayunque, tenia aplaçada, con
-fin de irse luego por el mundo baldonandome, y publicando de mí que no
-me atrevi de puro cobarde á llegar á la corte á verme con él, donde me
-aguardaba para la pelea; y si tal me estorbase con sus encantamientos,
-lo sentiria á par de muerte; por tanto, yo me determino de ir y ver
-si de alguna manera puedo quitar del mundo á quien tantos males y
-daños ha causado y causa en él. Los estudiantes, maravillados de los
-disparates de don Quixote, se le llegaron, quitados los sombreros, y
-el uno le dixo: Mire v. m., señor don Quixote, si es servido, en lo
-que dize y piensa hazer; que nosotros sabemos muy bien que esto es
-venta; y no fortaleça ni castillo, ni hay la guarda en ella de soldados
-que v. m. piensa; y la gente que está en su puerta es bien conocida
-en España, que son comediantes; y el que v. m. llama encantador, es
-su autor Fulano, y el otro del ferreruelo caido sobre el hombro,
-Zutano:--y asi fue nombrando casi todos por sus nombres, por conocerlos
-bien. De lo cual enojado don Quixote, replicó: Eso es lo que yo digo,
-á pesar de todos los que contradezirme quisieren; y otra vez afirmo
-que aquel grande es el dicho encantador mi contrario, que con aquella
-vara que tiene en la una mano, haze los cercos, figuras y caracteres
-en invocacion de los demonios, y con aquel libro que tiene en la otra
-los conjura, oprime y atrae á cuanto quiere, mal que les pese; y para
-que veais claramente ser verdad lo que digo, andad vosotros delante,
-y dezidle como sois pajes del Caballero Desamorado que aqui viene, y
-vereis lo que pasa. Ofrecieronse ellos á ir allá de muy buena gana;
-y llegados que fueron, contaron al autor y á su compañia todo lo que
-don Quixote era, y lo que había hecho y dicho por el camino y en
-Sigüença, y como llamaba reina Zenobia á Barbara, la bodegonera de
-la cuchillada de Alcala, bien conocida de todos, con quien se habia
-encontrado en el viage: de lo cual rieron el autor y sus compañeros
-bravamente, holgandose infinito de que se les ofreciese ocasion en
-que pasar el tiempo aquella noche. A la que estaban en esto, fue don
-Quixote acercandose poco á poco á la venta, y viendolo Sancho, baxó
-luego de su rucio para ver en que paraba aquello que su amo iba á
-emprender: también Barbara le rogó la baxase de la mula, pues estaba
-tan cerca de la venta; el cual lo hizo tomandola en braços; y como
-para hazello fuese forzoso juntar él su cara con la de Barbara, ella
-le dixo: ¡Ay, Sancho, y que duras y asperas tienes las barbas! Mal
-haya yo si no parecen cerdas de çapatero. ¡Jesus mio, y que trabajos
-tendrá la muger que durmiere contigo, todas las vezes que la besares!
-¿Pues para que diablos, dixo Sancho, la tengo de besar? Beselas la
-madre que las hizo, ó Barrabas, que no tiene mocos; que para lo deste
-mundo yo no beso á nadie, si no es á la hogaça cuando la cojo por la
-mañana, ó á la bota cualquiera hora del dia. Ea, replicó Barbara,
-no se nos haga bobo, hermano; que á fe no le saben mal las mugeres;
-y, si me cogiese esta noche en la cama en que tengo de dormir sola,
-viniendose á ella quedito, y se me metiese entre las sabanas sin que
-persona lo sintiese, ¡mal año y que tal me pararia! De una sola cosa
-me pesaria en tal caso, y es que no osaria dar vozes por temor de don
-Quixote y los huespedes; que más vale pasar que gritar; y cuando algo
-hiziesemos, en fin estariamos á escuras y nadie lo habria de saber;
-que en fin está claro que yo por mi vergüença, y vos por ser hombre
-honrado, lo habiamos de callar. Sancho, que no entendió la música de
-Barbara, dixo: A fe que tiene razon; que cuando no dan vozes y estamos
-á escuras, duermo yo muy mejor y más á pierna tendida, y de suerte que
-no me recordaran con un millon de campanas destempladas. ¡Ay, amarga
-de mí, respondió Barbara, y que lerdo que eres! Menester es llevarte
-por el camino de los carros: dame la mano, ladron mio, que estoy
-entumecida y no me puedo tener en pies. Diosela Sancho, diziendole:
-Tomela con todos los diablos, y vayase poco á poco en eso de ladron;
-que sepa que no sufro burlas; y podrialo oir tal vez algun escriba ó
-fariseo de los muchos y maliciosos que hay en el mundo, y acusandome
-dello á la justicia, hazerme dar docientos açotes. Volvieron en esto
-la cabeça, porque vieron hablar en alta voz á don Quixote, el cual
-llegandose bien cerca de la venta, puesto el cuento del lançon en
-tierra, començó á dezir á los que estaban en su puerta desta manera:
-¡Oh sabio encantador, tú, quien quiera que seas, que desde el dia de mi
-nacimiento hasta la hora en que estoy siempre has sido mi contrario,
-favoreciendo, como pagano que eres, á aquel ó aquellos caballeros
-que sabes que yo traigo acosados con mi fuerte braço, quitandoles la
-opinion que por el mundo tienen, alçandome con la fama dellos, siendo
-pregoneros de mis hechos y de su cobardia la misma que lo fue de los
-Alexandro, Cesares, Anibales y Scipiones antiguos! dime, perverso y
-luciferino nigromantico, ¿por que hazes tantos y tan grandes males en
-el orbe, contra toda ley natural y divina, saliendo por los anchos
-caminos y sus forçosas encrucijadas, acompañado de los descomunales
-jayanes que en esta tu fortaleça se fortifican, prendiendo, robando
-y maltratando á los amantes caballeros que poco pueden, y forçando
-á las fembras de alta guisa y dueñas de honor, que acompañadas de
-astutos enanos y diligentes escuderos, van por los caminos reales con
-algunas cartas de confidencia y joyas y preseas de estima, buscando á
-los caballeros á quien sus señoras tiernamente aman; y no solo no te
-avergüenças de hazer lo que digo, pero como inhumano y tirano cruel las
-metes en este castillo, y no para regalarlas y darles buen acogimiento,
-sino para metellas en crueles y obscuras mazmorras con otras muchas
-princesas, caballeros, pajes, escuderos, carrozas y caballos que en
-él tienes? Por tanto ¡oh sangriento, fiero é indomito gigante! sacame
-luego aqui sin replica ninguna toda la gente que digo, volviendoles
-á cada uno la oprimida libertad y cuantos tesoros con ella les has
-robado, y jura prostrado en tierra, en manos de la fermosa y sin par
-gran reina Zenobia que conmigo viene, de enmendar la mala vida pasada,
-y de favorecer de aqui adelante á dueñas y donzellas, y de desfazer
-juntamente los tuertos de la gente menesterosa; que con esto y con
-darte á merced, te dexaré por agora con la vida que tan justamente
-muchos años ha te habia de haber quitado; y si no lo quieres hazer,
-salgan luego á batalla conmigo todos los que en esa tu fortaleça
-tienes, á pie ó á caballo y con el genero de armas que quisieren,
-todos juntos, como es costumbre de la gente pagana y barbara, tal cual
-vosotros sois. Y no pienses que porque estás con ese libro y vara en
-las manos, cual encantador y supersticioso mago, que por más que lo
-seas, han de valer tus hechizos contra los filos de mi espada; porque
-conmigo traigo invisiblemente al sabio Alquife, mi coronista y defensor
-en todos mis trabajos, y á la sabia Urganda la desconocida, con cuya
-sciencia comparada la tuya, es ignorancia. Salid, salid presto, presto.
-Y con esto començó á revolver el caballo por acá y acullá, haziendo
-gambetas, de lo cual reian mucho los comediantes, á los cuales, como
-Sancho viese reir de tan buena gana, tras haberles dicho su amo las
-razones, á su parecer, tan dignas de amedrentarlos, les dixo en alta
-voz: Ea, soberbios y descomunales representantes, oprimidores de
-las vergonçosas infantas que estan ahi detras de vosotros haziendo
-humildes oraciones á los cielos para que las libren de vuestra tiranica
-representante vida, acabemos ya; y si os habeis de dar por vencidos á
-mi señor don Quixote de la Mancha, sea luego; porque queremos entrar
-en la venta yo y la señora reina de Segovia; que á fe que tenemos
-muy bien picados los molinos; y si no, aparejaos para enviarnos aqui
-algunos cuartales de pan, en cuya destroça nos ocupemos su magestad y
-yo, mientras mi señor la haze en vosotros en esta vecina guerreacion;
-¡asi guerreado le vea yo en casa de todos los griegos de Galicia! Los
-representantes estaban tan maravillados, que no sabian que responder
-á los disparates del uno y simplicidades del otro; mas el autor, con
-cuatro ó cinco de los compañeros, se salió de la venta, y llegandose
-donde estaba don Quixote, le dixo: Señor caballero andante, estos
-señores estudiantes nos han informado del gran valor, virtud y fuerças
-de v. m., las cuales son tales, que bastan á sujetar, no solamente esta
-fortaleça ó castillo, donde ha más de sietecientos años que yo hago mi
-habitacion, sino al más fiero y bravo gigante que en toda la gigantesca
-nacion se halla: por tanto, yo y todos estos principes y caballeros
-que conmigo estan nos damos por vencidos, y rendimos vasallage á v.
-m., suplicandole se apee de ese hermoso caballo y dexe la adarga y
-lança, quitandose esas ricas armas para que sin su embaraço pueda v.
-m. recebir el debido servicio que estos sus criados le desean hazer; y
-viva seguro de que, aunque soy pagano, como mi morena cara y membrudo
-talle muestra, todavia solo tengo librados mis encantamientos para
-hazer mal á quien yo me sé. Venga v. m., entre, y cenará con nosotros,
-y verá como se huelga de habernos conocido; y entre segura tambien la
-señora reina Zenobia, alias Barbara; que gustaremos todos saber della
-cual de las yerbas le da más fastidio de noche, la ruda ó la verbena
-que se coge la mañana de san Juan. ¡Oh falso hechicero! respondió
-don Quixote. ¿Agora piensas con tus falazes y halagüeñas palabras
-engañarme, para que, entrando dentro de tu castillo fiado dellas,
-caiga en la trampa que á la entrada de su puerta me tienes armada,
-deseoso de hazer luego de mí á tu sabor? No me engañarás; que ya te
-conozco desde que en Çaragoça me encerraste con esposas en las manos
-y un grande tronco en los pies, en aquel duro calaboço que tú sabes,
-del cual me sacó el valeroso granadino don Alvaro Tarfe. Sancho, que
-habia estado escuchando lo que pasaba, se puso al lado de don Quixote
-diziendo, mirando de hito á hito al autor: ¡Oh hi de puta, paganazo!
-¿piensa que aqui no le entendemos? A otro hueso con ese perro; que
-aqui todos somos cristianos, por la gracia de Dios, de pies á cabeça,
-y sabemos que tres y cuatro son nueve; que no somos bobos porque nos
-habemos criado en el Argamesilla, junto al Toboso; y si no quiere
-creernos, metanos el puño en la boca, y verá si le mamamos. Dese por
-vencido, digo, él y todos esos luteranos que le rodean, si no quiere
-que se nos suba el humo á las narizes: echemos pelillos en la mar, y
-con esto tan amigos como de antes. Don Quixote le dixo colerico, dando
-de espuelas á Rocinante: Quitate, Sancho, no hagas pazes con gente
-infiel y pagana; porque los que somos cristianos no podemos hazer
-con estos más que treguas, cuando mucho. Pues, señor, dixo Sancho
-poniendose delante de Rocinante, si ello es verdad que v. m. es tan
-cristiano como yo (que eso Dios lo sabe), que sé que lo soy desde
-el vientre de mi madre, pues desde él creo bien y verdaderamente en
-Jesucristo y en cuanto él manda, y en las santas iglesias de Roma, y
-en todas sus calles, plaças, campanarios y corrales, á pie juntillas,
-hagamos esas treguas que dize; que parece que es un poco tarde, y
-las tripas me andan ya espoleando el vientre de hambre. Quitate de
-delante de mis ojos, pecora, dixo don Quixote; quitate digo. Y en
-esto, baxando la lança, dió un apreton á Rocinante hazia el autor,
-el cual dexó venir, y hurtandole el cuerpo, le asió de la rienda del
-rocin, que al punto estuvo quedo como si fuera de piedra: acudieron al
-punto los demas compañeros, y uno le quitó la lança, otro la adarga,
-y otro asiendole del pie, le volcó por la otra parte; tras lo cual
-acudieron también tres ó cuatro moços de los que llaman metemuertos
-y sacasillas, que, agarrandole los unos por los pies y los otros por
-los braços, le llevaron á la venta mal de su grado, donde le tuvieron
-buen rato echado en el suelo, sin que se pudiese levantar. Las cosas
-que el triste Caballero Desamorado hizo y dixo viendose de aquella
-suerte, colixanlas los curiosos, de su condicion y braveza, pues ya
-la ternan penetrada de las primeras partes de su historia; que no se
-atreve el historiador desta, por ser tan extraordinarias y dignas de
-elegantisimas exageraciones, á referirlas. Lo que sé dezir es que
-el autor mandó á los moços le tuviesen de la suerte que estaba, sin
-soltarle de ninguna manera hasta que él volviese; y tras esto salió
-con algunos compañeros en busca de Sancho, á quien halló abraçado con
-Barbara, mesandose las espesas barbas, llorando amargamente por ver
-lo que su amo padecia; al cual dixo: Agora, don bellaco, me pagareis
-lo de antaño y lo de hogaño; levantaos; que no hay para mí lagrimas
-ni ruegos; porque pienso luego á la hora, en llegando con vos al
-castillo, desollaros muy bien, y cenarme en esta noche vuestros
-higadillos, y mañana asar todo lo demas de vuestro cuerpo y comermelo;
-que no me sustento yo de otra cosa que de carnes de hombres. Sancho,
-que oyó aquella cruelisima sentencia, luego se hincó de rodillas y
-cruzando las manos debaxo de la caperuça, començó á dezirle. ¡Oh
-señor pagano, el más honrado que hay en todas las paganerias! por las
-llagas del señor san Lazaro, que santa gloria haya, le ruego que tenga
-misericordia de mi; y si es servido, antes que me coma, mande v. m.
-dexarme ir á despedirme de Mari-Gutierrez, mi muger, que es colerica,
-y si sabe que v. m. me ha comido sin que yo me haya despedido della,
-me terná por un grandisimo descuidado, y no podré despues verle una
-buena cara: basta, que le prometo bien y verdaderamente de volver
-aqui para el dia en que v. m. mandare; y plegue á Dios, si faltare,
-que esta caperuça me falte á la hora de mi muerte, que es cuando más
-la habré menester. Amigo, respondió el autor, no hay remedio de ese
-negocio;--y levantando la voz dixo: ¡Hola! ¿á quien digo? criados,
-traedme luego aqui aquel asador de tres puas en que suelo espetar los
-hombres enteros, y asadme al punto á este labrador. El pobre Sancho,
-que tal oyó dezir, volvió la cabeça y vió á Barbara que estaba hablando
-con uno de los representantes, llena de risa, y dixola con increible
-dolor de su anima: ¡Ay, señora reina Segovia! ¡Compasion del pobre
-de Sancho, su leal lacayo y servidor, y mire la tribulacion en que
-está puesto! Y pues es tan impotente, ruegue á ese señor moro que me
-eche á aquellas partes en que más de mí se sirva; sólo no me mate.
-Entonzes llegó Barbara diziendo: Suplico á v. m., poderosisimo señor
-alcaide y noble castellano deste alcazar, remita por amor de mí esta
-vez á Sancho vida y miembros; que le debo buenos servicios, y salgo
-por fiadora de su enmienda, obligando, si no lo hiziere, todos sus
-bienes muebles y raizes, habidos y por haber, al castigo que ordenare
-v. m. darle. Respondiole el autor con gran boato y fingida colera: V.
-m., señora reina de la calle de los Bodegones de Alcala, me perdone;
-que de ninguna manera puedo dexar de acabar con este villano, si ya
-no es que, volviendose moro, siguiese el alcoran de nuestro Mahoma.
-Digo, respondió Sancho, señor turco, que creo en cuantos Mahomas hay
-de levante á poniente, y en su alcoran, de la suerte y como v. m. lo
-manda, y como lo permite y consiente nuestra madre la Iglesia, por
-quien daré la vida y anima y cuanto puedo dezir. Pues es menester,
-dixo el autor que con un cuchillo muy agudo os cortemos un poco del
-pluscuamperfecto. Respondió Sancho: ¿Qué pluscuam, señor, es ese que
-dize? que yo no entiendo esas algarabias. Digo, replicó el autor, que
-para que seais buen turco, es menester primero, con un cuchillo bien
-afilado, retaxaros. ¡Ah señor! Por las tenazas de Nicomemos, dixo
-Sancho, que v. m. no me corte nada de ahi, porque lo tiene tan bien
-contado y medido mi muger Mari-Gutierrez, que por momentos lo reconoce
-y pide cuenta dello, y por poco que le faltase, lo echaria luego
-menos, y seria tocarle en las niñas de los ojos, y me diria que soy
-un perdulario y desperdiciador de los bienes de naturaleza; y si á v.
-m. le parece, esto que me ha de cortar, no sea de ahi; porque, como
-digo, bien echa de ver que es menester todo en casa, y algunas vezes
-aun falta; sino cortenmelo de esta caperuça; que, aunque es verdad
-que hará falta en ella, todavia mejor se podrá remediar que esotro.
-Volvió en esto la cabeça[25] hazia atras por no poder disimular la
-risa que le causó la simplicidad de Sancho; y disimulando cuanto pudo,
-le dixo al cabo de un rato: Levantaos, señor moro nuevo, dad acá la
-mano, y mirad que de aqui adelante habeis de hablar algarabia como
-yo; que presto subireis á arraez, alfaqui y á gran bajan. Par diez
-señor, dixo Sancho, que aunque me hagan rabadan, querria más llegar
-primero á mi lugar á dar cuenta de mí á dos bueyes que tengo en casa,
-seis ovejas, dos cabras, ocho gallinas y un porquete, y á despedirme
-de Mari-Gutierrez en lengua moruna, y á dezirle como me he vuelto ya
-turco; que quiçás ella tambien se querrá tornar turca; pero hallo un
-inconveniente en si lo quisiere hazer, y es que no sé de adonde la
-podremos retaxar, porque no tiene debaxo del cielo de adonde. Respondió
-el autor diziendo: Eso no importa nada, porque ya la cortaremos el dedo
-pulgar de la mano derecha, y esto bastará. A fe, dixo Sancho, que ha
-dicho muy bien, porque ese dedo no le hará la falta que me hará á mí
-lo que me quiere cortar; que en efeto es muy mala hilandera; mas con
-todo he pensado de do será mejor circuncidarla, porque no le quite
-el dedo que dize; que todavia es bueno tenga cinco dedos en la mano,
-como Dios manda en las obras de misericordia. ¿De donde pues: preguntó
-el autor, la circuncidaremos? De la lengua, respondió Sancho, porque
-la tiene más larga que la del gigante Golias, y es la mayor parlera
-y repostona que hay en todas las parlerias y tierras de papagayos.
-Con esto se volvieron á la puerta de la venta, adonde tenían al buen
-hidalgo don Quixote los moços del hato, sentado en una silla, desarmado
-y asido de suerte, que no le dexaban menear; y viendole el autor,
-dixo á Sancho: Hermano, ya veis como está vuestro amo; es menester
-que le digais como ya sois moro, y le persuadais á que tambien él lo
-sea si quiere librarse de la tribulacion en que está puesto, porque
-si no, dentro de dos horas nos le comeremos asado en el asador en que
-pensabamos asaros á vos.--Dexeme v. m. á mí, dixo; que yo le haré
-tornar moro por la posta. Pusose delante de don Quixote el autor
-diziendole: ¿Qué es, caballero? ¿Cómo va? Al fin habeis venido á parar
-en mis manos, de donde primero que salgais, habeis de tener las barbas
-tan largas, que os arrastren por el suelo, y las uñas de pies y manos
-tan grandes como unos colmillos de elefante; tras que os vereis comido
-de ratones, lagartos, chinches, piojos, pulgas, moscas, mosquitos,
-tabanos y otras asquerosas sabandijas; y maniatado con una gruesisima
-cadena en una lobrega carcel, con otros de vuestro jaez, que alli
-estan con grillos á los pies y esposas en las manos hasta que acaben
-sus tristes y desventuradas vidas. Don Quixote le respondió diziendo:
-No pienses ¡oh sabio contrario mio! que tus locas y vanas palabras y
-perjudiciales obras han de ser bastantes á hazerme quebrantar un punto
-lo que debo guardar como verdadero caballero andante, ni amedrentarme
-en el debido sufrimiento á los vecinos trabajos y tribulaciones que me
-amenaçan, pues estoy cierto que por discurso de tiempo, y al cabo,
-cuando mucho, de sietecientos años he de quedar libre deste tu cruel
-encantamiento, en que contra toda ley y razon, por solo tu gusto, me
-tienes puesto; y no desespero ¡oh inhumano encantador! de que antes
-del dicho plaço algun principe griego novel me saque de aqui, pues uno
-habrá que saldrá de Constantinopla de noche, sin despedirse de nadie
-de la corte y sin que lo sepan sus padres, espoleando de su honor, y
-alentado con el consejo de un grande y sapientisimo mago, amigo suyo; y
-despues de haber pasado grandisimos trabajos y peligros, y haber ganado
-mucha honra por todos los reinos y provincias del universo, llegará
-aqui á este fortisimo castillo, y matando los fieros gigantes que por
-prevencion tuya su entrada defiendan como guardas della y de la puente
-levadiza que le fortifica, matará tambien á los dos rapantes grifos,
-inhumanos porteros de su primera puerta; y entrando en el primer patio,
-y no sintiendo rumor ni viendo persona que se le oponga, se sentará,
-de cansado, en el suelo un rato, y luego oirá una furiosa voz que, sin
-saber quien la pronuncia, le dirá: Levantate, principe griego; que en
-aciaga hora y para tu daño entraste en este castillo;--y apenas habrá
-acabado de dezillo, cuando saldrá un ferozisimo dragon echando fuego
-por la boca y ponçoña por los ojos, con las uñas crecidas más que dagas
-vizcainas, y con una cola tan aguda y larga como un acicalado montante,
-con la cual todo cuanto encontrare echará por el suelo; pero matandole
-el dicho principe, ayudado de su favorable y benevolo sabio con
-invencibles socorros, se deshará á la postre todo este encantamiento; y
-entrando vitorioso otra puerta más adentro, se hallará en un apacible
-jardin lleno de varias flores, poblado de amenisimos, fructiferos y
-aromaticos arboles, cuyas copas poblaran cisnes, calandrias, ruiseñores
-y mil otras diferencias de jucundisimas aves, fertilizandole mil
-arroyos, dificultosas de discenir sus aguas si son de cristal ó leche;
-en medio del cual se le aparecerá una hermosisima ninfa vestida de una
-rozagante ropa sembrada de carbunclos, diamantes, esmeraldas, rubies,
-topacios y amatistas; la cual, dandole con rostro benevolo con la
-una mano un manojo de llaves de oro, y poniendole con la otra en la
-cabeça una guirnalda de agno casto y amaranto, desaparecerá tras una
-celestial musica; y luego dicho principe con las llaves de oro llegará
-á abrir las mazmorras, dando libertad jucundisima á todos los presos y
-presas dellas, y á mí el postrero, pidiendome por merced le arme por
-mis manos caballero andante y le admita por inseparable compañero: lo
-cual, concediendoselo yo todo, obligado de su hermosura, discrecion y
-esfuerço, iremos por el mundo despues innumerables años juntos, dando
-fin y cima á cuantas aventuras se nos ofrecieren.
-
- [25] Falta el sujeto de esta oración, que es «el representante.»
-
-
-
-
-CAPITULO XXVII
-
-Donde se prosiguen los sucesos de don Quixote con los representantes.
-
-
-Admirados quedaron en sumo grado los comediantes de ver el estraño
-genero de locura de don Quixote, y los disparates que ensartaba; pero
-Sancho, que habia estado escuchando detras del autor todo lo que su amo
-habia dicho, le dixo: Pues, señor Desamorado, ¿como va? Acá estamos
-todos por la gracia de Dios. ¡Oh Sancho! dixo don Quixote, ¿qué hazes?
-¿Hate hecho algun mal este nuestro enemigo? Ninguno, respondió Sancho;
-si bien es verdad que me he visto ya casi con un asador en el rabo, en
-que queria este señor moro asarme para comerme; pero hame perdonado
-por ver me he tornado moro. ¿Qué dizes, Sancho? dixo don Quixote:
-¡moro te has tornado!¿Es posible que tan gran necedad has hecho? Pues
-pesie á las barbas del sacristan del Argamesilla, respondió Sancho,
-¿no fuera peor que me comiera, y que despues no pudiera ser moro ni
-cristiano? Calle; que yo me entiendo; escapemos una vez de aqui; que
-luego despues verá lo que pasa. Entonzes el autor, apiadandose de las
-congojas y trasudores en que veia á don Quixote, cansados ya de reir
-los estudiantes, Barbara y toda la compañia, dixo: Agora sus, señor
-caballero, no es ya tiempo de más disimular ni de traer encubierto lo
-que es razon que se descubra; y asi habeis de saber, señor don Quixote,
-que yo no soy el sabio vuestro contrario de ninguna manera; antes soy
-un grande y fiel amigo vuestro, y cual tal siempre y en todas partes
-he mirado y miro por vuestros negocios mejor que vos proprio, y agora
-por probar vuestra prudencia y sufrimiento he hecho todo lo que habeis
-visto: por tanto, dexenle todos luego, y huelgue y repose en este mi
-castillo todo el tiempo que le pareciere; que para tales principes
-y caballeros como él le tengo yo aparejado; y dadme ¡oh famosisimo
-caballero andante! un abraço; que aqui estoy para serviros, y para
-no hazeros daño alguno, como pensastes; y advertid que el venir aqui
-vos y la gran reina Zenobia ha sido todo guiado por mi gran saber,
-porque os importa infinito á vos y á vuestros servidores llegueis á
-la gran corte del rey Catolico, en la cual os aguardan por momentos
-un millon de principes, y de do habeis de salir con grande aplauso
-y vitoria. Soltaronle en esos los moços, y el autor le abraçó, y
-con él los compañeros hizieron lo mismo. Cuando don Quixote se vió
-suelto, asombrado de como él le tenia por nigromantico, y lo que le
-habia dicho, teniendolo todo por verdad, se levantó, y abiertos los
-braços, se fue para él diziendo: Ya yo me maravillaba ¡oh sabio amigo!
-que en tan grande trabajo y tribulacion como en la que agora me habia
-puesto, dexasedes de favorecerme con vuestra prudentisima persona y
-eficazes ardides: dadme esos braços, y tomad los mios, desmembradores
-de robustos gigantes, y verdugos expertos de enemigos vuestros y
-mios. Con esto todos le volvieron á abraçar con nuevas muestras de
-alegria, y llegandose la muger del autor á ver el rostro de aquel loco,
-á quien todos abraçaban, le dixo, considerada su ridicula figura:
-Señor caballero, yo soy hija de aqueste grande sabio su amigo: mire
-v. m. que si en algun tiempo hubiere menester su favor, ó si algun
-gigante ó mago me llevare encantada, que no dexe de favorecerme en
-todo caso; que aqui mi padre se lo pagará:--y aun (dixo otra de las
-representantes, que estaba aparte riendo) le dexará entrar de balde
-en la comedia, con solo medio real que le ponga en la mano. Respondió
-don Quixote: No es menester, soberana señora, encargarme á mi lo que
-á vuestro servicio toca, teniendo yo tantas obligaciones á vuestro
-sabio padre; pero creedme, que aunque todo el universo se conjurase
-contra vuestra beldad, y todos cuantos sabios y magos nacen en Egipto
-viniesen á España para tocaros en un solo pelo de la cabeça, que
-yo solo, dexado aparte el gran poder de vuestro padre, bastaria,
-no sólo para defenderos y sacaros á pesar suyo de sus manos, sino
-para poner en las vuestras sus alevosas y falsas cabeças. En esto le
-llamó el autor diziendo: Señor caballero, ya la cena está aparejada
-y las mesas puestas; y asi v. m. se sirva de venirnosla á honrar en
-compañia mia y destos señores, porque despues tenemos que hazer un
-negocio de importancia. Esto dixo porque pensaba ensayar en cenando
-una comedia que habian estudiado para Alcala y la corte. Estaba Sancho
-maravillado de ver á su amo libre de aquella prision, y tan alegre,
-que llegandose al autor le dixo: ¡Ah señor sabio! esto de tornarme yo
-moro, ya que su merced nos ha dado á conocer su valor, ¿ha de pasar
-adelante? porque en Dios y en mi conciencia me parece que no lo puedo
-ser de ninguna manera. Respondiole el autor diciendo: ¿Pues por que
-no lo podeis ser? Porque quebrantaré, dixo él, cada dia la ley de
-Mahoma, que manda no comer tocino ni beber vino; y soy tan bellaco
-guardador deso, que en viendolo á mano, no dexaré de comer y beber
-dello si me aspan. A esto respondió un clerigo que acaso se halló
-en la venta: Si v. m., señor Sancho, ha prometido á este sabio mago
-volverse moro, no se le dé nada de la promesa, pues yo, en virtud de
-la bula de compesacion, le absuelvo asi della como de lo hecho; y lo
-puedo hazer en su virtud, con sólo darle de penitencia que no coma ni
-beba en tres dias enteros; y advierta que con sólo cumplir esta leve
-penitencia se quedará tan cristiano como antes se estaba. Eso, señor
-licenciado, no me lo mande, respondió Sancho, pues no digo tres dias,
-pero aun tres horas no me atreveria á cumplir esa penitencia, aunque
-supiese que me habian de quemar, no haziendolo: lo que v. m. me puede
-recetar, si le parece, es que no duerma con los ojos abiertos, ni beba
-con los dientes cerrados, ni traiga el sayo baxo la camisa, ni haga
-mis necesidades atacado. Estas cosas, aunque tienen su dificultad,
-yo le doy palabra de cumplillas, en Dios y mi conciencia. Llegaron
-tras estas razones á sentarse á cenar á la mesa; y antes de hazello,
-estando todos al rededor della en pie y quitados los sombreros, començó
-el clerigo á echar la bendicion en latin, y començaron á cenar; y
-dixo el autor: Sepan vs. ms., señores, que la causa por que Sancho
-no se quitó la caperuça á la bendicion, es porque aun le han quedado
-las reliquias de cuando era moro, si bien es verdad que aun está por
-retaxar y circuncidar; pero he dilatado el hazello, porque lleno de
-lagrimas me rogó denantes que le retaxase, si era forçoso hazello,
-de la caperuça, y no de la parte en que de ordinario se ejecuta la
-circuncision, por ser esa la de que su muger estaba más celosa, y de
-quien le pedia más cuenta. Y tras esto fue contando todo lo que con
-él le habia sucedido; y acabando de hazello con la cena, levantados
-ya los manteles, prosiguió volviendose á don Quixote, y diziendole
-como para hazerle fiesta en aquel su castillo habia mandado hazer una
-comedia, en la cual entraba tambien él, y la que le dixo que era su
-hija. Don Quixote se lo agradeció con mucho comedimiento; y sentandose
-en el patio de la venta en compañia de Barbara, del clerigo, de los dos
-estudiantes, y de Sancho y de los de la posada, començaron á ensayar
-la grave comedia de El testimonio vengado, del insigne Lope de Vega
-Carpio, en la cual un hijo levanta un testimonio á la Reina su madre en
-ausencia del Rey, de que comete adulterio con cierto criado, instigado
-del demonio, y agraviado de que le negase un caballo cordobes en cierta
-ocasion de su gusto, guardando en negarle orden expreso que el Rey su
-esposo le habia dado. Llegando pues la comedia á este paso, cuando don
-Quixote vió á la muger del autor, á quien él tenia por su hija, tan
-afligida, por hazer el personage de la Reina, á quien se levantaba el
-testimonio, y por otra parte advirtió que no habia quien defendiese
-su causa, se levantó con una repentina colera, diziendo: Esto es una
-grandisima maldad, traicion y alevosia, que contra Dios y toda ley se
-haze á la inocentisima y castisima señora reina; y aquel caballero que
-tal testimonio le levanta, es traidor, fementido y alevoso, y por tal
-le desafio y reto luego aqui á singular batalla, sin otras armas más
-de las con que agora me hallo, que son sola espada. Y diziendo esto,
-metió mano con increible furia, y començó á llamar al que levantaba el
-testimonio, que era un buen representante, el cual riendose con todos
-los demas de la necia colera de don Quixote, se puso en medio con
-su espada desnuda, diziendole que aceptaba la batalla para la corte
-delante de su magestad, con solos veinte dias de plaço; y mirando si
-hallaba alguna cosa por alli que dalle en gaje, vió arrimada á un poste
-de la venta una albarda, y sobre della un ataharre, y tomandole medio
-riendo, se le arrojó diziendo: Alçad, caballero cobarde, esa mi rica
-y preciada liga, en gaje y señal de que sea nuestra batalla delante
-de su magestad para el tiempo que tengo dicho. Don Quixote se abaxó y
-la tomó en la mano; y como vió que del hazello se reian todos, dixo:
-No es de valientes principes reirse de que un traidor y alevoso como
-este tenga animo para hazer batalla conmigo; antes habian de llorar,
-viendo á la señora reina tan afligida, aunque su ventura ha sido no
-poca en haberme hallado yo presente en tal trance, para que semejante
-traicion no pase adelante. Y volviendo la cabeça dixo á Sancho: ¡Oh
-mi fiel escudero! toma esta preciada liga del hijo del Rey, y metela
-en nuestra maleta hasta de hoy en veinte dias; que tengo de matar á
-este alevoso principe que tal testimonio ha levantado á mi señora la
-Reina. Sancho la tomó y dixo á su amo: ¿Para que quiere v. m. que
-metamos este ataharre en la maleta entre la ropa blanca, estando tan
-sucio? Dele al diablo; que yo le ataré en la cincha del rucio, y alli
-irá hasta que topemos cuyo es. ¡Oh necio! dixo don Quixote, ¡y eso
-llamas ataharre! Pues ¿que diablos, dixo Sancho, es, sino ataharre?
-¿No ves, animalazo, replicó don Quixote, que es una riquisima liga
-del hijo del Rey, como lo dizen estos rapacejos de oro, de cada uno
-de los cuales cuelga una esmeralda ó un rubi ó un diamante? Lo que yo
-veo aqui, respondió Sancho, si no estoy borracho, es una empleita de
-esparto con dos cordeles á los cabos, harto sucios, y sirve de ataharre
-de algun jumento. ¿Hay tal locura semejante, dixo don Quixote, como
-la de este escudero, que una liga de tafetan doble, encarnado, diga
-que es ataharre? Digo, respondió Sancho, una y docientas vezes que
-es tan ataharre como mi agüelo: no tiene que porfiar. Maravillaronse
-todos de la porfia del amo y del criado sobre el ataharre; y llegando
-el autor, le tomó en la mano diziendo: Señor Sancho, mire v. m. bien
-lo que dize y abra los ojos; que este ataharre, para lo deste mundo
-es liga, y de grandisimo valor; para lo del otro, no digo nada. Ello
-será lo que yo digo, respondió Sancho; que no soy ciego, y tengo
-gastados más ataharres destos, que hay estrellas en el limbo. En esto
-salió un labrador de la caballeriza, cuya era la albarda y ataharre, y
-llegandose á Sancho le dixo: Hermano, dad acá mi ataharre; que no está
-ahi para que vos os alçeis con él. Holgó Sancho infinito de oir esto; y
-volviendose lleno de risa á los circunstantes, les dixo: ¡Bendito sea
-Dios, señores, que estaran contentos! A fe que agora, aunque les pese,
-han de confesar mi buen juizio, pues ven que acerté de la primera vez
-que este era ataharre, cosa en que jamas supieron caer tantos y tan
-buenos entendimientos. Y diziendo esto, dió el ataharre al labrador,
-lo cual viendolo don Quixote, se llegó á él, y tirando reciamente, se
-le quitó diziendo: ¡Ah villano soez! ¿y de cuando acá fuiste tú digno
-de traer una tan preciada liga como esta, ni todo tu çafio linage?
-Tras lo cual se le iba á meter en la faltriquera; pero impedioselo el
-labrador, que no sabia de burlas, asiendole del braço, y porfiando don
-Quixote que se lo contradezia. El labrador, en fin, como era hombre
-membrudo y de fuerça, y esas le faltaban á don Quixote, por estar tan
-flaco, pudo darle un empellon tal en los pechos, que le hizo caer con
-él de espaldas, y saltandole encima, le quitó por fuerça el ataharre
-de la mano. Llegó Sancho en esto á ayudar á su amo, dando dos ó tres
-crueles moxicones en la cabeça al labrador, el cual revolviendo hecho
-un leon contra Sancho, le cinchó dos ó tres vezes el ataharre por
-la cara. La risa de los comediantes era notable, grande la prisa de
-los estudiantes en despartilles, notable la diligencia de Barbara en
-ayudar á levantar á don Quixote, cuya colera era infinita, y mayor
-el sufrimiento del pobre Sancho, el cual puesta la mano sobre las
-narizes, de las cuales le salia mucha sangre, por haberle alcançado
-el labrador con el ataharre en ellas, començó á ir furioso tras él
-hazia la caballeriza diziendo: Aguarda, aguarda, descomunal arriero,
-y verás si te hago confesar, mal que te pese, que eres mejor que yo,
-con ser un grandisimo bellaco, puto y hijo de otro tal. Don Quixote
-le dió vozes diziendo: Vuelvete, hijo Sancho, y dexale ir; que harto
-trabajo lleva consigo, pues como infame ha huido de la batalla sin osar
-atendernos; pero ¿qué ha de osar atender un sandio tal cual él es? Y ya
-te he dicho muchas vezes que al enemigo que huye, la puente de plata;
-y si nos lleva la preciada liga, no hay que espantar dello; porque
-muchos ladrones, yo he leido en libros, que han robado á caballeros
-andantes no sólo sus preciados caballos, sino tambien sus ricas armas,
-ropa y joyas. No me espanto del hurto, dixo Sancho; que avezado está
-v. m. á que ladrones se le atrevan á hurtar joyas preciosas; que ya en
-Çaragoça otro me hurtó de las manos, con las uñas de las suyas, las
-reales agujetas del ave fetrix, ó como se llama, que v. m. ganó por
-su buena lança en la sortija. Encolerizose don Quixote desta nueva,
-diziendo: Pues, ¿como villano, si tal pasó, no me lo dixiste luego
-alli, para que hiziera añicos, al ladron atrevido? Por ahorrar de
-pesadumbre á v. m., respondió Sancho, lo he callado, y por temor de que
-no le causase alguna pasacolera el enojo; pero baste el que he tenido
-por ello, y las lagrimas que me han costado las negras agujetas. Y
-diziendo esto començó á llorar, repitiendo: ¡Ay agujetas de mi anima!
-¡desdichada de la madre que os parió, pues tal desgracia ha visto
-pasar por vosotras! No os olvideis, os ruego, por las entrañas de
-Cristo, deste vuestro fiel y leal servidor, pues yo mientras viviere
-no me olvidaré de vosotras ni de vuestra bonisima condicion. ¡Asi mal
-provecho le hagan al ladron vuestra dulzura y sabor! Acallole don
-Quixote, dandose por pagado de sus lagrimas y del perdon que tras
-ellas le pidió por la perdida; y saliendo de su asiento el autor,
-lleno de risa, le tomó por la mano y le dixo: V. m., señor caballero,
-lo ha hecho muy bien en esta batalla, y asi tras ella será razon nos
-vamos á acostar, por ser ya tarde y estar v. m. cansado; y quedese la
-comedia en este punto. Y llevandole con Sancho á un mal aposento que
-les habia prevenido, no se quiso salir dél hasta que los dexó á ambos
-acostados y cerrados, temiendo no echasen sus moços al pobre de Sancho
-una melecina de agua fria, como sabia lo tenian pensado. Llegada la
-mañana, se salió sin dezirles nada, por consejo de los estudiantes,
-el autor con toda su compañia, de la venta, y se fue para Alcala.
-Levantose algo tarde, por el cansancio de las pendencias pasadas, don
-Quixote, abriendole la puerta el ventero; y la primer cosa que hizo
-en despertar fue preguntar á Sancho por la reina Zenobia, y si la
-habian dado cama y todo recado la noche pasada, con la decencia que
-su real persona merecia. Yo, señor, respondió Sancho, como estuve tan
-ocupado en la sangrienta batalla que tuvimos con aquel que nos hurtó
-el ataharre ó liga, ó como es su gracia, no me acordé della más que
-si no fuera reina; pero á lo que entendi, dos moços de aquellos de los
-representantes la hizieron merced de llevarla consigo, con no poco
-gusto della, por no dar que dezir á malas lenguas. Estando en esto,
-subió Barbara con los estudiantes adonde estaba don Quixote y Sancho,
-diziendo: Muy buenos dias tenga la flor de los caballeros: ¿como le
-ha ido á v. m. esta noche? ¡Oh señora reina! respondió don Quixote,
-la v. m. perdone el descuido que con su real persona esta noche se ha
-tenido, porque la culpa tiene el negligente Sancho, que, teniendole
-mandado que ande siempre delante de v. m. para ver lo que se le antoja,
-mirandola á la cara, se ha descuidado, de puro molido de las batallas
-pasadas, segun agora me acababa de dezir. A esto respondió Sancho: Yo,
-señor, harto la miro á la cara; pero como la tiene tan bellaca, todas
-las vezes que la miro y la veo con aquel sepan cuantos en ella, me
-provoca á dezirle, «cocale, marta,» cancion que dezian los niños á una
-mona vieja que estos años atras tenia en la puerta de su casa el cura
-de nuestro lugar. ¡Malos dias vivas, respondió Barbara, y no llegues,
-bellaconazo, á los mios, plegue á Cristo! pero calla; que á fe no lo
-vayas á penar al otro mundo; que hartas pesadumbres sé yo dar de noche
-á otros más agudos que tú, y en manos está el pandero que le sabran
-bien tañer. Los estudiantes dixeron á Sancho: Señor Sancho, no moleste
-v. m. á la señora Reina, que sabe hazer lo que dize, mejor de obras
-que de palabras. ¿Para qué, diga, quiere verse alguna noche volando
-por las chimeneas entre vasares, platos y asadores, donde se vea y se
-desee, y llore el no haber querido obedecerla? Pues si ella, respondió
-Sancho, me haze volar por los vasares, yo me quexaré á quien por toda
-su vida le haga bogar en las galeras. ¿Pues no ve v. m., replicó el
-uno de los estudiantes, que las mugeres no reman? ¿Y que se me da á
-mí que no remen? respondió Sancho; basta que si ella no remare, á lo
-menos servirá de dar refresco á la chusma; que para eso yo sé que no
-le faltará gracia; y estando alli con más comodidad, podrá parecerse
-de veras en todo á las nubes, ya que por muger en algo les haya de
-parecer. ¿Pues en qué, dixo el estudiante, les ha de parecer, ó como
-les parece en todo? Respondió Sancho: En que cargará en la mar, como
-hazen las nubes, lo que despues á pura fuerça de truenos y relampagos,
-descargará en lluvia sobre la tierra; que eso hará si se empreñare
-en el agua, pues á fuerça de gritos y suspiros, habrá despues de
-vaziar su cargaçon; que en lo demas, llano es que todas las mugeres se
-parecen á las nubes, de las cuales por experiencia sabemos donde y
-como descargan, lo mismo que ignoramos donde y como se entró en ellas.
-Rieron los estudiantes y la misma Barbara de la astrologa aplicacion
-de Sancho; pero don Quixote, que no tenia de risible más que la nariz
-y potencia remota, dixo con despego y zuño á Barbara: La v. m. no haga
-caso ya más de lo que dixere este necio, pues lo es tanto, que jamas
-dirá sino badajadas: lo que por agora importa es que tratemos de partir
-de aqui; porque hoy pretendo entrar en la corte, si no es que se me
-ofrezca en contrario alguna forçosa ocupacion y peligrosa aventura
-que me detenga en Alcala. Y llamando al huesped, remató con él las
-cuentas con solo agradecerle el hospedaje, y fuele facil salir de su
-venta él y sus compañeros con tan ligera paga, por haberla ya hecho
-cumplida por todos el autor de la dicha compañia, apiadado de la locura
-de don Quixote y simplicidad de su escudero, y dandose por pagado con
-los malos ratos que les habia dado, y buenos y entretenidos que él y
-su compañia habian recebido. Subió don Quixote en Rocinante, armado
-como solia, Sancho en su rucio, y Barbara en su mula, quedandose los
-estudiantes atras, por estar ya tan cerca de Alcala, do por su honra
-no quisieron entrar acompañados de compañia tan ocasionada para vayas
-y fisgas y matracas, como la de don Quixote, á quien dixo Barbara en
-començando á caminar: Señor caballero, v. m. me la ha hecho muy grande
-en haberme traido desde Sigüença hasta aqui, y en haberme vestido, dado
-de comer y cabalgadura, como si fuera una hermana suya; pero si v. m.
-no me manda otra cosa, yo determino quedarme aqui en Alcala, que es mi
-patria, do si en alguna cosa le pudiere servir, lo haré, mandandome
-con la voluntad que diran las obras. Señora reina Zenobia, respondió
-don Quixote, mucho me maravillo de oir tal resolucion á persona tan
-discreta, y que ha hecho tantos, tan grandes y peligrosos caminos por
-reinos incognitos solo por hallarme, obligada de la fama de mi valor y
-persona. ¡Como es posible que agora que tiene mi compañia, que tanto ha
-deseado y procurado, que la quiera asi dexar, no reparando en lo mucho
-que he hecho y pienso hazer en su servicio, ni en las desgracias que
-se le pueden ofrecer, atreviendosele sus enemigos y rebeldes vasallos,
-sin el respeto debido al gran valor de su persona, viendola fuera de
-mi amparo y lado! Por evitar pues estos y otros mayores inconvenientes
-que se le pueden ofrecer, suplico á la v. m. cuan encarecidamente
-puedo, se venga conmigo hasta la corte; que no pasaremos della en
-muchos dias, atento que sabiendo los grandes mi llegada, es fuerça me
-detengan, regalandome á porfia por honrarse de mi lado y aprender
-cosas militares; y alli verá v. m. lo que en su servicio hago; y
-despues que hubiere muerto al rey de Chipre, Bramidan de Tajayunque,
-con quien tengo aplaçada la batalla, y al otro hijo del rey de Cordoba,
-que ayer levantó aquel grave falso testimonio á su madre, quedará á la
-eleccion de v. m. el irse á Chipre ó quedarse en la corte de España;
-y asi por amor de mí se ha de hazer lo que agora suplico. Sancho, que
-oyó lo que don Quixote habia dicho á Barbara, se llegó á él con mucha
-colera diziendo: Par diez, señor, que yo no sé para que quiere que
-llevemos con nosotros á la señora Reina; mucho mejor será que se quede
-aqui en su lugar; que tanto nos ahorraremos. ¿Para que queremos llevar
-con ella costa sin ningun provecho? ¡Gentil carga de basura para entrar
-cargados de ella en la corte! Dela á Lucifer y no la ruegue más; que
-el ruin, cuando le ruegan luego se ensancha; y no nos faltará sin ella
-la misericordia de Dios. ¡Mirad que cuerpo, non de Judas Escariote,
-con ella y con quien le parió y nos la dió á conocer! Pues á fe que
-si se me suben las narizes á la mostaça y comienço á desbotricar, que
-no sea mucho, estandose en su tierra, que la haga echar por la boca y
-narizes más mocos y gargajos que echa un ahorcado en el rollo. Estanle
-aqui haziendo á la muy cotorrera mil regalos y servicios, llamandola
-reina y princesa, siendo lo que ella se sabe, como aquellos estudiantes
-han dicho, ¡y agora se nos haze de pencas! Paguenos la saya y sayuelo
-colorado y la mula y lo que nos ha hecho de costa, y adios, que me
-mudo; ó como dize Aristoteles, alon, que pinta la uva; y á fe que si yo
-fuera que mi señor, que se lo habia de quitar todo á moxicones, pues no
-me conoce bien. ¡Oh villano! dixo don Quixote, y ¿quien te mete á tí
-con la señora Reina? ¿Mereces tú, por ventura, descalçarle su pequeño
-çapato? ¡Pequeño! respondió Sancho: en Sigüença me dixo suplicase á v.
-m. la comprase un par de çapatos, y preguntandole yo cuantos puntos
-calçaba, me respondió que entre quinze y diez y nueve, poco más.--¿Pues
-no ves, insensato, que las amazonas son gente varonil, y como andan
-siempre en las lides, no son tan delicadas y hermosas de pies como las
-damas de la corte, que se estan en sus estrados regaladas y ociosas,
-con que son más tiernas y femeniles que las valerosas amazonas? Con no
-poca resolucion replicó Barbara á las malicias de Sancho, de que estaba
-ofendida, diziendo: No pensaba, señor don Quixote, pasar de aqui; pero
-por saber que doy á v. m. contento y hago rabiar á este bellaco de
-Sancho, quiero llegar hasta Madrid, y alli servir á v. m. en cuanto
-me mandare, á pesar deste villano harto de ajos. ¿Villano? respondió
-Sancho; villano sea yo delante de Dios; que para lo deste mundo importa
-poco serlo ó dexarlo de ser; pero es grandisima mentira dezir eso otro,
-de que estoy harto de ajos, pues no comi esta mañana en la venta sino
-cinco cabeças dellos que el ladron del ventero me dió por un cuarto:
-¡miren si me habia de hartar con ellas! Mas dexando esto aparte, digame
-por su vida, señora reina, ¿cual es peor? ¿haber estado ella esta noche
-con aquellos dos moços de los comediantes, y almorzar con ellos esta
-mañana una gentil asadura frita, bebiendose con ella dos azumbres de
-vino, como dixo el ventero que ha hecho su merced, ó comer yo cinco
-cabeças de ajos crudos? Hermano, respondió Barbara, si estuve con ellos
-no fue por hazer mal á nadie; que libre soy como el cuclillo, y no
-tengo marido á quien dar cuenta, gracias á Domino Dio: et vivit Domine;
-que más lo hize porque hazia un poco de fresco que no por bellaqueria,
-como vos sospechais, que sois un grandisimo malicioso. ¿Malicioso me
-llamais? replicó Sancho; á fe que no me lo osarades vos dezir detras
-como me lo dezis delante; pero vaya; que más longaniças hay que días, y
-bien sabemos aqui mamarnos el dedo, aunque bobos.
-
-
-
-
-CAPITULO XXVIII
-
-De como don Quixote y su compañia llegaron á Alcala, do fue libre de la
-muerte por un estraño caso, y del peligro en que alli se vió por querer
-probar una peligrosa aventura.
-
-
-Todo su cuidado ponia don Quixote en que la reina Barbara le honrase
-en la entrada que pensaba hazer en la corte, y en que no hiziese caso
-de los atrevimientos de su escudero; y asi le dixo: Suplico á v. m.,
-altisima señora, no repare en cosa que le diga este animal, sino que
-disimule con él, como yo hago, dexandole para quien es, siquiera porque
-lo habemos menester por estos caminos; y pues ya estamos en Alcala,
-pareceme marchemos por aqui poco á poco detras destas murallas, sin
-pasar por medio del lugar, que es grande y poblado de gente de cuenta;
-y pareceme será acertado tambien que v. m. se cubra el rostro con
-ese precioso volante hasta que pasemos de la otra parte, por lo que
-es conocida de todos; que puestos en ella, nos podremos quedar, si
-nos pareciere, en algun meson secretamente esta noche, y á la mañana
-entrarnos con la fresca en Madrid. Hizose asi, y á la que començaron
-á rodear el muro, volviendo la cabeça Barbara á Sancho, le dixo: Ea,
-señor galan, seamos amigos, y no haya más enojos conmigo por su
-vida; que yo le perdono todo lo pasado. ¿Amigos? respondió Sancho;
-antes seré amigo de un diablo del infierno que della, aunque todo se
-es uno. Pues por el siglo de mi madre, dixo Barbara, que hemos de
-hazer las amistades antes que lleguemos á Madrid. Pues por el siglo
-de mi rucio, replicó Sancho, que primero me vuelva Poncio Pilatos que
-sea su amigo. Barbara le dixo: ¡Ea ya, leon! y Sancho le respondió:
-¡Ea ya, sierpe! Pero don Quixote, que vió la enemistad que Sancho y
-Barbara tenian y los remoquetes que se iban echando por el camino,
-dixo: Agora sus, Sancho, tú ¿no eres mi escudero, y no te tengo yo de
-pagar tu salario, como tenemos entre los dos concertado, sirviendome
-en todo bien y puntualmente? Pues en virtud de dicho concierto quiero
-y es mi voluntad que agora, sin replica ninguna, seas amigo de mi
-señora la reina Zenobia; que yo tomo á mi cargo hazer esta noche un
-famoso convite á su merced y á ti, en señal y firmeça de las futuras y
-perpetuas amistades, pues no es bien que seamos tres y mal avenidos.
-Por cierto, mi señor, replicó Sancho, que cuando no sea por otra cosa
-más de por ese convite que v. m. dize, lo habré de hazer; aunque fuera
-razon que, guardando mi punto, aguardara se pusieran de por medio
-personas de cuenta á rogarmelo, cual son media dozena de canonigos de
-Toledo, ó á lo menos unos cuantos cardenales; pero vaya, pues v. m. lo
-manda. Ea, señora reina, arrojeme acá esas manos, si bien las quisiera
-más de vaca bien cocidas y con su perejil; que sobre mí que me hizieran
-harto más provecho. Diole Barbara la mano riendo, y al darsela le dixo:
-Tomad, amores, esta mano de reina; que yo fio que más de dos principes
-escolasticos de los de la corte alcaladina, en que esta noche habemos
-de dormir, preciaran harto recebir este favor. Como don Quixote les vió
-dadas las manos, se fue un poco adelante, imaginando en su fantasia lo
-que habia de hazer en la corte con la reina Zenobia, y batallas del
-gigante y del hijo alevoso del rey de Cordoba, y cómo se habia de dar á
-conocer á los reyes y grandes: lo cual le hazia ir tan absorto y fuera
-de sí, que no advertia en que á Sancho venia diziendo Barbara: De aqui
-adelante, amigo Sancho, nos hemos de querer con el extremo que dos
-buenos casados se aman, pues ha sido el padrino de nuestras pazes el
-señor don Quixote; y en confirmacion dellas, quiero que durmamos esta
-noche dambos en el meson donde llegaremos; que el coraçon me dize no
-dexará de correr fresco que me obligue á procurar cubrirme con gusto
-con alguna manta, como la del pelo de v. m., mi señor Sancho: verdad es
-que imagino será menester rogarselo poco, pues tiene más de bellaco
-que de bobo. No entendió Sancho á Barbara de ninguna manera, y asi le
-respondió: Lleguemos una vez con salud al meson, y cenemos en señal de
-nuestras amistades, con el cumplimiento que mi amo nos tiene prometido;
-que en eso de la manta no faltaran dos y aun tres; que yo se las pediré
-al huesped para que las eche v. m. en su cama, cuanto y más, que no
-haze agora tanto frio que obligue á procurallas. Como Barbara vió que
-no le habia entendido, le dixo hablando más claro: Pues, Sancho, si
-vuestro amo ha de alquilar dos camas, una para mi y otra para vos, ¿no
-será mejor que nos ahorremos el real de la una cama, para comprar con
-él un gentil plato de mondongo y un cuartal de pan, con que os pongais
-hecho un trompo, y vaya el diablo para ruin? A fe que tiene razon,
-respondió Sancho: ahorremos sin que mi amo lo sepa ese real de la una
-cama; que yo dormiré sobre un poyo del meson; que para mí, tan bien
-me dormiré alli como acullá, á trueque de que nos demos, como dize,
-una buena pançada con ese real. Viendo Barbara la rudeza de Sancho, no
-quiso tratarle más de aquella materia; y asi alargaron el paso tras
-don Quixote hasta que le alcançaron, el cual, en viendolos junto á
-sí, les dixo: Pareceme que es tarde para poder hoy llegar á Madrid,
-y que no será malo nos quedemos esta noche aqui en Alcalá, y mañana
-proseguiremos nuestro camino; que bien podrá v. m., señora reina, estar
-encubierta, cerrada en un aposento, tapado el rostro cuando le sirvan
-á la mesa, por no ser conocida. Ella le dixo que hiziese lo que fuese
-servido; que en todo acudiria á lo que fuese de su gusto; y llegaron
-en esto á un meson fuera de la puerta que llaman de Madrid, y entrando
-todos en él, dixo don Quixote á Sancho que llevase las cabalgaduras
-á la caballeriza y las diese recado, y al huesped pidió un aposento
-secreto y bien adereçado, do mandó acompañase luego á la reina Zenobia;
-y quedandose él paseando por el patio sin desarmarse, oyó tocar á
-deshora con mucho concierto cuatro trompetas, y despues dellas un ronco
-son de atabales; lo cual oido por nuestro buen caballero, le causó
-notable suspension, con la cual estuvo atentisimamente escuchando,
-sin saber que cosa fuese; y al cabo de rato, despues de haber hecho
-en su fantasia un desvariado discurso, llamó á Sancho y le dixo: ¡Oh
-mi buen escudero Sancho! ¿oyes por ventura aquella acordada musica
-de trompetas y atabales? Pues has de saber que es señal de que hay
-sin duda en esta universidad algunas celebres justas ó torneos para
-alegrar el festivo casamiento de alguna famosa infanta que se habrá
-casado aqui; á las cuales habrá acudido un caballero extrangero, cuyo
-nombre no es aun conocido, por ser mancebo novel; pero no obstante
-su poca edad, en el principio de sus famosas fazañas ha ya vencido á
-todos los caballeros desta ciudad y á los que de la corte han acudido
-á ella y á sus fiestas, si ya no ha venido á celebrarlas; y esto es
-lo más cierto; ó algun bravo jayan que, habiendo vencido y derribado
-á todos los mantenedores y aventureros, se ha quedado por absoluto
-señor de todas las joyas de dichas justas, y no hay caballero ahora,
-por valiente que sea, que se atreva á entrar segunda vez con él
-en el palenque, de lo cual estan los principes tan pesarosos, que
-darian cuanto dar se puede porque Dios les deparase un tal y tan buen
-caballero que baxase la soberbia deste cruel pagano, con que dexase
-alegre toda la tierra, y las fiestas fuesen consumadamente perfetas.
-Por tanto, Sancho mio, ensillame luego á Rocinante; que quiero ir allá
-y entrar con gallardia y gracia por la plaça, pues maravillados de
-mi presencia los que ocupan sus dorados balcones, altos miradores y
-entoldados andamios, levantaran entre sí un alegre murmullo, diziendo:
-Ea, que Dios sin duda ha deparado venga este gallardo caballero
-extrangero á volver por la honra de los naturales, viendo que ninguno
-dellos ha podido resistir á los incomparables brios deste fiero jayan.
-Tocaran en esto todas las trompetas, chirimias, sacabuches y atabales,
-al son de los cuales se començará mi bueno y esforçado caballo á
-engreir y relinchar, deseoso de entrar en la batalla; con que callaran
-todos, y yo poco á poco me iré llegando al cadahalso adonde estan los
-juezes y caballeros; y haziendo hincar dos ó tres vezes de rodillas
-delante dellos á mi enseñado caballo, les haré una cumplida cortesia,
-haziendole dar despues terribles saltos y gallardos corvetes por la
-ancha plaça: llegandose luego á la parte donde estará el fiero jayan,
-el cual reconocido por mí, me acercaré adonde estaran las astas de
-duro fresno, y tomando dellas la que mejor me pareciere, y llegandome
-cerca del dicho jayan, sin hazerle cortesia alguna le diré: Caballero,
-si te parece, yo querria entrar contigo en batalla; pero con condicion
-que fuese ella á todo trance, que es decir que uno de los dos haya
-de quedar por general vencedor de las justas, quitando al otro la
-cabeça, y presentandola á la dama que mejor le pareciere; es cierto
-que, como él es soberbio, ha de responder que sea asi. Tras lo cual,
-volviendo yo luego las riendas á Rocinante para tomar la parte del sol
-que más me tocare, començaran á sonar las trompetas, al son de las
-cuales arrancaremos como el viento los dos valerosos guerreros; y él
-no errará el golpe; porque, dandome en medio de la adarga sin poderla
-pasar, me hará con la fuerça dél torcer un poco el cuerpo, volando las
-pieças de la lança por el aire; pero yo, como más diestro, le daré por
-medio de la visera con tal fuerça, que, siendole sacada de la cabeça,
-caerá del atroz golpe en tierra por las ancas del caballo; si bien,
-como es ligero, se pondrá luego otra vez en pie, y se vendrá para mí
-con la espada en la mano; y yo, por no hazer la batalla con ventaja,
-abaxaré de mi caballo en el aire, no obstante que muchos lo juzgaran á
-locura; y metiendo mano á mi cortadora espada, començaremos entre los
-dos el porfiado combate; mas él, no pudiendo atender á mis golpes, me
-rogará que descansemos un poco, por verse algo fatigado; aunque yo, sin
-atender á sus ruegos, tomaré la espada á dos manos, y levantandola con
-un heroico despecho, la dexaré caer con tal furia sobre su desarmada
-cabeça, que acertandole de lleno, se la abriré hasta los pechos, dando
-del cruel golpe tan horrenda caida en tierra, que hará estremecer toda
-la ancha plaça, y aun venir al suelo más de cuatro barreras y tablados.
-Los gritos de la gente seran muchos, la alegria de los juezes grande,
-el contento de todos los vencidos caballeros extremado, el aplauso del
-vulgo singular, é inaudita la musica que sonará en exaltacion de mi
-buen suceso; y desde entonces pasaran cosas por mi, que dé bien que
-hazer á los historiadores venideros el escribirlas y exagerarlas. Por
-tanto, Sancho, presto sacame á Rocinante. Sancho, con harto dolor de su
-coraçon, por ver se iba dilatando la deseada cena, fue á ensillarle,
-y entre tanto que lo hazia, se llegó el mesonero á don Quixote, al
-cual habia estado oyendo todo aquel largo y desvariado discurso, y le
-dixo: Señor caballero, v. m. se podrá desarmar; que viene cansado; y
-digame lo que quiere cenar; que este muchacho está aqui, que traerá
-buen recado. ¡Por Dios, dixo don Quixote, que estais bien en el caso!
-Veis lo que pasa en la plaça, la deshonra de vuestra patria y la
-afrenta de vuestros caballeros, y que yo voy á remediarlos, ¡y ahora
-me salis con cena! Digo que no quiero cenar, ni comer bocado hasta
-honrar con mi persona esta universidad, y matar todos aquellos que lo
-contradixeren; que es vergüença, y muy grande, que un jayan solo rinda
-y sujete á una ciudad como esta: por tanto, andad con Dios, y mirad si
-viene mi escudero con el caballo. El mesonero le dixo: Perdone v. m.;
-que yo pensé que lo que contó denantes á su criado era algun cuento de
-Mari-Castaña ó de los libros de caballerias de Amadis de Gaula; pero
-si v. m. quiere ir armado asi como está á honrar al catedratico, se lo
-agradeceran mucho todos. ¡Qué catedratico ó qué nonada! respondió don
-Quixote. Tres ó cuatro que á la puerta se habian detenido, viendo aquel
-hombre armado, le dixeron: Si v. m. ha de ir al paseo, bien puede; que
-ya es hora, pues llegará en esta el catedratico al mercado; que aqui no
-hay justas ni jayanes de los que v. m. ha dicho, sino un paseo que haze
-la universidad á un dotor medico que ha llevado la catedra de medicina
-con más de cincuenta votos de exceso, y llevan delante dél, por más
-fiesta, un carro triunfal con las siete virtudes y una celestial musica
-dentro, y tal, que si no fue la que se llevó el año pasado en el paseo
-del catedratico que llevó la catedra de prima de teologia, jamas se
-ha visto otra igual; y las trompetas y atabales que v. m. oye, es que
-van ya pasando por todas las calles principales, con más de dos mil
-estudiantes que con ramos en las manos van gritando: Fulano victor. A
-pesar de todo el mundo, á pesar vuestro y de cuantos contradezir lo
-quisieren, replicó don Quixote, es lo que tengo dicho. Sacó Sancho
-en esto el caballo, y subiendo don Quixote en él, estaba tal y tan
-cansado, que aun hiriendole con el duro acicate, apenas se podia
-menear, y no dexaba casa en la cual no procurase entrarse. Sancho quedó
-con Barbara en un aposento, la cual, como arriba diximos, procuraba no
-ser conocida de persona alguna en Alcala. Caminó nuestro caballero por
-aquellas calles poco á poco, yendo siempre hazia la parte que sentia
-el sonido de las trompetas, hasta tanto que encontró la bulla de la
-gente en medio de la calle Mayor; la cual, cuando vieron aquel hombre
-armado y con la figura dicha, pensaban que era algun estudiante que
-por alegrar la fiesta venia con aquella invencion; y poniendose él
-frontero del carro triunfal que delante del catedratico iba, viendo
-su gran maquina y que caminaba sin que le tirasen mulas, caballos ni
-otros animales, se maravilló mucho, y se puso á escuchar despacio la
-dulce musica que dentro sonaba. Iban delante de los musicos en el mismo
-carro dos estudiantes con mascaras, con vestidos y adorno de mugeres,
-representando el uno la Sabiduria, ricamente vestida, con una guirnalda
-de laurel sobre la cabeça, trayendo en la mano siniestra un libro, y en
-la derecha un alcazar ó castillo pequeño, pero muy curioso, hecho de
-papelones, y unas letras goticas que dezian:
-
- Sapientia ædificavit sibi domum.
-
-A los pies della estaba la Ignorancia, toda desnuda y llena de
-artificiosas cadenas hechas de hoja de lata, la cual tenia debaxo de
-los pies dos ó tres libros, con esta letra:
-
- Qui ignorat, ignorabitur.
-
-Al otro lado de la Sabiduria venia la Prudencia, vestida de un azul
-claro, con una sierpe en la mano, y esta letra:
-
- Prudens sicut serpens.
-
-Venia con la otra mano, como ahogando á una vieja ciega, de quien venia
-asido otro ciego, y entre los dos esta letra:
-
- Ambo in foveam cadunt.
-
-Pusose don Quixote delante de dicho carro, y haziendo en su fantasia
-uno de los más desvariados discursos que jamas habia hecho, dixo en
-alta voz: ¡Oh tú, mago encantador, quien quiera que seas, que con tus
-malas y perversas artes guias aqueste encantado carro, llevando en él
-presas estas damas y las dos dueñas, la una con cadenas desnuda, y la
-otra sin ojos y con violencia de su esposo, que procura no dexarla
-de la mano, siendo sin duda ellas, como su beldad demuestra, hijas
-herederas de algunos grandes principes ó señores de algunas islas,
-para meterlas en tus crueles prisiones! dexalas luego aqui libres,
-sanas y salvas, restituyendoles todas las joyas que les has robado;
-si no, suelta luego contra mí todo el poder del infierno; que á
-todos se las quitaré por fuerças de armas, pues que se sabe que los
-demonios, con quien los de tu profesion comunican, no pueden contra
-los caballeros griegos cristianos, cual yo soy. Pasara adelante don
-Quixote con su razonamiento; pero la gente de la catedra, viendo que
-aquel hombre armado hazia detener el carro y estorbaba que no pasase
-adelante, hizo se llegasen á él cuatro ó cinco del acompañamiento,
-pensando fuese estudiante que venia con aquella invencion; los cuales
-le dixeron: ¡Ah señor licenciado! hagase v. m., por hazernosla, á una
-parte y dexe pasar la gente; que es muy tarde. Pero respondioles don
-Quixote diziendo: Sin duda sereis vosotros ¡oh vil canalla! criados
-deste perverso encantador que lleva presas aquesas hermosas infantas;
-y pues asi es, aguardad; que de los enemigos los menos. Y metiendo en
-esto mano á su espada, arrojó á uno de aquellos estudiantes que venia
-en una mula, una tan terrible cuchillada, que si su cuerda prevencion
-en hurtarle el cuerpo, y la ligereza de la mula no le ayudaran, lo
-pasara harto mal: revolvió luego sobre otro que detras dél venia; y de
-reves acertó con tanta fuerça en la cabeça de su mula, que la abrió
-una cuchillada de un geme. Començaron al instante todos á gritar y
-alborotarse: cesó la musica; y corriendo, unos á pie, otros á caballo,
-hazia donde don Quixote estaba con la espada en la mano, viendole tan
-furioso, apenas nadie se le osaba llegar, porque arrojaba tajos y
-reveses á diestro y á siniestro con tanto impetu, que si el caballo le
-ayudara algo más, no le sucediera la siguiente desgracia. Fue pues el
-caso que, como vieron todos que en realidad de verdad no se burlaba,
-como al principio pensaban, començaron á cercarle, unos á pie, otros á
-caballo más de cerca, tirandole unos piedras, otros palos, otros los
-ramos que llevaban en las manos, y aun desde las ventanas le dieron
-con dos ó tres ladrillos sobre el morrion, de suerte[26] que á no
-llevarle puesto, no saliera vivo de la calle Mayor; y aunque la gente
-era mucha, la grita excesiva, y las piedras menudeaban, con todo se
-le llegaron diez ó doze de tropel, y asiendole uno por los pies, otro
-por el freno de Rocinante, le echaron del caballo abaxo, quitandole
-la adarga y espada de la mano; trás lo cual le cargaron de gentiles
-moxicones, y le ahogaran alli en efeto, si la fortuna no le tuviera
-guardado para mayores trances; pero debió su vida al autor de la
-compañia de comediantes con quien se encontró la noche pasada en la
-venta, el cual á las vozes y grita que tenia el pueblo, se llegó á el,
-yendose acaso paseando por debaxo los soportales de la calle Mayor;
-y viendo llevar aquel hombre armado entre seis ó siete arrastrando,
-sospechó que era don Quixote, como realmente lo era, que á la saçon le
-habian metido en una grande casa, donde hazia toda la resistencia que
-podia, aunque todo era en vano; y viendole tal el autor, y algunos de
-su compañia que con él iban, se apiadaron dél; y haziendo salir á puros
-ruegos fuera de la casa á todos los estudiantes que le maltrataron, se
-quedaron solos con él, y pasado el catedratico con su triunfante paseo
-adelante, y desocupada la calle de la gente que le seguia, se llegó el
-autor á don Quixote diziendo: ¿Que es esto, señor Caballero Desamorado?
-¿Que aventura tan desgraciada ha sido esta, y que nigromantico le ha
-puesto en tal aprieto? ¡Es posible se hayan hallado encantos contra
-su valor! Pero paciencia y buen animo, pues aqui está otro más sabio
-mago, su grande amigo, el cual, á no hazerle lado, hiziera contra la
-ley de buena amistad, pero hesela hecho tan grande, que á no acudir con
-mi magico poder, sin duda acabara v. m. desta vez con las caballerias
-andantes. Alcese, ¡pecador de mí! que tiene los dientes bañados en
-sangre, y está sin adarga, sin espada y sin caballo; que todo se lo
-han llevado los estudiantes. Levantose don Quixote, y cuando reconoció
-al autor, le dixo alegre: Ya me maravillaba yo ¡oh sabio Alquife,
-mi buen historiador y amigo! que dexasedes de favorecerme en esta
-grande tribulacion y trabajo en que me he visto por la gran pereça de
-mi caballo, que mala pascua le dé Dios: por tanto, ¡oh sabio fiel!
-hazedmele tornar, ó dadme otro, para que vaya tras aquellos alevosos y
-los rete á todos por traidores é hijos de otros tales, y tome dellos
-la vengança que su soberbia y viciosa vida merece. En oyendole el
-autor, rogó á uno de sus compañeros que en todo caso fuese y traxese
-el caballo, adarga y espada de don Quixote, rescatandolo todo por
-cualquier dinero de donde quiera que estuviese. Fue el representante
-preguntando por ello; y sacando el caballo de un meson, la adarga y
-espada de una pasteleria, donde ya todo estaba empeñado, lo volvió al
-autor, y él á don Quixote, que se lo agradeció infinito, atribuyendolo
-todo al poder de su magica sabiduria; y preguntandole el mismo autor
-adonde estaban su escudero Sancho Pança y Barbara, le respondió que
-fuera del lugar, en un meson que está junto á la puerta de Madrid,
-los habia dexado. Pues vamos allá luego, dixo el autor; que yo por
-agora mando, y v. m. debe obedecerme; que importa mucho, Don Quixote
-respondió que por todo lo del mundo no le dexaria de obedecer como á
-persona tan sabia y en cuyas manos tenia ya puestas habia dos dias
-todas sus cosas. Hizo llevar el autor delante con un moço el caballo,
-lança y adarga de don Quixote, y á él le mandó que se fuese á pie en
-su compañia mano á mano hasta la posada, adonde le dexó encargado al
-mesonero, con orden que de ninguna manera le dexase salir á pie ni á
-caballo aquella tarde, y cumpliolo el huesped puntualisimamente. Cuando
-Sancho vió á su amo los dientes ensangrentados, le dixo: ¡Cuerpo de
-san Quintin, señor Desamorado! ¿No le he dicho yo cuatrocientas mil
-dozenas de millones de vezes que no nos metamos en lo que no nos va ni
-nos viene, y más con estos demonios de estudiantes? Apostemos que le
-han hinchido de gargajos, como á mi en Çaragoça: lavese, pecador soy
-á Dios, que tiene las narizes llenas de sangre. ¡Oh Sancho, Sancho,
-respondió don Quixote, y como aquellos follones que asi me han parado
-se lo pueden agradecer al sabio Alquife, mi amigo! Que si por él no
-fuera, yo hiziera tal carniceria dellos, que sus viejos padres tuvieran
-bien que enterrar, y sus mugeres que llorar todos los dias de su vida;
-pero ya vendrá tiempo en que paguen por junto lo de antaño y lo de
-hogaño. Respondió el mesonero oyendole: Por su vida, señor caballero,
-que no se meta con estudiantes; porque hay en esta universidad pasados
-de cuatro mil, y tales, que cuando se mancomunan y ajuntan, hazen
-temblar á todos los de la tierra; y dé gracias á Dios, pues le han
-dexado con la vida, que no ha sido poco. ¡Oh cobarde gallina, dixo don
-Quixote, y uno de los más viles caballeros que ciñen espada! ¿Y piensas
-tú que el valor de mi persona y las fuerças de mi braço y la ligereça
-de mis pies, y sobre todo, el vigor de mi coraçon, es tan pusilanime
-como el tuyo? Juro por vida de la reina Zenobia, que es la que hoy más
-precio, que solo por lo que has dicho, estoy por tornar á subir en mi
-caballo y entrar otra vez en la ciudad, y no dexar en ella persona
-viva, acabando hasta perros y gatos, hombres y mugeres, y cuantos
-vivientes racionales é irracionales la habitan, y despues asolalla
-toda con fuego hasta que quede, como otra Troya, escarmiento á todas
-las naciones, del griego furor. Sancho, traeme presto á Rocinante; que
-quiero que vea este caballero ó mesonero, ó lo que es, que sé poner
-por obra lo que digo, mejor que dezillo de palabra. Eso del caballo,
-respondió el mesonero, señor caballero armado, no llevará v. m. esta
-vez, porque el autor de la compañia de comediantes que está aqui me ha
-dexado encargado infinitamente que no se le diese por ningun caso, y
-por eso tengo cerrada con llave la caballeriza. ¡Que comediantes ó que
-nonada! replicó don Quixote: ¿puede haber en el mundo persona que vaya
-contra mi gusto? Yo os prometo que lo podeis agradecer á aquel sabio mi
-amigo que aqui me traxo, cuyo mandamiento no es razon que yo quebrante
-por ningun caso; que de otra suerte, hoy hiziera un hecho tal, que
-hubiera memoria dél para muchos siglos. Si hiziera, dixo el mesonero;
-pero por agora v. m. se entre á cenar; que haze reir mucho á la gente
-que está en la puerta, y se nos va hinchendo la casa de muchachos, de
-suerte que ya no cabemos en ella. Y con esto le asió de la mano y le
-subió adonde Barbara estaba, con la cual pasó graciosisimos coloquios,
-y no poco entremesados con las simplicidades de Sancho. Cenaron juntos
-bien y con gusto, y tras ello se fueron todos á reposar, y más don
-Quixote, que lo habia menester por los molimientos pasados en la venta
-y calle Mayor: solo hubo que al acostarse estuvo porfiadisimo en
-querer volver á hazer el brebaje, ó precioso balsamo que él dezia de
-Fierabras, para curar las mortales heridas que sentia en los dientes;
-pero fuele imposible hazerlo, porque dió el mesonero, conociendo su
-locura, en dezir no se hallaria en el pueblo cosa de cuantas pedia.
-
- [26] _Sangre_, en la primera edición.
-
-
-
-
-CAPITULO XXIX
-
-Como el valeroso don Quixote llegó á Madrid con Sancho y Barbara y de
-lo que á la entrada le sucedió con un titular.
-
-
-Levantose el valeroso don Quixote de la Mancha la mañana siguiente
-bien reposado, por haberlo hecho la noche; y llamando á Sancho, mandó
-adereçase á Rocinante y palafren de la Reina con su rucio, echandoles
-de comer y ensillandoles mientras el huesped aprestaba el almuerzo
-que la noche antes habian concertado les aprestase. Hizose todo asi;
-y almorzando bien de unos pasteles y pollos, rematadas las cuentas y
-pagadas, subió don Quixote en Rocinante como tenia de costumbre, y
-la reina Barbara, tapada (con harto cuidado de los de la posada, que
-procuraban verle la cara, si bien les fue imposible), en su mula,
-ayudada para ello de Sancho, el cual, repantigandose en el rucio, salió
-tras su amo y la Reina de la posada y lugar con harta prisa; y fue
-tanta la que se dieron en el camino, que á las tres y media de la tarde
-llegaron junto á Madrid, á los caños que llaman de Alcala, habiendo
-salido della á más de las nueve. Viendo don Quixote el calor que hazia,
-por consejo de Barbara se determinó apear en el prado de san Hieronimo
-á reposar y gozar de la frescura de sus alamos, junto al caño Dorado,
-que llaman, do estuvieron todos hasta más de las seis, con descanso
-dellos y de las cabalgaduras, paciendo ellas, y durmiendo sus amos á
-ratos, y á ratos platicando; pero llegadas las seis, como sintiesen
-la gente que iba saliendo al ordinario paseo del Prado, determinaron
-subir á caballo y entrarse en la corte; y á la que iban cruzando la
-calle, viendo don Quixote tanta gente, caballos y carroças, caballeros
-y damas como alli suelen acudir, se paró un poco, y volviendo la
-rienda á Rocinante, dió en pasear el Prado sin dezir nada á nadie,
-apesarados Barbara y Sancho de su humor, y siguiendole por ver si le
-podrian poner en razon y dandose al diablo viendo que llevaban ya tras
-si de la primer vuelta más de cincuenta personas, y que se les iban
-allegando muchos caballeros de los que por alli paseaban, admirados
-y llenos de risa de ver aquel hombre armado con lança y adarga, y á
-leer las letras y ver las figuras que en ella traia, por no saber á
-que proposito traia aquello. Iba don Quixote tanto más ufano cuantos
-más se le llegaban, é ibase parando adrede para que pudiesen leer los
-motes que traia en la empresa, sin hablar palabra: otros le daban la
-vaya cuando le veian con aquella figura y acompañado de la simple
-presencia de Sancho y de aquella muger atapada, vestida de colorado,
-atribuyendolo todo á disfraz y á que venian de mascara. Sucedió pues
-que yendo adelante don Quixote con este paseo y acompañamiento, sin que
-bastasen á ponerle en razon sus consortes, vió venir una rica carroça
-tirada de cuatro famosos caballos blancos, á la cual acompañaban más de
-treinta caballeros á caballo y muchos lacayos y pajes á pie: detuvose
-don Quixote luego que la vió, en mitad del camino por donde habia de
-pasar, puesto el cuento de la lança en tierra, esperando con gentil
-continente. Los que venian con ella, cuando vieron tanta gente junta
-que tomaba media calle, y vieron juntamente aquel hombre armado de
-todas pieças y con su grande adarga, se llegaron al que dentro venia,
-que era un titular grave, que habia salido á tomar el fresco, y le
-dixeron: Señor, alli abaxo se ve una grande tropa de gente, y en medio
-della está un hombre armado, con una adarga tan grande como una rueda
-de molino, y no sabemos, ni nadie sabe quien es ó á que proposito viene
-de aquella suerte. Cuando esto oyó el caballero, sacó la cabeça fuera
-de la carroça, y como le vió llegar ya cerca, dixo á un alguazil de
-corte que iba hablando con él, le hiziese placer de ir á saber que era
-aquello: fue á verlo, y apenas se apartó de la carroça cuando llegó á
-ella un lacayo del mismo señor y le dixo: Ha de saber vuesa señoria
-que aquel hombre armado que alli viene, le vi yo en Çaragoça habrá un
-mes, cuando fui á llevar el recado del casamiento de vuesa señoria á mi
-señor don Carlos, en cuya casa comi con su escudero un dia, despues de
-una famosa sortija que alli hubo en la cual fue convidado este armado,
-que es medio loco, ó no se como me lo diga; si bien dezian que es rico
-y honrado hidalgo de no sé que lugar de la Mancha; pero por haberse
-dado demasiado á leer los fabulosos libros de caballerias que andan
-impresos, teniendolos por verdaderos, ha quedado desvanecido de manera,
-que saliendo de su tierra, se le ha antojado que es caballero andante
-y que anda por tierras ajenas, de la suerte que se ve; y trae por
-escudero un pobre labrador de su mismo lugar, que es el que viene á su
-lado en un jumento, unica pieça, y muy gracioso, y grandisimo comedor.
-Y tras esto le fue contando todo lo que don Quixote habia hecho en
-Çaragoça con el açotado y lo de la sortija, y como el secretario de don
-Carlos se habia hecho el gigante Bramidan de Tajayunque, y que sin duda
-vernia ahora á buscarle á la corte para hazer batalla con él; porque
-de todo tenia bastantisima noticia el lacayo, por lo que los criados
-de don Carlos le habian referido. Maravillose mucho el caballero de lo
-que se le dezia de aquel hombre, y propuso luego llevarsele á su casa
-aquella noche con la compañia que traia, para divertirse con ellos.
-Estando en esto, volvió el alguazil á la carroça y dixo: Es, señor,
-aquel hombre una de las más raras figuras que vuesa señoria ha visto:
-llamase, segun dize, Caballero Desamorado, y trae en la adarga ciertas
-letras y pinturas ridiculas; y juntamente viene con él una muger
-vestida toda de colorado, la cual dize que es la gran Zenobia, reina
-de las Amazonas. Pues guien hazia allá la carroça, dixo el señor, y
-veremos qué es lo que dize. Ya que llegaban cerca dél, tiró don Quixote
-de la rienda de Rocinante, y llegose á un lado de la carroça, y puesto
-en presencia del caballero, dixo con voz arrogante, que lo oyesen los
-circunstantes: Inclito y soberano principe Perianeo de Persia, cuyo
-valor y esfuerço tuvo á costa suya bien experimentado el nunca vencido
-don Belianis de Grecia, vuestro mortal enemigo y competidor sobre los
-amores de la sin par Florisbella, hija del emperador de Babilonia, á
-quien en muchos y varios lugares diste bien que entender, haziendo
-con él singular batalla, sin hallarse entre los dos jamas ventaja
-alguna, asistiendo de vuestra parte el prudentisimo sabio Friston, mi
-contrario: yo, como caballero andante, amigo de buscar las aventuras
-del mundo y probar las fuerças de los bravos y valerosos jayanes y
-caballeros, he venido hoy á esta corte del rey Catolico, do habiendo
-llegado á mis oidos el gran valor de vuestra persona, y siendo tal
-cual yo he muchas vezes leido en aquel autentico libro, me ha parecido
-me seria mal contado si dexase de probar mi ventura con vuestro
-invencible esfuerço hoy aqui en aqueste Prado, delante de todos estos
-vuestros caballeros y de la demas gente que nos está mirando; y esto
-hago porque soy unico y singular amigo y aficionado al principe don
-Belianis de Grecia por muchas razones: la primera, por ser él cristiano
-y hijo tambien de emperador cristiano, y vos pagano, de las casas y
-casta del emperador Oton, gran turco y soldan de Persia; y la segunda,
-por quitar de delante á aquel grande amigo mio un estorbo tan grande
-como vos sois, para que asi con mayor facilidad pueda gozar de los
-sabrosos amores que con la infanta Florisbella tiene pues se ve y sabe
-clarisimamente que la merece mucho mejor que vos, á quien no faltaran
-otras turcas hermosas con quien podais casar; que no es posible dexe de
-haber muchas en vuestra tierra; y dexar á Florisbella para don Belianis
-de Grecia, mi amigo; y si no salis luego de vuestra carroça, y subis
-luego en vuestro preciado caballo, en poniendoos vuestras encantadas
-armas, para pelear conmigo, mañana publicaré delante de toda esta
-corte y de su rey vuestra cobardia y poco animo, despues de haber
-muerto al gigante Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, y al hijo
-alevoso del rey de Cordoba: por tanto respondedme luego con brevedad,
-y si no, daos por vencido, y yo me iré á buscar otras aventuras.
-Maravillaronse todos de los disparates que habian oido dezir á don
-Quixote, y començaron á hablar sobre ellos unos con otros riendo dél
-y de su figura; pero Sancho, que habia estado muy atento á lo que su
-amo habia dicho, se llegó, caballero en su asno, junto á la carroça,
-diziendo: Señor Perineo, v. m. no conoce bien á mi amo como yo le
-conozco; pues sepa que es hombre que ha hecho guerreacion con otros
-mejores que v. m., pues la ha hecho con vizcainos, yangüeses, cabreros,
-meloneros, estudiantes, y ha conquistado el yelmo de Membrillo, y aun
-le conocen la reina Micomicona, Ginesillo de Pasamonte, y lo que más
-es, la señora reina Segovia, que aqui asiste; y aun es hombre que en
-Çaragoça acometió á más de docientos que llevaban un açotado, como
-ya sabran por acá: por tanto mire que tenemos mucho que hazer, y las
-cabalgaduras vienen cansadas; yo y la señora Reina vamos con alguna
-poquilla de hambre: dese pues por las entrañas de Dios por vencido,
-como mi amo le suplica, y tan amigo como de antes, y no busque tres
-pies al gato, pues si los desta tierra son como los de la mia, no
-tienen menos que cuatro: dexenos ir con Barrabas á nuestro meson, y v.
-m. y estos herejes de Persia, su patria, quedense mucho de noramala.
-El caballero dixo al alguazil que con él iba, le respondiese de su
-parte, y se le llevase aquella noche á su casa. El lo hizo, diziendo
-á don Quixote: Señor Caballero Desamorado, en extremo holgamos todos
-los circunstantes de haber visto y conocido hoy en v. m. á uno de los
-mejores caballeros andantes que en el felize tiempo de Amadis y en el
-de Febo hallarse pudieron en Grecia; y doy gracias á los dioses, pues
-siendo paganos nosotros, como denantes dixo, habemos merecido ver en
-esta corte al que tanta fama y nombre tiene en el mundo, y excede á
-todos cuantos hasta hoy hayamos oido visten duras armas y suben en
-poderosos caballos; por tanto, excelso principe, aqui el señor Perianeo
-aceta de muy buena gana la batalla con v. m.; no porque della pretenda
-salir con vitoria, sino para poderse alabar donde quiera que se hallare
-(dexandole empero v. m. con la vida) de haber entrado en batalla con el
-mejor caballero del mundo, y de quien el ser vencido resultará infinita
-gloria suya y lustre de su linage; pero la batalla, si á v. m. le
-parece, será el dia que esta noche concertaremos en su casa, en la cual
-él y yo hemos de recebir merced que vuesa alteza y toda su compañia
-se vayan á alojar, donde los regalará y servirá con mucho cuidado, en
-particular á la señora reina Zenobia, á quien desea en extremo conocer;
-y asi la ruega que, para que todos demos gracias á los dioses en ver
-su peregrina hermosura, sea servida de descubrir el rostro y quitar
-la nube que de aquesos sus dos bellos soles está puesta, para que su
-resplandor alumbre la redondez de la tierra, y haga detener al dorado
-Apolo en su luminosa esfera, admirado de ver tal belleza, bastante á
-darle nueva luz á él, pues es cierto vencerá la de su bella Dafne.
-Don Quixote se llegó á ella, diziendo que en todo caso descubriese el
-rostro delante del principe Perianeo de Persia; que importaba mucho.
-Rehusabalo ella, como discreta, cuanto podia; pero Sancho, que habia
-estado repantigado en el asno, sin quitarse jamas la caperuça, se
-llegó al estribo de la carroça y dixo: Señor pagano, yo y mi señor
-don Quixote de la Mancha, Caballero Desamorado por mar y tierra,
-dezimos que besamos á vs. ms. las manos por el servicio que nos haze
-en convidarnos á cenar á su casa, como lo hizo en Çaragoça don Carlos,
-que buen siglo haya; y digo que iremos de muy buena gana todos tres
-en cuerpo y en alma, asi como estamos; pero la señora reina Segovia
-desde alli donde está me haze del ojo, diziendo que no puede por agora
-descubrir la cara, hasta que se ponga la otra de las fiestas, que es
-muy mejor que la que agora tiene: por tanto v. m. perdone. En esto se
-llegó más cerca por el otro lado á la carroça don Quixote, tirando de
-la rienda á la mula de Barbara, á la cual, mal de su grado, traia ya
-descubierta la cara, más propria para hazer acallar niños por su mala
-cara, que para ser vista de gentes; á la cual como viesen todos los
-circunstantes tan fea y arrugada, y por otra parte con el chincharron
-mal zurcido y peor apuntado, no pudieron detener la risa; y viendo
-Sancho que el caballero de la carroça se la estaba mirando de espacio,
-y se santiguaba viendo su fealdad y locura de don Quixote, dixo: Bien
-haze v. m. de persinarse, porque no hay caso en el mundo mejor, segun
-dize el cura de mi lugar, para hazer huir á los demonios; que aunque la
-señora Reina no lo es por agora, podria ser, si Dios le diese diez años
-de vida sobre los que tiene, faltarle poco para serlo. El caballero,
-disimulando cuanto pudo, dixo á Barbara: Por cierto, señora reina
-Zenobia, que ahora digo muy de veras que todo lo que el señor Caballero
-Desamorado nos ha dicho de v. m. es mucha verdad, y que él se puede
-tener por dichoso en llevar consigo tanta nobleza por el mundo, para
-afrentar y correr á todas las damas que hay en él, especialmente en
-esta corte: por tanto v. m. nos diga de donde es, y adonde va con este
-valiente caballero, si es servida; porque esta noche v. m. y él y este
-buen hombre, que dize las verdades desnudas, han de ser mis huespedes
-y convidados. Barbara le respondió: Señor, si v. m. es servido, yo no
-soy la reina Zenobia, como este caballero dize, sino una pobre muger de
-Alcala, que vivo del trabajo de mi honrado ofizio de mondonguera; y por
-mi desgracia un bellaco de un estudiante me sacó, ó por mejor dezir, me
-sonsacó de mi casa; y llevandome á la de sus padres, con nombre de que
-se queria casar conmigo, me robó cuanto tenia en un pinar, dexandome
-atada á un pino en camisa; y pasando este caballero con cierta gente,
-me desataron y llevaron á Sigüença; y el señor don Quixote, que es el
-que viene armado (andaba en esto don Quixote enseñando á unos y á otros
-las pinturas de su adarga, ufano de que tantos le mirasen), á quien
-falta tanto de juizio cuanto le sobra de piedad, me hizo este vestido y
-me compró esta mula en que llegase á Alcala, llamandome por todos los
-lugares, caminos y ventas la reina Zenobia, y sacandome algunas vezes
-á las plaças para defender, como él dize, mi hermosura, siendo tal
-por mis pecados como vuesa señoria ve; y agora, queriendome quedar en
-mi tierra, me ha persuadido á que venga á la corte, donde dize que ha
-de matar á un hijo del rey de Cordoba, y á un gigante, que es rey de
-Chipre, y que á mi me ha de hazer reina de aquel reino; y yo, por no
-ser desagradecida á las mercedes que me ha hecho, he venido con él, con
-intento de volver lo más presto que pudiere á mi tierra. Y mire vuesa
-señoria si manda otra cosa; que me quiero ir; que parece que estos
-señores que estan presentes se rien mucho, y podrian dar ocasion á don
-Quixote con su risa á que, como loco, hiziese alguna necedad. Volvió
-en esto la rienda á la mula, y fuese para donde don Quixote estaba; y
-Sancho dixo al titular: Ya ve v. m., señor mio, como la señora Reina
-es una buena persona, á quien Dios eche en aquellas partes en que más
-della se sirva; y perdonenos si ella no tiene tan buen hocico como mi
-amo ha dicho y v. m. merece; pues suya es la culpa, suya es la gran
-culpa, porque yo le he dicho muchas vezes que por que no procuraba
-que aquel persignum crucis que tiene en la cara, se le dieran en otra
-parte, pues fuera mejor donde no se echara tanto de ver; y ella dize
-que á quien dan no escoge; por tanto, v. m. se venga luego; que ya se
-acerca la noche para cenar, y á fe que por la gracia de Dios no he
-menester yo agora más mostaça ni perejil para hazello famosamente, que
-el apetito que traigo. Con esto, sin más cortesia, començó á arrear
-su asno, y fuese para donde estaba Barbara y don Quixote con toda
-aquella gente, á la cual tenia suspensa con un largo razonamiento de
-Rasura y Lain Calvo, diziendo que les habia conocido, y que era gente
-muy honrada y para mucho; pero que ninguno dellos llegaba á su persona,
-porque él era Rodrigo de Vivar, llamado por otro nombre el bravo Cid
-Campeador. Oyole Sancho estas ultimas razones, y dixo: ¡Oh reniego de
-cuantos Cides hay en toda la cideria! ¡Venga, señor! Pecador soy yo
-á Dios; que estas pobres cabalgaduras estan de suerte que no pueden
-echar la palabra del cuerpo, segun estan de cansadas y muertas de
-hambre. ¡Que mal, oh Sancho, respondió don Quixote, conoces tú á este
-caballo! Yo te juro que si le preguntases, y él te supiese responder,
-cual quiere más, estar escuchando lo que yo digo de guerras, batallas
-y noblezas de caballeros, ó media hanega de cebada, que él diria que
-gusta sin comparacion más de que hable de aqui al dia del juizio, que
-no de comer ni beber; y es cierto se estaria dias y noches escuchandome
-con mucha atencion. Estando en esto, llegó un criado del titular
-diziendo á don Quixote: Señor Caballero Desamorado, mi señor le suplica
-se venga conmigo á su casa, porque quiere que v. m., la reina Zenobia y
-su fiel escudero sean sus huespedes y convidados esta noche y en todos
-los demas dias que á v. m. le plugiere, hasta que se remate el desafio
-á que le tiene aplaçado. Señor caballero, respondió don Quixote, con
-notable gusto iremos á servir al principe Perianeo: por tanto no hay
-sino guiar hazia allá; que todos iremos siguiendo.
-
-
-
-
-CAPITULO XXX
-
-De la peligrosa y dudosa batalla que nuestro caballero tuvo con un paje
-del titular y un alguacil.
-
-
-El criado, don Quixote, Sancho y Barbara començaron á caminar hazia
-casa del titular que les habia convidado, con no poca admiracion de
-cuantos los topaban por las calles, ni menor trabajo del criado en
-dezir á unos y á otros el humor y nombre del armado, y calidad de la
-dama, y adonde y para qué fin los llevaba. Con esta molestia los entró
-en casa de su señor, y mandando dar recado á las cabalgaduras, los
-subió luego á los tres á un rico aposento, diziendo á don Quixote:
-Aqui, señor caballero, puede v. m. reposar, quitarse las armas y
-asentarse en esta silla hasta que mi señor venga; que no puede tardar
-mucho. A la cual respondió don Quixote que no estaba acostumbrado á
-desarmarse jamas por ningun caso, y menos en tierra de paganos, donde
-no sabe el hombre de quien se ha de fiar ni lo que puede facilmente
-suceder á los caballeros andantes, en deshonor del valor de sus
-personas. Señor, replicó el criado, aqui todos somos amigos, y deseamos
-servir á los caballeros de la calidad de v. m., y asi bien puede estar
-en esta casa sin cuidado ni recelo de contraria fortuna. Pero viendo
-que todavia porfiaba en no quererse desarmar, se fue diziendo hiziese
-su gusto y aguardase á que su señor viniese, dexandolos con un paje
-de guarda para mayor seguridad de que no saliesen de casa. Començose
-don Quixote á pasear por la sala, y viendose Barbara con buena ocasion
-y á solas para hablarle, lo hizo diziendole: Yo, señor don Quixote,
-he cumplido mi palabra en venir con v. m. hasta la corte; y pues ya
-estamos en esta, le suplico me despache lo más presto que pudiere,
-porque tengo de volverme á mi tierra á negocios que me importan; tras
-que temo, lo que Dios no quiera, que aquel alguazil que iba con el
-señor de la carroça, á quien v. m. llamaba principe de Persia, nos ha
-hecho traer á esta casa para saber quien es v. m. y quien soy yo; y
-es cierto que viendo como ando en compañia de v. m., ha de pensar que
-estamos amancebados, y nos haran llevar á la carcel publica, donde
-temo seremos rigurosamente castigados y afrentados; y v. m. creame, y
-guardese no le pongan en ocasion de gastar en ella ese poco dinero que
-le queda; y despues, cuando quiera, volviendo sobre si, meterse en su
-tierra, no se vea forçado á haber de mendigar: por eso mire lo que en
-este negocio debemos hazer, pues en todo seguiré de bonisima gana su
-parezer. Señora reina Zenobia, dixo don Quixote, yo se claramente que
-el caballero que iba en la carroça es el principe Perianeo de Persia,
-y el que llama alguazil es un escudero honrado suyo: por tanto pierda
-v. m. el miedo: estese conmigo, por me hazer placer, siquiera seis dias
-en esta corte; que despues yo proprio la volveré á su tierra con más
-honra que piensa. Par Dios, señor don Quixote, dixo Sancho estando en
-estas razones, que aquel que iba en la carroça, que nosotros llamamos
-pagano, oi dezir á no sé cuantos que era un no sé quien, si sé quien,
-hombre bonisimo y cristiano; y á fe que me lo parece, lo uno por su
-caridad, pues nos ha convidado á cenar y á comer con tanta liberalidad;
-lo otro porque si él fuera pagano, claro está que estuviera vestido
-como moro, de colorado, de verde ó amarillo, con su alfanje y turbante;
-pero él está, cual Dios le hizo y su madre le parió y v. m. ha visto,
-todo vestido de negro, y todos cuantos le acompañaban iban de la
-misma suerte; y más, que ninguno hablaba en lengua paganuna, sino en
-romance, como nosotros. Porfió á esto don Quixote con colera, diziendo:
-Pues aunque tú y la Reina digais lo que quisieredes, él es sin falta
-ninguna el que ya tengo dicho. Entonzes Barbara llamó al paje que
-estaba á la puerta, y le dixo: Diganos, señor mancebo, aquel señor que
-iba en la carroça por el Prado, acompañado de tanta gente, á quien este
-caballero y yo hablamos, ¿quién es? El paje le respondió quien era y
-su calidad, y como los habia mandado expresamente traer á su casa. ¿Y
-que nos quiere hazer? replicó Sancho; no nos veamos en otra tribulacion
-como en la que yo me vi en la carcel de Sigüença, tan cargado de
-piojos, que, aun de los que me quedan desde entonzes, podria hinchir
-media dozena de almohadas. Ninguna cosa pretende mi señor, respondió
-el paje, sino tener con vs. ms. algun buen rato de entretenimiento,
-y regalarles. Veni acá, paje, dixo don Quixote: ¿vuestro amo no se
-llama Perianeo de Persia, hijo del gran soldan de Persia y hermano
-de la infanta Imperia, competidor del nunca vencido don Belianis de
-Grecia? Riose muy de proposito el paje cuando oyó tantos disparates, y
-respondiole: Ni mi señor es principe de Persia ni turco, ni en su vida
-estuvo allá ni vió á don Belianis de Grecia, cuyo libro mentiroso tengo
-yo en mi aposento. ¡Oh paje vil y de infame ralea! dixo don Quixote:
-¡y mentiroso llamas á uno de los mejores libros que los famosos gregos
-escribieron! Tú y el barbaro turco de tu amo sois los mentirosos, y
-mañana se lo haré yo confesar á él, mal que le pese, delante del Rey,
-con los filos desta espada. Digo, respondió el paje, que mi señor es
-muy buen cristiano, caballero de lo bueno, y conocido en España; y
-quien lo contrario dixere, miente y es un bellaco. Don Quixote, que
-tal oyó, metió mano á su espada y se fue, hecho un rayo, para el paje.
-El, en viendolo, se baxó por la ancha escalera á la calle, y saliendo
-á su puerta, dezia á vozes: Salga el bellaco que pone lengua en mi
-señor; que yo haré que le cueste caro. Y diziendo y haziendo tomó
-una piedra de la calle contra don Quixote, el cual salió tambien á
-ella armado como estaba; y con la espada en la mano y cubierto con su
-adarga, se fue contra el paje, el cual anticipandose en la ofensa, le
-tiró la piedra que tenia, con tal furia, que le dió con ella tal y tan
-desatinado golpe, que á no hallarle el pecho armado le pusiera la vida
-en contingencia. Al ruido y vozes que todos daban se llegó mucha gente;
-y como vieron aquel hombre armado con la espada y adarga, amenazando y
-aun arremetiendo al paje del conocido titular, no sabian que se dezir.
-Llegaron dos alguaziles con sus corchetes luego al corrillo, y viendo
-lo que pasaba, se le acercó el uno, é intentando quitarle la espada,
-le dixo: ¿Que hazeis, hombre de Barrabas? ¿Estais loco? ¡En tal puesto
-y contra paje de persona de prendas tales, cual es el dueño dél y de
-esta casa, meteis mano! Venga la espada luego, y venios á la carcel;
-que á fe que os acordareis de la burla más de cuatro pares de dias.
-No respondió palabra don Quixote, sino que echando un pie atras y
-levantando la espada, dió al bueno del alguazil una gentil cuchillada
-en la cabeça, de la cual le començó á salir mucha sangre. Viendo esto
-el herido alguazil, començó á dar vozes diziendo: ¡Favor á la justicia;
-que me ha muerto este hombre! Llegaronse al ruido mil corchetes y
-alguaziles y otras personas, metiendo todos mano á sus espadas contra
-don Quixote, el cual con mucha alegria dezia: Salga Perianeo de Persia
-con todos sus aliados; que yo les daré á entender que él y cuantos en
-esta casa viven son perros enemigos de la ley de Jesucristo. Y con esto
-arrojaba á dos manos cuchilladas á todas partes. El pobre Sancho estaba
-á la puerta mirando lo que su amo hazia, y dixo en voz alta: Eso si,
-señor don Quixote, no se dé por vencido á esos bellacos de turcos, que
-le llevaran al Alcoran, y le circuncidaran mal que le pese, y despues
-le pondran á los pies unas trabas de hierro, como á mi en Sigüença. En
-esto cargó tanta gente sobre nuestro buen hidalgo, que á pesar suyo
-le quitaron la espada, y agarrandole media dozena de corchetes, le
-ataron las manos atras. Acertó á pasar por alli, cuando andaba en esta
-refriega, que era al anochecer, un alcalde de corte en su caballo, el
-cual viendo tanta gente junta, preguntó qué era la causa de aquello, y
-uno de los circunstantes le dixo: Señor, una grandisima desvergüença;
-que un hombre armado de todas pieças ha entrado en esta casa, do vive,
-como v. m. sabe, tal titular, y ha querido matar en ella un paje suyo,
-y queriendole prender ciertos alguaziles por ello y la resistencia
-que les hazia, temerariamente ha dado á uno de ellos una muy buena
-cuchillada. ¡Mal caso! respondió el alcalde de corte; y llegando
-donde los corchetes tenian á don Quixote sin poderle llevar, segun
-se resistia, mandó que le dexasen; y asi le levantaron de tierra, y
-puesto en pie, atadas las manos atras, le dixo el alcalde, maravillado
-de verle de aquella suerte y con tanta colera. Veni acá, hombre del
-diablo: ¿de donde sois y como os llamais, que tanto atrevimiento habeis
-tenido en casa de dueño de tan ilustres cualidades? Don Quixote le
-respondió: Y vos, hombre de Lucifer, que eso preguntais, ¿quién sois?
-Lo que habeis de hazer es ir vuestro camino adelante mucho de noramala,
-y no meteros en lo que no os va ni os viene; que yo quien quiera que
-fuere, soy cien vezes mejor que vos y la vil puta que os parió, y os
-lo haré confesar aqui á vozes, si hubo en mi preciado caballo y tomo
-la lança y adarga que aquesta soez y vil canalla me ha quitado; pero
-yo les daré el castigo que su loco atrevimiento merece, en matando
-al rey de Chipre Bramidan de Tajayunque, con quien tengo aplaçada
-batalla delante del rey Catolico; y juntamente tomaré vengança del
-principe Perianeo de Persia, cuyas son estas casas, si no castigara la
-descortesia que los de su real palacio me han hecho, siendo yo Fernan
-Gonçalez, primer conde de Castilla. Maravillose el alcalde de corte de
-oir los disparates de aquel hombre; pero uno de los corchetes dixo:
-V. m., señor, crea que este hombre es más bellaco que bobo, y ahora
-que ha hecho el disparate y lo conoce, se haze loco para que no le
-llevemos á la carcel. Ahora sus, dixo el alcalde de corte, llevenle á
-ella, y ponganle á buen recado hasta mañana que salga á la audiencia
-y se vea su pleito. Con esto le començaron á asir los corchetes,
-resistiendose él cuanto podia. Sucedió pues que á esta hora, que ya
-eran cerca de las nueve, llegó el titular á la puerta de su casa
-con mucho acompañamiento, y como vió tanta gente junta en su calle,
-preguntó la causa, y llegandose á él el alcalde de corte, le contó
-cuanto aquel hombre armado habia hecho y dicho. En oyendolo, se rió
-mucho el titular dello, y refiriendo al alcalde lo que don Quixote era,
-y como por su orden le habian traido á su casa, le suplicó le soltase,
-dandoselo como en fiado; que él se obligaba á entregarsele siempre que
-le requiriese ó constase que no era lo que le contaba, obligandose
-juntamente á todos los daños y costas de la cura del alguazil y á
-satisfacerle bastantemente. Lo mismo le rogaron todos los circunstantes
-que le acompañaban, deseosos de pasar la noche con el entretenimiento
-que les prometia el humor del preso y de los que venian en su compañia.
-Viose obligado el alcalde, viendo los ruegos y seguridades que le
-daban gente tan principal, á condescender con su deseo; y asi mandó
-á los corchetes le soltasen y entregasen al dicho titular, el cual
-viendole libre, le dixo: ¿Que es esto, señor Caballero Desamorado?
-¿Qué aventura es esta que le ha sucedido? Respondió don Quixote: ¡Oh
-mi señor Perianeo de Persia! No es nada: que como toda esta gente es
-gente bahuna, no he querido hazer batalla con ella, aunque creo que
-alguno ha llevado ya el pago de su locura. En esto llegó Sancho, el
-cual estaba de lexos mirando todo lo que su amo habia padecido; y
-quitandose la caperuça, dixo: ¡Oh señor principe! Su merced sea bien
-venido para que libre á mi señor destos grandisimos bellacos de
-alcaldes, peores que el de mi tierra, pues se han atrevido á quererle
-llevar agarrado á la carcel, cual si no fuera tan bueno como el rey y
-el papa y el que no tiene capa; que he visto el negocio de suerte, que
-si no fuera por v. m., creo que sin duda lo efectuaran y aun yo, á no
-temerles, les diera dos mil moxicones. Bien podeis creer, amigo, dixo
-el caballero, que si no lo fuera yo tanto del alcalde de corte como
-lo soy, y el respeto que él, como tal, me tiene, que lo pasara mal el
-señor don Quixote:--á quien asiendo de la mano tras esto, dixo: Venga
-v. m., señor principe de Grecia, y entre en mi casa; que en ella todo
-se hará bien, y los bellacos de sus contrarios seran castigados como
-merecen. Y despidiendose con mucho comedimiento de algunos de los que
-le acompañaban, como lo habia hecho ya del alcalde, se subió arriba
-con don Quixote y con Sancho. Quedaronse los corchetes hechos unos
-matachines en la calle sin su presa, y pasmados de ver que el titular
-llevase aquel hombre á su lado llamandole principe.
-
-
-
-
-CAPITULO XXXI
-
-De lo que le sucedió á nuestro invencible caballero en casa del
-titular, y de la llegada que hizo en ella su cuñado don Carlos en
-compañia de don Alvaro Tarfe.
-
-
-En subiendo arriba, dió orden el señor á su mayordomo llevase á
-cierto cuarto á don Quixote, Barbara y á Sancho, y les diese bien y
-abundantemente de cenar; y habiendolo ellos hecho, y lo mismo él,
-mandó al mismo mayordomo le sacase en su presencia á Barbara, para dar
-principio al entretenimiento que pensaba tener él y los que habian
-cenado en su compañia, que eran algunos caballeros, con los dislates
-de don Quixote, confiando les daria cuenta de su principio y causa
-la dicha Barbara. Baxó pues ella, no poco turbada y medrosa de verse
-llamar á solas; y puesta en presencia de los caballeros, la dixo
-el que la habia hospedado: Diganos la verdad desnuda, señora reina
-Zenobia, de su vida y de la deste galan y valeroso caballero andante
-que tanto la cela y defiende. La mia, señores ilustrisimos, es la que
-tengo dicha en el Prado, breve y llena de altos y baxos, como tierra
-de Galicia. Barbara de Villalobos me llamo, nombre heredado de una
-agüela que me crió, buen siglo haya, en Guadalaxara; vieja soy, moça me
-vi, y siendolo, tuve los encuentros que otras, no faltandome quien me
-rogase y alabase, ni á mí me faltaron los ordinarios desvanecimientos
-de las demas mugeres, creyendo aun más de lo que me dezia de mi talle
-y gracia el poeta que me la celebraba; pues lo era el bellacon que á
-cargo tiene mi pudicicia: entreguesela, y entreguemele amandole, y
-mintiendo á las personas que me pedian de derecho cuenta de mis pasos.
-Supieronse presto en Guadalaxara los en que andaba; que no hay cosa más
-parlera que una muger, perdido el recato, pues en lengua, manos, pies,
-ojos, meneos, trage y galas trae escrita su propia deshonra: sintió mi
-agüela la mia á par de muerte, y murió presto del sentimiento: tuvele
-yo grande por ello, y más porque mi Escarraman me habia ya dexado.
-Hube de heredarla; vendi los muebles y hize todo el dinero que pude
-dellos, con que me baxé á Alcala, do he vivido más de veinte y seis
-años, ocupada en servir á todo el mundo, y más á gente de capa negra
-y habito largo; que en efecto soy naturalmente inclinada á cosa de
-letras; si bien las mias no se extienden á más que á hazer y deshazer
-bien una cama, á adereçar bien un menudo, por grande que sea, y sobre
-todo, á dar su punto á una olla podrida, y abahar de populo barbaro
-una escudilla de repollo, sopas y caldo. Lo demas de la desgracia
-ultima que me sacó de aquella vita bona, ya se lo tengo dicho á vuesa
-señoria en el Prado, y le he dado cuenta de cómo crei al socarron del
-aragones, que me dió á entender se casaria conmigo si, vendidos mis
-muebles, le seguia hasta su tierra; mejor le siga la desgracia, que
-él cumplió lo prometido: yo si que fui tonta, y asi es bien que quien
-tal haze que tal pague. Metiome en un pinar, y hurtome cuanto llevaba,
-dexandome aporreada y maniatada en camisa; pasó por alli este locazo
-mentecato de manchego con el tonto de Sancho Pança y otros que iban con
-ellos, y sintiendo mis lamentos, me desataron y ampararon, trayendome
-consigo hasta Sigüença, do me vistió don Quixote de la ropa que traigo,
-con que me veo obligada á acompañarle hasta que se canse de llamarme
-reina Zenobia, y de sufrir él y su escudero los porrazos é injurias
-que los he visto sufrir en Sigüença y en la venta vecina de Alcala,
-do el autor de tal compañia de comediantes les apuró de suerte, que
-por poco acabaran con sus desventuradas aventuras. Refirió tras esto
-cuanto en la venta y en Alcala les habia sucedido, hasta llegar al
-Prado, con un desenfado y donaire que á todos les admiró y provocó á
-risa. Mandaron para cumplimiento de la farsa baxar á don Quixote y á
-Sancho; y puestos ambos en su presencia, el uno armado y el criado
-encaperuçado, dixo el titular á don Quixote: Bien sea venido el nunca
-vencido Caballero Desamorado, defensor de gente menesterosa, desfazedor
-de tuertos y endilgador de justicias. Y asentandole junto á sí, y á
-Barbara á su lado, que no se quiso asentar de otra suerte, prosiguió,
-estando la sala llena de la gente de casa, que perecia de risa: ¿Cómo
-le va á v. m. en esta corte desde que está en ella? Denos razon de lo
-que siente de su grandeza, y perdoneme el atrevimiento que he tenido
-en querer alojar en mi casa personas de tan singular valor, cual son
-v. m. y la señora reina de las Amazonas, recebiendo la voluntad con
-que le sirvo, pues ella suple la falta de las obras. Esa recibo,
-respondió don Quixote, invicto principe Perianeo, y lo mismo haze la
-poderosa reina Zenobia, que aqui asiste honrando esta sala; y tiempo
-vendrá en que yo pague tan buenos servicios con ventaja, y será cuando
-yendo con el duque Alfiron persiano á la gran ciudad de Persepolis,
-le haga casar á v. m. á pesar de todo el mundo con su bella hermana,
-llamandome entonzes yo, por la imagen que traeré en el escudo, el
-Caballero de la rica Figura, pues será la que llevaré pintada al vivo
-en él, de la infanta Florisbella de Babilonia. Suplico á v. m., dixo
-el titular, que era hombre de gallardo humor, no toque esa tecla de
-la infanta Florisbella, pues sabe que yo ando muerto por sus pedazos;
-y hagame merced de que se quede este negocio aqui; que presto se
-averiguará la justicia de mi pretension en esta parte, entrando con
-v. m. en la batalla campal que tengo aplaçada. Su execucion insto,
-replicó don Quixote, y barras derechas. Salió Sancho Pança en oyendo
-esto, y dixo: Par diez, señor pagano, que v. m. es tan hombre de
-bien como yo haya visto en toda la Pagania otro, dexando aparte que
-es mal cristiano, por ser, como todo el mundo sabe, turco; y asi no
-querria pusiese la vida al tablero, entrando en batalla con mi señor;
-que seria mal caso viniese á morir á sus manos quien en su casa nos
-ha hecho servicio de darnos de cenar como á unos papagayos, tantos y
-tales guisados, que bastaban á tornar el cuerpo al alma de una piedra.
-¿Sabe con quien querria yo que don Quixote mi señor hiziese pelea?
-Con estos demonios de alguaziles y porteros que nos hazen á cada paso
-terribles desaguisados, y tales cual es el en que nos acabamos de ver
-ahora, pues nos han puesto á amo y criado en el mayor aprieto que nos
-habemos visto desde que andamos por esos mundos á caza de aventuras;
-y si no fuera porque vino á buen tiempo v. m., mi señor se viera como
-en Çaragoça á medio açotar; pero yo le juro por vida de los tres reyes
-de Oriente y de cuantos hay en el Poniente, que si cojo alguno dellos
-en descampado y de suerte que pueda hazer dél á mi salvo, que me tengo
-de hartar de darle de moxicones, dandole moxicon por aqui y moxicon
-por alli, este por arriba y este otro por abaxo. Dezia esto Sancho
-con tal colera dando moxicones por el aire, como si verdaderamente se
-aporreara con el alguazil, dando mil vueltas al derredor, hasta que
-cayendosele la caperuça en el suelo, la levantó diziendo: A fe que
-lo puede agradecer á que se me cayó la caperuça; que á no ser esto,
-llevara su merecido el muy guiton, para que otra vez no se atreviera,
-ú otro tal cual él, á tomarse con un escudero andante tan honrado como
-yo, y de tan valeroso dueño como mi señor don Quixote. Rieron cuantos
-en la sala estaban de ver la necia colera de Sancho, al cual dixo el
-titular: Yo, señor Sancho, no puedo dexar de salir en batalla con el
-señor Caballero Desamorado de la cual saldré sin duda con vitoria,
-porque mi valor es conocido, y singular es el favor que cierto mago que
-tengo de mi parte me da siempre. Eso se verá, replicó don Quixote, á
-las obras á que me remito. Parecioles en esto á todos que era bien dar
-lugar á la noche, y levantandose de la silla el titular, dixo á don
-Quixote: Mire v. m., señor Desamorado, lo que emprende en emprender á
-pelear conmigo, y duerma sobre ello. Sobre una muy buena cama dormirá
-mejor mi señor, respondió Sancho, y yo y la señora reina, otro que
-tal. No faltaran esas, dixo el titular. Y mandando llevarlos á ellas,
-se fueron á acostar todos. Dos ó tres dias tuvieron los del palacio
-semejantes y mejores ratos de entretenimiento á todas horas con los
-tres huespedes, que jamas los dexaron salir de casa, conociendoles el
-humor y cuan ocasionados eran para alborotar la corte. Al cabo dellos
-quiso Dios que llegasen á ella don Carlos con su amigo don Alvaro,
-á quien por aguardar que convaleciese de una mala gana que le habia
-sobrevenido en Çaragoça, no quiso dexar don Carlos, y esta fue la
-causa de no haber llegado mucho antes. Alborotose y regocijose toda
-la casa con su venida; que la deseaban para celebrar y concluir el
-casamiento del dueño della todos; y al cabo de rato que estaban los
-huespedes en ella, acaso les dixo el titular como les daria muy buenos
-ratos de entretenimiento con tres interlocutores que tenia de lindo
-humor para hazer rediculos entremeses de repente; y diziendoles quien
-eran, y del modo que los habia hallado y llevado á su casa y lo que
-en ella con ellos les habia sucedido, holgaron infinito don Carlos y
-don Alvaro de la nueva, porque venian igualmente deseosos y cuidadosos
-de don Quixote, á quien despues de cenar mandaron salir, como solian,
-á la sala con Sancho y Barbara, de cuya vida ya habia dado el titulo
-tambien noticia á don Carlos y á don Alvaro, como ellos se la habian
-dado á él de cuanto les habia pasado en Çaragoça con él y su escudero
-Sancho, y en particular don Alvaro, que se la dió de los sucesos del
-Argamesilla. Determinaron los dos no darseles á conocer al principio;
-y calandose los sombreros, sentados al lado del titular, á la que se
-entraron por la sala los tres, reina, amo y criado, empezó á hablar
-del tenor siguiente el fingido Perianeo: Presto, valeroso manchego,
-mediré mi espada con la vuestra si perseverais en vuestros treze de no
-rendirmeos, dexando de favorecer á don Belianis de Grecia; y es cierto
-quedareis en la batalla infamemente vencido, pues tengo de mi parte
-aqui á mi lado el sabio Friston, mi diligentisimo historiador y gran
-agente de mis partes. Y diziendo esto, señaló á don Alvaro, el cual
-cubriendose lo mejor que pudo, se puso luego en pie entre don Quixote
-y Sancho (que Barbara ya ocupaba su ordinario asiento), y dixo con
-voz hueca y arrogante: Caballero Desamorado de la infanta Dulcinea
-del Toboso, á quien tanto un tiempo adoraste, serviste, escribiste
-y respetaste, y por cuyos desdenes hiziste tan aspera penitencia en
-Sierra Morena, como se cuenta en no sé que anales que andan por ahi en
-humilde idioma escritos de mano por no sé que Alquife: ¿eres tú por
-ventura don Quixote de la Mancha, cuya fama anda esparcida por las
-cuatro partes del mundo? Y si lo eres, ¿cómo estas aqui tan cobarde
-cuanto ocioso? Don Quixote, oyendo esto, volvió la cabeça diziendole:
-Respondele tú, Sancho, á este sabio Friston, porque no merece el oir la
-respuesta que pretende de mi boca, pues no me tiro ni pongo con gente
-que no tiene más de palabras, cual estos encantadores y nigromanticos.
-Quedó Sancho muy alegre de oir lo que su amo le mandaba, y poniendose
-frente á frente de don Alvaro, cruzados los braços, le dixo con voz
-furiosa desta manera: Soberbio y descomunal sabio, nosotros somos
-esos de las cuatro partes del mundo por quien preguntas, como tu eres
-hijo de tu madre y nieto de tus abuelos. Pues esta noche, replicó don
-Alvaro, tengo de hazer un tan fuerte encantamiento en daño vuestro, que
-llevando por los aires á la reina Zenobia, la porné en un punto en los
-montes Pirineos, para comerla alli frita en tortilla, volviendo luego
-por ti y tu escudero Sancho Pança para hazer lo mesmo de ambos. Por
-nosotros dezimos, respondió Sancho, que no queremos ir allá ni nos pasa
-por la imaginacion: si quiere llevar á la reina Segovia, hagalo muy
-en hora buena; que nos hará mucho placer en ello, y el diablo lleve á
-quien lo contradixese, pues no nos sirve de otra cosa por esos caminos
-mas que de echarnos en costa, que ya habemos gastado con ella en mula
-y vestidos más de cuarenta ducados sin lo que ha comido, y lo bueno
-es que quien despues se lleva la mejor parte, son los moços de los
-comediantes: solo le advierto, como amigo, que si ha de llevarsela,
-mire bien como la come; porque es un poco vieja y estará dura como
-todos los diablos; y asi lo que podrá hazer, será echalla en una olla
-grande (si la tiene) con sus berças, nabos, ajos, cebollas y tocino,
-y dexandola cocer tres ó cuatro dias, estará comedera algun tanto, y
-será lo mesmo comer della que comer de un pedazo de vaca, si bien no le
-tengo invidia á la comida. No pudo don Alvaro, oyendo esto, disimular
-más, viendo que todos se reian, y asi se fue para don Quixote los
-braços abiertos diziendole: ¡Oh mi señor Caballero Desamorado! deme
-esos braços, y mireme bien la cara, que ella le dirá como el que le
-habla y tiene delante es don Alvaro Tarfe, su huesped y gran amigo.
-Don Quixote le conoció luego, y abraçandole le dixo: ¡Oh mi señor don
-Alvaro! V. m. sea bien venido; ya me espantaba yo que el sabio Friston
-se desvergonçara tanto conmigo; pero no ha estado mala la burla que
-v. m. nos ha hecho á mí y á Sancho mi criado. Sancho, que oyó lo que
-su amo dezia á don Alvaro luego le conoció, hincandose de rodillas á
-sus pies, y puesta la caperuça en las manos, le dixo: ¡Oh mi señor don
-Tarfe! V. m. sea tan bien venido como lo fuera agora por esa sala una
-olla cual la que yo acabo de guisar de la reina Segovia, y perdoneme
-la colera; que como dixo que era aquel maldito sabio que nos queria
-llevar á los montes Pirineos, mil vezes he estado tentado con estos
-aunque pecadores puños cerrados, para cargalle de moxicones antes que
-saliera de la sala, confiado de que al primer repiquete de broquel me
-habia de ayudar mi señor don Quixote. Don Alvaro le respondió: Yo le
-agradezco mucho, señor Sancho, la buena obra que me queria hazer; pues
-á fe que no se las he hecho yo tan malas en Çaragoça en mi casa y en
-la del señor don Carlos, do les dabamos aquellos regalados platos que
-v. m. sabe. ¿Donde, replicó Sancho, está el señor don Carlos? Aqui
-está para serviros, respondió el mismo, levantandose de su asiento á
-abraçar á don Quixote, como realmente lo hizo, con igual retorno del
-y de su criado; y luego le dixo: No llegara á esta corte, señor don
-Quixote, si no fuera por apadrinarle en la batalla que ha de hazer con
-el rey de Chipre Bramidan, sacandole del mundo, pues me dizen dél está
-en medio de la plaça Mayor desafiando cada dia á cuantos caballeros la
-pasean, y venciendolos á todos, sin haber quien le resista: cosa que
-tiene al Rey y grandes del reino no poco corridos, y estan por momentos
-aguardando á que Dios les depare un tal y tan buen caballero, que
-sea bastante á vencer y cortar la cabeça á tan infernal monstruo. Don
-Quixote le respondió: Ya me parece, señor don Carlos, que los pecados
-y maldades del rey de Chipre, los cuales dan vozes delante de Dios,
-han llegado á su ultimo punto; y asi esta tarde sin falta se le dará
-el castigo que sus malas obras piden. Haga cuenta v. m., dixo Sancho,
-señor don Carlos, que hoy acabamos con ese demonio de gigante que tan
-cansados nos tiene, pero porque entienda mi señor don Quixote que no
-he recebido en vano el orden de escuderia, dixo, que yo tambien quiero
-hazer batalla delante de todo el mundo con aquel escudero negro que
-dicho gigante trae consigo, á quien yo vi en Çaragoça en casa del
-señor don Alvaro, porque me parece que no tiene espada ni otras armas
-ningunas, y que está de la manera que yo estoy; y asi digo que se las
-quiero tener tiesas, y hazer con él una sanguinolenta pelea de cozes,
-moxicones, pellizcos y bocados; que si es escudero él de un gigante
-pagano, yo lo soy de un caballero andante cristiano y manchego; y
-escudero por escudero, Valladolid en Castilla, y amo por amo, Lisboa
-en Portugal. ¡Mirad que cuerpo non de Dios con él y con la negra
-de su madre! Pues guardese de mí como del diablo; que si antes de
-entrar en la pelea me como media dozena de cabeças de ajos crudos, y
-me espeto otras tantas vezes del tinto de Villarobledo, arrojaré el
-moxicon que derribe una peña. ¡Oh pobre escudero negro y que bellaca
-tarde se le apareja! ¡Más te valiera haber quedado en Monicongo con
-los otros hermanos fanchicos que allá estan, que no venir á morir á
-moxicones en las manos de Pança: vs. ms. se queden con Dios; que voy á
-efetuarlo! Detuvole don Carlos diziendo: Aguardad, amigo, que aun no
-es hora de pelear, y descuidad, y dexad el negocio en mis manos. Eso
-haré de bonisima gana, replicó Sancho, y aun se las beso por la merced
-que me haze; que manos besa el hombre que las querria ver cortadas.
-¡Oh Sancho! dixo don Carlos ¡tanto mal os he hecho yo, que querriades
-verme cortadas las manos! No lo digo por eso, respondió él, sino que
-me vino á la boca ese refran, como se me vienen otros; y antes plegue
-á Dios vea yo manos tan honradas envueltas entre aquellos benditos
-platos de alhondiguillas y pieles de manjar blanco, que estaban en
-Çaragoça, pues confio que me iria mal en ello. Volviose don Quixote,
-acabadas estas razones, al titular, diziendo: Aqui tengo, principe
-Perianeo, la flor de mis amigos, y quien dará noticia bastante de mi
-valor y hazañas á v. m., y le desengañaran de cuan temerario es en no
-rendirseme, desistiendo de la pretension de la infanta Florisbella, en
-bien de don Belianis, mi intimo familiar. ¿Pues pretende, respondió
-don Alvaro, este principe entrar con v. m. señor don Quixote, en
-batalla? Es tan grande su atrevimiento replicó él, que se quiere poner
-en cuentas conmigo: cosa que siento en el anima, porque no querria
-verme obligado á ser verdugo de quien tan honrada y cumplidamente me
-ha hospedado; pero lo que podré hazer por él, será, para que tenga más
-largo el plaço para deliberar lo que más le conviniere, entrar primero
-en batalla con el rey Bramidan de Tajayunque, y luego con el alevoso
-hijo del rey de Cordoba, en defensa de la inocencia de su reina madre.
-No es poca merced la que se nos haze á todos, le dixo don Carlos, en
-diferir esta batalla; que en efeto á todos nos importa se ahorren
-pesadumbres entre dos principes tan poderosos como es Perianeo y v.
-m., y con las largas confio componer sus pretensiones sin agravio de
-ninguna de las partes. Las del señor principe pagano, respondió Sancho,
-son tales, que me obligan á desearle servir aun en la misma pelea; y
-haziendolo desde aqui, le doy por consejo que no salga á ella sino es
-bien comido; que en fin la tarde es larga; y aun será acertado llevarse
-alguna cosa fiambre para mientras descansaren, por si acaso les diere
-gana de comer el cansancio: yo desde aqui le ofrezco llevarlo todo, si
-quisiere, sobre mi rucio, en unas alforjas grandes que tengo; y más, me
-ofrezco á mandar á mi amo cuando le haya vencido á su merced y le tenga
-derribado en tierra y esto para cortarle la cabeça, se la corte poco á
-poco, porque le haga menos mal. Agradeciole el principe Perianeo los
-buenos servicios que deseaba hazerle, y á su amo le acetó la dilacion
-de la batalla mostrando deseaba mucho su amistad, y que temia el haber
-de salir en campaña con él, supuesto el abono que de su valor daban
-don Carlos y don Alvaro, el cual dixo á todos: Pareceme, señores, que
-estos negocios quedan en buen punto; y asi razon será irnos á reposar;
-que harto tendremos que hazer mañana en dar aviso á toda la corte de
-la venida del señor don Quixote, y del fin que le trae á ella, que es
-el deseo grande que tiene de libertarla de las molestias del insolente
-rey Bramidan. Parecioles á todos bien la aguda traça de atajar la
-prolixa conversacion; y encaminandose cada uno para su cuarto, salieron
-todos de la sala. Apenas estuvo fuera della el pobre Sancho, cuando
-le cogieron los criados de don Alvaro y de don Carlos, á quienes
-conocia él bien, y preguntando del cocinero coxo, y dandose la bien
-venida entre si, le dixo uno de ellos: A fe, señor Sancho, que va v.
-m. medrando bravamente; no me desagrada que al cabo de sus dias dé en
-rufian; por mi vida que no es mala la moça; rolliça la ha escogido,
-señal de buen gusto; pero guardela de los gavilanes desta corte, y v.
-m. vaya sobre el aviso, no le coja algun alcalde de corte con el hurto
-en las manos; que á fe que no le faltaran docientos y galeras; que
-liberalisimamente se dan esas prebendas en la corte. No es mia la moça,
-respondió Sancho, sino del diablo que nos la endilgó en camisa en medio
-de un bosque; y de esa suerte y por el tanto la podran tomar vs. ms.
-siempre que quisieren; que la ropa que trae nuestro dinero nos cuesta;
-y juro non de Dios que si por ella me diesen, no digo docientos açotes
-y galeras, sino cuatro mil obispados, que la diera á Barrabas á ella y
-á todo su linaje, y que hiziera que se acordara de mi mientras viviera.
-En esto se le subieron á dormir á sus aposentos, haziendole dezir dos
-mil dislates á barato de los relieves que de la cena les habian quedado.
-
-
-
-
-CAPITULO XXXII
-
-En que se prosiguen las graciosas demostraciones que nuestro hidalgo
-don Quixote y su fidelisimo escudero Sancho hizieron de su valor en la
-corte.
-
-
-Parecioles al titular y á don Carlos que la primera cosa que habian de
-hazer, salidos de casa y oida misa, era besar las manos á su magestad y
-á algunos señores de calidad y del consejo, dandoles parte del estado
-del casamiento. Efectuaronlo pues asi saliendo acompañados de don
-Alvaro y de otros amigos que habian venido á visitar á don Carlos. Ya
-estaban levantados sus huespedes don Quixote, Barbara y Sancho á la
-que salian de casa; que no tuvieron poco en que entender con ellos en
-hazerles quedar en ella; que no habia remedio con don Quixote, sino que
-les habia de honrar con su compañia, subido en Rocinante; y á puras
-promesas de que enviarian luego por él, dada razon de su venida á los
-grandes, le hizieron quedar, aunque no sin guardas, para que de ninguna
-suerte le dexasen á él ni á los de su compañia salir de casa. A la
-que los señores salian della, se asomó de prisa Sancho á una ventana,
-diziendo á vozes: Señor don Carlos, si acaso topare por ahi aquel
-escudero negro, mi contrario, digale que le beso las manos, y que se
-apareje para esta tarde ó mañana para acabar aquella batalla que sabe
-con uno de los mejores escuderos que tiene barbas en cinta; y más, que
-le desafio para despues de la pelea á quien segará mejor y más apriesa,
-y aun le daré dos ó tres gabillas de ventaja, con tal condicion que
-comamos primero un gentil gazapo con su ajo; que yo lo sé hazer á
-las mil maravillas. Tirole en esto don Quixote del sayo con colera,
-diziendo: ¿Es posible, Sancho, que no ha de haber para ti guerra,
-conversacion ni pasatiempo que no sea de cosas de comer? Dexa estar al
-escudero negro; que sobre mí que él te venga sobrado á las manos; y
-aun á fe que entiendo que habras bien menester las tuyas para él. No
-habré, replicó Sancho, porque pienso ir prevenido á la pelea, llevando
-en la mano zurda una gran bola de pez blanda de çapatero, para cuando
-el negro me vaya á dar algun gran moxicon en las narizes, reparar el
-golpe en dicha bola, pues es cierto que dando él el golpe en ella con
-la furia que le dará, se le quedará la mano pegada de manera que no
-la pueda desasir; y asi, viendole yo con la mano derecha menos, y que
-no se puede aprovechar della, le daré á mi salvo tantos y tan fieros
-moxicones en las narizes, que de negras se las volveré coloradas á
-pura sangre. Hizieron sus visitas el titular, don Carlos y don Alvaro,
-teniendo ventura en poder besar las manos de espacio á su magestad,
-y, de poder tratar de sus negocios con él y con los demas señores á
-quienes tenian obligacion de dar los primeros avisos del casamiento;
-y en la ultima visita que hizieron á un personage de su calidad y muy
-familiar y amigo, casado con una dama de buen gusto, dieron cuenta de
-los huespedes que tenian en casa y de los buenos ratos que pasaban
-con ellos, pues eran los mejores que señor podia pasar en el mundo.
-Encarecieron tanto los humores de ellos, que el marido y muger les
-rogaron con notables veras se los llevasen á su casa aquella tarde para
-pasarla buena. Ofrecieronlo de hazer, con condicion de que se habia
-de fingir él gran archipampano de Sevilla, y su muger archipampanesa,
-diziendo que don Quixote era hombre que solo se pagaba de principes
-de nombres campanudos, porque el tema de su locura era ser caballero
-andante, desfazedor de agravios, y defensor de reinos, reyes y reinas;
-y que asi se le habia puesto en la cabeça que una feisima mondonguera
-de Alcala, que traia por fuerça en su compañia, era la reina Zenobia,
-que no la habia dexado menos perenal la vana y ordinaria lectura de
-libros de fabulosas caballerias, á la cual se habia dado por el credito
-que daba á todas las quimeras que en ellos se cuentan, teniendolas por
-verdaderas. Con este concierto se volvieron á su casa á comer, dando
-de parte del grande Archipampano un recado á don Quixote sobremesa, y
-diziendole juntamente como todos habian de ir, caido el sol, á besarle
-las manos él y Sancho, metidos en coches, por ser muy de principes
-pasear la corte aquellos meses en carroças, y no en caballos. Aceptó
-la ida don Quixote, y lo mismo hizo Sancho. En pareciendoles á los
-señores hora, mandaron aprestar los coches, y metiendose todos dentro
-con don Quixote, armado y embroquelado con su adarga, y con Sancho,
-caminaron hazia la casa del fingido Archipampano, á quien dieron los
-pajes luego aviso de las visitas que llegaban. En sabiendolo, se puso
-baxo un dosel en una gran sala á recebilles; y entrando el titular,
-don Carlos y don Alvaro en ella, le saludaron con notable cortesia y
-disimulacion, y asentandose por su mandado junto á él, llena la sala
-de la gente que los acompañaba y de la de casa, y estando en otro cabo
-della, en un buen estrado, la muger con algunas dueñas y criadas, se
-levantó don Alvaro, y tomando de la mano á don Quixote, le presentó
-con notable cortesia delante del Archipampano, diziendo: Aqui tiene
-vuesa alteza, señor de los flujos y reflujos del mar, y poderosisimo
-archipampano de las Indias oceanas y mediterraneas, del Helesponto
-y gran Arcadia, la nata y la flor de toda la caballeria manchega,
-amigo de vuesa alteza y gran defensor de todos sus reinos, insulas y
-peninsulas. Dicho esto, se volvió á asentar, y quedando don Quixote
-puesto en mitad de la sala, mirando á todas partes con mucha gravedad,
-puesto el cuento de la lança, que un criado le traxo, en tierra, estuvo
-callando hasta que vió que todos habian visto y leido las figuras y
-letras de su adarga; y cuando vió que callaban y estaban aguardando
-á que él hablase, con voz serena y grave començó á dezir: Magnanimo,
-poderoso y siempre augusto archipampano de las Indias, decediente de
-los Heliogabalos, Sardanapalos y demas emperadores antiguos: hoy ha
-venido á vuestra real presencia el Caballero Desamorado, si nunca
-le oistes dezir, el cual, despues de haber andado la mayor parte de
-nuestro hemisferio, y haber muerto y vencido en él un numero infinito
-de jayanes y descomunales gigantes, desencantando castillos, libertando
-donzellas, tras haber deshecho tuertos, vengando reyes, vencido reinos,
-sujetado provincias, libertado imperios, y traido la deseada paz á las
-más remotas insulas, mirando con los ojos de la consideracion á todo lo
-restante del mundo, he visto que no hay en toda la redondez dél, rey
-ni emperador que más digno sea y mejor merezca mi amistad, conversacion
-y trato que vuesa alteza, por el valor de su persona, lustre de sus
-progenitores, grandeza de su imperio y patrimonio, y principalmente
-por el esfuerço que muestra su bella y robusta presencia, por tanto yo
-he venido, magnanimo monarca, no á honrarme con vos, que asaz tengo
-de honra adquirida; ni á procurar vuestras riqueças ni reinos, que
-ahi tengo yo el imperio de Grecia, Babilonia y Trapisoda para cada y
-cuando que los quisiere; ni á deprender cortesias ni otras cualesquier
-gracias ni virtudes de vuestros caballeros, que mal puede aprender
-quien es conocido por todos los principes de buen gusto, por espejo y
-dechado de virtud, crianza y de todo prudencial y buen orden militar;
-sino á que desde este dia me tengais por verdadero amigo, pues dello
-os resultará no solamente honra y provecho, sino juntamente sumo
-contento y alegria; que llano es que todos los emperadores del mundo,
-en viendome de vuestra parte, os han de rendir, mal que les pese,
-vasallage, enviar parias, multiplicar embaxadores, á fin solo de hazer
-con vos inviolables y perpetuas treguas mientras yo en vuestra casa
-estuviere, compelidos del temor que con el trueno de mi nombre y con
-la gloria de mis fazañas les entrará por los oidos hasta lo intimo del
-coraçon, y porque veais que la fama que de mis obras habeis oido, no
-es solamente voz que se la lleva el viento, sino valentias heroicas y
-conquistas celebres, acabadas con suma felizidad, y felizidad en gloria
-de orden de la caballeria andantesca, quiero que luego en vuestra
-presencia venga conmigo á las manos aquel soberbio gigante Bramidan de
-Tajayunque, rey de Chipre, con quien ha más de un mes tengo aplaçada
-batalla para delante de vos y de todos vuestros grandes, en cuya
-presencia le he de cortar la monstruosa cabeça, y ofrecerla á la gran
-Zenobia, reina hermosisima de las Amazonas, con cuyo lado me honro,
-y á quien pienso dar el dicho reino de Chipre entre tanto que este
-braço la restituye en el suyo, que el Gran Turco le tiene usurpado,
-quedandome atras esta vitoria; la que tambien espero alcançar de cierto
-hijo del rey de Cordoba, tan alevoso, que en mi presencia levantó un
-falso testimonio á una reina, de quien es aliado; y por remate hazer
-desistir de la vida ó de su pretension al principe Perianeo de Persia
-en los amores de la infanta Florisbella, pues los solicita mi grande
-amigo Belianis de Grecia, y no cumpliria con lo que á quien soy debo si
-no le dexase sin pretendiente tan importante en tan grave pretension.
-Vuesa alteza, pues, mande luego á los tres venir por orden á esta real
-sala; que de nuevo les reto, desafio y aplaço. Dicho esto, quedaron
-él callando, y todos los demas de la sala tan suspensos de oir los
-concertados disparates de aquel hombre, y la gravedad y visages con que
-los dezia, que no sabian quien ni como saliese á responderle. Pero al
-cabo de rato el mismo Archipampano le dixo: Infinito huelgo, invicto
-y gallardo manchego, de que hayais querido hazer eleccion de mi corte
-y de los servicios que en ella os pienso hazer para bien suyo, gloria
-vuestra y aumento de mis estados, y más de que haya sido vuestra venida
-á ellos en tiempo que tan oprimidos me los tiene ese barbaro principe
-de Tajayunque que dezis; pero porque es ardua la empresa del duelo
-que con él teneis aplaçado, quiero, para deliberar sobre ello con más
-acuerdo, que se dilate hasta que lo consulte con mis grandes; que
-esotros desafios de los principes Perianeo y de Cordoba son de menos
-consideración, y facilmente se comprenderan ó rendiran ellos despues,
-cuando vean triunfais del rey de Chipre. La dilacion pues de su batalla
-os pido consintais en primer lugar, y en segundo os ruego os retireis
-cuanto pudieredes de las damas de mi casa y corte, pues estando vos en
-ella, y siendo el Caballero Desamorado, y tan galan, dispuesto, bien
-hablado y valiente, de fuerça han de estar todas ellas con grandisima
-vigilancia, y aun competencia, sobre cual ha de ser la tan dichosa
-y bien afortunada que os merezca; y no es mi intencion caseis con
-ninguna dellas, porque pretendo casaros con la infanta mi hija, que
-alli veis, luego que os vea coronado emperador de Grecia, Babilonia y
-Trapisonda, y de aqui adelante recebiré á merced de que como yerno mio
-en espera, tengais esta casa por propria, sirviendoos della y de mis
-proprios caballeros y criados. Don Carlos llamó en esto por un lado de
-la silla á Sancho y le dixo: Ahora es tiempo, amigo Sancho, de que el
-poderoso Archipampano os conozca y vea vuestro buen entendimiento; y
-asi no perdais la ocasion que teneis; antes dezidle con mucha y buena
-retorica, se sirva de mandaros dar á vos tambien licencia para hazer
-la batalla con aquel escudero negro que sabeis, pues venciendole, es
-cierto os dará el orden de caballeria, quedando tan caballero y famoso
-para toda vuestra vida, como lo es don Quixote. Apenas hubo oido Sancho
-tal consejo, cuando se puso en medio de la sala, delante de su amo,
-de rodillas, teniendo la caperuça en las manos, y diziendole en voz
-alta: Mi señor don Quixote de la Mancha, si alguna merced le he hecho
-en este mundo, le suplico por los buenos servicios de Rocinante, que
-es la persona que más puede con v. m., me dé, en pago della y dellos,
-licencia para hablar á este señor Arcadepampanos media dozena de
-palabras de grandisima importancia, pues visto por él mi ingenio,
-sin duda verná, andando dias y viniendo dias, á darme el orden de
-caballeria con los hazes y enveses que v. m. le tiene. Don Quixote
-le dixo: Sancho, yo te la doy; pero con condición que no hagas ni
-digas necedad alguna de las que sueles. Para eso, dixo Sancho, buen
-remedio; pongase v. m. tras mí, y en viendo que se me suelta alguna,
-que no podrá ser menos, tireme de la halda del sayo, y verá como me
-desdigo de cuanto hubiere dicho. Llegose inmediatamente don Quixote al
-caballero que tenia por archipampano, y dixole: Para que vuesa alteza,
-señor mio, vea que como verdadero andante traigo conmigo escudero de
-calidad, y fidelisimo para llevar y traer recados á las princesas y
-caballeros con quien se me ofrece comunicar, suplicole oiga este que
-aqui le presento, llamado Sancho Pança, natural del Argamesilla de
-la Mancha, hombre de bonisimas partes y respetos; porque tiene que
-hablar con vuesa alteza un negocio de importancia, si para ello se
-le diere licencia. El Archipampano le respondió que se la daba muy
-cumplida, pues habia echado de ver en su talle, trage y fisonomia, que
-no podia ser menos discreto que su amo. Pusose Sancho luego en medio, y
-volviendo la cabeça, dixo á don Quixote: Deme v. m. esa lança, para que
-me ponga como v. m. estaba cuando hablaba al Arcapampanos. Don Quixote
-le respondió: ¿Para qué diablos la quieres? ¿No ves que no estás armado
-como yo? Ya comienças á hacer necedades. Pues vaya v. m. contando,
-replicó Sancho, que ya tengo una; y poniendo las manos en arco, sin
-quitarse la caperuça, con no poca risa de los que le miraban, estuvo
-un buen rato sin hablar, hasta que viendolos callar, començó á dezir,
-procurando empeçar como su amo don Quixote, á cuyas razones habia
-estado no poco atento: ¡Magnanimo, poderoso y siempre agosto harto
-de pampanos...! Don Quixote le tiró del sayo, diziendo: Di augusto
-archipampano, y habla con tiento; y él, volviendo la cabeça, dixo: ¿Que
-más tiene augusto que agosto, y esotro de pampanos? ¿Todo no se va
-allá? Y prosiguió diziendo: Habrá v. m. de saber, señor descendiente
-del emperador Eliogallos y Sarganapalos, que yo me llamo Sancho Pança
-el escudero, marido de Mari-Gutierrez por delante y por detras, si
-nunca le oistes dezir, el cual por la gracia de Dios y de la santa sede
-apostolica soy cristiano, y no pagano como el principe Perianeo y aquel
-bellaco de escudero negro, y ha dias que ando en mi rucio con mi señor
-por la mayor parte de este nuestro... Y volviendo la cabeça á su amo
-le dixo: ¿Como diablos se llama aquel? ¡Oh maldito seas! replicó don
-Quixote: hemisferio, simple. ¿Pues que quiere agora? replicó Sancho:
-haga cuenta que tengo dos necedades á un lado: ¿piensa que el hombre
-ha de tener tanta memoria como el misal? Digame como se llama, y tenga
-paciencia; que ya se me ha tornado á desgarrar del caletre. Ya te he
-dicho, respondió don Quixote, que se llama hemisferio. Digo pues,
-prosiguió Sancho, que tornando á mi cuento, señor rey de Hemisferio,
-yo no he hasta agora muerto ni dispilfarrado aquellos gigantones que
-mi amo dize; antes huyo dellos como de la maldizion, porque el que ví
-en Çaragoça en casa del señor don Carlos, era tal, que ¡mal año para
-la torre de Babilonia que se le igualase! Y asi no quiero nada con él;
-allá se las haya con mi señor: con quien quiero probar mis uñas es
-con el escudero negro que trae, que negra pascua le dé Dios; que en
-fin es mi mortal enemigo, y no tengo de parar hasta que me lave las
-manos en su negra sangre en esta sala, en presencia de todos vs. ms.;
-que haziendolo, confio que vuesa altura me hará caballero si bien es
-verdad que puesto en mi rucio, tanto me lo soy como cualquiera: solo
-advierto que en la pelea no me han de faltar del lado mi amo, el señor
-don Carlos y don Alvaro, por lo que pudiese ofrecerse; tras que no
-hemos de reñir con palos ni espadas, pues con ellas nos podriamos hazer
-algun daño sin querer, teniendo que curar despues; sino que ha de ser
-á finos moxicones ó cachetes, y el que se pudiere aprovechar de alguna
-coz ó bocado, san Pedro se lo bendiga: bien es verdad que aun en esto
-tendrá no poca ventaja el bellaco del negro, porque ha más de dos años
-y medio que no he andado á moxicones con nadie, y esto, si no lo usan,
-se olvida facilmente como el Ave Maria; pero el remedio está en la mano
-del señor don Alvaro. ¿A quien digo? Lleguese acá, pesia á mi sayo.
-Diga, señor Sancho, respondió don Alvaro; que bien le oigo, y haré todo
-lo que fuere de su gusto. Pues lo que ha de hazer, prosiguió Sancho,
-es echarmele unos antojos de caballo cuando salga á la pelea; porque
-no viendome con ellos, errará los golpes, y llegando yo pasito, ya por
-este lado, ya por esotro, le daré mil porrazos, hasta que le haga ir á
-presentarse de rodillas delante de Mari-Gutierrez mi muger, pidiendole
-me ruegue le perdone. He aqui señor rey agosto, ya vencida la batalla y
-rendido el escudero negro; y asi no hay sino armarme caballero; que no
-sufro burlas, y á perro viejo no hay cuz cuz. Por cierto que mereceis,
-Sancho, dixo el Archipampano, el orden que pedis de caballeria; yo os
-le daré el dia que se concluyere la batalla con el rey de Chipre,
-haziendoos otras mercedes; pero contadme, por darme gusto, las hazañas
-del señor don Quixote y las aventuras con que se ha topado por esos
-hemisferios; que yo y la Archipampanesa mi muger, mi hija la infanta,
-y todos estos caballeros holgaremos mucho de oiros. Apenas le dieron
-pie para hablar á Sancho, cuando tomó tan de veras la mano á su amo
-en referir cuanto les habia sucedido, que jamas le dexó hazer baça,
-por más que con colera le porfiaba, contradezia y desmentia; y asi
-fue contando lo de Ateca, de ida y vuelta, y cuanto les habia pasado
-en Çaragoça, y con la reina Segovia en el bosque, Sigüença, venta,
-Alcala, y hasta la misma corte. Tratole mal su amo de palabras cuando
-acabó de dezir, y pasaron lindos cuentos sobre la averiguacion del de
-la ataharre, de que rieron de suerte los circunstantes, que se vió
-obligado don Quixote á dezirles: Por cierto, señores, que me maravillo
-mucho de que gente tan grave se ria tan ligeramente de las cosas que
-cada dia acontecen ó pueden acontecer á caballeros andantes: pues tan
-honrado era como yo el fuerte Amadis de Gaula, y con todo me acuerdo
-haber leido que habiendolo echado preso por engaño un encantador,
-y teniendole metido en una oscura mazmorra, le echó invisiblemente
-una melecina de arena y agua fria, tal, que por poco muriera della.
-Levantose, acabadas estas razones, el Archipampano de su asiento,
-temeroso de que tras ellas no descargase don Quixote algun diluvio de
-cuchilladas sobre todos (que se podia temer dél, segun se iba poniendo
-en colera); y llegandose á su muger, le preguntó que le parecia del
-valor de amo y criado; y celebrandolos ella por pieças de rey, le
-dixo don Carlos: Pues lo mejor falta por ver á vuesa alteza, que es
-la reina Zenobia; y si no, digalo Sancho: el cual replicó, mirando á
-las damas circunstantes: Par diez, señoras, que pueden vs. ms. ser lo
-que mandaren; pero en Dios y en mi conciencia le juro que las excede
-á todas en mil cosas la reina Segovia; porque, primeramente, tiene
-los cabellos blancos como un copo de nieve, y sus mercedes los tienen
-tan prietos como el escudero negro mi contrario: pues en la cara, ¡no
-se las dexa atras! Juro non de Dios que la tiene mas grande que una
-rodela, más llena de arrugas que gregüescos de soldado, y más colorada
-que sangre de vaca; salvo que tiene medio jeme mayor la boca que vs.
-ms., y más desembaraçada, pues no tiene dentro de ella tantos huesos ni
-tropieços para lo que pusiere en sus escondrijos; y puede ser conocida
-dentro de Babilonia, por la linea equinoccial que tiene en ella: las
-manos tiene anchas, cortas y llenas de verrugas; las tetas largas,
-como calabaças tiernas de verano. Pero ¿para que me canso en pintar
-su hermosura, pues basta dezir della, que tiene más en un pie que
-todas vs. ms. juntas en cuantos tienen? Y parece, en fin, á mi señor
-don Quixote pintipintada, y aun dize della él, que es más hermosa que
-la estrella de Venus al tiempo que el sol se pone; si bien á mí no me
-parece tanto; como media noche era por hilo, los gallos querian cantar.
-Celebraron mucho todos el dibuxo que Sancho habia hecho de la reina
-Zenobia, y rogaron á don Carlos la traxese alli el dia siguiente á la
-misma hora; y prometiendolo él, y llamando al titular su cuñado, que
-estaba apartado á un lado apaciguando á don Quixote, les suplicaron á
-ambos les dexasen aquella noche en casa á Sancho. Condescendieron con
-los ruegos del Archipampano, y en particular don Quixote, á quien el
-titular, don Alvaro y don Carlos dixeron no podia contradezir: tras
-lo cual, despidiendose todos de sus altezas, se volvieron á su casa
-con el acompañamiento que habian venido, y con no poco consuelo de don
-Quixote, por ver empeçaban ya á conocerle y temerle los de la corte.
-
-
-
-
-CAPITULO XXXIII
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-En que se continuan las hazañas de nuestro don Quixote, y la batalla
-que su animoso Sancho tuvo con el escudero negro del rey de Chipre, y
-juntamente la visita que Barbara hizo al Archipampano.
-
-
-Quedaron con Sancho contentisimos aquella noche el Archipampano y su
-muger, porque dixo donosas simplicidades; y no fue la menor dezir,
-cuando vió subir la cena; y que le mandaban asentar en una mesilla
-pequeña, junto á la de los señores, en la cual estaba una niña muy
-hermosa, hija dellos: Pues, ¡cuerpo non de Dios! ¿por que han de sentar
-á esa rapaza, tamaña como el puño, en esa mesa tan grande, y la ponen
-delante esos platos, mayores que la artesa de Mari-Gutierrez, dexandome
-á mí en esta mesilla menor que un harnero, siendo yo tamaño como
-tarasca de Toledo, y teniendo tantas barbas como Adan y Eva? Pues si
-lo hazen por la paga, tan buenos son los dos reales y medio que tengo
-en la faltriquera para pagar lo que cenare, como cuantos tenga el rey,
-y los que dieron por Jesucristo los judios á Judas; y si no, mirenlos.
-Y diziendo esto, se levantó y sacó hasta tres reales de cuartos sucios
-y untados, y echolos sobre la servilleta de la señora; pero apenas lo
-hubo hecho, cuando viendo que ella los iba á dar con la mano, pensando
-él que los queria tomar, los volvió á coger con furia diziendo: Por
-Dios, no les dará golpe su merced, que no haya yo muy bien cenado:
-á fe que le habian ya hinchido el ojo, como á la otra gordona moça
-gallega de la venta, á quien mi señor llamaba princesa; y si no fuera
-porque no traia ella tan buenos vestidos como v. m., ni esa rueda de
-molino que trae al gaznate, jurara á Dios y á esta cruz que era v. m.
-ella propria. Solemnizaron mucho la letania de simplicidades que habia
-ensartado; y diziendole el maestresala: Callá, Sancho, que para que
-ceneis más á vuestro placer os hemos puesto esa mesa aparte;--cuanto
-mayor fuere la que me tocare desos avechuchos, replicó Sancho, más á
-mi placer cenaré. Pues empezad por este plato dellos, le dixo luego,
-dandole un buen plato de palominos con sopa dorada: comió ese y los
-demas que le dieron, tan sin escrupulo de conciencia, que era bendicion
-de Dios y entretenimiento de los circunstantes; y viendo acabada la
-cena, y que la señora afloxaba la gorguera ó arandela, le dixo: ¿No me
-dirá por vida de quien la mal parió, á que fin trae esas carlancas al
-cuello, que no parecen sino las que traen los mastines de los pastores
-de mi tierra? Pero tal deben de molestar todos estos podencos de casa,
-para que no sea menester eso y más para defenderse dellos. Dicho esto
-sacó otra vez el dinero diziendo: Tome v. m. agora y paguese lo que
-fuere la cena; que no quiero irme á acostar sin rematar cuentas; que
-asi lo haziamos siempre por el camino mi señor don Quixote y yo; que
-esto, me dezia el Cura, mandan los mandamientos de la Iglesia cuando
-mandan pagar diezmos y primicias. Tomolos el señor diziendo: Yo me doy
-por satisfecho con lo que hay aqui, de lo que debeis de cena y cama, y
-aun mañana os daré tambien de comer á medio dia por ello sin más paga.
-Yo le beso las manos por la merced, respondió Sancho; que para esas
-cosas con hilo de arambre me haran estar más quedo que una veleta de
-tejado: y mire que le tomo la palabra; que aunque sé que hago harta
-falta á mi señor, yo me disculparé con él, diziendo que no acerté la
-casa: cuanto y más que cuando el hombre lleve media dozena de palos
-por una buena comida, no es tanta la costa que no le salga demasiado
-de barato, y otras vezes nos los han dado á mí y á él de balde y sin
-comida alguna. Dieron orden en que le llevasen á acostar, haziendo
-lo mismo ellos, como tambien lo hizieron, despues de bien cenados en
-su casa, el titular, don Carlos, don Alvaro, don Quixote y Barbara;
-si bien sobremesa tuvieron su pedazo de pendencia, porque diziendole
-á ella el titular se aprestase para ir á visitar el dia siguiente
-al Archipampano y Archipampanesa, que la aguardaban, respondió ella
-excusandose, no la mandasen salir en publico delante de personas; que
-era correrla demasiado y darla mucha prisa; que bien se conocia y sabia
-era, como les habia dicho, una triste mondonguera, Barbara en nombre y
-en cosas de policia; y que les suplicaba se diesen por satisfechos de
-la paciencia con que hasta alli habia pasado con las pesadas burlas y
-fisgas que el señor don Quixote hazia, y queria hiziesen todos della.
-No hubo oido esto él, cuando le dixo: Por cuanto puede suceder en el
-mundo, no niegue vuesa magestad, le suplico, señora reina Zenobia, su
-grandeza, ni la encubra diziendo una blasfemia tan grande como la que
-agora ha dicho; que ya estoy cansado de oirsela repetir otras vezes,
-y no tomemos en la boca eso de mondonguera; que aunque para mí sé yo
-claramente quien es y su valor, con todo, es necesario la conozca
-todo el mundo: vaya vuesa alteza á hablar con quien el señor principe
-Perianeo y estos caballeros la ruegan; que entre damas tales cual la
-Archipampanesa y la Infanta su hija, ha de campear su beldad, pues yo
-salgo fiador que en viendola, la estimen y respeten en lo que merece
-y todos deseamos. No se hizo, como cuerda, de rogar más, conociendo
-lo que debia á don Quixote, y que hasta entonzes no le habia ido
-sino bien en condescender con sus locuras, de que se llevaba por lo
-menos el pasar buena vida, y asi ofreció el ir. Venida la mañana, el
-Archipampano salió á misa, llevando consigo á Sancho, al cual preguntó
-por el camino si sabia ayudar á misa, y respondió diziendo: Sí, señor,
-aunque es verdad que de unos dias á esta parte, como andamos metidos
-tanto en este demonio de aventuras, se me ha volado de la testa la
-confesion y todo lo demas, y solo me ha quedado de memoria el encender
-las candelas y el escurrir las ampollas; y aun á fe que solia yo tañer
-invisiblemente los organos por detras en mi pueblo divinamente, y en
-no estando yo en ellos, todo el pueblo me echaba de menos. Rieronlo
-de gana, y acabada la misa, volvieron á casa á comer, y despues de
-haberlo hecho, no sin muy buenos ratos que pasaron con Sancho, le dixo
-el Archipampano: Yo, en resolucion, quiero, señor Sancho, que de aqui
-adelante os quedeis en mi casa y me sirvais, ofreciendome á daros más
-salario del que os da el Caballero Desamorado; que tambien yo soy
-caballero andante como él, y he menester servirme de un escudero tal
-cual vos, en las aventuras que se me ofrecieren; y asi, para obligaros
-desde luego, os mando un buen vestido por principio de paga; pero
-dezidme: ¿cuanto es lo que os da por año el señor don Quixote? A esto
-respondió Sancho: Señor, mi amo me da nueve reales cada mes, y de
-comer, y unos çapatos cada año, y fuera deso me tiene prometido todos
-los despojos de las guerras y batallas que vencieremos; aunque hasta
-agora, por bien sea, los despojos que habemos llevado no han sido otros
-que muy gentiles garrotazos, como nos los dieron los meloneros de
-Ateca; mas con todo eso, aunque v. m. me añadiese un real más por mes,
-no dexaria al Caballero Desamorado, porque á fe que es muy valiente,
-á lo menos segun le oigo dezir cada dia; y lo mejor que tiene es ser
-esforçado sin perjuizio ni daño de nadie, pues hasta agora no le he
-visto matar una mosca. Replicó el Archipampano diziendo: ¿Es posible,
-Sancho, que si yo os regalase más que vuestro amo, y os diese cada mes
-un vestido y un par de çapatos, y juntamente un ducado de salario, no
-me serviriades? Respondiole él: No es eso malo; pero con todo no le
-serviria sino con condicion que me comprase un gentil rucio para ir por
-esos caminos; que sepa que soy muy mal caminante de á pie, y más, que
-habiamos de llevar muy buena maleta con dineros porque no nos viesemos
-en los desafortunios que agora un año nos vimos por aquellas ventas
-de la Mancha; tras que juntamente v. m. me habia de jurar y prometer
-hazerme por sus tiempos rey ó almirante de alguna insula ó peninsula,
-como mi señor don Quixote me tiene prometido desde el primer dia que le
-sirvo; que aunque no tenga muy buen expediente para gobernar, todavia
-sabriamos Mari-Gutierrez y yo juntos deslindar los desaforismos que en
-aquellas islas se hiziesen; verdad es que ella tambien es un poco ruda;
-pero creo que desde que ando por acá, no dexara de saber algo más.
-Pues, Sancho, dixo el fingido Archipampano, yo me obligo á cumpliros
-todas esas condiciones con que quedeis en mi casa, y traigas á ella
-juntamente vuestra muger para que sirva á la gran Archipampanesa, que
-me dizen sabe lindamente ensartar aljofar. Ensartar azumbres, dixera
-v. m. mejor; que á fe que los enhila tan bien como la reina Segovia,
-que no lo puedo más encarecer. Pusieron en esto los señores fin á la
-platica por sestear un rato, habiendo dado aviso á algunos señores
-amigos para que acudiesen aquella tarde á gozar del entretenimiento
-que se les esperaba, con el caballero andante, su dama y su escudero.
-La misma prevencion hizieron don Carlos, el titular, su cuñado y don
-Alvaro. Llegada pues la hora y aprestados los coches, se metieron
-en ellos con Barbara, á la cual quiso llevar don Quixote á su lado;
-y con este entremes y no poca risa de los que los vian en el coche,
-llegaron á casa del Archipampano; y subidos á ella y ocupando los
-ordinarios asientos los caballeros y las damas, entró por la sala
-don Quixote, armado de todas pieças, trayendo con gentil continente á
-la reina Zenobia de la mano. En viendolos entrar, don Alvaro Tarfe se
-levantó, y postrado delante del Archipampano, le dixo: El Caballero
-Desamorado, poderoso señor, y la sin par reina Zenobia vienen á visitar
-á vuesa alteza. Apenas oyó Sancho el nombre de su amo, cuando se
-levantó del suelo, en que estaba asentado, y corriendo para su amo,
-arrodillandose delante dél, le dixo: Sea mi señor muy bien venido, y
-gracias á Dios que aqui estamos todos; mas digame v. m., ¿acordose
-de echar de comer al rucio la noche pasada? que estará el pobre del
-asno con gran pena por no haberme visto de ayer acá; y asi, le suplico
-diga de mi parte cuando le vea, que les beso las manos muchas vezes
-á él y á mi buen amigo Rocinante, y que por haber sido esta noche
-convidado á cenar y á dormir, y hoy á comer, por solos dos reales y
-medio, ¡ahorcado sea tal barato, plegue á la madre de Dios! del señor
-Arcapampanos, no los he ido á ver; pero que aqui en el seno les tengo
-guardadas para cuando vaya un par de piernas de ciertos mochuelos
-reales. No hizo caso don Quixote destos disparates, sino que fue
-caminando con gravedad, de la suerte que habia entrado, con la reina
-Zenobia, hasta ponerse en presencia del Archipampano, do presentado,
-dixo: Poderoso señor y temido monarca: aqui en vuestra presencia está
-el Caballero Desamorado, con la escelentisima reina Zenobia, cuyas
-virtudes, gracias y hermosura, con vuestra buena licencia, tengo de
-defender desde mañana á la tarde en publica plaça contra todos los
-caballeros, por rara y sin par. Con esto la soltó de la mano y mientras
-los circunstantes, admirados entre sí, celebraban unos con otros la
-locura dél y fealdad della, se volvió el amo al escudero á preguntarle
-como le habia ido aquella noche con el Archipampano, y que le habia
-dicho de su buen brio, fortaleça y postura. En esto llegó Barbara,
-llamada adonde los caballeros y damas estaban, do puesta de rodillas,
-callaba vergonzosisima, aguardando á ver lo que le dirian; los cuales
-tenian tanto que hazer en admirarse de la fealdad que en ella miraban,
-y más viendola vestida de colorado, que no acertaban á hablarla
-palabra de pura risa: con todo, mortificandola cuanto pudo, le dixo
-el Archipampano: Levantaos, señora reina Zenobia; que agora echo de
-ver el buen gusto del Caballero Desamorado que os trae, porque siendo
-él desamorado, y aborreciendo tanto á las mugeres, como me dizen que
-las aborrece, con razon os trae á vos consigo, para que mirandoos á
-la cara, con mayor facilidad consiga su pretension, si bien se podria
-dezir por él el refran de que qui amat ranam, credit se amare Dianam;
-pero con todo, estoy en opinion de que si fueran cual vos todas las
-mugeres del mundo, todos los caballeros dél aborrecerian su amor en
-sumo grado. El que estaba más cerca de su esposa le preguntó qué le
-parecia de la señora reina Zenobia, que el Caballero Desamorado traia
-consigo por dechado de hermosura. Yo aseguro, respondió ella, que
-le den pocas ocasiones de pendencias los competidores de su beldad.
-En esto prosiguió el Archipampano la conversacion con la Reina,
-preguntandole de su vida; y enterado de su boca de como se llamaba
-Barbara, y de lo demas tocante á su estado y su ofizio, y de la ocasion
-por que seguia al loco de don Quixote, le dixo él si se atreveria á
-quedar por camarera de su muger, que necesitaba de quien le acallase
-una niña que le criaban, ofizio que le parecia que ninguno le haria
-mejor que ella; la cual excusandose con su poca capacidad y experiencia
-en cosas de palacio, tuvo luego al lado por abogado á Sancho, el cual
-salió á la causa diziendo: No tiene, señor, v. m. que pescudarla; que
-no saldrá el diablo de la Reina del camino carretero de adereçar un
-vientre de carnero y cocer unas manecillas de vaca, pues no sabe otra
-cosa. Y llegandose á ella, y tirandola de la saya colorada, que le
-venia más de palmo y medio corta, dixo: Abaxe, señora Segovia, esa saya
-con todos los Satanases, que se le parecen las piernas hasta cerca de
-las rodillas: ¿como, digame, quiere que la tengan por reina tan hermosa
-si descubre esas piernas y çancajos, con las calças coloradas llenas
-de lodo? Y volviendose al Archipampano, le dixo: ¿Por que piensa v. m.
-que mi amo ha mandado á la reina Segovia que traiga las sayas altas y
-descubra los pies? Ha de saber que lo haze porque, como ve que tiene
-tan mala catadura, y por otra parte aquel borron en el rostro, que
-la toma todo el mostacho derecho, quiere con esa invencion hazer un
-noverint universi que declare á cuantos le miraren á la cara como no
-es diablo, pues no tiene pies de gallo, sino de persona, de que se
-podran desengañar mirandola los pies, pues por la bondad de Dios los
-trae harto á la vergüença, y aun con todo, Dios y ayuda. Don Quixote le
-dixo: Yo apostaré, Sancho, que tienes bien llena la barriga y cargado
-el estomago, segun hablas: guarda no se me suba la mostaça á las
-narizes y te cargue otro tanto á las espaldas, por igualar la sangre.
-Respondió Sancho: Si tengo lleno el estomago, buenos dos reales y
-medio me cuesta. Llegó á la que estaban en estos dares y tomares, don
-Alvaro, y haziendo apartar á Sancho y á don Quixote á un lado, dixo al
-Archipampano, haziendole un gran acatamiento á la puerta de la real
-sala: Aqui está, excelso monarca, un escudero negro, criado del rey
-de Chipre Bramidan de Tajayunque; el cual trae una embaxada á vuesa
-alteza, y viene á hazer no sé que desafio con el escudero del Caballero
-Desamorado. En oyendolo, respondió aprisa Sancho, perdido el color:
-Pues digale luego, por las entrañas de Jesucristo, que no estoy aqui y
-que no me hallo agora para hazer pelea... Pero, ¡cuerpo del anima del
-Antecristo! vayan y diganle que entre; que aqui estoy aguardandole, y
-que venga mucho de noramala él y la puta negra de su madre; que yo,
-si me ayudan mi amo y el señor don Carlos, que me quiere del alma, me
-atrevo á hazerle que se acuerde de mí y del dia en que el negro de su
-padre le engendró, mientras viva. Hase de advertir aqui que don Alvaro
-y don Carlos habian dado orden á su secretario se tiznase el rostro,
-como lo hizo en Çaragoça, y entrase en la sala á presentarse á Sancho
-de la suerte que allá se le presentó á él y á su amo, continuando el
-embuste del desafio. Entro pues dicho secretario, tiznada la cara y las
-manos, y vestido una larga ropa de terciopelo negro, con una grande
-cadena de oro en el cuello, trayendo juntamente muchos anillos de los
-dedos y gruesos çarcillos atados á las orejas. En viendole Sancho,
-como ya le conocia de Çaragoça, le dixo: Seais muy bien venido, monte
-de humo: ¿que es lo que quereis? que aqui estamos mi señor y yo; y
-guardaos del diablo, y mirad como hablais; que por vida de mi rucio,
-que no pareceis sino uno de los montes de pez que hay en el Toboso para
-empegar las tinajas. El secretario se puso en medio de la sala, y sin
-hazer cortesia á nadie, volviendose á don Quixote, despues de haber
-estado un rato callando, dixo desta manera: Caballero Desamorado, el
-gigante Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre y señor mio, me manda
-venir á ti para que le digas cuando quieres acabar la batalla que
-con él tienes aplaçada en esta corte; porque él acababa de llegar
-ahora de Valladolid, de dar cima á una peligrosa aventura, en que ha
-muerto él solo más de docientos caballeros sin más armas que una maça
-que trae de acero colado: por tanto mandadme dar luego la respuesta,
-para que vuelva con ella al gigante mi señor. Antes que don Quixote
-respondiese, se llegó don Carlos á su negro y disfrazado secretario
-diziendole: Señor escudero, con licencia del señor don Quixote, os
-quiero responder como persona á quien tambien toca ser vengado de
-las soberbias palabras de vuestro amo; y asi, digo por ambos, que la
-batalla se haga el domingo en la tarde en el puesto que sus altezas
-señalen, en cuya presencia se ha de hazer, y sea de la suerte y con las
-armas que vinieren á él más á proposito; y con esto os podeis ir con
-Dios, si otra cosa no se os ofrece. El secretario respondió diziendo:
-Pues antes que me vaya quiero tomar luego en esta sala vengança de un
-soberbio y descomunal escudero del Caballero Desamorado, llamado Sancho
-Pança, el cual se ha dexado dezir que es mejor y más valiente que yo:
-por tanto, si está entre vosotros salga aqui, para que, haziendole con
-los dientes menudisimas tajadas, le eche á las aves de rapiña para que
-se lo coman. Todos callaron; y viendo Sancho tan general silencio,
-dixo: ¿No hay un diablo que, agora que es menester, hable por mí, en
-agradecimiento y pago de lo mucho que yo otras vezes hablo por todos? Y
-llegandose al secretario, le dixo: Señor escudero negro, Sancho Pança,
-que soy yo, no esta aqui por agora; pero hallarle heis á la puerta del
-Sol, en casa de un pastelero, do está dando cabo y cima á una grande y
-peligrosa aventura de una hornada de pasteles: id por tanto á dezille
-de mi parte que digo yo que venga luego á la hora á hazer batalla con
-vos. ¿Pues como, replicó el secretario, siendo vos Sancho Pança mi
-contrario, dezis que no está aqui? Vos sois una gran gallina. Y vos
-un gran gallo, respondió Sancho, porque quereis que yo esté aqui á
-pesar mio, no queriendo estar, por más que sea Sancho Pança, escudero
-del Caballero Desamorado y marido de Mari-Gutierrez; y si niego lo
-que soy, más honrado era san Pedro y negó á Jesucristo, que era mejor
-que vos y la puta que os parió, mal que os pese; y si no, dezid al
-contrario. No pudieron detener la risa los circunstantes del disparate;
-y cobrando nuevo animo, prosiguió: Y sabed, si no lo sabeis, que estoy
-aguardando poco á poco á que me venga la colera para reñir con vos;
-y creed bien y caramente que si deseais con esa cara de cocinero del
-infierno hazerme menudisimas tajadas con los dientes para echarme á
-los gorriones, que yo con la mia de pascua, deseo hazeros entre estas
-uñas rebanadas de melon, para daros á los puercos á que os coman: por
-tanto, manos á la labor; pero ¿de que manera quereis que se haga la
-pelea? ¿De que manera se ha de hazer, replicó el secretario, sino con
-nuestras cortadoras espadas? ¡Oxte, puto! dixo Sancho; eso no, porque
-el diablo es sutil, y donde no se piensa, puede suceder facilmente una
-desgracia, y podria ser darnos con la punta de alguna espada en el ojo
-sin quererlo hazer, y tener que curar para muchos dias. Lo que se podrá
-hazer, si os parece, será hazer nuestra pelea á puros caperuçazos, vos
-con ese colorado bonete que traeis en la cabeça, y yo con mi caperuça,
-que al fin son cosas blandas, y cuando un hombre la tire y dé al otro
-no le puede hazer mucho daño; y si no, hagamos la batalla á moxicones;
-y si no, aguardemos al invierno que haya nieve, y á puras pelladas
-nos podemos combatir hasta tente bonete, desde tiro de mosquete. Soy
-contento, dixo el secretario, de que se haga la batalla en esta sala
-á moxicones, como me dezis. Pues aguardaos un poco, respondió Sancho,
-que sois demasiado de supito, y aun no estoy del todo determinado de
-reñir con vos. Enfadose don Quixote, y dixole: Por cierto, Sancho, que
-me parece tienes sobrado temor á ese negro, y asi entiendo es imposible
-salgas bien desta hecha. ¡Oh mal haya quien me parió, replicó Sancho,
-y aun quien me mete en guerreaciones con nadie! ¿V. m. no sabe que yo
-no vengo en su compañia para hazer batallas con hombres ni mugeres,
-sino solo para servirle y echar de comer á Rocinante y á mi asno, por
-lo cual me da el salario que tenemos concertado? Tanto me hará, que dé
-á Judas las peleas, y aun á quien acá me traxo. ¡Mirad que cuerpo non
-de tal con v. m.! Estase ahi el señor Arcapampanos y su muger con todo
-su abolorio y el principe Perianeo, y el señor don Carlos y don Alvaro
-con los demas, desquixarandose de risa, y v. m., armado como un san
-Jorge, contemplandose á su reina Segovia; y no quiere que tenga temor
-estando delante de mi enemigo, con la candela en la mano, como dizen.
-Igual fuera que se pusieran de por medio todos y nos compusieran, pues
-saben fuera hazer las siete obras de misericordia. Bien dizes, Sancho,
-dixo don Alvaro; y asi, por mi respeto, señor escudero, habeis de hazer
-pazes con él y desistir de vuestra pretension y desafio, pues basta el
-que tiene hecho vuestro amo con el suyo, para que en virtud dél quede
-por vencido el escudero del señor que lo fuere de su contrario. A mí
-se me haze, respondió el secretario, muy grande merced en eso; porque
-si vá á dezir verdad, ya me bamboleaba el anima dentro las carnes,
-de miedo del valeroso Sancho; y (replicó el secretario) no terné las
-treguas por firmes si juntamente no nos damos los pies: Los pies, dixo
-Sancho, y cuanto tengo os daré á trueque de no veros de mis ojos. Y
-diziendo esto, levantó el pie para darsele; pero apenas lo hubo hecho,
-cuando lo tuvo asido el secretario dél, de suerte que le hizo dar una
-gran caida. Rieron todos, y saliose corriendo el secretario, tras lo
-cual se llegó don Quixote á levantar á Sancho, diziendole: Mucho siento
-tu desgracia, Sancho; pero puedeste alabar de que quedas vencedor, y
-de que á traicion y sobre treguas, y lo que peor es, huyendo, ha hecho
-tu contrario esta alevosia; pero si quieres te le traiga aqui para que
-te vengues, dilo; que iré por él; hecho un rayo. No, ¡cuerpo de tal!
-dixo Sancho, pues peor librará si pelearamos mano á mano; y como v.
-m. dize, al enemigo que huye, la puente de plata. Avisaron tras esto
-que ya era hora de la cena, porque se les habia pasado el tiempo sin
-sentir en oir y ver estos y otra infinidad de disparates; y obligando
-el Archipampano á todos que se quedasen á cenar con él, lo hizieron con
-mucho gusto, pasando graciosisimos chistes en la cena: tras la cual se
-fueron todos á reposar, unos á sus cuartos y otros á sus casas, solo
-Sancho, que se hubo de quedar en la del Archipampano, medio mal de su
-grado.
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-
-CAPITULO XXXIV
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-Del fin que tuvo la batalla aplaçada entre don Quixote y Bramidan
-de Tajayunque, rey de Chipre, y de como Barbara fue recogida en las
-arrepentidas.
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-Muchos y buenos dias tuvieron, no solo aquellos señores, con don
-Quixote, Sancho y Barbara, sino otros muchos á quien dieron parte de
-sus buenos humores y de los dislates del uno y simplicidades del otro;
-y llegó el negocio á termino que ya eran universal entretenimiento
-de la corte. El Archipampano, para mayor recreacion, hizo hazer un
-gracioso vestido á Sancho, con unas calças atacadas, que él llamaba
-çaragüelles de las Indias, con que parecia extremadamente de bien,
-y más, puesto con espada al lado y caperuça nueva; siendo menester;
-para persuadirle se la ciñese, dezirle le armaba caballero andante
-una tarde, por la vitoria que habia alcançado del escudero negro,
-dandole el orden de caballeria con mucho regocijo y fiesta: pero
-iba empeorando tan por la posta don Quixote con el aplauso que via
-celebrar sus hazañas á gente noble, y más desque vió armado caballero
-su escudero, que, movidos de escrupulo, se vieron obligados el
-Archipampano y principe Perianeo á cesar de darle prisa, y á dar
-orden en que se curase de proposito, apartandole de la compañia de
-Barbara y de conversaciones publicas; que Sancho, aunque simple, no
-peligraba en el juizio. Comunicaron esta determinacion con don Alvaro,
-y pareciendole bien su resolucion, les dixo que él se encargaba, con
-industria del secretario de don Carlos, cuando dentro de ocho dias
-se volviese á Cordoba, donde ya sus compañeros estarian, por haberse
-ido allá por Valencia, de llevarsele en su compañia hasta Toledo, y
-dexar muy encargada y pagada alli en casa del Nuncio su cura, pues no
-le faltaban amigos en aquella ciudad á quien encomendarle. Añadió que
-se obligaba á ello por lo que tenia escrupulo de haber sido causa de
-que saliese del Argamesilla para Çaragoça, por haberle dado parte de
-las justas que alli se hazian, y hazerle dexado sus armas y alabado su
-valentia; pero que era de parecer no se le tratase nada sin dexarle
-salir á la batalla de Tajayunque, porque, segun la tenia en la cabeça,
-le parecia imposible persuadirle nueva aventura, no rematada aquella
-que tan desvanecido le traia; y que lo que se podia hazer era dar orden
-en que se aplaçase y fuese el dia siguiente, y para más aplauso, en la
-casa del Campo, donde se podria cenar para más recreacion, convidando
-muchos amigos, pues tenia por cierto seria graciosisimo el remate de la
-aventura, que no esperaba menos del ingenio del secretario. Agradoles
-á todos el voto de don Alvaro, y más al Archipampano, el cual tomó
-á su cargo el proveer la cena y prevenir el puesto: solo rogó á don
-Carlos le hiziese placer de procurar persuadir á Sancho se quedase en
-su casa y de traer juntamente á Mari-Gutierrez; que él se encargaba de
-ampararles y valerles mientras viviesen, porque gustaba mucho él y su
-muger del natural de Sancho, y estaban certificados que no era de menos
-gusto el de Mari-Gutierrez; y porque ninguno de los valedores de don
-Quixote y su compañia quedase sin cargo en orden á procurar su bien,
-le dió al principe Perianeo de que procurase con Barbara aceptase el
-recogimiento que le queria procurar en una casa de mugeres recogidas,
-pues él tambien se obligaba á darle la dote y renta necesaria para
-vivir honradamente en ella. Encargados pues todos y cada uno de por si
-de hazer cuanto pudiese en el personage que se le encomendaba, llegado
-el plaço señalado para la batalla de Bramidan, se fueron los dichos
-señores con otros muchos de su propia calidad á la casa del Campo, do
-estaban ya otros haziendo estrado á las damas que con la muger del
-Archipampano habian ido á tomar puesto. Llevaronse los señores consigo
-á don Quixote, armado de todas pieças, y más de coraje, y con él á la
-reina Zenobia y á Sancho, llevando un lacayo del diestro á Rocinante,
-que con el ocio y buen recado estaba más lucio, y un paje llevaba la
-lança. Estaba ya prevenido el secretario de don Carlos de uno de los
-gigantes que el dia del Sacramento se sacan en la procesion en la
-corte, para continuar la quimera de Bramidan. Llegados al teatro de la
-burla, y ocupados los asientos (tras un buen rato de conversacion y
-paseo por la huerta) que dentro la casa estaban prevenidos, y puesto
-don Quixote en el suyo, se le llegó Sancho diziendo: ¿Que es, señor
-Caballero Desamorado? ¿Como va? ¿Estan buenos el honrado Rocinante y
-mi discreto rucio? ¿No le han dicho nada que me dixese? Yo aseguro
-que no les ha dado mis recados; que no dexaran de responderme; pero
-yo sé el remedio, y es desocuparme de los negocios de palacio, y
-buscar tinta y papel, y escribilles media dozena de renglones; que no
-faltará un paje ó pajaro, ó como los llaman, que se los lleve. Don
-Quixote le respondió: Rocinante está bueno, y ahi le verás presto hazer
-maravillas, luego que enfronte con el caballo indomito que traxere
-Bramidan: del rucio no te digo, hijo, sino que gusta mucho de la corte
-por lo poco que en ella trabaxa y por lo bien que le va. A eso replicó
-Sancho: Por ahi echo de ver que somos medio parientes, pues tenemos una
-misma condicion; porque le juro, mi señor, que en mi vida he comido
-mejor ni tenido mejor tiempo que desde que estoy con el Arcapampanos;
-porque á él no se le da más de gastar ocho ó nueve reales cada dia en
-comer, que á mí de comermelos; y hame dado una cama en que duermo,
-que juro non de Dios no la tienen mejor las animas del limbo, por más
-que sean hijas de reyes: solo hay malo que con tanto regalo se me
-olvidan los negocios de aventuras y peleas. Pero ¿que me dize destos
-çaragüelles de las Indias? La más mala cosa son que se puede pensar;
-porque por una parte, si no les poneis treinta agujetas, se os caen por
-los lados; y por otra, si les poneis todas las que ellos piden, no se
-comediran á caerse en una necesidad si no las desatais de una en una,
-aunque se lo supliqueis con el bonete en la mano, por más que os vean
-con el alma en los dientes traseros, tras que no se puede un hombre
-con ellos rebullir, ni abaxar á coger del suelo las narizes, por más
-que se le caigan de mocos. ¡Oh hi de puta, y que bellaca cosa son para
-segar! No me atreveria yo á segar con ellos doze haças al dia por todo
-el mundo: yo no sé como pueden los indios segar con ellos ni remecerse
-sin dar de ojos á cada paso; yo creo que los pajes del Arcapampanos
-deben de nacer allá en las Indias de Sevilla con estos diablos de
-pedorreras, segun saltan y brincan con ellas; yo no sé los caballeros
-andantes si las traian en aquellos tiempos: lo que sé dezir de mí es
-que todas las vezes que he de mear, he menester quitar una agujeta de
-delante, y aun despues, con todo eso, por más que haga, se me cae lo
-medio adentro: linda cosa son çaragüelles de mi tierra, pues si os da,
-trayendolos, alguna corrença, apenas habeis desatado una laçada cuando
-ya estan abaxo. Mil vezes le he rogado al Arcapampanos se haga unos
-para él, como los mios, tan abiertos abaxo como arriba, de buen paño
-de llori, pues cuando mucho, no le costaran más de veinte reales, y
-con ellos andará hecho persona; y diziendome que lo hará, nunca veo
-que lo efetua. Estando en estas razones, sintieron un grande rumor de
-los pajes que estaban á la puerta; y sosegandolos á todos don Alvaro,
-mandó asentar á Sancho en el suelo á los pies del Archipampano; tras
-lo cual entró por la sala el secretario de don Carlos, metido dentro
-del gigante, el cual traia una espada de palo entintada, de tres varas
-de largo y un palmo de ancho. Apenas le vió Sancho asomar, cuando dixo
-á vozes: Ven aqui, señores, una de las más desaforadas bestias que en
-toda la bestieria se puede hallar: este es el demonio de Tajayunque,
-que solo para perseguir á mi amo ha más de cuatro meses que ha venido
-del cabo del mundo; y son tan endiabladas sus armas, que solo para
-que se las traigan ha menester diez pares de bueyes; y si no, mirenle
-la espada, con que dizen que suele cortar un ayunque de herrero por
-medio. Miren pues ¡que hará del pobre mi señor don Quixote! Por las
-llagas de Dios mande á todos me hagan placer de echarle de aqui con
-Barrabas, á que vaya á tener guerreacion allá con la muy puerca de
-su madre; y no piense nos va poco en ello, pues asi partirá de un
-reves á diez ó doze de nosotros, como yo con un papirote partiria el
-anima de Judas si delante de mi viniese. Mandole don Quixote callar
-hasta ver que era lo que queria, pues conforme á ello se le daria
-la respuesta. Puesto en medio el crecido gigante, dixo con mucha
-pausa, despues de haber obligado á todos á que le diesen silencio con
-volver buen rato la cabeça á todas partes: Bien habrás echado de ver,
-Caballero Desamorado don Quixote de la Mancha, en mi presencia, como
-he cumplido la palabra que te dí en Çaragoça, de venir á la corte del
-rey Catolico á acabar delante de sus grandes la singular batalla que
-de tu persona á la mia tenemos aplaçada. Hoy pues es el dia en que los
-de tu vida han de acabar á los filos desta mi temida espada, porque
-hoy tengo de triunfar de ti y hazerme señor de todas tus vitorias,
-cortandote la cabeça y llevandola conmigo á mi reino de Chipre, do la
-pienso fixar en la puerta de mi casa con un letrero que diga: «La flor
-manchega murió á manos de Bramidan.» Hoy es el dia en que, quitandote
-á ti del mundo, me coronaré pacificamente por rey de todo él, pues no
-habrá fuerças que me lo impidan; y hoy, finalmente, es el dia en que
-me llevaré todas las damas que en esta sala y corte estan, á Chipre,
-para que haga dellas á mi gusto en mi rico y grande reino, pues hoy
-començará Bramidan, y acabará don Quixote de la Mancha: por tanto, si
-eres caballero, y tan valeroso como todo el orbe dize, vente luego para
-mí; que no traigo otras armas ofensivas ni defensivas más que esta
-sola espada hecha en la fragua de Vulcano, herrero del infierno, á
-quien yo adoro y reverencio por dios, juntamente con Neptuno, Marte,
-Jupiter, Mercurio, Palas y Proserpina. Dicho esto, calló; pero no
-Sancho, que se levantó diziendo: Pues á fe, don Gigantazo, que si os
-burlais en llamar dioses á todos esos borrachos que dezis, y lo sabe
-la santa Inquisicion, que en hora mala venisteis á España. Mas don
-Quixote, lleno de saña y pundonor, se puso de pies en su presencia,
-y empuñada la espada, con mucha pausa y gravedad començó á dezirle:
-No pienses ¡oh soberbio gigante! que las arrogantes palabras con que
-sueles espantar á los caballeros de poco vigor y esfuerço han de ser
-bastantes á poner un pelo de temor en mi indomito coraçon, siendo yo
-el que todo el mundo sabe y tú has oido dezir por todos los reinos y
-provincias que has pasado; y echaráslo de ver en que he venido á esta
-corte solamente á buscarte, con fin de darte en ella el castigo que ha
-tantos años que tus malas obras tienen tan merecido; pero ya me parece
-no es tiempo de palabras, sino de manos, pues ellas suelen ser testigo
-y prueba de la fineza de los coraçones y del valor de los caballeros.
-Mas, porque no te alabes de que entre contigo en batalla con ventaja,
-estando armado de todas pieças, y tú de sola tu espada, quiero, para
-mayor demostracion de cuan poco te estimo, desarmarme, y pelear contigo
-en cuerpo y solo tambien con espada; que aunque la tuya, como se ve,
-es más grande y ancha que la mia, por eso es esta regida y gobernada
-de mejor y más valerosa mano que la tuya. Volviose á Sancho tras esto,
-diziendole: Levantate, mi fiel escudero, y ayudame á desarmar; que
-presto verás la destruicion que deste gigante, tu enemigo y mio, hago.
-Levantose Sancho, respondiendole: ¿No seria, señor, mejor que todos los
-que en esta sala estamos, que somos más de docientos, le arremetiesemos
-juntos, y unos le asiesen de los arrapieços, otros de las piernas,
-otros de la cabeça y otros de los braços, hasta hazelle dar en el
-suelo una gran gigantada, y despues le metiesemos por las tripas todas
-cuantas espadas tenemos, cortandole la cabeça, despues los braços, y
-tras esto las piernas? Que le aseguro que si despues me dexan á mí con
-él, le daré más cozes que podran coger en sus faltriqueras, y me lavaré
-las manos en su alevosa sangre. Haz lo que te digo, Sancho, replicó don
-Quixote; que no ha de ser el negocio como tú piensas. En fin Sancho
-le desarmó, quedando el buen hidalgo en cuerpo y feisimo, como era
-alto y seco y estaba tan flaco, el traer de las armas todos los dias,
-y aun algunas noches, le tenian consumido y arruinado de suerte, que
-no parecia sino una muerte hecha de la armazon de huesos que suelen
-poner en los cimenterios que estan en las entradas de los hospitales.
-Tenia sobre el sayo negro señalados el peto, espaldar y gola, y la
-demas ropa, como jubon y camisa, medio pudrida de sudor; que no era
-posible menos de quien tan tarde se desnudaba. Cuando Sancho vió á su
-amo de aquella suerte, y que todos se maravillaban de ver su figura y
-flaqueza, le dixo: Por mi anima le juro, señor Caballero Desamorado,
-que me parece cuando le miro, segun está de flaco y largo, pintiparado
-un rocinazo viejo de los que echan á morir al prado. Con esto don
-Quixote se volvió para el gigante, diziendo: Ea, tirano y arrogante rey
-de Chipre, echa mano á tu espada, y prueba á que saben los agudos filos
-de la mia. Hizose, dichas estas razones, dos pasos atrás, y sacando la
-espada medio mohosa, se fue poco á poco acercando al gigante, el cual,
-viendole venir, fue prontisimo en sacudir de sus hombros la aparente
-maquina de papelon que sobre sí traia, en medio de la sala, y quedó el
-secretario que la sustentaba vestido riquisimamente de muger; porque
-era mancebo y de buen rostro, y en fin, tal, que cualquiera que no
-le conociera se podia engañar facilmente. Espantaronse todos los que
-el caso no sabian; pero don Quixote, sin hazer movimiento alguno, se
-estuvo quedo, puesta la punta de la espada en tierra, aguardando lo
-que aquella donzella, que él pensaba ser gigante, dezia; la cual,
-reconocidos los circunstantes, dixo á don Quixote sin moverse: Valeroso
-Caballero Desamorado, honra y prez de la nacion manchega, maravillado
-estarás sin duda de ver vuelto hoy á un tan terrible gigante en una tan
-tierna y hermosa donzella cual yo soy; pero no tienes que asombrarte;
-que has de entender que yo soy la infanta Burlerina, si nunca la oiste
-dezir, hija del desdichado rey de Toledo, el cual, siendo perseguido
-y cercado del alevoso principe de Cordoba, levantador de falsos
-testimonios á su propia madrastra, le ha enviado á dezir muchas vezes
-estos dias, que solo alçaria el cerco y le restituiria todas las
-tierras que su padre della habia ganado, cuyo campo dicho principe
-como general regia, si le enviaba luego á su hija Burlerina, que soy
-yo, para servirse de mí en lo que fuese de su gusto, con condicion de
-que habia de ir acompañada de doze donzellas, las más hermosas del
-reino, y juntamente de doze millones de oro fino, el más fino que la
-Arabia cria, para ayuda de los gastos que en la guerra y cerco habia
-hecho, jurando, si no lo cumplia, por los dioses inmortales, de no
-dexar en Toledo persona viva ni piedra sobre piedra. Viendose reducido
-el afligido de mi padre á tanta necesidad, y que no podian sus fuerças
-resistir á las del contrario, sino que le era forçoso morir él y
-todos sus vasallos en las crueles manos de tan poderoso enemigo, ó
-condecender con su inica condicion, le envió á dezir le diese cuarenta
-dias de plaço para buscar en ellos las doze donzellas que pedia y
-aquella gran suma de dinero, y que si pasado dicho termino no acudia
-con dicha cantidad executase en su reino el rigor con que le amenaçaba.
-Constandoles pues ¡oh invicto manchego! á un tio mio, grande encantador
-y nigromantico, notable aficionado tuyo, llamado el sabio Alquife, el
-gran peligro en que mi padre, su hermano, y yo su sobrina, estabamos,
-hizo un fortisimo encantamiento, metiendome en este aparente gigante
-que aqui está tendido, y enviandome encubierta en él, por asegurar asi
-mi honestidad, á buscarte á tí por todo el mundo, sin dexar reino,
-insula ó provincia en que no te haya buscado; y fue tanta mi ventura,
-que hallandote en Çaragoça, no hallé mejor medio para sacarte de alli y
-traerte á esta corte, que solo dista doze leguas de Toledo, que fingir
-el aplaçado desafio: por tanto, oh magnanimo principe, si hay en tí
-algun rastro de piedad y sombra del infinito amor que á la ingrata
-infanta Dulcinea del Toboso tuviste, aunque ya eres el Caballero
-Desamorado, por las leyes de amistad que á mi tio Alquife debes, y por
-lo que las esperanças que en ti he puesto merecen, te suplico que,
-dexadas aparte todas las aventuras que en esta corte se te pueden
-ofrecer, y todas las honras que en ella sus principes te hazen, acudas
-luego conmigo á la defensa y amparo de aquel afligido reino, para que
-entrando en singular batalla con el maldito principe de Cordoba, le
-venzas, y dexes libre de su tirania á mi venerable padre, pues te juro
-y prometo por el dios Marte, de ser yo mesma el premio de tus trabajos.
-Calló, dichas estas razones, aguardando las que don Quixote le daria de
-respuesta; pero Sancho, que estaba totalmente maravillado, antes que
-su amo respondiese, dixo: Señora reina de Toledo, no tiene v. m. que
-jurar por el dios Martes ni Miercoles; que mi amo irá sin falta á matar
-á ese bellaconazo del principe de Cordoba, y yo sin falta iré con él:
-por el tanto vayase un poco delante, y digale al señor su padre como
-ya vamos, que nos tenga bien de cenar, y que á ese principillo nos le
-tenga para cuando lleguemos, muy bien atado á un poste, en cueros; que
-yo la aseguro, si lo haze, de hazerle con esta pretina que se acuerde
-mientras viva del nombre suyo, y aun de los de su padre y madre. Dió á
-todos notable gusto la disparatada respuesta de Sancho; pero suplió su
-simplicidad el peso de la que dió don Quixote, diziendo á la dama: Por
-cierto, señora infanta Burlerina, que no os ama ni estima quien asi
-os haze andar, en lo que yo, por más que sea mi grande amigo el sabio
-Alquife vuestro tio, pues con menos prevenciones las hiziera yo para
-defender el reino de su hermano vuestro padre, rey de Toledo, obligado
-de lo que le debo; pero ya que se interpone el peligro de la libertad
-de vuestra noble y hermosisima persona, mayores seran las obligaciones
-que me moveran á acudir con gusto al remedio de la referida necesidad:
-por tanto respondo que iré en persona á dar favor y socorro á vuestro
-padre. Lo que queda que hazer es, que veais cuando y como quereis que
-partamos; que pronto y dispuesto estoy yo de mi parte para ir luego con
-vos, para hazeros vengada de ese tirano principe que dezis; que ya nos
-conocemos los dos, y aun deseo esta ocasion para que vea á que saben
-mis manos; que desafiado le tengo; pero cual cobarde ha huido dellas.
-El principe Perianeo, viendo la nueva aventura que se le habia ofrecido
-á don Quixote, y lo presto y bien que don Alvaro habia entablado con el
-secretario de don Carlos el modo con que se podia facilitar el llevar
-á la casa del Nuncio de Toledo á don Quixote, le dixo: Desde aqui
-desisto, señor Caballero Desamorado, de la pretension de la infanta
-Florisbella de Grecia, sin querer entrar en batalla con quien puede
-dar seguridad de vitoria á reinos enteros, estando aun ausente; y asi,
-en publico me doy por vencido dese valor, con no poca gloria de v. m.,
-corrimiento mio y contento del principe don Belianis de Grecia. Holgó
-mucho don Quixote destas razones, y agradecioselas, dandosele por
-amigo, y lo mismo Sancho, que deseaba se excusase esta pendencia; el
-cual por mandado del Archipampano se levantó y fue con mucho respeto
-por la infanta Burlerina, trayendosela por la mano, de cuya vista
-rieron los caballeros y damas en extremo, conociendo era el secretario
-de don Carlos, y no muger, como pensaba don Quixote y su escudero, que
-viendo la risa de todos, no pudiendo sufrirla, dixo: ¿De que se rien
-ellos y ellas, cuerpo non de quien las parió? ¡Nunca han visto á una
-hija de un rey puesta en trabajo! Pues sepan que cada dia nos topamos
-yo y mi amo con ellas por esos caminos, y si no, digalo la gran reina
-Segovia. Lo que vs. ms., señoras, han de hazer, es tenerse por dicho
-que ha de dormir esta infanta con una de vs. ms. esta noche; si no, ahi
-está mi cama á su servicio, que le beso las manos. Levantaronse todos
-tras estas razones á cenar, desapareciendo el secretario. Hubo gran
-cena, y mucha continuacion en ella de los disparates de don Quixote
-y de Sancho; pero alabaron todos el parecer del Archipampano cuando
-supieron trataba de enviar á Toledo á curar en la casa del Nuncio
-á don Quixote; y volviendose á sus casas en los coches, como habian
-venido, se quedó en la del Archipampano Sancho, como solia, y Barbara
-y don Quixote se fueron con don Carlos y don Alvaro á la del principe
-Perianeo, el cual apenas estuvo en ella, cuando tomó tan á pechos el
-persuadir á Barbara se recogiese en una casa de mugeres de su calidad,
-supuesto le estaba tan bien y era gusto del Archipampano, que salia
-á pagar la entrada y á darle suficiente renta con que pasar la vida
-todo lo que le durase, que ella, convencida de sus buenas razones, y
-conociendo cuan mal le estaba volver á Alcala, do ya todos sabian su
-trato, tras verse sin tener que comer ni partes para ganarlo con ellas,
-dió con no poca alegria el sí de hazer lo que se le pedia y perseverar
-donde quiera que la pusiesen, con que se efetuó su recogimiento dentro
-de dos dias, sin que don Quixote pudiese entendello; y cuando la
-hallaron menos sus diligencias, le persuadieron que las de sus vasallos
-habian podido sacarla encubierta secretamente de la corte y volverla á
-su reino.
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-CAPITULO XXXV
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-De las razones que entre don Carlos y Sancho Pança corrieron acerca de
-que él se queria volver á su tierra ó escribir una carta á su muger.
-
-
-Estaba ya don Carlos en vigilia de celebrar las bodas de su hermana
-con el titular, y queria por gusto del Archipampano y mayor solemnidad
-dellas, tener de asiento en Madrid á Sancho; y asi, para obligarle
-á que, trayendo alli su muger, no pensase más en su tierra, le dixo
-un dia que se halló con él en casa del Archipampano: Ya sabeis, mi
-buen Sancho, el deseo que de vuestro bien he tenido desde que os vi
-en Çaragoça, y el cuidado con que os regalé de mi mano en la mesa la
-primer noche que entrastes en mi casa, y cuanta merced os han hecho
-siempre en ella mis criados, particularmente el cocinero coxo: pues
-habeis de saber que lo que me ha movido siempre á esto, ha sido el
-veros tan hombre de bien y de buenas entrañas, teniendo lastima de
-que una persona de vuestra edad y buenas partes padeciese, y más en
-compañia de un loco tal cual es don Quixote, en la cual, por serlo
-tanto, no podiades dexar de dar en mil desgracias, porque sus locuras,
-desatinos y arrojamientos no pueden prometer buen suceso á él ni á
-quien le acompañare; y no digo cosa de que ya no tengais experiencia
-vos desde el año pasado; y si no, dezidme: ¿que sacastes de las
-antiguas aventuras, sino muchos palos, garrotazos, malas noches y
-peores dias, tras mucha hambre, sed y cansancio, tras veros manteado
-de cuatro villanos, con tantas barbas como teneis? ¡Pues monta, que
-es menos lo que habeis padecido en esta ultima salida! en la cual las
-insulas, peninsulas, provincias y gobernaciones que habeis conquistado
-vos y vuestro amo, son haber sido terrero de desgracias en Ateca,
-blanco de desdichas en Çaragoça, recreacion de picaros en la carcel
-de Sigüença, irrision de Alcala, y ultimamente mofa y escarnio de
-esta corte. Pero pues ha querido Dios que entraseis en ella al fin de
-vuestra peregrinacion, agradecedselo; que sin duda lo ha permitido
-para que se rematasen aqui vuestros trabajos, como lo han hecho los de
-Barbara, que recogida en una casa de virtuosas y arrepentidas mugeres,
-está ya apartada de don Quixote, y pasa la vida con descanso y sin
-necesidad, con la limosna que le ha hecho de piedad el Archipampano,
-la cual es tan grande, que no contentandose de ampararla á ella, trata
-de hazer lo mesmo con vuestro amo; y asi le perdereis presto, mal que
-os pese, porque dentro de cuatro dias lo envia á Toledo con orden de
-que le curen con cuidado en la casa del Nuncio, hospital consignado
-para los que enferman del juizio, cual él; y no contenta su grandeza
-en amparar á los dichos, trata con mis veras y mayor amor de ampararos
-á vos más de cerca, y de las puertas adentro de su casa, en la cual os
-tiene con el regalo, abundancia y comodidad que experimentais tantos
-dias ha: lo que queda que hazer es que vos de vuestra parte procureis
-conservaros en la privanza que estais, que es notable, como lo es lo
-que él, su muger y casa os aman, de la cual no saldreis vos y vuestra
-muger Mari-Gutierrez mientras vivais, á quien de mi consejo habeis
-de traer á ella, enviandola á buscar; que yo daré mensagero seguro y
-pagaré los gastos, pues gustará dello y de teneros en este palacio el
-Archipampano, dandoos en él á ambos un cuarto y salario y muy honrada
-racion todos los dias de vuestra vida, con que la pasareis alegre y
-descansadamente en uno de los mejores lugares del mundo: por tanto,
-lo que habeis de hazer es condecender con lo que os pido, y darme en
-breve la respuesta cual merece el celo que de vuestro bien tengo. Calló
-don Carlos dichas estas razones, y despues de haber estado Sancho
-suspenso un buen rato de oillas, le respondió á ellas: Muy grande es
-por cierto, señor don Carlos, el servicio que v. m. y el Arcadepampanos
-me ha hecho estos dias, si bien les pido perdon dello, por si acaso no
-ha sido tanto como yo merezco; que eso ya me lo veo, y no me lo podran
-pagar con cuanta moneda tienen todos los ropavejeros desta tierra,
-pero con todo se lo agradezco, y ahi estan para hazelles merced en la
-Argamesilla veinte y seis cabeças de ganado que tengo, dos bueyes, y
-un puerco tan grande como los de por acá, el cual habemos de matar, si
-Dios quiere, para el dia de San Martin, para el cual estará hecho una
-vaca: asi que digo que para respondelle me dé, si le parece, algunos
-meses de termino; que no son cosas estas de mudar de tierra que se
-hayan de hazer de repente: lo que yo haré será ir á comunicallo con mi
-Mari-Gutierrez, ó cuando mucho, le escribiré cuanto v. m. me dize; y si
-ella dize con una mano que sí, yo diré lo mesmo con ambas de bonisima
-gana: busque pues v. m. tinta y papel, si le parece, y escribamosla
-luego al punto una carta, en que se le diga como el Ave Maria todo
-eso; y digo escribamos porque harto haze quien haze hazer; que yo por
-mis pecados no sé escribir más que un muerto, aunque tuve un tio que
-escribia lindamente; pero yo sali tan grandisimo bellaco, que cuando
-siendo muchacho me enviaban á la escuela, me iba á las higueras y viñas
-á hartarme de uvas y higos, y asi sali mejor comedor dellos que no
-escribanador. Quedó contento de la respuesta don Carlos, y difirieron
-el escribir la carta hasta despues de comer; y habiendolo hecho con
-el Archipampano le dixo sobre mesa don Carlos como ya tenia el sí de
-Sancho en lo que era traer á la corte su muger, si á ella le parecia,
-y que solo faltaba el escribirselo, y que asi, traxesen tinta y papel
-para que alli fuese secretario de la carta que le habia de dictar
-Sancho. Traxose todo al punto, y apenas habia empeçado don Carlos á
-doblar el pliego, cuando le dixo Sancho: ¿Saben, señores, lo que me
-parece? Que á fe mia que seria harto mejor y más acertado volverme yo
-á mi casa y quitarme de aquestos cuentos, pues ha que sali della cerca
-de seis meses, andandome hecho un haragan tras de mi señor don Quixote
-por unos tristes nueve reales de salario cada mes; si bien hasta agora
-no me ha dado blanca, lo uno porque dize dará el rucio en cuenta y lo
-otro porque harto me pagará, pues me ha de dar la gobernacion de la
-primera insula ó peninsula, reino ó provincia que ganare; pero pues
-á él le llevan vs. ms., como ha dicho don Carlos, á ser nuncio de
-Toledo, y yo no puedo ser de iglesia, desde agora renuncio todos los
-derechos y pertinencias que en cuanto conquistare me pueden pertenecer
-por herencia ó tema de juizio, y me determino volver á mi tierra agora
-que viene la sementera, en que puedo ganar en mi lugar cada dia dos
-reales y medio y comida, sin andarme á caça de gangas: por tanto,
-burlas aparte. V. m., señor Arcapampanos, me mande volver luego mis
-çaragüelles pardos, y tome allá estos suyos de las Indias (¡quemados
-ellos sean!) y denme juntamente mi sayo y la otra caperuça, y adios,
-que me mudo; que yo sé que mi Mari-Gutierrez y todos los de mi lugar
-me estaran aguardando; que me quieren como la lumbre de sus ojos.
-¿Quien me mete á mí con pajes, que no me dexan en todo el dia, sin
-otros demonios de caballeros, que no hazen sino molerme con Sancho acá,
-Sancho acullá? Y aunque aqui se come lindamente, si no siempre con la
-boca, á lo menos siempre con los ojos, todavia lo que son salarios se
-paga muy mal, y muchas vezes veo que se fingen culpas en los criados
-para negarselos ó quitarles la racion ó despedillos mal pagados; y
-cuando no suceda en salud, es cierto que en enfermedad no hay señor
-que mande ni mayordomo que execute obra de caridad con los pobres
-criados: en fin, bien dizen los picaros de la cocina que la vida de
-palacio es vida bestial, do se vive de esperanças y se muere en algun
-hospital: ello es hecho, señor don Carlos; no hay que replicar; que
-mañana, en resolucion, pienso tomar las de Villadiego: verdad es que
-si el señor Arcapampanos me asegurase un ducado cada mes y dos ó tres
-pares de çapatos por un año, con cedula de que no me lo habia de poner
-despues en pleito, y v. m. saliese por fiança dello, sin duda ternia
-moço en mí para muchos dias: por eso, si lo determina hazer, no hay
-sino efetuarlo, y encomendarme su par de mulas, y dezirme cada noche
-lo que tengo de hazer á la mañana, y adonde tengo de ir á arar ó á dar
-tal vuelta á tal ó tal rastrojo, y de lo demas dexeme el cargo á mí,
-que no se descontentará de mi labor: verdad es que tengo dos faltas;
-la una es que soy un poco comedor, y la otra que para despertarme á
-las mañanas, algunas vezes es menester que el amo se llegue á la cama
-y me dé con algun çapato; que con eso despierto luego como un gamo, y
-echado de comer á mi vientre y á las mulas, voy á la fragua á sacar
-la reja, alço los fuelles mientras el herrero la machaca, vuelvome á
-casa una hora antes que amanezca, cantando por el camino siete ó ocho
-siguidillas que sé lindisimas, do por refrigerar el aliento pongo á
-asar cuatro cabeças de ajos, tomandolas con dos ó tres vezes de la bota
-que tengo de llevar á la labrança; y á la que alborea, subo, hecha
-esta prevencion, en la mula castaña que está mas gorda... Y de alli
-iba á proseguir; pero atajole don Carlos, maravillado de su simple
-discurso, y dixole: Ello se ha de hazer puntualmente lo que os tengo
-aconsejado, pues se os cumpliran todas las condiciones que pedis. A fe
-que lo dudo, replicó Sancho, de quien no tuvo vergüença de tomar de
-un escudero como yo dos reales y medio por la primer cena que me dió,
-y asi no quiero nada con él, sino que Dios le eche á aquellas partes
-en que más de él se sirva. Dixole el Archipampano, viendo que dezia
-las dichas razones por él: Estad cierto, Sancho, que cumpliré cuanto
-en mi nombre os ha prometido el señor don Carlos, mejor de lo que vos
-lo sabreis desear, y estad cierto de que no os faltará en mi casa la
-gracia de Dios. La gracia de Dios, dixo Sancho, es en mi tierra una
-gentil tortilla de huevos y torreznos, que la sé yo hazer á las mil
-maravillas, y aun de los primeros dineros que Dios me depare, he de
-hazer una para mí y el señor don Carlos, que nos comamos las manos
-tras ella. Mucho gustaré de comella, respondió don Carlos; pero ha de
-ser con condicion de que por amor de mí os pongais sombrero, como lo
-usamos en la corte, y dexeis la caperuça. En todos los dias de mi vida,
-replicó Sancho, no he gustado de sombreros, ni sé á que saben, porque
-se me asienta la caperuça en la cabeça que es bendición de Dios, porque
-en fin es bonisimo potage, pues si hace frio, se la mete el hombre
-hasta las orejas, y si aire, se cubre con su vuelta el rostro, cual si
-llevara un papahigo, yendo tan seguro de que se le caiga, como lo está
-la rueda de un molino de moverse, y no se bambalea á todas partes, como
-lo hazen los sombreros, que si les da un torbellino ruedan por esos
-campos cual si les tomara la maldicion; y más que cuestan doblado una
-dozena dellos que media de caperuças, pues no pasa cada una dellas de
-dos reales y medio con hechura y todo. Bien parece, Sancho, le dixo
-el Archipampano, que conoceis la necesidad que tengo de vos, y que no
-tengo de reparar en cosa á trueque de que quedeis en mi casa, pues
-pedis tantas gullorias: pero para que conozcais mi liberalidad, mañana
-os mandaré pagar dos años de salario adelantados á vos y á vuestra
-muger y en llegando ella os vestiré á ambos muy de pascua. Beso á v.
-m. las manos, le respondió Sancho, por ese buen servicio. Agora solo
-resta saber si las tierras de v. m. que tengo de sembrar este otoño
-estan lexos; tras que, como no las sé, será menester ir á ellas el
-domingo que viene, y tambien conocer las mulas y saber qué resabios
-tienen, y si tienen buenas coyundas y todo el demas aparejo; porque no
-quiero diga despues de mí v. m. que soy descuidado. Todo está, Sancho,
-le replicó don Carlos de la manera que deseais; lo que se ha de hazer
-es que escribamos la carta á vuestra muger. Escribamos por cierto,
-respondió él, con la bendicion de Dios; pero v. m. advierta que ella
-es un poco sorda, y será menester que la escribamos un poco recio
-para que la oiga. Haga la cruz y diga: «Carta para Mari-Gutierrez mi
-muger, en el Argamesilla de la Mancha, junto al Toboso.» Ahora bien,
-digale que con esto ceso, y no de rogar por su anima. ¡Que es lo que
-dezis, Sancho! le dixo don Carlos, aun no le habemos dicho cosa, ¡y ya
-dezis: Con esto ceso! Calle, respondió él; que no lo entiende: ¿quiere
-saber mejor que yo lo que tengo de dezir? El diablo me lleve si no me
-ha hecho quebrar el hilo que llevaba, con la más linda astrologia que
-se podia pensar; pero diga, que ya me acuerdo, «Habeis de saber que
-desde que yo sali del Argamesilla hasta agora no nos hemos visto; mi
-salud dizen todos que es muy buena; solo me duelen los ojos de puro
-ver cosas del otro mundo, plegue á Dios que tal sea de los vuestros.
-Avisadme de como os va del beber, y si hay harto vino en la Mancha para
-remediaros la sed que mi presencia os causa, y mirad por vida vuestra
-escardeis bien el huertecillo, de las malas hierbas que le suelen
-afligir. Enviadme los çaragüelles viejos de paño pardo que estan sobre
-el gallinero, porque acá me ha dado el Arcapampanos unos çaragüelles de
-las Indias, que no me puedo remecer con ellos: guardarlos he para vos,
-que quiçás se os asentaran mejor, y más que sin mucho trabajo traereis
-guardado el hornillo de vidrio, pues tienen por delante una puerta que
-se cierra y abre con una sola agujeta. Si quereis venir, ya os tengo
-dicho lo que nos dará el Arcapampanos cada mes de salario; y asi, os
-mando que antes que esta carta salga de aqui, os vengais á servir á la
-Arcapampanesa, trayendo todos los bienes muebles y raizes con vos, que
-ahi estan, sin dexar un palmo de tierra ni una sola hoja del huerto;
-y no me seais repostona, que me canso ya de vuestras impertinencias,
-y tanto será lo de más como lo de menos; y no os haya de dezir, como
-acostumbro, con el palo en la mano: Jo, que te estriego, burra de mi
-suegro.» Volviose, escritas estas razones, á don Carlos, diziendole:
-Sepa v. m., señor, que las mugeres de hogaño son diablos, y en no
-dandoles en el caletre, no haran cosa buena si las queman. Pues á fe
-que lo ha de hazer, ó sobre eso oxte, morena. Esto dixo quitandose el
-cinto, y tomandole en la mano con mucha colera, añadiendo que él sabia
-de la suerte que se habia de tratar Mari-Gutierrez, mejor que el papa.
-Maravillado estaba el Archipampano y cuantos en la sala asistian, de
-ver tan natural simpleza, y aun aguardaban á cuando habia de dar con el
-cinto á don Carlos; pero sin hazerlo prosiguió diziendo: «Ya os digo,
-Mari-Gutierrez, que estaremos aqui lindamente; que aunque vos seais
-enemiga de estar en casa de estos hidalgotes, todavia el Arcapampanos
-está tan hombre de bien, que me ha jurado que en estando vos aqui, nos
-vestirá á ambos y nos dará el salario de dos años adelantado, que es un
-docado por bestia cada mes, el uno á mí y el otro á vos: mirad pues, si
-por lo menos vivimos mil meses, si ternemos harto dinero. Del señor don
-Quixote solo os digo que está mas valiente que nunca, y le han hecho
-nuncio de Toledo: si le habeis menester, en dichas casas le hallareis,
-y no poco acompañado, cuando paseis por alli: la Arcapampanesa, vuestra
-ama, con quien habeis de estar, os besa las manos y tiene más deseo de
-escribiros que de veros: es muger muy honrada, segun dize su marido, si
-bien á mí no me lo parece, por lo que la veo holgazana, pues desde que
-estoy aqui jamas le he visto la rueca en la cinta. Rocinante me dizen
-está bueno y que se ha vuelto muy persona y cortesano: no creo lo sea
-tanto el rucio, ó á lo menos no lo muestran sus pocas razones, si ya no
-es que calla, enfadado de estar tanto tiempo en la corte.»
-
-Pareceme que no hay más que escribir, pues aqui se le dize cuanto
-le importa, tan bien como se lo podria decir el mejor boticario del
-mundo, y yo trasudo de puro sacar letras del caletre. Ved vos, Sancho,
-dixo don Carlos, si quereis dezille otra cosa; que aqui estoy yo para
-escribillo, pues hay harto papel, gloria á Dios. Cierrela, respondió
-Sancho, y horro Mahoma. Mal se puede cerrar, replicó don Carlos, carta
-sin firma, y asi dezid de que suerte soleis firmar. ¡Buen recado
-se tiene! respondió Sancho: sepa que no es Mari-Gutierrez amiga de
-tantas retoricas: no hay que firmar para ella, que cree bien firme y
-verdaderamente todo lo que tiene y cree la santa madre Iglesia de Roma,
-y asi, no necesita ella de firma ni firmo. Leyose la carta, hecho esto,
-en voz alta, con increible risa de los circunstantes y atencion del
-mismo Sancho, á quien dixo el Archipampano luego: ¿Como llevará don
-Quixote el quedaros, Sancho, vos en mi casa? que no querria se enojase
-y viniese despues á ella desafiandome á singular batalla, con que mal
-de mi grado me obligase á hazeros volver con él. No tenga v. m. miedo,
-respondió Sancho; que yo le hablaré claro antes que vaya á Toledo, y
-le volveré su rucio, la maleta y juntamente el desaforado guante del
-gigante Bramidan, que puse guardado en ella la noche que él se le
-arrojó desafiandole en casa del señor don Carlos, para que le vuelva á
-la infanta Burlerina, ó le dé en presente el arçobispo cuando entre por
-nuncio en Toledo; que yo no quiero nada de nadie; y más que le diré se
-vaya con Dios, pues desde aqui al dia del juizio reniego de las peleas,
-sin querer más cosa con ellas; pues tan pelado y apaleado salgo de sus
-uñas, cual saben mis pobres espaldas; y libré tan mal habrá dos meses
-en una venta, que por poco me hizieran volver moro unos comediantes, y
-aun me circuncidaran, si no les rogara con vivas lagrimas no tocasen
-en aquellos arrabales, pues seria tocar á las niñas de los ojos de
-Mari-Gutierrez; y despues me costó muy gentiles golpes la defensa de un
-ataharre que mi amo llamaba preciosa liga; y aunque él me quiere tanto,
-que entiendo me dará lo que me tiene prometido, que es la gobernacion
-de algun reino, provincia, insula ó peninsula, todavia diré mañana como
-no puedo ir allá con él, por estar ya concertado con v. m., y que lo
-que podrá hazer será enviarmela, que tan hombre seré para gobernalla
-acá como allá. ¿Pero sabe v. m. que me parece? Que pues para de aqui
-al Argamesilla no se hallará mensajero cierto, será acertado que yo,
-que sé el camino, lleve la carta, pues le aseguro que no haré más de
-darle fielmente en manos de mi muger, y volverme luego. Pues para
-eso, Sancho, dixo el Archipampano, ¿que era menester escribirla, si
-vos habiais de ir allá en persona? No cuideis della; que yo buscaré
-quien la lleve con brevedad, y traiga luego respuesta, aunque dudo sea
-ella tan elegante como vuestra carta, en que mostrais haber estudiado
-en Salamanca toda la sciencia escribal que alli se profesa, segun la
-habeis enriquecido de sentencias. No he estudiado, respondió Sancho,
-en Salamanca; pero tengo un tio en el Toboso, que hogaño es ya segunda
-vez mayordomo del Rosario, el cual escribe tan bien como el barbero,
-como dize el cura; y como yo he ido muchas vezes á su casa, todavia me
-he aprovechado algo de su buena habilidad; porque, como dizen, ¿quien
-es tu enemigo? el de tu ofizio; en la arca abierta siempre el malo
-peca: y finalmente, quien hurta al ladron harto digno es de perdon; y
-asi dél sé escribir cartas; y si le he hurtado algo de lo que él sabe
-desto, como se ve en ese papel, no importa; que bien me lo debia, pues
-dia y medio anduve á segar con él, y lleve el diablo otra blanca me
-dió sino un real de á cuatro; y á mi muger, que fue á escardar doze
-dias en su heredad el mes de março, no le dió sino un real amarillo
-que no sabemos cuanto vale: por eso estoy yo mejor con los cuartos y
-ochavos, que son moneda que corre, y los han de tomar hasta el mismo
-rey y papa, aunque les pese. Levantaronse en esto de la mesa para
-salir á pasearse, dexando el Archipampano orden al secretario, de que
-enviasen él y el mayordomo luego dos criados con aquella carta al
-Argamesilla, con mandato de que no viniesen sin la muger de Sancho en
-ningun caso, procurando traerla regalada y con brevedad. Hizose asi.
-Llegó Mari-Gutierrez á la corte con ellos dentro de quinze dias, do
-la recebió Sancho con donosos favores, y el Archipampano fue el señor
-más bien entretenido que habia en la corte aquellos dias; y no solo
-él, sino muchos della, con toda su casa, tuvieron alegrisimos ratos de
-conversacion y pasatiempo muchos meses con Sancho y su Mari-Gutierrez,
-que no era menos simple que él. Los sucesos destos buenos y candidos
-casados remito á la historia que dellos se hará andando el tiempo, pues
-son tales que piden de por sí un copioso libro.
-
-
-
-
-CAPITULO XXXVI Y ULTIMO
-
-De como nuestro buen caballero don Quixote de la Mancha fue llevado á
-Toledo por don Alvaro Tarfe, y puesto alli en prisiones en la casa del
-Nuncio, para que se procurase su cura.
-
-
-Cuando tuvo aprestada su vuelta para Cordoba don Alvaro, y estuvo
-despedido de todos los señores de quienes tenia obligacion hazello
-en la corte, traçó la noche antes de la partida, que, para arrancar
-della á don Quixote, entrase un criado del Archipampano en casa cuando
-acabasen de cenar, vestido de camino y con galas, como que venia de
-Toledo en nombre de la infanta Burlerina á buscarle, para que fuese
-en su compañia luego con toda diligencia á decercar la ciudad, y
-libralla de las molestias que le hazia el alevoso principe de Cordoba.
-Tuvole tan bien instruido, asi de lo que habia de hazer y dezir á don
-Quixote cuando le diese el recado, como por el camino y en Toledo
-(donde por orden del Archipampano le habia de acompañar, para mayor
-encubrir el engaño, y traerle nuevas dél y del modo que quedaba),
-que llegando la señalada noche y hora, á la que acababan de cenar en
-casa del principe Perianeo con él en su mesa don Carlos, don Quixote
-y don Alvaro, apenas él hubo dado aviso á don Quixote de como se
-partia el dia siguiente para Cordoba, diziendole si mandaba algo para
-Toledo, donde habia de pasar, cuando entró por la sala el dicho paje
-del Archipampano, gallardamente adereçado, el cual, despues de haber
-saludado cortesmente á todos los circunstantes, se volvió á don Quixote
-y le dixo: Caballero Desamorado, la infanta Burlerina de Toledo, cuyo
-paje soy, te besa las manos humildemente y suplica cuan encarecidamente
-puede, que te sirvas de partir mañana sin falta conmigo, á la ligera y
-sin ruido, á la gran ciudad de Toledo, donde ella y su afligido padre
-y lo mejor y más lucido del reino te está por momentos aguardando,
-pues no faltan más de tres dias para cumplirse los cuarenta que el
-enemigo principe de Cordoba les tiene dado de plaço para deliberar ó la
-entrega de la ciudad, ó el rendimiento de las inhumanas parias que les
-tiene pedido; y si tú con tu valeroso braço no los socorres, sin duda
-seran miserablemente todos muertos, la ciudad saqueada, quemados los
-templos, y los cimientos de torres y las almenas ocuparan las alegres
-calles, sirviendoles sus piedras de calçada y empedrado. La infanta mi
-señora, y el Rey, por cierto postigo que el enemigo no sabe, te estan
-esperando con todos los mejores caballeros de su corte, para que otro
-dia antes que amanezca, tocando de repente al arma, con la voz y favor
-de Santiago les demos, cogiendolos descuidados, un asalto tal que
-quede el enemigo, como sin duda lo quedará, vencido, y tú vencedor;
-tras lo cual serás, si te pareciere, aunque sea corto premio de tus
-inauditas grandezas, casado con la hermosisima infanta Burlerina, la
-cual ha desechado á otros muchos hijos de reyes y principes, solo por
-casar contigo: por tanto, valeroso caballero, vete luego á reposar para
-que, tomando la mañana, lleguemos á buena hora á la imperial ciudad de
-Toledo, que espera tu favor por momentos. Don Quixote con mucha pausa
-le respondió, diziendo: A muy buen tiempo habeis llegado, venturoso
-paje, pues podré ir en esta ocasion acompañando al señor don Alvaro,
-que me acaba de dezir que tambien por la mañana ha de partir para
-Toledo: por tanto no hay sino que adereceis todo lo necesario para
-que en amaneciendo partamos juntos, y pueda yo llegar con tan honrada
-compañia á socorrer al Rey vuestro señor y á la infanta Burlerina,
-sobrina del sabio Alquife, mi buen amigo. Verdad es que no soy de
-parecer de que se me trate de eso que dezis, de casarme con dicha
-infanta despues de vencido y muerto el alevoso principe de Cordoba, su
-contrario, y saqueado su campo; que en efecto, siendo conocido en el
-mundo por Caballero Desamorado, no será razon que ande en amores hasta
-pasar primero algunas dozenas de años, pues podria suceder, como ha
-sucedido muchas vezes á otros caballeros andantes, que andando yo por
-tanta y tan varia multitud de reinos y provincias, me encontrase y aun
-enamorase de alguna infanta de Babilonia, Transilvania, Trapisonda,
-Tolomaida, Grecia ó Constantinopla; y si esto me sucede, cual confio,
-desde aquel dia me tengo de llamar el Caballero del Amor, pues pasaré
-notables trabajos, peligros y dificultades por el que á dicha infanta
-tendré, hasta que despues de haber librado su reino ó imperio del
-fortisimo enemigo que le tendrá cercado, le descubriré mi amor á dicha
-infanta en su mismo aposento, do entraré bien armado con atentados
-pasos por un jardin, guiado por una sabia camarera suya, una noche
-obscura; y si bien al principio, por ser pagana, se açorará de oirme
-soy cristiano todavia, prendada de mis partes y obligada de las razones
-con que le persuadiré la verdad de nuestra santa religion, se casará
-conmigo con publicas fiestas, bautizada ella y todo su reino; pero
-sucederme han tales y tan notables guerras por ciertos motines de
-invidiosos vasallos, que daran bien que contar á los historiadores
-venideros. Viendo don Alvaro que ya començaba á disparatar, se
-levantó diziendo: Vamonos á reposar, señor don Quixote, porque hemos
-de madrugar mucho para llegar con tiempo á Toledo, por lo que hay de
-peligro en la tardanza. Y dicho esto, se volvió al paje diziendole: Y
-vos, discreto embaxador de la noble infanta Burlerina, idos luego á
-cenar, y despues á acostar en la cama que el mayordomo os señalare.
-Saliose el paje de la sala, y con él los demas, yendose todos á sus
-camas sin reparar don Quixote más en Sancho que si nunca le hubiera
-visto, que fue particular permision de Dios: verdad es que la mañana,
-en levantandose, á la que ensillaban los criados de don Alvaro y paje
-del Archipampano, preguntó por el escudero; mas divirtiole el humor
-don Alvaro diziendole que no cuidase dél; porque ya se aprestaba
-para seguirles, y que poco á poco se vernia detras, como otras vezes
-solia. Tras esto y tras almorzar bien y despedirse del principe
-Perianeo y de don Carlos, se salieron de la corte y caminaron para
-Toledo, ofreciendoseles por el camino graciosisimas ocasiones de reir,
-particularmente en Getafe y Illescas. Llegados á la vista de Toledo
-dixo don Quixote al paje de la infanta Burlerina: Pareceme, amigo,
-que seria bien antes de entrar en la ciudad, dar una gentil rociada
-al campo del enemigo, pues vengo yo bien armado, y él muestra estar
-descuidado del açote que tan cerca tienen sobre sí sus arrogancias
-en mi esfuerço, pues seria empezar á hazerle baxar la cresta, que
-tan engreida tiene. El paje le respondió: El orden, señor, que del
-Rey é Infanta traigo es que sin rumor alguno vamos adonde nos estan
-esperando. Discretisimo es ese orden, añadió don Alvaro, pues no hay
-duda sino que seria poner en contingencia la vitoria, si les diese v.
-m. la menor ocasion del mundo para prevenirse, y tendrian la grande de
-hazello con el rumor que hariamos, pues es cierto que en sintiendonos,
-darian aviso las despiertas centinelas de que hay enemigos. Digo, dixo
-don Quixote, que quiero seguir ese parecer como más acertado, pues por
-lo menos me asegura de que los cogeré de repente; y asi vos, paje de la
-infanta Burlerina, guiad por donde habemos de entrar sin ser sentidos;
-pero id prevenido de que si solos somos, tengo de hazer antes que
-entre en la ciudad una sanguinolenta riça destos andaluzes paganos que
-se han atrevido á llegar á los sacros muros de Toledo. El paje fue
-caminando un poco adelante, guiando derecho hazia la puerta que llaman
-del Cambron, dexando á la mano izquierda la de Visagra. Mas como don
-Quixote no viese rumor de gente de guerra al rededor de la ciudad, y
-viese por otra parte entrar y salir libremente por la puerta de Visagra
-todos cuantos querian, dixo maravillado al paje: Dezidme, amigo, el
-principe de Cordoba ¿donde tiene asentado su campo, que no veo por aqui
-ningun aparato de guerra? Señor, respondió él, es astuto el enemigo, y
-asi se ha alojado á la otra parte del rio, adonde nuestra artilleria
-no le puede hazer mal ni ofender. Por cierto, dixo don Quixote, que él
-sabe poco del arte militar, pues no echa de ver el necio que dexando
-estas dos puertas libres y desembaraçadas, pueden los de adentro meter
-facilmente los socorros y provisiones que les pareciere, como en efeto
-lo meten todo hoy con sola mi entrada; pero en fin, no todos saben
-todas las cosas. Entraron por la puerta del Cambron, como digo, y don
-Quixote iba por las calles mirando á todas partes cuando y por donde le
-saldrian á recebir el Rey, Infanta y grandes de la corte. Don Alvaro
-fingió á la entrada del lugar que se queria quedar á aguardar á Sancho,
-por poderse entrar libremente y sin el acompañamiento de muchachos que
-don Quixote llevaba, en la posada do habia de aposentarse, como en
-efeto lo hizo, enviando dos ó tres criados suyos en compañia del paje
-del Archipampano y de don Quixote, con los cuales, y con una multitud
-increible de niños que le seguian viendole armado, llegó el triste sin
-pensar á las puertas de la casa del Nuncio, y quedandose en ellas para
-su guarda los criados de don Alvaro, se entró solo con él y un moço de
-mulas que le tuvo á Rocinante. El paje del Archipampano, en apeandose,
-dixo á don Quixote: V. m., señor caballero, se esté aqui mientras
-subo arriba á dar cuenta á la señora Infanta de su secreta y deseada
-venida. Y subiendose una escalera arriba, se quedó solo en medio del
-patio don Quixote, y mirando á una parte y á otra, vió cuatro ó seis
-aposentos con rejas de hierro, y dentro dellos muchos hombres, de los
-cuales unos tenian cadenas, otros grillos, y otros esposas, y dellos
-cantaban unos, lloraban otros, reian muchos y predicaban no pocos, y
-estaba en fin alli cada loco con su tema. Maravillado don Quixote de
-verlos, preguntó al moço de mulas: Amigo, ¿que casa es esta? O dime
-¿por que estan aqui estos hombres presos, y algunos con tanta alegria?
-El moço de mulas, á quien ya habian instruido don Alvaro y el paje
-del Archipampano de cómo se habia de haber con él, le respondió: Señor
-caballero, v. m. ha de saber que todos estos que estan aqui son espias
-del enemigo, á los cuales habemos cogido de noche dentro de la ciudad,
-y los tenemos presos para castigarlos cuando nos diere gusto. Prosiguió
-don Quixote preguntandole: ¿Pues como estan tan alegres? Respondiole
-el moço: Estanlo tanto porque les han dicho que de aqui á tres dias
-se entrega la ciudad al enemigo, y asi la esperada vitoria y libertad
-les haze no sentir los trabajos presentes. Estando en esto, salió de
-un aposento con un caldero en la mano un moço, el cual era de los
-locos que iban ya cobrando un poco de juizio, y cuando oyó lo que el
-moço de mulas habia dicho á don Quixote, dió una grandisima risada,
-diziendo: Señor armado, este moço le engaña, y sepa que esta casa es
-la de los locos, que llaman del Nuncio, y todos los que estan en ella
-estan tan faltos de juizio como v. m.; y si no, aguardese un poco, y
-verá como bien presto le meten con ellos; que su figura y talle y el
-venir armado no prometen otra cosa sino que le traen engañado estos
-ladrones de guardianes, para echalle una muy buena cadena y dalle muy
-gentiles tundas hasta que tenga seso, aunque le pese, pues lo mismo han
-hecho conmigo. El moço le dixo que callase, que era un borracho y que
-mentia. En buena fe, replicó el loco, que si vos no creeis que yo digo
-la verdad, tambien apostaré que venis á lo mesmo que este pobre armado.
-Con esto don Quixote se apartó dél riendo, y se llegó bien á una de
-aquellas rejas, y mirando con atencion quien estaba dentro, vió á un
-hombre puesto en tierra en cuclillas, vestido de negro, con un bonete
-lleno de mugre en la cabeça, el cual tenia una gruesa cadena al pie, y
-en las dos manos unos sutiles grillos que le servian de esposas: estaba
-mirando de hito en hito al suelo, tan sin pestañear, que parecia estaba
-en una profundisima imaginacion, al cual como viese don Quixote, dixo:
-¡Ah buen hombre! ¿que hazeis aqui? Y levantando el encarcelado con
-gran pausa la cabeça, y viendo á don Quixote armado de todas pieças,
-se fue poco á poco llegando á la reja y arrimado á ella se estaba sin
-hablar palabra mirandole atentisimamente, de lo cual el buen caballero
-estaba maravillado, y más viendo que á más de veinte preguntas que le
-hizo, á ninguna respondia, ni hazia otra cosa más que miralle de arriba
-abaxo; pero al cabo de un gran rato se puso en seco á reir con muestras
-de grande gusto, y luego començó á llorar amarguisimamente, diziendo:
-¡Ah señor caballero, y si supieses quien soy! Sin duda os moveria
-á grandisima lastima, porque habeis de saber que en profesion soy
-teologo, en ordenes sacerdote, en filosofia Aristoteles, en medicina
-Galeno, en canones Ezpilcueta, en astrologia Ptolomeo, en leyes Curcio,
-en retorica Tulio, en poesia Homero, en musica Enfion; finalmente, en
-sangre noble, en valor unico, en amores raro, en armas sin segundo, y
-en todo el primero; soy principio de desdichados y fin de venturosos.
-Los medicos me persiguen porque les digo con Mantuano:
-
- His etsi tenebras palpent, est data potestas
- Excrutiandi aegros hominesque impune necandi.
-
-Los poderosos me atormentan porque con Casaneo les digo:
-
- Omnia sunt hominum, tenui pendentia fila,
- Et subito casu quae valuere ruunt.
-
-Los temerosos, odiosos y avaros me querrian ver abrasado porque siempre
-traigo en la boca:
-
- Quatuor ista, timor, odium, dilectio, sensus,
- Saepe solent hominum rectos pervertire sensus.
-
-Los detractores no me dexan vivir porque les digo ha de restituir la
-fama cualquier que dice cosa que la tizna:
-
- Imponens, augens, manifestans, in malum vertens
- Qui negat aut minuit, tacuit, laudetve remisse.
-
-Los poetas me tienen por hereje porque les digo del afecto con que leen
-sus versos, lo de Horacio:
-
- Indoctum, doctumque fugat recitator acerbus,
- Quem vero arripuit tenet, occiditque legendo,
- Non missura cutem nisi plena cruoris hirudo.
-
-Y con ellos me aborrecen los historiadores porque les digo:
-
- Exit in inmensum fecunda licentia vatum,
- Obligat historica nec sua verba fide.
-
-Los soldados no pueden llevar que les anteponga las letras y les diga
-lo de Alciato:
-
- Cedant arma togae, et quamvis durissima corda,
- Eloquio pollens ad sua vota trahit.
-
-Los letrados no pueden tolerar les dé en rostro, viendolos hablar
-en cosas de leyes tan sin guardar la de Dios, con el recato de sus
-predecesores sabios, que dezian:
-
- Erubescimus dum sine lege loquimur.
-
-Las damas me arman mil çancadillas porque publico dellas:
-
- Sidera non tot habet coelum, nec flumina pisces
- Quot scelerata gerit faemina mente dolos.
-
-Las casadas reniegan de que haya quien diga de ellas:
-
- Pessima res uxor, poterit tamen utilis esse
- Si propere moriens det tibi quidquid habet.
-
-Las niñas no toleran oir:
-
- Verba puellarum foliis leviora caducis
- Irritaque ut visum est ventus, et aura ferunt;
-
-y tambien:
-
- Ut corpus teneris, sic mens infirma puellis.
-
-Las hermosas fisgan de oir que
-
- Formosis levitas semper amica fuit;
-
-Con ser verdad que de todas se puede dezir:
-
- Quid sinet inausum faeminae praeceps furor?
-
-Los ociosos amantes querrian se desterrase del mundo mi lengua, que les
-repite:
-
- Otio si tollas periere cupidinis artes,
- Contemptaeque jacent, et sine luve faces.
-
-Los sacerdotes se avergüençan de que les repita lo que dixo Judit á
-los de su vieja ley: Et nunc, fratres, quoniam vos estis presbiteri in
-populo Dei, et ex vobis pendet anima illorum ad eloquium vestrum, corda
-eorum erigite. La real potencia que, como el amor, no admite compañia,
-
- Non bene cum sociis regna venusque manet,
-
-es tal, que se verifica bien de ella lo que dixo Ovidio en cierta
-epistola, respondió una reina recuestada á su galan:
-
- Sic meus hinc vir abest ut me custodiat absens,
- An nescis longas regibus esse manus?
-
-Esas pues ¡oh valerosisimo principe! son las que me tienen aqui, porque
-reprendo la razon de Estado, fundada en conservacion de bienes de
-fortuna, á los cuales llama el Apostol estiercol con quebrantamiento
-de la ley de Dios, como si guardandola, de humildes principios no
-hubiera subido á ser David poderoso rey, y capitan invicto el gran
-Macabeo Judas, ó como si no supieramos que todos los reinos, naciones
-y provincias que con prudencia de carne y de hijos deste siglo han
-tratado de ensanchar los estados, los han destruido miserablemente.
-Proseguia el loco su tema con tan grande asombro de don Quixote,
-que viendo no le dexaba hablar, le dixo á gritos: Amigo sabio, yo
-no os conozco ni he visto en mi vida; pero hame dado tanta pena la
-prision de persona tan dota, que no pienso salir de aqui hasta daros
-la preciosa libertad aunque sea contra la voluntad del Rey y de la
-Infanta Burlerina su hija, que este real palacio ocupan; por tanto
-traedme vos, que estais con ese caldero en la mano, las llaves luego
-aqui deste aposento, y dexad salir libre, sano y salvo dél á este
-gran sabio, porque asi es mi voluntad. Luego que esto oyó el loco del
-caldero, començó á dezir riendo: Ea, que ciertos son los toros: á fe
-que habeis venido á purgar vuestros pecados en buena parte: en mala
-hora acá entrasteis. Y dichas estas razones, se subió la escalera
-arriba, y el loco clerigo dixo á don Quixote: No crea, señor, á persona
-desta casa; porque no hay más verdad en ninguno della que en impresion
-de Ginebra; pero si quiere que le diga la buena ventura en pago de la
-buena obra que me ha de hazer con darme la libertad que me ofrece,
-deme la mano por esta reja; que le diré cuanto le ha sucedido y le ha
-de suceder, porque sé mucho de quiromancia. Quitose don Quixote la
-manopla, creyendole sencillamente, y metió la mano por entre la reja;
-pero apenas lo hubo hecho, cuando sobreviniendole al loco una repentina
-furia, le dió tres ó cuatro bocados crueles en ella, asiendole á la
-postre el dedo pulgar con los dientes, de suerte que faltó harto poco
-para cortasele á cercen. Començó con el dolor á dar vozes, á las
-cuales acudieron el moço de mulas y otros tres ó cuatro de la casa, y
-tiraron dél tan recio, que hizieron que el loco le soltase, quedandose
-riendo muy á su placer en la gavia. Don Quixote en sentirse herido y
-suelto se hizo un poco afuera, y metiendo mano á su espada dixo: Yo
-te juro ¡oh falso encantador! que si no fuera porque es mengua mia
-poner manos en semejante gente cual vosotros sois, que me tomara bien
-presto vengança de tamaño atrevimiento y locura. A esta razon baxaron
-con el paje del Archipampano cinco ó seis de los que tenian cuenta
-de la casa; y como vieron á don Quixote con la espada en la mano, y
-que le corria mucha sangre della, sospechando lo que podia ser, se
-llegaron á él diziendole: No muera más gente señor caballero armado.
-Tras lo cual uno le asió de la espada, y otros de los braços, y los
-demas començaron á desarmarle, haziendo él toda la resistencia que
-podia; pero aprovechole poco; con que en breve rato le metieron en uno
-de aquellos aposentos muy bien atado, do habia una limpia cama con su
-servicio; y estando algo sosegado, despues de haberle encomendado el
-paje del Archipampano á los mayordomos de la casa con notables veras,
-y dicholes su especie de locura, y las calidades de su persona, y de
-donde y quien era, habiendoles dado para más obligarles alguna cantidad
-de reales, le dixo á don Quixote: Señor Martin Quijada, en parte está
-v. m. adonde miraran por su salud y persona con el cuidado y caridad
-posible; y advierta que á esta casa llegan otros tan buenos como v.
-m., y tan enfermos de su proprio mal, y quiere Dios que en breves dias
-salgan curados y con el juizio entero que al entrar les faltaba: lo
-mismo confio será de v. m., como vuelva sobre sí y olvide las leturas
-y quimeras de los vanos libros de caballerias que á tal extremo le han
-reducido; mire por su alma, y reconozca la merced que Dios le ha hecho
-en no permitir muriese por esos caminos á manos de las desastradas
-ocasiones en que sus locuras le han puesto tantas vezes. Dicho esto, se
-salió, y fue con los criados de don Alvaro á la posada en que estaba, á
-quien dió cuenta de todo, como hizo al Archipampano, vuelto á la corte.
-Detuvose don Alvaro algunos dias en Toledo, y aun visitó y regaló á don
-Quixote, y le procuró sosegar cuanto le fue posible, y obligó con no
-pocas dadivas á que hiciesen lo mesmo á los sobrestantes de la casa, y
-encomendó cuanto le fue posible á los amigos graves que tenia en Toledo
-el mirar por aquel enfermo, pues en ello harian grandisimo servicio
-á Dios, y á él particularisima merced; tras lo cual dió la vuelta
-felizmente á su patria y casa.
-
-Estas relaciones se han podido solo recoger, con no poco trabajo, de
-los archivos manchegos, acerca de la tercera salida de don Quixote, tan
-verdades ellas, como las que recogió el autor de las primeras partes
-que andan impresas. Lo que toca al fin de esta prision y de su vida, y
-de los trabajos que hasta que llegó á él tuvo, no se sabe de cierto;
-pero barruntos hay, y tradiciones de viejisimos manchegos, de que sanó
-y salió de dicha casa del Nuncio; y pasando por la corte, vió á Sancho,
-el cual, como estaba en prosperidad, le dió algunos dineros para que
-se volviese á su tierra, viendole ya al parecer asentado; y lo mismo
-hizieron el Archipampano y el principe Perianeo, para que mercase
-alguna cabalgadura, con fin de que se fuese con más comodidad; porque
-Rocinante dexolo don Alvaro en la casa del Nuncio, en servicio de la
-cual acabó sus honrados dias, por más que otros digan lo contrario.
-Pero como tarde la locura se cura, dizen que en saliendo de la corte,
-volvió á su tema, y que comprando otro mejor caballo, se fue la vuelta
-de Castilla la Vieja, en la cual le sucedieron estupendas y jamas oidas
-aventuras, llevando por escudero á una moça de soldada que halló junto
-á Torre de Lodones, vestida de hombre, la cual iba huyendo de su amo
-porque en su casa se hizo ó la hizieron preñada sin pensarlo ella, si
-bien no sin dar cumplida causa para ello; y con el temor se iba por
-el mundo. Llevola el buen caballero sin saber que fuese muger, hasta
-que vino á parir en medio de un camino, en presencia suya, dexandole
-sumamente maravillado el parto, y haziendo grandisimas quimeras sobre
-él: la encomendó, hasta que volviese, á un mesonero de Valdestillas; y
-él sin escudero pasó por Salamanca, Avila y Valladolid, llamandose el
-Caballero de los Trabajos, los cuales no faltará mejor pluma que los
-celebre.
-
-
- AQUI DA FIN LA SEGUNDA PARTE
- DE LA HISTORIA DEL INGENIOSO HIDALGO
- DON QUIXOTE DE
- LA MANCHA
-
-
-
-
-TABLA
-
-DE LOS
-
-CAPÍTULOS DEL PRESENTE LIBRO
-
-
- QUINTA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA Y DE SU
- TERCERA SALIDA EN PROSECUCION DE SU ANDANTESCA CABALLERIA
-
- _CAPITVLO Primero, de como don Quixote de la Mancha volvió á sus
- desvanecimientos de caballero andante, y de la venida á su lugar
- del Argamesilla ciertos caballeros granadinos._ _8_
-
- _Capitulo segundo, de las razones que pasaron entre don Alvaro
- Tarfe y don Quixote sobre cena, y como le descubre los amores que
- tiene con Dulcinea del Toboso, comunicandole dos cartas ridiculas:
- por todo lo cual el caballero cae en la cuenta de lo que es don
- Quixote._ _15_
-
- _Capitulo tercero, de como el Cura y don Quixote se despidieron de
- aquellos caballeros, y de lo que á él le sucedió con Sancho Pança
- despues de ellos idos._ _25_
-
- _Capitulo cuarto, como don Quixote de la Mancha y Sancho Pança su
- escudero salieron tercera vez del Argamesilla, de noche; y de lo
- que en el camino desta tercera y famosa salida les sucedió._ _31_
-
- _Capitulo quinto, de la repentina pendencia que á nuestro don
- Quixote se le ofrecio con el huesped al salir de la venta._ _41_
-
- _Capitulo sexto, de la no menos estraña que peligrosa batalla que
- nuestro caballero tuvo con un guarda de un melonar, que él pensaba
- ser Roldan el Furioso._ _45_
-
- _Capitulo setimo, como don Quixote y Sancho Pança llegaron á Ateca,
- y como un caritativo clerigo llamado Mosen Valentin los recogió en
- su casa, haziendoles todo buen acogimiento._ _54_
-
- _Capitulo octavo, de como el buen hidalgo don Quixote llegó á la
- ciudad de Çaragoça, y de la estraña aventura que á la entrada della
- le sucedió con un hombre que llevaban açotando._ _62_
-
- _Capitulo nono, de como don Quixote, por una estraña aventura, fué
- libre de la carcel y de la vergüença á que estaba condenado._ _69_
-
- _Capitulo dezimo, como don Alvaro Tarfe convidó ciertos amigos
- suyos á comer para dar con ellos orden que libreas habian de sacar
- en la sortija._ _73_
-
- _Capitulo undezimo, de como don Alvaro Tarfe y otros caballeros
- çaragoçanos y granadinos jugaron la sortija en la calle del Coso, y
- de lo que en ella sucedió á don Quixote._ _79_
-
- _Capitulo duodezimo, como don Quixote y don Alvaro Tarfe fueron
- convidados á cenar con el juez que en la sortija les convidó, y
- de la estraña y jamas pensada aventura que en la sala se ofreció
- aquella noche á nuestro valeroso hidalgo._ _89_
-
-
- SEXTA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA
-
- _Capitulo treze, como don Quixote salió de Çaragoça para ir á la
- corte del rey Catolico de España á hazer la batalla con el rey de
- Chipre._ _99_
-
- _Capitulo catorze, de la repentina pendencia que tuvo Sancho Pança
- con un soldado que, de vuelta de Flandes, iba destroçado á Castilla
- en compañia de un pobre ermitaño._ _108_
-
- _Capitulo quinze, en que el soldado Antonio de Bracamonte da
- principio á su cuento del Rico desesperado._ _116_
-
- _Capitulo deciseys, en que Bracamonte da fin al cuento del Rico
- desesperado._ _127_
-
- _Capitulo decisiete, en que el ermitaño da principio á su cuento de
- los Felizes Amantes._ _135_
-
- _Capitulo deciocho, en que el ermitaño cuenta la baxa que dieron
- los Felizes Amantes en Lisboa por la poca moderacion que tuvieron
- en su trato._ _146_
-
- _Capitulo decinueve, del suceso que tuvieron los Felizes Amantes
- hasta llegar á su amada patria._ _153_
-
- _Capitulo veynte, en que se da fin al cuento de los Felizes
- Amantes._ _163_
-
- _Capitulo veyntiuno, de como los canonigos y jurados se despidieron
- de don Quixote y su compañia, y de lo que á él y á Sancho les pasó
- con ella._ _169_
-
- _Capitulo veyntidos, como prosiguiendo su camino don Quixote con
- toda su compañia, toparon una estraña y peligrosa aventura en un
- bosque, la cual Sancho quiso ir á probar como buen escudero._ _174_
-
- _Capitulo veyntitres, en que Barbara da cuenta de su vida á don
- Quixote y sus compañeros hasta el lugar, y de lo que les sucedió
- desde que entraron hasta que salieron dél._ _182_
-
- _Capitulo veynticuatro, de como don Quixote, Barbara y Sancho
- llegaron á Sigüença, y de los sucesos que alli todos tuvieron,
- particularmente Sancho que se vió apretado en la carcel._ _190_
-
-
- SEPTIMA PARTE DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA
-
- _Capitulo veynticinco, de como al salir nuestro caballero de
- Sigüença encontro con dos estudiantes, y de las graciosas cosas que
- con ellos pasaron hasta Alcala._ _203_
-
- _Capitulo veyntiseys, de las graciosas cosas que pasaron entre don
- Quixote y una compañia de representantes, con quien se encontró en
- una venta cerca de Alcala._ _211_
-
- _Capitulo veyntisiete, donde se prosiguen los sucesos de don
- Quixote con los representantes._ _222_
-
- _Capitulo veyntiocho, de como don Quixote y su compañia llegaron
- á Alcala, do fue libre de la muerte por un estraño caso, y del
- peligro en que alli se vió por querer probar una peligrosa
- aventura._ _231_
-
- _Capitulo veyntinueve, como el valeroso don Quixote llegó á Madrid
- con Sancho y Barbara y de lo que á la entrada le sucedió con un
- titular._ _242_
-
- _Capitulo treynta, de la peligrosa y dudosa batalla que nuestro
- caballero tuvo con un paje del titular y un alguazil._ _247_
-
- _Capitulo treynta y uno, de lo que le sucedió á nuestro invencible
- caballero en casa del titular y de la llegada que hizo en ella su
- cuñado don Carlos en compañia de don Alvaro Tarfe._ _252_
-
- _Capitulo treynta y dos, en que se prosiguen las graciosas
- demostraciones que nuestro hidalgo don Quixote y su fidelisimo
- escudero Sancho hizieron de su valor en la corte._ _260_
-
- _Capitulo treynta y tres, en que se continuan las hazañas de
- nuestro don Quixote, y la batalla que su animoso Sancho tuvo con
- el escudero negro del rey de Chipre, y juntamente la visita que
- Barbara hizo al Archipampano._ _268_
-
- _Capitulo treynta y cuatro, del fin que tuvo la batalla aplaçada
- entre don Quixote y Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, y de
- como Barbara fue recogida en las arrepentidas._ _277_
-
- _Capitulo treynta y cinco, de las razones que entre don Carlos
- y Sancho Pança corrieron acerca de que él se queria volver á su
- tierra ó escribir una carta á su muger._ _285_
-
- _Capitulo treynta y seis y ultimo, de como nuestro buen caballero
- don Quixote de la Mancha fue llevado á Toledo por don Alvaro Tarfe,
- y puesto alli en prisiones en la casa del Nuncio, para que se
- procurase su cura._ _293_
-
-
-LAUS DEO
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of El Quijote apócrifo, by
-Alonso Fernández de Avellaneda
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL QUIJOTE APÓCRIFO ***
-
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-Project Gutenberg's El Quijote apócrifo, by Alonso Fernández de Avellaneda
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-Title: El Quijote apócrifo
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-Author: Alonso Fernández de Avellaneda
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-Release Date: December 9, 2019 [EBook #60884]
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-Language: Spanish
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-Character set encoding: UTF-8
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-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL QUIJOTE APÓCRIFO ***
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-Produced by Ramon Pajares Box and the Online Distributed
-Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was
-produced from images generously made available by Biblioteca
-Digital Hispánica/Biblioteca Nacional de España.)
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-</pre>
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-<div class="front">
- <hr class="full" />
- <p><a href="#tnote">Nota de transcripción</a></p>
- <p><a href="#ToC">Índice</a></p>
- <p><a href="#Errata">Fe de erratas</a></p>
- <p><a href="#Notas">Notas a pie de página</a></p>
- <h1 class="faux">El Quijote apócrifo</h1>
-</div>
-
-<div class="screenonly">
- <hr class="chap" />
- <div class="figcenter">
- <img class="thin"
- src="images/cover.jpg"
- alt="Cubierta del libro" />
- </div>
-</div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="tit">
- <p><span class="pagenum" id="Page_i">p. i</span></p>
- <p class="fs200 ws1">EL QUIJOTE APOCRIFO</p>
-
- <p class="fs80 ws1 mt15">COMPUESTO POR EL LICENCIADO</p>
- <p class="fs130 ws1 mt1">ALONSO FERNÁNDEZ DE AVELLANEDA</p>
- <p class="fs90 ws1 g1 mt1">NATURAL DE TORDESILLAS</p>
- <hr class="sep0" />
- <p class="fs90 mt2"><small>EDICIÓN</small></p>
- <p class="fs90 ws1 mt05"><small>CUIDADOSAMENTE COTEJADA CON LA ORIGINAL,</small></p>
- <p class="fs90 mt05"><small>PUBLICADA</small></p>
- <p class="fs90 ws1 mt05"><small>EN TARRAGONA EN</small> 1614.</p>
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- <div class="figcenter mt3">
- <img src="images/logo.jpg"
- alt="Logotipo del editor" />
- </div>
-
- <p class="fs90 mt3">MCMV</p>
- <p class="fs90 ws1">BARCELONA: LIBRERÍA CIENTÍFICO-LITERARIA</p>
- <p class="fs90 ws1 sans"><b>TOLEDANO LÓPEZ &amp; C.ª</b></p>
- <p class="fs90 ws1"><b>4, Elisabets, 4</b></p>
-</div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt6" id="Errata">
- <p><span class="pagenum" id="Page_iii">p. iii</span></p>
- <p class="fs110 centra ws1">ERRATAS QUE SE HAN NOTADO</p>
- <hr class="sep" />
-</div>
-
-<table class="err" summary="Fe de erratas">
- <tr>
- <td class="tdc"><small>PÁG.</small></td>
- <td class="tdc"><small>LÍNEA</small></td>
- <td class="tdc"><small>DICE</small></td>
- <td class="tdc"><small>LÉASE</small></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdc"><a href="#Page_6"><i>6</i></a></td>
- <td class="tdc"><i>5</i></td>
- <td class="tdc"><i>Galera</i></td>
- <td class="tdc"><a href="#err_1"><i>Galatea</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdc"><a href="#Page_8"><i>8</i></a></td>
- <td class="tdc"><i>29</i></td>
- <td class="tdc"><i>guia</i></td>
- <td class="tdc"><a href="#err_2"><i>Guia</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdc"><a href="#Page_257"><i>257</i></a></td>
- <td class="tdc"><i>3</i></td>
- <td class="tdc"><i>come</i></td>
- <td class="tdc"><a href="#err_3"><i>como</i></a></td>
- </tr>
-</table>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter">
-<p><span class="pagenum" id="Page_1">p. 1</span></p>
-<div class="figcenter mt1">
- <img class="thick"
- src="images/facsimil001.jpg"
- alt="Ilustración" />
- <p class="caption">
- <span class="smcap">Facsímile de la portada de la primera edición.</span>
- </p>
- <p class="captionc">
- SEGVNDO<br />
- TOMO DEL<br />
- INGENIOSO HIDALGO<br />
- DON QVIXOTE DE LA MANCHA,<br />
- que contiene su tercera salida: y es la<br />
- quinta parte de sus auenturas.<br />
-
- <i>Compuesto por el Licenciado Alonso Fernandez de<br />
- Auellaneda, natural de la Villa de<br />
- Tordesillas.</i><br />
-
- Al Alcalde, Regidores, y hidalgos, de la noble<br />
- villa del Argamesilla, patria feliz del hidalgo<br />
- Cauallero Don Quixote<br />
- de la Mancha.<br />
-
- Con Licencia, En Tarragona en casa de Felipe<br />
- Roberto, Año 1614.
- </p>
-</div>
-</div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter">
-<p><span class="pagenum" id="Page_2">p. 2</span></p>
-<div class="figcenter mt1">
- <img class="thick"
- src="images/facsimil002.jpg"
- alt="Ilustración" />
- <p class="caption">
- <span class="smcap">Facsímile de la portada de la edición de 1732.</span>
- </p>
- <p class="captionc">
- VIDA, Y HECHOS<br />
- DEL INGENIOSO HIDALGO<br />
- DON QUIXOTE<br />
- DE LA MANCHA.<br />
- QUE CONTIENE SU QUARTA SALIDA,<br />
- Y ES LA QUINTA PARTE DE SUS AVENTURAS.<br />
-
- <i>COMPUESTO POR EL LICENCIADO ALONSO FERNANDEZ<br />
- de Avellaneda, natural de la Villa de Tordesillas.</i><br />
-
- PARTE II. TOMO III.<br />
-
- <i>NUEVAMENTE AÑADIDO, Y CORREGIDO EN ESTA<br />
- Impression, por el Licenciado Don Isidro Perales y Torres.</i><br />
-
- DEDICADA, AL ALCALDE, REGIDORES, HIDALGOS,<br />
- de la Noble Villa de Argamesilla, Patria feliz del Hidalgo Cavallero<br />
- Don Quixote de la Mancha.<br />
-
- Año 1732.<br />
-
- CON PRIVILEGIO:<br />
-
- EN MADRID. Acosta de Juan Oliveras, Mercader de Libros, Heredero de<br />
- Francisco Lasso. Se hallará en su casa enfrente de San Phelipe el Real.
- </p>
-</div>
-</div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter">
-
- <p class="mt3"><span class="pagenum" id="Page_3">p. 3</span>Por
- comision del señor dotor Francisco de Torme y de Liori, Canonigo de
- la santa Iglesia de Tarragona, Oficial y Vicario general, por el
- ilustrísimo y reverendisimo señor don Juan de Moncada, Arçobispo
- de Tarragona y del Consejo de su Magestad: he leydo yo Raphael
- Orthoneda, dotor en santa Theologia, el libro intitulado Segundo
- tomo del ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, compuesto
- por el Licenciado Alonso Fernandez de Avellaneda, y me parece que
- no contiene cosa deshonesta ni prohibida, por lo cual no se deba
- imprimir, y que es libro curioso y de entretenimiento; y por tanto
- lo firmo de mi mano, hoy á 18 de Abril del año de 1614.</p>
-
- <p class="firma"><i>El Dotor Raphael Orthoneda.</i></p>
-
-
- <p class="mt3"><i>Nos el dotor Francisco de Torme y de Liori,
- Canonigo de la Santa Iglesia de Tarragona y por el ilustrisimo
- y Reverendisimo señor don Juan de Moncada por la gracia de Dios
- Arçobispo de Tarragona y del Consejo de su Magestad, en el
- Espiritual y temporal, Vicario general y Oficial. Atendida la
- relacion del dotor Raphael Orthoneda, á quien comitimos que viese
- y examinase este libro que se intitula Segundo tomo de don Quixote
- de la Mancha, compuesto por el Licenciado Alonso Fernandez de
- Avellaneda que no contiene cosa deshonesta, ni prohibida, damos
- y otorgamos licencia que se pueda imprimir y vender en este
- Arçobispado, Fecha de nuestra propia mano en la dicha ciudad de
- Tarragona á 4 de Julio, 1614.</i></p>
-
- <p class="centra mt1">El dotor y canonigo Francisco de Torme y de
- Liori,<br /> Vicar. Gen. y Offi.</p>
-
-</div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter">
- <p><span class="pagenum" id="Page_4">p. 4</span></p>
- <p class="centra lh175">AL ALCALDE,<br />
- REGIDORES Y HIDALGOS DE LA NOBLE VILLA<br />
- DEL ARGAMESILLA DE LA MANCHA,<br />
- PATRIA FELIZ DEL HIDALGO CABALLERO DON<br />
- QVIXOTE, LUSTRE DE LOS PROFESORES<br />
- DE LA CABALLERIA<br />
- ANDANTESCA.</p>
-</div>
-
-<p class="lh175 mt2">Antigua es la costumbre de dirigirse los libros
-de las excelencias y hazañas de algun hombre famoso á las patrias
-ilustres que como madres los criaron y sacaron á luz, y aun competir
-mil ciudades sobre cual lo habia de ser de un buen ingenio y grave
-personage; y como lo sea tanto el hidalgo caballero don Quixote de
-la Mancha (tan conocido en el mundo por sus inauditas proezas) justo
-es, para que lo sea tambien esa venturosa villa que vs. ms. rigen,
-patria suya y de su fidelisimo escudero Sancho Pança, dirigirles esta
-Segunda Parte, que relata las vitorias del uno y buenos servicios del
-otro, no menos invidiados que verdaderos. Reciban pues vs. ms. baxo
-de su manchega proteccion el libro y el celo de quien, contra mil
-detracciones le ha trabajado, pues lo merece por él y por el peligro
-á que su autor se ha puesto, poniendole en la plaça del vulgo, que es
-dezir en los cuernos de un toro indomito, etc.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_0">
- <p><span class="pagenum" id="Page_5">p. 5</span></p>
- <h2 class="nobreak">PROLOGO</h2>
-</div>
-
-<p>Como casi es comedia la historia de Don Quixote de la Mancha, no
-puede ni debe ir sin prologo; y asi sale al principio desta segunda
-parte de sus hazañas este, menos cacareado y agresor de sus lectores
-que el que á su primera parte puso Miguel de Cervantes Saavedra y
-más humilde que el que segundó en sus novelas, más satíricas que
-exemplares, si bien no poco ingeniosas. No le pareceran á él lo son
-las razones desta historia, que se prosigue con la autoridad que él la
-començó, y con la copia de fieles relaciones que á su mano llegaron (y
-digo mano, pues confiesa de sí que tiene sola una; y hablando tanto de
-todos, hemos de dezir del que, como soldado tan viejo en años cuanto
-moço en brios, tiene más lengua que manos) pero quexese de mi trabajo
-por la ganancia que le quito de su segunda parte; pues no podrá, por
-lo menos, dexar de confesar tenemos ambos un fin, que es desterrar la
-perniciosa licion de los vanos libros de caballerias, tan ordinaria
-en gente rustica y ociosa; si bien en los medios diferenciamos; pues
-él tomó por tales el ofender á mí; y particularmente á quien tan
-justamente celebran las naciones más extrangeras, y la nuestra debe
-tanto, por haber entretenido honestisima y fecundamente tantos años los
-teatros de España con estupendas é inumerables comedias, con el rigor
-del arte que pide el mundo, y con la seguridad y limpieza que de un
-ministro del Santo Ofizio se debe esperar.</p>
-
-<p>No solo he tomado por medio entremesar la presente comedia con
-las simplicidades de Sancho Pança, huyendo de ofender á nadie ni de
-hazer ostentacion de sinonomos voluntarios, si bien supiera hazer lo
-segundo, y mal lo primero; solo digo que nadie se espante de que salga
-de diferente autor esta segunda parte, pues no es nuevo el proseguir
-una historia diferentes sugetos. ¿Cuantos han hablado de los amores de
-Angelica y de sus sucesos? Las Arcadias, diferentes las han escrito, la
-Diana no es toda de una mano. Y pues Miguel de Cervantes es ya de viejo
-como el castillo de San Cervantes, y por los años tan mal contentadizo,
-que todo y todos le enfadan, y por ello está tan falto de amigos, que
-cuando quisiera adornar sus libros con sonetos campanudos, habia de
-ahijarlos (como él dize) al Preste Juan de las Indias ó al emperador de
-Trapisonda, por no hallar<span class="pagenum" id="Page_6">p. 6</span>
-titulo quiças en España que no se ofendiera de que tomara su nombre
-en la boca, con permitir tantos vayan los suyos en los principios de
-los libros del autor de quien murmura, y plegue á Dios aun dexe, ahora
-que se ha acogido á la Iglesia y sagrado: Contentese con su
-<span class="cambiado"
- title="Errata. En el libro impreso: Galera"
- id="err_1">Galatea</span> y
-comedias en prosa; que eso son las más de sus novelas: no nos canse.
-Santo Thomas, en la 2, 2, q. 36, enseña que la invidia es tristeza
-del bien y aumento ageno, dotrina que la tomó de san Juan Damasceno:
-á este vicio da por hijos S. Gregorio, en el libr. 31, capit. 31 de
-la exposicion moral que hizo á la historia del santo Job, al odio,<a
-id="FNanchor_1" href="#Footnote_1" class="fnanchor">[1]</a> susurracion
-y detraccion del proximo, gozo de sus pesares, y pesar de sus buenas
-dichas; y bien se llama este pecado invidia <i>a non videndo, quia
-invidus non potest videre bona aliorum</i>: efectos todos tan infernales
-como su causa, tan contrarios á los de la caridad cristiana, de quien
-dixo san Pablo, I. Corint., 13. <i>Charitas patiens est, benigna est,
-non emulatur, non agit perperam, non inflatur, non est ambitiosa,
-congaudet veritati, etc.</i> Pero disculpa los yerros<a id="FNanchor_2"
-href="#Footnote_2" class="fnanchor">[2]</a> de su Primera Parte, en
-esta materia, el haberse escrito entre los de una carcel; y asi no pudo
-dexar de salir tiznada dellos, ni salir menos que quexosa, murmuradora,
-impaciente y colerica, cual lo estan los encarcelados. En algo
-diferencia esta parte, de la primera suya; porque tengo opuesto humor
-tambien al suyo; y en materia de opiniones en cosas de historia, y tan
-autentica como esta, cada cual puede echar por donde le pareciere; y
-más dando para ello tan dilatado campo la cafila de los papeles que
-para componerla he leido, que son tantos como los que he dexado de
-leer.</p>
-
-<p>No me murmure nadie de que se permitan impresiones de semejantes
-libros, pues este no enseña á ser deshonesto, sino á no ser loco; y
-permitiendose tantas Celestinas, que ya andan madre y hija por las
-plaças, bien se puede permitir por los campos un Don Quixote y un
-Sancho Pança, á quienes jamas se les conoció vicio; antes bien buenos
-deseos de desagraviar huerfanas y deshazer tuertos, etc.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3">
- <p><span class="pagenum" id="Page_7">p. 7</span></p>
- <p class="fs130 centra ws1">DE PERO FERNANDEZ</p>
-</div>
-
-<p class="centra">SONETO</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i2">Maguer que las mas altas fechorias</p>
-<p class="i0">homes requieren doctos e sesudos,</p>
-<p class="i0">e yo soy el menguado entre los rudos,</p>
-<p class="i0">de buen talante escribo á mas porfias.</p>
-<p class="i2">Puesto que habia una sin fin de dias</p>
-<p class="i0">que la fama escondia en libros mudos</p>
-<p class="i0">los fechos mas sin tino y cabeçudos</p>
-<p class="i0">que se han visto de Illescas hasta Olias;</p>
-<p class="i2">yo vos endono, nobles leyenderos,</p>
-<p class="i0">las segundas sandeces sin medida</p>
-<p class="i0">del manchego fidalgo Don Quixote,</p>
-<p class="i2">para que escarmenteis en sus aceros;</p>
-<p class="i0">que el que correr quisiere tan al trote,</p>
-<p class="i0">non puede haber mejor solaz de vida.</p>
-</div></div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch_1">
- <p><span class="pagenum" id="Page_8">p. 8</span></p>
- <p class="centra ws1 lh175">
- QUINTA PARTE DEL INGENIOSO<br />
- HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA<br />
- Y DE SU ANDANTESCA<br />
- CABALLERIA<a id="FNanchor_3" href="#Footnote_3" class="fnanchor">[3]</a>
- </p>
- <hr class="sep" />
- <h2 class="nobreak">CAPITULO PRIMERO</h2>
- <p class="subh2h">De como don Quixote de la Mancha volvió á sus
- desvanecimientos de caballero andante, y de la venida á su lugar
- del Argamesilla ciertos caballeros granadinos.</p>
-</div>
-
-<p>El sabio Alisolan, historiador no menos moderno que verdadero, dize
-que, siendo expelidos los moros agarenos de Aragon, de cuya nacion él
-decendia, entre ciertos anales de historias halló escrita en arabigo la
-tercera salida que hizo del lugar del Argamesilla el invicto hidalgo
-don Quixote de la Mancha, para ir á unas justas que se hazian en la
-insigne ciudad de Çaragoça, y dize desta manera. Despues de haber sido
-llevado don Quixote por el Cura y el Barbero y la hermosa Dorotea á
-su lugar en una jaula, con Sancho Pança, su escudero, fue metido en
-un aposento con una muy gruesa y pesada cadena al pie; adonde, no con
-pequeño regalo de pistos y cosas conservativas y sustanciales, le
-volvieron poco á poco a su natural juizio; y para que no volviese á
-los antiguos desvanecimientos de sus fabulosos libros de caballerias,
-pasados algunos dias de su encerramiento, empezó con mucha instancia á
-rogar á Madalena, su sobrina, que le buscase algun buen libro en que
-poder entretener aquellos setecientos años que él pensaba estar en
-aquel duro encantamiento; la cual, por consejo del cura Pedro Perez
-y de maese Nicolas, barbero, le dió un Flos Sanctorum, de Villegas,
-y los Evangelios y Epistolas de todo el año en vulgar, y la
-<span class="cambiado"
- title="Errata. En el libro impreso: guia"
- id="err_2">Guia</span> de
-pecadores, de fray Luis de Granada; con la cual licion, olvidandose
-de las quime<span class="pagenum" id="Page_9">p. 9</span>ras de los
-caballeros andantes, fue reducido dentro de seis meses á su antiguo
-juizio, y suelto de la prision en que estaba. Començó tras esto á ir
-á misa con su rosario en las manos, con las Horas de nuestra Señora,
-oyendo tambien con mucha atencion los sermones; de tal manera, que ya
-todos los vecinos del lugar pensaban, que totalmente estaba sano de
-su accidente, y daban muchas gracias á Dios, sin osarle dezir ninguno
-(por consejo del Cura) cosa de las que por él habian pasado. Ya no le
-llamaban don Quixote, sino el señor Martin Quijada, que era su propio
-nombre; aunque en ausencia suya tenian algunos ratos de pasatiempo con
-lo que dél se dezia, y de que se acordaban todos, como lo del rescatar
-ó libertar los galeotes, lo de la penitencia que hizo en Sierra Morena,
-y todo lo demas que en las primeras partes de su historia se refiere.
-Sucedió pues en este tiempo, que, dandola á su sobrina, el mes de
-agosto, una calentura de las que los fisicos llaman efimeras, que son
-de veinte y cuatro, horas, el accidente fue tal, que dentro dese tiempo
-la sobrina Madalena murió quedando el buen hidalgo solo y desconsolado;
-pero el Cura le dió una harto devota vieja y buena cristiana, para
-que la tuviese en casa, le guisase la comida, le hiziese la cama, y
-acudiese á lo demas del servicio de su persona, y para que, finalmente,
-les diese aviso á él ó al Barbero de todo lo que don Quixote hiziese
-ó dixese dentro ó fuera de casa, para ver si volvia á la necia porfia
-de su caballeria andantesca. Sucedió pues en este tiempo que un dia de
-fiesta, despues de comer, que hazia un calor excesivo, vino á visitarle
-Sancho Pança, y hallandole en su aposento leyendo el Flos Sanctorum,
-le dixo: ¿Que haze, señor Quijada? ¿Como va? ¡Oh Sancho! dixo don
-Quixote, seas bien venido: sientate aqui un poco; que á fe que tenia
-harto deseo de hablar contigo. ¿Que libro es ese, dixo Sancho, en que
-lee su mercé? ¿Es de algunas caballerias como aquellas en que nosotros
-anduvimos tan neciamente el otro año? Lea un poco por su vida, á ver si
-hay algun escudero que medrase mejor que yo; que por vida de mi sayo,
-que me costó la burla de la caballeria más de veinte y seis reales, mi
-buen Rucio, que me hurtó Ginesillo, el buena voya, y yo me quedé tras
-todo eso sin ser rey ni Roque, si ya estas carnestoliendas no me hazen
-los muchachos rey de los gallos: en fin, todo mi trabajo ha sido hasta
-agora en vano. No leo, dixo don Quixote, en libro de caballerias; que
-no tengo alguno: pero leo en este Flos Sanctorum, que es muy bueno.
-¿Y quien fue ese Flas Sanctorum? replicó Sancho; ¿fue rey, ó algun
-gi<span class="pagenum" id="Page_10">p. 10</span>gante de aquellos que
-se tornaron molinos ahora un año? Todavia, Sancho, dixo don Quixote,
-eres necio y rudo. Este libro trata de las vidas de los santos, como
-de san Lorenço, que fue asado; de san Bartolome, que fue desollado; de
-santa Catalina, que fue pasada por la rueda de las navajas; y asimismo
-de todos los demas santos y martires de todo el año. Sientate, y leerte
-hé la vida del santo que hoy, á 20 de agosto, celebra la Iglesia, que
-es san Bernardo. Par Dios, dixo Sancho, que yo no soy amigo de saber
-vidas agenas, y más de mala gana me dexaria quitar el pellejo ni asar
-en parrillas. Pero digame: ¿á san Bartolome quitaronle el pellejo, y á
-san Lorenço pusieronle á asar despues de muerto ó acabando de vivir?
-¡Oigan que necedad! dixo don Quixote: vivo desollaron al uno, y vivo
-asaron al otro. ¡Oh, hi de puta, dixo Sancho, y como les escoceria!
-Pardiobre, no valia yo un higo para Flas Santorum; rezar de rodillas
-media dozena de credos, vaya enhorabuena; y aun ayunar, como comiese
-tres vezes al dia razonablemente, bien lo podria llevar. Todos los
-trabajos, dixo don Quixote, que padecieron los santos que te he dicho,
-y los demas de quien trata este libro, los sufrian ellos valerosamente
-por amor de Dios, y asi ganaron el reino de los cielos. A fe, dixo
-Sancho, que pasamos nosotros, ahora un año, hartos desafortunios para
-ganar el reino Micomicon, y nos quedamos hechos micos; pero creo que v.
-m. querrá ahora que nos volvamos santos andantes para ganar el paraiso
-terrenal. Mas dexado esto aparte, lea, y veamos la vida que dize, de
-san Bernardo. Leyola el buen hidalgo, y á cada hoja le dezia algunas
-cosas de buena consideracion, mezclando sentencias de filosofos,
-por donde se descubria ser hombre de buen entendimiento y de juizio
-claro, si no le hubiera perdido por haberse dado sin moderacion á leer
-libros de caballerias, que fueron la causa de todo su desvanecimiento.
-Acabando don Quixote de leer la vida de san Bernardo, dixo: ¿Que te
-parece, Sancho? ¿Has leido santo que más aficionado fuese á nuestra
-Señora que este? ¿Más devoto en la oracion, más tierno en las lagrimas
-y más humilde en obras y palabras? A fe, dixo Sancho, que era santo
-de chapa: yo le quiero tomar por devoto de aqui adelante, por si me
-viere en algun trabajo (como aquel de los batanes de marras ó manta
-de la venta), y me ayude, ya que v. m. no pudo saltar las bardas del
-corral. ¿Pero sabe, señor Quijada, que me acuerdo que el domingo
-pasado llevó el hijo de Pedro Alonso, el que anda á la escuela, un
-libro debaxo de un arbol, junto al molino, y nos estuvo leyendo más
-de dos<span class="pagenum" id="Page_11">p. 11</span> horas en él?
-El libro es lindo á las mil maravillas, y mucho mayor que ese Flas
-Santorum, tras que tiene al principio un hombre armado en su caballo,
-con una espada más ancha que esta mano, desenvainada, y da en una
-peña un golpe tal, que la parte por medio, de un terrible porrazo, y
-por la cortadura sale una serpiente, y él le corta la cabeça. ¡Este
-sí, cuerpo non de Dios, que es buen libro! ¿Como se llama? dixo don
-Quixote; que si yo no me engaño, el muchacho de Pedro Alonso creo que
-me le hurtó ahora un año, y se ha de llamar Don Florisbian de Candaria,
-un caballero valerosisimo, de quien trata, y de otros valerosos, como
-son Almiral de Çuazia, Palmerin del Pomo, Blastrodas de la Torre y el
-gigante Maleorte de Bradanca, con las dos famosas encantadoras Zuldasa
-y Dalfadea. A fe que tiene razon, dixo Sancho; que esas dos llevaron
-á un caballero al castillo de no sé como se llama. De Azefaros, dixo
-don Quixote. Si, á la fe; y que si puedo, se lo tengo de hurtar, dixo
-Sancho, y traerle acá el domingo para que leamos; que aunque no sé
-leer, me alegro mucho en oir aquellos terribles porrazos y cuchilladas
-que parten hombre y caballo. Pues, Sancho, dixo don Quixote, hazme
-plazer de traermele; pero ha de ser de manera que no lo sepa el Cura
-ni otra persona. Yo se lo prometo, dixo Sancho, y aun esta noche, si
-puedo, tengo de procurar traersele debaxo de la halda de mi sayo; y
-con esto quede con Dios; que mi muger me estará aguardando para cenar.
-Fuese Sancho, y quedó el buen hidalgo levantada la mollera con el
-nuevo refresco que Sancho le traxo á la memoria, de las desvanecidas
-caballerias. Cerró el libro, y començó á pasearse por el aposento,
-haziendo en su imaginacion terribles quimeras, trayendo á la fantasia
-todo aquello en que solia antes desvanecerse. En esto tocaron á
-visperas, y él, tomando su capa y rosario, se fue á oirlas con el
-Alcalde, que vivia junto á su casa; las cuales acabadas, se fueron los
-alcaldes, el Cura, don Quixote y toda la demas gente de cuenta del
-lugar á la plaça, y puestos en corrillo, començaron á tratar de lo que
-más les agradaba. En este punto vieron entrar por la calle principal
-en la plaça cuatro hombres principales á caballo, con sus criados y
-pajes, y doze lacayos que traian doze caballos del diestro ricamente
-enjaezados; lo cual visto por los que en la plaça estaban, aguardaron
-un poco á ver que seria aquello, y entonces dixo el Cura, hablando
-con don Quixote: Por mi santiguada, señor Quijada, que si esta gente
-viniera por aqui hoy haze seis meses, que á v. m. le pareciera una de
-las más extrañas y peligrosas aventuras que en sus libros de caba<span
-class="pagenum" id="Page_12">p. 12</span>llerias habia jamas oido ni
-visto; y que imaginara v. m. que estos caballeros llevarian alguna
-princesa de alta guisa forçada; y que aquellos que ahora se apean eran
-cuatro descomunales gigantes, señores del castillo de Bramiforan, el
-encantador. Ya todo eso, señor licenciado, dixo don Quixote, es agua
-pasada, con la cual, como dizen, no puede moler molino, mas lleguemonos
-hazia ellos á saber quien son; que si yo no me engaño, deben de ir á
-la corte á negocios de importancia, pues su trage muestra ser gente
-principal. Llegaronse todos á ellos, y hecha la debida cortesia, el
-Cura, como más avisado, les dixo de esta manera: Por cierto, señores
-caballeros, que nos pesa en extremo que tanta nobleza haya venido á
-dar cabo en un lugar tan pequeño como este, y tan desapercibido de
-todo regalo y buen acogimiento, como vs. ms. merecen; porque en él no
-hay meson ni posada capaz de tanta gente y caballos como aqui vienen;
-mas con todo, estos señores y yo, si de algun provecho fueremos, y
-vs. ms. determinaren de quedar aqui esta noche, procuraremos que se
-les dé el mejor recado que ser pudiere. El uno de ellos, que parecia
-ser el más principal, le rindió las gracias, diziendo en nombre de
-todos: En extremo, señores, agradecemos esa buena voluntad que sin
-conocernos se nos muestra, y quedaremos obligados con muy justa razon á
-agradecer y tener en memoria tan buen deseo. Nosotros somos caballeros
-granadinos, y vamos á la insigne ciudad de Çaragoça á unas justas que
-alli se hazen; que teniendo noticia que es su mantenedor un valiente
-caballero, nos habemos dispuesto á tomar este trabajo, para ganar en
-ellas alguna honra, la cual sin él es imposible alcançarse. Pensabamos
-pasar dos leguas más adelante; pero los caballos y gente vienen algo
-fatigada, y asi nos pareció quedar aqui esta noche, aunque hayamos de
-dormir sobre los poyos de la iglesia, si el señor Cura diere licencia
-para ello. Uno de los alcaldes, que sabia más de segar y de uncir las
-mulas y bueyes de su labrança, que de razones cortesanas, le dixo: No
-se les dé nada á sus mercedes; que aqui les haremos merced de alojarles
-esta noche; que sietecientas vezes al año tenemos capitanias de otros
-mayores fanfarrones que ellos, y no son tan agradecidos y bien hablados
-como vs. ms. son; y á fe que nos cuesta al Concejo más de noventa
-maravedis por año. El Cura, por atajarle que no pasase adelante con
-sus necedades, les dixo: vs. ms., mis señores, han de tener paciencia;
-que yo les tengo de alojar por mi mano, y ha de ser desta manera:
-que los dos señores alcaldes se lleven á sus casas estos dos señores
-caballeros con<span class="pagenum" id="Page_13">p. 13</span> todos
-sus criados y caballos, y yo á v. m., y el señor Quijada, á esotro
-señor; y cada uno, conforme sus fuerças alcançaren, procure de regalar
-á su huesped; porque, como dizen, el huesped, quien quiera que sea,
-merece ser honrado; y siendolo estos señores, tanta mayor obligacion
-tenemos de servirles, siquiera porque no se diga que llegando á un
-lugar de gente tan politica, aunque pequeño, se fueron á dormir, como
-este señor dixo lo harian, á los poyos de la iglesia. Don Quixote dixo
-á aquel que por suerte le cupo, que parecia ser el más principal: Por
-cierto, señor caballero, que yo he sido muy dichoso en que v. m. se
-quiera servir de mi casa, que, aunque es pobre de lo que es necesario
-para acudir al perfeto servicio de un tan gran caballero, será á
-lo menos muy rica de voluntad, la cual podrá v. m. recebir sin más
-ceremonias. Por cierto, señor hidalgo, respondió el caballero, que yo
-me tengo por bien afortunado en recebir merced de quien tan buenas
-palabras tiene, con las cuales es cierto conformarán las obras. Tras
-esto, despidiendose los unos de los otros, cada uno con su huesped, se
-resolvieron, al partir, en que tomasen un poco la mañana, por causa de
-los excesivos calores que en aquel tiempo hazian. Don Quixote se fue á
-su casa con el caballero que le cupo en suerte; y poniendo los caballos
-en un pequeño establo, mandó á su vieja ama que adereçase algunas aves
-y palominos, de que él tenia en casa no pequeña abundancia, para cenar
-toda aquella gente que consigo traia; y mandó juntamente á un muchacho
-llamase á Sancho Pança para que ayudase en lo que fuese menester en
-casa; el cual vino al punto de muy buena gana. Entre tanto que la
-cena se aparejaba, començaron á pasearse el caballero y don Quixote
-por el patio, que estaba fresco; y entre otras razones le preguntó
-don Quixote la causa que le habia movido á venir de tantas leguas á
-aquellas justas, y como se llamaba: á lo cual respondió el caballero
-que se llamaba don Alvaro Tarfe, y que decendia del antiguo linage de
-los moros Tarfes de Granada, deudos cercanos de sus reyes, y valerosos
-por sus personas, como se lee en las historias de los reyes de aquel
-reino, de los Abencerrajes, Zegries, Gomeles y Muzas,<a id="FNanchor_4"
-href="#Footnote_4" class="fnanchor">[4]</a> que fueron cristianos
-despues que el Catolico rey Fernando ganó la insigne ciudad de Granada;
-y ahora<a id="FNanchor_5" href="#Footnote_5" class="fnanchor">[5]</a>
-esta jornada por mandado de un serafin en habito de muger, el cual
-es reina de mi voluntad, objeto de mis deseos,<span class="pagenum"
-id="Page_14">p. 14</span> centro de mis suspiros, archivo de mis
-pensamientos, paraiso de mis memorias, y finalmente, consumada gloria
-de la vida que poseo. Esta, como digo, me mandó que partiese para estas
-justas, y entrase en ellas en su nombre, y le truxese alguna de las
-ricas joyas y preseas que en premio se les ha de dar á los venturosos
-aventureros vencedores; y voy cierto y no poco seguro de que no dexaré
-de llevarsela; porque yendo ella conmigo, como va dentro de mi coraçon,
-será el vencimiento infalible, la vitoria cierta, el premio seguro, y
-mis trabajos alcançaran la gloria que por tan largos dias he con tan
-inflamado afecto deseado. Por cierto, señor don Alvaro Tarfe, dixo don
-Quixote, que aquella señora tiene grandisima obligacion á corresponder
-á los justos ruegos de v. m. por muchas razones. La primera, por
-el trabajo que toma v. m. en hazer tan largo camino en tiempo tan
-terrible. La segunda, por el ir por solo su mandado, pues con él,
-aunque las cosas sucedan al contrario de su deseo, habrá cumplido
-con la obligacion de fiel amante, habiendo hecho de su parte todo lo
-posible. Mas suplico á v. m. me dé cuenta desa hermosa señora y de su
-edad y nombre, y del de sus nobles padres. Menester era, respondió don
-Alvaro, un muy grande calapino para declarar una de las tres cosas
-que v. m. me ha preguntado; y pasando por alto las dos postreras,
-por el respeto que debo á su calidad, solo digo de sus años que son
-diez y seis, y su hermosura tanta, que á dicho de todos los que la
-miran aun con ojos menos apasionados que los mios, afirman della no
-haber visto, no solamente en Granada, pero ni en toda la Andaluzia,
-más hermosa criatura; porque, fuera de las virtudes del animo, es sin
-duda blanca como el sol, las mexillas de rosas recien cortadas, los
-dientes de marfil, los labios de coral, el cuello de alabastro, las
-manos de leche, y finalmente, tiene todas las gracias perfetisimas
-de que puede juzgar la vista; si bien es verdad que es algo pequeña
-de cuerpo. Pareceme, señor don Alvaro, replicó don Quixote, que no
-dexa esa de ser alguna pequeña falta; porque una de las condiciones
-que ponen los curiosos para hazer á una dama hermosa es la buena
-disposicion del cuerpo; aunque es verdad que esta falta muchas damas
-la remedian con un palmo de chapin valenciano; pero quitado este, que
-no en todas partes ni á todas horas se puede traer, parecen las damas,
-quedando en çapatillas, algo feas, porque las basquiñas y ropas de
-seda y brocados, que estan cortadas á la medida de la disposicion que
-tienen sobre los chapines, les vienen largas de tal modo que arrastran
-dos palmos por el<span class="pagenum" id="Page_15">p. 15</span>
-suelo; y asi no dexará esto de ser alguna pequeña imperfecion en la
-dama de v. m. Antes, señor hidalgo, dixo don Alvaro, esa la hallo yo
-por una muy grande perfecion. Verdad es que Aristoteles, en el cuarto
-de sus Eticas, entre las cosas que ha de tener una muger hermosa cual
-él alli la describe, dize que ha de ser de una disposicion que tire
-á lo grande; mas otros ha habido de contrario parecer, porque la
-naturaleza, como dizen los filosofos, mayores milagros haze en las
-cosas pequeñas que en las grandes<a id="FNanchor_6" href="#Footnote_6"
-class="fnanchor">[6]</a>; y cuando ella en alguna parte hubiese errado
-en la formacion de un cuerpo pequeño, será más dificultoso de conocer
-el yerro, que si fuese hecho en cuerpo grande. No hay piedra preciosa
-que no sea pequeña, y los ojos de nuestros cuerpos son las partes más
-pequeñas que hay en él, y son las más bellas y más hermosas; asi que
-mi serafin es un milagro de la naturaleza, la cual ha querido darnos á
-conocer por ella como en poco espacio puede recoger con su maravilloso
-artificio el inumerable numero de gracias que puede produzir; porque
-la hermosura, como dize Ciceron, no consiste en otra cosa que en una
-conveniente disposicion de los miembros, que con deleite mueve los
-ojos de los otros á mirar aquel cuerpo cuyas partes entre sí mesmas
-con una cierta ociosidad se corresponden. Pareceme, señor don Alvaro,
-dixo don Quixote, que v. m. ha satisfecho con muy sutiles razones á
-la objecion que contra la pequeñez del cuerpo de su reina propuse; y
-porque me parece que ya la cena por ser poca estará aparejada, suplico
-á v. m. nos entremos á cenar; que despues sobre cena tengo un negocio
-de importancia que tratar con v. m., como con persona que tan bien sabe
-hablar en todas materias.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_2">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO II</h2>
- <p class="subh2h">De las razones que pasaron entre don Alvaro
- Tarfe y don Quixote sobre cena, y como le descubre los amores que
- tiene con Dulcinea del Toboso, comunicandole dos cartas ridiculas:
- por todo lo cual el caballero cae en la cuenta de lo que es don
- Quixote.</p>
-</div>
-
-<p>Despues de haber dado don Quixote razonablemente de cenar á su noble
-huesped, por postre de la cena, levantados ya los manteles, oyó de sus
-cuerdos labios las siguientes razones: Por cierto, señor Quijada, que
-estoy en extremo maravillado<span class="pagenum" id="Page_16">p.
-16</span> de que en el tiempo que nos ha durado la cena, he visto á
-v. m. algo diferente del que le ví cuando entré en su casa; pues en
-la mayor parte della le he visto tan absorto y elevado en no sé que
-imaginacion, que apenas me ha respondido jamas á proposito, sino tan ad
-Ephesios, como dizen, que he venido á sospechar que algun grave cuidado
-le aflige y aprieta el animo; porque le he visto quedarse á ratos con
-el bocado en la boca, mirando sin pestañear á los manteles, con tal
-suspension que, preguntandole si era casado, me respondió: ¿Rocinante?
-señor, el mejor caballo es que se ha criado en Cordoba; y por esto digo
-que alguna pasion ó interno cuidado atormenta á v. m.; porque no es
-posible nazca de otra causa tal efecto; y tal puede ser que, como otras
-muchas vezes he visto en otros, pueda quitarle la vida, ó á lo menos,
-si es vehemente, apurarle el juizio; y asi suplico á v. m. se sirva
-comunicarme su sentimiento; porque si fuere tal la causa dél que yo
-con mi persona pueda remediarla, lo haré con las veras que la razon y
-mis obligaciones piden, pues asi como con las lagrimas, que son sangre
-del coraçon, él mesmo desfoga y descansa, y queda aliviado de las
-melancolias que le oprimen, vaporeando por el venero de los ojos; asi,
-ni más ni menos el dolor y afliccion, siendo comunicado, se alivian
-algun tanto, porque suele el que lo oye, como desapasionado, dar el
-consejo que es más sano y seguro al remedio de la persona afligida. Don
-Quixote entonzes le respondió: Agradezco, señor don Alvaro, esa buena
-voluntad, y el deseo que muestra tener v. m. de hazermela; pero es
-fuerça que los que profesamos el orden de caballeria, y nos hemos visto
-en tanta multitud de peligros, ya con fieros y descomunales jayanes,
-ya con malandrines sabios ó magos, desencantando princesas, matando
-grifos, y serpientes, rinocerontes y endriagos,<a id="FNanchor_7"
-href="#Footnote_7" class="fnanchor">[7]</a> llevados de alguna
-imaginacion destas, como son negocios de honra, quedemos suspensos y
-elevados y puestos en un honroso extasi, como el en que v. m. dize
-haberme visto, aunque yo no he echado de verlo: verdad es que ninguna
-cosa destas por ahora me ha suspendido la imaginacion; que ya todas han
-pasado por mí. Maravillose mucho don Alvaro Tarfe de oirle dezir que
-habia desencantado princesas y muerto gigantes, y començó á tenerle
-por hombre que la faltaba algun poco de juizio; y asi, para enterarse
-dello le dixo: ¿Pues no se podrá saber que causa por ahora aflige á v.
-m.? Son negocios, dixo don Quixote, que aunque<span class="pagenum"
-id="Page_17">p. 17</span> á los caballeros andantes no todas las vezes
-es licito dezirlos, por ser v. m. quien es y tan noble y discreto, y
-estar herido con la propia saeta con que el hijo de Venus me tiene
-herido á mí, le quiero descubrir mi dolor, no para que me dé remedio
-para él, que solo me le puede dar aquella bella ingrata y dulcisima
-Dulcinea, robadora de mi voluntad; sino para que v. m. entienda que yo
-camino y he caminado por el camino real de la caballeria andantesca,
-imitando en obras y en amores á aquellos valerosos y primitivos
-caballeros andantes que fueron luz y espejo de todos aquellos que
-despues dellos han por sus buenas prendas merecido profesar el sacro
-orden de caballeria que yo profeso, como fueron el invicto Amadis
-de Gaula, don Belianis de Grecia y su hijo Esplandian, Palmerin de
-Oliva, Tablante de Ricamonte, el caballero del Febo<a id="FNanchor_8"
-href="#Footnote_8" class="fnanchor">[8]</a> y su hermano Rosicler,
-con otros valentisimos principes aun de nuestros tiempos, á todos los
-cuales, ya que les he imitado en obras y hazañas, los sigo tambien
-en los amores: asi que, v. m. sabrá que estoy enamorado. Don Alvaro,
-como era hombre de sutil entendimiento, luego cayó en todo lo que su
-huesped podia ser, pues dezia haber imitado á aquellos caballeros
-fabulosos de los libros de caballeria; y asi, maravillado de su loca
-enfermedad, para enterarse cumplidamente della le dixo: Admirome no
-poco, señor Quijada, que un hombre como v. m., flaco y seco de cara,
-y que á mi parecer pasa ya de los cuarenta y cinco, ande enamorado;
-porque el amor no se alcança sino con muchos trabajos, malas noches,
-peores dias, mil disgustos, celos, zozobras, pendencias y peligros;
-que todos estos y otros semejantes son los caminos por donde se camina
-al amor. Y si v. m. ha de pasar por ellos, no me parece tiene sujeto
-para sufrir dos noches malas al sereno, aguas y nieves, como yo sé por
-experiencia que pasan los enamorados. Mas digame v. m. con todo: esa
-muger que ama, ¿es de aqui del lugar, ó forastera? que gustaria en
-extremo, si fuese posible, verla antes que me fuese; porque un hombre
-de tan buen gusto como v. m. es, no es creible sino que ha de haber
-puesto los ojos en no menos que en una Diana efesina, Policena troyana,
-Dido cartaginense, Lucrecia romana ó Doralize granadina. A todas esas,
-respondió don Quixote, excede en hermosura y gracia; y solo imita en
-fiereza y crueldad á la inhumana Medea; pero ya querrá Dios que con
-el tiempo, que todas las cosas muda, trueque su coraçon diamantino,
-y con las nuevas que de mí y mis invencibles<span class="pagenum"
-id="Page_18">p. 18</span> fazañas terná, se molifique y sujete á mis
-no menos importunos que justos ruegos. Asi que, señor, ella se llama
-Princesa Dulcinea del Toboso (como yo don Quixote de la Mancha), si
-nunca v. m. la ha oido nombrar; que si habrá, siendo tan celebre por
-sus milagros y celestiales prendas. Quiso reirse de muy buena gana don
-Alvaro cuando oyo decir la princesa Dulcinea del Toboso; pero disimuló,
-porque su huesped no lo echase de ver y se enojase, y asi le dixo:
-Por cierto, señor hidalgo, ó por mejor dezir, señor caballero, que yo
-no he oido en todos los dias de mi vida nombrar tal princesa, ni creo
-la hay en toda la Mancha, si no es que ella se llame por sobrenombre
-Princesa, como otras se llaman Marquesas. No todos saben todas las
-cosas, replicó don Quixote; pero yo haré antes de mucho tiempo que
-su nombre sea conocido, no solamente en España, pero en los reinos y
-provincias más distantes del mundo. Esta es pues, señor, la que me
-eleva los pensamientos; esta me enagena de mí mismo; por esta he estado
-desterrado muchos dias de mi casa y patria, haziendo en su servicio
-heroicas hazañas, enviandole gigantes y bravos jayanes y caballeros
-rendidos á sus pies; y con todo eso ella se muestra á mis ruegos una
-leona de Africa y una tigre de Hircania, respondiendome á los papeles
-que le envio, llenos de amor y dulzura, con el mayor desabrimiento
-y despego que jamas princesa á caballero andante escribió. Yo le
-escribo más largas arengas, que las que Catilina<a id="FNanchor_9"
-href="#Footnote_9" class="fnanchor">[9]</a> hizo al senado de Roma; más
-heroicas poesias, que las de Homero ó Virgilio; con más ternezas, el
-Petrarca escribió á su querida Laura, y con más agradables episodios,
-que Lucano ni Ariosto pudieron escribir en su tiempo, ni en el nuestro
-ha hecho Lope de Vega á su Filis, Celia, Lucinda, ni á las demas que
-tan divinamente ha celebrado, hecho en aventuras un Amadis, en gravedad
-un Cévola, en sufrimiento un Perineo de Persia, en nobleza un Eneas,
-en astucia un Ulises, en constancia un Belisario, y en derramar sangre
-humana un bravo Cid Campeador; y porque v. m., señor don Alvaro, vea
-ser verdad todo lo que digo, quiero sacar dos cartas que tengo alli
-en aquel escritorio: una que con mi escudero Sancho Pança la escribi
-en los dias pasados, y otra que ella me envió en respuesta suya.
-Levantose para sacarlas, y don Alvaro se quedó haziendo cruces de ver
-la locura del huesped, y acabó de caer en la cuenta de que él estaba
-desvanecido con los vanos libros de caballerias, teniendolos por<span
-class="pagenum" id="Page_19">p. 19</span> muy autenticos y verdaderos.
-Al ruido que don Quixote hizo abriendo el escritorio, entró Sancho
-Pança, harto bien llena la barriga de los relieves que habian sobrado
-de la cena. Y como don Quixote se asentó con las dos cartas en la mano,
-él se puso repantigado tras las espaldas de su silla para gustar un
-poco de la conversacion. Ve aqui, dixo don Quixote, v. m. á Sancho
-Pança mi escudero, que no me dexará mentir á lo que toca al inhumano
-rigor de aquella mi señora. Si á fe, dixo Sancho Pança; que Aldonza
-Lorenço, alias Nogales (como asi se llamaba la infanta Dulcinea del
-Toboso por propio nombre, como consta de las primeras partes desta
-grave historia), es una grandisima... Tengaselo por dicho; porque
-¡cuerpo den ciruelo! ¿ha de andar mi señor hendo tantas caballerias
-de dia y de noche, y hendo cruel penitencia en Sierra Morena, dandose
-de calabaçadas, y sin comer por una?... Mas quiero callar; alla se
-lo haya, con su pan se lo coma; que quien yerra y se emienda, á Dios
-se encomienda; que una anima sola ni canta ni llora; y cuando la
-perdiz canta, señal es de agua; y á falta de pan, buenas son tortas.
-Pasara adelante Sancho con sus refranes, si don Quixote no le mandara,
-imperativo modo, que callara; mas con todo replicó diziendo: ¿Quiere<a
-id="FNanchor_10" href="#Footnote_10" class="fnanchor">[10]</a> saber,
-señor don Tarfe, lo que hizo la muy zurrada cuando la llevé esa carta
-que ahora mi señor quiere leer? Estabase en la caballeriça la muy
-puerca, porque llovia, hinchendo un seron de basura con una pala; y
-cuando yo le dixe que le traia una carta de mi señor (¡infernal torçon
-le dé Dios por ello!), tomó una gran palada del estiercol que estaba
-más hondo y más remojado, y arrojomele de boleo, sin dezir agua va, en
-estas pecadoras barbas. Yo, como por mis pecados las tengo más espesas
-que escobilla de barbero, estuve despues más de tres dias sin poder
-acabar de agotar la porqueria que en ellas me dexó, perfetamente.
-Diose, oyendo esto, una palmada en la frente don Alvaro, diziendo: Por
-cierto, señor Sancho, que semejante porte que ese no le merecia la
-mucha discrecion vuestra. No se espante v. m. replicó Sancho; que á fe
-que nos ha sucedido á mí y á mi señor, andando por amor della en las
-aventuras ó desventuras del año pasado, darnos pasadas de cuatro vezes
-muy gentiles garrotaços. Yo os prometo, dixo colerico don Quixote,
-que si me levanto, don bellaco desvergonçado, y cojo una estaca de
-aquel carro, que os muela las costillas y haga que se os acuerde per
-omnia saecula saeculorum. Amen, respondió San<span class="pagenum"
-id="Page_20">p. 20</span>cho. Levantarase don Quixote á castigarle
-la desvergüença, si don Alvaro no le tuviera el braço y le hiziera
-volver á sentar en su silla, haziendo con el dedo señas á Sancho para
-que callase, con que lo hizo por entonzes; y don Quixote, abriendo
-la carta, dixo: Ve aqui v. m. la carta que este moço llevó los dias
-pasados á mi señora, y juntamente la respuesta della, para que de ambas
-colija v. m. si tengo razon de quexarme de su inaudita ingratitud.</p>
-
-<blockquote>
-
-<p class="centra mt1"><i>Sobrescrito de la carta. A la infanta Dulcinea
-del Toboso</i></p>
-
-<p class="mt1">«Si el amor afincado, ¡oh bella ingrata! que asaz
-bulle por los poros de mis venas, diera lugar á que me ensañara
-contra vuestra fermosura, cedo tomara vengança de la sandez con que
-mis cuitas os dan enojoso reproche. Cuidades, dulce enemiga mia, que
-non atiendo con todas mis fuerças en al que en desfazer tuertos de
-gente menesterosa: magüer que muchas vezes ando envuelto en sangre de
-jayanes, cedo el pensamiento sin polilla está ademas ledo, y tiene
-remembrança que está preso por una de las más altas fembras que entre
-las reinas de alta guisa fallar se puede. Empero lo que agora vos
-demando es, que si alguna desmesurança he tenido, me perdonedes; que
-los yerros por amare, dignos son de perdonare. Esto pido de finojos
-ante vuestro imperial acatamiento. Vuestro hasta el fin de la vida.</p>
-
-<p class="firma"><i>El caballero de la Triste Figura,<br /> Don Quixote
-de la Mancha.</i>»</p>
-
-</blockquote>
-
-<p>Por Dios, dixo don Alvaro riendose, que es la más donosa carta
-que en su tiempo pudo escribir el rey don Sancho de Leon á la noble
-doña Ximena Gomez, al tiempo que, por estar ausente della, el Cid, la
-consolaba; pero siendo v. m. tan cortesano, me espanto que escribiese
-esa carta ahora tan á lo del tiempo antiguo; porque ya no se usan esos
-vocablos en Castilla sino es cuando se hazen comedias de los reyes y
-condes de aquellos siglos dorados. Escribola desta suerte, dixo don
-Quixote, porque, ya que imito á los antiguos en la fortaleça, como son
-al conde Fernan Gonzalez, Peranzules, Bernardo y al Cid, los quiero
-tambien imitar en las palabras. ¿Pues para qué, replicó don Alvaro,
-puso v. m. en la firma El caballero de la Triste Figura? Sancho
-Pança, que habia estado escuchando la carta, dixo: Yo se lo aconsejé,
-y á fe en toda ella no va cosa más verdadera<span class="pagenum"
-id="Page_21">p. 21</span> que esa. Puseme El de la Triste Figura,
-añadió don Quixote, no por lo que este necio dize, sino porque la
-ausencia de mi señora Dulcinea me causaba tanta tristeza, que no me
-podia alegrar: de la suerte que Amadis se llamó Beltenebros, otro el
-caballero de los Fuegos, otro de las Imagenes, ó de la Ardiente espada.
-Don Alvaro le replicó: y el llamarse v. m. don Quixote, ¿á imitacion de
-quien fue? A imitacion de ninguno, dixo don Quixote, sino como me llamo
-Quijada, saqué deste nombre el de don Quixote el dia que me dieron el
-orden de caballeria. Pero oiga v. m., le suplico, la respuesta que
-aquella enemiga de mi libertad me escribe.</p>
-
-<blockquote>
-
-<p class="centra mt1"><i>Sobrescrito. A Martin Quijada, el
-Mentecapto.</i></p>
-
-<p class="mt1">«El portador desta habia de ser un hermano mio, para
-darle la respuesta en las costillas con un gentil garrote. ¿No sabe lo
-que le digo, señor Quijada? Que por el siglo de mi madre, que si otra
-vez me escribe de emperatriz ó reina, poniendome nombres burlescos,
-como es A la infanta manchega Dulcinea del Toboso y otros semejantes
-que me suele escribir, que tengo de hazer que se le acuerde. Mi nombre
-propio es Aldonza Lorenço ó Nogales, por mar y por tierra.»</p>
-
-</blockquote>
-
-<p>Vea v. m. si habrá en el mundo caballero andante, por más discreto
-y sufrido que sea, que pueda sin morir tolerar semejantes razones.
-¡Oh, hi de puta! dixo Sancho Pança, conmigo las habia de haber la
-relamida: á fe que la habia de her peer por ingeño; que aunque es moça
-forçuda, yo fio que si la agarro, no se me escape de entre las uñas:
-mi señor don Quixote es muy demasiado de blando. Si él la enviase
-media dozena de cozes dentro de una carta, para que se la depositasen
-en la barriga, á fe que no fuera tan repostona. Sepa v. m. que estas
-moças yo las conozco mejor que un huevo vale una blanca, si las hablan
-bien, dan al hombre el pescoçon y pasagonçalo que le hacen saltar las
-lagrimas de los ojos: sobre mí, que conmigo no se burlan, porque luego
-les arroxo una coz mas redonda que de mula de frayle hieronymo; y más
-si me pongo los çapatos nuevos: ¡mal año para la mula del Preste Juan
-que mejor las endilgue! Levantose riendo don Alvaro, y dixo: Por Dios
-que si el rey de España supiese que este entretenimiento habia en este
-lugar, que aunque le costase un millon, procurara tenerlo consigo en
-su casa. Señor don Quixote, ello hemos de madrugar por lo menos una
-hora antes del dia, por huir del sol; y asi, con licencia de v. m.
-querria tratar de acostarme.<span class="pagenum" id="Page_22">p.
-22</span> Don Quixote dixo que su merced la tenia; y asi començó á
-desnudarse para hazerle la cama que en el mesmo aposento estaba, y
-mandó á Sancho Pança que le desçalzase las botas. Llegaron en esto á
-quererlo hazer dos pajes del mesmo don Alvaro que habian estado oyendo
-la conversacion desde la puerta; pero no consintió Sancho Pança que
-otro que él hiziese tal ofizio, de que gustó en extremo don Alvaro,
-el cual le dixo, mientras don Quixote salió afuera por unas peras en
-conserva para darle: Tirá, hermano Sancho, bien, y tened paciencia.
-Si tendran, respondió Sancho; que no son bestias; y aunque no soy
-don, mi padre lo era. ¿Como es eso? dixo don Alvaro: ¡vuestro padre
-tenia don! Sí, señor, dixo Sancho; pero teniale á la postre. ¿Como
-á la postre? replicó don Alvaro. ¿Llamabase Francisco Don, Juan Don
-ó Diego Don? No, señor, dixo Sancho, sino Pedro el Remendon. Rieron
-mucho del dicho los pajes y don Alvaro, que prosiguió preguntandole
-si era aun su padre vivo; y él respondió: No, señor; que más há de
-diez años que murió de una de las más malas enfermedades que se puede
-imaginar. ¿De que enfermedad murió? replicó don Alvaro. De sabañones,
-respondió Sancho. ¡Santo Dios! dixo don Alvaro con grandisima risa:
-¡de sabañones! El primer hombre que en los dias de mi vida oí dezir
-que muriese desa enfermedad fue vuestro padre, y asi no lo creo. ¿No
-puede cada uno, dixo Sancho, morir la muerte que le da gusto? Pues si
-mi padre quiso morir de sabañones, ¿que se le da á v. m.? En medio de
-la risa de don Alvaro y sus pajes, entró don Quixote y su ama la vieja
-con un plato de peras en conserva y una garrafa de buen vino blanco, y
-dixo: V. m., mi señor don Alvaro, podrá comer un par destas peras, y
-tras ellas tomar una vez de vino, que le dará mil vidas. Yo beso á v.
-m. las manos, respondió don Alvaro, señor don Quixote, por la merced
-que me haze; pero no podré servirle; porque no acostumbro comer cosa
-alguna sobre cena; que me daña, y tengo larga experiencia en mi de la
-verdad del aforismo de Avicena ó Galeno, que dize que lo crudo sobre
-lo indigesto engendra enfermedad. Pues por vida de la que me parió,
-dixo Sancho, que aunque ese Açucena ó Galena que su merced dize, me
-dixese más latines que tiene todo el a, b, c, asi dexase yo de comer,
-habiendolo á mano, como de escupir. ¡Mirá que cuerpo de San Belorge!
-El no comer para los castraleones, que se sustentan del aire. Pues por
-vida de la que adoro, dixo don Alvaro, tomando una pera con la punta
-del cuchillo, que os habeis de comer esta, con licencia del señor don
-Quixote. ¡Ah!<span class="pagenum" id="Page_23">p. 23</span> no, por
-vida, señor don Tarfe, respondió Sancho; que estas cosas dulces, siendo
-pocas, me hazen mal; aunque es verdad que cuando son en cantidad, me
-hazen grandisimo provecho. Con todo, la comió, y tras esto se puso don
-Alvaro en la cama, y á los pajes les hizieron otra junto á ella do se
-acostasen, como lo hizieron. En esto dixo don Quixote á Sancho: Vamos,
-Sancho amigo, al aposento de arriba; que alli podremos dormir lo poco
-que de la noche queda; que no hay para que irte ahora á tu casa; que
-ya tu muger estará acostada; y tambien que tengo un poco que comunicar
-contigo esta noche sobre un negocio de importancia. Pardiez, señor,
-dixo Sancho, que estoy yo esta noche para dar buenos consejos, porque
-estoy redondo como una chueca; solo será la falta que me dormiré luego,
-porque ya los bostezos menudean mucho. Subieronse arriba tras esto
-ambos á acostar, y puestos en una misma cama, dixo don Quixote: Hijo
-Sancho, bien sabes ó has leido que la ociosidad es madre y principio
-de todos los vicios, y que el hombre ocioso está dispuesto para pensar
-cualquier mal, y pensandolo, ponerlo por obra, y que el diablo de
-ordinario acomete y vence facilmente á los ociosos, porque haze como
-el cazador, que no tira á las aves mientras que las ve andar volando,
-porque entonzes seria la caza incierta y dificultosa, sino que aguarda
-á que se asienten en algun puesto, y viendolas ociosas, les tira y
-las mata. Digo esto, amigo Sancho, porque veo que há algunos meses
-que estamos ociosos, y no cumplimos, yo con el orden de caballeria
-que recebi, y tú con la lealtad de escudero fiel que me prometiste.
-Querria pues (para que no se diga que yo he recebido en vano el talento
-que Dios me dió, y sea reprehendido como aquel del Evangelio, que ató
-el que su amo le fió en el pañizuelo, y no quiso granjear con él) que
-volviesemos lo más presto que ser pudiese á nuestro militar exercicio,
-porque en ello haremos dos cosas: la una, servicio muy grande á Dios,
-y la otra, provecho al mundo, desterrando dél los descomunales jayanes
-y soberbios gigantes que hazen tuertos de sus fueros, y agravios
-á caballeros menesterosos y á donzellas afligidas; y juntamente
-ganaremos honra y fama para nosotros y nuestros sucesores, conservando
-y aumentando la de nuestros antepasados; tras que adquiriremos mil
-reinos y provincias en un quita allá esas pajas, con que seremos ricos,
-y enriquezeremos nuestra patria. Señor, dixo Sancho, no tiene que
-meterme en el caletre esos guerreamientos, pues ya ve lo mucho que me
-costaron ese otro año, con la perdida de mi Rucio, que buen siglo haya;
-tras que jamas me cumplió lo que mil vezes me<span class="pagenum"
-id="Page_24">p. 24</span> tenia prometido, de que nos veriamos dentro
-de un año, yo adelantando, ó rey por lo menos, mi muger almiranta y
-mis hijos infantes; ninguna de las cuales cosas veo cumplidas por mí
-(¿oye v. m., ó duerme?), y mi muger tan Mari-Gutierrez se es hoy como
-agora un año: asi que, yo no quiero perro con cencerro. Y fuera deso,
-si nuestro cura el licenciado Pero Perez sabe que queremos tornar á
-nuestras caballerias, le tiene de meter á v. m. con una cadena por
-unos seis ó siete meses en domus Jetro, que dizen, como la otra vez; y
-asi, digo que no quiero ir con v. m., y dexeme dormir por vida suya;
-que ya se van pegando los ojos. Mira, Sancho, dixo don Quixote, que yo
-no quiero que vayas como la otra vez; antes quiero comprarte un asno
-en que vayas como un patriarca, mucho mejor que el otro que te hurtó
-Ginesillo; y en fin, iremos ambos con mejor orden, y llevaremos dineros
-y provisiones, y una maleta con nuestra ropa; que ya he echado de ver
-que es muy necesario, porque no nos suceda lo que en aquellos malditos
-castillos encantados nos sucedió. Aun desa manera, respondió Sancho,
-y pagandome cada mes mi trabajo, yo iré de muy buena gana. Oyendo su
-resolucion, alegre don Quixote, prosiguió diziendo: Pues Dulcinea se
-me ha mostrado tan inhumana y cruel, y lo que peor es, desagradecida
-á mis servicios, sorda á mis ruegos, incredula á mis palabras, y
-finalmente, contraria á mis deseos, quiero probar, á imitacion del
-caballero del Febo, que dexó<a id="FNanchor_11" href="#Footnote_11"
-class="fnanchor">[11]</a> á Claridana, y otros muchos que buscaron
-nuevo amor, y ver si en otra hallo mejor fe y mayor correspondencia
-á mis fervorosos intentos, y ver juntamente... ¿Duermes, Sancho? ¡Ah
-Sancho! En esto Sancho recordó, diziendo: Digo, señor, que tiene razon;
-que esos jayanazos son grandisimos bellacos, y es muy bien que les
-hagamos tuertos. ¡Por Dios, dixo don Quixote, que estás muy bien en
-el cuento! Estoyme yo quebrando la cabeça diziendote lo que á ti y
-á mí más, despues de Dios, nos importa, y tú duermes como un liron.
-Lo que digo, Sancho, es, ¿entiendes?... ¡Oh! reniego de la puta que
-me parió, dixo Sancho: dexeme dormir con Barrabas; que yo creo bien
-y verdaderamente cuanto me dixere y piensa dezir todos los dias de
-su vida. Harto trabajo tiene un hombre, dixo don Quixote, que trata
-cosas de peso con salvajes como este: quierole dexar dormir; que yo,
-mientras que no diere fin y cabo á estas honradas justas, ganando en
-ellas el primero, segundo y tercero dia las joyas de más importancia
-que hubiere, no quie<span class="pagenum" id="Page_25">p. 25</span>ro
-dormir, sino velar, traçando con la imaginacion lo que despues tengo
-de poner por efecto, como haze el sabio arquitecto, que antes que
-comienze la obra, tiene confusamente en su imaginativa todos los
-aposentos, patios, chapiteles y ventanas de la casa, para despues
-sacallos perfectamente á luz. En fin, al buen hidalgo se le pasó lo que
-de la noche quedaba, haziendo grandisimas quimeras en su desvanecida
-fantasia, ya hablando con los caballeros, ya con los jueces de las
-justas, pidiendoles el premio; ya, finalmente, saludando con grandisima
-mesura á una dama hermosisima y ricamente adereçada, á quien presentaba
-desde el caballo con la punta de la lança una rica joya. Con estos y
-otros semejantes desvanecimientos se quedó al cabo dormido.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_3">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO III</h2>
- <p class="subh2h">De como el Cura y don Quixote se despidieron de
- aquellos caballeros, y de lo que á él le sucedió con Sancho Pança
- despues de ellos idos.</p>
-</div>
-
-<p>Una hora antes que amaneciese llegaron á la puerta de don Quixote
-el Cura y los alcaldes á llamar, que venian á despertar al señor don
-Alvaro; á cuyas vozes don Quixote llamó á Sancho Pança para que les
-fuese á abrir, el cual despertó con harto dolor de su coraçon. Entrados
-que fueron al aposento de don Alvaro, el Cura se asentó junto á su
-cama, y le començó á preguntar como le habia ido con su huesped; á lo
-cual respondió contandole brevemente lo que con él y con Sancho Pança
-le habia pasado aquella noche; y dixo que si no fuera el plaço de las
-justas tan corto, se quedara alli cuatro ó seis dias á gustar de la
-buena conversacion de su huesped; pero propuso de estarse alli más
-despacio á la vuelta. El Cura le contó todo lo que don Quixote era, y
-lo que con él le habia acontecido el año pasado, de lo cual quedó muy
-maravillado; y mudando platica, fingieron hablaban de otro, porque
-vieron entrar á don Quixote, con cuyos buenos dias y apacible vision se
-levantó don Alvaro, y mandó aprestar los caballos y demas recado para
-irse. Entre tanto los alcaldes y el Cura volvieron á dar de almorzar á
-sus huespedes, quedando concertados que todos volverian á casa de don
-Quixote, para partirse desde alli juntos. Idos ellos, y vestido don
-Alvaro, dixo aparte á don Quixote: Señor mio, v. m. me la ha de hazer
-de que unas armas grabadas de Milan, que traigo aqui en un baul grande,
-se me guarden<span class="pagenum" id="Page_26">p. 26</span> con
-cuidado en su casa hasta la vuelta; que me parece que en Çaragoça no
-serán menester, pues no faltarán en ella amigos que me provean de otras
-que sean menos sutiles, pues estas lo son tanto, que solo pueden servir
-para la vista, y es notable el embaraço que me causa el llevarlas.
-Hízolas sacar luego alli todas en diziendo esto, y eran peto, espaldar,
-gola, braçaletes, escarcelas y morrion; y don Quixote, cuando las
-vió, se le alegró la paxarilla infinitamente, y propuso luego en su
-entendimiento lo que habia de hazer dellas, y asi le dixo: Por cierto,
-mi señor don Alvaro, que esto es lo menos en que yo pienso servir á v.
-m., pues espero en Dios vendrá tiempo en que v. m. se holgará más de
-verme á su lado, que no en el Argamesilla. Y prosiguió preguntandole,
-mientras se volvian á poner en el baul las armas, qué divisa pensaba
-sacar en las justas, qué libreas, qué letras ó qué motes: á todo lo
-cual, por complazerle, le respondió don Alvaro, no entendiendo que le
-pasaba por la imaginacion el ir á Çaragoça ni hazer lo que hizo, y
-adelante se dirá. En esto entró Sancho muy colorado, sudandole la cara
-y diziendo: Bien puede, mi señor don Tarfe, sentarse á la mesa; que
-ya está el almuerzo á punto. A lo cual respondió don Alvaro: ¿Teneis
-buen apetito de almorzar, Sancho amigo? Ese, dixo él, señor mio,
-gloria tibi, Domine, nunca me falta, y es de manera, que (en salud sea
-mentado, y vaya el diablo para ruin) no me acuerdo en todos los dias
-de mi vida haberme levantado harto de la mesa, sino fue ahora un año,
-que, siendo mi tio Diego Alonso mayordomo del Rosario, me hizo á mí
-repartidor del pan y queso de la caridad que da la cofradia, y entonces
-alli hube de afloxar dos agujeros al cinto. Dios os conserve, dixo don
-Alvaro, esa disposicion; que solo della y de vuestra buena condicion
-os tengo envidia. Almorzó don Alvaro, y luego llegaron los tres
-caballeros con su gente y con el Cura; porque ya amanecia; y viendolos
-don Alvaro, se puso al momento las espuelas y subió á caballo; tras lo
-cual sacó don Quixote del establo á Rocinante ensillado y enfrenado
-para acompañarles, y dixo, teniendole por el freno, á don Alvaro: Ve
-aqui v. m., señor don Alvaro, uno de los mejores caballos que á duras
-penas se podrian hallar en todo el mundo. No hay Bucefalo, Alfana,
-Seyano, Babieca ni Pegaso que se le iguale. Por cierto, dixo don
-Alvaro, mirandole y sonriendose, que ello puede ser como v. m. dize;
-pero no lo muestra en el talle, porque es demasiado de alto y sobrado
-de largo, fuera de estar muy delgado; pero debe ser la causa del
-estar tan flaco el ser de su naturaleça algo as<span class="pagenum"
-id="Page_27">p. 27</span>trologo ó filosofo, ó la larga experiencia que
-tendrá de las cosas del mundo; que no deben haber pasado pocas por él,
-segun los muchos años que descubre tener encubiertos baxo la silla;
-pero, como quiera que sea, él es digno de alabança, por lo que muestra
-ser discreto y pacifico. En esto salieron todos á caballo, y el Cura y
-don Quixote les acompañaron casi un cuarto de legua del lugar. Iba el
-Cura tratando con don Alvaro de las cosas de don Quixote; el cual se
-maravillaba en extremo de su extraña locura. Despidieronse, forçados
-de los ruegos de los caballeros, y vueltos al Argamesilla, el Cura se
-fue á su casa, y llegando á la suya don Quixote, lo primero que hizo
-en apeandose, fue enviar luego á llamar con su ama á Sancho Pança, con
-orden de que le dixese traxese consigo, cuando viniese, aquello que
-le habia dicho le traeria, que era Florisbian de Candaria, libro no
-menos necio que impertinente. Vino luego volando Sancho; y cerrando
-el aposento por adentro, y quedando en él solos, sacó el libro debaxo
-de las haldas del sayo, y diosele; el cual le tomó en las manos con
-mucha alegria, diziendo: Ves aqui, Sancho, uno de los mejores y más
-verdaderos libros del mundo, donde hay caballeros de tan grande fama y
-valor, que ¡mal año para el Cid ó Bernardo del Carpio que les lleguen
-al çapato! Al punto le puso sobre un escritorio, y volvió de nuevo á
-repetir á Sancho muy por extenso todo lo que la noche pasada le habia
-dicho, y no habia podido entender por estar tan dormido, concluyendo
-la platica con dezir queria partir para Çaragoça á las justas, y que
-pensaba olvidar á la ingrata infanta Dulcinea del Toboso, y buscar
-otra dama que mejor correspondiese á sus servicios; y que de alli
-pensaba despues ir á la corte del rey de España para darse á conocer
-por sus fazañas. Y trabaré amistad, añadia el buen don Quixote, con los
-grandes, duques, marqueses y condes que al servicio de su real persona
-asisten; do veré si alguna de aquellas fermosas damas que están con
-la Reina, enamorada de mi tallaço, en competencia de otras, muestra
-algunas señales de verdadero amor, ya con apariencias exteriores de la
-persona y vestido, ya con papeles ó recados enviados al cuarto que sin
-duda el Rey me dará en su real palacio, para que desta manera, siendo
-invidiado de muchos caballeros de los del tuson, procuren todos por
-varios caminos descomponerme con el Rey; á los cuales, en sabiendolo,
-desafio y reto, matando la mayor parte dellos: con que vista mi gran
-valentia por el Rey nuestro señor, es fuerça que su magestad Catolica
-me alabe por uno de los mejores caballeros de Europa. Todo esto dezia
-él con tanto<span class="pagenum" id="Page_28">p. 28</span> brio,
-levantando las cejas, con voz sonora, y puesta la mano sobre la
-guarnicion de la espada, que no se habia aun quitado desde que habia
-salido á acompañar á don Alvaro, que parecia que ya pasaba por él todo
-lo que iba diziendo. Quiero pues, Sancho mio, proseguia luego, que veas
-ahora unas armas que el sabio Alquife, mi grande amigo, esta noche me
-ha traido, estando yo traçando la dicha ida de Çaragoça, porque quiere
-que con ellas entre en las aplaçadas justas, y lleve el mejor precio
-que dieren los juezes, con inaudita fama y gloria de mi nombre y de los
-andantes caballeros antepasados, á quien imito y aun excedo. Y abriendo
-una arca grande, á donde las habia metido, las sacó. Cuando Sancho
-vió las armas nuevas y tan buenas, llenas de trofeos y grabaduras
-milanesas, acicaladas y limpias, pensó sin duda que eran de plata, y
-dixo pasmado: Por vida del fundador de la torre de Babilonia, que si
-ellas fueran mias, que las habia de hazer todas de reales de á ocho,
-destos que corren ahora, más redondos que hostias; porque solamente la
-plata, fuera de las imagines que tienen, vale al menorete, á quererlas
-echar en la calle, mas de noventa mil millones. ¡Oh hi de puta,
-traidoras, y cómo reluzen! Y tomando el morrion en las manos, dixo:
-Pues el sombrero de plata ¡es bobo! Por las barbas de Pilatos, que si
-tuviera cuatro dedos más de falda, se le podria poner el mesmo Rey, y
-aun juro que el dia de la procesion del Rosario se le habemos de poner
-en la cabeça al señor Cura, pues saldrá con él y con la capa de brocado
-por esas calles hecho un relox. Mas digame, señor, estas armas ¿quién
-las hizo? ¿Hizolas ese sabio Esquife, ó nacieronse asi del vientre
-de su madre? ¡Oh gran necio! dixo don Quixote: estas se hizieron y
-forjaron junto al rio Leteo, media legua de la barca de Acaronte, por
-las manos de Vulcano, herrero del infierno. ¡Oh, pestilencia en el
-herrero! dixo Sancho: ¡el diablo podrá ir á su fragua á sacar la punta
-de la reja del arado! Yo apostaré que, como no me conoce, me echase
-una grande escudilla de aquella pez y trementina que tiene ardiendo,
-sobre estas virginales barbas, tal, que fuera harto peor de quitar
-y aun de sanar que la basura que me echó en ellas Aldonza Lorenço
-los otros dias. Tomó en esto las armas don Quixote, diziendo: Quiero
-amigo Sancho, que veas como me estan: ayudamelas á poner. Y diziendo
-y haziendo, se puso la gola, peto y espaldar, y dixo Sancho: Par diez
-que aquestas planchas parecen un capote, y si no fueran tan pesadas,
-eran lindisimas para segar, y más con estos guantes:—lo cual dixo
-tomando las manoplas en la mano. Armose don Quixote de todas pie<span
-class="pagenum" id="Page_29">p. 29</span>ças, y luego habló con voz
-entonada á Sancho desta manera: ¿Que te parece, Sancho? ¿Estanme
-bien? ¿No te admiras de mi gallardia y brava postura? Esto dezia
-paseandose por el aposento, haziendo piernas y continentes, pisando
-de carcaño, y levantando más la voz y haziendola más gruesa, grave y
-reposada; tras lo cual le vino luego subitamente un accidente tal en
-la fantasia, que, metiendo con mucha presteza mano á la espada, se
-fue acercando con notable colera á Sancho, diziendo: Espera, dragon
-maldito, sierpe de Libia, basilisco infernal: verás por expiriencia el
-valor de don Quixote, segundo san Jorge en fortaleça; verás, digo, si
-de un golpe solo puedo partir, no solamente á tí, sino á los diez más
-fieros gigantes que la nacion gigantea jamas produjo. Sancho, que le
-vió venir para sí tan desaforado, començó á correr por el aposento; y
-metiendose detras de la cama, andaba al derredor della huyendo de la
-furia de su amo, el cual dezia, dando muchas cuchilladas á tuertas y
-derechas por el aposento, cortando muchas vezes las cortinas, mantas
-y almohadas de la cama: Espera, jayan soberbio; que ya ha llegado la
-hora en que quiere la Magestad divina que pagues las malas obras que
-has hecho en el mundo. Andaba en esto tras del pobre Sancho al derredor
-de la cama, diziendole mil palabras injuriosas, y juntamente con cada
-una arrojandole una estocada ó cuchillada larga; que si la cama no
-fuera tan ancha como era, lo pasara el pobre de Sancho harto mal; el
-cual le dixo: Señor don Quixote, por todas cuantas llagas tuvieron
-Job, el señor san Lazaro, el señor san Francisco, y lo que más es,
-nuestro Señor Jesucristo, y por aquellas benditas saetas que sus padres
-tiraron al señor san Sebastian, que tenga compasion, piedad, lastima
-y misericordia de mi anima pecadora. Embraveciase más con todo esto
-don Quixote, diziendo: ¡Oh soberbio! ¿Agora piensas con tus blandas
-palabras y ruegos aplacar la justa ira que contigo tengo? Vuelve,
-vuelve las princesas y caballeros que contra ley y razon en este tu
-castillo tienes; vuelve los grandes tesoros que tienes usurpados, las
-donzellas que tienes encantadas, y la maga encantadora, causadora de
-todos estos males. Señor, ¡pecador de mí! dezia Sancho Pança, que yo
-no soy princesa ni caballero, ni esa señora maga que dize, sino el
-negro de Sancho Pança, su vecino y antiguo escudero, marido de la
-buena Mari-Gutierrez, que ya v. m. tiene media viuda. ¡Desventurada de
-la madre que me parió, y de quien me metió aqui! Sacame aqui luego,
-añadia con más colera don Quixote, sana y salva y sin lision ni
-detrimento alguno la emperatriz que digo; que des<span class="pagenum"
-id="Page_30">p. 30</span>pues quedará tu vil y superba persona á mi
-merced, dandoteme primero por vencido. Si haré con todos los diablos,
-dixo Sancho: abrame la puerta, y meta la espada en la vaina primero;
-que yo le traeré luego, no solamente todas las princesas que hay en
-el mundo, sino al mesmo Anas y Caifas, cada y cuando su merced los
-quiera. Envainó don Quixote con mucha pausa y gravedad, quedando molido
-y sudado de dar cuchilladas en la pobre cama, cuyas mantas y almohadas
-dexó hechas una criba y lo mesmo hiziera del pobre Sancho si pudiera
-alcançarle; el cual salió de detras de la cama descolorido, ronco y
-lleno de lagrimas de miedo, y hincandose de rodillas delante de don
-Quixote, le dixo: Yo me doy por vencido, señor caballero andante:
-su merced mande perdonarme; que yo seré bueno todo lo restante de
-mi vida. Don Quixote le respondió con un verso latino que él sabia
-y repetia muchas vezes, diziendo: <i>Parcere prostratis docuit nobis
-ira leonis</i>; y tras él le dixo: Soberbio jayan, aunque tu arrogancia
-no merecia clemencia alguna, á imitacion de aquellos caballeros y
-principes antiguos, á quien imito y pienso imitar, te perdono, con
-presupuesto que del todo dexes las malas obras pasadas, y seas de aqui
-adelante amparo de pobres y menesterosos, desfaziendo los tuertos y
-agravios que en el mundo con tanta sinrazon se hazen. Yo lo juro y
-prometo, dixo Sancho, de her todo eso que me dize; pero digame, en lo
-de hashazer esos tuertos, ¿ha de entrar tambien el licenciado Pedro
-Garcia, beneficiado del Toboso, que es tuerto de un ojo? Porque no me
-quisiera meter en cosas de nuestra santa madre la Iglesia. Levantó
-entonzes don Quixote á Sancho, diziendo: ¿Que te parece, amigo Sancho?
-Quien haze esto en un aposento cerrado con un hombre solo como tú,
-mejor lo hiziera en una campaña con un exercito de hombres, por bravos
-que fuesen. Lo que me parece, dixo Sancho, que si<a id="FNanchor_12"
-href="#Footnote_12" class="fnanchor">[12]</a> estas experiencias quiere
-her muchas vezes conmigo, que me echaré con la carga. Don Quixote le
-respondió: ¿No ves, Sancho, que era fingido, no más de por darte á
-entender mi grande esfuerço en el combatir, destreza en el derribar y
-maña en el acometer? ¡Mal haya el puto de mi linage! replicó Sancho:
-pues ¿por que me arrojaba aquellas descomunales cuchilladas, que si no
-fuera porque cuando tiró una me encomendé al glorioso san Anton, me
-llevara medias narizes, pues el aire de la espada me pasó zorriando por
-las orejas? Esos ensayamientos quisiera que v. m. hubiera hecho cuando
-aquellos pastores de marras,<span class="pagenum" id="Page_31">p.
-31</span> de aquellos dos exercitos de ovejas, le tiraron con las
-hondas aquellas lagrimas de Moisen, con que le derribaron la mitad de
-las muelas, y no conmigo; pero por ser la primera vez, pase, y mire
-lo que haze de aqui adelante; y perdone, que me voy á comer. Eso no,
-Sancho, dixo don Quixote: desarmame, y quedate á comer conmigo, para
-que despues de comer tratemos de nuestra partida. Acetó facilmente el
-convite Sancho, y despues de comer le mandó que de casa de un çapatero
-le truxese dos ó tres badanas grandes para hazer una fina adarga, la
-cual él hizo con ciertos papelones y engrudo, tan grande como una rueda
-de hilar cañamo. Vendió tambien dos tierras y una harto buena viña, y
-lo hizo todo dineros para la jornada que pensaba hazer. Hizo tambien
-un buen lançón con un hierro ancho como la mano y compró un jumento á
-Sancho Pança, en el cual llevara una maleta pequeña con algunas camisas
-suyas y de Sancho, y el dinero, que seria más de trecientos ducados: de
-suerte que Sancho con su jumento, y don Quixote con Rocinante, segun
-dize la nueva y fiel historia, hizieron su tercera y más famosa salida
-del Argamesilla por el fin de agosto del año que Dios sabe, sin que el
-Cura ni el Barbero ni otra persona alguna los echase menos hasta el dia
-siguiente de su salida.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_4">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO IV</h2>
- <p class="subh2h">Como don Quixote de la Mancha y Sancho Pança su
- escudero salieron tercera vez del Argamesilla, de noche; y de lo
- que en el camino desta tercera y famosa salida les sucedió.</p>
-</div>
-
-<p>Tres horas antes que el rojo Apolo esparziese sus rayos sobre la
-tierra, salieron de su lugar el buen hidalgo don Quixote y Sancho
-Pança: el uno sobre su caballo Rocinante, armado de todas pieças y el
-morrion puesto en la cabeça con gentil talante y postura, y Sancho
-con su jumento enalbardado, con unas muy buenas alforjas encima y una
-maleta pequeña, en que llevaban la ropa blanca. Salidos del lugar, dixo
-don Quixote á Sancho: Ya ves, Sancho mio, como en nuestra salida todo
-se nos muestra favorable, pues, como ves, la luna resplandece y está
-clara, no hemos topado en lo que hasta aqui habemos andado, cosa de
-que podamos tomar mal agüero, tras que nadie nos ha sentido al salir:
-en fin, hasta ahora todo nos viene á pedir de boca. Es verdad, dixo
-Sancho: pero temo que en echandonos menos en el lugar, han de salir
-en nuestra busca el Cura y el<span class="pagenum" id="Page_32">p.
-32</span> Barbero con otra gente, y topandonos, á pesar nuestro nos han
-de volver á nuestras casas, agarrados por los cabeçones ó metidos en
-una jaula, como el año pasado; y si tal fuese, par diez que seria peor
-la caida que la recaida. ¡Oh barbero cobarde! dixo don Quixote: juro
-por el orden de caballeria que recebi, que solo por eso que has dicho,
-y porque entiendas que no puede caber temor alguno en mi coraçon,
-estoy por volver al lugar y desafiar á singular batalla, no solamente
-al Cura, sino á cuantos curas, vicarios, sacristanes, canonigos,
-arcedianos, deanes, chantres, racioneros y beneficiados tiene toda la
-Iglesia romana, griega y latina, y á todos cuantos barberos, medicos,
-cirujanos y albeitares militan debaxo de la bandera de Esculapio,
-Galeno, Hipocrates y Avicena. ¿Es posible, Sancho, que en tan poca
-opinion estoy acerca de tí, y que nunca has echado de ver el valor de
-mi persona, las invencibles fuerças de mi braço, la inaudita ligereza
-de mis pies y el vigor intrinseco de mi animo? Osariate apostar (y esto
-es sin duda) que si me abriesen por medio y sacasen el coraçón, que le
-hallarian como aquel de Alexandro Magno, de quien se dize que le tenia
-lleno de vello, señal evidentisima de su gran virtud y fortaleça: por
-tanto, Sancho, de aqui adelante no pienses asombrarme, aunque me pongas
-delante más tigres que produce la Hircania, más leones que sustenta
-la Africa, más sierpes que habitan la Libia, y más exercitos que tuvo
-Cesar, Anibal ó Xerxes; y quedemos en esto por ahora; que la verdad de
-todo verás en aquellas famosas justas de Çaragoça, donde ahora vamos.
-Alli verás por vista de ojos lo que te digo; pero es menester, Sancho,
-para esto, en esta adarga que llevo (mejor que aquella de Fez que pedia
-el bravo moro granadino cuando á vozes mandaba que le ensillasen el
-potro rucio del alcalde de los Velez), poner alguna letra ó divisa que
-denote la pasion que lleva en el coraçon el caballero que la trae en su
-braço; y asi quiero que en el primer lugar que llegaremos, un pintor
-me pinte en ella dos hermosisimas donzellas que esten enamoradas de
-mi brio, y el dios Cupido encima, que me esté asestando una flecha,
-la cual yo reciba en el adarga, riendo dél y teniendolas en poco á
-ellas, con una letra que diga al derredor de la adarga, El Caballero
-Desamorado, poniendo encima esta, curiosa aunque agena, de suerte que
-esté entre mi, entre Cupido y las damas:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">Sus flechas saca Cupido</p>
-<p class="i0">De las venas del Pirú,</p>
-<p class="i0">A los hombres dando el Cu,</p>
-<p class="i0">Y á las damas dando el pido.</p>
-</div></div>
-
-<p><span class="pagenum" id="Page_33">p. 33</span>¿Y que habemos
-de her, dixo Sancho, nosotros con esa Cu? ¿Es alguna joya de las
-que habemos de traer de las justas? No, replicó don Quixote; que
-aquel Cu es un plumaje de dos relevadas plumas, que suelen ponerse,
-algunos sobre la cabeça á vezes de oro, á vezes de plata, y á vezes
-de la madera que haze diafano encerado á las linternas, llegando unos
-con dichas plumas hasta el signo Aries, otros al de Capricornio, y
-otros se fortifican en el castillo de San Cervantes. Par diez, dixo
-Sancho, que ya que yo me hubiese de poner esas plumas, me las habia
-de poner de oro ó de plata. No te convienen á ti, dixo don Quixote,
-esos dijes; que tienes la muger buena cristiana y fea. No importa
-eso, dixo Sancho; que de noche todos los gatos son pardos, y á falta
-de colcha no es mala manta. Dexemos eso, replicó don Quixote; porque
-delante de nosotros tenemos ya uno de los mejores castillos que á duras
-penas se podran hallar en todos los paises altos y baxos, y estados
-de Milan y Lombardia. Esto dixo por una venta que un cuarto de legua
-lejos se divisaba. Respondió Sancho: En buena fe que me huelgo, porque
-aquello que v. m. llama castillo es una venta, para la cual, pues
-ya el sol se va poniendo, será bueno que enderecemos el camino para
-pasar en ella la noche muy á nuestro placer; que mañana proseguiremos
-nuestro viage. Porfiaba don Quixote en que era castillo, y Sancho en
-que era venta: Acertaron en esto á pasar dos caminantes á pie, los
-cuales, maravillados de ver la figura de don Quixote, armado de todas
-pieças, y con morrion, haziendo el calor que hazia, que no era poco,
-se detuvieron mirandole, á los cuales se llegó don Quixote diziendo:
-Valerosos caballeros, á quien algun soberbio jayan, contra todo orden
-de caballeria, haziendo batalla con vosotros, ha quitado los caballos
-y alguna fermosa donzella que en vuestra compañia traiades, hija de
-algun principe ó señor destos reinos, la cual habia de ser casada con
-un hijo de un conde, que aunque moço, es valeroso caballero por su
-persona: fablad, y dezidme punto por punto vuestra cuita; que aqui
-está en vuestra presencia el Caballero Desamorado, si nunca le oisteis
-nombrar (que si habreis, pues tan conocido es por sus fazañas), el
-cual os jura por las ingratitudes de la infanta Dulcinea del Toboso,
-causa total de mi desamor, de vos fazer tan bien vengados y tan á
-vuestro sabor, que digais que en buen dia la fortuna os ha ofrecido en
-este camino quien vos desfaga el tuerto que se os ha fecho. Los dos
-caminantes no supieron que le responder sino, mirandose el uno al otro
-le dixeron: Señor caballero, nosotros con ningun soberbio jayan hemos
-peleado, ni tenemos<span class="pagenum" id="Page_34">p. 34</span>
-caballos ni donzellas que se nos hayan quitado; pero si su merced habla
-de una batalla que habemos tenido alli debaxo de aquellos arboles con
-cierto numero de gentes que nos daba harto fastidio en el cuello del
-jubon y pliegues de los calzones, ya hemos habido cumplida vitoria de
-semejante gente; y si no es que alguno se nos haya escapado por entre
-los bosques de los remiendos, todos los demas han sido muertos por
-el conde de Uñate. Antes que respondiese don Quixote, salió Sancho
-diziendo: Dígannos, señores caminantes; aquella casa que alli se ve,
-¿es venta ó castillo? Replicó don Quixote: Majadero, insensato, ¿no
-ves desde aqui los altos chapiteles, la famosa puente levadiza, y los
-dos muy fieros grifos que defienden su entrada á aquellos que contra
-la voluntad del castellano pretenden entrar dentro? Los caminantes
-dixeron: Si v. m. es servido, señor caballero armado, aquella es la
-venta que llaman del Ahorcado desde que junto á ella ahorcaron ahora un
-año al ventero, porque mató á un huesped y le robó lo que tenia. Ahora
-pues andad en hora mala, dixo don Quixote; que ello será lo que yo digo
-á pesar de todo el mundo. Los caminantes se fueron muy maravillados
-de la locura del caballero; y don Quixote, ya que llegaban á tiro de
-arcabuz de la venta, dixo á Sancho: Conviene mucho, Sancho, para que en
-todo cumplamos con el orden de caballeria, y vayamos por el camino que
-la verdadera milicia enseña, que tú vayas delante, y te llegues á aquel
-castillo como si fueses verdadera espia, y adviertas en él con mucho
-cuidado la anchura, altura y profundidad del foso, la disposicion de
-las puertas y puentes levadizas, los torreones, plataformas, estradas
-encubiertas, diques, contradiques, trincheas, rastrillos, garitas,
-plaças y cuerpos de guardia que hay en él; la artilleria que tienen
-los de dentro; qué bastimentos y para cuantos años; que municiones;
-si tiene agua en las cisternas; y finalmente, cuantos y que tales son
-los que tan gran fortaleça defienden. ¡Cuerpo de quien me parió! dixo
-Sancho: esto es lo que me agota la paciencia en estas aventuras ó
-desventuras que andamos buscando por nuestros pecados. Tenemos la venta
-aqui al ojo, donde podemos entrar sin embarazo ninguno y cenar con
-nuestros dineros muy á nuestro placer, sin tener batalla ni pendencia
-con nadie; y quiere v. m. que yo vaya á reconocer puentes y fosos y
-extrañas cubiertas, ó como diablos llama esa letania que ha nombrado,
-adonde salga el ventero, viendome andar alrededor de la casa midiendo
-las paredes, con algun garrote, y me muela las costillas, pensando que
-le voy á hurtar por los trascorrales las gallinas ó otra cosa.<span
-class="pagenum" id="Page_35">p. 35</span> Vamos, por vida suya; que yo
-salgo por fiador á todo aquello que nos puede suceder, si no es que
-nosotros mismos nos tomemos las pendencias con las manos. Bien parece,
-Sancho, dixo don Quixote, que no sabes lo que á la buena espia toca de
-hazer: pues porque lo sepas, entiende que lo primero ha de ser fiel;
-que si es espia doble, dando aviso á una parte y á otra de lo que
-pasa, es muy perjudicial al exercito y digna de cualquier castigo. Lo
-segundo, ha de ser deligente, avisando con presteza de todo lo que ha
-oido y visto en los contrarios, pues por venir tarde el aviso se suele
-á vezes perder todo un campo. Lo tercero, ha de ser secreta, de tal
-manera, que á persona nacida, aunque sea grande amigo ó camarada, no
-ha de dezir el secreto que trae en su pecho, sino es al propio general
-en persona. Por tanto, Sancho, vé al momento y haz lo que te digo, sin
-replica alguna; que bien sabes y has leido que una de las cosas por
-donde los españoles son la nacion más temida y estimada en el mundo,
-fuera de su valor y fortaleça, es por la prompta obediencia que tienen
-á sus superiores en la milicia: esta los haze victoriosos casi en todas
-las ocasiones; esta desmaya al enemigo; esta da animo á los cobardes
-y temerosos; y finalmente, por esta los reyes de España han alcançado
-el venir á ser señores de todo el orbe; porque, siendo obedientes los
-inferiores á los superiores, con buen orden y concierto se hazen firmes
-y estables, y dificultosamente son rompidos y desbaratados, como vemos
-lo son con facilidad muchas naciones, por faltarles esta obediencia,
-que es la llave de todo suceso prospero en la guerra y en la paz. Ahora
-bien, dixo Sancho, no quiero más replicar, pues nunca acabariamos. V.
-m. se venga tras mí poco á poco; que yo voy con mi jumento á her lo que
-me manda; y si no hay nada de lo que v. m. me dize, podremos quedar
-allá; porque á fe que me zorrian ya las tripas de pura hambre. Dios
-te dé ventura en lides, dixo don Quixote, para que en esta empresa
-que ahora vas salgas con mucha honra, y alcances por los maeses de
-campo ó generales de algun exercito, alguna ventaja honrosa para todos
-los dias de tu vida; y mi bendicion y la de Dios te alcance; y mira
-que no te olvides de lo que te he dicho, de hazer la buena espia.
-Començó Sancho á arrear su asno de tal manera, que llegó brevemente á
-la venta; y como vió que no habia fosos, puentes ni chapiteles, como
-su amo dezia, riose mucho entre sí, diziendo: Sin duda que todos los
-torreones y fosos que mi amo dezia que habia en esta venta, los debe él
-tener metidos en la cabeça; porque yo no veo aqui sino solo una casa
-con un corralazo, y es sin duda<span class="pagenum" id="Page_36">p.
-36</span> venta como yo dixe. Acercose á la puerta della y preguntó al
-ventero si habia posada. Dixole que sí, con que baxó luego de su asno,
-y dió al ventero la maleta para que le diese cuenta della cuando se la
-pidiese, tras lo cual le preguntó si habia qué cenar; y respondiole el
-ventero que habia una muy buena olla de vaca, carnero y tocino, con
-muy lindas berças, y un conejo asado, dió dos saltos de contento en
-oir nombrar aquella devota olla el buen Sancho. Pidió al punto cebada
-y paja para su jumento, y llevole con esta provision á la caballeriza,
-y mientras estaba ocupado en ella en darsela, llegó don Quixote cerca
-de la venta sobre su rocin, con la figura ya dicha. El ventero y otros
-cuatro ó cinco que estaban con él á la puerta, se maravillaron infinito
-de ver semejante estantigua, y esperaron á ver lo que haria ó diria.
-Llegó él, sin hablar palabra, á dos picas de la puerta, y mirando
-de medio lado y con grave continente á la gente que en ella estaba,
-pasó sin hablar palabra, y dió una vuelta alrededor de toda la venta,
-mirandola por arriba y por abaxo, y á vezes midiendo con el lançon la
-tierra desde la pared por defuera; y habiendo dado la vuelta, se puso
-otra vez delante la puerta, y con una voz arrogante, puesto de pies
-sobre los estribos, començó á dezir: Castellano desta fortaleça, y
-vosotros, caballeros, que para defenderla con todos los soldados que
-dentro están, atalayais, puestos en perpetua centinela dias y noches,
-invierno y verano, con intolerables frios y fastidiosos calores,
-los enemigos que os vienen á dar asaltos y hazer salir en campaña á
-probar ventura, dadme luego aqui sin replica alguna un escudero mio
-que, como falsos y alevosos, contra todo orden de caballeria habeis
-prendido, sin hazer batalla primero con él; que yo sé por experiencia
-que él es tal por su persona, que á hazerlo, no tenia para empezar en
-diez de vosotros; y pues estoy certificado de que le prendisteis como
-alevosos, con la fuerça del encantamiento de la vieja maga que dentro
-teneis, ó por traicion, demasiado comedimiento os hago en pediroslo
-con el termino que os le pido. Volvedmele, digo otra vez, al punto,
-si quereis quedar con las vidas y excusar de que no os pase á todos
-con los filos de mi espada, y deshaga este castillo sin dexar en él
-piedra sobre piedra. Ea, entregadmelo luego, dezia levantando la voz
-con más colera, aqui, sano, salvo y sin lesion alguna, juntamente con
-todos los caballeros, donzellas y escuderos que en vuestras escuras
-mazmorras con crueldad inhumana teneis presos; y si no, salid todos
-preciados caballeros, puestas vuestras coraças fuertes y vuestras
-blandeadoras lanças de recio fresno; que á todos os espera<span
-class="pagenum" id="Page_37">p. 37</span> aqui. Y con esto tiraba á
-cada paso á Rocinante de las riendas hazia atras, porque se fatigaba
-mucho por entrar en la venta; que tambien tenia picado el molino como
-Sancho Pança. El ventero y los demas, maravillados de las razones de
-don Quixote, y, viendo que, la lança baxa, les desafiaba á batalla,
-llamándoles gallinas y cobardes, haziendo piernas en su caballo,
-llegaronse á él, y dixole el ventero: Señor caballero, aqui no hay
-castillo ni fortaleça; y si alguna hay es la del vino, que es tan bravo
-y fuerte, que basta no solamente para derribar sino para hazer dezir
-mucho más de lo que v. m. nos ha dicho, y asi dezimos y respondemos
-todos en mí, y yo por todos, que aqui no ha venido escudero alguno
-de v. m.: si quiere posada, entre; que le daremos buena cena y mejor
-cama, y aun, si fuere menester, no le faltará una moça gallega que le
-quite los çapatos; que aunque tiene las tetas grandes, es ya cerrada
-de años; y como v. m. no cierre la bolsa, no haya miedo que cierre los
-braços ni dexe de recebirle en ellos. Por el orden de caballeria que
-profeso, replicó don Quixote, que si, como digo, no me dais el escudero
-y aquesa princesa gallega que dezis, que habeis de morir la más abatida
-muerte que venteros andantes hayan muerto en el mundo. Al ruido salió
-Sancho diziendo: Señor don Quixote, bien puede entrar; que al punto
-que yo llegué se dieron todos por vencidos: baxe, baxe; que todos son
-amigos, y habemos hechado pelillos á la mar, y nos están aguardando
-con una muy gentil olla de vaca, tocino, carnero, nabos y berças,
-que está diziendo: comeme, comeme. Como don Quixote vió á Sancho tan
-alegre, le dixo: Dime por Dios, Sancho amigo, si esta gente te ha
-hecho algun tuerto ó desaguisado; que aqui estoy, como ves, á punto
-de pelear. Señor, dixo Sancho, ninguno desta casa me ha hecho tuerto;
-que, como v. m. ve, los dos ojos me tengo sanos y buenos, que saqué
-del vientre de mi madre; ni tampoco me han hecho desaguisado; antes
-tienen guisada una olla y un conejo, tal, que el mismo Juan de Espera
-en Dios la puede comer. Pues toma, Sancho, dixo don Quixote, esta
-adarga, y tenme del estribo mientras me apeo; que me parece esta gente
-de buena condicion, aunque pagana. ¡Y como si es pagana! respondió
-Sancho, pues en pagando tres reales y medio, seremos señores disolutos
-de aquella grasisima olla. Baxó en esto del caballo, y Sancho le llevó
-á la caballeriza con su jumento. El ventero dixo á Don Quixote que se
-desarmase; que en parte segura estaba, donde, pagando la cena y cama,
-no habria pendencia alguna; pero el no lo quiso hazer, diziendo que
-entre gente pagana no era menester fiarse de todos. Llegó en esto<span
-class="pagenum" id="Page_38">p. 38</span> Sancho, y pudo acabar con
-él á puros ruegos se quitase el morrion: tras lo cual le puso delante
-una mesa pequeña con sus manteles, y dixo al ventero que truxese luego
-la olla y el conejo asado, lo cual fue traido en un punto; de todo lo
-cual cenó harto poco don Quixote, pues lo más de la cena se le fue en
-hazer discursos y visages; pero Sancho sacó de vergüença á su amo, pues
-á dos carrillos se comió todo lo que quedaba de la olla y conejo, con
-la ayuda de un gentil azumbre de lo de Yepes, de suerte que se puso
-hecho una trompa. Alçada la mesa, llevó el ventero á don Quixote y á
-Sancho á un razonable aposento para acostarse; y despues que Sancho le
-hubo desarmado, se fue á echar el segundo pienso á Rocinante y á su
-jumento, y á llevarles á la agua. Mientras pues que Sancho andaba en
-estos bestiales exercicios, llegó una moça gallega, que por ser muy
-cortes era facil en el prometer y mucho más en el cumplir, y dixo á
-don Quixote: Buenas noches tenga v. m., señor caballero: ¿manda algo
-en su servicio? que aunque negras, no tiznamos: ¿gusta v. m. le quite
-las botas, ó le limpie los çapatos, ó que me quede aqui esta noche
-por si algo se le ofreciere? que por el siglo de mi madre, que me
-parece haberle visto aqui otra vez, y aunque en su cara y figura me
-parece á otro que yo quise harto; pero agua pasada no muele molino:
-dexome y dexele libre como el cuclillo: no soy yo muger de todos, como
-otras disolutas. Donzella, pero recogida; muger de bien, y criada de
-un ventero honrado, y engañome un traidor de un capitan que me sacó
-de mi casa, dandome palabra de casamiento: fuese á Italia, y dexome
-perdida, como v. m. ve: llevome todas mis ropas y joyas que de casa de
-mi padre habia sacado. Començó la moça á llorar tras esto, y dezir:
-¡Ay de mí! ¡Ay de mí, huerfana y sola, y sin remedio alguno sino del
-cielo! ¡Ay de mí! ¡Y si Dios deparase quien, á aquel bellaco diese
-de puñaladas, vengandome de tantos agravios como me ha hecho! Don
-Quixote, que oyó llorar aquella moça, como era compasivo de suyo, le
-dixo: Cierto, fermosa donzella, que vuestras dolorosas cuitas de tal
-manera han ferido mi coraçon, que, con ser para las lides de acero,
-vos me le habedes tornado de cera; y asi, por el orden de caballeria
-que juro y prometo, como verdadero caballero andante cuyo ofizio es
-desfazer semejantes tuertos, de no comer pan en manteles, nin con la
-Reina folgare, nin peinarme barba ó cabello, nin cortarme las uñas
-de los pies ni de las manos, y aun de non entrar en poblado, pasadas
-las justas donde agora voy á Çaragoça, fasta fazeros bien vengada de
-aquese desleal caballero ó capitan tan á vuestro sabor, que<span
-class="pagenum" id="Page_39">p. 39</span> digais que Dios vos ha topado
-con un verdadero desfazedor de agravios. Dadme, donzella mia, esa
-mano; que yo vos la doy de caballero de cumplir cuanto digo; y mañana
-en ese dia subid sobre vuestro preciado palafren, puesto vuestro velo
-delante de vuestros ojos, sola ó con vuestro enano que yo vos seguiré,
-y aun podria ser, en las justas reales donde agora voy defender con los
-filos de mi espada contra todo el mundo vuestra fermosura, y despues
-fazeros reina de algun estraño reino ó isla, adonde seais casada con
-algun principe poderoso: por tanto, idos agora á acostar, y reposad
-en vuestro blando lecho, y fiad de mi palabra, que no puede faltar.
-La disoluta moçuela, que se vió despedir de aquella manera, contra la
-esperança que ella tenia de dormir con don Quixote y que le daria tres
-ó cuatro reales, se puso muy triste con tan resoluta respuesta tras
-tan prolixa arenga, y asi le dixo: Yo por agora, señor, no puedo salir
-de mi casa por cierto inconveniente: lo que á v. m. suplico, si alguna
-me piensa hazer, es se sirva de prestarme hasta mañana dos reales,
-que los he mucho menester; porque fregando ayer quebré dos platos de
-Talavera, y si no los pago, me dará mi amo dos dozenas de palos muy
-bien dados. Quien á vos os tocare, dixo don Quixote, me tocará á mí en
-las niñas de los ojos, y yo solo seré bastante para desafiar á singular
-batalla, no solamente á ese vuestro amo que dezis, sino á cuantos amos
-hoy gobiernan castillos y fortaleças. Andad y acostadvos sin temor; que
-aqui está mi braço, que faltarvos non puede. Asi lo tengo yo creido,
-dixo la moça; y mire si me haze merced de esos dos reales agora, que
-aqui estoy para lo que v. m. mandare. Don Quixote no entendia la musica
-de la gallega, y asi le dixo: Señora infanta, no digo yo los dos reales
-que me pedis, sino docientos ducados os quiero dar luego á la hora. La
-moça, que sabia que quien mucho abraça poco aprieta, y que más vale
-pajaro en mano que buitre volando, se llegó á él para abraçarle, por
-ver si por alli le podia sacar los dos reales que le habia pedido; pero
-don Quixote se levantó diziendo: Muy pocos caballeros andantes he visto
-ni leido que, puestos en semejantes trances cual este en que yo me veo,
-hayan caido en deshonestidad alguna; y asi, ni yo tampoco, imitandoles
-á estos, pienso caer en ella. Començó tras esto á llamar á Sancho,
-diziendo: Sancho, Sancho, sube y traeme esa maleta. Subió Sancho (que
-habia estado hasta entonzes ocupado en una grande platica con el
-ventero y los huespedes, alabandoles la singular fortaleça de su señor,
-echando de la gloriosa, como estaba tan relleno con la olla podrida que
-habia cenado), subiendo<span class="pagenum" id="Page_40">p. 40</span>
-juntamente la maleta, y dixole don Quixote: Sancho, abre esa maleta, y
-dale á esta señora infanta á buena cuenta docientos ducados desos que
-ahi traemos; que en haziendola vengada de cierto agravio que contra su
-voluntad le han fecho, ella te dará, no solamente eso, pero muchas y
-muy ricas joyas que un descortes caballero á pesar suyo la ha robado.
-Sancho, que oyó el mandato, le respondió colerico: ¡Como docientos
-ducados! Por los huesos de mis padres, y aun de mis agüelos, los puedo
-yo dar como dar una testarada en el cielo. Mirese la muy zurrada, hija
-de otra: ¿no es ella la que denantes me dixo en la caballeriza que si
-queria dormir con ella, que como le diese ocho cuartos, estaba alli
-para herme toda merced? Pues á fe que si la agarro por los cabellos,
-que ha de saltar de un brinco las escaleras. Como la pobre gallega
-vió tan enojado á Sancho, le dixo: Hermano, vuestro señor ha mandado
-que me deis dos reales; que ni pido ni quiero los docientos ducados;
-que bien veo que este señor lo dize por hazer burla de mí. Estaba en
-esto don Quixote maravillado de ver lo que Sancho dezia, y asi le
-dixo: Haz, Sancho, luego lo que te digo: dale luego los docientos
-ducados, y si más te pidiere, dale más; que mañana iremos con ella
-hasta su tierra, donde seremos<a id="FNanchor_13" href="#Footnote_13"
-class="fnanchor">[13]</a> cumplidamente pagados. Ahora sus, dixo
-Sancho, baxe acá abaxo, señora: ¡asi señora seais de la mala perra que
-os parió! Y agarrando la maleta, baxó la moça delante dél, y diole
-cuatro cuartos, diziendo: Por las armas del gigante Golias, que si
-dezis á mi amo que no os he dado los docientos ducados, que os tengo de
-hazer más tajadas que hay puntos en la albarda de mi asno. Señor, dixo
-la gallega, deme esos cuatro cuartos; que con ellos quedo contentisima.
-Sancho se les dió diziendo: Y bien pagada queda la muy zurrada de lo
-que no ha trabajado. Y el ventero en esto llamó á Sancho para que se
-acostase en una cama que de dos jalmas le habia hecho, y Sancho lo
-hizo, echando su maleta por cabecera, con que durmió aquella noche muy
-de repapo.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_5">
- <p><span class="pagenum" id="Page_41">p. 41</span></p>
- <h2 class="nobreak">CAPITULO V</h2>
- <p class="subh2c">De la repentina pendencia que á nuestro don
- Quixote se le ofreció con el huesped al salir de la venta.</p>
-</div>
-
-<p>Llegada la mañana, Sancho echó de comer á Rocinante y á su jumento,
-y hizo poner á asar un razonable pedazo de carnero, si no es que fuese
-de su madre (que de la virtud del ventero todo se podia presumir), y
-tras esto se fue á despertar á don Quixote, el cual en toda la noche
-no habia podido pegar los ojos, sino al amanecer un poco, desvelado
-con las traças de sus negras justas, que le sacaban de juizio; y más
-aquella noche, que habia imaginado defender la hermosura de la gallega
-contra todos los caballeros extrangeros y naturales, y llevarla al
-reino ó provincia de donde imaginaba que era reina ó señora. Despertó
-don Quixote despavorido á las vozes que dió Sancho, diziendo: Date
-por vencido, ¡oh valiente caballero! y confiesa la hermosura de la
-princesa gallega, la cual es tan grande, que ni Policena, Porcia,
-Albana ni Dido fueran dignas, si vivieran, de descalçarle su muy justo
-y pequeño çapato. Señor, dixo Sancho, la gallega está muy contenta y
-bien pagada; que ya yo le he dado los docientos ducados que v. m. me
-mandó; y dize que besa á v. m. las manos, y que la mande; que alli
-está pintipintada para helle toda merced. Pues dile, Sancho, dixo don
-Quixote, que apareje su preciado palafren mientras yo me visto y armo,
-para que partamos. Baxó Sancho, y lo que primero hizo fue ir á ver si
-estaba adereçado el almuerzo. Ensilló á Rocinante y enalbardó á su
-jumento, poniendo á punto el adarga y lançon de don Quixote, el cual
-baxó muy de espacio con sus armas en la mano, y dixo á Sancho que le
-armase, porque queria partir luego. Sancho le dixo que almorzase; que
-despues se podria armar; lo cual él no quiso hazer en ninguna manera,
-ni quiso tampoco sentarse á la mesa, porque dixo que no podia comer
-en manteles hasta acabar cierta aventura que habia prometido; y asi
-comió en pie cuatro bocados de pan y un poco de carnero asado, y luego
-subió en su caballo con gentil continente, y dixo al ventero y á los
-demas huespedes que alli estaban: Castellano y caballeros, mirad si de
-presente se os ofrece alguna cosa en que yo os sea de provecho; que
-aqui estoy pronto y aparejado para serviros. El ventero respondió:
-Señor caballero, aqui no habemos menester cosa alguna, salvo que v.
-m. ó este labrador que consigo trae me paguen la cena, cama, paja y
-cebada, y vayanse tras<span class="pagenum" id="Page_42">p. 42</span>
-esto muy en hora buena. Amigo, dixo don Quixote, yo no he visto en
-libro alguno que haya leido, que cuando algun castellano ó señor
-de fortaleça merece por su buena dicha hospedar en su casa á algun
-caballero andante, le pida dinero por la posada; pero pues vos, dexando
-el honroso nombre de castellano, os hazeis ventero, yo soy contento
-que os paguen: mirad cuanto es lo que os debemos. Dixo el ventero que
-se le debian catorze reales y cuatro cuartos. De vos hiziera yo esos
-por la desvergüença de la cuenta, replicó don Quixote, si me estuviera
-bien; pero no quiero emplear tan mal mi valor:—y volviendose á Sancho,
-le mandó se los pagase. A la que volvió la cabeça para dezirselo,
-vió junto al ventero á la moça gallega, que estaba con la escoba en
-la mano para barrer el patio, y dixola con mucha cortesia: Soberana
-señora, yo estoy dispuesto para cumplir todo aquello que la noche
-pasada vos he prometido, y sereis sin duda alguna muy presto colocada
-en vuestro precioso reino; que no es justo que una infanta como vos
-ande asi desa suerte, y tan mal vestida como estais, y barriendo
-las ventas de gente tan infame como esta es: por tanto, subid luego
-en vuestro vistoso palafren; y si acaso, por la vuelta que ha dado
-la enemiga fortuna, no le teneis, subid en este jumento de Sancho
-Pança, mi fiel escudero: venios conmigo á la ciudad de Çaragoça; que
-alli, despues de las justas, defenderé contra todo el mundo vuestra
-extremada fermosura, poniendo una rica tienda en medio de la plaça, y
-junto á ella un cartel, junto al cartel un pequeño aunque bien rico
-tablado con un precioso sitial, adonde vos esteis vestida de riquisimas
-vestiduras, mientras yo pelearé contra muchos caballeros, que por ganar
-las voluntades de sus amantes damas vendran alli con infinitas cifras
-y motes, que declararán bien la pasion que traerán en sus fogosos
-coraçones y el deseo de vencerme; aunque les será dificultosa empresa
-(por no dezir imposible) emprender ganar la prez y honra que yo les
-ganaré con facilidad, amparado de vuestra beldad; y asi digo, señora,
-que dexando todas las cosas, os vengais luego conmigo. El ventero y
-los demas huespedes, que semejantes razones oyeron á don Quixote, le
-tuvieron totalmente por loco, y se rieron de oir llamar á su gallega,
-princesa y infanta: con todo, el ventero se volvió á su moça colerico,
-diziendola: Yo os voto á tal, doña puta desvergonçada, que os tengo
-de hazer que se os acuerde el concierto que con este loco habeis
-hecho; que ya yo os entiendo. ¿Asi me agradeceis el haberos sacado de
-la puteria de Alcala y haberos traido aqui á mi casa, donde estais
-honrada, y haberos comprado esa sayuela, que me<span class="pagenum"
-id="Page_43">p. 43</span> costó diez y seis reales, y los çapatos tres
-y medio, tras que estaba de hoy para mañana para compraros una camisa,
-viendo no teneis andrajo della? Pero no me la haga yo en bacin de
-barbero si no me lo pagaredes todo junto; y despues os tengo de enviar
-como vos mereceis, con un espigon (como dizen) en el rabo, á ver si
-hallareis que nadie os haga el bien que yo en esta venta os he hecho:
-andad ahora en hora mala, bellaca, á fregar los platos; que despues nos
-veremos. Y diziendo esto, alçó la mano y diola una bofetada, con tres
-ó cuatro cozes en las costillas, de suerte que la hizo ir tropeçando
-y medio cayendo. ¡Oh santo Dios, y quien pudiera en esta hora notar
-la inflamada ira y encendida colera que en el coraçon de nuestro
-caballero entró! No hay aspid pisado, con mayor rabia que la con que
-él puso mano á su espada, levantandose bien sobre los estribos, de los
-cuales, con voz soberbia y arrogante dixo: ¡Oh sandio y vil caballero!
-¡asi has ferido en el rostro á una de las más fermosas fembras que á
-duras penas en todo el mundo se podrá fallar! Pero no querrá el cielo
-que tan grande follonia y sandez quede sin castigo. Arrojó en esto
-una terrible cuchillada al ventero, y diole con toda su fuerça sobre
-la cabeça, de suerte que á no torcer un poco la mano don Quixote,
-lo pasara sin duda mal; pero con todo eso le descalabró muy bien.
-Alborotaronse todos los de la venta, y cada uno tomó las armas que
-más cerca de sí halló. El ventero entró en la cocina y sacó un asador
-de tres ganchos bien grande, y su muger un medio chuzo de viñadero.
-Don Quixote volvió las riendas á Rocinante, diziendo á grandes vozes:
-¡Guerra, guerra! La venta estaba en una cuestecilla, y luego á tiro
-de piedra habia un prado bien grande, en medio del cual se puso don
-Quixote haziendo gambetas con su caballo, la espada desnuda en la mano,
-porque Sancho tenia la adarga y lançon; al cual, luego que vió todo el
-caldo revuelto, se le representó que habia de ser segunda vez manteado,
-y asi peleaba cuanto podia por sosegar la gente y aplacar aquella
-pendencia; pero el ventero, como se sintió descalabrado, estaba hecho
-un leon, y pedia muy aprisa su escopeta, y sin duda fuera y matara con
-ella á don Quixote, si el cielo no le tuviera guardado para mayores
-trances. Estorbolo la muger y los huespedes con Sancho, diziendo que
-aquel hombre era falto de juizio; y pues la herida era poca, que
-le dexase ir con todos los diablos. Con esto se sosegó, y Sancho,
-excusandose que no tenia culpa de lo sucedido, se despidió dellos muy
-cortesmente, y se fue para su amo, llevando al jumento del cabestro,
-y la adarga y lançon. Lle<span class="pagenum" id="Page_44">p.
-44</span>gando á don Quixote, le dixo: ¿Es posible, señor, que por una
-moça de soldada, peor que la de Pilatos, Anas y Caifas, que está hecha
-una picara, quiera v. m. que nos veamos en tanta revuelta, que casi
-nos costara el pellejo, pues queria venir el ventero con su escopeta
-á tirarle? Y á hacerlo, sobre mí, que no le defendieran sus armas de
-plata, aunque estuvieran aforradas en terciopelo. ¡Oh Sancho! dixo don
-Quixote, ¿cuanta gente es la que viene? ¿Viene un escuadron volante,
-ó viene por tercios? ¿Cuanta es la artilleria, coraças y morriones
-que traen, y cuantas compañias de flecheros? Los soldados ¿son viejos
-ó bisoños? ¿Están bien pagados? ¿Hay hambre ó peste en el exercito?
-¿Cuantos son los alemanes, tudescos, franceses, españoles, italianos y
-esgüizaros? ¿Como se llaman los generales, maeses de campo, prebostes,
-y capitanes de campaña? Presto, Sancho, presto, dilo; que importa para
-que, conforme á la gente, hagamos en este grande prado trincheras,
-fosos, contrafosos, rebellines, plataformas, bastiones, estacadas,
-mantas y reparos, para que dentro les echemos naranjas y bombas de
-fuego, disparando todos á un tiempo nuestra artilleria, y primero las
-pieças que están llenas de clavos y medias balas, porque estas hazen
-grande efeto al primero impetu y asalto. Respondió Sancho: Señor, aqui
-no hay peto ni salto, ¡pecador de mí! ni hay exercitos de turquescos,
-ni animales, ni borricadas ni bestiones; bestias sí que lo seremos
-nosotros si no nos vamos al punto. Tome su adarga y lança; que quiero
-subir en mi asno; y pues nuestra Señora de los Dolores nos ha librado
-de los que nos podian causar los palos que tan bien merecidos teniamos
-en esta venta, huyamos de ella como de la ballena de Jonas; que no le
-faltarán á v. m. por esos mundos otras aventuras más faciles de vencer
-que esta. Calla, Sancho, dixo don Quixote; que si me ven huir, dirán
-que soy un gallina cobarde. Pues par diez, replicó Sancho, que aunque
-digan que somos gallinas, capones ó faisanes, que por esta vez que nos
-tenemos de ir: arre acá, señor jumento. Don Quixote, que vió resuelto
-á Sancho, no quiso contradezirle más; antes començó á caminar tras él
-diziendo: Por cierto, Sancho, que lo hemos errado mucho en no volver
-á la venta y retar á todos aquellos por traidores y alevosos, pues lo
-son verdaderamente, dandoles despues desto á todos la muerte; porque
-tan vil canalla y tan soez no es bien viva sobre la haz de la tierra;
-pues quedando, como ves quedan, vivos, mañana dirán que no tuvimos
-animo para acometellos, cosa que sentiré á par de muerte se diga de mí.
-En fin, Sancho, nosotros habemos sido, en volvernos, grandisi<span
-class="pagenum" id="Page_45">p. 45</span>mos borrachos. ¿Borrachos,
-señor? respondió Sancho: borrachos seamos delante de Dios; que para
-lo deste mundo, ello hemos hecho lo que toca á nuestras fuerças; por
-tanto, caminemos antes que entre más el sol; que dexa v. m. bien
-castigados todos los de la venta.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_6">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO VI</h2>
- <p class="subh2h">De la no menos extraña que peligrosa batalla que
- nuestro caballero tuvo con un guarda de un melonar, que él pensaba
- ser Roldan el Furioso.</p>
-</div>
-
-<p>Caminaron la via de Çaragoça el buen hidalgo don Quixote y Sancho
-Pança su escudero, y anduvieron seis dias sin que les sucediese en
-ellos cosa de notable consideracion, solo que por todos los lugares que
-pasaban eran en extremo notados, y en cualquier parte daban harto que
-reir las simplicidades de Sancho Pança y las quimeras de don Quixote;
-porque se ofreció en Ariza hazer él proprio un cartel y fixarle en un
-poste de la plaça, diziendo que cualquier caballero natural ó andante
-que dixese que las mugeres merecian ser amadas de los caballeros,
-mentia, como él solo se lo haria confesar uno á uno ó diez á diez; bien
-que merecian ser defendidas y amparadas en sus cuitas, como lo manda
-el orden de caballeria; pero que en lo demas, que se sirviesen los
-hombres dellas para la generacion con el vinculo del santo matrimonio,
-sin mas arrequives de festeos; pues desengañaban bien de cuan gran
-locura era lo contrario las ingratitudes de la infanta Dulcinea del
-Toboso; y luego firmaba al pie del cartel: El Caballero Desamorado.
-Tras este pasaron otros tan apacibles y más estraños cuentos en los
-demas lugares del camino, hasta que sucedió que llegando él y Sancho
-cerca de Calatayud, en un lugar que llaman Ateca, á tiro de mosquete
-de la tierra, yendo platicando los dos sobre lo que pensaba hazer en
-las justas de Çaragoça, y como desde alli pensaba dar la vuelta á la
-corte del Rey, y dar en ella á conocer el valor de su persona, volvió
-la cabeça y vió enmedio de un melonar una cabaña, y junto á ella un
-hombre que le estaba guardando con un lançon en la mano. Detuvose un
-poco mirandole de hito á hito; y despues de haber hecho en su fantasia
-un desvariado discurso, dixo: Detente, Sancho, detente; que si yo no
-me engaño, esta es una de las más estrañas y nunca vistas aventuras
-que en los dias de tu vida hayas visto ni oido dezir; porque aquel
-que alli ves con la lança ó venablo en la mano, es sin duda el señor
-de Anglante, Orlando el Fu<span class="pagenum" id="Page_46">p.
-46</span>rioso, que, como se dize en el autentico y verdadero libro
-que llaman Espejo de caballerias, fue encantado por un moro, y llevado
-á que guardase y defendiese la entrada de cierto castillo, por ser él
-el caballero de mayores fuerças del universo; encantandole el moro de
-suerte, que por ninguna parte puede ser ferido ni muerto, si no es por
-la planta del pie. Este es aquel furioso Roldan que, de rabia y enojo
-porque un moro de Agramante llamado Medoro, le robó á Angélica la
-bella, se tornó loco, arrancando los arboles de raiz; y aun se dize por
-muy cierto (cosa que yo la creo rebien de sus fuerças) que asió de una
-pierna á una yegua sobre quien iba un desdichado pastor, y volteandola
-sobre el braço derecho, la arrojó de sí dos leguas, con otras cosas
-estrañas, semejantes á esta, que alli se cuentan por muy extenso, donde
-los podrás tú leer. Asi que, Sancho mio, yo estoy resuelto de no pasar
-adelante hasta probar con él la ventura; y si fuere tal la mia (que
-si será, segun el esfuerço de mi persona y ligereza de mi caballo),
-que yo le venciere y matare, todas las glorias, victorias y buenos
-sucesos que tuvo, serán sin duda mios, y á mí solo se atribuiran todas
-las fazañas, vencimientos, muertes de gigantes, desquixaramientos
-de leones y rompimientos de exercitos que por sola su persona hizo;
-y si él echó, como se cuenta por verdad, la yegua con el pastor dos
-leguas, dirá todo el mundo que quien venció á este que tal hazia, bien
-podrá arrojar á otro pastor como aquel á cuatro leguas: con esto seré
-nombrado por el mundo y será temido mi nombre; y finalmente, sabiendolo
-el rey de España, me enviará á llamar y me preguntará punto por punto
-cómo fue la batalla, que golpes le dí, con que ardides le derribé y
-con que estratagemas le falseé las tretas para que diesen en vazio; y
-finalmente, cómo le dí la muerte por la planta del pie con un alfiler
-de á blanca. Informado su magestad de todo, y dandote á tí por testigo
-ocular, seré sin duda creido; y llevando, como llevaremos, la cabeça
-en esas alforjas, el Rey la mirará, y dirá: ¡Ah Roldan, Roldan, y
-como siendo vos la cabeça de los Doze Pares de Francia habeis hallado
-vuestro par! No os valió ¡oh fuerte caballero! vuestro encantamiento
-ni el haber rompido de sola una cuchillada una grandisima peña. ¡Oh
-Roldan, Roldan, y como de hoy más se lleva la gala y fama el invicto
-manchego y gran español don Quixote! Asi que, Sancho, no te muevas de
-aqui hasta que yo haya dado cabo y cima á esta dudosa aventura, matando
-al señor de Anglante y cortandole la cabeça. Sancho, que habia estado
-muy atento á lo que su amo dezia, le respondió diziendo: Señor<span
-class="pagenum" id="Page_47">p. 47</span> Caballero Desamorado, lo que
-á mi me parece es que no hay aqui, á lo que yo entiendo, ningun señor
-de Argante; porque lo que yo alli veo no es sino un hombre que está
-con un lançon guardando su melonar; que como va por aqui mucha gente á
-Çaragoça á las fiestas, se le deben de festear por los melones; y asi
-digo que mi parecer es, no obstante el de v. m., que no alborotemos á
-quien guarda su hacienda, y guardela muy enhorabuena; que asi hago yo
-con la mia. ¿Quien le mete á v. m. con Giraldo el Furioso, ni en cortar
-la cabeça á un pobre melonero? ¿Quiere que despues se sepa, y que
-luego salga tras nosotros la Santa Hermandad, y nos ahorque y asaetee,
-y despues eche á galeras por sietecientos años, de donde primero que
-salgamos ternemos canas en las pantorrillas? Señor don Quixote, ¿no
-sabe lo que dize el refran, que quien ama el peligro, mal que le pese
-ha de caer en él? Delo al diablo, y vamos al lugar, que está cerca:
-cenaremos muy á nuestro plazer, y comerán las cabalgaduras; que á fe
-que si á Rocinante, que va un poco cabizbaxo, le preguntase donde
-querria más ir, al meson ó guerrear con el melonero, que dixese que
-más querria medio celemin de cebada, que cien hanegas de meloneros.
-Pues si esta bestia, siendo insensitiva, lo dize y se lo ruega, y
-yo tambien en nombre della y de mi jumento, se lo suplicamos mal y
-caramente, razon es nos crea; y mire v. m. que por no haber querido
-muchas vezes tomar mi consejo nos han sucedido algunas desgracias. Lo
-que podemos her, es: yo llegaré y le compraré un par de melones para
-cenar; y si él dize que es Gaiteros ó Bradamonte ó esotro demonio que
-dize, yo soy muy contento que le despanzorremos; si no, dexemosle
-para quien es, y vamos nosotros á nuestras justas reales. ¡Oh Sancho,
-Sancho, dixo don Quixote, y que poco sabes de achaque de aventuras! Yo
-no salí de mi casa sino para ganar honra y fama, para lo cual tenemos
-ahora ocasion en la mano; y bien sabes que la pintaban los antiguos
-con copete en la frente y calva de todo el celebro, dandonos con eso
-á entender que pasada ella, no hay de donde asirla. Yo, Sancho, por
-todo lo que tú y todo el mundo me dixere, no he de dexar de probar esta
-empresa, ni de llevar el dia que entrare en Çaragoça, la cabeça de
-este Roldan en una lança, con una letra debaxo della que diga: «Vencí
-al vencedor.» Mira pues tú, Sancho, ¡cuanta gloria se me seguirá de
-esto! pues será ocasion de que en las justas todos me rindan vasallage
-y se me den por vencidos; con lo cual todos los precios dellas serán
-sin duda mios. Y asi, Sancho, encomiendame á Dios; que voy á meterme
-en uno de los ma<span class="pagenum" id="Page_48">p. 48</span>yores
-peligros que en todos los dias de mi vida me he visto; y si acaso,
-por ser varios los peligros de la guerra, muriese en esta batalla,
-llevarme has á San Pedro de Cardeña; que muerto, estando con mi espada
-en la mano, como el Cid, sentado en una silla, yo fio que si, como
-á él, algun judio, acaso por hazer burla de mí, quisiere llegarme á
-las barbas, que mi braço yerto sepa meter mano y tratarle peor que el
-catolico Campeador trató al que con él hizo lo proprio. ¡Oh señor!
-respondió Sancho, por el arca de Noe le suplico que no me diga eso
-de morir; que me haze saltar de los ojos las lagrimas como el puño,
-y se me haze el coraçon añicos de oirselo, de puro tierno que soy
-de mio. ¡Desdichada de la madre que me parió! ¿Que haria despues el
-triste Sancho Pança solo en la tierra agena, cargado de dos bestias,
-si v. m. muriese en esta batalla? Començó Sancho tras esto á llorar
-muy de veras, y dezir: ¡Ay de mí, señor don Quixote! ¡nunca yo le
-hubiera conocido por tan poco! ¿Que haran las donzellas desaguisadas?
-¿Quien hará y deshará tuertos? Perdida queda de hoy más toda la nacion
-manchega; no habrá fruto de caballeros andantes, pues hoy acabó la
-flor dellos en v. m.; más valiera que nos hubieran muerto ahora un año
-aquellos desalmados yangüeses, cuando nos molieron las costillas á
-garrotazos. ¡Ay señor don Quixote! ¡Pobre de mí! ¿y que tengo de her
-solo y sin v. m.? ¡Ay de mí! Don Quixote lo consoló diziendo: Sancho,
-no llores; que aun no soy muerto; antes he oido y leido de infinitos
-caballeros, y principalmente de Amadis de Gaula, que habiendo estado
-muchas vezes á pique de ser muertos, vivian despues muchos años, y
-venian á morirse en sus tierras, en casa de sus padres, rodeados de
-hijos y mugeres. Con todo eso, estese dicho, hagas, si muriere, lo que
-te digo. Yo lo prometo, señor, dixo Sancho, si Dios le lleva para sí,
-de llevar á enterrar su cuerpo, no solamente al San Pedro de Cerdeña
-que dize, sino que aunque me cueste el valor del jumento, le tengo de
-llevar á enterrar á Constantinopla; y pues va determinado de matar
-ese melonero, arrojeme acá, antes que parta, su bendicion, y deme la
-mano para que se la bese; que la mia y la del señor san Cristobal le
-caiga. Diosela don Quixote con mucho amor, y luego començó á espolear
-á Rocinante, que de cansado ya no se podia mover. Entrando por el
-melonar y picando derecho hazia la cabaña donde estaba la guarda,
-iba dando á cada paso á la maldicion á Rocinante, por ver que cada
-mata, como era verde, le daba apetito, aunque tenia freno, de probar
-algunas de sus hojas ó melones, fatigado de la hambre. Cuando el
-melonero vió<span class="pagenum" id="Page_49">p. 49</span> que se iba
-allegando más á él aquella fantasma, sin que reparase en el daño que
-hazia en las matas y melones, començole á dezir á vozes que se tuviese
-afuera; si no, que le haria salir con todos los diablos del melonar.
-No curandose don Quixote de las palabras que el hombre le dezia, iba
-prosiguiendo su camino; y ya que estuvo dos ó tres picas dél, començó
-á dezirle, puesta la lança en tierra: Valeroso conde Orlando, cuya
-fama y cuyos hechos tiene celebrados el famoso y laureado Ariosto, y
-cuya figura tienen esculpida sus divinos y heroicos versos; hoy es el
-dia, invencible caballero, en que tengo de probar contigo la fuerça de
-mis armas y los agudos filos de mi cortadora espada; hoy es el dia,
-valiente Roldan, en que no te han de valer tus encantamientos ni el
-ser cabeça de aquellos Doze Pares de cuya nobleza y esfuerço la gran
-Francia se gloria; que por mi has de ser, si quiere la fortuna, vencido
-y muerto, y llevada tu soberbia cabeça, ¡oh fuerte frances! en esta
-lança á Çaragoça. Hoy es el dia en que yo gozaré de todas tus fazañas
-y vitorias, sin que te pueda valer el fuerte exercito de Carlo-Magno,
-ni la valentia de Reinaldos de Montalvan, tu primo; ni Montesinos, ni
-Oliveros, ni el hechicero Malgisi con todos sus encantamientos: vente,
-vente para mí, que un solo español soy: no vengo, como Bernardo del
-Carpio y el rey Marsillo de Aragon, con poderoso exercito contra tu
-persona; solo vengo con mis armas y caballo contra tí, que te tuviste
-algun tiempo por afrentado de entrar en batalla con diez caballeros
-solos. Responde, no estés mudo, sube sobre tu caballo, ó vente para mi
-de la manera que quisieres; mas porque entiendo, segun he leido, que
-el encantador que aqui te puso no te dió caballo, yo quiero baxar del
-mio; que no quiero hazer batalla contigo con ventaja alguna. Y baxó
-en esto del caballo, y viendolo Sancho, començó á dar vozes diziendo:
-Arremeta, nuesamo, arremeta; que yo estoy aqui rezando por su ayuda,
-y he prometido una misa á las benditas animas, y otra al señor san
-Anton, que guarde á v. m. y á Rocinante. El melonero, que vió venir
-para sí á don Quixote con la lança en la mano y cubierto con el adarga,
-començole á dezir que se tuviese afuera; si no, que le mataria á
-pedradas. Como don Quixote prosiguiese adelante, el melonero arrojó
-su lançon y puso una piedra poco mayor que un huevo en una honda, y
-dando media vuelta al braço, la despidió como de un trabuco contra don
-Quixote, el cual la recibió en el adarga; mas falseola facilmente,
-como era de solo badana y papelones, y dió á nuestro caballero tan
-terrible golpe en el braço izquierdo, que á no<span class="pagenum"
-id="Page_50">p. 50</span> cogelle armado con el braçalete, no fuera
-mucho quebrarsele; aunque sintió el golpe bravisimamente. Como el
-melonero vió que todavia porfiaba para acercarsele, puso otra piedra
-mayor en la honda, y tirola tan derecha y con tanta fuerça, que dió con
-ella á don Quixote en medio de los pechos, de suerte que á no tener
-puesto el peto grabado, sin duda se la escondiera en el estomago:
-con todo, como iba tirada por buen braço, dió con el buen hidalgo de
-espaldas en tierra, recibiendo una mala y peligrosa caida, y tal, que
-con el peso de las armas y fuerça del golpe, quedó en el suelo medio
-aturdido. El melonero, pensando que le habia muerto ó malparado, se fue
-huyendo al lugar. Sancho, que vió caido á su amo, entendiendo que de
-aquella pedrada habia acabado don Quixote con todas las aventuras, se
-fue para él, llevando al jumento del cabestro, lamentandose y diziendo:
-¡Oh pobre de mi señor desamorado! ¿No se lo dezia yo, que nos fueramos
-muy en hora mala al lugar, y no hizieramos batalla con este melonero,
-que es más luterano que el gigante Golias? Pues ¿como se atrevió á
-llegarse á él sin caballo, pues sabia en Dios y en su conciencia que
-no le podia matar sino metiendole una aguja ó alfiler de á blanca por
-la planta del pie? Llegose en esto á su señor, y preguntole si estaba
-mal ferido: él respondió que no; pero que aquel soberbio Roldan le
-habia tirado una gran peña y le habia derribado con ella en tierra;
-añadiendo: Dame, Sancho, la mano, pues ya he salido con muy cumplida
-vitoria; que para alcançarla, bastame que mi contrario haya huido de
-mí y no ha osado aguardarme: al enemigo que huye, hazerle la puente de
-plata, como dizen. Dexemosle pues ir; que ya vendrá tiempo en que yo
-le busque, y á pesar suyo acabe la batalla començada: solo me siento
-en este braço izquierdo mal herido; que aquel furioso Orlando me debió
-tirar una terrible maça que tenia en la mano; y si no me defendieran
-mis finas armas, entiendo que me hubiera quebrado el braço. Maça, dixo
-Sancho, bien sé yo que no la tenia; pero le tiró dos guijarros con la
-honda, que si con cualquiera dellos le diera sobre la cabeça, sobre mí,
-que por más que tuviera puesto en ella ese chapitel de plata ó como
-le llama, hubieramos acabado con el trabajo que habemos de pasar en
-las justas de Çaragoça; pero agradezca la vida que tiene á un romance
-que yo le rezé del conde Peranzules, que es cosa muy probada para el
-dolor de hijada. Dame la mano, Sancho, dixo don Quixote, y entremos un
-rato á descansar en aquella cabaña, y luego nos iremos, pues el lugar
-está cerca. Levantose don Quixote tras esto, y quitó el freno<span
-class="pagenum" id="Page_51">p. 51</span> á Rocinante, y Sancho quitó
-la maleta de encima de su jumento, juntamente con la albarda; metiolo
-todo en la cabaña, quedando Rocinante y el jumento señores absolutos
-del melonar, del cual cogió Sancho dos melones harto buenos, y con un
-mal cuchillo que traia los partió y puso encima de la albarda para
-que comiese don Quixote; si bien él, tras solo cuatro bocados que
-tomó dellos, mandó á Sancho que los guardase para cenar en el meson á
-la noche. Pero apenas habia Sancho comido media dozena de rebanadas,
-cuando el melonero vino con otros tres harto bien dispuestos moços,
-trayendo cada uno una gentil estaca en la mano; y como vieron el rocin
-y jumento sueltos, pisando las matas y comiendo los melones, encendidos
-en colera, entraron en la cabaña, llamandolos ladrones y robadores de
-la hacienda agena, acompañando estos requiebros con media dozena de
-palos que les dieron muy bien dados, antes que se pudiesen levantar;
-y á don Quixote, que por su desgracia se habia quitado el morrion, le
-dieron tres ó cuatro en la cabeça, con que le dexaron medio aturdido, y
-aun muy bien descalabrado; pero Sancho lo pasó peor; que como no tenia
-reparo de coselete, no se le perdió garrotazo en costillas, braços y
-cabeça, quedando tambien aturdido como lo quedaba su amo. Los hombres,
-sin curar dellos, se llevaron al lugar en prendas el rocin y jumento
-por el daño que habian hecho. De alli á un buen rato, vuelto Sancho en
-sí, y viendo el estado en que sus cosas estaban, y que le dolian las
-costillas y braços de suerte que casi no se podia levantar, començó á
-llamar á don Quixote, diziendo: ¡Ah señor caballero andante (andado
-se vea él con todos cuantos diablos hay en los infiernos)! ¿parecele
-que quedamos buenos? ¿Es este el triunfo con que habemos de entrar en
-las justas de Çaragoça? ¿Que es de la cabeça de Roldan el encantado,
-que hemos de llevar espetada en lança? Los diablos le espeten en un
-asador, ¡plegue á santa Apolonia! Estoyle diziendo sietecientas vezes
-que no nos metamos en estas batallas impertinentes, sino que vamos
-nuestro camino sin hazer mal á nadie, y no hay remedio. Pues tomese
-esos peruetanos que le han venido, y aun plegue á Dios, si aqui estamos
-mucho, no vengan otra media dozena dellos á acabar la batalla que los
-primeros començaron. Alzese, pesia á las herraduras del caballo de san
-Martin, y mire que tiene la cabeça llena de chichones, y le corre la
-sangre por la cara abaxo, siendo ahora de veras el de la Triste Figura,
-por sus bien merecidos disparates. Don Quixote, volviendo en sí y
-sosegandose un poco, començó á dezir:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0"><span class="pagenum" id="Page_52">p. 52</span>Rey don Sancho, rey don Sancho</p>
-<p class="i0">No dirás que no te aviso</p>
-<p class="i0">Que del cerco de Zamora</p>
-<p class="i0">Un traidor habia salido.</p>
-</div></div>
-
-<p>¡Mal haya el anima del Anticristo! dixo Sancho: estamos con las
-nuestras en los dientes, ¡y ahora se pone muy de espacio al romance
-del rey don Sancho! Vamonos de aqui, por las entrañas de todo nuestro
-linage, y curemonos; que estos Barrabases de Gaiteros, ó quien son, nos
-han molido más que sal, y á mí me han dexado los braços de suerte, que
-no los puedo levantar á la cabeça. ¡Oh buen escudero y amigo! respondió
-don Quixote, has de saber que el traidor que desta suerte me ha puesto
-es Bellido de Olfos, hijo de Olfos Bellido.—¡Oh, reniego de ese Bellido
-ó bellaco de Olfos, y aun de quien nos metió en este melonar!—Este
-traidor, dixo don Quixote, saliendo conmigo mano á mano, camino de
-Zamora, mientras que yo me baxé de mi caballo para proveerme detrás
-de unas mantas; este alevoso, digo, de Bellido, me tiró un venablo
-á traicion, y me ha puesto de la suerte que ves: por tanto ¡oh fiel
-vasallo! conviene mucho que tú subas en un poderoso caballo, llamandote
-don Diego Ordoñez de Lara, y que vayas á Zamora, y en llegando junto á
-la muralla, verás entre dos almenas el buen viejo Arias Gonzalo, ante
-quien retarás á toda la ciudad, torres, cimientos, almenas, hombres,
-niños y mugeres, el pan que comen y el agua que beben, con todos los
-demas retos con que el hijo de don Bermudo retó á dicha ciudad, y
-matarás á los hijos de Arias Gonzalo, Pedro Arias y los demas. ¡Cuerpo
-de san Quintin! dixo Sancho: si v. m. ve cuales nos han puesto cuatro
-meloneros, ¿para que diablos quiere que vamos á Zamora á desafiar toda
-una ciudad tan principal como aquella? ¿Quiere que salgan della cinco
-ó seis millones de hombres á caballo y acaben con nuestras vidas, sin
-que gozemos de los premios de las reales justas de Çaragoça? Deme la
-mano y levantese, y iremos al lugar que está cerca, para que nos curen
-y á v. m. le tomen esa sangre. Levantose don Quixote, aunque con harto
-trabajo, y salieron los dos fuera de la cabaña; pero cuando no vieron
-el Rocinante ni el jumento, fue grandisimo el sentimiento que don
-Quixote hizo por él; y Sancho, dando vueltas alrededor de la cabaña
-buscando su asno, dezia llorando: ¡Ay asno de mi anima! ¿y que pecados
-has hecho para que te hayan llevado de delante de mis ojos? Tú eres la
-lumbre dellos, asno de mis entrañas, espejo en que yo me miraba; ¿quien
-te me ha lle<span class="pagenum" id="Page_53">p. 53</span>vado? ¡Ay
-jumento mio, que por tí solo y por tu pico podias ser rey de todos
-los asnos del mundo! ¿á donde hallaré yo otro tan hombre de bien como
-tú? Alivio de mis trabajos, consuelo de mis tribulaciones, tú solo me
-entendias los pensamientos, y yo á tí, como si fuera tu propio hermano
-de leche. ¡Ay, asno mio!, y como tengo en la memoria que cuando te
-iba á echar de comer á la caballeriza, en viendo cerner la cebada,
-rebuznabas y reias con una gracia como si fueras persona; y cuando
-respirabas hazia dentro, dabas un gracioso silbo, respondiendo por
-el organo trasero con un gamaut, que ¡mal año para la guitarra del
-barbero de mi lugar que mejor musica haga cuando canta el pasacalle de
-noche! Don Quixote le consoló diziendo: Sancho, no te aflijas tanto
-por tu jumento; que yo he perdido el mejor caballo del mundo; pero
-sufro y disimulo hasta que le halle, porque le pienso buscar por toda
-la redondez del universo. ¡Oh señor! dixo Sancho: ¿no quiere que me
-lamente, ¡pecador de mí! si me dixeron en nuestro lugar que este mi
-asno era pariente muy cercano de aquel gran retorico asno de Balan,
-que buen siglo haya? Y bien se ha echado de ver en el valor que ha
-mostrado en esta reñida batalla que con los más soberbios meloneros del
-mundo habemos tenido. Sancho, dixo don Quixote, para lo pasado no hay
-poder alguno, segun dize Aristoteles; y asi lo que por ahora puedes
-hazer, es tomar esta maleta debaxo del braço, y llevar esta albarda
-á cuestas hasta el lugar, y alli nos informaremos de todo lo que nos
-fuere necesario para hallar nuestras bestias. Sea como v. m. mandare,
-dixo Sancho tomando la maleta y diziendo á don Quixote que le echase
-la albarda encima. Mira, Sancho, replicó él, si la podrás llevar; si
-no, lleva primero la maleta, y luego volverás por ella. Si podré, dixo
-Sancho; que no es esta la primera albarda que he llevado á cuestas en
-esta vida. Pusosela encima; y como el ataharre le viniese junto á la
-boca, dixo á don Quixote que se la echase tras de la cabeça, porque le
-olia á paja mal mascada.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
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-<div class="chapter pt3" id="Ch_7">
- <p><span class="pagenum" id="Page_54">p. 54</span></p>
- <h2 class="nobreak">CAPITULO VII</h2>
- <p class="subh2h">Como don Quixote y Sancho Pança llegaron á Ateca,
- y como un caritativo clerigo llamado Mosen Valentin los recogió en
- su casa, haziendoles todo buen acogimiento.</p>
-</div>
-
-<p>Començaron á caminar don Quixote con su adarga y Sancho con su
-albarda, que le venia como anillo en dedo, y en entrando por la
-primera calle del lugar, se les començó á juntar una grande multitud
-de muchachos hasta que llegaron á la plaça, donde en viendo llegar
-aquellas estrañas figuras, se empeçaron á reir los que en ella estaban,
-y llegaronseles los jurados y seis ó siete clerigos, y otra gente
-honrada que con ellos estaban. Como se vió don Quixote en la plaça
-cercado de tanta gente, viendo que todos se reian, començó á dezir:
-Senado ilustre y pueblo romano invicto, cuya ciudad es y ha sido
-cabeça del universo, mirad si es licito que de vuestra famosa ciudad
-hayan salido salteadores, los cuales vosotros jamas consentistes en
-vuestra clara republica en los antiguos siglos, y me hayan robado á mí
-mi preciado caballo y á mi fiel escudero su jumento, sobre quien trae
-las joyas y precios que en diferentes justas y torneos he ganado ó
-podido ganar: por tanto, si aquel valor antiguo ha quedado en vuestros
-coraçones de piadosos romanos, dadnos aqui luego lo que se nos ha
-robado, juntamente con los traidores que, estando nosotros á pie y
-descuidados, nos han ferido de la suerte que veis; si no, yo os reto
-á todos por alevosos y hijos de otros tales; y asi os aplaço á que
-salgais conmigo á singular batalla uno á uno, ó todos para mí solo.
-Dieron todos, en oyendo estos disparates, una grandisima risada, y
-llegandoseles un clerigo que más discreto parecia, les rogó callasen;
-que él, poco más ó menos, conocia la enfermedad de aquel hombre, y
-le haria dar de sí con entretenimiento de todos; y tras esto y el
-universal silencio que los circunstantes le dieron, se llegó á don
-Quixote diziendo: V. m., señor caballero, sabranos dezir las señas de
-los que le han descalabrado y hurtado ese caballo que dize; porque
-dando aqui á los ilustres consules los malhechores, no solamente seran
-por ellos castigados, sino que justamente se le volverá á v. m. todo
-lo que se hallare ser suyo. Don Quixote le respondió: Al que hizo
-batalla conmigo, dificultosa cosa será hallarlo, porque á mi parecer
-dixo que era el valeroso Orlando el Furioso, ó por lo menos el traidor
-de Bellido de Olfos. Rieronse todos; pero Sancho, que estaba cargado
-con su albarda á cuestas, dixo: ¿Para que es<span class="pagenum"
-id="Page_55">p. 55</span> menester andar por zorrinloquios? El que
-derribó á mi amo con una pedrada, es un hombre que guardaba un melonar;
-moço lampiño, de barba larga, con unos mostachos rehondidos, á quien
-Dios cohonda: este le hurtó á mi señor el rocin, y á mí me ha llevado
-el jumento; que más quisiera me hubiera llevado las orejas que veo.
-Mosen Valentin, que asi se llamaba el clerigo, acabó de conocer de
-que pie coxqueaban don Quixote y su escudero; y asi, como era hombre
-caritativo, dixo á don Quixote: V. m., señor caballero, se venga
-conmigo, y este su moço; que todo se hará á su gusto. Llevoles luego
-á su casa, y hizo acostar á don Quixote en una harto buena cama, y
-llamó al barbero del lugar, que le curase los chichones que tenia en
-la cabeça, aunque no eran heridas de mucho peligro; mas como vió don
-Quixote al barbero, que ya le queria curar, le dixo: Huelgo mucho
-en extremo ¡oh maestro Elicebad! en haber caido hoy en vuestras
-venturosas manos; que yo sé y he leido que vos las teneis tales,
-juntamente con las medicinas y yerbas que á las heridas aplicais,
-que Avicena, Averroes y Galeno pudieran venir á aprender de vos. Asi
-que, ¡oh sabio maestro! dezidme si estas penetrantes feridas son
-mortales; porque aquel furioso Orlando me hirió con un terrible tronco
-de encina, y asi es imposible no lo sean; y siendolo, os juro por el
-orden de caballeria que profeso, de no consentir ser curado hasta que
-tome entera satisfaccion y vengança de quien tan á su salvo me hirió
-á traicion, sin aguardar como caballero á que yo metiese mano á la
-espada. El Clerigo y el Barbero, que semejantes razones oyeron dezir á
-don Quixote, acabaron de entender que estaba loco; y sin responderle,
-dixo el clerigo al barbero que le curase y no le respondiese palabra,
-por no darle nueva materia para hablar. Despues que fue curado, mandó
-Mosen Valentin que le dexasen reposar; lo cual se hizo asi. Sancho,
-que habia tenido la candela para curar á su amo, estaba reventando por
-hablar; y asi, en viendose fuera del aposento, dixo á Mosen Valentin:
-V. m. ha de saber que aquel Girnaldo el furioso me dió, no sé si era
-con la mesma encina que dió á mi amo, ó con alguna barra de oro; y si
-haria, pues dizen dél está encantado, y segun me duelen las costillas,
-sin duda me debió de dexar alguna endiablada calentura en ellas; y es
-de suerte mi mal, que en todo mi cuerpo, que Dios haya, ninguna cosa
-me ha dexado en pie sino es, cuando mucho, alguna poquilla gana de
-comer; que si esta me quitara, al diablo hubiera yo dado á todos los
-Roldanes, Ordoños y Claras del mundo. Mosen Valentin, que entendió el
-apetito de Sancho,<span class="pagenum" id="Page_56">p. 56</span>
-le hizo dar de cenar muy bien, mientras él iba á informarse de quien
-seria el que llevó á don Quixote el caballo y á Sancho su jumento; y
-averiguado quien les hizo el asalto, dió orden en cobrar y volver á su
-casa á Rocinante con el jumento, al cual, como vió Sancho, que estaba
-sentado al çaguan, se levantó de la mesa, y abraçandolo le dixo: ¡Ay
-asno de mi alma! tú seas tan bien venido como las buenas pascuas, y
-detelas Dios á tí y á todas las cosas en que pusieres mano, tan buenas
-como me las has dado á mí con tu vuelta; mas dime, ¿como te ha ido á tí
-en el cerco de Zamora con aquel Rodamonte, á quien rodado vea yo por
-el monte abaxo, en que Satanás tentó á nuestro Señor Jesucristo? Mosen
-Valentin, que vió á Sancho tan alegre por haber hallado su asno, le
-dixo: No se os dé nada, Sancho; que cuando vuestro asno no pareciera,
-yo, por lo mucho que os quiero, os diera una burra tan buena como él,
-y aun mejor. Eso no podia ser, dixo Sancho, porque este mi jumento
-me sabe ya la condicion y yo sé la suya, de suerte que apenas ha
-començado á rebuznar, cuando le entiendo, y sé si pide cebada ó paja,
-ó si quiere beber ó que le desalbarde para echarse en la caballeriza;
-y en fin, le conozco mejor que si le pariera. Pues ¿como, dixo el
-clerigo, señor Sancho, entendeis vos cuando el jumento quiere reposar?
-Yo, señor Valentin, respondió Sancho, entiendo la lengua asnuna muy
-lindamente. Riyó el clerigo mucho de su respuesta, y mandó que le
-diesen muy buen recado asi á él como á su jumento y á Rocinante, pues
-ya don Quixote reposaba; lo cual fue hecho con mucha puntualidad.
-Despues de cena llegaron otros dos clerigos, amigos de Mosen Valentin,
-á su casa, á saber como le iba con los huespedes; el cual les dixo:
-Por Dios, señores, que tenemos con ellos el mas lindo pasatiempo
-agora en esta casa, que se puede imaginar; porque el principal, que
-es el que está en la cama, se finge en su fantasia caballero andante
-como aquellos antiguos Amadis ó Febo, que los mentirosos libros de
-caballerias llaman andantes; y asi, segun me pareze, él piensa con
-esta locura ir á las justas de Çaragoça y ganar en ellas muchas joyas
-y premios de importancia; pero goçaremos de su conversacion los
-dias que aqui en mi casa se estuviere curando, y aumentará nuestro
-entretenimiento la intrinseca simplicidad deste labrador á quien el
-otro llama su fiel escudero. Tras esto començaron á platicar con
-Sancho, y preguntole punto por punto de todas las cosas de don Quixote;
-el cual les contó todo lo que con él habia pasado el otro año, y los
-amores de Dulcinea del Toboso, y como se lla<span class="pagenum"
-id="Page_57">p. 57</span>maba don Quixote de la Mancha, y agora el
-Caballero Desamorado para ir á las justas de Çaragoça; y á este compas
-desbuchó Sancho todo lo que de<a id="FNanchor_14" href="#Footnote_14"
-class="fnanchor">[14]</a> don Quixote sabia; pero rieron mucho con lo
-de los galeotes y penitencia de Sierra Morena y encerramiento de la
-jaula, con la cual acabaron de entender lo que don Quixote era, y la
-simplicidad con que Sancho le seguia, alabando sus cosas. De suerte
-que estuvieron en casa de Mosen Valentin casi ocho dias Sancho y don
-Quixote, al cabo de los cuales, pareciendole á él que estaba ya bueno y
-que era tiempo de ir á Çaragoça á mostrar el valor de su persona en las
-justas, dixo un dia, despues de comer á Mosen Valentin: A mí me parece,
-¡oh buen sabio Lirgando! pues por vuestro gran saber he sido traido y
-curado en este vuestro insigne castillo sin tenerlo servido, que ya es
-tiempo de que con vuestra buena licencia me parta luego para Çaragoça,
-pues vos sabeis lo mucho que importa á mi honra y reputacion; que si
-la fortuna me fuere favorable (y sí será siendo vos de mi parte), yo
-pienso presentaros alguna de las mejores joyas que en ellas hubiere,
-y la habeis de recebir por me hazer merced: solo os suplico que no me
-olvideis en las mayores necesidades, porque muchos dias ha que el sabio
-Alquife, á cuya cuenta está el escribir mis fazañas, no lo he visto, y
-creo que de industria haze el dexarme solo en algunos trabajos, para
-que asi aprenda dellos á comer el pan con corteça, y me valga por mi
-pico, como dizen: por tanto, yo me quiero partir luego á la hora; y si
-sois servido de enviar conmigo algun recado en mi recomendacion á la
-sabia Urganda la desconocida, para que si fuere herido en las justas,
-ella me cure, me hareis muy grande merced en ello. Mosen Valentin,
-despues de haberle escuchado con mucha atencion, le dixo: V. m., señor
-Quijada, se podrá ir cuando fuere servido; pero advierta que yo no
-soy Lirgando, ese mentiroso sabio que dize, sino un sacerdote honrado
-que, movido de compasion de ver la locura en que v. m. anda con sus
-quimeras y caballerias, le he recebido con fin de dezirle y aconsejarle
-lo que le haze al caso, y advertirle á solas, de las puertas adentro
-de mi casa, como anda en pecado mortal, dexando la suya y su hacienda,
-con aquel sobrinito que tiene, andando por esos caminos como loco,
-dando nota de su persona, y haziendo tantos desatinos; y advierta que
-alguna vez podrá hazer alguno por el cual le prenda la justicia,<span
-class="pagenum" id="Page_58">p. 58</span> y no conociendo su humor,
-le castigue con castigo público y publica deshonra de su linage; ó no
-habiendo quien le favorezca y conozca, quiçá por haber muerto alguno en
-la campaña, tomado de su locura, le cogerá tal vez la Hermandad, que no
-consiente burlas, y le ahorcará, perdiendo la vida del cuerpo, y lo que
-peor es, la del alma: tras que anda escandaliçando, no solamente á los
-de su lugar, sino á todos los que le ven ir desa suerte armado por los
-caminos; si no, v. m. lo vea por el dia en que entró en este pueblo,
-como le seguian los muchachos por las calles como si fuera loco,
-diziendo á vozes: ¡Al hombre armado, muchachos, al hombre armado! Bien
-sé que v. m. ha hecho lo que haze, por imitar, como dize, á aquellos
-caballeros antiguos Amadis y Esplandian, con otros que los no menos
-fabulosos que perjudiciales<a id="FNanchor_15" href="#Footnote_15"
-class="fnanchor">[15]</a> libros de caballerias fingen, á los cuales
-v. m. tiene por autenticos y verdaderos, sabiendo, como es verdad, que
-nunca hubo en el mundo semejantes caballeros, ni hay historia española,
-francesa ni italiana, á lo menos autentica, que haga dellos mencion;
-porque no son sino una composicion ficticia, sacada á luz por gente
-de capricho, á fin de dar entretenimiento á personas ociosas y amigas
-de semejantes mentiras; de cuya licion se engendran secretamente en
-los animos malas costumbres, como de los buenos buenas; y de aqui nace
-que hay tanta gente ignorante en el mundo, que viendo aquellos libros
-tan grandes impresos, les parece como á v. m. le ha parecido, que son
-verdaderos, siendo, como tengo dicho, composicion mentirosa: por tanto,
-señor Quijada, por la pasion que Dios pasó, le ruego que vuelva sobre
-sí y dexe esa locura en que anda, volviendose á su tierra; y pues
-me dize Sancho que v. m. tiene razonablemente hacienda, gastela en
-servicio de Dios y en hazer bien á los pobres, confesando y comulgando
-á menudo, oyendo cada dia su misa, visitando enfermos, leyendo libros
-devotos y conversando con gente honrada, y sobre todo con los clerigos
-de su lugar, que no le dirán otra cosa de lo que yo le digo; y verá
-con esto como será querido y honrado, y no juzgado por hombre falto de
-juizio, como todos los de su lugar y los que le ven andar desa manera
-le tienen; y más, que le juro por las ordenes que tengo, que iré con v.
-m., si dello gusta, hasta dexarle en su propria casa, aunque haya de
-aqui á ella cuarenta leguas, y aun le haré todo el gasto por el camino,
-porque vea v. m. como deseo yo más su honra y el bien de su alma, que
-v. m.<span class="pagenum" id="Page_59">p. 59</span> proprio; y dexe
-esas vanidades de aventuras, ó por mejor dezir, desventuras; que ya es
-hombre mayor: no digan que se vuelve á la edad de los niños, echandose
-á perder á sí y á este buen labrador que le sigue, que tan poco ha
-cerrado la mollera como v. m. Sancho, que á todo lo que Mosen Valentin
-habia dicho habia estado muy atento, sentado sobre la albarda de su
-caro jumento, dixo: Por cierto, señor licenciado, que su reverencia,
-tiene muchisima razon, y lo proprio que v. m. le dize á mi señor, le
-digo yo y le ha dicho el cura de mi tierra; y no hay remedio con él,
-sino que habemos de ir buscando tuertos por ese mundo. El año pasado
-y este jamas habemos hallado sino quien nos sacuda el polvo de las
-costillas, viendonos cada dia en peligro de perder el pellejo por los
-grandes desaforismos que mi señor haze por esos caminos, llamando
-á las ventas castillos, y á los hombres, á unos Gaiteros, á otros
-Guirnaldos, á otros Bermudos, á otros Rodamontes, y á otros diablos que
-se los lleven; y es lo bueno que son ó meloneros ó arrieros ó gente
-pasagera, tanto que el otro dia á una moça gallega de una venta, hecha
-una picarona, que me brindaba por cuatro cuartos con los que sacó del
-vientre de su madre, llamaba á boca llena la infanta galiciana, y
-por ella aporreó al ventero, y nos pensamos ver en un inflicto de la
-maldicion; y creame v. m., y plegue á santa Barbara, abogada de los
-truenos y relampagos, que si miento en cuanto digo, esta albarda me
-falte á la hora de mi muerte; y tengo quebrada la cabeça de predicarle
-sobre estos avisos; pero no hay remedio con él, sino que quiere que
-aunque me pese le siga, y para ello me ha comprado este mi buen
-jumento, y me da cada mes por mi trabajo nueve reales y de comer; y mi
-muger que se lo busque, que asi hago yo, pues tiene tan buenos cuartos.
-Don Quixote habia estado cabizbaxo á todo lo que Mosen Valentin y
-Sancho Pança habian dicho; y como quien despierta, començó á dezir
-desta manera: Afuera pereça. Mucho, señor Arçobispo Turpin, me espanto
-de que siendo vueseñoria de aquella ilustre casa del emperador Carlos,
-llamado el Magno por excelencia, pariente de los Doze Pares de la noble
-Francia, sea tanta su pusilanimidad y cobardia, que huya de las cosas
-arduas y dificultosas, apartandose de los peligros, sin los cuales es
-imposible poderse alcançar la verdadera honra. Nunca cosas grandes se
-adquirieron sin grandes dificultades y riesgos; y si yo me pongo á
-los presentes y venideros, solo lo hago como magnanimo, por alcançar
-honra para mí y cuantos me sucedieren; y esto es licito, pues quien no
-mira por su honra, mal mirará<span class="pagenum" id="Page_60">p.
-60</span> por la de Dios; y asi, Sancho, dame luego á la hora mis armas
-y caballo, y partamos para Çaragoça; que si yo supiera la cobardia y
-pusilanimidad que habia en esta casa, nunca jamas la ocupara; pero
-salgamos della al punto, porque no se nos apegue tan mala polilla.
-Sancho fue luego á ensillar á Rocinante y albardar juntamente su rucio;
-pero el buen clerigo, que vió tan resuelto y empedernido á don Quixote,
-no le quiso replicar más; antes estaba escuchando todo cuanto dezia á
-cada pieça que Sancho ponia del arnes, que eran cosas graciosisimas,
-ensartando mil principios de romances viejos sin ningun orden ni
-concierto; y al subir en el caballo dixo con gravedad: Ya cabalga,
-Calainos, Calainos, el infante:—y luego, volviendose á Mosen Valentin,
-con su lança y adarga en la mano, le dixo con voz arrogante: Caballero
-ilustre, yo estoy muy agradecido de la merced que en este vuestro
-imperial alcazar se me ha hecho á mí y á mi escudero: por tanto mirad
-si yo os soy de algun provecho para hazeros vengado de algun agravio
-que algun fiero gigante os haya hecho; que aqui está Mucio Cevola,
-aquel que sin pavor ni miedo, pensando matar al Porsena que tenia
-cercada á Roma, puso intrepido su desnudo braço sobre el brasero de
-fuego, dando muestras en el hecho, de tan grande esfuerço y valentia,
-cuanto las dió de corrimiento en la causa dél; y estad cierto que os
-haré vengado de vuestros enemigos tan á vuestro sabor, que digais que
-en buena hora me recebisteis en vuestra casa.—Y diziendole tras esto se
-quedase con Dios, sin aguardar respuesta, dió de espuelas á Rocinante;
-y llegando á la plaça, en viéndole los muchachos començaron á gritar:
-¡Al hombre armado, al hombre armado!—Y seguido dellos, pasó adelante á
-medio galope, hasta que salió del lugar, dexando maravillados á todos
-los que le miraban. El bueno de Sancho enalbardó su jumento, y subiendo
-en él, dixo: Señor Valentin yo no le ofrezco á v. m. peleas como mi
-amo ha hecho, porque más sé de ser apaleado que de pelear; pero yo le
-agradezco mucho el servicio que nos ha hecho: por muchos años lo pueda
-continuar. Mi lugar se llama el Argamesilla: cuando yo esté allá,
-estaré aparejado para helle toda merced, y mi muger Mari-Gutierrez sé
-de cierto que le besa á v. m. las manos en este punto. Sancho hermano,
-dixo Mosen Valentin, Dios os guarde; y mirad que os ruego que cuando
-vuestro señor vuelva á su tierra, vengais por aqui; que sereis vos y él
-bien recebidos, y no haya falta. Respondió Sancho: Yo se lo prometo á
-v. m.; y quedese con Dios; y plegue á la señora santa Agueda, abogada
-de las tetas, que viva v. m. tan largos años como<span class="pagenum"
-id="Page_61">p. 61</span> vivió nuestro padre Abraham. Començó tras
-esto con toda priesa á arrear su asno, y pasando por la plaça, le
-cercaron los jurados y todos los que en ella estaban, por reir un poco
-con él; el cual, como los vió juntos, les dixo: Señores, mi amo va á
-Çaragoça á hazer unas justas y torneos reales; si matamos alguna gruesa
-de aquellos gigantones ó Fierablases, que dizen hay allá muchos, yo
-les prometo, pues nos han hecho servicio de volvernos á Rocinante y
-al rucio, de traelles una de aquellas ricas joyas que ganaremos y una
-media dozena de gigantones en escabeche; y si mi amo llegare á ser
-(que sí hará, segun es de valiente) rey, ó por lo menos emperador, y
-yo tras él me viere papa ó monarca de alguna iglesia, les prometemos
-de hellos á todos los deste lugar, cuando menos canonigos de Toledo.
-Dieron todos con el dicho de Sancho una grandísima risada, y los
-muchachos que estaban detrás de todos, como vieron que los jurados y
-clerigos hazian burla de Sancho, el cual estaba caballero en su asno,
-començaron á silbarle, y juntamente á tirarle con pepinos y berenjenas,
-de suerte que no bastaron todos los que alli estaban á detener su
-furia; y asi á Sancho le fue forçoso baxar del asno y darle con el
-palo muy aprisa, hasta que salió del lugar y topó á don Quixote, que
-le estaba esperando, el cual le dixo: ¿Que es, Sancho? ¿Que has hecho?
-¿En que te has entretenido? Respondió Sancho: ¡Oh, reniego de los
-çancajos de la muger de Job! ¿Como se vino v. m. y me dexó en las manos
-de los caldereros de Sodoma? Que le prometo, asi yo me vea arçobispo
-de aquella ciudad que me prometió el año pasado, que me agarraron en
-yendose v. m., entre seis ó siete de aquellos escribas y fariseos, y
-me llevaron en casa del boticario, y me echaron una melecina de plomo
-derretido, tal, que me haze venir despidiendo perdigones calientes por
-la puerta falsa, sin que pueda reposar un punto. No se te dé nada, dixo
-don Quixote; que ya vendrá tiempo en que nos hagamos bien vengados de
-todos los agravios que en este lugar por no conocernos nos han hecho;
-pero ahora caminemos para Çaragoça, que es lo que importa; que alli
-oirás y verás maravillas.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_8">
- <p><span class="pagenum" id="Page_62">p. 62</span></p>
- <h2 class="nobreak">CAPITULO VIII</h2>
- <p class="subh2h">De como el buen hidalgo don Quixote llegó á la
- ciudad de Çaragoça, y de la estraña aventura que á la entrada della
- le sucedió con un hombre que llevaban açotando.</p>
-</div>
-
-<p>Tan buena maña se dieron á caminar el buen don Quixote y Sancho, que
-á otro dia á las onze se hallaron una milla de Çaragoça. Toparon por el
-camino mucha gente de pie y de á caballo, la cual venia de las justas
-que en ella se habian hecho; que como don Quixote se detuvo en Ateca
-ocho dias curandose de sus palos, se hizieron sin que él las honrase
-con su presencia, como deseaba; de lo cual informado en el camino,
-de los pasageros, estaba como desesperado; y asi iba maldiziendo su
-fortuna por ello, y echaba la culpa al sabio encantador su contrario,
-diziendo que él habia hecho por donde las justas se hubiesen hecho
-con tanta presteça para quitarle la honra y gloria que en ellas era
-forçoso ganar, dando la vitoria, á él debida, á quien él maliciosamente
-favorecia. Con esto iba tan mohino y melancolico, que á nadie queria
-hablar por el camino, hasta tanto que llegó cerca de la Aljaferia,
-adonde, como se le llegasen por verle de cerca algunas personas con
-deseo de saber quien era y á que fin entraba armado de todas pieças en
-la ciudad, les dixo en voz alta: Dezidme, caballeros, ¿cuantos dias
-ha que se acabaron las justas que en esta ciudad se han hecho, en las
-cuales no he merecido poderme hallar? Cosa de que estoy tan desesperado
-cuanto descubre mi rostro; pero la causa ha sido el estar yo ocupado
-en cierta aventura y encuentro que con el furioso Roldan he tenido
-(¡nunca yo con él topara!), pero no seré yo Bernardo del Carpio, si ya
-que no tuve ventura de hallarme en ellas, no hiziere un público desafio
-á todos los caballeros que en esta ciudad se hallaren enamorados, de
-suerte que venga por él á cobrar la honra que no he podido ganar por
-no haberme hallado en tan celebres fiestas; y será mañana el dia dél;
-y ¡desdichado aquel que yo encontrare con mi lança ó arrebataren los
-filos de mi espada! que en él, por ellos, pienso quebrar la colera y
-enojo con que á esta ciudad vengo. Y si hay aqui alguno de vosotros,
-ó estan algunos en este vuestro fuerte castillo, que sean enamorados,
-yo los desafio y reto luego á la hora por cobardes y fementidos, y
-se lo haré confesar á vozes en este llano; y salga el Justicia que
-dizen hay en esta ciudad, con todos los jurados y caballeros de
-ella; que todos son follones y para poco, pues un solo caballe<span
-class="pagenum" id="Page_63">p. 63</span>ro los reta, y no salen como
-buenos caballeros á hazer batalla conmigo solo; y porque sé que son
-tales, que no tendran atrevimiento de aguardarme en el campo, me entro
-luego en la ciudad, donde fixaré mis carteles por todas sus plaças y
-cantones, pues de miedo de mi persona y de envidia de que no llevase
-el premio y honras de las justas, las han hecho con toda brevedad.
-Salid, salid, malandrines çaragoçanos; que yo vos faré confesar
-vuestra sandez y descortesia. Dezia esto volviendo y revolviendo acá
-y acullá su caballo, de suerte que todos los que le estaban mirando,
-siendo más de cincuenta los que se habian juntado á hazello, estaban
-maravillados y no sabian á que atribuirlo. Unos dezian: ¡Voto á tal,
-que este hombre se ha vuelto loco y que es lunatico! Otros: No, sino
-que es algun grandisimo bellaco; y á fe que si le coge la justicia,
-que se le ha de acordar para todos los dias de su vida. Mientras él
-andaba haziendo dar saltos á Rocinante, que quisiera más medio celemin
-de cebada, dixo Sancho á todos los que estaban hablando de su amo:
-Señores, no tienen que dezir de mi señor; porque es uno de los mejores
-caballeros que se hallan en todo mi lugar; y le he visto con estos ojos
-hazer tantas garreaciones en la Mancha y Sierra Morena, que si las
-hubiese de contar, seria menester la pluma del gigante Golias: ello
-es verdad que no todas vezes nos salian las aventuras como nosotros
-quisieramos; porque cuatro ó cinco vezes nos santiguaron las costillas
-con unas raxas; mas con su pan se lo coman; que á fe que tiene jurado
-mi señor que en topándolos otra vez, como les cojamos solos y dormidos,
-atados de pies y manos, que les hemos de quitar los pellejos y hazer
-dellos una adarga muy linda para mi amo. Començaron todos con esto á
-reir, y uno dellos le preguntó que de donde era, á lo cual respondió
-Sancho: Yo, señores, hablando con debido acatamiento de las barbas
-honradas, soy natural de mi lugar, que con perdon se llama Argamesilla
-de la Mancha. Por Dios, dixo otro, que entendia que vuestro lugar se
-llamaba otra cosa, segun hablastes de cortesmente al nombralle; pero
-¿que lugar es la Argamesilla, que yo nunca le oido dezir? ¡Oh cuerpo de
-quien me comadreó al nacer! dixo Sancho: un lugar es harto mejor que
-esta Çaragoça: ello es verdad que no tiene tantas torres como esta;
-que no hay en mi lugar más de una sola; ni tiene esta tapia grande de
-tierra que la cerca al derredor; pero tiene las casas, ya que no son
-muchas, con lindísimos corrales, que caben en cada uno dos mil cabeças
-de ganado: tenemos un lindisimo herrero que aguza las rejas, que es
-para dar mil gracias á Dios.<span class="pagenum" id="Page_64">p.
-64</span> Ahora cuando salimos dél, trataban los alcaldes de enviar al
-Toboso que no le hay en mi lugar<a id="FNanchor_16" href="#Footnote_16"
-class="fnanchor">[16]</a> tenemos tambien una iglesia, que aunque
-es chica, tiene muy lindo altar mayor, y otro de nuestra señora del
-Rosario, con una Madre de Dios que tiene dos varas en alto, con un gran
-rosario alrededor, con los padres nuestros de oro, tan gordos como este
-puño: ello es verdad que no tenemos relox; pero á fe que ha jurado el
-Cura que el primer año santo que venga, tenemos de her unos riquísimos
-órganos. Con esto el buen Sancho queria irse adonde estaba su amo
-cercado de otra tanta gente; mas asiéndole uno del braço, le dixo:
-Amigo, dezidnos como se llama aquel caballero, para que sepamos su
-nombre. Señores, para dezilles la verdad, dixo Sancho, él se llama don
-Quixote de la Mancha, y agora un año se llamaba el de la Triste Figura,
-cuando hizo penitencia en la Sierra Morena, como ya deben de saber
-por acá; y ahora se llama el Caballero Desamorado; yo me llamo Sancho
-Pança, su fiel escudero, hombre de bien, segun dizen los de mi pueblo,
-y mi muger se llama Mari-Gutierrez, tan buena y honrada, que puede con
-su persona dar satisfaccion á toda una comunidad. Con esto baxó del
-asno, dexando riendo á todos los que presentes estaban, y caminó para
-donde estaba su amo cercado de más de cien personas, y los más dellos
-caballeros que habian salido á tomar el fresco; y como habian visto
-tanta gente junta en corrillo, y un hombre armado en medio, llegaron
-con los caballos á ver lo que era: á los cuales, como viese don
-Quixote, les començó á dezir, puesto el cuento de la lança en tierra:
-Valerosos príncipes y caballeros griegos, cuyo nombre y cuya fama
-del uno hasta el otro polo, del Artico al Antartico, del oriente al
-poniente, del setentrion al mediodia, del blanco aleman hasta el adusto
-scita, está esparcida, floreciendo en vuestro grande imperio de Grecia
-no solamente aquel grande emperador Trebacio y don Belianis de Grecia,
-pero los dos valerosos y nunca vencidos hermanos el caballero del Febo
-y Rosicler; ya veis el porfiado cerco que sobre esta ciudad famosa de
-Troya por tantos años habemos tenido, y que en cuantas escaramuças
-habemos trabado con estos troyanos y Hector, mi contrario, á quien,
-siendo yo como soy Aquiles, vuestro capitan general, nunca he podido
-coger solo para pelear con él cuerpo á cuerpo y hazerle dar, á pesar
-de toda su fuerte ciudad, á Elena, con la cual se nos han alçado por
-fuerça. Conviene pues ¡oh valerosos heroes! que tomeis agora mi consejo
-(si es que de<span class="pagenum" id="Page_65">p. 65</span>seais
-salgamos con cumplida vitoria destos troyanos, acabandolos todos á
-fuego y á sangre, sin que dellos se escape sino el piadoso Eneas, que
-por disposicion de los cielos, sacando del incendio á su padre Anquises
-en los hombros, ha de ir con cierta gente y naves á Cartago, y de alli
-á Italia á poblar aquella fertil provincia con toda aquella noble
-gente que llevará en su compañia), el cual es que hagamos un paladion
-ó un caballo grande de bronce, y que metamos en él todos los hombres
-armados que pudieremos, y le dexemos en este campo con solo Sinon, á
-quien los más conoceis, atado de pies y manos, y que nosotros finjamos
-retirarnos del cerco, para que ellos, saliendo de la ciudad, informados
-de Sinon y engañados por él con sus fingidas lágrimas, á persuasion
-suya metan dentro della nuestro gran caballo á fin de sacrificarle á
-sus dioses; que lo haran sin duda rompiendo para su entrada un lienzo
-de la muralla; y despues que todos se sosieguen, seguros saldran á la
-media noche de su preñado vientre los caballeros armados que estaran
-en él, y pegarán fuego á su salvo á toda la ciudad, acudiendo despues
-nosotros de improviso, como acudiremos, á aumentar su fiero incendio,
-levantando los gritos al cielo al compas de las llamas, que se cebarán
-en torres, chapiteles, almenas y balcones diziendo: «Fuego suena, fuego
-suena; que se nos alza Troya con Elena.» Y con esto dió de espuelas
-á Rocinante, dexandolos á todos maravillados de su estraña locura.
-Sancho tambien començó á arrear su asno, y fuese tras su amo, el cual,
-en entrando por la puerta del Portillo, començó á detener su rocin é
-ir la calle adelante muy poco á poco, mirando las calles y ventanas
-con mucha pausa. Iba Sancho detras dél con el asno del cabestro,
-aguardando ver en que meson paraba su amo, porque Rocinante á cada
-tablilla de meson que veia, se paraba y no queria pasar; pero don
-Quixote lo espoleaba hasta que á pesar suyo le hazia ir adelante, lo
-cual sentia Sancho á par de muerte, porque rabiaba de cansancio y de
-hambre. Sucedio pues, que yendo don Quixote la calle adelante, dando
-harto que dezir á toda la gente que le veia ir de aquella manera, traia
-la justicia por ella á un hombre caballero en un asno, desnudo de la
-cintura arriba, con una soga al cuello, dandole docientos açotes por
-ladron, al cual acompañaban tres ó cuatro alguaciles y escribanos, con
-más de docientos muchachos detras. Visto este espectaculo por nuestro
-caballero, deteniendo á Rocinante y puesto en mitad de la calle con
-gentil continente, la lança baxa, començó á dezir en alta voz desta
-manera: ¡Oh vosotros, infames y atrevidos caballeros, indignos deste
-nom<span class="pagenum" id="Page_66">p. 66</span>bre! dexad luego
-al punto libre, sano y salvo á este caballero que injustamente con
-traicion habeis prendido, usando, como villanos, inauditas estratagemas
-y enredos para cogerle descuidado; porque él estaba durmiendo cerca de
-una clara fuente, á la sombra de unos frondosos alisos, por el dolor
-que le debia de causar el ausencia ó el rigor de su dama; y vosotros,
-follones y malandrines, le quitastes sin hazer rumor su caballo,
-espada y lança y las demas armas, y le habeis desnudado sus preciosas
-vestiduras, llevandole atado de pies y manos á vuestro fuerte castillo,
-para metelle con los demas caballeros y princesas que alli sin razon
-teneis en vuestras tan oscuras cuanto humedas mazmorras: por tanto,
-dadle luego aqui sus armas, y suba en su poderoso caballo; que él es
-tal por su persona, que en breve espacio dara cuenta de vuestra vil
-canalla gigantea: soltadle, soltadle presto, bellacos, ó venios todos
-juntos, como es vuestra costumbre, para mí solo; que yo os daré á
-entender á vosotros y á quien con él os envia, que todos sois infames
-y vil canalla. Los que llevaban el açotado, que semejantes razones
-oyeron dezir á un hombre armado con espada y lança, no supieron que
-le responder; pero un escribano de los que iban á caballo, viendo que
-estaban detenidos en medio de la calle, y que aquel hombre no dexaba
-pasar adelante la execucion de la justicia, dando de espuelas al rocin
-en que iba, se llegó á don Quixote, y asiendo de la rienda á Rocinante,
-le dixo: ¿Que diablos dezis, hombre de Satanas? Tiraos afuera: ¿estais
-loco? ¡Oh santo Dios, y quien pudiera pintar la encendida colera que
-del coraçon de nuestro caballero se apoderó en este punto! El cual,
-haziendose un poco atras, arremetió con su lançon para el pobre del
-escribano, de suerte que si no se dexara caer por las ancas del rocin,
-sin duda le escondiera don Quixote en el estomago el hierro mohoso del
-lançon: mas esto fue causa de que nuestro caballero errase el golpe.
-Los alguaciles y demas ministros de justicia que alli venian, viendo
-un caso tan no pensado, sospechando que aquel hombre era pariente del
-que iban açotando, y que se les queria quitar por fuerça, començaron á
-gritar: ¡Favor á la justicia, favor á la justicia! La gente que alli se
-halló, que no era poca, y algunos de á caballo que al rumor llegaron,
-procuraban con toda instancia de ayudar á la justicia y prender á don
-Quixote, el cual, viendo toda aquella gente sobre si con las espadas
-desnudas, començó á dezir á grandes vozes: ¡Guerra, guerra, á ellos,
-Santiago, san Dionis, cierra, cierra, mueran! Y arrojó tras las vozes
-la lança á un alguacil con tal fuerça, que si no le acertara á pasar
-por<span class="pagenum" id="Page_67">p. 67</span> debaxo del braço
-izquierdo, lo pasara harto mal: soltó luego la adarga en tierra, y
-metiendo mano á la espada, de tal manera la revolvia entre todos con
-tanta braveza y colera, que si el caballo le ayudara, que á duras penas
-se queria mover, segun estaba cansado y muerto de hambre, pudiera
-ser no pasarlo tan mal como lo pasó. Pero como la gente era mucha, y
-la grita que todos daban siempre de ¡favor á la justicia! allegase
-siempre más, las espadas que sobre don Quixote caian eran infinitas:
-con lo cual y con la pereça de Rocinante, junto con el cansancio con
-que nuestro caballero andaba, pudieron todos en breve rato ganarle la
-espada, y quitandosela de la mano, le abaxaron de Rocinante, y á pesar
-suyo se las ataron ambas atras, y agarrandole cinco ó seis corchetes,
-le llevaron á empellones á la carcel: el cual, viendose llevar de
-aquella manera, daba vozes, diziendo: ¡Oh sabio Alquife! ¡Oh mi Urganda
-astuta! ahora es tiempo que mostreis contra este falso hechicero si
-sois verdaderos amigos. Y con esto hazia toda resistencia que podia
-para soltarse; pero era en vano. El açotado prosiguió adelante su
-procesion; y á nuestro caballero, por las mismas calles que él la habia
-empeçado, le llevaron á la carcel y le metieron los pies en un cepo,
-con unas esposas en las manos, habiendole primero quitado todas sus
-armas. En esto, llegando un hijo del carcelero cerca dél para dezir
-á un corchete que le echase una cadena al cuerpo, oyendolo, alçó en
-alto las manos con las esposas, y le dió con ellas al pobre moço tan
-terrible golpe sobre la cabeça, que no valiendole el sombrero, que
-era nuevo, le hizo una muy buena herida; y segundara con otra, si el
-padre del moço, que estaba presente, no levantara el puño y le diera
-media dozena de moxicones en la cara, haziendole saltar la sangre por
-las narizes y boca, dexando con esto al pobre caballero, que aun no se
-podia limpiar, hecho un retablo de duelos. Las cosas que dezia y hazia
-en el cepo, no habra historiador, por diligente que sea, que baste á
-contarlas. El bueno de Sancho, que se habia hallado presente á todo lo
-pasado con su asno del cabestro, como vió llevar á su amo de aquella
-manera, començó á llorar amargamente, prosiguiendo el camino por donde
-le llevaban, sin dezir que era su criado: maldezia su fortuna y la
-hora en que á don Quixote habia conocido, diziendo: ¡Oh, reniego de
-quien mal me quiere y de quien no se duele de mí en tan triste trance!
-¿Quien demonios me mandó á mí volver con este hombre, habiendo pasado
-la otra vez tantos desafortunios, siendo ya apaleado, ya amanteado,
-y puesto otras vezes á peligro de que si me<span class="pagenum"
-id="Page_68">p. 68</span> cogiera la Santa Hermandad me pusiera en
-cuatro caminos para que despues no pudiera ser rey ni Roque? ¿Que
-haré, ¡pobre de mí! que estoy por irme desesperado por esos mundos
-y por esas Indias, y meterme por esos mares, entre montes y valles,
-comiendo aves del cielo y alimañas de la tierra, haziendo grandisima
-penitencia y tornandome otro fray Juan Guarismas, andando á gachas
-como un oso selvatico hasta tanto que un niño de sesenta años me diga:
-Levantate, Sancho; que ya don Quixote esta fuera de la carcel? Con
-estas endechas y mesandose las espesas barbas, llegó á la puerta de la
-carcel, en que vió meter á su amo, y él se quedó arrimado á una pared
-con su asno del cabestro hasta ver en que paraba el negocio. Lloraba
-de rato en rato, particularmente cuando oia dezian los que baxaban de
-la cárcel á cuantos pasaban por delante della, como ya querian sacar á
-açotar al hombre armado; de quien unos dezian que merecia la horca por
-su atrevimiento, otros le condenaban solo, movidos de más piedad, á
-docientos y galeras por el breve rato que con su buena platica detuvo
-la execucion de la justicia. Otros dezian: No quisiera yo estar en su
-pellejo, aunque ponga por excusa de su insolencia que estaba borracho
-ó loco. Todo esto sentia Sancho á par de muerte; pero callaba como un
-santo. Sucedió pues que los dos alguaciles, el carcelero y su hijo se
-fueron juntos á la justicia, ante quien acriminaron de suerte el caso,
-que el Justicia mandó que luego en fragante, sin más informacion, le
-sacasen á la vergüença por las calles, y le volviesen despues otra vez
-á la carcel hasta saber juridicamente la verdad del delicto. Cuando los
-alguaciles venian de vuelta á executar la dicha repentina sentencia,
-acababa de volver el açotado en su asno á la puerta de la carcel, con
-el acompañamiento de muchachos que los tales suelen; y al punto que le
-vió uno de los alguaciles, dixo, á vista de Sancho, al verdugo: Ea,
-baxad ese hombre, y no volvais el asno; porque en él habeis de subir
-luego á pasear por las mismas calles aquel medio loco que ha pretendido
-estorbar la justicia; que esto manda la mayor de la ciudad se le dé
-luego como por principio de las galeras y açotes que se le esperan.
-Infinita fue la tristeza que en el coraçon del pobre Sancho entró
-cuando oyó semejantes palabras al alguacil, y más cuando vió que todo
-se aparejaba para sacar á la vergüença á su amo, y que toda aquella
-gente estaba á la puerta de la carcel diziendo: Bien se merece el pobre
-caballero armado los açotes que le esperan, pues fue tan necio que
-metió mano sin para qué contra la justicia; y sin<span class="pagenum"
-id="Page_69">p. 69</span> eso, en la misma carcel ha descalabrado al
-hijo del carcelero. Estas y otras semejantes razones tenian á Sancho
-hecho loco y sin saber qué hazer ni dezir; y asi no hazia otra cosa
-sino escuchar aqui y preguntar alli; pero en todas partes oia malas
-nuevas de las cosas de su amo, al cual començaban ya de hecho á
-desherrar del cepo para sacarle á la vergüença.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_9">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO IX</h2>
- <p class="subh2h">De como don Quixote, por una estraña aventura,
- fué libre de la carcel y de la vergüença á que estaba condenado.</p>
-</div>
-
-<p>Estando el pobre de Sancho llorando lagrimas vivas, y esperando,
-hecho ojos, cuando habia de ver á su señor desnudo de medio arriba y
-caballero en su asno para darle los docientos açotes que habia oido
-le habian de dar de presente, pasaron siete ó ocho caballeros de los
-principales de la ciudad por alli á caballo, y como vieron tanta gente
-á la puerta de la carcel á hora tan extraordinaria, pues eran más de
-las cuatro, preguntaron la ocasion de la junta, y un mancebo les contó
-lo que aquel hombre armado que dezian habian de baxar para açotarle por
-las calles, habia hecho y dicho dentro y fuera de la ciudad y en la
-carcel, y como habia querido quitar un açotado á la justicia en medio
-de la calle; de lo cual se maravillaron, y mucho más cuando supieron
-que no habia hombre ni muger en toda la ciudad que le conociese. Tras
-este llegó otro y les dixo todo lo que antes de entrar en la ciudad
-habia dicho á una tropa de caballeros, los cuales alli nombró, con lo
-cual rieron mucho; pero maravillandose de que no hubiese persona que
-les dixese á que proposito iba armado con adarga y lança. Estando en
-esto, quiso la suerte que Sancho se llegase á escuchar lo que alli
-se dezia de su amo; y mirando bien á los caballeros, conoció entre
-ellos á don Alvaro Tarfe, el cual, aunque habia seis dias que las
-justas se habian hecho, él no se habia ido, por aguardar una sortija
-que unos caballeros de la ciudad de los mas principales y él tenian
-ordenada para el domingo siguiente. Soltó Sancho el asno del cabestro
-en viendole, y puesto de rodillas en mitad de la calle, delante de los
-caballeros, con su caperuça en la mano, llorando amargamente, començó
-á dezir: ¡Ah señor don Alvaro Tarfe! Por los evangelios del señor san
-Lucas, que v. m. tenga compasion de mí y de mi señor don Quixote, el
-cual está en esta carcel y le quieren sacar á açotar cuando menos,
-si el señor san Anton y v. m.<span class="pagenum" id="Page_70">p.
-70</span> no lo remedian; porque dizen que ha hecho aqui á la justicia
-no sé que sin justicia y desaguisado, y por ello le quieren echar á
-galeras por treinta ó cuarenta años. Don Alvaro Tarfe luego conoció
-á Sancho Pança, y sospechó todo lo que podia ser; y asi, maravillado
-de verle, le dixo: ¡Oh Sancho! ¿que es esto? ¿Que vuestro señor es
-para quien se apareja todo este carruage? Pero de su locura y vana
-fantasia y de vuestra necedad todo se puede presumir; pero no lo acabo
-de creer, aunque me lo afirmais con los extremos con que me lo habeis
-representado. El es, señor, ¡pecador de mí! dixo Sancho: entre v. m.
-allá, y hagale una visita de mi parte, diziendo que le beso las manos,
-y que le advierto que si le han de sacar en aquel asnillo que metieron
-ahora, que de ninguna manera suba en él, porque yo le tengo aparejado
-aqui el rucio, en que podrá ir como un patriarca; el cual, como ya
-sabe, anda llano, de tal manera que el que va encima puede llevar una
-taza de vino en la mano, vacia, sin que se le derrame gota. Don Alvaro
-Tarfe, riendose de lo que el simple de Sancho le habia dicho, le mandó
-que no se fuese de alli hasta que él volviese á salir; y hablando con
-dos caballeros de aquellos, se entró con ellos en la carcel, donde
-hallaron al buen hidalgo don Quixote, que le estaban desherrando para
-sacarle á la vergüença; al cual como vió don Alvaro tan mal parado,
-llena de sangre la cara y manos, y con unas esposas en ellas, le
-dixo: ¿Que es esto, señor Quijada? ¿Y que aventura ó desventura ha
-sido la presente? ¿Parecele á v. m. que es ahora bueno tener amigos
-en la corte? Pues yo lo seré esta vez tal de v. m., como verá por la
-experiencia. Pero digame, ¿que desgracia ha sido esta? Don Quixote le
-miró en la cara, y luego le conoció; y con una risa grave le dixo:
-¡Oh mi señor don Alvaro Tarfe! V. m. sea bien venido. Maravillome en
-extremo de la estraña aventura que v. m. ha acabado: digame luego por
-Dios de que suerte ha entrado en este inexpugnable castillo, adonde
-yo por arte de encantamiento he sido preso con todos estos principes,
-caballeros, donzellas y escuderos que en estas duras prisiones hemos
-estado tan largo tiempo; de que manera ha muerto los dos fieros
-gigantes que á la puerta estan, levantados los braços, con dos maças de
-fino acero, para estorbar la entrada á los que á pesar suyo quisieren
-entrar dentro; como ó de que suerte mató aquel ferocisimo grifo que
-en el primer patio del castillo está, el cual con sus rapantes garras
-coge un hombre armado de todas pieças, y le sube á los vientos, y alli
-le despedaza. Envidia tengo, sin duda, á tan soberana hazaña,<span
-class="pagenum" id="Page_71">p. 71</span> pues por manos de v. m. todos
-seremos libres. Ese sabio encantador mi contrario será cruelisimamente
-muerto, y la maga su muger, que tantos males ha causado en el mundo, ha
-de ser luego sin misericordia açotada con publica vergüença. Sacaranle
-á ella á v. m., dixo don Alvaro, sin duda, si su buena fortuna ó por
-mejor dezir, Dios que dispone todas las cosas con suavidad, no hubiera
-ordenado mi venida; pero, como quiera que sea, yo he muerto todos esos
-gigantes que dize, y dado la libertad deseada á esos caballeros que le
-acompañan; pero conviene por agora, pues yo he sido su libertador, que
-v. m., obedeciendome, como lo pide el agradecimiento que me debe, se
-esté solo aqui en esta sala con esas esposas en las manos hasta que yo
-ordene lo contrario; que asi importa para el buen remate de mi feliz
-aventura. Mi señor don Alvaro, dixo don Quixote, será v. m. obedecido
-en eso puntualmente; y quiero, por hazer algun nuevo servicio á v. m.,
-permitirle que de aqui adelante se acompañe conmigo, cosa que jamas
-pensé hazer con caballero del mundo; pero quien ha dado cabo y cima
-á una tan peligrosa hazaña como esta, justamente merece mi amistad
-y compañia, porque vaya viendo en mí, como en un espejo, lo que por
-todos los reinos del mundo, insulas y peninsulas he hecho y pienso
-hazer hasta ganar el grandisimo imperio de Trapisonda, y ser casado
-alli con una hermosa reina de Inglaterra, y tener en ella dos hijos,
-habidos por muchas lagrimas, promesas y oraciones: el primero de los
-cuales, porque nacerá con una señal de una espada de fuego en los
-pechos, se llamará el de la Ardiente Espada; el otro, porque en el lado
-derecho tendrá otra señal parda de color de acero, significadora de las
-terribles maçadas que ha de dar en este mundo, se llamará Mazimbruno
-de Trapisonda. Dieron todos una gran risada, mas don Alvaro Tarfe,
-disimulando, los mandó salir á todos fuera, y rogó á uno de los dos
-caballeros que con él habian entrado, se quedase alli para que ninguno
-hiziese mal á don Quixote, mientras el con el otro, que era deudo muy
-cercano del Justicia mayor, iban á negociar su libertad, pues seria
-cosa facil el alcançarsela, constando tan publicamente á todos de su
-locura. En salir de la carcel subieron en sus caballos, y dixo don
-Alvaro á un paje suyo que llevase á Sancho Pança, pues ya le conocia,
-á su casa, y le diese luego en ella muy bien de comer, sin permitirle
-saliese della un punto hasta su vuelta. Replicó Sancho á vozes: Mi
-señor don Alvaro, advierta v. m. que mi rucio está tan melancolico por
-no ver á Rocinante, su buen amigo y fiel compañero, como yo por no ver
-ya por esas calles<span class="pagenum" id="Page_72">p. 72</span>
-á mi señor don Quixote; y asi v. m. pida cuenta á los fariseos que
-prendieron á mi amo, de dicho noble Rocinante; porque ellos se lo
-llevaron, sin que el pobre en la pendencia hubiese dicho á ninguno
-ninguna mala palabra; y sepa v. m. tambien nuevas, que ellos se las
-daran, de la insigne lança y preciosa adarga de mi señor; que á fe que
-nos costó treze reales de hazerla pintar toda al olio á un pintor viejo
-que tenia una gran barriga en las espaldas, y vivia en no se que calle
-de las de Ariza; que mi amo me daria á la landre si no le diese cuenta
-dello. Andad, Sancho, dixo don Alvaro: comed y reposad, y descuidad
-de lo demas, que todo tendrá buen recado. Fuese Sancho con el paje,
-tirando del cabestro á su jumento poco á poco; y llegados á casa, le
-pusieron en la caballeriza con bastante comida, y á Sancho se la dieron
-tan buena en cantidad cuanto él la dió graciosa con mil simplicidades
-á los pajes y gente de casa, á todos los cuales contó cuanto por el
-camino les habia sucedido á él y á su amo, asi con el ventero como
-con el melonero, y en Ateca: lo cual todo refirieron ellos despues á
-don Alvaro, que á estas horas estaba con el otro caballero, informado
-al Justicia mayor de lo que era don Quixote, y de cuanto le habia
-sucedido, asi con el açotado, como con el carcelero y con ellos en la
-carcel. El Justicia mandó luego con mucho gusto á un portero fuese á la
-carcel y mandase de su parte, asi al carcelero como á los alguaciles,
-entregasen aquel preso libre y sin costas, con el caballo y todo lo
-demas que le habian quitado, al señor don Alvaro Tarfe; lo cual todo
-fue hecho asi. Llegó don Alvaro á la carcel, á la que volvian á armar
-á don Quixote, ya libre de las prisiones; y á la que le entregaron
-la adarga, rieron mucho cuando la vieron con la letra del Caballero
-Desamorado y figuras de Cupido y damas; y aguardando que anocheciese
-para que no fuese visto, le hizo llevar á su posada con un paje, á
-caballo en Rocinante. Cenaron en ella con él los caballeros amigos de
-don Alvaro con mucho gusto, haziendo dezir á Sancho Pança sobre cena
-todo lo que por el camino les habia sucedido; y cuando Sancho dixo
-que habia burlado á su amo en no haber querido dar á la gallega los
-docientos ducados, sino solo cuatro cuartos, se metió don Quixote en
-colera diziendo: ¡Oh infame vil y de vil casta! Bien parece que no
-eres caballero noble, pues á una princesa como aquella, á quien tan
-injustamente hazes moça de venta, diste cuatro cuartos: yo juro por
-el orden de caballeria que recebí, que la primera provincia, insula ó
-peninsula que gane, ha de ser suya á pesar tuyo y de cuantos villanos
-como tú hay en el<span class="pagenum" id="Page_73">p. 73</span>
-mundo. Maravillaronse todos aquellos caballeros de la colera de don
-Quixote; y Sancho, viendo enojado á su amo, le respondió: ¡Oh pesia
-á los viejos de Santa Susana! ¿Y no conocia v. m. en la filomia y
-andrajos de aquella moça, que no era infanta ni almiranta? Y más, que
-le juro á v. m. que si no fuera por mí, se la llevara un mercadante
-de trapos viejos para her della papel de estraza, y la muy sucia no
-me lo agradece agora; pues á fe que si no fuera porque le tuve miedo,
-que la hubiera hecho á moxicones que se acordara de Sancho Pança,
-flor de cuantos escuderos andantes ha habido en el mundo; pero vaya
-en hora buena; que si una vez me dió una bofetada y dos cozes en
-estas espaldas, buen pedazo de queso le comí que tenia escondido en
-el vasar. Levantose don Alvaro riendo de lo que Sancho Pança habia
-dicho, y con él los demas; y dió orden que llevasen á don Quixote á un
-buen aposento, donde le hizieron una honrada cama, en la cual estuvo
-reposando y rehaziendose dos ó tres dias, y á Sancho se le llevaron los
-pajes á su cuarto; con el cual tuvieron donosisima conversacion.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_10">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO X</h2>
- <p class="subh2h">Como don Alvaro Tarfe convidó ciertos amigos
- suyos á comer para dar con ellos orden que libreas habian de sacar
- en la sortija.</p>
-</div>
-
-<p>Venida la mañana, entró don Alvaro Tarfe en el aposento de don
-Quixote, y sentandose junto á su cama en una silla, le dixo: ¿Como le
-va á v. m., mi señor don Quixote, flor de la caballeria manchega, en
-esta tierra? ¿Hay alguna aventura de nuevo en que los amigos podamos
-ayudar á v. m.? Porque en este reino de Aragon se ofrecen muchas y muy
-peligrosas cada dia á los caballeros andantes; y en los dias pasados,
-en las justas que aqui se hizieron, vinieron de diversas provincias
-muchos y muy membrudos gigantes y descomunales jayanes, y hubo aqui
-algunos caballeros á quien dieron bien en que entender; y solo faltó
-que v. m. se hallase aqui para que diera á semejante gente el castigo
-que por sus malas obras merecen; pero ya podrá ser que v. m. los tope
-por el mundo, y les haga pagar lo de antaño y lo de hogaño. Mi señor
-don Alvaro, respondió don Quixote, yo estoy y he estado con grandisima
-pena por no haberme hallado en esas reales justas; pues si en ellas me
-hallara, creo que ni esos gigantazos se fueran riendo, ni algunos de
-los caballeros llevaran las preciosas joyas que á falta mia llevaron;
-pero yo sospecho que <i>nondum sunt completa pecca<span class="pagenum"
-id="Page_74">p. 74</span>ta Amorreorum</i>: quiero dezir, que no debe de
-ser cumplido aun el numero de sus pecados, y que Dios querrá que cuando
-lo sea, yo los castigue. Pues, señor don Quixote, dixo don Alvaro, v.
-m. ha de saber que para despues de mañana, que es domingo, tenemos
-concertada una famosa sortija entre los caballeros desta ciudad y
-yo, en la cual ha de haber muy ricas joyas y premios de importancia.
-Han de ser jueces délla los mismos que lo fueron de las justas, que
-son tres caballeros de los más principales deste reino, un titular y
-dos de encomienda. Asistiran tambien á ellas muchas y muy hermosas
-infantas, princesas y camareras de peregrina belleza, volviendo en
-cielo las ventanas y balcones de la famosa calle del Coso, adonde podrá
-v. m. hallar á manos llenas dos mil aventuras. Todos habemos de salir
-en ella de librea, echando al entrar de la calle sus motes volantes
-ó escritos en las tarjetas de los escudos, que contengan dichos de
-risa y de pasatiempo: si v. m. se dispone y esfuerça para entrar en
-ella, yo me ofrezco de acompañarle y darle librea, para que quede con
-su lado participante de su buena fortuna, y para que entienda esta
-ciudad y reino que tengo un amigo tal y tan buen caballero, que basta
-por sí solo á ganar todos los precios de la sortija. Yo soy dello muy
-contento, dixo don Quixote sentandose en la cama, solo porque v. m.
-vea por vista de ojos las cosas que ha oido de mi esfuerço; que aunque
-es verdad, como dize el refran latino, que la alabança pierde, dicha
-por la boca del sugeto á quien se encamina, con todo, puedo y quiero
-dezir de mí lo que digo, por ser tan publico. Yo lo creo asi, dixo don
-Alvaro; pero v. m. se esté quedo en la cama y repose, para que lo haga
-con más comodidad. Aqui delante della pondremos la mesa, y comeremos
-yo y algunos caballeros de mi cuadrilla, y sobre mesa trataremos de lo
-que se ha de hazer, guiandonos todos en todo por el discreto voto de
-quien tanta experiencia tiene de semejantes juegos, como v. m. Fuese
-don Alvaro, y quedó el buen hidalgo con la fantasia llena de quimeras;
-y sin poder reposar, se levantó y començó á vestirse, imaginando
-ahincadamente en su negra sortija; y con la vehemente imaginacion se
-quedó mirando al suelo sin pestañear, con las bragas á medio poner;
-y de alli á un buen rato arremetió con el braço muy derecho hazia la
-pared, dando una carrera y diziendo: De la primera vez he llevado
-el anillo metido en la lança; y asi, vuesas excelencias, rectisimos
-jueces, me manden dar el mejor premio, pues de justicia se me debe, á
-pesar de la invidia de los circunstantes aventureros y miradores. A la
-voz grande que dió,<span class="pagenum" id="Page_75">p. 75</span>
-subieron un paje y Sancho Pança; y entrando dentro del aposento,
-hallaron á don Quixote, las bragas caidas, hablando con los jueces,
-mirando al techo; y como la camisa era un poco corta por delante, no
-dexaba de descubrir alguna fealdad: lo cual visto por Sancho Pança, le
-dixo: Cubra, señor Desamorado, ¡pecador de mí! el etcetera; que aqui
-no hay jueces que le pretendan echar otra vez preso, ni dar docientos
-açotes, ni sacar á la vergüença, aunque harto saca v. m. á ella las
-suyas sin para que; que bien puede estar seguro. Volvió la cabeça don
-Quixote, y alçando las bragas de espaldas para ponerselas, baxose un
-poco y descubrió de la trasera lo que de la delantera habia descubierto
-y algo más asqueroso. Sancho, que lo vió, le dixo: Pesia á mi sayo:
-Señor, ¿que haze? que peor está que estaba: eso es querer saludarnos
-con todas las inmundicias que Dios le ha dado. Riose mucho el paje; y
-don Quixote, componiendose lo mejor que pudo, se volvió á él diziendo:
-Digo que soy muy contento, señor caballero, que la vuestra batalla
-se haga de la suerte que á vos os parece, sea á pie ó sea á caballo,
-con armas ó sin ellas; que á todo me hallareis dispuesto; que aunque
-estoy seguro de la vitoria, con todo, me huelgo en extremo de hazer
-batalla con un tan nombrado caballero y delante de tanta gente, que
-veran por vista de ojos el valor de persona tan desamorada como yo soy.
-Señor caballero, respondió el paje, aqui no hay alguno que pretenda
-hazer batalla con v. m.; y si alguna habemos de hazer, ha de ser de
-aqui á dos horas con un gentil pavo que está aguardandonos para ser
-nuestro convidado á la mesa. Ese caballero, replicó don Quixote, que
-llamais pavo, ¿es natural deste reino, ó extrangero? Porque no querria
-por todas las cosas del mundo que fuese pariente ni paniaguado del
-señor don Alvaro. Oyendo esto, salió de través Sancho, diziendo: Por
-vida del soguero que hizo el lazo con que se ahorcó Judas, que no lo
-entiende v. m. con todos sus libros que ha leido y latines ó letanias
-que ha estudiado: baxe acá abaxo, y verá la cocina llena de asadores,
-con dos ó tres ollas como medias tinajillas de las que usamos en el
-Toboso, tanto pastel en bote, pelota de carne y empanadas, que parece
-toda ella un paraiso terrenal; y aun á fe que si me pidiese un poco
-de saliva en ayunas, que no se la podria dar; que tengo en el cuerpo
-tres de malvasia, que llaman en esta tierra, y á fe con razon, porque
-está mal la taza cuando está vacia della; y es mejor que el de Yepes,
-que v. m. tambien conoce; y este señor, porque el beber no me hiziese
-mal, me dió un panecillo blanco de casi dos libras y media; y dos
-pescuezos el coci<span class="pagenum" id="Page_76">p. 76</span>nero
-coxo, que no sé si eran de avestruzes; y si serian, porque yo me comia
-las manos tras ellos; con todo lo cual en un instante hize la cama á
-la bebida y refocilé el estomago. Estas me parecen á mi, señor, que
-son las verdaderas aventuras, pues las topo yo en la cocina, dispensa
-y boticaria, ó como la llaman, muy á mi gusto; y le perdonaria á v.
-m. el salario que me da cada mes, si nos quedasemos aqui sin andar
-buscando meloneros que nos santigüen el espinazo; y creame v. m. que
-esto es lo más acertado; que alli está el cocinero coxo que me adora, y
-todas las vezes que entro á velle, que no son pocas, me hinche un gran
-plato de carne friatica, que en her asi, me la espeto como quien se
-sorbe un huevo; y él no haze sino reir de ver la gracia y liberalidad
-con que como, que es para dar mil gracias á Dios. Ello es verdad que
-anoche uno destos señores pajes ó pajaros, ó que son, me dixo que
-sorbiese una escudilla de caldo que traia en la mano, porque me daria
-la vida, despues de Dios; y yo, no cayendo en la bellaqueria, la agarré
-con ambas manos, y por helle servicio, dí tres ó cuatro sorbiscones,
-que no debiera, porque el grandisimo... (y tengaselo por dicho) del
-paje, habia puesto la escudilla sobre las brasas, de manera que me iba
-zorriando por el estomago abaxo, y me hizo saltar de los ojos otro
-tanto caldo como el que sorbí; y el cocinero y él y este señorete se
-reían que se desquixaraban; mas á fe que no me burlen otra vez de
-aquella manera; porque, como quedé escarmentado, denantes me dió el
-cocinero una gentil rebanada de melon, y la tenté poco á poco por ver
-si estaba abrasando. ¡Oh gran bestia! dixo don Quixote: ¿y la rebanada
-habia de abrasar? Por ahi se echa de ver que eres goloso, y que no
-es tu principal intento buscar la verdadera honra de los caballeros
-andantes; sino, como Epicuro, henchir la pança. Hago en eso como quien
-soy, dixo Sancho. Estando en esto, sintieron que venia á comer don
-Alvaro con cinco ó seis caballeros principales, de los que habian de
-salir á la sortija, á los cuales habia convidado para dar orden en
-las libreas que cada una habia de sacar en ella, y para que gustasen
-de don Quixote como de unica pieça; y asi se subieron derechos á su
-aposento, y hallandole medio vestido y con la figura que queda dicho,
-rieron mucho; pero riñole don Alvaro porque se habia levantado contra
-su orden, y mandole se volviese á acostar luego, porque no comerian
-de otra suerte. Hizolo á puras porfias, tras lo cual se puso la mesa
-y traxo la comida, llamandole siempre todos ellos soberano principe
-á don Quixote. Pasaron en el discurso della graciosos cuentos,<span
-class="pagenum" id="Page_77">p. 77</span> haziendole todos estrañas
-preguntas de sus aventuras, á las cuales respondia él con mucha
-gravedad y reposo, olvidándose muchas vezes de comer por contar lo que
-pensaba hazer en Constantinopla y Trapisonda, ya con tal infanta, y ya
-con tal gigante, diziendo unos nombres tan extraordinarios, que con
-cada uno de ellos daban mil arqueadas de risa los convidados; y si no
-fuera por don Alvaro, que volvia siempre por don Quixote, abonando sus
-cosas con discreto artificio y disimulacion, algunas vezes se enojara
-muy de veras. Con todo, les dezia que no era de valientes caballeros
-reirse sin proposito de las cosas que cada dia suceden á los caballeros
-andantes, cual él era; y don Alvaro les dixo: Bien parece, señores, que
-vs. ms. son noveles y que no conocen el valor del señor don Quixote
-de la Mancha como yo; pues si no saben quien es, pregúntenselo á
-aquellos caballeros que llevaban açotando por las calles el otro dia
-á aquel soldado; que ellos diran lo que hizo y dixo en su presencia
-y en defensa del açotado, á fin de deshazer el tuerto que le hazian,
-como verdadero caballero andante. Acabose en estas platicas la comida,
-y alçaronse las mesas, y començaron á tratar de las libreas que cada
-uno tenia para la sortija, y las cifras y motes que habian de llevar.
-Despues dixo el uno: Y el señor don Quixote ¿que librea ha de sacar?
-No dexemos al mejor jugador sin cartas; porque á mí me parece que
-la saque de verde, de color de alcacel, que es esperança, pues él
-la tiene de alcançar y ganar todos los premios de la sortija. Otro
-dixo que no, sino, pues se llamaba el Caballero Desamorado, saliese
-de morado, con algun mote con que picase á las damas. Antes por ser
-desamorado, dixo otro caballero, ha de llevar la librea blanca en señal
-de su gran castidad; que no es poco un caballero de tantas prendas
-estar sin amor, si ya no es que dexe de amar por no haber en el mundo
-quien le merezca. El ultimo caballero replicó diziendo: Pues mi voto,
-señores, es que, pues el señor don Quixote es hombre que ha muerto y
-mata tantos gigantes y jayanes, haziendo viudas á sus mugeres, que
-salga con librea negra; que asi dará á entender á todos los que con
-él pretendieren entrar en batalla, que han de tener negra la ventura.
-Ahora sus, dixo don Alvaro, que con licencia de vs. ms. tengo de dar mi
-parecer, y ha de ser singular, como lo es el señor don Quixote; y asi
-me parece que su merced no saque librea alguna; antes, como verdadero
-caballero andante, es bien salga en la plaça armado de todas pieças y
-armas; y porque sean proprias las que sacare, le hago donacion de las
-que trae, que son las famosas de Milan que en el Argamesilla<span
-class="pagenum" id="Page_78">p. 78</span> le dexé en guarda, pues solo
-estan honradas en su poder, como en el mio ociosas; y porque estan algo
-deslustradas del polvo del camino y de la sangre que ha derramado de
-diversos gigantes en diferentes batallas, daré orden se le limpien y
-acicalen para que salga más lucido. Por empresa bastale la que trae en
-el campo de su adarga; que pues nadie la ha visto en Çaragoça, y desde
-Ariza, donde la pintó, hasta aqui la ha traido cubierta de un cendal
-todo el camino porque no se le deslustrase, nueva será y bien mirada,
-sirviendole de arma el lançon proprio, que llevará; siendo ella, su
-gallardo talle y la ligereza del famoso Rocinante señas bastantes para
-que por ellas entiendan todos que su merced es el ilustre caballero
-andante que el otro dia volvió publicamente por la honra de aquel
-honrado açotado, y quien ha hecho las aventuras del melonero, con las
-demas que muchos ignoran. Dixeron todos que era muy acertado lo que el
-señor don Alvaro habia pensado; y á don Quixote le pareció de perlas;
-y asi dixo: Lo que el señor don Alvaro ha dicho es verdaderamente lo
-que importa; porque suele suceder en semejantes fiestas venir algun
-famoso gigante ó descomunal jayan rey de alguna isla estrangera, y
-hazer algunos descomedidos desafios contra la honra del rey ó principes
-de la ciudad; y para abatir semejante soberbia, es bien que yo esté
-armado de todas pieças y armas; y beso al señor don Alvaro mil vezes
-las manos por la liberalidad con que me haze merced de las que venia
-á restituille en esta ocasion y tierra; pero yo aseguro que con ellas
-haga que el traidor alevoso de cierto gigantazo que va haziendo
-grandes desaguisados por el mundo, no se alabe que en este famoso
-reino de Aragon no hay quien se atreva á hazer singular batalla con
-él. Y saltando en un brinco de la cama con una repentina y no pensada
-furia, se salió del aposento y cama á la sala, con su camisa corta como
-estaba, y metió mano á la espada, que tenia en el mismo aposento, y
-començó á dezir á vozes, sin que los circunstantes tuviesen tiempo de
-reconocerse ni detenerle: Pero aqui estoy yo, ¡oh soberbio gigante!
-contra quien no valen arrogantes palabras ni valerosas obras;—y dando
-seis ó siete cuchilladas en los tapices que estaban colgados por las
-paredes, dezia: ¡Oh pobre rey, si lo eres! llegado es el tiempo en que
-Dios está ya cansado de tus malas obras. Los caballeros y don Alvaro,
-que semejante accidente vieron, se levantaron y retiraron todos á
-una parte, pensando que don Quixote daria tambien tras ellos, y los
-tendria por jayanes de allá de allende la insula Maleandritica. Con
-todo, don Alvaro le asió del braço, con notable<span class="pagenum"
-id="Page_79">p. 79</span> pasion de reir él y los demas, de ver la
-infernal vision del manchego, diziendo: Ea, flor de la caballeria de
-la Mancha, meta v. m. la espada en la vaina, y vuelvase á acostar; que
-el gigante ha huido por la escalera abaxo, y no ha osado aguardar los
-filos de su cortadora espada. Asi lo creo yo, dixo don Quixote; que
-estos y otros semejantes más temen de vozes y palabras á vezes, que de
-obras; yo por amor de v. m. no le he querido seguir; pero viva; que
-para mayor mal suyo será. Pero yo fio que él se guarde de encontrar
-otra vez conmigo. Quedó con esto, como estaba tan flaco y debilitado,
-hijadeando de suerte, que no le alcançaba una respiracion á otra; y
-dexandole puesto en la cama, con orden de que no se moviese della
-hasta el dia de la sortija, mandó don Alvaro subir á Sancho para que
-le hiziese compañia; y el con los demas caballeros se despidieron dél,
-diziendo iban á ver á los otros sus amigos granadinos en la posada
-de cierto caballero principal, donde posaban, para saber dellos como
-pensaban salir á la sortija; á lo cual fueron de hecho, y á dar parte
-á mucha gente principal y de humor del extraordinario que gastaba don
-Quixote, y de lo que con él pensaban holgarse y dar que reir á toda la
-plaça el dia de la sortija.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_11">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XI</h2>
- <p class="subh2h">De como don Alvaro Tarfe y otros caballeros
- çaragoçanos y granadinos jugaron la sortija en la calle del Coso, y
- de lo que en ella sucedió á don Quixote.</p>
-</div>
-
-<p>Tres dias estuvo violentado en la cama, á puros ruegos y guardas,
-don Quixote, pues tenia siempre como tales á Sancho Pança y algunos
-pajes de don Alvaro y dos caballeros amigos suyos, asi granadinos
-como de los naturales de Çaragoça, con los cuales pasaron historias
-donosisimas; porque por momentos se le representaba salia á la sortija,
-disputaba con los jueces, reñia con gigantes forasteros, y otros cien
-mil dislates; porque estaba rematadamente loco, y Sancho ayudaba más á
-todo con sus simplicidades y boberias. Solo tenia de bueno don Quixote
-el recado y regalo; porque se le daba bonisimo en presencia de don
-Alvaro, que siempre comia y cenaba con él, acompañado de diferentes
-caballeros cada vez. Llegó pues el domingo, en que los que habian de
-jugar la sortija para universal pasatiempo, se aprestaron y adereçaron
-lo mejor que pudieron de sus ricas libreas, llevando todos solamente á
-la entrada del Coso unos escudos ó targetas blancas, y en ellas<span
-class="pagenum" id="Page_80">p. 80</span> escrita cada uno la letra que
-más á proposito venia á su pensamiento y al fin de alegrar la fiesta.
-Pero no quiero pasar en silencio lo que habia en dos arcos triunfales
-que estaban costosa y curiosamente hechos á las dos bocas de la calle.
-El primero de la primera entrada, como venimos de la plaça, era todo
-de damasco azul, de color de cielo, y estaba en el medio dél, por lo
-alto, el invictisimo emperador Carlos V, abuelo gloriosisimo de nuestro
-catolico y gran monarca el tercero Filipo Hermenegildo, armado á la
-romana, con una guirnalda de laurel sobre la cabeça y un baston de
-general sobre la mano derecha, ocupando lo más alto del arco dos versos
-latinos que dezian desta manera:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Fraena quod imperii longo moderaris ab aevo</p>
-<p class="i0">Austria, non hominis, numinis exstat opus.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">El pie derecho tenia puesto sobre un mundo de oro, y al
-derredor dél una letra que dezia:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">Mandó su medio Alejandro;</p>
-<p class="i0">Mas nuestro Cesar de veras</p>
-<p class="i0">Sus tres partes mandó enteras.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">El pie izquierdo tenia sobre tres ó cuatro turcos
-rendidos, con una letra latina que dezia:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Qui oves amat, in lupos saevit.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Al pie del arco de la mano derecha, arrimado á la mesma
-coluna del arco, estaba sobre una pequeña peana el famoso duque de
-Alba, don Fernando Alvarez de Toledo, armado, con su baston de general
-en la mano derecha, y al pie dél la fama, como la pintan, con una
-trompa, y en ella escrito:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">A solis ortu usque ad occasum.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Al pie de la otra coluna del arco, que era la izquierda,
-sobre otra pequeña peana, estaba don Antonio Leiva, armado y con baston
-de general, como el Duque, y tenia esta letra sobre la cabeça:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">Si bien á mi rey servi,</p>
-<p class="i0">Bien tambien premió mi amor.</p>
-<p class="i0">A mi don dando un señor.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">El segundo arco era todo de damasco blanco bordado,
-y sobre lo alto dél estaba el prudentisimo rey don Felipe II,
-riquisimamente vestido, y á sus pies este famoso epigrama del excelente
-poeta Lope de Vega Carpio, familiar del santo ofizio:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0"><span class="pagenum" id="Page_81">p. 81</span>Philippo Regi, Caesari invictissimo,</p>
-<p class="i0">Omnium maximo Regum triumphatori,</p>
-<p class="i0">Orbis utriusque et maris felicissimo,</p>
-<p class="i0">Catholici Caroli successori,</p>
-<p class="i0">Totius Hispaniae principi dignissimo,</p>
-<p class="i0">Ecclesiae Christi et fidei defensori,</p>
-<p class="i0">Fama, praecingens tempora alma, lauro,</p>
-<p class="i0">Hoc simulacrum dedicat ex auro.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">A la mano derecha estaba su cristianisimo y unico fenix
-don Felipe III, nuestro rey y señor, vestido todo de una tela riquisima
-de oro, con dos versos juntos a sí, que en lengua latina dezian:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Nulla est virtutis species quae, maxime Princeps,</p>
-<p class="i0">Non colat ingenium nobilitate tuum.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">A la siniestra mano estaba el invictisimo principe don
-Juan de Austria, armado de todas pieças, con el baston de general en
-la mano, y puesto el pie derecho sobre la rueda de la fortuna, y la
-mesma fortuna, que con un clavo y martillo clavaba la rueda, haziendola
-inmoble, y esta letra:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">El merecimiento insigne</p>
-<p class="i0">Que te levantó en mi rueda,</p>
-<p class="i0">Cual clavo la tiene queda.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Otras muchas curiosidades de enigmas y cifras habia en
-los arcos, que por evitar prolixidad y no hazer á nuestro proposito
-se dexan. Solo digo que el dia que la sortija se habia de jugar,
-estuvo, en comiendo, la calle del Coso riquisimamente adereçada, y
-compuestos todos sus balcones y ventanas con brocados y tapices muy
-bien bordados, ocupandolos infinitos serafines, con esperanças cada
-uno de recebir de la mano de su amante, de la de alguno de aquellos
-caballeros aventureros, la joya que ganase. Vino á la fiesta la nobleza
-del reino y ciudad, Visorey, Justicia mayor, diputados, jurados y los
-demas titulos y caballeros, poniendose cada uno en el puesto que le
-tocaba. Vinieron tambien los jueces de la sortija, muy acompañados y
-galanes que, como hemos dicho, eran un titular y dos caballeros de
-habito, y pusieronse en un tablado no muy alto curiosamente compuesto;
-á cuyo recebimiento començaron á sonar los menestriles y trompetas, y
-al mesmo son començaron á entrar por la ancha calle, de dos en dos,
-los caballeros que habian de correr. Los primeros fueron dos gallardos
-mancebos con una mesma librea, sin diferenciar en caballos ni vestidos:
-eran de raso blanco y verde, con plumas en los bonetes, de<span
-class="pagenum" id="Page_82">p. 82</span> lo alto de los cuales sacó
-el uno una mano con un rico salero, cuya sal iba derramando sobre las
-mismas plumas, que daban al viento esta letra:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">En mi alma el sol divino</p>
-<p class="i0">Los rayos con que me inflama,</p>
-<p class="i0">Cual sol de gracias, derrama.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">El otro, que era recien casado con una dama muy hermosa,
-venia pintado en el escudo trayendola él mismo de la mano, como que la
-escudereaba; con una letra cual la siguiente:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">Della gozo, y me ha quedado,</p>
-<p class="i0">Por ser tan unica y bella,</p>
-<p class="i0">Solo el temor de perdella.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Tras estos salieron otros dos, entrando vestidos de
-damasco azul ricamente bordado: traian esta librea porque ambos eran
-moços enamorados y celosos: el uno traia en el escudo pintada una
-ferocisima leona vestida de piel de oveja, y él mismo venia pintado y
-puesto de rodillas delante della, y con esta letra:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">Solo con piel de cordero</p>
-<p class="i0">De palabras me corona;</p>
-<p class="i0">Que en las obras es leona.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">El otro llevaba en campo negro el retrato de su
-dama, á quien él, quitada<a id="FNanchor_17" href="#Footnote_17"
-class="fnanchor">[17]</a> la gorra, pedia la mano, negandosela ella
-con desden; causa por la cual habia venido á la sortija; y siendo
-mancebo desbarbado, salió con barba blanca postiza, disfraz que dió
-harta suspension á toda la gente que le conocia; pero quitabasela esta
-siguiente letra que traia en el escudo:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">Amando tan desamado,</p>
-<p class="i0">Caducando juzgo estoy,</p>
-<p class="i0">Y asi dello muestras doy.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Tras estos dos, entraron otros dos, tambien gallardos
-moços totalmente diferentes en las libreas; porque el uno venia vestido
-de tela de plata, ricamente bordado, sobre un caballo blanco no menos
-ligero que el viento, trayendo en el escudo, en campo tambien blanco,
-el retrato de su dama, la cual abaxandose, daba la mano á un muerto que
-estaba ya con la mortaja puesta y tenia por cruz en los pechos esta
-letra:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">Matome su vista sola;</p>
-<p class="i0">Mas por su divina mano</p>
-<p class="i0">Nueva vida y gloria gano.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0"><span class="pagenum" id="Page_83">p. 83</span>El
-segundo era un mancebo recien casado, rico de patrimonio, pero
-grandisimo gastador, y tan prodigo, que siempre andaba lleno de deudas,
-sin haber mercader ni ofizial á quien no debiese; porque aqui pedia,
-acullá engañaba, aqui hazia una mohatra, alli empeñaba ya la más rica
-cadena de oro que tenia, ya su mejor colgadura; de suerte que despues
-que el padre le faltó, andaba tan empeñado, que la necesidad le
-obligaba á no vestir sino bayeta, atribuyendolo al luto y sentimiento
-de la muerte de su padre; y para satisfacer á la murmuracion del vulgo,
-traia pintada en el campo negro de la adarga una beata, cubierta
-tambien de negro, más oscura que el del campo de la adarga, con esta
-letra:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">Pues beata es la pobreza,</p>
-<p class="i0">Cubrame la mia bien:</p>
-<p class="i0">Bayeta y vaya me dén.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Tras estos entraron veinte ó treinta caballeros, de
-dos en dos, con libreas tambien muy ricas y costosas, y con letras,
-cifras y motes graciosisimos y de agudo ingenio, que dexo de referir
-por no hazer libro de versos el que solo es coronica de los quimericos
-hechos de don Quixote; y asi, de sola su entrada haremos mencion,
-la cual fue en la retaguardia de todos los aventureros, al lado del
-señor don Alvaro Tarfe; que esta traza habian dado para su entrada los
-jueces. Venia don Alvaro en un buen caballo cordobes, rucio, rodado,
-enjaezado ricamente, el vestido de tela de oro, bordado de azuçenas
-y rosas enlazadas, y en el campo blanco de su escudo traia pintado á
-don Quixote con la aventura del açotado, muy al vivo, y esta letra en
-él:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">Aqui traigo al que ha de ser,</p>
-<p class="i0">Segun son sus disparates,</p>
-<p class="i0">Principe de los orates.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Con la letra rieron todos cuantos sabian las cosas de
-don Quixote, el cual venia armado de todas pieças, trayendo hasta su
-morrion en la cabeça. Entró con gentil continente sobre Rocinante, y
-en la punta del lançon traia con un cordel atado un pergamino grande
-tendido escrita en él con letras goticas, el Ave Maria, y sobre los
-motes y pinturas que traia en su adarga habia añadido á ellas este
-cuartete, en explicacion del pergamino que traia pendiente de la
-lança:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">Soy muy más que Garcilaso,</p>
-<p class="i0">Pues quité de un turco cruel</p>
-<p class="i0">El Ave que le honra á él.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0"><span class="pagenum" id="Page_84">p.
-84</span>Maravillabase mucho el vulgo de ver aquel hombre armado para
-jugar la sortija, sin saber á que proposito traia aquel pergamino atado
-en la lança; si bien de solo ver su figura, flaqueza de Rocinante y
-grande adarga llena de pinturas y figuras de bellaquisima mano, se
-reian todos y le silbaban. No causaba esta admiracion su vista á la
-gente principal, pues ya todos los que entraban en este numero sabian
-de don Alvaro Tarfe y demas caballeros amigos suyos, quien era don
-Quixote, su estraña locura y el fin para que salia á la plaça, pues
-era para regocijarla con alguna disparatada aventura; y no es cosa
-nueva en semejantes regocijos sacar los caballeros á la plaça, locos
-vestidos y adereçados y con humos en la cabeça de que han de hazer
-suerte, tornear, justar y llevarse premios, como se ha visto algunas
-vezes en ciudades principales y en la misma Çaragoça. Con presupuesto
-pues de regocijar la plaça, pasaron todos aquellos caballeros delante
-de sus damas, haziendoles la debida cortesia: cual hazia hincar al
-enseñado caballo de rodillas delante de aquella que era señora de su
-libertad; cual le hazia dar saltos y corcovos con mucha ligereza; cual
-le hazia hazer caracoles; y finalmente, todos hazian todo lo que con
-ellos podian para parecer bien. Solo el de don Quixote iba pacifico
-y manso, el cual llegando con don Alvaro á emparejar con el balcon
-donde estaban los jueces, haziendo una cumplida cortesia los dos al
-titulo y á los demas, uno dellos, que era el de mejor humor, se echó
-sobre el antepecho del tablado y habló á don Quixote desta manera en
-voz alta, con risa de los circunstantes: Famoso principe, espejo y
-flor de la caballeria andantesca, yo y toda esta ciudad estamos en
-extremo agradecidos de que v. m. haya tenido por bien el habernosla
-querido honrar con su valerosa persona: ello es verdad que algunos
-destos señores caballeros estan tristes porque tienen por cosa cierta
-que v. m. les ha de ganar en esta sortija las más preciosas joyas;
-pero yo he determinado, aunque v. m. las merezca y gane todas, no
-darle sino solamente una de las más preciosas para mejor poder asi
-satisfacer á todos estos principes y caballeros. Don Quixote con mucho
-sosiego y gravedad le respondió, diziendo: Por cierto, ilustrisimo
-juez, más recto que Rodamonte, espejo de los jueces, que estoy tan
-pesaroso en no haberme hallado en las justas pasadas, que estoy para
-reventar; mas la causa fue el estar ocupado en no sé que aventuras de
-no pequeña importancia; pero ya que en ellas no pude por mi ausencia
-mostrar el valor que hay en mi persona, quiero que en esta sortija,
-aunque ello es cosa de juguete para mis exorbi<span class="pagenum"
-id="Page_85">p. 85</span>tantes brios, v. m. vea con sus ojos si todo
-lo que ha oido dezir de mí y de mis cosas son tan firmes y verdaderas
-como las de Amadis y las de los demas caballeros antiguos que tanta
-honra ganaron por el mundo; aunque bien se echará de ver mi valor,
-pues ya esta mañana al asomar por los balcones de nuestro horizonte el
-ardiente enamorado de la esquiva Dafnes, me coroné con el Ave de la
-fortaleça de Dios, que es dezir de la que traxo á la Virgen el angel
-san Gabriel, habiendola quitado, como muestra la letra de mi adarga,
-á un desaforado turco que la traia colgando de la cola de un soberbio
-frison, con quien pasó delante de mi balcon, irritando mi cristiana
-paciencia. Pero topó en mí otro manchego Garcilaso, con mas brios y
-años que el primero, que vengó tal insolencia. Con esto tomó el juez
-que hablaba con don Quixote su pergamino y adarga, y enseñandolo todo
-á los otros dos jueces y demas caballeros que los acompañaban, despues
-de haberlo mirado y bien reido, se lo volvió todo. Pasó adelante don
-Quixote, tomadas sus prendas pomponeandose y mirando muy hueco á todas
-partes; y llegado al cabo de la calle donde los demas que habian de
-jugar la sortija estaban parados, començaron á sonar las chirimias y
-trompetas en señal de que los primeros caballeros querian ya empezar á
-correrla. Habian ordenado los jueces que despues de haber corrido todos
-la sortija, se darian cada vez cuatro joyas á los cuatro caballeros
-que mejor lo hubiesen hecho; asi, desta vez se las dieron á cuatro,
-aunque solo el uno dellos se llevó el anillo en la lança, que fue don
-Alvaro Tarfe, que quiso correr con los primeros; el cual, por orden
-de los jueces, dixo á don Quixote que no corriese hasta la postre,
-porque asi convenia. Llevaron aquellos caballeros los precios que
-habian ganado, cada uno á su dama; y don Alvaro, que tenia el sugeto
-de sus pasiones en Granada, dió el suyo, que era unos guantes de ambar
-ricamente bordados, á una donzella harto hermosa, hermana de un titular
-de aquel reino, la cual le recebió con muestras de gran cortesia y
-agradecimiento. Corrieron segunda vez, y fueles dado el premio á otros
-cuatro, de los cuales los dos se llevaron el anillo, y estos, como
-los primeros, les presentaron á sus damas; de suerte que muy pocos ó
-ningun caballero hubo que no presentase joyas á la dama que mejor le
-parecia. Pues como ya se hiziese tarde, y don Quixote diese prisa á don
-Alvaro que le dexase correr su lança, si no, que á pesar de cuantos
-jueces habia en la Europa correria; advertida su locura de los jueces,
-hizieron señas á don Alvaro para que le dexase correr dos carreras;
-y asi, tomandole él por la mano, le puso<span class="pagenum"
-id="Page_86">p. 86</span> en medio de la calle, frontero del anillo,
-aguardando la seña de las trompetas; al son de las cuales partió
-nuestro caballero solo con su adarga en el braço izquierdo, espoleando
-muy aprisa á Rocinante, que con toda la que él le daba, corria poco
-más de á medio galope; pero fue tan desgraciado, que llegando á la
-sortija, echó el lançon cosa de dos palmos más arriba della por encima
-de la cuerda y acabando la carrera, baxó muy aprisa la lança, mirando
-con mucha atencion si llevaba en ella el anillo; lo cual causó notable
-risa en toda la gente, y más viendo que, como él no la halló en ella,
-començó con gran colera á volver el caballo al principio de la carrera,
-adonde estaba don Alvaro, que le dixo con disimulacion: V. m., señor
-don Quixote, dé luego al punto segunda carrera, porque el caballo no
-se le resfrie; que aunque v. m. no llevó la sortija, el golpe ha sido
-extremado, pues fue por arriba no más de media vara. Don Quixote, sin
-responderle palabra, volvió la rienda á Rocinante, y començó á correr,
-no con poca risa de los que le miraban, yendo don Alvaro á medio galope
-tras él: llegó pues don Quixote á la sortija segunda vez, y con la
-colera y turbacion que llevaba, errola por parte de abaxo otra media
-vara; pero el discreto don Alvaro, viendo cuan desgraciadamente lo
-habia hecho su compañero, puesto de pies sobre los estribos, alargó
-cuanto pudo la mano desde el caballo, y asiendo la sortija y llegandose
-á don Quixote con mucha sutileza, se la puso en el hierro de la lança;
-que lo pudo hazer sin que él lo echase de ver, por llevarla puesta
-sobre el hombro desque hizo el golpe en señal de gala, y dixole: ¡Ay
-mi señor don Quixote, lustre de la Mancha! ¡vitoria, vitoria! que la
-sortija lleva v. m. en la lança, si no me engaño. Miró arriba don
-Quixote, el cual no pensaba haber topado en ella, como era la verdad,
-y dixo: Ya yo me maravillaba, señor don Alvaro, de que dos vezes la
-hubiese errado; pero la culpa de la primer carrera la tuvo Rocinante,
-que mala pascua le dé Dios, pues que no pasó con la velocidad que yo
-quisiera. Todo se ha hecho muy bien, dixo don Alvaro, y asi vamos á
-los jueces, y pidales v. m. la justicia que tiene. Iba el buen hidalgo
-tan ancho y vanaglorioso, que no cabia en toda la calle; y puesto
-delante de los jueces, dixo, levantando la lança con la sortija puesta
-en ella: Miren vuesas señorias lo que pide esta lança y el anillo que
-della cuelga, y adviertan que ella mesma por sí demanda el premio que
-justamente se me debe. El juez que al entrar en la plaça habia hablado
-con él, habia hecho traer á un paje dos dozenas de agujetas grandes
-de cuero, que valdrian hasta medio real, y<span class="pagenum"
-id="Page_87">p. 87</span> tomandolas en la mano, llamando primero á
-todos los caballeros para que oyesen lo que dezia á don Quixote, se las
-ató en el lançon, diziendole en voz alta: Yo, segundo rey Fernando, os
-doy con mi propria mano, á vos el invicto caballero andante, flor de la
-andantesca caballeria, esta insigne joya, que son unas cintas traidas
-de la India, hechas de pellejo del ave fenix, para que las deis,
-pues sois caballero desamorado, á la dama que os pareciere que tiene
-menos amor de cuantas ocupan esos balcones; y fuera deso os mando, so
-pena de mi desgracia, que vos y don Alvaro Tarfe ceneis conmigo en
-mi propria casa esta noche, juntamente con un escudero vuestro, de
-quien sé que es fidelisimo y digno de servir á persona de vuestras
-prendas. Tocaron luego las chirimias, y don Quixote, al son dellas,
-fue mirando á todos los balcones y ventanas, y vió en una que estaba
-algo baxa á una honrada vieja, que debia saber más de la propriedad
-de la ruda y verbena, que de recebir joyas; la cual estaba con dos
-donzellas afeitadas de las que se usan en Çaragoça: á esta pues llegó
-nuestro caballero, y poniendo las agujetas en el poyo de la ventana
-con el lançon, la dixo en voz que todos lo pudieron oir: Sapientisima
-Urganda la desconocida, este vuestro caballero, á quien tanto siempre
-vos habeis favorecido en todas las ocasiones, os suplica le perdoneis
-el atrevimiento, y recebais estas peregrinas cintas, hechas, segun
-estoy informado, del mismo ave fenix, y tenedlas en mucho, porque
-valen una ciudad. Las dos mugeres, que semejantes razones oyeron dezir
-á aquel hombre armado, y veian que todo el mundo se estaba riendo de
-verle presentar las agujetas de cuero á una vieja tal cual la que las
-acompañaba, que pasaba de los sesenta, corridas y medio riendose, le
-dieron con la ventana en los ojos, cerrandola y entrandose dentro sin
-hablarle palabra. Quedó algo corrido don Quixote del suceso; pero
-Sancho Pança, que desde el principio de las justas habia estado con
-dos moços de cocina á ver la sortija y los premios que su amo habia de
-ganar, como vió que daba las agujetas á aquella vieja, y no las habia
-querido recebir, antes le habia cerrado la ventana, levantó la voz,
-diziendo: ¡Cuerpo de quien la parió á la muy puta vieja del tiempo de
-Mari-Castaña, muger del gran judio y más puto viejo de los dos de santa
-Susana! ¿Asi ha de cerrar la ventana á uno de los mejores caballeros
-de todo mi lugar, y no ha de querer recebir las agujetas que le dan,
-y mal provecho le hagan si buena no ha de ser? Pero ¿que ha de ser
-quien, como mi señor dize, se llama Urganda? Y siendolo, mal puede
-merecer tales agujetas, que segun son ellas de<span class="pagenum"
-id="Page_88">p. 88</span> grandes y buenas, sin duda deben de ser de
-perro. Pues á fe que si agarro un medio ladrillo, que yo las haga á
-todas que abran, aunque les pese. Y volviendose á don Quixote, le dixo:
-Echelas acá v. m., pues no las quieren ni merecen; que yo las guardaré,
-y eso nos ahorraremos; y más, que yo he menester una como el pan de la
-boca para mis çaragüelles; que ya tengo esta de delante llena de ñudos:
-muese acá digo, ¡cuerpo non de Dios! pues servirán para esta mejor
-ocasion. Don Quixote abaxó la lança, diziendo: Toma, Sancho, guarda
-estas preciosas cintas, y metelas en nuestra maleta hasta su tiempo.
-Sancho las tomó, diziendo: ¡Miren, cuerpo de Barrabas, lo que no quiso
-la muy hechicera! Pues en buena fe que no me las saquen de las uñas
-ahora por menos de veinte maravedis, aunque no los valgan; que por el
-menorete, son de liebre ó trucha ó no sé de que diablos. Llegaronse
-diez ó doze personas á ver las joyas de las agujetas que aquel labrador
-tenia en la mano: y fue el caso que entre aquella gente que se juntó,
-llegó un moço de harta poca ropa, no menos ligero de pies que sutil de
-manos, el cual con suma presteza asió de dichas agujetas, y tomando
-las armas del conejo, en cuatro brincos se puso fuera de la calle del
-Coso. Esto no lo vió don Quixote; que á verlo, la mayor tajada del
-moço fuera la oreja. Pero el bueno de Sancho Pança, que estaba seguro,
-á su parecer, de caso tan repentino, començó á dar vozes, diziendo:
-Tenganle, señores, tenganle, pecador de mí; que me lleva hurtada la
-mejor joya del torneo. Mas cuando el pobre vió las esperanças perdidas
-de poderle alcançar, començó á llorar amargamente, mesandose las
-espesas barbas, juntando una mano con otra y diziendo: ¡Oh desventurada
-de la madre que me parió! ¡Oh dia aciago para mí, pues en él he perdido
-unas agujetas tan preciosas y las mejores de toda la Lombardia! ¡Ay
-de mí! ¿Que haré, y que cuenta daré á mi señor de la joya que me
-encomendó? ¿Que excusa tendré para huir de su andantesca colera, para
-que no me sacuda con ella las costillas con algun ñudoso roble? Si le
-digo que las he perdido, tendrame por escudero desmazalado; y si le
-digo que me las hurtó un picaro, tomará tanto enojo, que desafiará
-luego á batalla campal, no solamente al que las hurtó, sino á cuantos
-picaros se puedan hallar en toda la picardia. ¡No vendria ya la muerte
-á llevarme para sí antes que pasar tan gran dolor! Yo digo que de muy
-buena gana me mataria, si no fuera porque temo hazerme mal: alto,
-manos á la labor; yo quiero ir luego al cocinero coxo de don Alvaro,
-y pedirle dos cuartos prestados para comprar una soga y ahor<span
-class="pagenum" id="Page_89">p. 89</span>carme con ella; que despues se
-los tornaré doblados; y si acaso hallo algun arbol, como sea tal que
-desde él pueda llegar los pies al suelo, echaré el cordel en la primera
-rama, y aguardaré á que pase algun hombre caritativo, á quien rogaré
-con muchas lagrimas me haga la limosna y caridad de ayudarme á ahorcar
-por amor de Dios; que soy un pobre hombre, huerfano de padre y madre.
-Y asi, alto, quedate con Cristo, don Quixote de la Mancha, el más
-valiente caballero de cuantos andantes cria el cierzo y la tramontana;
-quedate en paz tambien, Rocinante de mi alma, y acuerdate de mí, pues
-yo me acordaba de tí todas las vezes que te iba á echar de comer; y
-acuerdate tambien de aquel dia en que pasando descuidado por junto tu
-postigo trasero, diziendo: ¿Amigo Rocinante, como va? Y tú, que no
-sabias aun hablar romance, me respondiste con dos pares de castañetas,
-disparando por el puerto muladar un arcabuzazo con tanta gracia, que
-si no le recebiera entre hocicos y narizes, no sé que fuera de mí.
-Quedate pues, rocin de mis ojos, con la bendicion de todos los rocines
-de Roncesvalles; que si supieses la tribulacion en que estoy puesto,
-yo fio me enviaras algun consuelo para alivio de mi gran dolor. Ahora
-sus, yo voy á contar mi desgracia, como digo, á mi amigo el cocinero,
-de quien espero algun remedio, pues más vale que lo que se ha de hazer
-temprano se haga tarde; que al que Dios madruga, mucho se ayuda: en
-fin, allá darás, sayo, en casa el rayo, pues más vale buitre volando
-que pajaro en mano:—y á este compas se fue ensartando más de cuarenta
-refranes á desproposito.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_12">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XII</h2>
- <p class="subh2h">Como don Quixote y don Alvaro Tarfe fueron
- convidados á cenar con el juez que en la sortija les convidó, y
- de la estraña y jamas pensada aventura que en la sala se ofreció
- aquella noche á nuestro valeroso hidalgo.</p>
-</div>
-
-<p>Acabada de jugar la sortija y de haber corrido en ella los
-caballeros de dos en dos delante de toda la ciudad, desocuparon todos
-sus puestos, volviendose á sus casas, por venir la noche. Para hazer
-pues lo mesmo, don Alvaro asió de la mano á don Quixote, diziendole:
-Vamos, mi señor don Quixote, á dar un par de vueltas por esas calles
-mientras se haze hora de acudir á cenar con el señor que v. m. sabe
-que como juez liberalisimo nos ha convidado esta noche. Vamos, dixo
-don Quixote, donde v. m. mandare. Y sin que hubiese remedio con él
-de que diera la adarga y lançon á un paje, para que, como don Alvaro
-queria,<span class="pagenum" id="Page_90">p. 90</span> lo llevase á
-su casa, se fue con todo este carruage acompañandole. Llegaron á muy
-buena hora á la noble casa del huesped que los habia convidado á cenar;
-y tomando en el çaguan un paje suyo la lança y adarga de don Quixote,
-se apearon y subieron al punto al aposento de don Carlos, que asi se
-llamaba el juez, el cual se levantó, con otros caballeros amigos que
-tenia tambien convidados, para ir á abraçar á don Quixote, como lo
-hizo, diziendole: Bien sea venido el señor caballero andante, y con
-la salud que todos deseamos, como lo hazemos tambien que para mayor
-alivio del trabajo pasado, se quite v. m. las armas, pues está en
-parte segura y entre amigos que desean servir á v. m. y aprender de su
-valor todo buen orden de milicia; que creo lo habemos bien menester,
-segun lo mal que los caballeros lo han hecho en la sortija; que si
-v. m. no remediara sus faltas, quedaran las fiestas harto frias. Don
-Quixote le respondió: Señor don Carlos, yo no tengo por costumbre, en
-ninguna parte que vaya, sea de amigos ó enemigos, quitarme las armas,
-por dos razones. La primera, porque trayendolas siempre puestas, se
-haze el hombre á ellas; que como dizen los filosofos, ab assuetis non
-fit passio; pues la costumbre, como v. m. sabe, convierte las cosas en
-naturaleza, con que ningun trabajo hay que dé pesadumbre. La segunda,
-porque no sabe el hombre de quien se ha de fiar ni lo que le puede
-acontecer, por ser varios los sucesos de la guerra; y me acuerdo haber
-leido en el autentico libro de las hazañas de don Belianis de Grecia,
-que yendo él y otro caballero armados de todas pieças, perdidos por un
-bosque, llegaron á cierto prado donde hallaron diez ó doze salvages
-que estaban asando un venado, los cuales por señas les convidaron á
-comer dél. Los caballeros, que llevaban no poca necesidad y hambre,
-viendo la humanidad que mostraban aquellos barbaros, baxaron de
-los caballos, quitandoles los frenos para que paciesen; pero ellos
-no se quisieron quitar las celadas, sino, levantadas un poco las
-viseras, sentados en las yerbas, comieron de una pierna del venado
-que los salvages les pusieron delante; y apenas hubieron comido media
-dozena de bocados, cuando, concertados entre si, en lenguage que no
-entendieron los forasteros, llegando pasito por detras dos de ellos
-con dos maças, á un tiempo les dieron tan fuertemente sobre las
-cabeças, que á no llevar puestas las celadas, fueran sin duda fatal
-sustento de aquellos barbaros: con todo, cayeron en tierra aturdidos,
-y ellos con grande algazara començaron á desarmarlos; pero como
-no sabian de aquel menester, no hazian sino revolverlos por aquel
-prado acá y acullá: de suerte que dandoles un poco el viento,<span
-class="pagenum" id="Page_91">p. 91</span> y viendo el triste estado en
-que sus cosas estaban, se levantaron muy ligeramente, y metiendo mano
-en sus ricas espadas, començaron á dar tras los salvages como en real
-de enemigos, sin dar reves con que no hiziesen de un salvage dos, por
-estar desnudos. Dezia esto don Quixote con tanta colera, que metiendo
-él tambien mano en su espada, prosiguió diziendo: Dando aqui tajos,
-acullá cuchilladas, aqui partian uno hasta los pechos, alli dexaban
-otro en un pie como grulla, hasta que mataron la mayor parte dellos.
-Don Carlos le hizo envainar, riendo con aquellos caballeros de la
-colera que habia tomado contra los salvages, pues parecia que los tenia
-delante; y asiendole por la mano y entrandole en otra sala, hallaron
-puestas las mesas para cenar; donde volviendo la cabeça don Carlos,
-dixo á un paje suyo de los que alli estaban: Id volando á la posada del
-señor don Alvaro, pues ya sabeis, y llamad al escudero del señor don
-Quixote, Sancho Pança, diziendole que su amo le manda se venga luego
-con vos, que tambien está convidado; y no vengais sin él de ninguna
-suerte. Tomó el paje la capa, fue por él al momento, y hallandole
-en la cocina con el cocinero, á quien con mucha melancolia estaba
-contando la desgracia del hurto de las preciosas agujetas, le dixo:
-Señor Sancho, v. m. se venga conmigo al instante, porque el señor don
-Quixote le llama, viendo que mi señor don Carlos no se quiere asentar á
-la mesa con los convidados hasta verle á v. m. en la sala. Señor paje,
-respondió con mucha flema Sancho, v. m. podrá dezir á esos señores que
-les beso las manos, y que no estoy en casa, y que por esto no voy, y
-porque ando por la plaça buscando un cierto negocio de importancia que
-se me ha perdido; pero que si Dios me alumbra con bien para que lo
-halle, les doy palabra de ir luego. Eso no, dixo el paje: v. m. ha de
-venir conmigo; que asi me lo han mandado, porque es tambien convidado
-á la cena. Hablara yo para mañana, respondió Sancho; que siendo asi,
-claro está que iré de muy rebuena gana al punto; y á fe que me coge en
-tiempo que no tengo muy mala disposicion, porque há más de tres horas
-que no ha entrado en mi cuerpo cosa alguna, sino es un platillo de
-carne fiambre y un panecillo que me dió aqui el señor cocinero, que
-Dios guarde, con que me tornó el alma al cuerpo. Pero vamos; que no
-quiero hazer falta ni que me tengan por descuidado. Fueronse ambos en
-diziendo esto, despidiendose primero del cocinero. Llegaron á la sala
-donde estaban ya cenando, don Carlos á la cabeçera con don Quixote á su
-lado, y los demas caballeros por su orden, que serian más de veinte.
-Llegó Sancho junto á su amo, y quitandose la caperuça con en<span
-class="pagenum" id="Page_92">p. 92</span>trambas manos, haziendo una
-gran reverencia, dixo: Buenas noches dé Dios á vs. ms. y los tenga en
-su santa gloria. ¡Oh Sancho, dixo don Carlos, seais bien venido! Pero,
-¿como dezis que Dios nos tenga en su santa gloria, pues aun no somos
-muertos, si no es que estos caballeros lo estén de hambre, segun es
-la cena poca? aunque si es asi, su falta suplirá mi voluntad, que es
-mucha. Mi señor, dixo Sancho, como para mí no hay otra gloria sino
-cuando está la mesa puesta, tengola grande viendo sobre esta tantos
-platos llenos de avestruzes y carne y de pastel en botes, que no puedo
-tragar la saliva de contento. Tomó don Alvaro Tarfe en esto un melon
-que estaba en la mesa, y le dió á Sancho diziendo: Probad, Sancho, este
-melon, y si sale bueno, yo os daré su peso de carne de la deste plato.
-Dabale con él un cuchillo para que le hiziese la cala, y él dixo que
-no le habia ido bien en el melonar de Ateca en partir con cuchillo los
-melones, y que asi le partiria, con su licencia, como los partia en
-su tierra; y diziendo esto le dexó caer de golpe en el suelo, y luego
-le levantó hecho cuatro pieças diziendo: Hele aqui partido de una vez
-á v. m., sin andar hendo rebanadicas con el cuchillo. A fe, Sancho,
-dixo don Carlos, que sois curioso, y me huelgo de vuestra discrecion
-pues hazeis de una vez lo que otros no hizieran de ocho. Tomad; que
-por mi os habeis de comer este capon (esto dixo dandole uno famoso
-que habia en un plato), que me dizen que para hazello os ha dado Dios
-particular gracia. La santa Trinidad se lo pague á v. m., replicó
-Sancho, cuando deste mundo vaya. Tomó el capon, el cual estaba ya
-partido por sus junturas, y espetosele casi invisiblemente. Viendo la
-sutileza de sus dientes, los pajes dieron en vaziarle en la caperuça
-cuantos platos alcançaban de la mesa, con lo cual se puso en breve rato
-Sancho hecho una trompa de Paris; pero don Carlos, tomando un gran
-plato de albondiguillas, dixo: ¿Atreveros heis, Sancho, á comer dos
-dozenas de albondiguillas si estuviesen bien guisadas? No sé, respondió
-Sancho, que cosas son alhondiguillas; alhondigas sí, que las hay en
-mi pueblo; pero no son esas de comer, sino el trigo que está dentro,
-despues de amasado. No son sino estas pelotillas de carne, dixo don
-Carlos dandole el plato, el cual tomó Sancho, y una á una, como quien
-come un racimo de uvas, se las metió entre pecho y espalda, con harta
-maravilla de los que su buena disposicion veian; y en acabando de
-comerlas dixo: ¡Oh hi de puta, traidores, y que bien me han sabido!
-Pardiez que pueden ser pelotillas con que juegen los niños del limbo:
-á fe que si torno á mi lugar, que en un huerto que tengo junto á mi
-casa he de sembrar por lo menos<span class="pagenum" id="Page_93">p.
-93</span> un celemin dellas, porque sé que no se siembran en todo el
-Argamesilla; y aun podrá ser, si el año se acierta, que los regidores
-me las pongan á ocho maravedis la libra; y si es asi, no seran oidas
-ni vistas. Dezia esto Sancho tan sencillamente, como si en realidad de
-verdad fuera cosa que se pudiera sembrar; y viendo que todos se reian,
-dixo: Solo un desconveniente hallo yo en sembrar estas, y es, que como
-soy de mi naturaleza aficionado á ellas, me las comeria antes que
-llegasen á madurar, si no es que mi muger me pusiese algun espantajo
-para que no llegase á ellas, y aun Dios y ayuda que bastase. ¿Casado
-sois, Sancho, dixo don Carlos, segun eso? Para servir á v. m., con mi
-muger lo soy, replicó Sancho, la cual le besa muchas vezes las manos
-por la merced que me haze. Rieron todos de la respuesta, y preguntole
-de nuevo don Carlos si era hermosa; á lo cual respondió: ¡Y como,
-cuerpo de san Ciruelo, si es hermosa! Ello es verdad que, si bien me
-acuerdo, hará por estas yerbas que vienen cincuenta y tres años, y está
-un poco la cara prieta de andar al sol, con tres dientes que le faltan
-arriba y dos muelas abaxo; más con todo eso no hay Aristoteles que le
-llegue al çapato; solo tiene que en llegando á su poder los dos ó tres
-cuartos, luego los deposita en casa de Juan Perez, tabernero de mi
-lugar, para llevallos despues de agua de cepas en un jarro grande que
-tenemos, desbocado de puro boquearle ella con la boca. Vuestra muger
-buena bebedora, dixo don Carlos, y vos siempre con buena disposicion
-de comer, hareis muy buenos casados. Y alargando la mano tras esto
-á un plato grande que tenia seis pellas de manjar blanco, le dixo:
-¿Habeis dexado, Sancho, algun rincon desembarazado para comer estas
-seis pellas? que segun habeis comido, no tendreis apetito dellas. Beso
-á v. m. las manos, dixo Sancho alargando las suyas y tomandolas, por
-la que me haze; y fie de mí que me las comeré, siendo Dios servido
-y su bendita Madre. Y apartandose á un lado, se comió las cuatro
-con tanta prisa y gusto, como dieron señales dello las barbas, que
-quedaron no poco enjalbegadas del manjar blanco: las otras dos que dél
-le quedaban se las metió en el seno con intencion de guardarlas para
-la mañana. Acabada la cena, se sentaron todos, quitadas las mesas,
-por su orden alrededor de la sala, y don Alvaro Tarfe y don Quixote á
-la mano izquierda de don Carlos, que hizo sentar á sus pies á Sancho
-Pança. A la que platicaban don Alvaro con don Quixote (haziendole
-dezir mil dislates, por lo que en la cena habia estado mudo, parte
-por dar lugar á que gustasen de Sancho los convidados, y parte por
-las quimeras que revolvia en su entendimiento sobre la vengança que
-seria<span class="pagenum" id="Page_94">p. 94</span> bien tomase de la
-sabia Urganda, que tan en publico le habia desfavorecido, cerrandole
-la ventana sin aceptar las preciosas agujetas que le presentaba), y
-don Carlos con Sancho Pança, y los demas caballeros entre sí, entraron
-por la sala dos extremados musicos con sus instrumentos, y un moço que
-traian los representantes, gallardo çapateador. Cantaron muchas muy
-buenas letras y tonos los musicos, y despues çapateó y volteó el moço
-por extremo; y mientras lo iba haziendo, baxó don Carlos la cabeça y
-preguntó á Sancho de manera que todos lo pudieron oir, si se atreveria
-á dar algunas vueltas de las que aquel moço daba; el cual respondió
-bosteçando y haziendose la cruz con el dedo pulgar en la boca, porque
-le cargaba el sueño con la mucha cena: Pardiobre, señor, que voltearia
-yo lindisimamente, recostado ahora sobre dos ó tres jalmas: este diablo
-de hombre no debe de tener tripas ni asadura, pues tan ligero salta;
-y si está hueco de por dentro, no hay más que meterle una candela
-encendida por el organo trasero y servirá de linterna. En esto llamó
-don Carlos á un paje, y le habló al oido, diziendo: Andad y dezid
-al secretario que ya es hora. Hase de advertir que entre don Alvaro
-Tarfe, don Carlos y el mismo secretario habia concierto hecho de traer
-aquella noche á la sala uno de los gigantes que sacan en Çaragoça el
-dia de Corpus en la procesion, que son de más de tres varas en alto;
-y con serlo tanto, con cierta invencion los trae un hombre solo sobre
-los hombros. Pues estando la gente, como he dicho, en la sala, en
-recebiendo el recado de don Carlos el secretario, entró con el gigante
-por un cabo della, que de proposito estaba ya sin luz, y encima de
-la puerta por donde entró estaba en lo alto, junto al techo, una
-ventana pequeña á modo de claraboya, que venia á dar en la cabeça del
-mismo gigante, por ser de su misma altura, y por la cual, arrimado á
-ella, habia, sin ser visto, de hablar el secretario, que en sacando y
-poniendo en dicho puesto al que traia sobre sus hombros dicho gigante,
-se volvió á entrar para ponerse en dicha ventanilla. A la vista primera
-que todos tuvieron del gigante, hizieron de industria como que se
-alborotaban, poniendo las manos sobre las guarniciones de las espadas;
-mas don Quixote se levantó diciendo: Las vs. ms. se sosieguen; que esto
-no es nada, y yo solo sé que cosa puede ser; que destas aventuras cada
-dia sucedian en casa de los emperadores antiguos: sientense todos,
-digo, y veremos lo que este gigante quiere, y conforme á ello se le
-dará la respuesta. Todos se asentaron; y el secretario, que era un
-hombre muy discreto y estaba bien enseñado de lo que habia de hazer,
-cuando vió toda la gente sosegada, començó á<span class="pagenum"
-id="Page_95">p. 95</span> dezir en voz alta: ¿Quien de vosotros aqui
-es el Caballero Desamorado? Todos callaron, y don Quixote con una voz
-muy reposada le respondió, diziendo: Soberbio y descomunal gigante, yo
-soy ese por quien preguntas. Gracias doy, dixo el secretario, hablando
-desde lo alto, metida la cabeça dentro del hueco de la del gigante, á
-los dioses inmortales, y principalmente al gran Marte, que lo es de
-las batallas, pues al cabo de tan largo camino y de tantos trabajos he
-venido á hallar en esta ciudad lo que con tanta solicitud mil dias ha
-que ando buscando, que es el Caballero Desamorado. Sabed, principes y
-caballeros que en este vuestro real palacio os habeis juntado, que soy
-yo, si nunca le oistes dezir, Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, el
-cual reino gané por sola mi persona, quitandosele á su legitimo señor
-y aplicandomele á mí, como quien mejor que él le merecia; y llegando
-en dicho mi reino á mis oidos las nuevas de las inauditas fazañas y
-estrañas aventuras del principe don Quixote de la Mancha, llamado por
-otro nombre el de la Triste Figura ó Desamorado; sintiendo por gran
-mengua mia que haya en toda la redondez de la tierra quien á mi valor y
-fortaleça iguale, he dexado mi reino, pasando por otros muchos estraños
-á pesar de los que los gobernaban, buscando, inquiriendo y preguntando,
-con asombro y miedo de cuantos me veian, adonde ó en que reino ó
-provincia estaria dicho caballero, que tanta fama tenia por todo el
-mundo; porque, como es verdad y no lo puedo negar, por do quiera que
-he pasado no se trata ni se habla otra cosa en las plaças, templos,
-calles, hornos, tabernas y caballerizas, hoy, sino de don Quixote de la
-Mancha. Yo pues, como digo, estimulado de la invidia de tantas hazañas
-tuyas, ¡oh gran don Quixote! he venido á buscarte solamente para dos
-cosas: la primera, para hazer batalla contigo, y quitarte la cabeça
-y llevarla á Chipre para ponerla en la puerta de mi real palacio,
-haziendome con esto señor de todas las vitorias que has habido con
-tantos gigantes y jayanes, para que acabe el mundo de entender que
-yo solo soy sin segundo y solo quien merece ser alabado, estimado,
-honrado y nombrado en todos los reinos del universo por más bravo, más
-valiente y de mayor fama que tú y cuantos antes de ti fueron y despues
-de ti seran. Por tanto, si te quieres excusar del trabajo de entrar
-conmigo en batalla, manda luego á la hora, sin excusa ninguna, darme
-tu cabeça para que la lleve en mi lança, y quedate á la buena ventura.
-La segunda cosa á que vengo es, que tambien he oido dezir como tiene
-don Carlos, dueño deste fuerte alcazar, una hermana de quinze años, de
-peregrina hermosura y gracia, la cual quiero y es mi voluntad que<span
-class="pagenum" id="Page_96">p. 96</span> juntamente con tu cabeça se
-me dé al punto, para que me la lleve á Chipre y la tenga por mi amiga
-todo el tiempo que me pareciere, pues dello le resultará sobrada honra;
-y si no lo quisiere hazer, le desafio y reto á él y á todo el reino
-de Aragon junto, y á cuantos aragoneses, catalanes y valencianos hay
-en su corona, que salgan contra mí á pie ó á caballo; que á la puerta
-deste gran palacio tengo mis fortisimas y encantadas armas, las cuales
-tiran de un carro seis pares de robustisimos bueyes de Palestina;
-porque mi lança es una entena de un navio, mi celada iguala en
-grandeza al chapitel del campanario del gran templo de Santa Sofia de
-Constantinopla, y mi escudo á una rueda de molino. Responde pues luego
-á todo, tú, el Desamorado Caballero; porque estoy de prisa y tengo
-mucho que hazer, y hago falta en mi reino. Calló en esto el gigante, y
-todos los que la maraña sabian disimularon cuanto pudieron, aguardando
-á ver lo que don Quixote responderia al gigante. El cual, levantandose
-de su asiento, hincó las rodillas en tierra delante de don Carlos,
-diziendole: Soberano emperador Trebacio de Grecia, la vuestra magestad
-sea servida, pues me habeis acetado en este vuestro imperio por hijo,
-de me dar licencia de hablar y responder por todos á esta endiablada
-bestia, particularmente por vos y por todo este nobilisimo reino, para
-que asi pueda mejor despues darle el castigo que sus blasfemias y
-sacrilegas palabras merecen. Don Carlos, mordiendose los labios de risa
-y disimulando cuanto pudo, le echó los braços al cuello y le levantó
-diziendo: Soberano principe de la Mancha, esta causa no solamente es
-mia, sino tambien vuestra; pero yo he cobrado tan gran temor al gigante
-Bramidan de Tajayunque, que el coraçon se me quiere saltar del cuerpo;
-y asi digo que, si á vos os parece, será bueno, para librarnos de la
-universal perdicion que nos amenaza, concederle las dos cosas que nos
-pide; y es que vos le deis vuestra cabeça: que ya yo de mi parte estoy
-dispuesto, más por fuerça que por grado, de darle tambien á mi bella
-hermana Lucrecia; y que se vaya con todos los diablos antes que haga
-mayores males; y aunque este es mi voto, con todo dexo al vuestro la
-resolucion del caso; y asi, conforme á él dadle, amado principe, la
-respuesta que os pareciere, pues será la más acertada. Sancho, que
-habia cobrado grandisimo temor al gigante, como oyó lo que don Carlos
-habia dicho á su amo, le dixo hecho ojos: Ea, mi señor don Quixote,
-por los quinze auxiliadores, de quien es Miguel Aguileldo, sacristan
-de la Argamesilla, que es muy devoto, le suplico haga lo que el señor
-don Carlos le dize. ¿Para que quiere hazer batalla con este gigante?
-que dizen dél que parte por medio<span class="pagenum" id="Page_97">p.
-97</span> una yunque mayor que la del herrero de nuestro lugar; que
-por eso refieren graves autores se llama Tajayunque; y más, que, segun
-él dize, y lo creo (porque tan gran hombre de bien no dirá una cosa
-por otra), trae una rueda de molino por escudo: délo, pues esto es
-asi, á los satanases, y despachemosle con lo que pide de una vez, y no
-perdamos más tiempo con él ni demos que reir al diablo. Don Quixote le
-dió un puntillon terrible en las nalgas, diziendo: ¡Oh villano, sandio
-y soez, harto de ajos desde la cuna! ¿y quien te mete á tí en lo que
-no te va ni te viene? Y poniendose en medio de la sala frontero del
-gigante, le dixo con voz grave desta manera: Soberbio gigante Bramidan
-de Tajayunque, con atencion he escuchado tus arrogantes palabras, de
-las cuales entiendo tus locos y desvariados deseos; y ya hubieras
-llevado el pago dellas y dellos antes que desta real sala salieras, si
-no fuera porque guardo el debido respeto al emperador y principes que
-presentes estan, y porque quiero darte el castigo merecido en publica
-plaça delante de todo el mundo, y porque sirva de escarmiento para
-que otros tales como tú no se atrevan de aqui adelante á semejantes
-disparates y locuras: con que respondiendo ahora á tus demandas, digo
-que aceto la batalla que pides, señalando por puesto della, para
-mañana despues de comer, la ancha plaça que en esta ciudad llaman del
-Pilar, por estar en ella el sacro templo y dichoso santuario que es
-felicisimo deposito del pilar divino sobre quien la Virgen benditisima
-habló y consoló en vida á su sobrino y gran patron de nuestra España el
-apostol Santiago. Era esta plaça pues podras salir con las armas que
-quisieres, seguro de que si tú tienes por escudo una rueda de molino,
-yo tengo una adarga de Fez que no le haze ventaja la mesma rueda de
-la fortuna; y en cambio de la cabeça que me pides, juro y prometo de
-no comer pan en manteles ni holgarme con la reina (y en suma juro
-todos los demas juramentos que en semejantes trances suelen jurar los
-verdaderos caballeros andantes, cuya lista hallaras en la historia que
-refiere el amargo llanto que se hizo sobre el malogrado Baldovinos)
-hasta cortarte la tuya y ponerla sobre la puerta deste gran palacio del
-Emperador mi señor y padre. ¡Oh dioses immortales! dixo el secretario
-con voz gruesa y tremenda, ¿y como consentis que semejantes afrentas
-me diga un hombre solo, sin que le haga y convierta luego mi colera
-en albondiguillas? Yo juro por el orden de secretario que recebí, de
-no comer pan en el suelo ni folgar con la reina de espadas, copas,
-bastos ni oros, ni dormir sobre la punta de mi espada, hasta tomar
-tan sanguinolenta vengança del principe don Quixote de la Mancha, que
-los braços<span class="pagenum" id="Page_98">p. 98</span> le queden
-colgados de los hombros, y las piernas y muslos asidos á las caderas,
-y la cabeça se le ande á todas partes, y la boca, á pesar de cuantos
-ni han nacido ni han de nacer, le ha de quedar debaxo de las narizes.
-Aturdido Sancho del tropel de tan graves amenazas y execraciones, se
-levantó del suelo donde estaba asentado, y poniendose entre don Quixote
-y el gigante, quitandose primero la caperuça con ambas manos, le dixo
-con mucha cortesia. ¡Ah señor Bramidan de Parteyunques! no, por la
-pasion que Dios pasó, no le haga tanto mal á mi amo, que es hombre de
-bien y no quiere her batalla con v. m., porque no está hecho á hazerla
-con semejantes Comeyunques: traigale v. m. media dozena de meloneros;
-que á fe que con ellos se entienda él lindisimamente; y aun con todo
-es menester el favor del señor san Roque, abogado de la pestilencia.
-El gigante, sin hazer caso de lo que Sancho dezia, sacó un guante de
-dos pellejos de cabrito, que traia ya hecho para aquel efeto, y dixo
-arrojandole á don Quixote: Levanta caballero cobarde, ese mi estrecho
-y pequeño guante en señal y gaje de que mañana te espero en la plaça
-que dixiste, despues de comer. Y con esto volvió las espaldas por la
-puerta que habia entrado. Don Quixote alçó el guante, que era sin duda
-de tres palmos, y diosele á Sancho, diziendo: Toma, Sancho, guarda ese
-guante de Bramidan hasta mañana despues de comer; que verás maravillas.
-Tomole Sancho, y santiguandose dixo: ¡Valgate el diablo por Balandran
-de Tragayunques ó como es tu gracia, y que terribles manos que tienes!
-¡Oh hi de puta, traidor, el bellaco que le esperase un bofeton! A fe,
-señor, que tenemos bien en que entender con este demonio, segun es de
-grande y despavorido; y acuerdese lleva jurado le ha de hazer como
-aquellas albondiguillas que comimos esta noche. Pero v. m., antes que
-llegue ese tiempo, hagale á él pellas de manjar blanco; que tambien
-las hemos cenado, y me saben bien, y aun yo tengo dos dellas en el
-seno para un menester. En esto se levantó don Carlos de la silla,
-mandando encender hachas para acompañar con ellas aquellos caballeros
-á sus casas, y por ser tarde, se despidió dellos y de don Quixote y
-de don Alvaro, que asiendole de la mano, se le llevó, juntamente con
-Sancho Pança, á su casa, adonde el buen hidalgo pasó una de las peores
-noches que jamas habia pasado, pensando en la peligrosa batalla en que
-otro dia habia de entrar con aquel desproporcionado gigante, que él
-imaginaba ser verdadero rey de Chipre, como él mismo habia dicho.</p>
-
-
-<p class="centra mt2"><i>Aqui da fin la quinta parte del ingenioso hidalgo<br />
-don Quixote de la Mancha</i></p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch_13">
- <p><span class="pagenum" id="Page_99">p. 99</span></p>
- <p class="centra ws1 lh175">
- SEXTA PARTE DEL INGENIOSO<br />
- HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA
- </p>
- <hr class="sep" />
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XIII</h2>
- <p class="subh2h">Como don Quixote salió de Çaragoça para ir á la
- corte del rey Catolico de España á hazer la batalla con el rey de
- Chipre.</p>
-</div>
-
-<p>Atormentaron tanto las traças de la desvanecida fantasia del
-desamorado manchego su triste juizio y desvelado sosiego, que
-cuando empeçaban sus ojos á tomar alguno á la madrugada, tocaron
-al arma de tal suerte las fantasmas de los dislates quimereados en
-el sentido comun, que siendolo en todos sus miembros la alteracion
-que por esta causa, y la que dió con ella un sueño que tuvo de que
-habia entrado por traicion en aquel castillo el soberbio Bramidan
-para matarle con ella más á su salvo, cogiendolo descuidado, se
-levantó furiosisimo en su busca, como si realmente supiera que
-estaba en casa, y con la vehemente aprension y colera desto iba
-diziendo: Espera, traidor; que no te valdran traças, estratagemas,
-embustes ni encantamientos para librarte de mis manos. En esto se
-puso la celada, peto y espaldar, y tomando la adarga y lançon,
-iba mirando por todas partes. Salió luego á la sala, en la cual
-vió claridad que salia por la puerta de un aposentillo; que por
-amanecer ya y estar la ventanilla dél entreabierta, entraba la
-primera luz de la clara aurora por ella. Entrose ciego de rabia en
-el dicho aposento, y quiso la desgracia que era el en que dormia el
-triste Sancho; y como se habia acostado cansado y tarde, habiase
-dormido medio cubierta la cabeça, junto á la cual se habia dexado
-el grande guante que le habia él mesmo encomendado, y era el gaje
-del desafio que el rey de Chipre Tajayunque habia hecho con él la
-noche antes. Antojosele á don Quixote, en viendo el guante, que era
-el compañero del que él habia dado en guarda á Sancho, y que el que
-dormia era el mismo gigante, que, de cansado de escalar el castillo
-por la ventana, se habia echado á reposar hasta hallar ocasion de
-poder executar lo que pensaba, á su salvo, con muerte del mismo
-don Quixote. Con esta quimera, pues, le dió luego con el lançon un
-terrible porrazo en las costillas, diziendo: Asi pagan los traidores
-y alevosos las traiciones que urden. Muere, vil Tajayunque, pues lo
-merece hazer quien, teniendo tales enemigos como tú en mi tienes,
-duerme descuidado. Despertó Sancho á las vozes y golpe, me<span
-class="pagenum" id="Page_100">p. 100</span>dio aturdido, y apenas
-se sentó en la cama para levantarse y ver quien le daba tan buenos
-dias, cuando ya don Quixote, que habia arrojado el lançon, le dió
-una grande puñada en los hocicos, diziendo: No hay que levantarte,
-traidor; que aqui morirás. Empeçó Sancho á vozear, saltando de la
-cama lo mejor que pudo; y saliendo á la sala, dezia: ¿Que haze,
-señor? que ni yo he escalado el castillo ni soy sino su escudero
-Sancho. No eres sino Bramidan, traidor, dixo don Quixote; que bien
-se echa de ver en el guante con que te he hallado, compañero del que
-ayer me arrojaste cuando aplaçaste el desafio. Estaban los dos en
-camisa; porque don Quixote, con la imaginacion vehemente con que se
-levantó, no se puso más de celada, peto y espaldar, como queda dicho,
-olvidandose de las partes que por mil razones piden mayor cuidado de
-guardarse. Sancho tambien salió en camisa, y no tan entera como lo
-era su madre el dia que nació: la sala estaba algo escura; y como
-con esto y con la colera no acabase don Quixote de conocer á Sancho,
-más porfiaba en que le habia de matar; y estaba tan terco en esto,
-cuanto Sancho lo estaba en invocar santos en su ayuda, en vozear y
-pedir socorro. Alborotose la casa á las vozes de ambos, que eran
-tantas, que bien se podia llamar casa de locos, pues lo eran los
-principales que la regocijaban; y saliendo de sus aposentos en camisa
-algunos criados para apaciguar la cuestion y ver quien la movia, fue
-su salida echar leña al fuego; porque en viendolos don Quixote á
-todos de una librea, antojosele que eran gigantes de nuevo venidos
-alli por arte de encantamiento para ayudar al encantado Bramidan;
-y con esta quimera empezó á jugar del lançon por todas partes con
-tanto desatino, que aqui derribaba al uno, acullá descalabraba al
-otro, y todo tan á su salvo, por haber salido sin ningunas armas,
-que eran un juizio oir los gritos y maldiziones de los heridos; y
-lo peor fue que para asegurarse de ellos cerró tras sí el aposento
-de Sancho, y se puso con un lançon en la puerta de los criados,
-diziendo: Veamos si todos juntos ¡oh viles malandrines! me ganareis
-la famosa puente deste inexpugnable baluarte. Levantaba Sancho las
-vozes al cielo, llamando á don Alvaro, el cual, sospechando todo lo
-que podia ser, abriendo las ventanas de su aposento y tomando la
-espada en la mano, vestido de una ropa larga de damasco, salió con
-chinelas á la sala; y pasmado de las figuras que vió, y del miedo y
-llanto de tres ó cuatro pajes suyos, y de ver que don Quixote estaba
-echando bravatas con el guante en la mano, se puso para apaciguar
-aquella tragedia al lado de Sancho, diziendo: Ea, señor don Quixote,
-mueran los bellacos; que aqui estamos Sancho y yo prestos para<span
-class="pagenum" id="Page_101">p. 101</span> dar la vida en servicio
-de v. m. y en defensa de su honra y en vengança de sus agravios; pero
-para que lo podamos hazer todo como deseamos, refieranos v. m. luego
-los que ha recebido y de qué gente; que por vida de cuanto puedo
-jurar, juro de tomar vengança exemplar de sus contrarios al punto.
-¿Quienes han de ser los mios, dixo don Quixote, sino los descomunales
-jayanes, insolentes gigantes, que tienen por ofizio ir por el mundo
-haciendo tuertos, forjando desaguisados, agraviando princesas,
-ofendiendo dueñas de honor, y finalmente traçando otras traiciones
-iguales á la que contra mi persona y valor habia traçado esta noche
-el insolente Bramidan de Tajayunque, que por arte de encantamiento,
-acompañado desos malandrines que v. m. ahi ve, habia escalado este
-fuerte castillo para darme muerte á traicion, medroso de la que
-tenia por cierto le daria yo esta tarde en la plaça del Pilar si
-conmigo salia en la aplaçada batalla? Pero no se le han logrado
-sus intentos; que por secreto aviso del sabio Lirgando, en cuyo
-castillo estuve en Ateca, y por cuyas manos recebí la salud y fuerças
-que las del furioso Orlando con mil desaforadas feridas me habian
-quitado, he sabido que habia escalado esta fortaleça para cogerme
-á su salvo y descuidado; pero estandolo él, mi buena diligencia
-le ha cogido con el hurto<a id="FNanchor_18" href="#Footnote_18"
-class="fnanchor">[18]</a> en las manos y con este guante, adorno de
-las suyas y compañero del que tiene Sancho; y por ello las mias se
-han dado la debida priesa y diligencia en acabar con él; y hizieralo
-presto si v. m. no saliera á enfrenar mi furia en compañia de Sancho;
-pero debo al uno por mercedes recebidas, y al otro por fidelisimos
-servicios, toda buena correspondencia y paga. ¡A fe que me la dió,
-dixo Sancho, bonisima! Tal se la dé Dios á v. m. y á sus huesos. ¿Que
-le deben los mios, señor, para molermelos á palos al amanecer? que ni
-soy yo Bramidan ni Parteyunques; bramidos sí que los dan todos mis
-miembros al cielo, cansados de verse molidos, ya en castillos, ya por
-caminos y ya en melonares. Esa es mi quexa, dixo don Quixote, hijo
-Sancho: ¿que es posible que á tí te ha ahora aporreado el desaforado
-Bramidan? ¡Oh perro, vil, soez y de ruin ralea, que en mi fidelisimo
-escudero has puesto las manos! Por todos los doze signos del zodiaco
-te juro que me lo has de pagar al momento. Iba en esto á segondar
-los palos en los pajes con una furia infernal; pero baxandose por
-la escalera ellos, y deteniendole don Alvaro á él, hubo de dar los
-golpes en vazio; y asi, con esto y con la impaciencia de Sancho, que
-se daba á treinta mil dia<span class="pagenum" id="Page_102">p.
-102</span>blos de ver que su amo, despues de haberle muy bien
-aporreado, echaba la culpa á Bramidan, vino á dezir á don Alvaro con
-mucha humildad don Quixote: En trance tan preciso, negocio tan arduo,
-peligro tan grave y suceso tan estraño, déme v. m. el consejo que le
-pareciere será bien siga: que no saldré dél un punto. Más de espacio,
-dixo don Alvaro, se ha de hazer la consulta de tan inaudito caso; y
-asi, hasta el debido tiempo; y hasta saber con resolucion deste mal
-gigante, y la que ha tomado acerca de si saldrá ó no á la plaça, me
-pareze debe v. m. recogerse en su aposento, sin mostrarse en publico,
-para más asegurarle; que en lo demas yo haré los ofizios que debo en
-buscarle y espiarle, y lo mismo hará Sancho por su parte; que harto
-por contento se debe v. m. tener por ahora de haberle ahuyentado y
-obligado á que se dexase en su poder ese guante, que será perpetuo
-testigo asi de su cobardia como del valor dese braço. Pareciole bien
-á don Quixote el consejo; y sin mas replicar se entró en su aposento,
-adonde volviendose á desarmar, se acostó muy satisfecho de la
-vitoria alcançada. Cerrole la puerta don Alvaro para más asegurarle;
-y estandolo de que no podia salir, llamó á los pajes, que estaban
-no poco desatinados de la pesada burla; y consolandolos lo mejor
-que pudo, con representacion de que no habia que hazer caso ni que
-quexarse de cosas de un loco, sino guardarse dél y dellas, les mandó
-se vistiesen para acompañarle fuera de la casa los que estaban menos
-descalabrados para poderlo hazer. Entrose, hecho esto, en un aposento
-á vestirse, y mandó á Sancho trujese en él su ropa, de aquel en que
-habia dormido, porque queria le hiziese compañia y le entretuviese
-en él mientras se vestia, pues podria hazer él alli lo proprio; pero
-estaba Sancho tan medroso, que le dixo: V. m. perdone; que por las
-encias, barbas y huesos de mi rucio le juro de no entrar más en ese
-aposento ni tomar la ropa que tengo en él en todos los dias de mi
-vida, aunque sepa andarme en cueros; que más valia nuestro padre
-Adan, y lo andaba. ¡Cuerpo de mi sayo! Habiendome sucedido dentro lo
-que me ha sucedido, ¿quiere v. m. que en entrando vuelva otra vez
-mi amo hecho un Roldan, y me acabe de moler por el lado derecho,
-como ha hecho por el izquierdo, para igualar la sangre, pensando que
-otra vez ha vuelto á revestirse en mí Parteyunques? Bonita ha sido
-la burla: yo se la daré á v. m. de cuatro la una, que se ponga en
-mi lugar en mi cama, y sufra de mi amo lo que yo he sufrido: harto
-hago en no salirme luego de casa y dexarle; pero no quiero perder
-lo que tengo ganado por mi buena lança (ó por la mala de mi amo,
-que mala se la dé Dios), que es el gobierno de la primera peninsula
-que conquistará, que tantos dias há me<span class="pagenum"
-id="Page_103">p. 103</span> ha ofrecido. Riose don Alvaro infinito
-de su simplicidad y miedo; y entrando él mismo en el aposento, le
-arrojó afuera la ropa, la cual tomandola Sancho baxo el sobaco, se
-entró con don Alvaro en su aposento, siguiendole y vistiendose dentro
-con la misma sorna que lo iba haziendo don Alvaro; pero iba diziendo
-tantas simplicidades todo el dicho tiempo, que aunque duró más de
-hora y media detenerse ambos dentro, se le hizo un instante á don
-Alvaro. Apenas se habia acabado de vestir y salir del aposento para
-tratar de hazerlo de casa, con fin de ir á la de don Carlos á darle
-cuenta de la sucedida aventura y á reir della con él, tomando ocasion
-para nuevos entretenimientos del desvanecimiento de don Quixote,
-en materia de tener ojeriza con Bramidan, cuando vió subir por la
-escalera de su casa al secretario de don Carlos, autor de la burla
-primera, que venia de parte de su amo, bien ageno desta, á tratar con
-él de una ida que á la corte se le ofrecia de repente, para concluir
-el casamiento de su hermana con un titular de la Camara, deudo suyo,
-por cartas que para emprenderla acababa de recebir con un proprio.
-Holgose don Alvaro con la nueva por ser de tanto gusto para su amigo,
-y tambien porque se le ofrecia la mejor compañia que podia desear
-para su vuelta hasta la corte, que pensaba hacer luego; y despues
-de haber hablado en este negocio y de cosas concernientes á él, le
-dixo: El mayor inconveniente que hallo para efectuar mi partida, es
-el no saber como desembaraçarme de don Quixote; porque es imposible
-yendo con él ir con la diligencia necesaria, pues á cada paso se les
-ofreceran aventuras y historias que habran menester muchos dias para
-reirlas y apaciguarlas, como la que ahora se le acaba de ofrecer, la
-más donosa del mundo, con que me ha dado tanto que reir á mi como
-á otros que llorar:—y contandosela muy por extenso, se hizo cruzes
-el secretario del disparate, y eso mismo le dió pie para dezirle:
-Antes es de importancia que demos orden, si á v. m. le parece, que
-pieça tan singular y que es tan de rey, entre por nuestra industria
-en la corte para regocijarla; y eso habemos de procurar todos. No
-holgaria yo poco, dixo don Alvaro, de que él allá llegase, como
-fuese yendo por diferente camino, y no con nosotros, sino de suerte
-que hiziese el viage á su modo con Sancho, de manera que cuando
-llegasemos allá, ó dentro de breves dias, topasemos con él para
-darle á conozer. Traça se me ofrece á mi luego, dixo el secretario,
-para hazer se haga todo muy á nuestro gusto, y más ahora que él está
-con la quimera de que Bramidan se le ha escapado de miedo por los
-pies; y para efectuarla, dexeme v. m. disfraçar y poner en trage de
-negro; que con él entraré delante de todos los<span class="pagenum"
-id="Page_104">p. 104</span> de casa á darle un recado, como criado
-del mismo Bramidan, desafiandole con él de su parte, para que dentro
-de cuarenta dias, so pena de cobarde, se presente en la corte á
-ejecutar en ella la batalla y desafio aplaçado, atento que no tiene
-para él por seguro este lugar, donde tiene tantos amigos, padrinos
-y aficionados. Pareció tan aguda la invencion á don Alvaro, que
-alabando por ella al secretario, le rogó se entrase luego en su
-aposento para hazer el disfraz de la suerte que mejor le pareciese.
-Hizolo asi en un instante, porque halló muy á mano en él cuanto podia
-desear para el efeto. Disfrazado pues y salido á la sala, llamó don
-Alvaro á todos sus criados, con uno de los cuales envió á sacar de la
-cocina tambien á Sancho, que ya estaba en ella dando buenos dias á
-sus tripas con lo que le habia ofrecido el cocinero coxo, compadecido
-en parte de la lastima con que le habia contado los palos que su amo
-le habia dado porque por ilusion del demonio le habia topado en su
-cama en figura de Bramidan; y subido él y puesto al lado dellos, que
-no sabiendo el misterio, estaban pasmados de ver aquel hombre vestido
-con una ropa de terciopelo negro, y debaxo della una calça de color
-de obra, con bonete muy adereçado de camafeos y plumas, cargado el
-cuello de cadenas y joyas, con dorados tiros y espada, grande cuello,
-y el rostro tiznado todo, y lo mesmo las manos, llenos sus dedos de
-sortijas y anillos, y estaba en fin tal, que parecia un rey negro
-de los que pintan en los retablos de la Adoracion, dixo don Alvaro:
-Ahora que hay testigos, y tan abonados, podreis, noble mensagero,
-dezir quien sois y lo que quereis. Al invicto principe manchego don
-Quixote, replicó el secretario, busco, á quien traigo una importante
-embaxada, y sé que posa en este gran palacio. Si posa, añadió don
-Alvaro, y en este cuarto le podreis hablar. Y abriendo luego la
-puerta del aposento de don Quixote, le entró en él con todos los
-demas, diziendo: Aqui tiene v. m., señor don Quixote, un embaxador de
-no sé que principe:—y dicho esto, levantó don Quixote la cabeça, y
-visto el negro, le preguntó que embaxada tenia y de parte de quien,
-diziendo todo esto con voz desentonada. El secretario respondió:
-¿Eres tu por ventura el Caballero Desamorado? Ese soy yo, replicó
-don Quixote: ¿que es lo que quieres? Caballero Desamorado, dixo
-luego con grande boato el secretario, Bramidan de Tajayunque, rey
-potentisimo de Chipre y señor mio, me envia á tí, principe, para que
-te haga saber como se le ha ofrecido cierta aventura de ayer acá en
-la corte del rey de España, á la cual no puede dexar de acudir luego;
-y en parte huelga dello, por sacarte para el desafio en la plaça
-mayor de Eu<span class="pagenum" id="Page_105">p. 105</span>ropa,
-y donde tengas menos padrinos que tendrias en la desta ciudad; para
-aquella pues te desafia y reta, con plaço de que vayas de comparecer
-en ella armado de todas armas dentro de cuarenta dias; que alli
-quiere probar si todas las cosas que el mundo publica y dize de tí
-son verdaderas, pues confirmará tu opinion el animo que mostrares en
-no faltar á tan precisa obligacion y justo reto: donde no, irá por
-todos los reinos y provincias del orbe publicando tu cobardia y la
-poca opinion que mereces por eso: ocasion se te ofrece de aumentarla,
-lo que no creo que hagas, peleando con un principe de las fuerças
-que tiene mi rey, y en puesto en que, saliendo con vitoria, seran la
-nobleza de España testigos de como quedas por legitimo rey y señor
-por la fuerça de tu invencible espada, del ilustre y ameno reino de
-Chipre, en el cual podrás hacer gobernador de Famagusta ó Belgrado,
-que son las dos principales ciudades suyas, á un fiel escudero que
-me dizen tienes, llamado Sancho Pança, proprio por su buen natural
-y escuderil vigilancia, para regirlas, pues en ellas se crian los
-fertiles arboles que producen las sabrosas albondiguillas y dulces
-pellas de manjar blanco. Sancho, que habia estado escuchando al
-mensagero, haziendosele la boca agua de oir nombrar albondiguillas y
-manjar blanco, le dixo: Digame, señor negro (¡asi tales pascuas le
-dé Dios como él tiene la cara!), esas dos benditas ciudades de Buen
-grado y Fambre ajusta ¿estan pasado más allá de Sevilla y Barcelona
-ó desta otra parte hazia Roma y Constantinopla? que daria un ojo de
-la cara porque nos partiesemos luego para ellas. ¿Por ventura, dixo
-el secretario, sois vos el escudero del Caballero Desamorado? El
-entonzes, poniendose muy derecho, haziendo piernas y adereçandose
-los bigotes, le dixo con voz arrogante, soñandose ya por gobernador
-de Chipre: Soberbio y descomunal escudero, yo soy ese por quien
-preguntas, como se echa de de ver en mi filosomococia. Aqui se le
-agotó á don Alvaro todo el sufrimiento de disimulacion que habia
-tenido, y hubo de volver el rostro diziendo: ¡Oh mi don Carlos, y
-que paso te pierdes! Disimuló cuanto pudo con todo eso la risa, y
-prosiguió el secretario diziendo: Respondeme con brevedad, Caballero
-Desamorado, porque tengo de alcançar al gigante mi señor, que va ya
-camino de Madrid con mucha prisa. Tal se la han dado mis manos, dixo
-don Quixote, para no ir por la posta; pero decidle que vaya seguro
-de que acudiré dentro del aplaçado tiempo; que las mismas manos y
-brios me terné alli que he tenido aqui esta madrugada; pero bien haze
-de dilatar la batalla cuarenta dias, para tener siquiera esos de
-vida quien la ha tenido tan<span class="pagenum" id="Page_106">p.
-106</span> jugada poco ha. Id con esto en paz, y agradeced sois
-mensagero, y por serlo teneis salvoconducto, segun buenas leyes, en
-todas las naciones, por más contrarias que sean; que si no, sobre mi
-que pagarades la traicion de vuestro amo y el mal tratamiento que
-ha hecho á mi fiel escudero cogiendole durmiendo. El secretario se
-despidió medio riendo, y á la que llegaba á la puerta del aposento,
-le llamó Sancho, diziendo: ¡Ah señor negro! por los palos que dize
-mi amo que el suyo me dió, lo cual no creo, que me diga si el
-gobernador de esas ciudades, que tengo de ser yo, es señor disoluto
-de todas esas albondiguillas que dize. Sí, hermano, respondió el
-secretario. Pues andad con Dios, dixo Sancho; que presto iremos allá
-mi señor y yo con Mari-Gutierrez, que es mi muger, como saben Dios
-y todo el mundo. Bien podeis, dixo el secretario; que tambien ha de
-gobernar con el que rige la tierra, la muger suya á las mugeres de
-Chipre. Par diez, dixo Sancho, mi muger no sabrá gobernar más que
-mi rucio; y más, que si yo me empiezo á entretener entre aquellas
-alhondiguillas, no se me acordará más de la gobernaduria, que si no
-naciera para ello. Fuese el secretario, y volviendose al aposento
-de don Alvaro, se desnudó y lavó y volvió á vestir sus vestidos sin
-que los criados lo echasen de ver; porque de industria su amo los
-habia entretenido con Sancho y don Quixote, hablando de la embaxada
-y haziendo mil disparatados discursos y traças sobre ella, hasta
-que le pareció habria tenido tiempo el secretario de hazer lo que
-habemos dicho hizo, y de volverse á su casa á dar cuenta de todo á
-don Carlos, como realmente lo habia ya hecho. Desde este dia siempre
-daba Sancho prisa á su amo que fuesen á Chipre, y cada mañana se
-levantaba con esta oracion, hasta que le dixo don Quixote que no
-podia ir allá sin matar primero en publica batalla, en la plaça
-de Madrid, al gran Tajayunque, rey de aquel reino. Don Alvaro se
-fue á ver con don Carlos, y á tratar asi de la partida como de los
-dislates de don Quixote, y de la determinacion con que quedaba por
-la embaxada del negro escudero de Tajayunque; y concertados de que
-se partirian ambos con los demas caballeros granadinos amigos suyos
-dentro de dos dias, se volvió á casa á dar calor á la partida de don
-Quixote, para desembaraçarse dél. Llegó de vuelta á casa y habló en
-ella á don Quixote, y aprestaron su viage con tanta diligencia, que
-poca necesidad tuvo de valerse de la suya don Alvaro para despedirle;
-porque en viendole, le dixo don Quixote: No permite mi reputacion,
-señor don Alvaro, que me detenga más de un dia en esta ciudad; sino
-que me es forçoso salir luego della, y ir á los alcançes de<span
-class="pagenum" id="Page_107">p. 107</span> mi soberbio contrario: v.
-m. me tenga por excusado, si con tan pocos cumplimientos agradezco
-las mercedes recebidas; pero viva seguro de que por ellas tendrá
-en mí un alquitran de sus enemigos, un rayo de sus emulos, y mil
-Hercules, Hectores y Aquiles en este braço invencible, para castigar
-las injurias que solo con el pensamiento le hizieron los que mal
-le procuraren, aunque sean los mesmos gigantes que fundaron la
-torre de Babilonia, si de nuevo volviesen á resucitar solo para
-ello. Y volviendose á Sancho, le dixo: Ea, Sancho, ensilla presto á
-Rocinante, pues te va tanto á tí en la brevedad del negocio como á
-mí, por la feliz gobernacion que esperas. Sí espero, dixo Sancho;
-pero tambien nos espera abaxo una muy buena comida, y no es razon
-perderla, ni hacer agravio de no comerla al cocinero coxo, mi grande
-amigo, que por mi respeto me dixo denantes la ha adereçado con la
-mayor elegancia y policia que pueden imaginar cuantas imagenes hay
-en las boticas y tiendas de todos los pintores del nuevo mundo; y á
-fe que por ello le he ya ofrecido llevar á Chipre, y helle allá rey
-de los cocineros y adelantado de las cazuelas, pues es más sabio
-en cosas de platos, que lo fue Platon ó Pluton, ó como diablos le
-llaman los boticarios. Alabó mucho don Alvaro el parecer de Sancho, y
-asi, mandó poner las mesas por su voto; que si aguardaran el de don
-Quixote en esta parte, jamas se tratara de comer. Hizieronlo todos
-juntos con gusto luego, dandoles una muy buena comida el cocinero,
-que estaba prevenido de que lo hiziese, porque aguardaba don Alvaro
-nuevos convidados y de consideracion, si bien despues se le quedó
-con ellos don Carlos cuando fue á visitarle, porque ya los halló con
-él tratando de su partida, cuya nueva se iba publicando. Acabado de
-comer, ensilló Sancho á Rocinante y armó á su amo, el cual subiendo
-con lança y adarga luego á caballo, se salió de casa con una presteza
-increible, despedido de don Alvaro con esperanças de verle en la
-corte, adonde le habia ofrecido acudir para apadrinarle sin falta
-en el desafio. Enalbardó tambien Sancho á su jumento, y echando en
-sus alforjas, por mandado de don Alvaro, los relieves de pan y carne
-que de la mesa habian sobrado, que no eran pocos, envueltos en una
-toalla, se despidió con mil aleluyas, disparates y promesas de su
-gobernacion de Chipre, de amo y criados, y tras esto cargó al rucio
-de las alforjas y maleta y de sus repolludos cuartos, arreandole á
-prisa para ir, como él dezia, en busca de su señor don Quixote y en
-alcançe del soberbio Bramidan.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_14">
- <p><span class="pagenum" id="Page_108">p. 108</span></p>
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XIV</h2>
- <p class="subh2h">De la repentina pendencia que tuvo Sancho Pança
- con un soldado que, de vuelta de Flandes, iba destroçado á Castilla
- en compañia de un pobre ermitaño.</p>
-</div>
-
-<p>No pudo Sancho alcançar á su amo, por mucha diligencia que se dió
-para hazello, hasta á la salida de la ciudad, donde le halló parado
-frontero á la Aljaferia, que, de corrido de la grita de los muchachos
-que llevaba tras sí, no se atrevió irle aguardando; pero hizolo en
-dicho puesto, seguro dellos, con la compañia de un pobre soldado y
-venerable ermitaño, que iban á Castilla y Dios le deparó, con quienes
-le halló hablando. Iban ambos á pie, y empeçaron á caminar viendo lo
-hazia don Quixote luego que llegó Sancho, el cual se maravilló de
-verle platicar con mucha atencion con el soldado, preguntandole de
-donde venia, coligiendolo de que oyó dezir al soldado venia de servir
-á su magestad en los estados de Flandes, donde le habia sucedido
-cierta desgracia, la cual le forçó á salir del campo sin licencia y
-que en los confines de los estados y del reino de Francia le habian
-desbalijado ciertos fragutes, y quitado los papeles y dineros que
-traia. ¿Cuantos eran ellos? dixo don Quixote. Cuatro, respondió él,
-y con bocas de fuego. Salió Sancho, oyendo la respuesta, diziendo:
-¡Oh hi de puta, traidores! ¿y bocas de fuego traian? Yo apostaré que
-eran fantasmas del otro mundo, si ya no eran animas del purgatorio,
-pues que dezis que echaban fuego por las bocas. Volvió el soldado á
-mirar á Sancho, y como le vió con las barbas espesas, cara de bobo,
-y rellanado en su jumento, pensando que era algun labrador zafio
-de las aldeas vecinas, y no criado de don Quixote, le dixo: ¿Quien
-le mete al muy villano en echar su cucharada donde no le va ni le
-viene? Yo le voto á tal que le dé, si meto mano, más espaldaraços
-que cerdas de puerco espin tiene en la barba; que no debe de saber
-tengo yo más villanos como él apaleados, que he bebido tragos de
-agua desde que naci. Sancho, que oyó lo que el soldado habia dicho,
-dando muchos palos á su asno, arremetió para él con intento de
-atropellarle, diziendo: Vos sois el puerco espin y medio celemin, y
-el tragador de puercos espines y medios celemines. El soldado, que no
-sabia de burlas, metió mano, y sin que el ermitaño ni don Quixote lo
-pudiesen estorbar, le dió media dozena de espaldaraços, y asiendole
-de un pie, le echó del asno abaxo; y prosiguiera en darle de cozes
-si don Quixote no se pusiera en medio; el cual, dando con el cuento
-del lançon al soldado en los pechos le dixo: Teneos, mucho<span
-class="pagenum" id="Page_109">p. 109</span> enhoramala para vos,
-y tened respeto siquiera á que estoy yo presente, y que este moço
-es mi criado. El soldado, reportandose, dixo: Perdone v. m., señor
-caballero; que no entendi que este labrador era cosa suya. Ya se
-habia Sancho levantado en esto, y con un gentil guijarro que habia
-cogido del suelo començó á dezir á grandes vozes: Quitese, mi señor
-don Quixote, de delante y apartese, dexandome solo con él; que yo le
-haré, de la primera pedrada, que se acuerde de la grandisima puta que
-le parió. El ermitaño se asió dél, y no podia detenerle, segun estaba
-de colerico. Mas ya que reportó su furia un poco, dixo: ¡Cuerpo de
-mi sayo, señor don Quixote! yo ¿no le dexo á v. m. en sus aventuras,
-sin hazerle ningun estorbo? Pues ¿por que, siendo asi, no me dexa á
-mi tambien con las que Dios me depara? ¿Como quiere que aprenda yo
-á vencer los gigantes? Y aunque este picaro no lo es, bien sabe v.
-m. que en la barba del ruin se enseña el barbero. El ermitaño dixo:
-Hermano, no haya más por caridad; soltad la piedra. Sancho respondió
-que no queria si primero aquel jayan no se daba por vencido. Llegó al
-soldado el ermitaño, diziendo: Señor soldado, este labrador es medio
-tonto, como ha podido colegir de sus razones; no haya más, por amor
-de Dios. Digo, señor, dixo el soldado, que yo quiero ser su amigo,
-por mandarlo su reverencia y este señor caballero. Llegaronse todos
-á Sancho, y dixo el ermitaño: Ya este soldado se da por vencido,
-como v. m. quiere; solo falta sean amigos, y que le dé la mano.
-Quiero pues antes, y es mi voluntad, respondió Sancho, ¡oh soberbio y
-descomunal gigante, ó soldado, ó lo que diablos fueres! ya que te me
-has dado por vencido, que vayas á mi lugar y te presentes delante de
-mi noble muger y fermosa señora, Mari-Gutierrez, gobernadora que ha
-de ser de Chipre y de todas sus alhondiguillas, á quien ya sin duda
-debes de conocer por su fama; y puesto de rodillas delante della, le
-digas de mi parte como yo te venci en batalla campal; y si tienes
-por ahi á mano ó en la faltriquera alguna gruesa cadena de hierro,
-pontela al cuello para que parezcas á Ginesillo de Pasamonte y á los
-demas galeotes que envió mi señor Desamorado, cuando Dios quiso que
-fuese el de la Triste Figura, á Dulcinea del Toboso, llamada por su
-propio nombre Aldonza Lorenço, fija de Aldonza Nogales y de Lorenço
-Corchuelo:—y volviose, dicho esto, á don Quixote, diziendo: ¿Que le
-parece, señor don Quixote, á v. m.? ¿Hanse de her desta manera las
-aventuras? ¿Parecele que les voy dando en el hito? Pareçeme, Sancho,
-dixo don Quixote, que el que se llega á los buenos ha de ser uno
-dellos, y quien anda entre leo<span class="pagenum" id="Page_110">p.
-110</span>nes á bramar se enseña. Eso sí, dixo Sancho; pero no á
-rebuznar quien va entre asnos; que de otra suerte, dias ha que podria
-ser yo maese de capilla de semejantes monacillos, segun ha tiempo
-que ando con ellos; pero he aqui la mano con el diablo: tomela con
-mucha alegria y vanagloria, señor soldado, y seamos amigos usque ad
-mortuorum; y en lo de la ida al Toboso á verse con mi muger, yo le
-doy licencia para que lo dexe por ahora. Y abraçandole, sacó de las
-alforjas un pedazo de carnero fiambre de los relieves que traia en
-ellas, y se le dió; y el soldado, con un çoquete de pan que tenia
-guardado en la faltriquera, refociló su debilitado estomago. Subio
-luego Sancho en su rucio, y començaron á caminar todos poco á poco;
-y don Quixote dixo á Sancho: Reflexion he estado haziendo, hijo
-Sancho, de lo que acabo de ver has hecho agora; y dello colijo que
-con pocas aventuras destas te podras graduar meritisimamente de
-caballero andante. ¡Oh cuerpo de Aristoteles! dixo Sancho, jurole
-por el orden de escudero andante que recebi el dia que mantearon mis
-güesos á vista de todo el cielo y de la honestisima Maritornes, que
-si v. m. me diese cada dia dos ó tres dozenas de liciones en ayunas,
-que está el ingenio más quillotrado, de lo que tengo de her, que me
-obligase dentro de veinte años á salir tan buen caballero andante
-como le haya de Zocodover al Alcana de la imperial ciudad de Toledo.
-El soldado y ermitaño començaron á ir conociendo el humor de los
-compañeros con quien iban. Pero al fin don Quixote los convidó á
-cenar aquella noche y otras dos que anduvieron juntos y poco á poco,
-hasta tanto que cerca de Ateca les dixo á boca de noche: Señores, yo
-y Sancho, mi fiel escudero, tenemos de ir forçosamente esta noche á
-alojar en casa de un amigo clerigo: vs. ms. se vengan con nosotros;
-que él es hombre de tan buenas entrañas y tan cumplido, que á todos
-nos hará merced de recebir y dar posada. Como iban los dos tan flacos
-de bolsa, acetaron facilmente el envite; y asi se fueron juntos para
-el lugar; y don Quixote preguntó, antes de llegar á él al ermitaño
-como se llamaba; el cual le respondió que su nombre era fray Esteban,
-y que era natural de la ciudad de Cuenca, y por habersele ofrecido
-cierto negocio, habia ido forçosamente á Roma; que ya se volvia á
-su tierra, donde seria bien recebido, y podria ser ocasion en que
-le pagase en ella la merced que le hazia en este camino. El soldado
-le dixo luego, preguntado tambien de su nombre, que se llamaba
-Antonio de Bracamonte, natural de la ciudad de Avila y de gente
-ilustre della. Tras lo cual llegaron juntos al lugar, y fueronse
-derechamente en casa de mosen<span class="pagenum" id="Page_111">p.
-111</span> Valentin; y llegando á su puerta, se apeó Sancho de su
-asno, y entrando en el çaguan, començó á dar vozes, diziendo: ¡Ah
-señor mosen como se llama! aqui estan sus antiguos huespedes, que
-vuelven á herle toda merced y honra, como se lo rogó hiziesen cuando
-ibamos á las justas reales de Çaragoça. Salió la ama á las vozes con
-un candil en la mano, y como conoció á Sancho, entró corriendo á su
-amo, diziendole: Salga, señor; que aqui está nuestro amigo Sancho
-Pança. Salió el clerigo con una vela en la mano; y como vió á don
-Quixote y á Sancho, que ya estaban apeados, diola á la ama, y fuese
-para don Quixote y abraçandole, le dixo: Bien sea venido el espejo
-de la caballeria andantesca con el bueno y fiel escudero suyo Sancho
-Pança. Don Quixote le abraçó tambien, diziendo: A mí me pareció,
-señor licenciado, que fuera cometer un grave delito, si pasando por
-este lugar, no viniera á posar y recebir merced en su casa con estos
-reverendo y señor soldado, que conmigo vienen haziendome bonisima
-compañia. A la cual respondió mosen Valentin, diziendo: Aunque yo
-no conozca á estos señores sino para servirles, basta venir con
-v. m. para que les haga el servicio que pudiere. Y volviendose
-á Sancho, le dixo: Pues, Sancho, ¿como va? Bien á su servicio,
-respondió Sancho. Pero la mula castaña de su merced ¿está buena? que
-me dixeron personas de mucho credito en Çaragoça, que habia estado
-malisima de ciatica y pasacolica, de una gran colera que habia tomado
-con el macho del medico, y que á causa deso no podia atravesar
-bocado de pan. Mosen Valentin se riyó mucho y le respondió: Ya le
-pasó esa indisposicion y enojo, y está ahora bonisima y á vuestro
-servicio, besandoos las manos por el cuidado. Y tras esto dixo á
-los huespedes: Entren todos vs. ms. en mi aposento, y adereçarse
-ha, mientras reposan en él, de cenar. Entraron todos; y el buen
-mosen Valentin hizo adereçar una muy buena cena, regalando á don
-Quixote y á los huespedes con mucho amor y voluntad. Servia Sancho
-á la mesa, sin desembaraçar jamas el pajar, porque siempre traia la
-boca llena; al cual dixo mosen Valentin: ¿Que es de aquella joya,
-hermano Sancho, que me prometistes traer de las justas de Çaragoça?
-¡Asi cumplen su palabra los hombres de bien! Se lo prometo á v. m.,
-dixo Sancho, que si hubieramos muerto aquel gigantazo del rey de
-Chipre, Bramidan, que yo se la hubiera traido tal y tan buena como
-la hayan tenido gigantes en este mundo; pero yo creo que antes de
-muchos dias llegaremos á Chipre, que ya no puede estar muy lejos; y
-matandole, dexeme á mi el cargo. ¿Que gigante es ese, preguntó mosen
-Valentin, ó que Chipre? ¿Es por desgracia como<span class="pagenum"
-id="Page_112">p. 112</span> la aventura del morisco melonero, que
-los dias pasados llamabades Vellido de Olfos? Y tomando la mano don
-Quixote para responderle, contó punto por punto lo que en Çaragoça
-les habia sucedido con el gigante en casa de don Carlos, juez de la
-sortija en que él ganó en publica plaça unas agujetas del cuero del
-ave fenix, y lo que despues á la madrugada le habia sucedido con el
-mismo gigante Bramidan en la posada de su amigo don Alvaro Tarfe, la
-cual habia escalado por encantamiento para matarlos á todos dentro
-della á traicion, y excusar asi el haber de salir al desafio que con
-él tenia aplaçado para la tarde del mismo dia en la plaça del Pilar,
-de donde temia habia de salir vencido; pero saliolo, si no de la
-plaça dicha, á lo menos de la posada de don Alvaro, en la cual le
-di mil lançadas y palos. A mis costillas las dió ¡cuerpo non de mis
-çaragüelles! dixo Sancho, y muy buenos. Este fue, Sancho, el gigante,
-replicó don Quixote, que no pudiendose volver al asno, se volvió á
-la albarda. Es verdad que al asno no pudo llegar, porque estaba en
-la caballeriza, añadió Sancho; pero ¡pluguiera á Dios hubiera yo
-tenido encima la albarda cuando me dió los palos el gigante, v. m., ó
-la puta que los parió á ambos, como la tuve cuando venimos desde el
-melonar, bien aporreados, hasta esta misma casa santa y sacerdotal,
-huerfanos, yo de mi rucio, y v. m. de Rocinante! Celebraron todos
-las verdaderas simplicidades de Sancho; y mosen Valentin, como ya
-conocia el humor de don Quixote, cayó en cuanto podia ser, y dixo
-al ermitaño y soldado: Que me maten si algunos caballeros de buen
-gusto no han hecho alguna invencion de gigante para reir con don
-Quixote. Oyolo Sancho, que estaba tras su silla, y dixo: No, señor,
-no crea tal; que yo mesmo le ví, por estos ojos que saqué del vientre
-de mi madre, entrar por la sala de don Carlos; y más, que le traen
-las armas cinco ó seis dozenas de bueyes en carros, y la adarga es
-una grandisima rueda de molino, segun él mismo dixo; y es imposible
-mienta un tan gran personage, de quien se lee en las mapamundis se
-come cada dia seis ó siete hanegas de cebada. Acabaron de conocer
-en esto el soldado y ermitaño que don Quixote era falto de juizio,
-y Sancho simple de su naturaleça; y viendolos mosen Valentin mirar
-con mucha atencion á don Quixote, dixo al soldado le hiziese merced
-de dezirle su patria y nombre, todo á fin de divertir las locuras
-y quimeras que temia de don Quixote, si continuaban en darle pie.
-El soldado, que tenia tanto de discreto y noble, cuanto de platica
-militar, conoció luego el blanco á que tiraba con la pregunta su
-cortes huesped, y asi dixo: Yo soy, señor mio, de la ciudad de
-Avila,<span class="pagenum" id="Page_113">p. 113</span> conocida y
-famosa en España por los graves sugetos con que la ha honrado y honra
-en letras, virtud, nobleza y armas, pues en todo ha tenido ilustres
-hijos. Vengo ahora de Flandes, adonde me llevaron los honrados
-deseos que de mis padres heredé, con fin de no degenerar dellos,
-sino aumentar por mí lo que de valor y inclinacion á la guerra me
-comunicaron con la primera leche; y aunque v. m. me ve desta manera
-roto, soy de los Bracamontes, linage tan conocido en Avila, que no
-hay alguno en ella que ignore haber emparentado con los mejores que
-la ilustran. ¿Hallose, dixo mosen Valentin, v. m. acaso en Flandes
-cuando el sitio de Ostende? Desde el dia en que se començó, dixo
-el soldado, hasta el en que se entregó el fuerte, me hallé señor,
-alli; y aun tengo más de dos balazos, que podria mostrar, en los
-muslos, y este hombro medio tostado de una bomba de fuego que arrojó
-el enemigo sobre cuatro ó seis animosos soldados españoles que
-intentabamos dar el primer asalto al muro, y no fue poca ventura no
-acabarnos. Mandó, acabada la cena, mosen Valentin alçar la mesa; y
-tras esto, el y don Quixote, que començó á gustar de la miel de la
-batalla y asalto, cosas todas muy conformes á su humor, rogaron al
-soldado les contase algo de aquel tan porfiado sitio; el cual lo hizo
-asi con mucha gracia; porque la tenia en el hablar, asi latin como
-romance. Mandó antes de empezar tender sobre la mesa un ferreruelo
-negro, y que le traxesen un pedaçito de yeso; y traido, les dibuxó
-con él sobre la capa el sitio del fuerte de Ostende, distinguiendo
-con harta propriedad los puestos de sus torreones, plataformas,
-estradas encubiertas, diques y todo lo demas que le fortificaba, de
-suerte que fue el verlo de mucho gusto para mosen Valentin, que era
-curioso: dixoles tras esto de memoria los nombres de los generales,
-maestres de campo y capitanes que sobre el sitio se hallaron, y el
-numero y calidad de las personas que, asi de parte del enemigo como
-de la nuestra, alli murieron, que por no hazer á nuestro proposito,
-no se dizen aqui: solo referiremos lo que de Sancho Pança cuenta la
-historia en esta parte, y es que, como hubiese escuchado con mucha
-atencion lo que el soldado dezia de Ostende, y como era tan fuerte,
-y que nos habia muerto tantos maestres de campo y un numero infinito
-de soldados, y que costó el ganarle tanto derramamiento de sangre,
-salió tan á desproposito como solia, diziendo: ¡Cuerpo de quien me
-hizo! ¿Y es imposible que no hubiese en todo Flandes algun caballero
-andante que á ese bellaconaço de Ostende le diera una lançada por
-los ijares y le pasara de parte á parte, para que otra vez no se
-atreviera á hazer tan grande<span class="pagenum" id="Page_114">p.
-114</span> carniceria de los nuestros? Dieron todos una gran risada,
-y don Quixote le dixo: ¿Pues no ves, animalazo, que Ostende es una
-gran ciudad de Flandes puesta á la marina? Hablara yo para mañana,
-dixo Sancho: par diez, que pensé que era otro gigantazo como el rey
-de Chipre que vamos á buscar á la corte, donde le toparemos, si ya
-no es que de miedo nos huya por arte de encantamiento; que ya todas
-nuestras cosas ha dias que van tan encantadas, que temo que no se
-nos encante alguna vez el pan en las manos, la bebida en los labios,
-y todas las bascosidades, cada una en el baul en que la depositó
-naturaleza. Mosen Valentin, interrumpiendo la platica, se levantó
-de la mesa, por parecerle se hazia tarde, y que si se daba lugar
-á las preguntas y respuestas de amo y escudero, habria para mil
-noches; y asi les dixo: Señores, vs. ms. vienen cansados, y pareceme
-será hora de reposar: el señor don Quixote ya de la otra vez sabe
-el aposento en que lo ha de hazer; este señor y el reverendo, pues
-son compañeros de camino, no se les hará mal de serlo esta noche de
-cama, pues la falta dellas me obliga á suplicarselo; Sancho con esta
-candela vaya y desarme á su amo, y despues subase á su camaranchon; y
-finalmente vamonos todos á dormir. Fuese Sancho alumbrando á su amo,
-y el soldado y ermitaño siguieron á mosen Valentin, que asiendoles
-por la mano, les paseó un breve rato por la sala, contandoles todo
-lo que la otra vez le habia pasado con don Quixote, de que quedaron
-maravillados; pero no tanto cuanto lo quedaran á no haberle visto
-hazer de Çaragoça hasta alli, por los caminos y en todas las posadas,
-cosas que un insensato no las hiziera, poniendoles con ellas y con
-sus desaforadas palabras en mil contingencias á cada paso. Con
-todo, quedaron de comun acuerdo de procurar probar con todas sus
-fuerças por la mañana si le podrian reducir á que dexase aquella
-vanidad y locura en que andaba, persuadiendole con razones eficaces
-y cristianas lo que le convenia y dexarse de caminos y aventuras, y
-volverse á su tierra y casa, sin querer morir como bestia en algun
-barranco, valle ó campo, descalabrado ó aporreado. Reposaron la noche
-con harta comodidad todos, y venida la mañana, apretaron el negocio
-de la reduccion de don Quixote; pero todo fue trabajar en vano; antes
-le dieron motivo sus amonestaciones á que se levantase más temprano
-(que en la cama le cogieron para con más quietud poderle hablar), y
-mandase, como mandó, con mucho ahinco á Sancho ensillase á Rocinante,
-queriendose partir sin desayunarse; y viendo mosen Valentin que
-era perder tiempo el darle consejo, hubo de callar; y dandoles de
-almorzar á todos, dió á don Quixote ocasion de<span class="pagenum"
-id="Page_115">p. 115</span> hazer lo que deseaba, que era salir de
-su casa, como lo hizo, con los demas, despedidos todos primero con
-mucho comedimiento del honrado clerigo y de su ama. Pusieronse camino
-de Madrid; pero apenas hubieron andado tres leguas, cuando començó á
-herir el sol, que entonzes estaba en toda su fuerça, de manera, que
-les dixo el ermitaño, como más cansado y más anciano: Señores, pues
-el calor, como vs. ms. ven, es escesivo, y no nos faltan para hazer
-la concertada jornada más de dos pequeñas leguas, pareceme que lo que
-podriamos, y aun deberiamos hazer, es irnos á sestear hasta las tres
-ó cuatro de la tarde alli donde se ven apartados del camino aquellos
-frescos sauces, que hay una hermosa fuente al pie dellos, si bien me
-acuerdo; que despues, caido el sol, proseguiremos nuestro camino.
-A todos agradó el consejo; y asi guiaron hazia allá los pasos, y
-cuando llegaron cerca de dichos arboles, vieron sentados á su sombra
-dos canonigos del Sepulcro de Calatayud, y un jurado de la misma
-ciudad, los cuales, por esperar como ellos á que pasase el calor del
-sol, se acababan de asentar alli. Llegaron todos; y el ermitaño,
-saludandoles muy cortesmente, les dixo: Con licencia de vs. ms., mis
-señores, yo y estos caballeros nos asentaremos en esta frescura á
-pasar en ella un rato la siesta mientras la inclemencia del calor
-se modera:—á lo cual respondieron ellos con muestras de gusto, que
-le tendrian grandisimo en gozar de tan buena compañia las cuatro ó
-cinco horas que alli pensaban estar; y uno dellos, maravillado de ver
-aquel hombre armado de todas pieças, preguntó al ermitaño al oido
-que cosa fuese, á lo cual respondió que no sabia otra cosa más que
-cerca de Çaragoça habia topado con él y aquel labrador su criado,
-hombre simplicisimo, y que, á lo que imaginaba, se habia vuelto loco
-leyendo libros de caballerias, y con aquella locura, segun estaba
-informado, habia un año que andaba de aquella suerte por el mundo,
-teniendose por uno de los caballeros andantes antiguos que en tales
-libros se leen; y que si queria gustar un poco dél, que le diese
-materia en asentandose alli, y oiria maravillas. En esto llegaron
-á ellos don Quixote y Sancho, que habian estado quitando el freno
-á Rocinante y la albarda al rucio, y despues de haberse saludado
-todos, le dixo uno de aquellos canonigos que se quitase las armas,
-porque venia muy caluroso, y alli estaba en parte segura, donde
-todos eran amigos. A lo cual respondió don Quixote le perdonase;
-que no se las podia quitar jamas, sino era para acostarse; que á
-eso le obligaban las leyes de su profesion. En esto se asentó con
-gravedad; y ellos, que vieron su resolucion, no quisieron porfiarle
-más;<span class="pagenum" id="Page_116">p. 116</span> y asi, despues
-de haber tratado de lo que más le agradaba un rato, dixo don Quixote:
-Pareceme, señores, ya que habemos de estar aqui cuatro ó seis horas,
-que pasemos el tiempo de la siesta con el entretenimiento de algun
-buen cuento sobre la materia que mejor les pareciere á vs. ms.
-Sentose en esto Sancho, diziendo: Si no es más desto, yo les contaré
-riquisimos cuentos; que á fe que los sé lindos á pedir de boca.
-Escuchen pues; que ya comienço. Erase que se era, en hora buena sea,
-el mal que se vaya, el bien que se venga, á pesar de Menga. Erase
-un hongo y una honga que iban á buscar mar abaxo reyes... Quitate
-allá, bestia, dixo don Quixote; que aqui el señor Bracamonte nos hará
-merced de dar principio á los cuentos con alguno digno de su ingenio,
-de Flandes ó de la parte que mejor le pareciere. El soldado respondió
-que no queria replicar ni excusarse; porque deseaba servirles y dar
-juntamente materia para que alguno de aquellos señores contase algo
-curioso, supliendo la falta que de serlo ternia el siguiente tragico
-suceso.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_15">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XV</h2>
- <p class="subh2c">En que el soldado Antonio de Bracamonte da
- principio á su cuento del&nbsp;Rico desesperado.</p>
-</div>
-
-<p>En el ducado de Brabante, en Flandes, en una ciudad llamada Lovayna,
-principal universidad de aquellas provincias, habia un caballero
-mancebo llamado monsiur de Japelin, de edad de veinte y cinco años,
-buen estudiante en ambos derechos, civil y canonico, y dotado tan
-copiosamente de los bienes que llaman de fortuna, que pocos habia en
-la ciudad que se le pudiesen igualar en riqueza. Quedó el mancebo,
-por muerte de padre y madre, señor absoluto de toda ella; y asi, con
-la libertad y regalo (alas que sacan á volar y precipitarse mocedades
-prodigas, con peligrosos pronosticos de infelices fines) començó á
-afloxar en el estudio y á andar envuelto en mil generos de vicios,
-con otros de su edad y partes, sin perder ocasion de convites y
-borracheras, que en aquella tierra se usan mucho. Sucedió pues, andando
-en estos pasos, que un domingo de cuaresma dirigió acaso los suyos á
-oir un sermon en un templo de padres de santo Domingo, por predicarle
-un religioso eminente en dotrina y espiritu, donde tocandole Dios al
-libre y descuidado oyente en el coraçon con la fuerça y virtud de
-las palabras del predicador, salió de la iglesia trocado de suerte,
-que començó á tratar consi<span class="pagenum" id="Page_117">p.
-117</span>go proprio de dexar el mundo con toda su vanidad y pompa, y
-entrarse en la insigne y grave religion de los Predicadores. Encargó
-en este presupuesto toda su casa y hacienda á un pariente suyo, para
-que se la administrase algunos dias en que pensaba hazer una precisa
-ausencia, con cargo de que le diese fiel cuenta della cuando se la
-pidiese. Tras esto se fue á Santo Domingo, y hablando con el religioso
-predicador, le descubrió su pecho. En resolucion, como era hombre de
-prendas singulares y conocido por ellas de todos, fue facil darle luego
-el habito, como en resolucion se le dió en dicho convento. Vivió en él
-con mucho gusto y muestras de exemplar religioso por espacio de diez
-meses; pero nuestro general adversario (que anda dando vueltas como
-leon rabioso buscando á quien tragarse, como dize en no sé que parte
-la Escritura), para daño de su conciencia, traxo á aquella universidad
-dos amigos suyos que habian estado ausentes de Lovayna algunos meses,
-no poco viciosos y aun sospechosos de la fe, plaga que ha cundido no
-poco, por nuestros pecados, en aquellos estados y en los circunvecinos
-suyos. Sabido por ellos como Japelin, su amigo, se habia entrado
-religioso dominicano, lo sintieron en el alma, y propusieron de ir al
-convento y persuadirle con las mayores veras que les fuese posible,
-dexase el camino que habia començado á seguir, y volviese á sus
-estudios. Efectuaronlo de suerte que lo determinaron, y la mesma tarde
-del concierto fueron á verle; y obtenida licencia para ello del Prior
-(que por allá no se observa el rigor que en nuestra España en hazer
-guardar el debido recogimiento á los novicios el año de su noviciado),
-le abraçaron con mucho amor; y despues de haber hablado mil cosas
-diferentes y de gusto, el que debia de ser más libre començó á dezirle
-las siguientes razones: Maravillado estoy, monsiur de Japelin, de ver
-que, siendo vos tan prudente y discreto, y un caballero en quien toda
-esta ciudad tiene puestos los ojos, hayais dexado vuestros estudios,
-contra la esperança que todos teniamos de veros antes de muchos años
-catedratico de prima, y celebrado por vuestra rara habilidad, no solo
-en Lovayna, sino en todas las universidades de Flandes, y aun en las
-de todo el mundo; porque vuestro divino entendimiento y feliz memoria
-claros presagios daban de que habiades de alcançar esto y todo lo demas
-á que aspirasedes; y lo que aumenta el espanto es ver hayais querido,
-contra el gusto de toda esta ciudad, y aun contra vuestra reputacion
-y la de vuestros deudos, tomar el habito de religioso, como si
-fuerades hombre á quien faltasen bienes de fortuna, ó fuerades persona
-simple y desaparentada, y por eso obligado<span class="pagenum"
-id="Page_118">p. 118</span> á tomar semejante profesion de pobreza.
-¿No sabeis, señor, que la cosa más preciosa que el hombre posee es la
-libertad, y que vale más, como dize el poeta, que todo el oro que la
-Arabia cria? ¿Pues por que la quereis perder tan facilmente, y quedar
-sugeto y hecho esclavo de quien, siendo menos doto y principal que vos,
-os mandará mañana, como dizen, á çapataços, y por cuyas manos habrán
-de llegar á las vuestras hasta las cartas y papeles que para consuelo
-vuestro os escribiremos los amigos? Miradlo, señor, bien, y acordaos
-que vuestro padre, que buen siglo haya, no podia ver pintados los
-religiosos; y asi, amigo del alma, os suplico por la ley del amistad
-que os debo, que volvais sobre vos, y desistais desta necedad, ó por
-mejor dezir ceguera, y volvais á vuestra hacienda, que anda toda como
-Dios sabe, por faltarle vos. Volved á vuestros estudios, pues si os
-pareciere, siendo vos, como sois, tan principal y rico, os podeis casar
-con una de las damas hermosas y de hacienda desta tierra, en el cual
-estado os podeis muy bien salvar, y alegrar á vuestros parientes, los
-cuales estan muy tristes por lo que habeis hecho, teniendoos ya por
-muerto en vida. No os quiero, señor, dezir más de que metais la mano
-en vuestro pecho; que sé que con esto echareis de ver que os digo
-la verdad y como amigo que desea en todo vuestro bien; y pues agora
-teneis tiempo, que no ha mas de diez meses que entrastes aqui, para
-enmendar el yerro empezado y dar contento á los que os amamos, dadnosle
-cumplido con vuestra salida; que os prometo, á fe de quien soy, que no
-os arrepintais de haber tomado mi consejo, como dirá el tiempo. Estuvo
-el religioso mancebo callando á todo lo que el ministro del demonio
-le dezia, y mirando al suelo con suma turbacion y melancolia; y en
-fin, como era flaco y estaba poco fundado en las cosas tocantes á la
-perfecion y mortificacion de sus apetitos, convencieronle las razones
-frivolas y pestilenciales avisos que aquel falso amigo y verdadero
-enemigo de su bien le habia dado; y asi le respondió, diziendo: Bien
-echo de ver, señor mio, que todo lo que me habeis dicho es mucha
-verdad; y estoy yo ya tan arrepentido de lo hecho más ha de ocho dias,
-que si no fuera por el que diran y por mi propria reputacion, me
-hubiera ya salido deste convento; pero con todo eso, estoy determinado
-de seguir el consejo y parecer de quien tan sin pasion y con tan buenas
-entrañas me dize lo que me está bien. Yo, en suma, me resuelvo de pedir
-hoy por todo el dia mis vestidos y volver á mi casa y hacienda; que ya
-tengo echado de ver lo que me importa; y con esto no hay sino que os
-vais y me aguardeis á cenar esta noche en vues<span class="pagenum"
-id="Page_119">p. 119</span>tra posada, seguros de que no faltaré á la
-cena; pero tenedme secreta, os suplico, esta mi resolucion. Con notable
-alegria abraçandole, se despidieron todos dél, por la buena nueva; y
-el engañado mancebo se fué derecho á la celda del Prior, y le dixo le
-mandase volver luego sus vestidos de secular, porque le importaba á
-su reputacion volver á su casa y hacienda, tras que no podia llevar
-los trabajos de la orden, de vestir lana, no comer carne, levantarse
-todas las noches á maitines, y los demas que en ella se profesaban:
-demas desto, le dixo, mintiendo, como habia dado palabra de casamiento
-á una dama, y que forçosamente se la habia de cumplir casandose con
-ella, á que le obligaba la conciencia y las recebidas prendas de su
-honra. Maravillose no poco el Prior de oir lo que el novicio le dezia,
-y lleno de suspension, le respondió, diziendo: Espantome, monsiur de
-Japelin, de vuestra indiscrecion, y que tan poco os hayan aprovechado
-los exercicios espirituales en que en diez meses de religioso habeis
-tratado, y los buenos consejos mios que como padre os he siempre dado.
-¿No os acordais, hijo, haberme oido dezir muchas vezes que mirasedes
-por vos, principalmente este año de noviciado, porque el demonio os
-habia de hazer crudelisima guerra en él, procurando con todas sus
-astucias y fuerças persuadiros, como ahora lo ha hecho, á que dexeis
-la religion, volviendo á las ollas de Egipto; que eso es volver á la
-confusion del siglo, en que él sabe que con mejor facilidad os podrá
-engañar y hazer caer en graves pecados, á manos de los cuales perdais,
-no solo la vida del cuerpo, sino, lo que peor es, la del alma? Acordaos
-tambien, hijo, que me habeis oido dezir como hasta hoy ninguno dexó el
-habito que una vez tomó de religioso, que haya tenido buen fin; que
-justo juizio es de Dios que quien siendo llamado por su divina vocacion
-á su servicio, si despues le dexa de su voluntad en vida, que el mismo
-Dios le dexe á él en muerte; siendo esto lo que él dixo á los tales por
-su Profeta: Vocavi, et renuistis, ego quoque in interitu vestro ridebo.
-Verdad es que he visto por mis ojos mil experiencias, y plegue á Dios,
-como se lo ruego, no lo haga su divina justicia en vuestra ingratitud
-y precipitada determinacion; que lo temo por veros tan engañado del
-demonio; que las razones que vos me dezis, claramente descubren no ser
-forjadas en otra fragua sino en la infernal que él habita. Advertid
-que si al principio hallais la dificultad que dezis en la religion,
-no hay que maravillarse dello, pues, como dize el filosofo, todos los
-principios son dificultosos, y más los que lo son de cosas arduas. Los
-hijos de Israel despues de haber pasado á pie enjuto el mar Ber<span
-class="pagenum" id="Page_120">p. 120</span>mejo enviaron ciertas
-espias á reconocer la tierra de promision, para la cual caminaban; y
-volviendo ellas con grandisimo racimo de uvas, tan grande, que menos
-que en un palo traido en hombros de dos valerosos soldados, no le
-podian traer, dixeron: Amigos, esta fruta lleva la tierra que vamos á
-conquistar; pero sabed que los hombres que la defienden son tan grandes
-como unos pinos:—con que dixeron que el principio de la conquista de
-aquella fertilisima tierra era dificultoso, siendo sus habitadores
-gigantes. Desa manera, hijo mio, os ha acontecido á vos, me parece,
-al principio de vuestra conversion, en la cual ha permitido Dios
-sintais las presentes dificultades, con que pretende probar vuestra
-perseverancia, á fin de obligaros á que acudais á él solo á pedirle
-favor para salir con vitoria; si bien veo os habeis dado por vencido
-de vuestros enemigos á los primeros encuentros, dexandoos atar por
-ellos las manos, sin haber acudido á quien las tiene liberalisimas y
-prontas para remediaros, de lo cual nace el venirme á pedir con tan
-ciega resolucion vuestros vestidos. Por la pasion que Cristo padeció
-por vos, os ruego, amado Japelin, que hagais una cosa por mí, y es,
-que os reporteis por tres ó cuatro dias, y en ellos hagais oracion
-á Dios; que yo de mi parte os prometo de hazer lo mesmo con todos
-los religiosos desta casa, y vereis como usa su Magestad con vos de
-misericordia, haziendoos salir vitorioso desta infernal tentacion.
-Todas estas razones que el santo Prior dixo al inquieto novicio no
-fueron bastantes para apartarle de su proposito; antes al cabo dellas
-le dixo: No hay padre mio, que dar ni tomar más sobre este negocio;
-que estoy resuelto en lo que tengo dicho, y lo tengo muy bien mirado y
-tanteado todo. El, en efeto, se salió aquella noche del convento, y se
-fue derecho, como lo tenia concertado, á la posada de sus dos amigos,
-donde le esperaban á cenar; dieronle un bravo convite, y brindaronse
-en él con mucho contento y abundancia los unos á los otros. Volvió
-tras esto Japelin á tomar posesion de su hacienda, y començó á seguir
-de nuevo el humor de sus compañeros, andando de dia y de noche con
-ellos, sin hazerse convite ó fiesta en toda la ciudad donde los tres
-disolutos mancebos no se hallasen. Sucedió pues que un dia se fue á
-hablar muy de pensado con un caballero algo pariente suyo, el cual
-tenia una sobrina en extremo hermosa, discreta y rica; y pidiosela
-por muger, atento que ya antes que entrase á ser religioso le habia
-hecho muchos dias del galan con demostraciones de aficion, en un
-monasterio de religiosas donde habia estado encomendada. Viendo el
-caballero cuan bien le venia el casamiento á su sobrina, por ser<span
-class="pagenum" id="Page_121">p. 121</span> Japelin en todo su igual,
-se la prometió con gusto suyo y della, á la cual su mismo tio aun
-no habia un mes entero que tambien la habia sacado del convento de
-religiosas, en que, como queda dicho, habia estado encomendada á una
-prima suya, perlada, sin haberle consentido que fuese monja en él,
-como sus padres habian deseado y procurado en vida: fin para el cual
-desde niña la habian hecho criar baxo de su clausura. Casaronse, en
-efeto, los dos recien salidos de sendos conventos, con grandes fiestas
-y universales regocijos, y estuvieron casados tres años, al cabo de
-los cuales concibió la dama; y viendola su marido preñada, perdia el
-juizio de contento, sin haber regalo en el mundo que no fuese para
-su muger, acariciandola y poniendola sobre su cabeça, con increible
-desvelo y mil amorosas ternuras; pero sucedió que á los seis meses de
-su preñez, un tio deste caballero, que era gobernador de un lugar en
-los confines de Flandes, que se llama Cambray, murió; y sabido por
-el sobrino, partió para Bruselas, donde está la corte, y negoció sin
-mucha dificultad (representadas sus prendas y los buenos servicios de
-su tio) le diesen aquel gobierno, del cual fue luego á tomar posesion,
-con intento de volver despues por toda su casa y hacienda. Antes de
-la partida se despidió de su muger con harto sentimiento de entrambas
-partes, diziendo: Señora mia, yo voy á dar asiento á las cosas de mi
-difunto tio el gobernador, y á poner en cobro la hacienda que por su
-muerte heredo: cosa que, como sabeis, no la puedo excusar; de alli
-pienso llegarme á Bruselas á pretender sucederle en el cargo, y á que
-me hagan sus altezas merced dél, por los buenos servicios de mi tio:
-cosa que creo me será facil de alcançar. Lo que os suplico es mireis
-por vos en esta ausencia, y que al punto que parieredes, me aviseis
-para que me halle en el bautismo; que lo haré sin falta; y creo será
-de igual regocijo para mi vuestra vista que la del hijo ó hija que
-parieredes. Prometioselo ella, de quien despidiendose con mil abraços y
-amorosas lagrimas, se partió para Cambray, donde y en Bruselas negoció
-muy á su gusto lo que pretendia, como queda dicho; tardando en los
-negocios y en volver á su casa casi tres meses. Antes que lo hiziese,
-le dieron á la señora los dolores del parto, la cual luego que se le
-sintió despachó un correo á su marido, rogandole partiese, vista la
-presente, pues ya lo estaba el dia de su parto. No tardó Japelin á
-ponerse á caballo y dar la vuelta para su casa más<a id="FNanchor_19"
-href="#Footnote_19" class="fnanchor">[19]</a> de lo que tardó en leer
-la deseada carta. A la que llegaba cerca de la ciudad de Lovayna<span
-class="pagenum" id="Page_122">p. 122</span> encontró por el camino
-un soldado español, á quien preguntó, en emparejando con él, adonde
-caminaba; y respondiendole el soldado que iba á Amberes á holgarse
-con ciertos amigos que le habian enviado á llamar, y que estaba de
-guarnicion en el castillo de Cambray, le fue preguntado por el camino
-muchas cosas acerca de como lo pasaban los soldados en el castillo, á
-todo lo cual respondia el español con mucha discrecion, porque era no
-poco practico, aunque moço. Ya que llegaban á las puertas de la ciudad,
-le dixo Japelin. Señor soldado, si v. m. esta noche no ha de pasar
-adelante, podrá, si gustare, venirse conmigo á mi casa, adonde se le
-dará alojamiento; y aunque no será conforme su valor merece, recebirá á
-lo menos el buen deseo deste su servidor, dueño de una razonable casa
-y del caudal que para sustentarla con el adereço y fausto que v. m.
-verá en ella, es necesario; porque sepa soy muy aficionado á la nacion
-española, y el ser della v. m., y sus prendas, me obligan á usar desta
-llaneza: reposará, y por la mañana podrá emprender la jornada con más
-comodidad, habiendo precedido el descanso de una acomodada noche. El
-soldado le respondió que le agradecia la merced que le ofrecia, no
-poco, y que por ella y la voluntad con que iba envuelta, le besaba las
-manos mil vezes, y que le parecia pasar los limites de la cortesia
-que su nacion profesaba el dexar de aceptar el ofrecimiento con que
-se resolvió quedar esa noche en Lovayna, aunque por ello perdiera la
-comodidad de su jornada. Llegaron ambos, yendo en estas platicas, á
-la deseada puerta de la casa de Japelin, de la cual salia acaso una
-criada, que viendole, volvió corriendo, sin hablarle palabra, la
-escalera arriba, dando una mano con otra con muestras de regocijo,
-y diziendo turbada: ¡Monsiur de Japelin, monsiur de Japelin!—Y tras
-esto volvió á baxar á su amo con las mismas muestras de contento,
-diziendole: Albricias, señor, albricias; que mi señora ha parido esta
-noche un niño como mil flores. Apeose del caballo, con la nueva, él
-como un viento, y subió en dos saltos la escalera, sin que el gozo le
-diese lugar de hazer comedimientos con el soldado; y puesto en la sala,
-vió á su muger que estaba en la cama; y saludandola y abraçandola,
-llegando á ella, muchas vezes, le dixo: Dad, mi bien, un millon de
-gracias al cielo por la merced que nos ha hecho agora en darnos hijo,
-que, siendo heredero de nuestra hacienda, pueda ser baculo de nuestra
-senectud, consuelo de nuestros trabajos y alegria de todas nuestras
-afliciones. Sentose en esto en una silla que estaba en la cabeçera
-de la cama, teniendola siempre asida de la mano, platicando los dos,
-ya del camino y buen suceso<span class="pagenum" id="Page_123">p.
-123</span> de sus negocios, ya del venturoso parto y cosas de su casa.
-A la que se hizo de noche mandó que le pusiesen alli junto á la cama
-la mesa, porque gustaba de cenar con su muger: hizo llamar al soldado
-luego, para que se asentase á cenar tambien con ambos, lo cual él hizo
-con mucha cortesia, y no con el recato que debiera tener en los ojos
-en orden á mirar á la dama; porque le pareció, desde el punto que la
-vió, la más bella criatura que hubiese visto en todo Flandes. (Y eralo
-sin duda, segun me refirieron los que me dieron noticia del cuento, que
-eran personas que la conocieron.) Traxeron abundantisimamente de cenar;
-pero el español, que habia hecho pasto de sus ojos á la hermosura de
-la partera y la gracia con que estaba asentada sobre la cama, algo
-descubiertos los pechos (que usan más llaneza las flamencas en este
-particular que nuestras españolas), comió poquisimo, y eso con notable
-suspension. Acabada la cena y quitados los manteles, mandó Japelin
-á un paje que le trajese un clavicordio, que él tocaba por extremo;
-que en aquellos paises se usa entre caballeros y damas el tocar este
-instrumento, como en España la arpa ó vihuela. Traido y templado,
-començó á tañer y á cantar en él con extremada melodia las siguientes
-letras, de las cuales él mismo era autor; porque, como queda dicho,
-tenia gallardo ingenio y era universal en todo genero de sciencias:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i2">Celebrad, instrumento,</p>
-<p class="i0">El ver que no podrá el tiempo variable</p>
-<p class="i0">Alterar mi contento</p>
-<p class="i0">Ni hazerme con sus fuerças miserable,</p>
-<p class="i0">Pues hoy con regocijo</p>
-<p class="i0">Me ha dado un angel bello, un bello hijo.</p>
-<p class="i2">Alçome la fortuna</p>
-<p class="i0">Sobre lo más constante de su rueda;</p>
-<p class="i0">Y aunque ella es como luna,</p>
-<p class="i0">Le manda mi ventura que esté queda</p>
-<p class="i0">Y que la tenga firme,</p>
-<p class="i0">Y su poder en mi favor confirme.</p>
-<p class="i2">Y asi, señora mia,</p>
-<p class="i0">No temais que ella nuestro bien altere</p>
-<p class="i0">Jamas; porque este dia</p>
-<p class="i0">El mismo cielo nuestro aumento quiere;</p>
-<p class="i0">Que eso dize el juntarnos</p>
-<p class="i0">En uno á ambos para más amarnos.</p>
-<p class="i2">Sin duda fui dichoso</p>
-<p class="i0">Cuando me aconsejaron dos amigos</p>
-<p class="i0">No fuese religioso,</p>
-<p class="i0">Pues los gustos que gozo son testigos</p>
-<p class="i0">De que su triste suerte</p>
-<p class="i0">En vida les iguala con la muerte.</p>
-<p class="i2"><span class="pagenum" id="Page_124">p. 124</span>Razon es, pues soy rico,</p>
-<p class="i0">Que viva alegre, coma y me regale,</p>
-<p class="i0">Y que el avaro inico</p>
-<p class="i0">Me tema siempre, y nunca ese me iguale,</p>
-<p class="i0">Pues puedo en paz y en guerra</p>
-<p class="i0">Honrar á los más nobles desta tierra.</p>
-<p class="i2">Que viva sin zozobras</p>
-<p class="i0">Tambien mil años, libre de cuidados,</p>
-<p class="i0">Es justo, pues mis sobras</p>
-<p class="i0">Invidian muchos de los más honrados,</p>
-<p class="i0">Viendo como de renta</p>
-<p class="i0">Más de diez mil al año, á buena cuenta.</p>
-<p class="i2">Y sobre todo aquesto,</p>
-<p class="i0">Mi braço, mi fortuna y buena estrella</p>
-<p class="i0">Echaron hoy su resto</p>
-<p class="i0">En darme un hijo de una diosa bella,</p>
-<p class="i0">Por quienes, noble y moço,</p>
-<p class="i0">Mil parabienes y contentos gozo.</p>
-</div></div>
-
-<p>Acabose la musica con la letra, y començó la suspension del español
-á subir de punto, por haber oido los suavisimos de garganta del rico
-flamenco, dichoso dueño del serafin por quien ya se abrasaba. Llegó
-un paje, por mandado de su amo, en dando fin al canto, á quitarle de
-delante el clavicordio; que ya era tarde y tiempo de dar lugar al
-soldado á que descansase; y para que lo hiziese mandó luego tras esto
-á otro criado tomase uno de los candeleros de la mesa, y le fuese
-alumbrando con él al aposento primero del cuarto en que solia dormir
-su paje de camara, que era vecino de la cuadra en que la dama estaba
-acostada; con orden de que la diese al mayordomo ó dispensero, para
-que tuviese en amaneciendo aderezado un buen almuerzo para aquel señor
-soldado, con deseo de que pudiese salir de madrugada de Lovayna y
-hazer de un tiron la jornada, llevando hecha la alforja y saliendo
-desayunado. Despidiose agradecidisimo deste cuidado, y de la merced
-y regalo recebido del caballero y de su esposa, el soldado, con mil
-corteses ofrecimientos; y puesto en su aposento y acostado en él,
-fue tal la bateria que le dieron las memorias del bello angel que
-adoraba, que totalmente estaba fuera de sí. Reprendia su temeridad,
-representandosele la imposibilidad del negocio á que aspiraba, y
-procuraba desechar de su animo una imaginacion tal, cual la que daba
-garrote á su sosiego. El caballero, al cabo de breve rato que se hubo
-ido á reposar el soldado, hizo lo proprio, despidiendose de su esposa
-con las muestras de amor que del suyo, tras tan larga ausencia, se
-puede creer, guardando el debido decoro al parto recien sucedido; que
-para no ponerse en ocasion de lo contrario, se entró en otro aposento
-más adentro del en que la partera estaba.<span class="pagenum"
-id="Page_125">p. 125</span> Tuvo el paje que llevó á acostar al soldado
-consideracion á que venia cansado, y por no haberse de obligar á
-darle mala noche, le dixo se iria á dormir en otro aposento con otros
-criados, y asi, que sin cuidado de su vuelta reposase, pues lo haria
-mejor estando solo; que para el mismo efecto su señor tambien habia
-apartado cama, y se habia acostado en una que habia en otra pieça más
-adentro. Fuese con esto, dexando sus ultimas razones con más confusion
-al amartelado español; porque del entender dormia la dama sola y tan
-vecina dél, y del verse (contra el orden de Japelin) sin compañia en
-el aposento, nació la resolucion diabolica que tomó en ofensa de Dios,
-infidelidad de su nacion, y en agravio del honrado hospedaje que le
-habia hecho su noble huesped; que á todo le precipitó el vehemente
-fuego y rabiosa concupiscencia en que se abrasaba. Resolviose pues
-en levantarse de su cama, y en ir á la de la dama sin ser sentido,
-persuadido de que ella por su honra y por no dar pesadumbre á su
-marido ni alborotar la casa, callaria, y aun podria ser que se le
-aficionase de manera, que yendose su marido, le diese libre entrada y
-le regalase; y si bien consideraba el peligro de la vida que corria
-si acaso ella (como era justo) daba vozes, pues á ellas era fuerça
-saliese el marido y se matasen el uno al otro, de lo cual sucederian
-notables escandalos y graves inconvenientes; todavia su gran ceguera
-rompió con todas estas dificultades. Levantose pues á media noche en
-camisa, y entró en la sala de la dama; y llegandose á ella sin çapatos
-por no ser sentido, estuvo un rato en pie sin acabarse de resolver;
-pero hizolo de volver á su aposento, y de tomar la espada que tenia
-en él; y sacandola desenvainada, volvió muy pasito á la cama de la
-flamenca, y poniendo la espada en tierra, alargó la mano, y metiendola
-debaxo de las sabanas muy quedito, la puso sobre los pechos de la
-señora, que despertó al punto alborotada; y asiendosela, pensando que
-fuese su marido (que no imaginaba ella que otro que él en el mundo
-pudiese atreverse á tal), le dixo: ¿Es posible, señor mio, que un
-hombre tan prudente como vos haya salido á estas horas de su aposento
-y cama para venirse á la mia, sabiendo estoy parida de ayer noche,
-y por ello imposibilitada de poder por ahora acudir á lo que podeis
-pretender? Tened, por mi vida, señor, un poco de sufrimiento; y pues
-soy tan vuestra, y vos mi marido y señor, lugar habrá, en estando como
-es razon, para acudir á todo aquello que fuere de vuestro gusto, como
-lo debo por las leyes de esposa. No habia acabado ella de dezir estas
-honestas razones, cuando el soldado la besó en el rostro sin hablar
-palabra; y pensando<span class="pagenum" id="Page_126">p. 126</span>
-ella siempre fuese su marido, le replicó: Bien sé, señor, que de lo
-que intentais hazer teneis harta vergüença, pues por tenerla no me
-osais responder palabra; y echó de ver tambien que el intentar tal
-proceda del grandisimo amor que me teneis, y de la represa de tan larga
-ausencia, pues á no ser eso, no salierades de vuestra cama para venir
-á la mia, sabiendo me habiais de hallar en ella de la suerte que me
-hallais. Oyendo el soldado estas razones, y coligiendo dellas el engaño
-en que la dama estaba, alçó la ropa callando, y metiose en la cama,
-do puso en execucion su desordenado apetito; porque viendo ella su
-resolucion, no quiso contradezirle, por no enojarle, como le tenia por
-su marido; si bien quedó maravillada no poco de ver que no le hubiese
-hablado palabra; porque sin dezirle cosa se levantó, hecha su obra,
-y tomando con todo el silencio que pudo su desnuda espada, se volvió
-á su aposento y cama, harto apesarado de lo que habia hecho; que en
-fin, como se consigue á la culpa el arrepentimiento, y al pecado la
-vergüença y pesar, tuvole tan grande luego de su maldad, que maldezia
-por ello su poco discurso y sufrimiento y su maldita determinacion,
-imaginando el delito que habia cometido, y el peligro en que estaba
-si acaso el ofendido marido se levantase antes que él. Tambien á la
-dama asaltaron sus pensamientos, poniendola en cuidado el no haberle
-hablado palabra quien con ella habia estado, si seria su marido ó no.
-Pero resolviese en que seria él, y que la vergüença de haber hecho cosa
-tan indecente en tiempo que lo estaba ella para semejantes burlas,
-le habria cerrado la boca. Con todo, propuso, (que no debiera), en
-su coraçon darle por lo hecho á la mañana una reprehension amorosa,
-afeandole su poca continencia. Llegada la madrugada, y apenas vistas
-sus primeras luzes, se levantó el soldado, que no habia podido pegar
-las de sus ojos con la rabia que tenia de lo hecho; y estando aun la
-dama durmiendo, pidió á los primeros criados que topó le abriesen
-la puerta y le excusasen con su señor de no aceptar el preparado
-almuerzo y provision, pues la prisa de la jornada no le daba lugar
-para detenerse, ni sus obligaciones permitian aumentase las muchas con
-que quedaba á toda aquella casa; y aunque los criados porfiaron con
-él, queriendo ponerle en la alforja lo que para almorzar le tenian
-aparejado, no hubo remedio consintiese lo hiziesen, diziendo no era
-de su humor el ir cargado, y que asi le tuviesen por excusado; á más
-de que una legua de alli, en el camino habia una famosa hosteria, y
-en ella pensaba detenerse á almorzar con lo cual se despidió dellos y
-salió del lugar.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_16">
- <p><span class="pagenum" id="Page_127">p. 127</span></p>
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XVI</h2>
- <p class="subh2c">En que Bracamonte da fin al cuento del Rico
- desesperado.</p>
-</div>
-
-<p>Estuvieron con atencion los canonigos y jurados al cuento, y
-don Quixote, aunque lo estuvo, daba de cuando en cuando asomos de
-querer salir con algo en contrapusicion de los malos consejos que los
-estudiantes dieron á Japelin cuando era novicio, ya en abono de su
-buena eleccion en haberse casado con muger hermosa, y particularmente
-en loa de su valor por haber pretendido seguir la milicia en
-prosecucion de la gobernacion de su tio; pero ibale á la mano á todo
-el venerable ermitaño que le tenia al lado. Pero como no lo estaba
-al suyo Sancho, no pudo obviar á que no saliese de traves cuando oyó
-la bellaqueria del soldado, y particularmente su poco estomago en no
-querer llevar el matalotaje que le daban los criados para acudir á
-las necesidades venideras; y asi dixo con una colera donosa: Juro á
-Dios y á esta cruz, que merecia el muy grandisimo bellaco más palos
-que tiene pelos mi rucio, y que si le tuviera aqui me le comiera á
-bocados. ¿Donde aprendió el muy grandisimo hi de puta á no tomar lo que
-le daban, siendo verdad que no está eso prohibido, no digo yo á los
-soldados y reyes, pero ni á los mismos señores caballeros andantes, que
-son lo mejor del mundo? En mi anima, que creo que ha de arder la suya
-en el infierno, más por ese pecado que por cuantas cuchilladas ha dado
-á luteranos y moriscos; pero no me espanto fuese el muy follon tan mal
-mirado y tan poco quillotrado, si como v. m. dize venia de Cambray;
-que juro á los años del gigante Golias que debe de ser esa la más mala
-tierra del mundo, pues segun dizen por las calles y plaças chicos y
-grandes, hombres y mugeres, no se coge en ella pan ni vino ni cosa que
-lo parezca, sino estopilla, de lo cual se quexan con un perpetuo ay,
-ay, que es señal que debe de ser malisima y que debe de causar torçon
-á cuantos la comen. Rieron destas boberias los canonigos y Bracamonte,
-pero no don Quixote, que con una melancolia y sentimiento digno de
-su honrado celo dixo: Dexate, Sancho hijo, de llorar el descuido y
-poca prudencia del soldado, y de si el ay, ay, ay que dizes se dize
-por la estopilla maldita que en Cambray se coge ó no; llora lagrimas
-de sangre por el agravio y tuerto fecho á aquella noble princesa, y
-por la ofensa y mancha que en la honra del famoso Japelin cayó por
-industria ó inconsideracion, ó por la maldad, que es lo más cierto, de
-aquel soldado, infamia de nuestra España, y deshonra de todo el arte
-militar, cuyo au<span class="pagenum" id="Page_128">p. 128</span>mento
-procuran tantos nobles, y yo entre ellos, á costa de la hidalga sangre
-de mis venas; pero yo sacaré la alevosa de las suyas antes de muchos
-dias, si le topo, como deseo. Deste cuidado queda ya libre v. m. (dixo
-Bracamonte), como verá si me la haze de oir con paciencia lo que queda
-de la historia. Rogaron todos á don Quixote reprimiese su justa colera,
-y á Sancho le pidieron callase, sin meterse en dibuxos de averiguar
-lo que oiria; y prometiendolo ambos con mucha seguridad y algunos
-juramentos, prosiguió Bracamonte la tela de su cuento, diziendo: Ido
-el soldado con la cortedad referida, y cargado de miedo y vergüença,
-salió de su aposento el noble y descuidado Japelin, á la hora en que
-el bullicio de la gente de casa dió muestras de que era ya la de
-levantarse; y llegandose á la cama de su esposa á darle los buenos
-dias, y cuidadoso de saber como habia pasado la noche asegurandola de
-que con el contento de verse él en su cama y con heredero della no
-habia podido apenas sosegar. Riose su muger de la disimulacion que
-mostraba en sus razones y en tomarle la blanca mano, y mostrando un
-fingido enojo con su risa, le dixo, retirando hacia adentro el braço:
-Por cierto, señor mio, que sabeis disimular lindamente, y que anda
-ahora bien ligera esa lengua, que anoche tan muda tuvistes conmigo:
-idos de ahi con Dios, y no me hableis por lo menos hoy en todo el dia;
-que bien lo habré menester todo para desenojarme del enojo que tengo
-con vos tan justamente; y aun despues de pasado, os será menester me
-pidais perdon, y no será poco si os lo concedo. Riose Japelin del
-desvio, y cayendole en gracia, á pesar suyo la besó en el rostro,
-diziendo: Por mi vida, señora que me digais el enojo que os he hecho;
-que gustaré infinito de sabello, si bien ya, poco más ó menos, sospecho
-yo será porque habreis imaginado que he dormido dentro con compañia,
-en ofensa vuestra; y muera yo en la de Dios si jamas os la he hecho
-ni con el pensamiento; y asi, quiteseos del vuestro, os suplico, ese
-temerario juizio; que con él me ofendeis no poco. Por cierto (dixo
-ella de nuevo) que sabeis encubrir bien y negar mejor ahora lo que
-fuera justo negarais á vuestro apetito antes de ejecutalle tan sin
-consideracion; que si la tuvierais, no efectuara un hombre tan prudente
-y discreto como vos lo que tan contra toda razon os pedia vuestro
-desordenado deseo. Corrida estoy no poco de ver no lo esteis más de lo
-que lo estais de haber tenido atrevimiento de llegar á mi cama esta
-noche á tratar conmigo, sabiendo de la suerte que estoy; y siento
-muchisimo ver hayan podido tan poco con vos mis justos ruegos, que no
-bastasen á obligaros á que, volviendoos á vuestra cama, dexa<span
-class="pagenum" id="Page_129">p. 129</span>seis de entrar en la mia
-con los excesos de aficion que la primer noche de nuestras bodas. Y
-añadiendo agravio á agravio, habeisme dexado sin hablar palabra; si
-bien doy por disculpa de vuestro silencio el justo empacho que os causó
-el atrevimiento. No ignoro, señor, direis nació él del sobrado amor que
-me teneis; y aunque esa parezca bastante disculpa, no la admito por
-tal, pues habiais de considerar el tiempo y indispisicion mía, teniendo
-algun respeto y sufrimiento á tan justo obstaculo; que no se perdia
-el mundo en ser continente siete ó ocho dias más, cuando mucho; pero
-pase esta, que os la perdona mi grande amor, con esperanças de enmienda
-en lo porvenir. No se puede pintar la suspension que cayó en el animo
-de Japelin cuando oyó á su esposa tales razones, y dichas con tantas
-veras y circunstancias; y como era de agudo ingenio, sospechó luego
-todo lo que podia ser, imaginando (como era la verdad) que el soldado
-español habria dormido solo, por inconsideracion del paje de guarda,
-el cual pensaba él le haria compañia en el aposento, sin dexarle á
-solas, y que asi, con la ocasion, que es madre de graves maldades,
-habria cometido aquel delito con artificioso silencio; y disimulando
-cuanto pudo, le dixo á la dama: No haya más, mis ojos, por vida de los
-vuestros; que del amor excesivo que os tengo ha nacido el desorden de
-que os quexais; pero yo os prometo á ley de quien soy, corregirme, y
-aun vengaros cabalmente de todo. Y volviendose á otro lado, dezia entre
-dientes, bramando de colera: ¡Oh vil y alevoso soldado! por el cielo
-santo juro de no volver á mi casa sin buscarte por todo el mundo y
-hazerte pedazos do quiera que te encontrare:—tras lo cual, disimulando
-con su muger con notable artificio, se despidió della fingiendo cierta
-necesidad precisa. Llamó luego aparte un moço, diziendole: Ensillame
-al punto, sin dezir cosa, el alazan español; que me importa ir fuera
-en él con brevedad. Mientras el caballo se ensillaba se acabó de
-vestir, y entrando en un aposento do tenia diferentes armas, sacó dél
-un famoso venablo. Violo la dama, y recelosa le preguntó que pensaba
-hazer de aquel venablo. Quierole (dixo él) inviar á un vecino nuestro
-que ayer me le pidió prestado. ¿Que vecino puede ser nuestro (replicó
-ella) que no tenga armas en su casa, y necesita de venir por ellas á
-la nuestra? En verdad, mi bien, que si no lo recebis por enojo, que
-me habeis de dezir para que es. El la respondió que no le importaba
-nada á ella el saberlo; pero que con todo lo sabria dentro de breves
-horas. Saliose tras esto fuera de la sala, demudado el rostro; y
-despidiendo un sospiro tras otro, se baxó la escalera abaxo, y se puso
-á pasear<span class="pagenum" id="Page_130">p. 130</span> delante la
-caballeriza, aguardando le sacasen el caballo; y mientras el criado
-tardaba en hazello, dezia con rabioso despecho entre sí: ¡Oh perverso y
-vil español, que mal me has pagado la buena obra que te hize en darte
-alojamiento, que no debiera! Aguarda, traidor adultero á costa de la
-inocencia de mi engañada esposa; que te juro por las vidas della, de mi
-hijo y mia, que te cueste la tuya la alevosia: vuela, infame, y mueve
-los pies; que yo haré que los de mi caballo igualen al pensamiento con
-que voy en tu busca, con determinacion de no volver á mi patrio suelo
-hasta hallarte, aunque te escondas en las entrañas del mismo siciliano
-Etna. No habia bien dicho estas razones, cuando el criado, que las
-habia oido todas estando en la caballeriza, sacó della el caballo, en
-el cual subió Japelin como un viento, diziendole á él que se quedasen
-todos, sin acompañarle ninguno, pues no necesitaba de compañia en la
-breve jornada que iba á hazer; y tomando el venablo, salió de casa,
-dando de espuelas al caballo, hecho un frenetico, guiandole asi á la
-parte y camino que entendia llevaba el soldado, dexando maravillados á
-los criados de su casa la furia y repentina jornada con que la dexaba;
-si bien de las palabras que dezia haberle oido el que le ensilló el
-caballo, colegian iba tras el soldado por haberle hurtado algo de
-casa, ó por haber dicho al salir della algunas palabras deshonestas
-á su esposa, y que como tan celoso y noble, pretendia tomar vengança
-de quien con solo el pensamiento le agraviaba. El caballero, en fin,
-se dió tan buena maña en caminar tras el soldado, que dentro de una
-hora le alcançó, y calandose el sombrero antes de emparejar con él,
-porque no le conociese, en medio de un valle, sin que se recelase
-el soldado ni tener testigos á quienes poder remitir la disposicion
-de su violenta muerte, con la mayor presteza que pudo, sin hablar
-palabra, le escondió el robusto y agraviado Japelin la ancha cuchilla
-ó penetrante hierro del milanes venablo por las espaldas, sacandosele
-más de dos palmos por delante, á vista de los lascivos ojos que en su
-honestisima esposa puso, sin darle lugar de meter mano ni defenderse de
-tan repentino asalto. Cayó luego en tierra el misero español...—¡Oh,
-buena pascua le dé Dios y buen San Juan, dixo don Quixote! Ese sí que
-fue buen caballero: en verdad que puede agradecer á su buena diligencia
-el haberme ganado por la mano la toma de la vengança dese delito;
-que, si no, juro por la vitoria que espero presto alcançar del rey de
-Chipre, que la tomara yo dél tan inaudita, que pusiera terror hasta á
-las narizes de los miseros y nefandos sodomitas, á quien abrasó Dios.
-Pues á fe que si v. m., mi se<span class="pagenum" id="Page_131">p.
-131</span>ñor, no lo hiziera, que yo acudiera á mi obligacion (dixo
-Sancho), y que cuando eso de Sodoma y Gomorra, que v. m. dize, faltara,
-le ahogara yo con un diluvio de gargajos como aquel del tiempo de Noe.
-Pues no pára en esto, señores, la tragedia, dixo Bracamonte, ni la
-vengança que Japelin tomó del soldado; porque luego, tras lo dicho,
-se apeó del caballo, y sacando el venablo del cuerpo del cadaver, le
-volvió á herir con él cinco ó seis vezes, haciendole pedazos la cabeça
-y hechos con una crueldad inexplicable, pagando bien con muerte de
-las dos vidas (á lo que se puede presumir) y con fin tan aciago el
-pequeño gusto de su desenfrenado apetito, quedando alli revolcado en
-su propria sangre para exemplo de temerarias deliberaciones y comida
-de aves y bestias: el caballero, algo aconsolado con la referida
-vengança que de su ofensor habia tomado, se volvió poco á poco hazia
-su casa. En el tiempo que él tardó della, quiso la desgracia que su
-muger, viendo eran más de las diez y no le veia ni sabia adonde estaba,
-preguntó á un paje por él, y respondiole el indiscreto criado luego,
-le dixo: Señora, mi señor ha ido fuera á caballo, con un venablo en
-la mano, más ha de dos horas, sin criado alguno y no podemos imaginar
-adonde ni adonde no; solo sé que iba demudadisimo de color y dando
-algunos pequeños suspiros, mirando al cielo. Llegaron, estando en estas
-razones, el moço de caballos, una criada y la ama que criaba el niño,
-y la dixeron: V. m., mi señora, ha de saber que hay algun grande mal,
-porque mi señor ha estado paseandose á la puerta de la caballeriza todo
-el rato que yo tardé (dixo el moço) á ensillarle el caballo suspirando
-y quexandose de aquel soldado español que esta noche durmió en la cama
-y aposento del paje de camara, llamandole (aunque pensó que nadie le
-oia) perverso y vil traidor y adultero á costa de la inocencia de
-su engañada esposa; tras lo cual juró por su vida, la de v. m. y de
-su hijo de hazerle pedazos, siguiendo hasta alcançarle; pero no le
-oí jamas quexar de v. m.; antes me parece que en sus razones la iba
-disculpando; tras lo cual, en sacandole el caballo, subió en él, y
-salió de casa como rayo, en busca suya. Cuando la noble flamenca oyó
-los ultimos acentos desta sospechosa nueva, cayó sobre la almohada,
-de los braços de la criada que la habia levantado, y sentado en la
-cama, con un mortal desmayo; y volviendo en sí al cabo de breve rato,
-començó á llorar amargamente, sospechando (como era asi) que aquel que
-la noche antes habia llegado á su cama sin duda habia sido el soldado
-español, con quien, como ella misma tenia confesado á su marido, habia
-cometido adulterio teniendole por su esposo. Co<span class="pagenum"
-id="Page_132">p. 132</span>mençó pues con esta imaginacion á maldezir
-su fortuna, diziendo: ¡Oh traidora, perversa y adultera de mí! ¿Con
-que ojos osaré mirar á mi noble y querido esposo, habiendole quitado
-en un instante la honra que en tantos años de proprio valor y natural
-nobleza heredado tenia? ¡Oh ciega y desatinada hembra! ¿Como es posible
-no echases de ver que el que con tanto silencio se metia en tu honesto
-lecho no era tu marido, sino algun aleve tal cual el falso español?
-¡Desdichada de mí! ¿Y con que cara osaré parecer delante de mi querido
-Japelin, pues no hay duda sino que no seré creida dél por más que con
-mil juramentos le asegure de mi inocencia, habiendo dado lugar á que
-otros pies violasen su honrado talamo? Con razon, dulce esposo mio,
-podrás quexarte de mí de aqui adelante, y negarme los amorosos favores
-que me solias hazer en correspondencia de la fe grande que siempre
-he profesado guardarte; pero ya justamente (pues he desdicho de mi
-fidelidad, aunque tan sin culpa cuanto sabe el cielo) seré aborrecible
-á tus ojos, pesada á tus oidos, desabrida á tu gusto, enojosa á tu
-voluntad, é inutil finalmente á todas las cosas de tu provecho. Vuelve
-presto, señor mio, si acaso has ido á matar al adultero español: con el
-mismo venablo con que le castigares traspasa este desconocido y desleal
-pecho; que pues fuí complice en el adulterio, justa cosa es iguale
-tambien con él en la muerte: ven, digo, y toma entera vengança de mi
-desconcierto, con la seguridad que puedes tener de quien, por muger y
-culpada, no sabrá hazerte resistencia. Pero no es bien aguarde que tú
-vengas á vengarte ni á castigar con el hierro del venablo el mio, sino
-que es justo que yo te vengue de suerte que digas lo estás al igual
-de mi alevosia y de la ofensa hecha. Y diziendo esto la desesperada
-señora (que lo estaba de pasion, colera y corrimiento), saltó de la
-cama, mesandose las rubias y compuestas trenças, y esmaltando sus
-honestas mexillas con un diluvio de menudo y espeso aljofar que de sus
-nublados ojos salia; y poniendose un faldellin, se començó á pasear
-por la sala con tan descompuestos pasos, acompañados de sospiros,
-sollozos y quexas por lo hecho, que no bastaban á consolarla todos
-los de casa; antes su pena les tenia á todos necesitados de consuelo,
-por lo mucho que les enternecia. Estando pues de la suerte que digo,
-turbados ellos, el marido ausente, el adultero muerto, y ella fuera
-de sí, se salió al patio á vista de todos; y despues de haber hecho
-una nueva repeticion de las quexas dichas, se arrojó de cabeça en un
-hondo pozo que en medio del patio habia, sin poder ser socorrida de
-los que presentes estaban, haziendosela dos mil pedazos: de suerte
-que<span class="pagenum" id="Page_133">p. 133</span> cuando llegó al
-suelo el cuerpo, habia ya llegado su alma libre dél en bien diferente
-lugar del en que yo querria llegase la mia á la hora de mi muerte.
-Aumentaronse las vozes y gritos de los de casa con el nuevo y funesto
-espectaculo; y con la turbacion, unos acudian á mirar el pozo, otros
-á dar gritos á la calle, con los cuales se alborotó toda: de suerte
-que en un instante se vió la casa llena de gente afligida toda, y
-toda ocupada ó en consolar á los de ella ó en echar sogas y cuerdas,
-aunque en vano, pensando podria ser socorrida quien ya no estaba en
-estado de poderlo ser. Entre esta universal turbacion sucedió llegar á
-su casa el desdichado Japelin, ignorante de la desgracia que acababa
-de suceder en ella; y maravillado de ver tantas personas juntas en su
-patio, unas de pie sobre el brocal del pozo, otras al derredor dél,
-y todas llorando, entró con su caballo y el venablo ensagrentado en
-la mano; y preguntando que habia de nuevo, llegaron los criados de la
-casa, dando una mano con otra y arañandose la cara, diziendo: ¡Ay, mi
-señor, que acaba de suceder la mayor desgracia que los nacidos hayan
-visto! pues mi señora, sin que sepamos por que, quexandose de aquel
-maldito español que esta noche durmió en casa, llamandose engañada
-y adultera, y diziendo palabras que moviera á compasion á una peña,
-arrancandose á puños los cabellos, se echó, sin que la pudiesemos
-remediar, de cabeça en este hondo pozo, donde se hizo pedazos antes
-de llegar al suelo. El caballero, en oyendo tal, se quedó atonito
-sin hablar palabra por grande rato; y de alli á poco, vuelto en sí,
-se arrojó del caballo, y teniendose en el suelo, empeçó á lamentarse
-amargamente, suspirando y arrancandose con dolor increible las barbas,
-diziendo en presencia de todos: ¡Ay muger de mi alma! ¿Que es esto?
-¿Como te apartaste de mí? ¿Como me dexaste, serafin mio, solo y sin
-llevarme contigo? ¡Ay esposa mia y bien mio! ¿Que culpa tenias, si
-aquel enemigo español te engañó fingiendo ser tu amado marido? El solo
-tenia la culpa; pero ya pagó la pena. ¡Ay prenda de mis ojos! ¿Como
-será posible que yo viva un dia entero sin verte? ¿Adonde te fuiste,
-señora de mis ojos? Aguardaras siquiera á que yo volviera de vengarte,
-como agora vengo, y mataraste despues; que yo te acompañara en la
-muerte, como lo he hecho en vida. ¡Ay de mí! ¿Que haré? ¡Triste de mí!
-¿A donde iré ó que consejo tomaré? Pero ya le tengo tomado conmigo. Y
-diziendo esto, se levantó muy furioso, y metiendo mano á la espada,
-dezia: Juro por Dios verdadero que el que llegare á estorbarme lo que
-voy á executar ha de probar los filos de mi cortadora espada, sea quien
-se fuere.<span class="pagenum" id="Page_134">p. 134</span> Llegose
-tras esto al brocal del pozo, haziendo una grandisima lamentacion,
-diziendo: Si tú ¡oh muger mia! te desesperaste sin razon ninguna, y
-tu anima está en parte adonde no puedo acompañarla si no te imito en
-la muerte, razon será y justicia, pues tanto te amé y quise en vida,
-que no procure estar eternamente sino en la parte en que estuvieres;
-y asi, no temas, dulcisima prenda mia, que tarde en acompañarte. Como
-la gente que presente estaba, que no era poca y entre quien habia
-muchos caballeros y nobles de la ciudad, oyeron lo que dezia, porque
-no sucediese alguna desgracia se llegaron á él á darle algun consuelo,
-el cual estuvo escuchando echado de pechos sobre el brocal del pozo;
-y volviendo la cabeça de alli á un rato, vió cerca de sí á la ama
-que criaba su hijo, llorando amargamente con el niño en los braços;
-llegandose á ella con una furia diabolica, se le arrebató, y asiendole
-por la faja, dió con él cuatro ó seis golpes sobre la piedra del pozo,
-de suerte que le hizo la cabeza y braços dos mil pedazos, causando
-en todos esta desesperada determinacion increible lastima y espanto;
-si bien con todo, ninguno osaba llegarsele, temiendo su diabolica
-furia. Con lo cual començó tras esto á darse de bofetadas, diziendo:
-No viva hijo de un tan desventurado padre y de madre tan infeliz, ni
-haya tampoco memoria de un hombre cual yo en el mundo. Y diziendo
-esto, començó á llamar á su muger y á dezir: Señora y bien mio, si
-tú no estás en el cielo, ni yo quiero cielo ni paraiso, pues donde
-tú estuvieres estaré yo consoladisimo, siendo imposible que la pena
-del infierno me la dé estando contigo; porque donde tu estás no puede
-estar sino toda mi gloria. Ya voy, señora mia, aguarda, aguarda. Y con
-esto, sin poder ser detenido de nadie, se arrojó tambien de cabeça en
-el mismo pozo, haziendosela mil pedazos, y cayendo su desventurado
-cuerpo sobre el de su triste muger. Aqui fue el renovar los llantos
-cuantos presentes estaban; aqui el levantar las vozes al cielo, y el
-hinchirse la casa y calle de gente, maravillados cuantos llegaban á
-ella de semejante caso. A las nuevas dél, vino luego el gobernador de
-la ciudad, y informado del desdichado suceso, hizo sacar los cuerpos
-del pozo, y con parecer del obispo, los llevaron á un bosque vecino á
-la ciudad, donde fueron quemados, y echadas sus cenizas en un arroyo
-que cerca dél pasaba. En verdad que merece, dixo Sancho, el señor
-Bracamonte remojar el gaznate, segun se le ha enjugado en contar la
-vida y muerte, osequias y cabo de año de toda la familia flamenca de
-aquel malogrado caballero: yo reniego de su vengança, y mi anima con la
-de san Pedro. No dize mal Sancho, dixo uno de los canonigos; por<span
-class="pagenum" id="Page_135">p. 135</span>que muy de temer es el
-fin triste de todos los interlocutores desa tragedia; pero no podran
-tenerle mejor (moralmente hablando) los principales personages della,
-habiendo dexado el estado de religiosos que habian empeçado á tomar,
-pues, como dixo bien el sabio prior al galan cuando quiso salirse de la
-religion, por maravilla acaban bien los que la dexan. En verdad, dixo
-don Quixote, que si el señor Japelin acabara tan bien su vida cuanto
-honrosamente acabó la del adultero soldado, que diera por ser él la
-mitad del reino de Chipre, que tengo de ganar; pues como muriera, no
-desesperado como murió, sino en alguna batalla, quedara gloriosisimo;
-que en fin un bel morir tutta la vita onora. Quiso Sancho salir á
-contar otro cuento, y impidieronselo los canonigos y su amo, diziendo
-que despues le contaria; que ahora era bien, guardando el decoro á los
-habitos religiosos de aquel venerable señor ermitaño, darle la primer
-tanda. Y asi le suplicaron la aceptase, contandoles algo que fuese
-menos melancolico que el cuento pasado, y que no pusiese como él las
-almas de todas las figuras en el infierno; porque era cosa que los
-habia dexado tristisimos; si bien todos alabaron al curioso soldado de
-la buena disposicion de la historia, y de la propriedad y honestidad
-con que habia tratado cosas que de sí eran algo infames. Excusose el
-ermitaño cuanto pudo, y viendo era en vano, con pretesto de que nadie
-interromperia el hilo de su historia, empeçó la siguiente, diferente en
-todo de la pasada, y más en el fin.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_17">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XVII</h2>
- <p class="subh2c">En que el ermitaño da principio á su cuento de
- los Felizes Amantes.</p>
-</div>
-
-<p>Cerca los muros de una ciudad de las buenas de España hay un
-monasterio de religiosas de cierta orden, en el cual habia una, entre
-otras, que lo era tanto, que no era menos conocida por su honestidad
-y virtudes, que por su rara belleza: llamabase doña Luisa, la cual,
-yendo cada dia creciendo de virtud en virtud, llegó á ser tan famosa
-en ella, que por su oracion, penitencia y recogimiento mereció que
-siendo de solos veinte y cinco años, la eligiesen por su perlada las
-religiosas del convento, de comun acuerdo, en el cual cargo procedió
-con tanto exemplo y discrecion, que cuantos la conocian y trataban la
-tenian por un angel del cielo. Sucedió pues que cierta tarde, estando
-en el locutorio del convento un caballero llamado don Gregorio,
-moço rico, galan y discreto, hablando con una deuda suya, llegó la
-Priora,<span class="pagenum" id="Page_136">p. 136</span> á quien él
-conocia bien por haberse criado juntos cuando niño, y aun querido
-algo con sencillo amor, por la vecindad de las casas de sus padres; y
-viendola él, se levantó con el sombrero en la mano, y pidiendola de su
-salud, y suplicandola emplease la cumplida de que gozaba en cosas de
-su servicio, le dixo ella: Esté v. m., mi señor don Gregorio, muy en
-hora buena, y sepamos de su boca lo que hay de nuevo, ya que sabemos
-de su valor con la merced que nos haze. Ninguna, respondió él, puede
-hazer quien nació para servir hasta los perros desta dichosa casa:
-ni sé nuevas de que avisar á v. m., pues no lo seran de que de las
-obligaciones que tengo á mi prima nacen mis frecuentes visitas, y la
-que hoy hago es á cuenta de un deudo que le suplica en un papel le
-regale con no sé que alcorzas, en cambio de ocho varas de un picotillo
-famoso ó perpetuan vareteado que le envia. Bien me parece, dixo la
-Priora; pero con todo, v. m. me la ha de hazer á mí de que, en acabando
-con doña Catalina, se sirva de llevar de mi parte este papel á mi
-hermana; que basta dezir esto para que sepa en que convento, pues
-no tengo más que la religiosa, de la cual aguardo ciertas floreras
-para una fiesta de la Virgen que tengo de hazer, con obligacion de
-que ha de dar orden v. m. en que se me traigan esta tarde con la
-respuesta; que por ser el recado de cosa tan justificada, y v. m. tan
-señor mio casi desde la cuna, me atrevo á usar esta llaneza. Puede
-v. m., respondió el caballero, mandarme, mi señora, cosas de mayor
-consideracion; que pues no me falta para conocer mis obligaciones,
-tampoco me faltará, mientras viva, el gusto de acudir á ellas; que
-más en la memoria tengo los pueriles juguetes y los asomos que entre
-ellos dí de muy aficionado servidor dese singular valor, de lo que v.
-m. puede representarme. Riose la Priora, y medio corriose de la preñez
-de dichas razones, con que se despidió luego, diziendo lo hazia por no
-impedir la buena conversacion, y porque le quedase lugar de hazerle
-la merced suplicada, cuya respuesta quedaba aguardando. Apenas se
-hubo despedido ella, cuando don Gregorio hizo lo mismo de su prima,
-deseosisimo de mostrar su voluntad en la brevedad con que acudia á lo
-que se le habia mandado. Fue al monasterio do estaba la hermana de la
-Priora, cuyas memorias fueron representando de suerte á la suya su
-singular perfecion, hermosura, cortesia de palabras, discrecion, y
-la gravedad y decoro de su persona, juntamente con la prudencia con
-que le habia dado pie para que, sirviendola en aquella niñeria, la
-visitase, que con la bateria deste pensamiento se le fue aficionando
-en tanto extremo, que propuso descubrille muy de<span class="pagenum"
-id="Page_137">p. 137</span> proposito el infinito deseo que tenia de
-servilla, luego que volviese á traelle la respuesta. Llegó con esta
-resolucion al torno del convento de la hermana; llamola, diole el papel
-y prisa por su respuesta, y ofreciosele cuanto pudo; y agradeciendo su
-termino doña Ines (que este era el nombre de la hermana de la Priora),
-diole la deseada respuesta á él, y á un paje suyo las curiosas flores
-de seda que pedia, compuestas en un açafate grande de vistosos mimbres.
-Volvió luego, contentisimo con todo, don Gregorio á los ojos de la
-discreta Priora, y llegando al torno de su convento y llamandola, pasó
-al mismo locutorio en que la habia hablado, por orden della, no poco
-loco del gozo que sintió su animo, por la ocasion que se le ofrecia de
-explicarle su deseo en la platica, que de proposito pensaba alargar
-para este efecto, como quien totalmente estaba ya enamorado della.
-Apenas entró en la grada el recien amartelado mancebo, cuando acudió
-á ella la Priora, diziendole: A fe, mi señor don Gregorio, que haze
-fielmente v. m. el ofizio de recaudero, pues dentro de una hora me veo
-con las deseadas flores, respuesta de mi hermana, y en presencia de v.
-m., á quien vengo á agradecer como debo tan extraordinaria diligencia.
-Señora mia, respondió él, por eso dize el refran: Al moço malo ponedle
-la mesa y enviadle al recaudo. Está bien dicho, replicó ella; pero
-ese proverbio no haze (á mi juizio) al proposito; porque ni á v. m.
-tengo por malo ni en esta grada hay mesa puesta, ni es hora de comer;
-si no es que v. m. lo diga (que á eso obligan esas razones) porque le
-sirva con algunas pastillas de boca ó otra niñeria de dulce; y si á
-ese fin se dirige el refran, acudiré presto á mi obligacion con grande
-gusto. No ha dado v. m. en el blanco, respondió don Gregorio; que sin
-que hable de pastillas ni conservas, sustentaré facilmente se halla
-y verifica en este locutorio cuanto el refran dize. ¿Como, respondió
-doña Luisa, me probará v. m. que es mal moço? Lo más facil de probar,
-dixo él, es eso, pues malo es todo aquello que para el fin deseado
-vale poco; y valiendolo yo para cosas del servicio de v. m., que es lo
-que más deseo, y á quien tengo puesta la mira, bien claro se sigue mi
-poco valor; y no teniendole, ¿que puedo tener de bondad, si ya no es
-que la de v. m. me la comunique, como quien está riquisima della y de
-perfeciones? Gran retorico, dixo la Priora, viene v. m., y más de lo
-que por acá lo somos para responderle; que, en fin, somos mugeres que
-no vamos por el camino carretero, hablando á lo sano de Castilla la
-Vieja; aunque, con todo, no dexaré de obligarle á que me pruebe como
-se salva lo que dixo, que dexó la mesa puesta<span class="pagenum"
-id="Page_138">p. 138</span> cuando fue con el papel que le supliqué
-llevase á mi hermana, ya que aparentemente me ha probado que es
-mal moço. Eso, señora mia, respondió él, tambien me será cosa poco
-dificultosa de probar; porque donde se ve el alegria de los convidados
-y el contento y regocijo de los moços pereçosos, juntamente con el
-concurso de pobres que se llegan á la puerta, se dize que está ya la
-mesa puesta y que hay convite; lo mismo colegí yo del gozo que sentí
-cuando merecí ver esa generosa presencia de v. m., que se me ofrecia
-con ella, pues vi en ese bello aspecto, digno de todo respeto, una
-esplendidisima mesa de regalados manjares para el gusto, pues le tuve
-y tengo el mayor que jamas he tenido, en ver la virtud que resplandece
-en v. m., pan confortativo de mis desmayados alientos, acompañada
-de la sal de sus gracias, y vino de su risueña afabilidad; si bien
-me acobarda el cuchillo del rigor con que espero ha de tratar su
-honestidad mi atrevimiento, si ya esa singular hermosura, despertador
-concertado dél, no le disculpa. Quedosela mirando sin pestañear,
-dichas estas razones, saltaronseles tras ellas algunas lagrimas de los
-amorosos ojos, harto bien vistas y mejor notadas de doña Luisa, á cuyo
-coraçon dieron no pequeña bateria; aunque disimulandola, y encubriendo
-cuanto pudo la turbacion que le causaron, le respondió con alegre
-rostro, diziendo: Jamas pensara de la mucha prudencia y discrecion de
-v. m., señor don Gregorio, que, conociendome tantos años ha, pudiese
-juzgarme por tan bozal, que no llegue á conocer la doblez de sus
-palabras, el fingimiento de sus razones y la falsedad de los argumentos
-con que ha querido probar la suficiencia de mi corto caudal; mas pase
-por agora el donaire (que por tal tengo cuanto v. m. ha dicho); y pues
-tiene en esta casa prima de las prendas de doña Catalina, que le desea
-servir en extremo, no tiene que pretender más, pues cuando lo haga no
-sacará de sus desvelos sino un alquitran de deseos dificiles de apagar
-si una vez cobran fuerça, pues la mesma imposibilidad les sirve á
-los tales de ordinario incentivo, en quien se ceban, pues de contino
-el objeto presente, que mueve con más eficacia que el ausente á la
-potencia muestra la suya cuando lucha con los imposibles que tenemos
-las religiosas. Con esto (pues v. m. me entenderá como discreto) pienso
-he bastantisimamente satisfecho á las palabras y muestras de voluntad
-de v. m.; y con ello se despide la mia; pero no de que me mande cosas
-de su servicio, más conformes á razon y de menos imposibilidad; que
-haziendolo, podrá v. m. acudir una y mil vezes á probar las veras de
-mi agradecimiento; y cuando las ocupaciones de mi ofizio me tuvieren
-ocupada,<span class="pagenum" id="Page_139">p. 139</span> no faltaran
-religiosas de buen gusto que no lo estén para acudir en mi lugar á
-servir y entretener á v. m. Habia estado don Gregorio oyendo esta
-despedida equivoca con estraña suspension, mirando siempre de hito en
-hito á quien se la daba; y desocupado de oir, respondió agradecia mucho
-la merced que se le hazia, pues cualquiera, por pequeña que fuese, le
-sobraba; pero que entendia quedaba de suerte con la llaga que la vista
-de sus blancas tocas y bellisimo rostro (manteles ricos de la mesa que
-de sus gracias habia puesto á su voluntad) le habia causado, que tenia
-su vida por muy corta si su mano, en quien ella estaba, no le concedia
-algun remedio para sustentarla. Despidiose la Priora tras esto dél,
-diziendole se reportase, y fiase lo demas del tiempo y de la frecuencia
-de las visitas, para las cuales de nuevo le daba licencia. Volviose don
-Gregorio á su casa tan enamorado de doña Luisa, que de ninguna manera
-podia hallar sosiego: acostose sin cenar, lamentandose lo más de la
-noche de su fortuna y de la triste hora en que habia visto el bello
-angel de la Priora, la cual luego tambien que se apartó dél se subió
-con el mismo cuidado á su celda, do començó á revolver en su coraçon
-las cuerdas razones que don Gregorio le habia dicho, las lagrimas que
-en su presencia y por su amor habia derramado, la aficion grande que
-le mostraba tener, y el peligro de la vida con que á su parecer iba si
-no le hazia algun favor; y el ser él tan principal y gentil hombre,
-y conocido suyo desde niño, ayudó á que el demonio (que lo que á las
-mugeres se dize una vez, se lo dize á solas él diez) tuviese bastante
-leña con ello para encender, como encendió, el lascivo fuego con que
-començó á abrasarse el casto coraçon de la descuidada Priora; y fue
-tan cruel el incendio, que pasó con él la noche con la misma inquietud
-que la pasó don Gregorio, imaginando siempre en la traça que tendria
-para declararle su amoroso intento. Venida la mañana, baxó luego con
-este cuidado al torno, y llamando una confidente mandadera, le dixo:
-Id luego á casa del señor don Gregorio, primo de doña Catalina, y
-dezidle de mi parte que le beso las manos, y que le suplico me haga
-merced de llegarse acá esta tarde; que tengo que tratar con él un
-negocio de importancia. Fue al punto la recaudera, cuyo recado recebió
-don Gregorio con el gusto que imaginar se puede, asentado en la cama;
-de la cual no pensaba levantarse tan presto, y dixo á la muger: Dezid
-á la señora Priora que beso á su merced las manos, y que me habeis
-hallado en la cama, en la cual estaba de suerte, que, á no mandarmelo
-su merced, no me levantara della en muchos dias, porque el mal con que
-sali<span class="pagenum" id="Page_140">p. 140</span> de su presencia
-ayer tarde me ha apretado esta noche con increible fuerça; pero ya
-con el recado cobro la necesaria para poder acudir, como acudiré á
-las dos en punto, á ver lo que manda su merced. Fuese la mandadera, y
-quedó el amante caballero totalmente maravillado de aquella novedad,
-y no sabia á que atribuirla: por una parte consideraba el rigor con
-que el dia pasado le habia despedido; y por otra, el enviarle á llamar
-tan de prisa para comunicarle (como la mandadera le habia dicho) un
-negocio de importancia, le aseguraba ó prometia algun piadoso remedio.
-Aguardaba con sumo deseo el fin de la visita, y llegada la hora de
-hazella, fue puntualisimamente al convento; y avisando en el torno,
-y cobrada respuesta en él de que pasase á la grada, fue á ella, do
-estuvo esperando á que la Priora saliese, haziendosele cada instante de
-su tardanza un siglo; pero salió dentro de breve rato, risueña y con
-muestras de mucha afabilidad, diziendole, no sin turbacion interior:
-No quiere tan mal á v. m. como piensa, mi señor don Gregorio, quien
-le ha enviado á llamar en amaneciendo con tanto cuidado; pero hanmele
-causado tan grande las muestras de indisposicion con que v. m. se fue
-anoche, que temiendo no naciese ella del cansancio tomado en ir y venir
-del convento de mi hermana á este á mi cuenta, me ha parecido quedaba
-tambien á ella el saber, lo uno de su salud, y lo otro el divertille
-esta tarde de la pasada melancolia, causada de mi inadvertencia;
-que sin duda de la que debi tener en el hablar tomó v. m. ocasion
-para dezirme aquellas tan amorosas cuanto estudiadas razones con que
-pretendió darme á entender, á vueltas de aquellas fingidas lagrimas,
-le desvelaban mis memorias y enamoraban mis cortas prendas; pero no
-le ha salido mal el intento, si le tuvo de obligarme con eso á que le
-enviase á llamar, pues en efecto ha salido con él; y si ese ha sido
-el artificio motriz de aquel fingimiento, digame v. m. agora sin él,
-pues me tiene presente, su pretension; que para ello le da cumplidisima
-licencia mi natural vergüença, pues (como dizen) el oir no puede
-ofender; y hago esto porque, como me dixo v. m. al despedirse, habia yo
-de ser causa de su temprana muerte, no me ha parecido debia dar lugar
-á que el mundo me tuviese por homicida de quien tantas partes tiene, y
-es por ellas digno de vivir los años que mi buen deseo suplica á Dios
-le dé de vida, confiada en que no perderemos nada los desta casa en
-que la tenga larguisima quien tan bienhechor es della. Respondiole don
-Gregorio, cobrando un nuevo y cortes atrevimiento, diziendo: Ha sido
-tan grande, señora mia, la merced que hoy se me ha hecho y va haziendo
-agora, y ha<span class="pagenum" id="Page_141">p. 141</span>llome
-tan incapaz de merecerla, que me parece que aunque los años de mi
-vida llegasen á ser tantos cuantos prometen los nobles y religiosos
-deseos de v. m., no podia pagar en ellos, por más que los emplease en
-servicio de esta casa, la minima parte della; pero ya que no la puedo
-pagar con caudal equivalente, pagarela, á lo menos, con el que agora
-corre entre discretos, que es con notable agradecimiento y confesion
-de perpetuo reconocimiento; aunque quiero que v. m. entienda (y esto
-sabe el cielo cuanta verdad es) que si no acudiera con la brevedad
-que acudió con el recaudo y esperanças de su visita, ya no la tuviera
-yo, ni vida con ella, á la hora presente, segun me apretaba la pasion
-amorosa que las gracias de v. m. me causan; pero ya de aqui adelante
-pretendo mirar por mi vida, para tener siquiera qué emplear en servicio
-de quien tan bien sabe darmela cuando menos la confio; y porque acabe
-de conocer proseguirá v. m. el hazermela, quiero atrevidamente pedir
-otra de nuevo, confiado en lo que acaba de dezir, de que gusta de mi
-vida. Veamos, dixo la Priora, que cosa es, y conforme á la peticion,
-se podrá facilmente juzgar si será justo concederla ó no: diga v. m.
-Yo, señora, no pido nada, replicó él; que no querria me sucediese lo
-de anoche, de dar pesadumbre á v. m. Sin duda, dixo ella, que debe de
-ser, segun se le haze de mal el dezirlo, algun pie de monte de oro. No
-es, respondió don Gregorio, sino una mano de plata (que tales son las
-blanquisimas de v. m.) para besarla por entre esta reja. Aunque haya
-sido atrevimiento, señor don Gregorio, replicó la Priora, no dexaré
-de usar desa llaneza y libertad, por haberlo prometido;—y sacando
-de un curioso guante la mano, la metió por la reja, y don Gregorio,
-loco de contento, la besó, haziendo y diziendo con ella mil amorosas
-agudezas, y ella le dixo: Agora ¿estará v. m. contento? Estoylo tanto,
-replicó el nuevo amante, que salgo de juizio, pues con esto cobro
-nueva vida, nuevo aliento, nuevo gozo, y sobre todo, nuevas esperanças
-de que se lograrán más de cada dia las mias; y asi podré dezir está
-todo mi ser en la mano de v. m., en la cual, como pongo los ojos,
-pongo y pondré mientras viva mis deseos y memorias. Pues, señor don
-Gregorio, dixo doña Luisa, ya no es tiempo de disimulacion ni de que
-v. m. ignore que si me ama con las veras que finge, no haze cosa que
-no me la deba; y si he disimulado hasta agora, ha sido no con poca
-violencia de mi voluntad; pero forçabanla el ser muger y religiosa y
-cabeça de cuantas lo son en esta grave casa, y tambien que deseaba
-enterarme y ver si la perseverancia confirmaba los asomos del amor que
-con palabras y lagrimas me començó á mostrar; pe<span class="pagenum"
-id="Page_142">p. 142</span>ro ya que mi ceguera me obliga á que crea
-lo que tan dificil es de averiguar, digo que soy contentisima de que
-todos los dias me visite, y aun le suplico lo haga, variando las horas
-para mayor disimulacion; y advierta v. m. hago más en confesarme ciega
-y amante, que en cuanto tras eso diere lugar á v. m., pues el mayor
-imposible que sentimos las mugeres es el haber de otorgar amamos á
-quien con sola esa confesion suele tomar animo para condenarnos á
-perpetuo desprecio y desesperados celos: ¡plegue á Dios no me suceda á
-mí asi! Libertad terná v. m. de hablarme sin impedimento; que el ser
-priora me da aquella y me quita estos; y crea v. m. que perseverando,
-pienso serle autora de mayores servicios; y baste por agora, y v. m.
-se vaya; que quedo confusisima de mi determinacion y de la poca fuerça
-que en mí siento para resistir á mayores baterias; y lo demas quede
-para otro dia. Despidieronse con esto, quedando los dos tan enamorados
-como dirá el suceso del verdadero cuento. Luego començaron á andar
-los recaudos, los billetes, y á frecuentarse las visitas, enviandose
-regalos y presentes de una parte y otra con tanta frecuencia, que ya
-daban de sí no poca nota; si bien, como todos veian la autoridad de la
-Priora, no reparaban tanto en ello como fuera razon. Duroles este trato
-por más de seis meses, hasta que, estando los dos un dia hablando en el
-locutorio, començó don Gregorio á maldezir las rejas, que eran estorbo
-de que él gozase del mejor bien que gozar podia y deseaba; y lo mesmo
-dezia ella; que era de suerte su amor, y estaba tan perdida por el
-moço, y tan otra de lo que solia, y era tan frecuentadora de billetes y
-ternuras, que hasta el mismo don Gregorio se espantaba de verla tal; y
-fue de manera, que ella fue quien dió principio á su misma perdicion,
-pues le dixo esa mesma tarde: ¿Es posible, señor, que mostrandome el
-amor que me mostrais, seais tan pusilanime y tan para poco, que no deis
-traça de entrar de noche por alguna secreta parte adonde podamos gozar
-ambos sin çoçobras el dulce fruto de nuestros amores? ¿No advertis
-que soy priora y que tengo libertad para poderlo hazer con el debido
-secreto? Yo, á lo menos, de mi parte, si vos os disponeis para ello,
-harto bien traçado lo tengo con mi deseo y facilitado con vuestra
-cobardia; y aun si no fuera ella tanta, podriais sacarme de aqui y
-llevarme adonde os diese gusto, pues vivo y estoy en todo dispuesta de
-seguir el vuestro. Maravillado don Gregorio desta determinacion, la
-respondió: Ya, prenda mia, os he dicho muchas vezes que estoy aparejado
-para todo aquello que fuere de vuestro entretenimiento y regalo; y asi,
-pues me en<span class="pagenum" id="Page_143">p. 143</span>señais lo
-que debo hazer, será el negocio desta manera. Yo tomaré dos caballos
-de casa de mi padre, recogiendo juntamente della todo el más dinero
-que pudiere, y vendré á la media noche por la parte del convento que
-mejor y más secreto os pareciere; y saliendo dél, subireis en el uno,
-yo en el otro, y asi nos iremos juntos á media posta á algun reino
-estraño, donde, sin ser conocidos, podremos vivir todo el tiempo que
-nos diere gusto; y vos, pues teneis las llaves del dinero, plata y
-depositos deste convento, podreis tambien recoger la mayor suma de
-cosas de valor que podais, para que vamos asi seguros de no vernos
-jamas en necesidad. Asi me parece bien, replicó ella, que se debe
-hazer. Quedaron desde luego de concierto de que su ida fuese á la una
-de la noche del siguiente domingo, despues de dichos los maitines, hora
-en que el galan sin falta estaria aguardando á la puerta de la iglesia
-con los caballos; que pues ella se quedaba las noches con las llaves
-de casa, facilmente podria abrir la sacristia, y salir por ella al
-dicho puesto por la puerta principal de la iglesia, con presupuesto de
-caminar la misma noche diez ó doze leguas á toda deligencia, para que
-cuando los echasen menos fuese más dificultoso el hallarlos. Con este
-concierto y con el de que don Gregorio le enviaria bien envueltos, como
-si fuese colgadura, unos curiosos vestidos de dama con que saliese,
-se despidieron; y en haziendolo, començó la Priora á dar orden en su
-partida, cosiendo en un honesto faldellin que habia de llevar debaxo,
-las doblas que pudo recoger, que no fueron pocas, poniendo en una bolsa
-otra gran cantidad de moneda de plata, para llevarla más á mano; de
-suerte que sacó del convento entre moneda y joyas más de mil ducados.
-La mesma prevencion hizo don Gregorio, el cual, contrahaziendo las
-llaves de ciertos cofres de su padre, sacó dellos más de otros mil
-ducados, sin otra gran cantidad de dineros que pidió prestados á
-amigos; que con la confianza de que era hijo unico y mayorazgo de
-caballeros de más de tres mil de renta, fue facil hallar algunos que
-se los prestasen. Llegado el concertado domingo, á las doze de media
-noche, hora de universal silencio por la seguridad que dan los primeros
-sueños, que, por serlo, son más profundos, se baxó don Gregorio con
-la aprestada maleta de lo que habia de llevar, á la caballeriza, y
-ensillando en ella dos de los mejores caballos, sin ser de nadie
-sentido se salió de casa, y fue al monasterio, do estuvo aguardando en
-la puerta de la iglesia á que su querida doña Luisa saliese, la cual,
-acabados los maitines, se volvió á su celda, y quitandose en ella
-los habitos, se vistió las ropas de secular que don Gregorio<span
-class="pagenum" id="Page_144">p. 144</span> le habia enviado, y tenia
-en un arca, como queda dicho; y poniendo las de religiosa sobre una
-mesa, y dexando alli una bien larga carta escrita de la causa que sus
-amores le dieron para irse (como se iba) con don Gregorio, dexó, ni más
-ni menos, alli una vela encendida, con el breviario y rosario, de quien
-siempre habia sido devotisima, y por él lo habia sido en sumo grado de
-la Virgen, señora nuestra, toda su vida; y tomando tras esto un gran
-manojo de llaves, las cuales eran de toda la casa y de la iglesia, se
-salió de la celda lo más pasito que le fue posible, y se fue por el
-claustro, y baxó á la sacristia; y abriendola sin ser sentida, salió
-al cuerpo de la iglesia con las llaves en la mano; y habiendo de pasar
-al salir della por delante de un altar de la Virgen benditisima, de
-cuya imagen era particular devota, y le celebraba todas las fiestas
-suyas con la mayor solenidad y devocion que podia, á la que llegó
-delante della, se hincó de rodillas, diziendo con particular ternura
-interior y notable cariño de despedirse della, privandose del verla,
-porque era la cosa que más queria en esta vida: Madre de Dios y Virgen
-purisima, sabe el cielo y sabeis vos cuanto siento el ausentarme de
-vuestros ojos; pero estan tan ciegos los mios por el moço que me lleva,
-sin hallar fuerças en mí, con que resistir á la pasion amorosa que
-me lleva tras sí, voy yo tras ella sin reparar en los inconvenientes
-y daños que me estan amenaçando; pero no quiero emprender la jornada
-sin encomendaros, Señora, como os encomiendo con las mayores veras que
-puedo, estas religiosas que hasta ahora han estado á mi cargo: tenedle
-pues dellas, Madre de piedad, pues son vuestras hijas, á las cuales
-yo, como mala madastra, dexo y desamparo: amparadlas, digo, Virgen
-santisima, por vuestra angelica puridad, como verdadero manantial de
-todas las misericordias, siendo como sois la madre de la fuente dellas:
-de Cristo, digo, nuestro Dios y Señor. Volved y mirad, os suplico otra
-vez, en mi lugar, por estas siervas vuestras que aqui quedan, más
-cuidadosas de su limpieza y salvacion que yo, que voy despeñandome
-tras lo que me ha de hazer perder lo uno y lo otro, si vos, Señora,
-no os apiadais de mí; pero confio que lo hareis, obligada de vuestra
-inexplicable y natural piedad y de la devocion con que siempre he
-rezado vuestro santisimo rosario. Y dicha esta breve oracion, y hecha
-tras ella una profunda reverencia á la imagen, abrió el postigo de la
-iglesia, y abierto, se volvió á dexar las llaves delante del dicho
-altar de la Virgen, tras lo cual se salió á la calle, entornando
-tras sí la puerta. Apenas estuvo fuera della, cuando le salió al
-encuentro don Gregorio, que la estaba aguar<span class="pagenum"
-id="Page_145">p. 145</span>dando hecho ojos, y tomandola en braços
-(tras haberla tenido un breve rato entre los suyos amorosos haziendo
-desenvolturas que el recelo de no ser vistos le consintió), la subió
-en el caballo que le pareció más manso, con que començaron luego á
-caminar de suerte que los vino á tomar el dia seis ó siete leguas lexos
-de adonde habian salido; y en el primer lugar se proveyeron de todo
-lo necesario tocante á la comida, con fin de no entrar en poblado,
-si no fuese de noche, para hurtar asi el cuerpo á la mucha gente que
-tenian por sin duda iria en su busca. En efeto, señores, que aquella
-habia profesado y prometido castidad á Dios, y la habia guardado hasta
-entonzes con notables muestras de virtud, permitiendolo asi su divina
-Magestad por su secreto juizio y por dar muestras de su omnipotencia
-(la cual manifiesta, como canta la Iglesia, en perdonar á grandes
-pecadores gravisimos pecados), y por mostrar tambien lo que con él
-vale la intercesion de la Virgen gloriosisima, madre suya, y con
-cuantas veras la interpone ella en favor de los devotos de su santisimo
-rosario, la perdió por un deleite sensual y momentaneo, yendo á rienda
-suelta por el camino fragoso de sus torpezas, olvidada de Dios, de su
-profesion y de todos los buenos respetos que á quien era debia. Mas no
-hay que maravillarse hiziese esto, dexada de la mano de Dios, pues,
-como dize san Agustin, más hay que espantarse de los pecados que dexa
-de hazer el alma á quien desampara su divina misericordia, que de los
-que comete; que eso, dize David, vozean los demonios, enemigos de
-nuestra salvacion, al hombre que llega á tal miseria tomando animo por
-ello de perseguirle, y prometiendose vencerle en todo genero de vicios:
-Deus dereliquit eum: persequimini et comprehendite eum, quia non est
-qui eripiat. Continuaron su camino los ciegos amantes, con los justos
-miedos y sobresaltos que imaginar se pueden de quien anda en desgracia
-de Dios, algunos dias, sin parar jamas hasta que llegaron á la gran
-ciudad de Lisboa, cabeça del ilustre reino de Portugal. Alli pues hizo
-don Gregorio una carta falsa de matrimonio, y alquilando una buena
-casa, compró sillas, tapices, bufetes, camas y estrado con almohadas
-para su dama, con el demas ajuar necesario para moblar una honrada
-casa, comprando juntamente para el servicio della un negro y una negra:
-cargó tras esto de galas y joyas para adorno suyo y de su bella doña
-Luisa. Pasaron la vida muchos dias, acudiendo en aquella ciudad á todo
-cuanto apetecian sus ciegos sentidos, como fuese de entretenimiento,
-disolucion y fausto, sin perder fiesta ni comedia la gallarda
-forastera (que asi la llamaban los portugueses)<span class="pagenum"
-id="Page_146">p. 146</span> de cuantas en Lisboa se hazian. Paseaba
-tambien sus calles don Gregorio de dia, ya con una gala y caballo, y ya
-con otro, gozando sin escrupulo ninguno de conciencia de aquella pobre
-apostata perlada, olvidado totalmente de Dios y sin rastro de temor
-de su divina justicia; porque, como dize el Espiritu Santo por boca
-de Salomon, lo que menos teme el malo cuando llega á lo ultimo de su
-maldad, es á Dios. Dos años estuvieron en Lisboa los ciegos amantes,
-gastandolos en la vida más libre y deleitosa que imaginarse puede,
-pues todo fue galas, convites, fiestas, y sobre todo juegos, á que don
-Gregorio se dió sin moderacion alguna.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_18">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XVIII</h2>
- <p class="subh2h">En que el ermitaño cuenta la baxa que dieron los
- Felizes Amantes en Lisboa por la poca moderacion que tuvieron en su
- trato.</p>
-</div>
-
-<p>Es infalible que se llegue al cabo de adonde se saca algo (como
-dize el refran) y no se echa. Digolo, señores, porque, como dieron
-tanta prisa las libertades de don Gregorio y sus juegos, y las galas
-de su doña Luisa y sus saraos, á desembolsar los dineros que habian
-traido de su tierra, sin que de ninguna parte ni de ningun modo les
-viniese ganancia, començaron al cabo de los dos años dichos á echar de
-ver ambos se iban empobreziendo; y hizieronlo tan por la posta, que
-en breve les fue forçoso vender las colgaduras y aun muchas ó todas
-las joyas de casa, tras lo cual vendió él tres ó cuatro caballos que
-tenia; pero remediose poco con su venta, porque con el dinero que sacó
-della, codicioso de ganar ó picado de lo perdido, se fue á una casa de
-juego, do tras perderle todo, vino á perder hasta un famoso ferreruelo
-que traia, siendole necesario detenerse hasta la noche sin volver á su
-casa, porque no le viesen los que le conocian, ir (como de hecho fue)
-en cuerpo por las calles; y llegando apesarado, corrido, pobre y sin
-capa á los ojos de su doña Luisa, que le aguardaba con harta necesidad,
-no tuvo animo la triste dama de reprenderle su inconsideracion,
-temerosa de no darle materia para que la dexase ó hiziese alguna
-baxeza; antes consolandole, dió orden de que vendiesen los negros,
-como lo hizieron; pero acabaronse presto los dineros que sacaron
-dellos, parte con el gasto ordinario, y parte con los escesos del
-juego de don Gregorio, que eran grandes (quiçá por permision divina,
-para reducirlos á su conocimiento, mediante la necesidad), y llegaron
-al cabo á verse tales, que ni prenda que empe<span class="pagenum"
-id="Page_147">p. 147</span>ñar, ni pieça que vender tuvieron: con que
-el dueño de la casa, conociendo el peligro que corria la cobranza de
-sus alquileres, dió orden de executarlos por ellos si no le daban
-por seguro algun abonado fiador: fueles imposible hallarle; y asi,
-hubo el galan de rematar con los vestidos de su doña Luisa, á la cual
-viendo llorosa, desnuda, corrida y medio desesperada, dixo el prodigo
-moço un dia: Ya veis, mi bien, lo que pasa y cuan imposible nos es
-vivir en esta ciudad sin notable nota della y vergüença nuestra, por
-ser tan conocidos de la gente principal, de quien no tengo cara para
-ampararme. Muy sin consideracion hemos andado en gastar tan sin tino
-lo que de nuestras tierras sacamos, y sin mirar en lo que adelante nos
-podia suceder; pero pues para lo hecho no hay remedio, pareceme que
-lo que agora debemos hazer, previniendo mayores daños, es, que pues
-nos vemos tales, nos salgamos una noche, sin ser vistos, de Lisboa, y
-vamos á dar cabo á la primer ciudad de Castilla, que es Badajoz, do,
-por no conocernos ni habernos visto con la pompa y fausto que los de
-Lisboa, podremos pasarlo mejor y con menos gasto; que pues vos teneis
-tan buenas manos para cosas de labor, facil será el ganar con ellas con
-que moderadamente vivamos, ya enseñando á labrar á algunas niñas, y ya
-labrando para otros. Respondiole con no pocas lagrimas y sentimiento
-la triste dama que hiziese della cuanto fuese de su gusto, pues estaba
-ya dispuesta á seguirle en todo sin contradizion alguna. Salieronse,
-cual pueden pensar vs. ms., de la gran Lisboa, haziendo su viage á pie
-y sin más provision ni ropa que la que llevaban á cuestas, yendo sin
-espada y en cuerpo don Gregorio, por la perdida que habia hecho de su
-capa en el juego; pero lo que él más sentia era verse imposibilitado
-de poder llevar á caballo á su doña Luisa, que por la aspereza de los
-caminos y delgadeza de sus pies, los llevaba abiertos y cribillados,
-por ir, como iba, con pobrisimo calçado, y necesitada, en fin, de
-pedir limosna por las puertas de las casas de los pueblos por donde
-pasaba, como tambien lo iba haziendo él, llenas sus plantas de vejigas.
-Llegaron al cabo de algunos dias á Badajoz despeados, do llegando,
-les fue forçoso irse á alojar por su gran pobreza al hospital; que
-era tanta, que si algunos compasivos pobres dél no les dieran de los
-mendrugos que por las casas habian recogido de limosna, quedaran la
-noche que llegaron, sin cenar. Aqui fue el llorar, hecha otro hijo
-prodigo, de la afligida doña Luisa, y el considerar la abundancia
-que tenia en el monasterio de donde era priora; aqui el arrepentirse
-de haber salido tan inconsideradamente dél con don Gregorio, con tan
-gra<span class="pagenum" id="Page_148">p. 148</span>ve ofensa de Dios
-y tan en deshonra de los linajes de entrambos; aqui, finalmente, el
-solloçar por la perdida de la irrecuperable joya de la virginidad.
-Pasó la noche, en efeto, la aburrida señora lamentando con estraño
-sentimiento su desventura, tanto, que el afligido don Gregorio no le
-osaba hablar; antes corridisimo y melancolico, se estaba escuchandola
-en un rincon del mismo aposento; y si algo dezia, era tambien endechas
-y pesares por los que padecia y esperaba padecer, sin esperanças
-de poder volver en toda su vida á su tierra, en la cual era rico y
-regalado mayorazgo: con cuya consideracion y con la que tenia del
-sentimiento de sus padres, deudos y amigos, arrancaba de rato en rato
-un doloroso suspiro del centro de su afligida alma, con que enternecia
-las piedras, maldiziendo su desconcierto, ciega determinacion, locos
-amores y á los infernales gustos, y finalmente la primer vista de quien
-habia sido causa total de tan fatales principios y del fin peligroso
-que ellos las vidas de su cuerpo y alma amenazaban. Pasada la noche
-en estas ocupaciones y sentimientos, y venida la mañana, entró en el
-hospital un caballero mancebo, á quien tocaba reconocer aquella semana
-que gente habia entrado y dormido en él; que para no dar lugar á que
-se poblase de vagamundos tenia esta cuerda providencia aquella ciudad,
-de tener administradores que por semana visitasen los peregrinos y se
-informasen de sus necesidades; y llegandose á doña Luisa, luego que
-la vió moça y hermosa, aunque mal vestida, le preguntó que de donde
-era; y respondiendo ella con muestras de vergüenza que de Toledo,
-replicó él si conocia á tales y tales personas bien señaladas en dicha
-ciudad: respondió la dama luego que no, porque habia mucho tiempo
-que habia salido de allá. Estando en esta platica, se les juntó don
-Gregorio, diziendo: Esta muger, señor mio, es natural de Valladolid,
-y es mi esposa. ¿Pues para que, dijo el caballero, es menester mentir
-aqui? Muestrenme acá la carta del casamiento; porque, si no son marido
-y muger, seran muy bien castigados. Sacó luego su carta falsa don
-Gregorio, y enseñosela, de la cual el caballero quedó satisfecho, y les
-preguntó que adonde caminaban; porque alli no podian estar más de solo
-un dia. Respondió don Gregorio que venian á aquella ciudad de asiento
-para vivir en ella. ¿Pues que ofizio teneis? replicó el administrador.
-Respondiole que no tenia ofizio; pero que su muger era labrandera, y
-queria alli, habiendo comodidad, enseñar á labrar algunas niñas. De
-suerte, dixo el caballero, que ella os ha de sustentar á vos: harto
-trabajo tendreis ambos: con todo, por amor de Dios os llevaré<span
-class="pagenum" id="Page_149">p. 149</span> hoy á mi casa, y os daré
-en ella de comer hasta buscaros alguna comodidad con que vos y vuestra
-muger, que parece honrada, podais vivir en esta tierra. Mandó tras esto
-á un paje que los llevase á su casa: agradecieronselo mucho ellos; y
-por el camino, preguntando por las prendas de quien tanta merced les
-hazia, respondió el paje que era un mancebo rico y tan caritativo,
-que hazia los más de los dias muchas limosnas; y asi, que confiasen
-que él sin duda les buscaria adonde pudiesen vivir, y aun si fuese
-menester les pagaria el alquiler de la casa; nueva fue esta que les
-dió á ambos notable contento. El caballero les buscó, en saliendo del
-hospital, una razonable posada en que vivian unas costureras, y les
-hizo dar alquiladas una buena cama y algunas alhajas de casa, saliendo
-él á pagar el alquiler de todo cuanto los huespedes para quien habia
-de servir, no le pagasen. Hecha esta diligencia, se fue á mediodia á
-su posada, en la cual les hizo dar bien de comer, y en comiendo, les
-llevó él proprio á la que les habia buscado, donde le besaron las
-manos por ello y por un real de á ocho que les dió de limosna, con que
-pasaron aquella noche razonablemente. A la mañana començó doña Luisa
-á preguntar á aquellas vecinas que quien le daria que labrar; porque
-ella no conocia á nadie en aquella ciudad; las cuales la respondieron:
-Nosotras, con ser naturales de aqui y hazer, como dizen, pajaritos
-de nuestras manos, morimos de hambre: mirad que hareis, señora, vos
-venida de ayer acá. A la fe, hermana mia, que habeis llegado á muy
-ruin puesto para ganar de comer, como os enseñará la experiencia. Con
-todo eso, para dos ó tres dias, dixo la una, yo os daré con que ganeis
-siquiera para pan. Agradecioselo ella, y començó á labrar en cierta
-obra que le puso en las manos, quedandose don Gregorio en la cama,
-pensando pasar mejor la hambre en ella que paseando. Esa mesma mañana
-se llegó el caballero, despues de haber visitado el hospital, á saber
-de los dos forasteros; y hallando acostado á don Gregorio, le dixo:
-¿Que es, gentil hombre? ¿Como va? ¿Adonde está vuestra muger? Bien
-hasta agora me va, respondió el, y ahi con la vecina está mi muger,
-por quien pregunta v. m., á quien suplico no se espante de no hallarme
-levantado; que el no tener andrajo de çapatos me obliga á ello. No
-será tanto esa la causa, dijo el administrador, cuanto poltroneria.
-Y volviendo las espaldas, se salió á ver á doña Luisa, y sentandose
-en un taburete junto á ella, se la puso á mirar de proposito á las
-manos y rostro; y reparando en sus facciones y en la modestia con
-que estaba, le pareció la más hermosa muger y más digna de ser<span
-class="pagenum" id="Page_150">p. 150</span> amada que en su vida
-hubiese visto. Aficionosele luego; que es imposible dexe la voluntad
-de amar á aquello que se le representa vestido de bondad, hermosura ó
-gusto; y rendido ya á sus partes, le preguntó con muestras de aficion
-por su nombre y la causa por que habia dexado su patria. Respondió
-ella sin levantar el rostro, con alguna turbacion, que se llamaba
-doña Luisa, y que por haber sucedido cierta desgracia á su marido en
-Valladolid, habian salido ambos huyendo á uña de caballo (cosa que le
-pesaba confesar, y que por no hazerlo, habia dicho al principio que
-eran de Toledo), y habiendo dado cabo en Lisboa, habian vivido alli
-dos años, en el cual tiempo habian gastado no poca suma de dinero que
-consigo habian traido. Por cierto, señora doña Luisa, que siento en el
-alma (dixo el caballero) veros empleada en quien tan poco os merece,
-como este picaronazo de vuestro marido, pues por una parte os veo
-hermosa y discreta, y considero por otra que él os ha de consumir y
-gastar lo poco que aqui ganaredes: con todo si quereis hazer por mí lo
-que os suplicare, os juro á fe de caballero de remediaros y favoreceros
-á ambos en cuanto pudiere, pues no puedo negar sino que os he mirado
-con buenos ojos, y de suerte estan los mios enamorados de los vuestros,
-que ya vivo con deseo intenso de serviros y agradaros en cuanto
-pudiere; y asi, desde luego os suplico me mandeis todo lo que fuere
-de vuestro gusto; que á todo acudirá el mio, sin querer mis fieles
-deseos más premio que verse admitidos de vuestra memoria, pues con solo
-esa gloria juzgaré verme en la mayor que puedo desear. No perdais,
-bellisima forastera, la ocasion que á vuestras desdichas ofrece en mis
-dichosos cuidados la fortuna, y advertid no es cosa que os pueda estar
-mal el hazerme merced. Agradezco cuanto puedo, señor, respondió ella,
-la que ese valor me ofrece, sin haberle yo servido ni merecido; pero
-siendo muger casada y estando mi marido presente, en gravisimo yerro y
-peligro caeria si le ofendiese; y asi por esto, y, lo más principal,
-por lo que debo á Dios y á mi misma, suplico á v. m. desista de tal
-pretension; y en cuanto no tocare á ella, mandeme; que en todo verá mi
-debido agradecimiento. Miradlo, señora, bien, dixo el mancebo; que yo
-me encargo en dar orden como vuestro marido no lo sepa ni entienda; y
-veis aqui por agora ese doblon para que ceneis esta noche; que dobles
-os los daré las que vinieren, como gusteis emplearlas en darme gusto, y
-no le tendré hasta que mañana me deis la respuesta que deseo; y me le
-puede solo causar el ser ella cual mi fe merece y esa beldad asegura.
-Constreñida doña Luisa de la necesidad, que es poderoso tiro para<span
-class="pagenum" id="Page_151">p. 151</span> derribar las flacas
-almenas de la mugeril vergüença, tomó el doblon, dandole por el no
-pocas gracias ni pocas esperanças con recebirle, pues siempre quien lo
-haze se obliga á mucho. Levantose tras esto el administrador, y llamó
-aparte á la vecina más vieja de la casa y le dixo: Si acabais con doña
-Luisa que corresponda á mis ruegos y acete mis ofertas, os prometo, á
-ley de quien soy, de daros una saya de famoso paño, sin otras cosas
-de consideracion; pero eso rogadselo y persuadidselo con las mayores
-veras que pudieredes; y si salis con la empresa, venid volando con la
-nueva á mi casa; que della llevareis al punto las ofrecidas albricias.
-Asegurole la astuta tercera serlo con las veras que dirian las obras;
-y llegandose el caballero, oida esta respuesta, á la descuidada
-dama, le asió la mano y se la besó, sin que lo pudiese ella impedir,
-partiendose luego. Començó, tras su ida, la solicita vieja á persuadir
-eficazmente á la perplexa señora, por saber ella más de estos ensalmos
-que de los salmos de David; y fue de suerte la bateria que le dió, que
-convencida della doña Luisa, le vino á responder que, como el negocio
-fuese secreto, procuraria servir cuanto pudiese á aquel caballero,
-con tal que él hiziese tambien por ella lo que le habia ofrecido:
-encargose la vieja, agradecida á la respuesta, de tratar el negocio
-con igualdad y satisfaccion de ambas partes, como el efeto mostraria.
-Entrose doña Luisa en su cuarto, por ser hora de comer, do contó punto
-por punto á don Gregorio cuanto con el caballero le habia pasado; el
-cual le respondió que, atento que padecian extrema necesidad y que
-era imposible remediarla por otro camino, que condescendiese con su
-gusto; que para todo daba su consentimiento y daria el lugar necesario,
-con tal que le sacase cuanto pudiese, asi en dineros como en joyas,
-fingiendo siempre temor y recelo, y encargandole el secreto. Ya en
-esto habia ido corriendo la vieja á ganar las albricias del enamorado
-caballero; y teniendolas, y concertado con ella tratase con doña Luisa,
-se viesen la siguiente noche donde y como ella mandase, se efetuó
-todo asi; porque, fingiendo don Gregorio salirse de la ciudad, dió
-ella entrada en su propria casa al caballero, el cual durmió con ella
-aquella y otras noches, dandole dineros y todo lo necesario para su
-sustento y reparo, con que pudieron ambos vertirse razonablemente.
-Publicose el negocio, con escandalo del pueblo; que de ver el toldo de
-la dama, la bizarria de don Gregorio y la familiaridad con que trataba
-con el caballero, frecuentando las entradas de casa el uno del otro
-(que todo lo allanó el gusto del natural y necesidad del forastero),
-nació el echar de ver todos<span class="pagenum" id="Page_152">p.
-152</span> tenia tienda la forastera de entretenimientos, la cual
-aumentó la ocasion de la murmuracion con el engalanarse, ponerse á
-la ventana y gustar de ser vista y visitada, todo con consentimiento
-de don Gregorio; que ya no se le daba nada del medrar á costa de
-la votada honestidad (pero profanada escandalosamente) de la ciega
-religiosa, de quien de nuevo començaron á picarse otros tres mancebos
-ricos de la ciudad, admitiendo sus presentes billetes y recados la
-dama, sin reparar en comprarlos á costa de su honra. Llegó el negocio
-á termino que una noche, encontrandose todos en su calle, trabaron
-celosos una tan cruel pendencia, que della salió muerto un hijo de
-vecino principal: prendió luego la justicia por indicio á todos los
-de la riña, depositando á doña Luisa en casa de un letrado; y al cabo
-de un mes que corrió la causa, no pudiendose averiguar quien fuese el
-homicida, los sacaron á todos en fiado, dandoles la ciudad por carcel.
-Don Gregorio fue quien peor libró, pues salió el postrero della, con
-sentencia de destierro perpetuo de Badajoz y su tierra; y hubiera
-de salir á la vergüença por las calles, si la buena diligencia del
-administrador, su amigo, no lo remediara con dinero: diole, en viendole
-libre, todo lo que fue necesario para salirse de la ciudad y irse á la
-de Merida, do le aconsejó se entretuviese regalando un par de meses,
-mientras él en ellos negociaba se le alçase el destierro, ofreciendole
-se encargaba de mirar en ellos por doña Luisa como si fuera su propria
-hermana. Acetó de muy buena gana don Gregorio el partido, porque vió
-en él la puerta abierta para hazer lo que pretendia, que era dexar á
-doña Luisa, de quien ya estaba cansado, y arrepentido de la locura
-que habia hecho de encargarse de tan impertinente carga; temiendo, si
-perseveraba en tal vida, no lo viniese á ser él de algun burro por las
-calles publicas de algun pueblo, ó de alguna horca si se descubria su
-delito: con todo, disimuló con ella, de quien se despidió encargandole
-el recato y honestidad, y la deligencia en procurar se le alçase el
-destierro, ó se fuese tras él á Merida, do la esperaria, si no se podia
-negociar. Toda esta platica pasó delante del administrador, que gustaba
-ya de verle ausente, no menos que la dama, que deseaba lo mismo por
-tener más libertad para sus disoluciones: todos, en efeto, deseaban
-una misma cosa, aunque por diferentes fines. Tomó don Gregorio de mano
-de su amigo más de quinientos reales, y con ellos y muy bien vestido
-se salió de Badajoz á pie para Merida, ciudad que dista poco della.
-Par Dios, dixo Sancho, que eso de badajos y esotro que por su mal olor
-no lo oso nombrar, declaran bien cuan gran puer<span class="pagenum"
-id="Page_153">p. 153</span>co y badajo era ese don Gregorio, que dexó
-la monja entre tantos cuervos ó demonios: el tuerto desa pobre señora,
-mi señor don Quixote, será bien deshazer, pues ganariamos en ello las
-catorze obras de misericordia; y más le digo, que si quiere ir luego
-allá, le acompañaré de muy buena gana, aunque sepa perder ó dilatar
-la posesion del gobierno de la gran insula y reino de Chipre, que me
-toca por linea recta en virtud de la palabra de v. m. y de la muerte
-que ha de dar al soberbio Tajayunque, su rey, cuyo guante traigo bien
-guardado en esta maleta. No se le encaxaba mal á don Quixote el consejo
-de Sancho, y ya con él se le començaban á levantar la mollera, de
-suerte, que si los circunstantes, que gustaban infinito de saber el fin
-del cuento, no le apaciguaran con buenas razones, echara el bodegon
-por la ventana, y se fuera luego de alli, dexandoles en porreta;
-pero diziendole el soldado Bracamonte que en acabando de oir donde y
-como quedaba aquella señora, le daba palabra de irle á acompañar en
-tan santa empresa (pues no teniendo noticia más clara de sus cosas y
-sucesos, no le parecia acertado hacer la jornada, porque podria ser
-que cuando ellos llegasen á Badajoz ya ella estuviese en otra parte),
-se sosegó don Quixote, y ofreció grata atencion á todo, obligandose á
-hazer la tuviese tambien su escudero. Con esto, y con agradecerselo
-todos, y rogar tras ello al discreto ermitaño prosiguiese tan suspensa
-historia, seguro de que, aunque larga, no les cansaba, la prosiguió
-diziendo:</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_19">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XIX</h2>
- <p class="subh2c">Del suceso que tuvieron los Felizes Amantes hasta
- llegar á su amada patria<a id="FNanchor_20" href="#Footnote_20"
- class="fnanchor">[20]</a>.</p>
-</div>
-
-<p>No se fue don Gregorio á Merida, como habia prometido al caballero
-y á doña Luisa, sino á Madrid, donde por la babilonia de la corte
-facilmente se encubre y disimula cualquier desdichado; y como él lo
-era tanto, vino á parar con toda su nobleza en servir á un caballero
-de habito, mudado el nombre, sin acordarse más de su dama que si
-jamas la hubiera visto, la cual le pagó con la mesma moneda á los
-primeros dias de su ausencia, empleandolos todos en nuevos gustos y
-en tratar de estafar á cuantos podia, teniendo por blanco solo el
-interes; pero conociendo todos el suyo, començaron á hazer alto,
-divulgandose entre ellos la baxa ley y libertad de la forastera; por
-lo<span class="pagenum" id="Page_154">p. 154</span> cual, viendose sin
-muñidores, y sobre todo, viendo que le hazia algunos malos tratamientos
-el administrador, enfadado de su ingratitud y disolucion, cayó en la
-cuenta del peligro en que estaba su alma y cuerpo. Advirtió tambien
-luego como, habiendo tantos dias que don Gregorio faltaba, jamas le
-habia escrito, siendole facil el hazerlo estando en Merida, por la
-vecindad, y forçoso el procurarlo por las obligaciones que le tenia,
-si como hombre, en fin, no hubiera mudado de intento y dexadola,
-como lo tenia por sin duda lo habia hecho. Començó á cavar en la
-consideracion de su mal estado tras esto, y Dios á obrar secretamente
-en su conocimiento, como aquel que la queria dexar por exemplo de
-penitentes y de lo que con su divina misericordia puede la intercesion
-de su electisima Madre, y finalmente, de lo que á ella la obligan los
-devotos de su santisimo rosario con la frecuentacion de tan eficaz
-y facil devocion; que se encendió de suerte su espiritu en amor y
-temor de Dios, que empezó á deshazerse en lagrimas, apesarada de las
-ofensas cometidas contra su Magestad, confusa por no saber como ni en
-quien hallar remedio ni consejo; que tan cargada estaba de desatinos.
-Advirtieron su llanto algunos de sus galanes, y deseando enxugarsele,
-le preguntaban la causa con gran cuidado y deseo de saberla; pero era
-en vano, porque ya aspiraba la reconocida señora á superior consuelo;
-y asi, despidiendoles lo mejor que pudo (que no le fue facil, por ser
-las arremetidas de los amartelados más fogosas en prosecucion de lo que
-despues de amado han procurado dexar, y más si ven desvio en el gusto),
-propuso, alumbrada de Dios, volverse á su ciudad y presentarse en ella
-secretamente á un caballero deudo suyo, y descubrirle todo el suceso de
-su vida, con fin de que él la ayudase á ir sin ser conocida, á Roma, á
-procurar alli, echada á los pies de Su Santidad, algun modo para volver
-á su monesterio ó á otro cualquiera de su misma orden, con fin de tener
-donde enmendar, como deseaba, la infernal vida que hasta entonzes habia
-tenido. Con este pensamiento, y encomendandose de coraçon á Maria
-sacratisima, madre de piedad y fuente de misericordia, recogiendo
-cuanto dinero tenia, y haziendo de sus vestidos y alhajas todo lo que
-pudo, se vistió de peregrina con sombrero, esclavina, bordon y un
-grueso rosario al cuello y alpargatas á los pies; y cubierta deste
-penitente trage, arrebozado el rostro, se salió una noche obscurisima
-de Badajoz, tomando la derrota hazia su tierra, acompañada solo de
-suspiros, lagrimas y deseos de salvarse, desviandose cuanto le era
-posible de los caminos reales, y procurando caminar casi siempre las
-noches, en las<span class="pagenum" id="Page_155">p. 155</span>
-cuales entraba en las posadas de menos bullicio á tomar dellas lo más
-necesario para su sustento, saliendose luego al campo. No le faltaron
-algunos trabajos y desasosiegos de gente libre en el camino; pero
-vencioles á todos su modestia y sacudimiento, y sobre todo la santa
-resolucion que la eficaz gracia le habia hecho hazer de no ofender más
-á su Dios en toda su vida, aunque la supiera perder mil vezes á manos
-de un millon de tormentos. Padeció tambien hambre, sed y frio, por
-ser tiempo en que le hazia grande el en que caminaba, y por la misma
-causa le molestaron las aguas y arroyos; pero acompañabase en ellos
-de la gente más pobre que hallaba, hasta pasarlos, á quien despues
-daba buenas limosnas. Hazia las jornadas cortas, por el cansancio y
-tiempo, siendo esto la causa de que fuese tan largo el que gastó en el
-camino, pues tardó en llegar á su tierra más de cuatro meses, visitando
-en ellos algunos pios santuarios que le venian á cuento. Quiso ya el
-cielo apiadarse della y dar fin á su prolixa jornada; y asi llegando
-á la ultima, antes de entrar en su ciudad, á la que descubrió, y
-reconoció el campanario de su monasterio, fue tal el sentimiento que
-hizo postrada en tierra, que no hay lengua ¡oh discretos señores! que
-lo acierte á pintar. Resolviose en lagrimas, y resolvió juntamente
-de quedarse alli en el campo hasta el anochecer, por entrar á media
-noche, para mayor seguridad. Hizolo asi, y llegado el plaço, començó á
-enderezar los turbados pasos hazia la casa del deudo de quien pensaba
-valerse; pero llegando á pasar por delante su monasterio (que no se si
-la obligó tanto á ello la necesidad cuanto el cariño y deseo de ver
-sus paredes; pero no debió de ser lo uno ni lo otro, sino inspiracion
-de Dios para que tuviese su viaje el feliz fin que se sigue) al punto
-que daban las onze, y emparejando con el mismo postigo de la puerta de
-la iglesia, la vió abierta; y asombrada de semejante caso, començó á
-dezir entre sí: ¡Valgame Dios! ¿que descuido ha sido este de las monjas
-ó del sacristan que tiene cargo de cerrar la iglesia? ¿Es posible que
-se hayan dexado abierto el postigo de su puerta? Mas ¿si acaso han
-robado algunos ladrones los frontales y manteles de los altares ó la
-corona de la Virgen, que ha de ser de plata si no me engaño? Por mi
-vida, que tengo de llegar pasito (aunque aventure en ello la vida,
-pues en dichosa parte la perderé cuando aqui la pierda), y mirar si
-hay alguna persona dentro, y avisar, por si ha sido descuido de quien
-tiene cargo de cerrarle. Metió en esto la cabeça hazia dentro con gran
-tiento, y estuvo un rato escuchando; pero no sintiendo ruido, ni viendo
-más que dos lamparas encendidas, una delante del<span class="pagenum"
-id="Page_156">p. 156</span> Santisimo Sacramento, y otra delante del
-altar de la Virgen benditisima, estuvo suspensa una gran pieça, sin
-que osase determinase á entrar, temiendo no estuviese alguna monja
-rezando acaso en el coro, y viendola alli, hiziese algun rumor por do
-se viese en peligro de ser conocida, y por consiguiente rigurosamente
-castigada; pero no obstante este miedo, se resolvió á seguir la primera
-deliberacion, aunque fuese con el riesgo de la vida. Entró tras esto
-osadamente, y pasando por delante del altar de la Virgen, tropeçó en
-un gran manojo de llaves que delante dél estaban en el suelo, del cual
-suceso maravillada, se abaxó para verlas y levantarlas con notable
-turbacion; y apenas lo hubo començado á poner por obra, cuando la
-devotisima imagen de la Virgen la nombró por su nombre con una voz
-como de reprehension, de la cual quedó tan atemorizada doña Luisa, que
-cayó medio muerta en tierra; y prosiguiendo la Virgen sacratisima, le
-dixo: ¡Oh perversa y una de las más malas mugeres que han nacido en
-este mundo! ¿como has tenido atrevimiento para osar parecer delante
-de mi limpieza, habiendo tú perdido desenfrenadamente la tuya á
-vueltas de tantos y de tan sacrilegos pecados como son los que has
-cometido? ¿De que suerte, di, ingrata, soldarás la irreparable quiebra
-de tan preciosa joya? ¿Y con que penitencia, insolentisima profesa,
-satisfarás á mi amado Hijo, á quien tan ofendido tienes? ¿Que enmienda
-piensas emprender ¡oh atrevida apostata! para volver por medio della á
-recuperar algo de lo mucho que tenias merecido, y has perdido tan sin
-consideracion, volviendo las espaldas á las infinitas misericordias que
-habias recebido de mi divinisimo Hijo? Estaba en esto la afligidisima
-religiosa acobardada de suerte que ni osaba ni podia levantar el
-rostro, ni hazer otra cosa sino llorar acerbisimamente; pero la piadosa
-Virgen, consolandola despues de la reprehension, no ignorando la
-amargura y el dolor de su animo, incitandola á verdadera penitencia,
-le dixo: Con todo, para que eches de ver que es infinitamente mi Hijo
-más misericordioso que tú mala, y que sabe más perdonar que ofenderle
-todo el mundo, y que no quiere la muerte de los pecadores, sino que
-se conviertan y vivan, le he yo rogado por tu reparo (obligada de
-las fiestas, solemnidades y rosarios que en honra mia celebraste,
-festejaste y me rezaste cuando eras la que debias), sin que tú lo
-merezcas; y él, como piadosisimo que es, ha puesto tu causa en mis
-manos; y yo, por imitarle en cuanto es hacer misericordias, deseando
-verificar en ti el titulo que de madre de ellas me da la Iglesia,
-como á él se la da de padre de tan grande atributo, he hecho por
-ti<span class="pagenum" id="Page_157">p. 157</span> lo que no piensas
-ni podrás pagarme aunque vivas dos mil años y los emplees todos en
-hazerme los servicios que me solias hazer en los primeros años de tu
-profesion. Acuerdate que cuando desta casa saliste, ahora haze cuatro
-años, pasando delante deste mi altar, me digiste que te ibas ciega del
-amor de aquel don Gregorio con quien te fuiste, y que me encomendabas
-las religiosas desta casa, tus hijas, para que mirase por ellas como
-verdadera madre, cuando tú les eras madastra; y que las rigiese y
-gobernase, pues eran mias; tras lo cual arrojaste en mi presencia esas
-mismas llaves del convento que en la mano tienes. Entiende pues que
-yo, como piadosa madre, he querido hazer para confusion tuya lo que
-me encomendaste; y asi has de saber que desde entonzes hasta ahora
-he sido yo la priora deste monasterio en tu lugar, tomando tu propia
-figura, envejeciendome al parecer al compás que tú lo has ido haziendo,
-tomando juntamente tu habla, nombre y vestido; con que he estado entre
-ellas todo este tiempo, asi de dia como de noche, en el claustro, coro,
-iglesia y refitorio, tratando con todas como si fuera tú propria: por
-tanto, lo que ahora has de hazer, es que tomes esas llaves, y cerrando
-la puerta de la iglesia con ellas, te vayas por la sacristia y demas
-pasos por donde te saliste, á tu celda, la cual hallarás de la propria
-forma y manera que la dexaste, hallando hasta tus habitos doblados
-sobre el bufete; pontelos en llegando, y guarda esos de peregrina en
-la arca; y advierte que hallarás tambien sobre la propria mesa el
-breviario y la carta que dexaste escrita, sin que nadie la haya abierto
-ni leido, y la vela encendida junto á ella. En efeto, hallarás todas
-las cosas, por mi piadosa diligencia, en el estado en que las dexaste,
-sin hallar novedad en alguna, y sin que se haya echado de ver tu falta
-ni la del dinero que has desperdiciado: vete, por tanto, á recoger
-antes que despierten á maitines, y enmienda tu vida como debes, y lava
-tus culpas con las lagrimas que ellas piden; que lo mismo han hecho
-cuantas tras tan graves pecados han merecido el ilustre nombre de
-penitentes que les da la Iglesia. Quedó la en que estaba doña Luisa,
-acabando estas razones la celestial Princesa de todas las hierarquias,
-llena de un olor suavisimo; y ella contrita y tan consolada en su
-espiritu, cuanto corrida de haber obligado á la Madre del mismo Dios
-á serlo de sus subditas; pero obedeciendo á su celestial mandato,
-recelosa de que no se llegase la hora de los maitines, se levantó
-del suelo, cubierta de sudor y lagrimas, y haziendo una profunda
-inclinacion á la preciosisima imagen y otra al Santisimo Sacramento, y
-tomando las llaves, cerró la puerta de la igle<span class="pagenum"
-id="Page_158">p. 158</span>sia, y se fue á su celda por los mismos
-pasos que habia salido della, en la cual lo halló todo del modo que lo
-habia dexado y la Virgen le habia dicho. Pusose, en entrando dentro,
-sus habitos, guardando en el arca los de peregrina, y apenas lo habia
-acabado de hazer, cuando tocaron á maitines; y enjugandose el rostro,
-tomó el breviario y estuvo aguardando hasta que vino la monja que
-solia llamarla, la cual, tomando el candelero de la mesa, como cada
-noche tenia de costumbre, se fue delante alumbrando hasta el coro,
-donde estuvo aguardando de rodillas (con no pequeña turbacion, por
-aparecerle sueño cuanto veia) á que se juntasen las religiosas; y en
-habiendolo hecho, hizo la señal acostumbrada, tras que començaron
-los maitines; y acabados ellos y la oracion que de ordinario suelen
-dezir, se volvieron á salir todas, y se fueron á sus celdas al postrer
-señal de la Priora, la cual tambien hizo lo proprio, acompañandola con
-luz á la suya la mesma religiosa que la habia sacado della. Cuando
-se vió sola començó de nuevo á derramar lagrimas, parte de dolor por
-sus culpas, y parte de agradecimiento por la nunca oida merced que
-la misericordiosisima Maria le habia hecho; y haziendole una breve
-oracion llena de fervorosos deseos y celestiales conatos, descolgó de
-la cabeçera de su cama unas gruesas diciplinas que solia tener en ella,
-y tomandolas se dió con ellas por espacio de media hora una cruelisima
-diciplina sin ninguna piedad, por principio de la rigurosa penitencia
-que pensaba hazer todos los dias de su vida, de aquel sacrilego y
-deshonesto cuerpo, de cuya roja sangre quedó el suelo esmaltado en
-testimonio del verdadero dolor de sus pecados. Acabado este penitente
-acto, abrió una arca, de adonde sacó un aspero cilicio que solia
-ponerse en las cuaresmas cuando era la que debia, hecho de cerdas y
-esparto machacado, el cual le tomaba desde el cuello á las rodillas,
-con sus mangas justas hasta la muñeca; pusose juntamente debaxo de
-una cadenilla que en la mesma arca tenia, que le daba tres vueltas, y
-apretandosela con todo rigor al delicado cuerpo, dezia: Agora, traidor,
-me pagarás los agravios que al espiritu has hecho: no esperes, lo
-poco que la vida me durare, otro regalo más que este, y agradece á la
-madre de afligidos y fuente de consuelos, Maria, y á su clementisimo
-Hijo que no te hayan enviado á los infiernos á hazer esta penitencia,
-donde fuera sin fruto, forçosa y tan eterna, que durara lo que el mismo
-Dios, sin la esperança del perdon y remedio que agora tienes en la
-mano, teniendole tan poco merecido. Y saliendose luego de su celda,
-se volvió otra vez al coro, donde estuvo pasando el santisimo rosario
-de<span class="pagenum" id="Page_159">p. 159</span>lante de la misma
-imagen que la habia hablado, hasta la hora de prima, la cual acabada,
-hizo al instante llamar al confesor del convento, con quien hizo una
-general confesion con no vistas muestras de dolor y arrepentimiento,
-contandole todo el suceso de su vida y las abominaciones y pecados que
-contra su divina y inmensa Magestad habia cometido los cuatro años
-que habia estado fuera del convento: refiriole juntamente el milagro
-y merced que por la devocion del rosario, la Reina de los cielos, su
-patrona, le habia hecho, supliendo su falta y acudiendo á todas sus
-obligaciones, movida de su virginea piedad, salvandole la honra en que
-no se echase de ver su falta. El secreto del milagro encargó tras esto
-cuanto fue posible, para mientras le durase la vida al confesor, el
-cual quedó sumamente maravillado de su grandeza, y lleno de ternura y
-devocion en el espiritu, cosa que le aseguraba de la verdad del caso;
-y pasmabase cuando consideraba habia merecido su indignidad confesar
-y comulgar por su mano, no una, sino muchisimas vezes, á la puridad,
-ante quien y en cuya comparacion no la tienen los más puros angeles
-del cielo. Con todo, quiso ver el rostro de la penitente perlada y
-certificarse de que era ella misma, y no demonio (como temia) que en
-figura suya le queria engañar; y vistas sus lagrimas y enterado de
-la verdad, la consoló cuanto pudo, y animó para la continuacion de
-la empezada penitencia y devocion del santisimo rosario; y perseveró
-ella en todo, haziendose mil ventajas cada dia á sí misma, de suerte
-que las que la veian con tanta repentina mudança, en el retiro de
-gradas, asistencia continua á la oracion, y mortificacion y ordinario
-curso de lagrimas, estaban pasmadas, por no saber la causa, como la
-sabian ella y su confesor, con que se confesaba los más de los dias,
-recebiendo el Santisimo Sacramento muy á menudo. Perseveró en estos
-exercicios toda la vida; y al cabo de meses que los continuaba, quiso
-Dios apiadarse de su perdido galan, como lo habia hecho della, tomando
-por medio un sermon que acaso oyó á un religioso dominico de soberano
-espiritu, en una parroquia de la corte, que moviendo el cielo la
-lengua en él, se engolfó á deshora en las alabanças de la Virgen y
-en las misericordias que habia hecho y hacia cada dia con infernados
-pecadores, por la suave devocion de su benditisimo rosario, trayendo
-en consecuencia desto el sabido milagro del desesperado hombre que,
-habiendo hecho donacion de su alma al demonio con cedula escrita y
-firmada de su mano y sangre, por la dicha devocion fue libre de todo,
-y acabó su vida, perseverando en ella, santisimamente, tras una bien
-premeditada y llorosa confesion<span class="pagenum" id="Page_160">p.
-160</span> general de todos los cometidos desatinos. Cayó en la cuenta
-de los suyos el ciego de don Gregorio luego que oyó el doto sermon;
-y acordandose tambien de lo mucho que acerca del celestial poder del
-rosario le habia dicho diversas vezes su doña Luisa; premeditando las
-razones del predicador, y confiriendolas con las que de su dama en
-esta parte le traxo Dios á la memoria, le pareció que arrimandose á la
-frecuentacion de tan soberano rezo, hallaria en él braço que le sacase
-del cieno de sus torpezas, y otra escala, cual la de Jacob, con que
-pudiese llegar al cielo, por más entumecido que estuviese en la fragosa
-y mal cultivada tierra de sus bestiales apetitos: propuso tras esto
-irse al religioso convento de la Virgen de Atocha y confesarse luego
-con el santo predicador, cuyo nombre sabia, por haberlo preguntado á
-su compañero al baxar del pulpito. Efectuolo eficazmente; que no es
-pereçosa la divina gracia ni admite tardanzas: fue al convento, entrose
-en la iglesia, postrose delante la imagen milagrosa de la Virgen,
-derritiose, puesto alli, en lagrimas: pedia perdon á Dios, piedad á su
-Madre, y ayuda á ambos para enmendar los yerros de la pasada y hazer
-dellos una general confesion. Alzose luego; entrose en el claustro,
-pidió por el predicador, y puesto en su presencia, empeçaron sus ojos
-á dezirle lo que su lengua no acertaba: con todo, cuando las lagrimas
-le dieron lugar, le dixo: ¡Remedio padre! ¡Socorro, varon de Dios, para
-esta alma, que es la más mala de cuantas la misericordia y caridad
-inmensa de Jesucristo ha salvado! Entrose al instante el predicador á
-su celda, y apenas estuvo dentro, cuando, postrado á sus pies, empeçó á
-hazer con acerbo llanto una confesion general de sus excesos, tal, que
-estaba el confesor igualmente compungido, confuso y consolado de ver
-tal trueco en un moço de los años y prendas de aquel, consolole cuanto
-pudo, animandole á la continuacion de sus propositos y del rezo del
-santo rosario, cuya era tan feliz mudanza. Y asegurandole del perdon de
-sus culpas y de la largueza de las perpetuas misericordias que Dios,
-con celestial regocijo de todos los cielos y sus angeles, ha usado
-y usa de cada dia con los pecadores recien convertidos de verdadero
-coraçon, le envió absuelto, consolado y lleno de mil santos propositos
-y fervores; y no fue el menor el con que propuso de ir á Roma á
-visitar los santos lugares, besar el pie á Su Santidad, y obtener,
-para mayor bien suyo, su plenisima absolucion. Volvió, al salirse del
-convento, á hazer oracion á la Virgen, y hecha con las demostraciones
-del agradecimiento que tan gran merced como la<span class="pagenum"
-id="Page_161">p. 161</span> que acababa de recebir<a id="FNanchor_21"
-href="#Footnote_21" class="fnanchor">[21]</a> se volvió á la villa,
-y en ella trocó luego sus vestidos por unos de peregrino, hechos de
-sayal basto; y sin despedirse de su amo ni de persona, empezó á caminar
-hazia Roma, do llegó cansado, pero no menoscabado el fervor con que
-emprendió tan santa peregrinacion. Cumplió en aquella grandiosa ciudad
-con cuanto los deseos que le habian llevado á ella pedian, y obtenido
-el fin dellos, dió la vuelta hazia su tierra, deseando saber, con aquel
-disfraz y sin ser conocido, de sus padres; que bien seguro iba de no
-poderselo ser, segun iba de flaco, macilento, triste y desfigurado, asi
-de los trabajos del camino, como de las penitencias que iba haziendo
-en él; y no fue la menor el sufrimiento con que llevó las vexaciones
-que ciertos salteadores le hizieron en un peligroso paso. Entró al
-cabo de dias, cubierto de confusion, lagrimas y sobresalto, en su
-amantisima patria, y lo primero que hizo, llegado á ella, fue irse á
-pedir limosna al torno del convento de do sacó la Priora, queriendo
-fuese teatro del primer acto de su penitencia en su patrio suelo el
-mismo que lo habia sido del que dió principio á su tragica perdicion
-y ciego desatino. Dieronle facilmente honrada limosna las caritativas
-torneras, y en recebiendola, se llegó á la misma mandadera que le habia
-llevado el primer recado de doña Luisa la mañana en que se principiaron
-sus locos amores, y preguntole quien era priora de aquella casa; y
-diziendole ella que doña Luisa lo era años habia, porque continuaban
-las religiosas en reelegirla siempre, no sin gusto de sus superiores,
-por su gran virtud,—¡Doña Luisa, replicó él atonito, dezis que es
-priora! ¿Como es posible? Ella es, digo, añadió la muger, sin duda. Que
-os burlais de mí, porfió él, he de pensar, pues quereis persuadirme
-es priora desta casa doña Luisa, de quien he oido dezir estaba muy
-lexos de poderlo ser. Doña Luisa, respondió ella, es, ha sido y será
-priora muchos años, á pesar de cuantos invidian su virtud y aumento,
-pues no faltan muchos que lo hazen. Baxó la cabeça don Gregorio con
-la confusion y perplexidad que pensar se puede, sin osar replicar más
-con la muger, que ya conocia se iba encolerizando en defensa de su
-señora, temiendo por una parte no le conociese en la voz, y por otra,
-que descuidandose, no descubriese algo de lo mucho que con la Priora le
-habia pasado; y asi, saliendose de alli, se fue por diferentes partes
-de la ciudad, fuera de sí y pidiendo igualmente limosna y el nombre de
-la priora de tal convento, y dandole unos y otros la misma respuesta
-que le ha<span class="pagenum" id="Page_162">p. 162</span>bia dado la
-mandadera, por salir del todo de la confusion en que se veia, determinó
-irse de rondon á casa de sus padres, para echarse alli con la carga,
-como dizen, y descubriendoseles, fiar, como era justo hazerlo, dellos
-el paso de tan grave suceso. Entró por sus puertas, y al primer criado
-que vió en ellas preguntó si le darian limosna los dueños de la casa,
-y respondiendole que si harian, que eran muy caritativos marido y
-muger, le replicó se sirviese dezirle sus nombres y si tenian hijos; y
-sabido dél, por la respuesta vivian sus padres, aunque afligidisimos
-por la ausencia de un solo hijo que tenian, y se les habia ido sin
-saber donde, con quien ni por que, por el mundo, y que lo que más les
-entristecia era no saber si vivia ni en que parte habia dado cabo,
-para poderle remediar; saltaronsele las lagrimas de los ojos á don
-Gregorio con la respuesta, y volviendo el rostro á la otra parte, y
-enxugandolas y disimulandolas cuanto pudo, dixo de nuevo al criado:
-¿Llamabase por dicha el hijo destos señores don Gregorio? Porque si
-tenia ese nombre, es sin duda un soldado que he conocido en Napoles en
-el cuartel de los españoles; y si seria; que por las señas que él me
-daba de sus calidades, y de que era unico mayorazgo en este lugar, y de
-la disposicion de las casas de sus padres (que todo me lo comunicaba,
-por ser muy mi camarada), estas han de ser las dellos, y el de quien
-hablo, su hijo; y sabrase presto si es él, si hay quien me diga si
-se fue deste lugar con alguna muger de calidad. No estaba yo aun en
-servicio desta casa cuando él faltó della, ni le conocí; pero sé que
-su nombre era, como dezis, don Gregorio; y que no hizo otra baxeza ni
-se tiene dél otra quexa que haberse llevado algun dinero prestado de
-amigos, aunque ya todo lo han pagado sus padres; que de dos caballos
-que á ellos les llevó y otra gran cantidad de moneda, nunca han hecho
-caso, porque en fin todo habia de venir á ser suyo.—Pues, amigo, por
-las entrañas de Dios os ruego que digais á esos señores si gustan de
-hazerme limosna, siquiera por lo que pienso haber conocido á su hijo.
-¡Y como si os la haran de bonisima gana! dixo el criado: yo fio que
-no solo eso hagan por vos, sino que os regalarán muy mucho y tendran
-á merced de que les deis nuevas de prenda que tanto quieren; y asi,
-aguardadme, os ruego, mientras subo volando á darles el aviso y recado.
-Subiose, dicho esto, el criado arriba, sin curarse, con el contento,
-de mirar en el rostro al peregrino; que si lo hiziera, fuera imposible
-no leyera en su turbacion y lagrimas que él mismo era su señor y el
-mayorazgo de la casa.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_20">
- <p><span class="pagenum" id="Page_163">p. 163</span></p>
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XX</h2>
- <p class="subh2c">En que se da fin al cuento de los Felizes
- Amantes.</p>
-</div>
-
-<p>No habia bien subido á dar el aviso el criado á sus amos, cuando
-se arrepintió don Gregorio dello; porque, como venia con intencion de
-saber de solo de la vida dellos, y sin darseles á conocer irse luego
-á meter religioso en la mesma religion en que lo era la Priora, para
-hazer alli una condigna penitencia con que en parte satisfaciese sus
-graves culpas, pareciole que todo se lo impidiria lo que habia empezado
-á intentar. Con la melancolia que esto le causó, y deseando obviar los
-inconvenientes que de ver á sus padres se le podian seguir, volvió las
-espaldas para retirarse de la puerta; pero apenas lo habia començado
-á hazer, cuando ya el criado estuvo en ella á buscarle, y los padres
-salieron á la ventana á llamarle. No se pudo excusar de entrar el
-turbado peregrino en su casa; y haziendolo, y subido arriba en una
-cuadra, le rogaron los venerables viejos se sentase en una silla, y
-poniendosele cada uno á su lado, le hizieron mil preguntas del don
-Gregorio que habia dicho al criado habia conocido y tratado en Napoles,
-haziendole tras cada una un millon de ofrecimientos. Dezianle con no
-pocas lagrimas: ¡Ay, hermano mio, y que dieramos por haber visto como
-vos ese unico y amantisimo hijo nuestro, absoluto señor de nuestra
-hacienda y total causa del llanto con que pasamos la vida! ¿Está bueno?
-¿Tiene que comer? ¿Sirve ó es soldado? ¿Hase casado ó que vida tiene
-quien tan sin piedad es verdugo de las nuestras? Estaba don Gregorio
-cuando oia estas razones más muerto que vivo de ternura y sentimiento;
-pero, disimulando cuanto pudo les dixo: Lo que dél ¡oh ilustres
-señores! os puedo dezir, es que, segun me comunicó, ha padecido
-infinitos trabajos desde que salió de vuestra casa y obediencia; pero
-¿cuando los dexó de dar al cielo al hijo que, saliendo de la que debe á
-sus padres, ofende su valor, lastima sus canas, menoscabando su propria
-salud, fuerças y reputacion? Digolo porque en todo sé que ha padecido
-don Gregorio mucho, y creo que volviera de buena gana á vuestros ojos
-si lo permitiera la vergüença que se lo impide. ¿De que la ha de tener
-Gregorio, replicó la madre, pues en su vida ha hecho baxeza ni hay
-en la ciudad quien se pueda quexar dél? No significaban sus razones
-(añadió el peregrino) cuando me hablaba, eso; antes siempre colegí
-dellas se habia ausentado por alguna aficion que tenia á no sé que
-religiosa, á quien él llamaba doña Luisa; y temí algunas vezes no<span
-class="pagenum" id="Page_164">p. 164</span> hubiese escalado por ella
-el convento ó sacadola dél, segun andaba de receloso de cuantos le
-podian conocer. La mejor seña que nos podiais dar, dixo el padre, de
-que el que habeis conocido es nuestro hijo, es dezirnos nombraba él á
-doña Luisa; porque es una religiosa gravisima deste lugar, y priora ha
-años de tal convento; á quien él visitaba á menudo; pero habeisle hecho
-agravio á ella y á su valor en pensar cosa de su persona que desdiga
-della y de la virtud singular que profesa. Cuando don Gregorio oyó el
-abono que sus padres daban de la Priora, en confirmacion de lo que toda
-la ciudad habia dado della, y reparó por otra parte en la ternura y
-sentimiento con que hablaban dél, se demudó de suerte, que, dandole un
-parasismo mortal, quedó como muerto reclinado á la silla. Acudieron de
-improviso los padres á darle algo confortativo, pensando era desmayo
-de hambre el que le habia tomado; y quitandole el sombrero que tenia
-calado, y desabrochandole con piedad cristiana; reparando en el rostro
-la madre, que hazia este ofizio y le enxugaba el sudor dél, le conoció,
-y levantó los gritos al cielo, diziendo: ¡Ay, hijo de mis ojos, y
-que disfraz es el con que que has querido entrar en esta tu propria
-casa! El padre, que oyendo los gritos de la madre, percibió llamaba
-de hijo al peregrino, se llegó, tan desmayado como él lo estaba, á
-mirarle, y conociendole, ayudó tambien á las endechas de la madre,
-diziendo: ¿Que peregrina invencion ha sido esta, Gregorio mio, de
-querer disimulartenos, dandotenos á conocer tan por rodeos? ¿Pensarias
-hazer con tus padres, sin duda, lo que con los suyos hizo san Alexo?
-Mas no creo tal, pues tan lexos está de parecerse á aquel santo quien
-tan sin ocasion ni violencia de casamientos ha usado tan peregrino
-rigor. Alborotose luego la casa, corriendo las nuevas de la vuelta de
-don Gregorio por el barrio, y antes que él volviese del desmayo en sí,
-estaba rodeado de criados y vecinos; y corrido, cuando volvió á cobrar
-sus sentidos, de ver la publicidad de su vuelta, abraçó á sus padres,
-postrandoseles luego á sus pies y pidiendoles le dexasen reposar á
-solas, despidiendo los circunstantes, pues bastaba hubiesen sido
-testigos de su corrimiento y del perdon que les pedia por los enojos
-causados. Fueronse cuantos esto le oyeron, contentos de ver lo quedaban
-los padres, los cuales luego dieron tambien orden en que se acostase
-y reposase. Hizolo, y preguntando á su madre en la cama cuanto habia
-que no se habia visto con la Priora, supo della que tres dias, y como,
-hablandole en la conversacion dél, y representandole el sentimiento con
-que vivian todos en su casa por su ausencia y no saber si era muerto ni
-vivo, habia en ella<span class="pagenum" id="Page_165">p. 165</span>
-vertido no pocas lagrimas y despedido del pecho algunos lastimosos
-suspiros, indicio claro del sincero amor que le tenia, y de lo que
-sentia su perdicion. Más le crecia el asombro á don Gregorio cuando
-estas cosas oia; porque, como no sabia el milagro, y estaba cierto por
-otra parte de su maldad y de lo que con la Priora le habia acontecido,
-pareciale todo sueño, y que era ilusion del demonio el pensar verse
-en casa de sus padres y vuelto tan á su salvo en su patria; y asi á
-ratos con la vehemencia desta imaginacion se suspendia de suerte que
-no acertaba á responder. Con todo, rogó á su madre, despues de haber
-reposado algunos dias, le hiziese merced de llegar al convento y verse
-con la Priora, dandole aviso de su vuelta y de como habia sido con
-habito penitente de peregrino, despues de haber estado en Roma á pedir
-absolucion á Su Santidad de las moçedades que habia cometido en los
-años que habia faltado de su casa, en cuyo conocimiento habia venido
-por sus oraciones, á lo que creia, y por haber oido un sermon de las
-alabanças del santisimo rosario y de las misericordias que por su
-devocion hazia la Virgen benditisima en grandisimos pecadores. Rogola
-juntamente instase con ella le diese licencia en todo caso para ir á
-besarle las manos y darle cuenta de los sucesos de su persona, sola
-aquella vez, pues en hazello ó dexarlo de hazer estaba su consuelo y
-quietud. Fue la madre luego á hazer la visita, encargadisima de sacar
-la licencia que deseaba su hijo, cuyo alivio procuraban ella y todos
-los demas deudos, por ver cuanto necesitaba dello la melancolia con
-que le veian. Habló, en llegando al convento, á la Priora; y cuando
-la hubo dado las referidas nuevas y recado, vió en las lagrimas que
-de contento derramó tras él (que á eso atribuia la madre de don
-Gregorio las que doña Luisa derramaba de confusion y vergüença), el
-gozo que mostraba de su vuelta y mudanza; y alegre de ver que ya por
-su instancia permitia le hablase (enterada primero della de cuan
-otro venia de la fuente de indulgencias y perdones que da Dios á los
-pecadores por manos de su supremo vicario, cosas todas que se las
-aseguraba ser asi el enviarle á dezir el mismo don Gregorio venia de
-Roma; lo cual y el entender juntamente que habia alcançado tan grande
-misericordia por el mismo medio que ella, del santisimo rosario,
-fueron bastantes causas para obligarla á concederle sin escrupulo la
-licencia que le pedia para llegar á hablarla el dia siguiente; porque
-siempre el coraçon le dixo habia de ser tan feliz el fin desta segunda
-visita, cuanto le habia sido nocivo el de la primera), volviose la
-madre con esta respuesta contentisima á su casa, y con razon, pues
-en ella<span class="pagenum" id="Page_166">p. 166</span> llevaba,
-aunque sin entenderlo asi, la medicina que más convenia al consuelo
-de su hijo y á su salvacion; el cual, deseandola con las veras que lo
-suele hazer aquel á quien Dios abre los ojos del alma, pasó la noche
-toda en oracion, suplicando á su divina Magestad, por la puridad de
-su santisima Madre, cuyo rosario nunca se le cayó de las manos, se
-sirviese de darle en la esperada visita el espiritu, para cosas de
-edificacion de su alma, que convenia tuviese quien en aquel puesto en
-que se habia de ver, tan desatinado habia andado. La misma oracion hizo
-en su coro la santa Priora, y preparandose, venida la mañana, ambos
-con recebir los divinos sacramentos de la confesion y Eucaristia, se
-pusieron, llegando el plaço, en el locutorio, do se habian de ver con
-iguales deseos de saber el uno el suceso del otro. No tiene, señores,
-mi ruda lengua palabras con que explicar bastantemente la turbacion de
-las con que se saludaron al primer encuentro los dos felizes amantes;
-porque, en viendose el uno al otro (si es que las lagrimas les dexaron
-mirarse), se turbó él y encalmó ella de suerte que por muy gran rato no
-supieron ni de sí ni de adonde estaban. Las galas con que don Gregorio
-entró á verla, con un vestido de paño liso, sin gorbion alguno, el
-sombrero puesto en los ojos, sin espada ni más compañia que bonisimos
-deseos y unas planchas grandes de hoja de lata, hechas rallo, en pecho
-y espaldas, y una cruz entre la ropilla y jubon, con rosario y horas
-en la faltriquera; sacando la Priora el adorno que queda dicho se
-puso la primera noche que llegó al convento, y con que en ella dió
-principio á su rigurosa penitencia. Puestos pues de la suerte dicha,
-cuando la suspension y llanto les dió lugar, empezó él á dezirle: Por
-la cruz en que remedió mi eterno Dios pecadores tales cual yo soy, y
-por las lagrimas, afrentas y angustias con que en ella espiró, y por
-las que al pie de tan salutifero arbol sintió su purisima Madre, que
-por serlo tanto, pudo ser solo su hechura de su omnipotencia, os pido
-me digais ¡oh religiosa señora! si sois vos la priora doña Luisa que
-cuatro años ha con vuestra vista me cegastes, perdistes y enamorastes
-de suerte que, loco, desatinado y sin temor de Dios, me resolvi en
-sacaros de aqui y llevaros á Lisboa y á Badajoz, cometiendo las ofensas
-y sacrilegios contra el cielo, que solo un merecido infierno puedo; y
-si acaso sois la que pienso, dezidme tambien como yendoos conmigo os
-quedastes acá, y quedandoos acá os fuistes conmigo; que cierto estoy
-(¡y ojalá no lo estuviera tanto!) que os vi, hablé, amé y solicité y
-saqué del convento, sin temor de hazer á vuestro estado y profesion la
-ofensa que se siguió por postre<span class="pagenum" id="Page_167">p.
-167</span> de tan infernales principios; porque veo me aseguran cuantos
-de vos pregunto por otra parte (cosa que vuelvo loco), que jamas habeis
-faltado de esta casa; antes dizen que siempre la habeis regido con
-notables exemplos y mil virtuosas medras. Yo soy don Gregorio el malo,
-el sacrilego, el aleve, el traidor, y finalmente el peor de los hombres
-y el igual á Lucifer en los pensamientos, pues los puse en quien era
-esposa de mi mismo Dios, cielo suyo y niñas de sus ojos. A la Virgen
-bendita del Rosario debo el conocimiento de mis culpas, pues dexandoos
-(si sois la que pienso, y no fantasma) en Badajoz, y dando cabo en la
-corte, descuidado de mi bien, mereci un dia oir acaso un sermon de uno
-de los apostoles que la predicacion de su santo rosario tiene Maria
-en el mundo; en que pintando las misericordias que por tal devocion
-haze su clemencia, pintó mi ceguera y dibuxó mi perversa vida, dando
-juntamente remedio á todos mis males; que todo lo hizo predicando un
-milagro y la eficacia de la dicha devocion. Senti tras sus palabras
-la de la divina gracia, pues supe confesarme luego y dexar la corte
-del rey de España, y buscar la de quien es vicario de aquel por quien
-los reyes reinan y en cuyo servicio consiste solo el verdadero reinar;
-alcanzé absolucion de aquella santa silla; y volviendo peregrino á
-saber, disfraçado, de mis padres, y á saber la nota y escandalo que de
-vuestra persona y de la mia habia en esta ciudad, he hallado en ella
-que en boca de todos sois vos la santa, la recogida y exemplar, sin
-haberseos notado falta ni ausencia; siendo yo solo el que os he pintado
-y saben los cielos y vos (si sois la que pienso) y mi misma conciencia,
-que es el más riguroso fiscal y quien me trae á sombras de tejado de
-temor de la divina justicia, de quien solo pienso escapar recogido en
-el templo de la divina misericordia, mediante la intercesion de quien
-es madre dellas. Acabó en esto la lengua de don Gregorio las razones,
-y començaron de nuevo sus ojos á confesar sus yerros y á mostrar el
-sentimiento que tenia dellos. Consoladisima quedó la Priora cuando
-hubo oido del autor de sus desventuras el conocimiento que tenia
-dellas, y más cuando supo que le habia venido tan grande bien por
-las manos clementisimas de quien habia vuelto por su honra y suplido
-su falta en el gobierno los años que, dexada de Dios, habia seguido
-desenfrenadamente sus apetitos y las sendas de su condenacion. Y
-consolandole y dandole cuenta de sus sucesos y de lo que debia á Maria
-benditisima, y como pensaba pagarle en parte tan grande deuda con una
-verdadera y perpetua penitencia de sus culpas y un privarse de verle
-jamas á él, le rogó fuese el que debia, mirase por su alma y huye<span
-class="pagenum" id="Page_168">p. 168</span>se del mundo cuanto le fuese
-posible y de vanas conversaciones y platicas; que le daba palabra ella
-de hazer lo mismo, como tambien se la daba de callar el suceso mientras
-viviese; pero no muerta, pues antes de morir le pensaba dexar escrito
-en manos de su confesor, con orden de que le divulgase el mesmo dia
-para gloria de Dios y recomendacion de la celestial aurora de tal
-misericordia. Ofreciole don Gregorio hazer las mismas diligencias, y
-de no quedar en el mundo, sino entrarse en un retirado convento de su
-propia orden, do pagase su sensualidad el debido escote de los excesos
-pasados, á fuerça de ayunos y disciplinas; y tras celebrar él con mil
-alabanças de la Virgen y un millon de asombros y admiraciones la merced
-milagrosa y favor inaudito que su infinita clemencia habia usado por la
-devocion del santo rosario con la Priora y con él mesmo, se despidió
-del convento para nunca más llegar á él, y della para jamas verla; y
-lo proprio hizo ella, pidiendose ambos con lagrimas perdon reciproco,
-y las oraciones el uno del otro. Continuó siempre, como queda dicho,
-la Priora sus mortificaciones, consoladisima de la conversion de don
-Gregorio, dando por ella iguales gracias á la Virgen que por la suya
-propria, á quien le encomendó toda su vida. Volviose de alli él á su
-casa, do estuvo algunos dias asentando cosas; y comunicada al cabo
-dellos á sus padres su devocion, y representandoles las obligaciones
-que tenia de consolarse con haberle visto vuelto vivo, les pidió su
-bendicion y licencia para ser religioso, pues lo debia á Dios y á
-su Madre, rogandoles ahincadamente se la diesen, y tuviesen á bien
-tomase tan divino estado; tras lo cual tambien les rogó dexasen sus
-bienes despues de sus dias á pobres, que son los verdaderos depositos
-y en quien mejor se guardan, pues en su poder jamas se menoscaban las
-haciendas. Alcançaronlo todo dellos sus lagrimas y raro espiritu;
-con que se fue contentisimo á ser religioso en la misma ciudad,
-profesando en la religion que tomó, con notables demostraciones de
-virtud; y llegando por ellas á ser perlado de su convento, quiso
-Dios acabase sus dias, ordenando juntamente el cielo fuese el de su
-muerte en el mesmo en que fue la de la Priora y á la misma hora;
-y haziendo cada uno antes de espirar una devotisima platica á su
-comunidad, murieron con notables señales de su salvacion, recebidos
-todos los divinos sacramentos. Hallaronse en poder de los confesores
-de ambos, luego que espiraron, las relaciones de los amores, sucesos,
-conversiones, milagros, y de los favores que la Virgen les habia hecho;
-y publicandose el caso y verificandose, acudió toda la ciudad á ver sus
-santos cuer<span class="pagenum" id="Page_169">p. 169</span>pos, que
-estaban hermosisimos en los feretros. Hizoseles sumptuosisimo entierro,
-invidiando todos la buena suerte de los padres de fray Gregorio, los
-cuales tuvieron honradisima y consoladora vejez con su feliz fin.
-Llegado el de su vida dellos, repartieron su hacienda en los conventos
-de la Priora y de su hijo, con exemplo de todos, muriendo cargados de
-años y de buenas obras. De los de la santa Priora no digo nada, porque
-asi ellos como la otra hermana que tenia religiosa murieron mucho antes
-que ella.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_21">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXI</h2>
- <p class="subh2h">De como los canonigos y jurados se despidieron de
- don Quixote y su compañia, y de lo que á él y á Sancho les pasó con
- ella.</p>
-</div>
-
-<p>Apenas hubo el ermitaño dado fin á las razones del cuento, cuando
-dió principios á las de su alabança y encarecimiento uno de los
-canonigos, diziendo: Maravillado y suspenso en igual grado me dexa,
-padre, el suceso de la historia referida y el concierto guardado en su
-narracion, pues él la haze tan apacible cuanto ella de sí prodigiosa;
-si bien otra igual á ella en la sustancia tengo leida en el milagro
-veinte y cinco de los noventa y nueve que de la Virgen sacratisima
-recogió en su tomo de sermones el grave autor y maestro que por
-humildad quiso llamarse el discipulo: libro bien conocido, y aprobado,
-por cuyo testimonio á nadie parecerá apocrifo el referido milagro; por
-el cual, y por los infinitos que andan escritos, recogidos de diversos,
-graves y piadosos autores, en confirmacion del santo uso y devocion del
-rosario, protesto ser toda mi vida de aqui adelante muy devoto de su
-santa cofradia; y en llegando á Calatayud, tengo sin duda de asentarme
-en ella y procurar ser admitido en el numero de los ciento y cincuenta
-que se emplean en servirla y administrarla, trayendo visiblemente el
-rosario, por el interes de las muchas indulgencias que he oido predicar
-se ganan en ella. No dexó Sancho con sus dislates ordinarios proseguir
-al canonigo los devotos encomios que iba diziendo de la santa cofradia
-del Rosario y de la Virgen Santisima, su singular patrona; porque,
-saliendo de traves, dixo: Lindamente, señor ermitaño, ha departido y
-devisado la vida y muerte desa bendita monja y penitente fraile: juro,
-non de Dios, que diera cuanto tengo en las faltriqueras, que son cinco
-ó seis cuartos, por saberla contar de la suerte que la ha contado, á
-las moças del horno de mi lugar; y desde aqui protesto que si Dios me
-diere algun<span class="pagenum" id="Page_170">p. 170</span> hijo en
-Mari-Gutierrez, que le tengo de inviar á estudiar á Salamanca, do, como
-este buen padre, aprenda teologia, y poco á poco llegue por sus puntos
-contados á decorar toda la gramatica y medecina del mundo; porque no
-quiero se quede tan grande asno como yo. Pero no piense el grandisimo
-bellaco gastar en el estudio la hacienda de su padre, yendose á jugar
-con otros tales como él, que por las barbas que en la cara tengo,
-juro que le tengo de dar, si tal haze, con este cinto más açotes que
-caben higos en un seron de arroba. Dezia esto él quitandose el cinto
-y dando con él con una colera desatinada en el suelo, repitiendo: Ser
-bueno, ser bueno; estudiar, estudiar mucho; en hora mala para él y
-para cuantos le valieren y me le quitaren de las manos. Rieron mucho
-los circunstantes de su boberia; y no obstante su necia maldizion, le
-tuvieron del braço, diciendo: Baste ya, hermano Sancho; no más, por
-amor de Dios; que aun no está engendrado el rapaz que ha de llevar los
-açotes. Con esto lo dexó, diziendo: A fe que lo puede agradecer á vs.
-ms.; pero otra vez lo pagará todo junto: pase esta por primilla. Don
-Quixote le dixo: ¿Que tonteria es esa Sancho? Aun no tienes el hijo, ni
-aun esperança de tenelle, ¿y ya le açotas porque no va á la escuela?
-¿No ve v. m., replicó él, que estos muchachos, si desde chiquitos no
-se castigan, y se amoldan antes de tener ser, se vuelven haraganes y
-respostones? Es menester pues, para evitar semejantes inconvenientes,
-que sepan desde el vientre de su madre que la letra con sangre entra;
-que asi me crió mi padre á mí; y si algun buen entendimiento tengo, me
-lo embebió él en el caletre á puros açotes, tanto que el cura viejo de
-mi lugar (santa anima haya su gloria), cuando me topaba por la calle,
-poniendome la mano sobre la cabeça, dezia á los circunstantes: Si este
-niño no muere de los açotes con que le crian, ha de crecer por puntos.
-Eso, Sancho, respondió el ermitaño, tambien me lo dixera yo. Pues sepa
-v. m., replicó él, que aquel cura era grande hombre, porque habia
-estudiado en el Alcana toda la latrineria de pe á pa. Alcala dirás,
-dixo don Quixote; que en el Alcana de Toledo no se aprenden letras,
-sino como se han de hazer compras y ventas de sedas y otras mercancias.
-Eso ó esotro, replicó Sancho, lo que sé es que era medio adevino, pues
-conocia una muger de buena cara entre veinte feas; y era tan doto, que
-pasando una vez por mi lugar un estudiante, argumentaron bravamente
-ambos de las epistolas y evangelios del misal, y le vino nuestro
-cura á cohondir, porque le preguntó, tratando de no sé que latin de
-la Iglesia, que ya no se me<span class="pagenum" id="Page_171">p.
-171</span> acuerda, no sé que honduras, y le dexó patas arriba hecho un
-cesto, confesando dél que era hombre preeminente. Por cierto, dixo un
-canonigo, señor Sancho, que v. m. tiene bravo ingenio, y que gustaré no
-poco, y lo mismo creo haran todos estos señores, de oirle contar algun
-cuento igual á los que nos han referido el señor soldado y reverendo
-ermitaño, pues siendo tanta su memoria y habilidad, no dexará de ser
-el que nos contare muy curioso. Yo les prometo á vs. ms., dixo Sancho,
-que tocan tecla á la cual responderan más de dos dozenas de flautas;
-porque sé los más lindos cuentos que se pueden imaginar; y si gustan,
-les contaré uno diez vezes mejor que los referidos, aunque muy más
-corto y verdadero. Quitate allá, animalazo, dixo don Quixote: ¿que has
-de contar que sea de consideracion? Saldrasnos á moler con una frialdad
-á mí y á estos señores, como me moliste en el bosque en que encontré
-con aquellos seis valerosos gigantes en figura de batanes, con la necia
-historia de Lope Ruiz, cabrerizo extremeño, y de su pastora Torralba,
-vagamunda perdida por sus pedazos, hasta seguirle enamorada dellos,
-despues de reconocida y llorosa por los melindrosos desdenes con que le
-trató (ordinario efecto del amor en las mugeres, que buscadas huyen,
-y huidas buscan), desde Portugal hasta las orillas de Guadiana, en
-las cuales atollaron sus cabras tu cuento, y mis narizes con el mal
-olor con que atrevido las sahumaste. ¡Malillo, pues, era el cuento!
-dixo Sancho; y á fe que me huelgo que á v. m. se le acuerden tan bien
-sus circunstancias, para que por ellas y las del que agora referiré,
-si me dan grato silencio todos, conozca la diferencia que hay del uno
-al otro. Rogaron todos á don Quixote le dexase contar su cuento, y
-dandole él licencia para ello, y entonando Pança su voz, començó á
-dezir: Erase que se era, que en hora buena sea, el bien que viniere
-para todos sea, y el mal para la manceba del abad, frio y calentura
-para la amiga del cura, dolor de costado para la ama del vicario, y
-gota de coral para el rufo sacristan, hambre y pestilencia para los
-contrarios de la Iglesia. ¿No lo digo yo, dixo don Quixote, que este
-animal es afrenta-buenos, y no ha de dezir sino dislates? ¡Miren la
-arenga de los diablos que ha tomado para su cuento, tan larga como la
-cuaresma! ¿Pues son malos los arenques para ella, cuerpo de mi sayo?
-dixo Sancho. No me vaya v. m. á la mano, y verá si digo bien: ya me iba
-engolfando en lo mejor de la historia, y agora me la ha hecho desgarrar
-de la mollera: escuchen, si quieren, con Barrabas, pues yo les he
-escuchado á ellos. Erase, como digo, volviendo á mi cuento, señores de
-mi alma, un Rey y una Reina,<span class="pagenum" id="Page_172">p.
-172</span> y este Rey y esta Reina estaban en su reino, y todos al que
-era macho llamaban el Rey, y á la que era hembra la Reina. Este Rey y
-esta Reina tenian un aposento tan grande como aquel que en mi lugar
-tiene mi señor don Quixote para Rocinante; en el cual tenian el Rey
-y la Reina muchos reales amarillos y blancos, y tantos, que llegaban
-hasta el techo. Yendo dias y viniendo dias, dixo el Rey á la Reina: Ya
-veis, Reina deste Rey, los muchos dineros que tenemos: ¿en que pues os
-parece seria bueno emplearlos, para que dentro de poco tiempo ganasemos
-muchos más y mercasemos nuevos reinos? Dixo luego la Reina al Rey: Rey
-y señor, pareceme que seria bueno que los comprasemos de carneros.
-Dixo el Rey: No, Reina, mejor seria que los comprasemos de bueyes.
-No, Rey, dixo la Reina, mejor será, si bien lo miras, emplearlos en
-paños, y llevarlos á la feria del Toboso. Anduvieron en esto haziendo
-varios arbitrios, diziendo la Reina no á cuanto el Rey dezia sí: y el
-Rey sí á cuanto la Reina dezia no. A la postre, postre, vinieron ambos
-en que seria bueno ir con los dineros á Castilla la Vieja ó tierra
-de Campos, do por haber muchos gansos, los podrian emplear en ellos,
-mercandolos á dos reales; y añadia la Reina, que dió este consejo: Y
-luego mercados, los llevaremos á vender á cuatro reales, y á pocos
-caminos multiplicaremos asi infinitamente el dinero en breve tiempo. Al
-fin el Rey y la Reina llevaron todos sus dineros á Castilla en carros,
-coches, carroças, literas, caballos, acemilas, machos, mulas, jumentos
-y otras personas deste compas. Tales como la tuya serian todos, dixo
-don Quixote: ¡maldigate Dios á ti y á quien tiene paciencia para oirte!
-Ya es la segunda vez que me desbarata, replicó Sancho, y creo que es
-de invidia de ver la gravedad de la historia y la elegancia con que la
-refiero; y si eso es, dela por acabada. Que no permitiese tal rogaron
-á don Quixote, y á Sancho pidieron con insistencia la prosiguiese.
-Hizolo, diziendo, porque estaba de buen humor: Consideren, señores,
-con tanto real que tantos gansos comprarian el Rey y la Reina; que yo
-sé de cierto que eran tantos, que tomaban más de veinte leguas: en fin
-estaba España tal de gansos, cual estuvo el mundo de agua en tiempo
-de Noe. Y si fuera cuales estuvieron de fuego Sodoma, Gomorra y las
-demas ciudades, dixo Bracamonte, ¿cuales quedaran los gansos, señor
-Pança?—Para la mia buenos y bien asados, señor Bracamonte; pero ni eso
-fue, ni se me da nada, pues no me hallé en ello: lo que sé es que el
-Rey y la Reina iban con ellos por los caminos, hasta que llegaron á
-un grandisimo rio... Que sin duda, dixo el jurado, seria Manzanares,
-pues su<span class="pagenum" id="Page_173">p. 173</span> grandiosa
-puente segoviana muestra que antiguamente seria caudalosisimo. Solo
-sé, replicó Sancho, que por no haber en él pasadizo, llegados el Rey
-y la Reina á su orilla, dixo el uno al otro: ¿Como habemos de pasar
-agora estos gansos? porque si los soltamos, se iran nadando por el rio
-abaxo, y no los podrá despues coger el diablo de Palermo; por otra
-parte, si los queremos pasar en barcas, no los podremos recoger en un
-año. Lo que me parece, dixo el Rey, es que hagamos hazer luego en este
-rio una puente de palo, tan angosta que solo pueda pasar por ella un
-ganso; y asi, yendo uno tras otro, ni se nos descarriaran, ni tendremos
-trabajo de pasarlos todos juntos. Alabó la Reina la traça; y efectuada,
-començaron uno á uno á pasar los gansos. Calló Sancho en esto; y don
-Quixote le dixo: Pasa tú con ellos, con todos los diablos, y acabemos
-ya con su pasage y con el cuento. ¿Para que te paras? ¿Hasete olvidado?
-No respondió palabra Sancho á su amo, lo cual visto por el ermitaño, le
-dixo: Pase v. m., señor Sancho, adelante con el cuento; que en verdad
-que es lindisimo. A esto respondió él, diziendo: Aguardense: ¡cuerpo
-non de Dios, y que supitos que son! Dexen pasar los gansos, y pasará
-el cuento adelante. Dadlos por pasados, replicó uno de los canonigos.
-No, señor, dixo Sancho: gansos que ocupan veinte leguas de tierra no
-pasan tan presto; y asi resuelvase en que no pasaré adelante con mi
-cuento, ni lo puedo hazer con buena conciencia, hasta que los gansos no
-esten de uno en uno desotra parte del rio, en que no tardaran más que
-un par de años cuando mucho. Con esto se levantaron del suelo, riendo
-todos como unos locos, sino don Quixote, que le quiso dar á todos los
-diablos; pero apaciguaronle los de la compañia, despues de lo cual se
-despidieron dél, diziendole: Sirvase v. m., señor caballero andante, de
-darnos licencia; que pues el sol, ya negandonos su luz por comunicarla
-á los antipodas, dexa la tierra sin la molestia que su riguroso calor
-le causaba, razon será le mostremos en el caminar, por tener la jornada
-algo más larga que v. m. y su compañia, á la cual suplicamos nos mande
-y emplee en su servicio; que á todo acudiremos como pide la obligacion
-en que nos ha puesto la merced recebida y la buena compañia que se nos
-ha hecho. Ese agradecimiento noble estimo yo en nombre destos señores
-en lo que es razon, replicó don Quixote; y por él y en nombre dellos
-rindo las debidas gracias, ofreciendo en servicio de vs. ms. cuanto
-nuestras fuerças valieren; y acompañaramoslos todos con prisa, aunque
-voy á la corte por un forçoso desafio, si me igualaran los pies deste
-señor soldado, y reverendo ermi<span class="pagenum" id="Page_174">p.
-174</span>taño, con cuyo cansancio me acomodo, obligado de su buen
-termino y mi natural piedad. Despidieronse en esto con mucha cortesia
-los unos de los otros, y don Quixote puso el freno á Rocinante, en
-que subido, començó á caminar con el ermitaño y soldado por diferente
-parte poco á poco, hazia un lugarejo donde tenian determinado quedarse
-aquella noche, yendo aguardando á Sancho, que se quedó enalbardando su
-rucio. Entre tanto que llegaban al pueblo, platicaron el ermitaño y el
-soldado sobre los referidos cuentos; y como eran agudos y estudiantes,
-pudieron facilmente meterse en puntos de teologia, y uno dellos fue
-admirandose del siniestro fin que tuvo Japelin, y el feliz de don
-Gregorio y la Priora. En esto volvieron todos las cabeças, y más don
-Quixote, que con mucha atencion les iba escuchando, y vieron á Sancho
-Pança, que venia muy repantigado sobre su asno. Llegandoseles cerca,
-dixo: Por la vida de Matusalen juro que aunque murió muy buena muerte
-aquel don Gregorio, con todo, por el camino he venido pensando en cuan
-mal lo hizo en dexar á la pobre doña Luisa en Badajoz sola, y en las
-manos de aquellos fariseos que tan enamorados andaban della, con que le
-dió ocasion de ser peor de lo que era ya. ¿No veis, Sancho, respondió
-el ermitaño, que todo fue permision de Dios, el cual de muy grandes
-males suele sacar mayores bienes, y no permitiera aquellos, si no fuera
-por ocasionarse con ellos para mostrar su omnipotencia y misericordia
-en estos otros? que en fin, de lo mesmo que el demonio traça para
-perdernos, toma nuestro buen Dios ocasion de ganarnos; que son el
-demonio y Dios como la araña y abeja, que de una misma flor saca la una
-ponçoña que mata, y la otra miel suave y dulce que regala y da vida.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_22">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXII</h2>
- <p class="subh2h">Como prosiguiendo su camino don Quixote con toda
- su compañia, toparon una estraña y peligrosa aventura en un bosque,
- la cual Sancho quiso ir á probar como buen escudero.</p>
-</div>
-
-<p>Yendo nuestro buen hidalgo caminando con toda su compañia y
-platicando de lo dicho, ya que llegaban á un cuarto de legua del pueblo
-do habian de hazer noche, oyeron en un pinar, á la mano derecha, una
-voz como de muger afligida; y parandose todos, volvieron á escuchar
-lo que seria, y sintieron la misma voz lamentable, que dezia: ¡Ay de
-mí, la más desdichada muger de cuantas hasta agora han nacido! ¿Y no
-habrá quien me socorra en esta tribulacion, en que la fortuna por mis
-gran<span class="pagenum" id="Page_175">p. 175</span>des pecados me
-ha puesto? ¡Ay de mí, que sin duda habre de perecer aqui esta noche,
-entre dientes, garras y colmillos de alguna de las muchas fieras que
-semejantes soledades suelen poblar! ¡Oh traidor perverso! ¿Y por que
-me dexaste con vida, pues me fuera harto mejor que con los filos de
-tu cruel espada me cortaras el cuello, que no haberme dexado desta
-suerte con tanta inhumanidad? ¡Ay de mí! Don Quixote, que semejantes
-razones oyó sin ver quien las dezia dixo á los compañeros: Señores,
-esta es una de las más estrañas y peligrosas aventuras que jamas he
-visto ni probado desde que recebí el orden de caballeria; porque este
-pinar, es un bosque encantado, donde no se puede entrar sin grandisima
-dificultad, en medio del cual tiene el sabio Freston, mi contrario
-antiguo, una cueva, y en ella muchos y muy nobilisimos caballeros y
-donzellas encantadas, entre los cuales, por saber que en ello me haze
-singular agravio y sinsabor, ha traido presa á mi intima amiga la
-sabia Urganda la desconocida, y la tiene llena de cadenas, atada á una
-rueda de molino de aceite, la cual voltean dos ferozisimos demonios;
-y cada vez que la pobre sabia llega abaxo, y la coge la piedra por
-el cuerpo, da aquellas terribles vozes: por tanto ¡oh clementisimos
-heroes! atended; que solo á mi persona atañe y de juro pertenece probar
-esta insolita aventura, y libertar á la afligida sabia ó morir en la
-demanda. Cuando el ermitaño y Bracamonte oyeron semejantes dislates á
-don Quixote, y ponderaron los visages y afectos con lo que dezia, le
-tuvieron totalmente por loco; pero con todo, disimulando este conceto
-que dél tenian, le dixeron: Mire v. m., señor don Quixote, que por
-esta tierra no se usan encantamientos, ni este pinar está encantado,
-ni puede haber cosa de las que v. m. dize; y solo se puede buenamente
-colegir de las vozes que se oyen, que algunos salteadores habran robado
-alguna muger y dadola de puñaladas, la habran dexado en medio deste
-pinar, y desto se debe de lamentar. A pesar de cuantos lo contradizen,
-replicó don Quixote, son las vozes de la persona y por las causas que
-dicho tengo. Viendo Sancho Pança lo que altercaban sobre dezernir quien
-y por que razon pronunciaba los confusos lamentos que oian, se llegó
-á su amo, muy repolludo en el rucio, y quitandose la caperuça, puesto
-en su presencia, le dixo: Ya los dias pasados vió v. m., mi señor don
-Quixote, saliendo de Çaragoça, como me las tuve tiesas con el señor
-Bracamonte, que está presente; y que si no fuera por v. m. y por el
-respeto que tuve á la venerable presencia deste señor ermitaño, no
-dexara de dar cima, tronco, ó como diablos lo llaman los caballeros
-andantes, á<span class="pagenum" id="Page_176">p. 176</span> la
-aventura ó batalla que con él tuve, pero batalla en que se me dió por
-vencido; y asi para que merezca venir á ser por mis pulgares, andando
-los tiempos, tenido por esos mundos, insulas y peninsulas por caballero
-andante, como v. m. lo es, y haga á cuantos topare tuertos y coxos,
-le pido desencarecidamente se esté aqui con estos señores; que yo iré
-quedito, subido en mi rucio, sin permitirle diga en el camino palabra
-buena ni mala, á ver si es la que ahi dentro se quexa la sabia Urganda,
-ó como se llama; y si cojo descuidado al bellaconazo del sabio que v.
-m. dize, verá como, despues de haberle dado media dozena de gentiles
-moxicones, se le traigo aqui agarrado de los cabeçones; pero si acaso
-muriesemos en la demanda yo y mi fidelisimo jumento, suplico á v. m.
-por amor del señor san Julian, abogado de los cazadores, que nos haga
-enterrar juntos en una sepultura; que pues en vida nos quisimos como
-si fueramos hermanos de leche, bien es que en la muerte tambien lo
-seamos; y mandeme enterrar en los montes de Oca; y si por mi ventura
-fuere camino para llevarnos á ellos la Argamesilla de la Mancha,
-nuestro lugar, detenganos en ella siete dias con sus noches, en honra y
-gloria de las siete cabrillas y de los siete sabios de Grecia; lo cual
-hecho, iremos alegres nuestro camino, habiendo empero almorzado primero
-lindamente. Riose don Quixote, diziendo: ¡Oh Sancho, y que grande necio
-que eres! Pues si te he de llevar muerto con tu rucio, ¿como quieres
-descansar siete dias con sus noches en la Argamesilla, y despues
-almorzar para ir adelante? Par diez, replicó Sancho, que tiene razon:
-v. m. perdone; que no habia caido en que iba muerto. Pues, Sancho, dixo
-entonzes don Quixote, porque veas que deseo tu aprovechamiento en las
-aventuras, te doy plenaria licencia para que vayas y pruebes esta, y
-ganes la honra della que se me debia; y me la quito para dartela, con
-el fin de que comiençes á ser caballero novel, prometiendote que si le
-das, cual confio de tu braço, á esta peligrosa hazaña que emprendes, en
-llegando á la española corte, tengo de hazer con su catolico monarca
-que por fuerça ó por grado te dé el orden de caballeria, para que,
-dexando el sayo y la caperuça, subas armado de todas pieças en un
-andaluz caballo, y vayas á justas y torneos, matando fieros gigantes
-y desagraviando opresos caballeros y tiraniçadas princesas con los
-filos de tu espada, sin trepidar los soberbios gigantes y fieros grifos
-que te hizieren resistencia. Señor don Quixote, dixo Sancho, dexeme
-á mí; que á cachetes haré yo más en un dia que otros en una hora; y
-si puedo poner un poco de tierra en medio, como haya abundan<span
-class="pagenum" id="Page_177">p. 177</span>cia de guijarros, quedará la
-vitoria por mia, y muertos todos los gigantes aunque tope un cahiz de
-ellos; y con esto, adios; que voy á ver en que pára esta aventura; mas
-deme primero su bendicion. Don Quixote le santiguó, diziendo: Dete Dios
-en este trance y semejantes lides la ventura y acierto que tuvieron
-Josue, Gedeon, Sanson, David y el santo Macabeo contra sus contrarios,
-por serlo de Dios y de su pueblo. Començó luego Sancho á caminar; y
-andados cuatro pasos, volvió á su amo, diziendo: Mire v. m., señor,
-que si acaso diere vozes, viendome en algun peligro, que acuda luego,
-y no demos que reir al mal ladron, pues podria v. m. llegar tan tarde,
-que ya Sancho hubiese llevado, cuando llegase, media dozena de maçadas
-de gigantes. Anda, Sancho, dixo don Quixote, y no tengas miedo; que
-yo acudiré á tiempo. Con esto se fue; y apenas hubo andado otros seis
-pasos, cuando volvió diziendo: Y mire v. m., tome esto por seña de que
-me va mal con este sabio, que encomendado sea á las furias infernales:
-que cuando yo diga dos vezes ¡ay, ay! venga como un pensamiento; porque
-será señal infalible de que ya me tiene en tierra atado de pies y manos
-para quitarme el pellejo como un san Bartolome. No harás cosa buena,
-dixo don Quixote, pues tanto temor tienes. Pues, ¡pesia á la madre
-que me parió! dixo Sancho, estase v. m. arrellenado en su caballo, y
-esotros dos señores riendose, como si fuese cosa de burla el irme yo
-triste á meter solo entre millones de gigantes más grandes que la torre
-de Babilonia, ¡y no quiere que tema! Yo le aseguro que si alguno de sus
-mercedes viniera, hiziera peor: ¡cuerpo non de Dios con ellos, y aun
-con la puta perra que me hizo pedir tal licencia, ni tratar de meterme
-en estos ruidos, y buscar perro con cencerro! Tras esto se entró el
-pinar adentro; y habiendo andado medrosisimo cosa de veinte pasos,
-començó á dar gritos en seco, diziendo: ¡Ay, ay, que me matan! Apretó
-las espuelas don Quixote á Rocinante en oyendo las vozes, y tras él el
-ermitaño y soldado; y llegando todos á Sancho, que estaba caballero en
-su asno, le dixo su amo: ¿Que es ó que has habido, mi fiel escudero?
-que aqui estoy. ¡Eso sí! dixo Sancho: no he visto aun nada, y solo he
-gritado por ver si acudiria al primer repiquete de broquel. Volvieron
-atras todos riendo, y Sancho se emboscó; pero á poco trecho oyó como no
-muy lexos dél se quexaban y dezian: ¡Ay Madre de Dios! ¿Y es posible
-que no haya en el mundo quien me socorra? Sancho que iba con más miedo
-que vergüença, alargando el cuello acá y acullá, oyó de nuevo cerca
-de sí la mesma voz,<span class="pagenum" id="Page_178">p. 178</span>
-que entre unos arboles le dezia: ¡Ah, hermano labrador! por amor de
-Dios, quitadme de aqui. Volviendo en esto, turbado, la cabeça Sancho,
-vió una muger en camisa, atada de pies y manos á un pino; y apenas
-la hubo visto, cuando dando una gran voz se arrojó del asno abaxo, y
-volviendose á pie, corriendo y tropeçando, por donde habia venido, iba
-diziendo á vozes: ¡Socorro, socorro, señor don Quixote; que matan á
-Sancho Pança! Don Quixote y los demas que oyeron á Sancho entraron el
-pinar adentro, donde toparon con él, que se volvia turbadisimo, mirando
-hazia atras de cuando en cuando, y tropeçando en una mata y dando de
-ojos en otra; al cual, asiendole del braço el soldado, y no pudiendole
-detener, segun se daba prisa por salir del pinar, le dixo: ¿Que es
-esto, señor caballero novel? ¿Cuantos gigantes ha muerto á moxicones?
-Reportese, pues queda con vida y nos ha excusado el trabajo de llevarle
-á enterrar á los montes de Oca. ¡Ay señor! respondió Sancho, no vaya
-allá, por las llagas de Jesus Nazareno, Rex Judœorum; porque le asiguro
-he visto por estos ojos pecatrizes, los cuales no soy digno de jurar,
-una anima del purgatorio vestida de blanco como ellas, segun dezia el
-cura de mi lugar; y á fe que no esté sola; que siempre estas andan á
-bandadas como palomas; lo que sé dezir es que la que yo acabo de ver
-está atada á un pino; y si no me encomendara aprisa á san Longinos
-benditisimo, y apretara los pies, me tragara sin duda, como se ha
-tragado ya al triste rucio y á mi caperuça, que no la hallo. Començó
-don Quixote á caminar poco á poco, y los demas tras él; y Sancho,
-que apenas se podia mover, segun iba de cortado, dixo: ¡Ah señor don
-Quixote! mire por amor de Dios lo que haze, no tengamos que llorar
-para toda nuestra vida. En esto, como la muger que estaba atada sintió
-rumor de gente, començó á levantar la voz y á dezir: ¡Ay señores! por
-reverencia del que murió por todos, que me quiten deste tormento en que
-estoy puesta, y si son cristianos hayan misericordia de mí. Don Quixote
-y los demas, que vieron aquella muger atada de pies y manos al pino,
-llorosa y desnuda, tuvieron gran compasion de ella; pero Sancho, asido
-del habito del ermitaño y puesto tras él, medio acechando, con el miedo
-que tenia le dixo: Doña anima del purgatorio (¡purgada os vea yo con
-todos los diablos del infierno á vos y á quien acá os traxo, supuesto
-que no puedo creer sea cosa buena!), dad acá el rucio que os habeis
-comido; si no, por vida de cuantos verdugos hay en el Flas Sanctorum,
-que mi señor don Quixote os le saque del buche á puras lançadas. El
-soldado le respondió: Callad,<span class="pagenum" id="Page_179">p.
-179</span> Sancho; que alli anda vuestro asno paziendo, la caperuça,
-que se os cayó, está junto á él. ¡Oh bendito sea Dios, dixo Sancho,
-y como me huelgo! Y asiendo del asno, le abraçó y dixo: Bien seas
-venido de los otros mundos, asno de mi alma; mas dime como te ha ido en
-ellos:—y llegandose tras esto á su amo, le dixo: Mire v. m., señor, lo
-que haze, y no la desate, porque esta anima me parece pintiparada á la
-anima de una tia mia que murió habrá dos años, de sarna y mal de ojos,
-en mi lugar; y nos importa á todos los de mi linage no verla más que á
-la landre, porque era la más maldita vieja que hayan tenido todas las
-Asturias de Oviedo que hay en todo el mundo. No curó don Quixote de las
-boberias de su escudero; y asi, volviendose al ermitaño y á Bracamonte,
-les dixo: Habeis de saber, señores, que esta dama que veis aqui atada
-con tanto rigor y crueldad, es sin duda la gran Zenobia, reina de las
-Amazonas, si nunca la oistes dezir; la cual, habiendo salido á caza con
-la muchedumbre de sus más diestros cazadores, vestida de verde, en un
-hermoso caballo rucio rodado, con su arco en la mano y una rica aljaba
-al hombro, llena de doradas y herboladas flechas, habiendose apartado
-de su gente por haber seguido un ferozisimo jabalí, se perdió en estos
-obscuros bosques; y siendo hallada por alguno ó algunos jayanes de los
-que van por el mundo haziendo dos mil alevosias le robaron su preciado
-caballo, quitandole sus ricos y bordados vestidos y todas las joyas,
-perlas, axorcas y anillos que en su cuello, braços y blancas manos
-traia; y la dexaron, como veis, desnuda en camisa y atada á ese pino:
-por tanto, señor soldado, v. m. la desate luego, y sabremos de su boca
-elegantisima toda la historia. La muger era tal, que pasaba de los
-cincuenta, y tras de tener bellaquisima cara, tenia un rasguño de á
-jeme en el carrillo derecho, que le debieron de dar siendo moça, por su
-virtuosa lengua y santa vida. El soldado la fue á desatar, diziendo:
-Yo le juro á v. m., señor caballero, que la dueña que está aqui no
-tiene cara de reina Zenobia, si bien tiene el talle de amazona; y si no
-me engaño, me parece haberla visto en Alcala de Henares, en la calle
-de los Bodegones, y se ha de llamar Barbara la de la cuchillada. Y
-llegandola á desatar, dixo ella que era la verdad y que aquel era su
-nombre. En esto se quitó el manto que traia el ermitaño, y se le puso
-á la pobre muger para que asi con él llegase hasta el lugar con más
-decencia; la cual, en viendose cubierta, se llegó adonde estaba don
-Quixote, y viendole armado de todas pieças, le dixo: Infinitas gracias,
-señor caballero, rindo á v. m. por la que me acaba de hazer, pues con
-ella y por sus manos quedo<span class="pagenum" id="Page_180">p.
-180</span> libre de las de la muerte, en las cuales sin duda me viera
-esta noche, si por piedad de los cielos no hubiera v. m. pasado por
-aqui con esta noble compañia. Don Quixote con mucho reposo y gravedad
-le respondió, diziendo: Soberana señora y famosa reina Zenobia, cuyas
-fazañas estan ya tan sabidas por el mundo, y cuyo nombre y valor
-conocieron tan bien los famosos griegos á costa de su sangre generosa,
-pues vos con vuestras fermosas cuanto intrepidas amazonas fuistes
-poderosa para dar la vitoria á la parte que favoreciades de los dos
-lucidos exercitos del emperador de Babilonia y Constantinopla, yo
-me tengo por muy felize y dichoso en haberos hecho hoy este pequeño
-servicio, principio de los que á vuestra real persona de aqui adelante
-pienso hazer en la grandiosa corte del catolico monarca de las Españas,
-en la cual tengo aplaçada una peligrosa y dudosa batalla con el gigante
-Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre. Yo os juro y prometo desde aqui
-coronaros por reina y señora de aquella amenisima isla y regalado
-reino, despues de haber por cuarenta dias defendido contra todos los
-caballeros del mundo vuestra rara y peregrina fermosura. El ermitaño y
-Bracamonte, que semejantes disparates oyeron dezir á don Quixote, no se
-podian valer de risa; pero considerando la obligacion en que le estaban
-por lo que cuidaba de su regalo, y cuanto por no perderle les importaba
-sobrellevarle, disimulaban cuanto podian, siguiendole el humor como
-discretos; aunque, cuando se hallaban ambos á solas, lo reian todo
-por junto. La buena muger, que se vió tratar de reina, no supo que
-le responder, sino dezir: Yo, señor mio, si bien soy moçona, no soy
-la reina Zenobia, como v. m. me llama; si es que no lo dize fisgando
-por verme tan fea. Pues á fe que en mi tiempo no lo fui; que vivido
-he en Alcala de Henares toda mi vida, donde, cuando era muchacha, era
-bien regalada y querida de los más galanos estudiantes que ilustraban
-entonzes aquella celebre universidad, sin haber rotulada por todos sus
-patios y casa otra que Barbara; y hasta en todas las puertas de los
-conventos y colegios estaba mi nombre escrito con letras coloradas y
-verdes, cubierto de coronas y ladeado de palmas, diziendo: Barbara
-victor; pero ya por mis pecados, despues que un escolastico capigorron
-me hizo esta señal en el rostro (que mala se la de Dios en el anima),
-no hay quien haga caso de mí. Pues á fe que, aunque fea, no espanto. A
-esto respondió Sancho: Por vida de mi madre, que esté en el otro mundo
-por muchos años y buenos, señora reina Zenobia, que aunque le parece á
-v. m. que no espanta, que me espantó denantes cuando la ví con tan mala
-catadura; que habia<span class="pagenum" id="Page_181">p. 181</span>
-de la cera que destilaba la colmena trasera que naturaleza me dió,
-para hazer bien hechas media dozena de hachas de á cuatro pabilos.
-Don Quixote, que ya en su fantasia idolatraba en Barbara, teniendola
-por la reina Zenobia, le dixo, dando un empujon á Sancho, con que le
-hizo callar: Vamos, serenisima señora, al lugar, que ya está cerca, y
-dezirnos heis por el camino como os sucedió la desgracia de ser robada,
-y atada de pies y manos en aquel pino. Y volviendose á Sancho, le dixo:
-¿Ois, escudero? Traed vuestro jumento, y subireis en él luego á la
-señora reina Zenobia de aqui al lugar. Traxole Sancho, y poniendose á
-gachas á cuatro pies para que subiese, volviendo la cabeça, le dixo:
-Suba, señora reina; y ponga los pies sobre mí. Hizolo ella con mucha
-desenvoltura y sin hazerse de rogar; y puesta á caballo, començaron
-á caminar para el pueblo. A pocos pasos que habia andado, le dixo
-Bracamonte: Diganos, señora Barbara, por vida desa suya que tantas ha
-pensado costar en la moçedad, ¿quien fue aquel bellaco que la dexó de
-tal suerte, y quien el que la sacó de la calle de los Bodegones de
-Alcala, donde estaba como una princesa y tan visitada de estudiantes
-novatos que la henchian las medidas y bolsas? ¡Ay señor soldado!
-respondió ella. ¿Conociome á mí alli en mi prosperidad? ¿Entró alguna
-vez en mi casa? ¿O acaso comió jamas del mondongo que yo guisaba? que
-le solia algunas vezes hazer tan bueno, que se comian los estudiantes
-las manos tras ello. Yo, señora, respondió él, jamas comí en casa de
-v. m., porque estaba en el Colegio Trilingüe, donde dan de comer á
-los colegiales; pero acuerdome bien de que alababan mucho las agujas
-de v. m. y su limpieza, la cual, segun me dezian, era tanta, que con
-solo un caldero de agua lavaba por el pensamiento dos y tres vientres:
-de manera que salian de sus manos unas morcillas verdinegras, que era
-gloria mirallas; que como la calle es angosta y obscura, no se podia
-echar de ver la superabundancia del mugre con que convidaban al más
-hambriento machuca de Alcala. ¡Ay! ¡mal haya él, replicó Barbara, y
-que gran bellaco y socarron me parece! Pues á fe que si no me engaño,
-que ha él comido de mis manos más de cuatro vezes; porque su talle y
-vestido no es para hazerme creer que ha estado en el Colegio Trilingüe,
-como dize. Digame la verdad, acabe. Bracamonte la satisfizo, diziendo:
-Antes que yo entrase en el colegio, agora cuatro años, estaba con
-otros seis estudiantes amigos en la calle de Santa Ursula, en las
-casas que se alquilan alli junto á la iglesia mayor del mercado; y me
-acuerdo que v. m. subió á ellas con una olla no muy pequeña llena de
-mondongo; y un estudiante, que se llamaba Lo<span class="pagenum"
-id="Page_182">p. 182</span>pez, la cogió en sus braços sin derramarla,
-y la metió en su aposento, donde él con todos los amigos comimos de
-la olla que v. m. se traia baxo sus mugrientas sayas, sin tocar á
-la del mondongo. Por el siglo de mi madre, respondió Barbara, que
-me acuerdo deso como de lo que he hecho hoy. Pues á fe que toda era
-gente honrada; que aunque no tuvieron razon de hazer lo que hizieron,
-siendo yo muger de mis prendas, todavia tuvieron respeto de no tocarme
-á la olla. ¡Jesus, Jesus! ¿que estaba alli? Pues sepa que Lopez es
-ya licenciado y un grandisimo bellaco enamoradizo, mas con todo eso,
-á fe que las vezes que yo subia á su aposento, que no me escupia.
-Pues, señora reina mia, dixo Sancho, si tan buena ofiziala es de hazer
-mondongos, sepa que si mi amo la lleva, como dize, al reino de Chipre,
-alli tendrá bastantisima ocasion de mostrar su habilidad, porque habrá
-tripas infinitas de los enemigos que mataremos; de los cuales podrá
-hazer pasteles, pelotas de carne y ollas podridas, y echarles toda la
-caparrosa que quisiere, pues es lo que da mejor gusto á los guisados.
-¡Ay amarga de mí! respondió Barbara: si la caparrosa es para hazer
-tinta, ¿como dezis vos, hermano, que la eche en los guisados? No sé,
-en mi conciencia, replicó Sancho, lo que me echaron encima de las
-alhondiguillas que me dieron en casa de don Carlos en Çaragoça; lo que
-sé es que ellas me supieron riquisimamente. Albondiguillas direis,
-dixo Barbara; que ansi se llaman en todo el mundo. Poco monta; replicó
-Sancho, que se llamen de una suerte ó de otra, lo que hemos de procurar
-es sembrar muchas en estando en Chipre.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_23">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXIII</h2>
- <p class="subh2h">En que Barbara da cuenta de su vida á don Quixote
- y sus compañeros hasta el lugar, y de lo que les sucedió desde que
- entraron hasta que salieron dél.</p>
-</div>
-
-<p>Salieron del pinar á la que Sancho acababa de dezir las referidas
-simplicidades. Juntoseles don Quixote en el camino real, donde les
-esperaba haziendo mil discursos acerca del modo que tendria en llevar
-á la corte á la que él tenia por reina Zenobia; y luego que vió que
-ella llegaba al puesto en que la esperaba, la dixo con grande respeto
-y mesura: Suplico á vuesa magestad se sirva, poderosisima reina, de
-darnos cuenta, de aqui á que con la fresca lleguemos al vecino lugar,
-de quienes fueron los follones que la robaron sus ricas joyas y la
-desnudaron de sus reales galas, dexandola atada con tanta crueldad
-en aquel<span class="pagenum" id="Page_183">p. 183</span> arbol.
-A lo cual respondió ella al punto: V. m., señor mio, ha de saber
-que viviendo yo en Alcala de Henares, en la calle que llaman de los
-Bodegones, con mi honrado y ordinario trato, quiso la fortuna, que
-siempre es contraria á los buenos, que viniese alli un mancebo de muy
-bonita cara y harto discreto, el cual entró dos ó tres vezes á comer en
-mi casa. Como le vi al principio tan cortes, prudente y bien hablado,
-aficionemele (que no debiera) de tal suerte, que no podia de noche
-ni de dia sosegar sin verle, hablarle y tenerle á mi lado. Dabale de
-comer y cenar todos los dias como á un principe, comprabale medias,
-çapatos, cuellos y aun los libros que me pedia, mirandome en él cual
-en un un espejo: en fin, él estuvo en mi casa con esta vida más de un
-año y medio, sin gastar blanca suya, y muchas mias. En este tiempo
-sucedió que estando una noche conmigo en la cama, me dixo como estaba
-determinado de ir á Çaragoça, adonde tenia parientes muy ricos; y que
-me prometia, si queria ir con él, que en llegando allá se casaria
-conmigo, por lo mucho que me amaba; y yo, que soy una bestia, creyendo
-sus engañosas palabras y falsas promesas, le dixe que era contentisima
-de seguirle; y luego començé á vender mis alhajas que eran dos camas
-de buena ropa, dos pares de vestidos mios, una grande arca de cosas de
-lienzo, y finalmente todo lo demas que en mi casa tenia; de lo cual
-hize más de ochenta ducados, todo en reales de á ocho. Con ellos y
-notable gusto nos salimos juntos una tarde de Alcala; y llegados al
-segundo dia á la entrada del bosque de quien ahora acabamos de salir,
-me dixo nos entrasemos á sestear en él; que se queria holgar conmigo:
-¡asi mala holgura le dé Dios en el alma y en el cuerpo! Pero no le
-quiero maldezir; porque quiçá algun dia nos toparemos, y me pedirá
-perdon de lo hecho; y como le quiero tanto, facilmente le perdonaré.
-Seguile, creyendo en sus razones (que no debiera); y viendome sola y
-en lugar tal y tan secreto, metió mano á una daga, diziendome que si
-no sacaba alli todo el dinero que traia conmigo, que él me sacaria el
-alma del cuerpo con aquel puñal. Yo, que vi una furia tan repentina
-en la prenda que más queria en el mundo, no supe qué le responder,
-sino, llorando, suplicarle que no hiziese tal alevosia; pero començome
-á apretar tanto, sin hazer caso de mis justas razones y llorosas
-palabras, que, viendo tardaba en darle los ochenta ducados más de lo
-que su codicia permitia, empezó á decirme á vozes colerico: Acabe de
-darme presto el dinero la muy puta, vieja, bruxa, hechicera. Sancho,
-que estaba escuchando con mucha atencion á Barbara, cuando le oyó
-referir tantos y<span class="pagenum" id="Page_184">p. 184</span>
-tan honrados epitetos, le dixo: Y digame, señora reina, ¿era acaso
-verdadero todo ese calendario que le dixo el estudiante? porque de sus
-hechos colixo que era tan hombre de bien, que por todo el mundo no
-diria una cosa por otra, sino la verdad pura. ¡Como verdad! replicó
-ella: á lo menos en lo que dixo de bruxa, mintió como bellaco; que si
-una vez me pusieron á la puerta mayor de la iglesia de San Yuste en una
-escalera, fue por testimonio que unas vecinas mias invidiosas, por no
-más que sospechosas, me levantaron: ¡ansi levantadas tengan las alas
-del coraçon, pues por ello me hizieron echar en la trena, donde gasté
-lo que Dios sabe! Pero vaya en hora buena, con su pan se lo coman;
-que á fe que me vengué, á lo menos de la una dellas, muy á mi salvo,
-pues á un perro que ella tenia en casa y con quien se entretenia, le
-dí çarazas en vengança del dicho agravio. Rieronse todos del dicho de
-Barbara, y Sancho la replicó diziendo: Pues ¡cuerpo de Poncio Pilatos,
-señora reina! ¿que culpa tenia el pobre perro? ¿Fuese él acaso á quexar
-de v. m. á la justicia, ó levantola el falso testimonio que dize?
-Que el perro seria muy bueno y no haria mal á nadie, y por lo menos
-sabria cazar alguna olla, por podrida que fuese. ¡Triste perro! si no
-me quiebra el coraçon de dolor su homicidio... Don Quixote le dixo:
-Oyete, pecora: ¿por ventura conociste ni viste aquel perro? ¿Que se
-te da á tí dél? ¿Pues no quiere que se me dé, replicó Sancho, si no
-sé si el honrado y mal logrado y yo eramos primos hermanos? Que el
-diablo es sutil, y donde no se piensa se caza la liebre; y como dizen,
-do quiera que vayas, de los tuyos hayas. Y de aqui començó á ensartar
-refranes, de suerte que no le podian acallar; mas don Quixote suplicó
-á la reina Zenobia pasase adelante, y no hiziese caso de Sancho, que
-era un animal. Pues como digo, prosiguió ella, mi bueno de Martin (que
-asi se llamaba la lumbre de mis ojos), nombre para mi bien aciago,
-pues tanta parte tiene Martin de martes, començó á darme prisa por el
-dinero, acompañando cada palabra injuriosa que me dezia con un piquete
-en estas pecadoras nalgas, tal que me hazia poner el grito en el cielo;
-y asi, viendome tan apretada, y considerando que si no hazia lo que
-me pedia, podria ser darme algun golpe peor que el que otro tal cual
-él me habia dado en la cara por menos que eso, saqué todo mi dinero
-y diselo; mas, no contento con él, me quitó una saya y corpiño y un
-faldellin harto bueno que traia vestido; y atandome á un pino, me dexó
-de la manera que vs. ms. me han hallado, á quien pague Dios la merced
-que me han hecho. Pues en buena fe dixo Sancho, que si la desnudara un
-dedo más<span class="pagenum" id="Page_185">p. 185</span> adentro,
-que la dexara hecha un Adan y Eva. ¡Oh hi de puta, socarron, bellaco!
-¿No será bueno, señor don Quixote, que yo vaya por esos mundos en mi
-rucio buscando á ese descomunal estudiante, y que le desafie á batalla
-campal, y en cortandole la cabeça, la traiga espetada en el hierro de
-algun lançon, y con ella entre en las justas y torneos con aplauso de
-cuantos me vieren? Pues es cierto que admirados han de dezir: ¿Quien
-es este caballero andante? Y con orgullo creo les sabré responder: Yo
-soy Sancho Pança, escudero andante del invito don Quixote de la Mancha,
-flor, nata y espuma de la andantesca escuderia. Pero no quiero meterme
-con estudiantes; doylos á Belcebu; que el otro dia cuando fuimos á
-las justas de Çaragoça, yo y el cocinero coxo llegamos á hablar á
-uno dellos al colegio, y me dió un demonio de otro un tan infernal
-pescoçon en esto del gaznate, que casi me hizo dar de ojos; y como me
-abaxé por la caperuça, acudió otro á las asentaderas con una coz tal,
-que toda la ventosidad que habia de salir por alli, me la hizo salir
-por arriba, envuelta en un regüeldo que, segun dixo él mismo, olia á
-rabano serenado; y no hube bien levantado la cabeça, cuando començó
-á llover sobre mí tanta multitud de gargajos, que si no fuera porque
-sé de nadar como Leandro y Nero... Pero un cararelamido, que parece
-que aun agora me le veo delante, me arrojó tan diestramente un moco
-verde, que le debia tener represado de tres dias, segun estaba de
-cuajado, que me tapó de suerte este ojo derecho, que me hube de salir
-corriendo y gritando: ¡Ah de la justicia! que han muerto el escudero
-del mejor caballero andante que han conocido cuantos visten cueras de
-ante. Llegaron en esto al lugarcillo, lo cual atajó las razones de
-Sancho; y llegados á su meson, se apearon en él todos por mandado de
-don Quixote, el cual se quedó en la puerta hablando con la gente que
-se habia juntado á ver su figura. Entre los que alli á esto habian
-acudido, no habian sido de los postreros los dos alcaldes del lugar,
-el uno de los cuales, que parecia más despierto, con la autoridad
-que la vara y el concepto que él de sí tenia le daban, le preguntó
-mirandole: Diganos v. m., señor armado, para donde es su camino y
-como va por este con ese sayo de hierro y adarga tan grande; que le
-juro en mi conciencia que ha años que no he visto á otro hombre con
-tal librea cual la que v. m. trae: solo en el retablo del Rosario hay
-un tablon de la Resurreccion, donde hay unos judiazos despavoridos,
-y enjaezados al talle de v. m., si bien no estan pintados con esas
-ruedas de cuero que v. m. trae, ni con tan largas lanças. Don Quixote,
-volviendo las rien<span class="pagenum" id="Page_186">p. 186</span>das
-á Rocinante hazia la gente que le tenia cercado en corrillo, dixo á
-todos con voz reposada y grave, sin reparar en lo que el alcalde le
-habia dicho: Valerosos leoneses, reliquias de aquella ilustre sangre
-de los godos, que por entrar Muça por España, perdida por la alevosia
-del conde Julian, en vengança de Rodrigo y de su incontinencia, y
-en desagravio de su hija Florinda, llamada la Cava, os fue forçoso
-haberos de retirar á la inculta Vizcaya, Asturias y Galicia para que
-se conservase en las inaccesibles quiebras de sus montes y bosques la
-nobilisima y generosa sangre que habia de ser, como ha sido, açote
-de los moros africanos; pues alentados del invencible y gloriosisimo
-Pelayo y del esclarecido Sandoval, su suegro, amparo y fidelisima
-defensa á cuyo celo debe España la sucesion de los catolicos reyes
-de que goza, pues dél nació el valor con que los filos de vuestras
-cortadoras espadas tornaron cumplidamente á recobrar todo lo perdido
-y á conquistar nuevos reinos y mundos, con invidia del mismo sol, que
-solo hasta que vosotros les asaltastes sabia dellos y los conocia: ya
-veis, inclitos Guzmanes, Quiñones, Lorençanas y los demas que me ois,
-como mi tio el rey don Alfonso el Casto, siendo yo hijo de su hermana,
-y tan nombrado cuanto temido por Bernardo, me tiene á mi padre el de
-Saldaña preso, sin querermele dar; demas de lo cual, tiene prometido
-al emperador Carlo-Magno darle los reinos de Castilla y Leon despues
-de sus dias; agravio por el cual no tengo de pasar de ninguna manera,
-pues no teniendo él otro heredero sino á mí, á quien toca por ley
-y derecho, como á sobrino suyo legitimo, y mas propincuo á la casa
-real, no tengo de permitir que extrangeros entren en posesion de cosa
-tan mia: por tanto, señores, partamos luego para Roncesvalles, y
-llevaremos en nuestra compañia al rey Marsilio de Aragon, con Bravonel
-de Çaragoça; que, ayudandonos Galalon con sus astucias y con el favor
-que nos promete, facilmente mataremos á Roldan y á todos los doze
-Pares; y quedando en aquellos valles mal ferido Durandarte, se saldrá
-de la batalla; y por el rastro de la sangre que dexará, irá caminando
-Montesinos por una aspera montaña, aconteciendole mil varios sucesos,
-hasta que topando con él, le saque por sus manos, á instancia suya,
-el coraçon, y se le lleve á Belerma, la cual en vida fue la mira de
-sus cuidados. Advertid pues, famosos leoneses y asturianos, que para
-el acierto de la guerra os prevengo en que no tengais disensiones
-sobre el partir de las tierras y señalar de moxones. Y volviendo en
-esto las riendas á Rocinante y apretandole<span class="pagenum"
-id="Page_187">p. 187</span> las espuelas, se entró furioso en el meson,
-gritando: ¡Al arma, al arma; que</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">Con los mejores de Asturias</p>
-<p class="i0">Sale de Leon Bernardo,</p>
-<p class="i0">Todos á punto de guerra,</p>
-<p class="i0">A impedir á Francia el paso!<a id="FNanchor_22" href="#Footnote_22" class="fnanchor">[22]</a></p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Toda la gente se quedó pasmada de oir lo que el armado
-habia dicho, y no sabian á que se lo atribuir. Unos dezian que era
-loco, y otros no, sino algun caballero principal; que su trage eso
-mostraba; tras lo cual querian todos entrarse á tratar con él; pero
-el ermitaño se puso á la puerta en resistencia diziendoles: Vayanse,
-señores, con Dios; que este hidalgo está loco, y le llevamos á curar
-á la casa de los orates de Toledo: no nos le alteren más de lo que él
-se está. Oidas estas razones al venerable ermitaño, se fueron al punto
-cuantos alli estaban; y llevando Sancho á Rocinante á la caballeriza,
-se entraron don Quixote y los demas de su compañia en un aposento,
-donde le ayudaron á desarmar Bracamonte y el ermitaño, con cuyo manto
-buriel estaba cubierta la buena Barbara, sentada en su presencia en el
-suelo, á la cual viendo don Quixote dixo: Soberana señora, tened un
-poco de paciencia; que muy en breve sereis llevada á vuestro famoso
-imperio de las Amazonas, siendo primero coronada por reina del vicioso
-reino de Chipre, en cuya pacifica posesion os porné en matando su
-tirano dueño, el valiente Bramidan de Tajayunque, en la corte española;
-que para eso con toda diligencia entraremos mañana en la fuerte y bien
-murada ciudad de Sigüença, en la cual os compraré unos ricos vestidos,
-en cambio de los que aquel alevoso principe don Martin os quitó contra
-toda ley de razon y cortesia. Señor caballero, respondió ella, beso á
-v. m. las manos por la buena obra que sin haberle servido me haze; yo
-quisiera ser de quinze años y más hermosa que Lucrecia, para servir
-con todos mis bienes habidos y por haber á v. m.; pero puede creer
-que si llegamos á Alcala, le tengo de servir alli, como lo verá por
-la obra, con un par de truchas que no pasen de los catorze, lindas
-á mil maravillas y no de mucha costa. Don Quixote, que no entendia
-la musica de Barbara, le respondió: Señora mia, no soy hombre que se
-me dé demasiado por el comer y beber; con eso á mi escudero Sancho
-Pança; con todo, si esas truchas fueren empanadas, las pagaré y las
-llevaremos en las alforjas para el camino; aunque es verdad que mi
-escudero San<span class="pagenum" id="Page_188">p. 188</span>cho,
-en picandosele el molino, no dexará trucha á vida. La buena señora,
-como vió que don Quixote no le había entendido, se volvió al soldado,
-que se estaba riendo, y le dixo: ¡Ay amarga de mí, y que moscatel es
-este caballero! Mucho quiçá ha comido: menester habrá, si va á Alcala,
-acepillar un poco el entendimiento, que le tiene muy gordo. ¿Que dize
-vuesa alteza de gordo?, dixo don Quixote. Que no lo está v. m. mucho,
-respondió ella, dezia, señor; cosa que me maravilla de quien tiene tan
-buena condicion. Señora, replicó don Quixote, de tres generos de gente
-murmuraba mucho un filosofo moderno que yo conocí: del medico sarnoso,
-del letrado engañado, y del que emprende largos caminos y pleitos
-siendo gordo; y pues yo emprendo por mi profesion de caballero andante
-las dos ultimas cosas dichas, no será bien que esté gordo; porque el
-estarlo es de hombres ociosos y que viven sin cuidados; y asi no es
-posible engordar más de lo que estoy, teniendo tantos como tengo.
-Tratando desto, entró Sancho corriendo, dando una mano con otra y
-diziendo: ¡Albricias, señor don Quixote, albricias! ¡Buena nueva, buena
-nueva! Yo te las prometo, dixo don Quixote, hijo Sancho; y más si son
-las nuevas de que ha parecido aquel estudiante que robó á la gran reina
-Zenobia. Mejor, respondió Sancho, es la nueva. ¿Es por ventura, añadió
-don Quixote, que el gigante Bramidan de Tajayunque está en el lugar,
-y me busca para acabar la batalla que entre los dos tenemos aplaçada?
-Mejor sin comparacion es, replicó Sancho. Dinosla, pues, presto, dixo
-don Quixote; que si es de tanta importancia como dizes, no te faltaran
-buenas albricias. Han de saber vs. ms., respondió Sancho, que dice el
-mesonero (y no burla, porque yo lo he visto por mis ojos) que tiene
-para que cenemos una riquisima olla con cuatro manecillas de vaca y una
-libra de tocino, con bofes y livianos de carnero y con sus nabos; y es
-tal, en fin, que en dandole cinco reales de contado y á letra vista,
-se verná ella misma á cenar por sus pies con nosotros. Don Quixote le
-dió una coz diziendo: ¡Miren el tonto goloso, las nuevas de importancia
-que nos traia! Las albricias dellas le diera yo de muy buena gana con
-un garrote, si por aqui le hubiera á mano. Entró, cuando esto dezia
-don Quixote con colera, muy sin ella el mesonero diziendo: ¿Que es lo
-que vs. ms. quieren cenar, señores? que se les dará luego al punto.
-Don Quixote le dixo que para él le traxese dos pares de huevos asados,
-blandos, y para aquellos señores lo que á ellos les pareciese; pero
-que adereçase algun faisan, si le tenia á mano, para la reina Zenobia,
-porque era persona delicada y regalada, y le haria daño otra cosa.
-Miró<span class="pagenum" id="Page_189">p. 189</span> el mesonero á la
-que don Quixote llamaba reina, y dixo: ¿No es v. m. la que cenó anoche
-con un estudiante, y nos dixo que iba á casarse con él á Çaragoça?
-Pues ¿como ayer, como este caballero dize, no era Zenobia (aunque si
-novia del tan falto de barbas cuanto de vergüença), y agora lo es? A
-fe que anoche no cenó de faisan, si no de un plato de mondongo que
-consigo traxo de Sigüença, envuelto en una servilleta no muy limpia,
-ni tampoco se nos hizo reina. Hermano, respondió ella, yo no os pido
-nada: traed de cenar; que lo que todos estos señores cenaren, cenaré yo
-tambien, pues este caballero nos haze á todos merced. Fue el mesonero
-y pusoles la mesa, y cenaron todos, con mucho contento de Sancho, que
-servia, yendosele los ojos y el alma tras cada bocado de sus amos.
-Levantados los manteles, mientras él se fue á cenar, quedando todos
-sobre mesa, dixo el ermitaño á don Quixote. V. m., señor, nos la ha
-hecho grandisima á mí y al señor Bracamonte en este camino, y por ella
-quedamos ambos obligadisimos; pero porque ya nos es forçoso irnos por
-otra parte, él de aqui á Avila, de donde es natural, y yo á Cuenca,
-habrá v. m. de servirse darnos licencia, y mandarnos en dichas ciudades
-en cuanto se le ofreciere y viere le podemos servir, pues lo haremos
-como lo debemos y con las veras posibles; y lo mismo ofrecemos á su
-diligente escudero Sancho. Don Quixote le respondió que le pesaba mucho
-perder tan buena compañia; pero que si no se podia hazer otra cosa, que
-fuesen sus mercedes con la bendicion de Dios, mandando á Sancho que les
-diese un ducado á cada uno para el camino, el cual ellos recebieron
-con mucho agradecimiento; y don Quixote les dixo: Por cierto, señores,
-que entiendo verdaderamente que á duras penas se podran hallar tres
-sugetos tales como los tres que habemos caminado desde Çaragoça hasta
-aqui, pues cada uno de nosotros merece por sí grande honra y fama;
-porque, como sabemos, por una de tres cosas se alcançan en el mundo
-las dos dichas: ó por la sangre, ó por las armas, ó por las letras,
-incluyendo en sí cada una dellas la virtud, para que sea perfecto
-cumplimiento. Por la sangre el señor Bracamonte es famoso, pues la suya
-es tan conocida en toda Castilla; por las armas yo, pues por ellas he
-adquirido tanto valor en el mundo, que ya mi nombre es conocido en toda
-su redondez; y por las letras el padre, de quien he colegido que es
-tan grande teologo, que entiendo sabrá dar cuenta de sí en cualesquier
-universidades, aunque sean las Salmantina, Parisiense y Alcaladina.
-Sancho, que en acabando de cenar se habia puesto en pie detras de don
-Quixote á escuchar la conversacion, salió di<span class="pagenum"
-id="Page_190">p. 190</span>ziendo: Y yo ¿de que tengo fama? ¿No soy
-tambien persona como los demas? Tú, respondió don Quixote, tienes fama
-del mayor tragon goloso que se haya visto. Pues sepan (replicó Sancho),
-burlas aparte, que no solamente me toca á mí uno de los nombres que
-cada uno de vs. ms. tiene y con que se hazen famosos, sino que lo soy
-por todos tres juntos, por sangre, por armas y por letras. Riose don
-Quixote, diziendo: ¡Oh simple! ¿y como ó cuando mereciste tú tener
-alguno de los renombres que nosotros por excelencia tenemos, para que
-vuele tu fama como la nuestra por el orbe? Yo se lo diré á vs. ms.,
-dixo Sancho, y no se me rian, ¡cuerpo de mi sayo! Lo primero, yo soy
-famoso por sangre, porque, como sabe mi señor don Quixote, mi padre fue
-carnicero en mi lugar, y cual tal, siempre andaba lleno de sangre de
-las vacas, terneras, corderos, ovejas, cabritos y carneros que mataba,
-y siempre traia llenos della los braços, manos y delantal. Por las
-armas tambien soy famoso, porque un tio mio, hermano de mi padre, es
-en mi tierra espadero, y agora está en Valencia, ó donde él se sabe, y
-siempre él anda limpiando espadas, montantes, dagas, puñales, estoques,
-cuchillos, cuchillas, lanças, alabardas, chuzos, partesanas, petos y
-morriones y todo genero armorum. Por las letras, tambien un cuñado mio
-es encuadernador de libros en Toledo, y siempre anda con pergaminos
-escritos, y envuelto entre libraços tan grandes como la albarda de
-mi rucio, llenos de letras goticas. Levantaronse todos riendo de las
-necedades de Sancho, y fueronse á acostar cada uno donde el huesped los
-llevó.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_24">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXIV</h2>
- <p class="subh2h">De como don Quixote, Barbara y Sancho llegaron á
- Sigüença, y de los sucesos que alli todos tuvieron, particularmente
- Sancho que se vió apretado en la carcel.</p>
-</div>
-
-<p>En amaneciendo Dios se despertó don Quixote; que el caos que tenia
-en su entendimiento, y confusion de especies de que traia embutida
-la imaginativa, le servian de tan desconcertado despertador, que
-apenas le dexaban dormir media hora seguida. Pusose, en despertando,
-en pie, dando gritos á Sancho, que apenas podia despegar los ojos;
-pero fuele forçoso hazerlo, por la prisa que su amo le daba. Con
-ella pues ensilló á Rocinante y jumento, mientras don Quixote pagaba
-la cama y cena de todos. Hecha esta diligencia y salidos juntos de
-la posada, se despidieron de don Quixote el ermitaño y Bracamonte,
-y<span class="pagenum" id="Page_191">p. 191</span> lo mismo hicieron
-tambien de Sancho Pança, el cual andaba ocupado en subir á Barbara en
-una borrica vieja del huesped, que se la alquiló don Quixote hasta
-Sigüença, juntamente con una ropa, asimismo vieja, de su muger, que lo
-era harto; y habiendo caminado los cuatro desta suerte lo más del dia,
-llegaron á la ciudad, y se fueron á un meson, al cual les encaminó su
-huesped, que les guiaba, entrando en él bien acompañados de muchachos,
-que iban detras diziendo á gritos: ¡Al hombre armado, muchachos, al
-hombre armado! En apeandose don Quixote, pidió al mesonero tinta y
-papel, y encerrandose con ello en un aposento, escribió media dozena de
-carteles para poner en los cantones, que dezian desta manera:</p>
-
-<blockquote>
-
-<p class="centra mt1">CARTEL</p>
-
-<p class="mt1">«El Caballero Desamorado, flor y espejo de la nacion
-manchega, desafia á singular batalla aquel ó aquellos que no confesaren
-que la gran Zenobia, reina de las Amazonas, que conmigo viene, es la
-más alta y fermosa fembra que en la redondez del universo se halla: que
-será defendida con los filos de mi espada su rara y singular belleza en
-la real plaça desta ciudad desde mañana á mediodia hasta la noche; y el
-que intentare salir en batalla con dicho Caballero Desamorado, ponga su
-nombre en el pie deste cartel.»</p>
-
-</blockquote>
-
-<p>Hechas las copias dél, llamó á Sancho, diziendo: Toma, Sancho, estos
-papeles, y busca un poco de engrudo ó cola, y ponlos en las esquinas de
-la ciudad de manera que puedan ser leidos de todos; y advierte con toda
-diligencia en cuanto los caballeros que llegaren á leerlos dixeren,
-y en si se meten en colera, volviendo por sus amantes damas, y en si
-dizen algun improperio (porque la virtud siempre es invidiada), ó en si
-se alegran por la honra que ganan de solo entrar conmigo en batalla,
-y finalmente, en si te preguntan donde estoy ó donde está la Reina
-mi señora. Ve volando, Sancho mio, y por tus ojos que lo adviertas y
-notes todo, para que me sepas dar, cuando vuelvas, cumplida cuenta y
-razon dello; que yo, si fuere necesario, no haziendo caso de la cena,
-iré luego á la hora á castigar su sandez y atrevimiento, para que de
-aqui adelante no le tengan otros tales como ellos para dezir semejantes
-desvarios contra quien tan bien sabe castigarlos. Sancho estuvo un rato
-con los papeles en la mano pensativo, porque hazia él esto del fijar
-carteles de desafio de muy mala gana, y quisiera más que don Quixote le
-inviara por una pierna de carnero, porque traía razonable apetito de
-cenar; y ansi con la cabeça baxa<span class="pagenum" id="Page_192">p.
-192</span> le dixo: ¡Valgame las parrillas del señor san Lorenço, mi
-señor don Quixote! ¿Es imposible que pudiendo nosotros vivir en haz y
-en paz de la santa madre Iglesia catolica romana, gustemos de meternos
-de nuestro proprio caletre en pendencias y guerreaciones necias que
-no nos va ni nos viene, y sin para qué? ¿Quiere v. m. que salga algun
-Barrabas de caballero que, habiendo estado muy descansado y regalado
-en esta ciudad él y su caballo, y queriendo her batalla con nosotros,
-que venimos cansados, y con Rocinante, que de puro molido no puede
-comer bocado, permita la misericordia de Dios que nos venza, y demos
-con toda nuestra caballeria en casa de Judas? ¿No será mejor, ya que
-tal intente, pedir licencia al alcalde deste lugar para poner estos
-papeles, puesto me veo ya desta hecha en cuatro mil peligros, desastres
-y desventuras? Don Quixote le dixo: ¡Oh necio, oh pusilanime, oh
-cobarde! ¿Y eres tú el que piensas recebir el orden de caballeria en
-Madrid con publico honor, en presencia de la sacra, cesarea y real
-magestad del Rey nuestro señor? Pues sabete que no es la miel para la
-boca del asno, ni el orden de caballeria se suele ni puede dar sino
-á hombres de brio, animosos, valientes y esforçados, y no á golosos
-ni pereçosos como tú. Ve luego, y haz lo que te digo sin más replica.
-Sancho, que vió tan enojado á su amo, calló y fuese, maldiziendo
-mil vezes á quien con él le habia juntado; y compró en casa de un
-çapatero un cuarto de engrudo, y llevandolo puesto sobre la suela de
-un çapato viejo, se fué á la plaça, en la cual, como era sobre tarde,
-estaban algunos caballeros y hidalgos y otra mucha gente tomando el
-fresco con el Corregidor. Llegose Sancho sin dezir palabra á nadie á
-la Audiencia, y començó á pegar en sus mismas puertas un papelon de
-aquellos; pero un alguacil que estaba detras del Corregidor, viendo
-fixar á aquel labrador en la Audiencia un cartel de letras gordas,
-pensando que fuesen papeles de comediantes, se le llegó diciendo: ¿Que
-es lo que aqui poneis, hermano? ¿Sois criado de algunos comediantes?
-Respondió Sancho: ¿Que comediantes ó que nonada? Esto que aqui se pone,
-majadero, no es para vos; que más alto pica el negocio; para aquellos
-de las capas prietas se haze, y mañana lo vereis. Leyó el cartel el
-alguacil confuso, y volviendose luego á Sancho, que estaba alli junto
-poniendo otro en un poste, le dixo: Ven acá, hombre del diablo, ¿quien
-os ha mandado poner aqui estos papelones? Respondió Sancho: Llegaos
-vos acá, hombre de Satanas; que no os lo quiero dezir. A las porfias
-y vozes que Sancho y el alguacil daban se volvieron el Corregidor y
-los que con él estaban, y pre<span class="pagenum" id="Page_193">p.
-193</span>guntando qué era aquello, llegó el alguacil diziendo: Señor,
-aquel labrador anda, fixando por la plaça unos carteles en que desafia
-no sé quien á batalla á todos los caballeros desta ciudad. ¡Desafios
-pone! dixo el Corregidor. Pues ¿estamos ahora en carnestolendas?
-Andad y traednos un papel de aquellos: veremos qué cosa es; no sea
-algun dislate que llegue á oidos del Obispo antes que tengamos acá
-noticia dél. Llegó el alguacil, y quitó el primero que halló fixado
-en un poste, para llevarle al Corregidor; lo cual visto por Sancho,
-se encendió en tanta colera, que se fue para él con un guijarro en
-la mano, diziendo: ¡Oh sandio y descomunal alguacil! por el orden de
-caballeria que mi amo ha recebido, que si no fuera porque tengo miedo
-de ti y dese rey que traes en el cuerpo, te hiziera que pagaras con
-la primer pedrada todas las alguacilerias que hasta aqui has hecho,
-para que otros tales como tú y la puta que te parió, no se atrevieran
-de aqui adelante á semejantes locuras. Como vió el Corregidor aquel
-labrador con la piedra en la mano para tirar al alguacil, mandó que
-le prendiesen y llevasen alli en su presencia. Llegaron media dozena
-de corchetes á hazello, y él con su guijarro en la mano no se dexaba
-asir de ninguno; pero cuando vió que el negocio iba de veras y que
-ya desenvainaban las espadas contra él, soltó la piedra, y puesta
-la caperuça sobre las dos manos, començó á dezir: ¡Ah señores! por
-reverencia de Dios, que me dexen ir á dezir á mi amo como unos follones
-y malandrines no me dexan poner los papelones del desafio; que veran
-como viene hecho un cisne encantado y no dexa ningun pagano dellos á
-vida. Los corchetes, que no entendian aquel lenguaje, tenian á Sancho
-agarrado delante del Corregidor mientras acababa de leer el papel; y
-cuando lo hubo leido, le comunicó con todos los circunstantes, que le
-celebraron infinito; y vuelto á Sancho, le preguntó: Veni acá, buen
-hombre; ¿quien os ha mandado poner estos papelones en la Audiencia?
-porque á fe de hidalgo, que os ha de costar á vos y á quien os ha
-enviado á fixarlos, más caro que pensais. ¡Ah desventurada de la madre
-que me parió y del ama que me dió leche! dixo Sancho. Señor, mi amo,
-que mal siglo haya, me los ha mandado poner; y bien se lo dezia yo, que
-no tuviesemos guerreaciones en esta tierra hasta que primero hubiesemos
-muerto aquel gigantazo del rey de Chipre, adonde habemos de llevar
-á la señora reina Zenobia: sueltenme; que les juro, á fe de Sancho
-Pança, que iré á dezirle corriendo lo que pasa, y veran como se viene
-él aqui por sus pies ó por los de Rocinante, á hazer una carniceria
-tal, que jamas otra como ella se haya oido<span class="pagenum"
-id="Page_194">p. 194</span> ni visto. Preguntole el Corregidor: ¿Como
-se llama tu amo? Sancho le respondió que su proprio nombre era Martin
-Quijada, y que el año pasado se llamaba don Quixote de la Mancha, y por
-sobrenombre el Caballero de la Triste Figura; pero que hogaño, porque
-ya habia dexado á Dulcinea del Toboso (ingrata causa de la excesiva
-penitencia que habia hecho en Sierra-Morena, si bien despues mereció en
-premio della la conquista del precioso yelmo de Mambrino), se llamaba
-el Caballero Desamorado. ¡Bueno por Dios! dixo el Corregidor; y vos
-¿como os llamais? Yo, señor, respondió él, hablando con perdon de las
-barbas honradas que me oyen, me llamo Sancho Pança, que no debiera,
-escudero feliz del referido caballero andante, natural del Argamesilla
-de la Mancha, engendrado y nacido de mis padre y madre, y bautizado por
-el cura. ¿Como lo fuerais si dixerades que erais hijo de asno y bestia?
-respondió lleno de risa el Corregidor, mandando juntamente al alguacil
-y corchetes que le llevasen á la carcel, y echasen dos pares de grillos
-hasta que se informase de todo el caso; y hecho esto, fuesen luego por
-todas las posadas del lugar, y buscasen el amo de aquel labrador y se
-le traxesen alli. Llevaron al desgraciado Sancho al punto á la carcel;
-y las cosas que hizo y dixo por el camino y cuando se vió en ella y que
-le echaban dos pares de grillos, no hay historiador, por diligente que
-sea, que las baste á escribir; pero entre otras muchas simplicidades
-que se cuentan dél, es que, cuando se los hubieron echado, dixo:
-Tornenme, señores, á quitar estos demonios de trabas de hierro; que
-no puedo andar con ellas, y no tenian para qué ponermelas, porque yo
-las diera por muy bien recebidas sin que tomaran este trabajo. En
-dexandole en la carcel, se le llegaron tres ó cuatro picaros que alli
-habia presos, con ciertos cañutillos de piojos en las manos; y como
-le vieron simple, pareciendoles sano de Castilla la Vieja, y viendo
-por otra parte que á cada paso daba de ojos con los grillos, y que de
-ninguna manera sabia andar con ellos, le echaron por lo descubierto del
-pescueço más de cuatrocientos piojos, con que le dieron bien de rascar
-y sacar todo el tiempo que en la carcel estuvo; y como ellos le daban
-tanta pesadumbre, no hazia sino lamentarse de su fortuna y de la hora
-en que habia conocido á don Quixote. Mesabase las barbas, despidiendose
-ya de su muger, ya del rucio, ya de Rocinante; y obligado de la gran
-pesadumbre que los grillos le daban, dixo á uno de aquellos moços: ¡Ah
-señor picaro! Asi Dios le dé la salud cual el contento que muestra
-de mi trabajo, que me quite esas cormas, que no me dexan reme<span
-class="pagenum" id="Page_195">p. 195</span>cer; y si esta noche las
-tengo en los pies, no podré de ninguna manera pegar los ojos. Llegó un
-moço del carcelero que le oyó, y dixo: Hermano, como vos deis un real
-á mi amo, os los quitará por esta noche, para hazeros, placer y buena
-obra. En oyendo esto, sacó Sancho de la faltriquera una bolsilla de
-cuero, en la cual tenia seis ó siete reales; para el gasto que aquella
-noche se habia de hazer en el meson; de la cual sacó un real de plata,
-y se le dió al moço, con que al punto le quitó los grillos. Cuatro ó
-cinco de aquellos presos, que eran aguilas en hallarse las cosas antes
-que las perdiesen los dueños, mirando bien adonde habian visto poner la
-bolsa á Sancho, se concertaron, y llegandose uno dellos á él, le abraçó
-diziendo: ¡Ay, buen hombre, y como nos holgamos que os hayan quitado
-aquellos malditos grillos! Por muchos años y buenos. Y con esto guió
-la mano con tanta sutileza camino de la faltriquera, que sin errar el
-golpe ni ser sentido le sacó della la bolsa; pero procedió, hecho el
-lance, como liberal y honrado, pues le convidó á su misma costa á unos
-barquillos, fruta y vino, en que gastó el dinero. Mas volviendo á don
-Quixote, como viese que Sancho tardaba tanto en poner los papeles por
-los cantones, sospechando lo que podia ser, se entró en la caballeriza,
-y con toda presteza ensilló á Rocinante, y subiendo en él con su
-adarga y lançon, caminó para la plaça; y como entrase en ella muy paso
-á paso, acompañado de muchachos, y fuese visto por el Corregidor, y
-todos los que con él estaban se admirasen de ver aquella fantasma
-armada y circuida de gente, llegandose todos para ver su pretension ó
-lo que hazia, oyeron que don Quixote, concebiendo que estaba rodeado
-de principes, sin hazer cortesia á nadie, fixando el cuento del lançon
-en tierra, les començó á dezir con gravedad. ¡Oh vosotros, infanzones,
-que fincasteis de las lides, que no fincarades ende! ¿Non sabedes por
-ventura que Muça y don Julian, magüer que el uno moro y el otro á mi
-real corona aleve, las tierras talan por mí luengo tiempo poseidas, y
-que fincar ademas piensan en ellas? Tan cuellierguidos estan con las
-vitorias que asaz contra razon han ganado, fugiendo nosotros de sus
-airadas fazes, non faziendo la resistencia que á tales infanzones y
-homes buenos atañen, non considerando las cuitas de nuestras fembras,
-ni los muchos desaguisados y fuerças que aquestos mal andantes, con
-infinitos tuertos, cuidan fazer en pro de Mahoma y en reproche de
-nuestra fe, fablando cosas non dezideras, llenas de mil sandezes.
-¡Erguid, erguid pues vuestras derrumbadas cuchillas! salga Galindo,
-salga Garcilaso,<span class="pagenum" id="Page_196">p. 196</span>
-salga el buen Maestre y Machuca, salga Rodrigo de Narvaez. ¡Muera Muça,
-Zegri, Gomel, Almoradi, Abencerraje, Tarfe, Abenamar, Zaide, mejor para
-cazar liebres que para andar en las lides! Fernando soy de Aragon, doña
-Isabel es mi amantisima esposa y reina; desde este caballo quiero ver
-si hay entre vosotros alguien tan valiente,</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0">Que me traiga la cabeça</p>
-<p class="i0">De aquel moro renegado</p>
-<p class="i0">Que delante de mis ojos</p>
-<p class="i0">Ha muerto cuatro cristianos<a id="FNanchor_23" href="#Footnote_23" class="fnanchor">[23]</a>.</p>
-</div></div>
-
-<p>Fablad, fablad; non estedes mudos; que quiero ver si en esta plaça
-se topa entre vosotros home que, teniendo sangre en el ojo, sepa
-volver por su dama, contra la grande fermosura de la reina Zenobia que
-conmigo traigo, la cual por sí sola es bastante como yo sé por luenga
-experiencia, á daros bien que hazer á todos juntos y á cada uno por
-sí: por tanto dadme luego la respuesta; que uno solo soy y manchego,
-que para cuantos sois basta. El Corregidor y cuantos con él estaban,
-que semejantes razones oyeron dezir á don Quixote, no sabian á qué
-las atribuir ni qué responderle á ellas. Mas quiso Dios que, estando
-en esta confesion, llegasen á la plaça dos hidalgos mancebos de la
-ciudad, y viendo el estado y corrillo que hazian al hombre armado toda
-aquella gente y el Corregidor, llegandose á ellos, el uno le dixo: Han
-de saber vs. ms. que el armado que miran ha dias que me causó la misma
-admiracion que á todos les causa; porque habrá como un mes, poco más
-ó menos, que pasó por aqui con el mismo traje que le ven, y posó en
-el meson del Sol, do viendole yo, y aqui el señor don Alfonso, á la
-puerta, llegamos á hablarle, y de sus palabras coleximos que es loco
-ó falto de juizio; porque él nos dixo tantos dislates, y con tales
-afectos y visajes, ya del imperio de Trapisonda, ya de la infanta
-Micomicona, ya de las inmensas heridas que en diferentes batallas habia
-recebido, y de quien habia salido curado por el milagroso balsamo de
-Fierabras, que jamas le podimos acabar de entender; pero informandonos
-de un labrador harto simple que traia consigo y él le llamaba su
-escudero, nos dixo como su amo era de un lugar de la Mancha, hidalgo
-muy honrado y rico y muy amigo de leer libros de caballerias, y por
-imitar los antiguos caballeros andantes habia dos años que andaba de
-aquella manera; y con esto nos contó muchas cosas que le ha<span
-class="pagenum" id="Page_197">p. 197</span>bian sucedido á él y á su
-amo en la Mancha y Sierra-Morena; de lo cual quedamos maravillados
-sin saber á qué poderlo atribuir, sino solo á que el triste se habria
-desvanecido leyendo libros de caballerias, teniendolos por autenticos
-y verdaderos: ansi que, de cuanto aqui dixere no hagan vs. ms. caso;
-antes, si quieren gustar dél, preguntemosle algo, y veran como habla
-con tal reposo, que parece algun gran principe de los antiguos; y lea
-v. m., señor Corregidor, las letras que trae en la adarga, que son tan
-ridiculas, que confirman bastantemente cuanto he dicho. Oyendo esto el
-Corregidor, volvió la cabeça, y llamando á un alguacil, le mandó fuese
-volando á la carcel, y que, sacando della y de las prisiones en que
-estaba aquel labrador que poco ha habia llevado á ella por su orden,
-se lo traxese suelto á su presencia; y volviendose á don Quixote,
-que estaba aguardando la respuesta lleno de coraje, le dixo: Señor
-caballero, yo el emperador y todos estos duques, condes y marqueses que
-conmigo estan, agradecemos mucho á v. m. su buena venida á esta corte,
-pues merecemos tener en ella hoy la flor de la caballeria manchega y el
-desfazedor de los agravios del mundo: por tanto, respondiendo á la su
-demanda, dezimos que ninguno se atreve á entrar en batalla con v. m.,
-porque su valor es conocido y su nombre es manifiesto en este imperio,
-como lo es en todos los del universo; y asi nos damos por vencidos
-y confesamos la hermosura desa señora reina que dize. Solo pedimos
-á la su merced sea servido de nos la hazer quedandose en esta corte
-quinze ó veinte dias, en los cuales toda ella le servirá y regalará,
-no conforme v. m. mereze, sino segun nuestra posibilidad permitiere; y
-tenga v. m. por bien que yo y todos estos principes vamos á ver á su
-casa á esa señora reina, para que, mereciendo besarle las manos, le
-ofrezcamos nuestras vidas y haciendas. Don Quixote le respondió: Señor
-emperador, de hombres sabios y discretos es arrimarse siempre al mejor
-y más sano consejo; y asi vs. ms., como tales, reconociendo el valor
-de mi persona, la fuerça de mi braço y la razon que llevo en defender
-la grandisima fermosura de la reina Zenobia, han dado en la cuenta y
-caido en el punto de la verdad; no como otros fieros jayanes, que,
-fiandose del furor de sus indomitos coraçones y de las fuerças de sus
-braços y de los filos de sus cortadoras espadas, han presumido como
-locos entrar en batalla conmigo; pero ellos han llevado, y llevaran
-cuantos los imitaren, el justo pago que merecieron sus sandezes y
-locas arrogancias: por tanto, respondiendo á lo que vuesa serenidad y
-esos potentados me piden, de que les honre con mi persona esta<span
-class="pagenum" id="Page_198">p. 198</span> corte por quinze dias,
-digo que no lo puedo hazer por agora de ninguna manera, porque tengo
-aplaçada una fiera batalla para la corte del rey Catolico, contra el
-arrogante y membrudo gigante Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre,
-y se acerca el plaço della; pero en acabandola, doy palabra á todas
-vuesas altezas que, no estorbandolo otra alguna importante y nueva
-aventura, como suele suceder muchas vezes, volveré á visitarles y á
-ennoblecer este grandioso imperio con mi persona. Estando en estas
-platicas, llegó el alguacil con el bueno de Sancho, el cual, como
-viese á don Quixote en medio de tanta gente, se llegó á él diziendo:
-¡Ah señor don Quixote! ¿no sabe ¡cuerpo non de Dios! como vengo de
-pasar una de las más terribilisimas aventuras que el Preste Juan de
-las Indias, ni el rey Cuco de Antiopia, ni cuantos caballeros andantes
-se crian en toda la andantesca provincia pueden haber pasado? Ello es
-verdad que unos estantiguos ó picarones que estaban alli presos me han
-hurtado la bolsa por arte de encantamiento, y echado por el pescueço
-abaxo invisiblemente más de setecientos mil millones de piojos; pero
-á fe que quedan buenos, pues los dexo acomodados como ellos merecen,
-para que otros tales no se atrevan á tal de aqui adelante con escuderos
-tan andantes y de estofa como yo, sino que tomen exemplo, y viendo la
-barba de su amigo remojar, echen la suya á quemar. ¡Oh mi Sancho! dixo
-don Quixote: ¿que has habido y que te ha sucedido con esos malandrines
-y ladrones que dizes? Cuentamelo, con el castigo que les has dado.
-¿Disteles acaso á todos de palos? Peor, dixo Sancho. ¿Cortasteles
-las cabeças? Peor, respondió él. ¿Partistelos por medio? Peor hize,
-respondió. ¿Hiziste sus carnes tajadas muy pequeñas, para echarlas
-á las aves del cielo? Peor, replicó Sancho. ¿Pues que castigo, dixo
-don Quixote, les diste? El castigo, añadió Sancho, que les di (¡ay
-pobres dellos, y cuales quedan!), que començamos á jugar al que es
-cosa y cosa, y cuando hubieron dicho todos, les pregunté yo: ¿Qué es
-cosa y cosa que parece burro en pelo, cabeça, orejas, dientes, cola,
-manos y pies, y lo que más es, hasta en la voz, y realmente no lo es?
-Y no me supieron jamas dezir que era la burra. ¡Mire v. m. si les
-paré buenos, pues de corridos quedan hechos unas monas, sin saber
-qué les ha sucedido! Y aun si no me llamara tan por la posta aqui el
-señor alguacil, yo les dexara como nuevos con otra pescuda que tenia
-ya en el pico de la lengua. Rieronse todos los que la simpleza de
-Sancho oyeron; pero don Quixote, sin hazer caso della, haziendoles
-señas con las manos les dixo que cuantos quisieren ver y besar las
-hermosisimas<span class="pagenum" id="Page_199">p. 199</span> manos
-de la reina Zenobia, se fuesen tras él. Hizieronlo todos asi, yendo
-siempre por el camino el Corregidor hablando con Sancho, y riendo mucho
-de las boberias que dezia. Llegaron pues al meson del Sol, y entrando
-delante don Quixote, baxó de Rocinante, y llamando á Barbara por su
-nombre de invictisima reina Zenobia, salió luego ella de la cocina,
-donde estaba, con una capa vieja del huesped por saya; porque, como
-arriba queda dicho, habia quedado la pobre en el bosque en camisa,
-y faltabale el reparo que le habia hecho el manto del ermitaño, y
-despues el de la ropa vieja de la muger del mesonero, que hasta alli
-la habia traido. Apenas la vió don Quixote, cuando con grande mesura
-le dixo: Estos principes, soberana señora, quieren besar las manos á
-vuesa alteza. Y entrandose tras esto con Sancho en la caballeriza para
-hazer desensillar y dar de comer á Rocinante, salió ella á la puerta
-del meson con la figura siguiente: descabellada, con la madeja medio
-castaña y medio cana, llena de liendres y algo corta; por detras la
-capa del huesped, que diximos, traia atada por la cintura en lugar
-del faldellin: era viejisima y llena de agujeros, y sobre todo tan
-corta, que descubria media pierna y vara y media de pies llenos de
-polvo, metidos en unas rotas alpargatas, por cuyas puntas sacaban
-razonable pedazo de uñas sus dedos; las tetas, que descubria entre
-la sucia camisa y faldellin dicho, eran negras y arrugadas, pero tan
-largas y flacas, que le colgaban dos palmos; la cara trasudada y no
-poco sucia del polvo del camino y tizne de la cocina, de do salia; y
-hermoseaba tan bello rostro el apacible lunar de la cuchillada que se
-le atravesaba: en fin, estaba tal, que solo podia agradar á un galeote
-de cuarenta años de buena boya. Apenas hubo salido de la puerta,
-obligada de las vozes de su bienhechor don Quixote, cuando, viendo en
-ella al Corregidor, caballeros y alguaciles que le acompañaban, quedó
-tan corrida, que se quiso volver á entrar; más detuvola el Corregidor
-diziendole, disimulando cuanto pudo la risa que le causó el verla:
-¿Sois vos acaso la hermosa reina Zenobia, cuya singular hermosura
-defiende el señor don Quixote el manchego? Porque si sois vos, él
-anda muy necio en esta demanda, pues con sola vuestra figura podeis
-defenderos, no digo de todo el mundo, pero aun del infierno; que esa
-cara de requiem y talle luciferino, con ese resguiño<a id="FNanchor_24"
-href="#Footnote_24" class="fnanchor">[24]</a> que le amplifica, y
-esa boca tan poco ocupada de dientes cuanto bastante para servir de
-postigo de muladar á cualquier honrada ciudad, y esas tetas cari<span
-class="pagenum" id="Page_200">p. 200</span>largas, adornadas de las
-pocas y pobres galas que os cubren, descubren que más pareceis criada
-de Proserpina, reina del estigio lago, que persona humana, cuanto
-menos reina. Turbada la triste Barbara de oirle, y sospechando que la
-querria llevar á la carcel, porque acaso habia sabido el mal trato de
-hechicera que, como abaxo diremos, habia usado en Alcala, le respondió
-llorando: Yo, mi señor Corregidor, no soy reina ni princesa, como este
-loco de don Quixote me llama, sino una pobre muger natural de Alcala
-de Henares, llamada Barbara, que siendo engañada por un estudiante, me
-sacó de mi casa, y á seis ó siete leguas de Sigüença me dexó desnuda y
-desbalijada como estoy, atada de pies y manos á un arbol, y me llevó
-cuanto tenia y quiso Dios que estando en tal conflito, pasaron por
-junto de aquel pinar este don Quixote y el labrador que le sirve de
-escudero, y me desataron, trayendome consigo y prometiendome volver á
-mi tierra. Como el Corregidor le oyó dezir que era de Alcala, llamó á
-un pajecillo suyo que detras dél estaba, y dixo á Barbara: ¿Veis aqui
-este muchacho que ha venido de allá no ha un mes? El paje, mirandola
-bien, la conoció, y dixo: ¡Valate el diablo, Barbara de la cuchillada!
-¿quien te ha traido á Sigüença? Su amo le preguntó si la conocia, y él
-respondió que sí, y que era mondonguera en la calle de los Bodegones
-de Alcala, con fama de harto espesa, y que habia dos meses que la
-habian puesto á la puerta de la iglesia de San Yuste en una escalera,
-con una coroça por alcahueta y hechicera; y que se dezia por Alcala
-sabia bravamente de revender donzellas destrozadas por enteras, mejor
-que Celestina. Como ella oyó lo que el paje dezia y vió que se reian
-todos, le respondió con mucha colera, diziendo: Por el siglo de mi
-madre, que miente el picaro desvergonçado; que si me pusieron en la
-escalera, como dize, fue por invidia de unas bellacas vecinas que yo
-tenia; cuanto y más, que por hazer bien á ciertos amigos que me lo
-rogaron me vino todo ese mal. Pero á fe que no podran dezir de mí otra
-cosa, pues no estuve alli por ladrona, como otras que sacan á açotar
-cada dia por esas calles: por hazer bien, sea Dios alabado. Y començó
-á llorar tras esto, al compas que los demas á reir. Salió luego don
-Quixote; y como la vió llorando de aquella manera, le asió de la mano,
-diziendola: Non vos cuitedes, fermosisima é poderosa reina Zenobia; que
-asaz seria yo mal andante caballero si non vos fiziese tan bien vengada
-de las sandezes de aquel estudiante y de las alevosias que vos han
-fecho, que podais dezir sin reproche que si sois fermosa fembra, que
-tambien el caballero que desfizo tal tuerto es uno de los mejores<span
-class="pagenum" id="Page_201">p. 201</span> del mundo. Y volviendose el
-Corregidor y á los que con él venian, les dixo: Soberanos principes,
-yo me parto mañana para la corte; si por algun tiempo, como suele
-suceder, algun caballero tartaro ó rey tirano viniere á quereros
-perturbar la paz, cercando con su fuerte exercito esta vuestra
-imperial ciudad, y llegare á teneros tan apretados y puestos en tal
-extremo, que os vieredes compelidos, por la grandisima hambre y falta
-de bastimentos en duro cerco á comer los hombres, los caballos,
-jumentos, perros y ratones, y las mugeres sus amados hijos, enviadme
-á llamar do quiera que estuviere; que os juro y prometo por el orden
-de caballeria que recebi, de venir solo y armado como veis, y entrar
-por el campo del pagano, de noche, haziendo, en dos ó tres dellas, en
-él una espantosisima riça, pasando en la ultima dellas, á fuerça de
-mi braço, por medio de todo el exercito del contrario, y entrando, á
-pesar de sus centinelas, escaramuças y armas, en la ciudad, de la cual
-luego saldreis todos con mucha alegria, al son de una suave musica, á
-recebirme, acompañados de muchas hachas, y estando las ventanas llenas
-de luminarias y de asombrados serafines de mi valor, más hermosos todos
-que las tres bellas damas que vió desnudas el venturoso Paris en el
-monte Ida, siendo imposible contener sus regaladas vozes y dexar de
-dezirme: ¡Bien venga el valentisimo caballero! Y porque no sé si será
-entonzes mi apellido del Sol, ó de los Fuegos, ó de la Ardiente Espada,
-ó del Escudero Encantado, no aseguro el que me daran; pero sin duda sé
-que al que me dieren añadiran: Bien venga el deseado de las damas, el
-Febo de la discrecion, el norte de los galanes, el açote de nuestros
-enemigos, el libertador de nuestra patria, y finalmente, la fortaleça
-de nuestros muros. Tras lo cual me llevará el Rey á su real casa, do
-regalandome él y sirviendome sus grandes, y sobre todo, recuestandome
-importunamente su hija, unica en sucesion y más en beldad y prudencia;
-dando exemplo al mundo, y á los caballeros andantes que en él me
-sucedieren, de continencia, cortesia y fuerças, emplearé las mias en
-atropellar los nuciales deleites que toda la corte y la misma infanta
-me ofreceran, obligado de algun benevolo planeta que para mayores y más
-grandiosas empresas me llamará, en gloria de los dichosos coronistas,
-y más de mi grande amigo Alquife, uno de los mayores sabios del mundo,
-que con ellos merecerá en los siglos dorados que estan por venir,
-historiar mis invencibles hechos. Salió en esto muy aprisa de la cocina
-Sancho diziendo: Venga v. m., señor, pesia á cuantos historiadores han
-tenido todos los caballeros andantes desde Adan hasta el Ante<span
-class="pagenum" id="Page_202">p. 202</span>cristo (que mal siglo le dé
-Dios al muy hijo de puta); que es tarde, y dize el mesonero que tiene,
-para v. m. y la reina Zenobia, asada á las mil maravillas con ajos y
-canela una hermosisima pierna de carnero; y si se tarda, temo no se
-vuelva en pierna de carbon, segun se va poniendo ya dura, de cansada de
-aguardarnos. Fueronse, en oyendo el recado, el Corregidor y los que con
-él venian llenos de risa y asombro, unos de oir los dislates del amo y
-simplicidades del escudero, y otros de ver el estraño genero de locura
-del triste manchego, efeto maldito de los nocivos y perjudiciales
-libros de fabulosas caballerias y aventuras, dignos ellos, sus autores,
-y aun sus letores, de que las republicas bien regidas igualmente los
-desterrasen de sus confines; pero de lo que más se fueron admirados,
-era de ver la facilidad que tenia don Quixote en hablar el lenguaje que
-antiguamente se hablaba en Castilla en los candidos siglos del conde
-Fernan Gonçalez, Perançules, Cid Ruiz-Diaz, y de los demas antiguos.
-Cenaron don Quixote, la reina Zenobia y Sancho con grande gusto, los
-dos por la buena cena y hambre con que llegaron á ella, y don Quixote
-por la vanagloria con que quedó de ver el aplauso con que á su parecer
-le habian recebido los principes de aquella ciudad; y despues de cena,
-llamando al mesonero, dixo le traxese alli un ropavejero, porque queria
-comprar luego un curioso vestido para la reina Zenobia; y diziendole
-el mesonero que era imposible hazerlo entonzes, por ser ya muy tarde,
-pero que en amaneciendo se levantaria y le iria á buscar, se fueron á
-acostar cada uno en su aposento.</p>
-
-
-<p class="centra mt2"><i>Aqui da fin la sexta parte del ingenioso hidalgo,<br />
-don Quixote de la Mancha</i></p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter" id="Ch_25">
- <p><span class="pagenum" id="Page_203">p. 203</span></p>
- <p class="centra ws1 lh175">
- SEPTIMA PARTE DEL INGENIOSO<br />
- HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA
- </p>
- <hr class="sep" />
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXV</h2>
- <p class="subh2h">De como al salir nuestro caballero de Sigüença
- encontró con dos estudiantes, y de las graciosas cosas que con
- ellos pasaron hasta Alcala.</p>
-</div>
-
-<p>Luego que hubo amanecido, se fue el mesonero á llamar, como don
-Quixote le habia mandado, un ropavejero, y traxo consigo el más
-hacendado del lugar, que vino cargado de dos ó tres vestidos de muger,
-para que quien le mandaba llamar escogiese el que más le contentase.
-Llegados á casa, hallaron á don Quixote y á Sancho, que se acababan
-de levantar; y dando aviso el mesonero á su huesped de como estaba
-alli quien traia las ropas de muger que le habia mandado buscar, salió
-á verlas, y saludandole cortesmente, mandó salir á la reina Zenobia
-para que escogiese la que fuese más de su gusto; y mirandolas todas,
-á la postre, por mejor y de más gala, que era en lo que don Quixote
-tenia más puesta la mira, escogieron una saya, jubon y ropa colorada,
-con gorbiones amarillos y verdes, y vivos de raso azul; y dandole al
-dueño por todo doze ducados, se lo mandó vestir alli en su propria
-presencia á la señora Barbara, á la cual, como viese Sancho vestida
-toda de rojo, dixo, lleno de risa: Por vida de mi amantisima muger
-Mari-Gutierrez, que es sola mi consorte, por no permitir otra cosa
-nuestra madre la Iglesia, señora reina Zenobia, que cuando la miro con
-tan bellaca cara, y en ella con ese rasguño mal igual, vestida por otra
-parte toda de colorado, me parece que veo pintiparada una yegua vieja
-cuando la acaban de desollar para hazer de su duro pellejo harneros
-y cribas. Fuese el ropavejero contento de la venta; y quedando el
-huesped tambien de la que hizo á don Quixote de una mula razonable que
-tenia de alquiler, en veinte y seis ducados, en que determinó llevar
-con el mayor toldo que le fuese posible á la reina Zenobia hasta la
-corte, donde pensaba hazer maravillas defendiendo su rara belleza y
-hermosura en publico palenque, almorzaron esa mañana todos con mucho
-contento, hechas las dichas compras; y habiendose armado don Quixote,
-se salió de la posada, dexandola pagada, diziendo á Sancho Pança que
-se viniese poco á poco con la Reina, cuidando<span class="pagenum"
-id="Page_204">p. 204</span> solo de su regalo y comodidad; que él los
-iria aguardando sin adelantarse demasiado. Albardó Sancho su rucio y
-acomodó sobre él la maleta del dinero y la demas ropa; y llamando luego
-á Barbara, le dixo: Venga acá, señora reina; que por vida de nuestra
-madre Eva, que puede ser vuesa magestad, segun está de colorada, reina
-de cuantas amapolas hay, no solo en los trigos de mi lugar, pero aun
-en los de toda la Mancha. Y poniendose tras esto á gatas, como solia,
-volvió la cabeça diziendo: Suba: ¡subida la vea yo en la horca á ella,
-y á quien acá nos traxo tan gentil carga de abadejo! Barbara subió
-diziendo: ¡Oh Sancho, qué gran bellaco eres! Pues calla; que si la
-fortuna nos lleva con bien á Alcala, yo te regalaré mejor que piensas.
-¿Con que me ha de regalar? replicó Sancho; porque sepa que si no ha de
-ser con cosas de comer, y desas con abundancia, no le daria un higo de
-oro tamaño como el puño por todo lo demas que me puede dar. Mal gusto
-teneis, dixo Barbara, Sancho mio, pues poneis el vuestro en cosas
-más de brutos que de hombres. Lo con que yo, amigo, os regalaré, si
-llegamos á Alcala con la salud que deseo, y paramos alli algunos dias,
-será con una mocita como un pino de oro, con que os divertais más de
-dos siestas; que las tengo alli muchas y bonisimas, muy de manga; y aun
-si vuestro amo quisiera otra y otras, se las daré á escoger como en
-botica. Pues á fe, señora reina Zenobia, dixo Sancho, que me holgaria
-mucho de que me endilgase alguna buena zagala; pero ha de ser, si lo
-haze, hermosa y de linda pezuña, y amostachada, para que nadie me la
-aoje ni desencamine, dando que reir al diablo, que sudar á alguna
-partera, y que hazer á algun vicario ó cura en cristianar algun fructus
-ventris. Necio sois, dixo Barbara, en quererla amostachada, pues no hay
-Barrabas que se llegue á muger que lo sea: dexadme á mí la elecion;
-que yo la buscaré de tan buena carne, que no sea más comer della que
-comer de una perdiz. ¡Oxte, puto! dixo Sancho; eso no. Alla darás,
-sayo; que no en mi rayo, como dizen los sabios; que no soy yo de los
-negros de las Indias ni de los luteranos de Constantinopla, de quienes
-se dize que comen carne humana. No me faltaba otro para que, sabiendolo
-la justicia, me castigara; pues sin duda me echaran, á probarseme tal
-delito, tan á galeras como las trescientas de Juan de Mena. A la que
-ambos iban en esto, emparejaron con don Quixote, que yendo aguardando,
-habia encontrado con dos mancebitos estudiantes que iban á Alcala, con
-quienes habia trabado platica, hablandoles en un latin macarronico y
-lleno de solecismos, olvidado, con las negras leturas de sus libros
-de caballe<span class="pagenum" id="Page_205">p. 205</span>rias, del
-bueno y congruo que siendo muchacho habia estudiado. Y si bien los
-compañeros estaban para reventar de risa, por ver los disparates que
-dezia, todavia no le osaban contradezir, temerosos del humor colerico
-que las armas con que le veian armado pronosticaban debia gastar.
-Cuando llegó Sancho á ellos y les vió hablar de aquella manera, dixo, á
-su amo: Guardese v. m., mi señor, destos vestidos como tordos, porque
-son del linage de aquellos del colegio de Çaragoça, que me echaron más
-de setecientos gargajos encima; pero con su pan se lo coman; que á fe
-que les costó poco menos caro que la vida; porque, como dizen, haz mal
-y no cates á quien, haz bien y guardate. Al reves lo habias, necio, de
-dezir, dixo don Quixote; pero veamos qué vengança tomaste dellos, y si
-será mejor que la que tomaste en la carcel de Sigüença de los que tan
-mal te pararon en ella. Mucho mejor es, replicó Sancho, aunque á fe que
-aquella no fue mala; pero oigan esta otra; que gustaran de mi animo.
-Erase que se era, que nora buena sea... Cuando don Quixote le començó
-á oir, le dixo riendo: Por Dios que eres simple de marca mayor, pues
-comienças á fuer de conseja la narracion de tu vengança. Razon tiene,
-por vida mia, dixo Sancho, y corrigiendome, digo que, como aquellos
-hideputas de estudiantes, progenitores sin duda destos dos señores
-barbiponientes, me començaron á gargajear y á darme de pescoçones,
-recebido aquel cruel gargajo con que, como dize un grandisimo bellaco
-me tapó este pobre ojo, començé á enhilar hazia la puerta; pero
-luego otro demonio de aquellos, como me vió ir corriendo con solo un
-ojo, me puso el pie atravesado delante, con que dí un tan terrible
-tropeçon, que vine á dar con él de manos fuera de la puerta; aunque
-de todo cuanto tengo dicho, me vengué muy á mi gusto, pues alçando la
-caperuça que se me habia caido, la tiré á otro que vi estaba cerca de
-mí, con la cual le dí un porrazo tal en su capa negra, que lo fuera
-no poco su ventura si el golpe que le dí con ella se lo diera con una
-culebrina. Diablo sois, señor Sancho, dixo uno de los estudiantes; y
-si asi tratais á los de mi habito, aunque no fueron aquellos cosa mia,
-como dezis, no quiero con vos guerra, sino mucha paz y serviros lo que
-nos durare este camino por mí y por mi compañero, que sé dél ajustará
-su gusto al mio en cosa tan justa. Seralo, dixo don Quixote, que vs.
-ms. nos hagan merced de contar y referir las curiosas enigmas de que
-me venian dando noticia; que lo seran siendo parto desos fecundos
-ingenios; que los que profesamos el orden de la caballeria andantesca,
-movidos de fervorosos deseos, espoleados ellos de las prendas<span
-class="pagenum" id="Page_206">p. 206</span> de alguna hermosisima
-dama, tambien gustamos de cosas de poesia, y aun tenemos voto en
-ellas, y nuestra punta nos cabe del furor divino; que dixo Horacio,
-est Deus in nobis. Tales cuales fueron los borrones nuestros, replicó
-el estudiante, serviremos á vs. ms. con referirlos. Y será, dixo don
-Quixote, con no poca calificacion de sus prendas de vs. ms. el hazerlo
-en presencia de la gran reina Zenobia, que aqui asiste, pues su raro
-discurso bastará á dar eterno valor á cuanto ella alabare, y haralo
-como discretisima en las cosas de vs. ms. Miraron en esto á Barbara
-los estudiantes con no poca risa suya y corrimiento della, que conoció
-el humor de los moscateles en las lisonjas y aplauso con que de fisga
-se le ofrecieron ambos; tras lo cual dixo el uno: Con condicion que
-declare Sancho con su eminente ingenio los siguientes versos, va de
-enigma:</p>
-
-<p class="fs90 centra mt1">ENIGMA</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i2">Metida en dura cadena</p>
-<p class="i0">Me tienen sin culpa alguna,</p>
-<p class="i0">Sujeta á caso y fortuna,</p>
-<p class="i0">Colgada sin culpa y pena.</p>
-<p class="i2">La forma tengo del viento,</p>
-<p class="i0">Aunque dél soy maltratada:</p>
-<p class="i0">Muerta no soy estimada,</p>
-<p class="i0">Vivo y muero en un momento.</p>
-<p class="i2">Con agua estoy de contino,</p>
-<p class="i0">Aunque es causa de mi muerte:</p>
-<p class="i0">Si caigo en tierra por suerte,</p>
-<p class="i0">Pierdo la forma y me fino.</p>
-<p class="i2">Estoy baxa y estoy alta,</p>
-<p class="i0">Cercana á Dios verdadero,</p>
-<p class="i0">Y en comiendo lo postrero,</p>
-<p class="i0">Luego la vida me falta.</p>
-<p class="i2">Soy resplandeciente y clara</p>
-<p class="i0">Alegro la vista al hombre,</p>
-<p class="i0">Y el fin de mi proprio nombre</p>
-<p class="i0">Se viene á acabar en para.</p>
-</div></div>
-
-<p>Don Quixote se la hizo repetir otras dos vezes, y la ultima le dixo:
-Por cierto, señor estudiante, que la enigma es bonisima, y aun el serlo
-tanto debe de ser la causa de que no dé alcance á su significacion; y
-asi suplico á v. m. me la declare, porque en llegando á la noche en la
-posada, la pienso escribir para encomendarla á la memoria. Sancho, que
-siempre habia estado callando y oyendola con mucha atencion, puesto el
-dedo en la frente mientras el estudiante la repetia, salió muy alegre
-diziendo: Ea, mi señor don Quixote, vitoria, vitoria; que ya yo la sé.
-El estudiante le dixo luego: Bien lo sospechaba<span class="pagenum"
-id="Page_207">p. 207</span> yo, señor Sancho, y hube por imposible
-desde el principio que ella y su inteligencia pudiese escaparse por los
-pies á un tan agudo juizio como el de v. m.; y asi suplicole se sirva
-de dezirnos lo que sobre ella ha discurrido. Estuvo Sancho pensativo
-un rato, y luego dixo: Ella es una de dos cosas, ó es la montaña ó el
-cerrojo. Dieron todos una grandisima risada con el disparate de Sancho,
-el cual viendo como se reian de lo que acababa de dezir, replicó: Pues
-si no es ninguna cosa de las que he dicho, diganos v. m. lo que es,
-por su vida; que mi señor y yo nos damos por vencidos. El estudiante
-respondió diziendo: Pues sepan, mis señores, que el sugeto de la enigma
-propuesta es la lampara, la cual está metida entre cadenas sin culpa
-alguna, de las cuales cuelga. Dicese della que tiene la forma del
-viento, porque, como es verdad y se ve por experiencia, el vidriero
-la forja á soplos. Tiene agua, la cual es causa de su muerte, porque
-en las lamparas, si bien se echa la mitad de agua, ella las apaga
-luego que no está acompañada de aceite. De que en cayendo en tierra
-se quiebra no hay que probarlo con más testigos que la experiencia.
-En lo que dixe que ya está baxa ya alta, es llano, pues mientras se
-dizen los ofizios divinos suele estar arriba, estando de noche abaxo.
-Tambien es verdad que está cercana á Dios verdadero, pues de ordinario
-se pone delante del Santisimo Sacramento. Tambien es llano que en
-comiendo lo postrero le falta la vida, pues en acabandose el aceite, se
-muere, como ya he dicho. Al mismo compas se ve en ella que es clara y
-alegra al hombre, y que finalmente acaba su nombre en para, que eso es
-lampara. Por vida de quien me parió, dixo Sancho, que lo ha desplanado
-riquisimamente. ¡Oh hi de puta, bellaco! el diablo lo podia acertar.
-Don Quixote le dixo que estaba bonisima, y rogó al otro mancebo que
-dixese la suya, porque sospechaba que no debia ser menos aguda que la
-de su compañero, el cual sin hazerse de rogar començó á dezir desta
-manera:</p>
-
-<p class="fs90 centra mt1">ENIGMA</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i2">Yo tengo de andar encima,</p>
-<p class="i0">Por ser, como soy, ligero:</p>
-<p class="i0">De oveja naci primero;</p>
-<p class="i0">Solo el turco no me estima.</p>
-<p class="i2">De mil formas y señales,</p>
-<p class="i0">Redondo estoy sin cantones,</p>
-<p class="i0">Cubro más de diez millones,</p>
-<p class="i0">Y hay entre ellos animales.</p>
-<p class="i2"><span class="pagenum" id="Page_208">p. 208</span>Adorno al pobre y al rico,</p>
-<p class="i0">Sin guardar costumbre ó ley;</p>
-<p class="i0">Sobre emperador y rey</p>
-<p class="i0">Me asiento, y soy grande y chico.</p>
-<p class="i2">Si hay canicula excesiva,</p>
-<p class="i0">Me suelo andar en las manos,</p>
-<p class="i0">Y me traen los cortesanos</p>
-<p class="i0">Con la merced boca arriba.</p>
-<p class="i2">Luego torno á entronizarme,</p>
-<p class="i0">Más hueco que una bazia,</p>
-<p class="i0">Aunque viento y cortesia</p>
-<p class="i0">Bastan para derribarme.</p>
-</div></div>
-
-<p>No la hubo bien acabado el cuerdo estudiante, cuando salió muy agudo
-Sancho diziendo: Señores, esa esgrima, ó como la llaman, es muy clara,
-y desde la primera copla vi que no podia ser otra cosa sino el tocino,
-porque dize: «solo el turco no me estima;» y el turco, es claro que
-ni lo come ni haze caso dello, porque ansi se lo mandó el zancarron
-de Mahoma. Don Quixote rogó al estudiante que sin hazer caso de los
-dislates de su escudero, se la declarase al punto; que deseaba infinito
-entendella; y ansi dixo: Vs. ms. han de saber que la propuesta enigma
-es del sombrero; y asi empieza diziendo que anda encima: verdad llana,
-pues se pone en las cabeças. Es su principio de oveja, por lo que de
-ordinario se haze de lana dellas: no le precia el turco, porque entre
-ellos no se usan sombreros, sino turbantes: dizese tambien que es de
-muchas formas y señales y sin cantones, porque, si bien ya se usan
-altos, ya baxos, ya voleados, ya romos, todos vienen á tener las alas
-redondas y sin esquinas: cubre muchos millares, lo cual se verifica
-de los cabellos, entre los cuales se crian los piojos, como en bosque
-proprio de tales animales: sientase sobre el rey y emperador, y á vezes
-es de dos palmos de alto, como los de Francia, y otras chicos, como
-los de Saboya: traenle los hombres en las manos cuando haze calor, y
-los cortesanos boca arriba cuando saludan con besamanos; tras lo cual
-le vuelven á entronizar sobre sus cabeças de do basta á derribarle el
-viento si viene recio, y la cortesia cuando se pasa por delante de
-quien se debe hazer. Agora digo, respondió Sancho, que es más bellaca
-de entenderse esta que la pasada; pero apostemos, con todo, lo que
-quisieren, que si las tornan á dezir las acierto de la primera vez.
-¡Miren el ignorante! dixo don Quixote: desa manera cualquier hombre del
-mundo, si se lo dizen antes, lo acertará. Pues ¿cuando dixo Sancho cosa
-que no se la dixesen antes? replicó Barbara; pero eso no es maravilla,
-pues nunca na<span class="pagenum" id="Page_209">p. 209</span>die
-acertó á dezir lo que primero no lo haya aprendido y estudiado; y si
-no diganme ¿quien hay que sepa nombrar cosa por su nombre, aunque sean
-las más comunes, ni aun el Pater noster, que es la cartilla de nuestra
-fe, si primero no se le dizen y repiten? Holgó infinito Sancho con el
-cuerdo abono que de su respuesta habia dado Barbara; y celebrandole
-todos por agudo, y él por soberano, con mil agradecimientos, dixo don
-Quixote: No se admiren vs. ms. de la agudeça de su magestad; porque
-si los filos de mi espada fueran tan agudos como los conceptos de su
-divino entendimiento, no estuviera su real persona sin la pacifica
-posesion de su reino y Amazonas, ni yo tuviera por conquistar el reino
-de Chipre, ni aun que ensuciar mis manos en el soberbio Bramidan de
-Tajayunque. Pero dexemos esto para hasta que me vea en la corte, pues
-son memorias que me provocan de suerte á colera, que temo della no me
-haga hazer por las tierras que voy, más muertes que hizo Dios en el
-mundo con el diluvio universal; y volviendo á nuestra apacible platica,
-suplico á vs. ms. se sirvan de darme por escrito las enigmas, si tienen
-sus copias. Y diziendo el uno que en la posada se la escribiria, por
-no traer en papel la suya, metió el otro mano á la faltriquera, y sacó
-della la de la lampara, diziendo: Tome v. m. la mia; que ya la tengo
-á punto. Tomola don Quixote con mucho comedimiento; y al darsela,
-se le cayó al estudiante otro papel de la mano; y preguntandole don
-Quixote que era aquello; le respondió que unas coplillas que acababa
-de hazer en su lugar á una donzella parienta suya, á quien queria
-mucho, la cual se llamaba Ana, por cuya causa las habia hecho con tal
-artificio, que todas ellas començaban en Ana. Don Quixote le rogó
-con notable instancia se las leyese, seguro de que, siendo suyas, no
-podian dexar de ser curiosisimas; y el estudiante, con no pequeña
-vanagloria, propriedad inseparable de los poetas, y rara atencion
-de los circunstantes, las fue leyendo; y dezian desta manera, segun
-fielmente las he sacado de la historia de nuestro ingenioso hidalgo, la
-cual traduzco, y en que se refieren.</p>
-
-<p class="centra mt1"><span class="smcap">Coplas á una dama llamada Ana</span></p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i2">Ana, amor me cautivó</p>
-<p class="i0">Con vos, cuyo nombre tiene</p>
-<p class="i0">Dos aes entre una ene,</p>
-<p class="i0">Que es dos almas entre un no.</p>
-<p class="i2">A nadie dize la ene</p>
-<p class="i0">Que ameis, sino solo á mí,</p>
-<p class="i0">Advirtiendo os ofrecí</p><span class="pagenum" id="Page_210">p. 210</span>
-<p class="i0">Lo mejor que mi alma tiene.</p>
-<p class="i2">Anaxarte fue entre sabios</p>
-<p class="i0">Ilustre por homicida,</p>
-<p class="i0">Cual los sois vos de mi vida,</p>
-<p class="i0">Ana, con mover los labios.</p>
-<p class="i2">Anade es una avecilla</p>
-<p class="i0">Que nada con gran primor;</p>
-<p class="i0">Yo, Ana, en el mar de amor</p>
-<p class="i0">Tras vos nado, bella orilla.</p>
-<p class="i2">Anatema es en la Iglesia</p>
-<p class="i0">Quien de la fe está apartado;</p>
-<p class="i0">No yo, que con fe he amado</p>
-<p class="i0">En vos otra Diana Efesia.</p>
-<p class="i2">Anastasia fue la esposa</p>
-<p class="i0">De un rey que en el cielo reina,</p>
-<p class="i0">Y desta alma, Ana, sois reina</p>
-<p class="i0">Vos, que en todo sois hermosa.</p>
-<p class="i2">Anania y sus consortes</p>
-<p class="i0">Cantaron dentro de un horno;</p>
-<p class="i0">Y vos, Ana, cual bochorno,</p>
-<p class="i0">Me abrasais con esos nortes.</p>
-<p class="i2">Analogia se llama</p>
-<p class="i0">Lo que dize proporcion,</p>
-<p class="i0">Como vuestra perficion,</p>
-<p class="i0">Que la tiene con su fama.</p>
-<p class="i2">Anabatistas profesan</p>
-<p class="i0">Ser dos vezes bautizados;</p>
-<p class="i0">Y yo duplicar cuidados</p>
-<p class="i0">Profeso, Ana, sin que cesen.</p>
-<p class="i2">Anacoretas imito</p>
-<p class="i0">En lo que es llanto y silencio,</p>
-<p class="i0">Con que, Ana, reverencio</p>
-<p class="i0">Ese valor infinito.</p>
-<p class="i2">Anales, cualquiera historia</p>
-<p class="i0">Son, que algun curioso escribe,</p>
-<p class="i0">Y cual en anales vive,</p>
-<p class="i0">Ana, en mi vuestra memoria.</p>
-<p class="i2">A Namur dizen ser villa</p>
-<p class="i0">Rica, fuerte y de beldad;</p>
-<p class="i0">Mas vos, Ana, sois ciudad</p>
-<p class="i0">Que cualquiera ha de servilla.</p>
-</div></div>
-
-<p>Por cierto, dixo don Quixote cuando acabó de leer el estudiante
-las coplas, que ellas son curiosas, y unicas á mi ver en su genero:
-tras lo cual salió Sancho, como solia, diziendo: Señor estudiante,
-en mi conciencia le juro que son lindisimas, si bien me parece les
-falta la vida y muerte de Anas y Caifas, personas de quienes hazen
-copiosa memoria todos los cuatro santos evangelios; y no fuera malo
-la hiziera v. m. tambien dellos, siquiera para lisongear los muchos y
-honrados decendientes que aun tienen hoy en el mundo. Pero dexando esto
-apar<span class="pagenum" id="Page_211">p. 211</span>te, ¿no me haria
-placer de hazer otras que, como esas comiençan por Ana, començasen
-por Mari-Gutierrez, la cual, con perdon de vs. ms. y á pesar mio, es
-mi muger y lo será mientras Dios quisiere? Pero advierta si determina
-hazerlas, en que de ninguna manera la llame reina, sino almiranta,
-porque mi señor don Quixote no me parece que lleva talle de hazerme
-rey en su vida; y asi de fuerça habré de parar, mal que me pese, en
-almirante ó adelantado cuando su merced gane alguna insula ó peninsula
-de las que me ha prometido; y á fe que si como él y yo hemos dado por
-lo secular, dieramos por lo eclesiastico, que quedaramos bien medrados
-desde que andamos en busca de aventuras, pues nos han hecho á los
-dos más cardenales y más colorados que hay en Roma ni en Santiago de
-Galicia; mas en fin, bien dizen que quien más no dexa, morir se puede.
-Con este buen entretenimiento llegaron á la noche á la posada, yendo
-siempre con ellos los dos estudiantes, por lo poco que don Quixote
-caminaba; que no era más que cuatro ó cinco leguas cada dia; ni aun
-Rocinante podia hazer mayor jornada; que no le daban lugar para ello
-la flaqueça y años que tenia á cuestas. De suerte que caminaron tres
-dias sin sucederles cosa de consideracion; aunque en todos los lugares
-eran bien notados y reidos, particularmente en Hita, por las cosas que
-don Quixote hazia con la reina Zenobia, la cual no era poco conocida de
-toda aquella tierra, ni menos de los estudiantes, que cada dia dezian
-á don Quixote sus virtudes; si bien era imposible persuadirle cosa
-en contrario de lo que della tenia aprehendido su quimerica y loca
-fantasia.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_26">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXVI</h2>
- <p class="subh2h">De las graciosas cosas que pasaron entre don
- Quixote y una compañia de representantes, con quien se encontró en
- una venta cerca de Alcala.</p>
-</div>
-
-<p>Caminando don Quixote con su compañia y con los dos estudiantes
-que arriba diximos, sucedió que llegando á poco más de dos leguas de
-Alcala, se les hizo á Sancho y á su amo tarde para poder entrar en
-ella de dia, como deseaban; y con la pesadumbre que esto le daba,
-dixo don Quixote á los estudiantes si habia algun lugar antes de
-Alcala, donde pudiesen hazer noche; y respondieron ellos que no, quiçá
-deseosos de que se quedasen en el campo ó desacomodados, añadieron
-que solo á un cuarto de legua de alli habia una venta, donde podrian
-pasar razonablemente la noche. Apenas oyó Sancho el nombre<span
-class="pagenum" id="Page_212">p. 212</span> de venta, cuando se
-dió á todos los diablos, y dixo: Por las entrañas de la ballena de
-Jonas, mi señor don Quixote, le suplico que no vamos allá por ningun
-caso, pues las que estos señores llaman ventas, son los castillos
-encantados que v. m. dize, y adonde nos han aporreado invisiblemente
-los gigantes, duendes, fantasmas, jayanes, estantiguas ó folletos, ó
-como los llaman á los que nos han dado millares de vezes tanto que
-llorar y curar, cuanto saben mis escuderiles huesos; que los de v. m.
-han siempre mejor librado con el remedio de aquel precioso balsamo,
-cuya eficacia solo ha faltado para mí, que no soy armado caballero. No
-hizo caso don Quixote de los miedos y conjuros de su escudero, sino que
-animoso dixo: Venga lo que viniere; que para todo estamos dispuestos
-los caballeros andantes; y asi vamos allá en nombre de Dios. Apenas
-hubieron andado treinta pasos, cuando descubrieron la venta; y á la
-que llegaban á tiro de arcabuz della, habiendo hecho don Quixote hasta
-alli reflexion de lo que Sancho le habia dicho, le dixo: Agora me
-acabo de acordar, Sancho mio, de los grandes trabajos, infortunios,
-desasosiegos, trances, peligros y desastres que agora un año pasamos
-en los castillos semejantes á este que vemos, do nos alojamos á causa
-de estar en ellos secretamente escondido aquel sabio encantador mi
-contrario, el cual siempre ha procurado y procura hazerme todo el mal
-que ha podido y puede con sus malas y perversas artes; y lo peor es
-que tengo agora por sin duda que ha venido de nuevo á este castillo
-para hazerme en él algun grave daño, como acostumbra; aunque al cabo
-no han de poder más sus artes que el valor de mi persona. Lo que se
-puede y debe pues hazer para obviar este gran peligro, es que tú y
-mi señora la reina y estos dos señores estudiantes os vengais en pos
-de mí como en retaguardia, poco á poco; que yo quiero ir adelante,
-si es verdad, para ver todo lo que he sospechado. Sancho le replicó,
-diziendo: ¡Si v. m. me creyera al principio, no nos meteriamos en estas
-trabacuentas, y plegue á Dios no lo lloremos todos! Pero vaya delante,
-como dize v. m., en hora buena; que acá nos iremos tan detras dél
-como podremos, si bien no tanto como querriamos. Adelantose luego don
-Quixote un poco; y como viese cerca de la venta siete ó ocho personas
-vestidas de diferente mezcla, volvió luego turbado las riendas á
-Rocinante, y llegandose á los de su compañia, les dixo: Todo el mundo,
-señores, calle, y ojo á la puerta del castillo y á los vestiglos que
-en ella hay. Miraron todos hazia allá; y como los que en la venta
-estaban vieron venir un hombre armado de aquella suerte, y con grande
-adar<span class="pagenum" id="Page_213">p. 213</span>ga, cosa por alli
-poco usada, y que ya se adelantaba, y ya volvia atrás á hablar con
-una muger vestida de colorado, salieron á ver maravillados la novedad
-fuera de la venta, no siendo pocos los miradores, pues eran los de
-una compañia grave de comediantes, de los nombrados en Castilla, los
-cuales con su autor se habian determinado quedar alli aquella tarde á
-hazer algunos ensayos de comedias, para entrar con ellas esotro dia
-con buen pie en Alcala, teatro de consideracion y cuenta, por los
-agudos y extremados ingenios que á toda España le dan lustre. Pues
-como don Quixote los viese puestos en hilera y en su mira, y entre
-ellos su autor, hombre moreno y alto de cuerpo, que estaba delante
-de todos, teniendo en la mano una varilla y en la otra una comedia,
-que iba leyendo, començó á dezir: Agora echo de ver, amigo Sancho,
-las grandisimas mercedes que cada dia recibo de la sabia Urganda, mi
-benevola y fidelisima protectora, pues hoy me lo ha dado claramente
-á entender; que en esta fortaleça está aquel perverso encantador
-Freston, mi contrario, aguardandome con alguna estratagema ó engaño,
-con soberbio talante, entre duras cadenas, en su obscura mazmorra;
-pero ya que voy del caso bien advertido, me determino á acabar de una
-vez con él, si puedo, para que de aqui adelante pueda andar más seguro
-y libre por todas las partes del mundo que caminare. Y porque creas,
-Sancho, y vos, poderosisima reina, y vosotros, virtuosisimos mancebos,
-que digo verdad, ¿no veis entre aquellos soldados que en la puerta del
-castillo estan haziendo centinela, un hombre alto y moreno de cara,
-con una varilla en la mano derecha y en la izquierda un libro? Pues
-aquel es mi mortal enemigo, el cual ha venido á estorbarme la batalla
-que con el rey de Chipre, Bramidan de Tajayunque, tenia aplaçada, con
-fin de irse luego por el mundo baldonandome, y publicando de mí que no
-me atrevi de puro cobarde á llegar á la corte á verme con él, donde me
-aguardaba para la pelea; y si tal me estorbase con sus encantamientos,
-lo sentiria á par de muerte; por tanto, yo me determino de ir y ver
-si de alguna manera puedo quitar del mundo á quien tantos males y
-daños ha causado y causa en él. Los estudiantes, maravillados de los
-disparates de don Quixote, se le llegaron, quitados los sombreros, y el
-uno le dixo: Mire v. m., señor don Quixote, si es servido, en lo que
-dize y piensa hazer; que nosotros sabemos muy bien que esto es venta;
-y no fortaleça ni castillo, ni hay la guarda en ella de soldados que
-v. m. piensa; y la gente que está en su puerta es bien conocida en
-España, que son comediantes; y el que v. m. llama encantador, es su
-autor<span class="pagenum" id="Page_214">p. 214</span> Fulano, y el
-otro del ferreruelo caido sobre el hombro, Zutano:—y asi fue nombrando
-casi todos por sus nombres, por conocerlos bien. De lo cual enojado
-don Quixote, replicó: Eso es lo que yo digo, á pesar de todos los que
-contradezirme quisieren; y otra vez afirmo que aquel grande es el
-dicho encantador mi contrario, que con aquella vara que tiene en la
-una mano, haze los cercos, figuras y caracteres en invocacion de los
-demonios, y con aquel libro que tiene en la otra los conjura, oprime y
-atrae á cuanto quiere, mal que les pese; y para que veais claramente
-ser verdad lo que digo, andad vosotros delante, y dezidle como sois
-pajes del Caballero Desamorado que aqui viene, y vereis lo que pasa.
-Ofrecieronse ellos á ir allá de muy buena gana; y llegados que fueron,
-contaron al autor y á su compañia todo lo que don Quixote era, y lo
-que había hecho y dicho por el camino y en Sigüença, y como llamaba
-reina Zenobia á Barbara, la bodegonera de la cuchillada de Alcala,
-bien conocida de todos, con quien se habia encontrado en el viage:
-de lo cual rieron el autor y sus compañeros bravamente, holgandose
-infinito de que se les ofreciese ocasion en que pasar el tiempo aquella
-noche. A la que estaban en esto, fue don Quixote acercandose poco á
-poco á la venta, y viendolo Sancho, baxó luego de su rucio para ver
-en que paraba aquello que su amo iba á emprender: también Barbara
-le rogó la baxase de la mula, pues estaba tan cerca de la venta; el
-cual lo hizo tomandola en braços; y como para hazello fuese forzoso
-juntar él su cara con la de Barbara, ella le dixo: ¡Ay, Sancho, y que
-duras y asperas tienes las barbas! Mal haya yo si no parecen cerdas
-de çapatero. ¡Jesus mio, y que trabajos tendrá la muger que durmiere
-contigo, todas las vezes que la besares! ¿Pues para que diablos, dixo
-Sancho, la tengo de besar? Beselas la madre que las hizo, ó Barrabas,
-que no tiene mocos; que para lo deste mundo yo no beso á nadie, si no
-es á la hogaça cuando la cojo por la mañana, ó á la bota cualquiera
-hora del dia. Ea, replicó Barbara, no se nos haga bobo, hermano; que
-á fe no le saben mal las mugeres; y, si me cogiese esta noche en la
-cama en que tengo de dormir sola, viniendose á ella quedito, y se me
-metiese entre las sabanas sin que persona lo sintiese, ¡mal año y que
-tal me pararia! De una sola cosa me pesaria en tal caso, y es que no
-osaria dar vozes por temor de don Quixote y los huespedes; que más
-vale pasar que gritar; y cuando algo hiziesemos, en fin estariamos á
-escuras y nadie lo habria de saber; que en fin está claro que yo por
-mi vergüença, y vos por ser hombre honrado, lo habiamos de callar.
-Sancho,<span class="pagenum" id="Page_215">p. 215</span> que no
-entendió la música de Barbara, dixo: A fe que tiene razon; que cuando
-no dan vozes y estamos á escuras, duermo yo muy mejor y más á pierna
-tendida, y de suerte que no me recordaran con un millon de campanas
-destempladas. ¡Ay, amarga de mí, respondió Barbara, y que lerdo que
-eres! Menester es llevarte por el camino de los carros: dame la mano,
-ladron mio, que estoy entumecida y no me puedo tener en pies. Diosela
-Sancho, diziendole: Tomela con todos los diablos, y vayase poco á
-poco en eso de ladron; que sepa que no sufro burlas; y podrialo oir
-tal vez algun escriba ó fariseo de los muchos y maliciosos que hay
-en el mundo, y acusandome dello á la justicia, hazerme dar docientos
-açotes. Volvieron en esto la cabeça, porque vieron hablar en alta voz
-á don Quixote, el cual llegandose bien cerca de la venta, puesto el
-cuento del lançon en tierra, començó á dezir á los que estaban en su
-puerta desta manera: ¡Oh sabio encantador, tú, quien quiera que seas,
-que desde el dia de mi nacimiento hasta la hora en que estoy siempre
-has sido mi contrario, favoreciendo, como pagano que eres, á aquel ó
-aquellos caballeros que sabes que yo traigo acosados con mi fuerte
-braço, quitandoles la opinion que por el mundo tienen, alçandome con la
-fama dellos, siendo pregoneros de mis hechos y de su cobardia la misma
-que lo fue de los Alexandro, Cesares, Anibales y Scipiones antiguos!
-dime, perverso y luciferino nigromantico, ¿por que hazes tantos y tan
-grandes males en el orbe, contra toda ley natural y divina, saliendo
-por los anchos caminos y sus forçosas encrucijadas, acompañado de
-los descomunales jayanes que en esta tu fortaleça se fortifican,
-prendiendo, robando y maltratando á los amantes caballeros que poco
-pueden, y forçando á las fembras de alta guisa y dueñas de honor, que
-acompañadas de astutos enanos y diligentes escuderos, van por los
-caminos reales con algunas cartas de confidencia y joyas y preseas de
-estima, buscando á los caballeros á quien sus señoras tiernamente aman;
-y no solo no te avergüenças de hazer lo que digo, pero como inhumano y
-tirano cruel las metes en este castillo, y no para regalarlas y darles
-buen acogimiento, sino para metellas en crueles y obscuras mazmorras
-con otras muchas princesas, caballeros, pajes, escuderos, carrozas y
-caballos que en él tienes? Por tanto ¡oh sangriento, fiero é indomito
-gigante! sacame luego aqui sin replica ninguna toda la gente que
-digo, volviendoles á cada uno la oprimida libertad y cuantos tesoros
-con ella les has robado, y jura prostrado en tierra, en manos de la
-fermosa y sin par gran reina Zenobia que conmigo viene, de enmendar
-la<span class="pagenum" id="Page_216">p. 216</span> mala vida pasada,
-y de favorecer de aqui adelante á dueñas y donzellas, y de desfazer
-juntamente los tuertos de la gente menesterosa; que con esto y con
-darte á merced, te dexaré por agora con la vida que tan justamente
-muchos años ha te habia de haber quitado; y si no lo quieres hazer,
-salgan luego á batalla conmigo todos los que en esa tu fortaleça
-tienes, á pie ó á caballo y con el genero de armas que quisieren,
-todos juntos, como es costumbre de la gente pagana y barbara, tal cual
-vosotros sois. Y no pienses que porque estás con ese libro y vara en
-las manos, cual encantador y supersticioso mago, que por más que lo
-seas, han de valer tus hechizos contra los filos de mi espada; porque
-conmigo traigo invisiblemente al sabio Alquife, mi coronista y defensor
-en todos mis trabajos, y á la sabia Urganda la desconocida, con cuya
-sciencia comparada la tuya, es ignorancia. Salid, salid presto, presto.
-Y con esto començó á revolver el caballo por acá y acullá, haziendo
-gambetas, de lo cual reian mucho los comediantes, á los cuales, como
-Sancho viese reir de tan buena gana, tras haberles dicho su amo las
-razones, á su parecer, tan dignas de amedrentarlos, les dixo en alta
-voz: Ea, soberbios y descomunales representantes, oprimidores de
-las vergonçosas infantas que estan ahi detras de vosotros haziendo
-humildes oraciones á los cielos para que las libren de vuestra tiranica
-representante vida, acabemos ya; y si os habeis de dar por vencidos á
-mi señor don Quixote de la Mancha, sea luego; porque queremos entrar
-en la venta yo y la señora reina de Segovia; que á fe que tenemos
-muy bien picados los molinos; y si no, aparejaos para enviarnos aqui
-algunos cuartales de pan, en cuya destroça nos ocupemos su magestad y
-yo, mientras mi señor la haze en vosotros en esta vecina guerreacion;
-¡asi guerreado le vea yo en casa de todos los griegos de Galicia! Los
-representantes estaban tan maravillados, que no sabian que responder
-á los disparates del uno y simplicidades del otro; mas el autor, con
-cuatro ó cinco de los compañeros, se salió de la venta, y llegandose
-donde estaba don Quixote, le dixo: Señor caballero andante, estos
-señores estudiantes nos han informado del gran valor, virtud y fuerças
-de v. m., las cuales son tales, que bastan á sujetar, no solamente
-esta fortaleça ó castillo, donde ha más de sietecientos años que yo
-hago mi habitacion, sino al más fiero y bravo gigante que en toda la
-gigantesca nacion se halla: por tanto, yo y todos estos principes
-y caballeros que conmigo estan nos damos por vencidos, y rendimos
-vasallage á v. m., suplicandole se apee de ese hermoso caballo y
-dexe la adarga y lança, quitandose esas ricas armas para que sin su
-em<span class="pagenum" id="Page_217">p. 217</span>baraço pueda v. m.
-recebir el debido servicio que estos sus criados le desean hazer; y
-viva seguro de que, aunque soy pagano, como mi morena cara y membrudo
-talle muestra, todavia solo tengo librados mis encantamientos para
-hazer mal á quien yo me sé. Venga v. m., entre, y cenará con nosotros,
-y verá como se huelga de habernos conocido; y entre segura tambien la
-señora reina Zenobia, alias Barbara; que gustaremos todos saber della
-cual de las yerbas le da más fastidio de noche, la ruda ó la verbena
-que se coge la mañana de san Juan. ¡Oh falso hechicero! respondió
-don Quixote. ¿Agora piensas con tus falazes y halagüeñas palabras
-engañarme, para que, entrando dentro de tu castillo fiado dellas, caiga
-en la trampa que á la entrada de su puerta me tienes armada, deseoso de
-hazer luego de mí á tu sabor? No me engañarás; que ya te conozco desde
-que en Çaragoça me encerraste con esposas en las manos y un grande
-tronco en los pies, en aquel duro calaboço que tú sabes, del cual me
-sacó el valeroso granadino don Alvaro Tarfe. Sancho, que habia estado
-escuchando lo que pasaba, se puso al lado de don Quixote diziendo,
-mirando de hito á hito al autor: ¡Oh hi de puta, paganazo! ¿piensa que
-aqui no le entendemos? A otro hueso con ese perro; que aqui todos somos
-cristianos, por la gracia de Dios, de pies á cabeça, y sabemos que tres
-y cuatro son nueve; que no somos bobos porque nos habemos criado en el
-Argamesilla, junto al Toboso; y si no quiere creernos, metanos el puño
-en la boca, y verá si le mamamos. Dese por vencido, digo, él y todos
-esos luteranos que le rodean, si no quiere que se nos suba el humo á
-las narizes: echemos pelillos en la mar, y con esto tan amigos como de
-antes. Don Quixote le dixo colerico, dando de espuelas á Rocinante:
-Quitate, Sancho, no hagas pazes con gente infiel y pagana; porque los
-que somos cristianos no podemos hazer con estos más que treguas, cuando
-mucho. Pues, señor, dixo Sancho poniendose delante de Rocinante, si
-ello es verdad que v. m. es tan cristiano como yo (que eso Dios lo
-sabe), que sé que lo soy desde el vientre de mi madre, pues desde él
-creo bien y verdaderamente en Jesucristo y en cuanto él manda, y en las
-santas iglesias de Roma, y en todas sus calles, plaças, campanarios y
-corrales, á pie juntillas, hagamos esas treguas que dize; que parece
-que es un poco tarde, y las tripas me andan ya espoleando el vientre
-de hambre. Quitate de delante de mis ojos, pecora, dixo don Quixote;
-quitate digo. Y en esto, baxando la lança, dió un apreton á Rocinante
-hazia el autor, el cual dexó venir, y hurtandole el cuerpo, le asió de
-la rienda del rocin, que al punto estuvo quedo<span class="pagenum"
-id="Page_218">p. 218</span> como si fuera de piedra: acudieron al
-punto los demas compañeros, y uno le quitó la lança, otro la adarga,
-y otro asiendole del pie, le volcó por la otra parte; tras lo cual
-acudieron también tres ó cuatro moços de los que llaman metemuertos
-y sacasillas, que, agarrandole los unos por los pies y los otros por
-los braços, le llevaron á la venta mal de su grado, donde le tuvieron
-buen rato echado en el suelo, sin que se pudiese levantar. Las cosas
-que el triste Caballero Desamorado hizo y dixo viendose de aquella
-suerte, colixanlas los curiosos, de su condicion y braveza, pues ya
-la ternan penetrada de las primeras partes de su historia; que no se
-atreve el historiador desta, por ser tan extraordinarias y dignas de
-elegantisimas exageraciones, á referirlas. Lo que sé dezir es que
-el autor mandó á los moços le tuviesen de la suerte que estaba, sin
-soltarle de ninguna manera hasta que él volviese; y tras esto salió
-con algunos compañeros en busca de Sancho, á quien halló abraçado con
-Barbara, mesandose las espesas barbas, llorando amargamente por ver lo
-que su amo padecia; al cual dixo: Agora, don bellaco, me pagareis lo
-de antaño y lo de hogaño; levantaos; que no hay para mí lagrimas ni
-ruegos; porque pienso luego á la hora, en llegando con vos al castillo,
-desollaros muy bien, y cenarme en esta noche vuestros higadillos, y
-mañana asar todo lo demas de vuestro cuerpo y comermelo; que no me
-sustento yo de otra cosa que de carnes de hombres. Sancho, que oyó
-aquella cruelisima sentencia, luego se hincó de rodillas y cruzando las
-manos debaxo de la caperuça, començó á dezirle. ¡Oh señor pagano, el
-más honrado que hay en todas las paganerias! por las llagas del señor
-san Lazaro, que santa gloria haya, le ruego que tenga misericordia
-de mi; y si es servido, antes que me coma, mande v. m. dexarme ir á
-despedirme de Mari-Gutierrez, mi muger, que es colerica, y si sabe que
-v. m. me ha comido sin que yo me haya despedido della, me terná por un
-grandisimo descuidado, y no podré despues verle una buena cara: basta,
-que le prometo bien y verdaderamente de volver aqui para el dia en que
-v. m. mandare; y plegue á Dios, si faltare, que esta caperuça me falte
-á la hora de mi muerte, que es cuando más la habré menester. Amigo,
-respondió el autor, no hay remedio de ese negocio;—y levantando la voz
-dixo: ¡Hola! ¿á quien digo? criados, traedme luego aqui aquel asador de
-tres puas en que suelo espetar los hombres enteros, y asadme al punto
-á este labrador. El pobre Sancho, que tal oyó dezir, volvió la cabeça
-y vió á Barbara que estaba hablando con uno de los representantes,
-llena de risa, y dixola con increible dolor de su anima: ¡Ay, señora
-reina Sego<span class="pagenum" id="Page_219">p. 219</span>via!
-¡Compasion del pobre de Sancho, su leal lacayo y servidor, y mire la
-tribulacion en que está puesto! Y pues es tan impotente, ruegue á ese
-señor moro que me eche á aquellas partes en que más de mí se sirva;
-sólo no me mate. Entonzes llegó Barbara diziendo: Suplico á v. m.,
-poderosisimo señor alcaide y noble castellano deste alcazar, remita
-por amor de mí esta vez á Sancho vida y miembros; que le debo buenos
-servicios, y salgo por fiadora de su enmienda, obligando, si no lo
-hiziere, todos sus bienes muebles y raizes, habidos y por haber, al
-castigo que ordenare v. m. darle. Respondiole el autor con gran boato
-y fingida colera: V. m., señora reina de la calle de los Bodegones
-de Alcala, me perdone; que de ninguna manera puedo dexar de acabar
-con este villano, si ya no es que, volviendose moro, siguiese el
-alcoran de nuestro Mahoma. Digo, respondió Sancho, señor turco, que
-creo en cuantos Mahomas hay de levante á poniente, y en su alcoran,
-de la suerte y como v. m. lo manda, y como lo permite y consiente
-nuestra madre la Iglesia, por quien daré la vida y anima y cuanto
-puedo dezir. Pues es menester, dixo el autor que con un cuchillo muy
-agudo os cortemos un poco del pluscuamperfecto. Respondió Sancho: ¿Qué
-pluscuam, señor, es ese que dize? que yo no entiendo esas algarabias.
-Digo, replicó el autor, que para que seais buen turco, es menester
-primero, con un cuchillo bien afilado, retaxaros. ¡Ah señor! Por las
-tenazas de Nicomemos, dixo Sancho, que v. m. no me corte nada de ahi,
-porque lo tiene tan bien contado y medido mi muger Mari-Gutierrez,
-que por momentos lo reconoce y pide cuenta dello, y por poco que le
-faltase, lo echaria luego menos, y seria tocarle en las niñas de los
-ojos, y me diria que soy un perdulario y desperdiciador de los bienes
-de naturaleza; y si á v. m. le parece, esto que me ha de cortar, no
-sea de ahi; porque, como digo, bien echa de ver que es menester todo
-en casa, y algunas vezes aun falta; sino cortenmelo de esta caperuça;
-que, aunque es verdad que hará falta en ella, todavia mejor se podrá
-remediar que esotro. Volvió en esto la cabeça<a id="FNanchor_25"
-href="#Footnote_25" class="fnanchor">[25]</a> hazia atras por no
-poder disimular la risa que le causó la simplicidad de Sancho; y
-disimulando cuanto pudo, le dixo al cabo de un rato: Levantaos, señor
-moro nuevo, dad acá la mano, y mirad que de aqui adelante habeis de
-hablar algarabia como yo; que presto subireis á arraez, alfaqui y á
-gran bajan. Par diez señor, dixo Sancho, que aunque me hagan rabadan,
-querria más llegar primero á mi lugar á dar cuen<span class="pagenum"
-id="Page_220">p. 220</span>ta de mí á dos bueyes que tengo en casa,
-seis ovejas, dos cabras, ocho gallinas y un porquete, y á despedirme
-de Mari-Gutierrez en lengua moruna, y á dezirle como me he vuelto ya
-turco; que quiçás ella tambien se querrá tornar turca; pero hallo un
-inconveniente en si lo quisiere hazer, y es que no sé de adonde la
-podremos retaxar, porque no tiene debaxo del cielo de adonde. Respondió
-el autor diziendo: Eso no importa nada, porque ya la cortaremos el dedo
-pulgar de la mano derecha, y esto bastará. A fe, dixo Sancho, que ha
-dicho muy bien, porque ese dedo no le hará la falta que me hará á mí
-lo que me quiere cortar; que en efeto es muy mala hilandera; mas con
-todo he pensado de do será mejor circuncidarla, porque no le quite
-el dedo que dize; que todavia es bueno tenga cinco dedos en la mano,
-como Dios manda en las obras de misericordia. ¿De donde pues: preguntó
-el autor, la circuncidaremos? De la lengua, respondió Sancho, porque
-la tiene más larga que la del gigante Golias, y es la mayor parlera
-y repostona que hay en todas las parlerias y tierras de papagayos.
-Con esto se volvieron á la puerta de la venta, adonde tenían al buen
-hidalgo don Quixote los moços del hato, sentado en una silla, desarmado
-y asido de suerte, que no le dexaban menear; y viendole el autor,
-dixo á Sancho: Hermano, ya veis como está vuestro amo; es menester
-que le digais como ya sois moro, y le persuadais á que tambien él lo
-sea si quiere librarse de la tribulacion en que está puesto, porque
-si no, dentro de dos horas nos le comeremos asado en el asador en que
-pensabamos asaros á vos.—Dexeme v. m. á mí, dixo; que yo le haré tornar
-moro por la posta. Pusose delante de don Quixote el autor diziendole:
-¿Qué es, caballero? ¿Cómo va? Al fin habeis venido á parar en mis
-manos, de donde primero que salgais, habeis de tener las barbas tan
-largas, que os arrastren por el suelo, y las uñas de pies y manos tan
-grandes como unos colmillos de elefante; tras que os vereis comido de
-ratones, lagartos, chinches, piojos, pulgas, moscas, mosquitos, tabanos
-y otras asquerosas sabandijas; y maniatado con una gruesisima cadena
-en una lobrega carcel, con otros de vuestro jaez, que alli estan con
-grillos á los pies y esposas en las manos hasta que acaben sus tristes
-y desventuradas vidas. Don Quixote le respondió diziendo: No pienses
-¡oh sabio contrario mio! que tus locas y vanas palabras y perjudiciales
-obras han de ser bastantes á hazerme quebrantar un punto lo que debo
-guardar como verdadero caballero andante, ni amedrentarme en el debido
-sufrimiento á los vecinos trabajos y tribulaciones que me amenaçan,
-pues es<span class="pagenum" id="Page_221">p. 221</span>toy cierto que
-por discurso de tiempo, y al cabo, cuando mucho, de sietecientos años
-he de quedar libre deste tu cruel encantamiento, en que contra toda
-ley y razon, por solo tu gusto, me tienes puesto; y no desespero ¡oh
-inhumano encantador! de que antes del dicho plaço algun principe griego
-novel me saque de aqui, pues uno habrá que saldrá de Constantinopla
-de noche, sin despedirse de nadie de la corte y sin que lo sepan sus
-padres, espoleando de su honor, y alentado con el consejo de un grande
-y sapientisimo mago, amigo suyo; y despues de haber pasado grandisimos
-trabajos y peligros, y haber ganado mucha honra por todos los reinos
-y provincias del universo, llegará aqui á este fortisimo castillo,
-y matando los fieros gigantes que por prevencion tuya su entrada
-defiendan como guardas della y de la puente levadiza que le fortifica,
-matará tambien á los dos rapantes grifos, inhumanos porteros de su
-primera puerta; y entrando en el primer patio, y no sintiendo rumor ni
-viendo persona que se le oponga, se sentará, de cansado, en el suelo un
-rato, y luego oirá una furiosa voz que, sin saber quien la pronuncia,
-le dirá: Levantate, principe griego; que en aciaga hora y para tu daño
-entraste en este castillo;—y apenas habrá acabado de dezillo, cuando
-saldrá un ferozisimo dragon echando fuego por la boca y ponçoña por los
-ojos, con las uñas crecidas más que dagas vizcainas, y con una cola
-tan aguda y larga como un acicalado montante, con la cual todo cuanto
-encontrare echará por el suelo; pero matandole el dicho principe,
-ayudado de su favorable y benevolo sabio con invencibles socorros, se
-deshará á la postre todo este encantamiento; y entrando vitorioso otra
-puerta más adentro, se hallará en un apacible jardin lleno de varias
-flores, poblado de amenisimos, fructiferos y aromaticos arboles, cuyas
-copas poblaran cisnes, calandrias, ruiseñores y mil otras diferencias
-de jucundisimas aves, fertilizandole mil arroyos, dificultosas de
-discenir sus aguas si son de cristal ó leche; en medio del cual se le
-aparecerá una hermosisima ninfa vestida de una rozagante ropa sembrada
-de carbunclos, diamantes, esmeraldas, rubies, topacios y amatistas; la
-cual, dandole con rostro benevolo con la una mano un manojo de llaves
-de oro, y poniendole con la otra en la cabeça una guirnalda de agno
-casto y amaranto, desaparecerá tras una celestial musica; y luego
-dicho principe con las llaves de oro llegará á abrir las mazmorras,
-dando libertad jucundisima á todos los presos y presas dellas, y á mí
-el postrero, pidiendome por merced le arme por mis manos caballero
-andante y le admita por inseparable compañero: lo cual, concediendoselo
-yo todo, obli<span class="pagenum" id="Page_222">p. 222</span>gado
-de su hermosura, discrecion y esfuerço, iremos por el mundo despues
-innumerables años juntos, dando fin y cima á cuantas aventuras se nos
-ofrecieren.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_27">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXVII</h2>
- <p class="subh2c">Donde se prosiguen los sucesos de don Quixote con
- los&nbsp;representantes.</p>
-</div>
-
-<p>Admirados quedaron en sumo grado los comediantes de ver el estraño
-genero de locura de don Quixote, y los disparates que ensartaba; pero
-Sancho, que habia estado escuchando detras del autor todo lo que su amo
-habia dicho, le dixo: Pues, señor Desamorado, ¿como va? Acá estamos
-todos por la gracia de Dios. ¡Oh Sancho! dixo don Quixote, ¿qué hazes?
-¿Hate hecho algun mal este nuestro enemigo? Ninguno, respondió Sancho;
-si bien es verdad que me he visto ya casi con un asador en el rabo, en
-que queria este señor moro asarme para comerme; pero hame perdonado
-por ver me he tornado moro. ¿Qué dizes, Sancho? dixo don Quixote:
-¡moro te has tornado!¿Es posible que tan gran necedad has hecho? Pues
-pesie á las barbas del sacristan del Argamesilla, respondió Sancho,
-¿no fuera peor que me comiera, y que despues no pudiera ser moro ni
-cristiano? Calle; que yo me entiendo; escapemos una vez de aqui; que
-luego despues verá lo que pasa. Entonzes el autor, apiadandose de las
-congojas y trasudores en que veia á don Quixote, cansados ya de reir
-los estudiantes, Barbara y toda la compañia, dixo: Agora sus, señor
-caballero, no es ya tiempo de más disimular ni de traer encubierto lo
-que es razon que se descubra; y asi habeis de saber, señor don Quixote,
-que yo no soy el sabio vuestro contrario de ninguna manera; antes soy
-un grande y fiel amigo vuestro, y cual tal siempre y en todas partes
-he mirado y miro por vuestros negocios mejor que vos proprio, y agora
-por probar vuestra prudencia y sufrimiento he hecho todo lo que habeis
-visto: por tanto, dexenle todos luego, y huelgue y repose en este mi
-castillo todo el tiempo que le pareciere; que para tales principes
-y caballeros como él le tengo yo aparejado; y dadme ¡oh famosisimo
-caballero andante! un abraço; que aqui estoy para serviros, y para no
-hazeros daño alguno, como pensastes; y advertid que el venir aqui vos
-y la gran reina Zenobia ha sido todo guiado por mi gran saber, porque
-os importa infinito á vos y á vuestros servidores llegueis á la gran
-corte del rey Catolico, en la cual os aguardan por momentos un millon
-de principes, y de do habeis de salir con grande aplauso y vi<span
-class="pagenum" id="Page_223">p. 223</span>toria. Soltaronle en esos
-los moços, y el autor le abraçó, y con él los compañeros hizieron lo
-mismo. Cuando don Quixote se vió suelto, asombrado de como él le tenia
-por nigromantico, y lo que le habia dicho, teniendolo todo por verdad,
-se levantó, y abiertos los braços, se fue para él diziendo: Ya yo me
-maravillaba ¡oh sabio amigo! que en tan grande trabajo y tribulacion
-como en la que agora me habia puesto, dexasedes de favorecerme con
-vuestra prudentisima persona y eficazes ardides: dadme esos braços,
-y tomad los mios, desmembradores de robustos gigantes, y verdugos
-expertos de enemigos vuestros y mios. Con esto todos le volvieron á
-abraçar con nuevas muestras de alegria, y llegandose la muger del
-autor á ver el rostro de aquel loco, á quien todos abraçaban, le dixo,
-considerada su ridicula figura: Señor caballero, yo soy hija de aqueste
-grande sabio su amigo: mire v. m. que si en algun tiempo hubiere
-menester su favor, ó si algun gigante ó mago me llevare encantada, que
-no dexe de favorecerme en todo caso; que aqui mi padre se lo pagará:—y
-aun (dixo otra de las representantes, que estaba aparte riendo) le
-dexará entrar de balde en la comedia, con solo medio real que le ponga
-en la mano. Respondió don Quixote: No es menester, soberana señora,
-encargarme á mi lo que á vuestro servicio toca, teniendo yo tantas
-obligaciones á vuestro sabio padre; pero creedme, que aunque todo el
-universo se conjurase contra vuestra beldad, y todos cuantos sabios y
-magos nacen en Egipto viniesen á España para tocaros en un solo pelo de
-la cabeça, que yo solo, dexado aparte el gran poder de vuestro padre,
-bastaria, no sólo para defenderos y sacaros á pesar suyo de sus manos,
-sino para poner en las vuestras sus alevosas y falsas cabeças. En esto
-le llamó el autor diziendo: Señor caballero, ya la cena está aparejada
-y las mesas puestas; y asi v. m. se sirva de venirnosla á honrar en
-compañia mia y destos señores, porque despues tenemos que hazer un
-negocio de importancia. Esto dixo porque pensaba ensayar en cenando
-una comedia que habian estudiado para Alcala y la corte. Estaba Sancho
-maravillado de ver á su amo libre de aquella prision, y tan alegre,
-que llegandose al autor le dixo: ¡Ah señor sabio! esto de tornarme yo
-moro, ya que su merced nos ha dado á conocer su valor, ¿ha de pasar
-adelante? porque en Dios y en mi conciencia me parece que no lo puedo
-ser de ninguna manera. Respondiole el autor diciendo: ¿Pues por que no
-lo podeis ser? Porque quebrantaré, dixo él, cada dia la ley de Mahoma,
-que manda no comer tocino ni beber vino; y soy tan bellaco guardador
-deso, que en viendolo á mano, no<span class="pagenum" id="Page_224">p.
-224</span> dexaré de comer y beber dello si me aspan. A esto respondió
-un clerigo que acaso se halló en la venta: Si v. m., señor Sancho,
-ha prometido á este sabio mago volverse moro, no se le dé nada de la
-promesa, pues yo, en virtud de la bula de compesacion, le absuelvo asi
-della como de lo hecho; y lo puedo hazer en su virtud, con sólo darle
-de penitencia que no coma ni beba en tres dias enteros; y advierta
-que con sólo cumplir esta leve penitencia se quedará tan cristiano
-como antes se estaba. Eso, señor licenciado, no me lo mande, respondió
-Sancho, pues no digo tres dias, pero aun tres horas no me atreveria
-á cumplir esa penitencia, aunque supiese que me habian de quemar, no
-haziendolo: lo que v. m. me puede recetar, si le parece, es que no
-duerma con los ojos abiertos, ni beba con los dientes cerrados, ni
-traiga el sayo baxo la camisa, ni haga mis necesidades atacado. Estas
-cosas, aunque tienen su dificultad, yo le doy palabra de cumplillas, en
-Dios y mi conciencia. Llegaron tras estas razones á sentarse á cenar
-á la mesa; y antes de hazello, estando todos al rededor della en pie
-y quitados los sombreros, començó el clerigo á echar la bendicion en
-latin, y començaron á cenar; y dixo el autor: Sepan vs. ms., señores,
-que la causa por que Sancho no se quitó la caperuça á la bendicion, es
-porque aun le han quedado las reliquias de cuando era moro, si bien
-es verdad que aun está por retaxar y circuncidar; pero he dilatado el
-hazello, porque lleno de lagrimas me rogó denantes que le retaxase,
-si era forçoso hazello, de la caperuça, y no de la parte en que de
-ordinario se ejecuta la circuncision, por ser esa la de que su muger
-estaba más celosa, y de quien le pedia más cuenta. Y tras esto fue
-contando todo lo que con él le habia sucedido; y acabando de hazello
-con la cena, levantados ya los manteles, prosiguió volviendose á don
-Quixote, y diziendole como para hazerle fiesta en aquel su castillo
-habia mandado hazer una comedia, en la cual entraba tambien él, y la
-que le dixo que era su hija. Don Quixote se lo agradeció con mucho
-comedimiento; y sentandose en el patio de la venta en compañia de
-Barbara, del clerigo, de los dos estudiantes, y de Sancho y de los
-de la posada, començaron á ensayar la grave comedia de El testimonio
-vengado, del insigne Lope de Vega Carpio, en la cual un hijo levanta
-un testimonio á la Reina su madre en ausencia del Rey, de que comete
-adulterio con cierto criado, instigado del demonio, y agraviado de
-que le negase un caballo cordobes en cierta ocasion de su gusto,
-guardando en negarle orden expreso que el Rey su esposo le habia dado.
-Llegando pues la comedia á este paso, cuando don Quixote vió á la
-muger del<span class="pagenum" id="Page_225">p. 225</span> autor, á
-quien él tenia por su hija, tan afligida, por hazer el personage de la
-Reina, á quien se levantaba el testimonio, y por otra parte advirtió
-que no habia quien defendiese su causa, se levantó con una repentina
-colera, diziendo: Esto es una grandisima maldad, traicion y alevosia,
-que contra Dios y toda ley se haze á la inocentisima y castisima
-señora reina; y aquel caballero que tal testimonio le levanta, es
-traidor, fementido y alevoso, y por tal le desafio y reto luego aqui á
-singular batalla, sin otras armas más de las con que agora me hallo,
-que son sola espada. Y diziendo esto, metió mano con increible furia,
-y començó á llamar al que levantaba el testimonio, que era un buen
-representante, el cual riendose con todos los demas de la necia colera
-de don Quixote, se puso en medio con su espada desnuda, diziendole que
-aceptaba la batalla para la corte delante de su magestad, con solos
-veinte dias de plaço; y mirando si hallaba alguna cosa por alli que
-dalle en gaje, vió arrimada á un poste de la venta una albarda, y sobre
-della un ataharre, y tomandole medio riendo, se le arrojó diziendo:
-Alçad, caballero cobarde, esa mi rica y preciada liga, en gaje y señal
-de que sea nuestra batalla delante de su magestad para el tiempo que
-tengo dicho. Don Quixote se abaxó y la tomó en la mano; y como vió que
-del hazello se reian todos, dixo: No es de valientes principes reirse
-de que un traidor y alevoso como este tenga animo para hazer batalla
-conmigo; antes habian de llorar, viendo á la señora reina tan afligida,
-aunque su ventura ha sido no poca en haberme hallado yo presente en
-tal trance, para que semejante traicion no pase adelante. Y volviendo
-la cabeça dixo á Sancho: ¡Oh mi fiel escudero! toma esta preciada liga
-del hijo del Rey, y metela en nuestra maleta hasta de hoy en veinte
-dias; que tengo de matar á este alevoso principe que tal testimonio ha
-levantado á mi señora la Reina. Sancho la tomó y dixo á su amo: ¿Para
-que quiere v. m. que metamos este ataharre en la maleta entre la ropa
-blanca, estando tan sucio? Dele al diablo; que yo le ataré en la cincha
-del rucio, y alli irá hasta que topemos cuyo es. ¡Oh necio! dixo don
-Quixote, ¡y eso llamas ataharre! Pues ¿que diablos, dixo Sancho, es,
-sino ataharre? ¿No ves, animalazo, replicó don Quixote, que es una
-riquisima liga del hijo del Rey, como lo dizen estos rapacejos de oro,
-de cada uno de los cuales cuelga una esmeralda ó un rubi ó un diamante?
-Lo que yo veo aqui, respondió Sancho, si no estoy borracho, es una
-empleita de esparto con dos cordeles á los cabos, harto sucios, y sirve
-de ataharre de algun jumento. ¿Hay tal locura semejante, dixo don
-Quixote, como la de este escu<span class="pagenum" id="Page_226">p.
-226</span>dero, que una liga de tafetan doble, encarnado, diga que es
-ataharre? Digo, respondió Sancho, una y docientas vezes que es tan
-ataharre como mi agüelo: no tiene que porfiar. Maravillaronse todos
-de la porfia del amo y del criado sobre el ataharre; y llegando el
-autor, le tomó en la mano diziendo: Señor Sancho, mire v. m. bien lo
-que dize y abra los ojos; que este ataharre, para lo deste mundo es
-liga, y de grandisimo valor; para lo del otro, no digo nada. Ello será
-lo que yo digo, respondió Sancho; que no soy ciego, y tengo gastados
-más ataharres destos, que hay estrellas en el limbo. En esto salió
-un labrador de la caballeriza, cuya era la albarda y ataharre, y
-llegandose á Sancho le dixo: Hermano, dad acá mi ataharre; que no está
-ahi para que vos os alçeis con él. Holgó Sancho infinito de oir esto; y
-volviendose lleno de risa á los circunstantes, les dixo: ¡Bendito sea
-Dios, señores, que estaran contentos! A fe que agora, aunque les pese,
-han de confesar mi buen juizio, pues ven que acerté de la primera vez
-que este era ataharre, cosa en que jamas supieron caer tantos y tan
-buenos entendimientos. Y diziendo esto, dió el ataharre al labrador, lo
-cual viendolo don Quixote, se llegó á él, y tirando reciamente, se le
-quitó diziendo: ¡Ah villano soez! ¿y de cuando acá fuiste tú digno de
-traer una tan preciada liga como esta, ni todo tu çafio linage? Tras lo
-cual se le iba á meter en la faltriquera; pero impedioselo el labrador,
-que no sabia de burlas, asiendole del braço, y porfiando don Quixote
-que se lo contradezia. El labrador, en fin, como era hombre membrudo
-y de fuerça, y esas le faltaban á don Quixote, por estar tan flaco,
-pudo darle un empellon tal en los pechos, que le hizo caer con él de
-espaldas, y saltandole encima, le quitó por fuerça el ataharre de la
-mano. Llegó Sancho en esto á ayudar á su amo, dando dos ó tres crueles
-moxicones en la cabeça al labrador, el cual revolviendo hecho un leon
-contra Sancho, le cinchó dos ó tres vezes el ataharre por la cara. La
-risa de los comediantes era notable, grande la prisa de los estudiantes
-en despartilles, notable la diligencia de Barbara en ayudar á levantar
-á don Quixote, cuya colera era infinita, y mayor el sufrimiento del
-pobre Sancho, el cual puesta la mano sobre las narizes, de las cuales
-le salia mucha sangre, por haberle alcançado el labrador con el
-ataharre en ellas, començó á ir furioso tras él hazia la caballeriza
-diziendo: Aguarda, aguarda, descomunal arriero, y verás si te hago
-confesar, mal que te pese, que eres mejor que yo, con ser un grandisimo
-bellaco, puto y hijo de otro tal. Don Quixote le dió vozes diziendo:
-Vuelvete, hijo Sancho, y dexale ir; que harto<span class="pagenum"
-id="Page_227">p. 227</span> trabajo lleva consigo, pues como infame ha
-huido de la batalla sin osar atendernos; pero ¿qué ha de osar atender
-un sandio tal cual él es? Y ya te he dicho muchas vezes que al enemigo
-que huye, la puente de plata; y si nos lleva la preciada liga, no hay
-que espantar dello; porque muchos ladrones, yo he leido en libros, que
-han robado á caballeros andantes no sólo sus preciados caballos, sino
-tambien sus ricas armas, ropa y joyas. No me espanto del hurto, dixo
-Sancho; que avezado está v. m. á que ladrones se le atrevan á hurtar
-joyas preciosas; que ya en Çaragoça otro me hurtó de las manos, con
-las uñas de las suyas, las reales agujetas del ave fetrix, ó como se
-llama, que v. m. ganó por su buena lança en la sortija. Encolerizose
-don Quixote desta nueva, diziendo: Pues, ¿como villano, si tal pasó, no
-me lo dixiste luego alli, para que hiziera añicos, al ladron atrevido?
-Por ahorrar de pesadumbre á v. m., respondió Sancho, lo he callado,
-y por temor de que no le causase alguna pasacolera el enojo; pero
-baste el que he tenido por ello, y las lagrimas que me han costado
-las negras agujetas. Y diziendo esto començó á llorar, repitiendo:
-¡Ay agujetas de mi anima! ¡desdichada de la madre que os parió, pues
-tal desgracia ha visto pasar por vosotras! No os olvideis, os ruego,
-por las entrañas de Cristo, deste vuestro fiel y leal servidor, pues
-yo mientras viviere no me olvidaré de vosotras ni de vuestra bonisima
-condicion. ¡Asi mal provecho le hagan al ladron vuestra dulzura y
-sabor! Acallole don Quixote, dandose por pagado de sus lagrimas y del
-perdon que tras ellas le pidió por la perdida; y saliendo de su asiento
-el autor, lleno de risa, le tomó por la mano y le dixo: V. m., señor
-caballero, lo ha hecho muy bien en esta batalla, y asi tras ella será
-razon nos vamos á acostar, por ser ya tarde y estar v. m. cansado; y
-quedese la comedia en este punto. Y llevandole con Sancho á un mal
-aposento que les habia prevenido, no se quiso salir dél hasta que
-los dexó á ambos acostados y cerrados, temiendo no echasen sus moços
-al pobre de Sancho una melecina de agua fria, como sabia lo tenian
-pensado. Llegada la mañana, se salió sin dezirles nada, por consejo de
-los estudiantes, el autor con toda su compañia, de la venta, y se fue
-para Alcala. Levantose algo tarde, por el cansancio de las pendencias
-pasadas, don Quixote, abriendole la puerta el ventero; y la primer cosa
-que hizo en despertar fue preguntar á Sancho por la reina Zenobia, y si
-la habian dado cama y todo recado la noche pasada, con la decencia que
-su real persona merecia. Yo, señor, respondió Sancho, como estuve tan
-ocupado en la sangrienta batalla que tuvimos con aquel que nos hurtó
-el ataharre ó li<span class="pagenum" id="Page_228">p. 228</span>ga,
-ó como es su gracia, no me acordé della más que si no fuera reina;
-pero á lo que entendi, dos moços de aquellos de los representantes la
-hizieron merced de llevarla consigo, con no poco gusto della, por no
-dar que dezir á malas lenguas. Estando en esto, subió Barbara con los
-estudiantes adonde estaba don Quixote y Sancho, diziendo: Muy buenos
-dias tenga la flor de los caballeros: ¿como le ha ido á v. m. esta
-noche? ¡Oh señora reina! respondió don Quixote, la v. m. perdone el
-descuido que con su real persona esta noche se ha tenido, porque la
-culpa tiene el negligente Sancho, que, teniendole mandado que ande
-siempre delante de v. m. para ver lo que se le antoja, mirandola á
-la cara, se ha descuidado, de puro molido de las batallas pasadas,
-segun agora me acababa de dezir. A esto respondió Sancho: Yo, señor,
-harto la miro á la cara; pero como la tiene tan bellaca, todas las
-vezes que la miro y la veo con aquel sepan cuantos en ella, me provoca
-á dezirle, «cocale, marta,» cancion que dezian los niños á una mona
-vieja que estos años atras tenia en la puerta de su casa el cura de
-nuestro lugar. ¡Malos dias vivas, respondió Barbara, y no llegues,
-bellaconazo, á los mios, plegue á Cristo! pero calla; que á fe no lo
-vayas á penar al otro mundo; que hartas pesadumbres sé yo dar de noche
-á otros más agudos que tú, y en manos está el pandero que le sabran
-bien tañer. Los estudiantes dixeron á Sancho: Señor Sancho, no moleste
-v. m. á la señora Reina, que sabe hazer lo que dize, mejor de obras
-que de palabras. ¿Para qué, diga, quiere verse alguna noche volando
-por las chimeneas entre vasares, platos y asadores, donde se vea y se
-desee, y llore el no haber querido obedecerla? Pues si ella, respondió
-Sancho, me haze volar por los vasares, yo me quexaré á quien por toda
-su vida le haga bogar en las galeras. ¿Pues no ve v. m., replicó el
-uno de los estudiantes, que las mugeres no reman? ¿Y que se me da á
-mí que no remen? respondió Sancho; basta que si ella no remare, á lo
-menos servirá de dar refresco á la chusma; que para eso yo sé que no
-le faltará gracia; y estando alli con más comodidad, podrá parecerse
-de veras en todo á las nubes, ya que por muger en algo les haya de
-parecer. ¿Pues en qué, dixo el estudiante, les ha de parecer, ó como
-les parece en todo? Respondió Sancho: En que cargará en la mar, como
-hazen las nubes, lo que despues á pura fuerça de truenos y relampagos,
-descargará en lluvia sobre la tierra; que eso hará si se empreñare en
-el agua, pues á fuerça de gritos y suspiros, habrá despues de vaziar su
-cargaçon; que en lo demas, llano es que todas las mugeres se parecen
-á las nubes, de las cuales<span class="pagenum" id="Page_229">p.
-229</span> por experiencia sabemos donde y como descargan, lo mismo
-que ignoramos donde y como se entró en ellas. Rieron los estudiantes
-y la misma Barbara de la astrologa aplicacion de Sancho; pero don
-Quixote, que no tenia de risible más que la nariz y potencia remota,
-dixo con despego y zuño á Barbara: La v. m. no haga caso ya más de lo
-que dixere este necio, pues lo es tanto, que jamas dirá sino badajadas:
-lo que por agora importa es que tratemos de partir de aqui; porque hoy
-pretendo entrar en la corte, si no es que se me ofrezca en contrario
-alguna forçosa ocupacion y peligrosa aventura que me detenga en Alcala.
-Y llamando al huesped, remató con él las cuentas con solo agradecerle
-el hospedaje, y fuele facil salir de su venta él y sus compañeros con
-tan ligera paga, por haberla ya hecho cumplida por todos el autor de
-la dicha compañia, apiadado de la locura de don Quixote y simplicidad
-de su escudero, y dandose por pagado con los malos ratos que les habia
-dado, y buenos y entretenidos que él y su compañia habian recebido.
-Subió don Quixote en Rocinante, armado como solia, Sancho en su rucio,
-y Barbara en su mula, quedandose los estudiantes atras, por estar ya
-tan cerca de Alcala, do por su honra no quisieron entrar acompañados
-de compañia tan ocasionada para vayas y fisgas y matracas, como la
-de don Quixote, á quien dixo Barbara en començando á caminar: Señor
-caballero, v. m. me la ha hecho muy grande en haberme traido desde
-Sigüença hasta aqui, y en haberme vestido, dado de comer y cabalgadura,
-como si fuera una hermana suya; pero si v. m. no me manda otra cosa,
-yo determino quedarme aqui en Alcala, que es mi patria, do si en
-alguna cosa le pudiere servir, lo haré, mandandome con la voluntad que
-diran las obras. Señora reina Zenobia, respondió don Quixote, mucho
-me maravillo de oir tal resolucion á persona tan discreta, y que ha
-hecho tantos, tan grandes y peligrosos caminos por reinos incognitos
-solo por hallarme, obligada de la fama de mi valor y persona. ¡Como
-es posible que agora que tiene mi compañia, que tanto ha deseado y
-procurado, que la quiera asi dexar, no reparando en lo mucho que he
-hecho y pienso hazer en su servicio, ni en las desgracias que se le
-pueden ofrecer, atreviendosele sus enemigos y rebeldes vasallos, sin el
-respeto debido al gran valor de su persona, viendola fuera de mi amparo
-y lado! Por evitar pues estos y otros mayores inconvenientes que se le
-pueden ofrecer, suplico á la v. m. cuan encarecidamente puedo, se venga
-conmigo hasta la corte; que no pasaremos della en muchos dias, atento
-que sabiendo los grandes mi llegada, es fuerça me detengan, regalandome
-á porfia por<span class="pagenum" id="Page_230">p. 230</span> honrarse
-de mi lado y aprender cosas militares; y alli verá v. m. lo que en su
-servicio hago; y despues que hubiere muerto al rey de Chipre, Bramidan
-de Tajayunque, con quien tengo aplaçada la batalla, y al otro hijo del
-rey de Cordoba, que ayer levantó aquel grave falso testimonio á su
-madre, quedará á la eleccion de v. m. el irse á Chipre ó quedarse en
-la corte de España; y asi por amor de mí se ha de hazer lo que agora
-suplico. Sancho, que oyó lo que don Quixote habia dicho á Barbara, se
-llegó á él con mucha colera diziendo: Par diez, señor, que yo no sé
-para que quiere que llevemos con nosotros á la señora Reina; mucho
-mejor será que se quede aqui en su lugar; que tanto nos ahorraremos.
-¿Para que queremos llevar con ella costa sin ningun provecho? ¡Gentil
-carga de basura para entrar cargados de ella en la corte! Dela á
-Lucifer y no la ruegue más; que el ruin, cuando le ruegan luego se
-ensancha; y no nos faltará sin ella la misericordia de Dios. ¡Mirad que
-cuerpo, non de Judas Escariote, con ella y con quien le parió y nos la
-dió á conocer! Pues á fe que si se me suben las narizes á la mostaça
-y comienço á desbotricar, que no sea mucho, estandose en su tierra,
-que la haga echar por la boca y narizes más mocos y gargajos que echa
-un ahorcado en el rollo. Estanle aqui haziendo á la muy cotorrera mil
-regalos y servicios, llamandola reina y princesa, siendo lo que ella
-se sabe, como aquellos estudiantes han dicho, ¡y agora se nos haze de
-pencas! Paguenos la saya y sayuelo colorado y la mula y lo que nos ha
-hecho de costa, y adios, que me mudo; ó como dize Aristoteles, alon,
-que pinta la uva; y á fe que si yo fuera que mi señor, que se lo habia
-de quitar todo á moxicones, pues no me conoce bien. ¡Oh villano! dixo
-don Quixote, y ¿quien te mete á tí con la señora Reina? ¿Mereces tú,
-por ventura, descalçarle su pequeño çapato? ¡Pequeño! respondió Sancho:
-en Sigüença me dixo suplicase á v. m. la comprase un par de çapatos, y
-preguntandole yo cuantos puntos calçaba, me respondió que entre quinze
-y diez y nueve, poco más.—¿Pues no ves, insensato, que las amazonas son
-gente varonil, y como andan siempre en las lides, no son tan delicadas
-y hermosas de pies como las damas de la corte, que se estan en sus
-estrados regaladas y ociosas, con que son más tiernas y femeniles que
-las valerosas amazonas? Con no poca resolucion replicó Barbara á las
-malicias de Sancho, de que estaba ofendida, diziendo: No pensaba, señor
-don Quixote, pasar de aqui; pero por saber que doy á v. m. contento y
-hago rabiar á este bellaco de Sancho, quiero llegar hasta Madrid, y
-alli servir á v. m. en cuanto me mandare, á pesar deste villano harto
-de<span class="pagenum" id="Page_231">p. 231</span> ajos. ¿Villano?
-respondió Sancho; villano sea yo delante de Dios; que para lo deste
-mundo importa poco serlo ó dexarlo de ser; pero es grandisima mentira
-dezir eso otro, de que estoy harto de ajos, pues no comi esta mañana
-en la venta sino cinco cabeças dellos que el ladron del ventero me dió
-por un cuarto: ¡miren si me habia de hartar con ellas! Mas dexando esto
-aparte, digame por su vida, señora reina, ¿cual es peor? ¿haber estado
-ella esta noche con aquellos dos moços de los comediantes, y almorzar
-con ellos esta mañana una gentil asadura frita, bebiendose con ella
-dos azumbres de vino, como dixo el ventero que ha hecho su merced, ó
-comer yo cinco cabeças de ajos crudos? Hermano, respondió Barbara, si
-estuve con ellos no fue por hazer mal á nadie; que libre soy como el
-cuclillo, y no tengo marido á quien dar cuenta, gracias á Domino Dio:
-et vivit Domine; que más lo hize porque hazia un poco de fresco que no
-por bellaqueria, como vos sospechais, que sois un grandisimo malicioso.
-¿Malicioso me llamais? replicó Sancho; á fe que no me lo osarades vos
-dezir detras como me lo dezis delante; pero vaya; que más longaniças
-hay que días, y bien sabemos aqui mamarnos el dedo, aunque bobos.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_28">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXVIII</h2>
- <p class="subh2h">De como don Quixote y su compañia llegaron á
- Alcala, do fue libre de la muerte por un estraño caso, y del
- peligro en que alli se vió por querer probar una peligrosa
- aventura.</p>
-</div>
-
-<p>Todo su cuidado ponia don Quixote en que la reina Barbara le honrase
-en la entrada que pensaba hazer en la corte, y en que no hiziese caso
-de los atrevimientos de su escudero; y asi le dixo: Suplico á v. m.,
-altisima señora, no repare en cosa que le diga este animal, sino que
-disimule con él, como yo hago, dexandole para quien es, siquiera porque
-lo habemos menester por estos caminos; y pues ya estamos en Alcala,
-pareceme marchemos por aqui poco á poco detras destas murallas, sin
-pasar por medio del lugar, que es grande y poblado de gente de cuenta;
-y pareceme será acertado tambien que v. m. se cubra el rostro con
-ese precioso volante hasta que pasemos de la otra parte, por lo que
-es conocida de todos; que puestos en ella, nos podremos quedar, si
-nos pareciere, en algun meson secretamente esta noche, y á la mañana
-entrarnos con la fresca en Madrid. Hizose asi, y á la que començaron
-á rodear el muro, volviendo la cabeça Barbara á Sancho, le dixo: Ea,
-señor galan, seamos<span class="pagenum" id="Page_232">p. 232</span>
-amigos, y no haya más enojos conmigo por su vida; que yo le perdono
-todo lo pasado. ¿Amigos? respondió Sancho; antes seré amigo de un
-diablo del infierno que della, aunque todo se es uno. Pues por el siglo
-de mi madre, dixo Barbara, que hemos de hazer las amistades antes que
-lleguemos á Madrid. Pues por el siglo de mi rucio, replicó Sancho, que
-primero me vuelva Poncio Pilatos que sea su amigo. Barbara le dixo:
-¡Ea ya, leon! y Sancho le respondió: ¡Ea ya, sierpe! Pero don Quixote,
-que vió la enemistad que Sancho y Barbara tenian y los remoquetes
-que se iban echando por el camino, dixo: Agora sus, Sancho, tú ¿no
-eres mi escudero, y no te tengo yo de pagar tu salario, como tenemos
-entre los dos concertado, sirviendome en todo bien y puntualmente?
-Pues en virtud de dicho concierto quiero y es mi voluntad que agora,
-sin replica ninguna, seas amigo de mi señora la reina Zenobia; que yo
-tomo á mi cargo hazer esta noche un famoso convite á su merced y á
-ti, en señal y firmeça de las futuras y perpetuas amistades, pues no
-es bien que seamos tres y mal avenidos. Por cierto, mi señor, replicó
-Sancho, que cuando no sea por otra cosa más de por ese convite que v.
-m. dize, lo habré de hazer; aunque fuera razon que, guardando mi punto,
-aguardara se pusieran de por medio personas de cuenta á rogarmelo, cual
-son media dozena de canonigos de Toledo, ó á lo menos unos cuantos
-cardenales; pero vaya, pues v. m. lo manda. Ea, señora reina, arrojeme
-acá esas manos, si bien las quisiera más de vaca bien cocidas y con
-su perejil; que sobre mí que me hizieran harto más provecho. Diole
-Barbara la mano riendo, y al darsela le dixo: Tomad, amores, esta mano
-de reina; que yo fio que más de dos principes escolasticos de los de la
-corte alcaladina, en que esta noche habemos de dormir, preciaran harto
-recebir este favor. Como don Quixote les vió dadas las manos, se fue un
-poco adelante, imaginando en su fantasia lo que habia de hazer en la
-corte con la reina Zenobia, y batallas del gigante y del hijo alevoso
-del rey de Cordoba, y cómo se habia de dar á conocer á los reyes y
-grandes: lo cual le hazia ir tan absorto y fuera de sí, que no advertia
-en que á Sancho venia diziendo Barbara: De aqui adelante, amigo Sancho,
-nos hemos de querer con el extremo que dos buenos casados se aman,
-pues ha sido el padrino de nuestras pazes el señor don Quixote; y en
-confirmacion dellas, quiero que durmamos esta noche dambos en el meson
-donde llegaremos; que el coraçon me dize no dexará de correr fresco
-que me obligue á procurar cubrirme con gusto con alguna manta, como la
-del pelo de v. m., mi señor Sancho: verdad es que imagino será<span
-class="pagenum" id="Page_233">p. 233</span> menester rogarselo poco,
-pues tiene más de bellaco que de bobo. No entendió Sancho á Barbara
-de ninguna manera, y asi le respondió: Lleguemos una vez con salud al
-meson, y cenemos en señal de nuestras amistades, con el cumplimiento
-que mi amo nos tiene prometido; que en eso de la manta no faltaran
-dos y aun tres; que yo se las pediré al huesped para que las eche v.
-m. en su cama, cuanto y más, que no haze agora tanto frio que obligue
-á procurallas. Como Barbara vió que no le habia entendido, le dixo
-hablando más claro: Pues, Sancho, si vuestro amo ha de alquilar dos
-camas, una para mi y otra para vos, ¿no será mejor que nos ahorremos el
-real de la una cama, para comprar con él un gentil plato de mondongo y
-un cuartal de pan, con que os pongais hecho un trompo, y vaya el diablo
-para ruin? A fe que tiene razon, respondió Sancho: ahorremos sin que
-mi amo lo sepa ese real de la una cama; que yo dormiré sobre un poyo
-del meson; que para mí, tan bien me dormiré alli como acullá, á trueque
-de que nos demos, como dize, una buena pançada con ese real. Viendo
-Barbara la rudeza de Sancho, no quiso tratarle más de aquella materia;
-y asi alargaron el paso tras don Quixote hasta que le alcançaron,
-el cual, en viendolos junto á sí, les dixo: Pareceme que es tarde
-para poder hoy llegar á Madrid, y que no será malo nos quedemos esta
-noche aqui en Alcalá, y mañana proseguiremos nuestro camino; que bien
-podrá v. m., señora reina, estar encubierta, cerrada en un aposento,
-tapado el rostro cuando le sirvan á la mesa, por no ser conocida.
-Ella le dixo que hiziese lo que fuese servido; que en todo acudiria á
-lo que fuese de su gusto; y llegaron en esto á un meson fuera de la
-puerta que llaman de Madrid, y entrando todos en él, dixo don Quixote
-á Sancho que llevase las cabalgaduras á la caballeriza y las diese
-recado, y al huesped pidió un aposento secreto y bien adereçado, do
-mandó acompañase luego á la reina Zenobia; y quedandose él paseando
-por el patio sin desarmarse, oyó tocar á deshora con mucho concierto
-cuatro trompetas, y despues dellas un ronco son de atabales; lo cual
-oido por nuestro buen caballero, le causó notable suspension, con la
-cual estuvo atentisimamente escuchando, sin saber que cosa fuese; y
-al cabo de rato, despues de haber hecho en su fantasia un desvariado
-discurso, llamó á Sancho y le dixo: ¡Oh mi buen escudero Sancho! ¿oyes
-por ventura aquella acordada musica de trompetas y atabales? Pues has
-de saber que es señal de que hay sin duda en esta universidad algunas
-celebres justas ó torneos para alegrar el festivo casamiento de alguna
-famosa infanta que se habrá<span class="pagenum" id="Page_234">p.
-234</span> casado aqui; á las cuales habrá acudido un caballero
-extrangero, cuyo nombre no es aun conocido, por ser mancebo novel; pero
-no obstante su poca edad, en el principio de sus famosas fazañas ha ya
-vencido á todos los caballeros desta ciudad y á los que de la corte
-han acudido á ella y á sus fiestas, si ya no ha venido á celebrarlas;
-y esto es lo más cierto; ó algun bravo jayan que, habiendo vencido y
-derribado á todos los mantenedores y aventureros, se ha quedado por
-absoluto señor de todas las joyas de dichas justas, y no hay caballero
-ahora, por valiente que sea, que se atreva á entrar segunda vez con
-él en el palenque, de lo cual estan los principes tan pesarosos, que
-darian cuanto dar se puede porque Dios les deparase un tal y tan buen
-caballero que baxase la soberbia deste cruel pagano, con que dexase
-alegre toda la tierra, y las fiestas fuesen consumadamente perfetas.
-Por tanto, Sancho mio, ensillame luego á Rocinante; que quiero ir allá
-y entrar con gallardia y gracia por la plaça, pues maravillados de
-mi presencia los que ocupan sus dorados balcones, altos miradores y
-entoldados andamios, levantaran entre sí un alegre murmullo, diziendo:
-Ea, que Dios sin duda ha deparado venga este gallardo caballero
-extrangero á volver por la honra de los naturales, viendo que ninguno
-dellos ha podido resistir á los incomparables brios deste fiero jayan.
-Tocaran en esto todas las trompetas, chirimias, sacabuches y atabales,
-al son de los cuales se començará mi bueno y esforçado caballo á
-engreir y relinchar, deseoso de entrar en la batalla; con que callaran
-todos, y yo poco á poco me iré llegando al cadahalso adonde estan los
-juezes y caballeros; y haziendo hincar dos ó tres vezes de rodillas
-delante dellos á mi enseñado caballo, les haré una cumplida cortesia,
-haziendole dar despues terribles saltos y gallardos corvetes por la
-ancha plaça: llegandose luego á la parte donde estará el fiero jayan,
-el cual reconocido por mí, me acercaré adonde estaran las astas de
-duro fresno, y tomando dellas la que mejor me pareciere, y llegandome
-cerca del dicho jayan, sin hazerle cortesia alguna le diré: Caballero,
-si te parece, yo querria entrar contigo en batalla; pero con condicion
-que fuese ella á todo trance, que es decir que uno de los dos haya
-de quedar por general vencedor de las justas, quitando al otro la
-cabeça, y presentandola á la dama que mejor le pareciere; es cierto
-que, como él es soberbio, ha de responder que sea asi. Tras lo cual,
-volviendo yo luego las riendas á Rocinante para tomar la parte del
-sol que más me tocare, començaran á sonar las trompetas, al son de
-las cuales arrancaremos como el viento los dos valerosos guerreros;
-y él no errará el<span class="pagenum" id="Page_235">p. 235</span>
-golpe; porque, dandome en medio de la adarga sin poderla pasar, me
-hará con la fuerça dél torcer un poco el cuerpo, volando las pieças
-de la lança por el aire; pero yo, como más diestro, le daré por medio
-de la visera con tal fuerça, que, siendole sacada de la cabeça, caerá
-del atroz golpe en tierra por las ancas del caballo; si bien, como es
-ligero, se pondrá luego otra vez en pie, y se vendrá para mí con la
-espada en la mano; y yo, por no hazer la batalla con ventaja, abaxaré
-de mi caballo en el aire, no obstante que muchos lo juzgaran á locura;
-y metiendo mano á mi cortadora espada, començaremos entre los dos el
-porfiado combate; mas él, no pudiendo atender á mis golpes, me rogará
-que descansemos un poco, por verse algo fatigado; aunque yo, sin
-atender á sus ruegos, tomaré la espada á dos manos, y levantandola con
-un heroico despecho, la dexaré caer con tal furia sobre su desarmada
-cabeça, que acertandole de lleno, se la abriré hasta los pechos, dando
-del cruel golpe tan horrenda caida en tierra, que hará estremecer toda
-la ancha plaça, y aun venir al suelo más de cuatro barreras y tablados.
-Los gritos de la gente seran muchos, la alegria de los juezes grande,
-el contento de todos los vencidos caballeros extremado, el aplauso del
-vulgo singular, é inaudita la musica que sonará en exaltacion de mi
-buen suceso; y desde entonces pasaran cosas por mi, que dé bien que
-hazer á los historiadores venideros el escribirlas y exagerarlas. Por
-tanto, Sancho, presto sacame á Rocinante. Sancho, con harto dolor de su
-coraçon, por ver se iba dilatando la deseada cena, fue á ensillarle,
-y entre tanto que lo hazia, se llegó el mesonero á don Quixote, al
-cual habia estado oyendo todo aquel largo y desvariado discurso, y le
-dixo: Señor caballero, v. m. se podrá desarmar; que viene cansado; y
-digame lo que quiere cenar; que este muchacho está aqui, que traerá
-buen recado. ¡Por Dios, dixo don Quixote, que estais bien en el caso!
-Veis lo que pasa en la plaça, la deshonra de vuestra patria y la
-afrenta de vuestros caballeros, y que yo voy á remediarlos, ¡y ahora
-me salis con cena! Digo que no quiero cenar, ni comer bocado hasta
-honrar con mi persona esta universidad, y matar todos aquellos que lo
-contradixeren; que es vergüença, y muy grande, que un jayan solo rinda
-y sujete á una ciudad como esta: por tanto, andad con Dios, y mirad si
-viene mi escudero con el caballo. El mesonero le dixo: Perdone v. m.;
-que yo pensé que lo que contó denantes á su criado era algun cuento de
-Mari-Castaña ó de los libros de caballerias de Amadis de Gaula; pero
-si v. m. quiere ir armado asi como está á honrar al catedratico, se lo
-agradeceran mucho<span class="pagenum" id="Page_236">p. 236</span>
-todos. ¡Qué catedratico ó qué nonada! respondió don Quixote. Tres
-ó cuatro que á la puerta se habian detenido, viendo aquel hombre
-armado, le dixeron: Si v. m. ha de ir al paseo, bien puede; que ya es
-hora, pues llegará en esta el catedratico al mercado; que aqui no hay
-justas ni jayanes de los que v. m. ha dicho, sino un paseo que haze la
-universidad á un dotor medico que ha llevado la catedra de medicina
-con más de cincuenta votos de exceso, y llevan delante dél, por más
-fiesta, un carro triunfal con las siete virtudes y una celestial musica
-dentro, y tal, que si no fue la que se llevó el año pasado en el paseo
-del catedratico que llevó la catedra de prima de teologia, jamas se
-ha visto otra igual; y las trompetas y atabales que v. m. oye, es que
-van ya pasando por todas las calles principales, con más de dos mil
-estudiantes que con ramos en las manos van gritando: Fulano victor. A
-pesar de todo el mundo, á pesar vuestro y de cuantos contradezir lo
-quisieren, replicó don Quixote, es lo que tengo dicho. Sacó Sancho
-en esto el caballo, y subiendo don Quixote en él, estaba tal y tan
-cansado, que aun hiriendole con el duro acicate, apenas se podia
-menear, y no dexaba casa en la cual no procurase entrarse. Sancho quedó
-con Barbara en un aposento, la cual, como arriba diximos, procuraba no
-ser conocida de persona alguna en Alcala. Caminó nuestro caballero por
-aquellas calles poco á poco, yendo siempre hazia la parte que sentia
-el sonido de las trompetas, hasta tanto que encontró la bulla de la
-gente en medio de la calle Mayor; la cual, cuando vieron aquel hombre
-armado y con la figura dicha, pensaban que era algun estudiante que
-por alegrar la fiesta venia con aquella invencion; y poniendose él
-frontero del carro triunfal que delante del catedratico iba, viendo
-su gran maquina y que caminaba sin que le tirasen mulas, caballos ni
-otros animales, se maravilló mucho, y se puso á escuchar despacio la
-dulce musica que dentro sonaba. Iban delante de los musicos en el mismo
-carro dos estudiantes con mascaras, con vestidos y adorno de mugeres,
-representando el uno la Sabiduria, ricamente vestida, con una guirnalda
-de laurel sobre la cabeça, trayendo en la mano siniestra un libro, y en
-la derecha un alcazar ó castillo pequeño, pero muy curioso, hecho de
-papelones, y unas letras goticas que dezian:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Sapientia ædificavit sibi domum.</p>
-</div></div>
-
-<p>A los pies della estaba la Ignorancia, toda desnuda y llena de
-artificiosas cadenas hechas de hoja de lata, la cual tenia debaxo de
-los pies dos ó tres libros, con esta letra:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0"><span class="pagenum" id="Page_237">p. 237</span>Qui ignorat, ignorabitur.</p>
-</div></div>
-
-<p>Al otro lado de la Sabiduria venia la Prudencia, vestida de un azul
-claro, con una sierpe en la mano, y esta letra:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Prudens sicut serpens.</p>
-</div></div>
-
-<p>Venia con la otra mano, como ahogando á una vieja ciega, de quien
-venia asido otro ciego, y entre los dos esta letra:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Ambo in foveam cadunt.</p>
-</div></div>
-
-<p>Pusose don Quixote delante de dicho carro, y haziendo en su fantasia
-uno de los más desvariados discursos que jamas habia hecho, dixo en
-alta voz: ¡Oh tú, mago encantador, quien quiera que seas, que con tus
-malas y perversas artes guias aqueste encantado carro, llevando en él
-presas estas damas y las dos dueñas, la una con cadenas desnuda, y la
-otra sin ojos y con violencia de su esposo, que procura no dexarla
-de la mano, siendo sin duda ellas, como su beldad demuestra, hijas
-herederas de algunos grandes principes ó señores de algunas islas,
-para meterlas en tus crueles prisiones! dexalas luego aqui libres,
-sanas y salvas, restituyendoles todas las joyas que les has robado;
-si no, suelta luego contra mí todo el poder del infierno; que á
-todos se las quitaré por fuerças de armas, pues que se sabe que los
-demonios, con quien los de tu profesion comunican, no pueden contra
-los caballeros griegos cristianos, cual yo soy. Pasara adelante don
-Quixote con su razonamiento; pero la gente de la catedra, viendo que
-aquel hombre armado hazia detener el carro y estorbaba que no pasase
-adelante, hizo se llegasen á él cuatro ó cinco del acompañamiento,
-pensando fuese estudiante que venia con aquella invencion; los cuales
-le dixeron: ¡Ah señor licenciado! hagase v. m., por hazernosla, á una
-parte y dexe pasar la gente; que es muy tarde. Pero respondioles don
-Quixote diziendo: Sin duda sereis vosotros ¡oh vil canalla! criados
-deste perverso encantador que lleva presas aquesas hermosas infantas;
-y pues asi es, aguardad; que de los enemigos los menos. Y metiendo en
-esto mano á su espada, arrojó á uno de aquellos estudiantes que venia
-en una mula, una tan terrible cuchillada, que si su cuerda prevencion
-en hurtarle el cuerpo, y la ligereza de la mula no le ayudaran, lo
-pasara harto mal: revolvió luego sobre otro que detras dél venia; y de
-reves acertó con tanta fuerça en la cabeça de su mula, que la abrió
-una cuchillada de un geme. Començaron al instante todos á gritar<span
-class="pagenum" id="Page_238">p. 238</span> y alborotarse: cesó la
-musica; y corriendo, unos á pie, otros á caballo, hazia donde don
-Quixote estaba con la espada en la mano, viendole tan furioso, apenas
-nadie se le osaba llegar, porque arrojaba tajos y reveses á diestro
-y á siniestro con tanto impetu, que si el caballo le ayudara algo
-más, no le sucediera la siguiente desgracia. Fue pues el caso que,
-como vieron todos que en realidad de verdad no se burlaba, como al
-principio pensaban, començaron á cercarle, unos á pie, otros á caballo
-más de cerca, tirandole unos piedras, otros palos, otros los ramos
-que llevaban en las manos, y aun desde las ventanas le dieron con
-dos ó tres ladrillos sobre el morrion, de suerte<a id="FNanchor_26"
-href="#Footnote_26" class="fnanchor">[26]</a> que á no llevarle
-puesto, no saliera vivo de la calle Mayor; y aunque la gente era
-mucha, la grita excesiva, y las piedras menudeaban, con todo se le
-llegaron diez ó doze de tropel, y asiendole uno por los pies, otro
-por el freno de Rocinante, le echaron del caballo abaxo, quitandole
-la adarga y espada de la mano; trás lo cual le cargaron de gentiles
-moxicones, y le ahogaran alli en efeto, si la fortuna no le tuviera
-guardado para mayores trances; pero debió su vida al autor de la
-compañia de comediantes con quien se encontró la noche pasada en la
-venta, el cual á las vozes y grita que tenia el pueblo, se llegó á el,
-yendose acaso paseando por debaxo los soportales de la calle Mayor;
-y viendo llevar aquel hombre armado entre seis ó siete arrastrando,
-sospechó que era don Quixote, como realmente lo era, que á la saçon
-le habian metido en una grande casa, donde hazia toda la resistencia
-que podia, aunque todo era en vano; y viendole tal el autor, y
-algunos de su compañia que con él iban, se apiadaron dél; y haziendo
-salir á puros ruegos fuera de la casa á todos los estudiantes que le
-maltrataron, se quedaron solos con él, y pasado el catedratico con su
-triunfante paseo adelante, y desocupada la calle de la gente que le
-seguia, se llegó el autor á don Quixote diziendo: ¿Que es esto, señor
-Caballero Desamorado? ¿Que aventura tan desgraciada ha sido esta, y
-que nigromantico le ha puesto en tal aprieto? ¡Es posible se hayan
-hallado encantos contra su valor! Pero paciencia y buen animo, pues
-aqui está otro más sabio mago, su grande amigo, el cual, á no hazerle
-lado, hiziera contra la ley de buena amistad, pero hesela hecho tan
-grande, que á no acudir con mi magico poder, sin duda acabara v. m.
-desta vez con las caballerias andantes. Alcese, ¡pecador de mí! que
-tiene los dientes bañados en sangre, y está sin adarga, sin espada y
-sin caballo; que todo<span class="pagenum" id="Page_239">p. 239</span>
-se lo han llevado los estudiantes. Levantose don Quixote, y cuando
-reconoció al autor, le dixo alegre: Ya me maravillaba yo ¡oh sabio
-Alquife, mi buen historiador y amigo! que dexasedes de favorecerme en
-esta grande tribulacion y trabajo en que me he visto por la gran pereça
-de mi caballo, que mala pascua le dé Dios: por tanto, ¡oh sabio fiel!
-hazedmele tornar, ó dadme otro, para que vaya tras aquellos alevosos y
-los rete á todos por traidores é hijos de otros tales, y tome dellos
-la vengança que su soberbia y viciosa vida merece. En oyendole el
-autor, rogó á uno de sus compañeros que en todo caso fuese y traxese
-el caballo, adarga y espada de don Quixote, rescatandolo todo por
-cualquier dinero de donde quiera que estuviese. Fue el representante
-preguntando por ello; y sacando el caballo de un meson, la adarga y
-espada de una pasteleria, donde ya todo estaba empeñado, lo volvió al
-autor, y él á don Quixote, que se lo agradeció infinito, atribuyendolo
-todo al poder de su magica sabiduria; y preguntandole el mismo autor
-adonde estaban su escudero Sancho Pança y Barbara, le respondió que
-fuera del lugar, en un meson que está junto á la puerta de Madrid,
-los habia dexado. Pues vamos allá luego, dixo el autor; que yo por
-agora mando, y v. m. debe obedecerme; que importa mucho, Don Quixote
-respondió que por todo lo del mundo no le dexaria de obedecer como á
-persona tan sabia y en cuyas manos tenia ya puestas habia dos dias
-todas sus cosas. Hizo llevar el autor delante con un moço el caballo,
-lança y adarga de don Quixote, y á él le mandó que se fuese á pie en
-su compañia mano á mano hasta la posada, adonde le dexó encargado al
-mesonero, con orden que de ninguna manera le dexase salir á pie ni á
-caballo aquella tarde, y cumpliolo el huesped puntualisimamente. Cuando
-Sancho vió á su amo los dientes ensangrentados, le dixo: ¡Cuerpo de
-san Quintin, señor Desamorado! ¿No le he dicho yo cuatrocientas mil
-dozenas de millones de vezes que no nos metamos en lo que no nos va ni
-nos viene, y más con estos demonios de estudiantes? Apostemos que le
-han hinchido de gargajos, como á mi en Çaragoça: lavese, pecador soy
-á Dios, que tiene las narizes llenas de sangre. ¡Oh Sancho, Sancho,
-respondió don Quixote, y como aquellos follones que asi me han parado
-se lo pueden agradecer al sabio Alquife, mi amigo! Que si por él no
-fuera, yo hiziera tal carniceria dellos, que sus viejos padres tuvieran
-bien que enterrar, y sus mugeres que llorar todos los dias de su vida;
-pero ya vendrá tiempo en que paguen por junto lo de antaño y lo de
-hogaño. Respondió el mesonero oyendole: Por su vida, señor caballero,
-que no se me<span class="pagenum" id="Page_240">p. 240</span>ta con
-estudiantes; porque hay en esta universidad pasados de cuatro mil, y
-tales, que cuando se mancomunan y ajuntan, hazen temblar á todos los
-de la tierra; y dé gracias á Dios, pues le han dexado con la vida,
-que no ha sido poco. ¡Oh cobarde gallina, dixo don Quixote, y uno de
-los más viles caballeros que ciñen espada! ¿Y piensas tú que el valor
-de mi persona y las fuerças de mi braço y la ligereça de mis pies, y
-sobre todo, el vigor de mi coraçon, es tan pusilanime como el tuyo?
-Juro por vida de la reina Zenobia, que es la que hoy más precio, que
-solo por lo que has dicho, estoy por tornar á subir en mi caballo
-y entrar otra vez en la ciudad, y no dexar en ella persona viva,
-acabando hasta perros y gatos, hombres y mugeres, y cuantos vivientes
-racionales é irracionales la habitan, y despues asolalla toda con fuego
-hasta que quede, como otra Troya, escarmiento á todas las naciones,
-del griego furor. Sancho, traeme presto á Rocinante; que quiero que
-vea este caballero ó mesonero, ó lo que es, que sé poner por obra lo
-que digo, mejor que dezillo de palabra. Eso del caballo, respondió el
-mesonero, señor caballero armado, no llevará v. m. esta vez, porque
-el autor de la compañia de comediantes que está aqui me ha dexado
-encargado infinitamente que no se le diese por ningun caso, y por eso
-tengo cerrada con llave la caballeriza. ¡Que comediantes ó que nonada!
-replicó don Quixote: ¿puede haber en el mundo persona que vaya contra
-mi gusto? Yo os prometo que lo podeis agradecer á aquel sabio mi amigo
-que aqui me traxo, cuyo mandamiento no es razon que yo quebrante por
-ningun caso; que de otra suerte, hoy hiziera un hecho tal, que hubiera
-memoria dél para muchos siglos. Si hiziera, dixo el mesonero; pero por
-agora v. m. se entre á cenar; que haze reir mucho á la gente que está
-en la puerta, y se nos va hinchendo la casa de muchachos, de suerte que
-ya no cabemos en ella. Y con esto le asió de la mano y le subió adonde
-Barbara estaba, con la cual pasó graciosisimos coloquios, y no poco
-entremesados con las simplicidades de Sancho. Cenaron juntos bien y con
-gusto, y tras ello se fueron todos á reposar, y más don Quixote, que lo
-habia menester por los molimientos pasados en la venta y calle Mayor:
-solo hubo que al acostarse estuvo porfiadisimo en querer volver á hazer
-el brebaje, ó precioso balsamo que él dezia de Fierabras, para curar
-las mortales heridas que sentia en los dientes; pero fuele imposible
-hazerlo, porque dió el mesonero, conociendo su locura, en dezir no se
-hallaria en el pueblo cosa de cuantas pedia.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_29">
- <p><span class="pagenum" id="Page_241">p. 241</span></p>
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXIX</h2>
- <p class="subh2h">Como el valeroso don Quixote llegó á Madrid
- con Sancho y Barbara y de lo que á la entrada le sucedió con un
- titular.</p>
-</div>
-
-<p>Levantose el valeroso don Quixote de la Mancha la mañana siguiente
-bien reposado, por haberlo hecho la noche; y llamando á Sancho, mandó
-adereçase á Rocinante y palafren de la Reina con su rucio, echandoles
-de comer y ensillandoles mientras el huesped aprestaba el almuerzo
-que la noche antes habian concertado les aprestase. Hizose todo asi;
-y almorzando bien de unos pasteles y pollos, rematadas las cuentas y
-pagadas, subió don Quixote en Rocinante como tenia de costumbre, y
-la reina Barbara, tapada (con harto cuidado de los de la posada, que
-procuraban verle la cara, si bien les fue imposible), en su mula,
-ayudada para ello de Sancho, el cual, repantigandose en el rucio, salió
-tras su amo y la Reina de la posada y lugar con harta prisa; y fue
-tanta la que se dieron en el camino, que á las tres y media de la tarde
-llegaron junto á Madrid, á los caños que llaman de Alcala, habiendo
-salido della á más de las nueve. Viendo don Quixote el calor que hazia,
-por consejo de Barbara se determinó apear en el prado de san Hieronimo
-á reposar y gozar de la frescura de sus alamos, junto al caño Dorado,
-que llaman, do estuvieron todos hasta más de las seis, con descanso
-dellos y de las cabalgaduras, paciendo ellas, y durmiendo sus amos á
-ratos, y á ratos platicando; pero llegadas las seis, como sintiesen
-la gente que iba saliendo al ordinario paseo del Prado, determinaron
-subir á caballo y entrarse en la corte; y á la que iban cruzando la
-calle, viendo don Quixote tanta gente, caballos y carroças, caballeros
-y damas como alli suelen acudir, se paró un poco, y volviendo la rienda
-á Rocinante, dió en pasear el Prado sin dezir nada á nadie, apesarados
-Barbara y Sancho de su humor, y siguiendole por ver si le podrian poner
-en razon y dandose al diablo viendo que llevaban ya tras si de la
-primer vuelta más de cincuenta personas, y que se les iban allegando
-muchos caballeros de los que por alli paseaban, admirados y llenos de
-risa de ver aquel hombre armado con lança y adarga, y á leer las letras
-y ver las figuras que en ella traia, por no saber á que proposito traia
-aquello. Iba don Quixote tanto más ufano cuantos más se le llegaban,
-é ibase parando adrede para que pudiesen leer los motes que traia en
-la empresa, sin hablar palabra: otros le daban la vaya cuando le veian
-con aquella figura y acompañado de la simple presencia de Sancho y
-de<span class="pagenum" id="Page_242">p. 242</span> aquella muger
-atapada, vestida de colorado, atribuyendolo todo á disfraz y á que
-venian de mascara. Sucedió pues que yendo adelante don Quixote con
-este paseo y acompañamiento, sin que bastasen á ponerle en razon sus
-consortes, vió venir una rica carroça tirada de cuatro famosos caballos
-blancos, á la cual acompañaban más de treinta caballeros á caballo y
-muchos lacayos y pajes á pie: detuvose don Quixote luego que la vió,
-en mitad del camino por donde habia de pasar, puesto el cuento de
-la lança en tierra, esperando con gentil continente. Los que venian
-con ella, cuando vieron tanta gente junta que tomaba media calle, y
-vieron juntamente aquel hombre armado de todas pieças y con su grande
-adarga, se llegaron al que dentro venia, que era un titular grave, que
-habia salido á tomar el fresco, y le dixeron: Señor, alli abaxo se ve
-una grande tropa de gente, y en medio della está un hombre armado,
-con una adarga tan grande como una rueda de molino, y no sabemos, ni
-nadie sabe quien es ó á que proposito viene de aquella suerte. Cuando
-esto oyó el caballero, sacó la cabeça fuera de la carroça, y como le
-vió llegar ya cerca, dixo á un alguazil de corte que iba hablando con
-él, le hiziese placer de ir á saber que era aquello: fue á verlo, y
-apenas se apartó de la carroça cuando llegó á ella un lacayo del mismo
-señor y le dixo: Ha de saber vuesa señoria que aquel hombre armado que
-alli viene, le vi yo en Çaragoça habrá un mes, cuando fui á llevar el
-recado del casamiento de vuesa señoria á mi señor don Carlos, en cuya
-casa comi con su escudero un dia, despues de una famosa sortija que
-alli hubo en la cual fue convidado este armado, que es medio loco, ó
-no se como me lo diga; si bien dezian que es rico y honrado hidalgo de
-no sé que lugar de la Mancha; pero por haberse dado demasiado á leer
-los fabulosos libros de caballerias que andan impresos, teniendolos
-por verdaderos, ha quedado desvanecido de manera, que saliendo de
-su tierra, se le ha antojado que es caballero andante y que anda
-por tierras ajenas, de la suerte que se ve; y trae por escudero un
-pobre labrador de su mismo lugar, que es el que viene á su lado en un
-jumento, unica pieça, y muy gracioso, y grandisimo comedor. Y tras
-esto le fue contando todo lo que don Quixote habia hecho en Çaragoça
-con el açotado y lo de la sortija, y como el secretario de don Carlos
-se habia hecho el gigante Bramidan de Tajayunque, y que sin duda
-vernia ahora á buscarle á la corte para hazer batalla con él; porque
-de todo tenia bastantisima noticia el lacayo, por lo que los criados
-de don Carlos le habian referido. Maravillose mucho el caballero de lo
-que se le dezia de<span class="pagenum" id="Page_243">p. 243</span>
-aquel hombre, y propuso luego llevarsele á su casa aquella noche con
-la compañia que traia, para divertirse con ellos. Estando en esto,
-volvió el alguazil á la carroça y dixo: Es, señor, aquel hombre una
-de las más raras figuras que vuesa señoria ha visto: llamase, segun
-dize, Caballero Desamorado, y trae en la adarga ciertas letras y
-pinturas ridiculas; y juntamente viene con él una muger vestida toda de
-colorado, la cual dize que es la gran Zenobia, reina de las Amazonas.
-Pues guien hazia allá la carroça, dixo el señor, y veremos qué es lo
-que dize. Ya que llegaban cerca dél, tiró don Quixote de la rienda de
-Rocinante, y llegose á un lado de la carroça, y puesto en presencia del
-caballero, dixo con voz arrogante, que lo oyesen los circunstantes:
-Inclito y soberano principe Perianeo de Persia, cuyo valor y esfuerço
-tuvo á costa suya bien experimentado el nunca vencido don Belianis de
-Grecia, vuestro mortal enemigo y competidor sobre los amores de la sin
-par Florisbella, hija del emperador de Babilonia, á quien en muchos
-y varios lugares diste bien que entender, haziendo con él singular
-batalla, sin hallarse entre los dos jamas ventaja alguna, asistiendo
-de vuestra parte el prudentisimo sabio Friston, mi contrario: yo, como
-caballero andante, amigo de buscar las aventuras del mundo y probar
-las fuerças de los bravos y valerosos jayanes y caballeros, he venido
-hoy á esta corte del rey Catolico, do habiendo llegado á mis oidos el
-gran valor de vuestra persona, y siendo tal cual yo he muchas vezes
-leido en aquel autentico libro, me ha parecido me seria mal contado si
-dexase de probar mi ventura con vuestro invencible esfuerço hoy aqui en
-aqueste Prado, delante de todos estos vuestros caballeros y de la demas
-gente que nos está mirando; y esto hago porque soy unico y singular
-amigo y aficionado al principe don Belianis de Grecia por muchas
-razones: la primera, por ser él cristiano y hijo tambien de emperador
-cristiano, y vos pagano, de las casas y casta del emperador Oton,
-gran turco y soldan de Persia; y la segunda, por quitar de delante á
-aquel grande amigo mio un estorbo tan grande como vos sois, para que
-asi con mayor facilidad pueda gozar de los sabrosos amores que con
-la infanta Florisbella tiene pues se ve y sabe clarisimamente que la
-merece mucho mejor que vos, á quien no faltaran otras turcas hermosas
-con quien podais casar; que no es posible dexe de haber muchas en
-vuestra tierra; y dexar á Florisbella para don Belianis de Grecia, mi
-amigo; y si no salis luego de vuestra carroça, y subis luego en vuestro
-preciado caballo, en poniendoos vuestras encantadas armas, para pelear
-conmigo, mañana publicaré delante de toda esta<span class="pagenum"
-id="Page_244">p. 244</span> corte y de su rey vuestra cobardia y poco
-animo, despues de haber muerto al gigante Bramidan de Tajayunque, rey
-de Chipre, y al hijo alevoso del rey de Cordoba: por tanto respondedme
-luego con brevedad, y si no, daos por vencido, y yo me iré á buscar
-otras aventuras. Maravillaronse todos de los disparates que habian oido
-dezir á don Quixote, y començaron á hablar sobre ellos unos con otros
-riendo dél y de su figura; pero Sancho, que habia estado muy atento á
-lo que su amo habia dicho, se llegó, caballero en su asno, junto á la
-carroça, diziendo: Señor Perineo, v. m. no conoce bien á mi amo como yo
-le conozco; pues sepa que es hombre que ha hecho guerreacion con otros
-mejores que v. m., pues la ha hecho con vizcainos, yangüeses, cabreros,
-meloneros, estudiantes, y ha conquistado el yelmo de Membrillo, y aun
-le conocen la reina Micomicona, Ginesillo de Pasamonte, y lo que más
-es, la señora reina Segovia, que aqui asiste; y aun es hombre que en
-Çaragoça acometió á más de docientos que llevaban un açotado, como
-ya sabran por acá: por tanto mire que tenemos mucho que hazer, y las
-cabalgaduras vienen cansadas; yo y la señora Reina vamos con alguna
-poquilla de hambre: dese pues por las entrañas de Dios por vencido,
-como mi amo le suplica, y tan amigo como de antes, y no busque tres
-pies al gato, pues si los desta tierra son como los de la mia, no
-tienen menos que cuatro: dexenos ir con Barrabas á nuestro meson, y v.
-m. y estos herejes de Persia, su patria, quedense mucho de noramala.
-El caballero dixo al alguazil que con él iba, le respondiese de su
-parte, y se le llevase aquella noche á su casa. El lo hizo, diziendo
-á don Quixote: Señor Caballero Desamorado, en extremo holgamos todos
-los circunstantes de haber visto y conocido hoy en v. m. á uno de los
-mejores caballeros andantes que en el felize tiempo de Amadis y en el
-de Febo hallarse pudieron en Grecia; y doy gracias á los dioses, pues
-siendo paganos nosotros, como denantes dixo, habemos merecido ver en
-esta corte al que tanta fama y nombre tiene en el mundo, y excede á
-todos cuantos hasta hoy hayamos oido visten duras armas y suben en
-poderosos caballos; por tanto, excelso principe, aqui el señor Perianeo
-aceta de muy buena gana la batalla con v. m.; no porque della pretenda
-salir con vitoria, sino para poderse alabar donde quiera que se hallare
-(dexandole empero v. m. con la vida) de haber entrado en batalla con el
-mejor caballero del mundo, y de quien el ser vencido resultará infinita
-gloria suya y lustre de su linage; pero la batalla, si á v. m. le
-parece, será el dia que esta noche concertaremos en su casa, en la cual
-él y yo hemos de recebir merced<span class="pagenum" id="Page_245">p.
-245</span> que vuesa alteza y toda su compañia se vayan á alojar,
-donde los regalará y servirá con mucho cuidado, en particular á la
-señora reina Zenobia, á quien desea en extremo conocer; y asi la ruega
-que, para que todos demos gracias á los dioses en ver su peregrina
-hermosura, sea servida de descubrir el rostro y quitar la nube que
-de aquesos sus dos bellos soles está puesta, para que su resplandor
-alumbre la redondez de la tierra, y haga detener al dorado Apolo en su
-luminosa esfera, admirado de ver tal belleza, bastante á darle nueva
-luz á él, pues es cierto vencerá la de su bella Dafne. Don Quixote se
-llegó á ella, diziendo que en todo caso descubriese el rostro delante
-del principe Perianeo de Persia; que importaba mucho. Rehusabalo ella,
-como discreta, cuanto podia; pero Sancho, que habia estado repantigado
-en el asno, sin quitarse jamas la caperuça, se llegó al estribo de la
-carroça y dixo: Señor pagano, yo y mi señor don Quixote de la Mancha,
-Caballero Desamorado por mar y tierra, dezimos que besamos á vs. ms.
-las manos por el servicio que nos haze en convidarnos á cenar á su
-casa, como lo hizo en Çaragoça don Carlos, que buen siglo haya; y digo
-que iremos de muy buena gana todos tres en cuerpo y en alma, asi como
-estamos; pero la señora reina Segovia desde alli donde está me haze del
-ojo, diziendo que no puede por agora descubrir la cara, hasta que se
-ponga la otra de las fiestas, que es muy mejor que la que agora tiene:
-por tanto v. m. perdone. En esto se llegó más cerca por el otro lado á
-la carroça don Quixote, tirando de la rienda á la mula de Barbara, á la
-cual, mal de su grado, traia ya descubierta la cara, más propria para
-hazer acallar niños por su mala cara, que para ser vista de gentes; á
-la cual como viesen todos los circunstantes tan fea y arrugada, y por
-otra parte con el chincharron mal zurcido y peor apuntado, no pudieron
-detener la risa; y viendo Sancho que el caballero de la carroça se la
-estaba mirando de espacio, y se santiguaba viendo su fealdad y locura
-de don Quixote, dixo: Bien haze v. m. de persinarse, porque no hay
-caso en el mundo mejor, segun dize el cura de mi lugar, para hazer
-huir á los demonios; que aunque la señora Reina no lo es por agora,
-podria ser, si Dios le diese diez años de vida sobre los que tiene,
-faltarle poco para serlo. El caballero, disimulando cuanto pudo, dixo á
-Barbara: Por cierto, señora reina Zenobia, que ahora digo muy de veras
-que todo lo que el señor Caballero Desamorado nos ha dicho de v. m. es
-mucha verdad, y que él se puede tener por dichoso en llevar consigo
-tanta nobleza por el mundo, para afrentar y correr á todas las damas
-que hay en él, especialmente en esta corte: por<span class="pagenum"
-id="Page_246">p. 246</span> tanto v. m. nos diga de donde es, y adonde
-va con este valiente caballero, si es servida; porque esta noche v. m.
-y él y este buen hombre, que dize las verdades desnudas, han de ser
-mis huespedes y convidados. Barbara le respondió: Señor, si v. m. es
-servido, yo no soy la reina Zenobia, como este caballero dize, sino
-una pobre muger de Alcala, que vivo del trabajo de mi honrado ofizio
-de mondonguera; y por mi desgracia un bellaco de un estudiante me
-sacó, ó por mejor dezir, me sonsacó de mi casa; y llevandome á la de
-sus padres, con nombre de que se queria casar conmigo, me robó cuanto
-tenia en un pinar, dexandome atada á un pino en camisa; y pasando este
-caballero con cierta gente, me desataron y llevaron á Sigüença; y el
-señor don Quixote, que es el que viene armado (andaba en esto don
-Quixote enseñando á unos y á otros las pinturas de su adarga, ufano de
-que tantos le mirasen), á quien falta tanto de juizio cuanto le sobra
-de piedad, me hizo este vestido y me compró esta mula en que llegase
-á Alcala, llamandome por todos los lugares, caminos y ventas la reina
-Zenobia, y sacandome algunas vezes á las plaças para defender, como él
-dize, mi hermosura, siendo tal por mis pecados como vuesa señoria ve;
-y agora, queriendome quedar en mi tierra, me ha persuadido á que venga
-á la corte, donde dize que ha de matar á un hijo del rey de Cordoba,
-y á un gigante, que es rey de Chipre, y que á mi me ha de hazer reina
-de aquel reino; y yo, por no ser desagradecida á las mercedes que me
-ha hecho, he venido con él, con intento de volver lo más presto que
-pudiere á mi tierra. Y mire vuesa señoria si manda otra cosa; que me
-quiero ir; que parece que estos señores que estan presentes se rien
-mucho, y podrian dar ocasion á don Quixote con su risa á que, como
-loco, hiziese alguna necedad. Volvió en esto la rienda á la mula, y
-fuese para donde don Quixote estaba; y Sancho dixo al titular: Ya ve
-v. m., señor mio, como la señora Reina es una buena persona, á quien
-Dios eche en aquellas partes en que más della se sirva; y perdonenos
-si ella no tiene tan buen hocico como mi amo ha dicho y v. m. merece;
-pues suya es la culpa, suya es la gran culpa, porque yo le he dicho
-muchas vezes que por que no procuraba que aquel persignum crucis que
-tiene en la cara, se le dieran en otra parte, pues fuera mejor donde
-no se echara tanto de ver; y ella dize que á quien dan no escoge; por
-tanto, v. m. se venga luego; que ya se acerca la noche para cenar, y
-á fe que por la gracia de Dios no he menester yo agora más mostaça ni
-perejil para hazello famosamente, que el apetito que traigo. Con esto,
-sin más cortesia, començó á arrear su asno, y fuese para donde<span
-class="pagenum" id="Page_247">p. 247</span> estaba Barbara y don
-Quixote con toda aquella gente, á la cual tenia suspensa con un largo
-razonamiento de Rasura y Lain Calvo, diziendo que les habia conocido, y
-que era gente muy honrada y para mucho; pero que ninguno dellos llegaba
-á su persona, porque él era Rodrigo de Vivar, llamado por otro nombre
-el bravo Cid Campeador. Oyole Sancho estas ultimas razones, y dixo:
-¡Oh reniego de cuantos Cides hay en toda la cideria! ¡Venga, señor!
-Pecador soy yo á Dios; que estas pobres cabalgaduras estan de suerte
-que no pueden echar la palabra del cuerpo, segun estan de cansadas y
-muertas de hambre. ¡Que mal, oh Sancho, respondió don Quixote, conoces
-tú á este caballo! Yo te juro que si le preguntases, y él te supiese
-responder, cual quiere más, estar escuchando lo que yo digo de guerras,
-batallas y noblezas de caballeros, ó media hanega de cebada, que él
-diria que gusta sin comparacion más de que hable de aqui al dia del
-juizio, que no de comer ni beber; y es cierto se estaria dias y noches
-escuchandome con mucha atencion. Estando en esto, llegó un criado del
-titular diziendo á don Quixote: Señor Caballero Desamorado, mi señor le
-suplica se venga conmigo á su casa, porque quiere que v. m., la reina
-Zenobia y su fiel escudero sean sus huespedes y convidados esta noche
-y en todos los demas dias que á v. m. le plugiere, hasta que se remate
-el desafio á que le tiene aplaçado. Señor caballero, respondió don
-Quixote, con notable gusto iremos á servir al principe Perianeo: por
-tanto no hay sino guiar hazia allá; que todos iremos siguiendo.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_30">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXX</h2>
- <p class="subh2c">De la peligrosa y dudosa batalla que nuestro
- caballero tuvo con un paje del titular y un alguacil.</p>
-</div>
-
-<p>El criado, don Quixote, Sancho y Barbara començaron á caminar hazia
-casa del titular que les habia convidado, con no poca admiracion de
-cuantos los topaban por las calles, ni menor trabajo del criado en
-dezir á unos y á otros el humor y nombre del armado, y calidad de la
-dama, y adonde y para qué fin los llevaba. Con esta molestia los entró
-en casa de su señor, y mandando dar recado á las cabalgaduras, los
-subió luego á los tres á un rico aposento, diziendo á don Quixote:
-Aqui, señor caballero, puede v. m. reposar, quitarse las armas y
-asentarse en esta silla hasta que mi señor venga; que no puede tardar
-mucho. A la cual respondió don Quixote que no estaba acostum<span
-class="pagenum" id="Page_248">p. 248</span>brado á desarmarse jamas por
-ningun caso, y menos en tierra de paganos, donde no sabe el hombre de
-quien se ha de fiar ni lo que puede facilmente suceder á los caballeros
-andantes, en deshonor del valor de sus personas. Señor, replicó el
-criado, aqui todos somos amigos, y deseamos servir á los caballeros de
-la calidad de v. m., y asi bien puede estar en esta casa sin cuidado
-ni recelo de contraria fortuna. Pero viendo que todavia porfiaba en no
-quererse desarmar, se fue diziendo hiziese su gusto y aguardase á que
-su señor viniese, dexandolos con un paje de guarda para mayor seguridad
-de que no saliesen de casa. Començose don Quixote á pasear por la
-sala, y viendose Barbara con buena ocasion y á solas para hablarle,
-lo hizo diziendole: Yo, señor don Quixote, he cumplido mi palabra en
-venir con v. m. hasta la corte; y pues ya estamos en esta, le suplico
-me despache lo más presto que pudiere, porque tengo de volverme á
-mi tierra á negocios que me importan; tras que temo, lo que Dios no
-quiera, que aquel alguazil que iba con el señor de la carroça, á quien
-v. m. llamaba principe de Persia, nos ha hecho traer á esta casa para
-saber quien es v. m. y quien soy yo; y es cierto que viendo como ando
-en compañia de v. m., ha de pensar que estamos amancebados, y nos haran
-llevar á la carcel publica, donde temo seremos rigurosamente castigados
-y afrentados; y v. m. creame, y guardese no le pongan en ocasion de
-gastar en ella ese poco dinero que le queda; y despues, cuando quiera,
-volviendo sobre si, meterse en su tierra, no se vea forçado á haber de
-mendigar: por eso mire lo que en este negocio debemos hazer, pues en
-todo seguiré de bonisima gana su parezer. Señora reina Zenobia, dixo
-don Quixote, yo se claramente que el caballero que iba en la carroça es
-el principe Perianeo de Persia, y el que llama alguazil es un escudero
-honrado suyo: por tanto pierda v. m. el miedo: estese conmigo, por me
-hazer placer, siquiera seis dias en esta corte; que despues yo proprio
-la volveré á su tierra con más honra que piensa. Par Dios, señor don
-Quixote, dixo Sancho estando en estas razones, que aquel que iba en la
-carroça, que nosotros llamamos pagano, oi dezir á no sé cuantos que era
-un no sé quien, si sé quien, hombre bonisimo y cristiano; y á fe que
-me lo parece, lo uno por su caridad, pues nos ha convidado á cenar y á
-comer con tanta liberalidad; lo otro porque si él fuera pagano, claro
-está que estuviera vestido como moro, de colorado, de verde ó amarillo,
-con su alfanje y turbante; pero él está, cual Dios le hizo y su madre
-le parió y v. m. ha visto, todo vestido de negro, y todos cuantos le
-acompañaban iban de la misma suerte; y más, que<span class="pagenum"
-id="Page_249">p. 249</span> ninguno hablaba en lengua paganuna, sino en
-romance, como nosotros. Porfió á esto don Quixote con colera, diziendo:
-Pues aunque tú y la Reina digais lo que quisieredes, él es sin falta
-ninguna el que ya tengo dicho. Entonzes Barbara llamó al paje que
-estaba á la puerta, y le dixo: Diganos, señor mancebo, aquel señor que
-iba en la carroça por el Prado, acompañado de tanta gente, á quien este
-caballero y yo hablamos, ¿quién es? El paje le respondió quien era y
-su calidad, y como los habia mandado expresamente traer á su casa. ¿Y
-que nos quiere hazer? replicó Sancho; no nos veamos en otra tribulacion
-como en la que yo me vi en la carcel de Sigüença, tan cargado de
-piojos, que, aun de los que me quedan desde entonzes, podria hinchir
-media dozena de almohadas. Ninguna cosa pretende mi señor, respondió
-el paje, sino tener con vs. ms. algun buen rato de entretenimiento,
-y regalarles. Veni acá, paje, dixo don Quixote: ¿vuestro amo no se
-llama Perianeo de Persia, hijo del gran soldan de Persia y hermano
-de la infanta Imperia, competidor del nunca vencido don Belianis de
-Grecia? Riose muy de proposito el paje cuando oyó tantos disparates, y
-respondiole: Ni mi señor es principe de Persia ni turco, ni en su vida
-estuvo allá ni vió á don Belianis de Grecia, cuyo libro mentiroso tengo
-yo en mi aposento. ¡Oh paje vil y de infame ralea! dixo don Quixote:
-¡y mentiroso llamas á uno de los mejores libros que los famosos gregos
-escribieron! Tú y el barbaro turco de tu amo sois los mentirosos, y
-mañana se lo haré yo confesar á él, mal que le pese, delante del Rey,
-con los filos desta espada. Digo, respondió el paje, que mi señor es
-muy buen cristiano, caballero de lo bueno, y conocido en España; y
-quien lo contrario dixere, miente y es un bellaco. Don Quixote, que
-tal oyó, metió mano á su espada y se fue, hecho un rayo, para el paje.
-El, en viendolo, se baxó por la ancha escalera á la calle, y saliendo
-á su puerta, dezia á vozes: Salga el bellaco que pone lengua en mi
-señor; que yo haré que le cueste caro. Y diziendo y haziendo tomó
-una piedra de la calle contra don Quixote, el cual salió tambien á
-ella armado como estaba; y con la espada en la mano y cubierto con su
-adarga, se fue contra el paje, el cual anticipandose en la ofensa, le
-tiró la piedra que tenia, con tal furia, que le dió con ella tal y tan
-desatinado golpe, que á no hallarle el pecho armado le pusiera la vida
-en contingencia. Al ruido y vozes que todos daban se llegó mucha gente;
-y como vieron aquel hombre armado con la espada y adarga, amenazando
-y aun arremetiendo al paje del conocido titular, no sabian que se
-dezir. Llegaron dos alguaziles con sus corchetes luego al corri<span
-class="pagenum" id="Page_250">p. 250</span>llo, y viendo lo que pasaba,
-se le acercó el uno, é intentando quitarle la espada, le dixo: ¿Que
-hazeis, hombre de Barrabas? ¿Estais loco? ¡En tal puesto y contra paje
-de persona de prendas tales, cual es el dueño dél y de esta casa,
-meteis mano! Venga la espada luego, y venios á la carcel; que á fe que
-os acordareis de la burla más de cuatro pares de dias. No respondió
-palabra don Quixote, sino que echando un pie atras y levantando la
-espada, dió al bueno del alguazil una gentil cuchillada en la cabeça,
-de la cual le començó á salir mucha sangre. Viendo esto el herido
-alguazil, començó á dar vozes diziendo: ¡Favor á la justicia; que me ha
-muerto este hombre! Llegaronse al ruido mil corchetes y alguaziles y
-otras personas, metiendo todos mano á sus espadas contra don Quixote,
-el cual con mucha alegria dezia: Salga Perianeo de Persia con todos
-sus aliados; que yo les daré á entender que él y cuantos en esta casa
-viven son perros enemigos de la ley de Jesucristo. Y con esto arrojaba
-á dos manos cuchilladas á todas partes. El pobre Sancho estaba á la
-puerta mirando lo que su amo hazia, y dixo en voz alta: Eso si, señor
-don Quixote, no se dé por vencido á esos bellacos de turcos, que le
-llevaran al Alcoran, y le circuncidaran mal que le pese, y despues le
-pondran á los pies unas trabas de hierro, como á mi en Sigüença. En
-esto cargó tanta gente sobre nuestro buen hidalgo, que á pesar suyo
-le quitaron la espada, y agarrandole media dozena de corchetes, le
-ataron las manos atras. Acertó á pasar por alli, cuando andaba en esta
-refriega, que era al anochecer, un alcalde de corte en su caballo, el
-cual viendo tanta gente junta, preguntó qué era la causa de aquello, y
-uno de los circunstantes le dixo: Señor, una grandisima desvergüença;
-que un hombre armado de todas pieças ha entrado en esta casa, do vive,
-como v. m. sabe, tal titular, y ha querido matar en ella un paje suyo,
-y queriendole prender ciertos alguaziles por ello y la resistencia
-que les hazia, temerariamente ha dado á uno de ellos una muy buena
-cuchillada. ¡Mal caso! respondió el alcalde de corte; y llegando
-donde los corchetes tenian á don Quixote sin poderle llevar, segun
-se resistia, mandó que le dexasen; y asi le levantaron de tierra, y
-puesto en pie, atadas las manos atras, le dixo el alcalde, maravillado
-de verle de aquella suerte y con tanta colera. Veni acá, hombre del
-diablo: ¿de donde sois y como os llamais, que tanto atrevimiento habeis
-tenido en casa de dueño de tan ilustres cualidades? Don Quixote le
-respondió: Y vos, hombre de Lucifer, que eso preguntais, ¿quién sois?
-Lo que habeis de hazer es ir vuestro camino adelante mucho de noramala,
-y no meteros en lo que no os va<span class="pagenum" id="Page_251">p.
-251</span> ni os viene; que yo quien quiera que fuere, soy cien vezes
-mejor que vos y la vil puta que os parió, y os lo haré confesar aqui
-á vozes, si hubo en mi preciado caballo y tomo la lança y adarga que
-aquesta soez y vil canalla me ha quitado; pero yo les daré el castigo
-que su loco atrevimiento merece, en matando al rey de Chipre Bramidan
-de Tajayunque, con quien tengo aplaçada batalla delante del rey
-Catolico; y juntamente tomaré vengança del principe Perianeo de Persia,
-cuyas son estas casas, si no castigara la descortesia que los de su
-real palacio me han hecho, siendo yo Fernan Gonçalez, primer conde de
-Castilla. Maravillose el alcalde de corte de oir los disparates de
-aquel hombre; pero uno de los corchetes dixo: V. m., señor, crea que
-este hombre es más bellaco que bobo, y ahora que ha hecho el disparate
-y lo conoce, se haze loco para que no le llevemos á la carcel. Ahora
-sus, dixo el alcalde de corte, llevenle á ella, y ponganle á buen
-recado hasta mañana que salga á la audiencia y se vea su pleito. Con
-esto le començaron á asir los corchetes, resistiendose él cuanto podia.
-Sucedió pues que á esta hora, que ya eran cerca de las nueve, llegó el
-titular á la puerta de su casa con mucho acompañamiento, y como vió
-tanta gente junta en su calle, preguntó la causa, y llegandose á él
-el alcalde de corte, le contó cuanto aquel hombre armado habia hecho
-y dicho. En oyendolo, se rió mucho el titular dello, y refiriendo al
-alcalde lo que don Quixote era, y como por su orden le habian traido
-á su casa, le suplicó le soltase, dandoselo como en fiado; que él se
-obligaba á entregarsele siempre que le requiriese ó constase que no era
-lo que le contaba, obligandose juntamente á todos los daños y costas
-de la cura del alguazil y á satisfacerle bastantemente. Lo mismo le
-rogaron todos los circunstantes que le acompañaban, deseosos de pasar
-la noche con el entretenimiento que les prometia el humor del preso y
-de los que venian en su compañia. Viose obligado el alcalde, viendo los
-ruegos y seguridades que le daban gente tan principal, á condescender
-con su deseo; y asi mandó á los corchetes le soltasen y entregasen
-al dicho titular, el cual viendole libre, le dixo: ¿Que es esto,
-señor Caballero Desamorado? ¿Qué aventura es esta que le ha sucedido?
-Respondió don Quixote: ¡Oh mi señor Perianeo de Persia! No es nada:
-que como toda esta gente es gente bahuna, no he querido hazer batalla
-con ella, aunque creo que alguno ha llevado ya el pago de su locura.
-En esto llegó Sancho, el cual estaba de lexos mirando todo lo que su
-amo habia padecido; y quitandose la caperuça, dixo: ¡Oh señor principe!
-Su merced sea bien venido para que libre á mi señor destos<span
-class="pagenum" id="Page_252">p. 252</span> grandisimos bellacos de
-alcaldes, peores que el de mi tierra, pues se han atrevido á quererle
-llevar agarrado á la carcel, cual si no fuera tan bueno como el rey y
-el papa y el que no tiene capa; que he visto el negocio de suerte, que
-si no fuera por v. m., creo que sin duda lo efectuaran y aun yo, á no
-temerles, les diera dos mil moxicones. Bien podeis creer, amigo, dixo
-el caballero, que si no lo fuera yo tanto del alcalde de corte como
-lo soy, y el respeto que él, como tal, me tiene, que lo pasara mal el
-señor don Quixote:—á quien asiendo de la mano tras esto, dixo: Venga
-v. m., señor principe de Grecia, y entre en mi casa; que en ella todo
-se hará bien, y los bellacos de sus contrarios seran castigados como
-merecen. Y despidiendose con mucho comedimiento de algunos de los que
-le acompañaban, como lo habia hecho ya del alcalde, se subió arriba
-con don Quixote y con Sancho. Quedaronse los corchetes hechos unos
-matachines en la calle sin su presa, y pasmados de ver que el titular
-llevase aquel hombre á su lado llamandole principe.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_31">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXXI</h2>
- <p class="subh2h">De lo que le sucedió á nuestro invencible
- caballero en casa del titular, y de la llegada que hizo en ella su
- cuñado don Carlos en compañia de don Alvaro Tarfe.</p>
-</div>
-
-<p>En subiendo arriba, dió orden el señor á su mayordomo llevase á
-cierto cuarto á don Quixote, Barbara y á Sancho, y les diese bien y
-abundantemente de cenar; y habiendolo ellos hecho, y lo mismo él,
-mandó al mismo mayordomo le sacase en su presencia á Barbara, para dar
-principio al entretenimiento que pensaba tener él y los que habian
-cenado en su compañia, que eran algunos caballeros, con los dislates
-de don Quixote, confiando les daria cuenta de su principio y causa
-la dicha Barbara. Baxó pues ella, no poco turbada y medrosa de verse
-llamar á solas; y puesta en presencia de los caballeros, la dixo el que
-la habia hospedado: Diganos la verdad desnuda, señora reina Zenobia, de
-su vida y de la deste galan y valeroso caballero andante que tanto la
-cela y defiende. La mia, señores ilustrisimos, es la que tengo dicha
-en el Prado, breve y llena de altos y baxos, como tierra de Galicia.
-Barbara de Villalobos me llamo, nombre heredado de una agüela que
-me crió, buen siglo haya, en Guadalaxara; vieja soy, moça me vi, y
-siendolo, tuve los encuentros que otras, no faltandome quien me rogase
-y alabase, ni á mí me faltaron los ordinarios desvanecimientos de
-las<span class="pagenum" id="Page_253">p. 253</span> demas mugeres,
-creyendo aun más de lo que me dezia de mi talle y gracia el poeta
-que me la celebraba; pues lo era el bellacon que á cargo tiene mi
-pudicicia: entreguesela, y entreguemele amandole, y mintiendo á las
-personas que me pedian de derecho cuenta de mis pasos. Supieronse
-presto en Guadalaxara los en que andaba; que no hay cosa más parlera
-que una muger, perdido el recato, pues en lengua, manos, pies, ojos,
-meneos, trage y galas trae escrita su propia deshonra: sintió mi
-agüela la mia á par de muerte, y murió presto del sentimiento: tuvele
-yo grande por ello, y más porque mi Escarraman me habia ya dexado.
-Hube de heredarla; vendi los muebles y hize todo el dinero que pude
-dellos, con que me baxé á Alcala, do he vivido más de veinte y seis
-años, ocupada en servir á todo el mundo, y más á gente de capa negra
-y habito largo; que en efecto soy naturalmente inclinada á cosa de
-letras; si bien las mias no se extienden á más que á hazer y deshazer
-bien una cama, á adereçar bien un menudo, por grande que sea, y sobre
-todo, á dar su punto á una olla podrida, y abahar de populo barbaro
-una escudilla de repollo, sopas y caldo. Lo demas de la desgracia
-ultima que me sacó de aquella vita bona, ya se lo tengo dicho á vuesa
-señoria en el Prado, y le he dado cuenta de cómo crei al socarron del
-aragones, que me dió á entender se casaria conmigo si, vendidos mis
-muebles, le seguia hasta su tierra; mejor le siga la desgracia, que
-él cumplió lo prometido: yo si que fui tonta, y asi es bien que quien
-tal haze que tal pague. Metiome en un pinar, y hurtome cuanto llevaba,
-dexandome aporreada y maniatada en camisa; pasó por alli este locazo
-mentecato de manchego con el tonto de Sancho Pança y otros que iban con
-ellos, y sintiendo mis lamentos, me desataron y ampararon, trayendome
-consigo hasta Sigüença, do me vistió don Quixote de la ropa que traigo,
-con que me veo obligada á acompañarle hasta que se canse de llamarme
-reina Zenobia, y de sufrir él y su escudero los porrazos é injurias
-que los he visto sufrir en Sigüença y en la venta vecina de Alcala,
-do el autor de tal compañia de comediantes les apuró de suerte, que
-por poco acabaran con sus desventuradas aventuras. Refirió tras esto
-cuanto en la venta y en Alcala les habia sucedido, hasta llegar al
-Prado, con un desenfado y donaire que á todos les admiró y provocó á
-risa. Mandaron para cumplimiento de la farsa baxar á don Quixote y á
-Sancho; y puestos ambos en su presencia, el uno armado y el criado
-encaperuçado, dixo el titular á don Quixote: Bien sea venido el nunca
-vencido Caballero Desamorado, defensor de gente menesterosa, desfazedor
-de tuertos y endilgador de justi<span class="pagenum" id="Page_254">p.
-254</span>cias. Y asentandole junto á sí, y á Barbara á su lado, que
-no se quiso asentar de otra suerte, prosiguió, estando la sala llena
-de la gente de casa, que perecia de risa: ¿Cómo le va á v. m. en esta
-corte desde que está en ella? Denos razon de lo que siente de su
-grandeza, y perdoneme el atrevimiento que he tenido en querer alojar
-en mi casa personas de tan singular valor, cual son v. m. y la señora
-reina de las Amazonas, recebiendo la voluntad con que le sirvo, pues
-ella suple la falta de las obras. Esa recibo, respondió don Quixote,
-invicto principe Perianeo, y lo mismo haze la poderosa reina Zenobia,
-que aqui asiste honrando esta sala; y tiempo vendrá en que yo pague
-tan buenos servicios con ventaja, y será cuando yendo con el duque
-Alfiron persiano á la gran ciudad de Persepolis, le haga casar á v.
-m. á pesar de todo el mundo con su bella hermana, llamandome entonzes
-yo, por la imagen que traeré en el escudo, el Caballero de la rica
-Figura, pues será la que llevaré pintada al vivo en él, de la infanta
-Florisbella de Babilonia. Suplico á v. m., dixo el titular, que era
-hombre de gallardo humor, no toque esa tecla de la infanta Florisbella,
-pues sabe que yo ando muerto por sus pedazos; y hagame merced de que
-se quede este negocio aqui; que presto se averiguará la justicia de
-mi pretension en esta parte, entrando con v. m. en la batalla campal
-que tengo aplaçada. Su execucion insto, replicó don Quixote, y barras
-derechas. Salió Sancho Pança en oyendo esto, y dixo: Par diez, señor
-pagano, que v. m. es tan hombre de bien como yo haya visto en toda la
-Pagania otro, dexando aparte que es mal cristiano, por ser, como todo
-el mundo sabe, turco; y asi no querria pusiese la vida al tablero,
-entrando en batalla con mi señor; que seria mal caso viniese á morir
-á sus manos quien en su casa nos ha hecho servicio de darnos de cenar
-como á unos papagayos, tantos y tales guisados, que bastaban á tornar
-el cuerpo al alma de una piedra. ¿Sabe con quien querria yo que don
-Quixote mi señor hiziese pelea? Con estos demonios de alguaziles y
-porteros que nos hazen á cada paso terribles desaguisados, y tales
-cual es el en que nos acabamos de ver ahora, pues nos han puesto á amo
-y criado en el mayor aprieto que nos habemos visto desde que andamos
-por esos mundos á caza de aventuras; y si no fuera porque vino á buen
-tiempo v. m., mi señor se viera como en Çaragoça á medio açotar; pero
-yo le juro por vida de los tres reyes de Oriente y de cuantos hay
-en el Poniente, que si cojo alguno dellos en descampado y de suerte
-que pueda hazer dél á mi salvo, que me tengo de hartar de darle de
-moxicones, dandole moxicon por aqui y moxicon por<span class="pagenum"
-id="Page_255">p. 255</span> alli, este por arriba y este otro por
-abaxo. Dezia esto Sancho con tal colera dando moxicones por el aire,
-como si verdaderamente se aporreara con el alguazil, dando mil vueltas
-al derredor, hasta que cayendosele la caperuça en el suelo, la levantó
-diziendo: A fe que lo puede agradecer á que se me cayó la caperuça;
-que á no ser esto, llevara su merecido el muy guiton, para que otra
-vez no se atreviera, ú otro tal cual él, á tomarse con un escudero
-andante tan honrado como yo, y de tan valeroso dueño como mi señor don
-Quixote. Rieron cuantos en la sala estaban de ver la necia colera de
-Sancho, al cual dixo el titular: Yo, señor Sancho, no puedo dexar de
-salir en batalla con el señor Caballero Desamorado de la cual saldré
-sin duda con vitoria, porque mi valor es conocido, y singular es el
-favor que cierto mago que tengo de mi parte me da siempre. Eso se verá,
-replicó don Quixote, á las obras á que me remito. Parecioles en esto
-á todos que era bien dar lugar á la noche, y levantandose de la silla
-el titular, dixo á don Quixote: Mire v. m., señor Desamorado, lo que
-emprende en emprender á pelear conmigo, y duerma sobre ello. Sobre
-una muy buena cama dormirá mejor mi señor, respondió Sancho, y yo y
-la señora reina, otro que tal. No faltaran esas, dixo el titular. Y
-mandando llevarlos á ellas, se fueron á acostar todos. Dos ó tres dias
-tuvieron los del palacio semejantes y mejores ratos de entretenimiento
-á todas horas con los tres huespedes, que jamas los dexaron salir de
-casa, conociendoles el humor y cuan ocasionados eran para alborotar la
-corte. Al cabo dellos quiso Dios que llegasen á ella don Carlos con su
-amigo don Alvaro, á quien por aguardar que convaleciese de una mala
-gana que le habia sobrevenido en Çaragoça, no quiso dexar don Carlos,
-y esta fue la causa de no haber llegado mucho antes. Alborotose y
-regocijose toda la casa con su venida; que la deseaban para celebrar
-y concluir el casamiento del dueño della todos; y al cabo de rato que
-estaban los huespedes en ella, acaso les dixo el titular como les
-daria muy buenos ratos de entretenimiento con tres interlocutores que
-tenia de lindo humor para hazer rediculos entremeses de repente; y
-diziendoles quien eran, y del modo que los habia hallado y llevado á su
-casa y lo que en ella con ellos les habia sucedido, holgaron infinito
-don Carlos y don Alvaro de la nueva, porque venian igualmente deseosos
-y cuidadosos de don Quixote, á quien despues de cenar mandaron salir,
-como solian, á la sala con Sancho y Barbara, de cuya vida ya habia
-dado el titulo tambien noticia á don Carlos y á don Alvaro, como ellos
-se la habian dado á él de cuanto les habia pasado en Çaragoça con
-él<span class="pagenum" id="Page_256">p. 256</span> y su escudero
-Sancho, y en particular don Alvaro, que se la dió de los sucesos del
-Argamesilla. Determinaron los dos no darseles á conocer al principio;
-y calandose los sombreros, sentados al lado del titular, á la que se
-entraron por la sala los tres, reina, amo y criado, empezó á hablar
-del tenor siguiente el fingido Perianeo: Presto, valeroso manchego,
-mediré mi espada con la vuestra si perseverais en vuestros treze de no
-rendirmeos, dexando de favorecer á don Belianis de Grecia; y es cierto
-quedareis en la batalla infamemente vencido, pues tengo de mi parte
-aqui á mi lado el sabio Friston, mi diligentisimo historiador y gran
-agente de mis partes. Y diziendo esto, señaló á don Alvaro, el cual
-cubriendose lo mejor que pudo, se puso luego en pie entre don Quixote
-y Sancho (que Barbara ya ocupaba su ordinario asiento), y dixo con
-voz hueca y arrogante: Caballero Desamorado de la infanta Dulcinea
-del Toboso, á quien tanto un tiempo adoraste, serviste, escribiste
-y respetaste, y por cuyos desdenes hiziste tan aspera penitencia en
-Sierra Morena, como se cuenta en no sé que anales que andan por ahi en
-humilde idioma escritos de mano por no sé que Alquife: ¿eres tú por
-ventura don Quixote de la Mancha, cuya fama anda esparcida por las
-cuatro partes del mundo? Y si lo eres, ¿cómo estas aqui tan cobarde
-cuanto ocioso? Don Quixote, oyendo esto, volvió la cabeça diziendole:
-Respondele tú, Sancho, á este sabio Friston, porque no merece el oir la
-respuesta que pretende de mi boca, pues no me tiro ni pongo con gente
-que no tiene más de palabras, cual estos encantadores y nigromanticos.
-Quedó Sancho muy alegre de oir lo que su amo le mandaba, y poniendose
-frente á frente de don Alvaro, cruzados los braços, le dixo con voz
-furiosa desta manera: Soberbio y descomunal sabio, nosotros somos
-esos de las cuatro partes del mundo por quien preguntas, como tu eres
-hijo de tu madre y nieto de tus abuelos. Pues esta noche, replicó don
-Alvaro, tengo de hazer un tan fuerte encantamiento en daño vuestro,
-que llevando por los aires á la reina Zenobia, la porné en un punto en
-los montes Pirineos, para comerla alli frita en tortilla, volviendo
-luego por ti y tu escudero Sancho Pança para hazer lo mesmo de ambos.
-Por nosotros dezimos, respondió Sancho, que no queremos ir allá ni
-nos pasa por la imaginacion: si quiere llevar á la reina Segovia,
-hagalo muy en hora buena; que nos hará mucho placer en ello, y el
-diablo lleve á quien lo contradixese, pues no nos sirve de otra cosa
-por esos caminos mas que de echarnos en costa, que ya habemos gastado
-con ella en mula y vestidos más de cuarenta ducados sin lo que ha
-comido, y lo bueno es que<span class="pagenum" id="Page_257">p.
-257</span> quien despues se lleva la mejor parte, son los moços de los
-comediantes: solo le advierto, como amigo, que si ha de llevarsela,
-mire bien
-<span class="cambiado"
- title="Errata. En el libro impreso: come"
- id="err_3">como</span> la come; porque es un poco vieja y estará
-dura como todos los diablos; y asi lo que podrá hazer, será echalla en
-una olla grande (si la tiene) con sus berças, nabos, ajos, cebollas y
-tocino, y dexandola cocer tres ó cuatro dias, estará comedera algun
-tanto, y será lo mesmo comer della que comer de un pedazo de vaca, si
-bien no le tengo invidia á la comida. No pudo don Alvaro, oyendo esto,
-disimular más, viendo que todos se reian, y asi se fue para don Quixote
-los braços abiertos diziendole: ¡Oh mi señor Caballero Desamorado!
-deme esos braços, y mireme bien la cara, que ella le dirá como el que
-le habla y tiene delante es don Alvaro Tarfe, su huesped y gran amigo.
-Don Quixote le conoció luego, y abraçandole le dixo: ¡Oh mi señor don
-Alvaro! V. m. sea bien venido; ya me espantaba yo que el sabio Friston
-se desvergonçara tanto conmigo; pero no ha estado mala la burla que
-v. m. nos ha hecho á mí y á Sancho mi criado. Sancho, que oyó lo que
-su amo dezia á don Alvaro luego le conoció, hincandose de rodillas á
-sus pies, y puesta la caperuça en las manos, le dixo: ¡Oh mi señor don
-Tarfe! V. m. sea tan bien venido como lo fuera agora por esa sala una
-olla cual la que yo acabo de guisar de la reina Segovia, y perdoneme
-la colera; que como dixo que era aquel maldito sabio que nos queria
-llevar á los montes Pirineos, mil vezes he estado tentado con estos
-aunque pecadores puños cerrados, para cargalle de moxicones antes que
-saliera de la sala, confiado de que al primer repiquete de broquel me
-habia de ayudar mi señor don Quixote. Don Alvaro le respondió: Yo le
-agradezco mucho, señor Sancho, la buena obra que me queria hazer; pues
-á fe que no se las he hecho yo tan malas en Çaragoça en mi casa y en
-la del señor don Carlos, do les dabamos aquellos regalados platos que
-v. m. sabe. ¿Donde, replicó Sancho, está el señor don Carlos? Aqui
-está para serviros, respondió el mismo, levantandose de su asiento á
-abraçar á don Quixote, como realmente lo hizo, con igual retorno del
-y de su criado; y luego le dixo: No llegara á esta corte, señor don
-Quixote, si no fuera por apadrinarle en la batalla que ha de hazer con
-el rey de Chipre Bramidan, sacandole del mundo, pues me dizen dél está
-en medio de la plaça Mayor desafiando cada dia á cuantos caballeros la
-pasean, y venciendolos á todos, sin haber quien le resista: cosa que
-tiene al Rey y grandes del reino no poco corridos, y estan por momentos
-aguardando á que<span class="pagenum" id="Page_258">p. 258</span>
-Dios les depare un tal y tan buen caballero, que sea bastante á vencer
-y cortar la cabeça á tan infernal monstruo. Don Quixote le respondió:
-Ya me parece, señor don Carlos, que los pecados y maldades del rey de
-Chipre, los cuales dan vozes delante de Dios, han llegado á su ultimo
-punto; y asi esta tarde sin falta se le dará el castigo que sus malas
-obras piden. Haga cuenta v. m., dixo Sancho, señor don Carlos, que hoy
-acabamos con ese demonio de gigante que tan cansados nos tiene, pero
-porque entienda mi señor don Quixote que no he recebido en vano el
-orden de escuderia, dixo, que yo tambien quiero hazer batalla delante
-de todo el mundo con aquel escudero negro que dicho gigante trae
-consigo, á quien yo vi en Çaragoça en casa del señor don Alvaro, porque
-me parece que no tiene espada ni otras armas ningunas, y que está de
-la manera que yo estoy; y asi digo que se las quiero tener tiesas, y
-hazer con él una sanguinolenta pelea de cozes, moxicones, pellizcos
-y bocados; que si es escudero él de un gigante pagano, yo lo soy de
-un caballero andante cristiano y manchego; y escudero por escudero,
-Valladolid en Castilla, y amo por amo, Lisboa en Portugal. ¡Mirad que
-cuerpo non de Dios con él y con la negra de su madre! Pues guardese de
-mí como del diablo; que si antes de entrar en la pelea me como media
-dozena de cabeças de ajos crudos, y me espeto otras tantas vezes del
-tinto de Villarobledo, arrojaré el moxicon que derribe una peña. ¡Oh
-pobre escudero negro y que bellaca tarde se le apareja! ¡Más te valiera
-haber quedado en Monicongo con los otros hermanos fanchicos que allá
-estan, que no venir á morir á moxicones en las manos de Pança: vs. ms.
-se queden con Dios; que voy á efetuarlo! Detuvole don Carlos diziendo:
-Aguardad, amigo, que aun no es hora de pelear, y descuidad, y dexad el
-negocio en mis manos. Eso haré de bonisima gana, replicó Sancho, y aun
-se las beso por la merced que me haze; que manos besa el hombre que
-las querria ver cortadas. ¡Oh Sancho! dixo don Carlos ¡tanto mal os
-he hecho yo, que querriades verme cortadas las manos! No lo digo por
-eso, respondió él, sino que me vino á la boca ese refran, como se me
-vienen otros; y antes plegue á Dios vea yo manos tan honradas envueltas
-entre aquellos benditos platos de alhondiguillas y pieles de manjar
-blanco, que estaban en Çaragoça, pues confio que me iria mal en ello.
-Volviose don Quixote, acabadas estas razones, al titular, diziendo:
-Aqui tengo, principe Perianeo, la flor de mis amigos, y quien dará
-noticia bastante de mi valor y<span class="pagenum" id="Page_259">p.
-259</span> hazañas á v. m., y le desengañaran de cuan temerario es en
-no rendirseme, desistiendo de la pretension de la infanta Florisbella,
-en bien de don Belianis, mi intimo familiar. ¿Pues pretende, respondió
-don Alvaro, este principe entrar con v. m. señor don Quixote, en
-batalla? Es tan grande su atrevimiento replicó él, que se quiere poner
-en cuentas conmigo: cosa que siento en el anima, porque no querria
-verme obligado á ser verdugo de quien tan honrada y cumplidamente me
-ha hospedado; pero lo que podré hazer por él, será, para que tenga más
-largo el plaço para deliberar lo que más le conviniere, entrar primero
-en batalla con el rey Bramidan de Tajayunque, y luego con el alevoso
-hijo del rey de Cordoba, en defensa de la inocencia de su reina madre.
-No es poca merced la que se nos haze á todos, le dixo don Carlos, en
-diferir esta batalla; que en efeto á todos nos importa se ahorren
-pesadumbres entre dos principes tan poderosos como es Perianeo y v.
-m., y con las largas confio componer sus pretensiones sin agravio de
-ninguna de las partes. Las del señor principe pagano, respondió Sancho,
-son tales, que me obligan á desearle servir aun en la misma pelea; y
-haziendolo desde aqui, le doy por consejo que no salga á ella sino es
-bien comido; que en fin la tarde es larga; y aun será acertado llevarse
-alguna cosa fiambre para mientras descansaren, por si acaso les diere
-gana de comer el cansancio: yo desde aqui le ofrezco llevarlo todo, si
-quisiere, sobre mi rucio, en unas alforjas grandes que tengo; y más, me
-ofrezco á mandar á mi amo cuando le haya vencido á su merced y le tenga
-derribado en tierra y esto para cortarle la cabeça, se la corte poco á
-poco, porque le haga menos mal. Agradeciole el principe Perianeo los
-buenos servicios que deseaba hazerle, y á su amo le acetó la dilacion
-de la batalla mostrando deseaba mucho su amistad, y que temia el haber
-de salir en campaña con él, supuesto el abono que de su valor daban
-don Carlos y don Alvaro, el cual dixo á todos: Pareceme, señores, que
-estos negocios quedan en buen punto; y asi razon será irnos á reposar;
-que harto tendremos que hazer mañana en dar aviso á toda la corte de
-la venida del señor don Quixote, y del fin que le trae á ella, que es
-el deseo grande que tiene de libertarla de las molestias del insolente
-rey Bramidan. Parecioles á todos bien la aguda traça de atajar la
-prolixa conversacion; y encaminandose cada uno para su cuarto, salieron
-todos de la sala. Apenas estuvo fuera della el pobre Sancho, cuando le
-cogieron los criados<span class="pagenum" id="Page_260">p. 260</span>
-de don Alvaro y de don Carlos, á quienes conocia él bien, y preguntando
-del cocinero coxo, y dandose la bien venida entre si, le dixo uno de
-ellos: A fe, señor Sancho, que va v. m. medrando bravamente; no me
-desagrada que al cabo de sus dias dé en rufian; por mi vida que no
-es mala la moça; rolliça la ha escogido, señal de buen gusto; pero
-guardela de los gavilanes desta corte, y v. m. vaya sobre el aviso, no
-le coja algun alcalde de corte con el hurto en las manos; que á fe que
-no le faltaran docientos y galeras; que liberalisimamente se dan esas
-prebendas en la corte. No es mia la moça, respondió Sancho, sino del
-diablo que nos la endilgó en camisa en medio de un bosque; y de esa
-suerte y por el tanto la podran tomar vs. ms. siempre que quisieren;
-que la ropa que trae nuestro dinero nos cuesta; y juro non de Dios que
-si por ella me diesen, no digo docientos açotes y galeras, sino cuatro
-mil obispados, que la diera á Barrabas á ella y á todo su linaje, y que
-hiziera que se acordara de mi mientras viviera. En esto se le subieron
-á dormir á sus aposentos, haziendole dezir dos mil dislates á barato de
-los relieves que de la cena les habian quedado.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_32">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXXII</h2>
- <p class="subh2h">En que se prosiguen las graciosas demostraciones
- que nuestro hidalgo don Quixote y su fidelisimo escudero Sancho
- hizieron de su valor en la&nbsp;corte.</p>
-</div>
-
-<p>Parecioles al titular y á don Carlos que la primera cosa que habian
-de hazer, salidos de casa y oida misa, era besar las manos á su
-magestad y á algunos señores de calidad y del consejo, dandoles parte
-del estado del casamiento. Efectuaronlo pues asi saliendo acompañados
-de don Alvaro y de otros amigos que habian venido á visitar á don
-Carlos. Ya estaban levantados sus huespedes don Quixote, Barbara y
-Sancho á la que salian de casa; que no tuvieron poco en que entender
-con ellos en hazerles quedar en ella; que no habia remedio con don
-Quixote, sino que les habia de honrar con su compañia, subido en
-Rocinante; y á puras promesas de que enviarian luego por él, dada
-razon de su venida á los grandes, le hizieron quedar, aunque no sin
-guardas, para que de ninguna suerte le dexasen á él ni á los de su
-compañia salir de casa. A la que los señores salian della, se asomó
-de prisa Sancho á una ventana, diziendo á vozes: Señor don Car<span
-class="pagenum" id="Page_261">p. 261</span>los, si acaso topare por
-ahi aquel escudero negro, mi contrario, digale que le beso las manos,
-y que se apareje para esta tarde ó mañana para acabar aquella batalla
-que sabe con uno de los mejores escuderos que tiene barbas en cinta;
-y más, que le desafio para despues de la pelea á quien segará mejor
-y más apriesa, y aun le daré dos ó tres gabillas de ventaja, con tal
-condicion que comamos primero un gentil gazapo con su ajo; que yo lo
-sé hazer á las mil maravillas. Tirole en esto don Quixote del sayo
-con colera, diziendo: ¿Es posible, Sancho, que no ha de haber para ti
-guerra, conversacion ni pasatiempo que no sea de cosas de comer? Dexa
-estar al escudero negro; que sobre mí que él te venga sobrado á las
-manos; y aun á fe que entiendo que habras bien menester las tuyas para
-él. No habré, replicó Sancho, porque pienso ir prevenido á la pelea,
-llevando en la mano zurda una gran bola de pez blanda de çapatero,
-para cuando el negro me vaya á dar algun gran moxicon en las narizes,
-reparar el golpe en dicha bola, pues es cierto que dando él el golpe
-en ella con la furia que le dará, se le quedará la mano pegada de
-manera que no la pueda desasir; y asi, viendole yo con la mano derecha
-menos, y que no se puede aprovechar della, le daré á mi salvo tantos
-y tan fieros moxicones en las narizes, que de negras se las volveré
-coloradas á pura sangre. Hizieron sus visitas el titular, don Carlos
-y don Alvaro, teniendo ventura en poder besar las manos de espacio
-á su magestad, y, de poder tratar de sus negocios con él y con los
-demas señores á quienes tenian obligacion de dar los primeros avisos
-del casamiento; y en la ultima visita que hizieron á un personage de
-su calidad y muy familiar y amigo, casado con una dama de buen gusto,
-dieron cuenta de los huespedes que tenian en casa y de los buenos ratos
-que pasaban con ellos, pues eran los mejores que señor podia pasar en
-el mundo. Encarecieron tanto los humores de ellos, que el marido y
-muger les rogaron con notables veras se los llevasen á su casa aquella
-tarde para pasarla buena. Ofrecieronlo de hazer, con condicion de
-que se habia de fingir él gran archipampano de Sevilla, y su muger
-archipampanesa, diziendo que don Quixote era hombre que solo se pagaba
-de principes de nombres campanudos, porque el tema de su locura era ser
-caballero andante, desfazedor de agravios, y defensor de reinos, reyes
-y reinas; y que asi se le habia puesto en la cabeça que una feisima
-mondonguera de Alcala, que traia por fuerça en su compañia, era la
-reina Zenobia, que no la habia dexado menos pere<span class="pagenum"
-id="Page_262">p. 262</span>nal la vana y ordinaria lectura de libros
-de fabulosas caballerias, á la cual se habia dado por el credito que
-daba á todas las quimeras que en ellos se cuentan, teniendolas por
-verdaderas. Con este concierto se volvieron á su casa á comer, dando
-de parte del grande Archipampano un recado á don Quixote sobremesa, y
-diziendole juntamente como todos habian de ir, caido el sol, á besarle
-las manos él y Sancho, metidos en coches, por ser muy de principes
-pasear la corte aquellos meses en carroças, y no en caballos. Aceptó
-la ida don Quixote, y lo mismo hizo Sancho. En pareciendoles á los
-señores hora, mandaron aprestar los coches, y metiendose todos dentro
-con don Quixote, armado y embroquelado con su adarga, y con Sancho,
-caminaron hazia la casa del fingido Archipampano, á quien dieron los
-pajes luego aviso de las visitas que llegaban. En sabiendolo, se puso
-baxo un dosel en una gran sala á recebilles; y entrando el titular,
-don Carlos y don Alvaro en ella, le saludaron con notable cortesia y
-disimulacion, y asentandose por su mandado junto á él, llena la sala
-de la gente que los acompañaba y de la de casa, y estando en otro cabo
-della, en un buen estrado, la muger con algunas dueñas y criadas, se
-levantó don Alvaro, y tomando de la mano á don Quixote, le presentó
-con notable cortesia delante del Archipampano, diziendo: Aqui tiene
-vuesa alteza, señor de los flujos y reflujos del mar, y poderosisimo
-archipampano de las Indias oceanas y mediterraneas, del Helesponto
-y gran Arcadia, la nata y la flor de toda la caballeria manchega,
-amigo de vuesa alteza y gran defensor de todos sus reinos, insulas y
-peninsulas. Dicho esto, se volvió á asentar, y quedando don Quixote
-puesto en mitad de la sala, mirando á todas partes con mucha gravedad,
-puesto el cuento de la lança, que un criado le traxo, en tierra, estuvo
-callando hasta que vió que todos habian visto y leido las figuras y
-letras de su adarga; y cuando vió que callaban y estaban aguardando
-á que él hablase, con voz serena y grave començó á dezir: Magnanimo,
-poderoso y siempre augusto archipampano de las Indias, decediente de
-los Heliogabalos, Sardanapalos y demas emperadores antiguos: hoy ha
-venido á vuestra real presencia el Caballero Desamorado, si nunca
-le oistes dezir, el cual, despues de haber andado la mayor parte de
-nuestro hemisferio, y haber muerto y vencido en él un numero infinito
-de jayanes y descomunales gigantes, desencantando castillos, libertando
-donzellas, tras haber deshecho tuertos, vengando reyes, vencido reinos,
-sujetado provincias, libertado imperios, y traido la deseada paz á
-las más remotas insulas, mirando con los ojos de la consideracion á
-todo lo res<span class="pagenum" id="Page_263">p. 263</span>tante
-del mundo, he visto que no hay en toda la redondez dél, rey ni
-emperador que más digno sea y mejor merezca mi amistad, conversacion
-y trato que vuesa alteza, por el valor de su persona, lustre de sus
-progenitores, grandeza de su imperio y patrimonio, y principalmente
-por el esfuerço que muestra su bella y robusta presencia, por tanto
-yo he venido, magnanimo monarca, no á honrarme con vos, que asaz
-tengo de honra adquirida; ni á procurar vuestras riqueças ni reinos,
-que ahi tengo yo el imperio de Grecia, Babilonia y Trapisoda para
-cada y cuando que los quisiere; ni á deprender cortesias ni otras
-cualesquier gracias ni virtudes de vuestros caballeros, que mal puede
-aprender quien es conocido por todos los principes de buen gusto, por
-espejo y dechado de virtud, crianza y de todo prudencial y buen orden
-militar; sino á que desde este dia me tengais por verdadero amigo,
-pues dello os resultará no solamente honra y provecho, sino juntamente
-sumo contento y alegria; que llano es que todos los emperadores del
-mundo, en viendome de vuestra parte, os han de rendir, mal que les
-pese, vasallage, enviar parias, multiplicar embaxadores, á fin solo de
-hazer con vos inviolables y perpetuas treguas mientras yo en vuestra
-casa estuviere, compelidos del temor que con el trueno de mi nombre
-y con la gloria de mis fazañas les entrará por los oidos hasta lo
-intimo del coraçon, y porque veais que la fama que de mis obras habeis
-oido, no es solamente voz que se la lleva el viento, sino valentias
-heroicas y conquistas celebres, acabadas con suma felizidad, y
-felizidad en gloria de orden de la caballeria andantesca, quiero que
-luego en vuestra presencia venga conmigo á las manos aquel soberbio
-gigante Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, con quien ha más de un
-mes tengo aplaçada batalla para delante de vos y de todos vuestros
-grandes, en cuya presencia le he de cortar la monstruosa cabeça, y
-ofrecerla á la gran Zenobia, reina hermosisima de las Amazonas, con
-cuyo lado me honro, y á quien pienso dar el dicho reino de Chipre entre
-tanto que este braço la restituye en el suyo, que el Gran Turco le
-tiene usurpado, quedandome atras esta vitoria; la que tambien espero
-alcançar de cierto hijo del rey de Cordoba, tan alevoso, que en mi
-presencia levantó un falso testimonio á una reina, de quien es aliado;
-y por remate hazer desistir de la vida ó de su pretension al principe
-Perianeo de Persia en los amores de la infanta Florisbella, pues los
-solicita mi grande amigo Belianis de Grecia, y no cumpliria con lo
-que á quien soy debo si no le dexase sin pretendiente tan importante
-en tan grave pretension. Vuesa alteza, pues, mande luego á los tres
-venir por<span class="pagenum" id="Page_264">p. 264</span> orden á
-esta real sala; que de nuevo les reto, desafio y aplaço. Dicho esto,
-quedaron él callando, y todos los demas de la sala tan suspensos de oir
-los concertados disparates de aquel hombre, y la gravedad y visages
-con que los dezia, que no sabian quien ni como saliese á responderle.
-Pero al cabo de rato el mismo Archipampano le dixo: Infinito huelgo,
-invicto y gallardo manchego, de que hayais querido hazer eleccion de mi
-corte y de los servicios que en ella os pienso hazer para bien suyo,
-gloria vuestra y aumento de mis estados, y más de que haya sido vuestra
-venida á ellos en tiempo que tan oprimidos me los tiene ese barbaro
-principe de Tajayunque que dezis; pero porque es ardua la empresa del
-duelo que con él teneis aplaçado, quiero, para deliberar sobre ello con
-más acuerdo, que se dilate hasta que lo consulte con mis grandes; que
-esotros desafios de los principes Perianeo y de Cordoba son de menos
-consideración, y facilmente se comprenderan ó rendiran ellos despues,
-cuando vean triunfais del rey de Chipre. La dilacion pues de su batalla
-os pido consintais en primer lugar, y en segundo os ruego os retireis
-cuanto pudieredes de las damas de mi casa y corte, pues estando vos en
-ella, y siendo el Caballero Desamorado, y tan galan, dispuesto, bien
-hablado y valiente, de fuerça han de estar todas ellas con grandisima
-vigilancia, y aun competencia, sobre cual ha de ser la tan dichosa
-y bien afortunada que os merezca; y no es mi intencion caseis con
-ninguna dellas, porque pretendo casaros con la infanta mi hija, que
-alli veis, luego que os vea coronado emperador de Grecia, Babilonia y
-Trapisonda, y de aqui adelante recebiré á merced de que como yerno mio
-en espera, tengais esta casa por propria, sirviendoos della y de mis
-proprios caballeros y criados. Don Carlos llamó en esto por un lado de
-la silla á Sancho y le dixo: Ahora es tiempo, amigo Sancho, de que el
-poderoso Archipampano os conozca y vea vuestro buen entendimiento; y
-asi no perdais la ocasion que teneis; antes dezidle con mucha y buena
-retorica, se sirva de mandaros dar á vos tambien licencia para hazer
-la batalla con aquel escudero negro que sabeis, pues venciendole, es
-cierto os dará el orden de caballeria, quedando tan caballero y famoso
-para toda vuestra vida, como lo es don Quixote. Apenas hubo oido Sancho
-tal consejo, cuando se puso en medio de la sala, delante de su amo,
-de rodillas, teniendo la caperuça en las manos, y diziendole en voz
-alta: Mi señor don Quixote de la Mancha, si alguna merced le he hecho
-en este mundo, le suplico por los buenos servicios de Rocinante, que
-es la persona que más puede con v. m., me dé, en pago della y dellos,
-licencia para<span class="pagenum" id="Page_265">p. 265</span> hablar
-á este señor Arcadepampanos media dozena de palabras de grandisima
-importancia, pues visto por él mi ingenio, sin duda verná, andando
-dias y viniendo dias, á darme el orden de caballeria con los hazes y
-enveses que v. m. le tiene. Don Quixote le dixo: Sancho, yo te la doy;
-pero con condición que no hagas ni digas necedad alguna de las que
-sueles. Para eso, dixo Sancho, buen remedio; pongase v. m. tras mí, y
-en viendo que se me suelta alguna, que no podrá ser menos, tireme de la
-halda del sayo, y verá como me desdigo de cuanto hubiere dicho. Llegose
-inmediatamente don Quixote al caballero que tenia por archipampano,
-y dixole: Para que vuesa alteza, señor mio, vea que como verdadero
-andante traigo conmigo escudero de calidad, y fidelisimo para llevar
-y traer recados á las princesas y caballeros con quien se me ofrece
-comunicar, suplicole oiga este que aqui le presento, llamado Sancho
-Pança, natural del Argamesilla de la Mancha, hombre de bonisimas partes
-y respetos; porque tiene que hablar con vuesa alteza un negocio de
-importancia, si para ello se le diere licencia. El Archipampano le
-respondió que se la daba muy cumplida, pues habia echado de ver en
-su talle, trage y fisonomia, que no podia ser menos discreto que su
-amo. Pusose Sancho luego en medio, y volviendo la cabeça, dixo á don
-Quixote: Deme v. m. esa lança, para que me ponga como v. m. estaba
-cuando hablaba al Arcapampanos. Don Quixote le respondió: ¿Para qué
-diablos la quieres? ¿No ves que no estás armado como yo? Ya comienças á
-hacer necedades. Pues vaya v. m. contando, replicó Sancho, que ya tengo
-una; y poniendo las manos en arco, sin quitarse la caperuça, con no
-poca risa de los que le miraban, estuvo un buen rato sin hablar, hasta
-que viendolos callar, començó á dezir, procurando empeçar como su amo
-don Quixote, á cuyas razones habia estado no poco atento: ¡Magnanimo,
-poderoso y siempre agosto harto de pampanos...! Don Quixote le tiró
-del sayo, diziendo: Di augusto archipampano, y habla con tiento; y él,
-volviendo la cabeça, dixo: ¿Que más tiene augusto que agosto, y esotro
-de pampanos? ¿Todo no se va allá? Y prosiguió diziendo: Habrá v. m.
-de saber, señor descendiente del emperador Eliogallos y Sarganapalos,
-que yo me llamo Sancho Pança el escudero, marido de Mari-Gutierrez por
-delante y por detras, si nunca le oistes dezir, el cual por la gracia
-de Dios y de la santa sede apostolica soy cristiano, y no pagano como
-el principe Perianeo y aquel bellaco de escudero negro, y ha dias que
-ando en mi rucio con mi señor por la mayor parte de este nuestro... Y
-volviendo la ca<span class="pagenum" id="Page_266">p. 266</span>beça á
-su amo le dixo: ¿Como diablos se llama aquel? ¡Oh maldito seas! replicó
-don Quixote: hemisferio, simple. ¿Pues que quiere agora? replicó
-Sancho: haga cuenta que tengo dos necedades á un lado: ¿piensa que el
-hombre ha de tener tanta memoria como el misal? Digame como se llama,
-y tenga paciencia; que ya se me ha tornado á desgarrar del caletre. Ya
-te he dicho, respondió don Quixote, que se llama hemisferio. Digo pues,
-prosiguió Sancho, que tornando á mi cuento, señor rey de Hemisferio,
-yo no he hasta agora muerto ni dispilfarrado aquellos gigantones que
-mi amo dize; antes huyo dellos como de la maldizion, porque el que ví
-en Çaragoça en casa del señor don Carlos, era tal, que ¡mal año para
-la torre de Babilonia que se le igualase! Y asi no quiero nada con él;
-allá se las haya con mi señor: con quien quiero probar mis uñas es
-con el escudero negro que trae, que negra pascua le dé Dios; que en
-fin es mi mortal enemigo, y no tengo de parar hasta que me lave las
-manos en su negra sangre en esta sala, en presencia de todos vs. ms.;
-que haziendolo, confio que vuesa altura me hará caballero si bien es
-verdad que puesto en mi rucio, tanto me lo soy como cualquiera: solo
-advierto que en la pelea no me han de faltar del lado mi amo, el señor
-don Carlos y don Alvaro, por lo que pudiese ofrecerse; tras que no
-hemos de reñir con palos ni espadas, pues con ellas nos podriamos hazer
-algun daño sin querer, teniendo que curar despues; sino que ha de ser
-á finos moxicones ó cachetes, y el que se pudiere aprovechar de alguna
-coz ó bocado, san Pedro se lo bendiga: bien es verdad que aun en esto
-tendrá no poca ventaja el bellaco del negro, porque ha más de dos años
-y medio que no he andado á moxicones con nadie, y esto, si no lo usan,
-se olvida facilmente como el Ave Maria; pero el remedio está en la mano
-del señor don Alvaro. ¿A quien digo? Lleguese acá, pesia á mi sayo.
-Diga, señor Sancho, respondió don Alvaro; que bien le oigo, y haré todo
-lo que fuere de su gusto. Pues lo que ha de hazer, prosiguió Sancho,
-es echarmele unos antojos de caballo cuando salga á la pelea; porque
-no viendome con ellos, errará los golpes, y llegando yo pasito, ya por
-este lado, ya por esotro, le daré mil porrazos, hasta que le haga ir á
-presentarse de rodillas delante de Mari-Gutierrez mi muger, pidiendole
-me ruegue le perdone. He aqui señor rey agosto, ya vencida la batalla y
-rendido el escudero negro; y asi no hay sino armarme caballero; que no
-sufro burlas, y á perro viejo no hay cuz cuz. Por cierto que mereceis,
-Sancho, dixo el Archipampano, el orden que pedis de caballeria; yo os
-le daré el dia que se concluyere la batalla con<span class="pagenum"
-id="Page_267">p. 267</span> el rey de Chipre, haziendoos otras
-mercedes; pero contadme, por darme gusto, las hazañas del señor don
-Quixote y las aventuras con que se ha topado por esos hemisferios;
-que yo y la Archipampanesa mi muger, mi hija la infanta, y todos
-estos caballeros holgaremos mucho de oiros. Apenas le dieron pie para
-hablar á Sancho, cuando tomó tan de veras la mano á su amo en referir
-cuanto les habia sucedido, que jamas le dexó hazer baça, por más que
-con colera le porfiaba, contradezia y desmentia; y asi fue contando
-lo de Ateca, de ida y vuelta, y cuanto les habia pasado en Çaragoça,
-y con la reina Segovia en el bosque, Sigüença, venta, Alcala, y hasta
-la misma corte. Tratole mal su amo de palabras cuando acabó de dezir,
-y pasaron lindos cuentos sobre la averiguacion del de la ataharre, de
-que rieron de suerte los circunstantes, que se vió obligado don Quixote
-á dezirles: Por cierto, señores, que me maravillo mucho de que gente
-tan grave se ria tan ligeramente de las cosas que cada dia acontecen
-ó pueden acontecer á caballeros andantes: pues tan honrado era como
-yo el fuerte Amadis de Gaula, y con todo me acuerdo haber leido que
-habiendolo echado preso por engaño un encantador, y teniendole metido
-en una oscura mazmorra, le echó invisiblemente una melecina de arena y
-agua fria, tal, que por poco muriera della. Levantose, acabadas estas
-razones, el Archipampano de su asiento, temeroso de que tras ellas no
-descargase don Quixote algun diluvio de cuchilladas sobre todos (que
-se podia temer dél, segun se iba poniendo en colera); y llegandose
-á su muger, le preguntó que le parecia del valor de amo y criado; y
-celebrandolos ella por pieças de rey, le dixo don Carlos: Pues lo
-mejor falta por ver á vuesa alteza, que es la reina Zenobia; y si no,
-digalo Sancho: el cual replicó, mirando á las damas circunstantes: Par
-diez, señoras, que pueden vs. ms. ser lo que mandaren; pero en Dios y
-en mi conciencia le juro que las excede á todas en mil cosas la reina
-Segovia; porque, primeramente, tiene los cabellos blancos como un
-copo de nieve, y sus mercedes los tienen tan prietos como el escudero
-negro mi contrario: pues en la cara, ¡no se las dexa atras! Juro non
-de Dios que la tiene mas grande que una rodela, más llena de arrugas
-que gregüescos de soldado, y más colorada que sangre de vaca; salvo
-que tiene medio jeme mayor la boca que vs. ms., y más desembaraçada,
-pues no tiene dentro de ella tantos huesos ni tropieços para lo que
-pusiere en sus escondrijos; y puede ser conocida dentro de Babilonia,
-por la linea equinoccial que tiene en ella: las manos tiene anchas,
-cortas y llenas de verrugas; las tetas largas, como calabaças<span
-class="pagenum" id="Page_268">p. 268</span> tiernas de verano. Pero
-¿para que me canso en pintar su hermosura, pues basta dezir della,
-que tiene más en un pie que todas vs. ms. juntas en cuantos tienen? Y
-parece, en fin, á mi señor don Quixote pintipintada, y aun dize della
-él, que es más hermosa que la estrella de Venus al tiempo que el sol se
-pone; si bien á mí no me parece tanto; como media noche era por hilo,
-los gallos querian cantar. Celebraron mucho todos el dibuxo que Sancho
-habia hecho de la reina Zenobia, y rogaron á don Carlos la traxese
-alli el dia siguiente á la misma hora; y prometiendolo él, y llamando
-al titular su cuñado, que estaba apartado á un lado apaciguando á
-don Quixote, les suplicaron á ambos les dexasen aquella noche en
-casa á Sancho. Condescendieron con los ruegos del Archipampano, y en
-particular don Quixote, á quien el titular, don Alvaro y don Carlos
-dixeron no podia contradezir: tras lo cual, despidiendose todos de
-sus altezas, se volvieron á su casa con el acompañamiento que habian
-venido, y con no poco consuelo de don Quixote, por ver empeçaban ya á
-conocerle y temerle los de la corte.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_33">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXXIII</h2>
- <p class="subh2h">En que se continuan las hazañas de nuestro don
- Quixote, y la batalla que su animoso Sancho tuvo con el escudero
- negro del rey de Chipre, y juntamente la visita que Barbara hizo al
- Archipampano.</p>
-</div>
-
-<p>Quedaron con Sancho contentisimos aquella noche el Archipampano y
-su muger, porque dixo donosas simplicidades; y no fue la menor dezir,
-cuando vió subir la cena; y que le mandaban asentar en una mesilla
-pequeña, junto á la de los señores, en la cual estaba una niña muy
-hermosa, hija dellos: Pues, ¡cuerpo non de Dios! ¿por que han de sentar
-á esa rapaza, tamaña como el puño, en esa mesa tan grande, y la ponen
-delante esos platos, mayores que la artesa de Mari-Gutierrez, dexandome
-á mí en esta mesilla menor que un harnero, siendo yo tamaño como
-tarasca de Toledo, y teniendo tantas barbas como Adan y Eva? Pues si
-lo hazen por la paga, tan buenos son los dos reales y medio que tengo
-en la faltriquera para pagar lo que cenare, como cuantos tenga el rey,
-y los que dieron por Jesucristo los judios á Judas; y si no, mirenlos.
-Y diziendo esto, se levantó y sacó hasta tres reales de cuartos sucios
-y untados, y echolos sobre la servilleta de la señora; pero apenas lo
-hubo hecho, cuando viendo que ella los iba á dar con la mano, pensando
-él<span class="pagenum" id="Page_269">p. 269</span> que los queria
-tomar, los volvió á coger con furia diziendo: Por Dios, no les dará
-golpe su merced, que no haya yo muy bien cenado: á fe que le habian ya
-hinchido el ojo, como á la otra gordona moça gallega de la venta, á
-quien mi señor llamaba princesa; y si no fuera porque no traia ella tan
-buenos vestidos como v. m., ni esa rueda de molino que trae al gaznate,
-jurara á Dios y á esta cruz que era v. m. ella propria. Solemnizaron
-mucho la letania de simplicidades que habia ensartado; y diziendole
-el maestresala: Callá, Sancho, que para que ceneis más á vuestro
-placer os hemos puesto esa mesa aparte;—cuanto mayor fuere la que me
-tocare desos avechuchos, replicó Sancho, más á mi placer cenaré. Pues
-empezad por este plato dellos, le dixo luego, dandole un buen plato de
-palominos con sopa dorada: comió ese y los demas que le dieron, tan sin
-escrupulo de conciencia, que era bendicion de Dios y entretenimiento de
-los circunstantes; y viendo acabada la cena, y que la señora afloxaba
-la gorguera ó arandela, le dixo: ¿No me dirá por vida de quien la mal
-parió, á que fin trae esas carlancas al cuello, que no parecen sino las
-que traen los mastines de los pastores de mi tierra? Pero tal deben
-de molestar todos estos podencos de casa, para que no sea menester
-eso y más para defenderse dellos. Dicho esto sacó otra vez el dinero
-diziendo: Tome v. m. agora y paguese lo que fuere la cena; que no
-quiero irme á acostar sin rematar cuentas; que asi lo haziamos siempre
-por el camino mi señor don Quixote y yo; que esto, me dezia el Cura,
-mandan los mandamientos de la Iglesia cuando mandan pagar diezmos y
-primicias. Tomolos el señor diziendo: Yo me doy por satisfecho con lo
-que hay aqui, de lo que debeis de cena y cama, y aun mañana os daré
-tambien de comer á medio dia por ello sin más paga. Yo le beso las
-manos por la merced, respondió Sancho; que para esas cosas con hilo de
-arambre me haran estar más quedo que una veleta de tejado: y mire que
-le tomo la palabra; que aunque sé que hago harta falta á mi señor, yo
-me disculparé con él, diziendo que no acerté la casa: cuanto y más que
-cuando el hombre lleve media dozena de palos por una buena comida, no
-es tanta la costa que no le salga demasiado de barato, y otras vezes
-nos los han dado á mí y á él de balde y sin comida alguna. Dieron orden
-en que le llevasen á acostar, haziendo lo mismo ellos, como tambien lo
-hizieron, despues de bien cenados en su casa, el titular, don Carlos,
-don Alvaro, don Quixote y Barbara; si bien sobremesa tuvieron su pedazo
-de pendencia, porque diziendole á ella el titular se aprestase para ir
-á visitar el dia siguiente al<span class="pagenum" id="Page_270">p.
-270</span> Archipampano y Archipampanesa, que la aguardaban, respondió
-ella excusandose, no la mandasen salir en publico delante de personas;
-que era correrla demasiado y darla mucha prisa; que bien se conocia
-y sabia era, como les habia dicho, una triste mondonguera, Barbara
-en nombre y en cosas de policia; y que les suplicaba se diesen por
-satisfechos de la paciencia con que hasta alli habia pasado con las
-pesadas burlas y fisgas que el señor don Quixote hazia, y queria
-hiziesen todos della. No hubo oido esto él, cuando le dixo: Por cuanto
-puede suceder en el mundo, no niegue vuesa magestad, le suplico, señora
-reina Zenobia, su grandeza, ni la encubra diziendo una blasfemia tan
-grande como la que agora ha dicho; que ya estoy cansado de oirsela
-repetir otras vezes, y no tomemos en la boca eso de mondonguera; que
-aunque para mí sé yo claramente quien es y su valor, con todo, es
-necesario la conozca todo el mundo: vaya vuesa alteza á hablar con
-quien el señor principe Perianeo y estos caballeros la ruegan; que
-entre damas tales cual la Archipampanesa y la Infanta su hija, ha de
-campear su beldad, pues yo salgo fiador que en viendola, la estimen y
-respeten en lo que merece y todos deseamos. No se hizo, como cuerda,
-de rogar más, conociendo lo que debia á don Quixote, y que hasta
-entonzes no le habia ido sino bien en condescender con sus locuras,
-de que se llevaba por lo menos el pasar buena vida, y asi ofreció el
-ir. Venida la mañana, el Archipampano salió á misa, llevando consigo
-á Sancho, al cual preguntó por el camino si sabia ayudar á misa, y
-respondió diziendo: Sí, señor, aunque es verdad que de unos dias á
-esta parte, como andamos metidos tanto en este demonio de aventuras,
-se me ha volado de la testa la confesion y todo lo demas, y solo me ha
-quedado de memoria el encender las candelas y el escurrir las ampollas;
-y aun á fe que solia yo tañer invisiblemente los organos por detras
-en mi pueblo divinamente, y en no estando yo en ellos, todo el pueblo
-me echaba de menos. Rieronlo de gana, y acabada la misa, volvieron á
-casa á comer, y despues de haberlo hecho, no sin muy buenos ratos que
-pasaron con Sancho, le dixo el Archipampano: Yo, en resolucion, quiero,
-señor Sancho, que de aqui adelante os quedeis en mi casa y me sirvais,
-ofreciendome á daros más salario del que os da el Caballero Desamorado;
-que tambien yo soy caballero andante como él, y he menester servirme
-de un escudero tal cual vos, en las aventuras que se me ofrecieren;
-y asi, para obligaros desde luego, os mando un buen vestido por
-principio de paga; pero dezidme: ¿cuanto es lo que os da por año el
-señor don Quixote? A esto respondió Sancho: Se<span class="pagenum"
-id="Page_271">p. 271</span>ñor, mi amo me da nueve reales cada mes,
-y de comer, y unos çapatos cada año, y fuera deso me tiene prometido
-todos los despojos de las guerras y batallas que vencieremos; aunque
-hasta agora, por bien sea, los despojos que habemos llevado no han sido
-otros que muy gentiles garrotazos, como nos los dieron los meloneros de
-Ateca; mas con todo eso, aunque v. m. me añadiese un real más por mes,
-no dexaria al Caballero Desamorado, porque á fe que es muy valiente,
-á lo menos segun le oigo dezir cada dia; y lo mejor que tiene es ser
-esforçado sin perjuizio ni daño de nadie, pues hasta agora no le he
-visto matar una mosca. Replicó el Archipampano diziendo: ¿Es posible,
-Sancho, que si yo os regalase más que vuestro amo, y os diese cada mes
-un vestido y un par de çapatos, y juntamente un ducado de salario,
-no me serviriades? Respondiole él: No es eso malo; pero con todo no
-le serviria sino con condicion que me comprase un gentil rucio para
-ir por esos caminos; que sepa que soy muy mal caminante de á pie, y
-más, que habiamos de llevar muy buena maleta con dineros porque no nos
-viesemos en los desafortunios que agora un año nos vimos por aquellas
-ventas de la Mancha; tras que juntamente v. m. me habia de jurar y
-prometer hazerme por sus tiempos rey ó almirante de alguna insula
-ó peninsula, como mi señor don Quixote me tiene prometido desde el
-primer dia que le sirvo; que aunque no tenga muy buen expediente para
-gobernar, todavia sabriamos Mari-Gutierrez y yo juntos deslindar los
-desaforismos que en aquellas islas se hiziesen; verdad es que ella
-tambien es un poco ruda; pero creo que desde que ando por acá, no
-dexara de saber algo más. Pues, Sancho, dixo el fingido Archipampano,
-yo me obligo á cumpliros todas esas condiciones con que quedeis en mi
-casa, y traigas á ella juntamente vuestra muger para que sirva á la
-gran Archipampanesa, que me dizen sabe lindamente ensartar aljofar.
-Ensartar azumbres, dixera v. m. mejor; que á fe que los enhila tan
-bien como la reina Segovia, que no lo puedo más encarecer. Pusieron en
-esto los señores fin á la platica por sestear un rato, habiendo dado
-aviso á algunos señores amigos para que acudiesen aquella tarde á gozar
-del entretenimiento que se les esperaba, con el caballero andante,
-su dama y su escudero. La misma prevencion hizieron don Carlos, el
-titular, su cuñado y don Alvaro. Llegada pues la hora y aprestados los
-coches, se metieron en ellos con Barbara, á la cual quiso llevar don
-Quixote á su lado; y con este entremes y no poca risa de los que los
-vian en el coche, llegaron á casa del Archipampano; y subidos á ella
-y ocupando los ordinarios asientos los caballe<span class="pagenum"
-id="Page_272">p. 272</span>ros y las damas, entró por la sala don
-Quixote, armado de todas pieças, trayendo con gentil continente á la
-reina Zenobia de la mano. En viendolos entrar, don Alvaro Tarfe se
-levantó, y postrado delante del Archipampano, le dixo: El Caballero
-Desamorado, poderoso señor, y la sin par reina Zenobia vienen á visitar
-á vuesa alteza. Apenas oyó Sancho el nombre de su amo, cuando se
-levantó del suelo, en que estaba asentado, y corriendo para su amo,
-arrodillandose delante dél, le dixo: Sea mi señor muy bien venido, y
-gracias á Dios que aqui estamos todos; mas digame v. m., ¿acordose
-de echar de comer al rucio la noche pasada? que estará el pobre del
-asno con gran pena por no haberme visto de ayer acá; y asi, le suplico
-diga de mi parte cuando le vea, que les beso las manos muchas vezes
-á él y á mi buen amigo Rocinante, y que por haber sido esta noche
-convidado á cenar y á dormir, y hoy á comer, por solos dos reales y
-medio, ¡ahorcado sea tal barato, plegue á la madre de Dios! del señor
-Arcapampanos, no los he ido á ver; pero que aqui en el seno les tengo
-guardadas para cuando vaya un par de piernas de ciertos mochuelos
-reales. No hizo caso don Quixote destos disparates, sino que fue
-caminando con gravedad, de la suerte que habia entrado, con la reina
-Zenobia, hasta ponerse en presencia del Archipampano, do presentado,
-dixo: Poderoso señor y temido monarca: aqui en vuestra presencia está
-el Caballero Desamorado, con la escelentisima reina Zenobia, cuyas
-virtudes, gracias y hermosura, con vuestra buena licencia, tengo
-de defender desde mañana á la tarde en publica plaça contra todos
-los caballeros, por rara y sin par. Con esto la soltó de la mano y
-mientras los circunstantes, admirados entre sí, celebraban unos con
-otros la locura dél y fealdad della, se volvió el amo al escudero á
-preguntarle como le habia ido aquella noche con el Archipampano, y que
-le habia dicho de su buen brio, fortaleça y postura. En esto llegó
-Barbara, llamada adonde los caballeros y damas estaban, do puesta de
-rodillas, callaba vergonzosisima, aguardando á ver lo que le dirian;
-los cuales tenian tanto que hazer en admirarse de la fealdad que en
-ella miraban, y más viendola vestida de colorado, que no acertaban á
-hablarla palabra de pura risa: con todo, mortificandola cuanto pudo,
-le dixo el Archipampano: Levantaos, señora reina Zenobia; que agora
-echo de ver el buen gusto del Caballero Desamorado que os trae, porque
-siendo él desamorado, y aborreciendo tanto á las mugeres, como me
-dizen que las aborrece, con razon os trae á vos consigo, para que
-mirandoos á la cara, con mayor facilidad consiga su pretension, si bien
-se podria dezir por él el re<span class="pagenum" id="Page_273">p.
-273</span>fran de que qui amat ranam, credit se amare Dianam; pero con
-todo, estoy en opinion de que si fueran cual vos todas las mugeres del
-mundo, todos los caballeros dél aborrecerian su amor en sumo grado.
-El que estaba más cerca de su esposa le preguntó qué le parecia de
-la señora reina Zenobia, que el Caballero Desamorado traia consigo
-por dechado de hermosura. Yo aseguro, respondió ella, que le den
-pocas ocasiones de pendencias los competidores de su beldad. En esto
-prosiguió el Archipampano la conversacion con la Reina, preguntandole
-de su vida; y enterado de su boca de como se llamaba Barbara, y de
-lo demas tocante á su estado y su ofizio, y de la ocasion por que
-seguia al loco de don Quixote, le dixo él si se atreveria á quedar por
-camarera de su muger, que necesitaba de quien le acallase una niña que
-le criaban, ofizio que le parecia que ninguno le haria mejor que ella;
-la cual excusandose con su poca capacidad y experiencia en cosas de
-palacio, tuvo luego al lado por abogado á Sancho, el cual salió á la
-causa diziendo: No tiene, señor, v. m. que pescudarla; que no saldrá
-el diablo de la Reina del camino carretero de adereçar un vientre de
-carnero y cocer unas manecillas de vaca, pues no sabe otra cosa. Y
-llegandose á ella, y tirandola de la saya colorada, que le venia más
-de palmo y medio corta, dixo: Abaxe, señora Segovia, esa saya con
-todos los Satanases, que se le parecen las piernas hasta cerca de las
-rodillas: ¿como, digame, quiere que la tengan por reina tan hermosa si
-descubre esas piernas y çancajos, con las calças coloradas llenas de
-lodo? Y volviendose al Archipampano, le dixo: ¿Por que piensa v. m.
-que mi amo ha mandado á la reina Segovia que traiga las sayas altas y
-descubra los pies? Ha de saber que lo haze porque, como ve que tiene
-tan mala catadura, y por otra parte aquel borron en el rostro, que
-la toma todo el mostacho derecho, quiere con esa invencion hazer un
-noverint universi que declare á cuantos le miraren á la cara como no
-es diablo, pues no tiene pies de gallo, sino de persona, de que se
-podran desengañar mirandola los pies, pues por la bondad de Dios los
-trae harto á la vergüença, y aun con todo, Dios y ayuda. Don Quixote
-le dixo: Yo apostaré, Sancho, que tienes bien llena la barriga y
-cargado el estomago, segun hablas: guarda no se me suba la mostaça
-á las narizes y te cargue otro tanto á las espaldas, por igualar la
-sangre. Respondió Sancho: Si tengo lleno el estomago, buenos dos
-reales y medio me cuesta. Llegó á la que estaban en estos dares y
-tomares, don Alvaro, y haziendo apartar á Sancho y á don Quixote á
-un lado, dixo al Archipampano, haziendole un gran acatamiento á la
-puerta de la<span class="pagenum" id="Page_274">p. 274</span> real
-sala: Aqui está, excelso monarca, un escudero negro, criado del rey
-de Chipre Bramidan de Tajayunque; el cual trae una embaxada á vuesa
-alteza, y viene á hazer no sé que desafio con el escudero del Caballero
-Desamorado. En oyendolo, respondió aprisa Sancho, perdido el color:
-Pues digale luego, por las entrañas de Jesucristo, que no estoy aqui y
-que no me hallo agora para hazer pelea... Pero, ¡cuerpo del anima del
-Antecristo! vayan y diganle que entre; que aqui estoy aguardandole, y
-que venga mucho de noramala él y la puta negra de su madre; que yo,
-si me ayudan mi amo y el señor don Carlos, que me quiere del alma, me
-atrevo á hazerle que se acuerde de mí y del dia en que el negro de su
-padre le engendró, mientras viva. Hase de advertir aqui que don Alvaro
-y don Carlos habian dado orden á su secretario se tiznase el rostro,
-como lo hizo en Çaragoça, y entrase en la sala á presentarse á Sancho
-de la suerte que allá se le presentó á él y á su amo, continuando el
-embuste del desafio. Entro pues dicho secretario, tiznada la cara y las
-manos, y vestido una larga ropa de terciopelo negro, con una grande
-cadena de oro en el cuello, trayendo juntamente muchos anillos de los
-dedos y gruesos çarcillos atados á las orejas. En viendole Sancho,
-como ya le conocia de Çaragoça, le dixo: Seais muy bien venido, monte
-de humo: ¿que es lo que quereis? que aqui estamos mi señor y yo; y
-guardaos del diablo, y mirad como hablais; que por vida de mi rucio,
-que no pareceis sino uno de los montes de pez que hay en el Toboso para
-empegar las tinajas. El secretario se puso en medio de la sala, y sin
-hazer cortesia á nadie, volviendose á don Quixote, despues de haber
-estado un rato callando, dixo desta manera: Caballero Desamorado, el
-gigante Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre y señor mio, me manda
-venir á ti para que le digas cuando quieres acabar la batalla que
-con él tienes aplaçada en esta corte; porque él acababa de llegar
-ahora de Valladolid, de dar cima á una peligrosa aventura, en que ha
-muerto él solo más de docientos caballeros sin más armas que una maça
-que trae de acero colado: por tanto mandadme dar luego la respuesta,
-para que vuelva con ella al gigante mi señor. Antes que don Quixote
-respondiese, se llegó don Carlos á su negro y disfrazado secretario
-diziendole: Señor escudero, con licencia del señor don Quixote, os
-quiero responder como persona á quien tambien toca ser vengado de
-las soberbias palabras de vuestro amo; y asi, digo por ambos, que la
-batalla se haga el domingo en la tarde en el puesto que sus altezas
-señalen, en cuya presencia se ha de hazer, y sea de la suerte y con las
-armas que vinieren á él más á<span class="pagenum" id="Page_275">p.
-275</span> proposito; y con esto os podeis ir con Dios, si otra cosa no
-se os ofrece. El secretario respondió diziendo: Pues antes que me vaya
-quiero tomar luego en esta sala vengança de un soberbio y descomunal
-escudero del Caballero Desamorado, llamado Sancho Pança, el cual se
-ha dexado dezir que es mejor y más valiente que yo: por tanto, si
-está entre vosotros salga aqui, para que, haziendole con los dientes
-menudisimas tajadas, le eche á las aves de rapiña para que se lo coman.
-Todos callaron; y viendo Sancho tan general silencio, dixo: ¿No hay
-un diablo que, agora que es menester, hable por mí, en agradecimiento
-y pago de lo mucho que yo otras vezes hablo por todos? Y llegandose
-al secretario, le dixo: Señor escudero negro, Sancho Pança, que soy
-yo, no esta aqui por agora; pero hallarle heis á la puerta del Sol,
-en casa de un pastelero, do está dando cabo y cima á una grande y
-peligrosa aventura de una hornada de pasteles: id por tanto á dezille
-de mi parte que digo yo que venga luego á la hora á hazer batalla con
-vos. ¿Pues como, replicó el secretario, siendo vos Sancho Pança mi
-contrario, dezis que no está aqui? Vos sois una gran gallina. Y vos
-un gran gallo, respondió Sancho, porque quereis que yo esté aqui á
-pesar mio, no queriendo estar, por más que sea Sancho Pança, escudero
-del Caballero Desamorado y marido de Mari-Gutierrez; y si niego lo
-que soy, más honrado era san Pedro y negó á Jesucristo, que era mejor
-que vos y la puta que os parió, mal que os pese; y si no, dezid al
-contrario. No pudieron detener la risa los circunstantes del disparate;
-y cobrando nuevo animo, prosiguió: Y sabed, si no lo sabeis, que estoy
-aguardando poco á poco á que me venga la colera para reñir con vos;
-y creed bien y caramente que si deseais con esa cara de cocinero del
-infierno hazerme menudisimas tajadas con los dientes para echarme á
-los gorriones, que yo con la mia de pascua, deseo hazeros entre estas
-uñas rebanadas de melon, para daros á los puercos á que os coman: por
-tanto, manos á la labor; pero ¿de que manera quereis que se haga la
-pelea? ¿De que manera se ha de hazer, replicó el secretario, sino con
-nuestras cortadoras espadas? ¡Oxte, puto! dixo Sancho; eso no, porque
-el diablo es sutil, y donde no se piensa, puede suceder facilmente
-una desgracia, y podria ser darnos con la punta de alguna espada en
-el ojo sin quererlo hazer, y tener que curar para muchos dias. Lo
-que se podrá hazer, si os parece, será hazer nuestra pelea á puros
-caperuçazos, vos con ese colorado bonete que traeis en la cabeça, y yo
-con mi caperuça, que al fin son cosas blandas, y cuando un hombre la
-tire y dé al otro no le puede hazer mucho daño;<span class="pagenum"
-id="Page_276">p. 276</span> y si no, hagamos la batalla á moxicones;
-y si no, aguardemos al invierno que haya nieve, y á puras pelladas
-nos podemos combatir hasta tente bonete, desde tiro de mosquete. Soy
-contento, dixo el secretario, de que se haga la batalla en esta sala
-á moxicones, como me dezis. Pues aguardaos un poco, respondió Sancho,
-que sois demasiado de supito, y aun no estoy del todo determinado de
-reñir con vos. Enfadose don Quixote, y dixole: Por cierto, Sancho, que
-me parece tienes sobrado temor á ese negro, y asi entiendo es imposible
-salgas bien desta hecha. ¡Oh mal haya quien me parió, replicó Sancho,
-y aun quien me mete en guerreaciones con nadie! ¿V. m. no sabe que yo
-no vengo en su compañia para hazer batallas con hombres ni mugeres,
-sino solo para servirle y echar de comer á Rocinante y á mi asno, por
-lo cual me da el salario que tenemos concertado? Tanto me hará, que dé
-á Judas las peleas, y aun á quien acá me traxo. ¡Mirad que cuerpo non
-de tal con v. m.! Estase ahi el señor Arcapampanos y su muger con todo
-su abolorio y el principe Perianeo, y el señor don Carlos y don Alvaro
-con los demas, desquixarandose de risa, y v. m., armado como un san
-Jorge, contemplandose á su reina Segovia; y no quiere que tenga temor
-estando delante de mi enemigo, con la candela en la mano, como dizen.
-Igual fuera que se pusieran de por medio todos y nos compusieran, pues
-saben fuera hazer las siete obras de misericordia. Bien dizes, Sancho,
-dixo don Alvaro; y asi, por mi respeto, señor escudero, habeis de hazer
-pazes con él y desistir de vuestra pretension y desafio, pues basta el
-que tiene hecho vuestro amo con el suyo, para que en virtud dél quede
-por vencido el escudero del señor que lo fuere de su contrario. A mí
-se me haze, respondió el secretario, muy grande merced en eso; porque
-si vá á dezir verdad, ya me bamboleaba el anima dentro las carnes,
-de miedo del valeroso Sancho; y (replicó el secretario) no terné las
-treguas por firmes si juntamente no nos damos los pies: Los pies, dixo
-Sancho, y cuanto tengo os daré á trueque de no veros de mis ojos. Y
-diziendo esto, levantó el pie para darsele; pero apenas lo hubo hecho,
-cuando lo tuvo asido el secretario dél, de suerte que le hizo dar una
-gran caida. Rieron todos, y saliose corriendo el secretario, tras lo
-cual se llegó don Quixote á levantar á Sancho, diziendole: Mucho siento
-tu desgracia, Sancho; pero puedeste alabar de que quedas vencedor, y
-de que á traicion y sobre treguas, y lo que peor es, huyendo, ha hecho
-tu contrario esta alevosia; pero si quieres te le traiga aqui para que
-te vengues, dilo; que iré por él; hecho un rayo. No, ¡cuerpo de tal!
-dixo Sancho, pues peor librará<span class="pagenum" id="Page_277">p.
-277</span> si pelearamos mano á mano; y como v. m. dize, al enemigo
-que huye, la puente de plata. Avisaron tras esto que ya era hora de
-la cena, porque se les habia pasado el tiempo sin sentir en oir y ver
-estos y otra infinidad de disparates; y obligando el Archipampano á
-todos que se quedasen á cenar con él, lo hizieron con mucho gusto,
-pasando graciosisimos chistes en la cena: tras la cual se fueron todos
-á reposar, unos á sus cuartos y otros á sus casas, solo Sancho, que se
-hubo de quedar en la del Archipampano, medio mal de su grado.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_34">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXXIV</h2>
- <p class="subh2h">Del fin que tuvo la batalla aplaçada entre don
- Quixote y Bramidan de Tajayunque, rey de Chipre, y de como Barbara
- fue recogida en las arrepentidas.</p>
-</div>
-
-<p>Muchos y buenos dias tuvieron, no solo aquellos señores, con don
-Quixote, Sancho y Barbara, sino otros muchos á quien dieron parte de
-sus buenos humores y de los dislates del uno y simplicidades del otro;
-y llegó el negocio á termino que ya eran universal entretenimiento
-de la corte. El Archipampano, para mayor recreacion, hizo hazer un
-gracioso vestido á Sancho, con unas calças atacadas, que él llamaba
-çaragüelles de las Indias, con que parecia extremadamente de bien,
-y más, puesto con espada al lado y caperuça nueva; siendo menester;
-para persuadirle se la ciñese, dezirle le armaba caballero andante una
-tarde, por la vitoria que habia alcançado del escudero negro, dandole
-el orden de caballeria con mucho regocijo y fiesta: pero iba empeorando
-tan por la posta don Quixote con el aplauso que via celebrar sus
-hazañas á gente noble, y más desque vió armado caballero su escudero,
-que, movidos de escrupulo, se vieron obligados el Archipampano y
-principe Perianeo á cesar de darle prisa, y á dar orden en que se
-curase de proposito, apartandole de la compañia de Barbara y de
-conversaciones publicas; que Sancho, aunque simple, no peligraba en el
-juizio. Comunicaron esta determinacion con don Alvaro, y pareciendole
-bien su resolucion, les dixo que él se encargaba, con industria del
-secretario de don Carlos, cuando dentro de ocho dias se volviese á
-Cordoba, donde ya sus compañeros estarian, por haberse ido allá por
-Valencia, de llevarsele en su compañia hasta Toledo, y dexar muy
-encargada y pagada alli en casa del Nuncio su cura, pues no le faltaban
-amigos en aquella ciudad á quien encomendarle. Añadió que se obli<span
-class="pagenum" id="Page_278">p. 278</span>gaba á ello por lo que tenia
-escrupulo de haber sido causa de que saliese del Argamesilla para
-Çaragoça, por haberle dado parte de las justas que alli se hazian, y
-hazerle dexado sus armas y alabado su valentia; pero que era de parecer
-no se le tratase nada sin dexarle salir á la batalla de Tajayunque,
-porque, segun la tenia en la cabeça, le parecia imposible persuadirle
-nueva aventura, no rematada aquella que tan desvanecido le traia; y que
-lo que se podia hazer era dar orden en que se aplaçase y fuese el dia
-siguiente, y para más aplauso, en la casa del Campo, donde se podria
-cenar para más recreacion, convidando muchos amigos, pues tenia por
-cierto seria graciosisimo el remate de la aventura, que no esperaba
-menos del ingenio del secretario. Agradoles á todos el voto de don
-Alvaro, y más al Archipampano, el cual tomó á su cargo el proveer la
-cena y prevenir el puesto: solo rogó á don Carlos le hiziese placer de
-procurar persuadir á Sancho se quedase en su casa y de traer juntamente
-á Mari-Gutierrez; que él se encargaba de ampararles y valerles mientras
-viviesen, porque gustaba mucho él y su muger del natural de Sancho, y
-estaban certificados que no era de menos gusto el de Mari-Gutierrez; y
-porque ninguno de los valedores de don Quixote y su compañia quedase
-sin cargo en orden á procurar su bien, le dió al principe Perianeo
-de que procurase con Barbara aceptase el recogimiento que le queria
-procurar en una casa de mugeres recogidas, pues él tambien se obligaba
-á darle la dote y renta necesaria para vivir honradamente en ella.
-Encargados pues todos y cada uno de por si de hazer cuanto pudiese en
-el personage que se le encomendaba, llegado el plaço señalado para la
-batalla de Bramidan, se fueron los dichos señores con otros muchos de
-su propia calidad á la casa del Campo, do estaban ya otros haziendo
-estrado á las damas que con la muger del Archipampano habian ido á
-tomar puesto. Llevaronse los señores consigo á don Quixote, armado
-de todas pieças, y más de coraje, y con él á la reina Zenobia y á
-Sancho, llevando un lacayo del diestro á Rocinante, que con el ocio y
-buen recado estaba más lucio, y un paje llevaba la lança. Estaba ya
-prevenido el secretario de don Carlos de uno de los gigantes que el dia
-del Sacramento se sacan en la procesion en la corte, para continuar la
-quimera de Bramidan. Llegados al teatro de la burla, y ocupados los
-asientos (tras un buen rato de conversacion y paseo por la huerta) que
-dentro la casa estaban prevenidos, y puesto don Quixote en el suyo, se
-le llegó Sancho diziendo: ¿Que es, señor Caballero Desamorado? ¿Como
-va? ¿Estan buenos el honrado Rocinante y mi<span class="pagenum"
-id="Page_279">p. 279</span> discreto rucio? ¿No le han dicho nada que
-me dixese? Yo aseguro que no les ha dado mis recados; que no dexaran de
-responderme; pero yo sé el remedio, y es desocuparme de los negocios
-de palacio, y buscar tinta y papel, y escribilles media dozena de
-renglones; que no faltará un paje ó pajaro, ó como los llaman, que
-se los lleve. Don Quixote le respondió: Rocinante está bueno, y ahi
-le verás presto hazer maravillas, luego que enfronte con el caballo
-indomito que traxere Bramidan: del rucio no te digo, hijo, sino que
-gusta mucho de la corte por lo poco que en ella trabaxa y por lo bien
-que le va. A eso replicó Sancho: Por ahi echo de ver que somos medio
-parientes, pues tenemos una misma condicion; porque le juro, mi señor,
-que en mi vida he comido mejor ni tenido mejor tiempo que desde que
-estoy con el Arcapampanos; porque á él no se le da más de gastar ocho
-ó nueve reales cada dia en comer, que á mí de comermelos; y hame dado
-una cama en que duermo, que juro non de Dios no la tienen mejor las
-animas del limbo, por más que sean hijas de reyes: solo hay malo que
-con tanto regalo se me olvidan los negocios de aventuras y peleas. Pero
-¿que me dize destos çaragüelles de las Indias? La más mala cosa son
-que se puede pensar; porque por una parte, si no les poneis treinta
-agujetas, se os caen por los lados; y por otra, si les poneis todas las
-que ellos piden, no se comediran á caerse en una necesidad si no las
-desatais de una en una, aunque se lo supliqueis con el bonete en la
-mano, por más que os vean con el alma en los dientes traseros, tras que
-no se puede un hombre con ellos rebullir, ni abaxar á coger del suelo
-las narizes, por más que se le caigan de mocos. ¡Oh hi de puta, y que
-bellaca cosa son para segar! No me atreveria yo á segar con ellos doze
-haças al dia por todo el mundo: yo no sé como pueden los indios segar
-con ellos ni remecerse sin dar de ojos á cada paso; yo creo que los
-pajes del Arcapampanos deben de nacer allá en las Indias de Sevilla con
-estos diablos de pedorreras, segun saltan y brincan con ellas; yo no sé
-los caballeros andantes si las traian en aquellos tiempos: lo que sé
-dezir de mí es que todas las vezes que he de mear, he menester quitar
-una agujeta de delante, y aun despues, con todo eso, por más que haga,
-se me cae lo medio adentro: linda cosa son çaragüelles de mi tierra,
-pues si os da, trayendolos, alguna corrença, apenas habeis desatado una
-laçada cuando ya estan abaxo. Mil vezes le he rogado al Arcapampanos
-se haga unos para él, como los mios, tan abiertos abaxo como arriba,
-de buen paño de llori, pues cuando mucho, no le costaran más de veinte
-reales, y con ellos andará hecho<span class="pagenum" id="Page_280">p.
-280</span> persona; y diziendome que lo hará, nunca veo que lo efetua.
-Estando en estas razones, sintieron un grande rumor de los pajes que
-estaban á la puerta; y sosegandolos á todos don Alvaro, mandó asentar
-á Sancho en el suelo á los pies del Archipampano; tras lo cual entró
-por la sala el secretario de don Carlos, metido dentro del gigante,
-el cual traia una espada de palo entintada, de tres varas de largo y
-un palmo de ancho. Apenas le vió Sancho asomar, cuando dixo á vozes:
-Ven aqui, señores, una de las más desaforadas bestias que en toda la
-bestieria se puede hallar: este es el demonio de Tajayunque, que solo
-para perseguir á mi amo ha más de cuatro meses que ha venido del cabo
-del mundo; y son tan endiabladas sus armas, que solo para que se las
-traigan ha menester diez pares de bueyes; y si no, mirenle la espada,
-con que dizen que suele cortar un ayunque de herrero por medio. Miren
-pues ¡que hará del pobre mi señor don Quixote! Por las llagas de Dios
-mande á todos me hagan placer de echarle de aqui con Barrabas, á que
-vaya á tener guerreacion allá con la muy puerca de su madre; y no
-piense nos va poco en ello, pues asi partirá de un reves á diez ó doze
-de nosotros, como yo con un papirote partiria el anima de Judas si
-delante de mi viniese. Mandole don Quixote callar hasta ver que era
-lo que queria, pues conforme á ello se le daria la respuesta. Puesto
-en medio el crecido gigante, dixo con mucha pausa, despues de haber
-obligado á todos á que le diesen silencio con volver buen rato la
-cabeça á todas partes: Bien habrás echado de ver, Caballero Desamorado
-don Quixote de la Mancha, en mi presencia, como he cumplido la palabra
-que te dí en Çaragoça, de venir á la corte del rey Catolico á acabar
-delante de sus grandes la singular batalla que de tu persona á la mia
-tenemos aplaçada. Hoy pues es el dia en que los de tu vida han de
-acabar á los filos desta mi temida espada, porque hoy tengo de triunfar
-de ti y hazerme señor de todas tus vitorias, cortandote la cabeça y
-llevandola conmigo á mi reino de Chipre, do la pienso fixar en la
-puerta de mi casa con un letrero que diga: «La flor manchega murió á
-manos de Bramidan.» Hoy es el dia en que, quitandote á ti del mundo,
-me coronaré pacificamente por rey de todo él, pues no habrá fuerças
-que me lo impidan; y hoy, finalmente, es el dia en que me llevaré
-todas las damas que en esta sala y corte estan, á Chipre, para que
-haga dellas á mi gusto en mi rico y grande reino, pues hoy començará
-Bramidan, y acabará don Quixote de la Mancha: por tanto, si eres
-caballero, y tan valeroso como todo el orbe dize, vente luego para mí;
-que no traigo otras armas ofensivas ni defensivas más que esta<span
-class="pagenum" id="Page_281">p. 281</span> sola espada hecha en la
-fragua de Vulcano, herrero del infierno, á quien yo adoro y reverencio
-por dios, juntamente con Neptuno, Marte, Jupiter, Mercurio, Palas y
-Proserpina. Dicho esto, calló; pero no Sancho, que se levantó diziendo:
-Pues á fe, don Gigantazo, que si os burlais en llamar dioses á todos
-esos borrachos que dezis, y lo sabe la santa Inquisicion, que en hora
-mala venisteis á España. Mas don Quixote, lleno de saña y pundonor, se
-puso de pies en su presencia, y empuñada la espada, con mucha pausa y
-gravedad començó á dezirle: No pienses ¡oh soberbio gigante! que las
-arrogantes palabras con que sueles espantar á los caballeros de poco
-vigor y esfuerço han de ser bastantes á poner un pelo de temor en mi
-indomito coraçon, siendo yo el que todo el mundo sabe y tú has oido
-dezir por todos los reinos y provincias que has pasado; y echaráslo
-de ver en que he venido á esta corte solamente á buscarte, con fin
-de darte en ella el castigo que ha tantos años que tus malas obras
-tienen tan merecido; pero ya me parece no es tiempo de palabras, sino
-de manos, pues ellas suelen ser testigo y prueba de la fineza de los
-coraçones y del valor de los caballeros. Mas, porque no te alabes de
-que entre contigo en batalla con ventaja, estando armado de todas
-pieças, y tú de sola tu espada, quiero, para mayor demostracion de cuan
-poco te estimo, desarmarme, y pelear contigo en cuerpo y solo tambien
-con espada; que aunque la tuya, como se ve, es más grande y ancha que
-la mia, por eso es esta regida y gobernada de mejor y más valerosa mano
-que la tuya. Volviose á Sancho tras esto, diziendole: Levantate, mi
-fiel escudero, y ayudame á desarmar; que presto verás la destruicion
-que deste gigante, tu enemigo y mio, hago. Levantose Sancho,
-respondiendole: ¿No seria, señor, mejor que todos los que en esta
-sala estamos, que somos más de docientos, le arremetiesemos juntos, y
-unos le asiesen de los arrapieços, otros de las piernas, otros de la
-cabeça y otros de los braços, hasta hazelle dar en el suelo una gran
-gigantada, y despues le metiesemos por las tripas todas cuantas espadas
-tenemos, cortandole la cabeça, despues los braços, y tras esto las
-piernas? Que le aseguro que si despues me dexan á mí con él, le daré
-más cozes que podran coger en sus faltriqueras, y me lavaré las manos
-en su alevosa sangre. Haz lo que te digo, Sancho, replicó don Quixote;
-que no ha de ser el negocio como tú piensas. En fin Sancho le desarmó,
-quedando el buen hidalgo en cuerpo y feisimo, como era alto y seco y
-estaba tan flaco, el traer de las armas todos los dias, y aun algunas
-noches, le tenian consumido y arruinado de suerte, que no parecia
-sino una muerte hecha de la<span class="pagenum" id="Page_282">p.
-282</span> armazon de huesos que suelen poner en los cimenterios que
-estan en las entradas de los hospitales. Tenia sobre el sayo negro
-señalados el peto, espaldar y gola, y la demas ropa, como jubon y
-camisa, medio pudrida de sudor; que no era posible menos de quien tan
-tarde se desnudaba. Cuando Sancho vió á su amo de aquella suerte, y
-que todos se maravillaban de ver su figura y flaqueza, le dixo: Por
-mi anima le juro, señor Caballero Desamorado, que me parece cuando le
-miro, segun está de flaco y largo, pintiparado un rocinazo viejo de
-los que echan á morir al prado. Con esto don Quixote se volvió para el
-gigante, diziendo: Ea, tirano y arrogante rey de Chipre, echa mano á tu
-espada, y prueba á que saben los agudos filos de la mia. Hizose, dichas
-estas razones, dos pasos atrás, y sacando la espada medio mohosa, se
-fue poco á poco acercando al gigante, el cual, viendole venir, fue
-prontisimo en sacudir de sus hombros la aparente maquina de papelon
-que sobre sí traia, en medio de la sala, y quedó el secretario que la
-sustentaba vestido riquisimamente de muger; porque era mancebo y de
-buen rostro, y en fin, tal, que cualquiera que no le conociera se podia
-engañar facilmente. Espantaronse todos los que el caso no sabian; pero
-don Quixote, sin hazer movimiento alguno, se estuvo quedo, puesta la
-punta de la espada en tierra, aguardando lo que aquella donzella, que
-él pensaba ser gigante, dezia; la cual, reconocidos los circunstantes,
-dixo á don Quixote sin moverse: Valeroso Caballero Desamorado, honra y
-prez de la nacion manchega, maravillado estarás sin duda de ver vuelto
-hoy á un tan terrible gigante en una tan tierna y hermosa donzella cual
-yo soy; pero no tienes que asombrarte; que has de entender que yo soy
-la infanta Burlerina, si nunca la oiste dezir, hija del desdichado rey
-de Toledo, el cual, siendo perseguido y cercado del alevoso principe
-de Cordoba, levantador de falsos testimonios á su propia madrastra, le
-ha enviado á dezir muchas vezes estos dias, que solo alçaria el cerco
-y le restituiria todas las tierras que su padre della habia ganado,
-cuyo campo dicho principe como general regia, si le enviaba luego á su
-hija Burlerina, que soy yo, para servirse de mí en lo que fuese de su
-gusto, con condicion de que habia de ir acompañada de doze donzellas,
-las más hermosas del reino, y juntamente de doze millones de oro fino,
-el más fino que la Arabia cria, para ayuda de los gastos que en la
-guerra y cerco habia hecho, jurando, si no lo cumplia, por los dioses
-inmortales, de no dexar en Toledo persona viva ni piedra sobre piedra.
-Viendose reducido el afligido de mi padre á tanta necesidad, y que no
-podian sus fuerças resistir á<span class="pagenum" id="Page_283">p.
-283</span> las del contrario, sino que le era forçoso morir él y
-todos sus vasallos en las crueles manos de tan poderoso enemigo, ó
-condecender con su inica condicion, le envió á dezir le diese cuarenta
-dias de plaço para buscar en ellos las doze donzellas que pedia y
-aquella gran suma de dinero, y que si pasado dicho termino no acudia
-con dicha cantidad executase en su reino el rigor con que le amenaçaba.
-Constandoles pues ¡oh invicto manchego! á un tio mio, grande encantador
-y nigromantico, notable aficionado tuyo, llamado el sabio Alquife, el
-gran peligro en que mi padre, su hermano, y yo su sobrina, estabamos,
-hizo un fortisimo encantamiento, metiendome en este aparente gigante
-que aqui está tendido, y enviandome encubierta en él, por asegurar asi
-mi honestidad, á buscarte á tí por todo el mundo, sin dexar reino,
-insula ó provincia en que no te haya buscado; y fue tanta mi ventura,
-que hallandote en Çaragoça, no hallé mejor medio para sacarte de alli y
-traerte á esta corte, que solo dista doze leguas de Toledo, que fingir
-el aplaçado desafio: por tanto, oh magnanimo principe, si hay en tí
-algun rastro de piedad y sombra del infinito amor que á la ingrata
-infanta Dulcinea del Toboso tuviste, aunque ya eres el Caballero
-Desamorado, por las leyes de amistad que á mi tio Alquife debes, y por
-lo que las esperanças que en ti he puesto merecen, te suplico que,
-dexadas aparte todas las aventuras que en esta corte se te pueden
-ofrecer, y todas las honras que en ella sus principes te hazen, acudas
-luego conmigo á la defensa y amparo de aquel afligido reino, para que
-entrando en singular batalla con el maldito principe de Cordoba, le
-venzas, y dexes libre de su tirania á mi venerable padre, pues te juro
-y prometo por el dios Marte, de ser yo mesma el premio de tus trabajos.
-Calló, dichas estas razones, aguardando las que don Quixote le daria de
-respuesta; pero Sancho, que estaba totalmente maravillado, antes que
-su amo respondiese, dixo: Señora reina de Toledo, no tiene v. m. que
-jurar por el dios Martes ni Miercoles; que mi amo irá sin falta á matar
-á ese bellaconazo del principe de Cordoba, y yo sin falta iré con él:
-por el tanto vayase un poco delante, y digale al señor su padre como
-ya vamos, que nos tenga bien de cenar, y que á ese principillo nos le
-tenga para cuando lleguemos, muy bien atado á un poste, en cueros; que
-yo la aseguro, si lo haze, de hazerle con esta pretina que se acuerde
-mientras viva del nombre suyo, y aun de los de su padre y madre. Dió á
-todos notable gusto la disparatada respuesta de Sancho; pero suplió su
-simplicidad el peso de la que dió don Quixote, diziendo á la dama: Por
-cierto, señora infanta Burleri<span class="pagenum" id="Page_284">p.
-284</span>na, que no os ama ni estima quien asi os haze andar, en lo
-que yo, por más que sea mi grande amigo el sabio Alquife vuestro tio,
-pues con menos prevenciones las hiziera yo para defender el reino de
-su hermano vuestro padre, rey de Toledo, obligado de lo que le debo;
-pero ya que se interpone el peligro de la libertad de vuestra noble
-y hermosisima persona, mayores seran las obligaciones que me moveran
-á acudir con gusto al remedio de la referida necesidad: por tanto
-respondo que iré en persona á dar favor y socorro á vuestro padre. Lo
-que queda que hazer es, que veais cuando y como quereis que partamos;
-que pronto y dispuesto estoy yo de mi parte para ir luego con vos,
-para hazeros vengada de ese tirano principe que dezis; que ya nos
-conocemos los dos, y aun deseo esta ocasion para que vea á que saben
-mis manos; que desafiado le tengo; pero cual cobarde ha huido dellas.
-El principe Perianeo, viendo la nueva aventura que se le habia ofrecido
-á don Quixote, y lo presto y bien que don Alvaro habia entablado con el
-secretario de don Carlos el modo con que se podia facilitar el llevar
-á la casa del Nuncio de Toledo á don Quixote, le dixo: Desde aqui
-desisto, señor Caballero Desamorado, de la pretension de la infanta
-Florisbella de Grecia, sin querer entrar en batalla con quien puede
-dar seguridad de vitoria á reinos enteros, estando aun ausente; y asi,
-en publico me doy por vencido dese valor, con no poca gloria de v. m.,
-corrimiento mio y contento del principe don Belianis de Grecia. Holgó
-mucho don Quixote destas razones, y agradecioselas, dandosele por
-amigo, y lo mismo Sancho, que deseaba se excusase esta pendencia; el
-cual por mandado del Archipampano se levantó y fue con mucho respeto
-por la infanta Burlerina, trayendosela por la mano, de cuya vista
-rieron los caballeros y damas en extremo, conociendo era el secretario
-de don Carlos, y no muger, como pensaba don Quixote y su escudero, que
-viendo la risa de todos, no pudiendo sufrirla, dixo: ¿De que se rien
-ellos y ellas, cuerpo non de quien las parió? ¡Nunca han visto á una
-hija de un rey puesta en trabajo! Pues sepan que cada dia nos topamos
-yo y mi amo con ellas por esos caminos, y si no, digalo la gran reina
-Segovia. Lo que vs. ms., señoras, han de hazer, es tenerse por dicho
-que ha de dormir esta infanta con una de vs. ms. esta noche; si no,
-ahi está mi cama á su servicio, que le beso las manos. Levantaronse
-todos tras estas razones á cenar, desapareciendo el secretario. Hubo
-gran cena, y mucha continuacion en ella de los disparates de don
-Quixote y de Sancho; pero alabaron todos el parecer del Archipampano
-cuando supieron trataba de en<span class="pagenum" id="Page_285">p.
-285</span>viar á Toledo á curar en la casa del Nuncio á don Quixote;
-y volviendose á sus casas en los coches, como habian venido, se quedó
-en la del Archipampano Sancho, como solia, y Barbara y don Quixote se
-fueron con don Carlos y don Alvaro á la del principe Perianeo, el cual
-apenas estuvo en ella, cuando tomó tan á pechos el persuadir á Barbara
-se recogiese en una casa de mugeres de su calidad, supuesto le estaba
-tan bien y era gusto del Archipampano, que salia á pagar la entrada y
-á darle suficiente renta con que pasar la vida todo lo que le durase,
-que ella, convencida de sus buenas razones, y conociendo cuan mal le
-estaba volver á Alcala, do ya todos sabian su trato, tras verse sin
-tener que comer ni partes para ganarlo con ellas, dió con no poca
-alegria el sí de hazer lo que se le pedia y perseverar donde quiera
-que la pusiesen, con que se efetuó su recogimiento dentro de dos dias,
-sin que don Quixote pudiese entendello; y cuando la hallaron menos sus
-diligencias, le persuadieron que las de sus vasallos habian podido
-sacarla encubierta secretamente de la corte y volverla á su reino.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_35">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXXV</h2>
- <p class="subh2h">De las razones que entre don Carlos y Sancho
- Pança corrieron acerca de que él se queria volver á su tierra ó
- escribir una carta á su muger.</p>
-</div>
-
-<p>Estaba ya don Carlos en vigilia de celebrar las bodas de su hermana
-con el titular, y queria por gusto del Archipampano y mayor solemnidad
-dellas, tener de asiento en Madrid á Sancho; y asi, para obligarle
-á que, trayendo alli su muger, no pensase más en su tierra, le dixo
-un dia que se halló con él en casa del Archipampano: Ya sabeis, mi
-buen Sancho, el deseo que de vuestro bien he tenido desde que os vi
-en Çaragoça, y el cuidado con que os regalé de mi mano en la mesa la
-primer noche que entrastes en mi casa, y cuanta merced os han hecho
-siempre en ella mis criados, particularmente el cocinero coxo: pues
-habeis de saber que lo que me ha movido siempre á esto, ha sido el
-veros tan hombre de bien y de buenas entrañas, teniendo lastima de
-que una persona de vuestra edad y buenas partes padeciese, y más en
-compañia de un loco tal cual es don Quixote, en la cual, por serlo
-tanto, no podiades dexar de dar en mil desgracias, porque sus locuras,
-desatinos y arrojamientos no pueden prometer buen suceso á él ni á
-quien le acompañare; y no digo cosa de que ya no tengais experiencia
-vos desde el año pasado; y si no, dezidme: ¿que sacastes de las<span
-class="pagenum" id="Page_286">p. 286</span> antiguas aventuras, sino
-muchos palos, garrotazos, malas noches y peores dias, tras mucha
-hambre, sed y cansancio, tras veros manteado de cuatro villanos, con
-tantas barbas como teneis? ¡Pues monta, que es menos lo que habeis
-padecido en esta ultima salida! en la cual las insulas, peninsulas,
-provincias y gobernaciones que habeis conquistado vos y vuestro amo,
-son haber sido terrero de desgracias en Ateca, blanco de desdichas en
-Çaragoça, recreacion de picaros en la carcel de Sigüença, irrision
-de Alcala, y ultimamente mofa y escarnio de esta corte. Pero pues ha
-querido Dios que entraseis en ella al fin de vuestra peregrinacion,
-agradecedselo; que sin duda lo ha permitido para que se rematasen aqui
-vuestros trabajos, como lo han hecho los de Barbara, que recogida en
-una casa de virtuosas y arrepentidas mugeres, está ya apartada de don
-Quixote, y pasa la vida con descanso y sin necesidad, con la limosna
-que le ha hecho de piedad el Archipampano, la cual es tan grande, que
-no contentandose de ampararla á ella, trata de hazer lo mesmo con
-vuestro amo; y asi le perdereis presto, mal que os pese, porque dentro
-de cuatro dias lo envia á Toledo con orden de que le curen con cuidado
-en la casa del Nuncio, hospital consignado para los que enferman del
-juizio, cual él; y no contenta su grandeza en amparar á los dichos,
-trata con mis veras y mayor amor de ampararos á vos más de cerca, y
-de las puertas adentro de su casa, en la cual os tiene con el regalo,
-abundancia y comodidad que experimentais tantos dias ha: lo que queda
-que hazer es que vos de vuestra parte procureis conservaros en la
-privanza que estais, que es notable, como lo es lo que él, su muger y
-casa os aman, de la cual no saldreis vos y vuestra muger Mari-Gutierrez
-mientras vivais, á quien de mi consejo habeis de traer á ella,
-enviandola á buscar; que yo daré mensagero seguro y pagaré los gastos,
-pues gustará dello y de teneros en este palacio el Archipampano,
-dandoos en él á ambos un cuarto y salario y muy honrada racion todos
-los dias de vuestra vida, con que la pasareis alegre y descansadamente
-en uno de los mejores lugares del mundo: por tanto, lo que habeis de
-hazer es condecender con lo que os pido, y darme en breve la respuesta
-cual merece el celo que de vuestro bien tengo. Calló don Carlos dichas
-estas razones, y despues de haber estado Sancho suspenso un buen rato
-de oillas, le respondió á ellas: Muy grande es por cierto, señor don
-Carlos, el servicio que v. m. y el Arcadepampanos me ha hecho estos
-dias, si bien les pido perdon dello, por si acaso no ha sido tanto
-como yo merezco; que eso ya me lo veo, y no me lo podran pagar con
-cuanta mo<span class="pagenum" id="Page_287">p. 287</span>neda tienen
-todos los ropavejeros desta tierra, pero con todo se lo agradezco, y
-ahi estan para hazelles merced en la Argamesilla veinte y seis cabeças
-de ganado que tengo, dos bueyes, y un puerco tan grande como los de
-por acá, el cual habemos de matar, si Dios quiere, para el dia de San
-Martin, para el cual estará hecho una vaca: asi que digo que para
-respondelle me dé, si le parece, algunos meses de termino; que no son
-cosas estas de mudar de tierra que se hayan de hazer de repente: lo que
-yo haré será ir á comunicallo con mi Mari-Gutierrez, ó cuando mucho,
-le escribiré cuanto v. m. me dize; y si ella dize con una mano que sí,
-yo diré lo mesmo con ambas de bonisima gana: busque pues v. m. tinta y
-papel, si le parece, y escribamosla luego al punto una carta, en que
-se le diga como el Ave Maria todo eso; y digo escribamos porque harto
-haze quien haze hazer; que yo por mis pecados no sé escribir más que
-un muerto, aunque tuve un tio que escribia lindamente; pero yo sali
-tan grandisimo bellaco, que cuando siendo muchacho me enviaban á la
-escuela, me iba á las higueras y viñas á hartarme de uvas y higos, y
-asi sali mejor comedor dellos que no escribanador. Quedó contento de la
-respuesta don Carlos, y difirieron el escribir la carta hasta despues
-de comer; y habiendolo hecho con el Archipampano le dixo sobre mesa don
-Carlos como ya tenia el sí de Sancho en lo que era traer á la corte
-su muger, si á ella le parecia, y que solo faltaba el escribirselo, y
-que asi, traxesen tinta y papel para que alli fuese secretario de la
-carta que le habia de dictar Sancho. Traxose todo al punto, y apenas
-habia empeçado don Carlos á doblar el pliego, cuando le dixo Sancho:
-¿Saben, señores, lo que me parece? Que á fe mia que seria harto mejor
-y más acertado volverme yo á mi casa y quitarme de aquestos cuentos,
-pues ha que sali della cerca de seis meses, andandome hecho un haragan
-tras de mi señor don Quixote por unos tristes nueve reales de salario
-cada mes; si bien hasta agora no me ha dado blanca, lo uno porque dize
-dará el rucio en cuenta y lo otro porque harto me pagará, pues me ha de
-dar la gobernacion de la primera insula ó peninsula, reino ó provincia
-que ganare; pero pues á él le llevan vs. ms., como ha dicho don Carlos,
-á ser nuncio de Toledo, y yo no puedo ser de iglesia, desde agora
-renuncio todos los derechos y pertinencias que en cuanto conquistare
-me pueden pertenecer por herencia ó tema de juizio, y me determino
-volver á mi tierra agora que viene la sementera, en que puedo ganar
-en mi lugar cada dia dos reales y medio y comida, sin andarme á caça
-de gangas: por tanto, burlas aparte. V. m., se<span class="pagenum"
-id="Page_288">p. 288</span>ñor Arcapampanos, me mande volver luego mis
-çaragüelles pardos, y tome allá estos suyos de las Indias (¡quemados
-ellos sean!) y denme juntamente mi sayo y la otra caperuça, y adios,
-que me mudo; que yo sé que mi Mari-Gutierrez y todos los de mi lugar
-me estaran aguardando; que me quieren como la lumbre de sus ojos.
-¿Quien me mete á mí con pajes, que no me dexan en todo el dia, sin
-otros demonios de caballeros, que no hazen sino molerme con Sancho acá,
-Sancho acullá? Y aunque aqui se come lindamente, si no siempre con la
-boca, á lo menos siempre con los ojos, todavia lo que son salarios se
-paga muy mal, y muchas vezes veo que se fingen culpas en los criados
-para negarselos ó quitarles la racion ó despedillos mal pagados; y
-cuando no suceda en salud, es cierto que en enfermedad no hay señor
-que mande ni mayordomo que execute obra de caridad con los pobres
-criados: en fin, bien dizen los picaros de la cocina que la vida de
-palacio es vida bestial, do se vive de esperanças y se muere en algun
-hospital: ello es hecho, señor don Carlos; no hay que replicar; que
-mañana, en resolucion, pienso tomar las de Villadiego: verdad es que
-si el señor Arcapampanos me asegurase un ducado cada mes y dos ó tres
-pares de çapatos por un año, con cedula de que no me lo habia de poner
-despues en pleito, y v. m. saliese por fiança dello, sin duda ternia
-moço en mí para muchos dias: por eso, si lo determina hazer, no hay
-sino efetuarlo, y encomendarme su par de mulas, y dezirme cada noche
-lo que tengo de hazer á la mañana, y adonde tengo de ir á arar ó á dar
-tal vuelta á tal ó tal rastrojo, y de lo demas dexeme el cargo á mí,
-que no se descontentará de mi labor: verdad es que tengo dos faltas;
-la una es que soy un poco comedor, y la otra que para despertarme á
-las mañanas, algunas vezes es menester que el amo se llegue á la cama
-y me dé con algun çapato; que con eso despierto luego como un gamo, y
-echado de comer á mi vientre y á las mulas, voy á la fragua á sacar
-la reja, alço los fuelles mientras el herrero la machaca, vuelvome á
-casa una hora antes que amanezca, cantando por el camino siete ó ocho
-siguidillas que sé lindisimas, do por refrigerar el aliento pongo á
-asar cuatro cabeças de ajos, tomandolas con dos ó tres vezes de la bota
-que tengo de llevar á la labrança; y á la que alborea, subo, hecha esta
-prevencion, en la mula castaña que está mas gorda... Y de alli iba á
-proseguir; pero atajole don Carlos, maravillado de su simple discurso,
-y dixole: Ello se ha de hazer puntualmente lo que os tengo aconsejado,
-pues se os cumpliran todas las condiciones que pedis. A fe que lo dudo,
-replicó Sancho, de quien no tuvo<span class="pagenum" id="Page_289">p.
-289</span> vergüença de tomar de un escudero como yo dos reales y medio
-por la primer cena que me dió, y asi no quiero nada con él, sino que
-Dios le eche á aquellas partes en que más de él se sirva. Dixole el
-Archipampano, viendo que dezia las dichas razones por él: Estad cierto,
-Sancho, que cumpliré cuanto en mi nombre os ha prometido el señor don
-Carlos, mejor de lo que vos lo sabreis desear, y estad cierto de que
-no os faltará en mi casa la gracia de Dios. La gracia de Dios, dixo
-Sancho, es en mi tierra una gentil tortilla de huevos y torreznos, que
-la sé yo hazer á las mil maravillas, y aun de los primeros dineros que
-Dios me depare, he de hazer una para mí y el señor don Carlos, que nos
-comamos las manos tras ella. Mucho gustaré de comella, respondió don
-Carlos; pero ha de ser con condicion de que por amor de mí os pongais
-sombrero, como lo usamos en la corte, y dexeis la caperuça. En todos
-los dias de mi vida, replicó Sancho, no he gustado de sombreros, ni
-sé á que saben, porque se me asienta la caperuça en la cabeça que es
-bendición de Dios, porque en fin es bonisimo potage, pues si hace
-frio, se la mete el hombre hasta las orejas, y si aire, se cubre con
-su vuelta el rostro, cual si llevara un papahigo, yendo tan seguro de
-que se le caiga, como lo está la rueda de un molino de moverse, y no
-se bambalea á todas partes, como lo hazen los sombreros, que si les da
-un torbellino ruedan por esos campos cual si les tomara la maldicion;
-y más que cuestan doblado una dozena dellos que media de caperuças,
-pues no pasa cada una dellas de dos reales y medio con hechura y
-todo. Bien parece, Sancho, le dixo el Archipampano, que conoceis la
-necesidad que tengo de vos, y que no tengo de reparar en cosa á trueque
-de que quedeis en mi casa, pues pedis tantas gullorias: pero para que
-conozcais mi liberalidad, mañana os mandaré pagar dos años de salario
-adelantados á vos y á vuestra muger y en llegando ella os vestiré á
-ambos muy de pascua. Beso á v. m. las manos, le respondió Sancho, por
-ese buen servicio. Agora solo resta saber si las tierras de v. m. que
-tengo de sembrar este otoño estan lexos; tras que, como no las sé,
-será menester ir á ellas el domingo que viene, y tambien conocer las
-mulas y saber qué resabios tienen, y si tienen buenas coyundas y todo
-el demas aparejo; porque no quiero diga despues de mí v. m. que soy
-descuidado. Todo está, Sancho, le replicó don Carlos de la manera que
-deseais; lo que se ha de hazer es que escribamos la carta á vuestra
-muger. Escribamos por cierto, respondió él, con la bendicion de Dios;
-pero v. m. advierta que ella es un poco sorda, y será menester que la
-escribamos un po<span class="pagenum" id="Page_290">p. 290</span>co
-recio para que la oiga. Haga la cruz y diga: «Carta para Mari-Gutierrez
-mi muger, en el Argamesilla de la Mancha, junto al Toboso.» Ahora bien,
-digale que con esto ceso, y no de rogar por su anima. ¡Que es lo que
-dezis, Sancho! le dixo don Carlos, aun no le habemos dicho cosa, ¡y ya
-dezis: Con esto ceso! Calle, respondió él; que no lo entiende: ¿quiere
-saber mejor que yo lo que tengo de dezir? El diablo me lleve si no me
-ha hecho quebrar el hilo que llevaba, con la más linda astrologia que
-se podia pensar; pero diga, que ya me acuerdo, «Habeis de saber que
-desde que yo sali del Argamesilla hasta agora no nos hemos visto; mi
-salud dizen todos que es muy buena; solo me duelen los ojos de puro
-ver cosas del otro mundo, plegue á Dios que tal sea de los vuestros.
-Avisadme de como os va del beber, y si hay harto vino en la Mancha para
-remediaros la sed que mi presencia os causa, y mirad por vida vuestra
-escardeis bien el huertecillo, de las malas hierbas que le suelen
-afligir. Enviadme los çaragüelles viejos de paño pardo que estan sobre
-el gallinero, porque acá me ha dado el Arcapampanos unos çaragüelles de
-las Indias, que no me puedo remecer con ellos: guardarlos he para vos,
-que quiçás se os asentaran mejor, y más que sin mucho trabajo traereis
-guardado el hornillo de vidrio, pues tienen por delante una puerta que
-se cierra y abre con una sola agujeta. Si quereis venir, ya os tengo
-dicho lo que nos dará el Arcapampanos cada mes de salario; y asi, os
-mando que antes que esta carta salga de aqui, os vengais á servir á la
-Arcapampanesa, trayendo todos los bienes muebles y raizes con vos, que
-ahi estan, sin dexar un palmo de tierra ni una sola hoja del huerto;
-y no me seais repostona, que me canso ya de vuestras impertinencias,
-y tanto será lo de más como lo de menos; y no os haya de dezir, como
-acostumbro, con el palo en la mano: Jo, que te estriego, burra de mi
-suegro.» Volviose, escritas estas razones, á don Carlos, diziendole:
-Sepa v. m., señor, que las mugeres de hogaño son diablos, y en no
-dandoles en el caletre, no haran cosa buena si las queman. Pues á fe
-que lo ha de hazer, ó sobre eso oxte, morena. Esto dixo quitandose el
-cinto, y tomandole en la mano con mucha colera, añadiendo que él sabia
-de la suerte que se habia de tratar Mari-Gutierrez, mejor que el papa.
-Maravillado estaba el Archipampano y cuantos en la sala asistian, de
-ver tan natural simpleza, y aun aguardaban á cuando habia de dar con el
-cinto á don Carlos; pero sin hazerlo prosiguió diziendo: «Ya os digo,
-Mari-Gutierrez, que estaremos aqui lindamente; que aunque vos seais
-enemiga de estar en casa de estos hidalgotes,<span class="pagenum"
-id="Page_291">p. 291</span> todavia el Arcapampanos está tan hombre de
-bien, que me ha jurado que en estando vos aqui, nos vestirá á ambos y
-nos dará el salario de dos años adelantado, que es un docado por bestia
-cada mes, el uno á mí y el otro á vos: mirad pues, si por lo menos
-vivimos mil meses, si ternemos harto dinero. Del señor don Quixote
-solo os digo que está mas valiente que nunca, y le han hecho nuncio
-de Toledo: si le habeis menester, en dichas casas le hallareis, y no
-poco acompañado, cuando paseis por alli: la Arcapampanesa, vuestra
-ama, con quien habeis de estar, os besa las manos y tiene más deseo de
-escribiros que de veros: es muger muy honrada, segun dize su marido, si
-bien á mí no me lo parece, por lo que la veo holgazana, pues desde que
-estoy aqui jamas le he visto la rueca en la cinta. Rocinante me dizen
-está bueno y que se ha vuelto muy persona y cortesano: no creo lo sea
-tanto el rucio, ó á lo menos no lo muestran sus pocas razones, si ya no
-es que calla, enfadado de estar tanto tiempo en la corte.»</p>
-
-<p>Pareceme que no hay más que escribir, pues aqui se le dize cuanto
-le importa, tan bien como se lo podria decir el mejor boticario del
-mundo, y yo trasudo de puro sacar letras del caletre. Ved vos, Sancho,
-dixo don Carlos, si quereis dezille otra cosa; que aqui estoy yo para
-escribillo, pues hay harto papel, gloria á Dios. Cierrela, respondió
-Sancho, y horro Mahoma. Mal se puede cerrar, replicó don Carlos, carta
-sin firma, y asi dezid de que suerte soleis firmar. ¡Buen recado
-se tiene! respondió Sancho: sepa que no es Mari-Gutierrez amiga de
-tantas retoricas: no hay que firmar para ella, que cree bien firme
-y verdaderamente todo lo que tiene y cree la santa madre Iglesia de
-Roma, y asi, no necesita ella de firma ni firmo. Leyose la carta, hecho
-esto, en voz alta, con increible risa de los circunstantes y atencion
-del mismo Sancho, á quien dixo el Archipampano luego: ¿Como llevará
-don Quixote el quedaros, Sancho, vos en mi casa? que no querria se
-enojase y viniese despues á ella desafiandome á singular batalla, con
-que mal de mi grado me obligase á hazeros volver con él. No tenga v.
-m. miedo, respondió Sancho; que yo le hablaré claro antes que vaya á
-Toledo, y le volveré su rucio, la maleta y juntamente el desaforado
-guante del gigante Bramidan, que puse guardado en ella la noche que él
-se le arrojó desafiandole en casa del señor don Carlos, para que le
-vuelva á la infanta Burlerina, ó le dé en presente el arçobispo cuando
-entre por nuncio en Toledo; que yo no quiero nada de nadie; y más que
-le diré se vaya con Dios, pues desde aqui al dia del juizio reniego de
-las peleas, sin querer más cosa<span class="pagenum" id="Page_292">p.
-292</span> con ellas; pues tan pelado y apaleado salgo de sus uñas,
-cual saben mis pobres espaldas; y libré tan mal habrá dos meses en
-una venta, que por poco me hizieran volver moro unos comediantes, y
-aun me circuncidaran, si no les rogara con vivas lagrimas no tocasen
-en aquellos arrabales, pues seria tocar á las niñas de los ojos de
-Mari-Gutierrez; y despues me costó muy gentiles golpes la defensa de un
-ataharre que mi amo llamaba preciosa liga; y aunque él me quiere tanto,
-que entiendo me dará lo que me tiene prometido, que es la gobernacion
-de algun reino, provincia, insula ó peninsula, todavia diré mañana como
-no puedo ir allá con él, por estar ya concertado con v. m., y que lo
-que podrá hazer será enviarmela, que tan hombre seré para gobernalla
-acá como allá. ¿Pero sabe v. m. que me parece? Que pues para de aqui
-al Argamesilla no se hallará mensajero cierto, será acertado que yo,
-que sé el camino, lleve la carta, pues le aseguro que no haré más de
-darle fielmente en manos de mi muger, y volverme luego. Pues para
-eso, Sancho, dixo el Archipampano, ¿que era menester escribirla, si
-vos habiais de ir allá en persona? No cuideis della; que yo buscaré
-quien la lleve con brevedad, y traiga luego respuesta, aunque dudo sea
-ella tan elegante como vuestra carta, en que mostrais haber estudiado
-en Salamanca toda la sciencia escribal que alli se profesa, segun la
-habeis enriquecido de sentencias. No he estudiado, respondió Sancho,
-en Salamanca; pero tengo un tio en el Toboso, que hogaño es ya segunda
-vez mayordomo del Rosario, el cual escribe tan bien como el barbero,
-como dize el cura; y como yo he ido muchas vezes á su casa, todavia me
-he aprovechado algo de su buena habilidad; porque, como dizen, ¿quien
-es tu enemigo? el de tu ofizio; en la arca abierta siempre el malo
-peca: y finalmente, quien hurta al ladron harto digno es de perdon; y
-asi dél sé escribir cartas; y si le he hurtado algo de lo que él sabe
-desto, como se ve en ese papel, no importa; que bien me lo debia, pues
-dia y medio anduve á segar con él, y lleve el diablo otra blanca me dió
-sino un real de á cuatro; y á mi muger, que fue á escardar doze dias
-en su heredad el mes de março, no le dió sino un real amarillo que no
-sabemos cuanto vale: por eso estoy yo mejor con los cuartos y ochavos,
-que son moneda que corre, y los han de tomar hasta el mismo rey y
-papa, aunque les pese. Levantaronse en esto de la mesa para salir á
-pasearse, dexando el Archipampano orden al secretario, de que enviasen
-él y el mayordomo luego dos criados con aquella carta al Argamesilla,
-con mandato de que no viniesen sin la muger de Sancho en ningun caso,
-procurando traerla regala<span class="pagenum" id="Page_293">p.
-293</span>da y con brevedad. Hizose asi. Llegó Mari-Gutierrez á la
-corte con ellos dentro de quinze dias, do la recebió Sancho con donosos
-favores, y el Archipampano fue el señor más bien entretenido que habia
-en la corte aquellos dias; y no solo él, sino muchos della, con toda su
-casa, tuvieron alegrisimos ratos de conversacion y pasatiempo muchos
-meses con Sancho y su Mari-Gutierrez, que no era menos simple que él.
-Los sucesos destos buenos y candidos casados remito á la historia que
-dellos se hará andando el tiempo, pues son tales que piden de por sí un
-copioso libro.</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Ch_36">
- <h2 class="nobreak">CAPITULO XXXVI Y ULTIMO</h2>
- <p class="subh2h">De como nuestro buen caballero don Quixote de la
- Mancha fue llevado á Toledo por don Alvaro Tarfe, y puesto alli en
- prisiones en la casa del Nuncio, para que se procurase su cura.</p>
-</div>
-
-<p>Cuando tuvo aprestada su vuelta para Cordoba don Alvaro, y estuvo
-despedido de todos los señores de quienes tenia obligacion hazello
-en la corte, traçó la noche antes de la partida, que, para arrancar
-della á don Quixote, entrase un criado del Archipampano en casa cuando
-acabasen de cenar, vestido de camino y con galas, como que venia de
-Toledo en nombre de la infanta Burlerina á buscarle, para que fuese en
-su compañia luego con toda diligencia á decercar la ciudad, y libralla
-de las molestias que le hazia el alevoso principe de Cordoba. Tuvole
-tan bien instruido, asi de lo que habia de hazer y dezir á don Quixote
-cuando le diese el recado, como por el camino y en Toledo (donde por
-orden del Archipampano le habia de acompañar, para mayor encubrir el
-engaño, y traerle nuevas dél y del modo que quedaba), que llegando la
-señalada noche y hora, á la que acababan de cenar en casa del principe
-Perianeo con él en su mesa don Carlos, don Quixote y don Alvaro, apenas
-él hubo dado aviso á don Quixote de como se partia el dia siguiente
-para Cordoba, diziendole si mandaba algo para Toledo, donde habia
-de pasar, cuando entró por la sala el dicho paje del Archipampano,
-gallardamente adereçado, el cual, despues de haber saludado cortesmente
-á todos los circunstantes, se volvió á don Quixote y le dixo: Caballero
-Desamorado, la infanta Burlerina de Toledo, cuyo paje soy, te besa
-las manos humildemente y suplica cuan encarecidamente puede, que te
-sirvas de partir mañana sin falta conmigo, á la ligera y sin ruido, á
-la gran ciudad de Toledo, donde ella y su afligido padre y lo mejor y
-más lucido del reino te está por momentos aguardando, pues no faltan
-más de<span class="pagenum" id="Page_294">p. 294</span> tres dias
-para cumplirse los cuarenta que el enemigo principe de Cordoba les
-tiene dado de plaço para deliberar ó la entrega de la ciudad, ó el
-rendimiento de las inhumanas parias que les tiene pedido; y si tú con
-tu valeroso braço no los socorres, sin duda seran miserablemente todos
-muertos, la ciudad saqueada, quemados los templos, y los cimientos de
-torres y las almenas ocuparan las alegres calles, sirviendoles sus
-piedras de calçada y empedrado. La infanta mi señora, y el Rey, por
-cierto postigo que el enemigo no sabe, te estan esperando con todos los
-mejores caballeros de su corte, para que otro dia antes que amanezca,
-tocando de repente al arma, con la voz y favor de Santiago les demos,
-cogiendolos descuidados, un asalto tal que quede el enemigo, como sin
-duda lo quedará, vencido, y tú vencedor; tras lo cual serás, si te
-pareciere, aunque sea corto premio de tus inauditas grandezas, casado
-con la hermosisima infanta Burlerina, la cual ha desechado á otros
-muchos hijos de reyes y principes, solo por casar contigo: por tanto,
-valeroso caballero, vete luego á reposar para que, tomando la mañana,
-lleguemos á buena hora á la imperial ciudad de Toledo, que espera tu
-favor por momentos. Don Quixote con mucha pausa le respondió, diziendo:
-A muy buen tiempo habeis llegado, venturoso paje, pues podré ir en
-esta ocasion acompañando al señor don Alvaro, que me acaba de dezir
-que tambien por la mañana ha de partir para Toledo: por tanto no hay
-sino que adereceis todo lo necesario para que en amaneciendo partamos
-juntos, y pueda yo llegar con tan honrada compañia á socorrer al Rey
-vuestro señor y á la infanta Burlerina, sobrina del sabio Alquife,
-mi buen amigo. Verdad es que no soy de parecer de que se me trate
-de eso que dezis, de casarme con dicha infanta despues de vencido
-y muerto el alevoso principe de Cordoba, su contrario, y saqueado
-su campo; que en efecto, siendo conocido en el mundo por Caballero
-Desamorado, no será razon que ande en amores hasta pasar primero
-algunas dozenas de años, pues podria suceder, como ha sucedido muchas
-vezes á otros caballeros andantes, que andando yo por tanta y tan
-varia multitud de reinos y provincias, me encontrase y aun enamorase
-de alguna infanta de Babilonia, Transilvania, Trapisonda, Tolomaida,
-Grecia ó Constantinopla; y si esto me sucede, cual confio, desde aquel
-dia me tengo de llamar el Caballero del Amor, pues pasaré notables
-trabajos, peligros y dificultades por el que á dicha infanta tendré,
-hasta que despues de haber librado su reino ó imperio del fortisimo
-enemigo que le tendrá cercado, le descubriré mi amor á dicha infanta
-en su mismo aposento, do entraré bien armado<span class="pagenum"
-id="Page_295">p. 295</span> con atentados pasos por un jardin, guiado
-por una sabia camarera suya, una noche obscura; y si bien al principio,
-por ser pagana, se açorará de oirme soy cristiano todavia, prendada
-de mis partes y obligada de las razones con que le persuadiré la
-verdad de nuestra santa religion, se casará conmigo con publicas
-fiestas, bautizada ella y todo su reino; pero sucederme han tales y
-tan notables guerras por ciertos motines de invidiosos vasallos, que
-daran bien que contar á los historiadores venideros. Viendo don Alvaro
-que ya començaba á disparatar, se levantó diziendo: Vamonos á reposar,
-señor don Quixote, porque hemos de madrugar mucho para llegar con
-tiempo á Toledo, por lo que hay de peligro en la tardanza. Y dicho
-esto, se volvió al paje diziendole: Y vos, discreto embaxador de la
-noble infanta Burlerina, idos luego á cenar, y despues á acostar en
-la cama que el mayordomo os señalare. Saliose el paje de la sala, y
-con él los demas, yendose todos á sus camas sin reparar don Quixote
-más en Sancho que si nunca le hubiera visto, que fue particular
-permision de Dios: verdad es que la mañana, en levantandose, á la que
-ensillaban los criados de don Alvaro y paje del Archipampano, preguntó
-por el escudero; mas divirtiole el humor don Alvaro diziendole que
-no cuidase dél; porque ya se aprestaba para seguirles, y que poco
-á poco se vernia detras, como otras vezes solia. Tras esto y tras
-almorzar bien y despedirse del principe Perianeo y de don Carlos, se
-salieron de la corte y caminaron para Toledo, ofreciendoseles por el
-camino graciosisimas ocasiones de reir, particularmente en Getafe
-y Illescas. Llegados á la vista de Toledo dixo don Quixote al paje
-de la infanta Burlerina: Pareceme, amigo, que seria bien antes de
-entrar en la ciudad, dar una gentil rociada al campo del enemigo,
-pues vengo yo bien armado, y él muestra estar descuidado del açote
-que tan cerca tienen sobre sí sus arrogancias en mi esfuerço, pues
-seria empezar á hazerle baxar la cresta, que tan engreida tiene. El
-paje le respondió: El orden, señor, que del Rey é Infanta traigo es
-que sin rumor alguno vamos adonde nos estan esperando. Discretisimo es
-ese orden, añadió don Alvaro, pues no hay duda sino que seria poner
-en contingencia la vitoria, si les diese v. m. la menor ocasion del
-mundo para prevenirse, y tendrian la grande de hazello con el rumor
-que hariamos, pues es cierto que en sintiendonos, darian aviso las
-despiertas centinelas de que hay enemigos. Digo, dixo don Quixote,
-que quiero seguir ese parecer como más acertado, pues por lo menos me
-asegura de que los cogeré de repente; y asi vos, paje de la infanta
-Burlerina, guiad por donde habemos de entrar sin ser sentidos; pero
-id pre<span class="pagenum" id="Page_296">p. 296</span>venido de
-que si solos somos, tengo de hazer antes que entre en la ciudad una
-sanguinolenta riça destos andaluzes paganos que se han atrevido á
-llegar á los sacros muros de Toledo. El paje fue caminando un poco
-adelante, guiando derecho hazia la puerta que llaman del Cambron,
-dexando á la mano izquierda la de Visagra. Mas como don Quixote no
-viese rumor de gente de guerra al rededor de la ciudad, y viese por
-otra parte entrar y salir libremente por la puerta de Visagra todos
-cuantos querian, dixo maravillado al paje: Dezidme, amigo, el principe
-de Cordoba ¿donde tiene asentado su campo, que no veo por aqui ningun
-aparato de guerra? Señor, respondió él, es astuto el enemigo, y asi
-se ha alojado á la otra parte del rio, adonde nuestra artilleria no
-le puede hazer mal ni ofender. Por cierto, dixo don Quixote, que él
-sabe poco del arte militar, pues no echa de ver el necio que dexando
-estas dos puertas libres y desembaraçadas, pueden los de adentro meter
-facilmente los socorros y provisiones que les pareciere, como en efeto
-lo meten todo hoy con sola mi entrada; pero en fin, no todos saben
-todas las cosas. Entraron por la puerta del Cambron, como digo, y don
-Quixote iba por las calles mirando á todas partes cuando y por donde le
-saldrian á recebir el Rey, Infanta y grandes de la corte. Don Alvaro
-fingió á la entrada del lugar que se queria quedar á aguardar á Sancho,
-por poderse entrar libremente y sin el acompañamiento de muchachos
-que don Quixote llevaba, en la posada do habia de aposentarse, como
-en efeto lo hizo, enviando dos ó tres criados suyos en compañia del
-paje del Archipampano y de don Quixote, con los cuales, y con una
-multitud increible de niños que le seguian viendole armado, llegó el
-triste sin pensar á las puertas de la casa del Nuncio, y quedandose en
-ellas para su guarda los criados de don Alvaro, se entró solo con él
-y un moço de mulas que le tuvo á Rocinante. El paje del Archipampano,
-en apeandose, dixo á don Quixote: V. m., señor caballero, se esté
-aqui mientras subo arriba á dar cuenta á la señora Infanta de su
-secreta y deseada venida. Y subiendose una escalera arriba, se quedó
-solo en medio del patio don Quixote, y mirando á una parte y á otra,
-vió cuatro ó seis aposentos con rejas de hierro, y dentro dellos
-muchos hombres, de los cuales unos tenian cadenas, otros grillos, y
-otros esposas, y dellos cantaban unos, lloraban otros, reian muchos
-y predicaban no pocos, y estaba en fin alli cada loco con su tema.
-Maravillado don Quixote de verlos, preguntó al moço de mulas: Amigo,
-¿que casa es esta? O dime ¿por que estan aqui estos hombres presos, y
-algunos con tanta alegria? El moço de mulas, á quien ya habian<span
-class="pagenum" id="Page_297">p. 297</span> instruido don Alvaro y el
-paje del Archipampano de cómo se habia de haber con él, le respondió:
-Señor caballero, v. m. ha de saber que todos estos que estan aqui son
-espias del enemigo, á los cuales habemos cogido de noche dentro de la
-ciudad, y los tenemos presos para castigarlos cuando nos diere gusto.
-Prosiguió don Quixote preguntandole: ¿Pues como estan tan alegres?
-Respondiole el moço: Estanlo tanto porque les han dicho que de aqui á
-tres dias se entrega la ciudad al enemigo, y asi la esperada vitoria y
-libertad les haze no sentir los trabajos presentes. Estando en esto,
-salió de un aposento con un caldero en la mano un moço, el cual era de
-los locos que iban ya cobrando un poco de juizio, y cuando oyó lo que
-el moço de mulas habia dicho á don Quixote, dió una grandisima risada,
-diziendo: Señor armado, este moço le engaña, y sepa que esta casa es
-la de los locos, que llaman del Nuncio, y todos los que estan en ella
-estan tan faltos de juizio como v. m.; y si no, aguardese un poco, y
-verá como bien presto le meten con ellos; que su figura y talle y el
-venir armado no prometen otra cosa sino que le traen engañado estos
-ladrones de guardianes, para echalle una muy buena cadena y dalle muy
-gentiles tundas hasta que tenga seso, aunque le pese, pues lo mismo
-han hecho conmigo. El moço le dixo que callase, que era un borracho y
-que mentia. En buena fe, replicó el loco, que si vos no creeis que yo
-digo la verdad, tambien apostaré que venis á lo mesmo que este pobre
-armado. Con esto don Quixote se apartó dél riendo, y se llegó bien á
-una de aquellas rejas, y mirando con atencion quien estaba dentro, vió
-á un hombre puesto en tierra en cuclillas, vestido de negro, con un
-bonete lleno de mugre en la cabeça, el cual tenia una gruesa cadena
-al pie, y en las dos manos unos sutiles grillos que le servian de
-esposas: estaba mirando de hito en hito al suelo, tan sin pestañear,
-que parecia estaba en una profundisima imaginacion, al cual como viese
-don Quixote, dixo: ¡Ah buen hombre! ¿que hazeis aqui? Y levantando el
-encarcelado con gran pausa la cabeça, y viendo á don Quixote armado
-de todas pieças, se fue poco á poco llegando á la reja y arrimado á
-ella se estaba sin hablar palabra mirandole atentisimamente, de lo
-cual el buen caballero estaba maravillado, y más viendo que á más de
-veinte preguntas que le hizo, á ninguna respondia, ni hazia otra cosa
-más que miralle de arriba abaxo; pero al cabo de un gran rato se puso
-en seco á reir con muestras de grande gusto, y luego començó á llorar
-amarguisimamente, diziendo: ¡Ah señor caballero, y si supieses quien
-soy! Sin duda os moveria á grandisima lastima, porque habeis de<span
-class="pagenum" id="Page_298">p. 298</span> saber que en profesion soy
-teologo, en ordenes sacerdote, en filosofia Aristoteles, en medicina
-Galeno, en canones Ezpilcueta, en astrologia Ptolomeo, en leyes Curcio,
-en retorica Tulio, en poesia Homero, en musica Enfion; finalmente, en
-sangre noble, en valor unico, en amores raro, en armas sin segundo, y
-en todo el primero; soy principio de desdichados y fin de venturosos.
-Los medicos me persiguen porque les digo con Mantuano:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">His etsi tenebras palpent, est data potestas</p>
-<p class="i0">Excrutiandi aegros hominesque impune necandi.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Los poderosos me atormentan porque con Casaneo les
-digo:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Omnia sunt hominum, tenui pendentia fila,</p>
-<p class="i0">Et subito casu quae valuere ruunt.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Los temerosos, odiosos y avaros me querrian ver abrasado
-porque siempre traigo en la boca:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Quatuor ista, timor, odium, dilectio, sensus,</p>
-<p class="i0">Saepe solent hominum rectos pervertire sensus.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Los detractores no me dexan vivir porque les digo ha de
-restituir la fama cualquier que dice cosa que la tizna:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Imponens, augens, manifestans, in malum vertens</p>
-<p class="i0">Qui negat aut minuit, tacuit, laudetve remisse.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Los poetas me tienen por hereje porque les digo del
-afecto con que leen sus versos, lo de Horacio:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Indoctum, doctumque fugat recitator acerbus,</p>
-<p class="i0">Quem vero arripuit tenet, occiditque legendo,</p>
-<p class="i0">Non missura cutem nisi plena cruoris hirudo.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Y con ellos me aborrecen los historiadores porque les
-digo:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Exit in inmensum fecunda licentia vatum,</p>
-<p class="i0">Obligat historica nec sua verba fide.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Los soldados no pueden llevar que les anteponga las
-letras y les diga lo de Alciato:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Cedant arma togae, et quamvis durissima corda,</p>
-<p class="i0">Eloquio pollens ad sua vota trahit.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Los letrados no pueden tolerar les dé en rostro,
-viendolos hablar en cosas de leyes tan sin guardar la de Dios, con el
-recato de sus predecesores sabios, que dezian:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Erubescimus dum sine lege loquimur.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0"><span class="pagenum" id="Page_299">p. 299</span>Las
-damas me arman mil çancadillas porque publico dellas:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Sidera non tot habet coelum, nec flumina pisces</p>
-<p class="i0">Quot scelerata gerit faemina mente dolos.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Las casadas reniegan de que haya quien diga de ellas:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Pessima res uxor, poterit tamen utilis esse</p>
-<p class="i0">Si propere moriens det tibi quidquid habet.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Las niñas no toleran oir:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Verba puellarum foliis leviora caducis</p>
-<p class="i0">Irritaque ut visum est ventus, et aura ferunt;</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">y tambien:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Ut corpus teneris, sic mens infirma puellis.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Las hermosas fisgan de oir que</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Formosis levitas semper amica fuit;</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Con ser verdad que de todas se puede dezir:</p>
-
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<p class="i0" xml:lang="la" lang="la">Quid sinet inausum faeminae praeceps furor?</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Los ociosos amantes querrian se desterrase del mundo mi
-lengua, que les repite:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Otio si tollas periere cupidinis artes,</p>
-<p class="i0">Contemptaeque jacent, et sine luve faces.</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">Los sacerdotes se avergüençan de que les repita lo que
-dixo Judit á los de su vieja ley: Et nunc, fratres, quoniam vos estis
-presbiteri in populo Dei, et ex vobis pendet anima illorum ad eloquium
-vestrum, corda eorum erigite. La real potencia que, como el amor, no
-admite compañia,</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Non bene cum sociis regna venusque manet,</p>
-</div></div>
-
-<p class="ti0">es tal, que se verifica bien de ella lo que dixo Ovidio
-en cierta epistola, respondió una reina recuestada á su galan:</p>
-
-<div class="poem" xml:lang="la" lang="la"><div class="stanza">
-<p class="i0">Sic meus hinc vir abest ut me custodiat absens,</p>
-<p class="i0">An nescis longas regibus esse manus?</p>
-</div></div>
-
-<p>Esas pues ¡oh valerosisimo principe! son las que me tienen aqui,
-porque reprendo la razon de Estado, fundada en conservacion de bienes
-de fortuna, á los cuales llama el Apostol estiercol con quebrantamiento
-de la ley de Dios, como si guar<span class="pagenum" id="Page_300">p.
-300</span>dandola, de humildes principios no hubiera subido á ser
-David poderoso rey, y capitan invicto el gran Macabeo Judas, ó como
-si no supieramos que todos los reinos, naciones y provincias que con
-prudencia de carne y de hijos deste siglo han tratado de ensanchar los
-estados, los han destruido miserablemente. Proseguia el loco su tema
-con tan grande asombro de don Quixote, que viendo no le dexaba hablar,
-le dixo á gritos: Amigo sabio, yo no os conozco ni he visto en mi
-vida; pero hame dado tanta pena la prision de persona tan dota, que no
-pienso salir de aqui hasta daros la preciosa libertad aunque sea contra
-la voluntad del Rey y de la Infanta Burlerina su hija, que este real
-palacio ocupan; por tanto traedme vos, que estais con ese caldero en la
-mano, las llaves luego aqui deste aposento, y dexad salir libre, sano y
-salvo dél á este gran sabio, porque asi es mi voluntad. Luego que esto
-oyó el loco del caldero, començó á dezir riendo: Ea, que ciertos son
-los toros: á fe que habeis venido á purgar vuestros pecados en buena
-parte: en mala hora acá entrasteis. Y dichas estas razones, se subió la
-escalera arriba, y el loco clerigo dixo á don Quixote: No crea, señor,
-á persona desta casa; porque no hay más verdad en ninguno della que
-en impresion de Ginebra; pero si quiere que le diga la buena ventura
-en pago de la buena obra que me ha de hazer con darme la libertad
-que me ofrece, deme la mano por esta reja; que le diré cuanto le ha
-sucedido y le ha de suceder, porque sé mucho de quiromancia. Quitose
-don Quixote la manopla, creyendole sencillamente, y metió la mano por
-entre la reja; pero apenas lo hubo hecho, cuando sobreviniendole al
-loco una repentina furia, le dió tres ó cuatro bocados crueles en ella,
-asiendole á la postre el dedo pulgar con los dientes, de suerte que
-faltó harto poco para cortasele á cercen. Començó con el dolor á dar
-vozes, á las cuales acudieron el moço de mulas y otros tres ó cuatro de
-la casa, y tiraron dél tan recio, que hizieron que el loco le soltase,
-quedandose riendo muy á su placer en la gavia. Don Quixote en sentirse
-herido y suelto se hizo un poco afuera, y metiendo mano á su espada
-dixo: Yo te juro ¡oh falso encantador! que si no fuera porque es mengua
-mia poner manos en semejante gente cual vosotros sois, que me tomara
-bien presto vengança de tamaño atrevimiento y locura. A esta razon
-baxaron con el paje del Archipampano cinco ó seis de los que tenian
-cuenta de la casa; y como vieron á don Quixote con la espada en la
-mano, y que le corria mucha sangre della, sospechando lo que podia ser,
-se llegaron á él diziendole: No muera más gente señor caballero<span
-class="pagenum" id="Page_301">p. 301</span> armado. Tras lo cual uno
-le asió de la espada, y otros de los braços, y los demas començaron á
-desarmarle, haziendo él toda la resistencia que podia; pero aprovechole
-poco; con que en breve rato le metieron en uno de aquellos aposentos
-muy bien atado, do habia una limpia cama con su servicio; y estando
-algo sosegado, despues de haberle encomendado el paje del Archipampano
-á los mayordomos de la casa con notables veras, y dicholes su especie
-de locura, y las calidades de su persona, y de donde y quien era,
-habiendoles dado para más obligarles alguna cantidad de reales, le dixo
-á don Quixote: Señor Martin Quijada, en parte está v. m. adonde miraran
-por su salud y persona con el cuidado y caridad posible; y advierta
-que á esta casa llegan otros tan buenos como v. m., y tan enfermos
-de su proprio mal, y quiere Dios que en breves dias salgan curados y
-con el juizio entero que al entrar les faltaba: lo mismo confio será
-de v. m., como vuelva sobre sí y olvide las leturas y quimeras de los
-vanos libros de caballerias que á tal extremo le han reducido; mire
-por su alma, y reconozca la merced que Dios le ha hecho en no permitir
-muriese por esos caminos á manos de las desastradas ocasiones en que
-sus locuras le han puesto tantas vezes. Dicho esto, se salió, y fue con
-los criados de don Alvaro á la posada en que estaba, á quien dió cuenta
-de todo, como hizo al Archipampano, vuelto á la corte. Detuvose don
-Alvaro algunos dias en Toledo, y aun visitó y regaló á don Quixote, y
-le procuró sosegar cuanto le fue posible, y obligó con no pocas dadivas
-á que hiciesen lo mesmo á los sobrestantes de la casa, y encomendó
-cuanto le fue posible á los amigos graves que tenia en Toledo el mirar
-por aquel enfermo, pues en ello harian grandisimo servicio á Dios, y á
-él particularisima merced; tras lo cual dió la vuelta felizmente á su
-patria y casa.</p>
-
-<p>Estas relaciones se han podido solo recoger, con no poco trabajo,
-de los archivos manchegos, acerca de la tercera salida de don Quixote,
-tan verdades ellas, como las que recogió el autor de las primeras
-partes que andan impresas. Lo que toca al fin de esta prision y de su
-vida, y de los trabajos que hasta que llegó á él tuvo, no se sabe de
-cierto; pero barruntos hay, y tradiciones de viejisimos manchegos, de
-que sanó y salió de dicha casa del Nuncio; y pasando por la corte, vió
-á Sancho, el cual, como estaba en prosperidad, le dió algunos dineros
-para que se volviese á su tierra, viendole ya al parecer asentado; y
-lo mismo hizieron el Archipampano y el principe Perianeo, para que
-mercase alguna cabalgadura, con fin de que se fuese con más como<span
-class="pagenum" id="Page_302">p. 302</span>didad; porque Rocinante
-dexolo don Alvaro en la casa del Nuncio, en servicio de la cual acabó
-sus honrados dias, por más que otros digan lo contrario. Pero como
-tarde la locura se cura, dizen que en saliendo de la corte, volvió
-á su tema, y que comprando otro mejor caballo, se fue la vuelta de
-Castilla la Vieja, en la cual le sucedieron estupendas y jamas oidas
-aventuras, llevando por escudero á una moça de soldada que halló junto
-á Torre de Lodones, vestida de hombre, la cual iba huyendo de su amo
-porque en su casa se hizo ó la hizieron preñada sin pensarlo ella, si
-bien no sin dar cumplida causa para ello; y con el temor se iba por
-el mundo. Llevola el buen caballero sin saber que fuese muger, hasta
-que vino á parir en medio de un camino, en presencia suya, dexandole
-sumamente maravillado el parto, y haziendo grandisimas quimeras sobre
-él: la encomendó, hasta que volviese, á un mesonero de Valdestillas; y
-él sin escudero pasó por Salamanca, Avila y Valladolid, llamandose el
-Caballero de los Trabajos, los cuales no faltará mejor pluma que los
-celebre.</p>
-
-
-<p class="centra lh175 ws1 mt2">AQUI DA FIN LA SEGUNDA PARTE<br />
-DE LA HISTORIA DEL INGENIOSO HIDALGO<br />
-DON QUIXOTE DE LA MANCHA</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="ToC">
- <p><span class="pagenum" id="Page_303">p. 303</span></p>
- <h2 class="nobreak lh175"><span class="g2"><big><big>TABLA</big></big></span><br />
- <small><small>DE LOS</small></small><br />
- CAPÍTULOS DEL PRESENTE LIBRO</h2>
- <hr class="sep" />
-</div>
-
-<table class="toc" summary="Índice de contenidos">
- <tr>
- <td colspan="2" class="tdc"><p class="centra lh175 ws1">
- QUINTA PARTE DEL INGENIOSO<br />
- HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA Y DE SU<br />
- TERCERA SALIDA EN PROSECUCION DE SU<br />
- ANDANTESCA CABALLERIA</p>
- </td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_1">CAPITVLO Primero</a>,
- de como don Quixote de la Mancha volvió á sus desvanecimientos
- de caballero andante, y de la venida á su lugar del Argamesilla
- ciertos caballeros granadinos.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_1"><i>8</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_2">Capitulo segundo</a>,
- de las razones que pasaron entre don Alvaro Tarfe y don Quixote
- sobre cena, y como le descubre los amores que tiene con Dulcinea
- del Toboso, comunicandole dos cartas ridiculas: por todo lo cual el
- caballero cae en la cuenta de lo que es don Quixote.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_2"><i>15</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_3">Capitulo tercero</a>,
- de como el Cura y don Quixote se despidieron de aquellos caballeros, y
- de lo que á él le sucedió con Sancho Pança despues de ellos idos.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_3"><i>25</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_4">Capitulo cuarto</a>,
- como don Quixote de la Mancha y Sancho
- Pança su escudero salieron tercera vez del Argamesilla, de noche; y de
- lo que en el camino desta tercera y famosa salida les sucedió.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_4"><i>31</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_5">Capitulo quinto</a>,
- de la repentina pendencia que á nuestro don Quixote se le ofrecio con
- el huesped al salir de la venta.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_5"><i>41</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_6">Capitulo sexto</a>,
- de la no menos estraña que peligrosa batalla<span class="pagenum"
- id="Page_304">p. 304</span> que nuestro caballero tuvo con un guarda de
- un melonar, que él pensaba ser Roldan el Furioso.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_6"><i>45</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_7">Capitulo setimo</a>,
- como don Quixote y Sancho Pança llegaron á Ateca, y como un caritativo
- clerigo llamado Mosen Valentin los recogió en su casa, haziendoles todo
- buen acogimiento.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_7"><i>54</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_8">Capitulo octavo</a>,
- de como el buen hidalgo don Quixote llegó á la ciudad de Çaragoça,
- y de la estraña aventura que á la entrada della le sucedió con un
- hombre que llevaban açotando.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_8"><i>62</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_9">Capitulo nono</a>,
- de como don Quixote, por una estraña aventura, fué libre de la
- carcel y de la vergüença á que estaba condenado.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_9"><i>69</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_10">Capitulo dezimo</a>,
- como don Alvaro Tarfe convidó ciertos amigos suyos á comer para dar
- con ellos orden que libreas habian de sacar en la sortija.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_10"><i>73</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_11">Capitulo undezimo</a>,
- de como don Alvaro Tarfe y otros caballeros çaragoçanos y
- granadinos jugaron la sortija en la calle del Coso, y de lo que en
- ella sucedió á don Quixote.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_11"><i>79</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_12">Capitulo duodezimo</a>,
- como don Quixote y don Alvaro Tarfe fueron convidados á cenar con
- el juez que en la sortija les convidó, y de la estraña y jamas
- pensada aventura que en la sala se ofreció aquella noche á nuestro
- valeroso hidalgo.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_12"><i>89</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td colspan="2" class="tdc pt1"><p class="centra lh175 ws1">
- SEXTA PARTE DEL INGENIOSO<br />
- HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA</p>
- </td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_13">Capitulo treze</a>,
- como don Quixote salió de Çaragoça para ir á la corte del rey
- Catolico de España á hazer la batalla con el rey de Chipre.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_13"><i>99</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_14">Capitulo catorze</a>,
- de la repentina pendencia que tuvo Sancho Pança con un soldado que,
- de vuelta de Flandes, iba destroçado á Castilla en compañia de un
- pobre ermitaño.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_14"><i>108</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_15">Capitulo quinze</a>,
- en que el soldado Antonio de Bracamonte da<span class="pagenum"
- id="Page_305">p. 305</span> principio á su cuento del Rico
- desesperado.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_15"><i>116</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_16">Capitulo deciseys</a>,
- en que Bracamonte da fin al cuento del Rico desesperado.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_16"><i>127</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_17">Capitulo decisiete</a>,
- en que el ermitaño da principio á su cuento de los Felizes Amantes.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_17"><i>135</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_18">Capitulo deciocho</a>,
- en que el ermitaño cuenta la baxa que dieron los Felizes Amantes en
- Lisboa por la poca moderacion que tuvieron en su trato.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_18"><i>146</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_19">Capitulo decinueve</a>,
- del suceso que tuvieron los Felizes Amantes hasta llegar á su amada
- patria.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_19"><i>153</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_20">Capitulo veynte</a>,
- en que se da fin al cuento de los Felizes Amantes.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_20"><i>163</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_21">Capitulo veyntiuno</a>,
- de como los canonigos y jurados se despidieron de don Quixote y su
- compañia, y de lo que á él y á Sancho les pasó con ella.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_21"><i>169</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_22">Capitulo veyntidos</a>,
- como prosiguiendo su camino don Quixote con toda su compañia,
- toparon una estraña y peligrosa aventura en un bosque, la cual
- Sancho quiso ir á probar como buen escudero.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_22"><i>174</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_23">Capitulo veyntitres</a>,
- en que Barbara da cuenta de su vida á don Quixote y sus compañeros
- hasta el lugar, y de lo que les sucedió desde que entraron hasta
- que salieron dél.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_23"><i>182</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_24">Capitulo veynticuatro</a>,
- de como don Quixote, Barbara y Sancho llegaron á Sigüença, y de los
- sucesos que alli todos tuvieron, particularmente Sancho que se vió
- apretado en la carcel.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_24"><i>190</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td colspan="2" class="tdc pt1"><p class="centra lh175 ws1">
- SEPTIMA PARTE DEL INGENIOSO<br />
- HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA</p>
- </td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_25">Capitulo veynticinco</a>,
- de como al salir nuestro caballero de Sigüença encontro con dos
- estudiantes, y de las graciosas cosas que con ellos pasaron hasta
- Alcala.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_25"><i>203</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_26">Capitulo veyntiseys</a>,
- de las graciosas cosas que pasaron entre don Quixote y una compañia
- de representantes, con quien se encontró en una venta cerca de
- Alcala.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_26"><i>211</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_27">Capitulo veyntisiete</a>,
- donde se prosiguen los sucesos de don Quixote con los
- representantes.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_27"><i>222</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh">
- <span class="pagenum" id="Page_306">p. 306</span><i><a
- href="#Ch_28">Capitulo veyntiocho</a>, de como don Quixote y su
- compañia llegaron á Alcala, do fue libre de la muerte por un
- estraño caso, y del peligro en que alli se vió por querer probar
- una peligrosa aventura.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_28"><i>231</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_29">Capitulo veyntinueve</a>,
- como el valeroso don Quixote llegó á Madrid con Sancho y Barbara y
- de lo que á la entrada le sucedió con un titular.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_29"><i>242</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_30">Capitulo treynta</a>,
- de la peligrosa y dudosa batalla que nuestro caballero tuvo con un
- paje del titular y un alguazil.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_30"><i>247</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_31">Capitulo treynta y uno</a>,
- de lo que le sucedió á nuestro invencible caballero en casa del
- titular y de la llegada que hizo en ella su cuñado don Carlos en
- compañia de don Alvaro Tarfe.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_31"><i>252</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_32">Capitulo treynta y dos</a>,
- en que se prosiguen las graciosas demostraciones que nuestro
- hidalgo don Quixote y su fidelisimo escudero Sancho hizieron de su
- valor en la corte.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_32"><i>260</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_33">Capitulo treynta y tres</a>,
- en que se continuan las hazañas de nuestro don Quixote, y la
- batalla que su animoso Sancho tuvo con el escudero negro del rey de
- Chipre, y juntamente la visita que Barbara hizo al Archipampano.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_33"><i>268</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_34">Capitulo treynta y cuatro</a>,
- del fin que tuvo la batalla aplaçada entre don Quixote y Bramidan
- de Tajayunque, rey de Chipre, y de como Barbara fue recogida en las
- arrepentidas.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_34"><i>277</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_35">Capitulo treynta y cinco</a>,
- de las razones que entre don Carlos y Sancho Pança corrieron acerca
- de que él se queria volver á su tierra ó escribir una carta á su
- muger.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_35"><i>285</i></a></td>
- </tr>
- <tr>
- <td class="tdlh"><i><a href="#Ch_36">Capitulo treynta y seis y ultimo</a>,
- de como nuestro buen caballero don Quixote de la Mancha fue llevado
- á Toledo por don Alvaro Tarfe, y puesto alli en prisiones en la
- casa del Nuncio, para que se procurase su cura.</i>
- </td>
- <td class="tdrb"><a href="#Ch_36"><i>293</i></a></td>
- </tr>
-</table>
-
-
-<p class="centra ws1 mt2" xml:lang="la" lang="la">LAUS DEO</p>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3" id="Notas">
-<div class="footnotes">
-
-<p class="large centra mt1">NOTAS</p>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_1"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_1">[1]</a></span> Tanto en la edición de Tarragona como
-en la hecha en Madrid en 1732 se lee <i>aludio</i>.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_2"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_2">[2]</a></span> En la primera edición, <i>hierros</i>.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_3"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_3">[3]</a></span> El primer volumen del Quijote de
-Cervantes, se publicó dividido en cuatro partes, de extensión muy
-desigual. Estas divisiones desaparecieron cuando estuvo la obra
-completa. Avellaneda se ajusta al plan primitivo de Cervantes y divide
-el libro en tres partes.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_4"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_4">[4]</a></span> En la edición de 1614 y en la de 1732
-dice <i>Mazas</i>.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_5"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_5">[5]</a></span> Falta el verbo <i>hacía</i>, ú otro
-análogo.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_6"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_6">[6]</a></span> En la primera edición: <i>haze las
-cosas pequeñas que las grandes</i>. Lo mismo se lee en la edición de
-1732.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_7"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_7">[7]</a></span> <i>Endrigos</i> en la primera edición.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_8"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_8">[8]</a></span> En la edición de Tarragona,
-<i>Pueblo</i>.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_9"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_9">[9]</a></span> En la edición de Tarragona,
-<i>Catalina</i>.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_10"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_10">[10]</a></span> <i>Quiero</i>, en la primera edición,
-pero es evidente errata.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_11"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_11">[11]</a></span> <i>Dixo</i>, por errata, en la primera
-edición.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_12"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_12">[12]</a></span> Falta el <i>si</i> en la primera
-edición.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_13"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_13">[13]</a></span> <i>Iremos</i> en la edición original,
-pero es errata evidente.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_14"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_14">[14]</a></span> En la edición primera falta la
-preposición <i>de</i>.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_15"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_15">[15]</a></span> En la primera edición, <i>por
-judiciales</i>.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_16"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_16">[16]</a></span> Probablemente debe leerse <i>el
-lugar</i> en vez de <i>mi lugar</i>.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_17"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_17">[17]</a></span> <i>Quitaba</i>, dice, por errata, la
-primera edición.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_18"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_18">[18]</a></span> En la primera edición dice, por
-errata, <i>huerto</i>.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_19"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_19">[19]</a></span> Falta el <i>más</i> en la primera
-edición.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_20"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_20">[20]</a></span> En la primera edición dice
-<i>porcia</i>.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_21"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_21">[21]</a></span> Falta el verbo <i>merecía</i>, ú otro
-análogo.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_22"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_22">[22]</a></span> Estos cuatro versos de romance
-están escritos como prosa en la edición original.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_23"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_23">[23]</a></span> Como prosa, en el original.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_24"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_24">[24]</a></span> Así en la edición original. Pero
-creemos que debe leerse <i>rasguño</i>.</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_25"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_25">[25]</a></span> Falta el sujeto de esta oración,
-que es «el representante.»</p>
-
-</div>
-
-<div class="footnote">
-
-<p id="Footnote_26"><span class="label"><a
-href="#FNanchor_26">[26]</a></span> <i>Sangre</i>, en la primera edición.</p>
-
-</div>
-
-</div>
-</div>
-
-<hr class="chap0" />
-
-
-<div class="chapter pt3">
-<div class="transnote" id="tnote">
- <p class="tnotetit">Nota de transcripción</p>
- <ul>
- <li>Los errores de imprenta han sido corregidos sin avisar.</li>
-
- <li>Se ha respetado la ortografía del original, que difiere
- apreciablemente de la actual.</li>
-
- <li>No se han normalizado las variantes a la grafía de mayor
- frecuencia, pero se han completado los emparejamientos de comillas,
- paréntesis, admiraciones e interrogaciones.</li>
-
- <li>Las erratas declaradas al comienzo del volumen se han incorporado
- al cuerpo principal del texto.</li>
-
- <li>Las páginas en blanco han sido eliminadas.</li>
-
- <li>Las notas a pie de página se han renumerado y colocado al final
- del libro.</li>
- </ul>
-</div>
-</div>
-
-
-<hr class="full" />
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-<pre>
-
-
-
-
-
-End of the Project Gutenberg EBook of El Quijote apócrifo, by
-Alonso Fernández de Avellaneda
-
-*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL QUIJOTE APÓCRIFO ***
-
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-</body>
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